UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE HISTORIA HISTORIOGRAFÍA COLOMBIANA II CRISTIAN DARÍO BERNAL USECHE stor i a y naci nació ón. T entativas ntativas de de la EJERCICIO: ALEXANDER BETANCOURT, H i stor escritura de la historia en Colombia, Medellín: La Carreta, 2007. El texto de Betancourt establece un barrido amplio sobre el problema de la escritura de la Historia en Colombia desde el siglo XIX hasta las producciones derivadas de la crisis de paradigmas de los años ochenta, tanto en materia historiográfica, como en la producción de textos históricos propiamente dichos. Se diría que, más que establecer un balance historiográfico, lo que se propone es el análisis extenso de un oficio, el de la escritura sobre el pasado, en la búsqueda de los marcos institucionales que posibilitaron la escritura de la historia (como la Academia Colombiana de Historia, la apertura de programas de Historia en las universidades y la reconstrucción de su profesionalización como disciplina), pero también – y algo que hace verdaderamente valioso este esfuerzo – de los marcos “no institucionales”, los de los “Hombres de Letras”. Un primer comentario que se podría desprender del ejercicio de Betancourt tiene que ver propiamente con los fundamentos metodológicos a partir de los cuales hace la exploración sistemática del oficio de la historia y su institucionalización, y algunos límites que a partir de allí se podrían identificar: “De tal modo que el presente escrito asume el término historiográfico como la reflexión acerca de la escritura de la historia en el marco de lo que Certeau en L´ecriture de l´histoire llamó “un lugar del saber”; es decir ese contexto que le da sentido a la producción de los escritos históricos y que corresponde al marco conceptual de lo que Kuhn d enominó enominó “comunidades científicas” en The estructure of 1 scientific revolutions” . Desde ese marco, es evidente que en el caso colombiano, del mismo modo que en un registro latinoamericano, la emergencia de hacer más dinámicos los conceptos responde a la profesionalización tardía del oficio de la Historia, al papel de los intelectuales, literatos y el espectro de “Hombres de Letras”. Letras”. En Colombia, aventurando una hipótesis y con base en mi corta experiencia investigativa, temas que han debido ser abordados por la disciplina histórica, han quedado en manos de otras disciplinas como la sociología, la ciencia política, la economía, la antropología o el ámbito de la ficción en la literatura. Ahora bien, abrir el marco interpretativo a lo “no institucional” por parte parte de Betancourt, si bien es algo pertinente, no se da con rigor en Historia en Historia y Nacion. Nacion. Las formas de comprender la escritura de la historia siempre están inclinadas hacia la institucionalidad. Por esta razón, parece pertinente discutir qué tanto Betancourt se aparta de una lectura lineal, pues en el fondo se alcanza a percibir una linealidad que le apuesta a un progresivo mejoramiento de la disciplina con algunos males heredados que, a la larga, ni el mismo Betancourt logra superar en su escogencia de textos y su abordaje. 1
ALEXANDER BETANCOURT, Historia y nación. Tentativas de la escritura de la historia en Colombia, Medellín: La Carreta, 2007. Pág. 15
Uno comprende, en todo caso, que dada la extensión y la ambición del escrito, la ampliación del espectro de escrituras históricas hacia espacios como la producción literaria o la historia desde otros espacios disciplinares de manera exhaustiva habría hecho del libro de Betancourt un proyecto inacabable, pero en realidad, si nos preguntamos por el oficio de la historia en nuestro país, dadas las particularidades qu e el mismo Betancourt identifica, no es posible limitarse al ámbito de la profesionalización, aunque es un buen punto de partida. Finalmente si la disciplina histórica nacional ha dejado por fuera innovaciones, formas nuevas de escribir y pensar la historia, nuevos aportes y voces, en parte es por la misma realidad que señala el texto de, por un lado, la falta de diálogo entre la comunidad de historiadores y, por otro, la fuerte politización del ejercicio histórico que ha favorecido lecturas entrópicas, autorreferentes, cerradas a establecer y tender puentes, y, es preciso decirlo, aún prevalecen en los Departamentos de Historia del país, en porciones considerables, posturas que conciben la Historia como un ejercicio de erudición y distancia temporal, donde no es posible aplicar el método histórico a lo contemporáneo y donde las fuentes siguen siendo miradas bajo la óptica de validación del poder y no desde la innovación constante de métodos que reconocen otros saberes y conocimientos, como la Historia Oral por mencionar un ejemplo. Siento que Betancourt, en su ejercicio de balance tampoco logra escapar de cierta parcialización política. Si bien el bipartidismo es una columna vertebral de las dimensiones culturales, políticas y económicas de buena parte del trasegar histórico del país, cuando evalúa los revisionismos realmente no logra escapar del molde bipartidista y resulta bastante superficial o anecdótica la lectura de los revisionismos de iz quierda, que realmente no desbordan los límites del MRL. Si bien no eran ejercicios sistemáticos, creo que desde sectores como el Partido Comunista también se establecieron formas de escribir la historia que no son balanceados en el recorrido; incluso, resulta ciertamente desafortunado que la única valoración que exista de las insurgencias sea la “patética” recuperación del prócer Simón Bolívar; más allá de valoraciones personales, resulta evidente que en un marco de legitimación ideológica y política las insurgencias también plantearon concepciones acerca del pasado. Particularmente el ejercicio de las FARC-EP se inscribe en una “épica de los oprimidos” que habría sido interesante ver analizada con la misma rigurosidad que se evaluaban los revisionismos de un “liberalismo conservador” que realmente arrojó pocas luces interesantes al ejercicio de escritura de la historia. Con todo, creo que Betancourt genera un efecto positivo en términos de las preocupaciones que despierta su lectura. Después de media centuria de profesionalización del oficio de la historia, asistimos a la emergencia de generar espacios de diálogo y crítica sobre nuestra labor. Es preciso darnos a la tarea de agotar el balance de lo que ha sido el ejercicio de escritura de la historia en Colombia. Así mismo, la Historia, como otras disciplinas debe disponerse a la apertura y al diálogo crítico con otras metodologías, con otras formas de construcción de conocimiento, con apuestas que desde Latinoamérica, han procurado la construcción de una ciencia social disciplinada y rigurosa, pero no excluyente y cargada de
prejuicios y valoraciones esencialistas de los sujetos sociales. En síntesis, no se trata sólo de escribir y leer la historia, sino también lo que de ella nos exige el presente.