Una historia irresistible del poder de redención del amor y la fe. -- Stephanie Vaughan, autor of Jumping the Fence (Loose Id)
Ben sabía que Eric era un tipo complicado desde el momento que lo vio por primera vez. Pero él no tenía idea de cómo la ternura entre ellos podía ser intimidante para otros. La canción olvidada es una inolvidable historia acerca de enfrentar la pérdida del amor y el encuentro del amor. -- Treva Harte, autor of The Deviants (Loose Id)
Este libro me dijo ‘hola’ bien, realmente, para mí la palabra ‘Asheville’ 1, es mi amoroso segundo hogar. Ally Blue hila un maravilloso cuento de amor, aprendiendo a confiar, y el sexo en esta montañosa ciudad llena de pasión y entusiasta vida. Además, ¿quién puede resistir un héroe más duro que una piedra con un profundamente escondido segundo héroe con un corazón de oro? Canción olvidada es una ganadora entre las ganadoras. Definitivamente una lectura recomendada. -- Willa Okati, autor of The Finest Line 2: The Trick (Loose Id)
(1) Asheville es una ciudad al Oeste del Estado de Carolina del Norte, Norte, de 70.000 habitantes, se encuentra en un valle de la cadena de los Apalaches Apalaches.. Asheville obtuvo su estatus de ciudad en se llamaba antes Morristown, obtuvo su estado de ciudad en 1776
Ally Blue nos muestra como una atracción erótica no consumada puede ser una historia acerca de lo curativo que el amor puede ser. Y la erótica tensión no es el único suspenso que se encuentra en las páginas. La Canción Olvidada es un maravilloso regalo para amantes del romance m/m, con un atractivo par de amantes y una historia fascinante. -- Jules Jones, autor of Spindrift (Loose Id)
Ally ha creado una narrativa que es — blue blue2— en ambos sentidos de la palabra. Algunas veces trágica pero finalmente regocijante, La Canción Olvidada es todo lo que el poder del amor puede ser para sanar incluso las mayores heridas del alma. La escritura es lírica, convincente y actual, y los dos héroes de la historia están simplemente para morir. -- Emily Veinglory, autor of Dealing Straight (coming soon from Loose Id)
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( ) Blue, azul, melancólico, deprimido, triste.
Para las chicas (y chicos) del Cheesecake. Tú sabes quienes son. Este libro no hubiera existido sin ti.
-Anónimo.
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Capítulo 1
a primera vez que puse los ojos en Eric, él estaba pateando a un tipo del doble de su tamaño en las bolas. Probablemente no era el movimiento más inteligente del mundo. Pero ese era Eric. Él era todo fuego y temperamento y no mucho control. Aunque, no es que lo conociera en ese momento. Había terminado mi turno en Marco’s, un pequeño lugar de comida italiana con la mejor pizza del mundo, y había decidido caminar las pocas calles hacia mi bar favorito, El Alley Kat . Mi banda tocaba allí todos los viernes en la noche y conocía al personal y a los clientes habituales. Ahora no era viernes pero normalmente iba después del trabajo siempre que podía. Era oscuro, ruidoso y amistoso, y me gustaba ir allí.
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Caminé por la calle pasando por delante de tiendas cerradas y bares abiertos, silbando una tonada de Beck(3) sin pensar en nada. La noche era fría y olía a café y comida Thai, como la mayoría de las noches de verano en Asheville. No era una gran ciudad, pero tenía la suficiente personalidad y el ambiente de diez (3) Beck Hansen, cantante y compositor nacido el 8 de d e julio de 1970 en Los Ángeles California
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ciudades. Solo el tipo de lugar donde esperas que sucedan cosas excitantes. Aun así, nunca pensé que esa cosa excitante me estuviera sucediendo, ¿lo hacía? Eso siempre le sucede a algún otro. No esta vez. Cuando di vuelta en la esquina de Lexington, donde El Alley Kat estaba estaba localizado, l ocalizado, casi choqué contra dos tipos que peleaban. Uno era enorme, de casi dos metros y ancho como una puerta. Se podría pensar que él iría ganando, dado que el otro era fácilmente treinta centímetros más pequeño y unos cuarenta y cinco kilos más liviano. Mi tamaño más o menos. Pero no, el tipo grande estaba doblado con el pie del pequeño enterrado en su ingle. —¡Jodido
imbécil sin cerebro! —el pequeño hombre gritaba—. ¡No quiero con una jodida que me toques de nuevo! ¡Voy a arrancarte tus malditos brazos y metértelos por el culo! Me detuve y lo miré fijamente. Sus puños estaban cerrados, sus nudillos casi blancos, y estaba temblando. El tipo pateado seguía doblado, maldiciendo. No conocía a ninguno de ellos, pero me parecía que alguno estaba seriamente herido. Antes de que pudiera llegar en medio de eso, la puerta del bar se abrió y Malcolm salió.
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Malcolm es el barman de El Alley Kat . El lugar no tiene un encargado de los alborotadores regularmente. Normalmente, no lo necesitan. Pero si esa situación se presenta, Malcolm es el que se encarga. No es un tipo particularmente grande, pero es calmado y mantiene la cabeza clara y normalmente puede detener una pelea antes de que empiece. Él caminó hacia donde estaban
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los dos hombres. Me quedé atrás y tomé el móvil, solo por si acaso. —Dejen eso, chicos, —dijo Malcolm. —¡Jódete! —gritó el pequeño tipo —. ¡Esto es
entre él y yo! Malcolm sacudió la cabeza. —No aquí, hombre. Si vas a pelear, ve a otro lugar. —Se giró hacia el hombre grande, que estaba ahora de pie, más o menos derecho —. ¿Necesitas un doctor? El hombre sacudió la cabeza. —Estoy bien. Aunque él es un jodido psicótico. —Señaló con su extremadamente largo dedo al tipo que lo había pateado—. Deberías ser más cuidadoso, chico. Nunca sabes a quién puedes enojar. Se giró y caminó cojeando por la banqueta (4). Malcolm lo miró con el ceño fruncido. Vi el golpe venir, pero no tuve tiempo de advertirle a Malcolm. Antes de que pudiera hacer cualquier sonido, el extraño había lanzado un duro derechazo contra la mandíbula de Malcolm y este se había caído. Normalmente no me meto en peleas. Cuido de mí mismo, porque la mayoría de los tipos son más grandes que yo. Es un hecho de mi vida. Normalmente evito iniciar algo que no puedo terminar. Aunque ver al tipo golpear a Malcolm cuando él no lo miraba, me enojó. Caminé hacia él. —Hey, ¿cuál es tu jodido problema? —Logré no
gritar. 9 4
( ) En Guatemala y Méjico: Acera, orilla de la calle, el bordillo.
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Se giró y me miró con la más intensa mirada que hubiera visto. Sus ojos eran profundamente azules y brillaban con furia, deteniéndome. —¡Vete a la mierda! —bufó.
Sentí mi cara ruborizarse. —Mira imbécil, Malcolm es mi amigo y tú no. Déjalo en paz. Él sonrió de una manera que no me gustó ni un poco. —Oh, ¿tú quieres algo también? Ven por eso, hombre. Ven por eso. No quería ir por eso. Él era pequeño, pero estaba constituido como una pantera: todo músculo y arrolladora energía. Me miró como si supiera cómo lastimar a una persona y no estaba seguro de que pudiera con él. Me veía con ojos asesinos y sus brazos listos para pelear. Eso no sucedería. Malcolm se puso de pie y agarró al tipo del brazo antes de que pudiera acercarse. Hasta ese día nunca había visto una expresión de puro terror en una cara. Él se detuvo y sus ojos se abrieron más, confundido. Entonces antes de que supiera lo que sucedía, se giró, se liberó y pateó la rodilla de Malcolm. Éste cayó al suelo de nuevo, agarrando su pierna y maldiciendo en serie. Eso era suficiente. Acorté la distancia entre nosotros, tomé la muñeca del extraño antes de que pudiera girarse, y empujé su brazo hacia su espalda.
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Esperaba que luchara, pateara o algo, pero no lo hizo. Se quedó quieto con mi agarre. Decir que eso me confundió es decir poco. Dijo algo que no pude captar y me acerqué.
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—Déjame ir, solo déjame ir ahora, por favor... —
Su voz era apenas un poco más que un murmullo y podía sentir que temblaba. Fruncí el ceño. —¿Cómo sé que no vas a golpearme?
Él medio giró la cara hacia mí y fruncí el ceño más. Estaba blanco como el papel, sus ojos llenos de pánico y respiraba demasiado rápido. —Yo... yo no quiero, por favor déjame ir ahora, ¿bien? No lo haré, no lo lastimaré a él… a mí, no me
lastimes. Estuvo totalmente perdido durante un momento. Eso no tenía ningún sentido. Pero era bastante obvio que estaba cerca de perderse completamente. Malcolm se puso de pie de nuevo y se apoyó contra la pared del bar, fuera de su alcance. Entonces solté el brazo del chico y di un paso atrás. Se giró hacia mí, lamió sus labios y abrió la boca como si fuera a decir algo. Antes de que pudiera hablar, giró los ojos y cayó al suelo. —Aw, ¡mierda! —Me arrodillé a su lado y lo giré
suavemente sobre su espalda. —¿Qué infiernos sucedió? —Malcolm gritó sobre
nosotros. —No tengo idea. Yo no lo lastimé, hombre, tú lo
viste. Malcolm lo estudió un minuto. —Creo que quizás deberíamos llamar al 911. Está sangrando.
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Claro que lo estaba. Se había golpeado la cabeza en la banqueta cuando cayó y la sangre fluía de lo que sin duda sería un espectacular chichón después. Asentí y abrí mi teléfono móvil.
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El chico abrió los ojos y frunció el ceño, viendo cuando yo marcaba. Algo pareció hacer ‘clic’ repentinamente en su cerebro y me quitó el móvil de la mano. —¡Hey!
—protesté —.
¿Qué
infiernos
estás
haciendo? —No llames a la policía. Déjame ir ahora, ¿bien?.
Lo siento, siento haberte golpeado, hombre, solo me asustaste, eso es todo. No me gusta que me toquen. Sacudí la cabeza y recuperé mi móvil. —Fue a él a quién golpeaste, no a mí. Y no voy a llamar a la policía, voy a llamar a una ambulancia. Necesitas ir a emergencias. Si pensé que se sentiría aliviado con eso, eso fue una dolorosa decepción. Tomó una profunda respiración y se enderezó. Sus ojos estaban desenfocados por un segundo y llevó su mano al gran hematoma púrpura a un lado de su frente. —No, —dijo—. No puedo ir al hospital. —Mira, te desmayaste por alguna no buena razón y te golpeaste la cabeza. —Impacientemente señalé hacia la sangre que salía del chichón de su frente —.
Puedes estar más lastimado de lo que crees. Sacudió la cabeza cuidadosamente. —Estoy bien. Solo es que no he comido en un tiempo, eso es todo, probablemente por eso me desmayé. Aprecio tu preocupación, pero estoy bien, realmente. Me voy ahora. 12
Se puso de pie y se tambaleó. Malcolm y yo nos miramos. Sabía que ambos pensábamos lo mismo: el chico necesitaba un doctor, pero ahora, ¿cómo
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podríamos llevarlo? No podíamos, eso estaba claro. Así que nos quedamos de pie viendo cómo empezaba a caminar por la banqueta. No logró llegar muy lejos. Logró dar unos temblorosos pasos, pero después se llevó las manos a sus rodillas y vomitó. O quizás debería de decir que vomitó en seco, dado que no tenía nada en absoluto que vomitar. Me puse en cuclillas al lado de él. —¿Estás listo para ir a emergencias ahora?
Sacudió la cabeza. —No voy a ir. —¿Por qué diablos no? —Yo... Yo no tengo ningún seguro. No puedo
pagar. —No importa, hombre, ellos te atenderán de
cualquier manera. Puedes pagarle cinco dólares por el resto de tu vida pero ellos te atenderán. Se giró a mirarme, y repentinamente me golpeó su buena apariencia debajo de la tierra y el hematoma. Cabello castaño claro parado en todas direcciones como si se lo hubiera cortado él mismo con tijeras de jardín. Su piel era suave y parecía naturalmente pálida cuando no tenía esa blancura de muerte como ahora. Su boca era llena y suave en una pequeña sonrisa, dándole a su expresión cierta dulzura a pesar del miedo y la ira. Abrió los labios y me di cuenta que me estaba diciendo algo. Me sacudí. —¿Qué? —Dije. No voy a ir. Solo... No me gustan los
hospitales, eso es todo. 13
Mi resolución comenzaba a debilitarse. Siempre había sido susceptible a los ojos azules, y maldición si
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esos no eran los más bonitos que había visto en mucho tiempo. Suspiré y cerré el teléfono. Él se movió visiblemente aliviado. —¿Dónde vives? —Malcolm preguntó —. Llamaré a
un taxi. Él se sentó y miró al suelo. —Acabo de llegar a la ciudad. No tengo exactamente un lugar aún. Está bien, realmente. Ya me siento mejor. Puedo caminar hacia el albergue. Sé dónde está. Se puso de pie de nuevo. Yo también me puse de pie, mirándolo. Aún no se veía bien para mí. Cuando sus rodillas se doblaron lo atrapé y lo dejé suavemente en el suelo. Me empujó alejándome y me aparté de su alcance. —Ni siquiera puedes ponerte de pie. —Lo miré de
arriba abajo. Estaba sucio, su ropa estaba manchada, y los círculos oscuros bajo sus ojos me decía que no había dormido en mucho tiempo —. Dices que no has comido en un tiempo. ¿Cuánto tiempo exactamente? y ¿Cuándo fue la última vez que lograste dormir algo? Me dio una débil sonrisa. —Cerca de tres días, supongo. Asentí. —Eso es todo. Vienes a casa conmigo.
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Capítulo 2
ecir que él no estaba muy feliz con ese plan era subestimarlo. Sacudió la cabeza en protesta y me miró como un conejo miraba a una manada de perros. —Oh, no, no, no, no voy a ir a ningún lado
contigo. No. —Hey, hombre, vamos, sabes que no estás en
forma para recorrer las calles ahora. Soy un tipo agradable, en serio, puedes confiar en mí. —Moví una mano hacia él y se apartó como si lo fuera a golpear. Fijó su mirada en la mía y su miedo era doloroso de ver. —No confío en nadie. —No sabía qué decir a eso.
Empezó a ponerse de pie, sus rodillas fallaron de nuevo, y me empujó alejándome cuando traté de ayudarle. Lo intentó de nuevo, poniéndose de pie con la fuerza de su voluntad, luchando por apoyarse con la pared. Su respiración seguía jadeante. Su corazón latía fuerte, podía verlo con el pulso saltando en su garganta. 15
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Me coloqué a un lado de Malcolm, manteniendo la vista en el extraño. —Hey, Malcolm, ¿están Mike y Janey aquí? Él asintió. —Sí, llegaron hace más o menos una hora. —¿Puedes decirles qué salgan? Necesito que Mike
nos lleve. Malcolm me sonrió. —‘Nos’, ¿huh? ¿No piensas que estás siendo un poco optimista? No va a ir a ningún lado sin pelear. Me encogí de hombros. —Creo que puedo convencerlo. Se rió. —Solo quieres llevarlo a casa, porque es tan lindo. —No, no es por eso. —Pude sentir que me
ruborizaba y sabía que él tenía una parte de razón. Sí, soy gay. Y tengo que admitir que ese chico me atrae. Aunque me gusta pensar que nunca me he aprovechado del dolor y sufrimiento de alguien para entrar en sus pantalones. Miré al sujeto de nuestra conversación. Seguía apoyado en la pared, viendo al espacio. Palmeé el hombro de Malcolm mientras él cojeaba hacia el interior y cuidadosamente me aproximé al extraño. Pareció no notarme. Se sobresaltó cuando limpié mi garganta, pero sus ojos enfocaron mi cara de nuevo. —¿Cuál es tu nombre?
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Me miró fijamente durante un largo momento antes de contestar. —Eric.
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—Bien, Eric, tienes que hacer una elección. Mi
apartamento o el hospital. Ahora, ¿cuál eliges? Algo peligroso se deslizó en su mirada y di un paso hacia atrás por puro instinto. —Ninguna. —Su voz era baja y controlada, pero el pánico hervía bajo la superficie —. Solo déjame con
una jodida solo. Sacudí la cabeza y me pregunté cuán estúpido estaba siendo. —Mira, necesitas alguien que te vigile y no puedes llegar al albergue. Hay demasiada maldita gente quedándose ahí, y no hay ni de cerca suficiente personal para estar al tanto. No te llevaré allí, y no creo que no te des cuenta de que no puedes caminar tan lejos. ¿Entonces? Me miró fijamente y yo a él también, no me retracté porque tenía razón y ambos lo sabíamos. Finalmente alejó la mirada. —Está bien, supongo que iré a tu apartamento. —Bien,
por cierto, soy Ben, Ben Carson. Encantado de conocerte. Me miró como si me hubiera salido una segunda cabeza y me ruboricé. Mentalmente maldije mis genes irlandeses que me dieron una piel blanca y rizos rubios. Normalmente no me ruborizaba con tan maldita facilidad, pero cuando lo hacía, era evidente. Lo miré a los ojos y le di una tentativa sonrisa. Correspondió a ella, y olvidé respirar por un segundo. Su sonrisa se extendió y repentinamente él era hermoso. —Eres extraño, Ben. Normalmente asusto a la 17
gente.
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Tragué saliva dos veces antes de poder hablar de nuevo. —Sí, bueno, no me asusto tan fácilmente. —Puedo ver eso. —Sus ojos permanecieron fijos
en los míos y yo no pude alejar la mirada. No es que quisiera—. Pareces un tipo agradable. —Lo soy. —Yo no. —No te creo. Todo el mundo tiene algo bueno.
Por una fracción de segundo sus defensas bajaron y una profunda pena se mostró en su mirada. Eso estremeció mi corazón. Entonces las paredes se levantaron de nuevo y eso desapareció. —No todo el mundo. —El vacío en su voz me
heló. Quería preguntarle qué quería decir, y qué infiernos le había sucedido para hacer de él eso. Pero no lo hice, de cualquier forma, probablemente no contestaría. Nosotros aún seguíamos mirando al otro cuando la puerta se abrió detrás de mí, y se oyeron las voces de Mike y Janey.
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Janey Hanson es mi mejor amiga, nos conocemos desde la preparatoria, y siempre hemos sido cercanos. Conocimos a Mike Donelly en un albergue para jóvenes en Alemania el verano después de nuestra graduación universitaria. Él pasaba el verano recorriendo Europa al igual que nosotros. Mike y Janey cayeron de cabeza a los pies del otro y cuando regresamos a los Estados Unidos, él dejó su casa en la ciudad de Denver y se mudó aquí con Janey. Ni siquiera lo pensó dos veces. Eso fue hace tres años y ellos siguen unidos por las caderas desde entonces.
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—¡Ben! —gritó Mike cuando Janey y él se acercaron—. ¿Qué sucede hombre? —Sus oscuros ojos
brillando de curiosidad en dirección a Eric pero no dijo nada. —Chicos, él es Eric, se va a quedar conmigo
durante un tiempo. Eric, ellos son Mike y Janey. Necesitamos un ride a casa. Mike, ¿podrías llevarnos? —Claro. Espera; voy por el coche. Un gusto conocerte, Eric. —Mike se alejó por la calle sin esperar
una respuesta. Janey giró sus enormes ojos grises hacia mí y frunció el ceño. Sabía lo que venía. Siempre levantaba descarriados y Janey siempre me advertía de los riesgos de recoger a un extraño en la calle. Tomando su mano en silencio rogué para que por una vez no dijera nada. Ella me dio una mirada que decía que continuaríamos después y se giró hacia Eric con una dulce sonrisa. —Entonces, Eric. ¿De dónde eres?
Entrecerró los ojos hacia ella. —Una ciudad al sur, Mobile Alabama. Ella cruzó sus labios e hizo un puchero. —Hm. Entonces. Eric, ¿huh? Eric ¿qué? —Eric no-es-tu-jodido-asunto, eso es qué.
Ella sacudió la cabeza. —Oh, sí, Ben, ¿estás seguro que lo quieres levantar? —, ella murmuró mientras se giraba y se alejaba. 19
Mike llegaba a la orilla de la banqueta, abrí la puerta trasera. Me giré hacia Eric y le ofrecí la mano. Él solo me miró.
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—Vamos, solo te voy a ayudar a subir al coche.
Tus rodillas están débiles. Eric me miró fijamente unos segundos, entonces finalmente tomó mi mano. Mentiría si dijera que no se sentía bien, a pesar de las circunstancias. Dio un par de pasos y estuvo cerca de caerse de nuevo. Envolví un brazo alrededor de su cintura antes de que pudiera protestar. Gruñó y trató de alejarse pero no lo dejé. —No
voy
a
lastimarte,
Eric
—murmuré—.
Relájate. Me dirigió una mirada que decía claramente que no estaba seguro. Pero me permitió ayudarlo a entrar en el coche. Creo que sabía malditamente bien que estaba demasiado débil y tembloroso para lograrlo solo. Recorrimos el camino hacia nuestro edificio de apartamentos en silencio. Un corto viaje. Janey, Mike, y yo vivíamos a solo unos minutos del centro, en donde se encontraba El Alley Kat , pero pareció que habíamos tardado horas. Trataba de seguir mirando a Eric sin que se notara. Algo acerca de él, llevaba a mi mente a querer saber más. Y no era solo por esos hermosos ojos azules, o esa boca besable, ni por la manera en que los jeans se moldeaban en su cuerpo. Era solo que había una chispa en él que me llamaba. No podía explicarlo mejor que eso. —Bien,
—dijo chicos y chicas, Mike estacionándose y apagando el motor —. Hogar, dulce hogar.
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Abrí la puerta y le ofrecí la mano a Eric para que saliera. Él tomó una profunda respiración y podía decir que aún estaba un poco inseguro, pero tomó mi mano. Con mi brazo alrededor de su cintura lo estabilicé y
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recorrimos lentamente el camino al interior. Janey tomó mis llaves y se adelantó a abrir la puerta. En el interior, dejé a Eric cuidadosamente en la cama. Estaba agradecido porque mi apartamento se encontrara en el primer piso. Eric se acurrucó de lado sin decir una palabra. —Ben,
—dijo
Janey—, ¿podemos hablar un
minuto? «Uh-oh», pensé, «aquí viene». Miré a Mike con desesperación. Él se encogió de hombros y me dio una compasiva sonrisa, pero no dijo nada. Suspiré y seguí a Janey al pasillo. Mike se apresuró a entrar al interior de su apartamento. —Gracias
por nada, compañero, —murmuré mientras cerraba la puerta. Cuadré mis hombros, me giré y enfrenté a Janey. —Ben, ¿qué infiernos crees que estás haciendo? —Ella cruzó los brazos y frunció el ceño ferozmente
hacia mí. Eso podría ser particularmente intimidante para mucha gente, Janey medía un metro cincuenta y tres y era delicada como una muñeca de porcelana, pero la conocía. Su aspecto podía ser engañoso. —Déjalo, Janey. Él no ha dormido ni comido en
tres días, y no tiene dónde quedarse. No quería que se quedara en el albergue en su condición. Ella levantó su ceja hacia mí. —Oh, ¿en serio? ¿Y qué condición es esa? Y ¿cómo eso se traduce a que tú tengas que encargarte de él? —Él estaba peleando con un tipo. Acortando el 21
largo cuento, Malcolm y yo nos involucramos. Pero antes de que las cosas se pusieran feas, Eric se desmayó y se golpeó la cabeza contra la banqueta. Está
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tan débil y enfermo, me asusta pensar que se quede en el albergue, ¿sabes? Y no me dejó llevarlo a emergencias. Dice que no le gustan los hospitales. Janey asintió y enredó un mechón de su cabello rubio y azul alrededor de su dedo. —Así qué pensaste traerlo a tu casa, ¿huh? —Bueno, sí. Necesita a alguien que lo cuide. —Eso es lo que siempre dices. Nuevas noticias,
Ben, no puedes salvar a todo el mundo. Algunas veces solo necesitas dejarlos solos. Sacudí la cabeza. —Sabes que no puedo hacer eso. Ella suspiró. —Sí. Eres una persona demasiado generosa, lo sé, y realmente no puedes cambiar eso. Solo espero que nunca tengas razón para lamentarlo. Ella se puso de puntas y besó mi mejilla, después se giró al interior de su apartamento. Sacudí la cabeza y abrí la puerta del mío. Trabajando a tiempo completo como mesero y medio tiempo como músico no podía costearme un gran apartamento, y seguro como el infierno que este no era grande. La puerta abría directamente a una pequeña cocina con forma de L. Una pequeña área era una combinación de sala y recámara con un pequeño baño en una esquina. Más o menos un cuarto, pero estaba limpio y era barato, y tenía una gran ventana que me permitía ver el sol todo el año. Me gustaba eso.
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Eric estaba acurrucado en la cama como lo había dejado. Parecía estar durmiendo. Me aproximé lo más tranquilo que pude, me arrodillé al lado de la cama y solo lo observaba. Parecía tan pequeño y frágil
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durmiendo, era difícil creer que era el mismo tipo que había derribado a dos hombres mucho más grandes que él un momento antes. Mirando sobre su cuerpo, noté por primera vez que sus pies estaban descalzos. Sus pies estaban negros por la tierra y cubiertos con pequeños cortes y raspones. Necesitaba un baño con urgencia, pero odiaba despertarlo para eso. Le miré la cara. El corte de su cabeza había dejado de sangrar. El borde de la herida estaba cubierto con la costra de la sangre seca, pero el centro aún brillaba rojo. Rocé con un dedo el gran hematoma bajo la sangre y la tierra. Repentinamente una mano atrapó mi muñeca y me sobresalté. Eric tenía los ojos abiertos mirándome fijamente. —Jesús, me asustaste. Pensé que dormías.
Sonrió débilmente. —Duermo ligero. ¿Qué estás haciendo? —Nada, solo miraba el corte de tu cabeza. Debes
permitirme limpiarlo antes de que vuelvas a dormir. Eso se puede infectar. Él frunció el ceño intrigado. —¿Por qué eres tan amable conmigo? —Porque lo necesitas ahora. Todo el mundo
necesita ayuda de vez en cuando. —No sabes nada acerca de mí.
Me encogí de hombros. —¿Eso es un problema? Aún quiero ayudarte. —¿Incluso después de lo que te dijo tu amiga? 23
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—Eso me exaspera —acepté —, pero yo capto los
sentimientos más complejos en la mirada. No puedo dejarlos de lado en tanto no se vuelvan un hábito. Sacudió la cabeza. —No lo entiendo para nada. —Nada que entender. Siempre trato de ayudar
cuando puedo. Sonreí y su expresión se relajó. —Gracias, hombre. En serio. —No hay problema. —Fui al cuarto de baño y
regresé con una toalla húmeda. Él me miraba sospechosamente. —Solo voy a limpiar la herida de tu frente, ¿bien?
No trató de detenerme cuando me arrodillé de nuevo y presioné la toalla suavemente en la herida, se mantuvo perfectamente tranquilo y en silencio mientras retiraba la tierra y la sangre. Después de lavar la toalla dos veces, la herida finalmente se veía limpia. Aunque aún seguía sangrando, así que revise el gabinete del cuarto de baño hasta que encontré gasas y cinta quirúrgica, y vendé la herida. Eric tocó la gasa cuidadosamente. —Esto se va a ver feo mañana. —Ya se ve feo.
Se rió. —Sí, supongo que es probable.
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Sonreí, entonces regresé al cuarto de baño, tomé una toalla limpia y llené una tina de plástico con agua caliente, y con todo eso regresé a la recámara. Eric me miraba con una expresión de aprehensión cuando dejé la tina en el suelo y extendí la toalla. —¿Qué estás haciendo ahora?
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Lo miré y sentí que no le iba a gustar mucho lo que iba a hacer. —Voy a lavar tus pies. —¿Qué? —Él se sentó, estaba pálido de muerte y
cuando se inclinó hacia adelante parecía que iba a desmayarse de nuevo —. ¿Por qué? Suspiré. Creo que con esto envejeceré. —Están sucios. Voy a limpiarlos antes de que te duermas, eso es todo. Abrió la boca para discutir. Vi su determinación cuando me miró a los ojos, y los cerró de nuevo, asintiendo en silencio. —Finalmente, un poco de cooperación, —bromeé.
Me miró fijamente pero no dijo nada. Cuando levanté la orilla de sus jeans, me dejó, pero obviamente no era muy feliz con eso. Cuando guié sus pies dentro del agua caliente dejó salir un suspiro de placer. —Maldición, se siente muy bien. —se apoyó en
sus manos y movió sus pies. —Esos se van a quedar en remojo durante un
momento. ¿Quieres comer algo? Él sonrió. —No ahora. Ha pasado mucho tiempo, creo que podría vomitar. —¿Qué tal un refresco? —Oh, hombre, eso sería genial, ¡gracias!
Me levanté y fui al refrigerador a sacar una lata de coca cola. Se tomó la mitad de un trago. 25
—Joder, esto es la mejor cosa que he saboreado, —dijo cuando finalmente la dejó para tomar aire. Me
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sonrió y mi estómago se agitó. Maldición, era caliente — . Gracias, Ben. Quiero decir, sé que puedo ser como un dolor en el culo, pero realmente aprecio que cuides de mí de esta forma. Encontraré la manera de recompensarte cuando me ponga en pie de nuevo. Sacudí la cabeza. —No te preocupes por eso. Su mirada recorrió mi cuerpo y sentí surgir el deseo que me recorrió. No podía evitar que mis sentimientos se notaran en mi mirada, así que miré hacia el suelo. —Bien,
bueno, uh, creo, creo que ya fue suficiente de remojo, voy a lavarlos ahora. —Mi voz sonaba temblorosa y jadeante y odié eso. Si lo notó no lo demostró. De rodillas levanté uno de sus pies fuera del agua y comencé a lavarlo con la toalla retirando la suciedad. No hizo ningún sonido pero al juzgar por la tensión en sus piernas lo hacía sentirse incómodo. Traté de pensar en alguna forma de distraerlo, y finalmente decidí ceder a mi natural curiosidad y ver qué podía descubrir acerca de él. —Dices que eres de Alabama, ¿verdad? Asintió—. ¿Cómo terminaste en Carolina del Norte?
—
Se encogió de hombros. —Necesitaba alejarme. Oí que Asheville era un buen lugar a donde ir si eres gay. Lo miré. —¿Eres gay? —Sí, ¿es un problema? 26
Su voz era calmada, pero podía oír que estaba a la defensiva. Entiendo eso. Infiernos, yo mismo había estado contra la pared en ocasiones, y eso que nací y
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me crié aquí. Asheville era el cielo para los gay, pero en ocasiones te encontrabas con bastardos, incluso aquí. —No, también soy gay. Y oíste bien, este es un
buen lugar. Su cara se quebró en una sonrisa tan hermosa que quería detenerme y empujar mi lengua en su garganta. Él parecía más relajado y por un segundo me pregunté si todo ese problema era simplemente miedo a ser atacado por ser gay. Entonces recordé el terror en sus ojos cuando Malcolm tomó su brazo. Eso estaba cerca del pánico, como si no soportara el contacto, y sabía que había más que solo eso. Alguien en algún lado lo había dañado mucho. Quería saber, quién, cómo y por qué. Quería alejar el miedo de su mirada. —¿Ben? —Su voz era débil de nuevo, y me di
cuenta que había dejado de lavar su pie y que estaba simplemente ahí de rodillas viéndolo tan fijamente que podía ser suficiente para quemarlo. Me sacudí. —Lo siento, solo me salí por un segundo. No
quiero decir que sea curioso, ¿pero cómo diablos terminaste descalzo? Tus pies tienen muchos cortes. Ahí había demasiados pequeños cortes y hematomas en diferentes etapas de curación, cubriendo ambos pies y tobillos, y la planta del pie estaba desgarrada. —Tuve que dejar la ciudad apresuradamente. No
tuve tiempo de nada, solo de correr hacia la puerta.
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Ahora estaba muriendo por saber de qué infiernos iba todo eso. Pero imaginé que no debía presionar tanto la primera noche. Aún no se sentía cómodo diciendo nada más, y si lo molestaba nunca confiaría en mí. Me di cuenta el shock que quería eso.
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Unos minutos después sus pies estaban limpios y brillaban de color de rosa debido a la tallada. Después de secarlos con una toalla, me puse de pie y me estiré. —Bien, todo hecho. —Le sonreí —. Eres un buen
paciente. —Y tú eres un buen enfermero. —Él se rió—. Me
siento mil veces mejor ahora. Gracias. —Mi placer. —Eso era cierto, incluso sus pies se
sentían sexys. Algo atravesó su mirada. Una intensa expresión. Mi pulso se aceleró y pude sentir mi erección. Mordí el labio y luché contra eso. Repentinamente dejó salir un bostezo y el momento pasó. —Estás agotado, vuelve a dormir. Quédate en la
cama; yo dormiré en el suelo. Su expresión era horrorizada. —No puedo hacer eso. —Sí puedes. —Tomé una almohada de la cama y un cobertor del gabinete —. Y lo harás. Quítate toda esa
ropa sucia, te puedo prestar algo mío si quieres. —No, está bien.
Se quitó la camiseta por la cabeza y la lanzó al suelo, entonces se puso de pie con sus temblorosas piernas y se quitó los jeans. Yo lo miraba como un idiota. Su cuerpo era delgado y absolutamente hermoso con solo un par de bóxers negros. Para el momento en que mí lujuria pasó, noté las cicatrices, él se deslizó bajo los cobertores, sus ojos cerrándose. 28
—Gracias, Ben, —murmuró adormilado—. Buenas
noches.
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—Buenas noches. —apagué la luz me quité la
ropa y tomé unos pantalones de algodón cortados. Para cuando terminé de lavarme los dientes, Eric ya estaba dormido. Me acerqué a verlo, la farola del exterior bañaba su cara con una tenue luz blanca. Sus labios eran llenos, ligeramente abiertos, sus largas pestañas hacían sombra sobre sus mejillas. Él estaba tranquilo, con una belleza etérea, del tipo que se mete bajo tu piel antes de que te des cuenta de lo que sucede. Mi interior se agitaba divertido. Solo lo conocía desde hacía una hora más o menos, pero ya quería sostenerlo en mis brazos y protegerlo del mundo. Tracé con un dedo su mejilla. Su piel era suave y sedosa como nada que hubiera sentido. Su boca se veía húmeda y lista. La urgencia de inclinarme y besar esos labios era casi irresistible. Entré al cuarto de baño y me masturbé, pensando en su lujuriosa boca y suave piel pálida. Entonces me acomodé en el suelo y me quedé despierto durante horas.
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Capítulo 3
l sol de la mañana en mis ojos me despertó a la mañana siguiente. Jalé la almohada sobre mi cabeza y traté de recordar por qué infiernos estaba en el suelo. Cuando oí que bajaban el sanitario todo regresó a mí. Me senté justo cuando se abrió la puerta del baño. —Hi, —le dije a Eric cuando regresó a la cama —.
¿Cómo te sientes? Se encogió de hombros. —Bien, supongo. Me duele un poco la cabeza, pero no demasiado. Aunque me veo como si me hubiera golpeado un tren. Sonreí. Se veía golpeado. Tenía un grande, feo, negro y púrpura hematoma que se extendía desde debajo de su venda en un lado de su frente y cubría parte de su mejilla, su ojo estaba hinchado. La sangre en la venda se había secado dejando una mancha de un profundo rojo oscuro. —Ese es un feo hematoma, pero al menos la
herida dejó de sangrar. 30
Asintió. —Sí. Hey, Ben, ¿estaría bien si uso tu ducha? —Claro, hay toallas limpias en la gaveta.
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—Gracias. —Se puso de pie y se estiró, y mi
cerebro dejó de funcionar. Jesús, su cuerpo era perfecto. Bien, casi perfecto. Pude ver mejor las cicatrices esta vez y mi boca se quedó seca. Una larga y delgada línea rosa, obviamente de algún tipo de cirugía, iba bajo sus costillas por el medio de su abdomen hasta desaparecer bajo su ropa interior. Varias pequeñas cicatrices redondas dispersas en su abdomen y una más larga y fruncida que el resto, en un lado de su tórax. Pero la que captó mi atención fue una larga, ancha y dentada cicatriz que cruzaba su estómago. No podía ni siquiera imaginar qué podría haber hecho una cicatriz así, o la cantidad de dolor que pudo causar. —¿Lograste ver suficiente?
La voz de Eric estaba llena de ira, y me di cuenta que lo estaba mirando fijamente. —Mierda, lo siento. —Sí, bueno. No son muy lindas, ¿verdad?
Lo miré a la cara y atrapé un brillo de dolor tan profundo que me dolió verlo. Entonces regresó la máscara a su lugar y el dolor se fue como si nunca hubiera estado ahí. Aunque sabía que lo había visto, y me juré a mí mismo ayudar a sanar lo que fueran esas heridas que aún tenía. —¿Qué te sucedió? —realmente no esperaba que
contestara, pero tenía que preguntar. Miró al suelo un momento, y entrelazó sus dedos juntos. —Me atacaron cinco tipos. —Él miró a su pecho. 31
—La cicatriz grande es donde uno de ellos me cortó con
un cuchillo de carnicero. La mayoría del resto es de las
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cirugías y esas cosas. Estuve en el hospital seis semanas. Eso fue hace nueve meses. Se interrumpió y se frotó la cara con las manos, como si tratara de alejar los recuerdos. Regresando a la cama, apoyó sus codos en las rodillas y descansó su cabeza en sus palmas. Se veía tan perdido ahora, todo lo que quería era confortarlo. Me puse de pie y me senté a su lado. No se movió. Toqué su hombro y se estremeció pero no se alejó. —Esto explica mucho. Lo siento. Debió ser
horrible. Giró su cabeza y me miró con esperanza y suspicacia luchando por ganar territorio en su expresión. —Sí, así fue. Pero no quiero hablar de eso. Asentí. —Claro. Mi mano aún descansaba en su hombro. Quería recorrer mi palma por su desnuda espalda y trazar con mis dedos su columna. Nada bueno podría salir de eso, así que me contuve. En lugar de eso toqué una línea de cicatriz blanca en su clavícula. Esa se veía más antigua que las anteriores. —¿De qué es esta?
Él la vio, entonces su cara se volvió totalmente inexpresiva. —Accidente. Cuando era un niño. Voy a darme una ducha ahora. ¿Está bien? —Claro, adelante. —Se puso de pie sin una
palabra, entró al cuarto de baño y cerró la puerta detrás de él. Oí el ‘clic’ de la llave. 32
—Joder. ¿Qué implica eso? —murmuré.
