Cómo afrontar el divorcio Guía para padres y educadores Educación
María Sureda Camps
EDUCACIÓN EMOCIONAL Y EN VALORES
María Sureda Camps
CÓMO AFRONTAR EL DIVORCIO GUÍA PARA PADRES Y EDUCADORES EDUCADORES
© Maria Sureda Camps © Wolters Kluwer España, S.A., 2007 c/ Collado Mediano, 9 28230 Las Rozas (Madrid)
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ISBN: 978-84-7197-894-3 Depósito Legal: BI - 3217 - 07 Printed in Spain Impreso en España por: RGM Padre Larramendi, 4 48012 Bilbao (Vizcaya) (Vizcaya)
A mi marido, marido, Josep Mª, y a mis hijos, Miquel Miquel y Maria por el regalo regalo de su amor amor..
A veces el divorcio divorcio es es cristales en el corazón. corazón. Cristales en el estómago. Cristales en la barriga. Pinchazos de dolor dolor por todo el cuerpo. cuerpo. A veces el divorcio divorcio es es nubes grises en los ojos. ojos. Lluvia en los ojos. ojos. A veces, cuando cuando el adiós ya hace hace tiempo que ha quedado atrás, atrás, cuando ya hemos aprendido a convivir con la soledad, creemos creemos no sentir los cristales. A veces, amamos amamos de nuevo. Y recogemos recogemos los pedazos pedazos rotos. rotos. Y ponemos todo el empeño en construir una nueva familia. Entonces, a ratos, creemos que los cristales se han han disipado, convertidos en fi en fina na arena. Asimismo los cristales cristales parecen parecen no abandonar abandonar nunca del todo a los que han hecho este camino, el camino del divorcio. Los hijos sienten los los cristales. Los padres. padres. Las madres. madres. Los padrastros, padrastros, las madrastras. Todos sienten los cristales. Pero el anhelo de vivir es es fuerte. Y el amor es poderoso. poderoso. Y la ilusión. Y la esperanza. Y se puede comenzar de nuevo. Y recuperar la fe. Y escapar del dolor. Tenemos que encontrar la fuerza en nuestro interior. Y en la mano que nos ofrecen los otros. También nos hacen falta herramientas: en este libro las hemos buscado en la Educación Emocional. Este es un blues del divorcio. divorcio. Una melodía melodía triste. Pero también también tiene sonidos sonidos de esperanza y optimismo.
Agradecimientos
Quiero manifestar de forma expresa mi gratitud a Isabel Paula, del Departamento MIDE de la Universidad de Barcelona, por haberme propuesto esta aventura. Sin sus indicaciones, su habilidad para diluir los puntos de bloqueo y, especialmente, su empatía y afecto, esta gestación no habría llegado a término. Valoro la generosidad con que me regaló tiempo y dedicación, más allá de su función como profesora y tutora del trabajo preliminar. También un merecidísimo reconocimiento a mi marido y a mis hijos, por su paciencia infinita y su apoyo incondicional. Debo confesar que no acierto a regular el sentimiento de culpa por tantos «no, ahora no puedo» y por tantas promesas de momentos con ellos que acababan por aplazarse una y otra vez. Agradezco a mi familia y a mis buenas amigas y amigos, que hayan estado a mi lado y me hayan acompañado con su afecto y sus palabras de ánimo. Asimismo, quiero agradecer las palabras de aliento de Rafael Bisquerra y de Núria Pérez, directores del Postgrado en Educación Emocional de la Universidad de Barcelona, en el momento inicial de esta aventura que me permitieron arrancar con fuerza. También doy las gracias a Mireia Cabero (excoordinadora del Postgrado), siempre acogedora y cálida. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Agradezco también a Josep Redorta, abogado y mediador, experto en gestión de conflictos, su interés, sus indicaciones y el tiempo que dedicó a leer el trabajo preliminar y a atender mis dudas. Doy las gracias a Liliana Zanuso, psiquiatra y mediadora, que también leyó el tra bajo preliminar y me animó a continuar el proyecto. Su forma de hacer sigue siendo para mí fuente de inspiración. Mi agradecimiento también para Mª Eugenia Lorduy, jefa de publicaciones de Wolters Kluwer Educación, que creyó en este proyecto.
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Prólogo
El final de una pareja o matrimonio, con o sin hijos, puede ser un hito desgarrador en la vida de las personas implicadas o un verdadero renacimiento personal, dependiendo de cómo se afronte tal situación. Minimizar los destrozos o acentuarlos es tarea nuestra y no precisamente fácil. Maria Sureda recorre el laberinto emocional que delimita el proceso de divorcio, que nace del con flicto como punto de partida para, a continuación, abordar su ciclo como un recorrido con unas etapas bien de finidas y ciertos «denominadores comunes». La autora navega por los mares bravos del antes de la separación –o predivorcio– y su proceso de deliberación; por las aguas agitadas del divorcio propiamente dicho y su proceso de separación, divorcio legal y divorcio emocional; y por un mar más calmo y algo menos doloroso después del divorcio –o postdivorcio– en el que la nueva familia se reacomoda. La convivencia del nuevo grupo familiar requiere de una recolocación importante de roles y funciones y ese proceso, por lo general, no es fácil sino más bien complicado y complejo. De eso precisamente versa este libro, riguroso, bien documentado y práctico, que tiene entre sus manos: de cómo la pareja debe aprender a vivir las diferentes etapas que la separación, la ruptura, el nuevo enamoramiento, la nueva unión y la creación de un nuevo grupo familiar «mixto», que permita a sus componentes adaptarse de la mejor manera posible y, en de finitiva, ser más felices con su nueva realidad. © WK Educación
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Si además de desintegrarse una familia se componen otras nuevas, con miembros adicionales de las nuevas parejas respectivas, nos encontramos con hijos e hijas de los diferentes nuevos cónyuges que conforman lo que se denomina «familias reconstruidas, mixtas o recompuestas». Incluso hay casos en los cuales se habla de «los míos, los tuyos y los nuestros», en referencia a los respectivos hijos e hijas. Cuando se crea una nueva familia, se van presentando con flictos y dificultades en los vínculos, que son arrastrados por cada uno de los miembros y, al formar posteriormente una nueva familia, ésta carga con las cicatrices de la primera o anterior. Las relaciones previas dejan huellas que se reactivan en los nuevos vínculos. El secreto está en dejar espacio para que cada uno, a su tiempo, se readapte al nuevo funcionamiento y al rol que debe asumir. La autora ha sabido conjugar magistralmente el arte de recrear ese proceso emocional de separación, duelo, inicio de una nueva relación y constitución de un nuevo sistema familiar, de una manera comprensiva y sistemática sin dejar por ello de hacerlo con una calidad humana incuestionable y basada en unos valores coherentes y acordes con el saber hacer que la caracteriza. El concepto de pérdida y por consiguiente de duelo se hace, en el caso que nos ocupa, especialmente relevante y se convierte en el punto de partida clave de un proceso que, si no se resuelve adecuadamente, contamina y puede llegar a perjudicar sobremanera la nueva estructura familiar que está en transición y que debe adaptarse a un gran número de cambios en poco tiempo. Todo un reto para sus miembros, realmente. La pérdida puede aparecer producto de la muerte de uno de los cónyuges, o el divorcio previo de uno o los dos cónyuges. La irreversibilidad del primer caso, en contraposición con la del segundo, es un matiz importante para el proceso; sin em bargo, la expresión emocional puede pasar por etapas muy parecidas. Y no sólo nos estamos refiriendo a la pérdida que ha sufrido uno o los dos adultos de la nueva familia sino también los hijos y/o hijas, si existen. Si no se ha elaborado esa pérdida adecuadamente y con su ficiente tiempo, las di ficultades a las que tendrá que enfrentarse el nuevo sistema se multiplican. El duelo que genera la ruptura de una pareja requiere de un proceso de adaptación a lo largo del cual hay que aprender a canalizar emociones como la rabia, la ira, el miedo, el rencor, la pena, la nostalgia, etc. Para ello, la actitud que adoptemos ante el problema es esencial. Aspectos como buscar apoyos, pensar en positivo, renovarse, mantenerse activo, etc., son determinantes en dicho proceso. El trayecto emocional, la hoja de ruta que guía el proceso de divorcio y que la autora propone, se adentra en las profundidades de esas emociones tratando de com prender qué son, ofreciendo estrategias para regularlas y orientaciones especí ficas 10
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Prólogo
sobre cómo ayudar a los hijos e hijas implicados en el proceso de regulación de esas emociones. Tenemos ante nosotros un libro que, además, aborda la temática de las familias reconstruidas, tema de gran actualidad y que surge de una situación que, habiendo existido desde siempre, cobra especial relevancia en los últimos años por el aumento significativo del número de familias con estas características. De hecho, tan novedoso es el tratamiento cientí fico y documental de la temática que ni siquiera contamos con un consenso sobre el concepto de «familia reconstruida». La única condición que sí se considera ineludible para poder hablar de este término es que exista, por lo menos, uno de los cónyuges que tenga un hijo o hija fruto de una relación anterior –vienen con mochila, si se me permite la expresión–, lo cual excluye a familias reconstruidas por parejas que no tienen descendencia. El motivo de tal distinción se debe a las particularidades del proceso de rehacer la pareja en un caso u otro. Una familia reconstruida cuenta con unos problemas de finidos, específicos de esa situación, más allá de las situaciones generadas por el ciclo vital –noviazgo, matrimonio, nacimiento del primer hijo/a, etc.– o los con flictos generacionales de toda familia, sea ésta del tipo que sea. Los dos ejemplos más comunes de familias reconstruidas serían la clásica en la cual la persona viuda vuelve a emparejarse, o aquella en la que una persona divorciada se une a otra persona y uno de los dos o los dos miembros de la nueva pareja tienen hijos y/o hijas. Excepto en el caso de la persona viuda que se casa con una persona soltera, hay por lo menos tres adultos implicados; por lo general hay cuatro, y tampoco es imposible que haya seis. Los niveles de complejidad pueden llegar a ser importantes. Si se me permite la licencia, recordaré aquel chiste en el cual la señora pregunta al niño, ingenuamente: «¿Y tú cómo te llevas con tus padres? A lo cual el niño responde: Con la mayoría de ellos, bien» . No queda duda de que la realidad puede superar a la ficción. Uno de los capítulos clave que la autora nos presenta magistralmente es el referente a la mediación familiar como técnica facilitadora del diálogo entre las partes implicadas en el con flicto. Hasta ahora han sido los profesionales del derecho y de la psicología los que han tenido que asumir el peso de los divorcios y las separaciones. La mediación familiar propone la entrada en escena de una persona neutral y experta que acompaña a los integrantes de la pareja afectada, que ayuda a pensar, pero que no les resuelve el problema, sino que los orienta para que ellos encuentren el cómo resolverlo. Así pues, de la intersección del ámbito jurídico, social y psicológico nace la mediación familiar como «espacio humanizador» en el proceso de divorcio que permite paliar sus posibles efectos devastadores en la pareja que se separa y en sus hijos e hijas.
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Del poder reparador del perdón nos habla la autora muy acertadamente. Nos invita a la reflexión sobre expresiones como «reconocimiento de la ofensa», «arrepentimiento genuino» y «vulnerabilidad». Y todo ello con un objetivo no explicitado pero que rezuma en cada una de las líneas de esta obra: preservar la dignidad de la persona incluso en aquellas situaciones en las que el dolor lo invade todo y contamina el buen criterio y la lucidez. Estamos ante padres y madres que, a diferencia de hace unos años, desean recibir asesoramiento, ayuda, consejo, orientación para abordar la tarea que se les presenta de la manera más efectiva posible para el bienestar de sus hijos e hijas y el suyo propio. Padres y madres abiertos a asistir a cursos de formación, a leer documentación que aporte luz a un proceso en el que a veces sienten que van a tientas, y eso es precisamente lo que Maria Sureda les ofrece. Sin intención alguna de facilitar recetas simplistas que ignoran las «especi ficidades situacionales idiosincrásicas», el contexto de cada caso y circunstancias, la autora nos marca un itinerario emocional francamente generalizable a la mayoría de estas familias en las cuales el denominador común es el de tener que superar lo que la autora denomina «el ciclo del divorcio»: la deliberación, la ira, el miedo, el duelo, la superación de adversidad, etc. De este modo podrán superarse di ficultades y obstáculos relacionados con aspectos tales como: cuál es el espacio de cada miembro del nuevo grupo familiar, quién pone las normas y los límites, y de manera especial, cómo superar el «con flicto de lealtades» que surge entre los hijos e hijas. De sanar viejas heridas, de cerrar vínculos previos, de superar pérdidas, de hacer un espacio al dolor en lugar de dejar que nos invada, de esto y mucho más nos habla Maria Sureda, a quien agradezco profundamente el haberme dejado compartir «a su vera» la realidad de ver publicado este libro. Isabel Paula
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Introducción
El divorcio ha llegado a formar parte de nuestra cotidianidad y a casi nadie asom bra ya la noticia de una separación; se trata de un hecho aceptado socialmente y quienes se separan no deben afrontarlo en soledad, pues han dejado de ser minoría quienes hacen esta elección. Esta realidad social contribuye a mitigar el impacto que produce en la pareja la ruptura conyugal, pero la separación sigue causando un intenso dolor a quienes optan por este camino, un itinerario que se gesta lenta y penosamente mucho antes del anuncio del fin de la relación de pareja, y que se prolonga más allá de los trámites que ponen un sello legal a la ruptura. El divorcio es un tren de largo recorrido que atraviesa parajes inéditos pero previsibles, pues sabemos que se trata de un ciclo que pasa por etapas bien de finidas. Y también nos consta que durante el viaje el tiempo no será apacible; cielo borrascoso y lluvia intensa acom pañaran gran parte del trayecto. Y es que separar aquello que «el hombre ha unido» no es tarea fácil ni indolora; aún en la desdicha, el entramado de nudos que ha tejido la pareja se resiste a ceder. Pero, poco a poco, lograrán a flojar esos lazos y podrán iniciar un proceso de desvinculación que les ha de conducir a un futuro que se imagina mejor. Presumiblemente, las parejas se adentran en tierras del divorcio para dejar atrás un pasado de infelicidad insostenible y para optar a reescribir su destino, con la vista puesta en un nuevo bienestar. Resulta paradójico que, en ocasiones, sea el tiempo que ya pasó el que lastra fatalmente el tan deseado tiempo que ha de venir, quedando las parejas empantanadas en el rencor, los deseos de venganza y el odio. © WK Educación
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Las consecuencias de este enfoque destructivo de la separación llegan a ser nefastas para los propios cónyuges, pero son especialmente devastadoras para los hijos, cuando los hay. Existen su ficientes voces de expertos que absuelven al divorcio de todos los males que se le atribuyen, y que apuntan al cómo se afronta y se resuelve este trance. Todo parece indicar que una orientación constructiva, que no haga más profunda la herida y que limite los daños, contribuye a que este particular desierto del alma logre atravesarse con mejor fortuna. Conviene subrayar que la ruptura conyugal concluye la relación de pareja, pero no la relación como pareja parental; los cónyuges se divorcian el uno del otro, pero no de sus hijos. Éste es tal vez uno de los principales motivos para que los padres que se separan pongan todo su empeño en efectuar un divorcio que preserve y garantice su relación como «pareja de padres». Y es que los hijos necesitan poder seguir contando con el amor y la dedicación de ambos padres y, para ello, necesitan poder seguir relacionándose con ambos en escenarios distintos, pero con la misma intensidad. Sería ingenuo y poco realista imaginar una ruptura y posterior separación de película, sin dificultades ni desencuentros. No debemos olvidar que nos hallamos ante dos personas que afrontan el cese de su convivencia y que, llegados a este punto, habrán agotado muy probablemente todos los recursos imaginables para proseguir su vida en común. Tampoco sería humano pasar de puntillas por la cólera, la angustia, el desencanto y un sinfín de sentimientos dolorosos que a floran en todo su vigor y se esparcen en torno a los protagonistas del divorcio. No se trata de ignorar esta realidad sino de transformarla –en la medida de lo posible– cuidando aquellos aspectos que nos han de permitir contener los efectos del naufragio, preservando lo que no ha resultado dañado y rescatando los trozos recuperables. Contribuir a cuidar el proceso de separación es lo que se pretende con este traba jo. A tal fin, se sugiere una hoja de ruta donde se proponen diversos recursos para afrontar el divorcio desde un enfoque constructivo. Las herramientas que nos pro porciona la Educación Emocional constituyen el principal aprovisionamiento para emprender este recorrido. La Educación Emocional nos permite un mejor conocimiento de las emociones y constituye un valioso instrumento capaz de favorecer nuestro bienestar y las relaciones positivas con los demás. Educando nuestras emociones aprendemos a reconocerlas, a aceptarlas y a regularlas; aprendemos, en de finitiva, a conducir todo este caudal de energía y a utilizarlo de forma constructiva. Como forma de prevención inespecífica, nos ayuda a limitar los efectos de algunas emociones; así, una adecuada regulación de la tristeza puede prevenirnos de los estados depresivos, la regula14
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Introducción
ción de la ansiedad nos preserva del estrés, y la regulación de la ira nos protege de la violencia. De este modo, nos capacita para disfrutar más a fondo de los tiempos favorables a la vez que nos habilita para afrontar los tiempos adversos, fortaleciendo nuestro ánimo para resistir y superar las di ficultades. Se concede especial relevancia a la Mediación Familiar, ya que es, a mi entender, un instrumento muy válido para afrontar un proceso de divorcio. Así, propone una forma no «adversarial» de afrontar los con flictos familiares que se ha mostrado eficaz para lograr un divorcio más pací fico y, de forma especial, para preservar la relación entre la pareja parental. Además, la Mediación Familiar, como facilitadora del diálogo entre los miembros de la pareja, contribuye al restablecimiento de su capacidad para negociar sus propios asuntos, al tiempo que les sitúa en un contexto ganar-ganar. Asimismo, se parte de los puntos que acercan a los (ex)cónyuges para ir abordando paulatinamente los temas más espinosos. Todo ello favorece una resolución del divorcio con menos costes emocionales ya que, sin obviar las emociones que surgen, intenta reconducirlas de forma que no se profundice en las heridas y no escale el conflicto. Como este trabajo se plantea desde un optimismo realista, quiero señalar que confío plenamente en los recursos que nos proporciona la Educación Emocional y, al mismo tiempo, soy consciente de que sería iluso presentarlos como la panacea universal. Presentan limitaciones, qué duda cabe, pero creo que constituyen un buen equipaje para transitar por tierras del divorcio. Éste es un camino complejo y difícil para sus protagonistas, pero desde estas páginas espero contribuir a que no desfallezcan los ánimos más allá de lo previsible y a que se mantenga viva la esperanza. Después de un arduo trabajo, en algún punto del recorrido sentirán renacer la alegría, la felicidad y, si lo desean, el amor. Maria Sureda Camps
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PUNTO DE PARTIDA
Capítulo I El conflicto
El conflicto está muy presente en los procesos de divorcio, pero no es exclusivo de este ámbito, sino que constituye una realidad ineludible para todos nosotros. Los conflictos forman parte de nuestras vidas, de nuestras relaciones y, por satisfactorias que éstas sean, deberemos afrontar, en algún momento, situaciones con flictivas.
1. ¿QUÉ ES EL CONFLICTO? El conflicto puede entenderse de diversas formas y existen, por tanto, diferentes definiciones al respecto. He optado por la de finición que hace Farré 1 del conflicto como un «fenómeno dinámico que surge entre dos o más personas y en el cual existen percepciones, intereses y posiciones que caracterizan la visión de cada una de las partes, presentándose total o parcialmente de forma divergente y opuesta entre sí». Pero, si el con flicto resulta inevitable, ¿debemos pensar, con cierto fatalismo, que se trata de un fenómeno negativo, que escapa a nuestro control? O por el contrario, ¿debemos ver el con flicto como algo deseable, que regenera y mantiene vivas nuestras relaciones? Nos preguntamos, en de finitiva, por la naturaleza del con flicto: ¿es el conflicto positivo o negativo? El conflicto forma parte de la cotidianidad pero no constituye una situación «deseable» por razones evidentes: se trata de una vivencia no grata, que acostumbra a ir acompañada de emociones negativas como la ira, el miedo, la culpa, etc. 1. Farré, S. (2004). Gestión de con fl ictos: taller de mediación. Barcelona: Ariel. Pág. 47.
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Cómo afrontar el divorcio
El conflicto es sinónimo de malestar y, en ocasiones, de dolor . Incluso puede verse amenazada la continuidad de relaciones signi ficativas para nosotros. El con flicto tiene, sin duda, una vertiente negativa. No obstante, diversos autores 2 coinciden en hallar una vertiente positiva al conflicto. De este modo, el con flicto puede ser contemplado como un reto , como un estímulo para nuestra creatividad. Asimismo, puede signi ficar una oportunidad de crecer como personas y de profundizar en nuestras relaciones. Desde esta óptica se sustenta que los con flictos pueden gestionarse de forma positiva, contribuyendo a preservar las relaciones –en la medida de lo posible– y limitando el grado de malestar que conllevan las situaciones de con flicto. La visión del con flicto como oportunidad de crecimiento y de cambio, no pretende obviar la desazón que implica vivir un con flicto, sino que propone centrarse en los aspectos positivos de éste: «El con flicto no debe entenderse como un fracaso o un contratiempo, sino como una ocasión para aprender a relacionarnos de otra forma y una oportunidad de construir equilibrios más consistentes y de más alcance» 3. Desde una óptica positiva, los con flictos actúan a modo de alarma, y nos indican que algo no funciona, emplazándonos a buscar nuevos recursos con los que afrontar la situación generadora de desacuerdo y de malestar.
2. CARACTERÍSTICAS Y FASES DEL CONFLICTO El conflicto4 interpersonal se re fiere a una «situación compleja en la cual están involucradas dos o más personas, que se encuentran en interacción, a través de conversaciones, sobre la base de una relación competitiva entre ellas que, con respecto a por lo menos un tema, llamado problema, tienen puntos de vista diferentes, es decir, se generan diferencias». Los con flictos pueden ser interpersonales (con uno mismo), intrapersonales (de relación) o de ambos tipos, pero estos dos elementos acostum bran a ir juntos, enredándose el uno con el otro. De este modo, el con flicto interpersonal es una situación compleja en la cual están involucradas: 2. Farré (2004), op. cit. págs. 36-37; Suares (2003) Mediando en sistemas familiares. Barcelona: Paidós. Pág. 59; Vinyamata, (2001). Con fl ictología: Teoría y práctica en Resolución de Con fl ictos. Barcelona: Ariel. Pág. 12. 3. Bach, E. y Darder, P. (2004). Sedueix-te per seduir . Barcelona: Edicions 62. Pág. 238. 4. El contenido de este apartado se basa en Suares (2003), op. cit., págs. 41-48; con alguna aportación puntual de otros autores.
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El conflicto
Dos o más personas, en una relación especial: de no-colaboración, o bien de competencia. Dos o más personas que se encuentran en interacción: las acciones de A afectan a B, quien retroacciona en función de la acción de A, pero también de sus pro pias características especiales. Dos o más personas que interactúan a través de conversaciones5. El conflicto interpersonal es una situación que se produce sobre la base de una relación competitiva entre estas personas, siendo éste el componente que llega a transformar una situación determinada en con flicto. Asimismo el conflicto puede darse con respecto a (como mínimo) un tema. Estas personas tienen puntos de vista diferentes, es decir, generan diferencias: la manera en la que una de las partes construye las cosas no coincide o es contraria a la manera en la que la otra parte construye su parte. Este desacuerdo puede ser relativo al pasado, al presente o al futuro y, los temas de desacuerdo, pueden llegar a ser infinitos.
Fases del conflicto
El conflicto se considera como una de las partes de un continuum que se mueve entre el campo de la paz y el campo de la guerra, como se ilustra a continuación: CAMPO PAZ
FASES Fase 1
Armonización de las diferencias Fase 2
Nacimiento del conflicto
CONFLICTO
Fase 3
Estallido del conflicto Fase 4
Guerra
TAREAS Promoción de la paz Prevención Prevención y asistencia
E
D U C A C I Ó N
E
M O C I O N A L
Asistencia Fuente: Adaptación de Suares (2003)
5. Suares (2004) entiende por «conversación» la comunicación típicamente humana, que incluye los componentes digitales y analógicos de la comunicación y de las emociones.
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Cómo afrontar el divorcio
El campo de la paz, se corresponde con la primera fase del con flicto. A esta etapa concierne la armonización de las diferencias. Las diferencias suelen estar en el origen del con flicto, siendo condición necesaria, pero no su ficiente ya que las diferencias no siempre conducen al con flicto. Por otra parte, las diferencias pueden constituir una fuente de creatividad y de riqueza. Así, como a firma la autora de referencia: «vivimos permanentemente armonizando las diferencias que tenemos con todos los que nos rodean» si bien «estamos tan obsesionados por lo negativo y con flictivo, que prestamos poca atención a lo positivo y armonizado». En esta fase cabe la promoción de la paz y, para ello, conviene centrarse en las situaciones donde ha sido posible la armonización, impulsando estos contextos.
El campo del con fl icto, en el cual se distinguen tres fases: el nacimiento del conflicto; el estallido del conflicto; y la guerra. En la fase de nacimiento del conflicto, la relación de colaboración se ve sustituida por una relación de competencia, y una de las partes empieza a centrarse más en sí misma. En esta fase aun no se han generado pautas de interacción repetitivas, lo cual supone una ventaja, pues estas pautas son susceptibles de ser modificadas con más facilidad. Sin embargo, debemos tener presente que nos hallamos ya en el terreno del con flicto. Se hace necesaria la intervención, permitiendo que a floren el malestar y las diferencias, con el objetivo de salir del terreno del con flicto lo antes posible y regresar al campo de la paz. A esta fase corresponde la tarea de prevención del con flicto: cuanto antes nos pongamos a trabajar para detener la carrera destructiva, más posibilidades tenemos de conseguirlo. Con más facilidad evitaremos que se generen pautas competitivas y que éstas se instalen. Para ello, podemos operar en dos frentes: de un lado, actuando antes de que el conflicto se origine, impidiendo que los conflictos «nazcan»; y por otro lado, interviniendo después, y desescalando el conflicto una vez éste haya surgido. Es preciso remarcar que se trata de prevenir el conflicto, no de silenciarlo. Para intervenir antes de que surja el con flicto, podemos operar tanto sobre el contexto, evitando los dispositivos que faciliten la emergencia de con flictos, como sobre el individuo, enseñando formas no con flictivas de resolución de conflictos. En este sentido, queremos reiterar la necesidad de promover la Educación Emocional y la Mediación Escolar. Si intervenimos después de que aparezca el con flicto, podemos frenar la escalada del conflicto. Ello no implica necesariamente reconducir la situación hacia
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El conflicto
una etapa más colaborativa, sino que puede bastar con detener la carrera hacia etapas más destructivas. Cabe destacar que la tarea fundamental dentro del campo del con flicto –en todas sus fases– es la desescalada . Si bien «prevención» no es sinónimo de «desescalada»: un con flicto que desescala está previniendo, pero la prevención de una escalada no siempre tiene efecto desescalador; puede frenar la escalada, pero no implica necesariamente regresar al campo de la paz. Cuando el conflicto estalla, se establece claramente una relación de competencia y, a menudo, existe el deseo de perjudicar a la otra parte. Es característico de esta fase que las partes se centren en sí mismas. Los «monólogos en paralelo» ocupan el lugar del diálogo y se deja de escuchar al otro; en realidad, el tema de discusión pierde relevancia, y pasa a ocupar un segundo plano. Así, se constata la fi jación de las partes en sus posiciones respectivas, a la vez que la ‘rigidización’ y la repetición de las pautas de interacción. Las personas que acuden a mediación acostumbran a encontrarse en esta fase. La asistencia es la tarea propia de esta etapa. El objetivo de laa intervención del mediador/a consiste en disminuir la tensión del con flicto (des-escalar) y generar pautas colaborativas de relación. A tal fin puede generar comprensión mutua de las personas implicadas, tanto hacia sí mismas, como hacia la otra parte. Por otro lado, puede actuar sobre la relación, rescatando las áreas de armonía que se mantienen –sin negar el conflicto–. Asimismo, cabe intentar descubrir qué intereses y qué necesidades se esconden detrás de las posiciones de las partes , antes de que lleguen a fi jarse. En la fase de guerra, el conflicto se convierte en destructivo y es frecuente que aparezca la violencia verbal y el deseo de las partes de perjudicar al otro. Tam bién es posible que aparezca la violencia física. La mediación no es recomendable en esta fase. Cabe señalar que numerosos con flictos quedan estancados en esta fase. Sin embargo, la escalada del con flicto no siempre sigue todas las fases descritas anteriormente: en ocasiones el con flicto parece surgir repentinamente; otras veces, el conflicto fluctúa entre una fase y otra. Asimismo, el proceso de desescalada no se produce de forma ordenada, y acostumbra a darse un «ir y venir» entre fases. Estas secuencias son habituales en los procesos de separación, donde peleas y reconciliaciones se alternan en un ciclo que puede llegar a eternizarse, hasta que, en algún momento, se produce un cambio que conduce, ya sea a la reconciliación de finitiva, o a la decisión irrevocable de separarse. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
También existen procesos de separación que desembocan en una situación de conflicto crónico, en cuyo caso cabe prever un divorcio de difícil resolución. Entre los indicadores que permiten prever una «batalla campal» hallamos 6:
Estructura familiar disfuncional: en realidad no hay estructura y cada cual actúa por cuenta propia. Reiteradas crisis anteriores de la pareja: el ciclo «nos separamos-volvemos a intentarlo» se ha convertido en crónico. Motivo y decisión del divorcio: se hace especial hincapié en este punto. La finalización de la relación a causa de una tercera persona, sería un claro ejemplo. En este caso, la «herida narcisista» resulta más difícil de reparar. Tiempo real de separación y etapa emocional del divorcio: el divorcio implica la elaboración de un duelo y este proceso requiere de un tiempo determinado. Si se fuerza o se ignora esta realidad, puede generarse un con flicto inacabable.
Dependencia económica de uno de los cónyuges.
Acuerdos disfuncionales: los excónyugues no cumplen los acuerdos pactados.
3. ESTILOS DE COMPORTAMIENTO ANTE LOS CONFLICTOS En función de la importancia que uno se da a sí mismo y da a los demás, de su compromiso con la relación y con los intereses, se describen cinco estilos de com portamiento ante los con flictos7 y, si bien nuestra actitud ante ellos puede varias dependiendo de las circunstancias, tendemos a repetir una misma pauta de com portamiento cuando nos enfrentamos a un con flicto. El cuadro siguiente ilustra los diferentes estilos de comportamiento:
6. Zanuso, L. (2005). Las nuevas familias: mitos y realidades de las nuevas organizaciones familiares. Seminari de Ponts de Mediació, Barcelona, 15 y 17 febrero (papel). Cita un estudio realizado de forma conjunta por jueces y mediadores, que abarca 100 casos, en un período de 5 años. 7.
A partir de Farré (2004), op.cit ., págs. 35-36; Redorta, J. et al. (2006). Emoción y con fl icto.
Barcelona: Paidós. Págs. 139-140; y Suares (2003), op. cit. pág. 63
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El conflicto
Estilos de comportamiento ante el conflicto y la negociación MUY
COMPETICIÓN
COLABORACIÓN
FIRME
Interés por los propios objetivos y necesidades
COMPROMISO
POCO FIRME
EVITACIÓN POCO COOPERADOR
ACOMODACIÓN MUY COOPERADOR
Interés por los objetivos y necesidades de los otros Fuente: Adaptación de Martí (2002) sobre ideas de Thomas y Kilmann, cit. por Redorta (2006), pág. 140.
El estilo competitivo es el modelo del «más fuerte», donde lo más importante es ganar al otro. Se pretende dominar tanto el con flicto como la relación y se encuadra en el marco del «todo o nada». Así, se orienta primordialmente hacia los intereses, en detrimento de la relación, que puede llegar a deteriorarse seriamente, e incluso a perderse. El estilo evitativo es el que elude el con flicto, negándolo o minimizándolo, a fin de impedir que estalle. En realidad, no admite que exista; adopta la táctica del avestruz para evitar enfrentarse a la situación de con flicto. Goleman 8 califica esta actitud como emocionalmente cómoda pues sirve para protegerse del sufrimiento. El estilo acomodaticio suele buscar una solución rápida para no poner en peligro la relación, siendo ésta prioritaria con respecto a los propios intereses. Las personas con este patrón de conducta se muestran dispuestas a renunciar a sus propios deseos y a ceder, con tal de preservar la relación. 8. Goleman (1998), cit. por Carpena (2003), Educación socioemocional en la etapa de primaria. Barcelona: Eumo-Octaedro. Pág. 178. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
El estilo compromisario considera que «todo es negociable» y no da mucha im portancia al hecho de ganar o de perder. El estilo colaborador pretende compaginar tanto los propios intereses como la relación y tiende a buscar una solución que bene ficie a todas las personas implicadas en el conflicto. Ninguno de estos estilos de comportamiento es ideal, ni resulta negativo en sí mismo. No obstante, no es aconsejable negar o evitar los con flictos de forma sistemática, pues con ello no logramos solucionarlos, tan solo posponerlos, y el ‘estallido’ acaba por producirse tarde o temprano. Tamposo suele ser adecuado solucionar los con flictos por la fuerza, pues acostumbra a generar resentimiento en la parte ‘perdedora’ 9. Por otra parte, acomodarse sistemáticamente suele generar frustración en quien así se comporta, por no ver debidamente atendidas sus propias necesidades.
4. LOS CONFLICTOS DE LOS PADRES Y SUS EFECTOS EN LOS HIJOS Como afirma Suares: «lo negativo no es el divorcio, que en sí podría ser una forma efectiva de concluir un con flicto», «lo negativo es el modo como se conducen y la frecuencia con la que se producen los con flictos, aun en las familias llamadas intactas». En esta línea, se exponen una serie de consideraciones en relación con el impacto que producen en los hijos, las peleas –con flictos que ya han escalado– de los padres y de otros miembros de la familia10.
La relación de base entre los padres es fundamental, ya que los con flictos conyugales resultan ser los mejores pronosticadores de problemas de desajuste en los hijos. Asimismo, cabe considerar la frecuencia con que se pelean los padres, cómo discuten –cuanta agresividad e ira mani fiestan–, y si aparece violencia física. La exposición a las peleas de los padres afecta negativamente el funcionamiento social de los hijos. Además, sus efectos no se limitan al momento de la batalla –durante la pelea–, sino que se prolongan más allá –después– de la disputa.
9. Carpena, (2003), op. cit. pág. 178. 10. A partir de las conclusiones de Cumming y Davies (1996) sintetizadas por Suares (2003:67-71), la lista se refiere a la forma en que se manejan habitualmente los conflictos en la vida familiar, no
siendo especí fica de una situación de divorcio.
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El conflicto
El enojo y la ira son emociones que compartimos todos los humanos y que no podemos no expresar, ya que se mani fiestan a través del lenguaje no-verbal. Por tanto, debemos prestar atención a cómo se expresa la ira durante y después del conflicto. Por lo que respecta a los niños, se diría que éstos pueden manejar niveles normales de ira. Los hijos que están expuestos con frecuencia a las peleas entre los padres, copian la forma de interacción de éstos y no desarrollan habilidades para contener sus propias expresiones de ira. Con toda probabilidad, piensan que se trata de la forma correcta de actuar, lo cual puede causarles problemas en otros ámbitos. Desde los primeros seis meses de vida, mucho antes de que puedan entender el contenido de la discusión y de que puedan hablar, son sensibles a los con flictos interpersonales. Este dato está avalado por investigaciones que se centraban en modificaciones fisiológicas –ritmo cardíaco, presión arterial, etc.–. La reacción difiere según la edad, pero se desconoce en qué momento de su evolución el daño es mayor. Los niños son muy sensibles a las expresiones no verbales de ira. Estos estudios han evidenciado que las expresiones verbales de ira producen tanta angustia a los niños como las no-verbales. Los niños son especialmente sensibles a las peleas de las que ellos son «el tema» de discusión. No hay conclusiones relativas a si son los niños o las niñas quienes más sufren la exposición continuada a las peleas de los padres, si bien hay diferencias de reacción entre los dos géneros: los niños desarrollan una conducta agresiva, en tanto que las niñas muestran más angustia y preocupación. Los comportamientos reactivos no adaptativos (ser demasiado «bueno») abundan más entre las niñas. El grado de involucración de los niños en el con flicto de los padres aumenta con la edad . Así, pasan de ser «observadores impotentes» a un mayor grado de implicación, que suele alcanzar su punto más alto en la adolescencia. El umbral de sensibilidad de los hijos respecto a la con flictividad de los padres es inversamente proporcional a su exposición e involucración en las peleas. A mayor grado de exposición y de implicación, más sensibles se muestran. La agresión hacia los hijos está relacionada con la agresión entre los padres. Así, el riesgo de conducta problemática aumenta en aquellos hijos que son víctimas de la violencia y, a la vez, testimonio de las agresiones entre sus padres.
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Está sobradamente reconocido que el comportamiento de los hijos después del divorcio depende de la calidad del contexto familiar durante el período tormentoso de la separación de los padres. Los conflictos negativos son los que han escalado. Es importante la forma cómo se finalizan los con flictos: los con flictos resueltos producen muy poca angustia a los hijos. La presencia física de los hijos en el momento solucionarse el con flicto, no parece tener mucha relevancia, ya que los niños suelen mostrarse muy sensibles a este respecto, y acostumbran a captar que el problema ha quedado resuelto. Sin embargo, el hecho de que puedan captar que se ha solucionado el problema, no implica que ello se produzca de forma automática. Por tanto, puede ser de gran ayuda, darles explicaciones al respecto. Es importante explicar a los hijos que ellos no son los culpables de las peleas entre sus padres. Desde la perspectiva de los niños, las disculpas suelen ser la mejor manera de solucionar un con flicto. Los niños acostumbran a percibir como positivo cualquier progreso en la conducción del con flicto que se acerque a su solución. Es importante tener en cuenta las características personales de los hijos: los efectos de los con flictos conyugales dependen de las diferencias individuales de los niños, ya que no todos son igualmente vulnerables a los desacuerdos familiares. Los niños no son elementos pasivos y su forma de reaccionar puede aumentar el conflicto conyugal. Los padres en conflicto no acostumbran a mantener buenas relaciones con los hijos y su forma de ejercer la paternidad suele fluctuar entre la permisividad y la exigencia. El clima emocional de la familia es de suma importancia. El subsistema de hermanos u otros subsistemas pueden contribuir a disminuir los efectos negativos de los con flictos conyugales. Los conflictos entre otros subsistemas también tienen in fluencia en los hijos –por ejemplo, los con flictos con las familias de origen de los cónyuges–. © WK Educación
El conflicto
Sería preciso investigar si los hijos que han estado expuestos a con flictos que han sido conducidos de forma no agresiva, aprenden lecciones positivas para afrontar y manejar los con flictos.
En consecuencia, cómo los padres afrontan y resuelven los con flictos constituye un modelo muy valioso para los hijos; conviene pues manejar estas situaciones de forma positiva y constructiva para fomentar en ellos hábitos adecuados con los que hacer frente a los con flictos.
5. PAPEL DE LA ESCUELA EN LA RESOLUCIÓN POSITIVA DE CONFLICTOS Además de la familia, la escuela constituye un escenario excelente para el aprendizaje de la resolución de con flictos en clave positiva. La introducción de la mediación escolar 11 pretende contribuir a promover actitudes y habilidades que permitan afrontar las situaciones de con flicto desde el diálogo y no desde la confrontación. Además de los programas de mediación, también existen propuestas metodológicas para enseñar a los niños a resolver con flictos. Quiero sugerir la propuesta de Ana Carpena12, quien propone un método de seis pasos para resolver un problema, donde se distinguen dos fases principales: la comprensión del problema y la búsqueda de vías de solución. A continuación se presenta un breve resumen de este método (adecuado a partir de siete u ocho años): Consiste en hacer una exposición de lo ocurrido, centrándose en el problema, no en las personas. Se define la situación escuchando la versión de todos los implicados y se elaboran hipótesis sobre lo que puede haber ocurrido –«yo diría...», «puede ser...», «seguramente…»–, buscando información que veri fique las hipótesis. Es fundamental detectar las emociones, tanto propias como ajenas, que se hallan detrás del con flicto.
Identi ficar el con fl icto. Buscar las causas que lo han provocado.
De finir objetivos. Aquello que quiere solucionarse.
Es esencial para la resolución del problema, saber qué se pretende resolver. También es posible que existan varios aspectos a solucionar.
11.
Carme Boqué (2002) propone una Guia de mediació escolar. Programa comprensiu d’activitats.
Barcelona: Rosa Sensat, 60. 12. Carpena (2003), op. cit. págs 188- 209, desarrolla una adaptación del modelo de Myrna Shure
(1982,1987) para enseñar a resolver problemas en la escuela. El profesorado puede encontrar pro-
puestas metodológicas, materiales y recursos en el libro de la autora, págs. 177-217. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Buscar soluciones. Se
trata de realizar una lluvia de ideas, imaginando todas las soluciones posibles y anotándolas, incluso aquellas opciones que parezcan imposibles.
Valorar las diferentes alternativas y elegir la mejor. Requiere la habilidad para
anticipar las consecuencias de la puesta en práctica de una solución determinada. Para ello, se valoran todas y cada una de las opciones anotadas, y se consideran los efectos, los sentimientos implicados, etc. Incluye una re flexión acerca de qué acciones incluyen valores como la tolerancia, el respeto, la colaboración, o por el contrario, engaño, abuso o humillación.
Finalmente, se elige la mejor solución, que deberá ser justa, practicable y significativa para los niños, a la vez que valiosa y creíble. Todos los alumnos implicados deben tener la oportunidad de discutir a fondo las diferentes opciones. Se toma la decisión cuando se llega al acuerdo de cuál es la mejor. Los niños que no están de acuerdo con ella, habrán tenido la oportunidad de exponer su punto de vista, lo que facilita que la acepten.
Es importante que educadores y alumnos compartan el deseo de llegar a un consenso, valor fundamental de este proceso, y no acudan a soluciones que creen ganadores y perdedores (hacer votaciones, etc.). Elegida la solución, deberán ponerse de acuerdo para llevarla a la práctica, y diseñar un plan; es importante que se escriba y se sitúe en un lugar bien visible, pues si lo visualizan, los alumnos pueden seguir con más facilidad el proceso que si sólo tienen soporte auditivo.
Determinar su aplicación.
Marcarse un plan. Desarrolla la habilidad de trazar, paso a paso, un plan para
lograr el objetivo fi jado. Ello incluye la apreciación de los posibles obstáculos que pueden obstaculizar la consecución del objetivo; también la posibilidad de que los objetivos no se consigan de inmediato. De este modo, se pretende ayudar a los alumnos a regular el comportamiento impulsivo, enseñándoles planificar de forma secuenciada y anticipándose a los obstáculos. También se procura que perciban la necesidad de dedicar tiempo a buscar y a plani ficar una buena solución. Este método se complementa con la práctica de los pasos necesarios para la solución de conflictos, que se resume en el esquema siguiente:
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El conflicto
OBJETIVOS
PROCEDIMIENTOS Equilibrio emocional
Ejercicios cognitivos
Comprender el problema
Solucionar el problema
Identificación del problema Comprensión de la relación causa / efecto Definición de objetivos Búsqueda de posibles soluciones Deducción de las consecuencias Reflexión sobre si la solución es practicable Elaboración de un plan Identificación de los medios necesarios para conseguir un objetivo
Razonamiento moral
Reconocimiento de los propios sentimientos Reconocimiento de los sentimientos de los otros
Autocontrol
Distinción entre justo e injusto (entendido como el hecho de que no se es imparcial, sino que se va a favor o en contra de alguien)
Distinción entre justo e injusto (aquellas soluciones que favorezcan a todos por igual, con las que nadie gana ni pierde más que el resto)
Fuente: Carpena (2003), pág. 194.
El objetivo de este método es fomentar en los alumnos el hábito de pensar por sí mismos y tomar decisiones responsables. Se pretende tanto la prevención como el afrontamiento de los con flictos. También enseña a los niños a hacer frente a las frustraciones para, cuando no puedan conseguir lo que quieren, aprendan a tolerar y a regular esta sensación y busquen alternativas razonables para lograr lo que desean. Para ello, se construye un modelo de organización del pensamiento y de autorregulación del comportamiento, y se incide en el desarrollo de diversas capacidades: desarrollo moral; desarrollo cognitivo; desarrollo de las capacidades lingüísticas y desarrollo de las habilidades sociales. Entre los cuatro y los siete años , puede iniciarse una etapa preparatoria, que pro-
pone mantener siempre el mismo estilo de diálogo en situaciones de con flicto: 1. ¿Qué ha pasado antes? (de que le pegaras). 2. ¿Qué ha pasado después? (de que le pegaras). © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
3. ¿Cómo se ha / te has sentido? 4. Piensa en una cosa diferente que puedas hacer (cuando, en otra ocasión, tengas el mismo problema). 5. ¿Es o no una buena idea? Ana Carpena señala la necesidad de asegurarse de que han integrado el signi ficado de «antes» y «después» e «igual» y «diferente»; si no es así, deberá practicarse en otros contextos hasta que logren asimilar estas nociones. Asimismo, remarca la conveniencia de que todo el personal de la escuela utilice este estilo de comunicación ante un problema, a fin de fomentar en los niños el hábito de pensar por sí solos, evitando darles soluciones de antemano.
5.1. El trabajo conjunto entre escuela y padres
La autora de referencia, recomienda buscar la complicidad de los padres para extender esta labor fuera de la escuela, a través de las entrevistas privadas de los tutores con los padres, y de las «escuelas de padres» que organizan algunas escuelas. Propone hacer las siguientes propuestas a los padres, cuando se enfrenten a una situación de conflicto donde estén involucrados sus hijos:
Entender la vertiente pedagógica de los con flictos. No son agradables, pero son aleccionadores y por eso es preciso plani ficar de qué forma van a tratarse. Dar a entender que se acepta a la niña o al niño tal como es, aunque eso no im plica aceptar sus errores. Evitar culpabilizar a los niños cuando se equivocan y conducirles por el camino del razonamiento.
Fomentar la comunicación y el diálogo.
Sugerir que hay formas alternativas de solucionar los con flictos.
Evitar situaciones de injusticia, trasmitiéndoles el valor de lo justo frente a lo injusto. Practicar cuatro pasos en las situaciones de con flicto: 1. Hay que calmar al niño. Todos hemos de calmarnos. 2. Hablar de los sentimientos (de todas las partes).
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El conflicto
3. Buscar muchas soluciones y apuntarlas sin evaluarlas. 4. Decidir cuál es la mejor solución.
6. ESTRATEGIAS QUE PUEDEN FAVORECER LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS Una regulación adecuada de las emociones no implica la resolución positiva del conflicto, pero nos permite afrontarlo de forma más serena y e ficaz. Si bien en capítulos sucesivos veremos estrategias concretas para regular la ira, el miedo y la tristeza, en este apartado se expone una lista de recursos 13 que, en situaciones de crisis, pueden ser una herramienta adecuada para regresar a la calma y facilitar la solución del conflicto.
Arterapia. Facilita la expresión y relajación a través de la creación artística.
Musicoterapia. Favorece la relajación, y puede inducir estados de ánimo posi-
tivos, a través de la música.
Es un recurso tradicional para situar el problema fuera de nosotros. Se utiliza la fantasía para reproducir situaciones con flictivas o criticas parecidas a las que estamos viviendo. Explicar cuentos.
Los preparativos y el viaje en sí mismo, pueden servir para recuperar energías y para ver las cosas desde una perspectiva diferente.
Viajar.
Ver películas o ir al teatro. La mayoría de obras de teatro y de películas re flejan,
de forma más o menos explícita, los problemas y las di ficultades de la vida. Ello nos puede servir de referente para nuestra propia situación. Su función es similar a la de las películas y de las obras de teatro: ver como otras personas han resuelto sus problemas y las consecuencias de determinados comportamientos. Los libros de autoayuda también pueden ser un buen recurso.
Lectura.
Deporte. Los beneficios del ejercicio físico y del contacto con la naturaleza, son
de sobra conocidos. 13. Vinyamata, 2001:107-108. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Cuidar y disfrutar del hogar. Las
tareas para mejorar el confort y el bienestar en el hogar, pueden contribuir a la recuperación física y psíquica de los que habitan en él. Relaciones sociales y amistades. El hogar, las relaciones sociales y las amistades
forman nuestro ecosistema y pueden ser fuente de bienestar y de equilibrio.
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Capítulo II El ciclo del divorcio
1. LAS CRISIS FAMILIARES Si el conflicto no es exclusivo de las parejas que se divorcian, las crisis familiares son también comunes a todas las familias, se hallen o no en proceso de separación. Como afirman diversos autores: «La pareja es un sistema relacionalmente vivo, en permanente interacción interacción con con su entorno y sometido a una continua continua evolución evolución a lo larlar1 go del tiempo» ; «La vida familiar es un proceso que se desarrolla en el tiempo y que atraviesa distintos momentos» 2; «La familia está sometida a presiones permanentes que la obligan a negociar constantemente sus pautas de funcionamiento (…). Constantemente se está negociando para negociando para resolver los conflictos que aparecen» 3. Así, las crisis familiares son períodos de inestabilidad y de cambio. Son inestables en tanto que las viejas pautas ya no sirven y todavía no han surgido otras que las sustituyan. Y, Y, obviamente, se producen cambios, ya sea para mejorar o para empeorar. Estas crisis exigen de los miembros de la familia una transformación constante a fin de permitir su crecimiento, conservando su continuidad; continuidad; de esta capacidad para negociar y para adaptarse a la nueva realidad, dependerá el bienestar emocional de la familia. Cuando se produce una crisis, se dan unos síntomas transicionales que nos indican que la familia se esta acomodando, reorganizando reorganizando –por ejemplo: el niño que vuelve a precisar pañales con motivo del nacimiento de un hermano; la madre ansiosa ante la primera salida nocturna de su s u hijo adolescente, etc.–. T Todos odos estos síntomas son funcionales. Sólo si se perpetúan en el tiempo, podemos hablar de disfunción 4. 1. 2. 3. 4.
Campo, C., y Linares, J.L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta. Pág. 36. Suares (2003), op. cit. pág. 190. Tarrés. Pág. 5. Zanuso, L. (2001). Mediación familiar . Quadern d’estiu nº 4. Fundació Pere Tarrés. Zanuso, (2005).
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Cómo afrontar el divorcio
Las crisis familiares pueden ser originadas por:
Hechos previsibles. S e re fiere a las crisis evolutivas, tales como el nacimiento
de un hermano, la adolescencia de los hijos, etc. Las crisis evolutivas se dan en respuesta a etapas normales del desarrollo, son universales y predecibles, y suelen ir acompañadas de rituales de cambio.
