Clarice Lispector
Casi de verdad
Había una vez… había una vez: ¡yo! Pero seguro que vos no sabés quién soy yo. Preparáte para una sorpresa que no adivinás¿Sabés quién soy? Soy un cachorro llamado Ulises y mi dueña es Clarice. Yo le ladro a Clarice para que ella –que entiende el significado de mis ladridos- escriba lo que le cuento. Por ejemplo, hice un viaje al patio de otra casa y le conté a Clarice una historia bien ladrada: de aquí en más vas a saber de ella: es el resulta de una observación que yo hice de esa casa. Antes de todo quiero presentarme mejor. Dicen que soy muy lindo y popular. Bueno, lindo parece que soy. Tengo un pelo castaño color guaraná. Pero además tengo unos ojos que todos admiran: son dorados. Mi dueña no quiso cortarme la cola porque cree que iría contra la naturaleza. Dice así: “Ulises tiene mirada como la nuestra”. Me encanta rascarme la espalda. Pero se sabe que yo soy solo apenas cuando ladro palabras. Soy un poco malcriado, no obedezco mucho, me gusta hacer lo que quiero, hago pis en el living de Clarice.
Fuera de eso, soy un cachorro casi normal. Ah, me olvidé de decir que soy un cachorro mágico: adivino todo por el olor. Ese se llama tener intuición. En el patio donde estoy viviendo huelo todo: higos, gallo, gallina, etc. Si vos me llamás: “Ulises, vení para acña” – yo voy corriendo y ladrando a tu lado porque me gustan mucho los chicos y solo muerdo cuando me pegan. Porque no es que voy a ladrar una historia que a vos te parecerá de mentira o te parecerá de verdad? Es solo verdadero en un mundo que me gusta inventar, como vos y yo. Lo que te voy a contar también parece cosa de personas, a pesar de que pasa en el ámbito en que los animales hablan. Hablan a su manera, claro. Pero antes de empezar te pregunto en voz baja para que vos solo puedas escuchar: -¿Oís ahora mismo un pajarito que canta? Si no lo oís, hacé de cuenta que lo escuchás. Es un pajarito que tiene un pico de oro, tiene un color rojo brillante y es muy feliz. Para ayudarte a
inventar una pequeña canción te voy a decir como canta. Canta así: pirilim-pim-pim, pirilimpim-pim, pirilim-pim-pim. Se trata de un ave de alegría. Mientras cuento mi historia interrumpime cuando oigas al pájaro. ¿Y la historia?
Bien, la historia comienza en el enorme patio de una señora llamada Oniria. Oniria es también mágica, pero solo cuando entra en la cocina. Imagináte que con huevo, harina, manteca y chocolate ella logra hacer un pastel que es tan sabroso para el rey y la reina. Te
pregunto a vos: ¿Quién es la persona mágica mágica que cocina en tu casa?
Yo visité ese patio y olfateé, ¿y qué había? Había una enorme higuera, gallos y gallinas. Todo vivía en paz en ese lugar: la lluvia alimentaba a la hermosa higuera, el Sol le daba la vida. Oniria hacía tortas, pero no voy a hablar de eso. Asó como los gallos y gallinas comían maíz, el suelo estaba lleno de gusanos, especialmente después de que lloviera, la tierra buena. A Oniria le gustaba mucho la gran higuera y las aves. Llevaba con ella un libro que le enseñaba cómo hacer para que las gallinas tuvieran huevos fuertes: dándoles agua, en lugar de poca y fría, mucha y tibiecita.
Como en la higuera, donde Oniria ponía e vez en cuando en el suelo fertilizado alimentos con vitaminas. Entre los gallos y las gallinas existían unas aves muy importantes porque eran inteligentes, buenas y protegían a sus amigos. Eran como el rey y la reina del gallinero. El gallo se llamaba Ovidio. “O” viene de huevo, y “vidio” corría por su cuenta. La gallina se llamaba Odisea. “O” viene de huevo y “disea” corre por cuenta de ella.
Y lo mismo con Oniria, la “O” de huevo y “niria” porque le gustaba a ella. Se caso con su Onofre. Bien, vos ya sabés que la “O” de Onofre era en homenaje al huevo – vos ciertamente adivinás que: “nofre” viene de él. Y patati y patatá. ¡Au-au-au! Y así seguía la vida. Tranquila, tranquila.
Los hombres, hombreaban, las mujeres mujerizaban, los niños y niñas niñeizaban, los gallos galleaban, la higuera higuereaba, los huevos hueveaban. Y así sucesivamente. Ahora vos te estarás quejando y preguntándote: ¿Y la historia dónde está? Paciencia, que la historia va a historiar. Y en este mismo momento. Empieza así: Era un domingo, sin nada para hacer, nada para divertirse, era un día de nada. Quiero decir, no pasaba nada. Todo igual. El Sol cantaba. Puro parloteo de gallinas cacareando. Pero la calma no duró mucho. Y la culpa fue de la higuera, quién sabe por qué nunca daba higos. (Pirilim-pim-pim, pirilim-pim-pim, pirilim-pim-pim) Hacia el mediodía la higuera, que no tenía nada para hacer, luchó por pensar. El esfuerzo era tan grande que caían algunas de sus hohas. Y ella al fin tuvo un pensamiento. Pensó lo siguiente: La vida del gallo y la gallina es una verdadera fiesta. Ovidio cocorea, las gallinas ponen huevos. ¿Y yo? ¿Yo que ni un higo tengo? Y paratí y patatá. El pensamiento de la higuera se pudrió y se volvió envidia. Podrido como estaba y encima se convirtió en venganza. La higuera, que no daba frutas ni cantaba, quiso enriquecerse a costa de los otros. Quería llevarse a los hijos de Ovidio, a Odisea a y otras aves. Si al menos lograra cantar ella perdonaría. Pero así no. (¡Au, au, au!) De pensamiento en pensamiento, todos llenos de rabia, la higuera llego a una infeliz resolución: haría algo que vos nunca adivinarías.