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Me senté en mi único sillón, pensando mientras el agua corría. Eric me había dicho algo acerca de sí mismo, claro, pero aún no sabía mucho. Infiernos, ni siquiera sabía su apellido. Todo lo que sabía de seguro era que era de Alabama y que algo horrible le había sucedido. Lo atacaron y sobrevivió, pero esa no era toda la historia. Ahí había algo más, algo que lo aterraba al punto de que huyera solo con la ropa puesta. Era un hombre con secretos, y yo quería saber cuáles eran. —Um, ¿Ben?
La voz de Eric me sacó de mis reflexiones. Lo miré. Estaba de pie en el marco de la puerta con solo una toalla, con agua bajando por su pecho. Se veía positivamente comestible. Cerré las manos juntas y exitosamente contuve la urgencia de jalar la toalla y lamerlo todo. —Hey. ¿Te sientes mejor? —Sí. Escucha, siento cómo actué, es solo a causa de esta cicatriz. —Tocó la cicatriz de su clavícula —. Esta
me ha jodido por años y aún es difícil hablar de eso. Y con todo lo que sucedió después... en ocasiones pierdo el control. Lo siento. —Hey, hombre, está bien. No tienes que decirme
lo que sucedió si no quieres, pero sabes que puedes, ¿verdad? quiero decir que nosotros realmente aún no sabemos nada del otro, pero me gustaría conocerte mejor. Y soy bueno escuchando, si lo necesitas. 33
Me dio una sonrisa que me causó un hormigueo de la cabeza a los pies. —Gracias, Ben. Creí que nunca diría esto, pero también me gustaría conocerte mejor.
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—Sacudió la cabeza y se rió —. Esto es divertido. Nunca
me he sentido tan cómodo con nadie, excepto... Se detuvo repentinamente y el color desapareció de su cara. Me estremecí un poco alarmado. —Eric, ¿estás bien? —Toqué su brazo. Sus ojos se
enfocaron en mí, y si lo conociera mejor podría decir que estaba asustado; no de mí esta vez, pero por mí —. ¿Eric? Asintió y me dejó ayudarlo a llegar a la silla. —Sí, estoy bien. Maldición. Lo siento. Es solo... —Él me miraba fijamente, mordisqueando su labio —. Bien, mira. Planeo quedarme en Asheville por una gran temporada, quizás para siempre. Y me gustaría que fuéramos amigos. —A mí también. —Eso no era todo lo que quería,
pero era todo lo que podía decir ahora. Él sonrió. —Bueno. Pero escucha, si vamos a ser amigos hay cosas que necesitas saber. Tragué saliva. —Escucho. Tomó una profunda respiración. —Te dije sobre los tipos que me atacaron. Bien, eso no es el único bagaje que me quedó. Hay más, mucho más. En ocasiones tengo ataques de pánico, o veo algún tipo de conexión entre el pasado y el presente y me asusto. Justo como ahora. —¿Cómo es eso? —No puedo decirte. Aún no. El psiquiatra del 34
hospital dice que trabaje en ser directo y honesto y no esconda las cosas sobre lo que me sucedió, y Dios sabe que estoy tratando de hacerlo, pero es difícil. —Se rió— . No tienes idea del gran paso que es para mí decirte
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todo lo que te he dicho. El doctor Hendrix puede sentirse orgulloso. Solo fui a algunas sesiones, porque no tenía dinero para continuar después de que salí del hospital, pero eso ayudó. Se quedó en silencio. Quería preguntar por qué dejó Mobile con tanta urgencia, pero pensé que no contestaría. Y había confiado en mí para decirme eso, que para él era una gran cantidad de información personal, y lo respetaba, por lo que le daría su tiempo para que me revelara más. Cambiar el tema me pareció buena idea. —Hey, tienes que estar hambriento esta mañana. ¿Por qué no preparo algo para que desayunemos? No sé mucho de cocina, pero podría hacer unos huevos estrellados y pan tostado. —Oh, sí, eso suena genial. Tienes razón, estoy
hambriento. —Lo apuesto. Tres días sin comer es mucho
tiempo. ¿Cómo pudiste no comer? Sé que en ocasiones te quedas en el albergue, en donde podías conseguir algo de comida. —Bueno, no era por falta de dinero. Tengo
dinero. Un poco. Solo que no quería ir. Nunca se sabe quién va a estar ahí. Eso no tenía ni un maldito sentido para mí. Pero él tenía su cara de póker de nuevo, y ya había aprendido que no quería hablar de eso. Así que encerré mi curiosidad y dejé el tema. —Correcto,
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salen huevos estrellados. Ve a vestirte mientras cocino, puedes tomar algo de mi ropa; creo que somos del mismo tamaño. No tengo que
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trabajar hasta las cuatro, así que podríamos ir a la ciudad después a que te compres algo de ropa, ¿huh? Él se movió incómodo. —No, está bien. Probablemente tengan ropa extra en el albergue. Puedo tomar algo de eso y lavar la mía. Eso me mataba, que asumiera que iba a regresar a las calles. No sabía si era porque no quería quedarse conmigo, o si creía que yo quería que se fuera ahora que ya se sentía mejor, pero obviamente pensaba que una noche era todo lo que conseguiría. —No tienes que irte. —Levantó una ceja hacia mí y se ruborizó—. Puedes quedarte conmigo tanto como
quieras. De cualquier manera, he estado solo mucho tiempo; es agradable tener a alguien con quien charlar. Me miró fijamente hasta que yo empecé a moverme nervioso. —Me gusta esto, —dijo finalmente —. Gracias. Sólo le sonreí. Correspondió a mi sonrisa y me dirigí a la cocina, sintiéndome decididamente feliz. Se vistió y entró en la cocina, antes de que terminara de preparar los huevos. Casi dejé que el pan se quemara, porque el verlo en mis jeans, con los pies y el pecho desnudos, le causó problemas a mi cerebro. Él pasó su mano por su húmedo cabello y a mí se me cayó el cuchillo de la mantequilla al suelo. —Oops. —me incliné a levantar el cuchillo y él
levantó una ceja hacia mí. —¿Café? —preguntó. 36
—Refrigerador. —¿Qué?
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—Refrigerador, —repetí —. Lo mantiene fresco. —Si tú lo dices. —Sacó la bolsa de café del
refrigerador y empezó a preparar una jarra. Unos minutos después estábamos sentados ante la pequeña mesa de la cocina comiendo. Eric terminó su muy lleno plato antes de que yo estuviera a la mitad del mío. Entonces se recargó con un suspiro. —Maldición, eso seguro cumplió el objetivo. — Sonrió—. Cocinas bien para ser un hombre soltero. —Gracias, eso creo. —Eres soltero. ¿No es así?
Traté de ser casual, aunque mi pulso se aceleró repentinamente. —La última vez que revisé, sí. Se inclinó hacia adelante y se apoyó en sus codos estudiando mi cara con una intensidad que hizo que me moviera en mi asiento. —¿Qué? —demandé.
Sonrió. —Me recuerdas a mi hermana, Sarah. —Tu hermana, ¿huh? Quizás debería dejarme
crecer la barba. —Eso no es lo que quise decir. —Se rió—. No te
ves como una chica. Para nada. Me dio una apreciativa mirada de nuevo y casi me trago el tenedor. Eric se mordió el labio y ahogó una risa. —Divertido. ¿Por qué te recuerdo a tu hermana? 37
Sonrió de nuevo y esta vez era una triste sonrisa. —Son tus ojos, realmente son café oscuro. Ella amaba
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ese color; solía decir que eran ojos de Tootsie Roll (5). Ella juraba que una persona con esos ojos era un buen tipo, porque cualquiera con ojos como dulces tenía que ser dulce. No supe qué decir. La emoción me recorrió cuando, de manera indirecta, me dijo dulce. Eso cubrió la tristeza que sentía por él. Algo en su expresión me decía que Sarah ya no estaba viva, y no estaba seguro cómo preguntarle sin que se cerrara de nuevo. Pero él lo trajo a colación, así que quería hablar. —¿Qué le sucedió?
Él miraba a la mesa. —Ella murió hace quince años. Yo tenía diez. —Oh, hombre, lo siento. —Tomé su mano. Me
miró por un segundo, entonces sus dedos se curvaron en los míos y deseé poder detener el tiempo —. Debes extrañarla mucho, ¿huh? Una extraña expresión pasó por su cara y se fue antes de que pudiera saber qué era. Asintió. —Sí. Ella tenía una vida difícil, y fuimos cercanos hasta el final. Pero la recuerdo como ella era... bueno, antes de esos últimos meses, y la extraño. Levantó sus ojos hacia los míos y pude sentir lo mucho que quería decir algo más. Pero sacudió la cabeza, se puso de pie y salió del cuarto, murmurando algo acerca de ponerse una camisa y unos zapatos antes de ir de compras. Terminé el resto del desayuno saboreándolo, entonces miré hacia la ventana tomando mi café. 38 5
( ) Tootsie Roll son dulces masticables redondos de chocolate se fabrican en
Estados unidos desde 1896. la fábrica matriz esta en Chicago Illinois .
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Cuando sentí que había pasado tiempo suficiente como para que él se recuperara, entré en la habitación.
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Capítulo 4
ric quería caminar al centro en lugar de tomar el autobús. Estaba un poco preocupado después de lo enfermo que estuvo anoche, pero me juró que se sentía normal después de una noche de sueño reparador y algo de comida. Entonces acepté y caminamos. Se quitó la gasa de la frente, y el hematoma era enorme más del doble que la noche anterior, la mitad de la gente que nos encontrábamos se le quedaba mirando. Después de cómo actuó anoche estaba preocupado de que se lo tomara como una ofensa y empezara a tomarla contra ellos. Aunque no lo notó o no le importó, y eso estaba bien para mí. Era un hermoso día de junio, caliente y con brisa. Del tipo que te hace sonreír, lo quieras o no. Había gente tocando bongos en Pritchard Park, turistas recorriendo tienda tras tienda, familias sentadas en las bancas comiéndose un helado. Incluso regordetes niños sudando con su ropa oscura. Para cuando llegamos a las tiendas del centro, Eric estaba risueño y relajado y no dejábamos de hablar. Era asombroso. Ni siquiera nos conocíamos un día antes, y sentía que lo conocía de toda la vida. 40
Solo fuimos a algunas tiendas a por toda la ropa que Eric necesitaba. Y yo hablaba con él acerca de lo
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mucho que había conseguido. Alguna gente tiene la idea de que los gays son esclavos de la moda, no podía decir que no, conociendo a algunos de ellos, pero Eric definitivamente no era del tipo que seguía la moda. Era más del tipo que solo usa jeans y camisetas. Yo era ‘Liberace’ (6) comparado con él. Me miró honestamente intrigado, cuando le sugerí que podía necesitar más que unos jeans y un par de camisetas descoloridas que compró en la económica tienda del ‘Ejército de Salvación’ . —¿Qué está mal con esto? —Él las levantó y las
inspeccionó con el ceño fruncido. —Nada. Bueno, realmente, no son del tipo para
tirarse. No es eso. La cosa es que ¿no crees que necesites más que eso? —¿Para qué? Aún tengo mi otra ropa. Esa sólo necesita lavarse y es todo. —Me miraba fijamente con
esos grandes ojos azules que parecían tan inocentes, y me reí. —Eric, vas a buscar trabajo, ¿no es así? ¿Vas a
quedarte en Asheville? Así que probablemente necesites algo lindo para eso. ¿No te vas a cansar usando la misma ropa todo el tiempo? —No. Quiero decir, no me canso de usar la
misma ropa todo el tiempo. Una cosa menos que tengo que pensar en las mañanas. Pero veo el punto sobre lo del trabajo. —Suspiró—. Tienes razón. Hazme hermoso. «Como si pudiera mejorar la perfección», pensé. 41 6
( ) Liberace Wladziu Valentino Liberace (Mayo 16, 1919 – Febrero 4, 1987), mejor conocido por su apellido Liberace, famoso pianista durante 1950 –1970.
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Después de dos tiendas de ropa usada, una farmacia, y la mayoría de las tiendas con ofertas, nos dirigimos a casa con varias bolsas de ropa, zapatos y otros accesorios. Eric se rehusó a dejarme pagar algo. Insistió en pagar todo e incluso gastó algo de sus últimos dólares en un paquete de cervezas. Yo pagué el autobús para no tener que caminar a casa con todas las compras. —Sabes que no tenías que pagar las cervezas, —
le dije por treinta octava vez cuando bajamos del autobús y caminamos las dos calles hacia mi apartamento. —Joder, ¿no te vas a callar? Quería hacerlo. Tú
me estás dejando quedarme en tu apartamento, cuidaste de mí, me alimentaste... te lo debo, hombre. —Tú no me debes nada. Yo te ayudé, porque
necesitabas a alguien. Y quiero que te quedes. Me gusta tenerte alrededor. Suspiró. —Ben, si no dejas de lloriquear por las jodidas cervezas ahora, voy a amordazarte con una de las estúpidas camisas que me hiciste comprar. —No son estúpidas. —No cambies el tema. —¡No lo hago! —Lo son. —Me sonrió—. No me hagas ser rudo
contigo, chico.
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Eso realmente me sonó divertido. Pero no lo dije, dado que no sabía cómo se lo tomaría. Dejé las cosas que llevaba y levanté las manos en falsa rendición.
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—Bien,
lo entendí no hablaré más de las
cervezas. —Finalmente. Di primero ‘gracias’, sé que tu
mamá te enseñó. —Gracias, —repetí obedientemente. —¡Muy bien! —Empujó las bolsas que había dejado con su pie —. Ahora levanta eso y vámonos.
Estas cervezas pesan. —Sí señor. —Levanté las bolsas y lo seguí por la
banqueta de nuestro edificio. Hizo un puchero y me miraba críticamente mientras sacaba las llaves del edificio del bolsillo. — Hmm. Inteligente, lindo, entrañable... eso definitivamente tiene posibilidades. Tropecé con mis propios pies y estuve a punto de caer de cara cuando oí eso. Él se rió todo el camino hacia la puerta del frente. Al acercarnos su risa se detuvo tan rápido como si se hubiera apagado el interruptor. Seguí su repentinamente inexpresiva mirada y vi a Janey fuera de mi apartamento con su mano en la perilla. —¡Ben! —dijo ella—. ¿Dónde estabas? —Fuimos de compras. Eric necesitaba algunas
cosas. Sus cejas casi llegan a la línea de su cabello, pero no dijo nada. —Bueno, solo vine a recordarte acerca del trabajo de esta noche. —Gracias Janey, pero realmente lo recuerdo esta 43
vez.
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—Bueno. —Ella se giró hacia Eric con lo que yo llamo su sonrisa de ‘Barbie’ , porque se ve totalmente falsa—. ¿Estás mejor hoy? —Sí. —la miró con una inequívoca hostilidad. La sonrisa ‘Barbie’ desapareció y ella lo miró fijamente. —¿Qué harás después? —ella preguntó.
Miré a Eric. Los músculos de su mandíbula se tensaron y sus ojos ardían. Logró balancear las cervezas en una mano y acomodó todo su peso en la parte delantera del pie. Parecía estar listo para pelear. Yo definitivamente no necesitaba eso. —¡Janey! —bufé—. Déjalo en paz. No va a hacer
nada, ¿bien? ¡Dios!. Ella no quitaba la mirada de Eric. —Creía que él podía hablar por sí mismo. ¿Qué dices, Eric? —No te digo a nada a ti. —Su voz era baja y peligrosa—. No te debo ninguna explicación.
Sus ojos se oscurecieron con la ira. Me coloqué entre ellos antes de que sucediera algo malo. —Janey, sólo déjalo. —Mi voz se oía débil —.
Hablaremos después, ¿bien? —Será malditamente mejor que lo creas. —Ella le
dirigió otra mirada asesina a Eric, entonces se dio media vuelta y entró a su departamento. La miré durante un momento. Janey y yo éramos amigos desde siempre, y odiaría si nos peleáramos por esto, pero había sucedido antes y siempre lo superábamos. 44
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Me giré hacia Eric. Estaba algo más relajado, pero aún seguía de pie de la manera como se dice ‘listo para dar un malditamente rápido golpe si era necesario ’ . —Lo siento, hombre. —Le quité la llave a la puerta—. Ella realmente es genial una vez que la
conoces; solo no es fácil que se familiarice. —Puedo ver eso. —Dejó las cervezas en el mostrador de la cocina —. Pero supongo que no puedo
decir nada, ¿huh? Me encogí de hombros. —Sé que tienes tus razones, incluso aunque no sé exactamente cuáles son. Janey es de la misma manera, ¿sabes?. Creo que ustedes dos realmente pueden llevarse bien una vez que se hagan amigos. —¿Qué te hace pensar que quiera ser mi amiga?
Ella me ha dejado muy claro que no me quiere alrededor. —Ella va a estar alrededor. —Dejé las bolsas en la habitación y me senté en la cama —. Somos los
mejores amigos, ella te dará una oportunidad, por mí. —Eso espero. No quiero interponerme entre
ustedes.
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Se sentó a mi lado, lo suficientemente cerca, para que pudiera sentir su calor. Nos miramos a los ojos y mi cabeza comenzó a girar. Estaba tan cerca, que la urgencia de jalarlo hacia mí y besarlo era casi abrumadora. La expresión en sus ojos me decía que quizás él también lo quería. Pero no podía estar seguro, y no quería asustarlo. Así que luché contra el creciente deseo con toda la fuerza que logré y me puse de pie.
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—Yo, uh, tengo que prepararme para ir a
trabajar. Um, ¿quieres venir conmigo?. Puedes hacerlo si quieres. —No, está bien. Solo me quedaré aquí a ver la
televisión. —Bien, eso está bien. Traeré algo de pizza a casa
para cenar. ¿Qué te parece? El restaurante donde trabajo hace la mejor pizza de la ciudad. —¡Oh, hombre!, ¡eso es perfecto!. Odio pedirlo,
pero ¿puede ser vegetariana? —Claro,
siempre
las
traigo.
También
soy
vegetariano. Se rió. —Seguro, que es un golpe de suerte, ¿no es así? Compartir el cuarto con un carnívoro nunca funciona. —Chico, llegaste a la ciudad correcta. Apuesto
que aquí hay más gays vegetarianos que en cualquier otro lugar en el suroeste. —Cool. —Él me miró con una sonrisa —. Creo que
me gustará estar aquí. —Lo será, —agregué—. —Voy a darme un rápido
baño, entonces me iré. ¿Seguro que estarás bien aquí solo? Giró los ojos. —Si, Mam, Estaré bien. Ve. —Bien, bien. —movió la mano impaciente hacia
mí y le sonreí. 46
El pensar en que él estaba en la cama en la habitación de al lado mientras me duchaba, me encendió. Mi imaginación conjuró imágenes de él en la ducha conmigo, presionando su desnudo cuerpo contra
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el mío, besándome, tocándome... Podía suponer lo que me causaba. No me tomó mucho tiempo correrme con esas imágenes en la cabeza. Eric estaba acostado sobre su abdomen viendo la televisión cuando salí. Olvidé sacar la ropa antes de entrar a la ducha así que no usaba nada, solo la toalla. Me vio y me dirigió una traviesa sonrisa. —¿Usas eso en el trabajo? —bromeó—. ¿Qué tipo
de restaurante es ese? —Ja, ja. Deberías ser comediante. Normalmente
llevo la ropa al baño conmigo. Solo lo olvidé. Eso es todo. Él estudiaba la pantalla de la televisión con intensa concentración mientras me ponía la ropa interior y descartaba la toalla. Una vez que lo hice, él dejó de pretender ver la televisión y se rodó de lado para verme vestir. Yo tenía imágenes mentales de abuelas desnudas para mantener la erección en la bahía. —¿Qué
es
tan
fascinante?
—finalmente
le
pregunté. Sonrió. —Solo tomaba algunos tips de moda. —Engreído. —Tomé mis zapatos y mi cartera —.
Bien, terminé. Hoy no tengo que cerrar, pero aún así llegaré tarde, alrededor de las nueve y media, espero que no te moleste esperar tanto para cenar. —No hay problema. —Se estiró como un gato y
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dejó la cabeza colgando sobre el borde de la cama. Me sonrió y mi corazón se detuvo un segundo, me preguntaba si sabría lo sexy que era. —Nos veremos después.
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—Sí, nos veremos. Ven y cierra la puerta detrás
de mí, no tengo llaves. Me fui y esperé a oír el ‘clic’ de la llave antes de tocar a la puerta de Janey. Ella tenía el ceño fruncido que parecía que se había quedado pegado a su cara permanentemente. Ella ni siquiera me miró. Mike me dio una cuestionadora mirada, mientras seguía la rígida espalda de Janey al coche. —¿Qué sucede? —murmuró. —¿Ella no dijo nada? —No.
Suspiré. Si ella no le habló a Mike de la pelea, eso significaba que era peor de lo que pensé. — Nosotros tuvimos una discusión. —¿Sobre Eric, verdad? —Sí. Ella realmente lo odia, compañero. —Hey, ya sabes cómo es ella, Ben. Dale un
tiempo. Él no me parece malo. —No lo es. De hecho, es muy parecido a ella. Y
sus razones son tan buenas como las de ella. Mike me veía pensativo. —Sabes que ella se preocupa por ti. Tú te entregas fácilmente y ella no tanto. Teme perderte como perdió a su hermano. —Lo sé. Pero yo no soy Alan. Él tenía problemas
incluso antes de que saliera con esa mujer. —Sí, pero sabes tan bien como yo que la lógica 48
no tiene nada que ver en esto. El suicidio de Alan le afectó más de lo que ella deja ver. —No sabía eso.
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Alan tenía veinticinco años y Janey diecisiete cuando él se enamoró de Rhonda, una mujer que conoció en la iglesia. Ellos tuvieron un rápido romance y se casaron un mes después de conocerse. Janey pensaba que Rhonda era la luna y las estrellas y que iban a seguir juntos durante mucho tiempo. Janey se abrió a ella como nunca lo había hecho antes con nadie aparte de mí. Menos de una semana después de la luna de miel, Rhonda limpió las cuentas bancarias de Alan y desapareció sin dejar rastro. Alan se dio un tiro en la cabeza pocas semanas después. Janey nunca lo superó, y ella no deja que nadie se le acerque, excepto Mike. Es una feroz protectora de Mike y de mí como una mamá osa con sus cachorros. Entiendo eso, pero es demasiado frustrante en ocasiones. —Dios, ¿podrían apurarse chicos? —Mike y yo nos
miramos y nos apuramos al coche, donde Janey estaba de pie echando humo de la impaciencia. Recorrimos el camino a Marco’s en silencio. Mike nos dejó a Janey y a mí y siguió de frente a donde él trabajaba como gerente del Alley Kat . Si el camino fue tenso, nuestro turno en el restaurante fue incluso peor. Todo el mundo ahí podía sentir la ira de Janey y se mantenían un infierno fuera de su camino, yo incluido.
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Estaba preocupado de que estuviera tan enojada conmigo por Eric. Quiero decir, no es que fuera la primera vez que ayudaba a alguien que necesitaba un lugar donde quedarse. Ni siquiera era la primera vez que tengo una relación con alguien al que ayudé. Un par de ellos aún siguen siendo amigos míos y ella incluso es amiga de una chica que ella odiaba cuando la vio por primera vez. Pero nunca se había enojado tanto por tan poca razón. Eso me distraía como el infierno, y
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seguía confundiendo órdenes porque preocupado y no podía concentrarme.
estaba
Para las nueve de la noche ya estaba terminando mi turno. Me sentía estresado e irritable. Pedí la pizza vegetariana extra grande para llevar, y me senté en el salón de descanso a esperar. Janey llegó unos minutos después y la ignoré —¿Hey, Ben? —¿Qué? —Crucé los brazos y la miré fijamente.
Ella suspiró. —Mira, no te culpo por estar enojado, pero desearía que trataras de ver mi punto de vista sobre esto. —Bien, ¿por qué no me dices cuál es tu punto de
vista, Janey? Porque sería un maldito si sé por qué estás tan enojada conmigo. Ella se mordió el labio y vi brillo de lágrimas en sus ojos. Me estremecí y la abracé. —Janey, ven. ¿Qué está mal? —Acaricié su
cabello y ella se relajó un poco. —Lo siento, Ben. —Ella sollozaba en mi pecho —.
Es solo que sé que Eric es un tipo problemático. Sé eso, puedo sentirlo. Y te estás enamorando de él y me asusta que te lastime.
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Me reí. —¿De qué estás hablando? No estoy enamorado de él. Quiero decir, me gusta, y definitivamente es un bebé, pero solo somos amigos. — Deseaba que fuera más, pero hasta ahora no estaba seguro de lo que era o lo que pudiera ser. Y estaba seguro de que no estaba enamorado de él. Lujuria y amor no son la misma cosa —. Te preocupas por nada, Janey.
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Ella sacudió la cabeza. —No, no es así. No estás listo para admitirlo, pero sé lo que vi. Estás enamorado de él, completamente. Te amo y no quiero que salgas herido. Temo por ti. Levanté su mentón para poder mirarla a los ojos. —Soy un chico grande. Puedo cuidar de mí mismo. No importa lo que suceda con Eric, estaré bien. No vas a perderme como perdiste a Alan. Nosotros siempre seremos los mejores amigos, sin importar qué. Ella
sonrió.
—Sé eso. Y sé que soy sobreprotectora. Y que tú no vas a… bueno… que no
eres como Alan. Sé eso. Es solo que es difícil recordarlo en ocasiones cuando te veo hacer algo tan estúpido. Me reí —Estamos de acuerdo y en desacuerdo en la parte ‘estúpida’. Pero quiero darle a Eric una
oportunidad, ¿bien? Sabes, no es muy diferente a ti. Creo que te gustaría si lo conocieras. Ella permaneció en silencio un momento. —Está bien, le daré el beneficio de la duda. Por ti. Pero si él siquiera te lastima, ¡el estará quemado! —Me aseguraré de decirle eso. —Le sonreí, ella
me sonrió y las cosas regresaron a la normalidad de nuevo.
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Capítulo 5
ike se sintió aliviado cuando oyó que Janey y yo lo habíamos solucionado. — ¡Bueno! No tienes idea de cuán miserable es la vida con esa mujer cuando ustedes pelean, hombre. Ella le dio una diabólica mirada y yo me reí. El ride a casa fue definitivamente más relajado que cuando fuimos al trabajo, y mi irritable humor se había ido para el momento en que le quité la llave a la puerta y entré en mi apartamento. Estaba a punto de gritar que estaba en casa, cuando oí algo que detuvo las palabras en mi garganta. Eric había encontrado mi guitarra acústica y estaba tocando una canción que no conocía. Era tan hermoso que temía incluso respirar porque no quería romper el hechizo. Entonces empezó a cantar y dejé la pizza antes de que se me cayera, su voz era hermosa, grave, poderosa y sexy como el infierno
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Pateé los tenis y me acerqué a la puerta de la habitación. Eric estaba sentado con las piernas cruzadas en la cama, con sus ojos cerrados y mi guitarra en su regazo. No parecía saber que estaba aquí. La emoción de la canción fluía a través de su expresión mientras cantaba, y eso era cautivante. Yo creo que ni parpadeé hasta que sus dedos tocaron la nota final y el sonido se alejó.
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Por un minuto no pude moverme ni hablar. Entonces dejó la guitarra con un profundo suspiro y yo pude hablar de nuevo. —Eso es hermoso.
Él se puso de pie y se agazapó en posición de lucha, antes de que pudiera saber qué estaba sucediendo. Cuando vio que era solo yo, soltó el aliento y se sentó de nuevo. —Joder, me asustaste. No te oí llegar. ll egar. —Lo imaginé. Lo siento, no quería asustarte de
esa forma. Sonrió. —Está bien. Después de todo estoy en tu apartamento. Debes de ser capaz de llegar cuando quieras sin tener que anunciarte. —Qué es...
No pude decir nada más que eso. —Hey, ¿dónde está la pizza? ¡Estoy hambriento! —Se puso de pie sin esperar a que terminara la oración
y prácticamente corrió a la cocina. Lo seguí, intrigado. ¿Por qué infiernos no quería decirme qué canción estaba interpretando? Tenía que saber que eso era lo que le iba a preguntar. Me encogí de hombros y decidí intentarlo de nuevo más tarde. —Oh, hombre, ¡eso se ve genial! —Me sonrió
cuando entré a la cocina. Ya había abierto la caja y estaba sirviendo pizza en dos platos, tomé dos cervezas del refrigerador y le di una, entonces tomó el plato lleno que sostenía y me lo dio. 53
Terminamos extendidos en el suelo de la habitación, escuchando CDs y hablando mientras
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comíamos. No nos llevó mucho tiempo darnos cuenta de que teníamos gustos similares en muchas cosas: películas, libros, música. Ambos vimos Star Wars más de cincuenta veces, y los dos teníamos todo lo que había escrito Clive Barrer (7). Y aunque resulte trillado, descubrí que era un gran fan de Beck como yo. —El hombre es un jodido genio, —declaró con la
boca llena de pizza. —Infiernos sí. Y también con un caliente culito. —Compañero, él es hetero. —Hey, Nunca he convertido a un hetero antes,
quizás pueda ser el primero. Seguro como el infierno que lo intentaría. i ntentaría. Eric se carcajeó. —¡Groupie(8)! —No me digas que tú no lo harías.
Se encogió de hombros y sonrió. —Quizás. —Quizás, mi culo.
7
( ) Clive Barker nació en Liverpool, Inglaterra el 5 de octubre de 1952, es uno de
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los más aclamados autores de horror y fantasía, los escritos de horror al principio de su carrera, agrupados en la serie —Libros de Sangre — (Books of Blood ), ), y la novela faustiana, libro de las maldiciones — (The damnation game ). Posteriormente se trasladó hacia el género de la fantasía moderna con toques de horror. El estilo más característico de Barker es la idea de que existe un mundo subyacente y oculto que convive con el nuestro (una idea que comparte con Neil Gaiman el rol de la sexualidad en lo sobrenatural y la construcción de mitologías coherentes, complejas y detalladas 8 ( ) Groupie es el término para referirse a la conducta de aquellas personas que persiguen a sus ídolos musicales, haciendo de ello una forma de vida, con el objetivo de entrar a formar parte de su círculo de amistades y relaciones. Con frecuencia tiene un contenido sexual. En este sentido, el término groupie también se relaciona con el mucho más peyorativo de starfucker , literalmente jodedora de estrellas, que son las chicas que se acuestan con ídolos musicales y luego se jactan de ello
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Me miró de arriba hacia abajo. —Pensando en eso… —Movió sus cejas hacia mí y me ruboricé cuando me di cuenta lo que quiso decir. —Eres demasiado jodidamente lindo cuando te ruborizas de esa manera. —Él se rió. —Oh, así que estás haciendo una propuesta ¿La haces? —Tomé la cuarta cerveza de la caja, finalmente la habíamos llevado a la habitación con nosotros —.
Mira, no deberías decirme eso, porque ahora no va a funcionar más. Tus diabólicos planes fallaron, hermano. —¿Así que no te ruborizarías si te digo que te
pareces mucho a Beck, y que si solo tuvieras los ojos azules, saltaría a tus huesos ahora mismo? —No. Porque es una sucia mentira lo que estás diciendo. —Sacudí la cabeza y me di una palmadita en
la espalda por evitar pasar por doce tonos de rojo. —Bien, no me creas. —Tomó otra cerveza y la abrió—. Pero es cierto.
Sus ojos permanecieron fijos en los míos y repentinamente el aire crepitó. Podía sentir la atracción entre nosotros como una línea de fuego, él me quería tanto como yo lo quería a él. El deseo era claro en su expresión. El reconocimiento causó un estremecimiento que recorrió mis huesos. Dejé el plato y me acerqué. Miedo y deseo se mezclaron en sus ojos mientras tocaba mi mejilla. Mi respiración se quedó atrapada en mi pecho. —Eric... —No, —murmuró. Cerró los ojos y se alejó —. Yo, 55
yo lo siento, no puedo. Solo no puedo.
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Tragué mi aliento. —Hey, está bien. Esto es... esto es la cerveza. No sé a ti pero el alcohol me hace más amistoso, ¿lo sabes? Abrió los ojos y me taladró con su fija mirada. — Esto no es por la cerveza, lo sabes malditamente bien. Tomé una profunda respiración. —Sí, tienes razón, no lo es. Mira, me siento atraído por ti, ¿bien? Sé que no es fácil para ti estar cerca de la gente, y no he querido decir nada, porque no quiero hacer que te sientas incómodo. Pero ahora, creo que eso, eso… infiernos, eso está bien, no te sientes de la misma manera por mí, lo sé. Ambos somos adultos, puedo manejarlo. No cambia nada. Aún quiero que seamos amigos y puedes quedarte aquí, y... —Ben, —interrumpió—. No imagines eso. Quería
besarte, y tampoco es la primera vez que quiero hacerlo. Realmente no tienes una idea de lo hermoso que eres. —Sonrió amargamente—. El infierno de esto es que si no me gustaras malditamente tanto, creo que podría hacerlo. Mi cabeza giraba y me estabilicé colocando una mano en el suelo. —¿Qu-qué …? quiero decir, ¿por qué...? Se rió, el sonido era tan agudo y afilado como vidrio quebrado. —No tienes una idea de lo jodido que realmente estoy. Algunas veces creo que estoy en un hoyo tan jodidamente profundo que nunca seré capaz de subir de nuevo. No importa lo duro que lo intente, o cuánto infierno atraviese tratando de enderezarme. Tú no necesitas tratar con esto. 56
Lo miraba fijamente. Estaba perfectamente claro que estaba yendo demasiado lejos y que planeaba irse.
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—No te vayas, Eric. —Palideció pero se mantuvo en silencio—. Sé que no necesito tratar con esto. Pero
lo quiero. Quiero ayudar. Me gustas. Sí, me siento atraído por ti, pero más que eso quiero ser tu amigo. No sé qué sucede contigo, pero lo que sea que esté quebrado aquí... —coloque una mano suavemente sobre su corazón—, quiero ayudar a arreglarlo. Me miró con enormes ojos, y pude ver la lucha en su interior. —Nosotros apenas nos conocemos. Me asusta lo confortable que me siento contigo. Es tan fácil hablar contigo, me siento tan bien cuando estás alrededor y eso… me asusta. —¿Por qué, Eric? Dime.
Se quedó en silencio tanto tiempo que pensé que no me iba a contestar. Entonces tomó mi mano y me miró con determinación en su mirada. —¿Sabes qué canción estaba tocando antes?
El aparente cambio me sorprendió, pero me mantuve en silencio. Lo que sea que iba a decir, necesitaba decirlo a su propia manera, en su propio tiempo. —Eso
era
hermoso,
—dije,
suficientemente
sincero. —La escribí para alguien. —Dijo en apenas un murmullo—. Alguien que amé. Tocar me ayuda cuando
los recuerdos son demasiado intensos. Apreté su mano. —Háblame de él. 57
Cerró los ojos y sonrió. —Lo conocí en Mobile, en el museo, cuando estaba trabajando. Era guía turístico durante el día, y tocaba en un club que estaba a algunas calles de distancia por la noche. Jason era
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nuevo en la ciudad y estaba viendo todos los espectáculos. —se rió—. Hizo como un millón de preguntas durante el tour, entonces me preguntó si me molestaría mostrarle la ciudad. Claro que dije que sí, Dios, tenía una hermosa sonrisa. Estaba enamorado antes de que terminara el día. Abrió los ojos de nuevo, pero no parecía ver nada, excepto las imágenes de su pasado en su mente. Sostuve su mano y seguí en silencio. Después de un minuto empezó a hablar de nuevo. —Se mudó conmigo menos de una semana
después. Nosotros lo hacíamos todo juntos. Él tocaba el piano, y empezamos a tocar juntos en el club donde yo trabajaba. Era como una parte de mí que no sabía que había perdido. Nunca me había sentido de esa manera con nadie anteriormente. Y nadie había estado tan cerca de mí antes. Eso sucedió tan rápido. Era como una conexión instantánea. Lo amaba más de lo que había amado a nadie, y él se sentía de la misma manera acerca de mí. Su mirada estaba enfocada en mí. —Es por eso que me asusta cuán fácil estoy contigo, Ben. Porque así fue con Jason. Nosotros no estamos enamorados, pero creo que al menos somos amigos, y es raro, cuando hablo contigo siento que hablo con él. No creo que pueda resistir si algo te sucede. —¿Cómo qué? ¿Qué le sucedió a Jason?
Tomó una profunda y temblorosa respiración. — Él, uh... murió. Estaba en un… un accidente de coche, y murió 58
—Jesús, Eric. Lo siento.
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Me dio una débil sonrisa. —Estoy siendo estúpido, ¿huh? —No, no lo eres, —Le aseguré—. La cosa más
difícil en el mundo es perder a alguien que amas, y es aún peor cuando es repentino y tan violento. —Una agonizante mirada pasó por su cara y se fue antes de que pudiera decidir lo que significaba —. No puedes evitar si tu mente hace ese tipo de conexiones entre el pasado y el presente. Pero Eric, ese es el riesgo que tomas cuando haces amigos o cuando te enamoras. Siempre hay oportunidad de que algo suceda. Y pueda lastimarte. Claro que eso asusta. Pero, ¿vale la pena? ¿Podrías cambiar tu tiempo con Jason por algo más, incluso por la garantía de que nunca saldrías herido? Sacudió la cabeza. —No. Duele recordarlo, pero yo no podría renunciar a eso. Jason es lo mejor que me ha sucedido. Tomé sus manos entre las mías. —Eric, sé que es difícil para ti dejar que alguien te conozca realmente. Quiero ser tu amigo. Quizás más que eso, si quieres. Puedes tomarte tu tiempo, no te voy a presionar. Podemos ir tan lento como quieras. Pero creo que un real buen amigo vale el riesgo, ¿tú no? Se rió. —Sí, sí, lo creo. Maldición. ¿Cómo diablos haces esto? Fruncí el ceño, intrigado. —¿Hago qué? —Haces que quiera hablar contigo. Que me sienta… seguro. Sí. Me siento seguro contigo. —Me miró solemnemente —. No me había sentido seguro con
nadie en mucho tiempo. 59
Le sonreí. —Entonces me alegra que lo sientas conmigo.
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Nos mirábamos fijamente, yo quería más que nada jalarlo a mis brazos y besarlo hasta que olvidara el miedo, la ira, o la tristeza. Tomé todo lo que tenía para no hacerlo. No podía defraudarlo, cediendo a mis deseos. Repentinamente un pensamiento me llegó, y sabía cómo podía ayudarlo. —Tengo una idea. Dices que tocabas en un club
en Mobile, ¿cierto? —Sí. —Bueno, Janey y yo estamos en una banda juntos, y tocamos los viernes en la noche en El Alley Kat . Mike es el gerente ahí, y él y la propietaria están
buscando a alguien que toque y cante cada noche antes de la actuación principal. Creo que tú serías perfecto. Se quedó con la boca abierta. —Whoa, ¿en serio? —Infiernos, sí. Si lo que oí antes es alguna
indicación, a ellos les va a encantar y te contratarán. Se quedó en silencio mirándome por un largo momento. —Wow, —finalmente dijo—. No sé qué decir. —Di que irás. Puedes venir mañana con nosotros
y tocar para Mike y Tamara. Ella es la propietaria. Puedes tocar antes de que abran. Hablaré con Mike por la mañana y le avisaré. Así que, ¿qué dices? ¿Puedes hacerlo? —Yo, yo... joder, sí, ¡lo haré!
