Heinz Hartmann (1894-1970 ) fue un brillante psiquiatra y psicoanalista austriaco que fundó la corriente denominada “Psicología “Psicología del YO“. YO“.
Hartmann se educó en un ambiente culto, su padre fue un profesor de Historia y su madre una pianista, hija de un famoso ginecólogo vienés. En 1920 Heinz Hartmann se graduó en Medicina por la Universidad de Viena. Posteriormente comenzó su formación en Psicoanálisis y se convirtió en discípulo de Freud. Como es preceptivo para ser psicoanalista, realizó su Análisis Didáctico, análisis que empezó con el psicoanalista Sándor Rado, y que luego continuo con el mismo Sigmund Freud. Huyendo de la persecución nazi se instaló en Estados Unidos donde llegó a ser presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional Internacional (IPA). La “Psicología del Yo” tuvo un desarrollo muy significativo entre 1940 y 1950,
y en Estados Unidos las teorías de Heinz Hartmann tuvieron una gran influencia. Pero, veamos cuales fueron las contribuciones de Hartmann. Recordemos que según Freud el aparato psíquico estaba constituido por el Ello, el YO y el Super-Yo. Aunque Freud descubrió los los Mecanismos de defensa del Yo , fue su hija Anna Freud quien dio un nuevo impulso a las funciones del Yo con la publicación de su libro “ El Yo y los mecanismos de defensa“, defensa“, y Hartman le dio un nuevo
concepto al Yo y lo amplió aun más. Otros psicoanalistas como Ernst Kris, que fue director de la revista IMAGO, Rudolf Loewestein, médico polaco formado en Alemania y asentado en Nueva York, y David Rapaport, psicólogo húngaro que emigró a Estados Unidos, también realizaron importantes aportaciones al estudio de la psicología del Yo. En la Psicología del Yo de Hartmann, el Yo desplaza en importancia al Ello y al Super-Yo. Freud afirmaba que el Yo se diferencia a partir del Ello, mientras que Harman decía que el Yo no surge a partir del Ello, sino que Yo y Ello provienen de una matriz común, la llamada fase indiferenciada. Por lo tanto, según sus teorías los aparatos rudimentarios del Yo ya están presentes en el momento de nacer. Heinz Hartmann distinguió dos grupos de funciones del Yo: las funciones específicamente involucradas en los conflictos y las funciones que constituyen la esfera esfera del Yo libre de conflictos. Éstas funciones del Yo, Yo, afirmaba Hartmann, son de importancia fundamental en la adaptación de la persona a su ambiente. Hartmann concebía la estructura de la personalidad como el resultado de la interacción entre la herencia y el ambiente, y añadía que en el curso del desarrollo del individuo se diferenciaban los rasgos del carácter. Heintz Hartmann postuló la existencia de funciones primarias autónomas del Yo, ““la la autonomia del Yo“, Yo “, cuyo
desarrollo sería independiente de los impulsos. Las funciones comprendidas en este área eran la percepción, la intuición, la comprensión, el pensamiento, el lenguaje, ciertas fases del desarrollo motor, el aprendizaje y la inteligencia.
Pero, cada una de estas funciones puede también participar de forma secundaria en conflictos durante el curso del desarrollo del sujeto. Hartmann puso el énfasis en los factores comunes que podían influir en el proceso de desarrollo, estableciendo una relación entre la aparición de los factores autónomos primarios y lo que él llamó el “entorno de expectación por término medio“.
Además Hartmann pensaba que una parte de las energías del Yo se deriva de fuentes no impulsivas. También propuso el concepto de Neutralización que sería como una generalización del concepto freudiano de Sublimación. Según el concepto de Neutralización la medida en que se neutraliza la energía instintiva esta en función de la fuerza del Yo. Sin embargo, el Yo puede perder su autonomía si la influencia de los impulsos crece mucho. La autonomía del Yo puede también disminuir por una enfermedad. Las teorías de Heintz Hartmann están expuestas en los siguientes libros: Psichoanalysis and Moral Values, Essays on Ego Psychology, y Psicología del yo y la problemática de la adaptación . El pensamiento de Hartmann
Es muy rico e integrativo por el aporte de múltiples disciplinas culturales y científicas que concurren a él, y por su vasta temática. El propósito básico de Hartmann fue continuar la obra de Freud y sobre ella constituir una psicología psicoanalítica general, ampliando así los horizontes hacia otros campos más allá del ello. De esta manera, el psicoanálisis podría acercarse cada vez más hacia la psicología general y ortodoxa, y a disciplinas humanísticas. Otro cometido que se destaca en su labor es el de darles una nueva vigencia meta psicológica a los temas anteriores a la segunda tópica, y despejar las ambigüedades existentes. Con este fin, hace una revisión de las hipótesis analíticas establecidas hasta el momento y ofrece nuevas reformulaciones, ajustes y sistematizaciones totalizadoras de la doctrina psicoanalítica. Hartmann le otorgó al superyó un destacado lugar junto al yo en la conformación de la personalidad. Todavía es actual el capítulo que publica en 1964, en un libro escrito junto a Kris y Loewenstein. En Papers on Psychoanalytic Psychology, los tres autores atribuyen a esta estructura -al igual que Freud- funciones destinadas a la conciencia moral o normas éticas internalizadas, a la autovaloración crítica y, finalmente, a los ideales personales. El superyó posee un origen o prerrequisito necesario de base biológica anterior a las internalizaciones objetales y debido posiblemente al desamparo tanto orgánico como psicológico del niño al nacer, así como en la subsecuente inevitable, prolongada y estrecha dependencia en relación con la madre o personas a su cuidado. Freud había tratado de justificar cierta continuidad filogenética. Para Hartmann y sus copensadores, el superyó se va desarrollando mediante un proceso de incesante identificación con las figuras de los padres y de otras figuras significativas del mundo, que rodean al niño y le fijan normas y deberes. En la formación de esta estructura ético-normativa de la personalidad, concurren factores sociales y culturales que integran la tradición. Se hace hincapié en la postulación freudiana de que el superyó deriva del complejo de Edipo, de la diferencia de los sexos y la castración. Comparten la postulación pero dejando un lugar a otros factores como los indicados anteriormente. Para Hartmann, el problema de la realidad en sus dos vertientes -externa e interna- está vinculado en forma íntima con la realidad de los valores morales. Ninguno se entiende ni alcanza vigencia plena sin tomar en cuenta también al otro. En
