Alianza Estudio
Alejandro Cattaruzza y Alejandro Rujanian
Politicas de la historic Argentina 18(50-1960
Alianza Editorial Buenos Aires / Madrid
907.2 CAT
Cattaruzza, Alejandro Polilicas de la historia: Argentina 1860-1960 / Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian. - 1* cd.Bucnos Aires: Alianza. 2003. 270 p.; 20 x 13 cm. - (Alianza Esludio; 52) ISBN 950-40-0181-5 I. Ti'Uilo. 11. Eujanian, Alejandro. - 1. Historiograli'a
Diseno de cubiorta: Pablo Barragiin ComposicicSn y armado: La Galora Correccion: Luz Freirc
© Alejandro Caltai-uzza y Alejandro C. Eujanian © Alianza Editorial, S. A. Madrid-Buenos Aires, 2003 Av. C6rdoba 2064; 1120 Buenos Aires Tel/rax: 4372-7609 / 4373-2614 / 4814-4296 E-mail:
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INDICE
Introduction
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Primera parte 1. El surgimiento de la crftica Alejandro Eujanian 2. Paul Groussac y la crftica historiografica Alejandro Eujanian 3. Metodo, objetividad y estilo en el proceso de institucionalizacion, 1910-1920 Alejandro Eujanian Segunda parte 4. La historia y la ambigua profesion de historiador en la Argentina de entreguerras Alejandro Cattaruza 5. El revisionismo: itineraiios de cuatro decadas Alejandro Cattaruza
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Tercera parte 6. Por una historia de la historia Alejandro Cattaruza 7. Heroes patricios y gauchos rebeldes. Tradiciones en pugna Alejandro Cattaruza y Alejandro Eujanian
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Referencias Sobre los autores
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a Liliana a Camila y a Maria Morena
INTRODUCTION
Los arti'culos reunidos en este volumen se publicaron, en sus versiones originales, a lo largo de casi diez anos. En ese lapso, por efecto de la continuidad de nuestras investigaciones, de los debates sostenidos con otros colegas y, en las aulas, con los estudiantes, fueron adquiriendo un sentido de conjunto que posibilito casi n a t u r a l m e n t e su transfoimacion en los siete capftulos de este libro, en la que Jorge Lafforgue, a quien agradecemos, intervino eficaz y amablemente. Son estos ori'genes los que autorizan el intento de ofrecer algunas claves de lectura. No aspiramos, por cierto, a indicar el sentido que debe otorgarse a estos escritos, un afan siempre imposible, sino a senalar algunos problemas que recorren los capftulos, articulandolos, y ciertos puntos de partida conceptuales. Uno de ellos, quizas el mas evidente, es el que hace de la historiograffa argentina un objeto de estudio que no se reduce a la llamada historia profesional. La organizacion, aun imperfecta, de un sector social especializado en la investigacion y la enseiianza de historia involucro la creacion de instituciones, la produccion de un tipo de relato referido al pasado que se pretendfa cientffico y la aparicion de u n a nueva categoria ocupacional. Sin embargo, esos procesos no pueden comprenderse si no se analizan las condiciones culturales y sociales que los hicieron posibles y les dieron tonos especffi11
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Introduction
cos, fuera de las cuales parecen inexplicables o sencillamente irrelevantes. Desde esta perspectiva, los problemas de la autoridad y el poder se convierten en los enlaces mas visibles entre procesos ocurridos en el seno de la disciplina y el "exterior"; su analisis es uno de los ejes del libro. Aquel enlace no debe ser concebido como una anomalfa, un accidente o un fenomeno marginal, sino como un elemento muy firme, constitutive de la propia historiografia, cuyo registro vuelve a poner en cuestion la estabilidad de los margenes de la historia institucionalizada asf como la eficacia de los mecanismos de exclusion que ella establecio. A su vez, los pasos iniciales de su organization se dieron, en parte, de cara a una tradition fundamentalmente literaria, que le disputan'a sin embargo el monopolio interpretativo del pasado durante mucho tiempo. La especializacion de los historiadores, ya en el siglo XX, fue paralela a un relativo extranamiento del mundo cultural, circunstancia que varios de ellos percibieron como un problema de importancia. Ese complejo de reparticiones que era el Estado, en tanto, sometio a la historia desde fines del siglo XIX a un reclamo espetifico: su participation en la empresa de afirmacion de una identidad colectiva nacional. El reclamo, a veces indirecto, fue integrado finalmente por muchos historiadores a su version de la funcion de la disciplina en la sociedad, y demostro tambien una duration notable. Asi, otro de los problemas que se ubica en el centro de nuestro examen es el de las relaciones entre la historiografia, la poh'tica y las letras, donde una de la cuestiones centrales fue la de la nation y su historia. Por otra parte, hemos analizado conflictos de diversa natuvaleza que tuvieron lugar en la historiografia argentina; consideramos que esa aproximacion permite hacer visibles algunos aspectos importantes de su funcionamiento. Mas o menos intensos, ellos asumieron la forma de debates entre miembros de la elite poh'tica y cultural o, ya entrado el siglo XX, entre ellos y los recien llegados. Las discusiones de Mitre con Velez Sarsfield y con Vicente Lopez, y luego las libradas entre Groussac y los hombres de la "nueva escuela histori-
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ca", se inscriben en esa serie de fenomenos. Pero tambien se produjeron disputas de otro orden, por conseguir el reconocimiento de algiin privilegio en la interpretacion del pasado o por obtener recursos estatales. Los esfuerzos por conquistar legitimidad cientifica para ciertas lecturas de la historia argentina en competencia con otras existentes, y por difundirlas, fueron a su vez corrientes, y no solo en torno a la figura de Rosas. Finalmente, una larga puja entre representaciones estatales de la historia argentina, en cuya composicion tuvieron un lugar principal los historiadores, y otras que, de modos sinuosos y fragmentarios. apelando a practicas y materiales que esos profesionales no controlaban, construfan los grupos populares, se desarrollo a lo largo de buena parte del pen'odo que cubre este libro. Este ultimo proceso parece ratificar que la organizacion de imagenes del pasado resulta, como ha senalado Baczko, escenario y objeto de luchas que las exceden. No es entonces este un repertorio de las "grandes obras" producidas entre 1860 y 1960 ni un analisis centrado en los historiadores "consagrados"; tampoco el relato de los rumbos que habri'an llevado la historiografi'a argentina hacia niveles cada vez mas altos de profesionalidad, sin sobresaltos a pesar de ciertos momentos de crisis. Atentos a los modos en que se organiza y funciona el mundo historiografico, proponemos en cambio u n a lectura que percibe dificultades, rupt u r a s , situaciones equi'vocas, exitos que no se consiguen de una vez y para siempre, en el proceso de constitucion de una historia profesional desafiada con constancia, y muchas veces con exito, desde fuera de sus propias instituciones. En nuestra interpretacion, el debate entre Mitre y Lopez ve atenuado su caracter fundacional; la profesionalizacion encarada por la "nueva escuela" se torna imperfecta no por la comparacion con otros modelos posibles sino cotejada con el proyecto que algunos de sus propios miembros bosquejaron; el revisionismo deja de aparecer como un movimiento ajeno a los centros de la cultura argentina, y encuentra un porvenir de m a s a s cuando, solo en los anos sesenta, se ve convertido en u n a nota mas de la vision peronista del mundo; un pasa-
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Introduccion
do gaucho es apropiado, o construido, por amplios auditorios populares, inventando una tradicion ajena a aquella que, centrada en los heroes patricios, el Estado proponia. Asi, la poli'tica, bajo la forma de la relacion con el aparato estatal y con los partidos, las intervenciones de los hombres de letras, las reinterpretaciones ensayadas por piiblicos amplios, aparecen u n a y otra vez analizados en los capi'tulos que siguen, pero no como factores del todo ajenos al proceso de profesionalizacion, sino entramados con el. Resultado, entonces, de nuestro quehacer como investigadores y docentes de la universidad piiblica, tambien estos trabajos exhiben, inevitablemente, los indicios de sus condiciones de produccion, y seguramente lleven en ellos las huelias de n u e s t r a s propias convicciones acerca de las t a r e a s que nos competen como historiadores. A la vista de la agenda de problemas que aqui analizamos, quiza sea ocioso insistir en que, tal como las concebimos, ellas siguen formando parte de una empresa cultural cuyo escenario es mas amplio que el de la academia.
PRIMERA PARTE
1. EL SURGIMIENTO DE LA CRITICA Alejandro Eujanian
Desde comienzos del siglo XX el debate que protagonizaron Bartolome Mitre y Vicente Fidel Lopez en los primeros afios de la decada del ochenta del siglo anterior fue concebido como un punto de inflexion en el desarrollo de la incipiente historiog'raffa argentina, respecto del cual los historiadores consideraron necesario fijar una posicion. P a r a aquellos que centraron sus expectativas en la profesionalizacion de la disciplina, Mitre parecfa ofrecer una alternativa mas adecuada, fundamentalmente, por el enfasis que habfa puesto durante la disputa en la critica de documentos. A p a r t i r de ese momento se vulgarizo la idea de que en la polemica se habfa producido el enfrentamiento entre una historia erudita y una historia filosofica ajena a los requisitos de una disciplina cientifica. Requisitos que solo retrospectivamente y de m a n e r a anacronica se podian suponer consensuados hacia 1880. Ademas de analizar, una vez mas, los topicos sobre los cuales giro tal polarizacion, es nuestra intencidn determinar el rol que la critica cumplio en el proceso de conformation de un campo profesional en la historiografia argentina a partir de las ultimas decadas del siglo xix. Concentraremos n u e s t r a atencion, en este capitulo, en la etapa caracterizada por la emergencia de la critica historiografica en nuestro pais, que abarca las polemicas que enfrentaron a Bartolome Mitre y Dalmacio Velez Sarsfield en 1864 y la que, entre 1881-1882, opuso a Bartolome Mitre y a 17
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El surgimicnto do la crftica
Vicente Fidel Lopez. N u e s t r a hipotesis es que frente a la ausencia de canales academicos destinados a legitimar tanto las obras como a los hombres que las ejecutaron, la crftica historiografica se convirtio en el medio privilegiado para dirimir problemas vinculados a la competencia y legitimidad de aquellos que compartfan el interes por dilucidar hechos del pasado o, con mayor ambicion, desentranar la t r a m a que permitiera develar la verdad oculta tras esos hechos. En este sentido, las polemicas nos interesan en tanto acontecimientos a partir de los cuales podemos establecer de que modo la crftica, vehiculizada por intermedio de la prensa primero y las revistas culturales luego, se convertiria en un eficaz instrumento de consagracion y disciplinamiento que, a la vez que contribufa a fijar las reglas de un oficio y las practicas que lo regfan, modelaba la imagen de quien lo practicaba y, en cada uno de esos actos, ella misma se constitufa y autolegitimaba. En este sentido, el problema que estamos tratando es el que Hayden White denomina como poh'ticas de la interpretacion, en tanto lo que estaba en juego en estas polemicas era la autoridad que el historiador reclamaba frente a las elites polfticas, la sociedad y, tambien, con respecto a aquellos cuyo campo de estudio comparti'a, pero frente a los cuales intentaba afirmar su preeminencia y stat u s . 1 Por otro lado, la actitud crftica suponfa la conciencia, por parte de quien la practicaba y aun de aquel que era retado por ella y se avenfa a debatir en los terminos propuestos, respecto a participar de un oficio parcialmente especializado, al que se le atribufan ciertas reglas para su ejercicio en el marco de practicas diferenciadas de otras areas de la produccion cultural. Dicho esto ultimo, es conveniente precisar los motivos de la periodizacion propuesta. Ubicar nuestro campo de reflexion en la segunda mitad del siglo XIX, remite a la ausencia 1. Con respecto a esta concepcion de la polfti-ca de la interpretacion: White, Hayden, "La poh'tica de la interpretacion historical disciplina y desublimacion", en El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representation historica, Barcelona, Paidos, 1992, p. 75.
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en la primera mitad del siglo de u n a historiograffa propiamente dicha. Ya porque la nation como espacio geografico, politico e ideologico que le otorgue sentido y sirva de gufa a la narration de los hechos del pasado era, en su extremo asertivo, un destino incierto. Ya porque el conjunto de memorias destinadas a justificar una trayectoria o los ensayos y fragmentos en los que se instrumentaba una representacion del pasado no suponfan por parte de sus ejecutores que tales reflexiones les otorgara el caracter de historiadores, ni mucho menos la conciencia de encontrarse desarrollando un officio particular. Ya, finalmente, porque el estar orientadas por el interes de exaltar virtudes y valores propios de una civilidad republicana, por medio de la evocation de un hecho o personaje determinado, le otorgaba una funcionalidad inmediatamente polftica que obturaba la posibilidad de concebirla como una obra a la que fuera posible someter a u n a crftica rigurosa de forma, fondo e incluso de estilo. 2 En la segunda mitad del siglo xix, el surgimiento de la crftica historica estuvo asociada a un conjunto de transformaciones de la esfera polftica y cultural. En primer lugar, la necesidad de dotar de una legitimidad historica y jurfdica al Estado nacional, particularmente despues de Caseros, con relation a los estados provinciales y a los pafses limi'trofes, contribuin'a a otorgar un status social y cientffico a la historiografia, al tiempo que esta ultima proveia una norma de realismo tanto al pensamiento como a la action polftica. 3 En segundo lugar, el Estado actuaba como soporte de u n a rearticulacion de las relaciones entre intelectuales y poder politico. Ante la ausencia de un mercado consumidor de bienes 2. Que se le podi'a reclamar en ese sentido al Ensayo de la /listeria civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumdn, que por encargo de Rivadavia el dean Gregorio Funes comenzo a publicar en 1816. Tanto el poder que la demanda como su autor pretendfan la historia al servicio de la accion polftica. 3. Con relation al proceso de disciplinamiento del discurso historico y su vinculo con el discurso polftico en Occidente, vease White, H., op. cit., p. 79.
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El surgimiento de la crflicn
culturales y la necesidad de recurrir al empleo publico como fuente de ingresos, la posesion de un saber debidamente especializado le permiti'a actuar sobre la realidad sin que necesariamente dicha action fuera concebida como enajenante de la independencia respecto al poder politico, que la alentaba y justificaba. Al tiempo que el surgimiento de una esfera publica liberal burguesa constituida como espacio de discusion sustrai'do a la influencia del poder e incluso crftico de sus actos contribufa a despojar a las autoridades constituidas del monopolio con respecto a la evaluation de las producciones culturales. 4 En tercer lugar, el sui'gimiento y consolidation de una conciencia propiamente historiografica no era ajeno al proceso de constitution de la literatura como una esfera particular de la production cultural. En la primera mitad del siglo, la cn'tica literaria estaba orientada a la valoracion de la obra en (uncion de principios extraliterarios, siendo la difusion de valores propios de un civismo republicano y la cn'tica al rosismo los principales objetivos que debi'an guiar a la literatura, convirtiendose este en el principio organizador de la cn'tica. De este modo, la literatura argentina dejaba de lado el principio de autonomi'a de lo estetico literario ya presente en un romanticismo frances que, en mas de un sentido, le habi'a servido de modelo. 5 En la segunda mitad del siglo, J u a n 4. Al respecto vease Sabato, Hilda, "Ciudadanfa, participacion poh'tica y la formacion de una esfera publica en Buenos Aires, 1850-1880", en Entrepasados, Revista de Historia, IV, 6, Bs. As., 1994. Sobre la relacion entre el surgimiento de la opinion publica y de las instituciones que constituyeron al publico como instancia de cn'tica estetica ajeno al poder poh'tico, pero tambien a la mayoria, vease Chartier, Roger, Espacio publico, critica y desacralizacion en el siglo XVIII. Los origenes culturales de la Revolution Francesa, Barcelona, Gedisa, 1995, p. 35. 5. Particularmente en lo que se.refiere al surgimiento de una primera conciencia de escritor en el Rio de la Plata, siendo Esteban Echeverria su principal exponente. Vease al respecto Myers, Jorge, "Una genealogia para el parricidio: Juan Maria Gutierrez y la construccion de una tradicion literaria", en Entrepasados. Revista de
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Maria Gutierrez fue quien estimulo el surgimiento de la erf-tica literaria como una disciplina basada en la investigacion y recoleccion de documentos que permitieran reconstruir la historia de la-literatura ya no en funcion de dichos condicionamientos. 6 Asf, paralelo al surgimiento de una historia nacional, la crftica priorizaba una lectura basada en la idea de unidad y continuidad desde la colonia al presente —amortiguando incluso el antihispanismo como criterio de juicio— ofreciendo la imagen de un proceso, en el que el caracter nacional de la literatura se encontraba t e m p r a n a m e n t e expresado en la etapa prerrevolucionaria. 7 A partir de Pavon, con el surgimiento a la vida publica de la segunda generacion romantica y, particularmente despues del ochenta, en el contexto del naturalismo y luego, hacia fines de siglo, con el auge del modernismo, al tiempo que la literatura se desembarazaba de aquel mandato, dejaba abierto el camino para la diferenciacion respecto de una historiografia cuyo estatuto residia en asumir aquella funcion que la literatura comenzaba a dejar de lado. En este marco, nos proponemos entonces analizar las dos polemicas mas importantes desde el punto de vista historiografico d u r a n t e el perfodo de la organizacion nacional. Mas estudiada la segunda que la primera, creemos importante pensarlas como dos momentos de un mismo proceso en el que podemos encontrar continuidades, pero tambien desplazamientos cuyo sentido sera preciso indagar con el fin de determinar en que medida la crftica historiografica contribuHistoria, afio 3, Ng 4-5, Bs. As., fines de 1993, pp. 71-72; Sarlo Sabajanes, Beatriz, Juan Maria Gutierrez: historiador y critico de nuestra literatura, Bs. As., Editorial Escuela, 1967, p. 43 y ss. 6. Gutierrez legitima una posicion que privilegia la autonomi'a de lo estetico literario; cfr. Myers, op. cit., p. 75. Por su parte, Beatriz Sarlo lo ubica como el primero en sentar las bases de una literatura nacional, op. cit., p. 9. 7. En este sentido, la historia de la literatura de Gutierrez es, a la vez, nacional y didactica. Veanse Sarlo, op. cit., p. 135; Myers, J., op. cit., pp. 79-81.
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yo a la especializacion de la disciplina historica respecto de otras ramas del conocimiento, particularmente en relacion con la literatura; a la fijacion de las reglas y practicas del trabajo del historiador; a la definicion de formas de autorrepresentacion en relacion con la disciplina y con su funcion como historiador; y finalmente, a consolidar un espacio parcialmente diferenciado del campo politico, verificando la existencia de puntos de friccion en aquellas zonas en las que codigos, conductas y practicas se superponian. Mitre y Velez Sarsfield: interpretaciones en pugna Desarrollada entre quien en ese momento era presidents de la Nacion y su ministro de Hacienda hasta 1863, la polemica entablada entre Bartolome Mitre y Dalmacio Velez Sarsfield en las paginas de la prensa remite desde el inicio a un espacio publico acorde con las prerrogativas de sus protagonistas. 8 El propio Bartolome Mitre resume cual es el objeto de la refutacion con la que Velez Sarsfield, desde el periodico El Nacional, pretendia poner en tela de juicio la interpretacion mitrista sobre los sucesos revolucionarios, tal como este los habia presentado en su Historia de Belgrano, de la que en 1859 se habia publicado la seguifda edicion. En primer lugar, 8. El debate se realiza en dos diarios portefios. El Nacional, donde Velez Sarsfield publicara, con el ti'tulo de "Rectificaciones historicas", dos articulos cn'ticos sobre ciertas aseveraciones de Mitre en la 2 8 edicion de la Historia de Belgrano de 1859, respecto al papel desempenado por los pueblos del interior en las guerras de la independencia. En tanto que las respuestas del general Mitre, entonces presidente de la Nacion, seran publicadas en el diario Nacion Argentina, con el ti'tulo de "Estudios historicos: Belgrano y Guemes". Luego sucederan como una segunda parte del debate dos articulos mas de Velez Sarsfield: "Contestacion a los articulos publicados por el autor de la Historia de Belgrano". A continuacion y cerrando la polemica, Mitre respondera con sus "Ilustraciones complementarias".
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que Belgrano habn'a calumniado a los pueblos del interior, y particularmente a Salta y Tucuman al aseverar que la causa revolucionaria habfa alii decai'do en el ano 1812 cuando se haci'a cargo del Ejercito del Norte. En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, que no fue el general Belgrano el que habn'a vuelto a encender el fuego de la revolucion, no solo por ser desconocido en esos pueblos, sino tambien por su caracter despotico y antidemocratico que lo haci'a incapaz de encabezar partidos revolucionarios. En tercer lugar, que fueron los pueblos y no los jefes revolucionarios quienes dieron impulso a la misma, siendo los primeros corregidos en sus errores y arrastrados hacia un destino que no sonaban. En cuarto lugar, que el general Guemes no debfa ser homologado con la figura del caudillo, calificacion que Velez Sarsfield consideraba injuriosa, sino parangonado con Bolivar o San Martin, en este ultimo caso por su desobediencia a poner el ejercito que comandaba al servicio de la guerra civil, decidiendo, en cambio, hacer frente al ejercito espanol. En quinto lugar, que las Provincias del Norte se encontraban en 1812 en condicion de resistir al ejercito enemigo, como lo hicieron en 1817, aun prescindiendo de la asistencia de Belgrano. 9 El problema, tal como lo planteaba Velez Sarsfield, se encontraba centrado en la interpretation de los hechos, y sometido al regimen de la doxa antes que a u n a contraprueba de caracter documental. En este sentido, lo que se hallaba en discusion era el papel desempenado por las provincias en la gesta revolucionaria y, por anadidura, el rol de las mismas en la definition del sentido de la nation. De este modo, Belgrano y Guemes, como figuras arquetfpicas de la tension entre nacion y provincias, representaban una tension aun mas profunda anclada en la dicotomi'a entre elite dirigente y pueblo. La intention de Velez Sarsfield sera la de sobreponer el protagonismo del segundo a las ideas y acciones del primero con el objetivo de contrarrestar los efectos nocivos resultan9. Mitre, Bartolome, "Estudios historicos, Belgrano y Giiemes", en Obras completas, vol. XI, Bs. As., 1942, pp. 271-272. (En adelante, Mitre, B., OC, N" de pagina.)
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tes de los postulados propuestos por Mitre en la Historia de Belgrano: "Pero ahora para crear heroes con atributos que nunca tuvieron, es preciso infamar a los pueblos y dar el merito de los hechos a hombres muy dignos por cierto; pero que lejos de a r r a s t r a r a las poblaciones con su palabra o su conducta fueron a r r a s t r a d o s por ellas y obtuvieron resultados que ellos mismos no esperaban". 1 0 La acusacion de Velez Sarsfield ponfa en evidencia que Belgrano no era u n a personalidad que en ese momento concitara demasiada atencidn publica. Pero era precisamente en su elevacion al caracter de heroe colectivo en donde residfa la mayor virtud de la biografia escrita por Mitre. En el habfa hallado a una de las pocas figuras de la gesta revolucionaria que quedaba indemne de la crftica postuma y cuyo caracter nacional radicaba en la imposibilidad de que fuese apropiado por una sola faccion a diferencia del resto de las figuras que poblaban la Galena de los hombres celebres.11 Por otro lado, era claro que el autor de la crftica no se presuponfa como un historiador sino en cambio como un hombre publico que legftimamente defendfa u n a interpretacion alternativa de los sucesos. Como contrafigura es interesante evaluar el lugar en el que el "historiador" se colocaba para su respuesta. Mitre asumfa alii tres roles diferenciados por los objetivos que se imponfa en cada uno de ellos asf como por las reglas que los regfan y que, sin embargo, aparecfan representados como una totalidad carente de fisuras. Como estadista, incorporara a Sarmiento y a Alberdi al debate como los r e p r e s e n t a n t e s de dos escuelas historicas que han fijado su posicion en este punto atribuyendo en el pri10. Velez Sarsfield, Dalmacio, "Rectificaciones historicas: Belgrano y Guemes", en Mitre, B., OC, 421. 11. La primera edicion fue escrita para la Galena de celebridades argentinas: biagrafias de los personajes mds notables del Rio de la Plata de 1857 y se titulo "Biografia de Belgrano". Junto a ella aparecian estudios sobre San Martin, Mariano Moreno, el dean Funes, Bernardino Rivadavia, Jose Manuel Garcia, el almirante Brown, Florencio Varela y Juan Lavalle.
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mer caso todo el merito a la "minoria inteligente" y en el segundo, al pueblo. 1 2 Frente a estas posiciones que juzgaba extremas, Mitre propom'a una "justicia distributiva" consistente en dar a cada cual el valor que tuvieron en el desarrollo de los sucesos. Asf, mientras la razon y la fuerza seri'an las armas con las cuales las elites imponian la direccion a los sucesos, el "instinto" del pueblo "inoculaba su varonil aliento a la revolucion". Como historiador y hombre de letras, la eleccion del genero biografico, para un texto que originalmente estaba dedicado a formar parte de un volumen colectivo dedicado a resaltar las virtudes de un conjunto de hombres celebres, lo habria condicionado no a olvidar al pueblo sino en todo caso a prescindir de su protagonismo en el relato. Finalmente, como politico, el privilegio del heroe sobre el pueblo en la narracion estari'a justificado por la intencion de despertar el sentimiento nacional que en 1858 veia amortiguado por la division de los pueblos, dotando de ese modo a la nation de una rafz genealogica. 1 3 El heroe elegido venia a expresar asf tanto el espfritu democratico y republicano como el sentimiento nacional sobre el cual se asentaba la supremacfa de la nacion con relation a las provincias y, por este camino, la de la propia Buenos Aires y de la burguesia portefia sobre el resto de los estados y burguesias provinciales. En el marco de un Estado en proceso de organization, sometido aun a la amenaza de los poderes provinciales que trascendfa el debate historiografico, las interpretaciones en pugna reclamaban un soporte jun'dico que solo los archivos, entendidos como memoria piiblica del Estado, podi'an otorgarle. Tambien en este caso, Mitre es a un tiempo historiador y hombre de Estado. Puesto ya en evidencia el papel que desempefia la interpretacion del pasado como niicleo central del debate, la discusion se desplazaba al problema de la verdad y en consecuencia al rol de los documentos en su doble faz constructiva y de12. Mitre, B., OC, 276. 13. Ibid., 363.
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mostrativa de los argumentos en pugna. En este punto, Velez Sarsfield, al cuestionar tanto los documentos oficiales como las memorias de los protagonistas que Mitre utilizaba como principal sosten de sus afirmaciones, por considerar que en ellos nunca aparece la verdad historica, 1 4 dejaba el camino abierto al autor de la Historia de Belgrano para hacer gala de su erudition contradiciendo cada afirmacion de su crftico con nuevos testimonies y documentos. Es precisamente la ausencia de prueba y documentos la que descalificaba, p a r a Mitre, la interpretation de los sucesos propuesta por Velez Sarsfield y con ella, su legitimidad como cn'tico. Asi contrapondra a esa "historia hipotetica", basada en reminiscencias vagas y recuerdos incompletes, una historia real y positiva basada en u n a amplia base documental sometida a u n a rigurosa critica historica. 1 5 Mitre dira finalmente que las aseveraciones y juicios de su oponente "no tienen mas fundamento que su palabra anon i m a y desautorizada". 1 6 En efecto, la firma como si'mbolo de autoridad constituyo la ultima arma u s a d a por Mitre para su autoafirmacion y la descalificacion de su oponente. La ausencia de firma en los primeros dos articulos de Velez Sarsfield dejaba un vacfo al que Mitre apelara como mecanismo de negation al citarlo una sola vez en su respuesta y luego dirigirse a el como "ilustrado escritor" o "escritor anonimo". Cuando Velez Sarsfield, en el segundo capi'tulo de sus "Rectificaciones" coloque el nombre al pie y se dirija a Mitre como el "historiador de Belgrano", "su historiador", "habil historiador", pondra las cosas en el terreno que Mitre quen'a ubicarse, el del historiador que con su autoridad discute con un pensador cuyo maximo titulo es el de conocedor de las cosas y los hombres de la revolution. 1 7 De este modo, Mitre lo14. Velez Sarsfield, D., op. cit, p. 416. 15. Mitre, B., OC, 273 y 291. 16. Ibid. 17. Mitre, B., OC, 357. El segundo capi'tulo en lo que respecta a Velez Sarsfield aparecio con el titulo de "Contestacion a los articulos publicados por el autor de la Historia de Belgrano, por lo
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en el debate construir su autoridad no en base a la poque ocupaba en la escena poh'tica sino dentro de los lide una labor basada f u n d a m e n t a l m e n t e en la valoracritica de documentos historicos. 1 8
Mitre y L o p e z : In animo
et
factis
Diecisiete anos despues, la polemica que entablaron Bartolome Mitre y Vicente Fidel Lopez entre 1881 y 1882, considerada por diversas razones como el momento fundacional de la historiografia argentina del siglo XX, se insertaba en un contexto social, politico e historiografico diverso del anterior. 1 9 que respecta al General Guemes", en Mitre, B., OC, 442-453. 18. Dejamos de lado por el momento un aspecto sobre el cual Eduardo Hourcade ha llamado la atencion a] analizar los cambios que suf're el relato de Mitre al referir un mismo hecho historico segun sea su soporte el libro o el diario. Vease Hourcade, Eduardo, "Del diario al libro. Episodios tragicos de la revolucion en la pluma de Mitre", en Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral, ano V, N"- 8, S a n t a Fe, l 9 semestre de 1995, pp. 161-170. 19. Iniciada a partir de las cn'ticas que Lopez dirige a la Historia de Belgrano y de la independencia arge?itina, de Bartolome Mitre, en su introduccion a la Historia de la revolucion argentina. Desde sus precedentes coloniales hasta el derrocamiento de la tirania en 1852 (1881), tuvo por parte de su autor u n a respuesta inmediata. El medio elegido por B. Mitre fue la Nueua Revista de Buenos Aires, para continuar luego en la seccion literaria del diario La Nacion. Reunidas, f'ueron editadas en un volumen titulado Comprobaciones historicas, a proposito de la historia de Belgrano (1881). A esta sucedio la respuesta de Lopez, Debate historico. Refutacion a las comprobaciones historicas de la historia de Belgrano (1882, usaremos la version de La Facultad, 1916), y finalmente, Nuevas comprobaciones historicas, a proposito de historia argentina (1882). Para las Comprobaciones usaremos la version de Bartolome Mitre, Obras compler tas, vol. X, Bs. As., 1942. Las referencias a esta ultima apareceran citadas segun las abreviaturas ya establecidas en la nota 9 de este capitulo.
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En p r i m e r l u g a r , r e m o v i d o s los u l t i m o s o b s t a c u l o s p a r a la d e f i n i t i v a consolidacion del E s t a d o n a c i o n a l y, al propio t i e m p o , fijado el c o n s e n s o r e s p e c t o al f u t u r o d e s e a d o y el cam i n o q u e debi'a r e c o n e r s e p a r a l l e g a r a el por p a r t e d e la b u r g u e s i a l i b e r a l , la h i s t o r i o g r a f f a o t o r g a b a l e g i t i m i d a d j u n ' dica e ideologica en e s t e d e b a t e al d e j a r f u e r a de d i s c u s i o n u n a s p e c t o c e n t r a l en 1 8 6 4 . 2 0 La t e s i s s o b r e la " p r e e x i s t e n cia d e la n a c i o n " y, por lo t a n t o , la d e s u p r e e m i n e n c i a sobre los e s t a d o s p r o v i n c i a l e s , se c o n v e r t i a , n o solo en e s t e raom e n t o sino t a m b i e n , salvo e x c e p c i o n e s , p a r a la h i s t o r i o g r a ffa p o s t e r i o r , en u n a s u e r t e de s e n t i d o c o m u n historiografico q u e q u e d a b a f u e r a de c u a l q u i e r d i s p u t a . 2 1 20. Mauricio Tenorio, tomahdo como base la distincion propuesta por Tulio Halperin Donghi entre el Hberalismo argentino y mexicano en El espejo de la. hixtoria. Problemas argentinos y perspectives latinoamericanan, Bs. As., Sudamericana, 1987, ubica el debate en el marco de un homogeneo consenso ideologico de los liberales argentinos propiciado por u n a mas clara conciencia de sus intereses de clase en comparacion con la burguesia mexicana. Cfr. "Bartolome Mitre y Vicente Fidel Lopez. El pensamiento historiografico argentino en el siglo XIX", en Secuencias. Eeuista de Hi.itoria y Ciencias Social.es, 16, Nueva Epoca, Mexico, Instituto Mora, enero-abril de 1990, p. 120. 21. En ef'ecto, las voces discordantes de Leandro N. Alem, en la legislature bonaerense, y de Francisco Ramos Meji'a, en El federalisma argentino, no por insolventes aunque tal vez sf por inoport u n a s , tuvieron escasa repercusion. Al respecto: Buchbinder, Pablo, "La historiograffa rioplatense y el problem a de los orfgenes de la nacion", en Cuadernos del CLAEH, aiio 19, N" 69, 2" serie, Montevideo, 1994. Por otra parte, la revision que desde el constitucionalismo argentino de comienzos de siglo se hace respecto al rol de los caudillos y las provincias integrandolos en el proceso de constitucion de la nacion tanrpoco parece invalidar la tesis sobre la preexistencia de la nacion, ni contradecir esencialmente el lugar que Mitre habi'a juzgado necesario reconocerle a partir de 1820. Nos apoyamos en los trabajos de Chiaramonte, Jose Carlos y P. Buchbinder, "Provincias, caudillos, nacion y la historiograffa constitucionalista argentina", enAnuario 7, Tandil, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires; Zimmermann, Eduardo y
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En segundo lugar, ninguno de los protagonistas, aun conservando cierto prestigio obtenido en batallas del pasado, ocupaba un lugar prominente en la escena poh'tica. Particularmente Bartolome Mitre, quien, derrotado en 1874 y comprometido en el frustrado levantamiento del gobernador de Buenos Aires Carlos Tejedor en 1880, era menos el hombre al que el destino habia otorgado el papel de organizar el Estado poniendole fin a la era de las guerras civiles, que el ultimo obstaculo para encauzar institucionalmente el pais. Por su parte, Lopez, luego del ostracismo del que fue victim a por parte de la opinion portena, que vio reflejada su posicion pro-urquisista en los debates en torno al acuerdo de San Nicolas, tendra por intermedio de su labor intelectual y academica a partir de 1868, y por los lazos que entabla con la juventud reformista a traves de su hijo Lucio V. Lopez, la posibilidad de recuperar algo del prestigio pevdido. 22 Sevan estos factores, antes que sus ideas polfticas o interpretaciones historiograficas, los que contribuiran a ubicar a Lopez en un lugar mas comodo en la escena poh'tica que el que en ese momento ocupaba su oponente. El impulso por parte de Pellegrini y Aristobulo del Valle de lograr un subsidio destinado a auspiciar la continuacion por parte de Lopez de su Historia de la Repiibllca Argentina, no solo anunciaba hacia que lado se inclinaba ahora la balanza, sino tambien la fuerte imbricacion entre poder poli'tico y campo intelectual, y la inclinacion del primero a entrometerse en una disputa que h a s t a el momento habfa estado contenida en el fuero cultural. Pero esta decision no implicaba desde ningiin punto de vista u n a apuesta a encontrar en Lopez u n a alternativa a la imagen del pasado que Mitre habia ofrecido, sino, en todo caso, a estimular desde el espacio politico la consagracion de Lopez co-
Ernesto. Quesada, "La epoca de Rosas y el reformismo institucional del cambio de siglo", en La historiografia argentina en el siglo XX (I), Bs. As., CEAL, 1993, p. 23 y ss. 22. Lettieri, Alberto, Vicente Fidel Lopez: La construccion historico-politica de un liberalismo conservador, Bs. As., Biblos, 1995, p. 35 y ss.
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mo el historiador de la nacion en contraposition a quien en ese momento era su adversario politico. 28 En tercer lugar, no era ahora la prensa el soporte material de la disputa ni tampoco el publico al que ella interpelaba el sujeto que se pretendia legitimante de los argumentos. La eleccion del libro y la Nueva Revista de Buenos Aires desde el punto de vista de la forma, las aproximadamente 1600 paginas, que en conjunto componen el debate, la mayor erudition, las voluminosas citas, las referencias cruzadas y, rauchas veces, oblicuas, desde el punto de vista del contenido, condicionaban sus posibilidades de circulation en u n a opinion piiblica cuyo acceso al debate suponia el participar de ciertos codigos y habitos de lectura, propios de u n a disciplina que comenzaba a mostrar rasgos de especificidad. Mitre, quien babi'a elegido para iniciar su respuesta a Lopez una revista cultural a la vez que se lamentaba por deber proseguirla en la "seccion literaria" de La Nacion, justificaba su primera eleccion por entender que el "publico selecto" por el que ella circulaba era el mas adecuado para la repercusion que el esperaba para el debate. 2 4 Por otro lado, si el medio y la position de los contrincantes en el debate con Velez Sarsfield referia a una tribuna piiblica, en este caso, si bien no estaba totaimente ausente la aspiracion de intervenir en ese espacio, ella se encontraba condicionada por su participation en tanto historiadores. Si ello era asi, era porque Lopez, a diferencia de Velez Sarsfield, no estaba dispuesto a ceder en ningiin momento a Mitre el lugar del historiador en la contienda. 23. Respecto a las diferencias poh'ticas entre ambos historiadores y sus vinculos con las representaciones del pasado que sustentaban, vease Lettieri, A., op. cit.; Natalio Botana ve alii disefiados los que denomina dos liberalismos posibles, democratico el primero y conservador el segundo, en La libertad politico y su historia, Bs. As., Sudamericana, 1991. En tanto, Mauricio Tenorio ha extremado el paralelismo con el mundo politico ingles al que el propio Lopez hace referenda para representarlo como exponente de un "despotismo Whig con espiritu romantico", op. cit., p. 99. 24. Mitre, B., OC, 14.
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Sin embargo, senaladas estas diferencias y tomada la polemica como un enfrentamiento entre una historia filosofica o "hipotetica", como prefiere Mitre, 25 frente a una historia en la que no se daba un paso sin el aval de los documentos,2fi carece de originalidad y no justifica el caracter fundacional que le ha atribuido la historiografia contemporanea. 27 Ambos, a su tiempo, intentaron despegarse de las consecuencias de dicha oposicion. Contra la acusacion de Lopez de que el hacfa una historia carente de filosoffa, Mitre respondera que era precisamente la filosofia de la historia la que le permitfa encauzar los hechos con su moral y su estetica, permitiendo establecer el enlace entre los hechos, su orden sucesivo, su simultaneidad y su dependencia reciprocal 8 Tampoco Lopez estaba dispuesto a ceder ante la acusacion de que hacfa historia sin documentos. Por el contrario, desde la "Introduccion" intentan'a demostrar que era precisamente la mala transcripcion de los documentos o los errores cometidos en la tarea de interpretation o traduction, lo que habrfa inducido al historiador de Belgrano a equivocaciones en la valoracion de hechos y personajes del pasado. Para Lopez, Mitre no era mas que un "improvisador".29 Es este un hecho no valorado y que sin embargo es cen25. Mitre no acepta el ataque de Lopez respecto a que su historia carece de filosofia; por el contrario, destaca que sin filosofia no puede escribirse la historia, pero sin documentos no es posible escribir su filosofia. Por ello, sefiala que Lopez mas que historia filosofica basa su teori'a en hipotesis y conjeturas, en OC, 330. 26. Mitre, B., OC, 15. 27. En efecto, Mitre habi'a colocado la distincion en este terreno ya en el debate que analizamos anteriormente. Por otro lado, ademas de la dimension europea de la discusion, tanto en el Brasil como en Chile, a traves del debate Bello - Lastarria de 1844, la discusion estaba claramente planteada. Al respecto, cfr. Rivas, Ricardo, Historiadores del siglo XIXy la historia de America, en EstudiosInvestigaciones, Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educacion, U. N. de la Plata, N- 26, 1995, p. 52 y ss. 28. Mitre, B., OC, 328. 29. Lopez, V. F., Debate historico, op. cit., p. 39.
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tral en el proceso de profesionalizacion. A diferencia de Velez Sarsfield, Lopez no ponia en duda la veracidad de los documentos sino, en todo caso, su correcta transcription e interpretation. Aceptados los documentos como la base includible del debate historiografico, se abrfa paso a una discusion en la que entraba en juego el dominio cn'tico de los mismos y con ello, a la promotion del estatuto cienti'fico de la disciplina historica y a su diferenciacidn respecto de la liter a t u r a . a o Menos que el uso de documentos. lo que Lopez entendia que estaba en discusion era el metodo expositive El estilo condensaba aqui una forma de autorrepresentacion como historiador moldeada de acuerdo con una perception moral de la practica del oficio. Asi, el estilo erudito que practica Mitre, con la profusion de detalles de la que hace gala, pero, particularmente, con la imagen del trabajo del historiador que presupone, terminaba homologando para Lopez a quien lo practicaba a la figura del cronista, el notario o el empleado p r a c t i c e 3 1 En su critica Lopez alcanzaba a ver con notable claridad la relation que, en la escritura de la historia que practica Mitre, se establece entre estilo, representation del oficio y disciplinamiento socioprofesional en funcion de la poh'tica que el pensamiento historico tiene la funcion de servir: la consolidation del Estado nacional. A condition, es cieito, de anteponer el metodo a una filosofia de la historia de rai'z metafisica y a un pensamiento politico de caracteri'sticas utopicas. De este modo, la relation privilegiada que el investigador entablaba con el documento promovia una imagen del historiador asociada al trabajo de gabinete y a la idea de un sacrificio laico a partir del cual la obra seria el resultado final de u n a prolongada maduracion y preparation. Al mismo tiempo se distanciaba del principio romantico de la creation 30. Cfr. la importancia de este desplazamiento en el proceso de profesionalizacion de la historiograffa francesa, en Nora, Pierre, La historia de Francia de Lavisse, Bs. As., Biblos, s/f, p. 46 [1* ed. francesa: 1986J. 31. Lopez, V. F., Debate historico, op. cit., p. 35.
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literaria como producto de un momento de inspiracion, quedando los recien iniciados excluidos como legitimos practicantes del oficio. 32 Sin embargo, a pesar de que la historiograffa comenzaba a adquirir en esta polemica ciertos rasgos de especialidad, ambos se concebi'an aiin como participes de un espacio mas abarcativo y a la vez universal. Eran, antes que historiadores, "hombres de letras" que se habfan trabado en una "refriega", tambien ella literaria y regida por los canones de urbanidad propios de la "dignidad de las letras". 3 3 Principios que, a su tiempo, ambos consideraban que habfan sido violados por los excesos verbales de su oponente. Aun sometida a valores que remitfan a una civilidad propia de una republica de las letras, de la que ambos se senti'an miembros, la critica historica adquiria cierta singularidad como resultado de un consenso respecto al papel que desempenaban los documentos. Particularmente, en el momento en el que se pretendia poner en tela de juicio la veracidad de los textos, la critica aparecia legitimada como instancia privilegiada para conferir autoridad tanto a las obras como a sus autores. Al tiempo que, presentada como un derecho y una condicion de la vida intelectual y aceptada como criterio de validacion e incluso como un esti'mulo para la lectura, se 32. Uno y otro sustentan esta imagen como instancia de diferenciacion. Lopez, sin citarlo, hace ref'erencia a Mitre en la "Introduccion" a la Historia de la revolution argentina que luego este tomara como un acicate para la polemica: "La historia no puede escribirse con pereza; es indispensable andar por ella a cada hora del di'a: ser claro, completo y categorico al exponer la vida de las generaciones que la han hecho y juzgar a sus actores in animo et factis", p. 306. Por su parte, Mitre, describe al historiador como aquel que "...con amor y con infatigable anhelo de verdad y justicia registra archivos, descifra documentos y compara testimonios, reuniendo los elementos dispersos de la vida del pasado que deben constituir la musculatura de su obra y darle valor y consistencia...", en OC, 19. 33. Tales referencias aparecen en distintos lugares del texto, a modo de ejemplo, la Nota preliminar de Mitre a sus Comprobaciones historicas, en OC, 13-16.
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la pretendfa alejada de los lazos personales y, por lo tan to, ya no regida por los rencores ni tampoco por la actitud complaciente de los amigos. 3 4 Aun reconociendo que la practica de la critica en el pen'odo carecio de estas condiciones, eso no solo no invalidaba sino por el contrario justificaba el hecho de que fuese concebida como un a r m a cuya posesion garantizaba la consagracion de unos en detrimento de la condenacion de otros. 3 n En la critica, ya no estaba solo en juego la valoracion de una obra sino a condicion de poner en cuestion la autoridad de quienes la ejercfan. Las remisiones a u n a autoridad externa y prestigiosa como garante de los juicios o del metodo historico que los gufa; 36 las frases en latin desperdigadas en el texto, de cuyo correcto uso Lopez haci'a gala; la referencia en Mitre a la repercusion que, tanto la Historic! de Belgrano como sus Comprobaciones historical habfan tenido en el extranjero, o la mencion a un mercado que habi'a estimulado la Vealizacion de diversas ediciones de su historia sucesivamente agotadas, constituyeron diversas formas de sostener la 34. Mitre, B., OC, 338-339. 35. Anos despues, Roberto Giusti aiin definia la critica como una "sociedad de bombos mutuos, sometida a un regimen en el que prevalecfan las complicidades, odios y compromisos personales", en Sarlo, Beatriz, El imperio de los sentimientos, Bs. As., Catalogo, 1985, p. 32. 36. Mitre, B., OC, 333-335. Es interesante observar como un conjunto de lecturas compartidas refieren en Mitre y Lopez a concepciones historiograficas que asumen como antagonicas. Asi, mientras para Lopez Hume, Macaulay, Carlyle, Buckle, Thiers, Michelet y Taine son los referentes de una historia nlosofica, para Mitre son el ejemplo de que no hay historia sin documentos que la avalen. Lo que pareceria indicar que cumplen una funcion de autoridades prestigiosas mas que de modelos historiograficos. Fernando Devoto ha hecho referencia con precision a las distintas lecturas realizadas de la obra de Taine en "Taine y Lets origines de la France contcmporaine en dos historiografias finiseculares", en Anuario 14, Rosario, Escuela de Historia, Fac. de Humamdades y Artes, UNR, 1989-1990, p. 99.
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autoridad no solo como historiadores sino tambien como criticos de las obras de los mismos. 3 7 Pero en 1880, frente a la ausencia de un espacio propio de los historiadores como esfera de contencion y juicio definitive respecto al resultado de la polemica, el problema de la autoridad se veia sometido a criterios de legitimation propios de una esfera publica en la que antes que historiadores los que estaban debatiendo eran hombres con una vasta trayectoria poh'tica. El cruce entre ambas esferas se ponfa en evidencia cuando Lopez, en su Refutation a las comprobaciones historicas de la historia de Belgrano, hacfa mencion al motivo que lo habia llevado a provocar a su adversario. La publicacion en Chile de la "Carta sobre l i t e r a t u r a americana", que Mitre habia enviado a Barros Aran a y que este editd con su consentimiento en laRevista Chilena de octubre de 1875, se convert s ahora en el punto central de discusion. Lopez, finalmente, ya no era el provocador sino el provocado. En efecto, allf Mitre decia respecto a su critico: "Excuso decirle que este escritor debe tomarse con caatela, porque escribe la historia con tendencias filosoficas, m a s aun segun una teoria basada en hipotesis, que con arreglo a un sistema metodico de comprobacion". 38 Ni los argumentos de Mitre ni la previsible molestia del refutador merecerfan mayor atencion si no se agrega como fuente del conflicto su lugar de publicacion y el momento. Esta crftica se insertaba en un clima de conflicto entre am37. Se refiere particularmente a Vicuna Mackenna, BaiTos Arana y al recientemente fallecido ex presidente del Peru, Manuel Pavdo. Mitre en mas de una ocasion apelo a las redes formadas por sus contactos con historiadores y hombres de Estado americanos como criterio de autoridad. German Colmenares destaca los multiples vinculos entre la inteligencia del cono sur en Las convenciones contra La cultura, Bogota, 1987, pp. 40-47. 38. La carta fue publicada por Barros Arana con la autorizacion del autor en la Revista Chilena, del 20-10-1875, p. 477. Usamos la cita que de ella hace el propio Lopez, el subrayado es de el. En Debate historico, op. cit., p. 27.
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bcs paises y refen'a a quien habi'a representado, en la Camava de Diputados, la position mas dura respecto a la polftica expansionista de Chile. 8 9 En una muestra de la fuerte-imbrication del debate intelectual con la esfera polftica, Lopez vena en esta carta el sin torn a de una doble traicion: la desautorizacion de una historia argentina era al mismo tiempo la del propio pais frente a Chile y, desde un punto de vista individual, la de el mismo como historiador y hombre publico: "Es una propaganda contra nuestra conciencia de escritores historicos y contra nuestra reputation de hombres de verdad". 4 0 De este modo, un debate protagonizado por quienes se percibi'an a si mismos como historiadoresy en el que parecfan estar en juego detalles respecto a cifras de poblacion, correcta ubication de los ejercitos durante el asalto y defensa de Buenos Aires en 1807 o la correcta traduction de una fuente o interpretation de una frase en latin, sin abandonar dicho espacio, se reintegraba de pleno derecho en la arena polftica. Por tal motivo, el rol que representaba la tradition en ambos historiadores no puede ser juzgado solo en terminos de la mayor o menor veracidad de los argumentos, segiin estos se encuentren basados en fuentes orales o documentos publicos. La tradition se convertfa en una instancia de legitimation que provenia de la esfera polftica para derivar luego en la actividad intelectual. La historia de Lopez hacfa referencia a un mundo fntimo, en el que primaba la confidencia hecha en un rincon del hogar. Refen'a tambien a un espacio privado, de acceso restringido en el cual habi'a forjado una historia, tambien ella privada, que se nutria de las "referencias verbales de mi padre", o las "conversaciones tenidas con el senor don Nicolas Rodriguez Peha". 4 1 Hombres que, por haberlos conocido e in39. Veanse las alocuciones de Lopez en la Camara de Diputados del 16 de mayo y 18 de junio de 1875. Al respecto, cfr. Lettieri, op. clt., pp. 59-60. 40. Lopez V. F., Debate historico, op. cit., p. 65. 41. Ibid., pp. 162 y 179, respectivamente.
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cluso frecuentando su hogar, h a s t a el punto de considerarse como un hermano de los hijos de Nicolas Rodriguez Pena, juzgaba incapaces de cualquier falsedad. 4 2 Mitre, por su parte, tampoco renegaba de la tradicion como simbolo de autoridad ni como instrumento a partir del cual otorgar verosimilitud al relato. Pero en el, la tradicion ya no era familiar sino primordialmente publica. La ausencia de una tradicion familiar, lo suficientemente digna de ser evocada, era suplida por el recurso a aquellos hombres publicos que en el habi'an confiado para entregar al juicio de la posteridad sus memorias, sus documentos secretos, su alma: "Rondeau me dejo al morir sus memorias j u n t a m e n t e con su espada", o "Las Heras que junto a sus confidencias me lego su baston de mando". Documentos que pasaron a formar parte de su archivo personal permitiendole crear un verosfmil dive?'SO del de Lopez. Sus juicios estaban avalados no ya por una confidencia dificil de verificar sino por "un manuscrito original que tengo a la vista". 4 3 Memoria del poder y manifestacion de ese poder delegado a quien basaba su autoridad en el uso de esos documentos tanto como en su posesion. Si bien esta concesion a la tradicion, particularmente en el caso de Mitre, parecia rendir tributo a u n a sociedad que continuaba depositando en ella una fuerte dosis de legitimidad poli'tica e intelectual, el tipo de tradicion a la que ambos apelaban tenia como resultado dos historias diversas. En Lopez, su apelacion a la historia familiar permiti'a escribir la historia del poder, a traves de la memoria de quienes formaron parte de ese circulo privilegiado. La perdida de protagonismo por parte de esas familias patricias que Lopez lamentaba otorgaba a su historia un caracter irremediablemente incomplete y necesariamente nostalgico. 4 4 Mitre, en cambio, 42. Ibid. 43. Mitre, B., OC, 300-305. 44. Vease Halperin Donghi, Tulio, "La historiograffa: treinta afios en busca de un rumbo", en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (comps.), La Argentina del ochenta al centenario, Bs. As., Sudamericana, 1980, p. 830.
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pretendfa escribir la historia del Estado, y ella solo podi'a ser elaborada con documentos publicos. Archivos publicos de uso privado —sustrai'dos de la posibilidad de contrastar los juicios con documentos— constitui'an menos una paradoja que la prueba cabal de que el reservoriode la nacidn y la memoria de la administracidn se hallaba mayoritariamente en manos de particulares, los mismos particulares entre cuyas estrechas filas se dirimfan las disputas por el poder. La posesidn de esos archivos era una manifestation del poder de sus herederos, no solo para el conjunto de una ciudadani'a que tenia tan restringido el acceso a ellos como a la arena poh'tica sino, particularmente, respecto a la propia elite.
Cn'tica y p o d e r En 1892, reunidos por la poli'tica, Mitre y Lopez tendran la oportunidad de sellar su coincidencia en los aspectos centrales de la historia argentina tras el debate que diez anos antes los habi'a separado. 4 5 Sin embargo, desde los primeros anos del siglo XX, la historiograffa argentina se apresurd a tomar posicidn en la contienda, quedando establecido que Bartolome Mitre habfa sido el triunfador. Dos lfneas interpretativas parecfan justificar tal apreciacidn. La primera, esbozada por Rojas en su Historia de la literatura argentina y retomada luego por Rdmulo Carbia, ponfa el acento en el rol que le cupo a Mitre como antecedente de u n a historia que enfatizaba la biisqueda, seleccion y cn'tica de fuentes como la base del status profesional de la disciplina. 4 6 La segunda, en 45. En 1892, Lopez escribi'a a Mitre en tono conciliatoiio: "<<,No hay un acuerdo completo en lo sustancial de nuestros juicios?". Por su parte, Mitre sentenciaba: "Lo que hemos disputado ha sido el modo de ponernos de acuerdo", en Mitre, B., Correspondent literaria, historica y politico., citado por Campobasi, Bartolome Mitre y su epoca, Bs. As., Eudeba, 1980, p. 453. 46. Rojas, Ricardo, "Fundacion de la historia argentina", en La literatura Argentina. Ensayo filosofico sobre la evolucion de la cul-
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cambio, destacaba la imagen de un historiador, capaz de conciliar su oficio con la action poh'tica, al tiempo que encontraba en su obra un referente de la moderna historia social. 47 A pesar de que en este segundo caso la mirada respecto a sus proyecciones era mucho menos optimista, 4 8 coincidia con la primera en el esfuerzo de fundar en aquel debate el origen de una tradition acorde con las posiciones historiograficas que sus mentores sentian representar en su momento. Sin embargo, dichos aspectos, ya por encontrarse presentes como topicos en el debate de 1864; ya por referir menos a la polemica en si misma que a una de las obras historicas de Mitre, le quitaron al debate originalidad e incluso pertinencia como momento fundacional. En cambio, entendidas las polemicas como acontecimientos que remiten a determinadas condiciones de production, podemos ver de que modo entre una y otra se ha transformado tanto el espacio en el que se desenvuelven, como las posiciones asumidas, los objetivos que persiguen y las reglas que las rigen. Entre esos anos, la cn'tica ira definiendo un campo de batalla cada vez menos ligado a problemas de tipo interpretativo —aspecto que se halla en el centro del debate entre Velez Sarsfield y Mitre— y ello no porque la interpretation dejara de estar en cuestion sino porque cada vez mas ella se v e n a subordinada a la legitimidad y grado de autori-
tura en el Plata, en Obras completas de Ricardo Rojas, t. XV, Bs. As., La Facultad, 1925; Carbia, Romulo, Historia critica de la historiografia argentina, desde sus origenes en el siglo X\rl, La Plata, 1939, pp. 141-143. 47. Esta imagen es inaugurada por Jose Luis Romero en un arti'culo clasico, "Mitre un historiador f'rente al destino nacional", en Argentina, imdgenes y perspectivas, Bs. As., 1956. Posteriormente es retomada por Tulio Halperin Donghi, "La historiografia: treinta anos en busca de un rumbo", op. cit.; y por Natalio Botana, en La libertad politica y su historia, op. cit. 48. Nos ref'3rimos a la crisis que segun Tulio Halperin Donghi se abre en la historiografia argentina tras este debate, en "La historiografia: treinta anos en busca de un rumbo", op. cit., p. 834.
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dad de aquel que la promovfa. Al tiempo que se pasaba de una critica que, sin dejar de ser valorativa, comenzaba a adquirir rasgos normativos y, con ello, a influir en la fijacion de reglas relativas al trabajo del historiador. Si no se profundizo en este segundo aspecto, fue porque Mitre carecio de la voluntad, el afan didactico y la percepcion suficiente p a r a utilizar la critica como arma de disciplinamiento. Por el contrario, se hallaba mas dispuesto a reaccionar cuando su autoridad era puesta en duda que a ejercerla como agente de consagracion y legitimacion. Ello fue asf porque dicha autoridad no se fijaba hacia el interior de un espacio socioprofesional compartido, a esas a l t u r a s inexistente, sino que remitia a una esfera publica en relacion con la cual Mitre era interpelado no solo como historiador sino como un hombre publico. Recien a fines de siglo, con Paul Groussac, la critica aparecera como un a r m a cuyo uso remite a un espacio y a una autoridad consciente de su potencialidad normativa. Allf la critica adquirira un caracter institucional, transformandose en uno de los dispositivos fundamentales de disciplinamiento de la practica historiografiea. 4 9 Pero, en 1880, Mitre no disputaba el monopolio de su uso, ni tampoco estaban definidos los criterios que la reginan. Ese mismo ano, en el Anuario bibliogrdfico, de Alberto Navarro Viola, aparecia una resena al Ensayo sobre la historia de la Constitution argentina, de Adolfo Saldias, en la que el cri'tico, t r a s r e s a l t a r la seriedad, rectitud filosofica, preparacion y acopio documental de la obra, cuestionaba su merito desde un punto de vista moral alertando sobre los riesgos que su lectura podia provocar en la juventud. 5 0 De todos modos, la critica contribuira a la delimitacion de un espacio que, particularmente despues de Pavon, comenzara a percibirse parcialmente diferenciado y especializado. Lapso en el que ella misma ira precisando su lenguaje, 49. Vease Eujanian, A., "Paul Groussac y la critica historiografica", en este mismo volumen. 50. Navarro Viola, Alberto, Anuario bibliogrdfico de la RepubIica Argentina, Bs. As., Imprenta del Mercurio, 1880, pp. 71-76.
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codigos, forma y objetivos. Al tiempo que, del diario a la revista, iria definiendo un publico —mas o menos especializado— sobre el cual intentara incidir interpelandolo como garante de la posicion que cada uno de los oponentes pretendi'a ocupar en la batalla y como juez de los argumentos en pugna. Un espacio exclusivo y un publico restringido de acuerdo con el acceso que tienen al consumo de las revistas culturales, como a los codigos necesarios para i n t e r p r e t a r sus mensajes. Finalmente, a pesar de senalar la presencia de ciertos indices de especializacion y diferenciacion de la labor historiografica, es evidente que esta aun se encontraba sometida a reglas propias de la practica poh'tica y del mundo literario. En primer lugar, porque su autopercepcion como historiadores se ballaba sobredeterminada por una conciencia de escritor influenciada t e m p r a n a m e n t e por un romanticismo Trances que proveyo el modelo, a partir del cual los intelectuales estructuraron formas de autorrepresentacion inspiradas en la imagen del l i t e r a t e 5 1 En segundo lugar, porque al momento en que surge la crftica historiografica en la Argentina, la carencia de una tradicion profesional que le sirviese de polo de diferenciacion o identificacion obligo a fijar posiciones de acuerdo con u n a tradicion poh'tica que, por otro lado, coincidfa con los hechos y personajes que constituian la trama de su r e l a t e
51. Maria Teresa Gramuglio destaca el desfasaje entre el modelo aportado por un campo autonomizado como el frances y las condiciones existentes en la Argentina, en "La construccion de la imagen", en La eacritura argentina, Santa Fe, Universidad National del Literal, 1992, p. 42.
2. PAUL GROUSSAC Y LA CRITICA HISTORIOGRAFICA Alejandro Eujanian
Paul Groussac, la h i s t o r i a y los h i s t o r i a d o r e s En su Historia de la historiografia argentina de 1925, Romulo Carbia daba cuenta de lo que a su entender habfa sido el proceso de nacimiento y posterior consolidacion de una "nueva escuela historica", como culminacion de un proceso ascendente que encontraba en Paul Groussac uno de sus antecedentes mas notorios, trazando de este modo una genealogia que no ocultaba una perspectiva legitimadora del propio grupo al que pertenecia. 1 Anos m a s tarde, Tulio Halperin Donghi va a cuestionar esa imagen, sin duda excesivamente optimista, destacando la presencia de una larga crisis de la historiografia argentina entre 1880 y 1910, y que en ese contexto Paul Groussac fue solo un "espectador" mas divertido que preocupado por los debates historiograficos del momento. 2 Entre estas dos interpretaciones, por un reconocimiento puramente instrumental en un caso y por considerarlo marginal en el otro, quedaba ausente un estudio respecto al rol 1. Carbia, Romulo, Historia de la historiografia argentina, La Plata, Biblioteca de Humanidades, 1925, pp. 74-81. 2. Halperin Donghi, Tulio, "La historiografia: treinta anos en busca de un rumbo", en G. Ferrari y E. Gallo (comps.), Argentina del '80 al centenario, Bs. As., Sudamericana, 1980, p. 839. 43
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Paul Groussac y la crilica historiografica
que le cupo a Groussac en el proceso de constitucion de la historiografi'a como u n a disciplina profesional en el pais. 3 En este sentido, su production intelectual y su labor institucional, que llevo a cabo desde la direccion de la Biblioteca National y de la revista La Biblioteca, representan un momento fundamental de esa experiencia, particularmente en lo que se refiere a la estabilizacion de las normas y reglas que regulan la practica, en la distincion de dicha practica respecto de otras r a m a s del saber sobre lo social y en la construction de una imagen del historiador contrapuesta a la del amateur. 4 3. En las obras y artfculos dedicados a Groussac predomina una perspectiva biografica tendiente a destacar la "personalidad" del autoi', junto al papel "civilizador" que desarrollo en la Argentina. A continuation damos u n a lista de algunas de ellas: J u a n Canter, "Contribution a la bibliografi'a de Paul Groussac", en Boletin del Institute) de Investigacion.es Hist6rica.fi, Bs. As., 1929, t. IX, pp. 484-710 ; t. X, pp. 260-253; t. XI, pp. 337-343; Avellaneda, N., £ s cri.tos y discursos, Bs. As., 1910; Canter, J., "Orfgenes de Paul Groussac", en Revista del Centra de Estudiant.es del Profesorado, Bs. As., agosto 1935; Correa Luna, C , "El metodo y la obra historica de Paul Groussac al aparecer La Biblioteca", La Prensa, 14-111926; "Las ideas historiograficas de Paul Groussac hasta la publication del Liniers", La Prensa, 5-12-1926; "Un maestro de Historia Nacional", La Prensa, 1-1-1927; Echagiie, J . P., "Groussac en nuestra historia", en Boletin de la Academia Nacional de la Historia, Bs. As., 1948; Garcia, J. A., Los jardines del convento. Narraciones, notas y discusiones, Bs. As., 1916; Martinez, J. G., Francois Paul Groussac. Su vida, su obra, Bs. As., 1948; Noel, A. M., Paul Groussac, Ed. Cultura Argentina, Bs. As., 1980; Ravignani, E. y otros, Centenario de Groussac, 1848-1948, Coni, Bs. As., 1949; Sarmiento, D. R, Obras completas, Bs. As., 1913; Teran, S., "Groussac en el Plata", La Prensa, Bs. As., 27-2-1966; AA.VV., "Homenaje a Paul Groussac", en Nosotros, ano XXIII, Bs. As., julio 1929. Entre otros, participan en este numero: E. L. Ravignani, J . L. Borges y J. L. Romero. 4. Paul Groussac asume la direccion de la Biblioteca Nacional en 1885, t r a s la m u e r t e de J . A. White, desempefiando el cargo hasta su fallecimiento en 1929. En tanto, la revista La Biblioteca apa-
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Si bien Paul Groussac mereceria, al igual que otros intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, el calificativo de polfgrafo de acuerdo con la variedad de temas que abordo, su interes por la historiograffa no puede ser menospreciado. No solo por haber participado activamente en los debates decimononicos acerca de las semejanzas y diferencias entre las ciencias n a t u r a l e s y sociales, 5 o por haber consagrado a la materia un espacio significativo de su produccion intelectual, sino tambien porque fue considerado asi por sus contemporaneos que lo concibieron como un modelo del historiador e r u d i t e Incluso quienes, a mediados de la segunda decada del siglo XX, creyeron necesario diferenciarse de la generacion precedente para construir u n a legitimidad fundada sobre bases diferentes de las de aquellos, encontraron en Groussac el antagonista ideal para dirimir la disputa. 6 Estos jdvenes historiadores, considerados como los artifices de la profesionalizacion de la historiograffa, pondrian en tela de juicio la legitimidad de Groussac como historiador y, fundamentalmente, como cn'tico historiografico. 7
recio mensualmente desde junio de 1896 a abril de 1898, alcanzando a cubrir 8 tomos trimestrales. Bajo el subtftulo de revista de "Historia, Ciencias, y Letras", mantuvo, ademas de los artfculos, tres secciones permanentes: el "Boletin Bibliografico"; la seccion de "Documentos Historicos"; y la de "Redactores de La Biblioteca", destinada a ofrecer datos biograficos de los articulistas junto a juicios valorativos sobre sus obras y aportes. 5. Gallo, Ezequiel, ''Paul Groussac: reflexiones sobre el metodo historico", en Historia, N- 3, sept. 1981, p. 20. 6. La polemica, que tuvo como protagonistas a aquellos historiadores que J. A. Garcia considero los f'undadores de una "nueva escuela historica en la Argentina", sera analizada en el capftulo siguiente. Garcia, Juan Agustin, "Advertencia", en Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, t. I, Ns 3, 1916. 7. La polemica es iniciada por Paul Groussac, con la cri'tica dirigida a los jovenes historiadores en su "Juan de Garay", Anales de la Biblioteca, t. IX, Bs. As., 1914; y en el Mendoza y Garay, AAL, t. I, Bs. As., 1949 (I s ed.: 1916). Analizamos el debate planteado con la nueva generacion en el capftulo siguiente.
