Un clásico del teatro argentino, donde más que las acciones dramáticas se priorizan lo s personajes y los ambientes. Dos mundos distintos, la calle y la casa, enfrenta n sus valores. Y sólo la tragedia final habrá de comunicar a uno con el otro. Carlos Gorostiza El puente ePUB v1.2 Etznab 20.12.12
Carlos Gorostiza, 1949 Diseño de cubierta: Ricardo Deambrosi Editor original: Etznab ePub base v2.1 PRIMER ACTO PRIMER MOVIMIENTO LA CALLE Es una esquina de barrio: una puerta grande de madera, cerrada y negra, hace och ava. A la izquierda, en diagonal, una calle se desliza. La casa enseña uno de sus ojos Ðun balcón enorme, también negro y cerradoÐ. A la derecha, más en diagonal, otra call e se pierde, más corta y estrecha; también allí muestra la casa otro de sus ojos: un b alcón grande, negro y cerrado. En la puerta, un umbral blanco es el refugio de los muchachos. El telón comienza a correrse con lentitud y al mismo tiempo se oye cla ramente el tañer de campanas de una iglesia vecina. Mujeres pasan de izquierda a d erecha, algunas con un tul blanco sobre su cabeza. El tañer de campanas continúa. La s mujeres ya han pasado. Por derecha aparece Pato, «cabeceando» una pelotita de goma . Juega con ella mientras llega frente a la puerta y mira a lo largo de las dos calles. Luego se decide y se sienta sobre el mármol blanco del umbral. Golpea la p elota contra el costado de la entrada con suma tranquilidad; está esperando. En es e momento las campanas han terminado su fastuoso redoble y una sola campanada ai slada anunció, definitivamente, las diez y media de la mañana. Entonces llega, también por derecha, Tesorieri. Viene silbando bajito y calla cuando ve a Pato, que está sentado de espaldas. Camina con suavidad y cuando está a su lado le arrebata la pe lota, que volvía de un rebote contra la pared.1 PATO. СTraé, che, tirá! TESO (juega con la pelota y la lanza al aire, abriendo los brazos y embolsándola c uando cae. Habla como un relator deportivo).ÐY en una magnífica atajada, Tesorieri e mbolsa la pelota, salvando un momento de apremio para la valla boquense¼ PATO (estirando la mano). ÐLargala, largala. A ver si la perdés que es de mi hermani to. TESO (le arroja la pelota y se sienta a su lado, refunfuñando). СY para qué la trajiste , entonces! (Pausa). PATO. ÐSi vienen los muchachos, ¿jugamos un picado? TESO. пEstás loco? ¿Y el partido de esta tarde? PATO (mirando hacia arriba). пNo viste cómo está el tiempo? TESO. ÐEs una nube pasajera¼ PATO. ÐSí, pasajera. Cuando jugamos contra Honor y Gloria también era pasajera¼ TESO. ÐBueno, pero aquel día era diferente. (Vuelve a mirar). ¿No ves cómo se van las nu bes? (Señala). Mira, mira. Siempre que van para aquel lado, después se aclara. (Paus a). PATO. пViene el Ronco? (Mientras habla juega con la pelotita contra el suelo). TESO. ÐNo sé nada. ¿Y vos?
PATO. ÐYo tampoco. TESO. пY de centrofóbar2 quién juega? PATO. ÐY¼ Vamos a ver. ¿Anoche no lo viste a Andresito? TESO. ÐTodavía no había llegado. PATO. СTambién qué trabajo se fue a buscar! TESO. ÐY¼ le pagan bien¼ PATO. пCuándo terminan ese puente? TESO. ÐCreo que el mes que viene. Pero parece que después lo mandan a Mendoza. PATO. СQuién sabe! TESO. ÐQué macana sería, ¿no? (Pato lo mira). Es un buen centrofóbar¼ PATO. СClaro! (Pausa). ¿Anoche qué hicieron? TESO. ÐFuimos a la milonga3. PATO (disgustado). пNo sabían que esta tarde había partido? TESO. ÐY¼ fuimos un rato. (Como disculpándose). El único que bailó fue el Ñato. PATO. СHay que embromarse! Después no se pueden ni mover¼ TESO. ÐFue el Ñato el que quiso ir. Nosotros queríamos ir a ver la pelea. PATO (esto es lo que le interesa). пA qué hora se acostaron? TESO (como quejándose). СTemprano! PATO. ÐSí, a las cinco. TESO. СSi del baile nos fuimos a dormir! PATO. пA qué hora? TESO (titubeando). ÐA eso de las cuatro¼ PATO. СQué fenómeno! ¡Ojalá que pierdan hoy! TESO. пVos no jugás? PATO. ÐClaro que juego. TESO. пY entonces por qué decís «que pierdan»? PATO (agarrado). СAcabala, che! (Aparece Ronco). TESO. пY no dijiste «que pierdan», acaso? PATO. ÐBueno, che¼ (Llega Ronco frente a los muchachos). TESO. пQué decís, Ronco¼? RONCO. СQué decís! PATO (sin saludar). пJugás hoy, Ronco? RONCO. ÐClaro. (Se sienta en medio de los dos. Lleva un traje barato que cuida). TESO. СAh, Ronco lindo! (Lo abraza y lo despeina algo; juegan como hacen los muchac hos, con trompaditas en los brazos, etc.)4 PATO. пY te venís con esas pilchas? RONCO. ÐDespués me la saco. Vine a comer a lo de mi tía. TESO. СVas a ver qué partido va a ser! RONCO. пA qué hora se juega? TESO. ÐDe tres a cinco. PATO. ÐSi no llueve¼ TESO. СQué va a llover! PATO. СMira cómo está! (Mira hacia arriba; lo imitan los otros dos). TESO. СSe están yendo, no ves! RONCO (baja la mirada; los otros no). пJuegan todos? PATO (ahora sí bajan la cabeza). ÐAndresito quién sabe. RONCO. пPor qué? TESO. ÐParece que todavía no vino. RONCO. пY el cuadro cómo forma? PATO. ÐY¼ si no viene Andresito lo ponemos al Mingo. (Pausa). Forma: Tesorieri (lo s eñala), yo y Balero; Pichín, vos y el Tilo, Manolo, Antoñito¼ el Mingo, el Ñato y Cañita. RONCO. пY el Ñato va a jugar de insai5? PATO. пY a quién vas a poner? RONCO. пY el Loco? PATO. ÐPara que haga como la vez pasada, que dijo que venía y después no vino¼ TESO. ÐEl otro día lo encontré en la fonda. ¿Sabés lo que me dijo? Que iba jugar para Rácing . (Por izquierda aparecen Mingo y Pichín). PATO. ÐÉse se engrupió.6 RONCO. ÐNo, el Loco es bueno, che. (Llegan a la puerta; no hay saludos sino golpec itos característicos).
PICHÍN (quiere lugar en la puerta). ÐCórrete, che¼ PATO. пY? ¿Vino Andresito? (a Pato). ÐEl Tilo fue a preguntar. TESO (a Pichín). ÐSalí de ahí. Estábamos sentados lo más tranquilos y¼ MINGO (a Pato, continuando). ÐAhora viene para acá. TESO (que no había oído). пQuién? MINGO. СEl Tilo! TESO (otra vez en su asunto). СSalí, Pichín! (Una mujer joven acaba de llegar por la ve reda y se detiene frente a la puerta). MUJER (severa). СPermiso! (Los muchachos se levantan con pesadez y se separan de lo puerta mientras miran a la mujer. Ella se para sobre el umbral y toca el timbre . Mira con desprecio a los muchachos. Ellos llegan despacio al balcón izquierdo). PICHÍN (a Tesorieri). СAnda, sentate ahora! TESO. СCallate, peinaperros! PICHÍN. ÐAnda, hacete alambrar la cara, anda¼7 (Se recuestan contra el balcón, ajenos a la puerta, que se abre). MUJER. СElenita!¼ ¡Pero cómo te va! VOZ (desde adentro). СPero caramba, sabés que hoy estaba pensando en vos! ¡Pasá, pasá! (La mujer entra y la puerta se cierra detrás de ella). PATO (a Mingo). пTe dijo que venía en seguida el Tilo? MINGO. ÐNos dijo que lo esperáramos, pero como no venía nos fuimos. RONCO. пSiempre habla con la hermanita de Andresito? MINGO. ÐSí. (Aparece el Ñato por izquierda). PICHÍN. СUff! ¡Siempre tienen problemas! TESO. ÐY bueno. La Madre quiere que se casen, pero él todavía no puede. (Pichín está de es paldas al Ñato, que ya llegó junto al balcón. Éste, silencioso, se agacha y con el puño go lpea contra el empeine del pie de Pichín, quien salta y hace como que se pelea. Se agarran los brazos, etc). PATO. ÐEste ÑATO, si no está embromando no está contento. RONCO (a Ñato). ÐQué decís, Ñato. ÑATO (al descubrir a Ronco). СQué decís, Ronco! ¡Dónde anduviste, tanto tiempo! RONCO. ÐY, vos sabés. Ahora vivo en La Paternal¼ ÑATO. пAsí que jugás esta tarde? RONCO. ÐClaro. ÑATO. СFenómeno! PATO. СVos mejor pasa la pelota! TESO. СQué va a pasar éste, si es un morfón8! ÑATO (amagándole un golpe). СCallate! PATO (sordo). пAnoche fuiste a la milonga, no? ÑATO (disimulando). ÐSí, fuimos un rato¼ PATO. ÐSí, un rato; y se acostaron a las cuatro. ÑATO. СEh, che! ¡Al final, qué sos vos! TESO. пNo es el capitán, acaso? ÑATO. пY tanto lío porque es el capitán? PATO. пPor qué no sos vos el capitán? PICHÍN. ÐDale, Ñato, agarra. ÑATO. ÐNo. Estás loco. RONCO. ÐBueno, che. Termínenla. ÑATO. ÐY es éste, no ves que se viene a mandar la parte¼ RONCO. пA dónde fueron? ÑATO. ÐAl Juventud. MINGO. пEstaba lindo? ÑATO. ÐEstaba fenómeno. TESO. СVamos! ¡Qué va a estar fenómeno! ÑATO. ÐVos porque no bailaste¼ RONCO (a Teso). пVos también fuiste? TESO. ÐSí. Y pregúntale a Pichín que también estaba. Lo que pasa es que éste agarra cada mue ble que bueno bueno¼ ÑATO. ÐSí, pero cómo bailaba, pibe. (Da unos pasos de baile, haciéndose el arrabalero). PICHÍN. СVamos, Ñato!
TESO (a Ronco). ÐDecile a Pichín que te diga cómo caminaba. Vas a ver qué bien lo hace¼ RONCO. ÐDale, Pichín. MINGO. ÐDale¼ PICHÍN. ÐDeja, deja¼ TESO. ÐVamos, ¿te haces rogar ahora? PICHÍN. ÐNo tengo ganas. TESO (a los otros). ÐAnoche lo hacía igualito, tenes que ver. (Pichín de pronto se dec ide y comienza a hacer la imitación). ¡Igualito! ¿Ves? ¡Así, así caminaba! ÑATO. СEstás loco! PICHÍN (burlándose). пVamos a bailar esta pieza, Ñato? (El Ñato lo agarra y se trenzan en o tra lucha en broma. Así se corren hasta la esquina y entonces se pelean por sentar se, hasta que se sientan). PATO (que se ha quedado un poco rezagado). ÐChe, ¿y el Tilo no viene? RONCO (Después de mirar, igual que Pato, hacia su derecha). пPor qué no lo vas a buscar , Mingo? MINGO. ÐDebe estar con Angélica. ÑATO. СEh, hasta por la mañana, che! PATO (a Mingo). СAnda a buscarlo, anda! PICHÍN. СY por qué no vas vos, che! PATO. пA vos quién te habló? RONCO. пTodavía no cambió la hermanita de Andresito? PICHÍN. пAngélica? ¡Dios mío! ÑATO. ÐTiene sapitos en la cabeza9. PATO. ÐAnda, Mingo¼ MINGO (suave, recogiendo la cabeza). ÐNo, che¼ ¿no te dije ya? PATO. ÐBueno, hace lo que quieras. MINGO. ÐEn seguida viene¼ RONCO. пHace mucho que andan de novio, no? MINGO. ÐY, hace como un año. RONCO. пY cuándo se casan? MINGO. СQué sé yo! TESO. ÐMe parece que tienen para rato. RONCO. пY el Tilo no gana bien? PICHÍN. СSi lo suspenden cada dos por tres! PATO. ÐPero ahora está ahorrando¼ TESO. СSé!10 ¡Todavía no empezó! ÑATO. пY vos sabés la vieja como lo tiene? MINGO. ÐTodas son iguales. PICHÍN. ÐPor lo menos ésta los deja salir. ¿No sabés lo que le pasaba a Manolo con la novi a que tenía? RONCO. пQué le pasaba? PICHÍN. СDios me libre! Resulta que primero empezó a pararse en la puerta, ¿sabés? Bueno; u n día salió la Madre y los hizo entrar. ¡Para qué! Le cebaron mate, lo atendieron bien, ¿s abés? Y así lo dejaron estar un mes. Él iba los martes y los jueves a la casa. Y los sáb ados la vieja los acompañaba a bailar. Pero un día la Madre hace pasar a la piba ade ntro y se la empieza a agarrar con Manolo. ÑATO (que estaba un poco apartado, viendo pasar a una muchacha con tul sobre la ca beza). пMe reza un Padrenuestro, chica?¼ PATO. СChe! ¡Es la hermana del Toto! ÑATO. СY qué tiene! ¿No va a misa, acaso? PICHÍN. ÐBueno. Entonces la Madre se la agarra con Manolo. «Yo sé que usted es un buen m uchacho, trabajador y todo», le dice. «Pero no quiero que usted haga perder el tiemp o a mi hija si no tiene seguridad». Y agarra y le dice: «Usted me tiene que decir cuán do piensa comprometerse». TESO. пY qué hizo Manolo? PICHÍN. СQué iba a hacer! Le dijo que todavía no podía asegurarle nada, porque ganaba poco. ÑATO. пY la madre qué le dijo? TESO. пLo sacó rajando? PICHÍN. ЫDesde hoy en adelante no pueden verse más afuera», le dijo. «Y le doy un mes de pl azo para que arregle la situación».
ÑATO. СQué fenómeno! Por eso yo, viejo¼ (Se lava las manos). PATO. пY Manolo qué hizo? PICHÍN. СY¼ qué iba a hacer! Le dijo que iba a cambiar de trabajo, que era muy joven, que iba a ganar más y se iba a poder casar¼ RONCO. пY la vieja no aflojó? PICHÍN. СQué va a aflojar! ¡No quiso saber nada de nada ¡Durante ese mes, Manolo siguió yend a la casa, ¿sabés? ¡Había que aprovechar! RONCO. пY después? PICHÍN. ÐDespués trataron de verse de contrabando, pero la vieja era una viva que ¡cualq uier día la ibas a cachar11! Al final tuvieron que tirar la esponja¼ RONCO. ÐPobre Manolo. PICHÍN. СQué pobre! ¡Si se la salvó! ¡Ahora sí que tiene una piba fenomenal! TESO. СDe veras, eh! ¿Vos no la conoces, Ñato? ÑATO. ÐYo no. PICHÍN. СAntes iba al Juventud! ÑATO. ÐA mí déjame de novia, viejo. Para eso tengo tiempo. (Saca algo del bolsillo). Mir a. (Exhibe un libro y lo abre). TESO (abalanzándose sobre el Ñato). пQué es, che? PICHÍN. ÐMostrame, a ver. ÑATO. ÐUn momento, un momento. TESO. ÐVení, Ñato, sentate acá. PICHÍN. ÐVení, vení. (El Ñato se sienta en medio del umbral, rodeado de todos, que lo ased ian y estiran las cabezas para no perder un detalle de lo que se ve en el librit o. Cuando más o menos se han colocado en una posición cómoda, se produce un silencio e scalofriante y por de más elocuente. El Ñato hojea lentamente el librito. Es el dueño de la situación). PATO (el Ñato dio vuelta a una hoja). СEspera, no vayas tan ligero! ÑATO. пY no viste, ya? TESO. СQué fenómeno! RONCO. пDe dónde lo sacaste, Ñato? ÑATO. ÐSe lo compré a un empleado de la tienda. (Nuevamente el silencio). RONCO. ÐGuarda, guarda (Aparecen, casi en la esquina, Angélica y el Tilo. El Ñato ocul ta el librito y todos disimulan. Tilo y Angélica pasan con la cabeza gacha, sin sa ludar, y se detienen frente al balcón derecho). ÑATO. ÐAhora ni saluda éste. PATO. ÐCallate, che. El Tilo es un buen muchacho. TESO. ÐMostrá, Ñato, mostrá. (El Ñato saca el librito y todos quedan nuevamente mudos. Así e stán ellos ocupados mientras Tilo y Angélica dialogan frente al balcón derecho). TILO. ÐEntonces no querés que te acompañe. ANGÉLICA. ÐNo. TILO. ÐEstá bien. Me quedo aquí. ANGÉLICA. ÐBueno, chau. TILO (concentrado). пPor qué no saludaste a los muchachos? ANGÉLICA (con cierta ironía). пQuién los conoce? TILO (sordo). ÐVos los conoces. ANGÉLICA (abriéndose). ÐSon unos guarangos. Y lo que vos deberías hacer es no juntarte c on ellos. TILO (aún sordo). ÐSon buenos muchachos. ANGÉLICA. ÐSí, cuando duermen. TILO. пAcaso tu hermano no es también de la barra? ANGÉLICA. ÐSí. Mira cómo se porta. TILO. ÐSi todavía no vino es por algo. ANGÉLICA. ÐMe parece que desde anoche tenía tiempo para avisar. TILO. ÐY¼ anda a saber¼ ANGÉLICA. ÐLo único que hace es amargarle la vida a mamá. TILO. пPero hoy qué te pasa a vos? ANGÉLICA. ÐA mí nada. TILO. ÐPrimero no querés que te acompañe y ahora te enojas por cualquier cosa. ANGÉLICA. ÐY bueno. ¿Una no puede estar de mal humor un día? TILO. ÐSí, pero por eso no tenes que tomártela conmigo; ni con Andresito, ni con los m
uchachos. ANGÉLICA. СVos, Andresito y los muchachos! ¡Ya estoy cansada de todo! ¡Estoy harta de viv ir así! TILO (con rabia profunda, sorda). ÐMuchos viven peor. ANGÉLICA. ÐSí. Eso es lo que dice mamá. Pero también hay muchos que viven mejor. ¿O eso uste des no lo piensan? Por ahí hay un montón de casas llenas de lujo. Con auto y qué sé yo¼ ¿Vos tenes alguna? ¿Eh? TILO. ÐVos vas mucho al cine. ANGÉLICA. СClaro! Yo no tengo derecho a tener todo eso, ¿no es cierto? TILO. ÐDerecho sí, pero¼ ANGÉLICA. пPero qué? TILO. ÐNada. ANGÉLICA. ÐHabla, habla. TILO. ÐMira, Angélica, a vos hoy te pasa algo. ANGÉLICA. ÐY vos lo querés saber, ¿no es cierto? Hasta luego. (Da media vuelta). TILO. ÐNo te vayas. Espera. ANGÉLICA. пQué querés? TILO. пQué te pasa? ANGÉLICA. ÐNada. TILO. пPor qué no querés que te acompañe? ANGÉLICA (fría). ÐPorque voy hasta acá nomás. TILO. пA dónde vas? ANGÉLICA. ÐYa te lo dije. A casa de una amiga. TILO (después de una pequeña pausa, habla muy severamente). ÐEstoy pensando una cosa. ANGÉLICA. пQué? TILO. ÐQue quién sabe te estás aburriendo de mí. ANGÉLICA. пPor qué decís eso? TILO. ÐPensando como pensás, es fácil que te aburras de mí. ANGÉLICA (comprende que ha exagerado). ÐNo seas tonto. De vos yo no me aburro. Son o tras cosas. TILO. ÐSerán otras cosas. Pero también soy yo, Andresito, los muchachos. Antes lo diji ste. ANGÉLICA. ÐNo quise decirte eso. Quise decirte que todo lo que me rodea¼ no sé¼ TILO. ÐEntre lo que te rodea estoy yo. ANGÉLICA (enterneciéndose un poco). ÐVos estás al lado mío. TILO. ÐEs la misma cosa. ANGÉLICA (un poco perdida). ÐNo, Tilo¼ si vos¼ TILO. ÐSi yo tuviera plata sería diferente. ANGÉLICA. пPor qué me venís con esas cosas ahora? TILO. ÐPorque es la verdad. (Su voz es más fuerte ahora, pero continúa siendo sorda). ¿N o lo has pensado muchas veces, acaso? ¡Si yo tuviera plata, eh! ANGÉLICA (le alcanza cierto temor). ÐNo, Tilo. Vos no me entendés. Yo pienso por mí y po r vos. TILO. ÐYo estoy bien como estoy. ANGÉLICA (se rebela un poquito). ÐEso no es lo que pensás. TILO (ahora más fuerte). СPlata, plata, plata! Como si no tuvieras otra cosa de qué hab lar. Siempre te metes con la plata. ANGÉLICA. ÐEs ella la que se mete conmigo. (Las dos miradas se encuentran y luego se desvían, nerviosas). (Junto a la puerta). PICHÍN. пCuánto te costó, Ñato? ÑATO. ÐCinco mangos. TESO y PICHÍN (al mismo tiempo). СCinco mangos! ÑATO. ÐY¼ ahora están prohibidos¼ PATO (ansioso). СSeguí, che! (Junto al balcón). TILO (encontrando una vía de escape). пToda la vida vamos a seguir igual? ANGÉLICA. ÐNo. Toda la vida no. Eso es lo que no quiero. TILO. ÐCon protestar no vas a ganar nada. ANGÉLICA. ÐYa empecé también a pensar en eso. TILO. пQué pensás hacer?
