PAULITA Federico Gana
denuncian a las claras su origen araucano. *$lo los ojos son grandes, negros, rasgados e inteligentes. Por in le digo+ -¿Y ha sabido de os!?
-¿Llueve Paulita? – Le pregunto, abriendo los ojos cargados de sueño. -Lloviendo toda la noche sin descansar, señor, me contesta, al mismo tiempo que deposita cuidadosamente sobre el velador una humeante taza de ca!. "n seguida, cruza los brazos sobre el pecho # se queda inm$vil contemplando ijamente, a trav!s de los vidrios de la ventana, el cielo, de un gris sucio # opaco, cerrado por la lluvia torrencial. Yo, desde mi lecho, diviso conusamente all%, auera, las siluetas de los %rboles doblados por el uerte viento del norte& las nubes tenebrosas que vuelan r%pidas hacia el sur& los campos, de un verde tierno # brumoso, cubiertos de agua& los animales que vagan aqu' # all% en los potreros como entumecidos de r'o& las gotas que borbotean sin t!rmino en las charcas. -(on este tiempo tan malo, los animales # los pobres son los que padecen& agrega Paulita, contemplando tristemente, embebida, el paisaje. )espu!s se vuelve hacia m' # me mira sonriendo, con los ojos brillantes, como invit%ndome a entablar una de esas charlas matinales a que la tengo acostumbrada, en las que tratamos largamente de toda la cr$nica dom!stica de la casa de campo, de la que ella est% mu# impuesta como llavera del undo que es desde hace largos años. "s una viejecita de pequeña estatura, encorvada por los años # los achaques, vestida de riguroso luto, # a pesar del r'o # la humedad de esa mañana de invierno, no lleva por todo abrigo sino un pequeño pañuelo de lana que apenas le cubre la cabeza # el cuello. *us cabellos grises, %speros # uertes, su color obscuro # bilioso, su estrecha rente # los p$mulos # las mand'bulas mu# pronunciadas,
l escuchar estas palabras, un destello destello indeinible de orgullo, de embriaguez # de esperanza, parece encenderse de sbito en el ondo de sus ojos, que parpadean& se acerca a mi lecho # me contesta r%pidamente en voz baja, conidencialmente+ /)e os!, de osesito, mi hijio0 *', señor, /c$mo ni hab'a de saber0 "st% mu# en grande por all%, en ntoagasta. )icen que #a se sali$ de ese hotel # que ha juntado plata para poner una tienda. )icen tambi!n que anda mu# elegante, que parece todo un caballero. Yo lo dec'a que )ios hab'a de proteger a mi hijo tan bueno, tan amante, tan sometido # respetuoso con su madre. (uando lo puse a servir, el primer sueldo me lo trajo hasta el ltimo centavo, # me dijo+ 1qu' tiene, madre, para que se compre todas sus altas2. )espu!s, cuando sal'a a verme, siempre me tra'a cualquier regalito. )ec'a tambi!n que #o #a no estaba para trabajar, que !l me dar'a para que descansara en mi vejez. hora, tan arreglado, tan cuidadoso de su persona, tan sin vicios3 – se interrumpe un instante, apo#a la barba en su mano enlaquecida, suspira d!bilmente #, ijando sus ojos dilatados en el suelo, e4clama con voz apagada, como habl%ndose a s' misma+ -Y ahora /tan lejos de m' el pobre niño0 ¿5ui!n me lo atender% por all%?... -¿Y le ha escrito desde que se ue? ¿Le ha mandado algn recuerdo?