Él sonrió como un niño pequeño y yo me reí. — ¡Genial! Hombre, no puedo esperar a ver sus caras cuando te oigan cantar. 60
Soltó una carcajada y se dejó caer en la alfombra. —Mierda esto es ¡jodidamente-increíble!
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Quiero decir, quería tratar de encontrar trabajo aquí como cantante, pero nunca pensé que tendría una entrevista tan pronto, ¿sabes? —Se apoyó en un codo y me dio una sonrisa que derritió mi interior —. Gracias, Ben. Sonreí estúpidamente, feliz por él. —Hey, lo que pueda hacer. Se puso de pie, se estiró y bostezó. —Estoy cansado. Levantemos todo esto así lograremos dormir algo, ¿huh? —Suena a un buen plan. Estoy agotado.
Me ofreció una mano y la tomé para levantarme. Por un segundo nos quedamos mirándonos. Se inclinó hacia delante ligeramente y dejé de respirar. Si él se movía solo unos centímetros y me besaba, caería muerto de un paro cardiaco. No estoy seguro de si estaba decepcionado o aliviado, cuando parpadeó, sacudió la cabeza y se alejó de mí. Recogimos los platos, las latas de cerveza y las sobras de pizza, después nos turnamos para ir al baño a atender nuestros asuntos, yo llevé la almohada extra y el cobertor al suelo y él me detuvo poniendo una mano en mi brazo. —No vas a dormir en el suelo de nuevo. Hoy es
mi turno. Sacudí la cabeza. —Realmente no me molesta. Me gusta el suelo.
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Sonrió. —Eres el peor mentiroso del mundo. Vamos, me siento mal por quitarte tu propia cama. He dormido en peores lugares que tu suelo, créeme.
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Estaba listo para discutir cuando tuve una idea. El podía no aceptarla, pero tenía que intentarlo. —Hey, sabes que podemos compartir la cama, es
suficientemente amplia. Sus cejas se elevaron. —¿No te molesta? —No si a ti no lo hace. Estoy bien si no quieres, lo
sabes, pero desearía que pudieras. Porque no te dejaría dormir en el suelo. Él sonrió. —Bien entonces. Compartamos. —Bueno. Y no te preocupes, mantendré mis
manos en mí mismo. Se rió, pero cuando subimos a la cama y apagamos la luz, podría jurar que parecía decepcionado.
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Capítulo 6
uando desperté la mañana siguiente eran casi las diez y Eric estaba ya despierto. Estaba en la cocina, tratando de hacer café sin hacer ruido para no despertarme. Eso me hizo sonreír. Pateé los cobertores, me puse de pie y me estiré, después me puse unos shorts y entré a la cocina. —Hey, —dije.
Eric se giró y me sonrió. —Hey. ¿Te desperté? —No. Normalmente me despierto a esta hora. —¿Tienes qué ir a trabajar hoy? —No. Es viernes, no trabajo en Marco’s los viernes, ya que toco en El Alley Kat los viernes por la
noche. —Oh, sí. Olvidaba que hoy es viernes. —Se
mordió un labio y estudió el linóleo bajo sus pies desnudos. —¿Nervioso?
Se rió. —Sí. Ya hace tiempo que toqué para una audiencia. 63
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Me apoyé en el mostrador al lado de él, hombro con hombro. Levantó la cabeza y pude ver todo lo que le sucedía en su mirada. —Hey, todo el mundo puede estar nervioso, pero
estarás genial. Ya lo verás. Solo relájate y deja que todo regrese a ti. Él sonrió. —Lo intentaré. —Bueno. Entonces, ¿qué haremos hoy? Tenemos
la mayor parte del día libre. —Oh, um... no sé. ¿Por qué solo no nos
quedamos a ver la televisión o algo así? ¿O quizás veamos una película? Busquemos un cine con funciones temprano, eso es. —Vamos al Second Sight , ¡es perfecto! —¿Second Sight ? —Sí, es un cine a dos calles de aquí. Tienen
matiné a un dólar todos los días. ¿Qué te parece?, ¿quieres ir? Sonrió. —Claro, se oye genial. ¿Qué exhiben? —No sé, vamos a ver. —Corrí al estante situado al lado de la cama y tomé el periódico Mountain Xpress, entonces busqué la sección de películas —. Oh, hombre, ellos pasan ‘El Return of the Living Dead ’ (9) esta
semana. Cool. —Oh, me encanta esa película. Hombre. —A mí también, —agregué—. Bien, ¡hagámoslo! 64 9
( ) The Return of the Living Dead película de zombis de 1985 escrita por Dan
o´Bannon.
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Se rió, después se puso serio tan repentinamente que me dejó tambaleándome. —¿Qué sucede?
Él se veía acongojado. —No tengo dinero, Ben. Maldición, ni siquiera había pensado en eso. —Mierda, Eric, ese no es un gran problema.
Tengo suficiente. —Pero... —Pero nada, —le interrumpí —. Mira, puedes pagarme cuando tengas trabajo en El Alley Kat . Pero yo
quiero ir a ver la jodida película así que maldición, iremos. Él me miró con la boca abierta durante un momento, entonces soltó una carcajada. —Está bien, jefe, tú ganas. Maldición, tienes una manera de hablar... Crucé los brazos y le di mi mejor presumida mirada. —Lo sé. Para mediodía habíamos terminado el café y tomado turnos para bañarnos, y estábamos listos para ir al cine. Crucé el pasillo antes de irnos para hablar con Mike. Él me escuchó en silencio hablar sobre el talento de Eric. —Wow, —dijo Mike cuando finalmente dejé de hablar—. Estoy ansioso por oírlo. Si es tan bueno como
dices es perfecto para este trabajo. —Lo es. Espera a oírlo Mike, es asombroso. 65
—¿Quién?
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Me giré para ver a Janey llegar detrás de mí con una toalla en la cabeza y usando la bata de Mike. —Eric. Descubrí que solía cantar y tocar la
guitarra en un club en Mobile. Lo escuché anoche, y es increíble. Va a intentar trabajar en El Alley Kat . Janey levantó las cejas. —¿Oh? Bueno, bien entonces. Bueno. Espero que lo consiga. Le sonreí. —Gracias, Janey. Ella se encogió de hombros. —Prometí darle una oportunidad. Así que lo haré. —Ella se giró y regresó al cuarto de baño, cerrando la puerta de golpe detrás de ella. Mike y yo nos miramos y sonreímos. Janey era una fuerza de la naturaleza; o tratabas con ella en sus términos o te alejabas un infierno de su camino. Ambos lo entendíamos. —Nos vamos a las cuatro, —dijo Mike—. Llamaré
a Tamara antes de irme para decirle que tenemos un candidato para el puesto. —Gracias, Mike. Hasta luego.
Lo jalé a un abrazo, entonces crucé el pasillo hacia mi propio apartamento, donde Eric esperaba.
Tres horas después, la película había terminado y Eric y yo discutíamos sobre nuestra parte favorita mientras caminábamos a casa. 66
—El final, —dijo él—. Quiero decir, cuando se
activa la bomba sobre los zombis, entonces el humo produce nubes de lluvia con esos químicos que los hace
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zombis, y la lluvia cae sobre todo el cementerio. Eso fue jodidamente brillante. —Quizás, pero eso es deprimente como el infierno.
Yo voto por la parte en donde los zombis se comen a los policías y entonces llaman por radio por más.
Se rió. —¡Envíen más policías! Sí, eso fue genial. Pero aún voto por el final. Eso es lo que pudo suceder realmente, lo sabes. —Bien, que sea a tu manera, ¿alguien te ha dicho
que piensas demasiado? Me dirigió una ladina sonrisa. —Todo el tiempo. Sonreímos y sentí un calor brillar dentro de él. Siempre me llevaba bien con la gente y hacía amigos fácilmente, pero con Eric se sentía tan natural que todas mis relaciones previas parecían un arduo trabajo. Tampoco podía imaginar por qué. Eric era cínico, suspicaz, temperamental y extremadamente susceptible, y tenía un camión de bagaje emocional. Pero todas las cosas entre nosotros hacían clic perfectamente. Eso era extraño, emocionante y un poco inquietante. Regresamos a casa con el tiempo justo para cambiarnos y comernos las sobras de la pizza antes de que Mike llamara a la puerta del departamento. Grité que pasara y saludó al entrar a la cocina unos segundos después. —¿Chicos, están listos? —preguntó. —Sí, todo listo, —dije—. ¿Eric? 67
Él asintió. —Listos cuando tú lo estés. Hey, Mike, aprecio que me des una audición, hombre, gracias.
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—No hay problema, —dijo Mike—. La estoy
esperando con ansia. Deberías de haber oído cómo habló Ben de ti. Cree que eres la reencarnación de Elvis y John Lennon juntos. Eric me dio una divertida mirada. El juguetón brillo en la mirada de Mike me decía que lo dijo a propósito solo para avergonzarme. Podría divertidamente matarlo. —Puedes ser un sabelotodo, Mike, pero no estás
muy lejos. Solo espera, y lo verás. —Oh, genial, —Eric gruñó—. Qué manera de
mantener la presión baja, Ben. Mike se rió. —No te preocupes, no va a haber público. Bueno, supongo que sólo Tamara y yo, pero ella es tan agradable que ni la notarás, estarás bien. Relájate, hermano, estarás bien. —Eso es lo que sigo diciéndole, —dije—. Bien,
déjame tomar mi guitarra y podemos irnos. Quince minutos después, Mike nos dejaba a Janey, Eric, y a mí frente al bar y fue a dejar el coche en un estacionamiento privado. Eric estudió el letrero fuera de la puerta con interés. Se quedó con la boca abierta viendo el anuncio de la noche del viernes. Soltó una carcajada. Esperé pacientemente a que se calmara y me preguntara sobre eso. Janey con su violín bajo el brazo, levantó una ceja hacia mí y entró sin decir palabra.
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—Oh, mierda, —Eric jadeó cuando finalmente pudo controlar la risa—. ¿Desnudo Violonchelo? El nombre de tu banda es ‘Desnudo Violonchelo’ ? —Sí. Te preguntarás cómo se nos ocurrió la idea.
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—Bien, un poco. ¿Cómo jodidos se les ocurrió ese
nombre? —Oh, eso es una larga historia, que no quieres
oír. Me dio una oscura mirada y abrió la labrada puerta de madera y entramos. —Inténtalo. —Uh-huh. —Realmente tengo curiosidad, lo sabes. —Lo sé. —Eres malvado. —Sé eso también.
Gruñó con frustración. —Me rindo. No me lo vas a decir, ¿no es así? Me reí. —Realmente es una larga historia. Eso involucra a los miembros de nuestra banda, demasiado tequila, el viejo violonchelo de Janey, y mucho pintar con los dedos. A decir verdad el resto está un poco confuso. Me dio una divertida sonrisa. —Ni siquiera te voy a decir las imágenes mentales que me causaste ahora. —Oh, puedo imaginarlas. Y estarás más o menos
en lo cierto.
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Ambos nos reímos y sentimos la electricidad entre nosotros cuando nuestras miradas se conectaron. Su mirada me recorría y sabía que él lo sentía también. Aunque ninguno de nosotros parecía saber qué hacer con ello. Él no estaba listo para actuar nuestra mutua atracción, y yo no quería presionarlo. Así que seguíamos quietos. Nos quedamos ahí, viendo al otro,
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sin decir nada de lo que creíamos que queríamos decir. Mike salvó el momento que comenzaba a ser incómodo llegando con Tamara detrás de él. —Eric, —le dije—, Ella es Tamara Binns; Es
propietaria de este lugar. Tamara, este es Eric... lo siento, ¿cuál es tu apellido? —Green. Soy Eric Green, —contestó Eric —. Me di
cuenta impactado de que había olvidado completamente preguntarle su apellido. Loco. —Eric está aquí para hacer una audición para el puesto de abrir las actuaciones, —Mike continuó. —Encantada de conocerte, Eric. —Tamara sonrió estrechando la mano de Eric —. Mike dice que Ben está
muy impresionado contigo. Eric sonrió. —Eso es lo que él dice. Y espero poder estar a la altura de sus palabras. Tamara se rió. —Estoy segura que lo estarás. Ben no lo dice, pero es un músico talentoso y tiene un maravilloso oído. Nunca se equivoca acerca del talento. He aprendido a confiar en su opinión. Eric levantó una ceja hacia mí. —Haré mi mejor esfuerzo. Seguro que me encantará estar en el escenario de nuevo. —¿Cuánto tiempo ha pasado trabajaste? —Tamara preguntó.
desde
que
—Um, un mes más o menos desde la última vez
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que toqué. Antes de eso estuve fuera por algunos meses, solo tocaba una noche en varios sitios. Estuve seriamente lesionado hace nueve meses y pasé mucho tiempo en un hospital y en rehabilitación. Pero antes de las lesiones tocaba seis veces a la semana en un club
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nocturno en Mobile, Bienville Tavern. Toqué ahí por... oh, un par de años, creo. Tamara asintió pensativamente. —Bien. Bueno, Cuando estés listo el escenario está arriba, estamos preparados para escucharte. Ella le sonrió y él asintió. —Correcto, bueno, supongo que estoy listo ahora. Ben, ¿puedo usar tu guitarra? —Claro. —Se la di. Eric sonrió nervioso y coloqué
una mano en su brazo y me acerqué a murmurarle al oído—. Está bien, estarás genial. Solo canta para mí y no te preocupes por Mike y Tamara. Eso siempre me ayuda cuando estoy nervioso. Giró la cabeza mientras me alejaba y mis rodillas casi me hacen caer cuando su mejilla rozó la mía. — Gracias, Ben, —dijo suavemente. Tomó mi mano y la presionó por un segundo, entonces se dirigió al escenario, antes de que pudiera comportarme como un idiota saltando sobre él ahí mismo. Me dejé caer en la silla más cercana y traté de recuperar mi desparramado ingenio. —Hey, Ben.
La voz se oyó justo en mi oreja, y me sobresalté antes de darme cuenta de que era Malcolm. Él tomó una silla y se sentó a mi lado, sonriéndome. —Malcolm, imbécil, me asustaste. —Sí, lo esperaba, —dijo—. Entonces, es bueno,
¿huh? 71
Por un segundo lo que Malcolm dijo se mezcló con sucios pensamientos en mi cabeza y casi le digo
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que aún no lo sabía, pero lo pensé mejor. Entonces me golpeó a lo que se refería. —Sí. Solo escucha, lo verás.
Malcolm me dio una escéptica mirada, pero se acomodó en la silla y giró su atención al escenario mientras Eric se aproximaba al micrófono. Eric estaba de pie con la cabeza baja y los ojos cerrados, cuando empezó a tocar la guitarra y su voz llenó el cuarto. Me olvidé de todo y me entregué a la belleza de la música. Eso me inundaba como un soleado verano y agua fría, haciéndome sentir ligero y en paz. No quería que terminara nunca. Mantuve los ojos pegados a la cara de Eric hasta el final. Arriba en el escenario, tocando y cantando, estaba completamente en su elemento. La dura armadura que usaba desaparecía cuando cantaba, y su cara reflejaba todo el miedo, alegría, pena, y amor de la vida que él no quería mostrar en ningún momento. Eso era hermoso. Cada nota que interpretaba me llegaba profundamente, y para cuando la canción terminó y dio un paso atrás, eso era todo. Estaba enamorado. El cuarto se quedó en silencio durante un segundo, entonces se quebró en un espontáneo aplauso. Eric sonreía mientras bajaba del escenario. Su mirada captó la mía y mi corazón se detuvo. Sus ojos brillaban, sus mejillas estaban ruborizadas, y no podía dejar de sonreír. Esa era la primera vez que se veía tan feliz. Me puse de pie y me acerqué a él, y me dio una extraña y tímida sonrisa antes de girarse hacia Tamara. 72
—Entonces, —le dijo a ella —, ¿Qué piensas?
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Tamara sacudió la cabeza. —Eric, eso fue absolutamente hermoso. Nunca oí eso antes, ¿cómo se llama? —Realmente aún no tiene nombre, —contestó —.
La acabo de escribir esta mañana. Los ojos verdes de Tamara se abrieron más con la sorpresa. —Wow, eso es muy impresionante. Creo que tienes el trabajo. ¿Mike? —Oh, sí, —dijo Mike—. Sin duda.
Eric sonrió enormemente y estrechó la mano de Tamara y después la de Mike. —Gracias, muchas gracias, esto realmente significa mucho para mí. empezar cuando gustes, —Puedes Tamara—. ¿Mañana sería demasiado pronto?
—dijo
—No, para nada, aquí estaré. —Genial. Vamos a mi oficina hay algunos papeles
que tienes que llenar. —Bien, ahí estaré.
Tamara se dirigió a su oficina. Eric se puso a saltar, se veía de doce. —Dios, ¡esto es jodidamente genial! —dijo—. ¡No
puedo creerlo! —Te lo dije. Sabía que te contratarían.
Se acercó. —Esto no hubiera sucedido sin ti. Ni siquiera puedo decirte lo feliz que me hace. Gracias, Ben. 73
No sabía qué podía decir. Lo que fuera, desapareció igual que mis divagaciones cuando Eric lanzó sus brazos alrededor de mi cuello y me jaló a un
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feroz abrazo. Por una fracción de segundo estuve congelado. Entonces mis brazos rodearon su cintura por sí mismos, mi temperatura subió unos diez grados y pensé que podría morir de felicidad justo ahí. En lo que me pareció como la eternidad y sin tiempo antes de que se separara, me sonriera y siguiera a Tamara a su oficina. Estaba de pie sonriendo como un idiota hasta que Malcolm llegó conmigo. Sacudió la cabeza tristemente. —Ben, —dijo—, es muy bueno, hermano.
Yo solo me encogí de hombros y sonreí aún más, demasiado aturdido para contestar. Malcolm se rió. —¿Ya hablaste con Eric?
Eso me trajo al presente malditamente rápido. — No. —¿Por qué no? —No está listo para oír algo como eso. —¿Qué?, ¿está saliendo de una mala relación o
algo así? —No exactamente. Él... bueno... —No sabía cómo
explicarlo sin traicionar la confianza de Eric. Él probablemente no apreciaría que le dijera a un puñado de gente, que él no conocía, acerca de su ataque y de su amante muerto —. Está pasando por mucho. No puedo decirte realmente nada dado que no me corresponde contarte su historia. Pero confía en mí, no está listo para una relación ahora. —Bien. Pero Ben, no lo dejes para siempre. 74
Obviamente te agrada mucho; ambos merecéis una oportunidad para ver qué sucede.
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—Lo sé. Aunque lo tomaré lentamente.
Malcolm asintió. Cambió su peso de pierna e hizo un gesto de dolor cuando movió la rodilla que Eric había pateado la otra noche. —Hey Malcolm, ¿qué sucedió esa noche?. Con
Eric, quiero decir. Malcolm frunció el ceño pensando. —Él entró, se sentó frente a la barra y me pidió un vaso con agua, así que se lo di y me olvidé de él. La siguiente cosa que supe, es que la gente gritaba, y cuando miré hacia donde estaba sentado, Eric había golpeado al tipo grande en el abdomen. Le dije a Eric que tenía que irse y lo hizo. Eso es divertido, estaba furioso, pero se veía también realmente asustado. De cualquier manera, el otro tipo lo siguió fuera. Temí que alguien pudiera salir herido, así que salí tan pronto como logré que Tamara me cubriera en el bar. Sabes el resto. —Entonces, ¿el tipo hizo enojar a Eric?
Malcolm se encogió de hombros. —No vi eso. Pero algunas de las chicas que estaban en la barra dijeron que él trató de abordar a Eric. Dijeron que Eric le dijo al tipo que se largara, pero él solo se rió. Entonces empezó a tocarlo y perdió el control. —¡Malcolm! —Mike gritó desde detrás de la barra—. ¿Dónde está la caja extra de Baileys (10)?
Malcolm suspiró. —Espera, iré por ella —. Se fue y yo me quedé pensando. Ya sabía que a Eric no le gustaba que lo tocaran a menos que él lo iniciara. Y ahora sabía que, definitivamente, no le gustaba que 75
10
( ) Baileys licor a base de whiskey y crema hecho en Irlanda contiene 17% de
alcohol.
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nadie iniciara avances sexuales con él. Supongo que a la mayoría de la gente no le gusta, pero creo que su reacción fue un poco exagerada. Eso me hacía preguntarme si había más de lo que me había dicho. Estaba tan profundamente concentrado en mis pensamientos que ni siquiera noté que Eric había regresado de la oficina de Tamara. Estaba frente a mí sonriendo, y no sabía cuánto tiempo había pasado antes de que registrara su presencia. —Hey, —dijo—. ¿En qué planeta estás? —Lo siento. Estaba pensando. —¿Acerca de qué? —Nada importante —mentí —. Déjame comprarte
un trago para celebrar. Sonrió. —Bien. Me puse de pie y nos dirigimos a la barra, donde Malcolm estaba ocupado preparándose para esa noche. —¿Qué
quieres? —pregunté —. ¿Te gusta el
tequila? —Sí, suena genial. —Entonces Tequila, —comenté frente a la barra—. ¡Hey, Malcolm! —Estoy
76
sentándome
contigo en un segundo, —Malcolm contestó desde debajo de la barra. Él buscó alrededor un poco más, y entonces reapareció despeinado y sudoroso con la perdida caja de Bailey´s en sus manos—. Sabía que estaba aquí en algún lugar. Ahora, ¿qué quieres? —Tequila, —le dije—. Dos con limón.
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—Salen, —dijo Malcolm.
Eric lo miraba mientras abría una botella y la colocaba junto a dos vasos y un plato con rebanadas de limón frente a nosotros. —¿Malcolm? —dijo vacilante. —¿Sí? —Siento lo de la otra noche. Espero no haberte
lastimado en serio. Malcolm sonrió. —La rodilla aún sigue un poco lastimada, pero eso es todo. Eric mordió su labio. —Normalmente no hago este tipo de cosas. Ese tipo realmente me enojó, y cuando tomaste mi brazo, reaccioné instintivamente. Lo siento. —Olvídalo, —dijo Malcolm—. No fue un gran
daño. Aunque el golpe en tu cabeza se ve muy bien. Eric se rió. —Sí. Es bueno que el negro y el púrpura sean mis colores. —Cómo lo sabes, —intervine mientras servía el tequila—. Decir que desconoces la moda es la
subestimación del siglo. Me dio una diabólica mirada. —Tú debes decirlo. —tomó el tequila y mordió una rebanada de limón. Se estremeció —. Oh, hombre, eso es bueno. —Te mueves muy rápido en una pelea, —dijo Malcolm—. Me parece que has tenido entrenamiento en
artes marciales, ¿estoy en lo cierto? 77
Eric asintió. —Cinturón negro en tres disciplinas. Empecé cuando tenía cinco años y me gustó tanto que seguí haciéndolo hasta que dejé Mobile.
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—Wow, eso es muy impresionante, —dije.
Me sonrió. —Te enseñaré, sí quieres. —Eso podría ser de alguna manera muy cool. —También corro, —agregó—. Al menos ocho
kilómetros diarios. ¿Quieres venir conmigo? —No sé, hombre. —Aw, vamos. Es divertido, una vez que te
acostumbras. —Sí, quizás si eres masoquista. —Solo inténtalo una vez conmigo. Te juro que no
te lo haré tan duro. «Demasiado tarde», pensé. Pero tengo que admitir que estaba afectándome. —Okay, —dije—. Iré contigo en alguna ocasión. —Genial.
Serví más tequila. Chocamos los vasos y los bebimos. El bar abrió una hora después. Eric y yo, ya nos sentíamos bien para entonces. Mike y Janey se nos unieron después de un tiempo y estuvimos hablando, sobre el fuerte ruido de la concurrencia hasta las nueve. Janey miró el reloj, entonces se puso de pie y jaló mi manga. —Es hora de comenzar, Ben, —dijo—. Aún eres
capaz de tocar, ¿no es así? 78
—Oh, seguro, no hay problema. —Me puse de pie
y logré no bambolearme mucho. Eric ahogó una risa.
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—Bien entonces, —dijo Janey—. Vamos. —Ella se
inclinó y besó a Mike, después tomó mi brazo y me jaló con ella. Ocupamos nuestros lugares sobre el escenario con el resto de la banda y nos lanzamos a unas duras y sudorosas dos horas. Fue bueno que no tratáramos con ningún material nuevo, porque estaba bastante distraído. Eric y Mike estaban sentados ante una pequeña mesa frente al escenario, terminándose el tequila mientras nosotros tocábamos. Eric atrapó mi mirada y la sostuvo, y yo toqué todo el tiempo mirándolo a los ojos. Cuando terminamos, sentía que había despertado de un sueño. —Maldición, ¡eso fue jodidamente genial! —Eric
declaró cuando bajaba el escenario. Me dejé caer en una silla a su lado y me limpié el sudor de la cara con una servilleta. —Gracias. Hey, ¿puedes darme un poco de tu agua, Janey? —Tomé la botella de agua sin esperar la respuesta y me tomé la mitad de lo que quedaba. —Quédatela,
—dijo
ella cuando traté de devolvérsela. Ella se giró hacia Eric —. Olvidé decírtelo antes. Amé lo que cantaste. Era hermoso. —Su mirada resistiéndose pero con genuino respeto. Él le dio una sonrisa de borracho debido al tequila. —¡Gracias! Mike miró a Eric y después a mí, y sonrió. —Hey, Janey ¿puedes venir a ayudarme con algo?
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Ella iba a decir algo, entonces se le encendió una luz en su cabeza. Frunció el ceño, pero se puso de pie y fue con Mike.
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Yo limpié mi garganta. —Es realmente una hermosa canción. ¿Dijiste que la escribiste esta mañana? ¿En serio? Él asintió. —Sí. En mi cabeza. Yo difícilmente las escribo. —Asombroso. Yo no puedo escribir en mi cabeza. —La escribí para ti, Ben.
Me ahogué con la boca llena de agua. —¿Qué? ¿Tú hiciste qué? —dije una vez que dejé de toser. —La escribí para ti, —repitió—. No tenías por qué
ayudarme. Y estoy seguro que tenías muchas razones para no hacerlo. Pero de cualquier manera lo hiciste. Nadie había hecho nada así por mí antes. Así que escribí la canción para ti, porque era todo lo que podía darte. —Wow, —logré decir una vez que pude hablar de nuevo—. No sé qué decir. Wow.
Me dio una sonrisa que me calentó. —No digas nada—. Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Nos quedamos sentados hablando probablemente durante otra hora. No estaba seguro de qué estábamos hablando, porque el sentir su mano en la mía y la presión de su muslo contra el mío, parecía ser mucho más importante que cualquier cosa que pudiéramos decir.
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Para cuando salimos del bar y le dijimos buenas noches a Mike y Janey ante la puerta de mi apartamento, mi cuerpo se arqueaba con deseo y no sabía cómo iba a lograr estar en la cama con Eric y no
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molestarlo. La expresión en su mirada decía que él estaba preguntándose lo mismo. Nos quedamos en bóxers y camiseta y nos cepillamos los dientes sin decir palabra. Eric apagó la luz y nos acurrucamos bajo los cobertores. Podía sentir el calor de su cuerpo a solo centímetros del mío, e hice lo que pude para evitar jalarlo hacia mí. Parecía como si estuviera acostado con agonía mental para siempre. Entonces sentí que se movía y su cálida y callosa mano deslizarse por mi brazo. Tragué. —Eric... —Cállate.
Yo me callé. El colchón crujió ligeramente cuando se acercó y se apoyó en su codo inclinándose sobre mí. Su cabello brillaba con la tenue luz que entraba por las cortinas, pero no podía ver su cara. Aunque sabía lo que estaba haciendo. La parte racional de mi cabeza gritaba que dijera algo, cualquier cosa, para detenerlo, porque sabía que era demasiado pronto. Pero el resto de mí estaba ardiendo con fuego, así que no dije una palabra cuando se inclinó y me besó. Acuné su cara entre mis manos cuando se apartó. Su mirada se sentía pesada, incluso en la oscuridad. Llevó su mano a mi mejilla y prácticamente ronroneé. —Buenas noches, Ben, —murmuró. —Buenas noches.
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Se alejó y se acomodó en su almohada. Me quedé acostado despierto durante mucho tiempo.
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Debí de haberme quedado dormido en algún momento porque desperté varias horas después. Al principio no estaba seguro de qué me había despertado. Entonces oí y sentí el gemido y estremecimiento al otro lado de la cama. Me enderecé y me incliné hacia Eric. —Jason, —murmuró—. Jason, no me dejes... —El
pequeño sollozo quebraba mi corazón y me cortó igual que una navaja. Envolví mis brazos alrededor de él y lo sostuve contra mí en cucharita, con su espalda contra mi pecho. Acaricié su cabello. Después de unos minutos el temblor se detuvo y se quedó tranquilo en mis brazos. —Te amo, Jason , —suspiró dormido.
Dolió oír eso. No solo por lo mucho que la muerte de Jason le acechaba, sino también porque era a Jason al que quería, no a mí. Era totalmente injusto de mi parte que sintiera celos de un hombre muerto, pero no podía evitarlo. Cerré los ojos y lo sostuve más cerca, y me permití pretender que era a mí a quien amaba. Finalmente el dolor en mi interior se calmó un poco y me quedé dormido de nuevo.
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Capítulo 7
uando desperté a la mañana siguiente, Eric estaba acurrucado alrededor de mí, con su cara enterrada en mi cuello y un brazo alrededor de mi cintura. Eso era lindo como el infierno. Besé su mejilla, entonces me separé y fui a la cocina a preparar café. Él llegó detrás de mí cuando acababa de terminar de preparar el café. Serví ambas tazas y permanecimos de pie en silencio mirándonos. —Entonces, —dijo finalmente—, ¿qué hay para
hoy?. ¿Alguna cosa? Tenía una inexpresiva expresión lo que quería decir que no quería hablar de lo que había sucedido anoche. Decidí seguir su juego por un tiempo. —Hoy tengo el turno de la comida en
Marco’s .
Así
que tendré tiempo suficiente para ir a El Alley Kat contigo. Sonrió. —Me alegra que estés conmigo. —No me lo perdería.
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Nos quedamos en silencio de nuevo. Él miró hacia el suelo y luego al techo, a cualquier lugar menos a mí. Esperé. Finalmente, dejó la taza de café y me miró a los ojos.
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—Quería eso, lo sabes, —dijo—. Cuando te besé.
Quería eso. —Lo sé. —¿Aún somos amigos?
Se veía tan joven e inseguro. Dejé mi taza y tomé su mano. —Claro que lo somos, —le aseguré—. Un beso no
va a cambiar eso. Se mordió el labio. —¿Qué acerca de dos? Tragué saliva. —Qu-qué? Se acercó. —¿Podemos seguir siendo amigos si te beso de nuevo? —Sí, —murmuré.
Me jaló hacia él y presionó sus labios contra los míos. El beso fue ligero y rápido, e hizo que me incendiara más. Miedo y deseo irradiaron de él, tan fuerte que sentí el calor en mi piel. —Eric, no tienes que...
Me interrumpió con su mano en mis labios. — Hablas demasiado. Entrelazó una mano en mi cabello, jaló mi cara y me besó de nuevo. Esta vez su boca estaba abierta y deslizó su lengua sobre la mía. Una ola de calor y de excitación me recorrió. Coloqué ambos brazos alrededor de su cintura y me derretí en él. 84
Supongo que me dejé llevar un poco. Pero estaba tan perdido en el sabor de su boca y la sensación de tenerlo en mis brazos, que no pude pensar. No había excusas, cuando yo sabía cuánto lo asustaba ser tocado
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inesperadamente, pero era la única explicación que tenía para lo que hice. Deslicé ambas manos en el interior de sus bóxers y acuné su trasero en mis palmas. Él se puso rígido, antes de que pudiera saber lo que sucedía, se separó de mis brazos agazapándose con mirada salvaje contra la pared opuesta. Por un segundo no pude imaginar lo que sucedía. Entonces la realidad me golpeó como un ladrillo entre mis cejas. —Oh, mierda, ¡lo siento!. ¿Estás bien?
Sacudió la cabeza. —No. no sé. ¡Joder! Pateó la pared con su pie desnudo, tan duro que hizo un hoyo. Si eso le dolió, no lo demostró. Cuando se giró a mirarme, su mirada era tan furiosa que retrocedí. —¿Eric? realmente lo siento, no debí haberte
tocado de esa forma. Se rió. El sonido estaba al borde de la histeria. —¿Por qué no? ¿Por qué no deberías ser capaz de
tocarme exactamente como lo hiciste?. Quiero decir, ¡joder!, si estás con alguien y lo besas y ambos están duros como una jodida roca, deben ser capaces de tocarse uno al otro donde quieran. ¿Verdad? Dejó de mirarme y empezó a pasear, envolviéndose con sus brazos. Yo lo miraba sin hablar. Después de aproximadamente un minuto, se detuvo. Me asustó su expresión. —Si fuera cualquiera, pero estás conmigo, yo 85
estoy en tu cama ahora. Eso no es tu culpa, Ben. Es la mía. Soy el que está tan jodido que nadie puede
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tocarme, ni siquiera queriéndolo con tanta urgencia puedo soportarlo. Mereces a alguien mejor. Antes de que pudiera decir una palabra, se giró y entró a la recámara. Podía oír los cajones abrirse y cerrarse, y lo seguí con la mente llena de miedo. Muy seguro, se había vestido y metía su ropa en una bolsa de plástico. Corrí hacia él y lo tomé de ambas muñecas. Se detuvo. —Déjame ir. —No. No hasta que te calmes y hablemos.
Me vio con tal pena en su mirada que casi me desgarra y me aparto. —Solo déjalo así. ¿Lo harás? Yo no puedo estar
contigo. No ahora, quizás nunca. Quieres algo que no puedo darte. Mereces a alguien que pueda darte todo. Se giró fuera de mi agarre, y terminó de meter cosas en la bolsa. Empezó a dirigirse hacia la puerta. Lo seguí, sintiendo su desamparo y desesperación. —Por favor, no te vayas, —le rogué—. Por favor.
Puedo no conocer todas tus razones, pero sé que aún no estás listo para nada físico, y yo no debería presionarte, lo siento tanto. Por favor quédate. Se giró, dejó caer la bolsa al suelo, y colocó sus manos en mis mejillas. Sus pulgares acariciaron la esquina de mi boca y luché contra la urgencia de besarlo. —No puedo. ¿No entiendes? Quiero joderte con 86
tanta urgencia que duele, y no creo que pueda vivir aquí contigo y no ser capaz de tocarte nunca de la manera que quiero. ¿Realmente me quieres aquí?
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¿Cuando ambos queremos estar juntos pero no podemos?. Eso nunca funcionará, Ben. —Eric, encontraremos la manera. Dormiré en el
suelo. Yo... —No, —interrumpió—. Mira, es mejor de esta
manera. Nosotros aún nos veremos y espero que continuemos siendo amigos. Pero no puede ser más que eso. No por mí. Jason fue mi última oportunidad, y él se fue. Estoy demasiado jodido, incluso para estar con alguien de nuevo. No creo que realmente lo creas, pero es cierto. Adiós, Ben. Él se apartó, tomó la bolsa y se fue antes de que pudiera recuperarme. Me quedé parado ahí por un buen tiempo, viendo la puerta. Finalmente me llegó que realmente se había ido. Me tumbé en la cama y me acosté con la cara enterrada en la almohada. Su aroma seguía en la funda de la almohada. Lo inhalé y eso hizo que me acurrucara y llorara hasta que me quedé vacío. Por primera vez, llamé al trabajo para reportarme enfermo. Cuando Janey tocó la puerta le grité que estaba enfermo, que me quedaría en casa, y que me dejara solo. Ella me gritó que me conocía bien y que sería malditamente mejor que la dejara entrar y habláramos cuando regresara a casa. La ignoré y finalmente se fue. Fiel a sus palabras, ella regresó después del trabajo, tocó la puerta tan duro que pensé que realmente la echaría abajo. Finalmente, me puse de pie con un suspiro y abrí la puerta. Ella me empujó al entrar y me miró fijamente. 87
—Pasa, Janey. —Cerré la puerta detrás de ella.
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—¿Qué infiernos sucede contigo? Y no me vengas
con esa mierda de que estás enfermo. Llegué a la silla y me dejé caer en ella. —Hice algo terrible, Janey. Realmente, realmente la jodí. —¿Tú? Eso es difícil de creer. —Es cierto. Fui demasiado lejos, y ahora él se ha
ido. Podría decir que ella iba a decir algo ácido acerca de Eric. Pero se detuvo y me miró fijamente, y su cara se tranquilizó. Se sentó en mi regazo y colocó sus brazos alrededor de mi cuello, apoyando su mejilla contra mi cabello. —Lo siento. ¿Puedes decirme qué sucedió?
Yo quería hacerlo. Janey y yo teníamos nuestras diferencias pero siempre estábamos ahí para el otro, y sabía que ella escucharía y ayudaría si pudiera. Envolví mis brazos alrededor de ella, y apoyé mi cabeza en su hombro. —Me
besó, Y seguimos —comencé —. besándonos. Me sentía tan bien, ¿sabes? que me encendió y no pude pensar correctamente. Y lo toqué … lo toqué de la manera en que no debería hacerlo. —¿Qué hiciste?
Tomé una profunda respiración y me forcé a decirlo. —Coloqué mis manos dentro de sus pantalones y... ya sabes, lo toqué. —¿Quieres decir que él no quería que lo hicieras?
Pero él te besó primero. 88
—Sí, pero sabía que él no quería nada más.
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—Bien, correcto, bueno, aunque sé que te
detuviste cuando él dijo que te detuvieras. —No lo dijo exactamente. Solo… se aterró. — Fruncí el ceño tratando de pensar en cómo explicarle —.
La cosa es, que le han sucedido algunas cosas y le dejaron profundas cicatrices. No me lo ha contado todo, pero me ha dicho suficiente de lo que le sucedió y sabía muy bien que eso iba a suceder. —No creo ni por un segundo que tú lo forzaras. —No lo hice. Él también lo quería, es solo que no
puede manejarlo todavía. Cuando lo toqué, él no lo esperaba y entró en pánico. Estaba tan molesto con él mismo que solo empacó y se fue. Dijo que yo merecía a alguien mejor. Ella suspiró. —Creo que tiene razón, mereces a alguien mejor. Pero, —ella continuó antes de que pudiera protestar—, sé que no quieres a alguien que sea ‘mejor’. Quieres a Eric. Lo amas. ¿No es así?
Asentí contra su cuello. —¿Qué hago, Janey? No puedo dejar las cosas de esta manera. —Dile cómo te sientes, Ben. —No puedo. —¿Por qué no?