Se producen debido a fuerzas ajenas al sistema familiar, tales como la pérdida de un empleo, la hospitalización de algún familiar, etc., siendo el estrés que producen real, objetivo e imprevisible.
Hechos inesperados.
El divorcio se incluye actualmente en la categoría de hechos previsibles. Ya Ya no es contemplado como un fracaso, sino como «un acontecimiento más del ciclo vital» 5. Así, a principios del siglo XXI, el divorcio ha dejado de ser considerado socialmente como un hecho extraordinario, traumático y patológico, y se incluye en la evolutiva familiar como un proceso posible dentro del ciclo de la vida conyugal 6. Se trataría de un hecho esperable aunque ciertamente no deseable. Cuando una pareja entra en una crisis que no logra superar y la convivencia deja de tener sentido, suele optar por el divorcio, que se produce «cuando los cónyuges dejan de tener la necesidad y, al mismo tiempo, el deseo de seguir juntos» 7. Obviamente, el divorcio representa el fin del matrimonio, pero no constituye el fin de la familia8: los miembros de la pareja se separan como cónyuges pero no como padres de sus hijos y, en lo sucesivo, seguirán siendo «pareja de padres».
2. EL CICLO DEL DIVORCIO El divorcio no sucede de improviso, sino que constituye un proceso que se va gestando a lo largo de un tiempo, con unas etapas bien de finidas, que habrán de recorrer todas las personas que emprenden este camino. Fariña9 se refiere a los estadios predecibles en las parejas que, finalmente, optan por divorciarse: 5. Campo y Linares (2002), op. cit. pág. 8. 6. Zanuso (2005). 7. Dolto, F. (1989). Cuando los padres se separan. Barcelona: Paidós. Pág. 34. 8. Zanuso (2005). Familia: Intervención de casos de Separación y 9. Fariña, F. et al. (2002). Psicología Jurídica de la Familia: Divorcio. Barcelona: Cedecs. Págs. 39-42.
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El ciclo del divorcio
Un período de baja satisfacción matrimonial.
Una etapa en que se considera la separación o divorcio.
El período de separación.
La separación propiamente dicha.
En suma, las etapas de un proceso de separación se agrupan en tres bloques: 1. Predivorcio. Antes de la separación. Se trata de una fase de inseguridad, en la que suele buscarse asesoramiento y apoyo entre los familiares y amigos, y donde predominan los sentimientos de ansiedad y de culpa. También También es habitual el retraimiento físico y emocional, que resulta en una cierta tendencia al aislamiento. 2. Divorcio. Durante la separación. Esta fase implica un período más o menos largo en el cual se resuelven fundamentalmente cuestiones legales. 3. Postdivorcio. Después de la separación. Se trata de un período de reequilibrio. En esta fase se recupera la autocon fianza y se adquiere energía, independencia y autonomía. El comportamiento propio de este período se relaciona con: con: la rede rede finición de la identidad; el acomodamiento al nuevo estilo de vida; la ayuda y el apoyo a los hijos para superar la situación; incluso se piensa en nuevas nuevas relaciones. Se considera que el divorcio es funcional 10, es decir que permite a los miembros de la familia reorganizarse y acomodarse a la nueva situación, cuando se dan las siguientes etapas: ⎧ a) pensando en el divorcio ⎪ PREDIVORCIO deliberación ⎨ ⎪ b) planeando el divorcio ⎩
DIVORCIO
⎧ a) separación ⎪ legal instrumentalización ⎨ b) divorcio legal ⎪ ⎩ c) divorcio emocional
10. Zanuso (2005). © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
POSTDIVORCIO
reestructuración
⎧ a) familias progenitor único ⎪ ⎨ ⎪ reconstituidas ⎩ b) familias reconstituidas
1. La fase del predivorcio, corresponde al período de deliberación, con dos etapas: a) Pensando en el divorcio .
Los miembros de la pareja no inician juntos el trayecto del divorcio, sino que uno de ellos emprende en solitario este recorrido, empezando a considerar la idea de la separación como solución a los problemas de la pareja. pareja.
Esta asimetría entre los cónyuges, debida a la avanzadilla con respecto al punto de d e partida, par tida, es e s caracterís car acterística tica de este período. p eríodo. Estar un paso adelante en el proceso de elaboración de la ruptura puede suponer una ventaja, pero suele añadir dosis nada despreciables de culpabilidad, al aumentar la sensación de ser responsable de la decisión. Para el otro cónyuge también vale esta dicotomía, pues es presumible que no tenga la sensación de cargar con el peso de la resolución y tenga, por el contrario, más di ficultades en distanciarse del pasado. b) Planeando el divorcio. Se plantea al
otro cónyuge la posibilidad de separarse. La decisión de divorciarse, implica reconocer la incapacidad para resolver el con flicto de pareja y la aceptación de parte de la responsabilidad de lo que está ocurriendo 11. Los sentimientos de inseguridad, culpa, depresión y ansiedad son propios de este período, en que suele tenderse al aislamiento.
2. El divorcio incluye tres etapas: a) Separación. Se instrumentaliza la ruptura. En esta etapa la pareja debe nego-
ciar acuerdos relativos a los hijos, al patrimonio, etc. Las discusiones con el cónyuge suelen ser frecuentes, así como sentimientos de rabia contra él/ella, abundando las descali ficaciones. En esta fase acostumbran a reestructurarse los vínculos relacionales con la familia extensa. b) Divorcio legal. Aún son frecuentes los sentimientos de
culpa, rabia y dolor. dolor. Las peleas entre los cónyuges aún se producen de forma recurrente, junto con las disputas propias de la negociación de la separación. También es el
11.
Ripol-Millet Ripol-Mill et (1994), cit. por Pérez Testor, C. et al. (2001). La (2001). La familia: nuevas aportaciones.
Barcelona: Edebé. Págs. 210-211.
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El ciclo del divorcio
momento de las fantasías de reconciliación. Es esta una etapa de gran desgaste emocional, en la que atender a las necesidades emocionales de los hi jos se hace especialmente penoso, pues las reservas de energía de de los padres padres acostumbran a señalar la luz roja de «depósito vacío». c) Divorcio emocional .
Se trata del período de elaboración del duelo por la pérdida de la unidad familiar y conlleva 12 la reestructuración de la relación previa a la ruptura y la adaptación a la nueva realidad –responsabilidades –responsabilidades con los hijos, trabajo, tiempo libre, finanzas, etc.–.
3. El postdivorcio constituye una fase de desvinculación 13, que implica la aceptación de la realidad de la separación, y la superación de las posibles fantasías de reconciliación. En esta etapa acostumbra a restablecerse la autoestima, y puede que se contemple la posibilidad de iniciar una nueva relación amorosa. Asimismo, se trata de una fase de reestructuración, en la que suelen organizarse nuevas estructuras familiares, ya sean familias con un único progenitor –conviviente o no-conviviente–, no-conviviente–, o familias reconstruidas. reconstruidas.
3. EMOCIONES Y DIVORCIO En la actualidad un número considerable de parejas opta por el divorcio y pocos se asombran ante un hecho que forma parte de la vida de tantas familias. Sin duda, la normalización del divorcio ha contribuido a resolver de forma e ficaz muchas situaciones de infelicidad conyugal, pero esta solución, aunque generalizada, no resulta en absoluto indolora. El divorcio produce un impacto emocional considerable en sus protagonistas, ocupando ocupando el segundo lugar en la lista de acontecimientos que causan más sufrimiento y estrés 14.
3.1. La pareja
Los miembros de la pareja que se divorcia experimentan una gran variedad de reacciones emocionales. Naturalmente, no existe una forma única de reaccionar ante esta circunstancia, pero hay emociones que suelen experimentar la mayoría de per12. Ibíd. 13. Ibíd. 14. Rojas Marcos, L. (1994). La pareja rota. rota. Madrid: Espasa. Pág. 103. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
sonas que afrontan una separación. Campo y Linares 15 han investigado qué tipo de sentimientos aparecen en las personas separadas que solicitan psicoterapia, en relación con los tres motivos principales de demanda de ayuda:
Dificultades relacionales sin patología.
Síntomas psicopatológicos en los adultos separados que solicitan ayuda.
Síntomas psicopatológicos en los hijos.
Esta clasificación distingue tres grupos según la gravedad de los problemas que les afectan, alcanzando el impacto emocional de la separación su mayor grado cuando tiene efectos negativos en los hijos; medio cuando toca a los miembros de la pareja y menor cuando no se da patología. El estudio muestra que abundan los sentimientos de tendencia depresiva en los tres grupos, sin que existan diferencias signi ficativas entre ellos. Por otra parte, revela una mayor presencia de sentimientos agresivos y destructivos en el grupo con patología en los hijos, y la preponderancia de sentimientos de confusión y angustia en el grupo con patología propia. Los autores del estudio señalan que el per fil más intenso y agresivo parece corresponder a los padres que triangulan a sus hijos, favoreciendo así el desarrollo de síntomas psicopatológicos en éstos; el per fil de intensidad media tendente a la angustia y a la confusión propiciaría síntomas en los propios cónyuges; y por último, el per fil más sano, correspondiente a las di ficultades relacionales, sería menos intenso y de contenido ligeramente depresivo. El mismo estudio indica que los hombres se parados presentan mayor intensidad emocional que las mujeres, lo cual implica más riesgo psicopatológico.
3.2. Los hijos
El sufrimiento que el divorcio ocasiona a los hijos es motivo de profundo pesar en las parejas que se separan. Esta angustia puede verse atenuada por la certeza de que las consecuencias del divorcio dependen en gran medida de cómo éste es afrontado. El convencimiento de poder limitar con una intervención adecuada los efectos negativos de la ruptura en los hijos, representa un hilo de esperanza en el contexto de dolor emocional que acompaña al divorcio. 15. Campo y Linares (2002) op. cit. págs. 137-138.
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El ciclo del divorcio
La separación de los padres constituye para los hijos un hecho totalmente indeseado e inesperado. El grado de sorpresa puede verse reducido en función de la edad de los hijos y del grado de efervescencia de las tensiones conyugales, pero incluso en el caso de «temerse lo peor», la reacción inmediata de los hijos suele ser de shock. Como consecuencia de la ruptura, los hijos 16 suelen presentar síntomas de depresión y problemas adicionales –de conducta, aprendizaje, etc.– en relación con los niños o jóvenes que no han estado expuestos a esta circunstancia. Sin embargo, conviene recordar que también los hijos de parejas intactas, pero desdichadas, están expuestos a los efectos nocivos que derivan de la relación insatisfactoria y con flictiva entre sus padres. A continuación se exponen las reacciones más comunes de los hijos como consecuencia de la separación de sus padres, en relación con el momento evolutivo en que se encuentran17: Entre dos y cinco años:
– Confusión, ansiedad y miedo
suscitados por los cambios profundos en la
familia. – Fantasías de reconciliación en las que sus padres vuelven a
ser pareja.
– Conducta agresiva hacia padres, hermanos o compañeros. Un profundo sen-
timiento de pérdida suele ocultarse tras este comportamiento (ya no conviven a tiempo completo con ambos progenitores). – Sentimientos de culpa pues acostumbran miento ha motivado la separación.
a imaginar que su mal comporta-
– Regresión que se mani fiesta en un retroceso a etapas previas de su desarrollo
(dificultad en el control de esfínteres) o en forma de conductas muy dependientes («pegarse a las faldas»). – Trastornos del sueño producidos
en muchas ocasiones por un incremento del miedo, que se traduce en miedo a la oscuridad, pesadillas, etc.
– Problemas alimentarios.
Entre cinco y siete años: – Tristeza y sufrimiento profundos.
16.
Fariña (2002), op. cit. pág. 45; Rojas Marcos (1994), op. cit. págs. 118-119; Testor et al. (2001),
op. cit. pág. 212. 17. Parkinson, L. (2005). Mediación Familiar. Teoría y práctica: principios y estrategias operativas. Barcelona: Gedisa. Págs. 172-175. A partir del estudio de Wallerstein y Kelly (1980). © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio – Añoranza del progenitor ausente que
se asemeja al duelo por la muerte de un progenitor, aunque muestran más sentimientos de rechazo.
– Sentimientos de abandono y de miedo producidos por el temor a perder tam-
bién al otro progenitor. – Enojo dirigido habitualmente contra el progenitor a quien consideran culpable de la ruptura. – Con fl ictos de lealtad. – Fantasías de reconciliación. – Preocupación por la capacidad de los progenitores pues las di ficultades de
los padres para afrontar la situación pueden generar en los hijos el temor de que éstos no sean capaces de cuidar de ellos.
Entre ocho y doce años: – Los niños de esta edad suelen intentar esclarecer las causas del divorcio y buscar un responsable de la ruptura. No es infrecuente que tomen partido en los conflictos de sus padres. – Profundos sentimientos de pérdida, rechazo, soledad e impotencia. – Sentimientos de vergüenza, indignación moral y resentimiento ante
la con-
ducta de sus padres. – Ira extrema, rabietas de mal genio y conducta exigente. – Miedo, fobias y rechazo.
– Aumento de dolencias psicosomáticas tales como trastornos del sueño, dolor de cabeza, etc. – Emisión de juicios identificando a uno de los progenitores como el bueno y al otro como el malo, acompañado de rechazo a éste. – Alianza con un progenitor quien no siempre resulta ser aquel al que sienten
más unidos. – Pérdida de autoestima con consecuencias negativas en el
rendimiento esco-
lar. – Mala conducta.
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El ciclo del divorcio
Entre trece y dieciocho años: cuando asumen tareas de cuidado de los hermanos menores e incluso de uno de los progenitores.
– Pérdida de la infancia
cuando los padres hacen recaer sobre los hijos decisiones relativas al régimen de visitas, a la convivencia con el otro progenitor, etc.
– Presión para tomar decisiones
– Con fl icto para conciliar la necesidad de relacionarse con los iguales y con
el
progenitor no-conviviente. al pretender obtener de los padres alguna forma de compensación material por el divorcio.
– Preocupación por el dinero
– Mayor conciencia y turbación frente a la conducta sexual de sus padres
especialmente cuando éstos tienen una nueva pareja. – Celos de la nueva pareja del padre o la madre. – Miedo a con fiar en las personas y a establecer relaciones de profundidad. – Depresión
que suele traducirse en introversión.
– En ocasiones se dan conductas delincuentes (hurto, consumo de drogas, etc.).
A partir de los dieciocho años: La posible dependencia afectiva de uno de los progenitores de sus hijos mayores suele presentar una de las mayores di ficultades a partir de esta edad. Cuando los roles parento- filiales se invierten y los hijos pasan a ejercer el papel de cuidadores de sus padres, se lastra de forma considerable el posterior desarrollo de los hijos.
A modo de síntesis, las «10 consecuencias negativas para los hijos» 18 que se derivan del divorcio son las siguientes:
Sentimientos de culpa. L os
hijos se sienten responsables del divorcio de sus
padres.
Interpretan la marcha del hogar de uno de los progenitores como una conducta de abandono. Sentimientos de abandono y rechazo.
18. Según Fariña, Arce e investigadores (2001) cit. por Fariña (2002) op. cit. pág. 46. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Al no ser ellos quienes toman la decisión de divorciarse y no poder hacer nada al respecto.
Sentimientos de impotencia e indefensión.
Sentimientos de frustración.
Su expectativa de tener una familia «unida» se ve
truncada.
Inseguridad.
Como consecuencia de los sentimientos de rechazo, abandono e
impotencia.
Ansiedad y depresión.
Que pueden acompañarse de somatizaciones.
Conductas regresivas.
Retorno a etapas previas del desarrollo.
Comportamientos disruptivos.
Conductas repetitivas.
Conductas violentas, agresivas y, en ocasiones, antisociales pueden tener relación con el divorcio de los padres. En los comportamientos verbales y motrices.
Disminuye el interés por las actividades cotidianas y escolares como consecuencia del fuerte desgaste emocional.
Problemas escolares.
Para los hijos, la adaptación a la separación de sus padres implica complejas tareas psicológicas que según Wallerstein 19 consisten en:
Reconocer la ruptura de la relación de sus padres. Desligarse del con flicto y la angustia parental, y reanudar sus propias actividades habituales.
Superar la pérdida.
Resolver sus propios sentimientos de rabia y culpabilidad.
Aceptar la separación o el divorcio como permanentes.
Lograr concebir esperanzas realistas sobre relaciones dignas de con fianza.
4. HOJA DE RUTA En los capítulos que siguen a continuación, vamos a ocuparnos de diversos as pectos del proceso de divorcio y a profundizar en ellos. Para ello nos disponemos 19. Wallerstein (1983) cit. por Parkinson (2005) op. cit. pág. 177.
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El ciclo del divorcio
a iniciar el recorrido del ciclo del divorcio siguiendo, a modo de hilo conductor, el itinerario emocional que se ha dibujado a partir del cuadro inferior. En el predivorcio se abordan la ira y el miedo, para seguir con la tristeza en el divorcio, y finalizando, en el postdivorcio, con la felicidad y el amor, que aparece de forma implícita en el ca pítulo dedicado a la familia reconstruida. Aunque, en realidad, el amor está presente a lo largo de todo el camino del divorcio, pues no deja de fluir entre padres e hijos, y sigue vivo en el entramado de afectos entre éstos y la familia extensa, amigos, etc. Obviamente, las emociones no aparecen aisladamente, ni siguen un orden estricto a lo largo del trayecto del divorcio, sino que aparecen «juntas y revueltas», con intensidad variable, en todas las etapas del itinerario.
SÍ
NO Acontecimientos (¿relevantes?)
Emoción
No emoción
Emoción positiva
Alegría
Emoción negativa
Miedo
Amor
Felicidad
Ira
Tristeza
Fuente: Bisquerra (2000) (cit. por Redorta et al ., 2006:35)
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PREDIVORCIO
Capítulo III La deliberación
La agonía del amor Es fa llarg, es fa llarg esperar
Oh que llarga es fa sempre l’espera Quan s’espera que vingui el pitjor I que trista i que llarga és l’espera Quan s’espera la mort de l’amor. Quan s’espera que tot ja s’acabi Per tot d’una tornar a començar Quan s’espera que el mon tot s’enfonsi Per tornar-lo a edi ficar, Es fa llarg, es fa llarg esperar ¡Oh! Qué larga se hace siempre la espera/ cuando se espera que llegue lo peor/ y qué triste y qué larga es la espera/ cuando se espera la muerte del amor./ Cuando se espera que todo se acabe ya/ para enseguida volver a empezar/ cuando se espera que el mundo entero se venga abajo/ para enseguida volver a edi ficarlo./ Se hace largo, se hace largo esperar. (Fragmento de la canción de Pau Riba)
Y de repente este mundo de los dos, aburrido y previsible, cotidiano y tan gris, le parece muy seguro porque lo conoce, muy confortable porque no pasa nada (...). (Fragmento de L’últim tren, de Maria Mercè Roca)
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Cómo afrontar el divorcio
La ruptura (...) ha dado mil vueltas a este momento. Me voy de casa, dice, y ambos escuchan lo que ha sido dicho y ambos tienen la sensación de que caen, hechos pedazos, tronchados por el impacto, por la brutalidad que tienen las palabras que él acaba de decir casi en voz baja, muy pausada, y que ella ha escuchado como si vinieran de muy lejos, como si a duras penas hubieran sido dichas. Ha habido una explosión, se ha despedazado un paisaje, un mundo entero y ahora, en la sala donde están, entre los sofás de piel, están los trozos de uno mezclados con los trozos del otro en medio de un gran silencio. En su interior los corazones palpitan con tanta furia que ambos los sienten retumbar, ampliados, en el estómago y en las sienes. Ya ha sido dicho, ya ha sido escuchado. ¿Quién sufre más ahora? ¿Quién se siente más desamparado? La espalda está empapada de un sudor helado y, como si la sangre de golpe hubiera espesado, los muebles, los libros, los cuadros, las lámparas, la mesa, pierden los contornos y se oscurecen. Los mismos síntomas, dos agonías idénticas para quien abandona y para quien es abandonado. (Fragmento de L’últim tren de Maria Mercè Roca)
1. LA DELIBERACIÓN El período de deliberación se re fiere al tiempo que pasa desde que se albergan los primeros pensamientos de separación, hasta el momento en que se decide poner punto y final a la relación, y se opta por el divorcio. En esta etapa pueden distinguirse dos fases: en un primer período la separación es vista sólo como una posibilidad, como una salida posible al malestar de la pareja (la «agonía del amor»); en la segunda fase, el divorcio ya adquiere el carácter de decisión (la ruptura). El ciclo del divorcio se inicia cuando uno de los cónyuges empieza a albergar la idea de la separación. Ocupar la pole position en esta trayectoria comporta cierta ventaja, pues supone hallarse en una fase más avanzada de la elaboración del proceso, pero conlleva también sentimientos de culpabilidad añadidos, por cargar –subjetivamente– con el peso de la responsabilidad de la ruptura. Para quien avanza en segundo lugar, afrontar unos cambios en la relación que tal vez no deseaba, suele comportar más dificultad en distanciarse del pasado; también menor sensación de culpa, por no ser –subjetivamente– el desencadenante de la situación. Esta asimetría, con relación a la fase del ciclo del divorcio en que se encuentran los miembros de la pareja, es característica de este período1. 1. Zanuso (2005).
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La deliberación
Sin duda, se hace triste y larga la espera cuando se asiste a la agonía del amor. Como si de un enfermo terminal se tratara, uno se aferra a la vida e intenta ver indicios de recuperación, pero intuye en lo más profundo de su ser que el final se acerca. Esta etapa, que puede durar meses e incluso años, es una época marcada por la incertidumbre, llena de fluctuaciones: con enorme pesar, se vislumbra el fin de un proyecto de vida en común, al tiempo que uno se resiste a dar crédito a esta realidad. Las discusiones suelen abundar entre los miembros de la pareja, alternándose los sentimientos de rabia, hacia el cónyuge, con los sentimientos de pena por la relación que agoniza. La relación entre los miembros de la pareja suele hallarse en un ciclo interminable de peleas y tentativas de reconciliación, que vienen a intensi ficar el distanciamiento entre ellos y su malestar. Así, el lugar que antes ocupaba el amor, cede paso al resentimiento y al desamor. Los siguientes párrafos de Rojas Marcos 2 ilustran a la perfección este período de intenso malestar: «El amor se marchita y en su lugar surge el desánimo, el resentimiento o la apatía»; «La decisión de separarse o de divorciarse es el resultado de una larga y dolorosa lucha, en la que es preciso atravesar un túnel embrollado y tenebroso donde sentimientos intensos de miedo, culpabilidad, rencor, e incluso odio, se convierten en parte integrante del día a día. Al final, cada cónyuge deberá pasar de un mundo que, aunque malo, conoce, a otro totalmente desconocido»; «Romper una relación de pareja en la que creció, habitó y murió el amor, supone siempre una prueba espinosa, un tránsito angustiante, un reto enorme». En una segunda fase, se toma la decisión de divorciarse. La ruptura puede llegar después de una pelea o bien sin que ocurra nada en especial, pero las personas que han vivido una separación coinciden en identi ficar el momento de la decisión final con un punto de no retorno, que suele asociarse a un episodio concreto, y a partir del cual la decisión de separarse aparece como irreversible e irrevocable. Abandonar una cotidianidad pobre en alegrías, pero previsible, por un futuro desconocido e incierto, acostumbra a generar ansiedad en las personas que se separan. Pero no sólo el miedo angustia a los cónyuges, también la ira y la tristeza por no haber podido preservar la relación de pareja. Y es que un profundo malestar suele acompañar esta resolución, que pretende poner fin a una situación que Rojas Marcos denomina de insostenible infelicidad. Si bien, más allá del dolor, la ruptura supone también un hilo de esperanza pues representa, no sólo el final de una etapa importante, sino el inicio de un futuro que se desea mejor. 2. Rojas Marcos (1994), op. cit. págs. 74-80-91. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
La decisión de optar por el divorcio, dando por concluida la relación conyugal, marca el final de esta primera etapa del ciclo. El proceso entra, a partir de este momento, en la etapa del divorcio propiamente dicho, donde la separación de los cónyuges se hará efectiva y se procederá a legalizar la ruptura.
2. COMUNICAR LA DECISIÓN A LOS HIJOS Preocupados por los efectos que su separación pueda causar en los hijos, los sentimientos de culpa abundan entre los padres que deciden divorciarse. Qué duda cabe de que el divorcio puede suponer una experiencia de riesgo para los hijos. Con el cese de la convivencia entre los padres, desaparece una determinada forma de vida en familia, infeliz tal vez, pero conocida y previsible. Con el tiempo, la familia se reorganizará y adoptará otra forma igualmente válida, pero con el divorcio se produce la «supresión de los puntos de referencia y la desaparición momentánea de las líneas de desarrollo»3. Inevitablemente, los niños cuyos padres se separan sufren. Pero, trascurrido un período razonable de elaboración del dolor, el divorcio no debe tener consecuencias negativas a largo plazo. Recordemos que el divorcio pretende ser una solución efectiva a una situación de con flicto que ya existía antes de la ruptura; y que aquello que realmente perjudica a los hijos es el grado de con flictividad entre los padres y su forma de conducir las disputas 4. En consecuencia, la forma en que los padres manejen la situación que resulta de su separación es fundamental para el bienestar de sus hijos. Precisamente el momento de mayor tensión para los hijos es cuando se hace efectivo el cese de la convivencia entre sus padres 5. Este cambio sustancial en la vida de la familia, no siempre viene acompañado de una explicación clarificadora a los hijos, quienes creen a menudo ser los causantes de la ruptura de sus padres, aumentando con ello su temor y su confusión. Los hijos necesitan que sus padres les comuniquen a tiempo y de forma adecuada que van a divorciarse. Informarles de esta decisión supone un primer ejercicio de cooperación entre los padres, que puede contribuir a sentar las bases de la relación parental postdivorcio.
3. Meltzer y Harris (1989) y Pérez Testor (1994), cit. por Pérez Testor (2001) op. cit., pág. 209. 4. Suares (2003). 5. Parkinson (2005).
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La deliberación 2.1. Preparando nuestro relato
La noticia de que sus padres van a divorciarse produce un gran impacto emocional en los hijos, y no existe un discurso capaz de anestesiar el dolor que este anuncio les ha de causar. Obviamente no podemos recurrir a la improvisación para comunicar un cambio de tal magnitud, sino que debemos elaborar un relato con detenimiento. Fundamentalmente, este relato debe estar orientado a clari ficar a los hijos cuatro cuestiones esenciales 6:
Qué cambios van a producirse.
Los hijos no son culpables del divorcio de sus padres.
El amor de los padres hacia los hijos no cesa con el divorcio.
Los hijos podrán seguir amando a ambos padres después del divorcio.
Los niños necesitan tiempo para asimilar la decisión de sus padres. Y para favorecer su adaptación es importante «comenzar con buen pie». A tal fin, se exponen a continuación una serie de puntos básicos para la preparación del relato que anunciará la separación a los hijos 7: 1. Informar a los hijos Es imprescindible informar a los hijos. Si bien algunos padres, con intención de ahorrar sufrimiento a sus hijos, creen poder prescindir de este paso. En otras ocasiones, piensan que sus hijos son todavía demasiado pequeños para comprender la situación. No obstante, sea cual sea su edad, los niños necesitan de las explicaciones de sus padres, y están capacitados para aceptar la realidad que les toca vivir 8. Por otra parte, cuando los niños no disponen de tales explicaciones acostumbran a recurrir a la imaginación y a la fantasía, atribuyéndose en la mayoría de los casos la culpa del divorcio de sus padres (porque no se han portado bien, etc.). Otros padres esperan a informar a sus hijos justo en el último momento. Sin em bargo, es aconsejable proporcionarles cierto margen de tiempo para poder asimilar la 6. Beyer y Winchester (2003). Cómo explicar el divorcio a los niños. Barcelona: Oniro. 7. A partir de Benedek, E.P. y Brown, C.F. (1999). Cómo ayudar a sus hijos a superar el divorcio. Barcelona: Médici.; Fernández Ros, E., y Godoy Fernández, C. (2002). El niño ante el divorcio.
Madrid: Pirámide; Pagés i Crivillé, M. (2002). Hijos y divorcio. Barcelona: Martínez Roca; Zanuso (2005). 8. Dolto (1989). © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
noticia, y comunicarles la decisión antes de que uno de los progenitores deje el hogar conyugal. Se recomiendan entre una o dos semanas antes de que se haga efectiva la separación. Una vez noti ficada, se recomienda no prolongar este período a fin de no alentar fantasías de reconciliación en los hijos, que podrían añadir más confusión. En este sentido, los períodos de prueba que algunas parejas se conceden, alternando períodos de separación con períodos de convivencia, pueden generar inseguridad en los hijos; también pueden propiciar que éstos se impliquen en la tarea de volver a unir a sus padres. Tampoco es recomendable informar antes de que exista una decisión en firme, pues ello podría generar más temor e incertidumbre. También es aconsejable informar de forma conjunta a todos los hijos; hacerlo por separado podría hacer más confusa la situación. Si bien, en lo sucesivo, será conveniente destinar espacios a solas con cada uno de los hijos, para poder atender de forma individualizada a sus dudas y a sus temores. 2. Presentar la ruptura como una decisión conjunta Compartir la responsabilidad de noti ficar la decisión y presentar un discurso único, facilita la adaptación de los hijos a la nueva situación. Cuando no sea posible informarles de forma conjunta, conviene que ambos progenitores ofrezcan la misma versión. Incluso cuando uno de los cónyuges no desea la separación, es importante que no se transmita a los hijos este desacuerdo, y se presente la decisión como mutua. Es preferible que la pareja se reserve un espacio privado donde tratar con libertad los temas donde no exista consenso, evitando que éstos trasciendan a los hijos. Asimismo, conviene evitar manifestaciones de hostilidad o de crítica hacia el otro cónyuge. También en caso de que éste abandone el hogar de forma repentina 9: «Papá/mamá se ha marchado; todo ha sucedido muy rápidamente y los dos nos sentimos muy mal; lamento que no supierais lo que estaba pasando; es un problema de adultos pero me gustaría hablar con cada uno de vosotros pronto». 3. Dejar muy claro que se rompe el vínculo como pareja, pero no como padres Uno de los temores más frecuentes en los hijos de parejas que se divorcian –que han dejado de quererse– es que sus padres dejen de quererlos a ellos también. Es fundamental, por tanto, tranquilizarles al respecto y explicarles que la pareja se divorcia como marido y mujer, pero no como padres: «Papá y mamá van a separarse como marido y mujer, pero no vamos a separarnos de vosotros»; «El amor de los padres hacia los hijos es para siempre y no se acaba con el divorcio». 9. Ejemplo tomado de Beyer y Winchester (2003) op. cit., págs. 19-21.
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La deliberación
Este mensaje debe reforzarse asegurando que, a pesar de no vivir juntos, los hijos podrán seguir contando con ambos padres. En este sentido, resulta útil explicarles de qué forma los padres van a ocuparse de ellos, cómo se han organizado para poder seguir cuidando de ellos teniendo en cuenta que ya no van a convivir. Ello referido a la idea general de poder seguir contando con ambos padres, y también en relación con la nueva rutina. Resulta útil dedicar un tiempo a organizar las tareas del día a día que asumirá cada progenitor a fin de evitar situaciones de confusión. En definitiva el mensaje que debemos transmitir a los hijos es: «Te queremos mucho y nunca dejaremos de hacerlo aunque ahora tal vez dudes y tengas miedo de que eso suceda»; «Los adultos a veces dejan de amarse como marido y mujer pero los padres nunca dejan de amar a sus hijos»; «Hay muchas clases de amor: el amor entre marido y mujer a veces termina; el amor de los padres hacia los hijos no»;«Siempre nos tendrás a los dos, aunque ahora vayamos a vivir separados»; «Estaremos a tu lado y te ayudaremos a acostumbrarte a todos estos cambios», etc. 4. Los hijos necesitan poder seguir amando a ambos padres Del mismo modo que precisan tener la seguridad de que sus padres seguirán amándolos después de la separación, los hijos necesitan saber que podrán seguir amando a ambos padres, es decir, que no deberán elegir a uno de ellos. Es conveniente que éste sea uno de los hilos conductores de la actuación de los padres pues se trata de un aspecto fundamental a cuidar en los procesos de separación. De ahí la necesidad de una actuación conjunta, que asegure a los hijos que van a poder seguir contando con ambos padres, y que evite en lo posible generar con flictos de lealtades. Con demasiada frecuencia, algunos progenitores instalados en el rencor prosiguen su «guerra conyugal» más allá del divorcio y convierten a sus hijos en aliados de su lucha particular. En el fragor de la batalla, llegan a descuidar la necesidad de los hijos de seguir queriendo a ambos progenitores. 5. Prestar atención al lenguaje verbal y al no verbal Conviene utilizar un tono sereno y evitar los dobles mensajes. Recordemos que los niños son expertos en los mensajes no verbales, y captan a la perfección la hostilidad que se camu fla en frases del tipo: «No voy a hablar mal de su padre/madre pero tampoco diré nada en su favor». 6. Evitar informar con detalle de las discusiones y de los con fl ictos que han podido motivar la ruptura Debemos hacer una distinción entre el tipo de información que damos a un amigo y la que damos a los hijos. Éstos precisan una información veraz, pero no es necesario que sea demasiado explícita; en realidad la necesidad de dar explicaciones © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
exhaustivas responde más a una necesidad de los adultos que de los niños. Así, podemos ser fieles a la verdad al tiempo que nos reservamos información relativa al divorcio. De otro modo, un exceso de detalles puede confundir a los hijos y propiciar conflictos de lealtad hacia uno u otro progenitor. Como afirma Dolto10 «todas las justi ficaciones del divorcio son falsas justi ficaciones». En realidad, aquello que los hijos necesitan oír de sus padres es que, a pesar de haber intentado con todas sus fuerzas solucionar sus problemas, no pueden seguir viviendo juntos; que la decisión de divorciarse ha sido enormemente difícil y que el desenlace les entristece profundamente. Resulta del todo desaconsejable dar explicaciones del tipo: «Vuestro padre/madre tiene ahora otra familia»; «Vuestro padre/madre nos abandona»; «Vuestro padre/madre quiere que me vaya de casa», etc. 7. Asegurar a los hijos que no tienen ningún tipo de responsabilidad en la ruptura Aunque en ocasiones no lleguen a explicitarlo, muchos hijos se sienten culpables de la ruptura de sus padres. Conviene pues que los padres les tranquilicen al respecto, y les repitan cuantas veces sea necesario que el divorcio «no es culpa suya»; se trata de clarificar que nada de lo que puedan haber dicho o hecho los hijos ha tenido que ver con la decisión de los adultos de optar por el divorcio. A fin de reforzar este mensaje, es recomendable evitar las disputas en presencia de los hijos, pues podrían reavivar el temor a ser el origen de las desavenencias entre sus padres. Aún existiendo el firme propósito de no discutir delante de los hijos, en ocasiones será inevitable que se produzca algún tipo de discusión, en cuyo caso podemos decirles: «Lamento que papá y mamá hayan discutido; a veces nos cuesta no hacerlo, pero seguiremos intentando resolver nuestras diferencias de una forma más pací fica; quiero que sepáis que nuestra discusión no se debe a nada de lo que habéis dicho (o hecho) vosotros». Otras veces, el ambiente se tensa y es tan sólo uno de los cónyuges quien no logra mantener la calma; en este caso, el otro puede dirigirse a él/ella, en un tono neutral, y aplazar la conversación para más tarde. Cuando los padres no puedan resolver sus desacuerdos a dos, pueden recurrir a la mediación familiar, un espacio donde el mediador/a actuará como facilitador del diálogo entre ambos.
10. Dolto (1989), op. cit. pág. 34.
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La deliberación
8. Trasmitir la idea de que no hay ni «buenos» ni «malos», ni «víctimas» ni «culpables» «Nunca existe un bueno y un malo en un divorcio. La historia de una pareja siem pre se escribe entre dos, hasta el final, y cada uno tiene una parte de responsabilidad en el desarrollo de los hechos» 11. En realidad se trata de trasmitir la idea de que no existen culpables, cuidando en especial de no culpar al otro cónyuge. Así, se insiste en la conveniencia de presentar la decisión de común acuerdo, incluso cuando ello no se corresponda con la realidad, con tal de dejar a los hijos al margen de esta circunstancia. Con ello se pretende evitar la imagen de un progenitor bueno y otro malo; los hijos aman a ambos y necesitan poder seguir haciéndolo. Ponerles en la tesitura de escoger entre uno u otro bando, no haría sino fomentar los con flictos de lealtades entre ellos. 9. No dramatizar ni mostrar comportamientos victimistas Los comportamientos victimistas por parte de un progenitor suelen intensi ficar la ansiedad, la confusión y la inseguridad en los hijos, siendo consideradas actitudes de alto riesgo para la salud mental de éstos. Conviene pues evitar comentarios de este estilo: «Ahora sólo os tengo a vosotros»; «Nos hemos quedado solos»; «Papá/mamá ya no quiere estar con nosotros»; «Yo vivo sólo para vosotros, vuestro padre/madre tiene otra pareja/otros hijos a los que dedicarse». 10. No dar explicaciones «fantasiosas» de la ruptura Algunos padres las dan, con ánimo de facilitar las cosas a los hijos, pero en realidad se entorpece el proceso de aceptación de la ruptura y la adaptación a la nueva realidad. No son oportunas explicaciones del tipo: «Papá/mamá se ha ido de viaje»; «Papá/mamá ha ido a cuidar a los abuelos», etc. 11. Explicitar de qué forma la separación afectará a sus rutinas Los hijos necesitan saber en qué cambiará su cotidianidad a partir del momento en que la separación se haga efectiva: qué progenitor se trasladará a otro domicilio (quien se quedará a vivir con ellos), o cómo alternarán la convivencia (en caso de custodia compartida), y todos los detalles que se derivan de esta importante modificación en sus vidas. Poder prever los cambios que se avecinan, resulta bene ficioso para su proceso de adaptación. A tal fin, podemos satisfacer su curiosidad y apaciguar sus temores y sus dudas, explicándoles el plan que hayamos confeccionado, donde se explicitará qué; cuando y cómo va a organizarse la familia a partir de la separación. 11. Lucas, P. y Leroy, S. (2003). El divorci explicat als nostres fills. Barcelona: Empuréis. Pág. 41. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Nuestro afán de tranquilizar a los hijos puede llevarnos a decirles que «nada cam biará» y que «aunque papá y mamá se separen, todo seguirá igual que antes». Podemos distinguir entre el mensaje implícito («papá y mamá os seguirán queriendo igual que antes») y la conveniencia de clari ficar los detalles de la nueva rutina que, inevitablemente, cambiará de forma sustancial. Es del todo desaconsejable traspasar a los hijos decisiones que sólo corresponden a los padres: «con quién de nosotros quieres ir a vivir»; «cuanto tiempo deseas pasar con cada uno de nosotros», etc. Resulta reiterativo, pero la máxima es: los hijos aman y necesitan seguir amando a ambos padres después de la separación. Para ello hay que evitar cualquier situación susceptible de generar con flictos de lealtad. Así pues, es preferible utilizar fórmulas veraces, claras y desprovistas de cualquier tipo de chantaje emocional: «A partir de ahora, tendréis dos casas, la casa de papá y la casa de mamá»; etc. 12. No alimentar fantasías de reconciliación Los hijos acostumbran a tener la fantasía de que sus padres volverán a unirse; incluso más allá de haber formado éstos nuevas familias pueden soñar con un hogar donde vivan todos juntos. Especialmente entre los más pequeños, es más habitual que se dé esta confusión entre los deseos y la realidad. Teniendo en cuenta que son proclives a culparse por el divorcio de sus padres, en ocasiones creen que si se esfuerzan lo su ficiente en portarse bien, podrán lograr que sus padres vuelvan a estar juntos. Debemos dejar muy claro que se trata de una decisión que han tomado los padres y que los hijos no pueden hacer nada por cambiarla, ni para volver a unirlos como pareja. Cuando los padres logran mantener una relación fluida después de la ruptura, deben evitar transmitir señales equívocas que puedan confundir a los hijos, y puntualizar que la historia común entre ambos ha terminado, aunque su relación actual sea cordial: «Papá y mamá reflexionaron mucho antes de tomar esta decisión pero, aunque nos entristece y sabemos que también os entristece a vosotros, no vamos a cambiarla». 13. Adaptar el relato a la edad de los hijos El relato de los padres comunicando la decisión de separarse no será el mismo según se dirija a niños en edad preescolar o a niños mayores; en consecuencia será necesario adaptarlo a la edad de los hijos 12: 12. Según Benedek y Brown (1999) cit. por Fernández Ros, E. y Godoy Fernández, C. (2002). El niño ante el divorcio. Madrid: Pirámide. Págs. 38-39.
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La deliberación
Los menores de cinco años en realidad imaginan a sus padres como una unidad indisoluble y no en una mamá y un papá por separado. No necesitan ex plicaciones excesivamente largas ni detalladas; en estas edades el tono de voz que acompañe las explicaciones de los padres resulta más importante si cabe que las propias palabras, para transmitirles seguridad y con fianza. Puede ser tranquilizador para los pequeños, que los padres les aseguren que «no le ocurrirá nada malo» al progenitor que se marcha del hogar. Entre cinco y ocho años precisan una explicación más detallada de los cambios que afectarán su rutina. Dado que la relación con los iguales cobra más importancia, resulta bene ficioso asegurarles que seguirán en la misma escuela y que no deberán separarse también de sus compañeros y amigos (siempre que sea posible). Entre nueve y doce años pueden producirse reacciones más airadas. Puesto que imaginan la realidad en términos de buenos-malos / correcto-incorrecto, cabe esperar la implicación de los hijos en la ruptura culpando a uno de los progenitores de la separación y tomando partido por el otro progenitor.
14. Ejemplo de relato a los hijos, comunicando la decisión de separarse El ejemplo que sigue sólo pretende servir de orientación para elaborar otros relatos que se adapten a cada situación especí fica13: «Tenemos que deciros una cosa muy importante: papá y mamá ya no seguirán viviendo juntos porque vamos a divorciarnos. Queremos que sepáis que los dos os queremos muchísimo y que seguiremos cuidando de vosotros. Siempre nos tendréis a vuestro lado. También los abuelos (tíos, primos) seguirán siendo vuestra familia. También deseamos deciros que es una decisión que hemos tomado los dos y que no tiene nada que ver con vosotros. Nos hubiera gustado que esto no sucediera, pero ya no queremos seguir viviendo juntos. Estamos muy tristes por este motivo y nos duele que vosotros también lo estéis. Seguro que sentís muchas cosas y que tenéis muchas preguntas. Podemos hablar de ello ahora o en otro momento. Siempre que deseéis hablar de esto, decídnoslo y hablaremos. Nos duele que nos hayáis visto discutir más en estas últimas semanas y lo lamentamos. Es difícil y doloroso tomar esta decisión, y sabemos que para vosotros tam poco ha sido fácil, y que también os habéis enfadado más a menudo. Pero queremos que sepáis que nada de lo que vosotros hayáis podido hacer o decir tiene nada que 13. A partir de Beyer y Winchester (2003), op. cit. pág. 28. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
ver con nuestra decisión. Estamos muy contentos de que seáis nuestros hijos y os queremos mucho. Siempre os querremos».
3. DESPUÉS DE LA NOTICIA «Ante una pena o una congoja, una caricia tierna y sincera vale todas las explicaciones del mundo» 14. A la noti ficación del divorcio, seguirán otras conversaciones con los hijos. Algunas se habrán acordado previamente, otras surgirán espontáneamente, pero, en cualquier caso, es esencial que los hijos sepan que pueden contar con sus padres. Necesitan tener la certeza de que serán escuchados y de que van a poder volcar sus sentimientos, sus dudas y sus temores en estos espacios a solas con sus padres. También es útil que, además de sus padres, puedan contar con otros miembros de la familia extensa, con amigos de los padres, etc. Por otra parte, no todos los niños reaccionan de la misma forma y, en ocasiones, pueden desconcertar a los padres. Mientras algunos no dudan en preguntar a sus padres, otros se sumen en el mutismo y otros se comportan como si nada hubiera ocurrido. Desde el respeto por la forma de actuar de cada hijo, los padres pueden facilitar que éstos expresen su malestar, alentándoles a expresar cómo se sienten y fomentando las preguntas («¿Te ha sorprendido la noticia?»; «¿De qué tienes miedo», etc.). También pueden acompañarles con su presencia amorosa, sin decir nada; haciéndoles saber, en de finitiva, que papá y mamá les quieren, les comprenden y pueden recurrir a ellos siempre que lo deseen. Antes de adentrarnos en la fase siguiente del divorcio, y enlazando con las recomendaciones para dar la noticia a los hijos, quiero cerrar esta etapa exponiendo, a modo de síntesis, las necesidades de los hijos durante la separación y el divorcio 15:
Entender lo que está pasando. Necesitan explicaciones veraces, ajustadas a su edad y su capacidad de comprensión. Tener la certeza de la continuidad del amor y los cuidados de sus padres. Mantener lazos y relaciones con ambos padres y con las demás personas significativas para ellos.
14. Lucas y Leroy (2003), op. cit. págs. 10-11. 15. Parkinson (2005), op. cit. págs. 176-177.
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La deliberación
El convencimiento de que ellos no tienen ninguna clase de responsabilidad en la ruptura. Permiso emocional de cada progenitor para seguir amando al otro. Tener contacto regular con el progenitor que deja la casa, incluyendo pernoctaciones y vacaciones (a menos que exista un riesgo real para el niño). Los niños necesitan poder seguir contando con ambos progenitores. En un momento de cambios tan profundos, necesitan atención y cuidados extras, especialmente en el momento de ir a dormir. Mantener a los hijos, en la medida de lo posible, en el mismo hogar y en la misma escuela, a fin de no incrementar su confusión y la sensación de pérdida.
Mantener, en la medida de lo posible, las mismas rutinas en casa y en la escuela.
Evitar un brusco y fuerte descenso del nivel de vida.
Que los padres tomen sus decisiones y resuelvan sus asuntos pendientes teniendo cuidado de no involucrarlos en exceso y de no abusar de su apoyo emocional. Saber que cada uno de sus progenitores es capaz de afrontar la situación de forma autónoma (emocional y económicamente). Padres que todavía puedan jugar y divertirse con ellos.
Lamentablemente, y a pesar de las consideraciones y recomendaciones, algunos progenitores optan por un enfoque destructivo del divorcio. Uno de los enfoques más demoledores se mani fiesta en una forma de abuso emocional conocida como Síndrome de Alienación Parental, del cual se incluye, a continuación, una breve referencia.
3.1. Síndrome de Alienación Parental (SAP)
Se trata de un trastorno cada vez más frecuente en casos de divorcio, por el cual un progenitor prosigue su batalla particular más allá de la separación, manipulando a los hijos en contra del otro cónyuge; como consecuencia produce daños profundos en los propios hijos y en el otro progenitor. Asimismo, si éste/a forma una nueva familia, compromete seriamente su reconstrucción, que suele verse torpedeada sutil pero implacablemente, extendiéndose el daño a todos los miembros de la nueva familia. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Esta forma de triangulación16 de los hijos se conoce con el nombre de Síndrome de Alienación Parental y es una forma de maltrato que ejerce un miembro de la pareja sobre el otro privándole del afecto de los hijos, y sobre los propios hijos, a quienes les impide una relación sana con el otro progenitor. Richard Gardner (1985) 17 fue quien definió por primera vez el S.A.P, que Aguilar 18 define como «un trastorno caracterizado por el conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor». Los niños acaban por manifestar desaprobación y rechazo (en mayor o menor grado) hacia uno de sus progenitores, y ello como consecuencia de que un progenitor (generalmente el que convive con los hijos) socave, de forma más o menos sutil, la relación de los hijos con el otro progenitor (habitualmente el no custodio). Puede que lo haga de forma abierta («Vuestro padre/madre tiene ahora otra familia»; «Por culpa de vuestro padre/madre nos vemos en esta situación», etc.) o bien de forma más sutil, inoculando el veneno en mensajes aparentemente positivos hacia el progenitor alienado («Vuestro padre/madre es un excelente padre/madre, pero…» siguiendo a continuación el mensaje negativo). Aguilar distingue diversas fases en el proceso de alienación19, que puede alcanzar diversos grados: leve (primera y segunda fase); moderado (tercera fase); grave (cuarta fase).
SAP leve
En una primera fase el progenitor alienador elige uno o varios temas con los que iniciará la campaña de denigración. Este tema comienza a ser asimilado por el menor. En la segunda fase se consolida el tema o motivo, lo cual genera una fuerte conexión entre el hijo y el progenitor alienador, así como fuertes sentimientos de complicidad y de comprensión entre ambos, fomentando la proximidad y la lealtad.
16.. Se entiende por triangular a los hijos «hacerles partícipes en los juegos relacionales disfuncionales de sus padres. O, dicho de otro modo, implicarlos en las tentativas de resolución de los conflic-
tos conyugales paternos». Linares, J.L. (2006). Las formas del abuso. La violencia física y psíquica en la familia y fuera de ella. Barcelona: Paidós. Pág. 55. 17. Aguilar, J.M. (2004). S.A.P. Síndrome de alienación parental . Córdoba: Almuzara. Pág. 21 18. Ibíd. 19. Ibíd. págs. 47-53.
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La deliberación
La campaña de difamación es de baja intensidad y, en consecuencia, los hijos visitan todavía al progenitor alienado, sin que exista mucha con fl ictividad en estos encuentros. Los hijos aún mantienen vínculos emocionales fuertes con el progenitor alienado, y muestran un pensamiento independiente, aunque apo yen de forma ocasional al otro progenitor, y le de fiendan en su ausencia; con él mantienen una relación que presenta rasgos patológicos mínimos.
SAP moderado
En la tercera fase el hijo comienza a manifestar tenues conductas de negación, enfrentamiento y temor a la hora de relacionarse con el otro progenitor, lo cual refuerza aún más los lazos con el progenitor alienador. A través de comentarios y de estrategias diversas (supervisión de las visitas a la vuelta del hijo, etc.) se refuerza la programación. Asimismo, el progenitor alienador revisa y refuerza la lealtad de sus hijos, incitándoles a tomar partido en la situación, preguntándoles qué opinan de la conducta del otro progenitor, etc. Todo este proceso se desarrolla sin que el progenitor alienador reconozca su propia responsabilidad en los hechos. La campaña de denigración se intensi fica, aunque todavía es sutil y de baja intensidad. Las visitas con el progenitor alienado empiezan a ser con fl ictivas, especialmente en el momento en que regresan los hijos al hogar; también empiezan a producirse interferencias en las visitas con distintas excusas. Los vínculos de afecto hacia el progenitor alienado se debilitan, al tiempo que se refuerzan con el progenitor alienador. Éste involucra a los hijos y, bajo el pretexto de «jugar limpio», les informa detalladamente de los procesos que pueda haber en curso, etc.; los hijos se convierten así en con fidentes privilegiados, reforzándose los lazos de complicidad entre ellos. Empiezan las provocaciones y los sentimientos de culpa o de malestar ante los problemas con el progenitor alienado son mínimos o desaparecen. Además, los hijos empiezan a mostrar un pensamiento dependiente, defendiendo con vigor al progenitor alienador y mostrando apoyo al progenitor alienado en contadas ocasiones. En esta fase, las visitas a la familia extensa del progenitor alienado se evitan o se realizan mostrando desagrado.
