Claudia nunca se había fijado sexualmente se xualmente en una chica hasta ese día. Estaba en el aeropuerto, aero puerto, había pasado ya por la aduana y estaba esperando en la zona de espera a que les dieran la señal para embarcar. embarcar. Aunque aún quedaban unos cuarenta y cinco minutos. Se había sentado en la última silla s illa de una fila casi cas i vacía y había sacado su libro. Al principio principio no se fijó en la chica que había e n la fila de delante. En E n un momento dado notó que la miraban y levantó la vista hacia ella. e lla. La estaba mirando. Al principio pensó si es que se conocían, pero enseguida lo descartó. La chica tenía una cara que no se podía olvidar fácilmente. Era guapa, muy guapa. En cuanto Claudia la había mirado había desviado la mirada. Claudia volvió a su libro por un momento pero al poco rato notó como como la chica c hica volvía a mirarla. La miró de nuevo. La chica no tenía cara de decir <>, así as í que Claudia no lo entendía. Tampoco Tampoco la miraba con car caraa de pensar <> o algo similar como sabía que otras pensaban al verla pasar. Y es que Claudia sabía que atraía. No se consideraba un bombón pero gustaba, y a ella le gusta ba sentirse así. Aunque nunca le había pasado con una chica. O a l menos no se había fijado nunca en una chica como para darse dar se cuenta de que producía ese efecto, el e l mismo efecto que en los chicos. Y esa chica seguía mirándola. No es e s que se sintiera incómoda, normalmente no tenía ese problema, pero se sentía realmente intrigada. La chica llevaba e l pelo muy corto pero a la vez era muy femenina. Tenía Tenía la piel blanca y llevaba a lgo de color en las mejillas. Tenía los ojos claros. Llegó a la conclusión de que tenía una cara muy luminosa. luminosa. No estaba seria pero tampoco sonreía abiertamente. Claudia se dio cuenta de que miraba la misma frase desde hacía un buen rato pero no la veía. Ya Ya no podía concentrarse pero no quería cerrar el libro porque no sabría hacia dónde mirar. mirar. Decidió arriesgarse una vez más y mirar a la chica. Esta vez pareció que hacía un amago de sonrisa y cuando Claudia iba a devolvérsela vio como la chica bajaba la mirada hacia su boca. La miró durante unos segundos y siguió bajando hacia el cuello, hacia los pechos y hasta los pies, y volvió a subir lentamente, para finalmente volver vo lver a mirarla a los ojos o jos fijamente durante lo que pareció parec ió una eternidad, aunque debió ser solo un segundo. A Claudia el escrut inio la había dejado clavada, sin poder apart ar la mirada, y hasta le pareció parec ió que a la chica le brillaban brillaba n los ojos después de haberla repasado r epasado de arriba a abajo. Sintió S intió como enrojecía. Antes de apartar la mirada vio como la chica bajaba la vista y mojándose un dedo, como si fuera a pasar la página de un libro, se acariciaba lentamente la parte interior de la muñeca izquierda. A Claudia le dio un escalofrío. “¿Qué pretende?”
