Principios filosóficos de la postmodernidad.
Conceptos básicos de la psicología analítica. Influencia del paradigma de la Postmodernidad en el pensamiento contemporáneo.
Autor: Dra Iraima V Martínez M
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Introducción
La psicología era una rama de la filosofía, de la cual se dice que se independizo alrededor de 1850, con el nacimiento de la psicofísica. Los psicólogos se basan en y utilizan una cantidad de ideas filosóficas, sobre todo ideas acerca de la naturaleza de la mente y la ciencia. Todo psicólogo, por tanto, no solo es un científico o un terapeuta, sino un filosofo aficionado, en general malgré lui. Esto no tendría por que preocupar a nadie, si no fuera porque el conocimiento tácito esta a medio elaborar, es incoherente, a menudo obsoleto, y nunca expuesto al examen crítico. Partiendo del planteamiento anterior se busca con este documento, analiza brevemente los planteamientos de la historia del pensamiento filosófico contemporáneo en el contexto científico, social y cultural. Destacando los principios filosóficos de la postmodernidad: Conceptos básicos de la psicología analítica. Para finalmente revisar la influencia del paradigma de la postmodernidad en el pensamiento contemporáneo
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Principios filosóficos de la postmodernidad:
Conceptos básicos de la psicología analítica En el trabajo desarrollado por Freud, Moisés y la religión monoteísta (1938), el fundador del psicoanálisis describe la existencia de “unos sedimentos psíquicos” fijados desde tiempos primordiales y que constituyen una herencia que se reanima con cada nueva generación. Sin embargo, sería su discípulo favorito, Jung, quien llevaría esta noción hasta sus últimas consecuencias, al punto que su desarrollo implicaría la ruptura con quien había sido su maestro. Entre las diferencias entre la concepción junguiana y la freudiana, señalemos que para Jung, a diferencia de lo que afirma el discurso psicoanalítico, no existe “deformación” de los contenidos que emergen del inconsciente. No hay enmascaramiento; lo que ocurre es que el inconsciente nos habla en una lengua que no es familiar para nuestra conciencia, la del lenguaje metafórico y analógico tan propia del denominado hombre primitivo y cuyos vestigios encontramos en numerosas tradiciones filosóficas y espirituales, siendo el símbolo el elemento nuclear en la plasmación de lo arquetípico, como lo demuestra el estudio de la mitología y las religiones comparadas. La división junguiana de “lo inconsciente” en una parte personal y otra colectiva implicaría no sólo cuestionar aspectos vinculados al formato estructural de ese inconsciente (para Jung, la sustancia de lo inconsciente se plasma en la imagen, en contraposición con la teoría freudiana, para la que ese sustancia sería la representación lingüística), sino también a un tema de de ubicación en planos distintos, el de lo personal y el de lo colectivo), aunque el autor suizo establezca una relación entre ambos planos. Lo inconsciente se caracteriza para Jung por su carácter “compensador”, que irrumpe de forma privilegiada en el mundo de los sueños. En ellos, junto a aspectos personales ligados a 3
la historia del sujeto y marcados por la cuña de la represión, podríamos encontrar símbolos ligados al inconsciente colectivo, producidos por la emergencia de ese sustrato transpersonal. La aparición de dichos materiales se encuentra íntimamente vinculada con momentos de transformación vital, existiendo una relación clara con lo que determinadas culturas aborígenes consideraban “ritos de paso”. Pero para ir entendiendo en toda su amplitud las diferencias que separan el discurso del freudiano, convierte que repasemos algunos de los conceptos básicos de la psicología analítica: A) El inconsciente personal y el inconsciente colectivo. Para Jung, lo inconsciente ha de comprenderse “como la totalidad del conjunto de fenómenos psíquicos carentes de la cualidad de conciencia”. Esa totalidad abarca tanto los contenidos reprimidos (por su carácter de intolerables para la conciencia), como los contenidos heredados, que aún no se han materializado en la conciencia y que forman parte del sustrato colectivo del inconsciente. El sustrato personal es, para el discurso junguiano, “un estrato en cierta medida superficial”, que descansa sobre otro más profundo que no se origina en la experiencia y en la adquisición personales, sino que es innato. Jung elige la expresión “colectivo” porque ese inconsciente es de naturaleza universal, es decir, en contraste con la psique individual, tiene contenidos y modos de comportamiento que son los mismos en todas partes y en todos los individuos. En otras palabras, constituye un fundamento “de índole suprapersonal”. B) Manifestaciones de lo inconsciente. Para Jung, la imaginación conecta con los estratos instintivos de la psique que configuran una parte fundamental de lo inconsciente. El hombre civilizado ha ido separando progresivamente su conciencia de esos estratos instintivos, a diferencia del primitivo, que dota de propiedades psíquicas prácticamente a todo su entorno. La imaginación, como vestigio aún presente de ese pensamiento primitivo, es una de las posibles vías de expresión del inconsciente procedente de los substratos más arcaicos de la psique, así como, también, del inconsciente más personal, ese inconsciente que tiene que ver con la represión. El sueño constituye una suerte de imaginación, donde las imágenes oníricas son fieles exponentes del discurso de lo inconsciente.
