AVENIDA HIDALGO Este es el nombre que lleva actualmente la principal vía de la ciudad; su historia es por demás interesante y desde los primeros años de su vida, en ella se asentaron las construcciones más importantes, así como las principales instituciones políticas y los más importantes establecimientos comerciales. Hemos dicho con anterioridad que las calles de Zacatecas eran cortas y numerosas, a pesar de lo cual los cronistas más antiguos consideraban a esta sucesión de calles que cruzan de norte a sur como una sola, la que no se vine a integrar sino hasta 1915, en que sus extremos quedan perfectamente definidos: por el norte, la rinconada de Tres Cruces y por el sur, la avenida Juárez; estos límites especialmente el norte, quedaron establecidos desde que, construido el convento de San Francisco, se señaló como jurisdicción de su parroquia el callejón llamado de la Cruz de Moya. En los primeros años, cuando aún no estaba debidamente conformada esta vía se le denominaba simplemente como "calle que va a San Francisco"'; poco tiempo después, cuando Vicente Saldivar de Mendoza construyó su casa habitación en la plazuelita que se formó al costado norte de la Parroquia, motivo que el tramo comprendido frente a ella se le empegara a llamar "calle del Maestre de Campo'"; en este tiempo, la gente le denominaba indiscriminadamente con cualquiera de los dos nombres. La calle comenzaba en la esquina del templo parroquial, terminaba en la rinconada, de acuerdo con la división jurisdiccional religiosa que mencionamos antes. Al irse construyendo nuevos edificios y aunque desconocemos la razón, se le llamó primero "calle de las Cuatro Cruces" y posteriormente se redujo y quedó, simplemente como "calle de Tres Cruces", nombre que conservó hasta 1915, cuando recibió el de Aquiles Serdán, aunque en aquella ocasión se extendió hasta el callejón del Indio Triste, de acuerdo con el proyecto aprobado por la Junta de Administración Civil en ¡a sesión de !a Asamblea Municipal de Zacatecas correspondió entre el 3 de septiembre de dicho año. Más tarde y con motivo del centenario de la consumación de nuestra Independencia, en la sesión ordinaria de la Asamblea Municipal del 29 de agosto de 1921. el regidor Ernesto Rodríguez Delgadillo propuso que se le diera a la calle de Aquiles Serdán el nombre de Allende, lo que posteriormente fue modificado atendiendo a la recomendación de varios ciudadanos en el sentido de que "la avenida Hidalgo principie desde el punto conocido con el nombre de Puerta del Sol hasta el callejón del Indio Triste, comprendiendo en consecuencia las que hoy son calles de Pino Suárez, Madero y Aquiles Serdán, ya que no es indicado que una misma calle lleve tres nombres distintos, como estaba sucediendo", lo que fue acordado en la sesión del 5 de septiembre del mismo año. Confluyen en este tramo cuatro callejones, que indiscutiblemente son de los más antiguos; viendo de norte a sur son: CALLEJÓN DE LA CRUZ DE MOYA - Malamente llamado de Luis Moya, nos recuerda a Fr. Juan Bautista de Moya, el Apóstol de Tierra Caliente, fraile agustino cuyo báculo misional terna como característica el "que su fronda remataba en una gran cruz formada del mismo follaje", en el cual se apoyaba no sólo para caminar, sino también para sus acciones milagrosas que hacía "tan portentosa su historia que parece increíble como realidad, y más bien se tiende a contarla entre las proejas de la leyenda dorada". Durante muchos años y a partir de que enfrente se encontraba la fuente de Santa Teresa, a la cual acudía la población a surtirse del agua que provenía de la presa de Olivos, también se le llamó callejón de Santa Teresa. CALLEJÓN DE OSUNA.- También es uno de los pocos que conservan su nombre original, el cual se remonta al 8 de agosto de 1690, en que los hermanos Vicente y Nicolás de
Saldívar y Oñate vendieron a don Sebastián de Osuna un terreno situado al pie del cerro de la Bufa, donde éste construyó una mansión que fue el origen del callejón que lleva su nombre y que, en aquel entonces, bajaba de la calle del Maestre de Campo al arroyo, al igual que el anterior. Una vez, que tuvo en su poder los títulos respectivos, el Gral. González Ortega procedió a construir la bóveda que cubrió el callejón y aseguró, por un lado su casa y por el otro la Parroquia, con lo cual nos heredó este hermoso callejón lechado, en una parte de su actual extensión, lo cual se debe a que en aquellos tiempos ambos edificios sólo llegaban hasta donde está cubierto, que era el margen poniente del arroyo principal de la ciudad, el cual fue cubierto en 1889 por el llamado puente de Silao, lo que permitió que las construcciones se extendieron a sus límites actuales y espacio correspondiente del callejón quedó al descubierto. CALLEJÓN DE VEYNA.- Debió formarse desde los últimos años del siglo XVI o principios del XVII, a partir del establecimiento de los jesuitas en Zacatecas, si tomamos en consideración que era necesaria la existencia de una vía de comunicación con el nuevo grupo misional, especialmente entre los jesuitas y el palacio del maestre de campo don Vicente Saldivar y Mendoza y su esposa doña Ana María Termiño de Bañuelos, sus benefactores, quienes donaron los fondos para la construcción de los edificios que ocuparon colegio y templo Aunque se registran varios nombres, comúnmente se le llamaba '"el callejón que sube a la Compañía", hasta fines del siglo XIX se la da el de "callejón de Veyna", en reconocimiento al empeño que puso en embellecer la ciudad don Manuel González Veyna, regidor primero de la Asamblea Municipal, quien atendió con trabajo y dinero a la formación del jardín Hidalgo en el sitio que ocupara la plazuela del Maestre de Campo, con lo cual se proporcionó a los zacatecanos un magnifico sitio para su recreación. En lo que se refiere a los edificios que bordean este tramo, encontrarnos varios que como el palacio de la Mala Noche, ya reseñado y sólo nos falta agregar que en 1986 quedó destinado exclusivamente para el Poder Judicial, por lo cual fue objeto de una remodelación y distribución de sus dependencias. Estas construcciones fueron utilizadas como residencias particulares que por tener todas la misma distribución, como una mera curiosidad, transcribiremos la descripción de la que perteneció a don Manuel Gutiérrez de Ávila, ubicada '"en la calle que va de la plaza pública al convento de San Francisco y consta de zaguán, escritorio, sala, dormitorio, dos aposentos, cocina, corral, pozo y puerta falsa"; ésta última daba hacia el arroyo cuando los frentes miraban al poniente. El segundo tramo comprende desde el callejón de Veyna hasta el de Rosales y su evolución fue como sigue: En un principio, cuando la vida de la población había tomado como centro la plaza que se abría al costado sur de la Parroquia y que por su actividad comercial se llamó del "Tianguis"; cuando la expansión de la ciudad continuaba hacía el sur, se le conocía únicamente como la "calle que va de la plaza principal al convento de San Agustín", por el este el punto más fácilmente identificable, a tal grado, que insensiblemente limitaba a la población por ese rumbo. Poco tiempo después empezó a llamársele "calle del Real Tesoro" debido a que en ella se estableció, desde fines del siglo XVI, la Caja Real, es decir, las oficinas recaudadoras de los impuestos correspondientes a la Corona, razón por la cual a partir de fines del siglo XVIII se le denominó "calle de las Cajas Reales", para convertirse simplemente en "calle de la Caja", aunque en alguna ocasión llegó a llamársele también "calle del Portal", refiriéndose al Portal de Rosales Por las reformas que se hicieron a la nomenclatura en 1915; este tramo recibió el nombre de "calle Francisco I. Madero", que llevó hasta 1921, en que se incorporó
