La tarea de descubrir y reconstruir, a tntv~s del pensamiento, los ;"(' ,;. p,rju _c:'~,n ;,
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ECONO~lIA
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ECONOMIA, FETICHISMO Y RELIGION EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS por MAURICE GODET.TCR
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Para Gene'vieve
Primera edició n en español. diciembre 1974
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'\XI !lE ES 1',\ Ñ,\ EDITORES, S. A.
Emili o Rubín , 7. Madrid·33 En :ocdición con
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SIGLO ." r !;OlfORES, S.I\..
Cerro del Agua, 248. México, 20, D. F.
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SIGl.O
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,\RGE"TIN_~ EDITORES,
S. A.
A\'(la . Córdoba , 2064. Buenos Aires.
© J\lauricc
God~ l i c r
Dí.RrCIIOS REsrR\'\OOS COSfOR\I E A L\ LEY
lmp rc~ o
" hecho en España
Pr/ll/ed ami made in Spaill
ISBN . 84-32.HJl63-9 Dl' posilO lega l. 1\1 37.408·1974 Tmpreso en Closa.s-Orcoyen . S. L. Martfncl Paje, 5. M.lurid·29
I~DICE
Págs. PROLOGO
PrÍJncra parl e:
17
ANTROPOLOGIA y ECONOMIA
L
EL PI"_'\S_"! II'.'\TO DI" I\hRX y E,\(;El.S SOBRE LA':; SOCIEDADES PRIMI
TII'AS:
A'\TlWPOWGÍA ECO'\Ó~II(,A
II. L\ III.
IV,
19
I\TE'\TO DE B\L\'\CE C1dnco
Eco'\o ~1 ÍAs y SOCILDADES: LlST_\ y ,L\RX[liTA EL CO'\Cr:PTO nI' «FORMACIÓN
59 E\FOQ!.'E
FI;\CIONALTSTA,
ESTRliCTURA
132 Eco'\6~IlC,\
y
SOCIAL":
EL EJE:\!PLO
DE
176
LOS I\CAS
V,
VI.
DI:
1.\ '\0 CORRFSPO\Ill',\CI-\ E'\TRE LAS mInIAS y LOS CO'\TE\1ll0S DE 1. \5 REUCIO\ES SOCL\!.CS: KUcVA HEFLEXIÓ'\ SOBRE EL EJnIPLO lJI: LOS ¡XCAS
185
El. CO'\Cl:I'TO DE TRIUl': ¿CRlliTS TlI' UX CO:\CEI'TO O CRISIS DE LOS FC:\IJ,HIE:\TOS 1'~[PíRICOS DE U -\'\IIWPOI.OGÍA? '" __ , .. , .. , " . . . ,
198
1. Un único térmillO para designar dos realidades, 198.-Males
de un concepto, 199.-2. Brc\'C alusión del término, 200.-EI punto de siglo después; funt'Íonalistas llCOl'\"olucio!1istas, 20.J..-3. Intento dC' balance, 216.·-Cambiar campo y los términos del problema, 219,
tal', a los
VII.
¡v1olJos
lJIó I'ROlHTClÓ:\, RELlC!O',"ES
PARE'\TESCO y
ESTl~Uln'
RAS
223
DOl ()(;RAFICAS ...
VIII.
Ll\\[s
Hr"\RY MORGA:-.1
256
(1818-1881)
El rumiador de la ciencia dal1ll'nt:des de la obra, 258. mo, 261.
tesis fun del ew)!ucionis·
Segunda parte;
SOBRE LAS ¡\1ONEDAS y SUS FETICHES
IX.
L\ 1JI:
.\!O,rD\ [lE 5.\1. Y LA ClRlTUCHi:\ DE .\!FRU'\CÍAS E'-: l.OS BARl-YA N! EI\ GII:\¡:\
Ob idus preciosos \. ll1olll'da en las sociedades prllllllJyas: aiguna~ obscr\'\Jclones tcürica~ plT\'ia:;, :'(17 2. La sociedad ba
~
265 267
PROLOGO
Pdgs,
rm'a,
",1. 275.-L\ di· :'77.--··L \' \'.·oln~'lTio 281.-1'.1 cambio Oc' la ~al. 283.--5, (·,E...., l~l ~al (h: 10:-.. haru\'a una rorrna íl'\ dc' ll](lJll'd,,?, 2B8.-EI Jund'll1lc'nto dd \'alor de cam
17)-'. 1'1
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lr~lhttío "al. Rvdi,¡nhlll·l
\'j,il)l1 de l;¡
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Tercera
P~1rtl':
SOBRE EL CARACTER FANTASMAGORICO DE LAS RELAClOl\:ES SOCIALES XI.
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299
FFlIClIIS\!O, IlD.ICllí" y '111l111\ (a:'I.I<\1. DE LI IIlro!ocí\ E'\ M,\RX.
319 321
L La noción marxista de retichismo de la mercancía, La cscn cia cid letichismo de la mcrc:lIICÍa, 3~L-Trl's casos históricos y dos ejemplos imaginarios de ausencia de Ictichismo de la mercanCÍa, 324,-2. Fetichismo, religión y teoría general de la ideología, 331. XII. XIII.
IhCl\ C'A TEORfA ?\IARXISTA DE LOS HECHOS RELIGIOSOS
Lo
\ISlllLE
y LO
I'\'lSIIlLE EN LOS BARCYA DE
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JEA~
MITO E JI ISTORIA: SH!IEKTO S.\lXAJE
346
355
REFLEXIOKES SOllRE LOS H'KDA~!ENTOS DEL PE:.I
1, Efectos ('1\ la conciencia del contenido de las relaciones his tóricas de lo~ hombres cntre sí y con la naturaleza, 377,--2, Electo del pC'llsamiento analógico sobre el eontcnido de sus representaciones, 379,
T, DEs,l:--
Malérialis111C el Epistémologie!
1, Los componentes de la práctica mágica, 355,,--2. Discurso rilual y reglas de conducta, 356.-3, Lo invisible y el naci miento del mundo, 360,-4. Conclusión: ¿es posible compa rar?, 362, XIV.
"Ya no existe ningún punto fijo oeo,ck el cual se pudiera npn'hcfltkr de nucyo, aunque fucra Vil su ,il\lplc- [orilla, la configur,lción oC'1 saber y, a tr;.¡vés de dIo, proponer la clausura del mismo, No faitan tentaciones paril ello, lo falta es el instrumento que pCl'mitiría cOI1\'incente, Ni por parte del sujeto, ni por parte del conccpto, ni por parte de la naturaleza encontramos actualmente elementos con que alimentar y culminar uó discurso totalizante, l\bs \'ale kl';:mtar aCl
366
En 1958 nos planteábamos dos cuestiones y para contestarlas nos vimos obligados a emprender un extraño itinerario, primero de la filosofía a la economía y, posteriormente, a la antropolo 2. Esas dos cuestiones eran las siguientes: «¿Qué sucede con la lógica escondida de los sistemas económicos y con h1 necesi dad de su aparición, reproducción o desaparición en el curso de la historia?» «¿Cuáles son las condiciones epistemológicas ckl conocimiento teórico de esas lógicas y de esas necesidades?" En realidad, ambas cuestiones no son más que una, puesto que po demos reconocer en ellas el doble rostro del problema de la ra· cionalidad económica. Cuestión desmesurada cuya respuesta no hemos buscado en una filosofía de la economía de la historia, sino en el ámbito de diversos dominios del conocimiento que versan sobre economía. En 1965 concluíamos, refiriéndonos al camino recorrido, «que no existe racionalidad propiamente eco nómica» 3 y que el problema consisl fa eIl realizar el análisis es
°
! Artículo publicado en A1lIwli, rC\'ista editada por el Instituto Giangia como FcltrínelJí, 1\1ilán, 1971. l\:úmero especial titulado: "Riccrca Jcí pre supposti e deí [ondamcnti del discorso sckntifico in Marx", p;1;zinas 7-21. 2 Hemos explicado este itillLTario al c()mienzo de Halilé CII ecol/Ulllie, F, J\laspero, 1966, París, (Existe versíón castdlana, Raciol1alidad e irraci'Jllalidad en la CcollOlIZia, Siglo XXI, Máico, 1967.) J En el articulo <,Objeto y mdodo ele' la ant blicado en L'H0I11IJ1':, núm, 2, 196j, Y lada, p;:íginZls 232-293 (p;:íginas 295-313
~
A1aurice Godelier
2
tructural de las relaciones sociales de tal modo que se pueda analizar la «Gtus8lidad ele las estructuras» unas sobre otras y. particularmente. la de los modos de producción sobre las otras estructuras sociales. para poder comprender, a partir de :d1í, los mecanismos de su reproducción y de sus transformaciones. AIQunos de los textos incluidos en este tomo contribun:n al de bate de este problema, pero quisiéramos en este pró1of!O presen tar una especie de bosquejo de los pasos operatorios que nos parece necesario dar, en 1973, para poder 8vanzar en est8 tarea_
* * * La tarea de descubrir y reconstruir mediante el pensamiento los modos de producción que se han desarrollado o que todavía se desarrollan en la historia es algo más valgo distinto que cons tituir una antropología económica o cualquier otra disciplina que reciba un nombre parecido, Esta t8re8 impone retomar uno por uno los problemas teóricos que plantea el conocimien to de las sociedades y de su historia, es decir, los problemas del descubri miento de las leyes, no de la «Historia» en general -que es un concepto sin objeto que le corresponda-, sino de las di\"ersas formaciones económicas y sociales que analizan el historiador, el antropólogo, el sociólogo o el economista. Esas leyes existen .Y expresan las propiedades estructurales no-intencíonales de las relaciones sociales y su jerarquía y articulación propias so bre la base de modos de producción determinados, A diferencia del marxismo que habitualmente se practica y que rápidamente se conviene en materialismo vulgar, afirma mos que Marx, cuando distinguió infraestructura y superestnlc tura v supuso que la lógica profunda de las sociedades v de su historia dependía en último análisis de las transformaciones de su infraestructura, no hizo sino e\'idenciar por \"ez primera una jerarquía de distinciones funcionales y de causalidades estruc· en modo alguno la 11l1tlll'ole;:,a dc las es tructuras que. en cada caso. sustentan esas funciones (parentes co, política, religión. l, ni el nÚlllero de fl/llCiollL's que puede soporta runa est r¡¡cl lIn!, Para descubrir esta profunda que ir mús allá del análisis estruclur81 de las fOImas de las relaciones sociales \' del pens.uniento, inkntando ckscllbrir los "efectos» de las estructura" unas sobre otr85, a tran:s de los distintos pral'esos ele la prúctica social, y seÍ'íalando su lugar real en la jerarquía de C~lllsas que detLTl1linan el funcionamiento y la reproelucciull de una furrnación económica y social.
Prólogo
3
Elegir el materialismo de Marx como horizonte epistemoló gico del trabajo teórico en las ciencias socíalcs nerse la tarea de descubrir y reCOlTer, por trayectos que 11a\' que inyen tar, la red invisible de las razones que ligan las formas. las funciones, el modo de articulación, la jerarquía, la aparición y la desaparición de estructuras sociales determinadas. Adentrarse por esos caminos significa pretender llegar a un lugar en el que estén abolidas las distinciones y las oposiciones entre antropología e historia, un lugar donde ya no sea posible constituir en un campo autónomo, fetichizado, el ami!isis de las relaciones y de los sistemas económicos, un lugar situado por consiguiente más allá de las impotencias del empirismo funcio nalista y de los límites del estructuralismo. Empeñarse por estos caminos no significa proponer una «vuelta a Marx» ni, para un antropólogo, una reanudación v una defensa de todas las ideas de Marx sobre las sociedades primi tivas y las primeras sociedades de clase, aunque, como demues tra nuestro ensayo de un balance crítico de esas ideas, las par tes vivas priman ventajosamente sobre las partes muertas. Lo que aporta Marx pa¡-a nuestro progreso es ante todo un con junto abierto de hipótesis y métodos de trabajo, inventados para el análisis de las estructuras y las condiciones de aparición y evolución de un solo modo de producción, el modo de pro ducción capitalista, y de la sociedad burguesa que le correspon de, pero que, además, tienen un valor general, ejemplar. Vamos a demostrar por qué este conjunto no cerrado de bipótesis .Y procedimientos metodológicos no solamente pertenece al hori zonte epistemológico de nuestro tiempo, sino que incluso con figura su línea principal. En efecto, para Marx el punto de partida de la ciencia no está en las apariencias, en lo visible, en las representaciones es pontáneas que los miembros de una sociedad tienen sobre la naturaleza de las cosas, de sí mismos y del universo, Para Marx -y esto le enfrenta con el empirismo y el funcionalismo-, el pensamiento científico no puede descubrir el yínculo real v la relación interna de las cosas partiendo de sus lazos aparentes y de sus relaciones visibles. El pensamiento científico se aparta por consiguiente de ellas, no para abandonarlas, inexplicadas, fuera del conocimiento racional, sino para \-ol"L'J' inmediat:lIl1en· te sobre ellas .Y explicarlas a partir elel conocimiento del encade namiento interior de las cosas y, en ese movimiento ele se disuelven una pOI' una, las ilusiones de la conciencia espontá nea del mundo. Pero en ese movimiento de lo visible a lo im'isiblc el pen
4
¡VI al/rice God e lie r
samiento cien tífico descubre que las relaciones entre las cosas, bicnes matcriales, objetos preciosos, valores, son en realidad relaciones entre los hombres, relaciones que exprcs::m y disimu lan al mismo tiempo. Descubrir, en el interior de las relaciones entre las cosas, la presencia y la determinación de relaciones entn~ los hombres, significa poner en práctica un método que todo antropólogo debería «conocer» reconociendo en él el obje to mismo de su trabajo teórico. La grandeza de Marx al analizar la mercancía, la moneda, el etc., en baber ¡mprendido al derecho» hechos que -en la práctica y en la representación cotidiana de los individuos que viven y actúan en el seno del modo de producción capitalista- se presentan al revés, y en haber demostrado el carácter fantasmagórico de las relaciones sociales. La teoría de los modos de producción está, pues, por cons truir, ya que no se leer directamente en la trama visible de las relaciones sociales la naturaleza exacta de las relaciones de producción. Ahora bien, y nos parece necesario insistir de nuevo en este Marx no ha establecido una doctrina so bre lo que debe ser definitivamente infraestructura y supercs tructura. No ha asignado de antemano una forma, un contenido y un invariables a lo que puede funcionar como relaciones de producción, Lo que ha establecido es una distinción de fun ciones y una jerarquía en la causalidad de las estructuras socia les en lo que concierne al funcionamiento y a la evolución de las sociedades. Por tanto, no hay por qué negarse en nombre de Marx, como hacen algunos marxistas, a reconocer a veces en las relaciones de parentesco relaciones de producción, ni, inver samente, deducir de este hecho una objeción, incluso una rd"u tación de Marx, como hacen algunos funcionalistas o estructura listas. Así pues, hay que dirigirse más allá del análisis morfoló de las estructuras sociales para analizar sus funciones y las transformaciones de esas funciones y de esas estructuras. Pero el hecho de que una estructura pueda servir de soporte a varias funciones no autoriza a confundir los niveles estructu rales ni a subestimar el hecho de la autonomía relativa de las estructuras. Esta última no es sino la autonomía de sus pro internas. El pensamiento de Marx no consiste en un materialismo reduccionista que resuma toda la realidad en la economía, o en un funcionalismo simplista que pliegue todas las estructuras ele una sociedad sobre aquella que aparezca d': en trada como la predominante, ya se trate del parentesco, de la política o de la religión. Partiendo de esta distinción de fun ciones y de la autonomía relativa de las estructuras es como se
Prólogo
5
puede abordar correctamente el problema de la causalidad de una estructura sobre otra, de un ni\'el sobre los restantes. Aho ra bien, en la medida en que una estructura tiene efectos si 1111lltál1cOS sobre todas las estructuras que componen con ella una sociedad original susceptible de reproducirse, que in tentar descubrir en y a ¡1ÍI'clcs diferentes, por consi guiente, con un contcnido y una forllla difercntcs, la de una misma causa, es decir. los efectos necesarios y simultá neos de un conjunto específico de propiedades no-intencionales de tales o cuales relaciones sociales. No se trata de «reducir» unas estructuras a otras, sino e\'idenciar las formas diferentes de la presencia activa de una de ellas en e! funcionamiento mis mo de las otras. Cualquier metáfora de continente-contenido, interior-exterior, es evidentemente incapaz de expresar correc tamente esos mecanismos de la articulación Íntima y de la ac ción recíproca de las estructuras 4, Pero un materialismo que tome a Marx como punto de par tida no puede consistir únicamente en una investigación difícil de las redes de causalidades estructurales sin tratar a. fin de cuentas de evaluar la importancia específica y que esas diversas estructuras pueden tener sobre el funcionamiento, es deci r. ante todo, sobre las condiciones de reproducción de una fOrlll;tción económica y social. Es aquí, al analizar la jerarquía de las causas que determinan la reproducción de una formación económica y cuando ese materialismo considera seria mente la hipótesis fundamental de Marx sobre la causalidad de terminante «cn última instancia», para la reproducción de esta formación, de! o de los modos de producción que constituyen su infraestructura material y sociaL Por supuesto, tomar en serio esta hipótesis no significa en modo alguno transformarla en dogma y en receta fácil, a tono con un discurso-sortilegio voluntariamente terrorista que enmascare a duras penas la ig norancia de sus autores baio la denuncia sin matices de! fraca so de las ciencias "burguesas». Bastaría con inventariar el nú mero y la dificultad de los problemas que se plantean a partir del momento en que se desea comparar las sociedades cuya • Ver a continuación, 2. Nos remitimos a nuestro lisis dc, la economía v (1<; .sociedad de los caladores donde hemos intentado de,cuhrir ese sistema ele efectos las constricciones inlcrn;ls dd modo de producción sohre las relaciones ele parelltesco, las r<'1~lcioncs políticas y sobre SlIS relaciones simhólicas v rituales con el mundo exterior ~' mismos. en an{llisis mús de tallado de la eC01l0ml::t y de la mbuti fígllrarú en la ObLl .4 nel Ecol1omie que estamos ebhownc!o la co!c-cción SUP Pres~cS Unin'rsitaircs, dirigida por Bal~lIldicr.
6
AJaurice GaJelier
subsistencia se basa en la caza y en la los las de los shoshones, las de los aus actralianos nara demostrar la titudes Un ejemplo particularmente notable de la causalidad deter minante de los modos de producción sobre la organización y la reproducción de sociedades lo constituve la formación de un tipo original de economía y de socÍedad que surgió, a partir del siglo XVII, entre los indios de las llanuras de América del Norte. Como ha mostrado Symmes C. Oliver, ese tipo de sociedad res pondía a las constricciones de una economía de caza basada en la utilización del caballo, y posteriormente del fusil, adaptada a la particular ecología del bisonte que imponía la dispersión y la independencia de las bandas durante el invierno, y su con centración y su dependencia recíprocas durante el verano 6. En este caso es particularmente notable la convergencia y la unifar mación de las formas de organización social que surgieron en todas las tribus de las llanuras, como respuesta a esas cons tricciones idénticas. Ahora bien, esas tribus diferían profunda mente al comienzo. Las del norte y el oeste -los cree. los assi nihoin y los comanche- provenían de grupos que antes caban la caza la recolección y vivían en bandas de ción fluida. tribus del este y del sureste eran, mente, poblaciones de agricultores que, sobre todo en el sur, vivían en pohlados sedentarios. bajo la autoridad centralizada de hereditarios y de sacerdotes 7. Muy rápidamente. tan , Véanse al respecto las opJnlOnes siempre ac1uales de F. Engcls que escribía a Joseph Bloch, el 22 de septiembre de 1890: la concep ción materialista de la historia, el factor determinante de historia es. ell última il1Stlwcia, la producción y la reproducción de la vida reaL Ni M"rx, ni yo, jamás hemos afirmado otra cosa. Si, a continuación, alguien retuerce esta proposición diciendo que el f<1ctor económico es el único factor dCkrminante, transforma nuestra proposición l'n una frase vacía, abstr<1ct::l, absUI-da. Desgraciadamente, ocurre con dcrnasiad<1 frecuencia se cree comprender perfectamente una nueva teoría y poder manesin dificultad a partir dd momento en que se ¡\,imilan ~us prin cipios esenciales, pero esto no siempre es de! todo exacto, No puedo me· nos rl'prochar esto a más de uno de nue<'!ros recientes "marxistas", asimismo 1cngo que decÍr que se han hecho cosas sin(!ulares,,, En Sur la de textos publicados por Editions Soci;lks, París,
C. Olin'r: Eco/t)g\' l1Iul Cultural COllfillllity as CO/l' PiLlín.> tJni\,ér· 1-5 Y 66-68. mul ¡lI e /lonco rm Plaillls. A SII/ cllltllral Dn'e!opIIlCIl! (//!I()lIg Non!1 Amt'r;cclII /I/(Iial/s, UnÍ\'elsity !\cbraska, !
Pró!cwO h
7
sólo en un siglo, un nuevo modo de producción y un modo de vida nómada se generalizaron en el seno de esas tribus. sin que se produjera verdaderamente la destmcción v la desaparición radical de las relaciones sociales originarias. sino la transforma ción de esas relaciones por la suma de nuevas funciones o supre sión de las antiguas; supresiones y sumas que correspondían a las constricciones de las nuevas condiciones de la producción y de la vida social. Aquellos grupos que en su origen eran horti cultores sedentarios organizados en caudillaje se vieron obliga dos a adquirir una social mucho más fluida e igualitaria, que imponía la necesidad de escindirse en bandas nómadas en el seno de las cuales la iniciativa perso nal desempeñaba un papel importante; por el contrario, los ~ru pos que originariamente eran bandas nómadas de cazadores-re colectores pedestres se vieron ohligados a adquirir una ción más jerarquizada para imponer la disciplina común necesa ria para el éxito de las grandes cacerías colectÍ\-as del verano. Como continuamente repitieron Marx y Engels, no se puede :111a lizar y comprender las formas y las vías que adopta la transición de un modo de producción y de vida social a otro sin tener en cuenta plenamente las «premisas» a partir de las cuales se des arrolla esa transición. Lejos de que esas antiguas relaciones de y las otras relaciones sociales desaparezcan repen tinamente de la escena de la historia, son ellas las que se trans forman y a partir de ellas es como se iluminan las formas que van a revestir y los donde van a manifestarse, en el seno de las antiguas estructuras sociales, los efectos de las nue vas condiciones de la vida material B. De este modo, en esas continuidades y en esas manifiestan siempre las de las estnlCturas sociales y las contradicciones mismas que surgen entre esas estructuras tienen un fundamento en esas pro piedades, Ahora bien, sobre este aspecto -el del análisis de las contradicciones que caracterizan el funcionamiento y la e"olu ción de las relaciones sociales- también Marx nos aporta pre ciosos análisis y. ante todo, la distinción entre contradicciones internas a una estructura, constitutivas de su funcionam ¡cnto (como las relaciones capitalistas-obreros o señores-siervos, cons 'Para precisar este tipo de problemas liemos analizado los ma 1e· riales de Jolm Murra referentes a la economía y a la sociedad 1I1ca, 1n 1l'nt{lbamos localizar y explicar los ekmc~nt(), de los antiguos modos de social que é'I nuevo modo ele prodlll'ciúi1. transformado para adapl :¡rIos a su pi opio pro de reproducción, \'t'asc 111ÚS addantc, pi ¡mera partl', l'aDilul" 4,
Mallrice Godelier
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titutivas de las relaciones de producción capitalistas y feudales, respectiyamente) y contradicciones entre estructuras, contradic ciones intcr-cstnicturalcs. El juego combinado de esos dos tipos de contradicciones es lo que determina las condiciones especí ficas de reproducción de una formación económica y social de terminada 9. En definitiva, cualquiera que sea la naturaleza de las causas y de las circunstancias internas o externas (la introducción del caballo en América del Norte por los europeos) que inducen contradicciones y transformaciones estnlcturales en el seno de un modo de producción y de una sociedad determinados, esas contradicciones y esas tr~nsformaciones tienen siempre su fun damento en las propiedades internas, imnancntcs a las estruc turas sociales, y traducen necesidades no-intencionales cuyas razones y leyes hay que descubrir. En estas propiedades y ne cesidades no-intencionales es donde la intención y la acción hu manas hunden sus raíces y alcanzan la plenitud de sus efectos sociales. Si existen leyes de esas transformaciones estnlctura les, no se trata de leyes «históricas». En sí mismas, esas leyes no cambian, carecen de historia, puesto que son leyes de transfor mación que remiten a constantes porque remiten a las propie dades estructurales de las relaciones sociales. La historia, por tanto, no es una categoría que explica, sino que hay que explicar. La hipótesis general de Marx sobre la existencia de una relación de orden entre infraestructura y su perestructura, que determina en última instancia el funciona miento y la evolución de las sociedades, no puede permitir de terminar por adelantado las leyes específicas de funcionamiento y evolución de las diversas formaciones económicas y sociales aparecidas o por aparecer en la historia. Esto último porque, por una parte, no existe historia general y porque, por otra par te, jamás se sabe por adelantado qué éstructuras funcionan como infraestructura y qué estructuras funcion::m como su perestructuras en el seno de esas diversas formaciones eco nómicas y sociales. El horizonte epistemológico que acaba mos de esbozar partiendo de la obra de Marx -no hay por qué esconder que no ha podido ser explicitado en parte sino a la luz de los resultados teóricos alcanzados mucho después de
Marx en el campo de las matemáticas, de la lingüística, de la tt:orí¡¡ de la información, del an{¡\isis estlllctural ele las rela cionl'ó' de parentesco \' de los mitos- se presenta. por tanto, como una red abierta de principios mctoc\oló¡:dcos cuva utiliza CiÓll prúctica por lo demás es muy compleja, Debido a este carúcter abierto, ese horizonte prohíbe de antemano a todo teórico realizado en su seno producir síntesis totali ficticias. Por el contrario, permite seüalar paso él paso \'acÍos que agrietan por doquier los campos de la teórica en esas ciencias sociales, así como cribar y expulsar todos los enunci~lclos que «clausuran" de manera iluso ria e ideológica esos diversos lugares yesos di\'ersos campos. Para designar semejante práctica teórica, que habría renun ciado a toda totalización ilusoria, pero que utilizaría rigurosa mente para sus objetivos más modestos una metodología muy compleja, habbr de antropología o de historia sólo sería un abuso ele lenguaje. Por encima de los compartimientos fetiches y de las divisiones arbitrarias ele las ciencias humanas, se trata ele W/a cicneia del hombre que se dedique verdaderamente a explicar la historia, es decir, a reconstruirla de nucyo, a poner el pasado en fut uro, es decir, a si tuar de nuenl la historia en lo posible. «Lo posible -decía Kierkegaarcl es la más dura de las categorías}) 10, y sabemos muy bien que la tarea más difícil de la razón teórica, así como de la acción prúctica, es realizar el inventario y el análisis de los posibles que coexisten en cada instante. Mientras no sepamos reconstnlir mecliante el científico el número limitado de transformaciones re~tl izar tal estructura determinada o tal dcterminada de estructuras, la historia, tanto la de a\lT como la de maíiana, se er'igirá ante nosotros como una innle1158 masa de hechos que gravitan con todo el peso de sus enigmas y de sus con5ccuencias. Un ejemplo de esos enigmas: determinadas bandas mbuti cazan con red por gnlpos compuesto'i de siete a dil'z caladores, otras cazan con arco pOI' grupos compuestos de dos o tres c¿lzadores y desprecian la utilización ele la que. sin cmbargo. conocen a la perfeccíón, otras, en cambio, cazar con jabalina. En el ni\'el lk las técnicas ele pro ducción l'XistCll alterna[ i\'as y c!ecciol1c's. Se plJ!'de actuar de otru modu, aunque dentro de ciertus lil1\itl'~, Sm el las rclaciol1l's suciales \' la ideologÍa son la,.; rni~I11as en tO(!¡¡s Lts
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Esta di,tinción nosotros funclamcntal entre dos tipos de contradicción, intra e , la hemos expuesto en el a¡'tículo "S:;,tl'!11C, structure et contradiction dans Le Cap/lal de l\1an», do en ,~I número especiat ele J.es ""fodemcs dc 1966, dcdic; «Pl'obkmcs du structuralismc» y en castellano con el título Pruhh·.'lIús dd eSI n¡c!llralismo, por Siglo XXI, l\1éxico, 1968.
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S';)'c'l1 hit'! kt:gaanl: lA' (,o/h','PI de' l'a!i!'oi, \<'. (;;¡Jlifl1;\nl, r"ri,. Pl3~, traducción cl,,¡dlana: r1 CO})Ct'P/u de la dl1gusila,
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\1.,,¡,.;d. 1969 1
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lvlal/rice Godelier
bandas mbuti. Por tanto, habría que llevar el análisis hasta po der explicar esas posibilidades de actuar de un modo distinto, y su incidencia o ausencia de incidencia sobre otros aspectos de la vida social. Por nuestra parte, no hemos podido pero al menos hemos reconocido la existencia del Para concluir, desearíamos volver sobre una de esas fisuras, de esos vaCÍos que continúan en estado de no pensado dentro del pensamiento marxista y de las ciencias humanas. Nos referimos al problema del carácter fantasmagórico de las relaciones sociales, al problema de la al de la práctica simbólica y de la ideología en Este problema es fundamental porque de nuestros progresos en re solverlo depende la posibilidad de que comprendamos Ins di versas formas que revisten las relaciones de dominio y de explo tación del hombre por el hombre, la posibilidad pues, te, de reconstituir los diversos procesos de aparición de las sociedades de categorías y de las sociedades de castas y de cla ses que han sustituido paulatinamente a las antiguas sociedades primitivas. Para abordar ese problema, hemos vuelto en un primer mo mento a un texto de Marx, inédito durante mucho tiempo, que lleva por título «Formas que preceden a la producción la» y que pertenece a los Gnmdrisse de 1857 11 • Sobre este texto, hemos realizado un trabajo crítico para separar las ideas vivas de las partes muertas 12. Por trabajo crítico entendemos el tra de escuchar un texto en el encadenamiento de sus contex tos, contemporáneos a la vez de él y de nosotros mismos I! Se ha publicado una traducción completa en las Editions Ant]¡ropos en 1967 y 1968, con el título de Fondemcnls de la critique dc l'EcOl1omie frw. (Existe una versión cas\('lIana traducida directamente del ori alemán, publicada por Siglo XXI en Buenos Aires en 1971 y reedi tada en Madrid en 1972.) " Véase a este respecto la introducción a la compilación de textos de Mal'x titulacla SlIr Socir'tJs I'r¡'CapÍla!íl!es, editada Edi tions París, 1970, páginas 12-42. (Existe una \'lTsiún re, ducida cid kX10 anterior. pcro qUl' n:prodllce los 1L'xtos dc M. Godclier, puhlicada por Editorial Estela cn de Bobillo;" Barcelona, 1971.) Rdomamos por nucstra propia ClIenta la bella fórmula de: Jcan T. Des~lI11i cn su artículo ,Sur la que,>" el] la rCYÍsla Les Fludcs páginas ·ri),497, Por supuesto, las idl";)s de Marx sobre las
Prólogo
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Ahora entre esas ideas vivas, transcritas rápidamente en un borrador, hay una que tiene un alcance inmenso en relación con nuestro proyecto y cuyas consecuencias teóricas apenas co mienzan a deducirse. Es la idea de que, en las sociedades anti guas, caracterizadas por el modo de producción asiático y por la explotación de comunidades aldeanas y tribales locales do minadas por un Estado personificado por un «déspota», «final mente, esta comunidad existe y aparece corno una per scma ... , el trabajo excedente adopta la forma tanto de tributo como de trabajos colectivos para exaltar la gloria de la Unidad encarnada en la persona de un déspota real o en el Ser tribal imaginario que es su Dios» 14. Lo esencial de lo que Marx nos señala es el hecho de que todo sucede «como si" las condiciones de reproducción del modo de producción y de la sociedad -que aseguran la ul1idad y la supervivencia de toda la comunidad y de cada uno de sus miembros o grupos- dependieran realmen te de la existencia y de la acción de un Ser tribal imaginario, de un Dios o de la persona de un déspota supremo que se en cuentnl de este modo situado por encima de lo común, sacra lizado. Existe, pues, en este caso una relación a la vez real y fantasmagórica de los hombres con sus condiciones naturales y sociales de existencia. Ahora bien, lo que Marx afirma además es que hasta entonces han permanecido impensados los meca nismos mediante los cuales "las condiciones rcales de la vida revisten poco a poco una forma etérea». De ahí la importancia excepcional del texto que Marx, nos años después en El Capital, dedicó a explicar el contenido y el del carácter fantasmagórico de las representaciones espontáneas que los individuos se hacen de la esencia de la mer la moneda, el capital, el salario, etc. 15. En esas repre sentaciones todo está presentado al revés, las relacicHll's entre personas aparecen como relaciones entre cosas y recíprocamen te, y lo que es causa aparece como efecto. Lo que sorprende inmediatamente es la analogía que existe dc
la obra de Engels, 1:"1 origcll dc la familia, de la flJ(Jl'icdwl privada y lid ['"todo. Por el contrario, lo que sorpITmk de la actitud ek Mal x \. de En~l'ls sobre este tema es 'u pcrnl~lllcllte Glpaciclad de' acoge'r con
y meditar cuantas ide:!, lluc"as aparecen contcllídaó, e'n las obras
'\1au n:r. hO\alc"ski. Maitllé, "Marx en Sur prccapitalislCS, Editions Sociales, París, 1970. p. 66, ;< V('ase a continuación, segunda parte. capítulo 7, el texto que nos pidio J. U. Pontalis para el número especial de La NO/lvcllc RCI'lIe de 1970, dedicado a los "Objc1s du f,'tichisme»
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A1allricc Godclier
entre ese mecanismo de personificación de las cosas, de in"er sión de la causa y el efecto que constitw,en el carácter fantas magólico de las relaciones mercantiles y las formas de fetichi zación de bs relaciones sociales que hacen aparecer un ser ima!!inario, un dios, como la unidad viYÍente de una comunidad, la fZ¡ente y la condición de su Reproducción y de su Bienestar. Pero, ptlesto que en esas sociedades primitivas no existen re laciones mercant iles desarrolladas y aún menos relaciones ca pitalistas, ,:cuál podía ser el mecanismo mediante el cual las condiciunl's objetivas de la vida social adoptaban un carácter mítico, fantasmagórico? En esta perspectiva hemos interrogado, por una parte, f,o Pensée Sauvage y Les ,Hythologiques, de Clau de Lt'vi-Strauss, y, por otra parte, allalizado detenidamente el contenielo y la forma ele la religión de los mbuti 16, Ahora bien, rápidamente hemos advertido que la pr{¡ctíca re ligiosa ele los mbutí poseía una base material, puesto que el culto consiste primero en un gran ciclo de cacerías más inten sas que de costumbre. Por medio de una caza más intensa y una mayor cantidad de piezas cobradas para distribuir, se intensifican y exaltan la cooperación y la reciprocidad entre los miembros de la banda, sea cual fuere su sexo v ¡!rupo, dismi nuyen las tensiones y se atenúan y extenúan provisionalmente, sin que por supuesto desaparezcan, las contradicciones en el interior del grupo. La práctica religiosa constituye, pues, real mente, ulla forma de una práctica política sobre las condiciones sociales específicas que engendran de forma con tinuada su modo de producción y de existencia social. constan temente amenazado de escisión y disgregación de las bandas. Pero esta material, política, simbólica y estUica al mismo tiempo (por las danzas y los cantos que la necesariamente) está dirigida hacia un Sl'r real e imaginario, la Selva, para invocar y celebrar su presencia vigilante que lleva "Hemos elegido el eiemplo de los pigmeos mbllti por dos motivos: por una parte, porque su economía --ba~ada en actividades de caza v de recolección en un ecosistcLna gencra!i:radu¡ la Sl'h'~l pdruaria l"ollgolco.l es rclalivamente simple, y, por otra parte v sohre todo, purquc a dife rencia de numerosos trabajos clnogrúficos que 'llmini';( I an vagas in[or maciones sobre la economía de las sociedades s!'hrc las que H'rsan, Jos estudios de Tumbllll son de una calic!ad y dl' un;l riqueza c",cc:pcionaks que completan felizl1lente' los notahks descublllrd"ll'()S rcaliz,Hlos por Richard Lec, Lorna Marshall. Julian Stc\\'anl en otn." plH:blo~ l'Clzm.lOlTs rnoicclores, los bosquimanos. los shoshouc·s. cte. Por lo demás, expre samos l1111'stro reconocimiento dl'sck c;;(;¡S p;:iginas a Colin Turnbull, que ha aceptado con la mayor scnciikz y cordialidad responder a JHUT\crosas cuestiones qw' le hemos planteado. así cUino CrilicClr las intcrprctal'iones que iutentábamos sobre sus materiales y Sil trabajo.
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la buena salud, la caza abundante, la armonía social, la epidemia, el la discordia, la muerte. por consiguiente, está ante tocio clit'igida por completo hacia las condiciones de reproducción del modo de producción y del modo de vida de los mbuti, v un verdadero trabajo simbólico, una acción imaginaria sobre esas condiciones. La religión de los mbuti es, por consiguiente, el lugar donde se presenta de forma imaginaria la juntura invisible que ci mienta en un todo capaz de reproducirse, en una sociedad que vive en un medio determinado, sus diversas relaciones sociales. Lo que se presenta y se disimula al mismo tiempo en ese modo de presencia, ele representación, lo que se ofrece a su acción e ilusoria a la vez no es sino la articulación, la su tura invisible de sus relaciones sociales, su fondo y su forma los rasgos y los atributos ele un Sujeto omnipre sente, omnipotente v benefactor, la Selva. Podemos ver cuán pe! resulta concebir una relación simple y directa de refle jo ,-reflectante a realidad- reflejada para analizar el contenido y la función de la religión entre los pigmeos mbuti. El carácter fantasmagórico de sus relaciones sociales no nace ciertamente del hecho de que ellos se rcpresenten al revés su práctica y las condiciones dc reproducción de su modo de vida, puesto que, ell decto, todo transcurre como si no fueran los cazadores ncs atraparan la caza mediante sus conocimientos y sus técni cas, sino como si ello fuera el elon de una Persona omnipresente y benefactora. Pero el propio fantasma es parte del conle/1ido de csas rclaciones sociales y no solamente el rcflejo aberrante y ridículo de una realidad que existiría fuera de él. Este breve resumen bastará para mostrar cómo, a partir de tllles análisis y de sus primeros resul tados, se podría abordar el problema de las diversas formas que han revestido las rela ciones de dominación y de explotación del hombre por el hom bn~ en el transcurso de los diversos procesos de formación de las sociedades de categorías y luego de castas o de clases. Por que hay que subrayar que los mbuti, cuya sociedad es fuerte mente igualitaria, se consideran tocIos igualmente dependientes de la inten-cncÍón continua v benefactora ele la Seh'a (lo que, en el plano objetivo, es puesto que, al no transformar la natu raleza, dependen totalmente de ella para reproducirse). En el caso de los mbnti cada uno es fiel v v ni siquiera existe entre ellos la figura del eham·án. Dedican celebrar la Scha un trabaio suplementario, puesto quc intensifican sus
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cacerías v consumen los productos en ellas obtenidos en festines que exaltan el carácter excepcional ele la vida ritual. Por consiguiente, podemos imaginar que cuando las condi ciones han permitido a ciertos hombres, a determinados grupos, personificar en ellos mismos el bien común o tener acceso ex clusivo a las potencias sobrenaturales qu<" se¡2:ún ellos, tenían el control de las condiciones de reproducción del universo y de la sociedad, esos hombres yesos grupos han parecido elevarse por encima de los hombres corrientes, aproximándose a los dio ses, avanzando mucho más que cualqUier otro hombre en el que separa, desde el origen de los tiempos, a los hom bres de los dioses. En esta perspectiva se aclara el hecho de que en numerosas sociedades en las que existen jefes heredita rios que no disponen de ningún medio de ejercer violencia física sobre sus súbditos, como por ejemplo la sociedad de las islas Trobriand, estudiada por Malinowski, la forma que reviste el po der de esos jefes y la justificación ideológica de esos poderes provienen de que ellos, en primer lugar, controlan los rituales de fertilidad de la Tierra y del Mar, apareciendo como los intermediarios obligados entre los danes, sus antepasados y sus dioses. Alejarse de los hombres y dominarlos, aproximarse a los dioses y hacerse obedecer por ellos son probablemente dos aspectos simultáneos de un mismo proceso, aquél mediante el cual comienza el camino que conduce a las sociedades de cla ses y al Estado. Sobre esta vía se erigen las figuras formidables de Assur, dios-rey de su ciudad, o del inca Shinti, el hijc del Sol, que reinaba sobre el Tawantinsuyu, "el imperio de los cua tro distritos» 17. Pero esta vez, lo que había comenzado por una dominación sin violencia se ha convertido en opresión ideológica y explota ción económica, sostenida y prolongada mediante la violencia armada. Por consiguiente, no hay quizás por qué blIscar si es la política la que adopta una forma religiosa o inversamente, cuan do se trata, en este caso, de dos formas del mismo proceso, dos Sería interesante enumerar en el libro, anticuado importante, de H. Frankfort y de Th. Before Books, 1949), la lista de las diversas funciones imaginarlas o n:a que asumían el Estado su representante viviente en el Egipto y en In Ml~sopotamia antiguos. los mitos resumidos por los autorl"i cita· dos es notable descubrir que el mismo CaSInOS está n'presentado ellos a la manera de un Estado. y las formas dc:l Estado constilln;ell el esquema sociológico la n~prl'scn(a('ión del unincrso, POl' el contrario, en el Sl'no de los indios de ArntTica, pertenecientes a sociedades que carecen Estado. son las ¡'elaciones de parenlesco LIs que dl~scmpeñall el pa¡w! de esquema sociológico. 11
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Prólogo
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elemcntos de un mismo contenido que existe simultáneamente en diversos niveles. Sin embaq:w, no es indiferente, para el des arrollo de las relaciones de casta y I o de clase, que sea el ele mento religioso el que domine a la política o a la inversa. Tra en esta dirección es como el marxismo producirá las explicaciones que respondan a las objeciones que oponen a la hipótesis de la causalidad determinante en última instancia del modo de producción especialistas como Louis Dumont, quien, que en la India, por ejemplo, es la religión hace milenios la organización social. Henos aquí al término de esta introducción que permanece pendiente de análisis inacabados, dirigida hacia zonas de som bra, lugares vacíos o iluminaciones engañosas. Esperamos que el lector encontrará en adelante menos insólitos e irritantes csos recorridos teóricos que van sin cesar de la antropología a la historia, de Lévi-Strauss o de Firth a Marx, o inversamente, no ciando jamás por cierto nada que no haya sido previamente puesto en cuestión y requerido para que exhiba sus pruebas. Al lector le parecerá evidente que todos esos rodeos y re corridos teóricos continúan respondiendo cada vez más de cerca al lejano planteamiento del problema de la racionalidad eco nómica. Por otra parte, se añaden a otra forma de cuestionar que por dos veces aparecerá en este libro, en los textos dedica dos a los baruya. una sociedad del interior de Nueva Guinea, en cuyo seno realizamos nuestro aprendizaje de la práctica de campo, entre 1967 y 1969. Durante más de dos años vivimos y trabajamos en el seno de esa sociedad, que había visto por mera vez a un blanco en 1951, y que no estuvo sometida al con trol de la Administración australiana hasta 1960. En 1967, cuan do llegamos, una rclación colonial, se podría decir que en estado acababa de abolir la distancia que había separado en y el espacio dos formas extremas del desarrollo protei forme de la historia. Una sociedad sin clases que apenas acaba ba de eerrar tras sí la puerta del neolítico al procurarse median te el cambio los utensilios de acero que provenían de tribus en contacto con los blancos, se encontraba frente a unos que afirmaban e imponían su "derecho», en nom bre de la «superioridacJ" de su propio sistema económico v so militarlncnte, a "cÍ\ilízarIa" y a dejarla se en manos de antropólogos o de otrus «hombres de ('[1 resumen, el (!enccllo a someterla al on!cll \' ello en herwficio de una sociedad de clases que ya no era la de Hero d'Jto frente a los escitas o b de Cortés frente a Mocteztll1la, sino
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la del y la «paz» que éste a lus colonizados. Esto equi\';:día a plantear de nuevo y por completo sobr-: el terreno, en b juntura vi\'a y dolorosa de dos modos de pro ducción y de dos sistemas sociales distintos y opuestos, la cues tión de las razones de que sean lo que son \' de que hagan lo que haccn las sociedades y su historia. tcada de dicha forma, no sólo c\ i¡.:c. como se llevar mús lejos el anülisis cíen tífico de esas razon:,s y de esas contradicciones. Siempre hay que añadir a ello la ac ción, la actividad de la razón práctica que lucha contra la his toría, por la historia, y que se niega a dejarla que se convierta en Destino.
PRIMERA PARTE
ANTROPOLOGIA y ECONOMIA
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EL PENSAMIENTO DE MARX Y ENGELS SOBRE LAS SOCIEDADES PREvHTIVAS: L\iTENTO DE BALANCE CRITICO
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La evolución del pensamiento de Marx y Engels sobre las su ciedades sin clases y sobre las formas ele aparición del Estado y de las relaciones de clase pucde resumirse a grandes rasgos. Dl'sde l.a alemana hasta los años 1853, Marx y Enelaboraron un esquema muy sobre la evolución de las sociedades ilustrar su descubrimiento a saber, que la social tiene su fundmnento último formas y estructuras de los diversos modos de bozan cuatro etapas: la comunidad tribal, que corresponcle a las formas primitivas de economía pesca, ganadería, meras formas de agricultura), la comunidad greco-latina, que tie ne la forma de un Estado; la sociedad fcudal y la sociedad bur guesa. Las razones que explican el paso de la comunidad tribal al Estado-ciudad antiguo apenas se insinúan. La transición de la antigüedad a la sociedad feudal la dibujan a grandes trazos, el papel de las invasiones germánicas se menciona de y sin que reciba un desarrollo En 1853 la India hace su irrupción en el citado esquema, y, con ella, el Oriente, cuyos rasgos más característicos resume la India en su historia. El análisis del estado tribal, palriarcal, ape I1:lS esbozado en 1845, queda considerablemente enriquecido. El del nacimiento del Estado y de sus formas primitivas se plantea con nitidez y recibe una solución na\. La existencia de múltiples comunidades agrícolas aisladas quc necesi tan una amplia cooperación en los trabajos de interés colccti\'o constituye la base sobre la que se erige una forma despótica de Estado. Esta estructura que combina unas comu nidades rurales con un Estado central despótico con::,tituyc una F,!c' texto es un extracto del extenso prólogo (pp. 14 ;¡ 142) que he cumo introducción y comentario ;:¡ lo, textos escogidos de :\1an: bajo el titulo SlIr /es suciétés pré,'apitaíiSIi:s '':11 P;:¡rí;;, 1970. (Hay traducción ca~tdlana en EuJccor, El a,itifico, BUCllOS Aires. 1966. Incluye asimismo d ('ompleto de las Formaciorles
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,lIIuicl1/u lit: ,\1(l/,x \' L!1i.',ds
forma de tn.1l1SIClCH1 de la sociedad bárbara prillliti\'a a la Cl\"! lización, Pero en la medida ell que el aislamiento de las comu nidades v su es! mc! ura arcaica impiden cualquier clase de prop'csodecisiYo de las fuerzas producti\'as, esta transición per manece inacabada, y Asia se estanca L'll una miseri<1 milenarIa junto a la ~ran corriente que conduce al capitalismo, No obs tante, la e,'olución occidental no puede reconstituirse y com prenderse sino a partir de las formas asiáticas, consideradas como supervivencias de lo que constituyó su punto de partida. En 1858, Marx descubre el secreto de la plusvalía y de la formación del beneficio, Con ello la crítica de la economía po lít ka encuentra su fundamento definitivo. El problema de las condiciones históricas de la aparición del capitalismo puede ya plantearse científicamente, La singularidad de las relaciones de producción capitalistas, que oponen y combinan a los propieta rios de los medios de producción y del dinero y a los asalaria dos, propietarios únicamente de su fuerza de trabajo, se con trasta con algunas formas precapitalistas de producción. Queda construido un nuevo esquema de evolución histórica, esquema en el que se in tegran los análisis de 1853 sobre las formas asiá ticas de propiedad de la tierra, de organización del trabajo y de explotación por un poder A partir de entonces, la propiedad común de la tierra y el trabajo en común se plantean explícitamente C01110 el punto de partida de la evolución de la formación económica de la so ciedad.. En su origen, la sociedad tiene la forma de una comuni dad natural basada en el parentesco de sus miembros; a esta comunidad Marx la denomina horda o tribu, Asia es concebida como la cuna y el musco de las formas primi t¡vas de propiedad de la tierra entre ganaderos y agricultores. A partir de estas formas originales, en las que la comunidad es propietaria y el individuo solamente posesor, se dibujan \'arias evoluciones. Una de ellas, que no cambia la {orll/a de las relm:iones so ciales, pero modifica parcialmente su cOlltenido, consiste en el dt:sarrollo general del despot iSl110 oriental, forma de Estado que hemos podido distinguir en el Perú, en México, en Rusia y, por también en Asia, y que desarrolla la explotación del el homhre sin rOl1lper la l'sl ructllra de las antiguas y sin transformar la antigua relación del indivi duo con su comunidad lk origell, Otra e\'olucion, mús dímímica, haCt~ surgir formas de propiedad que cGntl'adicen las formas mós primit pero qlll: se desarrollall sobrL' la misma base, es decir, sobre la organización tribal. La cOll1l!niébd noce a sus miembros el derecho de nnmiedad privada
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,Hall rice Godclier
de posesión cOr11un:d (k las tierras tiL'l Eslado, La consislc en una ;lso,'iaciún de , ! ¡,) ... prl\'L\([OS que utilizan COllluIlitariame'nte tiLTL1S no arables. ,t ... dos formas, donde la propivdad pri\éleb ha adquirido P;¡U 1:11 i!I,lllll'lIk Ulla n¡ayor importancia y donde L'l illdi\'iduo ha (lllllllistado lIna cn.:cicnk autonOInía, cOllstitu"en l'l punto de ;l.l ¡lb de formns de explotación del llOrnhrL: por el J10111hrc , 11,', :d desarrollm'se, destruyen las antiguas relaciones C0Jl1l111 i ¡llli;t'> \' configurall el ori~e\l de un nuc\o desarrollo (il' forma Illl'S "secundarias» caracterizadas por la existencia (k cl,lses :l!1Lll.'Onicas v del Estado. Dos procesos tic génesis cid Estado v de una clase dominan 1<: quedan sugeridos, uno interno a las COll1unidades. el otro l'X(c' rIlO, pero tamhién amhos pueden combinarse, La unidad de !:l ,'oll1ullidad puede encarnarse en la persona re"l de cktermi )siefe" ck familia o en personajes sobrl'natllrak~ rí()s que tienen a su servicio personas reales. De este modu se l'
;pl()tación propia de las sociedades en la~ que el Estado es plopil'téuio el! última instancia ck la tierra; el l'l'Ill'I'alízLlndo la idea de la transforllíación de ion ,'n poderes de opr~'sión \' l'SbOlando dos ,'ías de transiCIón lld,id el Estado, una qUl: conducc a las formas ck'spótÍl'as c!L: Es LldlJ; la otra, a las formas occidenl
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Il:jU\l'lle"'C" Asia \' las COlltllflid:ld,'s
lll'l]() lIl;í, dln,¡lilil'(l, L~I e'(
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Maw-ice GodeliCl'
la asociación de marca, descrita con anterioridad como la co munidad gcrmánicZ!, dejan de pcrtl'nl'cer a la fomwción maria, tdba!' Otra comunidad reconstituida por Mau rer a partir de la asociación ele marGl, dene a ocupar el lugar de esta última en el seno de la formación En 1883-1884, el descubrimiento de la obra (k Morgan trans forma de nuevo el esquema de la historia primitiva. La impor t::ll1eia del parentesco en las sociedades primiti\'as se afirma de un modo ddiniti\-o, así como se distinguen difercntes formas del mismo. La organización tipo clan aparece como la clan' de la historia primitiva de los pueblos civilizados, y la organización tribal sólo se considera ya como un desarrollo tardío. Con el descuhrirniento del papel histórico de la organización por clanes, Amél-ica y las sociedades de cazadores, que con anterioridad apenas si se considerahan en el movimiento de la evolución, vie nen él ocupar el lugar que antes detentaba Asia para la recons trucción de las fases de la historia antigua. Del modelo hindú se pasa al modelo indio. La génesis del Estado en los los germanos, adquiere una originalidad nueva porque par__' ee que hace emerger directamente al Estado de la antigua sociedad gen ti licia. Los análisis antiguos del modo de pnx!ucción asiático en modo alguno son repudiados, sino que hacen referencia más que antes a una \'Ía de e\olución distinta de la de Occidente, a una transición más lenta hacia la civilización y que no conduce a la forma más dinámica de esta última, la sociedad hurguesa. El análisis de las formas primitivas de sociedad continúa inaca bado, en esbozo, y ya en 1884, pese a su admiraci(lI1 por Morgan, escrihe: "No tendría sentido, si quisiera simplemente h~1Ccr un in forme objetivo, no criticar a Morgan, no utilizar los resultados recientemente adquiridos, no ponerlos en relaciólI con nuestras y con los datos ya obtL'nidos. No sería de pro\'e para nuestros obn:ros» l. Y, en 1891, modificó ya algunas parles de su libro. La lec ción es evidente. Tomar en serio la obra de Marx y de de Lenin, no consiste ell «creerles» en dogmas etLlllo". mar sus en esta cvolución ante todo es su contll1ui Lo que arwrtura permanentes a inJormacionc's y dad, su nue\os_ C01l tinllidad la hC!I1os de1l1ostrado su! i cientemcnte. Los temas de la l1n)j)iedad tribal, de la I Cartas a K:lll!,KV. tI,,1 26 ,k ahril de 1~8,L \'(-as" ("ana, subre El Ca pilal, Ediciones de Makrialc", Barcelona, 19N), pjgína 253 .
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de la desigualdad en el seno de las planteados a partir de 1845 ,v se cesar hasta 1884. Al rdlcxionar sobre la India son tales qUe Marx continúa siendo \' Oli,'l1te, la élctualidad, junto con Maine, el pionero en haber colocado plano de la reflexÍón histórica. Y Marx lo ~I Asia en el teórica que no solamente se coloca en el hizo con tal de la gran corriente ele historia compacada del :\IX, sino que la domina por la amplitud de sus miras y los dl'sa rnlllos teóricos de és las. Precisamente esta riqueza teórica explica que Marx v Ellgcls
henan tenielo la capacidad de acoger los dcscubrimientos reali
za~los al margen de ellos por especialist¿ls tales como Maurer y
, fundadores de nuevas disciplinas científicas. Hemos re
c()nslÍtllid~) en sus aspectos principales la configuración del cam
po teórico en cuyo seno reflexionaban Ma¡-x y Engcls, campo
a lo largo de descubrimientos y problemas de
economía política, historia comparada, etnología, ar
práctica colonial, biología y que más allá con los conceptos heredados del siglo XVlll. Su reflexión podía recoger aquellos elementos enriqueciéndolos, porque los anali zaba a la luz de los principios de una teoría revolucionaria, el materialismo histórico, y de una revolución teórica en el campo de la cconomÍa política. y caduco de sus conclusiones tan sólo se ,Icbe al nromo progreso de las ciencias fundadas en el si in\'entariar esas partes caducas, tenemos que que el gran avance de Sil reflexión sohre la historia lo que la domina, es precisamellte el análisis de las l'Ollllll1i,bdes agrícolas primitivas, del modo de producción asiá I ¡el) \' de la existencia de \'ill'ias vías de eUJlución a partir del C()llIllnislllo primití\o hacia las sociedades de clase v el Eslado. Más adL'lanle \'ercmos que, precisamellte por lo mi;mo, su pens~llllil'l1l(J desborda su y se inserta, tras tantos aüos de 1l\:1I iSIl1!l l'1l el mo\'ill1il'nto dd conocinlÍcllto actual. Y este l'\iclcntemclllc no nació de qUe, por fue por lo q tiC El de la Y dd Estwlo se comir¡ió
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Cilc!11oS illlportantes. La teoría sq;ún la cual la CCUIlOlma pa,,
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toral n(1l11,le!a l1l'l'cc'dió IlI'Cl',,;¡rianll'l1tc a b ltura J¡,¡ "ido rdulad~l pUl' la ~lrqlll'(jl()i-!ía \ por el <1njíi..,i" l'c()I0i!iL() \ ¡,cll,;¡ico de la, difl'r,'IIks especies dOl11l'.st ¡celdas. A P;1r¡ ir lk l'Jlt()l'l'l'S se dístim'.lk'n trl'S l't,lpas! l'l1 b domeslicación ck' los ~11lí11l;tks, en la ql1é' Sc' 1I"\'i bIes econol1l bs pas tora les pu ra II ,en ll' n(JIll,lllas 1, Ya helllO'i scííalado que la arqllL'oio!.>Í'l de la Gre'('ia \' ck' la Roma arcaicas no l'xislÍa en la en la que Marx v En¡,rels escribían, qm' la arqueología del Próximo OriL'nte --('011 la e\ dc Fi'iptu- estab;¡ naciendo \' que la arqllelll()~ía \' d conocimiento de la historia ck' China, de Indonesia \' del así C()lllO dc las ei\ íli;:aL'i()nL'~ n<1<, estaban aún pc!' constituir"c Hubo qUl' cuhrimic'lto del clllplazamiento de Ja1'l11o en LI hak centréll \' a J¡lS eXCCl\,lc'jolll's ek' Brélid",oo(\ (1l)48-1951) para que fllt'nl e'\hU nmdo un t(' ... ti[>'o dl' las prillll'la" ()illllni(b(k" aldl'él11él" (.:;000 antes de JC) COIl1cIllPOr[llll'<\S ckl comienzo de la a~!I"il'lllt\lra sedentaria \" de b d()nlcstic~llión de anilllales '. Ik ... d(~ entOllces se lwn 1l1ultiplicado los descuhrillliL'ntus, cOlll irlll;lmlo qllC las ciudades \ los Estados ap¡IIL'Cie1'lJ1] h,lS(~ll11c de.spu0s ckl des arrollo de las comllnid¡¡dL'S ¡:¡]dean;¡'i, Pu¡- ejemplo, ell la p~lrtc "lit' de Nkso!1ot
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y cuya iplicaeión hace progresar la c\'olución <.le las relaciones de p,llenll'sco basta In chínica, La icaclun que pro ponl' del origen de la prohibición del incestu y de la ~L' rl',JucL' ;d ar!!lllrlCntu biológico de la sckcci<Ín natural, Ahor,) bil'Il, llLlst<1 l'l presente, la !!l'll(,tie:a ha sido incap¡\z de dctcrllli IUI ¡us efec(os -positivos, lIL~gatÍ\Cls o neutros ele lus L'nlaces !c'pdidl'S cntre parientes pd,ximos que constituyeron la pdc tic\ lIlikn"ría dl' las sOl'iedadL's primiti\'as, ~hl C01l10 de llUllll'r() ~as l'''ITlLlIlidades aldeanas, El argulllcnto híol!'lgico aparCl'C i (]l' un;\ prohihil.ilJll CUYOS os ¡'cale" \' iyos son distinto') e inconsLil'ntl'~, "'.ludio del conmortamil'nto SL'xu;¡] de los In lIll.
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cuya \'ida soci::t1 puede ofrecer una imagen del modo de exis tencia animal a partir del cual ,~I hombre ha eyolucionado, no nlUestnl prúcticanwnte ningún caso de pura promiscuidad se xual 8 , Pero el \'crdadero problema no reside ahí. Se ha constatado que todo sistema de parentesco supone una cierta forma de prohibición sexual v convugal, lo que demuest ra el carácter so cial de las relaciones de parentesco, Al n:nllncial- a sus derechos sobre determinadas mujeres (madres, hermanas, hijas), los hom bres de un grupo las vuclvcn disponiblcs, las ofrecen, adqui riendo dcrechos sobre las mujercs de otros grupos, La ción del incesto no es solamente una prohibición, sino también una orden, Instaura y funcla, directa o indirectamente, inmediata o mediatamente, un intercambio entre grupos, Toda forma de matrimonio implica una forma ele prohibición cOl1\ugal porque el matrimonio no es uTla rdación «nalur::l!», sino una relación so cial que concierne al grupo en tanto que tal v que debe ser com patible con las exigencias de la "ida colcctinl, de la cia de las comunidadcs, No puede, por tanto, existir puramente consanguíneo, Toda relación de parentesco presupone la consanguinidad y la alianza ", La explicación tle la del incesto y de la exo¡mmia debe por tanto buscarse en la vida social :v no en la vida biológica, El prillcipio de selección néltu ral no puede explicar el origC'n y el fundamento de la distinción, tan frecuente en las sociedadcs primitivas, entre pt'imos cruza paralelos, la prohibición del matrimonio con estos considerados como hermanos v hermanas, v la posibi lidad, si no la presnipción, del matrimonio con los Vé¡JSC Rohin fo'(: Kil1sltip aml Marriagc, Pelican, 1967, p, 29, (lIay trztducción castellana en Alianta Ediloriul, Si,\ICmaS de pan:l1tcscu y ma' I rill1olliu, l'vbd rid, 1972,) En[!cl:; cita las contradicciones de Lclournc¡¡u, de Saussurl', de Espin¡¡s sobre las socicd¡¡(lL's anim¡¡lcs, concluyendo: "Dc todos estos hechos, la única conclusión que puedo extr¡Jcr "S qUé no pnll" Iluda para el hombre' y ,us condicion,'s de c'xi,tcncia ,] Fl:!sta que p(y;camos infonn;lci,ín lllj, ;1Illpli¡J, tememos, que rcchazar toda cunc!u,ilm e,1 raída de' esos dalOs absolulamenle (El origell eld familia, cd, cit" pp, 36-37), Véase t¡Jmbién la re cil:nlc di,C'llSio¡] ,ubre d compor!;lflllento de los pi imates en ClIrrcllt ,\n!lu u/'olu!.!,\', íllnlo 1<1(-7, pp. 2~.~-2';7. 1.1."\ í-SlLHh-';, en ~'I prologo :t la ~c gUllda edll'ioll de S[nl~ fl¡('(','l ('lnu1'u:úill lit :,1l1)1;1,\':,~ qlll~ 10" rl',.:il'l1tl"~ ,,-'''¡ lld¡u~ oh'¡~("Hl IOrlll,},""d
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Sl' dl'si"n'Hl todas las categorías de parientes (primos
"Juhl'-: t:hi1l1p:ll1t'\;~, babtlinu,,-; ." ~ori]a...; en l'sLtdo ~al\':ljc Unl'a di.? dClnarcacj
,,'plil'!llbrc' 1%7, jJ, 368, tI', ]$ d,' Le Ir;ldu,','il!il l'didi)", BUc'llOS Aire", 19G'!J
y
el do cstos primos son biológicamente equi\aIcntes v se l'I1c\ll'lllran a la misma distancia de 111, Por último, que I'v,")ldar que la mujer tiene una importancia decisiya en las so i\'as para el mantenimiento de las comunidades ivas y económicas, y que esta il1l hace necesario el con trol por la sociedad del acceso Pero estc control son siempre los hombres quie La relación entre los sexos en las sociedades 11<''' por consiguiente, fundamentalmente asimétnca y !lO n'llproca, La reciprocidad sólo existe entre los hombres, En los sistemas matrilinealcs, la autoridad recae en el hermano de la IlHIjer y en el tío materno, mientras que en los sistemas pa trilineales corresponde al padre y al marido, Por esta razón élmbos sistemas no son el simple reflejo invertido el uno del otro, En un sistema patrilineal son las csposas de los hombres reproducen el linaje, mientras que en un sistema matri lill,:al son sus hermanas, El problema, por consiguiente, con sistl' en asegurar el control completo de la esposa y renunciar al de la l1l:nnana, o bien a la inversa 11, Por tanto, no existe es tado IJ),it riarcal aun cuando en las sociedades matrilinealcs las gocen de un estatuto muy elevado, cOlTclativo al hecho de que Oill marido carece de derechos sobre sus hijos, Tampoco los sislemas matrilineales tienen necesariamente que preceder a los sÍstl'rnas patrilineales por el hecho de quc la identidad del Cuera incierta en los tiempos primitivos 12, Si la identidad del padre no tiene la misma ciubdcs patrílineales es porque la filiación es matrílineaL Todo l'sto plantea el problema de la validez del método de para reconstruir la evolución de las relaciones de pa rL'ntcsco y de las formas de familia, La existcncia de esta e\'o no puedc ponerse en duda, pero la imagen que actual llll'nk !lOS hacemos de ella difiere profundamente de la dc , \ allte todo se debe a un conocimiento teórico más pro fundo de la naturaleza de los sistemas de parentesco, Para que el esquema de e\"oItICi(:lIl de Morgan fuera válido tendría que existIr 1111:1 correlación binaria entre terminología ele parelllL'sco \' c:-,¡ructura de la familia, En efecto, toda la recónstrucción de
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de que ha dchido existir, para Morgan se ~lp()Ya l'n la cada tipo dL~ t\:'rlllínología de parenlc'SCo, un estado \' una di ree ta llh'n te una forma d... lll<\ tn ca a los qllL' lTI los "i"tcl1l~lS bawaianos, dondc tocIo , , , a cualquier muí ... r de nom ílwda <, madre", Para ordenar a nm ti nuaciún todos es tos estado<, ficticios en una sucesión cronol()¡IÍca v ]()gíca, Morgan utilL~ó b Ilipótcsis de que b c\'olucÍón había consistido en mul tiplicar el número de prohibiciones conVll¡.!aks entre consan A partir de cntollce<" todos los sistemas de pilrcntesco conocidos quedaban ordenados en orden inverso al número de conyugales asociadas a dIos, Ahora bien, ese tipo de correlación entre trimoDio no ha .sido n:rificada n, ni, como vere1l10S, porque las relaciones de pZtrentC'sco en las sociedades no traducen úl/ieamente las reglas del matrimonio, sino tam bién las de la residencia, la propiedad y la herencia, es el conjunto de las relaciunes sociales y económicas. El funda mento de los sistemas c];:¡sificatorios de parenksco b gloria ele !\1(·rgan consistió en haber establecido su existencia- se apoya en 1;1 necesidad en las sociedades prilni t iyas « de aumen tar- el tanwño del prupo de ayuda mutua y promover efectiva mente b solidaridad entre los miembros ele ese grupo, trans formándolos en parientes cercanos» 14, El marxismo, por tanto, no puede retomar por su propia cuenta los postulados del cvolucionismo del siglo X1X, aun cuan do reconozca el hecho fundamental de la evolución de la natu raleza y de la sociedad, Los csquemas de evolución que actual mente se bosquejan se enfrentan con una dificultad suplemen taria que no conoció Morgan. La clasificación de los sistemas de nan~tltesco en patrilineales v matrililwales no co más que a los sistemas unilineales, Junto" ésto.,;, la moderna etnolo¡.!ía ha re\'Clado la existencia v la frecucllcia de sistemas bililwales v de sistemas no lineales por cOQnación li. Si los sisEs 1() e"pl ica que las corrc'lacioncs es wdisl ic~l'i l', \ abkciclas pOl j!I'UpOS de \ariabks lonwclas dc' dos en do;, (P:lITllIDCU
dock enl sidcncia.
~j ur \"
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parL'nlc"'.cu v t'conunlia, ('le.) pcnnitan dl'lll()\~lr~lr I¡lla l,;.h':¡ul1 llL'i... l';~aria l'llln,~ csa!- \;Jr:dbk·, .\. ~d 1n1"p10 ¡il'n¡pn, qu~' tCOI H.'O no pueda p(Jr principlo proh~lr la in!' {('ut'ia de tak's Tll'S. \'case G.'P. Murdock: S,,('tal SIIl!Clllrl', ¡eJ,l? p. 1:)].
" Leslic While: ginas UJ,140.
rile E\'oI1ll1lJ1l uf cul/uIe, .\be Craw lIill, 1959, pá
t'!lO de lu, l'ÍC'mrlos nI"I"r co])odd"s del ,¡,Il'ma hi 1atclal l'S el de \ako de Nigeria, en donde, la tic: l~¡ hen'd,¡ a 11 :"e'S de los p:Ilri elane'i ¡ /.:epl/!/J, mientras que ludos los bi,'lll"i, muebles, dínc'ru, g,m"do,
......
,oll1icnllJ de: .\!an
1:
29
iJilakr:lks pUc'(kn frl'cllenkmcnit' in!('rJlr\:'tar~L como dc trc!Il'>IL'ioll l' e1111',,' ~i"tc'lIlas lInilincak" el clescubri l dc' lo>.; si;-.tc'l1uS cug.natícÍos ha lI1o
VIVlan en su mayoría por D, Farde en Yako
el ele Cno ,k lo,.; ejemplos I~cjor conocidos del sistema los habi¡antI's de las islas Gilbert e~tudiados por W, pel'/y, KilI a/lCi community UIl Truk, Yale University, R. Fo,: Ki/I,,/zip alld marriage, 1967, p. 132 ¡; Véase J. Barncs: «African Modds in the New Guinea Highlandsl> en .\111'" )902, pp, 5,9. Benita Killdrcd alld C/O!! in the Middlc Agcs and Press, 1913, y R, Fax: «Prolcgomcna lO the Pl'llg11il1 Survcy uf ¡}¡e Social Seienee, 1965, S¡ratiticatiol1 in PolYl1esia, 1958, Seattle,
~
30
Jlauríce Gudclíer
a sistemas patrilincales \' patrilocales (mara) v pa trilincaiL's \' Illalrilocales (karadkjeri) Fno de 'los ""quemas de enJ]¡;ción mús verosímiles desarro llados actualnll'nte tiende a cstablecer la sucesión en el trans curso de la histuria de las formas bilaterales, matrilineales v pa trilineall's de filiación. El estudio factorial de S77 socic'dades de la mlwslra mundial realizada por Murdock tiende a demos trar qlll', para d conjunto mundial, la descendencia se ha des Iiz~ldo de fOl,m::,' illatrilineall's él formas patrilineales con la apa rlClOil de tllrrn~h complejas de economía v de gobierno. EstnIc tUlas suciaks aún mas cumplejas habrían tendido a hélcer hs j'mmas tIllilincaks de dcsccndl'ncia en beneficio de formas bilaterales qUe" cn su coníunto, caracterizan asimis lflO al e'>tadio muchu lI1ÚS antif?:uo de las economías de caza v recoleccÍón ,La de Morgan, por tanto, resultaría par cialmente é\Unqul' por razones muy difen;ntes de las que como 1ll'1l10S visto, la correlacÍón entre estruc tura;, políticas complL'jas y sistema de parentesco no mecúnica, puesto qLH' en toda sociedad que sea su sistema de parentesco, la autoridad política corresa los hombres, Por consiguiente, no hay necesariamente por qué encontrar relaciones ele parentesco matrilineales en el seno de las formas menos desarrolladas de las sociedacks com por ejemplo, en las tribus sin Estado, Se puede citar a los ashanti matrilineales de Ghana que estaban orgaIlizados en , "-". remo Uno de los casos mejor estudiados de evulución de estruc turas de parentesco es el de los indios shoslJone, organizadus en bandas patriloca]cs, que obtenían su suhsistencia de la caza v la recolección en las altas planicÍl's de Ulah v (le' Ne\ada. Poste riormente una parte de éstos extendió su Íl'ITitorio h"H,:ia el SUL de este modo una zona finol'<\hlc a la escala, Se las \\~aSL' Ll'\"i-Strauss: ({RCglnl('ní.~t; annónlcu,-,: v rl,.'f!llnClh':S nu ;:¡rrnonÍ cos), can. XIIJ de Las e,'J{n7c[uras Clr/}}!cll!dIC,'l' '{{t'¡ '!UH't't,/c',<";c(I, t'd p~lgini:1 Vl;asc también W, Sh:lpÍro: d'r,'lill1ín:¡¡'\' r<,pon on Field wllrk l'\orlhL'iJstcrn Arnhcl11 Land», t-'n Anlc'rlcan .:Lr>Ou (lpOli,l~,,'fj 1967, ~':{-3:;~.
H E. DriHT v K, F, SchuC'"kr: ,('orn·btÍolut :\11::I\'"í, u[ \lllr duck\ j(J,,! Etllnug¡:;lphic Sall1pkú, 1'[1 An/afellll Au::;/ 'gis!, 1067 ¡ü gin;b 345,35J, Lu;, nll\'ar d" :\bLlhar, c('h:hn's pUl' al l1liSnlO IÍcmpo matrÍlinca les \ mal! il'KIlk" constituían una casta glll'rrcra de'l "urue'slc de la In Jia. 1,uS nll:!l~¡llgk~\bau de SUlnalra p-:rh.,'l1L'cian a-sÍnúslllü a una ,l..,uLÍcdad n.:Llti\'~lnh:nt(' cornph.:ja.
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31
[1; Il'res se dedicaban a la agricultura v lo," hombres a la caza \ " i:l gUl:rra. Las bandas se cO!1\'irtil..'rul1 el! matrilocaics, orga i/.tI1duse en torno a un grupo de muieres (po"ihkrncnlc una sus hijas \ nidas) que lulti\'aban parcelas de maíz. Mús urde, los sh()shon~' fueroll crllPujados más al sur, tal HeZ por lo, v se re'agruparo11 en los \'alks ele Arizona en mIl aglomeraciones, con\'Írtiénclose e11 los indios hopi, La rcsi ,kncia lIlatrilocal subsistio, la tierra \ las casas continuaron ,il'l1c!O propiedad de las mujeres, Surgió ulla organización ma al Illultinlicarse, se reagruparon en clanes descender de un antepasado ('(¡llllIn, pero sin que pudieran reconstruir exactamente las eta pas dc esta descendencia, Esta evolución de una sociedad par¡local ele cazadores-recolectores hacia una sociedad matrilineal de d dt' !1)'-, il1di\iduus, Asimismo Marx su¡;:,'ría que allí donde c,,¡\tc' Ull
Tllnn_v uf culture chüJl¡:;e, Urban8. 1':)55.
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:Houricc (;od,'lier
los nih'lcs m;'ts ar,;ticus
c'n1 re' algunos clzadorcs 111 í 1í \.,,~ 1. hien en cond iC'í()nc'~ cl"t¡logica,; pa 1'1 ¡eu (medio." Sl'IIIÍ-,íridosl. bien POlilidl-rc'l (tr;1hd
lal'c's para el [s¡Cido, los diosl's) o hiqóricas (su nto de po blacioll,'''' h'flcÍeJ:¡s por :-,us C()llljllis1;ldol'c''». Los derechos de ,'11 las ",ocicdadl's primiti\"as forman, la expre sión de ]V\;¡ 1i IlU\VSK i :;, (( "istc'mas l'OmpUe'stos» de rc'~' las di kren tes aic'l'len ,1 la tÍl'na, al ~anild(), ,[ los in"llill11cntos dc' prOdllCci¡'lIl, a los úrboles plantados, a los corJ<)cill1i~'nto:; ri tlwks. De acuerdo con este crikrio los siane dc NUe'\',l Guinea dos tinos de ,mroni:1Ción Uno de ellos concierne de las f]au tL\S de los co hielles cuva tutela se tiene \. que no pue frente a ellos el individuo está en la misma (merafo) reSpeTto a sus hijos. El otro con, ucción \' a los pruductos: ha cerdos, vesl idos \. cosechas. Es indi\idu,tll11cnte, pudiendo Sé'r trans los indígenas, tiene derechos sobre esos objetos porque son como su sombra (L\mfonka), Entre am bos tipos de regla existe una relación de orden: si se tiene una relación respecto a la tierra de tipo «merafo», entonces única mente l\l trabL\jo realizado para plantar árboles en esta tierra da derecho a su apropiación personal (amfonka). La existencia de esta relación de orden entre ambos tipos de derecho de muestra que el fundamento del sistema ele derechos es b per tenencia a un clan y que el control del clan sobre otros grupos y sobre el individuo constituye el cipio rector del sistema. El conjunto del sistema protege a la vez los intereses del individuo y los del grupo, y trata de limitar las contradicciones que podrían en el control de los recursos esenciales planteando la prioridad del grupo sobre el individuo 26, Los análisis del funcionamiento dc las sociedades zadas y de las formas primitivas de Estado confirman mente la existencia de múltiples vías a tra\'és de las cuales las aristocracias tribales se apropian progresivamente de una parte " T\blinowski:\fo('u/'s el coutumcs des .HJlwlé'lt'I1S, 1923, p. 10. Mali now,ki críticnba a Rin:rs, discípulo de M()l'~an. quc hablaba cn and polilícs del «comportamiento socialista», dadc:s ¡nles como las dc T\kIanc,>ia. " S;:¡lishul'\': From s/(me 10 ·.,ICe!, Melbourne, 1962. lO M. Godelkr: "Economie poli tique et anthropologie économique", en L'Hol1ll1lt!, 1964, pp. 118,132,
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d,:rl'cllOs quc: los lill~lks \' las cOll1ulli(htdl's locales PO:--l?C'n h ticITa \' los rL'curs,)s l'SGlSUS '", ()h,¡:tl1tc. la r,'prL',;,'ntaciLÍn elL'l fUllCilJllanliL'nlo dc' la l'CO las .>;ockd'ldL'S pril1liti\;Is lamhi01l se ha !llOdificldo 'Id:ulll'ntc c'n rl'lacíón cun la dd '.1\. Ll 1 i\ [1~
l
i)~'r~\d~L
l'c,~[lidad,
CUI1l0 en las i\iclad econó una CII\'lSIOIl general de lo .., hil'J1es ,'11 cI(!~ l'~llc'gorías distintas \' jerarquizadas: bienes de subsis· 1"11\ i~1 \' biclles de prestigio, según la terminología de Cora Du UIl biell pucdc cambiarse b<;¡",:'. En el seno de cada f~lc'í¡111UltC por otro, pero resulta difícil, incluso imposible e cambia]' un hien de una categoría inferior por otro ek una categoría superior. Por ejemplo, entre los siane todos lus bic'I1CS, excepto la tierm, estaban divididos en tres catego rías heterogéneas: los hienes de suhsisknciL\ (productos de la de la recolección, del artcsanL\do); los bienes de aceite tic' palmera, nuez pandanácea), y los (conchas, plumas de aves del paraíso, hachas cz:rc'l1JOni:l!cs, cerdos) que circulan con ocasión de matrimonios r('beielles de pL\rentesco), de tmtL\dos de paz (relaciones polí tica.s cun los grupos vecinos), de iniciaciones y ceremonias re h;IS. POI- tanto, no existía cambio generalizado de hienes y sl'IY1,'i()s como en ulla economía de mercado, sino intercambios y limitados. La jerarquía de bienes expresa, pur tanto, la jerarquía de \"~t1()rc'S atribuidos a las divcrsas actividades sociales yesos va lores traducen el papel dominante en el seno de la sociedad de lkl c rl11illéidas cstru\.-·turas sociales (relaciones de parentesco, rel. La categoría de los bienes más escasos comprende ~lqul'ilos bienes que permikn alcanz,H' los DaDcks sociales más
1
tantu en las S()CiL'lbc\(-s
(~!U(kl1lanIl:
Ess{}\,
Lo~i
{¡¡¡el Roval Propcrl\'. Rhodes 11-27; cn,,;:¡yo Il, p. omic Themes in Andcan Ethno L'll Qlla! erly, abril 1956, pp, 47,59. e, ,1" DuboÍS: \\'eallh Intcgrativc Factor in To ,,'[ululni LIl!tUI'L", en presentado por A. L. B"rkclcy, 1936, PP. UI1
In"lítnle, 1943: c~savo I, \IUlTCl: "Social Structun.:s ';:¡nll
Lmld
34
AJal1ricc God<.'lier
por los que la competen,'ia social ~'s m:1S fuerte, El número limitado de estos papeles duminantes que la social. en su aspecto economico. se realice a tra v ele la distribución dc bienes de difícil ac ele ahí se aclara. en numerosas sociedades pri mitinls, la existl'ncia de objetos cuya rareza parece «artificial»; dien ks de cerdo sometidos a un (ksarrollo en l'spiral (maléku la), series de conchas en número voluntariamente limitado (Rosól.'! Islandl. placas de cobrc' (indius k,,'~\killtl) con un nom bre v una historia cada una de ellas. En estos casos parece como si la sociedad hubiera "instituido» la escasez eligiendo para determinados intercambios insólitos; en otros, la escas~'z nace del hecho de que los objetos preciosos vienen de muy lejos (conclms) v se obtienen mediante una fuerte contra partida de productos locales. La competencia en el seno de un grupo de los casos. más allá de la esfera de la proclUcclOn y de bienes de subsistencia v no implica la pérdida la existencia física, sino del ('srarlllo social de los individuos. Al excluir de la competencia entre sus miembros los de acceso a los medios de producción (tierra) y a los bienes de subsistencia, la comunidad tiva garantiza su superviven cia y asegura su continuidad física, mientras que, autorizando la competencia en torno a bienes escasos que dan acceso a las mujeres y a la autoridad, se asegura su existencia en cuanto sociedad. Al mismo tiempo. por el hecho de que esta compe tencia se realiza sobre todo a través del don o del consumo la desigualdad social se desarrolla dentro de limi tes relativamente estrechos. pudiendo ser revis,.\da. Esto sólo es cierto en las sociedades en las quc todada no se ha desarro llado una jerarquía de estatutos hereditarios. que reducen el campo de la competencia a la ¡-ivalidad cntre 1 nobles. El análisis teórico del desarJ'O!lo de las desigualdades sociales v del origen de clases se reduce. pues, a descubrir las razones por las que el centro estm tégico de la competencia SOCIal se desplaza del campo de la distribución ele' los elemcntos mús valorados dcl social hm:ia el campo de la distribueión de los {uc/(}res de produ('ciríl1. sin que la compvtc'ncia por ti di~tlibllciún del prodlldo suei~d cese de deSl'lllpCltar un dl'lcl' minado papel. En eslc procl'so. que conduce a dL'll'rlllinadé¡s sociL'd;:¡(ks l rihales pri mil i\'~\s a ["UrJllZ\S nUl'\'as de sociL'dad que cO!llport~ln una L''itructurz\ dL' Liasl'" cll\briunaria o deS:lrl'ulla(b, \' donde: lus a!lli!!\ principios de leciprocidad y de l'eclistri bucioll d,'saparcccn o d ..: ial\ de
.......
de '\Jan y FlIgds
JI
35
las etapas posibles. Por ejemplo, una adquirir itÍnul/cllIe una situación soexcepcional (podel'l'S poligamia l, aun si no con trola directamente los factores de producciun ni la mayor parte ele los productos a los que su situacioll de ex cL'peión l e da derecho (socit~c1ades de "f'O> t.'O'orías)} v «,l'~lratificadas» ). por esta \'la, que lIe\'a a los problemas An tes ele proseguir asiático, nos detendremos para subra (kl modo de de estos análisis y la distancia re
11;\\
\'aJ'
~()rrid; desde el siglo XIX.
l." Parece imponerse la conclusión de que el concepto de
«economía de subsistencia» o de «autosubsistencia», frecuen
telJlente utilizado para caracterizar las economías primitivas.
dcbe rechazarse porque enmascara el hecho ele que esas cco
nomías no se limitan a la producción de bienes de sino que producen un «excedente)} destinado al de las estructuras sociales (parentesco, religión. cte.). Enmas cara asimismo la existencia de numerosas formas de in tercall1 bio que acompañan ese funcionarniento. La exogamia y la gue rra implican relaciones positivas o negativas entre y. acompañando estas relaciones, una circulaCÍón de bienes pre· ciosos que podrán, en contextos diferentes, desempeñar el pade monedas primitivas de circulación limitada, al tiempo que continúan asumiendo otras funciones )1)- El hombre primi tivo no vive sólo «dé pan» y no esta condenado a dedicar la parte esencial de su a luchar contra la naturaleza para sobrcvivir 31. Recientes estudios cuantitativos 32 del tiempo de tra \'l'ilS,' la crítica de Firth del concepto de economía de subsist.:lIcia 17, y nuestra crítica de la obra de el 'vh'illassuu:C "Anthropolo~ic c'conornique (ks GOllro Cútc-d·lvoi· ('11 ¡_Hu/l1l1le, 1967. pp. 78-91. ,Isí corno de la de J. Surcl-Canak: "Slruliuralistnc el Anthropologic 0conornique», en La ''''"sé,;, oc1ubre
PrimÍl1n' Po/'vl1esial1 Et:o!wI/lY. 1939. p:
1967, pp. 94,106,
la inexistL'ncia de moneda uni\'crsal en las sociedades primitivas ,1!'Ia, pues, t;.1nto por la ,msenl'Í¡1 de producción mercanlil descomo por la necesidad dc cont rolar d a(el'SO a las nurkrcs y ;11 podl'l Esto debía conducir a cscog,:1' hicnc's "eSCISOSn para poncrlos l'l> C()ll\"p,mdcncia con el lIúmero limitado d" y de ":1\'"os cié nutolld,ltl, su cin:ulacitlll ele tos otros ' \' ~\ to 1" de individuos rcpl-cscntati\()s de los in'I,:rcses dle COIIl\Il,ilbd, Este ,'olltrol al mismo lÍempo un atribulO de su (lInción " llll ,illlbolo de su l'statutO. da ro!k,m'irtsc/wjl. 1893, cap, I. \K, Gücilcr: t/llt','>'[ arul lile linle {ur itI
"s
\kl, lh" amI \1cArlhur: Ab u1 ¡"lila! F"(')lomic Lije. 1960.
,~6 \1WU¡"Cl'
en el SCllO dL' ,;oc iL~dadl's dc Clz~,d()re'S \' J"l'L'{)!e'Cl, 11"\.''; 11;\11 rado que la ¡Xlll\.' dc'dicada al ocio ,'11 ,'IIa,s e'LI 1l11IL"ho mavor que cn las socicc!;¡ch's a!!.ncola", fJ;¡\, qlil' sllhra\~lr quc, :1 partir' ,le los pr
zas productivas se traduce por una ampliación de actividades
no económicas improductivas J4 • Así, por ejcmplo, ocurre en el
caso de los siane de Nucva Guinea: la sustitución del hacha de
piedra por el hacha de acero hizo disminuir en un cuarenta
por ciento la parte de trabajo dedicada por los hombres a las
actividades de subsistencia. El tiempo «ganado» fue, en una
primera época, dedicado a multiplicar las actividades tradicio
nalmente más valoradas: la guerra, las ceremonias, los viajes 35.
rn'IIS(l/l1íCl/tO
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:() no SlpTlIfieaha un cambio radical de b L'stl"uclura .S()l"i~¡\ "diciunal. pCI"O st un cambio con I"<'"'pcctu a b Iradicion qUL' ,di! i("aha las I'claciOllL'S entre Ic>s ¡.!rupus y qUl' c()nducía él"i ',mo a otros ,'amhios. Si lé\ ~lflll"opol()i!la moderna ha confirmado la tesis de qlll~ i:! i",'bción enl re des,11Tollo dI.' las fuer/as product í\'as \" des ,,!IU 110 dI.' las lksi¡::ual(bdes SOé' iaks ]lO era lllecún íCél, lmn hic;n lo ha demostrado qUl' la c'()tlll1l~1l'ncia sucial, tanto \.'11 la' ,ociedadc:-, primitivas corno cn la~ sociedades de clases, pro )Illona la principal incilaciul1 IXlla la producción de ,'"ce de'II1c, implicando a plazo (' inelireclanwntc un pro[!n.'so dl' LIÓ'> fuerzas productivas, En bs sociedades Sl'p:mclllarias 111(' el individuo dehe crip:ir por sí mismo su autoridad 11C ¡'">onal. Para ello necesita aCllrnu(:¡r un «fondo de POdl'[">l (Ma IIl(;\,,,ki), es decir, acumular cerdos, «lTlol1edas de conchas" v 111"!ltOS, creando una red de a¡!I"adecidos, una "facción», ¡Il dhlrihuir tales bienes a su alrededor con una ¡zenero<;idad CéI!cU lada, Para demostrar su poder, debe patrucinar emprcsas quc eksb(Jrdcn el estrecho marco de cada comunidad local \' de la l'UIJ101l1í:1 doméstica, A escala de la sociedad aparece como cl I1wdio indispensahle pelra crear formas de or¡.!anil.ación supra 1,), :dt",- Al mismo tiempo, su r,'llombrc se con\'iertc en rel1otrl l' ele' su comunidad, quc se idcntj(ica con él en la medida en qlll' L'! se identifica con ella, PcnJ para rnaI1LL:ner'Sl~ «en el po lkr" L'I hig II/{In dehe mante1ler COtlslantel11cnlc su presión "o· bn ios miembros de su faccion, exigiéndole" cada v,'z mús v el rnOn1l'll[O de correÓ'>ponder!cs. Su en la reciprocidad, en el límite culmina etl el intc:rior \ discutido L'n el su 1")(1\'1" se derrumha implicando la caída del «hombre imror 111 1t'" en bcneficio de un ri\al '6 I ,le' l'sbozo, tomado dc Marshall Sahlin<" del n1CCLlI1ismo ele' qlle ,'¡creen las sockdalks ,'11 qUl' SI' han dcsalT(jllado la prnpic·
\ la produL"c'ilin TTll'l"(,:ln1il No Uhq;lnle, la imaw'n c,.; pl'li
q\il' ~u~jcrc que una __ OL iL'dad l'S un :..tllvto y que su dl'san~()llo
,oial11l"nlc a ~ll YO]Ul1l;,d, En rl'aJ¡d"d la~ no¡ma~ de ,'omport;l'
i""I,c(i\o l' indi\idual que una ,ocil,tI:,,1 !"C'cunol",' lradu(','ll J:; na ta, n'laciOl1l'~ ~ocialcs quIC b eamclcri"/an,' p
;\ ·,tÍ:)
Leslie Whitc: The cvolutu)I1 of cullure, 1949, p, 372, De forma divertida y provocadora, M, Sahlins ve en las soeic:dades de cazadores y recolectores a los verdaderos representantes d,' la "Afflucnl Societv»: TrihesrncrI, 1968, p 79. Vl'a,l' «La PrerTllcre SOCíL'té d'ahondan Cl'", I,es Temps Mudcmes, num, 268, octuhre 191i8, pp, 641-680, '. Cilando precisamente los melanesios, Marx huce en ese mismo sentido obsef\'aciones profundoeí
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\\ S:,hlms "Poo!" l11all, Rie h luan, I3i" iIIan, (,hid: tíe,d l\pl" \\"¡t:ll''-¡;' and Pol\'¡ll.'~ia", L'n COIll/wrarn': SI/I/Jin ill \ Ulld /{I" 1 \.tdllilhTI \', llil111 3. ~lhril ll)h~, pp. 2K)·3U.~. ,~B¡l~ lnal1) dL'~i¡1n:i a JII)' qlll' dl'''>l'lnpc!t(\ un p~q)L't dlrit~l>nic \- CjlH L!U/a Lit: un ('st~ltuto ~u"dicLi:!llo, papel \' l',I,i111IO que ha 'I"\' !lO Inl1 ",du hL'fe'dado' ni pUl'dcn
38
Mal/rice
la
social v del en el seno de - -t-~".itarias que til'nen Illás o menos la forma de tribus'; segmentarias pone de maniriesto un hecho La desigualdad s(ílo se construye en la práctica y sólo se justifica ideológicamente por los scn'icios prestados a
una comlll1iclad, Supone sil'mprc v desarrolla una fOl'ma de des
equilibrio económico entre los individuos :v los ,e:rupos,
librío que se transforma en una ¡-elación social ventajosa tanto
para la comunidad Corno para el individuo que pretende des
empeñar un papel «centra],), La desigualdad social y económica
representa pues, hasta cierto punto, una ventaja para el des
arrollo de la vida social y prácticamente aboca a que los inte
reses de la comunidad se identifiquen real e
con los de determinados indi\'iduos, La desigualdad en este
estadio puede aparecer como una condición normal del desarro
llo social, si no Corno la nor'ma de ese desarrollo,
En su esencia, esta obsen'ación corresponde a la tesis fun damental de Marx en las Fornlel1 y de Eng:cls en el A17!i-Dühri17g, según la cual, «en la base de toda supremacía política estú siem pre el ejercicio de funciones sociales", y aquí nos vemos de nue vo enfrentados al problema del desarrollo de la en las sociedades primitivas, de la aparición de las cIases so ciales y del Estado_ Esta convergencia de Marx y de la ant ropo lop-ía moderna viene a demostmr directamente la actualidad de lo esencial de 10<; análisis de Marx, qlll' fundamenta sus tesis sobre el origen del Estado y' sobre el «modo ck' producción asiütico», PLTO aún es mU\- laqw el camino hasta llegar al Estado, El estadio que acabarnos de describir no conduce a él ni directa ni necesariamente, En otra etapa se llL\'ará a cabo la sustitu
ción de las formas de autoridad pro\'isi
sacia" en la superioridad individual, por ];¡s formas
de autoridad basadas en la sup<'Tioridao permanente «de naci miento» de una minoría,
¿ Cómo v por qué se realiza esta susti t llción ') No conocemos
Ullil rl'spuesta completa y mucho menos definiti\'a a c:s{e pro
blema, que Engcls dejó de lado dccl
/O
3q
dc ,\101'.\' ,
,'.lital io de los cargos" se introducl~ casi l)b\'ianwnlé porqu . . l'1\ c-.te mundo todo procede ck 1TI0t\U na tllral ;; e''''pont Úlll'()} Nos limitaremos a al¡>:t1nélS sugerencias, Las sociL'dades don ek reina una herencia de funciones \' est~,tl1tos no estún todas por el mismo patrón, l\1ortoll Fried <'1 distingue ,'ntre ,'lb" dos p-randcs clases, lns "socied~\Llc" de catq.!orías)} \' las ,uci,~dadc" estratificé\(bs)}, según cxista o no en ellas un control j1(,Jítico real de los homhres v un control m<Ís o menos fuerte de' lo,,., nle?dios dc produccillH, A 10 largo dc esta escala son Imbs las gradaciones, Para ilustrar esto eSC()gl~remos tll'S sociedades dd Pacílico: una melanesia, los Trobriand; las ()lra~ dos polinesias, Tikopia \' Hawai, L\ descripción de la sociedad dl' Trobriaml (!L- Malinowski con! ¡!lúa siendo una obra macst ra de la an tropología moder na, aunque al¡zunas de sus ínkrprctaciones SC~H1 aclualml.'ntc discutidas. Uno de los aspectos más debatidos;O es el ck la na tur,lIcza de los poderes que ejercía elide de Omarakana, po blado que dominaba el distrito de Kiriwina, el más rico de la isb, Malinowski considera a estG personaje como el « chid», el ({jefe supremo» ele Trohriand, sugiriendo de ese modo la l'.,i"kncia de una forma de ¡lobicrno central. Lus mismos malLTiaIL-s de Malino\\'ski parecen sugerir otra , La unidad política de hase de la sociedad es el poblado, Incluso los jefes más poden)sos ejercen su autori dad principalmente ,sobre su poblado V secundariamente sobre su distrito, La comunidad aldeana explota conjuntamente sus hUl'llas, hncc la gUClTé\, celebra las Cl'remollia-; reli¡:!Íosas, cml'xpcd iciones comercí,11cs, Su au tonomÍa política y cco n"llllic\ cs importantc, Está dirigida por el primogénito del sub-clan dominante, El iefe del poblado pUl'dc no ser un hom bre de ¡-~ll1¡:O:o, Pero cuando comhina amhos títulos, su posición es lllucho más fuerte, E ¡cree una c\ctcrrninada autorid,nl sobre ,''''l'k,\nlíDiilu'illg, Gtij,dbo,
J\\¡ixil'O,
p, li3, íttaducrión ele M, S:¡
cri"Ltl11
1,\ íe'eI, Tile ,,,,oluliO/1 oí P"iitic(/! SUele'I\', Ralldol1l llo:\,;c, 1967, 1~2 1'11, Oh'-el "u~e,lll ~\, lo q!ll' bile'c que hay;! que l;lTlle'lHar aún 1; -,u ;)11101 '-,oio ,--'ono/.cl. \ di"'L'uLl \;.\~ tl'~i..; dL' \l:\.i'.\ }. , obrL' I,J 'UHJ,JO il'qdlh,j(')l1 ,hl:\lI\.'o" ~I (1';\\\'S {h' ti car¡l';IlUl'~l que dI...' L'I1;\" Ot'IL'C:'" \;\Itl
\1
]1:\1'\":1',
\1,\\, (,\¡ie1-;m~1tl
dc,1:u:1 iI'¡ qlle' l'I "P:n:nl111\ltH chicl" dc' \blínowski dc lon\e'!'l;r',' en l'l d'illdll\\lI :\1;1J1" lk b :mlropolo,:i:.1, P'1¡J, d,- 1.1 qhL\ dI.' i b\.'iho'l. p. \'1. El "Pii¡do\\,11 ,\LU1" L', un lo:--.íl ,í 1tkrd 1L'.\,'l0I1 flll' uhi,:tu ~k' ~\:-.,pcru" d\,hat\':-, l'otn,,' l¡)~ palL'i)n1úlogos 111\1\
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un distrito, c, (k'l'ir, subre un f!rupo de pODJ~I(I()S que Sl' unir:in al SUYO p~lra la guerra \' para ]a, i!r~lIl(ks ('lT('munias rc'! ,as. Todos los hombrl's de ranp-o se disl rihu\en a lo largo de una jerarquILt encabezada por l'lkfe (k Orn~lrakana. ESle es qUil'11 pOSl'l' las magias m:is pod('ro""s, bs que mandan sobre la Ilu\ia \' el sol. Los hombres ele nmgo lIcYan ornamentos dis tintos, pcro<"l' c1ik r encian sohrl' lodo clt- I~J ¡!l'n!c COJllÚn POr la exi"lL'ncia de tabllL's l'speciaks, CUYO número se 111 U I I a medida que se asciende en la rquía, LIS Pl'l'"OllaS de alto ran,[!O \' los jefes no POSl'l'n
sCllta así, pucs, como el cUI'lat!o «glorilicndo» V glorioso ele
U toda In C I1111llidad, ESla l'\n'¡X'í()n~¡J riqueza sine péll';:¡ proll'O
ver grandes ccremoni;:¡s, \' en general para in un cierto
número de publados en L'I Sl'1l0 de una «ecollomía de distrito».
Pur tanto, el jefe e" el Ínslnlllll?Il!O de una economía rnús \'asta
que la de un poblado y, a (oniori, que la dc las unidade!i do
nlésticas de n'"(){ll"'l'i/u") El fuerza pública para resolver que conlinúan siendo competencia de los lin
f
f
UbcTo<¡ sugiere que el r;¡n!-'o de un lina ic l()c;¡J plIcdc l'UIl siderarsl' COmo el I-csullddo lit' b cOlllhilléICi()n ,ic' tres Ck'1l1l'll tus: al una \'enta ja ccon(¡mica, lo qUl' significa UIl pohlado COIl [0rtílt" ll!!lTtél'i u pélrlil'ubrJlh Ilk bÍln sltuddo pala /;1 lwsca; b) l'I glad
-1
Pienso que eqos Ires factores cumhinados son lus qUé' (L'.. :11;111 ,,\ c:-'!altllo rebti\'() de los d¡Jc'rc:ll!c',~ poblad( \ (le' ¡,I'. ¡11JajeS locales quc los domin:m. Cuando dos IIHIIf'l'n:l' qlll' , l",t
DIOS
4<'
('LJn la sociedad de Trobriand tenemos el ejemplo de una rarquía hereditaria que relaciona diversos linajes y comunida dc's rurales locales sin funcionar como única estructura polilica in lel!radora< El poder de los jefes es el soporte de las relaciones económicas y religiusas que desbordan el marco de las ('omuni dades aldeana;; particulares, sin integrar, no obstante, a éstZls en lllla n'eI económica v ceremonial única que recubra tocla la isla, Los jefes poseen los poderes mágicos más poderosos, que deben poner al sen'icío de sus comunidades. Sus privilegios son, por lan to, el reverso de sus deberes y la recompensa de los ser vicios excepcionales que prestan a sus comunidades a tocio;; los nin'lcs, imaginarios y reales. Trobriand también es el ejemplo más famoso de la importancia y la forma que pueden Zldoptar los intercambios en sociedades primitivas segmentarias. Además del intercambio de collares y brazaletes, las grandes expedicio nes marítimas permitían conseguir materias primas bies, piedras para hachas, cañas, arcilla, etc. La red del inter cambio Kula constituía una vasta asociación política, relacionan do sociedades segmentarias que debían asegurarse el manteni miento regular de un comercio vital sin el apoyo de un gobierno central que garantizara la paz entre los diferentes grupos de cambiqas. Si, en relación con el big man, el jefe de la sociedad de Tro briand dispone por nacimiento de de~echos excepcionales sobre el producto del trabajo y de los intercambios de los miembros de la comunidad, aún no tiene control particular alguno sobre "Véase la hrillante obra de J, Singh Uberol: The Poli/in 01 lile Klda Ríllg, Atl Anah'sis o{ /he Findings o{ Brotlislaw Malirwwski, Uníver SLlv Prcss, Manchcster, 1962. p. 43. 4
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42 ,'I'JI';Wl1iCl/!O
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Illbros de su 1 ",'SíIIOS, etc.
de que goza el
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doble, ,(En
lskra ll~piri1ual y soci<:ll, las desigualdades "C)Jl de natu;
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"uhre todo (h' e' \' su farnili;l ¡',Irt icipan dircclnlllcn/e en la producción, A nÍ\l'l de las Clllpl'e' ',IS comunitarias eksl'lllpeña un papel dirig:entc, pero se le dis pl'll~;l de las tareas más duras. No /ranspor/<:l (',lrg,ls, SU" COSC" VIL!', son recogidas \' ensiladas por los miembros de su cb11, T;llllpOCO puede cocer por sí rnisn10 los a!imentos, En conjunto, /;1" ll'lacioncs económicas son relaciones pcrson;lll's elll re los ¡di\ iduos. El incentÍvo dd bC'ndicio existe. pero l'Sfú stlhordi 11:1l1" al papel social de la acumulación v ulili;:ación de las ri· q!ll'/;lS, Las transaccionc'< económicas. como todas ]¡¡s relacio nl'S sociales, ohedeeen a un «código de reciprocidad.» C{)r¡'¡o en Trobriand, tampoco en este caso exi,tc un no Ct'ntral, aunque b jcrarquí<:l de los jefes sea mús rígilia v en ¡n;¡(lTia de ritos tengan un jefe supremo al frenk, La estructura (It la sociedad tiene, mús pronullciadalllcnte que en TnJIJ1íand 1;1 Illrma de una pirúrnide CUV<:l base cs/ú compllcs!;] por gente ()Illún entre la clla! muchos descienden de jefes. pero nu tienen eSl' e'sl él t llto (alejamiento genealógico en re!ación con la rama Illipal) () lo han perdido, La diferencia esencial con,~íste en la lIP;llición, junto al cOlltrol de la distribución dl' los /,,~, de un control dircclo dc los instrumentos ele producción y elll IIll papel dirigente en las actividadcs productivas a escala co munitaria. No obstante, el jefc no cstú exento de las tareas pro dUl Ilyas materiales, aun cuando asuma su dirección, ror vi contrario, en Hawai 46 los jefes ya no /rahaian. La je social comprende tres niveles: las familias ele los knil,'!Hlo al frente de ellas un jefe supremo de la isla; la capa ele los administradores, en general parientes lejanos del jefe o de los homhres de alto rango en sus localidadcs; finalmcnte la gente común, que constituy'e la masa de la pohlación, formada <'11 su Illayor parte pOI' parientes muy lejanos de los jefcs y de SI] COh01'te, Un número considerahle de tabúes rodean a la per supremo. Un hombre corrienk no pucck locar nin utilizado por el jefe: ni siquiera su sombra debe pro \'l'Clarse sobre la casa o sobre los vestidos del jefe. Adornos es pe, iales v eventualmente un lenguaje especial distinguen al jefe " iIT,'ductiblcs .. ; en vl campo económico
SOIl
:,1<1<),,, En el scno de su lIni(bd dOllll;siica. l'l
"Allali,:c- b ('slnlcUlr;l económica de ehas relaciones sociales se hadan más la SOCil'c!ac! porque mu cuando se ana li/ab;1 "11 con ten ido econórn ico, la L'structllra en pa rt icular la e<,íructllra y
rdacioncs económicas, sobre todo del.;;istcma de control de las de los rl'cursos. A su vez, es/aban ligadas a estas relaciones las activi dad,'s e institllcioTll'S rt'li~!i()sas de la sociedad» ~~, La economía de Tikopi~l, COI1!O la de Trohriancl. no l'S una lT0110nl1;¡ deslI bs is tene ia ~" sino II na l'l'OllOmhl en b q llC la pro y el intercamhio dc hiencs "preciosos)} clc,sel11peña un " . .I-'~ ocupa en la eCOllornía un p<:lpl'l hege mónico, Posec un derecho dc contrul ¡jltimo~ohrl' bs las grandes canOas y los bienes más \'aliosos de su clan, Es su "posesor titulan" y este privilegio estú hasado en el hccllO de que detenta cl control supremo de fa fertilidad de h ¡il'rra y del océano v el) el intermediario privilegiado clltre el Clélll, sus y los dioses. En el proceso de producción toma la eJe las actividades agrícolas v (le: la pesca v asegura la ele las activid;¡dc.~ coopera/' preparación elel sagú, etc. ControJ<:l la correcta ma\'()r p;¡rte de los recursos naturales esenciales, í\SCglll"(l su COIlSéT\'ación tabúcs que los prcscn an dcl consumo para el futuro en previsión dc fíes lvéndoles para que con5 f canoas de m<:lr y las ¡:rrandes redes ele pL'sca, lIna gran canti(bd de hienes y estimula su acumulación grandes ceremonias que inkf!Tan la sociedad a un nivel mucho más amplio que el clan. Tiene dere eho a la mateTínl de Jos miembros ele Sil cJau, pero no puede sanción material contra quienes rehúsan presfarle est;:¡ dos c;:¡sos, H,'curTe a la Arbitra las diferencias v. en dCflTIIIlT1a fUt:rza con la m·1J(Je. de
¡
I
H'c, lile Tik()['ia, Alkn ami l'llwin, 193IJ, Pnílogo
tl!l'ionc,,," I'l a la Sí'gunua cdíciol1, 1965. p, Xl Las aCli\'iuac!e\ hall sido ;¡nc'¡í7ad"s c'll 19.¡0 l'll TIi" IIDrk o/ !lte Insti ill Tikol'ia, Alhlo!1c Prl"is, 1%7, Gutis ~, j)ri,ui¡il'< jJulYl1e.\/an F('OIlUJJ1Y, (!/l. cir., p 17,
contra los autores ele dl'li!os g:l';ncs, lo,s
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de M, Sahlins: Sueial S/ra/il¡ea/iun
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Polyne·
44 1..
de Jos restantes hombres
rrientes se <.;vitan CSCTUpu
mente de la divinidad \' ¡iVlle
- , ~. ' H U ' • ""UllIO \. la muer(c de lo" mÍl'rl1 bros de la l1oblew, El jefe supremo COl1fru!a d u<,o de la ¡ dd mar y de las aguas dedicadas al riego, El conse!"';a el uso de su parcela, Pero puede ser si rehúsa CuT.! r ¡huir a los trabajos cok'cth'os o pared" de iurma inlf'lroducti\a, Las rcdisl son redistnbuciones del control de los grupos CO"orle di..' un jde con motivo de su ascensión al poder o des pués de Una guerra, Esta cohorte constituye una especie de «bu rocracia prírni tiva", que Supervisa la producción de unidades domésticas "ituadas bajo su control.