SAP severo
En una cuarta fase, se intensi fican las conductas de rechazo en el hijo, al tiem po que hay ausencia de ambivalencia en las emociones de los hijos, que manifiestan rechazo u odio hacia el progenitor alienado, al tiempo que de fienden de forma absoluta e irracional al progenitor alienador. Ante este panorama, el progenitor alienador elude toda responsabilidad en los hechos y legitima
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Cómo afrontar el divorcio
la conducta del hijo como consecuencia del comportamiento (supuestamente inadecuado) del progenitor alienado. La campaña de denigración es extrema. No suelen producirse visitas con el progenitor alienado y se llegan a tener lugar, revisten mucha con fl ictividad; las razones son múltiples y variadas. Los sentimientos de odio hacia el progenitor alienado son profundos y contrastan con los sentimientos hacia el progenitor alienador que es amado y defendido de modo absoluto e irracional (ausencia de ambivalencia), sin mostrar ningún sentimiento de culpa por ello. Se pierde el diálogo, que se convierte en circular y las conversaciones que puedan producirse son utilizadas en contra del progenitor alienado. Desaparece el contacto con la familia extensa y el odio alcanza a la nueva pareja, amigos, etc., del progenitor alienado. En esta etapa los hijos actúan como individuos independientes, con razonamientos que trascienden al progenitor alienador, quien puede «bajar la guardia» y dar una imagen «inocente» de cara a la galería. Llegados a este nivel, el progenitor alienador mani fiesta una visión obsesiva del con fl icto, y todo en su vida adquiere sentido para salvaguardar y proteger a sus hijos del otro progenitor, llegando a extremos, si cabe. La visión que tiene de él mismo es de «víctima incomprendida». En este estadio, si hay varios hijos, suelen formar un bloque compacto de apoyo mutuo, en contra del progenitor alienado y a favor del progenitor alienador. Como señala Linares 20: «los niños, partiendo de una situación en la que quieren y necesitan a sus dos progenitores, comprueban que uno de ellos se va y los abandona, mientras que el otro se queda y les garantiza los cuidados necesarios. Interpretan, ayudados por el segundo, que el primero es inconsistente y que no representa una opción segura. Además, intuyen que, si no lo rechazan, ellos serán rechazados por el progenitor que se quedó, perdiendo toda seguridad». Este temor a perder también al otro progenitor se considera el factor más relevante para que se desarrollen los síntomas del SAP21.
20. Linares (2006), op. cit. pág. 57. 21. Fariña et al. (2002) op. cit. págs. 49-51.
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Capítulo IV La ira
La pareja Poco a poco, una ola de ira caliente y desolada nace en su interior y sube por su estómago hecha un aullido. Pero se contiene, mesurada, como casi siempre; cierra la boca y aborta un grito en una náusea de saliva y lágrimas. (Fragmento de L’últim tren, de Maria Mercè Roca)
Los hijos Cuando me desperté, mamá hablaba por teléfono y reía. Sus risas me dieron mucha rabia. Ya sé que debería haberme puesto contento, porque, desde que papá no estaba, resultaba imposible ver a la princesa de la luna de buen humor, pero no me alegré (...). A mí me producía una irritación, muy, muy grande. Tan grande, que no me cabía en la barriga. Tan caliente, que me quemaba los ojos. Tan roja, que parecía que la cocina era el in fierno. Y comencé a lanzar las croquetas contra la pared. Y ¡paf!, catapultaba una y, cuando reventaba contra los azulejos verdes, mi indignación se hacía un poco más pequeña (...). Me hubiera gustado decirle que necesitaba tirar las croquetas para que la rabia inmensa de haber perdido a papá fuera pasajera. Pero no pude explicárselo. Un grito gigante y muy negro comenzó a nacerme dentro del pecho. Me hubiera gustado vomitar a papá. Pero no lo hice. En lugar de gritar, me enfadé y me crucé de brazos encima del plato. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
En esto de pasarlo mal, Paqui acertaba. Porque tenía un dolor de barriga cada día mayor. Quizá el vientre se me estaba agujereando. Y, además, me entraban unas ganas irresistibles de dar patadas a las puertas y a las sillas, y algunos días lo hacía y otros no. (Fragmento de El final del joc de Gemma Lienas)
1. LA IRA La ira es una emoción que concurre en todos los procesos de separación. No en vano su presencia es ineludible en las situaciones de con flicto, gozando de un vigor especial en las relaciones con las personas más cercanas, entre ellas la pareja 1. Se diría que en la ira de las personas que se separan con fluyen enfados y reproches del pasado, así como dolor y desencanto por el presente. A los sentimientos de impotencia por un proyecto fallido, puede sumarse el resentimiento hacia quien (creemos) debería haberse implicado más a fondo en salvar la relación, en escucharnos o en comprendernos… Con frecuencia la ruptura se vive con un profundo sentimiento de injusticia, y la indignación se extiende a la vida en general («¿Por qué a mí?»). En estos momentos, es difícil ver la propia implicación en los problemas de la relación y suele proyectarse el enojo hacia el cónyuge, a quien suele considerarse el principal responsable de la ruptura. Y, sumidos en la amargura de la separación, pueden emerger sentimientos de venganza hacia quien fue nuestra pareja. Afortunadamente, cuando se elabora la separación de forma adecuada, estas ideas destructivas pierden fuerza y acaban por desvanecerse si bien, en ocasiones, la ira se prolonga en el tiempo, obstruyendo el camino de la recuperación. En cualquier caso, este caudal de ira no acostumbra a fluir sin dificultades ya que se trata de una de las emociones más prohibidas. De este modo, admitir o mostrar enojo suele ir acompañado de desaprobación, además de ser visto como un signo de irracionalidad o de descontrol. Es así como la vergüenza y la culpa se convierten, a menudo, en fieles compañeras de la ira. Sin embargo, no reconocer y no aceptar esta emoción en nosotros puede acarrearnos problemas; la ira reprimida provoca sentimientos de amargura y hace que aumente nuestro malestar. Así, esta incapacidad para expresar esta emoción produce una insatisfacción que 1. Greenberger, D. y Padesky, C. (1998). El control de tu estado de ánimo. Manual de tratamiento de terapia cognitiva para usuarios. Barcelona: Paidós. Pág. 209; Redorta, J. et al. (2006). Emoción y con fl icto. Aprenda a manejar las emociones. Barcelona: Paidós. Pág. 62.
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La ira
va en aumento y, según su intensidad, puede perjudicar nuestra salud. Por otro lado, expresar esta emoción de forma inadecuada puede dañar nuestras relaciones personales. Así pues, si la ira no resuelta aumenta el sufrimiento personal y no acertamos a admitir nuestro enojo y a expresarlo de forma adecuada, ¿cómo resolvemos este apuro? Sin duda, un mayor conocimiento de esta emoción puede facilitarnos el camino.
2. ¿QUÉ ES LA IRA? Existen diversas palabras que dan nombre a la ira: enojo, indignación, rabia, rencor, odio, furia, hostilidad, violencia, irritabilidad, impotencia, animosidad, resentimiento, exasperación, tensión, agitación, animadversión, animosidad y cólera 2. La emoción de la ira, que puede oscilar entre una leve irritación y el odio más profundo, es «una reacción de irritación, furia o cólera desencadenada por la indignación y el enojo de sentir vulnerados nuestros derechos» 3. Esta forma de trasgresión percibida contra uno mismo se refiere básicamente a tres aspectos: la justicia, la razonabilidad y las expectativas 4.
Ser tratados injustamente (cuando se viola alguna regla personal importante).
Ser heridos (en nuestro amor propio).
Ver dificultada la consecución de alguna meta importante para nosotros.
Como todas las emociones, la ira predispone a la acción y cuando nos enfadamos nuestro cuerpo moviliza las defensas o el ataque. Como mecanismo de defensa ha servido para preservar la especie pero, en la actualidad, los desencadenantes de nuestra ira son de naturaleza muy distinta a los peligros que acechaban a nuestros ancestros. Atacar y destruir ha dejado de ser la respuesta adecuada a las amenazas actuales, que se pretenden afrontar con un manejo pací fico de esta emoción. Es obvio que la ira puede perjudicar nuestras relaciones y a nosotros mismos 5: 2. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 62. 3. Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis. Pág. 100. 4. Greenberger y Padesky (1998), op. cit. pág. 207. 5. Weisinger, H. (1988). Técnicas para el control del comportamiento agresivo. Barcelona: Martínez Roca., pág. 38. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Puede desorganizar nuestros pensamientos y nuestras acciones
Cuando estamos bajo los efectos de la ira tendemos a actuar impulsivamente y nos cuesta pensar con claridad y evaluar las consecuencias de nuestro comportamiento.
Es una manera de defendernos cuando no es necesario
Ceder a la ira puede ser una forma de proteger nuestro orgullo cuando nos sentimos heridos; a veces es más fácil sentirse enfadado que angustiado. De este modo, la ira dificulta reconocer nuestros propios sentimientos.
Puede instigar o conducir a la agresión
En ocasiones, cuando estamos enfadados, descargamos nuestra ira sobre algo o sobre alguien.
Puede trasmitir una impresión negativa a los demás
Puede generar evitación, temor, . Pero si sabemos canalizar esta energía, podemos utilizarla a nuestro favor 6:
La ira es energizante
Nos provee de fuerza para defendernos y puede facilitar que llevemos a cabo una tarea cuando nos resulta difícil.
La ira puede ser útil para expresar tensión y comunicar a los demás nuestros sentimientos negativos
Expresar el enfado de forma constructiva puede ayudarnos a solucionar un conflicto.
La ira nos proporciona información sobre personas y situaciones
Puede actuar como señal de alarma para indicarnos que algo es injusto, amenazante o frustrante para nosotros. También puede mostrarnos cuándo debemos afrontar el malestar..
La excitación fi siológica que acompaña a la ira puede potenciar una sensación de control
6. Ibíd.
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La ira
Así, convertir la ira en energía puede ayudarnos a aseverar nuestra voluntad o nuestro interés, cuando una situación se nos escapa de las manos.
3. COMPRENDIENDO LA IRA Ante todo cabe distinguir entre «ira» (la emoción) y «agresión» (la conducta). La ira, como todas las emociones, es una reacción compleja que incluye tres tipos de respuestas7:
Respuesta conductual, que se re fiere al impulso de actuar y que puede expresarse o no de forma abierta. Respuesta cognitiva, que se corresponde al estado mental subjetivo. Respuesta fisiológica, que corresponde a los cambios corporales que se producen.
Así pues, para comprender la ira necesitamos saber cómo funcionan sus tres com ponentes esenciales: las respuestas corporales (activación), los pensamientos y la conducta. Activación. ¿Cómo reacciona nuestro cuerpo?
La ira, como todas las emociones, se genera como respuesta a un acontecimiento externo o interno 8; así, esta información sensorial alcanza los centros emocionales del cerebro. Como consecuencia se produce una respuesta neuro fisiológica y una interpretación de la información por parte del cerebro que prepara al organismo para actuar 9. La activación corresponde pues a la reacción del organismo ante este estímulo, y es de carácter involuntario, por lo que no se puede controlar 10. Así, cuando nos enfadamos, la excitación fisiológica que acompaña a la ira provoca diversos cambios en nuestro cuerpo, entre los cuales: aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, de la tensión muscular y del metabolismo; asimismo, llega adrenalina a la sangre que alcanza los músculos más importantes de nuestro 7. Fernández Berrocal, P. y Ramos Díaz, N. (2005). Desarrolla tu inteligencia emocional. Barcelona: Kairos. Pág. 12. 8. Bisquerra (2000: 61) cit. por Redorta et al . (2006) op. cit. pág. 24. 9. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 23. 10. Ibíd. pág. 26. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
cuerpo11. Estos cambios corporales nos preparan para actuar ante una amenaza potencial. El proceso de la ira incrementa su intensidad en espiral 12: 1. En la fase inicial, la ira se dispara (activación elevada) y se produce la explosión emocional, lo cual hace muy difícil actuar o pensar de forma racional en este punto del proceso. Como a firman Redorta et al.13: «la emoción inunda la cognición y la neutraliza», pues «las conexiones entre el sistema límbico (amígdala) y la corteza cerebral pasan por unos canales muy potentes (…). En cambio, la comunicación inversa entre la corteza cerebral y el sistema límbico pasa por unos canales muy delgados, que se pueden colapsar con facilidad impidiendo la comunicación». 2. En una segunda fase, la ira se modera y disminuye el nivel de agresividad. 3. Finalmente, desaparece el comportamiento hostil y se regresa al nivel racional; es la fase de normalización. Entre la fase de encendido de la ira y el retorno a la calma, deben transcurrir, como mínimo, veinte minutos 14. Es importante retener estos datos a la hora de plani ficar estrategias que nos permitan regular la ira. Cuando la ira alcanza niveles elevados y este estado de excitación permanece, no sólo estamos más predispuestos a actuar de forma impulsiva, sino que aumenta nuestra susceptibilidad y nos irritamos con más facilidad. Asimismo, puede ocasionarnos problemas de salud, y dañar nuestros sistemas cardiovasculares 15. Por otra parte, la ira reprimida hace que aumente nuestro malestar. Esta incapacidad para expresar la ira, mantiene a nuestro organismo en un nivel considerable de activación y produce una insatisfacción que va en aumento que, dependiendo de la intensidad, puede ocasionar trastornos:
Físicos: migraña, mareos, vértigos, etc.
Funcionales: dispepsia, fi bromialgia, etc.
Psíquicos: ansiedad, pánico, fobias, depresión, etc.
11.
Ellis, A. (1999). Controle su ira antes de que ella le controle a usted. Barcelona: Paidós.
12.
Según Arranz, P. et al. (2003). Intervención emocional en cuidados paliativos. Barcelona: Ariel;
Pág. 24.
y Weisinger (1988). 13. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 45. 14. Ibíd. 15. Ellis (1999), op. cit. pág. 25.
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La ira
La incapacidad para reconocer la ira y expresarla adecuadamente es una de las características de las personas que padecen este tipo de dolencias. Pensamientos. ¿Qué pensamos cuando nos
enfadamos?
Cuando nos enfadamos pensamos: «alguien me está tratando de forma injusta», o bien «alguien se está aprovechando de mí», o «abusa de mí» 16, o «algo o alguien me impide lograr algo que deseo» 17. Ante una situación percibida como injusta, frustrante o amenazante, la ira adaptativa puede movernos a buscar una solución que nos permita protegernos, defendernos (estableciendo límites) o superar un obstáculo (buscando alternativas). En tales circunstancias, resulta esencial interpretar la realidad de forma adecuada para que la ira no tenga consecuencias negativas. Esta ira sana puede ayudarnos a cambiar circunstancias que nos producen malestar, a mejorar nuestras relaciones o a lograr nuestros objetivos. Por el contrario, una interpretación sesgada de esta misma realidad puede intensi ficar los sentimientos de ira, incrementando nuestro malestar o propiciando una respuesta agresiva. En este caso, la ira nos aleja de los demás o de nuestros objetivos. Para comprender la ira, es preciso saber que los acontecimientos en sí mismos no tienen ningún valor emocional; es la valoración que de ellos hacemos lo que da significado a las situaciones. La conducta y las emociones de las personas están en función de sus pensamientos 18; si los pensamientos responden a una interpretación lógica de los acontecimientos, se trata de pensamientos racionales, por el contrario, cuando la interpretación es incorrecta y distorsionada, se trata de pensamientos irracionales. De este modo, las interpretaciones de tipo racional generan emociones y conductas positivas, y las interpretaciones de tipo irracional provocan conductas y emociones negativas (irritación, rabia, etc.). Así, las circunstancias pueden propiciar que experimentemos una determinada emoción, pero lo que determina nuestra manera de responder, es nuestro diálogo interno acerca de la situación. Si este diálogo interno parte de ideas racionales, que se ajustan a la realidad, no nos generará problemas; pero a menudo está basado en creencias irracionales o en errores cognitivos. Nuestro pensamiento puede presentar diversas distorsiones cognitivas, y conducirnos a una interpretación deformada de la realidad, llevándonos a conclusiones 16. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 28. 17. Conangla, M. y Soler, J. (2004). L’Ecologia Emocional. L’art de transformar positivament les emocions. Barcelona: Amat. Pág. 107. 18. Ellis (2000) cit. por Güell, M. (2005). ¿Por què he dicho blanco si quería decir negro? Barcelona: Graó. Págs. 84-85. © WK Educación
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arbitrarias, subjetivas e irracionales que en muchos casos poco o nada tienen que ver con lo que está ocurriendo 19. Las distorsiones cognitivas son hábitos de pensamiento automáticos que se basan en una visión negativa e ilógica de la realidad. Esta visión sesgada de los acontecimientos o de nosotros mismos, puede hacer que nos enojemos; cambiando el sentido o malinterpretando lo que la gente dice o hace. Muchas de las a firmaciones internas que nos hacemos cuando estamos enfadados, están originadas por una forma de pensar distorsionada, que nos ofrece una visión deformada de los acontecimientos. Este estilo de pensamiento distorsionado genera el hábito de utilizar el mismo «diálogo interno» cada vez que nos enfadamos, con lo cual este circuito se retroalimenta 20. Sin embargo, no siempre que nos enfadamos estamos pensando de forma distorsionada, pues en ocasiones la ira puede ser legítima y estar justi ficada; pero cuando estamos enojados, este tipo de pensamientos actúa a modo de combustible, echan más leña al fuego, con lo cual la ira puede intensi ficarse y prolongarse, llegando a ser destructiva. Tipos de distorsiones cognitivas Existen varios tipos de distorsiones cognitivas, pero los que se exponen a continuación21 contribuyen de forma especial a generar y alimentar la ira.
Imperativos. Este tipo de pensamientos se rigen por unas normas autoimpuestas, de carácter rígido e in flexible, que se aplican a uno mismo, al mundo o a los demás. Cuando los demás no cumplen estos «deberes», o las cosas no ocurren de la forma que esperamos, lo vivimos como una injusticia o una trasgresión y nos enojamos: « Maldito guardia urbano, ¡no debería haberme puesto la multa!»; « Puñetera lluvia, ¡justo ahora que empiezo las vacaciones! ». Cuando somos nosotros quienes no cumplimos estas expectativas, nos sentimos fracasados y frustrados, con lo cual la ira también está asegurada: «¡Debería haberme acordado!». Leer el pensamiento. Esta distorsión nos lleva a interpretar y a hacer suposiciones acerca del comportamiento de los demás: « ¡Lo hace para fastidiarme!»; «¡Me tiene manía!»; «Ya no me necesita»; de esta forma nos enfadamos porque creemos que los motivos de su comportamiento se deben a nuestras suposiciones.
19.
Castanyer, O. y Ortega, E. (2001). ¿Por qué no logro ser asertivo? Bilbao: Desclée De Brouwer.
21.
A partir de Neenan, M. y Dryden, W. (2004). Coaching para vivir. Barcelona: Paidós. Págs.
Pág. 26. 20. Weisinger (1988), op. cit. pág. 60.
19-24; Redorta et al. (2006), op. cit. págs. 73-74; Weisinger (1988), op. cit. págs. 60-67.
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La ira
Magni ficación. Consiste en exagerar la importancia de un suceso negativo, convirtiéndolo en nefasto. Es el tipo de pensamiento que hace una montaña de un grano de arena.: «Esto es inaguantable, terrible, horrible, insoportable» –en un atasco, si nos rayan el coche, si perdemos el tren, etc.–. Este tipo de pensamientos suele iniciarse cuando la ira es aún leve, incrementándola y haciendo que dure más tiempo. Etiquetar. Se refiere a poner una etiqueta general a partir de un hecho puntual: « X no tiene palabra,¡ es un frescales!»; «X ha estado muy ocupado y ha olvidado una cita con nosotros». Generalización. Cuando se extraen conclusiones a partir de un solo suceso. Es el pensamiento del «todo», «nada», «siempre», «nunca», «todos», «nadie»: «¡Siempre me deja colgado!»; «Nunca se acuerda de mi cumpleaños»; «Nadie ha sido capaz de echarme una mano» – estas generalizaciones se re fieren a hechos puntuales como a que tan sólo una de las amigas se ha prestado a ayudar en una mudanza.
Conducta. ¿Cómo actuamos cuando nos
enfadamos?
La ira nos mueve a la defensa o al ataque. Así, pretende defendernos de aquello que se interpone en nuestro camino y para ello genera la energía interna que mueve a la destrucción del obstáculo 22. Esta agresividad desencadenada por la ira, hace que sea una emoción explosiva y que se considere como una emoción eventualmente peligrosa. Se trata de una emoción que exige una respuesta urgente, hay impaciencia por actuar y existe el impulso de atacar, de oponerse, herir e insultar 23. La conducta agresiva puede manifestarse de forma abierta y directa, ya sea en forma de ataques verbales (gritos, insultos, amenazas, etc.) o físicos (golpes, empu jones, etc.); también puede desviarse la agresividad hacia un objeto u otra persona (enfadarse con el compañero de trabajo después de una bronca con nuestra pareja al salir de casa). Asimismo, podemos optar por expresar pasivamente nuestra ira resistiendo; o bien de forma indirecta y soterrada, utilizando la humillación o el sarcasmo. La retirada constituye una alternativa al ataque, ya sea con el objetivo de protegernos o de penalizar a quien suscita nuestro enfado 24. 22. Conangla y Soler (2004), op. cit. pág. 107. 23. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 30. 24. Neenan, M. y Dryden, W. (2004). Coaching para vivir. Barcelona: Paidós. Pág. 34; Greenberger y Padesky (1998), op. cit. pág. 206. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
La ira puede impulsarnos a agredir pero no debemos confundir la ira (la emoción) con la conducta agresiva. Así, es posible sentir enojo sin actuar de forma agresiva. Experimentar y expresar ira depende de:
Aprendizaje anterior de conductas (la conducta agresiva es un hábito aprendido). Patrones de pensamiento. Niveles de activación.
En consecuencia, la ira es controlable25 ya que podemos:
Desaprenderla y aprender nuevos hábitos de comportamiento.
Cambiar nuestro pensamiento creador de ira.
Reducir el nivel de activación.
4. ESTRATEGIAS PARA REGULAR LA IRA26 Una regulación adecuada de la ira conlleva bene ficios para nuestra salud y para nuestras relaciones. Resulta e ficaz prevenir los escenarios que supongan un alto riesgo de experimentar ira; se trata de evitar situaciones con gran potencial para desencadenar nuestro enfado, a fin de poder re flexionar y evaluar de nuevo las circunstancias, antes de afrontarlas.
Actuando sobre la respuesta fi siológica (activación)
Si bien la respuesta fisiológica es involuntaria y escapa a nuestro control, técnicas adecuadas como la respiración y la relajación, pueden prevenir los efectos negativos de una activación intensa producida por la emoción de la ira. Las estrategias que siguen a continuación no constituyen en sí mismas la solución a los problemas, sino que permiten afrontarlos en mejores condiciones. Así, facilitan la recuperación del control sobre nuestro estado de ánimo (deteniendo la escalada de la ira) y nos permiten pensar, de forma más serena, en las posibles soluciones. a) La relajación constituye un buen antídoto para la reacción airada ya que, mientras se practican estos ejercicios, se reduce el consumo de oxígeno, la frecuencia cardiaca disminuye, la respiración se hace más lenta y el flujo 25. Winogrom, W.Ph.D., et al. CALM. Programa para aprender a manejar la ira. Guía 1. Generalitat de Catalunya. Departament de Justícia i Interior. Pág. 36. 26.
A partir de Bisquerra (2003); Greenberger y Padesky (1998); Salmurri (2004) y Weisinger
(1988).
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La ira
de sangre a los músculos se estabiliza. Los ejercicios de relajación ayudan a contrarrestar la actividad incrementada del sistema nervioso simpático que se produce como respuesta a la ira. Se trata de un mecanismo protector que actúa en contra de los efectos perjudiciales de la ira (tanto físicos como mentales). Por otra parte, la relajación es básicamente un ejercicio de concentración que actúa inter firiendo los pensamientos airados. Quienes no están iniciados en esta técnica deben animarse a realizar esta clase de ejercicios, pues a través de la práctica se hacen más visibles sus efectos beneficiosos. Tampoco deben desistir quienes creen sentirse demasiado tensos para practicar esta clase de ejercicios; justamente son estas personas quienes más bene ficios pueden obtener del entrenamiento en relajación. b) La habilidad básica en cualquier programa de autoayuda es la autoobservación, que nos permite tomar consciencia de las señales fisiológicas que nos indican cuando nos estamos enfadando (tensión muscular, mandíbula y puños apretados, opresión en el pecho, etc.) cuando la ira se encuentra en un nivel bajo de intensidad. Cuando tengamos la habilidad de reconocer estas señales, podemos actuar deteniendo la explosión de ira antes de que escape a nuestro control, con alguna de las estrategias que se indican a continuación. Cuando la ira es muy intensa resulta más difícil frenar o contener su escalada.
Actuando sobre los pensamientos a) La reestructuración cognitiva también puede contribuir a reducir la ira. Se trata de identi ficar los pensamientos distorsionados que generan o incrementan nuestro enfado y sustituirlos por pensamientos más racionales y lógicos. b) Los tiempos muertos suponen el reconocimiento de las señales iniciales que indican que la ira está iniciando una espiral que amenaza con escapar a nuestro control. Implican retirarse del escenario de la discusión durante un rato, de forma serena (¡sin portazos!) y avisando de cuándo volveremos para reemprender la conversación. Funciona a modo de primeros auxilios pero sólo sirve para aplazar la solución hasta que hayamos recobrado la calma. No se trata en absoluto de una conducta evitativa, sino de una forma de aplazamiento que nos permita recobrar la calma y pensar un nuevo enfoque de la situación. c) Enmarcando la situación desde una perspectiva más positiva.
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d) Distraerse, dedicándose momentáneamente a otras actividades más satisfactorias (pasear, hacer deporte, ir al cine, ver la televisión, leer, bailar, escuchar música, estar a solas, etc.). e) Contagiar calma, ya que las emociones son contagiosas. Una forma de lograrlo consiste en bajar el tono de voz, aunque sea tan sólo un punto más bajo que nuestro interlocutor. f) Reconocer el enojo, admitiendo nuestro malestar. g) Aceptar la ira (no la conducta agresiva), legitimando nuestro enfado sin culparnos ni avergonzarnos por sentir enojo. h) Ver el enfado como una oportunidad de crecimiento personal.
Actuando sobre la conducta
Aprendiendo técnicas de comportamiento asertivo . El estilo de comportamiento agresivo consigue sus objetivos a corto plazo a base de imponerse a los demás, pero genera hostilidad y aleja a las personas; las técnicas de asertividad permiten atender a nuestras necesidades sin que los demás se sientan atropellados, es decir, sintiéndose respetados. NO acostumbra a ser e ficaz en la regulación de la ira…
Rumiar dando vueltas al asunto ya que genera más ira. Desfogar la ira. Las catarsis suelen reforzar el círculo vicioso de la ira, estimulándola. Imponer calma a la persona airada cuando la ira está en pleno apogeo suele reforzar el enfado. Negar la ira («No, si no estoy enfadado»). No darse permiso para sentir enojo y sentir culpa o vergüenza por experimentar esta emoción. Rebelarse contra este sentimiento, intentando taparlo.
5. ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LOS HIJOS Y A LOS ALUMNOS A AFRONTAR SU IRA? Como es bien sabido la tensión emocional que conlleva el divorcio no sólo afecta a los padres, también los hijos se hallan inmersos en este «mar de emociones». Es 84
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La ira
tarea de los padres enseñarles a entender lo que sienten, y a canalizar adecuadamente estas emociones negativas. Como a firma Goleman27, «la vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional» y este proceso educativo «no sólo funciona mediante lo que los padres dicen o hacen directamente a los hijos, sino que también se manifiesta en los modelos que les ofrecen para manejar sus propios sentimientos». Así, la forma como los padres atiendan a sus propias emociones en esta crisis constituirá un valioso ejemplo para sus hijos. Junto a la familia, la escuela desempeña también un papel fundamental en el aprendizaje emocional de niños y jóvenes. La educación emocional, en palabras de Bisquerra28, supone «educar el afecto, es decir, impartir conocimientos teóricos y prácticos sobre las emociones». Si bien el rendimiento escolar suele disminuir, el divorcio de los padres se re fleja principalmente en el estado de ánimo de los alumnos. En este sentido, la escuela puede «aprovechar las oportunidades en el interior y en el exterior del aula, para que los alumnos transformen los momentos de crisis personal en lecciones de competencia emocional, aspecto que funciona mejor si las lecciones se complementan en el hogar»29. Conviene recordar que la ira está presente en todos los con flictos y que tiende a ser particularmente intensa en las relaciones de pareja. Así, el ambiente emocional en una situación de divorcio acostumbra a estar cargado de tensión y de hostilidad (en mayor o menor grado). Algunos padres creen, erróneamente, que su malestar pasa desapercibido a los hijos y pretenden disimular su enfado; pero los niños son expertos en captar el lenguaje no verbal de los adultos y, con independencia de la edad que tengan, detectan los más sutiles intercambios emocionales entre los miembros de la familia. La hostilidad entre los padres viene a sumarse a la propia ira de los hijos ante la nueva situación, y su enfado acostumbra a manifestarse a través de su comportamiento, haciendo que se muestren enojados hacia las personas que les rodean. Objeto de su cólera pueden ser los propios padres, los profesores, los amigos, etc.; el mundo entero puede parecer terriblemente injusto. La ira que sienten acostumbra a traducirse en un comportamiento explosivo. El niño de ficción que introduce el capítulo nos proporciona algunos ejemplos: patadas, respuestas de tono hostil, desafíos, mutismo, rebeldía, etc.
27. Goleman, D. (2004). Intel·ligència emocional. Barcelona: Kairos. Pág. 274. 28. Bisquerra (2003), op. cit. pág. 244. 29. Goleman (2004), op. cit. pág. 394. © WK Educación
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6. COMPRENDIENDO LA IRA DE HIJOS Y ALUMNOS 30 La tarea de padres y educadores consiste en enseñar a niños y a jóvenes a reconocer, a validar y a expresar la ira de forma adecuada. Los niños expresan su enojo desde que nacen y los padres aprenden enseguida a reconocer por qué llora su hijo (hambre, sueño, etc.). La forma de mostrar la ira varía a medida que el niño crece. A los dos años puede mostrar su enojo tirándose al suelo, a los siete años tal vez ponga mala cara y en la adolescencia exprese su enfado con una palabrota. El primer paso para ayudar a los niños a reconocer la ira, consiste en aceptar nuestra propia ira, sin disimular o negar cuando estamos enfadados. De lo contrario, desconcertamos al niño y entorpecemos su aprendizaje emocional. Si los adultos tenemos di ficultades con nuestra propia ira, es poco probable que transmitamos serenidad al hijo o al alumno enojado, y le permitamos sentir enfado. Reprimiendo, ignorando o dramatizando sus reacciones de enojo, les transmitimos que la ira es una emoción prohibida y contribuimos a aumentar su temor ante esta emoción. Para poder manejar la ira, necesitan experimentar esta emoción, tener permiso para sentir enfado y constatar que no ocurre nada malo. Para ello, necesitan que les contengamos y les tranquilicemos diciéndoles que lo que sienten es normal, que sabemos que deben tener motivos para sentirse así. Si mostramos comprensión y les escuchamos no se sentirán tan solos y probablemente se calmarán; la ira pierde virulencia cuando se acepta (la emoción no la conducta). Esta recomendación es válida tanto para niños pequeños como para adolescentes.
6.1. ¿Por qué se enfadan?
La ira es a menudo una demanda de ayuda
El comportamiento de un niño que está alterado, pega, grita, llora y no puede estar quieto, nos indica que necesita algo. 30. A excepción de algunas aportaciones puntuales de otros autores, este apartado se ha elaborado a partir de: Corkille Briggs, D. (1998). El niño feliz. Barcelona: Gedisa.; Ford, J. (2002). Transforma tu ira en energía positiva. Barcelona: Oniro.; Pearce, J. (1987). Praktische opvoed-tips. Nijkerk
(Bélgica): Intro; y Weisinger (1988) op. cit.
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Hemos visto como algunas de estas conductas aparecen por primera vez con el divorcio de los padres; incluso es posible que tengan una virulencia inusual. Ello puede ser debido a sus dificultades para adaptarse a la situación que resulta de la se paración. Probablemente, necesite una dosis «extra» de atención por nuestra parte.
La ira nos informa de una frustración
La ira de los niños suele ir vinculada a la no-consecución de algo que es importante para ellos. Cuando las cosas no van como planeamos, sentimos frustración; enfadarse forma parte del proceso de adaptación. Podemos ayudarles a manifestar su enfado, invitarles a que nos hablen de aquello que les causa enojo; a veces basta con clari ficar la situación para que sus ánimos se calmen. Conviene utilizar un tono tranquilo, sereno, a fin de no echar más leña al fuego.
Tras los comportamientos agresivos de los niños, a menudo se esconden el miedo o la tristeza
Si los niños no tienen la madurez su ficiente para distinguir si sienten enfado, miedo o tristeza, podemos ayudarles a comprender su malestar, ya sea hablando con ellos o a través de cuentos. En ocasiones, los hijos de padres divorciados intentan hallar un responsable; a menudo sienten que son ellos los «culpables» de la separación, otras veces responsabilizan a uno de los progenitores de la ruptura. Así, los con flictos de lealtad son bastante comunes entre los hijos, quienes a veces suelen inhibir su enfado con el progenitor ausente (a quien suelen idealizar), y descargar su ira con el progenitor custodio31.
Muchas crisis de rabia tienen su origen en la falta de comunicación
A veces pensamos que sólo los adultos tenemos razones de peso para sentir enojo y consideramos la ira de los niños un asunto menor; tendemos a banalizar sus enfados y, en ocasiones, llegamos a ridiculizarlos («¡Cosas de niños!»). Una buena dosis de empatía puede facilitarnos esta tarea y, si realizamos el esfuerzo de «ponernos en sus zapatos», nos será más fácil comprender los motivos de la ira de los niños. Las quejas de los niños a menudo esconden ira o dolor, y puede que no resulte grato afrontar estos sentimientos. Si optamos por ignorar sus quejas, éstas no des31. Haynes, J.M. (1995). Fundamentos de la mediación familiar. Madrid: Gaia. © WK Educación
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aparecerán, sólo quedarán escondidas y en algunos casos puede que reaparezcan con mayor virulencia. Sintonizar con el malestar de los niños les transmite seguridad y propicia un clima que favorece la expresión de las emociones.
6.2. ¿Cómo les enseñamos a expresar la ira de forma adecuada?
Hemos visto como reconociendo y legitimando la ira de los niños, éstos aprenden que pueden sentir enojo; ahora debemos enseñarles a actuar la ira. Necesitan saber que no pueden causar daño a los demás y ejercitarse en comportamientos adecuados que sustituyan a las patadas, los empujones, los mordiscos, etc. Debemos permitirles expresar sus emociones y, al mismo tiempo, limitar sus reacciones negativas. Se trata de reconducir sus acciones, enseñándoles formas adecuadas de expresar su enfado. Recordemos que este aprendizaje se realiza en gran parte a través de la imitación. Los niños aprenden a manejar su enojo a partir del modelo que ofrecen los adultos en el manejo de su propia ira. Los niños precisan libertad para expresar su ira pero, al mismo tiempo, necesitan sentirse seguros. Los adultos les proporcionamos seguridad si comprendemos su enfado, ponemos límites a su comportamiento y les enseñamos conductas alternativas con las que puedan expresar su enojo de forma adecuada. Ante el enfado de los niños, podemos ayudarles a expresar con palabras lo que sienten y a reconducir su conducta: «Vamos a ver, explícame qué te ha ocurrido y intenta hacerlo sin gritar tanto». Si queremos transmitir calma, conviene que atendamos al lenguaje no verbal y usemos un tono sereno y tranquilo. Pronunciado en un tono crispado y con un volumen de voz elevado, el ejemplo anterior produciría, con toda seguridad resultados bien distintos. Por otro lado, los mensajes en positivo suelen ser más e ficaces que los mensajes en negativo; así, el ejemplo anterior resulta más adecuado que decir: «¡No grites!». En esta línea, Vallet 32 afirma: «Cuando, en lugar de regañarle por lo que hace mal, le enseñamos a hacerlo bien, se siente tranquilo interiormente. Cuando le gritamos constantemente porque no hace bien las cosas, le ponemos nervioso, le alteramos, y sigue sin saber cómo debe ser su comportamiento la próxima vez». 32. Vallet, M. (2005). Educar a niños y niñas de 0 a 6 años. Madrid: Praxis. Pág. 22.
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7. ESTRATEGIAS PARA AFRONTAR EL ENFADO DE LOS NIÑOS 7.1. Líneas básicas de actuación
Normas, límites y consecuencias 33
«Los seres humanos necesitamos normas y límites. Nos sirven para organizar nuestra vida de acuerdo a nuestras necesidades. Nuestro hijo necesita normas y límites. Necesita tener muy claro qué puede hacer y qué no puede hacer (…). Los niños están perdidos si no tienen límites. Prueban una y otra vez para descubrir hasta dónde pueden llegar. A menudo, no logran descubrirlo. No saben cuál es su límite porque nadie los frena. Nadie los advierte sobre lo que no pueden hacer. Cuando se les regaña, se sienten agredidos». Así, las normas son lo que tiene que hacer y los límites se establecen junto a las normas, y son lo que no tiene que hacer . Algunos padres aplazan inde finidamente la tarea de poner límites porque creen que sus hijos «son demasiado pequeños». A menudo comprueban, impotentes, cómo el comportamiento de los hijos les desborda al llegar a la adolescencia. Esta etapa, ya de por sí compleja, no es el momento más idóneo para comenzar a poner normas y límites. Los límites dan seguridad a los hijos y es oportuno empezar desde edades muy tempranas. Si junto a las normas surgen los límites, de éstos se derivan las consecuencias. De acuerdo con la autora de referencia, «Las consecuencias son ayudas para cumplir las normas que les cuesta llevar a la práctica» y tienen que ver «con respetar o no respetar los límites»; «las consecuencias en sí no son negativas, son positivas. Pero no cumplir la norma, genera consecuencias negativas». Actualmente muchos padres obvian este aspecto a sus hijos y creen, erróneamente, que es preferible ahorrarles frustraciones. Con la mejor de las intenciones, están preparando a sus hijos para un mundo que no existe, pues en la vida real, los adultos debemos hacer frente a las consecuencias de nuestros actos.
33.
A partir de: Vallet, M. (2005). Cómo educar a mi hijo durante su niñez (de 6 a 12 años). Madrid:
Praxis. Págs. 135-140. © WK Educación
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Pocos NO y muy claros
Es adecuado reservar los NO a los temas más importantes; entre ellos, las actitudes violentas y agresivas. Un exceso de NO desconcierta a los niños, y acaba siendo ineficaz. De nuevo, resulta oportuno formular los mensajes en positivo (en la medida de lo posible): «Si pegas a tu hermano vas a hacerle daño», es más e ficaz que «¡No pegues a tu hermano!».
Coherencia
En el apartado dedicado a normas, límites y consecuencias, hemos visto que éstas tienen que ver con el cumplimiento o incumplimiento de las normas; si el niño tras pasa el límite, necesita afrontar las consecuencias. Así aprende a responsabilizarse de su comportamiento. Recordemos que los niños prueban constantemente hasta dónde pueden llegar; por tanto necesitan que los adultos cumplan también los límites. Si disponemos que pongan la mesa, no debemos hacerlo en su lugar. Un comportamiento coherente por parte de los adultos, les da seguridad. Por otra parte, cuando intentan traspasar un límite, no se trata necesariamente de desobediencia, sino que puede responder a su necesidad de autonomía. Debemos mantener los límites, pero en ocasiones deberemos revisarlos y adaptarlos, si cabe, a nuevas necesidades o circunstancias. Vallet34 hace una distinción clara entre consecuencias y castigo: la consecuencia está en función del comportamiento del niño; el castigo está en función del estado de ánimo del adulto y no de la norma infringida. Las consecuencias son siempre las mismas; responden, por tanto, a la coherencia. Los castigos responden a la arbitrariedad y, cuando el niño traspasa un límite, no sabe qué sucederá por incumplir la norma, ya que puede que reaccionemos con escaso, nulo o mucho enfado. Si reaccionamos de forma arbitraria, desconcertamos a los niños, y transmitimos inseguridad.
7.2. Ideas para situaciones concretas
Si los adultos estamos enfadados
Recordar que ellos captan nuestro enfado: 34. Ibíd. Pág. 138-139.
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– Manifestar nuestro enojo. – Hacerlo de forma clara, breve y sin dramatismo, utilizando palabras que el niño pueda entender. – En la misma línea, explicarle qué pensamos hacer para solucionar las cosas (les da seguridad). – Intentar mantener la calma. – No disimular ni negar nuestro enfado.
Si el niño se muestra moderadamente enfadado
Recordar que los episodios con un nivel de ira leve suelen durar poco y habitualmente se resuelven con comprensión y empatía. A menudo basta con darles un poco de tiempo para calmarse. Los más pequeños suelen tranquilizarse si los sentamos en nuestro regazo. Los adolescentes suelen requerir más tiempo. (Las indicaciones que siguen a continuación son útiles para detener la escalada de ira, pero deberemos enseñarle a regular su ira sin que llegue a ser explosiva). – Mantener la calma. – Hacer una maniobra de distracción que no sea una forma de «chantaje» (¡ellos aprenden rápidamente!). Esta estrategia sólo funciona si abordamos el enojo a tiempo. – Tratar el enfado con suavidad y, como en algunas técnicas orientales, aprovechar el impulso y desviarlo en otra dirección más adecuada. Con ello podemos detener la escalada de la ira; una confrontación produciría el efecto contrario. – Involucrarlo en alguna de nuestras actividades: «¡¡Tengo hambreee!!» –«¿Me ayudas a poner la mesa?». – Hacerle preguntas. – No reprenderle por sentir enfado. – No presionarle para que disimule o esconda su enfado. En ambos casos la emoción se esconde pero no desaparece. – No reaccionar con pena o decepción ante su enfado. En este caso añadimos culpa al enfado. © WK Educación
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– Ignorar sistemáticamente su reacción de enojo acostumbra a incrementar el enojo.
Si el niño se muestra muy enfadado
Recordar que tras la ira intensa puede esconderse miedo e inseguridad que a menudo está relacionada con una pérdida. Que necesita ayuda para superar su dolor y su malestar. Que los episodios de furia de los niños duran menos que los de los adultos 35. – Mantener la calma. – Ser coherentes y mantener lo que hemos decidido antes de la explosión de ira (no sucumbir al sentimiento de culpa). – Utilizar mensajes claros y breves. «Cuando estés tranquilo, hablaremos». – Recurrir al humor, al absurdo (sin ridiculizar, sin sarcasmos). Debemos ser cautelosos con esta estrategia pues podemos obtener el efecto contrario. – No pretender razonar con el niño. Cuando la ira es intensa está bajo los efectos de un «secuestro emocional» 36. Conviene hablar con él cuando se haya tranquilizado. – No ceder para «acabar» con la explosión de ira. – No utilizar chantajes: «Si me quisieras, no me harías esta escena». – No amenazar: «Si no paras inmediatamente, no verás la televisión».
Después de la «tempestad»
Recordar que es importante que conozcamos su versión de los hechos, y que ellos necesitan saber qué pensamos nosotros de lo ocurrido. – Hablar con tranquilidad con el niño de lo que ha pasado. Actúa a modo de «cierre» de la situación y el niño aprende a volver al estado de calma. – No hacer largos sermones acerca de lo sucedido.
35. Pearce (1987). 36. El secuestro emocional se produce cuando una emoción intensa «obstaculiza» nuestro pensamiento. En estas condiciones se hace difícil atender a razones.
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La situación «se nos ha ido de las manos»
Hemos intentado varias estrategias y la situación nos ha desbordado. Nos hemos descontrolado y hemos acabado gritando; o acabamos llorando también nosotros; pensamos que somos «un desastre». Recordar que no existen padres y maestros perfectos. ¡El perfeccionismo es una distorsión cognitiva!: somos humanos y tenemos limitaciones. – Disculparnos si nos hemos descontrolado. – Ser indulgentes con nosotros. Todos tenemos un mal día. Todos cometemos errores. – Las explosiones de ira necesitan público. Los niños no acostumbran a dar escenas de este tipo cuando están solos. – Recurrir a la estrategia «Tiempo fuera». Si estamos en casa, salir un momento de la habitación donde estamos con el niño, y dejar de fi jar la atención en él. Si pensamos que el niño puede correr algún peligro, dejarlo en un lugar seguro, que no tenga connotaciones punitivas. – No gritarles. – No descargar la ira en el niño. ¡Sólo conseguiremos asustarle!. Tal vez así obedezca, pero no habrá aprendido cómo actuar cuando está enfadado.
Mejor prevenir que curar
Recordar que podemos prever algunos momentos especialmente «in flamables». – Cuando tienen hambre (antes de las comidas). – Cuando tienen sueño (antes de acostarse). – Cuando están cansados (después de una excursión, etc.). – Cuando han estado ausentes del hogar ( fines de semana y vacaciones con el progenitor no custodio). – Cuando salimos de la rutina (comer en el restaurante, etc.). – Cuando estamos en una reunión familiar, con amigos, etc. (todos quieren opinar acerca de la educación que damos al niño).
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La cuestión básica que los niños aprenden sobre la cólera (y, en realidad, con el resto de emociones) es que «todos los sentimientos son adecuados», pero que algunas reacciones son adecuadas y otras, por el contrario, no lo son 37.
37. Goleman (2004), op. cit. pág. 392.
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Capítulo V El miedo
La pareja En las paredes de las casas, le dice su marido, se quedan todas las conversaciones, las palabras, las promesas, los insultos, los gritos, las mentiras (...). Teresa mira la sala en la que se encuentran, está pinada de un gris muy pálido, casi blanco, haciendo juego con las cortinas y los sofás. No está muy segura de lo que puede estar enganchado en las paredes. Un poco de amor, sí. La fina voz de Clara cuando era pequeña. Unas pocas palabras ásperas al cabo de los años. Silencios que protegían la intimidad de cada uno. Sueños privados. El miedo de perder al otro. Miedo de los días que pasaban. (Fragmento de L’últim tren, de Maria Mercè Roca) Cada vez que le miramos a la cara, nos hacemos más fuertes, más valientes, más seguros de nosotros mismos. (Eleanor Roosevelt)
Los hijos Al día siguiente, mi estómago continuaba tan encogido como uno de esos gusanos de San Antonio que se hacen una bolita cuando los tocas. Dice papá que es su manera de defenderse. Se convierten en una diminuta bola para di ficultar el ataque del adversario. Quizá mi estómago se había transformado en una bola para protegerse del miedo que, como un ejército de hormigas, se paseaba dentro de mi cuerpo. (Fragmento de El final del joc de G. Lienas) © WK Educación
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El miedo es la emoción básica que nos rige y nos domina. La única que nos permitimos, a veces, y la que cierra el paso al resto de emociones 1.
1. ¿QUÉ ES EL MIEDO? El miedo es «la emoción que se experimenta ante un peligro real e inminente» 2. Los matices de esta emoción están contenidos en la «familia del miedo»: Temor, horror, pánico, terror, pavor, desasosiego, timidez, susto, fobia, ansiedad, angustia, desesperación, inquietud, estrés, preocupación, anhelo, desazón, consternación, nerviosismo3. Las amenazas a nuestro bienestar físico o psíquico son responsables, por tanto, de la activación de esta respuesta emocional. Así, el miedo nos mueve a protegernos y la res puesta más habitual es la huida o la evitación de la situación amenazante; si no podemos huir ni evitar el peligro, la emoción del miedo nos mueve a afrontar el peligro. Así pues, la respuesta de ataque o huida a la que nos impulsa el miedo es la misma que la que genera la ira; ambas tienen como objetivo protegernos 4. Además, no es infrecuente que detrás de la ira o de una conducta agresiva se esconda el miedo. Pero el miedo no sólo mueve a la acción, también puede tener efectos paralizantes e inhibir nuestra conducta. Sentir miedo es una sensación desagradable, pero si somos capaces de gestionarlo de forma adaptativa, se convierte en una excelente fuente de información que nos avisa cuando nuestro bienestar o el de las personas que amamos se ven amenazados; ello nos permite protegernos y tomar las medidas oportunas para cambiar la situación. También representa una oportunidad para crecer como personas, pues al afrontar nuestros temores podemos por fin descubrir y utilizar nuestro potencial, superando las limitaciones que nos habíamos impuesto.
2. CLASES DE MIEDO Hay miedos innatos y miedos adquiridos5. Existe un miedo innato, que compartimos con todos los animales, y que nos alerta de los peligros, a fin de evitar un daño o 1. 2. 3. 4. 5.
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Bach y Darder (2004), op. cit. pág. 91. Bisquerra, R. (2003). op. cit. pág. 101. Redorta et al. (2006). op. cit. pág. 59. Ibíd. Pág. 68. Conangla y Soler (2004) op. cit . Pág. 118.
