JUAN CLÁ DÍAS
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Juan Clá Días
Fátima, Aurora del Tercer Milenio
Noviembre de 1999
Campañas "¡Salvadme, Reina de Tátimal" de: • Argentina (Mensajeros de Fátima) Av. Córdoba 659, 2 o piso of. 23 (CP 1054) - Buenos Aires Casilla de Correo 2326, Correo Central 1000 Bs. Ars. TeL/Fax (011) 4315 3500
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• Uruguay Javier de Viana 2384, TeL/Fax (2) 409 8256 — Montevideo 11200 La edición portuguesa de esta obra cuenta con el imprimatur del Obispo de Braganca-Miranda (Portugal), Monseñor Antonio fosé Rafael, del día 22 de Agosto de 1999, fiesta de Nuestra Señora Reina. Las notas se encuentran al final del libro. Editorial Apóstol Santiago, S.A., Chile - Nov. I <>w / I.S.B.N. 956-7703-01-9
Fátima en el corazón de Juan Pablo II ariae Mater Eclesiae, ergo Mater Papae... Si María es Madre de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a fortiori es Madre del Santo Padre. María escucha a todos los hombres, pero una palabra proferida desde la cátedra de Pedro le da una especial alegría. Al iniciar la maravillosa historia de las apariciones de la Virgen de Fátima, oigamos las propias palabras de Su Santidad Juan Pablo II.
"Desde el tiempo en que Jesús, muriendo en la cruz, dijo a Juan: 'he ahí a tu Madre'; desde el momento en que el discípulo 'la recibió en su casa', el misterio de la maternidad espiritual de María ha tenido su cumplimiento en la historia con una amplitud sin límites. Maternidad quiere decir solicitud por la vida del hijo. Ahora bien, si María es Madre de todos los hombres, su atención por la vida del hombre es de un alcance universal. El cuidado de una madre alcanza al hombre entero. La maternidad de María comienza con el cuidado maternal de Cristo. En Cristo, a los pies de la cruz, Ella aceptó a Juan y, en él, aceptó a todos los hombres y al hombre en su totalidad. María abrazó a todos, con una solicitud particular en el Espíritu Santo. En efecto, es Él, como profesamos en nuestro credo, el que 'da la vida'. Es El que da la plenitud de la vida abierta hacia la eternidad. La maternidad espiritual de María es pues participación en el poder
del Espíritu Santo, es el poder de Aquel que 'da la vida'. Y es al mismo tiempo el servicio humilde de Aquella que dice de sí misma: 'He aquí la sierva del Señor' (Le. 1, 38). A la luz del misterio de la maternidad espiritual de María, tratemos de comprender el mensaje extraordinario, que empezó a resonar en todo el mundo desde Fátima, el día 13 de mayo de 1917 y se prolongó durante cinco meses hasta el día 13 de octubre del mismo año. La Iglesia ha enseñado desde siempre y sigue proclamando que la revelación de Dios ha sido llevada a cumplimiento en Jesucristo, el cual es su plenitud y que 'no hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor' (Dei Verbum, 4). La misma Iglesia valora y juzga las revelaciones privadas según el criterio de su conformidad con la única revelación pública. Así, si la Iglesia ha acogido el mensaje de Fátima es sobre todo porque este mensaje contiene una verdad y una llamada, que en su contenido fundamental son la verdad y la llamada del Evangelio mismo. 'Arrepentios, (haced penitencia) y creed en el Evangelio' (Me. 1, 15): son éstas las primeras palabras del Mesías dirigidas a la humanidad. El mensaje de Fátima es, en su núcleo fundamental, una llamada a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio. Esta llamada ha sido hecha al comienzo del siglo XX, y por tanto dirigida particularmente a este siglo. La Señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los 'signos de los tiempos', los signos de nuestro tiempo. La llamada a la penitencia es una llamada maternal: y, a la vez, es enérgica y hecha con decisión. La caridad que 'se complace en la verdad' (7 Cor. 13, 6), sabe ser clara y firme. El llamamiento a la penitencia se une, como siempre, con la llamada a la plegaria. De acuerdo con una tradición plurisecular, la Señora del mensaje de Fátima indica el rosario, que justamente puede definirse 'la oración de
María', y la plegaria en la que Ella se siente unida particularmente a nosotros. Ella misma reza por nosotros. En esta oración se incluyen los problemas de la Iglesia, los de la sede de Pedro y los del mundo entero. Además se recuerda a los pecadores, a fin de que se conviertan y se salven, y a las almas del Purgatorio. Las palabras del mensaje han sido dirigidas a niños cuya edad oscilaba entre los 7 y 10 años. Los niños, como Bernardita de Lourdes, son personas particularmente privilegiadas en estas apariciones de la Madre de Dios. De aquí deriva el hecho de que su lenguaje sea sencillo, acomodado a su capacidad de comprensión infantil. Los niños de Fátima se convirtieron en los interlocutores de la Señora del mensaje, y además en sus colaboradores. Uno de ellos todavía vive. Cuando Jesús dijo en la Cruz: 'Mujer, he ahí a tu hijo' (Jn. 19,26), de un modo nuevo abrió el corazón de su Madre, el corazón inmaculado, y le reveló la nueva dimensión y el nuevo alcance del amor, al que era llamada en el Espíritu Santo, en virtud del sacrificio de la cruz. Nos parece encontrar precisamente en las palabras del mensaje de Fátima esta dimensión del amor materno, que en su radio abarca todos los caminos del hombre hacia Dios: el que conduce a través de la tierra y el que va, a través del Purgatorio, más allá de la tierra. La solicitud de la Madre del Salvador se identifica con la solicitud por la obra de la Salvación: la obra de su Hijo. Es la solicitud por la salvación, por la salvación eterna de todos los hombres. Al cumplirse ya 65 años desde aquel 13 de mayo de 1917, es difícil no percibir como este amor salvador de la Madre abrace en su radio, de modo particular, a nuestro siglo. A la luz del amor materno comprendemos todo el mensaje de Nuestra Señora de Fátima. Lo que se opone más directamente al camino del hombre hacia Dios es el pecado, el perseverar en el pecado y, finalmente, la negación de Dios. La programada cancelación de Dios del mundo, del pensamiento humano. La separación de Él de toda la actividad terrena del hombre. El rechazo de Dios por parte del hombre. En realidad, la salvación eterna del hombre será únicamente en
Dios. El rechazo de Dios por parte del hombre, si llega a ser definitivo, guía lógicamente al rechazo del hombre por parte de Dios (Cf. Mt. 7, 23; 10, 33): a la condenación. ¿La Madre que —con toda la fuerza de su amor que nutre en el Espíritu Santo— desea la salvación de todos los hombres puede callar sobre todo lo que mina las bases mismas de esta salvación? ¡No, no lo puede hacer! Por esto el mensaje de Nuestra Señora de Fátima, tan maternal, es a la vez tan vigoroso y decidido. Parece severo. Es como si aún hablar Juan el Bautista en las orillas del río Jordán. Invita a la penitencia. Advierte. Llama a la oración. Recomienda el rezo del rosario. Este mensaje se dirige a todos los hombres. El amor de la Madre del Salvador llega donde quiera que llega la obra de la salvación. Objeto de sus cuidados son todos los hombres de nuestra época, y, a la vez, las sociedades, las naciones y los pueblos. Las sociedades amenazadas por la apostasía y la degradación moral. El hundimiento de la moralidad lleva consigo la caída de las sociedades."
índice En él siglo del ateísmo, el anuncio del Reino de María 13
PARTE
I
El mensaje
1 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO CAPÍTULO
PARTE
II
CAPÍTULO CAPÍTULO
1 2
3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5
III
Fátima
Apariciones y mensaje 19 Edificantes enseñanzas de Jacinta . . . . 44 La Virgen cumple la promesa hecha en la tercera aparición 52
Aurora de los Tiempos
CAPÍTULO
PARTE
de
Nuevos
No faltan razones para creer 57 El mensaje de Fátima no ha sido atendido 69 Revelaciones de alcance universal. . . .74 Fátima tomada en serio 77 Los sacrales resplandores de la aurora del Reino de Marta 87
El Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María
1 2 CAPÍTULO 3
CAPÍTULO
CAPÍTULO
CAPÍTULO
4
CAPÍTULO
5
Origen y significado del Santo Rosario 93 Excelencias del Santo Rosario 99 Modo de rezar el Santo Rosario e indulgencias 123 La mediación de María en los misterios del Santo Rosario 128 Devoción al Inmaculado Corazón de María 133
Conclusión
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Notas
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n Fátima, la Santísima Virgen no se dirigió solamente a la generación de comienzos del siglo XX, sino, sobre todo, a las que vinieron después. Ta medida que las décadas fueron pasando y el segundo milenio fue agonizando entre aprensiones y tragedias, las palabras proféticas de la Madre de Dios se volvieron más reales. Parecen dichas para nuestros días, para nuestra Patria, para cada uno de nosotros, para ti, lector... En este sentido escribe con clarividencia el Obispo de Avellaneda Mons. Rubén H. Di Monte: "Quien piense en Fátima sólo como tiempo pasado, se equivoca. Quien la interpreta sólo como 'hechos' históricos que fueron, no la puede entender. Fátima es un acontecimiento que se está desarrollando, cumpliendo. Es pasado, presente y futuro" ... "La Virgen vino en Fátima a comprometernos cotí nuestro tiempo" (Devocionario de Ntra. Sra. del Rosario de Fátima, Editorial Bonum, Bs. As. pág. 7). •k -k -k
¿Qué fue lo que la Santísima Virgen vino a anunciar a la humanidad pecadora? ¿Qué vino a implorar'? Dios hace preceder sus grandes intervenciones en la historia por numerosas y variadas señales. Frecuentemente, se sirve de personas de virtud insigne para transmitir a los pueblos sus advertencias o predecir acontecimientos futuros. Así procedió el Padre Eterno en relación con la venida del Mesías, su Hijo Unigénito. La magnitud de talsuceso, en torno al cualgira la historia de los hombres, exigía una- larga y cuidadosa preparación. Así, fue anunciado durante muchos siglos por los Profetas del Antiguo Festamento, de manem tal que, en el momento de nacer Nuestro Señor Jesucristo, todo estaba maduro para su venida d mundo. Incluso entre los paganos, muchos esperaban algún acontecimiento que diese una solución ct la crisis moral en que los hombres de entonces estaban inmersos.
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eso descendió del Cielo a fin de alertar a la humanidad de los riesgos que corría si continuase en las vías tortuosas del pecado. Vino, al mismo tiempo, a indicar los medios de salvación: el rezo del Rosario, la práctica de los Cinco Primeros Sábados, la devoción al Inmaculado Corazón de María. No obstante, hay algo más, y de una importancia primordial, que motivó a la Madre de Dios a venir en persona a transmitir su mensaje a los tres pastorcitos. Es el anuncio de su victoria sobre el imperio del demonio, o sea, el Reino de María previsto por San Luis María Grignion de Montfort y por varios santos más. En este final de milenio que termina en medio de graves pecados, la celestial promesa de la Virgen de Fátima debe alentarnos y darnos esperanza. En Fátima, el 13 de mayo de 1946, el Cardenal Masella corona la imagen de la Virgen, en nombre del Papa Pió XII.
Casi se podría decir que, cuanto más importante es el acontecimiento previsto, tanto mayor la grandeza de las señales que lo preceden, la autoridad de los profetas que lo anuncian, y el tiempo de espera. Es fácil, a la luz de esta regla, evaluar la importancia de las previsiones de Fátima, pues quien nos las anuncia no es un ángel, ni un gran santo, sino la propia Madre de Dios. Ta en la época de las apariciones de Fátima, en los primeros años de nuestro siglo, los acontecimientos mundiales hacían entrever lo que sería la triste historia contemporánea. Por un lado, un progreso material casi ilimitado, parejo a una decadencia en las costumbres como nunca se vio antes. Por otro lado, guerras y convulsiones sociales de proporciones terribles. La Primera Guerra Mundial fue un ejemplo de esa realidad, ampliamente superada por la Segunda Guerra Mundial y por todo cuanto la siguió. A todos esos males, como Madre solícita y afectuosa, María Santísima quiso poner remedio, evitándoselos a sus hijos. Por
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El Cardenal Masella junto a la Virgen de Fátima, después de la coronación.
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Para que nuestros ojos puedan contemplar maravillados el mediodía de ese Sol —el triunfo del Inmaculado Corazón de María— cuya aurora rayó en Fátima el 13 de mayo de 1917, la Virgen María nos indicó el camino: "Si hicieren lo que Yo os diga, muchas almas se salvarán y tendrán paz." Sin embargo, surge una dificultad. Muchos de los ruegos de la Virgen no han sido completamente atendidos; la humanidad continúa pecando. ¿Qué razones tenemos para creer que la Santísima Virgen cumplirá su promesa ? Sus propias palabras. Pues la Santísima Virgen pone condiciones sólo para evitar los castigos, pero no para hacer triunfar su Inmaculado Corazón. El texto del Mensaje no deja lugar a dudas. Después de anunciar una sucesión de calamidades que le sobrevendrían a la humanidad si ésta no se convirtiese, Nuestra Señora concluye categóricamente, sin anteponer condición alguna: "¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfarán. I Cómo se llegará a esa victoria final sobre el pecado ? No lo sabemos, pues no parece haberlo revelado la Madre de Dios. Tan sólo es cierto que todos aquellos que atiendan sus peticiones se salvarán, y muy posiblemente serán llamados a participar del magnífico triunfo de la Reina del Universo. Hacia estos acontecimientos gloriosos, anunciados por la Madre de Dios, te invitamos a volver tu mirada, querido lector. Yque las palabras llenas de dulzura de la Virgen Clementísima penetren cual bálsamo de esperanza en tu alma, de manera que puedas decir con el salmista: "Levanté mis ojos hacia Ti, que habitas en los cielos. Ved que, así como los ojos de los siervos están fijos en las manos de sus señores, como los ojos de la esclava en las manos de su señora, así nuestros ojos están fijos en el Señor, nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros". *
* SI. 122, 1-2
CAPÍTULO 1
• Braga
Apariciones y mensaje
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ituada en la diócesis de Leiría, perdida en uno de los contrafuertes de la Sierra de Aire, a 100 Kms. al norte de Lisboa y casi en el centro geográfico de Portugal, Fátima tiene a su alrededor, en un radio de cerca de 25 Kms., algunos de los monumentos más elocuentes y simbólicos de la historia portuguesa: el castillo construido por Don Alfonso Enríquez en Leiría, cuyas imponentes ruinas, altas murallas y fuertes y bellos torreones, se yerguen en la cumbre de una colina de 113 metros de altura; el grandioso Monasterio de la Batalla el cual, con sus amplios salones, soberbios arbotantes, pináculos y ornamentos, es ciertamente la más bella joya de la arquitectura medieval del país; el convento-fortaleza de Tomar, antiguo cuartel general de los templarios lusitanos y más tarde de la Orden de Cristo; no muy distante, circundada por murallas medievales y asentada sobre un cerro que domina la vasta planicie, la encantadora villa de Ourém, con sus estrechas y accidentadas laderas, ruinas góticas y lienzos de muralla del viejo castillo del señor feudal; por fin, construida en el austero y elegante estilo gótico, la gran abadía cisterciense de Alcobaca, una de las mayores de Europa que en sus días de gloria fue centro de fervor religioso y de alta cultura, dando cabida a más de mil monjes. No muy distante de Fátima, hacia el océano, se encuentra el varias veces centenario pinar de Leiría, plantado por el rey Don Dionís en plena Edad Media. En el paisaje de la región predominan las colinas desnudas y pedregosas, salpicadas de encinas, viéndose aquí y allí pueblos de casas blancas, brillantes a la luz del sol y en los valles, algunos bosques de olivos, robles y pinos. Fue este escenario bucólico, tranquilo y denso en recuerdos, el escogido por la Madre de Dios para transmitir al mundo una de las más graves profecías de la Historia. Palabras venidas del Cielo, cargadas de advertencias, de misericordia y de esperanza.
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El mensaje de Fátima
Un domingo como los demás para tres pastorcitos Transcurría la primavera de 1917. La Primera Guerra Mundial, la grande y sangrienta guerra de las naciones, hacía más de tres años que extendía sus campos de batalla por casi toda la Tierra. Sin embargo, en aquella luminosa mañana del domingo 13 de mayo, las calamidades y horrores de la guerra parecían distantes para tres pastorcitos. Se trataba de Lucía de Jesús dos Santos, la mayor, con 10 años; Francisco y Jacinta Marto, con 9 y 7 años, respectivamente. Después de asistir a Misa en la iglesia de Aljustrel, caserío de la parroquia de Fátima, donde residían, salieron en dirección a la sierra y allí juntaron su pequeño rebaño de ovejas castañas y blancas. Lucía, al escoger el lugar de pastoreo para el día, dijo con aire de mando: — Vamos a las tierras de mi padre, en la Cova de Iría. Obedeciendo, los otros pusieron en marcha las ovejas, y allí fueron los tres atravesando los matorrales que cubrían la Sierra de Aire. Los animales iban arrancando lo que encontraban a su alcance, y sus cencerros sonaban tristes en el silencio de la mañana clara. Era un bello domingo ese 13 de mayo, ¡mes de María! En el cielo límpido y translúcido, el sol se mostraba en todo su esplendor. El tiempo había pasado sereno y entretenido. Los pastorcitos ya habían comido su merienda, compuesta de pan de centeno, queso y aceitunas; habían rezado el Rosario, junto a un pequeño olivo que el padre de Lucía había plantado por allí. Cerca del mediodía, subieron a una parte más elevada de la propiedad y comenzaron a jugar... '
Apariciones y mensaje
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Primera aparición de la Santísima Virgen Súbitamente, en medio de su inocente recreo, los tres niños vieron como una claridad de relámpago que los sorprendió. Contemplaron el cielo, el horizonte y, después, se miraron entre sí: cada uno vio al otro mudo y atónito; el horizonte estaba limpio y el cielo luminoso y sereno. ¿Qué habría pasado? Pero Lucía, siempre con cierto tono imperativo, ordenó: — Vengan, que puede venir una tormenta. — Pues vamos, dijo Jacinta. Juntaron el rebaño y lo condujeron descendiendo hacia la derecha. A medio camino entre el monte que dejaban y una encina grande que tenían delante, vieron un segundo relámpago. Con redoblado susto, apresuraron el paso continuando el descenso. Sin embargo, apenas habían llegado al fondo de la "Cova" se pararon, confusos y maravillados: allí, a corta distancia, sobre una encina de un metro y poco de altura, se les aparecía la Madre de Dios.? Según las descripciones de la Hermana Lucía, era "una Señora vestida toda de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos del sol más ardiente". Su semblante era de una belleza indescriptible, ni triste ni alegre, sino serio, tal vez con una suave expresión de ligera censura. ¿Cómo describir con detalle sus trazos? ¿De qué color eran los ojos y los cabellos de esa figura celestial? ¡Lucía nunca lo supo decir con certeza! El vestido, más blanco que la propia nieve, parecía tejido de luz. Tenía las mangas relativamente estrechas y el cuello cerrado, llegando hasta los pies que envueltos por una tenue nube, apenas se veían rozando la copa de la encina. La túnica era blanca, y un manto también blanco, con bordes de oro, del mismo largo que el vestido, le cubría casi todo el cuerpo. "Tenía las manos puestas en actitud de oración, apoyadas en el pecho, y de la derecha pendía un lindo rosario de cuentas brillantes como perlas, con una pequeña cruz de vivísima luz plateada. [Como] único adorno, un fino collar de oro reluciente, colgando sobre
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el pecho y rematado casi a la altura de la cintura, por una pe(fiicña esfera del mismo metal".3 Ix> que ocurrió a continuación es así relatado por la Hermana Lucía: "Estábamos tan cerca, que quedábamos dentro de la luz que la cercaba, o que irradiaba. Tal vez a un metro y medio de distancia, más o menos. Entonces, Nuestra Señora nos dijo:
— No tengáis miedo, no os haré mal. — ¿De dónde es Vuestra Merced? —Le pregunté — Soy del Cielo. — ¿Y qué quiere de mí Vuestra Merced? — Vengo a pediros que volváis aquí durante seis meses seguidos, los días 13 y a esta misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero. Y volveré aquí aún una séptima vez. — ¿Y yo también voy a ir al Cielo? — Sí, vas. — ¿Y Jacinta? — También. — ¿Y Francisco? — También, pero tiene que rezar muchos Rosarios. Me acordé entonces de preguntar por dos niñas que
habían muerto hacía poco. Eran amigas mías y [frecuentaban] mi casa [para] aprender a tejer con mi hermana mayor. — ¿María de las Nieves ya está en el Cielo? — Sí, está. — ¿Y Amalia? — Estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo. ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que os quiera enviar, en reparación por los pecados con que Él es ofendido, y en súplica por la conversión de los pecadores? — Sí, queremos. — Vais pues, a tener mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo.