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Por otra parte, es evidente la importancia que Groussac le asigno a la historiografia tanto en la revista como en la definicion de las prioridades de la Biblioteca Nacional. Ello se debe a que la historia era para el la forma ideal para conciliar su amor a la literatura y su fe en la ciencia. A su entender, la poesfa estaba destinada a desaparecer por el avance de la ciencia y seria superada por otras formas capaces de expresar lo bello: "Para pensar lo bello, el hombre moderno tiene la ciencia, la filosoffa, la historia, la novela...". 8 Sin embargo, la historia se destacaba porque era la unica r a m a del saber capaz de conciliar el arte, a traves de la forma y el estilo, y la ciencia, por medio de la aplicacion del metodo experimental para el analisis de documentos historicos. 9 Por ese motivo, puede considerarse sincera mas que pecado de inmodestia su disculpa por publicar en La Biblioteca "este juguete", refiriendose a su cuento "El centenario", en reemplazo de la continuacion de su estudio sobre Santiago de Liniers que debfa ocupar ese espacio, pero que considero oportuno postergar por encontrarse a la espera de documentos que entendi'a indispensables. 1 0 En cuanto a su labor como director de la Biblioteca Nacional, se observa un similar privilegiamiento de la historia. El criterio de clasificacion utilizado para ordenar los volumenes, colocaba a las ciencias historicas en segundo lugar de importancia tras las ciencias naturales y antes que las ciencias polfticas, la literatura y la teologia: 8. El optimismo con respecto al desarrollo racional de Europa en confrontacion con el futuro de la poesfa fue anticipado por el romantic! smo liberal frances, entre otros: Stendhal, Mme. de Stael, Laysson y Merimee. Este ultimo lo expresara del siguiente modo: "Apenas concibo la poesfa mas que en un estado de semicivilizacion, o incluso de barbarie, si hemos de hablar claro", citado por Benichou, Paul, La coronacion del escritor (1750-1830), Mexico, FCE, 1991, p. 298. 9. Groussac, P., Historia de la Biblioteca Nacional, Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Bs. As., 1967, p. LXI [1 § ed. 1893]. 10. Groussac, P., "El centenario", en La Biblioteca, afio II, t. V, Ad. de La Biblioteca, Bs. As., 1897, p. 287.
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I s las Ciencias y las Artes, anteriores a la misma organizacion social, y hoy comprensiva de todos los conocimientos h u m a n o s que encuentran en la filosoffa, en las ciencias matematicas, fi'sicas y n a t u r a l e s su base solida y rafz fecunda; 2 s las ciencias historicas, que nos muestran en conjunto y por partes la evolucion gradual de la humanidad; 3 s las ciencias poh'ticas, que nos ensefian la estructura completa de la sociedad, sus organos e instituciones conservadoras; 4 9 la literatura, en su sentido mas sintetico, que comprende el lenguaje humano estudiado en sus mas multiples manifestaciones: florescencia espontanea y grandiosa de una facultad tan exclusiva del hombre, que basta a definirle; 52 la teologia, por fin, cuya actual esterilidad no puede borrar el recuerdo de su pasada gloria... 1 1 Tal ordenamiento no era resultado de un criterio arbitrario sino, en cambio, producto de un principio jerarquico que se asentaba en su concepcion de los aportes que podi'an ofrecer las distintas ciencias y materias que poblaban los anaqueles de la biblioteca piiblica ordenados en rangos de importancia decreciente. Motivo por el cual cuestiona el criterio de catalogacion prescripto en el manual de Brunet, en el que la teologia aparecfa en un inmerecido primer lugar cuando solo su gloria pasada justificaba su inclusion. 1 2 Finalmente, un balance de los volumenes adquiridos en la Biblioteca Nacional d u r a n t e su gestion por via del canje y la compra, entre los anos 1885 y 1893, demuestra el privilegiamiento de las areas de historia y geografia. 1 3 Del mis11. Groussac, P., Historia de la Biblioteca Nacional, op. cit., p. LXI. 12. Ibid., p. LX. 13. En enero de 1885, cuando Groussac asume la direction de la Biblioteca Nacional, hay en existencia 35.149 volumenes, que aumentan a 62.707 en 1893. En ese ano, clasificados por areas, los volumenes quedan divididos de la siguiente manera: Ciencias y Ar-
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mo modo, de los setenta y dos articulos publicados por Groussac en la revista La Biblioteca, cuarenta y nueve de ellos, es decir el sesenta y ocho por ciento corresponden a tematicas vinculadas a estas materias. 1 4 Si los argumentos hasta aquf expuestos contribuyen provisoriamente a demostrar que Groussac no era un simple "espectador", ni tampoco era considerado como tal por sus ocasionales contrincantes o por sus mas fieles adeptos, es necesario senalar algunas razones probables del relativo descuido en que hasta el momento ha caido la figura y la obra de este intelectual frances. En primer lugar, un motivo que habria desalentado el intento de integrarlo en la cultura de su epoca es resultado de la aceptacion tacita, por parte de las versiones crfticas o indulgentes sobre su persona, de la autoimagen que Groussac se encargo de propagar, la de un intelectual a la vez marginal —por su caracter de extranjero—, y omnipresente —por conferirse el rol de gui'a intelectual de u n a nacion que consideraba culturalmente atrasada—. En segundo lugar, los artifices de la profesionalizacion de la disciplina historica a comienzos de este siglo buscaran en referentes europeos tanto un modelo de organizacion institucional como la justificacion metodologica para romppv con una tradicion historiografica que no solo no olvidaba sus aspiraciones literarias sino que no resisti'a la tentacion de trasladarlas a sus estudios historicos. 15 tes: 9478; His tori a y Geografi'a: 10.593; Derecho y Ciencias Sociales: 8052; Literature: 8212; Teologia: 5019; Revistas: 6021; Diarios: 1761; Folletos: 11.124; Duplicados: 2447. Ibid., p. XLVIII. 14. Para esta cuantificacion tomamos como referenda los articulos propiamente dichos, y los escritos para las distintas secciones, incluyendo las Notas Preliminares y los Documentos Historicos por el publicados, en la medida en que estaban directamente vinculados a sus investigaciones, y excluimos las notas biograficas de los redactores de La Biblioteca. 15. Por ejemplo, el libro de E. Berheim, Lehrbuch der historischern met hade und. der geschichtsphilosophie, Leipzig, 1889. Dicho manual, mas mencionado por su prestigio que leido, hallaba la difusion de algunos de sus preceptos en el divulgado manual de Lan-
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Las razones aqui apuntadas, a modo de hipotesis, parecen confirmar el interes de un estudio sobre el tema en cuestion, en la medida en que podemos entrever que se teje, en ' torno a Paul Groussac, un lugar de tension en el interior de la cultura argentina y, fundamentalmente, entre quienes practicaban la disciplina historica durante el pen'odo. La importancia de la obra de Groussac como historiador, y su actividad como director de la revista La Biblioteca, reside en poder visualizarla como un momento relevante en el proceso de profesionalizacion de la actividad intelectual en general e historiografica en particular de acuerdo con un modelo diverso del que se impondrfa en la primera mitad del siglo xx, tema que trataremos en los dos capftulos siguientes. Al mismo tiempo, tambien la figura de Groussac permite contrastar cambios significativos con respecto a la imagen del intelectual y del historiador que cultivaron las generaciones precedentes. Particularmente con relacion a quienes, como vimos en el capftulo anterior, protagonizaron un debate respecto a la condiciones de legitimidad del discurso historico entre las que se hallaba impli'citamente incorporada la relacion entre el historiador y la poh'tica. Frente a Bartolome Mitre, para el cual la recopilacion y crftica de documentos era la condicion de posibilidad de un discurso verdadero sobre el pasado, intentando de este modo distinguir como esferas diferenciadas labor historica y practica poh'tica, Vicente F. Lopez recurria a la memoria familiar para la reconstruccion de ese mismo pasado, y se definia en el "prefacio" a la Historia de la Republica Argentina como un historiador politico, anulando de esta m a n e r a cualquier diferencia entre ambas practicas. 1 6 glois y Seignobos. Respecto a la lectura de los historiadores de la "nueva escuela historica" del manual de Berheim, vease Devoto F., "Taine y Les origines de la France contemporaine en dos historiograffas finiseculai'es", en Anuario 14, Escuela de Historia, Fac. de Humanidades y Artes, UNR, 1989-1990, p. 14. 16. Lopez, V. F., Historia de la. Republica Argentina, t. I, Libreria de la Facultad, Bs. As., 1911-1912. Sobre el debate entre B. Mitre y V. F. Lopez, vease N. Botana, La libertad politica y su historia, Bs. As., Sudamericana, 1991, y el primer capftulo de este volumen.
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En las dos ultimas decadas del siglo XIX, un conjunto de transformaciones politicas, sociales y culturales contribuiran si no a eliminar la tension existente entre la historia y la polftica, al menos a crear condiciones mas favorables para diferenciar ambas esferas. Los cambios economicos y sociales, producto de la entrada de capitales y el continuo flujo migratorio, en el contexto de apertura de los mercados internacionales a las exportaciones, asf como la movilidad social y la acelerada urbanizacion, vertieron sus efectos tanto en la esfera polftica, cuyos lfmites para asimilar esa nueva complejidad social se hicieron cada vez mas evidentes, como en la esfera cultural. 1 7 Este proceso afecto a un conjunto de discipiinas sociales que manifiestan, fundamentalmente a partir de la crisis economica y polftica de 1890, la necesidad de intervenir planteando soluciones desde la perspectiva de sus respectivos saberes especializados. Este es el caso de la sociologfa, el derecho, la medicina, la psiquiatrfa y la historia, para las cuales la posesion de un saber cientffico, en el marco del desarrollo de las ciencias n a t u r a l e s y sociales, era la condicion indispensable para la implementacion de u n a amplia regeneracion social, polftica, cultural y fundamentalmente moral, cuya eficacia dependerfa de la creation de instituciones estatales para la implementacion de sus polfticas reformistas. 1 8 17. Respecto a los vfnculos entre las transformaciones de la sociedad argentina de fines de siglo y la conformacion de un campo intelectual en la Argentina, cfr. Sarlo, B. y Altamirano, C , "La Argentina del centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideologicos", en Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Bs. As., CEAL, 1983, p. 72; en cuanto a relacion entre crisis de legitimidad polftica e interpretaciones del pasado, cfr. Botana, N., op. cit., p. 12. 18. Zimmermann, Eduardo, "Los intelectuales, las ciencias sociales y el reformismo liberal: Argentina, 1890-1916.", en Desarrollo Economico, N 9 124, v. 31, enero-marzo 1992, pp. 360-363; del mismo autor: Los liberates reformistas. La ctlestion social en la Argentina, 18901916, Bs. As., Sudamericana, 1995. Para la relacion entre crisis social e intelectuales reformistas para el caso de la ch'nica medica, vease Vezzetti, Hugo, La locura en la Argentina, Bs. As., Paidos, 1985.
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En este contexto se dieron las condiciones de posibilidad para la concretion de la pretendida autonomia del intelectual, favorecida por el surgimiento de un conjunto de mediatizaciones respecto al poder politico y economico. La primera de estas mediaciones es producida por la asimilacion de un lenguaje cientifico, como resultado de un proceso de especializacion de los diversos saberes cuyo objeto era lo social. La segunda radiea en la atribucion de una funcion social especifica, la de contribuir a la regeneration de u n a sociedad que se ve en riesgo de disolucion motivo de las transformaciones antes enunciadas. En tercer lugar, el Estado national, que hacia la decada del noventa y en gran parte gracias al influjo de las nueva generation sobre el gobierno de Juarez Celman se ha fortalecido y secularizado, aparece como u n a instancia fundamental para aplicar las poh'ticas reformistas destinadas a modificar las practicas sociales. En dichas condiciones y en virtud de tales objetivos es preciso instalar la revista La Biblioteca, que se ofrecera como un espacio propicio para la difusion del ideario reformista, planteandose como funcion principal la de llevar a cabo a traves de sus paginas una "empresa civilizadora" cuyo destino es asimilar el conjunto de la cultura argentina de fines de siglo a los estandares europeos. Al propio tiempo que, en el medio especificamente historiografico, la cn'tica historica funcionara como un dispositivo de disciplinamiento de la practica tendiente a sentar las bases de la profesionalizacion de la disciplina al i n s t a u r a r los principios de autoridad, legitimidad, consagracion y autonomia del historiador frente a un poder politico que, como veremos mas adelante, no parece dispuesto a aceptar la independencia de u n a rama del saber que directa o indirectamente afecta los intereses del Estado.
Las a r m a s de la critica Jorge Luis Borges en un ensayo titulado "Arte de injuriar", permitiendo inferir a la vez el elogio y la acusacion, instalaba a Groussac como figura cumbre de u n a genealogia
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de la injuria a la que conferfa los siguientes atributos: "Vindicar realmente una causa y prodigar las exageraciones burlescas, las falsas caridades, las concesiones traicioneras y el paciente desden, no son actividades incompatibles, pevo si tan diversas que nadie las ha conjugado h a s t a ahora". 1 9 La virtud de Borges radica en reconocer como mas destacable el rol de Groussac como cn'tico antes que su obra como historiador, literato, dramaturgo o publicista, porque es precisamente en esa trastienda de su obra —que incluye las "notas al pie" de sus libros— donde se revela la singularidad de su estilo y su poder disciplinador sobre los discursos. En un contexto en el que la historia pretendfa desembarazarse de sus ropajes literarios, afirmando su identidad en la busqueda de la verdad a traves de la compulsa documental, el ejercicio de la crftica cumplio un rol legitimador o descalificador de obra y autor, desde una autoridad avalada por el medio intelectual circundante. Desde la revista La Biblioteca, Paul Groussac asumio y cultivo ese rol, destinado a historiadores y literatos, por medio de un discurso a veces frontal y otras, elfptico, siempre eaustico, sagaz y envolvente. 2 0 De la crftica mesurada y paciente, a la satira mas despiadada y destructiva, se inicia indulgente para culminar demoledor del adversario, alternando cuestionamientos puntuales al estilo y al metodo, con frases descalificadoras de la moral, honor y capacidad del oponente. P a r a analizar de que modo funciono la crftica historiografica en el sentido que le atribuimos nos centramos en los artfculos que dedico Paul Groussac, entre 1896 y 1898, a polemizar con Norberto Pinero acerca de la inclusion del controvertido "Plan de operaciones" entre los Escritos de Maria19. Borges, J. L., "Arte de injuriar", en Ficcionario. Una antologia de nun textos, Mexico, FCE, 1992. 20. Respecto a su rol como cn'tico literario, Sonia Contardi hace hincapie en su polemica con Ruben Dario, a rafz de la publicacion en la revista de Los raras, en "El juicio al extranjero. Paul Groussac, entre el desorden cultural, la biblioteca y la poesfa. Una lectura de la revista La Biblioteca", en El Dorado, CILCAL/ CEI/UNR, aiio 1, N- 1, Rosario, l 9 semestre de 1994.
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no Moreno. Cada uno de uno de los ensayos del director de la revista sobre el tenia representan tres momentos claramente diferenciables por el campo de debate circunscripto en cada caso. 2 1 Sin embargo, a pesar de su diversidad manifiesta, se encuentran anudados uno a otro —casi programaticamente—, iluminando el rol que el autor se atribuyo, y en parte logro conquistar, en la cultura argentina de fines del siglo XIX. Los problemas relativos a la legitimidad, autoridad y autonomic intelectual refieren, en cada caso particular y en su conjunto. a un campo intelectual en formation y a una incipiente profesionalizacion historiografica. Procesos respecto a los cuales Groussac y su revista buscaron cumplir un papel protagonico apelando a la critica como arma y argumento.
En su primer articulo, Groussac circunscribe el campo del debate al problema de la legitimidad del historiador, propiciando la profesionalizacion en un contexto caracterizado por la ausencia de canales academicos que la garanticen. Ti'es falencias presenta, a su entender, el autor de los Escritos de Mariano Moreno p a r a llevar a cabo una edition critica de fuentes historicas: inexperiencia literaria, un errado concepto historico y el desconocimiento de las reglas de la critica documental. 2 2 Al instalar la discusion en el terreno de los requisitos indispensables con los que debe contar toda obra historica —de orden estilfstico, moral, y metodologico—, Paul Groussac realiza un conjunto de operaciones destinadas a fijar su 21. Los arti'culos de referenda son: Groussac, P., "Escritos de Mariano Moreno", en La Biblioteca, ano 1, t. 1, Imprenta de Pablo E. Coni e Hijos, Bs. As., 1896, pp. 121-160; "Escritos de Mariano Moreno. Segundo articulo", en La Biblioteca, ano II, t. 7, Bs. As., Administration de La Biblioteca, 1898, pp. 268-318; (en adelante, "Segundo articulo"); "La desaparicion de La Biblioteca", en La Biblioteca, ano II, t. 8, Bs. As., Administration de La Biblioteca, 1898, pp. 244-248. 22. Se refiere a] libro de Norberto Pifiero, Escritos de Mariano Moreno, Bs. As., Imprenta de Pablo E. Coni e Hijos, 1896.
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lugar en el contexto de la cultura de la epoca, afirmando el caracter profesional de la labor historica y su rol como impulsor de la misma: ^.Por que no penetra en los pai'ses de habla espanola esta notion, al parecer tan sencilla y elemental: que la historia, la filosofia y aun esta pobre literatura son "especialidades" intelectuales, tan diffciles por lo menos, como las del abogado o las del medico, y que no es licito entrarse por estos mundos, como en campos sin dueno o predios del comiin? 23 La primera operation consiste en afirmar el caracter ambivalente de su relacion con el pais de residencia. Frances t r a n s p l a n t a d o , como el Liniers al que dedico varios numeros de la revista —Renan quejoso de su gloria a t r a s m a no, como lo definio Borges en el homenaje de Nosotros en 1929—, expresa un distanciamiento cultural con relacion a una nation cuya labor sera encauzar en el camino de la civilization, 2 4 p a r a resolver su destino de atraso que, por otra parte, hace extensible al resto de los pai'ses de habla hispana. Es precisamente esa ajenidad virtuosa, que se destaca frente a u n a inferioridad de lengua y cultura, la que le permite colocarse, ya no solo cultural sino tambien moral y polfticamente, como defensor de los intereses argentinos en un grado que ningun intelectual nativo habria intentado h a s t a el momento. Por ese motivo se indigna ante la falta de reaction entre los circulos letrados ante la publication de u n a obra que, a su juicio, ofendia "...a uno de los mas ilustres proceres argentinos". 2 5 Tras considerar la imposibilidad "material" de que Moreno redactase la obra y las pruebas ideograficas que demos23. Groussac, P., "Escritos de Mariano Moreno", op. cit., p., 124. 24. Groussac, P., "Santiago de Liniers", en La Biblioteca, pp. 112, 271, 422; t. 4, pp. 119, 436, 1897. 25. Ibid., p. 148.
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traban que ni el estilo ni el lenguaje empleado correspondi'an a la pluma del secretario de la J u n t a , 2 6 Groussac se convierte en defensor de la nacion y su memoria histories, frente al libro de un autor que demuestra un desconocimiento de la organizacion del pafs y el "...sentimiento de sus habitantes". 2 7 La critica, mas alia de las puntualizaciones polemicas de orden historico y metodologico, deviene moral cuando denuncia el caracter apocrifo del "Plan de operaciones", que Norberto Pinero atribuyo a Mariano Moreno. Asi, del alegato profesionalista contra una obra cuya realization excedfa la capacidad intelectual de Pinero, se desplaza a una reaction etica propia de un liberal que cabalgo organicamente en las filas de la generation del '80. El derecho conferido al Estado para la confiscation de los bienes privados que impulsaba el "Plan de operaciones" no podia ser concebido por el unico hombre de la revolution rescatado por Groussac y al que, a pocos anos de asumir como director de la Biblioteca Nacional, erigio en procer de marmol en su hall central. 2 8 Desde u n a exterioridad tensionada por el papel que se consideraba destinado a cumplir en el pais, ejerce la critica en salvaguarda de los intereses de la nacion, no dudando en convocar a los historiadores, cuyo objeto es la biisqueda de la verdad, a "arrancar" esas paginas del libro de Pinero que ofenden la moral y el honor de uno de sus mas importantes proceres. 2 9 La segunda operation que realiza consiste en colocar la historia, la filosofia y la literatura en el rango de "especialidades" y en tanto tales —esos "mundos", "campos", o "predios"— no debian ser invadidas por aficionados sino preser26. Ibid., pp. 353-359. 27. Ibid., p. 159. 28. Como el busto de Franklin que preside la Biblioteca de Filadelfia, Groussac ordena colocar en 1892, como un acto de justicia postuma, el busto de M. Moreno en la Biblioteca Nacional. Groussac, P., Historia de la Biblioteca Nacional, op. cit., p. X. 29. Groussac, P., "Escritos de Mariano Moreno", op. cit., p. 148.
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vadas como el exclusivo coto de caza de los profesionales en la materia. De este modo, fija los lfmites de incumbencia en el interior y exterior del campo de aquellos intelectuales dedicados al estudio de lo social. En el segundo artfculo dirigido a la obra de Pinero destaca la profesion de abogado del autor como motivo principal de las falencias que resultan de una practica que se halla en las antipodas del trabajo del historiador. Mientras el objetivo de este es la busqueda de la verdad absoluta —aun de manera conjetural y provisoria—, el abogado solo pretende una sentencia positiva sin preocuparse por la veracidad de los argumentos que va a utilizar, ya que su objetivo es convencer antes que demostrar. 3 0 El metodo del historiador, a la vez que lo distancia del abogado, lo acerca al sabio —durante la marcha de un experimento—, y al juez, cuya actitud es observar primero, para luego deducir con exactitud. 3 1 El rechazo de Groussac a la pretension de asimilar la historia a las ciencias n a t u r a l e s no es contradictorio con su apelacion a la aplicacion del metodo cienti'fico que estas h a n establecido para el abordaje de materias disimiles. 3 2 La distincion radica en su aceptacion del organicismo en tanto "metafora" que sirve como h e r r a m i e n t a didactica para comprender el funcionamiento de la sociedad, pero cuestionando la posibilidad de establecer analogi'as entre el medio social y el medio n a t u r a l . 3 3 Para Groussac, la sociedad no es solo un cuerpo, sino tambien una persona, y como tal dotada ademas de un alma con sus facultades y aptitudes "determinantes" de las funciones y necesidades "determinadas" del cuer30. "Segundo artfculo", p. 271. 31. Ibid., pp. 312-313. 32. Ezequiel Gallo, al senalar la poca claridad de P. Groussac para demarcar claramente las diferencias entre la historia y las ciencias naturales, confunde su adhesion al metodo experimental —entendido como practica—y la ciencia, en su capacidad de formular leyes universales, en op. cit., p. 23. 33. Groussac, P., "La paradoja de las 'Ciencias Sociales'", en La Biblioteca, afio 1, t. II, 1896, pp. 309-320. 34. Ibid., p. 310.
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po. 34 Condicionada por el trfpode tainiano de la raza, el medio y el momento, el alma sera entonces lo especfficamente humano del ser social, subordinando su production y consumo a sus creencias y pasiones. 3 5 Por lo tanto, la inclination de las ciencias sociales a formular leyes universales —independientemente de regiones y estructuras polfticas—, tal como lo hacen las ciencias n a t u r a l e s , es invalidada por el caracter provisorio y conjetural de las conclusiones a las que accede. 36 El humanismo racionalista y antimecanicista de Groussac, que concilia el espfritu romantico y el racionalismo positivista, lo convierte en defensor del hombre como propulsor de la humanidad y de la historia. Es precisamente el hombre, particular e indivisible, quien censura la pretension de las ciencias sociales de formular leyes universales. Sin embargo, el metodo experimental aplicado con el rigor y exhaustividad propia de las ciencias naturales convertirfa a la historia en una practica tan especializada y diffcil como aquellas. De este modo, instalando las diferencias entre la profesion de abogado y la de historiador en el terreno de las practicas, abre paso a una tercera operation. Esta consiste en homologar —en tanto especialidades— la historia, la filosofi'a y la literatura con aquellas profesiones que, como la abogacia y la medicina, articulaban su prolongada tradition de profesiones liberales con un alto grado de legitimidad social a la virtud de conciliar un saber y una practica especifica para el desarrollo de sus respectivas tareas. Saber y practica profesionales eran las dos condiciones indispensables —de las cuales Pinero carecfa— p a r a la publication de u n a edicion critica de documentos historicos. 3 7 35. Ibid., p. 313. 36. En este punto, la afirmacion de Groussac es concluyente: "En los estudios sociales, no podemos, no debemos aspirar sino a una probabilidad cada vez mayor en la conjetura", ibid., p. 320. 37. "Escritos de Mariano Moreno", op. cit.,p. 124. Groussac detalla un conjunto de condiciones que debfa curaplir una edicion cri-
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El incumplimiento de los requisitos mfnimos que debia cumplir la publication de documentos historicos podia explicarse como producto de un medio intelectual que no tenia la p a l a b r a mas que como instrumento y continuation de la action, dando como resultado la ausencia de u n a d e m a n d a de "ediciones sabias", por parte de los escritores argentinos, como las que a m e r i t a b a n los textos tradicionales y conforme a como se realizaban en el viejo continente. 3 8 Sin embargo, esta constatacion no alcanzaba a juicio de Groussac para justificar a Pinero, especialmente porque el auge del positivismo babfa contribuido a la fijacion definitiva de las reglas a seguir p a r a la busqueda, selection, transcription, traduction y edition de documentos. 3 9 En el primer articulo de la polemica con Norberto Pinero, Groussac realiza tres operaciones que contribuyen no solo a cuestionar la legitimidad de su oponente p a r a ocuparse de
tica de documentos historicos: 1. "Coleccionar todos los manuscritos de Moreno"; 2. "Adoptar un metodo uniforme y racional para la correction del texto"; 3. "Acompanarlo de notas y aclaraciones para su mejor comprension cn'tica", ibid., p. 126. 38. La reduction de las ideas a la action que, segiin Groussac, caracteriza al medio intelectual argentino es uno de los problemas que han obstaculizado el desarrollo civilizatorio del pais que h a visto opacadas algunas de sus promesas intelectual es al ser a r r a s t r a das por la poh'tica. Ese es especialmente el caso de Carlos Tejedor, entre otros. Pero, por otro lado, la propia literatura habrfa sido a r r a s t r a d a a una finalidad poh'tica que le impuso tanto el neoclasisismo como el romanticismo criollo. Sobre este punto, vease Eujanian, A., "Paul Groussac y u n a empresa cultural de fines del siglo XIX. La revista La Biblioteca, 1896-1898", en Historia de Revistas Argentinas, t. II, Bs. As., Asociacion Argentina de Revistas, 1997, pp. 11-43. 39. "Escritos de Mariano Moreno", op, cit., p. 130. El modelo p a r a las ediciones crfticas sera el volumen dirigido por Regnier, Les Grands Ecrivains de la France. Respecto a esta obra Groussac seiiala: "...no h a de ser por coincidencia fortuita que ellas se realicen completas y perfectas unicamente en los paises donde se elaboran ahora las obras m a e s t r a s del pensamiento", ibid. p. 135.
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temas historicos, sino tambien a asignarse el rol de agente legitimador a traves del ejercicio de la crftica historica. Desde la ajenidad del exiliado voluntario, afirma su autoridad como impulsor en estas tierras de los canones de la cultura europea que representa y como defensor de la conciencia historica de la nacion que ha adoptado para su residencia. Por otra parte, al fijar por medio de la critica las reglas del metodo en el trabajo del historiador, delimitando las fronteras de incumbencia entre las diversas disciplinas sociales, distingue una practica especffica —un oficio— cuyo abordaje es prerrogativa de especialistas, afirmando de este modo el caracter profesional de la labor. Sin embargo, ,;,en un pais que carecia de las instituciones academicas para la formacion y promocion de historiadores, y en el que los canales institucionales de profesionalizacion se encontraban aiin ausentes, quien o cual es el agente legitimador? Al responder a esta pregunta, el problema de la legitimidad se instala en la discusion en torno al principio de autoridad. II La crftica de Paul Groussac en el primer niimero de La Biblioteca recibira una respuesta de Norberto Pinero titulada: Los Escritos de Mariano Moreno y la critica del Senor Groussac, que actuara como disparador de un segundo artfculo del director de la revista y de un desplazamiento del campo de debate. 4 0 El problema de la legitimidad, sin desaparecer, quedara aqui subordinado a la discusion en torno a la autoridad. Luego de retomar rapidamente los argumentos que ya habfa desarrollado en su primer artfculo, G r o u s s a c s e detiene en el regimen de citas que utiliza Pinero. Sus notas son todas de segunda o tercera mano, hecho que demostran'a un exceso de "domesticidad mental". 4 1 Especialmente, la recu40. N. Pinero, Los Escritos de Mariano Moreno y la critica del Senor Groussac, Bs. As., Lajouane, 1987. 41. "Segundo artfculo", p. 282.
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rrente apelacion de Pinero a B. Mitre como garante de la autenticidad de los manuscritos atribuidos a Moreno provoca la irrupcion del autor de la Historia de Belgrano y la independencia argentina en el centro de la polemica. En tanto, Pinero se convierte en una figura de segundo orden, "un discfpulo" de aquel al que niega autoridad no solo en materia de estilos sino tambien en cuanto a la aplicacion del metodo cienti'fico para el analisis de documentos historicos. 4 2 Ello me permitiri'a apuntar algunas ideas utiles acerca del metodo cienti'fico que no ha sido aun aplicado a la historia argentina, y mucho menos, por el ilustre escritor bajo cuyo fallo, para el inapelable, nuestro abogado se cobija y ampara devotamente. 4 3 El metodo cienti'fico entendido como crftica de fuentes estarfa ausente en la obra de Mitre y la historiografi'a argentina de fines del siglo pasado, pero tambien en aquellos historiadores europeos a los que en muchos casos apela como modelos. 4 4 En el caso de Mitre, que habfa instaurado al "documento" como polo de diferenciacion principal en su debate con V. F. Lopez en la celebre polemica historiografica que inicio los anos ochenta, destaca la ausencia en el uso que hace de ellos de toda crftica externa o psicologica. 45 Sin embargo, considera que el mayor dano a la "historia
42. Ibid., p. 306. 43. Ibid., p. 292. 44. Es este el caso de Montesquieu, Gibbon y el propio Taine, cuya obra "...no resistira del todo al asalto del tiempo". Por otra parte, no duda en tomar como modelo, "el excelente manual tecnico de Langlois y Seignobos", cuya Introduction a los estudios historicos, anos mas tarde, durante su polemica con los jovenes de la "nueva escuela historica", no dudara en descalificar como un reflejo trances del macizo Lehrbuch de Berheim, ibid., p. 313; cfr. la posterior crftica a Langlois y Seignobos, en Groussac, P., Mendoza y Garay, op. cit., p. 7. 45. "Segundo artfculo", p. 315.
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patria" no seria ejecutado por el propio Mitre sino por sus "disci'puW o "imitadores", que le han conferido a esos textos una "autoridad soberana", una "atmosfera de canonismo" que los ha convertido en "textos sagrados" de autoridad irrebatible. La batalla contra la aludida autoridad concedida por los intelectuales de los alios noventa al ex presidente, se convierte en un programa cuyo objeto seria poner fin "...a esa suma del poder historico conferida a un dictador intelectual'". 46 Sin duda el alegato antimitrista parecia mas pertinente para caracterizar el papel que Groussac se asigno a si mismo como crftico, que propio de la actitud mas mesurada y menos beligerante que expresaba en estos momentos su ocasional oponente. Pero al mismo tiempo, si de u n a batalla por ocupar el status de autoridad en el campo historiografico se trataba, el adversario elegido era el correcto. Por otra parte, dicha batalla habfa conocido un capftulo anterior meses antes del segundo arti'culo destinado a critical" el volumen de Pinero. La publicacion por p a i t e de Groussac, en distintos numeros de La Biblioteca, de su "Santiago de Liniers", en el cual deslizo criticas contra algunas de las afirmaciones de B. Mitre respecto a las invasiones inglesas, provoco una respuesta del historiador aludido y u n a contrareplica de Groussac en la revista. 4 7 La polemica toma como eje tres hechos historicos: la localizacion de las tropas inglesas durante el asalto a Buenos Aires, su "Plan de ataque", y la tactica militar empleada por el coronel Pack para controlar la iglesia del Colegio y el edificio de las Temporalidades. En tanto, la replica de Groussac, si bien retoma los puntos
46. Ibid., pp. 316-317. 47. Como ya aclaramos el "Santiago de Liniers" se publico originalmente en la revista La Biblioteca, ano II, t. 3, 1897, cfr. n. 24; la respuesta de Mitre se publico en distintos numeros del diario La Nation del mes de mayo de 1897, reproducidos con su ti'tulo original en La Biblioteca: B. Mitre, "Parentesis historicos", ano II, t. IV, 1897, pp. 437-446; la respuesta de Groussac, con el ti'tulo de "Digresion polemica", se encuentra en el mismo numero de la citada revista, pp. 447-480.
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polemicos propuestos por Mitre, basara su argumentacion en dos afirmaciones marginales de este ultimo: en la primera, Mitre cuestionaba la legitimidad de Groussac para abordar temas argentinos en su condicion de extranjero, y en este sentido, incapaz de emitir juicios con vara justa. En la segunda afirmacion, Mitre se investia de una autoridad infalible e irrefutable por la crftica historical "...no queremos emitir polemica sobre puntos del dominio historico, respecto de los cuales hemos dicho nuestra ultima palabra (mala o buena)...". 4 8 Nuevamente el problema de la legitimidad —en este caso la suya propia— y el de la autoridad —la de Bartolome Mitre como historiador sobre las generaciones futuras— son los topicos elegidos por Groussac para el debate. Respecto al primer punto, luego de citar los ejemplos de Taine y Carlyle, nacidos en regiones distintas de aquellas a las que dedicaron algunas de sus obras historicas, se atribuye el derecho de acometer la t a r e a no solo por poseer el conocimiento y la sensibilidad requerida para Uevarla a cabo, sino porque se encuentra en mejores condiciones que los historiadores argentinos para hacerlo: [;] me siento aquf entre los mi'os, despues de haberme sentido extrano en el resto del continente! jY entre las generaciones de la republica que, hace trein48. En la primera de sus afirmaciones referidas a Groussac, Mitre lo caracteriza como "...escritor de raza, que atrae por el estilo aunque se disienta de sus opiniones, pero que repele a veces, cuando se deja arrastrar por sus instintos etnicos, al juzgar y medir fuera de su medio, hechos, cosas y personajes, con un criterio extraiio a su naturaleza y una vara arbitraria, que pretende erigir en principio y regla segtin su idiosincrasia", op. cit., p. 437; respecto a la segunda afirmacion que elige para polemizar, Mitre sehala: "...no queremos emitir polemica sobre puntos del dominio historico, respecto de los cuales hemos dicho nuestra ultima palabra (mala o buena), en libros...", ibid., p. 438. Las palabras puestas por nosotros entre parentesis y que matizarfan la soberbia de su autor son eliminadas en la transcription que hace Groussac de la frase. Vease P. Groussac, "Digresion polemica", op. cit., p. 449.
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ta anos, contribuyo a educar, no habra argentino de testimonio valedero, para afirmar que no he hablado casi siempre de la tierra adoptiva y de sus eupatridas como el mismo quisiera hablar! 4 9 Es su condition de exterioridad positiva la que le confieve autoridad moral y cultural. Desprovisto de ese americanismo mitologizante en pleno siglo racionalista, del que acusa a sus pares argentinos, es el destinado a escribir la historia argentina, artfstica y cientffica, y al mismo tiempo, desapasionadamente objetiva. 30 En contraste acusa a Mitre de posarse sobre una jerarqufa extrafia a la literatura —conquistada en el campo de batalla y no en las letras—, y de ejercer un "abuso de autoridad" del que es vfctima. Autoridad que concede con ironia en actitud respetuosa a u n a jerarqufa del pasado, pero que considera insostenible desde el punto de vista historiografico y literario. 5 1 Vfctima, en definitiva, de una "dictadura intelectual" que no triunfarfa en el terreno de las demostraciones historicas, pero si lo harfa en la consideration del espfritu publico. 5 2 Del cuestionamiento a la legitimidad ajena a la autodefensa que efectua Groussac, el debate se instala en el rechazo de una autoridad ganada en otros campos y que se irradia en la opinion publica, para la afirmacion de la suya en lo que a la historia se refiere pero que carece de un medio propicio que le brinde reconocimiento. Por lo tanto, la batalla entablada contra Mitre no solo funciona como un modo de afirmar su pres49. Groussac, P., "Digresion polemica", op. cit., p. 449. 50. Ibid., p. 448. 51. Ibid., p. 449. Ese respeto adquiere u n a carga burlesca en la adjetivacion elogiosa que en su representacion de Mitre cobra u n a fuerza descalificadora: "ilustre historiador", "senor general", "senor Mitre", "ilustre crftico", "mi ilustre adversario", "alta personalidad". Borges, al referirse al metodo de la injuria, sefiala el valor denigrativo en la utilizacion de tftulos como "senor" o "doctor" en estos contextos discursivos. Cfr. J. L. Borges, "Arte de injuriar", op. cit., p. 65. 52. Groussac, P., "Digresion polemica", op. cit., p. 480.
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tigio sino que, paralelamente, contribuye a construir su autoridad al mismo tiempo que define los atributos que la consagran como tal. Ambas cuestiones se hallan directamente asociadas al espacio desde el cual ejerce su imperio la revista cuyo destino quedo atado, como veremos a continuation, al resultado de una polemica que hasta aqui no pareci'a tener otra consecuencia que la de establecer la autenticidad de unos manuscritos atribuidos a uno de los h'deres revolucionarios.
/// El tercer campo de debate se abre con el abrupto fin de la revista La Biblioteca, anunciado en el tomo doble del mes de abril de 1898. Los motivos de esta decision se encuentran tanto en los coletazos poh'ticos de su polemica con Pinero, como en la resistencia a someterse a las presiones del Estado, que percibe como una intromision a su independencia intelectual. El director hace publico el resorte de su decision: una carta que le en via el ministro de Justicia, Culto e Instruction publica, doctor Luis Belaustegui. El solo gesto de publicitar la misiva ministerial confirms el esfuerzo de Paul Groussac por poner al descubierto el avance del poder politico sobre la autonomi'a que entiende indispensable para el desarrollo de su empresa cultural. 5 3 El ministro, en su carta al director de la revista La Biblioteca, alude a "un articulo" alii publicado, cuyo autor omite mencionar, referido a la obra del doctor Norberto Pinero, Escritos de Mariano Moreno. Los argumentos que esgrime Belaustegui en la impugnacion son de orden etico, diplomat i c y economico: el exceso de la cn'tica hasta llegar a la injuria, la afrenta al Estado a traves de la cn'tica a un escritor que representaba al pais en la embajada de Chile, en un raomento en que las tensiones diplomaticas entre ambos paises 53. La carta con membrete oficial, fechada el 19 de marzo de 1898, se publica juntamente con la respuesta de Groussac, con fecha del 20 de abril del mismo ano; ambas en "La desaparicion de La Biblioteca", La Biblioteca, ano II, t. 8, 1898.
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por problemas limftrofes instalaban en el horizonte la posibilidad de un conflicto armado, y el caracter de la publicacion en la que se habi'a producido el entredicho, costeada por el Tesoro publico, son respectivamente los tres ejes en los que el.ministro hace hincapie. La censura fue interpretada por Groussac como una afrenta contra el liberalismo reinante y la labor profesional que desarrollaba; por ello, enarbolando el libre pensamiento y la satisfaction de la propia conciencia como los bienes mas preciados del hombre, decide poner fin a La Biblioteca.54 En rigor, la decision se fundaba en u n a dependencia mas determinante con relation al Estado que la defensa idealista a la libertad del pensamiento no logra resolver: el sometimiento economico al Tesoro publico que tanto el ministro como Groussac se encargan de subrayar, y que el director atribuye a su descuido de la faz comercial de la empresa que llevaba a cabo. 5 5 En efecto, la revista se habi'a sostenido durante dos afios con los aportes del Tesoro y la venta de ejemplares a traves del mecanismo de las suscripciones, que por supuesto no alcanzaban a cubrir los costos de tan ambiciosa publication. Solo la existencia de un mercado de lectores ampliado podn'a permitir que La Biblioteca se viera "emancipada" del Estado. Independencia economica e independencia intelectual, eran dos terminos que Groussac consideraba inseparables. 5 6 Sin embargo, la necesaria constitution de un mercado de lectores no era nueva para el director de la revista. Afios antes ya habi'a senalado el problema tomando como ejemplos la Revista de Buenos Aires y la francesa Revue de Deux Mondes. De la comparacion surgi'a que la vida effmera de las revistas argentinas era el resultado de la ausente conception de las mismas como empresas, del escritor como un profesional y del producto como una mercancfa. 5 7 54. Groussac, P., "La desaparicion de La Biblioteca", op. cit., p. 245. 55. Ibid., p. 248. 56. Ibid. 57. Groussac, P., Historia de la Biblioteca Nacional, op. cit., p. XLI.
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De cualquier modo, en contradiccion con su propio diagnostic©, imaginaba en su programa editorial un publico selecto y por lo tanto necesariamente restringido e incapaz de sostener por si mismo la publicacion: Por u n a parte, tenia la eleccion entre explotar industrialmente el filon del presupuesto, imprimiendo a doscientos ejemplares, y en mal papel, vagos cuadernos de documentos ineditos, h a s t a formar cada ano un tomo de 300 o 400 paginas, que habria sometido al visto bueno oficial y que nadie hubiese leido; —o acometer de mi cuenta y riesgo una empresa civilizadora, intentando fundar una gran revista mensual, no inferior por la ejecucion a las europeas, amplia en sus manifestaciones, Uberrima en sus tendencias, que estimulase a los talentos conocidos y suscitase a los ignorados, hasta reflejar honrosamente el intelecto argentino en sus varias aplicaciones... Asi nacio y vivio dos aiios La Biblioteca, con exito creciente en un publico selecto —y creo tambien que sin descontento en el poder que la subvencionaba. 5 8 Groussac distingue en el parrafo anterior dos experiencias editoriales, rechazando el modelo que habia ejecutado su antecesor, M. R. Trelles, en \a Revista de la Biblioteca Publico de Buenos Aires de la cual se diferencia al asumir su funcion como civilizador, levantando en la cruzada el estandarte de la cultura de acuerdo con el molde de las publicaciones europeas que aspiraba imitar. Tambien se diferencia en su esfuerzo por contener en su interior al conjunto de los intelectuales argentinos, concibiendola como un aparato de consagracion y difusion cultural. Finalmente, apela al beneplacito de un lector potencial restringido, acorde con la iniciativa. Demas esta decir que, mas alia de los escarceos retoricos, esta definicion programatica torn a cuerpo en la revista. Pero, 58. Groussac, P., "La desaparicion de La Biblioteca", op. cit., p. 247.
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al mismo tiempo, funciona como instancia legitimadora que le permite cobijarse en la elite cultural, social y poli'tica de la epoca para la defensa de su autonomfa: el publico "selecto"; la "comunidad de pares", formada por la amplia gama de part i c i p a t e s de la experiencia; y el propio Estado, con el cual hasta el momento habfa logrado mantener una relacion sin fisuras. En tales condiciones, el gesto de Groussac de dar por terminada la publicacion tiene un alto valor simbolico en la proclamacion de la autonomfa del intelectual frente al poder politico; pero, por otro lado, sin percibir ninguna contradiccion en mantener su puesto de funcionario publico. Precisamente porque el tono dramatico del ultimo numero es mucho mas el resultado de la resistencia del escritor romantico frente al avance del Estado secularizado, que un anticipo de la posterior seduction modernista que encuentra nuevos cauces para relacionarse con el poder y el publico. Por otro lado, si Paul Groussac era el responsable de orientar la historiograffa argentina en el rum bo de u n a disciplina sometida al rigor de las normas cientfficas, los Ifmites de tamaria empresa son senalados por un Estado que no se resiste a quedar al margen de las querellas intelectuales. De todos modos, la revista La Biblioteca, concebida por su director como curia civilizadora en una America lingufstica y culturalmente atrasada, fue el espacio propicio para afirmar el rol de Paul Groussac como una autoridad reconocida en materia historiografica —sin duda mas por efecto de su crftica que por las virtudes de sus obras historicas—, hasta la segunda decada del siglo XX con la aparicion de aquellos historiadores dispuestos a crear los canales estrictamente institucionales de la profesionalizacion historiografica en la Argentina.
3. METODO, OBJETIVIDAD Y ESTILO EN EL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACION, 1910-1920 Alejandro Eujanian
En los estudios dedicados a trazar la historia de la historiografi'a en la Argentina suele coincidir su profesionalizacion, encarnada desde la segunda decada del siglo por quienes se autoconcebi'an como fundadores de una "nueva escuela historica", con el proceso que tambien en el marco del clima del Centena7-io de la Revolucion de Mayo propicio el surgimiento de la figura del escritor profesional. 1 Pero mientras que en las investigaciones realizadas en el campo intelectual su emergencia es vinculada a una nueva conciencia de escritor y a la expansion del mercado de circulation de bienes culturales, en el caso de la historiografia dicho proceso se asocio predominantemente a la estabilizacion del metodo y a la conformation de espacios academicos emisores de titulos habilitantes para el ejercicio de la docencia y la investigacion cientifica. En este sentido, la formulacion de Tulio Halperin Donghi en cuanto a que hombres como Emilio Ravignani, Romulo 1. Viiias, David, Literatura argentina y realidad politica, Bs. As., CEAL, 1982; Sarlo, B. y C , Altamirano, "La Argentina del centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideologicos", en Ensayos Argentinos. De Sdrmiento a la vanguardia, Bs. As., CEAL, 1983; Gramuglio, Maria Teresa, "La construccion de una imagen", en La escritura argentina, S a n t a Fe, Universidad Nacional del Literal, 1992, pp. 37-64. 69
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El proceso dc inslitucionalizacidn
Carbia, Diego Luis Molinari y Ricardo Levene, entre otros, habrian sido los primeros historiadores profesionales en la Argentina y la rectificacion posterior de Fernando Devoto, afirmando que si no fueron los primeros historiadores profesionales fueron sf los que crearon la historiograffa profesional en la Argentina, acuerdan en ligar la profesionalizacion a la emergencia de instituciones vinculadas con el aparato universitario. 2 Ambas concepciones anunciaron en su momento un beneficioso desplazamiento de una historia genealogica, centrada en los que se reputaban como "grandes historiadores" que habrian contribuido gradualmente a convertir la historiograffa en una disciplina cientffica, hacia el interes centrado en las instituciones y sus relaciones con el poder politico y el Estado. Sin embargo, creemos que se corre el riesgo al asociar la profesionalizacion exclusivamente con la estructuracion de instancias academicas, de obturar la posibilidad de analizar la conformacion de espacios y la instauracion de practicas y normas de disciplinamiento socioprofesional en ambitos alternatives, previos o contemporaneos con respecto a la experiencia estudiada.^ Precisamente porque es en la relacion entre esos ambitos como es posible percibir el modo en el que se fueron gestando los instrumentos y mecanismos que piopiciaion la homogeneizacion en el nianejo de ciertas tecnicas y normas para el ejercicio de la practica, u n a distincion entre el saber especializado con respecto al que detentaban quienes serian concebidos como amateurs y la manifes2. Halperin Donghi, Tulio, "La historiograffa: treinta anos en busca de un rumbo", en Ferrari, G. y E. Gallo (comps.), La Argentina del ochenta al centenario, Bs. As., Sudamericana, 1980, pp. 829840; Devoto, Fernando, "Estudio preliminar", en Devoto, Fernando (comp.), La historiografia argentina en el siglo XX (I), Bs. As., CEAL, 1993, p. 13. 3. Eujanian, Alejandro, "Paul Groussac y la critica historiografica en el proceso de profesionalizacion de la historiografia argentina a traves de dos debates finiseculares", en Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral, ano 5, N9 9, Santa Fe, 2" semestre de 1995, pp. 37-55.
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tacion de cierta autonomia en lo relativo al control de las propias condiciones de trabajo. 4 Por ello, si se analiza la etapa que se inicia en los primeros anos del siglo XX, no como de profesionalizacion en si misma, sino como un momento particular en el desarrollo de dicho proceso, puede ser aceptada la interpretacion segiin la cual, los historiadores de la "nueva escuela historica" fueron quienes conformaron los nuevos espacios institucionales e impulsaron una imagen de historiador profesional en conflicto con otras disponibles para la misma epoca. Partiendo de esta premisa, resulta necesario revisar algunas de las caracteristicas de este nuevo regimen, entre 1910 y 1920, con el fin de evaluar las condiciones en las que se desarrollo la profesionalizacion y explicar por que motivos, en el momento en que se comenzaban a estructurar los canales propiamente academicos de consagracion y legitimacion de la labor profesional, la disputa por la autoridad en la disciplina se desenvolvio en un espacio ajeno a dichas instituciones en el marco de una operation destinada a establecer canones de diferenciacion y jerarquizacion dentro del conjunto de la production historiografica de la epoca. Momento en el que losjovenes historiadores intentari'an desmontar un terreno y trazar una frontera en la que el manejo del metodo, la objetividad y un estilo de escritura acorde con tales presupuestos se transformaron en los criterios privilegiados para comenzar a definir los bordes de un espacio propio: el de los que se autoconcibieron como historiadores profesionales.
Las c o n d i c i o n e s del d e b a t e Cuando en 1925 Romulo Carbia publicaba su Historia
de.
4. Vease Freidson, Elliot, Professional powers: A study of Institutionalization of formal knowledge, University of Chicago Press, Chicago and London, 1986. Consiiltese, sobre estos temas, a Gonzalez Leandri, Ricardo, Las profesiones. Entre la vocation y el interims corporativo, Madrid, Catriel, 1999, en particular p. 45 y ss.
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El procoso de instilucionalizacifin
la historiografia argentina, parecian haber llegado a su fin los debates historiograficos a traves de los cuales se habfa ido jalonando el proceso de profesionalizacion, consolidandose asi una nueva imagen del historiador basada en la relation privilegiada que este tenia con los documentos como la piedra fundamental para la reconstruction cientvfica del pasado. 5 Dicha imagen venia a definir tan to los lfmites que la separaban de la literatura como los vinculos establecidos con otras disciplinas que contribui'an a confirmar su caracter cientifico afirmando, de este modo, el status social y academico de la historiograffa como disciplina profesional. En su historia, los debates que habi'an separado a intelectuales e historiadores en el pasado eran incorporados en una cronologfa a traves de la cual se evaluaba el resultado de un proceso de evolution constante de la disciplina que culminaba en el grupo que, inventariando su pasado, trazaba un futuro del cual se concebian como su pi-incipales gestores. Tal empresa fue llevada a cabo por quienes dirigieron, a partir de 1920, las instituciones que tendrian como funcion central la cieacion de centros destinados a la formacion de los cuadros universitarios, de los profesores de la ensenanza media, los centros de investigation vinculados a las instituciones universitarias y la organization de archivos publicos. Conquistadas estas posiciones, cuando Carbia publica su manual en 1925, la historia de la historiograffa argentina se transforma en un dispositivo propicio para la autoconsagracion de un grupo, aquel que se consideraba parte de una nueva escuela historica en la Argentina y, al propio tiempo, de construction de u n a tradition de la que podi'an sentirse 5. Carbia, Romulo, Historia de la historiografia argentina, Biblioteca Humanidades, La Plata, 1925. Este es el nrimer estudio de historiograffa argentina que aparece como un volumen autonomo. Pocos afios antes, Ricardo Rojas —decano de la Facultad de Filosofi'a y Letras, en el perfodo de auge del Instituto de Investigaciones Historicas— habfa ubicado a la historiograffa como un capi'tulo de sus cuatro tomos dedicados a la Historia de la literatura argentina, Bs. As., 1913.
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como legftimos herederos. Instalado en la cima de aquella tradicion ecumenica, Carbia reconocfa en Paul Groussac al mas firme antecedente del grupo por su labor en la recoleccion de fuentes, publicacion de series documentales y fvjacion de los principios de la crftica documental, cuestionando levemente la "hipererudicion innecesaria" y, sobre todo, los "excesos ironicos" de la labor crftica del director de la Biblioteca Nacional que los habfa contado entre sus victimas. Sin embargo, la position hegemonica desde la cual efectuaba esta evocation difen'a de las condiciones a partir de las cuales diez aiios antes habia promovido, junto a Diego Luis Molinari y Roberto Levillier, un debate con Paul Groussac desde la revista literaria Nosotros. En aquel momento no se habfan asentado definitivamente en las catedras universitarias de historia. H a s t a fines de la segunda decada del siglo xx, los profesores titulares que estaban a su cargo —como J u a n Agustfn Garcia, David Peria, Ernesto Quesada, Carlos Ibarguren y Antonio Dellepiane, entre otros— eran miembros de una generaci6n que, independientemente de sus meritos intelectuales, no reflejaban la imagen del historiador cientifico y profesional que sostenfa la nueva generation que comenzarfa a reemplazarlos recien a partir de 1919.fi Eran, en cambio, aficionados mas o menos eruditos, mas o menos serios en su trabajo, pero que no le dedicaban ni la mayor parte de su tiempo, ni posefan u n a formacion especifica en la materia que tenian bajo su responsabilidad. Por otro lado, los jovenes historiadores aiin no habfan 6. Fernando Devoto seiiala que el proceso que lleva a los historiadores de la "nueva escuela" a ocupar la totalidad de las catedras en Buenos Aires es m a s lento que en La Plata. Alii en la Facultad de Humanidades dicho elenco conquista posiciones academicas desde comienzos de la decada del '20. Cfr. Devoto, Fernando, "La ensefianza de la historia argentina y americana: nivel superior y universitario. Dos estudios de caso", en AA.VV., La Junta de Historia y Numismdtica Americana y el movimiento historiogrdfico en la Argentina (1893-1938), t. II, Bs. As., Academia Nacional de la Historia, 1996, pp. 398-399.
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producido obras historicas que tradujeran en resultados aquello que hasta el momento eran poco mas que fundadas promesas de la Seccion de Historia de la Facultad de Filosofi'a y Letras. 7 En gran parte porque sus funciones se habian concentrado en la recoleccion y publication de series documentales, llevando a cabo una actividad que compartfan con otras instituciones como la Biblioteca Nacional dirigida por Groussac, el Museo Mitre y el Congreso Nacional. 8 De este ultimo recibiria Roberto Levillier el auspicio para la publicacion de documentos del Archivo de Indias correspondientes a los siglos XVI al xvin, a partir de 1915. Mientras tanto, el proyecto colectivo que pretendfa ofrecer una interpretation novedosa-del desarrollo historico argentino cimentada en una metodologia cientrfica —el Manual de historia de la civilization argentina, en el que estaban involucrados Luis Maria Torres, Emilio Ravignani, Romulo Carbia y Diego Luis Molinari— quedo inconcluso t r a s publicarse el primer tomo referido a la historia colonial. 9 Finalmente, todavia no habian sido favorecidos por el gesto de reconocimiento publico que, en 1916, le brindaba J u a n Agustfn Garcia cuando valoraba positivamente la respuesta que habia encontrado entre losjovenes historiadores de la nueva escuela historica argentina: la convocatoria a participar con sus trabajos en los Anales de la Facultad de Derecko y Ciencias Sociales.10 En esa ocasion mencionaba 7. La Seccion de Historia fue creada en 1906 y dirigida a partir de 1912 por Luis Maria Torre, sucedido por Emilio Ravignani en 1920. 8. En el proximo capi'tulo se ofrece una lista de algunas colecciones de documentos publicadas en este periodo y la decada siguiente. 9. Proyectado en cuatro tomos, solo llego a publicarse en 1917 el primero de ellos que se ocupaba del periodo colonial. En tanto, tambien para la ensenanza secundaria, Ricardo Levene habfa publicado en 1913 los dos tomos de las Lecciones de historia argentina. 10. Garcia, Juan Agusti'n, "Advertencia", en Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, t. II, tercera serie, Bs. As., 1916, pp. 5-6.
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especfficamente a Diego Luis Molinari, Ricardo Levene, Enrique Ruiz Guinazii, Emilio Ravignani, Luis Maria Torres y Romulo Carbia. En el mismo afio, Ricardo Rojas formulaba una observation similar al vincularlos con el renacimiento de los estudios historicos en la "Noticia preliminar" a una nueva edition a las Comprobaciones historicas de Bartolome Mitre. 1 1 Segiin esta concepcion, entre Mitre y quienes Rojas consideraba sus sucesores no habi'a historiador digno de destacarse. Sin embargo, cuando Ricardo Rojas disenaba en 1910 su plan de argentinizacion con el objetivo de rebuscar en los ori'genes la esencia de n u e s t r a nacionalidad, no pensaba que esta tarea debia ser realizada por historiadores sino por los artistas en sentido amplio: "Son los escritores, y especialmente los jovenes, quienes realizan esta obra de evangelization". 12 En los seis anos transcurridos entre la primera y la segunda afirmacion de Rojas poco habi'a cambiado en la production historiografica; sin embargo, la presencia de los jovenes historiadores en los medios intelectuales se habi'a revelado t r a s la polemica con Paul Groussac. De este modo, el medio —la revista Nosotros— y el contrincante elegido les otorgaba una trascendencia que, como vimos, excedfa los magros resultados de su actuation academica. De este hecho, se desprenden algunas preguntas: ^',por que, si su principal objetivo era consolidar institucionalmente sus posiciones y pretensiones academicas, deciden entablar combate en un espacio como el que les otorgaba Nosotros, al que poco podi'an interesarle las reyertas historicas, y frente a una personalidad como Paul Groussac que, mas alia de sus meritos o defectos como historiador, era una personalidad aislada que de ningvin modo podia amenazar aquellas expectativas?, ipor que, en cambio, no elegir como antagonistas a aquellos que estaban solidamente instalados en los lugares que aspiraban conquistar? 11. Devoto, Fernando (comp.), La historiografia argentina en el siglo XX (I), Bs. As., CEAL, 1993, pp. 7-8. 12. Citado por Sarlo, B. y C. Altamirano, op. cit., p. 100.