Psicoanálisis y valores morales (1960), distingue con claridad y precisión los valores, en su calidad íntima de valores, de los procesos simples de valoración psicológica y su lugar en el comportamiento humano. De esta manera categórica, confirma la posición de Freud de que el psicoanálisis como tal no pretende introducir valores morales específicos de ninguna clase. Con todo, el psicoanálisis en su aplicación terapéutica práctica no puede limitarse a una estrecha perspectiva de la ética de la salud, ya que atiende al poderoso impacto de las fuerzas morales de orden consciente e inconsciente. Según Hartmann, toda la capacidad funcional del yo y de la personalidad y sus estructuras componentes dependen de una función rectora por estos caminos del desarrollo del pensamiento psicoanalítico. Ya sea solo o con sus colaboradores Kris y Loewenstein, Hartmann, al describir los procesos de adaptación, plantea importantes fo rmulaciones que relaciona con el funcionamiento yoico y su desarrollo. Considera como fundamento central que el recién nacido humano normal y su ambiente típico esperable siguen, desde el primer momento, un proceso recíproco adaptativo. El niño al nacer trae consigo una dotación innata de elementos para su adaptación inicial, es decir, un "estado de adaptabilidad", orientado a un "ambiente promedio probable", para luego paulatinamente llegar a un estado de adaptación intencional. Con el afán de explicar estos primeros momentos de la adaptación humana, Hartmann se aplica a estudiar paso a paso el desarrollo del yo. Encuentra que el conflicto no es la única fuente del yo, sino que existe también otra constituida por una "esfera libre de conflicto", conjunto de funciones que operan fuera de la región conflictiva. Funciones que no representan impulsos que entren en el conflicto, ni siquiera modificados, sino impulsos plenamente autónomos. Para acentuar esa condición de autonomía, la expresión "esfera libre de conflicto del yo" fue reemplazada por "funciones autónomas primarias del yo" (la atención, la memoria, el pensamiento, el lenguaje, etc.). Autonomía respecto de los impulsos instintivos y de la realidad externa. Estas funciones primarias pueden ser concebidas como "aparatos" específicos del yo. Sin embargo, no se puede pensar a un yo aislado de la influencia de la realidad externa, el superyó y los impulsos. Estas funciones autónomas primarias del yo son las responsables de la adaptación en los primeros momentos del ser humano y conforman los precursores de las demás funciones yoicas posteriores. Son de carácter potencial y luego, en los avatares de la vida y sobre todo en las relaciones con la madre, van tornándose vigentes. Se puede resumir diciendo que el yo no es una simple modificación del ello, resultado pasivo de las influencias del mundo externo sobre él. Más bien, el ello y el yo se desarrollan como productos de diferenciación. El yo recibe un caudal autónomo energético inicial, libre de conflicto, pero que muy pronto se verá involucrado, evidentemente, dentro del ámbito conflictivo sufriendo consecuencias. Un pensamiento de Hartmann fundamental y complementario para su teoría es el que supone la existencia en el desarrollo de una "fase temprana indiferenciada". En ésta tienen origen impulsos y funciones, y el ello y el yo. La diferenciación de cada uno de estos elementos se hará en forma gradual a partir de una "matriz común" y dentro del curso de dos líneas evolutivas: la maduración y el desarrollo. En la maduración intervienen factores biológicos, mientras que en el desarrollo predominan factores de índole psicológica. En este punto, Hartmann enfrenta la antigua controversia entre natura y nurtura, y se decide por una solución salomónica. Ambas se influencian recíprocamente, negativa o positivamente, deteniendo o estimulando su curso. En torno a estos temas de la adaptación, dice Hartmann (1939): "Los términos maduración
y desarrollo no están siempre claramente diferenciados. Los usamos en el sentido de que maduración indica el proceso de crecimiento que se verifica con relativa independencia del medio, y desarrollo, el proceso de crecimiento en el cual el ambiente y la maduración se influyen más íntimamente." Menciona una tercera posibilidad en la que no se producen modificaciones y el ser humano va en busca de una mejor y adecuada situación o salida para su adaptación. Fuera de la autonomía primaria del yo, postula Hartmann una segunda forma de autonomía, la secundaria, que resulta de lo que se puede denominar "cambio de función"; lo que comenzó en situación de conflicto puede secundariamente convertirse en una función de la esfera libre de conflicto o, a la inversa, una función yoica pasar a ser defensiva. Muchos rasgos de carácter, actitudes, propósitos y estructuras yoicas son producto del cambio de función. Las funciones secundarias del yo son bastantes estables, aun a veces irreversibles. Hartmann en ningún momento quiso, fuera de los aspectos independientes de las funciones del yo, realizar ninguna devaluación de otros aspectos conocidos