Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y docencia
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LA Revolución Industrial Notas y recursos didácticos para la clase de Historia
El presente documento forma parte del proyecto del Portal de Educación y Docencia Angarmegia, Ciencia, Cultura y Educación (http://angarmegia.com) (http://angarmegia.com).. Propone algo más que unos apuntes para orientar a nuestros alumnos de Educación Secundaria en sus estudios sobre el tema. Junto a un el texto muy simplificado y centrado en aspectos esenciales para completar, o diversificar, los contenidos recogidos en su libro base, incorpora: Una colección de imágenes en un tamaño y formato adecuado para ser utilizadas en presentaciones o exposiciones del profesor o el estudiante. Son originales y corresponden a fotogramas de vídeos confeccionados específicamente para ilustrar, aclarar o motivar esta Unidad Didáctica. La base de las composiciones son obras de Ivan Aivazovsky, Giacomo Balla, Thomas Hart Benton, Honore Daumier, Edgar Degas, Vincent van Gogh, Francisco de Goya, Otto Griebel, Frederic Leonard King, Kathe Kollwitz, Konstantin Korovin, Claude Monet, Edvard Munch, Camille Pissarro, Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Ilya Ilya Repin, Diego Rivera, Rivera, Koehler Robert, Paul Serusier, Joaquín Sorolla, Jacek Yerka… Todas las imágenes, además, se encuentran, más dimensionadas, en el documento La documento La Revolución Industrial. Imágenes Imágenes,, descargable desde la sección de Imprimibles de Imprimibles del del Portal Angarmegia. Documentos complementarios de autores de reconocida solvencia para ampliar conocimientos o comprender mejor las circunstancias que determinan los hechos estudiados. El proyecto, además, dispone, como queda dicho, de vídeos relacionados y de actividades interactivas para mejorar y reforzar las adquisiciones. Los vídeos están localizables en la sección de vídeos del Portal o en el Canal Angarmegia de YouTube. Las direcciones son: Vídeos en el Portal: http://angarmegia.com/videos.htm Portal: http://angarmegia.com/videos.htm Angarmegia en YouTube: http://www.youtube.com/user/angarmegia Las actividades interactivas se encuentran en la l a sección Refuerzo sección Refuerzo al estudio: estudio: Interactivos: http://angarmegia.com/refuerzoestudio.htm Interactivos: http://angarmegia.com/refuerzoestudio.htm El álbum con todas las imágenes en mayor tamaño es accesible Imprimibles:: Imprimibles Imprimibles: http://angarmegia.com/apoyos_imprimibles.htm
Agradecemos cualquier crítica o sugerencia que tengan t engan a bien hacernos. Nuestra mayor satisfacción estriba en conocer que nuestro trabajo puede contribuir a mejorar el nivel educativo de las generaciones que habrán de sustituirnos.
Antonio García Megía Maestro, Diplomado en Geografía e Historia, Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Filología Hispánica.
CONTENIDO
Síntesis teórica teórica ___________ ______________________ _______________________ _______________________ _____________________ __________ 9 Documentos complementarios ___________ ______________________ ______________________ ____________________ _________ 23 ____________________________________ 25 A van vances ces té cnii cos e i nven cn nventos tos en el sigl si glo o XI X I X _____________________________________ ____________________________________________ ________________ 28 M anif ies iesto to de del Parti do Comuni sta ____________________________
F r ede deri ri ck Wi nslow Taylor y l a admini str ació ación n cientí fi ca __________________________ 46 46 Act a General de l a Conf erenci a de B erl ín ___________________________________ ______________________________________ ___ 54 L a mujer tr aba abajadora jadora en en el el siglo XI X __________________________________________ _________________________________________ 62
La Revolución Industrial Síntesis teórica
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LA R EVOLUCIÓN EVOLUCIÓN INDUSTRIAL
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Síntesis teórica CONCEPTO Se inicia en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII y se traslada a otras áreas geográficas a lo largo de los siglos XIX y XX. Es consecuencia de las transformaciones transformaciones que experimentan las estructuras económicas, técnicas y comerciales, y concluye en la evolución de las formas de producción tradicional, asentadas en la agricultura, la ganadería y la fabricación artesanal, hacia otras otras de tipo industrial industrial basadas en la mecanización y el trabajo en serie. El proceso determina profundos cambios que sobrepasan los estadios productivos y afectan al pensamiento social y político, originando una espectacular explosión demográfica y el éxodo de importantes masas de población rural hacia entornos urbanos.
LA SOCIEDAD ANTERIOR A LOS CAMBIOS La sociedad preindustrial preindustrial muestra una una economía agraria y ganadera extensiva y de subsistencia, con técnicas de trabajo primitivas basadas en la mano de obra humana con el auxilio de la fuerza animal que proporcionan proporcionan asnos y bueyes. La regeneración de la tierra se consigue mediante el barbecho, con la consiguiente disminución disminución de superficie susceptible susceptible de cultivo en cada campaña que ese recurso implica. Por todo ello, los rendimientos son bajos y los excedentes disponibles para el comercio escasos. Lo aleatorio de las cosechas provoca, además, frecuentes hambrunas y enfermedades.
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La mortalidad, especialmente la infantil, es muy elevada, aunque se compensa con una fuerte natalidad. La resultante de este estado de cosas es un crecimiento demográfico lento.
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El desarrollo del comercio está fuertemente condicionado por unas comunicaciones terrestres escasas y deficientes. El transporte a grandes distancias se realiza casi exclusivamente por vía marítima. La industria es artesanal, carente de máquinas, y sus operarios defienden sus intereses en agrupaciones denominadas gremios. La población habita donde trabaja, por lo que se concentra mayoritariamente en pequeños núcleos urbanos y aldeas. Las grandes ciudades son son escasas en número.
LA PRIMERA R EVOLUCIÓN EVOLUCIÓN Los primeros signos de la evolución que concluye en la Revolución Industrial comienzan en Inglaterra en el último tercio del siglo XVIII y se deben a la progresiva implantación de nuevas formas de producción agrícola y al desarrollo de maquinaria a partir de los últimos conocimientos científicos y técnicos.
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La agricultura Los cambios en la agricultura merecen el calificativo de Revolución de Revolución Agraria. Agraria. Los más significativos son el cercado de los campos abiertos de carácter comunal, la rotación de cultivos, que permite regenerar la tierra sin pérdida de superficie cultivable, y la estabulación del ganado. El sistema Norfolk, nombre con el que se designa a la rotación cuatrienal que se implanta en tierras inglesas, consiste en plantar dos d os hojas de la tierra con cereales o leguminosas y otras dos con tubérculos (patatas o nabos) y forrajeras (alfalfa, trébol…) que se hacen girar anualmente. La alternancia de tubérculos y forrajeras, que enriquecen los suelos, con cereales, mejora el rendimiento de de esta cosecha y proporciona proporciona alimento alimento a los animales animales elevando el número de cabezas que puede mantener.
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Se suma, además, el desarrollo y utilización de maquinaria agrícola moderna (segadoras y trilladoras) que sustituyen a los animales de labranza.
La industria La industria se concentra en fábricas que utilizan modernas máquinas y demanda mano de obra suficiente para atender una producción masiva que, a su vez, precisa de un comercio activo y rápido que dé salida a sus stocks. La máquina de vapor, los altos hornos, las hiladoras y tejedoras, el ferrocarril y la organización en cadena del trabajo de los obreros, ponen fin a siglos
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de artesanía tradicional y generan un importante volumen de productos manufacturados de alta calidad y bajo precio que deben ser colocados de manera eficaz y rápida en múltiples mercados de consumidores reales y potenciales. La revolución en el comercio está asegurada y llega de manos del ferrocarril y del barco a vapor.
Consecuencias en la demografía La disponibilidad de alimento suficiente que sigue a la aplicación de las nuevas técnicas aplicadas en la agricultura junto a la aparición de nuevos fármacos y mejora de la higiene, hace disminuir la tasa de de mortalidad y la población aumenta aumenta espectacularmente, y ello favorece las posibilidades de comercio interior. El exceso de mano de obra agrícola es absorbido en su totalidad por la industria, produciendo un flujo migratorio incesante del campo hacia las ciudades cercanas a las zonas industrializadas.
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LA SEGUNDA R EVOLUCIÓN EVOLUCIÓN El avance espectacular que experimenta Gran Bretaña a consecuencia de estos estos cambios mueve a otros países, Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón…, a entrar en la dinámica reformista.
El proceso de inicia en torno al 1875 y no concluye hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Una incipiente industria química y alimentaria entra en competencia con la textil. La elaboración de caucho, colorantes sintéticos, explosivos tipo dinamita o fibra artificial, genera productos que abren nuevos mercados, pero reclaman materias primas en abundancia y fuentes de energía más eficaces que el vapor. Se ensaya con el petróleo y la electricidad. Nuevos avances tecnológicos animan el experimento. El Convertidor Bessemer proporciona acero de calidad para las nuevas máquinas, máquinas, el ferrocarril se complementa con la aparición del motor de explosión que posibilita el desarrollo del automóvil, la red de carreteras mejora, las calles se iluminan y las gentes se comunican de forma rápida a través del teléfono y el telégrafo.
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La publicación en 1912 de la obra de Frederick Winslow Taylor, Principles of Scientific Management propone un sistema de organización racional del trabajo orientado a maximizar la eficiencia obreros y maquinaria, el taylorismo, mediante la división y organización de tareas en secuencias lógicas para evitar movimientos y demoras innecesarias. Establece también primas al rendimiento del trabajador. En Estados Unidos, Henry Ford lleva hasta las últimas consecuencias consecuencias las teorías de Taylor y aplica en la producción de coches la división del trabajo según especialización total, la producción en cadena y gran serie con resultados espectaculares.
CONSECUENCIAS DE LA R EVOLUCIÓN EVOLUCIÓN INDUSTRIAL La nueva sociedad El elevado coste de la maquinaria y el transporte de las materias primas necesarias para las fábricas exigen un capital que sobrepasa las posibilidades económicas de las empresas familiares que inician la industrialización, obligándolas obligándolas a la fusión para para constituir grandes grandes compañías y sociedades, muchas de ellas anónimas, dependientes, además, del apoyo financiero fi nanciero de entidades bancarias y de accionistas que participan de la empresa mediante acciones adquiridas en Bolsa. El capitalismo irrumpe y aparece la sociedad la sociedad de clases.
Los medios de producción se encuentran en manos de una burguesía adinerada que se enriquece contando con con el trabajo de una masa de obreros obreros o proletarios, proletarios, mujeres y niños incluidos, que percibe salarios muy bajos a cambio de largas jornadas laborales en condiciones poco salubres e inseguras. Para revertir esta situación surgen surgen asociaciones sindicales y partidos políticos políticos de corte marxista y anarquista. El nuevo nuevo modelo social contempla, y es un logro histórico, la igualdad de los hombres ante la ley, pero las diferencias económicas generan otro tipo de injusticia. La forma de vida burguesa contrasta radicalmente con la obrera, a quienes se denominan proletarios, proletarios, por ser la prole, prole, los hijos, su única posesión. Viven hacinados en barrios miserables y carecen de cualquier cualquier tipo de derecho laboral o seguro social. social. El mundo se ve envuelto en la la lucha de clases. clases. La huelga huelga es el arma arma de los más más desfavorecidos en este enfrentamiento.
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El nuevo imperialismo Se denomina imperialismo al control, influencia y dominio que ejercen los pueblos o naciones poderosas sobre naciones o pueblos más débiles. La localización en Inglaterra de primer foco de la revolución industrial no es fruto de la casualidad, sino que tiene una sólida justificación. La respuesta se encuentra en su condición de potencia colonial.
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Las enormes posesiones de su vasto imperio suministran materias primas abundantes y baratas y ofrece una gran masa de población como mercado potencial para adquirir los productos manufacturados que que de ellas se derivan.
La incorporación de otras potencias al fenómeno imparable de la industrialización, inicia una competencia feroz para abaratar costos y ganar competitividad. La necesidad de fuentes de energía y materias materias primas mueve a los países a conseguirlas por cualquier medio, incluso con recurso a la fuerza. Se produce así una nueva oleada de imperialismo colonial que afecta a extensas áreas de África y Asía y origina tensiones políticas y militares. Desde noviembre de 1884 y hasta febrero de 1885, los países más poderosos del momento se reúnen en Berlín en un intento de solucionar los conflictos.
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La concusión de de esas conferencias conferencias será la firma firma un Acta un Acta que que diseña y decide el reparto de África entre las potencias europeas. europeas. No obstante, nada evitará que la necesidad necesidad de más fuentes de energía y materias primas para alimentar la creciente capacidad productiva de las fábricas, sean una de las causas que lleve a la humanidad a la que será su Primera Guerra Mundial.
