Vida Cotidiana
Así vivían durante la Revolución Francesa
ANAYA
J. Espinos-R Masiá
I S B N 978-84-207-4823-8
9
a Revolución Francesa constitu■ye uno de los hitos del mundo moderno. Sus emblemas, símbo los e iconografía siguen siendo una de las aportaciones básicas para el pensamiento y las actitu des laicas y republicanas. Este li bro intenta descifrar las claves de la sociedad francesa durante el penodo revolucionario a través de la vida cotidiana, busca el signifi cado de unos acontecimientos que se precipitaron en el tiempo y se interroga sobre el enigma del cambio revolucionario J. ESPINOS, P MASIA, O SANCHEZ y M VILAR son profesores de Bachille rato. Autores de Asi vivían los ro manos, en esta misma colección, han publicado diversas obras de Historia con finalidades didácti cas, que reflejan su preocupación por la renovación de la enseñan za en esta disciplina.
1544071
\ Colección: Biblioteca Básica Serie: Historia Diseño: Narcís Fernández Edición gráfica y maquetación: Rosa Gallego
Coordinación científica: Joaquim Prats i Cuevas (Catedrático de Instituto y Profesor de Historia de la Universidad de Barcelona)
Primera edición, octubre de 1992
© del texto, Josefa Esplnós, Pascual Maslá, Dolores Sánchez y Mercedes Vitar, 1992 © 1992, de la edición española, Grupo Anaya, S. A. Telémaco, 43. 28027 Madrid I S B N . : 84-207-4823-4 Depósito legal: M-29.051-1992 Compuesto en PUNTOGRAPHIC, S. A. L, Sol Naciente, 31. 28027 Madrid Impreso en ORYMU, S. A. C/ Rulz de Alda, 1 Polígono de la Estación. PINTO (Madrid) Impreso en España - Prtnted In Spain
Reservados todos los derechos De conformidad con b dispuesto en el artículo 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización
Contenido Una época histórica
4
1
París, capital de la Revolución
6
2
Los usos y costumbres de la igualdad y la fraternidad: la mentalidad del nuevo ciudadano
8
3
Los nuevos ritos civiles
18
4
La vida política y social
30
5
La escuela republicana
38
6
La prensa revolucionaria
52
7
El 14 de julio y la fiesta revolucionaria
62
La cultura popular: canciones y teatro
72
La vida cotidiana bajo el Terror
80
8
9
Glosario
92
índice alfabético
94
Bibliografía
96
U na ép o ca h istó rica
4
No todas las etapas de la Historia son igualm ente sosp ech osas para los historiadores de poseer un «sentido» o «significado» trascendente, y, en esa m edida, despiertan m enos interés, por lo que el con sen so de la com unidad científica se establece pronto. La Revolución Francesa es quizá uno de los m om entos históricos que más polém ica ha des pertado. El debate ha enriquecido m ucho la investigación. N uevos tem as son objeto de estudio: las m entali dades, los com portam ientos sociales, lo simbólico o lo cotidiano. Quizá con la am pliación del objeto de estudio se cree un nuevo espacio, m enos vincu lado directam ente a lo político, que ayude a re com poner el acuerdo. Más que cuestionarse el com portam iento de las clases sociales en abstracto, el av ance o retroceso del crecim iento econ óm ico de una nación, las ideas filosóficas, etc., es im portan te, ahora, analizar cóm o vivieron los franceses la Revolución, có m o este fen óm en o arrollador alte ró sus vidas, có m o interiorizaron la idea de igual dad, cóm o una nueva iconografía irrumpió en to dos los espacios y cóm o una simbología distinta se instaló en la im aginación colectiva; en definitiva, cóm o pudo producirse un cam bio tan profundo en la sociedad francesa en tan escasos años. La acum ulación de los cam bios introducidos por los revolucionarios, sobre todo en el período com prendido entre el 2 2 de septiem bre de 1 7 9 2 (año 1 de la República) y el m es de septiem bre de 1 7 9 4 . cuand o se produce la reacción term idoriana, fue tal que, en las zonas urbanas, fundam en talm ente, se puede decir que la vida cotidiana de los franceses, sus prácticas sociales, sus condiciones de trabajo, e tc ., sufrieron una conm oción que sólo se puede com parar en la historia europea con otro m om en to, igualm ente m arcado por la utopía: los primeros años de la Revolución Rusa.
/
París, capital de la Revolución En 1789, París tenía casi 6 0 0 .0 0 0 habitantes en una Francia con más de 28 millones. Era una población joven que se incrementaba día a día con la llegada de inmigrantes campesinos, de estudiantes, de artesanos provenientes de las localidades cercanas y que espera ban instalarse en la capital con sus familias. Eran varios miles los desocupados que buscaban empleo, y, no en contrándolo siempre, terminaban por engrosar las filas de los mendigos y de las instituciones benéficas. Obvia mente, la mayoría de ellos no tenía un techo bajo el que cobijarse, ya que la vivienda era cara en París y los pre cios no cesaron de subir a lo largo de todo el siglo. Los precios del pan Las casas de la ciudad son representativas de la si durante el Antiguo Régimen eran un tuación en la que vivían los parisienses. Las plantas bajas indicador de la si estaban ocupadas por tiendas o talleres artesanos cuya tuación económica actividad se veía desde la calle. Por encima de estos general. En 1789, locales comerciales estaban las viviendas, cuya como los precios de los didad descendía a medida que subían las escaleras. cereales alcanzaron En el primer piso vivían los ricos, rentistas o comer el nivel más alto del siglo. La carestía y ciantes importantes. La vivienda tenía de cinco a siete el hambre se hicie habitaciones, cuyo centro era el salón, con varios bal ron presentes. cones que se abrían a la calle, profusamente decorado
con tapices, espejos y una chimenea de mármol. Uno o dos armarios, varias cómodas, sillones y algunas si llas constituían el mobiliario junto con la biblioteca. No lejos del salón estaba el dormitorio principal, en cuyo centro se situaba una cama con baldaquino y colchón de plumas. Junto a la habitación, un cuarto de baño con guardarropa, bañera y. a veces, bidé. El mobiliario y la decoración eran lujosos y los materiales caros. La familia de clase media vivía, por lo general, en un piso de tres habitaciones. La primera servía de salón y de dormitorio, y en ella solía encontrarse un aparador y algunas sillas de enea. La segunda habitación era una cocina, en la que también se acostaba a los niños. La tercera era el dormitorio principal, con dos camas, una cómoda, una consola y una silla. En el mismo edificio vivían, a menudo juntos, ricos y pobres; éstos lo eran cada vez más cuanto a mayor altura se encontraba el piso. Aniba. residían pues las cla ses populares, que sólo tenían una habitación apenas amueblada con una cama de madera, un colchón de paja, una jofaina para lavarse, un baúl y algunas sillas.
Las casas
El Tercer Estado estaba compuesto por el 98 por cien de la población. No era un grupo social homogéneo, puesto que su status de pendía no ya del na cimiento, sino de la fortuna patrimonial familiar. El sector dirigente era la bur guesía, que habita ba en las ciudades y se benefició de los avances técnicos, com erciales y fi nancieros del siglo, de manera que al gunas de las fami lias más ricas de Francia eran de ori gen burgués. Pero ni siquiera la bur guesía era un sector social uniforme. Dentro de ella esta ban, además de las grandes fortunas, los abogados, los profesores, ciruja nos, artistas, pe queños comercian tes, m aestros de oficios, y un ver dadero ejército de funcionarios al ser vicio de la adminis tración.
Los usos y costumbres / de la igualdad y la fraternidad: la mentalidad del nuevo ciudadano La revolución del vocabulario social
8
Los filósofos del si glo xviil dirigieron todo su esfuerzo ha cia la crítica del despotismo y de la intolerancia. Enar bolaron la bandera de la libertad, la igualdad y los dere chos del hombre, convencidos de que para lograr la felici dad humana era necesaria la trans formación de la so ciedad del Antiguo Régimen. Su con vicción de que los h o m b re s n ace n iguales y sólo se ha cen desiguales a consecuencia de las leyes sociales con dujo, a partir de mediados del siglo, a la formación de una opinión genera lizada y muy reivindicativa acerca de la n ecesid ad de acabar con los pri vilegios de la noble za y del clero. To dos los símbolos de la desigualdad fue ron s is te m á tic a mente perseguidos. En la imagen ve mos la quema de los títulos de la no bleza.
En junio de 1790 se produce la destrucción de los títu los de nobleza. Dejando de lado los efectos jurídicos de este hecho (todos los ciudadanos tendrán el mismo sta tus desde un punto de vista legal), el suceso encierra una enorme carga significativa que, como otros acon tecimientos del ciclo revolucionara, alimenta de nuevos símbolos la imaginación popular. A la Revolución no le bastaba con instaurar un nuevo orden social y económico (legalizando la igualdad jurí dica entre los diferentes estamentos y aboliendo los de rechos exclusivos feudales) o incluso cambiar la forma del Estado sustituyendo la monarquía absoluta por una república parlamentaria democrática, sino que un im pulso, surgido de un deseo profundo de la sociedad, llevará a instaurar toda una serie de nuevas formas de relación entre los grupos sociales, y entre las personas, que en adelante no van a admitir que el vocabulario re
coja ninguna palabra, ninguna fórmula que contenga gérmenes de la antigua desigualdad, del ancestral res peto con el que los no privilegiados, sobre todo los humildes, debían dirigirse a sus superiores en el escala fón de la sociedad del Antiguo Régimen Este impulso igualatorio no alcanza sólo a las palabras, sino que se extiende a multitud de detalles, a primera vista irrelevantes muchos de ellos, pero que señalaban una situación de privilegio. Por ejemplo, el uso de las carrozas empezará a estar muy mal visto, y se llevará a cabo la eliminación física de todos los símbolos de la realeza, de los nobles o de la Iglesia en carruajes, fa chadas de edificios, calles, vajillas, nombres propios, etc. El título de ciudadano se convierte en un honor. Los grandes hombres de la época son llamados siempre por este apelativo: «ciudadano Robespierre», «ciudada no Danton»..., sea cual sea el lugar que se ocupe en el gobierno de la nación, en el ejército, la judicatura, las artes, etc.; el tratamiento siempre será el mismo y, del mismo modo, se hará extensivo a las mujeres que, fuere cual fuere su posición social o económica, reci ben el mismo trato. Incluso al rey y a la reina, a partir de cierto momento —que quizá se podría situar en el
ciudadano
La mentalidad fisiocrática, que consi d erab a la tie rra bien cultivada co mo el mayor bien económico, influyó en las medidas desamortizadoras que llevaron a la nacio nalización y pos terior venta de los bienes de la Iglesia, al mismo tiempo, estas medidas su pusieron un alivio para la Hacienda Pública.
El ciudadano
Maximiliano Robespierre, que pro venía del Club de los Jacobinos, hizo votar la constitu ción de 1793, la más democrática de su época. Pero, ante la sublevación realista y federalis ta que se produjo, organizó el régimen del Terror y la dic tadura del Comité de Salvación Públi ca (en la imagen).
intento de fuga a Varennes—, se les asignará este título, lo que les recordará continuamente que ni siquiera ellos, el gran Luis de Francia y la orgullosa María Antonieta, tenían derecho al más mínimo privilegio. En el año II se impone el tuteo como fórmula obligada de relación. El tuteo se utilizaba sistemáticamente cuando el pueblo se dirigía a los aristócratas Cualquiera que empleara los antiguos tratamientos de respeto, sobre todo si perte necía a la nobleza, se hacía sospechoso de traición y po día ser denunciado ante el Comité de Salvación Públi ca en la época de Terror. Con la anulación de la venta de oficios, la adminis tración, la justicia y el ejército sufrirán una auténtica con moción. Un buen número de burgueses accederá a desempeñar cargos de responsabilidad y, sobre todo, en los primeros años, serán los entusiastas propaga dores de las nuevas modas que se identificarán con la defensa del nuevo Estado. Con el Directorio, y es pecialmente más tarde, con el Imperio, las modas cam biarán y se recuperarán muchos de los antiguos hábitos, aunque un nuevo grupo social —los nuevos ricos, se gún la antigua aristocracia— habrá surgido, cambiando sustancialmente la estructura de la sociedad francesa.
Una nueva iconografía Desde el comienzo de la Revolución, aparece un nue vo lenguaje simbólico que continuará enriqueciéndose a lo largo de todo el período revolucionario. A veces resulta difícil explicarse cómo en tan pocos años, apenas diez, se puede producir un cambio tan radical en aspec tos que están ligados tan estrechamente con la sensibili dad y que en las sociedades anteriores a los medios de comunicación de masas permanecían inalterados duran te largas épocas. Esta característica no es exclusiva de la Revolución Francesa. Otras revoluciones más moder nas han producido el mismo terremoto en las imágenes cotidianas (recordemos cómo la Rusia zarista fue barrida por la moda bolchevique en menos de un año). Los revolucionarios buscaron en dos fuentes princi pales imágenes para asociar a sus ideas fundamentales: Libertad, Igualdad. Felicidad. República, Hijos de la Patria, e tc .; la primera de las fuentes pertenece a la An tigüedad clásica; de Grecia y de Roma sacarán gran parte de sus imágenes, especialmente en todo lo rela cionado con la expresión plástica; pintura, escultura.
Nuevos símbolos
El pintor Louis Da vid fue el artista por antonomasia de la Revolución. De su taller salieron obras muy representati vas de los nuevos gustos de la socie dad francesa, que buscaron sus mode los en la Antigüe dad clásica. En la imagen. El Jura mento de los Ho racios.
11 I
Nuevos símbolos
El Romanticismo de los pintores Géricault y Delacroix expresó con gran pasión los temas preferidos por la Revolución. A De lacroix se debe la imagen emblemáti ca de La Libertad guiando al Pueblo. En la ilustración. Caballo sujeto por esclavos, de Géricault.
12
arquitectura, pero también en aspectos más cotidianos como la moda en el vestido, las comidas, etc. Saint-Just, el amigo de Robespierre, el vencedor de la batalla de Fleurus, llegó a exclamar: «¡Seamos todos romanos!» Tal era la admiración que se profesaba por las virtudes del mundo clásico. La influencia clásica trajo consigo la adopción de sím bolos como el gorro frigio, emblema de la Libertad (ré plica del gorro que llevaban los esclavos en la antigua Roma cuando alcanzaban la libertad); el haz del lictor, imagen del poder de! mando en el ejército romano; la importancia que se le da a los gestos como el juramento (recordemos que con esta forma ritual comprometían su honor los romanos); alegorías como las de la Liber tad o la República adoptan las formas de las matronas romanas, portadoras de las virtudes de la Roma clási ca: el pueblo aparece encarnado por el mítico Hércu les, como representación de la fuerza; también muchos nombres propios, sobre todo después de la descristia nización del año II. adoptarán formas romanas: Brutus. Gracchus, etcétera
Una segunda fuente de donde extrajeron símbolos los revolucionarios fue la masonería. No hay que olvidar que muchos de los hombres que influyeron en la mar cha de la Revolución se educaron en esta escuela y, por tanto, no es de extrañar que muchas de sus imágenes provengan de ahí: el triángulo, la escuadra, el nivel, la balanza, el ojo vigilante, los ágapes. A veces, imágenes nuevas se mezclan con imágenes de la tradición cristiana, a las que se da un nuevo sen tido. Por ejemplo, era frecuente que, cuando los hom bres prestaban el juramento de defender a la patria, lo hicieran ante el altar de la PatTia, encima del cual se ha bía colocado un ejemplar de la Constitución y a su lado se había plantado el árbol de la Libertad. Hay que destacar la enorme popularidad que adqui rió desde el principio la escarapela tricolor (la co ca rd e) , que. tricotada en lana o en forma de cintas, estuvo siem-
Nuevos símbolos
En esta alegoría de los Derechos del Hombre aparecen entremezclados al gunos símbolos de la masonería, la es cuadra y el nivel, con otros propios de la Revolución: el gorro frigio y la es carapela tricolor. El conjunto de imáge nes simboliza la nueva sociedad ba sada en la Libertad y la Igualdad, que lejos de ser concep tos abstractos son auténticas arm as para borrar de for ma definitiva el mundo de los títu los, de tos rangos y del ocio aristocráti co, sustituidos por una nueva concep ción del trabajo y del mérito, que está en la base de la nueva mentalidad que contempla el principio de igual dad de oportunida des para todos los ciudadanos como la idea clave de la nueva so cie d a d burguesa.
13
Nuevos símbolos
De todos los símbo los emancipadores, quizá el más divul gado haya sido el himno de la Revo lución Francesa: La Marsellesa. En él, las connotaciones patrióticas que ha cen referencia a la necesidad de defen der la patria en pe ligro se combinan, con gran eficacia emocional, con re querimientos iguali tarios a todos los hijos de Francia para que acudan al combate. Todo ello se completa con una referencia lírica y añorante a la li b e rta d q u erid a: «Allons enfants de la Patrie (...), Liber té, Liberté chérie...» Por otra parte, el him no lanza un mensaje de gran ferocidad: llama a que la sangre impu ra anegue los cam pos. Sus primeros co m p a se s están presentes en mu chas piezas de la música clásica.
pre presente en todos los actos y acontecimientos: el blanco de los guardias franceses, asociado al rojo y al azul de la milicia de París, se constituyó en la divisa nacional francesa. Algunos cánticos eran indisociables de estos acontecimientos, como L a Carm agnole, prime ro, y después el himno de guerra L a Marsellesa. Pasada la época de Termidor, los símbolos, como las fiestas, adquieren un carácter más oficial que popular, y el Estado los utiliza como instrumento didáctico para evitar la restauración del Antiguo Régimen. Sin embar go, algunos de estos símbolos evolucionarán, sobre todo aquellos que estuvieron más asociados con el Terror o con la imaginería jacobina, por ejemplo, el gorro frigio, pieza de la vestimenta de los sans-culottes, se convertirá en un casquete que coronará la cabeza de una Minerva, nueva representación de la República; el tuteo será aban donado y la escarapela caerá en desuso, etcétera.