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Para Jung, en el sueño se presentan imágenes que son análogas a las ideas, mitos y ritos primitivos, sin excluir la posibilidad de que la imagen onírica represente la expresión de un deseo no satisfecho en aquellos sueños a los que el autor suizo dio el calificativo de “reductivos”. Otra de las expresiones más importantes de lo inconsciente se manifiesta mediante la proyección, por la que el sujeto ve reflejado en el mundo exterior su legado interno El hombre primitivo ya utilizaba la proyección cuando expresaba en los diversos sucesos naturales los dramas que acontecían en su alma. El denominado hombre civilizado sigue utilizando la proyección, y aunque la mayoría de las veces no se traduzca en la dotación de un alma viva a la realidad material, es muy frecuente que vea los demonios en los demás, ante su incapacidad para ver los propios. Proyectamos, sobre todo, los aspectos que no nos gustan de nosotros mismos, pero también se puede proyectar prototipos que hacen referencia a nuestro legado colectivo sobre grupos (étnicos, sociales, etc.) de índole muy variada. Una forma específica de proyección es la que se da en el marco del trabajo analítico, donde ya vimos, en el capítulo dedicado al psicoanálisis, que el paciente puede investir al terapeuta del conflicto paterno o materno mediante la transferencia. Jung amplia la visión freudiana con la inclusión del sustrato transpersonal, lo que lleva a que el conflicto pueda ser un conflicto con los dioses. C) Propiedades del inconsciente. La tendencia a relativizar los opuestos es una característica de lo inconsciente. La asignación de esta propiedad hace que la teoría junguiana se acerque a concepciones orientales como la filosofía taoísta, donde la integración de los opuestos constituye un elemento clave del desarrollo filosófico; pero también la vincula con la tradición alquímica occidental, donde “la boda” de los opuestos es una operación fundamental del opus alquímico. Otro aspecto importante de la función del inconsciente es restablecer nuestro equilibrio psicológico: es lo que Jung llama papel compensador. El inconsciente podría expresar la compensación de las deficiencias de la personalidad, y al mismo tiempo advertir de los peligros de la vida real, faceta que ligaría el inconsciente no sólo al pasado, sino también al presente. El inconsciente no sería, por tanto, un mero depositario del pasado, sino que en él habitan contenidos nuevos que jamás fueron conscientes, y que al mismo tiempo nos pueden sugerir soluciones creativas a determinados problemas, tanto de índole interna como externa. Muchos artistas, 5
filósofos y científicos deben, según el autor suizo, algunas de sus mejores inspiraciones a la aparición de forma súbita de ideas procedentes del inconsciente. D) El arquetipo como matriz del inconsciente colectivo. Así como el ser humano posee una batería de instintos que le disponen a formas típicas de acción y que se repiten uniforme y regularmente, también es dueño de la posibilidad de desarrollar imágenes que seguirían las mismas pautas (imágenes arquetípicas), y que constituirían manifestaciones del inconsciente más profundo. Archetypus es una paráfrasis explicativa del eidos platónico. Esta denominación indica que los contenidos del inconsciente colectivo son arcaicos o primitivos, como si la tendencia a desarrollar “imágenes” hubiera habitado en la psique del ser humano desde los albores mismos de “la creación”. Estas imágenes se asociarían al símbolo, que a diferencia del signo no representaría algo conocido y que, como indica el autor de temas analíticos Robin Robertson, precede a la comprensión consciente, es algo vivo, no una abstracción muerta que puede interpretarse literalmente. El símbolo pasaría a convertirse en signo una vez comprendido por completo el misterio que representaba. Desde este planteamiento, el desarrollo de la personalidad tiene sus semillas in potentia desde el mismo nacimiento. Todos los niños nacerían con un anteproyecto de vida intacto, tanto física como mentalmente, que no viene propiciado por el entorno actual, sino por una combinación de presión selectiva y herencia, que actúan en el contexto de los entornos anteriores en los que la especie humana se ha desarrollado. Debemos señalar que el analista suizo utilizaba algunos términos de la psicología de forma metafórica; en este sentido, y la afirmación junguiana de los arquetipos sólo representa la posibilidad de ciertos tipos de percepción o acción. Jung señaló esto de forma clara cuando en 1946 estableció una distinción precisa entre el arquetipo como tal, profundamente inconsciente y por lo tanto incognoscible, y las imágenes arquetípicas a las que el arquetipo da origen. Se hereda la disposición a tener determinada experiencia, no la experiencia misma. El arquetipo es la infraestructura básica, el terreno sobre el que se alzan las imágenes primordiales. La selección reiterada de mutaciones fortuitas durante miles de generaciones y cientos de miles de años, ha producido el actual genotipo o estructura arquetípica de la especie 6