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Anexo Documentos complementarios
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A van vance cess té cnii cos e i n ve cn ven n tos en en el si sigl glo o XI XI X TABLA
Año 1801 1803 1807 1810 1813 1816 1819 1821 1825 1826 1829 1830
1833 1834 1835 1837 1838 1839 1846 1848 1849 1851
Descubrimiento/ aplicación técnica RADIACIÓN RADIACIÓN ULTRAVIOLETA TEORÍA ATÓMICA BARCO DE VAPOR CONTROL DE NAVEGACIÓN NAVEGACIÓN AERÓSTATO MAQUINA HILADORA FOTOGRAFÍA FOTOGRAFÍA ELECTROMAGNETISMO ELECTROMAGNETISMO ESTETOSCOPIO TERMOELECTRICIDAD TERMOELECTRICIDAD SISTEMA BRAILLE FÓSFORO DE FRICCIÓN LOCOMOTORA DE VAPOR INDUCCIÓN INDUCCIÓN ELECTROMAGNÉTICA ELECTROMAGNÉTICA MÁQUINA DE COSER TERMOSTATO CALCULADORA CALCULADORA MECÁNICA ELECTRÓLISIS REFRIGERADOR REFRIGERADOR COMERCIAL CÖDIGO MORSE PAPEL FOTOGRÁFICO FOTOGRÁFICO MOTOR DE CORRIENTE CORRIENTE DIRECTA TELÉGRAFO DAGUERROTIPO DAGUERROTIPO QUEROSENO MÁQUINA MÁQUINA DE COSER COMERCIAL CERO ABSOLUTO TURBINA HIDRÁULICA ASCENSOR
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Responsable Ritter, Johann Wilhelm Dalton, John Fulton, Robert Colombise, Miguel Tejeda, Andrés Niepce, Nicéforo Oersted, Hans Christian Laennec, René Theophile Seebeck, Thomas Braille, Louis Walker, John Stephenson, George Henry, Joseph Thimmonir, Barthélemy Ure, Andrew Babbage, Charles Faraday, Michael Perkins, Jacob Morse, Samuel Talbot, William Henry Davenport, Thomas Morse, Samuel Finley Daguerre, Jacques-Mandé Gesner, Abraham Howe, Elias Kelvin, Thompson Francis, James B. Otis Grave, Elisha
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Año
1852 1854 1855 1857 1859 1860 1865 1867 1872 1875 1876
1877 1878 1879 1880 1882 1883 1884
1885
1887
Descubrimiento/ aplicación técnica CERRADURA DE CILINDRO LEYES DEL PÉNDULO LOCOMOTORA ELÉCTRICA GIROSCOPIO GIROSCOPIO ODÓMETRO QUEMADOR QUEMADOR DE GAS CABLE TELEGRÁFICO SUBMARINO SUBMARINO BATERÍA RECARGABLE MOTOR DE COMBUSTIÓN COMBUSTIÓN INTERNA COCHE CAMA MÁQUINA DE ESCRIBIR MOTOR DE EXPLOSIÓN EXPLOSIÓN DE 4 TIEMPOS MOTOR DE GASOLINA GASOLINA MOTOR DE COMBUSTIÓN COMBUSTIÓN INTERNA MICRÓFONO MICRÓFONO DE CARBÓN TELÉFONO FONÓGRAFO FONÓGRAFO MICRÓFONO MICRÓFONO DE CONDENSADORES CONDENSADORES PLANEADOR PLANEADOR SOLDADURA SOLDADURA DE ARCO ELÉCTRICO ALTERNADOR ELÉCTRICO LÁMPARA INCANDESCENTE INCANDESCENTE SISMÓGRAFO SISMÓGRAFO HORNILLO ELÉCTRICO VENTILADOR VENTILADOR ELÉCTRICO TRANVÍA ELÉCTRICO PELÍCULA PARA TRANSPARENCIAS TRANSPARENCIAS LINOTIPO TURBINA DE VAPOR AUTOMÓVIL BICICLETA MOTOCICLETA TRANSFORMADOR TRANSFORMADOR DE CORRIENTE ALTERNA TRANSMISIÓN TRANSMISIÓN DIFERENCIAL NEUMÄTICO INFLABLE INFLABLE CILINDRO DE GRABACIÓN DISCO PARA GRAMÓFONO GRAMÓFONO LENTES DE CONTACTO
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Responsable Yale, Linus Foucault, Jean Bernard Vail, Alfred Foucault, Jean Bernard McKeen, Samuel Bunsen, Robert W. Eberhard Newton Gisborne, Frederick Planté, Gaston Lenoir, Etienne Pullman, George Sholes, Christopher Latham Otto, Nikolaus A. Brayton, George B. Marcus, Siegfried Edison, Thomas Alva Bell, Alexander Graham Edison, Thomas Alva Berliner, Emile Lilienthal, Otto Thomson, Elihu Gramme / Fontain Edison, Thomas Alva Milne, John Ahearn, Thomas Wheeler, Schuyler Skaats Wright, John Joseph Eastman / Goodwin Mergenthaler, Ottmar Parsons, Charles Benz, Karl Starley, John Kemp Daimler, Gottieb Stanley, William Benz, Karl Dunlop, John Boyd Bell / Tainter Berliner, Emile Frick, Eugen
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Año
1888
1889 1890 1891 1892
1893
1895 1896 1897 1899 1900
Descubrimiento/ aplicación técnica TROLLEY ELÉCTRICO CILINDRO DE CERA PARA GRABACIÓN MOTOR DE CORRIENTE ALTERNA ONDAS DE RADIO SUBMARINO SUBMARINO CINEMATÓGRAFO CINEMATÓGRAFO TARJETA PERFORADA MARTILLO NEUMÁTICO SISTEMA DACTILOSCÓPICO DACTILOSCÓPICO PRIMER SUBMARINO SUBMARINO TELÉFONO DE DISCO PROCESO DE PRODUCCIÖN DEL ACETILENO AUTOMÓVIL AUTOMÓVIL ELÉCTRICO MOTOR DIESEL FOTOGRAFÍA FOTOGRAFÍA EN COLOR CARBURADOR CARBURADOR DE GASOLINA CREMALLERA PELÍCULA DE CELULOIDE RAYOS X TELEGRAFÍA INNALÁMBRICA INNALÁMBRICA RADIOACTIVIDAD RADIOACTIVIDAD ASPIRINA ELECTRÓN OSCILOSCOPIO OSCILOSCOPIO GRABADORA GRABADORA DE CINTA DIRIGIBLE RAYOS GAMMA
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Responsable Sprague, Frank Edison, Thomas Alva Tesla, Nikola Hertz, Rudolph Heinrich Peral, Isaac Lumière, Augusto y Luis Hollerith, Herman King, Charles Vucetich, Juan Holland, John Stowger, Almon Brown Wilson, Thomas L. Morrison, Carl Diesel, Rudolf Ives, Frederick Maybach, Wilhelm Whitecom, L. Judson Reichenbach, Henry M. Röntgen, Wilhem Konrad Marconi, Guglielmo Becquerel, Henry Hoffmann, Felix Thomson, Sir Joseph John Braun, Karl Ferdinand Poulsen, Valdemar Zeppelín, Ferdinand von Villard, Paul Ulrich
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M ani aniff i esto de del Parti Par tido do Comuni Comunissta TEXTO COMPLETO Carlos Marx y Federico Engels
I - BURGUESES Y PROLETARIOS Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. posiciones. En la Roma antigua son son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones. La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos antagonismos de clase. clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas. Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los ―villanos‖ de las primeras
ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición. El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que que abrían los los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos. La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a
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las comunicaciones por tierra. A su vez, vez, estos, progresos progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media. Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción. A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la ―comuna‖ una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa. La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación. La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia. La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares. La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló reveló no supimos cuánto podía podía dar de sí el trabajo del hombre. hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las l as cruzadas. La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociale s, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás. La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales
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de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas t raídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas nuevas que ya no bastan a satisfacer, como como en otro tiempo, tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. común. Las limitaciones y peculiaridades del del carácter nacional van pasando pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal. La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las l as obliga a implantar en su propio seno la llamada ll amada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su su imagen y semejanza. La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente. La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción producción y concentra en manos de unos cuantos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que que conducir, por fuerza fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas lí neas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera. En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción? Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte transporte y de producción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, desarrollo, resultó que las condiciones en que que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron. Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa. Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de
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producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia historia de la industria y del comercio no es más que que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? qué? Porque la sociedad posee posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas. Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella. Y la burguesía no sólo forja las armas armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios. En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado. La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo t odo carácter autónomo, toda libre iniciativa iniciati va y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc. La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras concentradas concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, obreros, soldados rasos rasos de la industria, industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía j erarquía de sargentos, oficiales y jefes. je fes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro. Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no
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rigen para la clase obrera esas diferencias diferencias de edad y de sexo. sexo. Son todos, hombres, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste. Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc. Toda una serie de elementos modestos que venían perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos, porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos progresos de la producción. Todas las clases sociales contribuyen, pues, a nutrir las filas del proletariado. El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse fortificarse y consolidarse. consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia. Al principio son obreros aislados; luego, los de una fábrica; luego, los de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de producción, van también contra los propios instrumentos de la producción; los obreros, sublevados, destruyen las mercancías ajenas que les hacen la competencia, destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas, pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del obrero medieval. En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo t odo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa. Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida vida dentro del proletariado. La competencia, cada vez más aguda, aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones. Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. localidades. Gracias a este contacto, las múltiples múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años. Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la l a concurrencia desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar pesar de todo, cada vez más fuerte, más más firme, más pujante. Y aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios. Así nace en Inglaterra la ley de la jornada jornada de diez horas.
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Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesía lucha incesantemente: primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrándolo así a la palestra política. Y de este modo, le suministra suministra elementos de fuerza, es decir, armas armas contra sí misma. Además, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos suministran al proletariado nuevas fuerzas. Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros. De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar. Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, son, pues, revolucionarios, revolucionarios, sino conservadores. conservadores. Más todavía, reaccionarios, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado. El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios. Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las condiciones de vida del proletariado. proletariado. El proletario carece carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, moral, la religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron precedieron y conquistaron el Poder Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás. Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial. Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía. Al esbozar, en líneas muy generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena una
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revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder. Hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. opresoras. Mas para poder oprimir oprimir a una clase es menester asegurarle, asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues pu es de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad. La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado Presupone, inevitablemente, la concurrencia concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado proletariado sin igualmente inevitables.
II - PROLETARIOS Y COMUNISTAS ¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto. conjunto. Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario. El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la l a conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista conquista del Poder. Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo.
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Las condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a cambios históricos, a alteraciones históricas constantes. Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa. Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada. Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas. ¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía? Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, proletario, le rinde rinde propiedad? No, ni mucho menos. menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto objeto de su explotación. La propiedad, en la forma forma que hoy presenta, no admite salida a este antagonismo del capital y el trabajo asalariado. Detengámonos un momento a contemplar los dos términos de la antítesis. Ser capitalista es ocupar un puesto, no simplemente personal, sino social, en el proceso de la producción. El capital es un producto colectivo y no puede ponerse en marcha más más que por la cooperación de muchos individuos, y aún cabría decir que, en rigor, esta cooperación abarca la actividad común de todos los individuos individuos de la sociedad. El capital no es, pues, un patrimonio personal, sino una una potencia social. Los que, por tanto, aspiramos a convertir el capital en propiedad colectiva, común a todos los miembros de la sociedad, no aspiramos a convertir en colectiva una riqueza personal. A lo único que aspiramos es a transformar el carácter colectivo de la propiedad, a despojarla de su carácter de clase. Hablemos ahora del trabajo asalariado. El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero. Todo lo que el obrero asalariado adquiere adquiere con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando. trabajando. Nosotros no aspiramos aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres. A lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva. En la sociedad burguesa, el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. acumulado. En la sociedad comunista, comunista, el trabajo acumulado será, por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero. En la sociedad burguesa es, pues, el pasado el que impera sobre el presente; en la comunista, imperará el presente sobre sobre el pasado. En la sociedad burguesa burguesa se reserva al capital toda personalidad e iniciativa; el individuo trabajador carece de iniciativa y personalidad. ¡Y a la abolición de estas condiciones, llama la burguesía abolición de la personalidad y la libertad! Y, sin embargo, tiene razón. Aspiramos, en efecto, a ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesa. Por libertad se entiende, dentro del régimen burgués de la producción, el librecambio, la libertad de comprar y vender. Desaparecido el tráfico, desaparecerá también, forzosamente el
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libre tráfico. La apología del libre tráfico, como en general todos los ditirambos a la libertad que entona nuestra burguesía, sólo tienen sentido y razón de ser en cuanto significan la emancipación de las trabas y la servidumbre de la Edad Media, pero palidecen ante la abolición comunista del tráfico, de las condiciones burguesas de producción y de la propia burguesía. Os aterráis que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor ri gor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad. Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad. Pues sí, a eso es a lo que aspiramos. Para vosotros, desde el momento en que el trabajo no pueda convertirse ya en capital, en dinero, en renta, en un poder social monopolizable; desde el momento en que la propiedad personal no pueda ya ya trocarse en propiedad burguesa, burguesa, la persona no existe. Con eso confesáis que para vosotros no hay más persona que el burgués, el capitalista. Pues bien, la personalidad así concebida es la que nosotros aspiramos a destruir. El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno. Se arguye que, abolida la propiedad privada, cesará toda actividad y reinará la indolencia universal. Si esto fuese verdad, ya hace mucho tiempo ti empo que se habría estrellado contra el escollo de la holganza una sociedad como la burguesa, en que los que trabajan no adquieren y los que adquieren, no no trabajan. Vuestra objeción viene viene a reducirse, en fin de cuentas, a una verdad que no necesita de demostración, y es que, al desaparecer el capital, desaparecerá también el trabajo asalariado. Las objeciones formuladas contra el régimen comunista de apropiación y producción material, se hacen extensivas a la producción y apropiación de los productos espirituales. Y así como el destruir la propiedad de clases equivale, para el burgués, a destruir la producción, el destruir la cultura de clase es para él sinónimo de destruir la cultura en general. Esa cultura cuya pérdida tanto deplora, es la que convierte en una máquina a la inmensa mayoría de la sociedad. Al discutir con nosotros y criticar la abolición de la propiedad burguesa partiendo de vuestras ideas burguesas burguesas de libertad, cultura, derecho, derecho, etc., no os dais cuenta de que que esas mismas ideas son otros tantos productos del régimen burgués de propiedad y de producción, del mismo modo que vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase elevada a ley: una voluntad que tiene su contenido y encarnación en las condiciones materiales de vida de vuestra clase. Compartís con todas las clases dominantes que han existido y perecieron la idea interesada de que vuestro régimen de producción y de propiedad, obra de condiciones históricas que desaparecen en el transcurso de la producción, descansa sobre leyes naturales eternas y sobre los dictados de la razón. Os explicáis que haya perecido la propiedad antigua, antigua, os explicáis que pereciera la propiedad feudal; lo que no os podéis explicar es que perezca la propiedad burguesa, vuestra propiedad. propiedad. ¡Abolición de la familia! Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo. Pero veamos: ¿en qué se funda la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. Sólo la burguesía burguesía tiene una familia, en el el pleno sentido de la palabra; y esta familia encuentra su complemento en la ca rencia forzosa de relaciones familiares de los proletarios y en la pública prostitución. Es natural que ese tipo de familia burguesa desaparezca al desaparecer su complemento, y que una y otra dejen de existir al dejar de existir el capital, que le sirve de base. ¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los l os hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos. Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social. ¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo
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que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante. Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo. ¡Pero es que vosotros, los comunistas, nos grita a coro la burguesía entera, pretendéis colectivizar a las mujeres! El burgués, que no ve en su mujer más que un simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer. No advierte que de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer mujer como mero instrumento de producción. Nada más ridículo, por otra parte, que esos alardes de indignación, henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar de la tan cacareada colectivización de las mujeres por el comunismo. No; los comunistas no tienen que molestarse molestarse en implantar lo que ha existido siempre o casi siempre en la sociedad. Nuestros burgueses, no bastándoles, por lo visto, con tener a su disposición a las mujeres y a los hijos de sus proletarios -¡y no hablemos de la prostitución oficial!-, sienten una grandísima fruición en seducirse unos a otros sus mujeres. En realidad, el matrimonio matrimonio burgués es ya la comunidad de las esposas. esposas. A lo sumo, sumo, podría reprocharse a los comunistas el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen colectivo de hoy por una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer. Por lo demás, fácil es comprender que, al abolirse el régimen actual de producción, desaparecerá con él el sistema de comunidad de la mujer que engendra, y que se refugia en la prostitución, en la oficial y en la encubierta. A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía. Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacionales. El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer. desaparecer. La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, ci vilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a la par que vaya vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras. Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la hostilidad de las naciones entre sí. No queremos entrar a analizar las acusaciones que se hacen contra el comunismo desde el punto de vista religioso-filosófico e ideológico en general. No hace falta ser un lince para ver que, al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su conciencia, en una palabra. La historia de las ideas es una prueba palmaria de cómo cambia y se transforma la producción espiritual con la material. Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante. Se habla de ideas que revolucionan a toda una sociedad; con ello, no se hace más que dar expresión a un hecho, y es que en el seno de la sociedad antigua han germinado ya los elementos para la nueva, y a la par que se esfuman o derrumban las antiguas condiciones de vida, se derrumban y esfuman las l as ideas antiguas. Cuando el mundo antiguo estaba a punto de desaparecer, las religiones antiguas fueron vencidas y suplantadas suplantadas por el cristianismo. cristianismo. En el siglo XVIII, cuando las ideas cristianas cristianas sucumbían ante el racionalismo, la sociedad feudal pugnaba desesperadamente, haciendo un último esfuerzo, con la burguesía, burguesía, entonces revolucionaria. Las ideas de libertad de conciencia conciencia
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y de libertad religiosa no hicieron más que proclamar el triunfo de la libre concurrencia en el mundo ideológico. Se nos dirá que las ideas religiosas, morales, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., aunque sufran alteraciones a lo largo de la historia, llevan siempre un fondo de perennidad, y que por debajo de esos cambios siempre ha habido una religión, una moral, una filosofía, una política, un derecho. Además, se seguirá arguyendo, existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas de progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo -continúa el argumento- viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir violentamente todo el desarrollo histórico anterior. Veamos a qué queda reducida esta acusación. Hasta hoy, toda la historia de la sociedad ha sido una constante sucesión de antagonismos de clases, que revisten diversas modalidades, según las épocas. Mas, cualquiera que sea la forma que en cada caso adopte, la explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común común a todas las épocas del del pasado. Nada tiene, pues, de extraño que la conciencia social de todas las épocas se atenga, a despecho de toda la variedad y de todas las divergencias, a ciertas formas comunes, formas de conciencia hasta que el antagonismo de clases que las informa no desaparezca radicalmente. La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales. Pero no queremos detenernos por más tiempo en los reproches de la burguesía contra el comunismo. Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia. El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas. Claro está que, al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindiese como medio para transformar todo el régimen régimen de producción vigente. Estas medidas no podrán ser las mismas, naturalmente, nat uralmente, en todos los países. Para los más progresivos mencionaremos unas cuantas, susceptibles, sin duda, de ser aplicadas con carácter más o menos general, según los casos. Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos. Fuerte impuesto progresivo. Abolición del derecho de herencia. Confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes. Centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio. Nacionalización de los transportes. transportes. Multiplicación de las fábricas nacionales y de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo. Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo. Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad. Educación pública y gratuita de todos los niños. Prohibición del trabajo infantil en las fábricas bajo su forma actual. Régimen combinado de la educación con la producción producción material, etc.