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Fue al pronunciar estas últimas palabras ('la gracia de Dios', etc.), cuando abrió las manos por primera vez, comunicándonos una luz tan intensa, como el reflejo que de ellas procedía, que, penetrándonos en el pecho y en lo más íntimo del alma, hacía vernos a nosotros mismos en Dios, que era esa luz, más claramente que como nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior, también comunicado, caímos de rodillas y repetimos interiormente: Oh, Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento. Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió: — Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra. Enseguida comenzó a elevarse serenamente, subiendo en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la distancia. La luz que la circundaba iba abriendo un camino en la obscuridad de los astros, motivo por el cual alguna vez dijimos que vimos abrirse el ( icio ".' Después qik' la Aparición se eclipsó en la infinitud del firmamento, los lies pastorcilos permanecieron silenciosos y pensativos, contemplando durante un largo rato el Cielo. Poco a poco, fueron despertando del estado de éxtasis en que se encontraban. A su alrededor, la naturaleza volvió a ser lo que era. El sol continuaba fulgurando sobre la tierra, y el rebaño, esparcido, se había echado a la sombra de las encinas. Todo era quietud en la sierra desierta. La celestial Mensajera había producido en los niños una deliciosa impresión de paz y de alegría radiante, de frescura y libertad. Les parecía que podrían volar como los pájaros. De cuando en cuando, el silencio en que habían caído era interrumpido por esta jubilosa exclamación de Jacinta: — ¡Ay, qué Señora tan bonita! ¡Ay, qué Señora tan bonita! En ésta, como en las demás apariciones, la Virgen Santísima habló sólo con Lucía, mientras que Jacinta solamente oía lo que Ella decía. Francisco, sin embargo, no la oía, concentrando toda su atención en verla. Cuando las dos niñas le relataron el diálogo arriba transcrito, y la parte que se refería a él, se llenó de
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gran alegría. Cruzando las manos sobre su cabeza, el niño exclamó en voz alta: — ¡Oh, Señora mía! ¡Rosarios digo cuantos queráis! Los pastorcitos se sentían otros. Sus almas estaban ligeras y alegres. Ya los envolvían las penumbras del atardecer, mientras en la sierra se oían los ecos de las campanas tocando el Ángelus. Recogiendo sus ovejas, los tres niños abandonaron aquel sitio bendito. En el silencio del anochecer, que iba cubriendo las sierras, "se oía el sonido ronco del cencerro, y los pasos menudos del rebaño, camino abajo, eran como llovizna de verano en hojas secas... "5
— Quería pedirle que nos llevara al Cielo. — Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve. Pero tú te quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace, le prometo la
Segunda aparición: 13 de junio de 1917
Al decir estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de aquella luz tan intensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Francisco y Jacinta parecían estar en la parte que se elevaba hacia el Cielo y yo en la que se esparcía por la tierra. Delante de la mano derecha de la Santísima Virgen había un Corazón rodeado de espinas que parecían clavárseles por todas partes. Comprendimos que era el Inmaculado ( Orazón de María, ultrajado por los pecados de los hombres, que pedía reparación".1
El día señalado para la segunda aparición, los videntes se encontraron en Cova de Iría, donde ya se aglomeraban cerca de 50 curiosos, entre hombres y mujeres. Inmediatamente antes de que Lucía hablase con la Virgen, algunos observaron que la luz del sol disminuyó, a pesar de que el cielo estaba despejado. A otros les pareció que la copa de la encina, cubierta de brotes, se curvaba como si soportase un peso. Y, según un testigo ocular, los circunstantes habrían oído algo como "una voz muy aguda, como un zumbido de abeja"6. La Hermana Lucía describe así lo sucedido: "Después de rezar el Rosario con Jacinta y Francisco, y las demás personas que estaban presentes, vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba (lo que llamábamos relámpago); y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina, igual [que en la aparición] de mayo. — ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? —pregunté. — Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el Rosario todos los días, y que apren-
dáis a leer. Después diré lo que quiero. Lucía pide la curación de un enfermo. — Si se convierte, se curará en el transcurso del año.
salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono. —¿Y me quedo aquí sola? — No, hija. ¿Y tú sufres mucho con eso? No te desanimes. Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.
Poco a poco, esa visión se desvaneció ante los ojos maravillados de los tres pastorcitos. La Señora, siempre resplandeciente de luz, comenzó entonces a elevarse del arbusto y, subiendo suavemente por el camino luminoso que su brillo incomparable parecía abrir en el firmamento, se retiró hacia el lisie, hasta desaparecer. Extasiados, los videntes la siguieron con la mirada, y Lucía gritó a los circunstantes: — Si la quieren ver, miren... va más para allá... Algunos que se encontraban más próximos notaron que los brotes de la copa de la encina estaban inclinados en la misma dirección apuntada por Lucía, como si las ropas de la Señora, rozándolas al partir, las hubiesen arrastrado y doblado. Sólo después de algunas horas volvieron a su posición normal.
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Una vez desaparecida por completo la visión, Lucía exclamó: — ¡Listo! Ahora ya no se ve; ya entró en el Cielo; ya se cerraron las puertas. El público allí presente, aunque no hubiese visto a la Virgen, comprendió que acababa de pasar algo extraordinario y sobrenatural. Algunos comenzaron a arrancar ramitos y hojas de la copa de la encina, pero enseguida fueron advertidos por Lucía para que tomasen sólo los de abajo, que la Santísima Virgen no había tocado. En el camino de vuelta a casa, todos iban rezando el Rosario en alabanza de la Augusta Señora que se había dignado descender del Cielo hasta aquel perdido rincón de Portugal...8
Tercera aparición: 13 dejulio de 1917 Era un viernes el día en que se daría la tercera aparición de la Santísima Virgen. Lucía, que hasta la tarde del día anterior estaba resuelta a no ir a la Cova de Iría, al aproximarse la hora en que debían partir, se sintió de repente impelida por una extraña fuerza, a la que no le era fácil resistir. Fue a buscar a sus primos, que se encontraban en el cuarto, de rodillas, llorando y rezando: — Entonces, ¿no vais? Ya es la hora. — Sin ti no nos atrevemos a ir. Vamos, ¡ven! — Pues yo ya iba... Los tres niños se pusieron en camino. Al llegar al lugar de las apariciones se sorprendieron con la multitud que había acudido —más de dos mil personas— para presenciar el extraordinario acontecimiento. Según el Sr. Marto, padre de Francisco y Jacinta, en el momento en que la Santísima Virgen apareció, una nubecita cenicienta flotó sobre la encina, el sol empalideció y una brisa fresca comenzó a soplar, aunque fuese pleno verano. En medio del silencio profundo de la gente, se oía un susurro como el de una mosca en un cántaro vacío.9 Es la Hermana Lucía quien narra lo que entonces sucedió:
Apariciones y
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mensaje
"Vimos el reflejo de la luz como de costumbre y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la pequeña encina. — ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? —pregunté. — Quiero que vengáis el 13 del mes que viene, y que continuéis rezando el Rosario todos , ,, , . .T los días en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella los podrá socorrer.
— Quería pedirle que nos dijera quién es y que hiciera un milagro con el que todos crean
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nar¿ un muagro
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quiem
y
todos han de ver, para que crean. que
Entonces hice algunos pedidos [de parte de varias personas]. Nuestra Señora dijo que era necesario que rezasen el Rosario para alcanzar las gracias durante el año. Y continuó diciendo: — Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, sobre todo cuando hagáis algún sacrificio: ¡Oh! Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María ". -&
PRIMERA PARTE DEL SECRETO:
"Al decir estas últimas palabras —narra la Hermana Lucía— abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo ¡de los rayos de luz] pareció penetrar la tierra, y vimos como un mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevados por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia lodos los lados —semejante al caer de las chispas en los grandes incendios— sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor (Debe haber sido ante esta visión que solté aquel 'ay', que dicen haberme oído exclamar). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa."
El mensaje de Fátima
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SEGUNDA PARTE DEL SECRETO:
"Asustados y como pidiendo socorro, levantamos los ojos hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: — Visteis el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a terminar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Ru-
sia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc.* Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, sí, podéis decírselo.
* El secreto confiado por Nuestra Señora a los videntes de Fátima está dividido en tres partes distintas. Las dos primeras transcritas en estas páginas; la tercera, como se sabe, fue comunicada por la Hermana Lucía a sus superiores, en un escrito que se encuentra actualmente en el Vaticano, de cuyo contenido tienen conocimiento el Papa y algunos de sus auxiliares. Sin embargo, el Santo Padre no considera oportuno hacerlo público. ¿De qué tratará? No se pueden hacer sino conjeturas a su respecto. En Memorias III, la Hermana Lucía terminaba el relato de la segunda parte del Secreto con las palabras: "...y será concedido al mundo algún tiempo de paz". En Memorias IV, ella añade en este punto lo siguiente: "En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc." Es voz unánime entre los fatimólogos que esta
Al lado, después de la aparición del 13 de julio, en que la Virgen les enseñó
Apariciones y mensaje
Cuando recéis el Rosario, decid después de cada Misterio: ¡Oh! Jesús mío, perdonanos, líbranos del fuego del Infiemo, lleva a todas las almas al Cielo, principalmente a las que más lo necesiten.
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Se siguió un instante de silencio, y pregunté: — ¿Vuestra Merced no quiere nada más de mí? — Ato, hoy no quiero nada más de ti.
Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al Este, desapareciendo en la inmensa lejanía del firmamento ".10 Se oyó entonces, de acuerdo al Sr. Marto, una especie de trueno que indicaba haber terminado la aparición.''
Cuarta aparición: 15 de agosto del917xl Habiendo sido secuestrados y mantenidos tres días bajo vigilancia por el Administrador de Ourém, que a toda costa —y en vano— deseaba arrancarles el secreto confiado por la Virgen, los tres videntes no pudieron comparecer a la Cova de Iría el día 13 de agosto, cuando se daría la cuarta aparición de la Santísima Virgen.
frase constituye el inicio de la tercera parte del Secreto, cuya continuación fue omitida del texto por la Hermana Lucía, que la indicó sólo mediante el "etc" y los puntos suspensivos. Llama la atención que Nuestra Señora se refiera exclusivamente a Portugal, como el lugar donde se conservará el Dogma de la Fe. De ahí puede deducirse que el Dogma de la Fe se perderá en una extensión tan grande del mundo, que es digno de mención especial el hecho de que éste se conserve en un país. Tal es la opinión de los más eminentes especialistas en el tema "Fátima" (entre otros, los Rvdos. Joaquín María Alonso, Messias Dias Coelho, Luís Kondor, Rene Laurentin y el Canónigo Galamba de Oliveira), para quienes la tercera parte del Secreto debe referirse a una enorme crisis de fe. Y hay declaraciones de diversas autoridades eclesiásticas que van en esta dirección. El Cardenal Ratzinger, por ejemplo, Prefecto de la Sagrada Congragación para la Doctrina de la Fe, interrogado a ese respecto, respondió que la Virgen vino "a llamar la atención, a través de estos simples [pastorcitos], para lo esencial: para la conversión, la oración, para la fe y para los Sacramentos" (entrevista a la Radio Renascenca, Lisboa, 12/10/96).
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El mensaje de Fátima
Según el testimonio de algunas de las numerosas personas que acudieron al lugar, poco después del mediodía se oyó un trueno, más o menos como las otras veces, al cual siguió el relámpago y, enseguida, todos comenzaron a notar una pequeña nube, muy leve, blanca y muy bonita, que sobrevoló unos minutos sobre la encina, subiendo después hacia el cielo y desapareciendo en el aire. Los rostros de los presentes brillaban con todos los colores del arco iris; los árboles no parecían tener ramas y hojas, sino sólo flores; el suelo y las ropas de las personas también estaban del color del arco iris. La Virgen parecía haber venido, pero no encontró a los pastorcitos13. Leamos ahora el relato de la Hermana Lucía sobre la cuarta aparición de la Madre de Dios: "Andando con las ovejas, en compañía de Francisco y de su hermano Juan, en un lugar llamado Valinhos, y sintiendo que algo de sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando que la Santísima Virgen nos fuese a aparecer, y teniendo pena de que Jacinta quedase sin verla, pedimos a su hermano Juan que la fuese a llamar. Mientras tanto, vi con Francisco el reflejo de la luz, a la que llamábamos relámpago y, llegada Jacinta un instante después, vimos a Nuestra Señora sobre una encina. — ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? — Quiero que continuéis yendo a Cova de Iría el día 13 y que continuéis rezando el Rosario todos los días. En el último mes haré el milagro para que todos crean. — ¿Qué quiere Vuestra Merced que se haga con el dinero que la gente deja en Cova de Iría? — Haced dos andas; una llévala tú con Jacinta y dos
niñas más vestidas de blanco; la otra, que la lleve Francisco con tres niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Lo que sobre es para ayudar a una capilla que debéis mandar construir. — Quería pedirle la curación de algunos enfermos. — Sí, curaré a algunos en el transcurso de este año. Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo
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Apariciones y mensaje
la práctica de la mortificación, diciendo, al final: — Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pe-
cadores, que muchas almas se van al Infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas ".M
Tras pronunciar estas palabras, la Virgen María se retiro, como en las veces anteriores, en dirección hacia levante. Durante largos minutos los pastorcitos permanecieron en estado de éxtasis. Se sentían invadidos por una alegría inigualable, después de tantos sufrimientos y temores. Por fin, cuando fueron capaces de moverse y caminar, cortaron algunas ramas del arbusto sobre el cual había rozado la túnica de la Virgen y los llevaron a casa. ¡Allí pudieron sentir que los mismos exhalaban un delicioso y magnífico perfume! Eran las "ramitas donde la Virgen Santísima puso los pies"...15
Quinta aparición: 13 de septiembre de 1917 A lo largo de las sucesivas apariciones de la Santísima Virgen en Cova de Iría, había ido aumentando el número de los que en ellas creían. Así, el día 13 de septiembre se verificó una afluencia extraordinaria de peregrinos al lugar bendito, una multitud llena de respeto, calculada entre 15 y 20 mil personas, o tal vez más16. Narra la Hermana Lucía: "Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que nos hacían caminar con dificultad. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos querían vernos y hablar con nosotros, pidiendo que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. [...] Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con la gente. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a la Santísima Virgen sobre la encina. [Nos dijo:] — Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de
la guerra. En octubre vendrán también Nuestro Señor,
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Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, y San José con el Niño Jesús, para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda, usadla sólo durante el día. *
El mensaje de Fátima
— Me han encargado que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo. — Sí, a algunos curaré, a otros no. En octubre haré un milagro para que todos crean. Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre ".17
Según el testimonio de algunos espectadores, con ocasión de esa visita de la Santísima Virgen, como en las otras veces, sucedieron diversos fenómenos atmosféricos. Observaron "a la aparente distancia de un metro del sol, un globo luminoso que en breve comenzó descender hacia poniente y, de la línea del horizonte, volvió a subir en dirección al sol"n. Además, la atmósfera adquirió un color amarillento, verificándose una disminución de la luz solar, tan grande que permitía ver la luna y las estrellas en el firmamento; una nubecita blanca, visible hasta el extremo de la Cova, envolvía la encina y con ella a los videntes. Del cielo llovían como flores blancas o copos de nieve que se deshacían un tanto por encima de las cabezas de los peregrinos, sin dejarse tocar o coger por nadie." Aunque breve, la aparición de la Virgen dejó a lo pequeños videntes muy felices, consolados y fortalecidos en su fe. Francisco se sentía especialmente inundado de alegría ante la perspectiva de ver, de allí a un mes, a Nuestro Señor Jesucristo, como les prometió la Reina del Cielo y de la Tierra.20
Sexta y última aparición: 13 de octubre de 1917 Llegó, por fin, el día tan esperado de la sexta y última aparición de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos. El otoño estaba * Los niños habían comenzado a usar como cilicio un pedazo de cuerda gruesa, que no se quitaban ni para dormir. Esto les impedía muchas veces conciliar el sueño, y pasaban noches enteras sin dormir. De ahí viene el elogio y la recomendación de Nuestra Señora (crr. Antonio A. Borelli Machado, op. cit, p. 44).
Apariciones y mensaje
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avanzado. La mañana era fría. Una lluvia persistente y abundante había transformado la Cova de Iría en un inmenso lodazal, y calaba hasta los huesos a la multitud de 50 a 70 mil peregrinos que habían acudido de todos los rincones de Portugal. Cerca de las once y media, aquel mar de gente abrió paso a los tres videntes que se aproximaban, vestidos con sus trajes de domingo.21 Es la Hermana Lucía quien nos relata lo que sucedió: "Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina. — ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí? — Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor; que soy la Señora del Rosario, que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán en breve a sus casas. — Quería pedirle muchas cosas. Si curaba unos enfer-
mos y convertía unos pecadores... — A algunos sí, a otros no. Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. Y tomando un aspecto más triste, [Nuestra Señora agregó]: No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.
Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo re flejar en el sol y, mientras se elevaba, su propia luz continuaba reflejándose en el sol".22 Habiendo la Santísima Virgen desaparecido en esa luz que Ella misma irradiaba, se sucedieron en el cielo tres nuevas visiones, como cuadros que simbolizaban los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario. Junto al sol apareció la Sagrada Familia: San José, con el Niño Jesús en los brazos, y Nuestra Señora del Rosario. La Virgen vestía una túnica blanca y un manto azul, San José estaba también de blanco y el Niño Jesús de rojo. San José bendijo al pue-
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El mensaje de Fátima
blo trazando tres veces en el aire una cruz, y el Niño Jesús hizo lo mismo. Las dos escenas siguientes fueron vistas sólo por Lucía. Primero, vio a Nuestro Señor, transido de dolor en el camino del Calvario, y a la Virgen de los Dolores, sin la espada en el pecho/El Divino Redentor también bendijo al pueblo. Por fin apareció, gloriosa, Nuestra Señora del Carmen coronada Reina del Cielo y del Universo, con el Niño Jesús en brazos. Mientras los tres pastorcitos contemplaban los personajes celestiales, se operó ante los ojos de la multitud el milagro anunciado. Había llovido durante toda la aparición. Lucía, al terminar su coloquio con la Santísima Virgen, había gritado al pueblo: "¡Miren el sol!". Se entreabrieron las nubes, y el sol apareció como un inmenso disco de plata. A pesar de su brillo intenso, podía ser mirado directamente sin herir la vista. La multitud lo contemplaba absorta cuando, súbitamente, el astro se puso a "bailar". Giró rápidamente como una gigantesca rueda de fuego. Se detuvo de repente y, poco después, comenzó nuevamente a girar sobre sí mismo a una velocidad sorprendente. Finalmente, en un torbellino vertiginoso, sus bordes adquirieron un color escarlata, esparciendo llamas rojas en todas direcciones. Éstas se reflejaban en el suelo, en los árboles, en los rostros vueltos hacia el cielo, reluciendo con todos los colores del arco iris. El disco de fuego giró locamente tres veces, con colores cada vez más intensos, tembló espantosamente y, describiendo un zig-zag descomunal, se precipitó sobre la multitud aterrorizada. Un único e inmenso grito escapó de todas las gargantas. Todos cayeron de rodillas en el lodo, pensando que serían consumidos por el fuego. Muchos rezaban en voz alta el acto de contrición. Poco a poco, el sol comenzó a elevarse trazando el mismo zig-zag, hasta el punto del horizonte desde donde había descendido. Se hizo entonces imposible fijar la vista en él. Era de nuevo el sol normal de todos los días. El ciclo de las visiones de Fátima había terminado.
Apariciones y mensaje
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Los prodigios duraron cerca de 10 minutos. Todos se miraban estupefactos. Después, hubo una explosión de alegría: "¡El milagro, los niños tenían razón!". Los gritos de entusiasmo hacían retumbar sus ecos en las colinas adyacentes, y muchos notaron que sus ropas, empapadas minutos antes, estaban completamente secas. El milagro del sol pudo ser observado a una distancia de hasta 40 kilómetros del lugar de las apariciones.23 Nuestra Señora de Fátima, "¡misterioso don del Cielo! En la hora [...] de los hombres en guerra, en la hora del pensamiento y del sentimiento religioso en crisis por el error, por los desvíos de la razón, por la incredulidad, por la ignorancia, por la frivolidad; por el libre pensar de muchos y por la irreligiosidad de tantos; [...] por las dudas, inquietudes, titubeos, perplejidades, indiferencias, apatías. En tal hora trágica, ante la perspectiva del naufragio en las tinieblas, en la anarquía, en la disolución, ¡desciende del Cielo la boya salvadora! ¡Ahí está Ella, toda Ella, en una esfera luminosa de brillante polvo de oro! Sus pies de rosa se posan en una rústica encina, en lo alto de una sierra árida, y sus labios divinos se mueven para hablar con una inocente pastora. Es hermosa y suave; dulce y triste. ¡Sobre su figura cae tanta luz blanca que sus vestidos quedan blanqueados, y sobre ellos brilla tanto el sol que centellean! [...] Apareció en su propio mes. Mayo florido, mayo fecundo de las simientes en tierras preparadas y labradas. Apareció en la hora fuerte del medio día, hora que anima el suelo; hora de milagro, que transporta las almas. "24
Apariciones del Ángel de Portugal
C
omo suele suceder, las grandes misiones van precedidas por grandes preparaciones. Fue lo que sucedió en Fátima. Las apariciones de la Virgen fueron precedidas por tres visiones que Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal. Mediante los coloquios con el celestial mensajero, la Providencia preparaba a los niños para el momento en que la Virgen les hablaría.