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El miedo
la muerte. Sin embargo, no todos los peligros que nos amenazan son reales; existen peligros que desencadenan la misma respuesta emocional, pero que no constituyen una amenaza real. Es lo que denominamos miedo irracional, y que se desencadena ante peligros imaginarios; se trata de estímulos reales, pero no existe un peligro real 6. Esta diferencia se hace patente en el caso del temor a hablar en público; es obvio que en tales circunstancias nuestra vida no corre peligro, pero muchas personas viven esta experiencia con auténtico pavor. Este tipo de miedo es adquirido, y está condicionado por la propia experiencia vital (sucesos desagradables o traumáticos) y por la educación recibida. Sin duda, es esta clase de miedo el que nos causa pro blemas. Y es que nuestro cuerpo está diseñado para un mundo que ya no existe. Los peligros que acechaban a nuestros antepasados requerían de soluciones inmediatas y podían resolverse con una acción puramente física; si lograban sobrevivir, su cuerpo había consumido todas las hormonas de defensa que había segregado. Nosotros, en cambio, nos enfrentamos a peligros mucho más sutiles y nuestra vida no suele verse amenazada, pero sí nuestra autoestima y nuestro bienestar. Los miedos que rigen la vida de las personas son el miedo al rechazo y el miedo al fracaso7. Así, todos deseamos fervientemente relaciones donde fluya el afecto, sentir que pertenecemos a una familia, a una pareja, a un grupo de amigos, etc. El miedo a ser rechazados es el que nos mueve, en ocasiones, a buscar la aceptación de personas significativas para nosotros a cualquier precio; ello nos lleva a primar los intereses de los demás por encima de los nuestros, adoptando conductas pasivas, o comportamientos evitativos ante los con flictos. El miedo al fracaso está directamente vinculado a nuestras expectativas de alcanzar las metas que nos hemos propuesto. Proponernos objetivos demasiado am biciosos o desconfiar de nuestros recursos para lograrlos, suele estar en el origen de algunos de nuestros miedos. Para una mejor comprensión de nuestros miedos, puede resultar útil ver qué necesidades se ven amenazadas. La pirámide de Maslow 8 nos sirve para este cometido: en la base de la pirámide se hallan las necesidades materiales (necesidad de sustento y alojamiento); en el nivel siguiente está la necesidad de seguridad (necesidad de vivir en un entorno seguro, de sentirnos seguros en nuestro trabajo, etc.); en el tercer nivel se encuentra la necesidad de amor y de pertenencia (necesidad de sentirnos queridos y de pertenecer a una familia, pareja, grupo de amigos, etc.); por encima de este ni6. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 67. 7. García Ribas, C. (2003). Tengo miedo. Barcelona: Granica. Pág. 25. 8. Alonso Puig, M. Dr. (2004). Madera de líder. Claves para el desarrollo de las capacidades de liderazgo. Barcelona: Ediciones Urano. Págs. 35-41. © WK Educación
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vel se halla la necesidad de reconocimiento (necesidad de ser especial para algunas personas, de sentirnos valorados, respetados, etc.); y, finalmente, encontramos la necesidad de autorrealización (necesidad de crecer como persona, de expresar todo nuestro potencial, de dar un sentido trascendente a nuestra vida). Para García Ribas 9, la pirámide de Maslow es «la pirámide de los miedos»: miedo a no tener resueltas las necesidades materiales; miedo a no disponer de un entorno seguro, de seguridad en el trabajo; miedo a no tener relaciones de amor y de afecto, a no sentirnos parte de una familia; miedo a no sentirnos valorados; miedo a que nuestras vidas carezcan de sentido, etc.
Autorrealización Reconocimiento Amor y compañía Seguridad Fisiológicas Fuente: Alonso Puig, (2004: 35-41)
Sin lugar a dudas, todas estas necesidades pueden verse seriamente cuestionadas cuando una pareja se separa; así, la pirámide de los miedos del divorcio se ajustaría al esquema siguiente. En primer lugar, pueden verse amenazadas las necesidades materiales; la necesidad de una nueva vivienda para el cónyuge que se va, la mudanza, etc., representan una fuente de gastos extraordinarios que será preciso afrontar. También se ven alteradas las condiciones relativas a la necesidad de seguridad; el que hasta ahora era nuestro hogar desaparece (uno se va y el que se queda debe afrontar la ausencia), puede que se produzcan cambios en el trabajo, etc. En el tercer nivel, el divorcio provoca un impacto profundo y las necesidades de sentirse amado, de pertenecer a una pareja, etc., se ven fuertemente sacudidas por razones obvias. Esta misma onda expansiva alcanza el cuar9. García Ribas (2003), op. cit. pág. 48.
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to nivel, donde la merma en la satisfacción de nuestra necesidad de reconocimiento puede extenderse más allá de la pareja, amigos, etc., y alcanzar la profesión –nuestro rendimiento laboral puede disminuir debido al desgaste emocional y con ello el reconocimiento–; por último, es frecuente que con la separación se pierda, temporalmente, la noción de aquello que daba sentido a la vida, y de que las personas inmersas en este proceso tengan la sensación de no poder ejercer control sobre los acontecimientos.
3. COMPRENDIENDO EL MIEDO «En la base de todo sufrimiento humano, y casi de toda patología psicológica y emocional, encontramos el miedo. El miedo, como el dolor, nos deja desnudos. Detrás de todos los miedos hay el miedo a la pérdida y, por tanto, el miedo al sufrimiento. El miedo es el punto de partida de otras muchas emociones y sentimientos: la ansiedad y la angustia nacen del miedo, la vergüenza y la culpa nacen del miedo, la envidia y los celos nacen del miedo» 10. Todos hemos sentido miedo en alguna ocasión. Si bien, puede que no siempre reconozcamos haberlo experimentado; a menudo el miedo se asocia a la cobardía, y ¿quién no aspira a ser visto como «valiente»?. Con frecuencia, cometemos el error de confundir valentía con «ausencia de miedo», cuando ser valiente consiste precisamente en actuar a pesar del miedo 11 (¡meditando las consecuencias de nuestra acción!). Lo que nos impide ser valientes no es el miedo, sino evitar sentir miedo. Dejar de hacer aquello que nos causa temor, nos produce un alivio momentáneo, pero, a largo plazo, no hace sino aumentar nuestra inquietud. Huyendo del miedo nos convertimos en sus rehenes. Decidirse a mirar el miedo a la cara implica atreverse a experimentar la sensación de miedo. Una vez dado este paso, a veces descubrimos que detrás de ese monstruo temible se esconde tan sólo un ser insigni ficante, como en El Mago de Oz. Afrontando el miedo habremos iniciado el camino para librarnos de él. Un mejor conocimiento de esta emoción, nos ayudará a manejarlo de forma más eficaz y favorecerá, no sólo el bienestar físico, sino la superación de los estados de ánimo negativos que sin duda deben afrontar las parejas que se divorcian. 10. Conangla (2004), op. cit. pág. 120. 11. Segura, M. (2005). Enseñar a convivir no es tan difícil. Bilbao: Desclée de Brouwer. Pág. 112. Este autor define la valentía como un estado positivo de ánimo por el que una persona, a pesar de
percibir los peligros o las di ficultades de algo, desprecia el miedo y actúa con libertad y energía. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio Activación. ¿Cómo reacciona nuestro cuerpo?
La respuesta neurofisiológica de nuestro cuerpo ante una experiencia de miedo moviliza una gran cantidad de energía y prepara al cuerpo para respuestas más intensas de las que sería capaz en condiciones normales 12. Esta reacción corporal de alerta nos desplaza de nuestra zona de confort y nos produce un grado de inquietud variable, en función de la sensación de amenaza que percibimos. Cuando sentimos miedo, respiramos con más di ficultad, empalidecemos, nos «falta el aire», y sentimos «un nudo en el estómago». La activación es responsable de todos estos cambios corporales: sudoración, temblor, sequedad de boca, tensión muscular, etc. En realidad, cuando nos asustamos se producen las mismas reacciones que cuando nos enfadamos; la respuesta del cuerpo es la misma para ambas emociones, ya que no se han identi ficado patrones fisiológicos únicos para las diferentes emociones13. Ante un miedo muy intenso, y como consecuencia de una activación excesiva, puede producirse un bloqueo emocional que nos incapacite parcial o totalmente para la acción (ataque de pánico). Cuando hay un estado de tensión permanente, las glándulas suprarrenales segregan corticoides, hormonas que contribuyen a que el corazón trabaje con más potencia y que la sangre circule en mayor cantidad por los músculos. El cuerpo nos prepara para responder con vigor al peligro, ya sea atacando o huyendo. Sin embargo, cuando la secreción de corticoides se mantiene de forma prolongada, nuestro sistema inmunitario se ve afectado, ya que impiden que éste actúe con e ficacia. El distrés crónico (sensación de agobio permanente) es una de las causas más importantes de la depresión14. En la actualidad, nuestras demandas son más de tipo emocional que físico, pero la respuesta neuro fisiológica sigue siendo la misma de nuestros ancestros. Pensamientos. ¿Qué pensamos cuando nos asustamos?
El pensamiento que acompaña al miedo es: «estoy en peligro», y puede que esta amenaza atente contra nuestro bienestar físico o psíquico. Pero en la activación de la respuesta de miedo, como en las demás emociones, los pensamientos juegan un papel decisivo. Detrás de los pensamientos generadores de miedo, suelen ha ber creencias inquietantes acerca de uno mismo y de los demás. Esta sensación de amenaza depende de cómo evaluemos la situación; así, una valoración deformada y negativa de las circunstancias externas y de nuestros propios recursos contribuirá a activar la respuesta de miedo. 12. Redorta et al . (2006), op. cit. pág. 68. 13. Winogrom, W. Ph. D., et al . CALM. Programa para aprender a manejar la ira. Guía 1. Generalitat de Catalunya. Departament de Justícia i Interior. Pág. 3. 14. Alonso Puig (2004), op. cit . págs. 34-39.
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El miedo
Si la ira suele generarse a partir de creencias irracionales acerca de los demás, el miedo suele ser producto de las creencias irracionales que tenemos sobre nosotros mismos15. De este modo, el miedo suele ir íntimamente unido a una percepción desfavorable acerca de uno mismo, que nos hace sentir más vulnerables ante los acontecimientos y nos convierte en presa fácil del miedo. Una baja autoestima suele estar en el origen de muchos miedos; si pienso que valgo muy poco y que no soy digno de amor, temeré «hacer» frente a la vida y a las vicisitudes que conlleva. Asimismo, necesitando imperiosamente el calor y el afecto de los demás, temeré relacionarme con ellos intuyendo un posible rechazo. Entre las distorsiones cognitivas, hay algunas que parecen contribuir de forma especial a socavar la autoestima y a hacernos más vulnerables al miedo 16:
Magni ficar/minimizar . Se refiere a un estilo de pensamiento que tiende a exagerar los aspectos negativos de la realidad y a minimizar los aspectos positivos. Así, las personas con una pobre autoestima tienden a magni ficar los aspectos mejorables de su personalidad, sus errores o sus intentos fallidos, y a minimizar sus logros y sus cualidades. Felicitas a alguien por su brillante exposición y contesta: «No creo que me haya salido tan bien; estaba muy nerviosa y he hablado con un hilo de voz».
Imperativos. Consisten en la autoimposición de normas y reglas rígidas e inflexibles, cuyo no-cumplimiento genera malestar. El perfeccionismo obliga despóticamente a la obtención de resultados de máxima excelencia, en todas y cada una de las acciones que emprenden, a las personas que se rigen por este estilo de pensamiento. Las personas perfeccionistas difícilmente llegan a sentirse satisfechas de sus logros, y su pensamiento distorsionado ejerce una presión de tal magnitud sobre los resultados que llega, en muchas ocasiones, a boicotearlos y a provocar un entorpecimiento de la acción o su bloqueo. Después de una cena excelente, felicitas a tu amiga por la exquisitez de los platos, contesta: «¡Que va! He dejado el postre unos minutos de más en el horno y el chocolate no estaba a punto!».
El error del adivino. Prevé de forma sistemática que las cosas saldrán mal, y también aporta su grano de arena a una evaluación desfavorable de la realidad y de los propios recursos. «¿Para qué? Si al final acabo por fastidiarlo todo...».
15. Ellis, A. (1999). Controle su ira antes de que ella le controle a usted. Barcelona: Paidós. Pág. 57. 16. A partir de: Castanyer y Ortega (2001); Güell (2005); Neenan y Dryden (2004). © WK Educación
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Catastro fi smo. Implica pensar que ocurrirá siempre lo peor. «Seguro que me toca a mí estar de guardia el día de Navidad»; «Seguro que me dejan fuera de la selección, porque aún no me han llamado»; «Me gusta mucho pasear por este barrio, pero seguro que nos atracan».
Generalización. Establece una norma general a partir de un hecho aislado. Cada noche, al acostarse, explicas un cuento a tu hijo; esta noche estás agotada y no lo haces; piensas «Soy una mala madre».
Personalización. Hace que las personas con este tipo de pensamiento se sientan responsables de todo lo que acontece a su alrededor. «Seguro que he sido yo quien ha arruinado nuestro matrimonio, últimamente estaba muy ocupada con mi trabajo»; «Si no hubiera venido lo habrías pasado mejor; aún estoy un poco triste y os he arruinado la fiesta».
Filtro mental. Percibe sólo los elementos negativos de una situación. Después del divorcio has podido mantener la relación con todos los amigos comunes, a excepción de una pareja, piensas «¡Me he quedado sin amigos!».
Conducta. ¿Cómo actuamos cuando nos asustamos?
Para protegernos, hemos elaborado varias conductas que hemos aprendido en nuestra infancia a través del modelaje de los adultos de nuestro entorno. De este modo, cuando nos sentimos amenazados, respondemos de forma automática y aplicamos nuestra versión de «ataque, huida, sumisión o bloqueo» 17. El miedo puede mover a conductas de evitación o de huida, que nos llevan a escapar de algún modo de la situación amenazante; también puede bloquear nuestra acción, llevándonos a permanecer pasivos e indefensos ante personas o situaciones que tememos. Estos estilos de conducta inhibida suelen corresponderse con un estilo evitador de los con flictos. El miedo también puede conducir al enfrentamiento; así, nos impulsa a amenazar o agredir antes de que la amenaza o la agresión contra nosotros se haga efectiva. Con frecuencia, detrás de una conducta agresiva se halla una persona asustada que no sabe gestionar su miedo 18. 17. Corrie, C. (2003). Becoming Emotionally Intelligent. Stafford (Reino Unido): Network Educational Press Ltd. Pág. 45. 18. Conangla (2004), op. cit. pág. 122.
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El miedo
4. ESTRATEGIAS PARA REGULAR EL MIEDO
Actuando sobre la respuesta fisiológica (activación)
Una adecuada regulación de esta respuesta fisiológica contribuye a preservar nuestra salud de problemas cardiovasculares, hipertensión, etc.; aprendiendo a tranquilizarnos lograremos reducir los niveles de tensión corporal. Podemos hacerlo de diversas maneras: − Respirando. Cuando estamos asustados, respiramos de forma más superficial
y con irregularidad. Esta manera de respirar genera un desequilibrio entre el oxígeno y el dióxido de carbono, que puede activar más síntomas físicos de miedo. Con la técnica de la respiración controlada 19 se pretende restaurar este equilibrio: Este tipo de respiración debe practicarse durante cuatro minutos como mínimo (es el tiempo que se tarda en restaurar el equilibrio de oxígeno y dióxido de carbono). Se trata de respirar profundamente, otorgando el mismo tiempo a la inspiración y a la expiración. Poniendo una mano en la parte superior del pecho y la otra en el estómago, ésta debe moverse arriba y abajo mientras respiramos. Inspiramos lentamente contando hasta cuatro y espiramos lentamente contando también hasta cuatro; no importa si respiramos por la nariz o por la boca, podemos respirar como nos plazca. Se trata de respirar con suavidad y de evitar tragar grandes cantidades de aire.
− Relajándonos. Los ejercicios de relajación se han mostrado un método
muy eficaz para reducir los niveles de activación, porque es difícil que nuestro cuerpo y nuestra mente estén tensos y relajados al mismo tiempo. Este método requiere fundamentalmente práctica y se recomienda realizar a diario ejercicios de relajación, ya precisamente con la práctica los beneficios de estas técnicas se hacen más visibles.
Entre las diversas clases de relajación se proponen 20: la relajación muscular progresiva, donde se tensan y relajan de forma alternativa los diferentes grupos de músculos (relajación progresiva de Jacobson), y el «Método de entrenamiento autógeno de Schultz», donde se siguen autoinstrucciones verbales que sugieren sensaciones de calor y de pesadez en las diferentes partes del cuerpo. Con ello se pretende contrarrestar la respuesta de alarma, controlar la oxigenación de la sangre y normalizar la actividad cardiaca. 19. Greenberger y Padesky (1998), op. cit. pág. 198. 20. Salmurri, F. (2004). Llibertat emocional. Barcelona: La Magrana. En las págs. 63-70 se exponen con detalle estas técnicas. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio − Visualizando escenas que nos resulten tranquilizantes, ya sea evocando
lugares reales o imaginándolos.
Actuando sobre los pensamientos − Con la distracción. Que permite centrar nuestra atención lejos de los pen-
samientos y sensaciones físicas que acompañan al miedo, interrumpiendo de algún modo este círculo vicioso.
− Cambiando la forma de pensar . Para alejar el miedo necesitamos identi fi-
car nuestros errores cognitivos y cambiar la visión sesgada y negativa de la realidad, por un estilo cognitivo más racional. Ello permite reducir nuestra percepción de peligro y favorece la con fianza en uno mismo, generando la seguridad necesaria para hacer frente a las eventuales amenazas y peligros.
− Potenciando nuestra autoestima. Ya que ello redunda en una mayor confianza
en nuestros propios recursos para afrontar las posibles amenazas. Para reducir nuestro miedo, necesitamos sentirnos seguros, y para ello necesitamos promover la con fianza.
El miedo al fracaso se reduce incorporando el error y dejando que éste forme parte de nuestras vidas. Para construir nuestra confianza debemos asumir que ésta depende tanto de los éxitos como de: «tomar decisiones y equivocarse»; «arriesgarse y perder»; «enfrentarse a un desafío y no resolverlo»; «ser vulnerable y sufrir»; «intentarlo y no lograrlo»; «probar algo diferente y ser criticado»; «dar la propia opinión y no gustar»; «ilusionarse y no ver cumplidas las ilusiones»; «responsabilizarse y no recibir más por ello» 21.
Actuando sobre la conducta − Aprendiendo a comportarnos de forma asertiva. − Aprendiendo técnicas de resolución de con fl ictos.
Afrontar el miedo constituye la mejor estrategia. Con conductas evitativas logramos un alivio momentáneo, pero se refuerza el círculo del miedo. El miedo al rechazo se reduce si, junto a un estilo cognitivo apropiado, incorporamos habilidades que nos permitan relacionarnos de forma satisfactoria con los demás. Cuando salimos del caparazón del miedo y asumimos el riesgo de con fiar, abrimos la puerta a la posibilidad de sufrir un eventual rechazo, pero también a la posibilidad de vivir la cercanía y la calidez del afecto. 21. Alonso Puig (2004), op. cit. pág. 100.
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El miedo
5. ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LOS NIÑOS A AFRONTAR SU MIEDO? La separación de los padres y los cambios que comporta, genera miedo en los hijos. La forma y la intensidad del miedo está en función de las características personales de los niños y jóvenes, y de la etapa evolutiva en la que se encuentren. Sin embargo, un miedo recurrente entre los hijos de las parejas divorciadas es la inquietud que provoca el temor a que sus padres, habiendo dejado de «quererse», dejen también de quererles a ellos. También la partida del hogar de uno de los progenitores puede ser vivida de forma especialmente angustiosa por los hijos, que temen acabar «perdiendo» a ambos progenitores. Haynes22 manifiesta que el miedo es la emoción preponderante en niños de entre tres y cinco años, y la atribuye al creciente desarrollo de la autonomía. En consecuencia, la ansiedad que produce la separación en esta etapa evolutiva, es generalmente elevada. Este miedo suele manifestarse con el llanto; es frecuente que lloren cuando deben separarse de un progenitor (el no custodio) y también cuando éste regresa. Asimismo, temen que el progenitor custodio les abandone y puede que vivan con ansiedad quedarse en casa de amigos, etc., sin la presencia de un progenitor. También es posible que su temor se extienda a perder el hogar, sus cosas, etc. Así pues, es de esperar que muestren más rechazo y más ansiedad cuando deben separarse de sus padres (visitas, fin de semana, etc.), y que se aferren más que nunca a las personas que les cuidan; igualmente, es bastante habitual que rescaten objetos de apego que ya no utilizaban (ositos de peluche, mantita, etc.) y que les sirven para sentirse más seguros. Además, pueden aparecer nuevos miedos o intensi ficarse los ya existentes (miedo a la oscuridad, miedo a dormir solo, pesadillas, etc.). Si un temor recurrente de los hijos es que los padres dejen de quererlos «también» a ellos, nuestra intervención debe dirigirse principalmente a tranquilizarles en este aspecto; explicándoles que la relación entre una pareja es de naturaleza distinta a la relación entre padres e hijos, y asegurándoles que ellos (los padres) no les abandonarán nunca. Por otra parte es importante que padres y educadores faciliten la expresión del miedo en los niños, reconociendo y aceptando esta emoción, y aportándoles tranquilidad y seguridad con su apoyo y su afecto. Sin duda, la máxima prioridad está en nutrir la confianza.
22. Haynes, J.M. (1995). Fundamentos de la mediación familiar. Madrid: Gaia. Pág. 136. © WK Educación
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En este cometido, acostumbra a ser e ficaz:
Propiciar la relación con el otro progenitor. Dedicándoles tiempo y acompañándolos cuando se despiertan por la noche, cuando se muestran inquietos o temerosos. Se trata de situaciones excepcionales; no se trata en absoluto de «estropear» hábitos ya adquiridos ni de potenciar hábitos no deseables (levantarse por la noche de forma sistemática, etc.). Aumentando nuestra presencia y dando pequeñas «excedencias» a las personas que se ocupan de nuestros hijos en nuestra ausencia. Así, procuraremos incrementar las ocasiones en las que les recogemos en la escuela o les acom pañamos a la piscina, etc. Mostrándonos comprensivos con las posibles «regresiones» (hacerse pipí, etc.) Poniendo límites claros y firmes cuando se muestren agresivos, etc., poniendo especial cuidado en separar la «persona» de la «conducta». Introducirles en técnicas de relajación: la técnica de Koeppen se muestra efectiva en niños menores de diez años, en el aprendizaje de la relajación profunda23. Recurrir a cuentos para facilitar la expresión del miedo y para tranquilizarles a continuación. Hablándoles con suavidad.
23. Salmurri (2004), op. cit. págs. 59-62, donde se expone de forma detallada esta técnica.
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DIVORCIO
Capítulo VI La mediación familiar
La mediación familiar Poco después, mi pareja y yo nos separamos. Tenemos dos hijos y decidimos se pararnos nosotros, pero no separarnos de ellos. Fue duro, como cualquier ruptura, como cualquier proyecto que finaliza, ya que por el camino dejas ilusiones y trocitos de ti mismo que tienes que ir recomponiendo. Pero hicimos una separación lo menos dolorosa posible, con una guardia y custodia completamente compartida. No sé si entrar en contacto con la mediación me ayudó en todo el proceso (...). En la actualidad no se tiene mucha con fianza en esta posibilidad, hay demasiadas cosas que llevan al enfrentamiento y la judicialización.
(Carme García, (ex)diputada ICV-EA)
1. EL DIVORCIO LEGAL Con el cumplimiento de los trámites del divorcio, se reconoce legalmente el fin de la relación conyugal. Dependiendo del grado de con flictividad, de su disposición y habilidades para negociar, así como de su estado emocional, la pareja que se separa puede inclinarse por diversas formas de resolver el divorcio legal. Básicamente, encontramos tres opciones:
Mutuo acuerdo . Cuando la pareja que
se divorcia ha llegado a acuerdos significativos en las cuestiones relativas a los hijos, la vivienda, etc. En este caso, sólo se requiere efectuar los trámites legales necesarios para poner fin al matrimonio.
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Cómo afrontar el divorcio
Cuando el divorcio se realiza de mutuo acuerdo, los miembros de la pareja son los protagonistas absolutos de sus decisiones, que han logrado consensuar una solución satisfactoria para ambos. Ello le convierte en la vía más rápida y sencilla de concluir un matrimonio, ya que los costes emocionales y económicos que conlleva suelen ser mínimos en comparación a otras formas. Por los mismos motivos, la relación coparental entre la pareja suele quedar asegurada.
Cuando el grado de «adversariedad» entre la pareja hace necesaria la intervención de un representante legal (el abogado) de los miembros de la pareja. Vía contenciosa.
Esta opción constituye una vía más lenta y complicada de finalizar legalmente un matrimonio, ya que implica costes emocionales y económicos más elevados. Con frecuencia, las diferencias entre las partes suelen acentuarse y es probable que se produzca una escalada del con flicto, lo cual viene a incrementar el malestar de los cónyuges. Por otra parte, los miembros de la pareja ceden su protagonismo al juez, quien deberá tomar las decisiones relativas a los acuerdos del divorcio. Asimismo, el procedimiento contencioso no favorece la relación coparental pues, cuando el enojo de la pareja alcanza los tribunales de justicia, se hace difícil imaginar la continuidad de su relación en términos razonablemente pací ficos.
Alternativas al procedimiento contencioso 1 ,
que incluyen la negociación y la
mediación. Cuando se opta por la negociación, el conflicto se resuelve fuera de los tribunales a través de ofertas y demandas recíprocas 2. En este tipo de proceso, el protagonismo corresponde a los abogados de ambas partes, quienes pretenden obtener el máximo bene ficio para su cliente, al menor coste. Cuando la pareja tiene hijos, el principal inconveniente de este tipo de procesos es que el interés del menor quede relegado a un segundo plano. La mediación representa una alternativa muy válida para facilitar la resolución de diversos aspectos relativos a la separación. Las palabras de Vall Rius 3 se expresan en este sentido: «La mediación es una herramienta muy útil que nos puede ayudar a encontrar la respuesta adecuada a las necesidades concretas 1. Fariña (2002), op. cit. págs. 33-35. 2. Délas, (1992), cit. por Fariña, F. et al. (2002). Psicología Jurídica de la Familia: Intervención de casos de Separación y Divorcio. Barcelona: Cedecs. Pág. 34. 3.
Vall Rius, A. (2005). Conclusions de la Jornada: La incidència de la mediació familiar en el nou
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divorci i en el Llibre II del Codi Civil Català. Barcelona 22.4.2005 (papel).
La mediación familiar
de las personas en situación de con flicto. La mediación puede evitar la cronificación de los con flictos y el deterioro de las relaciones entre las personas directa o indirectamente afectadas por una situación de ruptura familiar». En el apartado siguiente, se profundiza en la mediación familiar. Inevitablemente, los miembros de la pareja deberán reorganizar sus vidas y resolver infinidad de cuestiones relacionadas con los hijos, la vivienda, la situación económica, etc. También urge dar forma a su recién estrenada relación coparental. Pero los ánimos no siempre acompañan. Por fortuna, muchas parejas logran mantener una comunicación fluida tras el divorcio pero, en otros casos, la intensidad de las emociones que acompañan este proceso di ficulta la negociación entre los cónyuges. La mediación familiar constituye justamente una alternativa cuando los miembros de la pareja han perdido la capacidad de diálogo necesaria para tratar asuntos relacionados con su separación y con el futuro de sus hijos.
2. ¿QUÉ ES LA MEDIACIÓN FAMILIAR? 4 La mediación es una técnica para la gestión positiva del con flicto que con intervención de un tercero neutral –el mediador– facilita el diálogo entre las partes implicadas en el conflicto. De este modo, el proceso de mediación pretende ayudar a las partes a recuperar la capacidad de comunicarse entre sí de forma adecuada y e ficaz, y con ello la posibilidad de negociar de forma colaborativa y de llegar, si cabe, a acuerdos satisfactorios para ambos. La mediación familiar se aplica a los con flictos familiares en general y, de forma específica, a los con flictos vinculados a la separación y al divorcio, ya que se ha revelado como una e ficaz alternativa al sistema adversarial. Y es que no sólo contribuye a reducir los daños emocionales de la pareja y de los hijos, sino que facilita la cooperación futura de la «pareja de padres», aspecto fundamental cuando se trata de una pareja con hijos. Esta sería la visión del magistrado Pascual Ortuño Muñoz 5 quien afirma que «la mediación, antes que nada, es un reto multidisciplinar para abordar la difícil tarea de devolver a los ciudadanos la capacidad necesaria para resolver los problemas de su propia vida, de su propia intimidad, de sus propios hijos y de encon4.
110.
A partir de: Farré, 2004: 51-52-109; Suares, 2002: 28-29; Zanuso, 2001: 7; Vinyamata, 2001:
Ortuño Muñoz, P. (2002). La Mediación Familiar como alternativa a la resolución judicial de los conflictos matrimoniales. La experiencia jurisdiccional frustrada. Mosaico nº 13. Disponible en: 5.
http://ebro.unizar.es/rits/mosaico/Mosaico13/MonoMF.htm. © WK Educación
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trar las soluciones honestas y adecuadas, que supongan la superación positiva de los conflictos. Algo que, como juez de familia, no he podido conseguir». Así, la mediación familiar representa una manera diferente de ver el divorcio ya que, tradicionalmente, se ha identi ficado la separación con el ámbito judicial. Y no siempre es necesario interponer un juicio para finalizar una relación conyugal, sólo cuando se agotan otras vías de solución. El contexto judicial sitúa a la pareja en una posición de «ganador-perdedor», que puede hacer más profundas las heridas, y que no beneficia las relaciones coparentales. La mediación, por el contrario, puede contribuir a que las parejas que se separan encuentren un final digno a su relación, que les permita seguir relacionándose como padres de sus hijos. Martí6 cita la Recomendación 1 (98), de 21 de enero, del Comité de Ministros del Consejo de Europa, en la cual se anima a fomentar la mediación entre los Estados miembros porque «puede mejorar la comunicación entre los miem bros de la familia; reducir los conflictos entre las partes en litigio; permitir acuerdos amistosos; asegurar las relaciones personales entre padres e hijos; reducir los costes económicos y sociales de las separaciones y divorcios; y reducir el tiempo de tramitación de las rupturas».
2.1. Características de la mediación familiar 7 La mediación es un sistema no-adversarial donde, a diferencia del sistema legal, las partes no se convierten en adversarios. En consecuencia, prevalecen los aspectos positivos de la relación y se da prioridad a lo que une a las partes por encima de aquello que las separa. De este modo, no se favorecen los reproches ni las culpabilidades entre los miembros de la pareja que se separa, y se facilita la continuidad de la relación (como pareja de padres) entre los excónyugues. Por otra parte, la mediación se caracteriza por ser un proceso informal, con un estilo de comunicación abierta y directa que posee, sin embargo, una estructura de pasos prefi jados y unas normas estrictas, para la consecución de sus objetivos. En esta línea, la mediación respeta mejor la privacidad, ya que interviene una sola persona (a veces dos) ajena a la familia –el mediador– proporcionando un espacio 6. Martí, C. (2005). ¿És necesaria la mediació? Comunicación presentada en la segunda Mesa Redonda de la Jornada : Incidència de la mediació familiar en el nou divorci i en el Llibre II del
Codi Civil Català. Barcelona 22.4.2005 (papel). 7.
Este apartado está elaborado a partir de: Fariña (2002:79), Haynes (1995: 12-13) y Zanuso
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(2001:9).
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más «íntimo» a las partes, donde tratar los con flictos interpersonales. Este contexto permite generar un ambiente de con fianza y tratar con mayor comodidad las emociones que afloran a lo largo del proceso. Sin embargo, la mediación es un espacio diseñado para tratar especí ficamente conflictos interpersonales, y no debe confundirse con la psicoterapia. Aunque se hace difícil separar las cuestiones intrapersonales de las interpersonales en estos procesos. En un proceso de mediación, el protagonismo pertenece a las partes. El mediador es el conductor del proceso, pero la responsabilidad del proceso es de las partes que acuden a la mediación. A ellos corresponde hallar la solución a su con flicto y, conducidos por el mediador, encontrar las bases para un acuerdo, que tenga en cuenta las necesidades de cada uno, y que satisfaga a ambos.
2.2. Principios de la mediación8 La mediación se basa en la capacidad de los seres humanos de resolver por sí mismos sus conflictos, y de negociar de forma e ficaz; en esta línea, la mediación intenta rescatar estas competencias cuando se hallan bloqueadas. Por otra parte, la mediación ve el con flicto desde su dimensión positiva y considera, por tanto, que los conflictos pueden gestionarse positivamente, y que pueden ser una oportunidad de transformación positiva de la relación. En la mayoría de textos jurídicos que regulan la mediación, se establecen como principios fundamentales de la mediación la voluntariedad de las partes, la imparcialidad del mediador y la con fidencialidad del proceso. La voluntariedad de las partes es un principio indispensable, de forma que, si no está presente, no se puede llevar a cabo la mediación. Ello implica que las partes deben acudir a la mediación de forma voluntaria y pueden, asimismo, abandonar el proceso cuando lo crean conveniente. Por otro lado, una de las ventajas de la mediación consiste en el elevado cumplimiento de los acuerdos, siendo este éxito atribuible al hecho de que son las propias partes quienes elaboran sus acuerdos –y no un juez–, lo cual no sería posible si las partes no acudiesen de forma voluntaria a la mediación. La imparcialidad implica que el mediador esté «a favor del proceso», sin tomar partido por ninguna de las partes, y sin privilegiar ni discriminar a ninguna de ellas. 8. Este apartado está elaborado a partir de: Suares, M. (2003) págs. 28-30 y Farré, S., (2004), op. cit. Pág. 37. © WK Educación
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Además, el mediador debe respetar la voluntad de los participantes en la mediación, y abstenerse de imponer su criterio. La con fidencialidad del proceso obliga tanto a las partes como al mediador y pretende proteger la intimidad de los protagonistas de la mediación. Tanto es así, que la mayoría de legislaciones protegen los contenidos de las sesiones de mediación hasta el punto de impedir que el mediador pueda actuar como testigo en un procedimiento judicial, aunque sea requerido por las partes o por sus abogados. No obstante, esta disposición admite excepciones cuando están en juego la integridad física o psíquica de las personas.
3. ¿POR QUÉ LA MEDIACIÓN? La mediación familiar aparece como alternativa al procedimiento contencioso y ofrece una vía más pací fica y dialogada para finalizar una relación conyugal. La mediación pretende desmarcarse del escenario contencioso que enfrenta, aún más si cabe, a los cónyuges, ayudándoles a recuperar la capacidad que Segura 9 denomina «habilidad social reina», y que permite a las personas que están en desacuerdo, dialogar y resolver sus diferencias. Precisamente, la mediación familiar facilita que sean los propios protagonistas del proceso quienes tomen las decisiones, según sus propios criterios y de acuerdo con sus propias necesidades, y no personas ajenas a su realidad concreta. Indudablemente, los más expertos en los temas relativos a su familia son los pro pios miembros de la pareja; nadie está mejor cuali ficado que ellos para tomar las resoluciones que afectan a ellos y a sus hijos. Sin embargo, el despliegue emocional que acompaña al divorcio puede entorpecer e incluso bloquear, la capacidad de diálogo de las personas que se separan; la mediación pretende ayudarlas a recuperar esta habilidad, a fin de que puedan proseguir construyendo su futuro, por sí solos. La mediación se presenta como una opción altamente recomendable cuando se encallan las conversaciones entre la pareja, en especial si tienen hijos, pero sería poco realista pretender que la mediación es una panacea universal. Sin duda, puede contribuir a crear condiciones más favorables para una solución pací fica de la crisis, pero no siempre se obtienen los resultados esperados, ni es aplicable a todas las situaciones. 9. Segura, M. (2005). Enseñar a convivir no es tan difícil. Bilbao: Desclée de Brouwer.
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Así, algunos autores estiman que la mediación no es posible cuando existen malos tratos, aunque las opiniones al respecto están divididas. En cualquier caso, «la violencia» no puede ser objeto de mediación, pues no se puede negociar la cantidad o forma de malos tratos, sino que el debate se centra en la posibilidad de mediar en temas relacionados con los hijos, bienes, etc., en familias donde existe violencia 10.Esta autora opina que deben ser mediadores especializados quienes atiendan los casos con violencia. Por otra parte, no todos los con flictos son «mediables»; la mediación se muestra eficaz en conflictos interpersonales de intensidad baja y media 11.
3.1. ¿Qué clase de conflictos pueden resolverse con la mediación familiar? Como se ha señalado en el capítulo dedicado al con flicto, la mayoría de situaciones que llevan a la mediación se corresponden con la fase en la que estalla el con flicto, cuando las partes implicadas ya no se pueden comprender porque han dejado de escucharse, y precisan de la intervención de un tercero para dialogar y poder llegar a acuerdos satisfactorios. En una situación de divorcio, los con flictos más frecuentes que acuden a la mediación pueden clasi ficarse en cuatro categorías 12:
Conflictos estructurales que incluyen los desacuerdos que pueden surgir en relación con la guardia y custodia de los hijos, con el régimen de visitas y con la repartición de bienes materiales. Los problemas pueden aparecer tanto en el momento de plantearse el convenio regulador, como en el momento de aplicarlo; o bien posteriormente cuando los hijos crecen y aparecen nuevas necesidades, y cuando se modi fican las circunstancias, (nueva pareja, cambio de domicilio, etc.) Conflictos de lealtades que surgen cuando uno de los progenitores infunde en los hijos sentimientos negativos hacia el otro progenitor, en cuyo caso las consecuencias para los hijos son nefastas. En la mayoría de los casos, se produce un distanciamiento de los hijos hacia el progenitor víctima de esta forma de maltrato, que acostumbra a ser el padre o madre no custodio. En algunas ocasiones, los hijos llegan a evitar relacionarse con el progenitor y éste puede optar por denunciar la situación. Conflictos por ausencias que aparecen cuando uno de los progenitores decide restablecer los vínculos con los hijos, después no haberse relacionado
10. Suares (2003), op. cit. pág. 376. 11. Vinyamata (2001), op. cit. pág. 110. 12. Bolaños (1995) cit. por Fariña (2002:83). © WK Educación
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con ellos durante un largo período. Cuando se produce esta situación, pueden surgir conflictos en todos los «bandos», ya sea porque los hijos rechacen al progenitor ausente, ya sea debido a la negativa del progenitor custodio a aceptar los cambios que implica la nueva situación.
Conflictos por invalidación que se refiere a una de las situaciones más con flictivas, en tanto que la invalidación pretende alejar a uno de los progenitores de los hijos, basándose en denuncias por conductas relacionadas con malos tratos, abusos sexuales, toxicomanías, etc. Debe comprobarse la veracidad de la acusación a través de una pericia psicológica, antes de iniciar cualquier intervención 13.
4. EL PROCESO DE MEDIACIÓN FAMILIAR Y LAS EMOCIONES En situaciones de con flicto, las emociones están presentes con una intensidad es pecial. Las personas separadas (o en trámites) son un vivo ejemplo, y cuando llegan a la mediación suelen encontrarse bajo una fuerte tensión; no en vano las emociones que les embargan les impiden (al menos temporalmente) negociar por sí solos cuestiones relativas a su nueva realidad. Diversos autores 14 señalan la conveniencia de atender, valorar y comprender las emociones de las partes implicadas, que reciben un tratamiento insuficiente cuando sólo se aplican soluciones jurídicas a los con flictos familiares. La mediación, por el contrario, se presenta como una alternativa capaz de generar un espacio de respeto, y de contribuir de forma e ficaz a rebajar la intensidad emocional de la situación.
4.1. El mediador y las emociones De acuerdo con la relevancia de las emociones en las situaciones de con flicto, la habilidad con que el mediador gestione las emociones que surgen en las sesiones de mediación, redundará no sólo en provecho del proceso de mediación, sino del futuro de la familia. En consecuencia, un buen mediador deberá ser capaz, no sólo de conocer y regular sus propias emociones, sino de gestionar 15 adecuadamente las emociones de las personas que acuden a la mediación. 13. Fariña (2002), op. cit. pág. 83. 14. Fariña (2002); Vinyamata (2003); Martí (2005); Muñoz y Vall (2005). 15.
Redorta et al., (2006), op. cit. , pág. 134. Los autores se refieren a la «gestión de las emociones»
como la «forma adaptativa en que manejamos situaciones de alta emocionalidad que no nos afectan
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Creo que el modelo que propone Redorta 16, donde recomienda una acción para cada emoción, constituye un instrumento útil para el mediador en la conducción de las emociones de las partes.
EMOCIÓN
ACCIÓN
Ira
Calmar / desviar
Miedo
Comprender / proteger
Tristeza
Cuidar / animar
Interés
Ayudar / explorar
Sorpresa
Orientar / prevenir
Alegría
Comprender / compartir
Disgusto
Explorar / orientar
Envidia
Evitar / explicar
Culpa
Reducir / desplazar
Admiración
Racionalizar / aprender Fuente: Redorta (2005b)
Las emociones que acostumbran a estar presentes en la mediación se abordan desde la perspectiva de Suares 17, quien se re fiere a las emociones básicas desde una perspectiva distinta a la tradicional; ella las considera un continuum, una especie de yin yang, con cinco pares de emociones básicas: placer/displacer; alegría/tristeza; calma/ira; confianza/miedo y amor/odio:
Placer / Displacer Habitualmente, las personas que acuden a la mediación recorren el camino que va desde el displacer, cuando se reencuentran con la otra parte, al placer, cuando llegan a un acuerdo. En este sentido, las intervenciones del mediador pueden propiciar un de manera personal y directa». 16. Ibíd. pág. 172. 17. Suares (2003), op. cit. págs. 106-119. © WK Educación
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clima adecuado para mediar, ya sea con la conversación –tono de voz, lenguaje cor poral, etc.– o creando condiciones ambientales favorables –luz, temperatura, etc.–. Ante el malestar de (alguna de) las partes, se recomienda que el mediador recurra a la relajación, o bien a la escritura, como otra forma de establecer un sistema de relajación efectiva que ayude a re flexionar y que logre atemperar el ánimo 18 así, escribir se ha revelado como un instrumento e ficaz que, sin pretender hallar respuestas, permite explicar qué nos sucede, cómo nos sentimos. Para ello, el mediador puede servirse tanto de textos abiertos como de cuestionarios breves, que faciliten la tarea a quienes no gusten los textos demasiado extensos. Así, el objetivo de estos cuestionarios es generar respuestas positivas y orientarlas hacia soluciones compartidas; ello es posible gracias a que permite que ambas partes expresen de forma tranquila sus necesidades y conozcan, a su vez, las di ficultades de la otra parte.
Alegría / Tristeza La emoción de la tristeza suele estar muy presente en las personas que acuden a la mediación, pues no debemos olvidar que el divorcio conlleva muchas pérdidas significativas. Conviene, por tanto, que el mediador reconozca y comprenda las distintas fases del duelo en que se encuentra cada una de las partes. Recordemos que uno de los dos suele ir «un paso por delante» con respecto al del otro miembro de la pareja, y que esto puede re flejarse en el grado de aceptación de la ruptura, etc. Cuando nuestro ánimo es triste, solemos ver la realidad teñida de colores oscuros y los pensamientos de tono pesimista se instalan en nuestra mente. La acción que propone el modelo de Redorta para la tristeza es cuidar y animar. Ante la tristeza, el mediador puede intervenir a través de la escucha activa y de la empatía, ya que escuchando activamente a la persona que está a fligida, y tratando de «sentir» cómo se siente, puede lograr que se sienta comprendido ( cuidado) y que, paulatinamente, sea capaz de ver la situación desde otros puntos de vista (posibles o hipotéticos). Por otro lado, puede ser de utilidad que el mediador adopte una postura optimista (animar ), ya que una actitud emocional positiva por su parte, puede cambiar el clima de una sesión. Sin embargo, la actuación del mediador debe ser cuidadosa en extremo y no forzar el ánimo de las partes. A menudo aparece el llanto, y esta expresión de la tristeza suele aportar alivio y rebajar la tensión del ambiente. Pero, frente a una gran a flicción19, es recomendable preguntar a las partes qué podría ayudarles, y proponer «aparcar» temporalmente 18. Vinyamata (2003) op. cit. pág. 60. 19. Parkinson (2005), op. cit. pág. 217.
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algún tema especialmente delicado, para retomarlo más adelante. Esta constituye también una buena estrategia para tranquilizar. No obstante, conviene considerar la posibilidad de que el llanto se utilice como estrategia para obstaculizar el proceso. Por lo que se re fiere a la alegría, ésta no suele estar muy presente en los encuentros de mediación y no acostumbra a surgir hasta que se alcanza un acuerdo satisfactorio; también puede que aparezca brevemente, en el transcurso de alguna sesión, cuando una o ambas partes se sienten comprendidas.
Calma / Ira La ira está presente en toda clase de con flictos, y las personas que acuden a mediación suelen experimentar esta emoción en intensidad variable. Frente a la ira, las acciones recomendadas son calmar y desviar , por lo que el mediador deberá ayudar a las partes a transitar de la ira a la calma. Cuando la ira aparece con mucha fuerza, conviene recordar que las emociones intensas necesitan tiempo (unos veinte minutos aproximadamente) para que las hormonas que ha segregado nuestro cuerpo puedan reintegrarse al torrente sanguíneo 20. Reconocer y legitimar la ira de las partes puede tener un efecto tranquilizador, aunque no debe propiciarse su expresión, ya que puede provocar un aumento de la intensidad de esta emoción. Por este motivo, se desaconsejan las catarsis, que no contribuyen a calmar los ánimos sino a intensi ficar la ira y a escalar el con flicto. Ante una ira intensa el mediador puede intentar desviarla, canalizando la energía que genera el enfado hacia la resolución de problemas 21. Una buena estrategia del mediador para reducir la tensión es recurrir a sesiones individuales22; allí la persona airada podrá usar sus propias estrategias para calmarse (andar, respirar, etc.) de forma privada y sin verse sometido a «la mirada» de la otra parte. Estos encuentros privados también son útiles para desvelar posibles intereses ocultos, tal vez miedos subyacentes o, simplemente, para clari ficar la situación. Cuando se trata de gestionar la ira de las partes puede ser de ayuda recordar para qué sirve esta emoción, así cuando sentimos ira, normalmente tratamos de defendernos de algo; esta comprensión puede darnos pistas acerca del manejo de la situación. 20. Redorta (2006), op. cit. págs. 45 y 173. 21. Parkinson (2005), op. cit. pág. 107. 22. El proceso de mediación contempla la posibilidad de celebrar sesiones individuales del mediador con cada una de las partes, por separado, cuando el proceso se bloquea, en momentos de gran
tensión, etc.
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En ocasiones, bajo la ira se esconde la tristeza y viceversa; en este caso el mediador puede conducir la situación e ficazmente, relacionando con habilidad y delicadeza ambas emociones. Reconociendo la di ficultad que supone mostrar a flicción cuando se está muy enfadado, y legitimando el enojo que subyace en la tristeza. También es importante que los mediadores presten atención a su propia ira, que puede aparecer a lo largo del proceso por algo que haya ocurrido o hayan dicho las partes, y que exige recurrir, también, a estrategias para regular su enfado.
Confianza / Miedo Las acciones recomendadas son comprender y proteger. Cuando aparece el miedo en el proceso de mediación, puede ser debido al temor de las partes hacia el proceso, y de que éste les perjudique o de que el mediador no sea imparcial. También es posible que una de las partes tenga miedo de la otra parte. Por ello, es conveniente realizar entrevistas privadas, ya que cabe considerar la posibilidad de que se deba a episodios de violencia o de abuso, en cuyo caso es preciso tomar medidas. Si se descarta la violencia, también resultan indicadas las sesiones individuales para tratar de hallar información acerca de ese temor, y averiguar así de qué está intentando protegerse la persona. La confianza es imprescindible para generar una relación de colaboración y sólo desde la emoción de la con fianza, puede desarrollarse la mediación. Sin embargo, cuando se produce una ruptura conyugal, la con fianza suele estar dañada –tal vez sólo temporalmente–, y el mediador debe realizar esta reconstrucción de la confianza de forma gradual. Para generar confianza el mediador puede recurrir a diversas estrategias: tranquilizando a las partes, informándoles de que pueden consultar con un abogado antes de llegar a un acuerdo; proponiendo acuerdos transitorios (no de finitivos); planteando el proceso en fases, donde se aborden en primer lugar los temas donde exista más consenso, para avanzar así en los temas más «espinosos».
Amor / Odio En el contexto de la mediación las emociones de amor y de odio están presentes con mucha intensidad, y es que este par de emociones simbolizan perfectamente el yin y el yang de que habla Suares y, como re fiere, dejar de ser amado produce un dolor profundo. Así, cuando la relación de la pareja funciona, predomina el amor y, por el contrario, cuando se produce la ruptura, es el odio el que aparece. Tal vez sea por esta causa que las parejas para poder separarse necesiten, de algún modo, degradar al otro. Pero que desaparezca el amor no debe implicar forzosamente la pérdida 124
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de reconocimiento y de respeto por el otro; y es precisamente a partir de las manifestaciones de este respeto entre las partes, que el mediador podrá, enfatizándolas, construir la colaboración necesaria para mediar. Desde el odio no es posible generar colaboración y se hace inviable la mediación. A modo de síntesis, Suares propone mediar a partir del «polo positivo» de las emociones, y recurrir a la legitimación, a la revalorización y al reconocimiento, ampli ficando las emociones que favorecen un clima de colaboración –la alegría, la calma, la confianza, etc.–. En cuanto al «polo negativo» –tristeza, ira, miedo, etc.– recomienda no negarlas ni ignorarlas, pues podrían verse reforzadas, y reconducirlas adecuadamente. Por último, desaconseja que el mediador aumente el «clima emocional» animando a las partes a que se desahoguen u otras manifestaciones de este tipo; en cuanto al llanto, sugiere respetarlo y mostrar comprensión, pero sin llegar a potenciarlo.
4.2. Emociones y bloqueo del proceso de mediación En ocasiones, los miembros de la pareja llegan a quedar embarrancados en la negociación de los temas prácticos derivados del divorcio, y el proceso de mediación se estanca. El bloqueo se produce a causa de las emociones de rabia, de dolor (u otras) que se hallan entrelazadas a estos problemas prácticos, y que impiden a las partes ver y tratar aquellas cuestiones como los problemas prácticos que son 23. Existen procesos emocionales que, de no estar resueltos, llegan a obstaculizar la mediación; así pues, cuando la pareja se halla en las fases iniciales del proceso de duelo puede tener di ficultad en tratar determinadas cuestiones. Sabemos que en estas etapas están todavía ocupados en aceptar la pérdida y, en consecuencia, su atención se dirige primordialmente a encontrar una explicación que de sentido a lo ocurrido. Por otro lado, la ruptura se vive con profundos sentimientos de injusticia –«¿Por qué a mí?»– que despiertan indignación, decepción, etc. En estas circunstancias, y cuando siguen aferrados a un pasado que ya no existe, les resulta especialmente penoso ocuparse de cuestiones relacionadas con un presente que todavía no aceptan, y de mirar hacia un futuro que despierta aún demasiado dolor. 23. Maslow (1999), op. cit. pág. 58. © WK Educación
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Por otra parte, Bolaños 24 apunta una lista de sentimientos, no necesariamente negativos, que pueden estar detrás de lo que el autor denomina «punto de anclaje»: alienación, alivio, ambivalencia, angustia, ansiedad, autocompasión, confusión, culpa, depresión, desesperación, desilusión, enojo, furia, inadecuación, incertidumbre, incredulidad, indefensión, infravaloración, insatisfacción, insensibilidad, pérdida, preocupación, remordimiento, resignación, soledad, temor, traumatismo, tristeza, vergüenza, vacío.