l escuchar estas palabras, su rostro rostro moreno # amarillento parece demudarse de sbito, cierra los ojos a medias # contesta con voz estrangulada, sonriendo p%lidamente+ -*'3 siempre me escribe3 desde que se ue, ah' tengo las cartas3 se las traer! para que las vea3 "s tan atento3 6ambi!n 6ambi!n me ha mandado
algunos engañitos3 )ice que no se viene, porque no quiere llegar pobre aqu'. – *uspira con esuerzo, ija los ojos turbios e inciertos en la abierta ventana, # contina+ -Y pensar que va para los tres años que anda por all%. /"sto es terrible para una, verse sola en la vejez sin tener a nadie que le cierre los ojos0 7uarda silencio un instante, ijando en m ' su mirada triste # abatida, #, en seguida, agrega con dolorosa sonrisa+
-/h0 *eñor /qu! crimen m%s grande es la pobreza, porque si #o hubiera tenido algo, os! no se me habr'a ido con ese caballero, su pariente, que le vino a ormar tan bonitos planes para llev%rselo al norte0 8 ese hombre tiene la culpa de que #o est% padeciendo ahora, de c$lera # desesperaci$n. 6rata de proseguir, pero la voz se le ahoga en la garganta& su boca se contrae convulsivamente& gruesas l%grimas asoman a sus ojos encendidos, # resbalan lentamente por sus mejillas rugosas, #, por in, murmura con acento entrecortado por los sollozos+ -Y !l all%3 al in del mundo3 # #o tendr! que morirme aqu' como un perro& /porque esto me matar%, esto me ha muerto, señor0
*e lleva al pecho las manos como tratando de desembarazarse de algo que la ahogara, se da vuelta # se aleja r%pidamente, tambale%ndose, con el rostro contra'do inclinado hacia la tierra # la tr!mula cabeza hundida en los hombros. 9 9 9 Pocos d'as despu!s de esta escena, esto# sentado rente a mi escritorio le#endo tranquilamente los diario, que acaba de traer el correo mañana. Por la abierta ventana penetran los ra#os del sol de invierno& en el jard'n que ha# al rente se escucha el lento gotear de los %rboles se
sacuden el agua de la pasada lluvia, el grito estridente de las golondrinas, el conuso gorjeo de los p%jaros, saludando alegremente al buen tiempo. 7randes, espesas nubes blancas se divisan all% entre los %rboles del camino real, destac%ndose inm$viles sobre el hmedo azul del cielo& # un h%lito poderoso embriagante de vida, cargado con el acre perume de las #erbas silvestres # de la tierra mojada, llega hasta lo m%s hondo de mi pecho. 6odo lo que me rodea parece nuevo, brillante, claro+ los campos, las casas, los montes distantes, hasta la blanca torrecilla del (ementerio lugareño que contemplo, en lontananza, a trav!s de los %lamos negruzcos. Yo me siento tambi!n %gil, ligero # alegre, con el coraz$n henchido de no sé qu! vaga, indeinible esperanza. )e repente siento que la puerta de la habitaci$n se abre suavemente+ r%pidas pisadas que #o conozco mu# bien resuenan tras de m' sobre la alombra. Paulita est% rente a m'& trae debajo del brazo un pequeño envoltorio& sus labios se agitan como si desearan comunicarme luego algo importante. (on la luz uerte # clara que penetra por la ventana, su rostro parece demacrado, p%lido # enerrnizo& sus grandes ojos negros circundados de proundas ojeras viol%ceas brillan intensamente, con los resplandores de la iebre& pero su boca sonr'e enigm%tica, maliciosa3 *e inclina a mi o'do # me dice misteriosamente+ -:o# me ha llegado carta de !l, ¿sabe? qu' la traigo para que la vea. - ih0 os! le ha escrito – le digo. ;e hace un repetido signo de airmaci$n con la cabeza, al mismo tiempo que busca nerviosa mente algo en el pecho. Por in, saca un pequeño papel todo arrugado # me lo pasa cuidadosamente, dici!ndome+ - L!amela, señor, para ver qu! es lo que ha puesto ah'. - "s una breve carta que principia con el consabido+ 1"spero que al recibo de !sta se encuentre gozando de una completa salud& #o quedo aqu'
bueno, a sus $rdenes. "sta es para decirle que #a mu# luego me vo# a embarcar. "spero s$lo juntar algo para el pasaje, porque ha# que atravesar el mar. 16ambi!n le dir! que #o no me puedo hacer por aqu', porque no ha# d'a que no me acuerdo de usted # de todos. 6ambi!n quer'a decirle que el negocio m'o es una cantina. lgo se gana, porque es mejor trabajar solo que no apatronado. Le mando esas cositas para que se abrigue este invierno # se acuerde de su pobre hijo. - José Morales”. ;ientras deletreo pausadamente en voz alta esta ep'stola, la anciana, con la mano en la mejilla, las cejas runcidas # una suave sonrisa en los labios, parece sumergida en un dulce # embriagador ensueño. )e cuando en cuando, durante la lectura, e4hala un suspiro entrecortado. l terminar, le devuelvo su tesoro, dici!ndole+ - os! es un buen muchacho, porque se acuerda de su madre, # no es ingrato. -
Por in, se aleja con su habitual rapidez, haci!ndome alegres signos con las manos, agitando triunalmente, como un troeo, su paquete. 9 9 9 )os d'as despu!s tuve que hacer un viaje a *antiago, donde me llamaban diversos negocios urgentes. >egres! una tarde, # conversando con el anciano ma#ordomo *im$n sobre las novedades ocurridas en el undo durante mi ausencia, le pregunt!+ - Y ¿qu! ha habido de nuevo por ac%?
