DISCURSO 11 DE MAYO
Sra. Directora, sr vicedirector Sra. Secretaria, Profesores, Personal de maestranza, Alumnos.
Sres.
Hoy recordamos dos grandes hechos de nuestra historia como la del Himno Nacional Argentino y natalicio de Fray Mamerto Esquiú Nuestro Himno fue compuesto Vicente López y Planes militar, político y poeta que nació en Buenos Aires y se graduó en leyes en la Universidad de Chuquisaca y su memoria está unida al Himno Nacional Argentino adoptado por la asamblea el 11 de Mayo de 1813 que originalmente fue conocida como la “Marcha Patriótica” la que fue cantado por primera vez por un coro de niños con música de Blas Parera, recién en 1900 en plena Presidencia de Julio Argentino Roca se la adoptó con las estrofas que hoy cantamos. El día 11 de mayo de 1826 nació Mamerto Esquiú en un hogar donde la exigüidad de bienes materiales contrastaba con la riqueza de su patrimonio espiritual. Fue el hombre que por su inmenso, amor a Jesucristo y su piedad, humildad, talento y patriotismo, daría con el correr del tiempo nombre y apellido al lugar de su nacimiento y gloria imperecedera a la Iglesia Católica, y a su amada patria, la República Argentina. Su madre doña María de las Nieves Medina y su padre Don Santiago Esquiú hicieron promesa de vestirlo con los hábitos de San Francisco de Asís, ya que su debilidad de nacimiento hacía peligrar su vida. A los cinco años fue vestido con el sayal de San Francisco. El niño sanó se hizo hombre y vivió llevando el sayal hasta la hora de su muerte.
Con una vida iluminada por su sencillez y profunda humildad tenía perfiles inconfundibles de santidad, transcurrió su vida ayunando sirviendo hasta el mismo instante de su muerte. En estos tiempos que corren pareciera ser aún más lejana, tal vez hasta considerada como una rareza, la impronta de aquel sacerdote franciscano oriundo de estas tierras. Su disciplina, su esfuerzo, sus sacrificios parecieran no tener nada que ver con esta época de facilismos y desidia. Sin embargo, la historia nos brinda la oportunidad de acercarnos a su existencia, acaso sin que lleguemos a comprender en calidad terminada cuán grandes fueron su pujanza encauzada hacia la superación personal, y su entereza. Pero, la revisión de sus huellas en este mundo seguramente ha de conseguir la admiración de los que aún elegimos creer –y poseemos tal certidumbre– en la vitalidad espiritual que se desarrolla con el ejercicio racional y atinado de la voluntad humana. Fray Mamerto Esquiú supo, desde la forja de su abnegación, modelar en sí mismo la imperturbable templanza de la rectitud y la humildad que sólo los iluminados logran detentar en forma natural. Su confianza en el exhaustivo estudio de las temáticas que lo apasionaron y seguramente también su elevada Fe en el Ser Absoluto, y por ende en su sublime creación, lograron la consecuencia esperada en hombres de su talla intelectual: la originalidad y la lógica incuestionable de ideas destinadas a convertirse en faros para todo aquel intelecto ávido de normas de vida compatibles con la civilidad, con la ética y con porvenires esperanzadores. Tales fueron su entendimiento y su ilustración que la palabra “sumisión” logró, en su destreza como orador, escapar felizmente al sentido, tan negativo, que suelen endilgarle aquellos que hoy se creen “ciudadanos progresistas” y acaso no son más que simples individuos atrapados en la superficialidad de costumbres y en esta realidad que día a día
pareciera ir vaciándose de bienes morales y cívicos. “Sumisión ante las leyes” fue uno de los frutos de la privilegiada mente de Fray Mamerto Esquiú. También recordamos hoy, aquel 11 de mayo de 1813 donde la Asamblea General Constituyente que regía los destinos de nuestro país, aprobó la letra de la "Marcha Patriótica", compuesta por Vicente López y Planes en sólo dos meses a partir del pedido que la propia Asamblea le hiciera el 6 de marzo. Junto con la bandera, la escarapela y el escudo, nuestro Himno Nacional integra el conjunto de símbolos patrios con el que nos sentimos identificados y unidos como argentinos. Son los distintivos de nuestra patria, y debemos ostentarlos con orgullo y tratarlos con respeto. Desde su creación, el nombre de nuestro himno tuvo varias denominaciones: "Marcha Patriótica", "Canción Patriótica Nacional", y "Canción Patriótica", hasta que en 1847 se lo llamó definitivamente "Himno Nacional Argentino". La letra del Himno (que se cantó por primera vez en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson el 14 de mayo de 1813) estuvo a cargo de Vicente López y Planes y la música fue compuesta por Blas Parera. El Himno Nacional Argentino fue creado con el fin de que sea una marcha patriótica que represente al país y al pueblo argentino, y que acompañe a la alegría, al entusiasmo popular y al fervor patriótico de un pueblo libre. En sus letras habla del surgimiento de la Nación, y de la libertad lograda al romper las cadenas que nos sometían a España. Esta marcha patriótica nos transmite varios valores, como la libertad, identidad y autonomía, entre otros.
Un ser humano, cuando canta, dedica siempre un homenaje a un afecto, a un sentimiento, Pero el canto adquiere valores insospechados cuando el que lo hace lo dedica a su patria. En las escuelas, cada mañana, en cada tarde, los alumnos, formados en el patio y en silencio, asisten al izamiento y al arriamiento de la bandera, y en cada acto de una fecha patria cantan, generalmente en voz baja y tímida, algunos versos del Himno Nacional, mientras otros conversan, mastican chicles o se ríen; en general el adolescente no se siente identificado con los símbolos. No hay una conciencia de que el símbolo está ligado a nuestra identidad y acá está el gran dilema sobre qué pasa con nuestra identidad. Saludar a la Bandera o los actos patrios, son un ritual absolutamente vaciado de sentido. No se percibe actualmente que el pasado forma parte del presente y orienta al futuro; algo que antes no estaba en discusión, pero que ahora se perdió, porque es obvio que no hay expectativas del futuro en términos individuales y de conjunto; hay como una ruptura de las temporalidades, y el pasado no tiene presencia social. Por eso, la falta de contenido que hoy tienen los símbolos nacionales, está ligada al problema de qué pasa hoy con la identidad, porque los símbolos –que cobran sentido en cada presente- son lo que permanece y es lo que da idea de continuidad histórica en la vida de un pueblo. En este marco ¿cobra sentido de identidad nacional, acaso, el despliegue de una bandera o la entonación de estrofas del himno, en una cancha de fútbol, o en una manifestación popular? ¿Es ésta una manera de apropiación de los símbolos por parte de la gente para sostener su identidad, diferente al ritual tradicional que se realiza en las escuelas?
Los símbolos tienen un sentido desdibujado porque es una obligación; pero por otro lado vemos su presencia en momentos muy concretos como en la cancha, un recital, en el activismo político. Hay contextos particulares en que el himno o la bandera pueden emocionar; no es que los símbolos no producen nada, sino que tienen que ver con experiencias personales más que con la idea de una pertenencia común. Por eso no hay homenaje más grande ni más completo a la Patria, en el mundo de los sonidos, que una muchedumbre cantando un Himno Nacional.