Me reí amargamente. —Estoy asustado, temo que se aleje por mi bien. Ella se quedó en silencio un minuto. —Quizás él necesita algo de tiempo. Dale tiempo, y déjale saber que tú estarás aquí cuando esté listo. 89
La miré a los ojos. —Eso es terriblemente amable de tu parte, considerando cómo te sientes con él.
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Ella se encogió de hombros. —No importa cómo me sienta yo, Ben. Tú eres mi mejor amigo y lo amas. Si estar con Eric es lo que te hace feliz, entonces eso es lo que quiero para ti. Y puede no gustarme mucho, pero es más que obvio que él está loco por ti. Le sonreí, entonces la abracé tan fuerte que ella gritó. —Te amo, Janey. —Entonces, ¿por qué estas tratando de partirme? —se rió.
Me reí y la solté. Ella se puso de pie. —Vas a oír a Eric cantar esta noche, ¿verdad? —Sí. Lo haré. —Bueno. Yo también voy. Vamos, iremos todos
juntos. —Bien. —Caminé hacia la puerta con ella —. ¿Hey,
Janey? —¿Sí? —Gracias por escuchar. —Siempre puedes hablar conmigo de cualquier
cosa. Para eso somos los mejores amigos.
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Ella me abrazó, apretó mi mano y se fue. Tengo que admitir que me sentía mejor. Ella había colocado las cosas en perspectiva y me había hecho ver lo que había hecho. Para cuando me bañé y salí, mi depresión se había ido. Amaba a Eric, y podía esperar por él, esperando que finalmente sintiera algo más que amistad hacia mí. Yo sabía de sus recuerdos con Jasón, pero había algún obstáculo mayor en el misterioso pasado de Eric que le dañaba. No sabía cuánto tenía
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que luchar contra su pasado, porque ni siquiera sabía qué era.
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Capítulo 8
l tiempo pasó y mi vida entró en una nueva rutina. Al principio iba a El Alley Kat todas las noches a oír a Eric. Él siempre tenía una sonrisa para mí, y nunca me ignoró, no me dio la fría espalda. Pero no era él mismo. Era más reservado que nunca. Después de un tiempo apenas y decíamos ‘hola’. Podía
ver lo que sucedía y lo odiaba, pero no podía evitarlo. No importaba cuán duro lo intentara. No podía encontrar una sencilla fisura en la pared que había construido a su alrededor, y empezaba a perder la esperanza. Finalmente, dejé de ir a El Alley Kat completamente, a excepción de los viernes, cuando yo tocaba. Mike me decía que Eric estaba viviendo en un pequeño departamento encima del bar, que finalmente se había comprado su propia guitarra así que no tenía que seguir prestándosela, y que se estaba convirtiendo rápidamente en uno de los más populares en la ciudad. Estaba feliz por él, pero la distancia entre nosotros era tan dolorosa que era difícil seguir a su alrededor. Lo extrañaba mucho y deseaba poder regresar el tiempo y revivir ese único fatal momento. Había jodido todo y no podía hacer nada para cambiarlo. 92
En la superficie, la vida de Eric había mejorado mucho desde la primera vez que lo vi en Asheville.
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Tenía un pequeño y lindo apartamento en medio de la ciudad, un trabajo que amaba y la admiración y el respeto de todo el mundo que lo oía cantar. Lo divertido de eso era que no parecía ni de cerca lo feliz que debería de estar. De hecho, se veía tan miserable como yo me sentía. Dos meses después de que se mudara de mi apartamento, podía decir que había perdido peso y que no dormía mucho. Lo más importante era su música. La paz se había ido de sus canciones y había sido reemplazada por una tranquila desesperanza. Seguían siendo las canciones más hermosas que hubiera escuchado, pero oírlas, quebraba mi corazón. Mis amigos, claro, no podían evitar notar el cambio en mí. No quiero decir que fuera negligente, pero no tenía energía para nada más que lo absolutamente necesario. Ir a trabajar, practicar y tocar con el Desnudo Violonchelo, comer poco y dormir menos, y eso era todo. Mike estaba preocupado y Janey fuera de quicio. Ella empezó a entrar a mi apartamento con la llave extra, y no me quejé al darme cuenta de que no se detendría. Ella hablaba sobre pequeñas cosas mientras me cocinaba la cena o levantaba el desorden que no me había molestado en arreglar. Algunas veces, solo se sentaba y me tomaba la mano. Su presencia me reconfortaba, incluso aunque no me permitía a mí mismo hablar de Eric y lo mal que estaban las cosas.
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Extrañamente, fue Malcolm quien finalmente me confrontó. Nosotros éramos amigos, claro, pero nunca habíamos sido ese tipo de amigos que se sientan a hablar de corazón a corazón. Janey sí era ese tipo de amiga para mí, pero Malcolm no lo era. Así que fue un poco sorprendente cuando entré al bar un viernes en la
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noche, y él inmediatamente me jaló a la oficina de Tamara y cerró la puerta. —¿Qué quieres? —No hace mucho hubiera podido
hacer algunas presumidas objeciones. Pero ahora, estaba demasiado cansado para intentarlo. —¿Cuánto más vas a seguir con esto, Ben? —
Malcolm se apoyó en el escritorio y cruzó los brazos, me veía con desafío en su mirada. —¿Hacer qué? —¡Esto!
—repitió—.
Andar melancólico cómo alguien que ha perdido a su perro, en lugar de mover tu culo y hacer algo acerca de eso. Tú no eres así. Quería pretender que no sabía de qué hablaba, pero no podía hacerlo. Pretender requería más energía de la que tenía. —Malcolm, hay algunas cosas que tú no puedes
arreglar. Esta es una de ellas. —Eso es mierda y tú lo sabes. ¿No has notado lo
infeliz que es Eric? ¿O estás demasiado ocupado sintiendo lástima por ti mismo? Lo miré fijamente, estaba haciendo que me enojara. El hecho de que lo que estaba haciendo era en mi provecho no hacía ninguna diferencia. —Sí, lo he notado. ¿Y eso qué? En caso de que no
te hayas dado cuenta, no quiere nada conmigo. —Oh, vamos, tú sabes que eso no es cierto.
Puedes al menos ser amable. Sé lo que sientes por él, Ben. ¿No crees que al menos pueden ser amigos? 94
Eso era todo. Me puse de pie tan rápidamente que la silla se cayó al suelo.
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—¿Amigos? —grité—. ¡Él no me deja ser su
jodido amigo! ¡No me deja acercarme lo suficiente! ¡Y yo no puedo ser de los tipos que solo dicen ‘hi’ de vez
en cuando! Lo amo, Malcolm. Trato de ser paciente. Puedo esperar por él por siempre si solo me da cualquier cosa para continuar, pero no lo hace. No puedo estar alrededor con pequeñas charlas corteses cuando yo quiero mucho más que eso. Eso duele jodidamente demasiado. Malcolm se quedó en silencio durante un momento. Entonces cuando caí al suelo con la cabeza en mis manos, se arrodilló a mi lado y colocó su mano en mi hombro. —Sé que es difícil para ti, —dijo—. Pero no
puedes sentarte y esperar por él. No sé cuál es su historia, pero es bastante obvio que no va a ser capaz de tomar la iniciativa. Te toca a ti. Tú tienes que decirle cómo te sientes, Ben. Esa es la única manera. Levanté la cabeza y vi la calma de Malcolm. — Estoy asustado. Asintió. —Lo sé. Pero tienes que intentarlo. —No sé si podré. —Puedes. Eres mucho más fuerte de lo que
crees, sé que puedes hacer esto. Ahora ve con Eric, va a tocar en unos minutos. Me ayudó a ponerme de pie y fuimos hacia la barra. Ya estaba empezando a llenarse. Miré alrededor y finalmente encontré a Eric sentado solo en una pequeña mesa en las sombras al fondo del bar. 95
Tenía una botella de tequila frente a él, y tomó un vaso mientras lo miraba. Algo me decía que no era
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el primero de la noche, y probablemente no sería el último. Se veía perdido y quebrado, y repentinamente todo parecía más claro para mí. Creí todo este tiempo, que a pesar de la atracción entre nosotros, él no quería ni siquiera mi amistad. Eso probablemente es lo que él se decía a sí mismo. Pero cuando lo vi ahí, bebiendo solo en la oscuridad, supe que eso no era verdad. Me necesitaba mucho más de lo que yo lo necesitaba a él, pero no podía admitirlo ni para sí mismo porque pensaba que él no valía mi tiempo. En el segundo que me di cuenta, dejé de tener miedo. Fui hacia él y me senté a su lado. Me vio, tomó otro trago de tequila y volvió a llenar el vaso. —Hi, —dijo—. ¿Quieres algo? Levantó el vaso de vidrio frente a mí. Sacudí la cabeza. —No, gracias. —Como quieras. Más para mí. —Bajó el vaso y
buscó la botella de nuevo. Tomé su muñeca y me dirigió una peligrosa mirada. —Eric, necesitamos hablar. —¿Sobre qué? —Su expresión estaba en blanco,
vacía. —Hay algunas cosas que necesito decirte. Cosas
que debería haberte dicho hace tiempo. —Ben, lo que sea, no me importa ahora. Déjame
solo. —Ya no voy a hacer eso más. Eric, por favor,
escúchame... 96
Se sacudió de mi agarre y se puso de pie. —Me tengo que ir.
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—Eric...
Se dio media vuelta y se dirigió al escenario. Quería ir detrás de él, agarrarlo y sacudirlo y gritarle hasta que admitiera que también me amaba. En lugar de eso, tomé el tequila y di un trago directamente de la botella. Entonces otro. Y me mantuve ocupado hasta que Eric tomó el micrófono y comenzó su actuación. Para cuando terminó, me reforcé y estaba listo para intentarlo de nuevo. Eric me vio y tomó otra dirección. Fue directo a la barra, donde inmediatamente fue rodeado por la gente. A él no le gustaba estar entre la multitud. De hecho, había desarrollado una reputación en la ciudad para que la gente no se acercara ni lo tocara sin advertirle primero. La gente no lo entendía, pero ellos lo amaban de cualquier manera porque actuaba como una estrella de rock. Nadie sabía las feas razones detrás de eso; ni siquiera yo, no completamente; y Eric no parecía inclinado a cambiar eso. Él se giró de espaldas a la barra. Sonrió y habló con la gente y parecía perfectamente relajado, lo que hizo a sus admiradores felices. Pero podía ver la tensión en sus hombros y esperaba que fuera capaz de alejarse antes de que entrara en pánico. Nuestras miradas se encontraron entre el mar de gente. Por un segundo, vi a través de su armadura el hoyo negro en su interior y eso quebró mi corazón.
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Cómo pude tocar con el Desnudo Violonchelo, esa noche, nunca lo supe. Eso parecía durar por siempre. En todo lo que podía pensar era en Eric, y todo lo que quería decirle. Y trataba de no pensar en todas las cosas que quería hacer con él, porque no quería que toda la gente del bar viera cómo me afectaba. Así que
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pensé en la desesperanza de su mirada y en cómo podría alejarla y hacer que sonriera, una real y genuina sonrisa, de nuevo. Traté de mantener la mirada en él mientras tocaba, pero no me la sostenía. Él atravesó la multitud solo unos minutos después y desapareció en algún lugar del fondo. Después de que terminamos, le dije a Janey que ella y Mike se fueran a casa sin mí, entonces fui a buscar a Eric antes de que ella pudiera decir algo. No lo encontré por ningún lado después de buscarlo por todo el bar un par de veces, finalmente se me ocurrió que probablemente había subido a su apartamento encima del bar. Subí por la pequeña escalera detrás de la bodega y toqué la puerta. No hubo respuesta. Toqué más fuerte. —¡Eric! —grité—. Podrías dejarme entrar, porque
no me voy a ir. Unos segundos después la puerta se abrió. Eric se hizo a un lado para dejarme entrar. —Imaginé que finalmente subirías. Di lo que sea
que es tan urgente y déjame solo. Lo miré fijamente. —Te ves terrible. — demasiado, él estaba demasiado delgado y pálido, más que nunca, y con ojeras por no dormir. Su sonrisa fue breve y sin humor. —¿Eso es lo que querías decir?. Porque eso ya lo sé. —Sabes que no es eso. Aunque deberías cuidar
mejor de ti mismo. ¿Lo haces? 98
—Quizás no. Pero no puedo ver que eso sea tu
asunto.
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Conté hasta diez en mi cabeza. Estaba tratando de que me enojara, y estaba determinado a no dejarlo. —No, supongo que no lo es.
Levantó una ceja. —¿Es todo? —No. —Tomé una profunda respiración y seguí adelante—. Escucha, sé que no he estado aquí últimamente. Y sé que… de cierta manera he estado… evitándote. Eso está mal, y lo siento. Pero es o es solo… —luché por encontrar las palabras correctas. Eric se apoyó en la pared y me miró sin expresión —. Me
lástima estar tan separados, y no puedo manejarlo, ¿lo sabes? apenas logramos hablar cuando estamos juntos y quiero más que eso. Él sacudió la cabeza. —No quiero oír eso. Creo que deberías irte ahora. —No. No hasta que me escuches. —¿Escuchar qué? —Se separó de la pared y empezó a pasear como un tigre en su jaula —. ¿Qué
estas tratando de decir exactamente, huh? ¿Quieres algún tipo de relación conmigo?. Estás jodidamente loco si crees que eso siquiera puede suceder, Ben. ¿Por qué infiernos quieres estar con alguien que ni siquiera puedes tocar? Puedes tener a quien quieras, ¿por qué tengo que ser yo? Encuentra a alguien normal y ¡déjame con una jodida en paz! —No quiero a nadie más, Eric. Te quiero a ti.
Claro que tienes problemas, pero nosotros podemos hacer que funcione. Quiero intentarlo. 99
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Él me dio una ardiente mirada. —Métete esto en la cabeza, Pollyanna(11), —bufó—. No puedes tenerme. Nadie puede. Estoy jodidamente dañado. Llévate tu maldito cristal de color rosa y trata de buscar cosas que realmente puedas cambiar. Eso era todo. Exploté. —¡Jódete! —grité—. Eres el único que no puede
ver las cosas realmente. ¿Cómo puedes pensar que ni siquiera puedes amar de nuevo? Te amo, ¡jodido idiota! La espalda de Eric estaba contra la pared y se dio cuenta que se estaba apoyando. Me detuve, él estaba temblando. Sus ojos enormes y su cara gris. —No, —dijo en una pequeña y tranquila voz —. No
puedes amarme. No puedes. Se veía pequeño, perdido y solo y mi ira se desvaneció. —Lo hago. Estoy enamorado de ti desde el principio. Solo que temía decírtelo. Me miraba con pánico. —Ben, por favor, por favor, encuentra a alguien más. Por favor. —¿Por qué? ¿Por qué debería encontrar a alguien
más? Te amo, Eric. Y creo que tú también me amas. Si no lo haces, me alejaré y no te molestaré de nuevo. Pero creo que lo haces. Así que dime la verdad: ¿Me amas o no?
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( ) Pollyanna es una novela de Eleanor H. Porter publicada en 1913 La historia
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cuenta sobre una niña llamada Pollyanna, huérfana que es enviada a vivir con su estricta Tía Polly. Pollyanna, educada con optimismo por parte de su padre, encuentra el lado bueno de cualquier situación para alegrar la vida de todos. El libro fue un éxito en cuestión de días y añadió un nuevo término al diccionario al idioma inglés Pollyanna se usa para describir a una persona que es optimista de manera exagerada.
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Un largo silencio. Finalmente bajó la mirada y sacudió la cabeza. —No, —murmuró. Aunque, obviamente estaba mintiendo, no sabía por qué. Coloqué cuidadosamente mis manos en sus hombros para evitar el reflejo de defensa. —Mientes, dime la verdad. Cerró los ojos y se apoyó en la pared. —No, no te amo, no... —¡Mírame, Eric! ¡Mírame y dime la jodida verdad! —Mis dedos se encajaron en sus brazos. Se giró
demasiado rápido y duro para que me diera cuenta lo que sucedía y me empujó alejándome. Su mirada en la mía y su agonía casi me desgarran. —¡Bien! —gritó—. —¡Sí! Sí, ¡Estoy jodidamente
enamorado de ti! ¿Eso te hace feliz? ¡Jódete! Cerró los puños y por un segundo estaba seguro de que él golpearía la pared o mi cara. Entonces sus dedos se relajaron, enterró su cara en sus manos y se deslizó por la pared hasta el suelo. Caí al lado de él y retiré las manos de su cara. Su expresión era vacía, sin vida. —Sí. Eso me hace feliz. —Acaricié su mejilla. Él
no pudo esconder la necesidad en su mirada ante mi toque. —No entiendes lo que eso significa. —Su voz
llena de desesperación. —Dímelo. Quiero entender qué es lo que te
asusta tanto. 101
Me miró solemnemente. —Porque todo el mundo que he amado está muerto. Todo el mundo. Por poco tiempo, con Jason, pensé que quizás podría tener una
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vida normal, que podría... que podría amar a alguien, y que él podría amarme. Pero Jason murió. Y yo no podría vivir si algo te sucede. Sé que es jodidamente estúpido creer que podemos estar juntos, pero se sentía tan bien cuando estaba contigo, Ben, eso era tan fácil. Pero cuando me tocaste… joder, yo te quiero, ¡lo hago! supongo que necesitaba recordar lo que soy. Soy un veneno, Ben. Era muy doloroso oírlo decir eso de sí mismo, sabiendo que realmente lo creía. Acuné su cara con mis manos y lo acerqué. —No eres un veneno. No sé lo que te sucedió para hacerte pensar eso. Pero no es cierto. Necesitas dejar de esconderte, Eric. Necesitas que alguien te ayude. Déjame ayudarte, por favor. La lucha en su interior era dolorosa de ver, pero me mantuve y no dije nada más. No podía forzarlo a que me dejara entrar. Finalmente pasó sus manos por mi cabello, urgiéndome a acercarme. Deslicé una mano alrededor de su cintura, acuné la parte de atrás de su cabeza con la otra, y le di un suave beso en la boca. Sus labios temblaban contra los míos. —Yo... yo mentí. Acerca de cómo murió Jason,
quiero decir. Te mentí a ti. —Está bien, —murmuré—. Estoy aquí, y no te
dejaré. Jamás. Dime.
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Tomó una profunda y temblorosa respiración. — Estaba conmigo cuando... cuando esos hombres me atacaron. Estaba oscuro y no los vimos. Nos tomaron por sorpresa. Uno de ellos tenía un arma. Nos dijo que nos mataría si no hacíamos lo que nos dijera. Ellos, ellos le hicieron a Jason... ellos le hicieron… mierda. ¡Mierda! Esos jodidos lo violaron, y yo no pude evitarlo. Seguía buscando una manera para alejar al tipo del
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arma, pero nunca lo logré. Y... y cuando ellos terminaron, le cortaron la garganta. Dios, se desangró hasta morir mientras lo veía, y no pude evitarlo, ellos no me dejaron ayudarle. Yo luchaba, pero no podía con todos ellos. Me golpearon hasta que dejé de luchar, entonces ellos… ellos también me vio-violaron. Y me cortaron y me dejaron dándome por muerto. Yo quería morir. Pero desperté dos semanas después en el hospital, yo seguía vivo y Jason estaba muerto y fue todo culpa mía. Yo…yo ni siquiera sé dónde lo enterraron. Joder, Ben... Las lágrimas finalmente cayeron, lágrimas que había evitado tanto tiempo. Se acurrucó y sollozó contra mi pecho, aferrándose a mí como la única cosa sana en su mundo. Lo jalé a mi regazo y lo sostuve, acariciaba su espalda y lo mecía como a un niño. Ni siquiera podía hablar. Sentía el frío y la confusión con el shock de las cosas que había padecido. Finalmente los sollozos comenzaron a disminuir, se estremeció y lentamente se detuvieron, y se quedó tranquilo en mis brazos. Pasé mis dedos a través de su cabello y besé su mejilla. Llevó su brazo alrededor de mi cuello. —Gracias, —murmuró.
Sonreí. —De nada. —¿Te quedas conmigo esta noche? —levantó la
cabeza y me dio una suplicante mirada. —Claro que me quedo, —le dije—. Me sonrió y la
calidez me recorrió. 103
Nos cepillamos los dientes, compartí el cepillo de dientes de Eric, entonces nos quedamos en ropa interior y subimos a la cama. Ni siquiera pensábamos
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en el sexo. Incluso si hubiera estado listo para eso, que no lo estaba, ambos estábamos de alguna manera exhaustos. Pero cuando me besó, se acurrucó conmigo, con su cabeza en mi pecho y su brazo sobre mi abdomen, no necesitaba nada más. —Te amo, Ben, —murmuró mientras cerraba los
ojos. —También te amo, —le aseguré a pesar del nudo
en mi garganta. Él suspiró e instantáneamente se quedó dormido. Traté de quedarme despierto un poco más, quería saborear la sensación de sentir su corazón palpitando contra mí, pero no pude. Mis ojos se cerraron y me quedé dormido.
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Capítulo 9
staba de pie a la sombra de un gran olmo viendo cómo Eric subía los escalones del ancho porche del frente de una casa. Cuando llegó arriba me llamó. Traté de contestarle y no pude, así que tragué mi miedo y empecé a recorrer el bien recortado césped entre el bosque y la mansión. En un parpadeo de ojos, estaba en el porche y Eric se había ido. La puerta del frente está abierta; el interior se veía oscuro. Traté de gritar el nombre de Eric, pero no logré que saliera ningún sonido. De algún modo, sabía que él estaba en el interior, y eso me hizo seguirlo. Pasé a través de la puerta. Había suficiente luz de la luna que entraba por la ventana para iluminar mi camino. Estaba en un elegante salón, decorado con muebles costosos e invaluables pinturas. Eric estaba en el marco de la puerta del otro lado del cuarto. Estaba desnudo, y su piel brillaba con la luz que parecía venir del interior de él. Me sonrió y desapareció en la oscuridad más allá de la puerta. Lo seguí.
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Yo corría a través de un cuarto después de otro, cazando la leve imagen de Eric que desaparecía en el interior de la casa. Mientras seguía, los cuartos eran progresivamente más pequeños, oscuros y siniestros. Y mientras la inmundicia y fealdad de la casa aumentaba, la belleza de Eric crecía, hasta que la imagen de él brillando en la oscuridad era todo lo que podía ver. Recorría la oscuridad tropezando, siguiendo la luz a donde sea que me guiara.
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Finalmente, salí a un pequeño porche trasero con el suelo carcomido, donde Eric estaba de pie esperándome. Recorrí el pandeado (12) piso hacia él. Cosas que no quería ver se movían alrededor de mis pies mientras caminaba. Los descalzos pies de Eric irradiaban una luz blanca, y sus ojos brillaban como zafiros. Su hermosura sacaba lágrimas de mis ojos. —Ben, —dijo
él, su voz amortiguada como si hablara debajo del agua—. Ven conmigo ahora, Ben. Él abrió sus brazos y entré en ellos. Mientras nos abrazábamos, sabía que podría morir, pero sentía una profunda felicidad como nada que hubiera conocido. Y cuando nos besamos sentí que se drenaba mi vida, caía muerto con una sensación de paz.»
La primera cosa que vi cuando abrí los ojos fue la cara de Eric, brillando con la luz. Por un momento el sueño se mezcló con la realidad y pensé que estaba muerto. Entonces me di cuenta de que estaba en la cama de Eric, y el sol de la mañana estaba iluminando su cara. Estaba acostado a mi lado, apoyado en uno de sus codos mirándome. Trazó uno de sus dedos por mi mejilla y alejó una gota de humedad. —Llorabas mientras dormías. —Tuve un mal sueño. Bueno, no exactamente malo, solo… raro. —realmente no podía explicarle cómo
me sentía en el sueño, así que no lo intenté. En mi sueño moría en sus brazos, eso podría alterarlo, incluso aunque lo encontraba extrañamente confortable. 106
12
( ) Deformar alguna cosa por el centro, especialmente vigas o paredes. / Tomar
forma curva un cuerpo, generalmente por el centro; se suele utilizar con vigas y paredes
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Él me sonrió. —Entonces, ¿ahora qué? Bostecé, me estiré y acomodé la cabeza en su regazo. Él pasó los dedos a través de mi cabello y le sonreí. —Seguro que me gustaría que te mudaras de
regreso conmigo. Pero es decisión tuya. Puedes querer tener tu propio espacio, al menos por un tiempo. Mordió su labio inferior pensativamente. Eso era tan excitante que me senté y lo mordí por un momento. Se rió cuando atrapé su labio entre mis dientes y lo chupé como si fuera un dulce. —¡Deja de distraerme! —dijo cuando finalmente
dejamos de besarnos varios minutos después. —Tú
—señalé —. empezaste, ¿Sabes lo jodidamente sexy que eres cuando muerdes tu labio de esa forma?. Eso me vuelve loco.
Se rió y apoyó su frente contra la mía. —Estoy tan feliz ahora. Nunca pensé que podría ser feliz de nuevo. —Se alejó y me miró intensamente —. Eso me asusta. Tomé su mano y la apreté. —¿Qué te asusta? —Me asusta que es demasiado bueno. Sigo
pensando que voy a despertar y que todo habrá sido un sueño. Se siente demasiado bueno para ser real. Lo jalé hacia mí y le di un largo y minucioso beso. —Es real. Eric. Te amo.
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Acunó mi cara entre sus manos, muy suavemente, como si pensara que podría quebrarme. — Te quiero mucho. —Pasó su lengua por mis labios —. Quiero... quiero que me toques.
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El pensamiento hizo que toda la sangre de mi cerebro se fuera a mi pene. —¿Qué? Sonrió. —Tócame. Creo que puede estar bien ahora. Aquí... Tomó mi mano y la llevó a la curva de su cadera. Dejé de respirar cuando guió mi mano lentamente por el lado externo de su muslo, y a su lado interno y de nuevo hacia arriba. Él la dejó y yo seguí moviéndola hasta que las puntas de mis dedos estaban cerca de tocar su ingle. Me detuve y lo miré fijamente a los ojos. Él me miraba con suficiente ardor para quemar un edificio. —Por favor, Ben.
—su voz era un grueso
murmullo y su cuerpo entero me pedía hacerlo. Así que deslicé mi mano hasta que mi palma rozó la erección atrapada bajo la tela de la ropa interior. Un temblor lo recorrió y gimió alto. —Oh, oh, ¡joder! —¿Estás bien? —no podía evitar preocuparme a
pesar de la lujuria de su mirada. —Sí, —gimió—. Dios, se siente jodidamente bien.
Vamos.
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Él tomó mi cabello y me jaló hacia él. Traté de decir que quizás eso no era una buena idea. Pero su lengua en mi boca y sus manos empujándose dentro de mi ropa interior hicieron que olvidara toda protesta. Logré evitar desgarrar el delgado algodón que aún lo cubría, pero seguro que él no lo estaba haciendo fácil. Sí eso era una probada de lo que el sexo con él podría ser, estaba entrando en un salvaje camino. Era feroz y agresivo con sus dientes y cortas uñas.
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No sabía qué podía suceder si tratábamos de tomarlo lentamente. Quizás entonces podríamos hacer el amor. Probablemente no. Pero eso no era lo que estaba sucediendo. Mi autocontrol se había ido cuando él envolvió sus piernas en mi cintura, presionando nuestros penes juntos a través de la tela que aún los separaba. Gemí dentro de su boca y no pude evitar empujarme contra él. Por un segundo todo estaba bien. Él arqueó su espalda y tensó sus piernas alrededor de mí. Entonces todo su cuerpo se estremeció, sus ojos se abrieron más y se empujó frenéticamente de mi pecho. —Quítate. Quítate, —chilló. Rodó fuera de mí, se
enderezó y se abrazó a sí mismo contra el respaldo, temblaba completamente y su respiración era jadeante. —¿Eric?. Jesús, ¿estás bien? —Estiré la mano
para tocarlo, pero lo pensé mejor. No se veía como que quisiera ser tocado. Por un minuto no contestó. Finalmente levantó la vista y asintió. —Sí, estoy bien ahora. Cristo, Ben, lo siento tanto. Realmente creí que estaría bien esta vez. ¡Joder!. Abrazó sus rodillas y apoyó la cabeza en ellas. Me acerqué, lo envolví en mis brazos y lo jalé más cerca. —Está todo bien. Solo tenemos que tomarlo
lentamente, eso es todo. —Yo no lo quiero lentamente. —Su voz era amortiguada por mi cuello —. Lo quiero ahora, justo
ahora. No quiero esperar. 109
Sonreí y besé su cabello. —Yo también. Pero sabes que tengo razón. Infiernos, después de todo lo
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que has pasado no es de extrañar que tengas ataques de pánico. Cualquiera los tendría. Él levantó la cabeza y me miró. —¿Eso crees? Lo observé con la boca abierta. —Estás bromeando, ¿verdad?. Vamos, no hay ninguna persona en el mundo que pueda atravesar por lo que tú y no tener enormes problemas después. —Mi papá dijo que merecía todo lo que me
sucedía. Dijo que yo atraía todo eso porque era una mala persona, dijo que había sido culpa mía que muriera Jason. —Él se quedó en silencio mirando hacia la pared. Su cara estaba blanca. Fruncí el ceño incrédulo. —Eric, no sé cómo tu padre pudo decir algo cómo
eso, pero está equivocado. No eres una mala persona, y seguro como el infierno que no merecías lo que te sucedió. Y no es culpa tuya que Jason muriera. Me dio una pequeña triste sonrisa. —¿Cómo lo sabes? Quizás así es. —No veo cómo. Fue asesinado, Eric. No lo hiciste
tú. Sacudió la cabeza. —No lo sé, Ben. Algo malo sucede conmigo. Si yo fuera normal, la gente que amo no terminaría muerta. —Detén eso. —Toqué su mejilla con mi mano y besé la punta de su nariz —. La muerte de Jason no es
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tu culpa. Su violación no fue tu culpa. Las cosas que esos bastardos te hicieron tampoco fueron culpa tuya. Eres una buena persona, Eric, y no hay nada malo contigo que un buen terapeuta no pueda ayudarte a
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arreglar. Le gustas a todo el mundo. Y eres completamente sexy. Me miró fijamente por un segundo, entonces soltó una carcajada. —Te juro, que solo tú puedes hacerme reír en medio de una conversación seria. Le sonreí. —Era eso o comenzar a gritarle a tu papá, lo que no tiene caso dado que no está aquí y de cualquier modo no sé dónde vive. Se rió, entonces se lanzó a mis brazos. Caímos de espalda en el colchón, esta vez con Eric encima. —No quiero hablar de mi padre. No quiero
tampoco pensar en él, ni siquiera quiero recordar que existe. Solo quiero disfrutar de esto antes de que termine. —Esto no tiene que terminar. Nosotros nos
amamos, Eric. Esto es real y podemos hacer que dure. Trazó mis labios con su pulgar haciendo que mi pulso se acelerara. —¿Cómo? Te vas a cansar de estar con alguien que enloquece cada vez que haces algo más que besarlo. —Escúchame. Te amo. Eso significa que no solo
para los buenos tiempos, y no te voy a abandonar cuando las cosas se ponen difíciles. Estoy en esto para mucho tiempo, lo que sea que pueda significar. El sexo es genial, pero eso no lo es todo. Esperaré por ti todo el tiempo que sea necesario. Me veía con miedo y esperanza en su mirada. — No te mueras, Ben, —dijo tan suavemente que apenas pude oírlo. 111
Sus palabras me llevaron de regreso a mi sueño, enviando un escalofrío por mi columna «Todo el mundo .
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que he amado ha muerto» dijo anoche. Sacudí mi intranquilidad y me concentré en Eric. No sabía qué decir. Realmente no podía tranquilizarlo sin prometerle que no me moriría, pero, ¿cómo podría hacer esa promesa? me dejó que lo jalara contra mí y apoyó su cabeza en mi pecho. Nos quedamos de esa forma durante mucho tiempo. ,
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Capítulo 10
e podría quedar en sus brazos para siempre. Pero el mundo seguía girando, incluso cuando te enamorabas, y ambos teníamos otras obligaciones. Eric ganaba dinero extra ayudando en el bar durante el día y yo tenía que ir a Marco’s para el turno de las cenas en unas horas. Divertido cómo ellos no pagan si no apareces. Después de un momento logré levantarme y vestirme. Eric se puso sus jeans y me miró en silencio. Cuando estaba listo para irme, presionó su cuerpo contra el mío y me besó como si pudiéramos pasar el resto de nuestras vidas haciendo solo eso. —No
quiero que te vayas, finalmente se apartó.
—dijo
cuando
—Ni yo. —Pasé mi dedo bajo su desnuda espalda
y sonreí por la manera en que su mirada se desenfocó —. Pero tengo que hacerlo, tengo que ir a comprar algo de comida, y después ir a Marco’s, entro en... —Miré el reloj que había en un estante —. Cuatro horas. Y Tamara te espera abajo. —Sí. Hey, ¿Por qué no regresas después del
trabajo? 113
—Claro, aquí estaré.
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Deslizó sus manos por mi cabello y rozó su mejilla contra la mía. —Te amo, —murmuró en mi oído. Apreté mis brazos alrededor de él y lo besé de nuevo. —También te amo. Era malditamente difícil dejarlo, pero tenía que hacerlo. Envolvió sus brazos alrededor de él mismo y mordió su labio. Su miedo era obvio, pero no trató de detenerme. —No te preocupes. —Dije en la puerta —. Esto es
real, y no voy a dejarte. Nos vemos. Él sonrió, pero la sonrisa no llegó a su mirada. — Ve. —¿Estarás bien?
Asintió. —Sí. Creo que voy a ir a correr antes del trabajo. —Buena idea. Correcto, nos veremos más tarde.
Adiós. Cómo logré cerrar la puerta y bajar la escalera con él viéndose tan malditamente vulnerable, nunca lo supe. Caminé a casa en un estado de confusión, llegué a la tienda e hice la compra sin prestar mucha atención a lo que estaba haciendo. Eso hizo que me riera cuando me di cuenta de que había tomado doce cajas de palomitas para microondas. Me había distraído pensando en la manera en que a Eric le gustaba jugar con mi cabello cuando nos besábamos.
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Dejé las compras, fui al baño y me quité la ropa. Imágenes mentales de Eric me distrajeron de nuevo en la ducha, haciendo que deseara que estuviera aquí. No porque muriera por verlo húmedo y desnudo, como yo estaba, sino porque lo extrañaba. Me sentía como si
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lleváramos días separados en lugar de horas. Quizás su miedo me había llegado, y por alguna razón me asustaba alejarme de él. Nada podía sentirse correcto hasta que estuviéramos juntos de nuevo. Realmente fui al trabajo un poco antes, solo para alejarme de mi hiperactiva imaginación. Janey estaba terminando el turno de la comida cuando llegué. —Hi, Ben. ¿Qué haces aquí? No entras hasta
dentro de media hora. —Lo sé. Solo quería salir. Mi cerebro no está
funcionando. Ella se rió. —Eso es toda una revelación. ¿Tendrá que ver algo con el hecho que no regresaste a casa anoche? —¿Cómo sabes eso? —Soy psíquica. —No lo eres. —Bien,
bien. Toqué tu puerta durante probablemente cinco buenos minutos en la mañana y nunca contestaste. Así que imaginé que seguías con Eric. Le sonreí. —Sí. Ahí estaba. —¿Y? —Ella cruzó los brazos y levantó sus cejas. —¿Y qué? —Dios, eres malvado. —Ella tomó mi brazo y me jaló al cuarto de descanso—. ¿Cómo están? ¿Qué le 115
dijiste? ¿Qué te dijo? Vamos, suéltalo. La jalé dentro de un impulsivo abrazo. —Eres la mejor, Janey, ¿sabes eso?
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Ella se rió. —Sí. Ahora, ¿vas a decirme qué sucedió o no? —Le dije que lo amo. Y fue difícil para él
aceptarlo al principio e incluso más difícil admitir que se sentía de la misma manera. Pero lo hizo, y creo que vamos a estar bien. Ella se apartó y me sonrió. —Estoy feliz por ti. —¿Solo por mí?
Ella suspiró. —Lo siento, pero no confío en él. Enciende mis alarmas. No sé por qué, sólo lo hace. Espero que todo funcione para ti, para ambos, realmente. Mereces ser feliz. Pero no puedo mentirte y decir que él me gusta cuando no lo hace. No pude esconder mi decepción. —No quiero que me mientas. Pero desearía que no te sintieras así. Es difícil saber que mi mejor amiga odia al hombre que amo. —No lo odio. —Tampoco te agrada. —Cambiaría el sentimiento si pudiera. —Lo sé.
Realmente no tenía nada más que decir. Janey me dijo que ella y Mike irían a El Alley Kat más tarde, nos abrazamos, nos despedimos y se fue a casa. Yo tenía que trabajar.
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Fue un sábado tranquilo y el tiempo parecía moverse lentamente. Mi mente seguía vagabundeando alrededor de Eric. Me preguntaba qué estaría haciendo justo ahora, y si me estaba extrañando tanto como yo a él.
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—¿Discúlpeme?
Regresé a la tierra y vi que estaba sirviendo té helado en la taza de café de una señora mayor. —Oh, lo siento. Le traeré un nuevo café. —No, no te molestes, —la mujer dijo con una sonrisa—. Ya estaba lista para irme. —Ella vio el periódico y sacudió la cabeza —. Terrible cosa la de
estos chicos, ¿no es así? —¿A qué se refiere? —¿No lo has oído? La policía arrestó ayer a un
hombre con cargos de drogas y cuando revisaron su casa encontraron varios cuerpos de hombres jóvenes en su sótano. —¿En serio?. Wow, eso es horrible. ¿Dicen el
nombre del tipo? Ella miró al periódico de nuevo. —Sí. Su nombre es Adam Richardson. ¿Lo conoces? Sacudí la cabeza. —No. Gracias a Dios. Entonces, ¿qué hacía con ellos? —Los
torturaba, asesinaba y mantenía sus cuerpos en un gran congelador. Terrible cosa. Es escalofriante pensar que ese tipo de monstruos viven aquí entre nosotros. ¿No es así? —Seguro que lo es. —Pensé en alguien así
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caminando por Asheville. Quizás incluso estuvo aquí antes. Quizás le había servido pizza y cerveza. Él pensamiento hizo que sintiera un frío en mi interior —. Me pregunto cómo nadie notó antes que esos chicos se perdían.