Los límites d e la igualdad: la mujer en la Revolución El impulso social hacia la igualdad lleva a la Convención a la abolición de la esclavitud en las colonias francesas. Sin embargo, ese poderoso movimiento igualitarista no alcanzará a la mujeres francesas. Aunque Olympia de Gouges redacte su famosa Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que de hecho será el primer documento en el que se exige que la mujer ten ga los mismos derechos políticos que los hombres, ni ella ni sus seguidoras conseguirán, sin embargo, avan zar ni un ápice en esta reivindicación, que será retomada casi cien años después por las sufragistas inglesas. La propia Olympia de Gouges subirá al cadalso víctima de sus convicciones, siendo considerada como una mujer de vida alegre y de ¡deas alocadas. Sin embargo, la presencia de las mujeres en los años de la Revolución es importante. Su actividad política y social fue constante: desde mujeres que destacaron por su incesante labor, como Madame Roland o Lucile Desmoulins, que brillaron con luz propia en la tumultuo sa escena política de París y que, como otros muchos revolucionarios, hicieron el camino de la guillotina con
Mujeres revolucionarias
En 1783 se había creado en París la Sociedad de los Amigos de los Ne gros, a la cual per tenecía Robespierre, y cuya finalidad era la abolición de la esclavitud en las colonias. Pero, por intereses colonia les, la esclavitud no quedó abolida has ta la época de la Convención. Alego ría de la liberación de los esclavos, de Chapuy.
15
Mujeres revolucionarias
M adame Roland fue una mujer que intervino activ a mente en la polí tica. Por su salón desfilaron impor tantes personajes de la Revolución y de la vida intelec tual. Destacada redactora del periódi co Le Courier de Lyon, subió al ca dalso con gran va lor. A la derecha. La patria en peli gro. atribuido a François Gérard.
16
enorme valentía, a mujeres que participaron en las jornadas revolucionarias desde el anonimato. Los graba dos de la época nos las muestran en las barricadas, enci ma de los cañones, tocando el tambor y llamando al asalto de las Tullerías. Algunos grupos de mujeres han pasado a la historia por su especial ferocidad a la hora de pedir la muerte de los acusados en el Tribunal Revolu cionario de Fouquier-Tinville, como es el caso de las lla madas tricoteuses, que hacían calceta en la plaza donde estaba instalada la guillotina o en la puerta del tribunal. Otras mujeres destacaron en los famosos clubes y en los salones, desde donde crearon opinión, impusieron nuevos gustos y modas e influyeron en la toma de de cisiones políticas. Sin embargo, la mentalidad revolu cionaria ve en las mujeres a las sucesoras de las matro nas romanas, virtuosas, patriotas, forjadoras del carác ter de sus hijos, austeras y sacrificadas. No en vano la alegoría de la República es una mujer de estas caracte rísticas. La mujer galante, la que representa la pintura de un Boucher o un Fragonard, ha pasado a la Historia junto con el siglo XVIII.
Los nuevos ritos civiles
Jean -Pau l Marat fue un destacado publicista, que re dactó desde obras científicas hasta ar tículos periodísti cos. Durante la Re volución dirigió el periódico El Amigo del Pueblo, que se caracterizó por sus posiciones radica les y continuas de nuncias de traido res a la causa revo lucionaria. Se sen tó en la extrema izquierda de la Con vención, excitó al pueblo contra los diputados girondi nos y fue considera do la encarnación del mal por la pro paganda realista. Charlotte Corday puso fin a su vida cuando se encon traba escribiendo en la bañera, como era habitual en él a causa de la enfer medad de piel que padecía. El cuadro de David rinde cul to al llamado por muchos el «Divino 18 Marat».
Desde los comienzos de la Revolución los postulados de la misma. Libertad, Igualdad y Fraternidad, se con vierten en símbolos y, como tal, son respetados y acla mados por la sociedad, artífice y colaboradora del cambio. Pero es fundamentalmente a partir del otoño de 1792, con la caída de la Monarquía y el estableci miento de la República, cuando la patria aparece como objeto de culto, surgiendo múltiples ritos civiles para ve nerarla. El gorro frigio y la escarapela tricolor serán los distintivos de los patriotas; en cada población se levan tará. en un lugar público, el altar en honor a la Patria y se plantará un árbol como emblema de la Libertad, alrededor de los cuales se celebrarán las fiestas cívicas, se llevarán a cabo los matrimonios y serán presentados y ofrendados los recién nacidos. Los que mueren por la causa de la Libertad, entre los que se encuentra Marat, también van a ser objeto de devoción pública.
El calendario republicano
El calendario, los nombres de las ciudades y de las per El calendario sonas. todas las cosas cotidianas, estarán sometidas a cambio para mayor gloria de la Revolución. La República fue proclamada en 1792, el 19 de sep tiembre. y al año siguiente la Convención Nacional instituyó oficialmente el nuevo calendario republicano. La Razón presidió, como veremos a continuación, la confección del nuevo cómputo del tiempo. Como fe cha inicial del año I de la Era Republicana se tomó el El calendario repu blicano no gozó de día 22 de septiembre de 1792. Cada año de 365 días fue dividido en 12 meses popularidad, por que las décadas no de 30 días cada uno. los cinco días que faltaban para consiguieron reem completar el año natural se añadieron al final del mis plazar a las sema mo todos seguidos (del 17 al 21 de septiembre, ambos nas en la mentali inclusive), estarían dedicados a la celebración de las dad rural.
Calendario republicano OTOÑO
PRIMAVERA
VENDIMIARIO del 22 de septiembre (primidi) al 21 de octubre (decadi)
GERMINAL del 21 de marzo (primidi) al 19 de abril (decadi)
BRUMARIO del 22 de octubre (primidi) al 20 de noviembre (decadi)
FLOREAL del 20 de abril (primidi) al 19 de mayo (decadi)
FRIMARIO del 21 de noviembre (primidi) al 20 de diciembre (decadi)
INVIERNO NIVOSO del 21 de diciembre (primidi) al 19 de enero (decadi) PLUVIOSO del 20 de enero (primidi) al 18 de febrero (decadi) VENTOSO del 19 de lebrero (primidi) al 20 de marzo (decadi)
PRADIAL del 20 de mayo (primidi) al 18 de junio (decadi)
VERANO MESIDOR del 19 de junio (primidi) al 18 de julio (decadi) TERMIDOR del 19 de julio (primidi) al 17 de agosto (decadi) FRUCT1DOR del 18 de agosto (primidi) al 16 de septiembre (decadi)
Días complementarios festivos VIRTUD
17 de septiembre
GENIO
18 de septiembre
TRABAJO
19 de septiembre
OPINIÓN
20 de septiembre
RECOMPENSAS 21 de septiembre GRAN FIESTA DE 22 de septiembre LA REVOLUCIÓN enlosados bisiestos
El calendario
Las ideas de Rous seau sobre la bon dad natural tienen una fuerte repercu sión sobre la forma de reencontrarse los hombres con la Naturaleza. La Pri mavera simboliza la renovación que trae la Revolución.
fiestas republicanas y recibieron el nombre de Sansculottides. Cuando el año era bisiesto, las fiestas repu blicanas pasaban a ser seis. Los nombres impuestos a los meses eran poéticos y hacían siempre referencia a sus características naturales o climáticas: Vendimiario (septiembre/octubre), Brumario (octubre/noviembre), Pluvioso (enero/febrero), Florea! (abril/mayo). A su vez, cada mes se dividió en tres períodos de diez días cada uno, que recibieron el nombre de décadas, en sustitución a las semanas. De esta forma, cada año tenía 3 6 décadas más los cinco o seis días complemen tarios de las fiestas republicanas. El total de fiestas anua les era de 41. En los años bisiestos, 42. Los días de cada década recibieron una denomi nación ordinal: primidí, duodí, tridí, quaterdí, sextidí, septidí, octidí, novidí, decadí. Este último día estaba dedicado al descanso laboral, como antes lo había es tado el domingo.
Los nombres de los santos y las fiestas cristianas de saparecieron del calendario, y fueron sustituidos por El calendario nombres de flores, plantas, especias, animales domés ticos, minerales, personajes reales o míticos, etc. Las fiestas republicanas, o días complementarios del año. estaban dedicadas cada una de ellas a la celebra ción de la Virtud, del Genio, del Trabajo, de la Opinión y de las Recompensas, por este orden. Y si el año era Desde las primeras bisiesto, el sexto día festivo se dedicaba a la Gran Fiesta jornadas revolucio narias, la presencia de la Revolución. Las estaciones del año se mantuvieron inalterables en del pueblo en la c a lle es una constan todo momento, tanto en su división temporal como te. Los espacios pú en su denominación. blicos: calles y pla Llama la atención el hecho de que los nombres de zas, son conquista los tres meses correspondientes a cada estación rimen dos para celebrar entre sí. en un intento de aunar la poesía con la reali las fiestas republi canas y cualquier dad de la naturaleza. tipo de manifesta ( Este calendario republicano estuvo en vigor poco más ción cívica, desde la de doce años, ya que el 1 de enero de 1806 se resta despedida de los bleció oficialmente el empleo del calendario gregoriano soldados hasta las para calcular el tiempo. bodas.
21
Matrimonio y divorcio
El matrimonio
El ca rá cte r laico que adopta el Esta do hará que los ri tos y las leyes canó nicas del matrimo nio relig io so se vean totalm en te transformadas. Sin embargo, la impor tancia ritual se mantendrá en estas cerem onias para dar realce a la ins titución familiar, que se considera la célula de la Patria.
22
También la institución del matrimonio sufrió cambios profundos. Las nuevas leyes promulgadas por el gobier no de la República consideraban el matrimonio como un contrato civil; por tanto, se establece la separación de competencias del Estado y de la Iglesia. Al ser las leyes del Estado las que lo regulan, a éste le correspon de garantizar el cumplimiento de las condiciones del con trato y a la Iglesia bendecirlo o no, según sea el deseo de los contrayentes, aunque con el establecimiento del culto a la Diosa Razón, la Convención llegó a prohibir la celebración del rito religioso. La ley contempla que el matrimonio es un deber de los ciudadanos para con la patria y una institución fun damental de la República, a la que deberán darse hijos para educarlos de acuerdo con la Constitución y las ideas patrióticas. La dote desaparece, pues la ley la rechaza por consi derarla una costumbre aristocrática y un símbolo de abuso y discriminación hacia la mujer. A pesar de estas
afirmaciones y los principios de igualdad de 1789, la mu jer casada estará en inferioridad de derechos respecto a su marido. Dentro de la sociedad matrimonial a ella le corresponde ser un modelo de virtudes e inculcar a la familia la moral y los deberes republicanos. Sólo se pro híben los matrimonios entre parientes en primer grado, y la edad mínima para contraer nupcias es de quince años para los varones y de trece para las mujeres, pero los menores de veintiún años necesitan contar con el permiso de sus padres. Antes de la Revolución la Iglesia tenía fijado un ca lendario para la celebración de las nupcias. Los matri monios no podían realizarse ni en Cuaresma, ni en Ad viento, ni en los meses de verano, e igual ocurría con algunos días de la semana. Con la nueva legislación, la fecha para casarse será elegida libremenie, hasta que en 1798 se señaló como día obligatorio la década.
El matrimonio
El sentimiento, muy profundo, de la Pa tria en peligro con figurará la base de una mentalidad natalista que dirige sus objetivos a que las mujeres conci ban y eduquen hijos para defender las fronteras de la Re volución. Así pues, se considera que las madres deben cria rlo s san os y fuertes, y para ello se defiende la lac tan cia m a te rn a , que antes sólo era practicada por las clases populares. Esta función, que había sido desdeña da antes por las mujeres de cierto status social, ahora es re iv in d ic a d a como uno de los pi lares del amor ma terno. El amaman tar a los propios hijos conecta direc tam en te con las ideas rousseaunianas de la educación y crianza naturales.
23
Al principio, la ceremonia era simple y breve, y se c e lebraba en una sala del ayuntamiento Los contrayen La ceremonia tes acudían acompañados de dos o cuatro testigos, ma yores de veintiún años sin distinción de sexo; el oficial municipal designado para la ceremonia leía el texto de la ley. A continuación preguntaba a los interesados si aceptaban la unión, y, una vez dado el consentimien to, los contrayentes y los testigos firmaban en el regis tro que daba fe de la ceremonia. Más adelante las nupcias se celebrarán públicamente ante el altar de la Patria, y en las ciudades se organiza rán ceremonias colectivas. El acto era solemene, y la participación popular lo convertía en un rito revolucio nario y patriótico. Pero a partir de 1794, con el golpe de Estado de los moderados y la caída de los jacobinos Pocas ceremonias, del poder, la celebración del matrimonio vuelve a la sim como la del matri plicidad del principio. monio, expresan el Las ciases populares, sobre todo en París y en las carácter laico que la Revolución Fran grandes ciudades, optan por unirse libremente como una cesa quiso imprimir forma de escapar al control del Estado y de la Iglesia. en la sociedad. La imagen está repleta de significado: una pareja, vestida con la austeridad y la seriedad que la dig nidad de las cir cunstancias requie ren, está presente ante el altar de la justicia pública, que está adornado con la laureola del ho nor romano. La lar ga mano del juez, adornado con la banda tricolor, cer tifica su unión. Al fondo, la Constitu ción, el casquete de la diosa Diana y la matrona, emblema de la República, que, a su vez, sos tiene una antorcha y una corona de la 24 victoria.
Pero esta práctica ya existía antes de la Revolución, y no se puede afirmar que se hiciera extensiva a un mayor número de población, máxime dadas las facilidades que existían para el matrimonio y para su anulación, como a continuación veremos. Sin embargo, las uniones li bres son un hecho, pues los scms-culottes reclamaban repetidamente la igualdad de derechos para los hijos na turales y las pensiones de guerra para las compañeras de los soldados muertos en combate. La ley favorecía las nupcias ya que, además de su primir muchas de las trabas que antes existían para contraer matrimonio, establece el divorcio. El divorcio se introdujo en Francia con la firme opo sición del clero, que nunca lo reconoció. La Iglesia sólo admitía la separación de los cónyuges contemplada en la legislación del Antiguo Régimen. Pero la Convención
El divorcio
El cuadro anuncia el universo de las imágenes y de los sentim ientos ro mánticos. La decla ración amorosa su pone un compromi so hecho desde la individualidad y la libertad, no desde los deberes sagra dos del sacramen to . El g e s to de Rousseau, que se mueve entre la en trega amorosa y el anuncio del fin que representa la cerca nía del precipicio, es como una decla ración de principios sobre el amor ro mántico. La pasión de los amantes tie ne una dimensión que oscila entre la plenitud y el abis mo. Asumir el com promiso del amor sólo compromete a la esfera humana no a la d iv in a . Jean-Jacques Rous seau y madame de Warens, grabado del siglo xvm.
25
El divorcio
Otra de las conse cuencias del carác ter laico del Estado y de los efectos de la descristianiza ción fue el reconoci miento del divorcio. Al principio se pro dujo una oleada de separaciones que fundamentalmente fueron a sancionar situaciones de he cho: matrimonios rotos o uniones ile gítimas.
argumentó, en favor del mismo, que era un instrumento de libertad y un arma para mejorar la moral y el bienestar social. Se consideraron causas determinantes de divor cio: el abandono del hogar, el adulterio, las condenas ju diciales graves, los malos tratos, las costumbres desorde nadas y la demencia. El procedimiento para obtener una sentencia favorable en estos casos era simple y relativa mente breve. El Código Civil también contemplaba la posibilidad de conceder el divorcio por incompatibilidad de carac teres o de mutuo acuerdo, pero, al no considerarse cau sas determinantes, era mucho más costoso y largo de obtener. Las demandas de divorcio se produjeron principal mente en las ciudades, y muchas de ellas no hicieron más que legalizar separaciones matrimoniales que ya existían de hecho. Si los primeros años, desde la entra da en vigor de la ley del divorcio, las solicitudes fueron numerosas, a partir de 1795 éstas descendieron sensi blemente. Desde entonces la mayoría de las demandas de divorcio eran iniciadas por mujeres que alegaban prin cipalmente malos tratos y abandono del hogar.
El culto a la Diosa Razón y al Ser Supremo La generación de los revolucionarios creció y se alimentó La Diosa con las ideas de los ilustrados y las enseñanzas de la En Razón ciclopedia. En el verano de 1793, la Convención ins tauró el culto a la Diosa Razón y a la religión de la Naturaleza. Sobre las ruinas de la Bastilla se levantó una monumental estatua que representaba a una mujer pre sionando con las manos sus pechos, de los que brotaban chorros de agua. Los miembros del poder y el pueblo patriota desfilaron ante'ella adornados con escarapelas y cintas tricolores, llevando en las manos flores silves tres y frutos. Poco después la Convención decretó que la catedral de Notre-Dame pasara a estar dedicada a la El culto a la Diosa Diosa Razón, ejemplo que cundió pronto entre el resto Razón tiene más de las iglesias de París y algunas ciudades de Fran puntos de contacto cia. La nueva religión niega la inmortalidad del alma. con los cultos de la
polis griega o con el panteón romano que con ios ritos de la religión católica. Se trata de una re ligión patriótica que identifica al Estado Republicano con sus ciudadanos, en la medida en que éstos se identifiquen con la Razón tal como la entendían los filósofos de la Ilustración: como un principio de or den regulador del Universo, del pro greso y de la felici dad sin límites para el género humano. Si el catolicismo entiende que fuera de la Iglesia no hay salvación, los hom bres de la Conven ción entienden que no la hay sin un Es tado Republicano guiado por los prin cipios de la Razón y la Virtud Pública.