Los recursos necesarios para las grandes empresas comuni tarias, trabajos y ceremunias, se recaudan entre la masa de la población y van a parar a las manos de los ,jefes del alto rango, que los redistribuyen, La utilización de los recursos naturales está regulada por tabúes para permitir su conservación yacumu lación, El jefe supremo dispone de una fuerza de coerción para castigar a aquellos que infringen sus derechos, variando el cas tigo can el estatuto del culpable, La voluntad del jefe constituye, en definitiva, la ley suprema, El asesinato, las revucltas, las emigraciones limitan la tiranía del poder :v de sus servidores Y hacen alternar los períodos de descentralización y de centra lización en la historia política de Hawai, Una estructura análoga existe en Tonga, Samoa y Tahití, donde, no obstante, el regadío tiene poca importancia, El cambio, en relación Con Trobriand Y Tikopia, es considerable, a pesar de los numerosos elementos comunes, La tierra y Jos factores de producción ya no son pro piedad total de los productores directos, Estos últimos deben producir un excedente utilizado parcialmente en empresas de interés colectivo que, en definitiva, superan las posibilidades de las comunidades locales. El excedente movilizado en determina das ocasiones ceremoniales adquiere proporciones considera bles, Se citan las cifras de 40,000 cerdos y 20,000 calabazas tro picales, La aristocracia está ya totalmente desligada de la pro ducción material. Se constituye una división de clases sobre la base de la apropiación del excedente de trabajo de las comuni dades locales y de un control desigual de los factores de pro ducción, Existe un gobierno central. También se da una de las características esenciales del Estado, el derecho de recaudar el trabajo excedente de la gente común, pero este Estado perma
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emhri()nario L'n la !1ll'dida, al )XII\.'l"'1', ,'11 qUe' ~Iún una \'L'1d:Hll'I:\ t'u'_'17a púhlil;:\ \ b 1 ILTri ;1 de b pobbcion l'~tú poco dl'~aITuliad;:I, Eqa di\'i~í('lll :'>0 ,'1\ "í I1I1;;ma, no es diseul ida por b pllhL\"Í('ll1 I.~¡, I'L'\'lll'!t;:¡S lit. l\l'11 por ohil'to ,¡holirl,\, "jll() rl'LÍucirb a límites lll;:i" S¡J, ¡,:hk,,"7 Lks· Para encuntrar una esll'lIctUI';:\ l.k E~L\du ha ¡,:lbd,1 1mbr[¿1 que aJxllldonar el úrl'él pulinesia \' ,Id loS E"lal!os tradiciunaks afril:,\llos o hacia Ills L.;taL!os e Illlpl:¡ ios de la América prl'colurnhina, Sin entnl\' l:n dewlles, se I1dklll()S que en esas sociedades la ]1obl,lción está di\idida ac1 11l'llliQrativ<\I\lente \' que la autoridad central es cfectiva a rcl\~':-' de' sus subordillados territoriales, nomhrados o, en n¡L\\'ur hereditarios "'J, El Estado dispone de lIna fuer !d PUDllCé\ ven todas partes ¡loza cid privilcgiu (k' recaudar im P¡!l".[O:" tantu en trabajo como en l'spcci\.', lo que sc considera l"llll) uno de sus atrihutos esenciales, Los grupos locales oqw n¡/:¡dos según las relaciones de parl'n\eSCo han perdido en e'¡ ('(lIIlrol de la tierra, En Hlklank el Estado puede {¡I',' -,\1 ocupación y su uso, En el plano económico y ,,1 E~lado organiza actividades a un ni\'el inaccesihle a los gru r"~ locales, pero e<.,(os últimos cuntinúan g.aranti/,ando una pnJ' Íl'"iún \' una cooplTación entre sus miembros, L
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se cun lu.., seres ILlrak.., '\\ de los que tar de la n:lciol1, En Arríca existía ~l \e'Cl'" un clero En los el (",1S0 estaba del que desbordan --te resulta difícil separar, las funciones políticas de las funciones r¡tunles o religiosas, Así, en las sociedades af¡-icanas se puede ari rmar que el rey e'S el de lo ejecutivo, el legislador, el juez SUpremo, d coman dante en jefe del l'jército, el jefe de Jos sacerdotes o el maestro supn-'lllO del rillléll, e inclu!-'o l'l "capitali..,ta" principal del de la comunidad. Pero seria erróneo imaginarlo com en sí mismo un gran número de cargos separados y distintos Sólo tiene un cargo, el de rey. Los deberes y activida des diferentes, los derechos, las pcrrogativas y se !íg;¡n a él forman un toelo unido» 51 que Tal vez esta fusión ele funCiones y dc m la persona de Un solo hombre no podía los occidentales más que COmo la señal co" que sólo conoCÍa la ley de la
en a los ojos de "despó!i
del s() pues, un Estado encarnado por Un soberano nobles domina una población casi siem organizada en comull idadcs en CU\O sellO ias de parentesco aún dcsempeiian un papd esencial. Esta población debe al Estado una parte de su trabajo v de su producción. Este eXcedente se des! por una parte, al Consu mo de la clase dirigente, consumo que adopta aCusadas formas 247.
por Ma\'lT Fürtes \'
"Rdle.xions sur le laÍI Tll
a!ricnins, Balanc!i,',-: C"/¡iCTS
: Frie \Vol I e'l) Pell\Wlh. 19M, p, 10. Ile,:;) Íl)dllSO ;1 l'snihir: fa p1':>' duccÍ<Ín de un fondo dc renla e's lo que dislinguc de forma crítila al c¡mpcsino lit:! simple nllli\ador." Comparar cun la carla de' fklThl"in (kl 9 (le- ;)1'1"10 (h' 1881: "De ll11l'\'() Sl' II':I[;¡ dl' Lt ria de 1:1' n;¡l'íOlll'S CllllPl"sín;,¡s, Dl''tle lrlan(h !lasla Rusia l1 .\k no1' ;¡ L íplu. l'n un;¡ nacion campC,in;1 el lampl'sino sólo l'"iSIl- p;na Sl'r cxplo!;ld" A.. ¡ suenlc de'sdv d Esl:\do ;hirio \' plT ..;\.,. La l'XiSlcl1cía L'q;¡ rc'lacílJíl lundalllCIl!;tl U)IJlLlllíd;,d l'llral'¡:sfado qUl' la ':"plula, con de'na ;¡ un ll) lipo cÍl' etnología () dv sOli"l"gía rural que c',llltlJan ;¡ la,.. comuII,d;llk, l11Unuo l'''tcríoL nlr;lks UJlllO l11ín
D
de :'v!iln \
¡;i'II,WlliCll!O
"tln!ll~lrjlls )', por otra parte,,, empresas de ¡nlen:s COkcliyo real La l'schnitud L'xic,tl', pero tan sulo ciL'SL'I1l1')c'l1a un secundario en 13 producción ", Eslos pocos ejemplos bastan pa¡'~\ n-'Gde é\!' la di\l'i'sidad \' l()ll1pkjíclad del (ksurrollo de la eks¡!1ualdau l'n el s,'lm de b" ,sociedades primithas, Estas últimas, hay que I'epetillo, SOlI t:\l1 diH'r",as corno las sociedades de clases. (¡,líricar de exutTiul1(.'s en la h,'rlninu1ogia dc 1!'IlJ("ld¡/¡{ tradi,ion¿11 andin¿1 (uando la (',,['un;¡ l'1"bolo un ,í,te, lit. :--l'ITiciu:-. L'n 1rahaiu, la;.. ohligaciont's l"t'L'lP¡ oca", de L¡ uHnunid~\d \ IOlnpn'ndida, pur todo, Slrlie'ron ck l/l(Jddo .. l'll "Oll llll'.l St! UI... -lun')" S \',<'1 t'I11.\ fl{ !'o!iricQI Control alld BllfC(11.!Cra{ y, l'Il
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parl:IllL','ieo,
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Sé
conSlrll\Cn, al mal¡':l'1l
rebcinnp~ sociales de llUC\O
de
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de
las leseo o IZlIl1bic'n oponerse de nu('\,o en el seno de
con
a ellas,
4," ¿Cómo surge, de b rcdis (ribución del producto social, el ('on1 rol de los factores de producción? Estos probkmas han recibido va múl par ciales que no vamos ahora a analizar no obs [antL', que esas respuestas \'(Tifican tesis CenImi de J\¡bn, a saber: qUe la deSigualdad social pro tC:ge los eJe las comunidades pril1liti\'r¡s v const del rrogreso dé estas últimas, en cierto modo él lTtolnZlr tales de Mar\ v, pan t l', modo asió! ico)', ,:Hasta es te concl'p I o "eT sac:ldo del pa ,~ado \' "pucsto en icnlo)) de nue\o por la e'icncia mo derna J La fórrnu concept.o \'Iulesicndo cm
(':-:lé
mcrosos ,ILllores no marxistas , que lo han de las ohras ck K, Vvi llfo2l' 1, cariGl i llrí/ado \'
Para
este último, el {(Tllodo ele producción asi:;1 iL()))
ll:ll'C en I,IS so
cÍl'lJaUc."> «hiclr{lulica,;», Cuando l'\isic CIl SOL'
llO hidr{¡uli eas es porque elebe haDcl sido lomadu dc ()
pUl' Una ,,;oclcdacl hidr:íulica, l,a tc">is lle: Mar\ \ de
es I1lU\ el i le I,'Il/l', La" <.>:r;IlIl!c,,> ubl prodllel hiélrüuIÍc;¡" "l', l' Illlpr(Jduu¡\Zl,,> no ,">(Jll Ill:h quc 111/(/ de' I,¡-, o liL' olra el:. Plhiblc'", bases
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j'.) 1;'
de: E"tado qUe' d ele producción \' de de bs sociedades ,sin cla"cs v lTbcilll1L''i de \' (k dominación nucvas qUe' hacen ele- élb UlW sociedad de cla s,.'>, El nl1oclo ele producción <1si:11ico» expresa, por consil!uiell te, haio ll1U1 forma cspccific(/, b con! raclicción del ¡1:1S0 de bs <';ílciL'dadcs sin clases a las Socil'daclL's de clases, \' esla I ¡(bd consiste en el l1l'cho de que la c"plotaciún de las clases Se' ¡-""liza r¡ trm'és dt: formas comunitarias ele propie'(].:Ic\ y de dé la tierra, Por l\)n~ip:lIil,'n(c, no e'," la t'\¡slcnci;¡ (k :.:\'~.ndc's obras PO!' U11 podl.'r CL'1l1ral lo qUe' harú qUe' una Ih'l,;\ ;11 ¡)Jodo ek producción ;¡si{ltíUj), ,sinu h1 c'\i"kllcia de l()¡11l!1lid,lCics que po<.,cén olL;cti':1mél1le' los ll1L'díos de
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\:~lnak",
.so .Hlll/rice
ciun c<,c'nciaks, CUYO control último se enCllentra en Estado,
m~lllOS
¡',1IUiCIlIU
del
lnwntc se comprende que, de acuerdo con est" definí. cÍtín, el conccpto (k «modo de producci(in ,,<,i<.itico» pan,:cL' te Tll'r un carnpo de aplicación, en el espaciu v en el tiempo, mucho mú" \a"to dL' lo que pudieron prcH.'I' "'Iarx ,\' Engds ,y que, debido" ello, el aclie!;\'{, ""si~ític(J}) en modo ;:Ilgullo resulta Parece puede aplicarse a alf'11n()<,; reinos tradi. en con no existían grandes había un comercio in. de productos controlado pOI' ser qlliz<.ís el caso de ios
Ínsula indoch ina, que cont rol¡:¡ban las rutas
la India \' China 61.
A b vista de cllo (:hav que \ohcr en la actualidad a M"rx y pener de nuc\"o en nlélrcha un concepto elaborado 1.'11 1858? a retolllar el concepto tal v como Marx de sus partes caducas y lo en un concepto nucyO sobre la base de los co nocimientos v los problemas de nuestra
¿Cuüks son esas partes caducas?
En nril11cr lugar, la noción de
Este no pertenece a la ciencia un poder tantu rnús oprcsi\'o se ellca rila en
tiranía insoportable, NiI1PllIl:¡ oprl'sión de sus súbJitos era per.
\' "':'Sl' d Iwll" :m;, lisis (lc-l Tíh"t 1radicioll,l! en Cal"l;íscO: LWH! (/)uZ PolI( I ill fih<'l, SCilttk, PI', 207, 11-i , "'(o éxiste sej),lración :.tl guna C'IHrl' 1'1 pod'T L'COllt;11lic'o \' l'l pode'! político, Ll;, mísm,-"
ll),~\),
Cjlh' l01111
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la tl"IT~1 l'()I1II,d~l!l
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L'I
F'!;ldo;
Eq;¡clo, \' vi Eq;¡do, e;' lkv;\" 'l! I'l'1'1.1\;1I ('n bnlo qUl' ,"'Uj)O, po, 1,1 til'll", La d(llíllll"C\()1l l'okelll:l ,le- I;¡ , ,upl'liol' l"KII','ntra 'u
,\1111 l'l
':'PIl';U" ]10!Jllea t'lí l') podl'! dl'
l¡¡eI" b:--lI\'O:--.}" ¡i"na \
~úhdi!o . .
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.........
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:lh',,,lut,, ,kl 11:\1:11 I ;llll,I, l'lí "1 plupil'c!"d lÍ,' ¡,,,lo d pueblu l'11 :Clnto ljlll'
Ie\ "'¡Ihordínací'j¡¡
\·l·~I"l', ,....,oh¡-v lo..., Ec...t~ld\l" "h~1l ti", Hi¡ Jll,lJlI¡l, li( !I¡,d¡!rllld }JI/lino., l'í,'~, PI', 239-251. [l'"el¡ r dl'lllbk
\1...
Ii,
\lUI.\
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J"lll.;,'ll
51
El l¡ldo mús mara\i\lu"o lk 1;1 ci\ iliZllCiun inca, aplntc "i"L'ma pulítico en fue su k~bbcí(JIl socia]", Para 1, [budin, «c'l imperi() l()cid/sra» cle' los inLa~ l'la qln jordul (le' hombres felices)) construido sobrL' "L'l eclipse del lIdí\'iduo» t2. Estos juicillS nos cnselian poco sobre los inca, y ¡1\\lcho sobre sus autores, pero no tencmos por qllí':' uculta¡' qUl' \tl!'\. \' Eng"l."- habrían e<,tado, !XI\'éHlúiic\ll1ente, mucho mús cer l:1 dc L. Baudin que de R, Karst,'I1, , ponjlll' expresa Pero esta paraclola no cs más que
,Ttamente otra de las partes caducas de las tesis de Marx y en 1881, de que , es decir, la idea, modíri,'ada sin estancamiento :v mise l'l modo de nl-ot!ucción asiático
rí,\ milcnal'ios, cntr:lda inacah:\c\a e11 la «ci,itizaciól1}), inacahada
l ' íllL'll1S0 nos atIT\"críamos a decir. eH parte, fracasada. Cierta,
llll'tlil', cn 1881 la comunidaü rural, b:\sL' del c!csDotisl11o orien
tah" aparecía bajo una nue\'a luz, dinúmica. re.Íun'nccida, pero
l'! peso de tos textos anterio¡-cs predomina sobre este nuevo pun
to de \ista, que no fUl' desarrollado, Ahora bicn, la llloderna (" ha demostrado suficienteHlcnte que no cs la «civili· ¡:lci(JIl» 10 que nació en Grecia, sino su!amc'nlc el Occidente, una de' sus formas particulares que finalmente acabaría por domi n~lrlLl, Desdc' el punto de "ista de la dinúmica de las fuerzas , la aparición del Estado y Lit: las sociedades de cla ses que Marx v Engcls clasificaban en el modo de testimonia, por el contrario, un gi~antesco progreso fUerZL\S producti\"as. Si el Egiptu faraónico, Mesopotamia, pertenecen al «modo de producción éste corrcsponde a los tiempos en que el humbre se desliga local, pero definiti\amcnte, de la economía ele- la ocupación de la tierra, in\'enta nuevas formas de cÍ¡'H], perfecciona la agricultura, la ganadería, la ill\'(,'nta d' cúlculo, la escritura, el comercio, la moneda, el dcre ch(), nue\"Lls religiones, etc. Por tallto, en sus formas ri~\" el «modo (le producción asiático)} si¡mificaría, no el es !;Ulc,lllliento, sino el mayur progreso ¡k las fuerzas produeti\as l,'~rli/ado sobre la basc~ dI.' las :ínti[!ua~ [()rtn~l" comunitarias de pi Odllcción, 1\0 ohstante. la tesis dc Marx pare'ee consenar una cierta \;tllck'z p,\ra épuc
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Ll'deh: !'(jj¡,"l',¡f SI \, l'n vllo"- una l\<..;tn.1C~
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el d,'bate lc'orico no esUí ,¡/ll. Nace del 1l<,~dlO de que
cion asi,ltiuJl> ddw implicar lI('c'('sari(/JIIl'lIt(' un l'sl;\llG¡llliento milenario. AllOr;¡ biéJl, l'l !1lodo de rroducciull 'l.siútico». l'01110 lodo modo de producción, puede l'\'olucillllélr dé ¡'{/rias maneras,
\' esla evolución depende no sólo dc su ('str/lClllra interna, sino íambién del medio histórico. 1.;:¡ cstnle/u]';:¡ inícrna dd «modo de pruducciór!l) ¡¡siútico combin;:¡ l'síl'L1ctums comunitarias y l'S tructuras dc clases. El «modo de rro(]ucci(Jn" ;¡Si.:ilÍco !lO 1la c\'oluciol1<1r, tnlllsforrnal'se :v a "CCl'S desaparecer más que en la medida en que hls rl'lacioncs cOl11unitarias dc produc ción y de propiedad fucl'On dcslruidas \' sllstiluidas pOI' diver sas fornms de propiedad pri\'aela. En la l1Icditln en que 110 se dcs¡¡rrolb un proceso de este I ipo, el «lllodo de producción ilsiá tico» se pctril'ica, implicando un hundimiclllo, Ull rc!aii,'o l'stéln ('amiellto de la sociedad, Posiblemcnte la prillllTa \ ía fue b de Chilla \' Japón bajo f()rrJlél.~ .\ l'f1 época~ 111m' dilcTClllCS, (luidlS que COI1 el des;Il'l'ollo ck la propicdnd personal, selio formas del modo de a fonnns Jl1ÚS o menos w¡mogns a fcudales europens "', aunque el papel del Eslndo ,ser Inl que. en estos casos, CS;]s efClld~didades» conSC¡TCn ciertos caracteres p1'opios del modo de la segunda da, la de J::¡ ¡'\'olución ,denta», en nurncro"os casos t,111tO mj~ lidad dl'l Eslado (It' imponer trihutos l']] t rab,l jo, CIJ eS¡K'C1C a
/as COlllUllidades podía frclwr la ¡r,lllsfonnación de LIs ((-cnieas
\' l'l des,llTollo de los illtel'Calllbios; en es1t U¡"", \' ,solo l'll l'sle
(,¡SO, lo tesis de Marx qUl'daría p<\l'cialll11'lltl' ('011 I jl'lllnda, Por
otra parle, nueden haber existido Olms da.~ de l'\OIUCj(Jll, por
. \" ro..:, (¡-;I1)dru.'1 !l}~j~:¡,!r;th_"" lk' J \1.'1'(IJldf11 "qbl\> l;¡ c¡l'nc¡~1 \ la _'iocic'd;td l'11111:1", qlll' dl'nl!h>_""lr~tll L! .",¡qk'rio¡-iddd d,,¡ dl"'dJTUfju la ci,'n \';,'
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'" Vc'asc M. Godclicr: Rationalité el írrationalité en économíe, 1966, págínas 90-98 y 229.231. (Existe una versión castellana publicada por Si glo XXI Editores, Mc'xico, 1967,)
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l i¡la" ~d hUlld i mil'll(U de' las l'COllUlllÜ1S la que I~l Grecia arcaica, ,\~í puco" la cllcstion n() es(~¡ ,'11 una ,( \ udu a ,\lal''\», pl!l'~t() l/lIc' ~ería l'l'12Tl'sar ~l un l',lado Slil)('}o¡jo de.' la ill!OJ'1l1dCion ci,'n' :1 l,',]. La clll'slión. para un mar,ista, cUllsisle en ínn'lIlar los ,1l1¡cl'plus teóricos que.' ilüonne.'flsobre la Ilr[¡CI ica (cil'ntlrica ti .11;1) de.' su til'lllPO v que. ~icrnpr,' que SC¿l heredados de Marx, Sólo a este 1\I~loríc(J, el1 tanto que concepción gCll, T al dl'i [ill l'[)Il\'Crtirse en un cuerpo cClTndo de por lanlo, cksembaraznclo de sus parlL's caducas, cunfron I,¡do con /Oda la información disponible de nul'S tro t ¡cm po y por un análisis teórico nUl"'O (le' bs estructura;; de de las estrtlCtUl'as rdígiosas, económicas, en Ins so' sin clases o en las sociedades cstataks pl'imíti\'3s, el ['ulll'epto de «lllodo de producción asÍ{lticu)) o un concl.'pto equi' \~¡Jente, más exactamente denominado, puede y debe scr' « pues lo en rráctica» rOl' la ciencia modérna. PlTO no solamente se trata de añadir un nuevo concepto a 011'0; se trata de una nueva forma de plantear los problemas. H~lV que tomar el problema del origen de las clases por los dos extremos, por el lado de las sociedades sin clases dominadas por las relaciones de parentesco (antropología), y por el lado de las primeras formas de las sociedades de clases (arqueología, histo ria). Dar cuenta dI:: la historia consiste tanto en realizar el aná lisis de sociedades Y épocas particulares, como én construir y elaborar la teoría de las relaciones sociales, dI:: su evoluCÍón, la teoría de las relaciones de parentesco, de la religión, de las for mas del poder, etc. La ciencia histórica moviliza y unifica todas las cienCÍas humanas, A este precio puede descubrir la lógica escondida de I::structuras sociales y comportamientos que pare cen a primera vista extraños o absurdos cuando pertenecen a sociedades arcaicas o no occidentales. Tal proceso impugna a la vez el positivismo, que influye en numerosos historiadores mar xí"tas, y el evolucionismo estrecho del siglo XIX. Toda discusión sobre el «modo de producción asiático» con pues, más allá, hacía la constitución de una teoría com ele las estructuras sociales y a la construcción de un es quema multilincal de evolución de las sociedades 66, Y, en este proceso, el marxismo puede y debe dcsempeñar un papel esen
ni) e,,[ri!Ja ,'Il ll,'2:11' !;l taldad \' la len IJlucI lkl lk~dr]'()l¡u d\' l1llllll'!l)',:¡, S\\Cil'd;](lL', de' da~,'S llo l;cl'ic!clll,dl", PlTO t:lIlllJi';n iJa\ t¡LIL' Ilcoldar qlll' ,¡/['unas de elI;]s, como China, l'stabé¡ll, lJa.'/a l'Omil'l)zUS dl'l \\f, más ;l\;lllz¡]cbs q lIl' la suciedad OCcidel1 Ud, La !'llpl Ul',j, la solu Sl' pl'uduÍl'rOll t'()j] el <.k"'11rollo cid capilaJislllo ,.'\Jo obs n
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pero ,~óJ() c'n l;¡ Illl,tlida dice en el aniÍlisis d..: ::.us prupi()~ pn Ahora q Lll' profun_ d PI-in cipío l'''c'!1li;¡1 dc'! marxi~ll1o COIhi"k VIl la ksi.s dl'
lil soei;:¡] til'l1l' sus fundaml'lllo') últimos en d )ll(J(lo dc'
de la \ida l11atlTi;:¡1.
éSe puede mmJ1CI1L'r esta ksis cuando YL'ITIOS que las l1es de parentesco en bs pri 111 í t ¡vas el UUl' comprender al mis parl'l1lL'SCO en el sellO de las J " ¡"'"FU ({t:lcr/nillullle, en última cia. de b l'Conornía? y, de l11éllwrn gl'l1l'lal. (:0)1110 compl'l'llder el papd dominant..: de una cstructura en un tipo ¡nado ti e socil'da(P Marx. desde las ragmas de El Capilul, h¿lbía aludido al pro al responder a uno de sus cdticos: él, mi tesis segl:m la cual el régilllc'l1 de vi¡lente en una éroca dada v las relaciones de producción pro de este n5girncn, en una ralabra "la estructura econ
otra el catolicismo es precisamenlL' el modo como una y otra
se ganaban la vida. Por 10 demás, no hace falta ser muy versado
en la historia de la república romana para saber que su historia
secreta la forma la historia de la propiedad territorial. Ya Don Oui¡ote pagó caro el error de creer que: la caballería andante era una institución compatible Con toclas las de la sociedad» , económicas El crror ele Pilrtida que considerar economía y parentesco cn las Corno dos es t ruc ¡ Liras ex (('riores In una ti Ca/Ji/aL líhr() L lomo J,
...
46,
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1,( infrac,>tructllra \' la SUpcl\:slruclura. En rc;:Jlilbd, d l'cono fúciJl11cnte las fuerzas pruducti\~ls de estas so ele.), pero no poddl «::IIS l;¡r» relaciones de producclOn
no se » La como una relación exlerna, sino como una relación inierna, sin qUl' las relaciones económicas entre parientes se confundan por cito con sus relaciones políticas, sexuales, ctc. La Il/Jidad de fun l iones no implica su c011fusión- Al mismo tiempo, c'sta lbd de funciones del parentesco se ha hecho necesaria por la las fuerzas produc(ivas, su débil nivel de la división sexlw\ del trabajo y la coope
el. l.cl\-¡,S¡ r;Il1';~: nll .1
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1/1/<'1 Wi.t ('['lid res, P\on, ¡ 967, pp, 07, ¡ n, 114, Ha\- lrauucc'¡(m ca~ll'llana c'n Fondo lle CL1ltura Económica. México,
)
D,' ahí prO\'íl'nC el error de los antropólogos qu<.: dan prioridad a lunc'ioll simbólica del p;¡rcntl~SC() la tral;m como pum lenguaje. Y 'C1lnhicll l'l errur upuc,to de quic:nc~ ddiJ\ir el conlc'iudo ~usfuncionl's l'conümicas, políticas tcli¡riu.sas, V0i:\S,; M, slruClun: el cuntradiction dans l.e Ca¡Jiw! ck Marx'>, nmÍc'lllbrc' 1966, pp, 818,864, (Vc'ase' la [l'aducción l,hklbna l",tC' artkulo en "Pl'ohkmas de:! l',tructur~,:ismo", SIglo xxr L;'I')r,'" , PI', 50-9,,,>
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lO de ;\lar'\ y
Hauricl! Gmlelier
re"clan el contenido objetl\'o e raclOn de los indi\'iduos de ;:¡mbos SL"WS p;:¡ra subsisl.Íl' \ repro de las socie di ducir sus condiciones de l'xislcnci;:¡ 7", Sobl'\: estas b~l"es deben analizar<,e las complej<.ls razonl'S de b aparicion ck; Ids relacio (Lides conS1SlL', pues, en construir al mismo nes de parentesco unilateraks, bilinca!cs, etc ,'IL'lliil'ica clel parentescO. dc la política, ck b Explic;¡r la l'\'uluci()n de las sociccbdcs L'"I~¡r clispuesio a reconocer quc en . b aparición de nUL'\';'¡S ¡IlCO!1 , ,'I parentcsco es la economía -o que la m;:¡lltenimicnto de las antiguas estructuras sociaks, n,il' directamente como relaciones de ma del paso a las sociedades de clases \' al Estado se reduce, nos facultan para eliminar el mito de un pucs, a saber en qué condiciones las relaciones dc parentesco 11llmanidad en el que los hombres habrían vivido o n'laciones de parentesco () sin del ('eswl de desell1f!e/lar el papel dOl1líl/{wte, de unificar toda'i las II "o!anlente habrían intentado subsistir sin tener t
funciones de la vida social. íll\'L'l1iar productos de lujo, como serían la religión, el
Puede suponerse que la aparición ck nuevas formas de pro kSCO, etc. Desde que la humanidad existe, existen los
ducción modifica la residencia, la demografía, la importancia U111 un contenido v una forma determinados, y la historia no
rdat iya de los sexos y exige nue\'as relaciones de producción, ce'" olra cosa que la historia de sus Ifall t"v""u';()JII'S. En esh~
nueyas formas de autoriclud. Más allú de un determinado limite, SL'lllido, Marx tenía razón al eliminar los las relaciones de parentesco dejan de corresponder a esas nue sino que no era la
vas condiciones socÜlles, Evolucionan hasta que, al margen del de producción
parentesco, se construyen nuevas relaciones sociales que, a la larga, cOl11enzarún a desempeñar el papel dominante, que era Sil separación. Para que sólo sean «superestructura», para que las relacio el de las relaciones de parentesco. Estas últimas se orientarán neS de parentesco «se especialicen», para que no sean mús que hacia un papel diferente, secundario, y las nuevas relacione~ una relación social que garanticc la reproducción de la especie sociales cargadas de nuevas funciones ocuparán el lugar central hUl1\al1a Y conserve un ospccto económico sin intervenir direc dejado libre, Nuevas relaciones políticas, un poder tribal cen ¡(l/l/ente en la producción, eS preciso que se den condiciones t ralizado, aparecen en determinadas sociedades dando la im hi"lóricas muy particulares 72. presión de prolongar el parentesco, de salir de él y de oponerse Lo mismo se requiere para que la religión no sea va mús que a él. Sin embargo, no es el parentesco el que se transforma asunto personal. concepción no cientifica cid mundo, misteriosamente en relaciones políticas. Es la función política que evitar proyectar sobre cualquier sociedad esaS cate modernas que corresponden a relaciones sociales l~spe presente en las antiguas relaciones de parentesco la que se des arrolla sobre la base de nuevos problemas. icas, Resulta obvio afirrnar que únicamente tales análisis pue ckl1 resolver las dificultades que encuentra d desarrollo eco El estudio científico de la evolución de las estructuras socia !l(ll11icll y político cn las sociedades donde las relaciones de les (parentesco, política, religión, economía, etc,), no es, por la religión (islamismo, hinduismo, budismo), las for consiguiente, mús que el estudio de las funciones, de las for nEIS de poder (monarquía, ide de tribus, ctc.) tienen un contemas, de la importancia, dd lugar que ocupa cada una de estas estructuras según los tipos de formación económica y social y Sobre el rango y la l!"I.'V' ,
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7. el. Lévi-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco, ed, cit" página 75.
represcl1t~lción
(,)le"'. \1:1,11 id, \q~2, p, 28, n ,\kl',1l1i,m 's ,\u l'l de' l':ld;¡Platio c el suci,:/(', \1ULlIOn, p,
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L\ A!\íTROPOLOGIA ECONOl\lICA ['
que en las sociedades oecidcn tale;; capí talistas v fracasos de algunas elllplcsa" de desarrollo /aÚlla est~í¡¡ ahí p,¡ra lTcord::lrlo y no se deDen a la « )} elel comport
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purificado de todo debe dí tanto las revoluciones cien líficas corno las revol uc iones
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económica es un campo de
que se encucnt ra actual mente en pleno desarro 1:" \ t,unbiL'Il, en cierto modo, en plena crisis. De este desarrollo
\' tic' esta crisis da testinlonio la di\'cl'síclad de ::t1gunos títulos
¡"Incldos al azar entre bs publicaciones mús recientes, publica
el 'iJ,'S que dependen a Sil vez de prúcticas teóricas difL'rentes,
l 1 I1 pi ¡lile!' luVnr, se l'neUe'lltrm¡ J1H)1\0h,raflas COlllO la dcdiclda ('11 1970 por Harold Schncíder a la economía de una tribu de '!,,!v;tllia: ].)s wahí wanvaturu, a la qUl' sct'uín, el mismo cll1ü, ,'! (".,¡udio de Pl'lcr Rígh,\', dedicado al an:disis de las relaciones ,'Idr,' la economía scmi·pastünd y !as formas de parentesco Y ,H Ililación social de los gogo, otra tribu de Tanzania. Junto l'st:.IS rnüllog raf í:1s, otras obras lTyclan la cxisil'ncia de ín\'es rativas intcrdiscíplinarias Y cokcti\'<1s, ,¡hor de vasto alcance para la ap1n\l)olo12ía, El! 1968,
,111! !"()PUJugll-",'
Ilil,',1 ro ('ol1ucimiéntu de las socie'dades de 1,", cJ11L'
sub:"istcn a trmés del mundo
¡tIl'
l"l'!1o\'ado por los
('S
11dios publicados en Mall, file 'WlltCl", editados POI- Richard Lec
llJ71, lus conocimic'nlos relativos a las fo¡- ('O!lllTCio ]1rc-colonial en Africa Occilkntal v sus UallS 1',' !ll,ICiol1c's b:ljo el imp<1Cto de la trala de escla\'os v la colo III/:.t<: ¡UI], ~l sí COlllO del desa 1'1'0110 del llc"ll':lhllll i!?Jlall!1l'nte rCllo\'ados por los ¡¡Il 111Il'í()!lal. Flllallne'nle, a un tc'ITer nivcl !lOS eJl\.:ontranIOS I,hra,> vpiSkP10!tl!-'iuIS que dcficnde'l1 distinlils tesis sobl-e ÍII rUI!II'ak'¡;¡ \' lo,> 1tI1liil's del campo de ill\estigacíón de la ;:111 'pIJ!' L'C'()ll"míGI. Tl'l'S c(JITil'nkS Se' c'n! rentan: b escuela dl,I
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60 Maurice Goc!clier
económica 61 r,; 11 miqlle, de M. Goclelier (1965), Le " " U , l t , ) l f l e ae¡'ant les sociétés «No existen ni técnicas ni objetos económicos especí de' Ernrnanuel Terrav 0%9), v por StOl1c-Ar;c Eco fi,,)s. Vnicamente la relación entre fines y medios es lo eco de MarshalJ Sahlins (Aldine, 1972). Las polémicas se refieren a dos problemas. En primer lugar, a la naturaleza de n,nnico ... Si todo comportamiento que implique una "asigna lo económico -reproduciendo la controversia, en el seno de la l'j,)n" de medios es económico, entonces la relación ele una ma antropología, las discusiones que reinan desde hace un siglo elre con su hijo de pecho es una relación tan económica o, me entre los economistas_, 1/, seguidamente, a la naturaleza de la jor dicho, presenta un aspecto tan económico como la relación antropología. ¿Es la antropología Ulla disciplina regional que ~k un empresario con su obrero asalariado.)} Aparte de disol trata de algunos tipos de sociedades dc~ignadas de forma vaga \l'1' el objeto mismo de la ciencia económica, la definición for Jljal de la economía implica también otras consecuencias nega y negativa como primitivas y campesinas, o, por el contrario, es una ciencia universal que trata eJe toeJos los tipos de socieda lÍ\ as. Asigna como punto de partida a la ciencia y le confiere des humanas y tiene la ambición de convertirse algÍln día en la por objeto el individuo aislado, dotado de una psicología v de síntesis de todas las ciencias sociales? Es preciso respollder a un modo de comportamiento que corresponden en realidad a est
co sea aplicable y quede justificada. Además traduce una visión objeto a la ciencia económica el estudio de toda actiYidacl orien
mercantil de las relaciones del individuo y de la sociedad. Re tada a un fin que posea una lógica que le garantice una cierta
cordemos quc ya Marx subrayaba en los Fundamentos de la eficacia frente a una serie de gracias a la combina_
crítica de la ecmwmía política que: "Cuanto más lejos nos re ción de un conjunto finito de medios. Lo económico aparece en
montamos en la historia, tanto más aparece el individuo -y tonces Como un aspecto de toda actividad humana que combine
por consiguiente también el individuo productor- como medios para alcanzar fines, y estudiar la economía en el seno
diente y formando parte de un todo mayor: en primer de una sociedad, equivale a estudiar las formas de comporta_
de una manera todavía muy enteramente natural, ele la fal1lilia mientos individuales y colectivos que «economizan» medios para
~' de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las co alcanzar fines. Esta definición formalista de lo económico ha
munidades en sus distintas formas, resultado del sido objeto de numerosas críticas, tanto por parte de la escuela
v de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el Sustantivista como por parte de los marxistas, con la "sociedad civil", las diferentes formas de conexión so Una definición como la enunciada disucJ\'(;, en primer lugar, cial aparecen ante el individuo como un simple medio paril 10 el objeto de la ciencia económica. puesto que impide distinguir gl'ar sus fines privados, como una necesidad eXICJ'ior, La ddi la actividad económica de cualquier otra actividad dOlada de nie'ión formal de la economía aparece, pues, en la un fin y orientada hacia la búsqueda, va sea del placer, del po de' una sociología del conocimiento, como la der o de la salud, Si toda acth'idacl orientada a un fin ideología de la ';;ociedad capitalista y como la proyección sobre en teoría de la economía, en definiti\'a ninguna depende en la de ella. Lo absllrdo de esta tesis ll:l sido puesto de lna 1 ioncl Robbíns: Essai sur la ¡¡alure el la
por uno de sus más sutiles partidarios: R. Burling, que "umlÍques, París, Editiorl Médicis, 1947, p. 32
limitacione~
de! IC!').
6j L:t(l
62
A1allríce Godelier
el conjunto de las formas históricas de las rebciones sociales, de las fOl'I11¡]s propias de la sociedad C::lpiíalist;:¡. Por otra parte, toma como punto de partiela v antepone en el anj¡i~is 10<; aspecto" de la realidael social que son intl'lleiolla les, es (Íc'cir, los aspectos del proceso económico que ele la dcci"ión de los ageníl's económicos. Ahora hien, e5 fácil dClllo,-trr:;' que para elcsarrolbr una teoría consecuente de la deci,ill]l c'<'()IIÓlllil'a V de Sll~ efectos IJa\' que reinl roducir en el ,\I\;lIi"i, :.ts,','!;\ciun,'s so,'ja!cs, es decir, superar el punto de "i"ld lid iJ~,1:\ JULIO, Para eyalllar las consecuencias de una de CÍ,,;,;: ,,,hr,: i~l ¡validad ha" que contar con las mi'llld lk 1,: ,'SI rllctllr~l de las relaciones sociales cn el seno de la-; qllc ~c' in">,-rta c~;-~l (kcisión. Por ejemplo, se s\lpone la exis (CrIl'i:) de rllullopnlios II olif'upnlios, o la existencia de un~l mul de ¡lluduL'!url'S v de consumidores que compilen en un IlllT(,~ldo L'n i¡lllaldad de cosles de por t¡¡nl0, S~: supOllen situal'iones de en el nWI'Co dc un modo de producción nllTcantil. En definíli,;). la teoría formal de lo económico remi te a un j1ostubclo mL't:lfísico que le sirve de fundamento, Ba5ta con cilar a M. Hcnri Guitton para captar la naturaleza de ese filosófico: "El hombre lleva en sí una necesidad de por lo que constantelllcnte choca con el carúckr finito de la creación, Esta antítesis se t,'aduce primeramente en la idea ele escasez" Las necesidades pareccn innumerables y los medios para satisfacerlas, en cambio, son limitados,f;Jmbil:n suceder que los medios sean suficientes, e incluso a veces ckm:1siaclo numcrosos, Entonces SUI"f'e otra noción, la de in adecllación, Los bienes no se cncucnlr[lI1 fOrZOS<1I11CIl te allí don de son necesarios, ni cuando son necc"élrios, Hay' que reducirlos si son demasiado abundantes, producirlos si son insuficientes;> 2, No es neces:1rio detenerse sobre el car{leter i]()f'ico de !lIla defi nición que pretente, por una parle, fundar la escasez de los me dios de los que el hombre puede disponer sobre una situación ontológica, en cierta manera inmuí¡lblc. 1\'l'oIl
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1,111L' d lll'mpo que t!urc'n lus cult jVtlS, II'el", por ciel1lplo la planwciol1 de: l,tLlti\'lJS
'l"t:tI,lciull dc un di"pu"it in) lle' l'iltmKC"; L'\ grupU :) el \¡duu r,'cpol1"a\Jk ele l',;:IS ]11l'ior;\,.; \lW\llIC\lV pro ,';Idos SUhrl' los úrboks, pl'ru 110 "OhrL' lil'n:l. en el (';¡So Ut'é\, \ ck'rc'c'hus ,.;uhrl' b (Íl'IT:I l'll l'\ l';¡";O lk cul ',,,\ io, En rcalidad, b c''';l,;¡"eZ ele' un i'c'cur">() traduc,~, eh' ,1\1,1 Ic'bción ,'n Ir,' lll'CC'si(bdc,.; soc ia \es \ llll'd ius 1In l'SWdll de desarrollu de las [uel'/,élS pro
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al manto f¡eú tUl'ca del
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64 Mal/rice Godelier
COllstan/c de ínnm'aciones l':\prl'~a si!lo la forma l'Sl1l'('lfica que las fUlTzas producti\'as en el marco elel ¡alista, en el que la eornpl'tctlCi~l nc! icios \ pala ('iulles de b
parece sea mal lo de bs formas de desarrollo de las ese proceso según el moderaClL'rizélll el modo de que ca basado en In obten ción del beneficio y en la permanente del capital. Sin duda, en numerosas mas de existen 1'01' materiales v formas de compara conquistar prestii!io y .. , Pero lo miis frecuente es que acumulados no Sean medios de producción, sino hie o medios de subsistencia, que Son 'canismos en (re los cuales el Potlach de los indios de la costa noroeste de los Estados Unidos constitu,ve uno de los müs célebres ejemplos. La razón de esta diferencia entre las formas y )os procesos ele acumulación de bienes materülles en el seno de diversos tipos de sociedad hay que buscarla en las características específicas de su modo de producción_ En el modo de producción capitalista, la riqueza social se presenta
como una inmensa acumulación de mercancías y
y el factor decisivo de la producción de eSas mercan cías es el desarrollo de los medios de producción y de las téc
nicas industriales. La máquina y, por tanto, 1;1 herramienta, se
ha convertido en el medío de producción dominante. En nume los utensilios v las técn icas de son simples v se encuentran al alcance de :ada
miembro de la sociedad. La competencia, clIando existe,
tomo al Con troj de los hombres, factor de
al cual se aí'íade, en ];¡s sociedades agrícolas, el contm) tien-a o. en las sociedadL's pastoriles, el cOll!ml de los Por t~ll1to, el an,llisis científico dc las de competen cia entre grupos e individuos y de las formas de de los bienes \. (k las posiciolles precapitalistas, no te, los lnesupuCS!os de )a teoría
J ti un I
CCCJ/1ÚIlz1Ca
65
de individuos abstractos dotándoles de una tendencia uni a aumentar al máximo sus yenta jas perS01W!cS en el seno de' su sociedad. Lo que demuestra, en cambio, es b T1l'cesidad lk tumal- como punto de partida del amílisis teórico las cstruc lIrélS de una sociedad en sus articulaciones pronias, localizar l'n (1)a el papel dominante que puden ks rebciones soci,lles, relaciones de parentesco, relaciones po 11 tiL'o-ncligiosas, según los casos, :v explicar el fundamen lo de C~L' dominio buscando la determinación, en último análisis, en d u en los modos de producción ca ractel'Ísticos de eSa socie dad. El campo abierto a la iniciativa indi\'idual para acumular \' mejorar posiciones dominantes y vL'ntajas sociales estú, pues, l'~lda vcz, determinado por la naturaleza (k' las relaciones socia ks que caracterizan la sociedad en la que vive ese individuo. En definitiva, el anúlisis del comportamiento intencional de los illdividuos remite a una necesidad diferente más profunda, in \'isiblc inmediatamente, la de las propiedades no intencionales (k' las relaciones sociales, su origen y su fundamento_ Por 1an to, la racionalidad intencional de comportamientos con una fi nalidad adscrita de los grupos y de los individuos en el seno de urw sociedad determinada, rem;te a una racionalidad no inten ciona) y objetiva cuyo descubrimiento constituye el objelivo pri mero del conocimiento científico. La definición formal de la economía aparece, pues, como la expresión de una posición etnocéntrica que proyecta sobre todas las sociedades para apr'ehenderlas, la forma aparente de las relacio nes sociales de la sociedad capitalista; forma aparente porque cn ella se disimula la esencia misma de las relaciones sociales es decir, no la relación de individuos con individuos aislados v abstractos, sino la relación social general de la clase que posee el monopolio del capital y de los medios de produc ciún con la clase que está dcsprovista de ellos. Se comprende, pues. qUL', en )a práctica, los partidarios de las tesis formalistas ~lhalldonen su propio presupuesto !', de hecho, analicen las re 1~IL'iones sociales que la producción, la distribución v el umsul110 de )os bienes materiales en el seno de una socicebd dl'lL'rminada, lo que constituye el objelo mismo de la ciencia la l'"cuela sustanti\'i"ta, que, por este lado \' por cuenta J'L IOnla j,h tcsi~ ck la economía política clúsica. Eíccti\anwnll', para Polan"i y Baltoll, el objeto de la antro L'Conómica consiste en estudiar las estnlcturas de la IOducción \' la distribución de los medios materiales duo; en el fU'l1cion,mlÍcll!O de una sociedad determinada \' nece :-,;'rios para la existencia física y social de los indi\'iduos qUe la p.llk
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componen. Dallon clasifica empíricamente los din~rsos sistemas económ icos que caracterizan las sociedades estudiadas por los en dos p:randcs categorías: las economías tribales :v las economías campesinas. distinción sobre la que vüln-remos te. Dal ton opone esas dos por una par te, al siskma económico capitalista, basado en el meeallismo de un Illccado generalizado de lodos los factores de el hombre v la tierra, lo cual no e:\iste en las talistas; v, por otra parte, al sistema en la asignacitlll ele los medios de subsistencia a través del mecanismo de un plan. Esta permite, por consiglliente, a la escuela sustantiFistél criticar la util ización ;] busiva de ca te!I0das de la econom ía mercan til para ,mal izar y explicar los mecanismos económicos de las socieda des no mercantiles precapitalistas. De forma rnús Ileneral, la prcocupaClon por respetar v aprehender la especificidad de los di\'ersos sistemas económicos le llC\a [\ construir una t de esos sistemas aislando \' ailrupando las diferencias v las seme que pueden existir entre los sistemas e insistiendo sobre el hecho ele que las diferencias nriman sobre las seme-
~llnl0.
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Esta tipología se constnlve a lo lar~o ele dos Por una parte, Polanyi encuentra el criterio principal de su clasificación en las formas diversas cle los «mecanismos de ¡:w ran tizan en el seno de cada sociedad la modo tres tipos ele mecanismos de cionen sobre la base de principios de bllción o de intercambio mercantil. La reciprocidad es el me· canismo inte~mclor en el scno de las sociedades donde las re laciones de parentesco desempeñan un papel adoptando la forma de clones e intercambios recíprocos de ser vicios. Este principio caractel'iza él las sociedades tribaks que carecen de poder central y a algunas formas de una econornÍa Gllllpesina débilmente implicada en la producción mercan tilo se refiere al aspecto de autoconSll1110 de las comunidades campesinas, ya cskn intcilJ'adas en ulIa economía ele mercado o en una economía de Estado. El principio ele redistribución es el mecanismo integrador dominante en las sociedades de pocler centralizado, }'a sean tOlbda tribaks (caudillajes), va cs tén orgallizadas en el fIlareo de un Estado (reino, impL'rio), y [orma de un l11o\'imicnto de concentración ,k los bie nes a panir' de unidades de pl'OduccÍón loc,des hacía un centro que los redistribuye seguidamen1c a di\-ersas unidades de eon
...
pre Finalmente, d
do», que se
laciones sociales y interna, mientras en el elementos en que lr<1 tan la sociales, nacidas en aislar los caracteres se ofrecen sis sustantivista Por una parte, no porcíona una constatación """'1'" ._, cidad explicativa. Mucho antes que PoJanyi, Y sin remontarnos la a Marx, Maine y Tünnies habían tente entre sociedades primitivas Y talistas; Maine, al oponer sociedad «contratos», Y Tünnies al oponer sociedacles que forman comu nidades reales (ge111einschatn a sociedades que tienen la forma
.. , " Pero estas distinciones en modo de la naturaleza de la domina va sea de las rcla alg:uno relaciones de parentesco, ción, ya sea de las de una socicd:\d, en el En esta ciones \' no expncclll para nada el fundamento de su perspectiva, lo que puede ofrecer una substantivista es la descripción, más o menos económicos de las estructuras sociales políticas, 1"eI1 g:iosas, de parentesco. Pero, por otra parte, el criterio preferido por Polanyi para construir su clasilicación constituye en rc:üi· dad algo más que un simple «reconocimiento de los hechos», mús que una descripción neutra, inocente, de los diversoS tipos de integración económica que se encuentran en el SL~no de la historia. Porque los tres principios aislados por Pn1anvi son
68 Maurice Godelier tres formas de reparto de los bienes, y al otorgarles una posición priYiIcgiada, hiposta tiza de este modo, Como rasgo dominante de Un sistema económico, no las estructuras de la prOducción, sino las estructuras de la distribución de los bienes materiales. De este modo coincide Con posiciones teóricas bien determina_ las de los economistas prerricardianos y premarxistas, que confundieron, bajo el mismo concepto de distribución, a la vez las formas de distribución de los productos y las formas de distribución de los medios de producción que caracterizan un sistema económico determinado. Ahora bien, los fisiócratas, y sobre todo Ricardo, demostraron que las formas de produc ción determinan las formas de distribución de los productos, Y que el modo de distribución de los medios de producción en tre Jos miembros de una sociedad, lo que Marx denominará las relaciones de Producción, constituye el elemento fundamental que caracteriza un sistema económico. Por ejemplo, el he cho de que la clase capitalista sea la propietaria de los medios de producción y compre la utilización de la fuerza de trabajo de los productores directos es la razón de que al mismo tiempo sea la propietaria de los productos de su trabajo, es decir, de las mercancías producidas, apropiándose de los beneficios de la venta de esas mercancías. Vemos, a través de este ejemplo, cómo las relaciones de producción capitalistas determinan la forma de las relaciones de distribución del producto social en tre los diferentes grupos económicos que componen la sociedad capitalista. El rasgo específico de un sistema económico no es, por consiguiente, como plantea Polanyi, el modo de circulación de los productos, sino su modo social de producción. En Grecia y en la Antigua Roma, la producción mercantil estaba muy des
arrollada, pero el rasgo dominante de su sistema económico,
rasgo que las diferenciaba de las relaciones eConómicas de las
sociedades del Antiguo Oriente o de la Grecia minoica y mi
cénica, no era la existencia de esa producción mercantil des
arrollada, sino el hecho de que ésta se basaba en la utilización
masiva del trabajo de esclavos. En el sistema capitalista, una vez que la producción mercantil ha invadido todas las ramas de la producción, el carácter principal de esta producción mer cantil generalizada consiste en que se basa en el empleo genera lizado de trabajo asalariado, es decir, en la relación entre una clase que carece de medios de prodUCción y de dinero, \'iéndose forzada para poder subsistir a vender su fuerza de trabajo por un salario, y una clase que detenta el monopolio de la propiedad de los medios de producción y del dinero. Estas últimas obser vaciones, aunque se refieren a modos de producción que per-
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tenecen a la historia europea antigua y contemporánea. tienen un alcance general porque ponen de manifiesto dos hechos. Primero, el hecho de que a un modo de producción correspon de un modo de circulación, que el conjunto forma un todo, un sistema económico, y que en el interior de ese todo y de la co rrespondencia entre sus partes, el modo de producción des empeña un papel predominante. Seguidamente, que la unidad y la relación de correspondencia jerárquica de un modo de producción y de un modo de distribución constituyen de hecho las condiciones que permiten a un sistema económico reprodu cirse, perpetuar su existencia a través del tiempo, al menos den tro de ciertos límites, como lo atestiguall, de fonna totalmente exterior, la aparición y desaparición de numerosos sistemas eco nómicos a lo largo de la historia. En segundo lugar, el hecho de que un sistema económico no puede existir sin estructuras políticas, jurídicas, ideológicas que le correspondan, que el de recho en una sociedad esclavista no es el mismo que en una sociedad feudal o en una sociedad capitalista, que la forma del poder en cada caso debe ser diferente. Por consiguiente, el aná lisis de un sistema económico no puede limitarse de una mane ra restringida al estudio de las formas de producción o de or ganización del trabajo. Ya podemos hacer un primer balance del camino recorrido a través de la exposición y de la crítica de las tesis formalista y substantivista y precisar con mayor rigor el objeto y el mé todo de la antropología económica. Sabemos que ese objeto con siste en el estudio de las diversas condiciones y formas de pro ducción, de distribución y, en cierta medida, de consumo de los bienes materiales que constituyen la condición material de exis tencia y de reproducción de las diversas sociedades estudiadas por la antropología. También sabemos que la lógica interna y el lazo necesario entre formas de producción y de distribución de los bienes materiales no se revelan directamente sobre el terreno, sino que deben ser reconstruidas teóricamente, y ade más sabemos que, para que un sistema cualquiera se repro duzca, es necesario que el modo de distribución de los bienes corresponda al modo de producción de esos bienes. Sabemos, finalmente, que a un modo de producción determinado corres ponden unas estructuras sociales determinadas v un modo de articulación específica de esas diversas relaciones sociales, c.le manera que el todo permita que se reproduzca el modo de pro ducción. También sabemos que las razones de ese modo de co rrespondencia y de articulación no resultan inmedialamente le gibles sobre el terreno, sino que tienen que ser descubiertas
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Maurice Godelier
teóricamente. A través de este examen crítico han sido, pues, establecidas algunas de las condiciones epistemológicas negati vas y positiyas de la antropología económica: la negativa a ele gir al individuo como punto de partida del análisis científico, el rechazo de los postulados empíricos, el análisis de las rela ciones sociales en su lógica y estructura propias, la búsqueda de las modal idades de la articulación recíproca de las estnlCtu ras, el análisis del fundanwnto de esos modos de articulación y delerminación de la causalidad específica de las estnlcturas eco nómicas sobre el conjunto de las relaciones sociales que carac terizan una formación económica y social determinada. Se bos queja ya una metodología de la encuesta práctica sobre el te rreno, y de las formas y niveles de la elaboración teórica pos terior que dar a los materiales recogidos. Igualmente se precisa la naturaleza de las informaciones que habría que encontrar en las publicaciones de los antropólogos con respecto a tal o cual sociedad que han estudiado sobre el terreno, para que se desarrolle más vigorosamente el campo de la antropología ('co nómica y se constituya realmente una teoría comparada de los diversos modos de producción y formaciones económicas y so ciales. La teoría que mejor satisface todas esas condiciones epis temológicas es la de Marx, que ha criticado, transformado, en las catc1!orías fundamentales de la ciencia económica heredada de los clásicos. No apuntarnos aquí a las categorías económicas que Marx ebboró específicamente para construir la teoría del modo de producción capitalista, sino a las categorías generales que definen determinaciones comunes a cualquier sis tema económico, sin definir, no obstante, ningún modo de pro ducción particular, puesto que no existe en la realidad "produc ción en general» ni tampoco « producción general». Estas ca te gorías son abstracciones operatorias que, como indica Marx, evitan renetir lo que es común a todo sistema económico: "Cuando se habla de producción, se está hablando siempre de producción en un estadio determinado del desarrollo social. de la producción de individuos en sociedad. Podría parecer por ello que para hablar de la producción a secas debiéramos o bic'n seguir el proceso de desarrollo histórico en sus diferentes fa Ses, o bien declarar desde el comiellzo que estamos ante una determinada época histórica, por ejemplo, de la moderna pro ducción buq.,:uesa, la cual es en realidad nuestro tema especi fico. Pero todas las épocas de la producción tienen ciertos ras gos en común, ciertas determinaciones comunes. La el/. í!1'llcral es una abstracción. pero una abstracción que tiene
/(/ antropología económIca
un sentido, en tanto pone realmente de relieve lo común, lo \' nos ahorra así una repetición. Sin embargo, lo general o lo ~omún, extraído por comparación, es a su ~'ez algo completa mente articulado Y que se despliega en distintas determinado· nes [ ... ] Para resumir: todos los estadios de la producción tie nen caracteres comunes que el pensamiento fiia como deter
minaciones generales, pero las llamadas condiciones generales
de toda producción no son más que esos momentos abstractos
que no permiten comprender ningún nivel histórico concreto
(le la producción» 3. Rápidamente expondremos esas categorías generales, dando ejemplos tomados de diferentes modos de producción analiza dos por antropólogos, para ilustrar la amplitud de las variacio nes y de las diferencias que revisten los diversoS modos de producción que constituyen el objeto de su investigación. Un modo de producción, en un sentido amplio, es un conjun- i to doble de estructuras sociales, compuesto, por una parte, por fuerzas productivas Y relaciones de producción que organizan, en el seno de una sociedad determinada, los procesos de proy distribución de los bienes materiales (modo de pro ducción en sentido restringido), y, por otra parte, por las rela ciones sociales políticas, jurídicas e ideológicas que correspon den a esas formas de producción Y constituyen una parte de las condiciones de su reproducción. Recalquemos inmedia1 a mente que tal definición de un modo de producción no limita el análisis únicamente al estudio de los procesoS de producción, sino que continúa el análisis en direcciones Y a niveles qUe, para un economista, habitualmente, constituyen «variables exÓ genas» en relación con el proceso económico y quedan fuera del alcance de su ciencia. Por ello, este economista proyecta sobre toda sociedad el modo propio de desarrollo del sistel113 eco nómico capitalista que, al parecer, está totalmente regido por internas, puesto que sólo subsiste Y se desarrolla por la incesante del capital. Esta definición de lo que se en t il'nde por modo de producción tiene, por consiguiente, el electo epistemológico importante de ;"mllonar de antemano cualquier «economismo». El anúlisis del o de los modos de producc1ón caracterbticos eh.' \lna sociedad determinada debc comenzar por el y el estudio de las diversas formas de producción que existc:n en el seno de esa sociedad: caza, recolección, pesca, agrkultura, Cita extraída de la obra de Karl Marx:
EIC11IC¡¡tas
,
crítica de la eco¡¡omía política (/Jorrador). 1857-185S, cd, di., p. 5.
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ganadería, artesanado, industria, cte., que ocultan en cada oca sión procesos diferentes: caza mayor, caza menor. aftesanÍa especializada o no, etc.¡Todo proceso de producción es un «acto de apropiación material de la naturaleza por el hombre, vesta actiYidad se realiza por la combinación de tres calegorías de factores de producción: en primer lugar, la categoría de los ob jeto de trabajo, la tierra o cualquier otra materia, prima o no, que entra en un proceso de transformación. En segundo lugar, la categoría de los medios de trabajo, es decir, el conjunto de utensilios e instnImentos ele producción «que el hombre inter pone entre él y el objeto de su trabajo como conductores ele su acción. Se sirve de las propiedades mecánicas, físicas !' qUÍmi cas de determinadas cosas para hacerlas actuar como fuerza sobre otras cosas de acuerdo con su finalidacj". En terc.:r lugar, la categoría del trabajo propiamente dicho, es decir, de la ac tividad humana que actúa sobre el objeto de trabajo, ya sea por mediación de Jos órganos elel cuerpo, como en la recolección de determinados frutos, la caza menor que puede cogerse simplemente con la mano, ya sea indirectamente por de utensilios ele piedra, de madera, etc., que el hom bre encuentra o fabrica 4.
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Naturalmente, la economía no es la tecnologla y no las técnicas por sí mismas en sus aspectos físicos, etc., sino que analiza las rcladones sociales que 11a (l'll con la aparición y la difusión de talo cual técnica. Desde IlélCl' mucho tiempo los arqueólogos han caracterizado ins 6po C~lS v formas de las sociedades prehistóricas en función del 111a terial de sus armas y utensilios, por lo que hahbn ele Edael ele Piedra, elel Bronce o del Hierro. Desde este punto ele vista. los m,'dios y técnicas de trabajo parecen ser ,dos graelímetros del desarrollo del trabajador y los cxnoncnlc;s de las relaciones so ciales en las que él t En erecto, el estudio de los utensilios lleva al de su modo de L'mplco por el hombre y al análisis de las formas soci,¡les dd trabajo. El trabajo puede ser, bien una aclividad bien una actividad coleet inl que implica din'rsas formas de co operación. Pero en todos los casos se realiza en el marco de una cli\'isión social del trabajo, que puede ser la de los sexos, eela eles y generaciones que habitualmente la acompafía, o una for ma mús compleja, basada en la existencia de productores es pecializados que pertenecen a castas o a cIases diferentes. De mos algunos ejemplos ele esas formas sociales elel trabajo. La fabricación ele un palo para escarbar o de un arco y flechas, o la fabricación de una I rampa y su colocación son a menudo ac ti\Ídadcs individuales. Pero, al mismo tIempo, la caza v la re co!ccción implican frecuentemente formas simples o de cooperación, determinadas a la vez por la naturaleza dc la G1Za obtenida y POI" la de las técnicas emn1caclas (caza al ace cho, caza con redes, simple una forma de coopera Entendemos por se reúnen para realizar el mis cíÓIl en el!' () seno los Esta cooperación simple 1110 t raha jo o trabajos estar restringida a algunos indi\'iduos o ser ampliada a un gru po Il1ÚS \'tlslo, la amplitud v la urgencia de la ta1"(:a. Por eso, '.'l1tre los banlya, tribu de Nueva Guinea, cuando se prepa ra llna huerta en Ulll\ zona va deshrozada de la sch·a. el o los que nll1 a culti\ar l'sa Iluna huen:\ preparan en la sch·a hincos P;ll",l construir un;} empalizad:) qUl' pnHl'i'\'rú la huerta de las d\.'\él<.,tacioncs dc los cerdo" s;:¡l\·aie's. Esta ;ll"li\idad dl' los hom hr".~ l'S a \'l'CCS illdi\idudl. pCI"U lll,is a lllCllIldo adupla la f(Jr ·)1,1 (!c' una Icstrin!Cic1,l él los CUY,IS (':-,pu~;:¡s ,lI1~pOn,lL\ll s,',' l. \ cu:,n ie'nt!) futuro de' b hllena ( lucios los hiI1l'O~ L'Sll:Il en el siuo. un !'rtlpo de un;l h'inl\.'oa
Todo proceso de producción utiliza una combinación cual quiera de factores de producción. Lo que define un factor de producción como objeto o medio de trabajo es de hecho su lugar, su función en el interior de dicha combinación. Así pues, en las sociedades de cazadores-recolcctor;.:s, la tierra (y el agua para los pescadores) no es ml.Ís que un objeto de trabajo, lo que Marx denomina ,da tienda de \'Í\cres va» y «el arsenal prímiti\'o de medios de trabajo». Por d con trario, la tierra se conyierte en medio de producción con el de la agricultura y, de territorio, se con\'Ícrte en terrello. En el interior de toda combinación de medios de producción, los mcdios de trabajo ocupan un plano para el economista porque permiten y el nivel de existencia material de una sociedad y dilucidar las relaciones sociales que la caracterizan. El estudio de los medios de tI-ahajo es ante todo d objeto de la tecnología, ciencia que, a pesar de inmensos esfuerzos, como los realizados en Francia por André Leroi-Gourhan y André Haudricourt, apenas ha sido 4 ,
"'
ecrJ/l d /l lÍca
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antropología ecol1ómica
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En el Imperio inca, la c'luclades, sistemas de riego o terrazas , de tribus dependientes del alto mando de del Estado, pertenecientes la ma\'orív de las "eccs ~l las familias nobles de la tribu inc:l dominante Y bajo cuvaS los curaca, los jefes tradiciomdes de las tri a régimen de prestación personal. Esas ele la productivilbd que puede alean ¡arse gracias a formas de cooperación simple, pero amplidcb a \astos grupos humanos. En este ejemplo, las estructuras de autoridad, es decir, la dirección y el control del proceso de propresentan una forma política separada de la qu..: existe
ya en el seno de grupos locales que se reúnen con tal motivo.
\.dcmás, hay que analizar las formas de cooperación, no ya en función de .la naturaleza de los trabajos, análogos v los, o diferentes e intrincados, realizados por los productop.:s, sino en función de las modalidades de la reciprocidad que intervienen en cada caso. En numerosas comunidades primiti vas y agrícolas se encuentran dos tipos de cooperación, en la que, como contrapartida de la ayuda proporcionada, se da una fiesta con un aire frecuentemente ritual, y aquella otra en la que la contrapartida adopta la forma de un intercambio de cantidades más o menos equivalentes de trabajo y de servi en América latina pertenecen a la el COl1Vite de Colombia y Ecuador, la mil1ga bailada de Ecuador, el mingaco de Chile, etc. A la segunda, el aV71i del Perú, el cambio de 1110110 de Colombia, la vuelta l1W110 el..: Chile, etcétera. Ambas formas pueden coexistir en el seno de una misma comunidad para trabajos diferenks y podemos encon t rar, por ejemplo, entre los dyaks de Borneo, la primera forma utilizada para la construcción ceremonial de una nueva casa, y la segunda utilizada para los dilerentes trabajos de la producción agrícola. En el caso de intercambios equilibrados de servicios y trabajo se puede constatar que la obligación de «pa gar con la misma moneda» es muy fuerte. Si el beneficiario de una ayuda es incapaz de hacer frente a sus obligaciones, debe en YÍar a alguien en su lugar, y habitualmente el beneficiario de UIla mutua suministra alimentos y bebidas a dan, sin que este consumo adopte caracteres cambio, en las formas de trabajo recíprocas que se terminan con una fiesta, parece ser que la fiesta y la prodigalidad de los gas tos suntuarios bastan para a las partes de su obligay que la obligación de d,:\'oln:r trabajo por
cho más débil. En este caso nos encontramos con
de hombres, parientes y vecinos, vendrán a construir la empali zada en un solo día (cooperación simple ampliada) y el benefi ciario de esta ayuda la devolverá ayudando a cada uno de los miembros de ese grupo cuando tenga que vallar una nueva huerta. Existe, en cambio, una forma compleja ele eooperac1On cuan do los productores se asocian para llevar a cabo tareas dife rentl~s, pero complementarias, para obtener el efecto deseado. La caza con red, entre los pigmeos mbuti del Congo o entre ¡os indios shoshones de la gran cuenca del Nevada, son ejemplos Entre los shoshones, varias familias nucleares se unían en diversos momentos del año para formar una banda que cooperaba para cazar el antílope o el conejo cuando éstos o en otros momentos para recolectar piñones. Los cazadores unían unas a otras sus rcdes de una longitud de va rios centenares de pies y las mu jeres y los niños ojeaban la caza. Tocio el grupo se colocaba bajo la autoridad de un jefe que seleccionaba el sitio, decidía la colocación de las redes, di rigía la caza y distrihuía luego el producto ohtenido. Estas for mas de cooperación sólo establecían lazos temporales entre las familias, que de nuevo se dispersaban tras la caza. Igualmente, entre los esquimales, el jefe del grupo es designado con un tér mino que significa «el que sabe lo que es mejor», Esta alter nancia de procesos de fusión y dispersión en el seno de grupos productores se encontraba también a una escala completamen te diferente y muy vasta entre los indios de las llanuras, por en la tribu de los pies negros, que se reunían íntegra mente para las grandes cacerías de primavera y verano, en la que los bisontes subían hacia el norte formando inmensas manadas que «tefiían de negro las llanuras». En invierno la tri bu se dividía en pequeños grupos, frecuentemente que operaban en territorios limitados y fijados tradicionalmen te. Diversas asociaciones tribales constituían una especie de que impedía a individuos o grupos particulares, miem bros de la tribu, dedicarse por su cuenta a la caza en el mo mento de la llegada de las grandes manadas de bisontes, lo que encerraba el peligro de que se desviasen hacia territorios p'~r tenecientes a tribus vecinas, exponiendo de este modo a su pro pia tribu al hambre. La agrupación de toda la tribu para las ca cerías de primavera y verano sentaba las condiciones de las grandes ceremonias políticas y religiosas. Debido a ello, una Íntima adaptación de las relaciones económicas y sociales a Irts costumbres de los animales cazados implicaba un vasto movi miento de sístole-diástole de la vida social.
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que se deben a la naturaleza de las circunstancias, ordinarias o extraordinarias, profanas o en ocasión de las cuales se organizó la cooperación, así como a la naturaleza de las re laciones sociales que moviliza esta cooperación, relaciones de parentesco o relaciones de vecindad; pero con esto abordamos el estudio de las relaciones de producción y de las unidades producción en cuyo seno pueden realizarse diversos proce sos ele pruducción de una sociedad. Todas las formas de producción suponen, además, una for ma de dhisiun sexual del trabajo y una forma de división del por generaciolles. Entre los cazadores-recolectores, las mujeres y los niños se dedican a la recolección O a la caza me nor. Esta especialización de tareas por sexos significa que para sobrevivir en las sociedades primitivas la cooperación de los dos sexos es indispensable, lo que ilustra una de las razones de la importancia del matrimonio y la constitución de un grupo familiar en la supervivellcia del individuo y del grupo. Por un análisis estadístico y comparativo de la alimentación de al gunas sociedades de cazadores-recolectores ha permitido descu brir que en todos esos grupos, incluso entre cazadores de caza mayor como los hadza de Tanzania, el régimen alimenticio com prende un sesenta por ciento de alimento vegetal, POl- consi guiente, se basa en cl trabajo femenino en una parte igual, si no a la del trabajo masculino. Es preciso, cuando se ana liza un ciclo de producción, descomponerlo en todas sus [nses no sólo identificar en cada fase la fOl'ma de organización trabajo que la caracteriza, sino tambÍl~n descubrir la forma de cooperación que, en el seno de todo el proceso, domina a las res tantes. Por ejemplo, entre los baruya de Nueva Guinea el ciclo agrícola de la producción de batatas y taro comprende seis fa ses: la desforestación, que se basa en el trabajo colectivo mascu lino y la cooperación simple ampliada de parientes neos, aliados, co-iniciados o ,'ecinos; en segundo lugar. la fase de la quema, que se basa en el trabajo temen la forma de una cooperación simple esposas del o de los utilizadores de la hucrta, en ten:c¡' el cercamiento, que es el resultado del trab
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antropologia
do \' cocción de tubl~rculos): se trata también de un trabajo in dí\ idual kmenino. Nos encontramos, pues, ante un ejemplo de altL'rnado, primero masculino y colectivo, luego feme nino c indi\idual. No ocurre lo mismo entre los baruya con el proceso de producción de caña de azúcar, que es un proceso totalmente masculino, puesto que le está vedado a una mujer u a un muchacho no-iniciado plantar o incluso cultivar una huer ta de caña de azúcar. La cría de cerdos es una tarea a;.;í como la recolección, y en la sociedad baruya prácticamente 1\0 existen act ¡"idades mixtas en las que hombres Y mujeres tra en común para la realización de una misma tarea. En todas las sociedades conocidas, e incluso entre los
males del Gran Norte, no existe economía que esté basada en
una sola producción. Las sociedades de cazadores son a un tiem
po, y en diversos grados, sociedades de recolectores, Y el aná
lisis debe determinar cuál de las ramas es la dominante en el
Sl no de una economía diversificada, y, por consiguiente, cuál
de los procesos de producción desempefla un papel dominante
en el seno de su organización económica. Por ejemplo, no existe
prácticamente ninguna sociedad de ganaderos nómadas que no también la agricultura, bien porque una parte de los miembros de la tribu se dediquen a dio de una forma estacional, bien porque una lo haga de un modo permanente. Por eso, l'ntre los kasakh, y sobre todo entre los kirguises, existía una rrcducción de mijo y de cebada y, en el sur, de arroz mediante procedimientos de a pequeña escala. Cuando una sociedad como la de los ruwala haclawin, beduinos del desierto de Arabia, se basa únicamente en una economía pastoral nómada, a la que "L' añaden algunos productos recolectados Y un poco de caza, se descubre que esos pastores son en realidad ganaderos e,,¡xcializados de camellos que venden a las poblaciones campe ~ inds del Próximo Oriente, procurándose de este modo los pro ductus Y artesanales que necesitan. De forma general, exi"ten a trayés del mundo formas diversas de simbiosis entre nómadas \' agricultores sedentarios, Y la ción de una sociL~dad en una única forma de
directamente la existencia de una división
halo internacional del trabajo.
El l'studin de los factores v de las formas de la en el seno de una sociedad implica una e\'aluación cuantitativa de la producti\ idad y del n:nc\imiento del trahajo. De forma ge ¡,eral. los Lstudios L'uantitatÍYoS detallados lle las formas de pro ducción en el seno de sociedades primi tivas y agrícolas son ra res v. cuando existen, están llenos de lagunas. Así, en las socie
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dades cuva economía se basa principalmente en técnieas de agri cultura sobre terrenos roturados por el fuego o en técnicas de la productividad del trahaJo es muv elevada, mientras que el rendimiento por unidad de superficie es bastante débil. En cambio, en sociedades cuya cconomía se basa en técnicas agrícolas extremadamente intensivas, como la agricultura china la productividad del trabajo es muy débil, mientras que el rendimiento por unidad de superficie es muy elevado. En la agricultura china o vietnamita la fuerza de trabajo de los ani males de tiro era escasamente utilizada y la economía estaba ba sada en la utilización de un medio que había sido totalmente creado y mantenido artificialmente por el hombre. raros son los estudios referentes a los cambios de pro ductividad del trabajo debidos a una sustitución ele factores de producción en el seno de socicdades primitivas y agrícolas. He mos nodido medir en Nueva Guinea los efectos de la introduc hace quince años, entre los baruya, de utensilios de acero que susti luyeron a los antiguos instrumentos de piedra. El tiem po se reducía en un veinticinco por ciento ", puesto que, según nuestros c{¡!culos, se requerían cuarenta y dos minutos para derribar un árbol de treinta centímetros de diámetro y ele ma dera blanda con una azuela, micntnls que corno media sólo ha cen falta ahora doce minutos para abatir el mismo tipo de árbol con las hachas de acero que fueron introducidas, antes incluso de la llegada al lugar de los blancos en 1951. por los canales del comercio ínter-tribal tradicional. Estudios cuantita tivos recientes realizados sohre sociedades de cazadores-reco lectores, por ejcmplo los de Marshall, referentes a las bandas de bosquimanos kung del desierto de Kalahari, han mostrado que la sociedad bosquimana, para satisfacer el conjunto de sus necesidades, requería de los individuos productores un i!asto de trabajo que no excedía de las cuatro horas de trabajo al día como media. Estos resultados venían a revolucionar la visión tradicional de las sociedades de cazadores-recolectores aplasta das por la naturaleza, y Sah1ins ha propuesto ver en éstas so ciedades las primeras y ·verdaderas «sociedades de la abundan cia» que existieron en la humanidad, insistiendo en el hecho de que esas Welfarc SuciclÍl's primitivas venían a barrer todos los prejuicios, acumulados desde la revolución neolítica hasta Aclam Smith, concernientes al modo de vida de los salvajes. Sin embar
* El autor se refiere a la rt;ducción de tiempo en un veintiCinCO por ciento en la prot!ucciún de sal, lltlO de cuyos illplih lo constituye la tala de árboles para la obtenciún de la leña necesaria (N. del T.).
La antropología
go, hay que recordar que el análisis más preciso de esos modos de producción ha subrayado con mayor fucrza aún límites en el interior de los cuales pueden reproducirse v determinar un modo de vida. Ante todo, se plantea el problem:1 de la relación alimento-territorio-densidad humana. Esta rela ción corresponde, según Leroi-Gourh;l11. "a todos los estadios de la evolución técnico-económica, a una ecuación de "alores ya riables pero correlativos; para el grupo primitivo, los términos mantienen entre sí lazos idénticos, ya se trate de esquimales,
bosquimanos, fueguinos, pigmeos de Afdca algunos indios
americanos. La constancia es hasta tal punto rigurosa, que los
documentos prehistóricos sólo pueden ser interpretados en el
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mismo sentido» 5. Un determinado nivel de las fuerzas productivas, un deter minado estado de las técnicas permite una determinada pohla ción. Por ello, entre los shoshones, la densidad es de 1 por 50 millas cuadradas Y llega incluso a 1 por 100 millas cuadradas, según las zonas septentrionales o meridionales de su Habida cuenta de que su existencia se basa en la de recursos naturales, y no en la producción de recursos artifi ciales comO en la agricultura Y la ganadería, el grupo humano debe cambiar de residencia a consecuencia del agotamiento lo cal de la caza Y de las gramíneas salvajes o de otroS productos de recolección. Muy frecuentemente, como en el caso de Jos aborígenes australianos, el factor apremiante es la escasez de agua que obliga a los grupos a moverse de un punto de agWl a otro, antes incluso de que los recursos alimenticios en torno al primer punto de agua se hayan agotado. Por consiguiente, lo que resulta visible, a través de este ejemplo, es que el modo de producción determina un modo de residencia, que en este oso es el campamento, y, al mismo tiempo, un modo de desplaza mÍE'nto en el espacio, cs decir, un modo dc vida nómada, y, a través de ese modo de vida nómada, un conjunto de limitacio nes se imponen al desarrollo de determinadas formas de exis tencia social, limitación, por ejemplo, de la cantidad de bienes transportables y, por consiguiente, limitación de la acumula ción de los llamados bienes duraderos. Ya podemos ver que los efectos ele un modo de producción sobre el conjunto de las estructuras de una sociedad consisten, primero, en un efecto de limitación de esas estructuras sociales a formas ",,,lInf1li!Jles con el modo de producción. En las so , André Lcroi-Gourhan: Le geste el la parolc, tomo 1, "Tcchniqucs et langagcs», p. :2L;.
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ciedades cuyo modo de producción se basa en la agricultura extensiva sobre terrenos desforestados por el fuego, una de las condiciones internas de la reproducción del sistema es la exis tencia de vastos territorios baldíos en barbecho que permiten una rotación de cultivos, habida cuenta elel tiempo necesario para que se reproduzca la fertilidad natural del suelo. En esas condiciones, el sistema productivo impone un límite a las for mas de hábitat y a la duración ele su implantación. Esta contra dicción entre población y recursos encuentra una solución en la práctica frecuente de la escisión de un pueblo y de la en jambrazón de las comunidades dependientes en territorios aún no roturados. A través de ese proceso de escisión y enjambra zón, un modo de producción se reproduce dentro de sus pro pios límites, y resuelve su contradicción extendiéndose sin cesar en el espacio. Otros estudios cuantitativos, como el de Carneiro sobre los kuikuru de la cuenca amazónica, que practican la agricultura en terrenos previamente roturados por el fuego y la pesca, muestran que hay que desconfiar de las apariencias y no creer que la débil densidad de población de una sociedad manifiesta necesariamente que vive en el límite de sus medios materiales. Carneiro ha calculado que los kuikuru no invierten más que tres horas y media diarias como media para asegurar totalmente su subsistencia, de las cuales dos horas son pam la agricultura y una hora y media para la pesca. Dedican las diez horas restantes del día a descansar, a practicar la lucha o a otras actividades sociales. Carneiro ha calculado que una me dia hora diaria de trabajo suplementario invertido en la agri cultura permitiría a cada hombre producir un excedente sus tancial de manioca sin comprometer el equilibrio entre pobla ción y recursos. Por consiguiente, existe un excedente potencial que permanece inutilizado, lo que se debe, al parecer, a que los kuikuru no tienen razón social alguna para producir tal ex cedente. Este ejemplo permite precisar ya dos puntos teóricos importantes: en primer lugar, que la existencia de un excedente potencial no implica automáticamente un desarrollo económico y, en segundo lugar, que la movilización de ese excedente se realiza a través de un cambio en las relaciones sociales, como por ejemplo, el desarrollo de una detenninada desigualdad y de una determinada desigualdad y de una determinada compe tencia entre los individuos y los grupos. Es lo que MarshaIl Shalins. en sus recientes estudios sobre «el efecto Chayanov,., ha demostrado COn éxito 6. . , MarshaIl ShaJins: «The intensity of domestic production in primitive
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Aquí se plantea el problema de los efectos del medio natural sobre la economía y el modo de vida de las sociedades. el proble ma del «determinismo» ecológico o, según la expresión utiliza da a comienzos de siglo, el problema del determinismo geográ fico. En sentido estricto, los efectos de un medio «natural" no pueden ser analizados ni evaluados más que allí donde el hom bre no ha modificado la naturaleza por el fuego, utilizado bas tante antes del desarrollo de la agricultura como técnica de caza, o por otros procedimientos ligados a las diversas formas de agricultura o de ganadería. Lo que impone la naturaleza son grandes límites y constricciones en el interior de los cuales existe un conjunto de recursos reales o virtuales. Resulta difí cil concebir la agricultura en las regiones árticas y subárticas, y cuando existe, es en un estadio experimental, al final de un largo desarrollo de las fuerzas productivas más moderadas y de la aplicación de los descubrimientos genéticos y agronómicos a la producción. La naturaleza impone, pues, constriccion¿>s a las que deben adaptarse las sociedades. Pero la adaptación pue de revestir múltiples formas que se basan cada una de ellas en un nivel determinado de las fuerzas productivas. Mientras que los shoshones llevaban, hace dos siglos, una vida nómada y su población alcanzaba una densidad de un habitante cada cin cuenta millas cuadradas en el mejor de los casos, actualmente, en el mismo medio, que no ha cambiado de forma significativa, vive una población sedentaria de granjeros blancos que practi ca alrededor de SaIt Lake City una ganadería extensiva y una agricultura mecanizada basada en técnicas de riego, en la utili zación de semillas seleccionadas por su resistencia a la sequía, etcétera, lo que les permite producir un enorme excedente al que se da salida en el mercado. Los shoshones en la actualidad han desaparecido prácticamente a consecuencia de esta ocupa ción de su territorio de caza y recolección, pero, ya a finales del siglo XVIII, la introducción del caballo, por intermedio de los cheycnnes. había modificado profundamente el modo de pro ducción y de vida de las bandas shoshones de la parte norte de esta región, tales como los bannock, que habían adoptado la prúctica de los indios de las llanuras de la caza a caballo del bi sonte v habían controlado hasta 1870 un inmenso territorio que se cxt~ndía desde las Montaiías Rocosas hasta la Sierra Cascade. La naturaleza impone, por consiguiente, constricciunes, y societics: social i nflections 01 the Ihe American
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todo modo de producción es siempre una forma de adaptación a esas limitaciones, pero éstas son igualmente el producto del propio modo de producción. Debido a esta doble causalidad, el progreso de las fuerzas productivas y las transformaciones de las sociedades no quedan definitivamente bloqueados, fijados en las formas de adaptación existentes, experimentadas y reprodu cidas con éxito desde hace mucho tiempo. Tal vez una de las razones de algunos bloqueos sea una adaptación demasiado fe liz a un medio que ofrece en abundancia un escaso número de recursos. En Nueva Guinea, en el golfo de Papuasia, viven po blaciones que Serpenti ha denominado «cultivadores de maris mas», cuya economía se basa sobre todo en la explotación de la palmera sagú, completada por la pesca y la caza, esta última de importancia marginal. La palmera sagú crece espontánea mente en agrupamientos muy densos, y el hombre favorece su reproducción abriendo claros en torno a esos macizos. La can tidad de médula almacenada en una palmera madura es enor me, por 10 que la subsistencia de las poblaciones queda amplia y fácilmente al abrigo del hambre. Los instrumentos, las vivien das, los vestidos, todo ello se fabrica a partir de materiales de la selva, y Jaeques Barrau ha hablado al respecto de una ver dadera «civilización del vegetal». Sin embargo, parece ser que esta adaptación Íntima a recursos que dependen ampliamente de la recolección ha hecho difícil toda transformación interna posterior de'las técnicas y de la misma sociedad. De un modo general, los fenómenos decisivos de los trasla dos de plantas y de animales de su hábitat natural hacia otros constituyeron verdaderos desafíos a la naturaleza, so metiendo a las plantas, a los animales y a la misma naturaleza a nuevas formas biológicas y físicas, mientras que el hombre entablaba nuevas relaciones sociales. Toda la historia de las economías pastoriles nómadas en el cinturón semiárido que se extiende desde Asia hasta el Sahara, está basada en el lraslado de animales cuya domesticación y cría originariamente no se conocía en esta De esta forma una inmensa pOl'ción de la superficie del globo ofreCÍa durante milenios el medio de desarrollar nuevos modos ele producción y de vida social. En el mismo campo de análisis, el del aspecto material y técnico de los diversos procesos de producción, es indispensa ble afanarse en el estudio de los conocimientos acumulados en los diversos tipos de sociedades sobre su entorno natural y so bre los medios prácticos de apropiarse de sus recursos. Como advierte Leroi-Gourhan en su obra Le geste el la parole (pá 213), «el alimento está ligado al conocimiento profundo
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de los hábitats animales y vegetales, y la vieja de la horda primitiva errante es ciertamente falsa". La estos conocimientos empíricos que poseen las sociedades tivas y agrícolas sobre su entorno natural es frecuentemente in mensa; por ello se comprende la importancia que tienen los más ancianos en esas sociedades, ya que, en relación con las generaciones más conservan y transmiten la informa ción acumulada. los estudios de Conklin sobre los ha nunoo o los de Fax sobre los pinatnbo de Filipinas. Los pinatu bo han designado Y clasificado más ele 600 plantas y «no sólo tienen un conocimiento fabuloso de esas plantas y de su modo de utilización, sino que emplean más de cien términos para des
cribir sus partes o sus aspectos característicos}}. A través del
de esos materiales de conocimiento Y ele su c.lasifica
ha descubierto Lévi-Strauss algunos de los prin
CipiOS del «pensamiento salvajc». Ese campo de investigación
sobre las formas de correspondencia entre modos de produc ción y formas de representación apenas si ha sido explorado.
André Haudricourt ha intentado correlacionar la forma en que determinadas sociedades tratan al hombre y definen mode los de buenos gobiernos con la manera en que tratan a los animales y a las plantas, en el marco de sus modos de produc ción. Nos encontramos ante uno de los raros ejemplos de aná lisis de formas de correspondencia entre la instancia y la instancia ideológica en el seno de diversos modos de pro ducción. André G. Haudricourt ha aislado así dos modos de tratamiento del hombre: el tratamiento ({hortíeola)} Y el trata miento «agro-pastora¡". Entre los melanesios, por ejemplo, la agricultura está basada en el cultivo de tubérculos: ñame, taro, batatas. Este cultivo se realiza por la acción indirecta, negativa, del hombre sobre la planta. Por decirlo de algún modo, nunca existe un contacto brutal en el espacio ni simultaneidad en el tiempo con el ser domesticado, Se levanta un caballón de tiara vegetal, seguidamente se colocan allí ñames de simiente. La re colección se realiza dcsentarando con precaución el tubérculo, al que, a continuación, se envuelve en hojas. Una especie de amistad respetuosa existe entrc los hombres y las plantas. En cambio, la agricultura de cereales, con excepción del arroz, se caracteriza por las relaciones « bru tales» del hombre con la planta. En los comienzos de la ~gricultura, el pisoteo dc un re baño sobre la superficie del suelo podía bastar para enterrar los granos sembrados a voleo. Tras una reco!ccción brutal por medio del arranque de espigas o de la siega, ele nuevo es el pi soteo animal el medio para trillar y separar los granos de la
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paja, operaciones todas ellas que pueden realizarse gracIas a la dureza de los granos. El arroz, por el contrario, exige un campo tan "fabricado» como el caballón del ñame o el surco del taro: requiere una superficie bien aplanada, rodeada de di ques, etcétcra. En el caso de la ganadería, sobre todo de la cría de corde ros tal y como se practicaba en el Próximo Oriente y en la re gión mediterránea, tenemos igualmente un modelo de acción positiva directa del hombre sobre la naturaleza. El pastor acom paña día y noche a su rebaño, debe escoger los pastizales, trans portar a los corderos recién nacidos por los pasos difíciles, defenderlos de los lobos. Su acción es directa: contacto con la mano o con el bastón, perro que mordisquea a la oveja para dirigirla, etc. Su acción es positiva: escoge el itinerario, que en todo momento impone al rebaño. A partir de esos diversos tipos de tratamiento del animal y de la planta, Haudricourt compara los modos de tratamiento del hombre, que, poe ciem se dan en la civilización china y en la civilización agro pastoral del Próximo Oriente y de la cuenca mediterránea. Para los chinos, la prueba de un buen gobierno es que no tenga que intervenir en la marcha de la sociedad, según la ideología do minante china: el confucianismo. En el mundo mediterráneo antiguo, el jefe, por el contrario, se comporta como el pastor que conduce en cada paso a su rebaño, y Haudricourt nos re cuerda las idealizaciones poéticas del buen pastor, o aquella otra de que el hombre es un lobo para el hombre. P~ro el análisis de un proceso de producción no se limita al estudio de la naturaleza de los factores de producción que es tán combinados de forma específica en su seno; combinación que determina en particular la organización del trabajo, del que se pueden medir las pertormances y el rendimiento. Todo proceso de producción supone como condición de posibilidad, y comporta igualmente como una de sus estructuras internas, un conjunto de relaciones sociales precisas que determinan la apropiación social de las tres categorías de factores de produc ción. El modo de distribución y de apropiación social de los factores de producción en el interior de una sociedad quedan designados bajo el concepto de relaciones de producción. En general, las relaciones de producción se «representan», se ex presan socialmente en diversas formas de propiedad y de pose sión que codifica el derecho oral o escrito de una sociedad. Las formas jurídicas de propiedad y de posesión definen los dere chos y las obligaciones recíprocas de los individuos y de los grupos en lo concerniente a la distribución y al control de los
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medios de producción Y de subsistencia. Garantizan, en el pla nO abstracto del derecho, y, en cierta medida, permiten prácti camente la reproducción del modo Ge producción que ellas re presentan. El error en este casa consiste en confundir el plano de apropiación real de los medios de producción Y el plano de la apropiación legal. Se conocen numerosos casos de jefes de tribus que, bajo la apariencia de ejercer su derecho de tutela sobre las tierras comunales de su tribu, derecho que les recO nocía la costumbre, se apropian de hecho de esas tierras y las colocan al servicio de sus intereses privados. El derecho con suetudinario se convierte así en una cómoda ficción, una forma que enmascara el contenido real de las relaciones de produc ción. Este fue el caso de Ghana, a comienzos de siglo, cuando los jefes de la tribu ashanti, en el momento del desarrollo de la producción de cacao para la exportación, se apropiaron del uso de las tierras tribales no utilizadas para multiplicar las plantaciones de cacao que hacían cultivar por subordinados o deudos. Las condiciones para esta evolución en Ghana fueron el desarrollo del comercio de trata precolonial; seguidamente, los efectos de la colonización británica Y de la penetración de las relaciones de producción capitalistas. Pero igualmente se puede citar un caso europeo, que pertenece a la historia anti gua de las comunidades célticas irlandesas. Hasta el siglo VI después de lC., los celtas eran ganaderos que se desplazaban, al modo de las tribus germánicas descritas por César, por el interior de los distritos que pertenecían a su clan. Durante el siglo VI los irlandeses comenzaron a establecerse en poblados sedentarios Y a practicar la agricultura. Cada poblado estaba compuesto de varios grupOS familiares que residían en barrios separados. El propio poblado, los corrales del ganado y las huertas constituían un espacio llamado «faichte» que era pro piedad de cada familia. La tierra cultivada, el bosque, las pra deras alrededor del poblado eran llamadas «sechter-faichte», Y eran propiedad comunal del poblado. Cada grupo familiar po día hacer pastar a su rebaflo y utilizar la madera del bosque, según sus necesidades y sin tener que dar cuenta de ello a la comunidad. El trabajo se realizaba en común, Y las nuevas tierras eran roturadas en común Y seguidamente distribuidas a cada grupO familiar para su uso individual. A partir del siVII, se puede constatar que los jefes de clan, que hasta el momento administraban las tierras comunales en nombre de éste, transformaron poco a poco una parte de este dominio co munal en propiedad personal. El clan cesó de ser solamente un grupo de parentesco, y comenzó a incluir esclavos, hombres
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libres adoptados de otros grupos familiares, miembros de cla nes extranjeros a los que se les había permitido establecerse mediante el pago de ciertas tasas al jefe del clan. Por consi guiente, tuvo lugar una diferenciación de la comunidad entre ricos y pobres, que se convirtió en la base de una nueva estra tificación social en términos de clases. Asistimos, pues, a la transformación del antiguo derecho de tutela del jefe de clan sobre las tierras comunales en instrumento de posesión de la comunidad de sus tierras y de su apropiación individual. En Es cocia tuvo lugar una evolución análoga que se aceleró tras la expulsión de los Estuardo, finalizando a comienzos del siglo XIX, como lo atestiguan las célebres discusiones suscitadas en 1811 por la política brutal de expropiación de la propiedad comunal de su clan y de expulsión de las familias campesinas que re sidían en ellas por la condesa de Sutherland, marquesa de Stafford.
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piación constituye lo que Malinowski ha denominado «sistemas de derechos combinados». En numerosas sociedades de cazado res-recolectores, el territorio de la banda es reivindicado de forma colectiva por ésta, mientras que las redes de caza, la cerbatana, las flechas envenenadas de los cazadores, el palo para escarbar de las mujeres, son objeto de apropiación indi vidual. Malinowski creía que su descubnmiento constituía una gran victoria contra los partidarios de la teoría del «comunis mo primitivo» que pretendían que, en las sociedades primitivas, todo es de todos (MaIínowski, equivocadamente, incluía entre los partidarios de esta teoría a Marx). Sin embargo, en cada modo de producción, entre todos los factores de producción algunos son más importantes que otros, y su modo de apropia ción es el que domina a las otras formas de apropiación y carac teriza de este modo un conjunto de relaciones de producción. En numerosas sociedades, la producción se lleva a cabo con la ayu da de instrumentos simples y fáciles de fabricar por cualquier individuo, que, por este mismo hecho, es un productor poliva lente. Esta facilidad de producción explicaría al mismo tiempo la presencia de numerosas formas de propiedad individual de los instrumentos en las sociedades primitivas, y el hecho de que esas formas de propiedad individual no dominen las relacio nes de producción. Este era el caso de los esquimales, entre los que los recursos naturales -los ríos (y los peces), la tun dra ( y el reno), las costas marinas (y los mamíferos marinos) eran propiedad comunal de la banda, mientras que los instru mentos eran propiedad individual; propiedad individual, pero no privada, porque ningún individuo podía negarse a prestar sus instrumentos o sus armas a un pariente o a un miembro de la banda que estuviera necesitado de ellos y se los pidiera; no podía, por consiguiente, privarle de ellos. En lo que concierne a las formas de propiedad de un te rritorio de caza, de un territorio agrícola o de un territorio de ganado nómada, hay que subrayar el hecho de que la propiedad individual del suelo es una excepción en el seno de los modos de producción de la mayor parte de las sociedades precapitalis taso Esto era lo que subrayaba Carl Brinkmann en la introduc ción general al artículo "Land Tenure», en la Encyclopedia 01 the Social Sciences: «La atribución de la tenencia de la tierra al individuo, en tanto que ser distinto de un grupo sociaL. es un concpeto muy moderno que no puede aplicarse completa mente ni siquiera en una economía capitalista. Ocurre Jo mismo con la tenencia territorial en tanto que derecho individual ex clusivo de cualquier otro derecho concurrente. Lo que puede
Uno de los problemas teóricos de la antropología -funda mental por un doble motivo: por una parte, porque concierne a las transformaciones mayores de la historia humana, y, por otra parte, porque están subordinados a él, en un plano teóri co, los progresos incluso de ramas particulares de la antropolo gía, como la teoría de las relaciones de parentesco, de las es tructuras políticas, de las formas de religión y de ideología consiste en explicar cómo unas minorías sociales han podido encarnar, personificar intereses comunes y transformar paula tinamente su poder de función en poder de explotación econó mica y social. Más adelante volveremos a tratar este punto esencial. Todo proceso de producción presupone, por consiguiente,
una distribución social de los factores de producción, es decir,
un modo social de apropiación de los objetos de trabajo, de
los medios de trabajo y, en determinados casos, del propio tra
bajador, cuya persona puede constituir directamente un objeto
de apropiación por parte de un amo, en el caso de la esclavitud,
o pertenecer sólo indirectamente a un terrateniente, en el caso de campesinos sojuzgados y vinculados a una tierra, «a la gle ba». Uno de los resultados más importantes de la antropología y de la historia comparadas es el descubrimiento y el análisis de múltiples formas de estatutos de dependencia personal que existían en sociedades no capitalistas y que habían nacido de múltiples procesos locales de diferenciación social. Los diversos factores de producción, en el seno de socieda des primitivas y agrícolas, son objeto frecuentemente de modos de apropiación distintos, y el conjunto de esos modos de apro-
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parecer una contradicción en los términos en relación con la noción de propiedad del Derecho romano o del Derecho civil moderno, a saber que no pueden existir dos o más derechos de propiedad sobre la misma cosa, es evidentemente la regla más general de las instituciones que gobiernan la tenencia de la tierra». a) No es el trabajo del individuo en tanto que tal lo que fundamenta esa relación comunitaria de apropiación del suelo, sino la pertenencia de este individuo a una comunidad que existe con anterioridad a él lo que le garantiza un acceso a este recurso fundamental, convirtiéndole de ese modo en posesor de derechos de uso y no en propietario de esos derechos. Este es un resultado científico importante cuando se confronta con la historia de las ideas. La antropología económica no se con funde con una filosofía del trabajo como «esencia del hombre» aporta argumentos teóricos a una filosofía de la basada en el trabajo individual, ni siquiera en el en general, como la encontramos en Locke y en la ma yor parte de los pensadores que, desde comienzos del siglo XVlII, han defendido la propiedad contra las formas feuda les, estatales y comunitarias de propiedad que entorpecían el desarrollo. Esas formas comunitarias de de los principales recursos naturales que, sobre la base de las fuerzas productivas existentes, en el propio proceso de producción, el individuo en tanto que tal, es decir, en tanto que ser aislado, subsistir y debe esta blecer formas variadas de con los otros miembros de su grupo. e) La existencia de una forma comunitaria de apropiación del suelo no sólo garantiza el acceso de cada miembro de la comunidad a los recursos que le permiten reproducirse, sino que también asegura a las posteriores la misma garantía, asegura la reproducción misma de las condiciones de la producción material y de la existencia de la sociedad. Por consiguiente, en sentido estricto, los derechos esenciales y co munitarios sobre el suelo no pertenecel1 al conjunto de los miembros Vil'OS de la comunidad, a la comunidad de los vivos, sino a la comunidad entendida como conjunto de los antepasa dos muertos y de sus descendientes vivos o por naca. Los miembros \"Íyos de una comunidad son, pues, en la prúctica, y aparecen en el plano ideológico, como simples soportes de la reproducción de su comunidad (de la tradición), y, en cierlo modo, no ejercen mús que un derecho de tutela sobre los recur
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sos de la comunidad. Esta última existe en la práctica yapa rece como una realidad superior a los individuos, como el fac tor de unidad entre los individuos y entre las como la unidad superior visible de la comunidad que, al repro ducirse, garantiza a todos sus condiciones de existencia. Se concibe que a medida que la permanencia de los derechos sobre el suelo se convierte en condición interna e del proceso de producción, más necesarios se hacen los medios sociales para garantizar y controlar la continuidad de la ~_~~~;"L ció n del suelo y la determinación del lugar de los en ese proceso de apropiación. Esto ya ocurre en el caso de los modos de producción de caza y recolección basados en la ex plotación regular de los recursos animales y de un territorio determinado Y limitado. Lo mismo sucede cuando la producción se basa en la agricultura o en la explotación de un rebaño de animales domésticos y la tierra o el rebaño se han convertido no sólo en objetos de trabajo, sino también en me dios de producción que hay que mantener de forma permanen te en estado de funcionamiento, de generación en generacion. Algunos han sugerido analizar bajo esta óptica las funciones y el origen de las formas clasificatorias de parentesco y de la diferenciación política que se encuentran en el seno de nume rosas sociedades de agricultores y de ganaderos, en contraste con la estructura más flexible y fluida de las relaciones socia les en el seno de las sociedades de recolectores 7. d) En la medida en que los miembros vivos de una comu nidad son los soportes de las condiciones de la producción y de la reproducción de su comunidad, y en la medida en que esta les aparece como una realidad superior, como el factor de unidad y de supervivencia de los individuos y de las generaciones, entre las generaciones vivas, la que o las ljue son capac~s de asegurar efectivamente la continuidad del modo de reproducción económico y social ~'s capaces de mante ner en buen estado los medios de producción existentes y de transmitir los conocimientos tradicionales acumulados sobre los aspectos técnicos, mágicos, sociales de las formas y de las condiciones de la producción, en resumen, capaces de garanti zar a las generaciones posteriores el acceso a los recursos de la comunidad y de garantizarles, por su física y social- representan entre los vivos, en su más alto gra do, la comunidad como realidad superior a los individuos y se 7
Claudc Mcillassoux: "Rccherche d'un niveau de détermination dans
la société cynégétique», en L'Homme et la Société.
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identifican más que cualquier otra generación con esta unidad, con este interés superior de la comunidad. Por consiguiente, es obvio que esta generación o esas generaciones que reprC"sentan en un grado superior a su comunidad no pueden ser más que generaciones mayores que ocupan espontáneamente esta situa ción estratégica en el proceso de reproducción del modo de producción y de la sociedad. Pero entre varias generaciones de mayores que coexisten en una sociedad, la determinación de la que asumirá realmente la función estratégica de controlar el proceso de reproducción de la sociedad depende de la naturale za misma del modo de producción. En numerOSas sociedades de cazadores-recolectores, el proceso de producción es disconti nuo v debe recomenzar tras cada caza y cada recolección, sin dejar huellas y sin que puedan realmente almacenarse recursos para el futuro o deban apartarse simientes u otros productos del proceso de trabajo que asegurarían su reproducción. En estas condiciones, puede suponerse que la generación que dispondrá de los instrumentos más importantes de la autoridad social será aquella en la que los hombres y las mujeres estén en plena posesión de sus capacidades de producción. Esto es lo que ocurre entre las bandas de pigmeos mbuti, en el interior de las cuales la generación de los ancianos desempeña un papel social más desdibujado que la de los cazadores adultos. Pero es preciso recordar inmediatamente que, entre los cazadores-re colectores de sociedades como la de los aborígenes australianos o, por distintas razones, la de los indios de la costa noroeste, no se sigue ese mismo modelo, y algunos antropólogos como rrede rick G. Rose intentan construir la teoría de su estructura ge rontocrática suponiéndola en íntima relación con la prácti ca de la poligamia. Hay que advertir que la poligamia ase gura las condiciones de supervivencia de hombres que ya no son cazadores en "plenitud de sus fuerzas». De una ma nera general, la existencia de un excedente regular de me dios de subsistencia, excedente que se produce con mucha ma yor regularidad en el seno de los modos de producción [Jasados en la agricultura o en la ganadería, perrníte el mantenimiento de generaciones de ancianos y les asegura una posición estraté cn la transmisión de los acervos de las generaciones anteposición que prima en definitiva sobre el papel más o 111enos grande que pued;:\J1 aún desempeñar directamente :::n la sobre su capacidad individual cfccti\'a de ser pro ductores directos. Bajo esta óptica hay que analizar la existen cia \" las funciones de los «consejos de ancianos», la autllridad de los «jefes de linaje» u otras formas de comunidades
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lRres, basadas o no en el parentesco, y que componen las partes de comunidades más vastas (poblado, tribu, etc.). e) Pero este análisis nos lleva a un problema de mayor al cance teórico: el papel de las relaciones de parentesco como relaciones de producción y condiciones de la reproducción de la base económica y de las relaciones sociales de numerosas sociedades primitivas. Recordemos ante todo que, para anali zar teóricamente la naturaleza y las funciones de las relaciones de parentesco, hay que partir de su centro, y ese centro es la relación instaurada entre dos individuos. y, a través de ellos, entre dos grupos sociales, por una forma determinada de ma trimonio. El matrimonio, al combinar las fuerzas productivas del hombre y de la mujer, en el marco de una división sexual determinada del trabajo, constituye un elemento esencial de una unidad de producción y supera ya la impotencia del indi viduo en la sociedad primitiva para garantizar por sí solo su subsistencia y, por consiguiente, para reproducirse, y al mismo tiempo el matrimonio permite y asegura las condiciones de la reproducción biológica, física de la sociedad. Como lo ha sub rayado con fuerza Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco: «La situación difiere por completo en gmpos en los cuales la satisfacción de las necesidades económicas descansa total mente sobre la sociedad conyugal y la división del trabajo entre los sexos. El hombre y la mujer no sólo no tienen la misma especialización técnica y, por lo tanto, dependen uno del otro para la fabricación de los objetos necesarios para las tareas co tidianas, sino que se consagran a la producción de tipos dife rentes de alimentos. Por lo tanto, una alimentación completa y, sobre todo, regular, depende de esta verdadera «cooperativa de producción» que constituye una pareja [ ... ] Sobre todo en los niveles más primitivos, donde el rigor del medio geográfico y el estado TIldímentario de las técnicas hacen azarosos tanto la caza y el cultivo como la recolección de frutos, para un in dividuo abandonado a sí mismo la existencia sería casi im posible» 8. Y, como muestra Claude Lévi-Strauss, en las sociedades mitivas, el huérfano y el soltero no pueden subsisl ir sin inte grarse en cierto modo cn un grupo de parentesco. En lugar, el matrimonio redistribuye entre los grupos que compo nen una sociedad las mujeres, que son a la vez una fuerza de , Claude Léví·Strau'is: fas nlruc{uras elementales del parCI1{CSCO, p. 75.
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trabajo, y por tanto, un factor directo de producción, y, según la expresión de Claude Meillassoux: ,dos productores de los productores», es decir, la condición directa de la reproducción de la futura fuer¡;a de trabajo. Codificar y controlar la circula ción de las mujeres en la sociedad a través del matrimonio, lo que constituye la función visible de los sistemas de parenlesco, significa al mismo tiempo codificar y controlar la reproducción de las unidades de producción, del suelo en particular, entre los agricultores, o del rebaño entre los ganaderos, y significa también controlar la distribución de los factores materiales de la producción. Esta última restricción es importante. Los antropólogos tie nen tendencia a afirmar de forma general que las relaciones de parentesco dominan la vida de las sociedades primitivas. Esto es solamente un reflejo del hecho de que el 98 por 100 por lo menos de las sociedades estudiadas por ellos están basadas so bre todo en la agricultura y/o en la ganadería, y que a menudo las relaciones de parentesco desempeñan en esos casos un gran papel en la organización económica y social. Ahora bien, entre determinadas sociedades de cazadores-recolectores que todavía subsisten y que han podido ser observadas por etnólogos tales como Thomas, Schapera, Gusinde, Marshall, Lee, Turnbull, etc., se constata que el matrimonio es una institución inestable y que los sistemas de parentesco están muy simplificados, lo que corresponde a las condiciones mismas de la producción. No obstante, el matrimonio era relativamente estable y los siste mas de parentesco eran muy complejos en el seno de la mayor parte de los grupos de cazadores-recolectores australianos 9. Por tanto, hay que evitar plantear como un axioma, o acep tar como una evidencia general que las relaciones de parentesco desempeñen en todas las sociedades sin clases un papel domi nante en el funcionamiento de las relaciones sociales. Sólo des empeñan un papel de esa clase cuando cumplen un papel deci sivo en la distribución de los medios de producción y en el control de las condiciones mismas de la reproducción del modo de producción y de las relaciones sociales que le correspond~n. Esta doble función es la que les permite desempeñar un papel dominante, dominación que está a su vez determinada por el modo de producción. Daremos dos ejemplos de esta domina ción de las relaciones de parentesco, uno tomado de los siane, tribu hortícola de Nueva Guinea estudiada por Salisbury, y el • A. P. Elkin: Les aborígenes australiens, París, GaIlimard, 1967, capí tulos IV y V.
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otro concerniente a sociedades de ganaderos nómadas peu] y tuareg estudiadas por Pierre Bonte y Marguerite Dupire. Entre los siane encontramos un sistema muy complejo de reglas de apropiación, tanto de objetos materiales, la tierra, las hachas, los vestidos, como de realidades inmateriales (cono cimiento ritual), sistema que proporciona un ejemplo de aque llo que Malinowski denominó un sistema de derechos combi nados. Un jefe de linaje dispone de la tierra, las flautas sagra das, los conocimientos rituales, bienes cuya tutela detenta y que no puede transferir, derechos llamados Merafo y que ex presan la relación de un padre con sus hijos. El es responsable de ello ante la comunidad y sus antepasados. Un individuo cualquiera, jefe de linaje o no, dispone de los vestidos que ha fabricado él, los árboles que él ha plantado, los cerdos que ha criado, su hacha, las agujas que ha fabricado o se ha procura do, derechos llamados Amfonka, y que expresan la relación en tre un objeto y su sombra. Esos bienes pueden ser apropiados individualmente y transferidos. Entre esos dos tipos de reglas de apropiación existe una relación de orden, ya que únicamente si se tiene con el suelo una relación de tipo Merafo, es decir, si se pertenece a una comunidad y se explotan las tierras de esa comunidad, el trabajo realizado para plantar árboles sobre ese suelo da derecho a su apropiación individual, es decir, da derecho a una relación de apropiación de tipo Amfonka de esos árboles y de su producto. La existencia de esta relación de orden entre ambos tipos de derecho pone de manifiesto el hecho de que la pertenencia al grupo es el fundamento del sis tema de derechos y que el control del clan sobre otros grupos dependientes (casa de los hombres o linajes), o sobre el indivi duo, es el principio director de ese sistema. El conjunto del sistema combina, pues, los intereses del grupo y del individuo al limitar, mediante la prioridad del grupo sobre el individuo, las contradicciones que pudieran surgir de un uso individual e incontrolado de los recursos. Este ejemplo nos muestra igual mente la especificidad de la instancia jurídica de la sociedad, especificidad que expresa en este caso la extensión de las reglas de apropiación de toda realidad material e inmaterial que pue da ser apropiada y transmitida socialmente (conocimiento ri tual, prácticas mágicas, etc.). Estas reglas de apropiación de realidades inmateriales son las que Lowie ha designado bajo el término de propiedad incorporal, "úlcoporeal propriety», en su célebre artículo del YaTe Law Journal de marzo de 1928. Al afirmar que el concepto de propiedad desbordaba el campo de las realidades materiales, Lowie creyó ganar una gran victoria
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contra el materialismo; en realidad sólo había alcanzado una victoria sobre el materialismo vulgar que reduce toda vida so- cial a sus instancias materiales. Presentaremos un segundo ejemplo del lazo interno entre relaciones de parentesco y modo de producción, inspirándonos sobre todo en análisis aún inéditos, pero muy importantes, de Pierre Bonte sobre los tuareg kcl gres s del Níger y en los tra bajos de Marguerite Dupire y de Stenning sobre los ganaderos peul, nómadas de AfrÍCa Occidental. En e<¡as sociedades pasto- riles, el rebaíi.o constituye el principal medio de producción, y lo esencial del proceso de trabajo se realiza en el seno de los do[m;s l ¡':os. Este proceso de producción está basado en icas complejas de reproducción, selección, doma, alimenta ción de animales y cuidados veterinarios, técnicas que implican inmensos conocimientos bioló¡úcos, zoológicos, botánicos, astro nómicos, pero que emplean muy pocos instnlmentos, medios materiales, lo que frecuentemente ha servido de pretexto para tachar a los ganaderos-nómadas de primitivos. Así, antes de los trabajos de Hahn 10, a comienzos de siglo, se les clasificaba habitualmente, en la escala de la evolución, en un estadio ante rior e inferior a los primeros agricultores, 10 que la arqueología ha refu tado totalmente. La mayoría de esos procesos de producción se realizan en el marco del grupo doméstico, y el tamaño del rebaño corres ponde, en general, al tamaño de la familia y varía en función de la composición interna del rebaño (cabras, reses, ca de las posibilidades del medio, etc. Cuando la mano de obra doméstica no es suficiente, ello se remedia, bien por me dio de asociaciones de grupos domésticos, bien por préstamos de mano de obra, bien por trabajo serviL El grupo doméstico constituye, por consiguiente, la unidad de producción de base, pero determinadas actividades, tales como la transhumancia, las expediciones comerciales, la defensa, la agricultura, implican for mas ampliadas de cooperación, ya sea simple o compleja, que se realizan en el seno de unidades de co-residencia más vastas que el grupo doméstico: el campamento. Familb y campamen to constituyen los elementos de base de la organización socio económica. lO Eduard Halm: Die Haustiere und ihre Bezielumgen zur Wirtschaft der Menschen. Leipzig, 1896, Duneker und Humblot. Véase tambjén L. Kramer Pritz: "Eduard Hahn and the end of the 'Three uf Man'", The Geographical RevielV, LVII, núm. 1, 1967, pá ginas
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Pero las relaciones de parentesco desempeñan en este caso otro papel, tal vez aún más decisivo, en el funcionamiento del modo de producción, y que se combina con el papel de la fa milia como unidad de base de la producción. En efecto, la creación y el mantenimiento de una familia y de un rebaüo se basan en mecanismos en parte idénticos. La constitución de una familia, es decir, la creación de una nueva unidad de pro ducción, supone no solamente la circulación de mujeres, sino también la transferencia ele cabezas de ganado v la transmi sión de derechos reales sobre el ganado en el marco de las rela ciones de linaje. Pierre Bonte ha designado con el término de pre-herencia ese proceso de transmisión de derechos reales so brt~ el ganado que se inicia con el nacimiento de un individuo varón y se prosigue con motivo de su iniciación, de su casa miento, etc. La ruptura de la unidad del rebaño doméstico y la constitución de un rebaño independiente para cada hijo, pue den realizarse en diferentes momentos. bien en el momento de la boda, bien con motivo del nacimiento del primer hijo o a la muerte del padre, según las circunstancias. Nos encontramos en tal caso con formas de escisión y segmentación de los gru pos de parentesco, caraeterísticas de las relaciones ele parentes co de linaje y que se encuentran tanto en el seno de numerosas sociedades agrícolas como en el seno de sociedades de !2anade ros-nómadas (que son casi todas patri-lineales). A este proceso permanente de segmentación y de dispersión de los segmentos de linajes, que favorece la constitución de nuevas unidades de producción y corresponde a las necesidades mismas del encua dramiento y de la producción de un rebaño (si se omite aquí la utilización de la mano de obra servil o dependiente que obe dece a prácticas y condiciones históricas específicas), respon den los diferentes tipos de matrimonios preferenciales y la ten dencia a la endogamia tribal, prácticas que garantizan la permanencia de los bienes del linaje. Toda una estrategia de alianzas matrimoniales es requerida, por consiguiente, por las formas mismas del modo de producción y para la reproducción de las condiciones de la producción, y, en esta estrategia, los factores de co-residencia desempeñan un f!ran papeL El de la residencia en la constitución de las relaciones de paren tesco, y en la articulación interna de un modo de de un sistema de parentesco, plantea problemas fundamentaque tan sólo mencionaremos de paso. Marguerite Dupire, en su obra sobre los ganaderos nómadas, L'organisation sociale des Peul, eseribe: "Avecinándose e inter-casándose es como se llega a ser agnado, y porque se es agnado es por lo que uno se
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avecina y se Ínter-casa» 11, Y opta por la anterioridad del primer fenómeno respecto al segundo. Estas pocas observaciones ponen, pues, en evidencia algu nas de las diferencias que existen entre las formas de or~aniza ción de la producción en las sociedades agrícolas y en las so ciedades pastoriles. El hecho de que el medio de producción dominante, el rebaño, sea apropiado en el marco de una unidad doméstica, de un segmento del linaje, el hecho de que existan posibilidades de acumulación de un excedente en ese marco y que sean muy diferentes de las que se ofrecen en una sociedad agrícola, el hecho de que el ganado sea a la vez un medio de producción, un medio de subsistencia (<
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enfocar esta causalidad quedan radicalmente excluidas. Por una parte, la causalidad de la economía no puede ser presentada como cl engendramiento, la génesis de las relaciones de paren tesco o de otras relaciones sociales fuera del seno de la infra estructura económica; por otra parte -y ya lo hemos demos trado extensamente al precisar su papel activo, por ejemplo, en la reproducción de numerosos modos de producción- las relaciones de parentesco no son simples fenómenos que acom pañan a la actividad económica y que se limitarían a una accion pasiva sobre la vida social, mientras que únicamente las rela ciones económicas tendrían una causalidad activa. No vemos por qué misteriosa alquimia la economía «se convertiría» en el pa rentesco o por qué misteriosa razón la economía debería (mal) «esconderse bajo» el parentesco. En ambos casos nos encontra mos ante variantes del materialismo vulgar, teñido en mayor o menor medida de empirismo funcionalista, que trata de reducir toda forma de vida social a su instancia material, o de dedu cirla de esa instancia, como los empiristas sensualistas del siXVIII intentaban, bien reducir todo proceso de conocimien to a una complicación de sensaciones originarias, bien deducirlo de esas sensaciones. En realidad, las relaciones de parentesco tienen un conteni do propio que consiste en ser el mecanismo social de la repro ducción biológica de la sociedad a través de la práctica del ma trimonio. Estas relaciones biológicas y sociales entre miembros de una sociedad son irreductibles a relaciones económicas de producción, pero depende de los diversos modos de producción que esas relaciones de parentesco desempeñen o no la función de relaciones de producción, o se conviertan en condiciones es tratégicas de la reproducción de un modo de producción. En la sociedad capitalista, la familia y las relaciones de parentesco ya no desempeñan el papel de unidad de producción. La "pa se ha convertido solamente en una unidad de consumo y en una categoría contable. El proceso de producción consiste en este caso en una relación entre dos clases, y se realiza en el seno de unidades de producción separadas completamente de la organización familiar, en el interior de las fábricas, de los complejos industriales, etcétera. No se trata, en esta etapa de la investigacíón antropológica, de dar cuenta de la existencia de los sistemas de par~nteseo patrilincales o matrilincales, o indiferenciados, a partir única mente de las estructuras de la producción. Así, entre los indios de la costa noroeste, cuya economía estaba basada en las mis mas formas de producción -caza, pesca, recolección- y sobre
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la misma división del trabajo -los hombres practicaban las dos primeras formas de producción y las mujeres la tercera-, los sistemas de parentesco eran matri-lineales en el norte y pa tri-lineales en el sur, y la apropiación de los lugares de caza, pesca y recolección estaban matri-centrados en el norte y patri centrados en el sur. La teoría completa de los factores que den cuenta de esas semejanzas económicas y esas diferencias socia les todavía está por construir. Sin embargo, hay que recordar que los análisis estadísticos más rigurosos actualmente existen tes, los de Driver y los de Massey, que han investigado las corre laciones entre economía y parentesco en los grupos de indios de América del Norte, han llegado a la siguiente conclusión: «Cuando se compara por el método de las correlaciones el predominio de un sexo en las actividades de subsistencia, en la residencia post-nupcial, en la descendencia y en la termino logía del parentesco, se constata que tiende a emerger una clasificación triple. Las sociedades en las que las mujeres do minan la subsistencia tienden a tener residencia matri-local, descendencia matri-lineal y una clasificación del parentesco de tipo crow. Las sociedades en las que existe un equilibrio entre las actividades de subsistencia de los hombres y las de las mujeres, tienden a tener residencia bilocal, descendencia bila teral y una terminología de parentesco hawaiana. Las socieda des en cuyo seno los hombres dominan la subsistencia tienden a tener residencia patri-local, descendencia patri-lineal y una terminología de parentesco de tipo omaha. Esta evidencia apor ta un apoyo a la teoría del determinismo económico de la des cendencia. Sin embargo, aun cuando las relaciones pertinentes sean significativas, la mayor parte de ellas son débiles, lo que significa que existen muchas excepciones a esas tendencias ge nerales, y, por ello, que debe haber otras causas implicadas que se añaden al predominio de un sexo sobre el otro en las modali dades de procurarse el alimento» 12.