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—Aparentemente
no hay ningún reporte de hombres jóvenes perdidos en Asheville. Claro, no todas las víctimas han sido identificadas aún, algunos de ellos pueden ser de otras áreas del país. Pero la policía cree que pueden ser gente sin hogar y sin familia, al menos en esta área. Ellos creen que los vigilaba durante un tiempo antes de atacarlos, y que los llevaba a su casa ofreciéndoles comida y albergue. Y él... —Ella se detuvo repentinamente y se ruborizó, entonces se inclinó hacia mí y murmuró—.Él hacía cosas con ellos. Tú sabes. En ese punto, el tipo no solo era un asesino, era también un depredador sexual. Bien. —Me alegra que lo hayan atrapado, —dije sinceramente. —A mí también, querido. —Ella me dio una dulce sonrisa, se puso de pie y colgó su bolso en su hombro —
. Buenas noches, y cuídate. Nunca se conoce a la gente. —Seré cuidadoso, y cuídese usted también. Buenas noches. —Ella se despidió y se dirigió a la
puerta. Empecé a limpiar la mesa. El periódico estaba abierto en el artículo que ella estaba leyendo y lo levanté para verlo. Cuando vi la fotografía, mi cabeza empezó a girar y tuve que sentarme. Adam Richardson era el hombre contra el que peleaba Eric la noche en que nos conocimos.
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Capítulo 11
ensé en llevarme el periódico, pero al final decidí que no. La cosa se sentía sucia. Era mi imaginación, claro, pero aún así no creía que pudiera caminar ni siquiera algunas cuadras con la fotografía de ese loco en mi mano. Probablemente habría un periódico en El Alley Kat . Estaba confundido sobre decírselo o no a Eric. Merecía saberlo, pero no había manera de que tomara las noticias bien. Para cuando llegué a El Alley Kat , había decidido que tendría que contárselo, lo descubriría de una u otra manera e imaginaba que sería mejor si lo oía de mí. Eric había terminado su actuación de esa noche, y estaba detrás de la barra ayudando a Malcolm cuando llegué. El lugar estaba lleno y me empujé entre la concurrencia para llegar a la barra. Malcolm me vio y se acercó. —¡Hi Ben! —Gritó sobre el ruido de la gente y los gritos en el micrófono de La machine-gun punk —.
Seguiste mi consejo, ¿huh? —Sí, —le grité—, ¿pero cómo lo sabes? ¿Eric te lo
dijo? 119
—No. Pero es un hombre diferente hoy. No era
difícil imaginar por qué.
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Sonreí. —Eres un hombre inteligente, compañero, para ser barman. ¿Lo sabes? —Lo sé. ¿Qué te traigo? —Nada por ahora, sólo necesito a Eric un
momento. —Bien, puedo manejar esto algunos minutos.
Solo vas por un rapidín, ¿huh? —No es eso, idiota. Descubrí algo que necesita
saber, y creo que será más fácil para él, si lo oye de mí que en las noticias. La cara de Malcolm era muy seria. Se inclinó en la barra hacia mí. —Viste la historia acerca del tipo, ¿huh? Asentí. —Sí. ¿Eric lo sabe? —No lo creo. Sé que no ha encendido la televisión
desde que está aquí, y yo dejé el periódico debajo de la barra. Imaginé que no se lo tomaría bien cuando se enterara. —Gracias, hombre. —No hay problema. —Se giró y le gritó a Eric que estaba al otro lado de la barra y aún no me veía —.
¡Eric! ¡Ben está aquí!
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Eric se giró y sus ojos se iluminaron cuando me vio. Movió su boca diciendo ‘ hi’ hacia mí, entonces se giró hacia la chica que estaba atendiendo, le dio la botella de cerveza y llevó los cinco dólares que ella le dio a la caja registradora. Traté de no reírme cuando le dio el cambio y ella rozó con los dedos su brazo. La ignoró y se giró hacia mí con una gran sonrisa.
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No la culpaba por intentarlo. Sus ajustados jeans y camiseta, mostraban su atlético cuerpo, sus ojos brillaban con la poca iluminación y sus labios rogaban por ser besados. Me preguntaba si notaba que todo el mundo en el bar lo miraba. —¡Ben! —Él se inclinó en la barra tomó mi cabello
con ambas manos y me besó con gran entusiasmo. Olvidé todo y correspondí el beso. —Te extrañé, —dijo cuando se separó para tomar
aire. Acaricié su mejilla y le sonreí. —Yo también. —¿Cómo te fue en
Marco’s?
—Tranquilo. Creo que todo el mundo está aquí
esta noche. Se rió. —Sí, creo que tienes razón. Este lugar ha estado lleno toda la noche. Se veía tan feliz, nunca lo había visto de esa forma, ni siquiera cuando cantaba. Parecía que había superado el miedo y la incertidumbre que sentía esta mañana, y odiaba pensar en decirle lo que había sucedido. Por un minuto consideré no decirle nada. Pero en una ciudad como Asheville, ese tipo de crímenes era casi imposible no oírlos, y habría muchas noticias en las siguientes semanas. Él lo descubriría y se preguntaría por qué no se lo había dicho. —¿Ben? ¿Sucede algo malo?
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Su mirada era cautelosa. Tomé su mano y besé su palma, y la llevé a mi mejilla. —Necesito decirte algo. Malcolm me dijo que podrías tomarte algunos minutos.
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Se tensó y alejó la mano. —¿Qué? Me mataba ver el dolor en su cara y sabía lo duro que intentaba esconderlo. Me puse de pie, rodeé la barra y lo besé hasta que sentí que la tensión abandonaba su cuerpo. —No lo que evidentemente estás pensando. Te
amo. Ahora ven, hablemos. Me dio una avergonzada sonrisa. —Lo siento. Es solo que no puedo evitar que mi cabeza de vueltas sobre eso, ¿lo sabes? Él le dijo a Malcolm que estaría en la bodega, donde podríamos hablar tranquilamente, y salimos de la mano. Nos sentamos en una pequeña mesa en la esquina y me miró expectante. —Bien, entonces, ¿de qué va todo esto?. Te ves
terriblemente serio. —Sí. —Ahora que estaba aquí, no sabía por
dónde comenzar. Tomé sus manos firmemente entre las mías y traté de pensar cómo decírselo. —Vamos, Ben, me estás poniendo nervioso, —
dijo—. Solo suéltalo. —Bien, sí. Bien. ¿Recuerdas al tipo con quién
peleabas la noche en que nos conocimos? Hizo gestos. —Claro. Bastardo. Trató de que fuera a su casa.
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Mi estómago se revolvió al pensar en lo que pudo haber sucedido si se hubiera ido con el tipo. —Bueno. Es algo bueno que no lo hicieras. Fue arrestado ayer, con cargos sobre traficar con drogas, pero ellos
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encontraron varios cuerpos de jóvenes en su sótano. Habían sido torturados y abusados sexualmente. Todo el color se drenó de su cara. —Oh, mierda, —dijo débilmente. Acuné sus mejillas en mis manos. —¿Estás bien? Me miró, sus ojos eran enormes. —Dijo que me llevaría a su casa en las montañas. Dijo que era un lugar realmente remoto y aislado y que solo llevaba allí a la gente especial. Jesús. Fruncí el ceño. —Espera un minuto, el periódico dice que su casa estaba en la ciudad. No dice nada de otra propiedad. Logró una débil sonrisa. —Exageró sus recursos. Eso probablemente no signifique nada. —Hm.
Probablemente. Aunque, de cualquier modo sería bueno decírselo a la policía. Puede haber más cuerpos en el otro lugar, que ellos no conocen. Sacudió la cabeza. —No, estoy seguro de que solo mentía. No hay razón para ir a la policía. —Realmente creo que deberías hacerlo. ¿Qué tal
si hay algún chico aún con vida? Por un segundo mostró dudas en su expresión. Entonces se quedó atrás de una pared de testarudez, esa que se estaba volviendo muy familiar. —No. Solo lo estaba diciendo para que me fuera con él. —Eric, realmente creo... —¡No! —interrumpió enojado —. ¡No voy a ir con 123
los jodidos policías! Lo veía con la boca abierta. Él miraba a la mesa.
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—No es importante, eso es todo, —murmuró—.
No hay razón para molestar a los policías. Nos quedamos en silencio por un momento. Finalmente tenía que preguntar. —¿Por qué no quieres ir con la policía, Eric? —Te lo dije. —No, no lo hiciste. ¿Cuál es la verdadera razón?
No podía mirarme. —No he hecho nada malo. —¿Entonces por qué no quieres hablar con ellos? —Sí, Eric. ¿Por qué? ¿Qué estás escondiendo?
La voz de Janey hizo que ambos nos sobresaltáramos. Le fruncí el ceño. —¡Janey! ¿Qué infiernos estás haciendo? —Malcolm me envió a conseguir más ‘Margarita’ . —Ella caminó hacia nosotros con los brazos cruzados y chispas en su mirada —. Estaba ayudándolo, mientras
ustedes estaban ocupados hablando. Supongo que solo llegué en el momento justo. —¿Qué se supone qué quieres decir? —Quiero decir, —ella contestó—, que tú, Ben,
eres demasiado confiado para tu propio bien. ¿No puedes ver que está jugando contigo? Por el amor de Dios, si alguien le tiene miedo a la policía debe de tener una razón para eso. Eric se puso de pie y la miró fijamente. — Quédate fuera de esto. 124
Janey le correspondió la mirada. —¡No lo haré!
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Yo apreté los dientes y traté de no perder el control completamente. —Cualquiera que sea la razón, me la dirá cuando esté listo, confío en él. —Ese es tu gran problema, Ben, —dijo ella—.
Confías en todo el mundo. —No en todo el mundo, pero amo a Eric. Y si
amas a alguien, debes confiar en él, o de otra manera no significa una maldita cosa. —¡Maldición Ben!, —ella gritó—. ¡No tienes idea
de quién infiernos es o lo que ha hecho! ¡Despierta con una jodida! Eric dio un paso hacia ella, sus manos en un tenso puño. —¡No sabes una jodida cosa! —gritó—. Qué, ¿asumes que me están buscando o algo así, solo porque no confío en los policías? Créeme, si hubieras visto las cosas que yo he visto, tampoco confiarías en ellos. Janey caminó hacia él. —Oh, ¿qué le hicieron los malos policías al pobre pequeño Eric? Lo que haya sido, idiota, probablemente te lo merecías. La mirada de Eric se oscureció. Su ruda máscara regresó a su lugar tan rápido como un parpadeo, pero pude ver la angustia que fluía en su cara durante una fracción de segundo. Aún medio creía que el ataque y la muerte de Jason habían sido por su culpa. Eso era. Janey había cruzado una línea que no podía dejar que cruzara, incluso si ella no se daba cuenta de que lo había hecho. Me coloqué entre ella y Eric. —Lárgate, —le dije—. Lárgate con una jodida de 125
aquí y no hables con ninguno de nosotros de nuevo hasta que puedas tratar a Eric como a un ser humano.
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Ella se quedó con la boca abierta. —No quieres decir eso. —El infierno que no. Esto no es una pequeña
aventura, Janey. Eric y yo nos amamos y tú vas a tener que aceptarlo. Ella se mordió el labio. —Es peligroso, Ben, ¿por qué no puedes ver eso? —No hables cómo si no estuviera aquí, —dijo Eric con los dientes apretados —. Nunca lo lastimaría, jamás.
No puedo decir lo mismo de ti. Dejé una mano en su brazo; se quedó en silencio y yo continué. —No es peligroso, Janey. —Soy tu mejor amiga, Ben. Él es un extraño,
probablemente incluso un criminal. No puedo soportar verte sufrir, en serio. —Entonces no tenemos nada más que decir.
Lágrimas fluían de sus ojos. Ella iba a decir algo, pero se detuvo, se giró y salió del cuarto. No traté de detenerla. Me giré hacia Eric. Sus ojos estaban muy abiertos y se veía como si quisiera correr detrás de Janey y quebrarla por la mitad. Pero cuando vio mi cara, su expresión se suavizó. Se acercó a mí y me tomó en sus brazos. —Lo siento mucho, —murmuró, y eso era todo.
Enterré mi cara en la curva de su cuello y sollocé. 126
Ya fuera que Malcolm necesitara la ‘Margarita’ o no, no tenía idea. Si él entró después, yo no lo oí. Cuando ya no pude llorar más, Eric me guió escaleras
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arriba y me ayudó a prepararme para ir la cama. Me acomodó bajo los cobertores y subió a la cama detrás de mí, acomodándose de cucharita contra mi espalda. Él acariciaba mi cabello y cantaba dulcemente hasta que finalmente el agotamiento superó el dolor de la perdida de mi mejor amiga, quizás para bien. Finalmente me quedé dormido, con el murmullo del sonido de una vieja canción de cuna y la calidez del cuerpo de Eric contra el mío.
127
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Capítulo 12
os siguientes días fueron muy difíciles, cambié mis turnos con otro mesero de Marco’s para no tener que estar alrededor de Janey. Era demasiado doloroso verla. El hecho de que tuviera razón y ella estuviera equivocada no lo hacía más fácil. La amaba y la extrañaba horriblemente. Muchas veces tomé el teléfono para llamarla, entonces lo dejaba de nuevo, aún lastimado por las cosas que ella había dicho. Durante esos días, Eric me daba la fuerza que yo no tenía. Él me escuchaba alternar entre maldecir la existencia de Janey y la intensa nostalgia acerca de los buenos tiempos que habíamos pasado. Ni una vez habló mal de Janey ni me dijo que estaba mejor sin ella, incluso aunque tenía muchas razones para hacerlo. Además yo lo hacía suficientemente por ambos. Simplemente me dejaba hablar, parecía que sentía que era lo que yo necesitaba.
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No me sorprendió para nada cuando Eric trató de echarse la culpa de lo que había sucedido, pero seguía doliéndome verlo tratar de agregar un peso a su ya inmerecida carga. Le dije sinceramente que no era culpa suya, que era culpa de Janey por ser tan cabeza dura. Sus protestas se detuvieron cuando lo besé y ya no dijo nada más acerca de eso.
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La mayoría de los días, cuando no estaba trabajando, estaba con Eric. La mayoría de las noches también. Algunas veces me quedaba en mi apartamento, principalmente porque él pensaba que estaba desperdiciando el dinero de la renta, si ni siquiera estaba ahí. Un buen punto, pero ya no me gustaba estar ahí. No lo sentía mi hogar, sin Janey llegando todo el tiempo. —Quizás debería mudarme contigo, —especulé
una tarde. Estábamos acostados en el suelo oyendo a Rufus Wainwright ( 13 ) y hablando sobre los arreglos de nuestra vida—. Mi contrato vence el próximo mes, así que tengo que renovarlo o dejarlo. —No creo que ambos podamos vivir en este lugar
tan pequeño. —¿Por qué no? No es que ninguno de los dos
tuviera muchas cosas o algo así. Tienes sitio para mi colección de CDs, eso es todo lo que necesito. Se rió y se giró de lado. —Sí, hay lugar. Necesito algunas cosas para los estantes. Le sonreí. —Entonces supongo que conseguiste un compañero de cuarto. —¡Genial! —Se apoyó en un codo, se inclinó hacia mí y me dio una seductora sonrisa —. Eres especial, ¿sabes eso? —Se inclinó y rozó su boca con la mía.
13
( ) Rufus Wainwright nacido el 22 de julio de 1973 en Rhinebeck, Nueva
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York, EEUU, cantante y compositor en inglés y francés hijo de los cantantes de folk Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, y hermano de la también cantante Martha Wainwright. Empezó a tocar el piano con 6 años e hizo giras con su familia a los 13. Su música tiene unas marcadas influencias líricas que van desde la ópera hasta la chanson francesa pasando por el musical.
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—Seguro. Soy con el que todo el mundo sueña en la ciudad, ¿correcto? —besé la esquina de su boca y
sentí su sonrisa. —No tienes idea de lo hermoso que eres. —Él se
apartó y me miró fijamente a los ojos. Era bueno que estuviéramos acostados, porque de la manera en la que me miraba hacía que sintiera mis piernas de hule —. Déjame decirte que ya he perdido la cuenta de cuántas chicas me han preguntado si eres soltero. —¿Ningún chico caliente?. —Pretendí hacer un
puchero. Sonrió. —También muchos de ellos. —Bueno, espero que los envíes en paquete. —Algunos de ellos ya están empacados. —Engreído. —Sí. —Vamos.
Lo acerqué y lo besé de nuevo. Su boca era suave y cálida, y sabía dulce. Quería sumergirme en él. —Dios, Ben, —murmuró—. Te deseo con tanta urgencia... —Recorrió mi mandíbula y cuello con
pequeños besos, haciendo que se estremeciera mi interior. —Mierda, yo también te deseo. —Enterré mis
manos en su cabello mientras regresaba a mi boca.
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Nuestros besos aumentaron más y más en pasión, hasta que nos comíamos el uno al otro como si fuera nuestro último momento en la tierra. Mis manos bajaban por su espalda y me obligué a detenerme
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antes de perder el control y arrancarle toda la ropa. Me mordí el labio para evitar gritar cuando levantó mi camiseta y chupó mi pezón. —Eric... oh, oh, Dios... ¿qué...? ¿Qué significa?, tú... oh... —No podía decir lo que quería, pero de
alguna manera él me entendió. —Bien, estoy bien, —murmuró contra mi pecho.
Sus labios se movían debajo de mis costillas y sobre mi abdomen, y gemí cuando levantó mis caderas y pasó su lengua por debajo de la pretina de mis jeans. —P-pero...
Él se movió tan rápido que apenas pude ver cuando se montó a horcajadas en mis caderas. Su boca cubrió la mía antes de que me diera cuenta de lo que estaba sucediendo. —Te necesito, Ben, —murmuró mientras me besaba —. Te necesito, por favor. Deslizó su mano entre mis piernas, manteniéndola sobre mi ingle a través de mis jeans. Gemí y me empujé hacia arriba contra su palma. Su lengua recorría mis labios y me abrí para él. Incluso con lujuria pura ardiendo en mi interior, estaba preocupado por él y logré mantener mis manos fuera de sus pantalones. Esta vez, el problema vino cuando desabrochó mis jeans e iba a meter sus manos en el interior. Sus dedos rozaron la cabeza de mi pene y repentinamente se congeló. Hizo un pequeño sonido con su garganta y se alejó de mí. Estaba de rodillas con su cara cubierta por sus manos. Podía oír sus dientes apretarse. 131
Tan pronto como sentí que podía moverme de nuevo, subí el cierre y me puse de rodillas frente a él,
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toqué su brazo y él levantó su afligida mirada hacia mí. —¿Fue otro ataque de pánico? —Pregunté suavemente. Asintió. —Odio jodidamente esto. —Lo sé. —Lo jalé a mis brazos y besé su frente. —Lo siento. Debí detenerte, sabía que era demasiado
pronto. Sacudió la cabeza contra mi hombro. —No te hubiera escuchado. Eres malditamente caliente y me vuelves loco. En todo lo que puedo pensar es en el sexo. ¿Sabes cuánto tiempo ha pasado desde que me sentí de esta manera? Y entonces me vuelvo loco cada vez que hacemos algo. Mierda. —Tenemos que ser pacientes, eso es todo. —Yo no quiero ser paciente. —Envolvió sus
brazos alrededor de mi cintura y acarició mi cuello con su nariz—. Solo quiero joder, no puedo seguir con una erección más tiempo. Me reí. —Sí, yo tampoco, pero aún no estás listo. Toma tiempo recuperarse de la mierda que atravesaste. —Huh.
Levanté su mentón y lo miré a los ojos. —Hey, solo piensa en lo bueno que será cuando finalmente suceda. Él sonrió. —Eres asombroso, ¿lo sabes? La mayoría de los chicos no podrían lidiar con todo esto. —Ellos se lo pierden. —Acuné su cara en mis manos—. Tú vales la espera, Eric. Te amo. 132
No dijo nada, pero el amor y la gratitud en su mirada lo decían todo. Levantó una mano y acarició mi
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mejilla suavemente, entonces se inclinó para un prolongado beso. Nos quedamos así varios minutos, hasta que tocaron a la puerta y ambos nos sobresaltamos. —Será mejor que vayas, —murmuró con mi
lengua aún en su boca. —Mm. No quiero. —¿Qué si es importante? —No puedo pensar en nada más importante que
esto. Tocaron de nuevo, más fuerte esta vez. Suspiré. —¡En un segundo! —grité. Eric sonrió y besé su nariz. —Ya regreso. —Me puse de pie, abrí la puerta y me encontré cara a cara con Janey. Se produjo un embarazoso silencio. —Um, hi, —Janey dijo finalmente —. ¿Puedo
entrar? Me hice a un lado y ella entró. No era su habitual determinada manera de entrar. Eric se puso de pie, vino hacia mí, y entrelazamos los dedos. Janey nos miró en silencio. —¿Qué sucede, Janey? —Le pregunté.
Ella mordió su labio. —Yo, disculparme. Con ambos. Estuve mal.
um,
vine
a
Yo la miré fijamente, no estaba seguro de qué decir. —¿Qué te hizo cambiar de opinión? 133
—Mike, —dijo ella—. Supongo que he estado de
mal humor últimamente, después de que tú y yo peleáramos. Yo le gritaba por pequeñas cosas, y
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anoche tuvimos una gran discusión, y entonces terminamos hablando durante mucho tiempo. Fue sincero y me dijo que estuvo mal lo que le dije a Eric, y que creía que yo solo lo hacía por Alan. Y tuve que admitir que probablemente tenía razón. Eric frunció el ceño. —¿Quién es Alan? Janey y yo nos miramos. —Mi hermano, —dijo ella—. Él se suicidó cuando yo tenía diecisiete años. La mujer con la que se casó resultó que lo usó por su dinero. Y sé que no hubiera sucedido si él no hubiera creído todo lo que ella decía sin cuestionar. Y yo también creí en ella, eso solo lo hacía peor. Todo ese problema me hizo más cínica. Lo siento, Eric. No tenía derecho a decir lo que te dije. Él la miraba fijamente, con una extraña expresión en su cara. Él estaba pálido y en shock. Fruncí el ceño. —¿Eric? ¿Estás bien? Él me vio y regresó la mirada a Janey. —Estoy bien, —le dijo—. No te culpo por estar molesta. Ben es tu amigo; tú solo lo protegías. Y para aclarar esto, sé exactamente lo que se siente. Ella le dio una cautelosa sonrisa. —¿Lo haces? —Sí. Yo también lo viví de esa manera. Mi
hermana se suicidó enfrente de mí cuando yo tenía diez años y ella quince. Las circunstancias eran diferentes, pero dejan el mismo tipo de cicatrices. —¡Dios, lo siento!. —Ella lo miraba con una nueva
compasión. 134
—Yo también. Apesta perder a un hermano de esa manera. —Le ofreció la mano—. ¿Amigos?
Ella sonrió. —Amigos.
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Se estrecharon la mano. Vi que se entendían y por primera vez me sentí aliviado. Cuando Eric se apartó, jalé a Janey a mis brazos y la abracé duro. Ella apoyó su cabeza en mi hombro. —Te extrañé mucho, —dijo ella, levantó la cara,
sus ojos brillaban por la humedad. —También te extrañé. —Limpié las lágrimas de sus mejillas—. Nadie me molestó en días.
Ella se rió. —Sí, bueno. Bien. Me tengo que ir. —Bien. —La dejé ir y ella se dirigió a la puerta —.
Adiós Janey. Nos vemos después. —Adiós, —contestó ella, y se fue.
Los brazos de Eric se deslizaron detrás de mí. Me apoyé en él, giré la cabeza y besé el ángulo de su mandíbula. —Me alegro de que lo resolvieran. —Yo también. Realmente la extrañaba. ¿Sabes?
Ella puede ser una molestia, pero hemos sido amigos desde hace mucho tiempo y la amo. —Lo sé.
Me giré en sus brazos. —No puedo imaginar cómo pudiste sentirte. Siendo tan joven y viendo a tu hermana morir de esa forma. Me dio una extraña mirada. —Ben, ¿puedo decirte algo? —Sabes que puedes. —Lo besé y él sonrió, 135
entonces se quitó su camiseta. —¿Recuerdas esto? —señaló la cicatriz de su
clavícula.
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—Sí. Dijiste que fue un accidente. —Mentí. Eso no fue un accidente. Sarah me
disparó, antes de suicidarse. Yo lo veía en shock. —¿Qué? ¿Ella te disparó? — Tracé con mi dedo la vieja cicatriz —. ¿Por qué? —Ella quería protegerme. —¿Protegerte? ¿Disparándote?
Cerró los ojos. —Ella era esquizofrénica. Los medicamentos la ayudaban pero no lo suficiente. Y papá no la dejaba ir a terapia. Él creyó siempre que era una pérdida de tiempo. Y entonces… bueno, otras cosas. Cosas que sucedieron. Eso ella no se lo dijo a nadie. Solo a mí, y solo justo antes de suicidarse. Me dijo que temía que me sucediera lo mismo y que ella tenía que matarme para salvarme de eso. —¿De qué?
Sus ojos se abrieron de nuevo y eran penetrantes como el acero. —¿Quién sabe si era cierto? Quiero decir, ella tenía alucinaciones todo el tiempo, nunca sabía lo que era real y lo que no lo era. Quizás solo sucedió en su mente. Tomé su cara en mis manos. Su piel estaba fría. —¿Qué fue, Eric?. ¿De qué trataba de protegerte?
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Él me miró con los ojos más abiertos. —De nuestro padre —dijo finalmente—. Ella dijo que é l… hacía cosas con ella. Durante años. Y ella no quería que me hiciera lo mismo. Ella creía que nada podría lastimarlo o detenerlo. Así que trató de matarme, para mantenerlo lejos de mí. —Se rió amargamente—. Siempre fue una pésima tiradora.
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Me quedé impactado en silencio durante un minuto. —¿El te tocó? —El pensamiento era inaceptable. Pero tenía que saberlo. Eric bajó la mirada. Asintió. —Algunas veces. Eso me golpeó duro y me hizo sentir enfermo. Una pura y perfecta rabia quemaba mi estómago. Sentí una violencia que nunca había sentido antes, pero en ese momento sabía que quería desgarrar a alguien y verlo sangrar. Nunca había visto al padre de Eric, y esperaba no hacerlo. Si él atravesaba la puerta, podría matarlo con solo mis manos. —¿Ben? —la voz de Eric era suave, apenas la oía—. ¿Me odias ahora? —estaba blanco y temblaba.
Una lágrima se deslizaba por su mejilla mientras lo miraba. —No. Dios no, nunca podría odiarte. —Lo jalé a
mis brazos y lo abracé como si pudiera protegerlo de su propio pasado—. Eric, mierda. Mierda. Ese bastardo. No tenía derecho. Cerré los ojos con fuerza y enterré mi cara en su cabello. Él olía tan bien, su piel era tan suave bajo mis manos. Quería fundirme dentro de él con mis cinco sentidos y mantenerlo ahí. Quería alejarlo de todo el dolor de su pasado, construir paredes alrededor de él y evitar que cualquiera lo lastimara e incluso lo tocara de nuevo. Él levantó mi cabeza y yo besé su hermosa boca. —Nadie debería pasar por lo que has sufrido.
Nadie. Él no tenía derecho a hacer lo que te hizo, ¿me oyes? No tenía ningún derecho. 137
Él se derretía en mis brazos, sus manos se aferraban con fuerza a mi camisa. —Lo sé ahora.
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Aunque no era fácil cuando tenía diez años. Decía que era mi padre, y que podía hacer lo que fuera que quisiera. Me tomó años darme cuenta de que no podía. Cuando tenía catorce quebré sus brazos, y nunca lo intentó de nuevo. Estuve en prisión durante seis meses después de eso, pero valió la pena. —¿Abusó de ti durante años y te encierran por
defenderte? Eso fue jodidamente injusto. —Sí, bueno, así es como son las cosas. Era su
palabra contra la mía, él estaba obligado a ganar. —¿Qué acerca de tu madre? ¿Ella no notó nada?
Quiero decir, ¿tampoco con lo de tu hermana?. —Mi mamá se ahogó cuando yo tenía cinco años.
Apenas puedo recordarla; sólo recuerdo llorar en su funeral. Mi papá nos crió solo después de eso. Pensé en mi propia infancia, mis padres y mi hermano y lo feliz que éramos todos y cuán unidos seguíamos estando. Mis padres vivían desde hace años en California y mi hermano está actualmente en Francia, pero aún nos hablamos por teléfono y nos enviamos emails todo el tiempo. Me mata saber que Eric nunca tuvo nada de eso. Todo lo que había tenido en su familia fue doloroso. —Hay terapeutas realmente buenos en la ciudad. —Dije—. Deberías empezar a ver a alguno.
Él sonrió contra mi cuello. —Sí, soy un jodido lío, ¿huh? —Realmente creo que eres la persona más fuerte 138
que he conocido. Probablemente yo hubiera estado en un cuarto acolchado para ahora.
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Se rió. —No te das suficiente crédito. Bien, entonces, necesito ir a terapia. Sé eso. Pero ¿cómo voy a pagarla? Incluso si trabajo con Tamara lo suficiente para tener algún tipo de seguro médico, aun así no creo que pudiera costear algo así. Pensé en eso por un minuto. —Aquí en la ciudad hay programas de servicios de salud mental con precios reducidos. Y puedo ayudarte a pagar eso. Estaba listo para protestar que no me dejaría hacer eso, pero vio la determinación en mi mirada, se detuvo y me sonrió. —Te amo, Ben. —También te amo, bebé.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y me sonrió. Yo cerré los ojos y me concentré en el sabor de su boca y en sentir su piel, y empujé el horror de su pasado firmemente en el fondo de mi mente.
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Capítulo 13
eptiembre llegó y se fue y el clima cálido comenzó a ser más frío. Octubre trajo una explosión de color con el cambio de las hojas. Eric amaba vagabundear por la línea de árboles en las tardes, y tomábamos largas caminatas juntos, explorando todos los rincones de la ciudad. Eso logró que él conociera la ciudad incluso mejor que yo. Finalmente logró que lo acompañara a correr en algunas ocasiones. Para mi sorpresa, me gustó mucho, y muy pronto lo acompañaba casi todo el tiempo. Disminuyó los kilómetros por mí, pero no parecía importarle. Eric estaba viendo a una buena terapeuta desde unos días después de que me contó lo de su padre. Yo fui a algunas de sus sesiones y me agradaba la doctora Spencer. Tenía una manera bastante tranquila de conseguir que hablaras con ella sin esfuerzo. Eric estaba sorprendido de lo fácil que era hablar con ella sobre las cosas que le habían sucedido. Ella no se horrorizaba, ni sentía lástima por él, ni ira por lo que su padre había hecho. Eso fue una revelación para él, darse cuenta que su pasado no cambiaba cómo la gente lo veía ahora. 140
Dejé mi apartamento y me mudé con Eric. Nosotros teníamos nuestras altas y bajas, como todo el mundo. No todo era luz de sol y rosas. Eric seguía
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siendo Eric, de carácter caliente, incluso aunque ahora se reía mucho más a menudo. Teníamos nuestra cuota de desacuerdos, pero yo no hubiera cambiado ni una cosa. Estaba enamorado y amaba todo de él, no solo las partes divertidas, y disfrutaba todo el maravilloso paquete del iracundo, terco. Cada día que pasaba estábamos un poco más cerca y podía sentir los lazos entre nosotros profundizarse. Eric empezaba a tolerar deslizar sus manos dentro de mis pantalones cuando nos besábamos y agarraba mi trasero. La primera vez que llevó su mano al frente, en lugar de solo rozar mi eje con la punta de los dedos, estuve cerca de correrme ahí. No habíamos llegado mucho más allá de eso, pero él tampoco había entrado en pánico, así que decidimos celebrarlo. Nos dirigimos a un elegante bar que conocíamos, bebimos tequila, y comenzamos a improvisar canciones, con Eric al piano. Después de que el bar cerró, regresamos a casa y nos quedamos hablando toda la noche acerca del futuro. Ese fue un momento decisivo. Sabíamos que no nos iba a tomar mucho tiempo más, antes de que pudiéramos dar el siguiente paso y convertirnos en amantes. Ambos éramos muy cuidadosos sobre nuestros exámenes regulares de HIV y ambos estábamos limpios, así que decidimos tirar la caja de condones. Eric bromeaba que deberíamos hacer algún tipo de ceremonia, para mostrar nuestro compromiso con el otro. —Invitaríamos a todos los que conocemos. —Él 141
estaba en medio de la cama, con un pie colgando del borde—. Puede ser una ceremonia en el exterior. Nos vestimos elegantemente, y decoramos el bote de basura con listones y otras cosas, y habría un
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predicador que leyera versos apropiados. ¿Crees que Janey podría tocar algo con su violín, dado que ambos estaremos ocupados? —¡Estás tan lleno de mierda! —Me reí — No hay
manera en el infierno de que hagamos esto. —Hm. El predicador es demasiado, ¿huh? —Sí.
Especialmente dado que ninguno nosotros es lo que se puede decir religioso.
de
Pretendió pensar en eso. —Bien, sin predicador. Pero aún dejaremos los listones de satín sobre el basurero, Y ambos vestiremos de blanco. Tú usarás vestido, dado que eres él más bonito. Me senté en el suelo donde había un rayo de luz. Él parecía absolutamente serio. Si no tuviera ese travieso brillo en su mirada pensaría que estaba enfadado. Pero no me engañó ni por un segundo. Subí a la cama y jalé su pierna, cayó de espaldas. —¡Hey! ¿Qué estás haciendo? —Creo que ya lo sabes. Mejor admite que
realmente no estás planeando una ceremonia para tirar los condones, o lo haré, ¡lo juro! Se apoyó en su codo y me dio una mirada inocente. Casi suficiente para convencerme. —¡Pero lo estoy! —él sacó su labio —. No me crees. —Maldición, correcto, no lo creo. Tienes que
admitir que estás exagerando el enlace.
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Él levantó la nariz y me ignoró. Sonreí —Bien, pide eso. —Tomé su tobillo y pasé mi lengua por su empeine.
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Se estremeció y se rió. Descubrí que era en extremo cosquilloso por puro accidente hace dos semanas, y eso pasó rápidamente a ser uno de nuestros juegos favoritos. Además él raramente usaba zapatos en el interior y sus pies descalzos eran una fácil e irresistible presa. Especialmente dado que él lo amaba y que constantemente me incitaba a hacerlo. Usualmente el juego de lamerle los pies a Eric, finalmente seguía a chupar sus dedos, y lo inducía a besuquearnos en la cama. Nosotros hacíamos mucho de eso, incluso aunque cada vez era más y más difícil detenernos antes de que las cosas se salieran de control. Yo tenía mis propios miedos aparte de los de Eric que nos impedían ir más allá, porque odiaba pensar en causarle otro ataque de pánico durante el sexo. Pero esta vez, sentí algo diferente. No podía decir qué era, pero había algo diferente, un cambio eléctrico en el aire que decía que cualquier cosa era posible. Eric debió de sentirlo también. Él estaba incluso más feroz de lo habitual, que era mucho decir. Cuando levantó la cabeza en donde había mordido mi cuello me miró fijamente y yo sabía lo que eso significaba. —Ya no puedo esperar más, —dijo con una voz gruesa por el deseo —. Tengo que tenerte ahora o voy a
morir. Atacó mi cuello de nuevo antes de que yo pudiera decir una palabra. Me tomó todo lo que tenía, alejarlo y lograr que me mirara. —¿Estás seguro? —Ya sabía la respuesta, su
necesidad estaba clara en su mirada. 143
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Me vio y sonrió. —Sí. Ya no tengo miedo, Ben. Confío en ti. —Tomó dos puños de mi cabello y me besó duro—. Déjame hacerte el amor, ahora, vamos. El pensamiento envió fuego a mi interior. Lo miré fijamente a los ojos. No había trazas del pánico que yo había empezado a reconocer durante las primeras semanas juntos. Acuné su cara en mis manos. —Iremos lentamente. Y tienes que jurarme que
me dirás si necesitas que me detenga, ¿bien? —Bien. —Él mordió su labio —. Eres asombroso,
Ben. Te amo. —También te amo. Más que a nada. —Se inclinó
y me besó tan tiernamente que causó que mi interior doliera. Desnudamos al otro tan lentamente como pudimos lograrlo. Eso quiere decir, no mucho. Después de tanto tiempo queriéndolo y no teniéndolo, tomarnos nuestro tiempo fue más difícil de lo que pensábamos. Logré quitarle la camiseta y los jeans a Eric sin realmente desgarrar nada, pero él estaba demasiado desesperado incluso para intentarlo, tomó la bastilla de mi camisa y la desgarró enviando los botones a volar, entonces me empujó de espaldas. Él logró quitarme los jeans y la ropa interior en dos segundos, yo estaba acostado en la cama desnudo, con él de rodillas entre mis piernas. Se veía demasiado caliente, de rodillas con sólo sus bóxers negros.
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Subió a mi cuerpo, bajó la cabeza y lamió mi pecho. —Eres jodidamente sexy, —dijo—. Podría comerte. —Mordió duro mi pezón y grité, entonces lamió la mordida, calmando el ardor.
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Mordisqueó el camino por mi abdomen, dejando un rastro de marcas de mordidas detrás. Su mano se deslizó al interior de mis muslos y empujó para separarlos. Lo veía mientras él bajaba la cabeza y enredaba su lengua por la punta de mi pene. Su boca causaba pequeñas explosiones en mi interior. Gemí alto y enterré mis dedos en los cobertores mientras tomaba toda la cabeza de mi pene y lo empujaba por su garganta. Eso definitivamente podría ser malo. Él levantó la mirada y me miró con un hambre intensa que me asustó un poco. —Sabes increíble. — Envolvió una mano alrededor de mi pene y pasó la lengua por la punta de nuevo, lamió el pre-semen que se derramaba. Gemí y mordí mi labio. —Mm. ¿Quieres que lo haga?, —murmuró entre lamidas—, ¿qué chupe tu pene?
Lo quería. Solo de imaginármelo me tenía cerca de terminar. Pero estaba asustado de que pudiera ser mucho y demasiado pronto, y eso me atormentaba. Debería de saber que Eric decidiría por mí. No esperó a mi respuesta, solo abrió su boca y me tragó completo. —Oh, oh, ¡Dios! —grité. Su boca era cálida,
húmeda y suave y los músculos en su garganta me apretaban de una manera que nunca había sentido antes. Me enderecé y me apoyé en un codo para ver sus labios alrededor de mi eje.
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Cuando él se tensó y se apartó, no estaba sorprendido. Me miró, la miseria en su mirada casi quiebra mi corazón, lo sostuve en mis brazos y lo jalé hacia mí, envolviendo su cuerpo con el mío.
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—Lo siento, —murmuró—. Maldición, realmente
pensé que podría. Lo quiero con tanta urgencia. Acaricié su cabello y besé su ruborizada mejilla. —Está bien. De cualquier manera no hubiera durado mucho. ¿Dónde aprendiste ese truco con tu garganta? —En la juvenil. —Debió de notárseme en la cara
la intriga que sentí, porque se rió amargamente y lo explicó sin que preguntara—. En la correccional juvenil. Fui enviado en varias ocasiones durante la preparatoria. Si lograbas chupar un pene realmente bien no recibías tantas palizas. —Él jaló mi cara hacia la suya y me besó antes de que pudiera recuperarme lo suficiente para decir algo—. No hablemos acerca de eso ahora. No hablemos de nada. Ya es demasiado difícil así para ti. Deslicé mi mano entre sus piernas, apreté sus muslos y dejé que mis dedos rozarán sus bolas sobre su ropa interior. La expresión se suavizó y sentí que se estremecía. —Tengo una idea, —dije y chupé el lóbulo de su oreja—, de qué hacer acerca de esto. —Uh. ¿Cuál es?