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Antes de entrar en el analisis del debate, es preciso comenzar a responder a estas preguntas formulando algunas consideraciones sobre las condiciones particulares de la profesionalizacion en el ambito historiografico durante la decada en cuestion. En un sentido amplio, la profesionalizacion de diversas ocupaciones en una sociedad que comenzaba a conferirle valor a la posesion de un tftulo, y cuya obtencion podia ser vista como un camino posible para el ascenso social de todos aquellos que provenfan de la clase media inmigrante o nativa, funciono tanto como un modo de crear desde el Estado canales de acceso a status sociales mas altos como de constvuir filtros para evitar que dicho ascenso fuese indiscriminado y descontrolado. 1 8 Pero en el caso de los escritores, incluidos literatos e historiadores. los espacios academicos no representaban una r u t a de ascenso necesariamente exitosa ni una credencial que permitiera posicionar a los agentes portadores de un tftulo en un lugar expectante en el interior del campo intelectual. De hecho, en los medios intelectuales el tftulo competfa con formas de reconocimiento mas arraigadas, e incluso, para algunos de ellos, no era un sfmbolo de prestigio sino que por el contrario confen'a un status dudoso a personas cuyo tinico merito habfa sido obtener una credencial profesional. 1 4 Un instrumento relativo para el reconocimiento en un 13. Magah' Sarf'atti Larson ha senalado la relacion entre la ideologfa de la funcion del experto y la contradiccion existente entre posibilidades ampliadas de acceso a la educacion en un contexto de desigualdades planiiicadas que presenta la educacion superior para el caso de los Estados Unidos, en "El poder de los expertos: ciencia y educacion de masas como fundamentos de una ideologfa", en Revitsta de Educacion, N9 285, Madrid, enero-abril de 1988, pp. 165-166. Por su parte, R. Collins sefiala que la ampliacion de las oportunidades educativas no se traduce necesariamente en un cambio en la estratificacion social existente, ya que los 1 unites se trasladaran a los requisites para acceder a determinados niveles de la educacion, en La sociedad credencialista, Madrid, Akal, 1989, p. 79. 14. Los allegados a Ezequiel Martfnez Estrada recuerdan la
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medio que se congregaba en espacios alternatives como los cafes y las redacciones de revistas y suplemeritos culturales de los periodicos de gran tiraje. 1 5 El espacio asi conformado fue constitutive de ese grupo de intelectuales por encima de las competencias naturales, de las diferentes nociones de arte y posturas ideologicas. Allf se fue t r a m a n d o una conciencia de escritor a traves de la cual se reconocieron intereses y problemas comunes por fuera y a veces en competencia con las instituciones academicas. Tampoco para el Estado los antecedentes academicos eran u n a via de ascenso segura para ocupar una catedra en la universidad, al menos hasta los anos posteriores a la Reforma Universitaria cuando se instale el regimen de concursos y la condicion de profesor suplente se transforme en un merito importante para los aspirantes. 1 6 En el momento que se produce la polemica, el Poder Ejecutivo todavia se reservaba la designacion de los profesores titulares de una terna que enviaba para ese fin el Consejo Directivo de la Facultad. 1 7 Si bien este regimen imperaba en todo el sistema universitario, era la Facultad de Filosofia y Letras, cuya creacion habfa sido resulacida respuesta que emitfa cuando se lo llamaba doctor: "Doctor... Doctor... Aqui donde cualquiera lo es, el mayor timbre de honor es no serlo...". Anecdota referida por Saenz Hayes, Ricardo, Entre dudas y esperanzas, Bs. As., 1954, p. 204. 15. Roberto Giusti, fundador j u n t o a Alfredo Bianchi de la revista Nosotros, rememora su ingreso en la bohemia portena y en la sociabilidad literaria, en Visto y vivido, Bs. As., Losada, 1965, p. 102. 16. Buchbinder, Pablo, Historia de la Facultad de Filosofia y Letras, Bs. As., Eudeba, 1997, pp. 103-104. 17. Las catedras vacantes, de acuerdo con la Ley Avellaneda de 1885, serian cubiertas a partir de u n a t e r n a que cada facultad envian'a al Consejo Superior y este, previa aprobacion, al Poder Ejecutivo, el cual en definitiva sen'a el responsable de designar al profesor que ocupari'a la catedra. Ley Nacional N 9 1597, Regla 6 s , extrai'da de "Apendice", en Gabriel del Mazo, Estudiantes y gobierno universitario, Bs. As., El Ateneo, 1955, pp. 191-193. Pai - a un analisis de las discusiones en el Parlamento sobre este aspecto de
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tado de la iniciativa del poder politico antes que una respuesta a demandas surgidas desde la sociedad civil, la que por su escasa autonomi'a se encontraba mas vulnerable a la intervencion de la esfera polftica. 18 Entre otros motivos, porque tanto la retribution de sus servicios como los recursos necesarios para la investigation provem'an y dependian, casi exclusivamente, de las relaciones que entablaran sus agentes con determinados sectores del poder politico y el aparato estatal. 1 9 Esta fuerte interrelation se hallaba expuesta en el mismo origen de la facultad. En 1896, recayo en el presidente Jose Evaristo Uriburu la designation del primer Consejo Academico de la Facultad de Filosofia y Letras, conformado por personalidades cuya mayor virtud residi'a en conciliar prestigio intelectual, social y politico: Bartolome Mitre, Bernardo de Yrigoyen, Ricardo Gutierrez, Rafael Obligado, Joaquin V. Gonzalez, Paul Groussac, Carlos Pellegrini y Lorenzo Anadon. De todos ellos, solo Mitre y Groussac dedicaban a la historia un espacio considerable de su labor intelectual, y este ultimo finalmente resigno-su cargo. 2 0 La renuncia de Groussac, figura faro de la cultura argentina de fines de sila ley, vease Halperin Donghi, Tulio, Historia de la Universidad de Bs. As., Bs, As., Eudeba, pp. 93-94. 18. Magali Sarfatti Larson destaca las diferencias entre el modelo de profesionalizacion europeo occidental y el anglosajon en el que se verifican'a un mayor protagonismo de la sociedad civil y el mercado en la conformation de profesiones, op. cit., p. 154. 19. Es particularmente interesante el analisis realizado por Nora Pagano y Miguel Galante de la batalla por los recursos entablada por la Junta de Historia y Numismatica presidida por Ricardo Levene y el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Filosofi'a y Letras dirigido por Emilio Ravignani, dependiendo sus presupuestos de las relaciones privilegiadas que en diversos momentos pudieran entablar con el poder poli'tico, en "La Nueva Escuela Historica: una aproximacion institutional, del centenario a la decada del '40", en Devoto, Fernando (comp.), op. cit., pp. 45-78. 20. Pablo Buchbinder atribuye la renuncia de Groussac a divergencias que mantenfa con otros miembros de la comision con respecto al proyecto, op. cit., p. 31.
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glo XIX y principios del XX, sin duda le quitaba una de las fuentes de legitimidad mas prestigiosas a la nueva institution y, particularmente, a los futuros historiadores y hombres de letras que en ella se formaban. Hecho que sobrevuela, como veremos mas adelante, el conflicto que surgio entre 1914 y 1916 con algunos de losjovenes historiadores de la Seccion de Historia de dicha casa de estudios. En tales condiciones, si se entiende la profesionalizacion como un proyecto de movilidad ascendente, 2 1 para la decada de 1910 en el caso de los historiadores, todavia no se habian consolidado los mecanismos institucionales para el recambio en las catedras, basados en nofmas estrictamente academicas y consensuadas dentro de una comunidad de pares y subordinados. Por el contrario, las estrategias de los aspirantes a la sucesion debian contemplar la participacion en otros canales de promocion y esperar el reconocimiento por parte de agentes extraacademicos que influfan significativamente en el proceso de consagracion y legitimacion. Con relacion a ellos, era preciso adquirir visibilidad y, al mismo tiempo, establecer criterios de diferenciacion que no podfan basarse solo en el titulo o la especializacion academica, debido al escaso reconocimiento que estas credenciales tenfan en los medios intelectuales y el Estado. Por ello, si h a s t a los anos veinte la participacion de los miembros de la "nueva escuela historica" fue mas bien escasa en lo que respecta al control de espacios institucionales, en cambio su action fue central en la disputa de poder contra el unico historiador del siglo XIX considerado todavia como una autoridad en la disciplinay, mas aun, que estaba dispuesto a hacer uso de ese privilegio contra las aspiraciones de la nueva generation. 2 2 La negation de su autoridad se 21. Sarfatti Larson, Magali, The rise of professionalism: a sociological analysis, Berkeley, 1977. 22. Para Michel Foucault, el discurso "no es simplemente aquello en lo que se traducen las luchas o los sistemas de dominacion, sino aquello por lo cual y a traves de lo cual se lucha por el poder que se trata de aprehender", en L'ordre du discours, Paris, Gallimard,
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convirtio en una condition indispensable para el encumbramiento de losjovenes historiadores que desplegarian, en ese momento, u n a estrategia subversiva destinada a modificar radicalmente la estructura y las reglas dominantes en la historiografia de comienzos de siglo. 28
L a c o n q u i s t a de la c r i t i c a Entre 1914 y 1916, desde la revista Nosotros, algunos miembros de la nueva generation llevarian adelante un debate en cuyo centro estan'a la cn'tica a Paul Groussac como autoridad tanto en el campo de la cn'tica como en el de la ref l e c t i o n de documentos que el venia llevando a cabo desde los Anales de la Biblioteca, revista de la cual se habian publicado diez tomos entre 1900 y 1915. La polemica tenia su inicio en dos alusiones de Groussac al grupo de jovenes historiadores, aparecidas en el "Prefacio" al tomo IX de \os Anales. En ellas hacia mention a la dudosa novedad de la "metodologia historica" que la nueva escuela habia colocado en el centro del dispositivo de profesionalizacion, la cual, segun Groussac, no representaba en rigor ninguna innovacion ya que se hallaba en la base de las "ciencias de la observation" desde los primeros ensayos de exegesis biblica a la instruction de los procesos jurfdicos. En segundo lugar, hacia referencia a la negation por p a r t e del grupo a aceptar su magis-
1970, p. 12, citado por Sarfatti Larson, Magali, "El poder de los expertos...", op. cit, p. 156. La autora senala que el discurso monopolizado representa un tipo de poder que ejerce una coercion silenciosa y eficaz, impersonal en su manifestacion y a la vez personal en su internalizacion y que, al mismo tiempo, por su propio interes en perpetuar la propiedad, no se concibe a si mismo como poder. 23. Tomamos la nocion de Pierre Bourdieu como valida, aun asumiendo que en su caso las condiciones de aplicacion difieren radicalmente de las que estamos analizando. Cfr. Bourdieu, Pierre, "El campo cientifico", en Redes. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, vol. 1, N a 2, die. 1994.
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terio en la labor historiografica, poniendo de este modo el enfrentamiento en u n a clave generacional: La liruyere compara festivamente a los autores novi-les que se atreven a sus maestros, con esos ninos robustos que prueban la bondad de la leche que han mamado, pegando a su nodriza: nada dice, sin embargo, de los que ejercitan, innocuamente, sus primeros dientes en morder el pezon. 2 4 La inmediata respuesta de Romulo Carbia e7i la revista Nosotros esgrimia tres argumentos destinados a cuestionar la autoridad de su adversario, tanto en lo referente a su actividad como historiador como en su labor de compilador de documentos y, finalmente, desprendiendose de las anteriores, en su calidad de cn'tico historiografico. De acuerdo con su interpretacion, tanto por el estilo de escritura y la utilization de un lexico anticuado —cuya mas clara manifestation radican'a en el uso del preterito, junto al hecho de abundar en inferencias y conjeturas—, como por el desconocimiento que demostraba de la completa bibliografra sobre los temas que t r a t a b a , hacian de Groussac un intelectual que sacrificaba la verdad en beneficio de la elegancia y del buen gusto. 2 5 En segundo lugar, cuestionaba la compilation de documentos que el director de la Biblioteca Nacional venia realizando por no ajustarse al plan de un corpus organico. 2 6 En tercer lugar, y por afiadidura, lo descalificaba como cn'tico historiografico en la misma clave de enfrentamiento generacional que habi'a anticipado Groussac:
24. Groussac, Paul, "Prefacio", en Anales de la Biblioteca, t. IX, Bs. As., 1914, p. VII. 25. Carbia, Romulo, "El senor G. Historiografo. A proposito de critica moderna", en Nosotros, ano 8, N 9 68, Bs. As., 1914, pp. 241242. 26. Ibid., p. 248.
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Pero, asi y todo, tendra que reconocer que su "imperio" h a pasado y que ya no son los tiempos en que desde La Biblioteca, ferula en mano, dictaba fallos que todos acataban. Los cachorros de ahora, tal vez porque nacen con un poco de Pirron en el alma, tienen precocidad en el colmillo... 27 La respuesta de Groussac llegaria en el "Prologo" a su estudio sobre J u a n de Garay, publicado en el tomo X de los Anales. Alii, a los argumentos ya expuestos, agregaba un elemento mas a la polemica. Contrastaba la labor silenciosa que desde hacia anos, con los exiguos fondos de la Biblioteca Nacional. venfa realizando en la recoleccion de documentos en el Archivo de Indias, con las "protecciones inconsultas" que a traves de "dadivas graciosas" el Estado otorgaba a los miembros de la Section de Historia de la Facultad de Filosoffa y Letras para realizar pesquisas en el mismo a r c h i v e 2 8 De este modo, la polemica se instalaba en el campo de la disputa por la obtencion de recursos por los que Groussac venfa insistiendo desde que se habfa hecho cargo de la direction de la biblioteca. El que tomo la pluma para responder, tambien a traves de las paginas de la revista Nosotros, fue Roberto Levillier, sumando a los argumentos que ya antes habia enunciado Carbia un cuestionamiento moral. Para el autor, Groussac no era otra cosa que la encarnacion de la imagen nietzscheana del "mal sabio". 2 9 Finalmente, el "Prefacio" a la publication de Mendoza y Garay, fechado en julio de 1916, seria el acicate para el ultimo capi'tulo de la polemica. En esta ocasion, Groussac hacia referencia a la difusion, entre los historiadores y la prensa, que habian tenido las conferencias que en la Universidad de la Plata habia llevado a cabo el profe27. Ibid., p. 249. 28. Groussac, Paul, Prefacio, en Anales de la Biblioteca, T. X, Bs. As., 1915 (el Prefacio esta fechado en marzo de 1916). 29. Levillier, Roberto: "El aspecto moral de la obra de Paul Groussac", en Nosotros, ano X, NB 86, junio de 1916.
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sor Altamira, a quien acusaba de vulgarizar los manuales nietodologicos europeos en los medios estudiantiles. Tiro por elevacidn a quienes habfan depositado en el Lehrbuch, de Berheim, y en la Introduction aux etudes historiques, de Langlois y Seignobos la base de su estatuto profesional, a traves de una labor basada primordialmente en los principios de la critica documental. Groussac senalaba que tal "metodologia" era iniitil por lo obvia. En primer lugar, porque desde Herodoto en adelante se encontraba establecido que la historia se hacia con documentos. 30 En segundo lugar, porque la heuristica no debia entrar en la metodologia ya que podia ser realizada por trabajadores subalternos. Segvin el autor de Mendoza y Garay, el historiador apareci'a recien en la etapa de critica y valoracion de las fuentes en tanto ambas formaban parte de la obra constructiva, instancia en la que jugaba menos el metodo que la rectitud de juicio y su sagacidad inventiva. 3 1 En tercer lugar, senalaba que la premisa segiin la cual no podia hacerse historia sin haber agotado previamente todos los documentes existentes era absurda, ya que el saber historico era siempre aproximativo y, por lo tanto, nunca a b s o l u t e 3 2 De lo cual conclui'a que la historia no era una ciencia sino un conocimiento cientifico basado en datos positivos y, en tales condiciones, la pretendida eliminacion de la subjetividad del autor significaba abolir la faz literaria de la produccion h i s t o r i c a l 3 La respuesta, en este caso, c o r r e s p o n d e d a Diego Luis Molinari, quien retoma los argumentos ya antes puestos en 30. Groussac, Paul, Pref'acio fechado en julio de 1916, a la publication de Mendoza y Garav, t. I, Academia Argentina de Letras, Bs. As., MCMXLIX, p. 9. 31. Ibid., p. 10. 32. Ibid., pp. 15-16. Precisamente, el no haber concluido la etapa de recopilacion de documentos era uno de los motivos esgrimidos por los jovenes hi stori adores para postergar el ambicioso proyecto de una historia de la civilization argentina. 33. Este punto Groussac ya lo habi'a desarrollado con mas profundidad en "La paradoja de las ciencias sociales", en La Biblioteca, ano 1, t. II, 1896, pp. 309-320.
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juego para desautorizar a Groussac como critico e historiador, poniendo nuevamente en el centro lo que desde el primer momento se encontraba senalado como el eje articulador de la disputa: su rol como critico historiografico. 3 4 La utilization de la revista Nosotros como el canal para difundir la controversia refiere a la intention por parte de los jovenes historiadores de instalarla en un campo intelectual en el que Groussac segufa gozando de un alto prestigio y sus comentarios adquin'an repercusion. De hecho, la direction de la revista i n t e n t a r a despegarse de los terminos utilizados por los jovenes historiadores agregando, en el pie de pagina del artfculo de Levillier, una nota en la que afirmaba que Groussac es "...un escritor consagrado a quien la direction de Nosotros estima en todo lo que vale y significa". En 1919, la propia revista le va a dedicar uno de sus exclusivos homenajes y un numero especial en 1929 con motivo de su fallecimiento. Por su parte, la Revista de Filosofia, dirigida por Jose Ingenieros, publica dos encomiables crfticas a la aparicion de Mendoza y Garay en 1917. 3 5 En tanto que la revista Cuaderno del Colegio Novecentista, a pesar de reconocer a Levene y Carbia como aliados en la batalla contra la generation del ochocientos, reivindicaba a Groussac como u n a fuente de inspiration para los jovenes intelectuales. Adolfo Korn Villafane era el encargado de alertar contra el injusto trato que habia recibido: "Hoy sus contemporaneos lo llaman el injusto, mas las generaciones del futuro lo aclamaran precursor". 3 6 34. Molinari, Diego Luis, "Groussac y el metodo", Nosotros, afio X, Bs. As., 1916, pp. 257-267. 35. Cfr. "Mendoza y Garay", en Reuista de Filosofia, afio 3, vol. 5, N? 1, pp. 142-144; y "Una demostracion de Paul Groussac", en Reuista de Filosofia, afio 6, vol. 11, NQ 1, pp. 65-78. 36. Adolfo Korn Villafane, "Paul Groussac", en Cuaderno V, cit., pp. 100-101. Agregaba Korn Villafane, en manifiesta referenda a la critica que Molinari le habia hecho a Groussac: "Porque algunos al tocarla se quemaron, han crei'do que su luz era nimbo solo de un fuego destructor [...]
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Por otra parte, la alternancia en las respuestas de los niiembros de la nueva escuela historica permite presenciar el despliegue de una estrategia generacional, ejecutada por quienes se encontraban mas preocupados por defenestrar al viejo director de la Biblioteca Nacional que a otros historiadores m a s distantes del tipo de historia que pregonaban pero con los que comparti'an comunes espacios de legitimation, consagracion y formation. 3 7 La explication puede ser que estaban seguros de que el tiempo de suceder a aquellos que ocupaban las catedras universitarias estaba proximo. Sin embargo, era diffcil que lo lograran si se enfrentaban con hombres como Carlos Ibarguren, J u a n Agusti'n Garcia, David Pena, Ernesto Quesada o Antonio Dellepiane, que ademas de ser profesores titulares ocuparon, en distintos momentos, cargos en el Consejo Directivo y Academico. Por otro lado, todos ellos gozaban de un prestigio intelectual y lazos poli'ticos indispensables p a r a sus aspiraciones. Por el mismo motivo. tampoco era recomendable un enfrentamiento abierto con la J u n t a de Historia y Numismatica Americana. Institution con la que la Section de Historia competfa en la obtencion de recursos del Estado, pero de la cual todos los nombrados eran miembros asi como quienes ocuparon el decanato de la facultad entre 1912 y 1920: Norberto Pinero, ra sin quemar?". Con relacion al Colegio Novecentista, vease Eujanian, Alejandro, "El novecentismo argentino: reformismo y decadentismo. La revista Cuadcrno de! Colegio Novecentista, 1917-1919", en Estudios Societies, Revista Universitaria Semestral, ano XI, N 9 21, Universidad Nacional del Litoral, 2- semestre de 2001, pp. 83-105. 37. Su acuerdo respecto de enfrentar a Paul Groussac no obstaba para que al mismo tiempo y tambien en la revista Nosotros polemizaran entre si sobre cuestiones vinculadas a la selection y publication de documentos historicos, buscando de ese modo consolidar sus propias posiciones dentro del estrecho campo historiografico, tal como lo ponen en evidencia Nora Pagano y Martha Rodriguez, "Las polemicas historiograficas en el marco de la proi'esionalizacion y consolidacion de la disciplina historica", en Estudios Societies. Revista Universitaria Semestral, ano IX, N- 17, Universidad Nacional del Litoral, 2'-' semestre de 1999, pp. 35-47.
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Rodolfo Rivarola. J u a n Agustfn Garcia y Ricardo Rojas. 3 8 Teniendo en cuenta las condiciones seiialadas, se puede ver la fuerte carga polftica del debate desde la eleccion del espacio en el que ella se debfa desenvolver. El discurso polemico geneiaba, en el propio gesto que lo disparaba bacia su interlocutor, el campo en el que se iba a dirimir la disputa y en el cual los conuendientes tenfan previamente fijadas sus posiciones y las estrategias argumentativas a las que podri'an apelar en el devenir del entrecruzamiento dialogico. M Constituido el campo, la polemica pom'a en juego un conflicto vinculado a las jerarqui'as entre quienes debati'an. Era el espacio desde el cual una persona reconocida como autoridad en los ambitos academicos, sociales y pob'ticos ejerci'a su capacidad legitimadora o deslegitimadora de agentes que pretendi'an acceder a cierto reconocimiento social. Al mismo tiempo, era el lugar a partir del cual aquellos que se encontraban subordinados cuestionaban las jerarqui'as establecidas poniendo en duda tanto una autoridad preexistente como los atributos que sustentaban esa posicion. Por ello, la polemica entendida como una estrategia destinada a resolver disputas relativas a las posiciones que los agentes en pugna ocupan en el campo intelectual, implicaba algun tipo de aceptacion respecto a la existencia de jerarqui'as y, al mismo tiempo, que dichas jerarqui'as en la medida en que no derivaban de un orden natural podi'an ser subvertidas. Tributo a una sociedad que admiti'a cierta movilidad social aun en los espacios profesionales y que todavi'a participaba legi'timamente no solo como espectadora sino, incluso, tambien como arbitro. Defmida la controversia con la historiografia decimono38. Girbal de Blacha, Noemi y Aurora Ravina, "Apendice: listados academicos", en AA.VV., La Junta de Historia y Numisrndtica americana y el movimiento historiogra.fi.co en la. Argentina, (1893-1938), t. I, op. cit, p. 330 y ss. 39. Acerca de la polemica, veanse Angenot, Marc, La parole pamphletaire, Pan's, Payot, 1982; y Kerbrat-Orrecchioni, Catherine, Le discourse polemique, Centre de Recherches Linguistiques et Semiologiques de Lyons, Presses Universitaires de Lyon, 1982.
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nica, la profesionalizacion creo, a partir de alii, un conjunto de mediaciones entre la sociedad y los especialistas que contribuyeron a distanciav entre sf ambas esferas. Al mismo tiempo que se producfa este distanciamiento, la profesionalizacion genero una segmentacion del propio campo intelectual que lo fue enajenando como espacio para resolver disputas relativas a jerarqufas en el interior de una corporacion de especialistas. Esto condujo a un repliegue hacia los espacios cerrados de la comprension a traves del cual se pretendio anular el conflicto existente entre las certezasy convenciones del claustro y las incertidumbres y porosidades del mundo. 4 0 Esto se debe a la consolidation de una hegemom'a tanto en el ambito de las interpretaciones como de las reglas y las practicas que debi'an regir el trabajo del historiador. instaurando asi una moral que restringfa tanto los espacios como los terminos en los que podfa ser promovida una controversia. La conformation de estos espacios cerrados, consolidada a lo largo del proceso de institutionalization, tendio a limitar no solo el campo de la polemica sino la posibilidad misma de que la polemica se llevase a cabo. En la medida en que los paradigmas sobre los que se fundaba la historiograffa quedaban fuera de la discusion, tambien los temas a debatir se acotaban. A partir de allf, en el caso de los grupos socioprofesionales, p a r a que la polemica fuera posible deberia primar lo compartido antes que la diferencia, los acuerdos sobre los desacuerdos. Ella se desenvolvera sobre la base de un conjunto de reglas y principios admitidos, que quedaran fuera de la discusion en la medida que eran la condition misma para que la controversia fuera admitida por los pares. 4 1 Por ello, para quienes habian colocado en la recoleccion, se40. Coincidimos con Grize, respecto a la inexistencia de un auditorio universal o general, en la medida en que el auditorio se recorta de acuerdo con el momento y el espacio de la comprension; lo que nos interesa es reflexionar, a traves de un caso concrete, respecto a ese proceso a traves del cual se recorta al mismo tiempo un auditorio y se instituyen las reglas y normas destinadas a regular la comprension controlada por un cuerpo socioprofesional. 41. Respecto a la utilizacion del "nosotros", a modo de un "yo"
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leccion y cn'tica documental las bases de sustentacion de su status social como historiadores y de la profesionalizacion de la disciplina, el sujeto de diferenciacion era aquel que venfa desarrollando la misma labor desde arios antes, a la vez que la disputa por el monopolio de la cn'tica se hallaba justificada como un reclamo para si del ejercicio de esa actividad privilegiada de disciplinamiento profesional que, en manos de Paul Groussac, era un arma contra sus aspiraciones. La cn'tica, en este caso, se volvi'a contra el critico. Esto era asf porque la autoridad de Groussac amenazaba los tres pilares sobre los que los jovenes historiadores montaron la profesionalizacion tanto para la demarcacion de un campo compartido como para la exclusion de todos aquellos que, aun escribiendo libros de historia, debian quedar fuera del mismo: el metodo, la objetividad y el estilo.
El estilo y la limitacion de u n e s p a c i o Para los jovenes historiadores argentinos el referente de una historia profesional, en el sentido institucional como metodologico, se hallaba en Alemania. En el primer sentido, encontraban alii un modelo que todavfa a comienzos de siglo apareci'a includible a la vez que prestigioso. 4 2 Asi fue observado por Ernesto Quesada que inicio, en la primera decada del siglo, un prolongado periplo con el fin de recoger experiencias de centros de estudios europeos. Hallo en Alemania una educacion superior en la que el Herr Professor aportacolectivo que refiere a una institution que legitima al autor y su obra, y a cuyo juicio se somete, veanse Barthes, R., "El discurso de la historia", en El SUSUITO del lenguaje, Barcelona, Paidos, 1987, p. 163 y ss.; y de Cevteau, M., "La operation historica", en Le Goff, F. y Nora, P., Hacer la Historia, Barcelona, Laia, 1974. 42. Para el caso frances, vease Nora, PieiTe, "La historia de Francia de Lavisse", Lex Lieux de memoire, Paris, Gallimard, 1987; para los Estados Unidos, vease Novick, Peter, en Ese noble sueno. La objetividad y la historia profesional norteamericana, Mexico, Instituto Mora, 1977, p. 33 y ss. En ambos casos, los procesos analizados son previos, de fines de siglo XIX. •
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ba una imagen que conciliaba el saber riguroso con un status social que en el pais se hallaba restringido a aquellos que ocupaban altos cargos piiblicos en el Ejecutivo nacional y el parlamento. 43 En Prusia, en cambio, el profesor de tiempo complete obtenia una retribucion promedio que alcanzaba los doce mil marcos, pudiendo llegar a los cuarenta mil en el caso de los mas prestigiosos. Estos liltimos, en el sistema de rangos piiblicos, ocupaban a su vez un nivel homologable a un cargo ministerial. 44 En el segundo sentido, junto a esta estructura academica dificilmente imitable, Alemania aportaba tecnicas de investigation y un modelo de rigor para indagar y verificar la veracidad de los documentos historicos que iban desde la geologfa a la numismatica. 45 Estos metodos de verification habfan llegado a la Argentina de la mano del manual de metodo historico mas difundido en Occidente, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial: la Introduction aux etudes historiques, de Charles Victor Langlois y Charles Seignobos, y de las conferencias dictadas por el profesor Rafael Altamira. 43. Ernesto Quesada visito por encargo de Rodolfo Rivarola, decano de la Facultad de Ciencias Jurfdicas y Sociales de La Plata, 22 universidades a l e m a n a s . De aquella experiencia redacto un inform e de 1300 paginas cuyo titulo fue La ensehanza de la historia en las universidades alemanas (1910). 44. Ringer, Fritz, The decline of the german mandarins: the german academic community, 1890-1933, Cambridge, Mass., 1969, pp. 37-38. 45. El si'mil que m a s le gustaba a Romulo Carbia —el que mas se dedico a formular reflexiones teoricas—, para referir el caracter cienti'fico de la historiograffa, era precisamente el de la geologfa: "La historia es conceptuada hoy como una ciencia que logra formular leyes ahstractas de manifestaciones que concurren a su formation, y puede figurar en el conjunto de las disciplinas que, como la geologfa, estudian fenomenos de sucesion, siempre unicos y caractaristicos, y que para merecer la consideration de un analisis, no han menester de mas", en "La revision de nuestro pasado", en Cuadernos del Colegio Nouecentista, N" 5, Bs. As., abril de 1918, p. 72 (el subrayado es de Carbia).
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Esa fue la via a traves de la cual los historiadores argentinos accedieron a la obra de Ernst Bernheim, cuyo libro, Leherbuch der historischen Methode, de 1893, gozo del raro privilegio de ser mas citado que leido. 46 La preeminencia de los documentos y su cn'tica externa e interna en el trabajo del historiador, de la cual los historiadores de la "nueva escuela historica" hicieron un culto, estaba expuesta como un programa en la Introduction que si era tornado al pie de la letra implicaba el fin de la historia en un futuro proximo. La cantidad de documentos en existencia, si bien no de documentos conocidos, es determinada: el tiempo, a pesar de todas las precauciones que se toman en nuestros dias, la va disminuyendo continuamente, nunca crecera. La historia tiene a su disposicion un acervo limitado de documentos; esta misma circunstancia limita el posible progreso de la ciencia historica. Cuando se conozcan todos los documentos y hayan pasado por las operaciones que los habilitan para el uso, el trabajo del saber cri'tico h a b r a terminado. En el caso de algunos periodos antiguos, cuyos documentos son escasos, ahora podemos ver que en una o dos generaciones habra Uegado el momento de detenerse. Esta concepcion, que privilegiaba la recoleccion de documentos por intermedio de u n a rigurosa cn'tica de los mismos a traves de un conjunto de tecnicas preestablecidas, se halla 46. La dificultad de leer a Berheim radicaba f'undamentalmente en la ausencia de traducciones tanto al castellano como al ingles, hecho que contrasta con la inmediata traduccion en lengua inglesa de Introduction aux etudes historiques en 1898, el mismo ano de su edicion francesa, y u n a edicion castellana de 1913. En cuanto a la obra de Berheim, existi'a u n a edicion en italiano de 1907 que aparentemente no circulaba en el periodo analizado. En cambio si se conoci'a el libro de Rafael Altamira, La ensehanza de la historia, Madrid, Fontanet, 1891.
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en las bases de nuestro pasado profesional. En efecto, en el mismo manual frances podia leerse la descripcion, con tono cri'tico y cierta ironia, de u n a historiografia que inscribia en el campo de las bellas artes y cuyo dudoso merito era satisfacer las expectativas de un publico poco exigente: Podemos decir que [...] desde 1850, para los historiadores y para el publico, la historia resulta un genero literario: u n a prueba excelente de ello es que los historiadores tienen todavia el habito de reeditar sus obras, a muchos anos de distancia, sin cambiarlas en nada, y que el publico tolera esa practica [...] Es solo en las obras de arte donde la juventud es eterna. Esta claro que [...] la obra historica es hoy, no exclusivamente pero si sobre todo, una obra de arte. 4 7 La diferenciacion de la historiografia cienti'fica frente a estas obras fue resultado de la ejecucion de dos operaciones. Se trataba, por una parte, de abolir la interpretation porque al tiempo de ser ejecutada entrecomillaba la "verdad" inherente al hecho historico y, por la otra, se pretendia divorciar definitivamente la historia de la literatura: 4 8 una asociacion 47. Langlois, Ch. y Seignobos, Ch., Introduction aux etudes historiques, Paris, Hachette, 1902, p. 262 [1" ed.: 1898]. Vease al respecto Cattaruzza, A., "La situation actual de la historia de la historiografia", en Rivista dl Storia della Storiografia Moderna, Anno XVI, N
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que, en el siglo xix, ya se habfa intentado disolver pero cuyas huellas era aiin posible hallar en el estilo. Por lo tanto, si la fijacion de un conjunto de reglas prescriptivas respecto del tratamiento de los documentos era una condicion del ejercicio de la practica profesional, el disciplinamiento de la escritura historica era el modo mas eficaz de materializar la labor del historiador en el gabinete mediante su representation simbolica en el texto, movimiento que coincide con el que se produce contemporaneamente en el campo de la literatura y la pintura realista que buscaba, con el mismo afan, enajenar al autor y al artista de su obra. Sin pretender afirmar apresuradamente una contamination entre campos tan diversos, al menos hasta no comprobar contactos efectivos entre los mismos, podri'amos provisoriamente determinar que la pretension de objetividad formaba parte de una estructura de sentimientos que se verificaba tambien en el periodismo grafico de comienzos del siglo XX.49 La descalificacion de Paul Groussac, en el terreno de la critica historiografica y en el de edition de series documentales, era un modo de posicionarse en el campo respecto a quien habfa sido considerado como autoridad en la materia y a quien dificilmente se le pudiera acusar de falta de rigor en la critica documental. Pero en la critica a su estilo, la polemica se acercaba a un topico mas universal y, a la vez, mas pertinente en el juicio sobre los historiadores del siglo XIX. La relevancia del estilo derivaba del hecho de que en el no se resolvia solamente el problema acerca del modo mas eficaz de representar el pasado sino tambien que t r a n s p a r e n t a b a una moral del historiador. 5 0 Ello era asi porque se consideraba 49. Como puede observarse en e] estilo de escritura y form'ato grafico que caracteriza al diario Cronica de Natalio Botana fundado en 1913, en el que el realismo es el modo de exploi-ar el sensacionalismo. Al respecto vease Sai'tta, Sylvia, Regueros de tinta. El diario Critica en la decada de 1920, Bs. As., Sudamericana, 1998. 50. La asociacion entre escritura e imagen del historiador es senalada con agudeza por Alejandro Korn: "La Nueva Escuela dispone para la investigacion de los metodos mas exactos y abriga el m a s alto concepto de la historia. Asi lo afirma. Ama la minucia, el
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un agente perturbador para el acceso a la verdad: "para construir, siempre que sea posible entre el lector y el pasado, un puente autentico, solido, seguro, de modo que no peligre la existencia, es decir, la verdad de nadie al cruzarlo; el estilo es lo de menos". 5 1 Partiendo de la afirmacion de Buffon en el siglo xvm "El estilo es el hombre", que el propio Groussac cita en un pasaje de Los que pasaban, Meyer Schapiro senala las connotaciones socioprofesionales que el estilo refleja: El estilo es sobre todo un sistema de formas con una calidad y una expresion significativa, a traves del cual son visibles la personalidad del artista y el aspecto amplio de un grupo: Tambien es un vehfculo de expresion dentro del grupo que comunica y fija ciertos valores [...] Es, ademas, un terreno comun frente al que se pueden medir irinovaciones y la individualidad de las obras en particular. 5 2 De este modo, las prescripciones en materia de estilo brindaban la posibilidad de plasmar en el texto un ideal de dato preciso, el hecho comprobado, las fuentes autenticas, el analisis prolijo y la compulsa total de los antecedentes. No nos da el f'ruto de su labor, sino la labor misma; la sensacion penosa del esfuerzo y la fatiga. Y esto no es incapacidad, es abnegation. Es la r e n u n cia a la facil verbosidad de los predecesores que, sin tanto bagaje, hacfan la historia por intuition, digamos 'a puro palpito'", en "Historiograffa argentina", Obras completas, Bs. As., Claridad, 1949, p. 618. 51. Correa Luna, Carlos, "Introduction" al t. VII de Documents para la historia argentina, Section de Historia de la Facultad de Filosoffa y Letras, 1914, p. X. Citado por De Pompert de Valenzuela, Maria Cristina, "La Nueva Escuela Historica: una empresa renovadora", en La Junta de Historia y Numisnidtica Americana y el movimiento historiogrdfico en la Argentina, t. I, op. cit., p. 225. 52. Meyer Schapiro, "style", en A. L. Kroeber (comp.), Anthropology today, Chicago, 1953, pp. 287-288. Citado por Novick, Peter, op. cit., p. 60.
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objetividad que se asocio acriticamente a un atributo de profesionalidad. 5 ^ Asi, la objetividad se transformo inmediatamente en un ideal reflejado y particularmente valorado en todos aquellos historiadores y obras que supuestamente lo habi'an alcanzado. Esta asociacion directa trae aparejados dos problemas. En primer lugar, que esa valoracion de la objetividad dependia alternativamente de inecanismos sociales de evaluacion y critica, junto a la consideracion de las cualidades y virtudes de los individuos. En segundo lugar, que la base del status cientifico de nuestra disciplina se hallaba anclada en un concepto cuyo significado exacto, como la pertinencia de su uso en el caso de las ciencias sociales, ha sido sometido a una continua disputa cuando no a u n a radical impugnacion. 5 4 En cualquier caso, el sentido comiin historiografico habia sancionado su pertinencia en nuestro campo de estudio prescindiendo de hacerse cargo del valor epistemologico de los cuestionamientos. Paso asi a formar parte de la doxa del historiador —no solo del historiador profesional sino tambien de historiadores amateurs—, y por lo t a n t o , fuera de la agenda de problemas teoricos propios de la disciplina que los historiadores estaban dispuestos a someter a debate. 5 5 Por esta via, la referenda a la objetividad permitio valorar los hechos como portadores de una verdad intn'nseca y, por ello mismo, independiente de las diversas perspectivas de analisis o corrientes interpretativas que abordaran su comprension. 5 6 Por otro lado, ese principio fundante de la profesion te53. Respecto a la relation entre conocimiento objetivo y profesionalizacion, veanse Novick, Peter, op. cit.; Sarfatti Larson, Magali, "El poder de los expertos...", op. cit., p., 157. 54. Novick, Peter, op. cit., p. 11 y ss. 55. Bourdieu, Pierre, "El campo cientifico", op. cit. 56. Fuera del debate en torno al tema de la objetividad es interesante ver como un concepto particularmente inestable como este tiene para los historiadores un sentido claro y fuera de cualquier discusion. En estos terminos es posible definir a los historiadores como una "comunidad de conciencia", de acuerdo con la definition
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nia consecuencias directas en lo que respecta a la imagen del historiador profesional, aquella que remitia a un sujeto neutral dotado de particulares atributos de equilibrio e imparcialidad y ajeno a cualquier tipo de influencia social o polftica en la sancion de sus juicios. A pesar de que esta imagen explicitamente decimononica ha sido sometida a revision contemporaneamente, es innegable que los supuestos que la sustentan siguen siendo una condition a priori de nuestra labor intelectual. De este modo, las normas de objetividad contribuyeron como pocas a integrar dentro de un campo comun a Ids historiadores a la vez que a estabilizar las reglas de su oficio. Una primera consecuencia resultante del vinculo entre objetividad y profesionalizacion determinaba restringir los criterios de juicio a un consenso entre los miembros de la comunidad profesional y, por lo tanto, enajenar de ese atributo, es decir, de ese poder de control sobre el ejercicio de la practica, a todo individuo que lo detentara por fuera de esa comunidad y, mas avin, cuando ese individuo como en el caso de Paul Groussac en la Argentina gozaba de un solido prestigio en la sociedad y, particularmente, en el campo intelectual desde el ultimo cuarto del siglo xix. De lo que se trataba entonces era de convertir dichos criterios de juicio en impersonates y por lo tanto en objetivos, socializando tanto su ejercicio como las normas que lo regian, operation indispensable si se pretendia evitar que un conocimiento objetivo y verdadero fuera sometido a duda por agentes externos o advenedizos. En segundo lugar, la condicion para que esta objetividad se tradujese en un criterio de legitimation era acceder a un solido consenso epistemologico sobre las reglas y normas que debfan controlar su ejercicio. Por lo tanto, era preciso establecer un compromiso social respecto no solo al metodo objede R. Collins, "...en el sentido que su rasgo distintivo es la expresion de palabras con simbolos compartidos, con efectos definitorios de la realidad para las personas involucradas", en La sociedad credencialista, op. cit., p. 71.
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tivo por excelencia sino a los modos y medios a traves de los cuales dicho conocimiento podia eventualmente ser puesto en duda. A su vez, era necesario redefinir quienes eran aquellos que debi'an tener acceso a u n a critica o a una polemica que al poner en duda una obra en particular, si su autor era miembro de la corporacion, ponia en entredicho al conjunto de los agentes que participaban en ella. De este modo, se produce un nuevo desplazamiento del espacio en el que se debi'a promover una polemica que ya se habia anticipado en la segunda mitad del siglo XIX cuando el debate interpretative sobre la historia nacional se traslado del periodico —como sucede con la polemica que protagonizan Bartolome Mitre y Dalmacio Velez Sarsfield en las paginas de El Nacional, en 1864— a publicaciones de circulacion mas restringida, como la Revista de Buenos Aires, en la que se asento el debate que el mismo Bartolome Mitre mantuvo con Vicente Fidel Lopez entre 1881 y 1882. 5 7 Podemos concluir que, p a r a los historiadores de la "nueva escuela historica", la monopolizacion del ejercicio de la cn'tica y el disciplinamiento de su practica era un imperative moral para el ejercicio de la profesidn. Ese imperativo moral impuso u n a cn'tica cortes si no benevolente hacia los miembros de la corporacion, m i e n t r a s que la ironfa y la acidez que caracterizaron a Paul Groussac fueron concebidas como un si'ntoma de ausencia de profesionalismo. En tanto, en el campo literario, ese tipo de critica siguio siendo todo un modelo, no tanto teorico sino fundamentalmente etico, por considerarlo por encima de cualquier compromiso personal o profesional.
57. Hemos analizado este aspecto de la polemica en la Argentina de la segunda mitad del XIX en Eujanian, Alejandro, "Polemicas por la historia. El surgimiento de la critica en la historiografi'a argentina, 1864-1882", en Entrepasados, N s 16, Bs. As., 1999, pp. 9-24.
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La c o n s o l i d a c i o n de un m o d e l o p r o f e s i o n a l i s t a El proceso de profesionalizacion de la historiografi'a argentina, que tradicionalmente se ha vinculado a la emergencia de la figura del escritor profesional en los anos del Centenario de la Revolution de Mayo, debe ser reformulado considerando las peculiaridades de una disciplina en la que sus agentes, a diferencia del resto del campo literario, privilegiaron en la etapa de institutionalization los vinculos con el Estado antes que con el mercado y la sociedad en sentido aniplio. En aquel momento, el problema central para estos historiadores de nuevo tipo —que se van a dedicar al estudio y la ensenanza del pasado como u n a actividad de tiempo complete y cuyos recursos provendn'an basicamente del desarrollo de su actividad academica— era menos detentar el monopolio del saber historico, que desplazar del campo a figuras que con autoridad podfan poner en cuestion su legitimidad desde fuera de los espacios que en aquel momento estaban contribuyendo a conformar. Por ello, el esfuerzo por descalificar a Groussac, en un medio en el que gozaba de prestigio, tenia como base la intention de inscribirse de pleno derecho como historiadores frente a quien cuestionaba, al mismo tiempo, el caracter cientifico de la historiografi'a, la base de sustentacion metodologica que habian privilegiado para ello y su genuino derecho a sucederlo. Asi, la vehemencia de su ataque a Groussac se explica tanto por ser quien dirigi'a una institution piiblica abocada a la misma tarea que ellos pretendi'an realizar como porque consideraba esa labor como secundaria respecto de la instancia interpretativa y literaria en la que el historiador realizaba la obra constructiva. El primer aspecto era particularmente preocupante en un momento en el que las instituciones de las que formaban parte buscaban obtener el reconocimiento de la sociedad y de un Estado del que requen'an recursos para realizar la tarea de edification de la base documental que debia sostener la "nueva historia". En tanto, en el segundo aspecto senalado, el metodo por lo obvio y la objetividad por
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su caracter trascendente respecto al historiador eran cuestionados por Groussac en beneficio de un estilo de relato genuinamente literario. Asf, el tn'pode sobre el que se sosteni'an sus aspiraciones corn'a el riesgo de desmoronarse. Su oposicion radical a dichos criterios puede ser considerada como exponente de la ultima batalla dada por los historiadores profesionales argentinos por desembarazarse de su pasado literario. Si el exito fue parcialmente logrado, fue con la condicion de anular la reflexion acerca de las consecuencias teoricas y discursivas de esa herencia, con la recompensa de apuntalar las fronteras que'distinguirfan, de ahf en mas, la historiografia profesional de todo relato sobre el pasado gestado por fuera de las instituciones reconocidas y estrictamente subordinadas a las normas prescritas. A partir de allf, si algo distancio a los historiadores academicos en el siglo xx respecto de aquellos que no se resignaban a ser calificados como amateurs y, mucho menos, a ser cuestionados por no ser rigurosos en el analisis de documentos, esto fue el estilo. En efecto, a fines de la decada del treinta el "Revisionismo historico" no era menos dependiente de los documentos que los historiadores academicos. Como ellos, estaban convencidos de que habfa una verdad intn'nseca a los mismos que el historiador debia sacar a la luz. Lo que en todo caso ponfan en duda era que la interpretation verdadera fuese la ofrecida por la historia oficial, cuyas afirmaciones pretendfan demostrar como falsas e ideologicas. Tampoco la reinterpretacion del federalismo era absolutamente novedosa, ya que era un camino que habian anticipado desde David Pefia y Emilio Ravignani entre otros." 8 Lo que mas alejaba a los revisionistas de los historiadores academicos era el contraste entre el estilo austero y objetivo de estos ultimos y una prosa de combate en la que el historiador no se resistia a salir de escena, propia de los primeros. 5 9 58. Para un analisis de la discusion del problema del rosismo antes de 1930, vease Quatrocchi-Woisson, Diana, Los males de la memoria. Historia y politica en la Argentina, Bs. As., Emece, 1995. 59. No pretendemos con esta afirmacion intentar una lectura
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Siri embargo, a fines de los anos treinta, con una historia profesional consolidada y habiendo conquistado los espacios institucionales cuya disputa veinte anos antes los habfa tenido como protagonistas, podian prescindir de responder a cada uno de los dardos lanzados por sus nuevos contrincantes en la disputa por la hegemoni'a sobre la interpretacion del pasado.
revisionista de un revisionismo cuyas deficiencias en aspectos metodologicos, teoricos e interpretativos ya han sido remarcadas abundantemente. Solo intentamos destacar de que inodo el estilo se convirtio en un instrumento para la segmentacion del campo historiografico.
SEGUNDA PARTE
4. LA HISTORIA Y LA AMBIGUA PROFESION DE HISTORIADOR EN LA ARGENTINA DE ENTREGUERRAS Alejandro Cattaruzza
En los anos inmediatamente posteriores a la Gran Guerra, los miembros de la "nueva escuela historica" teni'an ya algunos pasos dados en su tarea de diferenciacion de la tradicion historiografica heredada y del mundo de las letras, fundada, segiin proclamaban, en su dominio del metodo, que les permitia el tratamiento objetivo de su materia. Tal como se h a planteado en el capitulo anterior, las polemicas libradas con Groussac entre 1914 y 1916, aun antes de que J u a n Agustfn Garcia diera al grupo la denominacion con que es conocido h a s t a hoy, habian sido un episodio de importancia en aquel empeno. Al mismo tiempo, los hombres de la "nueva escuela" extendian, aiin paulatinamente, su presencia en la universidad: en la Facultad de Filosofia y Letras, Ravignani era designado director de la Section de Investigaciones Historicas en 1920, cargo que siguio ocupando cuando la seccion fue transformada en instituto un ano mas tarde; en 1927, llegaba al Decanato. Tambien en La Plata y en el Instituto Nacional del Profesorado, con ritmos propios, se verificaban procesos semejantes. A partir de esos momentos, segun un relato que ha logrado consenso, la "nueva escuela" habria conducido un proceso de ampliation y consolidation de las instituciones de la historia profesional, que se desarrollaria en las decadas siguientes con notable exito. 1 1. Como ejemplos de esta narracion que hemos planteado y co103
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Esta imagen de trazo grueso queda ratificada si se ensaya un rapido cotejo de la situacion que vivia la historia como profesion hacia 1914, fecha del comienzo del debate con Groussac, con la que atravesaba en los primeros anos cuarenta. En tieiripos de la Segunda Guerra Mundial la base institucional habia crecido con la fundacion de nuevas carreras y centros de investigacion, varias revistas especializadas estaban circulando, los contactos con historiadores y centros extranjeros se habfan regularizado, y el Estado soh'a consultar a los historiadores y subsidiar o retribuir sus actividades de muchos modos. Sin embargo, aun desde una perspectiva que se centre solo en las dimensiones institucionales del proceso de profesionalizacion, el analisis de otras variables permite formular ciertas preguntas de cuyas respuestas ese relato dificilmente pueda hacerse cargo. <;',Que tipo de estructura era la que controlaban los historiadores, y como se relacionaba con el mundo exterior? i,Que insertion profesional mo evidencia de las diferencias de enf'oques, pueden verse Carbia, Romulo, Historia critica de la historiografia argentina. Bs. As., Corn, 1940, en particular, p. 150 y ss; Caillet Bois, Ricardo, "La historiografia", en Arrieta, L., Historia. de la literatura argentina, t. VI, Bs. As., Peuser, 1960; Cuccorese, Horacio, Historia critica de la historiografia socioeconomics argentina del siglo XX, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1975, passim; Pagano, Nora y Miguel Galante, "La "nueva escuela" Historica: una aproximacion institucional del Centenario a la decada del 40", en Devoto, Fernando (comp.j, La historiografia argentina en el siglo XX (I), Bs. As., CEAL, 1993; Quattrocchi-Woisson, Diana, Los males de la memoria. Historia y politico en la Argentina, Bs. As., Emece, 1995, en particular cap. 3 y 5; Cattaruzza, Alejandro, "Descifrando pasados: debates-y representaciones de la historia nacional", en Cattaruzza (dir.), Crisis economica, avance del Estado e incertidumbre politica (1930-1943), Bs. As., Sudamericana, 2001, entre otros. En "Nivel superior y universitario: dos estudios de caso", Fernando Devoto ha senalado las diferencias en la situacion de las universidades de Buenos Aires y La Plata. Su articulo se incluye en AA.W., La Junta de Historia y Numismdtica Americana y el movimiento historiogrdfico en la Argentina 18931938, II, Bs. As., Academia Nacional de la Historia, 1996, p. 389 y ss.
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tenian y cual garantizaban para quienes se formaban en los centros que habfan creado? ^Como funcionaba este espacio social que, sobre el ejercicio de u n a ciencia cuya clave, segun entendian, se hallaba en el manejo del metodo, babia fundado u n a profesion?
U n a historia cientifica, p r o f e s i o n a l y p a t r i o t i c a A lo largo del siglo XIX europeo, segiin se admite, tuvo lugar la transformation de la historia, una actividad intelectual practicada mas o menos libremente, en una disciplina profesional. Ese cambio, que se opero traves de la creation de una base institucional, de la implantation de controles academicos, del establecimiento de patrones de legitimation basados en las credenciales obtenidas en la universidad y en la participation en los circuitos de sociabilidad profesional, hizo de la historia u n a disciplina dispuesta a disputar el reconocimiento y los recursos estatales, asi como el prestigio social. La bibliografi'a dedicada al problema de las relaciones entre el Estado y la organizacion de las profesiones, por otra parte, es ya muy vasta; en nuestro caso, parece aplicable el criterio que indica que el fortalecimiento de los espacios profesionales, entre ellos el de los historiadores, form6 parte del vasto proceso de organizacion del aparato estatal, y por ende de la consolidation del orden capitalista en su version finisecular. 2 2. Sugerimos, para estos temas analizados en diversos ambitos nacionales, la consulta de Nora, Pierre, "L'Histoire de France de Lavisse", en Nora, Pierre (dir.), Les lieux de memoire, 1, Pan's, Quarto Gallimard, 1997; Handlin, Oscar, La verdad en la historia. Mexico, FCE, 1982; Iggers, Georg, La ciencia historica en el siglo XX, Barcelona, Labor, 1995; Cannadine, David, Historia inglesa: pasado, presente ly futuro?, Bs. As., OPFyL-FFyL, 1991, traduccion de un artfculo aparecido en el mimero 116 de Past and Present, de 1987. Acerca de la situacion en Italia, vease Cantimori, Delio, Los historiadores y la historia, Barcelona, Peninsula, 1985, en particular el apartado "Nota sobre los estudios historicos en Italia de 1926
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El registro de estos procesos europeos exhibe la ventaja de ofrecer un provisorio contexto en el cual instalar el caso argentino, pero al mismo tiempo favorece la tendencia a subsumirlo en un fenomeno general, que se habrfa reproducido aqui solo que algunas decadas mas tarde. Por el contrario, aunque ciertos rasgos son efectivamente similares, lo peculiar de la situation argentina aparece con claridad si se atiende por ejemplo a la relation con el Estado, que adopto formas multiples desde sus inicios, tenues, a fines del siglo xix. La constitution de u n a estructura administrativa dedicada a aquellas areas relacionadas con la historia fue lenta en la Argentina: las facultades de humanidades fueron pocas y se crearon en los anos cercanos al cambio de siglo; a pesar de algunas excepciones, los archivos no eran reparticiones privilegiadas; la escuela media se expandia, pero no alcanzaba cantidades significativas de alumnos. 3 Simultaneamente, desde las ultimas decadas del siglo XIX, actuo sobre la historia una fuerte demanda estatal. Si, en palabras de Eugene Weber, el desafio que enfrento la Tera 1951". En referenda al mas amplio problema de las profesiones, remitimos a Polanyi, K., La gran transformacion: los origenes politico.*! y economicos de Jiue.itro tiempo, Mexico, PCE, 1992; SarfattiLarson, Magali, The rise of professiojialism: a sociological analysis, Berkeley, 1977; Bourdieu, Pierre, "El campo cienti'fico", en Redes. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, vol. 1, N" 2, Universidad Nacional de Quilmes, 1994. Un balance de los trabajos dedicados a la sociologia y la historia de las profesiones puede consultarse en Gonzalez Leandri, Ricardo, Las profesumes. Entre la vocacioji y el interes corporativo, Madrid, Catriel, 1999. 3. Vease, acerca de estas cuestiones, Buchbinder, Pablo, Historia de la Facultad de Filosoffa y Letras, Bs. As., Eudeba, 1997, en particular, p. 26 y ss., y cap. II; Buchbinder, Pablo, "Vfnculos privados, instituciones publicas y reglas profesionales en los origenes de la historiografra argentina", en Boletin del Institute de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", 3- serie, N9 13, 1996, y Tedesco, Juan Carlos, Educacion y sociedad en la Argentina (18801945), Bs. As., Solar, 1986; el dato sobre la escuela media, en p. 145.
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cera Republica fue transformar a grandes m a s a s campesinas en franceses, aqui la situacion parecfa todavi'a mas compleja. Inspectores de escuelas, diputados, funcionarios, reclamaron la utilizacion de la escuela primaria en la tarea de unificacion cultural, que entendian urgente ante las masas que llegaban de Europa: en las aulas, los bijos de los inmigrantes, pero tambien los de los sectores populares criollos, debi'an ser transformados en patriotas y ciudadanos. Desde ya, no existio una absoluta uniformidad ideologica en esos anbelos de nacionalizacion de las masas, y no faltaron las discusiones en torno a que contenidos debian atribuirse al patriotismo, pero nadie dudaba de que la difusion de una vision del pasado nacional tenia un papel en aquel esfuerzo. 4 El relato que intentaba difundirse encontraba soportes diversos: desde los manuales escolares h a s t a los retratos de proceres y las banderas que adornaban las aulas; desde la liturgia patriotica hasta los monumentos, que llegaron a ser concebidos como las piezas de lo que Ricardo Rojas, en 1909, llamaria la "pedagogia de las estatuas". 5 Se creaba de este modo un lugar para la historia en la accion estatal sobre la sociedad, y durante todo el pen'odo de entreguerras esa circunstancia influyo en el mundo de los historiadores. 6 4. La cuestion de la reception de estas historias enfre los sectores populares, y de la construction de otras repi-esentaciones del pasado por parte de esos mismos grupos, son analizados en el ultimo capi'tulo de este libro. Desde ya no se apelaba solo a la historia, sino tambien a la geografi'a, la literature y mas adelante, el folclore. Sobre la geografi'a, vease Quintero Palacios, Silvina, Geografia y Nation. Estrategias educativas en la representation del territorio argentine) (1862-1870), Bs. As., Instituto de Geograffa/FFL, 1995, y para el folclore, Blache, Marta, "Folklore y nacionalismo en la Argentina", en Revista de Investigations floklaricas, vol. 6, Bs. As., UBA, 1991. 5. Cfr. Rojas, Ricardo, La restauracion nacionalista, Bs. As., Pena Lillo, 1971, p. 139. 6. Para algunos casos europeos y para el norteamericano, donde estos fenomenos tienen inicios, ritmos y caractensticas diversas entre si y respecto a los ocurridos en la Argentina, pueden verse las obras de Oscar Handlin y Pierre Nora que citamos con anteriori-
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Por otra parte, de acuerdo con las premisas de la "nueva escuela", el documento —que tendia a restringirse a las fuentes escritas y, en general, producidas por el Estado— y su critica resultaban los elementos centrales en la constitucion de una historiograffa de nuevo tipo. Las dificultades de acceso a repositories documentales, tanto los que se hallaban en reparticiones del interior, en archivos extranjeros, o aun en manos privadas, habfan sido advertidas hacfa tiempo, pero los esfuerzos por s u b s a n a r la situacion habfan sido inconstantes. En el caso de los nuevos historiadores, la cuestion era crucial, empenados como estaban en la practica de u n a historia "objetiva", libre de las presiones facciosas de los descendientes de quienes habi'an participado en las luchas del siglo xix, y en poner a disposition del conjunto de los historiadores los documentos, insumos indispensables para que su tarea fuera plenamente cientffica. Asf, una de las acciones que impulso la "nueva escuela" fue retoniar, mejorar y multiplicar la publicacion de series documentales, iniciada en las ultimas decadas del siglo XIX; al esfuerzo contribuyeron tambien otro tipo de entidades. dad, asf como Vilar, Pierre, "Ensefianza primaria y cultura popular en Francia durante la Tercera Republica", en Begeron, Louis (ed.), Niveles de cultura y grupos saciales, Mexico, Siglo XXI, 1977, que reiine ponencias de un congreso celebrado en 1966; tiene particular interes la polemica suscitada por la intervention de Vilar. Tambien acerca de la situacion francesa, vease Mona Ozouf, L'ecole de la France, Paris, Gallimard, 1984, especialmente los estudios incluidos en los apartados II y IV. Sobre los Estados Unidos, sugerimos el trabajo de Appleby, Joyce, Lynn H u n t y Margaret Jacob, La verdad sobre la historia, Santiago de Chile, Andres Bello, 1998; y Novick, Peter, Ese noble sueiio. La objetividad y la historia profesional norteamericana, Mexico, Instituto Mora, 1997. P a r a la situacion en la Argentina, veanse Bertoni, Lilia Ana, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas: la construccion de la nacionalidad argentina a fines del siglo, Bs. As., FCE, 2001, y los articulos reunidos en Puiggros, Adriana (dir.), Sociedad civil y Estado en los origenes del sistema educativo argentino, Bs. As., Galerna, 1991; y en Escuela, democracia y orden (1916-1943), Bs. As., Galerna, 1992.
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Las actas capitulares de Santiago del Estero habian sido publicadas ya en 1882, por ejemplo. Las de Jujuy, en 19131914, y los Libros Capitulares de Catamarca, entre 1901 y 1919. El Archivo de la Cdmara de Diputados de la Provincia de Cordoba terminaba de aparecer en 1923. Los documentos que, a fines de siglo, se habian publicado en ocasion de conflictos limitrofes, tambien pueden contarse en ese conjunto.^ La Comision Nacional del Centenario, entre las varias acciones encaradas, auspicio la edicion de periodicos del siglo xix, y ya en el periodo que nos ocupa, la Biblioteca Argentina de Libros Raros y Curiosos, editada por la Facultad de Filosofia y Letras entre 1922 y 1927, aportaba tambien a aquel fondo documental. A su vez, una de las bibliotecas publicadas por la J u n t a de Historia y Numismatica estaba constituida por las ediciones de libros antiguos y de periodicos del siglo XIX. En 1918, comenzaban a aparecer las Publicaciones Historical de la Biblioteca del Congreso Argentino, dirigidas por Roberto Levillier, qui h a s t a 1935 publico unos treinta voliimenes, todos ellos de documentos. Una tarea similar desarrollo el Archivo General de la Nacion desde principios de siglo. La Section de Investigaciones Historicas de la Facultad de Filosofia y Letras lanzaba los Documentos relativos a los antecedentes de la Independencia de la Republica Argentina (1912-1913), y los Documentos para la Historia del Virreynato del Rio de la Plata (1913). En esa fecha comenzaba la publication de los Documentos para la Historia Argentina: veinte tomos de documentos se sucedenan h a s t a 1936. Las Asambleas Constituyentes Argentinas, prologadas por Ravignani, se publicaron a partir de 1937, "en cumplimiento de la Ley 11.857", como se indica en la misma publication. 8 A lo largo de los anos veinte y treinta, entonces, termi7. Veanse Buchbinder, Pablo, "Vi'nculos privados, instituciones publicas, op. cit., p. 70 y ss.; y Carbia, Romulo, Historia critica..., op. cit, p. 340 y ss. 8. Sobre los subsidios con los que se beneficio el Instituto, vease Buchbinder, Historia de la Facultad..., op. cit, p. 142. El expediente de citar las leyes en cuestion era habitual.
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no de tomar forma un amplio grupo de documentos editos, que podia funcionar como un gran "archivo", fragmentado y disperso, pero accesible a los historiadores. Los fondos estatales fueron la fuente casi exclusiva de recursos para aquellas publicaciones. Ademas del subsidio especrfico, el resto del personal involucrado en la transformacion de estos documentos en objetos diversos de los que habfan sido, en libros, soh'a ser pagado con dinero del Estado, asi como los materiales necesarios para la publicacion. El Estado tomaba a su cargo, por estas vias, la organizacion de esta biblioteca complementaria, y en muchos casos supletoria, de la institucidn archivo, imprescindible para el despliegue de la historia profesional. 9 Otra dimension del proceso de fortalecimiento de la historia profesional en la que el Estado desempeno un papel principal fue el de la fundacion de los escasos centros de educacion superior; en esas aulas se obtendria la credencial necesaria para la insercion laboral de quienes habian estudiado historia, y habrian de crearse redes de sociabilidad profesional, incluso en las etapas previas a la obtencion del titulo. Las facultades fueron ademas sede de los institutos de investigacion mas dinamicos. En 1896 se fundo la Facultad de Filosoffa y Letras en la Universidad de Buenos Aires; la Seccion de Investigaciones Historicas, creada en 1905, seri'a transformada en Instituto en 1921, como senalamos. La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacion de la Universidad de La Plata organizaba sus propias secciones hacia mediados de la segunda decada del siglo XX. En Buenos Aries comenzaba a funcionar en 1904 el Instituto Nacional del Profesorado Secundario; el Profesorado de P a r a n a se i n a u g u r a r i a en 1933, y el de Gatamarca, en 1942. Desde los momentos iniciales, las disputas sobre las incumbencias de los titulos que expedi'a cada tipo de institucion fueron permanentes, y las soluciones, cambiantes. El problema tenia algu9. Sobre lo que ha denominado "efecto archivo" sugerimos, para el caso frances, Nora, Pierre, "L'Histoire de France de Lavisse", op. cit.