27
La Diosa Razón
28
Maximilien-Marie Isidore de Robespienre, «el Incorrup tible». Salió de las filas de la llamada nobleza de toga de la ciudad de Arras. Elegido como dipu tado de su ciudad por el Tercer Esta do en la convocato ria de los Estados Generales, militó pronto en las filas de los jacobinos donde se hizo extre madamente popu lar. Su programa de democracia inte gral basado en el Contrato Social de Rousseau le hizo aparecer como un hombre de princi pios. En la Conven ción dirigió la lucha contra los girondi nos junto a Marat y Danton. Organizó el Terror y el Comi té de Salvación Pú blica ante la rebe lión realista y fede ralista. Murió tam bién guillotinado.
Los jacobinos organizaron fiestas en su honor en las que generalmente la nueva divinidad estaba representada por una mujer joven vestida de blanco, con un chal rojo sobre su hombro, coronada con un gorro frigio y ador nada con los símbolos patrióticos. A su alrededor los par ticipantes entonaban cantos y la arrojaban flores. En los templos consagrados a la Razón se colocaron emblemas de virtudes morales y se retiraron los símbo los de la religión católica. Pero este intento de descristianización, llevado a cabo por el sector más radical de la Convención, lejos de pro vocar el efecto deseado, se convierte en piedra de es cándalo y crispa los ánimos de muchos revolucionarios. El nuevo culto, igual que el cambio de calendario, no se respetará entre los campesinos, que siguen des cansando los domingos, trabajan las décadas, a pesar de las insistentes llamadas de atención por parte de las autoridades, y celebran sus fiestas patronales como lo hacían antes, sin que por ello se consideren menos pa triotas o traidores a la Revolución
I
Robespierre piensa que la medida de cerrar las igle sias al culto católico es antipopular, y que, además de atentar contra el gobierno, puede desatar la contrarre volución. Como buen discípulo de Rousseau, compren de el deseo religioso del pueblo y, según él mismo ma nifiesta, cree que existe un Ser Supremo que premia a los justos, castiga a los malvados y vela por el bien de la República, la libertad y la igualdad de las personas. En consecuencia, y de acuerdo con la mayoría de los miembros de la Convención, en diciembre de 1793, Ro bespierre. aprovechando que ocupa la presidencia, hace público un decreto que proclama la libertad de cultos, y unos meses más tarde proclama que «el pueblo reco noce la existencia del Ser Supremo y la inmortalidad del alma». A partir de ese momento, la fiesta en honor del Ser Supremo se inscribe dentro de las de carácter na cional, y en relación con ella se instituye la fiesta del Amor Conyugal. El culto a la Diosa Razón queda pron to en segundo plano. El decreto de la libertad de cultos establece también la separación Iglesia-Estado, con la declaración expresa de que este último no mantendrá financieramente nin gún culto.
El Ser Supremo
La Fiesta del Ser Supremo fue la más brillante a la vez que la más popular de las fiestas revo lucionarias. A ella se invita especial mente a las mujeres encinta para que acudan acompaña das de sus maridos. Su iconografía está repleta de frutos, panes y de referen cia s a la fecun didad.
29
La vida política y social El cambio en las actitudes políticas y sociales de los ciu dadanos es patente. Periódicamente se reúnen para in formarse de los últimos acontecimientos y discutir so bre las cuestiones de actualidad. La gran actividad que llevan a cabo hace que. durante la Convención, tanto las sociedades populares como los clubes se conviertan en los verdaderos centros neurálgicos de la vida políti ca del país El intenso dinamismo revolucionario, en el que está inmerso el pueblo de Francia como agente activo, de Sorprende la enor sarrolla una vitalidad social extraordinaria Asambleas, me actividad social sociedades y clubes no sólo controlan sino que, en oca de la época. Los siones. llegan incluso a orientar en un sentido determi franceses encuen tran numerosos es nado la actividad parlamentaria. pacios para la dis cusión y el inter cambio de ideas. La libre circulación del p e n sa m ie n to es más que un dere cho abstracto. Café de los patriotas, de Desfontaines.
30
Los espacios de socialización revolucionaria De estas asociaciones, unas son instituciones de dere cho público con funciones administrativas concretas, como es el caso de las Asambleas de Sección, que con gregan a los ciudadanos de una demarcación con motivo de elecciones, de dar a conocer algún texto o decreto revolucionario, o porque así lo solicita un mínimo de cin-
cuenta ciudadanos para tratar un asunto concreto o de urgencia. Las sesiones son dirigidas por un presidente, un vi cepresidente y un secretario elegidos por la Asamblea, y en ellas se practica la democracia directa. Cualquiera que pide la palabra sube a la tribuna para manifestar su opinión a los presentes o pedir el voto a su propuesta. Nadie puede interrumpir una intervención a no ser que el orador se desvíe claramente del tema y provoque el descontento e impaciencia del auditorio, cosa que se pone de manifiesto con el abandono de la sala por par te de los asistentes. Entonces el presidente pone fin al discurso. Las votaciones se llevan a cabo a mano alzada o por medio de aplausos en los momentos de entusiasmo. Sólo los hombres mayores de edad tienen derecho al
Las Asambleas
De entre todos los actos fundacionales del nuevo orden destacan dos por su enorme valor sim bólico: la toma de la Bastilla y el Jura mento del Juego de Pelota, momento que recoge este cuadro de David.
Las Asambleas
32
En las reuniones públicas era conti nua la presencia de las mujeres: en las asambleas, en el Tribunal revolucio nario. ante la gui llotina... Se desta caron por sus posi ciones radicales, sobre todo en los momentos de ma yor crisis de subsis tencia. Aunque no tenían derecho al voto, sus opiniones pesaban en la toma de decisiones. Acu dían con sus hijos y anim aban a los hombres a tomar posiciones. Las mu jeres crearon una Sociedad de Ciuda danas Republica nas Revoluciona rias en 1793, que tenía su sede en la biblioteca de los ja cobinos, en la calle Saint-Honoré.
voto, lo que no impide que las mujeres y los niños for men parte de la concurrencia. Las Asambleas se reúnen normalmente dos veces por semana, después por década, pero diariamente muchos ciudadanos, hombres y mujeres de todas las edades, acuden al local de su sección a leer la prensa, intercam biar opiniones o simplemente a realizar algún trámite ad ministrativo. Paralelamente a estas Asambleas oficiales se crean S o ciedades Populares, nacidas de la iniciativa privada, a las que pertenecen voluntariamente las personas con in tereses e ideología comunes y cuyos miembros se reú nen cuando lo desean. Pero una convocatoria de la Asamblea de Sección provoca indefectiblemente la reu nión inmediata de cada Sociedad Popular.
Los clubes: los jacobinos A lo largo del siglo XVIII en Francia, igual que en el resto de Europa, se fueron adoptando ciertas costumbres bri tánicas por motivos de la moda. Y siguiendo el modelo inglés se fundaron algunos clubes en las ciudades más importantes. En ellos se hablaba de filosofía, de los es critos racionalistas, de las ideas de la Enciclopedia, de los nuevos descubrimientos científicos y. como es natu ral, de política. Dos de los clubes más influyentes, creados pocos años antes de 1789, fueron el Club de los Americanos y la Sociedad de los Amigos de los Negros; éstos desempe ñaron un papel político-revolucionario importante en el desarrollo gradual de las ideas que desembocarían en el estallido de la Revolución. Más adelante, durante el verano de 1789, cuando la Asamblea Nacional estaba reunida en Versalles, un gru po de diputados de la Bretaña funda el Club Bretón. Pero en octubre, al trasladarse la Asamblea de París,
Los clubes
La sociedad del An tiguo Régimen ha bía articulado una serie de espacios de encuentro que indu dablemente le pro porcionaban una coherencia. Funda mentalmente, estos espacios se articu laban en torno a es tablecimientos reli giosos: hermanda des, maestranzas, órdenes militares, obras pías y de ben e ficie n cia . Los años prerrevolucionarios asistieron al ascenso de otras formas de sociabili dad más ligadas a los gustos de la so ciedad urbana y burguesa. Cafés, paseos públicos, clubes, sociedades económicas o para el fomento de los oficios y de la cultu ra. Con la Revo lución. la políti ca ocupará el pri mer plano de las preocupaciones so ciales.
33
La sede del Club de los Jacobinos (en la imagen) fue, prime ro, el antiguo con vento de los jacobi nos que más tarde se convirtió en cuartel. Poco antes del asalto a las Tu nerías fue lugar de reunión de los dipu tad o s m ás ra d i cales.
34
otros diputados de provincias alejadas de la capital se unen a ellos y alquilan como sede de sus reuniones el refectorio del convento de los Jacobinos Reformados (de la Orden de los Dominicos). A partir de ese momento toman un nuevo nombre: Sociedad de los Amigos de la Constitución, pero la gente lo llamará desde el prin cipio Club de los Jacobinos por el sitio en el que se han instalado, y que por encontrarse en un lugar muy cén trico era conocido por todos. A sus reuniones, celebradas por la tarde, pueden acu dir no sólo los diputados, sino también cualquier perso na que haya solicitado previamente su ingreso y pague la cuota establecida. Los burgueses y nobles socios del club aprenden con las charlas y debates de los diputados, ya que en estos momentos el pueblo francés tiene como misión primor dial gobernarse a sí mismo. En consecuencia discuten
sobre proyectos de constitución, hablan de derechos y deberes, hacen discursos, etcétera. Sus miembros se multiplican con rapidez, y los frailes, que en repetidas ocasiones asisten a las reuniones, les prestan la biblioteca, que es grande y tiene buena iluminación. Las asambleas y los debates son serios y austeros, pues buen número de los socios que se han sumado a las ideas revolucionarias son masones, y el Club siente la influencia del rigor que estos socios apor tan a su trabajo. Aunque la sede está abierta diariamente y a ella se acude cuando se desea, cada diez días se ce lebra una asamblea que empieza a las ocho de la tarde. Los diputados miembros del club acuden a rendir cuen tas de su actividad, y a continuación se entabla un de bate que puede prolongar la sesión hasta bien entrada la noche. En el año 1791. los frailes abandonan el convento, ya que éste pasó a ser propiedad de la nación, al apro barse un año antes la Constitución Civil del Clero. En tonces los jacobinos, que siguen teniendo un conside rable desarrollo, ocupan la iglesia. Se colocan gradas a lo largo del recinto y se construyen dos tribunas para el público. Inicialmente este club es un foro de debate
Los clubes
Aunque no existían los partidos políti cos como tales, las reuniones de los clubes funcionaban como espacios de discusión polftica, redacción de pro puestas y progra mas y lugar de orientación de los diputados que per tenecían al mismo. El Club de los Jaco binos no dejó de aumentar el núme ro de sus socios a lo largo de este pro ceso.
35
Los clubes
El conde de Mirabeau (en la ima gen), que por su ori gen pertenecía de pleno derecho a las filas de los privile giados, fue elegido, sin embargo, dipu tado por el Tercer Estado en la reu nión de los Estados Generales. Destacó por su oratoria y por ser partidario de la Constitución Civil del Clero. No obstante, mantuvo posiciones de apo yo al veto suspensi vo del Rey, porque era partidario de la institución monár quica. Sus posicio nes contradictorias llevaron a que se le considerara un hombre corrupto y ambicioso. Michelet lo tiene por débil de corazón y opina que prefirió una mujer y su propia grandeza a la Pa tria, dice asimismo que lo que le faltó 36 fue morir a tiempo.
más que de acción, tiene un carácter moderado y ejer ce una gran influencia sobre la opinión pública de todo el país a través de las filiales que funda en las provin cias. A él pertenecen desde Mirabeau hasta Lafayette. Pero en 1792 lo dominan los republicanos radicales, con Robespierre y Saint-Just a la cabeza, lo que provoca la escisión de parte de sus miembros menos radicales, al gunos de los cuales se agrupan en torno a Lafayette y fundan el Club de los Feuillants. nombre que también adoptan del lugar de reunión, un edificio que había sido convento de la orden cisterciense, originaria de la aba día de Feuillant.
También abandonan el primitivo club los diputados girondinos, conocidos con este nombre por ser en su mayoría originarios de la región de la Gironda, pero éstos se limitan a organizarse como grupo político alre dedor de Brissot. A pesar de la radicalización de los jacobinos, a su iz quierda figura todavía el Club de los Cordeliers, que ha bía sido creado en 1790 con el nombre de Sociedad de los Amigos de los Derechos del Hombre y del Ciuda dano, y que, al igual que los otros dos mencionados, acabará denominándose popularmente como el lugar que ocupaba, un antiguo convento de franciscanos, lia mados en Francia cordeliers por la cuerda que llevaban atada a la cintura los miembros de dicha orden. Hébert y Danton son sus personajes más destacados. Los clubes son el origen de los partidos políticos que se irán esbozando a lo largo de la Revolución.
Los clubes
Danton fue uno de los hombres más influyentes del mo vimiento popular revolucionario. Di rigente de los Cor deliers, ministro de Justicia, héroe de las jornadas de a g o sto , tam bién murió guillotinado. En la imagen, sede del Club de los Cor deliers.
La escuela republicana
L a educación pasó a ocupar un primer plano dentro de las preocupaciones de la sociedad france sa. Deja de ser un placer del espíritu para convertirse en una obligación de todos los ciudada nos para con su Pa tria. La educación del rico, de Noel Hallé.
Los hombres de la Revolución realizaron un gigantesco esfuerzo para transformar las caducas instituciones di dácticas del Antiguo Régimen en un nuevo sistema educativo, basado en los principios revolucionarios de Igualdad, Libertad y Fraternidad. Estas enseñanzas no sólo las impartirían los instructores en las escuelas, sino que cualquier acto cívico o fiesta popular será válida para proporcionar a los niños y jóvenes las nuevas enseñanzas revolucionarias, ya que los objetivos de las instituciones republicanas eran pedagógicos y tenían como finalidad instruir y formar ciudadanos libres. Durante los primeros años de la República se presen tan a la Convención diversos proyectos educativos. Uno de los más debatidos fue el proyecto de Le Peletier de Saint-Fargeau, defendido ante la Convención, en julio de 1793. por el propio Robespierre. Le Peletier propo nía la creación de unos centros de educación común, un centro por sección en las ciudades y uno por can tón en el medio rural, que debía acoger a todos los ni ños comprendidos entre los cinco y los doce años, en régimen de internado. Estos centros debían ser públi cos, gratuitos y obligatorios para todos los niños y niñas
de Francia, e impartir una enseñanza básica y una dis ciplina austera. El objetivo de estos internados (modelo de la socie dad futura) será conseguir que el niño, arrancado de su entorno familiar y social, adquiera, más que unos co nocimientos específicos, unos hábitos y normas de con ducta (trabajo y disciplina) capaces de desarrollar su cuerpo y fortalecer su espíritu. El proyecto de Le Peletier suscitó fuertes controversias en la Convención no sólo por el elevado coste econó mico que suponía mantener estos centros (pues había que incrementar en un 50% los impuestos de los con tribuyentes para poder costear los internados) sino tam bién porque suponía separar al niño desde muy pequeño de la familia, y los padres no estaban dispuestos a ha cer un sacrificio de tanta magnitud, aunque fuera en pro de la patria. Otros proyectos de innovación pedagógica presenta dos en la Convención, al igual que el de Le Peletier, fracasaron por radicales y no se llegaron a aplicar.
La enseñanza
La nueva familia burguesa se cons truye estrechando el círculo de rela ción de los padres y los hijos. Es un paso más en la for mación de la fami lia nuclear. El pro ceso empieza con los deberes mater nales de la madre. En segundo lugar se les confiere a los padres un papel de educadores patrió ticos. Aparece de forma crucial la función del maestro/instructor de primera enseñanza, y la escuela como espacio de forma ción igualitaria de los futuros ciudada nos. En los valores de la nueva familia obtiene un papel destacado la infan cia, que será sujeto de derechos y obje to de protección por parte de las institu ciones del Estado.
39
La organización de la escuela primaria
La escuela
El modelo de escue la se inspiraba en la disciplina, en los modelos de la Anti güedad clásica. La educación esparta na, basada en el en durecimiento del espíritu y del cuer po, proporcionó la guía que debía se guirse. El maestro de escuela, de Van Ostade.
La falta de medios económicos y la carencia de edifi cios adecuados obligaron a la Convención a habilitar como escuelas rurales las antiguas casas de los curas. Por este motivo, las escuelas de la mayoría de los pue blos de la Francia revolucionaria en nada se diferencian de las casas de su entorno. Casi todas las casas-escuelas eran de dimensiones reducidas. Constaban de planta baja y de uno o dos pisos. El suelo, en la planta baja, era de tierra apelma zada. y el de las plantas superiores, de viejas tablas de madera. Los alumnos se distribuían entre las tres o cuatro sa las de la improvisada escuela. Las aulas eran pequeñas y oscuras. La luz penetraba en el interior a través de ven tanas estrechas provistas de contraventanas o vidrieras, para proteger a los niños del frío o de la lluvia.