Primera aparición del Ángel También las apariciones del Ángel fueron antecedidas por diversas manifestaciones sobrenaturales. Esto ocurrió entre abril y octubre de 1915, en una colina próxima a la Cova de Iría, denominada Cabego. Lucía estaba pastoreando el rebaño, no con sus primos Francisco y Jacinta, sino con otras tres niñas. En determinado momento, las cuatro vieron, sobrevolando la arboleda del valle, una especie de nube muy blanca con forma humana, "una figura, como si fuese una estatua de nieve, que ] los rayos del sol hacían aún más transparente", según las palabras de Lucía. Esta aparición se repitió dos veces más en días diferentes. Un día de la primavera de 1916, mientras Lucía, Jacinta y Francisco se guarecían de una llovizna en un lugar llamado Loca do Cabero, el Ángel se les apareció claramente por primera vez. Después de rezar, los niños estaban jugando cuando un viento fuerte sacudió los árboles. Vieron entonces, caminando sobre el olivar rumbo a ellos, a un joven resplandeciente y de gran belleza, aparentando tener 15 años, de una consistencia y un brillo como el de un cristal atravesado por los rayos del sol. Así cuenta la Hermana Lucía lo que sucedió: "Al llegar junto a nosotros, dijo: — ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo. Y, arrodillándose, curvó su frente hasta el suelo, y nos hizo repetir tres veces estas palabras:
— ¡Dios Mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Después se levantó y dijo: — Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas. Y desapareció. La atmósfera sobrenatural que nos envolvió —continúa la Hermana Lucía— era tan intensa, que por un gran espacio de tiempo casi no nos dábamos cuenta de nuestra propia existencia, permaneciendo en la posición en que nos había dejado y repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima, que ni nos atrevíamos a hablar entre nosotros. Al día siguiente sentíamos nuestro espíritu aún envuelto por esa atmósfera, la cual sólo muy lentamente fue desapareciendo." Segunda aparición del Ángel Durante el verano de 1916, mientras los tres pastorcitos jugaban en el terreno de la casa de los padres de Lucía, junto a un pozo allí existente, se les aparece el Ángel nuevamente, que les dice, según la narración de la Hermana Lucía: "— ¿Qué hacéis? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios. —¿Cómo debemos sacrificarnos? —pregunté. — De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Soy su Ángel de la guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe." Tercera aparición del Ángel Al final del verano o principios del otoño del mismo año, nuevamente en la Loca do Cabero, ocurrió la última aparición del Ángel, descrita por la Hermana Lucía en los siguientes términos:
"Después de haber merendado, decidimos ir a rezar en la gruta ubicada al otro lado del monte. [...] Tan pronto llegamos allí, de rodillas, con el rostro en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo... No sé cuantas veces habíamos repetido esta oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que sucedía, y vemos al Ángel con un cáliz en su mano izquierda, sobre el que estaba suspendida una Hostia, de la cual caían algunas gotas de Sangre dentro del cáliz". Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, el Ángel se postró en tierra y repitió tres veces la siguiente oración: "— Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores." Después, levantándose, tomó de nuevo el cáliz y la hostia; me dio la hostia a mí, y lo que contenía el cáliz lo dio a beber a tFrancisco y Jacinta, diciendo: "— Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios. De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: 'Santísima Trinidad..., etc.', y desapareció. Permanecimos en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras; cuando nos levantamos, vimos que era de noche y, por eso, la hora de irnos a casa." Las palabras del Ángel produjeron una impresión profunda en los tres niños, que a partir de entonces comenzaron a expiar por los pecadores, por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración. (Hermana Lucía, Memorias y Cartas, pp. 109-119; Mons. Rubén H. Di Monte, Obispo de Avellaneda, Devocionario de Ntra. Sra. del Rosario de Fátima, Ed. Bonum, Bs. As., 1998, pp.8-11; Rvdo. P. Joáo De Marchi, Era una Señora más brillante que el sol..., pp. 71-76; Canónigo José Galamba de Oliveira, "Historia das Aparigóes", in Fátima, altar del mundo, vol. 2, pp. 51-59).
Edificantes enseñanzas de lacinia CAPÍTULO 2
Edificantes enseñanzas de Jacinta
iviendo bajo la promesa de que la Santísima Virgen los llevaría en breve al Cielo, Francisco y Jacinta fueron favorecidos por algunas visiones particulares durante el poco tiempo que pasaron en la Tierra. No tardó la Celestial Señora en venir a cumplir lo prometido. Poco más de un año había pasado desde la última aparición en Cova de Iría, cuando Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos, atacados de bronconeumonía. Sin perder nada de su fervor en hacer sacrificios y penitencias, como les había pedido la Santísima Virgen, los dos hermanos percibían que aquella enfermedad debía conducirlos al Cielo. Fue entonces cuando se les apareció la Virgen diciéndoles que en breve vendría a buscar a Francisco y que no tardaría mucho en venir a buscar también a Jacinta.25 La Hermana Lucía así lo relata:
"Un día, [Jacinta] me mandó llamar, para que fuese de prisa junto a ella. Llegué hasta allí corriendo. — Nuestra Señora nos vino a ver y dijo que vendrá pronto a buscar a Francisco para llevarlo al Cielo. A mí me preguntó si quería convertir más pecadores. Le dije que sí. Me dijo que iría a un hospital donde sufriría mucho. Que sufriese por la conversión de los pecadores, en reparación por los pecados contra el Inmaculado Corazón de María y por amor a Jesús. Le pregunté si tú vendrías conmigo. Me dijo que no. Eso es lo que más me cuesta. Dijo que mi madre me iba a llevar y ¡que después me quedaré allí sólita! Después, se quedó pensativa unos instantes y agregó: — ¡Si por lo menos tú fueses conmigo! ¡Lo que más me cuesta es ir sin ti! Además, el hospital es una casa muy oscura, donde no se ve nada, ¡y yo estaré allí sufriendo sola! Pero, no im-
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porta: sufro todo por amor a Nuestro Señor, para reparar las ofensas al Inmaculado Corazón de María, por la conversión de los pecadores y por el Santo Padre ".2Í> Es también la Hermana Lucía quien nos transmite otras edificantes palabras de Jacinta, cuya alma se consumía y se encantaba en el ardiente deseo de reparar los Sagrados Corazones de Jesús y María: "Antes de ir al hospital, [Jacinta] me decía: — Ya me falta poco para ¿ral Cielo. Tú te quedarás aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando haya que decir eso, no te escondas. Di a todo el mundo que Dios nos concede las gracias por medio del Corazón Inmaculado de María; que se las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere al Corazón Inmaculado de María. Que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios se la entregó a Ella. ¡Si yo pudiese meter en el corazón de todo el mundo la hoguera que tengo en el pecho quemándome y haciéndome gustar tanto del Corazón de Jesús y de María!" En otra ocasión: "— Oye, ¿sabes una cosa? Nuestro Señor está triste porque Nuestra Señora nos dijo que no le ofendan más, que ya estaba muy ofendido, y nadie hace caso: continúan cometiendo los mismos pecados".11 El agravamiento de la enfermedad forzó el traslado de Jacinta en Julio de 1919 al Hospital de Vila Nova de Ourém, donde permaneció dos meses. Luego, por consejo de un médico famoso, fue llevada a Lisboa a fin de someterse a una arriesgada y dolorosa operación quirúrgica. Después de pasar un tiempo en un orfanato, fue llevada al Hospital Doña Estefanía. La directora del primer establecimiento, Madre María de la Purificación Godinho, sorprendida por la sabiduría y la virtud de la niña, la trató como a una hija y recogió sus últimas palabras, cuyas tonalidades proféticas brillan en cada línea. A continuación citamos algunas de ellas:
El mensaje de Fátima
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* SOBRE EL PECADO - Los pecados que llevan más almas al Infierno son los pecados de la carne. ~ Vendrán modas que han de ofender mucho a Nuestro Señor. - Las personas que sirven a Dios no deben ir con la moda. La Iglesia no tiene modas. Dios es siempre el mismo. - Los pecados del mundo son muy grandes.
- Si los hombres supiesen lo que es la eternidad, harían todo para cambiar de vida. - Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte de Nuestro Señor y no hacen penitencia. - Muchos matrimonios no son buenos, no agradan a Nuestro Señor y no son de Dios.
* SOBRE LOS SACERDOTES Y LOS GOBERNANTES - Madrina mía, ¡pida mucho por los pecadores! - ¡Pida mucho por los sacerdotes! - ¡Pida mucho por los religiosos! - ¡Los sacerdotes sólo deberían ocuparse de las cosas de la Iglesia! - ¡Los sacerdotes deben ser puros, muy puros ~~ La desobediencia de los *
sacerdotes y religiosos a sus superiores y al Santo Padre ofende mucho a Nuestro Señor. — Madrina mía, ¡pida mucho por los gobiernos! — ¡Ay de los que persiguen la Religión de Nuestro Señor! — Si el gobierno dejase en paz a la Iglesia y diese libertad a la Santa Religión, sería bendecido por Dios.
S O B R E LAS V I R T U D E S C R I S T I A N A S
- Madrina mía, no ande en medio del lujo; huya de las riquezas. - Sea muy amiga de la santa pobreza y del silencio. - Tenga mucha caridad, incluso con quien es malo.
- No hable mal de nadie y huya de quien lo hace. — Tenga mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al Cielo.
Edificantes enseñanzas de Jacinta
- La mortificación y los sacrificios agradan mucho a Nuestro Señor. — La confesión es un sacramento de misericordia. Por eso es necesario que se aproximen al confesionario con confianza y alegría. Sin confesión no hay salvación. - La madre de Dios quiere más almas vírgenes, que se vinculen a Ella por el voto de castidad. — Para ser religiosa es necesario ser muy pura de alma y de cuerpo. — Iría con mucho gusto a un convento; pero quiero más ir al Cielo. - ¿Y sabes tú qué quiere decir ser pura?, le preguntaba la Madre Godinho.
Vi
- Sí, lo si: Ser pura tic cuerpo es guardar la cas I i dad; y ser pura de alma es no cometer pecados, no mirar lo que no se debe ver, no robar, no mentir nunca, decir siempre la verdad aunque nos cueste. ~ Quien no cumple las promesas que hace a Nuestra Señora nunca tendrá felicidad en sus cosas. - Los médicos no tienen luz para curar bien a los enfermos, porque no tienen amor de Dios. - ¿Quién te enseñó tantas cosas, le preguntaba la Madre Godinho. - Fue Nuestra Señora; pero algunas las pienso yo. Me gusta mucho pensar}*
La Santísima Virgen vino a buscar a Jacinta el día 20 de febrero de 1920 (Francisco había partido para el Cielo el día 4 de abril del año anterior). La niña fue sepultada tres días después en el cementerio de Vila Nova de Ourém. El 12 de septiembre de 1935, los restos mortales de Jacinta fueron llevados al cementerio de Fátima, siendo depositados en un sepulcro nuevo, de piedra blanca, hecho para ella y su hermano. El sencillo epitafio decía: Aquí reposan los restos mortales de Francisco y Jacinta, a quienes Nuestra Señora se apareció. En 1951 los venerables restos mortales de Jacinta fueron trasladados a la Basílica de Fátima, donde actualmente reposan. En 1952 también fueron llevados allí los restos de su hermano Francisco.29
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Los Papas y Fátima
f ^ / e s d e las primeras noticias sobre las apariciones de Fátima, los Papas mostraron simpatía y apoyo. Pío XI, entre otras manifestaciones públicas de simpatía, concedió el día 1 de octubre de 1930 una indulgencia especial a los peregrinos de Fátima. Pío XII, que hizo una decena de pronunciamientos sobre Fátima, declaró el 8 de mayo de 1950: "Ya pasó el tiempo en que se podía dudar de Fátima". Anteriormente, el 31 de octubre de 1942, consagró la humanidad al Inmaculado Corazón de María. En 1946, por medio de su-legado, el Cardenal Masella, consagró el mundo a Nuestra Señora de Fátima, como Reina de él. El 11 de octubre de 1954 ordenó que se renueve anualmente la consagración del mundo a Su Corazón Inmaculado. Juan XXIII, cuando aún era cardenal, visitó como peregrino el lugar de las apariciones y, más tarde, legó en testamento su cruz pectoral al Santuario de Fátima. Pablo VI fue el primer Romano Pontífice que visitó Fátima, para conmemorar el cincuentenario de las apariciones, el 13 de mayo de 1967. Antes de eso, al clausurar la III Sesión del Concilio Vaticano II, anunció su intención de enviar una Rosa de Oro al Santuario de Fátima, lo que efectivamente hizo. Juan Pablo II, visitó personalmente el lugar de las apariciones en dos ocasiones, el 13 de mayo de 1982 y el 13 de mayo de 1991. En 1984, en Roma, ante la Imagen de Fátima, consagró la humanidad al Corazón Inmaculado de la Virgen, en unión con todos los obispos católicos del mundo que se quisieron unir a él. (Cfr. Mons. Rubén H. di Monte, op. cit. pág. 32) Hizo también importantes declaraciones sobre la devoción a Nuestra Señora de Fátima, varias de las cuales son citadas en diversas páginas de esta obra. Entre otras, resaltamos la homilía de la Misa del 13 de mayo de 1982, en Fátima, en la que así se expresó: "El convite evangélico a la penitencia y a la conversión, expresado con las palabras de la Madre, continúa aún actual. Realmente más actual que hace sesenta y cinco años atrás. Y aún más urgente." (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Librería Editrice Vaticana, 1982, vol. V, 2, p. 1575).
En un mensaje especial a los portugueses, por ocasión de los 350 años de la proclamación de Nuestra Señora de la Concepción como Patrona de Portugal, Juan Pablo II recordó las importantes advertencias hechas por la Virgen en Fátima: "En horas de desatino, cuando el alma de la nación parecía naufragar, fue visto 'danzar el sol' en la Cova de Iría, amenazando poner fin a los días del hombre sobre la tierra, al mismo tiempo que la Santísima Virgen, por intermedio de los pastorcitos, hacía llegar a la humanidad esta queja maternal: No ofendan más a Nuestro Señor, que ya está muy ofendido. (Octubre 1917). Los hombres olvidaron a Dios y sus Mandamientos, viviendo como si Él no existiese." {Voz de Fátima, Fátima, 13/8/1996). "Apareció una gran señal en el Cielo: una mujer vestida de sol, teniendo la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza (Apc. 12, 1). Estas palabras del Apocalipsis vuelven a mi memoria al cumplirse ochenta años de la Aparición de la Virgen María, en la Cova de Iría, a los tres pastorcitos. El mensaje que en aquella ocasión la Virgen Santísima dirigió a la humanidad, continúa resonando con toda su fuerza profética, convidando a todos a la continua oración, a la conversión interior y a un generoso empeño por la reparación de los propios pecados y de los del mundo." (L'Osservatore Romano, 17/5/97).
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CAPÍTULO 3
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La Virgen cumple la promesa hecha en la tercera aparición
m orno única superviviente de los tres pastorcitos de Fáti^ * / ma, Lucía recorrió un largo y sufrido itinerario hasta convertirse en la Hermana Lucía del Corazón Inmaculado, Carmelita Descalza en el Carmelo de San José, en Coimbra. Una de las etapas de ese trayecto fue la Casa de las Hermanas Doroteas, en Pontevedra (España). Allí recibió una de las revelaciones que completan el mensaje transmitido por la Madre de Dios en Cova de Iría.
La comunión reparadora de los cinco primeros sábados En efecto, durante la tercera aparición, el 13 de julio, la Madre de Dios había prometido: Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Tal venida todavía no se había dado. El día 10 de diciembre de 1925, sin embargo, según relata la Hermana Lucía (hablando de sí misma en tercera persona), "Se le apareció la Santísima Virgen y, al lado, sobre una nube luminosa, el Niño Jesús. La Santísima Virgen, poniéndole la mano en el hombro, le mostró un Corazón que tenia en su otra mano, cercado de espinas. Al mismo tiempo, dijo el Niño: 'Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está rodeado por las espinas que los hombres ingratos constantemente le clavan, sin que nadie haga un acto de reparación para quitárselas'. A continuación, dijo la Santísima Virgen: 'Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme, y di que a todos aquellos que durante
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cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el rosario y me hicieren quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, a fin de desagraviarme, prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de estas almas.' El día 15 de febrero de 1926, se le apareció de nuevo el Niño Jesús y le preguntó si ya había difundido la devoción a su Santísima Madre." Ella le dijo que la Madre Superiora estaba dispuesta a propagarla, pero que el confesor le había dicho que esta última, sola, nada podía. "Jesús respondió: 'Es verdad que tu Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo'. Manifestó la dificultad que algunas personas tenían de confesarse el sábado, y pidió para ser válida la confesión dentro de los ocho días. Jesús respondió: Sí, puede ser, y hasta muchos [días] más aún, con tal de que cuando me reciban, estén en estado de gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María. Ella preguntó: ¡Jesús mío!, ¿[y] las que se olviden deponer esa intención? Jesús respondió: Pueden ponerla en la siguiente confesión, aprovechando la primera ocasión que tengan de confesarse." 30
Cuatro años después, en la madrugada del 29 al 30 de mayo de 1930, Nuestro Señor le reveló interiormente a la Hermana Lucía otro pormenor respecto a las comuniones reparadoras de los cinco primeros sábados: — " 'Y quien no pudiere cumplir todas las condiciones en el sábado, ¿no las satisfará con los domingos?', [pregunté]. [Jesús respondió]: 'Será igualmente aceptada la práctica de esta devoción en el domingo siguiente al primer sábado, cuando mis sacerdotes, por justos motivos, así lo concedieran a las almas '."31
La consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María Hubo también un complemento para la otra petición expresada por la Santísima Virgen en la tercera aparición de Fátima.
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El 13 de junio de 1929, la Hermana Lucía tuvo una visión de la Santísima Trinidad y del Inmaculado Corazón de María. He aquí las palabras que Nuestra Señora entonces le dirigió, según el relato de la propia vidente: "Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por los pecados cometidos contra mí, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y reza ".32 ¿Cómo fue atendido este pedido? Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, el 31 de octubre de 1942, con mención implícita de Rusia. El 7 de julio de 1952, hizo una consagración especial de esta nación. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, confió el género humano al Inmaculado Corazón de María, y proclamó a la Santísima Virgen "Mater Ecclesiae". Juan Pablo II hizo dos consagraciones, una en 1982 y otra en 1984. El Santo Padre, en su segunda peregrinación a Fátima, en 1991, agradeció a la Santísima Virgen haber protegido a los países de detrás de la ex Cortina de Hierro, orando: "Gracias, Pastora celestial, por haber guiado con cariño materno a los pueblos hacia la libertad".
CAPÍTULO 1
C
Terminada la Primera Querrá Mundial vino otra peor, como la Virgen había anunciado a los tres pastorcítos.
No faltan razones para creer
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uando la Santísima Virgen se apareció en Fátima en 1917 y habló a los tres pastorcitos con palabras de celestial dulzura — "No tengáis miedo, no os haré ningún mal (...) Soy del Cielo "— hacía cerca de tres años que la humanidad se encontraba envuelta en los horrores de la Primera Guerra Mundial. Jamás el mundo había conocido un conflicto armado tan generalizado y mortífero, que, paradójicamente, enfrentaba a las naciones más cultas y poderosas de aquella época, como Francia, Alemania, Austria e Inglaterra. ¿Cuál fue el resultado de esta desastrosa y absurda guerra? Era de esperar que, después de tamaña tragedia, los hombres juntasen las manos para agradecerle a Dios el restablecimiento de la paz y, sobre todo, que abandonasen las vías del pecado, a fin de evitar calamidades peores, pues la guerra no es sino uno de los frutos del desprecio a la Ley de Dios. Sin embargo, sucedió lo contrario. Con el silencio de las armas, las costumbres y las modas empezaron a degradarse más; el pecado amplió sus "derechos" de ciudadanía. Una ola de revoluciones recorrió Europa, convulsionando ciudades y naciones, fragmentando imperios. En Rusia, se consolidó una de las más violentas dictaduras de la Historia. *
La Santísima Virgen previo todas estas calamidades y, como bondadosísima y extremosa Madre, quiso mostrar a sus hijos descarriados los medios de evitarlas. Por eso vino Ella misma, en persona, a la tierra, para comunicarles su mensaje de advertencia y, al mismo tiempo, de esperanza. Decidió confiar tan importante asunto, que atañe al futuro de la Iglesia y de la Humanidad, no a algún personaje de renombre —un
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gran escritor católico, por ejemplo, o un insigne contemplativo— sino a tres niños simples y sin experiencia. Pero, ¿qué razones existen para confiar en la palabra de tres humildes pastorcitos que afirman haber visto y oído a la Virgen? Ésta es una cuestión que puede asaltar el espíritu de cualquier persona que reflexione un poco sobre el asunto. En vista de ello, incluso para quien cree piadosamente en Fátima a causa de la aprobación de la Iglesia, no deja de ser interesante conocer las principales pruebas de la autenticidad de las apariciones de María Santísima en Cova de Iría.
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Entre las innumerables evidencias de la autenticidad de las apariciones de Fátima, y, en consecuencia, del valor del mensaje transmitido, estaba la propia situación de los videntes. En primer lugar, es preciso considerar la transformación espiritual de los tres pastorcitos. A ese respecto, comenta con acierto el P. Ramiro Sáenz: Aunque fuesen ya buenos, normales y piadosos, esos niños, tras las apariciones del Ángel y de la Virgen adquieren tal madurez espiritual que bastaría este hecho para merecer crédito. Fue así para muchos. Tuvieron fortaleza para encarar a los familiares, sacerdotes, policías, autoridades e, inclusive, estuvieron dispuestos al martirio. Prudencia para saber qué responder o callar en los múltiples interrogatorios que soportaron. Sentido sobrenatural en lo tocante al desapego de las cosas terrenas, amor a la cruz y deseo del Cielo. Familiaridad con Dios en los diálogos de Lucía. Más admirable todavía es que cada uno de los dos niños más pequeños quedó marcado por el mal del pecado en su doble aspecto: como mal del alma y ofensa a Dios. [...] Las visiones originaron en ellos tal sed de oración y sacrificio que absorbieron completamente sus brevísimas existencias.33
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Francisco murió en la infancia, así como Jacinta, que profetizó su partida de este mundo cuando nada indicaba la posibilidad de un final tan próximo. Hasta en el lecho de muerte, continuaron afirmando la verdad de las revelaciones. En su favor vino a sumarse recientemente una circunstancia de peso decisivo: el decreto reconociendo la realización de un milagro por intercesión de los dos pequeños Siervos de Dios, firmado por el Santo Padre el 28 de junio de 1999. Se trata del último paso antes de la próxima beatificación de ambos*. Más adelante volveremos nuestra atención con más detenimiento a Jacinta y a Francisco. En cuanto a Lucía, su larga vida de religiosa ejemplar, recogida, modesta y obediente, da testimonio de su sinceridad.34 Más aún, sus sucesivas "Memorias", redactadas siempre para atender las órdenes de sus superiores, brillan por la "lucidez de espíritu, serenidad de alma, equilibrio de las facultades ". Son, sobretodo, "una 'relectura'de los caracteres impresos para siempre en lo más profundo del espíritu de la autora. Ella, más que 'recordar', parece que está viendo. Tal es la facilidad de recuerdo, que ésta se convierte en 'lectura interior'."35 Estas serían razones ya suficientes para atestiguar la veracidad de los pastorcitos.