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Tan pronto como, en el transcurso del tiempo, hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté concentrada en manos de la sociedad, el Estado perderá todo carácter político. El Poder político no es, en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra. El proletariado se ve forzado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le lleva al Poder; mas tan pronto como desde él, como clase gobernante, derribe por la fuerza el régimen vigente de producción, con éste hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las clases mismas, y, por tanto, su propia soberanía como tal clase. Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos.
III - LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA 1. El socialismo reaccionario a) El socialismo feudal La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su puesto histórico, se dedicó, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la revolución francesa de julio de 1830, en el movimiento reformista inglés, volvió a sucumbir, arrollada arrollada por el odiado intruso. intruso. Y no pudiendo dar ya ninguna batalla política seria, no le quedaba más arma que la pluma. Mas también en la palestra literaria habían cambiado los tiempos; ya no era posible seguir empleando el lenguaje de de la época de la Restauración. Para ganarse simpatías, la aristocracia hubo de olvidar aparentemente sus intereses y acusar a la burguesía, sin tener presente más interés que que el de la clase obrera explotada. De este modo, se se daba el gusto de provocar a su adversario y vencedor con amenazas y de musitarle al oído profecías más o menos catastróficas. catastróficas. Nació así, el socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna. Con el fin de atraer hacia sí al pueblo, tremolaba el saco del mendigo proletario por bandera. Pero cuantas veces lo seguía, el pueblo veía brillar en las espaldas de los caudillos las viejas armas feudales y se dispersaba con una risotada nada contenida y bastante irrespetuosa. Una parte de los legitimistas franceses y la joven Inglaterra, fueron los más perfectos organizadores de este espectáculo. Esos señores feudales, feudales, que tanto insisten en demostrar que sus modos de explotación no se parecían en nada a los de la burguesía, se olvidan de una cosa, y es de que las circunstancias y condiciones en que ellos llevaban a cabo su explotación han desaparecido. Y, al enorgullecerse de que bajo su régimen no existía el moderno proletariado, no advierten que esta burguesía moderna que tanto abominan, es un producto históricamente necesario de su orden social. Por lo demás, no se molestan gran cosa en encubrir el sello reaccionario de sus doctrinas, y así se explica que su más rabiosa acusación contra la burguesía sea precisamente el crear y fomentar bajo su régimen una clase que está llamada a derruir todo el orden social heredado. Lo que más reprochan a la burguesía no es el engendrar un proletariado, sino el engendrar un proletariado revolucionario. Por eso, en la práctica están siempre dispuestos a tomar parte en todas t odas las violencias y represiones contra la clase obrera, y en la prosaica realidad se resignan, pese a todas las retóricas ampulosas, a recolectar también los huevos de oro y a trocar la nobleza, el amor y el honor caballerescos por el vil tráfico en lana, remolacha y aguardiente.
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Como los curas van siempre del brazo de los señores feudales, no es extraño que con este socialismo feudal venga a confluir el socialismo clerical. Nada más fácil que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista. ¿No combatió también el cristianismo contra la propiedad privada, contra el matrimonio, contra el Estado? ¿No predicó frente a las instituciones la caridad y la limosna, el celibato y el castigo de la carne, la vida monástica y la Iglesia? El socialismo cristiano es el hisopazo con que el clérigo bendice el despecho del aristócrata.
b) El socialismo pequeñoburgués pequeñoburgués La aristocracia feudal no es la única clase derrocada por la burguesía, la única clase cuyas condiciones de vida ha venido a oprimir y matar la sociedad burguesa moderna. Los villanos medievales y los pequeños labriegos labriegos fueron los precursores de la moderna burguesía. Y en los países en que la industria y el comercio comercio no han alcanzado un nivel suficiente de desarrollo, esta clase sigue vegetando al lado de la burguesía ascensional. En aquellos otros países en que la civilización moderna alcanza un cierto grado de progreso, ha venido a formarse una nueva clase pequeñoburguesa que flota entre la burguesía y el proletariado y que, si bien gira constantemente en torno a la sociedad burguesa como satélite suyo, no hace más que brindar nuevos elementos al proletariado, precipitados a éste por la concurrencia; al desarrollarse la gran industria llega un momento en que esta parte de la sociedad moderna pierde su substantividad y se ve suplantada en el comercio, en la manufactura, en la agricultura por los capataces y los domésticos. En países como Francia, en que la clase labradora representa mucho más de la mitad de la población, era natural que ciertos escritores, al abrazar la causa del proletariado contra la burguesía, tomasen por norma, para criticar el régimen burgués, los intereses de los pequeños burgueses y los campesinos, simpatizando por la causa obrera con el ideario de la pequeña burguesía. Así nació el socialismo pequeñoburgués. pequeñoburgués. Su representante más caracterizado, lo mismo en Francia que en Inglaterra, es Sismondi. Este socialismo ha analizado con una gran agudeza las contradicciones del moderno régimen de producción. Ha desenmascarado las argucias hipócritas con que pretenden justificarlas los economistas. Ha puesto de relieve de modo irrefutable, los efectos aniquiladores del maquinismo y la división del trabajo, la concentración de los capitales y la propiedad inmueble, la superproducción, las crisis, la inevitable desaparición de los pequeños burgueses y labriegos, la miseria del proletariado, la anarquía reinante en la producción, las desigualdades irritantes que claman en la distribución de la riqueza, la aniquiladora guerra industrial de unas naciones contra otras, la disolución de las costumbres antiguas, de la familia tradicional, de las viejas nacionalidades. Pero en lo que atañe ya a sus fórmulas positivas, este socialismo no tiene más aspiración que restaurar los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos el régimen tradicional de propiedad y la sociedad tradicional, cuando no pretende volver a encajar por la fuerza los modernos medios de producción y de cambio dentro del marco del régimen de propiedad que hicieron y forzosamente forzosamente tenían que hacer saltar. En uno y otro caso peca, a la par, de reaccionario y de utópico. En la manufactura, la restauración de los viejos gremios, y en el campo, la implantación de un régimen patriarcal: he ahí sus dos magnas aspiraciones. Hoy, esta corriente socialista ha venido a caer en una cobarde modorra. c) El socialismo alemán o "verdadero" socialismo La literatura socialista y comunista de Francia, nacida bajo la presión de una burguesía gobernante y expresión literaria l iteraria de la lucha librada contra su avasallamiento,
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fue importada en Alemania en el mismo instante en que la burguesía empezaba a sacudir el yugo del absolutismo feudal. Los filósofos, pseudofilósofos y grandes ingenios del país se asimilaron codiciosamente aquella literatura, pero olvidando que con las doctrinas no habían pasado la frontera también las condiciones sociales a que respondían. Al enfrentarse con la situación alemana, la literatura socialista francesa perdió toda su importancia práctica directa, para asumir una fisonomía puramente literaria y convertirse en una ociosa especulación acerca del espíritu humano y de sus proyecciones sobre la realidad. Y así, mientras que los postulados de la primera revolución francesa eran, para los filósofos alemanes del siglo XVIII, los postulados de la ―razón práctica‖ en general, las aspiraciones de la burguesía francesa revolucionaria representaban a sus ojos las leyes de la voluntad pura, de la voluntad ideal, de una voluntad verdaderamente humana. La única preocupación de los literatos alemanes era armonizar las nuevas ideas francesas con su vieja conciencia filosófica, o, por mejor decir, asimilarse desde su punto de vista filosófico aquellas ideas. ideas. Esta asimilación se llevó a cabo por el mismo procedimiento con que se asimila uno una lengua extranjera: traduciéndola. Todo el mundo sabe que los monjes medievales se dedicaban a recamar los manuscritos que atesoraban las obras clásicas del paganismo con todo género de insubstanciales historias de santos de la Iglesia católica. Los literatos alemanes procedieron con la literatura francesa profana de un modo inverso. Lo que hicieron fue empalmar sus absurdos filosóficos a los originales franceses. Y así, donde el original desarrollaba la crítica del dinero, ellos pusieron: ―expropiación del ser humano‖; donde se criticaba el Estado burgués: ―abolición del imperio de lo general abstracto‖, abstracto‖, y así por
el estilo. Esta interpelación de locuciones y galimatías filosóficos en las doctrinas francesas, fue bautizada con los nombres de ―filosofía del hecho‖ , ―verdadero socialismo‖, ―ciencia alemana del socialismo‖, ―fundamentación filosófica del socialismo‖, y otros semejantes. semejantes.
De este modo, la literatura socialista y comunista francesa perdía toda su virilidad. Y como, en manos manos de los alemanes, no expresaba ya ya la lucha de una una clase contra otra clase, el profesor germano se hacía la ilusión de haber superado el ―parcialismo francés‖; a falta de verdaderas necesidades pregonaba la de la verdad, y a
falta de los intereses del proletariado mantenía los intereses del ser humano, del hombre en general, de ese hombre que no reconoce clases, que ha dejado de vivir en la realidad para transportarse al cielo vaporoso vaporoso de la fantasía filosófica. Sin embargo, este socialismo alemán, que tomaba tan en serio sus desmayados ejercicios escolares y que tanto y tan solemnemente trompeteaba, fue perdiendo poco a poco su pedantesca inocencia. En la lucha de la burguesía alemana, y principalmente, de la prusiana, contra el régimen feudal y la monarquía absoluta, el movimiento liberal fue tomando un cariz más serio. Esto deparaba al ―verdadero‖ socialismo la ocasión apetecida para oponer al
movimiento político las reivindicaciones socialistas, para fulminar los consabidos anatemas contra el liberalismo, contra el Estado representativo, contra la libre concurrencia burguesa, contra la libertad de Prensa, la libertad, la igualdad y el derecho burgueses, predicando ante la masa del pueblo que con este movimiento burgués no saldría ganando nada y sí perdiendo mucho. El socialismo alemán se cuidaba de olvidar oportunamente que la crítica francesa, de la que no era más que un eco sin vida, presuponía la existencia de la sociedad burguesa moderna, con sus peculiares condiciones materiales de vida y su organización política adecuada, supuestos previos ambos en torno a los cuales giraba precisamente la lucha en Alemania. Este ―verdadero‖ socialismo les venía al dedillo a los gobiernos absolutos
alemanes, con toda su cohorte de clérigos, maestros de escuela, hidalgüelos raídos y
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cagatintas, pues les servía de de espantapájaros contra la amenazadora amenazadora burguesía. Era una especie de melifluo complemento a los feroces latigazos y a las balas de fusil con que esos gobiernos recibían los levantamientos obreros. Pero el ―verdadero‖ socialismo, además de ser, como vemos, un arma en manos de los gobiernos contra la burguesía alemana, encarnaba de una manera directa un interés reaccionario, el interés de la baja baja burguesía del del país. La pequeña burguesía, burguesía, heredada del siglo XVI y que desde entonces no había cesado de aflorar bajo diversas formas y modalidades, constituye en Alemania la verdadera base social del orden vigente. Conservar esta clase es conservar el orden social imperante. Del predominio industrial y político de la burguesía teme la ruina segura, tanto por la concentración de capitales que ello significa, como porque entraña la formación de un proletariado revolucionario. El ―verdadero‖ socialismo venía a cortar de un tijeretazo -así se lo imaginaba ella- las dos alas de este peligro. Por eso, se extendió por todo el país como una verdadera epidemia. El ropaje ampuloso en que los socialistas alemanes envolvían el puñado de huesos de sus ―verdades eternas‖, un ropaje tejido con hebras especulativas, bordado
con las flores retóricas de su ingenio, empapado de nieblas melancólicas y románticas, hacía todavía más gustosa la mercancía para ese público. Por su parte, el socialismo alemán comprendía más claramente cada vez que su misión era la de ser el alto representante y abanderado de esa baja burguesía. Proclamó a la nación alemana como nación modelo y al súbdito alemán como el tipo ejemplar de hombre. Dio a todos sus servilismos y vilezas un hondo y oculto sentido socialista, tornándolos en lo contrario de lo que en realidad eran. Y al alzarse curiosamente contra las tendencias ―barbaras y destructivas‖ del comunismo,
subrayando como contraste la imparcialidad sublime de sus propias doctrinas, ajenas a toda lucha de clases, no hacía más que sacar la última consecuencia lógica de su sistema. Toda la pretendida literatura socialista y comunista que que circula por Alemania, Alemania, con poquísimas excepciones, profesa estas doctrinas repugnantes y castradas.
2. El socialismo burgués o conservador Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa. Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya. Pero, además, de este socialismo burgués han salido verdaderos sistemas doctrinales. Sirva de ejemplo la Filosofía de la miseria de Proudhon. Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado. Es natural que la burguesía burguesía se represente represente el mundo en que gobierna gobierna como el mejor de los los mundos posibles. posibles. El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema o semisistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice, tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre al actual sistema de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma. Una segunda modalidad, aunque menos sistemática bastante más práctica, de socialismo, pretende ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario haciéndole ver que lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas mejoras en las condiciones materiales, materiales, económicas, de su su vida. Claro está que este socialismo se cuida de no incluir entre los cambios que afectan a las ―condiciones materiales de vida‖ la abolición del régimen burgués de producción, que sólo puede alcanz arse
por la l a vía revolucionaria; re volucionaria; sus aspiraciones se contraen a esas reformas administrativas que son
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conciliables con el actual régimen de producción y que, por tanto, no tocan para nada a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo sólo -en el mejor de los casos- para abaratar a la burguesía las costas de su reinado y sanearle el presupuesto. Este socialismo burgués a que nos referimos, sólo encuentra expresión adecuada allí donde se convierte en mera figura retórica. ¡Pedimos el librecambio en interés de la clase obrera! ¡En interés de la clase obrera pedimos aranceles protectores! ¡Pedimos prisiones celulares en interés de la clase trabajadora! Hemos dado, por fin, con la suprema suprema y única seria aspiración del socialismo burgués. Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora.
3. El socialismo y el comunismo crítico-utópico No queremos referirnos aquí a las doctrinas que en todas las grandes revoluciones modernas abrazan las aspiraciones del proletariado (obras de Babeuf, etc.). Las primeras tentativas del proletariado para ahondar directamente en sus intereses de clase, en momentos de conmoción general, en el período de derrumbamiento de la sociedad feudal, tenían que tropezar necesariamente con la falta de desarrollo del propio proletariado, de una parte, y de otra con la ausencia de las condiciones materiales indispensables para su emancipación, que habían de ser el fruto de la época burguesa. burguesa. La literatura revolucionaria revolucionaria que guía estos primeros pasos vacilantes del proletariado es, y necesariamente tenía que serlo, juzgada por su contenido, reaccionaria. Estas doctrinas profesan profesan un ascetismo universal y un un torpe y vago igualitarismo. Los verdaderos sistemas socialistas y comunistas, los sistemas de Saint-Simon, de Fourier, de Owen, etc., brotan en la primera fase embrionaria de las luchas entre el proletariado y la burguesía, tal como más arriba la dejamos esbozada. (V . el capítulo ―Burgueses y proletarios‖).
Cierto es que los autores de estos est os sistemas penetran ya en el antagonismo de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propia sociedad gobernante. Pero no aciertan todavía a ver en el proletariado una acción histórica histórica independiente, un movimiento político propio y peculiar. pec uliar. Y como el antagonismo de clase se desarrolla siempre a la par con la industria, se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para la emancipación del proletariado, y es en vano que se debatan por crearlas mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales. Esos autores pretenden suplantar suplantar la acción social por su acción personal especulativa, especulativa, las condiciones históricas que han de determinar la emancipación proletaria por condiciones fantásticas que ellos mismos se forjan, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad sociedad inventada a su antojo. Para ellos, el curso curso universal de la historia que ha de venir se cifra en la propaganda y práctica ejecución de sus planes sociales. Es cierto que en esos planes tienen la conciencia de defender primordialmente los intereses de la clase trabajadora, trabajadora, pero sólo porque porque la consideran la clase clase más sufrida. Es la única función en que existe para ellos el proletariado. La forma embrionaria que todavía presenta la lucha de clases y las condiciones en que se desarrolla la vida de estos autores hace que se consideren ajenos a esa lucha de clases y como situados en un plano muy superior. Aspiran a mejorar las condiciones de vida de todos los los individuos de la sociedad, incluso los mejor acomodados. De aquí que no cesen de apelar a la sociedad entera sin distinción, cuando no se dirigen con preferencia a la propia clase gobernante. Abrigan la seguridad de que basta conocer su sistema para acatarlo como el plan más perfecto para la mejor de las sociedades posibles. Por eso, rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.
