A Un Yo apurado por encontrar el lugar y la fórmula Philippe Lacadé
Traducción: Lic. Leticia Saguan La adolescencia es esa delicada transición donde para el sujeto, por el hecho del reacomodamiento de su libido, surge de manera inédita la revelación de su cuerpo como lugar de lo nuevo. El despertar sexual empuja a ciertos sujetos en nombre de la “verdadera vida”1 a rechazar los ideales que ellos sostenían hasta ese momento y a inventar “un nuevo amor”. Momento donde se revela la implicación de una elección de amor que incluya la dimensión de un acto, modi mo difi fica cand ndo o de ma mane nera ra radi radica call el lazo lazo del del suje sujeto to a su cuer cuerpo po y al Otro Otro.. Momento de pasaje lógico donde se opera una desconexión para el sujeto entre su ser de niño y su ser de hombre o mujer. Esta dimensión del acto y de la provocación del lenguaje empujan a algunos adol adoles esce cent ntes es a una una cier cierta ta pris prisa a y una una pues puesta ta en esce escena na de su vida vida.. La dimensión de la verdad de su ser tal como lo real de la pulsión se impone, los empujan a meterse a la prueba de un acto. Este acto, del cual ellos reivindican la autenticidad, sirve entonces de salida al impasse de la relación con el Otro, expe experi rime ment ntad ada a segú según n dife difere rent ntes es mo moda dali lida dade dess clín clínic icas as.. Es fren frente te a este este 2 “despertar de la primavera” , que no los deja sin cierto “desconcierto”, que los adolescente deben (no sin consecuencias) “tomar posición” en la lengua y en su vida para hacer escuchar eso que “los exilia de su patria” de la infancia. Es en respuesta a esto que de este despertar se experimenta como imposible de decir, que para algunos llega la solución de un cortocircuito con el Otro, o del individualismo, fuentes de este sentimiento del exilio que Arthur Rimbaud supo cernir un tiempo en su esfuerzo de poesía. Los sufrimientos modernos
Rimbau Rimbaud d encarn encarna a este este adoles adolescen cente te siempr siempre e mo moder derno no de ser apura apurado do “el 3 hombre de suelas de viento” , que no se toma su tiempo y vive con el máximo de intensidad: “Se trata de llegar a lo desconocido por la desregulación de todos los sentidos” 4. Siguiendo sus impulsiones y sus pensamientos, él abre el campo del culto de la personalidad moderna, y nos ayuda a concebir la prisa como una de las condiciones de la vida misma, de ciertos adolescentes que tienen siempre el problema de hacerse presentes a ellos mismos, a aquello que les sucede en su ser y sus pensamientos.
1
Rimbaud, Arthur. “Una temporada en el infierno”, Delirios de una virgen loca. Obra de vida. Ediciones del Centenario establecidas por Alain Borer, Arlea, 1991, pág. 488. 2 Wedekind, Franz. “El despertar de la primavera”. Gallimard, 1974. 3 Verlaine, Paul. 4 Rimbaud, Arthur. “Carta a Georges Izambard Mayo del ‘71”, en Obra de Vida. Alain Borre, Arlea, pág.183.