ANGÉLICA. ÐNo sé. Pero esto no lo voy a aguantar mucho tiempo. TILO. ÐDentro de veinte años vas a decir lo mismo. ANGÉLICA. пDentro de veinte años? Dentro de veinte años¼ no quiero ser como mamá, pobre. TILO. пQué tiene tu mamá? ANGÉLICA. ÐYo sola sé las cosas que le han pasado. TILO. ÐA todos nos pasan cosas. ANGÉLICA. ÐEso es lo que vos no comprendas, ¿ves? Yo estuve al lado de mamá, he visto cómo ha pedido y cómo ha suplicado. Cómo se ha arrastrado, mejor dicho. Eramos mi herman o y yo los únicos que podíamos traerle unos miserables pesos a fin de mes. Todo lo d emás, ella, ¿sabés? (inicia el llanto suave y graciosamente). Nosotros éramos chicos y n o comprendíamos nada, pero después uno se hace grande y entiende las cosas; y se da cuenta que12 no hay derecho, que eso no está bien. Y una no tiene por qué pasar tamb ién por eso¼ (Termina llorando cómicamente y sacando un pañuelo para sonarse la nariz. E n ningún momento es dramático su gesto, o su voz). TILO (enternecido). ÐBueno, Angélica, no llores. Yo sé que tenes razón, pero las cosas e stán hechas así¼ ANGÉLICA. ÐAhí está, ¿ves? ¿Por qué no pueden estar hechas de otro modo? TILO . ÐQué sé yo¼ Hace tanto tiempo que todo está hecho así. Pero no te aflijas. Yo voy a t ratar de progresar y no vas a tener que pasar por nada de eso. ANGÉLICA (mimosa). ÐBueno, pero entonces no me discutas cuando estoy así. TILO (con firmeza). ÐEs que tampoco tenes que ponerte así. ANGÉLICA (con un poquito de rabia que vuelve). пEmpezás otra vez? TILO (más fuerte). ÐYo no. Vos sos la que empezás. ANGÉLICA (con más rabia). ÐBueno, me voy. (Se va a paso enojado). TILO. ÐAngélica¼ (Tilo vuelve a la puerta de la esquina después de ver cómo Angélica se marc ha orgullosa hacia el fondo de la calle). PATO (viendo a Tilo). ÐChe, Tilo, ¿y Andresito? TILO (seco). ÐTodavía no vino. PATO. пQué le pasó? TILO. ÐNada, qué le va a pasar. Todavía no vino¼ (Los muchachos dejan de mirar el librit o). MINGO. ÐPero tenía que venir ayer¼ TILO (sin hacer caso, al ver a Ronco). ÐQué decís, Ronco. (Ronco le hace un corto salu do con la mano). ÑATO (levantándose y guardando el librito). пNo viene todos los sábados del puente? PICHÍN (a Ñato). ÐVení, Ñato, sigamos mirando. TESO (a Ñato). ÐNo le hagas caso, que le va a hacer mal. TILO (a Ñato). ÐSí, viene todos los sábados, pero ayer no vino. PICHÍN (a Teso). ÐVos Callate, che. PATO (a Tilo). ÐQué raro, ¿no? RONCO (a Tilo). пY no avisó que no venía? TILO (a Ronco). ÐNo, no avisó nada. (Pausa). MINGO (con decisión, queriendo alejar raros pensamientos). ÐDeben estar trabajando h oras extras. El puente estaba atrasado. PATO. ÐSí¼ pero podía haber avisado. TESO. ÐClaro que podía haber avisado. PATO. пPor qué no preguntan por teléfono? TILO. ÐYa llamó la Madre, llamó Angélica¼ Pero no contestan. RONCO. пCómo te va con Angélica? TILO. ÐBien. ¿Por qué? RONCO. ÐNo. Te preguntaba. TESO. пTuviste bronca? TILO. ÐQuerés callarte. PICHÍN (metiendo la mano en el bolsillo del Ñato). ÐPrestame, Ñato. ÑATO (forcejeando, impide que Pichín le quite el librito). ÐSaque la mano de ahí. Saque la mano de ahí que a usted le hace mal. (Pichín cede al fin; pero ya se han corrido al balcón de la izquierda, entre manotazo y manotazo. Paulatinamente, como hacen l os muchachos, todos se corren al balcón y dejan la puerta libre. Pato juega con su pelota y Tilo y Mingo quedan un poco rezagados). TILO (a Mingo). ÐYo no sé para qué se habrá inventado la plata.
MINGO. ÐSi tuvieras mucha no dirías lo mismo. TESO (en grupo más grande). пPor qué? ¿Qué te pasa? PATO (a Teso). ÐY¼ ponemos a Mingo. TILO (después de dudar). ÐNada. ¡Que Angélica se viene con cada problema! MINGO. ÐTodas las mujeres son iguales. TILO. ÐPero lo más lindo es que tiene razón. TESO (que se acercó, abraza a Tilo por detrás). пEstás en forma para hoy, Tilo? TILO. ÐSalí, che. TESO. пQué te pasa? TILO. ÐQué te importa. TESO. ÐBueno, está bien, no pegues por eso. (Se aparta y ya están todos junto al balcón) . RONCO. ÐMira cómo se está aclarando. TESO. ÐViste, Pato. ¿Qué te decía? PATO (voz baja, de augur). ÐEsperemos que dure. (Pato lanza la pelota contra la pe rsiana produciendo el ruido característico). PICHÍN. СSos lechuza, eh! TESO. ÐÉste siempre el mismo pájaro de mal agüero. PATO. пY acaso no se puede volver a nublar? PICHÍN (burlándose). ÐY claro¼ (A los otros). Puede llover¼ puede caer granizo¼ puede perder se la cosecha¼ PATO. СVos no te hagas el vivo! (Se abre la persiana del balcón. Aparece la cabeza de una mujer joven. Lleva el cabello «arremangado»). MUJER. пNo tienen otro lugar a donde ira molestar, que siempre eligen esta esquina? PATO. ÐFue sin querer¼ MUJER. ÐBueno, mándense a mudar de aquí. ¡A ver si llamo a la comisaría! (La mujer cierra las persianas mientras los muchachos se corren). ¡Atorrantes! PATO. ÐEsta cosa ya me tiene seco¼ (Los muchachos se corren lentamente hasta quedar junto a la esquina, frente a la puerta, pero sin sentarse). RONCO. пNo paran más en el almacén? TESO (con desprecio). ÐNos peleamos con el gallego. PICHÍN (ansioso). ÐContale, Tesorieri. PATO (señalando a Tesorieri). ÐLo llevaron en cana13. RONCO. пAh, sí? ¡Contá, contá! TESO. пY qué se creía ése? ¿Que la vereda era de él? RONCO. пQué te hicieron, Teso? TESO. ÐNada. Me tuvieron tres horas, nada más. RONCO. пY qué te dijeron? TESO. пNunca caíste vos? RONCO. ÐSí, una vez, hace tres años¼ TESO. СY bueno! ¿Entonces no sabés lo que te dicen? PICHÍN. СClaro! ¡Si siempre dicen lo mismo! ÑATO. пPor qué caíste, Ronco? RONCO. ÐPor jugar a la pelota: nos hicieron una ronda. Pero a mime tuvieron un día. PATO. пPor qué? RONCO. ÐMis viejos no querían ir a sacarme. Así iba a escarmentar, decían. TESO (con fuerza). пY adónde se va a meter uno? (La pregunta queda en el aire, hasta que al fin le contesta Ronco, débilmente). RONCO. ÐY bueno, che, son los viejos. (Comienzan a sonar las campanas que anuncian , a las once menos cuarto, la nueva llamada a misa). ÑATO. пYa son las once, che? PICHÍN. ÐNo, qué van a ser. (Se asoma a la esquina, frente a la puerta, y espía en direc ción al balcón derecho. Más allá está la torre de la iglesia con su reloj, que sólo Pichín pu de ver). Once menos cuarto. (Aquí termina el redoble con dos campanadas aisladas). TILO (a Mingo). пMe acompañás? MINGO. пA dónde? TILO. ÐA ver si vino Andresito. MINGO. ÐSi recién vinimos. PATO. ÐAndá. Acompañalo. MINGO. ÐEsperá un ratito.
TESO. СQué raro que no vino, che! PICHÍN. пLe habrá pasado algo? ÑATO. СQué le va a pasar! RONCO. ÐChe, Teso, al final no me contaste lo del gallego. PICHÍN (al Ñato). ÐClaro que es raro. No me vas a decir que no. RONCO (tirándole de la manga). ÐChe, Tesorieri¼ ÑATO (a Pichín). ÐPero, ¿por qué tenes que pensar lo malo? PICHÍN (al Ñato). пY quién piensa en lo malo? TESO. СClaro! ¡Psss! RONCO (insistiendo con la manga). ÐChe, Teso¼ TESO. пUno no puede decir nada ahora? RONCO. ÐChe, Teso¼ TESO (desprendiéndose de la mano de Ronco). СQué querés! RONCO. ÐContame lo del gallego. TESO (con fastidio). пNo te lo conté ya? PATO (con cierta sorna). ÐNo le conviene contarlo¼ TESO. пPor qué no me conviene? PATO. ÐDigo yo, no sé¼ TESO (desafiando). СNo me conviene, no me conviene! (Se vuelve a Ronco, «valientement e»). Estábamos ahí parados, ¿sabés? ¡Y lo más lindo es que no hacíamos nada! De repente apare el gallego y se pone a gritar y a decir: «¡A ver si se mandan mudar de acá que me arru inan la vidriera, y qué sé yo y qué sé cuanto!» A mí me dio bronca. Uno está ahí tranquilo, y rque tienen un almacén se creen los dueños de la cuadra. Y entonces yo le dije: «La ca lle no es suya. ¡Y no me voy y basta!» ¡Le dio una bronca al gallego! Agarró y se fue a buscar al cana. PATO. пAhora te olvidas de lo que te dijo? TESO (como quien tiene una culpa). пTanto lío porque me dijo mocoso insolente, che? PICHÍN (divirtiéndose). пAsí te dijo? PATO (con la sorna de siempre). пY qué más? TESO. СUfa, che! PICHÍN (imitando al gallego). ЫQue migor siría que foeras a trabagar¼». (Risas). ÑATO (entre risas, callándose). СCómo acertó el gallego!, ¿eh Tesorieri? RONCO. пQué? ¿Todavía no trabaja? TESO. ÐSeee¼ PICHÍN (continuando con su imitación). ÐEn la draja. Levanta ajua cun urquilla. TESO. СAfiníshela14, che! PATO. СY bueno, si no querés que te cachen anda a trabajar! TESO. ÐSi no hay trabajo¼ ÑATO. ÐLo que pasa es que vos sos un bacán. TESO. ÐSí, vos hablas así porque tu viejo tiene una tienda. ÑATO. пY acaso no trabajo? TESO. пA eso le llamas trabajar? (A los otros). El tipo se la pasa todo el día bien v estido y tratando con minas. ¿Por qué no venís un día al andamio? ÑATO. пY por qué no cambias de laburo? TESO. ÐEso es lo que quiero hacer. Estoy buscando. PICHÍN. ÐQué vas a buscar, si te levantas a las doce. TESO. пCuándo me levanto a las doce? PICHÍN. пY el otro día que fui a tu casa? TESO. ÐAh, ese día de casualidad¼ PICHÍN. ÐCallate, vivo. TESO (defendiéndose). пY vos? ¿Cuánto tiempo estuviste sin laburo? PICHÍN (retando). ÐYo porque estábamos de huelga y me echaron. TESO (convirtiéndose en triunfador). ÐSí, ahora buscá excusas. PICHÍN. СQué excusas! Y si no aquí está el Tilo, que no me deja mentir. Che, Tilo, ¿no nos e haron? TILO (serio, concentrado). ÐSí. PICHÍN. пAviste?15 TESO. СCallate, callate! PICHÍN. СY pregúntale lo que nos pagaban, además! ¿Cuánto nos pagaban, Tilo?
TILO (serio). ÐPoco. PICHÍN. СAltro16 que poco! ¡Y cuando fuimos a la huelga nos rajaron! MINGO. пQué te pasa, Tilo? (Se lo dice casi en un aparte, despacio). TILO. ÐNada. (Mingo se disgusta por la respuesta). ÑATO. пY para qué fueron a la huelga, entonces? PICHÍN (con los dedos juntos, a la italiana). пCómo para qué?¼ MINGO (disgustado, a Tilo). ÐEstá bien. Si no querés contar no cuentes. PICHÍN (continuando su exclamación). пTe vas a dejar chupar? TILO. ÐDespués te cuento. Ahora déjame. PATO. ÐMira. Allá viene la vieja de Andresito. TESO. ÐDale, Tilo. Pregúntale si vino. (Llega la Madre en medio del silencio de los muchachos). MADRE. ÐUstedes no vieron a Andresito, ¿no? TILO. ÐNo, nosotros no. (Pausa). ¿Todavía no vino? MADRE. ÐNo¼ (Pausa). ÑATO. ÐY¼ habrá tenido mucho que hacer, señora¼ MADRE. ÐSí, pero ya son cerca de las once. PICHÍN. ÐNo se aflija, señora, no le pasó nada. (Recibe un golpe escondido de Mingo). MADRE (algo alarmada). пNo es cierto que no? PATO. СQué le va a pasar! MADRE. ÐClaro. Qué le va a pasar. (Pausa). TILO. пSiguió llamando por teléfono¼? MADRE. ÐAhora voy a llamar otra vez de la panadería. Voy a ver si contestan. TESO. ÐUsted va a ver que ahora nomás aparece. MADRE. ÐA mí lo que me extraña es que él nunca hace esto. Una vez que se quedó porque tenía mucho trabajo avisó el mismo sábado. PICHÍN. пPero en el puente no hay teléfono? MADRE. ÐSí, hay¼ TILO. ÐEstá en la casilla, y si en la casilla no hay nadie¼ (Pausa). MADRE (como para irse). ÐBueno¼ RONCO (no quiere dejarla ir así). пHace mucho que están construyendo el puente? TILO. ÐHace como seis meses, ¿no señora? MADRE (segura). ÐSiete meses y medio. PICHÍN. пSiete meses y medio ya? ¡Parece que fue ayer! MADRE. ÐY, allí está bien¼ El ingeniero lo quiere mucho. RONCO. пY qué hace? MADRE. ÐEs, algo así como el ayudante. De confianza, ¿sabe? Como él lo conocía del colegio¼ ¡ orque el ingeniero fue profesor de él! RONCO. ÐAh, es cierto que Andresito antes estudiaba! ÑATO. СEstaba en Ingeniería! PICHÍN. СFue un gil en no seguir! (recibe otro golpe escondido de Mingo). MADRE. СSí, cualquiera estudia hoy en día! TESO (a Pichín). пVos sabés lo que cuesta? TILO (serio, casi para sí). ÐHay que tener plata para poder estudiar. MADRE. ÐDios sabe que yo hice todo lo posible para que siguiera estudiando. Pero, en fin¼ MINGO. ÐPero Andresito es inteligente. Va a progresar. TESO. ÐClaro. (Pausa). MADRE (como para irse). ÐBueno¼ PATO. ÐSi llega a venir primero acá, nosotros le avisamos, señora¼ MADRE. ÐBueno, gracias. Esperemos que no le haya pasado nada. ÑATO. ÐNo piense esas cosas, señora. Seguramente el teléfono está descompuesto. MADRE. ÐPero podía haber mandado un telegrama. PICHÍN. ÐY¼ quién sabe no la quiso asustar¼ (Busca aprobación). ¿No es cierto? (Todos reprueb n con la mirada). MADRE (decidiéndose). пNo saben si llegó el ingeniero? PATO. пUstedes lo vieron? ALGUNOS. ÐNo, no, no. MINGO. пPor qué no va a preguntar?
PICHÍN. пY para qué? ¡Si hubiera pasado algo ya habrían avisado! (Nuevas miradas fulminantes de los otros). ÑATO. ÐQuédese tranquila, señora. Y no le haga caso a éste, porque es un animal. MADRE. ÐLo que pasa es que él no se guarda las cosas. Eso es. PATO. ÐNo, señora, por favor. ¿Usted se cree que nosotros pensamos algo? MADRE. ÐNo sé. ÑATO (sin fuerzas). ÐNo, señora¼ PATO (también sin fuerzas). ÐNo¼ (Pausa). MADRE. ÐBueno¼ (Se decide al fin). Gracia, muchachos, hasta luego. TODOS. ÐHasta luego, señora. (Madre se va por izquierda, pero Tilo la alcanza). TILO. СSeñora! (Madre se detiene y se da vuelta). PATO (junto a la puerta; a Pichín). СSos pajarón, eh! MADRE (a Tilo; esperando). пSí? (Tilo duda). PICHÍN (a Pato). СY qué hay, che! TILO (a Madre). ÐQuería hacerle una pregunta¼ PATO. СAnda, pajarón, anda! MADRE. ÐBueno¼ (Los muchachos ya se habían hecho dueños de la puerta, sin sentarse. De p ronto, la puerta se abre y aparece la figura de la mujer que entró al comienzo del acto. Al ver a los muchachos no puede disimular su enojo). MUJER (casi histéricamente). СPermiso! (La barra, desalojada, se corre hacia el balcón derecho, después de dar paso a la mujer, a quien miran en forma característica. Ella se va contoneándose por derecha). TILO (continuando). пQué le pasa a Angélica hoy? MADRE. пPor qué? TILO. ÐNo sé. Se enoja por cualquier cosa, no hace más que hablar de plata¼ MADRE. ÐPobre. TILO. пPor qué pobre? MADRE. ÐElla no tiene la culpa. TILO. пCómo no tiene la culpa? MADRE. ÐElla es una muchacha muy fina, ¿sabe? Siempre fue así. Desde chiquita. TILO. пY eso qué tiene que ver? MADRE. пNo le dijo adónde iba? TILO. ÐNo. MADRE. ÐAh¼ TILO. ÐNo me quiso decir. MADRE. ÐClaro. (Tilo se queda observando a la Madre, tratando de adivinar su pensa miento). PICHÍN (a la derecha, a Pato, que tiene la pelota). ÐVamos enfrente a patear un poco , Pato. PATO. ÐNo, tenemos que jugar esta tarde. (Pato mira hacia arriba y Ñato aprovecha pa ra arrebatarle la pelota). ÑATO. ÐVení, vamos a tirar unos centros. (Se van todos seguidos por Pato, que refunfuña «c ruzando» la esquina, a lo largo de una de las calles. Ronco queda junto al balcón, m ientras enciende un cigarrillo). TESO. ÐVení, Ronco. RONCO. ÐNo, che. Tengo la ropa. (Señala su traje). Yo miro desde aquí. TILO (a la izquierda). пY usted tampoco me va a decir? MADRE (decidiéndose). ÐBueno, pero no le diga nada, por favor. TILO. пPor qué? MADRE. ÐY¼ usted sabe cómo es ella. (Tilo no contesta). Yo anoche tenía que pagar una cu enta, ¿sabe? Y esperaba que Andresito viniera con la quincena para poder pagarla. Pero Andresito no vino. Y ese hombre está esperando desde hace una semana y no qui ere saber nada de nada. Dice que va a ir a la comisaría. Imagínese. Nosotros pasamos por cosas duras, ¡si sabré yo! Pero nunca tuvimos que ir a la comisaría. TILO. пY entonces? MADRE. ÐMandé a Angélica a casa de la tía. TILO. ÐAh¼ MADRE. ÐUsted sabe que yo nunca me llevé bien con la familia de mi esposo¼ TILO. ÐSí. (Pausa). ¿Ellos están bien, no? MADRE. ÐMás o menos¼ Ciento cincuenta pesos los tienen.
TILO. ÐClaro. (Pausa). Por eso Angélica estaba así. MADRE. пY yo qué puedo hacer? TILO. ÐClaro. Usted no puede hacer nada. MADRE. ÐNo se enoje con Angélica. Ella todavía no está acostumbrada¼ TILO. пAcostumbrada a qué? MADRE. ÐA eso. A pasar por todas las cosas que una ha tenido que pasar. TILO. пElla no estuvo a su lado siempre? MADRE. ÐSí, pero una cosa es ver y otra tener que hacerlo. Mire hoy cómo se puso. Porq ue es la primera vez. TILO (suave pero decidido). ÐNo piense que va a haber otra. MADRE. ÐUsted no pensará que yo tengo la culpa. TILO. ÐNo. Eso es lo que hay que averiguar. Quién tiene la culpa. MADRE. пPara qué? Hay que resignarse. TILO. ÐEso lo vamos a ver. (Por el otro balcón, aparece la pelota arrastrándose suave por el suelo y se oye la voz de Pichín). PICHÍN. ÐTirala, Ronco. (Ronco se acerca al cordón y la patea suavemente hacia esa dir ección). TILO. пConseguirá la plata? MADRE. пQuién sabe? (Pausa, suspiro). ¡Estoy tan cansada! TILO (sin hacer caso). пAndresito sabe algo? MADRE (con temor). ÐNo. No le quise decir. TILO. ÐSi lo supiera ya estaría acá. MADRE. пA usted le parece? TILO. ÐSeguro. MADRE. ÐYo no sé. Todo siempre viene junto. Es la fatalidad. TILO. ÐQuién sabe si es la fatalidad. MADRE. ÐSí, es la fatalidad. Antes de morir mi marido yo trabajaba y ganaba bastante bien. El día que mi pobre viejo se va al otro mundo yo me quedo sin trabajo. ¿No es fatalidad eso? TILO. пPor qué se quedó sin trabajo? MADRE. ÐFue en el tiempo de la crisis17 . TILO. ÐAh, sí. Yo era chico pero me acuerdo. Mi papá también se quedó sin trabajo. MADRE. ÐY cuando no hay crisis hay cosas peores que la crisis. TILO. ÐY bueno. Eso no es fatalidad. MADRE. пY qué es entonces? TILO. ÐQué sé yo. Por algo habrá crisis. MADRE. ÐEs la fatalidad. TILO (suave). пY ahora también es fatalidad que ustedes tengan que pasar por esto? MADRE. ÐUna ya nace así. TILO. ÐNo. Alguna razón debe haber. MADRE (suspirando, pausa). ÐLos años le van a enseñar¼ (Como yéndose). Bueno¼ TILO. пY si no consigue Angélica, señora? MADRE. ÐNo sé¼ TILO. пCuánto necesita? ¿Ciento cincuenta, no? MADRE. ÐY¼ por lo menos cien. Cincuenta ya tengo; pero es para la comida de la seman a¼ TILO. ÐClaro. (Junto al otro balcón, Ronco se interesó por algo y se corrió hasta el bor de de la vereda. Primero llega Pato, violentamente enojado). PATO. пViste? Ya sabía yo. Éste es siempre el mismo. Siempre la pierde. (Detrás vuelven T eso y Mingo, y se sientan en la puerta). MADRE (como yéndose). ÐBueno¼ voy a la panadería a ver si hay noticias de Andresito. TILO. ÐHasta luego, señora. Y no se preocupe, que todo se va a arreglar. (lo mira, h abla con seguridad). ÐSí, ya sé. (Se va por la izquierda. Tilo vuelve al balcón derecho, mientras comienza el diálogo). RONCO. пY por qué no la van a pedir, Pato? TESO. пEstás loco? ¿En la carbonería? Ahí no devuelven la pelota ni a garrotazos¼ RONCO. пY para qué juegan ahí, entonces? PATO. СEs aquel pajaren, que siempre patea fuerte! MINGO (a Tilo que se colocó a su lado). пSe fue la vieja, ya? TILO. ÐSí.