Al abordar el análisis de los modos de producción basados en relaciones de explotación del hombre por el hombre, dire mos algunas palabras sobre el problema de la esclavitud en el seno de las sociedades pre-capitalistas. En conjunto, allí donde existía, la esclavitud no era la relación de producción dominan te y la producción no se basaba sobre todo en la explotación de la mano de obra servil, como ocurrió en la antigua Roma. El 12 Driver: /ndians 01 North-America, University of Chicago Press, 1966, páginas 266-267.
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esclavo, la mayoría de las veces, forma parte de la unidad do méstica de producción y su estatuto tiende a ser el de un miem bro inferior de la familia, casi el de un menor. El escla\'o, la mayoría de las veces, es un cautivo y su estatuto, por encima del hecho esencial de que el esclavo no es dueño de su persona, varía de forma considerable. Entre los yukurok, se podía obli gar al esclavo a que trabajase para su amo, pero no se le po día vender, ni comprar, ni tampoco matar. Más al norte, un es clavo podía ser utilizado en la producción, ser vendido o com prado, pero no se le podía matar. Finalmente, todavía más al norte, entre los kwakiutl, el esclavo podía ser vendido, com prado o muerto y frecuentemente se le sacrificaba en los pot latch o en las ceremonias de fundación de una casa, etc. Pero, entre los kwakiutl, la sociedad estaba dividida en dos clases: esclavos y hombres libres, y estos últimos estaban divididos a su vez en hombres comunes y nobles. Entre los kwakiutl, entre los aztecas, los hombres libres podían caer en la esclavitud, pero para que existiera ese tipo de esclavitud, basado en la guerra y en la captura de prisioneros, era preciso que en el seno de la sociedad existieran grandes desigualdades entre ri queza y pobreza. Los aztecas, que sacrificaban un número tan elevado de prisioneros de guerra al culto de sus dioses, trata ban a sus esclavos «casi como a sus hijos», según la expresión del cronista Alonso de Zurita. Al esclavo no se le podía matar, ni golpear, ni siquiera revender, excepto en casos de mala con ducta grave Y reiterada. Podía tener su casa, sus propios bienes, incluso esclavos, Y sus hijos nacían libres. En Africa Occidental, la «producción» de esclavos adquirió una amplitud enorme y devastadora para suministrar mano de obra a las plantaciones de las colonias españolas y portuguesas, y luego a las econo mías algodoneras y azucareras de América del Norte. Esto tras trocó profundamente las estructuras económicas y sociales de Africa Occidental, como demuestran los trabajos recientemente publicados gracias a Claude Meillassoux sobre «la evolución del comercio en Africa Occidental». Pero, a pesar de esta importan cia de las relaciones esclavistas en Africa Occidental, se podían encontrar numerosas prácticas que obstaculizaban la forma ción de una clase hereditaria de esclavos; así, entre los sonhaai del Níger, los descendientes de esclavos se convertían en hom bres libres al cabo de tres generaciones. Por el contrario, la mayoría de las primeras sociedades de clase y los Estados que caracterizan la historia antigua y re ciente de la América pre-colombina, de Africa pre-colonial, del sudeste asiático, etc., se han desarrollado sobre la base de for
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mas no-esclavistas de dependencia. El Imperio inca se edificó en menos de dos siglos, y esta ascensión fulgurante sólo fue supe rada por los aztecas, que sólo eran, en el momento de su irrup ción en el valle de México, en el siglo XII, un grupo de tribus de cazadores guerreros que desconocían la agricultura y el teji do. Antes de la conquista inca y de su integración en el Tahuan tinsuyu, el imperio de los cuatro distritos, el modo de produc ción de numerosas tribus andinas se basaba en la producción de tubérculos en el seno del Ayllu, comunidad aldeana local donde residía un grupo de parentesco del tipo de linaje. La propiedad del suelo era comunitaria y la tierra se distribuía pe riódicamente entre las familias restringidas, sin que éstas pu dieran transformar ese derecho de uso en derecho de enajena ción, o sea en una forma cualquiera de propiedad privada. se parada de la propiedad comunal. El trabajo, basado en la ayuda recíproca de los aldeanos (la minga) en la realización de las di ferentes tareas productivas, tenía igualmente una forma comu nitaria. El jefe de la aldea (el curaca) era el primer beneficiario de la ayuda mutua aldeana, y se cultivaban especialmente tie rras comunales para el mantenimiento de las tumbas de las di vinidades·y de los jefes locales. Nos encontramos, pues, con un modo de producción basado en la cooperación de productores directos, ligados entre sí por lo que el cronista español BIas Valera llamaba
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bargo, un nuevo modo de producción se había instalado, basa do en un régimen de prestaciones de trabajo. La prestación de trabajo no era individual; toda la aldea participaba y el Estado inca suministraba el alímento y la be bida, del mismo modo que lo hacía, en el seno de Ayllu tradi cional, el beneficiario de la ayuda comunitaria con quienes le ayudaban. El Estado proporcionaba los instrumentos Y la si miente, insistiendo para que la gente acudiera a trabajar ves tidos de fiesta, con música y cantos. De este modo, las formas antiguas de reciprocidad económica y las antiguas formas de ideología y de rituales que les correspondían sirvieron a partir de entonces para el funcionamiento de las relaciones de explo tación y servidumbre económicas, características de una nueva forma de modo de producción perteneciente al tipo «modo de producción asiático». El Estado inca tenía necesidad, para or ganizar su propia base económica de manera que pudiera re producirse de forma estable y ampliarse, de recensar al mismo tiempo las tierras, las poblaciones, los animales, los productos. Necesitaba, pues, crear una maquinaria administrativa que en cuadrase a la población y la controlara directa o indirectamen te, y tenía asimismo necesidad de generalizar el culto del Inca, hijo del Sol, y el del Sol su padre, de mantener un ejército que reprimiera los levantamientos, etc. Este conjunto de institucio nes correspondía al nuevo modo de producción, y se sabe que este modo de producción se encontraba en 1532 en plena evo lución, puesto que el Estado se había visto obligado a trasladar poblaciones enteras para crear colonias militares que controla ran a las poblaciones locales demasiado turbulentas. Por con siguiente, había roto total o parcialmente los lazos tradiciona les de esas tribus con sus tierras. Pero, por otra parte, había adquirido un nuevo desarrollo una forma tradicional de depen dencia personal, llamada Yanacona, por la cual individuos com pletamente alejados de su comunidad de origen, los yana, que daban lígados a la persona de un amo durante toda su vida. Si se trata de determinar los modos de producción que com ponían, a comienzos del siglo XVI, la base económica de la for mación económica y social concreta que era el Imperio inca, se pueden distinguir tres: el modo de producción aldeano tribal preincaico, que continuaba asegurando la subsistencia de las co munidades aldeanas; el modo de producción «asiático», basado en la explotación colectiva de esas mismas comunidadeS por una clase dirigente que se confundía con el Estado y les impo nía un régimen de prestaciones de trabajo; y un modo de pro ducción nuevo, embrionario, que estaba basado en la explota
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producción nuevas, basadas en la opreslOn y la dominación, clOn, esta vez individual, de los yana, individuos desligados de puesto que los productores habían perdido el control en lo su su comunidad de origen y vinculados a familias aristocráticas. cesivo de una parte de su trabajo y del producto de éste. Ade Esta forma de explotación, que preexistía a la conquista inca, más, los incas, al mismo tiempo que mantenían el culto de los conoció un nuevo desarrollo a medida que se desarrollaba una dioses locales, habían afíadido el del dios Sol y el de su hijo forma de propiedad individual (pero no privada) de tierras y el Gran Inca, en honor de los cuales el campesino debía ofrecer de rebaños donados por el Estado inca a determinadas capas trabajo, como lo exigían antes sus propias divinidades locales de la nobleza. De estos tres modos de producción, el segundo tradicionales. Las antiguas relaciones de parentesco y las anti -basado en la dependencia general de las comunidades aldea guas relaciones políticas aldeanas y tribales, sin cambiar de for nas y tribales locales a una comunidad étnica superior, que se ma de estructura, habían cambiado de función, puesto que es confundía con el Estado- era el modo de producción domi taban encargadas de hacer que funcionara un modo de produc nante. Siguiendo el método de la antropología económica, ana ción nuevo. lizar una sociedad concreta consiste, pues, en inventariar, en el Este es el mecanismo que ha mostrado y desmontado John interior de la formación económica y social que constituye, los Muna, quien escribe: «Cuando la corona elaboró un sistema de diversos modos de producción existentes y determinar el que prestaciones de trabajo, sirvieron de modelo las obligaciones desempeña un papel dominante. recíprocas de las comunidades, conocidas y comprendidas por Vamos a profundizar en el análisis de la formación económi todos.)} El problema práctico planteado a los incas por su con ca y social inca porque, aparte de presentarnos un ejemplo no quista era doble: permitir a las poblaciones sometidas conti table de sociedad de clases no-occidental, nos lleva a observa nuar produciendo sus medios de subsistencia según sus proce ciones teóricas que hacen entrever las nuevas vías por las cua dimientos tradicionales y obligarles a producir para el Estado les puede y debe internarse la antropología económica, y con en formas de producción que ellas comprendieran y que, hasta ella toda la antropología. Lo que llama la atención en la natura cierto punto, estuvieran justificadas desde su punto de vista. leza de la base económica de la fomlaciém social inca es que Para resolver este problema fueron necesarios excepcionales es el modo de producción dominante mantiene activamente una fuerzos de invención política y social, colectivos e individuales, parte de las antiguas relaciones comunitarias, apoyándose y como los que la tradición atribuía a emperadores casi legenda constituyéndose sobre ellas, utilizándolas para su propio modo rios, como Pachacuti, Manco Capac y sobre todo Viracocha, de producción y de reproducción, al tiempo que destruye y su pero al mismo tiempo hay que constatar que existían pocas al prime otra parte de esas relaciones tradicionales. Por ejemplo, ternativas y que los medios para resolver esos problem¿ls ya según el cronista Coba: «Solamente a partir del día de su ma existían en parte en el seno del modo de producción anterior. trimonio se convertían los hombres en tributarios y tomaban Entre estos medios hay que citar, en primer lugar, el hecho parte en las obras públicas.» Lo que significa, como ha demos de que la producción se basaba en formas diversas de coopera trado John Murra en su notable tesis: The Fcolloll1ic Orga¡lÍza ción simple; en segundo lugar, el hecho de que la tierra era tio1! of tlle Inca State, que el casamiento, de rito de ingreso en propiedad de toda la comunidad y que el individuo no era más el seno de una comunidad local, se había transformado en me que poseedor de los derechos de uso sobre parcelas redistribui dio de acceso a un nuevo estatuto y en un símbolo de ese es das más o menos periódicamente; en tercer lugar, el h,:cho de tatuto, el de súbdito del Estado inca susceptible de realizar que tanto en el plano del proceso material de la producción como de trabajo, por tanto miembro de una comunidad en el de la relación del individuo con el medio de producción esen mucho más vasta y de esencia muy diferente de la de los Ay!lu cial, la tierra, la comunidad existe y aparece C01110 una realidad o de las tribus locales. al indi\~iduo v como la condición práctica de su super Al obligar a los campesinos a acudir en trajes ele fiesta a \'Í\ encia; en cuarto lugar, el hecho de que la función de reprc en las tierras del Estado y del Sol, al suministrarles sCIlIar a la comunidad, de controlar el proeeso de su alimentos y bebida, los incas utilizaban la forma antigua de ción en tanto que tal, es dl'cI¡', en tanto que unidad SUI1L'l'lor a basada en las obligaciones recíprocas de los miem los indiYiduos el1 la medida en que ella es la unidad de su,> inte bros de las comunidades locales, forma y reses comunes, pertenece él una familia particular y, en el seno das y comprendidas por todos, para
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de esta familia, al individuo que mejor puede cumplir esa fun ción. Este individuo es el curaca, el «jefe» de la comunidad local o de la comunidad tribal, que es al mismo tiempo el jefe militar. Por esta función, este individuo y su familia personificaban más que cualquier otro la comunidad, la encarnaban en cierta medi da en tanto que realidad superior a los individuos y personifica ban esta unidad superior. La función de representar y defender los intereses comunes de todos los miembros de la comunidad si tuaba de este modo fuera de lo común al miembro de la comu nidad que la desempeñaba. Existía una especie de aristocracia interna, en el sentido propio de la palabra aristocracia: ~{fJL(r;-or;, en griego el mejor, es decir, quien mejor representa la comuni dad. En quinto lugar, en la organización del proceso de produc ción, la fuerza de trabajo de los miembros de la comunidad lo cal, del Ayllu, era invertida, por una parte, en forma de un tra bajo nccesario para reproducir su propia existencia y la de los miembros necesitados de la comunidad: viudas, viejos, inváli dos, etc., y, por otra parte, en forma de un trabajo suplemen tario destinado a reproducir la comunidad en tanto que lal. Este trabajo suplementario era invertido en cultivar la tierra del curuca. Este último tenía derecho, como cualquier otro miembro de la comunidad, a tierras en cantidad suficiente para el mantenimiento de su familia y a la ayuda comunitaria para trabajarlas. Pero también se le atribuían tierras suplementarIas y se le proporcionaba trabajo suplementario para cubrir los «gastos» de sus obligaciones como representante y responsable de la comunidad en tanto que tal. Según los casos, o según la amplitud de sus funciones (jefe de aldea, jefe de tribu), el jefe participaba todavía directamente en el proceso de producción, o bien había dejado de ser un productor directo y participaba únicamente en el proceso de producción por sus actividades de control del uso de las tierras, de dirección del proceso de pro ducción y por sus actividades rituales y ceremoniales en cada fase del proceso de producción agrícola. Al lado de este trabajo suplementario invertido en favor del representante de la comunidad, también hay que mencionar el trabajo invertido en hacer la guerra, es decir, en defender o conquistar tierras, canales de riego; en resumen, en proteger o en ampliar los medios de producción de la población. Para ha cer frente al crecimiento de la población, por tanto, para per mitir a la comunidad reproducirse sobre las mismas bases, se invertía trabajo suplementario en forma de obras de irrigación local, de ampliación del espacio cultivado mediante la habilita ción de terrazas; trabajo, pues, destinado a ampliar los medios
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de producción de la comunidad. Finalmente, se dedicaban tie rras y trabajo suplementarios al culto de los antepasados y de las divinidades locales: dios de la tierra, de la lluvia, etc., y al mantenimiento de las tumbas y de los altares. Había tierras reservadas para la producción del maíz ceremonial necesario para fabricar la cerveza de maíz utilizada en las libaciones. Se criaban llamas con e! fin de sacrificarlas ritualmente, se fabri caban tejidos para ser quemados, etc. La dedicación de recur sos -tierras, animales, maíz, tejidos y trabajo (agrícola, artesa nal, para el culto de los antepasados y de los dioses respondía a una doble necesidad: manifestar el reconocimiento de los vivos hacia los muertos que sobrevivían en lo invisible, y hacia los dioses, gracias a los cuales la comunidad existe y permanece viva y, por tanto, honrar, glorificar a los antepasa dos y a los poderes sobrenaturales y cumplir las obligaciones que la comunidad tiene en relación con ellos. Seguidamente, en la medida en que los antepasados las realidades sobrenatura les aparecen como potencias que el poder de controlar la fertilidad de las tierras, la lluvia, la muerte, la enfermedad, la victoria de las armas y que, por consiguiente, permiten o im piden la reproducción de la comunidad y controlan todas las condiciones que están fuera del alcance directo del hombre, hay que esforzarse, bien en detener o desviar las acciones de las potencias malignas, bien en suscitar, atraer, multiplicar las acciones de las potencias benéficas. Así pues, hay que Jesarro llar una práctica para controlar indirectamente esas potencias que controlan directamente las condiciones naturales y sobre naturales de la reproducción de la comunidad, una práctica que les obligue a intervenir o a abstenerse de intervenir en la vida de la comunidad y su proceso de reproducción. Y, para obtener esos efectos, se sacrifica, se ofrece a las potencias invisibles ri quezas materiales y trabajo, en e! marco de una práctica simbó lica que pretende actuar (de forma imaginaria) sobre las con diciones de reproducción de la vida social. Esos cinco elementos pertenecientes al modo de producción antiguo no desaparecieron tras la conquista inca. Por una par te, el antiguo modo de producción continuaría garantizando la subsistencia de las comunidades locales; por otra parte, esos cinco elementos suministrarían los puntos de apoyo y las for mas de un nuevo modo de producción. La comunidad conquis tadora se apropió de todas las tierras y recursos naturales de las comunidades conquistadas. Se limitaba a aplicar en este caso el derecho tribal tradicional, que basa los derechos de! individuo sobre el hecho de que es miembro de una comunidad 8
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y priva, por tanto, de todo derecho a todos cuantos no pertene cen a ella. La comunidad superior, personificada por su jefe inca, que la representa como tal y como comunidad superior, como Estado, se convierte, por consiguiente, en el propietario colectivo de la tierra y todas las tierras conquistadas se con vierten en propiedad "de la corona». Esto significa que la for ma colectiva de apropiación del suelo es, tanto después como antes de la conquista, la forma social de las relaciones de pro ducción ligadas a la tierra y que el Estado ocupa el lugar de la comunidad local en tanto que terrateniente, constituyendo, por tanto, para el individuo, una comunidad nueva, superior a su comunidad tradicional y de la que depende para sobrevivir. De este modo, tanto antes como después de la conquista, el hecho de formar parte de una comunidad superior a él mismo es lo que le asegura al individuo sus condiciones de existencia. El Estado, convertido en propietario colectivo de todas las tierras del reino, se apropió directamente de algunas de esas tierras, transformándolas en tierras de la corona o de los tem plos, cediendo por ({ benevolencia» el uso, y no la propiedad, de las tierras restantes a las comunidades para pennitirles subsis tir; por tanto, les acordó graciosamente los medios de subsistir a cambio de la obligación de trabajar las tierras convertidas en dominio del Estado y de la Iglesia. Pero, puesto que reem plazaba la comunidad tradicional como propietario colectivo, y asumía la antigua función de garantizar a las familias y a los individuos sus medios de existencia, el Estado, la nueva comu nidad superior, tenía derecho automáticamente al trabajo su plementario de la comunidad conquistada, trabajo suplementa rio que invertía tradicionalmente para permitir la reproducCión de la comunidad en tanto que taL La comunidad superior no hizo, por consiguiente, más que añadir al trabajo suplementario tradicional un nuevo trabajo suplementario que revestía las mismas formas. El Estado suministraba a los campesinos que trabajaban las tierras de las que habían sido expropiados ali mentos, bebidas y simientes, identificándose de este modo con el poder local tradicional y dando a la prestación de trabajo la forma de las relaciones tradicionales de reciprocidad aldeana y tribal. La comunidad conquistadora, propietmia directa de una parte de los recursos materiales de múltiples comunidades locales, propietaria al mismo tiempo del trabajo suplementario de inmensas masas de productores, se basaba de hecho en una base económica de nuevo tipo que, en apariencia, tenía la for ma, agrandada de forma gigantesca, del antiguo modo de pro ducción.
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Al mismo tiempo, el funcionamiento de esas nuevas relacio nes de producción exigía el desarrollo de instituciones y capas sociales nuevas, de una burocracia de Estado encargada de con trolar y vigilar la reproducción del nuevo modo de producción. Por ejemplo, en cada provincia era nombrado un gobernador cuyo título significaba «el que todo lo ve», y que vigilaba para que las tiel,TaS del Estado y de la Iglesia fuesen trabajadas y para que las prestaciones de trabajo se realizaran sin retrasos. El nuevo modo de producción confería, pues, a las funciones polít ico-religiosas un nuevo papel, dominante, en la organiza ción de la producción y en los mecanismos de reproducción del nuevo modo de producción. Mientras el antiguo modo de pro ducción aldeano determinaba el papel dominante de las rela ciones de parentesco en el seno de la comunidad tradicional, el nuevo modo de producción, por una parte, aniquilaba ese pa pel dominante de las relaciones de parentesco en la organiza ción social, dejándole el papel secundario de continuar organi zando la subsistencia de las comunidades locales y, por otra parte, transfería el papel dominante a las nuevas relaciones po lítico-religiosas, que desbordaban totalmente el antiguo marco aldeano y tribaL Ahora podemos captar las consecuencias ideológicas del he cho de que las antiguas relaciones de producción (ayuda mutua aldeana, trabajo suplementario, etc.) confiriesen su forma a las nuevas relaciones de producción (prestaciones de trabajo). La consecuencia fundamental era que las nuevas relaciones sólo podían aparecer bajo una forma, una apariencia que hiciera desaparecer, que disimulara en las representaciones ideológicas espontáneas de los agentes económicos el contenido real, nlJevo, de explotación del hombre por el hombre de esas nuevas rela ciones de producción. Por el hecho de que las antiguas relacio nes de producción persistían y conferían fonna a la vez a las nuevas relaciones de producción, las fonnas ideológicas anti guas podían a un mismo tiempo servir de material y de esque ma de representación de las nuevas relaciones sociales, y no podían hacerlo más que según su contenido propio, contenido que representaba las obligaciones de los miembros de las co munidades frente a su comunidad de origen como obligaciones frente a una realidad superior, es decir, constrictora pero be néfica. La antigua ideología tenía, pues, la capacidad de repre sentar las nuevas relaciones, pero no podía hacerlo más que presentándolas como otra cosa, como algo parecido al antiguo modo de producción y que, simplemente, lo prolongaba. De este modo se producían dos efectos que caracterizan necesaria
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mente toda ideología de dominación: la disimulación, la des aparición al nivel de la representación del carácter opresivo del nuevo modo de producción, y la justificación de esta opresión, tanto desde la óptica de las clases dominantes como de las cla ses dominadas. Procuraba a todos los grupos sociales en juego razones pertinentes para continuar dirigiendo o siendo dirigi en resumen, constituía la forma ideológica adecuada para el funcionamiento del nuevo modo de producción y de sus ins tancias económicas, políticas y Constituía, pues, la ideología correspondiente a las condiciones de la reproducción de la nueva formación económica y social. Anotemos, y esto tie ne consecuencias para una teoría de la ideología, que, por el hecho de no ser un reflejo directo, una transposición inmediata de las nuevas relaciones de producción, es por lo que la antigua ideología responde mejor a las necesidades de la reproducción de esas relaciones. Porque representa esas nuevas relaciones bajo una forma que no deja traslucir su contenido real, eS por lo que corresponde mejor a ese contenido. Ya pueden adivinar se las dificultades que encontrarían los partidarios de una teo ría que hace de la ideología un simple reflejo de la base eco nómica de las sociedades. Otras observaciones teóricas de carácter general pueden ex traerse de nuestro análisis del modo de producción inca. Con ciernen al papel de la guerra y de la violencia en la formación de ese modo 'de producción y al papel desempeñado por las grandes obras públicas. Ya hemos abordado el problema de la guerra al recordar que la forma misma de propied8d colectiva tribal implica que esté privado de derechos de propiedad todo individuo o todo grupo extraño a la comunidad tribal. La guerra de conquista no hace sino ejercer por medio de la violencia (ya se en realidad, ya se sometan las poblaciones extranjeras sin combatir) ese derecho en detrimento de grupos enemigos cuya derrota les priva de todo derecho sobre su tierra. Pero la guerra no basta por sí misma para crear un nuevo modo de producción. Puede mantener durante un cierto tiempo la domi nación de una tribu victoriosa y permitirle saquear las de las tribus vencidas cuyo modo de producción tradicional continúa en pie, pero no basta para crear un modo de explota ción que se reproduzca a sí mismo regularmente y que, por consiguiente, pueda subsistir en tiempo de paz y desarrollarse. La guerra es un elemento importante en numerosos modos de producción (excepto en el caso de los cazadores-L'ecoIectores, donde su importancia parece menor). Por medio de la guerra se protegen territorios, medios de producción, o se añaden
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otros nuevos. La violencia, necesaria al comienzo para expro piar a comunidades extranjeras, no puede suministrar luego el medio de obligar regularmente a los vencidos a que produzcan trabajo suplementario en beneficio de los vencedores. Esto no significa que la amenaza de utilizar la violencia no fuese un medio permanente de obligar a las poblaciones a trabajar para sus vencedores. Los incas, efectivamente, reprimieron de forma implacable las revueltas, deportando a poblaciones enteras, tras ladando a poblaciones fieles a colonias militares para vigilar a las tribus indómitas. Pero, para que el modo de producción se reprodujera en todas las circunstancias y por sí mismo, reque ría ante todo un régimen de prestaciones de trabajo bien regla mentado, una burocracia, una contabilidad, medios para el al macenamiento y el transporte de los productos, etc.; en resu men, nuevas relaciones de producción en el interior de las cua les la violencia y el control armado desempeñaban un papel, pero no resolvían lo esencial de los probiemas. Efectivamente, como hemos visto, para que el sistema fun cionara regularmente era preciso que el trabajo suplementario proporcionado no les pareciera a los campesinos, o al menos no únicamente, un trabajo forzado, sino un trabajo "debido», una «obligación» aceptada y cumplida, una prestación que exi gía su contrapartida. Aquí volvemos a encontrarnos con el pa pel de la ideología como presión ejercida sin violencia física sobre el pensamiento y la voluntad de los súbditos del Inca. Por consiguiente, la guerra es un proceso que crea algunas de las condiciones de la formación de ese nuevo modo de produc ción al desligar elementos, factores de producción, de su com binación en el seno de la antigua estructura, al liberar en cierta medida esos elementos (la tierra, la fuerza de trabajo, se con vierten en medios de producción disponibles desligados en par te de las antiguas relaciones sociales). Pero un modo de pro ducción distinto sólo surge cuando esos elementos se encuen tran combinados de una nueva forma. Habría que comparar este proceso con el proceso de la génesis del modo de produc ción capitalista, lo que los economistas clásicos denominaban el proceso de acumulación primitiva del capital, a través del cual los campesinos y los artesanos fueron desposeídos de sus medios de producción y de subsistencia y desligados al mismo tiempo de toda sujeción con respecto a las relaciones feudales de producción, por tanto se vieron libres y obligados a vender su fuerza de trabajo. Ahora bien, lo que la guerra y la conquista inca no podían hacer era privar a las comunidades de medios para asegurarse directamente su subsistencia, por consigui..::nte,
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separar completamente a los individuos y a los grupos de la posesión de los medios necesarios para su subsistencia. Como subraya John Muna con fuerza: «No se podía tocar seriamente la autosuficiencia del Ayllu.,.» (p. 73). «El Estado se preocu paba exclusivamente de extraer las prestaciones de trabajo de los campesinos, sin interferir para nada en su autosuficiencia ... }) (pág. 166); por lo que, en definitiva, la posibilidad misma de la aparición de un modo de producción de tipo inca era el pro ducto de un determinado nivel de las fuerzas decir, estaba basada en la posibilidad técnica para los tores directos de producir un excedente regular. John Murra concluye: «La existencia y la supervivencia de una estructura sociopolítica tal corno el Estado inca está basada mente en una agricultura capaz de producir sistemáticamente excedentes más allá de las necesidades de la subsistencia del (pág. 34). Por tanto, el desarrollo de las fuerzas en la agricultura es lo que, en último análisis, ha bía creado la nosibilidad de anarición de una sociedad de claRecordemos úni ses y de un estaba basada en la produc camente que la maíz, etc., producciün ción de Esto nos permite responder a la que también tiene un alcance inmenso para el conocimiento teórico de la historia: ¿cuál fue el papel de las obras públicas en el nacimiento y desarrollo del Esta do y del nuevo modo de producción? La respuesta está ya dada. Las obras públicas siguieron a la aparición del Es tado y no lo condicionaron. Lo que refuta una vez más la teo ría mecanicista de Karl Wittfogel, que hacía de la necesidad de obras (preferentemente hidráulicas) la condí misma de la aparición del Estado (despótico oriental). En realidad, la existencia de un campesinado andino capaz de pro ducir regularmente un excedente era la condición prevía de la formación de una sociedad de clases y de un Estado. Lo que la conquista, la expropiación de las comunidades locales, la insti tución de un régimen de prestaciones de trabajo ofrecían, cl"a la posibilidad de concentrar inmensas cantidades de medios de producción y subsistencia y tener de este modo, con la condi ción de saber combinarlos y organizarlos en formas gigant¿~s cas de cooperación simple, los medios materiales para acome ter tareas fuera del alcance de cualquier tribu y, a fortiori, de cualquier comunidad local. Pero lo que también hay que subra yar, es que la reproducción misma del modo de producción su de:sarrollo, no solamente permitía, sino que exigía el des-
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arrollo de grandes obras públicas (lo que en modo alguno re decir que el Estado hubiera aparecido y se hubiese desarro llado para realizar esas grandes obras), porque el modo de producción requería para «desarrollarse» una infraestructura de carreteras, un ejército, una burocracia, un clero, etc., y esto la ampliación constante de los excedentes agrícolas y ar tesanales. El Estado favoreció, por consiguiente, la producción de maíz, planta fácilmente almacenable, cómoda de transportar y que proporcionaba un alimento y una bebida de alto valor ce remonial y energético, calidades todas eIlas de las que carecían los tubérculos que proporcionaban el fondo de la subsistencia tradicional de los campesinos andinos. El Estado generalizó el cultivo del introduciéndolo en numerosas regiones don de no existía. Pero, al mismo tiempo, tuvo que imponer la cons trucción de terrazas sobre laderas generalmente no roturadas, ya que los tubérculos tradicionales se daban mejor en ¡as lla nuras andinas que en las laderas. Gracias a la construcción de terrazas pudieron cultivarse nuevas tierras. Por tanto, no fue la necesidad de realizar grandes,Jbras de interés colectivo lo que hizo que surgiera la sociedad de clases el Estado inca, sino que fueron las necesidades de reproduc de esta sociedad de clases las que, en un momento dado, hicieron necesarias las grandes obras. Estas obras permitieron e impusieron, evidentemente, una compícjidad cada \'ez mayor de la estratificación social, ahondaron aún más la distancia en tre el campesinado y las clases dominantes, y esta distancia creciente era la que se exaltaba en los palacios, los templos, los jardines, las tumbas, que glorificaban la esencia superior de esta clase dominante, de sus antepasados y de sus dioses. En conclusión, un punto muy importante del análisis de la forma ción económica y social inca y de su Jerarquía interna entre un modo. de producción nuevo y dominallte ~' un modo t.le pro ducción antiguo y dominado, consiste en que, mientras que las nue\'as relaciones de producción parecen estar contenidas en germen en las antiguas relaciones aldeanas y tribales y ser tan sólo su simple desarrollo, el producto de una c\o)ución en cuando surge el nue\'o modo de hace sino a costa de suprimir inmediatamente una funciones de las un tiguas relaciones de el papel dominante que en e!las laciones de no porque estas últir:1as lIcsap¡IL'ZCan, sino porque subsisten cambiando de contenido, pcro no de for ma. Podemos n~r que el estriba en concehir d )ldSO de un modo de producción a otro en términos de evolución de: un
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germen, del desarrollo de un embrión. Esta concepción disimula el carácter no lineal de la evolución, el papel decisivo de la
constitución de nuevos puntos de partida en esta evolución. Con este extenso análisis del modo de producción inca hemos que rido mostrar las diferencias estructurales entre modo de pro ducción de sociedad sin clases y modo de producción de socie dad de clases. Al mismo tiempo, vemos inmediatamente el error consistente en interpretar el modo de producción inca como una sociedad de tipo feudal porque reine en éste un monarca rodeado por una aristocracia y las masas campesinas estén so metidas a un régimen de prestaciones forzosas de trabajo. La estructura del Estado en el modo de producción inca traduce, efectivamente, la concentración, a escala de la sociedad entera, de la propiedad de la tierra en forma de propiedad colectiva única, directa o eminente de una comunidad superior. La es tructura de un Estado feudal, por el contrario, expresa la aso ciación jerarquizada de múltiples propietarios de tierras. En cada caso, la naturaleza del Estado es diferente, como son di ferentes las modalidades del poder de este Estado y de la do minación de la clase dirigente, que se basan en modos distintos de extracción del trabajo suplementario de los productores di rectos. Se podría analizar, en contraste con el ejemplo del modo de producción inca, los modos de producción que servían de fundamento a los Estados y a las sociedades de clases en Africa, como el reino de los mossi en el Alto Volta. De nuevo vemos cómo la antropología económica sirve de punto de parti da teórico para el análisis de las estructuras políticas, de paren tesco, ideológicas, de las sociedades sin clases y de las socieda des de clases no occidentales. Al término de este largo recuento de las diferentes relacio nes sociales y de los diversos elementos materiales y humanos que forman el contenido de lo que se entiende como modo de producción, nos parece indispensable subrayar con fuerza las dificultndes con las que nos enfrentamos para llevar realmente a cabo un análisis de las realidade<; sociales en sus relacio nes Íntimas con diversos modos de producción. ¿En qué consisten esas dificultades? En primer lugar, en que siempre faltan -incluso en las obras etnográficamente más documcntadas- determinadas informaciones de villar estraté gico sobre las condiciones reales de producción en el seno de una sociedad y, sobre todo, sobre las condiciones de reproduc ción del sistema productivo. Lo que el etnólogo más ntento nos re",:b es, por una parte, una descripción muy fiel, y eventual mente cuantificada, de los diversos procesos concretos de pro-
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ducción que ha observado: caza colectiva con redes, caza indi vidual con arco, construcción de una empalizada, etc., y, por otra parte, nos transmite todas las informaciones que ha podi do recoger sobre las reglas de apropiación de un territorio de caza, de un territorio agrícola, de los utensilios, de los bienes preciosos, que, por otra parte, completa con un análisis de las diferentes formas de distribución y de reparto. Estas informa ciones estratégicas se refieren a elementos del modo real de producción que no son directamente visibles en los diversos procesos concretos de producción que observa el etnólogo, pero que, sin embargo, son interiores a esos procesos concretos y los condicionan. Según que la caza con red entre los pigmeos mbuti sea practicada por siete cazadores uniendo sus redes individuales o por treinta, los procesos concretos de trabajo no suán exactamente iguales; asimismo sería distinto si se des cribiera la organización del trabajo entre las bandas de pigmeos que dan primacía a la caza con arco sobre la caza con red. Pero lo que es necesario poder analizar y no puede aprehenderse di rectamente a nivel de la observación de esos diversos procesos cüncretos de trabajo son las condiciones mismas de la repro ducción de ese modo de producción, basado en la caza y en la recolección, en el seno de un ecosistema generalizado, la selva ecuatorial africana. Para dar un ejemplo que sólo tiene valor analógico, el aná lisis teórico del modo de producción capitalista no se confunde con las descripciones de la sociología industrial, que tratará de las diversas formas concretas de organización del trabajo en las pequeñas, medianas y grandes empresas, según las diversas ramas de la producción, agricultura, industria, etc. Más allá de este campo de análisis, que es indispensable, existe otro campo que es el que Marx quiso explorar cuando planteó la cuestión general: ¿cuál es la naturaleza del beneficio capitalista, catego ría inmediatamente práctica y que todo sociólogo o economista, o, simplemente, todo "hombre de negocios» parece aprehender directamente? Para responder a esta cuestión, Marx se vio obligado a ex plorar un campo de la realidad que no resultaba directamente visible en la práctica cotidiana de los agentes económicos del sistema capitalista: el campo de la formación de la plusvalía y de su transformación en las diversas formas concretas del be neficio. Al mismo tiempo que analizaba el mecanismo invisible de la formación de la plusvalía, descubría una parte de las con diciones de reproducción del sistema capitalista, es decir, del
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mecanismo de acumulación de la plusvalía que permite la re producción «ampliada» del sistema. Nosotros pensarnos que, guardadas las debidas proporcio nes v adoptando toda clase de cautelas, el análisis riguroso de las condiciones de la producción en las diversas sociedades pri mitivas, con o sin clases, sólo existe cuando ha sido elaborada una teoría de las condiciones de reproducción de esos sistemas. y sólo puede serIo sobre la base de determinados datos que, la mayoría de las veces, faltan en las obras antropológicas, incluso de la más alta calidad etnográfica. Por ejemplo, en el caso de los pigmeos mbuti, en la medida en que el hombre no trans forma la naturaleza, sino que se apropia directamente de los recursos vegetales y animales que la naturaleza produce y re produce espontáneamente, una parte de las condiciones de re producción del sistema pertenece al mundo de la naturaleza, y estas condiciones no se revelan fácilmente en una encuesta etnográfica realizada por un investigador individual, incluso tan calificado como Colin Turnbull. Por ello, existe frecuentemente en los trabajos etnográficos un vacío de información que hace difícil el análisis teórico de la articulación específica de lo eco nómico y lo político, o de lo económico y lo religioso, en una palabra, la articulación de las estructuras del sistema social. En la medida en que existe este vacío, resulta difícil escapar a una perspectiva que, en último análisis, continúa siendo empí rica y que, en el mejor de los casos, podrá descubrir correla ciones estadísticas, frecuentemente poco convincentes, entre las relaciones económicas y las otras relaciones sociales en el seno de una sociedad determinada. No basta, por consiguiente, criticar el empirismo y adoptar una perspectiva marxista para hacer que avance el campo de la antropología económica. A falta de datos precisos sobre las condiciones de «reproducción» de los sistemas económicos, el enfoque marxista puede correr el riesgo de ser solamente un lenguaje que repite de un modo distinto el mismo contenido de informaci6n al que se refiere el empirismo funcionalista. Ahora podemos darnos cuenta de hasta qué punto un verdadero progreso en el análisis de los modos de producción de las so ciedades primitivas exige algo más que un esfuerzo de defini ción de esas categorías: requilCl'e también un nue\'o trabajo de campo cuyos resultados exigirán un nuevo desarrollo de las ca tegorías del análisis teórico.
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El estudio teórico de los diferentes componentes de un modo de producción comprende igualmente el estudio de las formas de circulación de los productos. Hemos visto varias veces que el modo de distribución y circulación de los productos dependía del modo de distribución de los medios de producción. Por ejemplo, en el seno del modo de producción inca, la existencia de una clase dominante que ya no participa directamente en la producción implica la distinción entre unidad de producción y unidad de consumo. Era preciso, pues, que un modo de circu lación específico garantizara cl traslado de los productos cr~a dos en el seno de las unidades de producción locales (dominios del Estado y de la Iglesia) a los diversos centros político-reli giosos donde podían ser consumidos por el ejército, la burocra cia, los nobles, etc. La circulación de los productos entre las clases suponía, por consiguiente, la constitución de cadenas de graneros y de tiendas donde eran almacenados los productos agrícolas y artesanales cerca de los lugares de producción, así como un modo de vigilancia, una forma de transporte (median tc las prestaciones obligatorias de trabajo) de esoS productos hacia los ccntros de consumo, una forma de contabilidad y, fi nalmente, una forma de distribución de los productos por el Estado y los templos. Esta distribución se operaba mediante la redistribución de los productos entre los miembros de la no bleza, de la burocracia, etc., y también servía para el avitualla miento de los soldados en campaña y para el mantenimiento de los campesinos empleados en las grandes obras públicas. Una fracción de los productos almacenados cerca de su lugar de producción no entraba en ese vasto proceso de circu lación, puesto que servía al año siguiente para renovar el pro ceso de producción (simientes para las tierras del Estado y de la Iglesia, utensilios, alimentos consumidos por los trabajado res durante las prestaciones de trabajo). Vemos así cómo se entrelazaban los procesos de circulación de los medios de pro ducción y de los medios de subsistencia, y cómo en cada nivel las instituciones controlaban esos procesos (los curaca locales, que controlaban la producción local y su almacenamiento, los funcionarios provinciales, los funcionarios centrales, los conta bles, etc.). Este tipo dc ccntralización, que implicaba formas complejas de redistribución, no dejaba lugar a intercambios mercantiles que supusieran la existencia de comunidades autónomas de pro ductores que intercambiaran una parte de su producción. Pa rece ser que el comercio experimentó una regresión tras la con quista inca, y es evidcnte que esa regresión fue el efecto necesa
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rio del nuevo modo de producción. En cambio, entre los aztecas, cuyo modo de producción no estaba basado en un sistema ge neral de prestaciones de trabajo, sino en parte sobre el cobro de tributos, el comercio podía desempeñar un gran papel y llegó a desarrollar una verdadera clase de mercaderes, los pochetca, que, en el momento de la conquista española, constituían una verdadera amenaza para los intereses de la aristocracia militar y de la aristocracia religiosa. En un plano descriptivo, se pueden clasificar los modos de circulación de los productos dentro de dos grandes categorías: las formas no mercantiles y las formas mercantiles de circula ción. En realidad, diversos modos de producción pueden co existir y articularse en el seno de un mismo modo de produc ción según correspondan a productos que son medios de pro ducción, a medios de subsistencia, o a lo que Cara Dubois ha llamado «bienes de prestigio». Cora pubois no hacía sino reproducir la antigua distinción de los economistas clá sicos entre bienes de subsistencia y bienes de lujo, sin dis tinguir los bienes de subsistencia de los bienes que son de por sí factores de producción. Se constata en el seno de numerosas sociedades que entre esos diversos tipos de bienes existen al mismo tiempo una jerarquía y una inconvertibilidad recíprocas que traducen su función, su utilidad en el mecanismo de la re producción del modo de producción y de las estructuras socia les en el seno de las cuales esos bienes son producidos y circu lan. Para caracterizar esos sistemas económicos donde se en cuentran esos tipos de jerarquías de bienes inconvertibles, Paul Bohannan ha empleado la expresión «economía multicentrada», en oposición a la economía capitalista, que está centrada en un mecanismo único de producción y de circulación mercantiles para todas las categorías de bienes. Esta clasificación empírica es superficial, porque no explica la relación interna entre modo de producción y modo de circulación. El hecho de que en el modo de producción capitalista la fuerza de trabajo se ha con vertido en mercancías para vender, es la razón de que todos los factores de la producción puedan circular en un mercado único y de este modo ser objeto de un cálculo único en térmi nos monetarios. Esto es imposible en el seno de modos de producción precapitalistas, donde la tierra constituye frecuen temente un bien común no enajenable, donde la fuerza de tra bajo se distribuye a través del funcionamiento de relaciones políticas, etc., donde la competencia social, habida cuenta de las fuerzas productivas, adopta más bien la forma de acumula ción de esposas y multiplicación de aliados que la de acumula-
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clOn de tierras e instrumentos, inútiles sin fuerza de trabajo para hacerlos productivos. Por ejemplo, en el caso de los siane de Nueva Guinea, la tierra era un bien colectivo y tan sólo circu laba entre las generaciones de un mismo clan patrilineal. Para que individuos o grupos extraños a un clan pudieran utilizar su tierra, era preciso que hubieran sido primero incorporados de cierta manera en el seno de ese clan por adopción, por la obtención de un estatuto de casi-agnados, etc. Los bienes pre ciosos, conchas, plumas de aves del paraíso, hachas ornamen tales, eran igualmente propiedad colectiva del clan y circulaban como dones entre los grupos con ocasión de los matrimonios, las iniciaciones, los tratados de paz, las ceremonias religiosas, momentos críticos del mecanismo de reproducción de la vida social. Los bienes de subsistencia corrientes, batatas, etc., eran distribuidos en el seno del propio grupo en el consumo diario o dados a los otros en ceremonias públicas. Los bienes de sub sistencia de lujo -sal, nueces de pandano, tabaco-- eran pro piedad individual y podían ser enajenados y redistribuidos in dividualmente por su propietario. No se podían cambiar bienes de subsistencia corrientes o de lujo por plumas de aves del pa raíso y, a fortiori, por tierra. Se captan en este caso los efectos diferenciales sobre la circulación de los productos de las condiciones de reproduc ción del propio modo de producción en sus instancias políticas, económicas e ideológicas. Demos algunos otros ejemplos: en el caso de los bosquimanos kung del desierto de Kalahari, la car ne de la caza cobrada circula a través de repartos directos entre los cazadores, seguidos de una cadena de repartos y de dones recíprocos entre los que no participaron en la cacería. La carne es repartida por el posesor de la flecha envenenada que alcanzó primero al animal y lo mató. El posesor de la flecha envenena da no tiene por qué ser forzosamente el cazador que disparó esa flecha, porque los cazadores se prestan entre sí sus flechas, que están marcadas con señales para su reconocimiento. Cuan do un cazador dispara una flecha qut' le han prestado, sabe de ese modo que va a atribuir el derecho de redistribuir la pieza cobrada al dueño de la flecha. El pr;mer reparto se realiza en tre los cazadores y el propietario de la flecha. La carne se dis tribuye cruda; posteriormente, los qUl~ la han recibido la redis tribuyen por segunda vez entre sus parientes próximos y, en primer lugar, a sus suegros, a sus hijos y a sus esposas; se lleva a cabo un tercer reparto, pero esta vez con la carne cocida, siendo las cantidades redistribuidas cada vez más pequeñas. En total, un antílope puede ser repartido entre 60 y 100 individuos
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al final de esta cadena de redistribuciones sucesivas. Y la dis tribución, que en sus primera etapas venía obligada por las re laciones de producción y parentesco, se convierte poco a poco en un don puro y simple. Entre los shoshones, cuando se reali zan las grandes cacerías colectivas de antílopes y conejos, que requieren formas de cooperación complejas bajo la autoridad de un jefe de caza, este último distribuye luego las piezas co bradas. De nuevo, el modo de producción determina el modo de circulación de los productos y la identidad de los agentes de esa circulación. Claude Meillassoux ha demostrado igualmente, en el caso de los guros de la Costa de Marfil, que la coopera ción agrícola se basaba en dos tipos de cooperación simple, la cooperación restringida de equipos de trabajo (klala) y la co operación ampliada (ho), que funcionaban en el marco de la organización de linajes, de los segmentos de linaje reagru pados en el seno de una unidad de producción. La distri bución de productos alimenticios durante la principal comida diaria, la de la tarde, se realizaba, no sobre la base de los equi pos de trabajo, sino sobre la base de las comunidades de pro ducción. Los miembros de estas últimas se dividían entonces en grupos basados en la edad y el sexo, y no en grupos pQr equipos de trabajo. «A través de ese mecanismo, bastante com plicado, los productos alimenticios se redistribuyen entre el conjunto de los miembros de la comunidad, y de esta manera la comida colectiva constituye la culminación del proceso de cooperación agrícola: el trabajo indistinto de cada uno de los miembros se vuelve a encontrar en un producto común. Todos han mezclado su trabajo y todos participan del producto del trabajo de todos los demás» 13. La distribución de esos produc tos alimenticios queda bajo el control, directo o indirecto, del más anciano de la comunidad. La producción del grupo se orienta hacia él; seguidamente vuelve en su mayor parte, si no en su totalidad, hacia los miembros de la comunidad. Por con siguiente. es en calidad de representante del linaje como el más anciano posee una posición privilegiada, tanto en la distri bución de los medios de producción como en la distribución del producto. A través de estos repartos y dones se expresan las obliga ciones recíprocas entre los sexos, entre las generaciones, entre miembros productivos y miembros improductivos de la socie dad, entre parientes y entre aliados, y la existencia de esas B Claude Meillassoux: Antropologie économique des Gouro de Cote d'Ivoire, Mouton, 1964, pp. 124-125.
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formas de circulación directa implica que los productores guar den el control directo de sus productos y los utilicen según la estructura de sus relaciones sociales y las formas de coopera ción y de competencia entre grupos e individuos que esas rela ciones hacen posibles y necesarias. De este modo, el don puede ser otra forma de guerra: el potlatch de los indios kwakiutl descrito por Boas y analizado por Mauss constituye un célebre ejemplo de ello. Hélene Codere ha dedicado un extenso análisis al potlatch, al que los propios kwakiutl denominan una «guerra por medio de la propiedad» y que oponen a la «guerra con ar mas». Pero Hélcne Codere ha demostrado igualmente que el carácter violentamente agonístico del potlatch era un fenómeno reciente, debido a la colonización europea. En su origen, un potlatch sólo lo podía dar un jefe y las gentes de su grupo local, que invitaban a oú'6 jefe o a otros varios y a sus séquitos para anunciarles el cambio de estatuto de un individuo. El potlatch propiamente dicho consistía en la distribución formal de rega los por los anfitriones a sus invitados, y siempre estaba prece dido por una fiesta. Los dones eran distribuidos por el jefe an fitrión en el nombre de la persona cuyo estatuto iba a ser mo dificado o establecido. Cuando dos individuos tenían idénticos derechos para heredar un mismo título, entraban en competi ción, dando cada uno de ellos un potlatch que combinaban con largas declaraciones para demostrar la legitimidad de sus pre tensiones. La táctica consistía en dar más de 10 que el rival podía o más de lo que podía devolver, y en hacerse ayudar por sus parientes o sus aliados para acumular la cantidad necesaria de riquezas, principalmente mantas, hechas en su origen de corteza de cedro, o de pieles de animales cosidas, y más tarde sustituidas por mantas compradas en las factorías comerciales de los balleneros. En algunos casos, esta escalada finalizaba en la destrucción ostensible de esOS bienes y en la matanza de esclavos. Sin embargo, antes de la llegada de los blancos, la herencia de los estatutos desempeñaba un papel más importan te que la acumulación de riquezas materiales, puesto que el potlatch sólo podía celebrarse entre jefes. Con la llegada de los blancos, la población experimentó un declive muy rápido debi do a la propagación de enfermedades infecciosas: de 30.000 ha cia 1835 se redujo a 3.000 a comienzos de siglo. Ahora bien, el nú mero de títulos a distribuir no había cambiado, y era de 658 para el conjunto de 13 subdivisiones de los kwakiutl. Por otra parte, una inmensa acumulación de riquezas, debida al papel de intermediarios de los kwakiutl entre los blancos y las otras po blaciones indias y al hecho de que un elevado número de jóve
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ci(m social del campo de la distrilmciól1 de los e'k'flwnto,'-. m<Í:; \ aloradus del producto socü:¡] mas, concha;;, ob,idos ¡x.: eiosos di\'crsos- hacia el campo ele la di,,1 ¡ihución de' los facto res de la prodllcción entre los miembros de la socic'dad, sin que la competición por la distribución de ohjc>los nrccioso<; l'ese de
nes estaban empicados en los halleneros, pcrmltw a indi\iduos que no huhkran tenido ninp:una posihilid~lcl en Id 'll1tif.'lIa ;;0 ciedad dl' entrar en el circuito del potlatch, rL'i\iudiclr un títu lo y destruir una parte c!e las riqucza~ acull1ubcL!", Finalmenle, el gobierno canadicl1sc prohibió C'll8lquier ¡!llCrra l' in1l'n'ino de forma brutal tras el asesilwto de un cauti\o ele p:ucrra en el transcurso de una ceremonia de invierno, De esk modo, lo que Boas (kscribió e internrctó fue una eSDl'cie de pOllatch enlo el que de una economía nwreantil para analizar el potlatch, Mientras qUl' en una economía de mercado es el delldor quien toma la iniciativa ele la deuda, en el pollatch es el acreec!or el qlle da el primer paso, al forzar a su rinrl a aceplar ~us dones, Además, el motl\'o pl'incipal del potlatch no es la acumulación de materiales, sino la bú~qlll'cla de presti¡!io honorífico y de un estatuto Manss, en su teoría del don sólo ha tenido en cuenta las ccre mon ias l'l1 las que se expresaban rl\'alidades ele inlL'reses, 1nten tó explicar el don como un fenómeno que expresaha la cq ruc tura en <;u conjunto de la sociedad kwakiutl, \' en esas circuns tancias elaboró el concepto dle "fenómeno social total}), aunque buscó en la teoría de la mana, es decir, en la koría indíp:ena ele la l'\istcncia, en los propios objetos, de una fucrza 11lúgica, la rL\z(m que ohli¡:alxl a un indi\'idllo a dar o a deHl!\'cJ' un oh jeto: ,,<,Qué fuerw Pllede existir en la cosa qllC"l' da para ha cer que el heneficiario la dC\'l.lcl\'a?" En realidad, el dado o rl'cibido no adquiere esa fuerza v esc carúcter mós que por sus funciones en el proceso de sociedad \' dc su modo ck puc"to entre los miembros de de titulos, de dc una scrie, dC1\:chos de control sobre' los IU12arcs mú", de caza, de rC'("lkcción, sohrc los emhals,'s, \' ele 1I11~1 "lTil' ele üblirraciul1l'S frente a los !:'Y11f)(JS ele- p~lrl'lltc<;CO \' ek los pohla d()s, El! dl'lilliti\'
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a[lotar el ill\cntario dc las de bicne<;, paS;lrCll10S IT\'is ta a de SlIS formas, Hav que distinguír ];¡s form:1S sim ples de eircrtlacióll de lllercancías, con o sil! llloneda, \' las for mas capitalistas de circulación ek llll'rc,mcÍas, Cuando se ]¡an proclucido bienes para el inlerCé1mbio \' se c:mjcan sqrún tasas (,ol1\'cnídas, tenernos formas de trucqlle, es decir, ele circubciCm simple de mercancías, sin moneda, Entre los trohriands, M,\li nowski ha descrito un canje rCf.!lllar de las poblaciones costeras \' las de la isla, Este canje, llamado "',lsi cri1 practicado él tasa fi o por lo menos a tasas que vadaban normal \' reglllarmente selas a veces con debidas a la abun o a la escasez de uno de los recursos canjeados, Junto a estas formas de trueque, cxi~ten formas de circula ción simple con moneda, Cuando, entre todos los bienes can jeados, uno de ellos se especializa en la función de equivalente g:em~ral de todos los restantes, funciona entonces como independientemente de la naturaleza material de ese bien -ca cao o telas entre los aztecas, en la antigüedad o entre los nómadas, oro y plata, etc.-, la función en todos los casos es la misma. Hay que disline:uir dos tinos de con moneda, En primer el , la sal isfaceión de las necesidades y en el cual el dinero sc uti liza como medio de circulación entre mercancías, El ele una mercancía MI la \'ende y, con el dincro ohtc nido, compra la mercancía M" que no produce por sí mismo. El camhio no est;:í orientado hacía la ohtención de un 11l'ncfi cí(J, y el dinero sólo funciona como medio de circulación ele las Illl'l'l'anCÍas v no como capital. Por el contrario, cuando en un mercado alguien se presenta con dinero para comprar mercan cías .v rl'venclerlas para obtener un nos encontramos al] te lIna ci rClIlac ión ele la moncda COIllO capi la 1. Pllede a pa rc ler Ulla prolesional que tiene por fun ción comprar y \'l:mkr bienes, ya sea el\ el interior dc Ulla co l1lunidad, ya sea entre cOll1unidaeh's, La forma mús antigua de l'apilal es él capital ll1ercarltíl, \' l'.sla forma pUl'de ell(,Ulltrarse l'll tI SCIlO dl~ los !Ilodos de prodllccion más diÍL'r,'ntcs: modos q
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de producción de tipo «asiático», modo de producción esclavis ta, modo de producción feudal, capitalista, cte. En la sociedad azteca, por ejemplo, el comercio estaba enormemente desarro una intensa circulación de productos entre las tierras al tas de maíz y las tierras bajas de la costa, tropicales y mucho más ricas, que producían cacao, algodón, plumas de a\'es para los adornos, daba lugar a las actividades de una clase especia lizada de mercaderes: los Estos últimos ban las mercancías que les confiaban los reyes y los noble.,; las negociaban en los mercados de Yucatán o del golfo de xico. Estos comerciantes eran juzgados severamente si hacían ostentación de riquezas y de gloria, y se esperaba de ellos un comportamiento "humilde», pero estaban dispensados del ser vicio personal y de la participación en las obras públicas, orga nizadas por el Estado. Actualmente, múltiples análisis de los mercados africanos, meso-americanos y asiáticos permiten co menzar a distinguir varios tipos de mercado. Se denominan mercados sectoriales a aquellos que permiten a productores de bienes complementarios en un mercado regional. Sobre esta base se desarrollan redes de mercado, que se cele bran todos los días sucesivamente o cada dos días en un sitio diferente cada vez, permitiendo de este modo la integración de grupos complementarios de productores en el seno de una sola región económica, como era el caso de los mercados rurales en la China tradicional. A estos mercados se oponen los mercados que relacionan los productores locales con una economía nacio nal y, a través de ella, con el mercado mundial. Aquí la antropología económica se encuentra con los pro blemas clásicos ele la economía política: el problema de la for mación de los precios en un mercado regional, el papel del re gatl'o, la diferenciación étnica entre comcrciantes y consumido (lIlereaderes chinos en Asia, sirio-libaneses en etc. J. La dificultad teórica con si~te. una \ez más, en e\'Ítar proyectar sobre todos los tipos de mercado. v más allá de las formas mercantiles de circulación de bielll'~, L'S dl'l'ir, sobre las formas no --- cadas de la eCOllOl1Ua te, L'S lo que sucede con SL' cunsi(kr~lll ,'inculados a la escuela formalista '_'cunómicLl, Lna de las cuestiones críticas de esta discusión es lo que se ibma L'! éllléílisis (k las «monedas prÍlnitivas». PostC'riormente a U¡,as \ a i\1alillO\\ski se han ckscubierto múltiples sociedades pur acumular bil'nes preciusos, adornos de plll_L"
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mas, perlas, dientes de cerdo, de delfín, etc., y transformarlos en un «fondo de según la expresión de Malinowski, en un medio de acceder a las funciones y a los estatutos más va lorados en el seno de esas sociedades. En apariencia, esos bie nes preciosos desempeñar el papel de nuestra pero pronto se hizo evidente que esas monedas cambiaban en raras ocasiones, o a veces nunca, por trabajo, tierras, etc., y que su acumulación no implicaba un desarrollo general de las fuerzas productivas, eomo ocurre con la acu mulación del capital en las sociedades mercantiles capitalistas, sino que más bien implicaba formas de atesoramiento, etcétera. para exhibir, para dar o para redistribuir con el fin de crear una relación social (casamiento, en una sociedad secreta, alianza política entre tribus), para borrar una ruptura en las relaciones sociales (ofrenda a los antepasados, indemnización por asesinato u Ofensa), para simbolizar una po sición social superior (potIatch), los objetos de las sociedades primitivas no eran, pues, capital, y raramente fun cionaban en el interior de esas sociedades como moneda. Funcionaban, sobre todo, como medio de intercambio social, de valor simbólico múltiple y complejo, pero de uso y de circu lación encerrados en los Iími tes determinados por la propia es tructura de las relaciones sociales de producción y de poder. generalmente se olvida que todos esos objetos eran, bien fabricados, o bien obtenidos a costa de un enorme o de compensaciones muy importantes en productos raros y por consiguiente, a partir del mo mento en que se los trocaba, un valor de cambio. En por ejemplo, las brazadas de monedas de perlas blancas prove nían de los kwaio, que las exportaban a sus vecinos. Un indivi duo 110 podía recolectar entre los arrecifes, pulir y más de dos brazadas de perlas al mes como máximo, cte. De manera general, en el interior de Africa, de Asia, de Nueva Gui nea, circulaban cauris que provenían de orillas remotas, por ejemplo de la India, y que eran adquiridas mediante el canje de productos locales raros. Por tanto, a la entrada o a la sa lida de cada una de esas sociedadl's, esos objetos preciosos te la forma de mercancías, trocadas o relativamente poco fluctuantes en el ínt,:rior ele la mm'oría de las veces circulaban, no corno para dar o distribuir en el pro ceso de la las relaciones de oroducción. del parentesco o del . Por tanto, nlUV objetos pn:ciosos que encontramos en las sociedades
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vas son de una doble naturaleza, a la vez objetos para dar y moneda, según que sean trocados entre los grupos o circulen en su seno, etc. Funcionan como mercancía si es necesario im portarlos o si son producidos para la exportación. También funcionan como objetos de prestigio, objetos de intercambio social, cuando circulan en el interior de un grupo por el meca nismo de los dones y otras formas de redistribución. De esas diversas funciones, en general es la función de objeto de in tercambio social la que predomina, y esto expresa el predomi nio de las relaciones de producción no-mercantiles en el fun cionamiento del modo de producción de la sociedad en la que esos objetos circulan. Hay que precisar que no basta que un objeto precioso circule como mercancía para que se convierta en moneda; hace falta además una condición suplementaria: que sea posible intercambiarlo por varias mercancías de tipo diferente. Por ejemplo, entre los baruya de Nueva Guinea, la sal era una moneda en la medida en que era producida para el canje y cambiada por medios de producción -hachas de pie dra, armas, arcos, flechas-, por medios de subsistencia, como los cerdos; por bienes de prestigio: cOllchas, plumas de aves del paraíso y, en determinados casos, servía de prestación por los servicios de los chamanes, etcétera. Habría que acabar este sumario recorrido por los campos de la antropología económica con un estudio de las formas de con sumo según los diferentes tipos de sociedades y modos de pro ducción. Sobre este aspecto, existen pocos trabajos o, al menos, pocos trabajos profundos. No nos referimos en este caso al análisis de las formas de consumo productivo que están im plicadas cn los diversos procesos de producción, pues esos as pectos fueron abordados cuando analizamos lo que se entiende por modo de producción y modo de reproducción. Lo que ha bría que analizar aquí es el consumo que mantiene y renueva la existencia (y la fuerza de trabajo) de los miembros de una sociedad. Existen en ese caso dificultades específicas que exi gen tener en cuenta teóricamente toda la configuración y todas las instancias de una sociedad determinada. ¿Por qué determi nados pueblos consumen la leche, pero no la carne de su ga nado, y otros, en cambio, la carne, pero no la leche? Estas cuestiones remiten a su vez a estudios más precisos sobre las condiciones exactas de la reproducción de un rebaño de anima les domésticos, por ejemplo. En determinadas sociedades, y sobre la base de técnicas de cría, el crecimiento natural del rebaño es muy bajo, y tanto veterinarios como zoólogos han constatado que no se podía matar y consumir muchas cabezas
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sin comprometer la reproducción del rebaño. Este sería uno de los mot ivos por los que esas sociedades se contentan con la leche y dan prioridad al consumo de leche sobre e! de Carne. Pero existen factores religiosos, ideológicos, que intervienen igualmente en la elección de la leche, como es el caso de los todas de la India, estudiados a comienzos de siglo por Rivers. En el estado actual de la teoría es difícil dar una explicación de estos hechos. Ya los economistas clásicos y Marx reconocían la importancia de este elemento «moral e histórico» en la determinación de las necesidades «socialmente necesarias» de los trabajadores según su nacionalidad: irlandeses, france ses, griegos, etc., y en la determinación, por consiguiente, del salario y de! coste de la fuerza de trabajo.
* * * Ahora podemos concluir. A lo largo de todo este texto he mos dejado sin respuesta una pregunta que nos habíamos teado desde el comienzo: ¿cuál es el campo de análisis de la antropología económica?, pregunta que no sólo se plantea la antropología económica, sino toda la ciencia antropológica. Aho ra bien, nuestro texto contiene ya implícita la respuesta: no existe principio teórico, axioma de cierre de la antropología, porque una auténtica ciencia del hombre no puede ser sino comparada y sólo puede ser una ciencia de la historia del hom bre. Entiéndase bien: en su práctica, la antropología ha nacido del descubrimiento del mundo no occidental por Europa y del desarrollo colonialista europeo desde sus primeras formas, con temporáneas del nacimiento del capitalismo, hasta el imperia lismo mundial del siglo xx. En la práctica, el campo de análisis de la antropología se ha ido poblando poco a poco con todas las sociedades sin clases y sociedades de clases no occidentales que descubría el Occidente en su expansión mundial, y que el historiador abandonaba al antropólogo desde el momento en que esas sociedades no ofreCÍan archivos escritos para recons tituir su historia pasada. A partir de esta situación de algunos antropólogos han pretendido restringir la gía al estudio de las sociedades primitivas y campesinas, mien tras que otros protestaban contra esta restricción y pretendían que la antropología tratara todas las sociedades y mantuviera su proyecto de compararlas todas. También se hacía preciso que términos tan vagos como "primitivos» y «campesinos» que daran definidos. Los intentos más originales son los de Marshall Sahlins y Eric Wolf. Para estos autores, las sociedades
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tivas son aquellas en las que no existe explotación del hombre por el hombre y las sociedades campesinas son aquellas en las que los agricultores aseguran la subsistencia de la sociedad y de las clases dominantes, constituyendo, por tanto, una clase explotada. Un primitivo es un agricultor libre, un campesino es un agricultor explotado. Bajo esta forma aproximativa, los autores se sumaban a la división marxista entre sociedades sin clases y sociedades de clases. Pero, al mismo tiempo, la idea de que en el seno de la sociedades sin clases no existe la l~X· plotación del hombre por el hombre queda desmentida por los hechos. En las sociedades sin clases existen múltiples formas de desigualdad: desigualdad entre el hombre y la mujer, des igualdad entre las generaciones en la producción y en el control de la reproducción de la sociedad y del modo de producción. Una sociedad de clases existe cuando un conjunto de individuos que no participan en la producción subsiste gracias al trabajo de los productores directos, y al mismo tiempo controla los medios de producción esenciales: la tierra, el ganado, etc. Da niel Thorner ha intentado asimismo definir un concepto de economía campesina, pero sólo ha logrado enunciar algunas determinaciones comunes a todas las sociedades cuya produc ción está basada en la agricultura, en las que existe una opo sición entre ciudad y campo y que están sometidas a un poder público organizado. Tales determinaciones comunes no consti tuyen un conocimiento real, son, todo lo más, como indicaba Marx en relación con las categorías generales de la economía, abstracciones que evitan la repetición. En definitiva, el objeto mismo de la antropología económica nunca se nos da por 'lde lantado, porque 10 económico nunca se nos da como tal, al ni vel de la simple aprehensión empírica de los hechos. Aquello que constituye lo económico debe ser reconstruido teóricamen te para cada modo de producción determinado. Según el modo de producción de que se trate, el antropólogo descubre que re laciones de producción que en el marco del modo de produc ción capitalista no funcionan directamente en el proceso de producción, funcionan, en cambio, como relaciones de produc ción y como condiciones de reproducción del proceso de pro ducción en el marco de modos de producción no capitalistas. En determinados casos son las relaciones de parentesco las que desempeñan ese papel; en otros. como en el ejemplo inca o en el ejemplo azteca, son las relaciones político-religiosas las que aseguran directamente las condiciones de reproducción elel modo de producción. La tarea teórica del antropólogo consiste, primero, en reconocer esas dominaciones y no negarlas o pre
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tender reducirlas a simples efectos de un determinismo univer sa1. Pero su tarea principal consiste en explicar por medio de qué determinación económica específica una determinada es tructura no económica recibe la función de desempeñar un pa pel directo en la producción y en las condiciones de reproduc ción de un determinado modo de producción. La antropología económica concebida en esta perspectiva existe, y al mismo tiempo no existe. No puede existir como simple análisis de los procesos de organización del trabajo en las sociedades que es tudia el antropólogo. No puede llevar a cabo su tarea más que construyendo tanto la teoría del parentesco, de lo ideológico, de lo político como la de lo económico en el seno de los diver sos modos de producción. Lo que nos ha enseñado la antropo es a reconocer la inmensa variedad de los diferentes mo dos de producción y de las diferentes formas de sociedad que existen bajo la rubrica de «sociedades primitivas o sociedades campesinas». Las sociedades sin clases están tan diversificadas en sus modos de producción como las sociedades de clases, en tre las que se dan modos de producción tan diferentes como el modo de producción asiático, el modo de producción feudal, el modo de producción esclavista, el modo de producción ca pitalista, etc. La noción de un estadio homogéneo y poco dife renciado, bautizado "comunismo primitivo», a través del cual habrían pasado todas las sociedades, no resiste al examen. Ya hemos "isto, por el simple examen de los modos de produc ción basados en la caza, todas las diferencias que existen en la organización de la producción y de la sociedad entre los es quimales, los shoshones, los aborígenes australianos y, natu ralmente, los kwakiutl que, aun dependiendo para su subsis tencia de la caza, de la pesca y de la recolección, conocen una estratificación social compleja donde figuran una aristocracia hereditaria, gente común libre y esclavos. El dilema entre an tropología e historia, o la oposición de la antropología a la historia constituye un falso problema. Porque trata con ridad del funcionamiento de sociedades sin clases y de socieda des de clases precapitalistas, y porque pretende ser una teoría de las transformaciones de las funciones, de las formas, del papel de las estructuras de la vida social en el marco de deter minados modos de producción y sobre sus bases, la antropolo gía se encuentra en la vanguardia de las ciencias que. precisa mente, pueden explicar ese hecho fundamental de la historia humana que fue la aparición de las sociedades de clases y la desaparición progresiva de todas las sociedades sin clases que constituyeron las primeras formas de la vida humana. Ahora
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sabemos, gracias a los trabajos de la arqueología, de la botáni ca, de la zoología comparadas e históricas, que las primeras so ciedades de clases nacieron tras un largo desarrollo de la do mesticación de las plantas y de los animales que permitió la constitución de modos de producción basados en la agricultura y la ganadería, La ganadería no es una forma de producción más antigua que la agricultura: ganadería y agricultura son contemporáneas, y la arqueología nos demuestra que, frecuen temente, son las mismas sociedades prehistóricas las que se es cindieron en grupos pastores y grupos agricultores, La agricul tura debió desarrollarse antes de que los nómadas pudieran in vadir las estepas y continuar un modo de producción especia lizado en la cría de ganado. Las condiciones de aparición de las sociedades de clases y del Estado, de una vida urbana opues ta a una vida rural, fueron el fruto de una larguísima evolución neolítica. El término «revolución neolítica» empleado hace al gunos alias, actualmente es criticado por los arqueólogos que, en parte, han podido reconstruir los procesos de aparición de la agricultura en el Antiguo y en el Nuevo Mundo. Hubieron de transcurrir varios milenios, tras la aparición del maíz, para que aparecieran las primeras aldeas sedentarias en Meso-Amé y varios milenios más para que la existencia de ciudades y de Estados se manifestara en las secuencias arqueológicas. El concepto de «revolución neolítica}" en la medida en que ca la idea de una explosión de las estructuras sociales, de una transformación brutalmente acelerada de las formas de produc ción y de existencia, no puede sostenerse ante los descubrimien tos contemporáneos. En definitiva, la antropología, en un plano teórico, permite no solamente analizar las sociedades vivas, sino también reconstituir los eslabones de la evolución de la historia, evolución múltiple, y no evolución multilineal. En la noción de «multilinealidad» subsiste la noción de linealidad, de continuidad del proceso de desarrollo. La historia no evolu ciona a la manera de un germen que se desarrolla, puesto que un nuevo modo de producción no está totalmente en embrbn en el antiguo que le precede. Existe discontinuidad en la histo ria, y la historia precapitalista es la de los múltiples desarrollos locales y la de la constitución de nue\'os puntos de partida para nuevas evoluciones. No obstante, sería desconocer gravemente el alcance de la antropología si se la considerase únicamente corno un medio de reconstituir teóricamente las formas pasa das de la existencia y del desarrollo social de la humanidad. La antropología trata primero y ante todo de las sociedades que viven actualmente en Africa, en Asia, en América y en Oceanía,
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y que están consideradas como sociedades «atrasadas», perte
necientes al llamado mundo «subdesarrollado)}. Al mismo tiem po, desde hace tres siglos esas sociedades ven sus propios mo dos de producción y sus organizaciones sociales despedazados y eliminados por la dominación del modo de producción capi talista y la penetración general de la economía mercantil. A pare tir del momento en que esas sociedades sólo pueden sobrevivir intentando tornar de nuevo las riendas de su propia historia, esforzándose en contar consigo mismas y en sacar fuerzas de su propia sustancia, la antropología puede servir para recono cer mejor la forma original de los signos del futuro. Finalmen te, de nuestro análisis se pueden extraer los contornos de una metodología de la investigación de campo y, al mismo tiempo, una metodología de la elaboración teórica de los datos tornados sobre el terreno. El punto de partida de ambos métodos es el mismo; el análisis no parte del individuo ni tampoco de la so ciedad comprendida corno un sujeto, corno haCÍa la escuela so ciológica de Durkheim: "Considerar a la sociedad como un suúnico es considerarla desde un punto de vista falso, especulativo.» El punto de partida, por consiguiente, no puede ser otro que el estudio de las relaciones sociales, de las que el individuo no es sino el soporte.
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III. ECONOMIAS y SOCIEDADES: ENFOQUES FUNCIONALISTA, ESTRUCTURALISTA y MARXISTA *
Enfoques funciona/isla, estrucluralista y marxista
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matrimonio y en las relaciones políticas ... Ahí se encontraban, escondidas, pero accesibles al descubrimiento, sutiles simetrías, complejas redes, mientras que las actividades de subsistencia eran consideradas como realidades simples, indiferenciadas, que se repetían de la misma y aburrida manera en cualquier lugar en que se las encontrara» 2.
¿ Cómo analizar las condiciones de aparición y los efectos so bre la lógica profunda del funcionamiento y de la evolución de las sociedades, de las relaciones que los hombres entablan en tre sí en la producción de las condiciones materiales de su exis tencia? Con ello abordamos el tema principal de la primera parte de esta exposición, pero sabiendo ahora en qué campo de análisis teórico se nos plantea, es decir, en el campo de la an tropología tal y como se ha constituido históricamente como el campo, mal unificado y peor delimitado, de estudios de dos frag mentos de la historia humana, las sociedades sin clases y las sociedades «campesinas». Hemos visto cómo la noción de cau salidad estructural de la economía constituye el centro del de bate. Vamos a retomarlo brevemente, evocando las formas en que lo abordan funcionalistas, estructuralistas y marxistas. Aunque Malinowski, Firth, Evans-Pritchard, Nade! hayan sido precursores magistrales en el campo del estudio de la econo mía de las sociedades de Oceanía y de Africa, la mayor parte de los funcionalistas no han seguido el consejo de Firth, quien continuamente insistió en la necesidad de analizar con rigor las bases económicas de esas sociedades, porque
En la práctica, esta actitud teórica dio lugar a la produc ción de análisis minuciosos y, frecuentemente, profundos de las relaciones de parentesco o de las relaciones político-ideológicas, mientras que la economía de numerosas sociedades se estudia ba de manera «ecléctica» 3, perfectamente ilustrada en la obra, de compilación más que de síntesis, de Melville Herskovits, The Economic Life of Primitive Peop/es (1940) 4. Pero hay que per catarse de que ese menosprecio o ese eclecticismo, con sus con secuencias teóricas, podían, en cierta medida, parecer juslifi cados por los hechos, pues es cierto que, en numerosas socie dades precapitalistas, las relaciones de parentesco o las relacio nes político-religiosas parecían «dominar» su funcionamiento y controlar la reproducción de su modo de producción, ya fuera e! parentesco, en el caso de los nuer, o lo político-religioso en el caso de los aztecas o de los incas. Muchos vieron en e! hecho de estos predominios la prueba de que la economía apenas había determinado el funcionamien to y la evolución de las sociedades precapitalistas no occiden tales, y, por tanto, había desempeñado tan sólo un papel menor en la historia de la humanidad. Llevando hasta el límite ese razonamiento, algunos afirmaron, como Warner, apoyándose en el caso de los murngin de Australia, que parecía que ésta y otras sociedades careciesen por completo de estructura eco nómica, porque no podían descubrir una que existiera separa damente de las relaciones de parentesco; estas últimas funcio naban, pues, como "institución general», según la afortunada ex presión de Evans-Pritchard. En realidad, todo e! problema está ahí, en el hecho de que los antropólogos funcionalistas y, fre cuentemente también, los que se pretenden marxistas, de forma espontánea y acientífica, no conciben que las relaciones de pro ducción puedan existir si no es bajo una forma que las distinga 'Robert McNctting: The Ecological approacll Úl Cultural Study. A .HcCaleb module in Alltlzropology, 1971. 3 R. Firth: LC0110lllics oi tlle NeIV lealand, O\\"en, Wellington, 1959, página 31. • M. J. Herskovits.
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y las separe de otras relaciones sociales, como sucede en el caso de las relaciones de producción en el seno del modo de produc ción capitalista. Por consiguiente, nadie podrá asombrarse de que, inspirados por semejante concepción acientífica y apriorística de las rela ciones de producción, muchos antropólogos lleven a cabo de forma desequilibrada e insuficiente el análisis de las bases eco nómicas de las sociedades que estudian. En efecto, la economía se reduce, desde su punto de vista, a lo que resulta directamen te visible como tal; ahora bien, habida cuenta de que una parte de las relaciones de producción se disimula en el funcionamien to de las relaciones de parentesco y de las relaciones político el estudio de la economía se reduce al estudio de la organización del trabajo en la producción de los medios de sub sistencia y a las reglas de propiedad, al que a veces se añade, para redondear, el estudio de la tecnología, aunque esta última, slricto se/HU, no pertenece a la economía. Las piezas faltan tes del modo de producción, sus partes in visibles, sólo pueden entonces estudiarse indirectamente cuan do el antropólogo analiza las diversas funciones de las relacio nes de parentesco y de las relaciones político-religiosas, al me nos si su análisis del parentesco no se limita al estudio de la terminología de parentesco y de las reglas del matrimonio, de la residencia y de la filiación. Esto demuestra que la concep ción misma, ideológica y empirista, de las relaciones de pro ducción empobrece, atomiza y falsea el análisis de la economía, por una parte, pero, por otra, falsea necesariamente y por idén ticas razones el análisis del parentesco, de la política y de la religión. La práctica teórica, en su conjunto y en cada uno de sus diferL'ntes niveles, queda investida y subvertida por los efectos ele esos presupuestos ideológicos empiristas. Desde el instante en que la economía era confrolltada, bien al parentes co, bil~n a la religión o a las formas de poder como a otras tantas \'ariables radicalmente exteriores a ella en modo nos podemos asombrar de que la investigación estaois tica de correlaciones positivas entre economía y estructuras so ciales o ('ntre la evolución de los modos de producción y la evolución dl' las sociedades haya culminado en un fraC
Ellfoques flmcionalista, eslructuralista
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parentesco y niveles particulares de cultura, tipos de ('cunon formas de gobierno o estrucuras de clase» Así pues, aunque actualmente algunos de los discípulos de Murdock, partiendo de una muestra más amplia de 577 socieda des en lugar de 250, y a un análisis multifactorial, des cubran correlaciones significativas entre evolución de los mo dos de producción y aparición de determinados sistemas de pa rentesco 6, la práctica empirista de los antropólogos ha conso lidado hasta ahora la idea, común desde el comienzo del si glo xx, de que la historia no es más que
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:\hlTk ,obr,' ,\lalrililh'lli dc''''L'Jlt in Cr()"'ltllllll~d ,\1atrilillcol Kil1s/¡ip. Schncidcr y Gough, t'ni\'.;rsi!\, (Ji
hc's,;, 1961, pp, 635·727.
, E\aIlS,Pritchard: Alllf¡ropologie sociale. Payol, 1971, cap. 1Ir, p. 79.
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«particulares» (parentesco, religión, economía) desempeñen, se gún las sociedades, un papel de <
Ellfoques fll11ciollalista, estructuralista y marxista
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bros de la cIase dominante personificada por el inca Shinti, el hijo del Sol. Por tanto, hay que explicar por qué razones y en qué condiciones una determinada instancia social asume una determinada función y qué modificaciones en su fonna y en su mecanismo interno implican esos cambios de funciones. En nuestra opinión, en ello estriba en la actualidad el problerna principal de las ciencias sociales, ya se trate de la antropología, de la sociología o de la historia. Pero -se podrá objetar- ¿en qué medida la solución de este problema habría de depender más en particular de la posibilidad de analizar la causalidad estructural de la economía, puesto que, en definitiva -incluso si no se puede explkar- el simple hecho del predominio, bien del parentesco, bien de 10 político-religioso, basta para contra decir y eliminar la hipótesis de Marx del papel determinante en último análisis de la economía en la historia? Esta es una ob jeción frecuente entre los funcionalistas y que volvemos a en contrar a raíz del último e importante estudio de Louis Dumont sobre la organización social de la India tradicional, autor que más bien se considera estlllcturalista. En realidad, la objeción desaparece a partir del momento en que se constata que no basta con que una instancia social asuma varias y cualesquiera funciones para ser dominante, sino que un requisito obligatorio estriba en que asuma la función de relaciones de producción, es decir, no necesariamente el pa pel de esquema organizador de tal o cual proceso concreto de trabajo, sino el control del acceso a los medios de producción y u los productos del trabajo social, implicando asimismo ese control autoridad y sanciones sociales, por consiguiente, rela ciones políticas. Son las relaciones de producción las que deter minan el predominio de talo cual instancia. Por poseen una eficacia determinante general sobre la organización de la sociedad, puesto que determinan no sólo ese predominio, sino también, a través de él, la organización general de la so ciedad. No basta, por tanto, afirmar que las rclaciones sociales de ben ser funcionalmente interclependicntes para que c"'\ista una sociedad, ni siquiera que esa interdependencia sea la de varias fllneione~ necesarias v, por tanto. complementarias. Más allá de estas tesis, que rápidamente degeneran en tri\ialidades, el punto esencial es el concerniente a la causalidad v, por tan10, a la dicacia específica ele cada [unción (v, por tanto, de las re laciolles sociail's que lo asumen) sobre la forma y el contenido de la organización social. Ahora bien, si en la realidad las di \'l'lS:IS inst
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nes que asumen y si la función de las relaciones de producción es el primer principio de su jerarquía, entonces la formulación rigurosa de la problemática de las ciencias sociales resulta ser: ¿En qué condiciones y por qué razones tal instancia asume las funciones de relaciones de producción y controla la reproduc ción de esas relaciones y, a través de ello, la de las relaciones sociales en su conjunto? Inmediatamente podemos percatarnos de que esta proble mática es la de Marx y que vuelve sobre su hipótesis de la deter minación en último análisis del proceso de la vida social e in telectual por el modo de producción de la vida material. Asi mismo podemos ver que el análisis de las sociedades sin clases o de las sociedades de clases no capitalistas no contradice esta hipótesis, y, por tanto, no existe razón alguna para oponer an e historia. Pero, sobre todo, puede verse que respon _ cuestión implica no sólo informar sobre la eco nomía de una sociedad, sino también sobre todas sus estructu ras sociales, y que la empresa no conduce al desarrollo de una antropología económica concebida como disciplina fetichizada y autónoma, sino al replanteamiento general, metódicamente riguroso, del campo teórico de la antropología. Tales son los aspectos esenciales de nuestra crítica del fun cionalismo empirista clásico. Pero esta crítica no se detiene La hipótesis de la interdependencia funcional de las par tes de un sistema social y la hipótesis suplementaria de que todo sistema social p(:rmanece en equilibrio o tiende hacia él han dificultado o imposibilitado frecuentemente a los funciona listas admitir y descuhrir la existencia, en el seno del sistema que estudiaban, de contradicciones, bien en el seno de una es tructura social, bien entre diversas estructuras, empujándoles a investigar fuera de esos sistemas las causas de su evolución y de su desaparición. Esta e\'olución parecía no tener razón interna alguna, sino ser más bien el producto de circunstancias contingentes en relación con la interna de esos sistemas. Toda la historia humana aparecía como la suma COl1tillcente de todos esos accidentes. Por supuesto, no se trata de negar la existencia de causas externas de la transfurmación y de la e\olución de los sis lemas económicos y sociaks, ni tampoco de negar que todo sistema implica en su funcionamiento la reproducción de las relaciones sociales que lo constituyen, pero hay que suhrayar que las cau sas, externas o internas, sólo til'ncn efectos porque pUllcn en por tanto, hacen actuar como calJsas última,,) las pro esl ructuraks de los sistemas, y que esas propiedades
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siempre son, en último análisis, interiores a ese sistema y expli can el aspecto no intencional de su funcionamiento. Hay que sub rayar asimismo que afirmar que dos términos. o dos relaciones en tre términos o nos estructuras se oponen, no significa negar su complcmentariedad, sino simplcmente afirmar que esta última existe dentro de ciertos límites y que, más allá de esos límites, el desarrollo de la oposición impide el mantenimiento de la eomplementariedad. Esto se ha convertido en una evidencia casi tridal desde que la cibernética y la teoría de los sistemas lo han formulado matemáticamente haciéndolo operatorio. Sin embargo, no es más que otra formulación del principio de la unidad de los contrarios que se encuentra en la dialéctica de Hegel y en la de Marx. Pero no existe razón alguna para con fundir el principio de la unidad de los contrarios, prin cipio que es científico, con el principio funclamen tal de la dialéctica hegeliana, el de la identidad de los contrarios, que no tiene ningún fundamento científico. El principio de la iden tidad de los contrarios no es precisamente sino la condición ne cesaria para construir un sistema metafísico cerrado, el del idealismo absoluto, que parte del postulado no demostrado de que el Espíritu es la única realidad que existe y que se contra dice en sí misma, permaneciendo idéntica a sí misma a través de sus contradicciones, puesto que la materia es el pensamien to en sí que no se piensa y se contradice en tanto que pensa miento, y el Lagos es el pensamiento para pero que se opone al pensamiento en sí, a la materia, y la unidad del pensamiento en sí y del pensamiento para sí constituye en su identidad las formas del Espíritu Absoluto. Hay que subrayar que, si bien el principio de la identidad de los contrarios implica a fortiori el de la unidad de los contrarios, la recíproca no es cierta. No existe razón alguna para cargar con el primero o defenderlo cuando se defiende al segundo y se lo asume de nuevo. Desgraciadamente, la frecuente confusión en que incurren los marxistas respecto a ambos acredita y refuerza la negativa de los funcionalistas a buscar y descubrir contradicciones en el seno de los sistemas que anali zan. ¿Sucede lo mismo con los neofuncionalistas, que se decla ran partidarios de un tratamiento cihernético de los hechos so ciales? Enfrentándose a la tradicional «antropología cultural» ame cuvo idealismo y psicologismo critican, un determinado nÚlJlero de antropólogos y arqueólogos de los Estados Unidos ."c declararon, hacia la década de los cincucnta, partidarios de un mw\·o enfoque teórico que, por contraste, denominaron ({cco
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logía cultural». Inspirándose en los antiguos trabajos de Leslie White y, sobre todo, de Julian Steward, subrayaron la necesi dad y la urgencia de estudiar con cuidado las bases materiales de las sociedades y de reinterprctar todas las culturas humanas enfocándolas como procesos específicos de adaptación a deter minados ambientes. En el plano metodológico reafirmaron que cada sociedad debía ser analizada, ciertamente, como una totali dad, pero asimismo como un subsistema en el interior de una totalidad más vasta, el ecosistema particular en cuyo seno co existen las poblaciones humanas, animales y vegetales en un sistema de interrelaciones biológicas y energéticas. Para ana lizar las condiciones de funcionamiento y de reproducción de esos ecosistemas y reconstruir las estructuras de los flujos de energía, los mecanismos de autorregulación, de feed-lJack, etc., recurrieron a la teoría de los sistemas y a la toría de la comu nicación. Todo el funcionalismo parece renovado: en su orien tación, desde ahora explícitamente materialista y no simplemen te empirista; en sus métodos, por la utilización de la teoría de los sistemas, y en sus posibilidades teóricas que permiten, al parecer, volver eon mayor seguridad sobre el problema de la comparación de las sociedades (problema que los funcionalis tas solamente podían abordar con dificultades o con desdén) e incluso ir más lejos, intentando construir un nuevo esquema -esta vez multilíneal- de evolución de las sociedades (proble ma completamente abandonado desde los anatemas de Boas, GoJdenweiser y Malinowski contra el evolucionismo). ¿No nos encontramos ya en el universo teórico, si no del propio Marx, al menos dcl marxismo tal y como generalmente se lo entiende y se lo practica? No nos encontramos todavía en ese universo teórico y vamos a tratar de demostrarlo, aunque antes intentaremos resaltar la riqueza del balance provisional de esas tentatin1s, cuya natura leza e importancia tan sólo sugeriremos. Sin embargo, los lími tes de la empresa son desde ahora perfectamente visibles, y se deben a la estrechez del materialismo de esos investigadores y, particularmente, puesto que ello consti tuve el cje de sus esfuer zos, a las graves insuficiencias de su concepción ele la natura leza de las relaciones económic3s v, por tanto, de los efectos de la economía sobre la organización de las sudl:datks. La mavo ría de las veces se trata de un materialismo "reductor», en el sentido de que reduce la economía a la tecnología y a los in tercambios biológicos y energéticos de los hombres con la na turaleza que los circunda, y reduce asimismo la significación de las relaciones de parentesco o de las relaciones político-ideoló
EI/foques funciona/ista, estmcturalista )' nzarxista
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¡1icas a ser ante todo la de los medíos funcionalmente necesa rios para esta adaptación biológico-ecológica que ofrece diver sas ventajas selectivas. Volveremos a insistir en estos aspectos, pero antes enumeraremos b,evemente los descubrimientos po sitivos que se obtuvieron rápidamente a partir del momento en que se emprendió sistemáticamente el estudio detallado de as pectos esenciales del funcionamiento de las sociedades primi tivas o antiguas que habían sido -con algunas brillantes excep ciones como las de Malinowski, Firth, Evans-Pritchard- dogmá ticamente subestimados o maltratados. Los esfuerzos se concentraron en el estudio preciso del me dio ecológico, las condiciones concretas de la producción, los regímenes alimenticios y los equilibrios energéticos de deter minados cazadores-recolectores (Richard Lee, De Vore, Ste ward), de los indios de la costa Noroeste (Suttles), de las socie dades pastoriles del Este de Africa (Gulliver, Deshler, Dyson Hudson) y de sociedades de agricultores sobre terrenos desfo restados por el fuego de Oceanía o del Sureste asiático (Roy Rappaport, Vayda, Geertz) 8. Poco a poco se acumularon los descubrimientos y, al mismo ritmo, se hundieron tesis clásicas de la antropología cultural que figuraban en lugar destacado en el diccionario de las ideas sacadas de los manuales para estu diantes y público cultivado. Por ejemplo, se descubrió que bas taban aproximadamente cuatro horas de trabajo diarias a los cazadores-recolectores del desierto del Kalahari o de la selva del Congo para que los miembros productivos produjeran en esas sociedades lo suficiente para satisfacer todas las necesi dades socialmente reconocidas en el seno de su grupo. Ante esos hechos, la visión de los cazadores primitivos viviendo al borde de la penuria y sin poder disponer de tiempo libre para inventar una cultura compleja y prog:resar hacia la civilización se hundió rápidamente, y Marshall SahIíns, tras echar abajo las viejas ideas, llegó a proclamar por oposición que se trataba de la única «sociedad de abundancia" realizada jamás, puesto que todas las necesidades sociales estaban satisfechas v los me dios para satisfacerlas no eran escasos. Un tenaz prejiúcio que se remontaba hasta cl neolítico, nacido de las necesidades ideo lógicas de los pueblos agricultores de justificar su expansión en detrimento de los cazadores-recolectores, ha sido finalmente desenmascarado. , La bibliografía del conjunto de estos artículos se encuentra en el artículo de Robcrt McNctting, anteriormente citado, «The Ecological Ap proac/¡".
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En lugar de no ver en el potlatch de los indios de la costa No roeste más que una forma «exagerada}) de de una propensión cultural a la «megalomanía» 1946, pág. 169) fomentada por la multiplicidad de los recursos ofrecidos por un medio pródigo, Suttles ha demostrado que ese medio estaba fuertemente diversificado y que, por tanto, los recursos estaban en él muy desigualmente repartidos entre los grupos. Asimismo ha demostrado que, mientras más se avan zaba en dirección Norte, más se acentuaba esta desigualdad y en mayor medida los grupos locales tendían a reafirmar con fuerza sus derechos de propiedad sobre los lugares productivos y a practicar el potlatch. Igualmente, Suttles ha recalcado el hecho de que, allí donde los recursos estaban más concentrados, como entre los haida, los tsimshian y los tlingit, la cooperación económica en el seno de los grupos era más intensa, los jefes dirigían más de cerca el proceso de producción y la distribu ción de los productos, su autoridad estaba ligada dc forma más rígida al funcionamiento de los grupos de parentesco, en cuyo seno los vínculos de descendencia eran mucho más marcada mente unilineales que en otras El análisis de los hechos que constituyen el potlatch dista de haberse agotado y se ha criticado duramente a Suttles por no haber demostrado verdaderamente su hipótesis de que la función del potlatch consistía en redistribuir los medios de subsistencia que se acumulaban con exceso en un grupo entre los grupos que careCÍan de ellos de forma critica. El potlatch no se «reduce» a un mecanismo complicado y disfrazado de se guro contra los peligros de una crisis de subsistencia originada por las fluctuaciones excepcionales de la producción de los re cursos naturales, fluctuaciones completamente normales, pero que pueden tener consecuencias catastróficas para cazadorcs recolectores, o pescadores, que no producen sus recursos. Las discusiones provocadas por las tesis de Suttles y de Vayda han originado nuevos trabajos que tienen en cuenta todas las in formaciones acumuladas, desde Boas, por Barnett, Hélen Codere, Piddocke, etc., y que han permitido la aparición de obras estimables como Makillg 111)' Name good, de Drucker y Heizer, y Feastil1f!, 1\'ith I11V el/CII/V, de Rosman y Rubel. Des de entonces ha quedado absolutamente claro que las competicio nes del potlatch y sus célebres prácticas de destrucción osten tatol'Ía no eran solamente la expresión de una «cultura}) origi nal que colocaba en muy altos los 'Valores y los com ele honor y de prestigio. Son también la expresión de una economía bien administrada, capaz de producir
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excedentes abundantes y regulares y, al mismo tiempo, una práctica político-ideológica para obligar, mediante la redistribu ción ceremonial de esos excedentes, a los grupos vecinos, o aliados potencialmente hostiles, a reconocer pública y pacífica nícr:te la legitimidad, y, por tanto, el mantenimiento de los de rechos de los grupos sobre sus territorios y sobre sus recur sos. Los hechos que constituyen el potlatch son, por consiguien te, hechos multifuncionales, como subraya Piddocke, "hechos sociales totales», como deCÍa Mauss, hechos de «economía polí tica}} en el pleno sentido elel término, es decir, hechos que, para poder recibir una explicación científica, exigen que se reconoz can las funciones económicas de las relaciones de parentesco y de las relaciones político ideológicas, y, por tanto, que se re a través del pensamiento, la configuración exacta del modo de producción que permitía la producción y el control de vastos excedentes de bienes de subsistencia y de bienes de pres tigio. Se dan. pues, todos los requisitos para que una reconstruc no solamente elimine toda interpretación «cul turalista)} e idealista del potlatch, sino incluso para que no confirme la hipótesis de que la significación latente, la raciona lidad oculta del potlatch radicaba en asegurar ventaias selec tivas a los grupos que lo practicaban. Asimismo, es difícil mantener la idea, que se ha hecho céle bre desde Herskovits, de que los ganaderos africanos padecen un «complejo de ganado» que expresaría ante todo una «elec ción cultural», más bien que limitaciones ecológico-económicas. La antropología, efectivamente, debe explicar un conjunto de hechos bien conocidos y que, frecuentemente, desde una óptica europea parecen profundamente irracionales. El ganado apare ce como una riqueza acumulada más bien para adquirir presti gio y un estatuto social que para garantizar la subsistencia de sus poseedores o el enriquecimiento financiero mediante el intercambio mercantil. Cuando se intercambia ganado se hace casi siempre de forma no mercantil, para sellar una alianza ma trimonial y derechos sobre una descendencia. Habitualmente, el ganado se acumula en vastos rebaños cuya carne es consumida en determinadas oC"asiones ceremoniales; los animales no son utilizados como bestias de carga, y suministran todo lo más una débil producción lechera. El animal, antes que un bien utilifario sería ante todo para el hombre un ser estrechamente asociado a los rituales que acompañan su propio nacimiento, su Illatrimonio. su muerte y estaría li"ado con él emocional e i11l111S0 místicamente. Poco a poco, tras los trabajos de Gulliver, Deshler, Dyson
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J acobs, etc., esos «rasgos» culturales reciben otra in terpretación. Pronto se ha podido advertir que se había afirma do con excesiva precipitación que el ganado era exclusivamente un bien de prestigio, y se ha hecho el inventario de múltiples ocasiones en que era intercambiado de forma no ceremonial por productos agrícolas y artesanales de los pueblos sedentarios. Asimismo se ha podido constatar que existían razones de orden práctico en el hecho de que el sacrificio del ganado y su consu mo revistieran un carácter ceremonial y excepcional. La impo sibilidad para una unidad de producción doméstica de conser var y consumir por sí sola la cantidad de carne que represe!1ta una cabeza de ganado impone un reparto con las otras unidades que componen el grupo, y ese reparto crea o refuerza redes de obligaciones recíprocas, lo que confiere al sacrificio del ganado y a su consumo un carácter ceremonial y un alto valor simbóli co, nacidos de esas funciones sociales. Por otra parte, si bien las ocasiones ceremoniales de sacrificar ganado y distribuir la car ne se repiten regularmente en todas las familias, el hecho de que esos sacrificios de ganado guarden un carácter excepcional para cada unidad de producción no significa que el grupo en su conjunto no consuma carne de un modo muy regular. Tam poco el hecho de que los rebaños sean frecuentemente inmen sos -incluso con peligro de una excesiva explotación de los pastos, con la consiguiente degradación de la vegetación y de los suelos- es solamente la manifestación del orgullo de los propietarios o de su vinculación emocional con viejos animales que no pueden resignarse a sacrificar. Cuando se sabe que la pérdida en cabezas de ganado debida a la escasez de agua puede llegar a alcanzar, como en el caso de los dodoth de Uganda, del 10 al 15 por 100 del rebaño anual mente, que la mortalidad afecta principalmente a los animales y que estos últimos tardan de seis a siete años en al canzar el tamaño adulto y producir una cantidad veinte veces menor de leche que un animal lechero de Europa, es imposible asombrarse del alto valor atribuido al número de cabezas de ganado y a la estrategia compleja y parsimoniosa del uso de la carne, de la leche e incluso de la sangre de los animales que existe entre esos pastores. Aquel que posea sesenta vacas tiene muchas más probabilidades de hacer frente a las epizootias, a las sequías excepcionales y de reproducir sus condiciones so ciales, es decir, materiales y políticas, de existencia que otro que sólo disponga, como punto de partida, de seis vacas. Sería excesivamente largo tratar de resumir los notables tra bajos de Geertz, Conklin, Rappaport consagrados al funciona
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miento de las sociedades que practicaban la artiga en el sures te de Asia o en Oceanía, o los excepcionales descubrimientos de arqueólogos como Flannery, McNeish, cte., que tras las huellas de Braidwood y Adams, se esfuerzan, desde los años cincuenta, en reconstruir minuciosamente las condiciones ecológicas y económicas de existencia de las poblaciones de Mesopotamia, Anatolia, Meso-América o los Andes que domesticaron las plan tas y los animales e inauguraron los cambios materiales y so ciales fundamentales que condujeron a la aparición de nuevas sociedades basadas en nuevos modos de producción y desembo caron, por una parte, en la progresiva desaparición de las so ciedades paleolíticas de cazadores-recolectores y, por otra, en la aparición de sociedades de clases y estatales. También en este caso los descubrimientos constreñían a poner en duda y a re visar profundamente ideas tan gloriosas como «la revolución neolítica» de Gordon Childe. Sin embargo, necesitamos constatar los límites del balance de los estudios de los neofuncionalistas partidarios de la «eco logía cultural», así como mostrar su origen. Este no estriba sino en las radicales insuficiencias de su materialismo, que les hace concebir de forma «reductora» las complejas relaciones entre economía y sociedad. La importancia de la diversidad de las re laciones de parentesco, la complejidad de las prácticas ideoló gicas y de los rituales jamás ha sido reconocida totalmente 9. Como declararon R. y N. Dyson-Hudson, autores de notables estudios sobre los pastores karimonjong de Uganda, en relación con el ritual de iniciación de los jóvenes y su identificación con el animal que en esta ocasión se les entrega: «Se trata de elaboraciones culturales de un hecho central: el hecho de que el ganado es la fuente principal de su subsis tencia. Desde el principio hasta el fin, el papel del ganado en la vida de los karimonjong consiste en transformar la energía que contienen las hierbas y los matojos del territorio tribal en una forma de energía fácilmente disponible para los hombres.» Coinciden, de este modo, con las declaraciones polémicas de Marwin Harris, que voluntariamente se presenta como el agre sivo cabecilla de ese «neomaterialismo cultural», y que al em prender la tarea de «desacralizar» las vacas sagradas de la In dia declaraba: dIe escrito este texto porque creo que los aspectos exóticos, irracionales y no económicos del complejo indio del ganado son , Con la notable excepción de Roy Rappaport.
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recalcados excesivamente y con gran detrimento de las inter pretaciones racionales, económicas y comunes ... ; en la medida en que el tabú sobre el consumo de carne de vaca con tribuye a no fomentar el crecimiento de la producción de vaca, estamos en presencia de un aspecto de un reajuste ecológico que maximiza, más bien que minimiza, el resultado en calorías y proteínas del proceso de producción.» En esta cita se pone de manifiesto el materialismo vulgar, «el economismo», que reduce todas las relaciones sociales al es tatuto de epifenómenos que acompañan a las relaciones eco nómicas, reducidas a su vez a una técnica de adaptación a un medio natural y biológieo. La racionalidad secreta de las rela ciones sociales se reduce a la de ventajas de adaptación, cuyo contenido, como ya señalaba Lévi-Strauss respecto al funcio nalismo de Malinowski, frecuentemente se resuelve en simples tautologías 10. A partir del momento en que una sociedad existe, funciona, y resulta una trivialidad afirmar que una variable es adaptativa porque desempeña una función necesaria en un sis tema. Según las propias palabras de Marshall Sahlins: "Demostrar que un determinado rasgo o un determinado dispositivo cultural posee un valor económico positivo no es una explicación adecuada de su existencia, ni siquiera de su presencia. La problemática de la ventaja adaptativa no especi fica una respuesta concreta única. En tanto que principio de causalidad en general y de resultado económico en particular, la noción "de ventaja adaptati,'a" es indeterminada: estipula groseramente lo que es imposible, pero convierte en aceptable cualquier cosa que sea posible» !l. Desde esta perspectiva, las razones del predominio de las relaciones de parentesco o de las relaciones político-religiosas, de la art ¡culación específica de las estructuras sociales perma necen inaccesibles al análisis, la causalidad estructural de la economía queda reducida a una correlación probabilística, y la historia, como en el caso del empirismo, a una serie de aconte cimientos que se suceden con mayor o menor frecuencia 12. Lé'vi-Strauss: Alltropología estructural, pp. 13-16. M. Sahlins: «Economic Anthropology and Anthropological Econo mies», en Social Scicl1cC ¡ntorll/alÍo11, 1969, 8 (5), p. 30. " Manin Harris: «Dependent as we are on lhe unfolding of thc natu ral eonlinuulll of cn~nls, Ollr generalizalions must be courbed in p l'Ob a bi!ities derÍ\'cd from the observation of the frcqueneics with which prc dicted or rctrodieted cvents occu!'», Tite Rise of Anthropological Tl1cor)', páuina 614.
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El esceptlClsmo empirista recupera sus derechos, y las de bilidades de algunos análisis neomaterialistas concernientes al parentesco, a la religión, etc" mantienen vivas y refuerzan de nuevo las teorías idealistas de la sociedad y de la historia que los partidarios de la «ecología cultural>, critican y combaten. MateriaUsmo empirista y funcionalismo simplificador conti núan siendo, en definitiva, impotentes para explicar las razones de lo que existe, es decir, la historia y el contenido de socieda des que jamás son totalidades completamente «integradas», sino totalidades cuya unidad es el efecto provisionalmente estable de una compatibilidad estructural que permite a las diferentes estructuras reproducirse hasta que la dinámica interna y exter na de esos sistemas impida a esas totalidades seguir existiendo como tales 13. Este fracaso, sin embargo, no significa que el ba lance de los estudios de los antropólogos y de los arqucóloí',os partidarios de un enfoque ecológico y materialista no sea
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Véase M. Sahlins, cn ECOIlOl1Iic Al1tluopology ami ECU/lUll1ics, Artículo citado, p. 80. "The "new rnatcrialism" sccms ínnoccnt nf (/J11/\' C(lIlCCnl jor collfradicliull -aHhollgh it somctimes figUleS itself a elicnt of marxism (minus the dialeclical rnalcrialísm). So íl ¡, unmindful of lhe barrÍl'rs opposcd to the prodllClin: forces by es tetbk,hed cultural organizations each congcakel by its ddaptivc ad\'
gc.., in sorne o:.;;t:1tc nf fr:!rtion:.11 cffcctivcncss».