Una Señora de sublime belleza Después de examinar a los tres portadores del mensaje, debemos volvernos hacia la figura de quien se les apareció y habló. ¿Qué decir al respecto de Ella? Tan sólo para argumentar, admitamos que las apariciones fuesen mero producto de la imaginación de los pequeños pastores, a pesar de su comprobada integridad psíquica y moral. Esta hipótesis, no obstante, resbala a través de diversas evidencias en sentido contrario. * La Congregación para la Causa de los Santos anunció que reconoce el poder de intercesión de Jacinta y Francisco en la recuperación milagrosa de una portuguesa, quien volvió a caminar tras haber estado 22 años en cama. Debe ser fijada ahora la fecha para la ceremonia de beatificación.
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Ante todo, la falta de cultura de los pastorcitos habla a su favor. Su nivel de instrucción era nulo. Ninguno había aprendido a leer y escribir, y ni siquiera sabían quién era el Papa. Además, eran un tanto tímidos y retraídos por la falta de contacto con gente extraña. ¿Cómo podía suceder que ellos representasen a su celestial Interlocutora como alguien de sublime belleza y alta nobleza, de actitudes, gestos y expresiones fisonómicas, de suprema majestad y gran elegancia, reflejada igualmente en los trajes? Y todo esto lo contaban con pormenores. Es inconcebible que nazca un relato semejante de la imaginación de tres simples campesinos de 10, 9 y 7 años de edad, sin acceso a libros con ilustraciones de reinas y princesas, y que nunca habían ido más allá de los límites de su pequeña región, en una época en que el cine se encontraba sólo en las grandes ciudades. ¡La televisión no existía! En el caso que hubieran tenido que inventarse la espléndida descripción de la "Señora más brillante que el sol", los pastorcitos tendrían que haberse inspirado tan sólo en los modelos femeninos de su aldea. Otro dato que abona la autenticidad de Fátima es la presencia de espectadores en número siempre creciente a lo largo de las apariciones. Cualquiera de aquellas personas, observando con calma a los videntes, podría verificar si ellos mentían o eran víctimas de una alucinación. Y no faltó quien los observase con atención. Así, el primer investigador enviado por la autoridad eclesiástica a Fátima, en septiembre de 1917, el Canónigo Manuel Nunes Formigáo Júnior, pudo conversar largamente con las familias más ricas y consideradas de la región sobre los sucesos y sobre los videntes *. Los juicios eran invariablemente como el que sigue: ¿Peligro de estar representando una comedia? —habían replicado el Sr. y la Sra. Gongalves a una sugerencia.— * Más tarde, bajo el seudónimo de "Vizconde de Móntelo", el Canónigo Formigáo describiría el resultado de sus pesquisas en O histórico de Fátima. Pudo interrogar personalmente a los pastorcitos en diversas ocasiones, incluso el día de la última aparición, el 13 de octubre de 1917.
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¡Ni en sueños! ¡Tres simples niños como aquéllos! ¡El truco no se mantendría en pie ni siquiera medio día!36 Además, si se estimulara a niños de la misma edad que los pastorcitos, aunque fueran de muy buen nivel social y cultural, a imaginar la figura de la Santísima Virgen, con seguridad el resultado, ni de lejos, se aproximaría a lo que contaban Lucía, Francisco y Jacinta acerca de la Señora de Fátima y de su mensaje. Más aún. Los tres videntes grabaron en sus corazones, con extrema fidelidad, las palabras de la Dama que se les aparecía. ¡Y qué elevados eran los asuntos que abordaba! Hablaba de guerras mundiales, del Papa (cuya existencia era ignorada por Jacinta), de persecuciones a la Iglesia, de decadencia moral y punición de las naciones. Es decir, temas completamente fuera del campo de pensamiento de unos pequeños campesinos. Esta serie de evidencias constituye, para los espíritus objetivos, una demostración cabal a favor de la veracidad de los acontecimientos de Fátima.
Ortodoxia y autenticidad del mensaje Tenemos, sin embargo, un elemento todavía más importante que considerar. Para distinguir entre lo verdadero y lo falso, formando un juicio acertado, se emplea frente a las revelaciones sobrenaturales la misma regla infalible usada ante cualquier exposición doctrinal: conferir su contenido con la enseñanza de la Iglesia Católica. Si se verifica alguna discrepancia, no puede proceder de fuente fidedigna y ha de ser rechazado. ¿Qué decir a ese respecto del mensaje de Fátima? Su ortodoxia es indiscutible, incluso al abarcar los temas más complejos. No se encuentra en el mismo el menor desvío de doctrina, como fue ya observado en el tiempo de las apariciones: Fátima tuvo una garantía, desde el primer momento, que ninguna otra manifestación mariana tuvo en la histo-
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ría. La propia simplicidad de los hechos y palabras tienen el sello de las verdades evangélicas, de las cosas de Dios.37 Cuando fue abierto, en 1922, el proceso canónico sobre los acontecimientos de Fátima, declaró el Obispo de Leiría: De los tres niños que dijeron haber sido favorecidos por las apariciones, dos murieron antes de nuestra llegada a esta diócesis. Interrogamos varias veces a la única superviviente. Su relato y sus respuestas son simples y sinceras y no descubrimos en ellas nada contra la fe y la moral.38 En 1927, el propio Obispo presidió una peregrinación, como un aval de la autoridad eclesiástica a la autenticidad de los acontecimientos de Cova de Iría. Otros actos públicos de aprobación se sucedieron desde entonces. En 1930, el mismo prelado reconoció oficialmente la devoción, declarando dignas de fe las visiones de los tres niños y rogando al pueblo que mostrase su gratitud a la Madre de Dios por la pureza y sinceridad de sus vidas. En 1931 fue él acompañado por todos los Obispos portugueses, incluso por el nuevo Patriarca de Lisboa, Cardenal Manuel Gongalves Cerejeira, en los actos de veneración a la Virgen. En fecha reciente, el Santo Padre Juan Pablo II, en la línea de sus antecesores, señaló el profundo arraigo del mensaje de Fátima en la doctrina católica. Así se expresó en la homilía de la Misa celebrada el 13 de mayo de 1982 en el lugar de las apariciones: A la luz del misterio de la maternidad espiritual de María, procuremos entender el extraordinario mensaje que, de aquí de Fátima, empezó a resonar por todo el mundo a partir del día 13 de mayo de 1917. [...] Si la Iglesia aceptó el mensaje de Fátima, es sobre todo porque este mensaje contiene toda una verdad y un llamamiento que, en su contenido fundamental, son la verdad y el llamamiento del propio Evangelio. [...] El contenido del llamado de Nuestra Señora de Fátima está tan profundamente radicado en el Evangelio y en toda
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la Tradición, que la Iglesia se siente interpelada por este mensaje.39
Otras señales a favor de la autenticidad de Fátima Si todas estas evidencias de la autenticidad de los acontecimientos de Fátima no fuesen suficientes, habría pruebas más palpables todavía a los ojos humanos. Escribe un especialista en Fátima, discurriendo sobre la doctrina de la Iglesia en lo referente a revelaciones privadas: Para que el acto de fe sea humano, es decir, razonable, hacen falta ciertas evidencias, llamadas por la Teología motivos o señales de credibilidad, y son los que Cristo dio. Los dos principales son el milagro y la profecía, señales de la omnipotencia y ciencia divinas. [En Fátima tenemos] el milagro del sol, la lluvia y otros fenómenos, presenciados por 70 mil personas en octubre, como prueba de las apariciones.40 Cabe resaltar que el prodigio de las variaciones cromáticas y del movimiento del sol fue presenciado en una zona bastante más extensa que el lugar de las apariciones, lo que excluye la posibilidad de atribuirlo a un fenómeno de sugestión colectiva (difícil de ocurrir, por cierto, con la multitud que se encontraba en Cova de Iría). Durante las apariciones de la Virgen a los pastorcitos, se dieron otras señales que todos podían notar: inclinación de las ramas de la encina sobre la cual se apoyaba la Virgen, una nube que la acompañaba, temblores de tierra, disminución del fuerte calor del verano, tonalidad dorada de la atmósfera, perfumes desconocidos que emanaban de las ramas de la encina, lluvia de copos de nieve o pétalos blancos que desaparecían al caer, etc. Hubo otras después de las apariciones, como la fuente de agua, indispensable para los peregrinos, que mana desde el día en que fue celebrada la primera Misa, el 13 de octubre de 1921.
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En múltiples recorridos hechos por la imagen de la Virgen, especialmente en 1946, al terminar la guerra, se dio más de 50 veces el curioso fenómeno de las palomas. Se trata de una particular atracción de la imagen sobre estas aves, que muchas veces la acompañan, a pesar de las dificultades del camino. Se las vio firmes, a pesar de los estrépitos y fuegos artificiales, de día y de noche, pareciendo incluso adoptar una actitud religiosa en las iglesias, o escoltando al avión que llevaba la imagen. Dicho fenómeno se observó en toda Europa, como también en América, África y Asia. ¿No se había Ella presentado como Nuestra Señora de la paz? ¿No era lo que prometía si se atendían sus consejos?41 Más impresionante todavía es la confirmación de las previsiones anunciadas por los videntes de Fátima. Comenta el padre Ramiro Sáenz: Es digno de nota también la segunda señal de credibilidad (las profecías). [Podemos discernirlo] en los anuncios del milagro de octubre, de la muerte prematura de los pastoreaos y la supervivencia de Lucía, de la Segunda Guerra Mundial y la señal de su inicio, la hegemonía del marxismo soviético y su acción aniquiladora en la postguerra, etc. La tercera parte del secreto, si se revela, será otra prueba más de la seriedad de este fenómeno sobrenatural. Por ambas razones, milagros y profecías, Fátima está al alcance de las comprobaciones humanas, sobre todo en un siglo cientificista y racionalista, que sólo da crédito a lo que ve y entiende.42
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CAPÍTULO 2
Cuántos hombres fueron en dirección opuesta... * f - # ojéense periódicos, revistas o libros de comienzos de ^/ •'siglo. ¡Qué recatadas parecen las modas de aquel tiempo! ¡Qué alegría comunicativa y casta! ¡Qué trato respetuoso y elevado! La sociedad humana se mostraba todavía rica en los elementos saludables de una civilización cristiana que se obstinaba en no morir. No obstante, en círculos cada vez mayores, el desprecio a la Ley de Dios aumentaba de manera asustadora: la moral se relajaba, el adulterio comenzaba a adquirir derecho de ciudadanía, el divorcio se iba introduciendo en diferentes países, el recién inventado cine difundía por todo el mundo imágenes cada vez más inconvenientes, los trajes comenzaban a perder la modestia. Fue en ese contexto que la Virgen María se apareció en Fátima. Dirigiéndose al mundo por intermedio de los pastorcitos, Ella señaló el estado de pecado en que se encontraba gran parte de la humanidad, especialmente en lo referente a la impiedad y a la impureza. "No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido ", amonestó la Santísima Virgen. Usando un lenguaje simple y directo, la Virgen señaló la crisis moral y religiosa que tomaba cuenta del mundo, e incitó a la humanidad a la oración, a la penitencia y a la reparación de los pecados. La Madre de Dios garantizó que la Primera Gran Guerra terminaría pronto. Pero, añadió que si su llamado a la conversión no fuese oído, vendría una guerra aún peor y se sucederían otros castigos: "Si atienden a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que
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sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará ". Una parte del mensaje ya se cumplió. Pero no por eso el mundo dio oídos a la palabras de Nuestra Señora. Esa dureza de corazón de los hombres frente al mensaje de Fátima fue resaltada por Juan Pablo II en Cova de Iría, al preguntarse en qué actitud comparecía el sucesor de San Pedro ante la Madre de Dios: Se presenta con ansiedad, para hacer la relectura de aquel llamamiento materno a la penitencia y a la conversión, de aquel llamado ardiente del Corazón de María, que se hizo oír aquí en Fátima hace sesenta y cinco años. Sí, releerlo con el corazón amargado, porque ve cuántos hombres, cuántas sociedades y cuántos cristianos fueron en dirección opuesta a la indicada por el mensaje de Fátima. ¡El pecado adquirió, así, un fuerte derecho de ciudadanía y la negación de Dios se difundió en las ideologías, en las concepciones y en los programas humanos!43
La crisis moral de Occidente no hizo sino acentuarse Es impresionante la cantidad de pecados, crímenes e, iniquidades que, desde 1917, han ido inundando cada vez más el mundo. No podría haber una demostración más clara de rechazo a la conversión. El balance de los últimos 80 años muestra el espantoso avance de una verdadera crisis moral, que afecta a sectores cada vez más amplios de las sociedades occidentales, y no respeta ni siquiera el recinto sagrado de los hogares. Citemos una lista incompleta, y sólo a modo de ejemplo, de los males de nuestro tiempo: modas que tienden al nudismo, crisis de la familia, estímulo de las relaciones sexuales precoces entre adolescentes, la abolición del pudor y del respeto en el lenguaje y en el trato entre las personas, desprecio de los más jóvenes por los padres y por los superiores, hijos que son abandonados o despreciados por los padres, multiplicación de los abortos y del uso de anticonceptivos, publicidad que induce a la degene-
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ración moral, uso de drogas diseminado entre la juventud, criminalidad galopante, con la participación creciente de menores, robos, homicidios y secuestros que se vuelven banales, corrupción generalizada. ¡La lista es alarmante! Sin embargo, no es sorprendente. ¿Qué otros frutos podría cosechar una sociedad que, en tan larga medida, hizo oídos sordos al mensaje de la Virgen?
Avance de la impiedad A la par de la decadencia moral, se intentó asimismo eliminar la verdadera Fe de la tierra. La Virgen predijo en Fátima que Rusia esparciría sus errores por el mundo, y en la práctica eso fue lo que ocurrió. La filosofía de la ex URSS se implantó en varios países y el número de almas que fueron víctimas de la persecución religiosa es incalculable. En ese sentido, Juan Pablo II afirmó a propósito de Fátima: La amenaza por parte de las fuerzas del mal proviene, en particular, de los errores difundidos precisamente en nuestro siglo, errores que se apoyan en la negación de Dios y tienden a separar totalmente de Él a la humanidad, organizando la vida humana sin Dios e incluso contra Dios. En el propio corazón del mensaje que emanó de Fátima a principios de nuestro siglo, se encuentra una penetrante llamada de atención contra esos errores. Las palabras simples, dirigidas a simples niños de campo, están llenas del sentido de la grandeza y de la santidad de Dios, y del ardiente deseo de la veneración y del amor debidos únicamente a Dios.44 Pero, como ha advertido otras veces el Sumo Pontífice, no fueron sólo las dictaduras marxistas las que diseminaron el ateísmo. En los países no comunistas pasó a dominar una mentalidad materialista, superficial, gozadora de la vida, que intentó organizar un tipo de sociedad en la que fueron despreciados los valores sobrenaturales, aboliéndose en la práctica la idea de
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Dios. Viene enteramente a propósito una palabra del Papa a sus compatriotas, en su último viaje a Polonia. Tras hacer una conclamación a una renovación espiritual, los incita a respetar los Diez Mandamientos, advirtiendo: Una vida construida sin Dios y sus Mandamientos se vuelve contra los hombres.45 En el mismo sentido, ya con anterioridad se había dirigido el Santo Padre a los portugueses, en un mensaje especial el 8 de mayo de 1996: Los hombres se olvidaron de Dios y de sus Mandamientos, viviendo como si Él no existiera46.
El profundo malestar del momento presente Muchos se preguntan si será posible, en las actuales circunstancias, una entera corrección del rumbo seguido por la humanidad. El mundo camina hacia un auge de degradación moral y como nos ha advertido Juan Pablo II, "el desmoronamiento de la moralidad trae consigo el desmoronamiento de las sociedades".'1 ¿Tal desmoronamiento estará en vías de consumarse? Es raro el lugar donde no se encuentre una crisis: en la familia, en la juventud, en el trabajo, en la enseñanza, en los medios de comunicación, en la política, en la economía, y en la sociedad en general. Una sensación de desorden, de tensión y de descontento se descubre en todos los estratos sociales, y se advierte un alarmante aumento de la inseguridad, de la criminalidad, del consumo de drogas, de confusión moral y se difunden enfermedades que hasta ahora parecen incurables. Situación angustiante, en la que cada uno tiene la impresión difusa de un peligro que le ronda.
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El mundo está enfermo de una dolencia que parece incurable sólo por medios humanos. Este cuadro puede causar desánimo a los que no tienen Fe. Pero quienes colocan su esperanza en el auxilio divino, nunca se dejarán desalentar. Y precisamente ahora, cuando la humanidad se encuentra inmersa en este enorme drama del que nadie se libra, ha llegado la hora de no desesperar, sino de volver los ojos con confianza hacia el Cielo.
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CAPÍTULO 3
Revelaciones de alcance universal M os sucesos ocurridos en Fátima en 1917 constituyen un ^ W ^ , marco de capital importancia en la historia de la Iglesia, una auténtica aurora de los Tiempos Nuevos que han de venir. El mensaje transmitido allí por la propia Madre de Dios no se limita a un pueblo, a una nación, a una determinada categoría social, o a una forma de organización política. Se destina a todos y cada uno de nuestros contemporáneos, como lo reconoció el propio Vicario de Cristo en la citada homilía de 1982 en Fátima: Este llamamiento fue hecho a comienzos del siglo XX y, por lo tanto, fue dirigido, de manera particular, a este mismo siglo. La Señora del mensaje parecía leer, con una perspicacia especial, las "señales de los tiempos", las señales de nuestro tiempo. [...] Este mensaje está dirigido a todos los hombres. El amor de la Madre del Salvador llega hasta donde quiera que se extienda la obra de la salvación. Y objeto de su desvelo son todos los hombres de nuestra época y, al mismo tiempo, las sociedades, las naciones y los pueblos.48 Nunca está de más realzar la dimensión universal del mensaje de la Virgen en Fátima. Las palabras que, pronunciadas por sus purísimos y maternales labios, resonaron en Cova de Iría se dirigían a la tierra entera, a cada individuo, a cada familia y a cada nación, a jóvenes y ancianos, pobres y ricos, incultos y letrados, patrones y empleados, habitantes de los campos y de las ciudades, hombres y mujeres, casados y solteros, laicos y religiosos, ciudadanos comunes y autoridades. Su desvelo de Madre no hizo excepción. La Santísima Virgen quiso que los tres pastorcitos portugueses fuesen sus heraldos. Esos pequeños eran quienes debe-
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rían transmitir sus palabras de advertencia contra los desvarios de la humanidad, en una profunda lección de humildad para un mundo orgulloso y obstinado. Quiso, asimismo, que esos niños fuesen mensajeros de palabras de esperanza, anunciando un futuro regreso de las naciones a Cristo, a través de la intercesión de Ella. De este modo, aunque no sea posible prever el futuro, este anuncio nos da razones para confiar incansablemente en la ayuda solícita de la Santísima Virgen. Por ahora lo importante es conocer los pedidos que Ella nos hizo y atenderlos filialmente.
CAPÍTULO 4
Fátima tomada en serio ( I 1 ios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, * -J dulzura y esperanza nuestra". María Santísima es verdaderamente Madre de una bondad inconmensurable. Su desvelo hacia nosotros excede todo amor conocido, pues no sólo es tierno, ardiente, generoso e incluso heroico, sino que parece ir más allá de todos los límites. Como vimos, incluso cuando en Fátima se refirió a los castigos reservados al mundo impenitente, la Madre de Dios revistió sus amonestaciones de una profunda tristeza, demostrando, asimismo, por su modo de expresarse, una gran pena de los "pobres pecadores". A pesar de esa saludable advertencia, la Virgen está siempre dispuesta a alcanzarnos de su Divino Hijo el perdón. La condición es que utilicemos los medios que nos indicó: el aumento de la devoción a Ella, la oración y la penitencia. No ha de extrañar el carácter condicional de esta promesa de perdón, venida de una Madre tan bondadosa y misericordiosa. Pues, una vez que alguien está amenazado de castigo a causa de sus pecados, el modo de eximirse es dejar de cometerlos.
La devoción al Inmaculado Corazón de María Para salvar las almas "de los pobres pecadores, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón " — decía la Santísima Virgen en la aparición del 13 de julio de 1917, al tratar de la parte central de su mensaje. Sin embargo, no fue ésta la única ocasión en la que la Madre de Dios hizo referencia a la importancia de esa devoción. La mencionó otras veces en sus mensajes, y tal insistencia no puede dejar de ser considerada seriamente.
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Quien se tome de un sincero y verdadero amor por esta buena Madre, purísima e inigualable, y ponga en práctica la devoción a su Inmaculado Corazón, será favorecido por su constante amparo. Por mayores que hayan sido los pecados cometidos, la Virgen intercederá por el fiel devoto junto a su Divino Hijo, obteniéndole todas las gracias de enmienda de vida y perseverancia en el buen camino. La devoción al Inmaculado Corazón de María es, por lo tanto, uno de los principales remedios para la crisis contemporá-
Una saludable meditación: las penas del Infierno "Venid, oh hijos, oídme, yo os enseñaré el temor del Señor" (SI. 33,12). Según la doctrina común de los Santos y de los Doctores, el amor y el temor de Dios son virtudes. Y, como tales, no puede haber antagonismo ni contradicción entre ambas: ni el amor excluye el temor, ni éste excluye al amor. Los dos son esenciales para la salvación. No se comprende un bienaventurado sin amor de Dios, como no se comprende un bienaventurado sin el temor. De ahí los versos de Santa Teresa de Jesús: "Aunque no hubiese Cielo yo te amara, y aunque no hubiese Infierno te temiera". Para incontables de nuestros contemporáneos, tal armonía entre el amor y el temor de Dios no es comprensible. Fueron arrastrados a esa falta de percepción por la influencia continua de un determinado estado de espíritu, según el cual nada es importante, nada es grave, nada es serio, nada es grande. Todo es pequeño, banal, irrelevante, sin consecuencia. De ahí la superficialidad, la facilidad con que muchos se entregan a crímenes, pecados, y a toda especie de malas acciones, sin incomodarse con los resultados. Contradiciendo estas tendencias de nuestro tiempo, la Santísima Virgen, antes de indicarles a los tres pastorcillos la devoción a su Corazón Inmaculado, les mostró el Infierno.