a la hoy avenida Hidalgo por acuerdo del Ayuntamiento de fecha 29 de agosto antes mencionado CALLEJÓN DE LAS CAMPANAS.- Es muy probable que su primer nombre fuera el de callejón del Campanero, refiriéndose al lugar en que habitaba este servidor de la Parroquia, pero con el tiempo quedó simplemente el de "Las Campanas". Comprendido entre el costado norte de la Parroquia y la casa que habitó el Gral. Jesús González Ortega, la cual posteriormente se convirtió en Gran Hotel Francés y en la actualidad, con el nombre de anexo al Palacio de Gobierno, alberga diversas dependencias del Ejecutivo, entre ellas el despacho del Gobernador, el del Secretario General de Gobierno. La principal característica de este callejón es el estar cubierto en parte por una bóveda que sostiene el edificio, lo cual tiene la siguiente explicación: el 6 de julio de 1863, después de escapar de los franceses que lo hicieron prisionero en Puebla, el Gral. González Ortega recibió de manos de Severo Cosío el gobierno de Zacatecas y al darse cuenta de que el costado sur de su casa amenazaba con venirse abajo, denunció ante la Asamblea Municipal de Zacatecas "el viento del callejón de las Campanas" Solicitud que fue aceptada por dicha Corporación, la que también aprobó no cobrarle derechos de ninguna clase "en atención a los servicios que ha prestado a la causa que sostiene a la República" Los callejones que parten o desembocan en este son los siguientes: CALLEJÓN DE EL SANTERO.- En un principio se le denominaba sencillamente como el callejón que sube de la Plaza Principal al Colegio de la Compañía de Jesús; como su nombre lo indica, en éste se encontraban ubicados los talleres de construcción o reparación de santos, productos que, dada la religiosidad dé los zacatecanos, debieron tener gran demanda. Conservó este nombro hasta el 28 de diciembre de 1934, día en que el Ayuntamiento acordó sustituirlo por el insigne Dr. Valentín Gómez Parías, cuya trayectoria política está íntimamente ligada a Zacatecas, pues llegó a ocupar el cargo de vicegobernador del Estado. A pesar de esto, en el ánimo de los zacatecanos predomina el nombre de El Santero, pues aún se le conoce como tal, por cierto que en los altos de la casa que hace esquina norte con la avenida Hidalgo, el 9 de abril de 191 1, al entrar Luis Moya en Zacatecas, éste se detuvo a saludar a su hija Amalia, en medio de los tiros de los federales que defendían la ciudad. CALLEJÓN DE LA PALMA.- Se conoce con este nombre al qué conduce al edificio que fue la Casa de Moneda, donde en la actualidad funcionan las dependencias de la Secretaría de Finanzas y Tesorería; se le denomina de esta manera porque en el edificio que hace esquina norte con la avenida Hidalgo, estuvo establecida la negociación de este nombre; anteriormente se llamó callejón del Ensaye, debido a que en la contraesquina se valoraban los minerales para captar el porcentaje correspondiente a la Corona. CALLEJÓN DE LA CAJA.- Surge a partir de 1827, al inaugurarse y ponerse en servicio el portal de Rosales, del cual marca el límite norte, su nombre deriva del de la calle de la Caja. CALLEJÓN DE ROSALES.- Tuvo el mismo origen que el anterior; es el límite sur del portal, del cual toma su nombre. CALLE ALLENDE.- Originalmente llevó el nombre de callejón de los Zapateros, que indica cual era el oficio al que se dedicaban quienes habitaban en él; en un principio terminaba en el arroyo principal, hasta el año de 1694 en que el corregidor don Juan Bautista Anzaldo de Peralta, ordenó al alarife Sebastián Correa que construyera un puente sobre dicho arroyo para que comunicara la plaza de San Agustín con la calle de Tacuba. De acuerdo con lo dispuesto por la Asamblea Municipal en 1915, llevó el nombre del mártir chiapaneco Belisario Domínguez hasta septiembre de 1921, en que según lo acordado por
el Ayuntamiento, se le impuso el del insurgente Ignacio Allende, aunque a decir verdad, para muchos sigue siendo calle de Zapateros. La historia de este tramo, es decir de su conformación, es por demás interesante, ya que enfrentando dos plazas hacia diferentes rumbos, fue necesario que transcurrieran muchos años, antes de que alcanzara su forma actual; además, en él residieron durante muchos años las principales dependencias administrativas del Zacatecas colonial Principiaremos por recordar que a partir del año de 1585 en que recibió de Felipe II el título de "Ciudad" y se terminó la CALLEJÓN DE LA MONEDA.- Se abre sobre la acera oriente y hasta principios del siglo XIX fue conocido como callejón del Carmelo, pero a partir de la iniciación dé la vida independiente y debido a que en el edificio que ocupa la acera sur se estableció desde 1811 la Casa de Moneda, se le dio este CALLEJÓN DE LANCASTER.- Desemboca en la acera poniente de la avenida Villalpando, a la cual comunica con la calle Félix U. Gómez; desde los más remotos tiempos fue conocido con el nombre del callejón de los Gallos, debido a que en una plazuela que ya existía a principios del siglo XVIll, se levantaba, -en forma improvisadaun corral o plaza de gallos, que de acuerdo con una descripción de 1735, se componía de un cercado de 17 tablas, seis viguetas, 8 morillos, 9 latas, 4jauliías de 600 tejamaniles con '100 clavos", todo lo cual tenía un valor de poco más de 18 mil pesos. Con motivo de la inauguración del edificio destinada a albergarla Escuela Normal para Profesores, cuya entrada estaba precisamente en donde fue la puerta del Auditorio "Miguel Cervantes de Saavedra", del Instituto de Ciencias de Zacatecas, se dio al callejón el nombre de Lancaster, en honor del famoso educador inglés Joseph Lancaster, creador del sistema de enseñanza mutua, conocido comúnmente como sistema lancasteriano. CALLEJÓN DE SAN AGUSTÍN.- Dala de fines del siglo XVI, de la fundación del convento del mismo nombre (1575), siendo uno de los más característicos sitios del centro de la ciudad, desde finales del siglo X VIÍI hasta mediados del XX, en que con un criterio erróneo sobre conservación y restauración de monumentos históricos arquitectónicos se arrasó el entorno del ex templo de San Agustín sin tomar en cuenta Jo que significaba en el proceso del desarrollo histórico de la ciudad. Para una mejor comprensión de nuestros lectores, les diremos que en lo que fue un solar propiedad de los agustinos que no lo podían cultivar ni edificar, se construyó un amplio edificio destinado a vivienda colectiva, conocida con él nombre de vecindad de San Agustín que se componía de dos plantas, con dos accesos, uno por la avenida Villalpando y la otra por el callejón En este lado existió una fonda bien presentada, "Las Cazuelitas", especializada en antojitos mexicanos. Sin embargo, la mayor trascendencia de este callejón consistió en que prácticamente se le pudo considerar como el refugio y bastión de los formidables luchadores sociales de la época, ya que en él estuvieron la carpintería de Lorenzo Cervantes, el famoso "Gallo", uno de los fundadores de la Cámara Obrera de Zacatecas y del Grupo Sindicalista Alma Obrera, y también el taller de ebanistería de José Inés Medina, "el más destacado mentor obrerista nacido en tierras zacatecanas", luchador incansable de los derechos del trabajador y promotor del fraccionamiento de los latifundios contemplado en la Ley Agraria del Estado. Refiriéndose a él, José G. Escobedo nos dice que "'Su carpintería, del callejón de San Agustín en Zacatecas, fue lugar de cita y de reuniones dominicales, y entre semana, ya entrada la noche, de hombres dispuestos a la acción. Allí acudimos a "modificar" la estructura social y económica del mundo Se pronunciaban fogosas arengas -al parecer como preparación para dirigirlas después en mítines o asambleas publicas con mayor