El mediador deberá, por tanto, tratar de identi ficar el «punto de anclaje», y buscar algún tipo de intervención para acceder a este sentimiento, que facilite el desbloqueo de la situación. En este sentido, desaconseja la intervención desde el terreno cognitivo y recomienda intervenir desde el terreno emocional, en sesiones individuales y, esencialmente, a través de la escucha activa y de la empatía.
4.3. El poder reparador del perdón «El pasado no se puede borrar, pero el presente se puede cambiar» 25
La ira, con sus diversos matices e intensidades, está presente en las situaciones de divorcio y, una vez instalados en este circuito, nuestro enfado puede llegar si cabe hasta el odio. También puede que nos detengamos en el resentimiento y alberguemos crónicamente sentimientos de hostilidad hacia quien fue nuestro cónyuge. En cualquier caso, permanecer en este entramado de la ira no hace otra cosa que malgastar nuestra energía, alimentando viejas heridas e impidiendo que nos dediquemos a construir el presente. Cuando los miembros de la pareja se encallan en la ira, permanecen atados al pasado y el divorcio (emocional) no llega a hacerse efectivo. Desde el contexto de la mediación, el perdón 26 puede cerrar el círculo de emociones del divorcio, ya que la reconciliación recoge aspectos emocionales y psicológicos que garantizan que los acuerdos sean cumplidos, y representa el final del conflicto. El perdón signi fica «dejar ir» 27 Implica dejar de aferrarnos al pasado y a los recuerdos dolorosos cuando ya ha transcurrido un tiempo razonable y su ficiente para asimilar la situación que está en el origen de nuestro dolor. 24.
Bolaños, I. (2004). Taller El punt de desbloqueig a la mediació familiar presentado en el Fòrum
de les Cultures Barcelona 2004, «Con flictes a la vida quotidiana», Barcelona, 13-15 junio (papel). 25. Zanuso, L. (2005). El poder del perdó. Eina reparadora en situacions de molt dolor familiar. Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona, 6 y 7 julio (papel). 26. Vinyamata (2003), op. cit. pág. 16. 27. Soler y Conangla (2004), L’ecologia emocional: l’art de transformar positivament les emocions. Pág. 131.
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En esta línea, Zanuso 28 propone un modelo de intervención en mediación, que pretende brindar la oportunidad de reparar las relaciones interpersonales dañadas a través de la mediación terapéutica 29 como espacio único donde poder instrumentar el perdón. Cuando el amor propio está dañado, el con flicto no se resuelve, y la parte ofendida acostumbra a pasar factura a la otra parte, llegando en ocasiones a involucrar a los hijos. De esta forma las partes pueden llegar a instalarse en el con flicto crónico. Pero cuando se restaura la con fianza a través de la disculpa y se repara el daño a la autoestima, se restablece la relación de simetría entre los miembros de la pareja, y es posible continuar el ciclo del divorcio. Sin duda, el perdón tiene un gran poder reparador, incluso en el caso de que el perdón sea denegado, pero sólo es viable si se dan tres elementos esenciales:
El reconocimiento de la ofensa. La emoción, pues sólo si la parte ofensora está emotivamente afectada, puede expresar arrepentimiento genuino por el daño causado (« Lo siento»; «Lo lamento» ). La vulnerabilidad del ofensor aumenta la posibilidad de reconstrucción de la autoestima dañada del ofendido, y esto les coloca en una posición más simétrica. Y es que la vulnerabilidad es la condición que aporta veracidad al hecho de pedir perdón, ya que el ofensor asume la posibilidad de no ser perdonado y queda expuesto ante el ofendido. De alguna manera, el ofendido «siente» que tiene el poder en ese momento.
Sabemos de la importancia de las palabras y de su poder para generar determinadas sensaciones30 en consecuencia, conviene escoger las palabras adecuadas para generar un clima que facilite la reconciliación. Así pues, resulta más e ficaz31 usar el término «res ponsabilidad» en sustitución del término «culpa», por cuanto el primero se revela más útil para la comunicación positiva y favorece la capacidad de acción de la persona. 28. Este apartado del perdón se basa fundamentalmente en Zanuso (2005). El poder del perdó. Eina reparadora en situacions de molt dolor familiar. Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona,
6 y 7 julio (papel).
terapéutica al proceso de mediación que ayuda a las partes a afrontar los vínculos dañados y discriminarlos de aquellos que siguen intactos. En este sentido, considera intervención terapéutica toda intervención que facilite el cambio, sin ser exclusiva de terapeutas, y pudiendo resultar del trabajo de trabajadores sociales, pedagogos, mediadores, etc. 30. Urpí (2004), op. cit. págs. 47-48. 31. Farré (2004) op. cit. pág. 84; Sastre, (2005). 29.
Liliana Zanuso denomina mediación
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En cambio, el concepto de «culpa», que juega un papel importante en nuestros conflictos, se enmarca en la lógica dicotómica de «ganar / perder»; «bueno / malo», etc., y suele conducir a un callejón sin salida. Los pasos que sigue el mediador –o mediadores– en la instrumentalización del perdón son los siguientes:
4.4. Puntos clave
El perdón no puede ser forzado, pues, si las partes no pueden conectar con el dolor, lo transforman en ira.
La disculpa sólo puede ser instrumentada por el mediador.
Es preciso recurrir a sesiones individuales.
Primer
paso: entrevista con la parte ofensora
El objetivo de esta entrevista es conducirlo al camino de la autocrítica, de la res ponsabilidad. (Si esta parte no está preparada para el pedir disculpas, es inútil seguir con el proceso). Mediador – Imagine recurre a la empatía).
que (la otra parte) le pide disculpas, ¿cómo se siente? (Se
Mediador –¿Qué lugar ocupa el perdón en su
familia? ¿Le sirvió? ¿Qué personas «no se hablan» en su familia? ¿Cree que habría sido útil pedir perdón?, etc. (Se investiga el papel de la disculpa en su familia de origen). Mediador –¿Usted puede ser el pionero de el empoderamiento).
la familia en pedir perdón? (Se utiliza
Mediador –Podemos ensayar: ¿qué le diría a «X»? (Se Segundo
utiliza el rol-playing).
paso: entrevista con la parte ofendida
Mediador –¿Hay algo que puede hacer «X» para que se sienta mejor? (No se utili za el término «perdón»). La respuesta es generalmente: «¡Qué me pida perdón!» Mediador –¿Estarías dispuesto a escuchar a «X» si te la palabra «perdonar»).
pide perdón? (No se utiliza
Mediador –¿Qué lugar ocupa el perdón en su familia?, etc. (Se sigue la misma trayectoria con la familia de origen que se ha seguido con la otra parte).
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La mediación familiar Mediador –No te pedimos que perdones, pues es un proceso muy íntimo, sino que te preguntamos qué puede hacer «X» para que volváis a hablar. (No se presiona). Tercer
paso: entrevista con ambas partes a la vez
Se inicia siempre agradeciendo la entrevista anterior. No se habla expresamente de perdón, pero se alimenta la fantasía del perdón en el ofendido. Mediador –¿Alguien tiene algo que decir? (Sin dirigirse a ninguna de las partes en particular, aunque se espera que sea la parte ofensora quien inicie el diálogo). Mediador –¿Hay algo importante que quieras decir? (Dirigiéndose a la parte ofensora y sin preguntar JAMÁS «¿Quieres disculparte?». Mediador –Parece que tiene algo muy íntimo que decir… (Dirigiéndose a la parte ofensora). Mediador –¿Estás dispuesto a escuchar lo que «X» quiere decirte? (Dirigiéndose a la parte ofendida).
Si la parte ofensora llega efectivamente a pedir perdón, es muy importante que se pida a la parte ofendida que escuche en silencio el pedido de disculpas, para así detener el circuito de recriminaciones. Por otra parte, nunca se pregunta a la parte ofendida si tiene intención de aceptar la disculpa, pues existe el riesgo de que responda con una negación y recomience el círculo de disputas y recriminaciones. Una vez efectuado el pedido de disculpas, hay que ser especialmente cuidadosos en finalizar en este punto la instrumentalización del perdón, a fin de evitar que se reinicie una espiral de reproches. Finaliza la sesión: Se felicita a ambas partes, a una parte por haberse disculpado
y a la otra por haber aceptado la disculpa (se utiliza el empoderamiento). Éste suele ser el inicio de una nueva narrativa entre las partes.
5. DIFERENCIAS ENTRE EL PROCESO DE MEDIACIÓN Y EL PROCESO JUDICIAL Recordemos que, cuando la relación conyugal finaliza, es esencial que se mantenga la relación como pareja parental y que ésta sea lo más fluida posible, a fin de que los hijos puedan seguir relacionándose con cada uno de los padres como antes del divorcio (la misma relación en circunstancias distintas). Es vital que en el proceso © WK Educación
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de separación se traten todos estos vínculos con esmero para evitar posibles «daños colaterales». En este sentido, la mediación presenta muchas ventajas sobre el sistema judicial pues contribuye a cerrar la crisis del divorcio de forma más satisfactoria para los padres y para sus hijos. La mediación contribuye a preservar los vínculos, pues no posiciona a las partes como adversarios sino en un contexto «ganar / ganar», permitiéndoles recuperar la capacidad de gestión de sus propios con flictos, y actuar como co-responsables en la toma de decisiones. Ello ayuda a prevenir la escalada del conflicto entre los excónyuges y facilita un diálogo «en positivo» de los temas que les afectan a ellos y a sus hijos. Asimismo, la mediación devuelve el protagonismo del proceso a las partes y no delega en terceros ajenos a la familia. Recordemos que el papel del «tercero» implicado en la mediación no asume ningún protagonismo, sino que su papel es el de facilitador. Ello asegura un mayor cumplimiento de los acuerdos obtenidos y contribuye, en suma, a no aumentar el dolor que produce la separación y a preservar el bienestar emocional de la familia que afronta el divorcio. La mediación no sólo cuida los aspectos emocionales del proceso de divorcio, sino que presenta diversas ventajas en el aspecto económico e implica una reducción importante de los costes en comparación con el proceso judicial. Así, los honorarios de los profesionales que intervienen son más reducidos, no se cobra provisión de fondos y se abonan únicamente las sesiones que se utilizan; no siendo infrecuente que las partes compartan los gastos de las sesiones de mediación. Por otra parte, un proceso de mediación acostumbra a durar menos tiempo –unas seis sesiones de hora y media– que un proceso judicial, lo cual supone un ahorro considerable de tiempo y de dinero, además de facilitar una resolución más ágil de la crisis, que no prolongue de forma innecesaria el malestar inherente a las circunstancias del divorcio. Por el contrario, la resolución del divorcio por la vía judicial suele ser más costosa, tanto en el aspecto emocional como en el aspecto económico. Al entrar en la dinámica de un juicio, los excónyuges se convierten en rivales, cuando en realidad las parejas que se separan no siempre lo son. Así, el sistema adversarial, al alejar las posiciones de las partes, puede contribuir a potenciar las emociones de ira, dolor, etc., presentes en estas situaciones. Como sabemos, estas emociones pueden obstaculizar la resolución de los temas prácticos y favorecer la escalada del con flicto, amenazando con ello el futuro de las relaciones entre la expareja, que pueden verse seriamente dañadas. De este modo, la situación 130
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puede derivar en un conflicto crónico, alargando de forma interminable el proceso y haciéndolo más doloroso y más difícil. Otro de los inconvenientes del sistema judicial es que los acuerdos suelen incum plirse con más frecuencia. Por último, a los costes emocionales deben añadirse los gastos que se derivan de los honorarios de abogados, procuradores, etc., que, teniendo en cuenta la mayor duración de estos procesos, se elevan a sumas considerables. El procedimiento judicial y la mediación familiar tienen visiones distintas de una misma situación, y es esta forma diferente de ver el problema la que determina en gran parte la respuesta diferente que uno y otro dan a las personas que se están separando; partiendo de la visión de Maslow 32, se exponen estas diferencias a través de las miradas del abogado y del mediador, respectivamente:
ABOGADO
MEDIADOR
Ve un marido (que tiene un problema) y Ve una pareja (que tiene un problema) una esposa (que tiene un problema) Ve intereses contrarios ( disputa) El acuerdo lo impiden los intereses contrarios
Ve opiniones diferentes ( diferencia de opiniones) El acuerdo lo impiden las connotaciones emocionales que dan lugar a las diferencias
Se centra en los aspectos legales y mi- Se centra en el contexto de la crisis vinimiza los aspectos emocionales tal que representa el divorcio Enfatiza las diferencias entre las partes
Enfatiza lo que las partes tienen en común
Ve un problema legal
Ve un problema personal que tiene consecuencias legales
La ley deberá resolver los problemas
Las partes deberán resolver el problema
Ve el matrimonio de la pareja y su divorcio como dos realidades a parte
Ve el matrimonio de la pareja y su divorcio como parte de una secuencia
Si bien es cierto que el procedimiento judicial tiende a «distanciar» más a las partes y la mediación, por el contrario, favorece su «aproximación», la mediación no sustituye a la asistencia jurídica o a los recursos legales, más bien los complementa. 32. Marlow (1999), op. cit. pág. 49. © WK Educación
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En consecuencia, estos dos recursos no se excluyen y no deberían considerarse como alternativas rivales 33.
6. MEDIACIÓN Y EDUCACIÓN EMOCIONAL ¿Puede el proceso de mediación familiar contribuir a la educación emocional de las personas que escogen esta opción? «La educación de los hijos es una de las funciones sociales básicas que cumplen las familias en todas las sociedades y en todos los tiempos», y entre los objetivos generales de esta educación figura el «transmitir determinados valores y actitudes hacia la vida y las relaciones con los demás» 34. Así, los padres juegan un papel decisivo en la educación emocional de sus hijos, pues el patrón de conducta de los hijos se forma a partir de los mensajes que, consciente o inconscientemente, les transmiten sus padres, y que poseen una gran carga emotiva. De este modo, las relaciones familiares tienen un papel decisivo en la adquisición de competencias emocionales 35. Cuando los padres no aciertan a resolver por sí solos los problemas derivados de su separación y, en vez de iniciar un proceso contencioso, optan por la mediación familiar, están avalando los valores que simboliza esta forma de resolución de con flictos. Más allá de las ventajas que representa para la preservación de la relación coparental, y de los consiguientes bene ficios para los hijos, los padres que escogen la fórmula de la mediación familiar están enseñando a sus hijos la fuerza de la palabra y del diálogo; el valor del consenso por encima de la confrontación.
6.1. Más allá del proceso de mediación familiar Sabemos que no debe confundirse la mediación familiar con el ámbito de la tera pia, el asesoramiento o la orientación; Vinyamata 36 se muestra rotundo al respecto cuando afirma: «Conviene dejar claro que la mediación no es una terapia, ni repre33. Parkinson (2005), op. cit. pág. 234-235. 34. Meil, G. (2006), Pares i fills a l’Espanya actual. Barcelona: Fundació La Caixa, Col.lecció Estudis Socials, núm. 19, pág. 86. 35. Bisquerra (2003), op. cit. pág 257. 36. Vinyamata (2003), op. cit. pág. 16.
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senta un tratamiento psiquiátrico ni el desarrollo de las capacidades educativas o las propias de un trabajador trabajador social. No obstante, obstante, muchos pedagogos, abogados, psicólogos o trabajadores sociales, confunden el desarrollo de su profesión con la aplicación precisa de la mediación». mediación». Pero opino, modestamente, que la práctica de la mediación no puede considerarse totalmente «aséptica» ni «neutra» y, y, a pesar de no ser el objetivo de la mediación el educar a las personas que acuden a la misma, creo que este servicio puede potenciar y favorecer la competencia emocional de las partes implicadas. Así, «el terapeuta no deja de serlo cuando actúa como mediador, de la misma manera que no exige a los miembros de la pareja que dejen de ser familia cuando abordan su con flicto», y «el terapeuta mediador no puede dejar de creer que el incremento en la autodeterminación y responsabilidad durante el proceso de divorcio facilitará un incremento posterior de la autonomía personal de los miembros de la familia, uno de los objetivos de cualquier proceso terapéutico» 37. Del mismo modo, el pedagogo mediador puede hacer suyas estas palabras y confiar en que el proceso de mediación puede contribuir a la educación emocional de las personas que acuden a la misma. En este sentido, es posible establecer establecer paralelismos entre los valores de la mediación, que la fundamentan y que intenta promover, promover, y las competencias emocionales que se propone desarrollar la educación emocional. Así, el proceso de mediación puede contribuir al aumento de las habilidades sociales y de las relaciones interpersonales satisfactorias; la disminución de la agresividad; y una mejor adaptación a los cambios que implica el divorcio. Por otro lado, y sin olvidar que no debemos confundir los objetivos de los dos ámbitos, considero que la mediación familiar puede contribuir al incremento de:
La conciencia emocional.
La regulación emocional.
La autonomía personal.
La inteligencia interpersonal.
Las habilidades de vida y bienestar.
37. Bolaños (2004). © WK Educación
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En las situaciones de divorcio y, en general, para poder superar las crisis, las personas deberían incorporar las habilidades de vida (life skills) y las habilidades para afrontar dichas situaciones de con flicto (coping skills) 38. Creo que este planteamiento coincide con Vinyamata 39 cuando señala la conveniencia de no limitar la mediación a la aplicación de técnicas facilitadoras de la comunicación, y de buscar un equilibrio entre la aplicación de estas técnicas y el «desarrollo de valores humanísticos que permitan la persistencia de resultados y el desarrollo de formas de convivencia respetuosas y satisfactorias».
6.2. La figura del mediador y las competencias emocionales Bernal40 cita, entre las características personales que precisa el mediador, la «actitud favorable a la cooperación» ya que para ejercer de mediador se requiere una postura conciliadora, abierta a soluciones pací ficas. Asimismo, se re fiere a la necesidad de que el mediador posea habilidades para: la comunicación; la negociación; las relaciones interpersonales; la conducción de con flictos; el reconocimiento y comprensión de las emociones, motivaciones, etc., de los demás. Recogiendo estos aspectos y aquellos que se han venido exponiendo a lo largo del capítulo, creo que puede considerarse que las habilidades que requiere el mediador se corresponden con las competencias emocionales, propias de las personas que han desarrollado su inteligencia emocional: Conciencia emocional
Habilidades de vida y bienestar Competencia emocional Inteligencia interpersonal
Regulación emocional Autonomía Personal Fuente: Bisquerra (2004)
38. Bisquerra (2003), op. cit. pág. 217. 39. Vinyamata, (2003), op. cit. págs. 50-51. 50-51. 40. Bernal (1995); (2000) cit. por Fariña, 2002: 80-81.
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De acuerdo con el per fil que de estas competencias ofrecen Redorta et al.41 un mediador precisa de las competencias emocionales siguientes:
Conciencia emocional, referida a la capacidad para ser consciente de las l as propias emociones y de las emociones de los demás . Conociendo el papel protagonista
que tienen las emociones en los procesos de mediación, es fundamental que el mediador sea capaz de detectar con precisión sus propios sentimientos y de ponerles nombre, así como de reconocer y comprender las emociones e mociones de los demás. La empatía se revela como un requisito primordial para que el mediador pueda desarrollar su trabajo de forma e ficaz, en tanto que le permite «leer» en la mirada, mi rada, en los gestos, etc., de las partes, las emociones que no son expresadas verbalmente pero que influyen, sin duda, en el desarrollo del proceso de mediación.
Regular Regular las emociones, emociones, como la capacidad para manejar las propias emociones de forma adecuada . Para conducir e ficazmente el proceso de mediación y
las emociones que en él a floran, el mediador debe ser capaz de expresar sus emociones de forma apropiada, consciente de la relación entre emoción, cognición y comportamiento, desarrollando estrategias de afrontamiento e ficaces. Una regulación adecuada de las propias emociones incluye el autocontrol frente al impulso de la ira, y la tolerancia a la frustración para evitar que prospere la ansiedad, la depresión, etc. Y es que a lo largo del proceso de mediación, es posible que las partes digan o hagan algo que despierte el enfado –u otra emoción– en el mediador, mediador, y es importante que éste conozca la forma de regresar a la calma.
Autono Autonomía mía personal personal,, que incluye el autoconocimiento, la autoestima, la autocon fianza, fianza, la automotivación, etc., todos ellos factores relacionados con c on el yo y la
gestión de las emociones. Emoción y motivación se interrelacionan, y tienen un papel papel esenc esencial ial en el el logro logro de de objet objetivo ivos, s, lo cual cual hace hace más más efecti efectivas vas a las perso personas nas que las poseen. La autonomía personal incluye una actitud positiva, siendo tarea del mediador el destacar los aspectos positivos de la relación entre las partes, ya que la mediación pretende reforzar aquello que las partes tienen en común, aquello que les une. Por otra parte, en situaciones concretas en las que aparece la tristeza, una postura optimista por parte del mediador puede ser un buen antídoto. Establecer relaciones, relaciones, referida a la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas, y ello incluye las habilidades sociales, la capacidad para la comunicación, el respeto, las actitudes prosociales, etc. El mediador necesita de forma especial ser capaz de gestionar las situaciones emocionales que se producen en el proceso de mediación. De este modo, cuando detecte la presencia de la ira o el miedo –u otra emoción– podrá reconducirlas hacia la calma o la con fianza.
41. Redorta et al. (2006) op. cit. págs. 107-115. 107-115. © WK Educación
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Habilidades de vida vida y bienestar , que se orientan a potenciar el bienestar perso-
nal y social. Implica la capacidad para identi ficar problemas, para fi jar objetivos positivos y realistas, así como la capacidad para afrontar con flictos y resolverlos de forma pací fica, teniendo en cuenta la perspectiva y los sentimientos de los demás.
Capítulo VII El divorcio emocional: el duelo
La pareja Adéu amor, jardí de fl or menuda, illa del meu cor i mar que m’envoltava, adéu besades, gavines de la nit, adéu al temps encara per venir.
Adiós amor, jardín de flor menuda/ isla de mi corazón y mar que me rodeaba/ adiós besos, gaviotas de la noche,/ adiós al tiempo aún por llegar. (Maria del Mar Bonet canta M. Theodorakis) Sé que això és un adéu on no manquen plors ni el soroll dels mots. Sé que el temps llevarà un mur silenciós d’ oblits i records.
Sé que esto es un adiós/ donde no falta el llanto/ ni el sonido de las palabras./ Sé que el tiempo levantará/ un muro silencioso/ de olvido y recuerdos. (Lluís Llach) Massa sovint girem els ulls enrera i el gest traeix angoixa i defallences. L’enyor, voraç, ens xucla la mirada i ens gela el moll del sentiment. De totes © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio les solituds, aquesta és la més fosca, la més feroç, i persistent i amarga.
Demasiado pronto volvemos la vista atrás/ y el gesto traiciona la angustia y los desfallecimientos./ La añoranza, voraz, absorbe nuestra mirada/ nos hiela el puerto de los sentimientos, de todas/ las soledades, esta es la más oscura,/ la más feroz, y persistente y amarga. (Miquel Martí i Pol, fragmento de Ara mateix) I amb el somriure la revolta.
Y con la sonrisa, la revuelta. (Lluís Llach) Lágrimas. ¿Cómo curar el dolor, si está por todos sitios, dentro y fuera, en el vientre, en el cielo, en las piernas y en las manos, en las calles? ¿Cómo curar el dolor de las toallas y las sábanas, de los zapatos, de los platos, de los muebles y de las puertas? El dolor que no para de caer como la lluvia y lo empapa todo. Todo.
( Fragmento de L’any del te de Manuel Brugarolas ) No podemos evitar que los pájaros de la tristeza se posen sobre nuestro hombro. Pero podemos impedirles anidar en nuestro pelo.
(Antiguo proverbio chino 1)
Los hijos Y me dormía pensando en el papá de Jenny, que tenía un olor semejante al del mío. Y recordé que estaba muy triste, muy triste, porque hacía mucho tiempo que no lo veía...
(Fragmento de El final del joc de G. Lienas)
1. Corrie (2003) op. cit. pág. 64.
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El divorcio emocional: el duelo
El divorcio legal no siempre coincide con el divorcio emocional. Más allá de los trámites reglamentarios, los miembros de la pareja deberán afrontar el divorcio emocional, que comporta la elaboración del duelo por el final de la relación de pareja. Este proceso supone vivir el dolor por las múltiples pérdidas que conlleva la ruptura conyugal: la pérdida de un proyecto de vida en común; la compañía del otro; a veces, de la relación con algunos amigos o con algunos miembros de la familia extensa. Si las parejas se divorcian legalmente, pero no emocionalmente, la separación no queda resuelta. Su futuro y el de sus hijos puede verse comprometido si no elaboran adecuadamente este duelo. Así, algunas parejas de divorciados siguen vinculados por una relación de hostilidad crónica, que puede prolongarse incluso más allá de ha ber formado nuevas familias. Paradójicamente, en una situación crónica de con flicto las personas están más unidas que nunca; el malestar de las parejas y de sus hijos se eterniza e impide dedicar la energía a la construcción de un nuevo futuro.
1. ¿QUÉ ES EL DUELO?2 El duelo es la reacción psicológica ante la pérdida y se re fiere al «estado de sufrimiento, aflicción y dolor derivado de la muerte de un ser querido y experimentado por las personas que le sobreviven (…) el duelo no sólo es el proceso desencadenado por una muerte, sino, más ampliamente, representa todos los procesos que se ponen en marcha ante una pérdida –o la frustración que de ella se deriva– de seres vivos, entes inanimados o abstractos y roles». En el transcurso de la vida, se acumulan muchos procesos de duelo, diferentes en intensidad según la importancia y signi ficado de la pérdida; de esta forma, perdemos un trabajo, un cargo, la juventud, etc. Sin embargo, no todos los duelos tienen la misma importancia, ni la reacción emocional que producen es comparable. El divorcio implica no sólo la pérdida de una relación signi ficativa, sino de una forma de vida familiar. El cese efectivo de la convivencia entre los padres, implica no seguir conviviendo «a tiempo completo» con los hijos. Y éste es uno de los motivos de mayor sufrimiento para los padres y madres divorciados, que se re fieren a esta separación de los hijos como un «desgarro». Tanto si optan por la custodia compartida, como si escogen otra fórmula, los miembros de la pareja ven modi ficado su rol como padre o como madre. También 2. Este apartado se ha elaborado a partir de: Rodríguez, P. (2002). Morir es nada. Barcelona: Sinequanon. Págs 213-228. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
sufre cambios la relación con la familia extensa, con los amigos comunes. Ineludi blemente, uno de los miembros de la pareja deberá abandonar el hogar; puede que incluso deba cambiar de trabajo. La nueva realidad se impone y los excónyugues deberán hacer frente a todas estas pérdidas; el sufrimiento que a flige a las personas que se divorcian, resulta del todo comprensible. No obstante, detrás del proceso por asumir una pérdida irreparable, hay un intento de reconstrucción. El proceso de duelo hace posible la adaptación progresiva a la pérdida y, en consecuencia, a la nueva situación. De un lado, se pretende recomponer el mundo interno, ya que una parte del universo emocional y cognitivo queda fracturado; y por otro lado, se intenta rehacer el mundo externo, mediante la reorganización de las relaciones sociales y la asunción de roles diferentes. En un proceso de duelo podemos distinguir tres aspectos: cognitivos, pragmáticos y emocionales.
Los elementos cognitivos se relacionan con el deterioro de la autoestima, que puede verse afectada tanto por la pérdida en sí, como por el desgaste emocional que implica el proceso de duelo. Por otra parte, abundan los pensamientos distorsionados de culpa, fracaso, etc. En el caso concreto del divorcio, es habitual que uno de los miembros de la pareja se vea a sí mismo como víctima y al otro como el causante de todo el dolor («el malo de la película»).
Los elementos pragmáticos del duelo se re fieren al cambio en las rutinas y a los rituales, que tienen un papel importante en el equilibrio psicológico 3. Como se ha mencionado, las personas divorciadas precisan reorganizar su vida cotidiana, y deberán acostumbrarse a realizar en solitario todo un conjunto de actividades que antes compartían con la pareja (tareas domésticas, ocio, etc.). Los elementos emocionales constituyen el núcleo esencial de todo el proceso. Así, las emociones de las personas que viven un duelo son la ira, el miedo, la culpa y, fundamentalmente, la tristeza4.
La depresión, frustración, decepción, a fl icción, pena, melancolía, autocompasión, soledad, desgana, morriña, y el abatimiento, dolor, pesar, desconsuelo, pesimismo, desaliento constituyen la «familia de la tristeza». Esta emoción suele desencadenar-
3. Campo y Linares (2002), op. cit. Pág. 137. 4. A partir de: Bisquerra (2003), op. cit. pág. 103 y Redorta et al. (2006) op. cit. págs. 59 y 71.
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se ante la pérdida irremediable de algo que valoramos como importante y, más que una emoción aguda, se considera un estado de ánimo. El objeto de la pérdida puede abarcar desde la muerte de un ser querido hasta la pérdida de una relación, un traba jo, la salud, la juventud, una ilusión, etc. La separación y el divorcio son valorados como pérdidas y, como es sabido, comportan una gran tristeza; la intensidad de esta emoción parece estar en relación directa con el amor, el placer y la alegría que nos ha aportado la relación 5 que acabamos de perder. Los cambios físicos que pueden acompañar los estados de a flicción son: alteraciones del sueño, insomnio, sensación de fatiga, alteraciones del apetito, etc. La intensidad y el alcance de estos cambios estarán en función de la intensidad de la pena y de la duración del estado de ánimo abatido. Los cambios conductuales asociados a la tristeza son la apatía y la falta de interés, que restando ímpetu y energía, suelen inducir a la inacción. La única conducta a la que se tiende es al llanto. A la inactividad se suma la desgana por estar con otras personas y la tendencia a retraerse, así como el descenso de la sensación de placer al realizar actividades que antes resultaban agradables. Los pensamientos que suelen acompañar a los estados de a flicción se caracterizan por la desesperanza y por una visión pesimista de la realidad. El sufrimiento por las pérdidas es un sentimiento natural, y la tristeza es una emoción útil que, estando encaminada a captar la atención de los demás, sirve como demanda de ayuda. Por otra parte, nos ayuda a adaptarnos a la situación que resulta de la pérdida, facilitando su elaboración; al predisponer a la inactividad, nos proporciona el recogimiento necesario para re flexionar e ir asimilando las nuevas circunstancias, a la vez que nos ofrece tiempo para descansar y reponernos del impacto producido por la pérdida. La tristeza, cuando es adaptativa, nos permite finalmente aceptar la pérdida e iniciar la reconstrucción para continuar nuestra vida. Pero cuando la tristeza es extrema y se prolonga en el tiempo más allá de un período razonable, deja de ser adecuada; en este caso suele desembocar en un estado depresivo.
La depresión6, además de tristeza, se acompaña de irritabilidad, nerviosismo, culpa y cólera. Los síntomas físicos, cognitivos y conductuales son parecidos a la tristeza, variando su intensidad en función de la gravedad del estado depresivo, pero la depresión se diferencia de la tristeza en que ésta «es una emoción normal creada por percepciones realistas que describen de una manera no distorsionada un suceso 5. Corrie (2003), op. cit. pág. 63. 6. Greenberger y Padesky (1998), op. cit. págs. 167-176. © WK Educación
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negativo que supone una pérdida. La depresión es una enfermedad que siempre es el resultado de pensamientos que están distorsionados de algún modo 7». Las personas que están deprimidas suelen tener pensamientos negativos acerca de sí mismos (autocrítica), acerca de su futuro (desesperanza), así como una imagen negativa del mundo. Estos pensamientos forman la denominada «tríada cognitiva de la depresión8». Los pensamientos que adoptan la forma de autocrítica negativa contribuyen a minar la autoestima, la autocon fianza y a tener problemas en las relaciones. Ejemplos de este tipo de pensamientos son: «Siempre mis parejas acaban por dejarme»; «No sé porqué, pero no gusto a los demás»; «Todo lo echo a perder»; «Mi vida es un desastre», «Estas cosas sólo me ocurren a mí», etc. La visión pesimista acerca del mundo y de los demás, nos lleva a maximizar los acontecimientos negativos y a vivirlos con más intensidad que los acontecimientos positivos, que apenas se perciben. Ejemplos de pensamientos de este estilo son: «Seguro que me encuentran raro/a»; «Nadie me comprende»; «Todas las relaciones acaban mal»; «La pareja es una mentira»; «La vida es un mar de lágrimas»; etc. Por otra parte, el futuro se contempla con desesperanza y se prevé negativo. Ejem plos: «Nunca volveré a tener pareja»; «Mi vida ya no tiene sentido»; «Estoy condenado/a a la soledad»; «Mis hijos se distanciarán de mí», etc. Las distorsiones cognitivas que des filan tras esta evaluación sesgada y negativa de uno mismo, del futuro y del mundo, suelen ser: «magni ficar/minimizar»; «generalización»; «personalización»; « filtro mental»; «catastro fismo»; «etiquetar».
2. COMPRENDIENDO EL DUELO El dolor emocional que experimentamos ante la pérdida es una reacción natural y universal, que permite aceptar y superar la pérdida. No se trata en absoluto de una patología, sino de un proceso normal, con una limitación temporal, que evoluciona hacia la superación. El período de duelo varía en función de la magnitud de la pérdida, de las circunstancias y de las características de quien sufre la pérdida, pudiendo durar entre seis meses y dos años9. 7.
Burns (1981) cit. por Neenan, M., y Dryden, W. (2004). Coaching para vivir. Barcelona: Paidós.
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Pág. 32. 8. Beck et al. (1979) cit. por Neenan y Dryden (2004), pág. 31. 9. Rodríguez (2002, op. cit. págs. 213-214.
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Durante las primeras semanas de duelo pueden producirse diversas modi ficaciones de tipo psicológico, físico y social 10:
Los cambios psicológicos pueden manifestarse en forma de di ficultades para mantener la atención y la concentración; cierta obsesión por recuperar aquello que se ha perdido; sentimientos de alivio; sensación de abandono y de soledad; hiperactividad; incredulidad; insensibilidad; falta de interés; confusión; extrañeza ante el mundo cotidiano. Primordialmente, las emociones que acompañan el proceso de duelo son la ira, la culpa, el miedo y, en lugar destacado, la tristeza. Los cambios de tipo fisiológico propios del período de duelo son: la pérdida de peso, la falta de apetito; el descenso del sistema inmunitario; la hipersensibilidad a los ruidos; la pérdida o disminución de la libido; las alteraciones del sueño, el insomnio; la sensación de ahogo, acompañada de opresión en el pecho y de sequedad bucal; la falta de energía y las ganas de llorar. Los cambios de tipo social, se re fieren al rechazo a estar con otras personas y la tendencia al aislamiento; la hiperactividad, las conductas no conscientes que implican riesgo, tales como conducir de forma temeraria, descuidar la alimentación, descuidar el aspecto físico, etc.
2.1. Etapas del duelo El duelo evoluciona a lo largo de varias etapas diferenciadas, que podrían resumirse en:
«No lo acepto».
«Sí, pero no lo soporto».
«Sí, lo asumo».
Bowlby y Kübler-Ross 11 dividen el duelo en cuatro y cinco etapas, respectivamente, y es a partir de su planteamiento que se exponen las siguientes fases del duelo, adaptadas al proceso de divorcio:
Primera etapa. Es la fase del shock , caracterizado por la insensibilidad y la conmoción. Al tener conocimiento de la pérdida, la reacción es de duda («No
10. Ibíd. Pág. 218. 11.
Marchal, H., y Joly, P. (1993). Aprendre a viure sense ell. Barcelona: Ed. Claret. Págs. 133-142. Citan a E.Kübler-Ross; Rodríguez (2002) op. cit. págs. 216-217; cita a Bowlby (1987).
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es verdad»; «No me lo creo»). Este sentimiento de irrealidad («No puede ser») se acompaña de confusión y desconcierto, así como de episodios de a flicción o de cólera. Por otra parte, se produce un abotargamiento de la sensibilidad y las propias reacciones se hacen más torpes, más lentas; se tiene la sensación de que lo sucedido concierne a otra persona y no a nosotros. El rechazo y la negación actúan a modo de mecanismo de defensa –«primeros auxilios»– y tiene por objeto amortiguar el golpe. Con ello se consigue suavizar la dureza de la situación y apartar, momentáneamente, el pensamiento de una realidad que aún no se está en condiciones de asumir. Este mecanismo protector nos permite replegarnos en nosotros mismos, a la espera de encontrar otros mecanismos de defensa más adecuados. La duración de esta etapa es variable, y puede oscilar entre horas, días e incluso semanas. Gradualmente, se abandona la actitud de negación y aumenta la capacidad para admitir aquello que es inevitable. Esta fase puede revestir especial intensidad para el cónyuge que se siente «abandonado». Recordemos que el ciclo del divorcio lo inicia un miembro de la pareja en solitario quien, tras un período de deliberación, anuncia al otro su decisión de separarse. Así, el cónyuge «iniciador», que ha pasado un tiempo «pensando en el divorcio» y madurando la decisión, está más preparado para afrontar los cambios. El cónyuge «destinatario», por el contrario, puede sentirse totalmente abrumado y desprevenido ante la noticia, lo cual favorece una actitud de negación ante lo sucedido. A diferencia de la muerte, que constituye un suceso involuntario, el divorcio corresponde a una decisión voluntaria, lo cual puede hacer más profundo el sentimiento de rechazo en el cónyuge «abandonado», intensificando el enfado y el dolor, lo cual puede prolongar esta fase 12.
Segunda etapa. Es una fase de añoranza y búsqueda del objeto perdido. El recuerdo de aquello que se ha perdido invade el pensamiento, y da lugar a una intensa nostalgia por el tiempo pasado. Ante la evidencia de la pérdida, aparece un sentimiento de rebelión, («¿Por qué a mí?»). Hay sentimientos de profunda tristeza y de ansiedad. Ésta puede incluso derivar en un ataque de pánico. El descenso en la autoestima se acompaña de una sensación de inseguridad, así como sentimientos de cólera, que si en la fase anterior iban dirigidos «hacia dentro», en esta fase se orientan «hacia fuera», y la ira se proyecta en todas direcciones. El mundo aparece como tremendamente injusto y puede sentirse
12. Parkinson (2005), op. cit. págs. 84 y 258.
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envidia hacia otras personas más afortunadas que no se han visto obligados a vivir la misma desventura. La añoranza y el sentimiento de sublevación hacia la nueva realidad pueden llevar a la desesperación («No veo el final del túnel»). Otras veces, uno se recrimina no haber luchado lo su ficiente, no haber agotado todos los recursos para salvar la pareja, dando lugar a sentimientos de culpa. La apatía es característica de esta etapa; de esta forma, comer, dormir y demás actividades cotidianas se llevan a cabo con escasa implicación («Hago las cosas como un autómata»).
Tercera etapa. Es la fase del « hacer como si…» . En un intento por aplazar la aceptación plena de la nueva realidad, se mantienen rutinas, costumbres, disposición de objetos, etc.; y se intenta vivir «como si nada hubiera ocurrido». Así, la función de esta etapa es la de ganar tiempo al tiempo, y atenuar el miedo y el dolor que produce un futuro incierto. Con las personas que atraviesan esta fase, uno tiene la impresión de que dominan mejor la situación; pero no es más que una apariencia. Las defensas psicológicas mencionadas se ocupan de mantenerlas en esta realidad de ficción.
Cuarta etapa. Es la fase de desorganización y desesperanza, donde aparecen períodos de apatía y de desesperación; también es habitual sumirse en la depresión. En esta etapa se vive al día y se intenta no mirar el futuro. Con frecuencia se elude el contacto social y se opta por el aislamiento. Se acabaron las prórrogas para afrontar la realidad y la pérdida se muestra ya sin paliativos; las defensas se derrumban, y un gran vacío aparece en su lugar. En consecuencia, el sentimiento de impotencia se hace más intenso y una profunda tristeza lo inunda todo. La situación aparece como de finitiva («Nuestra relación de pareja se acabó para siempre»). En consecuencia, esta fase reviste una gran dureza y la visión del futuro inmediato, solos y sin la presencia cotidiana de los hijos, produce un dolor profundo. Los miembros de la pareja afrontan, abatidos y exhaustos, el último tramo del proceso de duelo.
Quinta etapa. Es la fase de la recuperación y la reorganización gradual. «A pesar de los pesares», la vida continúa. El dolor cede paso a la serenidad y, poco a poco, van recobrándose el ánimo y las fuerzas. Vuelven las ganas de respirar profundamente el aire de la vida, y se hallan nuevas razones para seguir adelante. Una vez asumida la pérdida, se está en condiciones de mirar hacia el futuro y de dedicar esfuerzos a construir un nuevo proyecto de vida.
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Sin embargo, no es una etapa especialmente feliz; las recaídas son frecuentes y un pequeño detalle puede bastar para sumir de nuevo en el dolor y en la tristeza. Como si de una convalecencia se tratara, la fragilidad y la vulnerabilidad acompañan a las personas que viven esta etapa. Resulta difícil precisar cuándo ha finalizado un proceso de duelo, pero se considera un factor determinante que la persona en cuestión sea capaz de mirar al pasado y recordarlo con pena, pero sin dolor. Cabe señalar que la sociedad actual es proclive a eludir las situaciones de duelo, así como las emociones desagradables que conllevan. Esta tendencia a «pasar de puntillas» por las etapas de crisis, se traduce en cierta presión hacia las personas que atraviesan alguno de estos desiertos del alma. Y, con la mejor de las intenciones, se insta a familiares y amigos a salir con celeridad de su abatimiento. Así, suele haber un empeño en despabilar a las personas a fligidas, y se acostumbra a recriminarlas cariñosamente con observaciones del tipo: «¡Debes animarte!»; «¡El mundo no se acaba aquí!»; «¡Basta ya de lamentarse!»; etc. Esta falta de empatía hacia las personas que afrontan una pérdida, puede generar en ellas un profundo sentimiento de incomprensión, que unido a la baja autoestima, incremente aun más su sensación de fracaso y les lleve a evitar la relación con los demás.
2.2. Tipos de duelo El duelo puede adoptar diversas tipologías, con manifestaciones diferenciadas y pronósticos de evolución y consecuencias muy distintas 13. Como en las etapas del duelo, estas tipologías pueden solaparse, y son las que siguen a continuación:
El duelo anticipado puede resultar e ficaz, en la medida que ayuda a tomar consciencia del malestar que se avecina. Al anticipar reacciones, aumenta la sensación de control sobre la situación; se normalizan las manifestaciones cuando aparecen; y, sabiendo que la duración del dolor es limitada, se mantiene la esperanza. El duelo patológico se produce cuando la persona es incapaz de adaptarse a la pérdida. Ésta no se acepta e implica un desequilibrio psíquico con alteraciones físicas. El proceso de duelo no resuelto puede manifestarse como duelo cróni-
13. Rodríguez (2002), op. cit. págs. 219-220.
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co o como duelo diferido. Así, el duelo crónico consiste en una prolongación indefinida de los síntomas habituales del duelo (depresión, ansiedad, culpa, cólera) y ausencia de pena. En caso de separación, esta forma de duelo puede darse cuando ha existido una relación de excesiva dependencia con la pareja; o bien, cuando la ruptura se produce de forma muy inesperada. Las personas cuyo duelo se hace crónico, tienen más di ficultades para reincorporarse a la vida cotidiana.
Por otra parte, el duelo diferido es otra forma de duelo patológico, cuya característica es la ausencia de a flicción. Se vive como si nada hubiera ocurrido, y las manifestaciones propias del duelo no aparecen o son muy escasas durante un tiempo. Algunas personas pueden abocarse compulsivamente a borrar las huellas del pasado, y hacer desaparecer objetos que recuerden al excónyugue, determinados muebles, etc. Otras personas se muestran rebosantes por la ruptura, por haber «perdido de vista» a la pareja; esta reacción de euforia puede ser otra de las manifestaciones de este tipo de duelo. El duelo diferido se sustenta sobre una dinámica de negación prolongada, que impide que se expliciten los sentimientos de rabia o de culpa y que complica la elaboración de la pérdida. La aparente insensibilidad se mantiene hasta que algún acontecimiento hace a florar las emociones propias del duelo, pudiendo desembocar en un estado depresivo.
A modo de resumen, las diferencias entre un proceso de duelo normal y otro patológico son las siguientes:
PROCESO DE DUELO NORMAL
La pena se expresa con normalidad. Tiene una duración limitada en el tiempo (aproximadamente entre 1 y 2 años). Pasados los primeros días se realizan las actividades cotidianas con cierta normalidad, si bien con ansiedad y ánimo apático.
PROCESO DE DUELO PATOLÓGICO
No se expresa la pena en absoluto (duelo reprimido). Se expresa la pena con la misma intensidad durante un largo período de tiempo (duelo crónico). Se muestra incapacidad para desvincularse de la expareja, junto con un gran sentimiento de culpa. Se muestra incapacidad para empezar una nueva vida sin la presencia de la ex pareja.
Fuente: Arranz et al. (2003) (Adaptado a la situación de divorcio)
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2.3. Factores que favorecen la elaboración del duelo y factores que lo dificultan Campo y Linares 14 consideran que el divorcio de mutuo acuerdo y la mediación familiar son factores que favorecen la elaboración del duelo. Por el contrario, cuando la separación se produce de forma litigiosa, el proceso se alarga y con él, el dolor de la pareja y de sus hijos. Por el contrario, el proceso de elaboración de la pérdida puede verse di ficultado por diversos factores. Entre los aspectos personales susceptibles de complicar el duelo, destaca la falta de competencias emocionales, que incluye la poca capacidad para reconocer y expresar las emociones; la baja tolerancia al estrés y pocas habilidades para afrontarlo; el sentimiento de culpa muy acusado, en especial cuando la propia conducta ha podido causar la ruptura (in fidelidad, etc.); la dependencia emocional de la pareja; los sentimientos ambivalentes (se desea la ruptura y al mismo tiempo la reconciliación); duelos anteriores no resueltos; problemas psicológicos previos al divorcio, etc. También pueden di ficultar el proceso de duelo determinados aspectos sociales, tales como la falta de apoyo por parte de la familia o amigos después de la separación; las dificultades económicas; la existencia de temas pendientes de resolución con la pareja; la magnitud de los proyectos en común truncados a causa de la separación (empresa familiar, etc.). Pero hay factores que son especí ficos del divorcio, y que pueden contribuir a entorpecer el desarrollo del duelo: las fantasías de reversibilidad y la ausencia de rituales. Un estudio15 compara el duelo que sigue a la muerte del cónyuge con el duelo que sigue al divorcio. Se demostró que ambos grupos experimentaban sentimientos de pérdida y de aflicción parecidos, y problemas similares para superar la pérdida y reconstruir sus vidas. Sin embargo, ambos duelos presentaban diferencias en relación con la duración del proceso, que era más largo en caso de divorcio. De acuerdo con este estudio, el duelo por la muerte de la pareja podía durar 18 meses aproximadamente, mientras que la elaboración de la pérdida en caso de divorcio podía durar entre dos y cuatro años. 14. Campo y Linares (2002), op. cit. pág. 136. 15. Kaslow (1984) cit. por Pereira, R. (2002). Familias reconstituidas: La pérdida como punto de partida. Perspectivas Sistémicas nº 70 (Marzo/Abril 2002) (En línea). Disponible en: http://www. redsistemica.com.ar/reconstituidas.htm/
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Así, la muerte es un hecho involuntario, mientras que el divorcio obedece a la decisión voluntaria de poner fin a la relación conyugal. Esta diferencia sustancial puede incrementar los sentimientos de cólera y de a flicción en el cónyuge que se siente abandonado, prolongando el proceso –a veces crónicamente– y dando pie a un duelo patológico. Además, la muerte de un ser querido concluye de forma irreversible la relación; el divorcio, por el contrario, termina una relación, pero la expareja sigue con vida (en la mayoría de casos). Ello puede suscitar fantasías de reversibilidad y dar pie a ilusiones de reconciliación: «Hemos dicho un montón de veces que nos separaríamos, ¡pero seguimos juntos!», «Las cosas no van muy bien entre nosotros pero ya se arreglarán», «Ahora está enfadado pero luego se le pasa», etc. Estas fantasías de reversibilidad pueden aplazar de forma considerable la aceptación de la pérdida –punto de partida en la elaboración del duelo– y conducir a un duelo patológico. Por otra parte, el contacto entre los excónyugues puede avivar, no sólo el dolor y el enojo, sino las fantasías de reversibilidad antes mencionadas; especialmente si estos contactos incluyen relaciones sexuales. También el contacto que deben mantener a través de los hijos puede contribuir a prolongar el duelo. Del mismo modo, la elaboración de la pérdida puede verse di ficultada por la ausencia de rituales de duelo para el divorcio ya que, como es sabido, los rituales permiten la elaboración simbólica de las crisis 16 y facilitan el paso de una etapa a la siguiente. Así, la muerte se acompaña de entierros, funerales, etc., que ayudan a asimilar el carácter definitivo de la pérdida y permiten despedirse del ausente, además de ser acom pañados en el dolor por parte de familiares, amigos, etc. Por el contrario, no disponemos todavía de rituales que faciliten la transición en una situación de divorcio. Es de esperar que, en un futuro no muy lejano, seamos capaces de crear rituales que ayuden a la aceptación y la elaboración de la pérdida de la pareja, a causa del divorcio. Liliana Zanuso17, en sus sesiones de mediación familiar, utiliza diversos relatos y fórmulas, que pretenden servir a modo de «rituales del divorcio», entre los cuales figuran:
En la última sesión, hace entrega de una llave partida por la mitad a cada miembro de la pareja (una mitad a cada uno) que se separa, y les dice que «aquella es la llave de la felicidad futura de sus hijos». También acostumbra a pedir a las personas que finalizan las sesiones de mediación, si quieren recordar aquella fecha –cuando firman los acuerdos de su
16. Zanuso (2001), pág. 9. 17.
Zanuso, L. (2004). Els teus, els meus, els nostres. Taller presentado en el Fórum de les Cultures
Barcelona 2004 , «Con flictes a la vida quotidiana», Barcelona, 13-15 juny (papel). © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
separación– como su «fecha de divorcio», estableciendo una equivalencia con la fecha de la boda.
En el capítulo dedicado a «La felicidad» se hace referencia a un ritual que pretende «cerrar el círculo» de la relación conyugal apelando a la gratitud.
3. ESTRATEGIAS PARA REGULAR LA TRISTEZA Para gestionar de forma adaptativa la tristeza 18 acostumbra a ser e ficaz…
Reconocer la tristeza.
Aceptar que estamos tristes sin censurarnos por ello.