primero y estudiados por Freud sistemáticamente. En cuanto al origen de los mecanismos de defensa, Hartmann recalca que no hay que ver sólo la herencia como elemento primordial, sino tomar muy en cuenta que posiblemente la defensa no se origina en forma primaria y más bien son las funciones iniciales las que se van convirtiendo en mecanismos defensivos con posterioridad, por un proceso secundario. Lo que haría pensar que los procesos muy tempranos de la región autónoma obrarían como etapas precursoras de las defensas posteriores contra los peligros provenientes tanto del interior como del exterior. Apenas es necesario entonces decir que los factores autónomos pueden estar implicados en la defensa del yo contra las tendencias instintivas, contra la realidad y contra el superyó. Otro de los problemas difíciles del psicoanálisis como es el narcisismo atrajo la atención de Hartmann. Los estudios sobre el narcisismo (Freud, 1914) son anteriores al advenimiento de la segunda tópica (estructural) (1923). En consecuencia, el origen, depósito y destinos de la libido narcisista y objeta] no estaban claros para la nueva teorización; lo mismo ocurría con los conceptos de yo, sí-mismo y persona. En su artículo sobre esquizofrenia, Hartmann (1953) postula en forma definitiva que el movimiento de introversión de la libido desde el objeto se dirige a la representación del self, y no sobre el yo, como se entendía hasta ese momento, y nace de esta manera el concepto de self (sí-mismo) como una parte constitutiva del aparato m ental. A propósito de este oscuro punto, dice Hartmann (1950): “... al usar el término narcisismo, dos series de opuestos
parecen a menudo fundidas en uno. Una se refiere al self (sí-mismo)... en contraste con el objeto; la segunda al yo... contraponiéndolo a otras subestructuras de la personalidad. No obstante, lo opuesto a la catexia de objeto no es la catexia del yo, sino la catexia de la propia persona, es decir la catexia del self (sí-mismo); al hablar de la catexia del sí-mismo no damos a entender si esa catexia está situada en el ello, el yo o el superyó. Esta formalización toma en cuenta que en realidad encontramos 'narcisismo' en los tres sistemas psíquicos; pero en todos estos casos hay oposición a la catexia objetal. .. Puede ser también útil aplicar el término representación del self (sí-mismo) como opuesto a la representación de objeto." (2) En conclusión, define al narcisismo como la catexia libidinal, no del yo sino del self, utilizando por su utilidad el término de representación del sí-mismo (self) dejando aclarado así este tema que se presentaba tan ambiguo. Resuelve la permanente duda a través de toda la obra de Freud en torno a las energías y la alimentación útil del yo al arribar al concepto de neutralización. Desde su primer trabajo, "Ensayos sobre la psicología del yo" (1938), sus ideas
primordiales y sus elucubraciones teóricas giran en torno del nada fácil t ema de la adaptación. El concepto que tiene de ella no es restringido, no la entiende sólo como un mero mecanismo de ajuste del hombre a su medio, sino, más bien, como un fenómeno de correlaciones de diferentes aspectos humanos y ambientales, una compleja trama entre elementos biológicos, psicológicos y sociales. Piensa que el hombre en su adaptación no se limita a plegarse pasivamente a su medio, sino que lo modifica, aun en relación con su contingente hereditario, y le imprime un sello y estilo propios. Para Hartmann, en la adaptación se incluyen muchos problemas que parecen estar aislados y dispersos, y que al aproximarlos o juntarlos se la puede comprender mejor. Para esclarecer estos fenómenos de la adaptación humana, recurre Hartmann a dos fundamentos provenientes de las teorías de Ferenczi: la aloplastia y la autoplastia, que se refieren a los cambios que se producen tanto en el medio externo como sobre el propio organismo humano para que se pueda dar la adaptación; es decir, que para la adaptación del hombre en definitiva son necesarios profundos y graduales cambios de índole somática, social y psíquica. Vincula estrechamente a la adaptación con la salud mental y dice al respecto: “... un hombre
está bien adaptado si su productividad, su habilidad para disfrutar la vida y su equilibrio mental no están trastornados" (1938). Tal es la importancia que le asigna a la adaptación como concepto medular del psicoanálisis, que la considera como un principio metapsicológico, introduciéndolo al conjunto de los puntos metapsicológicos ya existentes formulados por Freud: dinámico, económico y topográfico; también postula otro nuevo principio: el del desarrollo o punto genético, de ahí que a esta dirección analítica se la conozca también como psicoanálisis del yo y el desarrollo. Considera al yo como el órgano psicológico de la adaptación. Sostiene que en él se operan diversos cambios y funcionamientos con este fin. Por esta r azón, centra sus mayores inquietudes de estudio sobre el yo para poder aclarar muchos aspectos de la adaptación, sobre todo a nivel psíquico estructural y de desarrollo. Para Hartmann, el origen y el desarrollo del yo no sólo están en torno del conflicto; el yo no es un producto de enfrentamiento conflictivo del ello 'con el m undo exterior, como sostiene Freud, sino que tiene otras fuentes y vicisitudes en su formación, tendientes a la adaptación y su relación con la realidad; alrededor de este punto, precisamente, surge un modelo psicoanalítico más ampliado que puede ser considerado inclusive como un nuevo paradigma. Los conceptos estructurales hacen su aparición en la obra de Freud después de que éste completa sus inquietudes teóricas sobre el conflicto. El conflicto psíquico es el eje principal en el que descansa la teoría psicoanalítica; fue introducido por Freud posiblemente impresionado por la literatura, la poesía, la filosofía, la religión, la historia, la psiquiatría… (3)