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na relevancia, ya que las carreras universitarias fueron no solo los ambitos que acogian a quienes buscaban iniciarse en la investigation sino tambien los de formation de personal docente para la escuela secundaria. 1 0 Sin embargo, en varios sentidos la obtencion de aquella credencial, el tftulo, resulto un esfuerzo vano: como se vera, la insertion laboral y la entrada al universo de los historiadores profesionales no dependieron centralmente de la habilitacion obtenida. A su vez, la cantidad de estudiantes era escasa: el primer curso de la Facultad de Filosofi'a y Letras de la Universidad de Buenos Aires lograba convocar a veintisiete alumnos, lo que representaba el uno por ciento de la matn'cula. Casi medio siglo mas tarde, en 1940, se registraba un leve crecimiento porcentual, que llevaba las cifras a algo mas del cinco por ciento, incluyendo a todas las especialidades de la facultad. 1 1 10. En torno a estas cuestiones, vease el articulo ya citado de Pagano y Galante, p. 61 y ss, y el cap. II, y pp. 107-109 de la Historia de la Facultad de Filosofia y Letras, de Pablo Buchbinder, op. cit. Puede consultarse tambien Ministerio de Educacion de la Nation Estadistica aiio 1948, y estadistica retrospectiva anos 19391948. Bs. As., 1948, en particular, p. 233 y ss. 11. Las cifras mencionadas, en Tedesco, Educacion y sociedad en la Argentina, op. cit., p. 55; Ministerio de Educacion de la Nation (1948), op. cit., pp. 687 y 384, respectivamente. Quiza convenga, en este punto, considerar algunas cifras europeas con objeto de subrayar la necesidad de cautela al momento de ensayar comparaciones entre los procesos de profesionalizacion en ambitos tan diversos. Hacia 1909, el cuerpo de profesores universitarios de Historia alcanzaba, en Francia, a mas de 1000 integrantes. En 1939, los profesores ingleses de Historia eran unos 390 en la universidad; para esta ultima fecha, los docentes universitarios eran, en las todas las facultades de humanidades de la Argentina, 149. Hacia 1908, los estudiantes de las facultades de Letras francesas, que albergaban las carreras de historia, eran aproximadamente 40.000. En la Argentina de 1948, los alumnos de humanidades eran cerca de 3150. Es visible que estas cifras se relacionan con la poblacion total, con las tasas de escolarizacion secundai'iay con otras muchas variables. Pero la tan diversa dimension de los espacios profesionales no solo reclama aquella precaution que mencionamos, sino que
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Aunque la tendencia habi'a comenzado en los anos anteriores, tanto el Estado radical como el de la restauracion conservadora organizaron con fervor comisiones de lugares historicos, comisiones para la definicion de las "autenticos" atributos de los si'mbolos patrios, comisiones revisoras de textos, en las que los miembros de las instituciones reconocidas como productoras del discurso cientifico sobre el pasado encontraban un puesto, a veces remunerado. Tambien asociaciones civiles promovi'an la instauracion de monumentos a los heroes de la nacionalidad, y tambien alii participaron los historiadores. Se ampliaban asi sus alternativas ocupacionales y se afinaban los mecanismos de reconocimiento estatal. 12 Junto al mencionado Instituto de Investigaciones Historical y a la Junta de Historia y Numismatica, luego Academia Nacional de la Historia, funcionaron otras varias entidades: el Centro de Estudios Historicos Argentinos con sede en la Universidad de La Plata, a partir de 1930; la Sociedad de Historia Argentina y la Asociacion Argentina de Estudios Historicos, ambas fundadas en 1931; el Instituto de Historia tenia influencia en el propio funcionamiento de esos espacios; sobre el estilo de reclutamiento de personal y de incorporacion a la profesion, esa influent a fue decisiva. A ello podria agregarse que Nor a h a utilizado el registro de la expansion de la matn'cula como evidencia, junto a otros fenomenos, de la consolidation de la position de la historia en la ensenanza superior francesa de fines del siglo XIX, y de su prestigio en la sociedad y en el mundo de la cultura. Las cifras citadas, en Cannadine, Historia inglesa..., op. cit., p. 4; Nora, "L'Histoire de France de Lavisse", op. cit., pp. 852 y 857, respectivamente; y la mencionada Estadistica del Ministerio de Education, p. 379 y ss; p. 687 y ss. 12. Nos permitimos remitir a Cattaruzza, "Descifrando pasados...", op. cit. Quiza sea necesario subrayar que, en lo que hace al tipo de vinculo establecido entre la historiograli'a y el Estado, no se perciben grandes dil'erencias entre los tiempos radicales y la decada abierta en 1930. Por cierto, cada historiador podia beneficiarse, y con el la asociacion a la que pertenecia, de una relacion cercana con las autoridades, pero el modelo de funcionamiento de estas relaciones en uno y otro periodo es practicamente el mismo.
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del Derecho, en la universidad, de 1936; el Institute Sanmartiniano, creado en 1933, entre otras. A fines del perfodo, las publicaciones del Institute ditigido por Ravignani y de la Sociedad de Historia Argentina solfan incluir en la nomina de "instituciones dedicadas al estudio de la historia" al Institute J u a n Manuel de Rosas de Investigaciones Histericas, con cuyos miembros sostenian algunas polemicas menos rispidas de lo que se supuso por mucho tiempo. 1 3 De ese conjunto, varias asociaciones, las mas activas y formalizadas, intentaron disputar un lugar en la reciente estructura de la historia profesional, en particular en los anos treinta. Lo que estaba en juego era, desde ya, la obtencion de recursos, la organizacion de sistemas de consagracion autonomos, el control del acceso a los cargos en las distintas alternativas laborales, los contactos con el exterior, la autoridad cientffica. La puja por el reconocimiento estatal a escala nacional parece haberse resuelto en favor de la J u n t a de Historia y Numismatica, si se atiende a su conversion en Academia en 1938 y a la concesion del dinero para la publicacion de la Historia de la Nation Argentina, de alto valor simbolico. Tales disputas no solfan alcanzar tonos estridentes, ni fueron libradas por grupos homogeneos reunidos en torno a interpretaciones del pasado distintas, o abroquelados en una entidad; el escenario aparece mucho menos ordenado. Lo que permitia que existiera un campo comun en el cual competir era la coincidencia general, entre los miembros de las asociaciones mas asentadas y eruditas, en los requisites metodolo13. Sobre estas instituciones, sugerimos la consulta del trabajo ya mencionado de Pagano y Galante, asi como la Historia de la Facultad de Filosofia y Letras, de Pablo Buchbinder; consultese tambien Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria, op. cit, en particular, pp. 69-80. Hemos abordado cuestiones cercanas en nuestro arti'culo "Descifrando pasados" al que vemitimos tambien para temas abordados mas adelante. Vease Sociedad de Historia Argentina, Anuario 1940, vol. II, Bs. As., 1941, p. 657 y ss.; alii, en la "Resena de las instituciones dedicadas a los estudios historicos existentes en el pais", se mencionan 42 de esas instituciones. La cita del Instituto Rosas, en p. 670.
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gicos exigidos a la historia cientifica y en lo que ocasionalmente llamaban "funcion social" del historiador, que, en los anos treinta, practicamente todos reconocfan era "fortalecer la conciencia nacional". 1 4 J u n t o al control ejercido sobre las instituciones de la disciplina, y a lo fructifero de la relacion que ellas mantenfan con el aparato del Estado, el triunfo ideologico de aquel grupo que habia sido la "nueva escuela" se dio, precisamente, en la creation de una imagen del historiador profesional y de su tarea que gozo de aceptacion general. Es probable que, en ocasiones, la apelacion a esa imagen y a las exigencias del metodo fueran solo recursos retoricos, pero esta circunstancia no opaca aquel triunfo. Un breve analisis de la trayectoria de la Sociedad de Historia Argentina hace evidentes algunos de estos procesos, tanto los de competencia como los de acuerdo. La Sociedad habia sido fundada en 1931, con aspiraciones de intervention en la historia profesional que se manifestaban tanto en su estructura, semejante a la que se habia dado la J u n t a (una cantidad fija de miembros de numero, miembros correspondientes, honorarios y adherentes), como en la organization de "reuniones cientfficas", que habrfan sido, entre 1932 y 1939, unas sesenta. La asociacion, por otra parte, enviaba representantes a congresos de historiadores, y se encontraba vinculada a instituciones y estudiosos del exterior, entre ellos el norteamericano Lewis Hanke. Los ciclos de conferencias eran anunciados —tal como ocurrfa con los organizados por otras entidades— en los diarios portenos, que solfan incluir alguna breve noticia posterior sobre la exposicidn. 15 La 14. Para la localizacion de ejemplos de estas concepciones, vease la cita 30. 15. Acerca de la Sociedad de Historia Argentina, vease Leoni de Rosciani, Maria, "La Sociedad de Historia Argentina", en AA.VV., La Junta de Historia y Numismdtica Americana y el movimiento historiogrdfico en la Argentina (1893-1938), op. cit. La autora concibe la asociacion como una "florescencia" de la "nueva escuela" historica, retomando un argumento que Carbia habia expuesto en 1940; ver p. 319. Sobre las actividades de la instituciones y su relacion con la prensa, vease Pagano y Galante, op. cit., p. 58.
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estrategia de la institucion inclma, desde ya, las publicaciones. En 1933 aparecio una serie titulada Folletos, mas adelante un Boletin y la mas ambiciosa coleccion Biblioteca de la Sociedad de Historia Argentina (1936), y finalmente el Anuario, del que se editaron cinco volumenes entre 1940 y 1947. La Sociedad intento tambien, al igual que sus pares, la cercanfa con el poder, mas alia del que ejercieron algunos de sus miembros, como J u a n B. Teran, presidente del Consejo Nacional de Educacion a comienzos de la decada de 1930, o Carlos A. Pueyrredon, intendente municipal entre 1940 y 1943. La publicacion de los Anuarios fue posible por la concision de un credito del Banco Municipal, gesto que se retribuyo a traves de la incorporacion de su director en calidad de socio honorario. Otro beneficiado con esa condicion fue el general Agustin P. J u s t o , quien "auspicio" la publicacion de algunos de los volumenes. Puede sorprender, a su vez, la precision con que se consigna la lista de nombres impuestos por la Municipalidad de Buenos Aires, entre 1944 y 1946, a "calles y pasajes [....] sugeridos por n u e s t r a Sociedad", planteada como un exito. La vocation por intervenir en la organization de la toponimia urbana no era u n a actitud exclusiva de esa entidad; revela, en cambio, junto a otras acciones como la presentation de peticiones y de anteproyectos de ley, la decision de competir con otras instituciones en la aproximacion al Estado nacional o municipal. En u n a operation que ya habfan realizado los hombres de la J u n t a de Historia y Numismatica, la Sociedad initio en 1939 un ciclo de charlas transmitidas por Radio del Estado: historiadores profesionales, los hombres de la Sociedad de Historia Argentina no desdenaban la actuation en el exterior de sus ambitos, donde se libraba tambien aquella puja por la autoridad en materia de historia argentina. A traves de herramientas muy similares a las que otras entidades utilizaban, la Sociedad de Historia Argentina buscaba asi su propio lugar entre las instituciones de la disciplina. Quienes participaron de la empresa, con grados de compromiso diversos, fueron, entre otros, Narciso Binayan, Romulo Carbia, Juan Alvarez, Carlos Ibarguren, Benjamin Villegas Basavilba-
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so, J u a n B. Teran y Carlos Pueyrredon, como socios fundadores, asi como Abel Chaneton, Jorge Furt, Diego Luis Molinari, Ricardo Caillet Bois, Ricardo Zorraqufn Becvi y Mario Belgrano. Julio Irazusta, a su vez, era miembro correspondiente en Gualeguaychii. De lo incierto de la condicion de historiador profesional asentada en una practica "estrictamente ajustada a las exigencias de la disciplina", tal como se proclamaba en la "Advertencia" del primer volumen del Anuario, parece dar cuenta la incorporacion como miembro de numero, hacia 1943, de Alfredo Grosso, autor de un muy difundido manual escolar, que Carbia habia criticado muy duramente ya en 1918. 16 U n a mirada rapida a este conjunto de intelectuales permite descubrir sus multiples pertenencias. Varios de estos hombres eran adscriptos del Instituto de Investigaciones Historicas, y varios mas publicaron en su Boletin. Mas de la mitad de los fundadores estuvieron en algiin momento vinculados al Instituto; a su vez, Ravignani firmaba un articulo aparecido en uno de los Anuarios. Ese elenco se superpone, aunque no exactamente, al de los miembros de la Academia Nacional de la Historia. Algunos de ellos participaban tambien en el Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. 1 7 Tampoco faltaban los revisionistas: Irazusta, a fines de la decada, formaba parte al mismo tiempo del Instituto J u a n Manuel de Rosas de Investigaciones Historicas y de la Sociedad. El caso de Carlos Ibarguren puede resultar menos espectacular, dada su firme position en el campo intelectual, pero no es menos significative Estos historiadores solfan ademas publicar sin mayor reparo sus trabajos en una u otra revista o coleccion. Incluso en el caso del revisionismo, la "disciplina" no fue tan ferrea como luego se creyo: a los casos mencionados de coparticipacion 16. Cfr. Anuario 1939, Bs. As., 1940, p. 10; Anuario 1940, op. tit., p. 794, y Anuario, 1943-1945, vol. V, Bs. As., 1947, p. 484. La crftica de Carbia en su arti'culo "Los malos textos escolares", en Nosotros, afio XII, Ng 110, junio de 1918. 17. El arti'culo de Ravignani, titulado "La Revolucion del Sud", en p. 45 del Anuario 1939, vol. I, Bs. As., 1940.
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debe agregarse, por ejemplo, la aparicion de un articulo de Martin Lascano en el Boletin del Instituto de Investigaciones Historicas en 1940, y de un estudio de Dardo Corvalan Mendilaharzu en 1942 en la misma publicacion. Lascano colaboro con la revista revisionista entre 1941 y-1943, epoca en la que aparecio alii mismo un articulo de Carbia. A su vez, Corvalan habia sido presidents de la Comision por la Repatriacion de los Restos de Rosas en 1934, lo que tampoco habia obstado para que el Museo Mitre lo convocara, ese mismo ano, a disertar en su sede nada menos que sobre el tema "Mitre historiador"; alii llego a sostener que "encontraba en Mitre elementos para la rectificacion historica" de los juicios sobre Rosas. 18 Todavia a fines de los anos treinta, entonces, no solo otras entidades historiograficas reconocian al Instituto Rosas como una de ellas, sino que la posibilidad de dialogos criticos no parecia clausurada. La Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas reproducia, en su niimero 6 de fines de 1940, el discurso pronunciado por Benjamin Villegas Basavilbaso, miembro fundador de la Sociedad Historica Argentina y academico desde 1926, en ocasion del 17 de agosto. En el volumen I del Anuario de la Sociedad, a su vez, el capitan de fragata Hector Ratto habia entablado una polemica con el revisionista Ricardo Font Ezcurra en estos terminos: En la Revista del Instituto [...] Rosas [...] el senor Ricardo Font Ezcurra —a quien leo con agrado— publico una refutacion a un articulo del que soy autor [...] Dicho senor utiliza, en este caso, un metodo de refutacion extrano en un historiador de sus meritos... Ratto agrega que "no le negare autoridad en la materia y, por supuesto, la misma buena fe que el me ha reconocido en otros parrafos de su refutacion". El propio Font Ezcurra, en diciembre de 1940, replicaba en la Revista del Instituto 18. Realizamos una cita sumaria de la ubicacion de los datos consignados: Revista del IJMR, niimeros 7 a 11, 1941 a 1943; Boletin del IIH-FFyL, t. XIX, p. 668 y t. XXIV.
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Rosas la nota de Ratto que, segiin expresaba, habia aparecido "en el magnifico Anuario 1939, publicado por la Sociedad de Historia Argentina". 1 9 Alberto Contreras, revisionista, en su comentario bibliografico del libro de Zorraqufn Becu titulado El federalismo Argentino, publicado en 1939, senalaba que se t r a t a b a de "uno de los mejores trabajos que hemos leido sobre el tema", a pesar de indicar algunos desacuerdos. 2 0 Lo apuntado permite proponer, entonces, un panorama mas amplio del modo en que estas instituciones y grupos se relacionaban entre si, del funcionamiento del espacio que compartian, y aun de sus vi'nculos con areas externas a el. La muy duradera opinion de que el fenomeno decisivo en los treinta, e incluso antes, fue un choque entre bloques historiograficos uniformes, disciplinados, constituidos por revisionistas y hombres de la "historia oficial", o por contrahistoriadores amateurs e historiadores profesionales, parece poco ajustada. La dinamica se aproxima mas a la de un campo complejo, variado, heterogeneo; alii se libraban disputas entre centros e individuos que eran, simultaneamente, pares y competidores, en un espacio cuyos lfmites, que los grupos m a s importantes reconoci'an en sus argumentos, coincidian con los que el protocolo metodologico de la "nueva escuela" habia establecido para la historia cientifica. Probablemente amparados en su insercion en el campo cultural, comoda a pesar de la historia de marginacion que luego relatarian, los revisionistas fueron aceptados inicialmente como polemistas posibles por las instituciones de la historia profesional. Solo promediando la Segunda G u e r r a Mundial comenzo a esbo19. Cfr. Ratto, Hector, "Los prisioneros del Cacique. A proposito de una ref'utacion", en Sociedad de Historia Argentina, Anuario 1939, vol. I, Bs. As., 1940, pp. 587-590; y Revista del IJMR, N? 6, die. 1940, p. 193. Un analisis mas amplio de las relaciones entre el Instituto Rosas y el resto de las instituciones historiograficas, puede hallarse en el siguiente capftulo de este volumen. 20. Cfr. Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas, Ns 4, Bs. As., die. 1939, p. 222. En el Anuario 1940, op. cit., J. Lavalle Cobo realiza una dura critica al revisionismo, en el mismo volumen en que Ricardo Zorraqufn Becu esboza coincidencias importantes.
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zarse con alguna claridad una h'nea que dividia a los rosistas de los demas, insinuando un reagrupamiento alrededor de ese punto. Pero fue en el convulsionado escenario de los debates pob'tico-culturales, del cual muchos historiadores creyeron, quizas en vano, baberse distanciado, donde las discusiones sobre el pasado terminaron de adquirir un sentido ideologico, no siempre p r e c i s e Tambien alii, ya en la coyuntura peronista, se afino la version del enfrentamiento entre aquellos dos supuestos bloques de historiadores. En esa historia imaginada, los reclamos de Ravignani por la reconsideracion del fenomeno federal, o el hecho de la pertenencia de Ibarguren a la Academia, entre otros muchos datos, fueron olvidados porque resultaban incomodos para ambos bandos. Por otra parte, la "nueva escuela", que hacia 1918 era un grupo reducido con base en la Facultad de Filosofia y Letras, unificado en el reclamo metodologico y la busqueda de un espacio propio en la universidad, se habia transformado en los anos treinta en un sistema de relaciones entre los viejos miembros, instalados ahora en la direccion o en puestos relevantes en las varias instituciones, que se hallaban en amable competencia, de la historia profesionalizada. En la consolidacion de este ultimo espacio, las revistas de historia tuvieron un papel destacado. La publicacion de revistas fue habitual en el Rio de la Plata durante la segunda mitad del siglo XIX; muchas veces fugaces, contribuyeron sin embargo a consolidar los espacios del debate publico. Entre ellas, algunas se ocuparon de asuntos historicos y de la publicacion de documentos, con un desapego hacia las normas de edicion que decadas despues horrorizaria a los hombres de la "nueva escuela". En ese conjunto se inscriben la Revista de Buenos Aires (1863-1871), la Revista del Rio de la Plata (1871-1877) y, mas cercanas al pen'odo que nos ocupa, la Revista Nacional (1886-1910), la Revista Patriotica del Pasado Argentino (1888-1892), la Revista Historia, de 1903, y algunas m a s . 2 1 E s t a s publicaciones solian estar dirigidas a 21. Los datos sobre las publicaciones figuran en Carbia, Historia critica..., op. cit., p. 90 y ss.
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un lector culto y no especializado, capaz de intercsarse por un documento del periodo colonial, y al tiempo leer alguna consideration sobie legislation o poesi'a. El mercado para este tipo de productos culturales era tod'avi'a reducido, aunque. dado que solfan ser financiadas con fondos estatales o fortunas personales, la condition para la supervivencin no estaba directamente vinculada al exito de ventas. A comienzos de los anos veinte, iniciados ya algunos cambios culturales de envergadura, 2 2 aparecieron en Buenos Aires dos revistas de historia. Fueron ellas el Boleiin del Institute de Investigaciones Historicas, de 1922, y el Boleiin de la J u n t a de Historia y Numismatics, de 1924; ambos continuarfan publicandose, no siempre con regularidad. hasta fines del perfodo. Aunque pueden rastrearse antecedentes, debe admitirse que la publicacion del Instituto inauguro un canon para las revistas de la historia profesional argentina que seria muy duradero y reiteradamente imitado. El Boletin del Instituto, que asumio esta estructura a partir de 1923, inclui'a los resultados de las investigaciones en artfeulos, una section de documentos, una de information y crftica bibliografica. y otra que daba cuenta de las actividades —congresos, conferencias, publicacion de arti'culos en medios de comunicacion— desarrolladas por los historiadores. 2: ^ Dieciseis anos mas tarde. el mencionado Anuario de la Sociedad de Historia Argentina reproduci'a la mis ma estruct u r a basica, aunque naturalmente ampliada en volumen, y en 1938 lo habi'a heeho la Revista del Instituto Rosas. En el Boleiin de la J u n t a , en cambio, se acostumbraba reproducir en su cuerpo central las conferencias que se habfan 22. Acerca de estas transformaciones, vease Sarlo, Beatriz, Una modernidad. periferica Buenos Aires, 1920 y 1930, Bs. As., " Nueva Vision, 1988. 23, Un analisis del Boletin puede consultarse en Pagano, Nora, Las actividades academicals vinculadas con la historia a traves del Boletin del Instituto de Investigaciones Historicas, Bs. As., mimeo. Las razones del cambio de 1923, en Boletin, aiio II, N- 11/12, julio-agosto 1923, p. 1.
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dictado en la institucion. Las Actas de sus sesiones, publicadas en el Boletfn mas adelante (las Actas de las sesiones celebradas entre 1918 y 1922, en los vols. VII y VIII de 1930 y 1931), permiten planteav que al menos hasta los anos treinta la sociabilidad que alii se daba y el funcionamiento de la entidad la ubicaban a mitad de camino entre la cordial reunion de eruditos y notables y una institucion profesional y cientffica. Si se incorpora la fundacion de estas revistas —a las que deben sumaise en otra zona de los estudios historicos los Cuadernos de HiMoria de Expand, animados por Claudio Sanchez Albornoz, que llego a la Universidad de Buenos Aires en 1943— al proceso de constitucion de un espacio historiografico profesionalizado, pueden plantearse algunas observaciones. Las publicaciones fueron resultado, pero tambien agentes, de ese proceso; su aparicion solo fue posible al existir investigadores e instituciones que brindaron los materiales y las sedes, y al mismo tiempo, al contar con un publico potencial, integrado por esos mismos historiadores. Las revistas, a su vez. venfan a hacer mas solidos esos circuitos, siendo como eran producidas y leidas por los mismos individuos, que no constitufan en rigor un mercado; tambien estas revistas dependian de los recursos estatales para su continuidad. Paulatinamente, la publication de un artk-ulo en ellas se transformo en una instancia legitimadora de la pertenencia a la profesion, con un peso simbolico aun mayor que el de la obtencion de titulo alguno. Frente a las viejas revistas de fines del siglo XIX y comienzos del xx, la del Instituto introdujo novedades importantes: el tratamiento "cientifico" de su materia, la aplicacion de estrictos codigos tecnicos en la reproduccion de documentos, la concentracion absoluta en temas historicos y en la vida de los centros dedicados al estudio del pasado, la biisqueda de un lector altamente especializado, que sen'a j'a no el hombre de cultura sino el historiador profesional. Desde el punto de vista del fortalecimiento de la t r a m a de la profesion, cumplio con el objetivo de sus fundadores. Al mismo tiempo, sus caracterfsticas contribuyeron a debilitar los lazos que la tradicion historiografica habia tenido con el mundo de la cultura; es probable que los rasgos menos estimulan-
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tes del aspecto que. por la epoca, estaba tomando la disciplina devinieran de ese extrahamiento, que en ningiin caso constituye un hecho auspicioso. Desde esos otros ambitos, a lo largo de los anos veinte y treinta, activistas culturales, vanguaidistas. hombres de letras, filosofos, criticaron los senderos que tomaba la historia piofesional en la Argentina. A estas a l t u r a s de nuestro estudio, cabe preguntarse si el posible proponer una imagen del pasado nacional que resultara propia de los ambitos de la historia institucionalizada. El examen de la production referida al pasado en un perfodo de algo mas de veinte anos no suele resultar sencillo. Algunos de los obstaculos mas evidentes surgen de la tendencia a atenuar las diferencias existentes, activada por lo imposible de cualquier exhaustividad. El filtro del exito o el olvido postumos, ademas. suele intervenir con eficacia a la hora de la seleccion de los trabajos que se consideren mas importantes o representativas. A ello se agrega la necesidad de equilibrar la atencion prestada a las obras de envergadura con la que se dispensa a las que, sin haber dejado huella en la historiogTafia posterior, tambien circulaban en la epoca en estudio. Como las primeras. ellas son testimonio del estado de la disciplina, y en el perfodo, las obras de mayor aliento de Ravignani convivi'an con trabajos que, por ejemplo, llevaban por tftulo "iMaipii o Maipo?", revelando que tipo de dilema se buscaba dilucidar. Mas interesante aun resulta el hecho de que una publicacion academica entendiera que el trabajo merecfa un comentario bibliografico, por otra parte benevolo. 24 Finalmente, conviene tener en cuenta que la "nueva escuela" habfa insistido en que la aplicacion estricta de los preceptos metodologicos permitirfa oi-ganizar, casi espontaneamente, con independencia de las preguntas formuladas, una nueva \nsion del pasado, esta vez objetiva. 25 Asi, el problema de la interpre24. Cfr. Sociedad de Historia Argentina, Anuario 1943-1945, op. cit., p. 527-528. El autor del folleto es C. Galvan Moreno. 25. Estos razonamientos son expuestos, con particular claridad, por Carbia, R., en "La revision de nuestro pasado", en Cuaderno 5 del Colegio Novecentista, abril 1918, p. 70.
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tacion quedaba en un segundo piano,'y los ajustes sen'an el resultado natural del acatanriento de las normas del metodo. Con estos h'mites, pueden senalarse algunas tendencias. Parece ocioso recordar que los nuevos historiadores se concentraron en la historia nacional; el avance hacia otras areas de la division tradicional de los estudios historicos se hallaba subordinada a ese tenia central, y se expi'esaba en el examen de ciertos aspectos de la expansion europea sobre America. Esa concentracion tuvo tambien un reflejo en la organizacion institucional, cuyos nucleos se dedicaban a la historia argentina. En el origen de esta tendencia se hallan, entrelazados. motivos ideologicos de distinto rango: una preocupacion por la identidad de esta especifica realidad que era la Argentina, muy de epoca y alentada por la demanda estatal y social ejercida sobre la disciplina, que hacia de la nacion el objeto privilegiado sobre el que debi'a desplegarse el discurso de quienes indagaban el pasado; una conception de la tarea del historiador que. al insistir en la base documental y en la busqueda del inedito, poni'a obstaculos muy evidentes al horizonte tematico que pudiera ser ''legftimo". Los problemas tratados eran, en la mayon'a de las ocasiones. los de la historia polftica, con especial atencion a las cuestiones jun'dicas e institucionales. 2fi El estudio de cuestiones economicas o culturales contaba sin embargo con antecedentes: en la etapa previa a la identificacion de la "nueva escuela" como un grupo, Juan Agustin Garcfa se habfa dedicado al analisis de procesos sociales y culturales en La ciudad Indiana, publicado en 1900, y hacia 1909, J u a n Alvarez presentaba su Ensayo sobre la historia de Santa Fe, por ejemplo. No obstante, a pesar de que mas adelante algunas obras de los hombres 26. Ricardo Levene publicaba su Ensayo sobre la Revolution de Mayo v Mariano Moreno en 1920/1921; anos mas tarde, entre 19271928, las Investigaciones aderca de la historia economica del Virreynato del Rio de la Plata. Ravignani publicaba en 1927 la Historia constitutional de la Republica Argentina, y a partir de 1937 prologaba varios de los tomos de las Asambleas Constituyentes Argentina*. Desde 1936 se publicaba la Historia de la Nation Argentina, dirigida por Levene, que convocaba a un conjunto muy amplio de especialistas.
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de la "nueva escuela" se alejaron de los temas de historia politica clasicos y del formato narrativo, y de que en mas de una oportunidad se formulo el reclamo de una "sintesis", acompanado de la cita ritual de Ben-, la poh'tica conservaba el lugar central. Levene, en su ponencia acerca de la ensenanza de la disciplina, sosteni'a hacia 1937 que los programas "deben ser preparados [...I abarcando todas las ramas principales de la historia, la historia poh'tica, economica, juridica, cultural, militar y religiosa; ellos deben ser sinteticos". Adverti'a Levene que "el camino mas seguro" para alcanzar tal sintesis "es la ensenanza de la historia institucional, la estructuracion de las epocas historicas en su relacion con los grandes hombres". 27 La uniformidad relativa en el tipo de preguntas realizadas al pasado no llevo a respuestas identicas; como sevialamos, es imposible hallar una interpretacion integral del pasado nacional que pueda atribuirse a la "nueva escuela" o a la historia profesional, salvo que se trabaje en un nivel de generalidad muy alto. El propio Ravignani lo planteaba en 1927, reconociendo esa circunstancia como un lfmite. 28 Los matices se hacen visibles si se atiende a los nombres mas relevantes entre los nuevos historiadores: Carbia y Levene, aun desde posiciones diversas, habian coincidido en la necesidad de instalar la historia argentina en el contexto de la espanola y la americana, subrayando la dependencia del proceso posterior a 1810 de los tiempos coloniales. 2 9 Esa recon27. Cfr. Levene, Ricardo, "La reforma de la ensenanza de la historia americana y nacional", en Academia Nacional de la Historia, II Congreso Internacional de Historia de America, vol. V., Bs. As., ANH, 1938, p. 433. Sobre la obra de Garcia, Alvarez y Ramos Meji'a desde una perspectiva historiografica, vease Halperin Donghi, Tulio, "La historiografi'a argentina, del ochenta al centenario", en Ensayos historiogrdficos, Bs. As., El Cielo por Asalto, 1996. 28. Vease Ravignani, Emilio, "Los estudios historicos en la Republica Argentina", en Sintesis, afio 1, N- 1, 1927, p. 67. 29. La importancia que Levene otorgaba a la cuestion se advierte en el prologo a la primera edicion de las Investigaciones acerca de la historia economica del Virreynato del Rio de la Plata, publicada en 1927.
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sideracion se completaba con el argumento de que tales tiempos no habfan sido exactamente coloniales, ya que las Americas habian sido juridicamente un "reino". Ravignani y Molinari, por su parte, se inclinaron rapidamente a la exploration de los procesos posrevolucionarios. Si Molinari recuperaba al caudillo Pancho Ramirez, Ravignani persistfa en reclamar un lugar para el federalismo en el proceso de organization institucional de la nation, y aun en ponderar ciertos aspectos de la polftica de Rosas. Cuando el revisionismo, en la segunda mitad de los anos treinta, sostuvo estar impugnando lo que llamo la historia oficial, obvio voluntariamente esta diversidad de tonos, y desconocio referencias que podrian haber sostenido sus posiciones. Simultaneamente, la cn'tica revisionista reforzo algunas tendencias firmes de la historiografi'a argentina; de ellas, la mas evidente fue la ratification de la poli'tica como terreno privilegiado para el estudio del pasado. Durante el periodo que analizamos, los funcionarios del area de education —que varias veces fueron hombres de letras e historiadores— volvieron a insistir en la necesidad de utilization de la escuela en la organization de identidades colectivas en clave national, y a adjudicar a la ensenanza de historia un lugar importante en ese plan. No lo hacian solo los altos funcionarios: en 1921, Leoncio Paiva firmaba su Infonne anual de la Section Octava de la Inspection de Terriiorios, que se referia a la situation en Formosa y el oeste del Chaco. Afirmaba el inspector que la escuela "tiene como primordial cometido desenvolver en el corazon de la ninez todos aquellos sentimientos tendientes a fijar y vigorizar el caracter nacional"; la ensenanza de la historia era uno de los medios previstos, junto a la de la geografi'a y el idioma nacional. 3 0 Muchos anos mas tarde, el profesor Jose Albarracin proclamaba, en su ponencia ante el II Congreso de Historia de America de 1937, que "el estudio de la historia patria es un factor determinante en la formation en el pueblo del sentimiento de la autenti30. En El monitor de la education pt. 1921, pp. 202-203.
comun, N" 585, Bs. As., se-
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ca nacionalidad". 31 El Consejo National de Educacion, en Julio de 1940, recomendaba "ensenar al nino la Historia Argentina tocando su corazon" para lograr, junto con otros procedimientos, "fortalecer el sentimiento patriotico y consolidar y afianzar nuestras instituciones democraticas y la soberam'a de la Nation", en una coyuntura condicionada por la neutralidad decidida ante la Segunda Guerra.^ 2 Los historiadores profesionales no desatendieron esa dimension que se atribui'a a su actividad. En La restauracion jiacionalista, Rojas citaba un informe de Ricardo Levene, profesor del Colegio Nacional Oeste, de 1908; allf planteaba Levene que "la nueva tendencia de dar caracter eminentemente patriotico a la ensenanza" era una "reforma de grandes virtudes cuj'a urgencia se hace alarmante en las poropias aulas, de un cosmopolitismo complejo".^ 3 Levene publicaba un libro de texto para la escuela secundaria en 1912, que conocio varias reediciones, mientras que un grupo de los historiadores de la "nueva escuela" lo haci'a en 1917, con el Manual de historia de la civilizacion argentina.'AA Carbia incursiono tambien en ese terreno con algunos textos para la primaria. En 1924 en el Congreso CientiTico Panamericano celebrado en Lima Levene presentaba un proyecto para la redaccion de un manual de historia americana destinado a la escuela secundaria, que debfa tener presente "la necesidad de educar a 31. Cfr. respectivamente, el numero citado de Nosotros, pp. 50, 149, 154. La intervencion de Albarracin en Academia Nacional de la Historia, II Congreso de Historia de America, vol. V., Bs. As., 1938, p. 394. Horacio Zorraqum Beeu, por entonces un joven historiador de solido implante academico, exaltaba las virtudes de la disciplina como "acicate energico de la conciencia nacional"; cfr. Anuario 1940, Sociedad de Historia Argentina, Bs. As., 1941, p. 110. Expresiones como las citadas eran muy frecuentes en el periodo. 32. Cfr. El Monitor de la Educacion Cotnun, ano LIX, N'-' 811, jul. 1940, pp. 91, 92, 93 y 96. 33. En Ricardo Rojas, La restauracidn nacionalista, p. 115. 34. Cfr. Romulo Carbia, "Dos palabras del ordenador", en Manual de historia de la civilizacion argenti/ia, Asociacion Nacional del Profesorado, Bs. As., 1917, p. 9.
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las jovenes generaciones en el culto de la propia patria y en el sentimiento de amor de los pueblos de America entre si'". 35 La tarea docente que miembros de la "nueva escuela" desarrollaron en el Instituto Nacional del Profesorado tambien se relaciona con estas inquietudes, asi como con la voluntad de expansion profesional. Por su parte, Romulo Zabala, miembro de la J u n t a de Historia y Numismatica y luego funcionario en educacion, sostem'a hacia 1927, enlazando la vocacion cientifica con el afan patriotico: "Da historia positiva] es la que busca la verdad litil, la verdad necesaria, la verdad [...] como fuerza sentimental que ahonda el amor a la patria". 3 6 De todas maneras, mas alia de las diferencias que existi'an entre las posiciones individuales, los historiadores parecen. como grupo, haber respondido mas fervorosamente a esa demanda estatal desde fines de los anos veinte. Lo hicieron en sus ponencias y artfculos, pero tambien accedieron a cargos en el area educativa: Juan B. Teran, Zabala y Enrique de Gandi'a son tres ejemplos, ya que fueron funcionarios en el Consejo Nacional de Educacion a comienzos de los anos treinta; Ramon Carcano, presidente en 1919 de la J u n t a , lo fue luego del Consejo. Otras a g e n d a s con funciones patrioticas y vinculadas a la historia eran presididas por Levene, como ocurrio con la Comision Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Historicos, asi como con la Comision Argentina para la Ensenanza de la Historia y la Geografia Americanas, integrada tambien por Felix Outes, profesor en Filosofia y Letras, director de su Museo Etnografico y miembro de la J u n t a de Historia y Numismatica, y Emilio Ravignani, entre otros. Enrique de Gandi'a, secretario de la J u n t a de Historia y Numismatica, y Romulo Zabala, vicepresidente de la J u n t a y secretario del Consejo Nacional de Educacion, publicaban en 1933 el libro La ensenanza de la historia en las escuelas 35. La transcription partial de la intervention de Levene en Romulo Zabala y Enrique de Gandi'a, La ensenanza de la historia en las escuelas priniarias de Hispanoamerica, Bs. As., Anaconda, 1933, p. 63. 36. Romulo Zabala, "Discurso de reception a Emilio Coni" (1927), en Boletin, Junta de Historia y Numismatica Americana, vol. IX, 1932, pp. 201-202.
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primarias de Hispanoamerica, dedicado a los maestros. En el apartado "El sentimiento nacionalista en la enseiianza de la historia", volvfan sobre temas conocidos: "En estos paises de aluvion donde, salvo los elementos indigenas —nulos en muchos de ellos como en la Ai-gentina y Uruguay—, la gran masa de sus habitantes es europea o de ascendiente extranjeros, la historia nacional que se ensena en las escuelas I...] va formando una acendrada unidad espiritual y un elevado patriotismo", para sentenciar luego sin dudar: "El nacionalismo y el patriotismo son en las republicas hispanoamericanas los fines principales de la enseiianza de la historia". 3 7 Por esos mismos anos, Ricardo Levene redactaba el prologo a la Historia de la nation Argentina; alii manifestaba que la obra se realizaba "con espi'ritu cientifico, por el ideal de la verdad historica, y patriotico, con amor por la tradition y las instituciones de la Patria". 3 8 Es la misma conception que se hace evidente en el titulo del libro que el presidente de la Academia publico en 1942, reeditado en 1946: La cultura historica y el sentimiento de la nacionalidad. El libro es una recopilacion de discursos. proyectos de ley e informes sobre las actividades realizadas por distintas comisiones en las que participo Levene, y cubre los anos que van de 1932 a 1945, aproximadamente. Alii se publica el discurso de apertura de un congreso de historia, celebrado en 1941, donde el autor expresaba que "los historiadores desempenan una funcion social, ademas de la tarea cienti'fica que cumplen siguiendo la estrella polar de la verdad I...] Ese fin educativo se realiza [...] haciendo conocer los grandes hechos y los grandes hombres, y a amar esa incorporea deidad, la imagen encendida de la patria...". Horacio Zorraqui'n Becii, por entonces un joven historiador que participaba de los ambientes academicos, exaltaba las virtudes de la disciplina como "acicate energico de la conciencia nacional". 39 37. Romulo Zabala y Enrique de Gandi'a, La enseiianza de la historia en las escuelas primarias de Hispanoamerica, op. cit., p. 31. 38. Cfr. la p. XXV de la edicion que en Buenos Aires publico El Ateneo, en 1961. 39. Cfr. Ricardo Levene, La cultura historica y el sentimiento de
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Esta interpretation de las tareas del historiador, que no era por la epoca exclusivamente local, ha pervivido en algunas zonas de la disciplina con vigor notable. En 2000, en el informe titulado La ensehanza de la historia en la Argentina, a cargo de una Comision de la Academia Nacional de Historia, se planteaba que la historia era una disciplina "preservadora de la memoria colectiva, destinada a jugar un papel fundamental en la formation de la conciencia nacional". 40 Asi, convencida de su caracter cientifico, confiada en que tenia una mision en la sociedad, segura de que el manejo del metodo le permitiria indagar'el "alma de la nation", como sostenia Levene hacia 1934, la historia profesional parecfa satisfecha de si en la Argentina de 1940. Esa satisfaction es la que explica algunas notas de la version que Carbia, el nuevo historiador mas sistematicamente dedicado a la cuestion, ofrecfa de las evoluciones y del estado de la disciplina, en la segunda edicion de su historia de la historiografia argentina. En la nueva situation, con la "nueva escuela" dominando el escenario, aquella version de combate contra la historiografia del siglo XIX que el grupo habia organizado en tiempos de la Gran Guerra se habia transformado, definitivamente, en la saga de la paulatina y armoniosa construction —siempre ascendente— de una historia profesional y cientifica. A su vez, el punto de llegada de la tradition diseiiada por Carbia en 1940 merece analizarse. La "nueva escuela" albergaria varias corrientes, pero "solo tres han alcanzado una definition evidente. Son estas: la que se polariza en los centros universitarios de Buenos Aires y La Plata I ...I la que informa los estudios historicos en los medios provincianos [...J y la que tomando como epicentro a la Dictadura, anhela darle otro sentido y otra comprension a todo el preterito argentino posterior a 1810". Las sedes de estas "corrientes" serian la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires, la de Humanidades de La Plata nacionalidad, Espasa Calpe, Bs. As., 1946, p. 105. Expresiones del mismo tenor pueden hallarse en pp. 107, 109, 126, 132 y otras. 40. Cfr. Academia Nacional de Historia, La ensenanza de la historia en la Argentina, Bs. As., 2000, p. 20.
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ta, el Institute* Nacional del Profesorado, catedras de algunas universidades del interior y el Institute Juan Manuel de Rosas. 4 1 El argumento permitfa que todo el escenario historiografico argentino quedara cubierto por la "nueva escuela". Asf, en la version de Carbia, la historia cientffica no solo se habfa impuesto, sino que en la Argentina de 1940 no habia practicamente ningiin grupo dedicado con alguna seriedad al estudio del pasado que no pudiera filiarse con la "nueva escuela". El programa habfa sido cumplido con exito.
El r e v e s d e la trama: los h'mites de la h i s t o r i a p r o f e s i o n a l Sin embargo, hacia 1927, Emilio Ravignani, en un articulo publicado en Sintesis, trazaba un cuadro que se detenfa en otros puntos, y sonaba menos optimista. No faltaba en el trabajo el elogio a la tarea desplegada por algunas entidades, pero, observaba el autor, "ni Mitre ni Lopez han sido sustituidos. No debemos engafiarnos; todos los esfuerzos en que estamos empenados deben conducirnos a m a d u r a r la obra general y comprensiva de la historia americana y argentina futura. Mientras tanto, si bien es cierto que lo realizado no es esteril, tampoco debe ser la ultima ratio de nuestros afanes". El horizonte que Ravignani buscaba alcanzar era amplio, y esa amplitud lo impulsaba a cierta mesura: junto a sus "colegas de disciplina, que trabajan en este reducido ambiente argentino", una vez construida la vision integrada del pasado, habrian "contribuido a hacer posible un imperativo que nos impone la funcion docente que tenemos asignada, y habremos logrado aportar un poco de relieve a n u e s t r a modesta intervention en la cultura general". 4 2 Funcion docente, tal como planteaba su colega Levene, escasez de recursos humanos, ausencia de un lectura "general y com41. Cfr. Carbia, Historia critica... op. cit., p. 165 42. Vease Ravignani, "Los estudios historicos en la Repiiblica Argentina", en Sintesis, ano 1, N 8 1, 1927, pp. 67-68.
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prensiva", debil intervention en el mundo de la cultura; Ravignani tenia en cuenta factores tambien importantes en la empresa de constitution de la historia profesional. Asi, utilizando este mapa, se perciben fenomenos que. acompafiando la profesionalizacion, resultaron obstaculos muy severos a esa misma tendencia. Uno de ellos fue la ausencia de un monopolio, ejercido por la disciplina, sobre la insertion laboral en los puestos que se suponian destinados a quienes se formaban en sus centros; esa cuestion se relaciona con lo exiguo del reclutamiento de nuevos estudiantes, una de las razones que hacian que Ravignani entendiera que el "ambiente" era todavfa reducido. Tambien se vincula a la dificultad en el cumplimiento de aquella "funcion docente". Otro de los limites se ubicaba en el propio seno de algunas de las instituciones que suelen considerarse parte de la t r a m a de la historia profesional; en sus elencos habfa un cierto nuniero de personas que sostem'an con la investigation y la ensenanza de la disciplina una relation relativamente lejana, y otras tantas que las comparti'an con muy diversas actividades laborales. En tercer lugar, debe senalarse que la consolidation de la historia profesional no condujo—en realidad, no podia conducir— al fin de la investigation del pasado llevada adelante por quienes no se contaban entre sus huestes; en este punto, lo que parece importante es el reconocimiento que el mundo de la cultura otorgaba a esas otras indagaciones. En lo que hace al acceso a la docencia secundaria, mayoritaria alternativa laboral de quienes se formaban en sus institutos, la historia profesional no habia logrado controlarlo con eficacia, ni defenderse de los competidores. 4 3 A su vez, 43. Acerca de la importancia del control de la insercion laboral en el proceso de organization de profesiones, remitimos a la bibliografia citada en la nota 2 de este capitulo. Para constatar que la ensenanza secundaria era todavfa al fin del periodo considerada una actividad con prestigio social y cultural, resulta de utilidad consultar el diccionario biografico que, en 1948, publicaba en Buenos Aires la editorial Veritas, bajo el tftulo Personalidades de la Argentina. Es este, desde ya, un diccionario de elite, con unas 2100 biografi'as de "personalidades" vivas. Salvo indicacion, eran los propios
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si se tiene en cuenta la dimension del mercado laboral constituido por el sistema educativo, lo reducido del numero de estudiantes de historia pasa a reclamar atencion. El crecimiento de las cantidades absolutas de alumnos ingresantes a Filosoffa y Letras en Buenos Aires habfa sido importante: en 1896, eran 27, como senalamos; hacia 1940, se inscribian 920 estudiantes, de los que no todos se especializarian en historia. Hacia 1948, en la Universidad de La Plata, el total de alumnos que estudiaban historia eran 75, mientras que en la Universidad de Buenos Aires lo haci'an 62 personas; aquel ano egresaban de la UBA cuatro profesores de Historia. El total de alumnos de la carrera en el Instituto del Profesorado de Capital era de 112, y en todo el pais se graduaban 34 profesores de Historia de los profesorados. La demanda de profesores no alcanzaba a ser cubierta, y los cargos en las escuelas secundarias eran muy a menudo ocupados por otros profesionales, en particular abogados y maestros. En las escuelas normales de la nacion, hacia 1948 habi'a entre los profesores 58 doctores en Filosoffa y Letras; los abogados,
biografiados, seleccionados por la editorial, quienes enviaban sus antecedentes. Asi", por ejemplo, el vicepresidente de la Academia Nacional de la Historia, J u a n Pablo Echagiie, premio Nacional de L i t e r a t u r a en 1936, juzgaba pertinente senalar su antigua condition de prof'esor de Historia en el Colegio Nacional "B. Rivadavia"; Manuel Galvez evocaba su cargo de Inspector de Ensenanza Secundaria; Carlos H e r a s , academico y colaborador de la Historia de la Nacion Argentina, indicaba su pertenencia al elenco de profesores del Colegio Nacional de la Universidad de La Plata; Horacio Rivarola, de larga trayectoria polftica e intelectual que inclufa el Decanato de la Facultad de Derecho y el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, dedicaba varios parrafos de su autobiograffa a su actuacion como profesor secundario. Acerca de las dificultades que e n t r a n a la decision de excluir al profesorado secundario de la "definition" de historia profesional, para F r a n c i a y durante la segunda mitad del siglo XX, vease Chai'les, Christophe, "Etre historien en France: une nouvelle profession?", en Bedarida, Francois, L'histoire et le metier d'historien en France 1945-1995, Pan's, Maison des Sciences de l'Homme, 1995, en particular pp. 22-23, nota 4.
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que se dedicaban a la ensefianza de historia y de algunas otras asignaturas, eran 319. 4 4 Sin duda, los historiadores no manejaban variables salariales que eran decisivas a la hora de tornar atractiva la entrada a u n a carrera que, como las demas, prometia el acceso a un titulo que era —o podia ser— un canal de ascenso social que se sostenfa en aspectos no solo simbolicos. Pero las menguadas cantidades de alumnos, puestas en relacion con la demanda y la falta de control, resultan evidencia de un fracaso multiple: el sistema educativo necesitaba profesores de Historia, y las instituciones de la disciplina no solo no lograban aportarlos, sino que ni siquiera conseguian privilegios estatales a la hora de competir con otras profesiones por los puestos de trabajo. Cuando en 1922, Canter, Molinari y Ravignani explicaron los "propositos" que guiaban la creacion del Boletin del Institute, sostuvieron que su "ideal ultimo consisti'a en despertar la mayor suma de vocaciones". En ese piano el exito les fue esquivo. 4 5 Al mismo tiempo, lo reducido de los elencos de los futuros historiadores y profesores representaba una dificultad seria en el cumplimento de aquella otra mision, inmensa, que se habian propuesto los historiadores profesionales: reforzar la conciencia national a traves no solo de la investigation, sino de la ensefianza de historia. Esa dificultad, que solo ocasionalmente y de modo oblicuo reconocian los hombres de la "nueva escuela", se hace evidente si se consideran ambas dimensiones de tal empresa, tal como ellos mismos la concebfan: en tanto t a r e a patriotica, los historiadores no eran imprescindibles en su direction, pero su dimension cientffica si los reclamaba. 4 6 44. Los datos en la Estadistica 1948 del Ministerio de Educacion, op. cit., pp. 687 y 113, respectivamente. 45. En Boletin del Instituto de Investigaciones historicas, ano I, N g 1, Jul. 1922, p. 1. Los historiadores mencionados era los directores de la publicacion. 46. Hemos tratado este problema en nuestro articulo "Descifrando pasados", op. cit.
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Aquella presencia de hombres de leyes entre los "practicantes" de una de las actividades profesionales no desentonaba con la composicion del profesorado universitario ni de la elite de la disciplina. Los miembros de la "nueva escuela" eran, con alguna excepcion, abogados; y, todavfa a comienzos de los afios treinta, buena parte de los profesores adjuntos en Filosoffa y Letras posefan ese tftulo. Para aquella elite, que apenas se habi'a ampliado, tampoco resultaba sencilla la insertion en el mercado laboral en tanto historiadores: en la universidad, la dedication exclusiva fue establecida luego del fin del periodo que analizamos. Es posible, entonces, volver a considerar las alternativas ocupacionales que los historiadores profesionales ten fan en aquellos anos. Hombres destacados de la "nueva escuela" ocuparon cargos polfticos y fueron funcionarios publicos; en la Academia, la situacion era similar, y se agregan hombres de letras, algun militar y un ingeniero. Desde el punto de vista del origen principal de las remuneraciones, que no es el \inico a la hora de definir la condition profesional pero no puede ser dejado de lado, y atendiendo a la formation universitaria que habfan recibido, no parecen haber sido muchos los historiadores que podfan ser considerados plenamente profesionales. Asf, si bien es cierto que la figura del historiador gentleman, del poeta, el periodista o el funcionario que ocasionalmente se dedicaba al estudio del pasado, parecfa estar en extincion en los grupos dominantes en la disciplina, el no habfa sido reemplazado hacia 1945 por un historiador de tiempo completo, dedicado a la investigation y a la docencia como actividad remunerada central. Lo ambiguo de la situacion se manifestaba en el pedido que la Academia Nacional de la Historia habfa realizado, en 1941, al Ministerio de Instruccion Piiblica: allf se solicitaba que el Estado reconociera que los miembros de esa corporation estaban, en razon de esa pertenencia, habilitados para ocupar catedras de Historia. 4 7 47. La observation sobre los profesores adjuntos, en Devoto, "Nivel superior y universitario...", op. cit., p. 400. Vease la noticia que de Gandia, Enrique, incorporaba a la edition del primer tomo
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J u n t o a las instituciones a las que nos hemos estado refiriendo, otro conjunto de entidades se dedicaba al estudio y la divulgacion del pasado en los anos de entreguerras. En las j u n t a s de estudios historicos del interior el panorama era variado; algunas continuaban con la publication de documentos y la celebration de conferencias. Pero aquf el tono general era poco especializado: maestros, nuevamente abogados, escritores de alguna reputation local, bienintencionados colaboradores con vocation de anticuarios, periodistas, sacerdotes ilustrados, formaban en las filas de muchas de estas j u n t a s . Esas asociaciones, mas propias de una etapa previa a la profesionalizacion de la disciplina, continuaban funcionando a comienzos de los anos cuarenta, y aun segufan fundandose, en La Rioja, Quilmes o Flores. Formando parte de los ambitos de las sociedades locales, y buscando alii sus publicos y sus recursos, muchos de sus integrantes cultivaban una historia sencillamente despreocupada de los estandares metodologicos planteados por la "nueva escuela", dedicada a la conmemoracion de los personajes historicos del lugar y a lo que por la epoca se denominaba el "aporte de la provincia" a la historia nacional. Algunas de ellas, las mas formales, sen a n incorporadas a la estructura de la Academia Nacional de la Historia, que en 1938 distinguia entre las J u n t a s Filiales —Cordoba, Rosario y Entre Rfos— y las J u n t a s Locales Patrocinadas —Mendoza y San Juan—. Aquellas presencias tampoco contribufan a reforzar el perfil profesional, en ningvin sentido que pueda darse al termino. Peter Novick ha propuesto una version voluntariamente breve de uno de esos sentidos, que parece atinada: "He sido un historiador profesional por m a s de veinte anos. Paso la mayon'a de las horas del dfa leyendo, dando clases y escribiendo historia". 4 8 En la Argentina de 1945, no muchos de los miembros de las instituciones historiograficas podn'an haber planteado lo mismo. En el horizonte de la "cultura general", como la habia de la Historia de la Nation Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1961, p. XXXVI. 48. Cfr. Novick, Peter, Ese noble sueno..., op. cit., t. I, pp. 26-27.
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denominado Ravignani, la situacion de la historia profesional era peculiar: la interaccion con el resto de la cultura letrada continuaba en los margenes del espacio controlado por la "nueva escuela" y alii, sin eficacia en el corazon de la disciplina, circulaban cn'ticas. Asi, Alejandro Korn comentaba en Valoraciones, revista animada por activistas reformistas y por algunos hombres de las vanguardias, la Historia de la historiografia argentina, de Carbia, en un articulo que incluia observaciones de este tenor: "Complicado es el casillero construido por el senor Carbia para alojar sus fichas historiograficas I...] Es mucho rotulo para tan pobre contenido |...I Casi habri'amos preferido el orden alfabetico a este orden tan sabio". Todavia mas ironico, sosteni'a Korn respecto de la "nueva escuela": TElla] se distingue a primera vista por el arreglo tipografico de sus publicaciones. Es de rigor hacerlas en dos textos paralelos, uno en cuerpo diez y otro en cuerpo ocho, sin dejar por eso de complicarlos con el agregado de innumeras notas, subnotas y acotaciones I ...1 P a r a los hombres del gremio ello debe de ser u n a delicia; a los profanos nos encanta menos. En todo caso su lectura no es un solaz; tampoco habra sido el escribirla. 4 9 El argumento de Korn continuaba sosteniendo su desacuerdo coil la transformacion de la historia en una "tecnica", reducida al dominio del metodo. La profesionalizacion no se desplegaba, entonces, sin resistencias a cargo de intelectuales que esperaban algo mas de la historia. Esos intelectuales, n a t u r a l m e n t e , continuaron estudiando el pasado y ofreciendo sus propias interpretaciones; sobre sus obras no actuaba el control academico, sino la consagracion por el mercado o por la aceptacion fundada en el prestigio que el autor habi'a 49. Cfr. Korn, Alejandro, comentario bibliografico a R. Carbia, Historia de la historiografia argentina, Plata, sept. 1925, pp. 82-83.
en Valoraciones,
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ganado en otros terrenos. Durante los anos treinta, esa otra production que eludia los rigores del aparato de la disciplina pero lograba resonancia fue muy numerosa. Ricardo Rojas, por ejemplo, proponia en El Santo de la Espada, hacia 1934, una imagen de San Martin alternativa a la planteada por el Estado que, en buena parte gracias al prestigio literario del autor, seria muy duradera. 5 0 En otra zona de la cultura argentina, varios militantes de la izquierda intensificaron, hacia fines de los anos treinta, su esfuerzo por ofrecer u n a vision propia del pasado nacional; el de Rodolfo Puiggros es quizas el caso mas conocido, pero no el unico. Inscripta en otra matriz ideologica, la obra de Raul Scalabrini Ortiz puede ubicarse tambien en este conjunto. Desde ya, el hecho de haber sido el resultado de trabajos realizados fuera de las circuitos profesionales no impedi'a que, en ocasiones, las p a u t a s del metodo fueran seguidas con algun celo; mas importante, sin embargo, es el tipo de problemas que estos intelectuales se propom'an resolver, referidos a la posibilidad de desarrollo capitalista autonomo o al efecto del imperialismo en la economi'a argentina. El mundo mental de los hombres de la "nueva escuela" no podia siquiera concebir preguntas de este orden, porque su vision de las t a r e a s del historiador las tornaba problemas sin solution. Quizas el conflicto entre la investigation monografica de amplia base empirica, terreno privilegiado para la exhibition del dominio del metodo, y la explication de procesos mas amplios, estuviera por detras de aquel reclamo de Ravignani por una historia "general y comprensiva", y de los anuncios que Levene formulaba en los anos treinta, acerca de la llegada de la hora de una "obra de sintesis". 5 1 De esta manera, los historiadores profesionales no se vefan beneficiados con la concesion de privilegios hacia sus interpretaciones por parte de la "cultura general", y probablemente, menos aiin por par50. Sobre Rojas, vease Hourcade, Eduardo, "Ricardo Rojas hagiografo (A proposito de El Santo de la Espada)", en Estudios Sociales, Santa Fe, ano VIII, N9 15, 1998, pp. 27-45. 51. Cfr. Levene, La cultura historica..., op. cit., pp. 59-63, passim.
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te de los piiblicos ampliados. Esos potenciales destinos de masas no eran despreciados por los historiadores profesionales; Levene, en el discurso de apertura del II Congreso de Historia de America proclamaba que "el fuego sagrado de la historia ahora conmueve al pueblo. Es que la historia esta hecha [...] p a r a el". 5 2 Por otra parte, la ausencia de renovacion en los grupos dominantes en la profesion, evidenciada en la reiteration permanente de la primera lfnea de la vieja "nueva escuela" en los cargos de direction, en los decanatos, en las comisiones, en las presidencias de congresos, era grave si se atiende al propio proyecto de los historiadores profesionales. No podia esperarse, desde ya, el abandono de las posiciones obtenidas; pero la incorporation de nuevos estudiosos era minima, y los nombres sugieren el funcionamiento, a pleno, de los mecanismos de cooptacion antes que los de la meritocracia. Y si bien es cierto que las segundas h'neas estaban, como dijimos, raleadas, no era imposible intentar alii el reclutamiento. En ese cuadro, quienes conducian la disciplina en la Argentina, cuya cultura historiografica se habfa formado en las propuestas de comienzos del siglo XX, se mostraron apenas interesados por las h'neas de cambio que estaban insinuandose en la historiograffa internacional incluso antes de 1918. No buscamos, con esta observation, senalar un "retraso" —que, de todos modos, formari'a parte del diagnostico que luego de 1955 propondnan los grupos que se concibieron a sf mismos llamados a aggiornar la disciplina— sino indicar que asumir el estado de las discusiones en el ambito internacional constituye, como otros elementos, una pauta para evaluar la consolidation de la profesion. Las instituciones de la "nueva escuela" habfan tejido lazos con centros extranjeros desde el comienzo. Si se atiende a 52. Cfr. Levene, Ricardo, discurso en la Sesion Inaugural, reproducido en Nosotros, suplemento del N8 16, 29 epoca, numero extraordinario dedicado al II Congreso Latinoamericano de Historia de America, Bs. As., 1937, p. 11.
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la conexion francesa, se registra entre otros datos que Lucien Febvre habfa visitado el pais en 1937, y que Andre Sigfried y Maurice Halbvvachs, tambien vinculados a los Annates, eran referentes conocidos en los ambientes poh'tico-culturales argentinos. El contacto con Henri Berr era antiguo, y Levene solfa citarlo en piezas que consideraba importantes, como los "Fundamentos" para la Historia de la Nation Argentina; tambien Berr, asi como Fueter, formaban parte de los programas de alguna asignatura a cargo de los miembros de la "nueva escuela". 5 3 En el caso de Italia, las citas de Croce, y aun las discusiones acerca de que efecto tenia el adoptar sus posiciones, eran corrientes en los anos veinte. De todas maneras, un debate en regla sobre aquella proposicion de Croce que, formulada ya en la primera mitad de la decada de 1910, indicaba que "toda historia es historia contemporanea", poniendo asi poner en entredicho el principio de objetividad sobre el que la historia profesional buscaba apoyarse, no se produjo. 5 4 Es precisamente la existencia de esas relaciones lo que indica que se trato de una opcion: los historiadores argentinos, eludiendo en general toda discusion conceptual, decidieron practicar la historia que practicaron. Era ciertamente dificil que en tiempos de la Gran Guerra los nuevos historiado53. El dato, en Devoto, "Nivel superior y universitario", op. cit., p. 399. 54. El debate historiografico de entreguerras, en lo que hace a estas lineas de reflexion, puede reconstruirse apelando a Schaff, Adam, Historia y verdad, Mexico, Grijalbo, 1984, p. 117 y ss.; Barraclough, Geoffrey, "Historia", en AA.VV., Corrientes de la investigacion en ciencias sociales, Madrid, Tecnos/Unesco, 1981, p. 306 y ss.; Iggers, Georg, La ciencia lustorica en el siglo XX, Barcelona, Labor, 1995, entre otros. La mencionada proposicion de Croce puede hallarse en Teoria e historia de la historiografia, que reiine artfculos publicados entre 1912 y 1913; la primera edicion italiana es de 1916 e Iman la publico en Buenos Aires en 1953. Karl Pomian ha sefialado, por su parte, que estos debates conmovi'an a todo el mundo cientiiico, incluyendo a la fisica. Vease Pomian, K., "L'histoire de la science et l'histoire de l'histoire", en Annates. Economies, Societes. Civilisations, ano 30, N9 5, sept-oct. 1975, p. 936.
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res hubieran buscado otros horizontes en la historiografia internacional; las li'neas de cn'tica estaban apenas formuladas, y para un emprendimiento que se pensaba creador de una historia cienti'fica y objetiva, los planteos madurados en Europa durante el siglo XIX, divulgados m a s adelante por Bernheim, Langlois y Seignobos, segun se reconoce, eran una henramienta vitil. Pero otras h'neas importantes en los tiempos de entreguerras fueron ignoradas, al menos como modelo para hacer historia; Berr podia ser citado en un prologo y Febvre, aplaudido en una conferencia, pero la historia efectivamente practicada no se acercaba a la que esos hombres predicaban y efectuaban. Reacia ademas a la reflexion teorica, la "nueva escuela" logro evitar lo que Novick ha 11amado el "asedio a la objetividad", que en los ambitos norteamericanos habia comenzado entre 1914 y 1918. Hacia 1945, la situacion anunciaba prontas insatisfacciones entre algunos historiadores que se habfan formado en las aulas controladas por la "nueva escuela". En consecuencia, en tiempos de la Segunda Guerra, la historia profesional vivi'a en la Argentina un situacion equivoca, a pesar del tranquilizador balance de Carbia. Como en cualquier otro contexto nacional, la barrera tecnica que distanciaba una practica historiografica "cienti'fica" de la actividad amateur era debil; como ha observado Jacques Le Goff, "la historia tiene la fortuna (o la desdicha) de que los aficionados puedan hacerla dignamente". 5 5 Pero tampoco funcionaba un sistema basado en las credenciales educativas, ni se controlaba el acceso a los puestos de trabajo. Esta profesionalizacion imperfecta se sostem'a, entonces, solo en los mecanismos de reconocimiento por los pares, todavfa bastante poco formalizados, y en el establecimiento de vfnculos con el Estado, que pareci'an depender en buena medida de las capacidades y estrategias personales. En otro piano, la historiografia profesional apareci'a renuente a plantearse nuevas preguntas y a ofrecer explicaciones de largo aliento. 55. Cfr. Le Goff, Jacques, Pensar la historia, dos, 1991, p. 51.
Barcelona, Pai-
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Al filo de nuestro pen'odo, la aparicion de Las ideas politicas en la Argentina, de Jose Luis Romero, en 1946, puede ser leida como un si'ntoma de esta situation. Romero, alumno en La Plata de aquellos cuerpos docentes, doctorado a fines de la decada con u n a tesis sobre historia antigua, profesor secundario y autor de m a n u a l e s p a r a la escuela media, se habi'a incorporado a la ensenanza universitaria a comienzos de los afios cuarenta. Con una participation activa en los ambientes intelectuales, Romero habi'a publicado ya su tesis, algunos arti'culos y, en los anos que van de 1944 a 1948, varios estudios en los Cuadernos de Historia de Espaha. Practicamente todas las estaciones de la carrera profesional, tal como se la planteaba en esos afios, habfan sido cubiertas por Romero, aunque su relation intelectual con muchos de quienes manejaban la profesion fuera distante. 5 1 5 Abierta ya la etapa peronista, Romero intervenfa en el debate politico-cultural con Las ideas politicas en la Argentina; el libro conocio un rapido exito. Fuera de las caracteristicas que el proyecto editorial en el que se inscribia le impusieron, la obra no respetaba el canon que la historia profesional exigia para un libro de historia. Alii se ofrecia una vision de conjunto de la historia nacional, que recogia la imagen, estabilizada en los anos treinta por fuera de la profesion, de una lucha entre dos principios poh'ticos que articulaba la historia nacional, que se abn'a a la dimension social en la propia periodizacion, reconociendo una etapa "aluvial" signada por la inmigracion de masas, y que se aventuraba a historiar etapas muy cercanas. En el epi'logo, que mantendrfa en las ediciones posteriores, Romero destacaba su condicion de "hombre de partido", para ofrecer u n a clave de lec56. Acerca de la trayectoria de Jose Luis Romero, consultense Halperin Donghi, Tulio, "Jose Luis Romero y su lugar en la historiograffa argentina", en Ensayos historiogrdficos, op. cit.; y Betancourt Mendieta, Alexander, Historia, ciudad e ideas. La obra de Jose Luis Romero, Mexico, UAM, 2001. Algunos datos biograficos mencionados figuran en Personalidades de la Argentina, op. cit.