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Estas descripciones fantásticas de la sociedad del mañana brotan en una época en que el proletariado no ha alcanzado aún la madurez, en que, por tanto, se forja todavía una serie de ideas fantásticas acerca de su destino y posición, dejándose llevar por los primeros impulsos, puramente intuitivos, de transformar transformar radicalmente la sociedad. Y, sin embargo, en estas obras socialistas y comunistas hay ya un principio de crítica, puesto que atacan las bases todas de la sociedad existente. Por eso, han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de la clase trabajadora. Mas, fuera de esto, sus doctrinas doctrinas de carácter positivo acerca de la sociedad futura, las que predican, por ejemplo, que en ella se borrarán las diferencias entre la ciudad y el campo o las que proclaman la abolición de la familia, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, el triunfo de la armonía social, la transformación del Estado en un simple organismo administrativo de la producción.... giran todas en torno a la desaparición de la lucha de clases, de esa lucha de clases que empieza a dibujarse y que ellos apenas si conocen en su primera e informe vaguedad. Por eso, todas sus doctrinas y aspiraciones tienen un carácter puramente utópico. La importancia de este socialismo y comunismo crítico-utópico está en razón inversa al desarrollo histórico de la sociedad. Al paso que la lucha de clases se se define y acentúa, va va perdiendo importancia práctica y sentido teórico teórico esa fantástica posición de superioridad respecto respecto a ella, esa fe fantástica en su supresión. Por eso, aunque algunos algunos de los autores autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos nuevos derroteros históricos del proletariado. Son, pues, consecuentes cuando pugnan por mitigar la lucha de clases y por conciliar lo inconciliable. Y siguen soñando con la fundación de falansterios, con la colonización interior, con la creación de una pequeña Icaria, edición en miniatura de la nueva Jerusalén... . Y para levantar todos esos castillos en el aire, no tienen más remedio que apelar a la filantrópica generosidad de los corazones y los bolsillos burgueses. Poco a poco van resbalando a la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores, de los cuales sólo se distinguen por su sistemática pedantería y por el fanatismo supersticioso con que comulgan en las milagrerías de su ciencia social. He ahí por qué se enfrentan rabiosamente con todos los movimientos políticos a que se entrega el proletariado, lo bastante ciego para no creer creer en el nuevo evangelio que ellos le predican. predican. En Inglaterra, los owenistas se alzan contra los cartistas, y en Francia, los reformistas tienen enfrente a los discípulos de Fourier.
IV - ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS OTROS PARTIDOS DE LA OPOSICION Después de lo que dejamos dicho en el capítulo II, fácil es comprender la relación que guardan los comunistas con los demás partidos obreros ya existentes, con los cartistas i ngleses y con los reformadores agrarios de Norteamérica. Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia Francia se alían al partido democrático-socialista democrático-socialista contra la burguesía conservadora y radical, mas sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria. En Suiza apoyan a los radicales, sin ignorar que este partido es una mezcla de elementos contradictorios: de demócratas socialistas, a la manera francesa, y de burgueses radicales. En Polonia, los comunistas apoyan al partido que sostiene la revolución agraria, como condición previa para la emancipación nacional del país, al partido que provocó la insurrección de Cracovia en 1846.
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En Alemania, el partido comunista luchará al lado de la burguesía, mientras ésta actúe revolucionariamente, dando con ella la batalla a la monarquía absoluta, a la gran propiedad feudal y a la pequeña burguesía. Pero todo esto sin dejar un solo instante de laborar entre los obreros, hasta afirmar en ellos con la mayor claridad posible la conciencia del antagonismo hostil que separa a la burguesía del proletariado, para que, llegado el momento, los obreros alemanes se encuentren preparados para volverse contra la burguesía, como otras tantas armas, esas mismas condiciones políticas y sociales que la l a burguesía, una vez que triunfe, no tendrá más remedio que implantar; para que en el instante mismo en que sean derrocadas las clases reaccionarias comience, automáticamente, la lucha contra la burguesía. Las miradas de los comunistas convergen con un especial interés sobre Alemania, pues no desconocen que este país está en vísperas de una revolución burguesa y que esa sacudida revolucionaria se va a desarrollar bajo las propicias condiciones de la civilización europea y con un proletariado mucho más potente que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, razones todas para que la revolución alemana burguesa que se avecina no sea más que el preludio inmediato de una revolución proletaria. Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila. Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países. Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que que perder, como no sea sea sus cadenas. Tienen, en cambio, cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los Países, uníos! LA GUERRA LITERARIA (1898-1914) Imprenta Hispano-Alemana. Madrid 1913 Páginas. 31 - 38
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F r ede derr i ck Winslow Wi nslow Taylor Tayl or y la l a admi admini ni str ació ación n cie ci entíf i ca FRAGMENTOS Antonio Barba Álvarez
Introducción La obra de Frederick Winslow Taylor ha marcado el rumbo de la organización del trabajo en las organizaciones modernas por un siglo. Su obra más difundida mundialmente, Principios de la administración científica, científica, cumplirá en 2011 cien años de haberse publicado por primera vez. Este artículo es un humilde reconocimiento a la obra de un hombre que fue realizada en medio de la genialidad, la ambigüedad, el acogimiento, la resistencia y hasta la incongruencia que, hasta en la época contemporánea, sigue incidiendo en el pensamiento de académicos, administradores, ingenieros, obreros y empresarios, entre muchos actores que se han hecho cómplices de sus postulados o que han pasado a las filas de sus más íntimos detractores. Por ello, y para ser congruentes con la polémica obra de nuestro autor, presentamos en este trabajo una multiplicidad de puntos de vista que van desde un reconocimiento a la importancia de su obra en el mundo actual, hasta posiciones críticas que lo responsabilizan de crear instrumentos de poder que han contribuido a ciertas injusticias en los ámbitos social y organizacional e individual. La obra principal de Taylor se desarrolla al inicio del siglo xx, en medio de una época marcada por la búsqueda de la eficiencia, la racionalidad, la organización del trabajo, la productividad y la ganancia como premisas básicas de las nacientes plantas industriales herederas de los talleres fabriles del siglo xix. Más adelante, en la primera mitad del siglo xx, nos encontramos, por un lado, con el grado más avanzado del maquinismo y la automatización impulsados por el fordismo, que estimularon la producción en masa, y por otro, con la optimización de la fuerza de trabajo gracias al taylorismo, es decir, maquinaria con alta capacidad productiva manejada eficientemente por una masa de obreros normados por la organización científica del trabajo. El objetivo de este artículo es realizar, en un primer apartado, una aproximación al análisis del contexto en el que se desarrolla la generalización de la organización científica del trabajo en las primeras tres décadas del siglo xx. Más adelante, a partir de la investigación documental de este periodo, se revisará la discusión sobre distintos tópicos que implicó, por ejemplo, la aplicación de la administración científica en las organizaciones de principios del siglo xx tanto en Estados Unidos como en Japón. Posteriormente se intenta contribuir a la explicación de la permanencia y expansión global de la administración científica durante un siglo, a pesar de la emergencia de formas alternativas de organización del trabajo. Además, se destacan líneas míticas y efectos reales que dominaron en el ámbito de la administración científica a lo largo de un siglo.
Contexto histórico de la administración científica: una aproximación Estados Unidos es el país donde se concentra principalmente el desarrollo histórico de la administración y del estudio de las organizaciones. Cabe destacar que, debido a sus particularidades económicas, sociales, políticas y geográficas, este país es cuna de la segunda Revolución industrial (1880-1930
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aproximadamente), en la que se da la transición hacia la producción masiva de la gran industria. Es en este país donde se dieron las condiciones más adecuadas para la concepción, difusión y experimentación de principios de administración aplicados a las empresas, así como el análisis de problemas comunes a las organizaciones resultado de su acelerado desarrollo, lo que hizo posible el desarrollo del pensamiento organizacional dominante. Entre estas condiciones, destaca la hegemonía política y económica de la minoría blanca, sajona y protestante de las primeras migraciones europeas hacia territorio norteamericano en los siglos xvii y xviii, que impuso el puritanismo calvinista preocupado por preservar y agrandar la individualidad expresada en la ansiedad de la propiedad. De esta manera, el surgimiento del modelo organizacional americano estuvo muy influido por la disposición mental de los primeros inmigrantes de naturaleza práctica, inventiva y curiosa, entre los que la acumulación de la riqueza individual era señal de haber sido ―escogido y gratificado por Dios‖ (Barba y Solís, 1997). Por ello se explica, en parte, que autores como Frederick W. Taylor estuvieran más preocupados por estudiar la manera de racionalizar las operaciones más elementales en la fábrica, y en esta misma dirección, la imposición de una actitud paternalista y disciplinaria sobre el obrero. En este contexto, cabe destacar que al final del siglo xix y principios del xx se instala la tradición estadunidense de sistematizar los conocimientos emergentes de las experiencias de la aplicación de nuevas técnicas y procedimientos de la administración en la industria naciente. Ejemplo de esta tradición lo muestra la práctica de los ingenieros y asociaciones ingenieriles de Estados Unidos que se esforzaron por documentar los hallazgos relacionados con la administración industrial, como lo muestra, por ejemplo, el Reporte principal del subcomité sobre administración de la sociedad americana de ingenieros mecánicos, mecánicos, publicado en el año de 1912 [ Majority Majority Report of Sub-Committee on Administration of the American Society of Mechanical Engineers, 1912 1912]. ]. En este informe se afirma, entre otros argumentos, que la importancia de extender el conocimiento de los nuevos descubrimientos de los principios de administración aplicados, por ejemplo, en la operación del ferrocarril, hacen posible un ahorro de un millón de dólares al día y ―es más, estos principios pueden ser aplicados con igual éxito en todas la formas de la actividad de negocios‖ (Thompson, 2001:153). Por otra parte, en este periodo en Estados Unidos se desarrolla un interés creciente por sistematizar y difundir los hallazgos relacionados con la administración, con la finalidad de crear un espacio de reflexión y discusión que permitiera el mejoramiento continuo de la práctica administrativa en las empresas. Tal es el caso de la compilación de obras relevantes relacionadas con esta materia que hacen las asociaciones con el fin de clasificar y difundir los avances en la materia. […] […]En este contexto distinguimos dos etapas básicas del desarrollo del pensamiento administrativo y organizacional en Estados Unidos, en las que establecemos como parteaguas la fecha de publicación de Principios de la administración científica, científica, la obra más reconocida globalmente de Taylor: la administración industrial (1880- 1910) y la organización científica del trabajo (1911-1960).
La administración industrial (1880-1910) El desarrollo de la organización científica del trabajo en Estados Unidos tiene sus raíces en la influencia de los artesanos europeos que se dio a través de los colonizadores y los inmigrantes que provenían del viejo continente. La calidad de la artesanía estaba directamente asociada con la creatividad innovadora innovadora y con las habilidades habilidades manuales del artesano. Alcanzar la calidad de la artesanía era una de las principales habilidades desarrolladas por los aprendices. A pesar de que las artesanías eran vendidas localmente, el prestigio del artesano rebasaba las fronteras de su localidad. Como ya se señaló, los principales factores que influyeron en el desarrollo de los métodos de producción fabril en Estados Unidos fueron los económicos, políticos y sociales, así como la extensión territorial y la gran cantidad de recursos naturales de ese país, lo que creó las
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condiciones necesarias para la consolidación de la producción industrial. Esto permitió a los primeros colonizadores ser particularmente receptivos en cuanto a las habilidades artesanales y a la necesaria innovación i nnovación de los procedimientos aplicados en la producción. En este contexto, la primera Revolución industrial consolidó, primero en Europa y después en Estados Unidos, el sistema de fabricación al establecer el tránsito del taller artesanal al taller fabril, que se constituye, a su vez, en antecedente inmediato de la fábrica industrial. Este proceso forzó, paulatinamente, a los artesanos a convertirse en obreros, algunos de ellos asumiendo el papel de supervisores, pues con el desarrollo del sistema fabril se hacía cada vez más difícil contratar obreros calificados, por lo que era muy frecuente recurrir a obreros semicalificados y descalificados, con las consecuencias que esto tenía en la eficiencia de la producción. La segunda mitad del siglo xix está marcada por el crecimiento del tamaño de las empresas norteamericanas. En estas condiciones, aumentó también el tamaño y la complejidad de los departamentos de producción, que empleaban una gran cantidad de inspectores de tiempo completo que reportaban directamente a sus respectivos supervisores de producción. La eficiencia de la producción dependía en gran parte de la habilidad de los obreros, complementada con la vigilancia de los capataces, o por la supervisión de los ingenieros de producción o por los inspectores departamentales. En un principio, a partir de la segunda mitad del siglo xix, se inicia la sistematización de los conocimientos sobre administración industrial y organización del trabajo, producto de la experiencia empírica de militares (Henry Metcalfe), empresarios (Henry Towne), funcionarios e ingenieros (Frank Gilbreth) relacionados directamente con los problemas de organización y producción. Los conocimientos recopilados durante esta época dan origen a lo que podríamos denominar la ―administración ―administración industrial‖. Esta etapa es muy importante para el desarrollo de la organización científica del trabajo, ya que es considerada como su antecedente más inmediato. El problema principal que intentan resolver los actores de esta etapa está relacionado directamente con la búsqueda de la eficiencia en la producción. […]
La organización científica del trabajo (1911-1960) La contribución más importante a la organización del trabajo en la modernidad es desarrollada principalmente por Frederick W. Taylor (1856-1915), autor de varias obras, entre las que destacan: Shop Management (1903) y los Principios de la administración científica (1911). A través de la observación y la experimentación del proceso laboral logra obtener el control del trabajo, que era el principal problema en el ámbito de la producción industrial de principios de siglo xx. Taylor incorpora el cronómetro para analizar los movimientos, separa la ejecución del diseño en el proceso de producción y sugiere la incorporación de un departamento pensante y el establecimiento de una política salarial. salarial. Es importante señalar que Henry Ford (1863- 1947) complementa la propuesta salarial de Taylor y logra el control del ritmo de trabajo del obrero con la cadena de producción semiautomática. Con las propuestas de Taylor y Ford, se resuelven sustantivamente los problemas de la eficiencia en la producción, aunque es importante señalar que su obra no tiene una visión organizacional. Es en la década de 1920 cuando se inicia el desarrollo del estudio de la organización con fundamentos teóricos y metodológicos, justamente para investigar las causas que motivaban la resistencia, principalmente obrera, a la administración científica. En este contexto se desarrolla la Teoría de la Organización a partir del experimento de la Hawthorne, que dio origen al enfoque de las relaciones humanas y que creo las condiciones organizacionales que propiciaron la plena implantación de la administración científica, ya que a partir de dicho experimento se descubrió que, entre otros hallazgos, la resistencia obrera era causada principalmente por el carácter disciplinario e impersonal que imponía el nuevo método de organizar el trabajo. También se descubrió la importancia de la socialización de los trabajadores en la empresa a través de grupos informales, lo que facilitaba la aplicación de la organización científica de
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trabajo. Con estos descubrimientos, y la construcción de un marco teórico explicativo de la problemática estudiada, fue posible, finalmente, aplicar la administración científica y el florecimiento de esta forma específica de organizar el trabajo en la sociedad capitalista. Con las fuerzas de producción plenamente liberadas mediante la administración industrial, la organización científica del trabajo y la teoría de la organización, se establecen las bases para la expansión, el crecimiento crecimiento y complejización de las organizaciones modernas. El sistema Taylor y la “descualificación”
Como se comentó anteriormente, a fines del siglo xix y principios del xx aparece la propuesta de Frederick Winslow Taylor a través de su obra más conocida: Principios conocida: Principios de la administración científica. científica. El sistema de Taylor se caracteriza por buscar el aumento de la producción y de la productividad. Sin embargo, esta propuesta contribuyó a destruir las habilidades de los obreros cuando se estableció la separación del diseño y la operación con el argumento de la necesidad de eliminar la flojera sistemática mediante la organización científica del trabajo. Esta tarea, desde la perspectiva de Taylor, era imposible de ser realizada por los propios obreros. Para ello era necesario contar con los conocimientos científicos de los ingenieros, por lo que Taylor propuso la incorporación en la estructura organizacional de un departamento de diseño para planear y organizar el trabajo. Con esta propuesta tanto los obreros como los supervisores se limitan exclusivamente a ejecutar las tareas planeadas en el departamento de diseño. A principios del siglo xx, F. W. Taylor, en su declaración ante la Comisión del Congreso norteamericano, afirma que los empresarios deben preocuparse mucho más por la calidad de lo que producen y por la felicidad de los empleados que por la rentabilidad financiera (Barba, 2002). Sin embargo, como se observa, la organización científica del trabajo tuvo como consecuencia inmediata la eliminación de las habilidades que antes tenían los artesanos. Como consecuencia de la incorporación del departamento de diseño, tiene lugar una reorganización de los departamentos de inspección. Esta tarea se centraliza en un solo departamento que concentra a todos los inspectores bajo el mando de un jefe inspector — todos todos ellos pertenecían antes a distintos departamentos de producción — , a pesar de la oposición de los inspectores. En parte, esta oposición se sustentaba en el reclamo de la supresión de su participación en la organización del proceso de producción. producción. Las nuevas tareas encomendadas a los inspectores se centraban en alejar los productos defectuosos del alcance de los consumidores. Uno de los métodos más comunes para alcanzar este fin, era la determinación de lotes de las materias primas y productos en proceso para evaluar, tomar muestras y establecer, a través de la evaluación la disposición del lote. A partir de la muestra se separaban los productos defectuosos del resto. Con este procedimiento, Taylor logra reducir sustantivamente la autonomía del obrero en el proceso de producción y, al mismo tiempo, alcanza el control de la organización del trabajo y de las características del producto a partir de su diseño. Estas propuestas taylorianas trascendieron la cultura occidental y se expandieron por todo el mundo, como una expresión de su importancia en la sociedad contemporánea. […]
De la realidad al mito: Taylor y su obra Es en la segunda etapa de la Revolución industrial cuando se consolida el dominio del capital sobre el trabajo con la aparición de la organización científica del trabajo derivada, sustancialmente, de las propuestas de F. W. Taylor y Henry Ford. En esta segunda etapa, la división detallada del trabajo progresa buscando la fragmentación del trabajo vivo, y de este modo sólo considera esencial la norma de rendimiento de las fuerzas de trabajo medida en tiempo de trabajo. Cabe destacar que la aplicación del taylorismo y del fordismo en los procesos de producción y de trabajo desempeñaron un papel
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relevante en dicho progreso, por lo que a continuación revisaremos brevemente sus postulados básicos y su influencia en la transformación de la organización del trabajo, así como sus limitaciones más relevantes, que precedieron a formas más sofisticadas de administración capitalista de la producción inscrita en el postaylorismo.