La célebre fórmula de Rimbaud: “Yo soy otro. Es falso decir: Yo pienso: deberíamos decir Se me piensa” 5, expone a cielo abierto los pensamientos desprovistos de un Yo pienso. Situando decididamente el pensamiento del lado del lugar del inconsciente Lacan hizo también de ese lugar, el lugar del goce, lo que Rimbaud había presentido con su “Se me piensa” como lugar de experimentación de su sensación múltiple. Él se encuentra entonces tomado en su esfuerzo de poesía por la necesidad de viajar para encontrar “un lugar para descansar” de sus pensamientos. “Yo debí viajar, distraer los encantamientos ensamblados sobre mi cerebro”6. La obra de vida de Rimbaud nos permite situar “sus sufrimientos modernos” en ese tiempo de la contingencia de lo nuevo pulsional que surgía en él y lo hizo siempre moderno, al tener que inscribirlo en la gramática del tiempo presente. ¿Rimbaud, el adolescente poeta no es quien nos abre esta nueva vía? “La poesía moderna, aquella que parte, no de Baudelaire, sino de Rimbaud”, según la pertinencia distintiva de Roland Barthes, ¿no nos lleva hacia el adolescente Rimbaud que acosa aun a los jóvenes? Rimbaud encarna este adolescente apurado, del cual la prisa es una de las condiciones de su vida y de su obra. Tomado por el problema de hacerse presente a sí mismo y a aquello que acontece en su ser, el adolescente vive siempre en “lo último”: esperar está por encima de sus fuerzas vivas7. Su tiempo se acomoda a la velocidad y no soporta tener que articularse al tiempo de la mediación del Otro. “Yo he venido demasiado temprano a un mundo demasiado viejo”8. Arthur Rimbaud, ha devenido así una de las figuras míticas de este adolescente que para ir hasta el fin de su búsqueda y de su relación auténtica a la verdadera vida, no duda de manera irónica de denunciar los semblantes que sostienen el lazo social. Algunos adolescentes, en este punto de denuncia de semblantes, utilizan prácticas de ruptura, prácticas del decir y estilos de vida en lugar de los síntomas de compromiso, fuente de conflicto del tiempo de Freud. El manejo de los discursos modernos ha desplazado el goce que, siempre siendo central, está menos frenado por la inscripción del sujeto en el lazo social y demanda ser vivido igualmente que el cuerpo de su pensamiento. Sin embargo, esta manera de hacer, en la medida en que engendra lo nuevo, busca “un lugar y una fórmula” 9 donde ser autentificada, de donde surge la responsabilidad del discurso analítico. El sinthome Rimbaud
“Rimbaud el pillo”10 antes que “Rimbaud el vidente”11, tal podría ser el nombre del sinthome Rimbaud, quien desde la edad de 14 años irá hasta rechazar la impostura de la escuela, más tarde hasta la lengua occidental misma, lengua de semblantes que asesinaban “la verdadera vida”, aquella de su sensación inmediata a la cual él sostenía al punto de hacerla su guía de vida y de errancia, diciéndose vidente. Por su neologismo, Rimbaud elige la fórmula de hacer todo para marginalizarse y devenir por una suerte de transformación y 5
Rimbaud, Arthur, ibid. pág. 183. Rimbaud, Arthur. Una temporada en el infierno, op.cit. pág. 435. 7 Hölderlin, Fragmentos Talía. La pléiade. Gallimard, 1976, pág. 113. 8 Rimbaud, Arthur, Op. cit., pág. 430. 9 Rimbaud, Arthur, “Vagabundos”, Op. Cit., pág. 349. 10 Benjamín Fondane, Rimbaud el pillo, Denoel y Steele, 1933. 11 Rolland de Renéville, André. Rimbaud el Vidente. El gran soplo, 2004. 6
de ascesis negativa eso que él llama el vidente, pero un vidente a quien no disgusta Claudel, quién quedará hasta el final un crápula. Él ha ido a buscar, no sin provocaciones y “problemas de comportamiento”, la verdadera vida afuera, en primer lugar fuera de la escuela, luego a Paris, la ciudad de los poetas, luego en otra lengua, aquella vía Oriente, donde mientras más cerca del sol tenía la certeza que se desenvolvía la “verdadera vida”. Allí donde a falta de ser el poeta que faltaba a la ciudad, él encuentra la solución de volver a su estado primitivo de ser el hijo que faltaba al sol: “el negro blanco”12. Descifrar la obra de Rimbaud nos ayuda a orientarnos para inventar los lugares y las soluciones para esos adolescentes con los cuales trabajamos en los colegios de los suburbios, para que cada uno pueda plantear sus palabras de provocación, como se dejan las armas en un lugar de conversación, a fin de que pueda cernir eso que hablar quiere decir y atrapar su fórmula de vida, aquella de la cual él tendrá que hacerse responsable. Encontrar una lengua para tomar posición