de la época que consideraban al hombre tironeado y desgarrado entre fuerzas opuestas, dividido contra sí mismo. Influenciado Freud por estas corrientes del pensamiento, y además por la fisiología alemana de su tiempo y el darwinismo, elabora la primera hipótesis del aparato psíquico y el conflicto y sus expresiones resultantes tales como: el síntoma, los sueños, los actos fallidos, la fantasía y el delirio. Alrededor de los años veinte, Freud comenzó a reformular estas concepciones y las modificó, finalmente, en forma sustancial en 1923 y 1926; surge un nuevo enfoque estructural tripartito de la personalidad, compuesto por las instancias del ello, yo y superyó; en consecuencia, cambian las ideas sobre el conflicto y éste pasa a la problemática de las estructuras y el mundo externo, cobrando el yo un sitial jerárquico. Estas reformulaciones se fueron dando en forma gradual y tornándose más complejas en el transcurso del tiempo, hasta 1938, en que Freud intenta coronar su pensamiento en el Compendio, que queda inconcluso por su muerte. Será Hartmann, analista de la segunda generación, quien lo continúe.
El concepto de "neutralización" tiene puntos en común con el concepto de "sublimación", que Freud planteó al estudiar los destinos de la pulsión y en relación con los impulsos libidinales. La neutralización se extiende también hacia los impulsos destructivos y se refiere a la energía que utilizarán el yo y el superyó para el cumplimiento de sus funciones; esta energía deberá ser exenta de cualidades sexualizadas o agresivizadas, y puede retransformarse nuevamente en libido o agresión. Hartmann con esto se refiere a la pérdida de las cargas de sus condiciones propias, es decir, de un mecanismo que desexualice y desagresivice los impulsos merced a un proceso yoico que los convierta en energía funcional. De este modo, queda complementada su idea de la transformación de la energía en forma gradual, comienza el ciclo energético con la forma más primitiva de energía: la indiferenciada, siguiendo por la sexual izada y agresiva, hasta la neutralizada y finalmente por la sublimada, último tipo energético, destinada a fines excelsos. Hartmann no está de acuerdo con un instinto de muerte, y postula desde la clínica la presencia de un impulso agresivo que tiene raíces innatas que se originan en la matriz indiferenciada. En su constitución entrarían a intervenir las frustraciones con posterioridad. Los impulsos agresivos fuera de su fusión con la libido son pasibles de neutralización y entran a integrar las energías que nutren el funcionamiento de las estructuras funcionales del yo y superyó. De los conceptos anteriores surgirán las ideas hartmanianas sobre la relación de objeto, que han servido para disipar dudas y facilitar la tarea analítica, en especial en el necesario ajuste técnico en la terapéutica de patología severa. Introduce Hartmann la noción de constancia de objeto para describir una cualidad de la relación de objeto en el desarrollo infantil. Se logra la constancia cuando la relación de amor perdura y permanece estable y permanente, independiente de los estados de necesidad. En cuanto a la esfera del conocimiento, el logro de la permanencia de objeto requiere que la representación del objeto persista en ausencia del objeto y las cargas sean neutralizadas. Sostiene también el autor que el principio de realidad se encuentra en íntima relación con la constancia de objeto, y que depende de la neutralización de las cargas objetales. Según Hartmann, toda la capacidad funcional del yo y de la personalidad, con sus estructuras componentes, depende de una función rectora, coordinadora y de autorregulación: la función de organización. Ésta tiene un alcance más amplio que la función sintética, que sólo enfoca su labor sobre las funciones yoicas, sin extenderse a los campos de la realidad, la adaptación y la salud. La influencia ideológica de Hartmann ha sido dominante durante un largo período sobre el movimiento psicoanalítico internacional, y sobre todo norteamericano, excluyendo a la Argentina. 1. La psicología del yo de Hartmann y sus c olaboradores
Hartmann y sus colaboradores introdujeron en Estados Unidos una concepción del psicoanálisis que contrastaba fuertemente con aquélla que predominaba en los años 1920-1930. Así, el lugar que concedían a la metapsicología y su preocupación por la precisión del vocabulario psicoanalítico eran tales que a veces atribuimos el desinterés actual por la terminología metapsicológica a la extrema tecnicidad del vocabulario del grupo Hartmann (Bergmann, 2000). La naturaleza de las críticas formuladas hoy contra la época Hartmann también nos da una idea de su distancia respecto a la cultura americana. Se ha reprochado a los psicoanalistas del grupo Hartmann su pasión «europea» por el intelectualismo (european intellectuality) , su autoritarismo (germanic order) y los métodos jerárquicos de enseñanza que imponían en los institutos de psicoanálisis. Su apego al «dogma clásico» sólo podría compararse a su positivismo, su conservadurismo político y su rechazo hacia cualquier reflexión que se dirigiese de algún modo a la integración de factores culturales y relacionales en psicoanálisis. Estaban plenamente convencidos de la verdad del complejo de Edipo,
