Seis diferencias entre ética y moral – moral – Victor Peñuela Cano
Las normas morales no necesitan ser fundamentadas porque normas morales hay en todas partes. Esas normas no tienen una previa fundamentación. La distinción entre ambas la fundamentaremos en la noción de eticidad. Admitimos que la moral es anterior a la ética. La moral es el hecho (el objeto) de la ética. La moral sería pues un hecho. Existen seis distinciones fundamentales entre ética y moral: 1) Desde el punto de vista del discurso: ¿Qué clase de discurso es el discurso moral? Es un discurso normativo, prescriptivo del comportamiento; establece lo que se debe hacer. En este dominio se establece todo aquello que se debe hacer y todo aquello que se debe evitar. Frente a esto, entendemos a la ética como un discurso reflexivo y crítico en torno a la moral. Diríamos que el objeto del discurso moral es el comportamiento y sobre este comportamiento se intenta hacer una regulación o control; en tanto que el objeto de la ética no es el comportamiento directamente, y por eso la ética nunca dice qué se debe hacer. Alguna vez le preguntaron a Habermas: ¿Cuál es la pregunta pregunta fundamental de la ética? y él respondió: ‘¿Qué hacer?’ . Pero la respuesta a esta pregunta no es ética sino que es moral… La ética no fundamenta la moral; no justifica las normas morales. La ética cuestiona las normas morales. Para ser moral basta con seguir las normas y los códigos. Mientras que la ética piensa las normas. Porque podría ser que las normas fueran absurdas, o fueran injustas… injustas… Decimos que la ética no fundamenta la moral sino que la cuestiona. A título de ejemplo, dice Nietzsche: ‘El cristianismo ha logrado someter a todo occidente con solo tres palabras: los conceptos de pecado, culpa y condenación. 2) Segunda diferencia: Analogía Analogía del juego: La moral tiene que ver con todo tipo de códigos, de normas y de reglas. Donde hay normas hay, un juego, pues lo que caracteriza los juegos es precisamente la existencia de reglas. Y a la inversa, dondequiera que hay reglas hay, así sea de manera implícita, un juego. La moral tiene que ver con las reglas; la ética tiene que ver con los juegos. En primer lugar, podríamos caracterizar toda actividad humana como un juego: luchar, amar, trabajar. Lo que sucede es que hay juegos ligeros y juegos pesados. Juegos peligrosos como el juego de la guerra. O juegos en los que no se arriesga casi nada. Por ejemplo los juegos de los niños, en los que no sea apuesta, no hay dinero. Los juegos tienen un contexto, una duración, unos espectadores. La ética prefiere los espectadores privados a los públicos. La ética prefiere la mirada afectiva, la mirada amorosa, la mirada de una persona amada y presente. Porque hay otra mirada privada que sería por ejemplo la mirada del soñador, aquel que prefiere actuar frente a una mirada querida pero distante. Wittgenstein que insistía en la importancia del juego, decía que la pregunta que hay que formular en filosofía no es cuál es la verdad o el sentido del ser, que sería una pregunta metafísica, sino ¿de qué juego se trata y por qué regla se rige? La primera pregunta pretende ser profunda; la segunda es completamente superficial. Podríamos decir que la antigüedad es la época de la profundidad, la modernidad la época de la altura y la contemporaneidad es el tiempo de la dimensión de la superficie. superficie . Por tanto la pregunta que debemos hacer hoy es una pregunta ligera. Ahora bien, todos participamos simultáneamente en muchos juegos. Podemos decir que la moral es un juego también, pero es un juego bastante rígido. En cambio, la ética como teoría de los juegos, habla de una amplitud y de la flexibilidad de las jugadas dentro de c iertos juegos. Decíamos que la ética no invita de inmediato a la transgresión. transgresión. No obstante, la transgresión, es decir, la posibilidad de realizar una jugada fuera del juego está presente también en los juegos. Por ejemplo, cuando se obedece pero no se cumple; es decir, es como hacer otro juego dentro del juego. Concretando, diríamos que la moral es un juego rígido que solamente hace aplicaciones técnicas. Y habría dos tipos de aplicación, dice la hermenéutica: técnica y práctica. ¿Qué es una aplicación práctica? Es un caso de subsunción de un particular bajo una forma general, que puede ser por ejemplo una ley o una norma. Cuando alguien sólo sabe aplicar normas está siendo un individuo moral, pero al mismo tiempo está rehusándose a participar en el juego como sujeto. Para concretar esto, diríamos que todo aquel que sólo tiene en cuenta las normas como criterio es un desalmado, no tiene alma, no tiene espíritu porque no tiene un criterio propio. (El único criterio para él son las normas).