No forzarnos a recorrer el trayecto del duelo en menos tiempo del que el pro pio proceso requiere, respetando nuestro propio tempo. Buscar el apoyo de relaciones positivas, dejando que nos envuelva la calidez y el afecto de personas cercanas (familiares, amigos, etc.). Como a firman Bach y Darder 19 «somos seres profundamente necesitados de afecto y amor» y «la necesidad del otro no hemos de vivirla como una debilidad, sino como la más rica en posibilidades de todas las necesidades humanas». No forzarnos a estar en compañía de otras personas cuando sintamos deseos de estar solos o en silencio. Alejarse, al menos temporalmente, de las relaciones negativas; cuando interactuamos con determinadas personas solemos activar pensamientos negativos que pueden obstaculizar nuestra recuperación. Cambiando la forma de pensar (reestructuración cognitiva). Sin forzarnos –la depresión conduce a la inactividad– intentar realizar actividades agradables como ir al cine, salir a comer, ordenar armarios, cocinar, etc., que nos aporten pequeñas dosis de placer, favoreciendo de este modo la química positiva de nuestro organismo. Además, al distraernos, probablemente logremos interrumpir el círculo de pensamientos negativos, la rumiación.
18. A partir de: Conangla (2004); Greenberger y Padesky (1998) y Redorta et al. (2006). 19. Bach y Darder (2004), op. cit. págs. 228-229.
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El divorcio emocional: el duelo
Ser indulgentes con nosotros mismos si emprendemos alguna actividad y no logramos la e ficacia o los resultados esperados –el estado de ánimo depresivo afecta la concentración, la atención y la memoria–. Buscar ayuda profesional. En ocasiones los sentimientos depresivos alcanzan tal magnitud que surgen ideas suicidas; otras veces, sin llegar a desear la autodestrucción, no acertamos a salir del pozo de la depresión. En estos casos, resulta altamente recomendable acudir a un profesional, quien tal vez considere oportuno recetarnos medicación antidepresiva durante un período de tiempo.
Cuadro del funcionamiento positivo de la tristeza CUANDO FUERA HAY COSAS COMO…
DENTRO ESTÁ BIEN…
Y ESTÁ BIEN NOTAR …
Y ES POSITIVO HACER …
Una gran pérdida
Estar muy triste
Ganas de estar solo, callado y quieto
CUANDO FUERA HAY COSAS COMO…
Una pérdida pequeña
CUANDO FUERA HAY COSAS COMO…
No hay ninguna pérdida
CUANDO FUERA HAY COSAS COMO…
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DENTRO ESTÁ BIEN… Estar un poco triste
DENTRO ESTÁ BIEN… No estar triste
DENTRO ESTÁ BIEN…
Y ESTÁ BIEN NOTAR … Seriedad y ganas de estar callado
Y ESTÁ BIEN NOTAR … Tranquilidad
Y ESTÁ BIEN NOTAR …
Buscar alguien que nos consuele Llorar tanto como queramos. Recordar con agradecimiento los buenos momentos Ver si nos falta algo parecido a lo que hemos perdido y buscarlo
Y ES POSITIVO HACER … Como en el recuadro anterior
Y ES POSITIVO HACER … Disfrutar de la vida y de lo que nos ofrece
Y ES POSITIVO HACER …
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Cómo afrontar el divorcio Una pérdida de mentira (o fantasía, o una película…)
Jugar a sentir tristeza, si ello no nos pone tristes de verdad
Ganas de llorar
Emocionarse y llorar
Fuente. Institut Erich Fromm de Psicología Humanista (Barcelona)
4. PEQUEÑA GUIA PARA FAMILIARES Y AMIGOS DE PERSONAS QUE SE DIVORCIAN. ¿CÓMO PODEMOS AYUDARLES? Obre el ulls i mira al front. Trobaràs sempre quelcom que vulgui el teu alè, que digui: «Dóna’m fe, vull seguir la caminada».
Abre los ojos y mira hacia delante./ Encontrarás siempre a alguien que quiera tu aliento/ que diga: «Dame fe, quiero continuar en el camino». (Lluís Llach. Jo sé)
Los sentimientos que acompañan a la pérdida sacuden como si del viento gélido del norte se tratara. Sin duda, habrá de pasar un tiempo antes de poder desprenderse de este frío penetrante, pero la cercanía de personas queridas actúa como el calor de la lumbre y los ratos transcurridos en su compañía son impagables. Pero, en ocasiones, puede que familiares y amigos deseosos de brindar su apoyo se sientan desconcertados, y no logren adivinar si la persona doliente necesita de su compañía o si prefiere la soledad. En tales momentos, dudan y les cuesta decidir entre quedarse a su lado o de jarles a solas. En otras ocasiones, su desconsuelo es tal que llegan a sentirse incómodos con su tristeza; o tal vez ni siquiera crean servir de ayuda. El caudal de emociones que experimentan los dolientes puede despistar a las personas de su entorno; resulta difícil encontrar el comportamiento adecuado ante un abatimiento que reclama ayuda y que se encierra acto seguido en el mutismo. Tampoco es fácil gestionar la ira que suelen dirigir hacia personas o cosas sin relación aparente con la situación. 154
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El divorcio emocional: el duelo
El afrontamiento de los acontecimientos dolorosos precisa de nuestras com petencias emocionales pero depende esencialmente del apoyo y estímulo que recibamos de los demás 20. Las propias competencias emocionales y un adecuado conocimiento del proceso de duelo pueden orientar y facilitar la tarea de respaldar a las personas que transitan el camino del duelo. A tal efecto, se incluyen algunas ideas al respecto. Acostumbra a ser e ficaz…
Estar disponibles cuando lo requieran. Es importante que si decidimos acom pañar a un familiar o un amigo en el proceso de duelo por el divorcio, mantengamos nuestro apoyo más allá de los primeros días. Generalmente sucede lo contrario. Hacerles sentir que estamos a su lado. Muchas veces la mejor compañía es el silencio atento y cálido. No es necesario darles soluciones ni abandonarse a divagaciones. Reforzar los gestos que transmitan proximidad y calidez Facilitar la expresión de los sentimientos. Podemos hacerlo de diversas maneras: − Ayudando a verbalizar, poniendo nombre a los sentimientos. − Pidiéndole que nos cuente su versión del proceso de separación y lo que
para él/ella representa. Muchas veces necesitan relatar una y otra vez los mismos hechos, pero esta repetición es útil para la toma de conciencia de la nueva situación, y para asimilar gradualmente los hechos.
− Apoyando y validando la expresión no verbal de sus sentimientos (llanto).
Tranquilizar. Asegurándoles que se trata de un proceso normal, y que lo que sienten es propio del proceso de duelo. También legitimando sus emociones, incluso cuando se trata de emociones vividas con sensación de culpabilidad; por ejemplo cuando sienten alegría o alivio, ayudándoles a permitirse estos momentos de sosiego. Aceptar y respetar todas las emociones que a floren. Es importante no forzar la calma cuando se encuentran en plena rebelión; tampoco forzar el ánimo cuando se hallan en plena depresión.
20. Ibíd. Pág. 227. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Ser pacientes, respetando los tiempos, sin tratar de imponer nuestro ritmo. Nuestro familiar o amigo requiere tiempo para ir asimilando de forma gradual la pérdida hasta abandonar la actitud de negación o rechazo. Mantener actitudes que faciliten la aceptación de la pérdida. Ya sea no alimentando fantasías de reconciliación; o bien ayudándoles a «vivir sin él/ella» y ofreciéndoles apoyo logístico en algunas tareas durante el período de adaptación; o bien inventando algún ritual que les ayude a despedirse de la pareja y de su vida anterior. Desaconsejando los cambios radicales cuando el divorcio es aún reciente. En momentos de tempestad emocional es recomendable no tomar decisiones de mucha trascendencia (venta de propiedades, cambio de empleo, adopción, etc.). ¡El divorcio en sí ya representa un cambio muy radical!
Sugerencias para escuchar activamente TÉCNICAS
OBJETIVOS
LENGUAJE VERBAL Y
Mostrar interés
(empatía)
Favorecer que hablen
Hacer de «espejo»
(reflejar)
Ayuda a tomar conciencia de los sentimientos
EJEMPLOS
NO VERBAL
Silencio atento Contacto ocular Proximidad No frases hechas No opinar No juzgar
Reflejar los sentimientos del interlocutor
«¿Cómo te sientes?» «Lo entiendo...» Asentir con la cabeza Con murmullos: «Ahá»; «Mmm»
«¿Te entristece que…?»
5. EL DUELO DE LOS HIJOS Y DE LOS ALUMNOS. ¿CÓMO PODEMOS AYUDARLES A AFRONTARLO? Nosotros, padres y educadores, enseñamos un sinfín de cosas importantes para la vida a nuestros hijos y a nuestros alumnos, pero a veces olvidamos prepararles para afrontar las pérdidas. A menudo, nosotros mismos carecemos del entrenamiento emocional necesario para hacer frente a tales circunstancias. Precisamente, el espacio dedicado al duelo de los adultos, pretende aportar elementos que faciliten este «trayecto del dolor». Y es que, sólo si disponemos de recursos emocionales con los que afrontar tales situaciones, podremos enseñar a nuestros hijos y a nuestros alum156
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El divorcio emocional: el duelo
nos a gestionarlas. Por desgracia, no está a nuestro alcance evitar que sufran a causa de la separación de sus padres, pero sí podemos acompañarles en su dolor, haciendo que éste sea más llevadero. Así, la recuperación emocional de los hijos depende, en gran medida, de la capacidad de padres y educadores para abordar las emociones propias de esta situación y darles un cauce adecuado.
5.1. Comprendiendo su duelo: la tristeza y la pena Como es sabido, las pérdidas forman parte de la vida y de nada sirve negar la evidencia; conviene hacerles frente y gestionar el impacto emocional que producen. Hemos visto también que hay muchas clases de pérdidas, y que no todas son de la misma magnitud que el divorcio. Al igual que los adultos, los niños que viven una situación de divorcio, afrontan múltiples pérdidas:
Convivirá menos tiempo con uno de los padres (aunque sea de forma alternativa).
La familia ha cambiado y nunca volverá a ser como antes.
Tal vez pierda el contacto (total o parcial) con algún miembro de la familia.
Tal vez pierda amigos (hijos de los amigos de los padres que interrumpen su relación a consecuencia de la separación).
Perderá rutinas.
Perderá seguridad.
Tal cambie de vivienda o de lugar de residencia.
Tal vez cambie de escuela.
La reacción de los hijos al conocer la noticia de la separación de sus padres varía en función de su forma de ser, y de su etapa evolutiva. La respuesta inmediata del hijo al conocer la noticia de la separación de sus padres, suele ser de entumecimiento, tratándose de un estado temporal cuya duración depende de cada niño. Por otro lado, la reacción de los niños ante el divorcio de los padres suele incluir los sentimientos propios del proceso de duelo: cólera, miedo, culpa, tristeza, etc.
5.2. Mitos relacionados con la tristeza de los niños Los modelos de afrontamiento de las emociones se transmiten de generación en generación; así, aprendemos de padres, educadores y demás adultos signi ficativos, © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
cómo abordar la ira, el miedo, la tristeza, etc. Algunos de estos modelos resultan adecuados para gestionar las emociones, pero otros no propician la salud emocional. A partir del libro de James21, quiero referirme a un conjunto de mitos relacionados con la tristeza de los niños, que convendría revisar y cambiar por fórmulas más acordes con los valores de la educación emocional. 5.2.1. Mito número 1. ¡No te sientas mal!
A lo largo de los años, hemos adoptado la idea de que «está mal sentirse mal». Creemos erróneamente que ignorar o dejar de lado las emociones negativas es una buena estrategia para lograr el bienestar. Probablemente, la confusión emocional de nuestra sociedad se deba a esta prohibición, explícita o implícita, para sentir tristeza o dolor. Si los adultos no nos permitimos sentir estas emociones, difícilmente podremos como padres o educadores, aceptar el malestar de hijos y alumnos. Así pues, la mayoría de personas apoyan las emociones positivas y no suelen hallar di ficultades para manifestar sentimientos de alegría o de felicidad. Pocas veces nos sentimos obligados a justi ficar el motivo de nuestro contento; por el contrario, cuando estamos tristes, nos vemos obligados, a menudo, a razonar acerca del origen de nuestra aflicción. Se diría que existe cierta premura por borrar las manifestaciones de tristeza o de dolor. Tal vez debamos preguntarnos por qué podemos sentirnos bien como respuesta a acontecimientos positivos, y no podemos, en cambio, sentirnos mal ante los acontecimientos negativos. Retomando el concepto de «parejas de emociones» que pro pone Suares, no puede concebirse la alegría sin la tristeza, y viceversa. Si podemos sentirnos contentos, debemos también podernos sentir a fligidos. No sea que en el empeño por no sentirnos mal, lleguemos a no sentir. Los recién nacidos comunican sus emociones con intensidad, pero aprenden desde la más temprana edad qué conductas son recompensadas y cuáles provocan rechazo. Si padres y educadores no transmitimos la idea de que la tristeza y de dolor son emociones normales y útiles, los niños disimularán o esconderán esta clase de sentimientos. Por el contrario, si les permitimos experimentar estas emociones, les estamos animando a integrarlos con toda normalidad a su vida, y les proporcionamos herramientas adecuadas para poder hacer frente a situaciones difíciles. De este modo, diseñamos para ellos un modelo e ficaz en el manejo de las emociones. 21. El apartado del duelo de los niños se ha elaborado a partir de: James, J.W., et al. (2002). Cuando los niños sufren. Madrid: Los Libros del Comienzo.
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El divorcio emocional: el duelo 5.2.2. Mito número 2. ¡Sustituye la pérdida!
Las primeras pérdidas que afrontan los niños suelen ser objetos hacia los que siente una especial predilección: un chupete, un osito de peluche, unos zapatos, etc. Con frecuencia, ante el llanto del niño, nos apresuramos a comprarle otro objeto igual o similar, que sustituya al que ha perdido. Con la mejor de las intenciones, pretendemos «anestesiar» el dolor que conlleva la pérdida, pero el mensaje implícito que transmitimos a los niños es: «No sientas lo que sientes». Lejos de facilitar la toma de consciencia de la emoción, enmascaramos su dolor y le privamos de un aprendizaje emocional primordial; si no aprende a reconocer su tristeza, difícilmente podrá aceptarla. Por otra parte, el niño necesita afrontar las frustraciones; sólo así desarrollará los recursos emocionales con qué abordarlas. Cuando los adultos «sustituimos la pérdida», sobreprotegemos al niño y le impedimos que desarrolle su potencial para encarar situaciones adversas. Del mismo modo, conviene que los adultos valoremos la importancia de las relaciones del niño con personas, animales u objetos, y les enseñemos a considerar cada relación como única y especial. Así, cuando el niño afronte una pérdida –una mascota, por ejemplo– debemos permitir que cierre el círculo emocional con la relación anterior, antes de empezar una nueva relación –que también será única y especial–. Si adquirimos con demasiada urgencia un nuevo objeto o mascota, y desviamos el dolor hacia un sustituto, no sólo impedimos que reconozca sus emociones, sino que le enseñamos que las relaciones son de «usar y tirar». No se trata de alejar a los niños de su realidad emocional, sustituyendo la pérdida, sino de hacerle frente. Y ello implica escuchar su relato, compartir su pena y mostrarle nuestro apoyo; sólo así legitimamos su tristeza y le transmitimos seguridad para abordar la situación. Si además le ayudamos a verbalizar su malestar, a poner un nombre a su pena, le estamos facilitando el camino hacia la recuperación. 5.2.3. Mito número 3. ¡Sufre en solitario!
Se nos enseña que «no está bien sentirse mal»; y, si no logramos esconder nuestro dolor, se tolera que mostremos la pena «cuando los demás no nos vean». De esta forma, aprendemos que las emociones negativas no son aceptables, ni en público ni en privado. De acuerdo con estos supuestos, y por temor al rechazo, algunas personas a fligidas optan por aislarse socialmente (¡No se re fiere al deseo sano y legítimo de espacios de soledad!). Paradójicamente, reímos en compañía de otros, pero lloramos a solas. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio 5.2.4. Mito número 4. ¡Sé fuerte!
El concepto de fortaleza se ha distorsionado tanto, que «ser fuerte» ha llegado a ser sinónimo de «no mostrar sentimientos negativos ante los demás»; en especial si estamos ante niños. Sin embargo, creo que una fortaleza adecuada a la realidad y a nuestra condición de humanos –no de semidioses–, da cabida tanto a las emociones positivas como a las negativas. Desde este convencimiento, podremos emplear nuestra energía en afrontar las adversidades, en vez de malgastarla reprimiendo los sentimientos desagradables que envuelven dichas situaciones. En una situación de divorcio, y cuando uno o ambos progenitores se muestran especialmente a fligidos, puede que también recurramos a esta falsa fortaleza, y pidamos a los niños que sean «fuertes por papá o por mamá». Pues bien, con esta demanda cometemos el error de responsabilizar a los hijos del estado de ánimo de sus padres, algo que no les corresponde en absoluto, y podemos alentar sentimientos de culpa en ellos. De este modo, instándoles a que sean fuertes por nosotros, sobrecargamos injustamente la tarea de elaboración de su propio duelo. En igual sentido, los niños vienen a ocupar, a menudo, el vacío que la pareja ha dejado tras la separación. Resulta del todo comprensible que, desde el dolor, las personas recién separadas se vuelquen en la calidez que regalan los hijos con su sola presencia, pero es importante que eviten que lleguen a asumir el papel de cuidadores de sus padres. Conviene evitar por tanto, las situaciones que colocan a los niños en un lugar que no les corresponde: que duerman en nuestra cama para amortiguar la sensación gélida de la cama vacía; que se conviertan en nuestras niñeras cuando nos invade la tristeza y el desánimo, etc. Sin duda, podemos hacer alguna excepción a la regla y permitirles que duerman alguna noche con nosotros, o que nos preparen, amorosos, alguna cena sencilla. También es posible aprovechar estas ocasiones especiales para intimar con ellos, para hablar de sus miedos, de su tristeza; y para mostrarles asimismo otros sentimientos positivos (gratitud, consuelo, etc.). De lo que se trata, en suma, es de no permitir que tales excepciones se instalen de forma definitiva, pues los niños necesitan esencialmente seguir siendo niños; y para que ello sea posible, en muchas ocasiones deberemos «hacer de tripas corazón», y mantenernos en nuestro papel de padre o de madre. 5.2.5. Mito número 5. ¡Mantente ocupado!
La idea que se halla tras este mandato es «cuanto más ocupado estés, menos sentirás el dolor». Una actividad desmesurada como respuesta al dolor actúa a modo de espejismo, de tal suerte que, embarcados en un sinfín de actividades, tenemos la sen160
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El divorcio emocional: el duelo
sación de estar ocupados en la elaboración de las emociones vinculadas a la pérdida. Pero únicamente logramos distraer el dolor y enterrarlo con más o menos eficacia. 5.2.6. Mito número 6. El tiempo lo cura todo
Este mito está muy arraigado e intenta persuadirnos de que el tiempo cura las heridas emocionales. De acuerdo con esta creencia, basta con esperar el paso del tiempo, para que desaparezca el dolor. Y, en efecto, para restablecernos de una pérdida, necesitamos tiempo, pero el tiempo no es una fuerza activa y no resuelve, por sí solo, el dolor emocional.
5.3. Factores que pueden dificultar la elaboración del duelo en los niños A continuación, se expone una relación de elementos que pueden entorpecer el proceso de duelo en los hijos, y que puede servir de guía a padres y a educadores a la hora de acompañar a niños y jóvenes, en la elaboración de la pérdida:
Las esperanzas de reconciliación de los padres, que pueden ser alentadas –sin darse cuenta– por los propios padres. Así, este aspecto está íntimamente relacionado con el duelo de los adultos, y sus propias fantasías de reconciliación, y puede contribuir a aplazar el afrontamiento de la pérdida. También puede ser debido al deseo de trastocar al mínimo las rutinas de los hijos; así, la expareja puede llegar a pasar tanto tiempo en el que antes fuera hogar conyugal, que confunda al niño, y no acierte a ver la diferencia entre el «antes» y el «después» de la separación de sus padres. Así pues, sin renunciar a compartir el mayor tiempo posible con los hijos, conviene que los padres distingan claramente los dos hogares que, tras el divorcio, van a conformar la nueva realidad de padres e hijos. Se trata de facilitarle el afrontamiento de la pérdida y su posterior aceptación. Los conflictos de lealtad hacia los padres, que generan sentimientos contradictorios hacia uno o ambos progenitores, di ficultando su adaptación a las nuevas circunstancias. No participar en los preparativos que conllevan los cambios que seguirán a la separación. Es frecuente que los padres, con intención de ahorrar molestias a los hijos, no cuenten con ellos para preparar una mudanza, etc. No obstante, que los hijos vivan de cerca estos preparativos puede ser de utilidad, ya que éstos pueden actuar a modo de ritual y facilitar la transición de una etapa a la siguiente.
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Cómo afrontar el divorcio
El exceso de cambios en su rutina, que supondrá un exceso de pérdidas y la imposibilidad de que sean elaboradas. Por ello, se recomienda no producir más alteraciones de las necesarias en la vida de los hijos; así tal vez sea conveniente desestimar o aplazar un cambio de escuela, un cambio de ciudad, etc. La negación de la nueva realidad, por parte de padres, amigos, etc. En ocasiones, y con ánimo de proteger al niño, el entorno inmediato actúa «como si nada hubiera ocurrido». Lejos de facilitar las cosas, complica al hijo la aceptación de la pérdida. El duelo patológico de los padres di ficulta, sin duda, el duelo de los hijos. La prohibición de la emoción de la tristeza, por parte de los padres o del entorno del niño, impidiendo que el niño mani fieste su pena y pueda aceptarla.
6. ESTRATEGIAS PARA AYUDAR A LOS NIÑOS A AFRONTAR EL DUELO «Se dice que las lágrimas que no se derraman se depositan sobre el corazón y que, con el tiempo, hacen una costra que lo paraliza, del mismo modo que la cal se incrusta y paraliza los engranajes de una lavadora. Es importante permitirse expresar la tristeza y también aprender a dar permiso a los demás para que la expresen. La represión y la contención excesiva bloquean el proceso de duelo» 22. Esencialmente, padres y educadores pueden ayudar a los niños a través del proceso de duelo, permitiendo que expresen las emociones que forman parte de este recorrido por el dolor. Así, desde la educación emocional, padres y educadores deben procurar transmitir que aceptan todas las emociones, y que no les asustan ni sus pro pios sentimientos, ni los de sus hijos o alumnos. Y, con respecto a la tristeza, comunicar que los sentimientos de pena son adecuados, y que pueden ser expresados. Desde esta perspectiva, las ideas clave para acompañar a los niños en el duelo son las siguientes:
Aceptar la tristeza en uno mismo. Aceptar las manifestaciones de pena en el niño y no ignorar, ni minimizar, su tristeza.
22. Conangla (2004), op. cit. pág. 134.
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Ayudarle a expresar la pena y no esperar a que la tristeza desaparezca por sí sola.
En esta línea, la mejor estrategia consiste en escuchar a los niños, agradeciendo que confíen en nosotros para compartir los sentimientos que les a fligen. No es preciso que les demos consejos, necesitan únicamente que estemos a su lado, física y emocionalmente. También podemos recurrir a nuestra imaginación e inventar estrategias que hagan el proceso más soportable para los hijos; así, podemos confeccionar un calendario con el niño, donde pueda visualizar el día en que podrá volver con el otro progenitor; confeccionar dos ejemplares y tenerlos en casa de ambos padres y colgarlos en un lugar visible. Los educadores pueden apoyar a los alumnos en el proceso de duelo, a través de los diversos ejercicios que se realizan en clase con el objetivo de educar las emociones. No acostumbra a ser e ficaz… En ocasiones, utilizamos estrategias para reconfortar a los niños que no atienden con eficacia las emociones dolorosas, y logran únicamente «tapar los síntomas». NO es, por tanto, recomendable:
No permitirles expresar la pena: «No llores, ¡sé valiente!». Sabemos que la valentía no está reñida con la tristeza. «Distraer» la pena: «No estés triste, ¡ahora tendrás dos fiestas de cumpleaños en vez de una!».
Anestesiar el dolor con golosinas: el niño se sentirá diferente pero no mejor.
Compensar el dolor con juguetes: es una forma de sustituir la pérdida.
Minimizar la tristeza: «No quiero verte así de triste, ¡yo sí tengo motivos para estar triste y no me quejo!». Forzar la recuperación: «El primer fin de semana que pasamos juntos, y no pareces muy contento». Presionamos y, además, añadimos culpa a la a flicción. Culpabilizarles: «¡Seguro que cuando estás con papá/mamá no pones esta cara!».
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Capítulo VIII Habilidades de interacción social para ex parejas
Em pregunto perquè mai no sabré comprendre que l’adéu d’un amor faci sempre oblidar moments de tendresa.
Me pregunto por qué nunca sabré comprender que el adiós a un amor hace siem pre olvidar momentos de ternura. (Lluís Llach)
Un profesor de Psicología de la Universidad de Valencia 1 consultado a menudo por los jueces en casos de divorcio, se re fiere al «odio, aparentemente sobrehumano, que cuando se apodera de los corazones de los hombres y de las mujeres que han dejado de amarse, les lleva a buscar la forma más profunda y cruel de hacer daño al otro». No podemos olvidar que cuando dos personas se separan, dejan de ser pareja, pero no dejan por ello de ser padres, por lo que siguen compartiendo la responsabilidad de la educación y el cuidado de sus hijos. Cuando la pareja que se divorcia tiene hijos en común, debe afrontar el duelo por el final de la pareja conyugal, a la vez que la construcción de la nueva relación como pareja parental. Y es que los hijos necesitan a ambos padres asó como una relación entre éstos razonablemente amistosa y cordial. En consecuencia, los padres deberán poner todos los medios a su alcance para que se diluya el rastro de hostilidad y de dolor que pueda haber dejado la separación tras de sí, a fin de poder relacionarse de forma constructiva como pareja parental. De lo contrario, su relación corre el peligro de adoptar la forma de una guerra más o menos 1. Segura (2005), op. cit. pág. 59. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
sutil, en la cual sus hijos queden irremediablemente atrapados en el fuego cruzado entre ambos, más allá de haberse legalizado su ruptura conyugal. Inevitablemente, los padres divorciados deberán mantener encuentros para coordinar, organizar, negociar o resolver aspectos relacionados con la educación y el cuidado de sus hijos. Ya sean temas recogidos en los acuerdos del divorcio –vacaciones, fines de semana, etc.–, o bien cuestiones de tipo práctico de carácter más imprevisto –reunión con el/la tutora, problemas de salud, etc.–. Si bien resulta del todo com prensible que las heridas emocionales lleven a algunos padres a evitar encontrarse con la expareja, cuando el divorcio es aún reciente. En estos casos pueden optar por evitar el contacto «en vivo y en directo» y recurrir a una alternativa que les permita sentirse más resguardados –teléfono, correo electrónico, etc.–. Una vez restablecidos, conviene que apuesten de finitivamente por cooperar, pues los niños sufren más cuando la separación afecta la relación coparental: la cooperación entre los padres después del divorcio y la forma en que resuelven sus con flictos, aparecen como unos de los factores más importantes en la adaptación psicosocial de los niños2.
1. FORMAS MÁS HABITUALES DE RELACIÓN ENTRE PADRES DIVORCIADOS Después de la separación, y en función de la frecuencia y del grado de interacción, la relación entre los padres adopta formas diversas 3:
Coprogenitores Denominado coparenting en los países donde esta forma de relación parental está más extendida. El vínculo entre los excónyuges es de amistad, con una estrecha colaboración entre ambos. Así, además de repartirse la responsabilidad de la educación de sus hijos y de tomar de mutuo acuerdo las decisiones relativas a ellos, la expareja suele hablar con frecuencia, llegando incluso a realizar actividades sin la presencia de sus hijos. En este tipo de relación, los hijos suelen vivir con uno de los padres y pasar largos períodos con el otro progenitor, manteniendo una relación fluida con cada uno de ellos. También es habitual que padres (expareja) e hijos se reúnan a menudo y lleven a cabo actividades conjuntamente. En este modelo 2. Cámara y Resnick (1998) cit. por Fernández Ros y Godoy Fernández, 2002, pág. 76. 3. Según Fernández Ros y Godoy Fernández (2002), págs. 52-54.
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Habilidades de interacción social para exparejas
se anima a los hijos a mantener contacto con el progenitor no-conviviente, ya sea llamando por teléfono, visitándolo/a, etc.
Progenitores colegas Consiste en un modelo de relaciones paternas en paralelo en el cual los excónyugues mantienen una relación cordial, respetando mutuamente sus criterios educativos, con buenos acuerdos respecto al tiempo que comparten con los hijos y no inter fieren en las decisiones del otro cónyuge en relación con los hijos. No obstante, y a pesar del buen entendimiento, no acostumbran a mantener encuentros más allá de tratar temas relativos a los hijos. En este contexto, los hijos viven con uno de los progenitores y realizan visitas, más o menos prolongadas, al hogar del otro progenitor; sin embargo, estas reuniones acostumbran a realizarse con el padre o la madre, por separado.
Padres competitivos Ambos se ocupan de los hijos, pero viven instalados en el desacuerdo y la crítica, cuestionando a menudo las decisiones del otro progenitor. En este contexto familiar, cuando existen encuentros entre la pareja parental, suelen producirse frecuentes dis putas en presencia de los hijos; en otros casos optan por evitar el contacto con el otro cónyuge. Es frecuente que los hijos se vean presionados (más o menos sutilmente) para ‘tomar partido’ por uno de los padres. Los hijos conviven con uno de los progenitores y no se fomenta el contacto con el progenitor no conviviente; en ocasiones se llega a prohibir la visita al hogar del progenitor no custodio –en especial cuando los niños son más pequeños–. El malestar que ocasiona en los hijos este modelo de relación parental suele re flejarse en forma de tensión e irritación, pues suelen verse obligados a realizar verdaderos malabarismos para poder mantener una relación distendida con el progenitor que no convive con ellos. En este ambiente enrarecido, abundan el desconcierto y los con flictos de lealtad entre los hijos; en ocasiones, éstos llegan a optar también por el chantaje emocional, para manejar a los padres en su provecho.
Padres enemigos Los excónyuges mantienen una actitud abiertamente hostil entre ellos. En este contexto familiar, sólo uno de los padres se ocupa de los hijos, ya sea porque el otro progenitor los desatiende voluntariamente o porque el progenitor custodio se lo impide. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
En este tipo de relación parental, si el progenitor que convive con los hijos cum ple adecuadamente su función de padre o madre, los hijos se desarrollan con cierta normalidad. A menudo, intentan contactar con el otro progenitor cuando llegan a la adolescencia o cuando son ya adultos. Por el contrario, cuando el progenitor que convive con los hijos tiene problemas psicológicos o se instala en el rencor hacia el excónyugue, éste se convierte en una presencia permanente, ya sea porque se le idealiza o bien porque se convierte en la «cabeza de turco».
2. HABILIDADES DE INTERACCIÓN SOCIAL PARA LA PAREJA DE PADRES El punto entre el «campo de la paz» y el «campo de la guerra» donde se encuentre la pareja que acaba de divorciarse, dependerá de cómo haya afrontado y resuelto los conflictos que les han llevado a separarse (sus «viejas diferencias»). Después del divorcio, deberán gestionar la nueva situación, que comportará a su vez afrontar y armonizar «nuevas diferencias». Hemos visto que cuando la pareja parental se atasca en la resolución de sus conflictos, puede acudir a la Mediación Familiar. Esta constituye un recurso e ficaz como facilitador de la comunicación entre las partes y, por sus características, ayuda a preservar la continuidad de la relación coparental. Pero, tanto si optan por acudir a un proceso de mediación, como si se sienten capaces de «armonizar sus diferencias» sin la ayuda de un tercero, pueden recurrir a la Educación Emocional para proveerse de herramientas adecuadas; en este caso, las habilidades de comunicación necesarias para lograr o mantener una relación constructiva y fluida entre ambos. Utilizar habilidades de comunicación adecuadas no garantiza ser escuchados o comprendidos por nuestro interlocutor, pero constituye la mejor opción posible para poder hacer llegar nuestro mensaje de forma e ficaz a la otra persona, y con menos probabilidades de generar un conflicto, o de que escale un con flicto existente. A continuación se exponen las habilidades de interacción social 4 que pueden facilitar una relación fluida entre los excónyugues. 4. Excepto algunas aportaciones puntuales de otros autores, el contenido de este apartado se basa en Salmurri (2004), op. cit. págs. 110-125 y 139-141.
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2.1. Comunicación no verbal La expresión no verbal nos proporciona información muy valiosa: cuando nos comunicamos con otra persona no sólo hablamos con las palabras, sino que «todo nuestro cuerpo habla» 5; las investigaciones al respecto señalan que la palabra sólo interviene en un 7%, mientras que el tono de voz representa un 38%; y el lenguaje de los gestos, la postura corporal y la expresión facial un 55%. Se muestran, de forma esquemática, los elementos que intervienen en la comunicación no verbal: Comunicación no verbal Aspectos de la comunicación donde NO interviene la palabra
cuerpo
Expresión facial Contacto ocular Gesticulación de brazos y piernas Postura corporal Distancia Tono Resonancia Valumen Articulación Velocidad y ritmo
voz
Para mejorar este aspecto de la comunicación es importante que revisemos cómo usamos cada uno de estos aspectos y que cambiemos aquellos que lo requieran. El contacto ocular y la expresión facial tienen especial relevancia, siendo recomendable mirar a nuestro interlocutor a la cara, modulando nuestra expresión de acuerdo al mensaje que queramos transmitir. En este sentido, conviene recordar la importancia de que coincida nuestra expresión con el contenido emocional de nuestro mensaje. También son relevantes los gestos que acompañan nuestro lenguaje verbal 6, que pueden enfatizar o rebajar la
5. Urpí, M. (2004). Aprender comunicación no verbal. Barcelona: Paidós. Pág. 91. 6. Ibíd. Págs. 50-52-58-93 y García Ribas (2004) op. cit. pág. 49. © WK Educación
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intensidad del mensaje, así, los gestos que contradicen aquello que decimos pueden dar una impresión de poca credibilidad, de inseguridad e incluso de manipulación. Por otra parte, la distancia que mantenemos con respecto a nuestro interlocutor tam bién condiciona la comunicación. Hall 7 establece cuatro zonas: de 0-45 cms se considera distancia íntima; de 45-120 cms es considerada como distancia personal; de 120-130 cms se estima distancia social; y más allá de 350 cms se considera distancia pública. Dependiendo del tipo de relación que deseemos establecer, no respetar estas distancias, puede provocar inquietud o molestia –si nos acercamos demasiado– o no permite crear un ambiente de intimidad. Asimismo, debemos prestar atención al tono de voz, ya que éste es esencial para que transmitamos a nuestro interlocutor exactamente aquello que queremos, pues «el tono es el regulador entre el sentimiento y la expresión, entre lo que sentimos y lo que verbalizamos» 8. Sabemos que las emociones producen alteraciones en nuestro organismo que condicionan la respiración y, también, la voz. Así, cuando hablamos en público y sentimos miedo, nuestra voz se resiente y nos cuesta más transmitir aquello que deseamos, pues el miedo «cierra» la respiración y hace que hablemos en un tono agudo que puede resultar desagradable a nuestro oído y a la audiencia. Del mismo modo, la alegría tiende a aumentar el tono de voz –le da más gravedad– pues el cuerpo está más erguido y la voz se expande con más facilidad; la tristeza o la preocupación, por el contrario, tienden a bajar el tono de voz, pues el cuerpo se encoge y la respiración se expande con di ficultad desde el abdomen. Así pues, tomar conciencia de nuestro tono de voz –triste, alegre, enfadado, etc.–, es importante para optimizar nuestra comunicación. También cabe considerar el volumen de la voz: un volumen bajo tiende a asociarse a la confianza, a la atención y a la comprensión –también puede expresar falta de confianza o una actitud pasiva–; un volumen alto suele manifestar intención de mando, demanda de reconocimiento de superioridad o agresividad.
2.2. Escuchar activamente «Escuchar (auscultare ) es, siguiendo la misma etimología de la palabra, oír con delicadeza y cuidado. En el fondo, es ser cuidadoso con el otro (…).Exige concentración, voluntad de descifrar el mensaje del otro, de entender qué dice y sobretodo porqué dice lo que dice; consiste en captar las razones que lo conducen a expresarse. El buen escuchador no se detiene en las palabras del otro. Busca la entraña invisible 7. Cit. por Salmurri (2004), op. cit. pág. 112. 8. Urpí (2004), op. cit. pág. 50.
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Habilidades de interacción social para exparejas
de sus palabras, lo que no dice explícitamente, pero que dice a través de ellas. Voluntad de comprender: he aquí la base del acto de escuchar» 9. Para mejorar nuestra capacidad de escucha, se proponen los siguientes pasos 10:
Implicarse en la comunicación, intentando aclarar, resumir, hacer preguntas, retroalimentando aquello que nos está comunicando la otra persona. Escuchar con empatía, constituye la mejor fórmula para escuchar activamente. Implica «ponerse en la piel del otro», sin juzgarle y sin que necesariamente compartamos su punto de vista, pues el objetivo de la escucha radica en com prender no en evaluar 11. Se trata de comprender desde el corazón, sintiendo con él, más que pensando como él. Escuchar con la mente abierta, lo cual signi fica estar dispuesto a escuchar sin juzgar ni condenar, a cambiar de opinión y a no tener razón. Se trata escuchar con toda la atención. Para aprender a escuchar con la mente abierta, Urpí 12 recomienda concentrarse en la respiración mientras la otra persona habla, para mantener la mente limpia de todo diálogo interior. Escuchar con conocimiento, que implica estar dispuesto a pedir aclaraciones y a manifestar discrepancias si las hay.
Entre los hábitos que di ficultan la escucha activa figuran:
Comparar o compararse.
Adivinar lo que piensa la otra persona. Hacer suposiciones.
Estar preparando el siguiente comentario.
Estar sólo interesado en algún tipo de información y desatender el resto.
Juzgar, etiquetar, prejuzgar.
Pensar en otras cosas.
Dar consejos.
Buscar desacuerdos. Discutir.
Tener razón. Hacer lo posible para evitar equivocarse.
Cambiar de tema. Hacer bromas para evitar al otro.
Estar únicamente pendiente de gustar al otro.
9. 10. 11. 12.
Torralba, F. (2006). L’art de saber escoltar. Lleida: Pagès Editors, págs. 15, 17 y 18. Según McKay, Davis y Fanning, cit. por Salmurri (2004) págs. 114-115. Mendieta, C. y Vela, O. (2005). NI TU NI JO. Com arribar als acords. Barcelona: Graó. Pág. 56. Urpí (2004), op. cit. págs. 108-109.
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2.3. Asertividad La asertividad13 se define como aquella habilidad interpersonal que implica la ex presión directa de la defensa de los propios derechos y opiniones personales sin negar los derechos y las opiniones de los demás. De este modo, la asertividad no evita ni resuelve por sí sola los con flictos pero constituye un buen recurso para afrontarlos. La asertividad es una conducta, y como tal puede aprenderse. Para ello podemos seguir el siguiente método de tres fases:
Reconocer nuestro estilo de conducta (asertiva, agresiva o pasiva). Si se trata de una conducta agresiva o pasiva, decidir si es conveniente cam biarla. Aplicar y practicar las técnicas asertivas para modi ficar la conducta agresiva o pasiva, y convertirla en asertiva.
Existen tres modelos de conducta interpersonal: la agresiva y la pasiva, que son conductas no-asertivas; y la conducta asertiva. Los dos primeros modelos se corres ponden con los modelos de conducta genética propios de los mamíferos, la conducta de lucha (agresiva) y la conducta de huída (pasiva). En ambos casos las emociones resultantes son negativas. Por el contrario, la conducta asertiva, al ofrecer la posibilidad de relacionarse o de resolver los con flictos de forma razonable, comporta emociones positivas –alegría, satisfacción, etc.–, y se muestra como la más adecuada. 1.- Conducta agresiva
Se caracteriza por defender en exceso los derechos e intereses personales, sin tener en cuenta los de los demás. Este estilo de conducta acostumbra a provenir de una falta de autocontrol de la emoción de la ira e incluye las agresiones físicas y las expresiones verbales y no verbales de carácter agresivo. Algunas de estas manifestaciones de conducta agresiva pueden estar más o menos encubiertas, como por ejemplo el sarcasmo, las humillaciones más o menos sutiles, etc.; incluso pueden estar avalados por la propia sociedad (modelo competitivo). En general, esta conducta comporta escasa satisfacción, pues aunque logra sus objetivos a corto plazo, suele generar hostilidad y rencor en las personas agredidas, que acaban por evitar relacionarse con el agresor. Esta conducta acostumbra a derivar en soledad y aislamiento, llegando a generarse un círculo vicioso que retroalimenta este tipo de conducta, y que va en detrimento de la autoestima. 13.
El subapartado correspondiente a la Asertividad se ha elaborado a partir de Paula (2005), Güell
(2005) y Salmurri (2004).
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Habilidades de interacción social para exparejas
La actitud ante el con flicto de las personas que acostumbran a comportarse de forma agresiva, corresponde al modelo «ganar-perder» (modelo agresivo), en que la consecución de los propios objetivos se logra a costa de atropellar a los demás, utilizando si cabe gritos, amenazas, sarcasmo o humillaciones.
Estilo de comportamiento agresivo
ELEMENTOS NO
EMOCIONES Y
PATRONES DE
VERBALES
SENTIMIENTOS
PENSAMIENTO
Mirada fi ja Tono de voz elevado Habla precipitadamente Interrumpe al hablar Utiliza insultos y amenazas Contacto ocular amenazador Tensión corporal Invade el espacio del otro
Baja autoestima Enojo Sentimiento de culpa Sensación de perder el control Soledad Sensación de incomprensión Frustración Honestidad emocional
Piensan en «ganar perder» «No necesito respetar a los otros» «Solo importo yo» «Solo me respetan si soy agresivo/a» «Si no actúo así soy vulnerable» «No tolero que las cosas sean distintas a como yo las quiero» «Las cosas son blancas o negras»
2.- Conducta pasiva
Se caracteriza por no defender los derechos e intereses personales, respetando a los demás pero no a sí mismo. Las personas que se comportan de forma pasiva, pueden presentar problemas somáticos a consecuencia de la tensión que no exteriorizan; también es posible que sufran ataques repentinos y desmesurados de ira, y se comporten de forma agresiva. Otra consecuencia de este estilo de conducta es que menoscaba la autoestima de estas personas, que suelen sentirse inseguras y poco aceptadas. También suelen generar en los demás sentimientos de culpa («es tan buena persona»), o bien sentimientos de superioridad. El comportamiento pasivo puede generar falta de respeto en los demás, que pueden sentirse tentados a abusar de la «bondad» de estas personas. La conducta pasiva no suele conducir al logro de los objetivos deseados, lo cual genera insatisfacción. Al igual que en el caso de la conducta agresiva, se genera un círculo vicioso que refuerza este estilo de comportamiento. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
La actitud ante el con flicto que se corresponde con este modelo de conducta es la de evitación. Así, la persona pasiva logra evitar los con flictos, aguantando y dejando de lado sus propios deseos y necesidades, lo cual genera un alto grado de insatisfacción.
Estilo de comportamiento inhibido ELEMENTOS NO
EMOCIONES Y
VERBALES
SENTIMIENTOS
Mirada baja Tono de voz bajo Bloqueos, dudas, silencios Rehuye la mirada «Muletillas» y falsas risas Expresión facial tensa Labios temblorosos Manos nerviosas Onicofagia Postura corporal de hundimiento Inseguridad para actuar Quejas frecuentes a terceros
Baja autoestima Sensación de impotencia Sensación de desamparo Sensación de perder el control Enojo Ansiedad Frustración Mucha energía mental contenida Frecuentes sentimientos de culpa Deshonestidad emocional Soledad
PATRONES DE PENSAMIENTO
«Los otros importan más que yo» «Debo sacrificarme por los demás» «No puedo negarme» «Necesito ser apreciado por los demás» «No quiero molestar con mis cosas» «Pienso que se aprovechan de mí» «Pienso que no me comprenden» «Pienso que me manipulan» «Pienso que no me consideran»
3.- Conducta asertiva
Se caracteriza por conocer y defender los propios derechos, respetando los de los demás. Este tipo de conducta implica expresar de forma explícita aquello que queremos decir, teniendo en cuenta nuestros derechos, pero respetando los de los demás, mediante habilidades de comunicación adecuadas. Esta conducta implica responsabilizarse del comportamiento y de sus consecuencias. Como se ha señalado, comportarse de forma asertiva no asegura la consecución de todo aquello que se desea, ni que se puedan eludir los con flictos; en cambio, sí ofrece mayores garantías de que nuestros mensajes lleguen a los demás, de forma clara y respetuosa, sin suscitar reacciones defensivas o airadas. Este estilo de comportamiento conlleva un mayor grado de satisfacción ya que esta fórmula permite una atención equilibrada de los propios deseos y de los ajenos; así, no impone más renuncias de las razonables y el proceso de «negociación» no suele dañar 176
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las relaciones. Este modelo de conducta se corresponde con el estilo colaborador de afrontamiento de con flictos, donde no se pretende ganar a toda costa, sino llegar a un acuerdo; la conducta asertiva permite a las partes expresar de forma clara los diferentes puntos de vista y propuestas con respeto y escuchando activamente a la otra parte. La fórmula asertiva resulta muy e ficaz y es aplicable a todos los ámbitos. No obstante, comportarse de forma asertiva no resulta fácil; es preciso aprender estos hábitos de conducta y practicarlos. Uno de los ámbitos relacionales donde resulta más difícil poner en práctica la asertividad es en las relaciones personales, debido a que hay muchos elementos emocionales y afectivos implicados. Ser asertivos en las relaciones con los niños favorece su autoestima, ya que supone tratarles con respeto y sin dañar sus derechos como persona. Si bien, ser padres o maestros asertivos no está en contradicción con definir y marcar normas, ni con mostrarse in flexibles con determinados comportamientos, aunque sin ser por ello agresivos. La asertividad permite también reconocer el derecho de los niños a cometer errores, sin menospreciarlos por ello.
Estilo de comportamiento asertivo EMOCIONES Y
ELEMENTOS NO VERBALES
Contacto ocular directo pero no desafiante Tono de voz adecuado a la conversación Habla fluida Tranquilidad Sin bloqueos ni «muletillas» Gestos firmes Postura cómoda Cuerpo relajado Manos sueltas Defensa sin agresión Habla de los propios gustos e intereses Discrepa abiertamente (sin agresión) Pide aclaraciones Dice que no cuando es preciso Acepta los errores si es necesario
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SENTIMIENTOS
Buena autoestima No se sienten inferiores pero tampoco superiores Están satisfechos en sus relaciones Están satisfechos consigo mismos Honestidad emocional (dicen lo que sienten) Sensación de control emocional Se respeta a sí mismo Respeta a los demás
PATRONES DE PENSAMIENTO
Piensa que tiene unos derechos y los ejerce Cree que todo el mundo tiene derecho a ser respetado Piensa que no es superior ni inferior a los demás Generalmente tiene convicciones racionales Frenan o desarman a los que le atacan Aclaran malentendidos Los demás se sienten valorados y respetados La persona asertiva suele estar considerada como buena pero no tonta.
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Cómo afrontar el divorcio
2.4. Habilidades de comunicación Para lograr comunicarnos de forma e ficaz, conviene tener presentes unas cuantas ideas básicas: No dar nada por supuesto. Nuestro interlocutor no puede adivinar nuestro pensamiento, necesita que nosotros le digamos lo que pensamos o lo que queremos.
Tener claro el objetivo del mensaje y transmitirlo de forma directa y clara.
Mostrar coherencia entre nuestro lenguaje verbal y no verbal.
Saber hallar el momento adecuado para transmitir nuestro mensaje. Se recomienda cierta inmediatez si bien, no es aconsejable actuar cuando estamos bajo los efectos de una emoción intensa y con el ánimo alterado. Tampoco resulta eficaz dejar transcurrir demasiado tiempo ya que puede ser interpretado como falta de interés, como una huida o incluso como una forma de agresión 14. Utilizar mensajes que mantengan abierta la comunicación. La asertividad es una habilidad de comunicación que permite mantener abierta la receptividad del interlocutor. Cuando se trata de comunicar algo positivo no suelen haber di ficultades, pero cuando el contenido es negativo es fundamental recurrir al mensaje en clave de «yo» que constituye un excelente facilitador de la comunicación, pues se centra en aquello que sentimos y no en aquello que hacen o dicen los demás. Este tipo de mensajes acostumbra a ser especialmente e ficaz para manifestar quejas, para solicitar cambios y para expresar sentimientos negativos. Los mensajes en «tú» son, por el contrario, grandes di ficultadores de la comunicación. El ejemplo ilustra la diferencia entre ambos tipos de mensajes: «No me siento comprendido, tal vez no me he expresado bien» (mensaje en «yo»); «Es que tú no me comprendes…» (mensaje en «tú»).
A continuación se exponen elementos que facilitan la expresión asertiva:
Elección del lugar y del momento adecuado.
Estados emocionales facilitadores.
Escuchar activamente.
Sentir empatía.
14. Bach y Darder (2004).
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Habilidades de interacción social para exparejas
Hacer preguntas abiertas y especí ficas.
Pedir la opinión.
Manifestar deseos y/o sentimientos mediante mensajes en los que el sujeto es uno mismo y no los demás.
Los mensajes deben ser consistentes y coherentes.
Aceptar una crítica o estar parcialmente de acuerdo con ella.
Información positiva.
Recompensar.
Utilizar el mismo código.
Detallar las condiciones y observaciones especí ficas.
Acomodar el contenido a las posibilidades o características del otro.
Expresar sentimientos.
Y elementos que dificultan la comunicación:
Tener objetivos contradictorios.
Lugar o momento poco apropiados.
Estados emocionales que perturben la atención, la comprensión y el recuerdo de los mensajes.
Acusaciones, amenazas y/o exigencias.
Preguntas recriminatorias.
Declaraciones del tipo «deberías…».
Inconsistencia, incoherencia o inestabilidad de los mensajes.
Cortar la conversación.
Etiquetar.
Generalizaciones del tipo «nunca» o «jamás».
Consejos prematuros no solicitados.
Utilización de términos poco precisos.
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Cómo afrontar el divorcio
Juzgar los mensajes del interlocutor.
Ignorar mensajes importantes.
Interpretar y emitir «diagnósticos de personalidad».
Disputa sobre diferentes versiones de sucesos pasados.
Justificación excesiva de las propias posiciones.
Hablar en «ruso»
No escuchar.
3. DEFENSA Y RESPETO DE LOS DERECHOS PERSONALES Ser asertivos implica respetar los derechos de los demás, al tiempo que respetamos los propios derechos. Es preciso conocer cuáles son estos derechos para poder así respetarlos, reclamarlos y defenderlos tanto con los demás como con nosotros mismos.