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tanto, están obligados a calcular la utilización de sus me lo que constituye el objeto y el fundamento de la ciencia económica. Dejaremos a Henri Guilton enunciar con convicción este postulado: «El hombre lleva en sí una necesidad de infinito y se en frenta por tanto constantemente con el carácter finito de la creación. Esta antítesis se traduce ante todo en la noción de la escasez. Las necesidades aparecen como innumerables y los medios para satisfacerlas son limitados. Pero también puede ocurrir que los medios sean suficientes, e incluso a veces ex cesivamente numerosos. Entonces interviene otra noción, la de inadaptación. Los bienes no se encuentran necesariamente allí donde hacen falta, ni cuando es necesario. Hay que reducirlos si son excesivamente abundantes, producirlos si son insufi cientes.» No nos detendremos en el carácter ilógico de una tesis que postula la finitud insuperable de los medios al mismo tiempo que reconoce que a veces son sobreabundantes. Basta con señalar los muchos análisis concretos y minuciosos que dan su merecido a estos fantasmas ideológicos que pretenden presen tar como realidades marionetas teóricas de cuyos hilos se si mula no la marioneta del hamo ecanomicus, víctima de un destino ontológico que sólo le permite la elección entre la insatisfacción originada por la infinitud de sus necesidades y la inadaptación nacida de una sobreabundancia ocasional de sus medios. Por tanto, paulatinamente se definen y se configuran bajo nuestra mirada las condiciones epistemológicas de un análisis científico de los diversos modos de producción y de las rela ciones entre economía y sociedad. Ahora sabemos que semejan te análisis sólo es posible con la condición de que informe sobre las estmcturas de la realidad, pero sin confundir, como hace el empirismo, lo real con lo visible, y a condición de que sea materialista, pero sin reducir las diversas estmcturas e instan cias de la realidad social a epifenómenos de las relaciones ma teriales de los hombres con sus medios respectivos. Si la antropología ha de ser estmctural y materialista para ser namente científica, ¿acaso, en definiti\a, no debe en la obra de Lé\'Í-Strauss tanto o más que en la de Marx? En reaaunque Lévi-Strauss haya dedicado en su obra un escaso al estudio de la economía, nos parece indispensable ana lizar detenidamente lo esencial de sus tesis sobre el método del análisis estmctural y sobre las relaciones entre economía y
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sociedad, por una parte, y sociedad e historia por otra, para evaluar la importancia teórica y los límites de su estmcturalis mo materialista y captar la diferencia entre su pensamiento y el de Marx. Ante todo, hay que recordar que existen dos principios me todológicos reconocidos igualmente por el funcionalismo, el es tructuralismo y el marxismo como condición necesaria para el estudio científico de los hechos sociales. El primer estipula que hay que analizar las relaciones sociales no una por una, separadamente, sino tomándolas en sus relaciones cas, considerándolas como totalidades que forman «sistemas». El segundo estipula que esos sistemas deben ser analizados en su lógica interna antes de analizar su génesis y evolución. En cierta forma, esos dos oponen el pensamiento cien tífico moderno tanto evolucionismo como al historicismo y al difusionismo del XIX, en la medida en que, pese a sus concepciones contrarias de la evolución de las sociedades, esas doctrinas frecuentemente se contentaban con un análisis super ficial del funcionamiento real de tales o cuales costumbres e instituciones en el seno de las sociedades donde habían sido descubiertas, y dedicaban la parte esencial de sus esfuerzos a buscar su origen y exponer su historia en estadios anteriores de una evolución puramente conjetural de la humanidad. Pero, más allá de este acuerdo, que se refiere solamente a la formu lación abstracta de esos dos principios y no a las modalidad~s concretas de su puesta en práctica, la oposición entre funciona lismo, por una parte, y estmcturalismo y marxismo, por otra, es total en lo que respecta a lo que hay que entender por «es tructura social». Para Radcliffe-Brown y Nadd, una estructura social es «el orden, la disposición» de las relaciones visibles de los hombres entre disposición que nace de la riedad recíproca de esas relaciones viSIbles 14. Para los funcio nalistas, una «cstmctura» es, por consiguiente, un «aspecto» de lo real y afirman su realidad fuera de la mente humana, a dife rencia de Leach, para la estmctura es un orden ideal que la mente introduce en las cosas, reduciendo el flujo multi forme de lo real a representaciones simplificadas que inciden " Radcliffe,Brown, en D, Forde y A. R, Radcliffe-Brown (ed,): Afri,:a¡l 11l1d Marringe, Oxford. University Press, 1950, capí tillo VIII: "Lo~ elementos dt: la estructura social son los seres humanos», Sic'fl
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sobre la realidad y que poseen un valor pragmático, permitien do la acción, la práctica social l ;. Para Lévi·Strauss, las estructuras forman parte de la reaconstituyen la realidad, y si en esto coincide con Rad c1inc-Brown, se opone en cambio al empirismo idealista de Leach. No obstante, tanto para Lévi-Strauss como para Marx, las estructuras no son realidades directamente visibles y obser vables, sino niveles de la realidad que existen más allá de las relaciones visibles de los hombres entre sí y cuyo funciona miento constituye la lógica profunda de un sistema social, el orden subyacente a partir del cual debe explicarse su orden aparente. Este es el sentido de la célebre fórmula de Lévi Strauss que Leach y algunos cstructuralistas han pretendido interpretar en un sentido idealista y formalista, destacando la primera [rase en detrimento de la segullda: «El principio fundamental afirma que la noción de estruc tura social no se refiere a la realidad empírica, sino a los mo delos construidos de acuerdo con ésta. Las "relaciones ~ocialcs" son la materia prima empleada para la construcción de los mo delos que ponen de /l/anifiesto la "estructura social" misma.» Ya en su respuesta a Maybury-Lewis, Lévi-Strauss insistía en el hecho de que «la prueba última de la estructura molecular nos la proporciona el microscopio electrónico que nos permite ver moléculas reales. Este logro no altera el hecho de que en el fu turo la molécula no por ello será más visible a vista. De la misma forma, carece de sentido esperar de un aná lisis estructural que cambie la percepción de las relaciones so ciales concretas. Unicamente las explicará mejoí'.» Y, en la in troducción del primer volumen de Mitológicas, afirmaba de nuevo y de manera categórica: «Terminamos así de mostrar que si en el espíritu del ca se produce con frecuencia una confusión entre estructuralis mo, idealismo y formalismo, basta que el estructuralismo tro piece en su camino con un idealismo y un formalismo vcrdade E. Leach: Po/itical Systell1s uf Hig/zlalld Burma, Han'arel llniversi· 19.'-+. Rl'prinlcd Bl'il and Sonso 196.f, d hold that social structu re in practical silualion (as contraslt'd wilh the sociologist's abstrac! mo de'!) consists of a sd (jf ideas about dístributio!1 of pO\wr bclwCl'!1 pero refiriéndose no va al modelo Lcach, 10 mis;no que Rad the <'nlhropoligst describes dc'da "'1: "The sI rud unos arl' mode'!s which exist cmly as logical cO!1structions in his own mind" (páginas 4 y 5), ;5
1\' Prc'ss,
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ros para que se manifieste a plena luz su propia delermilzista .Ji realista,» Para analizar esas estructuras, cuya realidad independien temente del espíritu humano y más allá de las apariencias Yi. siblcs de las rebciones sociales afirma, Lévi-Strauss utiliza tres princinios metodológicos. Considera: a) Que toda estructura es un conjunto detenninado de re laciones ligadas las unas a las otras según leves internas de transformación que hay que descubrir. Que toda estructura combina elementos especltJcos que son sus componentes propios, y que, por esta razón, es inútil pretender «reducir» una estructura a otra distinta o "deducir» una estnlctura de otra, e) Que entre estructuras diferentes pertenecientes a un mismo sistema existen relaciones de compatibilidad cuyas hay que encontrar, pero no hay que entender esta dad como el efecto de mecanismos de selección necesarios para el logro de un proceso biológico de adaptación al medio.
Fácilmente se puede mostrar que Marx realiza un trayecto metódico paralelo cuando concluye, luego de haber demostrado que las categorías económicas de salario, beneficio, renta de la tierra, tal como se definen y manejan en la práctica diaria por los agentes del modo de producción capitalista, expresan las re laciones visibles entre los que detentan la fuerza de trabajo, los que detentan el capital y los que detentan la tierra y, en este sentido, poseen un valor pragmático --como diría Lcach-, puesto que permiten la organización y la gestión de esas rela ciones visibles, pero no poseen valor científico, ya que disimu lan el hecho fundamental de que el beneficio y la renla de los unos consiste en trabajo de los otros no remunerado por el salario: "La forma exterior de las relaciones económicas, tal como se presenta en la superficie de los fenómenos, en su cxistencia real v también, por tanto, en las ideas con que los representan tes y los agentes de estas relaciones pretenden \'er claro en difiere mucho y es, en realidad, lo inverso, lo contrario a su forma nuclear interior, aunque oculta, y al concepto que a ella f'nv"'o("nn11'r1i?~, 16 K, Marx: Co¡¡tribllción a la crítica de la ecuJlOlI1ía ¡)OIÍ/iea, p. 37: [, ,LIS rL'lacíollcs ,le- pruduccíon corrl'spondC'1l a un "I'UPO dl'lL'rminado de dc'sa]Tollo de sus fuerzas productivas materialcs,
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Asimismo, hay que recordar que la grandeza teórica de Marx ha consistido en demostrar que el beneficio industrial, el bene ficio comercial, el interés financiero y la renta de la t ierra, que parecen provenir de fuentes y de actividades totalmente di fe rentes, son otras tantas formas distintas, pero trarlsformadas de la plusvalía , formas dc su distribución entre los diferentes grupos sociales que com ponen la clase cap italista, fonnas dis tintas del proceso global de explotación capitalista de los pro ductores asalariados . Por último, sabemos que Marx fue el p rimero en formu lar la hipótesis de la existencia de relaciones de correspondencia necesaria y de com patibilidad estructural en tre fue rzas produc tivas y relaciones de producción, y entre modo de producción y superestructu ras, pero sin pretender por ello reduci r es tas últimas a s imples epifenómenos de aquél. ¿Se confunde acaso el estructuralismo de Lévi-S trauss con el materialismo hi stóri co de Marx? Tal vez pueda parecerlo, pero el pu nto esencial para responder a esta pregunta consis te, por una parte, en de limitar lo que Lévi-S trauss entiende por histori a y la idea que se hace de la causalidad de la econornia, y, por otra, e n ver las aplicaciones de estas concepciones que realiza en su prác tica teórica, Para Claude Lévi-Strauss resulta " tan fastidioso cama in útil amonto nar argumentos para demos trar que toda sociedad está en la historia 'f qu e cambia: es evidente de suyo» 17. La historia no es so lamen te una historia ~ Iria,. , en cuyo seno las "sociedades q ue producen muy poco desorden ... , manifiestan una tendencia a mantenerse i ndefinidamente en su estado ini cial» 18. También está compuesta por esas «cadenas de aconteci mientos no recurrentes y cuyos efectos se acumulan para produ cir trastomos económicos y sociales» 19. Para explicar estas trans formaciones, Claude Lévi-Strauss acepta como «una ley de or den» «el indiscutible primado de las infraestructuras» 20. relaciones de producción constituye la estructura económica de la socie dad , la base rea l, sobre In cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que COI'respomlcn fonnas soci~lles ueterminadas de con ciencia.» ComUnicación, Madrid, 1970. Y en El capital, ed. cit., lomo r. página 46, núm . 36: • Ya Don Ouijote pagó caro el error de creer que la caballerfa andante era una institución compatible con todas las formas econ ómicas de: la sociedad . " Lcvi·Strauss: El pellsamielllo sall'aje, p . 339. " Lévi·Strauss· Arte, lenguaje, emología. Elltrevislas eDil G. Charboll ,';er, Si~ l o XX1 Ed¡LOre~, M¡':"ico, 1968, p , 28. "lév i-SULl uss : El pep¡sumiemo salvaje, p. 341. :o Id., p. 193.
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«No pretendernos, de ninguna manera, insinuar que transfor maciones ideológicas engendran transformaciones sociales. El orden contrario es el único verdadero: la concepción que los hombre se forjan de las relaciones entre naturaleza y cultura es función de la manera en que se modifican sus propias rela ciones sociales [ ... ] Por tanto, no estudiamos más que las som bras que se perfilan en el fondo de la caverna» 21. Lévi-Strauss afirma que ha pretendido con sus trabajos so bre los mitos y el pensamiento salvaje «contribuir a esta teo ría de las superestructuras apenas esbozada por Marx» 22, Por eso no podemos dejar de constatar que esos principios teóricos son infringidos cuando, en las conclusiones de De la miel a las cenizas, en relación con la conmoción histórica fundamental al final de la cual, en la sociedad griega ant igua ,,]a mitología ab dica en favor de una filosofía que emerge corno la condición previa de la reflexión científica», escribe que ve en ello «una circunstancia histórica que nada significa, sino que se produjo en tal lugar y en tal momento» 23. La h istoria, pese a estar so metida a esta ley de orden que organiza toda sociedad, queda, pues, privada de toda necesidad, y el nacimiento de la filosofía y de la ciencia occidentales se reducen a simples accidentes. «El tránsi to no era necesario, ni más ni menos aquí que allá .. . (y s i la historia conserva) un puesto de primer plano.. . (es) el que corresponde de derecho a la con tingencia irreducible.. . » 24, Clau de Lévi-Strauss, que había reproducido corno epígrafe en Las es tructuras elementales del pa/'enl esco la frase de Tylor (1871) de que "la ciencia moderna tiende cada vez más a afirmar que, si en algunas partes existen leyes, éstas deben existir en todas partes», se encuentra, pues, y en definitiva, de acuerdo con el empirismo, que ve en la historia una serie de acontecimientos accidentales. "Para volver a la etnología, es uno de nosotros - E . R. Leach- quien ha observado en algún lugar que «.1os evolucio nistas no han discutido jamás en detalle -y menos aún obser vado- lo que se produce de hecho cuando una sociedad del estadio A se transforma en una sociedad del estadio B; se han limitado a afirmar que todas las sociedades del estadio B han salido, de uno u otto modo, de sociedades"del estadio A» 25. 1\
Id., pp. 173-174,
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Id., p. 193.
Lc\'i.StI
.. Id., pp. 394-395.
" lévi-Strauss; ..Los limiles de la noción de estructuras en etno!ogín"
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Nos encontramos, así pues, de vuelta a las mismas posicio nes del empirismo funcionalista 26: «Al historiador los cambios; al etnólogo las estructuras», y es to porque los cambios, los pro cesos, no son objetos ol1allticos, sino la forma particular en que la temporalidad es vivida por un sujeto» n, tesis en oposición radical con la tesis de la ley de orden de las estructuras socia les y de sus transformaciones que Claude Lévi-Strauss retoma ba de Marx. ¿Cómo ha llegado a eso, es decir, a borrar, a anuTar en su práctica los principios teóricos a los que, no obstanLe, se refie r e explícitamen te, pero q ue, a l parecer , h a n permanecido am pliamente inoperantes? No vamos a realizar aq uí el análisis in terno de la obra de Lévi-Strauss, y tampoco pretendemos esbo zar el balance cien tífico de la misma. Digamos de en t ra da que su obra ha revolucionado dos campos: la teoría del parentesco y la teoría de las ideologías, y que cualquier progreso que se realice en esos campos se hará con la ayuda tanto de sus resul tados como de sus fracasos. Problem as fundamentales como la prohi bición del incesto, la exogamia y la endogam ia, el m a tri monio entre primos cruzados , el de las organizaciones dualistas, que eran tratados separadamente y sin éxito alguno, ha n sido relacionados entre sí y explicados partiendo del hecho fun da mental de que el matrimonio es un in tercambio, el intercambio de mujeres, y que las relaciones de paren tesco son relaciones ent re grupos antes que relaciones entre in dividuos. Al distin guir dos posibles mecanismos de intercambio, el in tercambio r estringido y el intercambio generalizado, Lévi-Strauss descu brió un orden en un vasto conjunto de sistemas de parenlesco que no parecían tener muchas cosas en común y que pertene cen a sociedades que , la mayoría de las veces, jamás tuvieron en t re sí contacto histórico alguno. Y este orden es un orden de transformaciones. Poco a poco, se ha podido construir un vasto en Se,lIido y usos del térmillO estructura, Paidós, Buenos Aires, 1968, pá gina:. 34-35. E l p asaje de Leach citado por Claude Lévi-Strauss se en cuentra en Political Syst ems of Higll/aJ1d BI~rma, segunda edición, 1964, página 283. '.. A 1.\5 posiciones de Leach, que escribe con lucidez: «La generación de antropólogos británicos a la que pertenezco ha proclamado con orgu llo su creencia en la irrelevancia de la historia para comprender las or ganizaciones social es ( ... ). Noso1ros , a nlropólogos fun cionalislas, no so mos n :almcnt c "an lihis tóncos" por principio; simplemente lo que ocurre es que no sabem os cómu hacer el1cajar los materiales históricos el! el m ar co de Il/les t r os COllceptos», Political Syst ems, p . 282. " Claude LCvi-Strauss: .Los limites de la noción de estructura en et nología. , op. cit., p. 34 .
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cuadro de Mendeleiev de las «fonnas» de los sistemas de paren tesco, deteniéndose en el umbral de las estructuras «complejas de parentesco, que se limitan a definir el círculo de parientes y dejan a otros mecanismos, económicos o psicológicos, la tarea de deLerminar el cónyuge» 23. No obstante, el análisis estructural -aunque no niega la hisloria- no puede tampoco coincidir con ella, puesto que desde el comienzo ha separado el análisis de la «forma» de las relaciones de parentesco del análisis de sus «funciones». No porq ue esas funciones hayan sido ignoradas o negadas, sino porqu e n unca han sido explor adas como tales. Debido a esto, jamás se ha analizado el problema de la articulación real de las relaciones de paren tesco con las otras estructuras sociales que caracterizan las sociedades concretas, históricamente determi nadas. Lévi-Strauss se limita a extraer de estos datos concretos el «sistema formal» de las r elaciones de paren tesco, sistema que es tud ia seguidamen te en su lógica interna y compara con otras "formas» semejantes u opuestas, peTO que demuestran, en definitiva, inclu so por sus propias diferencias, pertenecer a un mis mo grupo de transformaciones. En ese sen ti d o se puede decir que Lévi-Strauss, al contrario que los funcionalistas, nunca estudia socied ades reales, ni Lrata de informar sobre ellas en su diver sidad y en su com plejidad in ternas. Por supuesto no ignora esos problemas, pero jamás los ha tra tado sistemáticamente. Por ejemplo, al referirse a la correlació n estudiada por Murd ock entre las instituciones patri lineales y «los más altos niveles de cultura», Lévi-Strauss afirmaba: «Es cierto que, en sociedades en que el poder político toma la dela ntera sobr e otras formas de o rganización, no puede de jarse subsistir la dualidad que resultaría del carácter masculino de la autoridad política y del carácter matrilineal de la filiación. Las sociedades que alcanzan la etapa de organización política tienen, pues, una tendencia a generalizar el derecho paterno» 29. A pesar del carácter tan vago de la noción de «estadio de la organización política», vemos en este caso a Lévi-Strauss fTen te al hecho de la emergencia. en la historia, de sociedades en cuyo seno las relaclOnes de parentesco ya no desempefian un paII Claudc Lévi-SLIauss: Las estructuras elementales del parentesco, pá gi na 11. >t Id ., p. 36. Lévi-Strauss se refiere al texto d e G. P . Murdock: «~ rrelation of matrilineal and patrilineal institutions», en Srudies in the ScielLce 01 Society presenled ro A. G. Ke/ler, New Haven, 1937.
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pel dominante, pero donde las relaciones político-ideológicas comienzan a desempeñarlo. ¿Por qué y en qué condiciones su cede esto? ¿Por qué el derecho paternal es más «compatible» con esa nueva estructura social? Lévi-Slrauss no responde a es tas cuestiones, así como tampoco explica en qU(! condiciones han surgido sociedades en cuyo seno la forma de los sistemas de parentesco y las reglas de matrimonio no dicen nada , o muy poco, acerca de la naturaleza de la persona con quien se puede uno casar . Se hace alusión al hecho de que en esas sociedades la riqueza, el dinero, la dote, la jerarquia social desempeñan un papel determinante en la elección del cónyuge, pero ¿cómo su cede asl?, ¿por q ué la historia? No porque la historia sea para u n marxis ta una categoría que explica, sino , al cont rario , porque se trata de u na categoría que h ay que explicar . El materialismo histórico no es un «modelo » más de la historia, no es otra «filoso fía» de la historia. Constituye ante todo una teoría de la socie dad, u na hipótesis sobre la arliculación de sus niveles internos y sobre la causalidad específica y jerarquizada de cada u no de sus niveles. Haciendo posible el descubriIniento d e las formas y de los mecanismos de esta causalidad y de esta articulación es como demostrará el marxismo su capacidad de ser el ins t rum ento de una verdadera ciencia de la historia 30. Para desarrollar e l conocimiento hasta ese punto, hay que ir m ás allá del análisis estructural de las formas de parentesco o del descubrimiento de la gramática y del có digo for ma les d e los mitos de los indios de América. No porque esos anális is es tructurales no sean indispensables, sino porque no bastan. Y esto lo reconoce el propio Lévi-Strauss cuando critica con toda la r azón el principio de buscar únicamente en los acciden tes de una historia, en la difusión de una causa exógena, las razones de ser de un sistema de parentesco: «Un sistema funcional como es un sistema de parentesco nunca puede interpretarse íntegramente por hipótesis difusio .. K. Marx: Carta al editor de Otetchestvenniyé, Zapisky, finales de 1877, dirigida a Chukovsky en respuesta a Mijailovski, uno de los dirigen tes del partido socialista de los narodniki: cA mi crítico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere convertir mi esbozo his tórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en U/Ul teoría filosó fico-históTÍca sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatal mente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias histó ricas que en ellos cooc:w-ran, para plasmarse por fin en aquella forma ción económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas pro ductivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos . (Esto es hacerme demasiado honor y, al mis mo tiempo, demasiado escarnio).,.
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nistas. Está vinculado a toda la estructura de la sociedad que lo aplica, y, por consiguiente, su naturaleza depende de los ca racteres intrínsecos de esta sociedad más bien que de contactos culturales y migraciones» 31.
Ir más allá del análisis estructural de las formas de las re laciones sociales o de los modos de pensamien to significa, por tanto, de hecho, practicar este análisis morfológico de tal ma nera que se descubran los vínculos internos entre la forma, las funciones. el modo de articulación y las condiciones de apari ción y de transformación de esas relaciones sociales y de esos modos de pensamiento en el seno de las sociedades concretas estudiadas por el historiador y por el antropólogo. En nuestra opinión, es empeñándonos resueltamente por esta vía como po dremos esperar hacer que progrese el análisis científico de un campo habitualmente menospreciado o mal tratado por los ma terialistas: el campo de la ideología, y por el otro lado, el cam po de las formas simbólicas de las relaciones sociales y de la práctica simbó lica, donde, por esta misma razón, el idealismo, ya se valga del funcionalismo O del estructuralismo, se ha ins talado de forma privilegiada. En otra parte 32 hemos d emostrado cómo Lévi-Strauss ha hecho avanzar la teoría de las ideologías, que deseaba desarro llar siguiendo a Marx, cuando puso de manifies to, a propósito de los mi tos de los iodios de América, por una parte, con una precisión minuciosa, todos los elementos de la realidad ecológi ca, económica y social que están traspuestos en estos mitos y hacen que esos mitos constituyan el pensamiento del hombre que vive en relaciones materiales y sociales determin adas, y, por olra, la presencia y el funcionamiento, en el curso de ese modo de pensamiento social, de una lógica formal de la analogía, es decir, de la actividad del pensamiento humano que razona so bre el mundo y organiza el contenido de la experiencia de la naturaleza y de la sociedad en las formas simbólicas de la me táfora y de la metonin,ia. En realidad Lévi-Strauss, aunque él rechazaría esta interpretación, reunió bajo la expresión única de la pensée sauvage (el pensamiento salvaje) un doble contenido: uno que remite a la naturaleza, es decir, a las capacidades forma " Lévi-Strauss: Las estructuras e/emellta/es del parentesco. Maurice (iQdelier: cMythe et Histoire. réfle.xions sur les fondements de la pensée sauvage», e:n Les Anna/es, número especial «Historre et Struc turco, agosto 1971, pp. 541-568; incorporado a esta edición, véase eMito e his toria: reflexiones sobre los fundamentos del pensamiento salvaje:,., ca pítulo XlII de este libro. JI
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les de] pensamiento de razonar por analogía y, de una forma más general, por equivalencia. al «pensamiento en el estado salvaje», «expresión directa de la estructura del espíritu (y detrás del espIritu, sin duda del cerebro)>> 33, y otro que remite al «pensa miento de los salvajeslII, y, por tanto, al pensamiento de hom bres que viven en sociedades que practican la caza, la pesca, la colecta de la miel, el cultivo del maíz o de la mandioca, yes tán organizados en bandas o tribus. Pero lo que continúa ausen te, impensado al final de este inmenso esfuerzo teórico es el análiSIS de la articulación de la forma y el contenido del pen samiento en el estado salvaje y del pensamiento de los salvajes, son las funciones sociales de esas representaciones y de las prácticas simbólicas que las acompañan, son las transforma ciones de esas funcio nes y de ese contenido, son las condiciones de esas transformaciones. En definitiva, lo que existe como un vado en el pensamiento, es decir, como un objeto que hay q ue pensar y permanece fuera de lo pensado es el análisis de las formas y de los fundamentos de la «fetichizaciónlll de las rela ciones sociales, análisis que muy pocos marxistas han intentado nunca, y del que, sin embargo, dependen no solamente la expli cación científica de las instancias políticas y religiosas en ge neral, sino ante todo la explicación de las condiciones y de las formas de aparición de las sociedades de categorías, de castas o de clases, en resumen, la propia explicación de la desapari ción en la historia de las antiguas sociedades sin clases. Precisa mente, para realizar esta tarea compleja que supone la combina ción de prácticas teóricas múltiples, la hipótesis de Marx sobre la determinación en último análisis de las formas y de la evolu ción de las sociedades y de los modos de pensamiento por las condiciones de la producción y de la reproducció/1 de la vida material debe senrir de hipótesis central: .. Ni siquiera una historia de las religiones que prescinda de esta base material puede ser considerada como una lústoria crí tica. En efecto, es mucho más fácil encontrar, media/lte el aná lisis, el núcelo terrenal de las imágenes nebulosas de la religión que proceder al revés, partiendo de las condiciones de la vida real en cada época para remontarse a sus formas ruviniza daslll.14. Esperamos haber demostrado que, a pesar de las aparien cias y de las afinnaciones contradictorias, a esta hipótesis cen 11 Claude Lévi-Strauss: El totemismo en la actualidad, p . 132.
.. K. Marx: El Capital, ed. cit., lomo I, p . 303, nota 4.
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tral conducen necesariamente el funciooalismo y el estructura lismo cuando se esfuerzan por penetrar más profundamente en la lógica de las sociedades que analizan 35. Henos, pues, aquí, al final de estos recorridos críticos, y ante nosotros se distingue un camino que conduce a otra parte y que se ha iniciado más allá o más acá del funcionalismo y del estructuralismo, fuera de sus limites; a otra parte, es decir, hacia la posibilidad de poner de manifiesto y de estudiar «la acción de las estructuraslll sociales entre si y, por tanto, hacia la posibilidad de pensar las relaciones de causalidad estructural entre los diversos modos de producción y las diversas formas de organización social q ue han su rgido en la historia. Para concluir, no nos limitaremos a señalar este camino, a apuntar lo, s ino q ue pretendemos dar una idea más clara del tipo de re sultados a que conduce. Para ello resumiremos algunos aspec tos de un largo estudio, todavía inédito, que hemos dedicado al m odo de producción y a la organización social de los pigmeos m bu ti del Congo, a partir de los estudios, excepciona les en calidad y densidad, de Colin Turnbull. Este resumen real mente no hace justicia a esta riqueza ni a la complejidad de los hechos, pero basta para nuestro propósito con que dé tma idea de los resultados que hemos alcanzado. Estos resultados, en cada una de las etapa de su elaboración se los hemos dado a conocer a Colin Tu rnbull. que se ha declarado profundamen te de acuerdo con ellos 36. Los pigmeos mbuti viven en el seno de un ecosistema gene ralizado de tipo simple 37, la selva ecuatorial del Congo, y prac tican la caza y la recolección. Utilizan el arco y la red para la caza, compuesta principalmente por diversas variedades de an tl1opes, a veces también por elefantes. Las muj eres recolectan setas, tubérculos y otras plantas salvajes, así como moluscos, contribuyendo en más del 50 por 100 al suministro de los reJO Resulta admirable la desenvoltura con que Edmund Leaeh eseribe en su obra Political Systems of HiglUarld Burma, tras haber demostrado que el málisis de las relaciones de propiedad era «of tbe utmost lmpo rtance" para su argumento general: «En último análisis, las relaciones de poder n cualquier sociedad deben basarse sobre el control de los bienes reales y de las fu.e ntes primarias de producción, pero esta generalización mar xista no nos lleva muy lejos» (1). ,. Nos remitimos aquí al conjunto de los estudios, libros y artículos de Colin Turobull y de modo particular a Wayward Servants. Eyre, Spot tiswoode. Londres, 1966. 17 Es decir, que comprende un clevado número de especies vegetales y animales que incluyen a su vez un número limitado de individuos. Véa:.e la comunicación de David S. R. Harris en cUeko and Dimblety.., Dome.s Iicaliol1 and Exploitation of Platlts and Animals, Duckworth, 1969.
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cursos alimenticios. La :miel es objeto de recolección una vez al año, y su colecta da ocasión a una división de cada banda en pequeños grupos que se fusionan de nuevo al terminar la tem porada de la miel. La caza es colectiva. Los hombres casados eXlienden, uniendo sus extremos y haciendo un semicírculo, sus redes individuales de treinta metros de longitud aproximada mente, mienlras las mujeres y los jóvenes solteros ojean la caza, dirigiéndola hacia las redes. Esas actividades se repiten cada dia o casi lodos los días, y por la tarde se distribuyen y se consumen los productos obtenidos de la caza y de la recolec ción entre Jos miembros del campamento. Cada mes, cuando la caza comienza a volverse escasa alrededor del campamento, la banda se desplaza hacia otro lugar, pero siempre en el interior de un mismo territorio, que es conocido y respetado por las bandas vecinas. Las relaciones de parentesco y la familia, en tanto que tales, desempeñan un papel secundario en la produc ción, ya que el trabajo está dividido según sexos y generacio nes. Los individuos abandonan frecuentemente las bandas en cuyo seno han nacido y se marchan a vivir en bandas vecinas, a veces incluso definjtivamente. Se practica eL intercambio de mujeres, y se busca esposa preferentemenle en las bandas le janas y nunca en la banda de donde provienen la propia madre o la madre del padre. Las bandas carecen de jefe, y , según las circunstancias, la autoridad está repartida entre generaciones y sexos; los viejos y los grandes cazadores gozan, no obstante de una mayor autoridad que los restantes miem bros de la ban da. No se practica ]a guerra entre las bandas, y en el seno de cada banda, los asesinatos y las represiones violentas son ex tremadamen te raros. La pubertad de las mujeres y la muerte de los adultos, hombres o mujeres, son acompañadas de los ri tuales y de las festividades Elima, en el primer caso, y MoHmo en el segundo, en los cuales la Selva es objeto de un culto in tenso y «deja oír su voz» por mediación de flautas sagradas . Los efectivos de las bandas oscilan entre siete y lreinta cazadores con sus respectivas familias , ya que, por debajo de siete redes, la caza resultaría ineficaz, y por encima de las treinta la caza no es suficientemente abundante para el aprovisionamiento re gular de un grupo semejante; por otra parte, la organización de ]a caza con red, que se practica sin un verdadero jefe, de bería mocüficarse para que resultase operante. Cuando se analizan detenidamente esas relaciones económi cas y sociales, se puede percibir que las mismas condiciones de la producción determinan tres constricciones inherentes al pro pio modo de producción y que esas constricciones traducen
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las condiciones de reproducción de ese modo de producción, ex presan los limites de las posibilidades de esta reproducción. _ La constricción número 1 es la «dispersión» de los gru pos de cazadores, así como los límites mínimo y má.~o de sus efectivos. _ La constricción número 2 es la «cooperación» de los in dividuos, de acuerdo con su edad y su sexo, en el proceso de producción y en la práctica de la caza con red. _ La conslricción número 3 es la «fluidez», la «no clausura», o, según la expresión de Turnbull, el mantenimiento de un es tado de «flujo» permanente de las bandas, flujo que se traduce por la rápida y frecuente variación de sus efectivos y de su composición social. Estas tres constricciones expresan las condiciones sociales de la reproducción del proceso de producción, habida cuenta de la naturaleza de las fuerzas productivas utilizadas (técnicas específicas de caza y de recolección) y la naturaleza de las condiciones biológicas de reproducción de las especies vegeta les y animales que componen el ecosistema generalizado de la selva ecuatorial congoleña. Esas constricciones forman un sis tema, es decir, cada una de ellas influye sobre las otras. La constricción número 2, por ejemplo, constricción a la coopera ción de los individuos según su sexo y su edad para garantizar su propia existencia y reproducción, así como la de su banda, adopta una forma determinada igualmente por la acción de la constricción número 1, puesto que el tamaño de una banda debe mantenerse entre ciertos límites, y por la de la constric ción número 3, puesto que la necesidad de mantener las ban das en estado de fluidez modifica sin cesar el tamaño de los grupos y su composición social, es decir, los lazos de paren tesco, de alianza o de amistad de quienes están llamados a co operar diariamente en el proceso de producción y en el proceso de distribudór de los productos de la caza y de la recolección. Asimismo ~e podría y se debería mostrar los efectos de las cons tricciones 1 y 2 sobre la 3, y de las constricciones 2 y 3 sobre la 1. Advirtamos igualmente que esas constricciones son tales (sobre todo las constricciones de dispersión y de fluidez) que las condiciones sociales de reproducción de los individuos y de una banda son asimismo e inmediatamente las condiciones de la reproducción de la sociedad mbuti como un todo, y como un todo presente en todas sus partes. Por consiguiente, son conru
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ciones intenores a cada banda, y al mismo tiempo condiciones comunes a todas las bandas, que permiten la reproducción del conjunto del sistema económico-social como un todo. Estas tres constricciones ronnan, pues, un sistema. Este sis tema ha nacido del propio proceso de producción, cuyas condi ciones ma teriales y sociales de reproducción expresa . Y este sistema es a su vez origen de un determ inado n úmero de efec tos estructurales simultáneos sobre todas las demás ins tancias de la organización social mbuti, efec tos que nos limitaremos a enumerar, porque un a demostración sería demasiado larga. To dos esos efectos consisten en la determinación de elementos del contenido y de la forma de esas insta ncias que sean compati bles con esas constricciones, por tanto, que aseguren la repro ducción misma del modo de pro ducción de los m buti . Así pues. esas constricciones, interiores al mo do de producción , son al m ismo tiempo los canales por los cu ales el modo de producción determina en último análisis la naturah:za de las diversas ins tancias de la sociedad mbuti, y como los efectos de esas cons tricciones se ejercen simultáneame/lte sobre todas esas instan cias, por la acción de ese sistema de constricciones, el modo de p roducción determina la relación y la articulación de todas esas instancias en tre sí y en relación con el mismo modo de produc ción, es decir, deter mina la estructura general de la sociedad en tanto que tal, la fo r ma y función específicas de cada una de las instancias que la com ponen. Buscar y descubrir el sistema de constricciones que es tán detenninadas por un proceso social de producción y que constituyen las condiciones sociales de su reproducción significa proceder epistemológicarnente de tal ma Dera que se pueda poner de manifiesto la causalidad estructu ral de la economía sobre la sociedad y, al mismo tiempo , la es tructura general específica de esta sociedad, su lógica de con junto, teniendo en cuenta que esta causalidad de la economfa, esta estructura general de la sociedad y esta lógica específica de con junto no son jamás fenómenos directamente observables como tales, sino hechos que deben ser reconstruidos por el pen samiento y la práctica científicos. La prueba de la «verdad » de esta reconstrucción sólo puede estar en la capacidad que ofre ce de explicar todos los hechos observados y de plantear nue vas cuestiones al investigador de campo 38, cuestiones que exiJ' Me permito aludir a una correspondencia continuada que mantengo desde hace una decena de meses con C. Tumbull . lo que nos ha permi do clari fi car problemas que el autor no habia planteado o desarrollado en sus obras publicadas, sobre todo en lo concerniente a las relaciones
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girán nuevas encuestas y nuevos procedimientos para encontrar respuestas, y éste es el movimienlo mismo del proceso y del progreso del conocimiento cienillico. Ahora bien, pen sarnos estar capacitados, a partir del des cubrimiento y del análisis de este sistema de conslricciones. para dar cuenta, es decir, para mostrar la necesidad de todos los hechos principales observados y consignados en las obras de Schebesta y de Tumbull. A partir de la constricción a la d ispersión se explica la cons titución de territorios distintos 39, y a partir de la constricción al flu jo, a la «no clausura» de las bandas, se explica la inexisten cia de derechos exc1mivos de las bandas sobre su territorio 4(1. Lo q ue es invariante no es la composición interna de las ban das , sino la exis tencia de una relación estable entre las ban das, por tanto, de una relación que se reproduce y permite la reproducción de cada una de esas bandas. Por consiguiente, lo que en este caso podemos explicar es la razón de la forma y de) cOllte/1ido de las relaciones sociales de propiedad, y la uti lización de este recurso fundamental que es el territorio de caza y de recolección, esta porción de la naturaleza erigida en "tienda de víveres primitiva» y en «laboratorio de medios de producción" ( Marx). Lo que en este casa se hace evidente es el funda mento, en el propio proceso de producción, de las reglas y de las leyes hab ituales de apropiación y de utilización de la naturaleza. Ahora bien, const ituye u n paso fundamen tal en el método de Marx descubrir el fundamen to fuera de la concien cia del sistema de normas conscientes de la práctica social de los agentes de producción que operan en el seno de un modo de producción determinado. Sin embargo, este paso habi t ual mente es ignorado por completo o caricatuT'izado por los mar xistas; en este aspecto coincidimos con algunos análisis críticos de Charles Bettelheim sobre la confusión que ha reinado, en la teoría y en la práctica de los economistas y de los dirigentes de los países socialistas, en tre aspec to jurídico y contenido real de las relaciones de producción 41. La esfera de lo «jurídico» desborda ampliamente el campo de las normas de acción de los individuos y de los grupos res pecto a su territorio de caza y de recolección y respecto a sus de parentesco, a la movilidad de las bandas, a los cazadores de m'co, etc. Estoy muy agradecido a C. Turnbull por su paciencia y cooperación. )9 Wayward Servanl s, p. 149. .. ¡bid., p . 174. " Ch. Bcttelhcim : Calctll écorlo miqu e el fonm es de propriété, Maspero, 1969. lHay traducción castellana en Siglo XXI, 1973.)
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meclios de producción. pero no nos podemos detener sobre este aspecto, así que analizaremos rápidamente los efectos estruc turales del modo de producción sobre las relaciones de paren tesco de los mbuti. También en este caso, los hechos y las nor mas están de acuerdo con la estructura del modo de produc ción y con las constricciones que impone, principalmente, la constricción número 3 a la «no clausura» de las bandas, al man tenimiento de una es tructura de fl ujo entre cUas . La terminolcr gía del parentesco insiste ante todo en la cliferencia de las ge neraciones y en la diferencia de los sexos, lo que reproduce la fonna de la cooperación en el proceso de producción (constric ción número 2). Pero, sobre todo, si se analizan los aspec tos de la alianza, se puede constatar que la preferencia por el ma trimonio en bandas lejanas y la prohibición de casarse en la banda de donde provienen la madre y la madre del padre son normas positivas y negativas de acuerdo con la constricción nú mero 3, porque prohfben la «clausura» de los grupos y s u cons titución en unidades cerradas que intercambiasen mujeres tie forma regular y orienlada, puesto que al tomar mujer en la banda de donde provienen mi madre y m i abuela reproducirla el matrimonio de m i padre y/o el de mi abuelo y reproduciría relaciones anteriores y antiguas; por tan to, convertiría en per manentes las relaciones ent re las bandas, entabladas en cada generación a propósito del intercambio de mujeres necesario para la reproducción de la sociedad y de cada ban da como tal. Además, prohibiendo al mismo liernpo el intercambio ma trimonial con las bandas vecinas de los territorios adyacentes se hace aún más imposible la constitución de bandas cerradas sobre sí mismas (constricción número 3). Por consiguiente, las constricciones 1 y 3 actúan sobre las modalidades de la alianza, y al mismo tiempo explican el he cho de que el matrimonio sea sobre todo un asun to de inter cambio entre· familias nucleares e individuos u, lo que preser va la estructura fluida de las bandas, y al mismo tiempo explica que la banda, en tanto que tal, no intervenga más que para de terminar la residencia de l.:, nueva pareja, lo que tiene una gran importancia, puesto que ún icamente con ocasión de su matri monio el joven recibe una red fabricada por su madre y su tío materno y participa corno cazador de pleno derecho, es decir, como agente de producción total, en la reproducción de la banda (constricción número 2) 0. Al mismo tiempo, la debilidad u
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relativa del control colectivo sobre el individuo (constricción nÚDlero 3) Y sobre la pareja explica la precariedad del matri monio, notable entre los mbuti 4-4. Los efectos estructurales del modo de producción sobre la consanguinidad son perfectamente complementarios de los efectos sobre la alianza. Los mbuli, como admirablemente ha demostrado Tumbull, no poseen verdaderamente organización de linaje, y tan sólo de un modo abusivo o torpe se puede ha blar de «segmentos» de linaje cuando se quiere designar grupos de hermanos que viven en la misma banda. El hecho de que no existan intercambios matrimoniales regulares Y orientados entre las bandas de manera que cada generación haya de seguir la dirección tomada por sus antepasados y reproducirla, prohí be toda continuidad e impide la constitución de grupos consan guíneos de gran profundidad genealógica y preocupados de con trolar su continuidad a través de sus necesarias segmentaciones. Al m ismo tiempo constatamos que, para que la sociedad se reproduzca a través de los intercambios matrimoniales, es pre ciso que existan al menos cuatro bandas para que puedan exis tir esas relaciones matrimoniales. La banda A de Ego, ]a ban da B de donde proviene su madre, la banda e de donde proviene la madre de su padre y la banda X donde va a en contrar esposa y de la q ue sólo sabemos que no puede ser una banda adyacente.
,.' ~~~-~~ . . . . . . . ' , . ~~---~" ....
~ ........ " (X, e A B (x)
.....
En el plano metodológico, fácilmente se constata hasta qué punto seria erróneo creer que se puede estudiar la lógica de funcionamiento de una sociedad a partir de una conquista he cha en una banda o en una unidad local. Otros efectos de las constricciones planteadas por el modo de producción se manifiestan cuando Se analizan ]as relacicr nes políticas que existen entre las bandas o en su seno. Esos efectos son otros en su contenido porque se ejercen sobre una instancia diferente, irreductible a los elemen tos del proceso de producción, pero son isomorfos a los efectos producidos sobre las otras instancias de la sociedad mbuti. Esta isomorfia nace
Wayward Servants, p. 110.
.. ¡bid., p. 141.
loo
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.. ¡bid., p. 132.
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del hecho de que todos esos efectos diferen tes se deben a una misma causa que actúa simultáneamente en todos los niveles de la sociedad. Nuestra maner a de practicar el análisis estruc tural en el marco del marxismo, a diferencia del materialismo cultural vulgar o del pretendido marxismo de algunos, no re duce, por tanto, las diversas instancias de una sociedad a la economía ni representa la economía com o la única realidad au téntica de la que todas las otras instancias no serían m ás que efectos diversos y fan tasmagóricos. Nuestra forma de practicar el marxismo tiene en cuenta plenamente, es decir, rigurosa y, por tanto, realmente, la especificidad de todas las instancias y, por consiguiente, su relativa autonomía. Dos rasgos caracterizan las r eglas y la práctica política de los pigmeos m buti: a) la débil desigualdad de estatuto y de autoridad política entre los individuos, h ombres y m ujeres, y entre las generacion es, ancianos, adultos, jóvenes. La des igualdad favorece a los hombres adultos en relación con las mujeres y a los hombres de edad en relación con los individuos, hombres o mujeres, de las gener aciones más jóvenes; b) el re chazo sistemático de la violencia, de la represión colectiva para solucionar los conflictos entre los individuos y entre las bandas. En el primer caso, a partir del momento en q ue la desigual dad amenaza con desarrollarse, por ejemplo, cuando un gran cazador de elefantes quiere transformar su prestigio de ca zador en au toridad sobre el grupo, la respuesta insti tucional es la p r áctica de la bu rla, las bromas públicas, en resu men, una práctica de erosión sistemática de los intentos de desarrollar la desigualdad más alJá de ciertos límites compatibles con la coopcración (constricción número 2) voluntaria y siempre pro visional (constricción número 3) de los individuos en el seno de una banda. En cl segundo caso, la respuesta a cualquier conflicto que amenaza seriamente la unidad de la banda o las relaciones entre las bandas consiste en recurrir sistemática mente a una solución de compromiso o a la diversión. En cada banda, un individuo úesempefia el papel de bufón (Colin Turn bull desempeñó este papel sin saberlo duran te los primeros. me ses de su estancia con los mbuti), que se encarga de neutralizar los conflictos serios que pueden conducir al drama, al asesi nato y, por tanto, a la escisión de la banda O amenazan el buen entendimiento interior necesario para la cooperación y la re producción (constricción número 2). Para neutralizar los con flictos, el bufón practica sistemáticamente la diversión, e incita a la escalada de las diversiones. Si dos individuos, a y b, se en frentan seriamente porque uno de ellos ha cometido un adul-
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terio con la mujer del otro y su enfrentamiento amenaza con degenerar en violencias físicas y en asesinato, el bufón o la bufona hinchan desproporcionada y artificialmente la impor tancia de un conflicto menor que opone a otros individuos, c y d, por ejemplo, y al cabo de varias horas de gritos y discusiones, a y b acaban encontrándose en el mismo campo contra d, lo que permite q ue disminuya la intensidad del conflicto que les enfrentaba. Tan sólo en dos circunstancias la banda prac tica la violencia represiva: cuando un cazador ha situado secretamen te su red individual delante de las redes, colocadas j untas, de los cazador es, apropiándose indebidamente una parte mayor de caza y transformando, por tanto, en ventaja individual el es fuerzo comú n de la banda, cazadores y ojeadores (mujeres y niños), y cuando en un festival Molino en honor de la selva un hombre se queda dorm ido y olvida cantar al unfsono los cantos sagrados e n el momento en que la selva responde a la llamada de los hombres haciendo oír su voz por mediación de las flautas sagradas que penetran en el campamento llevadas por jóvenes, En ambos casos, el ladrón y el hombre donn ido, han roto la solida r idad interna del grupo, amenazando con ello sus con diciones de reproducción reales o imaginarias (constricción nú mero 2). E n ambos casos el culpable es abandonado solo y sin arruas en medio de la selva, donde no tarda en morir, a menos que la banda que lo exilió venga a buscarlo. Por tanto, se confía a la selva la tarea de sancionar de forma inapelable las viola cio nes mayores de las reglas de la reproducción social de la banda en tanto que tal. Aun cuando realmente es la banda q uien prácticamente ha condenado a muerte al culpable, todo sucede en cambio como si fuese la Selva quien le castigase. Nos encontramos fren te al proceso de fetichlzación de las re laciones sociales, es decir, de inversión del sentido de las cau sas y de los efectos, proceso sobre el que volveremos a insistir cuando analicemos la práctica religiosa de los mbuti del culto a la Selva. En los conflictos entre las bandas se evita igualmente la vio lencia, y todos los observadores coinciden en señalar como un hecho notable la ausencia de guerra entre los pigmeos. Cuando una banda caza en el territorio de otra, envía una parte de la caza capturada a los miembros de la banda que ocupa ese terri torio y el conflicto queda solucionado por ese compromiso de reparto. ¿Por qué motivos la guerra ha sido eliminada de la práclica polllica de los mbuti? Porque implica oposiciones que tienden a hacer cristalizar los grupos en fronteras rígidas, a
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excluir a los otros grupos de la utilización de un territorio y de los recursos que ofrece, a poblar o a despoblar a los gru pos según resulten vencedores o vencidos y a romper los frági les equilibrios necesarios para la reproducción de cada banda y de la sociedad en su conjunto. La guerra, por consiguiente, es incompatible con las constricciones 1, 2 Y 3 del modo de producción, tomadas separadamente y en sus relaciones reci procas. Por idénticas razones se explica la ausencia de prácticas de brujería ent r e los mbuti, porque la brujería supone relacio nes de sospecha, de miedo, de odio entre los individuos y ros grupos e impide el buen entendimiento, la cooperación colecti va y continua de los miembros de la banda. Analizar esto nos llevaría demasiado Jejos, ya que sería preciso comparar los ca zadores mbuti con sus vecinos, los agricultores bantúes, que practican con intensidad la brujería. Podríamos llevar mucho más lejos estos diversos análisis para dar cuenta, por ejemplo, de todas las razones q ue hacen que la existencia del big-tnen, que goza de u na gran autoridad individua l sobre su banda, o la de una jera rquía política perma nente y centralizada sean incompatibles con las cond iciones de reproducción del modo de producción. La posibilidad q ue tie nen los individuos de abandonar en cualquier momento una banda para unirse a olra, la inexistencia de relaciones de pa rentesco de linaje, de una continuidad en las alianzas, etc., to dos esos factores convergen para hacer imposible la acumula ción de autoridad en manos de un solo inclividuo que eventual mente la transmitiera a sus descendien tes, culminando así en una jerarquía de poderes políticos en beneficio de un grupo cerrado de parentesco, de linaje o de otro tipo. En es ta etapa de la investigación histórica lo que se pretende es el descubri mien to de la acción específica de cada instancia, acción que se combina con la de las constricciones inherentes a l modo de pro ducción: e l efecto, por ejemplo, del contenido y de la forma de las relaciones de par entesco mbuti, relaciones que no son de li naje, sobre las formas sociales de la autoridad, que se combina con Jos efectos directos que e l modo de producción puede tener sobre todas las relac iones políticas (ausencia de guerra, fluidez en la adscripción de los individuos a las bandas, etc.). Nos en contramos aquí en presencia del com plejo problema ep istemoló gico del análisis de los efectos recíprocos, convergentes o diver gentes, que se suman o se liInitan recíprocamente, de todas las instancias, las unas sobre las otras, sobre la base de su relación específica, de su articulación general, tal como las determina, en último análisis, el modo de producción. Y este análisis es
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absolutamente necesario si se pretende explicar el contenido, la forma y la función de la religión de los mbuti, que domina su ideología y su práctica simbólica. En esta ocasión nos tenemos que limitar a alusiones casi en el límite de lo descifrable. La práctica religiosa de los mbuli adopta la forma de UJ1 cuHo a la Selva. Esta práctica es diaria y está presente en todas sus actividades: por la mañana, antes de salir para la caza; por la tarde, a la vuel ta y antes del mo mento del reparto de la caza obtenida, etc. Las circunstancias más excepcionales en la vida de los individuos o de las bandas -nacimiento, pubertad de las jóvenes, muerte- motivan la ce lebración de ritua les; entre éstos, los más importantes son e l Festival Elíma para la pubertad de las jóvenes y el gran Fes tival Molimo por la muerte de u n adulto respetado. En caso de epidemia, de malas cacerías repetidas, de accidentes graves, la banda r eafiza «pequeños Molimo». En todas estas circunstan cias, cotidianas o excepcionales, de la vida individual y colec ti va, el mbuti se vuelve hacia la Selva y le rinde culto, es decir, baila y, sobre todo, canta en s u honor. Para los mbuti la Selva es «Todo » ~5, la Selva es el conjunto de todos los seres, animados e inanimados, que en ella se en cuentran , y esta realidad s uperior a las bandas locales y a los individuos existe como una Persona, una divinidad, a la que se dirigen en los términos que designan a la vez al padre, a la madre', al amigo e incluso al amante. La selva les aísla y les protege de los habitantes de los pobl ados bantúes, prac tica sus dones de caza y de miel, expulsa a las enfermedades, castiga a los culpables . La selva es la Vida. La muerte sobreviene a los hombres y a los seres vivos porque la selva se ha quedado dor mida y hay que despertarla 46 para que continúe prodigando el alimento, la buena salud, el buen entendimiento; en resumen, la felicidad y la anuonía social de [os mbuti, cualquiera que sea la banda a la que pertenezcan. La afirmación de la depen dencia y de la confianza de los mbuti en la Selva culmina en el gran ritual Molimo que se celebra con ocasión de la muerte de un adulto es tim ado. A veces dW'ante un mes, la banda caza diariamente con mayor intensidad que de ordinario y el botín, más abundante, se distribuye y se consume en un festín seguido de danzas y can tos que duran casi hasta el alba , y a la mañana siguiente, la voz de la Selva llama a los mbuti a nuevas cace rías y a nuevas danzas y ¡pobre de aquel al que la fatiga de la ... C. Tumbull, pp. 251-253.
.. C. TumbuU, p. 262.
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noche le impida despertarse cuando se oye esta voz y cuando las trompetas sagradas penetran en el campamento sobre las espaldas de jóvenes llenos de vigor y fuerza! El culpable que ha inte n-umpido la comunicación, la unión con la Selva puede ser inmediatamente ejecutado, o si no desterrado, abandonado, solo. en la selva. que le castigará dejándole morir. Aqur pode mos descubrir el isomorfismo ent re ambos casos de repl."c sión. No cazar con todos y no cantar con todos significa rom per la cooperación y la unidad necesarias en la banda para la reproducción de sus condiciones reales e imaginarias de exis tencia (constricción número 2). Por lanto, lo que representa la Selva es . por una parte, la rea lidad supralocal , el ecos is tema natura l en cuyo seno los pigmeos se repro ducen como sociedad, y, por otra, el conjunto de las condiciones de la reproducción material y social de su sociedad (la Selva, como divinidad que prodiga la caza, la bue na salud, la armonía social, cte.). La religión de los m b uti es, por consiguiente, la instancia ideológica donde se represent:m las condiciones de reproducción de su modo de p roducción y de su sociedad, pero esas con diciones se representan en ella a la inversa, de forma «fetichizada» , «mítica». No son los caza dores los que atrapan la caza, es la Selva qu ien les hace don de una determinada cantidad de caza para q ue ellos la atrapen y puedan subsistir y reproducirse. Parece como si existiera una relación recíp roca entre personas con poder y estat uto diferen tes, puesto que, a diferencia de los hombres . la Selva es omni p resente, omnisciente y omnipoten te. Respec to a ella los hom bres t ienen act itudes de reconocimiento, de am or, de amistad respetuosa y es a ella a quien respetan cuando se prohiben a sí m ismos matar inj ustificadamente animales, destruir espec ies vegetales y animales (represen tación en la conciencia de la constricción núme ro 1 y de las condiciones de renovaciÓn del proceso de caza y de recolección de determinadas especies na turales). Pero la religió n de los mbuti no es solamente un sistema de representaciones ; es al mi smo tiem po una práctica social que desempeña un papel fundamental en la reproducción m isma ge la sociedad. ¿ Ofrece nuestro método la posibilidad de construir la teo ria de los procesos de fetichización de las relaciones sociales y, más allá de las diversas variedades de fetichismo ideológico, re ligioso o político, de abordar científicamente el campo de las prácticas simbólicas? Hasta ahora estas diversas realidades han sido muy maltratadas por los materialistas, ya se proclamen
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partidarios de la ecología cultura1 47 o del marxismo 48, o inclu so han sido completamente silenciadas ~9. Habitualmente, el es tudio de esas realidades se hace desde una perspectiva idealis ta, ya se presente como funciona Lista, como los estudios de Tur ner, o estructural isla. Las relaciones entre la práctica simbóli ca de una sociedad y su modo de producción jamás son explo radas, porque el idealismo es impo tente para descubrirlas y para reconstruirlas, cuando no las niega dogmáticamente. Aho ra bien, en este caso nos encontramos con uno de los principa les problemas teóricos, cuya solución pemütirá explicar en par te las condiciones y las razones del nacimiento de una sociedad de clases y del Estado y, por consiguien te, el movimiento de la historia que ha conduc ido a la desaparición de la mayor parte de las sociedades sin clases. Intent aremos mostrar a t ravés de un ejem plo cÓmo abordar el a náli sis de la relación entre prác tica simbólica y modo de producción para resaltar la función de esta práctica simbólica en la reproducción de las relaciones sociales en su conjunto. El ejem plo es el del gran ritual Molímo de los mbuti, que dura a veces un mes, y se celeb ra con motivo de la muerte de un adulto respetado. Du rante el Molimo, la caza se prac tica de forma mucho más intensa y el botín captur ado es en general m ucho más ab undan te que de ord inario. La práctica religiosa im plica , p ues . UDa in te nsifica ción del proceso de producción, un trabajo suplementario que permite aumentar la cantidad de caza para dist ri buir . lo que da lugar a una intensificación de los repa rtos , y se termina con u n consumo excepcional que transforma la com ida de la tarde en un fes tín y la vida ordina ria e n un a fiesta que finaliza en danzas y can tos al un ísono, a través de los cuales los m b uti com ulgan con la Selva. la «ale gran », atrayendo sobre ellos sus beneficios, su presencia vigi lante, que lleva consigo la caza abundante, la salud, y aleja la epidemia, el hambre , la discordia, la muerte. El ritual Molimo constituye, por consiguiente, un trabajo simbólico que preten de, según la expres ión de Tumbllll , «recrear la vida y la socie dad, combatir las fuerzas del hambre, de la desunión, de la
Con la notable éxccpción de Roy Rappaport en su libro Pigs for (he
Ances lors.
.. Por Claudc Meillassoux, por ejemplo, cn su articulo sobre los estu dios de Colín Twnbull. .. Con la excepción de estudios de valor como, por ejemplo, los de Pierre Bonnafe, . Un aspect rcUgieux de l'idéologic lignagere: le nma des kukuya du Congo-Brazzavillc», Caftiers des Religions Af riCaill es, 1969, pá ginas 209-296, o, en Francia, los de Marc Augé o P. AJlbabe.
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inmoralidad, de la desigualdad, de la muerte», y expresa «la pre ocupación dominante de los mbuti, que consiste en perpetuar, no a los indh.riduos O a los linajes, sino a la banda y a los mbuli en tanto que tajes». A través de la mayor intensidad de la caza y la abundancia del botln a repartir, se intensifican . y exaltan la cooperación y la reciprocidad, disminuyen las ten siones en el interior del grupo y descienden hasta su más bajo nivel o entran en un período de hibernación, sin que, por su puesto, desaparezcan; las danzas y los cantos polifónicos impli ca n la participación y la unión de todos los individuos. En re sumen, a través de todos sus aspeclos, material, político, id..:o lógico, emociona l y afectjvo, la prác tica religiosa amplía y exal ta todos los aspectos positivos de las relaciones sociales, permi tiendo atenuar al máx imo, poner sordiqa provisionalmente (si n anularlas) a todas las con tradiccion es contenidas en el seno de esas relaciones sociales . La práctica religiosa consti tuye, por tanto, un verdadero trabajo social sobre las cO '1 tradicciolles de terminadas por la estructura del modo de producción y de las demás relaciones sociales, trabajo que const ituye una de las condiciones esenciales de la reproducción de esas relaciones, tanto de las de producción como de las que corresponden a las restantes instancias sociales. Lejos de no tener nada que ver co n la base m aterial y el modo de producción, como pretende rían algunos ideaUstas, la práctica religiosa es, al mismo tiem po, una práctica material y una práctica po litica, y se sitúa en el centro del proceso de reproducción de ese modo de p roduc ción . Pero, aun en este caso, la práctica social está representada «a la inversa» y es vivida de forma «Eetichizada», ya que la res tauración de la armon ía, el buen entendimiento excepcional, la abundancia, la felicidad, frutos de la cooperación más intensa, de la reciproc idad más amplia, de la comunión emocional más profunda que nacen de las mismas relaciones de los hombres entre sí en esas circunstancias excepcionales, son representados y vividos como el efecto y la pl1Jeba de la p resencia más pró xima, de la generosidad más intensa de la Selva, del ser im agi nario que personifica la unidad elel grupo y las condiciones mis mas de su reproducción . La religión de los mbuti no es, pues, un dominio de sombras fantásticas proyectadas sobre el fondo de su conciencia por una realidad que existiría por sí misma como tal, sólida, material: la realidad de sus relaciones sociales en la producción de los medios materiales de su existencia. Lejos de ser e l reflejo fan tasmagórico, pasivo y caricaturesco de una realidad que opera ría en otra parte, esas representaciones y esa práctica religiosa
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extraen su sustancia, el peso de su existencia y la eficacia de su presencia en la juntura, en la articulación oculta de su modo de producción y de las ínstancias que le corresponden. Aparente mente dirigidas hacia seres y relaciones imaginarios que des bordan la sociedad humana, y q ue son idealidades sín objetos que les correspondan, en realidad apuntan hacia el fondo más profundo, el in terior más l-ecóndito de su sociedad, hacia la j u ntura invisible que suelda en u n todo capaz de reproducirse, en una sociedad, sus diversas relaciones sociales. Lo que se presenta ante sus conciencias y aparece gajo los rasgos y atri butos de la Selva, es, en reali dad , esa j un tura invisible e n el «interior, p¡·óximo y lejano a la vez», de su sociedad , y es sobre esta juntura --es decir , sobre ell os mismos, sobre esas condi ciones politicas e ideológicas de la reproducción de su socie dad- sobre lo que actúan cuando rechazan lo más lejos posi ble, atenuándolas al máxima, las contradicciones y las tensio nes que necesariamente son engendradas por la propia estruc tura de sus relaciones sociales, al un irse para realizar los ges tos rituales, la caza, los festines, las danzas y los cánticos en honor de la Selva, madre que dispensa todos los bienes y padre que protege de todos los males, guardi án vigilante de la buena conducla de los p igmeos, sus hijos, y de su futuro. Al m ismo tiempo que dirige la teoría y la práctica hacia el lugar donde se sut uran sus relaciones sociales en un todo que debe reproducirse como tal, la religión es tanto un forma de presentación y de presencia de esta sutura como una forma de acción sobre ella tales que, en el preciso momen to en que se presenta e n la conciencia y se ofrece a la acción, esta sutura se convierte en objeto de desconocimiento teórico y en obj etivo ilusorio de la acción práctica . Al m ismo tiempo presente y disi mulada en su modo de presentación, la articulación invisible de las relaciones sociales, su fondo y su forma interiores, se convirten en el lugar en que el hombre se aliena, donde las relaciones reales entre los hombres y entre las cosas se pre sentan al revés, [etichizadas. Terminaremos aquf , en el umbral de lo que podría ser la teoría marxista de la religión y de la práctica simbólica, la de mostración de las posibilidades teóricas que ofrecería la utiliza ción sistemática del método que proponemos para explorar las relaciones entre economía, sociedad e historia, así como para descubrir y reconstruir los fundamentos, las formas y los ca nales de la causalidad, de la delerminación en último análisis que ejercieron o ejercen, a través de los sistemas de constric ciunes que engendran y que condicionan su reproducción, los
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diversos modos de producción que se han desarrollado o se desarrollan en la historia. De este modo hemos llegado a un punto donde desaparecen las oposiciones y las distincioncs entre a ntropología e historia, a un pun to donde ya no es posible cerrar tras él, constituir en un campo autónomo, fet ichizado, el a nálisis de las relaciones y de los sistemas económicos so. Por tanto, no es posible q uc en cuentre un lugar, en la perspectiva m a rxista en la que nos si tuarnos, lo que comúnmente se entiende por an tropología eco nómica, ya sea . fonnalistalO o «sustantivista». La tarea de descubrir y recons truir por el pe nsamiento los m odos de pro ducción que se han desarrollado o se desarrollan en la histo ria es algo más y algo distinto q ue constitu ir un a antropología eco nómica o cualquier otra disciplin a que recibiera un nombre parecido. Esta tarea exige el replanteamiento general 5l del c.a mpo de los problemas teór i.cos que plantea el conocimiento de las sociedades y de su historia, es decir, los p roblemas del descu brimie nto de las leyes, no «de la Historia» en general. que constituye un concepto sin objeto que le corresponda , sino de las d iversas formaciones económicas y sociales que analizan el historiador, el antropólogo, el sociólogo o el econom ista. E sas leyes existen, y no h acen más que exp resar las propiedades es 50
La obra de Claude Meillassoux. AIl{/¡ropologie écollol/1iq ue des Gou
ro de C61e d'/lIoire, Mouton, 1964 , (;on stituye un ejemplo dI.: (!Sos intentos
q ue dejan (h; lad o el amilisis profu ndo de las rclac ioni.!.~ de parentesco , de las representaciones y de las prác ticas rel igiosas. 1I Este replan teamiel1 to no podrá llevarse a cabo más q ue p rocedien do paso a paso mcruante la construcción de Tl uevas cue~lio n es a p a rtir de los resultados obtenidos en cada etapa. A partir, por ej emplo, de nues tro análisis de las relaciones de parentesco y de las relaciones políticas en el seno de las bandas mbuli, se p lantea la cuestión de descubrir en qué condiciones se constituyen grupos de parentesco de contornos cerra dos y que proceden a inlerc.1mbios de mu jeres regulares y 'JriClltados, como ocurre en los s istemas de mitades, de secciones o de subsccciones de los aborígenes austra lianos, que son también cazadores y recolecto-' res, como los mbuti. Se trataría asimismo de saber en qué condiciones apareCL'TI sociedades verdaderamente segmenta rias y en e l seno de las cuales. en vez de la discontinuidad de las generacio nes y de la !Iuidez de las relaciones sociales características de los m buti o de los bosquimanos, aparece n grupos cerrados sob re sí mismos y basados sobre la continuidad de las generaciones y la permanencia de las relaciones sociales . Se puede observar que, si en lugar de u n intercambio irregular de mu jere!. cntn: ~uat ro band~IS por lo menos de conlornos no cerrados . nos encontrásemos ante un intercambio l'cgular entre coatTo grupos intercam bistas de contornos cerrados. se engendraría entonces un sistema de pa ren tesco de tipo Aran da. E l método para u n replanteamiento general de los problemas de la antropología no puede ser más que un método de construcción de matrices de transformación .
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tructurales no intencionales de las relaciones sociales . así corno su jerarquía y articulación propias sobre la base de modos de producción determinados. Porque expresan las condiciones ob jetivas de la reproducción y, por consiguiente, también de la no reproducción de esos modos de producción y de su articula cióll con las otras instancias de la soc iedad, esas leyes son al mismo ticmpo leyes de funcionamiento y leyes de transforma ción, de e\'OluciÓn. Por ello mismo, la oposición enlre sincronía y diacronía podrá ser superada, cosa que hasta ahora no han podido realizar ni el funcionalismo n i el cstructura}jsmo. Unicamc nte u na teoría y un método que permitan pensar y a nalizar la forma, las funciones, la jerarquía y cl modo de ar ticulación, las condiciones de aparición y de tran s formación de las relaciones socialcs podrán superar radicalmcnte las impo tencias del fLlllc ionaJismo y del estructuralismo y poner fin al estado de fl uctuación e impotencia que exper irm:n tan las cien cias del homb re. A diferencia del marxismo habitualmen te prac t icado y q ue se convierte rápidamente en m aterialismo vu lgar afirmamos que Marx, al distingu ir infraes truc tura y superes t ruc tu ra y suponer que la lógica profun da y el movimiento ge neral de las sociedades y de la hi s tor ia dependian , en último a nálisis. de las t ra nsformaciones de la infraestructura, no hizo más que poner de manifiesto por primera vez la existencia de un a jerarquía de dis tin ciones funcionales, sin prejuzgar cn modo algu no la natL/raleza de los elementos que asumen esas fun cion es (parentesco, religión , poütica, etc. ) ni el número de funciones que pueden e ncarnarse en un solo elemen to 52. Por consiguien te, se comprende ·por qué semejante método teórico, libre de todo prej uicio, podría ser el ins t rumen to ta nto de revoluciones teóricas como de revoluciones sociales. Y fi nalizaremos con una cita de Engels, muy poco conocida de ]os marxistas que desprecian la antropología o de los ant ropólogos que desprecian a Engcls: «Para llevar plenamen te a cabo esta crítica de la economía burguesa no bastaba con el conocimiento de la forma capita lista de la producción, el intercambio y la distribución . Habia que estudiar también, al menos en sus rasgos capitales, y consi derar comparati vamente las formas que la han precedido o que aún subsisten a su lado en países poco desarrollados», Al1ti-Diih ril1g (1877 ). ~ Véanse los anális is de Jonathan Friedman en Syslem, Slructures and COlllradictiO/ls il! soml! Asiatic Societies . Ph. D. dissertatioll, Columbia,
junio de 1972 (manuscrito).
IV. EL CONCEPTO DE .. FORMACION ECONOMICA
y SOCIAL,,: EL EJEMPLO DE LOS INCAS *
La noción de «formación económica y social" parece desti nada ante todo al análisis de realidades históricas concretas, singulares, aprehendidas en el tiempo real, irreversible de un período determinado de la historia. Intentaremos, a título de ejemplo, definir La "formación económlca y social» caracterís tica del Imperio inca en el siglo XVI , en vísperas de la conquis ta española. Definir una formaciÓn económica y social es pro ducir una definición sintética de la naturaleza exacta de la di versidad y de la unidad especifi cas de las relaciones económ icas y sociales que caracterizan una sociedad en una época deter minada . Producir esa definición sintética equivale, en la p ers pectiva del marxismo, a realizar un determinado n úmero de pasos científicos para: 1. Identificar el número y la naturaleza de los diversos mo dos de producción q ue se encuentran combinados de una forma singular en e l seno de una sociedad determinada y que con.st i tuyen su base económica en una época determinada. 2. Identificar los diversos elementos de la superestructura social e ideo lógica q ue corresponden por su origen y su funcio namiento a eso~ diversos modos de producción. 3. Definir la forma y el contenido exactos de la articula ción, de la combinación de esos diversos modos de producción que se encuentran entre sí en una relación de jerarquía, en la medida en que uno de los modos de producción domina a los o tros y, en cierto modo, los somete a las necesidades y a la lógica de su propio modo de funcionamiento, integrándo!o~ más o menos en el mecanismo de su propia reproducción. 4. Definir las funciones propias de todos los elementos de la superestructura y de la ideología que, pese a sus orígenes diversos, correspondientes a modos de producción diferent~s, se encuentran combinados de una manera especifica, según la forma en que se articulan los diversos modos de producción;
* Publicado en La Pensée, nUm. 159, octubre de 1971, bajo el titulo: Qu'cst
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sea cual fuere su origen, esos elementos de la superestructura se encuentran de este modo, en cierta [arma, redefinidos, car gados con un nuevo contenido. Sin entrar en los detalles, tomemos el ejemplo inca: Sabemos que, en el seno de numerosas tribus sometidas a mediados del siglo xv por los incas e integradas en su imperio y en su economía, la producción se basaba en el funcionamien to de los ayllu, comunidades a ldeanas locales donde residían grupos de parentesco del tipo de linaje. La propiedad del suelo era comwü taria, y la tierra era redistribuida periódicamente entre las escasas familias, sin que éstas pudieran t ransformar ese derecho de uso en derecho de alienación, es decir, en al guna forma de propiedad privada, separada de la propiedad comunal. Igualmente, el trabajo revestia W1a forma comunita ria, consistente en la ayuda recíproca de los aldeanos en la realización de las diferen tes tareas productivas. El jefe de la aldea, el cu raca, era el primer beneficiario de esta ayuda mu tua aldeana, y se cult ivaban especialmente tierras comunales para el sostenimiento de las tumbas, de las divinidades y de los jefes locales. Nos encontramos, pues, ante un modo de produc ción basado en la cooperación de los productores directos, li gados entre sí por lo que el cronista espafiol, BIas Valera, lla m aba «la ley de la fraternidad. , es decir , por las obligaciones recíprocas en tre parientes y vecinos. Había desigualdad social entre Jos jefes y la gente común, pero no muy acusada. Cuando cayeron bajo )a domin ación del Estado inca, estas comunida des, o al menos los grupos étnicos y tribales que estaban or ganizados en comunidades del tipo descrito, experimentaron una profunda transformación . Una parte de sus tierras fueron expropiadas, convirtiéndose en propiedad del Estado o de la Iglesia. Las comunidades perdieron asimismo una parte de sus derechos comunitarios antiguos sobre las tierras que conserva ban, puesto que el Estado inca reivindicaba un derecho emi nente sobre todas las tierras del reino, por tanto, un derecho de control del uso de esas tierras, lo que abolla la antigua auto nomía de esas comunidades; sobre las tierras que mantenían bajo su control, las formas del uso del suelo seguian siendo las mismas que antes de la conquista inca, y la producción conti n uaba revistiendo una forma comunitaria. Sin embargo, se ha bIa establecido un nuevo modo de producción. Las tierras apropiadas por el Estado eran desde entonces trabaj adas por cuenta del Estado por los campesinos, someti dos abara a un régimen de prestación de trabajo . La prestación de trabajo no era individual. Toda la aldea participaba por
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familias y el Estado inca proporcionaba el alimento y la bebida, de la misma fonna que en el seno del ayJlu tradicional lo hacía el beneficiario de la ayuda comunal con quienes le ayudaban. El Estado suministraba los ulensilios y la semilla, insistiendo en que la gente fuese a trabajar en traje de fiesta , con música y cantos. Así pues, las antiguas fonnas de reciprocidad económi· ca y las antiguas formas de ideología y de ritual que les co correspondían, sirvieron en adelante al funcionamiento de rela ciones de explotación y de servidumbre económicas caracterís ticas de una forma nueva de modo de producción perteneciente al tipo de «modo de producción asiático». Si se profund iza más en el análisis, se descubre que el Esta do inca, para organizar su propia base económica de forma que pudiera reproducirse de manera es table , necesitaba hacer un censo de t ierras, poblaciones, animales, p roducciones, crear una maquinaria a dminist rativa q ue encuadrase a la población y la controlara directa o ind irectamente, generalizar el culto del Inca, hijo del sol, m a ntener un ejército para re primir los le van tamientos, e tc. Este conjunto institucional corresponde al nuevo modo de prod ucción, y se sabe que ese m odo de prod uc ción se encontraba, en 1532, en plena evolución, ya que el Es tado se había visto obligado a trasladar poblacion es enter as para crear colonias mi li tares que controlaban a las poblaciones locales demasiado turbulentas. Los lazos tradicionales de las t rib us y sus tierras q uedaban en parte rotos, y el desarrollo de u na especie de esclavitud, llamada yanacona, había creado una nueva capa social, los yana , compuesta por individ uos separa dos completamente de sus com un idades de origen y vinculados a la persona de un amo. De este modo habían aparecido rela ci on es de producción de un tercer tipo, basadas no ya en la dependencia general de las comunidades locales de una comu nidad superior que se confund ía con el Estado, sino en lazos personales entre familias aristocráticas y familias campes inas o ganaderas sojuzgadas. Una nueva vía de evolucióo q uedaba abierta, ligada al desarrollo de esas formas nuevas de propie-. dad Y de explotación, desligadas cada vez en mayor grado de las antiguas r e laciones comunitarias. De és tos tres tipos de relaciones de producción , que remi ten a épocas diferentes de la evolución de las sociedades in dias de los Andes , el segundo de ellos desempeñaba, en el · si glo XVI, un papel dominante en la formación económica y so cial que constituía el Imperio inca. Esta formación económica y social tenía, así pues, sus propias contradicciones que la orien taban en una determinada dirección (desarrollo de los yana, de
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los mjtma, etc.) mediante un movimiento que fue brutalmente interrumpido por la conquista española. Esta última, a su vez, rompió las instituciones económicas, poüticas e ideológicas es pedficas del modo de «producción asiático», que era el modo de producción dominante de la formación económica y social del Imperio incaico. Inmensas extensiones de tierras de las me jores fueron acaparadas por los colonos españoles, y las comu nidades indias fueron some ti das a un régimen de explotación de un nuevo lipo, la encomie~lda, q ue se b asaba ante todo, bien en lazos de dependencia personal de los indios y de sus comu nidades con respecto a sus amos españoles encargados de cris tianizados, bien en lazos de dependencia con la corona de E spaña. Esas formas de dependencia de aspecto fe udal se desarrolla b an en el contexto histórico del nacimiento del capitalismo en la Eur opa feuda l y sirviero n. ante todo, a lo que se ha llamado la acumulació n p rimitiva del capital (desarrollo de la p r oduc ción de oro, de plata, de pr oductos exóticos, etc.). Privados de sus jerarquías sociales tradicionales, expropia dos, empobrecidos , sojuzgados por amos de lengua y cul tura extranjeras, las comun idades indias, bien desaparecieron, b ien se replegar on sobre sí mismas. Como consecuencia de esta ex plotación impuesta por extranjeros -has ta ta l punto dura q ue el problema principal de los indios consistía ante todo en so brevivir y 110 solamente en atenuar más o menos el sojuzga miento- las co munidades no podían reproducirse y asegurar la supervivencia común. de sus miembros más q ue manteniendo den tro de límites determinados las desigua ldades económicas y la competición social q ue, de forma espontán ea e inevitable, se desarrollaban en su seno y hubieran podido implicar su des trucción en beneficio de una minoría de indios. Igualmente era preciso, habida cuenta del contenido y de las formas de la do minación ejercida por las clases explotadoras de la n ueva so ciedad co lo nial, que esos mecanismos de competición y de re distribución revistieran una forma que correspond iera a la ideo logia católica de las clases dominantes, inscribiéndose en formas toleradas por esas clases dominantes. De este modo se introdujo lo que se ha llamado «la economía de prest igio», la lucha por los oficios. los cargos municipales y religiosos de la comunidad. Algunos solamente han querido ver en estas instituciones una s u perviviencia de formas «arcaicas» prccoloniales de reci procidad y de competición, una costumbre próxima al poUatch de los indios kwakiutl, cuando se trata en este caso de formas que respondían a relaciones sociales nuevas, las de una socie
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dad colonial creada en la época del nacimiento del capitalismo. Esta presentación «esquelética lO de la historia de las socieda des andinas desde el final del siglo XV hasta principios del si glo XVII tiene sólo por objeto iden tificar los modos de produc ción correspondientes a los elementos de las superestructums que se habían sucedido en el transcurso de este período. (Ope raciones teóricas 1 y 2.) Es ta presentación pone de manifiesto la existencia y la sucesión de dos formaciones económicas y so ciales, una precolonial, dominada por un modo de producción pertenecien te al modo de producción asiático, la otra dominada por un modo de producción instaurado tras la conquista espa ñola y dependiente en su estructura interna y en sus funciones del modo de producción de la España fe udal en la época del nacim iento del capitalismo, época llamada por ]os economistas clásicos de «la acumulación primitiva del capital». Constatamos, por tanto, que la sucesión de esas dos forma ciones económicas y sociales no es el resulLado de una evolu ción in tema de las sociedades indias de los Andes. Ya la con quista inca había tras t rocado la evolución interna de las tribus y comunidades andinas. Más tar de. la conquista española debía modificar, por segunda vez, la evolución n ueva impuesta por la conquista inca. Ciertamente, desde hacía más de un milenio, diversos estados e imperios habían nacido en las altiplanicies y en los valles costeros del Perú, y transcurrido un cierto tiem po, se Jlabían derrumbado. El Estado inca no era, por consi guien te, más que el último de estos estados en nacer, yesos desarrollos y caídas de imperios testimonian, pues, que, en esta zona ecológica y cultural, ciertas transformaciones económicas decisivas, relacionadas con la generalización y el perfecciona miento de la producción del maíz y del algodón en la costa, así como de la patata y de otros tubérculos en las altiplanicies ha bían provocado la aparición de profundas desigualdades socia les. el nacimiento de tribus y clases dom inantes y de formas de poder centralizadas para el ejercicio de esa dominación. Sin embargo, para las tribus que no habían a lcanzado ese estadio de desarrollo económico y social, y pal"ece ser que era éste el caso de numerosas tribus de la región de Cuzco, su in tegración por la fuerza en un imperio conquistador y centralizado había provocado un trastrocamiento impuesto desde el exterior. Esto es aún más cierto en relación con los efectos de la conquista española. Por tanto, para explicar la historia singular de las socieda des andinas hay que analizar el juego combinado de las causas internas y extern.a s de esta historia. Lo que se manifiesta a
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un primer nivel como una serie de accidentes que trastornan la evolución de las comunidades indias responde a unas nece sidades históricas que es preciso explicar, para lo cual hay que comprender la relación entre acontecimientos y estructuras so ciales, y sobre todo las relaciones de causalidad entre estructu ras . Entonces pasamos a plantearnos los problemas del tipo 3 y del tipo 4, concernientes a la articulación de los modos de producción y de los elementos de las superestructuras en el seno de las formaciones económicas y sociales. En una comunidad india anterior a la conquista inca, la pro ducción estaba basada en la propiedad común del suelo y re vestía una forma comunitaria basada en la cooperación de pa rientes y/o vecinos. Esta cooperación expresaba a la vez una necesidad técn ica y la obligación de ayuda recíproca que im ponían a los individuos sus relaciones de parentesco y de ve cindad. Aunque existía una desigualdad socia l entre li najes y algunos de eUos dominaban a los otros y proporcionaban jefes de forma hereditaria, el modo de producción dependía en lo esencia l de lo que Marx. llamaba «la asociación inmediata de productores ... , tal como ésta nos aparece en el umbral de la historia de todos los pueblos civilizados» l . En el seno de las familias domésticas, entre las que se redis tribuían periódicamente las tierras de la comunidad, la división del trabajo estaba en función de los sexos y las edades. En nu merosas tareas la comunidad entera «actuaba» como una sola y única fuerza de trabajo «social» 2. En 1571, el cronista Polo de Ondegardo subrayaba que los indios «cuando tienen que realizar una tarea, nunca comenzarán sin estimar y medir antes la parte que deberá ser realizada por cada uno», o más bien por cada familia. Vemos sin dificu ltad que para llevar a cabo el análisis de este tipo de relaciones sociales de producción, que correspon den al antiguo modo de producción pre-estatal de las sociedades andinas, hay que desembarazarse de doctrinas que, de forma abstrac ta y dogmática, sólo ven en las relaciones de parentesco y/o de vecindad de numerosas sociedades primi tivas elementos de superestructura de esas sociedades en relación de correspon dencia más o menos externa COn su infraestructura económica. t Karl Marx: El capital, libro l , P. 42, ed. cit. , Véase El capital, p. 43: «Finalmente, imaginémonos. para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de pro ducción y que desplieguen sus numerosas fuerzas inclividuales de traba jo., con plena conciencia dI! lo que hacen. como una gran fuerza de tra· bajo social.»
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El trabajo como actividad simple y exclusivamente económica, como lo ha reconocido perfectamente Marx, no existe en el seno de los modos de producción más antiguos. Las relaciones de parentesco, aun asu miendo funciones poUticas de autoridad en el seno de las comunidades, así como funciones ideológicas, tanto las de educación y transmisión de tradiciones y valores como las de carácter religioso de culto a los antepasados, fun cionan asimismo como elementos de las relaciones de produc ción y, por tanto, como elementos de la infraestructura. Las relaciones de parentesco son, pues, plurifuncionales, plurideter m inadas, y es esta plura lidad la que les confiere el papel domi nante en la vida socia l. Al mismo tiempo exis te una unidad in terna de esta p luralidad de funciones, fusiÓ n í ntima sin que, no obstante, se con fundan. Se puede calibrar, por consiguiente, el fracaso de toda teo ría de las relaciones entre infraest ructu ra y superestru ct u ra que no tome en serio la tarea de reconocer y analizar su un ión ín tima y se con tente tan sólo con vagas sugerencias metafóri cas sobre las relaciones de un «por debajo» respecto a un «por encima», que se convierten en las r elaciones de los cim ientos con las construcciones q ue se elevan sobre ellos, para resolverse, fi nalm en te, en la del f undamento con lo fu ndado. Un examen rápido de los dos modos de p roducción dominan tes ulteriores, el mod o de produ cción asiáti co y el modo de producción colonia l. p roporcionará igualmente la ocasión par a hacer algunas observaciones teóricas. Lo que sorprende a propósito del mod o de producción que sirve de base económ ica a l Estado inca es que se basa en un régimen de p restaciones de trabajo impuesto por el Estado conquistador, y que esta vez n os encontrarnos en pr esenci a de relaciones de producción q ue ItO dependen ya directamente de las relaciones comunitarias de parentesco o de vecindad. Según el cronista Coba, «los hombres se convertían en tributarios y tomaban parte en los t r abaj os públicos solamente a partir "del día de su boda». Las antiguas relaciones de parentesco habían asumido , pues, una nueva funció n. Según la bella fórmula de John Murra, el matrimonio, de rito de ingreso en el seno de una com unida d local, se había transformado en un medio de acceso a un nuevo estatuto y en símbolo de ese estatu to , el de súb dito del Estado inca sujeto a prestación personal, por consiguiente, en miembro de una comunidad mucho más vasta y de esencia diferente de la de los ayUu o de las tribus locales. Nos encontramos aqLÚ frente a una de las múltiples trans-
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formaciones de las antiguas relaciones sociales impuestas por la integración forzosa de las sociedades indias en el marco de un modo de producción nuevo y destinadas a reproducirlo de forma automdtica. Vamos a intentar definir la naturaleza de esas transformaciones. Al obligar a los campesinos a acudir en traje de fiesta para trabajar las tierras del Eslado y del Sol, al proporcionarles co mida y bebida, los incas utilizaban la antigua forma de produc ción basada en las obligaciones recíprocas de los miembros de las comunidades localcs, forma y obligaciones «conocidas y comprendidas por todos», (Iohn Mu rra, pago 32), para orga nizar nuevas relaciones de p roducción basadas en la opresión y en la dominación, ya que los productores habían perdido el control de su trabajo, invertido ahora en concep to de presta ción obliga toria, así como del p roducto de éste. Por otra parte, los incas m antuvieron los cultos de las divi nidades locales, pero añ adieron el del dios Sol y s u hijo, el Gran Inca, en honor del cual los campesi nos debían ofrecer tra bajo, como lo exigían anteriormente las divinidades locales tra dicionales. Por con siguien te, el nuevo m odo de p roducción se apoyaba de UDa [arm a general en las relaciones de producció n, la or ganización social y la ideología existentes, al mismo tiempo q ue las modificaba p rofundamen te. E n es te caso existe, pues, un mecan ismo de extensión de esas relacio nes más a llá de su esfera de origen, de s u fun cionamien to originario. Pero lo característico de ese m ecanismo es que el modo de p roducción mantiene activamente una parte de las antiguas re laciones comunitarias, se articula sobre ellas y las utiliza en su propio modo de reproducción, qu e, por otra parte, implica la destrucción parcial d e esas an tiguas relaciones comunitarias. Por consiguiente, en la práctica económ ica y política, el modo de producción asiático prolonga y contradice las anti guas relaciones comu nitar ias . A nivel ideológico, esta deforma ció n interior de las antiguas rela ciones comunitarias disimula la opresión y la do minación inher en tes al modo de producción asiático, puesto que las fonn as ideológicas antiguas, u tilizadas con nuevos fines, corresponcUan a antiguas relaciones de pro ducción más igualitarias. En la medida en que dominadores y dominados compartían esta m isma ideología (la de la reciprocidad politico-económica y las representaciones religiosas), la opresión se encon traba disimulada, tanto desde el punto de vis ta de los unos como de los otros, por tanto, plenamente justificada en opinión de los
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primeros y soportada pasivamente, si no plenamente aceptada por los segundos. Igualmente se podría analizar el modo de producción ins taurado tras la conquista española, y veríamos que los indios no tenían más elección que la de sobrevivir eliminando las des igualdades sociales que surgían entre ellos y que podían ame nazar la unidad y la solidaridad de sus comunidades, designal dades que sólo podían eliminar utilizando para este fin las ins tituciones municipales y religiosas que los españoles habían introducido a la fuerza en el funcionamiento de sus comunida des. De este modo se estableció una economía de pres tigio y de competición por «los cargos» que era tolerada por los domi na dores españo les en la medida en que se encontraba p or ade lan tado justificada por su propia ideología política y católica y al mismo tiempo justificaba a esta última. La explotación de los indios, en efecto, no tenía oficialmente justificación alguna desde el punto de vista de Jos españoles, si no era la del deber de cristianizarlos primero para civilizarlos después 3. Las observaciones teó ricas precedentes no tenían otra fina lidad que la de ilustrar lo que entendiamos por «definir una formación económi ca y social,., así como dejar entrever me diante algunos trazos los pasos que permitirían producir una de [lnición sintética de la naturaleza exacta de la diversidad y de la unidad específica de las relaciones económicas y sociales q l1 e caracterizan a una sociedad concreLa en una época determinada. Es evidente que producir este conocimiento sintético no consiste sino en desarrollar la historia y la antropología como campos complementarios del materialismo histórico ". l Incluso Las Casas, encarnizado adversario de la encomienda y paté tico defcnsor de los indios sojuzgados , reafirmaba sin cesar, como sus adversarios, partidarios del establecimiento de la esclavitud e incluso de la mnlanza dc los indios, que la evangelización debía preceder a l sojuz gamiento y que era la única justificacióo de la soberania del rey de Es paña sobre las Indias: "He aquI, Señor, el umbral y el paso que con viene tomar para penetrar en estos países: que estos pueblos reconozcan primero a nuestro Dios como su Dios recibiendo la fe, y segUidamente al rey como su soberano. Porque la causa última . el fundamento total de la inlervcoCÍón de Su Majestad en estos países, como rey de Castilla, y de los tltulos que tiene sobre ellos no son olros más que los que le con fiere la p redicación de la fe __ Carta a un personaje dc la Corte, 15 de octubre de 1535, B. A. E., tomo 110. p. 67 a. • Nuestras referencias a los incas provienen, en lo esencial . de la obra excepcional del profesor John Murra, Tll e EcmlOmic Orgalli::ation af tlle I/tea Sta te, tesis inédita defendida en 1956 anle la Universidad de Chica go y cuyo autor ha tenido la arrulbilidad de cedernos una copia en IDÍ cro-fiLm. Aprovechamos la ocasión para expresarle nuestro sincero agra decimiento.
V. DE LA NO CORRESPONDENCIA ENTRE LAS FORMAS Y LOS CONTENIDOS DE LAS RELACIONES SOCIALES: NUEVA REFLEXION SOBRE EL EJEMPLO DE LOS INCAS *
La mayoría de las primeras sociedades de clases y de los Estados que caracterizan la historia antigua y reciente de la América precolombina, del Africa precolonial, etc., se han des arrollado sobre la base de formas no esclavistas de dependen cia. El Imperio inca se edificó en menos de dos siglos, y esta ascensión fulgurante solamente fue superada por la de los az tecas, que , en el momento de su entrada en el valle de México, en el siglo XII, no eran más que tribus de cazadores guerreros que ignoraban la agricultura y el tejido. Antes de su conquista por los incas y su integración en el Tahuant in s uyu , el imperio de las Cuatro Provincias, el modo de producción de numerosas tribus andinas se basaba principalmente en la produ cción de tubérculos en el seno del ayllu, comunidad aldeana local en la que residía u n grupo de parentesco de tipo de linaje. La tierra, de propiedad comunitaria, era redistnouida periódicamente en tre las escasas fam ilias, sin que éstas pudieran transformar este derecho de uso en derecho de alienación, en una fonna cualquiera de propiedad privada al margen de la propiedad co mún. El trabajo, basado en la ayuda recíproca de los campesi nos (la minga) para el cumplimiento de las diferentes tareas productivas, reves tía igualmente una forma comunitaria. El jefe de la aldea (el curaca) era el primer beneficiario de la ayu da campesina, y se cultivaban especialmente tierras comunes para el mantenimiento de las tumbas de las divinidades y de los jefes locales. .. Los materiales de este texto han sido ulilizados de nuevo en el capítulo «Antropología Económica. del Manuel d 'Alltllropologie, en pre paración en A. Colin en la colección U, bajo la dirección de Robcrt Cresswell.
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Cuando cayeron bajo la dominación inca, estas comunida des, o al menos los grupos sociales que estaban organizados en comunidades de este tipo, sufrieron una profunda trans(orma ci6n. Todas las tierras, los ríos, las montañas, los rebaños de llamas, la caza, fue ron declarados propiedad del Es tado. Una parte de estas t ierras fue definitivamente exp ropiada y se con virtió en dom inio del Estado o de la Iglsia. El resto les fue devuelto por «benevolencia» del Inca, con la obligación de tra bajar bajo forma de prestación de trabajo personal las tierras que, desde ese momento, habían sido objeto de apropiación por el Estado y la Iglesia. Las relaciones de producción se trans fo rmaron profundamente, ya que, sob re las tierras que con servaban para su subsistencia, las com unidades no tenían sino derechos de posesión y de uso, y hab1an perdido sus antiguos derechos de propiedad comu ni taria. Sobre estas LiCITas, la p ro ducción y las formas de uso del s uelo revestían aún la misma fo rma comunitaria que an tes de la conq uista inca. Sin embargo, se babía implan tado un nuevo modo de producción, basado en u n régimen de prestaciones person ales de trabajo . La prestación de trabajo no era individual; toda la aldea par ticipaba y el Estado inca proporcio naba el alimento y la be b ida, de la misma manera que en el seno del ayllu trad icional lo hada el beneficia rio de la ayuda comunitaria con quienes le ayudaban . El Estado p roporcionaba los instrumentos y la si miente e insistía para que las gentes fueran a trabajal" vesti dos de fiesta, con mú sica y cantos . De es te modo, las an tiguas fo rmas de reciprocidad económica, así corno las fo rmas de ideología y de ri tual que les correspondían s irvieron a partir de entonces al funcionamiento de relaciones de explota ción y de servidumbre económicas características de una nueva fo rm a de producción perteneciente al tipo «mod'o de produc ción asiático,.. El Estado inca necesitaba, para organizar su propia base económica de manera que se reprodujcra de modo estable y se ampliara, hacer el censo de las tie r ras, de los ani males y de los produc tos. Necesitaba, pues, crea r una maq u ina ria administrativa que encuadrara a la población y la con trola ra directa o indirectamente, así como generalizar el culto del Inca, hijo del Sol, y el del Sol su padre, mantener un ejército que reprimiera los levantamientos, etc. Este conjunto de insti tuciones corresponde al nuevo modo de producción, y sabemos que este mismo modo de p roducción se encontraba, en 1532, en plena evolución, pues el Estado se había visto obligado a tras I adru' poblaciones enteras para crear colonias militares que controlaran a las poblaciones locales demasiado turbulentas.
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Había roto, pues, en su totalidad o en parte, los lazos tradicio nales de estas tribus con su tierra. Por otra parte, había ad quirido un nuevo desarrollo una forma tradicional de depen dencia personal llamada yanacona, por la cual los individuos separados de su comunidad de origen, los yana, eran vinculados a la persona de un amo aristocrático y permanecían al servicio de su linaje duran te toda su vida. Los descendientes de los yana heredaban generalmen te esta condición . Esta forma de explo tación exis tía, ciertamen te, antes de la conquista inca, pero fue revis tiendo mayor importancia social a medida que se des arrollaba u na forma de propiedad individual (aunque no pri vada) de las tierras y los rebaños dados por el Estado inca a algunas capas de la nobleza. Profundizaremos más el análisis de la fo r mación económica y social inca porque, además de presen tamos un ejemplo nO table de sociedad de clases no occidental, nos lleva a observa ciones teóricas que hacen ent"ever los nuevos camino~ por los que puede adentra rse la antropología. Lo que llama la atención en la naturaleza de la base económica de la formación social inca es que el modo de producción dom inan te man tiene activa men te una parte de las antiguas relaciones comunitarias, se apoya y configura sobre ellas, haciéndolas servir al mismo tiem po a su propio modo de producción y de reproducción a la vez que des truye y suprime otra parte de estas relaciones tradicio nales. Por ejem plo, según el cronista Coba: "Solamente a par tir del día de su matrimoni o los hombres tributaban y tomaban parte en las obras públicas.,. Esto significa, corno ha demostra de J ohn Mu rra en su excelente tesis sobre la organización del Estado inca, que el. matrimonio, de rito de introducción en el seno de una comunidad local, se había transformado en me dio de acceso a un estatuto nuevo y en sfmbolo de ese estatuto, el ele súbd ito imponible del Estado inca, miembro, por ta nto, de una comunidad mucho más amplia y de esencia diferente a la de los ayIlu o las tribus locales. Al obligar a los campesinos a acudir vestidos de fiesta a trabajar las tierras del Estado y del Sol, al proporcionarles el alimento y la bebida, los incas utilizaban la antigua forma de producción basada en las obligaciones recíprocas de los miem bros de las comunidades locales, forma y obligaciones conoci das y comprendidas por todos, para organizar relaciones de producción nuevas basadas en la opresión y la dominación, pues los productores habían perdido ya el control de una parte de su trabajo y del producto de éste. Por otra parte, los incas, si bien mantenían el culto de los dioses locales, habían añadido
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el del dios Sol y su hijo. el Gran Inca, en cuyo honor el cam pesino debía ofrecer trabajo como lo exigian ya sus propias divinidades locales tradicionales. Las antiguas relaciones de pa rentesco y las antiguas relaciones políticas aldeanas y tribales,
sin cambiar de forma ni de estructura, hablan cambiado de función , ya que estaban encargadas de hacer funcionar un modo de producción nuevo. Este mecanism o ha sido mostrado y desmontado por John Murra, que escribe: «Cuando la Corona elaboró un sistema de prestaciones personales de trabajo, las obligaciones recíprocas de las comunidades, conocidas y comprend idas por t odos, sir· vieron de modelo.» El problema práctico que les planteaba a los incas su con quista era doble: pennitir a las poblaciones so metidas continuar produciendo sus medios de subsistencia se gún sus procedim ientos tradicionales, y obligarles a producir para el Estado en formas de producción que ellas comprendie sen y que, hasta cierto punto, est uvieran justificadas a sus oj os. Pa r a r esolver es te problema, fuer on precisos esfuerzos excep cionales, colectivos e individuales, de invención política y so cial , como los q ue atr ibuia la tradición a emperadores casi le gendarios corno Pachacuti, Manco Capac y sobe todo Viracocha, pero, al mismo tiem po, hay que constatar que los medios para resolver los problemas ya existían e n part e en e l seno del m od o de p rodu cción anterior. E n tre estos medios, citaremos: en primer lugar, el bech o de que la producción se b a sara en [armas diversas de cooperación simple. En segundo lugar, el de que la tierra fuera propiedad de la com unidad en tera y el individuo no poseyera sino dere chos d e uso so bre parcelas redistribuidas más o menos perió dicamente . En tercer luga r , el d e q ue, tanto en el plano del pro ceso m aterial de la producción como en el de la r elaciÓn del individuo con el medio de producción esencial, la tierra, la co munidad existiera y apareciera como una realidad superior al individuo y com o la condición práctica de su sup ervivencia_ En cuarto lugar, el hecho de q ue la función de repreSe71tar la co munidad, de controlar el p roceso de su reproducción en tanto que tal, es decir, en tanto que unidad superior a los individuos en la medida en que es la u nidad de s us intereses comunes, pertenecie ra a una familia particu lar y, en el seno de esta familia, al in dividuo que mej or pudiera cumplir esta función . Este individuo es el curaca, «jefe» de la comunidad local o d e la com unidad tribal, y al mismo tiempo , jefe guerrero. Mediante esta funciÓn, este individuo y su familia personilicaban más que cualquier otro la comunidad, la encarnaban en cierto modo en tanto que
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realidad superior a los individuos, personificaban esta unidad superior. La [unción de represen tar y defender Jos intereses comunes de todos los miembros de la comunidad situaba así fuera de lo común al miembro de la comunidad que la asumía. Existía una especie de aristocracia: :{pttT7I'lr; en griego = el me jor, es decir, el que representa mejor la comunidad . En quinto Jugar, en la organización del proceso de producción, la fuerza de trab ajo de los miembros de la comunidad local, del ayl1u, era invertida, por una part e, en forma de trabajo necesario para reproducir su propia existencia y la de los miembros necesita dos de la comunidad: viudas , viejos, inválidos, etc., y, por otra, en forma de trabajo suplementario destinado a reproducir la comunjdad en tanto que tal. Este trabajo suplementario era de dicado a cultivar las tien
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tuaImente, se producían tejidos para ser quemados, etc. La consagración de recursos (tierras , animales, maíz, tejidos) y de trabajo (agrícola, artesanal, etc.) para el culto de los antepasa dos y de los dioses respondia a una doble necesidad: por una parte, manifestar el reconocimiento de Jos vivos hacia los muer tos, que sobreviven en 10 invisible, y hacia los dioses, gracias a los cuales la comunidad existe y está viva, así pues, honrar, glo rificar a los antepasados y a las potencias sobrenaturales y cumpli r las obligaciones q ue tiene la comunidad respecto a ellos. Por otra, en la medida en que los antepasados y las rea lidades sobrenaturales aparecen como potencias que tienen el poder de controlar la fertilidad de las tierras, la lluvia, la muer te, la enfcnncdad , la victo ria de las armas , es decir, en la me dida en que permiten o impiden la reproducción de la comuni dad y co ntrolan todas las co ndiciones que están fuera del al cance directo del hombre, h ay que esforzarse, ya sea en parar o en apartar las acciones de las potencias malhechoras , ya en suscitar, atraer y mulLip licar las de las potencias bienhec horas. Hay que desar rollar, pues, una práctica para controlar indirec tamente estas po tencias que, a su vez, controlan d irectamen te las condiciones na turales y sobrena turales de la repro ducc ión de la comunidad, una p ráctica que las obligue a in ter venir o a abstenerse de in tervenir en la vida de la comunidad y su proceso de reproducción. Para ob tener es tos efectos se sacrifica, se ofrece a las potencias invisibles riqueza s mateLia les y trabajo en el marco de una práctica simbólica que se orienta a actuar (de manera imaginaria) sobre las condiciones de reproducción de la vida social. Los cinco elementos pertenecientes al antiguo modo de pro ducción no iban a desaparecer después de la conquista inca. Por una parte, el antiguo modo de producción continuaría asc gurando la subsistencia de las comunidades locales; po r otra, estos ci"ICO elemenlos iban a proporcionar los pwllos de apovo y las formas de un modo de produ.cción lluevo. La comunidad conqu istadora se apropió de todas las LÍen-as y de los recursos n aturales de las comunidades conquistadas. Con ello no hacía sino aplicar el derecho tribal n'adicional, que funda los dere chos del individuo en el hecho de ser miembro de una comuni dad y prÍ\'a, por tanlo, de todo del"l!cho a aquellos que no pe r tenecen a esta comunidad. La comunidad supe rior, personificada por su je fe , el Tnca, quc la representa como tal comunidad y como comunidad su perior. como Estado, se convierte, pues , en el propietario co lectivo de la tierra, y todas las tierras conquistadas se vuelven
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propiedad "de la corona»_ Ello significa que la forma colectiva de apropiación del suelo es, antes y después de la conquista, la fonna sociaL de las relaciones de producción vinculadas a la t ierra y que el Estado ocupa el puesto de la comunidad local como propietario de la tierra y constituye, por tanto, para el ind ividuo, una comu nidad n ueva, superior a su comunidad tra dicional y de la que depende para su supervivencia. Así pues, pa ra el individuo, lanto anles como después de la conquista, su per tenencia a una comunidad superior a él mismo es lo que le asegura sus condiciones de exis tencia. El Estado, convertido en propietario eminente de todas las tierras del reino. se apropió directamente de algunas de ellas transfonnándolas en tierras de la corona o de los templos, y cedió por « benevolencia,> el uso, pero no la propiedad, de las restantt!s a las comun idades para pennitirlcs subsistir; les con· ced ió. por tan to, los medios de subsistencia a cambio de la obli gación de trabajar las tierras que se habían convertido en domi nio del Estado y de la Iglesia. A partir de entonces, puesto que reemplazaba a la comun idad trad icional como propietario co lec tivo y asumía la ant igua fUJlc ión de garantizar a las familias y a los individuos sus medios de existencia, el Estado, la nueva comunidad superi or, tenía derecho automá ticam ente al trabajo excedente de la comunidad conquistada, t rabajo excedente que se realizaba tradicionalmeDte para permitir 1a reproducción de la comunidad en tanto que tal. La comunidad superior no hizo, pues, sino añadir al trabajo excedente tradicional un trabajo excedente nuevo, que reves tía las mismas fonnas . E l Estado propo rcionaba a los campesinos que trabajaban las tierras de las que habían sido expropiados alimento, bebidas y simien tes, identificándose así con el poder local tradicional y dando a la prestación personal de trabajo la forma de las re lacioncs Lra diciona les de recip rocidad al deana y tribal. La comunidad con quistadora , propietaria directa de una parte de los recursos ma teriales de múltiples comunidades locales, al mismo tiempo que del trabajo excedente de inmensas masas de productores, descansaba de hecho sobre UIla base económica de nuevo tipo q ue. en aparencia. tenía la [arma, s i bien agrandada de manera gigante..<;ca, del antiguo modo de prod ucción. Al mismo tiempo, el funcionamiento de estas nuevas rela ciones de producción exigía el desarrollo de instituciones y de capas sociales nuevas, de una burocracia de Estado encargada de controlar y vigilar la reproducción del nuevo modo de pro ducción. Por ejemplo, en cada provincia era nombrado un go bernador cuyo título significaba «el que todo lo ve» y que vigi
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laba para que las tierras del Estado y de la Iglesia fueran tra bajadas y las prestaciones personales de trabajo se cumplieran puntualmente. El nuevo modo de producción con feria, pues, a las funciones político-religiosas un papel nuevo, dominante, en la organización de la producción y en su propio mecanismo de reproducción. Mientras que el antiguo modo de producción al deano determinaba el papel dominante de las relaciones de pa rentesco en el seno de la comunidad lradicional, el modo de producción nuevo, por una parte, aniquilaba el papel domin
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forma ideológica adecuada al funcionamiento del nuevo modo de producción y de sus instancias económicas, políticas y reli giosas. Una ideología, pues, que con-cspondía a las condicioneS de la reproducción de la nueva formación económica y social. Subrayemos -pues ello tiene consecuencias para una teona de la ideologJa- que, porque no es un reflejo directo, una trans posición inmediata de las nuevas relaciones de producción, la antigua ideología responde mejor a las necesidades de la repro- . ducción de estas relaciones. Justamente porque representa es tas nuevas relaciones bajo una forma que no deja aparecer su contenido real; corresponde mejor a este conten ido . Se pueden adivinar ya las dificultades que encontrarían aquí los partida rios de una teoría que hace de la ideología un reflejo directo y simple de la infraestructura económica de una sociedad. Se pueden sacar otras observaciones teóricas de alcance general de este breve esbozo del modo de producción inca. Se refieren al papel de la guerra y de la violencia en la for mación de este modo de producción, así como al de las gran des obras. Hemos abordado ya el problema de la guerrc:l al recordar que la forma m isma de la propiedad colectiva tribal implicaba habitualmente que se viera privado de derechos de propiedad cualquier indjviduo o grupo extraño a la comunidad tribal. La guerra de conquista no hace sino ejercer por la vio lencia (ya sea ésta realmente ejercida, ya las poblaciones extran jeras se sometan sin combatir) este derecho en detrimento de los grupos enemigos a los que su derrota priva, en consecuen cia, de todo derecho sobre su propia tierra. Pero la guena no basta por sí misma para crear un nuevo modo de producción. Puede mantener durante cierto tiempo la dominación de una trib u victoriosa y permitirle saquear las riquezas de las tribus vencidas cuyo modo de producción tradicional permanece in tacto, pero no basta para crear un modo de explotación que se reproduzca a sí mismo regularmente, que pueda, por tan to, subsistir en tiempos de paz y desarrollarse. La guerra es un ele mento importante de muchos modos de producción (excepto entre los cazadores-recolectores, donde su importancia parece ser mucho menor). Por medio de la guerra se protegen territo rios, medios de producción, o se les añade otros nuevos. La vio lencia, necesaria al principio para expropiar a comunidades ex tranjeras, no puede proporcionar luego el medio de obligar regulannente a los vencidos a producir trabajo suplementario para sus vencedores. Ello no significa que la amenaza de uti lizar la violencia no sea un medio permanente para obligar a las poblaciones a trabajar para sus vencedores. Los incas re
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pnrmeron, en efecto, despiadadamente las revueltas, depona ron a poblaciones enteras, trasladaron poblaciones fieles a co lonias militares que vigilaran a las tribus díscolas. Pero, para que el modo de producción se reprodujera en cualesquiera cir. cunstancias y por sí mismo, necesitaba ante todo un régimen de prestaciones personales de trabajo bien reglamentado, una burocracia, una contabilidad, unos medios de almacenaje y de transporte de los productos, etc.; en resumen, relaciones de producción nuevas en el seno de las cuales la violencia y el con trol armado desempeflaban un papel muy im portante, pero no resolvían los problemas esenciales. En realidad, como hemos visto, para que el sistema flillciona. ra regulanncnte era preciso que el trabajo excedente proporcio nado por los campesinos no se les representara solamente como un trabajo forzado , sino como un trabajo «debido», una obligación aceptada y cumplida, una pres tación que exigía la recíproca. Aquí encontramos de nuevo el papel de la ideología como cO/lstricción ejercida sin violencia física sobre el pensa m ienlO y la voluntad de los súbditos del Inca. La guerra, cier tamen te, es un proceso que crea algunas de las condiciones de la formación de ese nuevo modo de producción al separar los elementos, los factores de producción de su combinación e n el seno de la antigua estructura, al liberar en cierto modo estos elementos (la lierra, la fuerza de trabajo se convierten en m e dios de prod ucción disponibles, separados en parte de las an tiguas relaciont!S sociales ). Pero 110 nace otro modo de prod uc ción sino cuando estos elementos se vuelven a encontrar com binados de una manera nueva. Se podría comparar este proce so con el de la génesis del modo de producción capitalista, lo que los economistas clásicos llamaban el proceso de la acumu lación primitiva del capital, proceso por el. que los campesinos y los artesanos se encontraron desposeídos de sus medios de producción y de subsistencia y liberados, al mismo tiempo, de su sujeción a las relaciones feudales de producción; libres, por tanto, pero constreñidos a vender su fuerza de trabajo. Ahora bien, 10 que la guerra y la conquista incas no podían hacer era privar a las comunidades de los medios de asegurar ellas mis mas directamente su subsistencia, es decir, separar completa mente a los individuos y a los grupos de la posesión de los me dios necesarios para la misma. Como 10 subraya con fuerza Jobo Murra 1: «No se podía atentar seriamente contra la autoI John MUlTa, cThe Econornlc Organization of thc Inca Slale. , op. cit., páginas 73, 166 Y 34.
