Huyendo de las vengativas fuerzas republicanas, Dessel, un minero de cortosis, se enrola en las filas del ejército Sith, uniéndose a la sangrienta guerra contra la República y sus héroes Jedi. Allí, su brutalidad, astucia y excepcional dominio de la Fuerza le convierten rápidamente en un guerrero de renombre. Pero sus jefes, siempre vigilantes, creen que le aguarda un futuro mucho más brillante. Como acólito de la academia Sith, donde estudia los secretos y poderes del lado oscuro, Dessel adopta su nueva identidad: Bane. Pero la verdadera prueba aún está por llegar. Para poder ser aceptado en la Hermandad de la Oscuridad, deberá desafiar las tradiciones más secretas y rechazar todo lo que le han enseñado. Esta será una auténtica prueba de fuego en la que deberá entregarse por completo al lado oscuro… y hacer renacer de sus cenizas una nueva era de poder absoluto.
Huyendo de las vengativas fuerzas republicanas, Dessel, un minero de cortosis, se enrola en las filas del ejército Sith, uniéndose a la sangrienta guerra contra la República y sus héroes Jedi. Allí, su brutalidad, astucia y excepcional dominio de la Fuerza le convierten rápidamente en un guerrero de renombre. Pero sus jefes, siempre vigilantes, creen que le aguarda un futuro mucho más brillante. Como acólito de la academia Sith, donde estudia los secretos y poderes del lado oscuro, Dessel adopta su nueva identidad: Bane. Pero la verdadera prueba aún está por llegar. Para poder ser aceptado en la Hermandad de la Oscuridad, deberá desafiar las tradiciones más secretas y rechazar todo lo que le han enseñado. Esta será una auténtica prueba de fuego en la que deberá entregarse por completo al lado oscuro… y hacer renacer de sus cenizas una nueva era de poder absoluto.
Darth Bane 1
Camino de destrucción Drew Karpyshyn
Esta historia forma parte de la continuidad de Leyendas.
Título original: Darth original: Darth Bane: Bane: Path of Destruction Destruction Autor: Drew Karpyshyn Arte de portada: John Jude Palencar Publicación del original: septiembre 2006 1003 - 1000 años antes de la batalla de Yavin
Traducción: CiscoMT Revisión: Satele88 Maquetación: Bodo-Baas Versión 1.0 12.07.14 Base LSW v2.2
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Darth Bane: Camino
de destrucción
Declaración Todo el trabajo de traducción, revisión y maquetación de este libro ha sido realizado por admiradores de Star Wars y con el único objetivo de compartirlo con otros hispanohablantes. Star Wars y todos los personajes, nombres y situaciones son marcas registradas y/o propiedad intelectual de Lucasfilm Limited. Este trabajo se proporciona de forma gratuita para uso particular. Puedes compartirlo bajo tu responsabilidad, siempre y cuando también sea en forma gratuita, y mantengas intacta tanto la información en la página anterior, como reconocimiento a la gente que ha trabajado por este libro, como esta nota para que más gente pueda encontrar el grupo de donde viene. Se prohíbe la venta parcial o total de este material. Este es un trabajo amateur, no nos dedicamos a esto de manera profesional, o no lo hacemos como parte de nuestro trabajo, ni tampoco esperamos recibir compensación alguna excepto, tal vez, algún agradecimiento si piensas que lo merecemos. Esperamos ofrecer libros y relatos con la mejor calidad posible, si encuentras cualquier error, agradeceremos que nos lo informes para así poder corregirlo. Este libro digital se encuentra disponible de forma gratuita en Libros Star Wars. Visítanos en nuestro foro para encontrar la última versión, otros libros y relatos, o para enviar comentarios, críticas o agradecimientos: agradec imientos: librosstarwars.com.ar . ¡Que la Fuerza te acompañe! El grupo de libros Star Wars
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Para Jen, que lo hace todo posible.