SUPOSICIONES TRADICIONALES ERRÓNEAS
DERECHOS LEGÍTIMOS
Es ser egoísta anteponer las necesida- Algunas veces, tienes derecho a ser el des propias a las de los demás primero/a Es vergonzoso cometer errores. Hay que tener una respuesta adecuada para cada ocasión
Tienes derecho a cometer errores
Si uno/a no puede convencer a los demás de que sus sentimientos son razonables, debe ser que está equivocado/a o bien que se está volviendo loco/a
Tienes derecho a ser el juez último de tus sentimientos y aceptarlos como válidos
Hay que respetar los puntos de vista de los demás, especialmente si desempeñan algún cargo de autoridad. Guardarse las diferencias de opinión para uno/a mismo/a; escuchar y aprender
Tienes derecho a tener tus propias convicciones y convencimientos
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Hay que intentar ser siempre lógico/a y Tienes derecho a cambiar de idea o de consecuente acción Hay que ser flexible y adaptarse. Cada Tienes derecho a la crítica y a protestar uno/a tiene sus motivos y no es de bue por un trato injusto na educación interrogar a la gente No hay que interrumpir nunca a la gen- Tienes derecho a interrumpir para pedir te. Hacer preguntas denota estupidez una aclaración Las cosas podrían ser aún peores de lo que son. No hay que tentar la suerte
Tienes derecho a intentar un cambio
No hay que hacer perder a los demás Tienes derecho a pedir ayuda o apoyo su valioso tiempo con los problemas de emocional uno/a A la gente no le gusta escuchar que uno se encuentra mal, así que es mejor guardárselo para sí
Tienes derecho a sentir y expresar dolor
Cuando alguien se molesta en dar un consejo, es mejor tomarlo seriamente en cuenta, porque suele tener razón
Tienes derecho a ignorar los consejos de los demás
La satisfacción de saber que se ha hecho algo bien es la mejor recompensa. A la gente no le gustan los alardes; la gente que triunfa en el fondo, cae mal y es envidiada. Hay que ser humilde ante los halagos
Tienes derecho a recibir el reconocimiento por un trabajo bien hecho
Hay que intentar adaptarse siempre a los demás, de lo contrario no se encuentran cuando se necesitan
Tienes derecho a decir «no»
No hay que ser antisocial. Si dices que prefieres estar solo/a, los demás pensarán que no te gustan
Tienes derecho a estar solo/a aún cuando los demás deseen tu compañía
Hay que tener siempre una buena razón para todo lo que se siente y se hace
Tienes derecho a no justi ficarte ante los demás
Cuando alguien tiene un problema hay que ayudarle
Tienes derecho a no responsabilizarte de los problemas de los demás
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Cómo afrontar el divorcio
Hay que ser sensible a las necesidades y los deseos de los demás, aún cuando éstos/as sean incapaces de demostrarlos
Tienes derecho a no anticiparte a las necesidades y deseos de los demás
Es una buena política intentar ver siem pre el lado bueno de las cosas
Tienes derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás
No está bien quitarse a la gente de encima; si alguien hace una pregunta, hay que darles siempre una respuesta
Tienes derecho a responder o a no hacerlo Fuente: Paula (2005)
3.1. Comunicaciones difíciles En algunas situaciones puede resultarnos especialmente difícil comunicar aquello que queremos, ya sea por temor a una reacción más o menos airada, a no ser com prendidos, a generar conflictos, o a empeorar la situación. Cabe la posibilidad de que algunos excónyugues deban afrontar situaciones de este tipo en algún tramo del recorrido del divorcio. Los puntos que se exponen a continuación pueden facilitar una comunicación eficaz en momentos delicados. ¡Recordemos la importancia de escoger el momento adecuado!. Evitar iniciar una conversación con los ánimos alterados y posponiéndola por unas horas o hasta la mañana siguiente si es preciso.
Tener claro el objetivo de la comunicación. Declaración de principios (exponer en primer lugar aquello que no se pretende, para exponer a continuación aquello que sí se pretende). Ejercicio de empatía (tenemos en cuenta los sentimientos del interlocutor). Exposición de sentimientos (es el momento de los mensajes en «yo»; puede ser necesario insistir en la declaración de principios).
A modo de ejemplo, se propone una situación imaginaria en la cual uno de los excónyugues (el/la que convive con los hijos) se siente molesto/a porque el otro progenitor los lleva de vuelta a casa más tarde de la hora pactada y ello le causa algunos inconvenientes de tipo práctico. La conversación se pospone hasta la maña182
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Habilidades de interacción social para exparejas na siguiente pues se siente bastante enojado/a. Tampoco resulta adecuado discutir delante de los hijos.
Se centra en el objetivo de la comunicación: «clari ficar la hora en que los niños regresan después del fin de semana». Ello supone no andarse por las ramas ni distraerse con otras cuestiones pendientes, hasta que se resuelva el tema de la hora de regreso. Se hace la petición: «Con lo que diré no pretendo molestarte, sólo quiero pedirte que procures traer los niños de vuelta a casa a la hora que acordamos». Ejercicio de empatía: «Comprendo que las horas del fin de semana te pasen volando y que se te haga difícil traerlos de vuelta… Sé que te cuesta separarte de ellos…». Exposición de sentimientos: «Si regresan a esta hora, no puedo (hacer algo determinado) y me siento enojada/o contigo porque no respetas este acuerdo. Tengo la sensación de que no me tienes en cuenta. Me gustaría que el próximo fin de semana regresaran a las (una hora determinada) pues para mí es importante que estén en casa antes de las (hora acordada).
También existen algunas situaciones en las cuales nuestro interlocutor está enojado y/o nos sentimos atacados por él/ella. Hablar de manera no defensiva, suele ser útil en estos casos, ya que se trata de responder y no de reaccionar. No podemos cambiar la reacción de la otra persona pero si hacemos una pausa podemos responder en lugar de reaccionar. Se trata de protegernos, no de echar más leña al fuego. En ocasiones, resulta más operativo escuchar al otro que hablar. Habitualmente respondemos de forma defensiva ante la reacción airada de nuestro interlocutor (que nos recrimina, etc.); es así como nos encontramos dando explicaciones, justificándonos, disculpándonos o intentando que vea las cosas desde nuestra perspectiva («¿Por qué me dices esto?»; «Yo no lo hago por…»; «Yo no soy…»; «No te das cuenta de que…»; «Lo que pretendes es un disparate…»; «Sé sensato y…»). Esta clase de respuestas son desaconsejables pues sólo consiguen elevar el tono emocional de la situación. Resulta más e ficaz responder al interlocutor alterado sin discutir, sin dar explicaciones y sin defenderse.
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Cómo afrontar el divorcio
A continuación se ofrece un esquema con ejemplos de comunicación no defen siva 15
ELEMENTOS NO VERBALES
Tono de voz suave, pero firme. Mirando a los ojos, no desafiando
ELEMENTOS
VERBALES
EMOCIONES
ELEMENTOS COGNITIVOS
Escoger palabras que suavicen la emoción del diálogo: «Tienes todo el derecho a verlo de esta manera»; «Es posible...» Utilizar frases serenas y tranquilizadoras: «Me gustaría que regresaras con los niños antes de las …horas»; «¿Puedo colaborar de alguna manera para que te sea más fácil?» Utilizar frases cortas –una o dos oraciones– y emocionalmente neutras: «Lamento que esto te afecte»; «Comprendo que lo veas de esta manera»; «Es interesante»; «¿De veras?»; «Hablaremos de ello cuando estés más calmado/a» No responder a un «por qué» con otro «por qué»: «Vemos las cosas de forma diferente»; «Comprendo que no te resulte cómodo» Mantener la calma. No entrar al trapo No interpretar el enojo del otro como un ataque personal Podemos atribuir el enojo de la expareja a la importancia que el tema en cuestión tiene para él No pensar en los contenidos más hostiles o negativos del intercambio –el tono, las críticas– ¡hasta cierto punto! Extraer los contenidos más importantes del diálogo Ignorar las manifestaciones de enojo del otro ¡hasta cierto punto! «¿Quieres hacer el favor de dejarme hablar?» Respuesta: «Te escucho, continúa» (en tono sereno)
En otras ocasiones, debemos hacer frente al enojo de un interlocutor que no dice nada. Gestionar la cólera que se esconde detrás del silencio resulta, a veces, más difícil que afrontar un ataque directo. En estos casos se recomienda seguir con la estrategia de la comunicación no defensiva y tener en cuenta los puntos siguientes: No esperar a que el otro dé el primer paso para resolver el con flicto.
Cuadro elaborado a partir de: Forward, S. (2004). Chantaje emocional: Claves para superar acoso moral. Barcelona: Martínez Roca; y de: Goleman, D. (2004). Intel·ligència emocional.
15.
el Barcelona: Cairos.
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Habilidades de interacción social para exparejas
No suplicarle que nos diga qué le ocurre.
No insistir para que nos dé una respuesta.
No criticar, analizar o interpretar sus motivos para permanecer callado/a.
No dejarnos intimidar por la tensión del ambiente.
Ejemplo: «Ya hablaremos de ello en otro momento» (a continuación dejarlo/a tranquila/a, sino es posible que se repliegue más en sí mismo/a).
3.2. Habilidades de negociación La negociación se produce cuando las partes desean llegar a un acuerdo, teniendo intereses comunes e intereses en con flicto16. Hay unas condiciones que favorecen la negociación:
Negociar (permitiendo que el otro obtenga su bene ficio).
Respetar.
Sentir empatía.
Pedir aquello que el otro es capaz de hacer.
Saber ceder y conceder.
Buscar acuerdos y puntos en común.
Detallar condiciones especí ficas.
También se dan condiciones que pueden di ficultar la negociación:
Exigir.
Vencer.
Enredar.
Mentir.
Imponer.
16. Mendieta y Vela (2005), op. cit. pág. 46. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Negar derechos. Remarcar desacuerdos.
El cuadro siguiente ilustra las tres fases de la negociación 17: Es importante:
FASE PREVIA
Definir lo que queremos Hasta dónde estamos dispuestos a llegar El resultado que nos gustaría lograr El resultado, no tan satisfactorio, que estamos dispuestos a aceptar
Es importante:
EXPOSICIÓN
DE NUESTROS PUNTOS DE
VISTA Y
ARGUMENTOS
R EFLEXIÓN O NUEVA DEFINICIÓN SI NO HAY ACUERDO
La capacidad de escucha activa y la empatía (recíprocamente) Tener claro el objetivo y no desviarse de él No dar más argumentos de los necesarios Remarcar los puntos de acuerdo Enumerar los puntos donde es preciso avanzar y negociar No confundir los hechos con las personas
Es importante:
Reevaluar los propios límites Valorar la posibilidad de modi ficarlos
Aunque, generalmente, pongamos todos los medios a nuestro alcance para que la negociación prospere, no debemos ignorar que cabe la posibilidad de que la negociación fracase. Y ello puede ser debido a varias razones:
No existencia de puntos de interés coincidentes.
Una de las partes dispone de cierta superioridad de poder.
Una o ambas partes adoptan actitudes de intransigencia.
Una o ambas partes adoptan actitudes de no-cooperación.
17. Cuadro elaborado a partir de Salmurri (2004), op. cit. págs. 139-140.
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Una o ambas partes «juegan sucio».
En cualquier caso, con logros y con desaciertos, el conocimiento y la práctica de las diversas habilidades de interacción social que se exponen en este capítulo, puede contribuir a mejorar la calidad de la relación de la pareja de padres, en bene ficio propio y, en especial, de sus hijos.
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POSTDIVORCIO
Capítulo IX La resiliencia: superando las adversidades
La resiliencia Nunca te entregues, ni te apartes, junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo, y aquí me quedo. Otros esperan que resistas, que les ayude tu alegría, que les ayude tu canción, entre sus canciones. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí, pensando en ti, pensando en ti, como ahora pienso. La vida es bella ya verás, como a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos. (Fragmento de Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo) «Conseguí superarlo», dicen con asombro las personas que han conocido la resiliencia cuando, tras una herida, logran aprender a vivir de nuevo 1 1. Cyrulnik, B. (2006). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Barcelona: Gedisa. Pág. 23. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
El concepto de resiliencia surge de la comprobación de que algunas personas resisten mejor que otras las adversidades. Esta constatación no representa ninguna novedad pero, en los últimos años, se ha venido hablando con más profusión del término «resiliencia», gracias a diversas investigaciones que han estudiado este fenómeno. Vanistendael y Cyrulnik, entre otros, han contribuido a elaborar el marco teórico que permite explicar esta capacidad para hacer frente a las circunstancias desfavorables.
1. ¿QUÉ ES LA RESILIENCIA? El término resiliencia procede de resilio, palabra del latín que signi fica «volver atrás, rebotar», y corresponde a un término que surge de la física y de la mecánica, y que se refiere a la capacidad de los metales de resistir un impacto y recuperar su estructura. También es usado en medicina, donde la osteología expresa la capacidad de los huesos para crecer en sentido correcto después de una fractura. Así, este término procedente de la palabra inglesa resilience se traduce como resistencia o elasticidad, y se refiere a la capacidad de las personas para afrontar las adversidades, superarlas y ser transformado positivamente por ellas 2. Para Forés y Grané, la resiliencia es más que una forma de «poner buena cara al mal tiempo»; se trata de un recurso creativo que nos permite encontrar res puestas nuevas a situaciones que parecen no tener salida. La resiliencia no es sólo una característica personal, sino un proceso dinámico y complejo que nos permite aprender de la experiencia y cuyo resultado se traduce en una adaptación positiva. Esta capacidad para seguir adelante a pesar de las circunstancias adversas, pone de relieve determinados aspectos de las personas resilientes 3:
La capacidad para reaccionar adecuadamente a los estímulos desfavorables del entorno.
Capacidad para mantener un desarrollo favorable pese a los factores de riesgo del entorno.
2. Forés, A. y Grané, J. (2005). Resiliencia i resolució de con fl ictes. Vèncer el destí. La mediació resilient. Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona, 23 y 24 mayo (papel). 3. Goodyer (1995); Rutter (1993); Vanistendael (2000); Kreisler (1996) cit. por Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona:
Gedisa. Pág. 55-56.
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La resiliencia: superando las adversidades
Capacidad para mantener un nivel de adaptabilidad adecuada.
Recursos personales.
1.1. Características de la resiliencia La resiliencia4 es una capacidad que surge de las interacciones entre el individuo y sus semejantes, sus condiciones de vida y su ambiente vital. Se trata de un verdadero sistema ecológico, en el que interaccionan diversos sistemas, siendo mayor la influencia del sistema más cercano y signi ficativo:
1.- Ontosistema Corresponde a las características personales del individuo. La flexibilidad, la creatividad, el coraje y la perseverancia, figuran entre las cualidades de las personas resilientes, que tienden a compartir habilidades emocionales básicas tales como sociabilidad, autocon fianza, optimismo, resistencia al fracaso y a la frustración 5. Los individuos resilientes se caracterizan por sentir que controlan su vida; saber cómo reforzar la resistencia al estrés; ser empáticos; desarrollar una comunicación afectiva y capacidades interpersonales; tener sólidas habilidades para solucionar problemas y tomar decisiones; establecer metas realistas; aprender tanto del éxito como del fracaso; ser compasivos; vivir una vida responsable de acuerdo a unos valores sensatos; sentirse especiales (no egocéntricos) mientras ayudan a los demás a sentir lo mismo.
2.- Microsistema Corresponde al entorno familiar, desempeña un papel fundamental en el desarrollo de recursos para afrontar las circunstancias adversas. Ante la adversidad, el niño que siente que pertenece a una familia y que sabe que cuenta con el apoyo de sus padres –o, al menos, con uno de ellos–, encuentra la fuerza necesaria para superar dicha circunstancia, que se convierte en una oportunidad de crecer como persona.
3.- Exosistema Corresponde a la comunidad. La escuela ocupa un lugar destacado en este sistema, ya que los educadores pueden servir de apoyo a los niños que atraviesan circuns4. Este apartado se ha elaborado a partir de Barudy (2005) y Forés y Grané (2005). 5. Goleman (1995) cit por Bisquerra (2003), op. cit., pág 157. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
tancias difíciles. No se trata de sustituir a los padres sino de complementar su tarea, acompañando a los niños en el dolor, valorando sus esfuerzos y sus di ficultades, y fomentando en ellos la con fianza incondicional en sus propias capacidades.
4.- Macrosistema Corresponde al entorno cultural y político, e in fluye en el individuo, en la familia y en la comunidad. La existencia de un contexto que favorezca la resiliencia depende, entre otros aspectos, de que se asegure una educación para la no-violencia y de la promoción de formas no violentas de resolución de con flictos. En capítulos anteriores se ha señalado el papel que puede desempeñar la mediación familiar; también en el ámbito escolar, la mediación contribuye al desarrollo de habilidades para manejar de forma constructiva las situaciones de con flicto. Entre los valores implícitos en la mediación figuran, no sólo aprender a comunicarse mejor y a compartir los sentimientos, sino aprender a confiar en las propias habilidades y a pensar creativamente. Entre otros aspectos, la mediación fomenta la resiliencia. Como señala Carme Boqué6: «una de las previsiones más acertadas que, en estos momentos, puede hacer la escuela consiste en preparar a todas las personas para afrontar constructivamente los conflictos que en su entorno personal, familiar, laboral y comunitario se le presentaran en el decurso de la vida».
1.2. Fuentes o factores de resiliencia «Aprender y hacer aprender signi ficativamente el concepto de resiliencia es reconocer en nosotros mismos y en nuestros hijos, las potencialidades y los factores que nos hacen ser resilientes» 7. Estos factores de resiliencia nos indican qué aspectos debemos fortalecer en las personas para potenciar esta capacidad y quedan re flejados en el cuadro siguiente:
YO TENGO Soporte social YO ESTOY Dispuesto a hacer
YO SOY Fortaleza interna YO PUEDO Habilidades Fuente: Forés y Grané (2005)
6. Boqué, M.C. (2002). Guia de mediació escolar. Programa comprensiu d’activitats. Barcelona: Rosa Sensat 60. Pág. 20. 7. Grotberg (1997), cit. por Forés y Grané (2005).
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La resiliencia: superando las adversidades
Yo tengo Implica saber que contamos con el apoyo de los demás. Una persona resiliente cuenta –como mínimo– con una persona que cree en ella.
Yo soy Se refiere al nivel de autoestima, a la capacidad para ser feliz. La persona resiliente es una persona a quien los demás tienen afecto, que se siente feliz de hacer cosas para los demás y de mostrarles su afecto; se trata de alguien con autoestima, autónoma, que es respetuoso consigo mismo y con los demás, y que practica la empatía. Asimismo, es alguien que mira al futuro con fe y esperanza, y que cree en algún principio moral.
Yo estoy se refiere a la seguridad, al grado de fortaleza, a tener esperanza. De este modo, la persona resiliente es alguien que se responsabiliza de sus actos y que confía en que podrá resolver la situación de forma adecuada.
Yo puedo Se refiere a las habilidades personales, a la capacidad para resolver problemas, al sentido del humor. Así, la persona resiliente se comunica de forma e ficaz y es capaz de pedir ayuda cuando lo requiere, de hallar el momento adecuado para hablar con alguien o para actuar. Por otra parte, es alguien con sentido del humor, creativo y tenaz, que afronta los problemas y acostumbra a resolverlos de forma adecuada.
1.3. Resiliencia y educación emocional «Propiciar una nueva oportunidad, afrontarla con un bagaje personal más rico y obtener resultados más satisfactorios depende en buena medida de nuestra competencia emocional» 8. Si la capacidad para transformar situaciones negativas en retos vitales (habilidades transformacionales) es la que distingue a las personas resilientes de aquellas que se agobian por los contratiempos, uno de los objetivos de la educación emocional es precisamente el desarrollo de habilidades que posibiliten a las personas transformar 8. Bach y Darder (2004), op. cit. pág. 227. © WK Educación
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experiencias de la vida en flujo9. Los siguientes elementos parecen tener un papel decisivo en la resiliencia:
Ejes de la resiliencia Autoestima consistente: entendida como una sana apreciación de sí mismo Introspección: que supone la capacidad de preguntarse a sí mismo y de darse una respuesta honesta Independencia: que consiste en saber fi jar límites entre uno mismo y el medio con problemas; en ser capaz de mantener distancia emocional y física, sin caer en el aislamiento Capacidad para relacionarse: referida a la habilidad para establecer vínculos e intimidad con otras personas, y para equilibrar la propia capacidad de afecto con la actitud de brindarse a los demás Iniciativa: que implica el gusto por exigirse a sí mismo y ponerse a prueba en tareas cada vez más exigentes Humor: que supone ser capaz de hallar la vertiente cómica en la propia tragedia Creatividad: definida como la habilidad para crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y del desorden Moralidad: que implica la capacidad de comprometerse con unos valores determinados, y que hace posible que el deseo personal de bienestar se extienda a toda la humanidad Fuente: Forés y Grané (2005)
2. ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A NUESTROS HIJOS Y ALUMNOS A SER RESILIENTES? La resiliencia10 surge de las interacciones sociales que aseguran a los niños los nutrientes afectivos, cognitivos, relacionales y éticos que permiten dotar de signi ficado las experiencias, en especial cuando son dolorosas. 9. Bisquerra (2003), págs. 236-237. 10.
Este apartado se ha elaborado a partir de: Barudy (2005) op. cit.; Branden (1995). Los seis
pilares de la autoestima. Barcelona: Paidós; Corkille Briggs (1998) op. cit.; Vallet, M. (2005). Op. citadas.
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Para representar cómo se construye la resiliencia, puede utilizarse el modelo de la casita de Vanistendael. Así, la resiliencia es como construir una casita. En primer lugar, se halla el suelo sobre el que está construida, que incluye las necesidades básicas –alimentación, cuidados de la salud–; a continuación, viene el subsuelo con la red de relaciones más o menos informales –familia, amigos, compañeros de escuela, de trabajo, etc.–. Es precisamente en estas redes donde se a fianzan los cimientos de la resiliencia: su aceptación incondicional. En la planta baja de esta «casita» se encuentra una capacidad fundamental: hallar un sentido a la vida; en el primer piso hallamos las cuatro «habitaciones» del individuo resiliente: la autoestima, las competencias, las aptitudes y el humor. Por último, el altillo representa la apertura hacia otras experiencias que pueden contribuir a su vez a la resiliencia. Diversos autores relacionan competencias parentales y resiliencia 11. En esta línea, los padres competentes deben comunicar a sus hijos aceptación incondicional. Así, los padres deben procurar valorar al niño en su singularidad y aceptarle tal como es –y no como deseaban o esperaban que fuese–, y transmitirle esta actitud de aceptación incondicional a través de gestos y palabras que le protejan, le con firmen y le fortalezcan. Los investigadores coinciden en la necesidad de asegurar a los niños lazos afectivos de calidad, incondicionales, estables y continuos 12. Así, los padres competentes deben procurar a los hijos un clima emocional donde fluya el amor; un amor incondicional que les haga sentir especiales y dignos de ser amados por el mero hecho de existir. Tratando a un niño con amor le damos la posibilidad de interiorizar este sentimiento. Las caricias verbales y corporales son fundamentales e imprescindibles para transmitir amor a los hijo, pero no bastan para que se sientan queridos:
11.
El niño necesita establecer lazos de afecto con adultos que estén su ficientemente accesibles y disponibles. Siendo esencial la calidad en las interacciones entre padres e hijos, no debemos renunciar a la cantidad, que demanda tiempo (ese bien escaso). De este modo, para que nuestro amor llegue a nuestros hijos, debemos brindarles momentos en que estemos en cuerpo y alma con ellos, pues así les transmitimos el mensaje: «me importas y me gusta estar contigo», y nutrimos el autorrespeto en sus raíces. Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B, (2003) cit. por Barudy y Dantagnan
(2005), págs.53-54. 12. Bowlby (1972), Spitz (1978), Berger (1992), Barudy (1998), Stern (1997) y Cyrulnik (1994), cit. por Barudy y Dantagnan (2005), pág. 64. © WK Educación
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Es importante que nuestros hijos puedan disfrutar de nuestra presencia física; pero aquello que les hará sentir nuestra presencia de forma efectiva, es nuestra atención. Que les dediquemos momentos en los cuales nos centremos exclusivamente en ellos. Los niños captan a la perfección cuando estamos realmente con ellos y cuando estamos sólo «de cuerpo presente». Sin embargo, no podemos ignorar la sobresaturación de nuestras agendas, que nos obliga a realizar auténticos malabarismos para poder ofrecer estos espacios a nuestros hijos, a la vez que di ficulta estar con ellos sin repasar mentalmente la lista de tareas que nos quedan por realizar. No obstante, y pese a que nuestras ocupaciones no lo facilitan, es importante que consideremos la importancia de dedicar estos «espacios relacionales» a nuestros hijos.
Estos instantes especiales pueden abarcar desde la escucha atenta de las incidencias de la jornada escolar, al relato del cuento antes de acostarse. Cualquier instante de la vida cotidiana es bueno para intimar con ellos, escuchar sus inquietudes o compartir sus alegrías. No es preciso que estemos constantemente pendientes de ellos, pues deben aprender a jugar solos y con otros niños, pero necesitan tener la certeza de que disponen de momentos en los que ellos van a ser los protagonistas absolutos.
No se trata de crear niños dependientes, sino de «amarles para que puedan irse»13. Por lo demás es importante organizarse, en la medida de lo posible, para que los niños no pasen muchos ratos solos (con la única compañía del televisor, vídeo juegos, etc.). Es agradable para los niños que, al regresar de la escuela, puedan compartir el resto de la tarde (o una parte) con alguno de sus progenitores. Algunos horarios obligan a descartar esta posibilidad, pero en otros casos es posible realizar en casa parte del trabajo. Cabe recordar que los niños saben apreciar la presencia del padre o de la madre en casa («saber que está allí»), sin necesidad de que el progenitor se convierta en su monitor de juegos. Éste puede dedicarse a tareas laborales o de otra índole con tranquilidad pues el niño sabe que va a disponer de un espacio preestablecido en el que contará con la atención exclusiva de su progenitor.
Tanto los ratos que los padres dedican a sus hijos «a tiempo completo» como los que son «a tiempo parcial» contribuyen a reforzar los lazos de afecto entre ellos, y aportan seguridad y calidez a los hijos. En estos espacios de intercambio afectivo no sólo reforzamos los rasgos propios del niño, que se siente confirmado como un ser especial y valioso, sino que le permitimos explorar sus potencialidades para superar di ficultades y resolver sus con flictos.
13. M. Conangla y J. Soler (2006). Ámame para que me pueda ir . Barcelona: Amat.
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Pero, aun siendo estos espacios un factor esencial de transmisión de amor a los hijos, debemos fomentar al mismo tiempo la seguridad psicológica para lograr que los niños se sientan realmente queridos. Así, la con fianza es la base de la seguridad. Y podemos construirla siendo coherentes y actuando de acuerdo a un criterio, sin arbitrariedad. Para sentirse seguros y protegidos, los niños necesitan de una estructura adecuada que les permita saber, a través de reglas implícitas o explícitas, qué es o no aceptable y cuál es el papel de cada uno en la familia. La carencia de límites genera inseguridad en los niños. Asimismo, la estructura adecuada es aquella en que los padres no se ponen en un plano de igualdad con el niño y ejercen como tales –no como amigos o colegas–. Tampoco adoptan una postura autoritaria ni sobreprotectora, que transmite en ambos casos un mensaje de inseguridad. Sólo desde la autoridad pueden los padres transmitir con fianza a sus hijos: «Sé que eres capaz de hacerlo y por eso dejo que lo intentes (o te enseño cómo hacerlo)». También permiten el error como parte inseparable del aprendizaje y, con ello, animan al niño a aprender de sus errores, dándole seguridad para volverlo a intentar, ya que no vive los intentos fallidos como fracasos sino como oportunidades.
Otra forma de construir la con fianza consiste en evitar los dobles mensajes, es decir, cuando nuestros mensajes verbales no coinciden con nuestro lenguaje corporal. Los niños necesitan una comunicación analógica, en la que concuerden las palabras con la expresión facial, el tono de voz, etc. Recordemos que los niños son expertos en captar los mensajes no verbales y que priorizan éstos cuando no coinciden con los verbales. En consecuencia, de nada sirve negar aquello que sentimos pues las emociones producen cambios en nuestro cuerpo, y se manifiestan a través de respuestas involuntarias –tensión, etc.– que no controlamos, y de expresiones corporales que no siempre logramos disimular 14. Así, si el niño nos pregunta qué nos ocurre, no debemos negar o camu flar nuestros sentimientos, pues con ello no sólo no lograremos tranquilizarle, sino que generaremos desconcierto e incertidumbre. Tampoco se trata de dar una explicación exhaustiva acerca de nuestro estado de ánimo o de los motivos de nuestro malestar; al niño puede bastarle una aclaración del tipo: «Estoy enfadado/triste, pero no tiene nada que ver contigo, son cosas de mayores que confío resolver». Podemos limitar la información que damos sin dejar de ser honestos. Además, poniendo nombre a nuestros sentimientos, contribuimos a la educación de las emociones del niño, que aprenderá de este modo a identi ficarlas y a reconocerlas en los demás y en sí mismo.
14. La mayoría de las personas podemos fingir una expresión alegre, triste, o enojada, pero no
sabemos cómo hacerla surgir de pronto, cuánto tiempo mantenerla o cuándo debe desaparecer de nuestra cara sin que resulte incongruente (Urpí, 2004: 57). © WK Educación
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No juzgar al niño contribuye también a que se sienta seguro. Los juicios, sean negativos o positivos, propician que el niño confunda su comportamiento con su persona; de esta forma, su valor personal se ve sometido a constantes fluctuaciones pues varía en función de sus logros. Ello impide que pueda desarrollar un sentido sólido de su valor personal para poder creer en sí mismo; así, necesita que manifestemos nuestra aprobación o desaprobación hacia su conducta, sin cuestionar su valor como persona.
Se trata de que nuestra actuación fomente en él la convicción: «Soy digno de que me amen aunque no siempre aprueben mi comportamiento». No son recomendables los «juicios del tú», que describen al niño etiquetándole –en positivo o en negativo–, y son preferibles los «mensajes del yo», que describen fundamentalmente la conducta del niño y nuestros sentimientos al respecto. Imaginemos una situación cotidiana: nos disponemos a disfrutar de unos momentos de descanso, y el sofá está «ocupado» por los juguetes que nuestro hijo/a no ha recogido; ante esta situación, podemos reprobar su comportamiento emitiendo un juicio: «Eres un desordenado», referido a su valía como persona; o bien escoger una fórmula que se centre exclusivamente en el comportamiento: «No me gusta sentarme a leer en medio de este desorden; sabes que debes recoger los juguetes antes de cenar». En consecuencia, los padres competentes separan la persona de la conducta. De este modo, cuando se desaprueba el comportamiento, no se cuestiona el amor de sus padres hacia él, ni su valía personal, que permanecen intactas. Ello le permite aprender y crecer como persona –y ganar seguridad– sin menoscabo para su autoestima.
Permitirle sentir lo que siente , también aporta seguridad al niño. Así, cuando aceptamos sus emociones, el niño aprende a aceptarse a sí mismo. Le transmitimos seguridad cuando le acogemos y legitimamos sus sentimientos, dándole la oportunidad de experimentar: «Está bien que sienta lo que siento», al tiempo que le ayudamos a elaborar y a regular estas emociones. Por el contrario, cuando negamos, minimizamos o reprobamos sus sentimientos, no sólo di ficultamos la educación de sus emociones, sino que el niño aprende a rechazarse a sí mismo. No obstante, aceptar sus sentimientos no implica aprobar todas sus conductas, que necesitan límites.
Para Bach y Darder 15 las raíces de la autoestima se encuentran en las emociones, así, «las emociones reconocidas y aceptadas son la base de la autoestima». De acuerdo con estos autores, para fomentar la autoestima es preciso que legitimemos aquello que sienten nuestros hijos y alumnos, pues si «prohibimos»
15. Bach y Darder (2004), op. cit. págs. 123-125.
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–negándolas o rechazándolas– determinadas emociones, no logramos que desaparezcan pero sí que se escondan. Con ello propiciamos que los niños/jóvenes no se sientan dignos y no se sientan aceptados por nosotros. A lo largo de los capítulos precedentes, se ha insistido en la necesidad de acoger los sentimientos que afloran en los niños/jóvenes cuando los padres se separan; en la no conveniencia de censurar o reprimir estas emociones. Y es que el mejor mensaje para la autoestima de los niños/jóvenes, es que los padres y educadores aceptemos aquello que experimentan, porque con ello sienten que acogemos la totalidad de su ser.
La empatía es esencial para que el niño se sienta seguro. Los niños necesitan que sus sentimientos sean aceptados y comprendidos, y es través de nuestra empatía como puede compartir sus sentimientos sin ser desaprobado. Los padres y los educadores empáticos tratan de comprender sin juzgar, sin tratar de modificar los sentimientos del niño; de este modo llegan «a ver como él» y a «sentir como él». Nuestra empatía les transmite nuestro interés por ellos y fomenta la intimidad, la seguridad y el amor.
2.1. A propósito de la empatía y del amor… El amor nutre, da fuerza, seguridad, y no creo que existan «sobredosis» de amor. Pero sí es posible confundir el amor con otros sucedáneos. Los padres divorciados son especialmente vulnerables a estas confusiones; los sentimientos de culpa, el ánimo abatido, el miedo a perder el afecto de los hijos, pueden hacerlos más propensos a la sobreprotección, al exceso de indulgencia, a resignarse a vivir «sólo para sus hijos», etc. De esta manera, creemos «amar más» a nuestros hijos sobreprotegiéndoles, pero lo que implícitametne trasmitimos es nuestra descon fianza hacia las capacidades del hijo –«No creo que seas capaz de hacerlo»–, y ponemos trabas a su necesidad de autonomía y de probar sus fuerzas –«Sin mí no eres capaz de hacerlo»–. Otras veces, somos excesivamente indulgentes o exageramos sus logros o les ofrecemos un exceso de regalos; les criamos «entre algodones» y no les damos la oportunidad de afrontar los contratiempos y de aprender así a resolver situaciones adversas. También hay padres que confunden «amor» con «sacri ficio», y viven sólo en función de los hijos; el cuidado de los hijos exige renuncias, qué duda cabe, pero no implica en absoluto dimitir de nuestra propia vida. Aún siendo los hijos importantísimos, no debemos dejar de lado nuestras propias necesidades, ya que es altamente probable que algún día «les pasemos factura» por nuestro sacri ficio y obstaculice© WK Educación
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mos su emancipación. Difícilmente podemos trasmitirles que la vida vale la pena ser vivida, si comunicamos desencanto y frustración. Además, si dejamos que todo en nuestra vida gire en torno a ellos, aprenden que ellos son más importantes que los demás, y fomentamos su egoísmo. Sin duda, el amor es un regalo, es gratis; pero no está reñido con educar en la generosidad. Teniendo en cuenta su momento evolutivo, podemos educarles paulatinamente en la generosidad, en el placer de regalar amor ellos también. Se trata de enseñarles a amar, de iniciarles en la construcción de entramados de complicidad y afecto con los demás. Como a firma Carpena16 «hay padres que en nombre del amor que sienten por sus hijos les inculcan la idea de que no hay que devolver nada a cambio, es decir, que el amor es gratuito, con el resultado de que así se fomenta una tacañería en los sentimientos y una resistencia a dar, olvidando que este es el modo como el niño conectará con el mundo». Ana Carpena 17 propone a los padres «que eduquen, empáticamente, la empatía de los hijos», en el principio básico de «trata a tu hijo tal como te gustaría que los demás te trataran a ti». Así, la empatía educa para la convivencia y contribuye a que padres e hijos tengan una relación más íntima y cercana. Sus propuestas son las siguientes:
Tener una actitud empática hacia uno mismo. Las madres han de tomar conciencia de las di ficultades que tienen para desarrollar la empatía aplicada a sí mismas y superar esa dificultad.
El padre y la madre se han de mostrar empáticos recíprocamente.
Esforzarse por entender y compartir los sentimientos de sus hijos.
Esforzarse por entender el punto de vista de sus hijos.
Saber escuchar las razones que aportan sus hijos respecto a sus actuaciones.
Mostrar flexibilidad ante las normas cuando los razonamientos de sus hijos tengan la suficiente solidez.
Estimular el mismo modelo de expresión afectiva tanto para los niños como para las niñas.
16. Carpena (2003), op. cit. pág. 138. 17. Ibíd. págs. 138-139. El profesorado puede encontrar en el libro de la autora propuestas metodológicas, actividades y recursos para trabajar la empatía en el aula. Págs. 125-175.
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Controlar el exceso de abnegación. No dar más de lo que se necesita. Para educar a sus hijos a fin de que sean responsables consigo mismos y con los demás, los padres también han de ser responsables y no malcriarlos.
Enseñar a los hijos, desde bien pequeños, que los otros también cuentan. Controlar el lado egoísta que tienen los niños.
Enseñarles a acomodarse a las necesidades de los otros.
Pedirles reciprocidad en el amor, la atención y el respeto.
Esperar agradecimiento.
Pedir responsabilidade r esponsabilidades. s.
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Capítulo X Felicidad y divorcio
Vivir es aprender a ser más feliz Ferran Salmurri
Ninguna persona feliz ha perturbado perturbado nunca una reunión, reunión, ni ha predicado nunca la guerra, ni maltratado a una persona. Ninguna mujer feliz ha sido indiferente indiferente con su marido y sus hijos. Ningún hombre feliz ha cometido un robo o un crimen. Ningún empresario feliz ha atemorizado a sus trabajadores. Todos los crímenes, todos los odios, todas las guerras, pueden reducirse reducirse a la ausencia ausencia de felicidad. felicidad. A.S. Neil1
Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero a menudo nos quedamos mirando durante tanto tiempo la puerta cerrada que no somos capaces de ver aquella que se ha abierto para nosotros. 2
1. Cit. por Vinyamata (2001), op. cit. pág. cit. pág. 75. 2. Hellen Keller, cit. por Conangla (2004) op. cit. pág. cit. pág. 258. © WK Educación
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Llegados a este punto del trayecto de la separación y el divorcio, muchas personas habrán empezado a dejar atrás el dolor por la pérdida (la «puerta cerrada») y habrán recobrado parte de su ánimo para dirigir la mirada hacia la «puerta que se abre». Paulatinamente, el miedo habrá cedido espacio a la con fianza, la ira a la serenidad, y la tristeza a la esperanza, algunas de las emociones positivas de la «constelación de la felicidad» 3. Junto a ellas aparecerán nuevas ilusiones o el deseo por reanudar proyectos interrumpidos, y estas expectativas 4 de alegría y bienestar están vinculadas a la felicidad, ese «estado de bienestar deseable y deseado» 5 al que aspiramos la mayoría de personas.
1. ¿QUÉ ES LA FELICIDAD? Hay diversas miradas acerca de la felicidad y resulta difícil ponerse de acuerdo so bre ese estado de ánimo tan codiciado. Así, la felicidad puede ser concebida como:
Actitud , que depende de cómo vivimos las cosas.
Virtud, que se halla en el interior de las personas.
Plenitud, e implica alcanzar una meta.
Más que un destino al que llegar, se trata de una forma de viajar 6.
De entre todas las de finiciones de felicidad, he optado por la de Ferran Salmurri 7: «La felicidad es un sentimiento, un estado de ánimo caracterizado por emociones de satisfacción, de gusto y de placer. Somos felices cuando nos sentimos bien con nosotros mismos y con nuestro entorno». También podemos acercarnos al concepto de felicidad a través de la descripción de las personas que a firman sentirse felices. Y de una persona feliz se dice que «está llena de energía, es afectuosa, decidida, flexible, creativa y sociable. Tiene muchos momentos alegres y es fácil verla reír o sonreír. Tolera mejor la frustración y ve el lado positivo de las cosas» 8. 3. Conangla (2004), op. cit. pág. 255. 4.
Rojas Marcos, (2005), La fuerza del optimismo. Madrid: Santillana Ediciones Generales, S.L.
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Pág. 77. 5. Bisquerra, (2003), op. cit. pág. 107. 6. Conangla (2004), op. cit. pág. 254. 7. Ferran Salmurri (2004), op. cit. pág. 32. 8. Javaloy (1996), cit. por Bisquerra (2003), op. cit. pág. 183.
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Así, las personas que se de finen como felices –o relativamente felices– poseen: buena autoestima; autocontrol de la conducta; autocontrol emocional; estilo cognitivo positivo y buenas relaciones con los demás 9.
Buena autoestima, entendida como el afecto y la consideración hacia nosotros mismos, hacia nuestra identidad. En las personas con una autoestima sana esta valoración no depende del contexto, lo que les permite no preocuparse en exceso cuando no reciben la aprobación de los demás o cuando reciben críticas 10. Además, estas personas suelen responsabilizarse de sus acciones y no acostumbran a hacer atribuciones externas –culpar a las circunstancias exteriores–. La felicidad está vinculada a sentimientos de competencia y de e ficacia que refuerzan nuestra autoestima 11.
Autocontrol de la conducta, también relacionado con la autoestima, implica tener constancia, capacidad de esfuerzo y llevar a cabo con buenos resultados gran parte de los proyectos que uno se propone.
Autocontrol emocional, que no supone la represión de las emociones sino un estado de ánimo bueno y estable, y un buen control de las circunstancias estresantes; es así como estas personas no acostumbran a anticipar acontecimientos, no suelen verse afectados por pequeños incidentes y no pierden fácilmente el control de la situación. En consecuencia, no son tan vulnerables a las emociones negativas.
Mejores relaciones con los demás, tanto en relación con la cantidad como a la calidad. Estas personas acostumbran a sentirse cómodas con los demás –incluso con los desconocidos– y no tienen di ficultades para expresar sus sentimientos. Por otra parte, saben defender sus derechos, al tiempo que saben respetar los de los demás, y no suelen generar con flictos. Y es que la felicidad proporciona un sentimiento de seguridad que aleja el miedo y nos ayuda a disfrutar de las relaciones personales 12.
Estilo cognitivo positivo, que refleja un estilo optimista de ver la vida y de ex plicar los acontecimientos, y conduce a aceptar las circunstancias favorables con confianza y los éxitos como algo que merecemos, al tiempo que ayuda a restringir el efecto de las circunstancias adversas y a ver el lado positivo de las cosas13. Las personas con este estilo de pensamiento no acostumbran a antici-
9. Salmurri (2004), op. cit. pág. 32-38. 10. Bisquerra (2003), op. cit. pág. 183. 11. Conangla, (2004), op. cit. pág. 259. 12. Ibíd. Pág. 259. 13. Rojas Marcos, (2005), op. cit. pág. 75. © WK Educación
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par las situaciones, ni a tener pensamientos negativos, exagerados o catastróficos sobre ellas. Asimismo, el concepto de felicidad incluye estabilidad en el tiempo, ya que no se trata de un sentimiento fugaz como la alegría o el placer, sino que requiere de cierta estabilidad en el tiempo 14; por otro lado, la felicidad contiene la noción de subjetividad , en tanto que se trata de una valoración de aquello que vivimos.
2. ¿CÓMO PODEMOS CONTRIBUIR A NUESTRA FELICIDAD? Cultivar un estilo cognitivo positivo puede ser un aporte valioso a nuestra felicidad, para ello conviene ampliar nuestra mirada. Cuando en el trayecto del divorcio quedamos presos del rencor, de la amargura y de los deseos de venganza, nuestro pasado se convierte en un lastre que di ficulta que «vuelva a lucir el sol» en nuestras vidas. Pero no sólo nuestro pasado puede ser un obstáculo, también nuestro futuro se presenta poco esperanzador cuando nos estancamos en pensamientos depresivos que incluyen a su vez evaluaciones negativas del pasado. Así pues, una reevaluación del pasado y una visión optimista del futuro pueden representar un giro decisivo en nuestra sensación de «infelicidad».
2.1. Cambiando nuestra mirada hacia el pasado Si volvemos la mirada al pasado y sólo acertamos a ver colores sombríos, estamos poniendo trabas a nuestra felicidad. A lo largo de los capítulos precedentes se ha insistido en la importancia de una elaboración adecuada de las emociones negativas que afloran a lo largo del trayecto del divorcio. Sería ingenuo y poco humano impulsar a una resolución precipitada de este complejo y delicado proceso. Superar la separación, como si de una digestión pesada se tratara, requiere tiempo –y recursos– para poder asimilar los sentimientos de pérdida, el enojo, la decepción y el dolor, entre otros, que conlleva. Pero, alimentar la ira puede conducir al resentimiento o al odio; permanecer en la tristeza, alienta la depresión. Como a firma Seligman: «La valoración y el disfrute insu ficientes de los buenos momentos del pasado, así como enfatizar demasiado los malos, son aspectos que socavan la serenidad, la felicidad y la satisfacción». Por lo que se propone la gratitud y el perdón para desactivar el peso negativo del pasado 15: 14. Bisquerra, (2003), op. cit. pág. 108. 15.
Seligman, M., (2005). La auténtica felicidad. Barcelona: Ediciones B, S.A. Este apartado se
basa en este libro, págs. 115-130.
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Felicidad y divorcio
La gratitud permite revalorizar el pasado, ampliando nuestra mirada y permitiéndonos ver, además de los malos momentos, las experiencias positivas, rescatando aquellas que vivimos como grati ficantes, enriquecedoras y a los que no debemos renunciar. Liliana Zanuso, en la sesión final del proceso de mediación, incluye un ritual a modo de cierre que apela a la gratitud. Así, pide a cada una de las partes que piense en un aspecto de su vida en común por la que esté especialmente agradecido a su (ex) pareja, y le mani fieste su gratitud por ello (debe ser algo per sonal y no contempla el reconocimiento por los hijos habidos de su unión).
El perdón amortigua el dolor asociado a los malos recuerdos y transforma la amargura: «No puedes hacer daño al culpable no perdonando, pero puedes liberarte perdonándolo» 16. Seligman afirma que nuestra satisfacción en la vida aumenta con nuestra capacidad de perdonar, y propone el proceso de cinco pasos de Worthington, denominado REACE, a aquellas personas que deseando perdonar, tengan dificultad en hacerlo. Cabe señalar que el camino del perdón es lento, complejo y difícil: − R se refiere al «recuerdo del daño», que debe ser lo más objetivo posible. − E corresponde a la «empatía» intentando comprender desde la perspectiva
del ofensor. − A corresponde al «altruismo» y es uno de los pasos más difíciles. Con-
siste en imaginar la situación inversa, donde uno es «ofensor» y es perdonado; este perdón es visto como un regalo de esa persona, que se agradece. Se trata de intentar ofrecer el mismo tipo de obsequio a quien nos ha dañado. Para sentirnos verdaderamente liberados debemos ofrecerlo desinteresadamente. − C representa el «compromiso», que puede materializarse escribiendo una
carta al ofensor, explicándolo a un amigo, etc. − E significa «engancharse» al perdón, y se trata de otro paso especialmente
difícil, que implica cambiar las etiquetas de los recuerdos. No se trata de promover el olvido, ni de borrar el recuerdo, sino de cambiar nuestra forma 16.
Worthington, E. Five steps for forgiveness, Crown, Nueva Cork, 2001; cit. por Seligman (2005)
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Cómo afrontar el divorcio
de interpretarlo, además de ser capaces de pensar en él sin sentimientos de venganza. También Liliana Zanuso incluye una ceremonia del perdón en algunas mediaciones, como instrumento de reparación en situaciones de intenso malestar familiar. La instrumentalización del perdón se expone con más detalle en el capítulo dedicado a la «Mediación familiar».
2.2. Cambiando nuestra mirada hacia el futuro El optimismo es una actitud emocionalmente inteligente, relacionada con la percepción de auto-e ficacia, y que alienta en las personas la sensación de control sobre la propia vida y de ser capaz de superar las adversidades 17, al tiempo que las protege de la infravaloración, del desánimo y del sentimiento de indefensión 18. En consecuencia, «una persona feliz no es una persona sometida a un determinado número de circunstancias, sino una persona con un determinado número de actitudes»19, algo que enlaza directamente con un estilo de pensamiento positivo. Seligman, para quien el optimismo es una de las fortalezas que mayor bienestar proporcionan, establece diferencias 20 entre el estilo optimista y el estilo pesimista de acuerdo a la valoración que las personas hacen de los acontecimientos y de sus efectos:
La «permanencia» (la duración del impacto).
La «penetrabilidad» (el alcance de los efectos).
La «personalización» (el grado de responsabilidad personal).
El siguiente cuadro pretende ilustrar las diferencias entre estos dos tipos de pensamientos21:
17. 18. 19. 20. 21.
214
Bisquerra (2003), op. cit. pág. 149. Rojas Marcos, (2005), op. cit. pág. 75. Hugh Downs, cit. por Conangla, (2004), op. cit. pág. 71. Cit. por Rojas Marcos (2005), op. cit. pág. 71. Esquema elaborado a partir de Rojas Marcos (2005), op. cit. págs. 71-75.
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Felicidad y divorcio
SITUACIONES ADVERSAS
PERMANENCIA
PESIMISTAS
OPTIMISTAS
PESIMISTAS
OPTIMISTAS
( AMPLIFICAN )
( RESTRINGEN )
( RESTRINGEN )
( AMPLIFICAN )
Tienden a pensar que se trata de una casualidad:
Tienden a pensar que lo normal es que las cosas vayan bien:
Tienden a pensar que los daños son permanentes e irreversibles:
Tienden a pensar que se trata de una circunstancia transitoria:
«Hoy está de «Le caigo malhumor, hamal»; «Nunca blaré con él malo conseguiré» ñana»; «¡Otro día será!»
PENETRABILIDAD
PERSONALIZACIÓN
SITUACIONES FAVORABLES
«Esta vez lo «Tenía muhe logrado chas proba pero no podré bilidades, conseguirlo ¡qué bien de nuevo» que lo haya logrado!» Tienden a pensar que los beneficios serán limitados:
Tienden a amplificar los efectos:
Tienden a generalizar, al fatalismo:
Tienden a restringir los efectos:
«He suspendido este examen, ¡voy a suspender el curso!»
«He suspendido el primer examen pero si me aplico puedo aprobar»
Tienden a acusarse totalmente de lo ocurrido:
Tienden a Tienden a Tienden a sope- pensar que no pensar que lo sar su grado de merecen algo merecen: responsabilidad: positivo: «He estudia«Esta vez no he «He tenido do mucho, acertado» suerte, ¡he ¡merecía aprobado!» aprobar!»
«Soy un desastre»; «Estoy acabado»
«Sí me ha gustado pero mañana ¡otra vez lunes!»
«¡Me ha gustado tanto que he cargado las pilas para toda la semana!»
Una persona optimista tiene expectativas favorables respecto al futuro, y éstas van de la mano de la esperanza y de la ilusión. La esperanza es una emoción ambigua que supone «estar mal pero con fiar en estar mejor»22; nos sentimos bien porque
22. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 34. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
vemos como posible algo que deseamos. No obstante, la esperanza no presupone necesariamente la presencia de ilusión; ésta es «la esperanza ya más viva, cuando se ve cercano aquello que se desea: ese sentimiento de ilusión nos moviliza» 23.Así, «la esperanza es indispensable para sobrevivir; las ilusiones para vivir» 24.