concurrencia. Allí se planeó, por- primera vez, la unificación de los trabajadores rurales de los municipios del Estado en torno de la Cámara Obrera y su programa revolucionario, que causó espanto a la clase pudiente. Allí, en fin, compartíamos "el pan y el vino" con el profesor Teodoro Ramírez, con el pastor protestante Esteban Ramírez, con Celestino Castro, Francisco Vela, Lorenzo Cervantes, Francisco Torres, Manuel Badillo y otros que han escapado ya de nuestra memoria Algunas veces asistía también el ingeniero Ambrosio Romo, de la escuela liberal, quien a invitación de Medina, llegó adietar varias conferencias sobre la necesidad de la unión de les trabajadores: En aquel tiempo, la actitud de este profesionista, que se codeaba con la aristocracia, fue calificada de atrevida". CALLEJÓN MÁRTIRES DE CHICAGO - Se abre en la acera poniente como una continuación del anterior, comunicándola con la calle Félix U. Gómez. Anteriormente llevó el nombre de callejón del Toro, hasta diciembre de 1937, en que por acuerdo del H. Ayuntamiento se le dio la denominación que se conserva hasta estos días. CALLEJÓN DEL LAZO.- La comunica con la calle Miguel Auza y se encuentra sobre la acera oriente; respecto a este callejón, el Profr. Vidal nos dice que en 1737, "el señor Pedro de Lasso... tenía establecida frente al callejón... una platería que duró por más de veinte años. Por haber estado esa platería tanto tiempo, la gente le dio al callejón el nombre de Callejón de Lasso Con el paso de los años, se fue olvidando el nombre de aquel platero español y en consecuencia, se fue corrompiendo el del callejón hasta quedar como en la actualidad. CALLEJÓN DE CORNEJO.- Este nombre se conserva hasta la fecha y no hemos podido conocer su origen, a pesar de que debe ser relativamente reciente pues aparece en los croquis de la ciudad de principios de .siglo XVII, una leyenda popular le atribuye este nombre a un bandolero que supuestamente fue asesinado en este sito, lo cierto es que no se tiene dato alguno de este ladrón de apodo o apellido Cornejo. CALLE DEL ESTUDIANTE.- Conocida anteriormente con el nombre de calle de la Concepción, debido a que era el acceso a la capilla de esta advocación de María cuyos restos aún pueden apreciarse al fondo de la calle, de donde se comunica con la Alameda por medio del callejón que aún se llama de la Concepción. El nombre actual lo lleva a partir de diciembre de 1934. Cuando por acuerdo del Ayuntamiento se llevó al cabo una reforma de la nomenclatura de la ciudad, para cambiar los nombres de algunas calles "que por idealidad no están de acuerdo con el sentir de esta autoridad". Por cierto, que esta calle se prolongaba en el callejón del Pingorongo, que comunicaba con la calle de la Cárcel, así llamada porque pasaba a espaldas del Departamento de Mujeres antes de ir a desembocar en el callejón de Laxo; estas rúas desaparecieron en 1943 al prolongarse la Av. Villalpando hasta la Alameda. CALLEJÓN DE VELASCO.-Este pequeño callejón comunicaba a la calle anterior con la Alameda; se le llamó así por la costumbre inmemorial de hacerlo cuando el punto de referencia era un personaje; en este caso, se trató de don Fernando Antonio Velasco, quien por el año de 1830 era propietario de varias fincas en la Alameda; además, se convirtió en el acceso a la plaza de toros, construida entre los años de 1832 ó 33, y ocupaba una superficie que abarcaba un círculo desde el extremo oriente dé la Alameda hasta quedar tan cerca de la "capilla de la Purísima Concepción, que uno de los extremos... apenas distaba veinte varas de la puerta del Templo". CALLEJÓN DEL ESPEJO.- A punto de desaparecer, este pequeño y típico callejoncito se localiza frente a! costado norte del jardín "Morelos" más conocido actualmente como jardín de la Madre y comunicaba con la calle de la Cárcel y el callejón de Pingorongo, siendo por
lo lanío, el camino de acceso a la avenida Fernando Villalpando antes de que ésta se prolongara hacia la alameda García de la Cadena. En este callejoncillo, cuyo nombre se debió, según la tradición. a que por serian angosto, los habitan les de las casas de uno dé los costados podían contemplarse perfectamente en las vidrieras de las del otro, como en un espejo; en las frías madrugadas se daban cita los trasnochadores en busca de alivio para los estragos causados por la parranda, con el sabroso "atole de grano" que expendía doña Seferina. CALLE DE TACUBA Una de las calles más antiguas y desde Juego la más importante durante los primeros años de vida de las entonces Minas de los Zacatecas, por ser el acceso del camino que conducía a la ciudad de México, razón por la cual se le llamó así, recordando el nombre de la calzada que en la capital del virreinato tenía el mismo destino. Sobre esta calle se levantaron ¡as más bellas construcciones de su época, entre ellas la que sirvió de mansión a uno dé los más connotados personajes que vivieron los primeros años de nuestra; ciudad: Baltasar Termiño de Bañuelos y sus descendientes, así como las mansiones más suntuosas, dándole un aspecto señorial que por fortuna aún se conserva, a despecho de todo y de todos. Desde 1559, lo que equivale a decir desde un principio de la población, se notó el inconveniente de que la calle estuviera separada de la plaza pública por e) arroyo principal, pues por acuerdo del Cabildo "se manda hacer el puente del arroyo que va de la plaza pública a la calle de Tacuba", aunque parece que no se llevó al cabo en aquella fecha, pues en 15 76 se dispuso lo mismo y al fin se realizó la obra, la cual se hizo de madera y no pudo resistir una fuerte avenida del arroyo y quedó destruida en 1592. Dos años después se acordó la reconstrucción ''y que para su duración se haga de piedra", a pesar de la cual volvió a hacerse, de madera concluyéndose un año después, al colocarse en él "las armas de su Majestad y las de la Ciudad". El rápido crecimiento de la ciudad y conscientes sus habitantes de que ya era imposible que se despoblara, las autoridades se preocuparon por que sus construcciones fueran más consistentes, por lo cual en 1609 se pregonó la del puente de Tacuba, hecho de cal y canto, habiendo obtenido el contrato el alarife Francisco Jiménez, quien se comprometió a hacerlo en la cantidad de 3 mil pesos, pidiendo únicamente que se le diera "la madera y clavazón para que le sirviera de cimbra"; la obra se concluyó en 1612, con tanta satisfacción para los convocantes, que estos acordaron otorgar a Jiménez una gratificación de mil pesos, debido a que valoraron el interés del constructor por el bienestar de la ciudad, al construir el puente '"de dos ojos, habiéndose obligado a hacerlo de uno", lo que le daba mayor solidez y seguridad. El puente no sirvió únicamente corno paso entre la calle y la plaza, sino también para contar con mayor espacio donde construir, pues "consta que las casas que están sobre el puente de Tacuba las labró José Ramírez, y pagaban cinco pesos cada año", siendo propios de la ciudad, estas renías fueron cubiertas hasta fines del siglo XVII por los señores Luis Zúñiga y su hijo del mismo nombre, razón por la cual se conoció como rinconada de los Zúñiga a la que se formó con la calle, precisamente donde se abriera años más larde, el mesón de Tacuba. En cuanto a este establecimiento de hospedaje, clásico en el Zacatecas de la última mitad del siglo XVIII hasta la primera tic! XX, sólo podemos decir que ya existía desde antes de 1786, pues en esta fecha extendió su testamento don Manuel de Llantada y en él decía "que había obtenido este mesón por pregón y que dejaba como patrón del mesón al Ayuntamiento y disponía que se dijera en su mesón una misa rezada a las cuatro de la mañana desde abril a septiembre y lo restante del año a las cinco de la mañana y todo esto