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Semejante actitud de la Virgen María, colocando ante la mirada atónita de tres niños la visión lúgubre de aquel lugar de tormentos, muestra bien cómo la meditación sobre los castigos eternos es adecuada para los hombres del siglo XX. Constituye, en general, una ocasión de preciosas gracias, no sólo de conversión, sino también de perseverancia y aumento de fervor en la vida espiritual. San Juan Eudes, el apóstol de la dulcísima devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María, se refería a menudo a las penas del Infierno. Explicaba el Santo que, después de hablar sobre los castigos preparados para los impíos, es necesario recordar que la predicación sobre el Infierno no pretende provocar desánimo, sino despertar los corazones endurecidos.50 Sí, el temor a las penas eternas es, de hecho, una vía segura para conducir al hombre contemporáneo al verdadero amor de Dios.
La comunión reparadora La Virgen nos ofreció, a través de la Hermana Lucía, un don de inestimable valor: 'Yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas". Para recibir este beneficio, le basta al fiel realizar la comunión reparadora de los primeros sábados durante cinco meses seguidos, además de confesarse, rezar un Rosario y hacer quince minutos de meditación sobre los Misterios del mismo. Esa comunión debe ser ofrecida en desagravio a la Santísima Virgen y a su Divino Hijo por los pecados y ofensas cometidos contra Ellos.
Los ejemplos de Francisco y Jacinta Cada uno de los tres videntes recibió de la Virgen una misión diferente. Los dos más jóvenes irían a morir enseguida, pero antes tenían que sorber un cáliz de sufrimiento: Jacinta debía rezar y sacrificarse por la conversión de los pecadores, mientras Francisco tenía que reparar la tristeza de Nuestro Señor y de Nuestra Señora por los pecados del mundo.
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Después de haber visto a la Santísima Virgen, ambos "pasaban los días en la ardiente expectativa de ir al Cielo", escribe el P. Luis Kondor, Vicepostulador de la Causa, en el proceso de beatificación y canonización de los dos pequeños siervos de Dios. Y completa: los pastorcitos "cumplieron heroicamente su misión".51 Son conmovedores los diálogos con esos dos videntes, registrados por el P. Juan de Marchi en su ya referida obra, en los cuales trasparecen las vocaciones de los hermanos Marto: — Francisco, ¿sufres mucho?, le preguntaba cariñosamente Lucía. — Sí, sufro, pero sufro todo por amor de Nuestro Señor y de Nuestra Señora. Querría sufrir más, pero no puedo. Y asegurándose de que la puerta estuviese bien cerrada, buscaba la cuerda-cilicio debajo de las ropas y [la] entregaba a su prima: — Toma, llévatelo antes que mi madre la vea. Ahora ya no soy capaz de llevarla en la cintura. Momentos después allí iba también Jacinta con su pequeña cuerda que dejaba en manos de su prima, no sin pesar. —Guárdamelo, que tengo miedo de que mi madre la vea. Si mejoro, la quiero de nuevo. (...) — Mira, Lucía —continuaba Francisco— ya me falta poco para ir al Cielo. Jacinta va a pedir mucho por los pecadores, por el Santo Padre, por ti. Tú te quedas aquí, porque Nuestra Señora lo quiere. Mira, haz todo lo que Ella te diga. Mientras Jacinta —comenta Lucía— parecía preocupada con el único pensamiento de convertir a los pecadores y librar las almas del Infierno, él [Francisco] sólo parecía pensar en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora que le habían parecido estar tan tristes. — Estoy mal, muy mal, Lucía —repetía [Francisco]— Ya me falta poco para ir al Cielo.
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— Entonces vete, no te olvides de pedir allí mucho por los pecadores, por el Santo Padre, por mí y por Jacinta. — Sí, pido, pero mira, esas cosas mejor pídeselas a Jacinta, que yo tengo miedo de olvidarme cuando vea a Nuestro Señor. Y además, quiero primero consolarlo. De Jacinta a Francisco: —Dale muchos saludos míos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, y dile que sufro todo cuanto Ellos quieran para convertir a los pecadores y para reparar los pecados contra el Inmaculado Corazón de María. Entre Lucía y Jacinta: — ¿Sufres, Jacinta? —le preguntaba Lucía. — Sí, sufro mucho, pero sufro todo por la conversión de los pecadores y por el Santo Padre. ¡Me gusta tanto sufrir por amor de Jesús y de María! Ellos aman mucho a quienes sufren por la conversión de los pecadores...52
Virtud en grado heroico Es muy significativo el testimonio del P. Kondor sobre los dos pequeños, una vez que tiene acceso directo a todo el dossier a respecto de sus vidas. En el ya citado artículo para L'Osservatore Romano, comenta: Jacinta, después de ver el infierno, sólo se preocupaba con la salvación de las almas en peligro de perderse para siempre, imitando a Jesucristo que vino al mundo para salvar a los pecadores. Prefirió esconder los sacrificios, practicando siempre que podía la inmolación por la salvación de los otros. Vivía plenamente la oración que la Virgen le enseñó: "Oh, Jesús mío, perdonadnos y libradnos del fuego del infierno, llevad todas las almas al Cielo, especialmente a las más necesitadas". Contenía su voluntad y su índole, era obediente a sus padres y a sus hermanos mayores. Tal como su hermanito y su prima Lucía, se privaba de alimento para dárselo a los pobres; no bebía agua, especialmente durante el calor del verano; como forma de
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penitencia usaba una cuerda alrededor del cuerpo; soportaba con espíritu de penitencia y oblación cualquier cosa desagradable. Formulaba su forma de actuar, rezando: "Oh, mi Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María". Al final de su vida, aún multiplicaba los sacrificios. Lo que más le costó fue el dejar a su familia para tratarse en un hospital de Lisboa y morir allá, sola. "Oh, Jesús mío, ahora puedes convertir a muchos pecadores, porque este sacrificio es muy grande". Francisco llegó, a través de la meditación de los Misterios del Rosario, a los vértices de la contemplación; sólo deseaba estar con Jesús, que se encontraba triste a causa de los pecadores, y procuraba consolarlo continuamente, realizando el pedido del Ángel: "Consolad a vuestro Dios". Después de las visiones, parecía haber recibido la vocación de ermitaño: se escondía tras las rocas y los árboles para rezar a solas; otras veces, subía a los lugares más elevados y solitarios, entregándose tan intensamente a la meditación y a la oración que ni siquiera oía las voces de los que lo llamaban. "¡Qué hermoso es Dios, qué hermoso! Pero está triste a causa de los pecados de los hombres. Yo quiero consolarlo, quiero sufrir por su amor". Mantuvo este propósito hasta el final de su vida. Termino repitiendo la profecía del Santo Padre Pío X: "¡Habrá santos entre los niños!" Agregando: "Los habrá, sí, en breve".
El insustituible papel del sufrimiento humano La corta pero heroica existencia de Jacinta y Francisco acentúa la importancia del sufrimiento en las grandes obras de Dios. Era necesario, por designio de la Providencia, que ambos contribuyesen con sus dolores y con el sacrificio de sus vidas a que las palabras de María Santísima encontrasen terreno fértil y fructificasen en los corazones de los hombres.
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El corazón humano es como una puerta que sólo tiene cerradura por dentro. Jesús, el Buen Pastor, que desea salvar a todo su rebaño, está siempre afuera llamando a la oveja descarriada. Pero, o el alma, siendo fiel a la gracia, se abre en dirección a Él, o la cerradura permanecerá cerrada. El modo de lograr que estas almas se abran es exactamente orar y hacer penitencia, ofreciendo por ellas los dolores que la Providencia nos manda en esta vida y a los cuales nadie se sustrae. Así atenderemos amorosamente los pedidos de nuestra Madre celeste, bien como al llamado de Jesús: si quis vult post me venire, abneget semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me — "El que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt. 16, 24). Las almas que así se sacrifican son las decisivas en la Historia, y contribuyen a las grandes obras de Dios. Este es el ejemplo de Jacinta y Francisco. Debemos pedirles que nos obtengan de María Santísima ese amor a la Cruz, indispensable para alcanzar la santidad, ideal al que debe aspirar todo católico.
Por encima de los sufrimientos, ofrezcámosle a la Virgen la rectitud de nuestras almas Hay que hacer, sin embargo, una importante salvedad a respecto del sufrimiento de reparación: entre todas las formas de sacrificio, el que más agrada a Jesús y a su Madre es la práctica de la virtud, la rectitud y la pureza de nuestra alma. El eminente fatimólogo, Canónigo José Galamba de Oliveira, observa con toda propiedad: El mensaje de Fátima es, al mismo tiempo, simple y complejo. Simple como el Evangelio, al que nos recuerda, como un eco lejano, en sus líneas generales. Complejo como todo cuanto implica esfuerzo, reacción, cambio de rumbo y enmienda de vida. El tema fundamental es para unos el Rosario, para otros el Escapulario del Carmen, para otros la devoción al
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Corazón Inmaculado de María y la de los cinco primeros sábados, para otros la práctica de la penitencia. Nosotros, con otros autores, juzgamos ante todo que ésos son medios cuyo uso aconseja Nuestra Señora, pero el mensaje, el llamado de María, es más alto y más angustioso. ¡Tanta alma que se pierde! ¡Tanto pecador en el infierno! ¡Y para siempre! ¡Sin remisión ni remedio!... ¿Por qué no hemos de intentar despertar a las almas de este mortal torpor en que se dejan adormecer y morir? ¿Por qué no hemos de ir en su búsqueda, avisarles del peligro enorme en que se encuentran y salvarlas? Pero para eso es necesaria la oración (sin Dios no se consigue nada), la protección de María Santísima, la Omnipotencia suplicante, por cuyas manos baja hasta nosotros toda gracia (el Rosario, el Escapulario del Carmen, la devoción al Corazón Inmaculado de María, los primeros sábados, etc.), y nuestro propio sacrificio e inmolación uniéndonos por el amor, el dolor y la penitencia, al sacrificio redentor de Cristo. Todo esto, sin embargo, sería inútil, ineficaz, sin la colaboración personal de cada uno, colaboración que consiste, precisamente, en la fuga del pecado, enmienda de vida, cumplimiento de la Ley de Dios y esfuerzo personal para la conservación y aumento de la vida de la Gracia.53 De esta manera, ante todo debemos ofrecerle a Jesús y María nuestras almas contritas y humilladas, renunciando a toda forma de orgullo, vanagloria y sensualidad. Entonces podremos dirigirnos a Ellos, repitiendo las palabras de la Escritura: "El sacrificio agradable a Dios es el espíritu compungido. Un corazón contrito y humillado, Señor, no lo despreciéis." (SI. 50,19). Estemos seguros de que, por la intercesión de la Virgen María, la Divina Majestad nos alcanzará abundantes gracias para nosotros, nuestros familiares, y para todos aquellos por quienes pidamos.
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CAPÍTULO 5
Los sacrales resplandores del Reino de María estas consideraciones sobre los acontecimienJrl 1tosterminar de Fátima, no debemos detener nuestra mirada sólo en el estado del mundo decadente, sino meditar sobre las grandiosas promesas que resonaron en Cova de Iría. Nos sentimos llevados a ello por las palabras del Papa: A las puertas del Tercer Milenio, mirando las señales de los tiempos en este siglo XX, Fátima está, ciertamente, entre las mayores.54 Esas señales apuntan hacia los sacrales resplandores de la aurora del Reino de María: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará". Victoria que deberá ser magnífica, como todo cuanto Dios hace por medio de María. Y, permítasenos observarlo, será la victoria de lo mejor que hay en Ella. ¿Qué es lo mejor de una Madre, sino el corazón? ¡Estamos, por lo tanto, invitados a presenciar la victoria de una inmensa, abarcativa, y generosa bondad! Viene a propósito aquí recordar el bellísimo episodio de las bodas de Cana. Nos cuenta el Evangelio que Jesús y su Madre —por cierto, poco antes de iniciar Él su vida pública—, fueron invitados a una fiesta de bodas, en la ciudad de Cana. Las fiestas de aquel tiempo duraban días. Los mejores vinos eran, en general, servidos al inicio porque, tras mucho beber, los convidados iban perdiendo la agudeza del paladar y aceptaban sin restricciones los vinos de menor calidad. Ofrecieron los buenos, luego los menos buenos, pero, de repente, la bebida se acabó. Sólo había agua para servir, y, para un anfitrión, terminar así una fiesta era la vergüenza de las ver-
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güenzas. Dándose cuenta de la aflictiva situación, la Virgen se dirige a su Hijo: "No tienen vino". Él la mira fijamente con mucho cariño y afecto, tratándola con el lenguaje de respeto de aquel tiempo: "Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí eso? Aún no ha llegado mi hora". Pero, a pesar de tal respuesta, María les dice a los criados: "Haced todo lo que Él os diga ". Jesús no puede dejar de atender la súplica de su Madre. Manda llenar de agua seis grandes tinajas y hace que se sirva. Y he aquí que el líquido se había transformado en un vino extraordinario, que originó comentarios: "¿Cómo? ¿Fue dejado para el final este vino tan precioso, tan delicioso?" Hoy en día, la humanidad se encuentra en una situación semejante a la del anfitrión en las bodas de Cana. Falta el vino precioso de la virtud, de tal forma que no hay rincón de la tierra del que se pueda decir con certeza: "Este pueblo vive en la gracia de Dios". Precisamente, en esta hora de tantas angustias, María interviene para rogar por nosotros ante su Divino Hijo: "Ellos no tienen gracias superabundantes para convertirse y cambiar de vida. Envíalas y transfórmalos." Y, volviéndose hacia nosotros, nos comunicó el mensaje que los tres pastorcillos nos transmitieron. A ese propósito, comenta el Cardenal Cerejeira, antiguo Patriarca de Lisboa: El Mensaje de Fátima no es, en su esencia, más que la repetición de las palabras de Nuestra Señora en las bodas de Gana: "Haced lo que mi Hijo os diga"; es un llamado renovado a la observancia del Evangelio. Pero, por las circunstancias inéditas del milagro, por la angustia trágica de la hora que vivimos y por las esperanzas que ofrece, tiene el significado de una tentativa suprema de salvación, o, como dijo cierto escritor francés, "la última señal", "la última tentativa de rescate". Se engañan aquellos que piensan que este altar de las esperanzas del mundo erguido en Fátima tiene sabor de mariolatría, opuesto al verdadero culto de Dios según el auténtico Evangelio de Cristo. Quien se arrodilla a los pies
El Cardenal Cerejeira, en Fátima, bendice a los enfermos.
de este altar es conducido enseguida hasta el Corazón de Jesús, Salvador y Redentor. La excelsa Madre de Dios continúa su misión: dar Jesús al mundo. El altar de Fátima lo levantó la Virgen Santísima para atraer al mundo desreglado a Cristo y, por Cristo, a Dios.55
La era mariana profetizada por San Luis M. Grignion de Montfort í Ls n el más célebre de sus escritos, . ^ ^ San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) enseñó la verdadera devoción a la Santísima Virgen, es decir, la esclavitud de amor a Ella. Una entrega total a María, a fin de, por Ella, pertenecer enteramente a Jesucristo. Animado de un ardoroso carisma profético, este gran apóstol mañano previo —doscientos años antes de las apariciones de Fátima— que, al ser conocida y puesta en práctica la devoción por él enseñada, el Reino de la Madre de Dios estaría implantado en la tierra. En otros términos, preveía el triunfo del Inmaculado Corazón de María, prometido por Ella en 1917. Por eso exclama el santo: "¡Ah! ¿Cuándo llegará ese tiempo feliz, en que María sea reconocida Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su grande y único Jesús? ¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Entonces se verán cosas maravillosas en este lugar de miseria, en donde el Espíritu Santo, hallando a su Esposa como reproducida en las almas, llegará a ellas con la abundancia de sus dones y las llenará de ellos, pero especialmente del don de su sabiduría, para obrar maravillas de la gracia. Carísimo hermano mío, ¿cuándo vendrá ese tiempo feliz y ese siglo de María, en que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por medio de María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivas de María para amar y glorificar a Jesucristo? Este tiempo no llegará más que cuando se conozca y practique la devoción que yo enseño: ¡ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariz!". (¡Que venga el reino de María para que así venga el reino de Jesucristo!) (Tratado de ¡a Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, in Obras de San Luis Grignion de Montfort, BAC, Madrid, 1954, p. 560)
CAPÍTULO 1
Origen y significado del Santo Rosario
r
I / orría el año de gracia de 1214. Hacía bastante tiempo que i /el Languedoc, región meridional de Francia, era asolado por una infame y terrible herejía: la de los albigenses. Convocada una Cruzada para enfrentar ese mal, el choque entre católicos y herejes no tardó en producirse. Y la tierra de la noble nación francesa pasó a ser el teatro de innumerables y sangrientas batallas en que católicos y albigenses se disputaban el terreno palmo a palmo. Sin embargo, a pesar de tanta sangre derramada, la herejía continuaba devastando las almas. ¿Cómo mover al Cielo para derrotarla? ¿Cómo obtener de Dios una victoria definitiva? ¡Días de aflicción terrible fueron aquellos! Había momentos en que todo parecía perdido, y la herejía triunfante lo destruía, manchaba y corrompía todo. En este estado de tribulación extrema de la Cristiandad, Santo Domingo, movido por una inspiración divina, entra en un grande y profundo bosque próximo a Tolousse (capital del Languedoc), y pasa allí tres días y tres noches en continua oración y penitencia, sin cesar de gemir, de llorar y de flagelarse, implorando a Dios que tuviese pena de su propia gloria despreciada por la herejía albigense. Como resultado de tanto ardor y esfuerzo, termina cayendo medio muerto. Y he aquí que entonces, María Santísima, resplandeciente de gloria, se le aparece.
La conversión de los albigenses por Santo Domingo "La Santísima Virgen, acompañada por tres princesas del Cielo, se le apareció entonces y le dijo: —¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para
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reformar el mundo? —¡Oh Señora!, responde él, Vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación. Ella añadió: —El instrumento principal de esa obra fue el Salterio Angélico, que es el fundamento del Nuevo Testamento; y por lo tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio. Santo Domingo se levantó muy consolado y, abrasado de celo por el bien de esos pueblos, entró en la Catedral. En el mismo momento, sonaron las campanas por intervención de los ángeles, para reunir a los habitantes. En el comienzo de la predicación se levantó una espantosa tormenta; la tierra tembló, el sol se nubló; los repetidos truenos y relámpagos hicieron estremecer y palidecer a los oyentes; y aumentó su terror al ver una imagen de la Santísima Virgen, expuesta en un lugar preeminente, levantar los brazos tres veces hacia el cielo, para pedir a Dios venganza contra ellos si no se convertían y no recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios. El cielo quería, por estos prodigios, estimular la nueva devoción del Santo Rosario y hacerla más notoria. La tormenta cesó al fin gracias a las oraciones de Santo Domingo. Continuó su sermón y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que los moradores de Tolosa lo aceptaron casi todos, renunciaron a sus errores y en poco tiempo se vio un gran cambio en la vida y las costumbres de la ciudad."% Este relato, cuyo autor es el bienaventurado Alano de la Roche (1428-1475), en su famoso libro De la dignidad del Salterio *, es conforme a una sólida y venerable tradición, según la cual la predicación del Rosario fue recomendada personalmente por la Virgen a Santo Domingo.
* O sea, del Rosario. Desde que Santo Domingo estableció esta devoción hasta el año 1460, cuando el Bienaventurado Alano de La Roche la renovó por orden del Cielo, el Rosario fue llamado Salterio de Jesús y de la Santísima Virgen, por analogía con el Salterio de David, que contiene 150 salmos, el mismo número de avemarias que componen el Rosario (Cfr. San Luis Grignion de Montfort, op. cit., p. 37).
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A pesar de que la autenticidad de estos hechos haya sido contestada últimamente por varios especialistas, que alegan la ausencia de documentos contemporáneos que los confirmen, la crítica histórica ha demostrado finalmente el acierto en considerar a Santo Domingo —fundador de la Orden de Predicadores (dominicos)— como instituidor del Rosario, y la voz de numerosos Pontífices Romanos lo confirman.57 Así, la devoción del Rosario continúa estrechamente vinculada a Santo Domingo, sin duda alguna su primer y gran propulsor. Obteniendo excelentes frutos, la predicó durante el resto de su vida "con el ejemplo y la palabra, en las ciudades y en los campos, ante los grandes y los pequeños, ante sabios e ignorantes, ante católicos y herejes".™ Algunos años después de la muerte de Santo Domingo, la costumbre de recitar el Rosario, por diversas causas, cayó poco a poco en desuso. Uno de sus hijos espirituales, el bienaventurado Alano de la Roche, en el siglo XV, trabajando incansablemente en la restauración de esta piadosa práctica, consiguió hacerla reflorecer y difundir por todo el orbe católico.