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Agradecimientos Esta novela no podría haber tomado forma sin la ayuda de mucha gente. Me gustaría agradecer a mis editores Shelly Shapiro y Sue Rostoni por darme esta oportunidad y por quedarse conmigo a través de todas mis reescrituras y revisiones. Me estremezco de pensar cómo habría acabado si no hubiera sido por sus valiosos comentarios e ideas. Cualquiera que haya leído las series Jedi vs. Sith verá la deuda creativa que le debo a Dark Horse Comics, pero también me gustaría señalar las contribuciones de mis amigos y compañeros de trabajo de BioWare. Muchas de las bases y el material de fondo para esta novela evolucionaron de nuestra investigación y trabajo juntos en KOTOR, especialmente Dave Gaider, Luke Kristjanson, Peter Thomas, y James Ohlen. Gracias por todo, tíos. Drew
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PRÓLOGO
En los últimos días de la Antigua República, los seguidores Sith del lado oscuro de la Fuerza y antiguos enemigos de la orden Jedi, eran sólo dos: un Maestro y un aprendiz. Aún así no siempre era así. Mil años antes del colapso de la República y el alzamiento al poder del Emperador Palpatine, los Sith eran legión… Lord Kaan, Maestro Sith y fundador de la Hermandad de la Oscuridad, caminaba a través del sangriento campo de batalla, una sombra alta en la penumbra de la noche. Miles de tropas de la República y casi cien Jedi habían dado sus vidas tratando de defender este mundo contra su ejército, y habían perdido. Él se deleitaba en su sufrimiento y desesperación; incluso ahora podía percibirlo elevándose como el hedor de los cuerpos rotos desparramados por el valle. En la distancia se avecinaba una tormenta. Conforme cada resplandor de un rayo iluminaba el cielo, el gran templo Sith de Korriban era visible momentáneamente en la distancia, una silueta austera alzándose sobre el horizonte yermo. Un par de figuras esperaban en el centro de la matanza, una humana y la otra twi’lek. Él las reconoció a pesar de la oscuridad: Qordis y Kopecz, dos de los más poderosos Lords Sith. Una vez habían sido rivales amargos, pero ahora servían juntos en la Hermandad de Kaan. Se aproximó a ellos rápidamente, sonriendo. Qordis, alto y tan flaco que parecía casi esquelético, le devolvió la sonrisa. — Esta es una gran victoria, Lord Kaan. Ha pasado demasiado tiempo desde que los Sith han tenido una academia en Korriban. — Percibo que estás ansioso por empezar a entrenar a los nuevos aprendices aquí — contestó Kaan —. Espero que me proveas con muchos adeptos Sith más poderosos… y leales… y Maestros en los años venideros. — ¿ Proveerte? — Preguntó Kopecz haciendo énfasis — . ¿No querrás decir proveernos? ¿No somos todos parte de la Hermandad de la Oscuridad? Su pregunta se encontró con una risa fácil. — Por supuesto, Kopecz. ¿Un mero desliz de la lengua? — Kopecz rehúsa a celebrar nuestro triunfo — destacó Qordis — . Ha estado así toda la noche. Kaan dio una palmada en el hombro pesado del twi’lek. — Esta es una gran victoria para nosotros — dijo él — . Korriban es más que sólo otro mundo: es un símbolo. El lugar de nacimiento de los Sith. Esta victoria manda un mensaje a la República y a los Jedi. Ahora de verdad conocerán y temerán a la Hermandad. Kopecz se encogió de hombros para liberarse de la mano de Kaan y se giró con un golpe de las puntas de los largos lekku alrededor de su cuello. — Celebrad si queréis — gritó sobre su hombro mientras se alejaba — . Pero la guerra real sólo acaba de empezar.