El mobiliario de la escuela era muy modesto. Consis tía. por lo general, en cuatro o cinco mesas rústicas, de madera, que se distribuían por las aulas según sus di mensiones. Colocados en torno a las mesas, había diez o doce bancos de madera, donde se sentaban los alum nos. El maestro disponía de una silla de madera con asiento de enea El material didáctico era nulo o muy escaso y se re ducía, en la mayoría de las escuelas, a una estantería de madera que contenía una docena de libros. La enseñanza era obligatoria para todos los niños y niñas a partir de los cinco años. Las niñas asistían a cla ses diferentes de los niños y la enseñanza la impartía una maestra, ya que no existía la coeducación. Los escolares acudían diariamente a la escuela, ma ñana y tarde. Las clases de la mañana se iniciaban con una oración republicana que introducía a los niños en
La escuela
El pensamiento de Rousseau, y más concretamente su obra El Emilio, fue determinante en to das las discusiones que se mantuvieron sobre la legislación educativa y los pro gramas de forma ción en las escue las. La idea del niño como un pequeño buen salvaje que puede ser modela do y llevado por el camino del conoci miento por medio de una educación correcta y bien pro gramada, inspira la constitución de las escuelas primarias públicas y obligato rias, donde serán educados por igual los hijos de los ricos y de los pobres. Los principios republi canos están presen tes para asegurar el carácter laico de la educación y velar por «la bondad na tural» del hombre.
El maestro
La Revolución supo aprovechar el mé todo didáctico de los catecismos reli giosos para trans mitir las ideas fund a m e n ta le s del ideario revolucio nario.
42
las tareas escolares. La jornada escolar finalizaba con cantos patrióticos a la Libertad, en los que participaban el maestro y los alumnos. Los días de vacaciones, así como los festivos, el maestro organizaba fiestas y jue gos educativos para todos. La clase la dirigía el maestro con la colaboración de varios secretarios y un presidente que se elegía periódi camente entre los alumnos del curso. Algunas escuelas introdujeron, durante el período revolucionario, nuevos métodos didácticos, tales como el sistema de letras mó viles. que se ponían sobre las mesas, para enseñar a leer a los niños. Los libros utilizados en las escuelas del Antiguo Régi men se sustituyeron por los catecismos revolucionarios. La Convención enviaba los catecismos a los municipios, al ejército, a las sociedades populares y a todas las es cuelas del país, para que se leyeran en público los días
festivos y sirvieran de libro de lectura para todos los ni ños de las escuelas. Los catecismos se llamaban así por estar escritos a la usanza de los catecismos religiosos, con preguntas y res puestas entre dos personajes. En la portada, así como en su interior, se reproducían los símbolos revoluciona rios más significativos. Lo primero que tenía que aprender el niño en la es cuela era el abecedario, ya que debía aprender, lo an tes posible, a deletrear las palabras «libertad», «igualdad o muerte», «derecho del hombre», «constitución», «re pública», «fraternidad», «Bastilla»... Las palabras «rey», «príncipes», «sacerdotes», «nobles», «feudalismo» eran expresiones odiosas que el niño debía aprender a leer y a odiar como auténtico revolucionario. Los catecismos, aparte del abecedario, contenían, además, gran cantidad de canciones revolucionarias. La
Los catecismos
La educación inte gral de la persona fue la base de la en señanza de las es cuelas revoluciona rias. Además de los principios científi cos y filosóficos, el alumno debía cono cer y aprender las artes que desde la Antigüedad se con sideraban formadoras del espíritu. La música, la danza, la educación física, la poesía, las artes marciales, el tea tro, todo formaba parte de los reper. torios educativos tanto para los niños como para los adul tos. La libertad del pensamiento se li gaba a la cantidad y a la calidad de la formación recibida. Ideas como la Hi giene, la Salud, la Virtud y la Bondad estarán presentes en los nuevos pro gramas escolares. 43
Los catecismos
El papel tradicional de la mujer era co cinar, servir, ins truir y cuidar. La Revolución no pa rece cambiar sus tancialmente estas fu n cio n e s, pero añade algunos ma tices importantes como el derecho y deber de la mujer a recibir instrucción, como mínimo la enseñanza prima ria: leer, escribir y el cálculo básico. Las mujeres acuden a la escuela para adultos junto con los hombres pare recibir estas ense ñanzas, si anterior mente no lo habían hecho. Se empieza a considerar que si la madre es la pri m era instructora del niño deberá te ner conocimientos suficientes para po dérselos transmitir durante su primera infancia. Enseñar las primeras letras a sus hijos era mi 44 sión de las madres.
primera canción que aprendían los niños era La Marsellesa\ la seguían diversos himnos de guerra que ensal zaban las virtudes de los héroes republicanos. Otros can tos exaltaban el 14 de julio, el 10 de agosto o la caída de ios girondinos. En las escuelas, además de los catecismos, se utiliza ban otros libros didácticos. Los protagonistas eran una madre y su hijo que conversaban sobre diversos aspec tos de la vida republicana: fiestas, símbolos, etc. De este modo, el niño, a través de estos diálogos sencillos y ele mentales, iba aprendiendo y comprendiendo los con ceptos básicos revolucionarios. El objetivo fundamental tanto de los catecismos como del resto de los libros escolares era enseñar a los niños e imbuirles los ideales republicanos y patrióticos.
El maestro Para implantar el nuevo modelo educativo revolucio nario fue preciso transformar las antiguas escuelas, «re ductos oscuros de ignorancia», en «templos nacionales»; para ello se sustituye al maestro del Antiguo Régimen por la figura del instructor, que a la vez de ser el repre sentante del Estado tiene como misión formar a los alumnos en la sumisión a la leyes y el respeto a las auto ridades constituidas, e imbuirles los valores patrióticos. Los proyectos educativos de la I República fueron muy generosos respecto a la figura del instructor y se encami naron a restituir el antiguo prestigio social que el maestro había perdido durante el Antiguo Régimen. Pero estos proyectos distaron mucho de las realidades. La previs ta subida de salarios de los instructores no se llevó a efecto durante la Revolución, pues Francia estaba en guerra y todo debía sacrificarse en pro de la causa; mas bien, los sueldos bajaron, e incluso dejaron de pagarse.
Proyectos y realidades
Los avances cientí ficos y técnicos ca racterizan el s i glo XVIII. Especial relevancia se dará al pensamiento fí sico y matemático necesario para la investigación. La geometría inspirará también a las Ar tes, especialmente a la arquitectura de Ledoux, arquitecto al servicio de la Re volución, de la mis ma m anera que David fue un artis ta oficial. Ledoux verá en el círculo y la esfera el resumen de todas las propor ciones perfectas, tal co m o el p e n s a miento renacentista lo había visto en la sección aúrea. La Enciclopedia dedi ca gran parte de sus páginas a las mate máticas y a todas las aplicaciones po sitivas de la ciencia abstracta que re dundan en la felici dad del individuo. El m a t e m á t i c o , anónimo francés
del siglo xvin.
45
Proyectos y realidades
También las fiestas tenían carácter di dáctico. La ilustra ción, Fiesta revolu cionaria en honor de R ousseau, de Jeaurat de Bertry, es un compendio de todos los símbolos e ideas de la menta lidad revoluciona ria. La escena re presentada se desa rrolla en dos nive les: en la parte superior aparece la efigie de Rousseau identificada con el ojo omnisciente del Ser Supremo. Las banderolas tricolo res cierran el ámbi to confiriéndole un carácter patriótico. En el plano inferior se exhiben los sím bolos de carácter cívico de la icono grafía revoluciona ria: el Árbol de la Libertad, el triángu lo masónico, el go rro frigio rematan do las leyendas re volucionarias y la Constitución pre sentada como las 46 Tablas de la Ley.
El salario que percibía un maestro era muy bajo. La retribución de la instructora, encargada de la educación de las niñas, era inferior a la del instructor. Los sueldos de los instructores se pagaron con regula ridad durante el año 11, pero, en el transcurso del año 111, al aumentar la inflación, subieron los precios de forma vertiginosa y los acontecimientos económicos reper cutieron negativamente sobre ios salarios; por este motivo, los instructores cobraron cada vez de forma más irregular, incluso percibieron sueldos más bajos. Los maestros tenían derecho, por ley. a disponer de alojamiento gratuito, pero, con frecuencia, la casa que se les asignaba era tan mísera que sólo un indigente era capaz de aceptarla. Cuando el maestro era casado y tenía hijos, el problema de la vivienda se convertía en una auténtica pesadilla, ya que la mayoría de las vivien das no reunían las condiciones mínimas de habitalidad.
En los municipios pequeños se procuraba destinar a un matrimonio que fueran los dos maestros; de este modo se evitaba que maestros de diferente sexo, no es tando casados, vivieran bajo el mismo techo. Uno de los problemas más graves que tuvo que afron tar la República fue el de dotar a todas las escuelas de instructores debidamente preparados. A pesar de ha ber creado la Escuela Normal de París y la Escuelas Nor males en los diferentes distritos para preparar nuevos instructores, ante la urgente necesidad de escolarizar a toda la población infantil, en 1793 se abrió la «carrera docente» a todos los ciudadanos que reuniesen un mí nimo de preparación y que tuviesen el certificado de «ci vismo republicano». El nombramiento de los instructo res lo hacían los distritos, bajo el control de los comités de vigilancia o los municipios, con el visto bueno de la asamblea de padres. En la toma de posesión, el instruc tor prometía desempeñar su trabajo de acuerdo con la ideología republicana. A pesar de ser tan exiguos los re quisitos necesarios para ejercer la docencia, la falta de instructores fue manifiesta y cada día era mayor el nú mero de instructores que se necesitaban para poner en marcha la proyectada reforma educativa.
Proyectos y realidades
El contacto con la Naturaleza, la ob servación del ritmo de las estaciones, el conocimiento de las labores del campo y la satisfacción que proporciona la vida rural se convierten en uno de los objeti vos fundamentales de la pedagogía rousseauniana. La educación debe fo mentar todos estos principios.
47
Los estudios secundarios
Estudios secundarios
Los objetivos básicos de los estudios secundarios eran integrar al alumno, a través de la escuela, en la vida so cial y política de Francia. Por este motivo, los alumnos y sus maestros debían participar en todo tipo de actos públicos que se organizasen en el pueblo. También es taban obligados a asistir a los debates políticos en los que participaban sus padres y escuchar atentamente todo lo referente a los asuntos de la República. A los alumnos más destacados en la escuela se les premiaba con una «tarjeta de mérito» que les permi La ilustración nos tía asistir a las reuniones de las Sociedades Populares. muestra de nuevo A los mejores se les hacía miembros de la Sociedad. Para facilitar la inserción de los escolares en la vida al filósofo Jean Jacques Rousseau pública, los jacobinos visitaban con asiduidad las escuelas en el bosque de Er- y participaban con los alumnos en las clases. memonville reco El nuevo plan de estudios secundarios procuró, por giendo hierbas para c la s ific a rla s . La todos los medios, aunar las enseñanzas teóricas con las im agen e x p resa muy claram ente uno de los aspectos fundamentales de su p en sam ien to educativo. Herbori zar es más impor tante que escribir, lo cual en el fondo expresa la impor tancia dada a la educación práctica, al conocimiento di recto de las cosas por parte del alum no, al descubri miento del saber, que debe ser más empírico que teóri co. Se identifica educación en la Na turaleza con educa ción en Libertad. El conocimiento liga do a la felicidad na tural será uno de los ejes por el que discurran las nue 48 vas ideas.
prácticas A tal fin acudían a la escuela frecuentemen te, para impartir sus enseñanzas, albañiles, canteros, car pinteros, etc., que explicaban con dibujos el arte de su oficio a todos los alumnos. El curso académico finalizaba de forma solemne. Los alumnos que se habían distinguido en los estudios eran premiados por las Sociedades Populares con libros. Al número uno de la promoción se le imponía una corona de laurel y el gorro frigio de la Libertad. El acto termi naba con las palabras del presidente de la Sociedad Po pular. que exhortaba a los alumnos a luchar en pro de la República.
Enseñanza Superior
La introducción en Francia del sistema métrico decimal fa cilitó la enseñanza de las ciencias. Me tro, kilo y litro se rán las nuevas uni La enseñanza superior dades de medida, Las dos grandes creaciones de la Revolución fueron: la peso y capacidad. Escuela Central de los Trabajos Públicos, que más tar El metro de platino de pasaría a llamarse Escuela Politécnica, y la Escuela iridiado que se con serva en el Museo Normal. En la Escuela Politécnica se impartían eseñanzas cien de Pesas y Medidas de París constituye tíficas y se capacitaba a los alumnos, a lo largo de los uno de los legados tres años que duraba el aprendizaje, para ejercer la do más importantes de la Revolución. cencia de acuerdo con las enseñanzas recibidas.
49
La Escuela Normal de París se creó en 1794. Tenía una capacidad de 1.400 plazas. Para poder cursar es tudios en la Escuela los alumnos eran seleccionados en tre los jóvenes más destacados de cada distrito por sus buenas costumbres, su patriotismo y sus cualidades pe dagógicas. Los alumnos, al finalizar los estudios, tenían la obli El espíritu cientí gación de abrir una Escuela Normal en su distrito y trans fico de la Enciclo pedia impregnó la mitir a los ciudadanos y ciudadanas el amor a la ense segunda mitad del ñanza pública y los métodos didácticos que ellos habían siglo XVIII. Talleres adquirido en la Escuela Normal de París. en miniatura, como La República creó esta Escuela con el fin de sustituir el que reproduce la al maestro del Antiguo Régimen, «ignorante y supersti ilustración, fueron empleados hasta cioso». por el «instructor modélico revolucionario»; de para la educación este modo se sientan las bases de la reforma de la ense de los vástagos de ñanza, basada en la igualdad de oportunidades para to la familia real. Hay dos los niños franceses, sin distinción social, económi que destacar la per ca o de lugar de nacimiento. fecta reducción a Muy pronto, la Escuela Normal de París adquiere gran escala y el funcio namiento real de prestigio. Eminentes científicos del campo de las mate este juguete edu máticas, la química, la biología, etc., impartirán sus en señanzas en sus aulas, y las ciases adquieren un nivel cativo.
Enseñanza Superior
tan elevado, que los cursos sólo pueden ser seguidos por los alumnos más aventajados. Este fue el motivo por el cual la Escuela Normal de París dejó de cumplir los objetivos para los que había sido fundada, y su impacto directo fue muy reducido. Las Escuelas Centrales se crean en el transcurso de los años IV y V de la Revolución. En estos centros se estudiaban diversas materias: Ciencias Exactas, Físi ca y Química, Matemáticas. Historia Natural, etc. Los alumnos tenían libertad para elegir los cursos a los que querían asistir. La enseñanza de la Medicina se impartía en las tres Escuelas de Salud que se crearon en París, Estrasburgo y Montpellier. En el mismo año en que se crean las Es cuelas de Salud (1794), se abre en Saint-Martin-desChamps el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios, cuya finalidad será incentivar los inventos técnicos y cien tíficos encaminados a conseguir una mayor industriali zación de Francia. Instituciones tan importantes como el Museo del Louvre, la Biblioteca y los Archivos Nacionales también de ben su creación a la Convención.
Enseñanza Superior
La Escuela de Me dicina de París es uno de los edificios emblemáticos de la nueva Universidad francesa. De estilo neoclásico, con la primera planta flan queada por una co lumnata de orden jónico y gigante, re presenta el honor de que era objeto la ciencia médica y su relevancia social.
La prensa revolucionaria La prensa francesa experimenta un gran desarrollo a par tir de 1750, si bien llevaba medio siglo de retraso con respecto a la inglesa. En el Antiguo Régimen, la única prensa tolerada por la «Librería Real» eran las gacetas extranjeras de ideología moderada, publicadas en len gua francesa. Los lectores asiduos de estas publicacio nes eran los nobles, los burgueses y los intelectuales. Los años que preceden a la Revolución son decisivos para la prensa, que irrumpe de forma vertiginosa en la vida de Francia. Este fenómeno se acentúa a partir de julio de 1789. A comienzos de este año, los lectores no La lectura colectiva disponían más que de un solo periódico, el Journal d e de la prensa se con virtió en un hábito París, fundado en 1777. A finales de 1789 aparecen en diario en los locales París 2 3 nuevos diarios, junto con 8 publicaciones tri de reunión. semanales, 8 bisemanales y 7 semanales. En lo años siguientes, el número de publicaciones crece. La tirada de periódicos se multiplica, debido a la nece sidad de la población de po-
52
seer una información rápida y periódica de los aconte cimientos políticos. De 1789 a 1792, la prensa francesa vive el período más creativo, expansivo e influyente de toda su histo ria. Durante estos años se publican más de 1 0.000 pan fletos y 5 0 0 periódicos. Sólo en París, de mayo a sep tiembre. se crean 184. S e alcanza la cumbre en 1790 con la aparición de 3 3 5 nuevos periódicos. Durante el año V aún aparecieron 190 más. Esta eclosión del escrito político desempeña un pa pel importantísimo en la difusión de las ideas revolucio narias. La demanda de información crece a ritmo ace lerado. El número de lectores aumenta día a día; en las calles todos leen y se lee de todo; desde el panfleto vio lento y las gacetas políticas, hasta el nuevo periódico. El ciudadano francés tiene sed de saber. La oferta cre ce con la demanda; aparece así, a través de la prensa, un nuevo estilo de comunicación entre el ciudadano y el gobierno. La expansión periodística se vio favorecida por la libertad d e expresión, que no se dio en el Antiguo Régimen, ya que los impresores, libreros y vend ed ores estaban controlados por la Monarquía y la Iglesia.