¿Cómo crear pequeños agujeros, pequeñas faltas en su lengua, aquella que los jóvenes inventan y de donde sacan cierta certeza de estar en lo cierto? Ellos son tanto más irrespetuosos cuando no han encontrado jamás en su familia un punto de donde ellos hubieran podido verse de otra manera que como son. ¿Cómo ofrecerse al encuentro de estos adolescentes que están en otra lengua, aquella de la autenti-cidad (cité - ciudad), que ellos inventan, fuera del tiempo del Otro y de la lengua común? El afuera les aparece como uno de los nombres de ese lugar innombrable. El exiliado, al cual ellos se identifican como Rimbaud: “se es exiliado en su patria” 13, experimenta en su carne “el bizarro sufrimiento” 14 de todos aquellos que son privados de “su lengua”- aquella de su infancia que sostenía la identificación constituyente de su ser y del compartir los sentimientos de la vida. Para Freud, la tarea del adolescente era de desprenderse de la autoridad de sus padres, tal es, dice él: “ un de los efectos más necesarios pero también los más dolorosos del desarrollo” 15. Freud precisa allí que “la actividad fantasmática toma como tarea desembarazarse de los padres desdeñados”16. Al momento de separarse de su familia, de “la única autoridad y la fuente de toda creencia”, se encuentran desconcertados. Este desgarramiento del ser se juega entre la nostalgia del pasado, siempre más o menos mítica, y la dura condición de quien debe encontrarse vivo en el presente, a “Stabitat” que es “lalangue”. Lalangue es el neologismo que inventa Lacan para hacernos cernir el substrato sobre el cual se elabora la lengua común, aquella en la cual el sujeto debe consentir entrar si quiere poder decirse al Otro. Rimbaud consigue un tiempo fijar en la escritura, su esfuerzo de poesía, aquello que él llamaba: “encontrar una lengua”17, allí adonde dice: “Yo excavo en la lengua con frenesí”18. 12
Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 349. Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 105. 14 Rimbaud, Arthur, “Los desiertos del amor”, Op. Cit., pág. 185. 15 Freud, Sigmund. “La novela familiar de los neuróticos”, en Neurosis, psicosis y perversión, PUF, 1973, pág.157. 16 Freud, Sigmund. Ibid, pág. 159. 17 Rimbaud, Arthur. Carta a Paul Demeney el 15 de Mayo de 1871, Op. Cit., pág. 190. 18 Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 458 13
“Encontrar una lengua” es el principio del enunciado de la joven niña de La Esquiva19, quien dice hablar la lengua de la ciudad, cargada de violencia y de insultos, ya que sólo esta lengua le permite “tomar posición”. Tomar posición en la lengua, de la manera más incomodante e irrespetuosa para el Otro, es la solución, a veces en impasse, adoptada por ciertos adolescentes. “Una noche, yo senté a la Belleza en mis rodillas y yo la encontré amarga. Y yo la injurié.”20. Freud recordaba el paso atravesado por la civilización, cuando el insulto remplazó a la lanza – no lo olvidemos, los jóvenes fundadores del rap, reemplazando las riñas por el juego de rimas, lograron dar a sus vidas ritmos más pacíficos y singulares. El adolescente debe inventarse su propia abertura significante hacia la sociedad a partir del punto de dónde no se ve más como el niño que él era, tomado en el discurso familiar, pero dónde él percibe, de manera contingente, una cierta visión de él mismo y del mundo. El punto de donde nos importa hoy, es ese tiempo de soledad donde el ser está listo para correlacionarse a no importa qué objeto o lengua, para satisfacer su goce al precio de adiccionarse hasta saciar el odio de sí, que es una de las versiones de la pulsión de muerte. Este punto nos recuerda la función del ideal del yo, que pone al sujeto en el eje de eso que él tiene que hacer como hombre o como mujer y que lo aleja de la pulsión de muerte. Es este punto que depende de saberlo instalar, ya que a partir de allí el sujeto puede reencontrar “el gusto de las palabras” 21 e intentar la apuesta de la conversación de una abertura hacia el Otro, poniendo a distancia el odio que lo conduce a veces al estrago de su ser. Un Yo apurado por encontrar el lugar y la fórmula