Lo empujé suavemente de espaldas. —He querido chuparte durante mucho tiempo. Sólo relájate. Besé mi camino desde su cuello a su pecho y abdomen. La manera en la que él se movía y gemía ante mi toque me hacía estar malditamente duro y concentrado, pero me forcé a estar alerta a cualquier signo de miedo o resistencia. Todo lo que sentía era una excitación tan fuerte que podía olerla, curvé mis dedos en la pretina de su ropa interior y lo miré a los ojos. 146
—Hazlo, —dijo en un grueso murmullo.
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Eso era lo que necesitaba oír. Bajé sus bóxers por sus caderas, se los quité y los lancé al suelo. La vista de su cuerpo desnudo, hizo que me quedara sin aliento. Pasé una mano por su firme muslo y sentí su estremecimiento. —Jesús, eres hermoso.
Él tocó mi mejilla y sonrió. —Te amo. —También te amo.
Me incliné y planté suaves besos en cada una de sus cicatrices. La cicatriz del medio de su abdomen era el camino que me guiaba a lo que quería, su largo, grueso y perfecto pene que descansaba contra su abdomen. Él abrió las piernas. Me arrodillé entre ellas y lo tomé en el interior de mi boca. —Oh, sí, Dios, es bueno, —suspiró. Pasó sus
dedos por mi cabello y abrió más las piernas. Se sentía genial tener el lleno pene en mi garganta deslizándose sobre mi lengua. El sabor era el cielo, y la manera que movía sus caderas contra mi boca causaba que me derritiera de necesidad. Levanté la mano, buscando a tientas la suya. Entrelazó sus dedos con los míos y los sostuvo mientras yo chupaba. Él trataba de resistir, hacerlo durar. Podía sentirlo. Pero había pasado tanto tiempo para él, que no tardó en estar en el borde. Cada músculo de su cuerpo se tensó y tembló con el esfuerzo de sostenerse. Aún acariciándolo con una mano, levanté la cabeza y lo miré a los ojos. —Déjate ir, bebé. Está bien. 147
Antes de que pudiera decir algo acuné sus bolas en mi mano y lo tomé profundamente. Jadeó, sus
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dedos se tensaron alrededor de los míos y gritó cuando se corrió en mi boca. Tragué el caliente y espeso líquido que salía de él. Cuando se detuvo, dejé salir su pene de mi boca y me acurruqué en sus brazos. Él se acercó y me besó, lamió su propio semen de mis labios. —Dios, Ben, te amo. Tu boca se sentía tan
jodidamente perfecta. Sonreí y retiré su sudado cabello de su cara. — También te amo. Podría chupar tu pene siempre. Él deslizó su mano y frotó su palma sobre mi eje, y mi visión se nubló. —Déjame intentarlo de nuevo, — murmuró. —Eric, no sé si... oh, Dios... —Su mano se cerró
alrededor de mi pene, su pulgar acariciaba la cabeza del mismo, y yo no pude hablar más. Se rió, se inclinó y presionó sus labios en los míos. —Está bien, Ben. Ambos queremos esto. He
soñado con tener tu pene en mi boca y todo lo que he tenido es una pequeña probada. Lo quiero todo. No podía decir una palabra, no importaba lo mucho que lo intentara. Pero sabía que él podía sentir lo mucho que lo quería. Se giró sobre mí, se acomodó entre mis piernas y deslizó mi pene dentro de su garganta.
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Él era bueno. Yo había vislumbrado su talento antes, pero esto era el tratamiento completo y mi mente explotaba. Ni siquiera traté de evitar los sonidos que hacía. Levantó mis caderas con ambas manos y me empujó más profundamente de lo que creía posible. La punta de mi pene golpeó la parte de atrás de su garganta, sus músculos se aferraron a mí y sentí el orgasmo empezar a recorrerme.
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—Oh... oh, Dios, voy a correrme, —gemí.
Él me miró a los ojos. Sus dedos se encajaron en mis caderas y supe que quería que me corriera en su boca. Una pequeña parte de mi cerebro argumentaba débilmente que quizás era mala idea, pero el resto de mí estaba demasiado cerca para preocuparse. El calor en su mirada era suficiente para enviarme sobre el borde y me derramé en su garganta. Cuando la blanca confusión aclaró mi visión, él estaba sobre mí con una gran sonrisa. Tomé su cabello con ambas manos y lo jalé dándole un beso. Su boca se abrió y pude saborearme en su lengua. —Maldición —Dije cuando pude hablar de nuevo —
. Eso fue increíble. ¿Cómo infiernos haces eso? Me dio una traviesa sonrisa que era más linda que el infierno y lo besé de nuevo. —No puedo decírtelo. Tengo que mostrártelo. —Eso
podría ser interesante. Lecciones de felación; se oye divertido. —Tendremos que establecer un horario. Puede
ser muy duro, y te puede explotar en la cara. —Oh, mierda, —gruñí —. Eso es terrible. —Hey, no puedes ser genial en todo. —Bueno, lo sé.
149
Él se rió, pero se puso serio repentinamente, y eso me confundió. Pasó su mano por mi mejilla, su pulgar rozó la esquina de mi boca. —Pensaba que nunca sería capaz de hacer el amor de nuevo. Creía que nunca estaría con nadie más. Eres lo mejor que me ha sucedido, Ben.
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Un nudo se formó en mi garganta. —Te amo mucho, Eric. Me alegra que nos hayamos encontrado. Se acercó más y enterró su cara en mi cuello. — También te amo, —dijo suavemente. —¿Cantas para mí? —apoyé mi mejilla en su
cabello e inhalé su aroma. Besó suavemente mi garganta. —Escribí esto justo ahora, para ti. Las lágrimas ardían en mis ojos y no luché contra ellas. Lo sostuve fuerte, mientras su clara voz me envolvía.
150
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Capítulo 14
La mañana siguiente, el sonido de él cantando me despertó. Me quedé acostado con los ojos cerrados solo escuchando por un momento. La voz de Eric salía del cuarto de baño, cantaba ‘Danny Boy(14)’ en la ducha.
Salí de la cama y entré de puntitas al cuarto de baño, y lo vi a través de la cortina. Eric estaba bajo el agua con sus ojos cerrados, enjuagándose el champú de su cabello. « Y oía», —él cantaba—, « el suave caminar hacia mí ...»
Empujé la cortina de plástico a un lado. Él seguía cantando. « Y todos mis sueños eran cálidos y dulces...»
Entré cuidadosamente en la ducha. Él parecía no notarlo. « Si tú no me dices que me amas ... »
Me deslicé y puse mis brazos alrededor de su cintura. Sonrió. 151 14
( ) Danny Boy balada escrita por Frederick Weatherly popular en el norte de
Irlanda
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« Simplemente dormía en paz hasta que llegaste a mí .»
Abrió los ojos, me jaló y me besó. —No te detengas. —Bien. —Me besó de nuevo durante más tiempo
esta vez. —Quiero decir, —dije cuando nos separamos para tomar aire—. No dejes de cantar. Aunque esto también
es lindo. —Ese es el final de la canción. —Se presionó contra mí y apoyó su cabeza en mi hombro —. Además,
hay mejores cosas que hacer que cantar, ahora que estás aquí. —¿En serio? —Mm. —Él besó el camino desde mi cuello hasta
mi boca. Deslizó su lengua dentro y nos perdimos un momento. Mis manos vagabundearon por su espalda y exploraron la curva de su culo. Soltó un pequeño gemido que me atravesó igual que un relámpago. Él pasó sus palmas por mi cuerpo y envolvió con su fuerte mano mi pene, que rápidamente prestó atención. — Quiero esto dentro de mí, —murmuró en mi oído. El pensar en empujar mi pene en ese pequeño y apretado culo envió olas de excitación que me recorrían. Pero no creía que estuviera listo para eso, y no podía pensar en lastimarlo. 152
—¿No crees qué es demasiado pronto? No hay
prisa. Tenemos el resto de nuestra vida.
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Él dejó de chupar el lóbulo de mi oreja y me miró seriamente. —Si algo he aprendido, es que nada, nunca, es tan largo como lo crees. Él movió la cortina y salió antes de que pudiera pensar una sola cosa que decir. Resistí la urgencia de seguirlo. Después de terminar de bañarme, envolví una toalla alrededor de mis caderas y entré en la recámara. Eric estaba acostado en la cama recorriendo los canales de la televisión. Usaba unos desgastados y descoloridos jeans que se le ajustaban como una segunda piel, y tenía los pies desnudos y sin camisa. Se veía tan malditamente sexy que hizo que mi pecho doliera. Me vio y regresó a la televisión. —Hey, —dijo. —Hey. ¿Qué ves?
Se encogió de hombros. —No mucho, solo recorriéndolos. Asentí y me senté en la cama a su lado. Veíamos los canales cambiar en silencio durante unos minutos. Después de un momento se enderezó y me miró fijamente. —Lo siento. Tienes razón. Te quiero en mi interior
con tanta urgencia, pero también estoy asustado. Si reacciono de esa manera solo de pensarlo, será mucho peor si eso realmente sucede. Esto no es justo para ti. —Eric, no espero por mí. —Me acerqué y tomé su mano en la mía —. Quiero esperar porque es lo correcto
para ti. Tienes que darte tiempo. 153
—Ha pasado un año desde... —se interrumpió y
miré hacia la pared.
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—Desde que te violaron, —terminé por él.
Se tensó. —Sí. —Pero ¿has estado con alguien más desde Jason?
Sacudió la cabeza. —No. Pero ha sido tanto tiempo, Ben. Un año debería ser tiempo suficiente. —No importa cuánto tiempo pase. Lo que importa
es cómo te sientes. Piensa en eso, Eric. Te violaron y casi mueres. Jason murió y fuiste forzado a verlo. Ni de cerca has tenido la cantidad de terapia que necesitabas después de eso. En la cima de todo está lo que tu padre les hizo a ti y a tu hermana, y lo que sea que te haya sucedido en el reformatorio. Mierda, es asombroso lo bien que puedes manejarte con todo eso, con apenas un poco de ayuda. Un año no es mucho para todo eso. Me dio una débil sonrisa. —¿Cuándo aprendiste tanto acerca de recuperaciones de una... violación? —Hablé con la doctora Spencer.
Me miró fijamente. —¿Lo hiciste? —Sí. Quería saber cómo podía ayudarte, eso es
todo. No dijo ni una palabra. Por un minuto, creí que realmente se había enojado. Entonces su mirada se suavizó y apretó mi mano. —Ella me dijo que alguna gente se recupera rápido, —dije—, y a otros les puede tomar años, pero lo
importante es que te des ese tiempo, sin importar cuán largo sea. 154
—Lo sé. Es solo… Solo se siente co mo… Infiernos,
no sé. Es solo que no me puedo sacudir la sensación de
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que algún día vas a encontrar a otro y todo se acabó. Eso me asusta más que nada. Toqué su mejilla con mi mano. Se inclinó ante la caricia. —Nosotros estaremos bien. —Espero que tengas razón. —La tengo. —Quiero hacer todo contigo. No quiero perder
nada. —Yo
tampoco. No te preocupes, bebé, lo
tendremos. Pasó sus dedos por mi húmedo y enredado cabello. —Aún puedo chuparte, ¿verdad? Me incliné y lo besé. —Infiernos, sí. —Quítate esa toalla.
Un par de horas después, estábamos acostados entrelazados juntos en un nido de sábanas, desnudos, sudorosos y pegajosos de nuevo. Eric acurrucado conmigo, su cabeza en mi pecho, aferrándose a mí igual que una manta segura. Él estaba profundamente dormido. Acomodé una almohada bajo mi cabeza y vi las noticias del medio día con el volumen bajo.
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Cepillaba con mis dedos su húmedo cabello y sonreí. Incluso cuando hicimos el amor por primera vez el día anterior, él se veía como un niño con un millón de dólares en una juguetería. Él no tenía suficiente. Incluso me había despertado a mitad de la noche por más. Después de la segunda vez me sentía agotado cuando él me miraba. Mi mandíbula me dolía de la inusual cantidad de actividad, pero no lo cambiaba por
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nada. Cerré los ojos y me permití revivir cada dulce minuto de eso. Desperté después de varias horas de profundo sueño, era ya tarde y las sombras cruzaban por la habitación. Eric había rodado y estaba acostado sobre su abdomen, con una mano acurrucada bajo su mentón y la otra colgando fuera del borde de la cama. Estaba babeando la almohada. Se veía tan dulce que derretía mi interior. Me acerqué y besé su mejilla. —¿Hm? ¿Ben? —Se estiró, bostezó y abrió los ojos—. ¿Qué hora es?
Miré el reloj. —Las cuatro. Infiernos, es bueno que no trabaje hoy. —Mm. ¿Qué día es? —Jueves. Y puede ser mi día libre pero tú tienes
que tocar esta noche. También creo que ambos necesitamos otra ducha. Se rió. —Eso puede ser divertido. —Eres tan caliente. —Mordí su oreja y se estremeció —. Me gusta eso. —Bueno, porque tendríamos un problema si no. —¿Sí? —Sí. Planeo atacarte en cada oportunidad que
tenga. Me giré hacia él y lo besé. —Ese es un buen plan. —Eso pensé. —envolví sus brazos alrededor de 156
mi cuello y lo jalé hacia mí. Un seis-nueve y una inusualmente activa ducha después, salimos finalmente del apartamento, limpios y
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vestidos. Decidimos dirigirnos al bar dado que al estar solos con el otro parecía que no podíamos evitar el sexo. Y para entonces estaba adolorido de otros lugares además de mi mandíbula. Eric no estaba aún listo para estar abajo, pero seguro como el infierno que no tenía ningún problema estando arriba. Me jodió tan duro que no creí ser capaz de caminar derecho en una semana. Mi cuello era una gran marca púrpura y roja donde hundió sus dientes mientras se corría. El sexo con él era más salvaje de lo que yo hubiera podido pensar. Me dejó hematomas, dolor y más alegre que nunca en mi vida. Eric me revisó rápidamente mientras bajaba las escaleras. —Bebé, —dijo—, te ves como si hubieras pasado todo el día jodiendo. —¿Lo preguntas?
Sonrió. —Me gusta esa apariencia. —Bueno, porque te ves de la misma manera. Solo que sin marcas de mordidas. —Atrapé su mano en el último escalón y entrelacé nuestros dedos —. Gato
salvaje. Se rió mientras salíamos de la bodega hacia el bar. —Vamos, necesitas un trago, yo invito. Malcolm aún no había llegado, así que ayudé con el par de whiskeys con coca cola y me senté frente a la barra. Mike se nos unió cuando llegó algunos minutos después. —Hey chicos, —dijo Mike cuando llegó. —Hey, —dijo Eric—. ¿Dónde está Janey? 157
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—En
Marco’s .
Ella intercambió el turno con alguien, olvidé quien. —Mike vio mi cuello y levantó una ceja hacia mí —. Lindo chupetón. Me ruboricé y Eric se rió. —¿No tenías que ir a tocar o algo? —dije con tanta dignidad como pude conseguir. Eric vio el reloj. —Mierda, tienes razón. —Se puso de pie y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y me jaló para un beso. —Te amo, —murmuré en su oído. —También te amo. —Retiró un rizo de mis ojos—.
Cada pedazo. Me reí. —Ve. Sonrió y se dirigió al escenario. Él era bueno, uno de los mejores. No me tomó mucho tiempo descubrir que sus canciones reflejaban cómo se sentía cada día, y las que interpretó esta noche rebosaban de felicidad. Parecía ser capaz de crear una nueva canción sin ningún esfuerzo. Las canciones fluían de él como el agua. Eric terminó su actuación y comenzó el acto principal una banda de bluegrass (15) de Charlotte, que estaban a la mitad de su actuación cuando Janey llegó. La vi atravesar la puerta y levanté la mano para saludarla. Ella se apresuró a unirse con Eric, Mike y yo en la barra. 15
( ) El bluegrass (literalmente, —hierba azul—) es un estilo musical country que
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tiene sus raíces en la música tradicional de Inglaterra, Irlanda y Escocia, llevada por los inmigrantes de las Islas Británicas a la región de los Apalaches, aunque ha sufrido también influencias de estilos musicales afro americanos, principalmente el jazz y el blues.
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—Hi, Janey, —dije. —Hi. Mira. ¿Podemos ir a la oficina de Tamara?
Necesito decirles algo chicos. Su cara era más pálida y sus ojos más grises y abiertos de lo normal. Fruncí el ceño. —¿Qué sucede? —No aquí, —dijo ella—. Vamos. Eric, Mike,
vosotros también necesitáis venir. Nos miramos unos a otros mientras Janey se dirigía a la oficina. Seguía preguntándome qué infiernos le afectaba tanto. La seguimos en silencio y Mike cerró la puerta detrás de nosotros. —Bien, Janey, —dijo Mike—. ¿Qué sucede?
Ella se acercó a Mike y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Él la envolvió en sus brazos y besó la cima de su cabeza. —Él se fue, —Janey dijo.
Eric y yo nos mirábamos. —¿Quién?, —pregunté. — Adam Richardson, —dijo ella—. El asesino en
serie, él que casi atrapa a Eric. Se escapó.
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Capítulo 15
h, mierda. —Miré a Eric. Su expresión irradiaba el shock—. ¿Cómo? ¿Qué sucedió? Mike se sentó y jaló a Janey a su regazo. Ella se acurrucó en sus brazos. —Sabes que lo iban a transferir de aquí a una prisión de máxima seguridad en las afueras de Murphy, ¿verdad? Asentí, no había necesidad de decir nada, Eric y yo habíamos seguido la historia de cerca desde que lo supimos. Sabíamos que el fiscal había intentado que recayera sobre él la pena de muerte. Había estado en una prisión de media seguridad en Asheville hasta que hubiera lugar en la sobre poblada prisión de máxima seguridad. Iba a ser trasladado esta mañana. —Hubo un accidente, —Janey continuó —. Un
tráiler de dieciocho llantas impactó contra la van en la que él iba. El chofer del tráiler murió detrás del volante y están diciendo que parece ser que de un paro cardiaco mientras conducía. Los tres policías y el conductor de la van murieron en el accidente, y Richardson escapó. 160
Eric lamió sus labios —Entonces, ¿aún no lo han atrapado? ¿Está suelto?
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—Sí. El choque sucedió en un área muy aislada
en la carretera interestatal, así que para cuando alguien lo vio y llamó al 911, se había ido. El conductor que avisó no lo vio. No tienen idea de dónde puede estar. —Cristo. —Eric se inclinó y me abrazó más fuerte. —Espera lo mejor, —dijo Janey irónica —. La
historia que están dando en las noticias dice que él debió de haber tenido ayuda para escapar. Estaba esposado y con grilletes, y el área alrededor de donde sucedió el choque es una colina muy escarpada. No hay manera de que pudiera irse por sus propios medios, la policía barrió quince kilómetros alrededor del accidente detenidamente, incluso llevaron perros amaestrados, pero no encontraron rastro de él. —¿Tienen idea de quién pudo ayudarlo? —Mike
preguntó. Janey negó seriamente. —No. —Jesús, —dijo Mike.
Jalé a Eric a una silla y lo senté antes de que se desmayara. Ni siquiera protestó, lo que me decía lo impactado que realmente estaba. Me arrodillé frente a él y tomé sus manos entre las mías. —Eric, tienes que ir a la policía.
Él me miró y vi las paredes en su mirada. —No. —Chicos, —dije, sin dejar de mirar la cara de
Eric—. ¿Podrían dejarnos a solas unos minutos? —Claro, —dijo Mike—. Vamos, Janey, vayamos a
casa, ¿huh? Te prepararé un té de manzanilla. 161
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—Bien, —Janey dijo y la oí acercarse. Ella puso una mano en mi hombro, y la otra en la de Eric —.
Cuídense. Ambos. Tomé su mano. Ella apretó mis dedos, y después se fueron. Me reforcé para lo que iba a ser extremadamente difícil de hablar. —Lo sé, —dijo Eric antes de que pudiera abrir la boca—. Que por si fue a ese lugar en el bosque, la
policía necesita saber que habló de eso. —Eso es cierto. Pero eso no es por lo que se lo
tienes que decir. —¿Entonces por qué? —¿Qué si viene por ti Eric? ¿Huh? ¿Qué si tiene
alguna fijación y quiere terminar lo que empezó, y quiere terminar contigo? La cara de Eric era blanca. —Puedo cuidar de mí mismo. —Su voz era más dura de lo que le hubiera oído en mucho tiempo, y me asustó. —Sé que puedes patearle el trasero si es solo él.
Pero ahora tiene ayuda; quizás también armas, quien sabe. Y está huyendo. No va a llegar a ti abiertamente, te vigilará y te tomará cuando bajes la guardia. La policía puede protegerte. —No,
Ben, no creo que ellos puedan. Terriblemente maldita conveniencia la manera en que escapó. ¿No es así? Lo miré fijamente. —¿Qué quieres decir? —No es fácil tratar de escapar de una escolta 162
policial armada, choque o no choque. Esos guardias no lo dejan ni por un segundo. Si ellos estaban armados,
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lo tenían cubierto. Y la van que ellos usan está construida para soportar más que un vehículo normal. Eso necesitaba un infierno de daño para lograr que la gente en su interior muriera. Entonces ¿cómo sucedió que todos los guardias murieron y el prisionero ni siquiera salió herido? No creo que los guardias hayan muerto debido al choque. El conductor de la van, quizás; ¿pero los guardias? ¿No solo uno o dos, todos ellos? No hay manera. Le dieron dinero a alguien para que los matara después del choque. —Pero en las noticias dijeron que murieron en el
accidente. Ellos sabrían eso, ¿verdad? Sonrió irónicamente. —Hay muchas maneras de ver las cosas, al menos a primera vista. Puede sorprenderte. —¿Qué quieres decir? —Creo que quien sea que le haya ayudado a
escapar es también un policía, o alguien lo suficientemente cercano al sistema para saber exactamente qué hacer. Creo que el accidente fue organizado. —¿Qué? De cualquier manera, ¿Cómo infiernos
haces para saber todo eso? Suspiró. —Supongo que es tiempo de que lo diga. Realmente debería habértelo dicho antes. —¿Decirme
qué? Eric, maldición, me estás
asustando.
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Se puso de pie y empezó a pasear; yo tomé su lugar en la silla porque sentía mis piernas como bandas de hule.
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—Si piensas que lo sé por experiencia personal, así es, pero no de la manera en que crees. —Se detuvo y me miró a los ojos —. Mi padre es policía. Él es el
director de una nueva prisión de máxima seguridad al norte de Mobile. Se abrió hace un par de años y fue promovido de la fuerza policial. Me quedé con la boca abierta mientras todas las piezas hacían ‘clic’ en mi cabeza. —Entonces, —dije—, es por eso por lo que... —Sí. Eso es por lo que no quiero ir con los
policías. Pondrían mi nombre en la base de datos, y encontrarían todo sobre mí. Mi expediente no se ve bien, mi padre se aseguró de eso. Ellos lo llamarían para decirle que estoy aquí, si él no me encuentra por sí mismo primero. Tiene acceso a la base de datos nacionales. No puedo correr el riesgo, Ben. Especialmente ahora. Me puse de pie y me acerqué a él. —Eric, escucha, puedo entender totalmente por qué no quieres que sepa dónde estás. Pero ya no puede lastimarte. No es una amenaza para ti ahora, pero el asesino que está libre sí lo es. Además, ¿por qué el policía iría a la base de datos? Tú no has hecho nada. Él se rió, pero no había humor en eso. —Ben te amo, pero en ocasiones eres tan ingenuo. Ellos revisan a todo el mundo. La mayoría de la gente no lo sabe, porque ellos no te dicen que lo hacen. Pero lo hacen. —¿Pero por qué? —Solo porque lo hacen, Ben. Ellos no serían 164
policías sin tener una mente desconfiada. Un policía confiado normalmente termina siendo un policía muerto.
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—Bien, puedo ver eso. Pero incluso si lo peor
sucede y tu papá nos encuentra aquí, ¿qué puede hacer? No tiene jurisdicción legal para venir detrás de ti. —No se molesta por pequeñas cosas como la
legalidad. Él vendría por mí, no dudes de eso. —¿Por
qué? ¿Qué puede hacer él ahora? Infiernos, si pueden arrestarlo por todas las cosas que te ha hecho. Me miraba fijamente, el miedo se veía a través de las grietas de su armadura. —No entiendes lo peligroso que es. —Entonces dímelo. Dime por qué es peligroso
para ti ahora, y por qué es más importante mantenerte alejado de él, que protegerte de un jodido asesino en serie. Él me miraba con sinceridad en su mirada. —Creo que estuvo detrás de lo que nos sucedió a Jason y a mí, y sé que envió a alguien a asesinarme la noche que huí. No puedo arriesgarme porque si sabe dónde estoy, lo intentará de nuevo, y no le va a importar a quién lastime para atraparme. Arriesgaría mi vida si tengo que hacerlo, pero no arriesgaré la tuya. Traté de decir algo, pero ningún sonido salió. Me senté y miré indefenso a Eric. —Que se joda —finalmente logré decir —. Si es
algún tipo de psicótico o algo así ¿Por qué no puede dejarte en paz? 165
Eric suspiró y se frotó los ojos. Se veía totalmente cansado repentinamente. Tomé su mano y
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lo jalé a mi regazo. Envolvimos los brazos en el otro y nos sentimos mejor. —Lo denuncié al departamento de servicio social
un par de meses antes de que Jason y yo fuéramos atacados. Se había vuelto a casar cuando yo terminé la preparatoria y vi a su nueva esposa y su pequeña niña un día en el museo. Ambas tenían demasiados hematomas, y la niña se asustaba hasta de su propia sombra. Ella nunca se había visto así antes. —Pensaste que estaba abusando de ella, ¿no es así? —Él pensamiento hizo que me sintiera enfermo.
Asintió. —Sí. Entonces lo delaté, pero cuando los del departamento de servicio social hablaron con su esposa, ella negó todo. No había evidencia, así que no podían hacer nada. Mi expediente de arrestos no ayudó. Nadie creía nada y les dije que lo investigaran. —¿Entonces, ellos entendieron lo que decías?
¿Fueron con tu papá con cargos de violencia domestica y abuso infantil, y él logró salir libre y trató de asesinarte? Apoyó su mejilla en mi cabeza y me abrazó más fuerte. —No fue a la cárcel, pero estuvo en las noticias mucho tiempo. Todo el mundo en tres estados sabía acerca de eso. Apenas pudo sostener su trabajo como director, la mayoría de la gente lo quería fuera. Aún no estoy seguro de cómo logró mantenerlo. Probablemente untando las bolsas correctas. Pero su reputación había sido enlodada, y nunca podría limpiarla de nuevo. Estaba muy enojado por eso. Y créeme, nadie puede mantener el rencor como mi padre. 166
—Así que el trató de asesinarte. ¡Dios!.
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—Claro que no tengo pruebas, pero estoy seguro
de que estuvo detrás de eso. Me dijo muchas veces que me quería muerto. Llevó su mano a mi mejilla y me miró a los ojos. —Solía desear haber muerto esa noche. Ahora me alegro de no haberlo hecho. Lo jalé hacia mí y lo besé. La piel de su cuello era cálida y suave bajo mi mano y su corazón palpitaba contra mi pecho. Después de todo lo que oí, me sentía afortunado de tenerlo conmigo. —También yo,
—dije—. ¿Envió a alguien a
intentarlo de nuevo y fue por eso que huiste? —Sí. Estaba teniendo problemas para dormir así
que estaba dormitando en el sofá cuando un tipo entró por la ventana de mi habitación. La ventana rechinó, y desperté y me preparé. Cuando no me encontró en la cama, entró al siguiente cuarto y yo salté sobre él. Coloqué su pistola en su cabeza y le dije que me dijera quién lo había enviado o lo mataría. Me dijo que fue mi padre. Se suponía que caería sobre mí, y me dispararía y después dejaría una nota que dijera que era un sucio puto marica y que Dios le había dicho que lo hiciera. —¿Qué? ¿Por qué? —Hay un aumento de violencia contra los gay en
Mobile en este momento. Supongo que papá esperaba que mi asesinato pasara como un asesinato-gay. Estoy muy seguro de que eso pretendía la primera vez, de otra manera solo me hubiera disparado y tirado mi cuerpo al mar. O quizás solo quería que sufriera, no lo sé. Siempre me ha odiado. 167
—Mierda.
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—Sí. De cualquier manera, sé que papá no iba a
esperar a oír que estaba muerto, no tenía mucho tiempo. Así que le quité al tipo todo su dinero, y huí. Y aquí estoy. Me quedé en silencio varios minutos, tratando de absorber todo lo que me acababa de decir. Era un infierno de historia. Me había convencido de que su padre era más peligroso que Adam Richardson. —¿Entiendes ahora? —Dijo, pasando sus dedos por mi cabello—. ¿Ves por qué no puedo dejar que
descubra en dónde estoy? Tomé su mano y lo besé. —Sí, sé a lo que te refieres, pero, ¿por qué no vamos a la policía de Asheville y le dices todo lo que me has dicho?. Él me miraba como si estuviera a punto de lanzarlo a los hornos o algo así. —¿Crees por un segundo que ellos me creerían? No hay manera. Ellos de algún modo descubrirían mi historia o la versión de mi padre. Y me encerrarían por ser ‘peligroso’ para m í mismo o para los demás. Yo estaría en un manicomio y vendría por ti. No, Ben, no puedo ir, lo siento. —¿Qué si les decimos cómo abusó de ti y de tu
hermana? Ellos al menos creerían eso, ¿no es así? —Ellos no escucharían, incluso si no estuviera
fuera del estatuto de limitación de tiempo. Mi padre se aseguró de eso. Él alteró todos mis expedientes oficiales diciendo que había tenido alucinaciones y ‘la esquizofren ia’ era la razón. Era una jodida mentira,
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pero eso no importa. Ningún policía va a creerme cuando mi expediente es tan largo y se ve tan mal como ese.
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Lo jalé más cerca de mí y enterré mi cara en su cuello. —Eso no es justo. —Quizás no. Pero es la realidad. —Bien. Así que no puedes ir a la policía en
persona. Pero escucha, ¿por qué no hacemos una llamada anónima? De esa manera ellos tendrán algún tipo de guía, pero no tendrán tu nombre. —Ellos pueden rastrear la llamada. —Usaremos un teléfono público. Nosotros iremos
a algún lugar cualquiera de la ciudad. De esa manera la llamada no puede ser rastreada hacia ti. Aún se veía inseguro. —No sé, Ben. —Bien, ¿por qué no les llamo yo? Les digo que le
oí decir que tenía un lugar en las montañas. —Pero no lo hiciste. —¿Y? Él te lo dijo.
Se mordió el labio. —No. No, tú no deberías tener que hacer eso. —Si tú no puedes, lo haré. Ellos tienen que saber,
Eric. Sabes que tengo razón. Se quedó en silencio durante mucho tiempo. Finalmente suspiró y presionó sus ojos con su mano. — Sí, tienes razón. Maldición. Bien, les llamaré. Anónimamente. Acaricié su cabello. —Haces lo correcto. Asintió. —Sí, lo sé. Pero aún me asusta. 169
—No voy a dejar que nadie te lastime, ni ese
asesino psicótico, ni tu padre, ni nadie.
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—No
estoy preocupado por mí. Yo puedo cuidarme. —Él acunó mi cara en sus manos —. Eres tú él que me preocupa ahora. Joder, ese psicótico, Richardson, si él muestra su fea cara por aquí se la pateo. Pero si mi padre descubre que estoy en Asheville, descubrirá que estamos juntos e irá detrás de ti para tenerme a mí. Un frío me recorrió. —Mierda. Quizás este podría ser un buen momento para que empieces a enseñarme algunos de esos movimientos de karate. —Buena idea. Aunque no karate. Creo que
deberías empezar con el judo. Se veía tan triste, no podía soportarlo. Pasé mis dedos por su mejilla. —Está bien. Lo haremos. Solo seremos más cuidadosos, eso es todo. Trató de sonreír, pero podía decir que era una sonrisa forzada. Deslicé mi mano por el interior de su muslo y apreté cariñosamente hasta que logré una real sonrisa. —Vamos arriba ahora. —acaricié su cuello con mi
nariz. Se rió. —Solo quieres entrar en mis pantalones, eres un perro caliente. —Mejor créelo. —Pasé mi lengua por el hueco de su garganta—. Pero principalmente quiero olvidar toda
esa mierda por un momento. Asesinos fugados, padres imbéciles y todos los malditos asuntos. —Yo también. —Él levantó mi cara y me besó, entonces se puso de pie y me dio la mano —. Vamos. 170
Tomé su mano. Subimos las escaleras e hicimos el amor hasta que el cielo de la mañana se volvió gris.
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Capítulo 16
uve que molestar a Eric durante dos días enteros antes de que finalmente llamara a los policías. También me hizo sufrir por eso. Dijo que si íbamos a hacerlo, haríamos también algo útil. Así que corrimos los once kilómetros a través de la ciudad hacia el mercado, para usar el teléfono público. Era uno de esos días perfectos a final de octubre. El cielo era de un profundo y rico azul que parecía estar reservado para las tardes de ese mes. Las montañas se elevaban detrás de la ciudad, el rojo, amarillo y naranja de las hojas en otoño brillaban en el claro aire. Las hojas crujían bajo nuestros pies mientras corríamos, y recorrimos los kilómetros por las colinas a un tranquilo ritmo. Para cuando llegamos al mercado, estaba muy cansado. Era un día perfecto para correr, y Eric no me había presionado demasiado, pero era la primera vez que corría más de ocho kilómetros y me sentía agotado. Me apoyé contra la pared del edificio a descansar mientras Eric marcaba el número de la policía y le contaba la historia al detective que finalmente tomó la línea. 171
—Bien, —dijo cuando colgó —. Hecho. ¿Feliz? —Sí. —Coloqué mis brazos alrededor de él por detrás y besé su cuello —. Vamos, ¿no te sientes mejor?
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Se apoyó contra mí. —Bueno... sí, supongo que lo hago. Aunque aún estoy nervioso —. Él giró la cabeza para verme—. Vamos a entrenar esta tarde. —¿Eso quiere decir que estaré tirado en el suelo
por otro par de horas? —Así es.
Gruñí. Eric había estado enseñándome judo el día anterior, o al menos eso era lo que decía. Lo más que sucedía era que me lanzaba al suelo, primero yo solo y luego me lanzaba él. Decía que tenía que aprender a caer para no lastimarme antes de hacer algo más. Nunca pensé que caer pudiera ser tan complicado, pero había más maneras de las que pudiera haber imaginado. Tenías que girar tu cuerpo justo de la manera correcta para caer al suelo con tus manos abiertas. Eso no era exactamente instintivo, así que, en conclusión, había sido lanzado muchas veces antes de caer de la manera correcta y lograrlo automáticamente. Eric había logrado encontrar unos viejos colchones de gimnasio en un mercado de segunda, así que el piso estaba acolchado. Pero aún así dolía. —Estoy todo morado por ayer, —me quejé.
Él se giró en mis brazos y me besó. —Lo siento, bebé. Aunque lo hiciste genial. Eso es normal. Probablemente podremos empezar con movimientos básicos mañana. —Suena bien. Vamos, compremos algo de comida mientras estemos aquí. —Me salí de sus brazos y 172
atravesé la puerta.
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Me miró con reproche. —No quieres correr de regreso. —Maldición, cierto.
Se rió. Entrelazamos las manos y entramos en la tienda.
En las siguientes semanas, Eric me presionó duro. Entrenábamos judo todos los días, corríamos diez kilómetros otros días. Era pura tortura al principio, pero mejoré rápidamente y se hizo más fácil seguir. Ya no gimoteaba acerca del ritmo demasiado rápido, principalmente porque sentía la urgencia de Eric. Estuvo nervioso como el infierno la primera semana después de la llamada. Estaba convencido de que alguien de algún modo descubriría que había hecho la llamada y que avisarían a su padre de dónde se encontraba. La extrema improbabilidad de que eso sucediera no le importaba; estaba asustado. Entonces hacía lo que podía para protegerme, enseñándome a hacerlo.
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Personalmente, estaba asustado de que Adam Richardson viniera tras Eric. Él aún no había sido localizado, y la policía no había encontrado la pista de lo que Eric les había dicho. Ellos habían declarado en los noticieros locales que podría tener una cabaña en algún lugar de las montañas, y que si alguien veía algo sospechoso llamara al 911. Pero casi un mes después de la llamada de Eric, no había ni rastro, ni el padre de Eric se había aparecido, y ambos empezamos a relajarnos un poco.
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Relajado o no, Eric no dejaba mi entrenamiento. Él incluso me preguntó si me atrevería a aprender a usar un arma. La idea no me entusiasmó para nada. —No lo creo, —Le dije cuando me preguntó una mañana durante las lecciones de judo —. Las armas me
asustan, hombre. —Eso es porque no las has usado. Si lo haces lo
suficiente, te vas a sentir cómodo, como con todo lo demás. Él me llamó, fui hacia él y me lanzó de espaldas. Me sonrió. —¿Ves? Cómo esto. Eso fue una perfecta caída y
ni siquiera la pensaste. No podrías haber hecho esto hace un mes, pero has practicado y ahora es tu segunda naturaleza. —Veo el punto. —Me ayudó a ponerme de pie —.
¿Por qué infiernos sabes tanto de armas? —Sarah y yo solíamos pasar los fines de semana
con los padres de mi mamá. No creo que el abuelo confiara mucho en mi padre, así que insistía en que nos quedáramos con él y con la abuela. —Tipo listo. —No bromees. De cualquier modo, el abuelo nos
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enseñó a Sarah y a mí a disparar. Rifles, escopetas, pistolas, de todo. Aprendí a manejar un arma antes de aprender a leer y seguí practicando después de que el abuelo murió. Papá nunca lo supo, o no hubiera permitido que fuéramos allí. Creo que la única razón por la que nos dejaba, era porque significaba que no tenía que lidiar con nosotros durante un par de días. — Se colocó en posición de lucha —. De nuevo.