La administración científica: una realidad controversial En este contexto, el taylorismo se puede ubicar en la segunda Revolución industrial a fines del siglo xix. Su fundamento es el principio mecánico. En esta etapa del maquinismo se nota una clara tendencia a convertir al obrero en un apéndice de la máquina al profundizar la rutinización de su trabajo, parodiada magistralmente por Charles Chaplin en su película Tiempos modernos. modernos. Para tal fin, Taylor propone cuatro principios básicos para la administración científica que podríamos resumir de la siguiente manera: selección científica de los trabajadores; análisis científico del trabajo; cooperación estrecha entre los planificadores del trabajo y los trabajadores y, finalmente, igual responsabilidad entre administración y trabajadores. Sin embargo, el taylorismo va más allá de estos aparentemente ingenuos principios. En realidad, lo que pretende es superar el oficio, ya que éste se constituye como un obstáculo para la producción en masa por dos razones: en primer lugar, el oficio es un modo de resistencia obrera a la intensificación del trabajo, ya que a través de éste el trabajador monopoliza el conocimiento de los procesos de producción, excluyendo a los patrones de él, de tal forma que la única alternativa del capital para dominar el trabajo es mediante un contrato que le permita sancionar a aquel trabajador que no cumpla sus obligaciones contractuales. En segundo lugar, esta exclusividad del conocimiento obrero le da el control de los tiempos de producción, ya que conoce la mejor manera de producir, pero también la peor, lo que le permite aplicar el ritmo de trabajo que más le convenga, marginando al patrón por su ignorancia sobre la forma de producir. En pocas palabras, se podría definir el taylorismo como la aceleración de la cadencia de ciclos de movimientos en los puestos de trabajo y la disminución del tiempo muerto de la jornada de trabajo (introducción del cronómetro), mediante principios generales de organización organización del trabajo, disminución de autonomía de los trabajadores y vigilancia y control permanente en la ejecución de la norma de rendimiento. Debido a la complejidad que empezaban a asumir las grandes organizaciones, los patrones de aquella época se ven impedidos de ejercer directamente estas propuestas, de esta manera, la administración se perfiló como una disciplina específica del capital y el administrador profesional con conocimientos técnicos y científicos que salvaguarda los intereses de aquellos. Para el diseño de la organización del trabajo que permita un control real sobre los obreros, Taylor propone el establecimiento de un departamento pensante (thinking (thinking department ), ), cuyas funciones principales serían la distribución, la fabricación, salarios y personal. Por otro lado, podríamos considerar el fordismo como la articulación del proceso de producción y del modo de consumo que instaura la producción en masa, clave de la universalización del trabajo asalariado. Se caracteriza por la instalación de la cadena de producción semiautomática y el establecimiento de la producción en serie de medios de consumo de masas, a partir de los años veinte. El fordismo desarrolla la mecanización del trabajo, eleva la intensidad, incrementa la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual y enfrenta la tecnología con los trabajadores. En suma, el fordismo agrega al taylorismo los siguientes principios complementarios: a) Integración de los diferentes segmentos del proceso de trabajo a través de un sistema de guías y medios de mantenimiento que permitan el desplazamiento de las materias primas en proceso de transformación y su conducción ante las máquinas herramientas (cadena de producción semiautomática).
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b) Asignación de los obreros a puestos de trabajo cuyo emplazamiento está rigurosamente determinado por la configuración del sistema de máquinas. El obrero pierde totalmente el control sobre el ritmo de trabajo y su capacidad creativa sobre el producto. Ford retoma la política de salarios propuesta por Taylor y establece el five el five dollars day, day, que en esa época equivalía al doble del salario promedio recibido por el obrero de la industria automotriz, pero a cambio de este salario el trabajador se ve sumido en una forma brutal de control que va desde la intensificación meticulosa de las tareas desarrolladas en la línea de montaje hasta la vigilancia estrecha de sus hábitos sociales y de consumo. Pero ¿a qué se debe la disminución de la productividad? Los métodos de Taylor y Ford eran, ante todo, disciplinarios y de enajenación de habilidades y conocimientos de los obreros, inaugurando así una dimensión neotayloriana. Al cabo de cincuenta años, afirma Lipietz: casi no había razones para que la mejor manera (The (The one best way) way) no hubiera sido detectada, decorticada, sistematizada y generalizada. La masificación del trabajo había terminado por agotar el gran yacimiento del saber obrero. No es que no existan inmensos yacimientos de productividad en el ingenio humano: pero ellos no pueden ya ser explotados por los métodos taylorianos, los del embrutecimiento, de la parcelización de las tareas, de la dedicación de turnos de trabajo a un gesto indefinidamente repetido. Además, la propia parcelización encontraba sus propios limites: tiempos muertos en los turnos de trabajo, arreglos finales concentrados al final de la cadena de producción, etcétera. Es en este contexto donde se presentan con mayor claridad los límites del fordismo y del taylorismo. Al elevarse la producción, se requieren condiciones sociales apropiadas para una circulación de mercancías en rápido aumento. Se presenta la imposibilidad de homogeneizar los ciclos de movimiento. En el ámbito organizacional, los efectos psicológicos sobre el trabajador no se hacen esperar y se manifiestan a través del ausentismo, enfermedades por fatiga nerviosa, aumento de accidentes de trabajo y producción defectuosa, como características del postaylorismo. Se puede interpretar que estos efectos expresan, a su vez, formas de resistencia asumidas por los trabajadores ante las formas organizativas impuestas por el capital. Estos fueron algunos de los factores que ocasionaron la crisis del fordismo, sobre todo en los países industrializados. Así, durante los años 1967-1974 se configura la oposición de los obreros especializados frente a los jefes, al departamento de planeación y métodos, a los cronometradores, etc. Así, la crisis del taylorismo y del fordismo, aunada a los avances tecnológicos, abre las puertas a una forma alternativa de organización.
Taylor: mito institucionalizado 1. Creador de la administración científica. En sentido estricto, el concepto de cientificidad de la administración fue propuesto originalmente por Charles Babbage (1792-1871), en su obra On the Economy of Machinery and Manufactures (1832), a través de la cual postuló y desarrollo el enfoque científico de la administración, así como el estudio de operaciones repetitivas y de tiempos, y la división del trabajo. Braverman es más contundente sobre este mito al cuestionar la originalidad de los postulados de Taylor: T aylor: Lo que Taylor hizo no fue inventar algo nuevo, sino sintetizar y presentar como ideas razonablemente coherentes las que abrían germinado y alcanzado fuerza en Gran Bretaña y Estados Unidos a lo largo del siglo xix. Dio una filosofía y un título a una serie de iniciativas y experimentos inconexos‖ (Braverman, 1980:110-111). De hecho, se consideraba a Taylor como la culminación de una escuela de pensamiento sobre la administración que se desarrolló con mayor fuerza en la l a segunda mitad del siglo xix. El propio Taylor puntualiza lo que en su época ya se tergiversaba sobre sus postulados de la administración científica y se obliga a aclarar:
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No se trata del pago por pieza, del pago de bonificaciones, del pago de sobresueldos; no es un modo de usar un cronómetro y señalar lo que hace el obrero; no es el estudio de los tiempos y de los movimientos; tampoco se trata de imprimir un grueso libro de reglas y dárselo a los hombres diciéndoles: ―este es el sistema, utilícenlo‖ […].
Ninguno de estos medios constituye la l a dirección científica […]. Creo en estos medios, pero quiero insistir en que ni tomados en bloque ni por separado constituyen la dirección científica (citado por Aktouf, 1998:65).
2. Cientificidad de la administración y de la organización del trabajo. Aunque Taylor aplicó el método científico a la organización del trabajo sustentado en la elaboración de una hipótesis, la observación sistemática, la experimentación, el registro, la clasificación, la medición, el registro y el control, es cuestionable que los motivos que impulsaron a Taylor respondieran a los requisitos de la ciencia. Por el contrario, lo que buscaba era responder a las exigencias de incrementar la producción en las fábricas. En todo caso, el carácter científico de Taylor, que desarrolló durante 25 años, se concentra en la adecuación entre las herramientas y los materiales tratados o el corte de metales, que le valió el reconocimiento por sus descubrimientos técnicos a principios del siglo xx.
Conclusiones La administración científica de Taylor, como se ha ejemplificado en este texto, se ha expresado históricamente de múltiples formas que dan cuenta de su relevancia en la sociedad moderna. Una primera lección que aporta la revisión de su obra y su contexto nos muestra la distancia entre el sentimiento tayloriano y la interpretación que de él se ha hecho en la academia y en la organización industrial. Otra lección relevante nos muestra que los postulados de Taylor transitaron por senderos tortuosos que estuvieron a punto de cancelar su difusión mediante la Resolución Hoxie del Congreso norteamericano en 1917. Pero no sólo los políticos cuestionaron su pertinencia. En su época, Taylor T aylor también recibió el repudio principalmente de empresarios que argumentaban que la administración científica atentaba contra la tradición creadora de los obreros norteamericanos, además de que su aplicación propiciaba el desempleo y, por lo tanto, limitaba la capacidad de consumo. En el mismo sentido, los obreros manifestaron una resistencia creciente que motivó descontento social. Sin embargo, la fuerza de su propuesta se expandió por todo el mundo, tanto en el capitalismo como en el socialismo real, tanto en el Occidente como en el Oriente, como ocurrió en las lejanas tierras de Japón. Es indudable, por otra parte, que su obra influyó sustantivamente en la consolidación de una nueva forma de organización que respondía a los intereses económicos dominantes de la sociedad capitalista y aun respondió a ideologías tan contrarias como el socialismo soviético. Por último y lo más importante, la historia nos muestra su plena vigencia conceptual en la sociedad contemporánea, misma que se expresa en la sociedad, las organizaciones y en las aulas. En conclusión, podemos vivir de acuerdo con los postulados de Taylor o en desacuerdo, pero no podemos ocultar su fuerza en la modernidad.
Fuentes bibliográficas Aktouf, Omar (1998), La (1998), La administración: entre tradición y renovación, renovación , Colombia, Gaëtan Morin. Barba, Antonio (2002), Calidad y cambio organizacional: ambigüedad, fragmentación e identidad. El caso del LAPEM de México, México , cfe, uam-cfe. y Pedro Solís (1997), Cultura organizacional. Enfoques y metáforas en los estudios organizacionales , — y México, Vertiente. Página 52
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A cta Gener Gener al de l a Conf er enci a de B er l ín TEXTO COMPLETO 26 de Febrero de 1885
ACTA GENERAL En el nombre de Dios Todopoderoso Su Majestad la Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Emperatriz de la India, Su Majestad el Emperador de Alemania, Rey de Prusia; Su Majestad el Emperador de Austria, rey de Bohemia, etc., y Rey Apostólico de Hungría, Su Majestad el Rey de los Belgas, Su Majestad el Rey de Dinamarca, Su Majestad el Rey de España, el Presidente de los Estados Unidos de América, el Presidente de la República Francesa, Su Majestad el Rey de Italia, Su Majestad el Rey de los Países Bajos, Gran Duque de Luxemburgo, etc., Su Majestad el Rey de Portugal y Algarves, etc.; Su Majestad el Emperador de todas las Rusias, Su Majestad el Rey de Suecia y Noruega, etc., y Su Majestad el Emperador de los Otomanos, DESEANDO, en un espíritu de mutuo acuerdo, regular las condiciones más favorables para el desarrollo del comercio y la civilización en ciertas regiones de África, y para asegurar a todas las naciones las ventajas de la libre navegación de los dos principales ríos de África, que fluyen en el Océano Atlántico; DESEANDO, por otro lado, para evitar los malentendidos y las disputas que puedan surgir en el futuro a partir de nuevos hechos de la ocupación (posesión de empresas) en la costa de África, y que se trate, al mismo tiempo, en cuanto a los medios de fomentar la moral y el bienestar material de las poblaciones indígenas; han resuelto, en la invitación que les formuló el Gobierno Imperial de Alemania, de acuerdo con el Gobierno de la República Francesa, para cumplir con esos fines en la Conferencia de Berlín, y han nombrado sus Plenipotenciarios, a saber:[Nombres de plenipotenciarios] Que, contando con plenos poderes, que han sido encontrados en buena y debida forma, han discutido y adoptado sucesivamente: 1. Una declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, su desembocadura y regiones circundantes, con otras disposiciones conexas. 2. Una declaración relativa a la trata de esclavos, y las operaciones por mar o tierra que proporcionan esclavos para ese comercio. comercio. 3. Una declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo. 4. Una Ley de la Navegación en el Congo, que, aun teniendo en cuenta las circunstancias locales, se extiende a este río, sus afluentes y las aguas en su sistema, los principios generales enunciados en los artículos CVIII y CXVI del Acta Final del Congreso de Viena, y tiene por objeto regular, entre las potencias signatarias de esta ley, la libre navegación de los ríos que separan o atraviesan varios Estados - estos est os principios, que desde entonces ha sido aplicado por acuerdo de algunos ríos de Europa y América, pero sobre todo para el Danubio, con las modificaciones establecidas por los Tratados de París (1856), de Berlín (1878), y de Londres (1871 y 1883). 5. Una Ley de la Navegación del Níger, que se extienda a este río y sus afluentes, sobre la base de los mismos principios establecidos en los artículos CVIII y CXVI del Acta Final del Congreso de Viena.
