LA SOBERBIA (ORGULLO)
“El hombre es el centro del mundo, y es quien mueve maldad y bondad, ciencia e ignorancia: es su desordenado amor propio, causa fundamental de todos los pecados y de toda la desdicha” Mons. Fulton J. Sheen A parte de la soberbia, el orgullo tiene otros sinónimos: Altivez, arrogancia, ostentación, vanidad, fatuidad, ufanía, etc. La soberbia puede definirse de varios modos: Exceso de estimación propia, elevado sentimiento de dignidad personal, amor propio desmedido, magnificencia, etc. La soberbia hace que uno sea su propio Dios, su propia ley, su propio juez, y su propia moral. Produce vanagloria, envanecimiento y engreimiento. Engendra ira, la maledicencia. Conduce a la difamación de la personalidad de otros; a calificar de imbéciles a otros; a lastimar con frases hirientes a otros. Crea hipocresía, terquedad, agresividad, desobediencia, etc. etc. Del exagerado amor propio, salen todos los rayos destructores de la personalidad: la envidia, la avaricia, la lujuria, la gula, la pereza y la ira.
La soberbia causa el desprecio por los derechos ajenos, el amor excesivo a las ventajas personales, el deseo de estar sobre todos y la intolerancia con las opiniones que difieran de las nuestras. El orgullo conduce a la tendencia de justificar nuestros propios actos; y siempre espoleados por los temores conscientes o inconscientes, es la causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas; el principal obstáculo al verdadero progreso. El orgullo nos conduce a imponernos a nosotros o a los demás, exigencias que no se pueden cumplir sin pervertir o hacer mal uso de los instintos de que se nos ha dotado. Cuando la satisfacción de nuestros instintos sexuales, de seguridad, de compañía, etc., se convierten en el único objetivo de nuestras vidas, el orgullo hace acto de presencia para justificar nuestros excesos. Parece ser, que el mejor antídoto contra el orgullo, es la Humildad; pero esto es algo de lo que platicaremos en nuestra próxima “Sesión de Estudio”.
No quieras que todo el mundo sea como tú, Dios lo sabe y tú también, que con uno como tú ¡Basta! (Anónimo)
HUMILDAD SESIÓN DE ESTUDIO GENARO S.
En nuestra anterior “Sesión de Estudio”, nos dimos cuenta que la soberbia es el origen de la mayor parte de los problemas de la humanidad; el principal obstáculo hacia el verdadero progreso. Que cuando la satisfacción de nuestros instintos se convierte en el único objetivo de nuestra vida, ahí salta la soberbia (que no es otra cosa que el orgullo), para justificar nuestros excesos. Dejamos indicado también, que parece ser que la humildad es el único antídoto contra la soberbia. Pero, ¿Qué es Humildad? Confieso que me ha resultado bastante difícil adecuar en forma sencilla, comprensible y práctica, una definición de humildad. Leí un poco al respecto en nuestra literatura, y además consulté en varios diccionarios. Dos o tres definiciones me causaron un impacto agradable; una de ellas, la de Santa Teresa: “Humildad es verdad”; y otra la que establece Bill W. en su artículo sobre la humildad, publicado en el Grapevine correspondiente a Junio de 1961; dice así refiriéndose a la humildad perfecta: “Sería la completa libertad de mi mismo, libertad de todo lo que mis defectos de carácter me exigen. La humildad perfecta sería la buena voluntad de hacer, a todas horas y en todas partes, lo que Dios quiere”. Uno de los diccionarios consultado, da esta definición: “Virtud Cristiana que consiste en el conocimiento de nuestra bajeza y el obrar conforme a Dios”. La definición de Santa Teresa puso de manifiesto mi ignorancia, pues de inmediato me pregunté:¿Qué es verdad? Comprendí también mi ligereza y mi presunción. ¿Cuántas veces al hablar no he usado los términos humildad, verdad, etc. sin haber exactamente lo que significan?. Me fui pues a buscar definiciones sobre “Verdad”. Entre las que localicé, esta es la que he escogido: “Conformidad de lo que se dice con lo que existe, con lo que es, con la realidad”. Saqué como conclusión que a la persona que dice la verdad se le llama persona veraz y que ser veraz, es ser sincero, ser honrado con uno mismo y con los demás.
Por lo tanto, ser humilde es admitir mis defectos, así como mis cualidades, con sinceridad, con honradez, con rectitud y con integridad ante mi mismo y ante los demás. Los primeros, los defectos, sin caer en el lodazal de la culpa, de la auto conmiseración y la rebeldía y, las segundas, las cualidades, sin caer en la orientación, la estupidez y el orgullo. Bill habla de una humildad perfecta en su definición, por eso luego añade: “Al meditar en tal visión, no necesito desmayar porque nunca la alcanzaré, ni necesito volverme presumido al pensar que algún día poseeré todas las virtudes. Sólo necesito pensar en esa visión, dejándola crecer y llenar mi corazón. Al sentirme así del tamaño que soy, mi preocupación e importancia por mi propia persona me divierten. Entonces crece la fe y sé que tengo mi lugar en el camino que conduce a la humildad”. Yo, con los elementos obtenidos, formulé mi propia definición: Humildad es el reconocimiento de nuestra propia pequeñez, es el rendimiento, es la sumisión de la criatura ante la majestad y grandeza de su creador. Mi propia experiencia me indica que la diferencia entre ebriedad y sobriedad consiste en que la segunda, la sobriedad, se logra cuando ¡al fin!, adquirimos consciencia de nuestra pequeñez y debilidad y colocamos voluntad y vida al cuidado de quien todo lo puede: Dios.
