Cómo mirar un cuadro Susan Woodford Pablo de Felipe 1º Bellas Artes Quien más y quien menos se ha puesto delante de un cuadro alguna vez, pero solo los que saben cómo mirarlo son quienes disfrutan realmente de aquello que ven. Solo los que saben que mirar un cuadro es más que mirar por una ventana, pueden sobrecogerse, impresionarse, emocionarse, inspirarse. “Sócrates definía el arte como una excitación y una transmisión de fuerza: la fuerza de la exaltación, del entusiasmo. En primer lugar, la musa aviva esa fuerza en los artistas, y después estos la transmiten a través de sus obras a los espectadores y críticos, igual que un imán que «no solamente atrae los anillos de hierro, sino que les comunica la fuerza para que estos actúen como la propia piedra magnética y atraigan otros anillos.»1 Esta fuerza de la que habla Sócrates, está transmisión de fuerzas por medio del arte, es lo que en mi opinión intenta hacernos conscientes Susan Woodford, ese experimentar sensaciones cuando uno mira cómo ha de mirar un cuadro. Porque todo es educable y la vista no va a ser una excepción. El libro está claramente dividido en dos grandes bloques didácticos. El primero versará sobre las tipologías más representativas de la expresión plástica y el segundo trata de mostrarnos el fondo de esta, abordando temas como la técnica, las calidades, la composición, etc. Tanto para los que, como yo, no estamos familiarizados con la profundizar conceptual de muchos cuadros de la antigüedad; para aquellos que no valoran el arte más allá de lo meramente técnico y para los que cuando ven un cuadro, solo ven lo difícil que es plasmar con tal exactitud la realidad con pinceles de distintos tamaños, este libro nos da una apertura mental suficiente como para seguir interesándonos y ahondar en el mundo de arte en toda su evolución e historia. Susan recorre las épocas más relevantes de la pintura con muy buen hacer. Nos hace entender la dificultad y el objetivo de las representaciones primitivas, dejando claro sus intenciones; nos presenta las diferencias entre distintos estilos pictóricos y como el artista hacen uso de recursos compositivos y técnicos para potenciar su finalidad; nos desentraña la carga conceptual de las obras modernas haciendo entender al lector que lo que pueden ver no son solo rayas, puntos, o pintura derramada sobre un lienzo. En esa primera parte de la que hablábamos, nos presenta imágenes de paisajes, retratos, historia, mitología, imágenes religiosas, y trata de describir lo que vamos viendo en el cuadro. Describe no sólo enumerando los elementos que se van sucediendo, si no explicando y contextualizando los porqués de representar de esa forma, la intención y los recursos del artista, para como hemos dicho anteriormente, conseguir llegar al objetivo marcado. Lo
atractivo de su discurso es la comparación continua que lleva a cabo. No desmenuza las obras aisladamente, hace constantes comparaciones entre ellas, agilizando y dando un ritmo a su presentación que es fundamental para entenderlas mejor. La contextualización histórica también hace que se asimilen mejor los conceptos. En su segunda parte, se adentra más propiamente en el fondo de una composición pictórica. Nos da las claves de cómo un artista piensa sus composiciones, como por ejemplo se enfrentan las pinturas renacentistas a las barrocas, cuán diferentes son sus intenciones y por lo tanto su estilo, haciendo una aproximación de un análisis estilístico de ambas. Nos explica cómo los artistas a lo largo de toda las historia se han nutrido de la tradición, como obras que son bien reconocidas en el mundo del arte, han mamado directamente de otras más antiguas. En otros casos la tradición sirve de impulso reaccionario de creación artística, generando estilos contrarios que aún pareciendo que ridiculizan lo anterior, que muestran es un profundo respeto lo que les precede. Este es por ejemplo el caso de la obra de Roy Lichtenstein. Otro de los grandes problemas históricos de la pintura ha sido la representación del espacio. En un principio no parecía importar mucho, el artista se limitaba a explicar con dibujos y el arte era más didáctico que otra cosa. Esto con el tiempo fue cambiando y el arte iba cogiendo sentido por sí mismo, las ambiciones representativas del pintor crecían y se plasmaban en los cuadros. Esta segunda parte acaba valorando y poniendo en el lugar que Susan cree que merecen según qué artistas. Explicando que aun representando lo mismo, haciendo un tema exacto, la maestría de algunos pintores los eleva a la categoría de genios siento este un título bien merecido. Ciertamente me ha parecido un libro muy apropiado para iniciar la asignatura. Nos descubre las claves iniciales para que le pique a uno la curiosidad de investigar y mirar más allá de lo que se ve a simple vista en un cuadro. La pintura recoge espacios de tiempo que sobrepasan lo instantáneo, y hay veces que sobrepasan el tiempo y el espacio adentrándose en el mundo de las ideas. Los matices, la simbología que les acompaña, la fuerza que poseen hacen que la musa que inspiró primero a unos, se extienda a otros a través del tiempo. «La totalidad del arte es un conjunto de transmisión de fuerzas. La fuerza de la inspiración, del estar fuera de sí, se transmite al artista, al espectador, al crítico, «hasta que este se siente inspirado, alcanza la inconsciencia y la razón deja de habitar en él».1
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LA FUERZA DEL ARTE. SIETE TESIS. Christoph Menke, Revista Índex