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PARTE UNO Tres Añ os D espué s
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Dessel estaba perdido en el sufrimiento de su trabajo, apenas al tanto de su alrededor. Sus brazos le dolían por el vapuleo sin fin del martillo hidráulico. Pequeños trozos de piedra saltaban de la pared de la caverna mientras él la perforaba, rebotando en sus gafas protectoras e hiriendo su cara y manos expuestas. Nubes de polvo atomizado llenaban el aire, obscureciendo su visión, y el zumbido estridente del martillo llenaba la caverna, apagando los otros sonidos mientras excavaba centímetro a centímetro agonizante en la gruesa veta de cortosis entretejida en la roca ante él. Insensible al calor y la energía, el cortosis era preciado para la construcción de armaduras y escudos tanto por intereses comerciales como militares, especialmente con la galaxia en guerra. Altamente resistentes a los rayos bláster, las aleaciones de cortosis supuestamente podían soportar incluso la hoja de un sable láser. Desafortunadamente, las mismas propiedades que lo hacían tan valioso también lo hacían difícil de extraer. Los sopletes de plasma eran virtualmente inútiles; llevaría días hacer arder incluso una pequeña sección de roca con cortosis incrustada. La única forma efectiva de extraerlo era a través de la fuerza bruta de los martillos hidráulicos vapuleando sin descanso la veta, picando el cortosis trocito a trocito. El cortosis era uno de los materiales más duros de la galaxia. La fuerza del martilleo rápidamente desgastaba la cabeza del martillo, desafilándolo hasta que se volvía casi inútil. El polvo obstruía los pistones hidráulicos, atascándolos. Extraer cortosis era difícil para el equipo… y aún más difícil para los mineros. Des había estado martilleando durante cerca de seis horas estándar. El martillo pesaba más de treinta kilos, y el esfuerzo de mantenerlo alzado y presionando contra la cara de la roca le estaba pasando factura. Sus brazos estaban temblando por el esfuerzo. Sus pulmones jadeaban por aire y se ahogaban en las nubes de polvo fino de material lanzadas por la cabeza del martillo. Incluso sus dientes le dolían: el traqueteo de la vibración se sentía como si los estuvieran soltando de sus encías. Pero a los mineros en Apatros se les pagaba basándose en cuánto cortosis recuperaban. Si abandonaba ahora, otro minero se metería y empezaría a trabajar en la veta, llevándose una parte de los beneficios. A Des no le gustaba compartir. El zumbido del motor del martillo cobró un tono más agudo, volviéndose un gemido agudo con el que Des estaba demasiado familiarizado. A veinte mil rpm, el motor absorbía el polvo como un bantha sorbiendo agua después de una larga travesía por el desierto. La única forma de combatirlo era por la limpieza y el servicio regular, y la Compañía de Minería del Borde Exterior prefería comprar equipo barato y reemplazarlo, en lugar de invertir créditos en mantenimiento. Des sabía exactamente lo que iba a ocurrir después, y un segundo después, lo hizo. El motor explotó. Los hidráulicos se agarraron con un horrible crujido, y una nube de humo negro escupió en la parte trasera del martillo. Maldiciendo al MBE y a sus políticas
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empresariales, Des liberó su dedo contraído del gatillo y lanzó la pieza de equipo gastada al suelo. — Apártate, niño — dijo una voz. Gerd, uno de los otros mineros, dio un paso adelante y trató de apartar a Des del camino con un golpe de hombro para poder trabajar en la veta con su propio martillo. Gerd había estado trabajando en las minas por casi veinte años estándar, y había convertido su cuerpo en una masa de músculo duro, anudado. Pero el mismo Des había estado trabajando en las minas durante diez años, desde que era un adolescente, y él era igual de sólido que el hombre mayor, y un poco más grande. Él no se movió. — No he acabado aquí — dijo él — . El martillo ha muerto, eso es todo. Dame el tuyo y seguiré con ello un rato. — Conoces las normas, niño. Paras de trabajar y alguien más tiene permiso para meterse. Técnicamente, Gerd tenía razón. Pero nadie nunca se metía en la propiedad de otro por un mal funcionamiento del equipo. No, a no ser que estuviera tratando de iniciar una pelea. Des echó un vistazo rápido alrededor. La cámara estaba vacía a excepción de ellos dos, estando a menos de medio metro de distancia. No era sorpresa; Des normalmente escogía cavernas lejos de la red principal de túneles. Había sido más que mera coincidencia que Gerd