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Eso significaba que quería que tratara de atacarlo a él de nuevo. Eso estaba bien para mí, dado que estaba feliz de dejar el tema de las armas. Me centré en mantener mi peso balanceado cómo me había enseñado, y traté de pensar en la mejor manera de tumbarlo. Hasta ahora no había tenido nada de suerte. Era malditamente bueno y yo estaba en una categoría de principiante. Difícilmente podía esperar algo más, pero era frustrante como el infierno. Entonces tuve una idea. Quizás podía usar su experiencia contra él. Eso es lo que el judo es después de todo: usar la fuerza de tu oponente para defenderte. Hice cómo si fuera por su cabeza, y se movió ligeramente, como si pudiera ser el movimiento equivocado en una pelea real. Pero cambió su postura de defensa cuando pensó lo que estaba haciendo, y yo hice un rápido movimiento. Tomé sus brazos y enredé mi pierna, tumbándolo. Me monté a horcajadas encima de él y detuve sus muñecas sobre su cabeza para que no pudiera moverse. Por una fracción de segundo, el pánico llenó su mirada. Pero se fue antes incluso de darme tiempo de horrorizarme y me sonrió orgulloso. —Maldición,
Ben, ¡eso es genial! ¡Tú me atrapaste! Tu técnica apesta, pero dejemos eso a un lado esta vez. Entrecerré los ojos. —¿No me dejaste lanzarte para que me sintiera mejor? —No. Eso no te haría ningún favor. —No, supongo que no. —Empecé a bajarme de 175
él, tratando de asegurarme de que no entrara en pánico por mi causa. Había pasado un tiempo desde su
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último ataque de pánico, pero era la primera vez que estaba realmente inmovilizado. Lo había hecho totalmente mal, pero aun así él estaba más o menos inmovilizado—. ¿Estás bien? —Estoy bien.
Me iba a levantar, pero me detuvo. Sus caderas atrapadas en mis muslos, y sus ojos ardían con un repentino deseo, me incliné y presioné mis labios en los suyos. Su boca se abrió para un profundo y hambriento beso que incendió cada nervio de mi cuerpo. Cuando solté sus muñecas, llevó sus dedos por mi cabello y me jaló encima de él. Nosotros solo usábamos flojos shorts, así que nos tomó pocos segundos desnudar al otro. Eric me jaló de regreso a sus brazos tan pronto como los shorts estuvieron fuera. Sus dedos trazaron mi espalda baja y me estremecí, Para ahora llevábamos juntos algunos meses, pero sus manos en mi piel desnuda aún hacían que me derritiera como la primera vez que me tocó. —Ben, —murmuró contra mis labios —, te quiero
dentro de mí, bebé. Por favor. Me apoyé en mi codo, y lo miré fijamente a los ojos. Ahí no había pánico, ni miedo. Solo amor, y deseo, y una absoluta confianza que llegó a mi corazón. Estaba realmente listo esta vez. Y sabía que para él, eso significaba más que solo otra manera de tener sexo. Se estaba entregando en mis manos. Eso era un regalo y quería tratarlo de esa manera. Acaricié su mejilla y le di un suave beso en sus dulces labios. 176
—Sí, —dije—. Te amo.
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Sonrió. —También te amo. —Mordió mi labio inferior, entonces me estiré fuera de sus brazos y tomé el lubricante de debajo de la cama en donde se había caído la noche anterior y que no me había molestado en levantar. El recuerdo me hizo sonreír. Mi culo aún estaba dolorido de la fuerza con la que me había tomado. —¡Dámelo!
—Él
jaló mi brazo y tomó el lubricante. Nos miramos seriamente. —Prométeme que me dirás si te lastimo o si
quieres que me detenga. Dejó el lubricante y acunó mi cara en sus manos. —No me vas a lastimar, confío en ti. —Me jaló y me besó—. He esperado demasiado tiempo para esto, Ben. Te necesito en mí con tan jodida urgencia. Acaricié con mi nariz su cuello, entonces besé mi camino hacia abajo por su cuello, lamí la cicatriz de su clavícula. Gimió y abrió las piernas para mí cuando deslicé una mano hacia abajo y acaricié su pene. —Relájate, —murmuré—. Iremos lentamente en
esta ocasión. Pasé mis dedos bajo sus muslos y murmuró. —No sé si pueda. —Puedes. —Besé el pulso que saltaba en su cuello—. Déjame no apresurarme en esto. —Besé el
ángulo de su mandíbula, el perfecto arco de su labio superior —. Quiero sentirte cada segundo.
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Me incliné y chupé uno de los rosados pezones en mi boca. Gimió y se arqueó contra mí. Mi mano aún envolvía su pene, la deslizaba lentamente de arriba abajo por su eje sólo con una ligera cantidad de
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presión. Aprendí rápidamente cada hermoso sonido que hacía, así estaba seguro que estaba bien esta vez. Dejé su erección y acuné su cabeza en mis manos y lo besé duro y profundo. Antes de que pudiera reaccionar, mi mano estaba donde él quería. Seguía haciendo esos pequeños ruidos que yo amaba y dejé que una de mis piernas se deslizara entre las suyas. Suspiró dentro de mi boca y lo froté contra mi muslo. Sus manos me exploraban como si no conociera ya cada centímetro de mi cuerpo de memoria. Podía sentir su corazón latir bajo mi palma sobre su pecho. Gimió y chupó más duro mi lengua cuando mis dedos alcanzaron sus bolas. —Dios, Ben. Por favor, por favor... —Él se
empujó contra mi mano. —Paciencia bebé. —Le sonreí. —No quiero ser paciente. —Él tomó mi mano y
empujó mis dedos hasta que rozaron su abertura. Giró los ojos y mordió su labio —. Sí, sí. Por favor, Ben. Yo vi cómo su cara se ruborizaba y besé su lastimado labio. Su respiración era jadeante, sus ojos azules oscurecidos por la excitación, era tan hermoso de esa forma… Tomé el lubricante del suelo. Él me miraba, sus ojos ardían cuando vertí una generosa cantidad en mis dedos.
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Deslicé el lubricante entre mis dedos y presioné ligeramente contra el apretado pequeño agujero. Hacía ruidos de necesidad y levantaba sus caderas. Mirándolo a la cara, empujé más duro, y mi dedo se deslizó dentro de él.
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Su boca se abrió y sus ojos se cerraron. Sus dedos se encajaban duro en mis hombros. —Dios, sí, — murmuró—. Más. Trabajé con otro dedo hasta que aflojé el anillo de músculos. Se estremecía y me jalaba hacia él para un feroz beso. Respondí con la misma urgencia. Mi pene estaba duro contra su cadera, no pensé que pudiera esperar mucho más. Evidentemente ninguno podía. Él gemía y se movía mientras lo estiraba lo más gentilmente que podía. —Ahora, bebé, ahora, —gruñó, como si pudiera oír mis pensamientos—. Jódeme ahora, ¡por favor!
Casi tan desesperado como Eric, tomé el lubricante de nuevo y me cubrí. Él abrió más sus muslos. Me arrodillé entre ellos, levanté sus piernas y posicioné la cabeza de mi pene en su entrada. Nuestras miradas en el otro. —Está bien, —dije muy tranquilamente —. Lo
haré. Te amo. Mantuvo sus ojos abiertos y fijos en los míos mientras me empujaba lentamente pasando la tensa abertura y entrando al suave calor de su cuerpo. Dios, se sentía tan bien. Me retiré, y me empujé de nuevo viendo su cara todo el tiempo. Sus ojos nublados con el placer y su pálida piel cubierta con una capa de sudor que brillaba con la luz de la mañana. Me incliné y lo besé y envolvió sus piernas alrededor de mi cintura.
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Nos movimos juntos con un suave ritmo, los labios y las lenguas entrelazadas juntas, piel deslizándose contra sudorosa piel. El universo se minimizó con el calor y la fricción y el olor del sexo.
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Nada existía, sólo nosotros dos, nuestros cuerpos entrelazados juntos. Cuando lo sentí tensionarse debajo de mí, sabía que estaba en el borde. Me apoyé en mi mano para poder mirarlo a los ojos. Ver su cara mientras se corría, era como ver una obra de arte viva. Eso me fascinaba siempre. —Dios, Eric, eres tan jodidamente hermoso.
Me miró a los ojos y acarició mi pecho. —Duro, bebé, jódeme duro, —gimió—. Córrete dentro de mí. En ese momento, no podía hacer nada más. Me puse de rodillas, sostuve sus muslos duro en mis manos, y lo jodí con largos y profundos empujones. La manera que gemía y temblaba me decía que estaba golpeando el dulce punto en cada ocasión. Tomó su pene y jaló duro. Mantuvo su mirada en la mía cuando se corrió. La imagen apuró mi liberación y me sentí presionándome aún más. La presión en mí explotó y me derramé profundamente dentro de él. En segundos, nos encontramos en una etérea perfecta burbuja. Entonces la oleada de intenso placer disminuyó y toda la fuerza se fue de mis miembros. Eric me rodeó en sus brazos y nos acostamos de lado, sosteniéndonos y besándonos mientras nuestros latidos cardíacos recuperaban el ritmo normal. Me sonrió y retiró mi sudado cabello de mi cara. —Te amo, Ben. Él me sonrió. —También te amo, tigre. 180
—¿Sabes qué?
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—¿Qué? —Tenemos que tomar turno para estar abajo.
Me reí. —¿Eso fue bueno? Me dio una traviesa sonrisa. —Oh, sí. Infiernos, siempre amé que me tomaran antes… bueno, antes. Estaba asustado de no ser capaz nunca de hacerlo de nuevo, te dije que confiaba en ti. —Pasó sus dedos suavemente por mis labios —. No creo que pueda con nadie más. No es que lo quiera. Lo jalé más cerca y lo besé. —Bueno. Porque te quiero todo para mí. Se rió y se acurrucó más cerca, con su cabeza bajo mi mentón y sus brazos firmemente alrededor de mí. Nos acostamos, agotados, pegajosos y satisfechos por un largo tiempo. Siempre recordaré eso. Era perfecto porque nos amábamos y estábamos juntos, y nada podía tocarnos. Era un tipo de placer que sólo venía porque no tienes idea de lo que está sucediendo. Y Eric y yo no teníamos idea en absoluto.
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Capítulo 17
reía que ambos seríamos felices estando todo el día acostados. Pero era viernes, ambos tocábamos esa noche, y Eric estaba determinado a ir a correr primero. Así que nos vestimos y salimos al frío de noviembre. —¿A dónde? —Pregunté mientras caminábamos
bajo el leve sol de invierno. —¿Qué si vamos al Grove Park Inn(16)? —Cool.
Eso era fácil, cinco kilómetros, el pequeño parque público estaba en la colina abajo de Grove Park Inn, y habíamos tomado esa ruta muchas veces, yendo por detrás del camino para evitar el tráfico. Amábamos correr a través del viejo vecindario, con sus acogedoras casas y estrechas líneas de árboles. En ocasiones veía un pequeño letrero de ‘se vende’ frente a una y soñaba despierto acerca de comprar una casa y vivir en ella juntos hasta la vejez. Era un lindo sueño aunque ambos sabíamos que probablemente nunca tendríamos el dinero para eso.
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16
( ) The Grove Park Inn es un histórico hotel al oeste de la montaña entre las
montañas Blue Ridge en Asheville, Carolina del norte. Está en la lista de lugares históricos nacionales
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Cuando llegamos al parque decidimos dar vueltas por el carril interior. Estábamos a la mitad del parque cuando Eric gritó y se tambaleó de repente. Ambos nos detuvimos y lo miré preocupado. —¿Qué sucedió? —No sé. Algo me mordió, creo. Joder, eso duele.
Se llevó la mano a la parte de atrás de la nuca y ambos vimos el pequeño dardo que sacó de su piel. Por un minuto nos quedamos mirando, atontados. Entonces levantó la vista y empezó a mirar a todos lados con los ojos bien abiertos. —¿Qué? —dije—. ¿Qué es eso?
Él tomó mi brazo con fuerza. —Ben, escúchame. Corre a la casa más cercana y diles que llamen a la policía. —¿Qué? ¿Por qué?
Él parpadeó y sacudió la cabeza. Su cara repentinamente pálida sus labios azules. Fruncí el ceño. —Él está aquí, Ben, viene por nosotros. —¿De qué diablos estás hablando?
Empujó débilmente mi pecho. —Ve, ve, a conseguir ayuda. —Eric... —No discutas, —dijo, luchando por respirar —.
Solo ve. 183
Sus rodillas se doblaron y lo atrapé y lo senté en el suelo, acunándolo contra mi pecho. —¡No voy a dejarte! Joder, ¿qué sucede?
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Sus palabras eran balbuceantes y torpes. — Escucha... me me... esto es... una droga... actúa rápido... dura... algunas horas... usualmente... estaré bien... cuando pase... se acabe... Él... Él viene... por nosotros... Joder, ¡ve! —Sus ojos giraron y él cayó desmayado en mis brazos. —¿Eric? —Mi voz se oía con pánico. Todo se
sentía distante e irreal. Acaricié la cara de Eric. Su piel estaba fría y húmeda, su respiración tan lenta que apenas podía notarla. Mis manos temblaban y mi corazón se aceleró. Nunca había sentido tanto terror en mi vida—. Dios, Eric, despierta, por favor ¡despierta! —No te molestes, —dijo una voz femenina —. Él
no va a despertar al menos en un par de horas, probablemente más. Levanté la vista. Una mujer estaba frente a nosotros, mirándonos con una fría sonrisa. Era alta y delgada, con un largo cabello oscuro dentro de una alta cola de caballo y la piel del color del caramelo. Una real belleza, pero sus ojos eran duros y fríos como el granito. La miré fijamente. —¿Qué diablos le hiciste? —Es una combinación de dos drogas de acción
rápida; no tiene efectos permanentes. Si despierta. Creo que lo hará. —Mira, psicótica, no sé qué infiernos es todo
esto, pero lo llevaré al hospital y tú no me detendrás. —No puedo dejarte hacer eso, Ben. 184
La ignoré, y logré colocar el cuerpo de Eric en mi hombro y luchar por ponerme de pie con fuerza de
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voluntad y adrenalina. Ella estaba frente a mí, con esa siniestra sonrisa. —Quítate de mi camino. —Mi voz tembló con el
miedo que no podía esconder. —Lo siento, Ben, pero tú y Eric vienen con
nosotros. Sacudí la cabeza, y me giré tomando otro camino. No sé qué significaba que ella hubiera dicho ‘nosotros’ solo quería a Eric lejos de allí. Entonces una muy grande, y muy pesada mano agarró mi hombro y me forzó a detenerme. Me giré y vi la cara que no esperaba ver nunca de nuevo. Adam Richardson me sonrió. —Hi, Ben, —dijo.
El frío del miedo me recorrió. Todo lo que podía hacer era quedarme de pie. Algo se clavó en mi antebrazo y me giré para mirar a la mujer al lado mío. Ella me sonreía y sostenía una pequeña jeringa. —Para dormir, —dijo ella.
Mi visión se nubló y me sentí mareado y débil. Adam Richardson tomó a Eric de mis brazos, justo antes de que colapsara. Mi cabeza se golpeó duro y vi estrellas. Mi vista se nubló, no podía hablar y ninguno de mis músculos quería trabajar. Oí el ruido de un carro atravesando el parque y la sensación de ser levantado. Entonces todo se puso negro.
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La realidad regresó en pequeñas porciones. Primero regresó a mí el sonido, en la forma de una voz baja que provenía de algún lugar cercano. No podía decir qué estaban diciendo. Mi boca se sentía llena de
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polvo y mi cabeza pulsaba con un dolor tan intenso que sentía que los huesos se iban a separar. Mis ojos se rehusaban a abrirse. Traté de mover mis brazos y piernas y me di cuenta de que estaba atado. La adrenalina me recorrió y abrí los ojos. Me tomó algunos parpadeos aclarar mi vista. Estaba en un pequeño y oscuro cuarto, con gabinetes desde el suelo hasta el techo en la pared a mi izquierda, y una mesa de trabajo a mi derecha. Una fuerte puerta de madera abierta directamente frente a mí, y voces que venían del otro cuarto. Otra puerta estaba cerrada. No podía decir a dónde iba. Había una pequeña ventana entre la puerta cerrada y los gabinetes, cubierta con una gruesa cortina que cubría completamente la luz exterior. Mi cabeza estaba empezando a aclararse. Traté de pensar dónde estaba y cómo podía salir. Estaba sentado en lo que parecía ser una gran silla de madera. Se sentía suave y fría contra mi piel. No debería de ser capaz de sentir eso. Eso hizo que me enfermara y me mareara, y moví la cabeza, la bajé cuidadosamente y vi que estaba desnudo, mis piernas abiertas y los tobillos asegurados a las patas de la silla. Sentí que habían usado cinta industrial. Mis muñecas estaban juntas a mi espalda. El respaldo de la silla se encajaba dolorosamente en mis codos, donde mi peso había estado presionando por Dios sabe cuánto tiempo.
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Me moví como pude, tratando de lograr que la circulación regresara. El movimiento hizo que mi estómago se tensara. Me apoyé en mis doloridos brazos de nuevo y cerré los ojos. Lo último que recordaba era correr a través del parque con Eric. Algo había sucedido, algo le había golpeado en el cuello y se había desmayado.
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Todo regresó a mí, en una mareante velocidad. Me enderecé ignorando el dolor y la náusea, y grité. O lo intenté. Mi boca estaba cubierta con una cinta. Las voces en el otro cuarto se detuvieron, y se oyeron pasos que venían hacia mí. Un hombre que nunca había visto antes entró en el cuarto. Era una persona promedio; altura media, grueso pero no gordo, cabello castaño, gris en las sienes. Sus ojos eran pequeños de color gris acero y fríos como el polo norte. Me dio una perturbadora jovial sonrisa. —Entonces, —dijo—, eres la puta de mi hijo. Soy
Randy Green. Soy su papá y estoy aquí para arreglar las cosas. «El padre de Eric». Sentía como si me hubieran dado un golpe. Por unos segundos, todo el dolor, el mareo y el miedo desaparecieron ante un abrumador odio. Estiré mis amarres, tratando de liberarme y lograr poner mis manos en ese pedazo de mierda que me sonreía cínicamente. La necesidad de desgarrar su hígado y alimentarme con él era todo lo que podía sentir en ese momento.
Se rió. —Tranquilo, hijo, no quieres vomitar. No me gustaría que te ahogaras con tu propio vómito, ahora, ¿verdad? Lo miré fijamente y se rió más fuerte. —Apuesto que te preguntarás dónde está la sucia puta de mi hijo, ¿huh?
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Mi estómago se hundió. No me había permitido pensar que Eric se encontrara en una situación similar a la mía, porque no podía manejarlo. Pero si su padre lo tenía, eso no podía ser bueno. Randy sonreía
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abiertamente, entonces regresó al cuarto de la puerta abierta. —¡Mónica! —gritó—. Tráelo acá.
Regresó, sus ojos brillaban divertidos. —Lo traerán ahora. Dejaré que ustedes, chicos, se digan adiós, solo porque soy un infierno de buen tipo. Pero mantente tranquilo y no grites, actúa como un hombre, por el amor de Dios. Él se acercó y arrancó la cinta de mi boca, sentí que parte de la piel se iba con ella. Tomé una profunda respiración e iba a decirle exactamente lo que pensaba de él. Entonces vi a Eric y olvidé todo lo demás. Adam Richardson medio lo arrastraba dentro del cuarto de un brazo. La mujer del parque caminaba unos pasos detrás. Ella tenía una pistola apuntando a la cabeza de Eric. Estaba mortalmente blanco, su labio inferior sangraba y un enorme hematoma se formaba en un lado de su cara. Él se veía tan mal como yo me sentía. Quería más que nada ser capaz de sostenerlo ahora. Sus ojos me vieron y vi una chispa de esperanza morir en ellos. Se giró a mirar a su padre. —Dijiste que lo dejarías ir. Lo prometiste. ¡Jodídamente lo prometiste! —Su voz temblaba
conteniendo apenas la ira. —Mentí,
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—dijo
Randy—. ¿Qué infiernos esperabas? niño. Tomé a un asesino en serie, una asesina profesional, y gran cantidad de fuertes drogas, ¡solo para tenerte aquí! ¿Realmente creías que te iba a decir lo que iba a hacer con tu pequeña puta antes de
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estar listo? Infiernos, no soy tan estúpido. Nunca debí dejarte seguir con toda esa mierda del Kung-Fu; te hizo demasiado difícil de manejar. —Él le dio una larga y sufrida mirada y sacudió la cabeza —. Bueno, eso no viene al caso ahora. Ustedes chicos, van a decirse adiós ahora, de manera que podamos seguir con nuestros asuntos. Eric estaba perfectamente inmóvil. Nunca le había visto esa expresión antes: dura, fría y mortal. Si hubiera sido a mí, a quien iba dirigida esa mirada, hubiera corrido por mi vida. Randy Green solo sonrió. —¿Qué vas a hacer con nosotros? —La voz de
Eric era grave y peligrosa. —Tú eres mío, —dijo Randy—. Voy a deshacerme
de ti de una vez por todas. Mónica es una maldita buena asesina, ella va a lograr hacerlo por mí. El bosque es muy grande para esconder tu cuerpo. Me sobresalté ante la simple declaración de sus intenciones. Eric no lo hizo. —¿Qué acerca de Ben? Randy Green sonrió de una manera que no me gustó nada. —Richardson se quedará con tu pequeña puta. Ese es su pago por ayudarme a encontrarte y atraparte, sin mencionar que me dejó usar este pequeño escondite. Me ahorró un infierno de dinero, déjame decirte. —Sacudió la cabeza —. Bastardo enfermo, pero él me ayuda, así que yo le ayudo.
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La compostura de Eric se quebró al fin, y se lanzó hacia su padre. Mónica guardó la pistola y lo agarró por el cabello, y jaló uno de sus brazos hacia su espalda. Ella se movía más rápido de lo creíble. Eric luchó salvajemente, sus ojos enormes y llenos de pánico.
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—¡No! —gritó—. No, ¡no puedes hacer eso! ¡No puedes! ¡Te mataré! —Se giró y casi logró liberarse de
nuevo. Mónica golpeó la parte de atrás de su rodilla tan duro que logró que se tambaleara lo suficiente para que ella lograra un mejor agarre. Ella sonreía mientras luchaba en seguir sosteniéndolo. —¿No podemos drogarlo de nuevo?. —Ella gritó
sobre el chorro de obscenidades que Eric aún le gritaba a su padre—. No puedo sostenerlo para siempre. —¡Te dije que no quiero matarlo cuando esté bajo
la influencia de las drogas! Es solo un plan de cobardes dispararle a un hombre inconsciente. —Bueno, déjame terminarlo rápido. Firmé por un
asesinato limpio, no por una lucha cuerpo a cuerpo. Él levantó la mano. —Bien, no quiero que hierva tu sangre. Usa la cinta industrial, hasta que sea el momento de asesinarlo. Esperaba que las drogas lo mantuvieran débil más tiempo que eso. Supongo que necesitaba una dosis mayor. Le dio el rollo de cinta a Adam Richardson, que envolvió las muñecas de Eric mientras que Mónica lo sostenía. Yo miraba en silencio, sintiéndome mareado en shock y aturdido. La segunda vez que Mónica relajó su agarre a Eric, él se giró y le pateó el pecho. Ella rodó con el golpe y rápidamente se puso de pie, aparentemente ilesa. Pero sus ojos ardían. Randy Green se reía. —Te dije que no te acercaras demasiado. Ahora
llévalo al coche. Parece que no le importa lo suficiente su novia para decirle ni siquiera adiós. 190
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Mónica tensó su mandíbula pero no dijo nada. Ella tomó el brazo de Eric y lo jaló hacia la puerta cerrada. Eric estaba luchando de nuevo. —Adam, —Mónica dijo con los apretados—, ¿puedes ayudarme por favor?
dientes
El gran hombre no dijo nada. Caminó desde donde estaba contra la pared en silencio, y tomó el brazo que Mónica sostenía y lo jaló. Eric luchó aún más duro, pero el asesino era demasiado fuerte para él, y lo dirigió hacia la puerta. —¡No! —gritó él—. Papá, no, ¡no lo hagas! ¡No le
des a Ben! ¡No, por favor, haré cualquier cosa, por favor! —Demasiado tarde, niño, —dijo Randy—. El trato
ya está hecho. Estrechamos la mano con eso. Le dirigí una furiosa mirada al padre de Eric. — ¡Déjalo en paz jodido! ¡Déjalo ir! —Yo empezaba a mover la cinta industrial con la que me habían amarrado. La necesidad de llegar con Eric era abrumadora. Randy suspiró. —Mierda. Este solo causara más problemas de lo que vale. —Me dio una perversa mirada, caminó hacia la puerta cerrada y la abrió. Una ráfaga de aire frío entró. El exterior estaba cerca de estar completamente a oscuras. Al menos ya sabía de qué manera salir, no es que pudiera ayudarme o a Eric. El padre de Eric salió; la asesina y el asesino en serie lo siguieron arrastrando a Eric con ellos. —¡Ben! —Eric gritó siendo interrumpido por la 191
puerta al cerrarse.
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Probablemente fue menos de un minuto el que me quedé ahí, aunque me pareció una eternidad. Me sentía débil y mareado, y mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Aún no pensaba en lo que el psicótico podría hacer conmigo, ni siquiera lo registraba. En todo lo que podía pensar era en Eric gritando mí nombre mientras era arrastrado lejos de mí, sus ojos abiertos y horrorizados. Mi mente seguía repitiendo la misma cosa una y otra vez: «Ellos iban a matarlo, ellos lo alejaron de mí, y ellos iban a matarlo y nunca lo vería de nuevo» . Comparado a eso, nada más importaba en absoluto. Cuando Richardson regresó al interior, todo lo que podía hacer era mirarlo inexpresivo. Se acercó con una sonrisa que hubiera causado que gritara si hubiera sido capaz de hacerlo. —Al fin solos, —dijo—. Pensé que nunca se irían.
Se acercó a un gran gabinete, lo abrió y sacó dos grandes bolsas. —No me gusta trabajar con público. — Levantó las bolsas y las llevó a la mesa de trabajo. Se giró y me miró fijamente—. Eso arruina mi humor.
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Si buscaba una reacción, debió de haber estado decepcionado. Me sentía completamente desconectado de lo que me estaba sucediendo. Frunció el ceño, entonces se giró a la mesa. Empezó a sacar cosas de las bolsas. No podía ver todo porque su cuerpo, considerablemente grande, estaba entre la mesa y yo, pero vi lo suficiente. Agujas, chuchillos, abrazaderas, un taladro y un montón de cosas que no pude identificar. Recordé que estaba desnudo, atado e indefenso, y sentí un profundo terror recorrerme.
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Sacudí la cabeza mientras él se giró hacia mí con un cuchillo en una mano y un par de fuertes tenazas en la otra. —N-no, no lo hagas, por favor, no lo hagas, — rogué—. E-escucha, solo suéltame, ¡haré que te sientas realmente bien! ¿Qué te párese eso, huh? Vamos, hombre. Cayó de rodillas frente a mí y pasó la parte plana del cuchillo por el interior de mi muslo. En el momento en que raspó mi testículo me sobresalté. Levantó sus ojos hacia los míos y sonrió, y mi interior se volvió agua. Sus ojos se veían cómo los de un tiburón: sin vida, muertos, vacíos como una muñeca, el contraste entre esos ojos vacíos y su brillante y alegre sonrisa hizo que quisiera gritar. Me sostuve y traté de obtener algo de autocontrol. —Eso no es divertido, —dijo—. Esto no tiene nada
que ver con el sexo. Eso es aburrido. Tienes que cambiar antes de que yo pueda joder. Soy un artista, Ben. Voy a hacer cosas que nunca imaginaste. Y tú vas a gritar hermosamente por mí. Mantenía sus ojos en los míos mientras levantaba el cuchillo a mi pecho. Encajó la punta y la deslizó lentamente hacia arriba a través de uno de mis pezones. Entonces grité.
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Capítulo 18
odría ser agradable ser capaz de decir que estaba pensando en algún plan de escape mientras me torturaba. Pero esto no era una película. Esto era real y no podía pensar. No podía hacer nada, solo llorar y gritar y rogar que se detuviera. Había usado diferentes instrumentos en mí. Creo, pero no estaba seguro. Después de un tiempo, todo el dolor y el terror se confundían en mí como un tipo de pesadilla, ni siquiera estaba seguro de qué era real. Cuando se alejó, tenía la irracional esperanza de que se fuera y me dejara, que caminara hacia afuera y me dejara ahí, aún amarrado en una cabaña en el medio de ninguna parte, pero vivo. No tuve suerte. Fue hacia la ventana y levantó la cortina para ver el exterior, entonces la dejó caer de nuevo. —Creí oír algo, —dijo frunciendo el ceño —. Debió
de ser un oso. Los osos negros están en todos lados ahí afuera, lo sabes. Yo solo lo miraba fijamente. Él sonreía, levantó una vara de metal de la mesa de trabajo y la giró hacia mí, golpeó mis costillas y sentí los huesos quebrarse. 194
Déjame decir esto ahora, no hay nada que duela tanto como tener las costillas quebradas. Quería gritar pero no tenía aire para hacerlo. Jadeaba y movía la silla tratando de alejarme del dolor. La sangre salía de mi
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cabeza y luchaba para no desmayarme. Incluso tan confundido como estaba, sabía que si me desmayaba eso era todo. Cualquier posibilidad de escapar se perdía. Él estaba frente a mí con sus manos en sus caderas. —Creo que estás listo ahora. Sé que lo estoy. Podemos empezar. ¿Empezar? Me pregunté qué había previsto hacerme si las cosas que ya me había hecho eran solo para calentarlo. El inequívoco bulto en sus jeans me deban una idea de lo que tenía planeado. —No lo hagas, —murmuré—. Déjame ir, por
favor. Por favor. Frunció el ceño hacia mí. —Me conoces mejor que eso. Ahora quédate quieto, voy a cortar los amarres de tus piernas. Se inclinó y empezó a quitar la cinta industrial de mis tobillos. Cerré los ojos con fuerza y traté de no pensar. Liberó un tobillo y empezó con el otro. Mi mente iba a ciento cincuenta kilómetros por segundo. Apenas sentí cuando el cuchillo se deslizaba y abría la parte más baja de mi pantorrilla.
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Él estaba cerca de liberar mi otra pierna. Esa era mi oportunidad de huir. Eso me golpeó y sabía qué hacer. Tener un plan hizo que sintiera esperanza por primera vez desde que alejaron a Eric de mí. Quizás tenía una oportunidad, no importaba lo minúscula que fuera, lo iba a conseguir. Y si podía hacer eso, quizás podría encontrar a Eric. Me rehusaba a considerar la posibilidad de que estuviera muerto. Sin Eric ahí, no era nada y necesitaba algo a lo que sostenerme. Tomé una profunda respiración me centré y esperé.
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—Bien,
—dijo—.
Puedes
levantarte
ahora.
Nosotros vamos... No le di oportunidad de terminar. Cuando él se recargó en sus talones y levantó la cara para mirarme, yo levanté la pierna y lo pateé tan duro como pude, usando la técnica que Eric me había enseñado las semanas anteriores. Mi talón conectó en su cara. Sus huesos tronaron bajo mi pie y la sangre fluyó de su aplastada nariz. Gritó y cayó de espaldas, agarrando su cara. No esperé a ver exactamente cuánto daño le había hecho. Me puse de pie y me dirigí a la puerta. Justo mientras me preguntaba cómo infiernos iba a abrir la puerta con mis manos aún amarradas detrás de mi espalda con la cinta industrial, la puerta se abrió y golpeó la pared con el golpe. Eric había abierto la puerta, estaba cubierto de tierra. La manga izquierda de su camiseta estaba empapada de sangre. Había tanta que ni siquiera podía decir de dónde venía. —¡Eric! Joder, Creí... Creí... —No pude terminar.
Asintió sombríamente. —Sí. Yo también. —Estás sangrando. —Me dispararon. No es tan malo. Dios, Ben...
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Vio mi maltratado y desnudo cuerpo y sus ojos se oscurecieron con la ira y la pena. Tomando un cuchillo de la mesa de trabajo, cortó la cinta de mis muñecas. Acababa de dejar el cuchillo a un lado, cuando algo tomó mi tobillo y me jaló. Alcancé a ver a Adam Richardson, de rodillas en un charco de su propia sangre, sosteniendo mi tobillo con un agarre de muerte. Eric me atrapó mientras caía dejándome en el suelo. Estaba acostado tratando de respirar. Eric abrió los dedos del asesino y lo alejó de mí.
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—¡Jodido
pedazo de mierda! —Eric gritó—. ¡Debería matarte ahora mismo! Eric golpeó al bastardo justo en su hinchada nariz, entonces sacó algo de la pretina de sus pantalones, que llevaba escondido en su espalda. Eso era una pistola. Eric jaló al otro hombre del cabello y empujó la pistola bajo su mentón. —Solo dame una jodida excusa, —dijo. Su voz
peligrosamente calmada y sentí que me estremecía de miedo. Sabía que lo haría. Adam Richardson lo miró fijamente y no se movió. Listo. —Ben, —dijo Eric—, ¿puedes pasarme el rollo de
cinta industrial? Señaló hacia el rollo, que estaba en el suelo cerca de mi cabeza. —Sí, la tengo. —La tomé, tratando de ignorar el dolor en las costillas y se la di. —Gracias. —Él sonrió ante el cautivo de una forma que me heló hasta los huesos —. No te muevas
jodido. No se movió. Se rodó obedientemente sobre su abdomen cuando Eric lo empujó, y llevó sus brazos a su espalda sin que se lo dijeran. Eric dejó el arma cuidadosamente fuera de su alcance, entonces envolvió varios metros de cinta alrededor de las muñecas del asesino y otros más en sus tobillos. Usó más para unir los tobillos con las muñecas. Cuando estaba satisfecho de que el otro hombre no podía moverse, se giró hacia mí. —Dios, Ben, ¿qué fue lo que te hizo? —Trató de 197
ayudar a sentarme, yo solté un grito de dolor. Se sentó
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en el suelo y acunó mi cabeza suavemente en su regazo. —Yo... yo creo que me quebró algunas costillas, —dije—. Me golpeó … me golpeó con una vara de metal. ¡Joder! —apreté mis dientes por el dolor.
Él pasó sus manos suavemente por mi tórax. Todo mi cuerpo me dolía, pero cuando sus dedos presionaron mi lado izquierdo casi salté hasta el techo. —Sí, están quebradas. —Sus ojos eran como una herida abierta—. Ben, ¿crees qué podrás caminar?
Solo el pensamiento de levantarme y caminar, hacía que me acobardara. Pero asentí. —Sí. Eso creo. Me dio una débil sonrisa. —Mentiroso. No deberías ni moverte. Pero tenemos que salir de aquí, y podrías terminar con un pulmón perforado si yo trato de cargarte. Tomé una profunda respiración, apreté los dientes y logré sentarme. —Ayúdame a levantarme. Envolvió sus brazos en mi cintura manteniendo las manos lejos de mis costillas quebradas, y logré ponerme de pie. El dolor era enorme. Gemí y me aferré a él tan duro como pude. Puntos grises se movían frente a mis ojos. —Mierda, Ben, aún estás sangrando. —Eric tocó
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con un dedo el corte en mi pecho, el primero que el enfermo bastardo me hizo. Lo miré. El corte era más grande de lo que pensaba, varios centímetros y lo suficientemente profundo para que siguiera sangrando. Todo el frente de mi cuerpo estaba cubierto de rojo de todas las heridas que sangraban, pero el corte a través de mi pezón derecho parecía ser el peor. Aunque el
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peor de todos era uno en mi pierna, la sangre bajaba de la herida, formando un charco bajo mis pies. Eric frunció el ceño, ante el charco que rápidamente crecía. —Ese está mal, —dijo—. Necesitarás puntos. —Ya no me duele. —Le sonreí. Él no me devolvió
la sonrisa. —Tengo que llevarte al hospital y encontrar algo
que puedas usar, tendrías hipotermia si salieras desnudo, el tiempo esta frío fuera. Siéntate y descansa mientras encuentro algo de ropa. En ningún lado había más que esa maldita silla. —No hay ni siquiera una cama, —Eric dijo, junto a una bolsa de dormir en el suelo. No quería regresar a esa silla ni por un minuto. Pero no podía desperdiciar la poca energía que me quedaba. Así que renuentemente me senté en la silla en la que solo unos minutos antes había estado atado. Estaba pegajosa por mi sangre. Eric retiró el cabello de mi cara, se inclinó y me besó. —Solo un minuto, ¿bien? Solo un minuto. Asentí. —Apúrate. Corrió al otro cuarto. Estaba sentado en la silla cubierta de sangre, tratando de no mirar al hombre que había estado tan cerca de matarme. Gracias a Dios su cara estaba girada al otro lado. Pude oír a Eric recorrer el siguiente cuarto, regresó menos de un minuto después con unos gruesos pantalones de algodón, calcetines y una enorme chaqueta que podría cubrirnos a ambos. Se arrodilló a mis pies. 199
—No sé qué harían con tu ropa, no pude encontrarla en ningún lado. —Él tomó unos calcetines
extras y presionó la herida de mi pierna entonces cerró
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la herida fuertemente con cinta industrial. Eso dolía como el infierno y no pude evitar hacer ruidos de dolor. —Eso deberá ser suficiente presión para disminuir en algo el sangrado. —Me miró a los ojos y la pena en ellos casi me hace olvidar lo mucho que me dolía —. Lo
siento mucho, Ben. Todo esto es mi culpa. —Deja eso. —Mi voz era tensa y jadeante —. No
es tu culpa, es culpa de tu jodido padre. No me contestó. Colocó los calcetines en mis pies, después los pantalones por mis piernas. —Son demasiados grandes, pero tienen elástico en los tobillos así que no los pisarás, y amarraré el cordón fuerte para que no se te caigan. —Bien, —dije. Lo miré fijamente y fruncí el ceño—. ¿Por qué te quitas los zapatos? —Porque los necesitas más que yo. No pude
encontrar tus zapatos y ninguno de los que hay te quedará bien. Yo camino descalzo todo el tiempo mis pies están acostumbrados. —Me colocó sus Nike (17) en mis pies antes de que pudiera protestar, entonces me ayudó a levantarme. Me apoyé en su hombro y traté de no desmayarme. —Bien, aquí. La chaqueta, —dijo. Cuando moví el
brazo para meterlo dentro de la manga de la chaqueta, la costilla quebrada se movió y siseé de dolor. En ese momento supe por qué no había traído también una camisa. Pensé que podría morir si movía el brazo de nuevo. —Maldición. Eso duele. 200
—Lo sé. 17
( ) Nike: Conocida marca de ropa y tenis deportivos
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Me concentré en enfocar la mirada en su hombro izquierdo. Esta vez pude ver la sangre fluir de un hoyo bajo su brazo. —¿Qué con... con tu brazo? —Estoy bien, no te preocupes. —Tomó la pistola
sosteniéndola con su mano izquierda y pasó su brazo derecho por mi cintura —. ¿Listo? Su brazo obviamente no estaba bien, pero no había mucho que pudiera hacer ahora. Asentí. —Vamos a lograrlo.