En su poema “Vagabundos”, Rimbaud, todavía adolescente, sitúa el cuadro de esta abertura significante con la metáfora de la ventana de la casa familiar, cuadro donde apoyarse para sostener el punto de perspectiva a partir del cual operar esta separación de un adulto a la vez demasiado presente y sordo a aquello que está en juego para él. Rimbaud, nombrando a su madre “la boca de sombra” 22 testimonia que el deseo del Otro para él no está simbolizado, yendo hasta decir de ella “que era tan inflexible como 73 administradores con gorras de plomo” 23. La Ventana de Vagabundos presentada como “distracción vagamente higiénica” abre hacia la verdadera vida, afuera, lejos de su familia y le permite crearse: “sus fantasmas del futuro lujo nocturno” adonde él regresará en sus fugas: “y nosotros erramos, nutridos del vino de las cavernas y del bizcocho de la ruta, yo apurado por encontrar el lugar y la fórmula” 24. Este enunciado (encontrar el lugar y la fórmula), aparece como una forma de paradigma de la búsqueda de todo adolescente cuando pone en cuestión, o denuncia, la lengua cuyos semblantes lo sostenían hasta ahí, y va hasta inventarse otra lengua. Salir, errar solo o entre varios encarna ese deseo de afuera, ese demonio, ese Diablo en el cuerpo25, quien fuerza a abrir la puerta de lo desconocido, a errar 19
Película de A. Kechiche. Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 401. 21 Barthes, Roland. Lección, Seuil. 1978, pág. 21. 22 Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 350. 23 Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 240. 24 Rimbaud, Arthur. Vagabundos. Arlea, pág. 349. 25 Radiguet, R. El Diablo en el cuerpo, Bolsillo, Classique, 1990. 20
en el medio-dicho de la lengua, y que se origina de hecho en lo más íntimo del ser, anudando esto más íntimo a lo más lejano, en un punto de extimidad según el neologismo de Lacan 26. La turbación de la conducta del sujeto es su respuesta frente a la inseguridad de la lengua que él aguanta desde su reencuentro con el despertar de la sexualidad que hace agujero en lo real y en su lengua, ella nos vuelve entonces de captar aquello que lo hace actuar, ayudando a encontrar el lugar y la fórmula. Un lugar donde acudir para su sufrimiento, dónde elaborar su propia fórmula, que tendrá valor de suplencia. Frente al excedente de goce que invade su cuerpo y lo deja fuera del discurso, la fuga o la errancia pueden en efecto representar una última tentativa de inscripción en un lazo social. Tal es el excedente de goce que Rimbaud evoca en su poema Sensación: No hablaré, no pensaré nada: Pero el amor infinito subirá por el alma E iré lejos, bien lejos, como un bohemio, Por la naturaleza, -feliz como con una mujer.27 ¿Cuál es el excedente al cual el sujeto se consagra y que lo deja descompuesto “de traducción en imágenes verbales”28?¿Cómo la letra del poeta logra refrenarlo? Pues esta es nuestra hipótesis : cuando fracasa el proceso de traducción, el proceso de nominación, surge el trastorno de conducta como formación del inconsciente más amplia, más continua, que es el síntoma freudiano. Allí donde el síntoma opera como un nudo entre el significante y el cuerpo, una práctica de ruptura condena al sujeto a vagabundear, fuera de toda inscripción significante que lo ancle al campo del Otro. Esta práctica puede también tomar el lugar de un acto (de un trastorno de comportamiento) por el cual el sujeto intenta separase del Otro, rechazando de pasar por la palabra y los semblantes que denuncia. Buscar “el lugar y la fórmula” donde ser autentificado, buscar su nombre de goce, a falta justamente de haber reencontrado un no al goce ruinoso que puede surgir en el momento de la pubertad, esa es la apuesta central de la adolescencia. Rimbaud príncipe de la juventud