Corona de rosas San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), gran apóstol de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, consagró uno de sus extraordinarios escritos a enaltecer las excelencias del Rosario. Se trata de El secreto admirable del santísimo Rosario, en cuyas páginas el santo comenta el origen de esa práctica de devoción, su significado y sus maravillas, reveladas por la propia Madre de Dios. Las siguientes consideraciones han sido extraídas de la mencionada obra de San Luis Grignion al respecto del Rosario. 'Desde que el Beato Alano de la Roche renovó esta devoción, la voz popular, que es la voz de Dios, le ha dado el nombre de Rosario, que significa corona de rosas. Es decir, siempre que alguien reza de modo conveniente su Rosario, deposita sobre
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las cabezas de Jesús y María una corona formada por 153 rosas blancas y 16 rosas encarnadas del Paraíso, que jamás perderán su hermosura ni su brillo. La Santísima Virgen aprobó y confirmó este nombre de Rosario, revelando a varios devotos suyos que le presentaban tantas rosas agradables cuantas Avemarias rezaban en su honor y tantas coronas de rosas cuantos fuesen los Rosarios por ellos rezados. El hermano Alonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús, rezaba su Rosario con tanto fervor que veía, con frecuencia, a cada Padrenuestro salir de su boca una rosa encarnada y a cada Avemaria una blanca, igual en perfume y belleza. Las crónicas de San Francisco cuentan que un joven religioso tenía la buena costumbre de rezar todos los días, antes de la comida, la corona de la Santísima Virgen. Un día, no se sabe por qué, faltó a ella. Estando servida la cena rogó a su superior que le permitiese rezarla antes de ir a la mesa. Con este permiso se retiró a su habitación; pero como tardaba mucho, el superior envió un religioso a llamarle. El religioso lo encontró en su cuarto iluminado con celestes resplandores, y cerca de él a la Santísima Virgen con dos ángeles. Cada vez que decía un Avemaria, una bella rosa salía de su boca; los ángeles las recogían una tras otra y las colocaban sobre la cabeza de la Santísima Virgen, que manifestaba su alegría con tales adornos. Otros dos religiosos, enviados para ver la causa del retraso de sus compañeros, vieron este misterio, y no desapareció la Santísima Virgen hasta que terminó el rezo de la corona. El Rosario es, pues, una gran corona, y el de cinco decenas, una guirnalda de flores o coronilla de rosas celestes que se coloca sobre las cabezas de Jesús y de María. La rosa es la reina de las flores, y del mismo modo el Rosario es la rosa y la primera de las devociones".59
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Las oraciones del Rosado "El Rosario consta de la oración mental y de la oración vocal. La oración mental del Santo Rosario es la meditación de los principales Misterios de la vida, muerte y gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre. La oración vocal consiste en decir quince decenas de Avemarias, [cada decena precedida] por un Padrenuestro, mientras meditamos y contemplamos las principales virtudes que Jesús y María practicaron en los Misterios del Santo Rosario ".
Los quince Misterios del Rosario "Misterio es una cosa sagrada y difícil de comprender. Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, porque Él es Dios y hombre al mismo tiempo. Las de la Santísima Virgen son muy santas, porque Ella es la más perfecta de las puras criaturas. Se llaman, con razón, las obras de Jesús y de su santa Madre, Misterios', porque están repletas de maravillas y de perfecciones e instrucciones profundas y sublimes, que el Espíritu Santo descubre a los humildes y a las almas sencillas que le honran. Santo Domingo dividió la vida de Jesucristo y de la Santísima Virgen en quince Misterios, que nos representan sus virtudes y principales acciones, como quince cuadros cuyos trazos deben servirnos de regla y ejemplo para la dirección de nuestra vida. La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de rezar y le ordenó que lo predicase, a fin de despertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor a Jesucristo en sus corazones. También lo enseñó al Beato Alano de la Roche, a quien le dijo: —Es una oración muy útil, es un obsequio que me agrada mucho, el rezo de 150 Salutaciones angélicas. Y lo será aún más, si se hace meditando la vida, pasión y gloria de Jesucristo, porque esta meditación es el alma de tales oraciones.
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Excelencias del Santo Rosario
En efecto, el Rosario, sin meditar los sagrados misterios de nuestra salvación, sería casi como un cuerpo sin alma, una excelente materia, sin su forma peculiar que la distingue de las demás devociones".60 La primera parte del Rosario, está compuesta de cinco Misterios, llamados Misterios gozosos, en virtud de la alegría que dieron al mundo: la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen; la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel; el Nacimiento de Jesucristo; la Presentación del Niño Jesús en el Templo y la Purificación de la Virgen María; el Encuentro del Niño Jesús en el Templo, entre los doctores de la Ley. La segunda parte del Rosario se compone de cinco Misterios, denominados Misterios dolorosos, porque nos presentan a Jesucristo oprimido de tristeza, cubierto de llagas, cargado de oprobios, dolores y tormentos. El primero de estos misterios es la oración de Jesús y su Agonía en el Huerto de los Olivos; el segundo, su Flagelación; el tercero, su Coronación de espinas; el cuarto el de la Cruz a cuestas; el quinto, su Crucifixión y su muerte en el Calvario. La tercera parte del Rosario tiene otros cinco Misterios, llamados gloriosos, porque en ellos contemplamos a Jesús y a María en triunfo y gloria: la Resurrección de Jesucristo; su Ascensión al Cielo; la Venida del Espíritu Santo sobre Nuestra Señora y los Apóstoles; la Asunción de la gloriosa Virgen María; la Coronación de la Santísima Virgen como Reina del Cielo y de la Tierra. La meditación de los Misterios de la vida y de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo es fuente de maravillosos frutos espirituales y de admirables riquezas de santificación. San Luis Grignion afirma que la Santísima Virgen reveló al bienaventurado Alano de la Roche que, después del Santo Sacrificio de la Misa, no existe acto de piedad más excelente y más meritorio que el Rosario, que es como una representación de la Vida y Pasión del Hombre Dios.61
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CAPÍTULO 2
Excelencias del Santo Rosario
S
an Luis María Grignion de Montfort, en El secreto admirable del santísimo Rosario, comenta el gran aprecio que María Santísima demuestra por esta práctica de piedad, protegiendo y recompensando con magnanimidad a todos aquellos que la divulgan y cultivan. Más adelante se citan las propias palabras del gran santo a este respecto.
Ejemplos de gracias concedidas a los apóstoles y devotos del Rosario "Santo Domingo en nada puso durante su vida tanto entusiasmo como en alabar a la Santísima Virgen, predicar sus grandezas y animar a todo el mundo a honrarla por medio del Rosario. La poderosa Reina del Cielo, a su vez, no cesó de derramar sobre Santo Domingo bendiciones a manos llenas; coronó sus trabajos con mil prodigios y milagros, nada pidió éste a Dios que no obtuviera por intercesión de la Santísima Virgen, y —para colmo de favores— Ella le sacó victorioso de la herejía de los albigensesy lo hizo padre y patriarca de una gran orden religiosa. ¿Qué decir del Beato Alano de la Roche, restaurador de dicha devoción? Varias veces la Santísima Virgen le honró con su visita, a fin de instruirlo acerca de los medios para salvarse, de ser un buen sacerdote, perfecto religioso e imitador de Jesucristo. Le enseñó el método de rezar el Rosario, sus excelencias y sus frutos. [...] Después de atraer para la cofradía del Rosario más de 100.000 almas, murió el Beato Alano de la Roche en Zunolle, Flandes, el 8 de septiembre de 1475.
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La Santísima Virgen no favorece sólo a los predicadores del Rosario. Recompensa igualmente a los que, por su ejemplo, atraen a otros hacia esta devoción. A Alfonso IX, rey de León y Galicia, que deseaba que todos sus criados honrasen a la Santísima Virgen con el Santo Rosario, se le ocurrió, para animarles con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran rosario, aunque sin rezarlo, lo que inducía a todos los cortesanos a recitarlo devotamente. El rey cayó gravemente enfermo y cuando lo creían muerto, fue transportado en espíritu al tribunal de Jesucristo. Vio allí a los demonios que le acusaban de todos los crímenes que había cometido y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó a su favor la Santísima Virgen delante de su Divino Hijo; se trajo entonces una balanza, se colocaron todos los pecados del rey en uno de los platos y en el otro Nuestra Señora colocó el gran rosario que Alfonso había portado en su honor, junto con aquellos que, gracias a su ejemplo, habían rezado otras personas, y esto pesó más que todos sus pecados. Enseguida, mirando al rey con compasión la Santísima Virgen le dijo: 'He obtenido de mi Hijo, en recompensa por el pequeño servicio que me hiciste llevando contigo el rosario, la prolongación de tu vida por algunos años. Empléalos bien y haz penitencia'. Volviendo de su éxtasis, el rey exclamó: '¿Bendito el Rosario de la Santísima Virgen, por el cual fui liberado de la condenación eterna!' Después de recuperar la salud, Alfonso pasó el resto de su vida en la devoción al Santo Rosario, recitándolo todos los días. Que los devotos de María traten de ganar cuantas almas puedan para esta práctica del Rosario, a ejemplo de estos santos y este rey. Habrán asegurado asila vida eterna".62
"Nadie puede desaprobar la devoción del Santo Rosario sin condenar lo más piadoso que hay en la Religión Católica, a sa-
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ber: la Oración dominical (Padrenuestro), la Salutación angélica (Avemaria) y los misterios de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Es enemigo de la salvación de las almas quien intenta disuadir a los fieles de rezar el Rosario, pues por este medio abandonan el partido del pecado para abrazar la virtud. Si San Buenaventura tenía razón en decir que morirá en pecado y se condenará quien haya despreciado a la Santísima Virgen, ¡qué castigos aguardan a los que apartan a otros de las devociones a Nuestra Señora! "a
Excelencia del Santo Rosario en las oraciones de que está compuesto * EL CREDO "El Credo o Símbolo de los Apóstoles —que se reza sobre la cruz del Rosario— por ser un santo resumen y compendio de las verdades cristianas, es una oración de gran mérito. Porque la fe es la base, el fundamento y el principio de todas las virtudes cristianas, de todas las virtudes eternas y de todas las oraciones agradables a Dios. Quien se acerca a Dios ha de empezar por creer, y cuanto mayor sea su fe, tanta más fuerza y mérito en sí misma tendrá la oración, y tanta más gloria dará a Dios. 'Creo en Dios': esas tres primeras palabras, que encierran los actos de las tres virtudes teologales —fe, esperanza y caridad— tienen maravillosa eficacia para santificar el alma y abatir a los demonios. Con estas palabras han vencido muchos santos las tentaciones, principalmente las que iban contra la fe, la esperanza y la caridad, durante su vida o en la hora de la muerte. Como la fe es la única llave para entrar en todos los misterios de Jesús y de María encerrados en el Santo Rosario, conviene empezarlo rezando el Credo con muy devota atención, y cuanto mayor y más viva sea nuestra fe, tanto más meritorio será el Rosario. Es preciso que la fe sea viva y animada por la ca-
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ridad: es decir, que para rezar bien el Rosario es necesario estar en gracia de Dios o en busca de esta gracia; es necesario que la fe sea fuerte y constante; es decir, que no hay que buscar en la práctica del Santo Rosario solamente el gusto sensible y el consuelo espiritual, —o lo que es lo mismo— que no hay que dejarlo porque se tenga una enormidad de distracciones involuntarias en el espíritu, un inexplicable tedio en el alma, un pesado fastidio y sopor casi continuo en el cuerpo. No es preciso gusto, ni consuelo, ni suspiros,ni fervor ni lágrimas, ni aplicación continua de la imaginación, para rezar bien el Rosario. Bastan la fe pura y la buena intención ".M * EL PADRENUESTRO "El Padrenuestro, u oración dominical, tiene la primera excelencia en su autor, que no es un hombre ni un ángel, sino el Rey de los ángeles y de los hombres, Jesucristo. Convenía —dice San Cipriano— que Aquel que venía a darnos la vida de la gracia como Salvador, nos enseñase la manera de rezar como celestial Maestro. La sabiduría de este divino Maestro se manifiesta bien en el orden, la dulzura, la fuerza y la claridad de esta oración divina; es corta, pero rica en enseñanzas, inteligible para la gente sencilla y llena de misterios para los sabios. El Padrenuestro encierra todos los deberes que tenemos para con Dios, los actos de todas las virtudes, y la súplica de todas nuestras necesidades espirituales y físicas. Cuando rezamos atentamente esta divina oración, practicamos los actos de las más nobles virtudes cristianas. Al decir 'Padre nuestro que estás en el Cielo', hacemos actos de fe, de adoración y de humildad. Deseando que 'su nombre sea santificado' y glorificado, aparece en nosotros un celo ardiente por su gloria. Al pedirle la 'venida de su Reino', practicamos la esperanza. Deseando que se cumpla 'su voluntad en la tierra como en el Cielo', mostramos espíritu de perfecta obediencia. Al pedirle 'el pan nuestro de cada día', practicamos la pobreza de espíritu y el desprecio de los bienes de la tierra. Rogándole que nos 'perdone nuestros pecados', hacemos un acto de arrepentí-
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miento. Y perdonando a los que nos ofendieron, ejercitamos la misericordia en su más alta perfección. Pidiéndole 'socorro en las tentaciones', hacemos actos de humildad, de prudencia y de fortaleza. Esperando que 'nos libre del mal', practicamos la paciencia. En fin, pidiéndole todas estas cosas, no solamente para nosotros sino también para el prójimo y para losfielesde la Iglesia, hacemos oficio de verdaderos hijos de Dios, le imitamos en la caridad, que alcanza a todos los hombres, y cumplimos el mandamiento de amar al prójimo. Detestamos todos los pecados, y observamos todos los Mandamientos de la Ley de Dios, cuando al rezar esta oración siente nuestro corazón de acuerdo con la lengua y no tenemos ninguna intención contraria al sentido de estas divinas palabras ".65 * EL AVEMARIA "La Salutación angélica tiene su principal excelencia en la Santísima Virgen María, a quien fue dirigida; la Encarnación del Verbo, para la cual fue traída del Cielo; y al Arcángel Gabriel, que fue el primero en pronunciarla. La Salutación angélica resume en la síntesis más concisa toda la teología cristiana sobre la Santísima Virgen. Se encuentra en ella una alabanza y una invocación. Encierra la alabanza todo cuanto forma la verdadera grandeza de María; la invocación comprende todo lo que debemos pedirle y lo que de su bondad podemos alcanzar. La Santísima Trinidad ha revelado la primera parte del Avemaria; Santa Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, añadió la segunda; y la Iglesia, en el primer Concilio de Efeso, en el año 430, ha puesto la conclusión, después de condenar el error de Nestorio y definir que la Santísima Virgen es verdaderamente Madre de Dios. El Concilio ordenó que se invocase a la Santísima Virgen bajo esta gloriosa cualidad, expresada por estas palabras: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. La Salutación angélica contiene la fe y la esperanza de los patriarcas, de los profetas y de los apóstoles; es la constancia y
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la fortaleza de los mártires, la ciencia de los doctores, la perseverancia de los confesores y la vida de los religiosos. Es el cántico nuevo de la Ley de la Gracia, la alegría de los ángeles y de los hombres, el terror y la confusión de los demonios. Por la Salutación angélica, Dios se hizo hombre y la Virgen Madre de Dios; las almas de los justos salieron del limbo, las ruinas del Cielo se repararon y los tronos vacíos se ocuparon de nuevo, se perdonó el pecado, se nos dio la gracia, curáronse las enfermedades, resucitaron los muertos, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad, y obtuvieron los hombres la vida eterna. En fin, la Salutación angélica es el arco iris, el emblema de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios ".66
Beneficios del Rosario Para animarnos aún más a esta devoción de las almas grandes, San Luis Grignion añade que el Rosario, rezado con la meditación de los Misterios: 1) Nos eleva insensiblemente al perfecto conocimiento de Jesucristo; 2) Purifica nuestras almas del pecado; 3) Nos permite vencer a nuestros enemigos; 4) Nos facilita la práctica de las virtudes; 5) Nos abrasa de amor por Jesucristo; 6) Nos enriquece de gracias y de méritos; 7) Nos proporciona con qué pagar todas las deudas que tenemos con Dios y con los hombres; 8) Por fin, nos obtiene de Dios toda especie de gracias.61
Eficaz en la conversión de los pecadores "La Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Roche que, tan pronto como Santo Domingo predicó el Rosario, los pecadores empedernidos se convirtieron y lloraron amargamente sus crímenes. Si sentís vuestra conciencia cargada con algún pecado, tomad el Rosario, rezad una parte en honor de algunos misterios
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de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y estad persuadidos de que, mientras que meditáis y honráis estos misterios, Él, en el Cielo, mostrará sus llagas sagradas a su Padre, intercediendo por quien está rezando y os obtendrá la contrición y el perdón de vuestros pecados. Nuestro Señor dijo un día al Beato Alano: 'Si esos miserables pecadores rezasen con frecuencia mi Rosario, participarían de los méritos de mi pasión, y Yo, como su abogado, calmaría la Justicia Divina'. "68
Poderosa arma contra los demonios "Esta vida es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que combatirá enemigos de carne y sangre, sino a las propias potencias del Infierno. ¿Qué mejores armas podemos tomar para combatirlos que la oración dominical, que nuestro gran Capitán nos ha enseñado; la salutación angélica que ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y renovado el mundo; la meditación de la vida, pasión y gloria de Jesucristo ? Pertrechaos, pues, con estas armas de Dios, con el Santo Rosario, y quebrantaréis la cabeza del demonio y viviréis tranquilos contra todas sus tentaciones. De ahí resulta que aun el Rosario material es tan terrible al diablo, que los santos se han servido de él para encadenarle y arrojarle del cuerpo de los posesos, según atestiguan varias historias. Cierto hombre —refiere el Beato Alano— había ensayado inútilmente toda suerte de devociones para librarse del Espíritu maligno, que había tomado posesión de él. Resolvió ponerse al cuello un rosario. Y con esto se alivió. Pero cuando se lo quitaba era atrozmente atormentado por el demonio, por lo cual resolvió llevarlo al cuello noche y día, y así logró alejar para siempre al demonio, que no podía soportarían terrible prisión. El Beato Alano asegura que libró a un gran número de posesos poniéndoles un rosario al cuello. Al Rvdo. Padre Juan Amat, de la Orden de Santo Domingo, predicando la cuaresma en un lugar del Reino de Aragón, le trajeron una joven posesa, y después de haberla exorcizado varias veces inútilmente, le puso al cuello su rosario, ella comen-
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rias veces inútilmente, le puso al cuello su rosario, ella comenzó a dar gritos y aullidos espantosos, diciendo: '¿Quitadme, quitadme estos granos que me atormentan!'. Por fin, el Padre, compadecido de ella, le quitó el rosario del cuello. La noche siguiente, cuando el Rvdo. Padre estaba descansando en su lecho, los mismos demonios que poseían a la joven vinieron a él furiosos para apoderarse de su persona; pero, con su rosario, que agarraba fuertemente en la mano, a pesar de los esfuerzos que los demonios hicieron para quitárselo, los golpeó y arrojó diciendo: '¡Santa María, Virgen del Rosario, amparadme!' Cuando a la mañana siguiente iba a la Iglesia, encontró a la desgraciada joven aún posesa; uno de los demonios que estaban en ella empezó a decir burlándose del sacerdote: '¡Ah hermano! ¡Si no hubieras tenido tu rosario, ya habríamos acabado contigo!' Entonces el Padre arroja de nuevo su rosario al cuello de la joven diciendo: 'Por los sacratísimos nombres de Jesús y de María, su Santa Madre, y por la virtud del santísimo Rosario, os mando, espíritus malignos, que salgáis de este cuerpo inmediatamente'. En el acto tuvieron que obedecer, y la joven quedó libre. Estas historias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosario para vencer toda clase de tentaciones de los demonios y todo tipo de pecados, porque las cuentas benditas del rosario los ponen en fuga".m
Invencible escudo contra los enemigos de la Je católica "¿Quién podrá contar las victorias que Simón, conde de Montfort, ganó a los albigenses bajo la protección de Nuestra Señora del Rosario? Fueron tan notables que jamás el mundo ha visto cosa parecida.