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suficiencia del ayllu.» «El Estado se cuidaba de extraer sola mente de los campesinos prestaciones de trabajo personal y de no interferir su autosuficiencia.» Luego, en definitiva, jncluso la posibilidad de la aparición de un modo de producción de tipo inca era el producto de un determinado nivel de las fuer zas productivas; dicho de otro modo, se basaba en la posibili dad téCIÚca, para los productores directos, de producir un ex cedente regular, y J obn Murra concluye: «La exislencia y la su pervivencia de una estructura socio-política tal como el Estado inca se basan tecnológicamente en una agricultura capaz de producir sistemáticamente excedentes por encima de las nece sidades de subsistencia del campesinado." Era, pues, el des arrollo de las fuerzas productivas en la agricultura 10 que, en último análisis, había creado la posibilidad de la aparición de una sociedad de clases y de un Estado pluritribal y pluriét nico. Recordemos solamen te que la agricultura andina se basa ba en la producción de patatas y otros tubérculos, maíz, etc., producción sumamente diversificada. Ello nos permite respon der a una segunda cuestión que tiene asimismo un inmenso alcance para el conocimiento teórico de la historia: ¿cuál fue el papel de las grandes obr as en el nacimiento y el desarrollo del nuevo modo de producción? La respuesta está ya dada. Las grandes obras siguieron a la aparición del Estado y no la condicionaron. Ello refuta u na vez más la teoria mecanicista de Karl Wittfogel, que hace de la necesidad de organizar gran des obras (hidráulicas sobre todo) la condición misma de la aparición del Estado (despótico oriental). En realidad, la exis tencia de una agricultura andina capaz de producir regularmen te un excedente era la condición previa de la formación de una sociedad de clases y de un Estado. Lo que ofrecían la conquista, la expropiación de las comunidades locales, así como la insti tución de un régimen de prestaciones personales de trabajo, era la posibilidad de concentrar inmensas cantidades de medios de producción y de subsistencia y tener asi, a condición de que se supiera combinarlos y organizarlos en formas gigantescas de cooperación simple, los medios materiales para abordar tareas fuera del alcance de cualquier tribu y, a fortiori, de cualquier comunidad local. Pero lo que bay que subrayar también es que la reproducción misma del modo de producción inca, su des arrollo, no solamente permitía, sino que exigía el desarrollo de grandes obras (lo cual no quiere decir que el Estado apareciera y se desarrollara para realizarlos), pues este modo de produc ción necesitaba para «desarrollarse» una infraestructura de ca rreteras, un ejército, una burocracia, un clero, etc., y ello exigía
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el constante aumento de los excedentes agrícolas y artesanales. El Estado favoreció de este modo la producción de maiz, planta fácilmente almacenable, cómodamente transportable y que pro porcionaba un alimento y una bebida de elevado valor cere monial y energético, cualidades todas ellas de las que carecían los tubérculos que constitulan la base de la subsistencia tradi cional de los campesinos andinos. El Estado se esforzó por ge neralizar el cultivo del maíz y 10 introduj o en numerosas regio nes en las que no existía, pero tuvo que imponer al mismo tiem po la construcción de bancales sobre las pendientes que, en general, las comunidades andinas dejaban yermas, ya que los tubérculos tradicionales crecían mejor sobre la meseta andina que sobre las pendientes. Gracias a los bancales se pusieron en tonces en activo nuevas tierras y se amplió el espacio económi camen te utilizable. No fue, pues, la necesidad de realizar gran des obras de interés colectivo lo que dio origen a la sociedad de clases y al Estado inca, sino que la necesidad de ampliar las condiciones de reproducción de esta sociedad de clases fue lo impuso ulteriormente las grandes obras. Estas permitieron y entrañaron, evidentemente, una complejidad cada vez mayor de la estratificación social, ahondaron todavía más la distancia entre el campesinado y las clases dominantes, y esta distancia, cada vez mayor, era exaltada en los palacios, los templos, los jardines, las tumbas que glorificaban la esencia superior de esta cIase dominante, de sus antepasados y de sus dioses. En conclusión, un punto muy importante del análisis de la forma ción económica y social inca y de su jerarquía interna, en la que se articulan un modo de producción nuevo y dominante y otro antiguo y dominado, es el de que, mientras que las nuevas relaciones de producción parecen estar contenidas en germen en las antiguas relaciones aldeanas y tribales y ser el mero des arrollo de éstas, el producto de una evolución continua, en rea lidad, el nuevo modo de producción, desde el momento en que aparece, no 10 bace sino a costa de suprimir parte de las anti guas funciones de las viejas relaciones de producción, anulando el papel dominante que desempeñan en él las relaciones de pa rentesco, si bien estas últimas no desaparecieron, sino que sub sistieron, cambiando de contenido, aunque no de forma. Pode mos ver el peligro que existe en concebir el paso de un modo de producción a otro en términos de evolución de un germen, del desarrollo de un germen. Esta concepción disimula el ca mcter no lineal de la evolución, el papel decisivo en esta evolu ción de la constitución de nuevos puntos de partida. Al mismo tiempo, nos damos cuenta inmediatamente del error consisten-
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te en interpretar el modo de producción inca como una socie dad de tipo feudal porque en él reina un monarca que se ro dea de una aristocracia y las masas campesinas están some tidas a un régimen de prestaciones personales de trabajo. La estructura del Estado en el modo de producción inca traduce, en realidad, la concentración a escala de toda la sociedad de la propiedad de la tierra en forma de propiedad colectiva exclu siva, directa o eminente de una comunidad superior, la etnia clase dominante. La estructura de un Estado feudal, por el contrario, expresa la asociación jerarquizada de múltiples pro pietarios de la tierra. En cada caso, la naturaleza y las modali dades del poder del Estado y de la dominación de la clase diri gente son diferentes y se basan en modos distintos de extrac ción del trabajo excedente de los productores directos. Yendo más lejos, habría que analizar, en contraste con el ejemplo del modo de producción inca, los modos de producción que ser vían de fundamento a los Estados y a las sociedades de clases precoloniales de Africa, como los reinos mossi del Alto Volta, al reino bamún del Camerún, etc., y, por supuesto, a las socie dades estatales de Asia.
VI. EL CONCEPTO DE TRIBU: ¿CRISIS DE UN CONCEPTO O CRISIS DE LOS FUNDAMENTOS EMPIRICOS DE LA ANTROPOLOGIA? *
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algunos, como Herbert Lewis, no ven en el modo de organiza ción tribal de la sociedad un estadio necesario y general de esta evolución, mientras que otros, como Morton Fried, van todavía más lejos, viendo en ese modo a la vez el efecto secundario de la aparición de sociedades estatales y un auténtico callejón sin salida de la evolución de la humanidad.
Malestar, impugnación, crisis de Un concepto 1.
U N ONICO TÉRMlNO PARA DESIGNAR DOS REALIDADES
Los an tropólogos utilizan habitualmente el término «tribu para designar dos realidades, dos campos de hechos diferen tes, pero relacionados. Por una parte, casi todos lo utilizan para distinguir un tipo de sociedad entre otras, un modo de organi zación social específico que comparan con otros modos de or ganización de la sociedad, «b andas», «Estados», etc. En este sentido no reina la unanimidad entr e ellos, debido a la impre cisión y a la vaguedad de los criterios seleccion ados para defi nir y aislar esos diversos tipos de sociedad. Pero el desacuerdo es mucho más profundo cuando se trata del segundo uso del término tribu, cuando sirve para designar un estadio de la evo lución de la sociedad humana . La relación entre ambos usos del término tribu, e ntendido como tipo de sociedad y como estadio de evolución, resulta, por lo demás, eviden te, puesto que, en la per spectiva de los evolucionistas, cada estadio de evolución se caracteriza por un tipo específico de organización social. Pero la m ayoría de los antropólogos se niega a admitir que de la existencia de un modo de organización social se derive la existencia de un esta dio necesario de la evolución de la humanidad, Llegando inclu so a impugnar la posibilidad teórica de un análisis científico de la evolución de las sociedades humanas (Leach), o manifes tando un total desinterés por su historia. Con la notable ex cepción de Evans-Pritcbard o de Raymond Firth, es el caso de la mayoria de los antropólogos que se adscriben a la escuela funcionalista o a un cierto estruc turalismo. La cuestión se complica aún más debido a que, entre quienes defienden el pro yecto de construir una teoría científica de la evolución social, • Una parte de los m ateriales de este tex to h a sido utilizado para re dactar el articulo «Tribu » de la Encyclopaedia Ulz iver salis.
En definitiva, aunque el término «tribu» invade literalmente los escritos y los discursos de los antropólogos y no parece ubi cado en las zonas de los combates teóricos más ásperos de la an t ropología, desde hace una década la d uda, la inquietud, la crítica y a veces el rechazo explícito ha ido apareciendo pau latinamente en relación con él, hasta el punto de que actual mente el término «tribu» está en crisis m anifiesta. Neiva, des pués de Leach, clama ante la «escandalosa imprecisión del concepto»; Julian Steward, evolucionista, pide la mayor pru dencia ante 10 que denomina un concepto «cajón de sastre», y otros, como Swartz, Turner, Toden, optan por ignorarlo siste máticamente, silenciando su existencia, au nque exploren un campo, la antropología polltica, en cuyo seno el concepto de tribu desempeñaba tradicionalmente el papel de término cla ve. Pero esto no es más que la mitad del mal, ya que a esas críticas de orden teórico se añaden un malestar y violentos ata ques cont ra la utilización ideológica que se hace del concepto en la fo rma, derivada y emparentada, del concepto de «triba lismo». La existencia de organizaciones tribales, en Africa, en América, en Oceanía y en Asia parece efec tivamente responsa ble de las dificultades que encuentran los jóvenes estados-na ciones en su desarrollo económico y político y en la conquista de su independencia. La existencia de vestigios más o menos vivos de organizaciones tribales precoloniales parece explicar acontecimientos tan dramáticos como la guerra de Biafra, la revuelta de los mau-mau, la disidencia de los tuaregs o de las tribus «animistas » del sur de Sudán, la decadencia de los in dios de América del Sur, etcétera. Lo que está en juego en este caso, como lo ha mostrddo Joma Kenyatta en su célebre obra Al pie del 1t!Ol~te Kenya, no es sólo interpretar el mundo, sino actuar sobre sus contradic ciones, transformarlo a partir de un análisis exacto. Ahora bien, son numerosos los antropólogos y los políticos que rechazan como teóricamente falsa y políticamente perjudicial la utiliza
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ción de los conceptos de «tribu. y ctribalismo. para definir esas contradicciones modernas de los paises «subdesarrolla dos». Por el contrario, ven en esas contradicciones que se impu tan al tribalismo, no tanto la tara impuesta por estructuras pre coloniales, organizaciones tribales que se creían destruidas y que de nuevo afloran con violencia, como el legado del periodo colonial y de las nuevas relaciones de la dominación neocolo nialista. Eliott Skinner, antropólogo y embajador en 1967 de los Estados Unidos en la República del Alto Volta, escribía: «No puede ser más desafortunado el hecho de que el tér mino tribalismo, con todas sus connotaciones de primitivismo y de tradicionalismo, designe a la forma de identidad que uti lizan en Africa contemporánea los grupos que compiten por el poder y el prestigio. Determinados nombres utilizados actual mente como símbolos de la identidad de algunos de esos gru pos se refieren a diversas entidades socio-culturales del pasado. No obstante, muchos de esos grupos llamados tribales han sido creaciones del período colonial, e incluso aquellos que podrían aspirar a una continuidad con el pasado han perdido tantas de sus caractensticas tradicionales que, en realidad, hay que con siderados como entidades nuevas.JI El concepto de tribu está, pues, «en crisis» y existe una rlo ble urgencia, teórica y práctica, en remontarse a los ongenes del mal que Le aqueja y redefinjrlo para poder realizar su crí tica y estimar su alcance real. Para realizar esta tarea parece que el mejor método consiste todavía en volver a trazar bre vemente la historia del concepto, desde Morgan, el fundador de la antropología, hasta nuestros días - refiriéndonos en par ticular a Marshall Sahlins, el autor que recientemente ha reali zado el esfuerzo más persis tente y brillante para redefinir ri gurosamente ese concepto---, y reinterpretar los nuevos mate riales etnográficos acumulados desde hace más de un siglo. Posiblemente, al final de ese recorrido descubriremos que el mal no afecta sólo a un concepto, sino que la crisis es ni más ni menos que la de los fundamentos y los métodos empíricos de la antropología y de las ciencias sociales. 2.
BREVE ALUSI6N A LOS OltlGENES INDOEUROPEOS DEL ~RMINO
El vocablo francés «tribu», el inglés «tribe,. remiten al tér mino latino tribus, al umbrío trifú O a su equivalente griego (<1>11.\.1), términos que pertenecen al vocabulario más antiguo de
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las instituciones indoeuropeas. En relación con ellos hay que referirse a los soberbios análisis etimológicos y semánticos de Emile Benvéniste de este vocabulario. En su origen, pues, esos conceptos son conceptos empíricos y necesariamente han reci bido un contenido diverso en el transcurso de la historia de esas poblaciones, pero, en su capa más antigua. describen una forma específica de organización social y política que existía en todas esas sociedades. Una tribu indoeuropea era la forma de organización social y política más vasta que existía antes de la aparición de la ciudad-Estado. Reagrupaba unidades so ciales elementales, de menor tamaño, el genos (y.tVOt;) y la fra tria (~pnTpí",) de los griegos, y la gens y la curia de los latinos. En este caso, )0 esencial radica en constatar que todos esos ténninos (excep to el de curia) pertenecen al r/'lismo tiempo al vocabulario del parentesco y al vocabulario de la política, 10 que supone una relación interna, real o supuesta, entre paren tesco y organización política. E n realidad, como subraya Ben véniste, «las principales lenguas indoeuropeas coinciden en es tablecer la pertenencia a una misma "cuna" como el fundamen to de un grupo social» (tomo l, p. 258). En este sentido, el concepto de t rib u presentaba espontáneamente en el pensamien to y en el lenguaje de los indoeuropeos UD dato de su experien cia, UD hecho de observación. Pero lo que ha quedado más o menos oculto en el transcur so de los siglos, tras la desaparición de las instituciones de la antigüedad indoeuropea, es precisamente esa relación interna entre parentesco y política y, por consiguiente, la comprensión de la naturaleza exacta de los grupos sodales designados por los términos clan, fratria, tribu. Como subraya Morgan a me diados del siglo XIX, cuando la antropología se convirtió en una disciplina científica, esos términos desde hada mucho tiempo venían siendo empleados indistintamente por los misioneros, administradores, geógrafos o viajeros ilustrados: ésta era la situación de partida cuando el propio Morgan emprendió el análisis cientlfico de las formas de organización social de los iroqueses, seguido paulatinamente del de otras numerosas po blaciones indias de Amér ica del Norte y del Sur.
El ptmto de partida: Morgan (1877) Para comprender las tesis de Morgan concernientes a las for mas «tribales,. de organización social , hay que recordar breve mente lo que constituyó su gran descubrimiento, contenido en 14
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¡\1al/rice Godefie"
la obra SVSlel1l5 al COllsa"~llÍl1it-" ami Affi~lir-" of rIJe ffWl/G/1 Fa· l/1i/1' (Washington, 1871). En d icha ubra Margan J emo"lró. en primer lugar. que las relaciones sociales que dominaban la or gani7ación de la mayor par le de las sociedades primitivas con sistían en rclaciones de parentesco. A con tin uación demostr6 que esas relaciones de parentesco poseían una lógica interna que había que buscar en el e<>tudio mÜlUcioso de las reglas de matrimonio y de las terminologías del parentesco, reglas y término" q ue, en la mayoría de los casos , parecían desprovis tos de Lada lógica desde el punto de vis ta de los europeos, des concertados ante los slstemas de pan:n teséo "clasifica torios» que se encuen t ran en Afr ica, Asia, Oceanía y América , Margan su puso además que esos sistem as de parentesco poseían un a historia y se habían suced ido en un orden necesario desde que el hombre salió del estado animal y de la promiscuidad sexual de las hordas pri mit ivas, y que paula tinamente se habían des· arrollado la prohib ición del incesto y la prohibición del matri monio entre ca tegorías cada vez más amplias de parientes con· sanguíneos. La «familia humana» habría evo lucionado desde la forma prim itiva del «m atrimonio tic grupos», en la actualidad completamente desaparecida, hasta la monogamia de las fa milias nucleares europeas. Morgan supuso fina lmente que los sistemas ele paren tesco m atrilineales habían precedido en la evoluci6n a los sistemas pa tri lineales. A partir de este resumen sum ario se puede comprender la definici6n de Morgan de la organización tribal. Un a tribu es tma «sociedad comple tamente orgamzada (pág. 122), y, por lan to, una forma de organización social capaz de reprodLlcirse. «/lustra la condición de la humanidad en el estado de barba rie», es decir, de la humanidad que ha sal ido del salvaj ismo primiti\'o, per o que aun no ha alcanzado el estadio de la civi lización. de la sociedad " política», del Estado. No obs tante, si bien una tri bu es "tma sociedad completamen te organizada», no puede comprenderse s u funcionam iento sin comprender pri· mero la "estructura y las fun ciones» de los g rupos elementales que la componen, los clanes . Un c lan es «un grupo de parientes cons'lnguíncos descendientes de un m ism o a n te pasado común que. se distingue n por su nombre gentili cio .Y es tá n liga dos en tre sí por r elaciones de sangre» . Luego de descubrir «la identidad de estruc turas y funciones» del clan de Jos indios de América y del genos o de la gens de los antiguos griegos y lat inos, Mor gan utilizó el término ge/lS preferentemente al de clan. y ha blaba de «sociedad gentilicia» más bien que de «sociedad tri ba),•. Una tribu es un con junto de clanes . "Cada tribu está
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individualizada por un nombre , por u n dialecto separado, por un gobierno supremo y por la posesión de un territorio que ocupa y defiende como suyo propio.» Por «gobierno supremo» Morgan entiende un consejo de sacllems y de jefes elegidos por las gel/res y, en determinados casos, un «jefe supremo » de la tribu. Hay que mencionar aú n otras dos «funciones y atributos» de la organización tribal : «la posesión de un fe religiosa y de un culto comunes» y --como hace destacar la polémica contra las tesis de McLcnnan, PrilHitive Marriage- el hecho de que la tribu es un grupo endógamo, mientras que el clan es ex6gamo (páginas 518·524). Clanes y tribu s se han mul tiplicado y diferen · ciado constantemente a consecuencia de las m igraciones debi das al crecimie n to de las poblaciones y a la limitación de los medios de subsistencia. «Con el tiempo, Jos em igrantes se vol· vían diferentes por sus intereses, extraños por sus sentimien tos y, solamente en úl timo lugar. divergentes por su le ngua. El resu ltado de todo e llo era la separación y la independencia, aunque los territorios fuesen contiguos. De este modo se creaba una nueva tribu .. . (por) u n proceso (que) debe ser considerado como un resul tado natural e irreductible, a la ,'ez de la orga· nización gen tili cia y de las necesidades ligadas a l estado socia l en el que se en con traban las poblaciones» (p. J06). La diferenciac i6n de los modos de vida y del acervo lingüís ti co se debe. pues, a esta «tendencia cons tante a la desintegra ción... segui da de una segmentación completa» (p. 107) que caracteriza la o rganización triba l. Esta mu ltipli cación de las tribus se ha visto acompañada de un estado de guerra per manente entre ellas, puesto que cada tribu se consideraba en guerra con todas aquellas tribu s con las que no había fi rmado forma lmente un tratado de paz, por lo demás provisional (pá ginas 111 y 119). La segmentación y las guerr as incesantes cons tituyeron «un poderoso obstáculo para el progreso de las tri bus salvajes y bárbaras ». No obstante, a lgu nas de esas sociedades tr ibales fueron las que hicieron acceder a la humanidad a la civilización, pero a costa de la disolución y de la desaparición de su organización ciánica y t ribal. Para Morgan la civ il ización aparece con el Es lado, y e l Estado se basa en el control de un territorio V de las personas que viven en ese territorio, pero que ya no ~stán organizadas en grupos de parentesco, sino a nte todo en grupos territoriales , por ejemp lo en ci udades. Las re formas de Solón y de CIístenes en la antigua Grecia representaban en la óptica de Margan la imposibilidad radical de «fundar una sociedad politiea o un Estado sobre las gentes» (p. 123) Y la necesid:td
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de transfonnar esos antiguos grupos de parentesco en grupos terri toriales. Margan atribuía esta evolución hacia el Estado y esa descomposición de la sociedad tribal a la aparición y el des arrollo de la propiedad privada, primero de los rebai:íos y se guidamente de la tierra y ue los esclavos; por consiguiente, a una acumulación desigual de la riqueza privada que consolidó a la familia monogámica. Así pues, la razón última de la apa rición de este estadio particular, como de todos los demás es tadios de la evolución de la humanidad, Morgan la buscaba primero en "t., sucesión de las artes de la subsistencia» .. . , pro bablemente la base más satisfactoria de esas divisiones. Esta es la tesis materialista que Marx y Enge)s retendrán de su obra. Pero, al mismo tiempo, Margan suponía que esta sucesión de las artes de la subsistencia iba acompañada del desarrollo pa raleLo de ideas contenidas en embrión en el espíritu antes in cluso de cualqu.ier experiencia: la idea de gobierno, la idea de familia y la idea de propiedad. Lo que Murgan intentó, a partir de esa base compuesta de principios materialistas e idealistas. fue establecer, de forma hipotética y ampliamente especulativa. un paralelo entre series de invenciones t ecnológicas y sucesio nes de instituciones sociales. Pero jamás pudo demostrar autén ticamente las relaciones internas y necesarias entre esas estruc turas sociales, reconstruir el mecanismo de la causalidad re::í proca de esas estructuras y, particularmente, de la causalidad de la economía. «La investigación no ha sido profundizada suficientemente en esa dirección como para proporcionar la infomlación nece saria" (p. 9).
¿Dónde nos encontramos actualmente? ¿Qué es lo que se sostiene, lo que se ha hundido o lo que ha sido desarrollado de esos análisis de Morgan sobre el concepto de tribu?
Un siglo después: tcmcionalislas y rieoe'Volt/ciollistas
Si. por ejemplo, consultamos en la actualidad el art ículo «tribu», redactado por John J. Honigmann en el Dictio/lary of tlle Social Sciences, publicado en 1964 bajo el patrocinio de la UNESCO. podemos constatar que la definición de Margan se ha mantenido en su aspec to descript ivo de un cipo de socie dad, pero ha sido completamente amputada de toda referencia
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a un estadio de evolución al que correspondería ese tipo de so ciedad: «En general, los antropólogos coinciden en los criterios para describ ir una tribu (en tanto que sistema de organización so cial): tID territorio común. una tradición de descendencia co mún, un lenguaje común, una cultura común y un nombre también común; todos esos criterios forman la base de la unión de grupos más pequeños tales como poblados, bandas, distritos, linajes» (A Dictionary of Social Sciences, p. 729).
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Esta amputación en parte se explica por el hundimiento, a comienzos de este siglo. de las teorías evolucionistas del siglo pasado y por los principi os mismos de la corriente funciona lista que a continuación se impuso e n la antropología. Para los funciona listas, con la excepción, sin embargo, de Evans-Prit chard y de algunos o tros bril lantes investigadores, un sistema social es un Lodo cuyas partes están necesariamente ligadas, pero sobre esta necesidad la propia historia del sistema, en opin ión de ellos. nada puede en<;eñamos, ya que la historia per tenece al orden de lo accidental y lo incidental y no de lo ne cesario. Existen leyes de funcionamiento de las sociedades. pero no existen leyes de su evolución o de su transformación nece saria. No obstante. incluso ampu tado, desembarazado de su con tenido evolucionista, el concepto de tribu presenta otras fisu ras que agrietan la parte preservada. Algunas son de importancia menor. Se ha podido demostra r que unidad lingüística. unidad cultural y unidad «tribal" no coinciden en numerosos casos . (Ver a) respecto los artículos citados de M. Fried, G. Dale y los es tudios de los lin güistas Dell Hymes, John Gumperz, Paul Frie drich, C. Voegelin, o de estadísticos como Driver y Narol!. Es tas investigaciones fueron en parte impulsadas por los estudios de Boas, el critico de Morgan.) También se ha demostrado que los nombres de «tribus» frecuentemente eran términos aplicados a un grupo por grupos extranjeros, o simplemente querían uecir «las gentes» (Leach, Friedl. y que la descendenc ia común de los miembros de una tribu a partir de fundadores ancestrales era una ficciÓn (Malinowski, Leach). Fina lmente, se ha demostrado que la existencia de un sentimiento de grupo y de una ideología de pertenencia eomún frecuentemente no per mitía deducir que la comunidad étn ica en cuestión era una tri bu, mientras que para Linton se trataba precisamente del «test" de la unidad tribal (véa<;e Mocrman a proposito de los lué de Tailandia, con la respuesta de Narol!. el artiCulo de Bessac so
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bre los mongurs y los yogur). Con mayor fuerza aún se ha c;ub rayado que no se ha podido demostrar la anterioridad cronoló gica de los grupos de descendencia malriJineales en relación con los grupos patril inea les, que la estructura de las bandas de ca zadores-recolectores era una realidad muy compleja, que exjs tian \'erdaderas aristocracias y caudillajes (cllefferies) heredi tarios entre las tribus primitivas -mientras que Margan impugnaba su posibilidad teórica (p. 259)-, que los incas y los aztecas no eran {
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tanto, podemos legítimamente interroe:arnos sobre el interés de ese concepto aglutinador , concepto nocturno en el sentido al que se refiere Hegel en La Filosofía del Derecho Luando ha bla de «la noche en la que todos los gatos son pardos». Ahora bien. ese concepto. heredado de Margan, amputado de una parte de su contenido por los funcionalistas y sometido a un host igamiento critico incesante, es el que Marshall Sahlins, Service y otros neoevolucion istas hao Illtenlado redefinir rigu rosamente y emplear de nue\'O en todos sus usos inicia les, es decir, para caracterizar tanto un tipo dI: sociedad en el marco de una antropología comparada como un estad io de evolución socia l en el marco de una teoria de la historia . Sahlins en 1961 y Scrvice en 1962 han presentado un esque ma de la evolución social de la humanidad en cuatro estadios: el estadio de las bandas, el estadio de las tribus, el dc los cau dillajes y finalmente el de las sociedades estatales, con las que la civil ización ha hecho su irrupción en la historia. "Una banda 110 es más que una asociación residencial de familias nucleares» Sahlins, 1961, p . 324 ; Service , 1962 , p_ 111). Una tribu es «del orden de una amplia colección de bandas , pero 110 es solamen te una colección de bandas» (Sahlins, 1962, p. 326) Un caudilla je «se dis tingue del nivel triba l particu larmen te po r la pre:;en cia de centros que coordinan las activ idades económicas, socia les y religiosas» (p_ 143) y «redistribuye una gran parte d~ la producción de las cOlllunidades loca les» . Después ap3rece el Es tado, que refuerza esa centralización y constituye una estnlc tum política defin itivamente superior y exterior a los grupos sociales locales, transformando las desigualdades soc ia les de categorías en privi legios de clases. Se trata, grosso modo, del esque ma de Margan, pero reajus tado para tener en cuenta los nuevos datos de la etnología. So lamente abordaremos dos de esos reajustes. Por una parte, el concepto de «banda» ha venido a sustituir al concepto tle "hor da primitiva» para describir el «tipo dominante de sociedad del paleolítico» (Sahlins, p . 32.+). Por otra parte, la existencia de los «caudillajes», sociedades que carecían en la obra de Morgan de un estatuto teórico plenamente garantizado, queda, en ade lante, reconocida. ¿ Cuáles son las hipótesis que subyacen a la cam,trucción de semejante esquema? La e\'olución de las sociedades habría pro cedido, en principio, COmo la de Jos organismos \'i\'os, Je lo in diferenciado a lo diferenciado , de lo simple a lo complejo, y cada uno de los estadios distinguidos correspondería. por tanto, a un nivel cada vez más comple io de diferenciación y de inte
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graclón estructurales (Sahlins, 1961, p . 354). Sahlins busca los fundamentos de esta evolución en las transformaciones de la economía, en la «revolución neolítica» que habría permitido, no, en rigor, el nacimiento, pero sí la generalización y el predominio de las sociedades tribales sobre las sociedades de cazadores-reco lectores de la era paleolítica. A partir de estas hipótesis. el méto do de Sahlins y Service ha consistido en cons t ruir una represen tación «verosím il» de ese proceso, seleccionando las «caracterís ticas» del funcionamiento de algunas sociedades reales que pa recen corresponder a cada uno de esos niveles y ubicando esos materiales en las diferentes casi.llas del esquema preparadas al efecto. Hay que advertir que el mismo hecho de ubicar esas sociedades rea les en ta l casilla o en tal otra metamorfosea automáticamen te esas sociedades en representaciones «típicas» de la organización de la socie dad humana en tal o cual estadio de su desarrollo, y que así desaparecía automáticamente la evo lución real, singular, de esas sociedades, su historia, la Histo ria. Y al mismo tiempo, pues to que esas sociedades sirven para ilustrar un estadio que ni siquiera ellas mismas han franquea do hi stóricamente, adquieren, pues, un futuro imaginario en el preciso momento en que su pasado real desaparece. En 1968, en su obra Tribesme/1., Marshall Sahlins modifica de manera importante ese esquema, que reduce a la sucesión de tres estaclios: banda, tribu, Estado (en vez de cuatro), sin dar ninguna justificación teórica de ese cambio y sin que nin guna modificación doctrinal concernien te a los principios y a los fundamentos de La evolución social haya precedido o aCOm pa ñado ese cambio. Las razones q ue excluían en 1961 a los «cau dillajes» del estadio tribal -a saber, la presencia de
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bal» la casi totalidad de las sociedades primitivas conocidas. En esa diversidad extrema, Sahlins ve el producto de variacio nes estructurales múltiples impuestas por la adaptación de la economía «neolítica» a medios ecológicos extremadamente di versos en el transcurso de un movimeinto de expansión mun dial, iniciado hacia 9000 antes de JC. en el Próximo Oriente y hacia 5000 antes de JC . en el Nuevo Mundo con las primeras formas de la domesticación de las plantas y de los animales y seguido de la desaparición progresiva de los cazadores-recoJec tores paleolíticos, paulatinamente relegados a~ ZOnas ecológicas m a rginales no adaptables a las técnicas agrícolas y ganaderas del neolítico. Bajo los conceptos de economía neolítica y de so ciedad tribal, se encuentran igualmente comprendidas las socie dades de agricultores que emplean la roturación mediante el fuego de Amazonia, de Oceanía, de Africa Ecuatorial, los pasto res nómadas del cinturón seco de Asia y de Africa. los cazado res-pescadores de la costa Noroeste de América del Norte, que, gracias a la prodigalidad de su medio en recursos alimenticios, habían alcanzado el estadio tribal antes incluso de la aparición de la agricultura neolítica, los cazadores montados de América que transfonnaron rápidamente sus sociedades cuando redo mesticaron el caballo, introducido por los blancos, a lgunas so ciedades que practicaban una agricultura intensiva, frecuente mente de regacl1o, como los pueblo, los polinesios de Hawai, etcétera. Este inventario de sociedades y de sistemas económicos in numerables resulta hasta tal punto heteróclito que, para justi ficarlo, habría que demostrar rigurosamente que nos encontra mos aquí en presencia de mutaciones de un mismo tipo funda mental de relaciones económicas «neolíticas». Sahlins completa esta primera hipótesis con otra al suponer que esta diversidad ecológica y económica explica la diversidad de las relaciones so ciales que pueden encontrarse en las sociedades «tribales» y, particularmente, la diversidad de las relaciones de parentesco. ya sean de tipo de linaje. cognaticio, etcétera. Carecería de sentido reprochar a Salllins no haber desvelado «los misterios más profundos de la antropología cultural» (p . 48), ofreciendo una teoria acabada de la evolución social de la humanidad. La cuestión es de orden epistemológico y se refiere al hecho de que Sahlins. como mucho antes que él Lewis Mar gan, ha recurrido a un método que 110 permite verificar sus propias hipótesis y que, ante todo, consiste en comparar múl tiples sociedades primitivas carentes de Estado y de clases, in tentando aislar sus rasgos comunes y dejafldo provisionalmente
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al man~erl sus diferencias. Se trata , por consiguiente, de un pro
cedimiento empírico que va en sentido opuesto al resultado buscado, ya que, para demostrar que los diferentes sistemas económicos y los diferen tes tipos de relaciones sociales que ha inventariado son transformaciones necesarias y reguladas de estructuras sociales que de ben ser reconstruidas por el pensa miento en la medida en que no son directamen te observab les en cuanto tales, Sah lins debería emplear un método q ue diera cuen ta a la vez, y por la acciólZ de los luislIlOS p r il/cipios, de las semejanzas y de las d iferencias entre esos s istemas económi cos y sociales, un m étodo, por consiguien te, que no an ulase las diferencias o que no las encontrara de n uevo, más allá de las semejanzas, como un residuo embarazoso . Aho ra bien , precisa men te nos encontramos, en el ca so de Sahlins, ante u n m o vi m ien to pendular de ese tipo entre semejanzas y diferencias. E l primer r asgo común de toda s las sociedades «tr iba les» que Sahlins a ísla es el hecho de q ue las un idad es sociales ele men tales que las compon en son «grupos m ul ti fa mili ares q ue explotan colectivamente un área de recursos com ún y forman una u n idad residencial durante todo el año o la m ayor parte de él». Sahlins den om ina esas unidades elementales «segmen tos prim arios», de donde se deriva el sentido del término «sociedades segmentar ias" , empleado in diferentemente en vez de «sociedades tribales». Sah lins hace volunta ria mente «a bs tracción» de los carac teres intern os de esos segm en tos sociales, es decir, de la n aturaleza exacta de las relaciones d e pa rentesco q ue organizan esos grupos mul tifamiliares y hacen que esos segmentos cons tituya n, b ien segmentos de linaje patr ilíncal (tiv) o m atrilinea l (iroqueses), bien segmentos cogna ticios (los iban de Borneo, los lapones), etc. Lo que queda aislado por este procedimiento es, pues, un rasgo que pertenece más bien a la «for ma general» de un elevado núm ero de sociedades primiti vas que a s u contenido específico. E l segundo elemento común que Sahlins pone de relieve es el carác ter m u ltifu ncional de las relaciones de parentesco que organizan esos segmentos primarios. Por este lado apunta al hecho de que esas relaciones de paren tesco, a bstracción hecha de su carácter patri, matri, bilineal o no lineal, funcionan al mismo liempo como relaciones económicas, relaciones poliLi cas, relaciones ideológicas, etc.; en resumen, poseen la propie dad, según la famosa expresión de Evans-Pritchard, de estar «funcionalmente generalizadas». E l reconocinlien to del carácter po lifuncional de las relaciones de parentesco tiene una gran trascendencia critica en el p lano teórico, puesto que impide ver
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en el parentesco tan sólo un elemento de la superestructura so· cial distinto y separado de la infraestructura económica, del modo de producción. De ah í Sahlins concluye que los diversos sistemas económicos de las sociedades «trib a les» son o tras tan tas variedades de un mismo modo de producción fundamental, el modo fami liar de producció n ". E<;ta expresión no es sinóni1ll3 de «modo de producción rami li ar», puesto que la producción en el seno de las sociedades tribales implica frecuentemen te la co· operación de varias familias o la utilización, más allá de las fuerzas productivas familia r es, de la cooper ación de grupos so ciales no familiares (clases de edad , e tc.). Signi fica únicamente que la producción y e l consumo están en última i/lStancia re· guIados, esti m ulados y limitados por las necesidades y los me dios de los grupos familiares (pp . 7-+ Y 75). As í pues, hasta el p resente la exp resión «sociedades triba les» designa a todas las sociedades primitivas que tienen en común esos dos rasgos visibles de su f uncionam ie nto: existen cia de uni dades sociales ele mentales, de segmentos primarios q ue presentan la forma de grupos loca les mu ltifamiliares , y p lu rifunciona li dad de las relac iones de paren tesco que organi zan esos grupos fa m il iares . Pero a part ir de l momento en que se va más allá de ese denominador comú n son p recisamente las d iferencias entre las soc iedades tribales las que ocupan el pri mer plano y, por tanto , lo q ue hay q ue inven tar iar y explicar. Ahora bien, si algunas de ellas conduce n simplemente a distin guir subclases en el seno de la clase de las socied ades tribales, o fras, por el contrario, son de tal nat uraleza qu e ponen en en tredicho la propia u nidad de esta clase , por consiguiente, a h í es donde su rgen y se concen t ran todas las dificultades teórica-; pro. p ias de un proced imiento comparativo em pírico. Para rea liza r la prueba basta analizar las dificu lt ades y las contradiccionc!' de S ah lins cuando trata de incl uir en la definición de las sociedades tribales un tercer elemen to : la propiedad «de equivalencia es tructur al» de los segmen tos prima r ios que las componen . Ah ora bien, al llegar a este punto abordamos problemas fundamen ta les de la antropología. Por «equ i\'alencia estructural» de segmentos primarios se designa el hecho de qu e sean funcionalmen te equivalentes, es decir, económica, política, cultural e ideológicamente idénticos e iguales. Cada segmento . cada comunidad Jacal es lo que son las otras, hace para sí misma lo que hacen las otras. La ilusll-a eión más perfecta de ese principio de equivalencia estructural de los segmentos la constituye para Sahlins la sociedad tiv de Nigeria. Todas las comunidades locales tiv son segmentos de
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linajes que pretenden ser des<:endientes de un antepasado co mún y que ocupan territorios contiguos. Los niveles de organi ación social superiores a esas comunidades no operan siDo de forma temporal , cuando las enfrenta un conflicto. Si la comuni. dad a ataca a la comunidad b, entonces el linaje 1 en bloque afirma su solidaridad y se moviliza para afrontar al linaje !l. Si el segmento de linaje d ataca a la comunidad vecina e, todos los descendientes del antepasado A se movilizan contra el li naje máximo B. Los niveles de parentesco y de organización social superiores al nivel local segmentarío no existen, pues, no se convierten en complementarios sino «por oposición», se gún la fórmula de Evans-Pritchard a propósito de los n uer (1940, p. 144).
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Comparemos este esquema con el modelo reducido de caudi llaje polinesio, «integrado» bajo la forma de un vasto «clan có nico» (Kirchhoff), y que comenta Sah1ins de forma tan notable. Inmediatamente podemos constatar que en el caso del cau dillaje polinesio ha desaparecido el principio de equivalencia estructural de los segmentos primarios que existe en el caso de los tiv y de los nuer y que, en opinión de Sah1ins, debería ca. racterizar a todas las sociedades tribales. Todos los segmentos y todos los individuos que componen el caudillaje quedan a
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po nir de este momen to colocados en u n orden de jerarquía des cendente a partir del jefe a, el primogénito de los dl'scendien tes <.IeI hijo primogén ilO del fundador del clan , (En el caso de los kachin de Birmania, la autoridad . por el contrario, recae en el hijo menor de Jos descendientes del último hijo del ante pasado fundador . Véase Leoch,) Nos encontramos, ciertamente, en presencia de una sociedad segmentaria, pero jerarquizada en categorías y en estatutos sociales desiguales, c.uyo peso se agrava a medida que se llega , siguiendo las líneas gt'nealógic3s, a Jos hijos menores de las ramas menores de la descendencia del fundador. 5ahlins subraya que este tipo de caudillaje no con~tituye u na sociedad de clases : «se lrata de una estructura de ni\t'l es de interés más bi en que de con fl ictos de inkn:ses, de propiedades familiares g raduadas -en Ll control de la riqueza y ele la fuerza, en los derechos a exigir servicios de los otros, en el :lcceso a l poder di\ino, en los aspectos m3teria les de Jos es tilos de vida- de tal mod o que, si bien todos los individuos son parien tes en [re sí y miem b ros de la sociedad, sin embargo algunos lo son más que otros» (p . 24 ). En adelante, y por ias misl/las razones que hacen que Jos segmento., primal'ios de la sociedad dejen de ser funciona lmente eq uivalentes, los nivele.. de organización de Iinajc superiores a los segmentos locales -que tan sólo tienen una existencia episódica y u na importan cia social muy limitada en la reproducción de las sociedades acéfalas- existen en fonna de il/Slilllciones penl/(/Ilellles, do tadas de f/l/1ciones diferentes y complementarias para la repro d ucción de la sociedad en su con j un to y que, por consiguiente, controlan de forma diversa pero eficaz el funcionamiento 1/1 temo y la reprod ucción de las comunidades locales . Estas últi mas ya no poseen la amplia autonom ía paJi rica, económica e ideo lógica que les corresponde en e l seno de las « tr ibus acCfa las» . Y esta jerarquía ele funciones es la q ue convierte al jefe supremo y al grupo de parentesco al que pertt'nece elJ el cen tro y e l vértice de la sociedad ,en su to talidad, puesto que per soni ri ca y controla el con junto de las relaciones de dependencia reciprocas de todos los grupos y de todos los ind ividuos que componen la sociedad . A.!:> [ p ues, aun si exis te u na semejallza forlllal en tre la orga nización de linaje de a lgunas tnbus acéfa las y la organización de linaje de detel-minados caudi lla ies ( mientras que , desde el propio punto d(; vista de Marsha ll Sahlins, el clan polinesio es más bien un grupo de dc~c('ndencia cognada, y, por tanto, en realidad no lineal, aunque de «ideología" patrilineal), lo esen cial es que esos linajes fUllciollan de forma completamente di-
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El ('o/lce rlO de tri/m
fcn:nte. Ciertamente, las relaciones de parentesco son seg:mLn tarias, multil'uncionales en ambos casos, pero esas s<.Dle janlas de «fnrl11a» parecen de una importancia limi tada en n'lación con la<; consecuencias que implican las diferencia'i de sus fun done", v de su estructura interna en todo'> los aspectos: t'CO nómico, politico e ideológico, del funcionamienLo y de la re producción de esas sociedades . Este resumen demuestra claramente que, aun si la forma general de las relaciones sociales es todavía en este caso la de las relaciones de parentesco multifuncionaks, de hecho, con las sociedades segmen tar ias acéfa las ~ los grandes caudillai~s polinesios, nos encon tramos en presencia de dos modos de pro ducción diferentes , y CIl\'Q diferencia 110 estriba el! ser doc; \'arie d(/c/es de tilia lI1isma especie: el llamado «m odo fa m iliar de producción » d e 5a11lins . Porque lo que caracteriza) deternl ina ante todo las relaciones de producción en el caso de los caud i llajes polinesios son las relaciones existentes entre una aristo craci a que 110 l rahaja , dis f ruta del /llol7opolio de l poder polí tico, ideológico y religioso y dispone del trabajo, de los pro duc tos y de los recursos mat~rÍ3les de los p roductores direc tos v la masa de las pasonas cOl'dentes que \ Í\en en las comuni dades locales. Ciertamente, es impo r tante y , por tanto, debe ser exp li cado, el hecho de q ue los a ri s tócra tas y las personas co rrientes sean o se consideren parientes lej anos y se traten como tales, e igua lmente es importan te, pero de menor trascendencia, que la form a de sus relaciones de paren tesco sea pat r ili neal; no obstante, lo dt'c isi\'o en es te caso es que el moclo de produc ció n y las estructuras po lít ica s e ideológicas a él vinculadas <,on le u na natu raleza comp letamen te d istinta a la de las sociedades de li naje, como por ejemp lo los l1uer o los tiv . La aparic ió n de \ 'erdaderas clases sociales su pone precisamen te la desapa rición no de las relaci ones de parentesco, sino de su capacidad d e ser la forma general de las relaciones sociales, y se requieren cond i ciones absolutamente específicas para que las relaciones políti cas, itlcológicas, as í como las relaciones de prod ucción entre una aristocracia y el pueblo ll ano se desarrollen [uera de las relacio nes de parentesco. Sahli ns no ha ignorado, c ier tamente, este p rob lema fu nda mental de la aparición de las clases, pero ha aludido a él sin tratarlo.
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Maunce Godelier INTENTO DE BALANCE: CRISIS DE UN CO'\CEPTO O CRISIS DE LOS FUNDAMENTOS E.\<\.PI RICOS DE LA ANTROPOLOGÍA
Así pues, al final del esfuerzo más persistente que se ha des plegado desde hace tiempo en antropología para redefinir y utilizar e fi cazmente el conceplo de «tribu», llegamos a un re sultado ampliamente negativo. La clase de las sociedades triba les se encuentra, pues, partida en dos m itades, y a ambos Ja dos de una línea divisoria , cuya naturaleza y génesis permane cen oscuras, se reagrupan , por un lado, las sociedades segmen tarias acéfalas y, por el otro, las sociedades de caudillaje. Las diferencias estructurales entre esas sociedades predominan, tan to en número como en importancia, sobre sus semejanzas, y en este sentido el in tento de Sahlins, en 1968, de reagrupar bajo una sola categoría esos dos grupos de sociedades, que distin guía y oponía en 1961 , resulta un fracaso . Este fracaso con[ir ma, por otra parte, los resultados de las comparaciones esta dísticas de Cohen y Schlegel, que, utilizando los procedimientos matemáticos de Fisher de análisis regres ivo de la co\'ariación de variables múltiples, concluían en 1967 que «no había un sopurte sólido para la idea de la existencia de un estadio social w7it i cado entre las bandas de cazadores-recolectores y las socieda des estatales». Probablemente, un análisis estructural minucio so de 10$ sistemas económicos de todas esas sociedades nos descubriría la existencia de muchos otros modos de producción en el seno de ambas categorías de sociedades y, de rechazo, trastrocaría esta clasificación excesivamente sumaria . Hendida por la mitad, la clase de las sociedades «tribales» es, por otra parte, apenas distinguible en sus confines de las oLras dos categorías de sociedades a las que se la opone, las "bandas» de cazadores-recolectores, PO¡- l!na parte, y las socie dades «estatales», por otra. Herber t Lcwis y Morton Fricd han demostrado con razón que los criterios utilizados por Sahlins y Service para definir las sociedades tribales acéfalas segmen tarias no sirven. para difere/1GÍarlas verdaderamente de las so ciedades llamadas «bandas», a las que estos últimos las oponen. Por otra parle, muy lejos de ser radical y universalmente in compatible con la ex istencia de las sociedades tribales, un Es tado-Imperio consolida frecuentemente los caudillajes y las tribus que domina y, a veces, las crea de nueva planta, sin que necesariamente haya que concluir, como lo hacen Fried o Col son, de esos procesos, verificados aún ayer por la práctica de las potencias coloniales eu ropeas, que trib us y caudillajes fUe-
El concepto de tribu
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ron siempre y exclusivamente formaciones sociales secunda rias, subproductos de Jos procesos de formación de las socie dades estatales. En definitiva, parece que el concep to de «sociedad tribal» designa un pequeño grupo de rasgos visibles del funcionamien to de numerosas sociedades «primitivas», a saber: el carácter «segmentario» de las unidades socioeconómicas elementales que las constituyen, el carácter, real o aparente, de «grupos de pa ren tesco» de estas unidades socioeconómicas y el carácter «mul tifuncional» de esas relaciones de parentesco. La vaguedad de esos criterios es tal que el concepto puede aplicarse a un núme ro inmenso de sociedades primitivas que se yuxtaponen en vas tos amasijos de límites imprecisos . Por o tra parte, lo que sor prende en la historia de este concepto es lo poco que en el fon do ha cambiado desde Lcwis Margan (1877), mientras que los múltiples descubrimientos realizados desde entonces sobre el campo agravaban y acusaban cada vez más la imprecisión y las dificu ltades del mismo. De su contenido ha desaparecido, por una especie de hudim icn to interno, lo que estaba directamente relacionado con las concepciones especulativas de Morgan, por eJemplo, la idea de un orden necesario de sucesión de los sis temas ma trilineales de parentesco a los sistemas patrilincales, concepciones hace tiempo caducadas para todos, incluidos aque llos que se proclaman discípulos de Margan. El mal, por consiguiente, no está en un concepto aislado, sino que hunde sus ra íces en una problemática que necesariamente producirá los mismos efectos t eóricos mientras continúe confi. gurando el trabajo científico. E n el caso de Service y Sahlins, este método es el del empirismo neoevolucionista contemporá neo, y añade los límites del uno a las debilidades del otro. Todo empirismo tiene tendencia a reducir el análisis de las socieda des a la puesta en evidencia de los rasgos visibles de su fu n cionanl iento, y, a continuación , a reagrupar esas sociedades bajo diversos conceptos, según la presencia o la ausencia de deter minados rasgos elegidos como puntos de comparación, p.:!ro incesantemente se ve amenazado con el dilema sin salida de la excepción y de la regla. El neoevolucionismo utiliza los resultados abstractos, pro ducidos por las operaciones emplricas de claSIficación y de deno minación de las sociedades, pura construir un esquema hipol,éti co de la evolución dt: la sociedad humana. Este esquema no se construye partiendo de los resultados de un análisis de la evo lución real de las sociedades que sirven para ilustrarlo, sino que es construido lógicamente a partir de conclusiones ex 15
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traídas dd estudio de la evolución de la naturakza y, particu lanncnte, de la evoluc ión dI! los seres vi\'os El empirismo neo c\olucionista jamás loma del louo en serio los (enómenos de rCH'r'iihilidad, '! aun nll.'IIOS lo::; knollll.'nos de devoluciun que c:-..islen en la evo lución de las sociedades, y enfoca esta evo lución casi exclusivamcnte como un mov imiento general y con un 'icnliuo Úl1ico, como un avance por estadio"- generalcs (con la excepción, no obstante, de Julian Steward y de algunos otms que ven en la e\olucion 1111 fenóme no mul lili ncal). Ahora h iLn, no exis te evoluc ión sin uc\'o luciún, no hay evolución en un sen tido sin pos ibilidad de evolución en otro o en varios o tros sen tidos : no ex iste e\'ol ución «en genera l", ni lamroco auténtica «cvolución ge ne ra l» de la humnnidad , La huma n idad no es un sujcto, tampoco las sociedades lo <;on , y suo:; respec ti "a" l, isto nas, lá H istoria, no es la dd dcsarro!I o de un embrión u orga ni"mo. Para dec irlo con una rrase de Marx, calla estl'uclu ¡, l subn; las olras ) sobre la reproducción dL sus fUI1.:ioncs y dc "us conc\iones, Ahora bien, si l~'\'istc una causalidad di(ercllcial de las es IrllLluras, d prllbk ma dL'ci\i,'u Je ulIa leona curnpdrdda de las suclCdaclcs, tantu de sus l'strul turas como de su historia, c~lnsi~t(! en dl!terminar la causa, determlnanlc en IiltilllO tllláli,
I r()//(;epto de tribu
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si.\, y , por lanto, prioritaria en la realiúad, sin <¡er unlca ni ex CIlI"¡\.I, dI.' esa., tlispo"iciones cO:;lructura les y de sus tram,[or Il1JCiUIICS. De Marx a Morgan, de Morgan a Firth, de Firth a Sahlins, a pesar ue las dil"crcncias existl!ntcs entre dichos auto !"t:''', esta causa lt dad d iferencial priori taria se ha buscado en la base material de las sociedades (revol ución neo lllica, revol u ción industrial, elc,), en su organización económico. Poniendo en pn.'ll'tici1 tales análisis se podrá determinar rigurosamente la rarte clcnlir ica de l concepto de tribu, de «sociedad tr ibal», con la condición, por supues to, de renunciar a poner en prácfica (''-lo:,; métodos sobre soc iedades ais ladas de su conte:-..to y de dicClrse a hacerlo sobre conjun tos limitauos de sociedades ve cinas, a trabaiar, según la expresión de Herbcrt S , Lcwis, sobr film'cnio.s especificas y limitadas, Pau latinamente sc recons lruirón 50bre hases mús firmes, no solamente una teoría de la cvolución de las sociedades, sino también una teoría del paren tesco, de la religión, de la políLica, en sus conexioncs c!'lruc turalcs. e'ipecíficas con la lógica de divcrsos modos ele p ro duccion . COl/lb iar el campo y los términos del problema j. Hay que extrañarse todavía de que a l intentar explicitar el conccpto de t ribu y recorrer brevemen te su h is toria se haga ,>urgir del fondo de los discursos y de los t.raba jos cotid ianos de los nntropólogos trasfondos teóricos contradiclorios, hábi los de IJemamicnto s ilenciosamente reproducidos y sed imenra dos y que, en mllcho::; casos, <;c han convertido en caminos que no lIe\'a n ti ninguna parte? Para descifrar esta historia v llevar hasta el final la evaluación crítica del concer to de tribu, hay que hucer algo más que analizar cada día más profundamente las realidadcs que dcsi!!l1a, hay que saber en cier to modo leel·, cn I;.¡ misma matcria del concepto, d istintas capa,> quc corres ponden , no 3 di-;t inlas prop iedades de las realidades a las que apunta, sino a «efectos de pensam iento» distintos, e<¡ decir, a los efectos de maneras distintas del pensamiento úe aplicarse, dI.: trao
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giere que las relaciones de parentesco desempeñan o desempe ñaban, en esas sociedades, un papel dominante. Las dificultades del concepto empírico de tribu estriban, al parecer, en que esta «forma genéraI» bajo la que aparecen las relaciones sociales típicas de detenrunadas sociedades no se limita a mostrar la apariencia de esas relaciones sociales, sino que sugiere al mismo tiempo algo concerniente a su naturaleza y a sus conexiones internas o, al menos, por el hecho de que no hace aparecer esas relaciones sociales más que como aspec tos del parentesco, impide ver de otro modo lo que muestra y ver algo distinto de lo que muestra. El problema concierne, pues, ante todo al pensamiento abstracto y nace de su acepta ción o de su negativa a seguir las direcciones señaladas por las apariencias de las cosas. Por esta razón, las «dificultades» del concepto de «tribu», de «sociedad tribal» no están aisladas , no son únicas. Volvería mos a encontrarlas bajo otras formas a partir del momento en que se explicitaran los conceptos próximos o emparentados de «banda» y «sociedad estatal», es decir, conceptos que desig nan otras «formas» bajo las cuales aparecen las relaciones so ciales de otras sociedades y con las que determinados antropó logos construyen esquemas generales de la evolución social de la humanidad. Por esta razón no cabe esperar «mejorar» aisla damente el concepto de tribu, curarlo de sus achaques, antes de pasar a los conceptos siguientes y mejorarlos uno tras otro. Es preciso - yen ello radica una verdadera revolución teóri ca- que el pensamiento «abandone el terreno» de las aparien cias y cambie completamente los términos de los p roblemas, sin agotarse en resolverlos tal y como se presentan. O, al me nos, es preciso que vea problemas allí donde cree encontrar soluciones. Por tanto, los nuevos términos en los que habría que formular la cuestión son: ¿Qué es lo que determina el he cho de que en determinadas sociedades las relaciones de pa rentesco desempeñen un papel dominante, dando a todas las relaciones sociales y a la sociedad su forma general? ¿Qué es lo que determina el hecho de que en otras sociedades (las teo cracias inca o azteca, por ejemplo) las relaciones político-ideo lógicas desempeñen un papel dominante e impregnen todas las relaciones sociales, dando a la sociedad su forma general?, etc. Esta es la dirección que Sahlins y otros autores han empren dido, investigando en las «formas de la economía neolítica». del «modo familiar de producción» o del «modo de producción de Linaje» que caracterizan a la «sociedad tribal», la respuesta a la cuestión de su naturaleza exacta y de sus formas de
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aparición. Desde nuestro punto de vista no es ahí donde está su error. El error está en otra parte: en el hecho de no haber analizado realmente esos modos de producción, de continuar describiéndolos en las formas mismas en que aparecen y de ha herse condenado a no poder mostrar ni analizar la causalidad estructural específica, es decir, «la acción de determinación úl tima» de esos diversos modos de producción sobre los otros niveles de organización de esas sociedades y sobre sus modos de aparición o sus formas generales. Por esas razones, nadie puede desembarazarse de las difi cultades que implica el contenido del concepto de tribu, ya sea decretando por ucase la muerte de este concepto y enterrán dolo en el silencio, ya sea estigmatizando de infame empirismo a qu ienes continúen empleándolo. Mientras no se hayan cons truido nuevos conceptos para resolver. no los problemas que planlea, sino que se plantean en relación con las realidades que designa, ese concep to se reproducirá bajo formas más o menos refinadas y continuará prestando el mismo tipo de buenos y ma los servicios . Sólo cuando haya perdido su objeto perderá su lu gar y subsistirá como la huella de una forma de pensar que siempre se brindará al pensamiento espontáneo, pero de la que el pensamiento científico habrá aprendido primero a descon fiar y luego a prescindir.
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Este texto 1 pretende solamente presentar, con la mayor cla ridad y brevedad posibles, algunas ref1exione~ teóricas sobre el problema de las conexiones entre modo de producción, relacio nes ck pa.r entesco, organización familiar y estructura~ demo gráficas. Nuestro propósito es, ante lodo, metodológico y se apoya principalmente en los trabajos recientes de Aram Yen goyan 2 sobre los sistemas de parentesco de secciones y de sub secciones de los aborígenes austr:.dianos. No intentamos, e n modo alguno, hacer un análisis completo de estas sociedades, y todavía menos una comparación, estadística o no, de todas las formas de organización económica y social de los pueblos caza dores y recolectores sobre los que la antropología dispone de informaciones valiosas, cuando la mayoría de estas poblaciones han dejado de existir para siempre o están próximas a des aparece r. Nues tra primera preocupación es la de contribui r aquí al estudio de lo que hoy en dia se llama a menudo en Francia el problema de la «causalidad estructural» de la eco nomía, es decir, el estudio de los efectos de las relaciones de producción y de un nivel de desarrollo de las fuerzas producti * .La Pensée", enero 1974.
I Est.: le~to es una versión práclicamentc reclaborada de una parte de un informe presentado :lnte el Simposio 50bl'e la población y la fami lia, organizado por las Naciones Unidas y que se celebró en Honolulú del 6 al 15 de agosto de 1973. 'Aram P. Ycngoyan, 1968: a) cDemographic and Ecological innucn ees on Aboriginal Auslralian ma rnage sectioos», en ,"tan tll/! lhmler, R . Lec e I. Devore, ed. Altlíne Publis hin g Campan", 1968. pp. )58-159. 1968: b) . Au~tralían Scction Systc01s-Demographic compom:nls anu intcrnction:u similarill~S wich Ihe KUl1g BIJ~hmcn . : Vl1l. 3, Proceedillg uf lite VI 1/ 111 t ema/iO/lUZ COlIgress of A/Lthrol'ologica/ and Frlllw/u¡! icul SCt
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vas, los efectos, pues, de un modo de producción sobre otros niveles de la organización social 3. Hagamos primero dos observaciones. La familia, al contra rio de lo que piensan algunos demógrafos y sociólogos, no es la unidad de base, la célula de la sociedad, ni tampoco, como afir maba Julian Steward, antropólogo evolucionista 4, el primer paso de la evolución de la sociedad humana, o al menos el pri mer «nivel de integración» de la sociedad producido por esta evolución. Una familia no puede existir y reproducirse a través de las generaciones independientemente de otras familias s. Esta interdependencia viene impuesta ante todo por la existencia uni versal de la prohibición del incesto y de la regla de exogamia que la acompaña, sean cuales fueren sus formas o su campo de aplicación. La estructura interna de una familia supone de este modo in mediatamente la existencia de reglas sociales que definen unas formas de matrimonio, de filiación y de residencia que constitu yen las condiciones legitimas del nacimiento de esta familia y determinan algunos aspectos de su «ciclo de desarrollo» 6. Estas reglas sociales constituyen, con el conjunto de términos que de signan en la lengua las relaciones de consanguinidad, de alian za, etc., los aspectos visibles de lo que; de forma empírica y no rigurosa, se denomina las relaciones de parentesco. Pero para explicar el hecho de que, en el seno de una so ciedad determinada, un tipo de organización familiar funcione como unidad de producción y/o unidad de consumo o no fun cione, en absoluto o solamente en parte, como tal, hay que ir más allá de estos aspectos visibles de las relaciones de parenJ Hemos analizado este problema en el Prólogo y la primera parte de este volumen, titulada «Antropología y Economía». • Julian Steward, Levels 01 Sociocultural lntegration: an OperationaI Concept , Southwestern Jouma1 of Anthropology, VII, 1951 , pp. 374-_~90. Véase igualmente, del mismo autor : Theory of Culture Chatlge, Universi ty of llIinois Press, 1955, cap. 111, y, sobre todo, el cap. VI, dedicado a un grupo de cazadores-recolectores de la gran cuenca semiárida de América del Norte: «The great Basin Shoshonan Ind ians : an e:ocample of a Family leve! of Sociocultural Integralion_. Al final de su vida Julian Steward puso en d uda la existencia de tal nivel familiar de integración . CE. la carta a Yehudi Cohen, en Y. Cohen: Man in Adapta/iOll, The Cultural Present, Aldi.1le, 1968, p. 81. 5 C. Lé\;·Strauss, «The Family_, en MarI, Culture and Socie/y, H. Sha piro Ed .. Oxford Univ . Press, 1960, p. 278. Hay traducción castellana in cluida en Polémica sobre el origm y la Wliversalidad de la familia, Cua dernos Anagrama, Barcelona, 1974. • Jack Goody, Domestic groups, Addison Wesley Module, 1972, pp. 21 Y 28, y Meyer Fortes, T"e Developmental Cycle in Domestic Groups, Ox ford Univ. Press, 1958, pp. 1-14.
Modos de producción, relaciones de parentesco
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tesco y examinar las condiciones sociales de la producción, el o los modos de producción de los medios materiales de la exis tencia social. Estas condiciones sociales son las que determinan el papel relativo del grupo doméstico en el proceso social de producción, la presencia o la ausencia de formas de división social del trabajo que desbordan los límites de los grupos do mésticos y de las comunidades locales 7_ Son estas condiciones sociales las que determinan la presencia o la ausencia, en el seno de los grupos domésticos, de esclavos, de servidores u otras clases de subalternos. Estos aspectos del funcionamiento de los grupos familiares dependen, pues, de la naturaleza de las relaciones sociales de producción. En resumen, la estructura interna de un tipo de organización farrÍiliar «parece. depender, al menoS, de dos grupos de condiciones sociales previas: las relaciones de parentesco y las relaciones de producción. Pero ésta no es sino una formulación empírica y provisional que se revela falsa o, al menos, plantea problemas insolubles cuando analizamos sociedades en cuyo seno las relaciones de parentes co asumen asimismo, interior y direct.amente, la función de re laciones de producción. Es dificil entonces oponer economía y parentesco como dos «instituciones. con funciones diferentes. Ad vertimos aquí algunos de los presupuestos del método empi rista: por una parte, define las instituciones solamente por sus funciones aparentes; por otra, supone que son necesarias insti tuciones distintas para asumir funciones distintas. Las conse cuencias epistemológicas de estos presupuestos son decisivas, ya que, como vamos a ver con mayor detalle, impiden la cons tituci6n de una teoría rigurosa de la «causalidad estructural. de la infraestructura de las sociedades sobre la lógica de su funcionamiento y de su evolución. Nuestra segunda observación preliminar se refiere a las es tructuras demográficas de las sociedades. Estas estructuras no son un «primum movens» de la sociedad, sino el resultado com binado, sintético, de la acción de varios niveles estructurales más «profundos.., de una «jerarquía» de causas, la más impor tante de las cuales es, de nuevo, la estructura del modo de pro ducción, es decir, el nivel de las fuerzas productivas y la natu raleza de las relaciones sociales de producción que forman la infraestructura de la sociedad. Sin embargo, una vez hecha esta observación, hay que analizar más de cerca el hecho de que la 1 Véase el excelente artículo de Witold Kula, _La Seigneurie et la fa mille paysanne dans la Pologne du XVIII' siecle., en ~ A/lnales, nÚIm.. . ro especial consagrado al tema .Familia y Sociedad_, julio-octubre de 1972. pp. 949-958. .
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población de una sociedad sea el resultado «sintético» de la acción de vatios niveles estructurales, de una combinación de causas de importancia diversa . Ello significa -yen ello reside la complejidad del análisis de las estructuras demográficas de una socicdad- que cada tipo de relaciones sociales, cada nivel estructural está sometido a condiciones demográficas especifi cas de funcionam iento y de reproducción en el tiempo. La po blación de una sociedad es el resultado sin tético de la acción combillada de estas constricciones demográficas especificas que actúan de manera diferenciada en cada nivel '. El efecto com binado de estas constricciones const ituye el campo de la cau salidad específica de las estructuras demográficas sobre el fun cionamiento y la evolu ción de las sociedades. Los trabajos de Aram Yengoyan sobre las condiciones demográficas del funcio namiento de los sistemas de parentesco de secciones y de sub secciones de los aborígenes australianos nos van a pelmItir mostrar con precisión cómo la demografía es a la vez efecto y causa, i. e., condición de funcionamiento, de reproducción en el tiempo de las es tructuras económicas y sociales. Recordemos, para comenzar, lo que significa sistemas de pa rentesco de mitades, secciones y subsecciones. Una sociedad se caracteriza por un sis tema de parentesco de mitades cuando está dividida en dos grupos matri moniales exogámicos que in tercambian las mujeres entre si. La sociedad está organizada en secciones s i está dividida en cuatro grupos exogámicos, y en subsecciones si lo está en ocho. Como un hombre no puede tomar esposa en su propio grupo, s ino en uno sale de los otros grupos que componen la sociedad, el número de res tricciones matrimoniales aumentará con el número de clases matrimonia les: será uno en los sistemas de mitades, tres en los sistemas de secciones, siete en los sistemas de subseccíones. Para pre cisar más la lógica del funcionamien to de estos sistemas, toma • Esta postura tcórica es la misma que Marx expone en la famo~a -Introducción a la cdlica de la economía poJiticao: . Pal·cee lo correcto co menzar por lo quc hay de concreto y rea l en los datos; así, pues, en la econom13, empezamos por la población, que es base y sujeto dc todo el acto soc ia l ele la producción. Pero, bien mirado, este m~todo ~cría fal~o . La población es una abstracción si dejo a un lado las clases de que se compone. Estas clases Son, a su vez, una palabra sin sentido si ignoro los elementos sobre los cuales reposan ( .. ). Si comenzase, pucs, por la población . resu ltarj¡, una representación caótica lIel todo ( .. . ). Llegado a este punto, habría que volver ¡¡ hacer el viaje a la invers,. hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no con una representación caótica del todo . sino con una nca totalidad de determinaciones v rclacionc~ di versas», Karl Marx, COlltribución a la crítica de la ecollomfa polltica, Comunicación, Madrid, 1970, pp. 268-269.
Modos de producció/l, relaciones de parentesco
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remos de Elkin el ejemplo del sistema de secciones de la tribu de los kamilarol de Nueva Gales del Sur 9. Cada sección lleva un nombre diferente. O!ol.GRAM ¡\ DEl. S¡STEMA KAMII.AROY
e
Kambu = Mari Ipai
+---,
= Kabi~
-
El s igno = une las secciones quc practican los intercambios m:¡· trimoniales.
-
Las
fl~has
I
enlazan las secciones d.: la madre y de l hUo .
Podemos leer~entonce s en el diagrama del sistema de los kamilarol: si un hombre de la sección Kambu se casa con una mujer de la sección Mari, sus hijos pertenecen a la sección Kabi. Asimismo, si un hombre Kabi se casa con una mujer Ipaí, el hijo es Kambu. O también: si la mujer de un hombre Mari es Kambu, su hijo es Ipai. Si éste se casa ca una mujer Kabi, su hijo es Mari. Podemos constatar que todos los individuos que pertenecen a la tribu de los kamilarol se encuentran distribui dos en diversas categorías de parentesco. Si soy un hOmbre Kambu, mi mujer es Mari, mi h ijo Kabi, la mujer de mi hijo Ipai y mi nieto pertenece a la misma sección Kambu que yo. Del mismo modo, como soy Kambu, mi madre es Ipai y mi padre Kabi. El hermano de mi madre es Ipaí, como ella, y sus hijos son Mari, puesto que é l está casado con una Kabi . La her mana de mi padre es Kabi y sus hijos, por tanto, son también Mari. En la secCÍón Mari se encuentran, pues, todas mis plimas cruzadas patrilaterales y mat¡ilaterales, que pertenecen, por tanto, a la sección de mis esposas potenciales. . Todo cuanto se ha dicho sobre el sistema de secciones vale también, en principio, para las subsecciones, pero en este ú l timo sistema los parientes de un individuo se distribuyen en • A. P. Elkin, Les Aborigimes AlIstralicns. Gallimard, 1967, p. 162. Se ñalC'mos que, a partir dc los datos sobre los kamilaro'¡ proporcionados po r Fison y Howitt, que [ueron corresponsales de Margan , Engels pro puso en El origen de la familia, dI! la propiedad privadtl y del Estado un:¡ revisión del esquema de c\'olución de las r~lacioncs de parentesco y de la famil ia presentado por Margan en AllcielH Sociel)' en 1877. Ce. L. Fison y A. W. Howitt. Group marriage among tlle Australiall Aborígenes et KamilarOI al1d Klnnai, 1880.
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ocho grupos en lugar de cuatro. Esta división opera una distin ción entre primos cruzados e hijos de primos cruzados. Se prohíbe el matrimonio con la prima cruzada de primer grado, pero está prescrito con una prima cruzada de segundo grado O. e., bien la hija de la hija del hermano de la madre de la madre, bien la bija del hijo de la hermana del padre del padre). Veamos, sigujendo siempre a Elkin, el diagrama de un sistema de subsecciones correspondiente a una tribu del Este de Kim berley 10. DIAGRAMA DB UN SISTEM .... DE SUBSECCIOJIlES DEI. ESTE De KIMBIilU.EY
Al Djangala
r
QliC I[ L
A, Djum CI
DjoaIyi
C, Djoangori
Djungura .
B'I
Djoan
Bl~lJ
:::d:bj", :?J
J
Las flechas unen las subsecciones de la madre y del hijo.
Si yo pertenezco a Al, mi prima cruzada pertenecerá é!- B 2, pero la hija de la prima cruzada de mi madre pertenecerá a B I , es decir, a la subsección en la que yo puedo tomar esposa, etc. Reconocemos aqui las propiedades de los sistema llamados Aranda, analizados detenidamente por C. Lévi-Strauss en Las estructuras elementales del parentesco. Aram Yengoyan ha tra tado de determinar matemáticamente la cifra de la población de una tribu dividida en diez grupos locales (<(horda» o banda), que ocupara cada uno de ellos UD territorio definido, para que pudiera funcionar en aquélla un sistema de parentesco de sub secciones que permitiera a todo hombre que hubiera cumplido veinticinco años, edad habitual de casamiento entre los aborí genes australianos, encontrar una esposa de quince años o más en el seno de la subsección que le es prescrita y poder elegir entre 25 mujeres que satisficieran estas condiciones. Yengoyan ha demostrado que la cifra de la población debería ser de 1.070 individuos repartidos por igual entre ambos sexos 11. Ha demos A P. Elkin, op. cit., p . 168. Aram Ycngoyan. 1968 a) , Pp. 194-198. No exponemos, por falta de espacio, el método estadístico, por lo demás muy simple, utilizado en la demostración. 10
lO
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trado, además, que si la cifra de la población de una tribu or ganizada en subsecciones descendiera mucho - a consecuencia de epidemias, del hambre producida por una sequia excepcio nal o de la degradación de las condiciones ecológicas y económi cas provocada por la dominación europea y la introducción, por ejemplo, de formas de ganadería extensiva que modifican el medio vegetal y animal y trastornan, por tanto, los recursos de pueblos cazadores-colectores-, nuevos tipos de mat rimonio, in cluidas formas normalmente prohibidas de alianza matrimo nial, deberían hacer su aparición o bien adquirir un desarrollo excepcional y poner en movimiento, en el seno de la sociedad, nuevas contradicciones y conflictos sociales. La «acción» sobre las r elaciones de par entesco de las transformaciones de la base material de las sociedades pasa , pues, en primer lugar, por una modificación de las prácticas del matrimonio, pero esta mo dificación no se p r oduce sino en el caso de que las transforma ciones de la base material lleven consigo un hundimiento de la cifra de la población por debajo del umbral compatible con la reproducción del sistema de parentesco. Se pueden sacar de este análisis dos resultados teóricos, pero Yengoyan no 10. ha heého. Por una parte, dem uestra claramente que el efect.o de las transformaciones de la base material sobre el funcionamiento de las relaciones de p arentesco, es decir, so bre los diversos elemen tos que las com ponen , los distintos domi nios de acción que organ izan , no es unifor me ni general. La prác tica del matrimonio es la primera pieza del sistema que se modi fica. Ello puede llevar consigo cambios de residencia , pero en ambos casos las reglas de filiación permanecen intactas. Volve· mos a encontrar aqui un resultado teórico alcanzado ya por Morgan: en el funcionamiento de las relaciones de parentesco, las relaciones de consanguin idad cambian con m enos rapidez que las relaciones de alianza IZ y, puesto qu e a través del matrimonio la familia registra inmediatamente las modificaciones del siste ma de alianzas, de ello resulta la aparición de nuevos tipos de familia a medida que aparecen nuevas reglas de alianza. Pero, por otra parte, la acción de la transformación de las 12 Morgan, Ancient Society, parte 11, cap. 3, «The Turanían 01' Ganowa nian System of Consanguinity... En sus notas, Marx aprobó esta tesis de Morgan y la generalizó a todos los «sistemas» : .System of Consan guinity s ind dagegen passiv; r eco rding the progress made by the family al long iotervals apart and only changing radically when the famiJy has radically changed-, y añade (Eben.so vcrhlilt es sieh mit polilischen, rcli giosen, juritistichen, phiJosophischen $ystemcn übcrhaupt), en The Ethrur loglcal Notebooks of Karl Marx, ed. por L. Krader, Van Gorcum. 1m, página IU .
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condiciones de producción sobre el elemento más dinámico de las relaciones de parentesco, las relaciones de alianza, no es p sibJe más que en el caso de que estas t ransfonnaciones hayan trastornado previamente las condiciones demográficas de repro ducción del si "tema de parentesco. Las constricciones demográ ficas internas de las relaciones de parentesco constituyen , pues, una mediación necesaria para que las transformaciones de la base material de la soc iedad incidan sobre las relaciones de alianza . Las determinaciones de la base material no actúan, pues, sino a través de las determinaciones impuestas por otros niveles estructurales de la sociedad, es decir, en cond iciones determinadas por las propiedades estructurales objetivas de estos otros niveles estructurales. Estos dos análisis ponen, pues, de manifiesto la existencia de «relaciones de orden» entre los diversos niveles estructura les de la sociedad, y estas relaciones de orden hacen que las determinaciones de la base material estén mediatizadas por las propiedades objetivas, no intencionales, de estos otros ni\'eles y produzcan, en el seno de las condiciones de reproducción de los mismos, efectos direrenciados y heterogéneos. Ahol-a hic'1, se podría objetar que antes de sacar estas conclusiones de ::11 canee teórico general sería preciso que los resultados de Yen govan fueran veri ficados. Ahora bien, lo han sido dos veces. Por una parte, sus conclusiones han sido confrontadas con los datos demográficos recogidos por ciertos antropólogos en el seno de poblaciones "de subsecciones», y no solamente han sido verificadas, sino que han disipado la aparente contradiccion o, al menos, la prorunda divergencia que reinaba entre esos da tos . En1re los walbiTi, grupo del desierto central en cuyo seno trabajli Meggitt en 1954, la cifra de la población era en tonces de 1.400 individuos apl'Oximadamente, es decir, una clfra amplia mente superior a los 1.070 individuos necesarios para cl funcio namiento normal de su sistema de parentesco. Ahora bien, tal como se había pre\islO, el 91,6 por 100 de los matl;monios se guían la regla de la uniÓn prcfL'rcn~ial con la prima cruzada matrilateral de segundo grado !J. Por el conlrm;o, entre los :m gu la del golro de Carpcntana, estueli;:¡elos ror Mary Rcay en 1958-59, el 57,95 por lOO ele los matrimonios eran regulares, pero
Modos de producción, relaciones de parentesco
la población , a consecuencia de los drásticos efectos de la IIe gJ.da de los europeos, sólo com prendía 288 ind i\ iduos» 14 En un traba jo más reciente 1$, Aram Yengoyan ha propor ciunado una pnleha suplementaria de la exactitu d de sus análisis tkmo'itranelo que desde Jos años cincuenta la tendencia demo[!rá rica a la d isminución cons tante de la poblaciÓn aborigen australia na, que había comenzado en 1788 a partir de los primeros con tactos ) había prosegu ido h asta los años treinta, se había in vcrtidu a consecuencia de la sedentarización creciente y más o menos forzada de los grupos en reservas en las que , en general los indígenas viven en gran parte de la distlibución de alimen tos europeos realizada por las misiones y el gobierno 16. La se dentarización. e l cambio de régimen alimenticio, la disminución dd espaciamiento de los nacimientos, consecuencia de la sederi larización y el descenso brusco de la mortalidad infantil debi do al control creciente de las epidemias y de las enfermedades corrientes han provocado esta inver sión de tendencia y entra ñado un fuerte aumento de la población, cuya tasa de creei mite"nto e~ huy ca~i del 3,5 por 100 anua l. Se ha asistido enton ces -al menos en los grupos que no habían perdido lo esen dal ue sus estructuras tribales, como los pitjandjara- a una n'..,taur-aliún gradua l de sus an tiguas reglas de matrimonio y a una intcnsil icación creciente de sus prácticas ceremoniales 17. Este último fenómeno, de orden político-religioso, traduce, cla ro está , la voluntad ele estos grupos de reafirmar su identidad culLuml y de resistir a las presiones destructoras del proce,>o de dominación y de aculluración que surren, el cual les ha pri vado de sus tierras y somete sus antiguas prácticas religiosas y pulíticas a un trabajo de erosión y de extirpación sistemática. Al mismo tiempo hay que conslat;)r que, si bien se ha reor ganIZado el sistema tradicional de part'ntcsco según <¡us reglas furmales originarias en cuanto que las cond iciones demogl"áfi cas lo han rermitido. ello se produjo en un momento en que 1<1 infrae~tructura económica tradicional no sólo habia sido gra \'cml.'ntc distorsionada y estaba en un pmceslJ de rárido de rntmbamicnto como en las primeras etapas dd cont;:¡cto ton « Sllb ~cC' lioT1S at Borroloor1a., Ocea~lia, 38, pp. 9{).lt5, . . I! A. Ycngoyan, t972 al, "F. L. Jones, "Tlle Dcmography ur Ih.: Australian Abodgenes», /1,. (c'II1I,rrIJllul Suóa[ SerC/lL'': JÚltnW!, \"01. X \ 1L pp . 232·245. 1965; '111,' $lrlIC (1//" •.\ l/II,I (;/11\' Ir JI f\/I\lrclli"s AI,(Jn~iJ/111 l'u/llIlatúJI1, ('anh<:lTa. 1970. I A. )\'ngoyan, up. cit., Demugrapltic Factors ;11 Pit ialldíara Social l, s;a I¡;Z'Jl iVII. 1970.
" Mal V Reay,
1962. I tl1. J. i\k¡!I!Ül 1'162 : Dc "cr l Pe"!,!c , Svdl1t:'v, An l' u~ ami RllfJl'rt~on, 1Q 65 .: .. \I:lrriagc among fh e W;,lhiri 01 Cl'l1f ral AlISI rali,l: a ~t,lIhrical c:,amination., en A!ICJrigil/al \fall ;'1 Australia. Bcrdt Eu .. Angus and Ro. l",rl~lln, 1%8' ~larria!!c C¡'''Sl'S anu Dcmugrapll\ in Cl'l1traJ Au',u·alia. en ,\fall lhe Hltllter, Aldine, pp. 176-184.
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los europeos, sino que ya había sido ampliamente sustituida por un nuevo sistema, en cuyo seno la subsistencia del grupo se basaba cada vez más en el trabajo asalariado de los hombres, y en el que la caza y la recolección se había n convertido, de ac tividades centrales y necesarias de forma permanente para la supervivencia del grupo, en actividades marginales y ocasiona les a las que desde entonces se consagrará «el domingo o los dias festivos» 18. La importancia económica de la mujer se en cuentra a partir de ese momento considerablemente reducida y ello tiene por efecto la disminución del número de matrimo nios polígamos, ya que. en lugar de constituir una aportación de recursos suplementarios, tomar una esposa suplementaria significa asumir cargas su plemen tarias 19. Por otra parte, las nuevas relaciones económicas proporcionan los recursos mate riales necesarios para intensificar la vida rit ual por encima de los límites que permitía alcanzar el an tiguo modo de vida de los aborígenes. Las ceremonias son desde entonces más nume rosas y el número de participantes mucho mayor. Antes de la llegada de los europeos era muy raro disponer regularmente de recursos alimenticios suficientes para dar de comer durante dos o tres semanas a doscientas o más personas a base de los pro ductos de su caza y de su recolección. Así pues, en el mismo momento en que el nuevo sistema económico p roporciona las condiciones materiales y demográ ficas para restaurar las r eglas formales de parentesco, así como las prácticas religiosas y r ituales, e incita a intensificar estas prácticas como reacción contra la situación de opresión y de alienación económica, política y cultural que sufren estos gru pos, este mismo sistema hace desaparecer progresivamente la an tigua función de relaciones de producción que asumía el siste. ma de parentesco. Por tanto, aunque este sistema se haya reor ganizado y su forma sea la misma, sus funciones ya no lo son, " Radcliffe-Brown escr ibía en 1913 a propósito de los kariera, a los que había estudiado aiios antes: «Hoy en dfa los indígenas de la tribu kariera viven casi todos en granjas dedicadas a la cría de corderos que han sido es tablecidos sobre su territorio t ribal. Son alimentados y ,'es tidos por los propie tarios de estas gran jas o a expensas d el gobierno, y lo~ hombres y las mujeres robustos trabajan en las granjas. Su país fue ocupado por los blancos hace aproximadamente cincuenta años, y duran te esle período su núm ero ha dt::crecido constantemente. Hoy en día no quedan más de cien, comprend idos hombres, mujeres y niños... Todos, excepto los más viejos, pueden hablar un b uen inglés». «Thrce Tribes of Western Australia,., Joumal of lile Royal Arllhropological Inslilule, 43 , página 144. " F. G. Rose, TIre wind of Challge in Central AIlslralia: Tlle Aborigenes al Angas DOWI1S, Berlín 1965.
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pues ha desaparecido su función de relaciones de producción. 01 ras. ~unc.i?nes de ~arácter p.olílico-religios? ~an cambia do de signlflcaclOo y de Importancia, y por conslgtllente de lu gar y tle eficacia. Los aborígenes se han incorporado a una nueva forma de división del trabajo y están sometidos a rela ciones dc producción que nada Lienen que ver eon sus antiguas di\'isiones en secciones y suhseccioncs y les son ajenas. Para comprender los efectos de esta transformación es preciso vol ver alrás y descubrir y explicar el vínculo «interno» que existía en [os aborígenes aus tralianos entre las condiciones sociales de la producción y la presencia y el funcionamiento de sistemas de parentesco de secciones y subsecciones. También aquí los trabajos de Aram Yengoyan, que hemos completado con los de Meggitt, Hiatl, R. Gould, Rose, elc., nos resultan de gran valor. Yengoyan, apoyándose en los trabajos de Davidson, Radclif fe-Brown, Tindale, Elkin 20 y otros, ha tratado de descubrir si había una correlación estadística que expresara una relación funcional entre los efectivos demográficos de las diversas tri bus australianas, la superficie de su territorio, la densidad de su población y, sobre todo, la presencia o la ausencia de siste mas de parentesco de mitades, secciones y subsecciones. Parte del hecho de que su economía es una economía de caza y de recolección, es decir, que corresponde a un nivel de desa rrollo de las fuerzas productivas que no permite la lransfonnación de la naturaleza y hace depender la productividad ante todo de las nriaciones de las condiciones ecológicas. Ya en 1940 Tin dale observó que la superficie de Jos territorios tribales era in versamente proporcional a la cantidad de lluvia que quedaba en la superficie después de la evaporación. En 1952, Birdscll demostró que existía una correlación positiva (0,8), en las 123 tribus consideradas, entre precipitaciones medias y densidad de población. La lluvia determina la \'egetación y, puesto que la vegetación es el primer término de la cadena trófica, deter mina asimismo la abundancia de la vida animal 21 . El hombre,
y las
'0 D . S. Davidson , Tlle CJrrollolo1!,ical aspects uf AII.I/ra/iall Social Or gQll i~ (lliU/l, PhilaJclphia 1...ni\'. of Pcnnsvlvania Prcss. 1928. N. B. Tindale, «Di~lrib ullun of AlI~tra l i¡¡n Ahorigina.l TI lbcs: a Fidtl Sun'('v., Trél/lSaC rimlS ')/ rITe Royal Sl.Jcit!ry of Smlf}¡ A1JSIrt.lIia. núm . 64. pp. [40-231. 1940.
-Tribal and intertribal marrjugc among lhe Australian Aborigenes., NI/ 1953 . A R. Radcliffe·Bro\\n , • Social Organi ,f.¡llion uf ·\ustralian Tribcs., On'cmla, Vlonographs , r. lQ31 " J . B Birdscll, .Somo: emirnnmt'nlal 311U cullural tactor~ inrllR'nc;ng Ihe slrlltturing 01 A\Jstralian abori ¡¡;inal Populations ., TJ¡c Amalea,¡ Na IIIrr
mlllr B¡"lugy, 25, pp . ló9· 1911
16
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cazador y recolector, está en la cima de la cadena trófica y, al explotar todos los recursos vegetales y animales disponibles, depende de sus condiciones eco lógicas de reproducción.
Yengoyan ha ido más lejos que Birdsell y se ha preocupado
de es tudiar la distribución de Jos sistemas de parentesco de
estructura interna diferente. Ha podido poner de manifiesto
la ex istencia de una triple correlación entre, por una parte, la
aridez creciente del medio si se parte de las costas húmedas
de Australia hacia el interior desértico, la escasez y la disper
sión creciente de recursos y, por otra:
a) la ampliación progresiva de la superficie de los territo rios tribales; b) el a umento progresivo de la población de los grupos tri bales y la creciente necesidad de las bandas locales que los componen de intensificar SLt movilidad, su nomadismo y, por consiguiente, su separación en el tiempo y en el espacio; e) el aumento progresivo del número de divisiones sociales en mi tades (2), secciones (4) y subsecciones (8). ¿Cómo interpretar la presencia de sistemas de parentesco cada vez más diversificados y complejos a medida que se pe netra más en e l interior desér tico de Australia? Para ello hay que recordar una propiedad esenc ial d~ estos sistemas com plejos: el hecho de que la mulliplicación de las divisiones so ciales hace más complejas las redes de derechos y obligaciones en tre los grupos y los individuos que a ellos pertenecen y, por tanto, intensifica y amplía la reciprocidad social al mismo tiempo que asegu ra una flexibilidad mayor al funcio namiento de la organización social. Ahora bien, dados el nivel de las fuerzas productivas y la na turaleza de las técnicas de «producción», en el sentido amplio del término, cuanto más desér tico es el entorno ecológico, en ma yor grado los grupos locales, las «hordas» (del tártaro urdu: cam po) compuestas por varias familias nucleares emparentadas, se ven constreñidas a una movilidad residencial creciente en territorios mucho más amplios y se encuentran separadas entre sí por distancias mucho mayores y durante mucho más tiempo que en las zonas menos áridas. Por otra parle, los riesgos de un descenso catastrófico de los recursos alimenticios vegetales y animales clisponib les, debido a una sequía excesiva e impre visible son mucho mayores y hacen que sea absolutamente ne cesario para la supervivencia a corto y a largo plazo de los
Group Composition Among the Australian Aborigines.., Current Anthropo
lag.", pp 115·1 42, abril 1970.
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grupos locales clisponer de un derecho, de ltrlas garal1tías re cIProcas de acceso a los territorios vecinos más favorecidos, ocupados por grupos locales adyacentes. Ahora bien, ¿qué sig nifica un derecho que garantiza el acceso recíproco de cada grupo local al territorio de los otros gmpos, sino una relación recíproca, individual y colectiva, con las condiciones materiales de la producción, ya que la tierra es para los cazadores-reco lectores, según la b ella expresión de Marx, su «almacén primi tivo de víveres» y «el arsenal primitivo de sus medios de tra bajo,.? Vemos, pues, que los sistemas de parentesco de seccio nes y de subsecciones funcionan interiormente como relaciones sociales de producción y responden a las constricciones de fle xibilidad y de reciprocidad que imponen las condiciones mis mas de la producción. Esta conclusión es precisamente la que Yengoyan saca de su análisis, si bien en su vocabulario no hace uso del concepto de relaciones de producción: «It is thus suggested that the ability of local populations to sutTive under rigorous environmental cond it ions requires a cer tain flexibility in local organization wh ich allows for maximum mobilily of exploiting groups and a means of Iinking vast num bers oE individuals and groups through sections and subseclions ioto a network which permits small rnobile units to e.xpand and contraet under varying experimental conditions. Consequently one of the functions oE sections and sub-sections m ay have been an economic factor in allowing populations to «Ínsure» a vast territorial dornain from non-tribal groups , as well as «in suring» each local group 's future against economic hardship by permitting access into more favorable environments» 12. Nos encontramos aquí claramen te en presencia de relacio nes de parentesco que funcionan a la vez como infraestructura y como superestructura. Regulan, en efecto, el acceso de los u Yengoyan , en Mal'! Ihe lfunler, p. 199. "Se sugIere así qu e la capaci dad dI.! las poblaciones locales para sobrev ivir baio condiciones ambien tales rigurosas requiere u na cierta Oexibilidad de organización local Que [acili te al máximo la movilidad de los grupos de explot ación , y un medio de vincular un vasto número de individuos y grupos a través de secciones y subsecciones en una red que permita a las pequ eñas unidades móviles expand irse y contraerse bajo condiciones experimentales variantes . En consecuencia, una de las funciones de las secciones y subseccioncs puede haber sido la de factor económico , al permitir a las poblaciones "asegu rar- un vasto dominio t
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grupos y de los individuos a las condiciones de producción y a los recursos , regularizan el matrimonio (cuando las condicio nes demográficas lo permiten), proporcionan el marco social de la actividad político-ritual y funcionan, por último, como es quema ideológico, como código simbólico para expresar a la vez las relaciones de los hombres entre sí y con la naturalt.'Za. Este último aspecto del funcionamiento de las secciones debe ser precisado, ya que puede parecer oscuro a quienes no estan familiarizados con la antropología de las sociedades australia nas y, sobre todo, porque ofrece a la reflexión teórica materiales de la m ayor importancia para elaborar una teoría científica de la ideología. Permite, además, calibrar de manera crítica la apor tación de los trabajos de C. Lévi-Strauss sobre el totemismo, la mitología y, de un modo más general, sobre los testimonios y las operaciones de lo que él ha llamado El pensamiento salvaie. Uti lizaremos, para precisar este punto, los resullados de los trabajos del lingüist.a G. C. van Brandenstein sobre los nombres de las cuatro secciones de la tribu de los kariera de Australia OCéiden tal, ejemplo de sistema de secciones que se ha convertido en clásico 23. Los kariera están divididos en secciones denominadas Pannaga Karimarra:
Purungo
Paltarri
El análisis de la etimología de esos términos y de su campo semántico, emparejado con el de las afiliaciones totémicas que están asociadas a cada una de las secciones, muestra que todos los seres de la naturaleza, incluido el hombre, están distribuidos según la doble posición siguiente: De sangre fría ~-----(temperamento) y abstracto (elemen to ) lIorizontal: ______________ ________________________________
De sangre ca liente (temperamcnto) Vertical: activo
y t:oncret o (elemento)
I Pasivo
Si se las superpone, obtenemos cuatro divisiones: Activo/de sangre Eria /abstracto
Pasivo / de sangre frí
Activo/de sangre caHente/concreto
PasivO/de sangrc caliente/concreto
" C. G. van BrandcnstclO.•T lle meaning of seclion and section names>, en Ocea/z(a, vol. XI.!, mimo 1. Pp. 39-19, septkmbre 1970.
237
Con objeto de ilustrar cómo operan en la práctica estas opo siciones para clasificar el conj unto de los. seres naturales, in cluido el hombre, resumiremos en el cuadro siguiente (p. 238) algunos de los materiales recogidos por C. G. von Brandcnstcin. Este cuadro muestra claramente cómo la división en sec ciones ofrece al pensamiento de los australianos el esquema organizador de su representación simbólica del mundo y su or den inmanen te. En efecto, los mismos principios, las misma') divisiones ordenan la naturaleza y la sociedad y distribuyen en las m ismas categorías a los humanos y a todos los seres natu rales . La naturaleza aparece, pues, como la imagen ampliada de la sociedad , como su prolongación en todos los sentidos. En esta ideología se funda una práctica que le corresponde. Si, en efecto, ciertas especies animales, determinados objetos, etcétera, pertenecen a la m isma sección que detenninados hom bres, es porque todos tienen algo en común, porque son
,. Para un desarrollo más amplio de esta noción de -trabajo simbó lico. sobre las «condiciones imaginarias de reproducción., véa~e nuestro r\'~t1isl" ti" la practica riluru de lus pigmeos mbuti en el cap. III de este libro. pp. 169-173.
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Mal/rice Godelier srSTEMAS DE LAS SECCIONES Y DE LAS AFIUAC IONES TOTEMICAS DE LOS KARrERA De SQ/lgre fría/con escamas/abstracto
Activo/de sangre clara y fluida/sol
Pasivo/ d.: sangre negra y espesa} perezoso/sombra
PANNAGA
PURUNGU
Hombre: Alargado
Salvaje Rápido , atareado, delgado
Nervioso, musculoso Du ro, seco
Tos
Hombre:
Un hombre grueso y macizo Amab le, dulce
Lento, perezoso, gordo, roll izo Fofo, iíq uido
Sudor , vómito, moco, sali\'a
Animales: Iguana salvaje
Animales:
Igua na perezosa Pavo salvaje
Plan tas:
Planlas : Frutos Sem ill as de hierbas
Elementos y objetos: Fno
Luna
Elementos v objetos :
Mar, agua salada
Cétl or húmedo Luz del día
.
De sangre caliente/con piel/concreto
Activo/de sangre clara y Ouida/sol
Pasivo/de sangre negra y espesa/ perezoso/sombra
KARIMARRA
PALTARRI
Hombre: Manzana de discordia/mal ta-
rocler Salvaje/feroz
Hncedor de ll uvia
Hombre:
Que se amolda/amable/gracioso Bebé/niño
Esperma
Animales: Canguro de las llanuras
An ima les:
Canguro de [as colinas Esperma de canguro
Plantas :
Plantas :
Elementos y objetos : Fuego, sequia, el relámpago, el
trueno
El ciclón El sol/caliente
Elemcnlo~
v obietos:
El aire en calma
El ;¡gua tranquila, cIara/agua potable
La luna / templado
Modos de producciól1, relaciones de parentesco
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plenamente eficaz es preciso que todas las secciones cumplan las tareas que de suyo les correspomlen. La supervivencia de cada cual depende, pues, a la veZ de S I mismo y de todos los demás . La reproducción simbólica del orden del mundo está, por tan lo, en func ión de la cooperacióll recíproca 'Y general de touos los individuos en el marco mis/11O de sus propias seccio /les . Esla cooperación reciproca y gcm:ral de todos los indi\'i duos en el marco tle sus secciones es fonnalmente idéntica a la cooperación reciproca Y general que existe en t re todas las secciones en el funcionamiento de las relaciones de produc ción, Por tan to, esta cooperación recíproca Y general reprodu e, en el campo de la prác tica ideológica y simbólica, la coope ración qUI! existe en e l proceso social de producción. En este punto se podría abr ir una discusión critica fecunda de las te sís de Lévi-Strauss sobre el pensamien to m ítico, pues si bien es ev idente que no hay práctica simbólica sin actividad del es píritu hWl1ano, no es menos claro que al producir mitos el pen samiento no se dedica a la tarea de pensarse solamente el. sí mismO, de producir la imagen fantástica de su propia arqui tectura in tema. Más allá del análisis estructural de la forma del discurso mllico, de la cuestión «¿cómo hablan los m itos?» , se susci ta esta otra «¿de qué bab lan los milos?», y la r espuesta no eS «de nada», ni tampocO «de las sombras», en el pen sa miento, de la realidad 25. Con los sistt:mas australianos de secciones y subsecciones, nos encontramos claramente en presencia de relaciones de pa rentesco que runcionan a la vez como infraestructura v comO superes tructura . Es te carácter plurifuncional de los s'i stemas australianos ha sido, por supuesto, reconocido desde hace mu cho tiempo por todos los especialistas, de Spencer a Radc1i[[e Brown y de Elk in a Yengoyan. Este últ imo, por otra parte, enun cia el hecho con mucha claridad: «El sistema de secciones es un índice abreviado para combi. nar categorias de parientes con fines múltiples, bien. sean el ma trimonio , la actividad ritual o la actividad económica. Las dis tim:ionc<; loás su l ¡les en el seno de cada secc ión se con! ínn n las conexiones genealógicas y a las relaciones de res idencia local» 26. Habitualmenle, la mayoría de los antropólogos, cuando des cubren en el seno de la socieJad que estudian una institucion de el. M GOlklk'r , . Mito e historia: r<'ncxionc~ ~",hre lo'i rtllluamen (u , 11.:1 pl'n<;amien to SOltvU]"" cap XIV de este libro. " En MClIl tire llllllter, p. 188.
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carácter multifuncional -bien sea el parentesco, si describen sociedades de secciones Como las australianas, o sociedades seg mentarias «acéfalas» como las de los nuer o los ti\'; la religión, si dC!'criben el régimen de castas de la India; 10 polftico-religio so si reconstnlyen la sociedad inca tal como existía antes de la conquista española, o dan cuenta de un caudillaje polinesio como el de la isla de Tikopia TI_ , concluyen de ello que ésa es la raZÓn por la que esta institución domina la estructura de conjunto de esta sociedad y la lógica de su reproducción. Pero el análisis se de tiene ahí y termina en el callejón sin salida de las «explicaciones» tautológicas empiristas. Pues si se plantea la pregunta: ¿por qué el parentesco, o cualquier otra institu ción, es plurifuncional en una sociedad determinada?, la res puesta es: porque es dominante. El amiJisis se calla, se detie ne en el vacío y en el silencio, aunque en apariencia el discurso «teórico» continúa: una institución es dominante porque es plurifuncional y es plurifuncional porque es domjnan te, etc. E l pensamiento está bloqueado, pero el discurso «abstracto» continúa enrollándose sobre sí mismo y engendrando fantasmas de e:xplicación, un "pseudoanálisis» que no hace sino reprodu cir en el lenguaje «abstracto» de los conceptos de las ciencias sociales las apariencias empíricas de los hechos. En estas con diciones se multiplican las teorías generales que no hacen sino generalizar el carácter particular de los hechos que estildian sus autores. Para unos es el parentesco, para otros la polítjca, para otros, en fin, es la religión 10 que constituye la instancia determinante en último análisis del funcionamiento de conjun to de la sociedad, la causa en último análisis de su lógica in terna. Ahora bien, en este momento y a este nivel, todas estas opiniones teóricas se encuentran de nuevo confrontadas con la hipólesis de Marx de que la lógica profunda del funcionamie-nto y de la evolución de los diversos tipos de sociedades está deler :; R. Firth , Primilive PO{Yllesüm ECUIIOIIIY, Routledge and Kegan, 1964, Sin embargo, Firlh, que ha criticado siempre el marxismo, o a l menos lo que el cntiende par tal. escribe en el prefaci(1 de J¡¡ segllnd¡¡ ed ición (1964) de su libro lo sig uiente, que corresponde profundamente a la no CIón de determinación en últ ima instancia de la infracstJuc tura: .Ocpués dc' habl:r publicado un an;'di\is de la estruc tura social, en parlicular, de la e~lrUClllra de pal'enksco (t'n Wc, TlIe Tikopia, Landre>, 1936), he ilna lizauo la estructura económica de la sociedad, porque mucha~ relaciones SOCIales se \uh (un mas claras cuando se analizaba su contenido económi. co, En d<:eto, la c~lructura ~oc!¡¡1 v, en particular, la estructura política depelluian estrechamente de las relaciones económicas que nacían del <'1"Cflla de control de lo!> recursos, V a estas relaciones se vin\.ulaban a su vez las actividades c instituciones religiosas de la sociedad», p, Xl.
,\ Iodos de produccióH, relaciones de parentesco
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minada en úl tima in~tancia por su infraestructura económica. Estos autores no pueden, naturalmente, sino oponerse a esta hipótesis y rechazarla «en nombre de los hechos». Por el contrario, el mérito de Aram Yengoyan es el de bus car explíci tamen te las causas que determinan el papel domi· nante de las relaciones de parentesco y demostrar la existencia dl una jerarquía de causas que apuntan en último análisis ha cia la economía. Viene a confi rm ar de estc modo la hipótesis que hemos repetido muchas veces desde nuestro articulo sobre «Sistema, estructura y contradicción en El Capital», publicado en 1965, a saber, que no basta con que una in~titución - las relaciones de parcntcsco, pOI' ejemplo- asuma varias funcio nes para que desempeñe un papel dominante en el seno de una sociedad e «integre» todos los niveles de la organización social, todas sus «parles/l, como dirían los funcionalistas, Es necesario, auemás, que estas rclacion\.!s de parl'ntesco (o cualquier otra cIa se de relaciones sociales ) funcionen como relaciones de produc ción, regulen los derechos respectivos de los grupos y de los individuos sobre las condiciones de la producción y sobre los producloS de su trabajo, Y puesto que funcionan como relacio nes de producción, regulan el con junto de las actividades polí tico·religiosas y sirven asimismo como esquema ideológico en el seno d", la práctica simbólica 28. Este no era el caso de los ,. Habíamos escrito: .Se puede suponer que el papel dominante y la structura compleja de las relacioncs de pare n tesco en las socieuades ar caicas están en relación con la estructura general de las fuerzas produc· tivas .. En la medida en que, e n este tipo de sociedad, el parentesco fun ciona realmente como relaciones de producción, la función determinante de la economía no deberla contradecir el papel dominante del parentesco, ~ino Que se expresaría a través de éste_.. » Al explicar el dominio de las relaciones de parentesco ror su función de reLaciones de producción, adolHábamos una postura teórica que no es ni la de los funcionalistas ni la de Ló,-i-Strauss; causa admiración la manera . teóricamente riguro· ~¡¡" en Que E. Terrav caracteriza nUl'stra pO~[Ul 'a: «Li mi tarse ;,¡ esto sigo niflca simplemente enunciar con ténninos nuevos esa polivalencia funcio nal de 1<15 in~ l itu cioncs prim iti\
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incas, entre los cuales las relaciones político-religiosas de de pendencia funcionaban como relaciones de producción cada vez que. de buen o maJ grado, las tribus indias y las comunidades locales sometidas consagraban una parte importante de su fuer za de trabajo a mantener a Jos dioses, a Jos muertos y a los vivos d.: la clase dominan te que personificaba y dirigía e l Tnca Shin ti, el hijo del Sol 29. El error común a los numerosos espec ialistas «positivistas» de las ciencias hwnanas, sean demógrafos, economistas, antro pólogos o historiadores, error que les hace descuidar o recha zar la hipótesis marxista del papel determinante en última ins tancia de la infraestructura económica, es el de confundir la jerarquía visible de las inSliltlcio/les y la jerarquía real, invi. sible, de las funciones asumidas por esas instituciones 30. En contramos aqui e l efecto directo del subjetivismo y del etno centrismo insuperables del pensamiento empirista, que no pue de reconocer la presencia de funciones idénticas bajo formas institucionales diferentes y en otros lugares distintos de las formas que poseen o de los lugares que ocupan en la'i socieda des caracterizadas por el modo capitalis ta y en el modo socia lista de producción (e incluso en éste, no siendo las mismas las relaciones de producción, tampoco lo son la estructura política, las relaciones de parentesco, las funciones de la familia. etc.). El error del emp iri smo es doble y se reproduce incansablemen te bajo múltiples formas: error acerca de lo que hay que en tender por infraestructura económica (que incluye uno o va rios modos de producción articulados), error acerca de lo que significa el papel determinante en última instancia de esta In fraestructura. Si se entiende por infraestructura económica e l conjunto de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de los hom bres entre sí y con la naturaleza, relaciones que dependen del n i\'eJ alcanzado por las fuel-,las productiva'i y que programan y controlan el proceso socia l de producción de las condiciones materiaJes de la existencia, no hay ninguna razón teórica seria para prejuzgar la natura leza de las relaciones socia les que ase guran en un determinado tipo de sociedad esa programación ,. M. Godclier, ~E I concepto de "formación económica y social"; el t'kmp lo de los im·
Modos de producciólI, refaciO/1es de parerllesco
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C~e contra], que asumen la funció n de relaciones que puede dl.'~l.'l1lp('ñar una estruc tura social , que puede realizar un deter
V
minado campo de relaCIOnes ~ocialcs. Para tomar de nuevo los mismos ténninos empleados en est..: libro, pensamos, a diferencia de numerosos intérpretes de Marx (ya se muestren en desacuerdo, ya se consideren marxis las, s i bien tanto linos como otros le conv ierten e n materiali<;ta vulgar) que cuando este último distinguó entre infraestructura y superestructura y supuso que la lógica profunda de las so ciedades y de su historia depende en último análisis de las pro piedades de su infraestrucLUra, no hizo sino poner por primera vez tic manifiesto una jerarquía de di stinciones funcionales y de causalidades estructurales, sin prej uzgar en modo alguno la naturaleza de las relaciones sociales que en cada caso asumen esas funciones , ni e l número de funciones que puede desempe ñar una estructura 31. A partir de ahí, es evidente que para des cubdr esa lógi ca profunda de las sociedades y de la historia hay que ir más allá del análisis estructural de las «fonnas» de las relaciones sociales y del pensamiento, tratar de descubrir los efectos recíprocos de las «estruclUras» y su jerarquía y articulación propias sobre la ba::.e de modos de producción de terminados. También en este sentido el análisis de Yengoyan eS excelente, pues a la vez que confirma los resultados alcanzados por C. Lévi-Strauss en Las estructuras el emenlales del paren tesco, supera los limites de una morfología estructural de los sistemas de parentesco austraJianos y toma en consideración las funciones social~s que asumen estas fonnas y la jerarquía de esas funciones. Se confirma, en efecto, no s610 la demostra ción de Lévi-S trauss de la existencia de un «grupo de transfor maciones» que vincula lógicamente los sistemas de mitades, sec ciones y subsecciones, sino también su descubrimiento de la existencia de dos formas de reciprocidad, una que opera según el principio del intercambio resllingido (A da a B, B da a A: sistema de secc iones de tipo Kariera o de subscccioncs de tipo Aranda), otra según el del intercambio genera lizado (sistema de subsecciones de tipo Murngin, A da a B, el cual da a e, que a su \ez da a A... ). El análisis estructural de C. Lévi-Strauss se ocupa, cierta mente, de una parte de la lógica de las relaciones formales de transformación de la::. relaciones sociales de pareulesco, pero ueja de lado el anális is de las transfol-maciones de sus [uncio '1
Véanst: pp. 2·3 de este libro.
ModoS de produ.cciól1, relacimles de parent esco 244
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nes . Por ello, no explica nunca las sociedades en tanto que ta les, es decir, en tanto que totalidades concretas capaces o no de reproducirse en unas condiciones determinadas, y se revela impotente para comprender su historia 32. Seguir un método marxista en antropología o en las ciencias sociales significa, para nosotros, comprometerse a descubrir y a recorrer, a tra vés de caminos aún por inventar, la red invisible de las razones que vinculan las formas, las funciones, el modo de articulación, la jerarq uía, la aparición y la desaparición de es t ruc t uras so ciales deter minadas. Aden trar se por estos caminos es querer lle gar a un lugar en el que desaparezcan las d istinci ones y las opo siciones entre antropología e historia, en el que ya no sea posible constituir en un dominio autónomo, fetkhizado, el aná lisis de las relaciones y de los sistemas económicos o d e cual quier otro tipo de relaciones sociales, a u n lugar situado , pues, más allá de las impotencias del empirismo f uncionalista y de los límites del estructuralis mo. Pero para llegar a es te lugar (lo que no es sino edificar una ciencia de la historia, desarro llar el materialism o histórico) hay que haber explorado antes un campo enteramente n uevo de in vest igaciones, abierlo por la pregunta siguiente: ¿en qué cOl1didO/les y por qué razones de termil1adas relaciones sociales asumen las ftmciol1es de relacio nes de producció~1 y cOl1trola/l la re p roducción de estas relacio nes y, con ella, la reproducció/1 de las reladO/tes sociales en su COl/ jlll1tO? Por supuesto, para responder a es ta cues tión no nos p ode mos contentar con tomar de nuevo los conceptos de parentes co, economía, producción, ~ocicdad, causalidad, estructura, transformación, etc., ta l como se dan comúnmente y construir un cuadro analílico hecho de antemano para proceder a recor tar los hechos y permi tir, eventualmente, su tratamiento esta dístico y matemático con vistas a la búsqueda de correlaciones que designen relac io nes de causalidad. Por esta razón, una uti lización acrítica de los datos estadísticos reunidos por G. P. Mu rdock y su equipo en su World EtllI10graphic Atlas, que se refieren a más de 500 sociedades dispersas a través de los con tinentes y las épocas, nos parece condenado de antemano al fracaso y a la esterilidad. Pero el obstáculo más grave para responder a la cuestión de la detcnninac ión por la infraestructura del papel dominante de un determinado campo de relaciones socialcs no está ahí. II Véase la critica de los limites del anilisis estructural del parentesco en el cap. I11 , pp. 152-157 de es te hbro.
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Está en la confusión, de esenc ia posi tLvista y empirista, entre proceso de trabajo y proceso social de producción que reina en trc la mayoría de los que se pretenden marxistas. Para aclarar esta distinción, tomemos de nuevo el ejemplo de los aborígenes australianos. Lo que se llama proceso de trabajo es el proceso concreto de producción que se opera cada día en el marco de la horda, del grupo local compuesto de varias familias empa rentadas q ue hacen vida nómada a la búsqueda de su subsis tencia, casi siempre en el territorio que los hombres que com ponen la tribu han recibido de sus antepasados . La horda fun ciona como unidad de producción y de consumo directos, y en este marco todos los individuos que la componen ocupan luga res dis tintos e insustituibles según su sexo (hombres, mujeres) y edad (niños, adolescentes, adultos, ancianos). El proceso con creto de trabajo se basa, pues , en la cooperación directa de los individuos según su sexo y edad en el marco de la horda , banda local que [unciona como u nidad de producción Y de consumo directoS . A este nivel parece como si las relaciones de produc ción se confundieran, por una parte , con la división interna del trabajo de cada banda, diVisió n que es idéntica en todas ellas, y, por otra, con los derechos que tienen los miembros de cada banda sobre un determinado territorio y sobre los productos de su trabajo . Pero sabemos asimismo que ninguna banda local posee de rechos exclusivos sobre su propio territor io ni sobre sus pro ductos ;3, Otras bandas adyacentes , cuyos m iembros están vincu lados a los suyos por vínculos de pertenencia a una determinada sección, es decir, a través del func ionamien to de las relaciones entre secciones , tienen derecho a utilizar su territorio durante plazos más o menos largos. Este derecho, recíproco, es ejercido en numerosas ocasiones y, particularmente, en los momentos críticos: en caso de sequia prolongada, hambre, epidemia, ctc. Una cooperación, Ulla reciprocidad más profundas que la coope ración directa que se renueva cada día en la reproducción del proceso de trabajo, aparece, pues, en todas estas ocasiones, nor males o excepcionales. No modifica en absoluto la forma que redste el proceso concreto de trabajo. Dos hordas, en lugar de una sola, explotan un mismo territorio según las mismas técni cas y la misma división del trabajo. Pero esta garantía recípro ca de acceso a las condiciones de la producción rc\·eJa algo más ., L. R. Hiall, ,,()\\nt'l':.hí p ,1nu U~l. ul land ;'\JTIon~ thl! \u!>tl'¡)lian "bo MM! tire [-[lima, pp . 94- 102. • The lost lIord~ , Oceanía, pp. ¡:I 92, 1906, \' el all inl1u dd J11ar~l,.ta il1gk~ F. R"SL : <, Auslralian m:lrri"g~, land()\\ ning, groups une! Initiations•. en .Harr ril,:. llwll.r, pp. 200·208 .