¿Sabés que? Ese carbol maldito de higuera busco a una nube negra que era una bruja. Y le dijo -Bruja, brujiya, haz que los huevos sean míos, ¡aunque no cacaree como Ovidio! ¡Quiero vender esos huevos y ganar mucha plata! Así habló y sus ojos todavía conservaban un brillo sinvergüenza. La bruja malvada se llamaba Oxelia. La “O” etc. Etc., vos ya sabés. Una vez que fue consultada ella necesitaba pensar mucho: era tan pero tan mala la nube que si quería hacer llover, llovía. Y te voy a contar algo más: Le hizo el favor a la higuera porque quería que, por fin, se volviera aún peor. Lo siento pero ahora no te voy a contar cómo terminó. Esperá. ¿Querés saber el resultado de la conversación de la higuera con Oxelia? Fue el siguiente: a la noche las hojas de la higuera se encendieron como si el sol las iluminara. Y las gallinas, pensando que era de día, pusieron huevos. La higuera también le había pedido a Oxelia que las gallinas pusieran huevos en el piso, sobre sus raíces. ¿Y qué pasó? Las gallinas se asustaron porque nunca más ´se durmieron, ponían huevos sin parar, todo el tiempo. En cuanto a Ovidio, se la pasaba cantando y se quedó afónico de tanto cocorear. (Pirilim-pim-pim, pirilim-pim-pim, pirilim-pim-pim) Mientras tanto, la higuera juntaba huevos sin vida y todo para venderlos y volverse millonaria. Y no le pagaba nada a las gallinas, ni con maíz, ni con gusanos, ni con agua. Sólo era esclavitud. Odisea, viendo que las cosas no estaban bien, le cacareó a Ovidio: -Estamos agotadas, necesito hablar seriamente con vos. Como ella dijo, poner huevos la cansaba.
(Au, au, au.Estoy ladrando muy fuerte y Clarice está asustada). Ovidio,
como
Odisea,
era
un
gallo
que
pensaba
mucho.
Conversaban en el fondo del patio y patatí y patatá. Pasaron dos días entendiéndose con palabras de aves. ¿El resultado? El resultado fue la inteligencia de ellos. No había duda: irían contra la higuera dictadoras, a exigirle sus derechos, huevos para ellos, le reclamarían comida, agua, dormir y descansar. Vos estarás pensando con certeza que Oniria no tomaba sus precauciones. Respuesta: ella y Onofre habían viajado y no sabían la desgraciaba que pasaba en el gallinero. Un empleado era el encargado de cuidar todo, pero el empleado, llamado Oquequê (“O” de huevo, y así sucesivamente), era un empleado vago que sólo sabía comer, dormir y enamorar sin hacerse cargo de nada más. Debo decir que la higuera se veía como una higuera normal, para pasar desapercibida a la vista de quien la observara. Cuando todos dormían, ella encendía sus luces, tal como lo había dispuesto Oxelia. Odisea y Ovidio resolvieron algo que vos vas a saber ahora mismo. Ellos cacarearon la resolución a las otras aves y patatí y patatá. Y cuando llegó la noche peligrosa y la higuera se embrujó y comenzó a brillar –bien, todas las gallinas, lideradas por su presidente y presidenta, es decir, por Ovidio y Odisea, hicieron un esfuerzo por volar y se subieron sobre las ramas de la higuera. Desde allí arriba comenzaron a poner huevos. ¿Vos pensás que esto es una pavada de ellos? Bueno, au, au, au, te confundís ¿Y qué es lo que pasó?
Pasó que los huevos cayeron al suelo, rompiéndose, la cáscara para un lado, yema para el otro, las clara ahí mismo, todo se pudría en la tierra. ¿No era una pena sacrificar tanto huevo? Si, pero a veces tenemos que hacer un sacrificio. La higuera se horrorizó con los desperdicios. Eran desperdicios dañados. Y encima a ella que gustaban los omelet. Y tocaba los huevos que se caían. Cada huevo que caía hacía este ruido en el suelo: plóquiti, pló-quiti, pló-quiti. Al mismo tiempo, Ovidio logró cacarear: -¡Queremos la libertad de cantar apenas unos días1 Las gallinas al mismo tiempo cantaban: -¡Queremos poner huevos sólo cuando nostras queremos y queremos esos huevos para nosotras! ¡Ellos son nuestros hijos! El ruido dejó a la higuera un poco sorda. Y ella quería ir a ver a la bruja para que le diga qué tenía que hacer. Pero Oxelia estaba ocupada con otro trabajo, trabajo también malo. La higuera estaba miedo loca y pidió auxilio, como la consulta de un médico (sólo que el médico es bueno) y la bruja Oxelia estaba cada vez más negra, acordó enviarle una respuesta. Como yo, cachorro Ulises, dije en un principio, resulta que Oxelia tenía una malad tan
grande
que
también
quería el
mal de
la higuera, hasta entonces su compañera de maldad. Y ella dijo: -¡Consideráte feliz! ¡Porque yo podría castigarte haciendo una noche de tormenta y causndo que un rayo caiga encima de tu copa y rasgue en dos tu orgulloso tronco!
Los pollos y los gallos estaban libres al fin! Y
estaban durmiendo, porque lo
necesitaban después
de
tantas noches sin dormir. Continuará… p.18: A figueira ficou boba: ela não sabia até então
que não se deve ser amigo dos ruins. Então, muito humilhada, viu se apagarem as suas luzes.