Rimbaud es, como lo dice Michelle Perrot, el príncipe por excelencia de la juventud29. Encarnando la posición de joven adolescente, capaz de romper todo lazo social para vivir una profunda errancia interior, al mismo tiempo que actos provocadores, se ha convertido en una figura histórica mayor de la pregunta adolescente.30 Una temporada en el Infierno describe un adolescente apurado por terminar con el instante presente que difiere radicalmente de un tiempo común: “Aquellos que se apuran... harán”. Por el hecho de que él está ausente del mundo del Otro, el tiempo no tiene jamás para Rimbaud la duración a la cual aspira. Intenta entonces cernir el tiempo por la poesía, pero esto fracasa: “No 26
Lacan, Jacques. La ética, Seminario VII, Seuil, 1986. Rimbaud, Arthur. Sensación, Op. Cit., pág. 125. 28 Freud, Sigmund. “Carta a Fliess N°46”, en Nacimiento del Psicoanálisis, PUF, 1956, pág. 145. 29 Revista de la adolescencia N°23, Errancias, Bayard, 1994. Pág. 22 30 Cadorret, Michelle. El paradigma adolescente, Dunod, 2003, pág. 26. 27
pudiendo cernirme sobre el campo de esta eternidad”. Rápido, siempre hacer rápido: “Rápido, ¿es él de otras vidas? Que venga, que venga el tiempo del cual uno queda prendado.31 El saludo es al momento de la fuga hacia delante fuera del tiempo “Se debe ser absolutamente moderno”32. En su errancia, Rimbaud busca cernir esa cosa del exterior o del extranjero, esa sensación, ese goce fuera del sentido, que él explica diciendo querer “cambiar la vida”. La raíz etimológica del verbo errar es la palabra latina error-erreur33, pero Lacan aporta allí una precisión. Esta raíz conlleva una convergencia: “Errer resulta de la convergencia de erreur [error] con algo que no tiene estrictamente nada que ver, y que está emparentado con ese erre del que recién les hablé, que es estrictamente la relación con el verbo iterare. ¡Y encima iterare!. Porque si no fuera más que eso, no seria nada: está allí únicamente por iter, que quiere decir viaje. Es precisamente por eso que "caballero errante" es simplemente: "caballero itinerante". Sólo que, sin embargo, errer viene de iterare, que nada tiene que ver con un viaje, pues iterare quiere decir repetir, de iterum”. El llamado de atención de Lacan contra ese “falso amigo” esclarece aquí la errancia de Rimbaud: en la etimología misma del término la repetición está emboscada. Rápidamente anudado a la pregunta de la escritura, (Rimbaud sólo podía escribir yéndose), su primera fuga, el 31 de agosto de 1870 apuntaba a París, el lugar de la poesía. Pero fue arrestado por gendarmes por vagabundear ya que viajaba sin pasaje. La errancia más allá del famoso período de 1876-1877, durante el cual fue continuamente arrestado, no cesará de acompañar esta “sed de sensaciones nuevas”34, esta búsqueda “yo esperaba paseos infinitos, pequeños trazos bohemios”35, a fin de obtener siempre “mis sensaciones”. Sus cuartetos lo testimonian, están allí para, según los términos de Baudelaire: “glorificar el vagabundaje por la sensación múltiple”36. El trazado de sus errancias, de Una temporada en el infierno a la Abyssinie se inscribe bajo el signo del peligro. Su “ruta blanca” donde suena su paso infinitamente: “Yo soy un peatón, nada más”37, su marcha sin fin “has hecho bien de partir, Arthur Rimbaud! Dice un poeta detrás del cerco” nos dice el lugar inaccesible, el lugar buscado por todos lados, aplazado sin cesar, desplazado, el lugar en sí mismo en fuga de la búsqueda del nuevo ser y del nuevo amor. Rimbaud encarna la figura del “No Incauto” 38, aquel del cual Lacan dice que se niega a la captura del espacio del ser parlante, aquel que niega los semblantes del Otro, denunciando la impostura, aquel que yerra, aquel que busca un lugar a falta de haber consentido a la fórmula del Nombre del Padre. Esta fórmula si él la niega o si rechaza la impostura es porque, para él, el Nombre del Padre es el objeto de una ververfung primitiva, no entra para él en el mundo de los significantes.