La prensa
Según el historia dor Michelet, Marat en su diario, para asegurar la tranquilidad públi ca, primero pide 600 cabezas, luego 1 0 .0 0 0 , después 40.000, y por fin, 270.000, Jam ás ol vida, cuando de nuncia a alguien por traidor, dar su nombre y dirección. Así describe Miche let, entre la repug nancia y la fascina ción, el crescendo de violencia.
53
La prensa
Pese a la ausencia de la libertad legal y de haber sido prohibidos por la Administración, se publicaron, en mayo de 1789, los periódicos de Mirabeau, Brissot y Barére. El 14 de julio de ese año las autoridades de París proclamaron la libertad de prensa. El único requisito que se exigía para evitar los escritos calumniadores era la obli gatoriedad de hacer constar en el periódico el nombre del impresor, el del autor y el del redactor. La D eclaración d e los D erechos d el H om bre y del C iu dadan o del día 26 de agosto de 1789 consagraba solemnemente la libertad de expresión y ponía fin a todo tipo de censura previa. Así se recoge en el artículo 11: «La libre comunicación de pensamiento y de opinión es uno de los derechos más preciados del hombre. Todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, haciéndose res ponsable del abuso de estas libertades en los casos determi nados por la ley»
El papel del hom bre de letras, ensa yista, capaz de re dactar libelos, tuvo una enorme impor tancia en la Revolu ción. En un clima que oscilaba entre el analfabetismo y el culto a la sabidu ría. los maestros, los abogados, los impresores y los ti pógrafos, en defini tiva, los intelectua les, adquirieron una relevancia social que tanto los exal taba como los cari caturizaba. Sobre estas líneas, cari catura del perio dismo.
Este régimen de libertad permaneció como regla ge neral durante todo el período revolucionario, ya que la restricción de las libertades fue considerada siempre pro ducto de la necesidad. No obstante, la censura reapareció en diferentes mo mentos durante el período revolucionario, aunque bajo nuevas formas, ya que se consideraba que el abuso de la libertad y lo licencioso era pernicioso para las costum bres y la vida privada de los ciudadanos. En enero de 1790 se crea un jurado (compuesto por periodistas y juristas) que se encargará de arbitrar los litigios, con el fin de suprimir el carácter penal de los delitos de pren sa; este sistema fracasó. Ante la ineficacia del sistema del jurado se . ncomienda a los clubes patrióticos que se encarguen del control de la prensa. El Club de los Cordeliers fue el responsable de denunciar todos aquellos escritos de ideología con trarrevolucionaria que se publicaban. El Círculo Social también actuó de censura pública a través de la sección de su periódico, El C orreo d e los L ecto res, en el que el pueblo denunciaba todos los escritos que se publica ban contrarios a la Revolución. Así, los clubes constituirán un poderoso medio de proselitismo de los ideales revolucionarios, al tiempo que
se convertirán en ei instrumento más eficaz de control de las publicaciones de los aristócratas y de los realistas. Después de la caída del rey (10 de agosto de 1789) se prohíben los periódicos realistas e incluso algunos de los periodistas llegaron a ser encarcelados o ejecutados, víctimas del primer Terror. Sin embargo, no se toma nin guna medida de tipo general, ya que la Constitución de 1793 reafirma el principio de absoluta libertad de prensa. No obstante, se prohíbe tratar determinados temas, como la defensa de la Monarquía o la incitación a! fe deralismo. Los periodistas que escribieran sobre algu no de estos u otros temas prohibidos podían ser casti gados incluso con la pena capital. A medida que la ideología revolucionaria se asienta se conceden mayores libertades a la prensa. El 1 de mayo de 1795 se permite el retorno de la prensa realis-
La censura
El principio de la li bertad de prensa fue muy estimado por los hombres de la Ilustración. En la sociedad prerrevolucionaria, la cen sura de la monar quía absolutista ha bía prohibido la cir culación de obras tan relevantes co mo la Enciclopedia.
55
La censura
La ilustración ejem plifica la progresiva complejidad de las máquinas de impri mir. Al compás del desarrollo de las ideas, cada vez más libres, más radica les, más individua les, se produce un perfeccionamiento tecnológico.
56
ta. con la única salvedad de que no puede publicarse ningún artículo que reivindique el restablecimiento mo nárquico. La libertad de prensa perdura hasta el esta blecimiento del Directorio. Éste restringe y aplica la cen sura sistemáticamente a toda la prensa realista. Después del Golpe de Estado (4 de septiembre de 1797) se pro híben 31 periódicos realistas; 51 redactores fueron de portados y se sometió a la prensa, durante un año, a un riguroso control policial. Bajo el Consulado se modifica radicalmente la Ley de Prensa y Censura. Después de algunos meses de re lativa libertad, Bonaparte optó por imponer de nuevo la censura previa; a tal fin, en enero de 1800. se pro mulga una ley en la que sólo se autorizaba la publica ción de 13 periódicos: todos los demás quedaban pro hibidos. Así pues, se establecía el control absoluto del Estado sobre la prensa. Con estas medidas desapare cieron gran número de periódicos y se puso fin a uno de los aspectos más originales e importantes de la vida política de Francia desde 1789.
Form ato y títulos de los periódicos Casi todos los periódicos revolucionarios tenían un for mato pequeño, tamaño de octavilla o cuartilla. A imita ción de la prensa inglesa, se intentó cambiar el formato e introducir el periódico de tamaño folio; pero el nuevo modelo no tuvo gran aceptación. El único que perduró con el nuevo formato fue La Gazette Nationale ou L e Moniteur Universel, fundado por el magnate de la prensa francesa Panckoucke, en 1789, ya que la mayoría de los lectores consideraba que las dimensiones de ios nuevos periódicos eran poco cómodas. La prensa revolucionaria se caracterizaba por ser una publicación modesta, sutil y pequeña; solía tener cua tro, ocho o dieciséis páginas impresas con letra suelta y clara; en realidad, se parecía más a un panfleto que a un periódico moderno. En las primeras páginas se in sertaban las noticias parlamentarias, a continuación las de los clubes y luego las del ejército. Pero la prensa del período revolucionario no sólo se preocupaba de la in formación de los debates parlamentarios, de los acon tecimientos políticos o de los asuntos militares; la ma yoría de los periódicos, con el fin de captar cada día a un mayor número de lectores, insertaban en sus pági nas noticias de todo tipo, incluso las sensacionalistas. Así, el periódico La C hronique d e París del 22 de enero de 1791 publicaba en sus páginas la noticia de la cap-
Los periódicos
Este cuadro, del italiano Luigi Ama to, Gabinete de lec tura, refleja la pa sión por la lectura como uno de los va lores relevantes de la nueva sociedad burguesa. En la medida que el as censo social, una vez destruidas las barreras del privile gio, depende de la fortuna y el mérito, la lectura como fuente de instruc ción se hará extre madamente popu lar. Al mismo tiem po, la viveza del de bate político, la celeridad de los acontecimientos, el interés por los pro cesos políticos a personajes de pri mera fila, provoca rán un deseo de lec tura voraz, sobre todo de periódicos, libelos, panfletos y octavillas. La elimi nación de la vieja censura proporcio nará mayor alicien te a la prensa.
57
Los periódicos
tura de treinta malhechores, hombres y mujeres, que atemorizaban la ciudad de París. El crimen pasional tenía una gran aceptación entre el público. Le Jou rn al du Soir del 23 de septiembre de 1791 relata: «Se ha cometido en la calle de Saint-Martin, un crimen ho rroroso. Un novio, al enterarse de la traición de su novia, la mata en el mismo instante de descubrirlo asestándola diez cu chilladas. Su rival, que se había dado a la fuga en el primer momento, vuelve tras sus pasos al oír los gritos de su amante, y la venga asestando dos puñaladas al asesino de su amada.»
Algunas páginas de los periódicos se especializaban en publicar anuncios breves particulares: «¿Quiere usted comprar un buen caballo? ¿Alquilar una casa?, ¿Conseguir los servicios de un buen criado que sabe peinar a la señora de la casa, ayudar a vestirse a los amos, limpiar los caballos y conducirlos?»
La publicidad para la venta de productos también apa recía en la prensa:
El personaje aquí representado es «le pére Duchésne*. In ventado por Hébert, fue temido por sus contem porá neos por sus llama das a la insurrec ción y las continuas denuncias de los vi cios de la Repúbli ca. Sus proclamas contribuyeron a las matanzas de sep tiembre. En cierta manera, representa la imagen popular y radical del sansculotte. Hébert fue ejecutado el 4 ger minal del año II.
«¿Quiere usted fortificar sus encías, fortalecer sus dientes, man tenerlos blancos, calmar el dolor y detener las caries? Acuda a C hez B otot. en el claustro de Saint-Jacques de l'Hópital, en el número 2; allí se encuentra un agua balsámica y espirituo sa aprobada por la Facultad y la Real Sociedad de Medicina.»
La prensa se utilizaba en ocasiones como tribuna pú blica para denunciar todos aquellos hechos con los que la sociedad estaba en desacuerdo. Le Babillard del 9 de octubre de 1791 reclama en uno de sus artículos la pro mulgación de una ley que controle y suprima las «casas de juego» y que castigue a los rateros que invaden París. No faltaron tampoco los periódicos que dedicaron al gunos de sus artículos a moralizar sobre las costumbres y a fustigar los actos contrarios a la moral pública. La campaña se dirigía, sobre todo, contra las prostitutas y el derroche de dinero de los ricos en festines y burdeles. Algunos periódicos se especializan en publicar artícu los dirigidos al mundo femenino. Los redactores hablan
de moda e ilustran sus artículos con dibujos. La prensa femenina sirve también como correo del corazón y en sus páginas se pueden leer anuncios que en nada difie ren de los que se publican en la prensa actual: «Tengo 25 años, no soy bonita, pero si creo a las mujeres que no son sinceras en este aspecto, no estoy nada mal. Soy alta, lozana, de hermosos cabellos, bellos dientes, bastante, aun que no demasiado, robusta, esto en lo que se refiere a mi físi co. En cuanto a lo moral, soy mansa como un cordero, no tengo voluntad, soy sincera y muy sensible y de excelente co razón: añadan a ello algo inteligente y mucha fortuna. Creo es inútil decirles que quiero un hombre de buena familia y bue nas costumbres. No quiero un marido más joven que yo, pero tampoco demasiado viejo ... no quiero un americano, pues, los diputados de las Antillas son esclavistas y nutren sus pla ceres y opulencia a costa de la sangre de los negros.»
La prensa femenina
La correspondencia como género litera rio estaba de moda en el siglo X V l t l . Obras como Las amistades peligro sas. de Choderlos de Lacios, habían consagrado este es tilo intimista, que li gaba al lector a las peripecias senti m en tales de los personajes. Todo anuncia la llegada del individualismo romántico, la mani festación de los sen timientos, del amor como tema que se enseñorea de las novelas de cordel, de la literatura por entregas de los pe riódicos. Amor y re volución; traiciones e intrigas; mucha chas inocentes y pobres engañadas por perversos aris tócratas. La cos tumbre de escribir cartas adquiere una nueva dimensión social. En la ima gen, Muchacha es cribiendo una car ta, de Raoux.
59
El periodista
Dentro de la estéti ca dieciochesca y utilizando una com posición de escena teatral. La novia del pueblo, pintado por Greuze en 1761, co necta con actitudes menos elegantes y exquisitas que las de los cuadros de Watteau o Fragonard, para introdu cir elementos mo ralizantes. Como si el emergente Tercer Estado empezara a pugnar por aportar su propia forma de ver el mundo.
Otros anuncios son más lacónicos y la demanda la hacen los hombres: «Un hombre viudo, sin hijos, de 3 6 años de edad, comerciante de modas, desea casarse con una señorita o viuda agradable que sea inteligente. S e conforma con una pequeña dote.»
En ocasiones, son los propios padres quienes, a tra vés de la prensa, buscan un marido para la hija: «Deseo encontrar un joven de 2 8 a 3 6 años, todo lo más, es tablecido en el comercio de comestibles, de buena conducta, que tenga algo de fortuna, para desposar a una señorita, hija única, de 24 años de edad, cuyos padres, comerciantes, son propietarios de varias casas en París y que no deben nada.»
La figura del periodista Durante la República, la mayoría de los talleres que im primían los periódicos contaban con escasos medios económicos. Los beneficios que obtenían los impresores eran muy reducidos y los medios técnicos de que dispo nían. muy rudimentarios: por este motivo, el periodista
era a la vez director, redactor e impresor. No obstante, existía un número reducido de empresas periodísticas bien estructuradas y con una sólida base económica, que les permitía obtener anualmente sustanciosos beneficios, ya que la tirada de sus periódicos era de varios miles. Algunas empresas pequeñas, con una tirada reducida, no pudieron conseguir autofinanciarse y acabaron por desaparecer. La figura del periodista moderno se perfila en la Fran cia revolucionaria, ya que la rapidez y cantidad de acon tecimientos, así como la búsqueda de la noticia, hacen que la vida del periodista se convierta en una existencia dura, abrumadora y excitante. El periodista debe seguir el ritmo acelerado de los acontecimientos, redacta apresudaramente por la tarde las noticias de la prensa que será impresa por la noche para salir a primeras horas de la mañana siguiente a la calle. El periódico se convierte así en uno de los medios esenciales de expresión y de acción social y política, a la vez que crea un modelo nuevo de comunicación.
El periodista
El grabado tipográ fico de los periódi cos introduce una nueva forma de re presentación con imágenes que dan cuenta de la reali dad cotidiana y que nos proporcionan una riquísima infor mación sobre la vida de todos los días. En este graba do se ilustra la figu ra del comisario de policía que vigila estrechamente todo lo que sucede a su alrededor. No en vano el París de la Revolución es una ciudad bajo sospe cha, donde se pro duce una vigilancia continuada para desenmascarar a los posibles traido res a la causa. Ya fueran aristócratas encubiertos, gente de iglesia, espías extranjeros o los propios enemigos internos que irá gestando el discu rrir del proceso re volucionario. 61
El 14 de julio y la fiesta revolucionaria Valor simbólico del 14 de julio A veces las fechas históricas alcanzan una significación que excede su propio contenido real: este es el caso del 14 de julio. Si se preguntara a la gente cuál fue el hecho que desencadenó la Revolución Francesa, probablemen te comprobaríamos que, en la mentalidad de los euro El clero y la noble peos. este día ha quedado como el del origen de los za, representados acontecimientos que conmovieron los cimientos del An con sus emblemas tiguo Régimen y dieron paso a la modernidad. Sin em distintivos, la ora ción y la espada, bargo, el 14 de julio no es más que una consecuencia aplastan al Tercer de una cadena de hechos anteriores y el resultado de Estado. El peso de la ira colectiva del pueblo de París, que. quizás de una los impuestos impi forma vagamente consciente, había decidido que había den que el Tercer que acabar con los excesos de la Corte, tanto en el te E stad o, el único rreno del absolutismo político como en el de la presión productivo, pueda proseguir con su fiscal y la subida de los precios. Ninguna explicación histórica que contemple las dis función: trabajar y producir. tintas variables que intervinieron en los acontecimien-
62
tos de una forma aislada podrá explicar, no ya lo que ocurrió, sino por qué esta fecha trascendió en la imagi nación colectiva, convirtiéndose en el emblema de la revuelta popular contra el absolutismo monárquico por antonomasia y en el símbolo de la justa rebelión de las masas por la Libertad con mayúscula. Si tenemos en cuenta que no había ni televisión ni radio que pudieran transmitir las imágenes de la Basti lla en el momento de ser asaltada, y que el analfabetis mo hacía muy difícil la difusión de las noticias en los es casos medios de prensa, llegaremos a la conclusión de que sólo el entusiasmo colectivo hizo posible que los he chos de la jornada llegaran a provincias y de que el va lor simbólico de la misma sólo pudo contagiarse en la medida en que la mentalidad popular supo descifrar el mensaje: la Bastilla, emblema de la arbitrariedad y de la tiranía del monarca, ha sido destruida por la acción
Una fecha clave
Hablar de la toma de la Bastilla es ha blar de la irrupción de la multitud, del pueblo de París, en la Historia con ma yúsculas. Actual mente, sólo una co lumna conmemora tiva recuerda el lu gar de su empla zamiento.
Una fecha clave
La apertura de los Estados Generales (en la imagen) refle jó un hecho muy significativo: la no bleza y el clero relu cían con sus atuen dos lujosos; los re presentantes del Tercer Estado lu cían una indumen taria austera donde el negro era el color predominante.
de los descamisados: así pues, la victoria es posible. La Revolución ha comenzado. Los historiadores han analizado una y otra vez las cau sas inmediatas y remotas de este hecho: Necker, el mi nistro de Hacienda aceptado por el pueblo, había sido destituido por el rey, el precio del pan había alcanzado aquel día la cifra más alta del siglo, había hambre. Los Estados Generales ya eran Asamblea Nacional, París estaba siendo tomada por las tropas reales... efectiva mente. Todo eso y más hizo posible que el pueblo de París, acompañando al miembro del Comité Permanen te Municipal, recién constituido, se dirigiera a la Bastilla para reclamar armas con el fin de proporcionárselas a la Guardia Nacional, brazo militar del poder municipal constituido. Launey. el alcaide de la fortaleza, que dis ponía de una pequeña guarnición, ordenó disparar a sus soldados. A partir de ahí, a pesar de que Launey había ofrecido la rendición de la plaza tan pronto como
se bajaron los puentes levadizos, la multitud, que había visto morir a más de un centenar de personas por la ma ñana y que se sentía traicionada por el alcaide, no tuvo piedad: su cabeza y parte de las de los soldados de su guarnición acabaron emblemáticamente en las picas de los asaltantes enfurecidos ante el Palais Royal, inaugu rando una moda macabra —la exhibición de las cabe zas del enemigo— pero muy popular entre el pueblo de París. Ese día dejó una huella indeleble en la memoria re volucionaria. Y a partir de entonces, todos los años se establece un rito de rememoración popular que adop ta las formas de una fiesta. Así. de la misma manera que el sol de cada día regenera las fuerzas de la natura leza dormida, la celebración de la fiesta del 14 de julio regenera el espíritu de emancipación del pueblo francés.