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tura de sus propios argumentos; el remate volvia a evocar, aun indirectamente, el problema de la objetividad. 5 7 Asf, el autor, ofrecia sin aparato erudito en regla un relato de la completa historia nacional, proponiendo una interpretacion que, entendfa, contribuin'a a echar luz sobre el presente, sin renegar de su compromiso politico; era este un libro imposible para quienes controlaban la disciplina. La resonancia del trabajo en el campo de la cultura se agregaba a aquellas caracteristicas del texto. Quiza, todo el episodio volvia evidentes los h'mites de una concepcion que hacia del historiador alguien que se "conformaba con hacer decir a los documentos lo que explfcitamente decian" 5 8 y cuya virtud era el "arreglo tipografico de sus publicaciones", como senalaba Korn; ella, junto a los exitos de la profesionalizacion, era Lambien la herencia de buena parte de los miembros de la "nueva escuela". Esos h'mites hacian que, diez anos despues del cierre de nuestro periodo, un joven Tulio Halperin Donghi sostuviera que "la vacfa objetividad de la 'nueva escuela' abria en efecto una crisis de n u e s t r a historiografia, pero la abn'a sin siquiera advertirlo". Contra la satisfaction que pareci'a dominante en la historia profesional hacia 1945, una decada mas tarde otros historiadores, entre los que se encontraba nuevamente Romero, no hallaban razones para ningun jubilo.° 9 57. Acerca de Las ideas potiticas en la Argentina sostem'a Romero en 1975, presentando la quinta edicion, que ella era "tan militante como la primera". Esta ultima, agregaba, "me enorgullece", para senalar luego: "Todavia estoy en duda si de lo que estoy mas orgulloso es de las mas severas, mas rigurosas, mas eruditas obras que he escrito en el campo de los estudios medievales, o si de este libro que a lo mejor no es tan severo pero que es el libro de un ciudadano que se siente hombre de su tiempo, de su pais y de su mundo, en Romero, Jose Luis, La experiencia argentina y otros ensayos, Bs. As., Editorial de Belgrano, 1980, pp. 8-9. 58. Cfr. Nora, "L'Histoire de France de Lavisse", op. cit, p. 872. 59. Cfr. Korn, A., op. cit, p. 78; Halperin Donghi, Tulio, "La historiografia argentina en la hora de la libertad", en Sur, nov.-dic. 1955, p. 117.
5. EL REVISIONISMO: ITINERARIOS DE CUATRO DECADAS Alejandro Cattaruzza
"Hacia 1922 n a d i e p r e s e n t i a el r e v i s i o n i s m o " Jorge Luis Borges formulaba esta observacion en una nota referida a su poema "Rosas", incluido en Fervor de Buenos Aires. El comentario, realizado en la segunda mitad de los anos sesenta, no puede naturalmente ser tornado por bueno sin mas; sin embargo, permite volver a poner en discusion algunos argumentos acerca del revisionismo historico. 1 La reconsideracion que proponemos no remite solo a las opiniones sobre los "origenes" de la corriente, sino que tiene relacion con modos diferentes de concebir el problema gene1. El comentario parece responder a un momento cultural peculiar, signado entre otros rasgos por la expansion de la interpretation revisionista del pasado entre grupos sociales amplios. Quizas hasta se trate de una respuesta oblicua a la nota que, en Julio de 1968, habfa sido publicada en el primer numero del reaparecido Boletin del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Historicas, referido a El tamaho de mi esperanza; en la tapa se anticipaba el titulo del arti'culo, casi una provocation: "^Borges rosista?". La cita del subti'tulo, en Borges, Jorge Luis, Obras completas, Bs. As., Emece, 1974, p. 52, que recoge la edicion 1969 de Fervor de Buenos Aires. La nota de Borges, de todas maneras, no es sencilla de fechar: en Poemas 1932-1958, Emece, 1962, reimpresion de la primera edicion de 1954, no figura. Tampoco en las Obras completas que Emece publico en 1979. 143
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El revisionismo
ral del revisionismo. Este termino, es sabido, h a sido utilizado p a r a definir realidades muy diversas. Para Halperin Donghi se trato de una "empresa a la vez historiografica y poh'tica", cuyos primeros momentos pueden ubicarse en la decada abierta en 1930, que hacia 1984 todavfa demostraba un "vigor al parecer inagotable". Diana Quattrocchi parece preferir u n a perspectiva que lo vincula a la instalacion del debate sobre Rosas en la sociedad argentina, que fecha en los tiempos de la Uegada del radicalismo al gobierno; ya en los anos treinta, el revisionismo terminan'a constituyendo una contrahistoria. De acuerdo con los planteos de Carlos Rama, en cambio, se trato de un fenomeno latinoamericano, cuya caracteristica central fue haber sido el resultado de la aplicacion de un enfoque nacionalista al estudio del pasado. Hacia 1974, a su vez, Angel Rama lo concebfa como una de las "expresiones de las subculturas dominadas", mientras que ese mismo afio, Leonardo Paso, historiador oficial del Partido Comunista argentino. sostenfa que el revisionismo rosista era una "gran expresion de n u e s t r a oligarqufa ganadera y latifundista". 2 Al problema de los varios sentidos que se han otorgado al termino, se afiade la pregunta acerca de que es aquello que distingue una version revisionista del pasado argentino 2. Cfr., respectivamente, Halperin Donghi, Tulio, El revisionismo historico argentino, Bs. As., Siglo XXI, 1971, p. 7, y del mismo autor, "El revisionismo historico argentino como vision decadentista de la historia nacional", de 1984, recogido enEnsayos de historiografia, Bs. As, El Cielo por Asalto, 1996, p. 107; QuattrocchiWoisson, Diana: "Historia y contra-historia en la Argentina. 19161930", en Cuadernos de Historia Regional, N9 9, Lujan, UNL, agosto 1987; y Los males de la memoria. Historia y politica en la Argentina, Bs. As., Emece, 1995, en particular el cap. 2; Rama, Carlos, Nacionalismo e historiografia en America Latina, Madrid, Tecnos, 1981, pp. 14-15; y Rama, Angel, "La narrativa en el conflicto de las culturas", escrito en 1974 y publicado en Rouquie, Alain (comp.), Argentina, hoy, Bs. As., Siglo XXI, 1982, en particular, p. 255 y ss. La cita de Leonardo Paso, en Corrientes historiogrdficas, Bs. As., Ediciones Centro de Estudios, 1974, p. 47.
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de una que no lo es. La exaltacion de los gobiernos de Rosas no basta, dado que a lo largo de los afios sesenta los hombres de la llamada "izquierda nacional", que se autoproclamaban miembros del revisionismo socialista y a quienes Halperin Donghi ubica entre los neorrevisionistas, tendfan a preferir a los caudillos del interior, llegando a proclamar que el "rosismo" y el "mitrismo" eran "dos alas del mismo partido". Por otra parte, tampoco los revisionistas mas clasicos imaginaban de manera homogenea las caracteristicas de los gobiernos de Rosas: para Ibarguren, se t r a t a b a de un "dictador" que habi'a dominado para bien al gauchaje, garantizando el orden social en beneficio de las clases propietarias, mientras que Jose Maria Rosa, a principios de los alios cuarenta, lo proponia como el ejecutor de una benefica reforma agraria en favor de quienes trabajaban la tierra. 3 Sin aspiration de cerrar estas cuestiones y mucho menos de esbozar una "definition" del revisionismo, debemos seiialar que el criterio que aqui empleamos, notoriamente tradicional, es el de considerarlo un grupo de intelectuales que procuro intervenir en la amplia zona de encuentro entre el mundo cultural, incluyendo en el a las instituciones historiograficas, y la politica. En ese intento, el revisionismo se dio herramientas muy similares a las construidas, ya desde el Centenario y con mayor claridad desde los primeros afios de posguerra, por otros grupos culturales y asociaciones historiograficas: creo una institution reconocible y una revista, 3. Como expresion de las visiones del pasado de un sector importante de la izquierda nacional, vease la obra colectiva llamada El revisionismo historico socialista, Bs. As., Octubre, 1974, que, con prologo de Bias Alberti, recoge articulos de miembros de esta corriente; en particular, el de M. Cruz Tamayo (en realidad, A. Terzaga), titulado precisamente "Mitrismo y rosismo: dos alas del mismo partido". La opinion de Carlos Ibarguren puede consultarse en Juan Manuel de Rosas. Su vida, su tiempo, su drama, Bs. As., La Facultad, 1933 [ed. definitiva]; y la de Jose Maria Rosa, en Defensa y perdida de nuestra independencia economica, Bs. As., Huemul, 1974 (la obra habfa aparecido en forma de articulos, en 1941-1942), paragrafo titulado "La tierra p a r a el que la trabaja".
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conto con editoriales vinculadas, celebro reuniones y conferencias, tomo posicion ante decisiones de las autoridades. Sus elencos, como los del Testo de los movimientos e instituciones, podi'an variar, y las posiciones adoptadas no eran siempre uniformes, pero en conjunto fueron reconocidos como un agj'upamiento por los demas actores de los campos en que participaban. 4 Plantear una perspectiva que se centre en el revisionismo como grupo intelectual significa asumir la opcion por examinar, fundamentalmente, las acciones que llevo adelante para instalarse como un nuevo actor entre las instituciones dedicadas a la historia y a la actividad cultural en general, y por trazar lazos con el Estado. Todas estas actividades eran desarrolladas en funcion de esa otra gran t a r e a que se asignaba el revisionismo: cambiar la que, sostenian, era la version dominante del pasado argentino por otra, no solo mas "verdadera", sino m a s adecuada a los intereses nacionales, convirtiendola en u n a nueva historia oficial. Tales acciones no eran, desde ya, independientes de los argumentos que planteaba el revisionismo, pero tampoco se reducian a ellos. 5 Sobre esos argumentos, Jose Carlos Chiaramonte ha insistido en que dos de los mas conocidos habian sido propuestos con anterioridad a los anos treinta, llaman4. Vease la aplicacion de un criterio semejante a otro grupo en Gramuglio, Maria Teresa, "Posiciones, transformaciones y debates en la literatura", en Cattaruzza, Alejandro (dir.), Crisis economica, avance del Estado e incertidumbre politico., t. VII de la Nueva Historia Argentina, Bs. As., Sudamericana, 2001. Quiza sea posible considerar al revisionismo como una "formation cultural", en el sentido de Raymond Williams, pero con una cierta vocation por la institutionalization. La duration del intento impone tambien cautela. Vease Williams, Raymond, Cultura, Londres, Pontana, 1981, p. 85. 5. Pueden recordarse aqui los planteos de Michel de Certau acerca de la necesidad de entender "el libro o el arti'culo de historia" como "resultado y sfntoma del funcionamiento de un grupo", y como "producto de un lugar" institucional y social. Cfr. De Certau, Michel, La escritura de la historia, Mexico, Universidad Iberoamericana, 1985, p. 81.
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do la atencion sobre la existencia de reclamos de revision de una historia que se entendia "de familia", a cargo de varios estudiosos del pasado en los anos del Centenario, asi como sobre la reconsideracion del papel del federalismo en el proceso de organizacion nacional encarada por miembros de la "nueva escuela historica", en particular, por Emilio Ravignani. 6 Efectivamente, uno de los reclamos de los historiadores de comienzos del siglo XX, al enfrentarse con la tradicion historiografica heredada, Cue el de la necesidad de su revision. El ti'tulo de un arti'culo que Romulo Carbia publicaba en 1918 era, por ejemplo, "La revision de nuestro pasado", y alii confiaba tal cometido a su propio grupo que, riguroso en la aplicacion de las reglas del metodo, vefa en disputa con una historiograffa poblada de "heroes de discutible autenticidad |...| personajones lanzados a la circulacion sin mas escudo que el carino de una prole extendida e influyente". 7 En lo que hace a la reconsideracion favorable del federalismo y de la accion de Rosas, Emilio Ravignani sosteni'a en 1920 que "cada suceso de nuestra formation independiente reconoce el origen esencial de Mayo", y que "solo en el ano 1820 [...] se viera la democracia como fuerza eficiente pero informe". Hacia 1927, en su balance sobre "Los estudios historicos en la Republica Argentina", expresaba que la polftica unitaria habi'a sido "un mal contra la democracia", y que "el ejercicio de los principios federales produjo la organizacion". Era la politica rosista, sosteni'a Ravignani, la que habia puesto los cimientos de la organizacion nacional. 8
6. Vease Chiaramonte, Jose Carlos, "En torno a los origenes del revisionismo historico argentino", en Frega, Ana y Ariadna Islas, Nuevas miradas en torno al artiguismo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacion, 2001, en particular, pp. 33, 39 y ss., y p. 45 y ss. 7. Cfr. Carbia, Romulo, "La revision de nuestro pasado", en Cuaderno 5 del Colegio Novecentista, abril, 1918, p. 70. 8. Las citas en Ravignani, Emilio, "La Revolucion de Mayo y el ano 1820", en Nosotros, Bs. As., ano XIV, N ? 133, pp. 210 y 215; y
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La opinion que subraya la ausencia de novedad se apoya, asi', en datos certeros, que por otra parte habian sido ya reconocidos por algunos revisionistas. Julio Irazusta sostenia hacia 1953, en la advertencia a la primera parte del tomo I de la Vida. politico, de Juan Manuel de Rosas a traves de su correspondencia, refiriendose a los Documentos para la historia argentina, compilados por Ravignani: La [...] compilacion del Dr. Ravignani es una de las mas admirables que se han hecho en nuestro pais. Lo que no tiene n a d a de extrafio, dada la maestrfa que el autor exhibio en esa clase de trabajos y la osadfa intelectual con que encaro la historia de Rosas, por puro espfritu cientifico, mucho antes que nuest r a generation pusiera en marcha lo que se ha dado en llamar el revisionismo historico. 9 Pocos anos mas tarde, Irazusta sostuvo que a principios de siglo "Ingenieros, Rojas y Lugones dieron nuevo impulso al movimiento revisionista", aunque luego volvfa a diferenciar ese movimiento del "nacimiento de una escuela especi'ficamente llamada 'revisionista'". A la hora de inventarse u n a genealogia, los revisionistas solian filiarse con Quesada y aun con Saldfas, con cuya obra J. M. Rosa, por ejemplo, insisti'a en hacer comenzar la historia del grupo. 1 0 en Ravignani, Emilio, "Los estudios historicos en la Republica Argentina, Sintesis, Bs. As., afio I, N- 1, junio, 1927, p. 62. Sugerimos sobre estos tema la consulta de Buchbinder, Pablo, "Emilio Ravignani: la historia, la nacion y las provincias", en Devoto, Fernando (comp.), La historiografia argentina en el siglo XX (I), Bs. As., CEAL, 1993; y Chiaramonte, Jose Carlos y Pablo Buchbinder, Provincias, caudillos, nacion y la historiografia constitucionalista argentina 1853-1930, Documento de Trabajo del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", Bs. As., 1991. 9. Cfr. Irazusta, Julio, Vida politico de Juan Manuel de Rosas a traves de su correspondencia, t. I, primera parte, p. I l l de la Advertencia a la segunda edicion, Bs. As., Albatros, 1953. 10. Veanse Irazusta, Julio, Las dificUltades de la historia cien-
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Tampoco la formula que utilizd Ernesto Palacio entre 1938 y 1939, la de la historia aficial y falsificada, era estrictamente novedosa. En 1934, Rodolfo Ghioldi denunciaba en Soviet, revista del Partido Comunista, "la espesa red de falsificacidn que aprisiona a la historia argentina"; Alvaro Yunque han'a lo propio en 1937, desde las paginas de Claridad, acusando a "los falsificadores de la historia". 11 Asi, no solo otros historiadores, entre los que se ubicaban miembros de la "nueva escuela", habfan reclamado con mucha anterioridad a los anos treinta la revision de las interpretaciones disponibles del pasado nacional, sino que otros grupos culturales habfan acunado piezas del que luego seria el arsenal del revisionismo; algunos revisionistas, a su vez, admitfan estas circunstancias. Sin embargo, ese reconocimiento parcial paso inadvertido en la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, y fue la imagen de una "historia oficial" monolftica, que formo parte de la vulgata revisionista, la que persistid. De esta manera, la evocacion o el "olvido" de los anticipos vuelven a transform arse en operaciones que el revisionismo desarrollaba para inventar su combate y posicionarse en el. Ni siquiera una jugada de este tipo era nueva en la Argentina: se pareci'a mucho a la que llevo adelante la "nueva escuela" en los tiempos iniciales, cuando Carbia denunciaba que "nuestros historiadores solo nos han exhibi-
tifica, Bs. As., Alpe, 1955, pp. 144 y 148; Rosa, Jose Maria, Historia del revisionismo y otros ensayos, Bs. As., Merlin, 1968, p. 23 y ss. y del mismo Rosa, El revisionismo responde, Bs. As., P a m p a y Cielo, 1964, que reiine artfculos escritos entre 1950 y 1960, p. 187 y ss. Uno de los primeros autores que intento un estudio sistematico de la corriente, Clifton Kroeber, en Rosas y la revision de la historia argentina, Bs. As., Fondo Editor Argentino, 1964, propuso tambien que Saldias y Quesada constituyeron una "primera generation revisionista". 11. Cfr., respectivamente, Ghioldi, Rodolfo, " J . B. Alberdi", en Soviet, Bs. As., agosto 1934, sin mimero de pagina; y Yunque, Alvaro: "Echeverria en 1837. Contribution a la historia de la lucha de clases en la Argentina", en Claridad, afio XV, N ? 313, mayo 1937, s/p.
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do el aspecto militar de la historia patria", en un "olvido" de la obra de J u a n A. Garcia, Groussac, J u a n Alvarez o Ramos Mejia. 1 2 Desde otras perspectivas, Diana Quattrocchi h a planteado que al momento de inauguracion de la republics radical tuvo lugar un "movimiento de contramemoria" en el que aparecieron, dispersos, elementos que se articularan para constituir u n a "contrahistoria" organica luego de 1934. 1 3 La asociacion que la autora realiza entre yrigoyenismo y rosismo parece poco verosi'mil, si se atiende al complejo problema del pensamiento radical: entre los escasos motivos ideologicos compartidos por el radicalismo que llegaba al poder en 1916, no se contaba la exaltacion de Rosas. Hubo dirigentes, no todos yrigoyenistas, que se inclinaban a echar u n a mirada favorable al regimen caido en Caseros, y algunos forman'an mas adelante en el revisionismo. Ellos debian convivir, sin embargo, con muchos mas que se inscribian en la tradicion opuesta. Hacia fines de los anos veinte, y durante buena parte de los treinta, los gobiernos rosistas constituyeron un efectivo punto de referencia, utilizado mucho mas a menudo por la oposicion para el cotejo denigratorio con las presidencias de Yrigoyen que por el propio radicalismo, que, en palabras del viejo militante Alfredo Acosta, trazaba de este modo las h'neas historica que, crefa, se enfrentaban: "Brilla en la UCR la h'mpida mirada de Moreno. Ilumina [a la oligarquia] el felino fulgor de las pupilas de Facundo. El espiritu renovador de Rivadavia esta en aquella. El espiritu colonial de Rosas impulsa a la otra". E. Tradatti reclama la filiation con un panteon similar, sosteniendo que la esencia del radicalismo "arranca de los orfgenes mismos de n u e s t r a nacionalidad, entroncando con la corriente que encabezan Moreno y Monteagudo y continuan Echevern'a y Rivadavia". 1 4
12. Cfr. Carbia, Romulo, "La revision...", op. cit., p. 71. 13. Vease Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria, op. cit, p. 71. 14. La cita de Acosta figura en Hechos e Ideas, N 9 7, Bs. As., enero 1936, p. 225; la de Tradatti, en el mismo niimero, p. 252. He-
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Tampoco en franjas del partido mas claramente alineadas con Yrigoyen el rosismo parecfa abrirse paso con facilidad. En 1933, el Ateneo Radical Bernardino Rivadavia celebraba un acto para reivindicar el "radicalismo americanista de Yrigoyen"; un militante evocaba en su discurso las rebeliones radicales de esos anos, destacando que una de ellas se habi'a producido en Entre Rios, "cuna y madre de la gloria libertadora de 1852", que habfa terminado con el gobierno de Rosas. Un ano mas tarde, Arturo J a u r e t c h e instalaba su poema gauchesco El Paso de los Libres, que se referia a una de las insurrecciones en la que habfa participado, en una linea claramente antirrosista desde el tftulo mismo, y admitfa que su prologuista, Borges, lo inscribiera en la tradition de Hernandez y de Ascasubi. Las razones de esa adscripcion no eran solo formales: se t r a t a b a de tres conspiradores y Ascasubi habi'a sido combatiente contra Rosas. 1 5 De esta manera, si bien puede admitirse que ya desde los aiios veinte, y quizas antes, el "tenia" de Rosas estaba incorporado a la cultura argentina, es menos sencillo de probar que ello fuera fruto o hubiera devenido en una contramemoria, que tal contramemoria encontrara un correlato preciso en la production de los intelectuales yrigoyenistas, y que ella hubiera significado el "nacimiento" del revisionismo. Retornando, entonces, a la cita con que se abre este apartado, podemos preguntarnos que revisionismo era el que Borges sostenfa no haber podido presentir en 1922. Parece evidente que no se t r a t a del que Carbia reclamaba en 1918, mos abordado estas cuestiones en Historia y politica en los aiios treinta. Comentarios en torno al caso radical, Bs. As., Biblos, 1991. Nos permitimos remitir tambien a nuestro capftulo titulado "Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional", en Cattaruzza, Alejandro (dir.), Crisis economica, avarice del Estado e incertidumbre politica (1930-1943), Bs. As., Sudamericana, 2001. 15. Vease Ateneo Radical Bernardino Rivadavia, El radicalismo americanista de Yrigoyen, Bs. As., 1933, p. 36. El prologo de Borges a El Paso de los Libres puede consultarse en la edicion que publico oiiginalmente La boina blanca, en 1934.
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ni de la vision favorable a Rosas que Ravignani, en 1927, ofrecia en una revista en la que compartia el Consejo Directivo con Ibarguren y con Borges mismo. El revisionismo que en 1969 Borges decia no haber previsto era el que, en la segunda mitad de la decada de 1930, salio a buscar su lugar como grupo en el mundo cultural a r g e n t i n e
"Pero i q u e e r a m o s n o s o t r o s e n realidad?" (los afios t r e i n t a ) 1 6 Hacia 1930, Carlos Ibarguren publicaba y vendi'a con gran exito su Juan Manuel de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo; cuatro afios mas tarde, Julio y Rodolfo Irazusta presentaban Argentina y el imperialismo britdnico, un estudio en el que el tvamo dedicado a la historia era breve, pero que ofrecia algunos de los enfoques que los revisionistas harian suyos; ese mismo ano se organizaba la Comision por la Repatriation de los Restos de Rosas. En 1936, a su vez, Julio Irazusta publicaba, con el sello de la editorial Tor, su Ensayo sobre Rosas; las instituciones revisionistas que serian las mas duraderas se fundaron dos afios despues: el Instituto J u a n Manuel de Rosas de Investigaciones Historicas fue creado en 1938, subsumiendo a un grupo santafecino similar. Poco despues lanzaba su Revista. Una vez fundado el Instituto, resulto sencillo identificar a sus miembros mas notorios: Manuel Galvez, Ramon Doll, los hermanos Irazusta, Ernesto Palacio, Ricardo Font Escurra, entre otros. Menos simple es, en cambio, detectar los rasgos comunes que presentaban sus interpretaciones: la revindication de los gobiernos de Rosas era compartida, aunque como senalamos eran varias las imagenes de Rosas que se propom'an. Y si bien los planteos que hacian del gobernador de Buenos Aires un defensor de la soberania y el 16. Se t r a t a de u n a f'rase de Ernesto Palacio, en La historia falsificada, p. 31 de la edicion que publico Pefia 1/illo en 1960. La version original es de 1939.
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forjador de la unidad nacional estaban muy extendidos, el propio Institute, en el primer niimero de su Revista, reconocia en un arti'culo de Ramon Doll la existencia de lo que 11amaba una "derecha rosista" y u n a "izquierda rosista", e intentaba tomar distancia de ambas: Nadie puede asegurar que Rosas corporice tal o cual sistema politico. La derecha rosista puede decir que Rosas es el argumento para la instalacion de un gobierno fuerte; sin embargo podn'a contestarsele que el argumento extrafdo de las mismas afirmaciones interesadas de los enemigos de Rosas puede tener su misma inconsistencia y ademas su misma falta de probanzas. La izquierda rosista puede afirmar que Rosas es una encarnacion del sistema democratico, jefe de las m a s a s federales y taumaturgo demagogico de la negrada y el gauchaje; i,que valdn'a todo esto, si efectivamente es cierto, para informar un credo politico con el ejemplo de aquel Cesar? 1 7 En una li'nea argumental similar, Manuel Galvez sostenia en 1940, en el prologo de la Vida de don Juan Manuel de Rosas: "Considero gravemente equivocada la actitud del antirrosismo que, con el fin de perjudicar a Rosas, pretende vincularlo con las actuales dictaduras europeas. En igual error han incurrido algunos rosistas —que a la vez son nacionalistas y simpatizantes de Alemania—, los cuales m a s tienen de poh'ticos que de historiadores". 1 8 Ambas citas remiten a la dificultad del intento revisionista: sin abandonar el afan de instalarse en el terreno de 17. Cfr. Revista del Instituto J. M. de Rosas de Investigaciones Historicas, Bs. As., afio 1, N5 1, 1939, p. 48. En un sentido similar se pronunciaba Ricardo Font Ezcurra, en "La Historia instrumento politico", aparecido en el Ng 4 de la revista, die. 1939. (En adelante, citada como Revista del Instituto Rosas). 18. Cfr. Galvez, Manuel, Vida de don Juan Manuel de Rosas, Bs. As., Tor, 1940, p. 15.
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los historiadores, los revisionistas registraban la posibilidad de utilization mas plenamente poh'tica de sus planteos, y si en ocasiones la asumian y la alentaban, en otras t a n t a s se inclinaban a imponer u n a suerte de distancia academica con ella. Compartiendo, como lo haci'an al menos declamatoriamente, las concepciones que los demas historiadores proponi'an acerca de como debfa desarrollarse la reconstruction del pasado, y compartiendo ademas la idea de que la investigation y la ensenanza de la historia tenfan una "funcion social" que era la afirmacion de la nacionalidad, aun cuando se t r a t a r a de una nacionalidad fundada en otros principios, los revisionistas manteni'an u n a position inestable entre aqueUos dos polos, el de la production historiografica y el de la poh'tica. Solo lentamente se apropiaron de una formula que, planteada por Ernesto Palacio hacia 1939, permiti'a aplazar ese conflicto: lo que estaba en entredicho, pasaron a sostener, era el sentido ideologico de una tradicion que pudiera llamarse national. 1 9 Pero tambien las instituciones de la historia profesional, en su reception de la predica revisionista, revelaban lo incierto de la situation. Ricardo Zorraqui'n Becii, por ejemplo, asumfa la cuestion del revisionismo en un artfculo publicado en el Anuario 1940 de la Sociedad de Historia Argentina; sus opiniones parti'an del reconocimiento de ciertas coincidencias: El cultivo y la ensenanza de la historia deben considerarse un acicate energico en la formation de una conciencia national. Es claro que esta no ha de obtenerse mediante la ensenanza actualmente impartida entre nosotros, que no tiende a fijar u n a individualidad national sino a la exaltation de un sentimiento vagamente humanitario y cosmopolita, incubado en el positivismo liberal. La historia oficial oculta he19. Los planteos de Palacio pueden consultarse en La historia fahificada, Bs. As., Peiia Lillo, 1960, en particular p. 30 y ss. Sobre la ensenanza de la historia, veanse p. 38 y ss., y p. 48 y ss. La version oiTginal fue publicada en la Revista del Institute Rosas.
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chos y modifica circunstancias, y llega a tales extremos su dogmatismo que no admite la libre investigacion ni la interpretacion heterodoxa de los acontecimientos f...] Es contra esas imposiciones de la historia oficial que surge, en parte, la propaganda rosista. Luego de esta exposicion de las razones del revisionism s Zorraqufn Becii subrayaba "el caracter un tanto secundario o subordinado que se asigna a la investigation propiamente dicha" en la practica de sus historiadores, para agregar mas adelante: "El peligro que entraiia cultivar las disciplinas historicas con un prejuicio partidista I es] que inevitablemente ha de desnaturalizar su objetivo primario: la investigacion de la verdad. Ello, sin embargo, constituye un pecado comiin a gran parte de nuestra production". 2 0 Los planteos de Zorraqufn, por otra parte, vuelven a poner en evidencia que el enlace entre las dimensiones cientiTicas y patrioticas de la profesion de historiador era considerada natural; como Levene o Palacio, el autor no percibfa siquiera que hacer de la practica de la historia un "acicate energico en la formation de u n a conciencia nacional" era atribuirle una tarea politica que no se alineaba facilmente con aquel otro "objetivo primario", que era la investigation. Pero el revisionismo acostumbraba rechazar la cri'tica acerca de la supuesta subordination de su tarea cientifica a motivos partidistas. Tambien en 1940, Hector Llambias proclamaba que "sobi-e los hechos mismos quedan pocos puntos por esclarecei - ". Al mismo tiempo, el autor sostenia que "se podri'a pensar que la revision pretende servir a otra tendencia politica, la antiliberal y tradicionalista. Sin embargo, es facil comprobar que la rehabilitacion de Rosas se produce como consecuencia de trabajos objetivos, de simple investigacion". La conclusion era contundente: "La causa de Rosas esta cientificamente ganada". 2 1 Parece evidente, entonces, que 20. Cfr. Sociedad de Historia Argentina, Anuario 1940, Bs. As., 1941, pp. 110-119 21. Cfr. Revista del Institute Rosns, N5 5, julio 1940, pp. 3-4.
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cuando menos en la version de Llambfas la objetividad volvia a convertirse en la clave de la production de un discurso cientifico sobre el pasado, que permitiria alcanzar un conocimiento verdadero. Asi, dispuestos a librar una gran batalla cultural, los revisionistas decian conseguir triunfos cientificos, imprescindibles pero menos resonantes. Mientras planteaba sus frentes de polemica que, como hemos indicado en el capitulo anterior, fueron asumidos inicialmente por ?1 resto de las instituciones historiograficas sin demasiado escandalo, el revisionismo disenaba un adversario. El ejemplo de la Historia de la Nation Argentina dirigida por Levene, cuyos primeros tomos aparecieron en 1936 y que fue conveitida por el revisionismo en el monumento de la que llamaba la historia oficial, es evidente. Los elencos convocados incluian a miembros de muchas asociaciones, los planteos sobre algunos asuntos eran abiertamente contradictories y h a s t a la misma concepcion de la obra impedia por extension y fragmentacion la existencia de un lector de conjunto. Mientras construia un adversario homogeneo, el revisionismo se daba unidad a si mismo; asi, la invencion y difusion de la imagen que planteaba la existencia de u n a lucha entre la "historia oficial", un bloque sin fisuras, y sus impugnadores, otro conjunto que se pretendia unifoime, fue quizas el triunfo m a s importante del primer revisionismo. A su vez, ni el rosismo ni las relaciones con el nacionalismo acarrearon consecuencias serias, en lo que hace a su participacion en el campo intelectual, para los revisionistas mas conocidos, al menos hasta los anos finales de la decada de 1930. Ernesto Palacio y Julio Irazusta escribieron en Sur, la revista de Victoria Ocampo, luego transformada por el nacionalismo en el paradigma de los sectores intelectuales somelidos al imperialismo. La trayectoria de Victoria Ocampo, que en 1934 viajaba a Italia invitada por las instituciones culturales fascistas, tambien puede tomarse como ejemplo de lo confuso del panorama. 2 2 Irazusta participo, junto a Pala22. Vease Gramuglio, Maria Teresa, "Posiciones, transformaciones...", p. 365.
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y a Ramon Doll, del "Primer debate de Sur", celebrado en 1936, y escribio en la revista h a s t a 1938, avanzada ya la Guerra de Espafia; su Hbro Adores y espectadores fue publicado en 1937 por la editorial. Palacio traducfa, por esas fechas, los libros de Andre Gide que editaba Sur. Manuel Galvez, por su parte, segui'a siendo un escritor exitoso en lo que hace a las ventas, Carlos Ibarguren, que no formo en el Instituto Rosas, era presidente de la Academia Argentina de Letras, e integro la delegation argentina a la reunion de los Pen Clubs celebrada en Buenos Aires en 1936, junto al propio Galvez; su libro sobre Rosas habi'a recibido el Premio Naciohal de Literatura en 1930. Ibarguren habi'a sido profesor en la Facultad de Filosofia y Letras y desde 1924 era miembro de la J u n t a de Historia y Numismatica. Ibarguren denunciaria mucho despues una conjura del poder contra el nacionalismo, que habria tenido lugar en los mismos anos en que el era presidente de la Comision Nacional de Cultura, en la segunda mitad de la decada de 1930. 2 3 Julio Irazusta, por otra parte, fue distinguido en 1937 con el Premio Municipal de Literatura. Los futuros miembros del revisionismo disponfan asi de los instrumentos de legitimation en el campo intelectual: participation previa, reconocimiento de las instituciones, premios otorgados y recibidos, apellidos prestigiosos, relaciones con el poder, exitos de venta. H a s t a el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las crfticas, que existieron, no modificaron la situation. Queda asi fuertemente cuestionada la interpretation que hacia del revisionismo un movimiento intelectual disruptivo y marginal, o un (rente de jovenes rebeldes: muchos de ellos ocupaban lugares relativamente comodos en el universo de los intelectuales. El revisionismo, por el contrario, se organizo en torno de uno de los nucleos de la cultura admitida, que desde hacia tiempo exhibia una muy clara vocation conservadora, y la tolerancia del mundo cultural demuestra que el no se hallaba articulado alrededor de un uni23. Vease Ibarguren, Carlos, La historia que he vivido, Bs. As., Dictio, 1977, p. 625. La primera edicion de la obra es de 1955.
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co eje liberal-democratico. El revisionismo tuvo, no obstante, una posicion mas debil en las instituciones de la historia profesional, que de todas maneras no los exclui'an del todo. 2 4 Las relaciones del grupo con el mundo de la poh'tica, tanto con el Estado como con los partidos, eran multiples. En 1938, en ocasion del centenario de la defensa de la isla Martin Garcia, el Instituto Rosas organizo una ceremonia a la que concurrieron representaciones de los ministerios de Marina y de Ejercito, de la Presidencia y de la Gobernacion de Buenos Aires, a si como delegaciones del Circulo Militar y del Centro Naval. Un ano mas tarde, la Revista convertia en un "verdadero acontecimiento pedagogico" la aprobacion, por parte de las autoridades educativas de la provincia de Buenos Aires, de una guia didactica que indicaba que Rosas habia impuesto orden in tern o, defendido la soberania y consumado, de hecho, la unidad nacional. 2 5 Pequefias, a pesar de la exageracion revisionista, victorias que durante la gobernacion de Fresco se sucedi'an con alguna frecuencia. Asf, por ejemplo, Justiniano de la Fuente, funcionario provincial, en un discurso pronunciado luego de una "caravana de la argentinidad" que tuvo lugar en La Plata en 1939, lograba organizar un panteon en el que figuraban Moreno y los revolucionarios de Mayo, San Martin, Rivadavia, Sarmiento, y tambien J u a n Manuel de Rosas. 2 6 En el nivel nacional, en esos mismos anos, hombres del nacionalismo cercanos a los revisionistas ocupaban tambien algunos cargos importantes: Octavio S. Pico,.miembro del grupo de La Nueva Republica, y luego de la catolica Criterio, ministro de Uriburu, fue designado presidente del Consejo Nacional de Education por Justo. A comien24. Sobre esta cuestion, remitimos al capi'tulo anterior. 25. Cfr. Revista del Instituto Rosas, N8 1, 1939, pp. 150-151. Agradecemos la information sobre esta nota, asi como otros datos, a Carolina Apecetche. 26. En Senado de Buenos Aires, Dia de la Tradition y Monumento al Gaucho. Antecedentes legislativos, La Plata, 1948, p. 12. En el ultimo capi'tulo de este libro se hace i-eferencia nuevamente a este discurso, aunque en funcion de otros problemas.
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zos de los anos cuarenta, el secretario de ese Consejo era Alfonso de Laferrere, tambien antiguo integrante de La Nueva Republica y jefe de la Liga Republicana, hacia 1929. De todas maneras, el nacionalismo se fue apropiando de la figura de Rosas solo lentamente; en los primeros anos de la decada, gustaban en cambio hablar de tres etapas libertadoras: Mayo, Caseros y Septiembre. Haciendo evidentes las cercanias con una tradition que era tambien "liberal", vefan en su adversario Yrigoyen a Rosas, y convertian a Uriburu en el Lavalle de la hora, cuando no en San Martin. 2 7 Si bien los contactos mas firmes del revisionismo se daban con las formaciones nacionalistas. el sistema de relaciones del grupo incluia agrupaciones radicales, no solo yrigoyenistas, sino tambien a hombres de la Union Cfvica Radical Antipersonalista y del llamado alvearismo. que llegaron a participar de las instituciones revisionistas. De la existencia de esta red que excedi'a al nacionalismo tradicional y a FORJA puede dar cuenta el derrotero politico de Julio lrazusta, quien hacia 1937 se incorporaria a las filas de la UCR. Esta experiencia, aunque breve, le permitio compartir la trinchera poh'tica con Emilio Ravignani. 2 H El analisis de la empresa revisionista permite, de este modo, proponer algunas consideraciones mas amplias. Los varios frentes en que el revisionismo se lanzo a actuar —el de las instituciones de historiograficas, el de la cultura, el de la poh'tica— no eran, en la segunda mitad de los anos treinta, mundos ordenados en los que prolijos adversarios chocaban alrededor de un enfrentamiento central. Hemos senalado ya que no era este el modo en que la historiografia funcionaba; tampoco lo hacian asi los demas escenarios en los que el revisionismo intervino. Las tradiciones ideologicas y los blo27. Vease Finchelstein, Federico, "Fascismo, nacionalismo y concepcion de la historia. El mito de Uriburu y la memoria del primer golpe de Estado argentino", en Reflejos, Universidad Hebrea de Jerusalen, 2002, p. 121. 28. Cfr. lrazusta, Julio, Memorias. Historia de un historiador a la fuerza, Buenos Aires, Eca, 1975, pp. 231-238.
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ques politicos no estaban tan claramente definidos como se ha supuesto con frecuencia; abundaban en el las zonas grises, los cambios veloces de posicion, las incertidumbres. La imagen heredada planteaba un ajustado alineamiento entre tradiciones, visiones del pasado y formaciones politicas: al liberalismo, conservador o democratico, le corresponden'a la "historia oficial"; al nacionalismo, de elite o populista, el revisionismo. Radicales alvearistas, conservadores progresistas, la izquierda en conjunto, formarian en el primer bando, mientras que forjistas y nacionalistas, en el segundo. Este esquema resulta insuficiente y no logra dar cuenta de demasiadas circunstancias: el llamado liberalismo toleraba a los rosistas, la izquierda comunista entendfa en 1934 que Rosas, San Martin y Alberdi eran merecedores de la misma condena, los futuros forjistas se filiaban con Urquiza. 2 9 Es, por el contrario, una radical heterogeneidad lo que caracteriza el debate politico y cultural de los afios treinta; solo a comienzos de los afios cuarenta aquellas correspondencias comienzan a estabilizarse. Una interpretacion que abandonara la pretension de descubrir alineamientos firmes podn'a, quizas, explicar episodios que desde otra perspectiva parecen extravagantes. Jose Maria Rosa, por ejemplo, escribi'a a Faustino Infante, diputado por S a n t a Fe, hacia 1941: "Usted, senor diputado, hablo de Rosas en el Congreso. La incomprension ambiente o la tergiversation interesada no supo apreciar en todo su valor ese gesto de patriotismo. Pero sepa usted y sepan quienes siembran un confusionismo que preferimos suponer inconsciente a inconfesable, que muchos argentinos de toda la republica estamos con usted". El diputado, que defendio las acciones revisionistas en u n a sesion del Congreso dedicada al debate sobre las llamadas actividades antiargentinas, habfa comenzado su intervention senalando que hablaba a titulo personal, y no en representation de su bloque: Infante, miembro de la J u n t a Filial Rosario de la Academia Nacional 29. Hemos examinado estas cuestiones en "Descifrando pasados...", op. cit.
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de la Historia, era diputado por la Union Civica Radical Antipersonalista. 3 0 ";Era en Octubre, y p a r e c i a Mayo!" (1945-1955) 3 1 Parece innecesario recordar que la irruption del peronismo provoco un reordenamiento de gran profundidad en los ambientes pob'tico-culturales argentinos. Los partidos sufrieron casi en su totalidad, entre 1945 y 1947, y aun despues, un proceso de quiebre alrededor de la cuestion del apoyo o la resistencia al nuevo fenomeno: es un dato conocido el de los dirigentes conservadores, socialistas, comunistas, radicales, nacionalistas que adhirieron al peronismo, asf como el de aquellos que se constituyeron en opositores firmes. Entie los intelectuales, al menos entre aquellos que luego gozarfan de mayor prestigio, las dificultades del peronismo para conseguir adhesiones ban sido senaladas en mucbas ocasiones; sin embargo, tambien ellos se dividieron por aquellos anos. Instalado en el cruce de la historiografi'a, la poh'tica y la cultura, el revisionismo no escapo al impacto de la nueva situation. 3 2 El Instituto Rosas se vio sacudido, bacia 1950, por un conflicto interno que acabo con el alejamiento de Julio Irazusta, quien mucbo tiempo despues explicara el disenso en terminos de bombres afectos al gobierno enfrentados con los opositores. 3 3 30. Cfr. Revista del Instituto Rosas, N
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El analisis de las relaciones entre el primer peronismo y el revisionismo, y el de la mas amplia cuestion de las imagenes peronistas del pasado reclama, dado el estado de la investigacion, 3 4 volver a poner en claro el conjunto de preguntas que desean responderse. Si se t r a t a de saber si existieron revisionistas que apoyaron al peronismo de mediados de los anos cuarenta, o peronistas que adoptaran la lectura revision i s t s sobre el pasado nacional, esta fuera de toda duda que la respuesta es afirmativa. Entre otras circunstancias, Quattrocchi ha destacado el caso de un grupo de diputados encabezados por John W. Cooke, que era de todas maneras minoritario. 3 5 Ernesto Palacio, a su vez, fue diputado peronista, al igual que Joaquin Diaz de Vivar, revisionista aunque procedente del radicalismo oficial. Vicente Sierra se sumo tambien al movimiento. ' Pero existieron, simultaneamente, revisionistas que se instalaron en la oposicion, como Julio Irazusta, y debe ademas tenerse en cuenta que otros historiadores, como Jose Torre Revelo -—miembro de la "nueva escuela" desde los primeros tiempos—, Ricardo Piccirilli —academico desde 1945—, o Leoncio troves de la politico., discurso pronunciado al incorporarse a la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1971. Se trata de una separata del Boletin de la ANH, vol. XLIV. 34. Buena parte de la bibliografi'a que hemos citado para el revisionismo asume la cuestion; tambien han aportado argumentos, en ocasiones indirectos, Ciria, Alberto, Politico, y cultura popular: la Argentina peronista, Bs. As., Ediciones de la Flor, 1983; Svampa, Maristella, El dilema argentina: civilization y barbaric., Bs. As., El Cielo por Asalto, 1994; Plotkin, Mariano, "Rituales poh'ticos, imagenes y carisrna: la celebracion del 17 de octubre y el imaginario peronista 1945-1951", en Torre, Juan Carlos (comp.), El 17 de Octubre de 1945, Bs. As., Ariel, 1995; y Manana es Sa?i Peron. Propaganda, rituales politicos y educacion en el regimen peronista (1946-1955), Bs. As., Ariel, 1995; y Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria..., op. tit, entre otros. 35. Vease Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria..., op. tit., p. 302.
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Gianello —academico desde 1949— se aproximaron al nuevo movimiento y fueron funcionarios en distintas areas. Gianello expresarfa opiniones elogiosas hacia la poh'tica educativa del gobierno peronista en su estudio sobre la ensenanza de la discipline en el pais, y Torre Revello, en 1951, fue nombrado presidente de la Comision Nacional de Museos y Monumentos Historicos. El propio Ricardo Levene, se h a sugerido, tuvo una relation apacible con el peronismo, al menos h a s t a 1952, cuando se sancionaron los decretos que reglamentaron la ley de reorganization de las Academias. Un caso dificil de encuadrar si se utilizan los modelos tradicionales es el de Diego Luis Molinari: hombre principal de la "nueva escuela", que miraba con simpatia al federalismo, yrigoyenista y luego peronista.'^' La universidad, donde se habian producido cesanti'as y renuncias en los primeros afios del peronismo, no fue el escenario de un masivo desembarco revisionista en las areas dedicadas a los estudios historicos. Una mirada a otras instituciones que, ya en las decadas anteriores, se dedicaban a actividades relacionadas con la historia, sugiere una marcada continuidad entre una y otra etapa. El Museo Mitre, por ejemplo, recibfa un subsidio especial en 1948 y ese mismo aiio ponia en marcha su revista; el Instituto Rosas no se beneficio con tales atenciones. En 1951, el senador nacional Juan de Lazaro, peronista, con trayectoria en la estructura de la historia universitaria desde fines de los anos treinta, logTaba en un discurso pronunciado en el Museo asociar a Mitre con su movimiento: "el espiritu de Mitre", decia, "sobrevive porque encarno ideaies argentinos que son eternos", para agregar luego que "el secreto de su genio" esta "en su alma encendida 36. Vease Gianello, Leoncio, La ensenanza de historia en la Argentina, Mexico, Instituto Panamericano de Geografi'a e Historia, 1951, p. 17, entre otros. Acerca de la actuacion de Levene, consultese Martha Rodriguez, "Cultura y educacion bajo el primer peronismo. El derrotero academico-institucional de R. Levene", en Pagano, Nora y Rodriguez, Martha (comps.), La historiografia rioplatense en la posguerra, Bs. As., La Colmena, 2001. Sobre Molinari, vease Pagano, Nora, "Olvidar y recordar una historia de vida. El caso de D. L. Molinari", en la misma obra.
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de fe, poseida de la creencia en el dogma de la victoria ultima de la justicia [...], de l&justicia social como sintesis de la libertad, la verdad y la belleza". 37 Antonio Castro, subsecretario peronista de Cultura, presidente de la Comision Nacional de Cultura, ex director del Museo del Palacio San Jose y luego del Museo Historico Sarmiento, destacaba en un folleto oficial de distribucion gratuita fechado en 1954 que Urquiza y Sarmiento, dos "paladines argentinos", sehabfan reencontrado en ocasion del "glorioso aniversario de la batalla de Caseros". En octubre de 1947, el Poder Ejecutivo lo habi'a designado miembro de la comision encargada de los trabajos preparatories para erigir un monumento a Sarmiento en San J u a n . La publication de aquel folleto se instalaba, exph'citamente, en la senda que el Segundo Plan Quinquenal indicaba en su apartado Cultura Historica, que promovia "la divulgacion y difusion de las obras de caracter historico que concurran a consolidar la unidad espiritual del pueblo argentino". 3 8 Nada que no haya sido planteado desde los anos veinte. 37. Pueden consultarse sobre la situacion en la Universidad: Buchbinder, Pablo, Historia de la Facultad de Filosofia y Letras, Bs. As., Eudeba, 1997, pp. 161 y 166 y ss.; y Mangone, Carlos y Jorge Warley, Universidad y peronismo, Bs. As., CEAL, 1984. La mencion del subsidio, en Revist.a del Museo Mitre, Subsecretaria de Cultura-Comision Nacional de Museos y Monumentos Historicos, N 9 1, 1948, pp. 118-119; las citas de De Lazaro, en la misma publicacion, N- 4, 1951, p. 109. Las cursivas son del original. Mariano Plotkin h a citado u n a intervencion del diputado peronista Oscar Albrieu que, en 1946, sostenfa que el peronismo habria sido morenista en 1810, sarmientino en 1860 e yrigoyenista en 1916. Vease Plotkin, Mariano, "Rituales poh'ticos, imagenes y carisma: la celebracion del 17 de octubre y el imaginario peronista 1945-1951", en Torre, J u a n Carlos (comp.), El 17 de Octubre de 1945, Bs. As., Ariel, 1995, p. 184, nota 22. 38. Cfr. Castro, Antonio, Sarmiento y Urquiza. Dos caracteres opuestos, unidos por el amor a la Patria, Ministerio de EducacionComision Nacional de Museos y Monumentos Historicos, Bs. As., 1954, p. 7. La cita del Plan Quinquenal, en la misma obra. Los datos sobre el monumento a Sarmiento, en Personalidades de la Argentina, Bs. As., Veritas, 1948, p. 203.
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Los revisionistas que pasaron a apoyar al peronismo se hallaron, de este modo, con que buena parte de la dirigencia v de los funcionarios del movimiento elegia otra tradicion. ]\T0 solo lo hacfa el senador de Lazaro, historiador, o Castro, director de museos, sino que Miguel Tanco, radical yrigoyenista jujeno, ajeno a cualquier forma de actividad historiografica, habi'a declarado en la campana electoral de 1946 que, siendo "liberal e individualista", no podi'a compartir la "sordida desconfianza" que ante el capital extranjero manifestaban "los xenofobos, que suenan con el retorno a la Vuelta de Obligado y con las chuzas de tacuara". 1 ^ 9 Es posible, entonces, retornar a la cuestion del lugar que la reivindicacion de Rosas tenia en el conjunto de principios "doctrinarios". en la accidn estatal. e incluso en el imaginario peronista. A pesar de la predica de parte de la oposicion. en especial del Partido Socialista. que insisti'a en hacer de Peron un Rosas actualizado a traves de libros y caricaturas. 4 0 sobre la existencia de tal lugar no hay nuevas evidencias empiricas que resulten convincentes; hechos conocidos desde hace tiempo recuperan asi su dimension. El caso de los nombres impuestos a los ferrocarriles nacionalizados es uno de ellos: el gobierno decide lo que a ojos revisionistas debe haber resultado casi una provocacion. Los nombres mas destacados de la tradicion llamada liberal eran ubicados junto a los del "padre de la Patria" y Belgrano, un indiscutido. En los m a n u a l e s escolares no se detecta, a su vez. indicio alguno de inclinacion al rosismo; la referencia es en cambio siempre s a n m a r t i n i a n a . 4 1 Es probable que 39. La cita, en el diario Democracia, del 18 de enero de 1946. p. 3. 40. Vease Gene, Marcela, Un mundo feliz. Representaciones de Ion trabajadores en la propaganda del primer peronismo (1946-1955), tesis presentada en la Universidad de San Andres, Bs. As., 2001, en particular, p. 112 y ss. Puede consultarse tambien la version que, eon el nvismo tftulo, fue publicada como Documento de Trabajo N'1 24 por la misma universidad. Un ejemplo en Ginzo, Jose A., Que en, que pretende, que oculta el llamado revitsionismo historico, conferencia de 1951 publicada en 1952 en Bs. As. por Pensamiento Libre. 41. Plotkin y Ciria han senalado este hecho en las obras citadas.
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el propio Ernesto Palacio advirtiera la situacion, ya que en 1954 publicaba un manual para escuela secundaria, poco despues de p r e s e n t a r su Historia de la Argentina, la pi'imera version revisionista organica del proceso historico nacional. Tampoco la imagen del trabajador, en la propaganda peronista. apelo al repertorio revisionista, aunque se permitfa referencias gauchescas y h a s t a evocaciones de los conquistadores. 4 2 La "declaracion de la independencia economica" en Tucuman y la celebracion el Ano del Libertador se alinean tambien en el mismo sentido. asf corao la que al parecer fue u n a definicion tajante de Evita, segun Eduardo Colom, en ocasion de una campaha rosista impulsada por su diario La Epoca: "Vos no podes hacer esa campaha que hiciste. antiurquicista, porque el peronismo es urquicista, y no vale la pena dividirlo o hacer la division de revisionismo historico con los que estan con Rosas o contra Rosas". 4 3 A Leopoldo Marechal, por su parte, "Octubre" le parecfa "Mayo": en un poema que comenzaba, precisamente, con una evocacion del "pueblo de Mayo", que "ganara un dia su libertad al filo del acero", el antiguo poeta de vanguardia devenido peronista encontraba una continuidad entre aquellas multitudes imaginarias y las que se habfan movilizado en las jornadas de 1945. AA En lo que hace el revisionismo, el otro extremo de esta relacion, h a senalado Julio Stortini, luego de un examen de la Revista, y el Boletin, que "en el caso de haber habido una peronizacion del Instituto esta no se reflejo en sus publicaciones". Agrega el autor que "en ocasiones propicias como las 42. Veafe Gene, Marcela, op. at., pp. 113-114. 43. La version ofrecida por Colom, tomada del Proyecto de Historia Oral, Instituto T. Di Telia, ha sido evocada en Plotkin, Mariano, Mahana es San Peron..., op. cit., p. 328. Vease tambien Sicilia, Juan Jose, De liadas y duendes. El mundo encantado de Mund.o Peronista, ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Historia de Revistas y Publicaciones Periodicas, Escuela de Histoi"ia, Universidad Nacional de Rosario, 2001. 44. Se trata del poema con que abrimos este apartado.
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campafias contra la celebration del Pronunciamiento de Urquiza, de Caseros o en oportunidad de que Peron e n t r e g a r a al Paraguay los trofeos de la guerra de la Triple Alianza, no hubo alusiones expresas favorables al gobierno o intentos de trazar una continuidad entre Rosas y Peron". 45 El cuadro indica, asf, que el rosismo no formaba parte del conjunto de posiciones oficiales compartidas por el peronismo, proclive en cambio a instalarse en una tradition mas clasica, cuando menos en lo que hace a las figuras elegidas para la conmemoracion y el homenaje. Desde ya, muchas de ellas fueron resignificadas, atribuyendoles proyectos y actitudes que el peronismo consideraba virtuosas. Procedimientos de este tipo fueron corientes y no solo patrimonio del peronismo: Rojas habfa construido una imagen de San Martin diversa de la estatal, el uriburismo habfa hecho de Lavalle uno de sus heroes, la figura del gaucho ofrecida por el revisionismo lo transformaba en un gaucho rosista, m i e n t r a s que otros grupos lo imaginaban combatiendo contra la "dictadura". Por detras del proceso de resignificacion, sin embargo, el panteon peronista tenia mucho de tradicional. La adhesion del revisionismo al peronismo fue parcial y distante; simultaneamente, el peronismo albergo a historiadores que provenfan de grupos diversos. Parece entonces excesiva la opinion que hace del primer peronismo el "domicilio" del revisionismo, asi como la que sostiene que el revisionismo "termina por tenirse de peronismo", al menos h a s t a 1955. 4 6 Es que aquf, como en muchas otras areas, el primer peronismo se permitfa admitir la e l a boration de individuos que exhibfan distintos perfiles ideolo45. Vease Stortini, Julio, "La production historiografica revisionista durante el primer peronismo: el Instituto de Investigaciones Historicas Juan Manuel de Rosas", ponencia presentada en las Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Salta, 2001, pp. 13-14. 46. Ambos planteos son efectuados por Diana Quattrocchi, en Los males de la memoria..., op. cit., pp. 283 y 287. Toda la tercera parte de la obra esta dedicada a estos temas.
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gicos, y trayectorias previas que los vinculaban a multiples circuitos intelectuales, mientras fuera claro el apoyo a la gestion presidencial; en este sentido, lo que importaba era el presente. Palacio no habia sido diputado en virtud de su revisionismo, ni J u a n de Lazaro habia ocupado su banca de senador gracias a su mitrismo. Rodolfo Puiggros, antiguo miembro del Partido Comunista sumado a quienes respaldaban al gobierno sin resignar su condicidn de marxista, por ejemplo, expresaba esa actitud en el prologo a la segunda edicion de Rosas el Pequeiio, aparecida en 1953. Alii, el autor formula dos lineas de critica a quienes califica de "rosist a s militantes": 1. Su creencia en que los germenes de un capitalismo nacional en la esfera rural [...1 pudieran ser los origenes de un desarrollo autonomo del capitalismo argentino prescindiendo del mercado mundial, de la existencia del imperialismo y del progreso alcanzado por las naciones mas adelantadas de la epoca. Esta es pura utopi'a... 2. Su desconocimiento del doble papel que el imperialismo cumple a pesar de si mismo: si por una parte oprime, deformay exprime a los pai'ses poco desarrollados [...] por la otra se va en la necesidad de t r a s p l a n t a r su tecnica, incorporar sus capitales, crear clase obrera, estimular el capitalismo nacional, gestar los elementos opositores que conducen a la liberation economica de los pueblos explotados por los monopolios. Estas fuerzas [...] se desenvolvieron progresivamente desde la caida de Rosas h a s t a n u e s t r a epoca de revolucion nacional emancipadora, y son los pilares de esta revolucion. Luego de senalar estas areas de discusion con el revisionismo —que por otra parte no son secundarias, y que en la obra se despliegan sobre los planteos de Scalabrini Ortiz, Ibarguren e lrazusta, entre otros autores—, Puiggros h a r a explfcita aquella actitud que privilegiaba, en el ejercicio de reconocer aliados, la adhesion al gobierno antes que la coin-
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cidencia en las interpretaciones del pasado: "Estas divergencias I -J no impiden que afirmemos nuestra solidaridad con los admiradores —al igual que con los detractores— de J u a n Manuel de Rosas que asumen hoy una actitud clara y consecuentemente antiimperialista. Somos sus amigos y sus aliados en la revolution nacional emancipadora, del mismo modo que nos sentimos totalmente en contra de aquellos antirrosistas que \...] forman en las fllas de la contrarrevolucion...". 4 7 El criterio estrictamente politico era el que se imponfa. Halperin Donghi, opositor, integrante de los grupos intelectuales que habi'an permanecido fuera de la universidad, volvfa a anudar la historia y la politica a poco de caido el peronismo. En un balance de la historiograffa argentina, que vera atravesada por una crisis iniciada antes de 1945, sosteni'a que en "la tentativa de crear una cultura y u n a historiograffa consagradas a la mayor gloria del regimen, el peronismo habi'a hallado apoyos entre los revisionistas", sumando "ademas una suerte de tropa de reserva entre ciertos estudiosos adictos a la neutralidad erudita que habi'a sido la consigna de la Nueva Escuela Historica". 4 8
"Ya t o d o el m u n d o (casi t o d o ) era rosista..." (1955-1973) 4 9 En noviembre de 1955, un militante anonimo de la que pronto se llaman'a resistencia peronista copiaba a mano un 47. Cfr. Puiggros, Rodolfo, Rosas, el pequeiio, Buenos Aires, 1953, pp. 10-11. Hemos analizado esta intervention de Puiggros en Cattaruzza, Alejandro, "Una empresa cultural del primer peronismo: la revista Hechos e Ideas (1947-1955)", en Revista Complutense de Historia de America, N 9 19, Madrid, 1993. 48. Cf. Halperin Donghi, T., "La historiografi'a argentina en la hora de la libertad", en Sur, N 9 237, nov.-dic. 1955, pp. 114-115. 49. Se t r a t a de declaraciones de Jose Maria Rosa en una entrevista celebrada en 1978, haciendo referenda a los anos sesenta. Cfr. Hernandez, Pablo J., ConversacioTies con Jose Maria Rosa, Bs. As., Colihue-Hachette, 1978, p. 150.
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reportaje a Peron publicado en Paraguay, en un esfuerzo per difundirlo. El documento terminaba con una exhortacion: "Haga copia de estas declaraciones de Peron y divulguelas entre la clase trabajadora". Firmaba el texto "Martin Miguel de Guemes, Jefe Espiritual de los Milicianos de Peron". Ni Rosas, ni un caudillo favorito de los revisionistas, sino un lider militar de tropas gauchas durante la guerra de independencia, admitido en el panteon tradicional. Sin embargo, poco mas tarde, en 1957, tenia lugar la "conversion" piiblica del propio Peron al revisionismo, en el texto titulado Los vendepatrias; alli, el ex presidente asumia la dimension cultural del enfrentamiento que estaba en marcha, concediendo que la filiacion planteada por los golpistas de 1955 con la "linea Mayo-Caseros" era efectivamente cierta, y atribuyendo al peronismo otra tradition, que encontraba en Rosas uno de sus centros. Asi, la adscripcion a esa imagen del pasado era funcional al objetivo de Peron: distinguirse aun mas de sus enemigos, dotando de un sentido historico al combate presente. Hacia noviembre de 1963, el "Comando Rosario" del Movimiento de la Juventud Peronista publico un breve folleto titulado Nosotros y Sarmiento, en el que se explicaba la voladura de varios bustos de Sarmiento apelando a citas de autores revisionistas y hasta del propio J u a n Bautista Alberdi. Aquellos militantes enlazaban sus luchas del dia con la reconsideration de la historia argentina, recurriendo a los razonamientos que, mucho antes, habian hecho circular los revisionistas. 5 0 Estos acontecimientos, de rango tan diferente, pueden 50. La citada "cadena" de la resistencia, asi como el folleto mencionado, se encuentran en nuestro archivo. Los planteos de Peron pueden verse en Los vendepatrias: las pruebas de una traicion, publicado en Caracas. Sobre estas dimensiones de las luchas politicas por el control deimagenes del pasado, para otros casos, vease Burke, Peter, Formas de historia cultural, Madrid, Alianza, 2000, cap. 5 y en particular p. 79, en la que se menciona un atentado del IRA, llevado adelante en 1966, contra una columna en homenaje a Nelson. Consultese tambien Baczko, Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Bs. As., Nueva Vision,
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s e r el sosten de un relato sumario de los procesos mas relevantes para la historia del revisionismo entre 1955 y 1975. Aquella lectura del pasado que un grupo reducido de intelectuales habi'a propuesto a fines de los anos treinta se transformaba en la interpretacion "oficial" que de la historia nacional realizaba un movimiento de masas, y en ese transito lograba, en general por fuera del aparato estatal, alcanzar una difusion imprevista, aunque anhelada desde hacfa tiempo. Algunos historiadores revisionistas, desde ya, continuaron una produccidn monografica con aspiraciones de erudicidn. Pero el hecho crucial para el revisionismo en este peri'odo, que fue la difusion de varios de sus planteos en amplios sectores no solo vinculados a la cultura letrada, tuvo como condicion de posibilidad un proceso desplegado en la arena poh'tica y social: la apropiacion peronista de su interpretacion, que esta vez no dejo lugar para el disenso. El combate social y politico se libraba tambien en el piano de la imaginacion de pasados que venian a legitimar, segiin se entendia, las posiciones presentes.