El tipo de aplicación que hace la ética se llama aplicación práctica. ¿Y cuándo estamos ante un caso de aplicación práctica? Primero -y para esto me valgo de Aristóteles-, cuando existen varias opciones y no solamente la norma. Esto es lo que Aristóteles llama la posibilidad de la deliberación. Esto es incluso lo que hoy llaman la creatividad. Un caso de aplicación técnica: el suicidio. Cuando alguien no ve otra opción que colgarse de una cuerda estamos ante una aplicación técnica. En cambio la ética, o aplicación práctica, habla de la posibilidad de varias opciones. Eso es un juego. Y en el juego siempre se pueden realizar diferentes jugadas. El segundo aspecto es que la vida esté allí presente de alguna manera. (para jugar con las palabras ‘que la vida esté en juego’.) La tesis ética es que no hay aplicaciones técnicas en estado puro. Toda aplicación técnica es en el fondo una práctica. Podríamos decir que la aplicación práctica es en el fondo un caso de visión, es decir tener una situación, las diferentes opciones, el hecho de que la vida está en juego para bien o para mal. Así, si la aplicación práctica es un caso de visión, la aplicación técnica es tan solo un caso de ceguera. Pero es lo mismo; en el fondo ninguna aplicación técnica es ingenua, es inocente o neutral. Cuando alguien no quiere asumir un criterio para encarar una situación, ese hombre es un desalmado o un antiético, es decir, porque no quiere asumir ninguna responsabilidad, no quiere asumirse como sujeto ponente, como sujeto que participa y piensa, como sujeto que decide, como sujeto que interviene en las vidas de los demás. Insisto: un caso de aplicación práctica tiene que ver con varias opciones y con el hecho de que la vida esté en juego y para bien o para mal. Y esto último es fundamental: el hecho de que la vida puede servir como criterio para distinguir entre lo bueno y lo malo, desde el punto de vista ético. 3) Tercer diferencia: La ética tiene que ver con un mundo, con la constitución de un mundo ético. Pero del mismo modo hay un mundo moral. El mundo moral es el mundo de la realidad, pero la realidad no es nada natural. La realidad es siempre una construcción histórica. Lo histórico es siempre algo producido. Eso es lo que Hegel llamaría el ‘espíritu objetivo’. El espíritu objetivo es aquello que responde por los hechos de la cultura , aquello que el hombre estudia pero ha sido producido por el hombre mismo. Foucault decía que si al poder se le acepta no es tanto porque sea negativo, porque sea represivo, porque diga no. El poder jala en la cultura porque el poder también es productivo. El poder produce normalidad, produce normas de vida, produce placer, produce discursos, produce verdades. Entonces cuando decimos que la moral es el mundo de la realidad, lo que se quiere decir es que el mundo es un constructo, es un artificio; pero un artificio que llega a ser asumido como verdad. Lacan decía que a la realidad se la acepta; en cambio a la verdad se la reprime. ¿Qué es la ética? Michelser decía que el filósofo es el vigía de lo posible. Y por su parte, Savater afirmaba que la realidad no es racionalidad, sino tan solo posibilidad. Entonces si el mundo de la moral es el mundo real, el mundo ético es el mundo de la posibilidad. Y ¿qué es posible? Dice Aristóteles que posible es lo que no es, pero es posible que sea. A esto la vamos a designar como aquello que está ‘en potencia’, es decir, lo posible, que es una fuerza. La ética implica una visión ética del mundo, que sería una visión de la espontaneidad y productividad de las fuerzas. Las fuerzas son algo privado; además son impredecibles. Y para que las fuerzas o para que las potencias se desarrollen necesitan inclusive tiempo. Deleuze decía, a propósito de Spinoza, que uno no nace libre ni tampoco razonable; uno llega a ser libre, uno llega a ser razonable. El problema es el devenir. Dice Deleuze: “No se es filósofo; se deviene como tal ”. Entonces el mundo de lo posible nos coloca en relación con el tiempo, con el devenir. Pero hagamos antes una aclaración. La visión ética del mundo no es una visión política del mundo. ¿Y en qué consiste una visión política del mundo? Consiste en admitir que el origen de las fuerzas es privado. En segundo lugar, que esas fuerzas deben ser socializadas para encontrar las relaciones adecuadas que les corresponden. Ahora bien, en un tercer lugar, en medio del proceso de socialización de las fuerzas se producen choques, conflictos, antagonismos. Y, en cuarto lugar, la única solución posible a estos choques, conflictos o antagonismos es el Estado. Entonces una visión jurídica del mundo concentra en el Estado, en el poder y en el aparato de Estado toda reflexión. Y eso sería una concepción política del mundo. (minuto 30 – Duración total: 55’ 37’’)