Claudia se mojó varias veces los labios porque se había quedado seca. Volvió a mirar a la chica y ésta le miraba la boca de nuevo. Cuando la otra chica notó que Claudia la miraba se sonrojó levemente y apartó la mirada. “Ahora verás tu, si quieres jugar, jugaremos”. Claudia llevaba un vestido semi ajustado y decidió aprovecharse de la situac ión. Dirigió una mirada alrededor para controlar que nadie se hubiera fijado en las miradas entre ellas dos ni que estuviera pendiente de lo que haría. Volvió la mirada hacia la chica y mientras tanto descruzaba la pierna derecha, las dejaba separadas durante unos segundos, incluso hizo amago de abrirlas ligeramente, y luego cruzó la pierna izquierda por encima de la derecha. Al descruzar la primera pierna había dirigido la mirada hacia sus piernas, para que la otra chica también se fijara. Y lo había conseguido. Y al quedarse con las piernas ligeramente abiertas observó como la chica entreabría los labios e inspiraba levemente, a la vez que se sonrojaba. Claudia rió internamente. Había conseguido devolverle la jugada. ¿Qué haría ahora la otra chica? No debió esperar demasiado para comprobarlo. La otra chica también miró alrededor para comprobar que nadie las miraba, entonces mientras miraba a Claudia a los ojos se acercó una mano a la boca y empezó a lamerse un nudillo, luego el lateral de un dedo. Iba co ntrolando si alguien se fijaba en ella. Claudia respiraba profundamente sin apartar la mirada. A sus veinticinco años Claudia sa bía perfectamente lo que le gustaba y nunca había pensado que pudiera llegar a ponerse cachonda con una tía y además en medio de un montón de gente. Sentía el impulso de llevarse una mano a su vagina pero tenía que controlarse. El libro hacía rato que había sido olvidado. La otra chica seguía provocándola. Ahora se acariciaba el labio inferior con un dedo y tiraba de é l hacia fuera, además de humedecérselo continuamente. Luego volvió a humedecerse un dedo y esta vez lo llevó a su cintura, donde se levantó un poco la camiseta y empezó a acariciarse. Las dos estaban sonrojadas. Se estaban poniendo cachondas mutuamente y lo más curioso de todo es que nadie parecía darse cuenta. Claudia no podía más. Tuvo que hacer un esfuerzo para apart ar la mirada. Cogió el libro, que estaba junto a su pierna derecha y lo guardó en el bolso, miró si se dejaba algo más y se levantó mirando a la otra chica. - Ven -le dijo con voz ahogada. No esperó para mirar si la otra chica se levantaba. Se fue en busca de los servicios, que estaban a unos cien metros. Al entrar sintió el impulso de mirar atrás, para comprobar si la joven venía, pero se cruzó en ese momento con una mujer que salía y tuvo que ladearse para dejar la pasar. Se miró en el espejo. Estaba encendida y respiraba profusamente. Abrió el grifo del agua fría para refrescarse las manos. En ese momento se abrió la puerta y miró esperanzada pero era una mujer mayor. “¿Y si no viene? ¿Y si sólo ha jugado conmigo? Mierda, tendré que hacérmelo sola”. Pero cuando la mujer entraba en uno de los habitáculos disponibles entró la joven, que la miró a través del espejo, y se dirigió a otro habitáculo, dejando la puerta unos centímetros abierta. Claudia se dio valor y se dirigió hacia la puerta, abriéndola y volviéndola a cerrar tras ella. Se miraron unos segundos. Tanto Claudia como la otra chica dejaron los bolsos colgados y la otra
chica levantó una mano para acariciarle la cara. Fue como una señal. Claudia le puso las manos en la cintura y la atrajo hacia ella, para besarla en la boca. Sabía a menta. Y besaba muy bien. La chica le levantó el vestido y le puso las manos en las nalgas. Al estar tan juntas la desconocida le hacía presión en la vagina y Claudia levantó la cara, momento que aprovechó la joven para besarla en el cuello, las orejas, la clavícula. A Claudia ya le sobraba el vest ido y apartó a la chica un momento para darse la vuelta y que ésta le bajara la cremallera. Se lo quitó por abajo y lo colgó en el bolso, quedándose