Una fecha clave
La cabeza de la princesa de Lamballe sobre una pica dice mucho acerca de la profunda se paración entre la Corte y el pueblo de París. La princesa de Lamballe, muy cercana a María Antonieta de la que era amiga íntima, representaba lo que más se odiaba: cierta perversión, muy aristocrática, y las intrigas cortesa nas. En una de las jornadas revolucio narias, el pueblo entra en las Tullerías y como todavía no puede hacerse con la cabeza de la reina, consigue la de su amiga. El sa dismo llegará hasta el punto de ense ñarle a ésta la cabe za de su amiga cla vada en la pica y pedirle que la bese.
Los nuevos lenguajes patrióticos
Un nuevo lenguaje
La i l u s t r a c i ó n muestra uno de los actos rituales más re p e tid o s en la F ran cia aco sad a por las potencias e x t r a n je r a s . La plantación patrióti ca del árbol de la Libertad. Ante la mirada de compla cencia de las auto ridades, los sansculottes plantan un árbol simbólico.
66
Por otra parte, la celebración del rito y de la fiesta po pular conecta con otra de las líneas de fuerza de la men talidad revolucionaria: la secularización y el laicismo. La fiesta ahora no celebra la intervención de la voluntad divina, de la providencia, en el desarrollo de los acon tecimientos históricos, como había sucedido hasta en tonces, sino el momento glorioso, victorioso de la so beranía nacional. El pueblo, con sus propias fuerzas, con su acción decidida, con más de un centenar de héroes muertos, mártires de la causa de la Libertad, pudo aca bar con el despotismo; en este sentido, la celebración del 14 de julio y del resto de fiestas revolucionarias, muy numerosas, tendrá un carácter profano, ya que, al aban donar en franca ruptura la liturgia religiosa, el pueblo necesitará dotarse de nuevos lenguajes patrióticos, ade más de una nueva iconografía que no guarde relación directa con la imaginería religiosa que había constituido la fuente fundamental de las fiestas en la Francia del An tiguo Régimen.
En este sentido, la fiesta por antonomasia, símbolo de la unanimidad de la nación francesa, será la Gran Fiesta de la Federación, sobre todo la del 14 del julio de 1792. En este momento se despliega ya toda una nueva concepción de los nuevos ritos y de los nuevos mitos: la fiesta se hace al aire libre, como aconsejaba Rousseau a los franceses, en comunión con la Natura leza. El altar de la Patria, donde se presta solemnemente el juramento cívico, es el lugar en el que convergen las reuniones de patriotas. Aparecen nuevos símbolos: el ár bol de la Libertad, que cada sección de patriotas alistados para defender a la Patria plantaba para de este modo perpetuar la memoria de la Libertad que el propio pue blo se había dado a sí mismo; los tres colores —blanco,
Las fiestas
Los desfiles festi vo / patrióticos in cluían gran canti dad de nuevas y vie jas imágenes: Hér cules llevando el emblema de la Re pública, el carro de la abundancia y de las cuatro estacio nes, el carro de Marte y los guerre ros, el carro de Apolo y sus nueve musas, las escuelas nacionales llevando la alegoría de las artes, el busto de Marat, el busto de Brutus, la estatua de la Razón, el mo delo de la Bastilla, etcétera, todo un repertorio de nue v a s r e f e r e n c ia s creadas por la ima ginación popular y por artistas como David, que se dis tinguió por la deco ración de grandes fiestas populares, como la del aniver sario de la caída de la realeza (agosto de 1793).
67
Las fiestas
La República cons tru irá su propio Panteón de Padres de la Nación. En él ocupa un lugar des tacado la figura del filósofo Voltaire, que encarna la crí tica acerada contra el Antiguo Régi men, el espíritu del anticlericalismo y un vago deísmo muy del gusto de Robespierre.
68
rojo y azul— que adornaban y enmarcaban todo el es pacio donde se celebraba la fiesta: todos los emblemas conectados con la trilogía de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad: el gorro frigio, de resonancias clásicas, grecolatinas; los austeros trajes negros de las autorida des cívicas, ceñidos por la cocard e tricolor (la escara pela); los populares sans-culottes, con sus pantalones a rayas; incluso las picas, que en los días de fiesta aban donan su aspecto amenazador para adornarse con cin tas, cómo no, tricolores. Las fiestas se hacen muy numerosas; es como si el pueblo no pudiera abandonar la calle, ya sea por su pre sencia en las jornadas de lucha revolucionaria o por su continua asistencia en las celebraciones multitudinarias que se convocan tomando como pretexto innumerables motivos: el traslado de los restos de Voltaire al Panteón de París, lo mismo que se hizo con los de Rousseau; el 18 de septiembre se celebraba la Constitución; el 10 de agosto, la ceremonia aniversario de los muertos por la República; el 10 de agosto de 1793, fiesta de la Naturaleza y de la Diosa Razón, etcétera.
El desarrollo de la fiesta durante la Revolución Durante los primeros años de la Revolución, las fiestas Las fiestas irán en aumento, destacando por su enorme significa ción las llamadas fiestas de la Federación; éstas solían celebrarse el 14 de julio. Simbolizaban la unanimidad de la Patria, de les enfants d e la Patrie, en su defensa. En definitiva, se trataba de celebrar la radical igualdad de los hijos de Francia a la hora de defender al país de los ataques de los monarcas absolutistas europeos. Tam Saint-Just manifes bién se conmemora la creación de un auténtico ejército tó en uno de sus dis nacional, compuesto por todos los franceses, sin privi cursos que no había legios. que acabó con el ejército del Antiguo Régimen, que esperar la vic donde la aristocracia ocupaba todos los puestos de toria sólo por nú mero y disciplina de mando y el pueblo era reclutado a través de levas. En los soldados, sino la celebración que se llevó a cabo un año después de la por los progresos toma de la Bastilla participaron 3 0 0 .0 0 0 personas. En que el espíritu repu realidad, se trató de un largo desfile de secciónanos, que blicano hubiera he iban a prestar un solemne juramento de lealtad ante el cho en el ejército. «No conozco otro altar de la Patria. medio de resistir a La explosión de la fiesta revolucionaria se produjo en E u rop a — dijo — tre 1792 y 1794: promulgación de la nueva Consti que oponerle el tución, recuperación de las fiestas populares como el espíritu de la Liber carnaval, que se combina con la nueva religiosidad pa- tad.*
69
Las fiestas
Quizá de todos los intentos para trans formar radicalmen te la sociedad, éste sea el más osado: d e s c ris tia n iz a r Francia, llevando hasta sus últimas consecuencias la Filosofía de la Ilus tración. En la ima gen. Fiesta de la Razón.
triótica, culto al Ser Supremo, etc. Todo ello hará que los meses del Terror sean pródigos en celebraciones. Por último, también el Directorio, tras la reacción termidoriana. impulsará las conmemoraciones, aunque dándoles un cáracter ligeramente distinto: las fiestas, que hasta entonces habían tenido un fuerte carácter po pular y habían ido adoptando las formas y las modas impuestas por el pueblo, se convertirán en solemnes acontecimientos; así se seguirá celebrando, hasta nuestro días, el 14 de julio como Fiesta Nacional francesa. El 10 de agosto de 1793 se inauguró la religión de la Naturaleza y de la Razón. Sobre las ruinas de la Bastilla se levantó una estatua colosal, la de una mujer vestida con los símbolos revolucionarios. Todos los miembros de la Convención desfilaron ante ella, ceñidos por los tres colores, llevando frutas y flores en señal de ofren da. Detrás de ellos, una inmensa multitud: los militan-
tes de las secciones armados con picas, las mujeres de los mercados sobre los cañones, los niños con lazos tri colores. etc. Todos recitaban la misma letanía: «Natu raleza: recibe el testimonio de la devoción eterna de los franceses por tus leyes.» Cuando Robespierre instauró el culto al Ser Supre mo, decidió celebrar un conjunto de festividades que sirvieran de fuente de aprendizaje cívico para los ciuda danos de la nueva República. El nuevo culto compren día toda una serie de actos y rituales: 36 fiestas que con memoraban al Ser Supremo, a la Felicidad, al Pueblo francés, a los Bienhechores de la Humanidad, a los Mártires de la Libertad, al Pudor, a la Amistad, a la Fru galidad, a la Buena Fe, al Estoicismo, a los Antepasa dos, a la Industria, etc. Cada diez días, una fiesta. Un miembro de la Convención era designado para prepa rar cada una de ellas. El 20 Prairial del año III (8 de ju nio de 1794) se celebraba la fiesta al Ser Supremo, en la que el propio Robespierre desempeñaba el papel prin cipal. El gran pintor David participó en la decoración del escenario de la celebración.
Las fiestas
De la trilogía repu blicana: Libertad, Igualdad y Fraterni dad, la menos re cordada es esta úl tima que, sin em bargo, resume la nueva ética laica: desde la individua lidad de ciudadanos encontrarse con los otros para desarro llar actividades de todo tipo. En la im agen. Com ida republicana.
La cultura popular: canciones y teatro El teatro
El teatro, que había sido patrimonio de la aristocracia, lle ga a ser con la Re volución el género literario supremo y alcanza una gran p op u larid ad . La
Comédie Française (en la im a g e n ), obra del arquitec to Víctor Louis, fue i n a u g u r a d a en
1790.
El teatro tuvo un gran auge en tiempos de la Revo lución El número de salas creció rápidamente, sobre todo a partir de enero de 1791, ya que cualquier ciu dadano tenía derecho a constituir un teatro público y representar toda clase de obras. Incluso en las circuns tancias políticas más graves, los locales siempre estuvie ron llenos. Junto al teatro clásico de la C om éd ie Française, exis tían los teatros de los bulevares que acogían a las gentes deseosas de distracción. Las salas teatrales eran tam bién lugares de encuentro donde se daba cita un público de variada extracción social. Las gentes se aglomeraban ante los carteles anunciadores, que desde 1789 anun ciaban el nombre de los actores. Eran muy populares los espectáculos de pantomima que incluían ejercicios de acrobacia. A las represen taciones sin palabras, en las que el actor, con sus gestos, contaba una historia, se añadía ahora una innovación, la música para subrayar los momentos más importan tes o significativos de la acción.
Las comedias asombraban por sus complejos decora dos que, en ocasiones, llamaban más la atención que los propios argumentos, pese a las connotaciones polí ticas de éstos. Los espectadores reían, lloraban, se con movían y vivían intensamente las representaciones. Pero para hacer reír, nadie como Arlequín, quien con su sombrero de fieltro, su máscara negra y su llamativo atuendo, se transformaba en mil personajes, pero no se preocupaba, verdaderamente, más que por Colombine... y por los dulces que guardaba en su bolsa. Junto a Arlequín, la comedia o la pantomima, el pú blico redescubre a un gran autor dramático: Moliere. Se recuerda la rebeldía de este escritor en la época del absolutismo y es considerado prácticamente como un sans-culotte. Sus obras, especialmente L e Tartuffe, L e
El teatro
Moliere es el nom bre a rtís tic o de Jean-Baptiste Poquelin. Fue actor y empresario de com pañías teatrales ambulantes duran te la primera mitad de su vida. En 1658 se instaló en París, donde consiguió la protección del rey y la corte. El gran éxito que obtuvo en los salones su sáti ra Las preciosas ri diculas le animó a seguir su actividad como autor, direc tor escénico y ac to r. O rgan izab a suntuosas represen taciones para el rey y sus amigos. Fue acusado de inmoral e impío por los te mas que trataba en sus farsas y come dias, cuando en realidad combatía enérgicamente la hipocresía de la so ciedad de la época. Murió en el trans curso de una repre sentación.
73
M isanthrope, L es fem m es sauantes, Don Ju an , se re presentaban con gran éxito. El teatro La renovación también alcanzó a las representacio nes más clásicas de la C o m éd ie Française, donde los montajes trataban de ser fieles a los textos y a las épo cas en que se desarrollaba la acción, para escándalo del público más tradicional. El teatro se politizó rápidamente, y algunos persona jes y situaciones, especialmente las que hacían alusión a la monarquía, se convirtieron en motivo de discusión en la misma sala, con actitudes que variaban según la marcha de los acontecimientos políticos. La primera versión A partir de 1792, las obras reflejaban, cada vez más, de la comedia Tar tufo tenía tres actos las circunstancias diarias y transmitían las enseñanzas de y fue representada la Revolución. El proceso del rey sensibilizó extrema en 1764 en Versa- damente al público, que veía en cada actitud o en cada
lles ante el rey. En esta comedia, Moliere denunciaba la hipocresía del lla mado partido devo to. Por su contenido y por que el prota gonista estaba ca racterizado de ecle siástico, la reina madre y el arzobis po de París logra ron que la obra fue se prohibida. Cuan do en 1769 obtuvo el permiso para su estreno, la obra ha bía sido suavizada y tenía ya los cinco actos con que la co nocemos. El carác ter eclesiástico y su mamente piadoso del impostor Tartu fo también había sido atenuado. Al final de la obra, el autor, agradecido, hace un panegírico del rey mostrándo lo como enemigo 74 del fraude.
frase de los personajes en escena un motivo de discu sión. Una vez condenados y ejecutados, tanto la fami E1 teatro lia real como la aristocracia en general eran criticados y ridiculizados en medio del jolgorio popular. Una de las obras de mayor éxito fue El juicio final d e los reyes, estrenada el 17 de septiembre de 1793. En ella, los re yes de Europa y el papa, con sus coronas, cetros y man Las obras de Modé tos, desfilan encadenados bajo la guardia de los sans- re han sido repeti culottes y son obligados a ganar el pan con el sudor de damente traducidas su frente Los soberanos se pelean por un mendrugo y adaptadas espe y el papa intenta en vano reproducir el milagro de la cialmente por au multiplicación de los panes. Entonces, un volcán entra tores españoles. También los artis en erupción y los reyes se abrasan y se consumen en tas plásticos del si las entrañas de la tierra. glo X I X se inspira El teatro era también una plataforma desde la que de ron en sus perso fender el orden republicano y especialmente algunas me- najes.
75
Después del 9 Termidor aparece en escena la juventud frívola y reacciona ria, que fue llamada «muscadins» (peti metres) y «merveilleuses» (divinas) por su forma de vestir, muy atildada y llamativa, y su co m p o rtam ien to superficial y e s candaloso.
76
didas más impopulares, como los reclutamientos. El go bierno subvencionaba a los autores de obras en las que el alistamiento en el ejército era contemplado de una manera positiva, como muestra de patriotismo y virtud republicana. Por otra parte, el sans-culotte era estricto sobre la moral de las obras representadas, asociaba cual quier ataque a la decencia con las ideas aristocráticas y vigilaba para que se respetasen en los escenarios las buenas costumbres, Con el fin del Terror y la caída de Robespierre reapa recen los espectáculos frívolos y también las peleas en tre los sans-culottes y la «juventud dorada» Los peti metres irrumpen en los teatros y exigen a los actores comprometidos con el régimen del año 11 que confie sen públicamente sus crímenes. Los que se resisten son expulsados o maltratados. Aparece una anti-Marsellesa. El despertar del pu eblo, que la «juventud dorada» can ta en aquellos teatros donde se representan obras que les disgustan, hasta el punto de que algunos se ven obli gados a cerrar.
Las canciones revolucionarias En un país en el que uno de cada dos habitantes no sabía leer, las canciones fueron un vehículo idóneo para la difusión de las ideas revolucionarias. Su número creció rápidamente: en 1789 se cuentan 116 canciones, en 1790 había 261, 3 08 en 1791. 325 en 1792, 5 90 en 1793 y 701 en el año II. Sus autores pertenecían a todos los niveles sociales, a todas las profesiones y a todas las regiones de Fran cia. Difundían sus canciones, pobremente impresas, en hojas sueltas o en cuadernos, que los periódicos y los almanaques reproducían. Muy pocas veces se especifi caba la partitura. Simplemente se indicaba la tonada con que se debían acompañar. El gobierno comprendió pronto la importancia de los autores de canciones para la propagación de sus con signas políticas. Los cánticos eran el mejor soporte para las fiestas cívicas y convenía que los asistentes los co nocieran bien. Las canciones son también el medio de dar a conocer el pensamiento revolucionario en el ejér cito. Así pues, se paga a los autores y se contratan can tantes. coros y orquestas. Se imprimen las canciones y
Las canciones
La carmañola, cha queta de faldón cor to con varias hile ras de botones me tálicos, formaba parte del atuendo de los revoluciona rios. Pero, por ex tensión también re cibieron este nom bre un baile colecti vo y una canción patriótica entona dos en momentos de alborozo.