para que la oyeran los pasajeros y demás gente". Posteriormente me propiedad de doña María Trinidad Sánchez Vázquez, quien lo legó a su hermano, el bachiller Francisco Sánchez Vázquez, rector del Real Colegio de San Luís Gonzaga, según lo manifestó Pedro Serra ante el escribano público el 19 de mayo de 1804, al extender poder para que éste pudiera arrendarlo a su nombre. Este mesón fue de los más concurridos de su tiempo, tanto por los viajantes como por los arrieros, pues entre los muchos servicios que ofrecía, estaba el taller de fragua y herrería para hacer las reparaciones que requirieran los carruajes o bien, reponer las herraduras de las bestias de carga que se hubieran estropeado al transitar por los ásperos caminos que conducían a Guadalupe. Con el tiempos modernos y se convirtió en vecindad, para pasar luego a ser demolido para construir un estacionamiento, que tiene acceso por la mencionada calle Tacuba y salía por la calle Aguascalientes. CALLES DE ARRIBA Y DE ABAJO Con este nombre se conocieron, desde principios del siglo XVII, debido a que iban a desembocar en la plazuela donde se encontraban el templo y convento de Santo Domingo, en el sitio en que hoy se localizan el hospital de San José y el templo de San Juan de Dios; durante los siglos XVII y XVIII se les agregó el de Santo Domingo y durante el XIX y parte del XX se sustituyó éste por el de San Juan de Dios, hasta septiembre de 1921, cuando a petición del Comité Patriótico Zacatecano, y en ocasión de la conmemoración del centenario de la consumación de nuestra Independencia, se les dieron los nombres de avenida Guerrero a la primera y de calle Iturbide a la segunda, el cual fue sustituido pocos años después por el del insurgente zacatecano, mariscal de campo don Víctor Rosales, el cual conserva hasta la fecha; para esto, el 20 de noviembre de 1927, dentro del programa de festejos del aniversario de la Revolución, se incluyó la colocación de la placa que indicaba el cambio de nombre, cumpliéndose así el acuerdo tomado al respecto por el Ayuntamiento que presidia señor Bruno Hernández. CALLEJÓN DE LA AURORA.-Su nombre se deriva del de la capilla que se encontraba ubicada sobre su acera poniente, mi más lejano antecedente lo constituye la fundación, en 1692, de la hermandad del Rosario de Nuestra Señora de La Aurora, cuyos miembros se propusieron contar con un templo propio, en lo cual ocuparon muchos años, al cabo de los cuales, en 1786, vieron recompensados sus esfuerzos y su constancia, al contar con "una bella capillita". Durante muchos años cumplió su cometido y eí callejón fue conocido con el nombre de la capilla, hasta el año de 1856 en que al aplicarse la Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos fueron requisados por el Gobierno, el cual ordenó al jefe político de Zacatecas, el 22 de agosto de 1860 "que las llaves que correspondían al templo de la Aurora, se depositaran en Ja Tesorería del Estado para que se entregaran al señor Francisco Maldonado, a quien se había vendido dicha capilla". CALLEJÓN DE CORREA.- Lleva este nombre en honor de un zacatecano distinguido por su riqueza y por los cargos políticos que desempeñó a finales, del siglo XVII', don Manuel Correa, quien además fue uno de los que más colaboraron económicamente para la construcción del convento de San Agustín, pues de acuerdo con la afirmación hecha ante el escribano público por Fray Pedro de Ontiveros el 17 de diciembre de 1686, '"el capitán D. Manuel Correa con obra de cantería labrada estaba construyendo los claustros y que llevaba gastados 2 mil y más pesos y que toda la obra le costaría más de 6 ó 7 mil pesos. "Fray Pedro de Ontiveros permaneció en Zacatecas durante 24 años-1670 a 1694-, dedicado a la predicación con lanío éxito que no sólo acabó con la idolatría, sino que además "redujo allí
infinitos distraídos al aprisco de ia observancia de nuestra ley''; es más que probable que uno de estos distraídos fuera el capitán Correa, quien era el que "se encontraba reunido con algunos amigos una noche divirtiéndose a los naipes, y como esa misma noche ganara la respetable suma de 18 mil pesos, al día siguiente la mandó poner, con 7 mil pesos más de su propio bolsillo, en manos del Prior... a efecto de que los destinara a la conclusión de los claustros y escaleras del mismo". La iglesia recompensó al capitán Correa concediéndole que sus restos fueran sepultados en el lugar que él designara "adentro o afuera del templo mayor" y que la misa que se canta el día de San Agustín" se aplicaría perpetuamente por las almas de él y de los suyos. El pueblo por su parte, no sólo reconoció sus méritos sino que perpetuó su memoria dándole su nombre a uno de los callejones más importantes de-la ciudad en aquellos tiempos, ya que era el paso obligado para las personas que, provenientes del centro del país, subían a visitar la capilla de La Bufa. CALZADA RAMÓN LÓPEZ VELARDE Anteriormente se le conocía con el nombre de calle de Juan Alonso y era el acceso a la ciudad, continuación del famoso camino de la plata; el nombre lo adquirió en recuerdo de don Juan Alonso Díaz de la Campa, quien tenía una "hacienda de sacar plata por azogue" en el extremo oriental de esta calle, y que se llamaba La Concepción y cosa rara, en lugar de que aquélla llevara esta denominación, se le conoció como calle de Juan Alonso. Este personaje nació en España, hijo de Juan Alonso Vélez y de doña Catarina Díaz de la Campa; se estableció en la ciudad de Zacatecas a principios del siglo XVIII, contrayendo matrimonio con una ilustre zacatecana doña María de Santa Ana Guerra, con quien procreó una numerosa familia. Ocupó una posición destacada en el Zacatecas de aquellos tiempos, tanto en lo económico como en lo político; en este último campo llegó a ocupar el cargo de teniente de capitán general. Diputado de la Minería, alcalde ordinario de primer voto y caballero de la Orden de Alcántara y como tal fue el encargado de entregar el hábito de la Orden de Santiago al señor José de Bazarte, presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, el 10 de marzo de 1753.En cuanto lo económico bástenos <í,"dr ime in '"orluna de don Juan Alonso era una de las mas cuantiosas y firmes de Zacatecas, consistente en las casas que tenía en esta ciudad Panuco y Vetagrande, varias minas y haciendas de beneficio en las poblaciones antes mencionadas; numerosas acciones o "barras" en diferentes negociaciones mineras; además también era propietario de las haciendas de campo de Malpaso y Palomas, "con todos los sitios y caballerías de tierra, suertes de huerta de que se componen, haciendas de sacar plata por azogue, casas de vivienda con todos los demás bienes", ambas haciendas que pertenecieron al Conde de Santa Rosa las compró don Juan Alonso en 90 mil pesos. Cuando en 1948 hubo necesidad de mejorar los accesos a la ciudad, para que fuera posible el paso de la Carretera Panamericana, se procedió a rasurar algunas fincas de la calle de Juan Alonso para ampliarla. Pero la idea no era únicamente ampliar dicha calle, sino transformarla totalmente y hacerlo de tal manera que presentara a los viajeros una imagen de la ciudad que en un tiempo fuera la capital mundial de la plata y emporio cultural y artístico; por eso se pensó en terminarla con una alegoría de la Suave Patria de Ramón López Velarde, el eximio poeta jerezano cuyo nombre llevaría en lo sucesivo. Lógicamente que en esta remodelación fueron incluidos los callejones que desembocaban en esta calle, los cuales conservaron sus nombres originales: Tampico, Santa Rosa, El Barro, aunque su imagen mejoró notablemente, así como se proporcionó mayor seguridad a los transeúntes, pues las resbaladizas calles empedradas se sustituyeron con adoquín, se construyeron