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Con quinientos hombres desbarató un ejército de diez mil herejes. Otra vez, con treinta venció a tres mil. Después, con mil infantes y quinientos de caballería, hizo pedazos el ejército del rey de Aragón, compuesto de cien mil hombres, perdiendo solamente ocho soldados de infantería y uno de caballería. ¡De cuántos peligros libró la Santísima Virgen a Alano de Lanvallay, caballero bretón que combatía por la fe contra los albigenses! Un día que se hallaba rodeado por todas partes de enemigos, la Santísima Virgen lanzó contra ellos 150 piedras y le libró de sus manos. Otro día, en que había naufragado su navio y estaba ya próximo a sumergirse, esta buena Madre hizo emerger 150 pequeñas colinas por encima de las cuales llegó a Bretaña. En memoria de los milagros que había hecho en su favor la Santísima Virgen, como recompensa del Rosario que diariamente le rezaba, fundó un convento para religiosos de Santo Domingo y, después de hacerse él mismo religioso, murió santamente en Orleans. Igualmente Otero, soldado bretón de Vaucouleurs, hizo huir compañías enteras de herejes y de ladrones con su Rosario y con la espada al brazo. En cierta ocasión, con diez compañías, venció a veinte mil herejes sin perder ninguno de sus soldados, lo que impresionó de tal modo al general del ejército enemigo, que fue en busca de Otero, abjuró sus herejías y declaró que le había visto cubierto de armas de fuego durante el combate".1{)
Los Santos y el Rosario "Podemos asegurar —dice el dominico José Salvador y Conde— que, por lo menos desde el siglo XVI, no hubo santo que no hubiese utilizado esta manera de rezar, empleada por Santo Domingo." Y continúa el mismo comentarista: "San Carlos Borromeo dice que es 'la devoción más divina'. San Alfonso María de Ligorio, que es 'la más agradable a la Madre de Dios'. Por cierto, es digno recordar un hecho muy significativo de su vida. Casi centenario y enfermo, padecía de falta crónica de memoria. A poco de hacer algo, ya no se acordaba más de ello. 'Hijos míos —decía— vamos a rezar nuestro Rosario cotidiano'. Ya lo hemos rezado, ilustrísimo señor', le respondían. Pasado un
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instante, los llamaba de nuevo con las mismas palabras, y ellos le replicaban: 'Pero, ilustrísimo señor, ya le dijimos tres veces que hemos rezado el Rosario'. 'No extrañen, hijos míos —decía el Santo— las insistencias de un anciano desmemoriado. Perdonadlas, considerando que en este ejercicio cotidiano se cifra mi salvación'. Hermosas y consoladoras palabras de un Santo que amaba la recitación del Rosario. San Alonso Rodríguez, hermano portero de la Compañía de Jesús, tenía callos en los dedos pulgar e índice de tanto pasar las cuentas del Rosario, como cuenta su biógrafo, Nicolás Martínez. El Apóstol de la juventud del siglo XIX, San Juan Bosco, tenía verdadera veneración por la práctica del Rosario. El Señor le probó con la inminente desaparición de su obra del Oratorio Festivo. ¡Qué triste aquel Domingo de Ramos de 1864, en que tenía que despedir a sus queridos niños por falta de lugar! Juzgó que dicha despedida debía realizarse ante la imagen de la Virgen, de Nuestra Señora de los Prados. Fue un día de romería. El Rosario fue la oración más recitada aquella jornada. Eos niños jugaban en el campo, como de costumbre, sin darse cuenta de la gravedad de la despedida. Era de las pocas veces que Don Bosco no participaba de su juego y alborozo. Se encontraba en tristes meditaciones, cuando, inesperadamente, aparece un caballero que le propone arrendar un local. Llegan a un acuerdo, y queda todo resuelto. Pocos momentos después les decía a sus niños: 'Aquí tenéis, hijos míos, aquí tenéis el éxito de nuestra romería de esta mañana al Santuario de la Santísima Virgen. Ahora, en acción de gracias, vamos a rezar otra vez el Rosario'. Entre dos Rosarios, Don Bosco vio renacer su obra más amada. San Luis María Grignion de Montfort, apóstol de María y de su Rosario, que elevó tantas almas a la más alta perfección por medio de la entrega a María, esto es, a la esclavitud mañana, no cesaba de recomendar la recitación del Santo Rosario. De este Bienaventurado son las siguientes palabras: Aunque fueseis un hereje endurecido, obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiríais y salvaríais, con tanto que (lo repito, y notad las palabras y términos de mi consejo), con tanto que rezaseis devotamente el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener contrición y perdón de vuestros pecados' ".71
El Rosario enaltecido y aconsejado por los Sumos Pontífices Pío IX: "Así como Santo Domingo se valió del Rosario como de una espada para destruir la nefasta herejía de los albigenses, así también hoy los fieles diestros en el uso de esta arma —que es el rezo cotidiano del Rosario— conseguirán fácilmente destruir los monstruosos errores e impiedades que por todas partes se levantan." (Encíclica Egregiis de 3/12/1856)
León XIII: "¡Es nuestro ardiente deseo que esta devoción retome por todas partes su antiguo puesto de honor! En la ciudad y en los pueblos, en las familias y en los lugares de trabajo, junto a las élites y entre los humildes, sea el Rosario amado y venerado como insigne divisa de la fe cristiana y el auxilio más eficaz para obtener la misericordia divina." (Encíclica lucunda semper, 8 de septiembre de 1894)
San Pío X: "El Rosario es la más bella y preciosa de todas las oraciones a la Medianera de todas las gracias: es la oración que más conmueve el corazón de la Madre de Dios. Rezadlo todos los días." Benedicto XV: "No obstante, Aquella a quien la Iglesia tiene la costumbre de saludar como 'Madre de la Gracia y Madre de la Misericordia', se ha revelado siempre como tal, sobre todo cuando se ha recurrido al Santo Rosario y, por ello, los Romanos Pontífices no dejaron pasar ninguna ocasión de exaltar con grandísimos elogios el Rosario de la Santísima Virgen y de enriquecerlo con los tesoros de la Indulgencia Apostólica." (Encíclica Fausto Appetente, 29 de junio de 1921) Pío XI: "El Rosario es un arma potentísima para poner en fuga a los demonios (...) El Rosario mañano, además, no sólo sirve especialmente para debelar a los enemigos de Dios y de la religión, sino que también aviva las virtudes cristianas, las fomenta y pacifica los ánimos." (Encíclica Ingravescentibus males, 29 de septiembre de 1937).
Pío XII: "En vano se busca llevar remedio a la situación decadente de la vida civil, si la sociedad doméstica, principio y fundamento del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, Nos afirmamos que la recitación del Santo \ Rosario en familia es el me- i dio más eficaz (...) No dudamos, pues, en afirmar de nuevo públicamente que es grande la esperanza coloca- ' da por Nos en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestro tiempo." (Encíclica Ingruentium malorum, 15 de septiembre de 1951) Juan XXIII: "El Rosario, | como ejercicio de devoción j cristiana entre los fieles del j rito latino (...) toma su lu- J gar, para los eclesiásticos, después de la Santa Misa y el Breviario, y, para los seglares, después de la participación en los Sacramentos." (Carta Apostólica II religioso convegno, 29 de septiembre de 1961)
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Pablo VI: "No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Santo Rosario, la oración tan querida por la Virgen Madre de Dios y tan recomendada por los Romanos Pontífices, por medio de la cual los fieles están en condiciones de poner en práctica, de la manera más suave y eficaz, el mandato del Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; golpead y se os abrirá."
(Mt 7,7) (Encíclica Mense maio, 29 de abril de 1965)
Juan Pablo II: "El Rosario lentamente recitado y meditado —en familia, en comunidad, personalmente— os hará penetrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de su Madre, evocando todos los acontecimientos que son la llave de nuestra salvación." (Homilía durante la Misa en Kisangani, 6 de mayo de 1980)
(Apud A. A. Borelli Machado, Rosario, Artpress, Sao Paulo, 1995)
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Instrumento privilegiado para obtener de Dios el don de la paz Para terminar con un broche de oro este capítulo, nada mejor que las palabras de S.S. Juan Pablo II, cuya devoción al Rosario debe servir de ejemplo a todos los fieles. Incansable propagador de esta piadosa práctica, la recordó en cierta ocasión a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, como medio para alcanzar la paz en el mundo y en las familias: ¡Carísimos Hermanos y Hermanas! 1. El mes de octubre está dedicado a la recitación del Rosario, oración popular por excelencia, es decir, perteneciente al patrimonio espiritual del conjunto del Pueblo de Dios. Mis Predecesores amaron mucho esta oración, que Pío XII, de venerada memoria, definió como "compendio de todo el Evangelio" (Carta al Arzobispo de Manila: AAS, 38, [1946,] 419). Cuando el primer año de inmediata preparación para el Jubileo del Año 2000, dedicado a Cristo Salvador, se dirige a su término, me es grato evocar cuanto escribió el Papa Pablo VI en la Exhortación apostólica Maríalis cultus-. "Oración evangélica, centrada sobre el misterio de la Encarnación redentora, el rosario es una prez de orientación profundamente cristológica. En verdad, su elemento más característico —la repetición cual letanía del "Alégrate, María"—.... constituye el eje sobre el cual se desarrolla .... la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que más estuvo en contacto con el mismo Señor" (46-47: AAS, 66, [1974,] 155-156). 2. ¡Cuántas veces, en el transcurso de la historia, la Iglesia recurrió a esta oración, especialmente en los momentos de particular dificultad! El Santo Rosario fue un instrumento privilegiado para apartar el peligro de la guerra y obtener de Dios el don de la paz. ¿Por ventura la Virgen, al aparecerse en Fátima a los tres pastorcitos hace ochenta años, no pidió la recitación del Rosario por la conversión de los pecadores y por la paz en el mundo?
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¿Y cómo se podría recitar menos la oración de la paz, al final de un siglo que conoció guerras terribles, y continúa, infelizmente, experimentando violencia y conflictos? En estos años que nos preparan para el tercer milenio cristiano, pueda ayudarnos la corona de María a implorarle a Dios la reconciliación y la paz de toda la humanidad. 3. Pero la paz del mundo pasa también a través de la paz de las familias, células fundamentales de la gran familia humana. He aquí por qué se encamina a ellas la especial atención de la Iglesia, como lo testificó el reciente encuentro mundial de Río de Janeiro. Desearía hoy volver a proponer la recitación de Rosario a todas las familias cristianas, para que juntas puedan sentir la belleza de detenerse un momento para meditar, con María, los Misterios gozosos, dolorosos y gloriosos de nuestra Redención, y así santificar los momentos felices y los difíciles de la vida cotidiana. Orar en conjunto ayuda a la familia a estar más unida, serena y fiel al Evangelio. Que María, Reina del Santo Rosario, sea maestra y guía de cada familia en esta oración, tan amada por mí.72
CAPÍTULO 3
Modo de rezar el Santo Rosario e indulgencias egún San Luis Grignion de Montfort, no es la duración de la oración, sino el fervor con que es hecha lo que agraDios y le conquista el corazón. Una sola Avemaria bien dicha tiene más mérito que ciento cincuenta mal rezadas.73
Un ejemplo de cómo es agradable a la Virgen el Rosario bien rezado Para ofrecernos un ejemplo vivo de como el Rosario bien rezado, con dignidad, atención y piedad, es agradable a la Santísima Virgen, San Luis Grignion narra lo siguiente: "El Beato Alano de la Roche y otros autores, entre ellos San Roberto Belarmino, cuentan que un buen sacerdote aconsejó a tres hermanas, que rezasen diaria y devotamente el Rosario, durante un año, sin faltar ningún día, para así tejer un hermoso vestido de gloria a la Santísima Virgen; y que esto era un secreto que el Cielo le había comunicado. Las tres hermanas lo hicieron así durante un año. El día de la Purificación, al atardecer, cuando ya estaban acostadas, entró en su habitación la Santísima Virgen, acompañada de Santa Catalina y de Santa Inés, llevando la Santísima Virgen un vestido resplandeciente de luz, sobre el cual se leía, escrito por todas partes con caracteres de oro: Ave María, gratia plena. La Reina de los Cielos se aproximó a la cama de la mayor y le dijo: 'Te saludo, hija mía, que tantas veces y tan bien me saludaste. Vengo a agradecerte el hermoso vestido que me hiciste.' Las dos santas vírgenes que acompañaban a la Santísima Virgen también agradecieron, y las tres desaparecieron.
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Una hora después, la Santísima Virgen volvió con sus dos compañeras a la misma habitación, vestida con un traje verde, pero sin oro y sin luminosidad, se acercó al lecho de la segunda hermana y le dio las gracias por el vestido que le había hecho rezando su Rosario; pero como ella había visto a la Santísima Virgen aparecerse a su hermana mayor con mucha mayor brillantez, pidióle la razón de ello. 'Es que —respondió la Virgen— me hizo mejor vestido, rezando el Rosario mejor que Tú.' Una hora más tarde, aproximadamente, aparecióse la Santísima Virgen por tercera vez, esta vez a la más joven de las hermanas, con un vestido muy gastado, sucio y roto, diciéndole: '¡Oh hija mía! Así me vestiste, te lo agradezco.' La joven, cubierta de confusión, exclamó: '¿Ay, Señora mía, os pido perdón por haberos vestido tan mal! Dadme tiempo para haceros un hermoso vestido, rezando bien el Rosario'. Desaparecida la visión, contó la afligida joven a su confesor cuanto le había ocurrido, y éste la animó a rezar durante un año el Rosario con más perfección que nunca, cosa que ella hizo. Al cabo del año, el mismo día de la Purificación, la Santísima Virgen, también acompañada de Santa Catalina y Santa Inés, que llevaban coronas, y vestida con hermosísimo traje, se les apareció al atardecer y les dijo: 'Podéis estar seguras, hijas mías, del Reino de los Cielos, donde entraréis mañana con gran alegría'. A lo que respondieron las tres: 'Nuestro corazón está preparado, amadísima Señora, nuestro corazón está preparado'. La visión desapareció. Aquella misma noche se sintieron enfermas, llamaron a su confesor, recibieron los últimos Sacramentos y le dieron las gracias por la santa práctica del Rosario que les había enseñado. Esa noche, después de Completas, la Santísima Virgen se les apareció otra vez, acompañada de un gran número de vírgenes, e hizo que las tres hermanas fuesen vestidas con túnicas blancas, tras lo cual murieron, mientras los ángeles cantaban: 'Venid, esposas de Jesucristo, recibid las coronas que os están preparadas desde toda la eternidad.' Esta historia nos enseña varias verdades:
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1-) cuan importante es tener buenos directores espirituales, que nos inspiren santas prácticas de piedad y particularmente el Santo Rosario; 2S) la importancia de rezar el Santo Rosario con atención y devoción; 3°) cuan benigna y misericordiosa es la Santísima Virgen con los que se arrepienten del pasado y proponen enmendarse; 4Q) cuan liberal es en recompensar durante la vida, en la hora de la muerte y en la eternidad, los pequeños servicios que con fidelidad se le hacen. "74
¿Cómo rezar eficazmente el Rosario? Aperi Domine, os meum ad benedicendum nomen sanctum tuum... — "Abrid, Señor, mis labios para que alabe vuestro santo nombre..." Estas son las primeras palabras de la bella oración que se reza antes del Oficio divino y del Oficio parvo de Nuestra Señora. La misma continúa: "... purificad también mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos o inútiles; iluminad mi inteligencia, inflamad mi voluntad, para que digna, atenta y devotamente recite este Oficio y merezca ser atendido ante vuestra divina majestad". Esta oración nos enseña resumidamente, pero de un modo perfecto, la actitud que debemos tener también al rezar el Rosario: digna, atenta y devotamente. Fray Antonio Royo Marín, religioso dominico y renombrado teólogo, explica cada uno de estos tres términos. "a) Dignamente: Esta primera condición exige, como programa mínimo, que el rezo del Rosario se haga de una manera decorosa, como corresponde a la majestad de Dios, a quien principalmente dirigimos nuestra oración. El mejor procedimiento es rezarlo de rodillas ante el Sagrario —lo que lleva consigo una indulgencia plenaria— o ante una devota imagen de la Santísima Virgen María. Pero se puede
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rezar también en cualquier otra postura digna (por ejemplo, modestamente sentado, paseando por el campo, etc.) [...] b) Atentamente: La atención es necesaria para evitar la irreverencia que supondría [la distracción] si fuera plenamente voluntaria. ¿Cómo queremos que Dios nos escuche, si comenzamos por no escucharnos a nosotros mismos? Sin embargo, no toda distracción es culpable. No tenemos un control despótico sobre nuestra imaginación, sino únicamente político —como enseñan los filósofos—, y no podemos evitar que se nos escape sin permiso. Las distracciones involuntarias no invalidan el efecto meritorio e impetratorio de la oración, con tal que se haga lo posible por contenerlas y evitarlas. [...] c) Devotamente: La devoción consiste en una prontitud de ánimo para las cosas tocantes al servicio de Dios. "75
Indulgencias anexas al Rosario La palabra indulgencia significa perdón. En el lenguaje canónico, se trata de la remisión ante Dios de la pena temporal debida por los pecados, lo que puede obtenerse por medio de la Iglesia, que tiene el poder de dispensar el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos. Para ganar indulgencias, es necesario cumplir las condiciones que la Iglesia establece, entre las cuales está la de encontrarse en estado de gracia y tener la intención de ganarlas. La indulgencia puede ser plenaria o parcial. La plenaria es una remisión de todas las penas debidas por los pecados. Si alguien que acaba de ganarla muere, entra inmediatamente en el Cielo, sin pasar por el Purgatorio. La indulgencia que libra sólo de una parte de la pena temporal se llama parcial. Para ganar la indulgencia plenaria, el beneficiado debe reunir las condiciones necesarias. Si esto no se diere, la ganará parcialmente, en mayor o menor grado, según su piedad y disposiciones.
Modo de rezar el Santo Rosario e indulgencias
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Mediante la recitación de una parte del Rosario en una iglesia u oratorio público, o en familia, o en una comunidad religiosa o pía asociación, se puede ganar una indulgencia plenaria. Si una parte del Rosario fuese rezada en otras circunstancias, la indulgencia será parcial. Para ganar la indulgencia plenaria, las cinco decenas del Rosario deben recitarse juntas, acompañando la oración vocal con la meditación de los Misterios. También el uso de objetos de piedad, tales como el crucifijo o cruz, rosario, escapulario o medalla, debidamente bendecidos por cualquier sacerdote o diácono, gana indulgencia parcial. Si los mismos objetos fueren bendecidos por el Sumo Pontífice o por cualquier Obispo, usándolos con piedad el fiel puede alcanzar incluso la indulgencia plenaria, en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, si agrega alguna fórmula legítima de profesión de fe.76 La propia Reina del Cielo dijo al Beato Alano de la Roche: "Sabed que, aun cuando hay gran cantidad de indulgencias concedidas a mi Rosario, yo añadiré muchas más por cada parte de él en favor de aquellos que lo recen sin pecado mortal, de rodillas, devotamente; y a quienes perseveren en la devoción del Santo Rosario, en estas condiciones y meditándolo, les conseguiré, en premio de este servicio, plena remisión de la pena y de la culpa de todos sus pecados al fin de su vida. Y no te parezca esto increíble; es fácil para mí, pues soy la Madre del Rey de los Cielos, que me llama llena de gracia, y, como llena de gracia, haré también amplia efusión de ella sobre mis hijos queridos. "11 Terminemos, pues, con este consejo de San Luis María Grignion de Montfort: "Considero como uno de los más señalados favores de Dios la gracia de que alguien persevere hasta morir en la práctica cotidiana del Rosario. Perseverad en ella y tendréis la admirable recompensa que está preparada en el Cielo para vuestrafidelidad".78
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CAPÍTULO 4
La mediación de María en los Misterios del Santo Rosario
1 magisterio pontificio es un inagotable tesoro de sabiduría con el cual Dios va enriqueciendo cada vez más a la Iglesia, a medida que los siglos y las eras históricas se van sucediendo. Y los misterios de la gracia a respecto de la Madre de Dios, que el Espíritu Santo quiso mantener ocultos en los Evangelios, los dejó para que los Papas los manifestasen al mundo de forma inequívoca. Tal es el caso de la mediación universal de María, así como de tantos otros privilegios con los cuales la Santísima Trinidad colmó a la Esposa del Divino Espíritu Santo, como su Inmaculada Concepción o su perpetua virginidad. Sírvannos, pues, de meditación para la recitación del Santo Rosario las inspiradas palabras de León XIII sobre el papel de María como mediadora: La confianza del recurso que tenemos en María está basada en la grandeza del oficio de Medianera de la divina gracia, que Ella ejerce continuamente en nuestro favor ante el trono de Dios, como queridísima que es por su dignidad y por sus méritos, y, en consecuencia, eminentemente superior en poder a todos los Ángeles y a todos los Santos. Y este oficio no está en ningún sitio mejor expresado, sino en el Santo Rosario, en el cual las diferentes fases del sublime papel de la Santísima Virgen en la salvación del género humano se desarrollaron con fuerza de verdad casi dramática, con inmensa ventaja para nuestra piedad, bien cuando el alma contempla esta sucesión de santos Misterios, bien cuando la emoción hace vibrar los labios siempre con la misma oración.
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En primer lugar, se presentan los Misterios gozosos. El Hijo Eterno de Dios se inclina ante los hombres, hecho hombre, pero con el consentimiento de María y concebido del Espíritu Santo. Juan Bautista es entonces justificado, en el seno materno, con un privilegio insigne y adornado de gracias de elección para preparar los caminos del Señor. Pero todos esos beneficios se deben a la salutación de María cuando visitó a su prima por inspiración del Espíritu divino. Viene, por fin, a este mundo Cristo, la esperanza de las naciones, pero dado a luz por la Virgen; alrededor de su pobre cuna acuden los pastores y los Magos, primicias de la Fe, con santa premura, y encuentran al Niño con María, su Madre. Enseguida, queriendo ofrecerse mediante una ceremonia pública como víctima a Dios, su Padre, Él se hace conducir al Templo, y allí, por medio de su Madre, es presentado al Señor. Y María, en el misterio en que Jesús es perdido un instante, aparece ansiosa, busca por todas partes a su Hijo, y lo encuentra con gran júbilo. El lenguaje de los Misterios dolorosos es igualmente sublime. En el huerto de Getsemaní, donde Jesús tiene miedo, donde está triste hasta la muerte, y en el Pretorio, donde es azotado, coronado de penetrantes espinas y condenado al último suplicio, no se ve a María, aunque desde hace mucho Ella conoce y sufre esos dolores. Pues, cuando se inclina delante de Dios como su sierva para levantarse Madre de su Hijo, y cuando Ella se consagra toda entera con Jesús en el Templo, en ambas circunstancias se asocia, de inmediato, a la dolorosa expiación de los crímenes del género humano. Es, pues, imposible no verla participando, con toda la fuerza de su alma, de las infinitas agonías y de todos los dolores de su Hijo. Además, en su presencia, ante sus ojos, debía cumplirse el divino sacrificio, cuya víctima había alimentado con su más pura sustancia. Este es el espectáculo más conmovedor de esos Misterios: en pie, ¡unto a la cruz de Jesús, estaba María su Madre, penetrada de un inmenso amor hacianosotros que la convertía en madre de todos, ofreciendo Ella misma su
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propio Hijo a la justicia de Dios, y agonizando con la muerte de El en su alma, atravesada por una espada de dolor. Por fin, en los Misterios gloriosos, la función conmovedora de la sublime Virgen queda confirmada con elocuencia aún mayor. De la gloria de su Hijo, vencedor de la muerte, goza María feliz, silenciosamente; con la expresión de su amor de Madre, sus miradas siguen a Jesús, quien retorna a los Cielos. Pero Ella, digna del Cielo, permanece sobre la tierra, porque desea consolar y adoctrinar con su sabiduría a la Iglesia, que acaba de nacer, pues penetró el profundísimo abismo de la divina sabiduría más de lo que podemos imaginar (cfr. San Bernardo, De las doce prerrogativas de la Virgen Santísima, nü 3) Pero, porque el misterio de la Redención de los hombres no quedará perfectamente cumplido a no ser cuando venga el Espíritu Santo prometido por Cristo, por eso también se presenta María a nuestra admiración en el Cenáculo. Allí está, rodeada de los Apóstoles, rogando por ellos con un indescriptible gemido de alma, acelerando el adviento perfecto del Paráclito, don supremo de Cristo, tesoro y fuente preciosa que jamás se agotará. Cumplida esta tarea, María se dirige hacia la eternidad para abogar por nuestra causa y desempeñar un ministerio que nunca ha de cesar. Nosotros la vemos, en efecto, subir de este valle de lágrimas hasta la Jerusalén santa, escoltada y llevada por los coros angélicos, y la saludamos elevada en la gloria de los Santos, con la frente resplandeciente por el brillo de la corona de estrellas que sobre ella depositó su divino Hijo y, junto a Él, sentada como Reina y Señora de todo el universo. Estos Misterios, Venerables Hermanos, en los cuales se descubre el plan de Dios, plan de sabiduría y de misericordia (cfr. San Bernardo, "Sermón de la Natividad de ¡a Santísima Virgen", n° 6), y en los cuales refulgen los misterios inmensos de la Virgen María a nuestro respecto, no pueden dejar insensible a ningún alma; tan segura es la esperanza de que han de obtener, por intermedio de María, el beneficio de la clemencia y de la misericordia divinas.79
CAPÍTULO 5
Devoción al Inmaculado Corazón de María "Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono" (Segunda aparición de la Virgen María en Fátima, 13 de junio de 1917).