RONCO. СMira, Pato! ¡La van a pedir! PATO. ÐSí, vas a ver cómo los rajan. MINGO (a Tilo). пEstaba preocupada, no? TILO. ÐLo peor es que necesita plata para esta mañana. MINGO. пCuánto? TILO. ÐCien mangos. MINGO (después de dudar). ÐY bueno¼ Andresito ahora nomás vendrá¼ PATO (que miraba y estaba ocupado en lo de más allá). пQué? ¿Vino Andresito? MINGO. ÐNo, todavía no. RONCO. СMira, Pato, ahí se la tiran! (Pato se levanta y se acerca a Ronco). PATO. СQué desgraciados! RONCO. СLa rompieron toda! PATO. пNo te decía yo? TILO (extemporáneamente, a Mingo). пVos sabés por qué viene una crisis? MINGO. пUna crisis? Yo qué sé. (Llegan Ñato y Pichín. Ñato lleva la pelota descuartizada en a mano). PATO (al Ñato). ÐAhí tenes, ¿viste? ¡Ahí tenes! MINGO. ÐPregúntale al Ñato. Él debe saber. ÑATO (a Pato). СY bueno, che, qué querés! ¡Mala suerte! PATO. пNo te dije que no patearas así? ÑATO. ÐLa agarré de puntín18. PATO. СLa agarré de puntín! ¡Vos siempre la agarras de puntín! TESO. пHaces tanto lío por una pelota, Pato? PATO. СCuestan un mango cada una ahora!¼ ÑATO. ÐYo te la pago, miserable¼ (Tira la pelota con rabia sobre las persianas del bal cón derecho). PATO. ÐQué vas a pagar, qué vas a pagar¼ TILO (otra vez extemporáneamente). ÐChe, Ñato, ¿vos sabés por qué viene una crisis? ÑATO (en babia). пQué? TESO. ÐSi sabés por qué viene una crisis¼ ÑATO. ÐClaro que sé. PICHÍN. ÐVamos Ñato, qué vas a saber. ÑATO. ÐSeguro que lo sé. Mi viejo me lo explicó el otro día. TILO. ÐA ver¼ ÑATO. ÐEs muy largo, che. ¿Ahora me venís con esas cosas? PICHÍN. СNo viste que no sabe ni medio! ÑATO. ÐUfa, che, ¡sí lo sé! Ahora no tengo gana¼ RONCO. ÐUna crisis viene cuando no hay plata. ÑATO. СClaro! ¡Psss! PATO. пY ahora hay crisis, acaso? TESO. ÐNo, ahora no. PATO. пY vos tenes plata? PICHÍN. СQué va a tener éste, si nunca labura! TESO. СCallate, querés! ÑATO. ÐY¼ ahora hay plata, che¼ PATO. ÐVos decís eso porque tu viejo tiene una tienda. RONCO (continuando con su idea). ÐAl menos todos dicen que una época de crisis es cu ando no hay plata. ÑATO. СClaro! ¡Plata en circulación! (Se siente un poco orgulloso de su saber). TILO. пY la plata¼ adonde va? PATO. СEso! ¿Quién la tiene? PICHÍN. СYo no!¼ ÑATO. СYo qué sé adonde está! ¿También querés que sepa eso? TESO. ÐVamos, Ñato, no te mandes la parte¼ ÑATO. СY bueno, che! Éste se viene con cada cosa rara¼ Yo lo que te puedo decir es que la crisis se viene cuando no hay guita. RONCO. ÐY te rajan del laburo. TILO. пPor qué? RONCO. ÐY¼ porque no hay trabajo¼ ÑATO. СClaro! ¡Psss!
TILO. пY por qué? RONCO. пY por qué qué? TILO. пY por qué no hay trabajo? ÑATO. ÐY¼ porque no se vende tanto como antes¼ TILO. пY por qué? ÑATO. СChe, estás cargando, al final! PATO. ÐNo, y claro, tiene razón, ¿por qué? ¡Lo que pasa es que vos no sabés ni medio! ÑATO. пY no te expliqué, acaso? PATO. СQué vas a explicar! MINGO. ÐY, Tilo¼ No se vende porque la gente no tiene plata. ÑATO. СClaro! ¡Psss! TILO. ÐY la gente no tiene plata porque la echan del trabajo. ÑATO. СSeguro! TILO. ÐEstamos siempre en las mismas. Todo eso yo ya lo sabía¼ ÑATO. пY entonces por qué preguntas? TILO (en sus pensamientos). ÐY los que tienen plata, los millonarios, cuando hay c risis, ¿qué hacen? ÑATO. СUfa, che, qué te pensaste vos! ¿Que mi viejo es millonario? PATO. ÐSe guardan la guita. RONCO. ÐSiempre la guardan. PICHÍN. пY qué querés? ¿Que te la den a vos, Ronco? TESO. пPero el montón es siempre el mismo, ¿no? ÑATO. ÐDepende del oro¼ TESO. пDe qué oro? ÑATO (cada vez más importante). СDel oro del banco!¼ ¿No ves que allá lo guardan? (Todos mir n al Ñato un poco asombrados, menos Tilo). TESO (agarrándose la cabeza). СChe, qué lío, Dios mío! PICHÍN (que se está aburriendo). СAcábenla, che! ÑATO (más importante aún). пEl mango qué es, al fin de cuentas? RONCO (descubriendo, admirado). СClaro, es papel! PICHÍN. ÐNo te entusiasmes, Ronco, que vos no lo podes hacer. ÑATO (sin hacer caso). СY bueno! ¡Por eso depende del oro! (Gran silencio. Ñato mira a to dos con aire importante. Todos piensan). RONCO (después de un ratito). ÐClaro¼ TESO. СVamos! ¡No me vas a decir que entendiste! TILO (sus palabras suenan redondas y terminantes). СClaro que no entendió! RONCO. СCómo que no entendí! PICHÍN. СChe, no empiecen de nuevo! TILO (con idea fija). пSaben que la vieja de Andresito necesita cien mangos? (El Ñato se aparta subconscientemente). PATO. СCien mangos! MINGO. ÐAntes de las doce. PATO. ÐY¼ Andresito ahora nomás debe venir. TILO. пQué hora es? (Pichín se corre hacia el costado derecho y mira a lo lejos la torr e de la iglesia). PICHÍN. ÐVan a ser las once. (Se abre la puerta y aparece la figura de un HOMBRE evi dentemente preocupado. Su aspecto es cordial. Casi no mira cuando les habla. Lue go se aleja con pasos cortos. Su cuerpo está endurecido por la preocupación). HOMBRE. ÐPermiso, muchachos¼ (Los muchachos se abren en abanico después de dar paso al Hombre, que se va por la derecha, acelerando su paso). TILO (a Mingo, que está a su lado). ÐChau. MINGO. пYa te vas? TILO (yéndose). ÐSí¼ PATO (que ve, desde la izquierda). пDespués volvés, Tilo? TILO. ÐSí. MINGO. ÐChau. (Tilo se va por la derecha a paso regular). RONCO (continuando con una idea). ÐPero decime, Ñato. Y ahora que no hay crisis, ¿dónde está la guita? PICHÍN. СAcabala, Ronco! (Lo abraza y lo pelea en broma). RONCO. ÐSalí, che, que me estropeas la pilcha¼
TESO (mirando hacia arriba). пVisto19 cómo se aclaró, Pato? PATO. ÐDe veras¼ TESO. ÐEntonces juega Mingo. PATO. ÐY¼ parece que sí. TESO (alegre, a Mingo). пAsí que jugás vos, Mingo? MINGO (distraído, vuelto recién de la derecha). пPor qué? PATO. ÐSi no viene Andresito¼ PICHÍN. пMe prestas el libro, Ñato? MINGO (a Pato). ÐVa a venir¼ ÑATO (a Pichín). ÐNooo¼ PICHÍN. СAnda, amarrete! TESO (a Mingo). пQué sabés vos si va a venir o no? (Los muchachos se van corriendo lent amente, como suelen hacer ellos, hasta la puerta, y al final del diálogo están ya en el balcón derecho). MINGO (con un poquito de decisión). ÐY¼ tiene que venir. PATO. пY si no viene? MINGO (con un poquito de miedo). пPor qué no va a venir? (Silencio). RONCO. пEn dónde están haciendo el puente? PATO. ÐPor ahí. Cerca de Campana, qué sé yo. RONCO. пY cómo viene siempre? PATO. СCon el tren! PICHÍN. ÐAnda Ñato, prestámelo. ÑATO. ÐTe dije que no, che¼ PATO. ÐNo viene nada más que los sábados¼ RONCO. ÐClaro¼ TESO (haciendo un descubrimiento). ÐChe, Pato: ¿Por qué no averiguas si corre algún tren ? ÑATO. пY quién te dice que por ahí viene en camión? PICHÍN. ÐY bueno, che. Si no viene juega el Mingo y se acabó¼ ¿Hacen tanto lío por eso? MINGO (pesadamente). пNo oíste lo de la vieja? PICHÍN. пQué le pasa? MINGO. пQue necesita cien pesos? TESO. ÐComo él no tiene que pagar, sabés¼ PICHÍN. ÐA mí no me vengas con eso, che. (Monta enojo20). Y si hay que poner plata yo pongo. (Monta más enojo). ¡Para eso laburo! (Tiene un acceso). ¡Acá hay cinco mangos, va mos! (Estira la mano con cinco pesos y con la otra reclama que lo imiten). ÑATO. СEstás loco, vos! ¿Te crees que vamos a juntar cien mangos? PATO (ve la posibilidad). пY por qué no? MINGO (ve también). СListo! ¡Vamos a juntarlos! PICHÍN. пCuánto pones, Ñato? ÑATO (dudando). ÐY, no sé¼ (Tiene un asomo de esperanza). ¿Pero están hablando en serio? PATO. СY claro que estamos hablando en serio! ¿Qué te pensás? TESO. ÐNo seas miseria, che¼ ÑATO. ÐY vos, ¿cuánto pones? TESO. ÐY, che¼ yo no laburo¼ RONCO (que estaba aparte). ÐToma. PICHÍN. СVeinte mangos! TESO. СEstás loco, Ronco! RONCO (sordo). ÐDespués cuando pueden me lo devuelven. (Tímidamente). ¿No quedamos en ju ntar? PATO (que se convierte en cajero). ÐBueno, Ñato, ¿cuánto pones? ÑATO. ÐY¼ yo¼ PICHÍN. ÐMira, Pato, ahí viene la vieja. (Todos asoman las cabezas para poder ver la c alle izquierda). PATO. ÐGuarda, guarda, que no se avive¼ (Los muchachos se desparraman por la vereda cerca del balcón derecho. La Madre, que llega por la calle izquierda, no los puede ver. Cuando llega frente a la puerta se detiene y titubea. Luego sube el escalón con cansancio y duda un momento. Los muchachos miran. Al fin la Madre levanta el brazo y con timidez aprieta el botón del timbre. Los muchachos, mirando ya abiert
amente, reflejan una tenue mezcla de interés y sorpresa. Cuando la Madre levanta n uevamente el brazo, las campanas que anuncian las once comienzan a hacerse oír. Su tañer es algo más lento que el que se oyó al comienzo del acto. Todos quedan quietos. La luz cae suavemente). CAMBIO DE MOVIMIENTO En la oscuridad el decorado gira. A los pocos segundos el sonido sube en tirabuzón y se oye el mismo redoble rápido que se oyó cuando comenzó el acto. Bajo este redoble sube nuevamente la luz, dejando ver el interior de un living que sin duda algun a pertenece a la casa que fue escenario del primer movimiento. La misma conforma ción física y geométrica, pero invertida, lo demuestra claramente. En el interior, mue bles y objetos denotan la solvencia económica de sus habitantes: una me sita baja y elegante con sillas o sillones a su alrededor. Más allá, un largo sillón: a su lado el teléfono. Un aparato de radio. Algo así como una biblioteca y un pequeño bar. Una c ortinita elegante separa el living de la puerta de salida, que está un metro más allá y no se ve. Un enorme balcón a la izquierda, en diagonal; y otro más pequeño a la dere cha, más en diagonal aún. Ya iluminada la escena, las campanas terminan su tañer con u na campanada aislada, más fuerte que las anteriores. En seguida se oye el timbre d el teléfono. SEGUNDO MOVIMIENTO LA CASA Una luz pobre ilumina el ambiente. Los balcones, profundamente cerrados. Hay cli ma de triste desolación cuando el telón se abre y comienza a sonar el timbre del teléf ono. Aparece Rodolfo, que trae un libro de tapas oscuras en la mano. RODOLFO (atendiendo el llamado). ÐAló¼ (Fuerte, frunciendo el ceño). ¿Con quién? (Gesto de d isgusto; luego, con insolencia). ¡No, aquí no hay ningún Fernández! (Cuelga mientras lle ga Elena). ELENA. пQuién era? RODOLFO (con la misma insolencia). ÐEquivocado. (Se sienta en el sillón que hay junt o al teléfono y hace como que lee el libro). ELENA (para sí). СPero qué raro, Luis! (A Rodolfo). ¡No vayas a ocupar el teléfono que ahor a nemas debe llamar, eh! RODOLFO (con modulación especial). ÐSesesé¼ ELENA. ÐMira, no te hagas el gracioso, ¿querés? RODOLFO. ÐSesesé¼ ELENA. СTilingo! (Se va hacia adentro, enojada). RODOLFO (apenas Elena desaparece, toma el teléfono y marca un número. Habla lleno de dulce donjuanismo). пCómo te va? (Echa los pies sobre el sofá). ¿Todavía estás en la cama? scansaste bien?¼ Ah, quién pudiera estar allí ahora¼ (Sonríe). Lo de anoche ya pasó¼ пLe mos e la pulsera a tu hermana? пQué dijo? ÐVos te mereces mucho más. (Ríe embobado) Ð(Vuelve a r embobado). пTe veo esta tarde? пEsta noche? ÐPero esta noche es muy difícil que tenga el coche. ÐY, a la tarde puede ser. Mi cuñado todavía no vino, pero no creo que tarde muc ho. ÐNo, el coche está en el garaje. ÐSí, me lo presta. No, él la otra vez rezongó por el gu ardabarro. ÐPero si salimos a la noche, eh¼ ayer me quedé sin plata, ¿sabés?¼ No¼ pero oíme, anto¼ Con el coche vamos a pasear por Olivos, en fin¼ ÐBueno, voy a ver si consigo. Pe ro tengo que esperar que venga mi cuñado. ÐY qué querés, hasta que me reciba¼ ÐNo, ahora est oy estudiando de veras. ÐY, prefiero estar con vos¼ (Llega Elena de improviso). ELENA (brusca). пNo te dije que no ocuparas el teléfono? RODOLFO (cambiando el tono totalmente, sin hacer caso a Elena). ÐSí, es una materia muy complicada. ÐMejor te explico después. (Ella se dio cuenta). ¡Claro! ¡Exactamente! ELENA. пQuerés cortar, por favor, que puede llamar Luis? RODOLFO (cubriendo el tubo con la mano). ÐBueno, ya corto, está bien. (Al teléfono). M ira, tengo que cortar, están esperando un llamado. Sí, yo te llamo después. ÐBueno, ento nces espero que me llames. (Dulce a pesar suyo). ÐHasta lueguito¼ (Corta; a Elena). ¿A hora tampoco se puede hablar por teléfono en esta casa? ELENA. ÐEso es lo único que sabés hacer: hablar por teléfono. Mejor sería que te ocuparas un poco de estudiar. RODOLFO (muestra un libro). пNo estoy estudiando, acaso? ELENA. ÐSí, estudiando. Siempre andas con el libro de aquí para allá. Pero haces de todo menos estudiar. RODOLFO (con sorna). СAh!, vos sabés si estudio o no estudio, ¿no es cierto?
ELENA. СClaro que lo sé! RODOLFO. СSesesé! Vos siempre sabés todo¼ ELENA. ÐDeberías pensar un poco en que ya tenes veintitrés años. RODOLFO. пPara qué? Total¼ (marcando las sílabas)¼ ya hay quien me lo hace recordar. ELENA (con desprecio absoluto). ÐSi no fuera por mí, no sé qué sería de vos. RODOLFO. пPor qué no decís de «ustedes»? ELENA. пA qué viene eso? RODOLFO. ÐComo ahora papá no está y no puede oír¼ ELENA. СY aunque estuviera! ¿Después de todo no tengo derecho a decirlo? RODOLFO (en el colmo de la ironía). СSí, claro! ELENA. СMira, te aseguro que esto se va a acabar, eh! Apenas llegue Luis lo primero que voy a hacer es hablarle acerca de esta situación. RODOLFO (se siente peligrar). пY qué culpa tengo yo que papá haya tirado la plata? ELENA. СVos sos igual! ¡Nunca tenes un centavo! RODOLFO. ÐMira, no me hagas hablar; si no, soy capaz de decirle a Luis por qué te ca saste con él. ELENA (no sabe qué hacer ni qué decir: explota). СCínico! ¡Yo me casé con él por amor; no po tra cosa! (Suena el timbre de la puerta de calle; ella en una transición casi cómica ). ¡Anda a ver; debe ser el Panadero! RODOLFO (calmo). ÐNo voy nada. ELENA (arrancando hacia la puerta, llena de rabia). СComo para vivir sin sirvientas , con estos haraganes en la casa! (Desaparece tras la cortina y en seguida se oy en las voces). MUJER. СElenita! ¡Pero cómo te va! ELENA. СOh! ¡Qué sorpresa, Tere! ¡Pasa! ¡Pero caramba!, ¿sabés que hoy estaba pensando en vo asa, pasa¼ (Entran las dos al interior. La mujer es la misma que en el primer movi miento se vio entrar y salir de la casa). TERE. ÐChe, qué montón de atorrantes hay ahí en la puerta. ¿Por qué no los echas? ELENA. СYa estoy cansada, che! ¡Son insoportables! TERE (elegantemente). пCómo te va, Rodolfito? RODOLFO (de mal modo). СQué tal! (Se va hacia adentro, sin mucho apuro). TERE (a Elena). пQué le pasa? ELENA. ÐRecién le canté cuatro frescas¼ ¡Se las tenía merecidas! TERE (tomándolo por el lado más fácil). СVos siempre la misma! (Ríe un poco estúpidamente). ELENA (invitándola a sentarse frente a la mesita baja). ÐPerdóname que te reciba así, Te re, pero no te esperaba. Vos sabés que ahora, con la falta de sirvientas¼ TERE (explotando). СNo me hables! ¡Es un problema terrible! ELENA. СJa! ¡Si lo sabré yo! TERE (con voz aguda). СEn casa se nos va a ir la que tenemos¼! ELENA. СAh, sí! TERE. ÐSí, va a trabajar a una fábrica, vos sabés, estas chirusas21, con tal de trabajar poco hacen cualquier cosa¼ ELENA. СClaro! TERE. ÐBueno, pusimos un aviso en el diario, ¿sabés? ¡Llegaron dos! ELENA. СQué suerte! TERE. ÐPara qué te voy a contar, ¿no? Cuando vieron que la casa tenía seis habitaciones, dieron media vuelta y se fueron. ELENA. СQué barbaridad! TERE. СNo, si ya no se puede vivir! (Las dos están de completo acuerdo). ELENA. СRealmente, che! (Pausa). ¿Querés tomar una copita de algo? (Elena, que se había s entado, se levanta y va en dirección al barato). TERE. СNo, che! ¡Para qué te vas a molestar! (Elena trae igual, durante el diálogo siguie nte, botella y copitas; luego sirve a TERESA). ¿Y tu marido? ¿Qué tal? ELENA (recuerda e instintivamente mira el teléfono). СNo sé, todavía no ha llegado! Es de lo más extraño. Cuando no puede venir, siempre avisa. TERE (en voz confidencial). пNo se habrá ido por ahí, che? (Ríe estúpidamente). ELENA. СLuis! ¡Qué esperanza! ¡Entonces vos no lo conoces! TERE. пSiempre es tan serio? ELENA (con una sonrisa). ÐCasi aburridor. TERE. ÐSi vos lo decís¼ tendrás tus razones¼ (Ríen tontamente las dos).