2.3. Optimistas pero realistas Diversos autores previenen acerca de las posibles consecuencias de un optimismo exacerbado, que ensalza el poder del pensamiento positivo hasta el extremo de dotarle de poder para vencer cualquier adversidad. Bach y Darder 25 apuestan por el optimismo realista, que incorpora los aspectos negativos de nuestra realidad al pensamiento positivo, y reclaman el derecho a sentirse desgraciado: «Aquello que reivindicamos es el derecho a ser profundamente humanos, el derecho a experimentar en toda su amplitud la maravilla de vivir, que incluye tanto la sonrisa como el llanto y que, en algunos momentos, es increíblemente deliciosa, pero en otros puede llegar a ser inmensamente amarga». Sin forzar nuestro optimismo, debemos permitirnos no pensar siempre en positivo y ver, en ocasiones, «el vaso medio vacío». En consecuencia, un optimismo realista implica aceptar nuestras limitaciones, nuestras carencias y nuestra vulnerabilidad: no podemos alcanzar todas las metas, ni estar perpetuamente de buen humor, ni sentirnos siempre fuertes. A su vez, este pensamiento realista supone aceptar también las emociones negativas y hacer frente al malestar que generan.
2.4. Sugerencias para sentirnos más felices26
Gestión del tiempo. «Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo».
Fijarse objetivos realistas. En función del tiempo disponible, y de las posibilidades y limitaciones, fi jarse metas alcanzables.
Disfrutar los pequeños logros que se consiguen.
Autoestima. Siendo permisivos con nosotros mismos y con los demás, si las cosas no salen como deseábamos. Evitando el perfeccionismo.
Ser positivo. Practicar un optimismo realista.
23. 24. 25. 26.
216
Segura (2005), op. cit. pág. 111. Corbella, J. (2004). Benestar emocional. Barcelona: Columna. Pág. 228. Bach y Darder (2004), op. cit. págs. 111-112. Extracto de Bisquerra (2003), op. cit. pág. 188.
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Felicidad y divorcio
Sentido del humor. Relativizando situaciones adversas. Tiene numerosas ventajas para la salud.
Reír. Tiene efectos bene ficiosos sobre nuestro sistema inmunitario y es un buen estimulante.
Altruismo. Ayudar a los demás es saludable para la autoestima.
Mantener relaciones sociales. Son una fuente de satisfacción personal y sirven de apoyo en circunstancias adversas.
Relacionarse preferentemente con personas con una actitud positiva. Los estados de ánimo son contagiosos y las personas crónicamente descontentas, envidiosas, egoístas, etc., pueden ser una in fluencia negativa para nosotros.
Música. Genera estados de ánimo positivos.
Ejercicio físico y relajación. Tienen efectos positivos sobre la salud.
Ser escuchado. Sirve de apoyo y ayuda a clari ficar las situaciones.
Expresar afecto. Expresar nuestros sentimientos a los seres queridos ayuda a tejer relaciones más auténticas, de más proximidad.
3. ¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A NUESTROS HIJOS Y ALUMNOS A SER FELICES? «Se trata de educar en la felicidad, en la más profunda y amplia libertad, en saber combatir sin producir ningún daño, en amar la vida, en descubrir la serenidad en situaciones, a veces, turbulentas»27 Padres y educadores podemos enseñar la habilidad para ser feliz, que puede aprenderse como se aprenden otras habilidades 28. Salmurri considera que podemos ayudarles a ser más felices potenciando: la autoestima y el autocontrol de la conducta. «La autoestima es la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad» 29. 27. Vinyamata, (2001), op. cit. pág. 77. 28. Javaloy (2005). 29. Branden, (1995), cit. por Bach y Darder (2004), op. cit. pág. 123. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
Los elementos básicos para la formación de la autoestima 30 dependen de:
Cómo evaluamos nuestros logros en relación con nuestras expectativas.
Cómo nos sentimos valorados por los adultos signi ficativos (padres y maestros) en primera instancia, y de cómo nos valoran amigos y compañeros (a partir de 9-10 años).
De nuestro estilo cognitivo.
En consecuencia, nuestra actuación deberá encaminarse a fortalecer estos tres as pectos:
Estableciendo expectativas altas pero realistas. En ocasiones, actuamos «por exceso» y ponemos el listón demasiado alto. Un nivel de exigencia demasiado elevado y que no tenga en cuenta la edad y las posibilidades del niño puede generar un sentimiento de fracaso, que va en detrimento de su autoestima. También sobreexigimos a los niños cuando plani ficamos un exceso de actividades para ellos; pensemos en la apretada agenda de actividades extraescolares de algunos niños. Se trata de asegurarnos de que realizan una cantidad razonable de actividades, pero sin presionarles con un exceso de obligaciones. Debemos educarles en el esfuerzo, pero cuidando de no privarles de la satisfacción que produce alcanzar (buena parte) de las metas que uno se propone. Sin duda, abundan las ofertas para hacer de nuestros hijos unos ciudadanos altamente cuali ficados, pero a veces olvidamos que además de aprender idiomas, etc., también es esencial que dispongan de tiempo para jugar. No podemos ignorar que vivimos en una sociedad altamente competitiva, pero debemos atrevernos a recuperar el valor del silencio, de la tranquilidad, de los ratos de ocio «sin hacer nada», gozando simplemente de la compañía mutua y de los placeres sencillos. Sin darnos cuenta, educamos para la actividad sin pausa: los adultos a menudo cambiamos la actividad laboral por actividades de fin de semana o por viajes de vacaciones que no contribuyen al descanso ni a reparar fuerzas. Simplemente sustituimos una actividad frenética por otra. Otras veces, actuamos «por defecto» y ponemos el listón demasiado bajo: cuando nos empeñamos en realizar tareas que el niño podría llevar a cabo sobradamente: recoger sus juguetes, su ropa, no implicarle en las tareas domésticas, etc. Cuando sobreprotegemos al niño, le impedimos ser autónomo y le trasmitimos un mensaje de inseguridad («No eres capaz», «No puedes»);
30. Salmurri (2004), op. cit. pág. 33.
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Felicidad y divorcio
por el contrario, si le educamos en la autonomía le transmitimos un mensaje de confianza en su capacidad para valerse por sí solo, le ayudamos a adquirir confianza en sí mismo. La clave está en encontrar un punto de equilibrio en relación con los objetivos que proponemos al niño, tratando de que éstos se hallen a su alcance, a la vez que le animamos a afrontar nuevos retos. También favorece su autoestima que manifestemos nuestra satisfacción y reconozcamos sus logros y sus esfuerzos. Valorar su empeño, incluso cuando no alcanzan un objetivo, también favorece su con fianza y constituye un buen antídoto para el pensamiento perfeccionista, pues de esta forma integramos el error como parte esencial del aprendizaje. Es importante que practiquemos el elogio, dirigido a la conducta, aplicado en dosis razonables y con sinceridad; si abultamos el elogio y lo aplicamos de forma indiscriminada, no favorecemos su autoestima, sino que generamos confusión e inseguridad.
Dotándoles de amor y aceptación incondicionales, «equipaje básico» para la vida (aspecto que se expone con más detalle en el capítulo dedicado a la «Resiliencia»).
Enseñándoles un estilo cognitivo positivo tendrán más probabilidades de sentirse felices. El optimismo es una conducta aprendida. En consecuencia, puede enseñarse e incidir signi ficativamente en nuestra forma de interpretar nuestro entorno, en cómo nos sentimos y en cómo actuamos 31. Algunos niños aprenden a pensar de forma negativa desde pequeños, y ello les impide apreciar sus logros y confiar en sus capacidades. Como sabemos, pensamientos y emociones están íntimamente conectados; los pensamientos pesimistas conducirán a sentimientos negativos –desánimo, indefensión, vergüenza, etc.–, por el contrario, si cambiamos los pensamientos negativos por pensamientos positivos podemos cambiar a su vez las emociones. Podemos ayudar a los niños y a los jóvenes a incorporar un estilo de pensamiento positivo32, utilizando el tipo de valoración que hacen las personas optimistas de las situaciones; es decir, ampli ficando los logros y restringiendo los efectos de los sucesos desafortunados. Así, es importante usar un lenguaje que promueva el optimismo. Para ello debemos modi ficar el diálogo interior pesimista. La lista que sigue, ofrece alternativas a padres y educadores para transformar el lenguaje pesimista de niños/jóvenes en otro más adecuado:
31. Corrie ( 2003), op. cit. pág. 129. 32. Ibíd. Pág. 132. © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
PALABRAS QUE BLOQUEAN
PALABRAS QUE ABREN POSIBILIDADES
No
Todavía no
Nunca
Cuando esté preparado-a
No puedo
Puedo, pero no todavía
No soy bueno en «X»
Realmente estoy mejorando en «X»
No quiero ser diferente
No necesito ser igual
No gusto a nadie
«X» es amigo mío
He tenido una puntuación baja
La próxima vez lo harás mejor
Estoy bloqueado
Seguiré intentándolo
No me encuentro a gusto
¿Con qué? ¿Con quién?
No me escuchan
¿Quién no te escucha?
Me odian
¿Quién te odia?
Es mejor dejarlo
¿Mejor que qué?
«X» me hace enfadar
¿Cómo lo hace exactamente?
Nunca me escucha
Siempre está hablando de mí Me odia
¿Nunca? ¿Qué ocurre cuando lo hace? ¿Qué ocurriría si lo hiciera?
¿Has hablado alguna vez de alguien que te guste? ¿Y si habla de ti porque le gustas?
Fuente: Corrie (2004:133)
Para mejorar el autocontrol de la conducta, podemos enseñarles:
Hábitos de control de la impulsividad, enseñándoles a medir y a valorar las consecuencias de su comportamiento y de sus decisiones. Aumentando su capacidad de autocontrol, los niños se sienten más capaces de afrontar situaciones difíciles y ello incrementa su autoestima. Si bien, controlar la im pulsividad no es tarea fácil y requiere el aprendizaje de la regulación de las emociones, especialmente de la ira (la emoción explosiva). A lo largo de los capítulos precedentes nos hemos dedicado a ésta y a otras emociones básicas, y se han sugerido estrategias para abordarlas, tanto para los adultos como
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Felicidad y divorcio
para los menores. Asimismo, nos hemos referido a la resolución positiva de los conflictos, que ofrece a los niños la oportunidad de practicar la toma de decisiones y de valorar las consecuencias de su conducta. Para enseñar a los niños a controlarse, Ana Carpena 33 propone a los maestros que, además de enseñarles a reconocer los estados emocionales negativos y tomar conciencia de las señales que indican cuándo se están enfadando, les enseñen que cuando están muy enfadados, deben pararse y calmarse en lugar de actuar de forma impulsiva. Cuando se calmen, podrán pensar qué quieren hacer. Una de sus propuestas para promover el autocontrol, es la aplicación de la técnica del semáforo34, donde se sigue la metáfora de los tres colores, que se relacionan con los tres pasos que hay que llevar a cabo para calmarse. Así, con la luz roja, los alumnos se paran y se calman; con la luz amarilla avanzan paulatinamente y piensan; con la luz verde, continúan avanzando y actúan.
Hábitos adecuados de esfuerzo y constancia, de forma que aprendan que «tener que esforzarse no sólo es un castigo o una maldición» sino que «es la oportunidad para hacer algo y poder así sentirse satisfecho» 35.
Actualmente está muy extendida la creencia que sitúa la felicidad en la posesión de bienes materiales, y en la inmediatez; hay que conseguir «todo» y «ya». Se trata de redefinir el concepto de felicidad y de situarla más allá del consumismo; de recuperar el valor del esfuerzo, de la constancia y de la perseverancia, enseñándoles a aplazar las grati ficaciones y a afrontar las frustraciones. Los padres podemos favorecer este aprendizaje asignándoles tareas domésticas adecuadas a su edad y a sus posibilidades. Esta responsabilidad fomenta su autonomía y les enseña a practicar el esfuerzo y a valorar el de los demás.
La escuela, por su parte, también se emplea a fondo en la tarea de enseñar hábitos de esfuerzo y perseverancia. Asimismo, los padres pueden contribuir a esta tarea, guiando a los hijos en la confección de calendarios, horarios, organización de las horas de estudio, gestión del tiempo, etc. Estando allí, pero sin sobreprotegerlos. No es tarea de los padres hacer un seguimiento «en paralelo» del trabajo que realiza la escuela; no se trata de duplicar funciones sino de colaborar con la escuela, de mantener una estrecha complicidad con ella, pero sin invadir el terreno que corresponde al maestro.
33. Carpena (2003), op. cit. propone actividades y recursos para tratar el autocontrol en las págs. 112-123. 34. Ibíd. Págs. 201-204 para ver en detalle la técnica del semáforo y poder aplicarla en el aula. 35. Salmurri (2004), op. cit. pág. 161. © WK Educación
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Capítulo XI Las nuevas familias: la familia reconstruida
Vivimos en compañía de otros, y vivir con otros está lleno de riesgos, pero, a la vez, es la fuente de todas las alegrías que hacen que la vida merezca ser vivida Zygmunt Bauman (cit. por Barranco, 2005) En el arte que amar y entretejer relaciones estrechas con otros conviene no darse nunca por vencido. Se puede recomenzar una y otra vez, tantas veces como queramos. Eva Bach- Pere Darder
El divorcio no suprime la familia, la ensancha, transforma el núcleo de donde vienes en una red de múltiples conexiones. Siempre que en cada extremo de esta red se encuentre un hogar cálido, donde te sientas querido, un sitio hospitalario donde parar a calentarte, a descansar o a rehacerte, entonces puedes echar a volar sin miedo y navegar con con fianza... P. Lucas y S. Leroy
Se ha insistido a lo largo de los capítulos anteriores en la necesidad de que se preserve la «pareja de padres» más allá del divorcio, y también en la conveniencia de que los hijos mantengan el contacto con la familia extensa de ambos cónyuges. Es fundamental para los hijos tener unos referentes familiares claros, y la seguridad de © WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
que podrán seguir contando con ellos después de la ruptura matrimonial. Con el paso del tiempo, puede ser que a esta familia inicial vengan a sumarse otras personas; es probable que los padres inicien otra relación de pareja y que ésta se consolide; puede que la nueva pareja tenga a su vez hijos de una unión anterior; también cabe la posi bilidad de que nazcan nuevos hijos de esta unión… Es así como van tejiéndose nuevas relaciones, nuevos vínculos y como se construyen las denominadas «familias reconstituidas» o «familias reconstruidas» 1. Algunos padres divorciados tienen reservas cuando se plantean iniciar un proyecto de vida en común con otra pareja, pues temen perjudicar a sus hijos. Sin duda, la nueva familia representa un proyecto complejo y no exento de di ficultades. Pero desde la perspectiva de los hijos, «sumar familia» no es dañino; aquello que debe evitarse a toda costa es «restar» y privarle de vínculos importantes para su desarrollo afectivo 2.
1. FUNCIONALIDAD DEL MODELO DE FAMILIA La estructura es el conjunto de códigos que regulan la relación entre los miembros de la familia 3. Y la estructura se considera primordial para el buen funcionamiento de la familia, siendo funcional cuando permite establecer los límites y las jerarquías apropiados que hace posible que cada miembro de la familia ejecute unas tareas concretas, particularmente las que corresponden al ejercicio de las funciones parentales 4. En consecuencia, una familia funcional es aquella que posee una estructura clara y bien delimitada. La familia disfuncional, por el contrario, carece de estructura o no está bien de finida, con lo cual reina el desconcierto, y no se acierta a saber «quién es quién» ni «quién hace qué cosas». Para que una familia sea funcional, debe cumplir tres requisitos 5:
Cohesión familiar, que se refiere al vínculo emocional que existe entre los miembros de la familia. Y podemos distinguir dos tipos de familias 6, las familias aglutinadas y las familias desligadas.
1.
En algunos países de Latinoamérica se denominan «familias ensambladas». Suares (2004) las
3.
Martínez de Velasco (1990) citado por Ríos, J.A. (2005). Los ciclos vitales de la familia y la
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© WK Educación
denomina «familias expandidas». 2. Susana Fernández (2005). Full d’assessorament de l’escola de pares de la FaPaC. Pág. 3.
pareja. ¿Crisis u oportunidades?. Madrid: Editorial CCS. Pág. 26. 4. Minuchin cit. por Ríos (2005) op. cit. pág. 26. 5. Zanuso, L. (2005). Las nuevas familias: mitos y realidades de las nuevas organizaciones familiares. Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona, 15 i 17 febrero (papel). 6. Suares, M. (2003). Mediando en sistemas familiares. Barcelona: Paidós. Págs. 206-207.
Las nuevas familias: la familia reconstruida
La familia aglutinada, se caracteriza por el carácter difuso de los límites entre sus integrantes, por la gran cantidad de interacciones por unidad de tiempo –se llaman continuamente por teléfono, se ven muy a menudo, etc.–. En estas familias, los valores, normas, principios, etc., son comunes e indiscutibles para todos los miembros, son más bien rígidas en la repetición de pautas y muestran dificultad para crear pautas alternativas. También es propio de las familias aglutinadas, el ser poco permeables a la entrada y salida de personas del exterior de la familia: es difícil que éstos sean aceptados pero, si lo logran, tienen dificultades para que les dejen salir. Los miembros de estas familias tienen un elevado sentimiento de pertenencia pero ven di ficultada su individuación. Por otro lado, se encuentra la familia desligada, con límites rígidos entre sus integrantes y con menos interacciones (pasa tiempo sin que se vean, hablen por teléfono, etc.). Esta rigidez contrasta con la frontera difusa con respecto a las personas ajenas a la familia. Este tipo de familia permite la individuación pero sus miembros tienen menos sentimiento de pertenencia y de apoyo que en el modelo anterior.
Adaptabilidad familiar. Se trata de la capacidad de un sistema familiar para cam biar su estructura de poder, sus reglas y sus roles, como respuesta al estrés situacional o evolutivo. Con relación a la adaptabilidad, existen cuatro modelos: − Rígida. − Flexible. − Estructurada. − Caótica.
La familia estructurada y flexible se considera la más funcional.
Comunicación familiar. Resulta esencial para las demás condiciones de la familia funcional, y se re fiere a la dimensión facilitadora de la comunicación entre los miembros de la familia. Así, cuando en una familia prevalece la comunicación positiva, suelen abundar la escucha re flexiva, los comentarios de apoyo y la empatía. Por el contrario, cuando es la comunicación negativa la que destaca, predominan las críticas, los dobles mensajes y las descali ficaciones.
Con respecto a estas clasi ficaciones, conviene señalar que resultan de la observación de determinadas pautas de interacción entre los miembros de la familia, que tienden a repetirse, pero que estas abstracciones sólo pretenden servir de guía a quie© WK Educación
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Cómo afrontar el divorcio
nes trabajan con familias, y no tienen como fin etiquetar a las familias, pues éstas se están construyendo permanentemente 7.
2. ¿QUÉ ES UNA FAMILIA RECONSTRUIDA? Me inclino por el término «familia reconstruida», pues en estas familias «el tra bajo se centra en una auténtica reconstrucción de lo anteriormente vivido y experimentado»8. Con toda probabilidad, éste será el prototipo de familia en un futuro no muy lejano, y se refiere a la familia formada por una pareja y sus hijos, cuando (al menos) uno de los cónyuges inicia la relación de pareja siendo ya progenitor. Así, la condición para poder hablar de familia reconstruida es la existencia de al menos un hijo de una relación anterior 9. Este concepto incluye los primeros matrimonios de padres y madres solteros, y también las convivencias prolongadas entre parejas heterosexuales y entre parejas homosexuales. Se descartan modelos familiares en los que pueda haber hijos de varias relaciones si no se da la presencia de dos adultos, como sería el caso de algunas familias monoparentales. Existen varios tipos de familias reconstruidas 10:
Las que provienen de un divorcio, en las que uno de los cónyuges tiene hijos previos.
Las que proceden de un divorcio donde ambos cónyuges tienen hijos previos.
Los divorciados/as con hijos cuyo excónyugue tiene una nueva pareja.
Constituidas por padres o madres que han enviudado e inician una nueva pareja.
Esta última fórmula no constituye ninguna novedad pues se trata de la familia reconstruida más antigua, si bien es relevante el aumento de las otras tres fórmulas, de la cual el modelo de divorciados con hijos anteriores por parte de ambos cónyuges constituye la combinación más compleja. 7. Ibíd. Pág. 204. 8. Ríos, (2005) op. cit. pág. 208. Pereira (2002) utiliza el término «familias reconstituidas». 9.
Visher y Visher (1988) cit. por Pereira, R. (2002). Familias reconstituidas: La pérdida como
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punto de partida. Perspectivas Sistémicas nº 70 (Marzo/Abril 2002). 10. Pereira (2002) op. cit.
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Vivir las nuevas familias con naturalidad favorece la integración de estos nuevos modelos. Además, su grado de aceptación contribuye al bienestar emocional de sus miembros, y redunda especialmente en bene ficio de los hijos. Sin duda, los hijos podrán afrontar mejor los cambios familiares, en la medida que la propia familia, educadores, etc., les proporcionen el apoyo su ficiente. En este sentido, los profesionales –educadores, mediadores, etc.– pueden ser auténticos generadores de aceptación hacia los nuevos modelos 11 Y es que «cualquier estructura familiar puede llevar a cabo exitosamente su función educativa si es coherente en la aplicación de las normas, apoya a sus miembros y está implicada en la labor de crianza de los hijos» 12.
2.1. Características de las familias reconstruidas Las familias reconstruidas forman un modelo familiar con unas características y unos problemas de finidos, y no debemos, por tanto, considerarlas como familias convencionales. Conviene tener en cuenta que se trata de:
Familias en transición, ya que han tenido que asumir un número importante de cambios en un corto período de tiempo –al menos más reducido que en las familias convencionales–, y donde las etapas del ciclo vital –noviazgo, matrimonio, etc.– se trastocan, acelerándose los plazos.
Nacidas de la pérdida, pues como hemos podido constatar, el punto de partida de estas familias es una pérdida, ya sea la ruptura matrimonial o la muerte del cónyuge. La tarea primordial de las familias reconstruidas será la de aprender a conducirse con las pérdidas y los cambios 13.
2.2. Diferencias entre familias convencionales y familias reconstruidas Se señalan las siguientes diferencias entre ambos modelos de familia 14, en relación con dos aspectos, por un lado la estructura y por otro su origen y desarrollo.
11. 12. 13. 14.
La estructura. En una familia convencional consta habitualmente de dos adultos más hijo(s) de ambos, mientras que en una familia reconstruida suele estar Zanuso (2005) op. cit. Victoria del Barrio (1998), citada por Pérez Testor et al. (2001), pág. 219. Visher y Visher (1988) cit por Pereira, R. (2002) op. cit. Berger (1998); Ginwald (1995); Visher y Visher (1988), todos cit. por Pereira (2002) op. cit.
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Cómo afrontar el divorcio
formada por dos adultos más hijos de ambos cónyuges (procreados con otros adultos-fruto de uniones anteriores) y, eventualmente, pueden contar con hijos procreados por los dos (nuevos) cónyuges. En consecuencia, existen diferencias en relación con: − Las obligaciones parentales, que en las familias convencionales están cla-
ramente definidas, mientras que en las familias reconstruidas, mucho más complejas, las obligaciones parentales no corresponden en exclusiva a la nueva pareja, sino que pueden haber una o más personas con obligaciones y derechos parentales.
− Los límites, pues los miembros de una familia convencional pertenecen a
un solo sistema familiar (familia nuclear), y sus límites están bien de finidos, lo cual les permite saber con certeza a quien se incluye y a quien excluye. Las fronteras están, por tanto, bien delimitadas y se hacen patentes, tanto desde el punto de vista biológico, como legal, como geográ fico. Por el contrario, en las familias reconstruidas, algunos de sus miembros pueden pertenecer simultáneamente a dos sistemas familiares diferentes; sus límites son imprecisos, y no queda claro a quién se incluye y a quien se excluye (puede no haber consenso respecto a quien forma parte de la familia). Asimismo, las fronteras biológicas, legales y geográ ficas son difusas.
Origen y desarrollo: las familias convencionales se forman a partir de cero; la familia reconstruida, por el contrario, tiene su origen en una pérdida y sus miembros deberán haberse recobrado de la pérdida por la ruptura conyugal (divorcio emocional) para que la nueva familia pueda «progresar adecuadamente»; de lo contrario, las di ficultades que deberá afrontar el nuevo sistema se multiplican. De otro lado, en las familias reconstruidas, los cónyuges tendrán que integrarse a una familia ya formada –con sus propias normas de funcionamiento, historia, etc.–, lo cual puede conllevar determinados problemas de adaptación. Por otra parte, y con relación al ciclo vital familiar –noviazgo, matrimonio, nacimiento del primer hijo, etc.–, en las familias convencionales el nacimiento de los hijos (si los hay) se produce con posterioridad a la creación de la pareja conyugal. En las familias reconstruidas, por el contrario, la unidad parentofilial es anterior a la pareja conyugal, lo cual modi fica la historia familiar de forma sustancial, y requiere, en consecuencia, de un proceso de adaptación completamente distinto.
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Las nuevas familias: la familia reconstruida
Diferencias entre familia biológica y familia reconstruida FAMILIA BIOLÓGICA
FAMILIA RECONSTRUIDA
Familia nacida a partir de una pérdida, Matrimonio creado sin pérdidas previas por divorcio o por muerte de uno de los y con grandes expectativas padres Historia y tradiciones compartidas a lo largo del tiempo
Unión de dos conjuntos de tradiciones habitualmente diversos
La relación conyugal precede a la relación parental
La relación parental precede a la relación conyugal
Hay una evolución paulatina de las reglas y de los roles familiares
Las reglas y los roles familiares suelen ser ambiguos y difusos
Los padres tienen derechos legales con respecto a los hijos
Los padres carecen de una relación legal con respecto a sus hijos a fines
Ambos padres biológicos conviven en el mismo hogar
Uno de los padres biológicos vive en otro hogar
Los hijos tienen un solo hogar
Los hijos forman parte de dos hogares
Los hijos llegan «de uno en uno», a lo largo del tiempo
Los hijos aparecen conjuntamente con la formación de la pareja Fuente: Zanuso (2005)
2.3. Mitos de las familias reconstruidas Sobre las familias reconstruidas existen una serie de creencias falsas acerca de madrastras y padrastros 15, de la relación entre éstos y los hijos de su pareja, etc., que, sin duda, no contribuyen al ajuste entre los miembros de la nueva familia. Destacan los siguientes mitos 16:
Entre el hijo y el padrastro o madrastra surge el afecto instantáneamente . Estas familias requieren de un período de construcción que será de uno a dos
15. Debo reconocer la incomodidad que me produce utilizar este término para designar a la nueva pareja del padre o la madre biológicos pero, lamentablemente, no se dispone todavía de una expresión
más adecuada. 16. Zanuso (2005), op. cit.
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Cómo afrontar el divorcio
años, cuando los hijos son pequeños, y de cinco años cuando se trata de adolescentes. Una vez finalizado este período, puede que el afecto no cristalice y se consolide una relación donde prevalezca una formalidad más o menos cordial.
Los hijos del divorcio o del nuevo matrimonio llevan una herida para toda la vida. Los estudios demuestran que no existe patología cuando el divorcio es funcional.
Los padrastros-madrastras son malvados. Es preciso que inventemos una palabra más neutra y más acorde con la realidad que sustituya estas expresiones, cargadas de connotaciones negativas en gran parte de la literatura infantil.
Los hijos se adaptan mejor al nuevo matrimonio de uno de sus progenitores si el padre biológico se aparta de ellos. Nada más lejos de la realidad, pues, como hemos podido constatar a lo largo de este trabajo, los hijos necesitan seguir relacionándose con su padre y con su madre después del divorcio. La incorporación de nuevas parejas de los padres a su vida, deberá respetar este punto sin lugar a dudas.
También son falsas las siguientes creencias:
La vida en una familia reconstruida resulta más fácil cuando se ha formado como consecuencia de la muerte de uno de los padres.
La vida en una familia reconstruida es más fácil si sus integrantes no pasan todo el tiempo juntos.
Hay un solo tipo de familia.
3. EL PROCESO DE RECONSTRUCCIÓN DE UNA FAMILIA En estos tipos de familia se lleva a cabo una delicada labor de reajustes, que ha de conducir a una nueva estabilidad y permitir a la nueva familia un funcionamiento eficaz como sistema familiar. La familia reconstruida requiere, ante todo, paciencia, comprensión y tiempo. Si bien es comprensible que, en ocasiones, los progenitores y sus nuevas parejas sientan la tentación de «quemar etapas». Pero tiempo y paciencia son esenciales para, en primer lugar, elaborar la pérdida por la relación anterior al divorcio y, una vez elaborado el duelo, dedicarse a forjar la nueva familia. 232
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Las nuevas familias: la familia reconstruida
En este proceso de reconstrucción pueden distinguirse 17:
Las fases iniciales, en las que los miembros de la familia empiezan a ‘moverse’ o permanecen en la misma posición.
Las fases intermedias, en las que se reorganiza la familia.
Las fases finales, en las que la familia se consolida.
Cada fase se acompaña de una recomendación básica:
Primera etapa: nutrir la relación de pareja.
Segunda etapa: encontrar un espacio y un tiempo para lo personal.
Tercera etapa: nutrir las relaciones familiares.
Cuarta etapa: mantener una estrecha relación entre el padre/madre biológico y su(s) hijo(s).
Quinta etapa: desarrollar las relaciones entre el padrastro/madrastra y los hijos de la nueva pareja.
Sexta etapa: edificar la confianza familiar.
Séptima etapa: reforzar los lazos de la familia reconstruida.
Octava etapa: trabajar en común con el otro hogar de los hijos. Así, es conveniente que los hijos puedan ver, en ocasiones, a los miembros de la familia anterior y a los de la nueva familia juntos.
3.1. ¿Cómo podemos favorecer el proceso de reconstrucción de la nueva familia? A continuación se exponen diversas actuaciones que pueden contribuir al éxito del proceso de reconstrucción de una familia 18. Estas indicaciones pretender ser de utilidad, tanto a las parejas que se hallan inmersas en este proceso, como a los educadores. Éstos, desde una posición privilegiada, pueden ser un apoyo importante para los hijos de estas familias. Sin duda, una adecuada educación emocional de las personas implicadas en este proceso, constituye un recurso esencial para afrontar la compleja tarea de organizar una familia de estas características. 17. Ibíd. 18. Ibíd. © WK Educación
233
Cómo afrontar el divorcio
Así, los hijos de familias reconstruidas, deben afrontar tres problemas esenciales: las pérdidas; la lealtad y la falta de control. En consecuencia, los padres deberán prestar especial atención a:
Afrontar las pérdidas y los cambios. Es útil identi ficar y reconocer las pérdidas de cada uno de los miembros de la familia, permitiendo y aceptando las expresiones de tristeza. Es preciso animar a los hijos a que hablen de lo que sienten y no instarles a que disimulen sus sentimientos. Además, los cambios deben realizarse gradualmente, aceptando la inseguridad que generan. En consecuencia, conviene introducir la nueva pareja de forma paulatina, sin forzar la situación. Es muy probable que los hijos no compartan el entusiasmo que embarga a la recién formada pareja y sientan tristeza o enfado. Y es que con la llegada de una nueva pareja se desvanecen de finitivamente las esperanzas de que los padres se reconcilien y vuelvan a vivir juntos. También es bene ficioso para los hijos que se respeten espacios a solas de éstos con los padres biológicos.
Conciliar las diferentes necesidades evolutivas. Los miembros de estas familias se hallan en diferentes fases del ciclo de la vida familiar; conviene, por tanto, conocer y aceptar las diferentes etapas por las que atraviesan adultos y niños. En este sentido, es útil mostrarse abiertos y tolerantes, favoreciendo que cada uno de los integrantes de la familia expresen claramente sus necesidades, al tiempo que se intentan negociar los aspectos más difícilmente conciliables.
Crear nuevas tradiciones. Reconociendo que hay diversos modelos de familia –ni mejores ni peores– y aceptando que tanto adultos como niños lleven consigo expectativas de las familias anteriores. Así, resulta provechoso mantener las costumbres anteriores y combinarlas paulatinamente con las nuevas, para que puedan ser integradas de forma gradual. Ver «las otras costumbres» como fuente de enriquecimiento, puede facilitar esta tarea.
Establecer una sólida relación de pareja. - Los sentimientos de culpa por el sufrimiento que ocasiona el divorcio a los hijos no deben bloquear la construcción de la nueva pareja. Paralelamente a la dedicación a los hijos, la nueva pareja debe alimentar su relación, pues su bienestar emocional puede ser una fuente importante de energía positiva. Un verdadero combustible que alimente la esperanza y la motivación, ya que ambas son necesarias para afrontar los retos que supone edi ficar esta nueva familia. También es bene ficioso para los hijos ver que su padre/madre y su nueva pareja se aman. Algunos progenitores no aciertan a encontrar el punto de equilibrio entre atender las necesidades de sus hijos y sus propios deseos de formar una nueva familia. No es infrecuente que en una situación de divorcio los progenitores acaben estableciendo relaciones simétricas con sus hijos y se conviertan en co-
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se parentalicen. Ocurre que llegan legas, o legas, o que se inviertan los roles y los hijos se parent alicen. Ocurre a poner su vida en manos de los hijos, consultándoles cualquier iniciativa iniciativa y es perando su beneplácito; de esta manera los hijos ejercen ejercen un control sobre sobre su(s) progenitor(es) que no les corresponde corresponde en absoluto, y acaban convirtiéndose convirtiéndose en pequeños déspotas.
No cabe esperar afecto instantáneo entre La formación de nuevas relaciones. relaciones. No instantáneo entre los hijos y la nueva pareja del progenitor. Este vínculo se establece gradualmente, con grandes dosis de paciencia y generosidad por parte de padrastros y madrastras, y con cuotas no menos importantes de complicidad por parte de padres y madres biológicos. biológicos. La generosa generosa colaboración colaboración de éstos éstos resulta resulta esencial esencial para que los hijos puedan establecer lazos de afecto con padrastros y madrastras. Recordemos al respecto, que sumar que sumar afectos nunca afectos nunca resulta perjudicial para los hijos. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que el afecto entre hijos y padrastros/madrastras no llegue a prosperar, y se establezca una relación correcta pero correcta pero escasa en cercanía y calidez. Éste desenlace resulta poco cautivador, pero la nueva pareja debe contar con esta posibilidad. La paciencia y la comprensión se imponen, pero no debe concederse ningún espacio a la falta de respeto ni a la mala educación hacia la nueva pareja. También cabe la posibilidad de que padrastros y madrastras se sientan, en ocasiones, excluidos e incluso rechazados. Deben tener presente que los hijos de su pareja y su pareja tienen más historia en común, y que el progenitor ausente ocupa un lugar importante en la memoria de los hijos. Conviene aceptar, por tanto, los sentimientos de nostalgia –especialmente al principio de la relación– y el amor hacia el progenitor ausente. Asimismo, es habitual que los hijos de la pareja se resistan a aceptar la autoridad del padrastro o de la madrastra. Por ello es recomendable que éstos muestren interés por los hijos de su pareja de forma no invasora, evitando competir con el padre o la madre biológicos. Éstos deberán dejar paulatinamente un espacio para la relación de sus hijos con los padrastros y las madrastras, hasta que llegue a crearse un vínculo estable. Si se logra establecer un vínculo de afecto con los hijos, es importante que éste se mantenga incluso si la pareja llega a fallecer o si se produce una nueva separación.
Crear una alianza parental. Éste es un aspecto decisivo para el buen funcionamiento del complejo entramado de relaciones, ya que una buena alianza entre los «adultos parentales» de la familia –padres y madres biológicos y padrastros y madrastras– reduce los con flictos de lealtad y las tensiones entre los dos hogares. Los hijos necesitan tiempo para aceptar a los recién llegados, pero la cooperación de los adultos parentales es decisiva; de ahí la necesidad de mantener una comunicación, a ser posible, fluida con la expareja. Del mismo
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modo, debe evitarse la competición entre uno y otro hogar, y tratar de que los hijos se sientan cómodos en ambas casas. También es esencial que padres y madres biológicos deleguen autoridad de forma paulatina en padrastros y madrastras, si bien deberán aguardar a que se esta blezca blezca un vínculo vínculo afectiv afectivoo entre ellos ellos y los los hijos. hijos. Por otro otro lado, lado, es fundamenta fundamentall que se respeten las pautas acordadas con el otro cónyuge, al tiempo que se evitan las críticas y las coaliciones con los hijos en contra del otro progenitor. En ningún caso es aceptable utilizar a los hijos como mensajeros ni como espías del espías del otro cónyuge. Por último, la aceptación de las limitaciones propias de la situación reforzará el caudal de paciencia y de con fianza que el proceso requiere.
Aceptar los cambios permanentes. permanentes. Que sobrevienen en la composición del grupo familiar, intentando mantener la coherencia en medio de tantos cambios, al tiempo que damos tiempo a los hijos para acostumbrarse a ellos. Cuando se trata de hijos adolescentes, conviene recordar que acostumbran a cambiar a menudo de hogar –del padre y de la madre– y que no debemos culpabilizarnos culpabilizarnos por ello.
Arriesgarse a mantener una relación relación estrecha con los hijos de la pareja. pareja. La relación entre hijastros y padrastros y madrastras puede encontrar no pocos obstáculos en el camino hacia la construcción de un vínculo de afecto profundo. Este proceso requiere que padrastros y madrastras sean generosos en ternura y calidez hacia los hijastros, sin ánimo de sustituir al padre o a la madre biológicos. Sin embargo, este este proceso no siempre se ve culminado culminado por una una relación estrecha; en estrecha; en este caso, se impone afrontar la frustración o la tristeza que ello conlleve, con la certeza de que el cariño volcado hacia los hijastros habrá contribuido, de alguna manera, a su nutrición emocional y y a su crecimiento como personas.
3.2. Pequeño manual de instrucciones para el buen funcionamiento de la familia reconstruida Esta lista de indicaciones 19 pretende servir de guía orientativa para familias reconstruidas o en proceso de reconstrucción:
No provocar con flictos de lealtades en los hijos. Los hijos han de tener pertodos los adultos parentales parentales de su familia. miso para miso para poder amar a todos
19. A partir de: Ochoa de Alda (2004: 245-246); Ríos (2005: 209) y Zanuso (2005).
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Que cada uno de los cónyuges se sienta responsable de sus propios hijos biológicos, estableciendo reglas, pautas, normas, etc., como padres biológicos.
Aceptar la responsabilidad y sentimientos del nuevo cónyuge respecto a los hijos del primer matrimonio.
El progenitor necesita ayudar al padrastro/madrastra a integrarse en la familia.
Son los padres biológicos quienes deben asumir el rol activo ante los hi jos. En ocasiones, el progenitor no custodio siente la tentación de no asumir este papel –tal vez por miedo o por sentimientos de culpa, etc.– y su objetivo prioritario pasa a ser «que el niño se divierta mucho» cuando está con él, en detrimento de las otras funciones f unciones como padre/madre.
El padrastro/madrastra debe integrarse paulatinamente y ser paciente al establecer el vínculo con los hijastros. Es primordial que no intente asumir el rol r ol co-parental antes de establecer lazos emocionales con los hijos de la pareja.
El padrastro/madrastra debe apoyar a su pareja en el rol parental, llegando, con el tiempo, a compartir el rol co-parental con el progenitor. progenitor.
Los miembros de la familia previa al divorcio, precisan «momentos a solas», para poder seguir construyendo el vínculo. Es importante que las nuevas parejas tengan en cuenta esta necesidad. necesidad.
Los «momentos especiales» –preparar alguna comida familiar, comprar el regalo de cumpleaños para el progenitor, progenitor, etc.– entre padrastro/madrastra e hi jastros pueden contribuir contribuir a consolidar consolidar este tipo de relaciones. relaciones.
Todas las familias necesitan «rituales» y formas de hacer las cosas que sean previsibles. Los rituales forman parte de la cotidianidad y son importantes. Conviejas costumbres familiares, que aportan tanto hijos viene ser respetuoso con las viejas costumbres como adultos, y flexible para integrar nuevas costumbres. nuevas costumbres. Los hijos de las familias reconstruidas suelen comparar la manera cómo se hacen las cosas entre la familia anterior y la actual; es importante trasmitirles la idea de que ambas formas de hacer son igualmente válidas: ni mejor ni peor, simplemente distintas.
Conceder la doble ciudadanía a ciudadanía a los hijos en ambos hogares, con los derechos y deberes que ello implica.
Negociar un acuerdo entre las dos familias, por el cual ninguna de las dos tomará decisiones respecto a los hijos de forma unilateral. Ello puede contribuir a desactivar la competitividad entre los dos hogares; también el chantaje emocional de algunos hijos reticentes a cumplir las normas («Me
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voy con papá/mamá porque allí no tengo que colaborar en las tareas tar eas domésticas»).
Lograr límites permeables en las dos familias f amilias con un canal de comunicación suficientemente abierto y flexible entre todos .
Incluir a los abuelos previos y a los abuelos nuevos. Ambos grupos son parte importante de la familia.
La buena comunicación entre los miembros de la familia es esencial para que la familia se desarrolle de forma positiva. En este sentido, conviene estar atentos a lo que mani fiestan los hijos, tanto verbal como no verbalmente.
Las actividades familiares ayudan a los miembros de la familia a conocerse y a compartir experiencias agradables. También son una buena ocasión para hablar tanto de los problemas problema s que preocupan preocupa n como de las cosas que gustan a cada uno.
Compartir recuerdos e historias que aumenten la integración de la nueva familia. Así, escuchar relatos de vacaciones, anécdotas, ver fotos, películas, etc., de la familia anterior, cuando está reunida la nueva familia, es una actividad excelente que ayuda a integrar el pasado y a cohesionar a los miembros de la familia actual.
Tener paciencia. pacien cia. Con el tiempo y a medida que la familia reconstruida se consolida, se hace más fácil la cooperación entre los dos hogares, y las relaciones entre los miembros de la nueva familia son más fluidas.
Y para terminar, un cuento de hadas (apto para el siglo XXI) 20: Érase una vez –quizá incluso incluso la semana pasada– pasada– una niña llamada llamada Rosa. Un día escuchó que su padre hablaba con alguien por teléfono y le contaba que tenía planes de volver a casarse. Rosa conocía a la presunta amiga de su padre y le parecía simpática, pero pero sabía que eso iba iba a cambiar cuando cuando fuera su madrastra. madrastra. De niña, los cuentos de hadas le habían enseñado que las madrastras son malvadas. De joven, como muchacha muy instruida, había aprendido aprendido en los periódicos que ser una hijastra equivalía a ser una metáfora viviente del abuso, el descuido y el maltrato. 20. Bernstein, (2004); cit. por Zanuso (2005).
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Y como oyente asidua de las entrevistas radiales y ávida espectadora de la TV durante el día, sabía que, a raíz de la falta de valores familiares de sus padres, ella terminaría estando entre «los que menos m enos probabilidades probabilidades tienen de triunfar». «No quiero vivir en una familia ensamblada», se dijo a sí misma. «Quiero tener una familia como todos los demás». Dicho y hecho: se s e fue de su casa. Y como es tradicional en los fugitivos de las leyendas, pronto se encontró con un mago a quien le relató su triste historia, recibiendo de él a cambio un manto que la haría invisible y le permitiría recorrer recorrer todos esos extensos territorios en busca de la familia de sus sueños, aquella que sería como la de todos los demás. Así fue fue como como Rosa inició su trayecto trayecto de casa casa en casa, casa, de familia familia en familia, viendo sin ser vista. Y conoció conoció muchas clases de familias: familias: unas en que los hijos vivían sólo con su madre o sólo con su padre, otras en las que vivían con su madre y abuela, o con ambos padres; familias en las que ambos padres eran mujeres o ambos eran hombres. Y vio también familias ensambladas de toda índole, algunas con madrastras, otras con padrastros, o con ambos. Y en todas esas clases diferentes diferentes de familias había personas felices, personas desdichadas, y algunas que estaban en una situación intermedia. Evidentemente, no existía una sola manera de estar en familia. Así pues, Rosa volvió a su casa y le habló a su papá sobre el miedo que tenía a ser hijastra. Y habló con su futura madrastra madrastra sobre sobre cómo le gustaría gustaría que se tratasen una a otra. Y a partir de entonces todos ellos tuvieron, por siempre, momentos felices e infelices, igual que todos los demás.
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Índice
Agradecimientos ............................................................................................ Prólogo ........................................................................................................... Introducción ..................................................................................................
7 9 13
PUNTO DE PARTIDA .................................................................................
17
Capítulo I. El conflicto ..................................................................................
19
1. ¿Qué es el conflicto? ............................................................................. 2. Características y fases del con flicto ...................................................... 3. Estilos de comportamiento ante los con flictos...................................... 4. Los conflictos de los padres y sus efectos en los hijos ......................... 5. Papel de la escuela en la resolución positiva de con flictos ................... 5.1. El trabajo conjunto entre escuela y padres ................................... 6. Estrategias que pueden favorecer la resolución de con flictos...............
21 22 26 28 31 34 35
Capítulo II. El ciclo del divorcio ..................................................................
37
1. Las crisis familiares .............................................................................. 2. El ciclo del divorcio .............................................................................. 3. Emociones y divorcio ........................................................................... 3.1. La pareja ....................................................................................... 3.2. Los hijos ....................................................................................... 4. Hoja de ruta...........................................................................................
39 40 43 43 44 48
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Índice
PREDIVORCIO............................................................................................
51
Capítulo III. La deliberación .......................................................................
53
1. La deliberación ..................................................................................... 2. Comunicar la decisión a los hijos ......................................................... 2.1. Preparando nuestro relato ............................................................. 3. Después de la noticia ............................................................................ 3.1. Síndrome de alienación parental (SAP) .......................................
56 58 59 66 67
Capítulo IV. La ira ........................................................................................
71
1. La ira .................................................................................................... 2. ¿Qué es la ira?....................................................................................... 3. Comprendiendo la ira ........................................................................... 4. Estrategias para regular la ira ............................................................... 5. ¿Cómo podemos ayudar a los hijos y a los alumnos a afrontar su ira? 6. Comprendiendo la ira de hijos y alumnos ............................................ 6.1.¿Por qué se enfadan? ..................................................................... 6.2. ¿Cómo les enseñamos a expresar la ira de forma adecuada? ....... 7. Estrategias para afrontar el enfado de los niños ................................... 7.1. Líneas básicas de actuación.......................................................... 7.2. Ideas para situaciones concretas...................................................
74 75 77 82 84 86 86 88 89 89 90
Capítulo V. El miedo .....................................................................................
95
1. ¿Qué es el miedo? ................................................................................. 1.1. Clases de miedo............................................................................ 2. Comprendiendo el miedo...................................................................... 3. Estrategias para regular el miedo.......................................................... 4. ¿Cómo podemos ayudar a los niños a afrontar su miedo?....................
98 98 101 105 107
DIVORCIO....................................................................................................
109
Capítulo VI. La mediación familiar ............................................................
111
1. El divorcio legal.................................................................................... 2. ¿Qué es la mediación familiar?............................................................. 2.1. Características de la mediación familiar ...................................... 2.2. Principios de la mediación ...........................................................
113 115 116 117
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Índice
3. ¿Por qué la mediación? ......................................................................... 3.1. ¿Qué clase de con flictos pueden resolverse con la mediación familiar? ....................................................................................... 4. El proceso de mediación familiar y las emociones............................... 4.1. El mediador y las emociones........................................................ 4.2. Emociones y bloqueo del proceso de mediación ......................... 4.3. El poder reparador del perdón ...................................................... 5. Diferencias entre el proceso de mediación y el proceso judicial .......... 6. Mediación y educación emocional ....................................................... 6.1. La figura del mediador y las competencias emocionales .............
119 120 120 125 126 129 131 134
Capítulo VII. El divorcio emocional: el duelo ............................................
137
1. ¿Qué es el duelo? .................................................................................. 2. Comprendiendo el duelo ....................................................................... 2.1. Etapas del duelo ........................................................................... 2.2. Tipos de duelo .............................................................................. 2.3. Factores que favorecen la elaboración del duelo y factores que lo dificultan................................................................................... 4. Estrategias para regular la tristeza ........................................................ 5. Pequeña guía para familiares y amigos de personas que se divorcian. ¿Cómo podemos ayudarles? ................................................................. 6. El duelo de los hijos y de los alumnos. ¿Cómo podemos ayudarles a afrontarlo? ............................................................................................. 6.1. Comprendiendo su duelo: la tristeza y la pena............................. 6.2. Mitos relacionados con la tristeza de los niños ............................ 6.3. Factores que pueden di ficultar la elaboración del duelo en los niños ................................................................................... 7. Estrategias para ayudar a los niños a afrontar el duelo.........................
141 144 145 148
Capítulo VIII. Habilidades de interacción social para exparejas .............
165
1. Formas más habituales de relación entre padres divorciados ............... 2. Habilidades de interacción social para la pareja de padres .................. 2.1. Comunicación no verbal............................................................... 2.2. Escuchar activamente ................................................................... 2.3. Asertividad ...................................................................................
168 170 171 172 174
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150 152 154 156 157 157 161 162
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Cómo afrontar el divorcio
2.4. Habilidades de comunicación....................................................... 3. Defensa y respeto de los derechos personales ..................................... 3.1. Comunicaciones difíciles ............................................................. 3.2. Habilidades de negociación..........................................................
178 180 182 185
POSTDIVORCIO .........................................................................................
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Capítulo IX. La resiliencia: superando las adversidades ..........................
191
1. ¿Qué es la resiliencia? .......................................................................... 1.1. Características de la resiliencia .................................................... 1.2. Fuentes o factores de resiliencia................................................... 1.3. Resiliencia y educación emocional .............................................. 2. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos y alumnos a ser resilientes?. 2.1. A propósito de la empatía y del amor… .......................................
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Capítulo X. Felicidad y divorcio ..................................................................
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1. ¿Qué es la felicidad? ............................................................................. 2. ¿Cómo podemos contribuir a nuestra felicidad? .................................. 3. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos y alumnos a ser felices? ......
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Capítulo XI. Las nuevas familias: la familia reconstruida .......................
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1. Funcionalidad del modelo de familia .................................................. 2. ¿Qué es una familia reconstruida? ........................................................ 2.1. Características de las familias reconstruidas ................................ 2.2. Mitos de las familias reconstruidas .............................................. 3. El proceso de reconstrucción de una familia ....................................... 3.1. Pequeño manual de instrucciones para el buen funcionamiento de la familia reconstruida ............................................................. Bibiografía .....................................................................................................
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