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6. Una Declaración de introducir en las relaciones internacionales determinadas normas uniformes con referencia a futuras ocupaciones en la costa del continente africano. Y considerando conveniente que todos estos documentos se deben combinar en un solo instrumento, ellos (las potencias signatarias) han recogido en una Ley General, compuesta por los siguientes artículos:
CAPÍTULO I Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus bocas y regiones circundantes, con otras disposiciones relacionadas con esta actividad Artículo I El comercio de todas las naciones gozará de completa libertad. 1. En todas las regiones que forman la cuenca del Congo y sus puntos de venta. Esta cuenca está delimitada por las cuencas (o crestas de las montañas) de las cuencas adyacentes, es decir, en particular, los de la Niari, la Ogowe, Schari, y el Nilo, en el norte, por la línea de vertiente oriental de los afluentes del Lago Tanganica en el este, y por las cuencas hidrográficas de las cuencas de los Zambeze y el Palco en el sur. Por lo tanto, abarca todas las regiones regadas por el Congo y sus afluentes, afl uentes, como el lago Tanganica, con sus afluentes orientales. 2. En la zona marítima se extiende a lo largo del Océano Atlántico desde el paralelo situado en 2º 30’ de latitud sur hasta la boca de la costa. La frontera norte seguirá el paralelo situado en 2º 30’ de la costa hasta el punto donde se encuentra la cuenca geográfica del Congo,
hasta la cuenca del Ogowe. El límite sur se sigue el curso de la costa, y de allí pasar hacia el este hasta que se une a la cuenca geográfica del Congo. 3. En la zona que se extiende hacia el este de la cuenca del Congo, hasta el Océano Índico de 5grados de latitud norte hasta la desembocadura del Zambeze, en el sur, desde donde la línea de demarcación ascenderá el Zambesi a 5 millas por encima de su confluencia con la Comarca, y luego siga la cuenca entre los afluentes del lago Nyassa y los del Zambeze, hasta que por fin llega a la divisoria de aguas entre las aguas del Zambeze y el Congo. Se reconoce expresamente que al extender el principio de libre comercio en esta zona la Conferencia sólo compromete a los estados signatarios, y que en los territorios pertenecientes a un Estado soberano e independiente de este principio será aplicable sólo en la medida en que sea aprobado por dicho Estado. La Conferencia se compromete a utilizar sus buenos oficios ante los gobiernos establecidos en la costa africana del océano Índico con el fin de obtener dicha aprobación, y en todo caso de obtener las condiciones más favorables para el tránsito (tráfico) de todas las naciones. Artículo II Todas las banderas, sin distinción de nacionalidad, tendrán libre acceso a la totalidad de la costa de los territorios antes enumerados, a los ríos, que desembocan en el mar, a todas las aguas del Congo y sus afluentes, incluyendo los lagos, y todos los puertos situados en las orillas de las aguas, así como a todos los canales que pueden en el futuro ser construidos con la intención de unir a los cursos de agua o lagos en toda la zona de los territorios descritos en el artículo I. Los comerciantes cobijados bajo banderas tales pueden participar en todo tipo de transporte, y llevar acabo el comercio de cabotaje por vía marítima y fluvial, así como el tráfico de embarcaciones, en las mismas condiciones. Artículo III Las mercancías, de cualquier origen, importado en esas regiones, bajo cualquier bandera, por mar o por río o por tierra, no estarán sujetas a ningún impuesto que no sea, como
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puede percibirse, una compensación justa por los gastos de los intereses del comercio, y que por este motivo debe ser sufragado por los l os propios sujetos. Artículo IV Las mercancías importadas en estas regiones deberán permanecer libres de cuotas de importación y de tránsito. Las Potencias signatarias se reservan el derecho de determinar al cabo de veinte años, si esta libertad de importación se mantiene o no. Artículo V No hay poder ajeno a los signatarios que ejerza o ejercerá derechos de soberanía en las regiones arriba mencionadas, que pueda conceder en él un monopolio o un favor de ningún tipo en materia de comercio. Los extranjeros, sin distinción, tienen derecho a la protección de sus personas y bienes, así como el derecho de adquirir y transferir bienes muebles e inmuebles y hacerse acreedor de los derechos nacionales en el ejercicio de su profesión. Disposiciones relativas a la protección de los nativos, nati vos, de misioneros y los nómadas, así como en relación a la libertad religiosa. Artículo VI Todas las potencias que ejercen derechos de soberanía o influencia en los territorios antes mencionados se comprometen a velar por la preservación de las tribus nativas, y para atender a la mejora de las condiciones de su moral y el bienestar material, y para ayudar en la supresión de la esclavitud, y especialmente el comercio de esclavos. Los Estados miembros, sin distinción de credo o de nación, protegerán y favorecerán a todas las instituciones religiosas, científicas o de beneficencia y de las empresas creadas y organizadas para los objetivos arriba mencionados, o que tienen como objetivo instruir a los nativos y traer a estas tierras las bendiciones de la civilización. Los misioneros cristianos, los científicos y los exploradores, serán igualmente objeto de protección especial. La libertad de conciencia y la tolerancia religiosa están expresamente garantizados a los nativos, no menos que a los sujetos y a los extranjeros. El ejercicio libre y público de todas las formas del culto divino, y el derecho a construir edificios con fines religiosos, y la organización de misiones religiosas que pertenecen a todos los credos, no podrá ser limitado de manera alguna. Régimen de correos Artículo VII El Convenio de la Unión Postal Universal, revisado en París 01 de junio 1878, se aplicará a la cuenca del Congo. Derecho de vigilancia reconocida a la comisión internacional de navegación del Congo Artículo VIII En los territorios comprendidos en esta declaración la Comisión Internacional de Navegación del Congo, instituida en virtud del artículo XVII, se encargará de supervisar la aplicación de los principios proclamado. En todos los casos de diferencia que surjan en relación con la aplicación de los principios establecidos en la presente Declaración, los gobiernos interesados podrán convenir en recurrir a los buenos oficios de la Comisión Internacional, para presentar a un examen de los hechos hechos que se han ocasionado estas estas diferencias .
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CAPÍTULO II Declaración relativa al comercio de esclavos e sclavos Artículo IX Al ver que el comercio de esclavos está prohibido en conformidad con los principios del derecho internacional reconocido por las potencias signatarias, y viendo también que las operaciones que, por mar o por tierra, proporcionan esclavos para el comercio, también deben ser considerados como prohibidos, se declara que estos territorios no pueden servir como un mercado o un medio de transporte para el comercio de esclavos, de cualquier raza que sean. Cada una de las potencias se obliga a emplear todos los medios a su alcance para poner fin a este comercio y para castigar a quienes incurran en él.
CAPÍTULO III Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca del Congo Artículo X A fin de dar una nueva garantía de seguridad para el comercio y la industria, y fomentar, por el mantenimiento de la paz, el desarrollo de la l a civilización en los países mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, las Altas Partes signatarias de la presente Ley, y los que en adelante la adopten, se comprometen a respetar la neutralidad de los territorios, o partes de los territorios, pertenecientes a los países mencionados, menci onados, lo cual comprende las aguas territoriales. Artículo XI En el caso que una potencia que ejerce derechos de soberanía o protectorado en los países mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, deba participar en una guerra, las Altas Partes signatarias de la presente Ley, y los que en adelante la adopten, se comprometen aprestar sus buenos oficios a fin de que los territorios que le pertenecen a dicha potencia mantengan su neutralidad. Artículo XII En el caso de un desacuerdo grave que se origine en el tema de la soberanía, o en los límites de los territorios mencionados en el artículo I, y bajo el sistema de libre comercio, que se susciten entre los Potencias signatarias de la presente ley, o las potencias que pueden llegar a ser parte de ella, estas Potencias se comprometen, antes de recurrir a las armas, a recurrir a la mediación de una o más de las potencias amigas. En un caso similar las mismas potencias se reservan la opción de recurrir al arbitraje.
CAPÍTULO IV Ley de navegación para el Congo Artículo XIII La navegación del Congo es y seguirá siendo gratis para los buques mercantes de todas las naciones por igual, ya sea transporte de carga o lastre, para el transporte de mercancías o de pasajeros. Se regirá por las l as disposiciones de esta Ley de Navegación, y por las normas que se
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efectúen en virtud de los mismos. En el ejercicio de esta navegación de los sujetos y las banderas de todas las l as naciones en todos los aspectos tratados en un pie de perfecta igualdad, no sólo para la navegación directa desde el mar abierto a los puertos interiores del Congo, y viceversa, sino también para el comercio de cabotaje, grandes y pequeños, y para el tráfico de barcos en el curso c urso del río. En consecuencia, en todo el curso y las bocas del Congo no se hace ninguna distinción entre los sujetos de los Estados ribereños y los de los Estados no ribereños. Estas disposiciones son reconocidas por las potencias signatarias como una parte del derecho internacional. Artículo XIV La navegación del Congo, no estará sujeta a ninguna restricción u obligación que no esté expresamente estipulado por la presente ley. Artículo XV Los afluentes del Congo estarán en todos los aspectos sujetos a las mismas reglas que el río del que son tributarios. Y las mismas reglas se aplicarán a los arroyos y ríos, así como los lagos y canales en los territorios definidos en los párrafos 2 y 3 del artículo I. Artículo XVI Las carreteras, ferrocarriles o canales laterales, que puede ser construido con el objeto especial de corregir la imperfección de la ruta del río, en algunas partes del curso del Congo, sus afluentes y otros cursos de agua bajo un sistema similar, como establecido en el artículo XV, se considerará en su calidad de medios de comunicación como las dependencias de este río, e igualmente abierto a la circulación de todas las naciones. Artículo XVII Se instituye una Comisión Internacional, encargada de la ejecución de las disposiciones de la presente Ley de Navegación. Artículo XVIII Los miembros de la Comisión Internacional, así como sus agentes designados, se invierten con el privilegio de la inviolabilidad en el ejercicio de sus funciones. La misma garantía se aplicará a las oficinas y archivos de la Comisión. Artículo XIX La Comisión Internacional para la navegación en el Congo se constituirá tan pronto como cinco de las potencias signatarias de la presente Acta general hayan nombrado a sus delegados. Y, a la espera de la constitución de la Comisión, la designación de estos delegados será notificada al Gobierno Imperial de Alemania, que se encargará de que los pasos necesarios para convocar la reunión de la Comisión. Comisión. Artículo XX La Comisión Internacional del Congo tiene el poder, 1. Para decidir qué obras son necesarias para asegurar la navegabilidad del Congo, de acuerdo con las necesidades del comercio c omercio internacional. 2. Fijar la tarifa de la navegación en general. 3. Administrar los ingresos derivados de la aplicación del párrafo anterior. 4. Supervisar el establecimiento de cuarentenas. 5. Nombrar a los funcionarios para el servicio general de la navegación. Artículo XXI En el cumplimiento de su labor la Comisión Internacional puede, si es necesario, recurrir a los buques de guerra de las potencias signatarias de la presente Ley, y de aquellos que
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en el futuro se adhieran a él, bajo reserva, sin embargo, de las instrucciones que puede dar a los comandantes de estos barcos por sus respectivos Gobiernos. Artículo XXII Los buques de guerra de las potencias signatarias de la presente ley que pueden entrar en el Congo están exentos del pago de las cuotas de navegación prevista en el párrafo 3 del Artículo XIV. Artículo XXIII Con el fin de sufragar los gastos técnicos y administrativos en que se pueda incurrir, la Comisión Internacional creada por el artículo XVII, negociará a su propio nombre, préstamos que serán garantizados por los ingresos obtenidos por dicha comisión. Artículo XXIV En la desembocadura del Congo se establecerá un centro de cuarentena (sanitaria) para el control de buques que pasan por el río. Artículo XXV Las disposiciones de la presente Ley de Navegación se mantendrán en vigor en tiempo de guerra. En consecuencia, todas las naciones, ya sea neutral o beligerante, podrán, a los efectos de comercio, navegar en el Congo, sus ramas, afluentes y la boca, así como de las aguas territoriales al frente de la embocadura del río.
CAPÍTULO V Ley de navegación para el Níger Artículo XXVI La navegación del Níger, sin exceptuar ninguna de sus afluentes, es y seguirá siendo totalmente gratuita para los buques mercantes de todas las naciones por igual, ya sea con carga o lastre, para el transporte de mercancías y pasajeros. Se regirá por las disposiciones de esta Ley de la Navegación, y por las normas a ser adoptadas en cumplimiento de la presente ley. Artículo XXVII La navegación del Níger no estará sujeta a ninguna restricción u obligación basada simplemente en el hecho de la navegación. Artículo XXVIII Los afluentes del Níger estarán en todos los aspectos sujetos a las mismas reglas que el río del cual son tributarios. Artículo XXIX Las carreteras, ferrocarriles o canales laterales, que puede ser construido con el objeto especial de corregir la imperfección de la ruta del río, en algunas partes del curso del Níger, sus afluentes y otros cursos de agua bajo un sistema similar, como establecido en el artículo XV, se considerará en su calidad de medios de comunicación como las dependencias de este río, e igualmente abierto a la circulación de todas las naciones. Artículo XXX Gran Bretaña se compromete a aplicar los principios de libertad de navegación enunciados en los artículos XXVI, XXVII, XXVIII y XXIX de gran parte de las aguas del
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Níger, sus afluentes, sucursales y puntos de venta, tal como están o pueden estar bajo su soberanía o protección. Gran Bretaña se compromete a proteger a los comerciantes extranjeros y de todas las nacionalidades en todas las partes del Níger, que estén o puedan estar bajo su soberanía o la protección como si fueran sus propios súbditos, siempre que dichos comerciantes se ajusten a las reglas establecidas por Gran Bretaña. Artículo XXXI Francia acepta, bajo las mismas reservas, y en los mismos términos, las obligaciones asumidas en los artículos precedentes con respecto a gran parte de las aguas del Níger, sus afluentes, sucursales y puntos de venta, tal como están o pueden estar bajo su soberanía o protección. Artículo XXXII Cada una de las potencias signatarias se obliga de la misma manera respecto de derechos futuros de soberanía o protección de cualquier porción de las aguas del Níger, sus afluentes, sucursales o puntos de venta. Artículo XXXIII Los acuerdos de la presente Ley de Navegación se mantendrán en vigor en tiempo de guerra. En consecuencia, la navegación de todos los ciudadanos neutrales o beligerantes serán en todo tiempo libre para los usos del comercio en el Níger, sus ramas, sus afluentes, sus bocas y tomas de corriente, así como en las aguas territoriales frente a la boca y puntos de venta de ese río.
CAPÍTULO VI Declaración relativa a las formalidades esenciales que habrán de llenarse para que se consideren efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente Africano Artículo XXXIV La potencia que en adelante tome posesión de un territorio en las costas del continente africano, situado fuera de sus posesiones actuales o que no habiéndolas tenido antes las adquiera más adelante, así como la potencia que asuma un protectorado, remitirá adjunta al Acta respectiva una notificación dirigida a las demás potencias signatarias de la actual, a fin de que, si ha lugar a ello, puedan hacer valer sus reclamaciones Artículo XXXV Las potencias signatarias de esta Acta reconocen la obligación de mantener, en los territorios que ocupen en la costa del continente africano, la autoridad competente para hacer respetar los derechos adquiridos y, en caso necesario, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones que se hubieren estipulado.
CAPÍTULO VII Disposiciones generales Artículo XXXVI Las potencias signatarias de la presente Ley General se reservan el derecho de introducir en ella, posteriormente, y de común acuerdo, las modificaciones y mejoras que la experiencia podría demostrar ser conveniente.
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Artículo XXXVII Las potencias que no han firmado la presente Acta general serán libre de adherirse a sus disposiciones por un instrumento separado. Artículo XXXVIII La presente Acta general será ratificada con la menor demora posible, el mismo en ningún caso exceder de un año. Entrará en vigor para cada potencia en la fecha de su ratificación. Mientras tanto, las potencias signatarias de la presente Acta general se comprometen a no adoptar ninguna medida contraria a sus disposiciones. En fe de lo cual los plenipotenciarios han firmado varias actas de la Ley General y han puesto sus sellos. Suscrito en Berlín, el día 26 de febrero 1885.
