(Características Musicales de cada etapa) Giuseppe Verdi La vida de Giuseppe Verdi acompaña su obra y puede dividirse en tres períodos. El primero nace en sus comienzos y llega hasta el estreno de Il Trovatore y La Traviata en 1853, con obras en las que los coros tienen un papel preponderante. El segundo período concluye en 1871 con la composición de Aida. Tras una pausa de más de 15 años, compuso las obras de su último período: la ópera trágica trá gica Otello y la bufa Falstaff, dos obras ob ras que están inspiradas en Shakespeare. Giuseppe Verdi es la figura cumbre de la opera en Italia y uno de los más altos exponentes del canto lírico mundial. Hijo de Carlos Verdi y Luisa Uttini. Nació en un pueblo de Parma llamado Roncale en la Italia de 1813. Desde niño fue poseedor de una gran vocación y talento musical, estudió en la Escuela de Música de Bussatto, para luego tomar lecciones de manera particular con el Director de La Scala de Milan especializandose en la técnica de escritura musical. Dirige "La Creación" de Haydn y obtiene el cargo de Director de La Escuela de Música de Bussato. 2- Giuseppe Verdi
Giuseppe Verdi nació el mismo año que Wagner (1813) y murió en (1901). Fue el otro gran músico del romanticismo, esta vez, del melodrama operístico, al que llevó a límites insuperables por un proceso de transmutación, fundamentalmente en sus dos últimas obras, ambas con libreto de Arrigo Boito y basadas sobre obras de Schakespeare: una tragedia, Otello (1887) y una comedia, Falstaff (1893), que constituyen la consagración y culminación de su arte lírico. Otello ha sido considerada como mejor tragedia de la ópera, por su fuerza musical y dramática y Falstaff juega como una de las más hermosas comedias líricas, una obra de conjunto en la que alternan concertantes, coros y un desfile festivo de personajes, que muestran las debilidades humanas pero que no dejan de tener su sabiduría. Posteriormente compuso algunas obras religiosas de una reducida extensión , donde se nota su gran dominio de la polifonía coral.
A diferencia de Wagner, Verdi no fue un músico mú sico revolucionario, en cambio, cambi o, desarrolló a la perfección al melodrama romántico. Sus obras juveniles se estrenaban en los teatros italianos en medio de tumultos políticos que propiciaban la independencia de Italia, que todavía no había logrado la unidad nacional, de la dominación austríaca. Este compromiso con el Risorgimento se tradujo ya en Nabucco (1842) que incluye el canto del
coro " Va, pensiero" en el que los israelitas se lamentan por tener que vivir bajo el imperio de Babilonia, lo que escapaba a la censura y era tomado por su auditorio como muestra de la infeliz situación de Italia. El grito de "Viva Verdi", durante y al final de las representaciones, adquiría pues el significado de una clave política, en teatros donde convivían los oficiales austríacos con el pueblo italiano. Su mismo nombre Verdi representaba a Vittorio Emmanuele, Re d´ Italia.
Nada más ajeno al pangermanismo wagneriano, aunque justo es decirlo, Wagner escribió en Arte y revolución lo siguiente: " mientras la obra artística griega expresaba el espíritu de una nación espléndida, la obra de arte del futuro intenta expresar el espíritu del pueblo libre, que no se cuida de fronteras nacionales. El elemento nacional, en ellas, debe ser sólo un ornamento, un atractivo individual y agregado, y no un límite que la confine". Como se ve, el pensamiento político de Wagner es complejo y tiene más matices de lo que pareciera en primera instancia.(incluyendo su participación en 1849 en la revolución de Dresde y su vinculación con el anarquista Bakunin).
Pero es absolutamente claro que las obras de Verdi defienden la libertad, los sentimientos entre padre e hijo, protestan contra la injusticia y la opresión, las torturas y las formas de dominación y despotismo y el poder de la inquisición como se advierte, por ejemplo, en Don Carlos (1867) sobre la obra de Schiller y en la situación imposible del amor frustrado en Aída (1871) desde una posición que podría llamarse quizás humanista.
Sus obras más populares del período medio fueron: Rigoletto (1851), Il trovatore (1853) y La traviata (1853), (las fechas son las de sus estrenos). En La traviata, sobre la obra de Dumas, por primera vez su protagonista es una mujer extraviada en sus amores, una cortesana de la misma época de Verdi, que no obstante es defendida por el músico con un carácter casi elegíaco en su doloroso final. En Rigoletto, sobre una obra de Victor Hugo, en una corte de renacimiento, el bufón ama a su hija a la que conserva ajena a los males de la corte, pero ambos son víctimas de un destino cruel. Il trovatore tiene una magnífica aria "Di quella pira", en donde el trovador se revela a favor de la libertad y contra la opresión de la que es víctima una gitana, que él cree su madre y concluye con una arenga "a las armas". Este pasaje fue elegido por el gran director Luchino Visconti, muy influído por Verdi, para el comienzo de su película Senso. "Verdi y el melodrama han sido mi primer amor y no me arrepiento de ello, por más que me lo reprochen", ha manifestado Visconti.