- Lo nico que ha# de nuevo, señor, - me contest$ - es que doña Paulita est% en las ltimas. - /($mo0 – le dije sorprendido – ¿# qu! tiene? - :ace tiempo que andaba enerma, sin querer decir nada. sted sabe lo %gil # alentada que era& pues se lo pasaba los d'as enteros sentada en el corredor mirando para el campo, # tan triste, sin hablar cosa. hora enlaqueciendo de d'a en d'a que da una compasi$n, hasta que se qued$ en los huesos. Yo creo tambi!n que en mucho entraba la malura de cabeza, porque todo se le volv'a hablar de os!, que le hab'a escrito, que iba a llegar3 ll%, a mi casa, iba siempre a mostrarme las cartas para que se las le#era # entonces s' que se pon'a contenta. :ace como diez d'as ca#$ a la cama. =ino a verla el doctor, # dijo que era consunci$n, vejez, # que no ten'a para qu! volver, porque la encontr$ sin remedio. #er traje al señor cura del pueblo para que le pusiese la e4tremaunci$n # la conesara. "st% mu# mala, señor& parece que no pasar% de esta noche. - =amos a verla – le digo, hondamente conmovido con la noticia.
l entrar a la habitaci$n de la anciana, situada en la parte baja del ediicio destinada a la servidumbre, vi a un individuo desconocido, de manta, que estaba sentado en el umbral de la puerta, quien, al verme # para dejarme paso, se puso de pie respetuosamente con el sombrero en la mano. "n el interior de la humilde estancia, a pesar de ser de d'a an, una vela, colocada rente a las im%genes, diund'a su claridad triste # amarillenta& algunas mujeres, sirvientes de la casa, arrodilladas aqu' # all% sobre la estera, rezaban en voz sorda # mon$tona. )e cuando en cuando, un hondo suspiro ahogado interrump'a la nebre calma que reinaba en la habitaci$n. ll%, en un rinc$n sepultado en la sombra, distingu' el lecho donde la anciana #ac'a. "n su rostro terroso, proundamente demacrado, vagaba #a la r'a majestad de la muerte. *us ojos, entreabiertos, como velados por una bruma espesa, se ijaban all%, mu# lejos, en lo alto& sus labios, uertemente plegados, denunciaban el misterioso # terrible trabajo de destrucci$n que se operaba por instantes en su ser& sus manos delgadas # huesosas vagaban continuamente sobre la colcha, como tratando de coger a puñados algo invisible que por el aire vagara, # que se le escapaba siempre3 - Paulita – le digo en voz baja – ¿me conoce? l escuchar estas palabras su cabeza rueda l%nguida sobre la almohada, volviendo el rostro hacia m'& sus ojos se agrandan bajo las cejas runcidas, # sus labios se agitan trabajosamente, pareciendo murmurar algo en secreto. )e pronto, su semblante se anima # dulciica, un gesto de 'ntima satisacci$n se dibuja en su boca contra'da, # no sé qu! luz interior parece iluminar su rente inm$vil& destellos ugitivos # ardientes se relejan r%pidamente en el ondo de las obscuras pupilas, cual los ltimos resplandores de una l%mpara pr$4ima a e4tinguirse& bajo las ropas,
#, por in, con una voz sorda, lejana, vacilante, entrecortada por el estertor de la agon'a, murmura pausadamente, como en un sueño+ -os!3 osesito3 ¿est%s ah'? ¿:as llegado al in, hijo?... c!rcate... pero3 /6an laco, tan distinto0 ¿Por qu! te pierdes ahora? /br%zame. . . as'3 Y tan elegante0... /)ios te bendiga0... ¿Pero #a te vas?... /@o vuelves m%s0 )espu!s lanz$ un grito ronco # proundo& hace una gran aspiraci$n& e4hala un leve suspiro, # se queda para siempre con los ojos entreabiertos # sin luz, ijos en el m%s all% tenebroso3 l ponerme de pie, veo a mi lado al individuo desconocido que estaba sentado a la puerta, cuando entrara. "s un anciano de cabellos grises, pobremente vestido. (on la cabeza inclinada contempla ijamente a la muerta. Y yo, para disimular mi emoci$n, murmuro entre dientes+ - Pobre os!, /cu%nto va a sentir esta desgracia0 /6anto que quer'a a su madre& tan buen hijo0 "l anciano, al escuchar estas palabras, hace un violento gesto de negaci$n con la cabeza, # e4clama con voz velada, sonriendo ir$nicamente+ - os!, buen hijo, señor, cuando es !l quien tiene la culpa de lo que estamos viendo, de que mi pobre comadre... -¿($mo? – le digo, mir%ndolo sorprendido3 -*', señor – agrega – porque desde que se ue al norte, #a no se acord$ m%s que ten'a madre& no le escribi$ nunca& # como han llegado las noticias de que por all% las est% echando de caballero. . . - ¿Y esas cartas que ella andaba mostrando a todos?
- *e las escrib'a #o, señor, que so# su compadre& porque la pobre vieja me dec'a que no quer'a que nadie supiera nunca que su hijo era un ingrato. - ¿Y los regalos? - Los compraba ella misma en el pueblo con sus ahorros, para venir a enseñarlos aqu' en la casa. Yo creo que ella misma trataba de engañarse al in porque no ten'a la cabeza buena de tanto surir3
/Pobre doña Paulita, al in ha dejado de padecer0 – # al terminar, el anciano va lentamente a sentarse, all% en el umbral de la puerta, donde se queda en silencio, meditando, al parecer, con la barba apo#ada entre las manos.