al que por lo demás otorgaban un lugar determinante (3). Por otro lado, la hegemonía ejercida por la psicología del yo sobre el psicoanálisis americano ha sido ampliamente comentada: se ha criticado especialmente el dogmatismo de los psicólogos del yo y, sobre todo, su oposición al pluralismo, que mantuvo al psicoanálisis americano temporalmente apartado de las escuelas relacionales británicas y de las escuelas de las relaciones de objeto (Wallerstein, 2002). Las relaciones de los psicoanalistas americanos con la psicología del yo de este periodo no son unívocas. En efecto, a pesar de desacuerdos reales, los psicoanalistas contemporáneos le deben numerosas concepciones. En el capítulo de los desacuerdos hay que señalar sobre todo el papel de la metapsicología, la naturaleza (y hasta la existencia) de las pulsiones, el rechazo del kleinismo, la definición y el manejo de la contratransferencia, el estatus científico del psicoanálisis y su pretensión de objetividad. La cuestión de las influencias es más ambigua. Ciertas posiciones del grupo Hartmann, algunas de las cuales hoy son rechazadas, vinieron a reforzar tendencias preexistentes del psicoanálisis americano y, por lo tanto, se integraron en un ambiente cultural cuyos rasgos dominantes todavía destacan. Al respecto, sin duda los elementos más significativos son la noción de adaptación, el abordaje psicológico en psicoanálisis, el reconocimiento de una zona a-conflictual y de funciones autónomas del yo, el rechazo de la noción de pulsión de muerte, la introducción de la noción de self y el refuerzo de la perspectiva genética en psicopatología. A) La noción de adaptación. – A menudo los estudiosos definieron de forma reductora la noción de adaptación propia a la psicología del yo del periodo Hartmann. Por ejemplo, la asimilaron al conformismo social característico de la era Eisenhower, durante la cual efectivamente se afirmó la influencia de la psicología del yo (Bergmann, 2000, 11). Algunos relacionaron el concepto de adaptación con las contribuciones de Adler a la psicología del yo (4). Otros se negaron a adherir a tales interpretaciones señalando que Hartmann no confundía adaptación con ajuste social y que su teoría de la adaptación se acercaba más bien a las nociones de asimilación y acomodación de Piaget: se trataba tanto de modificar el medio como de adaptarse a él (Schafer, 1997; Bergmann, 2000). La noción ego-psicológica de adaptación tuvo una marcada influencia en el psicoanálisis americano actual. Paradójicamente -pues generalmente se considera a la psicología del yo como el prototipo de la one-person psychology y como la edad dorada de la insistencia en los fenómenos endógenos e intrapsíquicos- fue Hartmann quien introdujo en la psicología del yo el concepto de « average expectable environment », contribuyendo así a un retorno del interés por el ambiente y los factores exógenos, de los que el psicoanálisis se había alejado desde que Freud abandonara a su neurótica(Bergmann, 200, 12). Este movimiento armonizaba con las tendencias ambientalistas del psicoanálisis americano que habían surgido en los años precedentes. Incluso si los psicoanalistas actuales no lo reconocen fácilmente, la noción hartmanniana de adaptación ha desempeñado un rol en la evolución de las teorías de las relaciones de objeto y, sobre todo, en las teorías relacionales. Algunos sí lo señalaron: Schafer (1997), por ejemplo, afirma que la noción de adaptación tal como la formuló Hartmann abrió especialmente la vía a la tendencia intersubjetiva, y que, de no haber tenido la prudencia conservadora que lo caracterizó, incluso pudo haberle llevado a introducir la noción de intersubjetividad en psicoanálisis. Este concepto de «average expectable environment » se encuentra también en Winnicott, quien lo utilizó para subrayar la pertinencia de las relaciones interpersonales precoces (5) y lo desarrolló bajo la forma de la «good enough mother ». Algunas características del psicoanálisis americano contemporáneo remiten, sin mencionarlos como tales, a los aspectos adaptativos en los que se apoyaba la psicología genética de los psicólogos del yo. La integración cada vez más marcada de las teorías del apego en el corpus psicoanalítico anglosajón constituye un ejemplo elocuente. Al respecto hay que señalar la importancia que en los años 40 tuvo la psicología del yo británica -agrupada alrededor de Anna Freud- a la que se acercaba el British Independent Group (6) y a la que Bowlby perteneció durante algún tiempo. B) La zona aconflictual y las funciones autónomas del yo.– Para los psicólogos del yo, el yo constituía el órgano de la adaptación. Si efectivamente tenía esa función no podía desarrollarse a partir del ello, como indicaba Freud en su segunda tópica, sino que debía beneficiarse de una zona libre de conflicto que, a partir de montajes biológicos, resultaría precisamente de sus interacciones con el ambiente. Así, apoyándose en un pasaje de un
texto de Freud, «El yo y el ello», Hartmann afirmaba la existencia de una esfera aconflictual y autónoma del yo (7), posición que más adelante fue abandonada por los psicólogos del yo de la orientación Brenner. La sede de las funciones autónomas del yo en el sujeto neurótico se encontraba, según los psicólogos del yo, en las funciones sensoriales y cognitivas. De modo que el yo no era puro desconocimiento: incluía una zona que, al menos en parte, le permitía comportarse como instancia fiable en la relación con el mundo exterior. A pesar de las diferencias que aparentemente separan a la psicología del yo de Hartmann de las escuelas contemporáneas, es difícil no rastrear el papel que desempeña esta posición en las teorías del apego, por un lado, y en las teorías relacionales e intersubjetivas, por otro. El reconocimiento de una zona libre de conflicto del yo suponía una visión optimista del psicoanálisis, que venía a reforzar una tendencia preexistente del psicoanálisis americano. Esta visión se aleja considerablemente de la perspectiva de Freud, quien en «Más allá del principio de placer» (1920) manifestaba una confianza limitada en los posibles progresos de la humanidad, tanto en el plano individual como en el colectivo. A propósito de ello, debemos señalar que los psicólogos del yo rechazan de manera categórica la noción de pulsión de muerte en psicoanálisis, así