con un conjunto interior color negro. La chica se puso a su espalda y empezó a besarle el cuello y la espalda en toda su extensión. Luego le quitó el sujetador y le masajeó los pechos. Claudia estaba apoyada en la puerta con las piernas abiertas. Se giró y le quitó la camiseta a la chica y luego le desabrochó el pantalón mientras volvían a besarse en la boca. Volvieron a parar un momento para que se quitara el pantalón, aunque se quedó con los zapatos. Claudia aprovechó para quitar le el sujetador y besarle los pechos y el ombligo. Tenía una barriga perfecta, sin nada de grasa. Seguidamente le bajó las bragas mientras la miraba a los ojos y luego se quitó las suyas. También las dejó sobre el bolso. En un baño público era mejor no dejar caer la ropa al suelo. Claudia volvió a sus labios mientras la acariciaba de arriba a abajo. Entonces se acercó a la vagina de la otra chica e introdujo el dedo medio. La chica tuvo que morderse la lengua para no gemir y Claudia empezó a meterle y sacarle el dedo. Pero rápidamente observó que un dedo era poco y añadió otro. Mientras tanto le lamía el cuello, los pechos. La otra chica se ladeó un poco para colocar la mano derecha a la altura de la vagina de Claudia y también la penetró. Aunque no hacían ruido respiraban fuertemente y seguro que alguien las oía, pero no les importaba. Sudaban las dos y a la desconocida le empezaban a fallar las piernas, pero Claudia notó como se estiraba. Estaba cerca del orgasmo. Y ella también. En un último esfuerzo la chica se corrió mientras le apretaba los labios contra la boca para no gritar. El orgasmo fue largo y seguidamente se corrió Claudia, mientras la otra chica seguía introduciendo los dedos a pesar de su orgasmo. Cuando Claudia acabó se abrazó un momento a la otra chica mientras recuperaban el aire. Cuando se separaron se sonrieron. Aun les costaba respirar pero Claudia quería más. Ya que era su primera experiencia con una chica tenía que aprovecharla al máximo. Ni siquiera pe nsaba en que podían perder el avión. Y la otra chica tampoco. Claudia hizo que la chica se sentara en el inodoro, justo en el borde de la taza y le abrió las piernas. Entonces cogió papel higiénico en cantidad y lo ext endió en el suelo para luego ponerse de rodillas encima. Empezó a lamerle toda la vagina a la chica. Ya estaba llena de jugos. Como era la primera vez no sabía exactamente qué hacer, hasta que notó que cada vez que recorría el botoncito de la vagina la otra chica arqueaba la espalda. Se concentró en ese punto mientras la joven se agarraba a la taza del inodoro con las dos manos, y cuando ya estaba cerca del segundo orgasmo cogió a Claudia del pelo con una mano, apretándole la cabeza contra su vagina, como si no quisiera que se separara jamás. En cuanto terminó tiró de Claudia para que se sentara sobre ella y quedaron abrazadas unos segundos. Luego ésta se retiró para mirarla un momento a los ojos. - ¿Esto lo haces con mucha frecuencia? -le acarició los pezones. Tenía unos pechos pequeños pero bonitos. La desconocida levantó las cejas. - ¿El qué? ¿Practicar sexo? -Claudia puso los ojos en blanco. La chica tenía una voz suave. - Provocar a chicas desconocidas.
- Ah -la chica r ió por lo bajo -. Con chicas no había llegado nunca tan lejos. Cuando las miraba me miraban con cara de pensar “¿Tengo monos en la cara?” y no llegábamos a nada más, aunque sé lo que es estar con chicas; con algunos chicos he llegado hasta aquí mismo. - Ah, creía que sólo... - No, me gusta todo -adivinando el pensamiento de Claudia. - Yo... es mi primera vez con una chica. - Lo sé -Claudia la miró con las cejas levantadas -. No lo digo por lo que has hecho aquí dentro, si no porque ahí fuera tu cara de intriga me lo ha dicho todo. Si no hubiera sido la primera vez habrías sabido por qué te miraba. - Tienes razón. Bueno, ¿puedo saber qué o pinas de lo que he hecho aquí dentro? -sonrió algo avergonzada. Con los chicos era fácil saberlo, y aunque ella había tenido dos orgasmos