En 1883, cuando murió Wagner, Verdi se pronunció expresamente y dijo que había muerto un gran hombre y que además era una desgracia para el arte, que le producía mucha tristeza, pero sin embargo permaneció siempre fiel a sí mismo ("ni rastros de Wagner") hasta alcanzar la plenitud en su ancianidad, con una lucidez y un rigor notables al presentar la versión operística del moro de Venecia traicionado por el intrigante Yago y finalmente, como una fiesta suprema, una alegre comedia de enredos, obra maestra de la música universal y un canto al amor juvenil, que culmina con una famosa fuga, que anuncia sabia y dignamente que todos en el mundo somos burlados en (Otello y Falstaff).
Ese fue el producto de una trayectoria artística y personal que conoció fracasos artísticos, muerte de esposa e hijos y que lo llevó a exclamar ante el poco éxito de Macbeth (1847) que era una cosa triste el asunto del teatro, con algún parentesco con Noche de circo de Ingmar Bergman.
También aquí se nota, como en Wagner, ante tantas discrepancias, una insólita fuerza de convicción que triunfa ante todos los males y desventuras. Y, en conclusión posiblemente sea sólo en eso y en la grandeza musical de sus obras tan diferentes en lo que coincidan Verdi y Wagner, perseverantes cultores de estéticas e ideologías distintas.
Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, nacido el 10 de octubre de 1813 en la aldea de Roncole, a siete kilómetros de Busseto, y fallecido el 27 de enero de 1901 en Milán, es sin duda una de las “instituciones” del género operístico. Puede decirse que cambió el panorama de la ópera mundial y expresó como nadie el sentimiento del pueblo italiano. No sin razón fue considerado por muchos “un compositor del pueblo”, debido a su facilidad natural para conectar con lo profundo del espíritu popular.
Hay quienes le han considerado un “animal de teatro” por su facilidad para convertir el género teatral en algo totalmente propio. Plasma atmósferas melodramáticas como ningún otro compositor y crea ambientes que envuelven al público en la mismísima trama, como si el hacerlo fuera algo innato al insigne compositor, y ello a pesar de su dedicación casi exclusiva al género trágico. Sólo al final de su vida dio un guiño a lo cómico, a lo humorístico en su música, con su ópera postrera: Falstaff.
En lo relativo al canto, Verdi no cultivó el bel canto, aunque en ocasiones acude a él si lo considera necesario. José María Martín Triana sostiene que Verdi crea un nuevo “canto di bravura”, con el cual habría sustituido al belcantismo, acabando incluso con él.
Verdi sabía caracterizar a sus personajes con su música, y esta caracterización persistía durante toda la ópera, de modo que podía identificarse a cada personaje, e incluso sus sentimientos y pensamientos, con un simple acorde o unos breves compases, sin necesidad de que apareciera en ese momento en la escena. Es curioso que Wagner, quien supo emplear el leitmotiv en sus óperas como nadie antes, tuviera este rasgo común con Verdi, cuya música sin embargo despreciaba.
Tambien Verdi, al igual que el maestro de Bayreuth, intentó dar a sus obras una estructura sin pausas ni cortes. Pero a diferencia de Wagner, que no contemplaba distinción entre recitativos y arias, planteándolo todo como “obra de arte total” (en sus propias palabras), Verdi sí que diferencia unas y otras. Su empeño es darles un continuo durante la ópera. Pese a sus esfuerzos, sólo lo consigue al final de su vida, en sus últimas obras.
El afán del compositor italiano era no aburrir al público. Ofrecer siempre algo nuevo que diera a su audiencia sabores novedosos para paladear sin caer en la desidia. Pero Verdi no será un compositor nacionalista al uso. Sus obras llamarán al espíritu del pueblo italiano sin apenas pretenderlo. Verdi toca la fibra del espíritu libre italiano con obras como Nabucco o La batalla de Legano, y se convertirá en uno de los estandartes de los revolucionarios italianos. Estos convertirán las óperas de Verdi en auténticos éxitos al grito de "VIVA VERDI" (Vitorio Emmanuel, Rey De Italia).
Tras este breve comentario sobre Verdi, pasemos a saber algo más de dos de sus obras: Il Trovatore (1853) y Falstaff (1893). Quizá no sean de las más representadas en comparación con Rigoletto o La Traviata (por poner un ejemplo), pero eso es un detalle que nos ha animado a escogerlas. Además, fueron creadas en distintas etapas vitales de Verdi (existen 40 años de diferencia entre una y otra) y pertenecen a géneros distintos, lo cual las hace doblemente interesantes. Vamos allá.