elegantes escalinatas y se mejoraron las aceras, se hicieron cunetas para que el agua corriera por su cauce y no significaran molestias e incomodidades a las personas. AVENIDA MATAMOROS En la sesión ordinaria del 5 de septiembre de 1921, en vísperas de la conmemoración del centenario de la consumación de la Independencia nacional, el Ayuntamiento de Zacatecas, a iniciativa del regidor Rodríguez Delgadillo, acordó una reforma a la nomenclatura de la ciudad y así fue como se formó esta avenida, que comprendió las antiguas calles de Las Mercedes, La Pinta, del Pariancito, de las Cuevas, San José de García y Primera de San Francisco; nombres típicos, esencia misma del espíritu zacatecano de todos los tiempos, que no quiere olvidarse de lo que ha sido su vida: la dureza de los primeros días (calle de las Cuevas), la importancia de las haciendas de beneficio (Las Mercedes y La Pinta), la organización del comercio como segunda actividad económica (El Pariancito) y el ambiente religioso de la época (San Francisco y San José de Gracia). Para conocer mejor esta sección de la ciudad, históricamente importante por haber sido el asiento inicial de la misma, entrevistamos a nuestro amigo el señor J. Cruz Rodríguez Caray, taxista de oficio, nacido, criado y radicado en ese lugar, quien nos informó ampliamente sobre aquellas calles y recuerda que anteriormente los vecinos las identificaban no con el nombre oficial, sino con el nombre de algún personaje distinguido como don Salomé Chávez. También nos señaló la forma en que se solucionó el problema que represen taba el cruzar el arroyo, la cual consistió en construir tres puentes sobre el mismo, cuyos nombres son, de norte a sur, el puente de Las Mercedes, el de El Niño Perdido y el de Zamora; los tres fueron de gran importancia para facilitar la comunicación entre los pobladores de ambas márgenes del arroyo principal, conocido como de La Plata. Nos habló de lugares ya transformados como el famoso barrio de Los Pachones, que recibió este nombre que también llevó un pequeño arroyo que pasaba por sus terrenos por la gran cantidad de nopales "pachones" que ahí había y no como dicen algunos en honor de los hermanos Francisco, Encarnación y Matías Ortiz, guerrilleros insurgentes nacidos en la hacienda La Pachona, en el municipio de Pinos, Zac., que fueron conocidos con este apodo. La mayor aportación histórica al menos para mí fue la correcta ubicación de los "pochos de la Bufa", donde según la tradición religiosa de los zacatecanos, se apareció la Virgen a los zacatecas para convencerlos de que no entablaran lucha con los españoles de Tolosa, cuando éstos llegaron al pie del cerro el 8 de septiembre de 1546. Confesamos sinceramente que durante muchos años vivimos en el error de considerar que los "pocitos" a que se hace mención en la Muralla Zacatecana, eran los que hoy conocemos con este mismo nombre, en el costado sur del cerro, es decir mirando hacia la Catedral; sin embargo, no aceptábamos cabalmente esta idea pues nos asaltaba la duda, debido a que al referirse a la construcción de la capilla, se dice que lo hicieron "en el mismo sitio en que se apareció la Virgen a los indios" Este error se disipó con la descripción que nos hiciera el señor Cruz Rodríguez sóbrelos manantiales de La Cebada, que por su ubicación en la falda noroeste del cerro, al pie de la cual acampó Tolosa, así como por el hecho de que el rosario que forman llegaba hasta la cima del cerro, donde es tradición que tenían su "rancho" los zacatecas, así como por la descripción que de los mismos hace el padre Bezanilla en su obra antes citada, en la cual nos dice: "Estos son cinco manantiales de agua, situados a la falda de la Bufa, casi ya hacia su cumbre al pie del crestoncito de mano derecha. Tienen la particularidad de que estando todos cinco contiguos, cada uno tiene di versa cualidad, y la mayor de no secarse ellos, aun cuando se llegan a secar los más acaudalados aguajes de Zacatecas".
Las diversas cualidades que se mencionan de estos manantiales, están la de que el agua que de ellos brota tiene un diferente sabor, así como tonalidades distintas; nuestro informante nos comunica que son más de cinco los manantiales, que van desde la misma base del cerro hasta el sitio en que en la actualidad da vuelta la carretera, antes de desembocar en la explanada, y a continuación nos proporciona el nombre de algunos de ellos: El Cuate, La Canal, El Bosque, El Jagüey, El de En medio, La Ciénega y El Nopal, siendo el agua de este último, lamas dulce de todas. Por cierto que estos manantiales fueron muy importantes en la vida de la ciudad, tanto por su permanencia en la temporada de "secas", como por el diferente sabor de sus aguas, que se suscitaron varios litigios por su propiedad, que detentó durante mucho tiempo el poeta Fernando Calderón y a la muerte de éste pasó amaños de su viuda, la señora Manuela Letechepia, quien a su vez intentó venderla al señor Saturnino Herrán y se encontró que faltaban los títulos primordiales, por lo cual el Ayuntamiento de Zacatecas acordó el 9 de agosto de 1850 que arreglaría lo más conveniente para los descendientes del poeta "que legó al Estado una memoria de felices recuerdos". A principios del siglo pertenecían al municipio, quien los arrendaba al mejor postor, evitando el venderlos, pues "en una ciudad que no disponía de agua suficiente para las necesidades de la población, esta escasez se remediaba en algo siendo el municipio propietario de los manantiales y si éstos pasaban a manos, de particulares se atendería mejor a la especulación y al negocio". Entre muchos otros datos que nos proporcionó el señor Rodríguez, Caray y que anotaremos en el sitio correspondiente a los barrios, nos llamó la atención uno porque nos da idea de cuándo previsora era la sociedad zacatecana: nos referimos a que a un costado del convento de San Francisco funcionaba un sitio... ¡de burros!, para quien no quisiera hacer a pie el viaje a Vetagrande o bien para trasladarse a otro sitio cualquiera de la ciudad. En documentos correspondientes a mediados del siglo pasado, se hace mención a la alameda de San Francisco, sin que hasta el momento nos haya sido posible ubicarla debidamente aunque en las actas de Cabildo correspondiente a 1849 se encuentra un oficio del gobierno del Estado, fecha 17 de marzo, "aprobando el gasto de treinta y tres pesos dos reales que el M. I. Ayuntamiento acordó para el pago del sueldo de un hortelano que sembró y podó la alameda de San Francisco de esta ciudad". También se hace mención en 1850, "al rebote que se ha construido frente al costado oriente del convento de San Francisco", que en aquel tiempo era propiedad del señor Saturnino Herrán. Hacemos estas referencias para que nuestros lectores echen a volar su imaginación y se formen una imagen mental muy personal de aquel rumbo tan importante dé la ciudad, y que por s mismos comprueben nuestra aseveración de que el pueblo y las autoridades zacatecanas de todos los tiempos se han preocupado por el ornato de la ciudad y el bienestar de sus habitantes, por cual ninguna persona particular o autoridad, pueda atribuirse 1a conservación y embellecimiento de la misma. En cuanto al nombre de la calle del Pariancito, nadie recuerda su origen, ni tampoco de la existencia de un edificio de este tipo, que de acuerdo con la costumbre de aquellos tiempos fue lo que hizo a los pobladores denominarla de tal manera; por nuestra parte, la única referencia documental, es un acta de la Asamblea Municipal de enero de 1915 en que se da a conocer el denuncio, hecho por Francisco Valle a nombre de la Sociedad de Albañiles "Los Tres Héroes", de un "terreno ubicado en el barrio del Pariancito, por el rumbo de La