quería saber si habían sido normales o habían estado bien. La chica del pelo corto sonrió. - ¿Tu qué crees? -Claudia seguía sentada sobre ella y ella le acariciaba la parte interior de una muñeca. La otra chica levantó los hombros. - Quiero saber hasta que punto ha estado bien. - Oh... Bastante bien, hacía t iempo que una chica no me satisfacía t anto. -Claudia sonrió. Eso le subía la moral -. Bueno, ¿y qué opinas tu? - Muy interesante. Nunca se me había pasado por la cabeza tener sexo con una chica, y la verdad es que me arrepiento de no haberlo hecho antes. La joven sonrió y la besó brevemente en los labios. Oyeron que por el altavoz del baño llamaban a los últimos pasajeros de su vuelo. Las dos se habían olvidado por completo de que debían tomar un avión y empezaron a coger su ropa rápidamente para vestirse. - Oye, ¿cómo te llamas? -preguntó Claudia mientras se giraba de espaldas a la chica para que ésta le subiera la cremallera del vestido. - Mmm... Creo que es mejor mantener el misterio -Claudia se giró levantando una ceja mientras se recogía el pelo y se pasaba una goma. - ¿Por qué razón? -La desconocida levantó los hombros. - Por regla general no digo mi nombre a la gente con la que tengo sexo. Prefiero mantener e l misterio -las dos ya estaban listas y salieron para lavarse las manos rápidamente. - ¿Eso quiere decir que no repites nunca con la misma persona? -las dos caminaban rápidamente hacia el mostrador. La chica del pelo corto la miró y asintió co n la cabeza. - Generalmente no -cada una sacaba su tarjeta de embarque y su documento de identidad mientras esperaban que una familia de tres personas entrara delante de ellas. - Pero... si dices que te ha gustado... A no ser que fuera mentira...
- No es eso -Claudia entregó su tarjeta y su documento de identidad y esperó a que la azafata hiciera la comprobación, cuando se lo devolvió le sonrió y ca minó un poco. Cuando la otra chica también pasó continuó hablando -. Es verdad que me ha gustado. Pero... -levantó los hombros -, no sé, creo que si debemos volver a vernos el dest ino hará que nos encontremos. - ¿Entonces lo dejas siempre e n manos del destino? -caminaban rápido y alcanzaron a la familia. Claudia no acababa de entenderlo. ¿Por qué no podían quedar de nuevo si a las dos les había gustado? ¿De verdad le había gustado? - Si -la chica le dio paso a Claudia y ésta entró primero en el avión, para saludar a las azafatas e ir caminando hacia su asiento. Claudia esperaba que la chica se sentara a su lado. Con las prisas y la conversación no había pensado a preguntárselo, pero eso sólo pasaba en las películas. No caería esa breva -. Sé que es difícil de entender pero creo en el destino, y si debemos vernos otra vez lo haremos -Claudia iba caminando algo ladeada para escuchar a la otra chica, que hablaba bajo para que los otros ocupantes del avión no la o yeran. Cuando llegaron a la mitad del avión Claudia se paró. - Este es mi asiento -estaba justo al lado del pasillo y no tendrían que levantarse los otros dos pasajeros para dejarla pasar. Se metió para que la otra chica pudiera pasar antes de poner su bolso arriba. Se giró hacia la joven y la miró a los ojos. La chica del pelo corto t ambién la miró intensamente a los ojos, luego le puso una mano en la cintura y se acer có para darle un beso en la mejilla. - Suerte -Claudia asintió. - Igualmente, cuídate -la chica le sonrió y se fue hacia el final del avión. Claudia volvió a salir y met ió su bolso en el compartimento de arriba, después de haber cogido el libro. Intentaría leer aunque no creía que pudiera concentrarse. Se sentía extraña. No sabía si estaba triste, molesta, enfadada... Ella se acostaba con muchos chicos y luego les daba largas. “¿De qué me quejo? ¿El problema sólo es porque hasta ahora no me habían dado largas a mi?” El sexo a media mañana estaba muy bien, y si encima la ot ra persona sabía lo qué hacía era la ostia. Y aunque hubiera sido en un habitáculo reducido había disfrutado. Y por una vez que