ELENA. ÐPero es un buen hombre. TERE. ÐEso es algo, ¿no es cierto? (La misma risa, menos intensa). ELENA. ÐYa lo creo¼ Hoy en día hasta ellos escasean. (Ríen tontamente las dos). TERE. пSiempre está construyendo el puente? ELENA. ÐSí, no sé cuándo será el día que lo term TERE. пPor qué? ELENA. ÐImagínate, toda la semana afuera. TERE. пY qué más querés? (La misma risa, otra vez intensa). ELENA. СAh, pero es un trabajo maravilloso el que están haciendo, eh! TERE. ÐAh, sí¼ ELENA (señala la pared). ÐAquí hay una copia del plano. ¿Querés verlo? TERE. СCómo no! Imagínate, me interesa muchísimo¼ (No le interesa nada. Cuando se levanta m ira la tapa de una revista de modas, que hay al lado del teléfono. Las dos frente al plano, contra la pared, de espaldas. Tere, antes de llegar). ¡Pero qué maravillos o! ¡Es realmente divino! ¡Una obra maestra de la ingeniería! ELENA. ÐSí, che, ¡es lo que se llama un esfuerzo de titanes! TERE. СMe imagino! ¿Y cuándo esperan terminarlo? ELENA (con dudas). ÐLuis dice que para dentro de dos meses¼ TERE. СPero entonces falta poco! ELENA. ÐEntre nosotras, a mí me parece demasiado optimismo. Hace siete meses y medio que empezaron¼ TERE (a quien le había impresionado más la revista de modas). ÐRealmente¼ (Vuelve despac io hacia la revista). Decime, Elenita, ¿vos recibís el «Vogue»? ELENA. ÐSí, todos los meses. TERE. СQué bien! (Lo hojea). Es interesante, ¿no es cierto? ELENA. ÐTrae unos modelitos preciosos. (Vuelven con la revista a la mesita). TERE. ÐMira éste, qué fantástico. ELENA. ÐYo me voy a mandar hacer éste, mira. (Le toma la revista y busca en su inter ior. Llega el Padre de Elena, con voz alegre). PADRE. СHola, hola, hola! TERE (mirando a PADRE). СPero qué buen mozo está tu papá, Elenita! ELENA. СTambién, la vida que lleva! PADRE (no le gustó eso; disimula). СQué hora más rara de hacer una visita! (Su tono, como su voz, es más joven que su apariencia física). TERE. ÐY, me aprovecho de la confianza¼ Vine para invitar a misa a Elenita. (Padre s e fue a sentar en el sillón grande y lee allí el diario del domingo). ELENA. ÐPero no me habías dicho nada¼ TERE. ÐEstábamos tan entretenidas conversando¼ Pero si vamos a misa de once tenemos ti empo. (Mira su reloj). Todavía no son menos veinte. ELENA. ÐEs que tengo que esperar a Luis, ¿sabés? TERE. СAh, cierto! PADRE (interrumpe su lectura). пNo llamó? ELENA. ÐNo. No llamó. TERE (por lo de la misa). ÐY bueno. Será otra vez. ELENA (que encontró en la revista, pues seguía buscando). ÐMira, aquí está, es éste. TERE. СDe veras! ¡Qué modelito precioso! ELENA. ÐYo pensaba ponerle aquí un bordadito¼ TERE. СNo vendría mal, eh! (Rodolfo entra lentamente en dirección a la biblioteca y allí cambia un libro por otro). ¿sabés que el otro día vi a Tota con un modelo de lo más loco ? ELENA. СEs una exagerada! (Padre no puede leer el diario y «mira» el diálogo). TERE. СPero che! ¡Vos sabés que la gente se daba vuelta para mirarla! ELENA. ÐY, eso es lo que ella quiere. (Rodolfo ya está buscando el libro). PADRE (jovial y sarcástico). ÐEso es lo que quieren todas las mujeres. RODOLFO. СJaaa! (Sonido gutural parecido a una risa). ELENA (a PADRE). ÐVos mejor lee el diario. TERE (festejando de veras). СSiempre tan ocurrente! (Rodolfo se va con el otro libr o). ELENA. СAh, sí, muy ocurrente! PADRE. ÐNo es nada más que la verdad. Y por otra parte es bien lógico. ELENA. пNo te parece que ya estás un poco viejo para hablar de esas cosas?
PADRE. ÐY también es bien lógico que las mujeres no quieran aceptarlo. TERE. ÐChe, pero tu papá no está viejo. PADRE. ÐSí, sí, lo estoy. Cuando era joven no podía decir ni pensar cosas como éstas. TERE. пPor qué? PADRE. ÐUno acerca demasiado las cosas a uno mismo. Y entonces no se puede ser imp arcial. TERE (haciendo un gesto especial a Elena). СMira! ELENA (a Tere, igual). пViste? PADRE (superándolas). ÐSin embargo, es así. ELENA. пNo sabés que es medio filósofo? TERE (de lo más divertida). ÐSiempre lo fue un poco¼ PADRE (sin importarle). ÐVer las cosas, nada más. ELENA. ÐAhí tenes el diario. TERE. ÐMe imagino cómo habrá tenido a las mujeres en su tiempo. ELENA. СYo también! PADRE (campechano). ÐMi hija no puede concebir que yo haya sido un hombre con toda s las de la ley. ELENA (dura). ÐHacen falta muchas cosas para poder serlo. (Ante la violencia de la situación, el Padre opta por leer el diario otra vez; Teresa no sabe qué decir. Ele na hojeando siempre la revista; a Teresa). Mira, éste también me gustaba. TERE (salvada). ÐSí, es lindo. ELENA. ÐCreo que el otro me sentará mejor, ¿no te parece? TERE (pensando de veras). ÐQuién sabe, eh¼ (Aparece Rodolfo con su lentitud característi ca). RODOLFO. ÐEn la cocina se quema algo. ELENA (a Teresa). ÐUh, caramba. ¿Me permitís un segundito? TERE. пTampoco tenés cocinera? ELENA. СQué esperanza! Espera, en seguidita vengo¼ TERE. ÐAnda, nomás. Yo mientras hojeo esto. ELENA (yéndose; a Rodolfo, que ya estaba cerca del teléfono) СNo ocupes el teléfono, eh! RODOLFO (con rabia). СNooo! (Ante el fracaso retrocede y desaparece otra vez). PADRE. ÐElenita está un poco nerviosa porque Luis no ha vuelto todavía¼ TERE. ÐClaro. ¿Tenía que venir hoy? PADRE. ÐAyer. (Con naturalidad, casi indiferencia). No sé qué ha pasado. TERE. ÐEs extraño. PADRE. ÐSí. (Pequeña pausa). En fin. Ahora nomás llegará. TERE. ÐPor supuesto. PADRE (se levanta, con ganas de hablar, extemporáneamente). ÐY la juventud de hoy es todavía peor que la de mis tiempos. TERE (confundida). ÐAsí dicen. Yo no sé. PADRE. ÐSí. Créamelo. Y esto no va a parar hasta que se arreglen las cosas. TERE (ingenuamente). пQué cosas? PADRE (sorprendido). пEh? (Comprende. Para sí). Ah, claro. Usted no sabe. TERE (más confundida). ÐY¼ PADRE. ÐVea. Antes las clases sociales eran dos. Aquí estaban los de arriba y aquí est aban los de abajo. Ahora no. Ahora todo está más entreverado. Ahora hay una escalera . (Ése es su argumento). Eso es. Una escalera. Cada uno tiene un escalón. Unos están a bajo de todo y otros arriba, pero hay un montón de escalones llenos de gente. Y to dos luchan por subir y por no bajar, ¿comprende?Entonces no hay tiempo para otra c osa. El de abajo le hace cosquillas al de arriba, y el de arriba le tira patadas al de abajo. ¿Se da cuenta? De vez en cuando, alguno se escurre y sube; y otro pe ga un resbalón y cae. Pero ésas son excepciones. TERE (sin ninguna seguridad). ÐClaro¼ PADRE (la mira, fríamente, enigmáticamente). пY le parece que eso está bien? TERE. ÐY¼ PADRE. ÐNaturalmente, a usted todavía no le han hecho cosquillas. TERE (algo picada). пY a usted? PADRE. ÐYo ya no tengo. TERE (intenta salvar la situación). СQué gracioso!
PADRE (continuando). ÐEn mis tiempos, sacando algunos anarquistas y otros cuantos socialistas, todos vivían tranquilos. Los de arriba, contentos. Y los de abajo, bu eno, los de abajo, al menos vivían resignados. Pero hoy en día¼ (Silbidito de admiración ). TERE (aprovecha la oportunidad de opinar algo). СSí, sí es terrible! Ya no se puede con seguir sirvienta¼ PADRE (frío y duro como el hielo). ÐNo se puede conseguir sirvienta. TERE (agudo). СNo! PADRE (igual). ÐQué barbaridad. TERE (igual). СUna verdadera barbaridad! PADRE. ÐY usted¼ ¿Trabajaría de sirvienta? TERE. пYo?¼ No sé por qué tendría que hacerlo. PADRE. ÐEso es lo que ellos también se han empezado a decir, ¿ve? TERE. ÐPero es distinto¼ PADRE. ÐVea. Su Madre le habrá contado algo acerca de mí, ¿no es así? TERE. ÐSí. Algo. PADRE (con indiferencia). пLe dijo que fuimos novios? TERE (asombrada). СNo! PADRE (siempre igual). ÐBueno, no importa. No le diga nada, no tiene importancia. Pero entonces sabrá que yo tenía mi buena platita, ¿no es cierto? TERE. ÐSí. Y me dijo también que la perdió tontamente. PADRE (realmente herido). СCómo tontamente! TERE (con cierta timidez). ÐPor lo menos eso era lo que tenía entendido¼ PADRE (continuando, sin oír a Teresa). СTontamente! Si uno tiene confianza en alguien , y ese alguien lo embroma, uno es tonto. ¡Linda manera de pensar! ¡Entonces no hay que tener confianza en nadie! TERE. ÐConfianza sí. Pero hasta cierto punto¼ PADRE. СSí! Es en ese cierto punto donde comienza a tener importancia el dinero. (Sop la). Si yo invito al señor Pérez a cenar a mi casa, yo soy un caballero y el señor Pérez está de lo más amable. Pero si el señor Pérez y yo nos encontramos casualmente en un re staurante antes de cenar y cumplidamente nos sentamos a la misma mesa, a los dos se nos indigesta la comida pensando en quién va a pagar la adición. Ése es el cierto punto. TERE (riendo estúpidamente). ÐUsted siempre es el mismo ocurrente. (Entra Elena). PADRE (continuando). ÐLas cosas están mal hechas. Es necesario convencerse. ELENA (sarcástica). пEstás pronunciando una de tus acostumbradas arengas, papá? TERE. пPero sabés que está hecho todo un revolucionario? PADRE (con verdadera lástima de sí mismo). ÐNo, pobre de mí. ELENA. ÐSi se ocupara de algo no tendría tiempo para pensar. PADRE. ÐSí, creo que es eso. Tengo tiempo para pensar. ELENA (sarcástica). ÐCualquier día de éstos aparece en los diarios. TERE. ÐBueno, no se pongan serios. PADRE (reaccionando). СCualquier día! ELENA. ÐCréelo. Le cuesta ponerse serio. TERE (admirada). СYo le envidio su carácter! PADRE. ÐNo tiene más que imitarme. TERE. ÐEs difícil. Usted es tan ingenioso¼ PADRE. СOjo! Que su Madre también estuvo enamorada de mí en un tiempo. ELENA. пNo te dije? Le cuesta, le cuesta. TERE. ÐTenga cuidado. A ver si lo oye papá. PADRE. ÐNo. Él ya no se preocupa por mí. Sabe que no tengo dinero. ELENA. ÐTu Padre sí que supo hacer bien las cosas. TERE. СTenés que ver ahora! Con esta cuestión de las ventas de tierras, está ganando una ponchada22 de pesos. PADRE. ÐLa diferencia está en que él comenzó a comprar cosas que luego vendía; mientras qu e a mí me daba pena desprenderme de ellas porque me encariñaba. ELENA (hiriente). ÐHasta que te las quitaron. PADRE. ÐPero no las vendí. ELENA (sarcástica a Tere). пSabés que de vez en cuando se complace en recordar sus frac asos haciendo una visita a sus antiguas propiedades?
(Rodolfo vuelve a entrar lentamente, dirigiéndose al teléfono). TERE. пAh, sí? ELENA. ÐEs algo así como el criminal que vuelve al lugar del crimen¼ (Elena ve a Rodolfo cuando éste levanta el tubo; se yergue pero Rodolfo la detiene al hablar). RODOLFO. СVoy a preguntar la hora! PADRE (a Tere). пHa visto? A un hombre con sentimientos lo llaman ahora criminal. ELENA. ÐNo me vas a decir que dejarse arrebatar esas propiedades no es un crimen. (Rodolfo sabe ya la hora; se va lentamente como vino). PADRE. ÐMe embromaron. Eso es todo. TERE. ÐHay que ver la fortuna que está haciendo papá con esas tierras. ¿Vos sabés que renu nció a los Tribunales? ELENA. СAh! ¿Ya no ejerce más? TERE. пPara qué? PADRE. ÐClaro. ¿Para qué? ¿Qué importa que todas las biblias de todos los planetas digan b ien claro que la tierra es para trabajarla? Mejor es comprar y vender. ELENA (molesta). СPapá! ¡Sería mejor que¼ (Un golpe en la persiana Ðla pelota de los muchach sÐ la interrumpe). Ya están ahí otra vez esos atorrantes¼ (Va al balcón, abre las persiana s; afuera se puede ver a los muchachos). ¿No tienen otro lugar a donde ir a molest ar, que siempre eligen esta esquina? VOZ DE PATO. ÐFue sin querer¼ ELENA. ÐBueno, mándense mudar de aquí. A ver si llamo a la comisaría. (Mientras cierra l as persianas). ¡Atorrantes! TERE. ÐTenías que ver cómo estaban cuando yo llegué. Todos tirados ahí en la puerta¼ ¡Y una t davía les pide permiso y la dejan pasar como si tuvieran lástima! ELENA. СSon terribles! ¡Y no hay quién los haga salir de ahí! PADRE. ÐY bueno. Algo tienen que hacer. ELENA. ÐSí. Eso es lo que yo digo. Que deberían tener algo que hacer. PADRE. пPor qué no les enseñan? ELENA (sin hacerle caso; a Teresa). ÐTodavía a mi marido se le ocurre llevarse a uno de ellos para trabajar con él en el puente¼ TERE. пAh, sí? ¿Pero éstos trabajan, che? ELENA. ÐYo ya le advertí. Ahora sabe a qué atenerse. PADRE. пNo era alumno suyo en la facultad? ELENA (atrapada). ÐSí¼ pero por algo habrá abandonado. PADRE. ÐPor la misma razón que tiene necesidad de trabajar. ELENA. ÐYa te pedí varias veces que te callaras la boca, papá! PADRE (con la misma frialdad utilizada por ella). ÐNunca me callaré la boca mientras digas pavadas. ELENA. СPapá! PADRE. ÐPerdón. ELENA. ÐLo que vas a conseguir es amargarme la vida, como hiciste con mamá. PADRE. ÐTu Madre, que en paz descanse, también sabía bastante poco de todo esto. ELENA. пTodavía te atrevés a hablar así de ella? PADRE. ÐQue la pobre haya muerto, no significa que hay que olvidar todos sus defec tos y recordar todas sus virtudes. Es una costumbre, pero muy mala. ELENA (a Tere). пTe das cuenta? TERE. ÐPero no te pongas así. ¿No ves que siempre habla en broma? PADRE. ÐÉsa también es otra mala costumbre. Cuando la gente no entiende lo toma todo a broma. ELENA. ÐAhí tenes. Defendelo. TERE. пPero es posible que se ponga del lado de esos vagos, que están todo el día harag aneando? PADRE (como diciendo: señorita, no sea tonta). СUsted ve que yo estoy de este lado de aquí, y ellos están de aquel lado de allá! TERE. ÐSí, bueno, pero los defiende. PADRE (se levanta, un poco aburrido ya). пCómo no voy a defender a un muchacho que se gún declaraciones del mismo señor esposo de la señora, es un ayudante ejemplar? TERE. ÐAh, sí. PADRE (continuando). ÐEl error en que toda «vuestra» clase incurre, queridas señoras, es
el de pensar que «sois» diferentes¼ (Pequeña pausa). Un día, Jesucristo dijo: Todos en es te mundo son iguales¼ o algo por el estilo. Desde entonces, hasta el más tonto lo sa be; y si a alguien se le ocurriera repetirlo ahora, lo llamarían Perogrullo. Pero sin embargo, eso es lo que menos se ve. Ejemplo: «vosotras» «habéis» hablado de esos mucha chos como de gente diferente. Pero no «habéis» pensado, «queridas señoras», en que ellos está allí¼ ¡porque nosotros estamos aquí!23 ELENA. ÐDéjalo. No tiene cura. (Padre hace un gesto cómico y vuelve a su sillón. Comienz an a sonar campanas, con el mismo ritmo del principio; Padre toma el teléfono desp ués de consultar su reloj). Por favor, no ocupes el teléfono que puede llamar Luis. (Mira también el reloj mientras Padre se sienta, resignado). ¡Qué barbaridad! ¡Ya son la s once menos cuarto! TERE (después de un corto silencio cubierto por las campanas). пPor qué no tratas de co municarte? ELENA. ÐEs imposible. Lo he intentado varias veces pero no lo he conseguido. (Las campanas terminan su redoble con dos campa nadas aisladas. Elena, después de la pa usa, al Padre). ¿No vas a ir a misa, hoy? PADRE (aún enfurruñado). ÐSí. ELENA. пQué esperas? PADRE. ÐTodavía hay tiempo. Voy a misa, no a lucir algún modelito. (Lee). TERE (queriendo ser oportuna). СChe, pero cómo está tu papá hoy! ELENA. пHoy? ¡Hoy está tranquilo! TERE (guiñándole un ojo). ÐLo que me extraña es que todavía vaya a misa¼ PADRE (que no leía). ÐVoy a misa, sí. Todavía me queda eso. ELENA. ÐAh, sí. Porque él habla mucho, ¿sabés? Pero perdé cuidado que nunca va a salir a la calle a tirar una bomba. PADRE (con sus cosas). ÐVoy a misa, sí. Después de todo, es la mejor manera que tengo de emplear el tiempo. ELENA (aguda). СSí, haces bien, haces bien! TERE. ÐTené cuidado, que no vaya a encontrar otra manera. (Ríe estúpidamente). ELENA. СPobre de mí! PADRE. ÐNo¼ ya no¼ (Lo dice muy lentamente; se levanta disgustado consigo mismo, deja el diario y se va hacia adentro). TERE (después de espiar la retirada del Padre). ÐElenita, ¿podría pasar un minuto al tua let24? ELENA. СPero cómo no! ¿Por qué no me dijiste antes? TERE. ÐPorque no¼ Estaba tu papá, ¿sabés? ELENA. ÐPero vení, pasa. Por aquí, vení. (Se van por otra puerta. Inmediatamente entra e l Padre, colocándose el sombrero. Cuando atraviesa el living, ve la botella y las copitas sobre la mesa baja y se detiene. Despreocupadamente se sirve y toma de u na de las copitas. Entonces vuelve Elena sola; levantándole la bandeja, la botella y la otra copita). ¿Dónde estuviste anoche? PADRE (con leve sorpresa). пPor qué? ELENA. пAcaso no viniste tardísimo? PADRE (pausita). ÐEstuve con unos amigos. ELENA (fría y tranquilamente). ÐJugando. PADRE (se rebela como un niño que quiere ocultar lo evidente). СQuién dice que tuve que estar jugando, vamos a ver! ELENA (siempre fría y calma). пQué estuviste haciendo? PADRE (le devuelve la mirada. Tiene las manos en los bolsillos, un montón de rabia en el rostro). ÐJugando. (Su voz es más fuerte que la de Elena). Y gané. (Saca una de sus manos del bolsillo y enseña un montoncito de billetes). Uno por uno. Con labo riosidad de hormiga. ELENA (destemplada). ÐMira, papá. Esto se tiene que terminar. PADRE (arrancando para irse). ÐBueno, está bien. ELENA (interrumpiendo su marcha). ÐNo, está bien no. Esto tenemos que resolverlo ant es de que llegue Luis. PADRE (la mira, como estudiando su rostro). ÐSí, claro. ELENA. ÐNo es posible que además de haber derrochado todo lo que tenías, pierdas ahora jugando los pesos que¼ (Titubea). PADRE (tranquilamente). ÐQue me das.
ELENA. ÐSí, y si te los doy es porque al fin de cuentas se los doy a mi Padre. PADRE (siempre calmosamente). ÐEs lo único que te une a mí. El saber que soy tu Padre. ELENA (molesta). пPor qué decís eso? PADRE (con algo de ironía). ÐLa institución del hogar me mantiene a tu lado, nada más. ELENA (comienza a ponerse histérica). ÐDespués de todo lo que Luis y yo hemos hecho po r vos, ¿nos pagás con esto? PADRE. ÐDe algún modo tengo que pagar¼ ELENA (comienza a lloriquear). СSos un cínico! ¡Eso es lo que sos! (PADRE la contempla y resuelve iniciar la retirada). (ELENA, cortando la retirada del PADRE). ¡Papá! PADRE (cansado). пQué? ELENA. пAhora estás apurado? PADRE. ÐSí, ahora. ELENA (ve su «hogar» dañado; trata de atraerlo. Lloriquea suavemente). ÐSi te ocuparas e n hacer algo, en trabajar¼ No digo que ganes plata, total yo y Luis tenemos bastan te, pero que ocupes tu tiempo¼ PADRE (deteniéndose realmente). ÐYo-y-Luis. ELENA (sorprendida). ÐBien sabés que su dinero es mío. PADRE. ÐEn este caso¼ sí. ELENA (con rabia). пPor qué tenes que criticar siempre y siempre, y jamás encontrar alg o bien hecho? PADRE (soportando, desde la puerta). ÐPorque nunca hay nada bien hecho. ELENA. пAcaso no te hemos tenido con nosotros, como debía ser? PADRE. ÐNo te culpo por eso. En todo caso el culpable he sido yo. ELENA. пY de qué te quejas, entonces? PADRE (la mira fijamente). пYo me he quejado? (Una pequeña pausa, en la que Elena no sabe qué hacer. Al fin se pone a llorar suavemente). ELENA. пPor qué me mortificas así? (Padre suspira hondo, vuelve y se sienta, dejando el sombrero a su lado. Está dispuesto a esperar aún más). PADRE. ÐSi no me tuviera una gran lástima a mí mismo, me apenaría verte llorar. ELENA (sigue llorando histéricamente). СSiempre me haces sufrir! PADRE (calmo, casi con indiferencia). ÐCuando dejé de pertenecer a tu clase, o por l o menos cuando yo lo creí así, bien sabía que me alejaba de todos ustedes. Era irremed iable. Pero solamente el espíritu podía salir por ahí, a ver qué pasaba en el mundo. Mi cuerpo¼ quedó aquí; para que lo alimentaran y lo albergaran. (Pausa; habla bajito). Cr eía que me burlaba de todo. (Se levanta otra vez, reponiéndose, casi dicharacheador) . Pero ahí está el resultado: fracaso completo. (Como sermoneando). ¡Carne y espíritu, d emasiado unidos! ELENA (mordida). СQuerés callarte, por favor! PADRE (la mira indiferente). ÐTodo eso ya no me conmueve. No es por mí. Es¼ por este c uerpo, que siempre tendrás necesidad de albergar y alimentar. (Pausa; sonríe triste e irónicamente mirando alrededor). ¡Qué sería si no¼ de esto! ELENA. пQué tenes que decir de «esto»? PADRE (indiferente). ÐNada¼ Que todo se puede quitar¼ y todo se puede volver a poner. ELENA. пPor qué no «edificaste» vos algo mejor? PADRE (muy serio, luego de una pausa). ÐIntenté hacerlo. Ya lo creo que intenté. Dios lo sabe. Fue uno de los deberes con que llegué a este mundo y que no supe cumplir. (Transición rápida, violenta). ¿Y sabés quién tiene la culpa de todo? (Saca de nuevo los billetes del bolsillo). Este. (Otra vez campechanamente, después de una corta paus a). Nunca me pude entender con él. ¿Cómo pretendes ahora que le tenga respeto? ELENA. ÐPero ahora no es tuyo. PADRE. пY de quién es? ¿Tuyo? No. ¿De tu marido? No. El dinero corre. Viene y se va. No e s de nadie. El dinero es dinero y nada más. Que algunos ahora tengan más no signific a que pertenece a ellos. Lo tiene ahora, que es muy distinto. ELENA (que no entiende). ÐPero ahora vos no lo tenes. PADRE. пNo lo ves? (Se le acerca más). Casi doscientos¼ ELENA. ÐEso te lo dimos nosotros¼ PADRE (rápido). ÐLos gané. ELENA. ÐCon nuestro dinero. PADRE. ÐQue también gané. ELENA (con alto desprecio). пA eso le llamas ganar?