¡-jginc~ ., en
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que el hecho de que los medios de producción no son propiedad exclusiva de cada grupo local. Muestra que la división en sec ciones y la complemcntaricdad de las mismas constituyen el tondo mismo de l as relaciol/es de los ú¡dividuos y de los grupos relación a los medios de produccióll, es decir, el fondo mis mo de las relaciones de producción: la apropiación por toda la cOII/unidad tribal, es decir, por todas las secciones en sus rela ciones reciprocas, del territorio tribal, «a lmacén primitivo de COII
víveres y arsenal primit ivo de sus medios de trabajo... .. 34. No es, pues, una casual idad que este fondo, habitllalmente invisi ble al nivel del proceso cotidiano de trabajo, de las relaciones de producción de cada unidad de producción y de consumo di rectos, se haga directamente visible cada vez q ue la reproduc ción material y social de la comunidad total está a menazada. En realidad, Jo que la cooperación y la reciprocidad entre las secciones garantiza es esta reproducción a largo plazo. El proceso social de producción no se confunde, pues, con el proceso técnico del trabajo, y la división social del trabajo no se reduce a la división técnica del mismo. El proceso socia ) del t rabajo pone en juego, por encima de la división sexual y . generacional del trabajo, la posición de todos los individuos y de todos los grupos con relación a las condiciones dc la p rod uc ción, posición basada en su pertenencia a las secciones y en la re lación de reciprocidad y de complementariedad de cada sección con todas las demás. Habría que llevar más lejos el análisis y mostrar que, si bien las secciones no funcionan n unca Como unidades de producción directa, funcionan como unidades so
ciales en los intercambios matrimoniales y en las prácticas po
líticas y rituales. No podemos hacerlo por la limi tación de este
artículo, pero queda, sin embargo, por aclarar un punto esen
cial: el fundamento, la razón de la necesaria división de la tribu
en grupos loca les que constituyen las unidades de producción
directas, concretas, y de la necesaria obligació/l de estos gru
pos locales de garantizarse recíprocamente el acceso a Jos me
dios de producción y de subsistencia, y de hacerlo a través de
la cooperación de lai secciones. Ahora bien, este fundamento es claramente visible y consiste en el nivel mismo de desarrollo de las fuerzas productivas, en la naturaleza de las constricciones que ejercen y de las alterna tivas que permiten. Es la naturaleza misma de las fuerzas pro duct ivas lo que impone, por una parte, la limitación de los efec tivos de las unidades de producción y de consumo y, por tanto, K. Marx, El capital, I, México, F. C. E., p. 132, 1973.
,\,fodo s de producción, relaciol/es de parentesco
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la divisió~l de la tribu en grupos locales separados, distintos, nómadas y distantes en tre sí, y, por otra, Ta cooperaciólI v la comple1l1cntariedad de lodos los grupos y de todos los indivi duoS . El método marxista consiste en partir, no de la división técnica del trabajo en el seno de los diversos procesos concre toS de producción , caza, recolección , pesca, fabricación de ins trumentos Y artesanía, preparación y cocción de los alimentos, etcé tera, sino de los «medios de trabajo», es decir, de las fuer zas productivas de la sociedad, de las constricciones que impo nen y de las posibilidades que ofrecen a cada sociedad para ex tra~r de la naturaleza sus condiciones materiales de existencia. "Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con qué instrumentos de trabajo sc hace. Los instrumentos de trabajo no son sola mente el barómetro indicador del desarrollo de la fuena de trabajo del hombre, sino también el exponente de las condi ciones sociales en que se trabaja» 35. Así pues, estas relaciones sociales son a la vez las relaciones de los individuos y de los grupos entre sí en la división técnica del trabajo y su relación con los medios de producción y con el producto de su trabajo. A partir del momento en que se bus ca en la división del trabajo. en el seno de los diversos procesos concre tos de trabajo, el OIigen de las formas de acceso a los medios de producción y se pre tende deducir estas últimas de aquélla, se sus tituye el marxismo por un economic ismo vulgar y se aboc:1 a la,; desven turas tk E mm anucl Terra)' cuando, va liénd.Jse del conocimiento del «verdadero» Marx tomado de Althusser y Balibar, «relee» a Meillassoux y descubre entre los guro de la Costa de Marfil tan tos modos de producción como formas del proceso del trabajo: un modo de producción «agrico la», un modo de producción «cinegético .., etc . 36 • Prosiguiendo " lbidem . ' Tcrra\ se '·ale (p. 171l, par
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en esta dirección, ciertos an tropólogos marxistas «revoluciona rios» han inventado ya un «modo dI! producción» de los hom bres, otro de las m ujeres, otro de los jóvenes, cte. Basta a continuación . como lo hacen a lgunos «maoístas» refiriéndose a la definición de Lenin de las «clases» y olvidando las distincio nes explícitas hechas por Marx y Engels entre sociedades primi tivas, comunitarias o tribales y sociedades de clases, con bauti zar como «clases» a todas estas categorías sociales para «gene ralizar la teoría de las clases» en todas las épocas y todas las formaciones sociales de la historia de la humanidad. Debemos, por tanto, representar las relaciones de orden de la manera si guiente: Di visión técnica del trabajo Naturaleza y ni vel d e l ¡¡ s fuerzas pro -{ ductivas ...Oo.
Formas de apropiación de los meProceso socia l dios dl! producción y del produc-> de prod ucción. to : relacio nes sociales de produc ción
y no de la siguiente: División técnica del trabajo ~ Relaciones sociales de PI·oduc· ión ~ " ~ Superestructuras
Era preciso recordar este punto teórico, dado el contexto dc las investigaciones marxistas en an tropología que se han desarro llado recientemente en Francia ~obre todo . pero tambi én en Jn glaterra, Estados Unidos, Suecia, etc. Para terminar, volvere mos sobre el ejemplo de la organización económica de los abo rígenes australianos con el fin de recordar una vez más que no hemos agotado el análisis teórico de su organización en seccio nes y subsccciones con la demostración de que ésta funciona como relaciones de producción y responde a las constricciones mismas de la naLUraleza de las fuerzas productivas. Habría que analizar el hecho de que las secciones regulan el matrimo nio v de que la reciprocidad general de todos los individuos pasa por el intercambio de las mujeres, que son a la vez productoras in~ustituib l cs -puesto que tienen a su cargo las actividades de la recolección, la prepal-ación de los alimentos y el transporte de 1m, \'I\'ereS, la leña, los ulemilios domesticos-- y meLiio$ clL' la reproducción biológica del grupo, de la continuidad flsica a Ira
,\lod(l." de producción, relaciO/les de parentesco
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\,é" de las generaciones. Habría que analizar asimismo en deta
lle las [unciones político-religiosas de las seCCIones, así como el contenido v la foro1a dc la práctica simbólica sobre la rea lidad social y sobre las condiciones imaginarias de la reproduc ciun del mundo (naturaleza Y SOCiedad) , Esta práctica reprodu ce en el campo politico-religioso la cooperación reciproca Y gent:ral que opera entre las secciones al nivel de las relaciones de producción . Del mismo modo que el fondo de las relaciones de producción es la apropiación por la comunidad tribal Lle 10<; medios de producción más allá y a través de su apropiación por los grupos locales Y las divisiones sociales particulares, en la práctica simbólica sobre Las condiciones imaginarias de re producción del orden del mundo ladas las secciones, todos los grupOS, lodos l
" er, Marx, El capiw/, 1. pp, 36-37 , CL p.lrtc tercera Je <:slc mismo lihro: .Sobre el carácter fantasmagórico de las relaciones sociales-. Sobre ta noción de «pertenencia-, en sentido estricto, a la «comunidad supl:riur. o a la «unidad supn.:.ma-, véase Marx, Formacio/ws ecoHónllcas '/Il'cap;/11li , /(ls. pp
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do 38. Entre los bosquimanos, las mujeres practican la recolec ción de las plantas silvestres y proporcionan las dos terceras partes de la alimentación consumida anualmen te por su «cam pamento•. Este comprende normalmente de 10 a 50 indidduos que residen a menos de una mil la de un punlo de agua , Richard Lee ha calculado que una mujer adu lta recorre 2.400 km. COmo media por año en actividades económicas y visitas a otras ban das y efectúa la m itad de esta distancia llevando pesadas cargas de agua, alimentos , leña y, por s UPUl'<'lO, niiios. Es tos son ues tetados hacia los cuatro años , Los elos primeros años el niiio es llevado constantemente por su madre (2.400 km.). Luego , a me dida que el niño crece, esta cifra se reduce a 1.800 km. apro ximadamente el tercer año y 1.200 el cuarto. Esto hace en Cua tro años una distancia total de 7.800 km., en el curso de la cual el peso del niño se añade al de las otras cargas transportadas. Dado que la movllidad es una de las constricciones necesarias de su actividad económica de recolección y de t ransporte de cargas, el trabajo invertido por una mujer en el transporte de los pequeños debe mantenerse dentro de límites compatibles con el cumplimiento regu lar y eficaz de Sus ac tividades eco nómicas. Este trabajo depende, ante todo, del espaciamieilto de los nacimientos. Se ha calculado que, para un espaciamiento de los nacimientos de cinco años, en diez años u na mujer hab ría tenido dos niños y el peso a transportar como media se habría reducido a 7,8 kg. En el caso de un espaciamiento de dos años (y sin tener en cuenta la alta tasa de mortalidad in fantil que "e produce entre seis y dieciocho meses después del nac imiento) el peso a transportar sería de 17 kg., Y durante cuatro de esos diez años, de 21 ,2 kg. como media. Teóricamente, un espacia miento de los nacimientos al menos de tres aii.os parece, pues, una constricción demográfica impuesta por el modo de produc ción de los bosqu imanos, lo que es verificado por las es tadí<;ti caso Los bosquimanos tienen conciencia de tales constricciones demográficas, ya que declaran «que una mujer que da a luz a un niño tras otro --Como un animal- tiene dolor p ermanente en la esp.:llda ». Por otra parte Illn lan a uno de Jo<; g\..l1lclos en el nacimiento, practican el infanti cidio de Jos niños que nacen de fic ientes y se abstienen de relaciones sexuales al menoo;¡ durante lO R , Lec, «What Hunlers do for a living, ar ho\\' to makc out on s\..ar. ce rcssourc"s. , en Mal! lile HmllLr, pp, 30·38, 1968.• Kung Bushman SlIb ~i'1l'nce' Al[ inplIt-OlJlrlll aJ1,"\·~j~,.. ,'n E('(l/(){~ical L Han. O ()a\'a~, Ed ., Olla"'a, PP. i3-9~, 1%~1. "Population !!rtJ\\ 111 ami ht:l!lIlllIngs uf ~cdL'ntary liet: <1m.mg Iht:' KUT11! Bushl1lcn » en PlJll/llallrl/l g/",,\}'tll. Ed. B . Spooncr.
J\lIT.
PICSS,
pp. 329·342, 1972.
MudoS ele producción, relacio/les de parentesco
2S 1
un aj'¡o después tle c<"\da nacimiento. Sin embargo, esta «política demográfica» consciente HO basta para explicar que el espacia nlÍt:l1ta de los nacimientos sea, estadísticamente, al menos de tn:S ,lño", va que después de un año de abstinencia las mujeres reanudan su actividad sexual. Parece que entonces intervienen [..¡ctores biológicos, 110 i ntellcion.ales, y. sobre todo, el hecho de que d ::tmamantamiento prolongado de los niños suplime la o\u1ación de las mujeres. Ahora bien, como sugiere Nancy Ho well ~9, el amamantamiento prolongado de los niños se impone entre los cazadores·recolectores por el hecho de la ausencia de alimt.:ntos fácilmente digeribles para el niño, los cuales no se t.!I1cuentran entre los productos alimenticios silvestres que con· sumen los bosquimanos y que, por el contrario, producen los agricultores y los ganade ros (papillas, leche, clc.). La lcche de la madre es, pues, no sólo indispensable, "ino el ¡¡Hico alimento disponible sobre la base del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. El mismo análisis ha sido hecho por Meggitl sobre los aborígenes australianos, y Yengoyan lo ha proseguido, mos trando que e l espaciamien to de los nacimientos era asimismo en ellos tle lres años y m ás, e indicando "la base económica» dd m ismo: «el período prolongado de alimentación al pecho no sólo forzaba a las poblaciones a limitar su número, sino que también disminuía la utilidad completa de una mujer en tanto que socio económico». Richard Lee sugiere que el mero hecho de la instauración de un modo de vida sedentario, al disminuir la movilidad de las mujeres, puede eliminar los efeclos biológicos negativos que el modo de vida nómada ejerce sobre la tasa ele fer til idad de las mujeres y entrañar una tendencia a la expansión creciente de la población (l/Hes irlclllSO de cualquier expansión úe los recursos .lIimcnticius. Pu es bien, esto ha sido verificado experimental mt:'nle entre los aborígenes auslralianos por los excelentes tra bajus de E. Lancaster Jones, sobre los que se ha apoyado Yen govan. La sedcntarización en reservas y el cambio de régimen alimenticio por la aportación de raciones alimenticias distribui da~ por los europeos han ido acompañados de una explosión de la la~a de natalidad que, junto con los efectos del control n1ÚllCO, ha producido una tasa eh.: crecimiento de la población muy supenor a la que se ha potliuu reconstruir para el período pn:coloniaJ. Otro aspecto iuleresante de estos trabajos es que sugkren qut.: quizás se produjo un crecimientu demográfico ex .. !'Ii:lllcy Hl1welI . Kml g Bus/Hnal1 dl.'l>ll1¡::rapl/ic sll/lJics: a prelimillary oC PopulaLJon Rcsearch.
rep'nl!, Prin~'Clon Orrice
252 MaL/rice Godelier
cepciona 1 entre los recolectores neolíticos del Próximo Oriente que explotaban densas plan laciones de gramineas salvajes, ano tepasadas de nuestros cereales, o entre las poblaciones estable cidas en los bordes de los rlos o en el IHoral de los mares con pescado abundante en América o en el Sureste asiático . Esta expansión demográfica tal vez obligó a los recolectores a re producir aquello que se contentaban con recolectar y, por tan lO , ti domesticar las plantas silvestres 4IJ . Sea como fuere,. COns tatamos una vez más que el crecimiento de la población está relacionado con la sedcntarización, es decir, con un nuevo modo de subSistencia y existencia, y que, de todas formas, esta expansión demográfica, aun en el caso de que haya podido co menzar sin trans formación o expansión de los recursos económi_ cos espontáneos de la naturaleza , no pod ía prolongarse ni am plificarse sin esta transformación, sin una modificación de las condiciones materiales y sociales de la producción.
Poco a poco se completa, pues, el estudio de la jerarquía de
los niveles y de las causas que intervienen para «producir» las
estructuras demográficas, la «población» específica de las sa
ciedades australianas de cazadores-recolectores. Este estudio
queda pendiente de continuación, pero resumiremos algunos de
sus momentos en el esquema de la página siguiente.
Este tipo de investigación deberia perm itir sacar a la luz,
poco a poco, diversas fonnas de racionalidades sociales e h is
tóricas que corresponden a diferentes modos de producción y
de organización social que se ban sucedido en el CUrso de la his
toria . De este modo, serán mejor conocidas las distintas moda
lidades de «causalidad estructural., de las relaciones sociales,
es decir, los efectos de las constricciones internas de funciona
miento de estas relaciones sobre la disposic ión interna y la re
producción de otras relaciones sociales en otros «niveles». Aho
ra bien, lo que creemos haber mostrado a partir del ejemplo
de los australianos es que, a pesar de la inmensa diferencia de
los modos de producción, de la forma y del lugar de las rela
ciones de producción, en el seno de su sociedad, como en el
fondo de la sociedad burguesa, opera la misma ley de jerarquia
funcional de las estructuras sociales, la más importante de las cuales es . en último análisis y en ambos casos, la que funciona como infr~eslructura. Esta era la hipótesis general fundélmen tal de Ma¡-x; que no se ve invalidada, sino al cOl1lr'ario, ,.,or Una de las Sociedades más "primitivas », Estas han desaparecido para .. Car! Sauer, «Ag ricultura! Orígins and Dispersals». Tlle American Ceo grap¡'¡caL Society, Nueva York, 1952.
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254
Mal/rice Gudelier
siempre o sufren rápidamente transformaciones radicales, lle vándose consigo la mayoría de los elementos que hubieran per mitido un dJa a la humanidad conocer las formas y los rostros múltiples de su His toria . Es , pues, urgent.e multiplicar estas in\"cstigaciones, pero no podemos ocultar las inmensas dificultades teóricas que se al zan en el camino que apenas comienza a, trazarse, No menciona rcmoe; más que una: el problema de lo pcr.:;ible, de su realidad de hecho y ele Stl análisis cien ti fjeo. De este modo, para tomar por l"J/tima wz el caso de los austral ianos, Yengoyan ha compa rado su sistem:l de secciones al sistema de parentesco de los bosquimanoe; afr icanos y ha demostrado que ambos sistemas, aunque estmcturalmente di ferentes, son funcionalmente equi valentes \" constituyen relaciones sociales que aseguran en el plano económico V político la misma flexibilidad, la m isma co , reración recIproca \"
el
., H. K. Fr\', «Kinship and Descent among the Auslralian Aborigines», Transaclic>l/S 01 Ihe Roval Sociely af Semi/¡ Australia, 58, pp . 14-21, ¡Q34. T. G. H . Slrehlow, ,Culture. Social, Slrueture anc\ Environment in Abo riginal Central Australia», en Aboriginal Mall in AlIslralia, 1965, Berndt Ed. Angus and Robertson, Sydncy . Sobre los bosquimanos kunz, son de reconoLida solvencia los trabajos de L. Marshall: . The Kin Tcrminology o[ lhe Kung Bushmcn l ., Africa, 27, pp. 1,25, 1957. cMarriage Among Kung Bushmcn l . , Alrica, 29, pp. 335·365, 1959. Kung Bushmen B::¡;d;¡:», Atrzca,
30, pp . i !5,,,55, 1':160 .
ModoS de producción. relaciones de parentesco
255
pesan con toda la carga de sus enigmas y de sus consecuencias, Sólo a condición de lograrlo será posible una ciencia de la his toria que sea asimismo una ciencia de las poblaciones humanas v que haya abolido las separaciones fetichistas y las divisiones arbitrarias de las ciencias humanas, una ciencia que no sirva solamenle para interpretar la historia, sino para hacerla.
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VIII. LEWIS HENRY MORGAN (1818-1881) "
f,ClI'is llenry Margan
ción iroquesa. Se hizo amigo de Ely S. Parker, un indio seneca
Considerado el «fundador» de la ciencia antropológica , ad mirado por G. Bnlandiel", J. W. Powell, L. Fison, A. W. Howitt, pioneros a títulos diversos de la etnografía americana y aus traliana, alabado por Marx y EngcJs por haber n.:de<;cuhierto los principios fundamentales del materialismo h istórico, recha zado con violencia por F. Boas , B. Malinowski, W. Koppers y R. Lowie por haber desv iado la etnología hacia el callejón sin salida del evolucion ismo del siglo xrx; destinataf'io, no obstan te, en 1947, del homenaje de Lévi-Strauss, que le dedicó Las esfmcturas elemen rales del parentesco, luego, en 1967, del de Mayer Fortes . que se prupuso, en Kinslzip ami t/w Social Order, hacer un balance de su posteridad, Margan domina, aún en nuestros días, la historia de la antropología con lada la riqueza y la ambigüedad de su obra. EL FUNDADOR DE LA CIENCIA ANTROPOLÓGICA
Lewis H. Margan nació en una granja eerca de la ciudad de Aurora, en el Estado de Nueva York. Es tudió derecho y en 1844 se instaló como abogado en Rochester. En 1855 llegó a ser con sejero jurídico de una compañía de ferrocarriles que construía una vía entre Michigan y la región de las m inas de hien-o del lago Superior. Además de sus trabajos profesionales y científi cos . Se preocupó m ucho de polí tica, adh iriéndose sucesiva mente al partido whig y al republicano, de l que fue diputado y luego senador. Llegó a ser miembro, en 1875, de la Nationa l Aeademy oE Science'l, y presiden le, en 1879, de la American As sociation [or the Advancement of Science, en cuyo seno había creado, en 1875 , una sección de antropología. Murió en Roches ter (Estado de Nueva York) , en la fe presbiteriana. Su vocación por la antropología nació de su afiliación, des pués de termmar SLlS es ludios secundarios, a un club Jiterano, The Gordian Knol, organizado según el modelo de la. confedl!ra * E,¡cyc!opaedia Lniversalis, 197 1.
que llegada a ser comisario de los Estados Unidos para los a~untos relacionados con los indios y general durante la guerra cid!. Poco después, la sociedad The Gordian Knot decidió orga nilar una investigación sobre la «Liga de los Iroqueses» . Margan v Parkcr fueron sus principales animadores. Al final de este es .tUllío, la sociedad adoptó el nombre de Gran Orden de los Tro qucs~s. Em' iado a Washington para impedir la ratificación de un tratadu frauJule n to que habría despojado a los indios seneca de sus títulos en beneficio de una compañía, Margan fue adoptado algun tiempo después, a petición suya, por el clan del Halcón de lo" indios ~cneca, bajo el nombre de Tayadaw3hg u h, «El que se manLi~ne en medio», el que podía servir de vínculo entre los in dios y los blancos . En 1846 leyó , ante la New York Histoncal Society, un ensayo sohr~ Tlle COllSliwlio/w I Gnveml11ent of tlle Six Natiolls of [l/ dial/s, que se imprimió más tarde. De 1849 a 1852, la Universi dad del Estado de Nueva York encargo a Margan ampliar su departamento de colecciones indias. Margan reunió una colec ción excepcional, que presentó en tres informes de gran valor, I:onsagra dos a la cullLlra material iroquesa. En 1851 hizo publi ca r el informe científico jamás escrito sobre la organización de una tribu india, la Lea,~He of ¡he Ho_de '-no-stlu-nee, o lroqueses . Su interés se había ori.entado cada vez más hacia el estudio del sistema de parentesco ¡roqués, y, en 1857, escribió un t.exto dc<.hcado a las Laws of Deseent o f tire lroqllois. Al año siguit>n t~, ~n el curso de un viaje a Michigan relacionado con sus ac ti\ ¡daeles profesionales, conoció a varios indios ojibwa, los cua ks le ensenaron que su sistema de parentesco estaba muy próximo al de los iroqueses, a pesar de su distinta lengua. Es timulado por este hecho, quiso descubrir lo que significaba «esta nutable manera de des ignar a los parientes» que se encontraba en tribu'> tan diferentes. De 1859 a 1862 visitó a los indios de Kansas, de Nebraska, <.le Missouri e incluso de la bahía de Hudson , observando la ter minología de parentesco de cerca de setenta tribus. Al mismo tiempo, preocupado por probar los orígenes asiátICOS de los Indios de Amt:rica, preparó un cuestionario, el primero que se aplicó al estudio de los ~istema<; de parentesco, y, ayudado por el Dl.'partamcnto de EstadO americano, lo hizo publicar y difun dir en 1860 por el mundo entero a través de la Smilhsollian Jnstitutioll. Le llegaron respuestas de la India, ..le Oceanía, de Africa, y. en 1871, publicó el resultado de un prodigioso esfuer zo de investigaciones Y comparaciones dI.' los hechos de parcn
258
Maurice Godelier
Lt.-\\'is He/1ry Morgml
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tesco a tra1'l~s del mundo, baio el título de Systems of COl/san pología social. Más allá de esta importancia hi<;turica. sigue f!,llhlity al/el ,1llil/ity 01 lIJe H1I/nall Famil.\'. Con este libro nacían siendo actual por su importancia teórica, y ello a pesar de las al mismo tiempo el análisis científico de l parentesco y la an debilidades Y de los errores que un siglo tle investigaciom's el
tropología social. Convencido de la va lidez de su método COm pa ra ti \o, Morgan se propuso entonces la tarea de comparar las in~l ilUciones socia les de la antigüedad occidental clásica con la., de lus ]1ueblos primith'o<; con temporáneos, buscando en és tas la e/ave de la inteligibi lidad de aquell as. En 1877 publicó su
nolugi..:as ha puesto de manifiesto con una claridad a menudo mUY vi\a. De manera general, Margan ha demos trado que las relacio nes de parentesco dominan la historia p r imiliva de la h umani daú y que estas re laciones tienen una lógica y una hi<;toria. Dis 1I1agl1wIl opus, AI/ciel/t Socie(\', 01' ResearcJ¡ ill lhe Linc of Hu tjnp:uió, entre todos los sistemas de parentesco, dos tipos de ress II/all Prog fro/ll Sal'llgery throllglt Barbarism fo Cil'ilizalion nomenclatura de las relaciones de consangu inidad: por una (La sociedad primitiva), donde mostraba la marcha necesa:'ia p"UIC, el tipo ucscript ivo , propio de los sistema!> de parcntcsct' de la humanidad a través de los estadios sucesivos del salvajis indoeuropeos, semitas y ura lianos: por otra, el tipo clasificato mo, la barbarie y la civilización, E l análisis de las instituciones rio que se encuentra en Asia. Africa y América. «En un sistema sociales de los indios de América, en la medida en que corres dasi licatorio, los p arien tes co nsangu íneos (,, ) están clasificados pondían a l estadio de la barbarie, ofrecía a la ciencia el medio en categorías distintas, <;in tener en cuenta su mayor o menor de comprender la marcha de la historia antigua antes de que se proximidad en re lación a Ego, y el m ismo término de relación desarrollaran las ciudades y los Es tados de Alenas y de Roma; es aplicado a todas las personas que pertenecen a una misma an tes, pues , de que naciera la civil ización. categoría. Así, m is propios herm anos y los hij os de los herma Durante el resto de su vida, Morgan prosiguió sus investiga nos de mi padre son todos igualmente mis hermanos, m is pro ciones sobre las artes y la arquitectura de los indios de Amé pias hermanas y las hijas de las lIt:rmanas de m i madre son rica, que tra ló de explicar por la nat uraleza profunda de su todas igua lmente mis hermanas. ( ,,, ) E n un sistema descripti organización social. En 1881 publicó Houses al1d House-Life of vo, los consanguíneos son descritos por medio de términos pri the American Aborigil1€s, polemizando con acritud contra los marios de relación (padre, madre , hi jo) o por medio de una que, como G. Bancroft, pretendían, s iguiendo a los primeros combinación de estos térm inos que hace específica de este comentadores espa ñoles de las civi li zaciones preco lombinas, modo la relación de cada persona (hijo del her mano de mi pa que Jos az tecas y los incas vivian, en el momento de la conquis dre, hijo de mi hermano, etc.)>> l . En otros térm inos, en UIl sis ta cspaiiola, en una sociedad estalal dominada por un rey más tema descriptivo, los parientcs en línea directa (padre , madre, o menos análogo a los señores «feudales» de la Europa me etcétera) son claramentc distinguiuos de los parientes en líneas dieval. colaterales (hermano de mi padre, herma na de mi abuela, ctc.). Entre tanto habia reunido en una obra s us observaciones de
En un sistema clasi ficatorio, d~lerminados colatenlles () todos atura lista sobrc las costumbres del castor amer icano y publ i
ellos son clasificados en las mismas categorías que los parien· cado The Americal1 Beaver al1d His Works (1868), que sigue
tes en línea d irecta . En la int roducc ión a Svslems 01 COI I.sal1 siendo clásica. guitzity and Aff i/lity, Morgan puso de maniriésto algUIlas de las Vislumbraba para los Estados Unidos y para la hu manidad
propiedades estructu rales de estos dos tipos. e n lo que se refie entera un porvenir mejor que debía aportar la res lauración ,
re, por ejemplo, a la diferencia de situación de los colaterales bajo una fonna supe r ior, de los antiguos principios democrá
cun respecto a Ego. Subrayó la importancia dI! las reglas de ticos de igualdad y de libenad de los que disfrutaban los miem
matrimonio en los Jiversos sistemas de parentesco y demostró bros de las sociedades primi tivas. que el matrimonio es un in tercambio tle mujeres entre gnlpos ,>ocialcs antes incluso que una relación cntre individuos de sexo opuesto. Contra J. F . McLennan, demostró que la exogamia no L\s 1ESTS FUNDA\IENTAl.ES DE LA OBRA Se oponía en absolulO a la endogam ia. ~'a que la exogamia de los clanes es a menudo e l complemen to de una endogamia al La grandeza de la obra de Morgan no reside solam en te en el becho de que constituyera el acta de nacimiento de la ant ro I
Allcielll
Society.
.60 MOlI/·ice Godelier
ni\.el de la tribu. Distinguió dos formas de filiación y dos tipos de clan~s, patrilinealt:s y matriJineales. y afimló que el clan fue la forma dOmjnante de organización socia l en todos los pue blus que hablan Superado el estado del sah'ajismo y sinrió de punto de partida a la evolución hacIa la civilización . Al des cribir con dt:ia Jle. a traves de la Liga de los Iroqucses. el fun cionufTIlento de un confederación de tribus divididas en clanes, abrió e l camino a las grandes monografías etnológicas y al aná lisis teórico de.: las organizac iunes soc iale<; primitivas. Yendo más allá, Morgan trató de establece r relaciones de corn:spondencia funciona l entre formas de producció n. formas de parentesco y formas de conc iencia social. De es te modo. su puso que la decadencia de los s istemas clasificatorios y el pre dominio de los sistemas descriptivos en la historia occidental debían estar vinculados a l desa r rollo de la rropiedad privada Y del Estado. E l desarrollo de la propiedad privada, en efecto, ha b ría trans[onnado los problemas de la herencia de los bienes Y hecho imperiosa la distinción entre las líneas directas y las líneas colaterales de consanguíneos. El desan·ollo del Estado, por su parte, a l sustitui r la p rotecc ión de los parientes por la de la ley, habría debilitado la solidaridad interna de los am plios grupos de parentesco. Por último, Morgan adoptó una perspectiva sociológica con respecto a toda la h is toria y caracterizó la evolución de la hu manidad por la aparición y la sucesión necesarias de sociedades sin clases y sociedades de clases dominadas por el Estado y basadas en formas diversas de acum ulación de la propiedall y de las ¡·jquezas. Al final de dos largas épocas que denominó, se gún los vocablos en tonces en uso, salvajismo y barbarie, fa ci
vilización nació de la abolición de las antiguas formas comuni
tarias de o rganización ciánica y triba l y de la aparición de las
clases socia les y del Estado. La civilización no aparecía ya como
el término último y sobcrano ele la evolución humana, sino
COmo una época tr ansito ria que llevaría, por las leyes del pro
greso, a l «renacimiento, bajo una forma superior, de la liber tad, la igualdad y la fraternidad de las antiguas gellles». En ~sta perspect iva gra ndiosa, la prehistolia y la historia se soldaban Y las rui nas de las antiguas civilizaciones se animaban con for mas socia les desaparcLidas cuya imagen o hueJla se habría co n senado en las civilizaciones primit ivas contl' mporáneas. Ar qUt:ología. antropología, historia antigua eran llamadas a con tribuir a una mi ...ma tarea: la c'plicación científica de la hiqo ria de la humanidad.
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261
Je terminnnte de las relaciones económicas, en la evolu ci{ln «de las arte,> de la subsistencia». ~ Por la influencia consí d,labJc que han ejerc Ido sobn: el estado <;ocial de la humani dad, la sucesión de las artes d~ la subs istencia, cuyas aparicio nes n:... pcctivas están separadas por largos inLervalos de tiempo, rrororciona probablemen Le la base más satisfactoria para la di \isiGn (de la historial en periodos étnicos. ( ... ) Es verosímil que J¡¡~ grandt'~ ~pocas del progreso humano hayan coincidido más (1 menu~ di rectamente con los períodos en los que las fuentes dc ~L1 hsisLencia se hacían más numerosas Y más abundantes» 2 . Comprendemos ahora por qué Marx. cuando leyó Allciellt Svci!!l'· e n 1880, "io a ll r la confi rmación del materialismo his túrj(o y se propuso comeniar este hecho en una obra sobre ML rgan que la muerte k impidió eSL ribi r. pero cuyas notas ma nu...critas fueron u tilizadas por Engels cuando redactó, en 1864,
nC ciún
Del" Urs¡JrllIlg der Familie, des Privaleigelltul1Is wu[ des Slaats (El nngc ll de la fal/lilia, la propiedad privada }' el Estado).
Los
I.lM
n
ES DEL E\·OLUCIONISMO
Por muchos aspectos, sin embargo, la obra de Morgan debía ser cri ticada . El amplio cu adro de la historia de la humanidad c:-.bozado en Allciellt Sociery se basaba en una información cien tífica hoy sUTlcrada. La arqueología de la Grecia y la Roma ar caIcas no existla en la época en que escribía Morgan. y el eles cubl imiento de las civ ilizaciones minoicas, micénicas y etruscas impide adoptar de nuevo su s tesis sobre la aparición del Estado en Atenas o en Roma a través del proceso de descomposición de las organizaciones ciánicas, de la democracia m ititar, etc. La teuna según la cua l la economía pastoril nómada precedió nc ..:e~ariamente a la agncultura ha ~ido refutada por la arqueolo gia y por el análisis ele la ecología y de la genética de las dife rent\:!s espec ies domesticadas. O tras IimHaciones de la obra proceden de las selecCIOnes arbi trarias del au LO!" Contrariamente a su contemporáneo E. B. Taylor, Margan excluyó en los Sys IClIls del campo de la ant ropologm el estudio de las religiones primitivas, \ icmlo <:n él solamente un conjunto de costumbres '
Margan buscaba esta explicación , en ultimu análisis, en la , AI/ci"'lf Sacie/)'.
2ó2 Mallrice Godelier obra sufría limitaciones fundamentales . En primer lugar, está basada en varias "cries de principios opuestos y se encut!ntra de este modo desde un comienzo impregnada de una ambigüe_ dad de la que da testimonio Ja diversidad de las corrientes que apelan a Morgan y que se Oponen entre i>í. Cuando Margan de clara : «De modo general, toda la sustancia de la hi.,toria huma_ na cstá contenida en e l desarroLlo de las ideas elaboradas por d pueblo y expresadas en sus instituciones, sus usos, sus inven ciones.) sus descubrimientos» .) añrtde que es tas "ideas origi na les» Son «absol utamente independientes de todo conocimient Y de toda experiencia pre\'ia», este idealis mo es di fIcilmente conciliable con el principio m a terialista del papel determinan_ te de las relaciones económicas que ha mantenido en Nra parte. En segundo lugar, la obra enter a adolece de las limilaciones de u n evolucionismo que se vincula a una concepción del des arrollo por estadios sucesivos a partj¡- de un germen io icial que evoluciona e n Un sentido único . Para ilu strar ei>tas limitaciones, basta con indicar la forma Cn que Morgan ordcnó e n una se cuencia lógica y crono lógica los diversos s is temas de parentes co que había ana lizado. Habiendo creído constatar que, entre los iroqueses, el sis tema de parentesco estaba en contradicción COn sus relaciones familiares reales, supuso que para este tipo de parcn tesco ha bía debido existir un estado y una época a los cuales les habria correspondido directamente una forma de matrimonio. Creyó descubrir a Continuación eo la familia bawaiana la forma de fa milia que se adaptaba a la terminología de parentesco de los
iroqueses, pero, como el sis tema de parentesco no correspond ía
a la forma de familia hawaiana, tuvo que r emontarse progresi
vamente hasta una fanlla original de fami lia que no eXiStla en
ninguna parte, pero que habla tel/ido ql/e existir, es decir, has
ta el eslado de «prom iscuidad se:\ual" entre Jos miembros de
la horda pI-imit iva . En ese estado, los padres y Jos hijos, los her manos y las hermanas eran malido y mujer y no ex islIa ('1 in cesto. POLQ a poco <;e instauraron rroh ibil'iones sexuales y con yugales, pri mero entre padres e hi.ios, a continuación entre her manos} hermanas uterinos (es decir, hennanas )' hermanos na cidos de una misma madre), entre hemlanos v hermanas cola te ralc.:s (o sea, hijos e hijas de Jo" hermanos \ "as hermanas de! padre y de la madr'c). A medrda que se mu iliplicaban las proh i biciones coyungaJcs entrt.! (:on~anf.!Ujnco<¡, aparecían nuevas for mas de familia y nuc\as nornc.:o\.:lalUrGs de pan:nICSlO. Al final dc esta rc.:gresión iogíca hacia Ull e~'aJo uriginado fictilio, pero
Le\l'i.' Ht:llry Morgall
263
que habia debido existir, Morgan pudo ordenar lodos los siste m(1-" tk parentesco en una sucesión lóg ica V cronológica de cs t:;Hlios de evolución, disponiéndolos en orden inverso al número dI:! pruhibIciones conyugales asociGdas con ellos . A lo largo de ('"ta cadena de evolución , ordeno igualmen te diversas formas (le fami lia : consanguínea (form a hipotetica de Jamilia basada en el m ..i lrimoniu de los hermanos y las hermanas en línea di rc.:da o colateral), luegu, puoalúa (basada, bicn en el matrimo nio de.: \ arias heITnanas en línea di recta o colateral con un gru po Je hombres que no están necesariamente emparentados entre sí , bien en el matrimonio de un grupo de hermanos con mujeres que no están necesariamente emparentadas entre <;1), después, emparejada (basada eo c.:I matrimonio de un par de individuos que forman una pare ja sin co ns tituir necesariam.:n te una ramilia ind ividual izada); con esta última forma de fa milia aparecen los clanes, primero matrilinealcs, a continua ción patrilineales, y los propios clanes dan nacimien to a la organi7.ación tribal y después a las confederaciones de tribu~ . Mas tarde la fam il ia patr iarcal y luego la fam il ia conyuga l mo d~llla había n de acompañar el naci m iento de las sociedades de clases y del Estado. En defini t iva, esta evolución, que había abolido la animali dad propia de la prom iscuidad sexual primitiva y, al instaurar la prohibición del incesto y la regla de la exogamia, inaugurado la sociedad h umana, no encontró e n Morgan otra explicación que el argumento biológico de la selección natural, tesis que la genética moderna no ha podido nunca justificar y que, en el seno mismo de la obra de Margan, tampoco podía conciliarse con la tesis idealista del desarrollo de "iueas originales» inde pendientes de la experiencia y con la otra, materialista, del pa r ll detemlinante, en último análisis, de las relaciones eco nómicas. Cumprendemos, a partir de aq u í, por qué la secuencia <.'\'0 1utivi.l de Margan se ha derrumbado, poco a poco, con los pro gresos mi~mos de la ciencia que él conlribLlyó a fundar . La co rrl'lación binaria entre matrimonio y terminología de parentesco que él suponia no ha podido ser \'eriricaua, y, desde nuestro punto ele vi'ita, no pucdt: serlo, porque las relaciones de paren IL:~ClJ en las suciedades p rimili\as no traduo.'11 ...o lam,'nk las reglas de matrimonio, sino que funcionan asimismo como re lacillnc~ de producción , como rclaciüne'i politicas, como esque ma" ide(lllÍgico~, \ e.., la plurirun,'i\ll1.llidad I'S el rundamento lk su papL'l duminante, lo cual fue Mor-gan , por otra partL, uno de los prinll'ros en recunoct!r. Adcl11as, como ha demostrado Lévi
264
SEGUNDA PARTE
Maurice Godelier Strauc¡s, no puede haber parentesco puramente consanguíneo, pues toda forma de matrimonjo implica la prohibición del in ces to, es decIr, que se renuncie a determ inadas mujeres -ma dres, hermanas, h jjas- para cambiarlas por esposas. El matri monio, COmo lo vio Margan, es ante todo una relación de inter cambio de mujeres entre grupos, pero la explicación del incesto y de la exogamia no tiene su fundamento último en los impera tivos de la biología como él suponía, sino en los de la vida socia l.
SOBRE LAS MONEDAS Y SUS FETICHES
Se comprende por qué funcio na listas, est ructuralistas y mar xistas, aun rechazan do el evolucionismo de Margan, se va lieron de é l a títulos disti ntos y a men udo Opuestos. En nuestra épo ca, en la q ue la tarea imperiosa es, como trató de hacerlo Marx, pensar la historia en términ os de estructuras y dar cuenta de las es truc turas a la vez en su lógica, su génesis y su h istoria, la obra de Margan sigue siendo Una fuente fecunda de enseña nzas, tanto en sus acie rtos como en sus fracasos.
BIBLIOGRAFIA
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\~ I"~CES
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18
kil OC LA «MONEDA DE SAL» Y LA CIRCULACION DE MERCANCIAS EN LOS BARUYA DE NUEVA GUINEA *
1.
OBJETOS PRECIOSOS Y MONEDA EN LAS SOCIEDADES PRIMITIVAS:
ALGUNAS OBSERVACIONES TEÓRICAS PREVIAS
A comienzos de siglo, Boas 1 y Malinowski 2, al descubrir y
analizar el potlatch de los indios kwakiutl y la kula de los me
Ianesios de las islas Trobriaml, borraron en parte la imagen tra
dicional del homb re pdmitivo aplastado por la naturaleza Y
preocupado sólo por subsistir. Al contrario, se le descubría in
teresado, más allá de sus actividades de subsistencia, en acu
mular objetos preciosos, adornos de plumas, de perlas, dientes
de cerdo, de delfín, placas de cobre, y transformarlos, mediante
una hábil estrategia de dones y prestaciones diversas, en un
«fondo de poder» (Malinowski), en medios para acceder a las
funciones y a los estatutos más valorados de su sociedad. En
el centro de la compleja red de las relaciones de parentesco, de
producción y de poder de las sociedades primitivas, el don se
revelaba como la forma dominante del cambio y de la competi
ción entre los individuos O los grupos, por lo que necesaria
mente había que elaborar su teoria.
Mauss 3 fue el primero (1924) que se dedicÓ al tema, seguido ,. Los materiales de este estudio fueron reunidos en el CUl"sO de una
misión en Nueva Guinea (1967-1969) subvencionada por el Centre Natio
nal de la Recherche Scient ifique- El autor agradece igualmente a la
""enner Gren FOWldation la ayuda que le concedió personalmen te. Una
versión más descriptiva de este estudio fue publicada en L 'Homme. vo
lumen IX, num o 2. pp. 5-37. 1969. I Boas: «The Social Organization and the Secret Societies of !he Kwa·
ltiull Indian-, Report of the U. S. Nacional Museum lar /895, Washing
ton. 1897. pp . 341-359.
, Malinowski -1921-: «The Primitive Economics oC Ihe Trobriand ls landcrs., Ecortomic JOllrnal, 31. pp. 1-15; «K ula~, en Man, art o 51, 1920 Inl.
'Mauss: .Essai sur le Don, forme archalque de ¡'échange», Anrtée So ciologique, 1923-1924.
j
268
Maurice Godelier
de Firth 4, Einzing s, Polanyi6, Dalton 7, Sahlins s, etc. Inmedia tamente surgió en esta tarea una dificu ltad de orden ideológico, que aún no ha sido totalmente superada. A primera vista, en efecto, los matcriales etnográficos parecían sugerir por sí mis mos que hubiera que tomar para su comprensión las nociones usuales de la economía polftica, y ver en las formas primitivas de competición y de cambio formas «arcaicas» de la competen cia mercantil, en el don una espec ie de "prés tamo a intc rés compuesto» y en los objetos preciosos especies de monedas. Los hechos primitivos -aprehendidos a través de las catego rías de la l:CUnOm la de mercado- parecían diferir no en naturaleza, sino tan sólo en grado de los de las economías mo dernas capitalistas 9. Pero, al observarlos más detenidamente, los hechos primitivos no encajaban, o encajaban mal, en las categorías ya elaboradas. Hubo necesariamente que admitir que los indígenas de las islas Trobriand, lejos de confundir kula y cambio mercantil, los distinguían claramente, puesto que te nían un término distinto para designar el trueque en el cual se «comercia» (Gimwali). Hubo que admitir que el potlatch difería de un préstamo en que, en aquél, el acreedor era quien forzaba a su rival a aceptar el don, mientras que en el préstamo es el deudor quien busca el empréstito 10 . Pero, sobre todo, y más profundamente, no fue posible ignorar que Jos objetos preciosos, las «monedas» pri mitivas, se cambiaban muy rara vez, y la mayoría de las veces nunca por tierra o por trabajo 11; que su acumulación y su cir culación entre los individuos y entre los grupos no implicaban un desarrollo general de las fuerzas productivas, como en el • Firth : Art. «Cunency , prurutl ve~, y .Tradc, primllive., E/lcic/opaedia Britannica , pp . 345-346. 88l.
'Einzing: Prinritive MOl/ey, Eire, Spottiswoodc, 1948. • Polanyi: .The Semantics of Money·Uses.., en Prinzitive, Arclzaic and Modern EcoHomies, 1968 . Dallon: ePrimitive Money", American AI1t1zropologist, vol. 67, 1965, páginas 44-65. I Sahlins : .On lhe sociology o( primílive exchagco, en Tlle RelevQnce of Models f or Social Allillropology, A. S . A. Monographs Praega, Nueva York, 1965. ' Ilcrskovi ts: Econol1lic Allthropology, A, Knopf, Nueva York, 1952, páginas 487-488. 10 Goldmann: .The Kwakiutl o[ Vancouver Island., en Coopera/iun ami compet itiorl amollg prinritive peoples, 1937. 11 Moore: «Labor altitudes toward industrialization in Undcrdevclop pcd Countries., ilmerical1 Ecollomic Review , núm . 45, 1955, pp. 156·165.
lA «lILO/1cda de sal" y la circulación de mercancías
269
caSO de la acumulación de .capital en las sociedades mercantiles capiObjetos lalistas 12. para exhibir, para dar o para redistribuir con el [in de crear llna relación social (matrimonio, ingreso en una socie dad secreta. alianza polí tica entre tribus), para borrar una rup tura .:n las relaciones sociales (ofrendas a los antepasados, com pt'lIsa ión por homicidios u ofensas), para crear o simbolizar c una posición social superior (potlatch, objetos de lujo acumu
lados Y redistribuidos por los hombres importantes , los jefes o
los reyes), los objetos preciosos de las sociedades primitivas no
se constituían , por tanto, en capital y raras veces funcionaban
en el interior de esas sociedades como moneda, es decir, como
un medio de intercambio comercial 13 , Funcionaban corno m dIOS dE." intercamb io social, de valor simbólico múltiple Y com plejo, pero de uso Y circulación circunscritos a los lúnites de tcmlinados por la misma estructura de las rdaciones sociales de prod ucción Y de poder. Sin embargo, generalmente se olvida que todos esos objetos preciosos eran, bien fabricados, bien obtenidos a costa de un gran trabajo o de compensaciones importantes en productos raroS, y poseían, por consiguiente, desde el momento en que se los trocaba, un valor de cambio 14. Por ejemplo, en Malaita las brazadas de moneda de perlas blancas provenían de los kwaio, que las exportaban a sus vecinos. Un individuo no podía recO ger en los arrecifes, pulir y taladrar más de dos brazadas de perlas (como máximo) al mes. Los dientes de delfín provenían de los Jau, pescadores de una sorprendente habilidad, que vi v¡an en pequeñas islas en las que la agriculLura era impracti cable y que cambiaban esOS dientes por cerdos y por alimentoS vegl~1 aks . Las muelas de piedra de Yap provenían de islas muy le janas y exigían verdaderas expediciones marítimas para extraer las, talladas Y transportarlas 1S . De forma genera l, por todas par tl.!S, en el i.nter ior de Afríea, Asia y Nueva Guinea, circulaban conchas que procedían ele orillas lejanas, por ejemplo de la In dia, y que se adquirían por intercambio de objetos locales ra , Fon\c: .Primiüve Economics., en Mall, Culture and Socie/y, N. Y. üx{oru PI:ess, p. :.41. Vl!r, sobre lodo. L. Lancaster: .Crédil, épargnc ct in',\osl une économic non monélairc» , Archives Européel1 11 , ti" Soóo[
I DallOn ArtícUlO citado, p. 59.
,. O
¡s~<.:mcnl dnn~
ut!A 1962, pp. .Elhnographischc 94-10S . Scnft;
7.0 1>
Bcitragc über Karolincn-Insd
Yap~,
en
Dr. 11 . PdcrmaIll1'$ MzttczllWgl'l1, 1903, pp . 5()..15 I , y W. H . FUrTn:ss: nze b[cOItI of slone mOrlc.v, Filadelfia, 1910, p . 96.
270 Mal/rice Godelier ros 16. Por tanto, a la entrada o a la salida de cada Una de esas sociedades, esos objetos preciosos tomaban provisionalmente la fonna de mercancías trocadas a tasas fijas o que fluctuaban muy poco. En el interior de cada sociedad circulaban la mayo ría de las veces, no como mercancías, sino cama objetos para dar o para redistribuir en el proceso mismo de la vida social, de las relaciones de parentesco, de producción y de poder. Por consiguiente, si nuestro análisis es exacto, nos obliga a concluir que frecuentemente los objetos preciosos que enCOn trarnos en las sociedades primitivas son de Una natllraleza do ble, a la vez mercantil y no mercantil, «moneda» y objeto para dar, según que se truequen entre grup os o circulen en el inte rior de cada uno de ellos. Funcionan, en primer lugar, como mercancía si es necesario importarlos o si son produci dos para la exportación. Funcionan también como objetos de prestigio, como objetos de intercam bio social cuando circulan en el in terior de un gru po a través del mecanismo de los dones y de otras for mas de redistri bu ción. El mi smo objeto cambia, pues, de fun ci ón, pero, de sus dos funciones , la segunda es dominante porque encuentra su sentido y su fundamento en las exigencias de las estmcturas dominantes de la organización social primitiva, parentesco y poder 17. Hay que señalar además que un objeto precioso no sólo funciona como mercancía cuan do es importado o exportado entre grupos, sino también cada vez que es trocado en tre miem bros de un grupo, y no dado o redistribuido. Circula en tonces en el in terior de ese grupo como mercanCÍa, aunque pueda circular casi siempre como una no mercancía, como un objeto para dar, como un objeto de intercambio social. Finalmente, hay que precisar que no basta que un objeto
p recioso circule como mercancía para que se convierta en «mo
neda». Se requiere, además, una condición suplementaria: que
sea factible cambiarlo por varias mercancías de tipo diferente.
Por ejemplo, en Ma laila un coHar de perlas roj as se camb iab a
por cerdos, por utensilios de piedra tallada o por alimento cru
do o cocido, e tc., y fun cionaba en ese caso como una moneda.
Por tanto, para resumir, la mayoria de las veces, los objetos " K. POlanyi,
Are~nbcrg
Empires, Glencoe, 1957. 11
y Pearson: Trade alld Market in che Early
M. Godl!liel': .Ob.ict et méthodcs de l'Anthropologie Economique ,
lt en L'Homme, V, mi.m. 2, 1965, Y en Rationalité ee Irrationalicé en Eco nomie, Pans. Maspero, 1966, pp. 262-279. (Existe t raducción castellana,
Siglo XXI Editores, México, 1967, pp. 241-313.)
La «moneda de sal» y la circulación de mercancías
271
preciosOs que circulaban entre las sociedades primitivas y en seno, eran a la vez objetos de intercambio comercial y obje t OS de intercambio social, bienes para trocar y bienes paTa exhi bir y para dar, mercancías que a veces se convertían en mone da y en símbolos, signos visibles de la historia de los individuos y de los grupos que recibían su sentido de lo más profundo de las estructu ras sociales. Se trataba, pues, de objetos multl funcionales cuyas funciones no se confundían, ni siquiera cuan do se superponían y se combinaban, y que circulaban siempre dentro de estrechos límites, determinados por las estructuras mismas de las sociedades primitivas, en donde el trabajo, y so bre todo la tierra, nunca se transformaban en mercancías que se pudieran adquirir intercambiándolas por otras mercancías. S i esto es exacto, se puede comprender por qué tantos aná lisis y afirmaciones de economistas y antropólogos sobre las monedas primitivas son contrad ictorios o parecen serlo 18. En efecto, esas contradicciones pueden tener dos orígenes: bien que, a nivel de los propios hechos , el objeto descrito por el an tropólogo haya sido aprehendido cuando funcio naba sobre todo como una mercancía troca da 19, o sob re todo como un objeto de adorno o de don; o bien que, en el propio pensamien to del antropólogo , las distinciones teóricas entre mercancía, moneda, objeto de intercambio social no estuvieran claras, lo que habría vuelto con fusos la aprehensión y el anális is de los mismos he chos 20. Ahora bien, sobre la base de esas distinciones, una re lectura m.inuciosa de la ingente documentación acumulada so bre las «monedas primi tivas» resultaría necesaria y posible. Igualmente se puede comprender, por un lado, por qué la mayor par te de los pueblos primitivos han puesto de manifies to, desde los primeros contactos, que comprendían a la vez la lógica de los dones y la del trueque, de la circulación simple de mercancías, y, por otro lado, que se hayan podido encontrar en sus objetos preciosos formas arcaicas de nuestra moneda, aunque muy rara vez su moneda haya sido manipulada como un capital que se invierte para obtener beneficios y acumular los 21.
sU
" Einzig: Primirive Money, pp. 24-25. "Sahlins: «Exchange value and the Diplomacy oE PrimiLivc Trade», American Ethnological Sociey, 1965, annual meeting, pp 95-129 . " Ver el uso del concepto de capital por Salisbury en From Stone to Sreel Melboume, 1962, Y nuestra critica en • Economie poliliq uc el An thropologie économiquelt, en L'Homme, IV, núm. 4. 1964, pp. 118-132, Y 8l'ssaigncl: .An Allegcc! case of Pl'imitive money», Sot¡(!lweSlent Joumal of Antl1ropology, t956, pp. 333-345 . 11 Señalemos. entre otros casos, el de los tolai de Nueva Inglaterra;
272 M aurice Godelier
Finalmente, podemos comprender por qué, en determinadas circunstancias, desde la antigüedad hasta nuestros dias, esos objetos preciosos fueron despojándose paulatinamente de su carácter dominante de objeto para dar y se han especializado de fomla dommante como objetos de comercio Z2, a la vez que conservaban durante mucho tiempo un aspecto «tradicionah, o, Como en ocas iones se ha dic ho, un aspecto «ético» 23. En la perspectiva abierta por estas observaciones teóricas pn:vias presentaremos los matcrial~ que hemos recogido en Nueva Gu inea sobre la fabricación y la circulación de la mo neda de sal de los baruya 24.
2. LA
SOCTEDAD B,\RUYA
Los baruya 25 fo rman un grupo de unos 1.500 individuos apro ximadamente, distrib uidos en una docena de aldeas y poblados de[ subdistrito de Wonenara, que, Cn junio de 1960, fue la últi ma región de [os Eastem Highlands de Nueva Guinea en pasar bajo el con [rol de [a Administración australiana. Por la lengua, la cultura material y la organización social, los baruya perte necen a un conjunto original de tribus conocidas desde enton ces bajo el nombre de «kukakukal>, término ofensivo utilizado por a lgunos de sus vecinos y popularizado desde su adopción por la Ad ministración australiana. Lingüísticamente, los kuka kuka no tienen nada que ver con e[ filo de las lenguas de las véase T. S . Epstein: .European contacl and Tolal cconornlc development. A S<:hema o L" Economic~ Growlhs», en ECO'lomic Development al1d Culo tural ('Juw¡.:t.', abril, 1963, I1p . 283·307, Y R. SaJisbllry; ' PoiJlics and Shd[ Moncy finance in New Brilain., en POlitical Antltropo[ogy, A1dine, 1966, págmas 11J..121:L
lA «UlOHeda de sal» v la circu[acióH de mercarzcfas
trihus de los Highlands ni tampoco con las lenguas melanesias de las tribus costeras úe Papuasia o de Nueva Guinea 26. Su población se estima en unos cincuenta mi[ individuos, de los cuales la mayoría vive en la parte norle de un inmenso territo rio extremadamente accidentado que se ex tiende desde el río Vui/ala al Oeste, hasta el río Bulolo, al Este, y desde el río Wa· LUt, al Norte, hasta la inmediaciones de Kerema, en la costa de Papuas ia. En Papuasia, algunos grupos apenas controlados lle van una vida «nómada» en una región fores tal de acceso suma mente difícil y protegida de los contac tos por su excesiva dis tancia de los palrol-posts de Menyamya, Kantiba y Kerema. Los kukakuka tienen fama de ser tribus guerreras, en su mayor parte canfbales, cuyas incursiones sembraban el terror entre las tribus vecinas y que vivían en es tado de guerra perpetua 27 . Víctimas del descubrimiento, a comienzos de SIglo, de yacimientos de oro en la frontera oriental de su territorio. en la región de Wau y de Bulolo, hicieron difícil la penet ración de los buscadores de oro y opusieron una viva resistencia a los esfuerzos de la Adminislraci6n australiana por con trolarlos y pacificarlos 2.8. Los baruya afim l an descender de refugiados de la tribu de los yoyué, que habitan la reg ión de Me nyarnya, y qm; tuvieron que huir de su territorio de origen como consecuencia de un conflicto que los enfrentaba a otr os segmentos de su tribu, alia dos circlmslancialrnenle a sus enemigos . Este éxodo deb ió pro ducirse. según nuestras estimaciones, hace unos dos siglos, Los refugiados se instalaron en la región de Marawaka, a tres días de marcha al noroeste de Menyarnya, y, puto a poco, mediante guerras y alianzas matrimoniales, se apoderaron de una parte del territorio de las tribus locales, los andjt! y los usarumpia. A comienzos del siglo xx penetraron en el valle vecino de Wo
u Davcnport: .When a primitive and a civilized money mect», Procee
dil1gs of ,Ile Americal/ E[}//10grapftical SOClety. Spring Meeting Sympo
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tiel" ~ans norn: le commerce~. " '1abrla QUe (·o mparar d uso de la sal en diversas SOCiedades y en di"!!1 ~as épocas. Ver Mahieu : Nu.lIlismallquc du Congo, 1924, p . 57, y. so bre las bal'ras de sal de AbIsinia, Sah'iac: -Les Gaitas., Geograpllical }ol/mal, 1901, p. 159. " Los baruya fueron descubiertos por J . Sinclair en 1951. Les domin ':11 su libro Beltind tite Rallges (cap. 111: ~The Sallmakers»). Véase J. Sinclair, Bel/illd lite Rtt'lgerS, Melbournc, Mel¡'outne Univ. Press, 1966, b¡lli.,
273
"s. \. WUI m : «Australian '\ew l.uine;¡ 11 ighlamh Lmgua)!es and lhe Oi~lrihlltio)n uf lhdr Tvpotogic.¡l Featurcs., ,tilla. Al1tllrop.. Nu.:,'a Gui lIeJ. , agosto de 1964, pp . 77·97 . J, P. Murray: PapuQ or Britislt NelV Guil1ea, T . Fischcr·Unwrn, 1912, Nvin:ls 170-17l. . Véase Dcmailr'c: New Guinea Gold, Cc1IlIIibals and Guld.\t!ekers in '\'<"11' GII/I/<'U, Londres, Gcuffr~'Y I3les , 1<)36. L'1S liIlÍL;¡, publicaciol1t's cien IÍI il"l' ,,;oll\:\'rnicll!<:s :t lo, k"kakuka ~OI1 I;¡s dl B. Rlnckwuod: «Us.: of PI:tllts aml1ng Ihe Kuknkukn of Soulhl'¡}<.[ Central New Guinea-, Procee· Jiu,' , uf ril e Si.ttll Pacitic; SCI
lW
274
Maurice Godelter
nenara, expulsando a sus habitantes. Estos últimos constituyen, junto con los baruya, los grupos fronterizos de los kukakuy. por el Oeste . Más a llá comIenzan las tribus awa, tairora, fore, profundamente diferenciadas por sus lenguas y sus culturas que las asimilan a las tribus de los Eastern Highlands, estudia das por Reaci, Watson, Langness y Salisbury. La organización social de los baruya es la de una tribu acé fala compuesta por trece clanes patrilineales, ocho de los cuales descienden de los primeros refugiados y siete provienen de seg mentos de linaje de las tribus vecinas y enemigas, con las que los baruya intercambiaron antaño mujeres y que eligieron resi dir con sus a liados. El linaje es la unidad social de base. Cada poblado agrupa de tres a cinco segmentos de linaje que per te necen a clanes distin tos. El individuo goza de una gra n libertad para escoger su residencia . aunque la regla com únmen te admi tida sea la residencia patrilocal. Una d ivisión jerárquica de la población masculina en cuatro clases de edad secciona el con junto de los clanes y linajes, r eagrupa a todos los pob lados y unifica la sociedad en el p lano ideológico (ciclo de las inicia: ciones) y mili tar. La agricultura es la activi dad económ ica principal, comple tada por una importante cría de cerdos y un a consi derable pro ducción de sal vegetal. Los poblados están si tuados entre los 1.600 y los 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar en los altos valles del Kratke Range, cadena de mon tañas que alcan zan hasta los 3.720 metros de altitud. La vegetación es la clásica de la rain forest, cor tada por amplias extensiones de sabanas herbosas (ktmal), consecuencia de la a~ri c ultu ra sobre chami cera. Las lluvias son muy abundantes y las variaciones es tacio nales muy acusadas. La caza y la recolección desempeñan un papel minimo en la alimentación. pero tienen una gran impor tancia ceremonial. Hasta 1940 el hacha de pied ra puli mentada, el palo con punta para excavar, el cuchillo de bambú y el pun zón de hueso consituían lo esencial de los utensilios de los ba ruya. Antes de la llegada de los blancos, el hacha de acero V el machete penetraron en la región a través del comercio iTIter tribal y sustituyeron rápidamente a las herramientas neolíticas. La producción esencial es la de batatas cult ivadas de forma relativamente intesiva con un barbecho corto, principalmente en la zona desforestada. El taro viene mucho después de la ba tata en el plano alimenticio, pero tiene una gran importancia en el plano ceremonial y social. Se cultiva en los terrenos del bosque secundario que permanecen de doce a veinte años en barbecho. Técnicas de drenaje, de regadío mediante pipe-Ulles
lIIoneda de sal» y la circulación de l11erca/lclas
[.0
275
de bambú Y de cortezas de pandano. terrazas ligeras, siguiendo las cu rvas de nivel , y que por un cierto tiempo impiden la ero SIón de los suelos de superficie sobre las pendientes más incli nadas. dan pruebas de una agricultura capaz de fórmulas más l'on1plci que la simple desforestación por el fuego y el arado as
sU perficial del suelo.
El linaje es el propi e tario colectivo del suelo. Los territorios
de caza y las tierras agrícolas están repartidOs entre todos los
clanes Y linaies. Los derechos de prop iedad están claramente
[iiadOS, pero la I.Itil ización del suelo es extremadamente [Jexi
ble. La propiedad está basada, para la tribu en tanto ql.le tal.
en su derecho de conquista y, para cada linaje, en el trabajo
de des(orestac ión del bosque realizado por sus antepasados. El
trabajo se basa en la división sexual del trabajo y reviste tanto
fOffilas colectivas como individuales.
3.
LA PRODUCCIÓN DE SAL
TeCHologia
El régimen alimenticio de los indígenas de Nueva Guinea se
basa esencialmente en el consumo de tubérculos y, con la ex
cepción de algunas comunidades que disponen de abundantes
recursos de carne o pescado. presenta un (uerte déficit de so
dio . Ello les obliga a procurarse la sal de una manera o de otra.
En las costas se obtiene la sal a partir del agua del mar Y fre
cuen temente se intercambia con las tribus del interior. El re
lieve, las distancias Y el estado de guerra permanente entre las
tri.bus impedían que la sal de mar penetrase profundamente y
llegara hasta las tr ibus del interior. Estas úllirnas, o al menoS
algunas de ellas . producían su propia sal a partir de manantia
les de agua salada o extrayéndola de plantas recogidas en la
selva o cultivadas 29. En el seno de las tribus kukakuka, la fabricación de la sal
era una práctica corriente, pero en ninguna parte alcanzó la
amplitud Y el grado de especialización que la caracterizan entre
los baruya. Estos últimos Eabrican su sal a partir de las ceni
zas de una planta 30 -la Coix gigantea Koctlillg ex Rob-, planta
.• Véase J. M. Mcggilt: . Salt Manufacture and Trading in the Wes·
le! n lIighlancls of New Guinea', TIte Australia,. !I1useWII Maga:illc . XII.
10. lO1958 pp . 309-3\3. El . exanten con un espectroscopia muestra que es ta sal contiene una
11.
La «moneda de sal» y la circulación de mercancías 276
Maurice Godelier
procedente del Sudeste asiático, que trasplantan en zonas re gadas natural o artificialmente mediante canales y fosas 31. Las superficies cultivadas varían de 2 a 30 acres divididos en par celas cuyos límites quedan marcados por diversas variedades de flores o de arbustos. La hierba dc-Ia sal es cortada anualmente durante un peDu do seco, y vuelve a rctoñar por sí sola. Durante una semana o dos se deja secar y luego se apila sobre una pira de maderas es peciales y se quema durante un día o dos . El montón de cenizas se resguarda bajo un techo de paja, y pcrmanece en el mismo sitio durante varios meses . A continuación se construye un fil tro, compuesto por una fila de calabazas, cuya extremidad in ferior está obstruida por un tamiz de Triumfelta nigricans, que re tiene las impurczas. Las calabazas se llenan de cenizas (de 600 a 800 gramos) y se vierte sobre ellas lcntamente agua pura . Esta se satura al pasar de elementos minerales y nuye por u n cana lón de bajas que vierte el líquido dentro de largas cañas de bambú que a con tinuación se llevan a l taller de sal. De vez en cuando prueban el agua que se filtra de las calabazas, y cuando está desprovista de sabor salado, la calabaza se vacia, llenándo se de nuevo con cenizas. El taller pertenece a un especialista. Contiene un horno com puesto por un túnel de 3,50 metros de largo por 30 centímetros de ancho y 30 centímetros de alto , cuyas paredes, construidas con piedras planas refractarias y cimentadas con barro cocido, proceden de las cenizas de la hierba de sal. En la parte supe rior del horno hay excavada una fila de 12 a 15 moldes oblon gos de 80 centímetros de largo y de unos 12 centímetros de ancho en la mitad. Cada molde contiene una artesilla hecha con hojas de banano impermeables, cuya parte superior se mantie ne abierta gracias a la presión de un marco de bambú ligero. Se vierte el agua salada en las artesillas cuando el horno ha al canzado la temperatura conveniente. Esta temperatura se man tiene constante durante los cinco ruas y las cinco noches que dura la evaporación y la cristalización de la solución salada. El especialista vigila la temperatura del horno para que la solución no hierva dentro de las artesillas (la temperatura se mantiene entre Jos 55 y los 6S grados centígrados). Remueve con alta dosis de potasio, por lo que en grandes cantidades constituye un veneno. I A. Freund, E. Henty y M. Lynch: «Salt Making in Inland Ncw Gui nea_, cn Trallsacciol1s. 1965. Papua and New Guinea Scienlific Society, pá· " in,,~ 16-19; ver también M . Hcrskovits: Ecollomic Alllhropology, Knopf, 1951.
271
una espátula especial la superficie del agua para impedir la [or de una película. Retira las impurezas que se forman o m ación en las artesillas. Finalmente, Y sobre todo, eS quien posee caen la magia de la sal. Al cabo de cinco o seis días la evaporaci6n finaliza Y la sal cristalizada se presenta en barras muy dmas de 60 a 72 centímetros de largo Y de 10 a 13 de ancho. Las barras se retiran entonces con precaución y se raspan los bordes para darles una forma perfectamente regular. Un grupo de hombres las envuelve con hojas de banano secas y con largas tiras de
corteza mojada, ensambladas cuidadosamente por una costura,
que se endurecen al secarse. El embalaje constituye una protec
ción eficaz contra la humedad, Y al mismo tiempo permite
transportar las barras de sal fácilmente Y sin riesgo de que se
rompan. Las barras se almacenan en cada choza sobre una re pisa situada encima del hogar. Las quince barras representan en promedio de 25 a 30 kilos de saL La forma obl onga del horno hace que las barras de las extremidades sean más cortas que las barras centrales. Los ba ruya clasifican las barras en tres categorías según su tamaño, las designan con nombres distintos Y les adjudican tasas de cambio diferentes. De las quince barras, cuatro o cinco son pe queñas, cuatro o cinco medianas Y seis grandes.
La división social del trabajo
El proceso de producción de la sal se desarrolla, por consi guiente, en dos fases separadas en el tiempo por un intervalo bastante largo. La primera consiste en la recolección, la incine ración de las hierbas de sal y la construcción de un abrigo para proteger las cenizas de la intemper ie. La segunda constiluye el proceso propiamente dicho de la fabricación de la sal , es decir, el filtraje, la evaporación Y el embalaje. Tanto los hombres como las mujeres participan en las tareas de la primera fase y, según la importancia de aquéllas, el trabajo es individual o colectivo. En cambio, la fabricación de la sal es un trabajo esen cialmente masculino, rodeado de rituales reservados y de prohi biciones sexuales para prevenir los riesgos de la contaminación femenina. También requiere la intervención de un especialista para las operaciones delicadas de evaporación Y de cristaliza ción. Estos especialistas son poco numerosOs, de dos a cinco por poblado, sobre una población media de treinla hombres adultos. Los especialistas deben a sus poderes mágicos Y a sus conocimientos técnicos el hecho de ser reconocidos como tales.
278
Maurice Godelier Si sus descendientes demuestran inclinación y capacidades, en tonces les transmiten sus secretos. Hemos reunido en el Cuadro siguiente (cuadro núm . 1) los datos esenciales concernientes a la duración de cada operación y a las formas de trabajo, individual o colectivo, masculino y/o femenino que requieren. A continuación hemos calculado, ba sándonos en la duración de las operaciones, la cantidad de tr a bajo social necesario para la producción de quince barras de sal. Para realizar este cálculo hemos hecho abstracción de la diferencia entre trabajo masculino y femenino, y teníamos el derecho de hacerlo porque en las tareas de siega, de recogida, transporte y ensilado de los tallos de la hierba de sal, en las que participan las mujeres, éstas mues tran prácticamente la misma eficacia que los hombres. Un problema más delicado es el de la conversión en jornadas de trabajo simple del t rabajo de vigilancia de los especialistas (vigilancia discontinua, distri buida a l o largo de cinco dias y cinco noches). Hemos «red u cido» a tres días de trabajo simple continuo la inversión de tra bajo de eSe especialista. Se puede consta tar por una simple lectura del cuadro núme ro 1 que cualquier trabajo un poco complej o es esencialmente mascul ino , lo q ue también sucede en la construcción de una casa, la excavación de canales de riego, la ins talación de pipe Unes, la fabricación de armas, etc. Igua lm ente se puede consta tar que el trabajo colectivo predomina ligeramen te sobre el tra baj o individual y que el número de los individ uos que trabajan colectivamen te es bastante modesto, va riando de dos a diez. En conj unto, la producción de la sal exige la participación de ocho a diez veintena de hombres personas. y de ocho a diez mujeres, es decir, de una
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Comparativamente, el traba.io agrícola - taJa de árboles, des broce, construcción de empalizadas alrededor de las huertas
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¿Qué efecto prOdUjo la introducción de las herramientas de
acero sobre las fOnTIas tradicionales de prOducción basadas en
herramientas neolíticas? Sin entrar en detalles, indicaremos
que los cambios tecnológicos introducidos sólo diSminuyeron el
tiempo dedicado al corte de las cañas y de la leña para el fuego .
Antes de 1940 se segaban las hierbas de sal con largos cuchillos
de bambú afilados y la leña se cortaba COn un hacha de piedra. Se puede estimar que hacía faIta un 50 por 100 más de tiempo para segar la hierba, es decir, tres días en vez de dos. El con junto del proceso debía exigir aproximadamente veintisiete días en l ugar de veintiuno, lo que corresponde a un 30 por 100 de trabajo suplementario.
279
moneda de sal» y la circulación. de mercandas
'"
280
Maurice Godelier
CUADRO NUM. 2 Distribución de la eantidad de trabajo social
= 21
d/as
a) Según la división sexual de trabajo
b)
MascuUno
Femenino
13
8
(61 %)
(39 %)
Según la forma de trabajo IndJvldual
Colectivo
9
12
(42 %)
(58 %)
La «morleda de sal,.
No especlallzado *
3
19
(14 %)
(86 %)
* Por trabajo no especializado se entiende un trabajo para cuya realiza. ción cualquier trabajador puede ser sus tituido por cualquier otro deo. tro de los limites de la divi.~ióo sexual del trabajo.
Si se consideran las operaciones 3, S, 7, 8 y 9 del cuadro núm. 1 como formas de trabajo más complejas que las operaciones 1, 2, 4 y 6, te nemos: Simple
Complejo
9
12
(42 %)
(58 %)
281
para protegerlas de los cerdos domésticos y salvajes, excavacio nes de fosas para drenaje o riego-- experimentó cambios mucho más importantes. En un plano social, hay que señalar que el aumento de la productividad del trabajo individual ha hecho disminuir la importancia social de trabajo colectivo, haciendo menos necesaria la cooperación en el trabajo. Esta última se basa en la ayuda que algunos indiv iduos deben al propieta rio de la sal en nombre de sus lazos de parentesco, o que le ofrecen en tanto que amigos y vecinos, a cambio de que sea recíproca. La fabricación de la sal se termina con una comida colectiva fsamuné), ofrecida la mayoría de las veces por el beneficiario de la ayuda . Batatas, taros se sirven en abundancia y se comen acompañados de los trozoS de sal recogidos en los moldes o procedentes del raspado de las barras al alisar los extremos antes de su embalaje. Jugosas cañas de azúcar completarán esta comida de ,d ujo», y los invitados, hayan ayudado o no a la fa bricación de la sal. se recrearán en prolongadas discusiones apenas interrumpidas para mascar su trozo de betel o para aspira r enormes b ocanadas de tabaco verde en sus largas pipas de bambú.
4. Especializado
la circulación de me1'cancías
REDISTRIBUCIÓN y COMERCIO DE LA SAL
La circulación de la sal en tre los baruya reviste dos [armas; redistribución e intercambio comercial .12.
Redistribución a)
Las tierras de sal.
Todas las tierras aptas para el cultivo de la sal (zonas llanas y bien regadas) fueron acaparadas por los diversos linajes du rante la conquista de los valles de Marawaka y seguidamente c.lc Woncnara. La voluntad de apoderarse de las tierras de sal constituye una de las razones confesadas de algunas guerras contra Jos andjé y los usarumpia, vecinos de los baruya. En teoría, todos los linajes disponen de tierras de sal; en la prác tica, un gran número de sus segmentos carecen de ellas . La ra " Los baruva distinguen en su lengua: nlumbié. trocar, a la vez vender v comprar, y yal1ga, dar; el hombre generoso es el que comparte.
19
282
Maurice Godelier
zón hay que buscarla en la misma historia del grupo, su expan sión hacia el Noroeste a comienzos del siglo x.x y la invasión del \ alle de Wonenara. Los primeros ocupantes de este valle Se distribuyeron y desforestaron las tierras aptas para la pro ducción de sal y, debido a la distancia, dejaron de explotar las tierras que poseían en Marawaka. Estas últimas continuaron siendo explotadas por los miembros de su linaje que no habían emigrado, por sus aliados o, simplemente, por sus amigos. Posteriorm en te, hacia 1940, como consccuencia de la inva sión del valle de Marawaka por grupos enemigos proceden tes del E!>lc y del Sureste, una oleada de refugiados Se un ió a los habitantes del valle de Wonenara. Una gran parte de éstos no quisieron regresar a Marawaka cuando sus enemigos se vieron forzados a ceder el terreno conquistado. Se establec ieron en los peblados de Yanyi v de Wiavcu, pero, a diferencia de los colo nos ins ta lados a comienzos de siglo, llegaro n demasiado ta rde para encontrar en el mismo lugar nuevas tier ras de sal y, al mismo tiempo, vivían demasiado lejos para explotar las an ti guas. Existe, por consiguien te, al menos en el valle de Wonenara, una d is tribución desigual de las tierras aptas para el cultivo de hierbas de sal e nt re los diversos segmentos de li naje, q ue fa \'o rece a los primeros co lonos . Sin e mbargo, esta desigua lda d en la propiedad de las tierras para el culti vo de hierbas de sal no implica una desigualdad en el reparto de la propia sal, y esto por dos razones: por una parte, los propietarios conceden frccucnlemcn te a sus aliados, a sus parientes por línea materna O a sus amigos el derecho a utilizar sus tierras (por ejemplo , a cortar y quemar las cañas). A veces incluso autorizan la utili zación pL rm anente de una parcela por parte de un par iente o de un amigo. Por otra parte. qu ien corta la hierba de sa l (va sea el propietario o solame n te el usufructuario de la tierra) está obli gado a redistribuir una parte de su produc to. b)
Redistribución del producto.
La sal es redbtribuida por su propietario entre sus a liados (l:uñ.tdos. yernos), sus primos cruzados, principalmente los ele la rama materna, y a veces algunos amigos (sobre todo sus ca iniciados). Dc quince barra, producidas, entre cinco) diez se rán rl'd istribuidas . El reSIO queda desti nado a cubrir las nece sidJ.dl's de la familia) sus necesidades personaks, y a veces, cUanLlo toda\ ía viven, las elel padre y la madre. Las ban"as se
La «/IIolleda de sal" y la circulación de nlerca/1cías
283
almacenan encima del hogar y servirán , bien para diversas ce remon ias (aproximadamente media barra al año), bien para el cambio.
~( El cambio de la sal a)
El cambio por servicios.
De la parte que le queda, el propietario de la sal tiene aún que descon tar una o dos barras para el especialista de la sal. Ot'asiona lm cnte , también le dará una o dos barras de sal al bruj o que haya curado a algún miembro de la familia o a él mismo . Finalmente, y esto ocurre muy rara vez, en el caso ue que no pudi era ir en persona a ca mbi ar su sal entre las tribus vecinas y necesitase un artícu lo importante (hac ha de acero), confiará su sal a un amigo que irá a trocarla en su lugar y re cibirá como compensación a su s molestias una barra de sal.
b)
El cambio por productos.
1. E l trueque en el seno del grupo.-En algunos casos, el tru.cq.IJ.LS c practica en tre los mismos baruya. Cuando un hom bre tiene un hijo o un hennano m enor que debe some ters~ a las ceremonias de iniciación que le convertirán en un hombre, está obligado a proporcionarle un tahalf de dientes de cerdo, que es uno de los signos distintivos de su nuevo estatuto. Si no poseyera un tahalí , ofrecerá trozos de sal a quienes matan cerdos a cambio de los huesos de la mandíbula. Frecuentemen te, le darán además una pequeña cantidad de carne. El mismo fabr ica el tahalí. De hecho, los baruya p refieren conseguir pe queños collares de dientes de cerdo en tre sus vecinos y mon tarlos ellos mismos en el tahalí. En otros casos --extremada mente raro<;- un hombre puede oErecerle sal a un amigo a cambio de la piedra de una maza de guer ra. En realidad , los cambios en el seno del grupo tienen muy poca extensión porque la circulación de bienes está reglamen· tada anle touo por el juego de las prestaciones recíprocas entre parientes o entre vecinos y amigos. 2. Los cambios con los extranj eros.-Por el contrado, la sal era objeto de un intercamb io muy activo entre los banlya y las tribus vecinas, algunas ue las cuales residen a más de cuatro jornadas de marcha. Con la excepción de los yunduyé, de len
284
Maurice Godelier
gua }' costumbres diferentes, con los que reinaba un estado
permanen te de comercio y de paz, todos los vecinos de los ba ruya eran alternativamente sus aliados o sus enemigos. Los intercambios afectaban a un conjunto de productos que hemos clasificado Cn cuatro categorías: - Medios de producción: piedras pulidas para la fabrica ción de hachas, y, desde 1945, hachas de acero y machetes. - Armas : arcos, flechas y mazas de piedra. Bienes de lujo: adornos ceremoniales de plumas, de con chas, de perlas, encantos mágicos, cerdos . - Bienes de consumo corriente: capas de corteza, cal para mascar el betel.
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También se cambiaba )a sal por perros, que se podrían cla sificar en la categoría de «annas», ya que se utilizan sobre todo en la caza de masurpiales. cuyo consumo figura obligatoriamen te en los actos rituales más importantes. Las tasas de cambio variaban según Jos productos cambiados. UD gran piedra pulida valía entre UDa y dos grandes barras de sal; un cerdo macho, entre dos y tres; una cerda, entre tres y seis; un hacha de ace 1'0, entre tres y seis; un adorno de plumas, solamente una. Las tasas diferían según las tribus, pero una vez que una tasa habla sido establecida con una tribu, tendía a permanecer idéntica. Las rutas comerciales fueron abiertas por individuos audaces cuyos nombres pasaron a la posteridad. Afrontaron Jos riesgos (la muerte y ser devorados) de los primeros contactos con una tribu vec ina, y lograron establecer relaciones de am istad con a l gunos miembros de cse grupo y sellar con ellos una especie de pacto de comercio y de protección. Este pacto norma lmente se prolonga de generación en generación y se heredan los socios co merciales del padre. Cada socio Se compromete a albergar, ali mentar y pro teger a su huésped y se esforzará, si no puede proporcionársela él mismo, en encontrar en su grupo la mero cancía que el otro desea. Las transacciones entre su socio y los eventuales adquisidores se realizarán obligatoriamente en su casa o ante su puerta. Este espacio, ffsico y social, delimitado en torno a la residencia de un segmento de linaje y en donde el extranjero está previamente seguro de poder reunirse con toda garantía con posibles compradores, funciona, pues, como un «mercado en miniatura» cada vez que se presenta un ven dedor. Este tipo de mercado (espacio y transacción), en cierto modo «esporádico», se distingue de Jos tipos de mercados pe riódicos o permanentes descritos habitualmente por los antro pólogos y los economistas .
la «mO Heda de sal" y la circulación de mercancías
285
No obstante, incluso normalizados y pacificas, los cambios siguen siendo peligrosos. Si el visitante se mostró demasiado codicioso en el regateo, corre el riesgo de ser víctima de actos de brujería dirigidos contra él por el comprador descontento o por un brujo al que éste le haya confiado la tarea de vengar lo. Por esta razón, frecuentemente los visitantes se untan cuida dusamente el vientre y el pecho con una arcilla especial, azulada, que desvía los venenos y las enfermedades dirigidas contra ellos. Así, pues, comercio significa paz, aunque la mayorfa de las veces ésta sea una paz armada. En esta perspectiva, la red de los cambios en una época dada traduce las relaciones políticas de las tribus entre sí, al mismo tiempo que la complementarie dad de sus economías. Más allá, pues, de la descripción de los mecanismos, en cierto modo microeconómicos, de los cambios que ligan por pares a pequeños grupos de socios, se impone un análisis del mecanismo global de los cambios de los baruya que los haga aparecer como un eslabón decisivo de un vasto sistema intertribal e interregional de cambios. Antes de la introducción de los utensilios de acero, los ba ruya no disponían en su territorio de yacimientos ni de ca.nte ras de piedra de la dureza y la calidad requeridas para fabncar sus instrumentos de producción y sus mazas de guerra. Tenían, pues, necesariamente que importarlos y, para ello, poseer o producir un recurso exportable. (Resulta obvio subrayar que, considerado desde este ángulo, el cambio intertribal no liene como origen y fundamento las decisiones económicas de los in dividuos, sino una necesidad práctica, anónima y colectiva.) Las piedras provenían del Noroeste y del Suroeste de la región de Okapa (tribus rore) y del Sureste, a lo largo de ra rula de los nayura de la región de Menyamya. Por otra parte, los baruya viven a gran altura -alrededor de los dos mil metros- , y hace demasiado frío para que crez can las variedades de árboles utilizadas para fabricar las capas de corteza (ficus). Además, y por la misma razón, sus bosques son pobres en especies de pájaros de plumas llamativas, utiliza· das en los adornos ceremoniales (diversas variedades de aves del paraíso: Paradisaea raggianna, ParadiSaea rudolfi, Paradisaea mi nor, o el casuario Casuarius unappendiculatus) 3). En cambio, esos árboles yesos pájaros se encuentran en abundancia en los valles más bajos que conducen, al Oeste y al Suroeste, ha " Según A. L. Rand y E. T. Gi1liard: Handbook of Ne-.v Guinea Birds. Weiden[eld and Nicholson , Londres, 1967 (612 p.).
286
Maurice Godelier
cia las marismas del golfo de Papuasia o, al Nordeste, a las pen dienLes que descienden hacia el Markham River. Así pues, para procurarse los med ios de producción indis pensables para su agricu ltura, para protegerse del frío y para asegurar al funcionamiento de su vida social los medios mate riales de su expresión simbólica, los baruya tenían que encon trar en su medio un recurso precioso susceptible de ser ex plotado y cambiado. Este recurso fue encontrado en la propia morfología de su hábitat, en las vastas superficies llanas del fondo de los valles y las terrazas aluviales que descienden esca lonadamente hacia el río Wonenara. Parece ser que los baruya se percataron inmediatamente de las posibilidades que tenían esas superficies irrigables y decidieron explotarlas (y conquis tarlas) sistemáticamenLe. Un informador nos reveló que, des pués de haberse refugiado en Marawaka, los clanes baruya de la tribu yoyué fueron visitados por los representantes de los c1anes hermanos que habían permanecido en la región de Men yamya después de la guerra con tra los tepadera. Los visitantes venían a buscar a los refugiados p ara instalarlos en su territa- río. Cuando los visiLantes vieron las Lierras de sal de Marawaka, desaconsejaron a los baruya volver y les alentaron para que permanecieran donde estaban para producir sal. Y as í sucedió. No solamente los baruya plal1taron vastas superficies de hier bas de sal, creando con ello una especie de agricultura comer cial primitiva, sino que también per!ecciol1arorz la técnica de producción conocida por la mayoría de los grupos kukakuka, inventando los hornos con moldes, capaces de producir de doce a quince barras a la vez, que constituyeron instalaciones per manentes controladas por especialistas. Así pues, a la necesidad objetiva de intercambiar para vivir, los baruya respondieron con una utilización inteligente de su medio y con una innova ción tecnológica y social. En la medida en que esta invención estaba orientada hacia el cambio, cabe afirmar que los baruya han «aprovechado» sus recursos ma leriales. Puesto que el cambio de sal está destinado a satisfacer las necesidades de una población que cuenta hoy dfa aproximada mente con 1.500 personas, podemos indicar un medio indirecto para calcular el volumen de esos intercambios. Si se parte de la hipótesis de que cada miembro de la sociedad necesita una capa de corteza por año, y si se adopta como tasa media de cambio una barra de sal por seis capas, el grupo debe producir anualmente 250 barras de sal para protegerse del fria. Si se toma como cifra media de una hornada 12 barras, serán nece sarias por los menos 21 personas que produzcan sal para redis
La «moneda de sal» y ta circulación de mercancías
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tribuir 250 barras, y, conocida la tasa de rendimiento medio de una hectárea de hierba de sal, se puede calcular la superfjcie que debe ser cultivada para que el grupo se preserve del frío. Por otro lado, es preciso que existan entre las tribus veci nas 1.500 capas disponibles exclusivamente para el consumo de los baruya. Como, según nuestras observaciones, un árbol de seis a diez años suministra la materia prima para tres capas, es necesario que esas tribus utilicen anualmente 500 árboles para satisfacer la demanda de los baruya (por consiguiente, que los hayan plantado algunos años antes). Más adelante veremos qué cantidad de trabajo representa, para Jos grupos que inter vienen en él, este intercambio «sal-capas de corteza». Pero el análisis global de un sistema de cambio, para ser completo, debe también ser hisLóricO . Hacia 1920 aparecieron diversas variedades de cauris y de cuentas de vidrio entre las poblaciones del Norte y del Sur, a medida que éstas pasaban bajo el control del gobierno austra liano, que utilizaba estos artículos a guisa de moneda. A partir de 1940 llegaron las hachas y los machetes de acero. Todos los informadores coinciden en afirmar que, de 1920 a 1960, los baruya, que aún no es taban bajo el control de los blancos, para poder adquirir conchas, cuentas de vidrio y uten silios de acero, plantaron, produjeron y cambiaron más can tidad de sal que anterionnenté. Durante esta época se alejaron mucho más para realizar sus cambios, entrando en contacto con grupos (cinco o seis) que hasta entonces les eran desconocidos y que hablaban otras lenguas. Por tanto, sin presión exterior, los baruya transformaron su modo de producción, sustituyen do el hacha de piedra por el hacha de acero, y ampliaron al mis mo tiempo la esfera de sus objetos de lujo (cuentas de vidrio y conchas), para lo cual tuvieron que intensificar su produc ción de sal y multiplicar sus contacto comerciales. En el perío do actual se produce llila rápida descomposición de su sistema de cambios, aunqUe la sal de los baruya, consumida sobre todo en las ceremonias, no sufre directamente la competencia de la sal europea que se puede comprar en la tienda de la Luthcran Mission. Los trabajos de construcción de la pista de aterrizaje y del patro/-post de Wonenara fueron pagados en cauris. ha chas y machetes. El trabajo en las plantaciones aportó dinero liquido, que rápidamente encontró su camino hacia una tienda abierta por una compañía comercial de Kainantu . y posLerior mente, a partir de 1967, hacia la Lienda de la Lutheran Mission. El cambio de sal por capas de corLeza es la úlLima pieza sólida del sistema, pero los socios de los baruya exigen ya, y cada vez
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más, que se les pague en chelines. Finalmente, los adornos ce remoniales y los encantos mágicos, que constitlÚan una parte restringida de los intercambios, tienen una demanda cada vez más limitada desde que el gobierno terminó con las guerras y las misiones comenzaron a desprestigiar moralmente las cere monias de iniciación. En 1967 casi era ya demasiado tarde para encontrar huellas del cambio de las hachas de piedra y resucitar el fantasma de la economía neolítica. Mañana, la sal de los baruya será un accesorio inútil, clasificado para siempre en el Museo de las culturas primitivas.
5.
ALGUNOS ANÁLISIS TEÓRICOS
Partiendo de nuestro análisis etnográfico, podemos intentar responder a tres cuestiones inevitables: 1) ¿ Es la sal de los ba ruya un forma primitiva de «moneda,,? 2) ¿Cuál es el funda mento del valor de camb io de esta moneda? 3) Si hay cam bio y moneda, ¿se produce beneficio?
¿Es la sal de los baruya una forma primitiva de moneda? En el origen de la producción de la sal existía, como hemos
visto, para los baruya la necesidad objetiva de exportar para
poder importar los medios de producción necesarios para su
agricultura, los medios para protegerse del fria, que constit uye
un serio problema entre los 1.500 y los 2.300 metros de altitud, y
para satisfacer la necesidad de expresión simbólica de sus re
laciones sociales (adornos ceremoniales), así cama para asegu
rarse el control de ciertas fuerzas sobrenaturales (encantam ien
tos mágicos). Debido a esta variedad de funciones esenciales
(subsistencia, ideología), el camb io no constituye una actividad marginal, un apéndice ocasional del funcionamiento de la sacie. dad baruya, sino u n elemen to estratégico de su estructura. En último extremo, puede afirmarse que esta sociedad no subsisti ría sin intercambio. Nos encontramos, pues, en los antípodas de las economías primitivas denominadas de «subsistencia» 34. En el plano histórico, arqueológico, la sociedad baruya Cons tituye un ejemplo importante para ilustrar la economía de las " A. Deluz y M. Godelier: «A propos de delL,( textes d'anthrQPologie écollomique_, L'Hom.me, VII. 3, 1967, pp. 78-91.
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sociedades neolíticas, muchas de las cuales debían importar la materia prima de sus herram ientas. En el plano teórico, su ejemplo hace resaltar las dificultades del concepto de exceden te tal como lo manejan frecuentemente los economistas, ya se consideren seguidores de los clásicos, de Marx o de Keynes. No es que, después de asegurarse la subsistencia, los baruya se lan cen al cambio para liquidar su excedente. En realidad, la sal es para los baruya un producto destinado ante todo al cambio, es decir, una mercancía. Esta merca,ncía no tiene valor de cambio sino porque ante todo posee un valor de uso, es consumible 35. Ciertamente, la parte de sal consumida por los propios baruya es mínima, y esto sucede, no porque la sal sea físicamente rara entre ellos. sino porque es un objeto de consumo exclusivamente ritual. Por tanto, la sal es una mercancía cuyo valor de uso es el de un objeto rit ual valorado por su significación ideológica y S~ cial, así como por su utilidad biológica, su sabor gastronómico y las dificultades inherentes a su producción. La sal es, por consiguiente, una mercancía «de precio", un lujo del que ordi nariamente se prescinde, pero que debe hacer acto de presencia cada vez q ue lo cotidiano cede el paso a lo ceremonial. Además, si la sal no es un producto físicamen te raro entre los baruya, lo es en cambio entre todos los grupos que no la producen y que la reservan igualmente para las ocasiones y necesidades ceremoniales. La sal es una mercancía «de precio», pero ¿es una «m~ neda»? Para que una mercancía funcione como «moneda» es preci so que pueda cambiarse por el conjunto de las o tras mercan das, es decir, que funcione corno su equivalente general. Vea mos el cuadro número 3 y tomemos como ejemplo la circula ción de un tahalí de dientes de cerdo. Este no puede cambiarse " La primera vez que los baruya fueron pagados en monedas metáli cas no comprendieron la util idad de estos objetos. Algunos de ellos las ti ra ron en la selva, otros las horadaron y se [as colgaron del cuello como si fueran conchas. Sin embargo, en cuanto se abrió una «factoría» en Wo nenara, en donde se les orrecia a cambio de dinero en metálko, ~ horts, camisas, conservas , chicle, ya no tuvieron en adelante ninguna dud..¡ sobre la utilidad de [a moneda metálica. Tal vez la primera anécdota explica por qué los baruya designan en su lengua a las monedas de [os blancos con el mismo nombre con que designan a sus cauris: nrmguye; ningún informador nos ha podido explicar las razones de esta asimiJaciÓn. Seña [emos que, cuando desean explicar el valor o las funcionc~ de la sal, los baruya la comparan con la «moneda fuerte- de los blancos, es decir, con los biLleles de una libra esterlina o de un dólar.
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por un hacha de piedra ni por un cerdo, vivo o muerto. Podrá tal vez cambiarse por plumas, pero sus posibilidades de con versión en otro producto se limitan a esto. Su circulación res ponde, pues, al trueque más simple y, si bien es una mercancía, en ningún caso se trata de una moneda. Las hachas de piedra y los cerdos podrían virtualmente convertirse en cualquier otra clase de mercancía, pero no es éste el caso, ya que son dema siado raros 36. En cambio, sólo La sal recorre toda la cadena de conversiones posibles. Funciona, por tanto, como moneda. Al transformarse en sal, las plumas de aves del paraíso, las hachas de piedra e incl uso los servicios del brujo, en cierta manera se vuelven comparables entre sí. Al presentarse la sal en forma de barras, grandes o pequeñas y siempre divisibles en trozos , ofrece una unidad de medida cómoda para operaciones de equiparación. Su embalaje, extremadamente cuidado, permi te un fácil transporte y su conservación durante años. La sal es, por consiguiente, un equivalente general, un intermediario obligatorio para acceder a todas las mercancías socialmente disponibles y necesarias. Equivalente general no significa, sin embargo, equivalente universal, puesto que los bienes de consu mo corriente, batatas, taros, etc., la tierra y el trabajo, nO son mercancías y permanecen fuera de la esfera de cambio de la «moneda de sal». Y este equivalente general no 10 es sólo para los baruya, sino también para sus vecinos, por ejemplo los yun duyé, que tenían que convertir sus capas de corteza en sal de los baruya antes de cambiar esta última por las hachas de pie dra de los awa y de los tairora. La sal de los baruya es, pues, una forma primitiva de mone da y, en tanto que «primitiva», esta moneda nos ofrece una oca sión excepcional para sondear los m isterios de la teoría del valor.
El fundamento del valor de camb io de la «moneda de sal» de los baruya: ¿trabajo o escasez?
Si se interroga a un baruya sobre las razones por las que cambia una barra de sal por cinco o seis capas de corteza y no por una o dos. .. o por dieciocho, obtendremos generalmente una respuesta en dos partes que no se excluyen en absoluto. Pri mero subrayará que no intercambia sólo para sí mismo , sino .16 Este punto merece un tratamiento aparte que desborda las posibi lidades de este capítulo.
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también para su (o sus) mujer (o mujeres), sus hijos, los hijos de su hermano, etc. Se refiere, por tanto, a la importancia de una necesidad colectiva. En otros casoS, por el contrario, se re ferirá explicitamente al trabajo largo y difícil que requiere la producción de sal. Según nuestras observaciones, en un regateo, primero se utilizará el primer tipo de argumento para impre sionar la sensibilidad de la otra parte: «Mis bijos no tienen nada con qué cubrirse ... , etc.»; sólo más tarde, y si la otra par te se muestra insensible, se hará «tener en cuenta» el trabajo. Un informador nos declaró un día: «Cuando se regatea, se in voca en último lugar el trabajo. El trabajo es cosa pasada, algo que está casi olvidado. Uno se acuerda de él tan sólo cuando el otro exagera.» La balanza de los cambios queda, pues, regulada ante todo por el volumen de las necesidades sociales . En un cambio par ticu lar, el tralo determina una posición de equilibrio entre la oferta y la demanda. Si se estima que el visitante ha depo sitado un número insuficiente de capas, o capas de mala cali dad an te una barra de sal, no se le tiende la barra de sal. La otra parte añadirá entonces una o dos capas suplementarias, Y la barra le será cedida. Si una de las partes exige demasiado, se romperá la transacción. Sin embargo, los regateos son raros y lo más frecuente es que cada una de las partes sepa lo que debe dar para recibir. Las dos partes actúan como si hubiera una tasa «normal», un «precio justo» de las mercancías que cambian, y esa tasa la conocen todos los miembros de las tri bus a las que pertenecen. No obstante, es importante señalar que esa tasa no es la misma para todas las tribus. Los wante kia, por una barra de sal. da n cinco capas grandes y cinco tapa rrabos de corteza (lo que corresponde a siete capas), es decir, una tasa ligeramente superior a la practicada por los yunduyé (cinco o seis). Aquí se plantean numerosos problemas que no haremos sino aludir. Para los baruya, si bien el cambio con otras tribus era de importancia vital, al mismo tiempo estaba constantemente amenazado e interrumpido por las fluctuacio nes de sus relaciones políticas, alternativamente pacíficas o gue rreras. Esta era una de las razones por las que no intercambian solamente con los grupoS que les acordaban los «mejores pre cios». Por otra parte, las tribus que pagaban los mejores precios eran casi siempre las que tenían pocas cosas que cambiar, con excepción de los yoyué, a los que los baruya les recordaban sin cesar su origen común , sus lazos de sangre (que excluyen la mezquindad). Finalmente, una última razón por la que deter minados grupos cambiaban sus productos con los baruya a ta
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sas muy bajas era el escaso contacto que mantenían Con ellos Y la ignorancia de las tasas que practicaban con otros grupos Y de las condiciones de la producción de la sal . Por ejemplo, cuando los bantya entraron en contacto Con los watchaké para obtener hachas de acero, les ofrecieron una barra de sal por un hacha, y esa tasa fue aceptada basta el día en que un ba ruya, sin haber sido aconsejado por aquell os que habían ido antes, y aterrorizado por los watchaké, que son can íbales, arro jó tres barras de sal a l suelo y huyó cogiendo el hacha que le tendían. H abía aplicado la tasa q ue los baruya practicaban Con los yoyué. A consecuencia de esto, los watcbaké rehusaron cam biar por menos de tres barras de sal, y el culpable fue copio samen te insultado por su cobardía y su estupidez.
Este ejemplo es muy importan te porque precisa en q ué con
d iciones se fijaba una tasa «normal» : cuando exis tían in tercam
b ios regulares e importantes entre grupos extranjeros, per o ve
cinos, que no ignoraban las condiciones de la p roducción o los
esfuerzos necesarios de sus socios comerciales para p rocurarse
sus mercancías. Probablemente no es una casualidad que los
baruya describan como «duros y roñosos» a los grupos con los
que inter cambian con m ás frecuencia (yunduyé, tchavalié, kok wayé). .
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CUADRO NUM. 3 PROCESO DI! FABRICACION
Naturaleza y oro den de las ope raciones.
l.--Cortar y des pegar la corteza del árbol.
2.-Raspar el in terior y el exte rior de la corte za con u n cuchi llo de bambú.
3. - Golpear la corteza con una piedra para ha cerla más fle xible.
Forma bajo.
I nd iv id ual masculino.
Indivi du a i masculino.
Individual feme· nino.
Media bora.
Hora y media_
Tres horas.
de
tra·
Tiempo de tra bajo.
Si analizamos en térnúnos de trabajo el cambio de una ba rra m edia de sal (baruya) por seis capas de corteza (yunduyé), tenemos :
Sin em bargo, una vez p recisa das las condiciones sociales
objetivas de la fo rmación de un a ta sa n ormal de cambio, ¿en
qué consiste éste? ¿Es la relación entre dos cantidades equ iva
lentes de trabajo, como no dejarán de esperar algunos econo
mistas, acordándose de Marx o incluso de Ricardo ?
Tomaremos, para explorar el problema, el caso del cam bio
- actualmente el más regular y e l más impor tante_ de sal por
capas de corteza entre los bantya y una tribu con la que están
ligados por u n pacto de «eterna amis tad»: los kenasé (que los
balUya llaman yunduyé y la Administración australiana, azana).
Según nues tras observaciones. la fabricación de una gran capa
de corteza exige cinco horas de trabaj o intenso que se descom
ponen en tres operaciones distintas (véase el cuadro n úm . 3).
Todos los hombres y todas las m ujeres saben fabricar ca pas de corteza. No existe una especialización del trabajo más allá de la sim ple división sexual del trabajo. La parte más de licada (afinar la corteza sin romperla) y la más dura (1a pala para golpear pesa entre 800 y 1.000 gramos) del trabajo la rea lizan las mujeres. Una sola mujer puede afinar una capa de corteza Y un taparrabos en una jornada, pero esto representa ocho horas de trabajo inlenso y continuo.
1 1 - - jornadas (
) 4 días de trab ajo (5 horas X 6)
2 La tasa normal de cambio es, pues, una tasa desigual, pues to que los baruya reciben en trabajo casi t res veces más de lo qu e ellos dan. El cambio normal no es un cambio de eq uiva lentes. Aparte de la sustitución de los cuchillos de bambú por los cuchillos de acero - prácticamente sin incidencia sobre la pro ductividad- , el proceso de fabricación de capas de corteza si gue siendo totalmente tradicional. Si tomamos la cifra de dos días para la producción de una barra de sal por los baruya antes de la inLroducción de los u tensilios de acero, el cambio continúa siendo un cambio desigual. 2 días
<
) 4 días
Los baruya deben tener conciencia de este hecho, porque declaran que eUos «ganan», y por parte de sus socios comercia les es unánime la opinión de que la sal de los baruya es cara. Por consiguiente, la última cuestión que nos debemos plantear
..loo.
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para dilucidar los fundamentos del valor de la sal es la si guiente: ¿ Por qué los baruya y los yunduyé, a pesar de conocerse y vivir siempre en paz, consideran como normal esa tasa des igual? (desigual desde nuestro punto de vista y en ténninos de cambio de t rabajo social). Proponemos la siguiente respuesta, que se compagina con las declaraciones de nuestros informadores: la sal es cara por que es un producto «de lujo» cuya fabricación exige un saber técni co y un saber mágico que no poseen las t ribus vecinas. Lo que los baruya exigen que se les pague y lo que aceptan pagar nonnalmeJlte sus socios es el monopolio de una doble escasez, escasez de un p roducto y escasez de un saber. En nombre de la misma lógica, los baruya pagaban caro determinados pro ductos para ellos preciosos como las hachas de piedra, las gam shells. El cambio se estab lece a u n nivel que traduce conjunta men te la necesidad y el t rabajo ( o el esfuerzo para procurarse un recurso), pero el trabajo parece desempeñar un papel se cundario: sólo definiría una especie de mínimo por debajo del cual no debe descender la tasa de cambio, mientras que la ne ces idad, la escasez del producto definiría el limite máximo que puede alcanzar 31. "Primitivo », por consiguiente, no significa "sencillo». La realidad prim itiva contiene en germen no solamente una par te de las cond iciones, y por tanto, de la complejidad del futuro, sino que a veces puede presentar formas «desarrolladas» de práctica social cuyo «análogo» lo encontram os en otros mom en tos de la evolución histórica. Esta conclusión se verá reforzada J1 Señalem os que Marx indicó claramen te las condiciones restrictivas bajo las cuales , en una economía mercantil desarrollada, las me rcancías p ueden cambiarse por su valor: .Para que los precios a que se cambia n entre sí las mercancías correspondan apro.~imadamen te a sus valores s6lo es necesaria: 1." que el cambio de las diversas mercancías deje de ser un cambio puramente casual o simplemente ocasional; 2.° que, siempre que se trate del cambio directa de mercancías, és tas se produzcan de una '1 otra parte en las cantidades proporcionales aproximadamente ne cesarias para el cambio, lo que iudica la experiencia mutua del mercado, '1 es, por tanto , resultado del cambio continuo; 3.° refiriéndose a la venta, que IIÍNgLlH mOl/o polio lIaHlTaJ o orlificial permita a uno de los contra tantes vender por más del valo r O le obligue a desprenderse de sus m er candas por menos de lo que vale» (El capital, 111, p . 182. Subrayado por M. Godelicr). Véase. finalmente, M . Godelier: .Théorie margioaliste et théorie mar· xislc de la va leur et des prix: quelques hYPOlheses», Probl~mes de pla· mfica/io/!, Pub!. Ecole Pratique Hautes Etudes, 3 de mayo de 1964. ( Este artIculo lo incluye la versión casleUana de Racionalidad e ¡rracionalidad
en la ecOllOmía., ed. ci/.)
La «moneda de sal» y la circulación de mercancías
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cuando hayamos analizado otros dos casoS del cambio de sal de los baruya. Los baruya conseguían en la región de Mcnyamya nueces (niaka) que, utilizadas con cortezas de canelero, poseen el po der mágico de atraer «en masa» a las zarigücyas por el sendero emprenclido por el cazador. Estas m ismas nlleces son asimismo chupadas durante el transcurso de una ceremonia por los hom· bres jóvenes casados cu ando son padres por primera vez, para purificarse la boca y el cuerpO de contaminaciones peligrosas, provocadas por sus relac iones sexuales con sus esposas. Estas nueces se cambian en la región de Menyamya por trozos de saL Parece que provienen del Sur de Menyamya, de Papuasia, don de son recogidas por las tribus locales. Tenemos aquí el ejem plo de u na cosa que l iene una «utilidad social», es una mercan da y tiene un " prec io» relativamente elevado que no corres ponde sino a un gasto de t rabajo que consiste simplemente en recoger n ueces y en transportarlas en pequeñas cantidades. Termina remos con otro ejemplo de «complej idad» . Si un hombre desea comprar una cerda joven a los yoyué , necesita dis poner por lo m enos de cuatro grandes barras de sal (Tcha menié). La mayoria de las veces le faltaba una o dos barras de sal y las pedía p restadas a un hermano o a un cuñado. Poste. riormente, u na vez que la cerda paría una camada, en tregaba un cochinillo por cada b arra tom ada en p réstamo. Si se traduce en moneda de sal , por haber tomado prestada una barra habria devu elto un eq uivalen te de dos a tres barras de sal si el co chinillo era macho , y de cuat ro a cinco si el cochinillo era hem b ra. Esto corresponde a la prác tica de una tasa de interés entre el 100 Y el 400 por 100. Sin embargo, est e caso es raro, y lo que importa subrayar sobre todo es que nadie, que sepamos, acu mulaba sal para prestarla. Este ejemplo noS lleva a nuestro último problema: ¿estaba dominado el cambio de la sal entre los baruya por la búsqueda de un beneficio?