Firmas
Conferencia de Berlín de los plenipotenciarios de Gran Bretaña, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, España, Suecia, Noruega, Turquía y Estados Unidos. Berlín: 15 de noviembre de 1884 al 25 de febrero de 1885
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L a mujer mujer tr trab abajad ajadora ora en en el el si glo XI X FRAGMENTOS Joan W. Scott
La mujer trabajadora alcanzó notable preeminencia durante el siglo XIX. Naturalmente, su existencia es muy anterior al advenimiento advenimiento del capitalismo industrial. Ya entonces se se ganaba el sustento como hilandera, modista, modista, orfebre, cervecera, pulidora pulidora de metales, productora de de botones, pasamanera, niñera, lechera o criada en las ciudades y en el campo tanto en Europa como en Estados Unidos. Pero en el siglo XIX se la observa, se la describe y se la documenta con una atención sin precedentes, mientras los contemporáneos discuten discuten la conveniencia, conveniencia, la moralidad incluso la licitud de sus actividades asalariadas. La mujer trabajadora fue un producto de la revolución industrial, no tanto porque la mecanización creara trabajo para ella allí donde antes no había habido nada (aunque, sin duda, ese fuera el caso en ciertas regiones), como porque en el transcurso de la misma se convirtió en una figura problemática problemática y visible. La visibilidad de la mujer trabajadora fue fue una consecuencia consecuencia del hecho de que se la percibiera como problema, como un problema que se describía como nuevo y que había que resolver sin dilación. Este problema implicaba el verdadero verdadero significado de la feminidad y la compatibilidad entre feminidad y trabajo asalariado, y se planteó en términos morales y categoriales. Ya se se tratara de una obrera obrera en una gran fábrica, de de una costurera costurera pobre o de una impresora emancipada; ya se la describiera describiera como joven, soltera, madre, viuda entrada en años, años, esposa de un trabajador en paro o hábil hábil artesana, ya se la considerara el extremo de las tendencias destructivas del capitalismo o de la prueba prueba de sus potencialidades progresistas, progresistas, en todos los casos, la cuestión que la mujer trabajadora trabajadora planteaba era la siguiente: ¿debe una una mujer trabajar por una remuneración? ¿Cómo influía el trabajo asalariado en el cuerpo de la mujer y en la capacidad de ésta para cumplir sus funciones maternales y familiares? familiares? ¿Qué clase de trabajo era idóneo idóneo para una mujer? mujer? Aunque todo el mundo estaba de acuerdo acuerdo con el legislador francés Jules Simon, quien en 1860 afirmaba que «una mujer que se convierte en trabajadora ya no es una mujer», mujer», la mayoría de las partes que intervienen intervienen en el debate acerca de mujeres trabajadoras encuadraba sus argumentos argumentos en el marco de una reconocida oposición entre el hogar y el trabajo, entre la maternidad y el trabajo asalariado, asalariado, entre feminidad y productividad. En general, los debates debates del siglo XIX XIX versaban sobre una historia causal implícita en torno a la revolución industrial, industrial, que en la mayor mayor parte de las historias posteriores de mujeres trabajadoras se tuvo como como un supuesto. Esta historia localizaba la fuente del problema de las mujeres trabajadoras en la sustitución sustitución de la producción doméstica por la producción fabril, que tuvo lugar durante el proceso de industrialización. industrialización. Como en el período preindustrial preindustrial se pensaba que las mujeres compaginaban compaginaban con éxito la actividad productiva y el cuidado de los hijos, el trabajo y la vida doméstica, se dijo que el supuesto supuesto traslado en la localización del trabajo trabajo hacía difícil tal cosa, cuando no imposible. imposible. En consecuencia, se sostenía, sostenía, las mujeres sólo podrían podrían trabajar unos periodos periodos cortos de su vida, para para retirarse del empleo remunerado después de casarse o de haber tenido hijos, hijos, y volver volver a trabajar luego únicamente en el caso de que el marido no pudiera mantener a la familia. De esto se seguía seguía su concentración en ciertos empleos mal pagados, no cualificados, cualificados, que constituían el reflejo de la prioridad de de su misión maternal y Página 62
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de su misión misión doméstica respecto respecto de cualquier identificación ocupacional ocupacional a largo plazo. El ―problema‖ de la mujer trabajadora, por tanto, estribaba en que constituía una anomalía en un mundo en que el trabajo asalariado y las responsabilidades responsabilidades familiares se habían convertido convertido en empleos a tiempo completo y espacialmente diferenciados. La «causa» del problema problema era inevitable: un proceso de desarrollo capitalista industrial con una lógica propia. Por mi parte, considero considero que la separación separación entre hogar y trabajo, más que reflejo de un proceso objetivo de desarrollo histórico, fue una contribución a este desarrollo. En efecto, suministró los términos de legitimación y las explicaciones que construyeron el «problema» de la mujer trabajadora al minimizar las continuidades, continuidades, dar por supuesto supuesto la homogeneidad homogeneidad de experiencia de todas las mujeres y acentuar las diferencias entre entre mujeres y hombres. Al representarse al obrero cualificado masculino como el «trabajador» «trabajador» ejemplar, como como modelo de «trabajador», se dejaba dejaba de lado las diferencias diferencias de formación, formación, la estabilidad en el empleo empleo y el ejercicio profesional entre los trabajadores varones y también, por ende, análogas diferencias en la irregularidad y el cambio de empleo entre trabajadores de uno uno y otro sexo. La asociación de trabajadores varones con la dedicación de por vida a una misma misma ocupación y la de las mujeres con carreras interrumpidas, interrumpidas, imponía un tipo de ordenación particular en una situación muy distinta (en la que había había mujeres que mantenían mantenían puestos permanentes de trabajo cualificado, mientras que muchos hombres. hombres. pasaban de un empleo empleo a otro otro y soportaban soportaban periodos de desempleo crónicos). Como resultado de todo ello, se postuló postuló el sexo como la única razón razón de las diferencias entre hombres y mujeres en el mercado mercado laboral, cuando cuando estas diferencias diferencias podrían también haberse entendido en términos de mercado laboral, de fluctuaciones económicas o de o de las cambiantes relaciones de la oferta y la demanda. La historia de la separación de hogar y trabajo selecciona y organiza la información de tal modo que ésta logra cierto efecto: el de subrayar con tanto énfasis las las diferencias funcionales y biológicas entre mujeres y hombres hombres que se termina termina por legitimar e institucionalizar estas diferencias como base de la organización social. Esta interpretación de la historia del trabajo de las mujeres dio lugar – y contribuyó- a la opinión médica, científica, política y moral que recibió ya el nombre de «ideología de la domesticidad», ya el de «doctrina de las esferas separadas». Sería mejor mejor describirla como el discurso que, en el siglo XIX, XIX, concebía la división sexual del trabajo como una división «natural» del mismo. En verdad, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que, para el siglo siglo XIX, la idea de división sexual del trabajo debe leerse en el marco marco del contexto de la retórica del capitalismo industrial sobre sobre divisiones más generales generales del trabajo. La división de tareas se juzgaba como el modo más más eficiente, racional y productivo de organizar organizar el trabajo, los negocios y la vida vida social: la línea divisoria entre lo útil y lo «natural» se borró cuando el objeto en cuestión fue el «género». «género». […]
Industrialización y trabajo de las mujeres: continuidades La historia historia más más corriente del trabajo femenino, que enfatiza enfatiza y trabajo la importancia importancia causal del traslado de la casa al lugar lugar de trabajo, de las mujeres: mujeres: descansa sobre un modelo esquemático de de la transferencia de continuidades producción de de la granja a la fábrica, de la industria domiciliada a la manufactura, de las actividades artesanales y comerciales a pequeña pequeña escala a empresas capitalistas a gran escala. escala. Muchos historiadores complicaron esta descripción lineal sosteniendo, por ejemplo, que el trabajo fuera del hogar persistió persistió junto con la manufactura mecanizada hasta bien entrado el siglo xx, xx, incluso en la rama textil. Pero perdura perdura la imagen de períodos anteriores, a saber, saber, la de una fuerza de trabajo cooperativa de base familiar -padre que teje, madre e hijas que hilan y niños que preparan el hilo-, y esta imagen sirve para construir un marcado contraste entre, por por un lado, un mundo mundo preindustrial en que el trabajo de las mujeres era informal. a menudo no remunerado, y en que la prioridad prioridad correspondía siempre a una familia, familia, y, por otro lado, el mundo industrializado de la fábrica, que obligaba a ganarse la vida íntegramente fuera de la casa. Al comienzo, la producción y la reproducción se describían describían como actividades complementarias; complementarias; luego se las presentó como
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estructuralmente irreconciliables, como fuente fuente de problemas insolubles insolubles para mujeres que que deseaban o necesitaban trabajar. Aunque, a no dudarlo, dudarlo, el modelo modelo familiar de trabajo describe describe un aspecto de la vida laboral de los siglos XVII XVII y XVIII, XVIII, también es evidente su excesiva simplicidad. simplicidad. En el período previo a la industrialización, las mujeres ya trabajaban regularmente fuera de sus casas. Casadas y solteras vendían bienes en los mercados, se se ganaban su dinero como pequeñas comerciantes y buhoneras, se empleaban empleaban fuera de la casa como trabajadoras eventuales, niñeras o lavanderas y trabajaban en talleres de alfarería, de seda, de encaje, de confección de ropa, ropa, de productos de metal, quincallería, paño tejido o percal estampado. Si el trabajo entraba en conflicto con el cuidado de los hijos, las madres, antes que dejar el empleo, preferían enviar enviar a sus críos a nodrizas u otras personas que se hicieran cargo de de ellos. En busca de salarios, las mujeres ingresaron en una amplia gama de trabajos y cambiaron cambiaron de un tipo de empleo a otro. En su libro sobre Lyon, Maurice Garden comenta que ―la amplitud del trabajo
femenino es uno de los rasgos más característicos de la sociedad lionesa del siglo XVIII...» El estudio de Dominique Godineau Godineau sobre el París revolucionario revolucionario describe «un paso incesante de una una rama de actividad a otra», otra», que la crisis económica que que acompañó a la Revolución aceleró, pero no creó. «Se verá verá a la misma trabajadora ocupada en un taller de confección de botones, instalada con sus mercancías en un puesto en la Halle, Halle, o bien en su habitación, inclinada sobre su trabajo de costura». costura». Y se ha calculado que en París, a comienzos del siglo XIX, por lo menos la quinta quinta parte de la población femenina adulta adulta percibía salario. Aun cuando el trabajo trabajo se desarrollara en una casa, muchas muchas asalariadas, especialmente especialmente solteras jóvenes, no trabajaban en su propia casa. Las empleadas domésticas, todo tipo de mano de obra agrícola, de aprendices y de asistentas constituía constituía una considerable proporción proporción de la fuerza de trabajo que no trabajaba en su casa. Por ejemplo, ejemplo, en Ealing (Inglaterra), en 1599, 1599, tres cuartas partes de las mujeres de entre 15 y 19 años vivían fuera de la casa paterna y trabajaban como criadas. […] Durante el período preindustrial, preindustrial, pues, la mayor mayor parte de las mujeres trabajadoras eran jóvenes y solteras, y en general trabajaban lejos de sus casas, fuera cual fuese el sitio de trabajo al que se marcharan. marcharan. También las mujeres mujeres casadas formaban parte activa de la fuerza de trabajo; también en su caso, la localización del del trabajo-una granja, una tienda, un taller, la calle o sus propias casas- era variable, y el tiempo que invertían en tareas domésticas dependía dependía de las presiones de trabajo y las circunstancias circunstancias económicas de la familia. Esta descripción también caracteriza el período de industrialización del siglo xx. Entonces, lo mismo mismo que en el pasado, la fuerza fuerza de trabajo femenina femenina estaba formada formada -en su inmensa mayoría- por mujeres jóvenes y solteras, tanto en el campo más «tradicional» del servicio doméstico como como en la nueva área emergente emergente de la manufactura textil. En la mayoría de los países occidentales en vías de industrialización, el servicio doméstico superaba superaba al textil en calidad de empleador de mujeres. […] Pero en ambos ambos casos, el de criadas y el de las obreras fabriles, se encuentran encuentran mujeres de la misma edad. En realidad, en las regiones en que la manufactura atrajo a enormes cantidades de mujeres jóvenes, serían de esperar quejas relativas a la escasez de criadas. […] En la década de los sesenta, cuando las trabajadoras agrícolas nativas fueron reemplazadas por fuerza de trabajo inmigrada. El promedio promedio de edad de la mano de obra femenina cayó más más aun, hasta los veinte veinte años. Naturalmente, en las fábricas textiles también había empleadas mujeres casadas, ya que la demanda de de mano de obra femenina era muy grande y que en las ciudades textiles textiles escaseaban los empleos empleos para varones. Pero estas mujeres habrían tenido que emplearse emplearse en algún tipo de trabajo asalariado vivieran donde donde viviesen, no necesariamente necesariamente en sus casas. El traspaso del grueso de la población asalariada asalariada femenina no tuvo lugar, por tanto, del trabajo en el hogar al trabajo fuera de éste, sino de un tipo de lugar de trabajo a otro. Si este traslado implicaba problemas -una nueva disciplina horaria, maquinaria ruidosa, ruidosa, salarios que dependían de las condiciones del mercado y de los ciclos económicos, empleadores explotadores-, explotadores-, estos problemas no tenían como causa el alejamiento de las mujeres de su hogar y de sus conjuntos familiares. (En realidad. el trabajo
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fabril solía hacer que las niñas que previamente quizá comían en casa de los empleadores, empleadores, pasaran a residir con sus familias.) familias.) El interés de los contemporáneos contemporáneos y de los historiadores en la influencia de la industrial textil sobre el trabajo de las mujeres atrajo una enorme atención a este sector, pero nunca nunca fue, a lo largo del siglo XIX, XIX, el principal empleador de mujeres. En cambio, eran más las mujeres que trabajaban en áreas «tradicionales » de la economía que en establecimientos industriales. En la manufactura en pequeña escala, el comercio y los servicios, mujeres casadas y mujeres solteras mantenían las pautas del pasado: trabajaban trabajaban en mercados, tiendas o en su casa, vendían comida por la l a calle, transportaban mercancía, lavaban, atendían posadas, hacían cerillas y sobres para cerillas, flores artificiales, orfebrería o prendas de vestir. La localización del trabajo trabajo era variada, incluso para para una misma mujer. Si durante el siglo XVIII XVIII trabajo de aguja fue sinónimo de mujer, en este este aspecto las cosas no variaron en el XIX. El predominio predominio del trabajo de aguja aguja como trabajo femenino hace difícil sostener el argumento argumento de separación tajante entre la casa y el trabajo y, y, por tanto, de la disminución de oportunidades oportunidades aceptables de trabajo asalariado para para las mujeres. En verdad, verdad, el trabajo de aguja se extendió extendió a medida que crecía la producción producción de vestimenta y se difundía el uso de zapatos y de de cuero, lo cual suministraba empleo empleo estable a algunas mujeres, y un último recurso a otras. Los talleres de ropa daban daban empleo a mujeres en diferentes niveles de habilidad y de salario, aunque la gran mayoría de los trabajos trabajos tenían una paga irregular y pobre. En las décadas de los treinta y de los cuarenta, tanto en Francia como en Inglaterra, el trabajo trabajo para las costureras (tanto en su casa como como en talleres manufactureros, donde los salarios eran miserables y las condiciones de de trabajo pésimas) aumentó aumentó gracias al enorme enorme crecimiento de la industria de la ropa de confección. Aunque Aunque durante el siglo siglo (en los años cincuenta en Inglaterra y en los ochenta en Francia), se comenzó comenzó a producir ropa en régimen fabril, siguieron siguieron prevaleciendo los ya mencionados talleres manufactureros. En la última década del siglo, la aprobación de la legislación protectora de la mujer, junto con exenciones exenciones fiscales para la producción producción doméstica, aumentaron el interés del empleador empleador por una oferta de mano mano de obra barata y no reglamentada. El trabajo a domicilio alcanzó su punto máximo en 1901 en Gran Bretaña y en 1906 en Francia, pero esto no quiere decir que a partir de entonces haya declinado de manera permanente. Muchas ciudades del siglo XX son, incluso hoy en día, centros de subcontratación que, al igual que la industria doméstica del siglo XVIII y el sobreexplotado trabajo a domicilio del XIX, emplean mujeres para el trabajo trabajo por piezas en el negocio negocio de la vestimenta. En este tipo de actividad, la localización y la estructura del trabajo de las mujeres se caracteriza más más por la continuidad que que por el cambio. El caso de la producción de ropa pone también en tela de juicio la idealizada descripción del trabajo en la casa como especialmente adecuado para las mujeres, mujeres, pues permite a éstas combinar la dedicación al hogar con el trabajo rentado. Cuando se toman en cuenta los niveles de salario, el cuadro se toma notablemente más complejo. En general, a los trabajadores de esta rama de la producción producción se les pagaba por pieza, y sus sus salarios eran muchas muchas veces tan bajos que las mujeres apenas podían subsistir con sus ingresos; ingresos; el ritmo de trabajo era intenso. Ya trabajara sola en su cuarto alquilado, o en medio de una bulliciosa familia, la típica costurera tenía poco tiempo para dedicar a sus responsabilidades domésticas. En 1849, 1849, una camisera londinense le contó a Henry Henry Mayhew que apenas podía podía mantenerse con lo que ganaba, aun cuando cuando muchas veces, «en verano trabajaba desde las cuatro de la mañana hasta las nueve o diez de la noche (todo el tiempo que podía ver). Mi horario habitual habitual de trabajo va de cinco de la mañana a nueve de la noche, invierno y verano‖.5 En verdad, la localización del trabajo en la casa podía podía constituir para la vida familiar familiar una perturbación tan grande como cuando una madre se ausentaba ausentaba durante todo el día; pero la causa de los inconvenientes no estribaba en el trabajo en sí mismo, mismo, sino en los salarios increíblemente bajos. (Naturalmente, de no haber sido tan grande grande la necesidad económica de una mujer, podía haber haber moderado el ritmo del trabajo y combinar las faenas del hogar con las remuneradas. Estas Estas mujeres, una minoría de las costureras, tal vez constituyeran la confirmación confirmación de un pasado idealizado en que la domesticidad y la actividad productiva no entraban en conflicto.)