La noche era clara y estrellada, y el aire frío quemaba mis pulmones con cada respiración. Nos tambaleábamos a través del camino de tierra con hierba exageradamente alta, alejándonos de la cabaña, veía el camino por la débil luz de la luna. Para cuando estuvimos a cien metros más o menos de la cabaña en el bosque, estaba temblando de frío y agotamiento. —Vamos a descansar, —gemí. Empecé a dejarme
caer a la tierra pero Eric no me dejó. —Aún no podemos descansar. Tenemos que
llegar a la carretera. Vamos, bebé, puedes hacerlo. Solo apóyate en mí. —Estoy cansado. —Lo sé. Pero él puede regresar en cualquier
momento, tenemos que alejarnos todo lo que podamos. Tenemos que encontrar ayuda. 201
Fruncí el ceño. —¿Qué? Él bastardo se quedó en la cabaña.
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—Él no. Mi padre. Logré escapar, pero sabe que
regresaría por ti. Vendrá, Ben. No podemos estar aquí cuando llegue. Asentí. Luchando por seguir. —¿Cómo lograste huir? —Pregunté cuando tuve
suficiente aliento para hablar de nuevo. —Papá nos dejó fuera del camino, no estoy
seguro qué tan lejos. Él se fue de ahí. No sé por qué. Tan pronto como él salió de la vista, ella me disparó. Estaba realmente muy oscuro, sé que ella no tenía un arma para visión nocturna ni nada parecido, porque la hubiera visto. Así que cuando ella disparó yo me había movido lo suficiente para que me diera en el brazo y no en el corazón y esperé que ella no lo notara. Me caí al suelo y me hice el muerto. Cuando ella se acercó a revisar, la pateé, el arma salió de su mano, entonces le pateé el cuello, tomé la pistola y corrí. No sé si la maté. Ella no respiraba bien. Él se detuvo un minuto. Parpadeó rápido. — Gracias a Dios y al retorcido sentido del honor de mi padre. Hizo que me desatara las muñecas antes de dejarle que me disparara. —Lo que sea que le haya sucedido, tenías que hacerlo. —Pude oír mi jadeo cuando hablé, pero Eric y yo lo ignoramos—. Ella quería matarte. —Lo sé. —No dijo nada más, pero podía sentir
que esperaba que ella no estuviera muerta por lo que él había hecho. 202
Continuamos en silencio. Seguíamos por el oscuro bosque, los árboles nunca me habían parecido tan siniestros antes, pero lo eran ahora. Imaginaba todo tipo de cosas escondiéndose bajo los árboles, y
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seguía oyendo todo tipo de ruidos que solo oyes cuando está oscuro y tienes miedo. Justo cuando estaba seguro de que pasaríamos el resto de nuestras vidas arrastrándonos en la oscuridad del camino de tierra, la carretera emergió. Nunca pensé que el asfalto pudiera ser tan hermoso. Eric me sonrió. —Al fin civilización. Un poco. Vamos, caminemos un poco más y busquemos un lugar donde descansar. Asentí. Mis fuerzas estaban casi agotadas. Cada corte y lesión de mi cuerpo dolía ferozmente, los huesos crujían en mi pecho cada vez que respiraba, y mi cabeza se sentía lista para explotar. Eric prácticamente me arrastró a un lado del camino y finalmente me ayudó a sentarme en el tronco de un árbol cortado. Se arrodilló frente a mí y sostuvo mis manos entre sus palmas. —Si alguien no llega pronto, tendremos que seguir, —dijo—. Pero tú tienes que descansar.
No tenía energía para contestarle. Mi cabeza se caía y no podía levantarla. Eric se sentó en el tronco a mi lado y me apoyé en él. Esperamos. Yo entraba y salía de la consciencia. La mayor parte del tiempo no podía ni siquiera sentir la diferencia. Ni Eric ni yo llevamos móvil cuando salimos a correr, deseaba haberlo traído. El hecho de que de cualquier forma era probable que no funcionara en medio del bosque nacional no me confortaba mucho. 203
Finalmente Eric se movió y suspiró. —Debemos irnos ahora.
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El pensamiento de moverme de nuevo me hizo sentirme enfermo. —Supongo. Eric acarició mi cabello y besó mi mejilla. —No te movería si no tuviera que hacerlo. Es más peligroso cada minuto que nos quedamos aquí. —Lo sé. Bien.
Eric se puso de pie e iba a ayudarme, cuando al mismo tiempo ambos oímos el ruido de un motor. Eric me sonrió. —Quédate aquí, iré a detener el coche.
Tomé débilmente su muñeca. —¿Qué si es tu papá? —No lo es. Él tenía un coche alquilado, bien
afinado y silencioso. El que viene por el camino hace demasiado ruido para ser el mismo. Levantó la camiseta acomodó la pistola en la pretina de sus pantalones y se la bajó. No esperamos mucho. Las brillantes luces de los faros aparecieron entre los árboles y vimos un Honda rojo girar en la curva frente a nosotros. Eric entró a la carretera y le hizo señas con los brazos. El coche frenó justo a tiempo para evitar atropellarlo. La ventanilla del lado del conductor bajó y una cabeza con el cabello rizado apareció. Podía ver que había dos o quizás tres personas en el coche. —Hey, ¿qué te pasa? —el joven hombre gritó —.
No deberías salir al camino de esa forma, hombre, casi te golpeo. 204
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Eric se acercó a la ventanilla. —Lo sé, lo siento. Pero mi amigo necesita llegar al hospital. No tenemos teléfono móvil o llamaríamos a una ambulancia. —De cualquier forma los móviles no funcionan
aquí. No hay torres. —¿Podrías llevarnos?
El tipo miró entonces al brazo que aún sangraba de Eric. —Sí, seguro, vamos. Hay un hospital cerca, en Brevard. Allí los ayudarán. —Gracias, hombre, de veras. —Eric se giró hacia
mí —. Ben, vamos, nosotros... Él se detuvo repentinamente y su cara se puso rígida. Era un momento de perfecta calma, entonces todo sucedió de nuevo. Eric sacó su arma, el chico en el coche jadeó y se perdió de mi vista, alguien me agarró por detrás. Un musculoso brazo en mi cuello y algo frío y metálico se encajaba dolorosamente en mi oreja. —Déjalo ir. —La voz de Eric era tranquila y sus
manos firmes, pero su mirada era dura levantando sus defensas. —No lo creo. —La voz en mi oído era de Randy
Green. Repentinamente ya no me sentí cansado. Mi mente iba a toda velocidad y el dolor cuando él me empujó para que me pusiera de pie, se alejó. —Déjalo ir. —Eric repitió.
205
Su padre se rió. —Deja esa cosa, niño, antes de que te lastimes tú mismo. Haré un trato contigo. Tú vienes conmigo y dejaré a tu perra aquí. Ese chico, Richardson resultó ser un real marica, ¿no es así? Acostado lloriqueando como bebé cuando llegué. Lo
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dejé como lo encontré. Imagino que él tendrá su oportunidad, y reventará. Eric asintió pensativamente. —Entonces, ¿si voy contigo, dejarás ir a Ben? —Sí. —Pero aún así me matarás. —Bueno, podemos discutir eso. Quizás no tenga
que ser de esa manera. Eric se quedó en silencio. Podía decir que realmente estaba considerándolo. —No, —dije—. No lo hagas, nos matará a ambos,
¡sabes que lo hará! El brazo en mi cuello se tensó y luché por respirar. —Quédate fuera de esto, —dijo en mi oído —. Debes de alegrarte de seguir con vida, maldita florecita. Eric me miró a los ojos. —Él cree que eres una niña, Ben. ¿Recuerdas lo que te dije de las niñas? Eso no tenía ningún sentido. Nunca hablamos de las niñas por obvias razones. Entonces una idea me llegó. Me había enseñado algo que no era judo, movimientos de autodefensa, y uno de esos movimientos era algo que dijo que enseñaba a las mujeres todo el tiempo en cursos de autodefensa. Pensé que sabía lo que planeaba. Esperaba estar en lo cierto. Lo miré fijamente y asentí muy ligeramente. Él repitió el movimiento. —Deja de hablar mierda, niño. —La voz de Randy Green se oía llena de impaciencia —. No tengo toda la 206
noche. ¿Qué decides? Eric sonrió. —Ben, díselo tú.
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Levanté el pie y lo bajé lo más duro que pude en el pie de Randy. Gracias a Dios usaba tenis y no botas con punta de metal. Aflojó su agarre y lo golpeé duro en el estómago con mi codo. Me soltó. Me caí y Eric disparó al mismo tiempo. Oí fuertemente el estallido. Randy Green cayó al suelo y se quedó allí. Eric estaba a mi lado antes de que el eco del disparo se perdiera. Me levantó de los hombros y me acunó contra él, descansé mi mejilla en su pecho. Su corazón latía fuerte y duro en mi oreja. Me sentía cálido y a salvo y nada me lastimaría más. Cuando habló, su voz se oía a kilómetros de distancia. —Aguanta, bebé. Saldremos de aquí. —Me besó y
le sonreí, aunque apenas sentía sus labios contra los míos. Escuché otra voz y pude sentir varias personas a mi alrededor, sentí cuando me levantaban y traté de mirar alrededor pero todo parecía nublado. —¿Eric? —murmuré. —Estoy aquí. —Su cara apareció sobre la mía —. No te dejaré, Ben. Ni un minuto. —Acarició mi mejilla y besó mi frente—. Te amo.
También te amo, traté de decir. Pero nada salió. La oscuridad se tragó el mundo y me deslicé a la inconsciencia.
207
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Capítulo 19
lguien murmuraba. Dos personas. Quería abrir los ojos y ver quién estaba ahí, pero mis párpados se sentían muy pesados. Así que me quedé escuchando, tratando de entender lo que las voces decían. —Estás exhausto. —Una mujer. A mi confundido
cerebro le tomó algunos segundos darse cuenta de que era Janey—. Ve a casa, solo un momento. Yo me quedaré. —No. —Eric. El sonido de su voz hizo que mi
corazón se acelerara. —Vamos, Eric, sabes que te llamaré si hay algún
cambio. Necesitas descansar. —Estoy bien. No lo dejaré. —No estás bien. No has dormido y apenas has
comido. El doctor dice que para que te recuperes completamente necesitas descansar y alimentarte bien después de toda la sangre que perdiste.
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Sangre. Charcos de sangre en el suelo, sangre cubriendo mi cuerpo, sangre inundando la camisa de Eric, el grueso y vagamente metálico fuerte olor en el aire. Los recuerdos surgieron y la náusea me llegó. Me obligué a abrir los ojos.
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El cuarto era común, al verlo decía ‘hospital’ alto
y claro. A mi izquierda había una gran ventana con vista a las montañas. El sol se estaba poniendo y se veía rojo y naranja. Eric y Janey estaban de pie frente a la ventana, sus cabezas juntas. —Ben perdió más sangre que yo, —dijo Eric. —Sí, y él ha estado dormido todo este tiempo y ha sido alimentado por la intravenosa, —dijo Janey—. Tú... —Ella se interrumpió y abrió más los ojos —.
¡Ben! Oh, mi Dios, Eric, él ha despertado. Eric se giró. Su cara formó una gran sonrisa cuando me vio. Se sentó en la cama a mi lado y tomó mi mano. —Ben. Dios, ¡es bueno verte despierto! ¿Cómo te sientes? —Como mierda. —Mi voz se oía gruesa y mi
garganta me estaba matando. —Ten, toma algo de agua. —Janey tomó una
jarra de la mesa de al lado y sirvió algo de agua en una taza—. La enfermera dijo que tu garganta podría estar lastimada. —Gracias. —Tomé el frío líquido, agradecido de
que Eric sostuviera el popote (18) entre mis labios. Lo miré mientras dejaba la taza y se giraba hacia mí. Un lado de su cara estaba púrpura e hinchado. Sus ojos tenían grandes círculos negros alrededor. Se veía pálido y cansado. Mantenía su brazo izquierdo cerca de su pecho y recordé que le habían disparado en el brazo. Apreté su mano. —¿Estás bien? 209 (18) Méx. Pajilla para sorber líquidos.
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Asintió, seguía sonriendo. —Sí, bien. Un poco estropeado. Nada serio. Janey resopló. —Sí. Correcto. Él recibió una transfusión porque perdió mucha sangre por la herida de bala. Y no ha dormido ni comido bien desde que estás aquí. —Gracias, Janey. —le dio una fuerte mirada.
Fruncí el ceño. —¿Cuánto tiempo? —Dos días, —dijo Eric. Te han tenido con un
respirador hasta esta tarde, a causa de tus costillas rotas. —Jesús. —Levanté la mano y toqué su mejilla,
apretando los dientes a causa del dolor en mis costillas. Apoyó su mano sobre la mía y noté por primera vez que él tenía un brazalete blanco de plástico en su muñeca. Me miró fijamente. —Ellos me dieron de alta esta mañana. No te preocupes, Ben, estoy bien. Honestamente. Traté de enderezarme, mis costillas dolieron de nuevo y mi cabeza retumbaba. Me relajé contra la almohada y traté de respirar. —¿Necesitas medicamento para el dolor? —Janey fue a la puerta antes de que él pudiera contestar —. Voy
por la enfermera para que te de algo.
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Eric se rió y levantó una ceja cuando ella dejó el cuarto. —Me ha estado fastidiando, pero tampoco ha ido a su casa y eso que ella no era una paciente. —Él se inclinó y me besó en los labios muy suavemente —. Lo siento, bebé. Sé que tienes mucho dolor.
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—Estoy bien. —Mi voz se oía débil y rasposa —.
¿Qué tan mal estás, Eric? Realmente. Se encogió de hombros. —No estoy tan mal. Solo algunos cortes y hematomas, y la herida de bala. La bala no golpeó el hueso, así que ni siquiera es tan malo como podría ser. Me llevaron a cirugía, la limpiaron y ahora está bien. —Janey dijo… algo de que perdiste… perdiste sangre. —me detuve, jadeando. —No trates de hablar, bebé. —Eric besó mi frente— Tienes cuatro costillas rotas, una conmoción y
perdiste mucha sangre por esos cortes. Algunos de ellos fueron realmente profundos. Necesitas descansar todo lo que puedas. —Dime. —le sostuve la mirada y no la desvié
hasta que dijo lo que quería saber. Suspiró. —Sí, bien. Perdí también algo de sangre. Pero solo tuvieron que hacerme una transfusión (19), a ti tres. — Él miraba por la ventana. El atardecer le daba un brillo rojo a su cara —. Pudiste morir, Ben. Entrelacé mis dedos con los suyos. —Estoy bien, Eric. Voy a estar bien. Se giró y me miró directamente a los ojos. — Estaba tan asustado esa noche, Ben. Tú... tú estabas cubierto de sangre, y te quedaste inmóvil. No podía despertarte. Estabas como... —Se detuvo. Una lágrima rodó por su mejilla —. Perdí a Jason, infiernos, sentí que estaba sucediendo todo de nuevo. 211
No sabía qué decir. ¿Qué se sentiría al perder a alguien de esa manera y volver a estar cerca de que 19
( ) Una unidad medio litro, el cuerpo humano tiene aprox. 5 litros
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sucediera de nuevo? Se inclinó a besarme cuando jalé su mano. —Lo siento, bebé, —murmuré y usé mi pulgar
para limpiar la lágrima de su mejilla. —Todo se acabó ahora. Él se fue, y ya no puede lastimar a nadie más. —Me miraba seriamente—. ¿Está
mal que no sienta pena por haberlo matado? —No. Hiciste lo que tenías que hacer. Era un
jodido enfermo, y merecía morir. Me detuve y tomé unas jadeantes respiraciones, y Eric sacudió la cabeza. —Cierra la boca, Ben, necesitas descansar. Le sonreí a pesar del dolor. —Házmelo. Él lo hizo. Aún nos besábamos cuando la enfermera llegó, se apartó con una sensación de culpabilidad. —¿Seguro que necesitas esto? —Sonrió y levantó la jeringa—. Esa medicina se ve más divertida.
Traté de sentarme de nuevo y gemí cuando mis costillas se movieron. —Oh, sí, — jadeé—. Deme las drogas. Ella inyectó el medicamento en la línea de mi intravenosa y me golpeó en segundos. El mundo se nubló y, extrañamente, me sentí como si estuviera flotando. —Ahora vuelve a dormir, —dijo la enfermera. Ella le frunció el ceño a Eric —. Puedes quedarte, pero
realmente también necesitas descansar. 212
Él le sonrió a ella. —Puedo dormir en el sillón.
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—Bueno, —dijo ella mientras se dirigía a la puerta—. Oh, sí, tu amiga dijo que ella iba a ir por un
café y después regresa. —Gracias, —dijo Eric. Ella sonrió y salió, cerrando
la puerta detrás de ella. Eric se acomodó en el sillón al lado de la cama. Lo veía a pesar de la confusión del narcótico. Tomó mi mano entre las suyas y besó mi mejilla. —Deja de luchar, Ben. Vuelve a dormir. Estaré
aquí. —Bien. —Mis ojos se cerraban. Los abrí de nuevo—. ¿Eric? —¿Hm.? —Te amo. —También te amo.
Me quedé dormido con la mano de Eric en la mía.
Las siguientes dos semanas fluyeron en un remolino de actividad. Terapia física, medicamentos, instrucciones de lo que podía hacer y lo que tenía que evitar, una visita a la doctora Spencer. Regresé a casa después de semana y media en el hospital con un puñado de medicamentos y una gran lista de cosas que se suponía que no debía de hacer.
213
La policía vino al hospital a interrogarme un día después de que despertara. No estuvo tan mal como imaginé. Ellos ya habían hablado con Eric, claro. Él les dijo lo mejor que pudo lo que había sucedido y dónde encontrar a su padre y a Adam Richardson. Los chicos
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que se detuvieron a ayudarnos –descubrí que eran chicos universitarios en viaje de campamento – ayudaron mucho. No solo porque ellos le dieron a los policías instrucciones detalladas de cómo tomar al camino de tierra y llegar a la cabaña. Ellos también confirmaron la historia de Eric. El conductor, Jonah, había visto cómo me agarró el papá de Eric y oyó todas sus amenazas. También los otros chicos en el coche. Todos ellos dijeron que Eric no tenía otra posibilidad que disparar. Adam Richardson había sido encontrado, pasó unos días en el hospital y había sido transferido a una prisión de máxima seguridad para cuando volví a casa. La policía encontró un laboratorio de metanfetamina en el sótano de la cabaña. Aparentemente, él financiaba su hábito de torturas y asesinato, elaborando y vendiendo metanfetaminas. Él no las usaba, bastante extraño. La mayoría de los que elaboran metanfetamina lo hacen. Aunque ellos no le sacaron una palabra. Él probablemente no encontraba ventajas en hablar. La doctora Spencer me dijo que probablemente quería mantener sus fantasías puras. Le dije a ella que yo podía prescindir de saber eso.
214
Encontraron a Mónica la mañana después del secuestro, desmayada a un lado de la carretera. Una vez que se recuperó, fue muy comunicativa. Habló sobre toda la historia de cómo Randy Green la había contratado para rastrear a Eric, ayudar a Adam Richardson a escapar, y después asesinar a su hijo. Ella se escondió dentro del tráiler de dieciocho ruedas en el oeste cuando el chofer regresó del cuarto de baño, y le inyectó una dosis letal de cloruro de potasio (20). Ella esperó a ver la van de los policías, entonces los siguió 20
( ) Es lo que se usa como inyección letal en los sentenciados a muerte.
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en el tráiler. Randy la seguía en su coche. El padre de Eric la ayudó a matar a los guardias, entonces ellos se fueron a la cabaña del bosque. Evidentemente, Mónica contaba con una reducción de la sentencia por delatar a Randy Green. Los policías olvidaron decirle que él ya estaba muerto hasta después de que confesó todo. Ella debió de haber estado muy enojada. La policía preguntó por qué Randy había querido ayudar precisamente a Adam Richardson, pero ella dijo no saberlo. Él no se lo había dicho. Personalmente ella pensaba que le fascinaba lo que el psicótico había hecho, y deseaba poder hacer las mismas cosas. Y también pensaba que quizás jugaba con la idea de entregarle también a Eric. Esa teoría la mantuve para mí mismo. Si salió algo positivo de todo ese lío, era que la fe de Eric en las leyes y en la bondad básica de la humanidad había sido restaurada. O quizás, ‘restaurar’ es la palabra equivocada, dado que él nunca había confiado. Él estaba impactado, no solo porque la policía creyó todo lo que había sucedido esa noche, sino porque también creyó lo que su padre le había hecho en el pasado. —Ellos vieron mi expediente. —Llevábamos en
casa casi una semana y hablábamos de todo el asunto por milésima vez—. Pero no se lo creyeron. Dijeron que mi versión tiene más sentido. Pensaba que no lo creerían. —Yo sí. —Serví dos vasos de sangría y le di uno —
215
. Los policías de Mobile conocían a tu papá. Es difícil creer lo peor de alguien a quien respetas, o hablar en contra de alguien que puede despedirte. Los policías de
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aquí no tenían una historia con él, así que podían ver las cosas mucho más claras. Me frunció el ceño. —¿Puedes tomar vino con las pastillas para el dolor? —No. —Solo quería aclararlo, ¿sabes?
Sonreí. —No estoy tomando ningún medicamento controlado desde esta mañana, solo tomé Ibuprofeno (21) hace un rato, pero con eso no hay problema. Estoy bien, deja de preocuparte. Tuvo el buen gusto de verse avergonzado. —Lo siento. Solo quiero cuidarte, eso es todo. —Lo sé. —Dejé mi vino y me senté en su regazo—. Es dulce.
Sonrió de la manera que causó todo tipo de caos en mi interior. —Entonces... ¿él doc dijo cuánto tiene que pasar antes de que puedas hacer cosas estresantes? Sabía lo que quería decir. Partes de mí saltaban y rogaban con ese pensamiento. —Nada de actividades vigorosas en ocho semanas. Estúpido doctor. Besó mi cuello. —Define ‘vigorosas’ . —Mm. Um... Supongo, sabes, moverme mucho. —¿Qué si no te mueves? —Eso debería de estar... bien... mierda...
216 21
( ) Ibuprofeno: antiinflamatorio, analgésico.
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Su mano entre mis piernas hacía imposible que pensara en nada más que la necesidad que quemaba mi interior. Jalé su cara y lo besé duro. —Cama. —Sí.
Ni siquiera el doctor más riguroso podría acusarnos de ser demasiado vigorosos. Eric no me había dejado hacer una maldita cosa excepto quedarme acostado. De cualquier manera, no es que pudiera hacerlo. Entre las costillas y todos los cortes que aún no habían sanado, incluso el sexo regular hubiera sido horriblemente doloroso. Nuestro usual jugueteo probablemente probablemente nos hubiera llevado a ambos al hospital. Eric fue increíblemente gentil conmigo. Nunca dejaría de asombrarme que el mismo tipo que normalmente me dejaba marcas de mordidas y hematomas por todos lados pudiera ser tan tierno cuando se lo proponía. Después de eso, me quedé acostado pensando mientras Eric se dormía. ¿Cómo lograba dormir después de todo lo que nos había sucedido? No tenía idea. Yo tenía constantes pesadillas, reviviendo la tortura. Algunas veces en mis sueños, el sicótico terminaba lo que había comenzado. comenzado. Me violaba, y luego cortaba mi corazón y moría con el nombre de Eric en mis labios. Despertaba cada noche sudando frío y estremeciéndome. Eric finalmente me ordenó pedirle a la doctora Spencer algo que me ayudara a dormir. Las pastillas ayudaban mucho. Ni siquiera podía recordar si había soñado desde que las tomé. 217
Aún así, con todo lo que había atravesado, Eric había soportado mucho más. Creo que quizás finalmente se llegaba a un punto en donde la mente ya no podía absorber más, y lograbas endurecerte ante
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todo. Imagino que eso era lo que le sucedía a Eric. Y eso me hacía feliz, el pensar que finalmente después de una vida de abusos e infelicidad, podía dejar todo atrás y tener una agradable y tranquila vida normal. Una vida que podíamos compartir. Un suave adormecimiento me llegó cuando la pastilla comenzó a hacer efecto. Me acurruqué en los brazos de Eric. Me sentía increíblemente bien al tener la calidez de su cuerpo desnudo presionando contra mi espalda, sus labios rozando mi cuello. Cerré los ojos y dejé que el sonido de su respiración me arrullara y me dormí.
218
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Capítulo 20
is padres y mi hermano vinieron a la ciudad a pasar la navidad. Lo primero que mi mamá hizo después de abrazarme y llorar, fue gritarme por esperar tres días después de salir del hospital para llamarla a ella y a papá. Ella ya me había gritado mucho por teléfono, pero no pudo resistirse a regañarme en persona. Aunque realmente no me molestó. Era solo su manera para tratar con lo que me había sucedido. sucedido. Eric estaba nervioso como el infierno de encontrarse con ellos. Estaba seguro de que lo culparían de todo. Traté de decirle que no lo harían, pero no creo que me creyera hasta que realmente los conoció. La expresión en su cara cuando mamá, papá y Brian lo abrazaron dándole la bienvenida a la familia es algo que recordaré el resto de mi vida. Ellos pasaron una semana en Asheville. Para cuando se fueron, Eric tenía toda una nueva familia. Una real esta vez, del tipo que necesitaba desde hacía mucho. Del tipo que lo amaría de la manera en que él merecía ser amado. Creo que ellos estaban tan felices acerca de eso como él lo estaba. 219
Justo después de año nuevo, recibimos una carta de mi papá dirigida a ambos. —¡Bien por papá! —Dije
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cuando Eric me la enseñó, aún sellada —. Sabía que podría encontrarlo. Eric me frunció el ceño. —¿De qué diablos estás hablando? ¿Qué encontró? Tomé su mano y lo jalé al sillón de segunda mano que nos habíamos comprado para navidad. —Él trabajó en el palacio de justicia de Carmel. Realmente es bueno rastreando archivos públicos. Le pedí que buscara algo para mí. —¿Qué?
Tomé sus dos manos entre las mías. —Le pedí que encontrara dónde fue enterrado Jason. Su cara se puso blanca. Por un segundo pensé que se desmayaría. —¿Eric? Bebé, ¿estás bien? Asintió. —Sí. Solo... solo... me sorprendiste, eso es todo. —Sus ojos estaban nublados. —Lo siento. Supongo que no debí soltarlo de esa
forma. —No, está bien. —Se mordió su labio—. ¿Dónde?
¿Dónde está enterrado? —Déjame ver. —Solté sus manos y abrí el sobre.
La carta era breve y al punto. «Lo había encontrado.» —St. Augustine, —leí en voz alta—. En la cripta
privada de la familia, en el cementerio a las afueras de la ciudad. —De ahí es de donde era., St. Augustine. —Eric me miraba con sus ojos muy abiertos llenos de miedo — 220
. Yo nunca conocí a su familia. ¿Qué si ellos no quieren que vaya? Él no hubiera muerto si no me hubiera
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conocido, no podría culparlos si no quieren que visite su tumba. —No, están de acuerdo. Papá ya llamó y solicitó
el permiso para que lo visitáramos. —Oh, Dios mío, —La voz de Eric era jadeante —.
¿Cuándo podremos ir? —La semana que viene. Escucha lo que mi papá
dice: « Espero
chicos que no les moleste, pero me adelanté y les compré los boletos de avión. El vuelo sale el doce. Tienen también un cuarto reservado en el Bayview Inn para una semana. Es un bonito lugar con desayuno, tu mamá y yo nos quedamos allí el año pasado, cuando visitamos St. Augustine. Todo está pago. Es el regalo de tu mamá y mío para ustedes dos. Espero que sea de ayuda. Con amor, Papá.»
Eric me confundida.
miraba
fijamente,
su
expresión
—No lo entiendo. ¿Por qué hacen esto? Tus
padres apenas me conocen. Y soy la razón de todo lo que te ha pasado. ¿Por qué me ayudan? —Porque es lo que las familias hacen. Se ayudan
unos a otros. Y ellos saben que nada de lo que sucedió es culpa tuya. —Pero Ben... 221
—Eric, escucha. Te amo, mis padres te aman, mi hermano te ama en una forma totalmente no gay. —
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Eric se rió y yo le sonreí —. Entonces, ahora eres parte de la familia, ya sea que te guste o no. Sonrió. —Me gusta eso.
Una semana después, viajábamos del frío invierno de las montañas al agradable calor de la St. Augustine, en Florida. Era una hermosa ciudad. Cada esquina estaba llena de historia, y Eric había visto todo. Él me movía para despertarme cada mañana y me arrastraba a explorar. Eso era extenuante, pero era increíble. Recorrer todas las casas antiguas, fuertes e iglesias con él, era tan divertido que casi había olvidado la razón por la que estábamos allí. Él estaba obviamente retrasándola, y yo no decía nada. Eso era suficientemente duro sin mí presionándolo a ir antes de que estuviera listo. Habíamos hablado con la doctora Spencer antes de ir, así que ambos sabíamos que era una buena idea que él no se sintiera presionado para hacerlo. Dos días antes de que voláramos de regreso a casa, desperté tarde y encontré la cama vacía. Después de una fracción de segundo de pánico, oí el suave sonido de él cantando en el balcón. Me puse unos shorts y salí a unirme a Eric en la pequeña mesa de hierro. —Hey. —dije y me senté en la silla.
Tomó mi mano y la besó. —Hey, bebé. ¿Café? 222
—Definitivamente. —Yo mismo me serví el café
de una bandeja en la mesa, también había pan aún
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caliente y mermelada de fresa —. ¿Cómo infiernos pudiste traer todo esto aquí sin despertarme? —Vamos, Ben, tú puedes dormir durante el jodido
fin del mundo. —Quizás, pero normalmente noto el café. —Me
incliné y acaricié su mejilla con mi nariz. Giró la cabeza y me besó. —Supongo que tienes que vestirte para salir, ¿huh? —Yo siempre estoy vestido para salir. —Quiero decir, a explorar. —Él me dio una traviesa sonrisa—. Tienes una mente estrecha. —Amas eso. —lo besé de nuevo. Sabía a café y
fresa. —Muy seguro. —Se puso de pie y se sentó en mi regazo, colocando sus brazos alrededor de mi cuello —.
¿Ben? —¿Sí?
Se quedó en silencio largo tiempo, pero sabía lo que vendría. Esperé, acariciando su desnuda espalda y pasando mi dedo bajo la pretina de sus shorts. —Creo que deberíamos ir hoy, —dijo finalmente.
Tensé mis brazos alrededor de él. —¿Seguro? —Sí. Creo que estoy listo ahora. —Llevó su mano a mi mejilla—. Gracias por ser tan paciente conmigo. —Bebé, eso es todo por ti. Para eso estoy aquí. 223
—Te amo, Ben. —También te amo.
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Pellizcó mi pezón haciéndome Regresemos a la cama, —murmuró.
gemir.
—
—Um. Qué acerca... —Después. —Se inclinó y me besó, ligero y rápido—. Haremos el amor primero. —Su lengua entró entre mis labios—. Por favor, bebé, te necesito. Por favor… —¿Desde cuándo tienes que rogarme para tener
sexo? ¡Vamos! Lo empujé fuera de mi regazo y me puse de pie. Él me jaló a sus brazos. Entramos y caímos a la cama ya entrelazados juntos. Pasamos perezosas horas haciendo el amor sudorosa y pegajosamente. Besó cada una de mis cicatrices en el pecho, abdomen y muslos, justo como yo siempre lo hacía. Eso comenzaba a ser un tipo de tradición entre nosotros, una manera de neutralizar el dolor de cada experiencia. Cada vez que sus labios tocaban mi cicatriz yo sentía que un poco del horror de esa noche era drenado. Sentía como si me sanara, un beso a la vez. Y cuando se corría y sentía su cuerpo temblando contra el mío, cuando me daba esa vulnerable sonrisa que venía directo de su alma, creía que yo también podía sanarlo a él.
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Era después de mediodía cuando finalmente dejamos el cuarto y nos dirigimos al cementerio. No quedaba muy lejos de acuerdo a las direcciones que mi papá me envió por e-mail, así que decidimos alquilarle unas bicicletas a un viejo cubano que vivía en la ciudad. Nos tomó cerca de cuarenta y cinco minutos de tranquilo pedaleo llegar allí. Normalmente no nos hubiera tomado tanto, pero la humedad hacía que el
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persistente ligero dolor de mis costillas empeorara, así que fuimos más lentos. Dejamos las bicicletas fuera a la entrada del cementerio. El lugar era inmenso. Enormes robles y flores tropicales crecían entre las tumbas. El aire bajo los árboles era fresco, cubriendo las lápidas con luz y sombras. Se sentía muy tranquilo. La cripta privada de la familia de Jason estaba en la esquina del cementerio, rodeada por una alta reja de hierro. La abrimos con la llave que ellos habían dejado para nosotros y entramos. Eric apretó mi mano mientras caminábamos entre las tumbas. Cuando respiró profundamente y apretó mis dedos, sabía que la había encontrado. —Esta es. —Su voz temblaba—. Está aquí —. Él se
giró a mirarme. Sus ojos enormes y suplicantes, como si pidiera mi permiso. Besé su mano. —Ve, bebé. Estoy bien. Giró la cara y se dirigió a la tumba, aún se veía nueva, el mármol brillaba y leí las palabras marcadas. ‘Jason Sands, Amado hijo.’ Ramos de flores silvestres
crecían junto a la piedra. Eric se hincó, soltó mi mano y pasó sus dedos por el nombre de Jason grabado en el mármol. —Lo siento mucho, Jason. Siento lo que te sucedió. Pero sé que no me culpas. Y… y ya no me culpo más. —Él me miró sobre su hombro y me sonrió—. Ben me ayudó a ver que no era culpa mía. Te
hubiera agradado, Jason. Es tan bueno conmigo. Lo amo más que nada . 225
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Mis ojos ardían. Me moví más cerca y coloqué las manos en los hombros de Eric. Se apoyó en mis piernas. —Nunca te olvidaré, Jason. Fuiste la primera
persona que amé realmente, la primer persona que pude permitirme amar realmente. Te amé mucho y siempre te amaré. —Frotó su mejilla en mi muslo —. Si pudieras hablarme ahora, creo que me dirías que estás feliz de que encontrara a alguien más a quien amar. Porque tú fuiste quién me enseñó que podía amar. Se puso de pie. —Esto es para ti. Por todas las cosas que me diste. —Sacó una hoja de papel de su bolsillo y la dejó
cuidadosamente en el césped junto a la lápida de Jason—. Adiós, Jason. Se giró y se alejó sin mirar atrás. Me quedé un poco más en silencio agradeciéndole a Jason por darle a Eric el primer amor real que conoció. Toqué la lápida, y podría jurar que sentí la presencia de Jason en el aire a nuestro alrededor. Me parecía que lo aprobaba. Murmuré gracias al viento, entonces me giré y seguí a Eric. Lo alcancé justo antes de que atravesara el arco de piedra que nos regresaba a nuestro mundo. Se giró cuando le hablé. Lágrimas corrían por sus mejillas, pero su sonrisa era brillante y tranquila. Lo jalé a mis brazos. —¿Estás bien, bebé?
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Asintió contra mi cuello. —Estoy bien. De hecho, me siento genial. —Se apartó y me miró a los ojos —. Es feliz por nosotros, Ben. Pude sentirlo.
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Palmeé su mejilla, rozando mi pulgar por la esquina de su boca. —Sí. Yo también lo sentí. —Duele decirle adiós, pero también se siente
bien. Realmente no puedo explicar eso, pero es solo... solo que no lo sentía bien hasta ahora, ¿sabes?. Es como si una parte de mí estuviera detenida y realmente no pudiera moverme. Y ahora todo está bien, puedo dejar el pasado detrás de mí, y seguir adelante con nuestras vidas. ¿Eso tiene sentido? —Sí, lo tiene. —lo jalé y nos dimos un largo beso. —¿Eric? —¿Hm? —¿Qué dejaste en la tumba? ¿Ese papel? —Es
la canción que escribí para Jason. ¿Recuerdas, la que estaba cantando la primera vez que me oíste? Sonreí. —Sí. Parece que fue hace mucho, ¿no es así? —En otro tiempo. —Cepilló mi cabello con sus
dedos. —Entonces la escribiste ¿huh? —Mm-hm. Eso me ayudó mucho cuando Jason
murió, así que decidí escribirla y dársela. Merece más que una canción pero es todo lo que puedo darle ahora.
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Deslicé mis manos arriba y abajo de la espalda de Eric por debajo de su camisa. Su piel estaba húmeda por el sudor, suave y cálida contra mis palmas. —¿Por qué no la has vuelto a tocar?
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Se presionó contra mí y colocó sus brazos alrededor de mi cuello. —Ahora no la necesito. —¿No la necesitas? —Rocé mis labios contra los
suyos. Se apartó y acunó mi cara en sus manos. — Cantar era la única manera que solía usar para hacer que el dolor disminuyera. Solía ser lo único que... —Se detuvo buscando la palabra correcta—. Era eso o tomar drogas para el dolor. Me hacía sentir bien por poco tiempo. Por un momento. Pero las cosas que causaban el dolor en primer lugar nunca se alejaban. Yo solía pensar que esas heridas nunca se irían. Se detuvo y esperé. —Todas esas heridas se han ido ahora, —dijo finalmente —. Ya no necesito la canción, porque te tengo a ti. —Sus ojos azules ardían en los míos —. Tú
me has sanado, Ben. Mi garganta se cerró y no pude hablar. Aunque él sabía lo que quería decir. Me jaló hacia él y presionó su boca con la mía. Su beso era profundo, dulce y lleno de vida. Podría saborearlo por siempre en ese beso. —Vamos, bebé, —dijo apartándose —. Vamos a la
playa, ¿qué te parece? —Suena genial.
Enlazamos las manos y atravesamos el arco de piedra entrando a un brillante y hermoso futuro. Nuestro futuro juntos . 228
Fin
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Ally Blue Ally está casada y es madre de dos niños, vive en las montañas de Carolina del norte en los Estados Unidos. Ella es una enfermera registrada por negocio y escribe historias de amor entre hombres por inclinación. Su esposo es un artista independiente, y sus hijos aparentemente heredaron tendencias artísticas. Afortunadamente ellos también heredaron su voz para cantar en lugar de la de Ally, como su familia confirma puede arrancar la pintura de la pared. Ally escribió su primera historia —una novela corta — en el otoño del 2003, después descubrió la joya de leer sobre sexo hombre/hombre y comenzó a ser su afición favorita, que permanecía anónima. Ella se ha diversificado dentro de otros géneros de ficción, principalmente historias de amor hombre/hombre. Ha publicado varias historias cortas en erótica ezine Ruthie’s Club, y es una contribuidora regular en e-zine Forbidden Fruit y ganó el tercer lugar en el Torquere Press ‘Melt’ novela de ficción en el verano del 2004. En suma ella escribe, disfruta viajar, coleccionar dragones y tratar de asustarse. Sus autores favoritos son Stephen King, Clive Barker, y Laurell K. Hamilton, y es una gran fanática de las películas de terror. Ally adora la música, particularmente Radiohead, Placebo, and Beck. Ella planea tener un iPod implantado quirúrgicamente tan pronto los inventen. Esperando así poder terminar de oír un CD y que sus hijos dejen de gritarle que baje el volumen.
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