Cambio, I1totteda y beneficio
Los elementos de la respuesta están ya presentes; basta con reagruparlos. Hemos visto que existe en el valle de Wonenara, con ventaja para los primeros colonoS, un reparto desigual de las tierras de sal entre los diversos segmentos de linaje. Esta siluación no implica desigualdad en el reparto de la sal misma, puesto que los propietarios ceden a sus parientes, aliados o amigos el derecho de usar temporal o permanentemente una
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parte de sus tierras de sal, y, sobre todo, porque cualquier in dividuo que corte hierba de sal está obligado a redistribuir una parte del producto. Una viuda, un viejo o UD huérfano recibi rán sal o los productos que n ecesiten: capa de corteza, cuchi llos, etc. El ejemplo de la «tasa de interés» practicada en el caso del préstamo de barras de sal para la compra de UD cerdo pone en evidencia un hecho esencial que revela la naturaIeza del proceso de cambio: nadie acumula sal para prestarla y rea lizar un beneficio. Se obtiene, ciertamente, una ventaja mat~ rial y UD prestigio moral por el hecho de haber prestado, pero nadie busca el beneficio en detrimento del deudor. El principio y la finalidad de los cambios siguen siendo la satisfacción de las necesidades sociales, el consumo, y no la búsqueda de un beneficio. La aut oridad política y el prestigio social de u n clan, de un linaje o de UD individuo residen, no tanto en su r iqueza en t ierra o en sal como en sus funciones rituales o guerreras, en el número de sus mujeres o de sus hijos. La sociedad baru ya conoce una determinada jerarquía de los clanes y de los indiVIduos, pero nada que se parezca al big man de las socieda· . des de las Western Highlands, que manipula u na vas ta red de hombres y de bienes y, por supuesto, nada que evoque los lina jes nobles de las Trobriand o las aristocracias polinesias 38. ¿Ocurre tal vez lo mismo en las relaciones entre los baruya y sus socios comerciales? El beneficio· que éstos obtienen de determinados cambios desiguales ¿implica la explotación de un grupo por otro? No es seguro que, al dar cuatro o cinco barras de sal por una larga piedra plana apenas pulida, el cambio no fuera desigual en su de trimento. La respuesta nos parece negativa por dos razones : La desigualdad consiste, como hemos visto, en un cambio desigual de trabajo 39. Ahora bien, entre los baruya, como en la >1 M. Sal11ins: .Poor Man. Rich Man, Big Ma n, Chief: Political Types in Mclanesia and Polynesia., Comparafive Sludies in Sociely artd Histo ry. 5. 1963, pp. 285-303. Ver también, del mismo autor, .On lhe Sociology oE Primitive Exchangelt. en Tlle Releval1ce of Models for Social AIlt11ro pology, M. Banton ed ., Nueva York, Praeger, 1%5. " En la lengua baruya, la categoría de trabajo no es una noción abs· tracta, indlferente a los contenidos concretos de la actividad laboriosa. El verbo waul1ié, trabajar, fabricar, siempre se utiliza en un contexto práctico: fabrica r una casa, sal, una empalizada, etc. Recordemos Que Marx añadia, tras haber subrayado el inmenso progreso reali7.ado por Adam Smith cuando éste se liberó del modo de pensar de los fisi6cra· tas para definir d trabajo sin más, ind.:pendicntemenle de sus formas concretas : trabajo agrícola (el único productivo para los fisiócralas). lra hajo manuracturero, trabajo comercial: «El trabajo parece ser una ca tegoría totalmente simple. Tambi~n la representación del trabajo en su
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mayor parte de las sociedades primitivas, el trabajo 110 es un recurso escaso . Las actividades productivas no ocupan, al me nos para los hombres, más que una parte del tiempo disponible (estimamos en un tercio el tiempo dedicado a las actividades productivas). Lo que cuenta en los cambios entre grupos es la satisfacción recíproca de sus necesidades y no una balanza equilibrada de sus inversiones de trabajo. Por esta razón . la desigualdad de los intercambios traduce
la utilidad social comparada de los productos intercambiados,
su desigual importancia en la escala de las necesidades sociales
y las di ,·ersas si/uacio/les de /lIollOpulio de los grupos que iHter
cambian. Lo que cuenta es tene r lo suficiente para satisfacer
las propias necesidades y, para repetir la frase dI! un informa
dor, «si se recibe bastante, el trabajo es cosa del pasado, algo
ya old.dado». Existe, pues, una desigllaldad sin explotación del hombre por el hombre. El cambio de sal de los baruya pertenece a la esfera de la circulación simp le de las mercancías. Constituye L/n caso de economía mercal1til simple, injertada e/1 tilia econom ía no mercantil basada en el trabajo individual y colectivo de pro ductores directos que redistribuyen los productos a través de los canales del parentesco y de la vecindad.
6.
CONCLUSIÓN
Nuestro análisis de la ~moneda de sal» de los baruya viene a ilus trar por sí mismo los comentarios teóricos que lo prece dían. Para los baruya, la sal es: 1. Un objeto precioso, de tma naturaleza particular, puesto que entra, j un to con los cerdos, en la categoría de las cosas "buenas para comer, pero escasas y esenciales», la carne Y la sal. 2. Un objeto precioso, no solamente porque satisface una necesidad fisiológica esencial, sino también porque se consume exclusivamente durante los momentos esenciales de la vida so cial, nacimiento, iniciación, matrimonio, es decir, en el marco de las ceremonias y los rituales que los «celebran» . La sal está, universalidad -como trabajo en gcncral- es muY antigua. Y. sin embar go. considerado en esta simplicidaú descll! el punlo di; "ista económico, el _trabajo- es una call!goria tan moderna como las relaciones que dan origen a esta abstracción simple" (K. Marx: Elementos fundamentales para la critica de la ccollomla política, ed. cit., p. 24). Véase también, lid mismo autor, El capital, IIl, 1, pp. 161-182 de la ed. cit.
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pues, investida de todas las significaciones ligadas a los mo mentos más solenmes y decisivos de la vida de los individuos y del grupo. 3. Un producto precioso porque su fabricación sólo puede realizarse gracias a especialistas que poseeen conjuntamente el saber técnico y el saber m ágico de su cristalización. En defini tiva, se debe a los poderes mágicos del fabricante de sal el he cho de que los propietarios de los campos de sal puedan dispo ner de una sal «blanca y pesada» que las otras tribus desearán y por cuya obtención estarán dispuestas a «pagar" un buen precio. 4. Un producto precioso porque, gracias a él , los baruya pueden procurarse todo aquello que les falla, y que les es ne cesario para subsistir Chachas de piedra), protegerse del fTÍo (capas de corteza), adornarse (plumas), compensar un asesina to, iniciar a sus hijas y a sus guerreros (nueces mágicas), ar m arse, e tc. La sal es, pues, preciosa porque permite a los b aru ya superar los límites de sus recursos , limites impuestos por su ecología y su econornJa. La sal es, p ues, a l mismo tiempo, una mercancía y una no m ercancía, algo q ue se produce para los otros y un objeto que los miembros del grupo se dan «entre sí». E n la medida e n que es la ú nica mercancía que se cambia por todas las otras, des empeña en relación con las demás el papel privi legiado de una moneda. Recíprocamente , todos los bienes por los que se cambia se COI/vie rt en por el {¡echo de eS le cambio en mer cancías y abandonan, bajo esta forma, las tribus vecinas para en trar en la tierra de los baruya, donde perderán de nuevo su carácter de mercancía para convertirse de nuevo en objetos para exhibir o para dar como la propia sal que, entre los baruya , n unca es objeto de trueque, sino siempre de donación y de redistribu ción, un objeto de intercambio social. Se comprende entonces por qué. en algunas cabañas baruya se hallan suspendidas sobre el hogar barras de sal viejas que tienen casi una generación, ennegrecidas por el hollfn y deseca das. Por «nada del mundo» su propietario querría cambiarlas o consumirlas, porque constituyen para él el símbolo de una amistad desaparecida, o de un pacto sellado con enemigos, len guaje muelo que re lala en cad" instante presente lo que dd pa sado no debe envejecer. No sirven, por tanto, ni para comer, ni para trocar, ni para dar. Ya sólo son «buenas para pensar».
X. ECONOMIA MERCANTIL, fETICHISMO, MAGIA Y CIENCIA EN EL CAPlTill, DE MARX *
Aislar y analizar las nociones de fetichismo y de magia en El capita l no cs, a primera vista, sino perder el tiempo con al
nas fórmulas brillantes de Marx, preocuparse más por la form a que por el conten ido de su obra teórica. Pero basta com probar que esos términos reaparecen en cada etapa esencial ue) desarrollo de la teoría para suponer que expresan uno o \'ar ios elementos fundamentales del marxismo. Los textos esenci ales . se encuentran en la primera sección de la obra, que trata só bre la esencia de la «mercancía», y en la última, dedicada a las formas capitalistas de la renta de la tierra y a su s fuentes . En ese momento - aunque la obra haya quedado inconclusa-, Marx llegaba al término de su proyecto teórico, que consistía en e studiar la «organización interna» del modo de producción capitalista, su «esencia oculta» bajo el movimiento visible y las «ilusiones» de la competencia. ¿En qué consiste el fetichismo de la mercancía y por qué "
razones de fondo el beneficio, el interés, el salario y la renta
de la tierra revisten el mismo carácter?
¿Por dónde debc comenzar el análisis científico del modo de
producción capitalista y por qué? Por el análi ~is de la mercan
cía, responde Marx, y esto no por capricho, sino por la necesi
dad d e los hechos.
~
"La ri queza de las sociedades en que impera el régimen ca
pital ista de producción se nos aparece como un "inmenso ar
senal de mercancías", y la mercancía, como su forma elemCll
tal. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la
mercancía,. l.
¿Qué es una mercanCÍa? Es, ante todo, un objeto exterior
de cualquier clase que tiene la propiedad de satisfacer necesida
des humanas de cualquier tipo. Esta o estas propiedades cons * La NO/tvelle ReVlle de PsyehaHalyse, núm. 2, otoño de 1970, número especial: .Objets du fétichismc •. pp. 197-213.
I K. Marx: El capital, tomo 1, p . 3, ed. cit.
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tituyen su valor de uso. su utilidad social. Un objeto que no \ tenga utilidad alguna. excepto para su productor, no puede in tercambiarse, y, por consiguiente, no puede convertirse en una mercancía. Su valor de cambio aparece precisamente cuando se cambia por una pipa o por dos pañuelos de seda, o por su equivalente en moneda, por ejemplo djez francos. Este valor aparece, pues, corno algo que no varía ni aun cuando ese ob jcto se cambie en proporciones diversas por otros objetos. Por LOn~lguicn te , para que objetos cualesquiera se in tercambien en proporciones diversas. es preciso que tengan alguna t:osa I.!n común, de la que cada uno represente un más o un menos. Este algo en común no puede provenir de sus va lores de uso respectivos , puesto que son distintos y radicalmen te diferentes . Sólo queda lm posible origen, el hecho de ser productos, del trabajo humano. «Un valor de uso o un artículo cualquiera no tiene (pues) valor más que en la med ida en que haya trabajo humano materializado en él», y este valor es precisamente el algo en común que se manifiesta en la r ela ción de cambio en tre las mercancías. Antes de proseguir, caractericemos brevemente el método de Marx en el comienzo de El capital, método que tantos auto res han considerado abusivamente como una deducción «dia léctica .. de «categorías». de factura más o menos hegeliana. Marx no elige su punto de partida. Este le viene impuesto por la propia naturaleza de las relaciones socfales -del periodo- so cial que se propone analizar. Este punto de partida no esuna ~
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«Yo no arranco nunca de los "conceptos", ni por tanto del "concepto del valor", razón por la cual no tengo por qué "di vidir" en modo alguno este "concepto". Yo parla de la fOrlna social mas simple en que torna el cuerpo c1 producto del traba jo en la sociedad actual. que es la mercancía» 2. «Mi método allalilico, que no arranca del hombre [en gene ral ] , sino de un perlodo social concreto, no guarda ni la más remota relación con ese método de entrelazamiento de con ceptos que gustan de emplear los profesores alemanes ( "de palabras es fácil discutir y sobre ellas no es difícil construir un sistema")>> J. Pero prosigamos el análisis del valor. Si éste en su esencia consiste en trabajo materializado, ¿no cabe imaginar que el valor de las mercancías vaya a variar en función de la pereza o de la habilidad d e su s productores, es decir, con las formas concretas, individuales que haya adoptado el trabajo de su pro ducción? . De hecho, el tiempo que dctennina el valor de la mercancía es el tiempo de trabajo «socialmente» necesario para su pro ducción y no el tiempo q ue concretamente, individualmente. inv ierte un productor determinado. El tiempo de trabajo «soc ialmente» necesario es «aquel que se requiere para produ cir un valor de uso cualquiera, en las condicion es normales de producción y con el grado medio de des treza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad. Pero éste cambia al cambiar )a capacidad productiva del traba j o» 4. Por tanto, la cantidad media de trabajo empIcada en la producción de una mercanCla es )0 que determina su valor. ASÍ. se comprende que el trabajo concreto de un p roductor determinado no produzca valor más que en la medida en que forma un todo con las inversiones de traba jo de todos los demás productores empeñados en la mis ma producción, coincide con el tiempo de trabajo socialmente nccesario para esa producción y se convierte de es te modo en un elemento indistinto de la fuer.la de trabajo de la sociedad considerada cn su conjunto. Es «como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la 10taJidad de los va lores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos erectos wza in/1/el1sa fuerza humal1a de traba jo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas de trabajo , K. Marx: El Capital. tomo 1. pp, 7J7·718 (subrayado por ....tan).
¡dent. 1, p. 720 (subrayado por Marx) .
• Jda~l, J, pp. 6-7.
J
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individuales» 5. Las mercancías, productos de la inversi6n de esta fuerza de trabajo social única se convierten en «residuo» de «la m isma roatedalidad espectral. en un simple coágulo de trabajo humano indis tinto» 6, en valores. El trabajo h umano tiene, pues, un doble carácter, concreto y absLracto, según que se lo relacione con el valor de uso de las mercandas O con el valor de esas mismas mercancías. Para Marx este descubrimiento tiene una impor tancia teór.ica tal '"lue escribe:
«Nadie, hasta ahora, había puesto de relieve críticamente este doble carácter del t rabajo representado por la me rcancía. ... ) Este p un to es el eje en torno al cual gira la comp rensión de la eco nomía política» 7. Si se toma en serio, como debe ser, esta apreciación de Ma rx sobre su obra, hay q ue llegar a la conclusión de que, desde su punto de vis ta, el descub r imien to del doble carácter del tr ab ajo humano aportaba lo que le (altaba a la teoría del valor de los economistas clásicos para poder plan tear cor rectamen te y re solver un deter minado número de problemas teóricos funda me ntales. Mientras que, desde William Pctty y Adaro Sm ith, el trabajo humano e ra reconocido como el or igen y la sus tancia del valor de las me rcancías, se ignoraba (salvo algunos presen timien tos ) 8 que el trabajo forma el valor de las mercancías so lamente al convertirse en trabajo hu mano abs tracto , en traba jo socialmente necesario. Marx es conscien te, pues, de haber rea liza do un gran salto hacia adelante en la teoría del val or, lo que le perm ite «conseguir lo que la economía b ur guesa no h a in tentado siquiera : poner en claro la génesis de la fo rm a d i nero,) 9. Ahora b ien - yen este punto llegamos al objeto mismo de n uest ra investigación- , esta génesis va a descubdr al m is mo tiempo el carác ter fe tichista, enigmá t ico , de toda me rcan cía y, por tanto, de la moneda . ¿ En qué consis te poner en cla ro la génesis de la «form a·dinero»?
«Investigar, remon tándonos desde esta forma fascina dora , Idem, 1. p . 6. • Idem, 1, p . 6 (subrayado p o r Marx).
, Tdem, 1. p . 9 {subrayado por M. G.l .
• Marx Cita un notab le escrito anónimo de 1739 6 1740 en el que se decía : «En los cambios, el valor de las cosas úWes se regula por la can tidad de trabajo necesariamente exigido y ordinariamente empleado para su producción_ (Sorne Tltoughls on lite In/erest 01 MOlley in general, atld particularly il! the Pub/ic Fwtds. ctc., Londres, p. 7, nota 9). • K. Marx: El capital, l. p. 15.
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hasta sus manifestaciones más sencillas y más humildes, el des arrollo de la expresióll del valor que se encierra en la relación de valor de las mercancías. Con cllo, veremos, al mismo tiem po, cómo el enigma del dinero se esfuma» 10. Por tanto, para «poner en claro la génesis» del dinero, Marx analizará la form a en que aparece el valor de una mercancía, la forma ba j o la cual se manifiestan su contenido (el trabajo h u mano abstracto) y su magnitud (el tiempo de t rabajo social mente necesario). Abara bien, el valor de una mercancía jamás puede apare cer si se considera a ésta aisladamente , al margen de todas las restantes . E n este caso sólo se mani fiesta el valor de uso de esta me rcancía , su naturaleza de objeto ú ti l. Para que se manifies te su valor es necesario que se cam bie por otras m ercancías. Cua ndo en tra en relación de cambio con esas mercancías, su propio valor encuentra en esa relación una forma que lo expre sa. Esta relación . esta forma, constituye su «valor de cambio» . E l «valor de cambio» de una mercancía es la «forma de m ani festarse» 1I de su valor, «UDa representación caracter izada del valor con tenido en esa mercan cía» (es decir, del gasto social de trabajo cris talizado en ella), pero ese «valor de cambio» no es el «valo r » de dicha me rcancía . F recue n te men te, los comentari stas de Marx ignoran es ta distinción entre «valor» y «valor de cam bio" , y, sin em bargo, es fun damenta l. «Pa ra m í el "valor" de una m e rcancía no es ni su valor de uso ni su valor de cam bio » 12. El «valor de camb io» de una m ercancía es la relación de va que se esta blece a través del cambio de esta mercancía por o tras . Es ta relación no crea el «valor» de esta mercancía, porque es te va lor nace en el proceso de producción de la mercancía, y no en el proceso de su circulación entre los productores. La circulación n o crea valor algun o. Este existe an tes de que las mercan cías circulen . Cuando éstas circulan, y, por tanto, se cam bian, las mercancías establecen relaciones de valor que pueden o no corresponder a su valor. Por ejemplo, se venden a un pre cio que supera su valor !J. 101'
lO
TelCI/! .
/ de/ll, 1. p. 4.
K . Marx: Glosas de Marx a Wagner, 1, p. 718.
u El precio es el nombre en dinero del trabajo materializado en la
mercancía [ .. . ] la torma precio envuelve ya de suyo la posibilidad de 11
12
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Analicemos, pues, la relación de intercambio entre dos mer cancías , puesto que esta relación constituye la «forma» de apa rición del valor y el punlo de partida de ]a génesis del dinero. Supongamos el caso más simple, el de una mercancía A (lien zo) que se cambia por una mercancía B (levitas) en una de terminada proporción xA = yB, 20 varas de lienzo = 1 levita. El valor de A se expresa, pues, en una determinado. cantidad de B. Se expresa «relativamen te» a B y se encuentra frente a ella en forma de «equivalente». Por consiguiente, el valor de A se expresa en dos formas , una relativa y otra equivalente. Si se invierte la ecuación, es A la que se convierte en forma equiva lencial de B. Por tanto, en esa «relación de expresiÓn», cada mercancía desempeña un papel distinto, pero correlativo y ex clusivo del papel de la otra (una mercancía no puede ser su propio equivalente). Así pues, en esa relación sólo se expresa el valor de Una mercancía. La segunda mercancía, que desem peña el pape] de equivalen te, se limita a suministrar a la pri m era la materia para la expresión 14 de su valor, s in que su propio valor sea expresado. Desempeña un papel «pasivo» 15. ¿ Cómo puede esa relación entre dos m ercancías contener «el mislerio de t oda forma de valol"», y, por tanto , del carácter fe tichista de la mercancía y del dinero? Para comprenderlo es necesario analizar más atentamente los dos polos de esta rela ción de expresión, la [arma relativa y la forma equivalencial. Esa relación que hace de la levita el equivalente del lienzo ex presa, pues, el valor del lienzo en el valor de uso de la levi ta . Ahora bien, tejer li enzo y cortar una levita son dos formas con cretas distilltas de trabajo. A partir del momento en que la Le vi ta se presento. como el equivalente del lienzo, el trabajo con tenido en B es reconocido como idéntico al trabajo contenido en A. Por tanto, las dos formas concretas de trabajo se redu cen a trabajo humano igual, abstracto . Puesto que el valor de A puede expresarse en el objeto de uso diferente que es B, la «forma relativa» del va lor de A pone de manifiesto que el valor no es una propiedad de las cosas cambiadas, sino una realidad social, el trabajo social necesario para su producción. Por el contrario, puesto que en la relación simple xA yB solamente la mercancía A «expresa» su valor y tiene necesidad de B para expresarlo, parece que la mercancía B, por su parte,
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posea naturalmente la capacidad de expresar el valor de toda mercancía. Por consiguiente, toda mercancía, desde el preciso instante en que desempeña el papel de equi\'alente, parece po seer en sí misma la capacidad de medir el valor de las restan tes mercancías. La «forma equivalencia]" de una mercancía enmascara, pues, la escndarle! valor, que consiste en ser una realidad social, el trabajo humano, y hace de este va10r una característica de las cosas, creando de este modo el carácter fetichista de las mercancías, transformándolas en enigmas. «De aquí el carácter misterioso de la forma equivalencial, carácter que la mirada burguesamente embotada del economis ta sólo advierte cuando esta fonna se le presenta ya definitiva mente matedalizada en el dincro. [ ... ] Sin sospechar siquiera que este misterio de la forma equivalencial se encierra ya ~n la expresión más simple del valor, v. gr. en la de 20 varas de lienzo = 1 levita» 1& . En defini tiva, la «forma» del valor de las mercancías pro viene de la propia naturaleza de la mercancía . Porque, en su fondo, toda mercancía es una realidad doble y encubre la opo sición de su valor de uso y de su valor, l1ecesita la relación de dos mercancías (en la que una ugura corno valor de uso y la olra como valor de cambio) para hacer aparecer su escncia. Pero la esencia misma del valor desaparece en su modo de apa rición. El valor, trabajo humano social y, por tan lo, abstracto, realidad social y no material, sólo puede expresarse en una for ma, la «forma equival~n cial» , que lo disimula haciéndolo apare cer como un a característica nalural de las cosas. Ahora bien, esta «tormo.» del valor no aparece más que en una época determinada del desarrollo histórico de ]a sociedad, allí donde ha surgido la producción mercantil, y se desarrolla COD la extensión de esla última. MienLras que, en el origen, en las sociedades primitivas, el intercambio mercantil no había podido ser sino accidental y la forma del valor no había sido más que la relación simple de una mercancía con otra , xA=yB, en un estadio posterior, a medida que el número de mercancías se multiplicaba, la forma del valor ha podido adquiril- una for ma desarrollada, expresándose el valor de A en un elevado nú mero de equivalentes xA = yB, xA = zC, xA = vD, elc. Es, por ejemplo, el caso del ganado que, en determinadas sociedades,
unn incongruencia cualitativa entre el pn:cio y la magnitud tlel valor... Vé¡ISC 1, pp. 63-64. lO K. Marx.: El capital, 1, p. J6.
Il Idem, 1. p. 15.
Idem, 1, p. 24. Véase tambié n p . 15. En esta fonna simple del "alor reside el secreto de codas las fonnas del valor. Por esO es en su analisis donde rcsitlc la verdadera dificultad del problema."
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puede cambiarse por otras mercancías, mientras que éstas no pueden cambiarse entre si. En un estadio aún más desar rollado de la producción mer cantil se ha hecho posible y necesario que todas las mercancías producidas expresen sus valores recíprocos en el mismo equi valentc. Una sola mercancía se ha convertido en el equi valente gel/eral del valor de ladas las demás. A partir de entonces, e trabajo social y el mundo de las mercancías encuen tran la uni dad de [arma y de expr esión de la que carecían en los estadios preceden tes. «La clase especifica de mercancías a cuya fo rma natural se incorpora socialmente la fo rma de equivalente, es la que se con vierte en mercancía-din ero o funciona como dinero. Esta mer canda t iene como función. socú¡l espedtlpa, y por tanto como monopolio social den/ ro del mundo de las m ercancías, el des empeñar el papel de equ ivalente genera l» 17. Históricamente, los metales preciosos han conquis tado el monopolio de esta pos ición, convirtiéndose en mercancía-mo neda (el dinero ). A p artir de entonces, la expresión del valor re la tivo de las mercancías en la moneda se convierte en el "pre cio» de esas mercancías. Con la apa r ición del din ero, la «falsa apariencia » que la for ma equivalencial con fiere al «valor» de las mercanCÍas se con solida de fi nitivamente. «una m ercancía no se presen ta como dinero porqu e todas las demás exp resan en ella sus valores, sino que, por el contl'a rio, éstas parecen expresar sus valores de un m odo general en ella, por ser di/1ero. E l movimiento que sirve de enlace desapa rece en su propio resultado, sin dejar la menor huella. Sin te ner arte ni parte en ello, las mercancías se encuentran delan te con su propia fo rma de valor, plasmada y completa, como si fu ese una mercancía corpórea existen te al margen de ell as y a su lado. Estos obje tos, el oro y la plata, tal como salen de la e ntraña de la tierra, son al mismo tiempo la encarnación di recta de todo trabajo hum ano. De aquí la magia del dinero» 18. De este modo culmina la génesis ideal de la moneda, géne sis que dis ipa por completo su misterio. ¿En qué ha consistido esta «génesis»? Una vez más nos parecen necesarias algunas o b servaciones epistemológicas. De nuevo, Marx no parte de un concepto, sino de un hecho práctico, la relación de cambio de " ldem, 1. p . 35.
11 Idtvrr, p. SS.
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las mercancías, es decir, la forllla social en la que se expresa el valor de cualquier mercancía. Marx ha elegido para iniciar su análisis la forma más simple de esta relación, la relación
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da ue algunas sociedades. Así pues, ]0 que muestra y demues tra el método de analisis de Marx es el carácter histórico tanto de las realidades que analiza el pensamiento como de los concep tos que este pensamiento construye para explicarlas. El m éto do de Marx no deja, por consiguiente, al pensamiento teórico ninguna posibilidad de alienarse especulativalllente en sus pro pios productos ideales considerándolos. bien corno realidades ideales sin historia, bien corno idealidades que remititian a una realidad carente de historia. Más tarde insistiremos sobre este punto. El resultado general del análisis de Marx consiste. pues, en mostrar el carácter absurdo, insólito de las representaciones espontáneas de los individuos que viven en las sociedades mer can Liles, en destruir las fals a s apariencias, las pseudo-«eviden cias» (así como las representaciones más elaboradas de los economistas «vulgares», que se lim itan a re lomar y a «sistema tizar» las representaciones espon táneas): «A primera vista, parece como si Las mercancías fuesen ob jetos evidentes y t riviales. Pero, analizándolas, vemos q ue son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos» 19.
Esta complejidad y este misterio no provienen ni del valor de uso de las mercancías ni de su carácter de productos del trabajo. En una sociedad dada, «la utilidad» de las mercancías es algo evidente, y en cualquier sociedad los hombres se intere san por el tiempo necesario para la producción de Jos objetos que utilizan. La complejidad y el misterio provienen exclu sh'a mente tlel modo de aparición del valor de las mercancías, de la «forma» social en la que aparece cuando esas mercancías en tran en relación de intercambio. «La forma mercancla y la relación de valor de los productos del trabajo en que eSa forma cobra cuerpo no tiene absoluta mente nada que ver con su carácter físico ni con las relacioneS materia les que de este carácter se delivan. Lo que aquí reviste a los ojos de los hombres, la forma [O/lfasmagórica de /lila re laciólz entre objetos materiales no es más que una relación soci::u concreta establecida entre los mismos hombres . Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno . tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la re ligión, tlonde los productos de la mente hilll1ana semejall se,.es
dOlados de vida propia, de existellcia independiente, y ,.e/acio " ldem, 1, p. 36.
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nados elltre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto se crean en fonna de mercan cías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción» 20. En su esencia, el fetichismo del mundo de las mercancías consiste, pues, en la propiedad que tiene la forma de aparición del valor de disimular la esen cia real del valor mostrando pre cisamente lo contrario. Por consiguiente. no es el hombre quien se engaña sobre la realidad, es la realídad quien le engaña al aparecer necesariamente bajo una forma que ta disimula, pre sentándola a l revés a la conciencia espontánea de los inclivi duos que viven en el seno del mundo mercantil. Este modo de aparición a l revés con s t ituye así el punto de partida obligado de las representaciones que espontáneamente se hacen los indivi d uos de sus relaciones económicas. Esas representaciones, así como los desarrollos ideológicos que las consolidan y que son producidos- tanto por los economistas vulgares como por otras categorías de ideólogos, constituyen en la conciencia de los in dividuos 1m campo más o menos coherente de falltasmas espon tálleos y de creencias ilusorias referelltes a la realidad social en cuyo seno viven. A partir de ahi se comprende que esas re presentaciones ilusorias y esas nociones espontáneas no puedan en ningún caso constituir el punto de partida para el análisis científico de esta realidad social. El fetich ismo de las mercancías no consiste, pues, en el efecto de la alienación de las conciencias, sino en el efecto en y para las conciencias de la disimulación de las relaciones so ciales en y bajo sus apariencias. El fetichismo de la mercancía no es el producto singular, subjetivo, de una historia individual. sino el producto general y objetivo de una historia colectiva, la de la sociedad. Puesto que su fundamento existe fuera de la conciencia, en la realidad ob ietiva de relaciones sociales his tóricamente determinadas, es~ fetichismo sólo puede desapare cer con ]a desaparición de esas relaciones sociales . El descubri miento científico de que: "Los productos del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano jnver tido en su producción, es un descubrimiento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho .. /dem, J. p. 38 (el subrayado es de Godclier).
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mel10s la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo. Y lo que sólo tiene razón de ser en esta forma con creta de producción, en la producción de mercancías [ .. . ] sigue siendo para los espíritu.s cautivos en las redes de la p rodlloCción de mercancías, aun después de hecho aquel descubrimiento, algo tan perenne y defi nitivo como la tesis de que la descom posición científica del aire en sus elementos deja intangible la forma del air e como forma física material» 21 . Por consiguiente, el conocimiento científi co de la estructura de las relaciones mercan t iles D O suprime la conciencia espon tánea que los ind ividuos tienen de estas relaciones (incluso el sabio). Sin du da, modifica el papel y los efectos de esta con ciencia sobre su conducta, pero no la suprime. Para abolirla, se precisa una revolución socia l ligada a l desarrollo mismo de las fuerzas productivas , desarrollo y revolución que hace posi bles y necesarios el propio funcionamiento del modo de pro ducción capitalista, la fo rma más desarrollada históricamente d e la producción m ercanlll, form a «acabada» de esta prod uc ción porque la f uerza de trabajo del hombre también se ha convert ido en m ercan cía 22.
«Todas las formas de sociedad, cualesquiera que e llas sean, al llegar a la producción de mercancía s y a la circu lación de dinero, incurren en es!..:. inversión. Pero este mundo encantado e invertido se desarrolla todavía más b ajo e l régimen capitalis ta de prod ucción y co n el capital. que constituye su categoría dominante, s u relación dete rminante de producción» 13. ¿Cuáles son esos desarrollos? Aqu í no haremos más que ~ u geri rlos de un m o do groseram ente esquemático, ya que de otra forma nos venamos obligados a entrar en el deta lle de todos los análisis de El Capital. El capital es ante todo dinero, moneda (es decir, el eq uiva lente general del valor de las m ercancías). Pero no toda mo neda es capital. Para que e l d inero funcione como capital es " Idem, p . 39 (el subrayado es de M. G.). 21 Véase mi articulo: «Sysl~me, st ructurc ct contradiction dans Le Ca pilal». ¡--es Temps Modemes, 1966. núm. 2.J6, p . 832, donde comparábamos este análísis con las conclusiones de Spinoza, para quien el conocimien to del segundo género, el conocimiento matemático, no suprime el de primer género. el saber empí rico de la experiencia cotidiana. (Véase la traducción castellana de este artículo, . Sistema, estructura y con t radicción en El Ca pita1-. Problemas del e.~/ru c wralismo. Siglo XXI Editores, México, 1967, pág-inas 50-93. ) .. K . Marx: El Capital, p . 765.
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preciso que reporte un beneCicio. En la circulación simple de mercancías, una mercancía MI es vendida por dinero, y este dinero sirve para adquirir otra mercancaía M2• Al final del pro ceso, M, - D- Mz, el dinero ha sido definitivamente gastado, habiendo funcionado como un simple medio de circulación de las mercancías M I y M2• En la circulación del dinero como ca pital, una cantidad D, de dinero es adelantada para comprar u na mercancía que seguidamente será vendida . Al término de este proceso, vuelve a encontrarse en manos del propietario de DI una cantidad D2 de dinero tal que D2 equivale a la canti dad Dt prinuLivamente adelantada más un excedente, un valor de m ás o plusvalía: Dz = Dl + 6D. Por tanto, en ese p roceso el valor adelan tado al comienzo no solamente se ha conservado, sino q ue ha a umentado su valor, e l dinero se ha transfo rmado en capital. En la circulación simp le de m ercancías, e] propie ta rio de las mercancías MI sólo las vende para p rocurarse las mercancías M2 que necesita y q ue no produce. La circu lación simple de m ercancías sólo sirve como medio para alcanzar un objetivo situado fuera de e lla , la apr opiación de cosas útiles para la satisfacción de las necesid ades . La circulación del di nero como capital. por el contrario, parece poseer su objetivo en sí mis ma, a través de la tra n sfor mación continuamente re novada del dinero en mercancías y de las mercancías en dinero: «El valor se erige aquí en su jeto de un proceso en e l q ue, bajo el cambio constante de las for m as de dinero y m ercancía, su magnitud varía automáticamente, desprendiéndose com o plu svaUa de sí mismo como valor originario, o 10 q ue tau t vale , valorizándose a sE mismo. E n efec to, el p roceso en que en gendra p lusvaUa es su propio proceso, y, por tanto, su valor iza ción, la valorizacióI1 de sí mism.o. Ha ob tenido la virtud oculta y mis teriosa de engend rar valor por el hecho de ser valor. Lan za al mundo cn as vivien tes, o al menos pone huevos de oro» 24. Nos encon tram os aquí con el mismo vocabulario que servía para describir el fetichismo de la mercancía. Este carácter fe tichista, q ue había encontrado en el dinero su fo r ma m ás com plej a, culmina a partir de al10ra su desrurollo, puesto que, des de el momento en que funciona como capital, el dinero parece no solamente tener en sí mismo la propiedad de ser valor, sino también la de valorizarse, autoengcndrarse. «En la relación en tre el capital y la ganancia, es decir, entre el capital y la plusvalía [ .. . ] aparece el capital como una relaN
ldem, p . 110 (el subrayado es de M. G.).
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cosa, sino una relación social entre personas que se establece por mediación de las cosas». Una vez más, el carácter, a la vez social e rus tórico, de las categorías económicas, en este caso las de capital, plusvalía, salario, se muestra y se demuestra en el análisis que de las mismas hace Marx en su «génesis»:
ción consigo mismo (a), relación en la que se distingue como suma originaria de valor, del valor nuevo añadido por él mis mo. Existe la conciencia de que este valor nuevo es engendrado por el capital a lo largo del proceso de producción y del pro ceso de circulación. Pero el modo como ocurre esto aparece mixtificado y como fruto de cualidades misteriosas inherentes al propio capi t al (b)>> 25. El problema científico fundamental para explicar la génesis y el funcionamiento del modo de producción capitalista estriba, por consiguiente, en explicar el origen y la naturaleza de la plusvalía. Para que el dinero se transforme en capital, cs decir, se va lorice, es necesario que pueda comprar en el mercado una mer cancía que tenga la propiedad, cuando se la utiliza, de crear valor. Esta mercancía existe, es la fuerza de trabajo. Mas, para que la fuerza de trabajo se p resente en el mercado como una mercancía a la venta, se precisan condiciones históricas muy particulares, únicas. Es necesario que los productores estén se parados de los medios de producción y carezcan de l dinero para comprarlos . Se requiere, por tanto, que estén obligados a ven der su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción y del dinero y, al mismo tiempo , sean libres como personas (de otro modo venderían su persona con su fuerza de trabajo y serian esclavos, no asalariados). Estas condiciones han ido cump liéndose paulatinamente en diversos paises de Europa a partir del siglo xv 26, durante la llamada fase de acu mulación primitiva del capital, que fue al mismo tiempo la época de la disolución de la estmctura económica feudal y la de la génesis de los elementos constitutivos del sistema capita lista. La base de toda esta evolución fue la expropiación de Jos campesinos n . Por consiguiente, el dinero sólo se convirtió en capital 28 a partir del momen to en que se estableció una nueva relación social, la de dos clases sociales, los capitalistas y los obreros, en el proceso de producción de las mercancías. El ca pital, según la célebre fórmula, no es Jo que aparenta, (mna " ldem, lII. p . 63; a) el subrayado es de K. Manc. b) el subrayado es de M. G. " A veces. incluso antes , como en Italia. Véase K . Marx: El Capllal, l, página 609, nota 1. 11 ldem, 1. p. 609. :s Hemos dejado de lado el problema del origen y de la naturaleza de las [onnas antediluvianas del capítal: comercial, lmanciero. etc., que Marx examina en el libro 111. sección 2, para tratar solamente del capi tal productivo (industrial y agrícola).
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«La naturaleza no produce, de una parte, poseedores de di nero o de mercancías y, de otra parte, sim ples poseedores de sus fuerzas personales de trabajo. Es te estado de cosas no es, evidentemente, obra de la historia natural, ni es tampoco un estado de cosas social común a todas las épocas de la historia. Es, indudablemente, el fruto de un desarrollo histórico prece den te, el producto de una larga serie de transformaciones eco nómicas , de la destrucción de toda una serie de form aciones más antiguas en el campo de la producción social» 29.
•
Puesto que, en su esencia, el capital es una re lación social, la del capitalista y el obrero, ¿cómo, en el seno de esta relación, puede nacer la p lusvalía? Lo que comp ra el capitalis ta al obre r o por un salario es el uso de su fuerza de trabajo. Por consi guiente, la f uerza de trabaj o es una mercancía cuyo valor se mide, como el de cualquier o tra mercancía, por el tiempo de t rabajo socialmente necesario para s u p roducción, es decir, para la producción de los m ed ios materiales que exigen su forma ción y mantenimien to . Cuando el ob rero trab aja, es decir, cuan do invierte su fuerza de trabajo al servicio del capitalis ta, crea no solamen te el equivalente del valor q ue representa su salario, sino también un valor añadido, el cuaLno se le retribuye. Este trabajo no retribuido, este valor añadido, constituye el or igen y la esencia de la plusva lía. la relación capitalista·obrero se presenta, pues, inmediatamente como una relación de explota ción del hombre por el hombre, explotación que el salario di simula: «Júzguese, pues, de la importancia decis iva que tiene la transformación del valor y precio de la fuerza de trabajo en el salario, es decir, en el valor y precio del trabajo mismo. En esta forma exterior de manifestarse, que oculta y hace invisible la realidad, invirtiéndola, se basan todas las ideas jurídicas del obrero y del capitalista, todas las mistificaciones del régimen capitalista de producción» JO . Efectivamente, en la práctica todo sucede, tanto desde el lO JO
21
K. Marx: El Capital, 1, p . 122.
ldt!m, I, p . 452.
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punto de vista de los capitalistas como de Jos obreros, como si el salario retribuyera todo e l trabajo suministrado por el obre ro (al salario se añaden las primas, las horas extraordinarias, etcétera). E l salario le presta, pues, a l trabajo no retribuido la apariencia de trabajo retribuido y, correlativamente, hace apa recer necesariamen te al beneficio como el producto del capi tal. El beneficio no ~s sino una de las formas de la plusvalía, "for ma en la que se desdibujan y se borran su origen y el secrdo de su existencia» 31. Por consiguiente, cada clase social parece extraer de la producción y de la circulación de las mercancías el ingreso al que tiene derecho . Las categorías económicas de salario , beneficio, interés del capital y rellta de la t ierra expre san, pues, las relaciones visibles de la práctica cotidiana de [os negocios y, en tanto que tales, poseen una utilidad pragmcítica, pero carecen de todo valor científico. Mientras que la circula ción de mercancías no crea valor, sino que lo realiza, y a través de ella la plusvalía creada en el proceso de producción se dis tribuye entre las diferentes variedades de capitalista~ (indus triales, financieros, terratenientes), adoptando las formas de be neficio industrial, interés o renta de la tierra, en aparienc ia todo sucede calizo si el capital, el trabajo y la tierra fuesen fuentes autónomas de valor que se suman y se combinan para formar e[ ,'alar de las mercancías. La apariencia de las relacio nes económicas disimula y contradice su esencia. «La forma exterior de las relaciones económicas, tal como se presenta en [a superficie de los fenómenos, en su existencia real y también, por tanto, en las ideas con que los represen tantes y los agentes de estas relaciones prt:tenden ver claro en ellas, difiere mucho y es, en realidad, lo inverso, lo contrario a su ¡orilla nllclear il/terior, aunque oculta, y al concepLo que a ella corresponde» 3l.
I Idel1l , 1J[, p. 63 Véase igualmente, en el libro IJI dI! El capiTal: .El modo cómo J:¡ plusvalía se convierte cn la forma de ta ganancia median le la transit.:ión a tru\'.!' de la nlnla de g:mancia. no es s ino la prolon gacinn de la inversión de sujeto y objelo operada ya du ranl!! e l proceso de producción. [ .. . ] Por una parte, el valor, el trabajo pn:t¿rito que do mil1.1 sobre el trabaju \ i\'u se pcrsoni[ica (;11 el capilal¡s!n; por otr.l pnr· (L', I ohr.·]"(I aparece. a In il1Vl'r<;a . como una fuerza de traba io ob ictl\·a do, .:omo una simple m~·rcandJ.. Y esta rfiariólI illverlida llOCe mrgir /le· ee.5aria/IU'lIte. ya cn el plono de Ins simples relaciones Je protlucr:ion, una id"d illvertida cOlIgrue/lle, una conciencia traspuesta, que los cambios y 1I1Ildij'j.:a, il)n~'s ud \"~'rJatlero proceso uc: cireuladún se encargan luego de ll"sarrollar.' " K. Marx · FI Capital, J 11, p 210 (el 5ubl-:lY
Econom(a mercantil, fetichismo, magia y ciencia
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«Es el mundo encantado, invertido y puesto de cabeza en quc Momieur le Capital y Madame la Terre aparecen como per sonajes !>()ciales, a la par que llevan a cabo sus brujerías direc tamentt!, como simples cosas materiales. El gran mérito de la economía clásica cons iste precisamente en haber disipado I!sta falsa apariencia y este engaño, esta suscantivaci6/L y cristaliza cíon de [os distintos elementos sociales de la l-iqucza e ntre sÍ, esta personificaci6n de las cosas y esta materializació/1 de las
relacio/les de prodllccióll, esta religió~l de la vida diaria [ ... ]. Estu no obsta para que los mejores ponavoces de la economía clásica, como necesariamente tenía que ser dentro del punto de vista burgués, sigan en mayor o menor medida cau tivos del TJ11 ,ndo de ap.ariencia críticamente destruido por ellos [ ... ] Y, por el contrario, es también igualmente natural, de otra parte, que los agentes reales de la producción se sientan plenamente a gusto, cOmo en su casa, dent ro de estas (ormas enajenadas e irracionales de capita l-interés, tierra-renta del sucio y trabajo salario, pues son prec isamente las formas de la apariencia en que ellos se mueven y con las que conviven diariamente» 33 . Con este texto capital se cierra nuestro análisis sobre la na ción de fetichismo en Marx y culmina nuestra demostración del lazo necesario que liga e [ análisis de la mercancía, que princi pia la obra de Marx, con el análisis del bene ficio, del interés y de la renta de la ticrra con el que concluye. Entre ec;tos extre mos se sitúa el eslabón intermediario y fundamental, e[ aná lisis dI.! la ... (onna-cap ital» de la moneda y el descubrimienlo de la escnc ia real del salario y de la plusvalfa, es decir, de la esencia rcal de lae; relaciones capitalistas de producción 34. Produc lo de la historia, característico del modo de apari ción dI.! las ¡·claciones sociales de ciertas sociedaues e n las que se ha desarrollado la producción mercantil, ilusión colectiva que r~'sidc espontáneamente en la conciencia de los miembros de c." as sociedades y que, a l no tener su fundamento en su con ciellC ia, so ll) pucde ck~aparecer con la desaparición de las rela ciones sociales que lo engendraron, e l fetichismo ele la mercan cía )' de Lodas las [omlas sociales que se han desarrollado a " IdulI, p . 7(jg (el subrayado es de M. G.) . .. Este la70 lo seña la el propio Marx en una carta a Engel~ fechada el 24 de agosto dc 1867: «Lu mejor de mi libro es : \." (en esto descans todn la comprensiun tle los hechos) el dol,le cardcter del traba;o, qu
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partir de ella, moneda, capital, interés, salano, etc, conl>tituye el foco de un universo de representaciotles míticas que alimen tan creencias irracionah::s en los poderes mágicos de las cosas, o que inducen en los indivi.duos conductas mágicas para conci l iarse los poderes ocultos de las cosas , Al término del análisis disección de Marx, el mundo cotidiano de las nociones y las conductas económicas de los miembros de la sociedad capitalis ta, bajo la fonna espontánea o la sistematizada por los economis tas vulgares. ese mundo en aparienc ia racional y que parece tes timoniar constantemente la «racionalidad» de la sociedad capitali sta y de su sistema económico. se revela com o un mun do absu rdo de mitos y de ilusiones irracionales, dominado por feliches a los que se adora , Según la extraordinaria expresión de Marx. ese mundo ideológico y práctico se revela como la religión de la vida cotidiana de los ind ividuos que viven en el seno de la sociedad burguesa. Podemos pregun tarnos si esas representaciones míticas, esas creencias y esas conductas es pontáneamente mágico-religiosas difieren de las que se descu bren en las sociedades «primitivas» , y si no cump len las m is mas funciones que, en ellas, sirven para «explicar» de forma iluso r ia y «justificar» las relaciones de parentesco, la prohibi ción del incesto, el origen de las plantas, de los animales, d e las lécnicas. de la división sexual del trabajo. etc , Ta l vez, después de todo el pensamiento salva je no sea sino el pen samiento en estado espontáneo, en estado salva je , aquel en el que se refleja inmediatamente el movimiento visible de las relaciones sociales. Por consiguiente. se comprende que el pensamiento científico no sea sino ese mismo pensamien to 35, instruido por la h istoria, domeslicado en cierto modo por el hombre y que camina hacia la esencia de las cosas. apartándose de sus apariencias para luego volver sobre ellas y explicarlas a part ir del lazo y de la relación interna de las cosas mismas, de su encadenamiento intcriorJQ. En este movimiento tle regreso se disuelven las falsas apariencias de las cosas, las ilusiones de JI Tal vez en esta perspectiva se aclara e~ta afirmaci6n de Man en na carta a Kugelmann, fechnda el 11 de julio de 1868, después de la apariC ión d{' ¡ lIbro 1 de El Capital: "Como el proceso discursivo brota lamhlt:n de 1" rcalidad. es también un pmceso l/aturar, es induuable que el pensamiento realmente capaz de comprender tiene que ser siempre el nIJIII10 }' ,610 puede distinguirse gradualmente por la [ase de desarrollo y tnmbicn. consiguientemente. por el del órganu con que se picn<¡a Todo lo dcmá" es pura l.harlatancrfa (<,ubravado por ('( propio Marx) , ,\ 1an a Engds. 24 de agostu de 1867: «Me costó mucho sudor el encontrar las cosas mISmas, es decir en su lrabaZóll- (subrayado por
Marx).
Eco~!Omía
mercantil, fetichismo, magia y ciencia
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la conciencia espontánea. no científica, del mundo. Podría com pararse este método con el de Freud, que. bajo las formas di versas de! lapsus, del acto faIJitlo, del sueño y ele la enfennedad men ta l, ha sabjdo descubrir la existencia de una realidad ac tuante y estructurada: el inconsciente. En definitiva, el último fetiche que queda por exorcizar. el último mito por destruir eS la ilusión dogmática de que el cono cim iento científico sólo depende del gen io de algunos grandes pensadores, Aris tó teles, Marx o Freud. Baste recordar el home naje que Mal'"X rindió a Aristóteles en El Capital. Aristóteles. en efecto, en la Etica a Nicómaco 31, concluia su análisis sobre )a relación de valor de las mercancías en tre sí (en el caso en cues tión: cinco camas = una casa = tanto dinero... ), con las si guientes palabras: «El cambio -dice Aristótelcs- no podría exis tir sin la igualdad, ni ésta sin la conmensurabilidad " [ ,,, J". Pero en rigor - añade- es imposible que obje tos tan dis ti ntos sean connlen surables.» La afinnación de su igualdad le parecía, pues, a Aristóteles contraria a la naturaleza de las cosas, a su esencia específica. Lo que Aris tóteles no pudo descubrir es el hecho de que cosas concretamente tan diferentes como una casa y una cama po ruan ser de una misma esencia en tanto que cant idades seme jantes de una m isma realidad, el trabajo socialmente necesario para su producción, como inversiones iguales de trabajo huma no abstracto, idéntico. Y Marx añadió: «Aristóteles no podía descif rar por si mi smo, an alizan do la forma del valor, el hecho de que en la forma de los valores de las me rcancías todos los traba jos se expresan como rraba jo humano igual, y por tanlo como equivalentes, porque la socie dad griega estaba basada en el trabajo de los esclavos v tenía, por tan to , como base natural la des igualdad entre los hombres V sus fl/.er~as de trabajo. El secreto de la expresión de valor (. ,,) sólo podia ser descub ierto (. ,, ) en una sociedad como la actual, en que la IOrlna-mercancía es la Eonna general que re visten Jos productos del trabajo , en que, por Lanto. la relación social preponderan te es la relación de unos hombres con otros como poseedores de mercancías. Lo que acreelita precisamente el gen io de Aristóteles es el haber descubierto en la expresiótz de valor de las mercancías una relaci6n de igualdad. Fue la lí· ., Etica, 1, cap. V.
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mitación histórica de la sociedad de su tiempo la que le impidió desentrañar en qué consistía, «en rigor», esta relación de igual dad" 38. Se comprende, pues, que el análisis cie ntífico siga un cam ino «opuesto al curso rcal de las cosas» 39 . Este último parte de las formas s imp le~ (por ejemplo, el trueque) para pasar a formas complejas (la producción mercantil del capitalismo). Por el con trario, el conocimiento sólo puede partir de las formas comple jas p,:¡ra cle~ ..:ubri r el contenido y el sentido de las formas sim p les. «La an:llonlÍa del hombre es una clave para la anatomia del mono , .. " oUl; Jo superior explica lo inferior, con la condición de «no borrar todas las diferencias». Nuestra tarea consiste, pues, en encontrar, por encima del genio de los grandes descubridores, Aristóteles, Marx, Engels o Freud, la historia real de sus descubrimientos para que éstos pierdan su ~aráctcr fe tichista de dogmas y nos conduzcan más allá de sí mismos, un poco más lejos, en el dominio de lo invi sible y lo no aparente.
" K. Marx: El Capital, 1, 1, p. 26. ,. ldem, l , 1, p , 40. .. Elementos fU/ldametltales para la crítica de la economía politica (borrador), ed. cit., p. 26.
TERCERA PARTE
SOBRE EL CARACTER FANTASMAGORICO
DE LAS RELACIONES SOCIALES
XI. FETICHISMO, RELIGION y TEORIA GENERAL DE LA IDEOLOGIA EN MARX *
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LA NOCIÓN MARXISTA DE FETICHISMO DE LA MERCANCíA
La. esencia del fetichismo de la mercancía Esta noción no es algo casual en el pensamienlo de Marx. Las páginas que le dedicó en El Capital no son la «me tedura de pata teórica» de un Marx fascinado de nuevo por las viejas no ciones filosóficas de alienación y reificación ya tratadas en los Manuscritos de 1844, fallando así paradój icamente el rigor de su nuevo mélodo en la primera sección del primer libro de El Capital, precisamente la parte que, según él m ismo confesó, ba bía trabajado más y que consideraba como la más d ificil . En primer lugar hay que partir de una distinción fundamen tal, frecuentemente ignorada p or los m arxistas y establecida por Marx entre «valOl"» y «valor de ca mbio». «Para mí, el va lor de una mercancía no es ni su valor de uso ni su valor de cambio» l. El «valor de cambio» de una mercancía es la relación de va lor que se establece prácticamente a través del cambio de esta mercancía por otras. Esta relación no crea el «valor» de esta mercancía, ya que este valor nace en el proceso de la produc .. En el capítulo ante ri or, «Economfa mercan til, fetichismo, m agia y ciencia en El Capital de Mar.v, ana lizamos y definimos la noci ón de fe t ichismo de la mercancía . Los resullados de este capítulo nos exigen ir m á s lejos y plantear, en un a pe rs pectiva marxista, la cucstión de la na turaleza y dd fundamento de toda representación ilusoria dI;! la realidad, y particularmente de las representaciones religiosas de lo real. Comen zamos el presente capIt ulo recordando el contenido de la nociÓn de feti chismo de la mercancía según Marx. Este t exto fue publicado en un número especial de la revista Amlali, publicada por el Ins tituto Gian giacomo Feltrinelli, de Milán , y titulado: .Ricerca dei prcsupposti e dei Condamenti del discorso scienlifico in Marx», 1\170. I Karl Marx: .Glosas marginales a l "Tratado de Economla PoHtiea" de Adolfo Wagnen . en El Capital, México , Fondo de Cultura Económica, lomo 1, p. 711:1.
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cantil consiste en la propiedad que tiene la forma de aparición del valor de disimular la esencia real del valor y de mostrar precisamente lo contrario. Por tanto, no es el hombre quien se equivoca sobre la realidad; es la realidad quien le engaña al aparecer necesariamente bajo una forma que la disimula y la presenta al revés ante la conciencia espontánea de los indivi duos que viven en el seno del mundo mercantil. Este modo de aparición al revés constituye, pues, el punto de partida obliga do de las represenlaciones q ue se hacen espontáneamente los individuos sobre sus relaciones económicas. Esas representacio nes y los desarrollos ideológicos que las consolidan, produci dos lanlo por los economistas vulgare~ como por oLras cat.::go rías de ideólogos, con stituyen en la conciencia de los individuos un campo más o //leIlOS coherente de fantasmas espOlltál1eos y de creencias ilusorias re ferelltes a la realidad social en cuyo seno viven. Se comprende, por tant o, que esas representaciones ilusorias y esas nociones espontáneas no puedan en ningún caso constiluir el punto de arranque del análisis cien tífico de esa r ealidad social. E l carácter fetichista de las m ercancías no es, pues, el efec to de la alienación de las conciencias, sino el efecto en y para las co nciencias del enmascaramiento de la realidad de las rela ciones sociales en y bajo sus apariencias . Desde el momento en que un producto del trabajo ci rcula como m ercancía, su forma de mercancía disimula el origen y el contenido de su valor, a saber: el traba jo humano necesario para su prod ucción , y es to se produce s-ean cuales meren las relaciones sociales que orga nizan esa producción (modo de producción esclavista, feudal, capitalista, socialista, etc.). En el modo de producción capitalis ta, como la propia fuerza d e trabajo se convier te en una mer cancía cuyo valor adop ta la forma de un salario, no solamente se encuen tran disimulados el origen y el contenido del valor, sino también y al mismo t iempo e l origen y el contenido de la plusvalía, es decir, la naturaleza misma de las relaciones capi talistas de producción en tanto que relaciones de explotación de los t rabajadores por el capi tal. Por consiguiente, se comprende, por una parte, que el feti chismo de la mercancía, al no tener su fundamento en la con ciencia, sino fuera de ella, en la realidad objetiva de las relacio nes sociales históricamente determinadas, sólo desaparecerá de la conciencia con la desaparición de esas relaciones sociales. y por otra, que el conocimiento científico del contenido del valor y de las relaciones de producción capitalistas no suprime para
ción de esta mercancía y no en su proceso de cambio, en su proceso de circulación. La circulación «realiza» más o menos el valor de esta mercancía según el precio por el que aquélla se cambia, pero la circulación no crea este valor. Cuando una mercancía A se cambia por una cierta cantidad de mercancía B, el valor de A se expresa en una cierta cantidad de B, y B desempeña con respecto a A el papel de «eq uiva lente» . En la r elación de cambio de A y B parece que la mer cancía B posee naturalmellte la capacidad de expresar el valor de la mercancía A. Una mercancía, desde el momenlo en que des empeña el papel de equivalente del valor de cualquier otra mercancía, aparece como si poseyera en sí misma la capaci dad de medir el valor de las otras mercancías . La «forma equi. valencia!» de una mercancía disimula, pues, la esencia del va lor , que consiste en tma realidad social, en una inversión de trabajo social y, por consiguiente, abstracto, convierte ese valor en u na característica de las cosas y, de es te modo, crea el ca rácter fet ichista de las mercancías, su carácter enigmático. Con el desarrollo de las relaciones mercantiles, la forma equivalen cial del valor de las mercancías se fija en una categoría particu lar de mercancías que desempeña entonces el papel de equiva lente general del valor de las otras mercancías, es decir, el pa pel de moneda, y la propia moneda se convierte en capital cada vez que se invierte con objeto de obtener un beneficio_ Por consiguiente, puede verse cómo, por una parte, la l-ela ción simple de dos mer cancías engloba ya todos los misterios de la producción mercantil, puesto que contiene todo el miste rio del valor, de la moneda, del capital y, por otra, CÓmO ese m isterio alcanza su forma acabada con la aparición del modo de producción mercantil capi talista. «Es el mundo encantado, invertido y puesto de cabeza en que MOl1sieur le Capital y Madame la Terre aparecen como per sonajes sociales, a la par que llevan a cabo sus brujenas direc tamente , como simples cosas materiales. El gran mérito de la economía clásica consiste precisamente en haber disipado esta falsa apariencia y es te engaño, es ta sLLslantivación y cristaliza ción de los distintos elementos sociales de la riqueza entre si, esta persollificación de las cosas y esta malerialización de !as relaciones de producción ... » 2. Por consiguiente, en su esencia, el fetichismo del mundo mer l K. Marx: El Capital. ed. cit., tomo lII, p . 768 (el subrayado es de Go delie.).
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el científico (o sencillamente para un marxista) la conciencia ilusoria espontánea que tiene de esas realidades . Puesto que el fundamento de las representaciones económi cas ilusorias, espontáneas de la conciencia no está en ella, sino fuera de ella, en la realidad de las relaciones sociales. se com prende por qué Marx insiste en el hecho de que el «misticismo que oscurece los productos del trabajo en el período actual. no existía en otros modos de producción que han precedido a la aparición del modo de producción capitalista, y dejará de existir tras la desaparición de este modo de producción l . Para ilustrar este punto, Marx propone tres ejemplos históricos y dos imaginarios.
Tres casos históricos y dos ejemplos imaginarios de ausencia de fetichismo de la mercancía a) Los modos de producción que se basa n en «la asoc iación inmediatal>de los productores, en formas de «trabajo común». Marx designa con esos términos dos tipos de organización eco nómica y social: por un lado, las sociedades p rimitivas donde existe bajo su «forma natural primitiva» la asociación inmedia ta de los productores; por otro, las formas campesinas de pro ducción familiar en el seno de las cuales cada familia prod uce lo p reciso para satisfacer en lo esencial sus necesidades. Lo que produce cada familia «se le presenta como productos di versos de su trabajo y no camo mercancías que se cambiaran recíprocamente».
Correlativamente: «Los diversos trabajos que engendran estos productos, la agricultura y la ganadería, el hilar, el tejer y el cortar, etc., son, por su forma na tu ral, funciones sociales, puesto que son fun ciones de una familia en cuyo seno reina una división propia y elemental del trabajo, ni más ni menos que en la producción de mercancías . Las diferencias de sexo y edad y ras condiciones naturales del trabajo, que cambian al cambiar las estaciones del año, regulan la distribución de esas funciorLes de/ltro de la familIa y el tiempo que los individuos que la componen han de trabajar ... J -S6lo en una época hlstóricamente dada de progreso [ ... ] se con. vierte el producto del trabajo en mercancía~ (ldem, lomo 1, p. 28).
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y Marx concluye:
«Pero aquí, el gasto de las fuerzas individuales de trabajo, graduado por su duración en el tiempo, reviste la forma lógica y natural de un trabajo determinado socialmente, ya que en este régimen las fuerzas individuales de trabajo sólo actúan de por sí como órganos de la fuerza colectiva de trabajo de la familia» 4. Este texto es importante por varias razones. Marx compara a primitivos y campesinos, o al menos compara, entre las for mas de producción campesina, aquellas que no están orienta· das hacia el intercambio de mercado y se basan en la asocia ción inmediata de produc tores que mantienen entre sí relacio nes de parentesco. Por lo demás, Marx instaura una especie de parentesco, e incluso de filiación entre las comunidades primi· tivas , las comunidades campesinas antiguas nacidas de las di· versas formas de disolución de la propiedad indivisa primitiva y las comunidades campesinas europeas modernas, en las que existen diversas formas de propiedad privada procedentes de Roma o de los pueblos germanos y modificadas por el modo de producción feudal. y más tarde por el modo de producción capitalista. Por esta filiación Marx articula, pues, entre sí an tropología social y sociología rural en el marco de una división general del desarrollo histórico. Aún más importante es ver que Marx -lejos de considerar la familia y las relaciones de parentesco en las sociedades pri mitivas y campesinas como un elemento de la superestructura, como aún se empecinan en hacerlo determinados marxislas les reconoce sin ambigüedad el papel de relaciones de produc ción, de elementos de la infraestructura. Los resu ltados de la antropología moderna confirman este análisis en el caso de nu merosas sociedades primitivas. Habría que profundizar estas apreciaciones y realizar el in ventario (en el seno de las sociedades primitivas y campesinas) de las formas de asociación de los productores que desbordan el marco familiar y las relaciones de parentesco y se basan en la pertenencia a una misma cIase de edad o a una misma agru pación religiosa, etc. Nos encontraríamos igualmente con el problema de las formas de cooperación de los productores im puestas por las cIases dirigentes y por el Estado (prestaciones de trabajo). Es lo que hace Marx cuando aborda su segunda cate • ldem, p . 43.
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e) El tercer ejemplo que analiza Marx es el modo de pro ducción feudal, por tanto, otra etapa del desarrollo histórico: la Edad Media europea.
goría de ejemplos, «los modos de producción de la antigua Asia y de la antigüedad en general». b)
En el seno de esos modos de producción,
«Aquí el hombre independiente ha desaparecido; todo el mundo vive sojuzgado: s iervos y señores de la gleba , vasallos y señores feudales, seglares y eclesiás ticos . La slljeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones sociales de la produccion material como las re laciones de vida cimen tadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una soc iedad ba sada en los vínculos personales de sujeción. no es 11ecesario que los trabajos y los prodw.:tos revistan en ella LUla forma fal1tásti ca distinta de SH realidad. Aquí, los trabajos y los productos se incoI1loran al engranaje soci31 como servicios y prec¡tacioncs . Lo que cons tituye la forma directamente social del trabajo e s la forma natural de éste. su carácter concreto. y no su carácter general. como en el rég imen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se mide por e l tiempo, ni más ni menos que el trabajo producti\'o de mercancías , [ . ..1 Por tanto, cualqu iera que sea e l juicio que nos merezcan los papeles que aqllí repre selllal1 uno<; hombres frente a otros, e l hecho es que las relado ~les sociales de las personas en StlS trabajos se ret'elmz como reladones persona.les suyas, sin disfrazarse de relaciones socia les entre las cosas, entre los productos de su trabajo» 8.
la transformación del producto en mercancía [ .. . ] desem peña un papel secundario, aunque va cobrando un relieve cada vez más acusado a medida que aquellas comunidades se acer can a su fase de muerte. Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de Epicuro o los judios en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdade ros pueblos comerciales» s. Por consiguiente, en esas sociedades existe el fetichismo de la mercancía, puesto que existe el intercambio mercantil, pero no constituye el rasgo dominan te de la ideología económica, ya que la producción mercanti l desemreña en la producción un papel secundario, limitado. Las sociedades que m enciona Marx son las formas antiguas de sociedades de clases de Asia o de Europa, en cuyo seno las relaciones de clase se han desarroLla do a medida que se descomponían las antiguas relaciones de producción comunitarias. 0, de un modo más preciso, lo que Marx designa son las sociedades que dependen del modo de producción asiá t ico o del modo de producción esclavista. «Aque 1105 antiguos organismos sociales de producción son extraordi nariamente más sencillos y más claros que el mundo bur gués» ". Resumiendo las razones de la sencillez y la claridad de los modos de producción primitivos, «asiáticos», «esclavistas», Marx irtuica dos: «Se basan, b ien en el carácter rudimentario del /tombre ideal, que aún no se ha desprendido del cordón umbilical de su enlace natural con otros seres de la misma es pecie , bien en u n régimen direclo tic seiíorío y e.~·clav i/ll d 7. Sin embargo, Marx, aunque constata que la fantasmagoría del fetichismo de la mercancía no ex iste, o exic¡te de un modo muy limitado en esos viejos modos de producción, subraya que toda «la vida socia l" q ueda oculta por «una nube mística que "ela su a~pecto». Nos vemos, pues, en este caso , ante una nue va variedad de fetiches , de representaciones ilusorias. mi s tifi cadas de lo real, cuvo fundamento tendremos que investigar.
Esta cita es valiosísima en el plano de una teoría compara da de la historia. En la med ida en que numerosas sociedades de clases y de castas de la an tigüedad asiática o europea se ba saban en rdaciones de explotación que no eran del tipo de la esclavitud productiva greco-romana, sino que consis tían en la sum isión de las comunidades campesinas o t ribales a un po der central. las prestaciones en trabajo, en especie, en servi cios, la renta de la tierra o los impuestos de trabajo que pa gaban las com unidades locales al Estado o al «déspota» adop taban una forma que aparentemente se asemeja a las relacio nes «ent re personas» características del modo de producción feudal. Por este motivo hay tantos histotiadorcs que han pre tendido descubrir relaciones feudales en el anliguo Egipto , en la sociedad creto-micénica, en los Mongoles, en los Estados afri canos de la Edad Media, auml!ntando de este modo el número
de lac; " feudalidades exoticas» a las que Marc Bloch se refería
irón icamcn te.
Id'>IIl, lomo 1, p 44. • [c/ ,ml, lomo T. p . 44; el le~lo alemán contiene el término Prodllkriop¡· sorgalf i9lHctl, traducido por organismes (organismos) en la n:rsión fran cesa (k Rov. I
1
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¡ ,icm..
• /den!, p. 42.
...
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d) Vuelta al modo de producción asiático y a las formas de E!>tado del «despotismo orien tal,.. En realidad, la relación no se establece entre individuos, sino en tre las comunidades y e l Es tado. personificado, encarna do en la persona del jefe. del déspota. Para analizar esa rela ción es preciso volver al texto de las Forlllell, incluido en los Gnmdrisse der PO/ilischen Oekollomie, en el cual Marx subra yaba que el soberano despótico de las primeras sociedades de clases orientales persol1ificaba la IInidad de todas las comuni dades locales, representaba una comunidad superior a esas ccr munidades , su interés general opuesto a los intercs<.:s particula res, no de los individuos, y esto es lo esencial, sino de las ccr munidades particulares.
«Finalmente, esta comunidad superior existe y aparece como una persona [ ... ]. El trabajo excedente adopta la forma tanto de tributo como de trabajos colectivos para exal tar la gloria d e la Unidad encamada en la persona del déspota real o en el ser tribal imaginario que es el dios» 9. Sea cual fuere la forma en que se personifiquen las rela ciones de explotación en el seno de las sociedades de clases de «tipo asiático», en la persona real del soberano o en la per sona imaginaria de un dios (y, por tanto, indirectamente en la de los sacerdotes y de todos cuantos s irven a ese dios), lo que importa observar es que esas relaciones de clase constitu yen el desarrollo de un proceso iniciado en el m ismo seno de las sociedades primi tivas con la aparición de jefes (y aristocra cias) hereditarios. Cuando los illtereses comunes de todos los miembros de una comunidad, es decir, la unidad y la supervi vencia de esta comunidad se encarnan en la persona de uno solo de sus miembros (o en una sola de sus partes, familia, clan), ésta representa, pues, en un nivel superior, la comunidad a la que per tenece. Por consiguiente, dicho miembro se en cuentra al mismo ti empo en su celltro y por encima de ella. Res ponsable de los intereses comunes, controlará el trabajo exce dente dedicado a salislacerlos . Al encamar en un nivel supe rior la comunidad y a l tener más responsabi li dades que los otros miembros de la cO!llunidad, tendrá más derechos. y esta desigualdad de estatutos jerarquizará el conjunto de los miem bros de la comunidad, por regla g\!ncral en el orden de las
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relaciones de parentesco que esos miembros man tienen o no con el jefe y su familia. Nos encontramos, pues, ante relaciones sociales no mercan tiles en el seno de las cuales las relaciones de dependencia y de explotación adoptan formas fantásticas, se velan tras una nube mística. An les de analiza r su fundamento, hay que citar los dos casos ideales que analiza Marx. en los que el trabaio <;cr cial no rc"cst i ría el carácter fetichista que existe en las relacio nes de producción mercantiles. e) El ej emplo de Robinsón. Por razones pedagógicas, y también para caricaturizar a Smil h y, sobre todo, a Ricardo, Marx analiza la forma que adoptadan los productos del traba jo de un Robinsón náufrago en una isla. Marx subraya que:
«Pc'>e a su innata sobriedad, Robinsón tiene forzosamente que satis racer toda u na serie de necesidades que se le presen tall, y esto le obliga ejecutar di"ersos trabajos útiles [ ... ]. A pe sar de toda la diversidad de sus funciones productivas. él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Rohinsón, es decir, diversas manifestaciones de trabajo huma 110. El mismo agobIO en que vive le obliga a distribuir minucicr samcnle el tiempo entre sus diversas funciones . El que unas ocupen más s itio y otras menos, dentro de su actividad. total, depende de las dificultades mayores o menores que tiene que H.I1I.:Cr para alcanzar el resultado útil apetecido» lO.
Por tanto, Marx analiza el caso-Iímitc de Robinsón en su isla y, aunque no analiza en esle caso una relación social, la rela ción de homb res entre sí, recuerda la constatación trivial de
que, para responder a necesidades ruversas, todo individuo ais lado tendría que repartir su tiempo de un modo d iferenciado, habida cuenta de esas nece!>idades y de los medios de que dis pone. Por consigu iente, la fuerza única de ese individuo se di vidiría en actividades cUferen tes y complementarias y seria análoga a la fuerza única de una sociedad, cuyos medios de tra bajo estan repartidos ent re los diversos sectores productivos y actividades complementarias. La conclusión que Marx deduce del análisis de este caso ideal es la misma que se deriva del estudio de los viejos orga nismos sociales, tribus primitivas, antigüedad esclavista, despcr tismo 01 iental, etc,: «Tan claras y tan sellcillas son las relaciones que median
, K. Marx: .Formas que preceden a la producción capitalisla», en Sur les Sucidó Capi/ali~/cs . , vp. cit .. p . 184. (Hay Iraducción castdlana en Eudccor, , El modo de prodUCCión asialico», p. S,)
. El Capital, libro 1. p. 41.
22
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modo más general, de las «nubes místicas» que velan la \'ida soLia l L..n las soc iedades precapitalistas. Por consiguiente, hay que analizar el problema de la natura leza y cid fundamento de esas representaciones ilusorias de la realidad -:n las suc i edade~ prccapitalistas. La respuesta de Marx es dara. El fund amento de esas representaciones místicas se cncuen lra en:
enlre Robinc:ón y los objetos que forman su riqueza, riquez salida de sus propias manos, que hasta un señor M. Wirlh podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin em bargo, (;n -:sas relaciones se con tIenen ya todos los factores sus tam.iaJcs uc l valor» 11. 1) Con este ejemplo ideal de un individuo independiente, pero aislado de toda sociedad, Marx compara otro caso, ideal para su época : el del trabajo de individuos libres, pero asocia dos, es dl:cir, el de una sociedad comunilaria nacida de la abo lición de todas las relaciones capitalistas o mercantiles de pro ducción y de las otras formas de relac iones de producción pre capitalistas:
« Un bajo nivel de progreso de las fuerzas productivas del trabajo y [e n] la natural falla de desarrollo del hombre dC'n tro de su proceso material de producción de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y frente a la naturaleza. Esta timidez real se refleja de un modo ideal en las rel igiones naturales y populares de los antiguos. El reflejo religlOso del mundo real sólo podrá desaparecer por siempre cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para Jos hombres relaciones claras y racionales entre sí y respecto a la naturale za. La forma del proceso social de vida, O lo que es lo mismo, del proceso material d e producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libre mente socializados y puesta bajo su mando consciente y racio nal. Mas, para ello, la SOCIedad necesitará contar con una base material o con u na serie de condiciones materiales de existen c ia, que son, a su vez, [ruto natu ral de una larga y penosa evo lución» 13.
«Finalmente, imaginemos, para variar , una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de produc ción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de 10 que hacen, como lI/W gran fu erza de trabajo social. En esta sociedad se repetiran todas las normas que presiden el trabajo de un Robinsón , pero con ca rácter social y no itldividual. Los productos de Robinsón cran t odos productos personal y exclusivo suyo, y, por tanto, objetos directamente destinados a su uso. El producto colectivo dl: la asociación a q ue nos referimos es un producto social. Una parte de este producto vuelve a prestar servicio bajo la forma de me dios de producción . Sigue siendo social. Otra parte es consu mida por los indi\iduos asociados, ba jo forma de medios de vida. Debe, por tanto, ser distribuida [ ... ] las relaciones soc ia les de los hombres con su trabajo y los productos de su traba jo son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la di stribución» IZ.
2.
FETICHISMO, RELlGIÓN Y TEORÍA GENERAL DE LA IDEOLOGíA
La insistencia en utilizar metáforas religiosas para caracte rizar las formas ideológicas que adoptan las re laciones sociales en las sociedades precapita listas o, a través del fetichismo de la mercancía, en las sociedades capi tal istas, parece indicar que Marx atrib uía un papel dominante en la historia a las formas religiosas de la ideología . ¿Cuál es, por tanto, la teoría marxista del fundamento de la religión y de las formas ideológicas pró ximas?
Así pues, lo que hay de común en los ejemplos reales o ima ginarios que Marx analiza es e l hecho de que las relaciones de producción son o serían en estos casos más senci ll as en su es tructura y más claras para la conciencia (espontánea o cienli rica) que las relaciones de producción mercan t il y, sobre todo, que las relaciones de producción mercantil capitalista. Además, esas relaciones de producción no capitalis tas no ofrecen base alguna para un enmascaramiento de esas relacione!> sociales en relaciones de cosas . Al mismo tiempo. Marx habla de fas «más caras» que llevan los hombres en la. sociedad feudal y, de un
«El /Ja;o ni\'el de progreso de las fuer7..as productivas del trabaj o y [ ... ] la natural falta de desarrollo del hombre dentro de su proceso material de producción de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y frente a la naturaleza [ .. . ] se refleja
" ld"l/I, p . 4L
" ldcm, p. 43.
11
lo.
fden! , p . 44 .
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de un modo ideal en las relaciones naturales y populares de los antiguos:. 14. Nos encontramos ante una razón negativa, privativa en cier ta forma, ya que consiste en la falta de desarrollo de la domina·· ción práctica de los hombres primitivos sobre la naturaleza, en la aus("ncia de una división compleja del trabajo, en la ignoran cia de los mecanIsmos profundos de la naturaleza y de la his toria. Y Engl'ls '·canudará esta misma explicación cuando escri ba, \'cmLitrés allos d\!spués, a Conrad Schmidt:
«En la base J~ estas falsas representaciones de la naturale za, de la constitución del hombre mismo, de los espíritus, de los poderes mágicos, etc., lo más frecuente es que 110 exista sil10 Ll1l elemellto económico negativo; el débil desarrollo cco nómico del período histórico tiene como complemellto, pero también , acá y allá , por condición e incluso por causa, las re presentaciones falsas de la naturaleza. Y, aunque la necesidad económica haya sido el principal resorte del progreso en el co nocimiento de la naturaleza y lo siga siendo cada vez más, seria una pedantería intentar buscar causas económicas a toda esta estupidez primitiva» 15. Lo que, ·por tanto, descartan Marx y Engels es una explica ción mecánica, un determinismo económico somero de la apa rición de las formas religiosas de la ideología. Es preciso, pues, buscar una explicación general y determinar exactamente cuál es el efecto positivo en la vida y en la conciencia social de los hombres primitivos de esta causalidad negaliva. Este efecto en la cO/1ciellcia consiste en que la naturaleza se presellta en la práctica para el hombre primitivo -que inlcniene eficazmente de forma limitada sobre el orden y el curso de las cosas como una realidad misteriosa y superior al hombre, como po tencia superior al hombre ya la sociedad. Por tanto, la cuestión teórica se convierte en: ¿Cómo puede el hombre primitivo re presentarse en su conc iencia esta naturaleza, que e:ciste en la prcictica y se presel1ta a su conciencia, como un dominio de po deres misteriosos y superiores? La respuesta de Marx y Engels es clara y -corno veremos corresponde profundamente a los resultado<; de la antropología moderna de las religiones: el hombre primitIVO piensa la na
Fetichismo. religióll y reoria general de la ideologia
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turalcza pOr\NALOGfA. E l pensamiento prim itivo piensa espon tánt'amente la naturaleza de forma analógica al mundo huma no . ,:Cualcs son el contenido y la forma de esas analogias? RCpreSL/ltQl! las fuerzas y las realidades invisibles de la natura leza C0l110 Sl' IETOS, es decir, como seres dotados de conciencia, de \'olunlad, que se comunican entre sí y con el hombre. La na turalcZ primeras en experi mentar CSé reflejo, para su frir luego, en la posterior evolución de lus distintos pueblos, los más complejos y abigarrados P/O ccsos de persolllficaciol/ . Este proceso está documentado en de tal le, por lo menos para los pueblos indogermánicos, por la mitología comp~lrada, desde su origen en los ' ·I.!das indios» 11, Si se anal izan detenidamente estos textos de Mal-:\: y Engels,
" ldl!m. p . 44.
" Carla dirigida a Conrad Schmidt con fecha 7:7 de octubre de 1890, recogida en el compeLldio Sur la Religio/I, París, Edition Sociales, 1960, página 277.
,. K . M a r~: El C(/ p ilal, c:d . cit .• libro 1, tumo 1, p . 38. 1'I"!l: dril"h En \!d s , A'fll·Vii/nill/:; 1¡,,¡dllel it.in de M. Sacristán G¡ijalbo, 1964, p. 373. 1
Mé\ico,
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se puede constatar que para ellos el fundamento del carácter [antastico de las re'presentaciones religiosas es dobk: al E l pensamiento primiti\o se n:pn:senta espontáneamente la real idad no humana. material y no inll'ncinna l de la natura leza como un mundo de persona~; L(Jf1~[lllye , por tanto, repre sen taciones ilusorias del mundo . b ) Espontáneamente, el pensamiento primitivo atribuye una existencia independiente, objetiva, a idea lidades que sólo ticllen exis tenc ia real en dicho pensam iento, por lo que se rc presenta el pe nsamien to mismo de forma il usoria, en una con ciencia falsa de s í m ismo; se aliena, pues , en sus propias re presentaciones , ya que [as percibe como ex tcriores a él. Por tanto, espontáneamente. inconscientemente y por e l mis mo proceso, el pensamien to primitivo : trata el m u ndo de las cosas (y de las relaciones objctims ) como un mund o de pCl"SOnaS, y trata el mundo subjet iva de sus ideal idades rel igiosas, m íti cas, co mo una realidad obj e ti\a, independiente de l hcmbre y de su pensamiento. Vemos así por qué Marx ha insist ido en El Capila l sobre la «analogía" de las formas religiosas de la ideo logía con las re presentaciones espománeas del origen y de la na turaleza del valo r de las mercancías. Si se toma como ejemp lo del fetichis mo de la mercancía su [arma más desalTollada, la más comple ta, es decir, la forma en la que el dinero utilizado com o capital aparece a la conciencia espontánea, vemos que: «E l valor [ .. . ] se nos presenta súbitamente como una sus tancia progresiva, dotada de mot'imien tos propios ... Ha obteni do la virtud oculta y misteriosa de engendrar valor por el hecho de ser valor [ .. . ] . La mistificación se debe a la forma en cómo se realiza esta operación , y este valor PARECE E~GENDR,\I)O por cualidades secretas e inherentes al capital» 18 . «El gran mérito de la econom ía clásica consiste precisamen te en haber disipado esta fa lsa apariencia y este engaño, esta sustantivación y cristal ización de los distintos elementos sucia les de la riqueza entre sí, esta Pt:RSOl\IFICAcró'l DE LAS COSAS Y ESTA MATCRIALrz¡\CróN DE !.AS RI::.LAClCJNES DE PRODLCCI ÓN , esta R E" LIGIÓN de la rida diaria» 19. lS
K" "lan:. El Capital, éd. ciT., libro [, lomo l . pp. 109 110.
libro nI, p. 768.
" [de l/I,
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Al construir las realidades míticas y religiosas para repre sentarse las causas escondidas )- las fueriac; invisibles de la na tura[cza, y al atribuirles espontáneamente una existencia (lmi Zoga a la de los hombres e indepel/dienle de cUos, el pensamien tu primitho hace rewstir a la relación de las cosas entre ellas «la fonna fantústica') de una ¡'elación social análoga a la Je los hombres cn t re sí. Al m ismo tiempo, las fuerzas invisibles al 'pl'l"soni[jcarse" se l:om icrlen en los personajes imaginarios de los mi tos y dL. las rcligio nes, y la naturaleza Se desdobla en dos mundos, sensible y suprasensib lc, el sol se presenta a la vez como astro y como dios, etcétera. Las consecuencias fundamentales de esta representación ana lógica e ilusoria de la naturaleza son dobles: por una parte, la religión, co mo posteriormente la ciencia, se presenta como un medio y u na \'oluntad de conocer la realidad, de explica rla. es e1ecir, de dar cuenta del encadenamiento de causas y .::rectos que rundamentan el o rden de las cosas ; por otra -en In me d ida en que represen ta esas causas hajo una forma humana, es e1ec ir, comü seres dotados de una conciencia y de un poder su periores, pero análogos a los del hombre- , se presenta inme diatamente como un medio de acc ión sobre esOS personajes ideales aná logo s al hombre y, por consiguien te, capaces de es cuchar, de oír sus llamadas .r de responder a ellas favorable mente . Por esta razón, toda represen tación rel igiosa del mundo es inseparable de una práctica (imaginaria) sobre el m undo: la de la oración , la magia, el ritual. E l mundo de lo invisible ha sielo poblado analóg icamente de realidades imaginarias dotadas de conCiencia, de vol u ntad y, sob,"c todo, de una eficiencia su perior a la de los hombres, pero en lo fundamental análog.a a la dicacia del hombll.: cuando actúa conscien temente sobre los demás y s{)bre las cosas, y por eso puede el hombre concebir la noción m isma de una inten'ención práctica sobre la conciencia y la vo luntad de esos personajes im agi narios que regulan el mundo. El propio contenido de las representaciones religiosas del mundo es lo que fundamenta la pdclica religiosa, lo que hace que la religión no Sea so lamente un sistema de representa c iones, sino tamb ién una pr{lctica que se piensa como objetiva y n:almentc eficaz. Contra u na determinada antropología que plantea arbitrariamente una diferencl:l de esencia entre magia y religión , hay que reafirmar que la religión existe espontánea mente bajo una forma teórica (representación-cxplicación del mundo) y bajo una forma práctica (acción mágica y ritual so bre lo real), por consigu iente, como medio para explicar (en tiéndase bien, de manera ilusoria) y para tmnstormar (de ma
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n era, por supuesto, imaginaria) el mundo, para actuar sobre el orden del universo. Por tanto, por su origen y por su contenido, la religión es representación espontánea e ilusoria del mundo, pero una re presentación de Lal naturaleza que, por su propio contenido, desde el inLerior de sí misma exige y funda una práctica que le corresponde. Habría que extender este análisis y mostrar que la religión no es solamente acción sobre el mundo, sino tamb ién «acción sobre sí». Por ejemplo, todo ri lual , toda práctica mágica se acompaña de alguna restricción o prohibición que pesa sobre el oficiante y/o el público. Toda acción religiosa sobre el mundo, sobre las fue rzas secretas que dirigen el mundo, imp lica y utiliza una acción del hombre sobre sí mismo para comunicar con esas fuerzas, alcanzarlas, hacerse oír y obedecer por ellas. El poder mágico se paga con alguna restricción (alimenticia, sexual o de otra clase), con alguna constricción sobre el homb re . El rever so de un poder es un deber. El tabú, la prohibición, la constric-' ción no son restricciones, sino acumuJación de poder. A partir de este anál isis, se podrían situar y explicar todas las tesis de Marx y Engels sobre la historia de las religiones, porque la ideología religiosa, como toda ideología, producto in consciente de las relaciones del hombre con la naturaleza y con sigo mismo, evoluciona con la evolución de esas relaciones . El sen tido general de esta evolución, segú n Marx y Engcls, es el siguiente: en la sociedad primitiva, las formas de desigualdad están en el origen poco desarrolladas; s610 existe desigualdad entre el hombre y la mujer y entre las generaciones. A medida que la sociedad se jerarquiza, que se constituyen pODeRES so ciales y aparecen sociedades de clases y de castas, así como el Estado, a medida, pues, que la sociedad se «oscurece», PIERDB EL CONTROL DIRECTO de sí misma, control que aún posee en el nivel de las formas primitivas de la organización social, la ideo logía se apodera de esos poderes sociales y les confiere los atributos sobrenaturales que iruncrnoria lmente se atribulan a las fuerzas de la naturaleza. «Pero pronto entran en acción, junto a las fuerzas de la na turaleza , también las fuerzas sociales, fuerzas que se enfrentan al principio al hombre como tan extra izas e irzexplicables como las de la naturaleza, y que le dominan aparenteme'1te con la misma ~lecesidad na.tural que éstas. Las formaciones fantásticas en las que al principio se reilejaron sólo las misteriosas fuer-
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zas de la naturaleza cobran así atributos sociales, se convierten en representantes de poderes históricos» 20. A partir de entonces, se alcanza una nueva etapa del pensa miento religioso que aboca en la divinización de las propias relaciones sociales en la persona de los que dominan la socie dad; divinización de los reyes, de los sacerdotes, etc. Más allá de esta época histórica, que correspondería a la larga transi ción que va desde las sociedades primitivas sin clases hasta las primeras formas de sociedades de clases, Marx y Engels indi can que otras mutaciones de la religión la transformarán de politeísta en monoteísta, por ejemplo, en el cristianismo, o en el Islam 21; pero nuestra intención no consiste en analizar las lO Marx, en El Capiral, relaciona expUcilamente las formas que :ldoptó el cristianismo en su origen con el desarrollo inmenso del intercambio comercial en la antigüedad mediterránea . La aparició n y la dominación del modo de producción capitalista, la forma más desan"OUada de pro ducción mercantil, han conmovido de nuevo al cristianismo con la apari ción de sus formas «burguesas»: ~ Pard una sociedad de productores de mercancías , cuyo régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es dedr, como valor~s, y en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del mismo trabajo lIumano, la forma de religjón más ade cuada es, indudablemente, el cristianismo, con su culto del hombre abs tracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la forma de protes· tantismo, deísmo. etc.» (El Capital, 1, pp . 43-44); Y Engels completaba este análisis en el .4J1ti·Dii1tr;~lg. declarando: ",A un nivel evolutivo aun superior, todos los atributos naturales y sociales de los muchos dioses se I. ransriercn a un único Dios omnipotente, el cual no es a su vez sino el reflejo del hombre abstrac to. Así nació el monotelsmo, el cual fue his· tóricamente el último producto de la tard(a filosofía vulgar griega y hall6 su encarnación en el Dios exclusivamente nacional judío Yahvé. En esta forma cómoda, manejable y adaptable a todo, la religión puede subsistir como forma inmediata -es decir, sentimental- del comportami.:nto del
lIombre respecto de las fuer:as ajenas, natu,.ales y sociales, que le do mÚlan, y ello mientras los hombres estén bajo el dominio de dichas fuer
zas. Pero hemos visto ....a rias veces que en la actual sociedad burguesa los hombres están dominados, corno por un poder ajeno, por las relacio nes económicas que han creado ellos mismos y por los medios de pro ducción que ellos mismos han producido. El fundamento real de la acción refleja religiosa sigue, pI/es, el! pie, y con él el reflejo religioso mismo» (AlIti·Diillri/lg, ed. cit., p. 314). Sin embargo, no se puede olvidar que, en relación con las condiciones precisas de la aparición del cristianümo, En gels escribIa: -Ha nacido de una forma que se nos escapa por completo.. (Apocalipsis, p. 204). Posteriormente, gradas a los trubajos de i'1vcstiga ción arqueológica lle\'ados a cabo en Palestina y al descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto, se han podido dar algunos pasos. " Efectivamente, habría que comparar las observaciones de Engels sobre el papel de la fi!oso[(a cristiana y de la Iglesia en el desarrollo del modo de producción feudal con el ideal medieval del Islam como leo cracia lruca, sin auténtico clero, como aplicación integral de la ley reU·
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concepciones de Marx sobre la historia de las religiones, sino en explicar eL contenido esencial de sus hipótesis sobre la na turaleza y los fundamentos de la conciencia ideológica en ge neral. Uno de los puntos más importantes de esas tesis de !vh..rx estriba en subrayar que la ideología religiosa es la forma domi Plal1te de la ideología espontánea de los pueblos primitivos y continúa siéndolo en la mayoría de las etapas ulteriores del des arro ll o hi stórico, incluso la <.:apitalista. Por ejemplo, e n el célebre texto de las Formen, Marx escri be que para los hombres primitivos «el c uerpo común natural (al que indist intamente llama comunidad tribal espontánea y horda) no se presenta COIIIO la cOI/secuencia, sino como la COI1 dición prev ia para la apropiación colectÍva (temporal) y el uso del suelo [ ... J » y que la existencia y el formar parte de una co munidad son «e l primer requisit o previo para la apropiación de las condiciones objetivas de vida y para la actividad que la re p roduce y le da expres ión material o que la objetiva [vergegen sandlichenden] (la actividad como pastores, cazaclores, agricul tores, etc.)>>. Añade que estos presupuestos «no son producto del t rabajo. sino que se preselllan como sus condiciones pre\ ias na~ turales O divillas» 22. En eSle caso, Marx muestra explícilamen le que no son sólo los poderes superiores de la naturaleza los que se reflejan de forma ilusoria en la conciencia r eligiosa espontá~ nea de los primitivos, sino también sus condiciones sociales de existencia. es decir, la necesar ia pertenencia a una comunidad cuyas condicio nes de apar ición con linúan siendo ignoradas. (Nos encon tramos aquí con lo que la antropología denomina llÚtos de origen de las sociedades, de las tribus, de los clanes, etc.) Con la aparición de las clases y de las formaciones primiti vas del Estado (del lipa del «despotismo» oriental) y sobre la base del modo de producción «asiático», el acceso práctico para el individuo a las condiciones ele la producción (por ejemplo, a la tierra) no depende solamente de la pertenencia del indi\'i~ duo a su comunidad Local. ni siquiera tribal, sino también a una comunidad superior, el Estado, person ificado ya sea de forma real en la persona del soberano, ya sea de forma imaginaria en
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«el ser tribal imaginario que es el dios ... Además de [armar parte de su comunidad de origen, el acceso a las condiciones materiales de existencia pasa «por la mediación de su ser, en tanlo que miembro de un Estado, por el ser del Estado, y, en consecuencia, por una premisa considerada como divi!1a» . En esos textos, que da[an de 1857. Marx nos proporciona esta vez un ejemplo de representación «ilusor ia », religiosa, no ya de fuerzas desconocidas de la na! uraleza, sino de las condiciones desconocidas de la aparición de las diversas sociedades primi tivas «espontáneas», )' luego, cuanJo su rgen las cIases dominan tes y el Estado, de la «sacralización» , de la «divinización » de esas nuevas fuerzas sociales n. En definitiva, lo que Marx y Engels afirman es que, para la humanidad primitiva, la naturaleza y la sociedad revisten es pOlztdneal/lente formas «fan tásticas, misticas», en una palabra, SAGRADAS. El papel fundamental de la ideología r eligiosa en el desarroll o de las formas de conciencia y de lucha polí ticas en cuentra así su esclarecimiento teórico. Por esta razón, Marx y Engels han insistido tanto en el papel politico de las herejías religiosas y en las formas religiosas de la lucha política. En las sociedades precapitaljstas : «Para poder llegar a las con d icio nes socia les existelltes, había que despojarlas de su CARÁCTER. SAGRADO» 24 .
Habría que añad ir «para reemplazarlo por otro», es decir, por otro contenido sagrado, el de una religión subversiva, de una «her ejía». Por esta razón, para Marx: «La diferencia entre (la Revolución francesa) y todas las precedentes consiste precisamente en que se ha logrado por fin d ilucidar el mis terio de ese proceso histórico de traslroca 2J Véase Engels: «En todos los pcríodos anteriores [a la época moder na] la investigación' de las causas motrices de la hjslori~1 era casi im pusible a caUSa del intrincamienlo y del carácter enmascarado de las re· laciones y de su s efectos», en Sflr la ReligioH, cd . cil ., p . 252. " Ver el articu lo de F. Engcls, _Las guerras campt.?sinw; en Alemania., publicado en la Nueva Gacela Re,w,ta en 1850' ~Es cvidente que todo ataque general con tra el feudalismo debía primeramente dirigirse contra la ]g!esia, y que todas las doctrinas n:volucionarias, sociales y poüLicas debían ser, en p¡-jmer lugar. herejías teológicas-o Grijalbo, M':xico, 197], página 53. Desde esta perspectiva hab ría que analizar las condiciones de nacimien to del conrucianismo . rdigión oficial de China. o del hindui~mo y el budis mo. quc :>c reparticron los con tinentes hindú e indochino a lo largo de! de:;arrollo dt,; las sociedades dt,; castas y de clases posteriores a las inva siones anas de la India.
giosa. del SlIari-a, a la organización política y social . Varias veces a lo tar!!o de la historia se ha in tentado gobem(U' una sociedad y un Estado sólo ~' on el SIJari-a musulmán Y. sin insistir en el caso de la Arabia Saudi· tao país de cstruCI uras arcaica~. basta citar el caso de Pakistán . país nuevo que ha pretendido construirse sobre los fundamento del Tslam. K . .'Vtarx: • Formaciones económicas precapi talistas», en Godelier-Marx Engels. El modo de producción asiático, Eudecor, Córdoba, 1966. p. 4.
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miento y se rechaza en consecuencia toda reUgión, en lugar de SUBLIMAR una vez más ese proceso práctico «exterior» bajo la forma trascendente de una nueva religión» 25. Antes de concluir, volveremos sobre los punlos esenciales de nuestro análisis para llevarlo más lejos. Si d efinimos la ideo logia como el campo de las representaciones ilusorias de lo real y si consideramos que la religión ha sido, a Jo largo del desarro llo de la humanidad, la (onna dominante de ideología en e l seno de las sociedades sin clases y de las primeras formas de socie dades de clases, nuestros resultados permiten dar un paso hacia una teoría general de la ideología, y de u n modo más inmedia to, evaluar de manera crí tica el alcance de los trabajos de Clau de Lévi-Strauss sobre El perzsamiento salvaje y las Mito lógicas. Hay que partir del hecho de que, sobre la b ase del débil desarrollo de las fuerzas productivas que caracteriza a las so ciedades primitivas, el control de la naturaleza por el hombre es muy limitado y las estructuras de la vida social son relativa mente simples. En estas condiciones, la naturaleza sólo p uede aparecer en la conciencia como dominio de fuerzas superiores al hombre que, a la vez, hay que representarse, explicar y es forzarse en controlar. E l fundamento de esta apariencia de la naturaleza en la conciencia se encuentra, pues, en el ex terior de la conciencia. Es objetivo y no subjetivo. Se apoya y expresa en un determinado tipo de relaciones sociales de los hombres entre sí y con la naturaleza. ¿Cómo se representa el pensauüento espontáneamente esas realidades inv is ibles, pero superiores al hombre? Por ANALOGJA. La analogía es el principio general que organiza la representa ción del mundo en y por el pensamiento primitivo. Lo que quie re decir que el pensamiento se representa el mundo no humano (naturaleza) o las causas ocultas del mundo humano (historia) analógicamente a las relaciones de los hombres entre sí. Las causas ocultas, las fuerzas invisibles que reguJan el curso del mundo se representan como personajes sobrehumanos, es de- cir, como seres dotados de conciencia y vol untad , de poder y autoridad, por consiguiente, análogos a los hombres, pero dife rentes en la medida en que hacen lo qu.e el hombre 1'10 pu.ede 1lacer, en que son superiores a los hombres. Esos personajes forman una sociedad ideal y mantienen relaciones entre sí y con la sociedad humana. El mundo invisible es concebido glo u Reseña en La Gaceta Re~lal1a del libro de G. F. Daumer, La religiO/l de l'ere lIollvelle-Essai de tO/ldcmellt combtnatoire et aplwristique, llam burgo, 1850, 3 \'ols. ef. SlLr la Religiml, p. 94.
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balmente como una sociedad análoga a la del hombre o, al me nos, análoga a la red de las relacioltes sociales intencionales que existen entre los J/Ombres, por tanto, análoga a la sociedad humana reducida a la red de relaciones que pasan por la con ciencia de los sujetos que la constituyen. En esta perspectiva pueden comprenderse dos hechos ana lizados por la an tropología moderna: Debido a que el pensamiento primitivo piensa por ana- \ logía, toda la lógica de los mitos, como ha demostrado .ClaUde Lévi-SLraUSS, es una lógica de la metáfora y de la metonim ia, es decir, se basa en las dos formas más importantes de la ana logía. Además, como las causas que se imaginan para explicar el orden del mundo son representadas por «personajes» sobre humanos, la mitología se despliega como un relato, un teatro en el que están contenidos y empleados todos los géneros li terarios: drama, epopeya, comedia, poesía... Al estar construi do por analogía, el mundo mitico-religioso representa el mundo, en el sentido teatral de «dar una repr esentación», y esto corres ponde al concepto de Marx de Darstelltll1g, concepto que Marx utiliza para designar las representaciones ilusorias, espontáneas de las relaciones económicas y sociales en la conciencia de los agentes económicos que son los soportes de esas relaciones so ciales. .Jzl Dado que el pensamiento primitivo piensa por analo- I gia, religión y magia son lógica y prácticamente inseparables, y constituyen formas fundamentales y complementarias de eXPli- ¡ cación (ilusoria) y de transformación (imaginaria) del mundo. Pero la relación sociedad primitiva-pensamiento mitico es . aún mucho más íntima. Hay que mencionar aqui como aporta ción de extrema importancia teórica el resultado alcanz.'ldo por Claude Lévi-Strauss en las Mitológicas, cuando muestra que las relaciones de parentesco constituyen la armadura, el esquema sociológico de organización del mundo mltico. Todos los relalos mÍlicos que «explican» e l origen del fuego, del agua, de los alimentos, de la cocina, del hombre, de los animales, de las es trellas , de la muerte, etc., describen las aventuras de personajes sobrehumanos que mantienen entre sí las relaciones d e padres e hijos, de hermanos y hermanas, de dadores y tomadores de mujeres, de marido y esposa, de primogénitos y segundones, y que viven todos los conflictos de esas relaciones de paren tesco. Ahora bien, en la mayor parte de las sociedades primitivas, las relaciones de parentesco constituyen objetivamente la es
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tructura dominante de las relaciones sociales, el esquema esen cial de la organización de la sociedad. Por tanto, existe una re [ación de íntima correspondencia cntre el papel objetivamente dominante de las relaciones de parentesco en la vida social y su papel de armadura sociológica del mundo ideal de los mitos. Ahora bien, ese papel de esquema socio lógico de los un iver sos míticos no puede deducirse ni de la ~1Qturaleza ni de los principios formales del petlsamiento. Sólo puede extraerse del propio con tenido de las relaciones sociales de las sociedades primitivas. Tiene, pues, su fundamento en la sociedad en una etapa determinada de su desarrollo h istórico. En definitiva - y tal vez se encuentran aquí las premisas de una teoría marxista de la conciencia mítico-religiosa- , se pueden distinguir dos com ponentes de es ta concien ci a, dos con diciones de posibilidad de su génesis y de su conteni do. 1) Un efecto EN la conciencia de un determinado tipo de r elaciones sociales y de relaciones con la naturaleza que tienen como funda m en to el débil desarrollo de las fuerzas productivas. ¿En qué consiste el efecto en la concie ncia de esta causa ne gativa? En primer lugar, en que el dominio de las fuer zas de la naturaleza y de la sociedad que el hombre no controla se le presenta como un dominio de poderes superiores al h ombre. Es éste un hecho objetivo, y el fundamento de esta representa ción existe, pues, fuera de la conciencia, en la realidad ob jetiva. Pero este efecto en la conciencia 110 crea por sí solo un fan tasma, u na representación iluso ria. Para que la representación de las fuerzas y causas imisibles se tr an sforme en fantasma , se precisa una condición suplemen tarja, la intervención de o tro mecan ismo, cuyo fundamento reside en el propio hombre . 2) Este otro mecanismo lo designaremos como un efecto DE la condencia SOBRE sí m isma. Entendemos por esto el hecho de que el h ombre, espontá neamente, se representa el mundo, la causalidad en los niveles invisibles de la naturaleza y de la sociedad analógicame nte a su propia experiencia de ser consciente, dotado de voluntad, que actúa intencionalmente sobre los otros y sobre sí mismo. Espontáneamente, es decir, inconsciente y co nscien tem ente a 10. vez, el pensamiento humano da a los efectos en la concien cia de las relaciones de los hombres con la naturaleza y entre si un sentido y una forma por referencia a las categorías de la practica humana consciente y , má s profundamente, a l utilizar como esquema organizador del mundo imaginario de los mitos el esquema de las relaciones de parentesco que desempeñan pre-
Fet icllis 111 o , religiólt y teoría gerleral de la ideología
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cisamente un papel dominante en la vida social. (EFECTO EN la conciencia de la estructura social.) En la intersección de la red de los efectos erz la conciencia de la<; relaciones de los hombres entre si y con la naturaleza y de lus erec tos de la conciencia sobre s u contenido, al que p iensa por analogía con las relaciones visibles e intencionales de Jos hombres en sociedad, se cons truven inconsciente '1/ consciente mente las formas y los contenidos de la conciencia mítico-re ligiosa del mundo, de las representaciones ideológicas del mun do . Es ta construcción es un proceso objetivo y en lo esencial inconsciente, aunque la conciencia actúe sin cesar sobre los mito::; y los ritos, re modelándolos y transformándolos. En este fundamento inconscie nte se encuentra , en n uestra opinión, la razón de que ningu na información sobre el proceso real de la génesis de los mitos pueda ser proporcionada por los propios primitivos. Es te proceso sólo puede ser descub ierto y recons truido por el análisis científico. Al llegar a este punto, se plantea la cuestión fundamental de la diferencia y la relación entre pensamiento mítico, pensa miento fi losófico y pensamiento científico . Abordaremos este análi s is ul teriormente, pero ya podemos esbozar la problemáti ca que sugiere nuestro análisis. Fundamen talmente, esas tres formas de pensamiento res pon den a la m ism a necesidad , a la misma intención de explicar el mundo, de descubrir las causas de los fenómenos y sus r e laciones. La causalidad, en el campo del pensamiento m ítico, viene represen lada por la acción de personajes imaginarios que son la imagen a umen tada de los hombres y que actúan en el seno de una sociedad reducida a las relaciones intencionales y recíprocas de los individuos y organizada según esquem as que reproducen los esquemas reales de la vida social. Ahora bien, con el pensamiento fil osófico y, sobre todo, con el pensamiento cient ífico (ya que el pensamiento filosófico prolonga el pensa miento mítico al mismo tiem po que lo sustituye), parece que la humanidad ha borrado poco a poco esas representaciones pobladas «de intenciones» para descu brir causalidades anóni mas y no intencionales. Los progresos de la filosofía y de la ciencia han consistido en borral- poco a poco de la faz de las cosas esa red de in ten ciones que el hombre, espontáneamente, les había atribuido a imagen de su propio mundo, en destruir, trozo por trozo, [rag mento tras fragmento, las representaciones inmginarias que atribuven a las cosas la coherencia o la incoherencia de un sis tema de intenciones, para sustituirlas por la representación de
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relaciones no intencionales entre las cosas y entre los hombres. La diferencia cn tre la causalidad tal y como la concibe el pen samiento mltico y la causalidad en tanto qUe categoría filosó fica o concepto científico consiste en que, gracias a esas ide~li dadl..'S de nuevo tipo, las relaciones no intencionales que existen en la na lllraleza y en la sociedad han podido comprenderse y representarse mejor. Por esta razón, Aristóteles excluía de la filosofta las antiguas formas míticas de representación del mundo cuando afirmaba en [,a Metaflsica (B . 4) : «Aque llos que (en filosofía) se valen del mito son indignos de que nus ocupemos de dios seria mente .» Exclusión que Hegel, dos mil años más tarde, rctomaba por cuent" propia al arirmar qllt: "el mIto en genem l no es un me dío ackcuado para la expres ión del pensamiento» (en LeCCIOnes
Fetichismo, religión y teoría general de la ideología
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las conJicioncs de la vida diaria , laboriosa y acti\'a, representen para los hombres relaciones claras y racionales entre sí y res pecto a la naturaleza» l7. Esto no quiere decir que todo lo in conscientc, desconocido u opaco desaparecerá de la vida social y de la vida de cada individuo, sino que, en la práctica, el hom bre ya nunca estará. sometido a poderes sociales que lo alienan ni yerá :va en las partes desconocidas de la naturaleza un mis terio o una amenaza_
sobre la Historia de la filosofía) . En rcalidad -aunque esto desborda el marco de este ca pí lulo- habría que demostrar Jo que, en el seno de la filosofía especulativa, con s tituye representaciones ilusorias de lo real , de un tipo diferente de las del pensamiento mítico, pero que de pcnden igualmente de una conciencia ideológica de la realidad . En cunclus ión, si C~ este el fundamento inconsciente y ne cesario de las formas religiosas de la ideología, se comprende por qué Marx ha criticado las teorías materialistas del si glo XVTTl que pretendían ver en la religión sólo el producto de impostores, e l resul lado de un complo t de los sacerdotes 16 . Tambi~n se compre nde por qué la religión, ligada desde el in terior, y por mecanismos inconscientes, a relaciones sociales de erminadas no puede se¡- suprimida por decreto de la concien cia científica o poli lica . Así como, ra¡-a que desaparezca el fe tichismo de la mercanCla, tienen que desaparecer todas las formas de producción mercantil , igualmente «cl refle;o religio so del mundo r~al sólo podrá desaparecer por siempre cuando 26 Véase. por ejemplu, Condorn't: F
b rujos , Es ueffiasi;.¡do gennal. se encuentra dc forma demasiado con~tan te en toda~ los epocas de la ci\llización para que no tenga un runt1amcnto en la propid na tur.lleza. Asimismo, enconl r.lmos en las facultades del hombre ell l'SOS ('rimeros tiempos de la, sociedades la causa tle la ere Julidad de los primeros engañados, C0l110 igualmente la üe la grosel,1 habilidad tic lo~ pnmcros impostores.» La misma actitud se eneuentra en Dldcrul y en otros enciclopedistas.
" K. Man:: El Capital, libro 1, p _ 44.
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xn. HACIA
UNA TEORIA MARXISTA
DE LOS HECHOS RELIGIOSOS "
No nos vamos a dedicar en estas pagmas a una exégesis de los textos de Marx y Enge]s sobt-e ]a religión. No porque ello nos parezca inútil, sino porque creemos preferible presentar a los lectores un tes timonio de la manera en que un antropólogo marxista puede analizar el becho rel igioso en el seno de las so ciedades que estudia. Sin embargo, recordaremos brevemente las tesis de Marx sobre la religión . Para él, la religión es un reflejo fantás tico de lo real en el pensamien to de los hombres. Espontánea, incons cien temen te, e l pensam iento primitivo trata la natu raleza como un mundo de personas, y el mundo subjetivo de estas reali da des personifica das como una rcalidad ob je tiva, trascenden te, independiente del hombre y de su pensamiento. Ma rx insislió en El Capital en la analogía e ntre las formas rel igiosas de la ideología y las ideas espontáneas que los hombres se hacen elel origen y de la naturaleza del valor de las mercancías . Lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancia, su carácter enigmá tico, es el hecho de que, para la conciencia espontán ea, e l valor de las mercancías, que es el traba jo social coagulado, es decir. una relación entre personas, se presente como u na propiedad , una cualidad secreta, m isteriosa, de las COsas mismas. Todas las categorías de la economia mercantil participan de este mis mo fetichismo q ue culmina en la noción de capital, es decir, de dinero que produce dinero, de valor que engendra 'nuevo valor. la plusvalía: «En realidad. el valor se erige aquí en sujeto de tm proceso en el que. bajo el cambio constan te de las fonnas de dinero y mercancía, su magnitud \'aría automáticamen te, de<;prendienclo se como p lusvalía de sí mismo como valor originario, o lo que tan to vale , valorizál1dose a s i l/Iisl17o [ ... ]. Ha obtenido la virtud oculta y misteriosa de engendrar valor por el hecho de ser va lor. Lanza a l mundo cnas vivientes, o al menus pone huevos de oro» t . I
• Publicado en la revista teOlógica [.rmlii!re el de, junio 1974. K . Marx. El Capital . r. F . c. E., Mcxico, pp. 109-110.
Hacia tina teoría marxista de los hechos religiosos
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Lo que permanece oculto para la conciencia espontánea de los indí\ ¡clLl US que participan en el modo de producción capita lista es la estructura in terna, oculta, de sus re laciones sociales. d mecanismo de formación de la plusvalía , el hecho de que el salario no es el equiva lente del valor creado por el obrero, de que el beneficio es trabajo no pagado. Lo que se presenta a su conciencia es la inversión de esLa realidad profunda, pero no aparente. El valor, que es una relación social, se presenta como una propiedad de las cosas. E l carácter fantasmagórico de esta representación consiste . pues, en una reificación de las rela ciones de producción y en una personificación de las cosas. En resumen, la religión aparece a los ojos de Marx como un a<;pecto fantasmagórico de la vi da social, como u na representa- \ ión ilusoria de las estructuras internas de las relaciones so cia les y de Jo. naturaleza, y como un campo en cuyo seno el hombre se a liena, es decir, se representa de manera imagina r ia la rcalidad y actúa de forma iluso ria sobr e esta realidad im ag inaria. Par; Marx , el pensamiento y la práctica religiosos son el pro d ucto de r elaciones sociales determinadas y no pue den tran s formarse si no se transforman estas relaciones. No es . pues, la conc iencia de que se aliena, sino la realidad, q ue es tal que oculta a la conciencia su estructura interna. Marx no espera, pues, la desapari ción de la religi6n gracias a una crítica teórica, ti u na lucha de las ideas. Esta desaparición no puede sur gir sino de la tra ns[onn ación de la propia sociedad y de la ins tauración de relaciones sociales nuevas, basadas en la abolición de la explotación de clase y la asunción , por los propios pro duc tores, del pro ceso de producción y de la organización social. Estas son las tesis de Marx . Sin embargo, debemos recordar que. para d, e n lo que se refiere a l análisis cientifico y a la críl ica de la religión. «quedaba todavía por hacer lo principal». «es más fác il, en efecto, encon trar por medio del análisis e l conte nido, e l núcleo terrestre de las concepciones nebulosas de la r~' l i gión, que hacer ver, por el cam ino inverso, cómo las condit.iones de la vitla real revisten poco a poco una [onna etén~a" ~ .
Que sepamos, pocos marxistas han emprend ido e<;la difícil \'ía teórica . Y, no obstante, este análisis es necesario si se quie re e laborar una teoría científica de las ideologías, del papel de las IcprL'sen(acilJnes ~ociales en la práctica social y, más pro ft.tndamente toclavia, una explicación científica de los mecanis lI¡idem, p . 37.
I
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mas por los que el hombre se aliena espontáneamente en e l des arrollo de sus relaciones soc iales Vamos a dedlcar las páginas siguientes al análisis de algunos casos de b representación y de la práctica religiosas en el seno de algunas sociedades precapi talistas.
