De Gubbio a Córdoba. La inevitable sostenibilidad de los centros históricos.
Es en la Carta de Gubbio de 1960 cuando se eleva la visión del patrimonio edificado desde el objeto (monumento) hasta la ciudad (centro histórico). Es allí donde se dicta el “risanamento conservatio” medianta la redacción de planes especiales y el mantenimiento de la estructura socioeconómica de los centros históricos. El concepto aislado del centro histórico es superado en la re-edición de Gubbio en 1990. Lógicamente, el centro histórico no puede mirarse sin su pertenencia territorial, especialmente al marco ciudadano donde se desenvuelve. El espíritu de Gubbio es llevado a cabo por numerosas ciudades patrimoniales, paradigmáticamente Bolonia, similarmente Córdoba. Un gran paso para la sostenibilidad ya se encuentran en ambas políticas, donde la conservación del tejido doméstico y, sobre todo, los intangibles no edificados (por ejemplo, la preservación del discurso calle-zaguan-galeríapatio en el caso de Córdoba) superan un ejercicio simplemente sustitutorio donde las conciencias equilibraban la especulación con la protección del monumento. Además de las condiciones seculares de maneras de ocupación del suelo y de rendimiento bioclimático, con la permanencia de lo físico parece garantizarse inherentemente la de la ciudadanía. De todos modos, esta elemental regla de tres no siempre tiene tendencia a cumplirse. De ahí la importancia de la implicación de lo público en este peculiar y delicado lienzo del tejido urbano. La pérdida de credibilidad de los sistemas más rigurosamente socialistas ha favorecido un vertiginoso crecimiento de la economía liberal que puede constituir un descuido de aquellos principios. Y la conservación de la identidad ciudadana es arrebatada por una ineludible gentrificación amparada en mantener la economía de la intervención restauradora. La creación de áreas de rehabilitación concertada constituye un elemental y acertado principio de la política autonómica andaluza, y sus presupuestos de partida encontraron en el foro “Centros históricos. El corazón que late” una nueva visión que superaba la exclusiva dedicación a la rehabilitación residencial. Achacado lo patrimonial a la administración de cultura y lo habitacional a la de la vivienda, quedaba claro que la ciudad histórica era algo más que esas motivaciones principales. La “Carta de Córdoba 2004” insiste en que el corazón que late es lo residencial y que es esencial que el ciudadano se identifique con su centro histórico. Es necesario facilitar la transversalidad y participación de todos los agentes sociales y fomentar la heterogeneidad poblacional para evitar el guetto. Es decir, es necesario eludir el paternalismo institucional e implicar en la participación a todos los estratos relacionados con el ámbito. También ese foro percibe que la identidad patrimonial reside tanto en los espacios abiertos de sociabilidad como en los espacios construidos, siendo el espacio público el auténtico equipamiento, con el valor añadido de los espacios intermedios que nuestras tipologías mediterráneas proporcionan. De su adecuada relación uso/tiempo derivan calidades. Y esa escena social evita que el patrimonio se quede en el escenario del parque temático. La dotación cultural debe dejar de ser pasiva para generar actividad y la comercial es uno de los aspectos claves de la vitalidad de la ciudad, y para la histórica se hace, ahora más que nunca, esencial. Porque si las nuevas formas de concentración comercial radicadas en el desplazamiento rodado no tuvieran encaje en la ciudad histórica, es precisamente la atención a la movilidad, accesibilidad y conectividad lo que pudiera aclarar ese aspecto. 1
La peatonalización –no indiscriminada- y la estrategia del aparcamiento debieran de ser tomadas como políticas públicas obligadas; y el transporte público sigue siendo una gran asignatura pendiente, porque aún se hace prevalecer el rendimiento económico al interés social. Pero más esencial aún es estar atentos a la nueva economía, la que radica fuertemente en las nuevas tecnologías. Porque si en Gubbio 1960 se predicó la erradicación de los lugares productivos incompatibles con la ciudad histórica, en Córdoba 2004 se reivindican los métodos de producción de esa nueva economía, que son esas nuevas tecnologías, perfectamente compatibles con los centros históricos y evidentes potenciadores de su revitalización. Dotar de las redes e infraestructuras necesarias para la competitividad productiva de nuestros históricos lugares de convivencia debe de convertirse en una prioridad de la administración. Y aunque, sin duda, muchas claves de la sostenibilidad están en la acertada acción en lo físico del hábitat, en su arquitectura, queda claro que estas acciones superan el estricto ámbito de cada cuerpo administrativo para implicar la coordinación de las distintas competencias y elevar a una política de estado la acción en nuestra red de ciudades históricas; que son, al fin y al cabo, el corazón de nuestra red de ciudades sostenibles. La inevitanle y obligada cooperación con los municipios en las áreas de rehabilitación no han de confundir la iniciativa de las estrategias con las de la gestión, donde una adecuada normativa autonómica debiera de prevalecer en beneficio del habitante y superar los trámites convencionales propios de la promoción privada, evitando los farragosos pasos no controlados; porque la transparencia administrativa no debe de estar reñida con la eficacia, verdaderamente importante para el ciudadano.
Francisco Daroca Noviembre 2007
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