Pinta, con el objeto de establecer un balneario, con lo que dicha sociedad cumpliría varios fines, entre ellos dotar a la ciudad de un centro recreativo". Por lo que respecta al nombre de la calle de La Pornla, no tenemos que esforzarnos mucho para comprender que se lo debe a la famosa hacienda de beneficio que así se denomina y es una de las más antiguas de Zacatecas, la cual tuvo la virtud de convertirse en el centro de cohesión de una extensa parle del norte de !a ciudad, que se identifica con la actividad minera más que ninguna otra parte, como lo son Las Haciendas, La Soledad y Quebradilla entre otras. AVENIDA MORELOS En el acuerdo de Cabildo del 5 de septiembre de 1921, se aprobó que se integrara una sola calle con el nombre del insigne insurgente don José María Morelos, la cual "comprenderá las que hoy son calles de Calderón, de los Insurgentes y de la Estación, desde la plaza del Vivac, hasta la Estación del Ferrocarril"; este fue el origen de la que hoy conocemos bajo la denominación de avenida Morelos. Pero antes de iniciar la explicación correspondiente a las calles antes mencionadas, nos referiremos al espacio anterior al principio de la avenida, que corresponde a la plaza de Zamora la plazuelita contigua conocida como del Vivac. Hasta ahora se había venido manejando como origen del nombre de la primera, el de don Victoriano Zamora, quien fue jefe político de Zacatecas a mediados del siglo pasado y en agosto de 1855 se pronunció contra Santa Anna adhiriéndose al Plan de Ayutía; al triunfo de este movimiento fue nombrado gobernador del Estado; como tal, sancionó la Constitución local de 1857, se puso al frente de las tropas del Estado para combatir a los tacubayistas en 1858 y poco después presentó su renuncia al cargo. Sin embargo, en un documento fechado 100 años atrás se habla de la "plazuelita que llaman de Zamora que está saliendo de Villarreal para el Barrio Nuevo...", así como otros que nos hablan de "una casa en el Barrio Nuevo, su frente a la plazuela de Zamora y hace esquina con la calle de Calderón" (1784); o bien nos dice que doña Manuela Nava tenía su casa en la plazuela de Zamora (1797), o bien, que el padre Orellana tenía una casa en la Plazuela de Zamora y que voltea para el callejón detrás del Colegio de Niñas (1823), con lo cual si bien es cierto que se corrige el error anterior, no nos arroja ninguna luz acerca del origen del nombre de esta plaza que ha sido de gran movimiento comercial como lo es en la actualidad, ya que en tiempos pasados era la terminal de los auto vías, que eran el único medio mecánico de transporte entre la capital y la cercana villa de Guadalupe, hasta 1933 en que se estableció en la del Vivac. Por lo que respecta a ésta, diremos que tomó su nombre de un mesón que se llamaba así, cuya superficie ocupa en la actualidad una pensión. A pesar dé lo reducido de su superficie, esta plazuela siempre ha mantenido su presencia, debido principalmente a los establecimientos de alimentos que en sus buenos tiempos se conocieron con el nombre de "cenadurías", en las cuales se podían saborear los ricos antojitos mexicanos, especialmente en "La Colonial" ya desaparecida, al igual que el restaurante de Pepe Rivas y el famoso Bar Quijote. En tanto, otros establecimientos permanecen aún como el depósito de vinos y licores de don León Pescador, que fuera en un tiempo sitio de reunión de los amantes de la fiesta brava encabezados por don Humberto Cervantes, quien durante gran parte de su vida desempeñó el cargo de juez u oficial del Registro Civil en la capital y escribiera como cronista taurino en el diario La Afición, quien con sus amigos entre sentada y sentada de las fichas de dominó o las tiradas de los dados del cubilete, comentaban los acontecimientos
taurinos del día o bien, para no abandonar la costumbre de este tipo de reuniones, se dedicaban a "arreglar el mundo" de acuerdo con sus muy particulares opiniones. Por otro lado, esta plazuelita era el punto de reunión de los conjuntos musicales, que se concentraban de preferencia en el restaurante Nápoles o en la cenaduría famosa por sus ricas flautas; ahí acudían los clientes en su busca, para contratar sus servicios y llevar las tradicionales mañanitas, alboradas y gallos o simplemente para amenizar una reunión familiar o social. En estas plazuelas se localizan varios callejones y calles, que son las siguientes: CALLE GARCÍA DE LA CADENA.- Lleva este nombre en memoria del distinguido liberal zacatecano, jurisconsulto, militar y político, diputado al Congreso de la Unión y gobernador del Estado, que además se distinguió como defensor de los derechos de los trabajadores; durante su gestión administrativa al frente del gobierno, sentó las bases para el formidable desarrollo que alcanzo Zacatecas en el último tercio del siglo XIX, razón para la cual el Ayuntamiento acordó, en su sesión del 5 de diciembre de 1934, darle su nombre al callejón de Juan de San Pedro. Ese nombre se le aplicó al callejón a principios del siglo XVIII, debido a que en él se levantaba la casa habitación de don Juan Flores de San Pedro, quien fue gobernador protector del nuevo Reino de Toledo; en ese tiempo era "dueño de la hacienda de Tayahua, descendiente de los primeros conquistadores de la Nueva Galicia, cuarto nieto del alferes mayor de la conquista de aquel reino, Hernando Flores, y quinto del Lic. Diego Pérez de la Torre, segundo gobernador del Reino", quien el 24 de diciembre de 1721 salió de la Villa Gutiérrez del Águila (hoy Villanueva), al frente de un ejército para emprender en definitiva la conquista del Nayarit, lo cual logró el 17 de enero de 1722. Esta acción le granjeó un reconocimiento general, que aunado al hecho de que la finca fuera notable por su gran extensión, hizo que el callejón se le denominara como de Juan de San Pedro. Como un dalo complementario diremos que posteriormente la casa se convirtió en vecindad y después se transformó en el Hotel Colonial, que ocupaba gran parle del edificio en que hoy se encuentran los Almacenes Carees y el Hotel Zamora. Por cierto que en este callejón se da la rara coincidencia de que su nombre pudo derivarse del de dos personajes que vivieron por los mismos años en Zacatecas, el ya mencionado renglones arriba y el que según el Profr. Salvador Vidal, se llamaba únicamente Juan de San Pedro, avecindado en esta ciudad aunque era originario de San Luis Potosí y que era propietario de 'ocho casas que están en la calle Nueva que va al puente del convento de Santo Domingo, otras tres casas de terrado frente a las anteriores, otros tres aposentos que están en el callejón que llaman de Juan de S. Pedro". Lo cierto es que no hay motivos para confundir él origen del nombre, pues ya el mismo maestro Vidal nos define al decir que las citadas propiedades se encontraban ubicadas en "el callejón que llaman de Juan de San Pedro "Como una aclaración a lo que dice el maestro Vidal acerca del puente de Santo Domingo, diremos a ustedes que las construcciones que se iban levantando hacia el extremo oriente de esta calle estaban limitadas por el cauce del arroyo, lo que la convertía en un callejón sin salida que impedía un fácil acceso al templo de Santo Domingo, que como hemos dicho en otra parte estaba en donde hoy se encuentra el de San Juan de Dios Para solucionar este problema se mandó construir un puente sobre el arroyo, precisamente en el sitio donde hacían rinconada las calles que hoy llevan el nombre de Justo Sierra y García de la Cadena, la cual existió hasta 1981 en que se abrió la prolongación de la calle Arroyo de la Plata, durante la administración del Lic J. Benito López Domínguez.