Elegiremos, en primer lugar , el ej emp lo de los ameos . mbuti , cazadores-recolectores que viven en el corazan dera elva ecuatorial del Congo. Los mbuti estan organizados en ban das de efectivos limitados (de siete a trei nta fam ilias nucleares e cuatro a ci nco personas como medi a cada una), que cazan y recolectan productos si lvestres en un tenitorio de fronteras de terminadas y reconocidas por las bandas vecinas. La composi ción interna de las bandas es s umamente flu ida . Siempre que da abierta a las familias la posibilidad de separarse de una banda pa r a unirse a otra, en cuyo seno encuent ren parientes o amigos d ispuestos a acogerlas. Ningún individuo en tanto que tal, ninguna famíJia en tanto que tal posee derechos sobre un territorio . Para reproducirse materialmente han de pertenecer a una banda . La banda, comunidad que asocia de manera tem
pora l famil ias nucleares, es )a unidad social de apropiación de
los medios de producción y de los recursos naturales. En el
interior de cada banda, los individuos cooperan en el proceso
de producción según las tareas reservadas a su sexo y a su ge
neración. No hay ningún jefe en el seno de las bandas; la auto
r idad está distribuida según los sexos y las generaciones. CU31 quier individuo que trate de transformar s u prestigio en poder
es criticado y puesto en ridículo. La caza se practica CO/l la ayu
da ele redes que se colocan juntas y son de la propiedad de
cada cazador. Las mujeres y los adolescentes ojea n las piezas
de caza hacia las redes. El producto de la caza es repartido en
tre todos los miembros de la banda; los productos de la reco
lección se vuelven a distribuir en el seno de la fami lia nuclear.
Todas las mañanas, en el momento de su paliida para la caza, los pigmeos encienden a l pi e de un árbol un fuego en ho nor de la selva. Pasan por delante de este fuego en el momento en que nbandonan el campamento, y a menudo dir igen un cán tico a la selva para que les envíe la caza. Por la larde, al re greso, el producto de la caza es dis tribuido al p ie de este árbol y se dedictl entonces un canto de gratitud a la selva por su be ne,'olcncia. La selva es, pues, para los pigmeos, una di\'inidad omnipresente, omnisciente y omnipotente. Se dirigen a ella me-
Flacia
IIIIlL
teoría /IIarxista de los llechos religiosos
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diantc los ktminos de parentesco que designan en su lengua al padre , a la madre, al amigo e incluso al amante. Sin embargo, seria un error creer que la selva es concebida por los mbllti como una realidad completamente distinta de ellos mismos. P;.¡r;t l.'lIos, la selva es todu cuanto existe; los árboles. las plan laS, los an imaks, el sol. la [una v los propios ml'm lL Cuando un 1l1but l muere, su aliento le abandona y se confunde con el viento, que es el aliento de la seha . Los hombres son , pNCS, una park tk esta totalidad qLie existe asilllislllO como LIIIlI per sO/la omnipresente :v omnipotente. Para resumir bre\emente las formas lIc la práctica religiosa en los mbuti, diremos que cstú presente a dos niveles y bajo do,; rormas. Al nivel de lo cot.id iano, en los ri tos de caza V otros actos de la \'ida normal del campamento ; en circunstancias ex cepcionales, ya sea para la vida del indi\'iduo o para la del gru po. Al nivel del in dividuo, están los rituales que acompañan su nacim iento, la pubertad de las muchachas, e l matrimonio y la enfermedad. Al nivel de la banda, se encuentran los rituales co leL'ti\'os que acompañan la pubertad y la muel-te (los rituales elillla rara la pubertad y lI101illlO para la muerte). Cuando la en fcrmedad se abate de manera crónica sobre una banda, se cc lebra «un pequeño ritua l lIlolill/o» para solicitar la benevolencia de la selva y su protección. Así pues . la religión es un acto co tidiano y al mismo tiempo una actividad que aparece en cada momento cnlico del desarrollo del individuo y de la reproduc civn de la banda en su co n junto , como una u n idad social 01' gñnica. Vnrnos a describir brevemente en qué consiste el ri tual más importante de la vida rdigiosa tle lo'i m b uti. el ritual molilllo en honor de la muerte de un adul to respetado. Consiste, en pri mer lugar. cn una intensillcación de la caza, de la \'ida economi ca. Se capturan más piezas de caza que de ordinario, la reci procidad en lo!> repartos es más intensa. La comida de la tar de Sl' Irano,rurma e n ft::st lll VeS sl'¡:ruitla de danlas y cantos cspl!cialcs l'n honor de la selva. Estos cantos son una llamada a la se/ya para que vcnga a visita r a sus hijos. Por la mañana, los jóvenes penctran en el campamento llevando trompetas con las que l'miten ~l)ll id os que son la «voz» de la sdva. que responde de este modo a la llamada Je sus hijos y viene a úsitarIos, Cual quie r hombre que sea sorprendido durmiendo a la llegada de la voz de la seh'" es desterrado, desnudo y sin armas, por haber interrumpido la comunión de los hombres con la selva. Entre los mbuti no hay sacerdotes. Cada cual es sacerdo te y fiel, y lOdos reconocen su dependencia común respecto de la
...-
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Id'
Mallrice Godelier
selva, Si reflexionamos sobre esta práctica religiosa. vemos que
consiste en una acción positiva de los mbuti sobre su rea li dad
socia l. Al cazar más, a l dis tribuir más piezas de caza, inlensifi
can su solidaridad v fortalecen la unión de 10$ miembros d{! la
banda; actúan sohr~ los conflictos que se acumulan en la \'ida co
t idiana; actúan , pucs , realmellte , al mismo tiempo que simbólica
ml..nll: ~()brc la s cOl1tradi~'ci()nl's de sus relacioneo; soc iales sin po
der realmente expulsartas; amplifican todos los rasgos PO<;ili\'Os
de su \ ida ~C!c i;¡l ,\ hacen enlrar e n juego, en es ta practica reli
gioso, todos lo,; ¡l"peclO,> elc s u orga nización <;ocia l, Desde un
cierto punto d~ \ ista, la práctica religiosa constituye la c u lmi
nación de rodas la,; prácticas políticas que actúan sobre las con
tradil'c i(lne~ de l siskma , El r i tual. que comienza con lo Jeses
peración por la muerte de un adulto, termina en la exaltación
posit iva de la unión de todos los mbuti entre sí v con la selva.
Los mbuti no cck:bran el ritua l 7I1olil/lo en tanto que individuos
ni en tanto que r
miembros de una banda loca l determinada, sino en tan tu que
mbuti. es decir, en tanto q ue hombres que practican un cierto
género de vida en una naturaleza determinada. Ahora bien, si reflexionamos sobre loe; componentes de esta práctica religiosa, "emos que constituye una prác t ica a la vez real y simból ica sobre las condiciones ele reproducción reales e imaginarias de su sistema social. Pero, al mismo t iempo, se opera un fenómeno de inversión: al cazar más intensamente. al
dis trib uir mayor cantidad de productos de caza, al comulgar en
la danza, el canto y la emoción muc;ica l y est~tica , los mbu ti ac
túan realmente sobre sí mismos, imaginándose que esa nueva
unidad es el producto, el efecto de la presencia más próxima,
de la benevolencia más act iva Je la <,c h'u. Quizú estama,> aquí
e n presencia de un ejemplo de lo que Marx en tendia por el me
canismo de la «cáma ra Oscura" de las representaciones ideo
lógicas . En el seno de las representaciones religiosas, las causas rea les se sustituyen por causas imaginarias. O, a l menos, las callsas reales se convierten en los efectos de causas imaginarias, tras cendentes y personificadas por' un ser omnipresente, al que los hombres deben todo M I reconocimien to y amor. Y si. a l dia si gu ien te, la caza es igualmente buena o inclu ... o m.:jof, es una prueba adiciona l de que la se lva está cerca de ellos, atenta a satisfacerles . No hay, pues, duda alguna que pueda quebrar la ev idencia de la fe. Hay una circularidad de la conciencia re ligiosa_ En definitiva, la materia prima de lo divino, de lo sagrado,
Ilacia t/l1a teoría marxista de [os ¡¡echos religiosos
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nos parece que consiste en esta articulaci6n oculta de las rcia dones sociales y de las condiciones de reproducción del siste ma social en el seno de un medio natural determinado , al me nos, en la representación de esta articulaciun, que I.!S inmanente al sistema, bajo la forma de una causa trascendente a la socie dad, y esta articu lación, qlle es WIa realidad 110 inte1lcio1lal, es representada bajo la [arma de una causa dOlada ele concienda, de voluntad y de intenciÓn. Es decir,. ba,io la forma de UDa rea lidad an tropomórfica, de un dios. ¿ En qué consiste, pues, aquí la a lienación religiosa? En que lo inmanente es representado bajo la forma de una realidad trascendente, lo no intencional ba jo la [arma de una causalidad intencional, lo no humano bajo 'una fom1a ampliada, bajo la forma de un ser omnipresente, omnipotente, omn iscien te, es decir, que disfruta al máximo ele todos los atributos del hombre. r A partir de este l'jemp lo, querríamos sugerir las transforma ciones profundas del hecho religioso que acompañan al des arrollo de las clases sociales y a la aparición del Estado. Ya en el seno de otras sociedades de cazado res-recolectores se ,'e apa recer un personaje, el chamán, que monopoliza las condiciones de acceso a lo divino, que puede actuar mejor que cualquier otro hombre sobre las condiciones imaginarias de reproducción del sistema, que trae la lluvia cuando falta , la caza cuando es escasa. etc. Este hombre dis [nt ta de una posición superior a los demás, ha comenzado a penetrar en el espacio que separa a los hombres de los dioses y se encuentra ya un poco por en cima de aquéllos porque está un poco más cerca de ~slos. Está ya por encima del común de los mortales porque éstos se re conocen en un estado de dependencia común (rente a él. Ahora bien, sabemos que el reverso de una depen dencia es u na obliga ción. Con el chamán vemos así aparecer, entre los eskimo, por ejemplo, el personaje del «sacerdote" con funciones especi::t !izadas en la intervención anle las potencias sobrenaturales que controlan las condiciones de reproducción de la n aturaleza y de la cultura. Este sacerdote recibe, a cambio de sus servicios, algunos rega los, una parte suplementaria de la caza, etc. Vemos aparecer de este modo los primeros elementos de un sobretra baio des tinado a asegurar las condiciones de existencia de un especialis ta del ritual que, en algunos casos, deja de ser un pro ductor diJ-ecto . Una desigualdad económica, religiosa, política y simbólica se esboza en el seno de estas comunidades primi tivas. Si tomamos otro ejemplo, el de los indios pa'''llee, wichita y otros grupos caddoans que vivían en grandes poblados seden
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tarios a lo largo del valle del Mississippi antes de la llegada de los blanco~ a América del Norte, podernos constalar un desarro llo mu\.ho más acusado de las desigualdades politicas y religio sas. El jefe e<; el que hereda , por lmea matrilateral, un paquete mágico . una p icl de antllope que contiene algunos dientes y otros obje tos sag¡·ados. ESle paquete tiene la propiedad de ase gurar la fer tilidad de los campos y del maíz y de controlar el retorno anual de los bison tes en la estación del verano. El jefe es, pues, el propietario de los talismanc!' que aseguran la in ter vención de las potencias sobrenaturales para el bienestar gene ral de la comunidad. Según la tradición, si el paquete llegaba a ser robado o destruido, toda la tribu debía dividirse, desme m brarse, borrarse y desaparecer en tanto que sociedad. Cada cual había de ir a incorporarse a o tros grupos. Vemos aquí que la ideología religiosa funciona Como fuente y legitimación de la depcndencia de la gente común en relación con la aristocracia de los linajes de jefes y de sacerdotes. Al mismo ticmpo, vemos que esta dependencia es consentida, aceptada porque la ideolo gía es compartida por los dominante;,; y los dom inados. En la re ligión se encuentra, pues, la fuente de una vio le ncia sin violenc ia , el cimiento ideal de una relación socia l de explotación del hom bre por el hombre. Sin embargo, entre los caddoans, el. jefe era todavía el representante de los hombres ante los dioses, y la des igualdad económica e incluso polftica permanecía lünitada. Completamente diferente era la situación en tre los incas . El Inca, hijo del sol, ya no es el representante de los hombres ante los dioses, sino de [os dioses ante los hombres. Para compren der esta transformación cualita tiva, es decir, la divinización de las potencias sociales, hay que tener en cuenta, por supuesto, e l hecho de que la sociedad inca era una sociedad de clases y que la clase dominante, la de raza inca, constituía ella misma los cuadros del E~tado. Nos encontramos aquí ante una de las formas antiguas de sociedad de clases, cuya base es todavía un conju nto de comun idades tlibal es. Pero en este contexto \'c mos que la ideología religiosa no es solamente la superficie, el reflejo fantástico de las relaciones sociales. Constituye un elemenlo interno de la relación social de producción, (unciona como uno de Jos componentes internos de la relación econ6mico-politica de explotación del campesina do por una arislocracia detenta.dora de los poderes del Estado. Esta creencia en la eficacia sobrenatural del Inca, creencIa com partida tanto por el campesinado dominado como por la clase dominante, consti luía no sólo una ideología que legi timaba a posterior¡ las relaciones de producción, sino ¡!Ha parle de la
Hacia
tilla
teoría marxi5ta de los
¡lec/lOS
religiosos
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armadura iUlerna de estas mismas relaciones. A partir del mo-, mento en que cada individuo, así como cada comunidad local , pensaba que debía sus cond icion es de existencia, la fertilidad de las mujeres y de los campos, al poder sobrenatural del Inca, los individuos y las comunidades SI! sentían bajo su dependen cia y en la obligación de proporcionarle trabajo y productos. a la vez paro. celebrar su gloria y su realidad trascendente y para devolverle una parte de todo aquello que et Inca, de ma nera para nosotros simbólica e imaginaria, hacía por la repro ducción y la prosperidad de lodos. La religión funcionaba, pues, aqui, en el interior, como relación de producción, y ello deter minaba el tipo de información del que disponían los miembros tic la sociedad inca sobre las condiciones de funcionamiento y de reproducción de su sistema. A su vez, este tipo de informa cIón determinaba el alcance real de las acciones que los grupos y los indh:iduos emprendían para mantener o transformar este sistema social. Por ejemplo, ante una crisis engendrada por una sequía excesiva, la respuesta de los indios del Imperio inca com portaba necesariamente una intensificación de los sacriOcios religiosos . Se quemaba una gran cantidad de tejidos preciosos u ordinarios sobre las huacas, res idencias sagradas de los an tepasados y de los dioses, se sacrificaban llamas, se derramaba cerveza de maíz . Así pues, de acuerdo con la (arma de sus re laciones sociales dominadas por una clase político-religiosa, la respuesta de Jos indios a esta:, situaciones de excepción consis tia en gran parle en un inmenso I rabajo simbolico dirigido ha cia las potencias sobrenatura les de los muertos y de los dioses, que consumía una amplia cantidad de los recursOs materiales y de [a fuerza de t rabajo de la que disponía la sociedad. Enumerando sucesivamente estos cuatro ejemplos --el de los mbut i, e l del chamán eskimo, el del jefe pawnee y el del Inca hijo del sol- hemos creado un efeclo teórico de espejis mo. Hemos producido la impresión de que todo este desarrollo estaba va en germel1 en el seno de la sociedad de los cazadores recolectores mbuti, comunidades que no conocen otr as desigual dades que la de los sexos y las generaciones. y este germen ten dría necesariamente que desarrollarse, engendrando estadIOS y formas diferentes y agravados de desigualdades sociales. En realidad -seamos claros sobre este punto- el marxismo no es el e\olucionismo y la historia no es el desarrollo de un gemlen. Para comprender las formas múlLÍph!s de la e\'olución de las sociedades, así como el estatuto) el contenido cada " ez diferen te de la religión , hay que construir una teona, espcci.fica cada vez, de tas condiciones de aparícion de estas n'laciones sociales
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Maurice Godelier
sobre la base de modos de producción determinados. Nos ~nCOn tramos, pues, ante la tarea de desarrollar una teoría de las rela ciones \:nLre la economía y la sociedad, una teoria tal que pueda explicar al mismo tiempo los a<;pectos y las formas fantasmagó ricos que las relaciones sociales han revestido en la historia. Esta teoría está por hacer; para volver a tomar las propias paJa bras de Marx, en cst~ terreno, lo principal está por hacer. De todas maneras, esta teoria existe ya en grado suficiente como para que un marxista sepa que la crítica de la religión no tiene una solución última en el plano de las ideas, sino que de pende de la transformación práctica de las relaciones sociales. Prosiguiendo en común esta transformación es, por tanto, cama se establecerá la verdadera medida del valor de las teorias. BIBLrOGRAFIA GoonrER. M., «Fetichismo. religión y teoría general de la ideología en Marx., cap: XI de eSle libro.. HOUJCR, P.: The Hoe and lhe fIorse on lhe Plaills: a Study 01 Cultural
Del'eloPlIlenl 1970, 176 pp. among Norlh Americall Indians, Univ. of Ncbraska Press,
XIII. LO VISIBLE Y LO INVISIBLE EN LOS BARUYA DE l\TUEVA GUINEA *
Nos proponemos analizar brevemente algunos aspectos de la práctica mágica de los baruya, población de Nueva Guinea aus traliana. Nos limitaremos a esbozar el análisis de un campo complejo, del que sólo prelendemos sugerir los contornos y el contenido, a la vez que mencionamos al paso algunos punlos para la reflexión, como, por e jemplo, el problema de la rela ión entre conciencia mítica y conciencia científica del m undo. 1.
Los
COMPONENTES DE LA PR.{CTlCA MÁGICA
K., y ENGEU, F., Sur la ReligiOll, Editions Sociales, 1960, 333 pp. Nos fue preciso más de un año de estancia con los baruya (hay trad. cas L). Sur les Sociélés Précapitalistes, Edllions Sociales, 1970, 440 pp . Hay trad. castellana : Formacio/les ecollóm icas precapila para conseguir que algunos de ellos nos permitieran entrar en lisras, Ciencia Nueva, Madl'id. sus huertos cuando practicaban ritos mágicos con el fin de ase TURNBUll, C.: Wayward Servall/s. Eyre-SpOlliswoode, Londres, 1966, 390 MARX,
páginas.
gurar la abundancia de sus cosechas. Posterionnente, nos reve laron las [ónnu las rilu~lles que habían murmurado en medio de los campos, y también en esta ocasión se rodearon de precau ciones ex tremadas colocando, alrededor de los lugares en que nos hadan sus confidencias, vigilantes encargados de anunciar nos la llegada de transeúnles que hubieran podido, sin tales precauciones, oír algunos términos secretos. Al comparar las informaciones que pudimos recoger, parece que esas prácticas mágicas responden lOdas a un mismo esque ma que combina vanos elementos. Estos elementos son: en ptimer Jugar. un discurso ritual. En segu ndo lugar, la u tilizac ión de un material ritual: planlas, piedras y pigmentos mágicos . En tercer lugar, un conjunto de gestos que el hombre realiza para plantar las flores mágicas y • Texto publicado en el segundo volumen de homenaje orrecido a Andr\! G. Haudricou r t, publicado en la EditorL:l! Klincksieck, en 1972, bajo el Ululo l..angues el Tec1miqtles-Nalure er société. liemos suprimidú u n pasaje de este texto que proporcionaba algunos datos sumarios sobre la sociedad de los baruya, datos que se encuentran en el capítulo IX : . La moneda de sal y la circulación de mera.ncíill> en los baruya de Nueva Guinea."
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Malll'ice Godelier
depositar las piedras que ha cubierto de pigmentos. Los des plazamientos en el espacio están orientados , Para evitar que las aguas del río, que corre en el fondo del \'Í mismo. Analizaremos rápidamente dos de esos componen tes de la práctica mágica, el discurso ritual y el conjunto de las reglas de conducta.
2.
DISCURSO RITUAL Y REGLAS DE CONDUCTA
El discurso ritual consiste en fórmulas de hechizos com puestas por la invocación del nombre secreto del ser al que se dirigen y por la formulación de una orden o de un deseo l . Da remos dos ejemplos: La primera fórmula tiene como finalidad expulsar a las ra tas que devastan las huertas de batatas. Se puede traducir del siguiente modo: «Prallill1ayé (nombre secreto de una variedad de ratas), vete lejos, vete a comer hojas de akila y de wareuka (dos varieda des de árboles que crecen en las partes bajas y cálidas del valle).»
El mago pronuncia esta fórmu la plantando en el interior del huerto, cerca de la valla, un palo tallado en madera de un árbol llamado bida/lié, que hloqueará el camino a las raLas que in ten ten volver a devastar el huerto. La segunda fórmula se emplea para proteger los huertos de batatas con lra la invasión de una variedad de arañas Ilanladas cumúnm\.'n te klllalillllG , Según los baruya, las batatas dejan de crecer cuando estas arañas tejen su tela entre las hojas a Jo largo de los tallos de lus tubércu los, y piensan que en la mayoI En 1,\ cxprcslOn de estos deseos se u ti lizan analoglas. comparaciones Dletaf6ricas, .. , por ejemplo, una dc las fórmulas recogidas de la boca de un miembro del grupo Je los nJ.elarnayé pidt: a las batatas qut! crezcan t. n "bundanlL' lomo los huevos ud yukun . un pájaro de la junj!'la que Im)'c su nid(l con tierra y que incuba un elevado número de huevos.
Lo ,'isi/Jle y lo invisible
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ría de los casoS esas arañas les han echado una especie de ma la\'cntura. La traducc ión es la siguien te: «Urundavewé (nombre secreto de esa variedad de arañas nombre profano es KLtlalúlIla [sigue una serie de nombres
CUyO
Jc árboles del bosque bajo]). en lo alto de esos úrbole<; es tá situado vuestro alimento, antaño el 5,01 nos dio las batatas, y a \'osotras os dio vuestro alimento en la selva, en lo allo de los árboles pallguté, pippela, ga/l{lIIié, etc. ¿Por qué venís a come ros lo que nos ha sido reservado? iMarchaos!» El elemento esencial de esas fórmu las es ev identemente la
invocación del nombre secreto del ser al que uno se dirige. De
ese modo se puede tener la seguridad de haber sido oído, de
tener poder sobre é l; el conocim iento de esoS nombr es secretos
constituye el elemento más importante de las prácticas mágicas
y de los conoci m ientos rituales , que se transmiten de genera
ción en generación . Por tanto, la utilización de tales nombres
secretos y de esas fónnulas de hechizos implica que el ser al
que uno se diri ge es doble, a la vez una realidad material vi sible -batata , taro, araña .. ,- y una realidad invisible, capaz de oír las llam adas que Se le dirigen y obligada en cierto modo a I~esponder a ellas porque se han utilizado al dirigirse a ella términos que expresan su esencia ocu lta. Por consiguiente, co nocer los nom bres secretos de las cosas es tener acceso a su esencia invisible y un poder sobre ellas. Pero para hacerse escuchar y para tener el derecho dI: pro nunciar esas palabras y esas fórmu las, es preciso que el indi viduo haya observado un cierto número de reglas de conducta [rente a sí mismo y frente a los o tros. Esas reglas cons isten en un conjunto de prohibiciones. A las mujeres, incluso a la esposa o a las esposas del que practica la magia, les está prohi bido estar p resentes durante el r iLual. Asimi!:>mo se les prohíbe estar presentes a todos los hombres , excepto a sus parientes consangu íneos próximos, Frente a sí mismo, c\ que practica la magia debe encon trarse en estado de pureza sexual, por tanto , debe a bstenerse los días p recedentes de toda relación sexual con sus esposas o con otras mujeres, ¿,Qué ocurriría si esas prohibiciones fuesen transgredidas? Las cosechas se verían comprometidas, la pobreza e incluso el hambre se apoderarían de la familia. Como consecuenc ia de ello. socialmente , el hombre sería incapaz de cumplir con sus rcsponsabilidades de cabeza d~ fam ilia; tampoco podría ser generoso, ofrecer a otros hospitalidad, perdería su reputación y dependería de los demás.
358
Hallrice Godelier
¿Qué implica ese sistema de prohibiciones? Por una parte, implica que los baruya consideran a los humanos ligados a la naturaleza por lazos invisibles que hacen que cada individuo, según su conducta. mantenga o comprometa el orden de las cosas. Esto le confiere una dimensión Cósmica a la responsabi lidad del individuo . Este último es responsable de ~us actos frente a la sociedad y frcnte a la naturaleza, comprendida por los barnya como una realidad doble, visiblc e invisible, de la que, por supuesto, forman parte los espíritus maléficos, las al mas de los muertos y otras realidades que nosotros denomina mos sobrenaturales. Al transgredir esas prohibiciones, el indi viduo se sentirá cu lpable de introducir en la naturaleza un des orden, por ejemplo una ma la cosecha, del que en seguida ten drá que soportar las consecuencias sociales : hambre, vergüen za, acusación pública de m a la conducta, reproches, etc. Una res ponsabilidad de dimensión cósmica explica la fuerza psicológi ca de la prohibición y la intensidad de la censura que el Íl1di viduo eje rce sobre sí mismo y que el grupo ej er ce sobre los individuos. Por ot ra parte, cse sis tema de prohibiciones parece estar do minado por la pro hi bición sexual. Esto ÍD1plica que, en las co nexiones secretas de los humanos con el fondo invisib le de l Uni verso, su vida sexual es u n punto esencial. Para los bar uya, la sociedad se ed ifica sobre la represión dél sexo. E l sexo cons tituye una am ena za permanente contra el orden de la naturale za y de la sociedad. A t ravés de estas representaciones, se pue de en trever el contenido de la relación hombre-mujer en la sa ciedad baruya, en la que los hombres dominan a las mujeres y
las consideran como un a aml:naza perma nente contra el orde n
social y contra e llos mismos, que son sus fiadores. Podemos
compren der entonces q ue sea una obligación para los baruya
separa r' a los jÓ\'enes de sus madres y del mundo (emenino ha
cia los nueve años y enseñarles poco a poco las reglas de la vida
social y e l orden del Universo, haciéndoles recorrer un ciclo de
iniciaciones que dura más de diez años y a cuyo término el
niño, convertido en hombre, está finalm ente preparado para
encontrar de nuevo el mundo femcnino y para afrontar el ma
trimonio y los peligros de las relacione!> sexuales.
Por consiguiente, ahora se plantea la cuesti ón de saber quic.:n, t:ntre los baruya, POS\!C los conocimientos mágicos. Re sulta esencia l subrayar que esta posesión es desigual según los individuos y los grupos sociaks. En primer lugar, existe la des igualdad general entre hombres y mujeres en la posesión de conucimientos y de poderes, ya ~ean rituales, políticos o cco-
Lo ¡'isible " lo invisible
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nÓl11lCOS . Las mujeres l.ienen sus propias magias de fert ilidad, que s~ transmiten de madrL:s a hijas. Por otra parte , hay que señalar que las muieres -aunqUL: algunas se convierten en .:ha manes, por tanto, en indi viduos en contacto excepcional con lo im isible- jamás pueden alcanzar los grados superiores en la jerarquía de los chamanes. Una prueba de ello es que, cuando part ic ipan en los rituales para cura r a un enfermo o para ex pulsar a los malos espíritus, deben permanecer sentadas, y no pueden estar de pie en el recinto ceremonial para p3rlic:ipar en la danza de los hombres chamanes, que luchan contra los malos espíritus. Además de esta desigualdad entre los sexos eXis te, esta vcz entre los hombres, otra desigualdad en la me dida en que pertenecen a grupos dc parentesco que poseen co nocimientos y poderes mágicos específicos superiores a Jos de tt:nlados en cl miSmo dominio por los otros grupos que com ponen la sociedad baruya. Por ejempl o, comúnmente se reco noce qUl: el clan de los anda\'akia y el de los n delamayé poseen poderes especiales para hacer cr ecer las batatas. Asimismo, es reconocido por todos que algunos miembros de esos clanes pue den prac ticar la magia negl-a, in terrumpir el crecimiento de las batatas en los huertos de la tribu y condenar a la población a la escasez e i n~ luso a l hambre. Por ejemplo, uno de n uestros informadores Pandawé, un an dava kia, nos confió que hace a l gunos años, t ras el su icidio de su esposa, había practicado la magia negra que interrumpe el crecimiento de las batatas para \'engarsc de las penas q ue le causaba aquel suicidio . E n o tra ocasió n, desesperado por la mu erte de u n amigo , durante los funera les practicó de nuevo la magia negra sobre la casa del difunto; todas las mujeres q ue se habían reunido a lrede dor de aquella casa para llorar lIe\'aron consigo, sin saberlo, el maleficio y lo difu ndieron en sus huertos cuando \'o lvieron a trabajar después de las ceremonias . Muy prontu las batatns de jaron de crecer o se secaron en los huertos. Al cabo de algún tiempo la opinión pública señaló a Pandawé como responsable y le reprocharon haber echado un ma leficio. Posteriormente, leva ntó su maleficio y las batatas se multiplicaron; entre tanto, Pandawé permit iría a las mujeres coge r batatas de su propio huerto, donde habían continuado crec iendo abundantemente. Esos ejemplos confirman lo que dcclamos poco antes sobre los lazos ocul tos que ligan a cada individuo con el mundo 1n \'i",ible. Pero hemos \ bto que esos lazos varían según 10<; indivi duos, no solamente en tanto que indi\iduos detcmlinauos. sino l.n tanto que miembros de grupo~ sociales di[cl-entes que com ponen la trib u de los baruya. Esta desigualdad de los poderes
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I
• 1".
Afaurice Godelier
mag¡cos entre los grupos no hace sino acrecentar la responsa bilidad cósmica de los indidduos, al menos de aquellos que pertenecen a Jus grupos pri\ilegiados por la posesión de las ma gias más poderosas. ¿Oc dónde prO\'ienen , pues, los co nocimientos mágicos y cómo se explica su desigual distribución? Cada individuo, o bien los adq uiere a lo lal'go de su vida, o bien los hereda del p asado. Los adquiere esencialmente por una revelación que tiene du rante e l sueño o medi ante u na \'isión, Dura n te el sueño o en la visión, los poderes de lo invisible se materializan y comuni can a l individuo un saber. A la mañana siguiente irá al bosque a buscar una hoja determinada, una determinada arc illa en el suelo, y pronunciará la fórmula que le fue ren~lada durante el sueño. Pero, por otra parle, y por el hecho de pertenecer a un determinado grupo de paren tesco, le fueron transmitidos deter minados conocimientos durante su j uven t ud; sin embargo, tam bién en este caso esos poderes prO\'ienen de los t i('mpos míti cos y han sido conferidos desde el nOlcimicn lo del mundo actua l por las potencias invisib les a los a ntepasados de los baruya, a los que se denom ina los \\'{///( /"il1ia , los hombre,> del -;uei'ío. Ac;í pues, cuando se hace el balance de los poderes poseídos por cada grupo de parentesco, se descubre, por una parte, que existe una cierta jerarqu ía entre esos grupos, pero, POI- o t ra, que todos deben cooperar para qUl: Jos Lub'¿rc ul os crezcan en los huertos, para que la COlza de an imales para el cercmonial sea fru c tuosa, cte., es decir, para que la sociedad, simplcmen men te, funcione. En definitiva, las prácticas mágicas testifican que los tiem pos originarios del nacimicnto del mundo no han desaparecido totalmente y que subsisten en la trama misma del orden actual de cosas. ¿ Cómo ha nacido, pues, e l mundo para los baruya?
3.
Lo
INVISIBLE
y
EL MCIMIENTO DEL MUNDO
Nos limitaremos a resumir lo esencial de los mitos baruya sobre el nacimiento del mundo: . En LLn princ ipio el So l .Y la Luna se confundían con la Tierra. Todo era gris y todas las especies animales y vegetales se co municaban en un mismo lenguaje, Los hombres y los espíritus, los animales y los \'egeLales vivían todos juntos. Esos hombres no eran como los hombres actuales; sus penes carecían de OrI ficio y la vagina de las mujeres estaba cerrada. Los perros tam
[. 0
\'isible v lo i/11'isible
361
bi¿ n tenían el sexo sin perforar. Más tarde, el So! y la Luna lkc idieron ele,'arse y empujaron al cielo por encima de ellos . En lo alLo, el Sol le di jo a la Luna que había que hacer algo por los hombres, y le ordenó descender rara cuidar de ellos. La LunOl se detuvo a mitad de camino. Desde' entonces se alteman el día y la noche, Ins eslaciont.'s de la Iluda y del calor; desde entonces los animales se separaron de lus hombres para refu giarse en el bosque, mientras los espíritus , por su part e, se ale jaron también para esconderse en las profundidades, donde permanecen cscondidos y amenazadores, Posteriormente, el Sol Illventó una ingeniosa estratagema para ablir los penes de los hombres \ la vagina de las mujeres , Desde entonces, el hombre y In muje r pudieron copular y la humanidad se multiplicó. Pero, e n esta separación de todas las especies, que se reparL ieron por l.l Lnivcr'-o, desapareció el lenguaje comun o ri ginario . Los hombres se ven obligados a acudir al bosque para cazarlos a nimales allí refugiados, se ven constreñidos a plantar batatas para sobrc"i"ir ) tienen que protegerse de los cspítitus que se han vuelto malignos. Están, en cierto modo, obligados a cazar, a cultivar la tierra y a cumplir los rituales, pero para realizar Icdo e~o está n a.sis lidos por e l Sol y la Luna, que garantizan. sostienen el nuevo orden . Si el Sol se aproxima demasiado a la tierra , la abrasa y devasta los cultivos; si la Luna se acerca de masiado a la tierra, lo engulle lodo bajo la lluvia y las tinie blas y hace que se pudran las cosechas. Así pues, desde los tiem pos míticos en que el Sol y la Luna se e levaron en el cielo, la arquitectura dd mundo ac tual se basa en un j uego equilibrado de los dos seres-principIOs opuestos, el So l y la Luna, por los que sobrevienen el calor y el frío, la sequedad y la humedad, el abrasamiento y la podredumbre, etcétera. ¿Qué ILIZ arrojan esos mitos sobre las prácticas mágicas a que nos hemos referido anteriormente? La conexión general de IIldos los seres que existía en los orígenes se ha transformado, tras la <¡ubirla del Sol, pero no ha desaparecido. La transpa rencia y la copresencia originarias de los ser-es y de las cosas han dcsapan:cido para dar lugar a un mundo de dos niveles, vj"ible e imisible, relacionados entre sí por conexiones esta vez ocultas. Tal vez sea esto lo que expl ica la utilización de pala bras secre tas en las fórmulas de encantamiento. Esos nombres sun dobles esotéricos del lenguaje común que designa las cosas. En ciel-to modo son como Jos restos o el reflejo de aquel len guaje originario que permitía a lodas las cosas comunicarc;e en ln: si. Por tanto, al pronunciar esos nombres secretos se resta blece la comunicación interrumpida y SI.! puede estar seguro de
24
362
\tal/rice Gotlelicr
hacerse escuchar y de tener los medios para influir sobre la realidad . A partir de ahí <;e curnpn.:nde el carácter ~agrado de c<;os nombres para los baruya. Son el teslimonio de los tiempos originarios de l hombre y de la tribu, a la \'ez que del orrle n actual invisib le del mundo, y constituyen pam el loo;; un depósito sagrado , una herencia de los poderes que permiten a los hom bres sobre\'ivir en su nue\'a condición, herencia que hay que agradecer a los hombres del ensueño, los pri meros antepasados, y a l Sol V a la Luna. padre y madre de todas las cosas. También tenemos la prueba del carácter sagrado de tales nombres en e l hecho de que todos los in formadores que han accedido a confiarnos los n ombres secretos que con ocían , des pués de que nos hubimos ganado su confianza, no pudieron re sist ir la emoción que les causaba su acto. Todos si n excepción, tras algunas horas de confidencias, esta ll aron en vio lentas cri sis de lágrimas y nos hicieron prometer que jamás v bajo nin guna condición 2, rC\'elaríamos a nadie aquellos secretos, que no haríamos siquiera alu~ión a e llos ni bromearíamos nunca sobre ellos ba jo pena , si se llegara a saber a lgo, de provocar el h ambre en los poblados y de que la cólera de los antepa.,a dos. así como la de lo s vivos q ue confiaron aquel secreto, reca yera sobre lodos. Parece. pues. posible afirmar, si nuestro aná lisis no es in exac to , que entre Jos baruya magia y re ligión no constituyen campos distintos, compa rtime ntados , co mo se afir ma habitualmente, de~dc La rama de oro, de Frazer. en las obras de numerosos an tropÓJogos. De este modo, al fin a l de esta investigación su rgen por sí solas algunas preguntas teóricas. Mencionaremos algunas rápi damente para concluir .
4.
CONCl.USIÓN: ¿Es
POSffiLE COMPARAR ?
En la tribu baruya no existen desigualdades económicas im portantl!s entre los individuos ni entre los grupos sociales que componen la tribu. No existe jefe ni grupo social que domine por sr solo la tribu. Pero existen desigualdades en las capaci dades individuales para ser guerrero o chamán, que son los dus 2 Es decir, a todos los b:.ruya que no perteneciesen al mismo grupo de parentesco y a los miembros de todas las tribus \"t:eina~ . Algunos in formadores extendían incluso la prohibición a lOuas las tribus lit:. Nueva Guinea y sólo nos autorizaban a transmiti. sus secretos exclu;ivarncnte a los blancos.
La \'i.'iible v lo il/visihle
363
c<;tatulos más , 'alorados en el seno de la sociedad baruya. Asi Illi~mo existe una desigua ldad e nt re los linajes, que han reci hielo de los antepasados el poder de proporcionar a la soc iedad los me jores guerreros o los mejores chamanes . Hemos visto qUL' esta desigu ladad no contradice, sino que, al con trario . re IULr7a la n:c;¡ponsabilidad social y cósmica tanto de los indivi duos C0l110 de los grupos. Si confrontamos eSlO con los análisis de Malinowski sobre Jos priv ilegios dd jefe de Omarakana J, y con los de Firth so bre los poderes e1el jefe de Tikopia 4, se puede conc;¡tatar que en estas sociedades mclanesias y polinesias, y en un grado mu cho más acentuado e n Tikopia que en las islas Trobriand, exis le una desigualdad económica v polí t ica en provecho de una aristocracia tribal. Pero, mientras que las diferencias económi cas entre la gen te común y la aristocracia son más bien de gra do qut: de naturaleza. lo so n, en cambio, de naturaleza en los domi fll os político y re ligioso. En ambos casos, los poderes po líticos están justificados por el monopolio que tienen los jdes de las mag ias más eficaces. El jefe de Omarakana es el dueño de las m agias más poderosas que mandan sobre la llu via y el So l \, en Tikopia , los jefes son los in terrnt!diarios excl usi\'os en t r~' los humanos y las pOlcnl:ias sobrenaturales. E n am bos casos, los jefes y la aristocracia son responsables del bienestar de to dos y pretenden poner al servicio de toda la sociedad su poder mágico excepcionaL. Como succde entre los baruya, y aun en mayo r medida , los indiv iduos y los gru pos tiencn en Kitiwina y en Ti.kopia una responsabi lidad social y cósmica. Pero, mientras qll~ entre los baruya los conocimientos y las responsabilidades están repartidos entre los indi\ iduos y los grupos , en Kiriwina y en Tikop ia están concentrados en manos de una minoría y justifican as í su poder. Se p lamea la cuestión de saber en qué condiciones han aparecido tales concentraciones y tales mono polios, ~ qui7ás obtendríamos de ese modo una parte de In ex plicación del paso de determinadas sociedades primitivas , sin desigualdades profun das y sin poder central , a sociedades je rarquizadas en categorías desigualmente privilegiadas, y donde a veces el pode r de las castas o de las clases está concentrado en un apara to de Es tado. En segundo lugar, si hacemos abslracció n de de talles con cretos del universo mítico de los baruya, para retener unica 1
B. Malinowski; ArgulIQuts of (he Wcscem Pacific, passim, 1922, y todo Coral Gardtms O/Id (he ir magic, I. 1935.
~obre
• R . Firth; Primitive PolYllesialJ Econonl)', Routledgc. cap. y, .Ritual in produetive activitíes., 1939, pp. 168-186.
6*
Mal/rice Godelier
mente los principios abstractos que lo organizan, fácilmente se pueden aislar dos de cUas . Por una parte , la hipótesis de que la realidad comprende varios niveles y su fondo esencia l se encuentra más allá de la realidad visible . Esta hipótesis podda, en el lenguaje abstracto de la filosofía moderna, expresarse en la fórmula de que la esenc ia de las cosas se encuentra más allá de sus apariencias. Por otra parte, la hipó tesis de que esta realidad compuesta de \"ariu~ nin:lc:> fund;-tmcnta su equilibrio y su orden internos en d .illeg:n de dos términos opuestos y complementarios, el Sol y la Luna. [1 onh.:n s reina cuando ambos astros se encuentran a la dbtancia adecllilda dc la tierra, de ta l modo que esta últi ma no resullt: ni demasiado caliente ni demasiado fria, ni de masiado seca ni demasiado húmeda . Por consiguiente, el orden es el dt' la justa medida y la adecuada distancia entre los seres del Universo. En el lenguaje de la filosofía occidental, esta hi pÓksic¡ podna traducirse en la fórmula de que el orden de las cosas se basa en el juego. de elementos opuestos y complcm~n tarios, fórmula que comtituye uno de los principios del pensa miento dialéctico, el de la unidad de los con trarios 6. Si es aSI , la diferencia entre el rensamit:nto m ítico dc los baruya y el pensamiento científico moderno no estaría en d ni vel de los principios formrrles que permiten a todo pensamien to organizar la experiencia. La diferencia se encontraría en otra parle, y posiblemente sólo existiría a parlir del momento en que el hombre no se limitara a interpretar el mundo, sino a ex perimentarlo de nuevas y diversas maneras. Pura los baruya, habida cuenta de su tecnología y de s u eco nomía , no puede haber experimentación alguna sino en el cam po determinado y muy vasto de sus conocimientos prácticos de la naturaleza y de las relaciones sociales . Pero, más allá de los límites de este campo, para ellos ya no existe expenmenlación • Al pal'cccr, en los baruya no c'\is te la noción del COlTI i(' lllO dd mundo a partir d~ la nada. Antes de que el sol y la luna se elevasen en el ciclo, cxblía o t ro orden. El concepto de crear/o c.'\ 1IIIti/lI, de c n.:ación a 1'<11'· tir de la nnda . situado desde San Agu~tfn l'n d primt'r plano de la [ilo soCia cristiana, no tendría sentido a lguno p<1r;:¡ los baruya . Ln noción griega de un caos que prccedería al orden actual tampoco coincid~ con las nociones baruya, aunque tengan en común la no presuposición de un comienzo absoluto a partir de la nad:l . • Que hay que distmguir dd principio de idelltidad de los contrarios, pnnciplO primero de la lógica diakctica de Hegel '1 funú:lmcnto último de su illL'alismo absoluto; véase Hegel: Scíl!l1ce d
Lo ,'isible )' lo invisible
365
posible. Sin embargo, los baruya necesitan actuar sobre el con junto Jc la naturaleza, sobre la red de las conexiones ocul tas de las cosas. Por esta raZÓn, el trabajo productivo es vivido y pensado por ellos como una actividad en la que la magia y la técnica resultan indisociablemente necesarias. También se explica por qué pueblan la parte invisible del mundo, al lí donde comienza el campo en el que ya no es posible la experimenta cj(W, dt> idealidades que el pensamiento construye 7 aplica ndo a esas representaciones los principios de toda experiencia posi ble, a saber, que la esencia de las cosas no se confunde con su apariencia y que el mundo obedece a un orden que sólo subsiste dentro de ciertos límites. Pero, ¿es esto tan diferente de lo que pensamos nosotros, los que hemos inven tado la ra "ón científica experimental?
~ '~
, Vale la pena rccordar que Hegel, que rechazó - (op. cit., t. l , p . n; los subrayados son de M. G.J . Puesto que, en realiuao..l, de5ue Platón a Hegel y a Heidcggcr, la filo soUa occidental, nacida en el dcsprecio hacia las antiguas filosofias -mi tica5~, ha dedicado especialmente sus esfuerzos a construir y destruir is tem:ls «mela-rlsicos-, resulta neccsario tratar de definir la diferencia es pceirica entre milO, religión y filosoüa, y descubrir jas razones de sus dif~l'el1tes desarrollos a 10 largo de la historia.
Mito e historia
XIV. MITO E HISTORIA: REFLEXIONES SOBRE LOS FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO SALVAJ E *
..Aquellos que (en filosofía) se va len de l mito son indignos de quc nos ocupemos de ellos se riamente~ (Aris tóteles, Metafísica, libro {3, ca pítulo IV) . «En los viejos y autént icos mitos , el pensa mien to no está presente bajo su forma pu ra.. El mito, en general. no es un medio adecuado p ara la expresión del pensamiento .. . Lo mítico como tal y las formas mfLicas de la filosofía se en cuentran. pues, excltlldos de nuestra exposición. (Hegel, Lecciones sobre la Historia de la Filo sofía).
Las reflexiones que presentamos en es tas pági nas h an teni do únicamente por finalidad ayudarnos a Clarificar u n proble m a que todo antropólogo encuentra de u na forma abstracta en el ejercicio de su disciplina -el de las relaciones entre pensa miento mítico, sociedad primitiva e h istoria- y qu e , en nues t ro caso, se hizo prácticamen te inevitable cuando tuvimos que co menzar el análisis del material de los m itos y de las prácticas mágico-religiosas que habíamos recogido entre 1967 y 1969 en una tribu del interior de Nueva Guinea, la de los baruya. Para dar una idea de este material, citaremos nuevamente la versión de los mi tos baruya sobre el origen del mundo y de la historia humana, versión qu e condensa lo esencial de diversas variantes: En un principio el Sol y la Luna se confundían con la Tierra. Todo era gris y todas las especies animales y vege tales se co municaban en un mismo lenguaje. Los hombres y los espfritus , los animales y los vegetales, vivían todos juntos. Esos hombres no eran como los hombres actuales: sus penes carecían de ori ficio y la vagina de las mujeres estaba cerrada. Los perros tam bién tenían el sexo sin perforar. Más tarde el Sol y la Luna de cidieron elevarse y empujaron al cielo por encima de ellos. En
* Publicado en la revista Annales, número especial titulado re et Histoire., Armand Colin, París, mayo-agosto de 1971.
~Slructu
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lo alto. el Sol le dijo a la Luna que habfa que hacer algo por los hombres, y le ordenó descender para cuidar de ellos . La Luna se detuvo a mitad de camino. Desde entonces se alternan el día y la noche, las estaciones de la lluvia y del calor; desde entonces los animales se separaron de los hombres para refu giarse en el bosque, mientras los espíritus, por su parte, se akjaron también para esconderse en las profundidades, donde permanecen ocuHos y amenazadores. Posteriormen te, el Sol inventó una ingeniosa estratagema para abrir los penes de los hombres y la vagina de las mujeres . Desde entonces, el hombre y la mujer pudieron copular y la humanidad se multiplicó. Pero, en esta separación de todas las esp ecies, que se repartieron por el Universo, desapareció el lenguaje común originario. Los hom bres se ven obligados a acudir a l bosque para cazar los anima les a llí refugiados, se ven conslreñidos a plantar batatas para sobrevivir y tienen que proteger se de los espíritus que se han vuelto malignos . Están obligados en cierto modo a cazar, a cu lt ivar la tierra y a cumplir los rituales, pero para realizar todo eso están asistidos por el Sol y la Luna, que garan tiza n y sostienen e l nuevo orden. Si e l Sol se aproxima de masiado a la Tierra , la abrasa y devasta los cultivos; si la Luna se acerca demasi ado a la Tierra, lo engul le todo bajo la lluvia y las t inie blas y hace que se pudran las cosechas. Este tex to nos relata, pues , el origen del mundo y de los hombres actuales, no a partir de la nada, sino de un primer es tadio en el que realidades dis tintas -la Tierra y el Cielo, el Sol y la Lu na , el hombre y los espíritus, los veget ales y los anima les, ctc .- todavía no estaban separadas, desunidas las unas de las otras. En una primera etapa, por la acción del Sol y de la Luna , se r ealizó esa disyunción y el mundo adoptó su actual configurac ió n, cuya arquitectura se basa en el juego equilib ra do de esos dos personajes-principio opuestos, el Sol y la Luna que trajeron el ca lor y el frío, la sequedad y la humedad, el abrasamiento y la podredumbre, etcétera. En una segunda etapa, en el seno de este mundo que aca baba de adoptar la forma que, en la actualidad, conocen los hombres , el Sol tenninó su obra haciendo distintos a l hombre y él la mujer, perforándole a él el pene y abriéndole a ella la vagina. Los hizo de este modo a imagen del mundo, a la vez complcmentanos y opuestos en su distinción. A partir de en tonces, e l hombre ha entrado en la historia, o al menos se ha cia posible una historia para el hombre, que en adelante podía reproducirse, multiplicarse y diferenciarse en otras tantas tri bus diferentes.
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¿Cuál es la naturaleza de las idealidades (personajes y acon tecimientos) de que habla este relato mítico? Este discurso 1;a bla de las cat/sas primeras de la génesis del mundo y de la his toria, de las fu erzas invisibles y últimas que han dirigido y diri gen todavía su arquitectul-a y ~u devenir. Estas causas se iden tifican con las acciones del Sol y de la Luna, dos seres dotados de conciencia, de voluntad, por consiguiente, análogos al hom bre, pero que difieren de éste por su poder superior, por su ca pacidad de act uar eficazmente sobre aquello que escapa al con trol de) hombre, que permanece fuera de su alcance. El Sol y la Luna, en la lengua y en la ideología baruya, son tratados como padre y madre de los humanos y nombrados por los tér minos de invocación del vocabulario de parentesco que se apli can a un padre o a una madre '. Reducido a esos únicos caracteres abstractos, que pertene cen a la forma del discurso m ít ico y a las propiedades formales de las idealidades que lo pueblan (representación de las causas primeras bajo la forma de personajes-principio análogos al hom bre, pero superiores a él, etc .l, e l mito baruya podría compa rarse con los m itos de otras múltiples poblaciones, con la con dición de que, del mism o modo, se retenga exclusivamente su forma abstracta. ¿Cuál es el origen - y por tanto el fundamento- de la pre sencia común de esos caracteres formales abstractos de los discursos y de las idealidad e~ míticos per tenecientes a la ideología de sociedades que difieren profundamente por sus ecologías, sus cconomias, sus organizaciones sociales, en resu men, por todas las determinaciones positivas de s u realidad his tórica? ¿Cómo podrian dar cuenta realidades históricas dife rentes de esas propiedades forma les comunes? Adentrarse en esta reflexión equivale, en realidad, a plantear el problema ge neral de las relaciones entre pensamiento mítico, socicdad pri mitiva e historia. Una relación directa entre Mi tos y Sociedad puede fácilmen te ponerse de manifiesto cuando se emprende el inventario exhaustivo de todos los elementos de los mitos que transponen aspectos del medio ecológico, de la organización social, de las tradiciones históricas (migraciones, guerras y alianzas territo riales, ctc.) de las poblaciones en cuyo seno o a cuyo propósito se han recogido esos mitos. Basta reCorrer las Mitológicas, de En otra serie de variantes más secrelas y propJas más bien de los chamanes se designa a l sol y a la IUIla por los lérminos de parentesco qUl; St! aplican a dos hcnnanos, primogénito y segundón . I
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Claude Lévi-Strauss, para ver con qué minuciosa precisión este autor ha localizado, aislado, filtrado e interpretado los múlti ples datos concernientes a la fauna, la flora, el medio, las téc nicas, la as.tl'OnomÍa, etc., que se encuentran acumulados en el seno de los otitos de los indios de América y que prestan senti do a múltiples aspectos de los comportamientos y las aventuras atribuidas a los personajes ideales de esos mitos, el lince, el búho, el oso horm iguero, el capivara, el jaguar, las pléyades, la luna, etcétera. Al lado de estos aspectos de las relaciones del hombre con la naturaleza, transportados y transpuestos en los mitos , se "::0 cuen tra igualmente una transposición de sus relaciones socia les. Uno de los rasgos comunes a los m itos sud y norteamerica nos es el hecho de que la «armadura sociológica» de esos mitos Z -es decir, las relaciones sociales ideales que ligan entre si a los personajes imaginarios de los mitos- adopta la forma de una red de parentesco, de un conjunto de relaciones de con sanguinidad y de alianza. Los conflictos, los acuerdos entre csos personajes son análogos a los que oponen a dadores y tomado res de muj eres, a esposos, a padres e hijos, a hermanos y her manas, a primogénitos y segundones. ele. Así , los mitos sobre el origen de la cocina (lo crudo y lo cocido) desarrollan una ver- . dadera «fisiología de la alianza matrimonial», y los referen tes a los alrededores de la cocina (las maneras de mesa) se pre sentan como una «patología» de esta alianza matrimonial 3. La forma misma de los mitos varía con la naturaleza de esas re laciones de paren tesco y se puede constatar, en numerosos ca sos, que todos los signos de un mismo mito se invierten, en cierta manera, cuando se pasa de una versión de ese mito re cogida en el seno de una sociedad patrilincal a otra versión re cogida en el seno de una sociedad matriüneal. Cuando, en vez de pasar de una sociedad a otra en el seno de un mismo grupo cultural, se pasa de un grupo cultural a otro, se puede consta tar que un mismo mito experimenta a veces verdaderas ctis torsiones que prácticamente lo vuelven irreconocible. Lo que se muestra a través de esta identidad de la armadura sociológica y esta diversidad de las transformaciones formales de los mitos, así como lo que las explica es un hecho único, una correspondencia estructural, un lazo interno entre formas 1 Sobre las nociones de uannadura-, de «código- y de _mensaje_ de un mIto, v':ase Claude Lé\'i·Strauss: Lo crudo y lo cocido, p. 199, pri mera edición. , Claude Lévi-Strauss: De la mIel a las cenizas, pp. 235-236, 391-392.
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del pensamiento mítico y formas de la sociedad primitiva. Por que, si las relaciones de parentesco desempeñan en el seno del discurso y de la representación míticos del mundo un papel de esquema organizador, es porque en la propia realidad, en el seno de las sociedades primitivas, las relaciones de parentesco constituyen el aspecto dominante de la estructura social. Nos encontramos en este caso ante una correspondencia estructural que no puede deducirse de categorías «puras» del pensamiento salvaje o encontrar su origen en la naturaleza, sino que su fun damento se encuen tra en la misma estructu ra de las soc iedades primitivas. Pero, s i el con tenido de los mitos só lo cons istiera en esos elementos obje tivos, transpuestos de la naturaleza o de la cu ltura, no se com prendería cómo y por qué los mitos son lo que son : una representación ilusoria del hombre y del mun do, una explicación inexacta del orden de las cosas. ¿Cómo, en tonces, los materiales objetivos de la real idad n a tural o so cial que se encuentran t ranspuestos en el seno del discurso mí t ico adoptan su carác ter fa n tasmagórico, transfo rmándose en representación ilusoria del mundo? La respuesta ha sido dada hace mucho tiem po y parece ex plicar las carac terísticas p rincipales de las idealidades miticas y de las formas esenciales de l discurso mítico: la ilusión es hi j a de la a nal ogía. El pensam iento m ítico es el pensamiento humano que concibe la realidad por analogia. La analogía es a la vez una form a de hablar y una forma de pensar, una lógica que se expresa en las formas de la metáfora y de la meton imia. Razonar por analogía es afi rmar una rela ción de equivalencia entre objetos (materiales o ideales), con ductas , relaciones de obj etos, relaciones de relaciones, etc. Un razonamiento por analogía está orientado. No es lo m ismo pen sar la cultura analógicamente con respecto a la naturaleza (como, por ejemp lo , en las instituciones totémicas o en el siste ma de castas) que pensar la naturaleza analógicamente con res pecto a la cultura. Esta posib ilidad de recorrer trayectos opues tos e inversos manifiesta la capacidad teórica, e n principio ilimitada, del pensamiento que razona po r analogía, de encon trar equivalencias entre todos los aspectos y niveles de la reali dad natural y social. Era n ecesario recordar este hecho antes de abordar nuestro problema: ¿cómo engendra la analo gla una representación ilusoria del mundo? Razonaremos sobre la categoría de las representaciones de la naturaleza construidas por analogía con la cultura y anali aremos Jos efectos de ese tipo de representación analógica en y para la conciencia. Lo que hay que intentar aclarar es el me
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canismo de la «transmutación» -por el efecto de tal analogía (Naturaleza análoga a Cultura)-- de un elemento objetivo pre sellte en la experiencia humana en una representación ilusoria y, por tanto, subjetiva de lo real. Arrancaremos de un hecho objetivo universal: la experiencia humana se divide espontánea y necesariamente en dos campos: lo que. en la naturaleza y en la soc iedad, está directamente contro lado por el hombre, V 10 que no lo está. Entiéndase bien : lo que está controlado y lo que no lo está difieren según las formas de sociedad y las épocas del desarro llo histórico. Habida cuenta del débil desar rollo de sus técnicas de producción, y a pesar de las di ferencias importantes de ni vel de desarrollo que existen entre los diversos modos de pro ducción de los pueb los prim it ivos (cazadores, recolectores, pes cadores, agricultores ), el con tro l que éstos ejercen sobre la na turaleza es m uy limi tado . E n estas condiciones, el dominio de lo que el hombre n o controla no pucde menos de aparecer, de presentarse espontáneamente a la conciencia como un dominio de fuerzas superiores al homb re que, al mismo tiempo, éste ne cesi ta representarse, por tan to, explica r y conciliarse, es decir, controlar indirecta mente. Una vez más insistimos en el hecho de que el dato objetivo que se presen ta a la conciencia consiste aq uí en una de termina ción negativa del con tenido de las relaciones de los hombres entre sí y con la natu ra leza, la del límite obj etivo de ese conte nido . E l fundamen to de esta determ inación no se encuen tra, pues, en la concie nci a, sino fuera de ella . Observamos igualmen te q ue el hecho de q ue el dominio de las causas na turales es condidas, de las fuerzas in\'isibles que el h ombre no con trola, se presente espontáneamen te en la concie ncia como un dominio de poderes superiores al hombre no produce una representa ción il usoria de la reali dad y de la causalidad en el or den del mu nd o. Por e l contrario, ese co ntenido de represen tación, esa [arma de presencia del m undo corresponden a un dato objeti vo de la realidad social e histórica. Así pues, ¿cómo e.sos datos objetivos de la representación se transmutan en representación ilusoria de l mundo? La trans mutación se opera a partir del momento en que e l pensamiento se representa las fuerzas y las realidades invisibles de la natu raleza como seres análogos a los hombres. Por analogia, las causas y las fuerzas invisibles que engendran y regulan el mun do no humano (naturaleza) o el mundo humano (cultura) re visten los atributos del hombre, es decir, se presentan espon táneamente en la conciencia como seres dotados de cOllciencia,
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..'-c voluntad, de autoridad y de poder, por tanto, como seres análogos al hombre, pero que difiere'l de él en que saben lo que el hombre no sabe, hacen lo que el hombre no puede hacer, controlan Lo que ésle no controla, en definitiva, difieren del hombre en que son superiores a él. El efecto inmediato de las operaciones de un pensamiento que se represen ta la natura leza por analogía con la cultura, la sociedad hum ana, consiste en tratar como sujetos las polencias s uperiores y misteriosas de la naturaleza, por tanlo, en personi ficar esas potencias en seres de la naturaleza, anim ales, vege tales, astros, que, por este m ismo hecho, se desdob lan, como la naturaleza entera, en seres sobrehumanos sensibles y su pra sensibles a la vez, convirtiéndose en los personajes sobrehuma nos de los mitos , aquéllos cu yas acciones engendraron el orden actual del mundo ~. Por ello, al represent arse la na turaleza por analogía con el hombre, el pensamiento primitivo trata el mundo de las cosas como un m undo de personas y las relac iones objetivas y no in tencionales entre las cosas como relaciones intencionales entre personas. Pero, al mismo tiempo, de [o.rD1a opuesta, aunque complemen taria, el pe nsamiento primitivo trata el mun do sub jetivo de sus idealidades como una realidad obje tiva que existe fuera del hombre y de su pensamiento, y con la que se puede y se debe estar en comunicación si se desea actuar por su inter cesión sobre el orden profundo de las cosas. El pensamiento analógico, al apoderarse de los datos objelivos de la experien cia presentes en la conciencia, crea, pues, una doble ilusión: ilusión sobre el mundo e ilusión sobre si mismo. Ilusión sobre sí mismo, puesto que el pensamiento atribuye una existencia exterior al hombre e illdependieHte de él a las idealidades Que él engendra espontáneamente, luego se aliena en sus propias representaciones; ilusión sobre el mundo, que puebla de seres imaginarios análogos al hombre, capaces de oír sus llamadas y de responder a ellas de forma favorable u hostil. Dos consecuencias hay que extraer de este análisis. El pen samiento mítico (y con él todo pensamiento religioso) toma su • Esto proporciona la respuesta a la cu('~tió n que planteábamos luego de haber citado el mito baruya del ol"Ígcn del mundo, la cuc,tión del origen y del fundamento de los caracteres forlllales absuaclos (y de ('sos caracteres e."{cJusivamente) de los discurso~ y de la~ ide:J licJ ade~ mílicas que son comunes a los mitos de poblaciones profundamente ¡Jifcrcntcs por su ecología, economía, organiz."\ción social; en resumen, por todas las de terminaciones positivas de su realidad histórica .
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impulso de la voluntad de conocer la realidad, pero, en su pro ceso mismo, aboca a una expücación ilusoria del encadenamien to de las causas y de Jos efectos que fundan el orden de las co sas. Al mismo tiempo, como concibe el mundo de 10 invisible bajo la forma de realidades imaginarias dotadas de conciencia, de voluntad y, sobre todo, de una eficiencia análogas, pero supe riores a las del hombre, el pensamiento mí tico reclama y fUtL damenta la práctica mágica como medio de acción sobre la con ciencia y la voluntad de esos personajes-imaginarios que regu lan el curso de las cosas. El pensamiento por analogía funda, pues, al mismo tiempo una teoría y una práclica, la religión y la magia. 0, por lo menos, la religión existe espontáneamente bajo una forma teórica (representación, explicación del mundo) y bajo una forma práctica que le corresponde (acción mágica y ritual sobre lo real), por consiguiente, existe como medio de explicar (de forma ilusoria) y de transformar (de manera u;na ginaria) el mundo 5. Se podría extender este análisis y mostrar que toda inter vención religiosa sobre el mundo es al mismo tiempo «acción sobre S1». Toda práctica mágica, todo ritual se acompaña de al guna restricción o prohibición sufrida por el oficiante y/o por el público. Toda acción religiosa sobre las fuerzas secretas que dirigen el mundo implica y exige una acción del hombre sobre sí mismo para conumicar con esas fuerzas, alcanzarL'lS, hacerse 1 Como lo ha demostrado Claude Lévi~Strauss en El totemismo en la aclualidod, el eslabón esencial de la experiencia rel igiosa del mundo se encuen tra en la representación, en los principios y en el contenido de la representación del mundo, y no en una relación afectiva del hombre con la naturaleza. No es porque el hombre primitivo originarinmenle se iden tificara afectivamente con la naturaleza, por una especie de partic ipación emocional y difusa, por lo que se representaría esa naturaleza analógica mente a él. Contrariamente a las tesis de Lévi-Bruhl, la «mentalidad pri mitiva_ no es hija del afecto. sino del intelecto. Según Lévi-Bruhl: .En presencia de cualquier cosa que le interesa, que Le inquieta o que le es panta, la mente del hombre primitivo no sigue el mismo camino que la nuestra. Al jnstante se adentra por una vía diferente.. la naturaleza en medio de la que vive se le presenta ba,io Olro aspecto. Todos los objetos y todos los seres están implicados en una red de parLicipacionl!s y de exclusiones místicas: son éstas las que constituyen su contextura y su orden. (La nWltalité primitive, 1921, pp . 17-18). A este texto se opone el de Lévi-Strauss en El totemismo et! la actualidad, Fondo de Cultura Eco nómica, México, 1965, p. 107: -En verdad, las pulsloncs y las emociones no explican nada; son siempre resultado, sea de la potencia del cuerpo, sea de la impolencia de la mente. Consecuencias en ambos casos, jamás son causas. Estas no pueden buscarse más que en el organismo, como sólo la biología sabe hacerlo, o en el intelecto, ünica vía abierta lo mis mo a la psicología que a la etnología.»
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escuchar y obedecer por ellas 6. El poder mágico se paga con alguna const ricción que sufre el hombre, por ejemplo, restric ción alimenticia, sexual o de otra clase. E l reverso de un poder es un deber. En esta perspectiva las restricciones, las constric ciones, las prohibiciones, los tabúes no son restricción de poder, sino acumulación de poder (imaginario). Pensar por analogía produce, por consiguiente, dos efectos complementa rios, aun q ue opuestos: el pensamien to humaniza la naturaleza y sus le yes, dotándolas de atributos humanos, pero, por el mismo be cho, dota espontánea y necesariamente al hombre de poderes sobrenaturales, es decir, de un poder y una eficacia compara bles (y, por esta razón, ilusorios) a los de los fenóme nos natu rales 7. Crea de este modo: «esa reciprocidad de perspectivas en las que el h ombre y el m u ndo se convierten en espejo el uno del otro y que, a nuestro juicio, es la ún ica que puede dar cuen ta y razón de las propiedades y de las capacidades del pensa miento salvaje» 8. En definitiva, lo que se seU a en esta reciprocidad mítica de perspectivas entre el hombre y el mundo es una doble ilusión sobre el mundo y sobr e e l hom br e, la ilusión de una explicación • En esta perspectiva puede ana lizarse igualmente la práctica del sa crificio. En El pensamiento salva;e, Claude Lévi-S trnuss h a esb(Jzado un an álisis general de la misma que citar emos brevemente: -En el sacdficio, la serie de las especies natunl1es desempeña el papel de intermediaria entre dos términos polares. un o de Jos cual es es el sacrificador y el o tro la divinidad, y entre los cuales, al principio. no existe siquiera homolog{a ni relación de ninguna suerte: pues el fin del sacrificio era . precisamente. establecer una relación . que no es de semejanza, sino de con ti güidad, por m edio de una serie de identificaciones sucesivas que pueden h acerse en los dos sen ti dos , según q ue el sacrificio sea expiatorio o q ue represente un rito de comunión.... su 6n es obtener que un a divinidad lejan3 colme los deseos hu manos, Cree lograrlo ligando. primero, a los dos dominios por medio de una víctima sacralizada (objeto ambiguo que. en efecto. per tenece así al uno corno al otro) , y después aboliendo ese término de conexión: el sacrificio crea. de tal manera , un déficit de con tigüidad e induce (o cree inducir). por la intencionalidad de la plegaria. el sur gi· miento de una continuidad compensadora en el plano en el que la caren cia inicial sentida por el sacrificador. trazaba por anticipación, y a mane ra de un punreado, el camino que habla de segui r la divinidad - (El pen samiento salva;e. Fondo de Cultura Económica, México. 1965, p . 107). 1 Véase al respecto el replanteamiento critico hecho por Claude Lévi Strauss de la tesis de Auguste Comte sobre la religión como antropo morfismo de la naturaleza: dEl error de Cornte, y de la mayorfa de sus sucesores. fue creer que el hombre ha podido. con alguna vero:>imilitud. poblar la naturaleza de voluntades comparables a la suya, sin prestar a sus deseos algunos atributos de esta naturaleza en la cual se reconocía
(El pensQmielllO salvaie, p . 310). • El pensamietlto salva;e, p. 322
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falsa y de una acción imaginaria del hombre sobre el mundo y sobre sí mismo Y esta ilusión será tanlo más fuerte cuanto más compleja y más completa sea la reciprocidad de perspectivas entre el hombre y el mundo . Ahora bien, para alcanzar la com pletitud es necesario y suficiente para el pensamiento mítico explorar y explotar todas las posibilidades internas, recorrer sistemáticamente todos los trayectos posibles de la compara ción analógica. Estos trayectos - ya lo hemos señalado- pue den teóricamente tomar cuatro direcciones distintas: ir de la cultura a la naturaleza (trayecto 1), de la naturaleza a la cul tura (trayecto II), de la cultura a la cultura (trayecto IlI) y de la naturaleza a la naturaleza (trayecto IV). Naturaleza Trayecto IV
1
Naturaleza
Cultura
~
Trayecto 1
t
.J,
Trayecto III
) Cultura Trayecto II
A partir de estos cuatro ejcs fundamentales, puede desple garse y combinarse u na multitud de comparaciones analógicas en u na especie de álgebra vectorial fantasmagórica q ue confie re a l discurso y al pensamiento míticos su polisemia y su rique za simbólica inagotables. Ya hemos analizado 'un trayecto del t ipo 1, que proyecta la cultura sobre la naturaleza y que tiene por efecto general la antropomorfización de la naturaleza, la humanÍZa ción de sus le yes, pero, al mismo tiempo, de forma complementaria y opues ta, la naturalizac ión de la acción humana en la magia (efecto de un t rayecto del tipo Il). Para dar una idea de la plenitud de los efectos de u n trayecto del tipo II (aplicación de la natura leza sobre la cultura ) h abría que retomar todo el análisis rea lizado por Claude Lévi-Str auss de las instituciones llamadas to témicas y del ~istema de castas, ya que encuentra aquí su lugar y su iluminación teóricos . Claude Lévi-Strauss ha demostrado que las instiluciones totémicas implican, al nivel del pensamien to, la represen.tación y el postulado de lUla homología entre dos series de relaciones , dos sistemas de diferencias situados, el uno en la naturaleza. entre las especies naturales, y el otro en la cultura, entre los grupos sociales (clanes, fra trías, etc.) 9. Yendo más lejos, aproximaba y comparaba grupos totémicos y sistema de castas mostrando que se trataba de efectos inver , [dellt. pp. 170 Y ss.
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sos de lm mismo princIpIo, según que la analogía postulada entre grupos humanos y especies naturales fuese fomlal o sus tancial la • A través de las instituciones totémicas, vemos cómo el pen samjento salvaje recurre, para pensar la vida social (la cultura), a una combinatoria objetiva dada en la naturaleza, la de la distinción natural de las especies biológicas. Con ayuda del es quema de la diferencia de las especies naturales, el pensamien to se abre posibilidades teóricas excepcionales porque, «consi derada aisladamente, la especie es una colección de individuos; pero, por relación a otra especie, es un sistema de definicio nes» ll . A la vez percepto y concepto, imagen intuitiva de la dis continuidad de lo real y de sus aspectos comb inatorios y ope rador abstracto que permit e pasar de la unidad de una multi plicidad a la diversidad de una identidad, la noción de especie ofrece al pensamiento salvaje un principio esencial de clasifica ción de datos de la e,,:-periencia, de la realidad natural y social. En el seno del pensamiento analógico, la noción de especie, en detenninadas condiciones, se transfor ma en «operador totémi co», que sirve de mediación ent re naturaleza y cultura y hace más estrecha la reciprocidad de perspectivas entre el homhre y el mundo 12. Se podrfa ir más lejos y analizar ejemplos de analogía de los tipos III ó IV, como, por ejemplo, la analogía que se en cuentra en todas las sociedades conocidas entre las relaciones sexuales y la alimentación (tipo IIl), pero con ello no haria mos más que ilustrar un poco más el grado de complejjdad que p uede alcanzar el pensamiento analógico y también, por supues to, el grado de ilusión que el pensamiento mítico se hace del hombre y del mundo... Midamos ahora el camino recorrido. Queríamos encontrar las razones y las condiciones, por tanto, el mecanismo de la transmutación en representaciones ilusorias del mundo y del hombre, en explicación «fantasmagórica. de lo real de los múJ lO
ld~m ,
11
l dem, p . ZOO.
pp. 188-19l.
u Véase, por ejemplo, el análisis realizado por Claudc Lévi·Srrauss de un mito de la tribu de los murngin, habitantes de la tierra de Arbem, y la concllLSi6n que extrae: «El sistema mítico y las represcnlaciones a QUI: da lugar sirven, pues, para establecer relaciones dI! homo logla entre las condiciones naturales y las condiciones sociales, o, más c.<¡actamenle, para definir U!la ley de equivalencia entre CQntras/es significálivos que se sitúan sobre varios planos: geográfICO, meteorológico, zoológico, botá nico, técnico, económico, social, ritual, religioso y filosófico (El pensa miento salva;e, p. 139).
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tiples datos objetivos sobre la naturaleza, las sociedades pri mitivas y la historia que están presentes en el contenido de los mitos y de los que el pensamiento mítico se apodera para cons truir sus «palacios de ideas». En definitiva -yen su principio esto está ya demostrado desde el siglo XlX-, esta transm u tación nace siempre que Jos materiales ob jetivos de la representación entran en las forll/as del razonamiento por analogía. El pensamien to salvaje espon táneamente se apodera de esos materiales, los esconde en su interior y los lleva consigo para que le ayuden a franquear to . das las distancias que pretende salvar entre naturaleza y cultu ra, y, más ampliamente, entre todos los niveles de la realidad humana y natural. En este transpor te y en es te uso, esos mate riales objelívos se Iransfonnan en simples soportes de sistemas de representaciones fantásticas, il usorias, del mundo, para los que parecen, en el limite, no ser más que una coartada o un prete>.1:o. ¿Podemos ahora responder a la cuestiÓn genera l de las re laciones entre mito , sociedad e historia que nos p lanteaban el análisis de los mitos baruya y los trabajos de CJaude Lévi Str aus s sobre la mitología de los in dios de América y sob re los fundamen tos del "Pensamient o sa lvaje»? La respuesta nos parece que puede ser form u lada de la forma siguien te: los mi tos nacen espontál1.eame/lte en la intersección de dos redes de efectos: los efectos en la conciencia d~ las relaciones de Jos hombres entre sí y con la naturaleza, v los dectos de l pensa miento so bre esos elatos de representación a los que hace en trar en la maquinaria complej a de los razonamientos por ana logía. 1.
EFECTOS EN LA CONCIENCI A DEL CON TENIDO DE LAS RELAClO!\ES HISTÓRTCAS DE L OS H o M BRES ENTRE s1 y CON LA NATURALEZA
En los mitos, el contenido ele las relaciones históricas de Jos hombres entre sí y con la naturaleza está presente a la vez en sus determinaciones positivas y en sus límiLes, en sus deter minaciones negativas. Ya hemos señalado la presencia en los mitos dl! múltiples elementos de conocimien to objetivo de la [auna, de la flora, del medio, de la astronomIa, de las técnicas, que e>,presan el contenido positivo de la relación de los hom bres primitivos con la naturaleza. Hemos "isto en el hecho de que la «armadura sociológica» de los mitos de los indios de América se base esencialmente en relaciones imaginarias de pa 25
¡\[ulIrice Godelter
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renll:sco, un efecto en la conciencia (= trans[)osicic)n, represen tac ión) del contl'n ido tle la organización social de los ind ios; ahora b ien, el hecho de alribuir a las sociedades i maginarias en las que \'i\·en, mueren y resucitan eternamente los persona jes ideales de los mitos, una organización basada en rel aciones de.: consanguinid~ld y de alianza, no pu c.:de tkrinlrse ni de '"prin cip ios puros» de l pensamiento ni de cualqu iel' otro mode lo que pertenezca a la naturaleza. Por cons igu iente, hay que bus ca r el fundamento de este uso conceptual de las relaciones de parentesco en un lugar que no sea el de las formas vacías e intemporales J3 dd pensamien to o el de los modelos ofrecidos por la nutur'a leza, y ese lugar sólo puede hallarse c'n la socie dLld o Ln la historia. En la socieclau, porque en la mayoría de la~ socit:dades pri miti\'as ( y a direrencia de [as sociedades de clases, escla\'ist.Js, feudales u otras) las relaciones de parentesco son objetiva men te las relaciones sociales dom ina ntes ; e n la histuria, porque en cc mliciones y por razones que hay que de terminar, este predo m inio de las re laciones de parentesco ha desaparecido del seno de nu mcrosas sociedaJes primitivas a medi da que se desarro llaba n nuevas relaciones soc iales (de cas tas, de clases, de Es tado). Se cumprende q ue el predominio de las r elaciones de pa rentesco en las ~ocicdades primit ivas tenga por efecto en la ccnClc nCJa que és ta imagine según ese modelo ( por tanto, ana lógical11ente a lo rea l) las sociedades idea les en las que hace man iubrar a Jos pe rsonajes de los mitos. Este efecto en la con cienc ia tiene , pues, su fundamento fuera de la conciencia, en la :,cciLtl¡¡u y l'n la hi <.;toria, y expl ica la c orre~pondenc í a est ruc tural que frecuentemente existe entre formas del pensamiento mJtico v formas de la sociedad , puesto que hemos visto cómo, a \LCeS, cuando se pa<,a de una sociL'd.I<.l patri lineal a una sOL ie daLi matrilineal, los s ignos de un mismo mito cambian y se in vierten . ;0010 L·f.'C!O en la conciencia de los límites del contenido de las relac iones h istóricas de los hombres entre sí V con la na turaleza, de las determinaciones negativas en c i crt~ manera de ese contenido, hemos analizado el hecho de que, habida cuenla del t!"bil desarrollo de las técnicas característico de las econo mías primitivas, el dominio de la.;; leyes y de las fuerza<, inv isi bles de la naturaleza v de la sociedad que e l hombre no conlro b se le aparece COIIlO un dominio de fucr-:.as superIOres a 1
En d so:nlido de clranshistóricas».
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d. Pero este declo en la conciencia expresa un hecho objetivo " esla repn::scntación tiene de nuevo su fundamento fuera de la ~onljl'ncia, en la realidad social objetiva, y cambia de contenido con el desa rroll o de las fuerzas producti\as en la historia. Pero tengan por contenido las determinaciones positivas o las ne.:galivas de la realidad social e histórica, esos efectos en la conc iencia /10 crean por si mismo) miros, no constituyen -!>ino más bien a l contrario- representaciones ilusorias de la naluralt:za " de la historia . Por consiguien te, ,>e requiere una condición suplementaria, la intervención de otro mecanismo, para qu e nazcan las representaciones míticas de lo ¡'ea l, y ese mecanismo tiene su fundamento en el hombre mismo.
2.
Eí-ECTO OEL PENSAMIENTO ANAL6GICO SOBRE EL CONTENIDO DE
Sl'S REPRESENTtlCIONES
Este otro mecanismo lo hemos llamado el efecto del pensa miento al1alógico sobre su propio cantel/ido, sobre los datos ob jetivos de sus representaciones. Al recorrer sistemáticamente todos los trayectos posibles de las aproximaciones analógicas entre naturaleza y cu ltura, el pensamiento construye espon táneamente un gigantesco juego de espejos donde se refleja hasta el infinito, se descompone y se recompone pcrpetu::unen te la imagen recíproca del hombre y el mundo, en el prisma de las relaciones naturale7.a-cul tura. Capaz por analogía de cum parar entre sí lodos los aspectos y todos los niveles de la natu raleza v de la cultura, el pensamiento en su estado espontáneo sah·aje es, pues, inmediata y simultáneamente a//alítico y ~ill te/iCe) 11, y posC'e la capacidad a la vez de rolalizar en la" repre sentaciones míticas todos los aspectos de lo real y de pasar de un nivel a otro de 10 real mediante I rallsforllld.ciones recíprocas de sus analogías 15. Por la analogía, el mundo entero cobra sen ti do, todo es significante, todo puede ser s ignificado en el seno de un orden s imbólico donde encuentran Jugar, en la abundan cia y la riqueza de sus detalles, lodos los conocimiento," posi Livos que se encuentran transpuestos en la materia de los mi. Los
16.
" \'éa~c FI peNsamiell/o .~alva;e, p. 318.
" fdcm, p. 253.
lo Claudc Lévi ·Straus~ : El pe/15omi""to .\O[1'a;", p . 323
llna ob_en'a ción aten la \' mL.'lículoo;a, \'l1<:1la por conlp!clu hacia Ir) concreto . encuen tra . en el sirnboli~mo su principio y su culminacü)/1 a la vez., p,'ro l'I
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Si tales son las características del pensamiento mítico, ana lítico y a la vez sintético, totalizador y operante mediante re glas de t ransformación, resulta fácilmente comprensible todo un conjunto de hechos: a) Se hace evidente que toda mitología tenderá a consti tuirse como un sistema cerrado , sin principio ni fin. «La tie rra de los mi tos es redonda» , declara Claude Lé"i-S trauss, v, al mismo tiempo . «está hueca» 17. Partiendo de este hecho, se ~om prenden e imponen los propios principios del mé todo es truc tural para el aná lisis de los mitos , método que reproduce en su recorrido ideal las propiedades mismas del sistema de objetos que estudia y que permite deduc ir, entre otras , las leyes canó nicas dc los grupos de transformación de unos mitos en otros 18. h ) Ana lítico v sin té t ico a la vez, en la medida en que se remonta a una historia pasada, pero siempre viva, hacia la gé nesis abolida, pero eternamente copresente de las razones de ser de l orden actual del universo, el pensamiento mitico no puede aparecer más que como pen<;amiento iI¡ temporal que se remonta hac ia el origen de las cosas y descubre su fundamento originario y copresen te 19. En la medida en que inscribe sus descubrimientos en los sistemas cerrados de sus represen tacio nes, el pensamiento mítico cóntíene todos los rasgos de lo que ueden ser los sistemas de representaciones religiosas o filosó ficas , e) Capaz de clasificar sus representaciones, de transformar las unas en otras y de totalizarlas en un sistema, el pensamien
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to analógico emp lea en la producción de milos prinCipiOS for male<; y reglas operatorias que implican el equ ivalente de un álgebra;~, si entendemos por á lgebra un conjunto de reglas ope ratorias que penuiten constituir todos los objetos de un domi nio de tal manera que éstos pertenezcan siempre a ese dominio y sean transfonnables los unos en los otros , Por con.:;iguientc, el pensamiento analógico emplea principios que constituyen las condiciones fonuales el priori de todo razonamiento demost ra ti\'o que se despliegue en un discurso trabado y coherente, sea cua l fuere el contenido del discurso : mítico, religioso. filusófico o científico, Hay que estar, pues, atento al hecho de que, en su práctica spon tán~a, el pensamicnlo salvaje cmrlca dos s istemas de operaciones que no pueden confundirse .: a) Las operaciones basadas directamente en 10<; principios y las formas del razonamiento analógico. b) Las operaciones que es tán espontánea y necesariamente implicadas en el ejercicio do;; toda forma de pensamiento que construya sus idealidades seg(m reglas de transformación y apunte idealmente a l «cierre» de ese campo de idealidades, En la medida en que, formalmente, e l pensamiento mítico se des pliega como un universo cerrado de idealidades rigurosamente encadenadas, necesariamente emplea ese segundo sistema [or mal, que no se confunde con la analo¡:da ni es utilizado sola mente por ella. ¿Cuál es, pues, el fundamento de esas operaciones que, es pontáneamente, practica el pensamiento sobre el material ideal de sus representaciones? A primera vista, parece que el pensamiento extrae de sí mis mo esta capacidad de razonar por analogía sobre el contenido de la experiencia humana. Pero, ¿se puede pretender que el pensamiento se haya dado a sí mismo esta capacidad? En rea lidad, ha) que recordar de nue\o que pensar por analogía con siste en captar una cil.'rla «relación de equivalencia» entre rea lidades materiales o sociales distintas o. en un nivel más abs tracto , relaciones de equivalenci.a ent re relaciones, etc . Ahora bien, la aprehensión de las relaciom:s de equivalencia no \ iene ímplicada solamente por ('1 ejerc icio del pensamiento abslracto, Para que exista percepc ión de 10<; ubjetos y de las fomlas o, en un nivel mús complejo , desplazamiento en e l espacio \' com portamiento senso-molríz, es preciso qu e, de aJ¡"'1.tna furma, se perciban y controlen relaciones de equivalencia. El fundamento
prec iO que par(;ce que h¡IY que pagar por esta «lolalil.ació nn imaginaria
de lo real por el pi no a la inversa _ ((l.. ude LénStrau", '\III/'f1l'ulo¡:ía es/m e /lIra/ , Editorial l ;niversltaria de Huenos ¡\ire'i , Buenos Aires, 1969, p . 21. " El pCII~allliell(O sall'aje, pp. 315-354.
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de la posibilidad para el pensamiento de representarse relacio nes de equivalencia se sitúa más allá del pensamiento mismo, en las propiedades de las lormne; más compleias de organización de la materia viva, el sistema nervioso y el cerebro. Nos encontramos, pues, ante lo que Lévi-Strauss ha llama do: «Una lógica or iginal, expresión directa de la estructura del espíritu (y detrá~ del espíritu, sin duda del cerebro).. 21. E l fundamento de las operaciones espontáneas cid pensa miento I.!n el ('<,13do salvaje remite, pues, a otra historia distin ta ck 1.1 h¡"loria humana, a la historia «natural» de las especies, a las le)CS de evolución de la materia, de la natura leza. Lo que descubre e l anidisis de los mitos es , más allá del pensamiento de los salvajes, el pensamiento «en estado salvaje». En este sen tido , el pensamiento en estado salvaje no es histórico, o, al me nos , es «tr~mshislórico» . Está presente desde el origen de la his toria. Con~tituye una tond íción de posibilidad de la historia humana, del desarroll o práctico de las relaciones del hombr y el mundo, pero no es el efecto de ese desa r rollo práctico: «Para que la praxis pueda vivirse como pensamiento es nece sano primero (en un sentido lógico y no histórico) que el pen samiento exista: es decir, que sus condiciones iniciales estén dadas en la [onna de una estructura objetiva del psiquismo y del cerebro, de fa ltar la cual no habría ni praxis ni pensa miento» 22. Nuestro análisis del pensamiento «de los salvajes», del pen samiento mftico, aboca a un resultado paradójico, puesto que nos hace descubrir y contemplar el pensamiento «en el estado salvaje», en su realidad prehisLórica, por así decirlo. Pero esto no es más que la mitad de la paradoja, porque, si se presenta como el conjunto de las cOtld icimlCS formales de posibilidad para el pensamien to de aprehender y de organizar idealmente relaciones de equivalencia, así como de encadenar sus juicios en discursos demostrativos, es decir, si se presenta a la vez II El totemismo ell la actualidad. p 132. Vt:nse lambit:n F.l plmsamien lo salvaje. p _ 359: «Como la mente también es una cosa, el [uncionamlt:n to ue esa cosa nos instruye acerca de la n;¡tur¡tleza de las cosa,: aun la reflexión pura se rc~tlmc en una interioriución dd cosmos» Se puede compar¡tr esta teoría de Claude Lévl-Sllauss I.:nn la tesis de M:lr'i. en El Capital sohre la naturaleza tic las idl:alid:lJcs re¡¡giosa~ : ~En la r<.!giún nehulusa dl:l mundo religioso.. los productos del cerebro hu mano semejan seres dUlauOS de vida prupia, de l:.~isf(!IlCia indepelllliellte. y rdacio/!a({()s entre SI y con los hombres (Et ~'(Jpílul, lo l. p. 38; ~ubm\'a do por M. G.I _ Todo el problema ue la analogía (trayecto l) SI: encuentra planteado aquí. u El pensamiento salvaje, p. 382.
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como lógica de la equivalencia y lógica formal, el pensamiento en estado salvaje está presente acLualmente en el corazón de la historia y sigue siendo el misl/lo que era en su umbral. La última paradoja consiste, pues, en que, a la vez que es condi ción de la historia , el pensamiento, en su estructura formal, ca rece de hbtoria (o, al menos, su historia no pertenece a la his toria de los hombres, sino a [a de [a materia). En este punto -y ello constituye una paradoja solamente para quienes no quieren entender- coinc iden Lévi-Strauss y Marx. Para el primero : «Toda vida social, así sea elemental, supone en el hombre una actividad intelectual cuyas propieda des formales no pueden ser, por consiguienLe, reflejo de la or ga nización concreta de la sociedad" 23. Para Marx: «Como el proceso d iscursivo brota también de la realidad, es también un proceso tlaLl/ral, es indudable que el pensamiento realmente ca paz de comprender tiene que ser siempre el mismo y sólo pue de distinguirse gradualmente por la fase de desarrollo y tam bién , consiguientemente, por el del ór!!ano con que se piensa. Todo lo dcmá~ es pura charlatanería» 24. En realidad, en este análisis la historia no ha desaparecido. Al contrario, ha sido designado su lugar exacto, ha sido mos tra da su realidad propia. E l cuerpo, e l C"crebro, el pensamiento, !o conscien te y 10 inconsciente constituyen, por supuesto, una naturaleza humana, pero esta naturaleza humana no constituye la totalidad de la natUTaleza del hombre, porque a la naturaleZa humana se añade la historia. O al menos, una vez hecha posible por el proceso de [a natura leza, que sigue siendo para e l hom bre, a lo largo de toda la historia, el laboratorio donde se ejer cita su actividad práctica y que le cla, además, la posibilidad y las condi ciones de pensar, la hist oria añade algo a su comienzo: la transformación de las relaciones del hombre con la naturale za y de las relaciones de los hombres entre sí 25. Ahora podemos pensar conjuntamente dos hechos que, a prirnt.:ra \'i<¡la, parecen oponerse, si no excluirse : el hecho de que el pensamien to, en su estructura formal, sigue siendo el mismo en la historia (y, en este sentido, carece de historia) y El Ivremismo el! la actualidad, p . 141. " C¡¡ rt ,l ¡¡ Kugdmann , dd 11 (,k julio de 1868. en Fl Capital, ed . de .. li bro r. p. 705 r subrayado por J'r'ar:ü .. QLl': es también lr:lns(ormaciun del hombre y trans formació n de la 2l
rJ..llul'alcz:l, corno lo jlu'ara notablemente el proceso Je domeslK3ción de las plantas y de los animaks con lodas SLL~ cunsecuencias sobre 13~ re 1..LitJJlCS de los hombres entre SI , asi como suhre la n:lturakza (translor maciuncs g.:nét icas úe las variedades domeslicadas, etc.) .
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el hecho -que se beneficia de una evidencia mayor- de la transformación de las ideas y del progreso de los conocimientos en la historia. En rcalidad no hay aqui contradicción o paradoja, puesto que es la transformación de las relaciones del hombre con la naturaleza y de los hombres entre si, la historia, lo que le da al pensamiento un contenido (quc pensar) y lo transforma. Para ilustrar e~te hecho, basta con r etomar uno de nuestros análi sis precedentes. Hemos mos trado que la existencia en los milos sudamericanos de una «armadura sociológica» construida, esen cia lmente, por relaciones imagin arias de parentesco , nos si tua ba en presencia de un componente de los mitos que no puede remontar su origen ni a la estructura formal del espíritu, es tnlctura pura y ahistórica en cierta manera, ni a un modelo deducido de la naturaleza, puesto que en la naturaleza no existe el equivalente del intercambio de mujeres, es decir, de las re laciones de alianza que componen, con [as relaciones de con sanguinidad, el hecho lIumano del parentesco. Y, con este ejem plo, se amontonan en tropel en e l pensamiento la h istoria, Jos modos de vida de poblaciones de cazadores o agricultores, así como su organización social, matrimonio, iniciación, etc.; en resumen, todo aquello que hcmos denominado «los efectos en la conciencia» de las relaciones de los «salvajes» entre sí y con la naturaleza. Por ello -yen este punto nos parece que nos separaremos de Claude Lévi-Strauss 26_ el pensamien to mítico es a la vez pensamiento en estado salvaje y pensamiento de los salvajes. Detengámonos en este punto. Es evidente -después de nuestro análisis- que la analogía, esquema operatorio basado en las estructuras formales del pensamiento, que expresan, por tanto , las capacidades del pen samiento salvaje, permanece en toda época de la historia abier ta a l hombre para representarse ciertos campos de su experien cia. Los modos de pensamiento basados en la analogía no ca racterizan, pues, exclusivamente las formas y elapas primitivas del desarrollo histórico. Lévi-Strauss menciona, además, en lrc las fonnas contemporáneas del pensamiento analógico: '
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tIrian mencionar también las representaciones religiosas, las ideologías políticas , etcétera. Pero. en realidad, de una forma todavía más simple y univer sal, en cuanto presente en todo individuo y en toda época, ex.is te el campo de la percepción, de la obsen'ación del mundo sen sible, en donde sin cesar y espontáneamente se presentan a la conciencia analogías entre formas, entre obje tos, entre accio nes. Ahora bien- y éste es el punto erucia1- , actualmente, en el marco de nuestra sociedad industrial, y habida cuenta dd desarroUo de las ciencias de la naturaleza y de las «ciencias hu manas», la.s analogías extraídas del campo de la percepción ya no constituyen el material esellcial de la representación dOl7li 1wllte que el hombre se hace de la naturaleza y de la historia za. Por el contrario -y ello es efecto directo de las relaciones prác ticas con el mundo, caracterizadas por el débil desarrollo de las ruerzas productivas y de los conOCImientos no em píricos- en las sociecln des primitivas, como ha demostrado Lévi-Strauss, son las analogfas extraídas del campo de la percepción, del co nocimiento sensible, lo que constituye el material de base con el que el pensamiento de los salvajes, espontáneamente some tido a los principios fomlales del pensamiento en estado sal vaje, construye los «palacios de ideas» en donde se refleja has ta el infinito la imagen recfproca del hombre y del mundo, y en donde na.cen y se encierran las ilusiones que el hombre sal vaje se hace de sí mismo y del mundo. Alimentado con toda la riqueza de conocimientos surgidos de una famHiaridad y de un comercio milenarios con la naturaleZa, el pensamiento de los salvajes no podía, sin embargo, disponer, para representarse las relaciones invisibles, pero necesarias, entre las cosas, las rela ciones que n o son observables a nivel de la percepción, más que de los recursos de una analogía que sacaba todas sus imágenes y sus recorridos del contenido mismo del conocimiento sensi lJ Se podrinn comparar estas observaciones con las de Michcl Fou· cault en LAs palabras y las cosas , Siglo XXI Editores, México, [968, p . 26, cuando analiza el papel constructor de la «similitud.. en el sabL!r de la cultura occidental ha~ta finales Jel s iglo XVI: • . •. Fue ella la que orga nizó el ju.:go de los símbolos, pcnnitió el conocimiento de las cosas visi bles e invi~i b l es, dirigió el arte de representarlas... Y la repr~sentaci6n -ya fuera fiesta o saber- se daba como repetición: teatro de la vida o espe.io dd mundo, h.: ahí el UlUlo de cualquier' lenguaje, su manaa de anunciarse y dc formular su derecho a hablar .» Por supuesto, la simili tud y la ,lnalogia no habian esperado hasla el siglo XVI para dcsapar.:cer de al~llnos ~cclorc~ del conocimiento . jU'ilamentc a ese precio nacieron las matemáticas en los griegos, y tal vez la filosofía.
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cas de modelo oriental JI. Una primera razón fue el desarrollo de la geometría y, con ella, de una representación matemática del universo que «consagra el advenimiento de una fo rma de pensamiento y de un sistema de explicación siu analogía en el mito» 3Z. Una segunda razón, cuyos efectos convergían con la primera, fue que las re laciones de los hOmbres entre si también habían cambiado con la aparición de una nueva forma de sociedad, la polis, en la que la nlO11arcltia daba paso a un régimen de isonomia en la ciudad, como también en la natura leza 33 . Por es te doble proceso , que conducía al declive parcial del pensamiento mitico en la "física» jón ica y en la "polftica» de los «ciudadanos» griegos, nació la filosofía y se inaugur0, a comienzos del siglo VI, en Jonia, u n nuevo modo de l'eflexlón de efectos in mensos. De este modo, hemos llegado al umbral de un problema funda mental para la comprensión de la histo ria humana, el de la naturaleza exacta del pensam iento filosó fico, su d iferencia específica con el pensamiento mítico y sus condiciones históricas de aparición . Se comprende así por qué «la enseñanza de los mitos sudamericanos ofrece un valor tó pico para resolver problemas que afectan a la naturaleza y al desarrollo del pensamiento» 34 y por qué, desde el punto de vis ta de un Aristóteles que sabía lo que habían aport ado de nuevo los pr imeros físicos jonios, «aquellos que sc valen del mito son indignos de que nos ocupemos de eUos seriamen te» 35.
ble 29. Pero, en el interior de esos lúnites, los resultados positi vos alcanzados por el pensamiento míticos fueron inmens0s. «Lejos de ser, como a menudo se ha pretendido, la obra de una función fabuladora, que le vuelve la espalda a la realidad, los mitos y los ritos ofrecen como su valor principal el preservar hasta nuestra época, en forma residual. modos de observación y de reflexión que estuvieron (y siguen estándoto si n duda) exactamente adaptados a descubrimientos de un cierto tipo : los que autorizaba la naturaleza a partir de la organización y de la e},.-plotación reflexivá del IIILlI1do sens ible en cuanto sensible. Esta ciencia de 10 concreto tenia que estar, por esencia, limita da a o lros resultados que los prometidos a las ciencias exac tas y naturales, pero no fue menos científica, y sus resultados no fueron menos reales. Ob tenidos diez mil años antes que 10s otros, siguen siendo el sustrato de nuestra civilización» 30. El pensamiento en estado salvaje y el pensamiento cientí fico no son, po r consiguiente, «dos estadios desiguales del des arrollo del espíritu humano», puesto que el pensamiento en estado salvaje, el espíritu en su es tr uctura formal, carece de desarrollo y opera en todas las épocas y sobre todos los ma teriales que le proporciona la historia. No existe un progreso del espíritu, sino un progreso de los conocimientos. Pero, una una vez afirmado esto, sería un error identificar completamen te, o reducir totalmente el pensamiento de los salvajes al pen samiento salvaje. El pensamiento de los salvajes difiere de las represen taciones del cosmos de los físicos jónicos de la an tigua Grec ia o de las de los filósofos pos t-ncwtonianos del siglo XVIlI. Per o, ¿de dónde provienen esas diferencias? Por tomar el ejem plo dc los griegos, ac tualmente conocemos un poco mejor al gunas de las razones del rechazo por parte de los filósofos mi lesios de las viejas cosmogonías, o más bien teogonías miti
)1 Véase los re~úmenes sobre bs milologías de Mesopotan1ia y Egipto antiguos en la obra Befare P/¡ilosuphy. de Henry Frankfort y Th . Jacob sen, cap. 1, ~Mylh and reaJi t y • . pp . 11-36. "J. P. Vemant: l.es ori¡¡incs de la PCll sée grecque , «P. U . F .», 1962, página 116. J . P. V~rmtrlt sub t-aya en los siguiente.s t.!rm inos la impor ta ncia de la obra de Anaximandro: "Anaximandro sitúa e l cosmos en un espacio malematizado constit u ido por relac iones puramente geométricas . Por eso queda borrad a la imagen mftica de Ufl m u ndo de estralOS en el que lo alto y lo bajo, en s u oposición ¡¡bsoluta , ma rcan n iveles cósmicos que sirven para diferenciar las potencias d ivinas y en e l que las direcciones del espacio tienen sign ificaciones rel igiosas opuestas» (p . 117) n J . P. Vernant : .EI nUt'\'Q espac io socia l está centrado. E l 10'alOs, el arjé, la dl//1as/eia ya no están si tuados en la cima de la escala social, es· tán asentados es meSOll, c n el ccntro . en medio dd grupo humano. en relación con ese centro los indi viduos y los grupos ocupan toJos pos icio· nes simétricas ... y entran unos.,.. otros en relaciones de per[ecla recipro· cidad. (Les origines de. la Pellséc grecquc, p . 122). " Claude Lévi-Strauss: .\4itologicas, n , p. J94. "Artstóteles : .I"IetafÜica, B . 4 . Aristótc!es apunta a los contemporá neos de Hesíodo y a todos Jos teólogos. y aconseja .infonnarse más bien por aquellos que razonan por demostración» . Véase AristóLeks : La Me tapliysiq/le. traducción al francés de J. TI'icot. Vrin , t. l , pp. "1.501-1551. (Hay traducción castellana en Aguilar, Madrid, 1964.)
29 Por es ta misma razón, numerosas analogías presentadas en Jos mi tos parecen depender de los principios asociaeionistas de la filosofía em pírica inglesa . Lévi-Strauss ob!.ierva en El totemismo en la actualidad, pá ginas 131· 132. que RadcliICe·Brown cons ideraba el uso en los milos aus tralianos de oposiciones que se apoyaban en pares de contra.rios (lo alto y lo bajo, lo seco y lo húmedo. etc.) como un caso particular de "asocia ción por contraricdad_, y rehabilita parcialmente las doctrinas asociacio nislas . David Hume, en IlIvesligación sobre el entendimiento ¡¡umallO, 1748, sección III. _La asociac ión de las ideas", afirma: «A mí me parece que existen so lamente tres principios de conexión entre ideas, a saber: semejanza, contigüidad en el tiempo o en e l espacio y relación de causa a electo. (Ed. Aub ier, p . 59). (Hay traducción castellana en Aguilar.) ,. El pellsam i elLlo salvaje, pp. 34-35.
L
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No es posib le que nos adentremos en el problema de las re laciones del pensarnkn lo m ¡tico ) e l pc nsa m il'n I() rilosófico. Haría falta más de un libl·o. No obstante, podemos extraer del e iemplo griego Ulla observación que sugiere una dirección ge neral para el análisis de ese problema. Al descubrir que la na turaleza, más allá de las formas visibles, estaba organizada se gün las relaciones necesarias de un orden matemático, el pensa miento griego habia hecho salLar local y parcialmente la red de causalidadl.:s intencionales y de rcpn,'sL. nta ciones analógicas ex traídas de la percepc ión, mediante las Luales los vleju
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en "U discurso los fundamento,> primeros y ülLimos del orden de las cosas )'. En definitiva . para pensar la espeC'ifidad del pensamiento mítico y sus condiciones de reproducción O de declive en la historia, por tanto, para pensar las relaciones entre mitos, so ciedad e histuria, hay quc descubrir cienlfficamente las razones y la necesidad del movimiento múlliplc de la historia , que ofre ce al pensamiento humano -que sigue siendo esencialmente el mismo- contenidos nuevos para pensar. Sobre este punto -el del análisis de las necesidades no intencionales que se manifies tan en la historia y la mueven en prorundidacl- no<; separaría mos de nue,'o de CJaude Lévi-Strauss, que ha emitido juicios sob re la hi s toria 38 que no podemos seguir hasta el final y que nos parece que no esta n to talmente basados en los prin~ i pios del método es truc tural. Para Claude Lévi-Strauss, «es tan fastidioso como inútil amontonar argumentos para demostrar que toda sociedad está en la historia y quc camb ia: es evidente de suyo 39 . Esta histo ria no es so lamente una historia Ería en la que las mismas es tructuras se reproducen sin variaciones notables. La historia también está hecha de esa~ «cadenas de acontecimientos no recurrentes, cuyos efeclos se acumulan para producir tras tor nos económicos y soc iales» 4Q. En es ta perspectiva, Claude Lévi S trauss plantea el problema de las relaciones del pensamiento con la historia, y ya hemos visto que adopta una posición pró 1 Recordando las concepcio nes op uestas de Bumet, partidario de la Icuria dd «mi lagro griego» por el que , brusca mente , -en la tierra de Jonia d rOl//)' sc habría de~ prcndido ..le I mito como caen lao¡ escamas de los (J.iu~ d~'1 c iL'!;o" y de Comrol'd, para quien la primera filosoría sigue cs 1,1IHlo m,is {L'fCa dc ulla C()Il~trlll:c i oll mítIca que de una tcoria científica, J . P. VLrnal1t, aunque acep tando los analisis de Cornford, concluye: «Sin cmha1l!O a flc'i~lr de esas an;¡ log í¡l'; y de esas rem in iscencias, no existe n.:alml'ntc lOnlinuitlad entre el mito y la filosofía. La filosofía no se con tenta con repet ir en términos dc tisis to que el teólogo había cxprLsado en tél minos de poder wl'ino , Al cambio de registro , a la utilización de un "ocabu lar io profano, corresponde una nueva actitud de la menle.. .; de es\.: modo Sí! u{trnta lllta {¡meió'l de eUlloci,trinllo despojada de loclel pre oel/raerú'! de orden ri/lla!. Los 'físicos' deliberadamente ignoran el mun do d.: la re ligión . Su invc, li gaLi6n ya no tiene nada que ve r con esos rron:dímientos del cu llo a los que el milo. :l [X'sar de ~u rclali\'n .Iuluno mía, ~~'guia estando más o menos li gndo» (Les origil/cs de la pc,/,;t!.> glec (/t,(', p. 102). Desacral ización del saber y lalcízacion de In \Ida s()rjal se pn:senlan, pues, como condiciones del advenimien to de la filosofln . ,Hí<,¡oria., lomada en el ~<:nlido de realidaJ (Gesc/¡icltle), y no com di'lIfllina científica (ffistoria). El re'lsolllierllo sa[l'aje , p . 339, . ¡dcm, p. 341.
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xima a la de Marx, para quien el pensamiento , en su es tructura forma l, carece de historia, no se «desarrolla» en la historia, sino que adopta moda lidades diferentes segun el contenido oe esta hic:toria . «La razón se desarrolla y se transforma en e l campo práctico : la manera en q ue el hombre piensa traduce su,; rela ciones con el mundo y con Jos hombres. Pero, para que la pra xis pueda vivirse como pensamiento, ee; necesario primero,., que el pensamiento exista» ~I , Es más, Claude Lé\'i-Straul>s acep ta como una ley «de orden » «e l indiscu tib le primado de las in fraestructuras» 42 y escribe: "No pretendemos, de ninguna ma nera, inc;inuar que transformaciones ideológicas cng:endr-an transformaciones sociales. E l orden contrario es el único ver dadero: la concepció n que los hombres se forjan de las relacio nes entre naturaleza y cultu ra es función de la manera en que se modifican sus prop ias relaciones sociales .. . , no e'itudiamos más que las sombras que se perfilan en el [onda de la ca verna» 13 , Hemos mostrado extensamente lo que aporta la obra de Claude Lé\'i-Strauss a una teoría de las «supen:slructuras ideo lógicas» . Es te ú lt imo se designa a S I mismo como materiali<¡ta y determinista: «Si en el espíri tu del público se produce con frecue ncia una confusión entre estructuralismo, idea li smu y forma lil>mo, basta qtle el estruclura lismo tropiece eH su CWlll /10 COI! Wl idealismo y 11// lOl'/lIalisllLU verdaderos para que se man ifieste a plena luz su p"opia inspiración, determ inista y realista » ~~ . Ya al comienzo de Las eSlrLU.:IlIra:; (' lcl/len/ale, de l par-el1fesco, Claude Lévi-S¡ra uss ci laba esta [rase de Taylor:
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:\Jito e historia
si en algu nas partes exis ten leyes, deben existir en todas partes» . En esta per;.pecliva, que suscribim05 p lenamenLe, resulta difí cil seguir a Lévi-Strauss en las conclusiones de su obra De la I/lie! a l(ls c ellÍzas . E l ve e n el cambio pro[ulldo , al !el'm ino del cua l ,en las fronleras oel rCllsamknlo griego [ ... ] la mitología cede en favoI- de una [i losofla que emerge como condición previa de la ref leXIón cienl ¡rica» ~" «un suceso histórico, que nada e;igni fíea sino que se produjo en tal luga," y en tal momento» 46, «el tránsilo no era necesario, ni má<; ni menos aquí que all á ... y (si la historia mantienc) un puesto de primer plano (es) el que cUlTespol\d~ d~ dL'rL'l ho a la t:onlingencia irred ucible» ¡- . Pero, en , ierlo senlido, es ta conclusión era necesaria . Porque al ich.!nlificar pensamien to O1lt ico y pensamiento en estado sal yaic, a l dejar de lado las diferencias específicas de los modos de represenlación [i lusóficos y cie n tíficos para retencr só lo de ellos lo que lo!> hace aparecer «como encajados unos en otros» en el seno del pensamiento m íti CO, no se pueele sino despojar a la hi stor ia de toda creatividad y de toda necesidad. La his L01 ia no es más que un catal Izador ex terno q ue desencadena al a7ar las posibilidades que «duermen en la .<¡emilla" del pensa mienlo mltico, Ta l vez esta representación ele la hisloria es el último triunfu del pensamiento mítico sobre la ciencia que lo analiza, pucsto que hace ver al sabio la hi storia como la ven las so, icdndes primiti\'as que (,quieren ignorarla y, can una habi lidad que no sabemo s aprec iar j ustamen té, tratan de hacer que Slan lo m 3s permanen tes posibk: es tallos qUI; considera n que 'iun los "prime ros" ele su desarrollo» 48,
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.. fde/II, P'. Js.2, " Idcm, p . 193 ..
".ltlL'/II, pp, li3-l74. P:ualelollncnlc citamos el c¿khrc texto de Marx: .i\l '\:vntr:1rio de lo que ocurre en la filosofía al<:ll'ana, que desciende del ch!l\{ a la tierra, aquí se, nSj::iemk tIc la ti erra al ciclo ... Se palie tId hom bre 411C rc:almenle :ll.lu:.. ~. ¡.¡rraI1cando dl' su pruceso tlt.. \'itla leal ~e ex pOli.' d· desan:ollo dli JIJS rd kj{J~ itleologicus y de lus ecus lk e~" pro ce,o de VIcia. . Lo mor;:¡I, J;:¡ rl'lirión , la metallsica y cualquier otr¡¡ iueo logi.I, \' bs [alma, de conciencio que U clla~ cu rre~p" lId en pi,'nlcrr a~i 1,1 apariencia ue ~u pl'llpi,¡ ~lI~IJnli\idad . 1\0 li~'nen ~lI propi¡¡ hi~toria n i "u prupio desarnlllo, S!OO qU\! los hombr~'s que de~arrollan ~1I produc ción material y ~u in tuGtOlbio matcn:..l cambi,.n tambll'n, a l ,'omb i¡¡r esa lL',tlidad, su r~Il"'¡¡I11ICnlü ~' h)s prodmlos de ~tI pl'os,l mlcnto. ~u C~ la cOlIl' Í<:nl'Í¡¡ la qu~ Jel~' 1l1lin;:¡ JI' \ id¡¡, ,;no la viu.J la que Ut:kl ntin¡¡ la con· t:iellcia" (I,a ic!culogl(/ oJ.:/11 o11 a, primera POll~': «l'c ucrbach», GfI¡albo, B.. rcelona , 1:170 , p . 26) .. l.,! c' /lIel" :- /¡J '·(lcidn. pp . .35·36 , ,Ho) <:~ ¡;] )lcn.,amil.~ntu ':~truclura l el que ddil'nde l o~ c
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De la /l/id a las ce l li~as. p . 393. /11"111, p. W-l /dt'III, PI' . ~q4-3Q5 . Claude Lc\ I-Slrauss; El pClIsami<:/llrJ salt'/Ji/!, p. 3.j()
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