estuviera aquí. Des conocía a Gerd de tanto tiempo como podía recordar. El hombre de edad media había sido amigo de Hurst, el padre de Des. Antes, cuando Des empezó a trabajar en las minas con trece años, había recibido un montón de abusos por parte de los mineros más grandes. Su padre había sido el peor torturador, pero Gerd había sido uno de los principales instigadores, repartiendo más de su justa parte de provocaciones, insultos, y ocasionales tirones de orejas. Sus acosos habían terminado poco después de que el padre de Des muriera de un fuerte ataque al corazón. No era que los mineros sintieran lástima por el joven huérfano, aún así. Para cuando Hurst murió, el adolescente alto, flacucho al que les encantaba acosar se había convertido en una montaña de músculo de manos pesadas y un temperamento feroz. El de minero era un trabajo duro; es la cosa más cercana a los trabajos forzados fuera de una colonia prisión de la República. Quien fuera que trabajara en las minas de Apatros se volvía grande, y Des sucedió que se convirtió en el más grande de todos ellos. Media docena de ojos morados, innumerables narices sangrantes, y una mandíbula rota en el espacio de un mes era todo lo que les tomó a los antiguos amigos de Hurst decidir que estarían más felices si dejaran en paz a Des. Aún así era casi como si le culparan de la muerte de Hurst, y cada pocos meses uno de ellos lo intentaba de nuevo. Gerd siempre había sido lo suficientemente listo como para mantener la distancia, hasta ahora. — No veo a ninguno de tus amigos aquí contigo, viejo — dijo Des — . Así que retrocede de mi propiedad, y nadie saldrá herido.
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Gerd escupió en el suelo a los pies de Des. — Ni siquiera sabes qué día es, ¿no, chico? ¡Una kriffida desgracia es lo que eres! Ellos estaban lo suficientemente cerca el uno del otro, que Des podía oler el amargo whiskey corelliano en el aliento de Gerd. El hombre estaba borracho. Lo suficientemente borracho como para ir buscando pelea, pero aún lo suficientemente sobrio como para mantenerse. — Hoy hace cinco años — dijo Gerd, agitando su cabeza tristemente — . Hoy hace cinco años que tu propio padre murió, ¡y tú ni siquiera lo recuerdas! Des raramente siquiera pensaba ya en su padre. No había sentido verle irse. Sus recuerdos más recientes eran de su padre golpeándole. Ni siquiera recordaba el motivo; Hurst raramente necesitaba uno. — No puedo decir que eche de menos a Hurst del mismo modo que tú, Gerd. — ¿Hurst? — Resopló Gerd — . Él te crió por su cuenta después de que tu mamá muriera, ¿y tú ni siquiera tienes el respeto de llamarle Papá? ¡Tú desagradecido hijo de sabuesa kath! Des miró abajo amenazantemente a Gerd, pero el hombre más bajo estaba demasiado lleno de bebida y de indignación moralista como para ser intimidado. — Debería haber esperado esto de un cachorro de mudcrutch como tú: — continuó Gerd —. Hurst siempre decía que no eras bueno. Sabía que había algo mal contigo… Bane. Des apretó sus ojos, pero no picó. Hurst le había llamado por ese nombre cuando estaba borracho. Bane. Había culpado a su hijo por la muerte de su mujer. Le había culpado por estar pegado a Apatros. Consideraba que su único hijo era la desgracia1 de su existencia, un hecho que tendía a escupirle a Des en sus rabietas borrachas. Bane. Eso representaba todo lo malicioso, ruin, e infame de su padre. Golpeaba a los miedos más internos de cada niño: el miedo a la decepción, el miedo al abandono, el miedo a la violencia. Cuando era un niño, ese nombre le había herido más que todos los golpes de los puños pesados de su padre. Pero Des ya no era un niño. Con el tiempo aprendió a ignorarlo, junto con todo el resto de la bilis de odio que escupía la boca de su padre. — No tengo tiempo para esto — murmuró él — . Tengo trabajo que hacer. Con una mano agarró el martillo hidráulico del agarre de Gerd. Puso la otra mano en el hombro de Gerd y le apartó de un empujón. Tambaleándose de espaldas, el hombre embriagado dio con su talón en una roca y cayó duramente contra el suelo. Se levantó con un gruñido, sus manos cerradas en puños. — Supongo que tu padre ha estado fuera demasiado tiempo, chico. ¡Necesitas a alguien que te devuelva la cordura a golpes! Gerd estaba borracho, pero no era ningún imbécil, se dio cuenta Des. Des era más grande, más fuerte, más joven… pero había pasado las últimas seis horas trabajando con un martillo hidráulico. Estaba cubierto de mugre y el sudor goteaba de su cara. Su 1
Juego de palabras con desgracia (bane en inglés) en el original.