31
Borer, Alain. En Obra de vida, introducción, Arlea, pág. LXXI. Rimbaud, Arthur. Op. cit., pág. 452. 33 Lacan, Jacques. Los Nombres del Padre, Lección del 13/11/1973. Inédito. 34 Rimbaud, Arthur. Carta a su amigo Delahaye. 35 Rimbaud, Arthur. Carta a Izambard del 25 de agosto de 1870. 36 Baudelaire, Charles. 37 Rimbaud, Arthur. Carta a Paul Demeny, op. cit., pág. 240. 38 Lacan, Jacques. Los no incautos yerran, Lección del 13/11/1973. Inédito. 32
No hay “libertad libre” si punto desde dónde
Para Lacan, el No incauto entiende guardar “sus codazos francos” en vista del lenguaje, se niega a la captura del Otro del lenguaje y, por vía de consecuencia, se encuentra condenado a errar. Tal es el precio de la libertad en la lengua, la indecible “libertad libre” del poeta salvo al decirla en un punto fuera del discurso, fuera de la lengua occidentalizada demasiado mutilante, libertad que lleva, más allá del error, a la errancia de los neologismos, verdadera búsqueda de una nueva lengua. Separarse de aquello que había sido como niño tomado en el discurso del Otro pone al desnudo un vacío, un agujero en la significación. Fugas y errancias aparecen en el momento donde el sentimiento de vacío acosa al adolescente. Tratar ese vacío saturándolo de ideales del bienestar de la “pseudo salud mental”, pretender regularlo en nombre de la seguridad, desemboca siempre en lo peor. Fugas y errancias son síntomas que ponen en evidencia más allá de la función del Nombre del Padre una clínica del Ideal del Yo. Si Lacan pluralizó este Nombre del Padre en Los No incautos yerran (Non dupes errent- Noms du Pere) fue para introducir a la constitución de ideales a partir del proceso de identificación y abrir a la construcción y la invención por el sujeto de su respuesta singular. El Ideal del Yo equivale al punto de capitón que estabiliza el sentimiento de la vida, que da al sujeto su lugar en el Otro y su fórmula. Allí está el punto de apoyo, el “punto desde dónde” el adolescente consigue verse digno de ser amado, ver amable por otro que sepa decir que sí a lo nuevo, al real de la libido que surge en él. Es a partir de estos puntos de apoyo que conviene descifrar de una manera distinta esos momentos de fugas y de errancias. Rimbaud rechazaba la ayuda de aquellos que, diciendo sí a lo nuevo que él hacía surgir en su poesía, le hubieran abierto la vía de un lazo social. Verlaine, en 1871, le escribía: “venga querida gran alma, lo llamamos, lo esperamos” comentará más tarde como “un hombre que fue tanto el objeto de una gentil fraternidad, reconocido como un genio que se levanta, devino el objeto de oprobio del mundo de las letras con su “terrible aspecto, cínico y escandaloso”. El joven poeta encarna aquello que Lacan dice del Hombre libre que rechaza situar la causa de su deseo en el Otro. La vida, precisa Lacan, es la del viator (viajero): “Aquellos que, en este bajo mundo —¡como dicen ellos!— están como en el extranjero”. Estos sujetos que no van más allá que a hacer surgir esta dimensión del extranjero, del exilio, hacen surgir al mismo momento este lugar tercero, esta tercera dimensión que no cesan de buscar a falta de tener la fórmula. No se dan cuenta de que son mucho más incautos de ese lugar del Otro que con su imaginario ellos constituyen como tal. “Ah! Esta vida de mi infancia, la gran ruta para todos los tiempos, sobrenaturalmente sobria, más desinteresada que el mejor de los mendigos, orgullosa de no tener ni país, ni amigos, qué tontería era – Y solamente yo me doy cuenta!- Tuve razón de despreciar a esos buenos hombres que no perdían la ocasión de una caricia, parásitos de la limpieza y de la salud de nuestras mujeres, hoy que ellas están tan poco de acuerdo con nosotros. Tuve razón en todos mis desdenes: ya que yo me evado! Yo me evado! Yo me explico”39. Rimbaud nos da el texto de su pantomima en un extracto de Una temporada en el infierno. Ese poema toma la forma de un debate entre el alma y el cuerpo 39
Rimbaud, Arthur. “Lo imposible” en Una temporada en el infierno, op. Cit., pág. 439.