humana. Y esto se manifiesta con la misma certeza en la estructura de la psique que en la anatomía del cuerpo humano. Estas “propensiones” se manifiestan en la recursividad de determinados objetos arquetípicos, como el “falo ritual”, de acontecimientos arquetípicos como “la muerte y la resurrección”, o de figuras arquetípicas como la del “viejo sabio”. La influencia de este concepto puede rastrearse en formulaciones psicoanalíticas contemporáneas, como las kleinianas y las de la escuela de las relaciones objetales, donde se afirma que el infante no aprende a relacionarse con el pecho materno mediante una asociación arbitraria, sino que ya sabe instintivamente de él, pues desde el nacimiento lleva incorporado la imagen de ese objeto. E) Los complejos y su relación con lo colectivo y lo personal. Para el discurso sólo cabe hablar de inconsciente cuando es posible verificar la existencia de contenidos del mismo. Cuando estos contenidos constituyen, en lo fundamental, partes del inconsciente personal, los denominamos “complejos”. Así como la unidad básica del inconsciente colectivo sería el arquetipo, la unidad básica del inconsciente personal sería el complejo. Para Jung, los complejos son una parte esencial de la psique, incluso de la psique sana, y uno de los aspectos que más desarrolló Jung en su articulación teórica fue el de la autonomía de los complejos. Los complejos parecen tener voluntad, vida y personalidad propia; cuando un complejo irrumpe con fuerza, el yo se puede hundir en la pasividad, en la medida en que el complejo emerge generando una personalidad extraña e imprevista, semejante a “un estado de posesión”. Era tal la importancia que Jung otorgaba a los complejos que quiso llamar a su propia escuela de pensamiento “psicología de los complejos”, aunque en última instancia se decidió por la definición más genérica de “psicología analítica”. Gracias a sus investigaciones con el test de asociación (1906), Jung se convenció de que en el centro de todos los complejos existe un “elemento nuclear” que funciona fuera del alcance de la voluntad consciente. Más tarde llamaría a este elemento nuclear arquetipo. Las ideas asociadas y con carga emocional se agrupan entorno a dicho núcleo. Pero ¿cómo se convertiría un arquetipo del inconsciente colectivo en un complejo de la psique personal? Según Anthony Stevens las leyes de la asociación desarrolladas por la psicología académica del siglo XIX pueden ayudarnos a entender el tema. Aplicando esas leyes, se puede establecer la hipótesis de que un arquetipo comienza a actuar 7
en la psique cuando un individuo se halla próximo (contigüidad) a una situación o a una persona cuyas características son semejantes al arquetipo en cuestión. Cuando un arquetipo se “constela”, acumula ideas, percepciones y experiencias emocionales asociadas a la situación, objeto o persona responsable de su activación, y éstas se incorporan a un complejo que luego actúa en el inconsciente personal. Podríamos decir, para concluir este punto, que el inconsciente personal sería el resultado de la interacción entre el inconsciente colectivo y el entorno donde el individuo se desenvuelve; entre lo que emerge sin haber pasado por el filtro de la represión, y lo reprimido. La dialéctica entre el substrato colectivo y el personal configura el discurso de lo inconsciente, en el que la experiencia real se va mezclando con los esquemas arquetípicos que prefiguran patrones cognoscitivos. Un ejemplo de esto se puede encontrar en este sueño de una de mis pacientes: “Sueño que estoy todo el día discutiendo con mi madre. Es como un sargento muy agobiante. Estamos las dos sentadas en el sofá, hay un chal que se transforma en el diablo e intenta ahogarme”. En verdad, la analizada se sentía en muchos momentos ahogada por su madre real, pero el sueño va más allá de esta circunstancia, y vislumbra la objetividad de un complejo materno que induce a la soñante a adoptar una posición pasiva frente a determinadas facetas de su vida, tal como reflejaba la realidad instintivo-emocional de mi paciente. El complejo materno “posee” cuando el sujeto pierde toda iniciativa y le lleva a adoptar una posición que los freudianos definirían como oral. Sin duda, las características de la madre real modelan la relación del sujeto con su complejo materno, como ha quedado dicho