como las posiciones lamarkianas y filogenéticas de Freud sobre la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos, especialmente de los complejos. En este punto los psicoanalistas americanos contemporáneos han seguido los pasos de Hartmann y sus colaboradores. Por una parte, la pulsión de muerte nunca les interesó mucho salvo, eventualmente, en la forma que adquirió en la teoría kleiniana. Lo demoniaco del inconsciente, tal como se expresa en la atemporalidad de la repetición y en la desligazón, tampoco encontró un desarrollo significativo en el psicoanálisis americano y no forma parte de las preocupaciones de sus orientaciones contemporáneas. Finalmente, las hipótesis filogenéticas no retuvieron mucho la atención de los psicoanalistas americanos. Es probable que, al respecto, las críticas feministas y culturalistas a las hipótesis del psicoanálisis tradicional -relativas a los contenidos originarios y universales del inconsciente- hayan desempeñado un papel importante. C) Perspectivas psicológicas en psicoanálisis y modelo genético. – Las concepciones de Hartmann ponían de manifiesto su interés por la biología y su objetivo de establecer vínculos entre psicoanálisis, biología, psicología y sociología. La noción de esferas autónomas del yo era necesaria en este proyecto porque permitía estudiar al yo, al margen del conflicto psíquico, en un campo epistemológico que no era exclusivo del psicoanálisis. La integración del psicoanálisis a la psicología favoreció la adopción de la perspectiva genética (8) y fomentó la sistematización de la teoría de los estadios del desarrollo. Desde esta perspectiva, colaboradores de Hartmann como René Spitz y Margaret Mahler confirmaron la pertinencia de la observación directa de bebés en psicoanálisis. Además de interesarse por la psicología del niño, los psicólogos del yo también intentaron relacionar las adquisiciones psicoanalíticas con la psicofisiología, la psicología del aprendizaje y la psicología social, esperando así construir una verdadera psicología general del yo (Laplanche y Pontalis, 1 967, 251). Los objetivos de Hartmann a este respecto fueron sólidamente apoyados por los trabajos de Rapaport(9), que trataban sobre varios temas relativos a la psicología, especialmente sobre la interpretación psicoanalítica de tests psicológicos. En sus obras publicadas entre 1950 y 1960, Rapaport proponía una visión muy amplia de las aplicaciones del psicoanálisis y de su método (Hale, 1995; Bergmann, 2000). Afirmaba que el psicoanálisis era capaz de proporcionar una teoría general del aprendizaje, de la motivación o de las estructuras psicológicas y que debía ocupar el lugar central en las investigaciones en psicología clínica (Hale, 1995). Rapaport ejerció una influencia directa sobre varios psicoanalistas de la generación siguiente, en especial sobre G. Klein y R. Schafer (Hale 1995), quienes fueron importantes críticos de la psicología del yo. Por lo demás, los trabajos de estos autores abrieron la vía a la orientación constructivista de la corriente intersubjetiva. El lenguaje abstracto y metapsicológico de Rapaport y sus colaboradores suscitó fuertes reacciones. En efecto, Rapaport representaba una tendencia europea positivista, diametralmente opuesta al pragmatismo americano. Como respondía él mismo a quienes (10) criticaban el carácter desencarnado y teórico de su estilo: «If a European does not care about theory, who the hell will?» (11) (Hale, 1995, 242). También se ha reprochado a Hartmann y sus colaboradores el haber pretendido hacer del psicoanálisis una psicología general. Se temía que dicho objetivo coloque al psicoanálisis en el rango de las disciplinas teóricas y
que, entonces, el público ya no lo reconozca primero y ante todo como un método terapéutico (Wallerstein, 2001). A pesar de la dirección esencialmente asistencialadoptada por el psicoanálisis americano actual, el lugar que ocupa la psicología sigue siendo central, como lo muestra el interés por las teorías del apego, las concepciones relacionales y la expresión two-person psychology , utilizada para definir la relación psicoanalítica. D) La introducción de la noción de self . – El recurso a la noción de self (12) en psicoanálisis está asociado sobre todo a la escuela británica. Sin embargo, fue Hartmann quien la introdujo en la psicología del yo y Edith Jacobson -una eminente colaboradora de Hartmann- quien, en su obra The self and the object World publicada en 1964, consagró su uso definitivo en el psicoanálisis americano bajo la forma de las «self-and-objectrepresentations». La definición de self adoptada por los psicólogos del yo es tributaria de la doble definición del yo que encontramos en Freud. Laplanche (1993, 1997) ha mostrado cómo, en la teoría freudiana, el yo comporta dos vertientes: la vertiente metonímica, que corresponde a las funciones del yo en tanto que instancia de relación con el mundo exterior, y la vertiente metafórica, que corresponde al yo como instancia de identificación, como «sedimentación de las investiduras de objetos abandonados»(13). Las relaciones del yo con el mundo exterior se ubicarían en el centro de las preocupaciones de los psicólogos del yo. Ahí encontrarían a la vez un posible apoyo para su esfera autónoma y su sede de la adaptación. Sin embargo, Hartmann también acentuó el papel del yo como instancia de identificación, al que llamó self . Hartmann era muy consciente de que Freud nunca había descrito al yo en una acepción fenomenológica sino que siempre lo concibió como una instancia, incluso como un sistema. La experiencia subjetiva del sí mismo resultaba de una función del yo, pero no constituía al yo como tal (14). La noción de self encontró una expansión fulgurante en el psicoanálisis anglosajón y poco a poco suplantó cualquier referencia al yo. En efecto, Guntrip, Winnicott y otros colocaron esta noción en el centro del trabajo analítico. Del mismo modo, en Estados Unidos hoy el self ocupa un lugar destacado entre los representantes de casi todas las orientaciones psicoanalíticas, después de haber dado su nombre a la orientación fundada por Kohut, la self-psychology . Sin embargo el estatuto metapsicológico del self se ha vuelto extremadamente impreciso. Por lo demás, algunos psicólogos del yo contemporáneos han deplorado que ahora el self ocupe toda la escena del trabajo analítico, lo que en su opinión hace que se vuelva imposible la reflexión sobre el conflicto psíquico (Rangell, 2002). 2. La psicología del yo post- hartmaniana