PADRE (casi cínicamente). ÐMe hice acreedor a cierta cantidad de pesos, ¿no es así? La f orma¼ Bueno. A tus amigas se les puede decir que es porque soy tu Padre: a mí se me puede decir que es por¼ compasión. Pero yo bien sé que me los gano muy bien a costa de todo esto. (Señala a su alrededor). ELENA (furiosa). ÐCon esa habilidad, no sé cómo has hecho para no duplicar tu fortuna. PADRE. ÐTu abuelo siempre me decía: «A pesar de tu talento, jamás harás carrera». Él lo sabía e dejó abandonar los estudios, me compró un auto¼ Se parecía a mí en que no tenía carácter. P ro a pesar de todo, vigilaba su caja como la vigilan todos los usureros. (Con pl acer). ¡Ah, cómo lo atormentó en el dieciocho la idea de una revolución mundial! Ya se v eía despojado de todos sus bienes y pidiendo limosna en la vía pública. La solución: ¡alar mas en puertas y ventanas! (Ríe suavemente. Habla como para sí). Si viviera ahora es taría en el escalón más alto de la escalera¼ ¡Cómo temblaría y se estremecería con las cosqui s de los de abajo! (Ríe suavemente). ELENA. СPodrías terminar de una vez con esa dichosa escalera! PADRE (irónico). пConque mi hija tiene también miedo de que se caiga? ¡Ja, ja! ¡Descendenci a directa! TERE (entrando coquetamente, mientras se alisa la falda). пPero cómo? ¿Usted todavía aquí? PADRE (ya lo molesta). ÐUsted también. TERE. ÐSí¼ (Quiere explicar y se confunde). Estaba peinándome. PADRE (sin tono, pero con fuerza). ÐPeinándose. TERE (sin afirmar). ÐSííí¼ (Pausa). ELENA (se levanta confundida, camina hacia ella.). пNo se te hace tarde? TERE. СSí! Ya debe estar por empezar la misa. Bueno, querida, hasta prontito. Espero que me vengas a visitar con tu marido¼ ELENA. ÐCómo no. Apenas llegue le voy a decir. Hasta prontito. TERE (vuelve, se produce un silencio y quiere reanudar la lucha). ÐDentro de poco ya no va a poder venir nadie a esta casa. (Padre no contesta. Pausa. Ella busca) . ¿No ibas a ir a misa? PADRE (cansado, decide contestar). ÐCambié de parecer. (Pausa. ELENA busca nuevament e). ELENA. ÐEspero que cuando llegue Luis no le cuentes nada de lo que estuvimos conve rsando. PADRE. ÐClaro que no. ELENA. ÐNo tiene por qué saberlo. PADRE. ÐAsí yo resulto beneficiado, ¿no es cierto? ELENA. ÐSi te parece que no es así, por lo menos el beneficiado será él, que no se enter a de estas cosas. PADRE. ÐÉl no se lo merece. ELENA. СClaro que no se lo merece! (Se oye nuevamente el ruido de las persianas). ¡Ot ra vez esos atorrantes! (Va decidida hacia el balcón, pero se detiene a los pocos pasos). ¡No sé para qué! ¡Si igual van a seguir atorranteando ahí, como siempre! (Nueva pa usa. Elena sigue buscando). ¿Por qué no vas a misa? PADRE. ÐNo tengo gana. ELENA. пAsí que hay que tener ganas para ir a misa? PADRE. ÐYo no lo engaño a Dios. Yo le doy todo lo que puedo y él me da todo lo que pue de. ELENA. ÐLas ganas te las quité yo, ¿no es así? PADRE (con indiferencia). ÐIndirectamente, sí. ELENA (con ironía). пQué tengo que hacer para que vuelvas a recuperarla? PADRE (suavemente). ÐCallarte. (Elena se irrita y la voz de Rodolfo, que aparece l entamente, como siempre, le ahorra un grito de rabia). RODOLFO. СOtra vez se está quemando algo ahí, eh! (Elena decide irse, furiosa. Él, acercánd ose lentamente al Padre y señalando el rotograbado del diario). ¿Puedo llevarme esto ? PADRE (sin separar la vista del otro resto del diario que está «leyendo»). ÐSí¼ (Rodolfo se va con el mismo paso que vino. Apenas el Padre queda solo, se levanta, camina en ojado y va al barcito en busca de un nuevo trago. Pocos segundos han pasado. De pronto el timbre del teléfono suena irritante. Padre se acerca y levanta el tubo, de pie frente al sillón). Hola¼ (Un poco serio). Sí, él habla. (Preocupado repentinament e). ¿Cómo? (Con aguda alarma). En el puente, sí. (Largos silencios rotos por pequeños «sí» pr
nunciados a intervalos regulares: indudablemente una gravísima noticia es comunica da al Padre). Sí. (Queda duro, lleno de asombro). Síí. (Se le aflojan los músculos. Una impresión como de repugnancia aparece en el rostro). Sííí. (Se sienta abatido sobre el s illón). Síí. (De pronto se anima. Sus ojos brillan. Se para). ¿Dónde está? (Decisión rápida, ente). Voy para allá. (Cuelga el tubo temblándole la mano, toma el sombrero y casi c orriendo se dirige a la puerta de salida. Rodolfo aparece en la puerta interior; lleva puesta una camiseta sin mangas porque se ha quitado la camisa). RODOLFO (estúpidamente). пNo era para mí? PADRE (sin darse vuelta). ÐNo. (Se va). ELENA (Rodolfo ya está en el living. Elena entra hablando). пQuién llamó? RODOLFO. ÐNo sé. Para mí no era. (Toma el diario que dejó el Padre y lo hojea, descuidad amente). ELENA (duda y va al teléfono. Marca dos números). ÐQuiero comunicarme nuevamente con C ampana: dos, tres, siete¼ dos, tres siete. Muy bien. (Cuelga. A Rodolfo, que está en camiseta). Podrías muy bien ponerte algo, ¿no es cierto? RODOLFO (en cierto modo buscando la paz; interesadamente). СEsto también te incomoda? ELENA (terminante). ÐSi querés estar así anda a tu habitación. RODOLFO. ÐPero si aquí no hay nadie ahora¼ ELENA (explotando). пEs que todos ustedes se complotan para amargarle la vida a una ? RODOLFO (conciliador. Por algo será). ÐBueno¼ Me voy a poner la camisa¼ (Llega hasta la puerta interior. Allí se da vuelta. Va a pedir algo. Elena no mira, ocupada en vol ver a colocar la bebida en su lugar). Vendrá Luis, ¿no? ELENA (intranquila). ÐMe imagino que sí. RODOLFO. ÐSi por cualquier cosa no llega a venir¼ ELENA (interrumpiéndolo). пPor qué no va a venir? RODOLFO. ÐNo, digo yo. Que no haya podido alcanzar el tren, o algo así. ELENA. ÐY bueno. ¿Qué tiene? RODOLFO (bastante suave). пMe das permiso para usar el auto esta noche? ELENA. пPara que rompas otra vez el guardabarros? RODOLFO. ÐNo, el otro día fue de casualidad¼ ELENA (cortando). ÐBueno, de cualquier manera no te lo voy a dar. Para que andes p or ahí con esas mujerzuelas¼ RODOLFO (montando rabia y mandándose mudar violento). СOjalá que no venga! (Elena queda fría ante la explosión de su hermano. Está más cerca del teléfono que de la cortina que d a a la puerta de calle. Elena se dirige hacia allí con dos o tres pasos cortos, cu ando suena esta vez el timbre del teléfono. Lo toma). ELENA. СHola! (Con ansiedad) ¿Campana, dos, tres, siete? ¡Hola! (Se oye un nuevo timbra zo, corto y débil). ¡Holáaaa! (Las campanas con ritmo más lento Ðel mismo ritmo empleado a l fin del primer movimientoÐ comienzan a sonar. Primero suavemente y después más fuert e). ¡Holáa!¼ ¿Campana, dos, tres, siete? (Y así cae el telón del primer acto, hasta que las campanas terminan su redoble con tres campanadas aisladas). SEGUNDO ACTO PRIMER MOVIMIENTO LA CALLE Cuando se abre el telón, se oyen nuevamente las campanas que se oyeron al terminar los dos primeros movimientos. La escena en la calle continúa. La Madre está con el brazo levantado y al instante vuelve a tocar el timbre. Los muchachos están todos espiando con la misma expresión suspendida en el primer acto. Al fin termina el re doble de campanas con tres campanadas aisladas. Se abre la puerta y se oye la vo z de Elena. ELENA. СAh, es usted! ¿Quiere pasar? (La Madre entra y la puerta se cierra detrás de el la). PATO. пVisto cómo al fin se decidió? MINGO. пHabrá venido el ingeniero? PATO. СAndá a saber! PICHÍN. СCon tal de que no le haya pasado nada a Andresito!¼ ÑATO. СChe, otra vez con eso! PICHÍN. ÐBueno, che, está bien. Uno no puede pensar nada, ahora¼
TESO. СVos no te hagas el vivo, Ñato! Vamos, pone. ÑATO. пQué querés que ponga? Si no tengo¼ PICHÍN. СAnda! ¡El Ronco te demostró lo que es un amigo! ÑATO. СY qué querés! Anoche me gasté todo lo que me dio el viejo¼ PATO (en policía). ÐY hoy¼ ¿cómo ibas a tirar? ÑATO. ÐY¼ Le iba a pedir al viejo esta tarde. PICHÍN. ÐDale, Pato, revisalo. RONCO (con enojo). ÐDespués de todo, si no quiere poner que no ponga. TESO (introduciéndole la mano en el bolsillo). ÐTrae acá, trae. ÑATO. ÐSalí de ahí, che. (Heridísimo). ¡A mí no me metan la mano en el bolsillo, eh! RONCO. ÐDéjalo, Tesorieri. Que se lo guarde. TESO (continuando). СGuardátelo, amarrete! ÑATO. СQué amarrete ni qué amarrete! ¿Por qué no pones vos? TESO. пY qué querés que ponga? ¿Estas chirolas25? (Saca del bolsillo unas monedas y las m uestra). PICHÍN. ÐNo, che, ¿qué hacemos con cincuenta guitas¼? PATO (agarrándolo al vuelo). ÐDame. (Toma las monedas y cuenta todo el dinero. El Ñato va a un costado, herido). Veinticinco con cincuenta. ¿Vos, Mingo? MINGO. ÐEspera que voy a buscar a casa¼ (Se aleja por derecha). ÑATO. ÐEspera, Mingo. (Lo alcanza; su rostro está dolorido. Se van los dos). PICHÍN. ÐEs roñoso ese Ñato, ¿eh? TESO. ÐAhora que no está no hables mal de él, che. PICHÍN. ÐY bueno¼ ¿No es un roñoso, acaso? (Pato saca dinero de su bolsillo). TESO (curioso). пCuánto pones, Pato? PATO (sin dar importancia). ÐDiez. TESO. пCuánto hay ahora? PATO. ÐTreinta y cinco con cincuenta. TESO (pensando). ÐVa a ser difícil, ¿eh? RONCO. ÐAhora nomás viene el Tilo. Él también va a poner. PATO (pensativo). ÐSí, bueno, pero por más que ponga¼ TESO (decidido). ÐEspera. Voy a ver si consigo algo. PATO (como impidiéndole). пA dónde vas a buscar? TESO. ÐVos espera. Después vengo. (Se va). PICHÍN. пViste Tesorieri? Éste no es como el Ñato. (Se sientan en la puerta. Pato en medi o de Ronco y Pichín. Ronco saca un cigarrillo). Dame un taso, Ronco. (Ronco le da un cigarrillo). PATO (el cigarrillo pasa delante suyo). СChe, para qué fuman! ¿No saben que hoy tienen partido? Yo no sé¼ PICHÍN. СQué chillas, che! Si yo no fumo más¼ PATO. СAh, no! ¿Y eso qué es? PICHÍN. СUfa! ¿A un cigarrillo le llamas fumar? RONCO. ÐSi uno fuma poco no hace mal, Pato¼ PATO. ÐUstedes fumen nomás¼ (Pausa. Encienden olímpicamente los cigarrillos. Pichín se rec uesta contra la puerta como un verdadero burgués. Es magníficamente feliz). PICHÍN (después de la primera pitada, sin abandonar la pose). ÐChe, ¿qué matachinche fumas ? (Mira la marca del cigarrillo). RONCO. СVamos, que son de cuarenta! (Pichín hace un gesto como diciendo «qué porquería», per sigue fumando olímpicamente. Echa el humo con verdadera fruición). PATO. ÐDale un Chésterfiel¼ ¿No ves que es fino? (Nueva pausa). PICHÍN (como despertando de su letargo). пViste la boquilla que se compró Cañita? PATO. ÐÉse es otro. Se compra una boquilla de tres mangos y después fuma marca pechazo 26¼ RONCO. пQué le pasa hoy que no viene? PICHÍN. ÐEstá laburando horas extra. RONCO. СCómo le sacan el jugo! PATO. ÐQuiere llegar a ser millonario¼ PICHÍN (siempre deleitándose con el cigarrillo). ÐEstá loco¼ PATO. ÐDecile que no y vas a ver lo que te dice. PICHÍN. ÐTiene cada berretín27 ése. PATO. пSabés que no gasta ni un guita? (A Ronco). Dice que va ajuntar unos mangos y d
espués va a comprar y vender. RONCO. пA comprar y a vender qué? PATO. СQué sé yo! Pregúntale a él. PICHÍN (fumando opíparamente). СAlcauciles! RONCO. ÐVos reíte, pero el otro día, leí en el diario que había muerto un norteamericano q ue no sé cómo se llamaba, que había empezado vendiendo diarios y ahora tenía más guita que qué sé yo¼ PICHÍN. СY qué! ¿Vendiendo diarios hizo la guita? RONCO. СY no! ¡El tipo juntó unos mangos y después empezó a comprar y a vender! PATO. пA comprar y a vender qué? RONCO. ÐNo sé, no me acuerdo, pero lo que sí sé es que el tipo tenía billetes del año que le pidas. PICHÍN. ÐPero decime una cosa, Ronco¼ (Se echa hacia adelante). Si vos compras una cos a y después la vendes, vas a ganar algo, pero no te vas a hacer millonario. Si no ahí lo tenes al viejo del Ñato. ¿Es millonario acaso? RONCO. ÐPorque ganará poco¼ PATO. ÐEl Ñato me dijo que el treinta por ciento. RONCO. ÐEh, y bueno. Así no se va a hacer millonario. PICHÍN. пY qué querés? ¿Que gane más? RONCO. ÐY claro. PICHÍN. СEh! ¡Entonces eso es meter la mula28! (Se echa hacia atrás otra vez). Eso no es comprar y vender¼ (Fuma otra vez). ¡Qué vivo! ¡Así cualquiera se hace rico! RONCO. пY por qué no te haces rico vos? PICHÍN. ÐYo estoy bien así, che. Yo no tengo pajaritos¼29 RONCO. пTe lo imaginas a Pichín con plata, Pato? PICHÍN (le gustó). СSalí, che!¼ PATO. СA éste sí que quién lo iba a aguantar! RONCO. пQué harías si tuvieras plata, Pichín? PATO. ÐDale Pichín¼ ¿Nunca lo pensaste? PICHÍN (los mira y se decide tímidamente). ÐClaro que lo pensé. PATO (a Ronco). пViste? PICHÍN. пY quién no lo piensa, che? RONCO. ÐDale, Pichín, ¿qué harías? PICHÍN (se decide). ÐMira, ¿querés que te diga la verdad? ¿sabés lo que haría? Agarraba una p rte, sacaba la cuenta, ¿sabés?, y la ponía en el banco. Para que me durara más o menos h asta los ochenta años. PATO (con un poco de sorna). пPensás vivir tanto? PICHÍN. ÐY bueno¼ por las dudas. RONCO. ÐDale, seguí¼ PICHÍN. ÐBueno, agarraba una parte y la ponía en el banco. Después me compraba una casit a¼ Para los viejos ¿sabés? Después aprendía a manejar, me compraba uno de esos bajitos, co lorados, sin capota, ¡y una noche nos íbamos todos de farra! RONCO (entusiasmado). пY qué más? PICHÍN. ÐDespués fundaba un club fenómeno. PATO. СQué vas a fundar! Si vos tenes plata te la patinás30 toda¼ PICHÍN. пQuién te dijo que me la iba a patinar? Eso sí, un gusto me lo iba a dar. RONCO. пQué gusto? PICHÍN. ÐMira, me paraba en una esquina y empezaba a tirar billetes al aire. ¿Vos sabés los puntos31 cómo se iban a matar? RONCO. ÐSi haces eso te llevan en cana. PICHÍN. ÐSi tenes guita no te llevan ni medio. PATO. ÐAhí tenes razón. (La puerta de la casa en donde están sentados se abre. Aparece R odolfo, con un gesto de superioridad y de desprecio. Sin hablar, los tres muchac hos se levantan lentamente, mirando hacia atrás; se alejan un poco mientras el otr o cierra la puerta y sale en dirección a la izquierda. Las miradas son elocuentísima s). ¡Éste no compra ni vende, ¿ves? y sin embargo tiene guita! PICHÍN. пAlguna vez lo viste manejar? PATO. ÐSí. PICHÍN. пViste? Parece que se quiere llevar el mundo por delante. PATO. ÐLe tengo una bronca¼
RONCO. пQué te hizo? PATO. ÐNada¼ RONCO. пY entonces? ¿Por qué le tenes bronca? PATO. пNo le viste la cara que tiene? RONCO. пY por eso le tenes que tener bronca? PICHÍN. пNo viste que es un pituco32? RONCO. ÐY bueno¼ Pero puede ser un buen tipo. PATO. СQué va a ser, qué va a ser! (Pequeña pausa. Ya están en el balcón izquierdo). PICHÍN. пTe imaginas lo que sería Cañita si pudiera pasarse la vida que se pasa éste? PATO. СQuién lo para! RONCO. ÐAl final la única diferencia es que el tipo tiene plata, nada más. PATO. СY te parece poco? PICHÍN. ÐNo, che, pero Cañita no iba a ser como éste¼ ¡estás loco vos! PATO. СAh, claro, Cañita es diferente! (Llega Tilo, serio, rápido). TILO. пAndresito no vino? PATO. ÐParece que no. PICHÍN. ÐLa vieja está aquí. TILO. пEn dónde? PICHÍN (señalando). ÐEn lo del ingeniero. TILO. пVino? PATO. пQuién? TILO. ÐEl ingeniero. PATO. ÐNo, si no estaba de antes no vino. TILO (recostándose). пNo saben qué fue a hacer? RONCO. ÐY¼ habrá ido a preguntar. TILO. ÐClaro. (Se encuentra molesto. Quiere decir algo y no se atreve). PICHÍN. пA dónde fuiste, Tilo? TILO. ÐA casa¼ PICHÍN (curioso). пQué fuiste a hacer? TILO (se decide al fin). ÐBueno, mira. (A todos). Ustedes saben que la Madre de An dresito necesita cien pesos, ¿no? PICHÍN. СClaro! Decile, Pato. TILO. пQuerés dejarme hablar? PICHÍN. ÐBueno, che, habla. Yo te iba a contar, nada más. TILO (sin hacer caso). ÐBueno, yo pensaba conseguirlos. A mi viejo no le puedo ped ir, pero en casa estaba mi tío. Y él quién sabe me daba si le explicaba. Pero cuando l legué, mi tío ya se había ido. PATO. пY¼? TILO (se decide). ÐBueno, ustedes dirán lo que quieran, pero yo pensé que quién sabe podía mos juntarlos entre nosotros. PATO (saca dinero del bolsillo; sonríe abiertamente). ÐToma, pajarón. (Tilo se sorpren de pero no quiere comprender). TILO (sólo mirando). пQué es? PICHÍN. пNo te avivas que ya estamos juntando? (Tilo mira el dinero y luego el rostro de los muchachos. No sabe qué decir. Esto le gusta enormemente). PATO. ÐToma. TILO (su enorme alegría es sorda. La voz casi le tiembla). ÐNo, tenélo vos. (Pausa). ¿Cuán to hay? PATO. ÐTreinta y cinco cincuenta. RONCO. ÐLos muchachos fueron a buscar. TILO (le da un rollito). ÐToma lo mío. PATO. пCuánto es? TILO. ÐDoce. RONCO. ÐA que te quedaste sin nada. TILO. ÐNo importa. PICHÍN. пY con qué vas a pagar la cancha de esta tarde? TILO. ÐDespués vamos a ver. PICHÍN (riendo). пTe acordás cuando compramos las camisetas, qué lío para juntar la plata? TILO. пNo pasó Angélica? PATO. ÐTodavía no.