a propósito de mi analizada; pero, al mismo tiempo, existe un sustrato común a todo ser humano que sirve como esquema básico donde se aposenta la realidad particular de cada cual. Este molde básico se encuentra presidido por el Eros, por el impulso de la madre a dar en el seno de la relación materno-filial, a satisfacer las necesidades de sus hijos y a estar unida a ellos. Sin embargo, todo ello podría desembocar en una anulación del sujeto, como ocurría en el caso de la paciente, si éste no es capaz de adquirir una cierta dosis de autonomía, o, para decirlo en términos s, de constelizar el arquetipo del guerrero que vence al dragón y evita verse tragado por él. Algunos pueblos celebraban de forma ceremonial el logro de esa autonomía, mediante fiestas en las que se escenificaban los ritos de paso, como el que se da entre la niñez y el despertar de la pubertad. 8
Influencia del paradigma de la postmodernidad en el pensamiento contemporáneo. El término posmodernidad o postmodernidad fue utilizado para designar generalmente a un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo XX, que se extienden hasta hoy, definidos en diverso grado y manera por su oposición o superación de las tendencias de la Edad Moderna. Las diferentes corrientes del movimiento posmoderno aparecieron durante la segunda mitad del siglo XX. Aunque se aplica a corrientes muy diversas, todas ellas comparten la idea de que el proyecto modernista fracasó en su intento de renovación radical de las formas tradicionales del arte y la cultura, el pensamiento y la vida social. Uno de los mayores problemas a la hora de tratar este tema resulta justamente en llegar a un concepto o definición precisa de lo que es la posmodernidad. La dificultad en esta tarea resulta de diversos factores, entre los cuales los principales inconvenientes son la actualidad, y por lo tanto la escasez e imprecisión de los datos a analizar y la falta de un 9
marco teórico válido para poder hacerlo extensivo a todos los hechos que se van dando a lo largo de este complejo proceso que se llama posmodernismo. Pero el principal obstáculo proviene justamente del mismo proceso que se quiere definir, porque es eso precisamente lo que falta en esta era: un sistema, una totalidad, un orden, una unidad, en definitiva, coherencia. Se suele dividir a la posmodernidad en tres sectores, dependiendo de su área de influencia. Como un período histórico, como una actitud filosófica, o como un movimiento artístico. Histórica, ideológica y metodológicamente diversos, comparten sin embargo un parecido de familia centrado en la idea de que la renovación radical de las formas tradicionales en el arte, la cultura, el pensamiento y la vida social impulsada por el proyecto modernista, fracasó en su intento de lograr la emancipación de la humanidad, y de que un proyecto semejante es imposible o inalcanzable en las condiciones actuales. Frente al compromiso riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias artísticas, intelectuales y sociales, al que considera una forma refinada de teología autoritaria, el posmodernismo defiende la hibridación, la cultura popular, el descentramiento de la autoridad intelectual y científica y la desconfianza ante los grandes relatos. Las principales características del pensamiento posmoderno son: Antidualista: Los posmodernos aseveran que la filosofía occidental creó dualismos y así excluyó del pensamiento ciertas perspectivas. Por otro lado, el posmodernismo valora y promueve el pluralismo y la diversidad (más que negro contra blanco, occidente contra oriente, hombre contra mujer). Asegura buscar los intereses de "los otros" (los marginados y oprimidos por las ideologías modernas y las estructuras políticas y sociales que las apoyaban). Cuestiona los textos: Los posmodernos también afirman que los textos ―históricos, literarios o de otro tipo― no tienen autoridad u objetividad inherente para revelar la intención del autor, ni pueden decirnos "que sucedió en realidad". Más bien, estos textos reflejan los prejuicios y la cultura particular del escritor. El giro lingüístico: El posmodernismo argumenta que el lenguaje moldea nuestro pensamiento y que no puede haber ningún pensamiento sin lenguaje. Así que el lenguaje crea literalmente, realidad. 10
La verdad como perspectiva: Además, la verdad es cuestión de perspectiva o contexto más que algo universal. No tenemos acceso a la realidad, a la forma en que son las cosas, sino solamente a lo que nos parece a nosotros. Características históricas sociales En contraposición con la Modernidad, la posmodernidad es la época del desencanto. Se renuncia a las utopías y a la idea de progreso de conjunto. Se apuesta a la carrera por el progreso individual.