CALLE VENTURA SALAZAR antiguamente se le conoció con el nombre de Casas Coloradas o simplemente de las Casas de don Ventura Arteaga, las cuales se encontraban i extremo oriente de la calle y posteriormente pasaron a se propiedad de don José Antonio Ponce; en la superficie que ocupaban se construyó la primera central camionera que hubo Zacatecas y que dio paso un centro comercial que por no tener éxito quedo abandonado, para 2010 fue demolido y se construyo un moderno estacionamiento subterráneo de tres niveles que en su nivel superior alberga la plaza bicentenario. En marzo de 1946, se originó un accidente en un tren de pasajeros los cuales salvaron la vida gracias a la destreza habilidad y valor del maquinista de nombre Ventura Salazar. A fines del siglo XVII, la ciudad experimentó una nuevas expansión hacia el sur, en un espacio conocido originalmente con el nombre de Barrio Nuevo de las Fuentecillas y su límite lo marcaba, en los últimos años del siglo XVIII, la Garita de Barrio Nuevo, pero continuó creciendo y para el XIX ya casi tocaba con las haciendas de Cinco Señores. Así, a principios del XX encontramos que para llegar a la estación de los ferrocarriles, inaugurada en 1884, se tenía que recorrer tres calles: ¡a de Calderón, la del Barrio Nuevo y la de la Estación. La primera de éstas que propiamente debió llamarse de los Calderones, puesto que era la que conducía a los fuelles de la hacienda de beneficio por fundición conocida con el nombre dé la Cruz, que fuera propiedad de don Domingo Sánchez de Quijano y se localizaba en lo que fue mesón del Vivac; esta calle comprendía desde la esquina con plaza de Zamora hasta el callejón del Rayo. La del Barrio Nuevo tomó ese nombre de la denominación general de este sector de la ciudad; en 1910 se le dio el nombre de Insurgentes, el cual conservó hasta 1921; comprendía desde el callejón del Rayo hasta la esquina de la tienda La Fe con el callejón que conducía a la plaza de las Carretas. En cuanto a la de la Estación, se sobre entiende el origen de su nombre. Comprendía desde La tienda La Fe hasta la Estación de los Ferrocarriles y así permaneció hasta 1915, cuando el coronel Francisco Figueroa sugirió a la Asamblea Municipal, que todos estos tramos se integraran en una calle que "llevara un sólo nombre, desde su principio hasta su fin", poniendo como ejemplo que laque se llamaba Francisco I. Madero debía "llevar el mismo nombre desde la Estación del Ferrocarril Central pasando por el centro y continuando por la calle de San Francisco has la la saín! a opuesta de la ciudad", lo cual no se llevó al cabo porque los regidores Zacatecanos le hicieron una exposición razonada sobre la inconveniencia de hacerlo y el militar guerrero se supo aceptarla y ni siquiera intentó imponerse. CALLE JUAN DE TOLOSA Desde fines del siglo XVI se le conoció como "la calle que va al convento de San Francisco", nombre que conservó hasta el 5 de septiembre de 1921, en que con motivo de las ceremonias conmemorativas del centenario de la consumación de la Independencia, el Ayuntamiento acordó que se llamara avenida Matamoros, lo cual no fue del agrado del pueblo que continúo dándole su nombre original. En 1946, con motivo de la celebración del cuarto centenario de la fundación de la ciudad, el Congreso del Estado decretó que esta calle llevara el nombre de su verdadero fundador, capitán don Juan de Tolosa, quien al frente de un pequeño grupo de españoles e indígenas aliados llegó a este lugar el 8 de septiembre de 1546 y uniéndose a los Zacatecas, inició la vida de la que años después se intitularía Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas. En el decreto respectivo expedido en de septiembre, se especifica que como una forma para que el Gobierno cumpla su obligación de "rendir tributo de gratitud a los varones ilustres cuya memoria debe perdurar en las futuras generaciones", se dará el nombre de calle Juan
de Tolosa, a la que se encuentra comprendida entre la terminación de la avenida Hidalgo (callejón del Indio Triste) por el sur y la fuente de los Conquistadores que se erigiría hacia el norte, en el lugar que ocupara el monumento al piloto aviador Emiliano Carranza. En esta calle se localizan varios callejones que por fortuna conservan sus nombres originales, que otros permiten, en alguna forma, reconstruir, o mejor dicho recordar, las actividades y aun la actividad de los habitantes de este sector de la ciudad. Para ubicarlos mejor, partiremos del límite sur en la acera oriente. CALLEJÓN DEL INDIO TRISTE.- Como mencionamos con anterioridad, es precisamente este callejón el que marca ese límite, su nombre nos lleva a pensar en la identidad de los zacatecanos con los habitantes de la ciudad de México, debido a los lazos de parentesco tan estrechos que existían entre las más destacadas familias de ambas ciudades; además, no es de dudarse que alguno de los muchos funcionarios o comerciantes que se establecieron en nuestra ciudad provenientes de la de México, quisieran mitigar su nostalgia contando con algo que les recordara constantemente su lugar de origen, bautizaron a este callejón con el legendario nombre del Indio Triste de la capital de Nueva España. En torno al callejón zacatecano se forjó una leyenda que además de ser un simple remedo de la de México, carece de sustento tradicional o documental y tergiversa por completo la historia de nuestra ciudad, queriendo hacerla iguala las demás, siendo tan frecuente. Lástima y grande, es que aquellos a quienes llamamos mercaderes de la ignorancia, no alcancen a comprender que nuestra historia es tan rica y valiosa, que no hay necesidad de acudir a la mentira o a la deformación con el pretexto de engrandecerla. Este callejón, como los de esta acera, terminaba en la margen del arroyo principal, que lo separaba de los habitantes de la otra margen, por lo que las autoridades de principios de siglo decidieron salvar este obstáculo mediante la construcción de un puente que comunicara ambos márgenes y que naturalmente se llamó puente del Indio Triste, el cual se inauguró el 5 de mayo de 1906. En el extremo norte de este callejón existió durante muchos años una panadería, famosa por su producto en toda la parte norte de la ciudad; su propietario fue don Ramón Rosales, persona muy conocida y estimada en los círculos mineros y deportivos por ser aficionado de hueso colorado al béisbol, quien como un reclamo a su negocio, que llevaba el nombre de Panadería del Indio Triste, mandó colocar en la azotea, una imagen de cantera que representa un indígena en actitud de abandono y tristeza CALLEJÓN DEL MORAL.- Desembocaba también en el arroyo principal; es muy angosto y en su costado norte se abre la llamada Alcaicería del Moral, conocida en la actualidad como plazuela del Moral. Es más que probable que deba su nombre a la existencia de uno o varios arbustos así llamados, tal vez en terrenos aledaños al margen poniente del arroyo principal, pues todavía en 1850 se menciona la existencia de un terreno "que encierra un pozo pequeño de agua salada, que se halla en el pie de La Bufa, tras de la Alcaicería llamada del Moral a las orillas del arroyo principal". CALLEJÓN 4 DE JULIO.- Continuando la misma rula sur norte, pero por la acera poniente, encontramos este callejón que se prolonga en el de Altamira para comunicar con la calle de los Bolos. Lleva este nombre en recuerdo de los sucesos del 4 de julio de 1876, fecha en que el pueblo zacatecano inició un movimiento de rebelión contra la relección de Lerdo de Tejada como presidente de la República. Su apertura fue ordenada por el gobernador Aréchiga y para ello fue necesario demoler varías fincas, entre éstas lo que tenía en fachada hacia la entonces primera calle de San Francisco y era fama, según los vecinos, de que en ella "asustaban", debido a su abandono
y a que "el vecindario hizo correr la versión de que a media noche se oían ruidos, voces y quejidos lastimeros en ella" Esta conseja nació a raíz de que en dicha casa tuvo Jugar, la noche del 20 de octubre de 1862, un suceso sangriento que conmovió a la ciudad, ya que se cometió un asesinato con lujo de señales sangrientas en su vano intento por escapar de sus victimarios. Fue tanto el horror que causó este crimen, que desde entonces nadie se atrevió a ocupar esta casa, la cual se fue deteriorando con el correr de los años, hasta convertirse en un sitio lúgubre y sombrío en pleno centro de la ciudad. ALCAICERÍA DE GÓMEZ.