Varios de los fragmentos del repertorio revisionista —la recusacion de la tradicion poh'tica "liberal"; la denuncia de un complot contra los destinos nacionales, que se atribufa al imperialismo aunque se hubiera iniciado a comienzos del siglo XIX; mas adelante la impugnacion a aquello que se 11 am6 cada vez mas frecuentemente en los circulos universitarios modelo agroexportador— se integraron a la mirada que sobre el mundo lanzaba el peronismo, que a su vez reencontraba sus impulsos mas populares y jacobinos en el paso al llano y a la proscripcion. El peronismo ensayaba asi la segunda version de una operation que a pesar de ser imaginaria tenia efectos muy reales, y que ya habi'a intentado desde el poder. Ella consistia en e n t r a m a r su propio pasado con la historia de la nation desde el momento fundacional, pero es1991, p. 153 y ss. Datos sobre este y otros agrupamientos juveniles del peronismo, en la exhaustiva recopilacion de Baschetti, Roberto, Documentor de la Resistencia Peronista 1955-1970, Bs. As., Puntosur, 1988, p. 33.
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ta vez proponiendo u n a genealogia que lo emparentaba con los que vei'a como los perseguidos, los derrotados. En esta vision, ellos se alzaban u n a y otra vez para proseguir un cornbate mas que secular, que era el de la nacion entera, contra las minorias del privilegio que usurpaban el gobierno aliadas a alguna potencia extranjera. La imagen tenia, entre otras, la facultad de reforzar la instalacion en el lugar que casi todo el peronismo elegia ocupar por entonces: el de la mayoria desplazada de un poder que legitimamente le correspondia. El encuentro no dejaba de provocar disidencias en las filas del revisionismo. Por una parte, algunos miembros del grupo, y los auditorios que les eran fieles, tenian con el peronismo una relacion compleja y otros mas eran sus opositores; por otra, existfan revisionistas que preferian consolidar los aspectos estrictamente historiograflcos de su empresa, como Julio Irazusta, que finalmente sen'a incorporado a la Academia en 1971. Un ano antes, habia sido designado presidente del Instituto Rosas, que estaba reorganizandose desde 1968. 5 1 Las diferencias entre u n a estrategia que se queria academica y una de divulgation eran advertidas por los revisionistas, y ellas se traducfan en tipos de publicaciones diferentes. A mediados de 1958, se lanzaba el niimero 17 de la Revista, con un formato clasico: investigaciones, comentarios bibliograficos, reproduction de documentos. La estructura se repitio hasta fines de 1962, cuando aparecia el niimero 23. Entre 1968 y 1971, a su vez, se publicaron diez numeros del Boletin; el ultimo de la serie anterior habia entrado en circulation en julio de 1955. 5 2 En la "Re presentation" que abria la primera entrega del Boletin se sostenfa que "la victoria de la revision historica es un hecho por demas evidente: resta solo la 51. Vease Boletin del Instituto Rosas, segunda epoca, N9 9, mayo-sept. 1970, p. 22. 52. Vease Ramallo, Jorge M., La revista del Instituto Rosas (1939-1961). Noticia. indice y textos, Bs. As., Fundacion Nuestra Historia, 1984, p. 5.
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'escalada' final [...] que instaure oficialmente lo que es una conviccion argentina. Y nosotros venimos a cumplir la mision..."- El editorial continuaba con esta aclaracion: "De alii el nuevo ritmo que tendra esta segunda epoca: diriamos guardando los debidos respetos— que hemos perdido un poco, historiograficamente hablando, el empaque y la seriedad de los tiempos apostolicos". El revisionismo nuevamente se daba una "mision" y un instrumento que sabfa tan alejado de las publicaciones historiograficas clasicas: "No tendran cabida aqui ensayos de nivel rigurosamente cientifico —tarea que acampara en la Revista semestral del Instituto...—, pues estas paginas seran Historia a traves de trazos breves, rudos, definidos, actualisimos...". 5 3 Debe reconocerse que desde el pun to de vista de las caracterfsticas materiales del Boletin, el objetivo fue cumplido. En cuanto a las disidencias de indole poh'tica, Jose Maria Rosa explicaba hacia 1978 los sucesivos conflictos en el Instituto Rosas y su cierre momentaneo en funcion de los debates en torno al peronismo: Era la decada del sesenta [...] me resultaba dificil armonizar a los peronistas y antiperonistas que militaban [en el Instituto]. A cada momento se recibfan renuncias de viejos socios porque algiin entusiasta habia vivado a Peron en un acto publico. El rosismo se habi'a hecha popular, y se inclinaba naturalmente al peronismo, y eso no gustaba a los nacionalistas de viejo cuno firmes en su antiperonismo, sobre todo despues que cayo Peron [...] Los rosistas antiperonistas no acudian a las conferencias para no encontrarse con los peronistas. Y estos no tenfan interes en oir a oradores que no les hablaran de Peron ademas de Rosas. Acabe por cerrarlo, practicamente... 5 4 53. Cfr. Boletin del Instituto Rosas, segunda epoca, N" 1, julio 1968, p. 3. El destacado, en el original. 54. Cfr. Hernandez, Pablo J., Conversacion.es con Jose Maria Rosa, op. cit., pp. 150-151.
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La vieja conexion nacionalista, por otra parte, actuaba tambien, y ella estuvo por detras de las aproximaciones de algunos integrantes del grupo al Estado en tiempos de la dictadura de Onganfa. Es posible que, por caminos sinuosos, esa cercanfa estuviera lejanamente relacionada con la organizacion de las llamadas catedras nacionales en la universidad, que se convertirian finalmente en uno de los frentes de lucha contra el gobierno militar y sobre las cuales quedan pendientes estudios detallados. Como desde el momento de su creation, las instituciones revisionistas no se resignaban a abandonar sus empenos en construir lazos con el Estado; tal como se decia en el Boletin, el revisionismo anhelaba ser la otra "historia oficial". Las iniciativas del grupo incluyeron tambien empresas mucho menos organicas respecto de la unica institution revisionista tradicional, el Instituto, pero probablemente mas efectivas en la t a r e a de difusion. Se t r a t a b a de editoriales como Theoria, Sudestada, Pena Lillo, Pampa y Cielo, en los anos setenta Dictio, y a su izquierda, Coyoacan y Octubre, estas ultimas vinculadas a las organizaciones partidarias que, bajo distintas denominaciones, conformaron la Uamada izquierda nacional. Muchas de estas editoriales apelaban a una estrategia de difusion que en los anos veinte habi'an empleado con exito grupos de la izquierda, como el cercano a Claridad, y que ya en los treinta habi'an ensayado el nacionalismo: la venta en quioscos de ediciones baratas, algunas conformando colecciones periodicas como La Siringa, de Pena Lillo, que publicaba trabajos de Jorge A. Ramos, Arturo Jauretche, Fermi'n Chavez, Eduardo Astesano, J. M. Rosa y llegaba a reeditar La historia falsificada de Palacio. Varias de las obras de los revisionistas, tanto de los "historicos" como de los recien venidos, alcanzaron importantes cifras de ventas. La Historia Argentina, de J. M. Rosa (publicada en sus primeros ocho voliimenes entre 1963 y 1969), y los trabajos de J u a n Jose Hernandez Arregui, quien intentaba una reflexion mas filosofica, integrada no obstante al complejo revisionista, resultan buenos ejemplos de esta circunstancia. En 1963, iQue es el ser nacional?, publicado por Her-
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nandez Arregui tres anos despues del tambien difundido trabajo La formation de la conciencia national, era incluido por la revista Primera Plana en su lista de best-sellers, tal como seriala Teran." 5 Estos exitos del revisionismo formaban parte de un proceso mucho mas general de ampliacion —y probable modificacion— de los piiblicos lectores interesados en los temas historicos y polfticos. En torno a este punto ha sostenido el propio Teran que estos fenomenos "no involucraban solamente a la elite intelectual, sino que se dilataban h a s t a legitimar el aserto de que entonces se constituye un nuevo publico, y que en ese proceso iban a oficiar un papel central aparatos culturales tales como las nuevas editoriales, y especialmente Eudeba". 5 6 En la expansion de estos nuevos piiblicos, y en la tarea de hacer llegar su voz a ellos, quizas estos otros libros, no la Revista del Institute y ni siquiera el Boletin, hayan sido una herramienta notoriamente eficaz. La mencion de los exitos de ventas no explica, sin embargo, la apropiacion de las visiones revisionistas por parte de los piiblicos; en esa apropiacion, la clave se hallo en el peronismo. Alii no solo se verificaba la evocada conversion del propio Peron al revisionismo —acontecimiento que, en virtud de tipo de movimiento del que se trataba, era de un peso decisivo—, sino que el aparato sindical y partidario incrementaba una adhesion que se tornaba estridente. En el nivel de los rituales, la conmemoracion del combate de la Vuelta de Obligado, que los revisionistas iniciales habian realizado ya desde los anos treinta, se transformaba en actos claramente polfticos con la participacion activa de grupos peronistas. 5 7 En la misma linea, se imponian los nombres de los caudillos a locales y agrupaciones, e incluso algunas sedes del interior del 55. Vease Teran, Oscar, Nuestros anos sesentas. La formation de La nueva izquierda intelectual en la Argentina 1956-1966, Bs. As., Puntosur, 1991, p. 64. 56. Ibid., p. 76. 57. Todavi'a en 1982, el peronismo, lanzado a la campana electoral, celebraba una de sus mayores concentraciones en Rosario, el 20 de noviembre.
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Instituto Rosas se establecian en locales gremiales. La "memoria larga" del peronismo, en los afios sesenta, hacia de Rosas un jefe antiimperialista que conducfa las fuerzas "nacionales", integradas por el gauchaje y los demas grupos populares, los ganaderos saladeristas ligados a la production y los militares, incluso los antiguos unitarios que, abandonando la actitud facciosa, optaban por la nation, agredida por potencias extranjeras. La facilidad con que esta construccion podia "traducirse" al siglo XX, y mas precisamente al frente que el peronismo suponia constituir en si mismo, es evidente. 5 8 La expansion del revisionismo aparece asi e n t r a m a d a con la suerte de los dispersos y muchas veces contradictorios emprendimientos poh'tico-culturales del heterogeneo bloque peronista. Es probable que esa relation influyera en la reception del revisionismo por parte del mundo cultural argentine en los anos sesenta, dado que p a r a muchos de quienes lo habitaban el problema central era, precisamente, el del peronismo: de acuerdo con Teran "la relectura del peronismo conllevara u n a revision de la doctrina y la tradition del liberalismo, que ya no sera considerado como un escalon dentro del progreso argentino, sino como u n a etapa de la dependencia nacional"; asi, "el revisionismo historico va a tenir la cult u r a de izquierda PT estos anos". 5 9 Es que no solo el revisionismo estaba sufriendo cambios, sino que tambien los demas grupos se veian afectados por transformaciones de cierta profundidad. En el campo del na58. No desconocemos, desde ya, la multitud de tendencias que poblaban el peronismo de la epoca; no obstante, la reivindicacion de Rosas, o de algiin conjunto de caudillos f'ederales, fue patrimonio de practicamente todas ellas. Algunos ejemplos de las actividades mencionadas, en el Boletin del Instituto Rosas, segunda epoca, Ng 3, oct.-nov. 1968, p. 17; N 5 5, mayo 1969, p. 17; W 8, marzo 1970, p. 20. E s a imagen de Rosas, por otra parte, era bosquejada por algunos de los historiadores del revisionismo en libros de divulgacion. Acerca de lo que h a denominado "memoria larga", vease Baczko, Bronislaw, Los imaginarios societies..., op. cit., p. 186 y ss. 59. Cfr. Teran, O., Nuestros anos sesenta, op. cit., pp. 64 y 63, respectivamente.
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cionalismo, varios sectores se ubicaban en un "atlantismo" mas cercano a Franco que a Jose Antonio, retornando a una h'nea conservadora que nunca habia olvidado por completo, mientras que otros iniciaban una deriva hacia posiciones radicalizadas, que ocasionalmente terminarian en alianzas con grupos de izquierda y del peronismo, y aun en la lucha armada. Parte de la izquierda iniciaba su mencionada reinterpretacion del movimiento liderado por Peron, que era impulsada por la tenaz adhesion popular puesta pronto de manifesto, pero tambien por los ecos de procesos politicos y sociales internacionales: las luchas de la descolonizacion; la experiencia china; la muerte de Stalin; el breve ensayo de apertura y Hungria; Cuba, que obligaba a repensar, u n a vez mas, los temas del antiimperialismo y de las relaciones entre el nacionalismo y el socialismo. 6 0 Estos interlocutores en trance de modificar sus posiciones sostenian dialogos relativamente novedosos, que se expresan con claridad, por ejemplo, en algunas de las respuestas que Jose Maria Rosa daba a los lectores desde el semanario peronista Mayoria. Allf, un "joven comunista", no importa si real o imaginario dado que lo que cuenta es la respuesta de Rosa, sostenia: "Los revisionistas me h a n convencido de la defensa del pais hecha por Rosas; no creo en la leyenda de su tirani'a sangrienta. Pero no puedo compartir la politica derechista y retrograda de Rosas". Luego de desestimar el uso de estos calificativos, Rosa responde: ...lo cierto es que su gobierno [el de Rosas] puede llamarse "socialista" [de aquel socialismo social de 1848, tan diferente del individualismo usurpador 60. Para el clima cultural de los sesenta, sugerimos el texto ya citado de Oscar Teran, asi como Sigal, Silvia, Intelectuales y poder en la decada de 1960, Bs. As., Puntosur, 1991; Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milciades Peha, Bs. As., El Cielo por Asalto, 1996. Sigue siendo litil e interesante, acerca de la situacion internacional, la consulta de Hobsbawm, Eric, Revolucionarios, Barcelona, Ariel, 1978.
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del nombre]. La Confederacion Argentina de Rosas, con su sufragio universal, igualdad de clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribucion de la riqueza era tenida corno una verdadera y solida repiiblica "socialista" adelantada al tiempo y nacida lejos de Europa. La conclusion de Rosa era tajante: "Rosas fue socialista, progresista y democrata". 6 1 Si puede dudarse de la opinion del autor, el texto parece constituir en cambio un testimonio cabal del tono y de los asuntos de aquellos dialogos. En ese clima cultural, el revisionismo en sus varias versiones encontraba nuevos interlocutores, nuevos adversarios con quienes debatir, e incluso nuevos —y a veces incomodos— compaiieros de ruta. Entre ellos se contaban los llamados revisionistas socialistas, que como nemos indicado tenfan con el revisionismo tradicional u n a relacion ambivalente: si por una parte deci'an valorar su crftica de la historia "oficial", por otra indicaban que se t r a t a b a de una version tambien centrada en los intereses portenos. Jorge Abelardo Ramos fue quiza la figura mas notoria entre quienes, desde la "izquierda nacional", se dedicaron al estudio de la historia argentina, pero el conjunto inclufa a Bias Alberti y a Alfredo Terzaga, entre otros; ya luego de 1973, Norberto Galasso presentaba su biograffa de Manuel Ugarte, publicada por Eudeba; Ugarte habfa sido convertido en uno de los "proceres" en estos ambientes: socialista, latinoamericanista, y embajador del peronismo. Estas lineas, bosquejadas por la izquierda trotskista que habfa apoyado criticamente a los primeros gobiernos peronistas, conocieron en los anos sesenta u n a amplia acogida entre militantes y activistas, y no solo en los dedicados por completo al combate politico: Ernesto Laclau era dirigente de las agrupaciones de la izquierda nacio61. Cfr. Rosa, J. M., El revisionismo responde, op. cit., pp. 160, 164 y 166, respectivamente. Los artfculos correspondientes se titulan "
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nal en los anos sesenta, mientras se dedicaba a las t a r e a s academicas en la universidad. 6 2 Entre los integrantes de las instituciones universitarias dedicadas a la historia, h a s t a 1966 la situation del revisionismo fue curiosa: si bien lograba "imponer" algunos centros de discusion, se hallaba casi absolutamente excluido de ellas. En esos ambitos, se habia producido luego de 1955 la aparicion de un grupo que, nucleado alrededor de la catedra de Historia Social dirigida por Jose Luis Romero, y de algunos centros del interior, se propom'a u n a renovacion de la practica de la disciplina y de la agenda de problemas de los que los historiadores argentinos debi'an hacerse cargo; es corriente la opinion que indica que las redes y la biblioteca que esos grupos construian iban desde los Annates braudelianos hasta el marxismo britanico, sin excluir corrientes de las sociologi'a norteamericanas. 6 3 En la universidad, los herederos de la "nueva escuela", mejor instalados y dedicados a la historia polftica de viejo tipo, no pareci'an un interlocutor interesante para los historiadores de la renovacion. Tampoco lo era el revisionismo, que insisti'a en sus temas y enfoques tradicionales. 62. Acerca de la izquierda nacional, remitimos a Galasso, Norberto, La izquierda nacional y el FIP, Bs. As., CEAL, 1983, (en p. Ill, el dato sobre Laclau); y La corriente historiogrdfica socialista, federal-provinciana o latinoamericana, Bs. As., Centro Cultural "E. S. Discepolo", 1999. Los debates con otros sectores de la izquierda f'ueron analizados por Horacio Tarcus, en El marxismo olvidado en la Argentina, op. cit. 63. Sobre estos grupos de la renovacion, veanse Halperin Donghi, Tulio, "Un cuarto de siglo de historiografYa argentina (19601985)", en Desarrollo Economico, Bs. As., vol. 25, N9 100, ene.-mar. 1986; Hourcade, Eduardo, "La historia como ciencia social, en Rosario, entre 1955 y 1966", en La historiografia argentina en el siglo XX (II), CEAL, Bs. As., 1994; Devoto, Fernando, "Itinerario de un problema: Annates y la historiografia argentina (1929-1965)", en Anuario, Ns 10, IHES, 1995; y Romero, Luis Alberto, "La historiografia argentina en la democracia. Los problemas de la construccion de un campo profesional", en Entrepasados, Ns 10, 1996.
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Las constelaciones de referencias europeas que estos grupos exhibfan, y la historia que practicaban, ponen de manifiesto la distancia que los separaba. Julio Irazusta publicaba en 1955 bajo el tftulo Las dificultades de la historia cientifica un libro dedicado a la crftica de la obra Rosas, de Ernesto Celesia. Irazusta senala como deficiencias de la obra la ausencia de actualizacion bibliografica, la manipulacion de documentos y la falta de logica interna en algunos argumentos: todo ello quiebra, a juicio de Irazusta, la "objetividad", y resulta un "metodo" impropio de la historia cientffica. Si nada puede objetarse a la pertinencia de aquellas criticas, es posible en cambio suponer que un texto sobre la historia cientffica y su metodo podi'an, en 1955, exceder largamente estas temas, que el autor, por otra parte, analizaba con el apoyo ocasional de algunas citas de Croce. Trece anos despues, hacia 1968, Jose Man'a Rosa sostem'a que se t r a t a b a de "reconstruir crfticamente los hechos historicos con el metodo objetivo de Ranke". fi4 El revisionismo hacia de este modo evidente cuanto compartia con el adversario que habfa construido, cuyas evoluciones en cuanto a temas tratados y canones para el ejercicio de la disciplina eran casi inexistentes; el propio Rosas de Celesia es u n a prueba de ello. La vuelta del peronismo al gobierno en 1973, en el contexto de u n a movilizacion social muy intensa y con actores politicos cuya radicalizacion era una nota importante, encontro a muchos de los revisionistas formando en aquel movimiento. Acerca de los destinos del revisionismo luego de aquellas fechas, solo es posible realizar observaciones muy provisorias, y senalar cuestiones sobre las que puede ser vitil i n t e n t a r investigaciones en regla. Algunos integrantes de la corriente llegaron a la universidad; en la Facultad de Filosoffa y Letras de Buenos Aires se registran los casos de Fermfn Chavez y Rodolfo Ortega Pena, ambos miembros del Institu64. Vease Irazusta, Julio, Las dificultades de la historia dentifica, Bs. As, Alpe, 1955, en particular pp. 24, 25, 35, 72, y 135, y ss. Las observaciones de Rosa, en Historia del revisionismo y otros ensayos, Bs. As., Merlin, 1968, p. 70 y pp. 8-9, respectivamente.
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to Rosas hacia 1970, cuya trayectorias quedaron, como otras, sujetas a los avatares de la lucha interna del peronismo. Ortega Pefia seri'a asesinado en 1974 en el marco de esa disputa. Durante los anos de la dictadura militar, los revisionistas que habian elegido u n a tarea mas academica lograron alguna presencia en la estructura de investigacion, y tambien ocuparon ciertas catedras universitarias. Hacia 1989, el gobierno de Menem cumph'a una de las mas viejas reivindicaciones revisionistas, al repatriar los restos de Rosas; un Instituto Rosas reorganizado, a su vez, era convertido en u n a dependencia estatal, en el ambito de la S e c r e t a n a de Cultura. en 1997. En 2000, d u r a n t e la presidencia de De la Riia, ese decreto de nacionalizacion era derogado, y el tramite se encuentra en sede judicial. Desde la recuperacion democratica de 1983, con continuidad cambiante, el Instituto publica su Revista. A comienzos del nuevo siglo, entonces, la situacion del revisionismo puede parecer paradojica. El anhelado reconocimiento estatal llegaba finalmente en u n a forma mas amplia que la ya exitente insercion institucional de algunos miembros del grupo, pero tan atado a los cambios de coyuntura politica que no puede suponerselo estable. En aquella otra actividad, la estrictamente historiografica, tampoco la situacion es clara; historiadores que forman en el Instituto Rosas tienen puestos en el sistema de investigacion, y sus publicaciones se mantienen, aunque otros sectores de la historiografia argentina, preocupados por problemas historicos diferentes y con itinerarios academicos y politicos muy diversos de los del revisionismo, no sostienen con el dialogo alguno. En la historia universitaria, por ejemplo, el revisionismo es mas un objeto de estudio que un interlocutor o un polemista. En los balances que el revisionismo realizo, solia insistir en que la batalla por Rosas estaba ganada desde el punto de vista de los "hechos"; mas adelante, en los sesenta, planteaba estar satisfecho de la aceptacion de sus argumentos por parte de grupos amplios, cuando estimaba que "casi todos eran rosistas". Quedaba si pendiente su transformacion en
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u n a nueva "historia oficial". Desde ya, no es del todo legftimo cotejar el programa que se dibuja por detras de estos diagnosticos con una situacion que, como senalamos, no solo es incierta, sino cambiante. Pero el puede utilizarse como gufa para realizar algunas observaciones. El revisionismo-no aparece hoy como un actor de importancia en los debates poh'tico-culturales argentinos; cierto es, no obstante, que tampoco puede identificarse otro grupo de historiadores que si lo sea. Algunos de sus planteos, sin embargo, parecen constituir un conjunto de certezas, algo vagas pero firmes, tanto en sectores del cuerpo docente, como en franjas considerables de la opinion piiblica: no tanto los centrados en la reivindicacion de los gobiernos rosistas como los referidos a la historia "falsificada", imagen que si bien no era una creation original del revisionismo si fue difundida masivamente por el. La conviction de que existe una version del pasado deformada por intereses poh'ticos que el poder utiliza para ocultar la historia "verdadera", cuyo conocimiento serviria para ver con mayor claridad nuestros problemas presentes, goza, segvin parece, de una relativa aceptacion, que en ocasiones se extiende mas alia de aquellos ambitos. De verificarse esta situacion, puede abrirse la oportunidad para reincorporar a nuestra agenda los problemas vinculados a la circulation de nuestro saber por fuera de los claustros.
TERCERA PARTE
6. POR UNA HISTORIA DE LA HISTORIAN Alejandro Cattaruzza
Hacia fines del siglo Xix, algunos historiadores europeos comenzaron un tipo peculiar de reflexion sobre la actividad intelectual que desarrollaban, mientras se haci'an mas visibles los procesos de profesionalizacion y de consolidation de las institucioiies historiograficas. Probablemente vinculada con estos fenomenos, con los de aparicion de nuevos mercados para los productos de los historiadores y, de manera mas evidente, con los impulsos provenientes de la filosofia, aque11a reflexion solia desarroUarse sobre dos grandes espacios tematicos, muchas veces entrecruzados. Uno de ellos era el referido al metodo, que segun se suponia habi'a logrado estabilizarse, aunque la discusion sobre su naturaleza fuera intensa; otro, el de lo que se entendia era el largo pasado de la actividad intelectual que practicaban. La bibliografia dedicada a estas cuestiones crecio considerablemente en los afios que rodean el cambio de siglo, y en las controversias intensas que se suscitaban participaron 1. E s t a formula h a sido utilizada ya, entre otros autores, por Le Goff, Jacques, Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso, Barcelona, Paidos, 1991 [compilacion de trabajos publicados en italiano entre 1977 y 1982], p. 36 y p. 40; y por Vilar, Pierre, Iniciadon al vocabulario del andlisis historico, Baixelona, Critica, 1980, p. 28. 185
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Por una historia dc la historia
historiadores de prestigio reconocido, entre los que se contaron Bernheim, Seignobos, Dilthey, Berr. Benedetto Croce, en la obra que publico en aleman en 1915 reuniendo arti'culos escritos anos antes, hallo para producciones de esta naturaleza u n a denominacion que, destinada a tener larga vida entre los historiadores italianos y en buena parte de los hispanoparlantes, lograba evitar la apelacion a una equivoca "filosofi'a de la historia": se t r a t a b a de la biisqueda de una teoria y u n a historia de la historiografia. 2 En la actualidad la historia de la historiografia forma parte en varios pai'ses —aun con denominaciones diversas— del conjunto de las asignaturas universitarias; cuenta ademas con varias revistas internacionales especializadas, y h a s t a suele ser exaltada como un area de interes e importancia. 3 Sin embargo, la actitud de muchos historiadores profesionales ante temas que se entienden propios de la historia de la historiografia puede todavia hoy describirse apelando a la opinion, dura y precisa, que expreso hace mas de treinta y cinco anos Arnaldo Momigliano. El historiador italiano sosteni'a que se haci'a evidente "el habito de t r a t a r a la historia de la historiografia como un pasatiempo de domingo, del que al2. Nos veferimos a Teoria e historia de la historiografia, que recoge arti'culos publicados entre 1912 y 1913, y fue publicado en aleman en 1915; la primera edicion italiana es de 1916. En las citas que siguen evocamos la edicion que la editorial Iman publico en Buenos Aires en 1953. Por otra parte, como h a senalado Kristof'Pomian, este clima de debate agitaba no solo a la historia, sino que era "toda la ciencia y en particular su nucleo, la fisica, la que estaba siendo puesta en cuestion". Cfr. Pomian, Kristof, "L'histoire de la science et l'histoire de l'histoire", en Annales. Economies, Societes, Civilisations, ano 30, N e 5, sept-oct. 1975, pp. 935-952; cita en p. 936. 3. Acerca de los h'mites de la especialidad y del interes que se le atribuye, vease entre otros Le Goff, Jacques, Pensar la historia. op. cit., pp. 49 y ss., y las opiniones de Jose Luis Romero en Luna, Felix, Conversaciones con J. L. Romero, Bs. As., Sudamericana, 1986, p. 72 y ss.
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(mien se ocupa cuando esta agotado de los trabajos verdaderamente historicos y no tiene ya fuerzas suficientes para leer 4 u n libro, sino solo para hojearlo". En este capi'tulo se analizaran algunos de los presupuestos que sostuvieron, durante mucho tiempo, la practica de la especialidad. Se plantean, ademas, algunas consideraciones acerca del impacto que ciertos programas de investigation pueden producir sobre el objeto de estudio que tradicionalmente se atribui'a a esa historia. Simultaneamente, se esbozan algunos puntos de partida para la reconsideration de un conjunto de problemas de la historia de la historiografi'a argentina del siglo XX. Ellos resultan de la aplicacion de u n a propuesta m a s general, expuesta en el ultimo apartado, cuyo nucleo es la idea de que resulta imprescindible el analisis de los problemas de la construction de imagenes sociales del pasado, en la que por varios senderos participan los historiadores, a veces a su pesar.
Una vieja p r a c t i c a y s u objeto de e s t u d i o Tanto el movimiento que, a falta de u n a designation mas precisa, suele ser llamado positivismo historiografico como el historicismo idealista en sus multiples versiones, acostumbraban discutir con frecuencia, desde fines del siglo XIX, temas vinculados al caracter —que no siempre se suponia cientifico— del saber historico, a la naturaleza de su metodo, a la consideration de los productos del historiador como obras literarias, al papel de las leyes en la historia. Esta repertorio de problemas, cuya existencia permite repensar incluso cuanto tenian de novedosos ciertos planteos de los impulsores del giro lingiiistico, tan en boga en h a s t a la deca4. Cfr. Momigliano, Arnaldo, Terzo contribute alia storia degli studi classici e del mondo antico, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1966, p. 708. Vease tambien, sobre las posiciones de Momigliano, las opiniones de M. Finley, Uso y abuso de la historia, Barcelona, Cri'tica, 1977 [1- ed. inglesa: 1975], p. 114 y ss.
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da pasada, se integTaba en uno m a s amplio, que aspiraba a alcanzar algunas respuestas a traves de la reconstruction de las sendas que la historia como actividad intelectual habfa seguido desde la antigua Grecia. 5 En torno a esta ultima h'nea de indagacion, el problema de que debi'a entenderse por "historiografia" —esto es, cual era el objeto de estudio de esa historia— fue abordado, desde principios de siglo, por filosofos e historiadores italianos y alemanes que solian polemizar entre si. Las "Cuestiones preliminares" con las que Croce inauguro el segmento historico de su citada Teoria e historia de la historiografia constituyen en buena parte una discusion con Fueter sobre el punto; algunas de las notas incluidas en la "Marginalia" de la obra se refieren a la misma cuestion. 6 Un planteo que conformo finalmente la version de divulgation de las posiciones croceanas se mantuvo sin embargo firme en medio de las controversias. E r a el que destacaba la dificultad de enunciar claramente la diferencia entre el puro pasado, su investigation y la production de textos sobre el, 5. Consultense acerca de la bibliografi'a producida en la epoca alrededor de estos temas, el citado artfculo de Pomian, pp. 936-937, y Topolsky, Jerzy, Metodologia de la historia, Madrid, Catedra, 1992 I I s ed. polaca: 19731, p. 99 y ss., y pp. 110-116. Un texto de epoca, de utilidad para verificar la extension del debate y el horizonte bibliografico disponible, es el de De Michelis, Edoardo, II problema delle scienze storiche, Torino, Bocca, 1915. Langlois y Seignobos, asumiendo a su modo asuntos que hoy en di'a se pretenden novisimos, sostenfan en 1898: "Podemos decir que [...] desde 1850, para los historiadores y para el publico, la historia resulta un genero literario. Una prueba excelente de ello es que los historiadores tienen todavfa el habito de reeditar sus obras, a muchos anos de distancia, sin cambiarlas en nada, y que el publico tolera esa practica [...] Es solo en las obras de arte donde la juventud es eterna. Esta claro que [...] la obra historica es hoy, no exclusivamente pero si sobre todo, una obra de arte"; cfr. Langlois, Charles y Seignobos, Charles, Introduction aux etudes historiques, Paris, Hachette, 1902 [ I s ed.: 1898], p. 262. 6. Cfr. Croce, Benedetto, Teoria e historia de la historiografia, op. cit., p. 135 y ss.; y 257 y ss., en particular pp. 263-267 y 287-289.
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ofreciendo simultaneamente un principio de solucion de estirpe hegeliana, que consistfa en distinguir entre las "cosas hechas" (res gestae) y la "investigacion-conocimiento sobre ellas" {historia rerum gestarum). En la formula de Croce, la diferencia se propuso en terminos de historia/historiografia; se suponia, naturalmente, que la historia de la historiografia habfa precisado de este modo su objeto de estudio. El largo, y ocasionalmente polemico, destino de aquellos planteos de Croce resulta buena prueba de su impacto. Marrou, por ejemplp, retomaba este asunto en un ambito cultural particularmente ajeno a las propuestas historicistas —salvo en el caso de Raymond Aron— como el frances, hacia 1959; Delio Cantimori, a su vez, sostenia en 1966 que aquella distincion entre historia e historiografia constitui'a lo central de la herencia croceana en el mundo historiografico italiano. A fines de los setenta, por su parte, Ruggiero Romano expresaba una opinion similar, mientras que Jacques Le Goff recuperaba unas reflexiones de Croce filtradas por los textos de Momigliano y del propio Cantimori. 7 La historia de la historiografia tal como la concebia el filosofo italiano, se hallaba muy proxima a la historia de las ideas, en particular, a la de la filosofia. El propio Croce llegaba a postular la identidad con esta ultima, afirmando que "el objeto [de la historia de la historiografia] es el desarrollo del pensamiento historico", para agregar luego que ella "no solo no puede distinguirse de [...] la historia de la filosofia, sino que ni siquiera puede subordinarse a ella, porque es todo una con ella". 8 7. Nos referimos a las siguientes obras: Marrou, Henri I., Del conocimiento historico, Bs. As., Per Abbat, 1985 |.l 9 ed. fvancesa: 1959], p. 22 y ss.; Cantimori, Delio, Los historiadores y la historia, Barcelona, Peninsula, 1985 ( l 9 ed. italiana: 1971], que reune articulos publicados con anterioridad; se t r a t a en particular del titulado "Historia e historiografi'a en Benedetto Croce" (1966), pp. 239-249; Romano, Ruggiero, La storiografia italiana oggi, Milano, Espresso Strumenti, 1978, p. 52; y Le Goff, Jacques, Pensar la historia. op. cit., pp. 95-98. 8. Cfr. Croce, B., op. cit, pp. 137 y 144, respectivamente.
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Vistas en conjunto, las alternativas europeas de fines del siglo xix y comienzos del xx exhibi'an, junto a diferencias de importancia en otros aspectos, una tendencia a adoptar u n a estructura comun. Asf, no solo la version croceana, sino tambien la mas antigua de Bernheim —quien ordenaba la reflexion historiografica en tres grandes tipos sucesivos: narrativa, pragmatica y genetica—, y una bastante posterior de Collingwood, buscaban en amph'simos arcos temporales, abiertos con frecuencia aun antes de Herodoto, la clave para la explicacion de la situacion que la historia se hallaba viviendo. 9 Es posible que los tres autores hayan contribuido a conformar la matriz desde la cual los historiadores hispanoamericanos comenzaron a abordar estos problemas en los anos veinte; la gran difusion de sus obras en la region, que cubre toda la primera mitad del siglo y aun se prolonga hacia los sesenta, avalan esta presuncion. Los modelos citados pueden tambien descubrirse, casi con certeza, en el fondo de una practica que el aparato universitario argentino, entre otros latinoamericanos, desplego con frecuencia hasta no hace mucho. Tanto en los programas de las asignaturas correspondientes como en las mas escasas obras publicadas, estos asuntos se organizaban en grandes cuadros que, sin amedrentarse ante la tarea, creian pasar revista a la produccion historiografica disponible desde la Antigiiedad, y que cuando se referian a la historiografia de la region comenzaban, sin dudar, por los cronistas de Indias del siglo XVI.10 Debemos, sin embargo, precavernos de entender estos afanes como fruto de alguna patologia arcaica y nativa. En 9. Los autores y obras mencionadas son los que siguen: Bernheim, Ernest, Lehrbuch der historischem methode und der geschichtsphilosophie, Leipzig, 1889; Collingwood, Robin, Idea de la historia, Mexico, FCE, 1972 [I s ed. inglesa: 1946]. Este ultimo trabajo, que es en realidad una recopilacion postuma de arti'culos, algunos ya publicados, fue traducido al castellano en un temprano 1952. 10. Indicamos aqui'una tendencia general, cuya verificacion se ha realizado solo sobre algunos casos significativos.
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Europa, hacia fines de los sesenta, J. Topolsky juzgaba necesario dedicar la segunda parte de su tratado sobre t e m a s metodologicos a historiar los "modelos de investigacion historica", comenzando con la "reflexion pragmatica" ejercitada por Tucidides. Del mismo modo, a principios de los anos ochenta, Carbonell aspiraba a cubrir un periodo similar en su libro titulado La historiografia, y G. Bourde y H. Martin emprendi'an una tarea semejante en su trabajo Las escuelas historical, aparecido en 1983. 1] Resulta clara, en muchos de los trabajos que evocamos, la presencia de un supuesto central y compartido, cuya utilizacion permitfa el recorte de un saber particular de su contexto cultural y social. Se pasaba entonces a r a s t r e a r una continuidad cuya existencia se daba por cierta, y que de ese modo era concebida m a s como un dato que como un problema. Asi, la pregunta acerca de que era lo que habian tenido en comiin actividades intelectuales desarrolladas en sociedades y climas culturales tan diversos, obtenia una respuesta francamente desalentadora: la mera inquietud por conocer el pasado, y ello ni siquiera en todos los casos. Esta premisa permitfa suponer que las indagaciones de Beda el Venerable en el siglo VII y las de Fernand Braudel integraban el mismo objeto de investigacion; si bien puede aceptarse que ambos "estudiaban el pasado", tan to la ausencia o presencia de instituciones especializadas como la cuestion de la extension de los publicos lectores mas alia de los claustros, y fundamentalmente las operaciones de pensamiento efectivamente realizadas, senalan diferencias apreciables y visibles aun desde la perspectiva que los propios historiadores de la historiografia asumian. Los flancos debiles de u n a interpretacion de este tipo han sido senalados, con un aparato conceptual diverso del que aquf se utiliza, por Foucault, cuando se interroga acerca 11. Veanse Topolsky, J., Metodologia de la historia, op. cit.\ Carbonell, Charles O., La historiografia, Mexico, FCE, 1987 [ I s ed. francesa: 1981]; y Bourde, Guy y Herve Martin, Les ecoles historiques, Seuil, Pan's, 1983.
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del lugar en el que puede hallarse la unidad de ciertos enunciados y formaciones discursivas:
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ba, desde ya, la inclusion de filosofos, tal como Croce habi'a recomendado. Lo que en la obra del italiano habi'a sido un ensayo de reflexion ordenada sobre lo que llamaba el pensamiento historico, se transformaba con frecuencia en un mapa que senalaba —y en demasiadas ocasiones, apenas senalaba— que autores debian atenderse, y las h'neas generales de evolucion de aquel pensamiento, siempre t r a z a d a s desde el exito postumo. Los principios filosoficos que sostenian las actividades que formaban parte del denominado metodo se convertfan a su vez en uno de los ejes privilegiados; en versiones como la de Collingwood. ese metodo se iba desenvolviendo casi n a t u r a l m e n t e h a s t a permitir que la disciplina alcanzara un estatuto plenamente "cientifico". 14 En las obras mas recientes, la presencia de las caracterfsticas apuntadas puede obedecer al singular tipo de texto que ellas aspiraban a ser: el manual universitario. En cualquier caso, las obras fundadoras parecen haber alimentado una tradicion de marcada persistencia, cuyos herederos realizan hoy su tarea en un mundo historiografico radicalmente diferente del de principios de siglo y aun del de los anos veinte. No es este el lugar para resenar la naturaleza de esas transformaciones; si, en cambio, debe senalarse que en la actualidad es evidente la existencia de nuevos t e m a s y de nuevos modos de abordar los viejos. 14. Hacemos referenda a la version contenida en la ya citada Idea de la historia; la Autobiografia, tambien evocada con anterioridad, resulta a nuestro juicio un texto mucho mas interesante. En algiin sentido, los rasgos que venimos apuntando descubren la presencia de un condicionamiento mas estructural: estos intelectuales hacian historia de un modo peculiar, se representaban el oficio de manera coincidente con su practica y, por lo tanto, propom'an esa representacion como gui'a para la reconstruccion del pasado de la disciplina. Asf, hacian historia de la historiograffa como hacian todas las demas, y proyectaban hacia el pasado su propia concepcion de las t a r e a s del historiador. El principio de interpretacion que planteamos tiene, evidentemente, un espacio potencial de aplicacion que excede el de los trabajos mas tradicionales; este mismo texto puede asi ser sometido a el.
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En los liltimos tiempos, las indagaciones que provisoriamente pueden ubicarse en el campo de la historia de la historiografi'a se despliegan, aun no niasivamente, sobre frentes multiples: las-condiciones de produccion y la constitution del discurso acerca del pasado; la relation entre los productos de la historia profesional y el mercado de bienes cuiturales; la organization de los "lugares de la memoria colectiva", los aspectos institucionales que impactan en la produccion historiografica y las conexiones que esas particulares instituciones sostienen con los d e m a s sectores del mundo cultural y cientifico. Estos son, entre otros, los problemas que se insinuan en esa agenda renovada, que convive, como senalamos, con acercamientos m a s clasicos. 1 5 ^De que t r a t a entonces, a n t e este paisaje, el area de estudios que soliamos llamar historia de la historiograffa? Ob15. Como ejemplos de estas h'neas de cambio, y sin pretension de agotarlos, pueden citarse los siguientes trabajos: Faber, K., "The use of history in political debate"; y Scheider, Thomas, "The role of historical consciousness in political action", en History and Theory. Studies in the Philosophy of History, XVII, N'-' 4, suplemento 17, 1978; Ferro, Marc, Comment on raconte I'histoire aux enfants a travels le monde, Pan's, Payot, 1981 (hay traduction castellana); Barret-Kriegel, Bland'iie, "Les historiens et le pouvoir, XVII C -XVIII C siecle", en Annates. Economies, Societes, Civilisations, afio 33, N 9 2, 1978; Guenee, Bertrand, Histoire et culture historique dans I'Occident medieval, Pan's, Aubier, 1980; Joutard, Philippe, La legende des camisards, Pan's, Gallimard, 1977; Gerard, Alice, Mitos de la Revolution Francesa, Barcelona, Peninsula, 1973 11- edicion francesa: 1970] y "Le positivisme dans le siecle", en Rivista di Storia delta Storiografia Moderna, afio XI, N 9 3, 1990; Novick, Peter, That noble dream: the objectivity question and. the American historical profession, Cambridge, 1988; Aghulon, Maurice, Histoire vagabonde, Paris, Gallimard, 1988; Nora, Pierre (dir.), Les lieux de memoire, 1, Pan's, Quarto Gallimard, 1997. A ellos deben agregarse los libros y arti'culos que citamos en el resto de las notas. Muchos de estos estudios quedarian fuera del area de la historia de la historiografi'a si se la definiera en el sentido que aqui Uamamos tradicional; en nuestro planteo, quedan incorporados a ella con plenos derechos.
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viando el recorte que la propia denomination impone, por referir en primera instancia a la production escrita, parece comenzar a abarcar hoy a productos intelectuales, discuvsos, ideas, imagenes, instituciones, operaciones realizadas por el gstado a traves de sus aparatos, en particular, el escolar. Poderoos entonces interrogarnos acerca de cuales son los modos de construction de objetos de estudio y cuales los modos de acercarnos a ellos que pueden considerarse incluidos en el terreno de investigation en cuestion; al mismo tiempo, es posible proponer algunas observaciones sobre la nueva situacion. De esta manera, una vez mas, la propia practica historiografica efectivamente desplegada ha generado las condiciones para ejecutar una reflexion sobre si misma.
Aproximaciones a c t u a l e s I: la historiografia o c c i d e n t a l , £un e s c e n a r i o p e r t i n e n t e ? La tentativa de alcanzar respuestas provisorias a las preguntas que acabamos de formular puede comenzar senalando algunos problemas generales. Uno de ellos, a nuestro entender decisivo, es el de la existencia de una conviccion de base en las obras de quienes ensayan historias de la historiografia "occidental" o "international", con aspiraciones de ser algo mas que la suma de experiencias nacionales. Esa premisa basica plantea que existe un espacio historiografico en verdad internacionalizado, y que en ese escenario tienen lugar procesos que involucran al entero cuerpo de la disciplina. 1 6 La imagen elaborada desde un punto de partida de este 16. Planteos acerca de la "comunidad cienti'fica" pueden consultarse en Polanyi, Michel, The logic of liberty, Londres, Routledge y Kegan Paul, 1951, pp. 53-57; vease tambien Kuhn, Thomas, "Revoluciones en el pensamiento", en Nisbet, Robert (comp.), Cambio social, Madrid, Alianza, 1979, p. 145 y ss. (se t r a t a de la reproduction de un capitulo de La estructura de las revoluciones cientificas, de 1962). Sobre la muy —y t a n t a s veces imprecisamente— utilizada notion de "campo", tal como la plantea Bourdieu, recomendamos en particular la consulta de Bourdieu, Pierre, "El cam-
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tipo suele eludir los interrogantes acerca de como se constituyo historicamente aquel espacio, a que sectores alcanza y como funciona. Bien mirado el asunto, tal internationalization tiene su propia historia y ella indica que fue un proceso dificil, complejo y en absoluto acabado. Incluso el momento y los modos de la propia profesionalizacion, a pesar de algunos acuerdos puntuales, sigue estando en debate. Instalados en un nivel de generalization alto, puede sostenerse que fue solo luego de la Segunda Guerra Mundial, y con mucha mayor nitidez en la segunda mitad de los aiios cincuenta, cuando algo semejante a la "historiografi'a international" empezd a existir. Ese comienzo apenas se asento en algunos procesos hoy muy visibles pero que, cuando tuvieron lugar, involucraron a elencos relativamente escasos: la recepcion amplia de las propuestas de Annates en el mundo anglosajon a partir de la experiencia de Past and Present, nacida en 1952; la expansion, desde 1955-1956, del dialogo con la cultura historiografica francesa en el caso italiano; la organization o consolidation de grupos que atendi'an a las evoluciones de la revista de Braudel en Polonia, Estados Unidos, Canada y en algunas ciudades latinoamericanas, donde hacfa pie tambien alguna version del marxismo. Tales fenomenos, en su mayoria, ni siquiera rozaron el sistema de ensenanza ni las obras de divulgation. Conviene tener en cuenta, por otra parte, que la paulatina aparicion de u n a historiografi'a internacional, de la que provisoriamente admitimos su existencia, conecto entre si a estructuras profesionales nacionales ya organizadas y vigorosas, en la mayoria de los casos. Asi, se trato de la organizacion de redes que eran tanto institucionales como personales, de un dialogo entre historiadores "faro" a la vez que de una aproximacion de instituciones nacionales y de creation o fortalecimiento de entidades internacionales. Es muy probable que a reforzar la tendencia a la interpo cienti'fico" [1976], en Redes. Revista de Estudios Sociales de la ciencia, vol. 1, NQ 2, Bs. As., die. 1994, que en buena parte es una discusion con Kuhn.
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nacionalizacion hayan contribuido tambien u n a s practicas que, aunque no eran nuevas, se hicieron mas frecuentes en e s ta epoca. Si los viajes de estudio exhibian una antigiiedad de siglos, las becas, los intercambios de profesoi-es e investigadores, la financiacion de investigaciones encaradas, ocasionalmente, por equipos multinacionales, crecieron al calor de la recuperation economica de los pafses que solfan 11amarse centrales, en los anos cincuenta y sesenta. Desde el punto de vista material, indudablemente fueron los historiaQ ores del Tercer Mundo los que mas se beneficiaron de la nueva situation. Por otra pai-te, las revistas especializadas expandieron sus circuitos de difusion en el exterior y junto a ellas, las poli'ticas de traducciones m u t u a s , que obedecfan tanto a decisiones de indole academica como a resoluciones que atendfan a los intereses comerciales en juego, tuvieron tambien un papel decisivo en el proceso analizado. P a r a el mundo hispanoparlante, mas alia de coyunturas economicas desfavorables, este ultimo fenomeno registra un crecimiento sostenido, que en la actualidad pone a disposition de docentes y estudiantes una vasta biblioteca de autores extranjeros. 1 7 La perdurabilidad de especificidades nacionales, sin embargo, no fue una caracten'stica estrictamente argentina o latinoamericana. No cabe duda, tampoco, acerea de lo singular de la historiografia italiana h a s t a los anos ochenta, y el caso frances se hacia peculiar precisamente por hallarse en el centro del proceso de renovation; de modo algo exagerado, y desde otro punto de vista, Wallerstein ha llegado a proponer que Annates constituyo una alternativa nacional francesa en el contexto de la Guerra Frfa. Si atendemos al mundo anglosajon, tambien se hacen evidentes caracterfsticas propias: por una parte, la intensidad de un debate casi ausente 17. Desde ya, resulta excesivo atribuir a la existencia de repertories bibliograficos traducidos una influencia crucial en la investigacion; sin embargo, estamos convencidos de que sf tienen particular importancia si se atiende a la media de la formacion profesional, y sobre todo al mundo de la ensenanza superior y secundaria.
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en otros ambitos, sostenido en torno a los problemas epistemologicos suscitados por el metodo historico y a la firmeza del estatuto cientffico de la disciplina; por otra, la aparicidn en Inglaterra de una solida izquierda historiografica que, en muchos casos, ato firmemente sus discusiones sobre el pasado a las que mantem'a alrededor de cuestiones polfticas. Acerca del grupo que acabamos de mencionar, debe admitirse que, a pesar de probables influjos iniciales ajenos a ese ambito, el marxismo culturalista es una tradicion fundamentalmente britanica en lo que hace a la historiografi'a. Sin apelar a estos datos, y tratando de ofrecer un panorama mas general, P. Burke senalaba en 1985 que durante el "Antiguo Regimen", en la historiografi'a inglesa "no se haci'a mucho caso de los historiadores extranjeros: la Societe Feodale (19391940) de Bloch no se tradujo h a s t a 1961, y el Mediterranee (1949) de Braudel h a s t a 1972-1973 (y aun entonces, por iniciativa americana)". 1 8 Los ejemplos pueden multiplicarse: la introduccion del ambito norteamericano en el esquema no hace mas que sub r a y a r la necesidad de tomar precauciones, tanto por lo singular de su organizacion institucional como por la existencia de tradiciones propias, de las que la historia de las ideas, cuyo prestigio se remonta a Lovejoy, es u n a muestra 18. Acerca de las particularidades de la produccion historiografica italiana, y de su posible alineacion con el contexto europeo en los ochenta, vease Gallerano, Nicola, "El fin del caso italiano. La historia poh'tica entre 'politizacion' y 'ciencia'" [1- ed. italiana: 1987], en Devoto, Fernando (comp.), La historiografia italiana contempordnea, Bs. As., Biblos, 1993. La opinion de Wallerstein puede consultarse en Wallerstein, Immanuel, "Fernand Braudel, historiador, hombre de la coyuntura", en Cuadernos de Teorta e Historia de la Historiografia, Bs. As., Ne 2, 1987 |.l* ed. inglesa: 1982], p. 9 y ss. Sobre la izquierda historiografica inglesa, vease Kaye, H., Los historiadores marxistas britdnicos, Zaragoza, 1989. La cita, en Burke, Peter, "La historiografia en Inglaterra desde la Segunda Guerra Mundial", en AA.VV., La historiografia en Occidente desde 1945. Actitudes, tendencias y problemas metadologicos, Pamplona, Universidad de Navarra, 1985, p. 21.
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clara. 1 9 A su vez, en los pafses latinoamericanos, la dependencia del reclutamiento del personal universitario y del sistema de investigation de la coyuntura poh'tica, las condiciones materiales en las que se desarrollan las investigaciones y las posibilidades —vigentes por decadas— de sufrir carcel, destierro o muerte como castigo por la actividad intelectual realizada, son factores importantes de diferenciacion. 20 A pesar de las objeciones que hemos venido formulando, no proponemos desestimar por completo esta optica, sino senalar algunos lfmites de los que la bibliograffa no suele hacerse cargo. Tanto la practica de algunos prestigiosos historiadores como cierto acuerdo tacito permitinan hablar de la historiografi'a internacional, cuando menos, desde los anos sesenta. Por otra parte, u n a perspectiva de este tipo, siempre que tenga presentes sus propias debilidades, hace posible percibir tendencias globales de cuya existencia nadie podn'a razonablemente dudar. Si en los sesenta, en aquel escenario, la cuantificacion campeaba, desde mediados de los 19. En torno a la historiografi'a norteamericana, consultense Hofstadter, Richard, Los historiadores pragresistas., Bs. As., Paidos, 1970 | 1 ? ed. inglesa: 19681; Handlin, Oscar, "Reflexiones personales acerca de un llamamiento" y "Los temas centrales en la historia de los Estados Unidos", en la recopilacion de artfculos del mismo autor titulada La verdad en la historia, Mexico, FCE, 1982; (1- ed. inglesa: 1979]; Darnton, R., "Intellectual and cultural history", en The kiss of Lamuorette, Nueva York, 1990; y Peter Novick, op. cit. 20. Destacando las dificultades que se presentan al trabajar con un marco internacional, aunque en un sentido muy di verso del que esbozamos aqui, J. Boutier y D. Julia sostenian en 1995: "La extraordinaria internationalization de la investigacion historica, la diversidad de las aproximaciones, la masa de publicaciones, hacen imposible un panorama exhaustivo de la investigacion historica desde hace medio siglo, ni siquiera para el ambito de Francia". La salida propuesta consiste en limitarse a indicar las grandes h'neas de "una historiografi'a abordada principalmente a partir del campo frances". Cfr. Boutier, J. y D. Julia, (dirs.), Passes recomposes. Champs et chantiers de I'Histoire, Pan's, Autrement, p. 4. La traduccion es nuestra.
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afios setenta se registra un proceso paulatino de ascenso de la historia cultural, intelectual, de las ideas, de las mentalidades, y de otras vecinas. Este horizonte internacional resulta tambien adecuado para instalar otros modos de "hacer historia de la historiograffa", por ejemplo, el que surge de las tentativas de reconstruccion de la produccion referida a un problema especifico. Entre otros, pueden citarse los debates sobre la historia de la familia, los sostenidos acerca de la cultura popular en la Francia del Antiguo Regimen, y los que se refieren a la Revolution Industrial y a la protoindustrializacion. De la misma manera, debe reconocerse la existencia de areas de investigacion en las que el dialogo internacional es intenso, y tambien de campos de estudio cuyos itineraries cruzan diversos ambitos nacionales. Una conception de esta naturaleza permite, ademas, el desarrollo de ejercicios comparativos, que prometen ser fecundos a pesar de requerir precauciones extremas. Sin embargo, como hemos senalado, otras realidades se hacen visibles si se adopta una aproximacion por contextos nacionales. Una primera consideration, que haga suyos de manera forzada y parcial los argumentos de los microhistoriadores, sugiere que un cambio de escala va a revelar factores no observados previamente, va a permitir que los percibamos. Pero, en este caso, el modo de tratar los temas tiene efectos mas alia de sf mismo: los abordajes diversos obligan, en algun punto, a reconsiderar el propio objeto de estudio. No se trata del mismo problema analizado en otra dimension; el es, en realidad, otro problema. Antes que a grandes tendencias que se expresan en la produccion de los historiadores consagrados de un escenario internacional, la pregunta que entendemos central se aproxima en cambio a las de la historia social y cultural. Si el objetivo es hacer hablar a la produccion, circulation, consumo y apropiacion de bienes simbolicos referidos al pasado, y a las instituciones complicadas en esas actividades, de la sociedad que los alberga, el enfoque mas util es sin duda uno que trabaje con contextos nacionales o con areas culturales consolidadas. 21 21. Esta posicion no obedece a ninguna motivacion provinciana;
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A p r o x i m a c i o n e s a c t u a l e s II: instituciones, campos, espacios profesionales Si se utilizan estos marcos, la aproximacion institucional, practicada desde cualquiera de los puntos de partida que se hallan hoy disponibles y medianamente estabilizados, resulta de interes. Un muy citado Bourdieu ofrece, sin duda, un sugerente arsenal de preguntas y de herramientas conceptuales que pueden ponerse en juego para la historia. Desde ya, no se trata de subsumir a un posible "campo historiografico" en algunos de los modelos ofrecidos por el sociologo frances, sea el campo intelectual, sea el cientifico, sea uno de los "campos que buscan la cientificidad como en el caso de las ciencias sociales". Por el contrario, entendemos que el camino mas promisorio, y tambien el mas interesante, es preguntarnos si es pertinente concebir las instituciones dedicadas a la investigacion, a la ensenanza y a la difusion especializada de historia constituyendo precisamente un campo, esto es, un "sistema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas [en las luchas anteriores]", que resulta el "lugar [...] de una lucha competitiva", que en el caso del campo cientifico tiene como "desafio especi'fico el monopolio de la autoridad cientifica, inseparablemente definida como capacidad tecnica y como poder social". A partir del reconocimiento de algunas de estas caracteri'sticas, se abre u n a serie de interrogantes alrededor de las relaciones del posible campo historiografico con el cientifico y con un mas vasto campo intelectual, y, sobre todo, con el campo del poder. 22 A su vez, hace unos treinta anos Michel de C e r t a u proponi'a comprender la histo-
estamos convencidos, en cambio, de que la historia cultural y la historia de la historiografi'a argentina, por ejemplo, son absolutamente inexplicables si no se apela a sus relaciones con el ambito internacional. Pero la busqueda de conexiones presupone diferencias entre los distintos escenarios; muy diversas son las acciones que se deben desarrollar si se insiste en concebir espacios culturales casi universales. 22. Cfr. Bourdieu, "El campo cientifico", op. cit., p. 148 y 131, respectivamente.
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ria, en el sentido de historiogTaffa, como una operacion; ello significaba concebirla como "la relacion entre un lugar (...un medio ambiente...), varios procedimientos de analisis (una disciplina) y la construction de un texto (una literatura)". En esos planteos reconoci'a que los procesos de nacimiento de las disciplinas habi'an tenido lugar en contextos sociales determinados, y siempre ligados a la creation de grupos; en su conception, "el establecimiento de un saber Iresulta] indisociable del de una institucion social". Las h'neas de investigation, necesariamente acotadas, se despliegan en su trabajo sobre los tres territories senalados (la institucion, los procedimientos disciplinariosy el discurso) y sobre sus vfnculos. 23 La amplia bibliografia dedicada a la historia de las profesiones, por su parte, parece ofrecer puntos de partida que merecen ser atendidos; algunos de ellos sugieren la necesidad de volver a vincular la organization de los espacios profesionales con la consolidation del a p a r a t o estatal, un problema que para el caso de la historia resulta importante. 2 4 La puesta en practica de cualquiera de estos modos de aproximacion, tan diversos entre si, resulta casi impensable en un marco mas amplio que el de una institucion nacional o el de un conjunto de ellas. 2 5 Ciertamente, se analizaran, con alguna frecuencia, procesos "estructurales": la Academia 23. Los planteos del autor pueden consultarse en De Certau, Michel, "La operacion historica", en Le Goff, Jacques y P. Nora (dirs.), Hater la historia, vol. I, Barcelona, Laia, 1978 [I s ed. francesa: 1974], p. 15, nota 2, y ss.; en La escritura de la historia, Mexico, Universidad Iberoamericana, 1985 [I s ed. francesa: 19781, el propio De Certau modifica parcialmente aquella propuesta en pp. 71-72 y ss. Esta ultima version es la que utilizamos aqui. 24. Sobre la historia y la sociologi'a de las profesiones, sugerirrios la consulta del balance publicado por Gonzalez Leandri, Ricardo, Las profesiones. Entre la vocacion y el interes corporative), Madrid, Catriel, 1999. 25. Una posibilidad que quiebra esta alternativa es el trabajo sobre entidades internacionales de historirdores, pero su estudio desde estos marcos conceptuales liffcilmente escaparia al "estudio de caso" o a la reiteracion del analisis de fenomenos universales.
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Nacional de la Historia Argentina, asi como Oxford o Harvard, entendidas cada una de ellas como una institucion, "se inscribe en un complejo que le permite solamente un tipo de producciones y le prohi'be otras"; 2 6 todas las instituciones organizan ademas el cursus honorum a seguir, u n a s normas estandarizadas de competencia y otros dispositivos de disciplinamiento. Pero lo peculiar de cada una de estas situaciones, el tipo de relaciones que se establece en cada caso con el poder. el significado politico que adquieren exclusiones y consagraciones, los enfrentamientos por la atribucion de valoracion positiva a determinada figura o pen'odo, hablan de manera particularmente clara no solo de la disciplina sino de cuesliones politicas y culturales propias de una sociedad especifica.
A p r o x i m a c i o n e s a c t u a l e s III: h i s t o r i a d o r e s e i n t e l e c t u a l e s ; pviblicos y l e c t o r e s En muchos casos. la organizacion de la historia como profesion involucro dos movimientos que, a primera vista, pueden parecer contiadictorios. Por una parte, el enfasis puesto en la especializacion, con centro en el dominio del metodo y la consiguiente conquista de la objetividad, se hacia obligatorio para diferenciarse de otras practicas intelectuales: la disciplina se recortaba asi del resto de la sociedad. Pero. por otra, la historia profesional se daba una obligacion que iba mas alia de sus propias instituciones y consistia en contribuir al conocimiento del "alma de la nacion" y a la extension del sentimiento de pertenencia a ella en la sociedad, impulsado con ahinco por el Estado. 2 7 En el corazon del pro26. Cfr. De Certau, La escritura de la historia, op. cit., p. 86. 27. "Es un deber despertar en el alma de la nacion el conocimiento de si' misma por medio del conocimiento profundo de su historia", senalaba Monod en 1S76, desde las paginas de una de las primeras revistas de historia con aspiraciones de prol'esionalidad. Lavisse, a su vez, sostem'a que "a la ensefianza historica le incumbe el glorioso
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yecto de profesionalizacion tal como fue planteado hacia fines del siglo XIX se hallaba, entonces, la idea de que la historia tenia un espacio de intervention externo a ella. Asf. entre los habitantes de aquellas instituciones, se contaron no pocoshistoriadores profesionales que continuaron escribiendo y publicando para el exterior del mundo academico y actuando allf. Los esfueizos que realizaban esos hombres por alcanzar publicos y auditorios mas amplios que los eruditos se coneretaron en la fundacion de revistas de divulgation, en la publication de libros en rustica, en intervenciones en los medios de comunicacion de masas y en la participation en las agencias del Estado dedicadas a disenar y ejecutar las polfticas educativas. A pesar de las diferencias que presentaban las sociedades en las que desarrollaban su action, parece indudable que multitud de historiadores siguieron procediendo, a lo largo de buena parte del siglo XX, como intelectuales, y asf concibieron su tarea. No suponfan ser solo unos tecnicos que manejaban correctamente las normas del oficio, sino unos individuos cuyo saber especffico les obligaba participar en el debate politico-cultural, y a actuar por fuera de la profesion. Los ejemplos abundan en Europa, donde el de Furet es quizas el mas resonante en los ultimos tiempos. y tambieii en America latina. Un historiador con formation especffica e insertion institutional —aunque sujeta a los avatares polfticos—, como Jose Luis Romero, decidio mantener en las muchas ediciones de Las ideas politicas en Argentina el epflogo de 1946, que resulta tanto u n a "confesion" de su condition de hombre de partido como la affirmation de una conviction mas general: "La historia solo apasiona a quien apasiona la vida". 2 8 Los casos de Hobsbawm y de E. P. Thompson son tamdeber de hacer amar y comprender a la patria", para agi'egar que si el escolar "no se convierte en un ciudadano compenetrado y un sol dado que ama a la bandera, el maestro habra perdido su tiempo. Las citas, en Bourde, Guy y Herve"Martin, Leu icoles historiques, Paris, 1893, p. 141; y Le GofT, Pensar la historia, op. cit, p. 75. 28. Cfr. Romero, Jose Luis, Las ideas politicas. en Argentina, Bs. As, FCE, 1981 [I s ed.: 1946J, p. 297.