La Marsellesa
La Marsellesa es el him no n a cio n al francés. El autor de la letra y la música fue un capitán de guarnición destina do en Estrasburgo. Cuando lo compuso en 1792, lo tituló «Canto de guerra para el ejército del Rin», pero como el batallón de Marse lla adoptó este him no cuando fue lla mado a París para defender a la patria de la invasión ex tranjera, el pueblo, que hasta entonces lo desconocía, le dio el nombre que perdura en la a c tualidad. El 14 de julio de 1795 fue de clarado himno na cional, aunque la posterior restaura ción de la monar quía borbónica lo prohibió. En 1879 fue adoptado de nuevo tal como per manece hasta nues 78 tros días.
se envían a todos los rincones de Francia. Los temas recogen las luchas de patriotas y contrarrevolucionarios, de jacobinos y sans-culottes. También aparecen las con signas de descristianización y el culto a la Razón o la si tuación del campesino. Para que una canción tenga éxito no basta con que recoja las aspiraciones del pueblo sino que debe ir acom pañada de una melodía fácil de recordar, y éstas se en cuentran en la música popular y tradicional. Incluso cuando la canción tiene su propia música original se ad vierte sobre qué melodía conocida se puede también cantar. Otras canciones que en este momento imponían su música original, como La Marsellesa o La Carmagnole. ven sus notas reutilizadas en muchas ocasiones. Todos los grandes acontecimientos son conmemora dos con canciones a favor o en contra de la Revolución. Algunas de las canciones más famosas son: Ça ira, L e chant du départ, L e salut d e l’Em pire y, sobre todo, La C arm agnole y La Marseillaise. La C arm agnole era una melodía provenzal, en ella se invitaba a los ciudadanos a dirigirse contra M. y Mme. Veto y a fraternizar con
<'ujh~TEi: .r r « u i p k r s s s r a c u t r e s C lét frw n
*. - - r-
J*
los sans-culottes La canción tuvo un éxito tan grande, que los realistas compusieron carm agnoles aristocráticas. La Marsellesa fue compuesta, en 1792, por el capi tán de la guarnición de Estrasburgo Claude Rouget de L’Isle. como himno patriótico del batallón de soldados marselleses, con el nombre de C anto d e guerra para el ejército del Rin. A los pocos días de estallar la Revolu ción se llamó a París a los soldados de Marsella; éstos lo adoptaron como himno del batallón. Las vibrantes notas del himno marsellés pronto se propagaron de boca en boca por las calles de París y el pueblo, enardecido, lo tomó como himno revolucionario y comenzó a lla marlo La Marsellesa. El 14 de julio de 1795 se convir tió en el himno nacional francés. Al producirse poste riormente la restauración borbónica fue prohibida, a causa de su marcada significación republicana y revo lucionaria. Transcurridos casi cien años desde su pro clamación. el 14 de febrero de 1879, La M arsellesa volvió a ser el himno nacional de Francia. Tal fue la popularidad de las canciones revoluciona rias y tan grande su presencia en la vida pública, que el propio Danton protestó contra los cantos patrióticos que impedían desarrollar las sesiones de la Convención
La Marsellesa
En la ilustración ve mos al autor de La Marsellesa, Rouget de L’lsle, entonan do, acompañado al piano, el himno re cién compuesto que lo inmortalizaría. Esta primicia tuvo lugar en casa de Dietrich, alcalde de Estrasburgo, que fue la persona que le animó a hacerlo la noche anterior durante una cena.
79
La vida cotidiana bajo el Terror El recurso a la violencia legal hay que inscribirlo dentro del contexto revolucionario, del aislamiento y de la cons tante agresión en la que vivían los revolucionarios del año II. Es el pueblo, que ve en peligro la Revolución, quien permite a los jacobinos legalizar el terror como arma para defender la República. Así hay que entender también el llamado Terror Blan co de la primavera y el otoño de 1795, que designa la violencia antijacobina desencadenada durante la reac ción termidoriana y protagonizada por la llamada «ju A partir de abril de ventud dorada», grupo heterogéneo en el que se en 1795 se desencade contraban desde hijos de la nobleza y burgueses hasta nó en Francia «el intelectuales, comerciantes y funcionarios, todos ellos Terror Blanco», ex unidos por el odio a la Revolución.
80
presión con la que se designaron los movimientos con trarrevolucionarios dirigidos por los realistas contra los partidarios del régi men revoluciona rio. Republicanos, protestantes, sacer dotes constitucio nales y todos aque llos que habían comprado bienes nacionales fueron detenidos y ejecuta dos. Los jacobinos fueron objeto de de nuncias y persecu ciones (en la ima gen) en todo el país y sufrieron ejecucio nes en masa para hacerles pagar los excesos cometidos en 1793. La repre sión más sangrien ta tuvo lugar en M arsella, donde fueron ejecutados más de cien deteni dos en el Fuerte de San Juan.
La caza de sospechosos ¿Quiénes eran sospechosos? La ley de 17 de septiem bre de 1793 daba de ellos una definición tan amplia que permitía incluir a todos los que por su conducta, sus in tenciones o sus escritos eran partidarios de la Monar quía o del federalismo, pero también a los considera dos enemigos de la Libertad: funcionarios públicos ce sados, antiguos nobles, parientes de emigrados o cual quiera que no pudiera demostrar medios de subsistencia legales o no hubiera manifestado públicamente su aca tamiento a la Revolución. La calificación de sospechoso correspondía al Comi té Revolucionario Estos comités nacieron espontánea mente en agosto de 1792 y se multiplicaron en munici pios. distritos y departamentos en la primavera de 1793, cuando la amenaza exterior, la revuelta en La Vendée y la insurrección acosaban por todas partes. Tras su legalización, se les encargó la vigilancia de los extranje ros y los sopechosos y su eventual arresto. Pero ade más debían luchar contra el crimen, mantener el orden público y vigilar la educación y la higiene pública. Tam bién expedían los certificados de civismo, indispensables
El Terror
Los comités revolu cio n ario s (en la imagen) estaban co m p u esto s por doce miembros que recibían un salario por su dedicación, desde que la ley de 21 de m arzo de 1793 los legalizó. Entre sus funciones estaba la vigilancia de los extranjeros, la supervisión de la d o c u m e n ta c ió n personal y la con fección de las listas de sospechosos.
El Terror
La caída de la Mo narquía marcó el fi nal del poder de los girondinos. Su acti tud legalista en el proceso contra Luis XVI fue considera da una traición a la causa revoluciona ria y les acarreó la im p o p u la r id a d . Cuarenta y uno de sus miembros fue ron detenidos por sospechosos y con ducidos al patíbulo.
82
para no parecer un contrarrevolucionario o para promocionarse en la vida pública. La delación era la principal vía para la detención de sospechosos. Los miembros del Comité debían diluci dar cuándo la denuncia estaba fundamentada, a fin de evitar que ésta se hiciera por motivos personales. Una vez detenidos y esposados, los sopechosos eran amontonados en carretas vigiladas por policías o guar dias nacionales. Tras largas y duras etapas, en las que la protección no impedía insultos y golpes, llegaban a las prisiones provinciales. Allí esperaban en «chirona». en una habitación oscura, húmeda y sucia, a que les llegara el turno de ser despojados de todos sus objetos personales (a veces se les dejaba casi desnudos, permi tiéndoles poseer los asignados). Después eran condu cidos al patio de la prisión, donde se mezclaban personas de todas las clases, desde aristócratas hasta pequeños comerciantes y criados. Cuando llegaba la noche, se acostaban, después de comer un poco de pan, e inten taban descansar sobre un suelo de paja, en las celdas abarrotadas de gente.
La vida en las prisiones No todas las cárceles eran iguales. Algunas, las menos, estaban mejor acondicionadas, la alimentación era me jor e incluso un médico hacía una visita regular. La vida de los cautivos estuvo marcada por dos mo mentos: antes y después de la primavera de 1794. Al principio las prisiones no estaban todavía demasiado llenas, pero a partir de junio de 1794 el Gran Terror sobrecargó las cárceles y las condiciones de vida se de gradaron al máximo. En la primera etapa las prisiones mantuvieron una cla ra separación entre los prisioneros según su condición social. Los nobles y los burgueses acomodados no se mezclaban con el pueblo llano, pues el dinero se lo per mitía. Los más ricos podían vivir en una habitación do ble, con cama, colchón, sábanas y mantas. Compraban, a precios exorbitantes, jarras, zafas y jofainas para afei tarse. Incluso en alguna prisión un barbero venía de fuera
La prisión
Se calcula que en tre los veranos de 1793 y 1794 fueron encarceladas alre dedor de medio mi llón de personas en Francia. El hacina miento en el que vi vieron los últimos detenidos hizo que los juicios se acele raran.
La prisión
Las torres del anti guo monasterio de los Templarios en París (a la derecha) sirvieron de prisión real cuando el mo narca y su familia fueron detenidos en agosto de 1792. A pesar de la brillan te defensa de Malesherbes, el rey fue condenado. Abajo, Luis XVI se despide de su familia.
84
para afeitar, peinar y empolvar a los señores, que por las mañanas se tomaban su tiempo para el aseo perso nal. mientras otros hadan la cama, barrían o vaciaban los orinales. En la mesa se encontraban tres clases de prisioneros: los que podían alimentarse a sus expensas, los que no podían y los que eran lo bastante ricos como para correr con sus gastos y con los de los pobres. En ciertas prisiones había una gran estancia donde los hom bres, alrededor de una mesa, escribían o leían mientras las mujeres, que vivían en otro edificio, se les unían para tricotar o bordar. A las nueve de la noche, una campanita hacía la lla mada que precedía al momento de acostarse Algunos habían obtenido un permiso y podían ir a pasear a los jardines, donde realizaban reuniones sociales, se escu chaba música, se hablaba distendidamente y se compo nía versos (el mismo Luis XVI hada versos en su prisión del Temple). Las relaciones amorosas eran frecuentes
y los carceleros permitían las visitas de esposos y aman tes. Para las mujeres éste era el medio más seguro de La prisión escapar, momentáneamente, a la guillotina, pues la ley decía que las embarazadas no podían ser ajusticiadas. Poco a poco todo fue cambiando. El número de sos pechosos crecía y los prisioneros se amontonaban en celdas y pasillos. Se acabaron las visitas, la comida pre parada fuera y los demás privilegios. Todos comían jun tos en una mesa común. El gobierno revolucionario y los sans-cu/o£fes temían una revuelta en las prisiones y fomentaban la delación de los posibles cabecillas. Los prisioneros se organizaban, tratando de esconder su dinero e intentando sobornar Las clases popula a la guardia. Cada día recibían noticias del exterior. La res revolucionarias tensión aumentaba y las condiciones de vida se dete fueron llam adas rioraban aún más.
86
d esp ectivam ente sans-culottes. So cialmente, este gru po lo integraban las masas trabajadoras de la época: peque ños comerciantes, artesanos y asala riados que, aunque diferentes por lo que respecta a su extracción y condi ción social, se unie ron con el objetivo común de luchar contra la carestía. El pan abundante y barato era la reivin dicación más oída de boca de las mu jeres durante las primeras jornadas. Más adelante, la práctica política ad quirida a través de la participación en las sesiones de las sociedades y sec ciones de barrio les llevará a demandar la democracia di recta.
El juicio Un día, el prisionero escuchaba su nombre y debía salir de la fila para acudir al Tribunal Revolucionario. La Convención había creado un Tribunal Criminal extraor dinario para juzgar, sin apelación ni recurso, a los cons piradores. Estaba compuesto por cinco jueces, un acu sador público, dos sustitutos y doce jurados. Los jueces aplicaban la ley tras la deliberación del jurado, y la sen tencia debía ejecutarse en veinticuatro horas. El in cremento en el número de casos hizo que el Tribunal ampliara su composición. El procedimiento se acelera ba y las sesiones se abreviaban. Hasta junio de 1794. el sospechoso era conducido al Palacio de Justicia, donde, en presencia de un juez, del acusador público o de su sustituto y de un escribano, era interrogado y se le designaba un defensor. Si el juez decidía que no había proceso, era puesto en libertad. Si. por el contra rio, ordenaba la prisión del sospechoso, se levantaba un acta de acusación. Unos días antes de su comparecen cia, el detenido era trasladado a la comisaría del palacio. La sala estaba llena de público, especialmente feme nino. El acusado comparecía y el juez le preguntaba su identidad. A continuación, el escribano leía el acta de
Los juicios
El Tribunal Crimi nal de París ordena ba detener y juzga ba a todas las per sonas acusadas de sospechosas por los comités de seguri dad y vigilancia. El término sospecho so tenía un signifi cado muy amplio y abarcaba desde la traición a la causa revolucionaria has ta los delitos econó micos.
.1 UG E M E NT R
E JN D
U
PAR LE TRIBUNAL CRIMINEL REV OLUTIONINAlllE, ÉTABLI
A
PARIS
PAR
LA
LO¡
DU
10
MARS
t 79 5-
acusación y los testigos eran llamados a declarar. El acu sador tomaba la palabra para resumir los cargos antes Los juicios de que el defensor actuara y, por último, el juez volvía a resumir el asunto. Después, los jurados se retiraban a deliberar. El acusado era informado por el juez de la opinión de los jurados y el acusador público planteaba sus conclusiones sobre la aplicación de la ley. Los jue ces opinaban sobre el caso y, tras haber leído el texto de la ley. pronunciaban la absolución o la condena. En A principios de este último caso, el reo volvía a prisión, donde espe 1794 las detencio raba, con la nuca rapada, la carreta de los condenados. nes de sospechosos Con la ley de 10 de junio de 1794 todo cambió y las aumentaron de tal garantías procesales desaparecieron. No había audien manera que fue ne cia pública, ni tampoco defensa y no hacían falta tes cesario crear ex ce p c io n a lm e n te tigos. Todo quedaba en manos del acusador público nuevos tribunales Fouquier-Tinville. para juzgar a los presos. El Gobierno del Terror condenó a muerte a tantos e n ca u sa d o s que hubo que instalar guillotinas en las plazas de todas las ciudades importan tes. Los ajusticia mientos se anuncia ban para que el pueblo acudiese a presenciarlos y de este modo la publi cidad y la contem plación de las eje cuciones sirviese para contener los ánimos contrarre volucionarios. La represión era feroz y afectaba a todas las capas de la so ciedad. Todos los ciudadanos eran objeto de sospecha y sucesivam ente por los tribunales desfilaron personas de todas las ten dencias.
La guillotina Herencia del mundo feudal, uno de los privilegios de los nobles era. llegado el caso, el de ser decapitados El pueblo llano era ahorcado o sometido a terribles su plicios (hoguera, descuartizamiento, etc.). Del deseo de introducir la igualdad en los ajusticiamientos, y abreviar los sufrimientos del condenado, nació la guillotina. A propuesta de un miembro de la Asamblea, el doctor Guillotin, se abrió una discusión, en el otoño de 1789, sobre la manera de ejecutar a los condenados con un único procedimiento y mediante una máquina. «Con mi máquina —decía su creador— os hago saltar la cabeza en un abrir y cerrar de ojos, y sin que experimentéis el menor dolor.» El nuevo Código Penal adoptado en septiembre de 1791, decía que «la pena de muerte consistirá sola-
La guillotina
Joseph-lgnace Gui llotin fue un miem bro de la Orden de los Jesuítas que ejerció como profe sor de anatomía y como médico. Di putado por el Ter cer Estado, propu so a la Asamblea, con ánimo filantró pico, extender el sistema de ejecu ción por medio de la decapitación a todos los condena dos a muerte. Has ta entonces, este sistema estaba re servado a la aristo cracia. La Asam blea aceptó su pro puesta y él mismo estuvo a punto de ser ajusticiado por éste método, acu sado de traid o r. Tras su liberación murió en París en
1814.
89
La guillotina
El 21 de enero de 1793. Luis XVI fue conducido al cadal so en medio de un gran expectación. La i l u s t r a c i ó n muestra el momen to en que el rey, hombre de profun das convicciones religiosas, es con fortado por su con fesor, el abad Edgeworth, antes de su bir las escaleras que lo conducirían a la guillotina.
mente en la privación de la vida; ninguna tortura será in flingida al condenado... toda persona condenada será decapitada». El invento del doctor Guillotin funcionó por primera vez, el 25 de abril de 1792, en la ejecución de un preso común. La guillotina estaba formada por dos largueros para lelos de madera de haya, de aproximadamente tres me tros de alto, unidos por arriba mediante un travesano y fuertemente sujetos al suelo por contrafuertes laterales y traseros. La hoja era una plancha de ocho pulgadas, retenida por una cuerda que sostenía el verdugo y que soltaba en el momento en que el condenado, tumbado boca abajo, había introducido el cuello en la escotadu ra del tronco. Los condenados, con las manos atadas a la espalda, se dirigían en carretas hasta el emplazamiento del patí bulo. Unos lloraban, otros pedían socorro e intentaban que el pueblo se compadeciera de ellos, Había quienes insultaban a los sans-culottes. Se decía que el rey y la reina mostraron una calma impresionante ante la gui llotina y que Danton bromeaba con el verdugo.
Alrededor del cadalso las gentes eran contenidas por cordones de guardias. Bien cerca se situaban les tricoteuses. llamadas también «las furias de la guillotina», que, sentadas sobre banquetas, tejían y bromeaban mientras esperaban las ejecuciones. Todo un nuevo lenguaje fue inventado. La guillotina fue bautizada como «la navaja nacional», y las fases del suplicio dieron lugar a chanzas siniestras a propósito del itinerario de las carretas, la caída de la cabeza en el saco, etcétera. La guillotina se convirtió en tema de adorno de platos, tazas o tejidos. Se compraban a los niños modelos de juguete. En las calles había vendedo res que distribuían las listas de los ejecutados. La má quina fue motivo de varias canciones. La guillotina se convirtió en un símbolo fantástico, en salzado por todos los que veían en ella el castigo para los enemigos de la Revolución, y en un instrumento de martirio para sus víctimas.