de un adolescente, exiliado por el hecho de su rechazo del mundo de los semblantes. El alma se queja del cuerpo, su esposo, su compañero del infierno. Ella se queja de ser la esclava de este esposo, de este demonio que la hacer perder la sabiduría y la empuja al exilio, a la tiranía de un goce separado: “Olvidé mi deber humano para seguirlo. ¿Cuál vida? La verdadera vida está ausente. No somos del mundo. Yo voy, allí adonde se debe. Y seguido él se deja llevar contra mí, la pobre alma. El demonio, es un demonio, ustedes saben, no es un hombre”40. Rimbaud el santo a venir
¿Rimbaud sería entonces uno de los primeros adolescentes modernos “,uno de los primeros fenómenos del gran desfasaje espiritual moderno”, aquel que no encuentra más su lugar en los ideales familiares o religiosos? Se pregunta Benjamín Fondane. “Haga lo que se haga y haga lo que él haga, Rimbaud no puede escapar a “su caso”. Está destinado para toda la eternidad a vivir solamente en situaciones inextricables, equívocos, escabrosos. Está destinado a ser, donde se meta, dónde se aventure (ya sea que escriba o que se calle, que luche o que se resigne, que devenga un vidente o un malévolo loco) solamente una cosa insólita, extraña, inclasificable – un pillo y nada más” 41. Lacan, a propósitos de los No incautos evoca un lugar tercero, ese lugar del Otro que toma paradójicamente mayor consistencia de la que haya tenido, por una insondable decisión del ser, rechazo a inscribirse en el mundo del Otro, rechazo del único país que el sujeto habita, el país del lenguaje donde alojar su ser. ¿Es esto que ilustra nuevamente aquí Fondane: “El honesto hombre hoy día sería forzosamente el pillo? 42 “Esta pureza en el barro, esta pureza exasperada e irrazonable, esta antinomia irreductible, esta santidad a contrapelo, esta santidad al reverso, sería igualmente santidad?43, en eco a Rimbaud: “Soy el santo en oración sobre la terraza”44 Rimbaud ha venido a testimoniar en su tiempo de una suerte de santidad lacaniana que revela al hombre aquello que él es poniendo al día esa inmundicia que se aloja en el corazón de su ser, este despertar de la primavera que continuamente abre al sujeto la puerta del exilio de su propia lengua, abriéndole por un tiempo la puerta de Una temporada en el infierno dónde un cierto odio de sí lo empuja a inventar otra lengua para decir su nuevo amor, esta provocación lingüística que lo hace tan humano, sus terribles contradicciones, que lo empujan a las antípodas del prestigio, de la autoridad. 40
Rimbaud, Arthur. “El esposo infernal” en Una temporada en el infierno, op. Cit., pág. 422 Fondane, Benjamín, pág. 81. 42 Ibid, pág. 68. 43 Ibid, pág. 67. 44 Rimbaud, Arthur. Iluminaciones, op. Cit., pág. 330. Phillipe Sollers nos muestra en su libro Iluminaciones, (Robert Laffont, 2003, pág. 23) que Rimbaud no recuerda en nada la imagen piadosa de un santo de catequesis o del calendario. “De dónde surge esta cuestión paradojal: ¿en qué Rimbaud figura la santidad a venir? ¿A menos que haya que considerar otra hipótesis, más radical que consistiría en redefinir retrospectivamente, la noción de santidad a partir de él?¿ Qué es un santo, si no es un hombre que santifica su vida?” 41
Lacan nos ha enseñado a leer ahí la firma del objeto, el objeto a, el objeto plus de goce que él a podido en algunas oportunidades situar al costado del objeto inmundo. Para él el adolescente corresponde a aquello que debe llevarse a cabo a la edad de la pubertad siendo el lazo a establecer “de la maduración del objeto a”45. Rimbaud nos ayuda a considerar, en estos tiempos de evaluación de seguridad, a cernir mejor aquello que se juega en los sufrimientos modernos de estos adolescentes que encontramos. De igual manera si ninguno de ellos está habitado por la genialidad de Rimbaud, la manera con la cual ellos rechazan el mundo de los semblantes y con la cual ellos inventan soluciones a veces en impasse, no deben hacernos olvidar que muchos son en dificultades extremas por el hecho que sus dichos no encuentran el recurso de un discurso establecido. A falta de ese recurso al significante del Otro, a falta de esta fórmula que orienta la vida hacia el Otro, ellos erran en la lengua en la búsqueda de ese lugar y de una fórmula de vida. Es ahí donde el psicoanalista es esperado y donde él no debe tener más miedo del adolescente. Debe dejarse pasear, dejarse engañar, ya que él sabe que es este paseo el que permite mantener lo real en su justo lugar.
45
Lacan, Jacques. La angustia, libro X, ediciones de Seuil, 2004. Pág. 300.