RONCO. ÐVení, che. Vamos a sentarnos. (Comienza a acercarse a la puerta). PICHÍN. СAhí no, che! (Eleva su protesta). ¡No ves que siempre están entrando y saliendo, y no lo dejan estar un rato tranquilo a uno! PATO. СCómo tarda la vieja, eh! (Se sientan, a pesar de Pichín). RONCO. ÐDe veras. PICHÍN. СPobre señora! ¡Está más asustada! PATO. СY vos antes la asustaste más todavía! PICHÍN. СQué voy a asustar, che! TILO (con rabia). СTotal, un susto más! RONCO. пPor qué decís eso? TILO. пTu vieja nunca se asustó? RONCO. СQué sé yo! ¡Me parece que sí! TILO. ÐPregúntale. Te va a contar lo que la mía me contó el otro día, del tiempo en que mi viejo se quedó sin trabajo. Todas tienen que pasar por lo mismo. RONCO. ÐY bueno che. Uno nace pobre y qué le va a hacer. TILO. пCuándo vos naciste te avisaron que ibas a ser pobre? PICHÍN. СQué le van a avisar, si le vieron la cara y se asustaron! ¡Sos feo, Ronco, eh! PATO. пNo podes hablar un poco en serio? PICHÍN. СUfa, che! ¡Siempre rezongando, vos! PATO. ÐY bueno, si se habla en serio se habla en serio. PICHÍN. СCallate, si vos no te reís ni a garrotazos! (A los otros). ¿Te acordás, Tilo, cuan do fuimos a ver esa de dibujos animados? (A Ronco). Estaba el perro ése, ¿sabés? que n o me acuerdo cómo se llama, que ponía la cola así, sobre un disco, como si fuera una púa . (Imita la acción del perro). La vitrola estaba dentro de la cucha, ¿sabés? y el perr o movía la boca (hace gestos) y hacía como que cantaba en inglés. Y los otros creían que era él el que cantaba. ¡Era un plato! Bueno, ¿vos crees que éste se rió algo? ¡Qué se va a r ! PATO. СSi tenía un gordo al lado que me tenía seco! RONCO. пEn dónde era? ¿En el chinche? PATO. ÐSí. RONCO. СTambién! PICHÍN. ÐAhí viene, ahí viene¼ (Aparece Rodolfo por la calle. Los muchachos se levantan mu y lentamente. Tilo queda último. Rodolfo sube al umbral y mira fijamente a Tilo, q uien lo desafía con la mirada). RODOLFO. ÐPor favor, quieren correrse un poco más allá y no sentarse en la puerta¼ (Tilo permanece de frente, mirándolo fijo y con profundidad, sin decir nada. Rodolfo op ta por entrar en la casa). PATO. ÐA este coso un día le voy a dar una torta que vas a ver¼ PICHÍN. СY no te dije que ahí no te dejan tranquilo! PATO. ÐVení, vamos enfrente. (Inicia la marcha). PICHÍN. пY a lo del gallego vas a ir? PATO (vuelve). СAl final no se puede estar en ninguna parte, acá! RONCO. ÐVení, vamos a la otra. (Desaparecen en dirección a la otra esquina. Tilo queda rezagado porque ha visto que llega Angélica. Los muchachos doblan la cabeza hacia atrás antes de desaparecer y ven el encuentro. Por la izquierda aparece el Panade ro, con una canasta bajo el brazo. Frente al balcón derecho, Tilo llama por primer a vez a Angélica, y el Panadero está ya frente a la puerta de la casa, llamando). TILO. ÐAngélica¼ (Angélica hace como que no lo ve y sigue su marcha. Tilo la sigue y cua ndo pasan frente a la puerta el Panadero toca el timbre y al mismo tiempo gira l a cabeza para ver la escena). Angélica¼ (Ya están frente al balcón izquierdo). ANGÉLICA (deteniéndose al fin). пQué querés? (Se abre la puerta y el Panadero olvida la esc ena). PANADERO. СBuen día! TILO (a ANGÉLICA). СNo tenés que estar enojada! VOZ DE ELENA. СAh, pase! ¡Venga, déjelo aquí! (El Panadero entra y la puerta se cierra tr as de él). ANGÉLICA. ÐAh, ¿te parece que no? TILO. ÐMira, yo no sabía lo que te pasaba. Pero de cualquier manera no tengo la culp a. Vos estás así, con esa cara, y a mí me parece que es por mí. ANGÉLICA. ÐSí, es por vos.
TILO. ÐNo, yo sé que no es por mí. ANGÉLICA. пQué estuviste averiguando? TILO. ÐNada. ANGÉLICA. ÐAlguien te contó algo¼ TILO (hosco). пAsí que yo no podía saberlo? ANGÉLICA. пQuién fue? (Pausa). ¡A que mamá te pidió a vos! TILO. ÐTu mamá no me pidió nada. ANGÉLICA. СYa sabía yo! TILO. пY si me hubiera pedido qué tiene? ANGÉLICA. СClaro! ¡Humillarme otra vez, qué importa! TILO. пTe parece que conmigo te vas a humillar por eso? ANGÉLICA. СCon vos y con cualquiera! Y no me lo niegues porque recién acabo de pasar po r eso. Mucha sonrisa, mucha amabilidad, pero cuando apenas les pude decir lo del dinero, empezaron a hablar de otra cosa, como si no entendieran. Y después te mir an como si fueras una qué sé yo¼ ¿Te parece que eso se puede aguantar? TILO. ÐPero conmigo es distinto¼ ANGÉLICA. ÐSí, es distinto. Pero igual tengo que rebajarme y humillarme. TILO. ÐOíme, Angélica, quiero que me entiendas. Con nosotros es diferente. Nosotros te nemos que ayudarnos. ¿Quién nos va a ayudar? ¿Tu tía? No. Nosotros tenemos que ayudarnos . Entre nosotros nadie se rebaja ni nadie se humilla. Si no fuera así no podríamos v ivir. (Corta pausa). Ir a pedirle a ellos sí es humillarse. ANGÉLICA. пY por qué tenemos que pedir? TILO. ÐEntre nosotros eso no es pedir. Uno sabe lo que es eso y no espera que se l o pidan. Aunque tenga poco. ANGÉLICA. пY por qué tenemos poco? TILO (mirando hacia abajo, sordamente). ÐEso es otra cosa¼ ANGÉLICA. ÐY además, ¿quién va a dar antes de que se lo pidan? ¿Eh? ¡Nadie! ¡Eso, nadie! TILO (suavemente). ÐEstás equivocada. ANGÉLICA (lo mira; no entiende). пCómo? TILO. ÐEstás equivocada. ANGÉLICA (lo escudriña) пPor qué? TILO. ÐLos muchachos empezaron a juntar sin que nadie les dijera una palabra. ANGÉLICA (comprende todo; su voz ahora es dulce). пQuiénes? TILO (señala hacia la otra esquina). ÐLos muchachos¼ todos¼ ANGÉLICA (algo perdida). ÐLes habrás dicho vos. TILO. ÐYo no les dije nada. Les dije que tu mamá necesitaba cien pesos, eso sí. ANGÉLICA. ÐClaro¼ (Pausa). ¿Y por qué se pusieron a juntar? TILO. ÐAhí está, ¿ves? Por qué. (La mira fijamente). ¿No te das cuenta que eso es lo menos q ue podemos hacer? (Finísimas ondas se cruzan entre los dos muchachos. Apenas se at reven a mirarse. De la casa sale entonces el Panadero, y vuelve por la izquierda . Cuando pasa frente a ellos, los mira sin cuidado y luego da vuelta la cabeza h asta que desaparece). ANGÉLICA (cariñosamente). ÐTilo¼ TILO. пQué? ANGÉLICA. пY ellos tienen plata? TILO. ÐY¼ un poco cada uno¼ ANGÉLICA. пPero no les hace falta? TILO. пY a quién no le hace falta? ANGÉLICA. ÐBueno, pero no es cuestión de que ellos se queden¼ TILO (interrumpiendo). ÐAhora hay alguien a quien le hace falta más que a nadie, ¿no? ANGÉLICA. ÐSí¼ TILO. ÐBueno, ¿y entonces? (Pausa. Angélica va comprendiendo más y más). ANGÉLICA. пMe perdonás por todo lo que te dije antes? TILO (refunfuñando). ÐVos también tenes razón. Uno no tendría que pasar por esto. ANGÉLICA (cariñosamente lo toma del brazo y se recuesta sobre su hombro, como hacen las muchachas amantes de los barrios). пMe acompañás? Vamos a ver si vino Andresito¼ TILO (señalando la casa). ÐTu mamá está acá. ANGÉLICA (se separa pero no bruscamente). пFue a preguntar? TILO. ÐNo sé. Me imagino que sí. ANGÉLICA. пYa sabe que están juntando?
TILO. ÐNo. Creo que no. ANGÉLICA. СSe va a poner de contenta! TILO. ÐBueno, anda a ver si vino Andresito. ANGÉLICA. пNo me acompañás? TILO. ÐNo. Averigua si vino y después volvé. Yo me quedo a esperar a tu mamá. ANGÉLICA (se va a ir). ÐBueno¼ TILO. ÐSi ves a Andresito¼ no le digas nada, ¿sabés? ANGÉLICA. пNo le diga nada de qué? TILO. ÐDe esto¼ De la plata¼ ANGÉLICA. пY por qué no? TILO. ÐY¼ no tiene necesidad de saberlo¼ ¿Para qué lo va a saber? ANGÉLICA. пY lo que me dijiste antes? TILO. ÐSi uno tiene necesidad de saberlo, está bien, no hay que avergonzarse. Pero s i no lo tiene que saber¼ (Angélica mira hacia atrás, luego hacia más allá, y como nadie es tá mirando le escurre un beso en la mejilla. Luego se escapa, dejando a Tilo un ta nto sorprendido y lleno de amor. Tilo vuelve lentamente, con sus pensamientos, y cuando llega más allá de la esquina, se encuentra con Mingo, que llega por la calle derecha). MINGO. пTodavía no vino, Tilo? TILO. ÐParece que no. MINGO. СQué fenómeno! TILO. пSabés que estamos juntando, no? MINGO. ÐSí. Aquí traje diez mangos. TILO. ÐCincuenta y siete cincuenta. MINGO. пCómo? TILO. ÐCon esos tenemos cincuenta y siete con cincuenta. (Los muchachos que estaba n enfrente vuelven despacio. Pato, cajero absoluto, viene adelante). MINGO. ÐApenas la mitad. TILO. ÐApenas la mitad. PATO (ya llegó). пTrajiste, Mingo? MINGO. ÐSí, nada más que diez. PATO. ÐDame. RONCO. пAhora quién falta, che? PATO. ÐY¼ falta el Ñato. PICHÍN. СQué va a poner el Ñato? TILO. пPor qué no puso el Ñato? PATO. ÐDice que no tiene¼ TILO (sordo). ÐNo tiene¼ RONCO. ÐY el viejo es dueño de una tienda. TILO (concentrado). ÐPor eso es que no pone. PATO. пEso qué tiene que ver? TILO. ÐTiene mucho que ver. PICHÍN. ÐBueno, che, no te la tomes así. Si el Ñato es amarro33, ¿qué le vas a hacer? TILO. пY Tesorieri? PATO. ÐY¼ Tesorieri no labura. Puso cincuenta guitas. PICHÍN. ÐPero dijo que iba a buscar más. RONCO. пDe dónde va a sacar? PATO. СClaro! (Se sientan nuevamente en la puerta). PICHÍN. ÐY¼ anda a saber¼ TILO. ÐLa cuestión es que falta casi la mitad. (Pausa profunda, pero no muy larga). PICHÍN (contando). ÐCincuenta y siete cincuenta¼ sesenta y siete cincuenta¼ setenta y si ete cincuenta¼ MINGO. ÐFaltan cuarenta y dos cincuenta. PICHÍN. СChe, qué rápido sos vos! MINGO. ÐY¼ de cuando estaba en la feria, ¿sabés? (Pausa profunda). TILO. ÐCuarenta y dos cincuenta¼ (Pausa). PATO. пDe dónde lo podíamos sacar? (Pausa). PICHÍN. ÐÚnicamente que asaltáramos a alguien¼. (Pausa). RONCO. ÐChe, ¿y Cañita? (Pausa). PATO. пA dónde lo vas a ir a buscar ahora? (Pausa).
MINGO. ÐSe necesita antes de las doce¼ (Pausa). TILO (pensativo). ÐDe alguna manera tenemos que conseguirlo. (Pausa. Por derecha, a paso rápido, aparece Teso. Llega contento). PATO. ÐSí, vos lo decís fácil. ¿Pero cómo? TESO (ya llegó). ÐToma. (Le da a Pato varios billetes). PATO (cuenta). пSiete mangos? PICHÍN (abrazándolo por detrás). СTesorieri! ¿A quién robaste? TESO. СQué a quién robé, che! PICHÍN. пVendiste la dentadura? TESO. ÐSalí, che, salí. PICHÍN (le quiere abrir la boca, se pelean en broma, etc.). пA ver? ¡Mostrame, mostrame ! TILO. пCuánto hay ahora? MINGO (rápido). ÐSesenta y cuatro cincuenta. Faltan treinta y cinco cincuenta. PATO. ÐYa falta menos, ¿ves? PICHÍN. ÐContá, Tesorieri. ¿De dónde los sacaste? TESO. пCómo de dónde los saqué? Le conté a la vieja lo que pasaba y ella me los dio. (Sus p alabras producen un corto silencio en los muchachos. Se miran entre ellos). PICHÍN (rompiendo la situación). пY cómo te creyó, Tesorieri? TESO. ÐMira, yo no laburaré, pero en mi casa cuando pido es para algo serio. Para ot ras cosas me la rebusco por ahí, como puedo. RONCO. пY por qué no laburás, Teso? TESO. ÐYo quiero laburar. Pero cuando laburo seguido tengo menos plata que ahora. Además a vos te da bronca saber que siempre vas a estar en la construcción y nunca v as a salir de ahí. PATO. пY por qué no fuiste a estudiar al colegio de noche? PICHÍN. СSi ahí no se aprende nada, che! TESO. ÐY después que venís roto del laburo, ¿vas a ir allí? RONCO. ÐY bueno, hay que sacrificarse¼ TESO. пPorqué hay que sacrificarse? ¡Estás loco! ¡Espera que yo me acomode y vas a ver! PATO. пQué? ¿Te prometieron un puesto? TESO. ÐTodavía no, no quiero mentir. Pero me lo van a prometer. PATO. ÐSí. Vos seguí esperando. TILO. ÐY después de que te lo prometan¼ ¿cuánto vas a tener que esperar? TESO. ÐY, no sé. ¡Pero salir va a salir! PATO. пY vos tenes la esperanza todavía? TILO (serio). ÐSi no fuera por la esperanza. TESO. СY qué vas a hacer! Si no tenes nada, hay que esperar. TILO. ÐClaro. Esperar. PICHÍN. пY mientras por qué no trabajas, Teso? TESO. пEstás loco? ¡Si saben que trabajo no me consiguen nada! Además, algunas changuitas 34 me las hago¼ RONCO. пNo querés venir a arreglar la azotea de mi casa? TESO. пQué tiene? RONCO. ÐHay goteras. TESO (dudando). пSon grandes? RONCO. ÐNo sé. Adentro siempre llueve. TESO. ÐPorque mira que quién sabe no se puede arreglar, eh. RONCO. ÐY¼ si no se puede no se puede. PICHÍN. пYa te estás tirando a muerto, Teso? TESO. СNo che! ¡Qué me voy a tirar! (A Ronco). Bueno; cuando querés que vaya me avisas. RONCO. пCuánto me cobras? TESO. ÐNada. Eso sí. Vos dame el material. RONCO. ÐNo. Si venís me cobras, si no no. TESO. ÐBueno, de eso después hablamos¼ PICHÍN. пPero vos sabés hacer eso, Teso? TESO (con suficiencia). СVamos, che! MINGO. СNo, eso sí, eh! Tesorieri trabaja bien. (A Teso). ¿Te acordás cuando levantaste l a parecita de la casa? TESO (entusiasmado). СAh, te acordás, Mingo! ¿Viste que fenómena que quedó? Estaba al pelo,
¿eh? TILO (que lo miraba detenidamente). пNo decías que no te gustaba el oficio? TESO. ÐNo, a mí el oficio me gusta. ¡Yo me pongo a laburar y me olvido de todo! Pero d espués, che, ¡no sos más que un albañil! RONCO. пY eso qué tiene que ver? TESO (dispuesto a discutir). пCómo qué tiene que ver? PATO. ÐBueno, che, acábenla, que tenemos que conseguir la plata. PICHÍN. ÐDe veras. ¿Cuánto faltaba, Mingo? MINGO. ÐCon lo que trajo Tesorieri, ahora falta treinta y cinco cincuenta. (El Ñato aparece por derecha, con cara especial). PICHÍN. СTreinta y cinco cincuenta! (Llega el Ñato. Secamente le da dinero a Pato). ÑATO. ÐToma. (Va a un rincón). PATO (cuenta). ÐVeinticinco. PICHÍN (lo agarra). СAh, Ñato, te destapaste! ÑATO. СSalí, salí! PICHÍN. ÐY bueno¼ Hubieses dicho que ibas a buscar. ÑATO. ÐEso es para que sepan que yo no me llamo veinticinco pesos. TESO. СAsí me gusta, Ñato! (Lo agarra él también). ÑATO. СVos también, salí de ahí! PATO. ÐMira, Ñato, ahora porque trajiste plata no te mandes la parte, ¿eh? TILO. пCuántos faltan ahora? Diez con cincuenta, ¿no? MINGO. ÐSí. PATO. пDe dónde los sacamos? RONCO. ÐEsperaá. Yo voy de mi tía35. Quién sabe consigo algo. PATO. ÐNo, qué vas a ir hasta lo de tu tía¼ RONCO. СSi queda a una cuadra! (Yéndose). ¡Esperá, en seguida vengo! MINGO (contento). ÐFalta poco ahora, ¿eh? PICHÍN. ÐChe, ¿y la vieja no sale? TESO. пNo salió todavía? PATO. ÐNo. TESO. СDe veras, qué raro! TILO. ÐY¼ estarán llamando por teléfono. PICHÍN. СClaro! TESO (viniendo, acercándose a Tilo). ÐChe. ¿Cómo lo van a llamar al puente? PICHÍN. ÐEsportivo36 penal. TESO. ÐCon Boca no te metas, ¡eh! MINGO. ÐEs grande ¿no? PATO. ÐAndresito me dijo que medía como una cuadra. PICHÍN. ÐYo siempre me pregunto cómo no se caen los puentes. Porque son así ¿no? (Estira l as manos y junta las puntas de los dedos). Pero aquí en el medio no los sostiene n ada¼ (Señala con una mano la punta de los dedos de la otra). TESO. ÐEn algunos sí. Hay columnas. ¿No viste? PICHÍN. ÐSí, en algunos. Pero en muchos no. MINGO. ÐY, todo está estudiado. PICHÍN. СClaro que está estudiado! ¡Qué vivo! (Siguiendo). ¡Pero cómo se sostienen, eh! Vos, no los hubieras visto, ¿hubieras dicho que eso podría ser? PATO. ÐDe veras. ¡Hay cada puente fenómeno! PICHÍN. пQuién los habrá inventado? TILO. ÐEsas cosas no se inventan. Hay necesidad de hacerlas y se hacen. TESO. пY esos puentes fenómenos también? TILO. ÐY¼ cada vez sale mejor. PICHÍN. пQuién habrá sido el primero que hizo un puente? MINGO (sonriendo). ÐHabrá sido el hombre de las cavernas. Tiró la tabla e hizo un puen te chiquito¼ ÑATO (que reaparece). ÐEn aquel entonces no había tablas, che. En todo caso habrá sido u n árbol. TESO. пTe despertaste, Nato? ÑATO. ÐVos salí de ahí. MINGO. СY bueno! ¿Al final de cuentas no es lo mismo? PICHÍN. СPero hay que ver, eh! Después de todo no es nada del otro mundo. Pero mira si
no estuvieran los puentes. MINGO. ÐY¼ todo el mundo estaría separado. TILO. пY ahora está junto? MINGO. ÐY¼ Por lo menos¼ (No sabe qué decir). PICHÍN. пY la radio, che? ¿La otra vez no escuchamos la pelea desde Nueva York? TILO. пY eso qué tiene que ver? TESO. пY el teléfono? PICHÍN. пEso tampoco tiene que ver? Si vos querés hablar con China, ¿no podes hablar? TILO. ÐSí, hablar sí. PICHÍN. пY entonces? PATO. СCallate, pajaren! ¿No ves que vos no lo comprendés?¿Cuándo te vas a dar cuenta que37 el Tilo es más inteligente que vos? PICHÍN. ÐMira, che. Ya me tenes seco con eso. ¿Me vas a decir que vos lo comprendes? A nda, anda¼ ¡Si se entiende él solo! (Aparece por la derecha el Padre. Llega abatido. N o es más el hombre que se vio en el interior de la casa durante el acto anterior. Camina lentamente, bajo el peso enorme de algo así como una desgracia. Cuando lleg a frente a la puerta, los muchachos se abren en abanico y luego se corren hacia el balcón derecho para darle paso. El Padre, antes de entrar, mira a los muchachos y se dirige, con voz muy suave y triste, más cansada que nunca, a Tilo). PADRE (le hace una pequeña seña, pues Tilo mira desafiante). ÐVenga¼ TILO (acercándose desconfiado). пSí? PADRE. ÐEste¼ dígame., ustedes son amigos de¼ (Señala hacia la izquierda). ¼ este muchacho d e aquí, de la mitad de cuadra¼ ¿no es cierto? TILO (un poco alarmado). пDe Andresito? PADRE. ÐAndrés, sí. Andrés se llama. TILO. СClaro que somos amigos! ¿Por qué? PADRE. ÐDígame¼ ¿Con quién más vive, además de la Madre? ¿Tiene Padre él? TILO. ÐNo, vive con la Madre y la hermanita. PADRE. ÐAh¼ (Queda pensando). Bueno, gracias, eh¼ TILO (reacciona). ÐPero, ¿por qué me pregunta eso, diga? PADRE (que ya dio la media vuelta y tiene la mano en el picaporte). ÐPor nada, por nada¼ (Padre se va. Tilo queda unos segundos frente a la puerta cerrada y luego v uelve al balcón derecho, donde están los muchachos. Sólo Pichín estaba espiando Ðno oyendoÐ la conversación. Ahora está más cerca que ninguno). PICHÍN. пQué te dijo. Tilo? TILO (lo mira). ÐMe preguntó por Andresito. MINGO. пQué te preguntó? TILO (para sí mismo). ÐCon quién vivía. PICHÍN. пPor qué te preguntó eso? TESO. пY vos qué le dijiste, Tilo? PATO. ÐChe, déjenlo que hable; si no, no va a poder decir nada. TILO (después de un corto silencio, cargado de electricidad). ÐMe preguntó con quién vivía y yo le dije: con la Madre y la hermanita. Nada más. (Gran silencio de todos). PATO (con casi un poco de terror). ÐChe, ¿le habrá pasado algo de veras? (Nuevo gran s ilencio de todos). MINGO. ÐQuien sabe es para avisarles que hoy no va a venir¼ ÑATO. пY vos no le preguntaste nada, Tilo? TILO. ÐSí, pero se fue igual. Qué sé yo. Me agarró de sorpresa. TESO. ÐClaro¼ Debe ser para avisarles¼ MINGO (sin mucha seguridad). ÐClaro¼ (Tilo inicia el paso hacia el otro balcón lentame nte, seguido por todos los muchachos. Cada uno, cuando pasa frente a la puerta, la mira como si esperase que se abriese en ese momento. Teso, último, mira también h acia arriba, hacia el cielo). TESO. пViste cómo se aclaró, Mingo? (Nadie le contesta. Se apoyan en el balcón). PICHÍN (venía pensando en la posibilidad de algo triste). СNo, che! ¡Qué le va a pasar! ¿Por qué tienen que pensar lo peor? ¡Hay que embromarse! (Llega Ronco, a paso rápido). TESO (al verlo). пConseguiste, Ronco? RONCO. м lo que faltaba¼ PATO (toma la plata; cuenta). ÐFaltaban diez cincuenta. Toma. (A Ronco). Sobran ci ncuenta guitas.