* m—M oy en día, el corazón es visto casi únicamente como símI •* bolo del amor sentimental. Pero no fue siempre así. Desde los tiempos más remotos de la humanidad era costumbre tomar diversos órganos del cuerpo humano como símbolos de diferentes disposiciones o potencias del alma. Nada más legítimo, cuando sabemos que existen, comprobadas por la ciencia, misteriosas relaciones entre algunos órganos y varias de esas disposiciones y potencias. Por ejemplo, siempre se ha juzgado a la inteligencia íntimamente ligada al cerebro; o la ira y la cólera, al hígado. El corazón, a su vez, era tenido como símbolo del ánimo del hombre, es decir, como el receptáculo de todo aquello que se relaciona con la voluntad. Por eso era considerado de modo especial como núcleo de la bondad y del amor, partes integrantes del ánimo. En este sentido, existen múltiples pasajes en la Sagrada Escritura. Sin embargo, en el siglo pasado el movimiento romántico —que se expresó sobre todo mediante las artes plásticas, la música y la literatura— deturpó ese concepto tradicional, lanzando la idea del corazón como símbolo de un amor meloso, indolente e incluso sensual, sin consistencia ni confiabilidad. Por eso mismo, sin auténtica generosidad ni bondad.
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Claro está que la devoción al Inmaculado Corazón de María, para ser bien comprendida y practicada, no puede ser vista a través de ese prisma deformado del romanticismo.
Una devoción impulsada por los santos 'Ysu Madre conservaba todas estas cosas en su corazón", dice San Lucas en el Evangelio. Él nos habla del Corazón de María en dos lugares, presentándolo como un relicario en el cual María guardaba las palabras y los episodios ocurridos con su Hijo. Desde la época de San Bernardo, el culto específico al Corazón de María se fue intensificando impulsado por numerosos santos, entre los cuales destacan Santa Matilde, Santa Gertrudis, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales y San Antonio María Claret, este último fundador, en el siglo pasado, de la Congregación de los Hijos del Corazón de María. El gran florecimiento se produjo en el siglo XVII, con San Juan Eudes, el gran apóstol de la doble devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Tan sólo ocho días antes de fallecer, terminó su última obra, El Corazón admirable de la Santísima Madre de Dios, de más de mil páginas.80 Este desarrollo histórico culminó en las apariciones de Fátima, cuando la propia Santísima Virgen comunicó a los pastorcitos que Dios quiere establecer la devoción al Inmaculado Corazón de María, y mediante ella salvar muchas almas.
Un culto a las virtudes y a los dones de María Al tributarle honra al Inmaculado Corazón de María, es todo este conjunto relacionado con la voluntad, con el ánimo de la Santísima Virgen, lo que honramos: sus afectos, virtudes, méritos, su constante fortaleza, su eximia e inigualable santidad. Sobre todo, su amor ardientísimo a Dios y a su Hijo Jesús y su
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bondad materna para con los hombres redimidos por la sangre divina. Hay en la piedad católica una larga serie de invocaciones de Nuestra Señora que manifiestan, cada una, un momento psicológico, un don, una virtud o una disposición de la Virgen. Abarcamos todo ese conjunto al honrar el Corazón Inmaculado de María, una vez que él es templo de la Trinidad, receptáculo de paz, tierra de esperanza, cáliz de amargura y dolor, consuelo de los afligidos, abogado lleno de compasión y misericordia para con los hombres, sede de la sabiduría, etc. La simbología católica representa al Corazón de María con el color rojo, como el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por una espada. Son los dolores que Ella sufrió en unión con su Divino Hijo en la Pasión. Del Corazón brota una llama. Es su ardiente amor a Dios. Y en esa representación admirativa y llena de veneración, el Corazón de María está circundado por una guirnalda de rosas blancas, pues no tiene mancha.
Corazón Inmaculado y Sapiencial Todos heredamos de Adán y Eva la mancha del pecado original. Todos, excepto María. Ella no fue maculada por el pecado de nuestros primeros padres. Pero eso no es todo: no hay en Ella absolutamente ninguna otra mancha causada por alguna infidelidad o imperfección posterior. En todos los momentos de su vida, Ella correspondió enteramente a las gracias asombrosas que Dios le concedió, alcanzando un incalculable pináculo de virtudes. Así, Ella es completamente Inmaculada en todos los sentidos. Relacionado con el concepto de inmaculada está el de virginidad. María fue verdaderamente Madre de Jesucristo, pero se conservó perfectamente Virgen, y ésta es una razón más para glorificarla como Inmaculada. Otra característica del Corazón de María que es el caso resaltar es su sabiduría, una virtud referente no sólo a la inteli-
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gencia, sino también a la voluntad. La conocida Letanía de Nuestra Señora, más propiamente llamada Lauretana, reza: "Sede de la Sabiduría, rogad por nosotros". Tan excelsa es la sabiduría de la Virgen, que excede la de todos los ángeles y hombres sumados. Puede decirse que el Corazón Sapiencial de María es aquel que ama todo de acuerdo con la Fe, la recta razón y el sentido común.
Corazón de Jesús y María ¡La magnificencia del universo es extraordinaria! ¡Basta recordar que, hoy día, un telescopio potente logra escudriñar áreas estelares remotas, situadas a incalculables 13 billones de años luz de la Tierra! ¿Cuántos misterios habrá por todas aquellas vías lácteas y más allá de las mismas? Por otro lado, cuando entramos en el análisis de los microorganismos, ¡qué inmensidad! Además del universo material, Dios creó un mundo aún más extraordinario, el de los seres angélicos. De una variedad inimaginable, comprende desde los más perfectos y excelentes espíritus, que son los Serafines, hasta la categoría menos elevada, la de los Angeles de la guarda. Y el menor de ellos es muy superior a cualquier hombre. Dios, que creó todo eso de la nada, tiene siempre presentes a todas las criaturas al mismo tiempo: Vestrí autem et capilli capitis omnes numeran sunt (Mt.,10, 30) — "Hasta los propios cabellos de vuestra cabeza están todos contados". Ni el menor de los microbios en el más profundo de los océanos, ni una molécula del núcleo de una gigantesca estrella, nada escapa a la mirada divina. Ahora bien, teniendo este inmenso conjunto de criaturas para considerar, Dios se alegra incomparablemente más con Nuestra Señora. Y Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado, al ver y analizar a María Santísima, encuentra una satisfacción mayor de la que podría encontrar en el resto de la creación. "Corazón de María, en el cual el Corazón de Jesús bien se complace", proclama la
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Letanía del Inmaculado Corazón de María. Es decir, en él Nuestro Señor se regocija sin ofuscación, sin límite, sin mácula. De ahí surge una unión de pensamientos y voluntades entre ambos, en un grado altísimo. Por eso, San Juan Eudes hablaba sólo del "Sagrado Corazón de Jesús y de María". Los veía tan unidos, que los consideraba uno solo. La devoción al Corazón de María es, por lo tanto, un medio excelente y seguro de honrar el Corazón de su Divino Hijo.
Invitación a la confianza Es propio del corazón de madre trasbordar de bondad, suavidad, generosidad, indulgencia. El Corazón Inmaculado de María representa todo ese afecto materno en un grado inimaginable. Y su bondad tiene en vista incluso a los pecadores, lo que se traduce bien en la oración de San Bernardo: "Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos". El Corazón de María invita a la confianza. Tanto más debemos confiar en ese omnipotente patrocinio de la Virgen, cuanto Ella, en palabras de San Luis Grignion de Montfort, tiene hacia cada uno de nosotros, incluso con el más miserable, un afecto superior a la suma del cariño de todas las madres del mundo por un hijo único. Es un amor inagotable, ininterrumpido, vuelto siempre hacia nosotros, un amor cuya intensidad y solicitud crecen a medida que aumentan nuestras dificultades y carencias. Coloquémonos, así, con entera confianza en las manos de esta Madre tiernísima. Al fin y al cabo, fue a nosotros a quienes dirigió su mensaje de la Cova de Iría. Sí, fue por todos nosotros, incluso por el más tibio y debilitado en la Fe, y hasta por los que cayeron en los abismos a lo largo del camino, que la Santísima Virgen quiso bajar a la tierra, a fin de ofrecer la salvación eterna, por medio de la devoción a su Inmaculado Corazón.
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Imitemos el amor de Jacinta al Inmaculado Corazón de María Por fin, nos volvemos de nuevo hacia Jacinta, cuyos inocentes ojos miraron fijamente a la Señora de ese Corazón Inmaculado. Narra la Hermana Lucía que, algún tiempo antes de que su prima fuese para el hospital donde moriría, ésta afirmaba: "— Ya me falta poco para ir al Cielo. Tú te quedarás aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción del Inmaculado Corazón de María. Cuando sea preciso decirlo, no te escondas. Di a todo el mundo que Dios nos concede las gracias por medio del Corazón Inmaculado de María; que se las pidan a Ella; que el Corazón de Jesús quiere que, a su lado, se venere el Corazón Inmaculado de María; que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María; que Dios se la entregó a Ella. ¡Si yo pudiese meter en el corazón de toda esa gente la lumbre que yo tengo aquí en el pecho quemándome y haciéndome gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María! Un día me dieron una estampa del Corazón de Jesús, bastante bonita para aquello que los hombres consiguen hacer. Se la llevé a Jacinta: — ¿Quieres esta estampita? La agarró, la miró con atención, y dijo: — ¡Es tan feo! ¡No se parece en nada a Nuestro Señor, que es tan hermoso! Pero la quiero; siempre será Él. Y la llevaba siempre con ella. Por la noche y durante la enfermedad la tenía bajo la almohada, hasta que se rompió. La besaba con frecuencia y decía: — Le beso en el Corazón, que es lo que más me gusta. ¡Quién me diera también un Corazón de María! ¿No tienes alguno? — pues le gustaba tener a los dos juntos. En otra ocasión, le llevé una estampa que tenía el Sagrado Cáliz con una hostia. La agarró, la besó, y, radiante de alegría, decía: — ¡Es Jesús escondido! ¡Me gusta tanto! ¡Quién me diera recibirlo en la Iglesia! ¿En el Cielo no se comulga? Si allí se comulga,
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yo comulgo todos los días. ¡Si el Ángelfuese al hospital a llevarme otra vez la Sagrada Comunión! ¡Qué contenta me pondría! Cuando, a veces, volvía de la Iglesia y entraba en su casa, me preguntaba: — ¿Has comulgado? Si le decía que sí, añadía: — Ven aquí, bien cerca de mi, que tienes en tu corazón a Jesús escondido. Otras veces me decía: — ¡No sé! Siento a Nuestro Señor dentro de mí. Comprendo lo que me dice y no lo veo ni oigo. ¡Pero es tan bueno estar con Él!"*' Sigamos el ejemplo de Jacinta, y deseemos estar siempre con el Sagrado Corazón de Jesús. Para eso, no hay medio más acertado y seguro que ser verdaderos devotos del Inmaculado Corazón de María.
Conclusión
X
1 concluir estas páginas, resaltamos por vez postrera el pensamiento que las norteó. En días de extrema gravedad para el mundo, María Santísima descendió de los Cielos a la Tierra, a fin de censurar la infinidad de ofensas y pecados con que los hombres agraviaban a su Divino Hijo, así como para indicar las vías que los reconducirían a Dios. En la condición de Madre indeciblemente cariñosa, vino a transmitir los llamamientos de su Corazón Inmaculado, que no desea otra cosa sino salvaguardar a la humanidad de los castigos que la amenazan. Vino a colocarse al lado de este mundo enfermo del peor de todos los males, que es el pecado, para socorrerlo, asistirlo en todas sus carencias y necesidades, derramar sobre sus doloridas llagas el celestial bálsamo de sus bendiciones y misericordias. A los días de dolor, confusión y miseria han de suceder los días de Fe, de felicidad y de esplendor de la gloriosa era mariana profetizada por San Luis Grignon de Montfort. Al comienzo de este trabajo, te convidábamos, querido lector, a levantar tus ojos hacia todas estas graves y, al mismo tiempo, auspiciosas perspectivas. A tenerlos fijos en aquella Señora en quien, en palabras de San Bernardo, encuentran los Ángeles la alegría, los justos la gracia, los pecadores el perdón para siempre. Sí, mirémosla con inquebrantable confianza, seguros de que jamás se ha de consumir su maternal benevolencia para con nosotros. Tenemos la certeza de que, como en el misterio de la Redención del género humano, en Ella, por Ella y de Ella, la benigna mano del Omnipotente renovará una vez más la faz de la Tierra, tal como lo prometió la Virgen en Fátima: Por fin, mi Inmaculado Corazón de María triunfará.
Notas 1. Cfr. Antero de Figueiredo, Fátima, Graqas, segredos, misterios, Lisboa, 1942, pp. 21-22. 2. Cfr. Figueiredo, op. cit., pp. 23-24; Rvdo. P. Luís Gonzaga Ayres da Fonseca, S. J., Nossa Senhora de Fátima, Vozes, Petrópolís, 5 8 ed., 1954, p. 22. 3. Hermana Lucía, Memorias e Cartas, Depositaría: L. E., Porto, 1973, p. 331; Rvdo. P. Ayres da Fonseca, op. cit., 23-24; Figueiredo, op.cit., p. 26; cfr. William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, Espasa Calpe, Madrid, 1960, p. 74. 4. Hermana Lucía, op. cit., pp. 331-333. 5. Cfr. Figueiredo, op. cit., pp. 27,28,30, 31; Walsh, op.cit., pp. 76,77; Rvdo. P. Ayres da Fonseca, op. cit., p. 27. 6. Cfr. Rvdo. P. Ayres da Fonseca, op. cit., p. 32; Walsh, op. cit., p. 94; Rvdo. P. Joáo de Marchi, I. M. C , Era urna Senhora mais brilhante que o sol..., Edición Misión Consolata, 1- ed., 1966, p. 97. 7. Hermana Lucía, op. cit., pp. 335-337; Rvdo. P. Ayres da Fonseca, op. cit., p.35. 8. Cfr. Walsh, op. cit., pp. 96-97; Ayres da Fonseca, op. cit. p. 36; De Marchi, op. cit., p. 100; Antonio Augusto Borelli Machado, As aparicóes e a mensagem de Fátima: profecías de tragedia ou de esperanca? Artpress, Sao Paulo, Brasil, 1995, p.37. 9. Cfr. De Marchi, op. cit., p. 114; Walsh, op. cit., p. 108. 10. Hermana Lucía, op. cit., pp. 337-343. 11. Cfr. De Marchi, op. cit., p. 117. 12. Aunque haya divergencias en cuanto a la fecha precisa de esta cuarta aparición —según ciertos autores habría ocurrido el 19 de agosto— optamos por la opinión autorizada del Dr. Antonio A. Borelli Machado, que la sitúa en el día 15. 13. Cfr. De Marchi, op. cit., pp. 138-139; Borelli Machado, op. cit., p. 42; Walsh, op. cit., pp. 139-140. 14. Hermana Lucía, op. cit., pp. 343-345. 15. Cfr. Walsh, op. cit., pp. 157-158; De Marchi, op.cit. pp. 158-159. 16. Cfr. De Marchi, op. cit., pp. 165-166; Rvdo. P. José de Castro del RÍO,^4Í aparicóes da Santíssima Virgem em Fátima, Misioneros Franciscanos Capuchinos, Oporto, 1946, pp. 85-86. 17. Hermana Lucía, op. cit., pp. 345-349.
144
Notas
18. Relato del Canónigo José Galamba de Oliveira, testigo ocular del hecho, en "A historia das apari§óes", in Fátima, altar do mundo, Ocidental Editora, Oporto, 1953, vol. 2, p.91. 19. Cfr. Galamba de Oliveira, op. cit., p. 91; Ayres da Fonseca, op. cit., pp. 69,71. 20. Cfr. Walsh, op. cit., p. 166. 21. Cfr. Ayres da Fonseca, op. cit. pp. 88-89. 22. Hermana Lucía, op. cit., pp. 349-351. 23. Cfr. Walsh, op. cit., pp. 186-190; Castro del Río, op. cit., pp. 109-110; Borelli Machado, op. cit., pp. 45-48; De Marchi, op. cit., pp. 199-209. 24. Figueiredo, op. cit., pp. 57-60. 25. Cfr. Ayres da Fonseca, op. cit., p. 147; De Marchi, op. cit., p. 264. 26. Hermana Lucía, op. cit., p. 71. 27. Hermana Lucía, op. cit., pp. 235-237. 28. De Marchi, op. cit, pp. 291, 293. 29. Cfr. Borelli Machado, op. cit., p. 57; De Marchi, op. cit., pp. 299-304, 349-351; Castro del Río, op. cit., p. 161. 30. Hermana Lucía, op. cit., p. 401. 31. Hermana Lucía, op. cit., p. 411. 32. Hermana Lucía, op. cit., p. 465. 33. Fátima, un examen de conciencia ante el tercer milenio, Apostolado de Fátima en Argentina, 1998, p. 31. 34. Cfr. Galamba de Oliveira, op. cit., pp. 32-34. 35. P. Joaquín María Alonso, Introducción y notas, in Memorias de Lucía, Ediciones "Sol de Fátima", Madrid, 1974, pp. 16, 47. 36. "Vizconde de Móntelo", op. cit., apud Icilio Felici, Fátima, Paulinas, Sao Paulo, 1947, p. 107. 37. Sáenz, op. cit., p. 29. 38. Walsh, op. cit., p. 257. 39. Insegnamenti de Giovanni Paolo II, Librería Editrice Vaticana, 1982, V, 2, pp. 1570,1571,1574. Destaques del original. 40. Sáenz, op. cit. pp. 29-30. 41. Sáenz, op. cit. pp. 30-31. 42. ídem, ibidem, p. 34. 43. Insegnamenti..., cit., p. 1575. Destaque del original. 44. "Fátima fue el punto culminante de mi peregrinación", in Osservatore Romano, ed. en portugués, 23/5/1982, p. 24. 45. O Estado de S. Paulo, 7/6/1999.
Notas
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46. Voz de Fátima, 13/8/1996. 47. Insegnamenti..., cit., p. 1573. 48. Insegnamenti..., di., pp. 1571, 1573. Destaque del original. 49. Ver también el capítulo 5 de la Parte III. 50. Cfr. Le Prédicateur Apostolique, Caen, 1685, p. 215; Oeuvres, t. IV, p.88. 51. "Habrá santos entre los niños... en breve", in Osservatore Romano, ed. portuguesa, 6/3/1999, p. 4. 52. De Marchi, op. cit., pp. 229-230, 235,240. 53. Galamba de Oliveira, op. cit., p. 155. 54. Mensaje a Mons. Serafim de Sousa, Obispo de Leiría-Fátima, Osservatore Romano, ed. en portugués, 18/10/97, p. 4. 55. Prefacio in Fátima, altar do mundo, Ocidental Editora, Oporto, 1953, vol. 1, p. 16. 56. San Luis María Grignion de Montfort, El secreto admirable del Santísimo Rosario, pp. 25-26. Utilizamos aquí la edición española de 1994 (editorial Esin, S.A., Barcelona), con pequeñas adaptaciones de léxico. 57. Cfr. Fray Antonio Royo Marín, O.P., La Virgen María —Teología y espiritualidad marianas, BAC, Madrid, 1968, pp. 459-460. 58. San Luis Grignion de Montfort, op. cit., p. 27. 59. ídem, ibid., pp. 40-41. 60. ídem, ibid., pp. 23, 79-80. 61. Cfr. ídem, ibid., pp. 80-81, 99. 62. ídem, ibid., pp. 41-44. 63. ídem, ibid., p. 45. 64. ídem, ibid., pp. 50-51. 65. ídem, ibid., pp. 51, 59-60. 66. ídem, ibid., pp. 61-63. 67. ídem, ibid., p. 94-95. 68. ídem, ibid., pp. 95-96. 69. ídem, ibid., pp. 96-98. 70. ídem, ibid., pp. 117-118. 71. Fr. José Salvador y Conde, O.P., El Rosario, plegaria universal, pp. 24-29, apud D. Ángel Herrera Oria, La palabra de Cristo, BAC, Madrid, 1954, vol. X,pp. 510-511. 72. Alocución del 26/10/1997, L'Osservatore Romano, ed. en portugués, 1/11/1997. 73. San Luis Grignon de Montfort, op. cit., p. 128. 74. ídem, ibid., pp. 138-140.
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Notas
75. Royo Marín, O.P., op. cit., pp. 472-475. 76. Cfr. Manual das Indulgencias da Penitenciaria Apostólica (del 29 de junio de 1968), Paulinas, San Pablo, 1990; Fray Antonio Royo Marín, O.P., Teología Moral para seglares, BAC, Madrid, 1961, 2- ed., t. II, pp. 422-432. 77. San Luis Grignion de Montfort, op. cit., pp. 99-100. 78. San Luis Grignion de Montfort, Le Secret Admirable du Tres Saint Rosaire pour se convertir et se sauver, p. 145. Utilizamos aquí la edición francesa de 1926 (de la editora Maison Alfred Mame et Fils, Tours) de esa obra, publicada por primera vez en 1911. 79. Encíclica lucunda Semper, 8/9/1892, apud D Ángel Herrera Oria, op. cit., pp. 500-502. 80. Cfr. D. Ángel Herrera Oria, op. cit., pp. 370-371. 81. Memorias de Lucía, op. cit., pp. 235-237.