La guillotina
El juicio y la poste rior ejecución de ia reina María Antonieta han exaltado la imaginación de novelistas, directo res de cine y artis tas. El orgullo de mostrado por la rei na durante todo el proceso ante el tri bunal que la juzga ba, sus valientes contestaciones a las acusaciones de Hébert. que llegó a acusarla de haber corrompido a su hijo y el desprecio hacia el pueblo que abarrotaba la sala, impresionó a sus propios detracto res. El trayecto des de la Conciérgerie, a donde había sido trasladada antes del juicio, hasta el cadalso lo convir tió en un escenario para exhibir los va lores de la aristo cracia: altivez, tem ple y desprecio a la muerte.
91
Glosario Absolutismo Es la forma de gobierno de las monarquías del Antiguo Régimen durante los siglos xvil, xvill y algunos períodos del xix en que fue restaura do. La soberanía reside en el rey. cuya autori dad no está limitada por las leyes. Una variante del absolutismo es el despotismo ilustrado, que pretende conseguir la modernización y el pro greso social aplicando algunas teorías de la Ilus tración. Antiguo Régimen Expresión que designa la sociedad estamental, sus instituciones y sus prácticas, anteriores al nuevo régimen establecido tras la Revolución Asignado Billete, no convertible en metálico, cuyo valor estaba garantizado con la venta de bienes del clero. Comité de Salvación Pública Organismo establecido por la Convención el 6 de abril de 1793, con la misión de supervi sar la acción de gobierno de los ministros, los jefes del ejército y los cuerpos de la adminis tración regional y local. Su acumulación de poder y funciones fue en aumento especial mente en materia administrativa, económica, educativa, religiosa y en la aplicación de la política de terror. Sus miembros eran doce y se renovaban o reelegían mensualmente. A él pertenecieron Robespierre, Saint-Just, Danton y Carnot. Desapareció al tiempo que la Con vención. Comités de vigilancia Creados en agosto de 1792, reciben poder de la Convención para vigilar a los extranjeros y a los sospechosos. Integrados en la organiza ción del gobierno revolucionario, bajo el con trol de los comités de Salvación Pública y de Seguridad General, colaboran activamente en la política de terror.
9 2
Convención Nombre que recibe la asamblea entre el 21 de septiembre de 1792 y el 26 de octubre de 1795. Se distinguen tres etapas —girondina, jacobina y termidoriana—, que se correspon den con el predominio de cada uno de estos grupos políticos. La conflictiva situación inte
rior y la amenaza exterior motivaron el recurso a medidas excepcionales y, consecuentemen te. a que no existiera una clara separación de poderes. Directorio Régimen que sucedió a la Convención y duró hasta el golpe de estado de Napoleón Bonaparte el 9 de noviembre de 1799. El poder le gislativo recaía en dos asambleas: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancia nos. El poder ejecutivo lo ejercían cinco «di rectores» elegidos por los consejos legislativos. Estados Generales Institución de la monarquía absoluta que reúne, separadamente, a los tres órdenes (privilegia dos: clero y nobleza; no privilegiados: estado llano) y otorga un voto colectivo a cada uno de ellos. Federalismo Movimiento de oposición al predominio de Pa rís y de su Comuna y al centralismo jacobino. Liderados por los girondinos, son partidarios de la descentralización y de la federación de los departamentos. En el verano de 1793 pro movieron una rebelión, derrotada por los ejér citos de la Convención, cuyo fracaso supuso el aumento del centralismo y la persecución de cualquier tendencia autonomista o separatista en las provincias y departamentos. Fisiocracia Doctrina económica que sostiene la existencia de un orden natural que determina la vida y las relaciones humanas y que ha de ser cono cido y respetado. Se basa en el principio de que la producción agrícola determina el desarrollo económico y el orden social. Divide a la socie dad en tres clases: los agricultores, los propie tarios y la clase estéril. Piensa que el mejor go bierno es un despotismo Ilustrado que garan tice la propiedad, la libertad y la educación. Ilustración Movimiento cultural europeo y americano del siglo xvm, inspirado en el renacimiento, el em pirismo y el racionalismo, que abarcó todos los campos de la actividad humana (economía, ciencia, arte, filosofía, política) desde una pers pectiva que sitúa al hombre como sujeto prin cipal del medio natural en el que vive y trata
de conseguir su progreso y su felicidad a tra vés de la razón. Imperio Gobierno de Francia entre 1804 y 1814, ejer cido por Napoleón Bonaparte con el título de emperador y cuya manifestación más impor tante fueron los enfrentamientos bélicos con las monarquías absolutas del resto de Europa Leva Reclutamiento forzoso de hombres para el ser vicio en el ejército.
Masonería Asociación secreta cuyos miembros, organiza dos en grupos llamados logias, se prestan mu tua ayuda y celebran reuniones rituales. El lema revolucionario «libertad. Igualdad, fraternidad» es de inspiración masónica. Nación Durante el siglo XVIII, este concepto conserva ba su sentido geográfico primitivo, derivado del latín, para designar a los habitantes de una lo calidad o de un país. Durante la Revolución Francesa, el término nación adquirió un nuevo significado al establecer un vínculo entre la so beranía popular y la nación: de ello se despren de que la ley es la expresión de la voluntad na cional Así, cuando la Asamblea de los Estados Generales dejó de ser la asamblea de los re presentantes de los tres estamentos tradiciona les (Iglesia, nobleza y pueblo llano), se convirtió en la «Asamblea nacional de los representan tes del pueblo francés». A partir de entonces, todas las nuevas instituciones de Francia queda ron marcadas por el epíteto «nacional»: Asam blea Nacional Legislativa. Guardia Nacional. «Representantes de la Nación», etc. Tercer Estado Es el tercer orden o estamento de la monar quía francesa. El primero era el clero, el segun do la nobleza y el tercero, el único que carecía de privilegios, agrupaba tanto a grandes comer ciantes y profesionales liberales como a arte sanos y campesinos. Terror Período durante el cual el gobierno ejerce el poder con medidas excepcionales que no res petan la legalidad constitucional. Durante la
Revolución se produjo en tres etapas. El pri mer Terror (10 de agosto-21 de septiembre de 1792) fue ejercido por la Comuna de París contra los sectores más moderados de la Asam blea y los sospechosos de ser contrarrevolucio narios; se caracterizó por las medidas anticle ricales y creó el Tribunal Revolucionarlo. El Gran Terror (5 de septiembre de 1793-28 de junio de 1794), protagonizado por los jacobi nos y los sans-culottes, confiere al Comité de Salvación Pública la tarea de acabar con los enemigos de la Revolución y profundizar en sus conquistas. Con este fin se desarrolla una obra legislativa que pretende la disminución de las desigualdades económicas, la laicización de la sociedad y facilita el recurso a procedimientos sumarísimos para eliminar a los contrarrevo lucionarios. El Tenor Blanco (mayo-junio de 1795) es la reacción sangrienta dirigida por los realistas contra los revolucionarios a quienes persiguen y asesinan sin que medie proceso ju dicial alguno. Sufragio censitario Fórmula electoral de carácter restringido, se gún la cual sólo tienen derecho al voto y a ser elegidos como diputados los ciudadanos que reúnan cierto nivel de instrucción y determina das condiciones económicas (renta anual, pro piedad de fincas, inmuebles, etc.). Este tipo de sufragio será superado por el sufragio univer sal, que reconoce el derecho a! voto a todos los ciudadanos por el mero hecho de serlo. Sin embargo, este derecho no fue reconocido para las mujeres y, durante muchos años, hasta bien entrado el siglo xix, el llamado sufragio univer sal fue en realidad exclusivamente masculino. Durante la Revolución Francesa, en la que las mujeres desarrollaron una gran actividad, des tacó Olympe de Gouges. quien llegó a oponer a la Declaración de los Derechos del Hombre una Declaración de los Derechos de la Mujer V de la Ciudadana Vendée Región del oeste de Francia donde tuvo lugar en 1793 una Insurrección campesina contra rrevolucionaria motivada por la venta de los bie nes nacionales y los decretos de reclutamien to. A ella se unieron sectores de la nobleza y el clero que fueron finalmente derrotados por tropas de la Convención 93
Indice alfabético acusador público. 88 ágapes. 13 (véase también sím bolos) altar de la Patria, 13, 18, 24, 67, 69 amistades peligrosas, Las, 59 Anticlericalismo, 68 Antigüedad clásica, 11, 12,68 Antiguo Régimen, 6, 8, 9, 14. 25, 33, 38, 42, 45, 50, 52, 53, 62. 66, 68, 69 Apolo, carro de. 67 árbol de la Libertad. 13, 18,46, 66, 67 Archivos nacionales, 51 Arlequín, 73 Arras, 28 Asamblea Nacional. 33, 64, 89 Asamblea de París, 33 Asambleas. 30-32 balanza, la. 13 (véase también símbolos) Barére, Bertrand. 54 Bastilla, la. 27, 67, 69, 70 Bastilla, toma de la, 31, 63 Biblioteca Nacional, 51 bolchevique. 11 Bonaparte, 56 Boucher. François, 16 Bretaña. 33 Brissot, Jacques Pierre, 54 burguesía. 7, 10, 13, 34, 39, 52, 57, 80. 83 canciones, 14, 77-79 Canto de guerra para el ejército del Rin (véase Marsellesa. La) Carmagnole. La, 14, 70, 77, 78. 79 carmañola, La (véase Carma gnole, La) catecismos, 43, 44 censura, 55, 56 clsterciense, orden, 36 ciudadanos, 9, 10, 13, 38, 53, 71 clero, 8, 25. 62, 64 Club — Bretón, 33 9 4 — de los Americanos. 33
— de los Cordeliers, 37, 54 — de los Feuillants, 36 — de los Jacobinos, 10, 33-35 clubes, 16, 33-37, 57 cocarde, la (véase escarapela tricolor) Código Civil, 26 Código Penal, 89 Colombine, 73 Comédie Française, la. 71. 74 Comité Permanente Municipal, 64 Comité Revolucionario, 81, 82 Comité de Salvación Pública, 10, 28 Conciérgerie. La, 91 Conservatorio Nacional de Ar tes y Oficios. 51 Constitución. 22, 68, 69 Constitución Civil del Clero, 35, 36 Consulado, 56 Contrato Social, El, 28 Convención Nacional, 15, 22, 25, 27-30, 38. 39, 42. 71, 79, 87 Corday Charlotte, 18 Cultura popular. 72-79 Danton. 9, 28, 37, 79, 90 David, Louis. 11, 45, 67, 71 Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadono, 54 Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. 15 Delacroix, Eugéne, 12 descristianización. 26. 28 Desmoulins, Lucile, 15 despertar del pueblo. El, 76 Diosa Razón, 22-29 Directorio, 10, 56, 70 divorcio, 25, 26 Dominicos, Orden de los, 34 Don Juan, 74 Educación, 38-52, 81 Emilio. El, 41 Enciclopedia. La, 27, 45, 50, 55
Enseñanza Superior, 49-51 escarapela tricolor, 13. 14, 18 (véase también sím bolos) escuadra, la, 13 (véase tam bién símbolos) Escuela Central de los Trabajado res Públicos, 49 — Normal de París. 47, 49, 50 — Politécnica. 49 — primaria. 38-42 — de Medicina de París, 51 — de Salud, 51 Estados Generales. 28, 36. 64 estudios secundarios. 48, 49 familia nuclear, 39 federalismo, 81 femmes savantes. Les, 74 Feuillant. abadía de. 36 (véa se también club) Fleurus, batalla de, 12 Fouquier-Tinvilie (Antoine Quintin Fouquier, llama do). 16. 88 Fragonard. Jean-Honoré, 16. 60 franciscanos, 37 franciscanos, convento de los, 37 Fuerte de San Juan. 80 Géricault, Théodore. 12 Gironda, 37 girondinos, 34, 37, 82 (véa se también Club) gorro frigio, 13, 14. 18. 28, 49 (véose también sím bolos) Gouges, Olympia de, 15 Gran Fiesta de la Federación, 67 (véase también fiestas) Grecia, 11 Greuze, Jean-Baptiste, 60 Guardia Nacional. 64 Guillotin, Joseph-lgnace. 89.
90
guillotina. 32, 86, 89-91
Hacienda Pública, 9 Hébert. Jacques-René. 37, 58. 91 Hércules, 12 Himno nacional francés (véase Marsellesa, La) Iglesia, 9. 22-25. 29, 53, 61 jacobinos, 28. 32, 80 (véase también Club) Jacobinos Reformados, con vento de los). 34 jesuítas, orden de los. 89 Juicio Final de los Reyes, El, 75 Juramento del Juego de Pelo ta. 31 Lafayette. marqués de, 36 Lambaile. princesa de. 65 Launey. marqués de, 64, 65 Ledoux. Claude Nicolás. 45 Le Peletier de Saint-Fargeau, Louis-Michel. 38, 39 Ley de Prensa y Censura. 56 «Librería Real», 52 Luis XVI, 10. 55. 74, 82. 84. 90 maestros. 39. 42. 45-48 Marat. Jean-Paul. 18. 28, 53. 67 María Antonieta, 10. 65, 91 Marsellesa, La, 14, 44, 76, 78, 79 Marte, carro de, 67 masonería. 13, 35 matrimonio. 22-25 «merveilleuses». 76 Michelet. Jules. 36, 53 Minerva, 14 Mirabeau. conde de, 36, 54 Mísanthrope. Le, 74 Moliére (Jean Baptiste Poquelin llamado). 73-75
«muscadins» (véase petimetres) Museo de Pesas y Medidas. 49 Museo del Louvre, 51 Necker. Jacques, 64 nobleza, 8. 9, 34. 52. 62, 64. 69. 80 83. 89 Notre-Dame. catedral de, 27 Palacio de Justicia, 87 Palais-Royal, 65 Panteón de los Padres de la Na ción. 68 París. 6. 14, 15. 24. 52. 53. 61, 64 . 73 , 74 , 78 , 89 «pére Duchésne», 58 periódicos. 16, 18, 56. 57. 58 periodistas. 60. 61 petimetres. 76 policía, comisario de. 61 Poquelin. Jean-Baptisle (véase Moliére) prensa, 32. 52-61 prisión, 83-87 prisioneros, 84-86 Religión, 27-29, 70 República, la. 4. 14, 18, 22. 38. 44. 47, 48. 50. 60. 67, 68. 71, 80 Revolución Rusa, 4 Robespierre, Maximillen. 9. 10, 12, 15, 28, 29, 36, 38. 68, 71 Roland, Madame, 15, 16 Roma, 11, 12 Rouget de L isie. Claude, 79 Rousseau. Jean-Jacques, 20, 28. 29. 41. 46. 48. 68 Rusia zarista. 11 Saint-Just, Louis, 12, 36, 69 sans culottes, 14, 25, 58, 66, 68. 73, 75, 76, 78, 79, 86, 90
Sans-cu/otrides. 20 (véase también fiestas) Ser Supremo. 27, 46, 70, 71 (véase también fiestas y re ligión) símbolos. 11-14. 18. 28.44. 46, 67 sistema métrico decimal, 49 Sociedad de Ciudadanas Re publicanas Revoluciona rias. 32 Sociedad de los Amigos de la Constitución. 34 Sociedad de los Amigos de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. 37 Sociedad de los Amigos de los Negros. 15, 33 sociedades populares. 30, 32. 48. 49 teatro. 72-77 Templarios, monasterio de los, 84 Temple, prisión del. 84 Tercer Estado. 7, 28, 36, 60, 62 Tenor, el, 10, 14, 28. 55, 76. 80-91 «Tenor Blanco», 80 Tribunal Criminal, 87 Tribunal Revolucionario, 16, 32. 87 tricoteuses, 16. 91 Tullerías, 16. 34 tuteo, 10, 14 Varennes, fuga de. 10 Vendée, la. 81 Víctor, Louis, 72 viviendas. 6-7 Voltaire (Françols Marie Arouet, llamado), 68 Watteau, Antoine. 60
95
Bibliografía Bois, J. P.. La Revolución Francesa. Biblioteca Historia 16. Madrid, 1989. Castells, I., La Revolución Francesa (2) y (31. Cuadernos Historia 16, núms. 179 y 180. Madrid. 1989. Duhet, P. M., Las mujeres y la Revolución, 1789 1794. Península. Madrid, 1971. Furet. F., Pensar la Revolución Francesa. Ed. Petrel. Barcelona, 1980. Guerin, D., La Revolución Francesa y nosotros. Ed. Villalar. Madrid, 1977. Hampson, N., Historia social de la Revolución Francesa. Alianza Editorial. Madrid, 1970. Yllán, E., La Revolución Francesa. Colección «Biblioteca Básica de Historia», Anaya. Madrid. 1989. Jaures, J., Causas de la Revolución Francesa. Ed. Crítica. Barcelona, 1979. Paniagua, J., La Europa Revolucionaria: 1789 1848 Colección «Biblioteca Básica de Historia», Anaya. Madrid. 1989 Perennet, M., Vocabulario básico de la Revolución Francesa. Ed. Crítica. Barcelona, 1985. Schmitt. E., Introducción a la historia de la Revolución Francesa. Ed. Cátedra. Madrid. 1985. Soboul, A., La Revolución Francesa. Principios ideológicos y protagonistas colectivos. Ed. Críti ca Barcelona, 1987. Tulard. J.: Fayard. J. F. y Fierro, A., Historia y diccionario de la Revolución Francesa. Cátedra. Madrid, 1989. Vilademunt, A., La Revolución Francesa (1). Cuadernos de Historia 16, n.° 178. Madrid, 1989. Vovelle, M.. Introducción a la historia de la Revolución Francesa. Crítica. Barcelona, 1984.