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bien evidentes, y a ellos pueden sumarse los historiadores mejor reputados en la Italia de entreguerras: Salvemini, Croce, Volpe. Tambien Annales y Past and Present se habi'an orientado en esa h'nea; en el primer niimero de la revista inglesa, los edito7-es decfan dirigirse a la "gran mayoria de hombres y mujeres pensantes" que buscan en la historia posibilidades de comprension, y a los "historiadores, sean especialistas o no". Los Annales, por su parte, buscaron infructuosamente la conquista de un publico integrado por lo que soh'an llamar hombres de cultura y de accion. 29 Parece atinado, aunque no grato para nosotros, sospechar que el papel del historiador como intelectual se h a desdibujado en el clima del fin de siglo XX; esta proposicion, lejos de cerrar la cuestion, abre la necesidad de explicarla. Por su parte, el resto de la cultura letrada —y podemos pensar que tambien el resto de la sociedad, aunque no nos ocupemos del asunto en esta ocasion— continuo dedicandose a la t a r e a de descifrar el pasado, a pesar del reconocimiento de la existencia de instituciones especializadas. Hombres de letras, profesionales de otras disciplinas, actores colectivos como los partidos poh'ticos, intelectuales vinculados a ellos y al aparato del Estado, maestros y periodistas, obstinadamente, construfan y hacian circular visiones de la historia en unos textos y unos discursos que acostumbraban violar brutalmente las "reglas del metodo" y las normas que las instituciones exigian a la produccion cientifica. Asi, tanto historiadores profesionales que ofrecian discursos no especializados como intelectuales en sentido amplio continuaban organizando con diversas h e r r a m i e n t a s interpretaciones del pasado que aspiraban a la divulgacion, intentando explicar la historia de la sociedad a la que perteneciari. Las imagenes del pasado construidas se ponian a disposicion de un publico ampliado, que desde la irrupcion de los medios audiovisuales habfa encontrado un nuevo modo, 29. Cfr. Past and Present, afio I, NQ 1, p. 3; sobre Annales, gerimos la consulta de Mastrogregory, Massimo, El manuscrito terrumpido de Marc Block, Mexico, FCE, 1998.
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diverso del de la transmision oral propia de las sociedades "tradicionales", de superar el li'mite impuesto por la alfabetizacion. Muy probablemente, los destinatarios de los relates en cuestion les otorgaran nuevos significados, reordenandolos y convirtiendolos asf en otras narraciones. Aunque esta presuncion constituye apenas u n a peticion de principios que evade las polemicas sobre los problemas de la recepcion y aun los de la autonomia cultural de los sectores populares. entendemos que las preguntas sobre estos asuntos dibujan vastos espacios de investigaci6n, que vienen a sumarse a los que se insinuaban en los parrafos anteriores: la cuestion del discurso sobre el pasado, "cientifico" o no; la de la production no erudita gestada por historiadores o por hombres de letras; la de la circulation, apropiacion y traduction de las interpretaciones ofrecidas; la del historiador entendido como miembro del universo cultural; la del mundo de los lectores; la de las practicas. 3 0 Si se echa una mirada hacia las especialidades que estuvieron habitualmente relacionadas con el ejercicio de la historia de la historiograffa, se observa que aquella tradicional, que describimos mas arriba, se hallaba en dialogo con —o era directamente concebida como una section de— la historia de la filosofia, una de las variantes mas clasicas de la historia de 30. Desde ya, podn'a observarse que muchas de las acciones que proponemos investigar solo tienen en comun el "interes por el pasado"; el mismo argumento fue utilizado en este artfculo al critical" aquellos grandes cuadros que inclufan tanto a Beda como a Braudel. Cabe aclarar, entonces, que no se trata de expulsar a Beda de los elencos de los historiadores a atender, sino de preguntarnos de que otros modos la sociedad medieval abordaba su pasado, y como circulaban y eran apropiadas las visiones construidas. Excelentes ejemplos de que las preguntas que proponemos no atarien exclusivamente al mundo contemporaneo pueden hallarse en Momigliano, Arnaldo, "Los historiadores del mundo clasico y su publico: algunas indicaciones" [1978], en su libro La historiografia griega, Barcelona, Critica, 1984, p. 105 y ss.; y Guenee, Bertrand, Histoire et culture historique dans I'Occident medieval, Pan's, Aubier, 1980.
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las ideas. Este sector de los estudios historicos ha sufrido transformaciones muy profundas, sobre todo en los liltimos veinte anos, al punto que hoy se dispone de multiples propuestas que, sin alcanzar habitualmente acuerdos en torno a que las unifica y que las distingue, suelen concebirse a si mismas integrando el mismo territorio de investigacion. Historia cultural, historia de las ideas, historia intelectual, a las que podemos agregar el analisis de los discursos, la historia de conceptos y hasta la historia de mentalidades y del imaginario colectivo, son las denominaciones de objetos de estudio y metodos parcialmente inciertos y en debate permanente. Pero con solo tomar algunos de sus planteos, se abren a la investigacion las areas que mencionabamos mas arriba, que para la historia de la historiografia han comenzado a recorrerse apenas liltimamente. 3 1 Roger Chartier, por ejemplo, se pregunta por las practicas que se despliegan en el encuentro entre el mundo del texto y el mundo del lector en el Antiguo Regimen; es posible pensar, con cautela, esta misma cuestion en el caso de la produccion sobre el pasado, sea esta ofrecida desde la academia o desde fuera de cMla, sea destinada al consumo de los pares, o tenga aspiraciones de divulgacion masiva. E incluso una operacion mas vinculada a la crftica literaria y a la semiolo31. De una amplia bibliografia pueden sugerirse los siguientes trabajos, que revelan las incertidumbres, los desacuerdos y los puntos centrales de las controvevsias que conmueven al vasto campo de la que, por eomodidad, llamamos historia de las ideas: AA.VV., "^Que es la historia intelectual?", en Debats, N" 16, junio 1986, que recoge entrevistas a S. Collini, Q. Skinner, J. G. Pocock, entre otros; AA.W., "Un dibattito sulla storia delle idee" [1987], en Rivista di Storia delta Storiografia Moderna, Roma, afio XI, N 9 3, sept.-dic. 1990, en el que participan Le Goff, Starobinski y P. Rossi, entre otros; y el capi'tulo titulado "Historia intelectual e historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas", en Chartier, Roger, El mundo como representacion, op. cit.\ Baczko, Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Bs. As., Nueva Vision, 1991; y Palti, Eh'as, Giro lingiiistico e historia intelectual, Bernal, Universidad de Quilmes, 1998.
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gia, como la que h a realizado Umberto Eco intentando hallar las huellas del lector anhelado en los textos de ficcion, puede abrir perspectivas sugerentes. 3 2 A su vez, los manuales de ensenanza primaria y secundaria, exaltados en ocasiones como fuentes de inestimable valor, pueden constituir el material de una investigacion que cruce perspectivas de historia de la educacion con acercamientos practicados desde el analisis del discurso y desde la mas tradicional historia de las ideas. Aun podrian intentarse, sobre este material documental, los primeros pasos de un estudio de la relectura que los destinatarios de la action de escolarizacion realizaban de aquellos contenidos; tambien la historia oral puede realizar aportes en un estudio de esta indole. 3 3 Apenas hemos rozado aquf, por razones de espacio, las posibilidades que abre la aplicacion del analisis del discurso al conjunto de textos que refieren al pasado, eruditos o no. Consideramos que en el camino que va del arti'culo pionero de Barthes, aparecido en 1967, a las formulaciones mas radicales del linguistic turn, los historiadores han perdido, esta vez definitivamente segiin parece, la ingenuidad frente a los textos que manejan y producen. A pesar de las inseguri32. Nos referimos a Eco, Umberto, Lector in fabula. La cooperation interpretativa en el texto narrative), Barcelona, Lumen, 1987 [ I s ed. italiana: 1979]. 33. Le Goff, en Pensar la historia, op. cit., h a destacado la importancia que asumen los manuales escolares como conjunto testimonial, en pp. 49, 75 y ss. Vease tambien Moniot, Henri (ed.), Enseigner I'histoire. Des manuels a la memoire, Berna, Peter Long, 1989. P a r a el ambito latinoamericano y argentino, cabe citar, entre otros, Amuchastegui, Marta, "El discurso de la Historia Argentina en los textos de primaria", en Cuadernos de Historia Regional, Lujan, vol. Ill, N 9 9 , agosto 1987; Reinkengerg, R. (comp.), Latinoamerica: ensenanza de la historia, libros de texto y conciencia historica, Bs. As., AHanza/PLACSO/G. Eckert Institut, 1991 [ I s ed. alemana: 19901, que contiene bibliografi'as de utilidad; y Saab, Jorge y Carlos Suarez, "La invencion de Lopez", en Clio & Asociados, Universidad del Litoral, N 9 3, 1998.
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dades y del sentimiento de estar siendo asediados que genero, en particular en la primera mitad de los anos noverita, este movimiento en ciertos sectores, la nueva situacion constituye un punto de partida de enorme interes para continuar pensando las caracteristicas de nuestro saber. 3 4 Tal vez un ejemplo argentino permita sostener las posiciones que hemos planteado. En los anos cercanos al Centenario, de acuerdo con opiniones aceptadas, tuvieron lugar en Buenos Aires tanto el proceso de emergencia del campo intelectual como el de inicio de un camino que llevan'a, finalmente, a la organization de la historia profesional. Por esos mismos anos, sectores de la elite dieron nuevo aliento a las tentativas de integration cultural, que habfan comenzado ya a fines del siglo XIX. Se t r a t a b a de promover una action que, operando sobre sobre los hijos de los inmigrantes, los constituyera en ciudadanos y patriotas, favoreciendo en ellos el desarrollo de lo que solia llamarse un sentimiento nacional; desde ya, tambien los alumnos nacidos aquf eran destinatarios del esfuerzo. 35 En ese proyecto, la divulgation de una version del pasado, no solo a traves de las clases formales de la escuela, sino tambien de uii complejo de rituales patrioticos, era una herramienta importante. Muchos de los sujetos que participaron en estos tres procesos sostenfan entre si dia34. Testimonio del estado del debate en esas fechas es el conjunto de artfculos y notas que, bajo e] titulo "History and posmodernism", se publicaron en Past and Present, Ng 131, mayo 1991; 133, nov. 1991 y 135, mayo 1992. Sus autores fueron Lawrence Stone, Patrick Joyce, Catriona Kelly y Gabrielle Spiegel. 35. Acerca de la eonstitucion del campo intelectual en la Argentina del Centenario, consultese Altamirano, Carlos y Beatriz Sarlo, Erisayos argentinos; de Sarmiento a la vanguardia, Bs. As., CEAL, 1983; vease tambien, de la propia Sarlo, Una modernidad. periferica. Buenos Aires, 1920-1930, Bs. As., Nueva Vision, 1988. Sobre el proceso de consolidacion institucional de la disuplina y de prof'esionalizacion, remitimos a los capftulos anteriores de este libro, y a la bibliograffa citada alii. Vease tambien Bertoni, Lilia Ana, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas: la construccion de la nacionalidad argentina a fines del siglo, Bs. As., FCE, 2001.
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logos de diversa naturaleza. Hombres de la "nueva escuela historica" publicaban sus articulos sobre el metodo en revistas dedicadas a las letras; al mismo tiempo, en los tempranos anos veinte, las vanguardias literarias no se privaban de criticar con insistencia a esos mismos historiadores en sus publicaciones. El sistema de relaciones se multiplicaba, alcanzando a personalidades consagradas del mundo literario, como Ricardo Rojas, que era, por otra parte, uno de los intelectuales comprometidos en el proyecto de education patriotica. Los contactos mutuos llegaban tambien al universo poli'tico: los emprendimientos juveniles de vanguardia solfan enlazarse con el reformismo universitario, mientras que algunos miembros de la "nueva escuela" cultivaron relaciones con el Estado radical luego de 1916; la action estatal, por otra parte, fue decisiva al momento de organizarse la base institucional de la disciplina. La aplicacion de enfoques como los mencionados en las paginas anteriores permite, ante estos datos, formular preguntas de algiin interes. Una de ellas se refiere a la vinculacion entre aquellos t i e s procesos, el de estructuracion del campo intelectual, el de organizacion institucional de una disciplina y el de exaltation de la historia como elemento de integration cultural. ^.Ella existe o, por el contrario, deben pensarse como fenomenos sin conexiones? ^Puede plantearse una interpretation que, relacionandolos, consiga explicar algunas caracteri'sticas de los modos de tratamiento del pasado por parte de los intelectuales argentinos, y simultaneamente logre promover la reconsideration de la insistencia de la "nueva escuela" en el cumplimiento de la preceptiva metodologica de fines de siglo, concebida como garanti'a de cientificidad? Resulta entonces posible, al utilizar este esbozo interpretative, entender las criticas de la vanguardia como gestos mas significativos que los de una boutade juvenil, y suponer que expresaban una suerte de impugnacion a la historia profesional desde las letras. Los anos sesenta, por su parte, tambien pueden ser reinterrogados desde estas premisas. Entre 1955 y 1975 se pro-
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dujo un fenomeno particularmente interesante para los historiadores de la cultura argentina: la expansion social de una interpretacion del pasado nacional, la revisionista, en el proceso de su apropiacion por el peronismo proscripto. Tanto los mecanismos de difusion, que se hallaban instalados fuera del aparato estatal, como las practicas desplegadas alrededor de sus textos, y aun los fundamentos discursivos del relato revisionista, aparecen desde n u e s t r a perspectiva como cuestiones posibles. Deberian tambien indagarse las consecuencias que en la circulacion pudo haber tenido el hecho de que algunos de los sostenes materiales de sus discursos no fueran libros ni articulos, sino volantes de grupos poh'ticos, canciones folcloricas recuperadas en versiones supuestamente originales, posters y afiches, h a s t a pelfculas y obras de teatro. 3 6 Estos textos que desde zonas muy claramente ajenas a la academia, y aun al mundo de la alta cultura, han formado parte del material con el cual se organizaron imagenes sociales del pasado, no solo se hallaban disponibles, en la Argentina, p a r a los problemas de la historia nacional. En los anos treinta y cuarenta, el mundo cultural porteno seguia otorgando a la Gran Guerra y a Octubre de 1917 un poder explicativo crucial de cara a la situacion contemporanea; las visiones que circulaban de los dos sucesos debian muchfsimo mas a la literatura pacifista, de ficcion o testimonial, y a los productos tambien literarios de los viajeros a la Union Sovietica, que a la historia academica argentina o europea. 3 7 36. Como ejemplos pueden citarse El ingles, la obra de teatro de Juan Carlos Gene, y tambien la peh'cula Juan Manuel de Rosas (1972), dirigida por Manuel Antm. 37. Veanse Rodriguez, Fernando, "Inicial. Revista de la nueva generacion. La poh'tica en la vanguardia literaria de los anos veinte", en Estudios Sociales, Santa Fe, ano 5, N9 8, l g semestre 1995; Sarlo, B., Una modernidad periferica..., op. cit.; remitimos tambien, para los anos cuarenta y cincuenta, a Cattaruzza, Alejandro, " Una empresa cultural del primer peronismo: la revista Hechos e Ideas (1947-1955)", en Revista Complutense de Historia de America, N9 19, Madrid, 1993.
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Tampoco debe entenderse este como un proceso peculiar de nuestro pais; basta pensar en la vulgarizacion de los relatos sobre la expansion hacia el oeste en los Estados Unidos a traves de la novela b a r a t a ilustrada, luego gracias al cine, y finalmente por efecto de la television. Debe reconocerse que las pelfculas de John Ford y de Fred Zinnemann, por ejemplo, admiten facilmente lecturas menos lineales, y que sus tenias pueden ser legftimamente entendidos como universales. Pero el escenario en el que se ubicaban, que no diferia del que dibujaba la multitud de obras menores que contribuyo a sostener la divulgacion de aquella vision, termino por ser tornado por cierto y paso a formar parte del sentido comiin historico de amplios grupos sociales norteamericanos.
Un programa a cumplir Si se acepta lo expuesto h a s t a el momento, el panorama que encontramos frente a nosotros es el siguiente. En primer lugar, utilizamos —o pensamos utilizar—, como material de base para la investigacion, ordenanzas acerca de la instalacion de monumentos, obras de ficcion, pelfculas, manuales escolares, ediciones de los abstracts de congresos, revistas literarias o historicas, documentos partidarios, estadfsticas referidas al niimero de ejemplares vendidos de algiin libro o al niimero de ingresantes a carreras de historia, planes de estudios de la escuela elemental y media, y el catalogo puede hacerse interminable. Desde ya, tambien lo integran las obras de la "alta historiograffa". Las series documentales mencionadas son organizadas por una mirada que hoy se detiene en los mecanismos de atribucion de sentido a un proceso historico por parte de un grupo social, en la discusion que los miembros del mundo cultural y politico sostenian acerca de la historia, en las acciones que los grupos dominantes y el Estado ensayaban alrededor de los relatos sobre el pasado, en las caracterfsticas de las producciones de intelectuales e historiadores entendidas como discursos, en los mecanismos de legitimacion y ex-
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elusion instaurados en una institution. Nos preocupan unas ideas, cuyas caracterfsticas nunca logramos precisar del todo, pero tambien unas practicas culturales y sus productos, y aun los sujetos colectivos que las ejecutan o las sufren. Nos hallamos asf, segiin parece, a gran distancia de aquel objeto de estudio que Croce habi'a atribuido a la historia de la historiografia: el pensamiento historico, expresado en la obra de los grandes autores y concebido como identico al objeto de la historia de la filosoffa. Esta transformation ha ocurrido de hecho, al menos parcialmente; sin embargo, aun restan algunos puntos para someter a discusion. Uno de ellos se relaciona con la circunstancia evidente de que buena parte de los interrogantes y de los medios para alcanzar respuesta a ellos que hemos venido mencionando pueden aplicarse, con absoluta pertinencia, a los grupos estrictamente academicos. La perspectiva del analisis discursivo admite serutilizada sobre el conjunto documental constituido exclusivamente por los textos de los historiadores profesionales; del mismo modo, las perspectivas institucionales pueden ser empleadas en el acotado universo de las academias y las universidades, y la reconstruction de piiblicos y practicas culturales tolera ser efectuada en ese mismo espacio. No es este nuestro planteo; por el contrario, sostenemos que se debe participar de una busqueda que exceda, sin desestimarlos, esos ambitos. Esta propuesta cuyas lfneas generales, reiteramos, se insinvian en la produccion actual, esta asentada en la conviction de que la pregunta central no refiere al pensamiento historico, y ni siquiera, a nosotros mismos en tanto profesionales, ya que la historia no es un asunto que concierna solo a la comunidad de historiadores. M La interrogation debe ser, en n u e s t r a opinion, sobre los modos en que u n a sociedad intenta dar cuenta de su pasado, inventandolo, imaginandolo, investigandolo cientificamente o aun aboliendolo. En estos esfuerzos, nunca del todo conscientes, nunca ejecutados con planes precisos, que velada38. N u e s t r a opinion coincide, en este punto, con la que expresa R. Romano en La storiografia italiana oggi, op. cit., p. 37.
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mente expresan las h'neas de division de esa sociedad, se ponen en juego todos los procesos de los que hablamos con anterioridad. Nuestra pregunta, que no respeta la antigua denominacion es, u n a vez mas, social, pero peculiar por tener en su centro la construccion y difusion de las visiones del pasado. No creemos con Carbonell que esa especificidad se halle en suponer que "una sociedad nunca se descubre tan bien como cuando proyecta hacia a t r a s su propia imagen"; 3 9 lo mismo podria decirse de la proyeccion hacia adelante. Se encuentra, en cambio, cuando menos para el siglo XX, en el entramado peculiar que se teje entre una disciplina institucionalizada aunque su estatuto epistemologico y su cientificidad sean ciclicamente puestos en duda, el mundo cultural que no solo le reclama explicaciones sobre el pasado sino que imagina sin ningun reparo las suyas, unos aparatos estatales que aspiran a actuar sobre los sectores subalternos y que a traves de la necesidad de personal especializado generan una demanda que repercute sobre la propia disciplina universitaria, multiples actores politicos que asientan inevitablemente sus posiciones presentes en algvin diagnostico sobre el pasado, los medios masivos de comunicacion que participan activamente, en ocasiones, de todo el proceso, y unos sectores sociales que, siempre de manera misteriosa para el historiador, releen la produccion letrada y organizan sus propias interpretaciones. Estos constituirian los grandes procesos a indagar en el marco de una historia de la historia en los ultimos ciento cincuenta anos, tal como la concebimos aqui; los efectos politicos y sociales de tales procesos nos parecen, desde ya, muy visibles y en un sentido amplio, se relacionan con la construccion de un nuevo orden social desde fines del siglo XIX. En realidad, si damos por cierto que la condition posmoderna se caracteriza, entre otros rasgos, por el hecho de que la historia ya no logra otorgar sentido a la existencia, estos planteos solo se hallarian movidos por la curiosidad cienti'fica. P a r a los historiadores que, insistiendo en pensarnos in39. Cfr. Carbonell, Ch-O. La historiografia, op. cit., p. 8.
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telectuales, entendemos en cambio que el programa de la modernidad aun no se ha consumado, y que todavia resulta un horizonte deseable, ellos son a la vez planteos plenamente poh'ticos: se t r a t a de probar que una historia de los intentos que los hombres realizaron por comprender el pasado que actuaba sobre sus vidas tiene hoy algo que decir acerca de la sociedad. Naturalmente, la sociedad de la que hablaria una empresa como la que proponemos es la nuestra; aiin esta historia de la historia contimia siendo, como siempre, contemporanea.
7. HEROES PATRICIOS Y GAUCHOS REBELDES. TRADICIONES EN PUGNA Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian En la escuela nos enseharon que William Eufua era un rev pelirrojo y malvado, pero no podian esperar que lo odidsemos. Richard Digby, en realidad Arthur Rowe, quien h a perdido la memoria, en El minixterio del miedo, de Graham Greene, 1943
La c o n s t r u c c i o n de u n a c e r t e z a En la Argentina actual, la conviccion acerca de la existencia de una relacion evidente entre la figura del gaucho, la nacionalidad y la historia del pais parece muy extendida. Hacia 1995, la vigencia de esa opinion era planteada criticamente por uno de los historiadores dedicados a la historia agraria en estos terminos: "Existe cierto consenso sobre el curso que tuvo la historia del mundo rural pampeano desde los inicios de la colonizacion espanola h a s t a el presente [...] Este territorio se oriento \...] a la monoproduccion ganadera, y surgio tambien ese mitico personaje de las pampas, el gaucho. Siempre a caballo, recorriendo una tierra sin limites, sin necesidad de trabajo continuo por la posibilidad de apropiarse en cualquier momento de una vaca para satisfacer su hambre y muchas de sus otras necesidades. Valiente, libre, solitario, sonador. Yendose a u n a tolderia cuando le acosaba la justicia...". Ese gaucho se transformo "en heroe y si'mbolo del Rio de la Plata". 1 1. La cita, en Gelman, Jorge, "El gaucho que supimos conseguir. Determinismo y conflicto en la historia argentina", en Entrepasados, Bs. As., afio V, N 9 9 1995, p. 28. Sobre las varias posiciones en torno a estos temas, veanse los articulos de Mayo, Carlos, "^Una pampa sin gauchos?", Garavaglia, J u a n Carlos, "^Existieron 217
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Sin embargo, tales certezas no estuvieron siempre alii. Por el contrario, ellas se construyeron solo muy paulatinamente y en medio de controversias intensas, que pasaron de estar a n i m a d a s por funcionarios y hombres de letras a convocar, de modos diversos, a grupos sociales mas vastos y finalmente a varias reparticiones del aparato estatal. En la forja de aquellas representaciones, y en su lenta transformation en datos que no se revisaban, puede reconocerse una etapa que se desplego entre fines de siglo XIX y los liltimos anos de la decada abierta en 1930; en ese lapso, sus escenarios fueron muy variados espacios sociales, en los que intervenfa tambien el Estado. Poetas e historiadores profesionales, filologos, funcionarios ministeriales e intelectuales dedicados a la poh'tica, pero tambien anonimos lectores del Martin Fierro, asistentes a los centros criollistas, oyentes devotos de los "cuentos pamperos" transmitidos por radio todavia en los anos treinta, activistas que promovian un homenaje, participaron de aquel proceso, que involucro de este modo tanto a zonas de la llamada cultura letrada como de la popular. Las interpretaciones que se propusieron, muchas veces en disputa entre si, no solo estaban fundabas en actitudes ideologicas encontradas sino que, al mismo tiempo, se relacionaron con la pertenencia a un grupo social, a una colectividad etnica o aun a una comunidad profesional. 2 los gauchos?" y Gelman, Jorge, "^Gauchos o campesinos?", todos ellos en Anuario IEHS, II, 1987, pp. 23-59. Una bibliograffa amplia puede consultarse en Garavaglia, J u a n Carlos y Jorge Gelman, "Rural History of the Rio de la Plata, 1600-1850: Results of a Historiographical Renassaince", en Latin American Research Review, N9 30, 1995, pp. 108-132. Vease tambien Garavaglia, J u a n Carlos, "El Martin Fierro y la vida rural de la campana de Buenos Aires", en la edicion que del Martin Fierro coordinaron Lois, Elida y Angel Nunez, publicada en Madrid por Allca XX, 2001, pp. 654-690. La obra incluye un conjunto de trabajos que examinan las interpretaciones que contribuyeron a instalar el poema en el centro en la "tradicion nacional". 2. No parece ser este el lugar p a r a pasar revista a la amph'sima bibliograffa referida a la pertinencia de las denominaciones
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Es posible ubicar el inicio de esa etapa a comienzos de la decada de 1870, cuando Jose Hernandez publicaba el Martin Fierro con gran exito entre los piiblicos populares y crfticas severas a cargo de buena parte de la elite intelectual. Setenta anos mas tarde, hacia 1941, el autor de un Romancero publicado por la Facultad de Filosoffa y Letras sosteni'a que "el gaucho propiamente dicho es [...J la vigorosa levadura del pueblo argentino, por cuya libertad arrostro penurias sin cuento desde las primeras horas de la Revolucion de Mayo". 3 Ese mismo ano podfan leerse los argument s que un especialista en poesi'a gauchesca exponfa en su estudio del Martin Fierro: en opinion de los crfticos literarios, planteaba, "el gaucho es el tipo representative de la nacionalidad". 4 A su vez, en las revistas polfticas y en las de actualidad, que buscaban piiblicos mas amplios, los autores de caricaturas e ilustraciones apelaban al recurso de evocar inequfvocamente al argentino a traves de la imagen de un gaucho, no pocas veces convertido de m a n e r a explicita en "Juan Pueblo". 5 Hacia fines de la decada de 1930 tuvieron lugar dos fe"cultura popular" y "cultura letrada", al problema de sus relaciones y a las diferentes posibilidades que se abren al aplicar perspectivas como la de la historia de mentalidades o la historia desde abajo. Esbozos recientes de balances pueden hallarse en algunos arti'culos compilados en Olabarri, Ignacio y F. Capistegui, (dirs.), La "nueua" historia cultural: la influencia del postestructuralismo v el auge de la interdisciplinariedad, Madrid, Complutense, 1996, en particular el de Peter Burke titulado "Historia cultural e historia total"; mas especifico es el articulo de Beik, W., "The dilema of popular history", en Past and Present, N 8 141, 1993, pp. 201-233. 3. Cfr. Moya, I., Romancero, I, Bs. As., Facultad de Filosoffa y Letras/Instituto de Literatura Argentina, 1941, p. 78. 4. Cfr. Tiscornia, E.,"Estudio, n o t a s y vocabulario", en Hernandez, Jose, Martin Fierro, Bs. As., Losada, 1941, p. 405. 5. Este recurso era muy frecuente; puede consultarse, para esos anos, Ahora, ano II, N° 113, Bs. As., p. 19, 1936. Vease tambien la publicacion nacionalista La Maroma de los anos 1939 y 1940.
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nomenos que merecen atenderse. Por una parte, se hacfa evidente, incluso mas alia del mundo de los intelectuales y del publico culto, lo extendido del acuerdo acerca de la condition que el gaucho exhibia de genuino y unico tipo social representative de la "argentinidad", y de su papel en la historia nacional. El otro suceso importante fue la incorporation formal de la figura del gaucho al conjunto de rituales estatales celebratorios del pasado de la nation, a traves del homenaje al Martin Fierro y a su autor. En estos varios niveles, el gaucho habia dejado de estar excluido de la definition de la tradition nacional, como ocurn'a a fines del siglo xix, para transformarse en uno de sus centros. Resulta entonces posible sostener que mientras se construfa una imagen del gaucho capaz de simbolizar la tradition argentina se organizaba, en la misma action, una peculiar vision colectiva del pasado; una vision poco desplegada, pero de enorme capacidad de evocation, que ha logrado estabilizarse y perdurar. En esa invention de un pasado se jugaban elementos cruciales para la constitution, o para el intento de constitution, de identidades sociales en clave nacional. El contexto de este proceso puede concebirse como el de las "agitadas relaciones entre Estado, sociedad civil, identidad cultural y legitimidad".6 Este capitulo esta dedicado al analisis de algunas de estas cuestiones en el largo plazo, atendiendo al desarrollo de ciertas disputas y discusiones sobre el papel del gaucho en la historia nacional y sobre su condition de "arquetipo de la argentinidad". No se trata entonces de considerar en una perspectiva acotada cada una de las coyunturas evocadas en el trabajo, sino de examinar, entre 1870 y 1940, un largo proceso cuyas multiples derivaciones pueden rastrearse hasta el presente, un "proceso fluido, que elude el anali6. Resulta imprescindible, y ya clasica, la mencion de Hobsbawm, Eric y Terence Ranger (eds.), The invention of tradition, Cambridge/Nueva York, Cambridge University Press, 1982. La cita, en Gellner, Ernest, Cultura, identidady politico, Barcelona, Gedisa, 1998 [ I s ed. inglesa: 1987], p. 10.
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sis si intentamos detenerlo en seco en un determinado momento". 7 Una tentativa de esta naturaleza se topa con algunos limites obvios. En principio, conviene tener en cuenta los cambios profundos que la sociedad y la cultura sufrieron, en la Argentina, entre 1870 y 1940; debe evitarse, en consecuencia, la suposicion de estabilidad absoluta de actores y argumentos. Pero esa misma circunstancia brinda la ocasion de examinar la construccion de imagenes colectivas del pasado en un periodo que incluye dos momentos que suelen entenderse importantes: "El pasaje de la cultura oral a la cultura escrita que [...] se efectua [...] sobre todo gracias a la alfabetizacion, y la implantacion durable de los medios de comunicacion de masas". 8 En el primer caso, de todas m a n e r a s , conviene precaverse de entender que aquel pasaje e n t r a n a el fin de la cultura oral. Por otra parte, el analisis atafie en muchos casos a escenarios urbanos, en particular portenos, mas que a todo el territorio. A su vez, lo que aquf hemos llamado Estado, antes que una estructura uniforme, estatica y acabada, era un complejo de reparticiones en construccion, con dinamicas mas o menos propias, que tendi'a a hacerse m a s complejo y en el cual las diferencias entre cada jurisdiccron soh'an ser importantes; finalmente, la utilization de la notion de sectores subalternos parece aludir a una homogeneidad que sabemos cuando menos dudosa. Sin embargo, con las precauciones que impone el registro de esas dificultades, entendemos que es posible proponer la explication de un proceso como el que tratamos, amplio y temporalmente extendido. El intento se funda, por otra parte, en u n a conviction que Marc Bloch ponia, hace ya muchos anos, en estos terminos: "Para conocer bien una colectividad, es importante, antes que nada, encontrar nuevamente la 7. Abusivamente, apelamos a la formula que utilizara Thompson, Edward P., en La formation de la clase obrera en higlaterra, Barcelona, Critica, 1989 [l 3 ed. inglesa: 1963], t. I, p. XIII. 8. Vease Baczko, Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Bs. As., Nueva Vision, 1991, p. 31.
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imagen, verdadera o falsa, que ella misma se formaba de su pasado". 9
Del Martin Fierro al Dia de la T r a d i c i o n Una amplia reception popular En 1875, Guillermo Coelho, inspector de escuelas de las colonias en Santa Fe, advertia en uno de sus informes que alii "algunos preceptores no conocen el idioma castellano y solo ensenan el idioma frances y aleman, cuando gian parte de los ninos son hijos de este suelo". Y se preguntaba: "<^De que nos sirve que los hijos de la patria sepan un idioma extranjero si no saben el idioma nacional?". 1 0 Observaciones de este tenor no eran inusuales entre los funcionarios escolares por la epoca. Pero, desde fines de la decada abierta en 1880, poh'ticos, intelectuales, funcionarios del Estado y asociaciones civiles comenzaron a insistir con perseverancia en la necesidad de consolidar el sentimiento de nacionalidad, ante la Uegada continua de grandes contingentes de inmigrantes y los problemas que suscitaba su integracion en la sociedad receptora, en una coyuntura peculiar de las relaciones internacionales. Lilia A. Bertoni, en un estudio sobre ciertos aspectos de ese proceso, ha citado la intervencion de Estanislao Zeballos en el Congreso de la Nacion, cuando sostem'a en 1887 que habfa "llegado el momento de que el Congreso se ocupe, con cualquier pretexto, y en cualquier circunstancia, de que el extranjero [...] sea afecto a la nacionalidad argentina Ipor9. La cita de Bloch, en Mastrogregori, Massimo, El manuscrito interrumpido de Marc Bloch. Apologia para la historia o el oficio de historiador, Mexico, FCE, 1998, p. 42; datos sobre su localization en p. 108. Senalamos, por otra parte, que solo ocasionalmente se utilizaran en este trabajo aproximaciones cercanas y disponibles, que pueden hallarse en la produccion referida a la llamada "conciencia historica", la memoria y la memoria colectiva. 10. En Archive de la Legislatura de la Provincia de Santa Fe, Camara de Senadores, actas de 1872 a 1881, folio 94.
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que] puesto que los extranjeros no tienen una patria aqui, se consagran al culto de la p a t r i a ausente". 1 1 Con ese objetivo, se apelo tanto a la revitalizacion de las fiestas patrias como a la instauracion de monumentos, a menudo fracasada; tambien se tuvieron en cuenta las posibilidades que ofrecfa la escuela primaria, y la ensefianza de la historia y el idioma nacional en ellas, para lograr la deseada constitucion de u n a cultura homogenea. Zeballos aludfa a acciones que, impulsadas por asociaciones de inmigrantes, lograban amplias convocatorias entre sus connacionales, manifestandose en nutridos desfiles y movilizaciones que conmemoraban las fechas patrias de los paises de origen. Sin embargo, su mirada no habi'a percibido la existencia de fenomenos de otra naturaleza, tambien relacionados con la constitucion de identidades colectivas, que estaban teniendo lugar desde hacfa ya mas de u n a decada. Tales procesos se manifestaron con cierta claridad hacia 1872, en ocasion de la publicacion de El gaucho Martin Fierro.12 El exito de la primera edicion de esta obra de Jose Hernandez hizo evidente la presencia de un publico popular, que hasta el momento la cultura letrada rioplatense no solo despreciaba potencialmente, sino del cual ignoraba su efectiva existencia. Tal ignorancia se revelaba tanto en los canones li-
11. Citado en Bertoni, Lilia Ana, "Construir la nacionalidad: heroes, estatuas y fiestas patrias", en Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", tercera serie, 5, 1992, pp. 77-109. Vease tambien, de la misma autora, Patriotas cosmopolitas y nacionalistas. La construction de la nacionalidad argentina a fines del sigh XIX, Bs. As., FCE 2002. 12. Voluntariamente eludimos algunas aproximaciones posibles al Martin Fierro, particularmente la que resulta de la confrontacion del poema con la labor periodfstica y el derrotero politico de Hernandez. Respecto a este punto, sin duda la investigation mas exhaustiva es la que Uevo a cabo Tulio Halperin Donghi en Jose Hernandez y sus mundos, Sudamericana, Bs. As., 1985. Vease en particular pp. 289-317.
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terarios definidos por la elite intelectual como en las polfticas editoriales y en los canales establecidos p a r a la circulation de bienes culturales. 1 3 La venta de 48.000 ejemplares de la obra entre 1872 y 1878, j u n t o a las once ediciones publicadas entre esos anos, son prueba del impacto que el poema habi'a producido en lectores que se distribuian, en su mayon'a, entre las orillas de la ciudad de Buenos Aires, en trance de expandirse, y la extensa campana bonaerense. El exito llevo a H e r n a n d e z a edit a r en 1879 una secuela, titulada La vuelta de Martin Fierro, obteniendo u n a repercusidn similar a la de su antecesora. En los anos setenta del siglo xix, p a r a alcanzar la categoria de exito en el mercado cultural bonaerense —que era por enton13. En torno a estos problemas, consultense Prieto, Adolfo, El discurso criollista en la formation de la Argentina moderna, Bs. As., Sudamericana, 1988; Ludmer, Joseflna, El genera gauchesco. Un tratado sobre la patria, Sudamericana, Bs. As., 1988; Rubinich, Lucas, "El publico de 'Martin Fierro' 1873-1878", en Punto de Vista, ano 17, Bs. As., 1983; Sarlo, Beatriz y Maria Teresa Gramuglio, Historia de la literatura argentina 2. Del romanticismo al naturalisms, CEAL, Bs. As., 1980-1986, pp. 1-48; Eujanian, Alejandro, Publicos, autores y editores. La cultura argentina en los anos de la organization national, en Bonaudo, Marta (dir.), Liberalismo, Estado y or den burgues (1852-1880), Bs. As., Sudamericana, 1999 ("Nueva Historia Argentina", IV), pp. 545-605. Muchos de los temas aqui asumidos h a n sido tratados por Ezequiel Martfnez Estrada en Muerte y transfiguration del Martin Fierro, Mexico, FCE, 1948; algunos de los argumentos expuestos alii habian sido anticipados en "Lo gauchesco", publicado en Realidad, Bs. As., ano I, N 9 1, ene.-feb. 1947, pp. 28-46, artfeulo que citaremos m a s adelante. P a r a un periodo anterior, sugerimos la consulta de Shumway, Nicolas, La invention de la Argentina. Historia de una idea, Bs. As., Emece, 1993 [1- ed. inglesa: 1991]. Segun Jorge B. Rivera, Jose Hernandez busco la adhesion de ese publico popular apelando a parti culares estrategias de publicidad, al formato de folletin, al uso de recursos visuales, asi como al bajo precio. Vease Rivera, Jorge B., "Ingreso, difusion e instalacion modelar del Martin Fierro en el contexto de la cultura argentina", en Lois, Elida y Angel Nunez, Martin Fierro, op. tit., pp. 545-575.
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ces una buena parte del mercado nacional—, bastaba una venta que oscilara entre los 500 y 1500 ejemplares. La amplia recepcion del poema de Hernandez provoco, en ese horizonte, u n a fuerte reaccion de muchos hombres de letras, quienes con frecuencia lanzaron criticas adversas a la obra. Cierto es que un sector de la crftica puso el acento en los riesgos que el libro acarreaba para los asuntos piiblicos, atendiendo al caracter de denuncia de la situacion social que parecia dominar la primera parte del poema: un pacifico campesino que se ve empujado, por las injusticias que las autoridades cometieron, al mundo del delito y, finalmente, al desierto. Esa lectura, preocupada por el impulso que el texto pudiera dar a la crftica social o al abandono de p a u t a s morales entre el publico, no tenia como destinatario exclusivo al Martin Fierro, sino que incluia en su condena a algunos de los folletines de prestigiosos escritores franceses que habian alcanzado u n a notable repercusion en la prensa, como Nana, de Emile Zola, o El affaire Clemenceau, de Dumas. Sin embargo, en el caso del poema de Hernandez, la preocupacion era desatada especialmente por su difusion entre un publico extrano a las elites, que lefa el poema o accedi'a a el a traves de otras practicas, ratificando que la crftica letrada no actuaba con eficacia sobre la recepcion popular. Este contraste se manifiesta en el juicio publicado en el Anuario Bibliogrdfico de Buenos Aires, dirigido por Manuel Navarro Viola, acerca del drama en verso Espinas de una flor, de Francisco Compadron. Alli se sostenia que, al igual que el Martin Fierro, se trataba de dramas representados en los arrabales de la ciudad por negros que las habian adaptado corrompiendo su lenguaje. En la interpretacion del critico, era precisamente esa profana divulgacion de los poemas, que no carecfan de cierta belleza, la que los habia alejado de la gente culta de la ciudad. 1 4 14. Cfr. Anuario Bibliogrdfico de Buenos Aires, I, I, 1880, p. 67. En "Lo gauchesco", op. cit., Ezequiel Martinez E s t r a d a apuntaba en este sentido, que habia sido el "numero de lectores [...] lo que levanto u n a protesta en la clase culta" (pp. 43-44).
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Las evidencias acerca de la existencia de estos piiblicos populares nada dicen, sin embargo, del proceso de su constitution. Se h a conjeturado que la ampliation del publico lector fue el resultado de las polfticas alfabetizadoras que el Estado habia llevado adelante desde comienzos de siglo xix, y en particular a partir de los anos proximos a 1860. Sin embargo, aun reconociendo su importancia, es excesivo colocar ambos fenomenos en una relation directa de causa-efecto. 15 Por otra parte, como ya h a apuntado Roger Chartier con referencia a otros casos, el analfabetismo no constituia por si solo un limite fatal para el acceso al material impreso y, al mismo tiempo, la alfabetizacion tampoco suponia el surgimiento automatico de un nuevo tipo de lector. 16 Los canales de circulation que terminaban organizandose en la campana sobre los recorridos de vendedores ambulantes, y la venta en las pulperias, colocaban al libro de Hernandez al alcance de un publico ajeno al circuito de las librerfas y las bibliotecas 15. Los fndices de analfabetismo eran todavfa demasiado altos: de acuerdo con el Censo Nacional de 1869 el analfabetismo alcanzaba, en todo el territorio, al menos a 1.000.000 de personas sobre una poblacion total de 1.736.923 habitantes. Se calcula que en la campana de Buenos Aires —donde residfa el grueso de los lectores del poema—, el 77% de los peones no sabi'an leer. Entre los comerciantes, donde predominaban los inmigrantes, el analfabetismo llegaba al 50%. La estructura administrativa del Estado se hallaba todavi'a en trance de consolidate, y su debilidad afectaba tambien a la escuela, no el unico, pero si el principal agente de alfabetizacion. Datos y estadi'sticas referidos a estos tern as figuran en la edicion de los resultados del censo, publicada en Bs. As., y tambien en Tedesco, Juan Carlos, Education y sociedad en la Argentina 18801910, Bs. As., Solar, 1986; Sabato, Hilda y Luis Alberto Romero, Los trabajadores de Buenos Aires. La experiencia del mercado, 1850-1880, Bs. As., Sudamericana, 1995; Puiggros, Adriana (dir.), Sociedad civil y estado en los origenes del sistema educativo argentino, Bs. As., Galerna, 1991. 16. Puede consultarse, por ejemplo, Chartier, Roger, El mundo como representation, Barcelona, Gedisa, 1994, y El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVlll, Barcelona, Gedisa, 1996.
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de las ciudades. A su vez, la lectura en voz alta para un auditorio reunido alrededor del fogon y la declamacion de fragmentos del poema memorizados se transformaban en medios de difusion entre la poblacion analfabeta, generando un efecto multiplicador del publico de la obra. 1 7 Es casi innecesario senalar que esos auditorios no constituian el universo completo de los grupos populares, y que las practicas de estos grupos no se cenfan exclusivamente a la lectura y el recitado. Sin embargo, el estudio del publico popular puede ser una via de e n t r a d a al mundo cultural de los sectores subalternos. Para los lectores nativos, gran parte de ellos, insistimos, de origen popular y afincados en la zona pampeana, la recuperation de esa tradition criollista parece haber sido una m a n e r a de enfrentar el proceso de modernization, a partir de representaciones construidas con elementos de una realidad social que, si habi'a existido alguna vez con las caracteristicas que se le atribufan, estaba en camino de desaparecer a fines del siglo XIX. Las observaciones de Baczko acerca de la transmision de recuerdos, sfmbolos y rituales a traves del contacto intergeneracional, en lo que llama la "memoria a mediano plazo", pueden brindar en este caso u n a pista a seguir, aun con dificultad. 18 En tanto, para los inmigrantes, que hacia 1869 eran aproximadamente el doce por ciento de la poblacion total, la adoption de rasgos de lo que se suponia era la cultura criolla podia constituirse en una herramienta de integration social, en un pais que no terminaba de asimilarlos politicamente. 1 9 En la production de los gTupos ilustrados, por el contrario, los elementos criollistas se hallaban expurgados o eran convertidos en motivo de escarnio. Muchos funcionarios piiblicos, 17. Vease, acerca de estos problemas, Sarlo, Beatriz y Maria Teresa Gramuglio, "Martin Pierro", en Historia de la literatura argentina. op. cit., p. 37. 18. Vease Baczko, op. cit., p. 186. 19. Vease Prieto, op. cit., p. 18. El porcentaje de extranjeros sobre la poblacion total crecio, entre 1869 y 1895, del 12% a poco mas del 25%.
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a su vez, tendian a ver en habitos que presumi'an gauchescos peligrosos presagios de indisciplina social. Asf, el mismo afio en que se publicaba Martin Fierro, el inspector de escuelas Guillermo Wilcken haci'a referenda, con marcada inquietud, a la apropiacion que los inmigrantes estan'an realizando de ciertas practicas adjudicadas al gauchaje en las colonias agricolas de la provincia de Santa Fe: Los habitantes de las colonias pertenecen por lo general a la clase mas infima de Europa. Gente robusta, pero sin education, que en el viejo mundo vivio en cierta esfera de esclavitud, a causa de la apremiante necesidad [...] j a m a s conocio los goces de lo que puede llamarse diversiones inocentes, juegos publicos I'....] Esta gente que arriba como inmigrante, y que se constituye como colono, poniendose en contacto con nuestro gauchaje, acaba de apoderarse como estos del vicio de la pulpen'a.... 2 0 La observation de Wilcken planteaba la primaci'a de los "vicios populares" autoctonos sobre los importados; anos mas tarde, el cuadro seria invertido, quedando los inmigrantes convertidos en agentes de "contamination" de la cultura autenticamente argentina. Como hemos senalado, el aparato estatal comenzaria poco despues a desplegar acciones mas amplias buscando consolidar identidades en clave nacional. Desde ya, ellas estaban lejos de ser uniformes en lo que hace a los contenidos que se proponian p a r a esa pedagogia ci'vica, y su intensidad variaba; sin embargo, la tendencia se manifesto con claridad desde fines de los anos ochenta del siglo XIX y se sostuvo por decadas. Ese esfuerzo convoco, y fue en muchos casos alentado, tambien por hombres de la cultura, que compar20. Cfr. Wilcken, Guillermo, Las Colonias. Informe sobre el estado actual de las Colonias Agricolas de la Republica Argentina, presentado a la Cornision Central de Inmigiacion por el Inspector Nacional de ellas, Bs. As., s/e, 1872, p. 308.
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tieron el anhelo de hacer de esos gauchos e inmigrantes unos mucho mas previsibles y disciplinados "ciudadanos y patriotas". Estas dos ultimas condiciones, asociadas a virtudes civicas y aun morales, ocupaban en cambio un lugar muy poco destacado en la imagen del gaucho que comenzaban a construir los grupos populares. Asi, la invencion del gaucho puede ser lefda como expresion de una resistencia cultural, tenue e incierta, que anunciaba la organizacion de identidades a l t e r n a t i v a s a la propuesta desde el Estado y desde los sectores ilustrados. La historia argentina posterior impide, sin embargo, atribuir a esa identidad diversa un caracter disruptivo frente al orden politico y social establecido. 2 1 Si se atiende a la situacion en la primera mitad del siglo XIX, es posible registrar u n a inversion de roles, que vuelve a d e m o s t r a r la complejidad de los vinculos establecidos entre las c u l t u r a s subalternas y las dominantes. En las decadas iniciales del siglo xix, "mientras se fabricaba al gaucho en la realidad, tambien se lo fabricaba en la ficcion, para justificar la ofensiva proletarizadora y militarizadora de la epoca". La creacion del gaucho en la ficcion, en aquel periodo, se fundaba mas en la "infinidad de escritos de funcionarios y estancieros" que en textos literarios, y resultaba u n a operacion de los sectores dominantes rioplaten21. Cabe senalar que no se plantea aqui la existencia de una suerte de nacionalismo popular espontaneo en la Argentina. Tampoco asumimos, al menos en este punto, los planteos de Gramsci en torno a la existencia de un sentimiento nacional-popular opuesto al sentimiento nacional, ligado el primero a "la realidad" y a f'actores e instituciones objetivas —la lengua, la cultura, entre otras—, siendo el segundo puramente subjetivo y propio de los intelectuales. Vease Los intelectuales v la organizacion de la cultura, Bs. As., Nueva Vision, 2000, p. 59. En cuanto a la cuestion del patriotismo en el Martin Fierro, senalaba Martinez Estrada en 1947 que en la obra "ha desaparecido en absoluto el sentimiento patriotico, y esa ausencia de la sustancia mater de toda nuestra literatura acentua su propio sabor arcaico, de obra que pudo haber sido escrita antes de la Revolucion". Cfr. "Lo gauchesco", op. cit., p. 31.
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ses. 2 2 Medio siglo mas tarde, parecian ser los grupos subalternos los que se apropiaban de la figura del gaucho, inventandose una tradicion desde ya tan ajena a "lo efectivamente ocurrido" como cualquier otra. Ellos encontraron en los valores, costumbres y representaciones de las cuales la tradicion gauchesca era portadora, el material inicial para forj a r una identidad anclada en u n a etapa de la Argentina criolla que la elite social e intelectual juzgaba, ahora, irremediable y felizmente superada. Paradojicamente, la modernizacion habia creado las condiciones para la aparicion de publicos que hallaban un principio de identificacion en el pasado que ella misma buscaba abolir. 2 3 Los hombres de letras, por su parte, seguian con cierta atencion los derroteros de sus obras entre los publicos amplios, y el propio Jose Hernandez intento con celeridad volver a encauzar el sentido que los lectores habian asignado a su obra. Dos anos despues de su edicion original, en el prologo a la octava edicion de 1874, Hernandez demostraba su preocupacion por las consecuencias morales que en esos publicos inesperados podia provocar la lectura del poema, planteando que era la integracion del peon a la vida civilizada lo que esperaba que su texto transmitiera. Por ese camino, imaginaba Hernandez, se lograria que olvidara su condi22. Cfr. Gelman, Jorge, "El gaucho que supimos conseguir", op. cit., p. 34 y ss. 23. Joaquin V. Gonzalez, en 1888, trazaba una genealogia de la tradicion nacional que recuperaba las raices indigenas precolombinas y la cultura hispanica como escalones sucesivos de un proceso ascendente, del que la Argentina criolla seria a la vez consecuencia y superacion. Los gauchos, en ese relato, representaban una paradoja que, en rigor, no permitia asimilarlos plenamente. Concebidos como hijos genuinos de la tradicion, representaban tambien una nefasta influencia en la evolucion institucional del pais. Cfr. Gonzalez, Joaquin V., La tradicion nacional, Bs. As., La Pacultad, 1912. Sobre Gonzalez, vease el paragrafo titulado "Modernidad y tradicion en J. V. Gonzalez", en Svampa, Mariste11a, El dilema argentine): ciuilizacion o barbaric, Bs. As., El Cielo por Asalto, 1994, p. 89 y ss.
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cion de paria para convertirse finalmente en ciudadano. En 1879, al publicarse La uuelta de Martin Fierro, la operation que pretendia restablecer el sentido en el que debian leerse sus creaciones se encontraba concluida. La vuelta... mostraba un gaucho arrepentido por sus errores, mas dispuesto a dar consejos que a resistir la action de la autoridad; explfcitamente, en el prologo, el autor se preocupaba por demost r a r de que modo, "con medios rigurosamente escondidos", su poema podia cumplir un fin moralizante, u n a vez ganada la complicidad del lector. Pero es sabido que los intentos de los autores por develar, e imponer, el sentido en el que sus creaciones deben leerse son vanos. Aquella interpretation del poema en clave de denuncia que, sin duda junto a otras, ensayaron los piiblicos populares, no fue effmera y reaparecio en multiples oportunidades, hasta la segunda mitad del siglo XX.24 El Martin Fierro, por estas sendas, comenzaba a convertirse no solo en un relato de las injusticias sufridas por los miembros de los sectores populares sino en una interpretation historica, dado que el poema remitfa al pasado, un pasado individual que, no obstante, podia ser facilmente convertido en colectivo, y su heroe empezaba a ser visto como el habitante que, desde tiempos remotos, habia poblado estas tierras. La obra convocaba a su lectura como una representation del pasado; sin aspiration alguna de erudition, y menos directa en sus referencias que los trabajos ofrecidos por los pocos intelectuales dedicados a la investigation historica, resultaba sin embargo mas adecuada a las expectativas, intereses, habitos de lectura y de sociabilidad de los lectores populares. Por su parte, la alta historiograffa producida en esta coyuntura, a pesar de las polemicas que, como la librada entre Lopez y Bartolome Mitre a comienzos de la decada de 1880, cada tanto la sacudfan, era u n a de las expresiones de un consenso amplio entre la elite poh'tica y social, que esta vez se 24. Las citas, en Jose Hernandez, "Cuatro palabras de conversation con los lectores", en Martin Fierro, Bs. As., Biblioteca de Literatura Universal, 2000, pp. 89-93.
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teji'a en torno a los itinerarios que la nacion habria seguido a lo largo del siglo XIX, luego de Mayo, que era concebido como el "momento culminante de la historia argentina". Esa interpretacion, cuyos grandes rasgos gozaban de una aprobacion extendida, relataba la historia de una colectividad que, guiada por sus heroes, habia logrado sobreponerse a la etapa de las guerras civiles para alcanzar la organizacion nacional e iniciar el camino hacia el progreso. 2 5 P a r a los sectores populares, tanto de origen nativo como extranjero, los textos de la historiografra erudita eran demasiado ajenos como para transformarse en agentes de difusion de algvin sentimiento identitario estructurado en torno a la pertenencia a u n a nacion. La escasa eficacia de esa produccion, m a s alia de sus contenidos, iba en paralelo con la de dos de los soportes privilegiados para su difusion, el libro y la escuela. En el caso de la escuela, los problemas vinculados con la infraestructura, la ausencia de maestros calificados, los altos indices de desercion escolar y la competencia que inicialmente representaban las escuelas controladas por las colectividades, constitui'an obstaculos para el avance del proceso de penetracion social. Hacia fines de siglo, mientras la poblacion segui'a creciendo y la sociedad se hacia mas compleja, la escolarizacion entraba en u n a meseta que resulto dificil de franquear h a s t a entrado el siglo xx. 2 6 En cuanto a los libros, los 48.000 ejemplares de Martin Fierro vendidos entre 1872 y 1878, a un promedio de unos 8000 por ano, contrasta con los mil de la Historia de Belgrano, cuyo autor, Bartolome Mitre, modelo de historiador erudito, lograba colocar entre el publico culto que accedio a la se25. La cita corresponde a Romero, Jose Luis, El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, Bs. As., Solar, 1983 [1- ed.: 1965], p. 3 1 . Remitimos, acerca de estos temas, a los capitulos anteriores de este libro; y a Palti, Elias, "La Historia de Belgrano de Mitre y la problematica concepcion de un pasado nacional", en Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", tercera serie, 21, 2000, pp. 77-100^ 26. Vease Tedesco, Education y sociedad en la Argentina (1880-1945), op. cit., p. 133.
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gunda edicion de 1859; en el prologo a la tercera edicion de la obra, aparecida en 1876, Mitre no solo se mostraba mas que satisfecho con esa cifra sino que justificaba la publication apelando a ese dato. Pero, por otra parte, el libro competfa con desventaja con el folletin en el mundo de los lectores populares, a pesar de la exception que represento la obra de Hernandez. Durante mucho tiempo, el folletin fue considerado un genero menor y en muchos casos hasta pernicioso, aunque los autores cultos lo frecuentaran. Desde el punto de vista formal, sin embargo, el sistema del folletin cubrio mas acabadamente las demandas de los publicos ampliados y colaboro en la expansion de nuevos habitos de lectura. 27 Fue Eduardo Gutierrez, desde el periodico La Patria Argentina, uno de los primeros en captar la demanda representada por los nuevos lectores; su obra significo el paso del folletin de alcoba impuesto por el romanticismo frances, a la manera de Dumas y Sue, a uno en el cual el protagonista era, nuevamente, un gaucho. 28 En su obra mas popular, 27. El exito de Martin Fierro podrfa utilizarse como impugnacion a lo aiirmado, pero debe tenerse en cuenta lo senalado sobre sus caractensticas materiales y formales. P a r a un periodo posterior, el problema del folletin y sus lectores ha sido analizado por Beatriz Sarlo en El imperio de los sentimientos, Bs. As., Catalogos, 1985. 28. El folletin de Gutierrez fue para la cn'tica culta el paradigma de u n a literatura venal, promoter de un genero cuyo exito era asociado a su capacidad para apelar a los bajos instintos de los lectores. Retiriendose a el, Ernesto Quesada diri'a: "Todos los que viven en pugna con la sociedad, desde el ladron h a s t a el desterrado de la fortuna... todos los fermentos malsanos de la sociedad experimentaron verdadera fruition al leer las hazanas de esos matreros ...", en "El criollismo en la literatura argentina", en Rubione, A. (comp.), En torno al criollismo. Textos y polcmicas, Bs. As., 1983, p. 137. Un juicio similar le merecia a Martin Garcia Merou: "El autor de los d r a m a s h a encontrado el origen de una popularidad que no discuto y que es uno de los hechos que condenan el genero de sus escritos, falseando las nociones mas rudimentarias de la moral, levantando la plebe contra la cultura social y haciendo responsable a la justicia de las acciones de un hombre dejado por la mano de Dios", cita-
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Juan Moreira, de 1880, el gaucho carecia de la ejemplaridad del heroe clasico: a diferencia del personaje del poema de Hernandez, que hufa del mundo y de la autoridad forzado por el azar y la mala fortuna, Moreira, "empujado a la pendiente del crimen", ya no tenia posibilidades de retorno, ni tiempo para el arrepentimiento, 2 9 La imagination popular, sin embargo, hizo de Moreira un heroe rebelde contra las injusticias del poder politico, y en esa clave se siguio leyendo el texto h a s t a los anos setenta del siglo XX, cuando menos; el tragico final del gaucho, al ser sorprendido por u n a partida policial, resultaba en esa lectura una redencion antes que u n a condena. A mediados de la decada de 1880, el circo criollo, un espectaculo ciertamente popular, se apropio del relato de las peripecias de Moreira, transformandolo en la base de u n a representation teatral. La historia se expandio aun mas en su nuevo formato: como pantomima en los primeros tiempos, y posteriormente en una version con dialogos, constituyo un notable suceso de publico. 3 0 Es posible conjeturar que muchos de quienes accedian a la historia de Moreira, fuera a traves del folletfn o de la representacion teatral, disponian de una enciclopedia que les permitfa traducir el relato en el sentido que mencionamos. 3 1 La figura del bandolero rebelde contra la autoridad formaba
do por Alejandra Laera en el prologo a Juan Moreira, Bs. As., La Biblioteca Argentina, Clarin, 2001, p. 7. 29. Juan Moreira se publico entre noviembre de 1879 y enero de 1880 en la seccion "Dramas policiales" del periodico La Patria Argentina; el exito del folletfn apuro la edition en libro que, rapidamente, agoto 10.000 ejemplares. La cita, en Gutierrez, E., Juan Moreira, Bs. As., s/d, 1880, p. 15. 30. Vease Prieto, op. cit., p. 66. 31. Sobre un problema que no es exactamente el que aquf se trata, pero que se le aproxima, sugerimos el artfculo de Fish, Stanley, "i,Hay algiin texto en esta clase?" [1987], en Palti, Eh'as, Giro linguistico e historia intelectual, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1998.
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parte del tesoro cultural de los grupos populares campesinos de Europa todavfa a mediados del siglo xx, como h a serialado Hobsbawm, y del mundo aldeano provenfan muchos de los inmigrantes que llegaban a la Argentina en las ultimas decadas del siglo XIX. El p.ropio Hobsbawm destaco lo uniforme y extendido tanto del fenomeno como del mito del bandolero. En la Argentina, ya la recepcion del Martin Fierro insinuaba una interpretation en ese sentido; demostrando la persistencia de esa lectura, y de rasgos asociados a ella especfficamente autoctonos, la t u m b a de J u a n Bairoleto, un bandolero generoso con los humildes muerto a tiros por la policia de Mendoza en 1941, indica que en ese lugar "yace el ultimo gaucho", y es todavfa en la actualidad un sitio de veneration popular. Poco cuenta en estos casos, es obvio, que se t r a t e de bandoleros efectivamente existentes o de bandidos de fiction. 32 A estas reinterpretaciones de creaciones literarias se sumari'a, a partir de los afios noventa del siglo XIX, la actividad de centenares de centros criollistas con U7ia gran convocatoria popular, cuya presencia significativa se prolongari'a, al menos, h a s t a la decada abierta en 1920. Allf, la lectura, el baile, la recuperacion de la vestimenta, los recitados y las canciones que se querfan tradicionales eran elementos importantes en la constitution de una sociabilidad particular, que contribufa a la organization de pertenencias a comunidades imaginarias, uno de cuyos ejes se hallaba, como siempre, en el pasado. 3 3 El mercado editorial musical, por ejem32. Acerca de estos problem as, vease Hobsbawm, Eric, Rebeldes primitives, Barcelona, Ariel, 1974, en particular el capftulo titulado "El bandolero social". Por su parte, el mencionado Quesada consideraba al gaucho matrero como un verdadero outlaw, y lo incorporaba a una tradicion a la vez literaria, Las aventuras de Rocambole; y social: las vendettas corsas, la mafia siciliana, la camorra calabresa y la campana europea de los peores tiempos medioevales; en Rubione, A., op. cit, p. 137. 33. Sobre los centros criollistas, remitimos a Prieto, op. cit., p. 145 y ss. Puede atenderse, en este punto, la observacion realizada por Burke, Peter, en Formas de historia cultural, Madrid, Alianza,
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plo, estaba dominado en esos anos por "gatos, estilos, chacareras, vidalitas o el pericon", todos ellos tipos caracteristicos de la "musica rural tradicional argentina", que se vendi'an en "versiones p a r a canto y piano o canto y'guitarra". Naturalmente, las tradiciones que estas practicas buscaban recuperar no solo eran invenciones relativamente libres, sino que su materia prima era fundamentalmente literaria, mucho mas que rigurosamente historica. Asf, a pesar de la heterogeneidad social, cultural y de origen de los grupos involucrados, un horizonte de interpretation comun del pasado de la sociedad, del que se nutria la tradition, comenzo a afirmarse entre ellos. 3 4 De la popularidad del criollismo y de lo resistente de la imagen del gaucho rebelde parecfa tomar nota, poco despues, el intelectual a n a r q u i s t a Alberto Ghiraldo, quien llamaba Martin Fierro a la publicacion que bajo su direccion apareci'a en 1904, luego transformada, por algun tiempo, en el suplemento cultural del periodico acrata La Protesta. Alii sostenia Ghiraldo: [El poema Martin Fierro] es el grito de una clase en lucha contra las capas superiores de una sociedad que la oprime, es la protesta contra la injusticia [...] es el cuadro vivo, palpitante, n a t u r a l , estereotipico de la vida de un pueblo. Y Jose Hernandez, su creador. 35
2000 | 1 " ed. inglesa: 1999J, p. 71, que retomamos mas adelante, e indica que los rituales, como otras acciones, form an parte, "constituyen vecuerdos, pero tambien t r a t a n de imponer determinadas interpretaciones del pasado, moldear la memoria y por tanto, construir la identidad social". Burke, de todas maneras, se refiere a los rituales conmemorativos estatal-nacionales. 34. Cfr. Goyena, H., "El tango y el tradicionalismo en Buenos Aires en la decada del veinte. Una aproximacion", en Instituto Payro-CAIA, CiudadICampo en las artes en Argentina y Latinoamerica, Bs. As., FFyL, 1991, pp. 127-128. 35. Cfr. Ghiraldo, Alberto, "Martin Fierro", La Protesta, I, Bs. As.,
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La actitud de Ghiraldo no se detenia en ese punto: la publicacion inclui'a una seccion titulada "Clasicos criollos", en la que se publicaban los autores criollistas del siglo XIX, y una columna firmada por Camilucho Tresm arias, que de manera mas exph'cita enlazaba las desventuras del gaucho con la predica anarquista. En muchos casos, la figura del gaucho se hacia devenir en la del proletario urbano de la epoca. Posiciones de este tipo no eran habituales en la izquierda argentina; quizas ellas se deban, en este caso, a una esIrategia de coyuntura. Poco antes, en 1902, habia sido sancionada la ley de residencia, en el marco de permanentes observaciones de funcionarios y periodistas que denunciaban la condicion extranjera de muchos activistas anarquistas como la razon ultima de su militancia. Un anarquismo acriollado, parece calcular Ghiraldo, estaria menos expuesto a esas criticas en un marco de represion severa; tambien nosotros, parece decir la decision de invocar al gaucho, compartimos la tradicion de estas tierras. De todos modos, esta posibilidad explicativa no debe relegar otras circunstancias al olvido: es dudoso que un grupo de intelectuales vinculados al anarquismo hubiera apelado a un complejo simbolico que no teni'a demasiados antecedentes en su propia tradicion si no le atribuyera alguna virtud en su empresa de conquista de las conciencias obreras y populares. 13-3-1904. Al respecto, recomendamos la consulta del trabajo de Rey, Ana Lfa: "La revista Martin Fierro como suplemento cultural de La Protesta. Proyecto poh'tico y proyecto cultural del anarquismo a principios de siglo", ponencia en las V Jornadas InterEscuelas de Historia, Mar del Plata, 1995, mimeo. Muchos de los argumentos aqui expuestos acerca del emprendimiento de Ghiraldo se inspiran en el trabajo citado. Consultese tambien, sobre estos puntos, Suriano, Juan, Anarquistas. Cultura y politica libertaria, Bs. As., Manantial, 2001, asi como "Banderas, heroes y fiestas proletarias. Ritualidad y simbologia anarquista a comienzos del siglo", en Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", tercera serie, 15, 1997, pp. 77-100. Ghiraldo fue autor de una pieza teatral, Los Salvajes, estrenada en 1920, en la que inclui'a una payada que reproduci'a el cruce verbal entre Fierro y el Moreno; vease Rivera, Jorge B., op. cit., p. 556.