quería repetir con la misma persona no tendría la oportunidad. Era prácticamente imposible reecontrarse con esa chica. Era la primera vez que la veía, ¿ahora iba a tener tanta suerte para verla de nuevo? El vuelo no llegaba a una hora y durante todo el trayecto estuvo dándole vueltas. Tenía la tentación de levantarse para ir al baño y ver dónde se sentaba la chica, pero también le daba vergüenza, por si la otra chica sospechaba cuál era el motivo. ¿Pero qué más daba si no iba a verla más? Finalmente resolvió levantarse e iría mirando al frente, si por casualidad la veía bien, si no pues nada. Nada más levantarse los ojos se le fueron unos pocos asientos más atrás, a una cabeza de pelo corto, que por suerte estaba mirando por la ventana. Fue al baño y se lavó de nuevo la cara y las manos para hacer tiempo y volvió a su sitio. Al pasar por la fila de asientos de la otra chica estuvo tentada de mirar pero se contuvo. Claudia no lo sabía pero la otra chica sí que la había visto y sonrió. La chica del pelo corto pensó que le habría gustado tener algo más de t iempo para estar con la otra chica. Le había gustado provocarla y le había gustado que la otra chica aceptara el juego. Y sólo le había podido procurar un orgasmo. Sabía que quizá se arrepentiría de no haberle dado su número,
pero se había impuesto esa regla hacía varios años, después de un desengaño amoroso, y de momento no la había roto. Si el destino quería volverían a encontrarse. Al aterrizar el avión las azafatas indicaron que los pasajeros debían salir por la parte trasera del avión. Entonces saldría primero la otra chica, si no se quedaba esperando a que hubiera salido todo el mundo. Todo el mundo se levantó y los que estaban al lado del pasillo salieron para ir cogiendo sus cosas. Claudia guardó el libro y esperó a que la gente empezara a ca minar. Vio que la otra joven se incorporaba al pasillo cuando los de su fila empezaban a moverse. Claudia se preguntó si la otra chica la esperaría a la salida del avión para ir juntas en el autobús que las llevaría a la terminal, o si la esperaría cuando ya hubieran salido de la terminal para despedirse de ella. Cuando llegó fuera del avión miró si estaba al pie de las escaleras, pero no la vio. Al ir bajando las escaleras miró en dirección al autobús, por si la veía sentada a través de los cristales, pero había gente de pie y no pudo verla. Poco después de que Claudia entrara en el autobús este cerró sus puertas y los pasajeros que no pudieron entrar debieron esperar a que llegara otro. Al llegar a la terminal, los pasajeros que debían recoger maletas se dirigieron hacia una salida, y los demás siguieron recto. Claudia no llevaba maletas y creía que la otra chica tampoco. Efectivamente la vio caminando por delante. Claudia quería alcanzarla pero sin ponerse a correr. Cuando llegaron al otro lado de la terminal desembocaron en una sala en la que había mucha gente que también acababa de llegar. Por un momento Claudia perdió a la joven, pero suponía que se dirigiría hacia la salida. Ella fue esquivando a la gente y los carros hasta que consiguió traspasar las puertas correderas. Al salir fuera, la luz del sol la deslumbró por un momento. Cuando sus ojos pudieron ver con normalidad vio que la chica desconocida se metía en un taxi y cerraba la puerta. Ahí estaba la última oportunidad que había tenido para hablar con ella. Se alejaba a la par que el taxi cogía velocidad. Se quedó de pie mirando hasta que el taxi desapareció de su vista. Se sintió triste e impotente. No entendía por qué le afectaba t anto pero le molestaba. No era el hecho de que le dieran largas, o al menos eso creía, era el hecho de haber conocido a una chica con la que, estaba segura, podría haberse llevado muy bien, y si enc ima había sexo como el de esa mañana, habría sido aún mejor. Pero no, no podria ser. Era prácticamente imposible reencontrarse con ella. Entonces se giró y entró de nuevo para ir hacia la salida del metro que la llevaría a su destino.
FIN