RONCO. ÐDáselos a éste, que los puso. (Señala a Teso). TESO (haciéndose el actor). ÐChe, ¿ahora me lo desprecian? RONCO. ÐBueno, entonces dámelos a mí. TESO. ÐRaja, che, raja. (Se coloca en medio de los dos y toma los cincuenta centav os, que guarda). PICHÍN. СSos artista, Tesorieri, eh! PATO. пY ahora, Tilo a quién se lo damos? ¿Esperamos a la vieja? TILO (que continúa con la misma preocupación). ÐNo, mejor se lo damos a Angélica. Quedó en venir en seguida. PATO. ÐBueno, toma. TILO (toma la plata y después mira a todos). СEstén seguros que38 se los van a devolver , eh! PATO. пY quién habla de eso, ahora? TESO. пAcaso no conocemos a Andresito? ÑATO. ÐChe, él lo dice para aclarar. PICHÍN. СQué! ¡Ya estás esperando que te lo devuelvan, vos! ÑATO (amenazador). СMira, no cargues más, eh! RONCO (a Tilo). ÐVos decile que no se preocupe y que no se apure. Que cuando tenga que los devuelva. PATO. ÐClaro. ¡No van a salir de una para entrar en otra! TESO. ÐClaro¼ (La barra se desparrama contra la pared y queda Tilo mirándolos, con el dinero en la mano. De pronto, aparece Angélica por la calle de la izquierda). Tilo , te buscan¼ (Tilo se une a Angélica y van hacia el otro balcón, porque así lo quiere An gélica que sigue caminando. No quiere recibir el dinero frente a los muchachos. Ésto s van lentamente hasta la puerta y allí se sientan algunos). TILO (caminando). пNo vino? ANGÉLICA (igual). ÐNo. TILO. ÐAh, no. (Llegan al balcón derecho). ANGÉLICA. пY mamá? ¿No salió todavía? TILO. ÐNo. ANGÉLICA. пQué estará haciendo? TILO. ÐY estarán llamando. (Pausa). Toma la plata. (Angélica la mira, duda). ¡Toma! (Angél ica la toma tímidamente. Los muchachos miran desde la puerta). ¡Son cien justos! ANGÉLICA (muy dulce). пLes costó mucho? TILO (disimulando). ÐNo. ANGÉLICA. пDespués les das las gracias¼ de parte de mamá? TILO. ÐQué gracias. Nosotros no tenemos que darnos las gracias. Sería cuestión de no aca bar más. ANGÉLICA. ÐBueno, pero algo deciles¼ TILO. ÐEllos entienden sin que se les diga nada. No hay necesidad de hablarles. ANGÉLICA (después de una pequeña pausa). ÐEscúchame, Tilo. (Como pidiendo perdón). Desde hoy en adelante los voy a saludar¼ (En mitad de la frase de Angélica comienza a oírse el ulular de una sirena de ambulancia. Se hace un poco más fuerte pero siempre es alg o lejano, aunque no mucho. Por curiosidad, algunos muchachos con su característica pachorra, se corren hasta el cordón de la vereda y desde allí miran hacia donde vie ne el ruido de la sirena. Pichín es el primero). PICHÍN (el sonido cesó; habla casi sin aliento, trágicamente). СMuchachos; paró en lo de An dresito! (Primero Pichín, y detrás de Pichín todos corren por la calle izquierda, en d irección a la casa de Andresito. Tilo y Angélica habían quedado paralizados por el gri to de Pichín. Al fin Tilo también echa a correr. Angélica hace lo mismo, detrás de Tilo, pero cuando ve la ambulancia, estando ya frente a la puerta de la casa, se qued a rígida. El terror la domina. Su rostro expresa la angustia que la paraliza. Tilo , que había llegado hasta el fin del balcón izquierdo, también se detiene para esperar a Angélica. Ve la inmovilidad de la muchacha, y ve también su puño apretado, por dond e aparece el dinero juntado por los muchachos, que se adelanta a su figura, como queriendo que éste llegue antes que su cuerpo. Los dos están inmóviles cuando comienz an a sonar las campanas de la iglesia. El ritmo ahora es más lento. Cae la luz. La s campanas continúan su redoble, aún después de hacerse completa la oscuridad). CAMBIO DE MOVIMIENTO En la oscuridad, mientras las campanas mantienen su monótono acorde, la calle desa
parece para dar lugar nuevamente al interior de la casa. Cinco segundos antes de iluminarse nuevamente la escena, el tañer de campanas sube en tirabuzón y toma de n uevo el ritmo más rápido del comienzo del acto. Recién entonces se abre el telón, dejand o ver el interior de la casa. Allí termina el redoble con tres fuertes campanadas aisladas. SEGUNDO MOVIMIENTO LA CASA Continúa la escena interrumpida al final del primer acto. Elena martillando la hor quilla del aparato. Las campanas cesan su redoble terminando con tres campanadas aisladas. ELENA (martillando). СHola! ¡Hola! (Le contestan). ¡Señorita! ¡Yo pedí con Campana, dos, tre , siete! (Oye. Gesto de disgusto). ¡Por favor, señorita! ¿quiere volver a insistir? (S uplicando). ¡Por favor, señorita! Bueno, gracias¼ (Se levanta y mientras camina en dir ección a la puerta de calle se oye un nuevo timbrazo. Sólo dos segundos la escena pe rmanece desierta, cuando se oye:) ¡Ah!, ¿es usted? ¿Quiere pasar? (Detrás de Elena, que cruza toda la habitación en busca de un cigarrillo que luego enciende, entra la Ma dre, tímida). MADRE. ÐGracias, señora. ELENA. пQué la trae por acá? MADRE. ÐUsted¼ se imaginará, señora¼ Yo quería preguntarle¼ ELENA (indiferente). пQué? MADRE. ÐComo mi hijo todavía no vino¼ ELENA. ÐAh, no. MADRE. ÐQuería preguntarle si usted sabe algo. ELENA. пQué puedo saber yo? MADRE. ÐY¼ yo decía. Como trabaja con el ingeniero¼ (Pausa, mira hacia adentro). Él todavía no vino, ¿no es cierto? ELENA. ÐNo, todavía no. (Recién enfrenta a la Madre). MADRE (se le escapa). пHa visto? ELENA (un poco molesta). пHa visto qué? MADRE. ÐNo, decía¼ ¿No es raro? ELENA. ÐUsted lo verá raro. Se ha retrasado, nada más. MADRE. ÐSí, pero tenían que venir ayer. ELENA. ÐHabrá tenido que hacer. MADRE. ÐSí, eso es lo que yo quiero pensar, pero¼ ELENA. пPero qué? MADRE. ÐNo, nada¼ ELENA (mirándola desde arriba). ÐMe parece que su imaginación trabaja demasiado. MADRE. ÐY señora¼ ELENA. ÐVea, vuelva a su casa y espere sin miedo, que ya llegará su hijo. MADRE. ÐSí, ya sé, él va a llegar. ELENA. пY entonces de qué tiene miedo? MADRE. ÐNo, no es miedo, señora. ELENA. пAh, no? MADRE. ÐNo, miedo no. ELENA. пY entonces? MADRE (pausa. No encuentra la verdadera respuesta). ÐLa vida me ha enseñado así. ELENA. ÐEso no es manera de vivir. MADRE. ÐYa sé que no. ¿Pero qué le va a hacer? No hay otro remedio. Un golpe detrás de otr o le enseñan a una que no puede quedarse tranquila. ELENA. ÐPero caramba. El que su hijo tarde un poco no es motivo para preocuparse t anto¼ MADRE. ÐSí, ya sé. Yo no digo que le haya pasado algo. Pero como todavía no llegó¼ ELENA. ÐTodos esos golpes que usted dice, deberían por lo menos haberla hecho un poc o más dura. MADRE. ÐNo, no crea eso, señora. Es mentira. Los golpes ablandan. Y una piensa que e l que viene ya no lo va a poder resistir. ELENA (rompiendo). ÐBueno, me parece que ya estamos hablando tonterías. Perdone que hoy no tenga.ganas de conversar; no me siento bien. Ahora váyase a su casa y esper e que de un momento a otro su hijo llegará.
MADRE. ÐNo, no son tonterías, señora. ELENA. ÐBueno perdóneme; pero de cualquier manera no tengo muchas ganas de conversar . MADRE (sin intención, sinceramente). ÐClaro, yo la estoy molestando. ELENA. ÐNo, molestando no. Simplemente no me siento muy bien. MADRE. ÐUsted también está preocupada, eh¼ ELENA. пQuién dijo eso? MADRE. ÐY¼ yo me doy cuenta. ELENA. СPor favor! Usted ve fantasmas por todas partes¼ Todas ustedes son iguales. En la tontería más pequeña adivinan una tragedia. MADRE. ÐY ¼ la vida. ELENA. СLa vida! MADRE. ÐY, claro¼ la vida. ELENA (dirigiéndose a la puerta de calle). ÐUstedes se la pasan hablando de la vida y ni siquiera tienen fuerza para soportarla. MADRE (interrumpiéndole el viaje). СSeñora! ELENA (dándose vuelta). пQué? MADRE. ÐUsted perdone que la moleste, pero ya que tiene teléfono, ¿por qué no trata de c omunicarse? ELENA. ÐYa lo hice. MADRE. пNo consiguió? ELENA. ÐEstoy esperando. MADRE. ÐAh, sí¼ ELENA. ÐAhora nomás deben contestar. MADRE (ansiosa). ÐYo también quise hacerlo desde la panadería, pero no pude conseguir. ELENA. ÐBueno, váyase tranquila y no piense más cosas raras. (Arranca otra vez hacia l a cortina que da a la salida y queda allí). MADRE (antes de que sea demasiado tarde). пSería mucho pedirle que me dejara estar aq uí, para saber si contestan? ELENA (un poco sorprendida primero, luego, como diciendo: ¡qué vamos a hacer!). ÐBueno¼ quédese¼ ahí tiene una silla. (Vuelve). MADRE. ÐNo, gracias, señora, estoy bien así. ELENA. ÐMe imagino que no va a estar todo el tiempo parada. Siéntese. ¿Quiere? MADRE. ÐGracias, señora. (Se sienta). ELENA. ÐAunque con estarse ahí no va a ganar nada¼ Pero si a usted le gusta¼ MADRE. ÐEs que¼ además¼ necesito saber en seguida si viene o no viene, ¿sabe? ELENA (curiosa). пPor qué? MADRE. ÐPorque hoy traía la quincena y¼ ELENA (cortándole). СAh! (Después de una pequeña pausa). Pero de cualquier modo me parece que no ha de ser mucho lo que trae. MADRE. ÐY, para nosotros es bastante, señora. ELENA. ÐBueno. (Molesta). Si quiere esperar espere. (Suena el timbre del teléfono. E lena se acerca rápidamente. La Madre se yergue. Al instante aparece Rodolfo por la puerta interior. Ahora lleva puesta una camisa. Mira desde allí a Elena). ¡Hola! (E scucha). Sí¼ (Primero desagrado y luego violencia). ¡No, señorita, no está! (Cuelga). RODOLFO (con intención). пPara quién era? ELENA (sorprendida primero, luego fría). ÐNo era para usted. (Rodolfo hace una mueca de rabia, comprendiendo que era «su» llamado, y se va). MADRE (sin darse cuenta de nada). СLindo muchacho, eh! (Elena no contesta). Más o men os de la misma altura que Andresito. ELENA (por decir algo). пQuién es Andresito? MADRE (sorprendida). СMi hijo! ELENA (como recordando). ÐAh, sí. MADRE. пTiene veintitrés años también? ELENA. ÐSí, creo que sí. (Ya la cansa). MADRE. СQué linda edad es ésa! La vida tiene otro color en esos años. ELENA (aparenta condescendencia, pero es ironía), ÐTrate de no hablar más de la vida, por favor¼ MADRE (se achica). ÐPerdone, señora. (Pequeña pausa). Pero es tan difícil hablar de cual quier cosa sin hablar de la vida¼
ELENA. ÐSí, ya sé. Eso es lo que le pasa a ustedes, que no saben pensar en otro cosa. MADRE (ingenua). пY en qué otra cosa se puede pensar? (Rodolfo llega desde adentro co n un saco sport; cruza lentamente y se va por la puerta de calle). ELENA (antes de que desaparezca). пA dónde vas? RODOLFO (con intención). СA hablar por teléfono! (Sale). ELENA (sin poder disimular los nervios). СQué barbaridad! MADRE. ÐEh, todos los muchachos son iguales¼ Hay que saberlos llevar y tratar de ens eñarles. Ellos se enojan, rezongan, protestan¼ hasta insultan. Pero es porque son jóve nes. Después se les pasa y ya no se acuerdan más de nada. Y cuando son dos hermanos, es mucho peor. Uh, ¡en casa he tenido que pasar por tantas! Ustedes mismos, se ha brán peleado bastante, a pesar de la diferencia de edad¼ ELENA (con simpleza). ÐNo es tanta la diferencia de edad. MADRE (no hace caso). ÐEs que los muchachos son así. (Habla con cariño). Ellos se enoj an, después se ríen, después se vuelven a enojar¼ siempre así. Ellos no piensan, ¿sabe? Eso es lo bueno¼ ELENA. ÐO piensan cosas que no deben pensar. MADRE (atreviéndose a hablar casi íntimamente). ÐNosotras también pasamos por eso, ¿eh? ELENA (queriendo tomar risueñamente la situación pero logrando sólo demostrar su disgu sto). ÐParece que usted está decidida a aumentarme la edad a la fuerza¼ No sé si se habrá dado cuenta que entre usted y yo hay un montón de años de diferencia. MADRE. ÐSí, válgame Dios. Salta a la vista. Usted es una señora muy joven. (Pausa). Pero ya está casada¼ tiene su hogar¼ en fin, ya tiene la vida hecha. ELENA (intentando divertirse). СQué gracioso! ¡De manera que cuando una se casa ya tien e que olvidarse de la juventud! MADRE. ÐY¼ se la hacen olvidar a una¼ ELENA. ÐEso le habrá ocurrido a usted. MADRE (pensando). ÐSí¼ claro¼ Con usted puede ser diferente. Usted tiene de todo aquí. Per o en cambio yo¼ Además usted no tiene hijos. ELENA (fría). ÐNo tengo porque no quiero tenerlos, simplemente. MADRE (asombrada). пPor qué no quiere tenerlos? ELENA. ÐClaro. (Hay un silencio. El asombro de la Madre molesta a Elena). Siempre hay tiempo para esas cosas. Los hijos son muy lindos pero dan demasiado trabajo. (Madre cada vez más asombrada). Además, ahora, con este problema del servicio domésti co, ¡ni qué pensar! MADRE (se restablece de la sorpresa poco a poco; cree que comprende). ÐAhí está, ve. U stedes piensan todo. En cambio, una ni piensa en el hijo. Lo tiene y se acabó. Cua ndo ya está, hay que darle de comer. Eso es lo que hay que pensar en ese momento. Otra cosa no. (Pequeña pausa). Y cuando se descuida llega el otro, atropellándolo to do, comiéndolo todo. ¡Ah! ¡No dan tiempo para pensar, no! ELENA. пY para qué tiene hijos? MADRE. ÐY¼ si uno no tiene hijos¼ ¿para qué se casa? Ellos a pesar de todo, nos dan lo mej or. ELENA. ÐEntonces no se queje. MADRE. ÐNo, yo no me quejo. ¿Quién se puede quejar? Claro que sería tan lindo poder darl es todo lo que una quiere¼ ELENA. ÐCreo que se trata de saber hacerlo, nada más. MADRE. ÐSí, señora, usted lo dice muy fácil, pero una tiene que tener para poder darles. ELENA. ÐTrabajando se tiene. MADRE. ÐSí, pero no alcanza. ELENA. ÐPorque cada día quieren más y más. MADRE. ÐNo, señora. Una quiere para lo que necesita, nada más. (Nota que Elena está mole sta). Pero no vaya a creer que yo me quejo. Una vive¼ Es pobre, pero qué se le va a hacer, Dios así lo quiso. Una vive¼ ELENA. ÐMenos mal. Ahora hay muchos que no lo comprenden así. MADRE. ÐY¼ son los jóvenes, ¿sabe? ELENA (continuando con su idea). ÐSe creen que los que han hecho una fortuna la ha n hecho porque sí. MADRE (continuando con la suya). ÐPero después a una la vida le enseña. ELENA (en la misma dirección). ÐComo si costara poco. MADRE (reaccionando). ÐSí, no vaya a creer que yo no la entiendo. ¡Me imagino lo que d
ebe costar! (Lo dijo ingenuamente). ELENA (insistiendo). ÐLa gente se cree que una tiene dinero por su linda cara. MADRE (de acuerdo). СQué esperanza! ELENA. ÐEl que tiene, tiene porque se lo ha ganado. MADRE. ÐClaro. ELENA. ÐY el que no tiene, no tiene porque no se lo ha sabido ganar. MADRE. ÐSí, pero sería tan lindo no tener que pensar en eso. ELENA. пCómo no pensar en eso? MADRE. ÐY¼ claro¼ Una tendría que trabajar y nada más. Ganar para lo que necesita. Si uno no trabajara sería diferente. Pero si uno trabaja debería tener derecho a vivir en p az. ELENA (más cansada). ÐVea, a mí no me interesa en absoluto. Pero no me explico cómo es q ue si trabajan los tres no les alcanza el dinero¼ MADRE. ÐY¼ es que pagan poco, ¿sabe? ELENA (la mira inquisora). пQué quiere decir con eso? MADRE. ÐNo, señora. No vaya a pensar que lo digo por Andresito. El es joven y en com paración le pagan bastante bien. Pero a nosotras, a mi chica y a mí¼ ELENA. СAh! Yo creí que tampoco estaba conforme con lo que le pagan a su hijo. MADRE. ÐNo, ¡qué esperanza! Él gana bien. Y está muy contento con el ingeniero, ¿sabe? ELENA. СSí, como para encontrar otro igual que Luis! MADRE. ÐAndresito también es muy bueno¼ ELENA (retadora). ÐTodos esos que están en la calle son sus amigos, ¿no? MADRE (tímidamente). ÐSííí¼ ELENA. ÐEntonces no podrá ser muy bueno, si se junta con ellos. Están todo el día atorra nteando por ahí. Por lo menos podría decirles que no se paren en esta esquina. MADRE (sin solución). СY! ¿A dónde van a ir los muchachos? ELENA (asombro y enojo). СCómo adonde! ¡Como si no hubiera más sitios que éste! MADRE (siguiendo sus pensamientos). ÐY no es por contradecirla, señora, pero son tod os buenos muchachos. Lo que pasa es que son todos muchachos de la calle. Pero de cualquier manera Andresito es diferente. Yo traté de que estudiara todo lo posibl e. Después, desgraciadamente, tuvo que ponerse a trabajar, pero¼ (Entra RODOLFO por la puerta de calle. Lento, altivo). ELENA (interrumpiendo a la Madre). пYa hablaste todo lo que tenías que hablar? (Rodol fo la mira con desprecio y no contesta. Entra y desaparece). MADRE. СAh, qué lindo muchacho! ELENA (irónica, pero para sí). ÐSí, muy lindo. MADRE (con cierta pena, pero sin envidia), СÉl sí que puede estudiar, seguir una carrer a, ser un hombre importante!¼ ELENA (como antes). ÐUn hombre importante¼ MADRE. ÐSí, ya lo creo. Usted se imagina, dentro de unos años¼ (Se oyen dos fuertes timb razos). ELENA. СQuién puede ser ahora! (Desaparece por la cortina. Sólo dos segundos está la Madr e sola, mirando, pequeña, pequeñísima, a su alrededor. Luego entra Elena, después de hab erse oído:) PANADERO (jovial). СBuen día! ELENA. СAh, pase! ¡Venga, déjelo aquí! (Entra ahora Elena seguida por el Panadero). Un mo mentito¼ (Desaparece, yéndose al interior de la casa). PANADERO (a Madre). пCómo? ¿Usted aquí? MADRE. ÐYa lo ve¼ PANADERO. пTodavía no se pudo comunicar? MADRE. ÐNo. PANADERO. пY qué dice la señora? MADRE. ÐY¼ ella también está esperando¼ (Entra Elena con una panera). ELENA. ÐPóngalo aquí. PANADERO. ÐCómo no, señora. (Coloca el pan). Hoy viene el ingeniero, así que le dijo un kilo, ¿no? ELENA. ÐSí, un kilo. (Silencio de todos). PANADERO. ÐDesde mañana aumenta el pan, ¡eh! ELENA. СCómo, otra vez! PANADERO. ÐY, qué le va a hacer, todo sube.