C. Brenner y J. Arlow fueron figuras importantes de la psicología del yo post-hartmaniana, que, especialmente debido a las críticas que suscitó, nunca presentó la misma cohesión que aquélla del periodo Hartmann. Las posiciones de Brenner también han cambiado desde 1960 hasta hoy y no son necesariamente compartidas por el conjunto de los psicólogos del yo contemporáneos. A) Carácter científico del psicoanálisis, metapsicología y teoría de las pulsiones. – Hartmann consideraba al psicoanálisis como una ciencia natural. Estimaba que constituía una ciencia de causas y no una psicología hermenéutica dirigida a describir y comprender los estados mentales subjetivos de un paciente. Esta posición fue a la vez radicalizada y simplificada por los psicólogos del yo del periodo Brenner, quienes sostenían que el analista se encontraba en la posición de un observador neutro, capaz de extraer conclusiones objetivas a partir del material analítico. Los psicólogos del yo de la orientación Brenner incluso cuestionaban el concepto de alianza terapéutica, que sin embargo encontró gran aceptación en el psicoanálisis americano a partir de la publicación, en 1956, de un artículo de E. Zetzel sobre el tema (15) (Wallerstein, 1995). Esta concepción del «analista-pantalla» (blank scren), apoyada por los psicólogos del yo, se ubica en el centro de las críticas provenientes de las actuales corrientes hermenéutica, constructivista e inter-subjetiva. Por otra parte, la psicología del yo del periodo Brenner introdujo varias simplificaciones en la sistematización teórica iniciada por Hartmann y sus colaboradores (Hale, 1995). En particular, abandonó la noción de zona aconflictual del yo y redujo la cuestión de las defensas del yo exclusivamente al problema de la formación de compromiso, central en las posiciones de Brenner (Bergmann, 2000). La tendencia a la simplificación ha invadido una buena parte de la psicología del yo contemporánea, de modo que aquéllos de sus representantes
que se oponen a ella expresan serias reservas respecto al pluralismo favorecido por la imprecisión generalizada de la teoría (Rangell, 2002). B) Indicaciones de análisis y función terapéutica. – Los psicólogos del yo del periodo Hartmann eran muy severos en lo que respecta a las indicaciones de análisis y consideraban que, como tal, éste solo era aplicable a sujetos neuróticos. Según Bergmann (2000), el debate acerca de las indicaciones de análisis desempeñó un papel crucial en el declive de la era Hartmann e impidió a sus sucesores americanos imponerse de la forma absoluta en que lo hicieron los primeros psicólogos del yo. En efecto, oponiéndose a los kleinianos y a los interpersonalistas americanos que ampliaron el campo de aplicación del análisis, los psicólogos del yo se vieron atrapados al interior del psicoanálisis tradicional, mientras que varios analistas como L. Stone y O. Kernberg – que trabajaban por la introducción de la perspectiva kleiniana en el psicoanálisis clásico – también defendían la ampliación de las indicaciones de análisis. Según estos autores, el trabajo analítico con pacientes que presentaban problemáticas límites o psicóticas necesitaba una aproximación técnica diferente de la técnica analítica (Bergmann, 2000). Los psicólogos del yo de la era Brenner estaban más cerca de la aproximación clínica y pragmática de la primera generación de psicoanalistas americanos de lo que lo estaban Hartmann y sus colaboradores. Por otro lado, en aquella época la práctica psicoanalítica se convirtió en una práctica médica centrada en la terapia, donde los intereses de la psicología científica quedaban en segundo plano. Desde este punto de vista, también recogían los frutos de trabajos de las escuelas disidentes anteriores al dominio de la psicología del yo hartmanniana, especialmente los de las escuelas psiquiátricas de Sullivan y Franz Alexander, que por sus preocupaciones terapéuticas habían contribuido de manera importante al triunfo del psicoanálisis en los medios psiquiátricos americanos (Hale, 1995). Heinz Hartmann
Hacia el año de 1939 tuvo que partir de Francia y se dirigió a Estados Unidos donde decidió radicarse, y es justo allí donde comienza a realizar sus estudios junto con Anna Freud a la segunda tópica de Freud o división tripartita (ello, yo, super yo) y es cuando nace la psicología del yo. El propósito principal de Hartmann fue hacer una síntesis de los diferentes conceptos que Freud había dejado inconclusos a lo largo de toda su historia teórica. Hizo un estudio detallado de la “simplista” dialéctica del du alismo polar, es decir, entre polos opuestos
(impulso del ello vs defensa del yo, principio de placer vs principio de realidad entre otras) que hasta ese entonces gobernaba la teoría psicoanalítica y por tanto introdujo una visión mucho más amplia y más acorde a las exigencias de la ciencia que para ese tiempo era considerada moderna, este teórico construyo lo cimientos de un psicoanálisis menos simplista de las diversas estructuras psíquicas como estructuras heterogéneas con relación tanto intersistémica como intrasistemica mucho más compleja de lo que se creía en un principio.