Se predican supuestos límites de las ciencias modernas en cuanto a la generación de conocimiento verdadero, acumulativo y de validez universal.
Se produce un cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción hacia una economía del consumo.
Desaparecen las grandes figuras carismáticas y surgen infinidad de pequeños ídolos que duran hasta que surge algo más novedoso y atractivo.
La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente se mezclan con la compulsión al consumo.
Los medios masivos y la industria del consumo masivo se convierten en centros de poder.
Deja de importar el contenido del mensaje, para revalorizar la forma en que es transmitido y el grado de convicción que pueda producir.
Desaparece la ideología como forma de elección de los líderes siendo reemplazada por la imagen.
Hay una excesiva emisión de información (frecuentemente contradictoria), a través de todos los medios de comunicación.
Los medios masivos se convierten en transmisores de la verdad, lo que se expresa en el hecho de que lo que no aparece por un medio de comunicación masiva simplemente no existe para la sociedad.
El receptor se aleja de la información recibida quitándole realidad y pertinencia, convirtiéndola en mero entretenimiento.
Se pierde la intimidad y la vida de los demás se convierte en un show, especialmente en el contexto de las redes sociales.
Desacralización de la política. 11
Desmitificación de los líderes.
Cuestionamiento de las grandes religiones.
Características socio-psicológicas:
Los individuos solo quieren vivir el presente; el futuro y el pasado pierden importancia.
Hay una búsqueda de lo inmediato.
Proceso de pérdida de la personalidad individual mediante un procedimiento contradictorio, ya que busca diferenciarse de los demás emulando modas sociales
La única revolución que el individuo está dispuesto a llevar a cabo es la interior.
Se rinde culto al cuerpo y la liberación personal.
Atracción por lo alternativo: arte plástico, música, cine, etc., en la búsqueda de diferenciarse de los demás.
Se vuelve a lo místico como justificación de sucesos.
Hay una constante preocupación respecto a los grandes desastres y al fin del mundo.
Pérdida de fe en la razón y la ciencia, pero en contrapartida se rinde culto a la tecnología.
El hombre basa su existencia en el relativismo y la pluralidad de opciones, al igual que el subjetivismo impregna la mirada de la realidad.
Pérdida de fe en el poder público.
Despreocupación ante la injusticia.
Desaparición de idealismos.
Pérdida de la ambición personal de autosuperación.
Desaparición de la valoración del esfuerzo.
Existen divulgaciones diversas sobre la Iglesia y la creencia en deidades.
Aparecen grandes cambios en torno a las diversas religiones.
Las personas aprenden a compartir la diversión vía internet.
Se crean teorías de la conspiración permanentemente para explicar los grandes problemas económicos, políticos, sociales, religiosos y medioambientales. 12
Referencias Bibliográficas Ardila, M y Bunge, M. (2002). Filosofía De La Psicología. Siglo XXI Editores, S.A.: México Bunge, M. (2011). Ciencias Sociales En Discusión. Penguin Random House Grupo Editorial: Argentina. Diccionario Enciclopédico Océano"; (1997). Editorial, Espasa – Calpe, S.A. Tomo II. Madrid, España. Enciclopedia Barsa; (1997). Ediciones Britannica Publishers, INC. México. Enciclopedia Corporation.
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