ELENA. ÐMe parece que aquí hay bastante trigo¼ PANADERO. ÐSí, pero usted sabe, todos quieren ganar más¼ (Ya terminó de colocar el pan). ELENA (llevando el pan adentro). СYo no sé adonde vamos a ir a parar! PANADERO (La Madre es un excelente blanco). ÐImagínese. Todo sube, el sueldo no alca nza. Entonces piden aumento. Viene el aumento, entonces todo sube. Y no alcanza el sueldo otra vez. ¿Qué se puede hacer? MADRE. ÐClaro¼ (Le interesa otra cosa). ¿A cuánto aumenta el pan? PANADERO. ÐA cincuenta y cinco. (Le interesa otra cosa). Este es el resultado de l a guerra, ¿ve? (Llega Elena de adentro). Cuando hay una guerra siempre pasa lo mis mo. Y hasta que no se acaben las guerras esto no se va a arreglar. ELENA (fastidiada). пQué tiene que ver la guerra? MADRE. ÐY, la pobre gente que se muere. PANADERO. ÐNo, no es eso. ¿Usted sabe los millones que se tiran ahí en armas y otras c osas? (Mueve la cabeza). Pero la guerra es algo que yo no entiendo. Se pelean po r esto. (Hace signo de pesos con los dos dedos). Porque eso de los intereses, de l petróleo y etcétera, no es otra cosa, y después se quedan sin nada. Porque todo se l o gastan tirando tiros. MADRE. ÐY matando gente¼ PANADERO (un último pensamiento escéptico, antes de irse). ÐLo que yo me pregunto es u na cosa¼ ¿La gente se quedará alguna vez tranquila, viviendo y dejando vivir? Porque c on eso es suficiente, ¡eh! MADRE. ÐSeguro que es suficiente. PANADERO (en retirada). СPero la plata, amigo! ¡Ah, la plata! (En la cortina). Bueno, hasta mañana, señora. (A Madre). ¡Hasta mañana! MADRE. ÐHasta mañana. (El Panadero se fue). Tiene razón el hombre. ELENA. ÐEs un charlatán. Hay tantos ahora. MADRE. ÐPero eso de la guerra. Yo no entiendo mucho, pero a mí me parece¼ ELENA. ÐA usted le puede parecer. Pero lo mismo es un charlatán. MADRE. ÐPuede ser¼ (Suena «furiosamente» el timbre del 'teléfono. Elena corre a atender. Mad re se levanta; queda suspendida en un hilo). ELENA. СHola, hola! (Escucha). Sí. (Decae su ánimo). Sí. ¿Pero intentaron otra vez?¼ ¿Pero n ay manera?¼ (Rodolfo vuelve a entrar, lentamente, atento a la conversación telefónica) . ¡Lo que pasa es que son unos inútiles! (Cuelga rabiosa). MADRE. пNo se puede? ELENA. СNo! (Con desprecio). ¡Dicen que el teléfono debe andar mal! MADRE (mirándola profundamente). ÐUsted decía que no me preocupara, pero usted también e stá preocupada. ELENA. ÐNo es preocupación. Es rabia. Podía haber avisado de alguna manera. MADRE. ÐA mí es eso lo que me preocupa. ¿Por qué no avisaron? (Pausa eléctrica). ELENA (con excesiva violencia y disgusto). ÐBueno, creo que ya nada tiene que hace r aquí. Ya vio. No se puede conseguir comunicación. (Rodolfo se sienta junto a la radio y conecta el aparato). MADRE. ÐSííí. (Pero no se mueve). ELENA. пQué es lo que quiere esperar ahora? MADRE. ÐEste¼ ELENA. ÐPor favor, señora. (Comienza a hacerse oír el aparato). La dejé estar aquí todo es te tiempo porque había una razón que podía ser comprendida. Pero ahora no hay ninguna. Y tengo ganas de estar sola. MADRE. ÐVea, señora¼ (La radio ya se oye fuerte y Rodolfo, haciendo girar el dial, pro voca ese extraño ruido que se produce cuando las estaciones pasan velozmente). ELENA. пQuerés apagar esa radio? Creo que no es momento para eso. RODOLFO (pesadamente). пSe puede saber cuándo es momento para cualquier cosa aquí adent ro? ELENA. СNo sea insolente! ¿Quiere? (Rodolfo apaga la radio, y se va). MADRE. ÐYo sé que este no es momento, señora, pero tengo que hacerle un pequeño pedido. ELENA. пUn pedido? MADRE. ÐSí. Yo creo que para usted no tendrá importancia, pero para mí representa mucho. ELENA (aguantando). ÐBueno, hable. MADRE. ÐYa le dije hoy que estaba esperando que viniera Andresito con la quincena porque tenía que pagar una pequeña deuda.
ELENA. ÐAh, plata. MADRE. ÐSí, señora, imagínese. Yo no la molestaría si no necesitara tanto esos pesos. ELENA. ÐClaro. MADRE (alentada). ÐYo pensé que usted podría adelantarme la quincena de mi hijo. Yo se la devolvería apenas viniese. ELENA. ÐUsted sabe que yo no tengo nada que ver con los asuntos de mi marido. MADRE. ÐSí, claro me imagino. (La mira asombrada). Pero yo no creo que usted lo dice por esto. ELENA. пPor qué lo voy a decir? MADRE. ÐPero esto es diferente. ELENA. ÐNo veo la diferencia. Usted quiere que yo le pague el sueldo de su hijo. Q ue por otra parte a estas horas ya debe estar pago. MADRE (como aclarando). ÐAunque sea nada más que cien pesos, señora. ELENA. пY para qué quiere ese dinero? MADRE. ÐTengo que pagar una cuenta. Me habían dado plazo hasta ayer, y como Andresit o no vino no la pude pagar. Si no la pago antes de las doce tendré que ir a la com isaría. ELENA. ÐEso le pasa por ponerse en deudas. MADRE. СQué va a hacer una! ELENA. ÐDe cualquier manera, ya le he dicho. Espere hasta las doce. Para esa hora ya estará aquí su hijo. MADRE. пY si todavía no vino? ELENA. ÐPierda cuidado, que va a venir. MADRE (sigue aclarando, con menor fuerza). ÐPero no son nada más que cien pesos, señor a. ELENA. ÐBueno; creo que ya le he dicho lo que pensaba de eso. MADRE (humillándose un poco). ÐPero apenas llegue mi hijo se los voy a devolver. ELENA. ÐYo no tengo nada que ver con el sueldo de su hijo. MADRE. ÐPero su esposo¼ ELENA. ÐEn cuestiones de dinero yo no tengo nada que ver con mi marido. Y no vaya a pensar que no se los quiero dar porque me duele desprenderme de cien pesos. Si no es para escarmiento. Si todos hicieran así, aprenderían a guardar bien lo que gan an¼ MADRE. пPero usted cree que yo tiro la plata, con todo lo que cuesta ganarla? ELENA. ÐDe otra manera no me lo explico. MADRE. ÐYa le dije, señora. Lo que pasa es que no alcanza. ELENA. ÐNo me va a hacer creer que si trabajan los tres no les alcanza el dinero. MADRE. ÐNo, señora, no nos alcanza. Los tres también tenemos que comer, vestirnos, pag ar el alquiler¼ ELENA. ÐBueno, ésas son cosas que a mí no me atañen. MADRE. ÐSí, yo comprendo. Pero a usted no le costaría nada adelantarme esos cien pesos . ELENA. ÐVea. Tengo por costumbre no dar limosnas ni prestar plata. Para mí, las dos cosas tienen igual significado. En este mundo todos tienen la misma oportunidad. El que la sabe aprovechar, allá él. Nosotros no tenemos por qué después ir salvándolos de los apuros. Mejor es darles una lección. MADRE (no oye nada). ÐPero no son más que cien pesos, señora. ELENA. ÐAunque fueran diez¼ ¡Y aunque fuera uno! MADRE. пEntonces quiere decir que no? ELENA. ÐNo. MADRE (agobiada se retira hacia la cortina). ÐBueno¼ ELENA (un poco arrepentida; no puede terminar así). ÐY le aconsejo que en adelante t rate de evitar situaciones como ésta. MADRE (sin fuerzas). ÐDios sabe que yo no las deseo. ELENA. ÐNo las desea pero las provoca. MADRE (algo va comprendiendo). ÐYo creía que usted en el fondo no era como es. ELENA. пQué quiere decir con eso? MADRE (continuando). ÐSi no, no le hubiese pedido nada. ELENA. пMe quiere explicar? MADRE. пPara qué? Quién sabe usted no tiene la culpa. Nació y vivió siempre entre cosas com
o éstas¼ ELENA. пY eso qué tiene que ver? MADRE (más Madre que nunca). ÐY¼ eso la hace diferente a una, ¿sabe? ELENA (irónicamente). ÐUsted cree que yo no tengo corazón, ¿no es así? MADRE. ÐNo, yo sé que lo tiene. ¡Quién no lo tiene! ELENA. пY entonces? MADRE. ÐPero¼ viviendo aquí una se debe olvidar de tantas cosas¼ ELENA (hiriente). ÐComo por ejemplo deber plata a la gente. MADRE (comprende tristemente y hace una pausa). ÐEso, si pudiera olvidarlo, yo tam bién lo olvidaría, señora. ELENA (ahora se divierte, casi). пEntonces de qué cosas se olvida una viviendo¼ aquí? MADRE. ÐDe la necesidad de todos los días, de los apuros. Eso los hace diferentes. N o comprenden ¿sabe? No comprenden que una puede necesitar. Una, que pasa esta vida , lo sabe, pero ustedes¼ ELENA (no le gustó). пNosotros qué?¼ MADRE (triste, retándola casi cariñosamente). ÐNo son buenos¼ no son buenos¼ ELENA. ÐUsted me va a decir ahora lo que tengo que hacer. MADRE. ÐNo, yo no, pero¼ ELENA (interrumpiéndola). ÐLo que pasa es que todos ustedes están mal acostumbrados. Y cuando se les da un dedo se toman el brazo. Eso me pasa por dejarla esperar aquí. Para otra vez ya sé lo que tendré que hacer. MADRE (tranquila, queriendo divorciarse de esta situación). ÐBueno, señora pierda cuid ado que no voy a venir más. ELENA. ÐUsted lo que se merecía es que mi marido despidiera a su hijo. MADRE (asustada, habla llena de ansiedad). ÐNo, señora, por favor, eso no. No vaya a hacer éso. ELENA. ÐEso es lo que se merece. MADRE. ÐNo lo va a hacer, señora, ¿no es cierto? ELENA. ÐVamos a ver. Y ahora puede retirarse. MADRE (decidida por su temor). ÐNo, antes me tiene que prometer que no lo va a hac er. ELENA. ÐPrimero voy a pensarlo, y ahora haga el favor de retirarse. MADRE. ÐNo señora, prométame que no. (Llega el Padre escuchando las últimas palabras de la Madre. Su paso es lento. Lleva la misma expresión de abatimiento que mostró al en trar a la casa. Mira a las dos mujeres en forma casi alucinada). ELENA (reparando en el abatimiento del Padre). пQué te pasa? MADRE (continuando). ÐSeñora¼ ELENA (más fuerte). пQué te pasa? (Padre no contesta. Mira). MADRE. ÐSeñora¼ ELENA. пUsted quiere irse de una vez? MADRE. ÐNo, señora, yo no me voy hasta que me prometa que no va a hacer despedir a m i hijo¼ ELENA (ya furiosa). СSí, lo voy a hacer despedir! ¡Y váyase ahora mismo porque no la sopo rto más! (La Madre está cada vez más chiquita). PADRE (muy lentamente, como si le costara un gran esfuerzo hablar). пPor qué vas a ha cer que echen a su hijo? MADRE (recuperándose). ÐDígale que no lo haga, señor. ELENA (a Padre). СPorque estas impertinencias no tenemos por qué soportarlas! MADRE. ÐSólo le pedí dinero que necesitaba, señor. El sueldo adelantado de mi hijo. PADRE. пEso es todo? ELENA. ÐNo. Eso no es todo. ¡Además es una impertinente! PADRE (acercándose a la Madre). ÐTome. (El dinero que le da lo ha sacado del bolsill o: es el mismo que media hora antes agitó frente a su hija). MADRE (no quiere recibirlo). ÐNo, señor, gracias, yo ahora lo que quiero es que no d espidan a mi hijo. PADRE (nervioso, de ninguna manera enojado). СTome! ELENA. СQuítale ese dinero! PADRE (sin voluntad). ÐEs suyo. ELENA (más violenta). СQuítale ese dinero! (Espera la respuesta, tensa, pero no llega. Con los dientes apretados). Esto no lo voy a olvidar nunca en la vida.
PADRE (recuperando poco a poco su voz). ÐYo tampoco. ELENA (abalanzándose sobre la Madre y tratando de arrebatarle el dinero). СDeme eso! PADRE (con una velocidad inesperada se interpone y toma fuertemente el brazo de su hija). СElena! ELENA. СDéjame! ¡Déjame! PADRE (alucinado; su voz es un grito). СBasta! (Elena calla. Retrocede. Herida como una salvaje que ya espera la venganza. El Padre cae hasta las profundidades de su frágil espíritu. Su voz también es profunda, pero también es frágil). Ya has recibido e l castigo de Dios¼ ELENA (sorprendida, desafiante). пCastigo de Dios? PADRE (ya calmo, casi calmo). ÐAhora váyase, señora. Se lo ruego. ELENA (más desafiante aún). пA quién tiene Dios que castigar? MADRE. ÐNo, señor. La señora va a hacer despedir a mi hijo¼ PADRE (casi para sí). ÐNo. (Terminante). Pierda cuidado que no. ELENA (encuentra allí mismo la venganza). СSí! ¡Lo voy a hacer despedir! PADRE (agotado. Encuentra casi en las palabras un consuelo para sí y un castigo pa ra su hija). ÐEs tarde. Por más que quieras, ya no podrás¼ (Pausa. Elena siente nacer en sí el terror. La Madre comienza a estirarse en sus nervios, sin aliento). ELENA. пQué pasa? (Ahora su voz es grave; lleva en sí el terror). PADRE. (en otro momento, el tono sería de burla). ÐQué pasa. Lo que pasa siempre, desp acio o furiosamente¼ (Se sienta agobiado). ELENA (más grave aún). пQuerés hablar? PADRE (ensimismo, alterándose, perdido). ÐY uno no puede comprender nada. Aunque pie nse, y piense, y piense. ELENA (en la misma voz). пQuerés explicar de qué estás hablando? PADRE (vuelve al lugar; su voz, en la que hay compasión y rabia, es la de un juez que dicta una sentencia). ÐDe Luis¼ ELENA (casi gritando). пQué pasa con Luis? PADRE. Ð(Su mirada es la voz que explica). ELENA. ÐNo¼ (En el mismo tono y volumen de voz). No¼ (Espera al Padre, que nunca llega ). PADRE (sin tono, incapaz ya de sentir la fuerza de la muerte). ÐLa grúa se desprendió del puente y encerró a todos en el fondo del agua. ELENA (mirándolo estúpidamente). ÐNo. Todo eso es mentira. PADRE (buscando, perdido, la razón de todo). СPara vos todo siempre será mentira! ELENA (espera todavía, sin encontrar el llanto). СCallate, callate! PADRE (igual que antes). ÐYa es inútil. ¡Podrás quedarte con esto, pero esto ha caído para siempre! (Elena tiembla, ruge, pero no llora). ELENA (se acerca ahogada, al Padre y lo sacude por los brazos). СNo, es mentira! ¡Es mentira! PADRE (desprendiéndose de su hija; «yéndose»). ÐTodo siempre será mentira¼ (Cada vez más fuer se escucha el ulular de una sirena. Todos quedan quietos, llenos de terror. El P adre tiene las espaldas encorvadas y soporta sobre sí la culpa de su vida. Elena t odavía parece no comprender esto, así como nunca comprendió nada. La Madre reza con su mirada. Sus labios apretados se aprietan más y su mano se acerca suave, suavement e a ellos. En un puño, el dinero aparece sucio y retorcido. Al fin, el sonido de l a sirena se hace insoportablemente fuerte. Termina con un brusco chirriar de fre nos a la casa. Elena corre al balcón grande y abre las persianas de par en par; la luz entra a torrentes. Rodolfo, muñeco sin profundidad de voz, con una mueca estúpi da en el rostro, llega de adentro y abre el otro balcón. La luz entra violentament e y ahora el interior se ha transformado con esta claridad. Elena y Rodolfo mues tran el espanto en sus rostros. Rodolfo queda allí, duro. Elena vuelve al Padre, l uego a la Madre, que es toda una lágrima, y repite:) ELENA. ÐNo, no puede ser, es mentira, no puede ser¼ (Su voz es otra; su verdadera vo z está atrapada en la garganta junto al llanto. Suena el timbre. Rodolfo va hasta la puerta y vuelve en seguida siguiendo a un hombre de campera de cuero, que hac e girar un sombrero en las manos. Le habla al Padre como si ya lo conociera). HOMBRE. ÐEntonces¼ (Murmura señalando afuera). PADRE. ÐSí¼ (Dice el Padre suavemente. El hombre sale y Elena va comprendiendo lo que no quería comprender. Al fin su llanto estalla; el dique se ha roto. Se acerca al
Padre, ya tibio y tierno). ELENA. ÐPapá¼ (Murmura como una niña). PADRE. ÐSí¼ (Dice el Padre sin expresión. Y apoya la cabeza de ella sobre su pecho. El h ombre vuelve entonces desde la calle. Lo siguen dos enfermeros transportando una camilla y un cuerpo. Llegan hasta la mesa baja y junto a ella lo depositan. Ele na se desprende de los brazos del Padre y se lanza sobre el cuerpo). ELENA. СLuis! ¡Mi Luis querido! (Exclama llorando. Elena levanta la sábana que cubre el cadáver y lanza un grito:) ¡No! ¡Éste no es Luis! (Luego se para y mira desaforadamente a los hombres. El de campera no sabe qué hacer. Mira a los otros hombres y luego se acerca a la camilla. Se da vuelta, lleno de estupor; mueve la cabeza y mira o tra vez). HOMBRE. СPero qué han hecho!¼ ¡Entonces han dejado al ingeniero en la casa del muchacho! (Todo sucede al mismo tiempo. Es tan fuerte, que el corazón apenas alcanza a salta r de uno a otro. La Madre, en la cumbre de su callada desesperación, se acerca sil enciosamente a la camilla. Su gemido es más que silencio. Por el balcón abierto a la luz se ve pasar corriendo a los muchachos de la calle. Se precipitan hacia aden tro e inundan el interior. Rodean el espacio moviendo apenas los pies. Es una tr iste invasión de la calle. Angélica también vino con ellos; cuando ve a su Madre gira y se abraza al pecho de Tilo. Elena, despavorida, mueve las manos y el cuerpo de sesperadamente. Algo se le escapa. Corre en su busca). ELENA. СLuis! ¡Luis! (Su grito es más desesperado que su rostro, ya sin expresión, deteni do en el horror. Sale a la calle corriendo. Se inclina hacia adelante cuando cor re, en busca de lo que ya no está. Se la ve pasar por el balcón abierto, en dirección a la casa del muchacho. Rodolfo, idiota, más idiota que nunca, mira a todos sin co mprender nada. Al fin, tropezando, vacilando, sigue a su hermana, mientras la Ig lesia vecina anuncia, con sus campanadas, el fin de la misa. El redoble es más len to aún. Entre nota y nota hay una serie de notas extrañas. El Padre está a un costado, claro, evidente, con la cabeza gacha y el cuerpo recogido. Él también es culpable e n la vida. Rodolfo pasa vacilante por el balcón, desapareciendo. La Madre está ya ce rca de su hijo muerto. Lenta, muy lenta, su cabeza cae, sin nervios. El dinero n o tiene ya nada que hacer en sus manos y cae al suelo, escapándose. Todos, callado s, quietos, están donde deben estar. Las manos de la Madre, al fin, acarician sin llanto la cabeza del muchacho. Queda sólo el silencio y las campanas hasta que el lento tañer termina cuando el telón, lentamente, tristemente, se cierra, y todo desa parece con el último toque de las campanas).
CARLOS GOROSTIZA, nació en 1920. Fue dramaturgo, titiritero, cuentista y publicist a. Dirigió durante dos años el teatro «Los Caobos» de Caracas, Venezuela, y en 1966 dictó un curso en la Universidad de Indiana, en los Estados Unidos. El teatro de Carlo s Gorostiza alcanzó muy rápidamente su notoriedad actual. En 1949 estrenó y dirigió su p rimera obra, El puente, aplaudida por la crítica y el público. El pan de la locura ( 1958), la cual mereció distintas recompensas, señaló definitivamente la consagración de un dramaturgo nuevo, profundamente enraizado en la problemática contemporánea. Los p rójimos (1966) es la culminación de ese mismo espíritu creador, que ha renovado el pan orama de la escena argentina. Notas 1 Estas acotaciones a la primera escena, no son sólo una descripción escenográfica, si no la marcación de algunos personajes. No olvidemos que Gorostiza escribe y dirige esta obra, por lo tanto, su actitud de autor-director será permanente. << 2 centrofóbar: lenguaje popular. Palabra compuesta del español «centro» y del inglés forwa rd, adaptada a la fonética porteña. <<
3 milonga: baile, reunión. << 4 (¼).: el entre paréntesis marca los gestos, como una de las formas de comunicación d el grupo. << 5 insai: del inglés inside, transcripto a la fonética popular porteña. << 6 engrupió: voz lunfarda que significa: mentir, engreírse. << 7 peinaperros - hacéte alambrar la cara: según palabras del autor: «estas dos formas c ayeron en desuso en pocos años en el lenguaje popular». Formas despectivas y descali ficativas. << 8 morfón: voz lunfarda por comer mucho. En el fútbol, el que busca lucirse con su pr opio juego. << 9 Tiene sapitos en la cabeza: ser engreído. Expresión despectiva. << 10 Sé: forma coloquial porteña que indica un «sí» dubitativo. << 11 cachar: bromear, embromar. La «cachada» tiene distintos niveles (desde el más livia no al más pesado). Proviene de una voz italiana que los inmigrantes utilizaban cua ndo eran víctimas de las bromas de los porteños. << 12 se da cuenta que¼: incorrección del lenguaje (queísmo). Debe decir: se da cuenta de que. << 13 en cana: lunfardismo por «llevar preso». << 14 ¡Afiníshela!: forma popular tomada de una voz italiana para decir termínala. << 15¿Aviste?: síncope poco frecuente entre: Ah + viste << 16 Altro: italianismo (propio del sainete) que significa otra. << 17 la crisis: el año desocupación general. Registra una crisis económica a nivel mundi al que trajo. << 18 de puntín: expresión popular que significa la punta del botín. << 19 ¿Visto¼: elipsis de la forma verbal compuesta: has visto. <<