Realizo también una revisión exhaustiva de los conceptos de introyeccion, identificación e incorporación. Es de una importancia destacable que realizo una distinción entre los conceptos ya conocidos del yo y el self, para este el yo es una estructura psíquica (en esto no concuerda con el psicoanálisis tradicional) que se forma por los diferentes conflictos sino que viene presente desde la infancia y el self lo argumenta como un aspecto subjetivo del yo que poseen ciertas funciones especificas, estas distinciones entre el yo y e self unidas a la critica que hace del concepto de auto preservación permitió la clarificación del concepto de narcisismo dentro de esta tópica. Es
de destacar que su énfasis central se encontraba en atribuir y describir la autonomía del yo y la adaptación. En cuanto al tema de la adaptación argumenta que aunque el yo está presente desde el nacimiento esto no quiere decir que sea inicial y se muestre desde un principio sino mas bien cree que el individuo nace con ciertas potencialidades para su desarrollo; dice: “el bebe no es un paquete de impulsos sino un ser animado de
impulsos y esbozos de funciones con las cuales controla y canaliza esos impulsos para conse guir la adaptación”. Para este no se debe hablar que un sujeto está enfermo o aliviado sino mas bien que está bien o mal adaptado, es más, plantea que la adaptación debe valorarse desde la perspectiva del funcionamiento interno y externo del individuo para así poder describirse el grado de adaptación. Dice además que no se trata de funcionar a lo que el mundo externo exige sino mas bien encontrar dentro de la vida las condiciones apropiadas para dar salida a las nociones de impulsividad de tal manera que no entren en conflicto con las normas que la realidad demanda ni mucho menos con lo que la moral rige, entonces podría decirse que la adaptación es una relación reciproca entre el organismo y el ambiente que lo rodea.
En cuanto a la Psicologia del yo: está basada en los últimos aportes que hizo Freud al psicoanálisis que se sometió a dos clases de motivaciones una de tipo teórico y otra de tipo práctico. El teórico obedeció a un afán por transformar en psicología general a lo que el psicoanálisis se había dedicado es por esto que deciden investigar desde el tipo de vista psicoanalítico fenómenos que antes habían sido abandonados por los diferentes teóricos y que la psicología del yo considero eran de vital importancia retomar; la inteligencia, la conducta, el conocimiento y el pensamiento hacen parte de esta lista que brindaron grandes avances dentro de la teoría que dicha psicología proponía.
Vienen entonces las razones prácticas puesto que a los estudiosos de la psicología del yo les interesaba darle a esta nueva propuesta un toque de credibilidad científica e ingresar justo a la sociedad científica norteamericana, por tanto es q optaron por utilizar un lenguaje tecnisista para que fuese comprendido por médicos, filósofos, sociólogos y profesores. Es aquí do nde hacen una crítica a la psicología del yo: la acusan de ser “de pasión europea” puesto que utilizaban un lenguaje demasiado tecnicista y todo por el afán de ingresar al ambiente
institucional y a la sociedad científica. Referente a Hartmann y la psicología del yo se realizan las siguientes conclusiones: -Hace un énfasis especial en los procesos defensivos: el estudio de las funciones del Yo que lo convierten en la estructura central de lo que a personalidad hace referencia: capacidad de síntesis, fortaleza, neutralización de las energías sexuales y agresivas.
-Además aborda la adaptación como tarea principal del yo con su tendencia a realizar cambios autoplásticos (hechos en el sujeto) y aloplásticos (del ambiente) para compatibilizar y dar solución tanto a las demandas pulsionales como a los dictados de la realidad. La importante diferenciación del yo como función de la subestructura de la personalidad o instancia psíquica, del yo como representación e imagen de sí mismo o self. El término de narcisismo se reserva sólo para esta segunda acepción. Separación, por lo tanto, entre catexis del yo y catexis del self. Y por ultimo; una de las aportaciones de Hartmann es considerar al psicoanálisis como una psicología general. Interés en el estudio de funciones mentales: afectos, memoria, conocimiento etc permitiendo el acercamiento a disciplinas como la sociología, medicina, biología educación y psicología general .