SESIÓN DE ESTUDIO SOBERBIA – HUMILDAD (CONCLUSIÓN)
En las dos Sesiones de Estudio anteriores (Plenitud 7 y 8), se habló un poco sobre la soberbia y la humildad. ¿Por qué se escogieron estos temas? Es la opinión del que esto escribe, que el alejamiento de la soberbia y el acercamiento a la humildad, se traduce en un definitivo avance en el logro de la sobriedad que ofrece Alcohólicos Anónimos. La soberbia es la fuente de todos los demás defectos de carácter, es la más difícil de vencer; toma una parte muy activa en los desajustes emocionales y es la causa, en muchas ocasiones, de nuestra desgracia e infelicidad. La humildad, por el contrario, es la virtud básica; no puede lograrse otra virtud sin la humildad; es la única fuerza capaz de desterrar la soberbia. La soberbia hace creer a quien la sufre, que se encuentra unos centímetros arriba de los demás; la humildad, eleva solamente al ser humano hasta el infinito. ¡Qué difícil resulta para algunos de nosotros, alejarnos de la soberbia y acercarnos a la humildad! ¿Cómo lograr ser menos soberbios y un poco más humildes? ¿Qué ideas debemos pensar, qué sentimientos tener y qué actos efectuar?
Yo creo que avanzaremos en el camino pensando con amor, teniendo sentimientos de amor y efectuando actos de amor. Sí, amor. Fuerza que se adquiere a medida que se practica; fuerza noble y salvadora; fuerza que nos hace desear lo mejor para familiares, amigos y todas las personas en general y que trae consigo misma, la recompensa de la satisfacción. Resulta preciso iniciar el camino hacia el amor y la humildad, intentando con buena voluntad, pensar pensamientos, sentir sentimientos y efectuar actos de amor. Existen personas en A.A. en las que tal vez me molesta su proceder, sus maneras de hablar y hasta sus formas de vestir y caminar; quizá me molesta también su posición económica, social o cultural. Con estos sentimientos de molestia y desamor, me constituyo en su jurado, juez y verdugo; las ataco, las critico, las censuro y las difamo. Con buena voluntad, puede cambiar estas actitudes. Estoy seguro que puedo acercarme a ellas y preguntarles qué piensan y qué hacen para obtener éxito, o si el caso fuera lo contrario y si ellas me lo permiten, yo les diría lo que he hecho y estoy haciendo para resolver los problemas que me o que yo detecto. Sé que con buena voluntad, puedo mirarme a mi mismo y detectar mis propios defectos de carácter y, cuando este me resulte difícil, puedo siempre acudir a alguien más capacitado que yo en busca de ayuda. Este es mi trabajo. No debo dedicarme a detectar “los defectos de mis hermanos para decirles siempre y sin que ellos me lo soliciten, lo que deben hacer y cómo deben hacerlo. Con ello, en realidad sólo deseo colocarme ante ellos, ante otras personas y ante mí mismo, como un ser mejor, superior y más bueno. Sé que con buena voluntad, muchos de nosotros podemos hacer a un lado el disfraz de bondad y saberlotodo que nos hemos colocado para lograr ambiciones muy personales y muy egoístas. Sé que con buena voluntad, puedo dejar de atacar, censurar, criticar y difamar a servidores mejores que yo, actos que sólo son el resultado del resentimiento, la envidia o la amargura. En vez de ello, puedo ofrecer mi modesta ayuda sin sentir el más mínimo malestar si esta no es aceptada. Con buena voluntad puedo reparar daños que causé a otras personas y puedo llevar un mensaje de salvación al alcohólico que aún sufre. La buena voluntad me permite darme cuenta de que la soberbia me hace persistir en mis errores y que la humildad, me hace retroceder ante ellos y me ofrece la oportunidad de corregirlos. Sí, yo creo que la práctica de la buena voluntad me conduce a la práctica del amor y que la práctica del amor, me inicia en el camino de la humildad. La humildad (yo creo), me permite reconocer que en alguna parte de este vastísimo universo, existe un punto casi insignificante al que se le llama planeta tierra, y que en este punto
insignificante del gran cosmos, hay un punto pequeñísimo que soy yo. Entonces ¿por qué sentirme tan importante o tan encima de mis iguales?¿Acaso el ser humano escogió a su planeta, a su continente, a su patria, a sus padres o su educación antes de nacer? No. Definitivamente no creo que él lo haya hecho, ni siquiera pensado. Alguien pensó por él. Creo que la conciencia de esta pequeñez y debilidad del ser humano es un buen inicio en el camino de la humildad y un paso firme hacia la salida de la soberbia. Paradójicamente, creo que es en relación a esta conciencia, cuando el hombre empieza realmente a crecer y remontarse al infinito, acercándose cada vez más a la comprensión de la amorosa, diáfana y refrescante fuente creadora de todo cuanto existe: nuestro Poder Superior.
Hoy, con el fin de alcanzar un poco de humildad y alejarme un poco de la soberbia, haré un inventario moral con valor y, Dios lo quiera, con toda honestidad. Luego, trataré de lograr buena voluntad para poder obrar con amor y sentir, aunque sea levemente, el vivificante toque de la humildad. Que Dios me ayude en esta tarea.