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Aunque la industria industria de la vestimenta nos ofrece ofrece un ejemplo evidente de continuidad con las prácticas prácticas del pasado, pasado, también los empleos «de cuello blanco» preservaban ciertas características decisivas del del trabajo de las mujeres. Se trataba de empleos empleos que comenzaban comenzaban a proliferar hacia finales del siglo XIX en los sectores, por por entonces en expansión, del comercio y los servicios. Naturalmente, estos empleos implicaban implicaban nuevas clases de tareas v desarrollaron otras habilidades que las que se se adquirían en el servicio doméstico doméstico o en los trabajos de aguja, pero absorbían la misma clase de mujeres que habían constituido típicamente la fuerza de trabajo femenina: muchachas jóvenes y solteras. Oficinas gubernamentales, gubernamentales, empresas empresas y compañías de seguros contrataban secretarias. dactilógrafas y archiveras, las oficinas de correos prefirieron mujeres para la venta de sellos, las compañías de teléfono y telégrafo empleaban operadoras, las tiendas y los almacenes reclutaban vendedoras, los hospitales recientemente organizados cogieron cogieron personal de enfermeras, y los sistemas escolares estatales buscaron maestras. Los empleadores empleadores estipulaban en general una edad límite para sus sus trabajadoras y, y, a veces, ponían obstáculos a los matrimonios, con lo cual mantenían una mano de obra muy homogénea, por debajo de los veinticinco veinticinco años y soltera. Puede que cambiara el tipo de lugar de trabajo, pero no hay que que confundir eso con un cambio en la relación entre hogar y trabajo para las trabajadoras mismas: a la inmensa mayoría de las afectadas, el trabajo las había sacado fuera de la casa. […] Muy bien podía ocurrir ocurrir que gran parte de la atención atención que se prestó al problema del trabajo de las mujeres en general tuviera tuviera origen en una creciente preocupación preocupación por las posibilidades de casamiento de las muchachas de clase media que se hacían maestras, enfermeras, inspectoras inspectoras fabriles, trabajadoras trabajadoras sociales, etc. Eran mujeres que en el pasado, pasado, habrían ayudado en una granja familiar o en una empresa familiar, pero que no habrían percibido salarios por sí mismas. Quizá sean ellas, ellas , una minoría de las mujeres asalariadas del siglo XIX, las que dan fundamento a la afirmación de que la pérdida pérdida del trabajo trabajo que se realizaban en la casa comprometía las capacidades domésticas domésticas de las mujeres mujeres y sus responsabilidades en la reproducción. Cuando los reformadores se refirieron a las ―mujeres trabajadoras‖ y presentaban el empleo fabril como su caso típico primordial, probablemente generalizaran a partir de su temor ante ante la posición de las mujeres en las clases medias. Por tanto, no hay que tomarse en serio el argumento argumento de que la industrialización provocó una separación entre el hogar hogar y el trabajo y forzó forzó a las mujeres a elegir entre la domesticidad domesticidad o el trabajo asalariado fuera del hogar. Ni tampoco cabe tomarse en serio la afirmación según según la cual esto fue la causa de los problemas de las mujeres, mujeres, al restringirlas a empleos marginales marginales y mal pagados. […] Dónde trabajaban las mujeres y qué hacían no fue resultado de ciertos procesos industriales ineluctables, sino, al menos en parte, de cálculos relativos al coste de la fuerza de trabajo. Ya Ya sea en la rama rama textil, en la fabricación de calzado, en la sastrería o el estampado, ya sea en combinación combinación con la mecanización, la dispersión de la producción producción o la racionalización de los procesos de trabajo, la introducción de las mujeres significaba significaba que los empleadores habían decidido ahorrar costes de fuerza de trabajo. «En la medida en que el trabajo manual requiere menos habilidad y fuerza, es decir , en la medida medida en que la industria industria moderna se desarrolla -escriben Marx y Engels Engels en El Manifiesto Comunista-, en esa medida el trabajo de las mujeres y de los niños niños tiende a reemplazar el trabajo de los hombres». hombres». Los sastres de Londres Londres explicaban su precaria precaria situación durante los años cuarenta del siglo XIX como una consecuencia del deseo del patrón de vender vender más barato que los los competidores para lo cual contrataba mujeres y niños. Los impresores norteamericanos veían en en el empleo de tipógrafas en los años sesenta, como ―la última estratagema de los capitalistas‖, capitali stas‖, que tentaban a la mujer a que abandonara «su «su esfera propia» para convertirla en «el instrumento para reducir los salarios, lo l o cual hunde a ambos sexos en la actual servidumbre no compensada de la mujer». A menudo los sindicatos masculinos obstaculizan obstaculizan la entrada de mujeres en su seno. O insisten en que, antes de adherirse adherirse a los mismos, ganen ganen ya salarios iguales a los de los hombres. hombres. asociaban a la fuerza de trabajo barata, barata, pero no todo trabajo de ese tipo se se […] Las mujeres se asociaban consideraba adecuado a las mujeres. Si bien se las consideraba apropiadas para el trabajo en las
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fábricas textiles, de vestimenta, calzado, tabaco, alimentos y cuero, era raro encontrarlas encontrarlas en la minería, la construcción, la manufactura manufactura mecánica o los astilleros, astilleros, aun cuando en estos sectores sectores hacía falta la mano de obra que se conocía como «no cualificada». cualificada». El trabajo para el que se empleaba a mujeres se definía como «trabajo de mujeres», algo adecuado a sus capacidades físicas y a sus niveles innatos de productividad. Este discurso producía producía división sexual en el mercado de trabajo trabajo y concentraba a las mujeres en ciertos empleos empleos y no en otros, otros, siempre en el último último peldaño de cualquier jerarquía jerarquía ocupacional, a la vez que fijaba sus salarios a niveles inferiores a los de la mera subsistencia. El «problema» de la mujer trabajadora surgía surgía cuando diversos distritos electorales debatían los los efectos sociales y morales -así como la factibilidad económica- de tales prácticas. […] La economía política fue uno de los terrenos terrenos donde se se originó el discurso sobre la división sexual sexual del trabajo. Los economistas políticos del siglo XIX desarrollaron y popularizaron las teorías de sus predecesores del siglo XVIII. Y pese a las importantes diferencias nacionales nacionales (entre, por ejemplo, teóricos teóricos británicos y franceses), así como como a las diferentes escuelas de de economía política en un un mismo país, había ciertos postulados básicos básicos comunes. Entre ellos se hallaba la idea de que los salarios de los varones debían debían ser suficientes no sólo para su propio sostén, sostén, sino también para el de una una familia. Pues Pues de no ser así observaba Adam Smith-, «la «la raza de tales trabajadores no se prolongaría más allá de la primer generación». Por el contrario, los salarios salarios de una esposa, «habida «habida cuenta de la atención que necesariamente debía dedicar a los hijos, (se) suponía que no debían debían superar lo suficiente como para su propio «sustento». «sustento». […] La asimetría del cálculo del salario era asombrosa: los salarios de los varones incluían los costes de subsistencia y de reproducción, reproducción, mientras que los salarios de las mujeres requerían suplementos familiares incluso para la subsistencia individual. Además, se se suponía que los salarios proveían el sostén sostén económico necesario para una familia, familia, que permitían alimentar a los bebés y convenirlos en adultos aptos para el trabajo. En otras palabras, los hombres eran responsables de la reproducción. En este discurso «reproducción» no tiene significado biológico. Para Say, «reproducción» y «producción» eran sinónimos, pues ambos se referían r eferían a la actividad que introducía valor en las cosas, cosas, que transformaba la materia natural en productos con valor socialmente reconocido (y, por tanto, intercambiable). El dar a luz y el criar hijos, actividades que realizaban las mujeres, eran materias materias primas. La transformación transformación de niños en adultos (capaces a su vez de ganarse la vida) era obra obra del salario del padre; era el padre quien daba a sus hijos valor económico económico y social, porque su salario salario incluía la subsistencia de los hijos. hijos. En esta teoría, teoría, el salario salario del trabajador trabajador tenía un doble sentido. Por un lado, le compensaba la prestación de su fuerza de trabajo y, al mismo tiempo, tiempo, le otorgaba el estatus de de creador de valor en la familia. familia. Puesto que que la medida medida del valor era el dinero, y puesto que el salario del padre incluía, la subsistencia subsistencia de la familia, este salario era el único que que importaba. Ni la actividad doméstica, ni el trabajo remunerado de la l a madre era visible ni significativo. De ello se seguía que las mujeres mujeres no producían producían valor económico de de interés. El trabajo que realizaban en su casa no se tenía en cuenta en los análisis de la reproducción de la generación generación siguiente y su salario se describía siempre como insuficiente, incluso para su propia subsistencia. «La mujer, desde el el punto de vista industrial, es un trabajador imperfecto» escribía Eugéne Buret en 1840. Y el periódico de los trabajadores titulado L’Atelier, comenzaba un análisis análisis de la pobreza pobreza femenina con lo que para ellos era una perogrullada: ―Puesto que las mujeres son menos productivas que los hombres...». En la última década del siglo, el socialista Sidney Webb concluía un largo estudio sobre las diferencias entre salarios masculinos v femeninos femeninos con las siguientes palabras: «Las mujeres ganan menos que los hombres no sólo porque producen menos, menos, sino también porque lo que que ellas producen tiene en general un valor inferior en el mercado». La idea según la cual el trabajo de hombres y el de mujeres mujeres tenían diferentes valores, de que los hombres eran más productivos que las mujeres, mujeres, no excluía por completo a estas últimas de la fuerza de trabajo de los países en vías de industrialización, ni las confinaba confinaba al corazón de la vida doméstica. Cuando ellas o sus familias necesitaban dinero, las mujeres mujeres salían a ganarlo.
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Pero cuánto y cómo podían ganar estaba en gran parte premodelado por estas estas teorías que definían el trabajo de la mujer como más barato que el de los hombres. […] Otro ejemplo de la índole discursiva discursiva de la división sexual del trabajo trabajo puede hallarse en la política y las prácticas de los sindicatos. En su mayor parte, los sindicatos masculinos trataban de proteger sus empleos empleos y sus salarios manteniendo a las mujeres al margen de sus organizaciones y, a largo largo plazo, al margen del mercado de trabajo. Aceptaron la inevitabilidad del hecho de que que los salarios femeninos femeninos fueran más bajos que los de los hombres hombres y, en consecuencia, trataron a las mujeres trabajadoras más como una amenaza que como potenciales aliadas. Justificaban sus intentos de excluir a las mujeres de sus respectivos sindicatos con el argumento argumento de que, en términos generales, la estructura física de de las mujeres determinaba su destino social como madres madres y amas de casa y que, por tanto, no podía ser una una trabajadora productiva ni una una buena sindicalista. La solución, ampliamente apoyada a finales del siglo XIX, reforzar lo que se tomaba por una división sexual ―natural‖ del trabajo.[…] Lo mismo que los empleados (pero (pero no siempre por las mismas razones), los portavoces sindicales invocaron estudios médicos y científicos para para sostener que las mujeres no eran físicamente capaces de realizar el «trabajo de los hombres » y también predecían peligros para la moralidad de las mismas. Las mujeres podían llegar a ser «socialmente asexuadas» si si realizaban trabajos de hombre hombre y podían castrar a sus maridos si pasaban pasaban demasiado tiempo ganando dinero fuera de casa. Los tipógrafos norteamericanos contestaban contestaban los argumentos de sus jefes a favor del carácter femenino de su su trabajo poniendo de relieve que la combinación de músculo e intelecto que su tarea requería era de la más pura esencia masculina. En 1850 advertían que la afluencia de mujeres en el oficio y en el sindicato volverían «impotentes» a los hombres en su lucha contra el capitalismo. Por supuesto, hubo sindicatos sindicatos que aceptaban mujeres mujeres como afiliadas y sindicatos formados por las propias propias trabajadoras. Esto Esto ocurrió principalmente en la industria textil, la de la vestimenta, la del tabaco y la del calzado, donde las mujeres constituían una parte importante de la fuerza de de trabajo. En algunas áreas, áreas, las mujeres eran activas en los sindicatos locales y en los movimientos de huelga huelga aun cuando los sindicatos nacionales desalentaban o prohibían prohibían su participación. En otras, formaban organizaciones sindicales nacionales de mujeres y reclutaban trabajadoras de un amplio espectro de ocupaciones. (Por ejemplo, la Liga Sindical Británica de de Mujeres, creada en 1889 fundó en 1906 la Federación Federación Nacional de Mujeres Trabajadoras, Trabajadoras, la cual, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, contaba contaba con unas 20.000 afiliadas.) […] Cuando argumentaban argumentaban en favor de su representación, las mujeres justificaban sus reivindicaciones evocando las contradicciones de la ideología sindical que, por un lado, reclamaba la igualdad para todos todos los trabajadores, y, por otro lado, lado, la protección de la vida vida familiar y la domesticidad domesticidad de la clase obrera obrera contra las devastaciones del capitalismo. Así Así enmarcado por esta oposición entre trabajo y familia, entre hombres hombres y mujeres, el argumento a favor de igual estatus para las mujeres en tanto trabajadoras resultaba tan difícil de sostener sostener como de llevar a la práctica. Paradójicamente, Paradójicamente, se tornaban más difícil aun cuando las estrategias sindicales trataban de excluir a las mujeres mujeres y al mismo tiempo sostenían sostenían el principio de igual paga para igual trabajo. […] Encerradas en trabajos trabajos de mujeres, agrupadas separadamente separadamente en sindicatos sindicatos femeninos, la situación de las mujeres se convirtió en una una demostración más de la necesidad de reconocer y restaurar las diferencias ―naturales‖ entre los sexos. Y así quedó institucionalizada — a través de la retórica, las políticas y las prácticas de los sindicatos; una concepción de la división sexual del trabajo que contraponía producción producción y reproducción, hombres hombres y mujeres. […] Texto completo localizable en: http://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=la%20mujer%20trabajadora%20en%20el%20siglo%20xix%20 %20joan%20w.%20scott&source=web&cd=1&sqi=2&ved=0CCkQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.f huc.unl.edu.ar%2Folimphistoria%2Fpaginas%2Fmanual_2009%2Fdocentes%2Fmodulo1%2Ftexto3.pdf &ei=3NtgT4U8zp46wJD58wc&usg=AFQjCNFmzyP4VEE9_mh9I304snUIyEec0g&sig2=rEbXniE1krqb vnVGauthiA&cad=rja
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Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado
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