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camiseta estaba empapada. El uniforme de Gerd, por otra parte, todavía estaba relativamente limpio: sin polvo y sin manchas de sudor. Debía haber estado planeando esto todo el día, tomándoselo con calma y acomodándose mientras Des se desgastaba. Pero Des no iba a retroceder en una pelea. Lanzando el martillo de Gerd al suelo, se dejó caer agachándose, con los pies extendidos y los brazos hacia fuera enfrente de él. Gerd cargó hacia delante, balanceando su puño derecho en un gancho violento. Des extendió el brazo y cogió el puño con la palma abierta de su mano izquierda, absorbiendo la fuerza del golpe. Su mano derecha golpeó hacia delante y agarró la parte inferior de la muñeca derecha de Gerd; mientras tiraba al hombre mayor hacia delante, Des se agachó y se giró, llevando su hombro al pecho de Gerd. Utilizando el propio impulso de su oponente contra él, Des se tensó y tiró fuertemente del puño de Gerd, dándole la vuelta hacia arriba de forma que golpeó el suelo con su espalda. La lucha tendría que haber acabado justo entonces; Des tuvo medio segundo donde podía haber soltado su rodilla contra su oponente, sacándole el aire de los pulmones y clavándole al suelo mientras él golpeaba a Gerd con sus puños. Pero no ocurrió. A su espalda, exhausta por las horas de levantar el martillo de treinta kilos, le dio un espasmo. El dolor era agonizante; instintivamente Des se irguió, agarrándose los músculos lumbares anudados. Le dio a Gerd una oportunidad para rodar fuera del camino y volver a ponerse en pie. De alguna forma Des consiguió dejarse caer en su flexión de combate de nuevo. Su espalda aullaba en protesta, y él gesticulaba conforme dagas al rojo vivo de dolor, se disparaban a través de su cuerpo. Gerd vio los gestos y se rió. — ¿Tienes un tirón ahí arriba, chico? Deberías saber que es mejor no tratar de luchar después de una jornada de seis horas en las minas. Gerd cargó hacia delante de nuevo. Esta vez sus manos no eran puños, sino garras arañando y agarrando cualquier cosa que pudieran encontrar, tratando de anular la altura del hombre más joven y alcanzarle acercándose. Des trató de lanzarse fuera del camino, pero sus piernas estaban demasiado rígidas y resentidas como para hacerle llegar. Una mano agarró su camiseta, la otra tenía agarre en su cinturón mientras Gerd tiraba de ambos hacia el suelo. Ellos forcejearon juntos, luchando en la piedra dura, irregular del suelo de la caverna. Gerd tenía su cara hundida contra el pecho de Dessel para protegerla, evitando que Des le diera un codazo sólido o un cabezazo. Todavía tenía agarrado el cinturón de Des, pero ahora su otra mano estaba libre y golpeaba a ciegas hacia donde imaginaba que estaría la cara de Des. Des fue forzado a envolver sus brazos alrededor del propio brazo de Gerd, entrelazándolos de modo que ningún hombre pudiera lanzar un puñetazo. Con sus extremidades unidas, la estrategia y la técnica significaban poco. La lucha se había convertido en una prueba de fuerza y resistencia, con los dos combatientes desgastándose lentamente el uno al otro. Dessel trató de hacer rodar a Gerd sobre su espalda, pero su cuerpo agotado le traicionó. Sus extremidades eran pesadas y blandas; no pudo conseguir hacer palanca como necesitaba. En su lugar fue Gerd quien fue capaz
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