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En mayo de 1910, la conmemoracion del Centenario de la Revolution de Mayo se transformo, entre otras cosas, en el momento de balance de un siglo que ha sido examinado desde distintas perspectivas. En relation con el problema que asumimos, cabe senalar que la presencia de la figura del gaucho en la iconograffa y la literatura oficial que celebraba el Centenario fue debil. Ello bien podria explicarse por la reconocida voluntad de exhibir u n a nation pujante y moderna, cuyo paradigma era la ciudad de Buenos Aires; el gaucho desentonaba en aquella imagen de conjunto. Pero deben recordarse tambien otras circunstancias: en la propia conmemoracion estaba e n t r a m a d a la celebration de un pasado, y el fue, una vez mas, el pasado de los heroes patricios. La reconsideration de la herencia espanola, la aparicion de las primeras expresiones del llamado nacionalismo cultural, y aun un "criollismo [que] parecia robustecerse en la imaginacidn de los sociologos", fueron insuficientes para incorporar al gaucho en los festejos oficiales. Todavfa en 1910, la nation era capaz de organizarse simbolicamente sin atender a su figura. 3 6 Pero muy pocos anos mas tarde, en una nueva vuelta interpretativa a cargo de los hombres de letras, el poema de Hernandez seria elevado a la condition de obra central de la l i t e r a t u r a national. En esta oportunidad, algunos intelectuales hallaron alli el niicleo de u n a nacionalidad que, una vez mas, sospechaban amenazada por el aluvion inmigratorio. Simultaneamente, tendfan a su utilization en la defensa de los derechos que, creian, le asistian a la elite cuya he36. La cita, en Romero, J. L, El desarrollo..., op. cit, p. 65. Vease Taller de Historia de Mentalidades, La Argentina de 1910: sensibilidad, alegorias, argumentos en torno de un Centenario, en "Estudios Sociales", ano III, N° 4, 1993. Alli solo se registra un poema popular de homenaje al gaucho. Vease tambien Gutman, R. y Th. Reese, (eds.), Buenos Aires 1910. El imaginario para una gran capital, Bs. As., Eudeba, 1999.
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gemonia poh'tica comenzaba a ser puesta en duda por la sancion de la nueva legislation electoral de 1912, y naturalmente por el ascenso social de algunos de los recien llegados. 37 La inscription del poema de Hernandez en u n a tradition a la vez aristocratica y nacionalista tuvo su episodio mas significativo en las conferencias dictadas por Leopoldo Lugones en el teatro Odeon de Buenos Aires en 1913, publicadas luego con el ti'tulo El payador; en ellas, el poeta modernista filiarfa a Martin Fierro con los poemas homericos.^ 8 Desde otras coordenadas ideologicas, que combinaban elementos del nacionalismo cultural con posiciones mas laicas y abiertas, Ricardo Rojas lo instalaba en la huella de la epica medieval tanto en la a p e r t u r a de su curso de literatura en la Facultad de Filosofia y Letras, como luego en su Historia de la literatura argentina. Mas alia de las diferencias, tanto Lugones como Rojas consideraban al Martin Fierro el poema nacional por excelencia al mismo tiempo que lo integraban en vertientes de la literatura universal. 3 9 Pero mas importante aiin era que propiciaban un cambio en el
37. Remitimos a Sarlo, Beatriz y Carlos Altamirano, Ensayos Argentines. De Sarmiento a la vanguardia, Bs. As., CEAL, 1983, pp. 97-100; vease tambien Paya, Carlos y E. Cardenas, El primer nacionalismo argentine, Bs. As., Pena Lillo, 1978; y Svampa, El dilema..., op. cit., en particular p. 108 y ss. 38. Cfr. Lugones, Lepoldo, El payador, Bs. As., Centurion, 1961, p. 16. De todos modos, las conferencias de Lugones como gran parte de la literatura dedicada a dilucidar el problema de la nacionalidad, forma un corpus con las discusiones literarias que enfrentaron a romanticos y neoclasicos y, posteriormente, con los debates en torno al purismo de la lengua y al criollismo a comienzos del 1900. Vease el citado trabajo de Rubione y Dalmaroni, Miguel, "Lugones y el Martin Fierro: la doble consagracion", en Lois, Elida y Angel Nunez, op. cit., pp. 576-601. 39. Vease Rojas, Ricardo, Historia de la literatura argentina [l 9 ed.: 1917-1922], I, Bs. As., Kraft, 1960, p. 529. El comentario acerca del curso de Rojas, en la presentation de la revista Nosotros a su encuesta sobre el Martin Fierro, en el N 9 50, t. 10, junio 1913..
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centro de las cuestiones atendidas: de la controversia sobre la moral de su protagonista se pasaba a ponderar las virtudes esteticas del poema. De ese modo, quedaba definitivamente despejado el camino para la posterior apropiacion por parte del Estado. 4 0 Sin embargo, la cuestion suscito polemicas. En junio de 1913, la revista Nosotros comenzaba la publication de una encuesta acerca del poema de Hernandez que, luego de evocar las posiciones de Lugones y Rojas, se abrfa con esta pregunta: "^Poseemos, en efecto, un poema nacional en cuyas estrofas resuena la voz de la raza?". El ultimo interrogante del cuestionario se referfa a si el Martin Fierro era "una obra genial de las que desaffan los siglos, o estamos por ventura creando una bella fiecion para satisfaccion de nuestro patriotismo". Las respuestas, a cargo de un grupo amplio de intelectuales, eran variadas, e incluian la desmedida proclama de Manuel Galvez, que hacfa de Hernandez el poeta mayor de la lengua castellana. 4 1 La pregunta de la revista expresa, en una version singularmente economica, u n a suposicion muy de epoca acerca de la vinculacion entre los problemas de la nacionalidad, la "raza" y su expresion en u n a obra literaria. La variedad de las respuestas indica, por su parte, que hacia 1913 se t r a t a b a mas de problemas abiertos que de certezas. 4 ^ 40. Jorge Luis Borges h a senalado que luego de El payador, cuando hablamos del Martin Fierro, hablamos del Martin Fierro de Lugones. Ello explicaria que la historia de un profugo, borracho, asesino, "un soldado que pasa al enemigo" haya gozado, incluso, de la aprobacion de los militares. Cfr. Carrizo, A., Borges el memorioso, Mexico, FCE, 1982, p. 12. 41. Cfr. la citada presentation en Nosotros, N 2 50. Las respuestas, en ese mismo numero, asi como en los niimeros 5 1 , 52, 54 y 56. 42. Sobre las cuestiones de la raza y la nacionalidad, cfr., por ejemplo, Ingenieros, Jose, "La formation de una raza argentina", en Revista de Filosofia, vol. I, 2°- semestre de 1915, pp. 464-483, y en las pp. 415-422 del mismo volumen, la cn'tica de Salvador Debenedetti, titulada "Sobre la formacion de una raza argentina". Inge-
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Tanto los recelos como el fervor ante la figura que evocaba este tipo de creaciones literarias volvian a manifestarse pocos anos despues. Asf, por ejemplo, Alfredo Bianchi ofrecfa un balance de la actividad teatral desarrollada en 1916, en el que sostenfa que habi'a reaparecido un tipo de obra "netamente criolla, nacionalista en el peor concepto del vocablo, antiextranjera, que quiere hacernos creer que en el gaucho y en sus virtudes estan todas las bellezas del alma nacional". Bianchi completaba el argumento llamando a "desterrar de nosotros todo lo que aiin nos queda del gaucho, si es que queremos civilizarnos". 4 3 Ese mismo ano de 1916, "los trabajos iniciados por u n a comision de jovenes para erigir un monumento al gaucho, trabajos que parecen prosperar y contar con la aprobacion de muchos universitarios y hombres de letras", llevaron a Carlos Maria Urien, miembro de la J u n t a de Historia y Numismatica, a dedicar u n a conferencia al gaucho en la sede de la entidad. Sin dudar, Urien sostenia que "el gaucho no representa nada, y si dice algo sera de barbarie y n a d a mas". 4 4 La intervencion de Urien ante la iniciativa no debe interpretarse, sin embargo, como expresion de la opinion de un cuerpo profesional, sino, en cambio, de una reunion de eruditos. En la historiograffa argentina recien comenzaba, por entonces, un muy tenue proceso de organization de algunas instituciones propias de la historia profesional,.que encontraba antes en la universidad que en la J u n t a su centro. Inclinados al estudio de la constitution de la nation en clave poh'tico-institucional, los historiadores enfrentaron una disputa con los hombres de letras en torno a la primaci'a en la tarea de interpretation del pasado, evidenciando de esta m a n e r a lo reciente nieros postulaba, para el siglo XIX, la existencia de "dos civilizaciones opuestas: la 'argentina' y la 'gaucha'", esta ultima mestiza y barbarizada, op. cit., p. 473. 43. Cfr. Nosotros, ano 11, N ? 93, enero 1917, p. 126. 44. La noticia del evento, en Nosotros, ano 11, N 9 93, enero 1917, p. 131; las citas de Urien, en el folleto titulado Monumento al gaucho, reproducidas en esa publicacion.
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del proceso de profesionalizacion y la debilidad del reconocimiento cultural y estatal. Asf, Ricardo Rojas consideraba que la tarea "evangelizadora" de fundar una tradicion debfa estar en manos de losjovenes escritores. 4 5 Alo largo de este pen'odo, cuyos limites podemos establecer entre 1870 y 1915, aproximadamente, el Estado habfa ensayado acciones para lograr la consolidacion del sentimiento de nacionalidad, acciones que, sin embargo, apuntaban en otras direcciones. A fines de la decada de 1880, como indicamos, junto con otras posibilidades se habfa considerado la difusion entre los alumnos de las escuelas primarias de un pasado glorioso, y se conmemoraron efemerides divevsas con intensidad. Una decada mas tarde, hacia 1900, ciertos funcionarios registraron con preocupacion los h'mites de esas polfticas. Naturalmente, el planteo de esos limites por parte de agentes del Estado, o de poh'ticos e intelectuales vinculados a las elites locales, se hallaba en relation con sus propios anhelos, pero es posible percibir en ellos rasgos de algunos fenomenos sociales de interes. Estanislao Zeballos, trece afios despues de haber reclamado desde el Congreso una accion decidida que lograra que "el extranjero sea afecto a la nacionalidad argentina", apuntaba en el Informe del Consejo Escolar del Quinto Distrito de la Capital de la Republica, fechado en 1900: ...la ensenanza ci'vica y moral en las escuelas h a fracasado. Las causas de ello son numerosas y complicadas; [algunas] dependen ["...] del medio social, que resiste, pervierte o esteriliza la obra redentora de la escuela.... Y agregaba: Los retratos, las alegorias, las fiestas extranjeras de sus hogares y de sus cfrculos graban en ellos [los hi45. Citado por B. Sarlo y C. Altamirano, Ensayon argentinos..., op. cit., p. 100. Sobre la situacion de la disciplina, reirritimos a los capitulos anteriores de este libro y a la bibliograffa alb' mencionada.
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jos de los inmigrantes] huellas mas hondas. Por eso cuando se representa en circos de la capital La Cenicienta, la aparicion de Garibaldi o de Kruger es saludada con delirio. la de San Martin, con aplausos y la de Rivadavia y de Belgrano, y de Moreno, con cierta sorpresay cortesia. Falta siempre el entusiasmo para los proceres nacionales... 4 6 Esos mismos circos eran los ambitos donde, desde anos antes y todavfa por entonces, identicos piiblicos convertian la adaptation teatral de Juan Moreira en un exito, y el bandido gaucho que protagonizaba la pieza era transformado en un heroe. Los "proceres nacionales", de acuerdo con Zeballos, no despertaban mayor entusiasmo; el panteon extranjero y un bandolero rebelde, en cambio, parecian gozar de mejor reception entre quienes hacian del circo uno de los caminos de acceso popular al mercado de bienes culturales. Un balance similar al de Zeballos, al menos en sus lineas maestras, alento anos despues la llamada education patriotica. Hacia el Centenario, Ricardo Rojas y Jose Maria Ramos Mejia volven'an a insistir como muchos otros en la necesidad de fundar u n a conciencia nacional sobre la base de "nuestras tradiciones", y a destacar el papel que la escuela hatri'a de desempenar en esa tarea, en particular a traves de la ensenanza de la historia y la lengua nacional. Asi, sosteni'a Rojas, "no constituyen u n a nacion, por cierto, muchedumbres cosmopolitas cosechando su trigo en la llanura que trabajaron sin amor. La nacion es, ademas, la comunidad de esos hombres en la emotion del mismo territorio, en el culto de las mismas tradiciones, en el acento de la misma lengua, en el esfuerzo de los mismos destinos". Rojas, sin embargo, 46. Cfr. Informe del Consejo Escolar del Quinto Distrito de la Capital de la Republica, Bs. As., 1900, pp. 70 y 71, respectivamente. Hemos asumido estos temas, y algunos de los que siguen en "Descifrando pasados. Debates y representaciones del pasado nacional", en Cattaruzza, Alejandro (dir.), Crisis economica, avarice del Estado e incertidumbre politica, t. VII de la Nueva Historia Argentina, Bs. As., Sudamericana, 2001.
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prevenia: "No preconiza el autor de este libro una restauracion de las costumbres gauchas que el progreso suprime por necesidades poh'ticas y economicas...". 47 Anos mas tarde, en 1923, Pablo Pizzurno —que fue vocal del Consejo Nacional de Education— revelaba las disidencias que existfan en torno a la education patriotica, en su conferencia "El fracaso de la escuela primaria". Su titulo no puede menos que remitir al diagnostico que Zeballos habia planteado casi un cuarto de siglo antes, aunque la referenda parece aludir a los tonos que el esfuerzo nacionalizador tomo hacia 1910: ...hicimos cantar el himno a cada momento con cualquier pretexto o sin pretexto; hicimos j u r a r la bandera a ninos de seis anos con t a n t a solemnidad exterior como inconsciencia [...] pero son los jovenes de la generation que empezo a educarse bajo ese gobierno escolar extremadamente "patriotico" o "nacionalista" los que, en proporciones desusadas [...] eluden el servicio militar. 4 8 El balance de Pizzurno era francamente desalentador, y no resultaba una exception. Otros intelectuales dudaban de la eficacia pasada y presente de la escuela como herramien47. Cfr. Rojas, Ricardo, La restauracion nacionalista. [1- ed.: 1909], Bs. As., Pefia Lillo, 1971, pp. 87 y 140, respectivamente. Acerca de Ramos Mejfa, vease Bozzo, Antonio, "Una aproximacion a la obra de Jose Maria Ramos Mejfa: el campo intelectual y el uso de la historia en el marco de las ciencias sociales", en Anuario, Rosario, Escuela de Historia/UNR, XVI, 1993-1994. 48. Cfr. Pizzurno, Pablo, "El fracaso de la escuela primaria", en Reuista de Filosofia, afio IX, N" 5, Bs. As., 1923, pp. 305 y 306. Se t r a t a de la reproduction de u n a conferencia. Debe sefialarse, a pesar de todo, que un diagnostico que se basara exclusivamente en la resistencia al reclutamiento parece poco convincente: salvo en coyunturas muy peculiares, la prevencion popular a n t e la leva y luego ante el servicio militar obligatorio fue un fenomeno de larga duration en la cultura popular.'
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ta de consolidacion de la nacionalidad y aun se llegaba a cuestionar el contenido ideologico del sistema de ritos y si'mbolos propuestos a los alumnos. 4 9 De todas maneras, Pizzurno no consideraba aun la posibilidad de recoger la tradicion criollista popular, que todavia se hallaba extendida y vigorosa. Ello, incluso a pesar de que ese vigor no era pasado por alto por prestigiosos e influyentes intelectuales. En esos mismos anos, J u a n Agustin Garcia, despues de recorrer con "bondad y paciencia" los centros criollistas, concluia que alii se expresaba una actitud patriotica de sentido diverso al que fomentaba la liturgia escolar: La guitarra es, en todos estos cantos, el sfmbolo de la patria; de una patria mas dulce y suave, que no viene rodeada de banderas y musicas de clarines. La patria popular no es, en estos tiempos, la heroica y envuelta en el humo de las batallas que se ensefia en los colegios. Es una patria civil del tiempo de paz, amable, sentimental, algo bulliciosa y alegre. La nota de Garcia no solo pretendfa diferenciar esa amena tertulia criollista, que cultivaba la tradicion en su faz emotiva convocando a u n a "capa social en la que los recursos son muy modestos", de los ritos escolares, sino tambien de un teatro que, aun convocando a publicos populares, no lograba mas que aplausos artificiales mediante el recurso de exhibir la bandera "en una atmosfera de gritos y de vivas", e invocar a Moreno, Belgrano y San Martin, junto al nombre de las batallas en las que se consiguio la independencia. 0 0 49. Entre otros ejemplos, veanse Melgar, Ramon, "Educacion moral", en Revi.ita de Filosofia, ano VI, N° 6, 1920; y Plan de Estudios y Programas para las Escuelas de Nuevo Tipo, en El Monitor de la Educacion Comun, N 5 670, Bs. As., 1929. 50. Garcia, J u a n Agustin, "El gusto. Los grupos populares", en Sobre el teatro nacional y otros escritos y fragmentos, Bs. As., Agend a General de Libren'a, 1921, pp. 23-31; las citas en pp. 27, 25 y 28, respectivamente.
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Luego de finalizar la Gran Guerra, las criticas a la ensenanza de u n a historia excesivamente marcial, y a un patriotismo belicoso que habn'a llevado a la catastrofe, no eran notas excepcionales, ni en Europa ni en la Argentina. La observation de Pizzurno, las que en esas fechas realizaba Ramon Melgar, rector de la Escuela Normal de Dolores, o las de algunos grupos de docentes portenos iban en un sentido similar, y la creation de comisiones revisoras de textos escolares, que debfan expurgarlos de las referencias ofensivas para los vecinos, fue corriente en los paises involucrados en la guerra; la Argentina y el Brasil organizarian una similar en los anos treinta. Pero lo que distingue la argumentation de Garcia es el planteo que convierte u n a celebration informal, sin tantos rigores protocolares, propia de u n a sociabilidad menos p a u t a d a por la intervention estatal, en el nucleo posible de lo que llama una "patria popular", organizada alrededor de la evocation de lo que se creia era el pasado criollo. A sostener esta inclination popular al criollismo contribui'an, en los anos veinte, producciones cuiturales diferentes de las disponibles en etapas anteriores. Cuando menos para Buenos Aires, el proceso de organization de una nueva modernidad, relacionado estrechamente con la consolidation de la cultura de masas y la industria cultural que se anunciaban en el pen'odo anterior, ha sido analizado con detalle. Nuevos publicos urbanos accedfan ahora a colecciones de libros baratos, que veni'an a sumarse a los folletines ya presentes en las bibliotecas de los sectores populares. Los diarios comenzaban a asumir definitivamente su condition de medios masivos de comunicacion, a traves de transformaciones tecnicas y editoriales, y creaban a su vez una instancia de insertion profesional para los escritores. En el mundo de las letras rioplantense, las vanguardias aparecfan tambien, mas atentas a la poh'tica de lo que se penso d u r a n t e mucho tiempo. El cine y la radio, a su vez, completaban el p a n o r a m a . 5 1 51. Veanse, acerca de estos procesos, Sarlo, Beatriz, Una modernidad periferica: Buenos Aires, 1920 y 1930, Bs. As., Nueva Vision, 1988; Gutierrez, Leandro y Luis Alberto Romero, Sectores po-
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En un escenario asf transformado, los motivos criollistas tuvieron destinos curiosos. En 1919 y en 1924, grupos de intelectuales vanguardistas llamaban Martin Fierro a sus revistas; se h a indicado incluso que en las letras portenas puede registrarse la presencia de un "criollismo urbano de vanguardia". 5 2 Pocos anos mas tarde, en 1925, una nueva obra tomaba al gaucho como su personaje central: Don Segundo Sombra, de Ricardo Giiiraldes. Tambien, nuevamente, la novela implicaba un relate del pasado: en este caso, la campana de comienzos de siglo era planteada como un ambito sin antagonismos sociales, culturalmente homogeneo, evocado con nostalgia frente a la tension y el conflicto de las ciudades. 5 3 Dado que la novela sugerfa su extincion, en los anos siguientes y hasta los treinta se suscitaron discusiones entre los intelectuales argentinos en torno a la efectiva existencia del gaucho en esos anos del siglo xx. A su vez, los productos de la industria cultural exhibieron tambien las marcas del criollismo. En el universo de la mvisica popular se produjo en los anos veinte una recuperacion del tradicionalismo, atenuado en los anos anteriores, que tiene en el exito entre el publico porteno de las companfas de bailes y cantos tradicionales una de sus pruebas; los temas rurales fueron asumidos no solo por el sainete, sino tambien por el cine. 5 4 Aun el tango, que era entendido como un genero clasicamente urbano, aunque "nacional", recogia en sus tftulos, sus letras y sus formas musicales motivos y tonos del repertorio rural tradicional, al tiempo que el diario Critica anunciaba una encuesta sobre el gaucho en estos terminos: "Si'mbolo de pulares, cultura y politico,. Buenos Aires en la entreguerra, Bs. As., Sudamericana, 1995; y Sai'tta, Sylvia, Regueros de tinta. El diario Critica en la decada de 1920, Bs. As., Sudamericana, 1998. 52. Cfr. Sarlo, Beatriz y Carlos Altamirano, Ensayos Argentinos..., op. cit., p. 159. 53. Remitimos a Sarlo, Beatriz, Una modernidad periferica, op. cit., en particular pp. 31 a 43. 54. Acerca del criollismo en el cine, puede consultarse Tranchini, E., "El cine argentino y la construction de un imaginario criollista", en Entrepasados, ano IX, N ? 18-19; vease tambien, sobre la musica, Goyena, "El tango...", op. cit.
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la nobleza argentina, el gaucho no h a muerto ni morira jamas en el alma del pueblo argentino. Critica [...] es el diario gaucho del pais". 5 5 Atento a la cuestion, y sugiriendo el tono de las relaciones existentes entre ambitos tan diferentes, Anibal Ponce sostenia inmediatamente despues en la Revista de Filosofia que "cierta encuesta reciente, al detener la marcha de la urbe afanosa, le ha invitado a pensar sobre un pasado que creemos remoto", para concluir que "la leyenda del gaucho se h a extinguido". Ponce encuentra razones para alegrarse de esa circunstancia en una interpretacion del pasado nacional: "En complicidad con la Iglesia, que supo explotar su salvajismo, y con el senor feudal, que lo supo a m a r r a r a su interes, el gaucho fue indiscutiblemente el peor enemigo de la revolucion. Todo culto enternecido a su memoria tendra, pues, u n a honda raigambre antiargentina". El argumento pareci'a recoger, junto a u n a muy amplia tradicion interpretativa propia del siglo XIX, algunos razonamientos de Ingenieros planteados hacia 1915, y culminaba anunciando, contra la inmortalidad que proclamaba Critica, que "la ciudad de Buenos Aires acaba de celebrar los funerales del gaucho". El analisis de Ponce dibujaba asi u n a alternativa al tradicionalismo de base cultural y etnica: la autentica tradicion argentina se defini'a en cambio alrededor de un conjunto de principios poli'ticos, y la nacion volvfa a hallar su centro en Mayo. 5 6 La universidad albergo tambien a ciertos grupos de profesores e investigadores que se mostraron inquietos por la interrogacion acerca de las especificidades nacionales. Sin embargo, las zonas de la estructura universitaria que podian 55. Poco mas tarde, en 1930, el diario organizaba una Gran Payada Nacional. Cfr. Sai'tta, Sylvia, op. cit, pp. 117 y 299. 56. Cfr. Ponce, Anibal, "Los funerales del gaucho", en Revista de Filosofia, ano XII, W 5, sept. 1926; l a s citas en paginas 274 y 272, respectivamente. Sobre Ponce, sugerimos la consulta de Ter a n , Oscar, "Anibal Ponce, o el mai - xismo sin nacion", en En busca de la ideologia argentina, Bs. As., Catalogos, 1986.
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buscar respuesta fuera de la tradicion juri'dico-poh'tica eran por la epoca debiles, y sus elencos y su produccion resultaban todavia absolutamente vulnerables a las criticas que literatos y aficionados desplegaban desde el activo mundo de la cultura. Mas alia de las catedras de Historia y Literatura, otras disciplinas parecian involucradas en el estudio de los rasgos culturales que distinguian a esta sociedad, tal como habfa ocurrido mas de un siglo atras en Europa: la filologia y los estudios folcloricos. En la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aries fue creado el Instituto de Filologia en 1922, con la intencion expresa de inaugurar la pracv tica cientifica de la disciplina en el pais y formar un nucleo de investigadores Por otra parte, los maestros habian sido encargados, un aiio antes, de la primera recopilacion de piezas folcloricas en todo el pais, que impulsaba el Consejo Nacional de Education; el conjunto de la documentation obtenida fue entregada al Instituto de Literatura Argentina de aquella misnia facultad, que desde su creacion en 1922 tuvo entre sus propositos el estudio del folclore argentino, asunto al que se dedicaba uno de los pocos miembros rentados. Como era previsible, en el Instituto de Filologia se desarrollaron estudios sobre el castellano en America y se organizo una section de Lingiifstica Indfgena; tampoco resulta sorprendente que, en el balance de 1926, su director senalara que una de las lineas de investigation se dedicaba a la etimologia de la palabra gaucho. El estudio cientifico del idioma y de las producciones de la cultura popular autoctona venia a sumarse, asi, a la busqueda de los rasgos propios de la nation. 5 7 57. Los datos consignados figuran en Buchbinder, Pablo, Historia de la Facultad de Filosofia y Letras, Bs. As., Eudeba, 1997, pp. 70, 135 y 138. Sobre la recopilacion folclorica mencionada, puede verse Cattaruzza, Alejandro, "Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional", en Crisis economica, avance del estado e incertidumbre politica, t. VII de la Nueua Historia Argentina, Bs. As., Sudamericana, 2001, p. 467. En tomo a la cuestion del valor del Martin Fierro como testimonio folclorico y, en rigor, sobre la intermediacion del poema en los estudios posteriores, pueden verse los planteos de Martinez Estrada en "Lo gauchesco", op. cit, en particular, p. 33 y ss.
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A fines de los afios veinte, entonces, la figura del gaucho parecfa seguir convocando adhesiones entre los publicos amplios, mientras que, entre los intelectuales, la recepcion de los planteos sobre el Martin Fierro efectuados hacia el Centenario ganaba terreno. A pesar de los planteos de Ponce, el gaucho soh'a aparecer convertido en "legendario cruzado epico", y el mismo Fierro, "el viejo gaucho", invocado "como numen tutelar" en la a p e r t u r a de una exposition de cuadros de Pedro Figari, que el orador tenia por "tan n u e s t r a como un galope del pampero o una sangre de ceibo". Parece significa- \ tivo que semejante pieza fuera publicada por Renovation, revista de La Plata animada por los estudiantes herederos de la Reforma y cercana a las vanguardias, entre textos de Alejandro Korn, crfticas de libros firmadas por Jorge Luis Borges y articulos de Pedro Henri'quez Urena y Francisco Romero. 5 8 Pero, a pesar de estas presencias, el Estado continue relativamente ajeno a la exaltacion gauchesca, al menos en sus formas m a s evidentes. Fue solo a partir de mediados de los afios t r e i n t a cuando algunas senales comenzaron a anunciar cierta recepcion, que culminaria en la definitiva canonization estatal del Martin Fierro, y con el de la figura del gaucho, a fines de la decada de 1930. Asi, hacia 1934, en ocasion del centenario del nacimiento de Hernandez, los diputados Alejandro Castineiras y Silvio Ruggieri, del Partido Socialista que habfa sido, a comienzos de siglo, r e n u e n t e a la conmemoracion gauchesca, presentaban al Congreso nacional un proyecto de ley que contemplaba autorizar el emplazamiento de un monumento a Hernandez en la ciudad de Buenos Aires, recogiendo la iniciativa de u n a comision popular de homenaje. El proyecto fue aprobado en Diputados sin discusion y girado al Senado, donde tampoco hubo polemicas, para finalmente transformarse en la Ley 12.108. Castineiras, en un enlace clasico del 58. Las citas, respectivamente, en el comentario al libro Cosas^ de negros, de Vicente Rossi, firmado por Borges en Valoraciones, NQ 10, La Plata, agosto 1926, pp. 39-40; y en Villarreal, J. M., "Figari pintor", en la p. 53 de la misma publicacion.
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pasado con el presente, fundamentaba el proyecto mas que en las virtudes literarias del Martin Fierro, en su condicion de "documento valioso y educativo que permite descubrir el origen lejano de practicas politicas viciosas, de abusos y desmanes que, aun hoy, desgraciadamente, perduran en algunas zonas de la Republica, para desdicha de los innumerables nietos de Martfn Fierro". En Senadores, en cambio, el conservador Rhode hacia del poema "el ultimo canto de la epopeya comenzada por Valdivia I...] y clausurada con el triunfo de la civilizacion por el genio y la espada del general Roca". Las diferencias interpretativas no devenfan, sin embargo, en decisiones legislativas encontradas; como senalamos, la ley se aprobaba sin debates. 5 9 Poco tiempo despues, en 1938, un conjunto de iniciativas se presentaron en ambas C a m a r a s de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, con el objetivo de instituir el Dfa de la Tradicion, que habria de celebrarse cada 10 de noviembre, di'a del nacimiento de Jose Hernandez; al parecer, las autoridades porteiias habian tornado u n a decision en ese sentido poco tiempo antes. 6 0 En 1939, u n a ley aprobada por unanimidad establecfa la incorporation de la nueva efemerides al calendario provincial, y en los anos siguientes los sucesivos gobiernos, desde el conservador h a s t a el peronista, decretaban el feriado. En 1948 se extenderia la celebracion a 59. Cfr. Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cdmara de Diputados. Aho 1934. Tomo IV. Sesiones Ordinarias (2 de agosto al 29 de agosto), Bs. As., Imprenta del Congreso, 1935, p. 303. En esa misma pagina, la cita de Castineiras; la aprobacion en Diputados, en pp. 767-768. El tramite en Senadores puede seguirse en Congreso Nacional, Diario de Sesiones de la Cdmara de Senadores. Aho 1934. Tomo II. Periodo Ordinario. (1° de sept, a 30 de sept.), Bs. As., Cuerpo de Taqui'grafos del Honorable Senado de la Nacion, 1935; la intervencion de Rhode, en p. 919. 60. Vease Coni, E., El gaucho. Argentina, Brasil, Uruguay [2ed.], Bs. As., Solar/Hachette, 1969, p. 203, nota. El dato no ha podido verificarse. Acerca de las iniciativas provinciales, vease Honorable Senado de Buenos Aires, Dia de la Tradicion y Monumento al Gaucho. Antecedentes legislativos, La Plata, 1948.
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todo el territorio nacional, a traves de un decreto del gobierno peronista. En los t e m p r a n o s anos cuarenta se contemplo la instalacion de un m o n u m e n t o al gaucho en la ciudad de La Plata, propuesta que se trato en la Legislatura provincial tambien en 1948. 6 1 Un nuevo consenso que articulaba diversas tradiciones culturales, poli'ticas e ideologicas parecia reinar en torno a la asociacion entre el gaucho y la nacionalidad en los anos finales de la decada de 1930. Asi, el secretario de la Agrupacion Bases, activa p a r t i c i p a n t e en la campana p a r a erigir un mon u m e n t o a Alberdi hacia 1934, promovfa los homenajes gauchescos en 1938 citando el arti'culo de uno de los socios, en u n a nota elevada al Senado provincial:
61. Ese mismo afio de 1948 aparecfa Muerte y transfiguration del Martin Fierro, de Ezequiel Martinez Estrada. Sobre la obra de Marti'nez E s t r a d a y el contexto en el que fue producida, sugerimos Sarlo, B. y C. Altamirano, "Marti'nez Estrada: de la critica a Martin Fierro al ensayo sobre el ser nacional", en Ensayos Argentines, op. tit. Por otra parte, la historia necesariamente parcial de varios monumentos al gaucho fallidos, resulta curiosa. En 1922 funcionab a una comision popular, probablemente la que se habi'a organizado en 1915, aqui mencionada, a la que la intendencia reclamaba datos para decidir sobre el emplazamiento del monumento. Cfr. La Nation, 24-10-1922, p. 5, col 7-8. En 1928, la Municipalidad adquirio El Resero, u n a f'igura que puede reputarse gauchesca; instalado con anterioridad en Posadas y Av. Alvear seria desplazado a Mataderos en 1934, y reinaugurado el 25 de Mayo de ese afio. Cfr. Boletin Municipal, Ordenanza 3650/934. De todas m a n e r a s , quienes participaron en la discusiones de 1947 en la Legislatura provincial, que hemos citado, insisti'an en que no existia todavfa el monumento al gaucho. En la actualidad, la documentacion r e u n i d a por los investigadores del Instituto de Teoria e Historia del Arte J . Payro, de la Facultad de Filosofia y Letras, UBA, registra tres monumentos al gaucho, dos en La P l a t a y uno en Las Flores, pocos m a s que los dedicados a un mucho menos telurico cartero. Agradecemos la information que los investigadores del Instituto nos proporcionaron, asi como la posibilidad de consulta del Archivo Monumenta, fruto de proyectos de investigation UBACyT.
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El poema gauchesco de Hernandez, simboliza en su esencia mas profunda, espiritual y nacionalista [...] lo que sirve para estructurar [...] el motivo basico de la iniciativa. La Patria I'...] tiene en el "Marti'n Fierro" [...] el vertice de nuestra propia idiosincrasia. "Martin Fierro" debe ser para todo argentino como un catecismo. 6 2 Por su parte Carlos Sanchez Viamonte, diputado provincial por el Partido Socialista, sostenia en la Camara de Diputados provincial un aiio despues que "el poema de Jose Hernandez contiene mucha parte del alma nacional, del alma argentina con sus defectos y virtudes, es decir, con su fisonomi'a propia que j a m a s es desdenable y la cual no podrfa desdenar un pueblo sin traicionar su propio destino, que aparece involucrado en su pasado y su presente". C 3 Por fuera del Estado pero no de la politica, Alvaro Yunque, intelectual cercano al Partido Comunista, habfa reivindicado en 1937 a Jose Hernandez, quien "en 1869 [...] fundo un periodico [...] en el que pueden leerse sus protestas contra el abuso que se cometia arriando al gauchaje hacia los contingentes, a pelear contra los indios, para defender la tierra de otros". 6 4 Quiza mas significativo aiin sea el hecho de que el propio Anibal Ponce iniciara hacia 1934 una reconsideracion de la figura del gaucho, en el contexto de su nueva reflexion sobre la cuestion nacional. 6 5 Y, en 1936, una xilografia representaba u n a movilizacion del fallido Frente Popular en la que aparecfa un cartel de la AIAPE con el retrato de Hernandez acompanado por los de Lenin y Marx. 62. En Honorable Senadp de Buenos Aires, Dia de la Tradition... op. tit., p. 12. 63. Vease la intervention de Sanchez Viamonte reproducida en el texto citado en la nota anterior, p. 22 y ss. 64. Cfr. Yunque, Alvaro, "Echevem'a en 1837. Contribucion a la historia de la lucha de clases en la Argentina" en Claridad, XV, 313, mayo 1937, s/p. 65. Cfr. Teran, "Anibal Ponce...", op. tit., p. 173.
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Pero la derecha polftica y cultural argentina, en sus varias versiones, hacia tambien suya la figura del gaucho y en particular de Martin Fierro, aunque atribuyendole otros rasgos. Las victimas de la usura judfa y de la rapina inglesa eran, en las caricaturas del nacionalismo filofascista, gauchos que representaban al argentino; en diciembre de 1940, en la revista publicada por los revisionistas se sosteni'a que "la catolicidad de Martin Fierro no ofrece dudas", que "en su servicio militar de fronteras ejercio hasta extremos inconcebibles su espiritu de obediencia", creyendo "servir a la nation", y que era el un "simbolo de la raza". fi6 Dos anos despues, en 1942, el decreto del gobierno provincial bonaerense, encabezado por Rodolfo Moreno, que establecia el feriado correspondiente, senalaba que "todo el acervo de las tradiciones patrias nace, reposa y se concreta" en el gaucho, que "canta el oprobio de la tiranfa y la alabanza de la libertad", "contribuye a la cafda del tirano y a la organization national, siguiendo a Urquiza h a s t a los campos de Caseros y a Mitre h a s t a Pavon". 6 7 De este cruce de interpretaciones posibles que, sin embargo, retenia el acuerdo central en torno al gaucho, parece dar cuenta tambien el discurso que en 1939 Justiniano de la Fuente, funcionario provincial en tiempos de Fresco, miembro de la ya mencionada Agrupacion Bases y presidente de la Federation Gaucha Bonaerense, pronunciaba en La Plata al finalizar la "caravana de la argentinidad" celebrada el 10 de noviembre. En la oportunidad, se reafirmaba el "valor de nuestro gaucho en la evolucion social e institucional de la Repiiblica", tras invocar a Moreno y los revolucionarios de
66. El periodico nacionalista La Mamma, publicado en Bs. As. en la segunda mitad de los anos treinta, es quizas el ejemplo mas vulgar y extremo, entre otros muchos que pueden evocrase, en lo que hace al antisemitismo. La cita, en Luna Alvarez, J., "Una fantasia sobre Martin Fierro", en Revista del Institute) de Investigations Historicas Juan Manuel de Rosas, ano II, N? 6, 1940, p. 177. 67. En Honorable Senado de Buenos Aires, op. cit, p. 36.
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Mayo, a Carlos Pellegrini, a San Martin, Rivadavia, Sarmiento, y tambien a J u a n Manuel de Rosas. 6 8 Por su parte, en el todavfa reducido mundo integrado por los individuos dedicados a la practica profesional de las ciencias sociales, la preocupacion por fijar donde podia hallarse la autentica tradicion nacional se hacia tambien presente, aunque las respuestas fueran menos homogeneas. Esa inquietud los aproximaba a los ambitos menos academicos: investigadores del folclore, filologos e historiadores, estos ultimos dotados de instituciones algo mas consolidadas, parecian llamados a ofrecer una opinion cientifica acerca de aquellas cuestiones. En este sentido se pronunciaba Ricardo Levene, probablemente el historiador que en la competencia institucional por el reconocimiento del Estado habia logrado ocupar el lugar m a s destacado en la decada. Levene afirmaba en el prologo a la Historia de la Nacion Argentina que "respondiendo a u n imperativo moral, esta generacion de estudiosos entregara a las venideras la Historia. de la Nacion Argentina tal como la h a visto y sentido, realizandola con espfritu cienti'fico, por el ideal de la verdad historica y con espfritu patriotico, con amor por la tradicion y las instituciones de la Patria". Esa version del pasado teni'a por objeto "auscultar el alma de u n a nacion y descubrir sus sentimientos dominantes y sus virtudes esenciales", para lo cual "es necesario fomentar el estudio por la investigation cientifica". 69 Levene se planteaba asi un programa que, como senalamos en capitulos anterios, era a un tiempo cientffico y patriotico, sin percibir ninguna tension entre ambas dimensiones de la empresa. Desde estos puntos de partida, muy extendidos en la historiografia a fines de la decada de 1930, se ensayaron interpretaciones que exhibian algunas diferencias con las que otros intelectuales proponfan. Esas diferencias, en ocasiones, se debian a las distintas perspectivas ideologicas puest a s en juego. En otros casos, en cambio, se t r a t a b a al mismo 68. Ibid., pp. 102-103. 69. Cfr. el prologo a la Historia As., Ed. Ateneo, 1961, p. XXV.
de la Nacion Argentina,
Bs.
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Heroes patricios y gauchos rebeldcs
tiempo de disputas que concernian a la defensa del lugar de la disciplina en la construction de imagenes del pasado. Emilio Coni, miembro desde 1927 de la Junta de Historia y Numismatica, fue uno de los historiadores que se dedico con continuidad a la historia agraria y de la ganaderia. A su cargo quedo un capftulo del cuarto volumen de la ya citada Historia de la Nation Argentina, aparecido en 1937; a ese trabajo se sumaban libros y articulos anteriores, publicados en revistas de las instituciones de historiadores. La insertion de Coni en la trama de la historia profesional argentina de los afios treinta era, asi, muy firme. 70 Uno de los asuntos que frecuento Coni fue el del gaucho. Algunos articulos especiTicos, y un libro de 1937, anticipan la obra postuma que aparecio en 1945, cuya production debe situarse entre 1940 y 1943. La obra no solo contenia una serie de planteos eruditos acerca de la historia de estos territorios desde la conquista europea, sino que sugeria tanto el tono de las reflexiones que alrededor del gaucho, en tanto figura historica, se realizaban a fines de los anos treinta, como las dimensiones poh'tico-culturales involucradas en esos planteos. En la introduction a El gaucho, fechada en febrero de 1943, sostenia Coni: La leyenda gauchesca [...] ha tornado una amplitud y seriedad tales, que hoy la mayoria de las gentes ignora que se trata de una leyenda y le asigna con toda buena fe el caracter de hecho historico. A este resultado se ha Uegado, por cuanto el tema ha sido monopolizado por poetas y literatos, a los cuales poco les preocupa la verdad historica... 71 Instalado en el papel del historiador cientifico, Coni confesaba sin embargo que la "necesidad de restablecer la ver70. Acerca de la labor historiografica de Coni, puede consultarse Bosch, Beatriz, "Estudio Preliminar" [1968], en Coni, Emilio, El gaucho, op. cit. 71. Cfr. Coni, El gaucho, op. cit., p. 25.
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dad historica no habrfa sido motivo suficiente" para la publicacion de su obra. El impulso decisivo surge ante otra circunstancia: "Cuando sobre una leyenda que se infla dfa a dia, se estructura toda una doctrina seudonacionalista, que pretende para u n a sola provincia el monopolio de la argentinidad y la representation exclusiva de la Patria", el autor si se decide a "bajar a la arena para t r a t a r de restablecer el imperio de la verdad". Y continua Coni: Sobre la leyenda gauchesca descansa hoy una doctrina, segun la cual la pampa y el gaucho representan la nacionalidad, lo que viene a significar que las diez provincias no pampeanas, no gauchescas, no cuentan para n a d a en la argentinidad. Y sin embargo |'...] son ellas las que tienen mas derecho que la cosmopolita Buenos Aires a representar la nacionalidad. 7 2 Evocando sus anos juveniles, y retomando sin citar antiguas interpretaciones previas, el historiador recordaba haber comprendido "que las verdaderas tradiciones argentinas eran las que perduraban" en las provincias interiores, pasando a mirar criticamente "el martinfierrismo del Litoral con sus pretensiones de representacion argentina". 7 3 En el razonimiento del autor, era este un asunto historico, no solo en el sentido de que se hallaba en juego una interpretacion del pasado sino tambien en otro, quiza menos evidente, que indicaba que era la voz de los historiadores la que debi'a venir a enmendar los desatinos, pasados y presentes, cometidos por quienes no se preocupaban por cumplir los procedimientos de metodo que la historia prescribia, fueran 72. Ibid., p . 24. Manuel Galvez habfa esbozado una interpretation similar, hacia 1910, en El diario de Gabriel Quiroga. Opiniones sobre la vida argentina. 73. Cfr. Coni, El gaucho, op. cit., p. 26. La imagen del interior como sede de la autentica tradition puede rastrearse, aiin en ciernes, en ciertos argumentos de J. V. Gonzalez, por ejemplo.
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"poetas y literatos" o sociologos. Coni se alarmaba ante la decision del Institute de Sociologi'a de la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires, de tomar el Martin Fierro como "fuente de investigaciones" para temas tales como las clases sociales o la familia. 7 4 El problema no era banal, ya que daba en el centro de uno de los presupuestos metodologicos irrenunciables para la historiograffa profesional, y remiti'a a una ya antigua discusion sobre el poema de Hernandez. Esa polemica giraba sobre cuanto habia en el del lenguaje efectivamente empleado por los grupos criollos populares, aun de los bonaerenses, a mediados del siglo xix, y todavfa no se hallaba saldada. En la perspectiva de Coni, el Martin Fierro no podia ser concebido como fuente, y no hablaba mas que de la inventiva de su autor. Coni citaba en su apoyo la autoridad de algunos filologos e investigadores del folclore, a u n q u e en esas disciplinas las opiniones estaban divididas. Finalmente, el eje de discusion que elegia Coni habla de certezas que, tal vez a su pesar, comparti'a con intelectuales ajenos al mundo acadeemico: el historiador, armado de su instrumental cienti'fico, se propone recuperar la "verdadera" tradicion nacional, alii donde no ha sido "contaminada", y una autentica representacion de la nacionalidad. Desde cierto punto de vista, la disidencia en torno a si ella debia encontrarse en el gaucho a lo Martin Fierro o en los campesinos sedentarios de las provincias interiores, se torna u n a disidencia menor. Tampoco Coni, historiador academico, dudaba de la existencia de u n a nacionalidad que pudiera ser representada por algiin tipo social autoctono, al que reclamaba la casi imposible condicion de "haber dado pruebas palpables de su argentinidad" por varias generaciones. 7 5 De todos modos, la voz de Coni fue solitaria. En las de74. Cfr. Coni, El gaucho, op. cit., p. 248, haciendo r e f e r e n d a al primer numero del Boletin del Institute, de 1942. El problema del valor testimonial del poema habi'a sido ya objeto de discusiones. Anos mas tarde, Martinez E s t r a d a retomaba el asunto en "Lo gauchesco", op. cit. 75. Cfr. Coni, El gaucho, op, cit, p. 320. Una decada m a s tar-
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cadas siguientes, la inclinacion a hacer del gaucho la figura clave de la "argentinidad" continuo siendo evidente en las acciones estatales, a pesar de la existencia de algunas discrepancias.
Los u s o s del p a s a d o Las razones que contribuyen a explicar que la apropiacion estatal del mito gaucho haya comenzado en estos anos pueden hallarse, inicialmente, en aspectos especificos de la coyuntura. La autorizacion otorgada por el Congreso para la instalacion de un monumento a Hernandez se produjo en ocasion del centenario del nacimiento del poeta, ya legitimado por Lugones y Rojas. La iniciativa de 1938, a su vez, partio en La Plata de u n a asociacion civil y su ambito de reception fue el Poder Legislative provincial, pero es posible que la cercania de grupos nacionalistas al gobierno de Fresco haya tenido alguna i n f l u e n t i a l 6 Tambien fue visible, en los anos previos y en los iniciales de la Segunda Guerra, una preocupacion de las autoridades por apelar a viejos procedimientos que, suponfan, habrfan de consolidar la unidad nacional: en las intervenciones oficiales d u r a n t e los actos patrios, por ejemplo, se enlazaba la cuestion de la soberania, reactualizada por la neutralidad decidida ante el conflicto, de, desde la revista Cuadernos de Cultura, del Partido Comunista, Amaro Villanueva calificaba a Coni de "sedicente investigador que no ha tenido escriipulos en falsear documentos". La observation es realizada por Villanueva en un elogioso cornentario bibliografico a la obra de Carlos A. Leumann titulada La literatura gauchesca y la poesia gaucha. Cfr. Cuadernos de Cultura, N- 19, diciembre 1954, p. 130. 76. Puede consultarse sobre este punto: Bejar, Maria Dolores, "Altares y banderas en u n a educacion popular. La propuesta del gobierno de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires", en AA.VV., Mitos, altares y fantasmas. Aspectos ideologicos en la historia del nacionalismo argentino, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacion/UNLP, 1992.
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H6racs palridos y gauchos robcldcs
con la apelacion a la tradicion nacional. Quizas ese ambiente favoreciera la incorporacion de la imagen del gaucho al arsenal estatal utilizado. Pero, como senalamos al comienzo, otro elemento que merece destacarse es el acuerdo que, en los anos cercanos a 1940, parecfa reinar en torno a la asociacidn entre el gaucho y la tradicion argentina, clave de la nacionalidad. Para explicar ese acuerdo conviene atender a tendencias que exhibfan mayor antigiiedad. Desde fines del siglo XIX, la evocation de un pasado gaucho, que funciono como inicial principio identitario, fue corriente entre amplios grupos populares, y parece haber persistido, aun conviviendo con otras imagenes, h a s t a los anos treinta. En el clima del Centenario, fueron algunos hombres de letras quienes rescataron al Martin Fierro como poema nacional, con argumentos que no se extendieron sin controversias, y que desplazaban el foco de atencion de una cuestion de contenido —la rebeldia frente a las injusticias—, hacia una vinculada a la forma —la originalidad de un idioma y de un genero nativo—. Paulatinamente, fueron quedando en el olvido algunos de los aspectos del poema que, en su hora, se habian juzgado los mas riesgosos para el orden social. Estas transformaciones fueron u n a de las condiciones de posibilidad para que, a fines de los anos treinta, el Estado recogiera tardiamente aquella inclination popular al criollismo. Las iniciativas desplegadas por el Estado con el fin de afirmar el sentimiento de nacionalidad se concentraron desde fines del siglo xix y por decadas, sin embargo, en u n a celebration ajena al criollismo. El acento se ponia, en cambio, en la intervencion de.la elite y sus heroes en la "fundacion de la nation". La escuela, u n a de las herramientas que intentaron utilizarse para la intervencion sobre la sociedad, siguio esa misma lfnea, al igual que la historia profesional, en cuya organizacion el Estado estuvo mas involucrado de lo que se h a supuesto con frecuencia y cuyas producciones eran uno de los insumos que alimentaba el discurso de docentes y funcionarios escolares. Los debates, en general indirectos, acerca de que contenidos debi'an atribuirse a la nacionalidad que
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debia fortalecerse, no alcanzaban a quebrar cierto consenso que perduro hasta los anos treinta. El centro de la tradicion nacional se hallaba en Mayo, o cuando menos, Mayo nunca se ubicaba en un lugar secundario. Pero Mayo era un suceso politico y esa circunstancia hacfa que fuera centralmente polftica la tradicion argentina invocada. Incluso la r e v i n d i c a tion revisionista de Rosas, a pesar de sus notas teluricas, se ubicaba en aquella clave. Sin embargo, a la hora de consagrar al gaucho a fines de los anos treinta, en sectores amplios del aparato estatal parecia haberse impuesto una conception que tendi'a a definir la identidad nacional en terminos que se quen'an etnicos, con un eje en formas culturales a las que se atribuia tanto un caracter popular como una antigiiedad que las hacia en verdad argentinas. Con las precauciones del caso, puede plantearse que, entre fines del siglo XIX y 1940, se asiste a un desplazamiento de u n a conception de la nacion como comunidad de ciudadanos a una nacion de la etnia. 7 7 De todas m a n e r a s , debe tenerse en cuenta que, tal como hemos sostenido, ni las iniciativas del Estado ni las propuestas provenientes de la alta cultura se desarrollaron sobre unos destinatarios que permanecieron inactivos o inertes. Por el contrario, el Estado intento operar sobre unos grupos sociales heterogeneos que lefan, interpretaban, atribui'an sentidos, construian relatos, inventaban tradiciones que no se alineaban con la que les proponfan la cultura letrada y el Estado. Esas acciones constituyeron esbozos de puja con la action estatal, que n a t u r a l m e n t e variaba en intensidad de acuerdo con el momento, pero cuya existencia no puede soslayarse. Como es evidente, planteos de este tipo se apoyan en la presuncion de la existencia de cierta autonomia cultural en los sectores subalternos y, simultaneamente, en la observation de Baczko que insiste en que los imaginarios sociales resultan un lugar y un objeto de conflicto. Desde estos pun77. No nos referimos a una actitud que reconozca el multiculturalismo en una formacion estatal, sino a una que hallo en el gaucho el fundamento etnieo exclusivo de la nacionalidad.
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tos de vista, la apelacion a un pasado gaucho fue. desde fines de siglo XIX y h a s t a la decada abierta en 1930, una herramienta de integration y cohesion alternativa a la que el Estado propom'a a los grupos populares. Tal caracter alternative suponia algun modo de disputa simbolica. En ese espacio de intercambio y apropiacion de bienes simbolicos, los autores ven forzados sus anhelos originales, y las interpretaciones mas predecibles de los textos se pierden; de este modo, un poema como Martin Fierro, referido a un personaje de fiction, pudo transformarse en una version del pasado, que a su vez se torno una pieza clave de la identidad colectiva. Parece entonces evidente que los grupos sociales, y entre ellos los sectores populares, construyeron sus vfnculos con el pasado con los relatos que les ofrecieron los manuales escolares, la historia erudita y las arengas que, cuando alumnos, escucharon los dfas de fiesta national, pero tambien con un complejo mucho mas amplio de textos. En este punto, es posible volver a considerar si una de las especialidades tradicionales de la disciplina, la historia de la historiografia, tiene algun papel en el estudio de estos procesos, dado que se la supone dedicada al analisis de la production intelectual referida al pasado. La respuesta solo puede ser afirmativa si se entiende que "los sucesos y los problemas de la historia de la historiografia son en realidad los sucesos y los problemas de la [...] relation global de una sociedad con las huellas reales o imaginarias de su pasado". 77 En la Argentina, entre fines del siglo Xix y 1940, los textos del priollismo fueron una de esas huellas.
77. Cfr. Mastrogregovi, Massimo, "Historiographie et tradition historique des souvenirs. Histoire 'scientifique' des etudes historiques et histoire globale du rapport avec le passe", en Barros, Carlos (ed.) Historia a debate, I, Santiago de Compostela, HAD, 1995, p. 278.
REFERENCIAS
Las localizaciones de las versiones originales de los capi'tulos son las que siguen: El capitulo 1, de Alejandro Eujanian, bajo el ti'tulo "Polemicas por la historia. El surgimiento de la critica en la historiografi'a argentina 1864-1882", en Entrepasados, niimero 16, Buenos Aires, 1999; el capitulo 2, tambien a cargo de Alejandro Eujanian, titulado "Paul Groussac y la critica historiografica", en Estudios Societies, Universidad del Litoral, niimero 9, 1995. La primera version del capitulo 3, del mismo autor, se presento como ponencia en las VII Jornadas InterEscuelas-Departamentos de Historia, Universidad Nacional del Comahue, en septiembre de 1999; posteriormente f'ue incluida en un Dossier dedicado a la profesionalizacion, en el primer niimero de la revista Sem.ina.rios, Escuela de Graduados, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, en prensa. El capitulo 4, de Alejandro Cattaruzza, fue publicado en una primera version en Saber v Tiempo. Revista de historia de la ciencia, niimero 12, Buenos Aires, julio-diciembre 2001, bajo el siguiente ti'tulo: "La historia y la profesion de historiador en la Argentina de entreguerras". La version inicial del capitulo 5, del mismo autor, figura en la compilation de Fernando Devoto, La historiografi'a. argentine del siglo XX (I), Buenos Aires, CEAL, 1993, con el ti'tulo "Algunas reflexiones sobre el revisionismo historico". Por su parte, el capitulo 6 aparecio en Rivista di Storia della Storiografia Moderna, niimero 2-3, Roma-Pisa, 1995, llevando por ti'tulo "Por u n a historia de los modos en que una sociedad intenta dar cuenta de su pasado". Una version" parcialmente corregida aparecio como "Entre el analisis de la produccion academica y la histo263
264 ria de la historia. Un debate sobre los objetos de estudio de la historia de la historiograffa", en Anuario, numero 17, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Rosario, 1995-1997. El capi'tulo 7, escrito en colaboracion por ambos autores, fue publicado en su primera version como "Heroes patricios y gauchos rebeldes. Dispositivos estatales y representaciones populares en la eonstitucion de imageries colectivas del pasado en la Argentina", en Stariogra.fia, Roma, 4, 2000. Una version corregida y ampliada aparecio en Prismas, Nu 6, Universidad Nacional de Quihnes, 2002. Agradecemos a las publicaciones mencionadas su autorizacion para la publicacion en este libro. Las investigaeiones que se encuentran en la base de los arti'culos originales, y por ende de los capftulos de este libro, fueron 11 evadas adelante en el marco de Proyectos de Investigacion y Desarrollo, con sede en el Instituto de Investigaeiones de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario, subsidiados por la universidad, a si como en el Proyecto de Investigacion UBACyT AF03, con sede en el Instituto de Historia Argentina y Americana '"Dr. Emilio Ravignani", Facultad de Filosofi'a y Letras, Universidad de Buenos Aires, tambien subsidiado. En todos los casos, hemos dirigido o codirigido tales proyectos.
SOBRE LOS AUTORES
es profesor e investigador en la Universidad Nacional Rosario, desempenandose en la catedra de C o n i e n t e s Histoiiograficas Latinoamericanas y Argentinas. En 1996 gano el primer premio en el Concurso de Estudios sobre Revistas Argentinas con un trabajo titulado: "Paul Groussac y una empresa cultural de fines del siglo XIX. La Biblioteca, 1896-189S". Ha publicado diversos artfculos en libros y revistas especializadas del pais y el extranjero sobre temas vinculados a la historia intelectual y de la historiograffa. Es autor de Historia de revistas argentinas 1900-1950. La conquisia del publico (1999); del capftulo "La cultura. el publico y los editores", en el lomo IV de la Nueva Historia Argentina (1999); y, en e l a b o r a t i o n con Alberto Giordano, del capftulo "Las revistas de izquierda y la funcion de la lit e r a t u r a : ensenanza y propaganda", en el volumen 6 de la Historia Critica de la Literaiura Argentina (2002). ALK.JANDRO EUJANIAN
es profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Rosario, en asignat u r a s referidas a historia de la historiograffa; es por otra parte investigador del Institute de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani", de la Facultad de Filosoffa y Letras, UBA. Ha dirigido equipos de investigation en el area, que tuvieron por sede esas mismas instituciones. Entre sus publicaciones se cuentan Aluear. El compromise y la distancia, Buenos Aires, FCE, 1997 y, en condition de director, Crisis economica, avance del Estado e incertidumbre politico. (1930-1943), tomo VII de la Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2001. Ha sido investigador independiente en la Fundacion Pablo Iglesias, de Madrid, y profesor invitado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales y en la Universidad Autonoma de Madrid. Es miembro del Advisory Board de la International Bibliography of Historical Sciences.
ALEJANDRO CATTARUZZA
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ANTHONY GIDDENS, JONATHAN TURNER Y OTROS LA TEORIA SOCIAL HOY 844 pags. JORGE KATZ Y COLABORADORES ESTABILIZACION MACROECONOMICA, REFORMA ESTRUCTURAL Y COMPORTAMIENTO INDUSTRIAL Eslructura y luncionamiento del sector manulacturero latinoamericano en los ahos 90 628 pags. FEDERICO NEIBURG LOS INTELECTUALES Y LA INVENCION DEL PERONISMO Estudios de antropologia social y cultural 296 pags. GIOVANNI STUMPO EMPRESAS TRANSNACIONALES, PROCESOS DE REESTRUCTURACION INDUSTRIAL Y POUTICAS ECONOMICAS EN AMERICA LATINA 430 pags. NORMA GIARRACCA Y COLABORADORES LA PROTESTA SOCIAL EN LA ARGENTINA 380 pags. ELiAS JOSE PALTI APORiAS Tiempo, Modernidad, Historia, Sujeto, Nacion, Ley 282 pags. SERGIO EDUARDO VISACOVSKY EL LANUS Memoria politica en la construccion de una tradicion psiquialrica y psicoanalitica argentine 358 pags.
Se lermino de imprimir en el mes de marzo de 2003 en Imprenta de los Buenos Ayres S.A.l.C, Carlos Berg 3449 Buenos Aires - Argentina
"P A ara conocer bien una colectividad es importante, antes que nada, encontrar nuevamente la imagen, verdadera o falsa, que ella misma se formaba de su pasado", dictamino Marc Bloch. Y este libro se propone justamente analizar como se fueron gestando e imponiendo, no sin disidencias, diversas representaciones del pasado argentino. Pero no se trata de una historia de los sucesos que han ido conformando ese pasado, sino de algo mas radical: el estudio de las bases ideologicas que sustentaron los trabajos de nuestros historiadores y de los contextos que permitieron sus respectivas elaboraciones. Desde los debates entre Velez Sarsfield y Mitre y de este con Vicente Fidel Lopez hasta las posiciones del revisionismo, casi nunca unfvocas, pasando por las postulaciones de Paul Groussac y de los representantes de la "nueva escuela historica", entre otros, los mayores hitos de la historiografia nacional son sometidos a un estudio riguroso e inedito que exhibe una notable solvencia metodologica. El lector encontrara en este volumen los principales elementos que contribuyeron a la constitucion de la historia profesional, tanto en los aspectos que hacen a su diferenciacion del resto del mundo cultural -en particular de la literatura- como en aquellos relacionados con la "base material" de la profesionalizacion. Con meridiana claridad se seflala tambien que las diferencias y las dudas que suscitaba la busqueda de una tradition cultural firme con la cual enlazarse desvelaron a muchos intelectuales argentinos; ellas evocarian crudamente las dificultades de la empresa: entre el pasado hispano y el indigena, entre el gaucho y el campesino sedentario, entre la nation de Mayo y otra mas primordial, los intelectuales oscilaban con frecuencia. A traves de los siete capitulos de este libro, los investigadores Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian no solo realizan un relevamiento del campo historiografico argentino sino que indagan en algunos aspectos teoricos de palpitante actualidad.
I SBN
Alianza Editorial Diseno: Pablo Barragan En tapa: Grupo escultdrico del Pabellon Argentino en la Exposicion Universal de Paris de 1889.
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