- Consideramos que el callejón que hoy lleva este nombre, en un principio estaba cerrado en su extremo poniente, en el lugar en que se encuentra la escalinata que sirve de acceso a !a antigua calle de Sal, Cristóbal; nos lleva a este convencimiento el hecho de que ¡a alcaicería era un mercado con características propias, como la de tener un solo acceso, así como una superficie amplia en la cual exhibir las mercancías . Con el tiempo, al desplazarse el comercio hacia el sur, la alcaicería perdió su destino inicial y se convirtió en una especie de vecindad perteneciente al hospital de San Juan de Dios, cuyo administrador lo vendió el 8 de octubre de 1 856, al señor Francisco Gómez, en la cantidad de 3333.00 pesos; desde entonces, ya convertida en callejón, lleva el nombre de su propietario. Plazas y Plazuelas Plaza de Armas Durante los primeros años de vida de las Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas, las construcciones se fueron levantan-• sin ningún orden debido a lo irregular y angosto de la Cañada sobre la que se edificaron, siguiendo siempre el curso ári arroyo, el cual a pesar de su escaso caudal, era un factor importante en el lavado de los minerales y en la provisión de agua para las necesidades domésticas. Así llegaron a la parte más ancha de la cañada, donde es principales mineros edificaron sus mansiones, dejando un espacio para construir el templo parroquial (hoy Catedral), con lo cual surgieron una plaza y una plazuela. Esta, situada hacia el norte del edificio citado, pertenecía a uno de los más distinguidos personajes de la época, D. Vicente Saldivar de Mendoza, Maestre de Campo de los ejércitos reales, Diputado de la Minería y jefe de la campaña contra los chichimecas, quien levantó sus habitaciones hacia el oriente del terreno, sobre las márgenes del arroyo por esta razón, durante los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, a estos terrenos se les conoció con el nombre de Plazuela del Maestre de Campo, siendo notorio que la costumbre hizo que tal denominación se perpetuara hasta principios del XIX, a despecho de los títulos que posteriormente se le dieron. En los primeros años del siglo XVIII, las autoridades de Zacatecas se preocupaban por celebrar dignamente el nacimiento del Infante Luis I para lo cual presentó el Coronel de Infantería Española D. José de Rivera Bernárdez el proyecto de levantar un obelisco en la Plazuela del Mestre de Campo, lo cual no se pudo realizar sino hasta en 1725, después de recibir la autorización de la Audiencia de Guadalajara. Este obelisco de 12.50 metros de altura, ofrecía a los ojos del pueblo la figura de una pirámide, por lo cual se empezó a llamar al lugar donde se levantaba, Plazuela de la Pirámide, como se le continuó denominando hasta la consumación de la Independencia y establecimiento de la República. En esta etapa y en virtud de que el Gobierno adquirió los edificios de D. Manuel de Rétegui y del Conde de Santiago de la Laguna para establecer en ellas las oficinas de la
Administración, se le empezó a llamar Plaza del Estado, a la cual se le dotó de una especie de kiosco así como se le ornamentó con estatuas de guerreros romanos, distribuidos en el extremo poniente de la plaza. Al finalizar las guerras de reforma y contra la intervención francesa, sepultadas para siempre en Querétaro las ambiciones monárquicas de algunos mexicanos, los esfuerzos de los zacatecanos se encaminaron a embellecer la ciudad, que habían descuidado, a causa de la lucha. En 1874 empezaron los trabajos de limpieza y descombre de los terrenos conocidos ya con el nombre de Plaza de Armas, para proceder a acondicionarlos y formar ahí un jardín que sirviera a la vez como adorno de la ciudad y sitio de reunión y recreo para los habitantes. Gracias al entusiasmo del Regidor Manuel G. Veyna, quien no escatimó gastos y llegó a cubrirlos de su peculio, en un corto tiempo se derribaron las estatuas de los guerreros, se empedró la plaza, se derruyó el remedo de kiosco y se pro-i mlin a plantar árboles y a sembrar plantas de ornato, siendo mu,ililes dos cedros del Líbano que mandó traer el Sr. Veyna y llegarón a alcanzar una altura notable. Un año después, en 1875, el jardín ya tenía su forma pues contaba con bancas metálicas, postes para el alumbrado, dos lindas fuentes, plantas y árboles. La noche del día 14 de septiembre, se llevó a cabo una concurrida serenata a la que asistió el pueblo jubiloso para presenciar la inauguración del kiosko construido en el centro de este jardín, al cual se le dio el nombre de "Jardín Hidalgo". A partir de entonces, este sitio fue el escenario donde tuvieron lugar, los jueves y domingos, las audiciones musicales conocidas con el nombre de serenatas, en las cuales el pueblo disfrutó de gratos momentos de esparcimiento. Fue en este jardín donde una noche de septiembre de 1893, en medio del aplauso del público, se estrenó la Marcha "Zacatecas" del maestro Genaro Codina, ejecutada por un conjunta musical compuesto por ta Banda del Estado y la Banda de Guerra del Hospicio de Niños de Guadalupe, Zac. A principios del presente siglo se realizaron varias obras de acondicionamiento para mejorar los sistemas de regadío, y las fuentes originales que eran de cantera, se sustituyeron por otras con centros y tazas de fierro vaciado; también el kiosco original, que se había ido deteriorando al grado de presentar un aspecto ruinoso, fue sustituido por otro moderno que se inauguró el 14 de septiembre de 1907, bajo el nombre de "Kiosco Carmen Romero Rubio de Díaz". Al hacerse cargo del Gobierno del Estado el Gral. Matías Ramos Santos, pensó continuar la obra de remozamiento de la ciudad que había iniciado el Gral. Leobardo C. Ruiz, para lo cual procedió a transformar por completo el Jardín Hidalgo, tomando como modelo el estilo inglés, talando los árboles gigantescos que había y que ocultaban por completo los magníficos edificios que circundaban la plaza. Sin embargo, este nuevo jardín tenía el inconveniente de que se encontraba a una altura superior a la del piso, con lo cual disminuía, a la vista del observador, la altura real de los edificios, además que daba mal aspecto al conjunto. En 1943 se realizó la reconstrucción del Jardín, se levantó el piso antiguo para sustituirlo con otro de loseta sobre un firme de grava y mortero; se hicieron las instalaciones eléctricas para atender las 36 lámparas de 200 w que se colocaron en puntos que permitían una correcta iluminación; se colocaron 16 bancas taburete en los andadores interiores y 44 con respaldo, en los exteriores; se demolió el kiosco y se terrapleno el lugar que ocupaba; se circundó el terreno plantado con alambre de malla y se protegió el piso de mosaico con una
guarnición de concreto armado, igualmente se colocaron 36 arbotantes para sostener las lámparas del alumbrado, con lo cual se le dio una mejor imagen y se evitó el peligro de humedad que afectaba a los edificios vecinos situados al costado oriente. El estado actual de la Plaza Cívica se debió a la remodelación que se hizo para intentar devolverle su forma original; esta obra se realizó durante los años 1967-1968. PLAZA DE SANTO DOMINGO Este espacio de reducidas proporciones, se caracteriza por estar inclinada en dirección suroeste-noreste, lo que obligó a los constructores de edificios vecinos a adaptarse a este declive, lo que originó que haya fincas que por el costado oriente tienen dos plantas antes de alcanzar el nivel del costado poniente. A mediados del siglo XVIII no existía esa plazuela, pues en el sitio se levantaban varias casuchas que afeaban el recién reconstruido templo y convento de la Compañía de Jesús, a los cuales restaban mucha presencia e impedían que se les apreciara en toda su belleza como conjunto arquitectónico. Precisamente frente a la portería del Colegio Jesuita, existían dos pequeñas casas, con techo de terrado y bastante deterioradas, que pertenecían al Br. Fermín Bernal y eran precisamente las que más mal aspecto daban, pues su misma ubicación permitía que se hicieran comparaciones entre los dos tipos de construcción. Al darse cuenta de esta situación, Dña. Isabel Rosa Catarina Cebados Villegas, Condesa de San Mateo, buscó la manera de resolverla favorablemente para la ciudad y al fin la encontró: se puso al habla con el Br. Bernal y le propuso permutarle una de sus hermosas casas, la que tenía por la Calle Alta de Santo Domingo (hoy Av. Guerrero) a cambio de las dos casuchas que éste poseía frente al Colegio. Como el trato era muy favorable, el Bachiller Bernal no lo dudó ni un momento y de inmediato se celebró el contrato de permuta que le permitió ser dueño de una verdadera mansión, en una de las principales calles de la ciudad. Por su parte, la Condesa de San Mateo, satisfecha de haber podido ser útil a su ciudad, en cuanto se firmó el contrato hizo donación de las casuchas a los jesuitas, para que derribándolas, pudieran ampliar el cementerio del Colegio. En esta forma y gracias al desprendimiento y cariño que una dama tuvo para su ciudad, ésta puede enorgullecerse de contar con una plazuela que por sus características tiene un sello particular que admira a propios y extraños. LA ALAMEDA DE ZACATECAS En documentos relativos a fines del siglo XVIII y principios del XIX, ya se encuentra localizado, cerca de la Negociación de Quebradilla un pequeño jardín, al que se le da el nombre de Alameda, que consideramos como antecedente inmediato del centenario y tradicional paseo de los habitantes de Zacatecas. Era Gobernador de Zacatecas D. Francisco García Salinas, el inolvidable "Tata Pachito", quien no sólo se preocupaba por el bienestar material de sus gobernados, sino también por proporcionarles lugares de esparcimiento y recreo, como lo fueron el Teatro y la Plaza de Toros, por lo que decidió proporcionarles un paseo que a la vez fuera digno de la categoría que adquiría la ciudad. En virtud de lo anterior, a fines del año de 1831 dispuso la construcción de una alameda, para lo cual hubieron de realizarse costosos trabajos de rebaje y relleno, para contar con una superficie plana donde plantar los árboles necesarios y hacer las obras necesarias para convertir el lugar en un sitio apacible y confortable donde se reunieran los zacatecanos.
La extensión que alcanzó este paseo fue muy reducida, pues únicamente llegaba, aproximadamente, hasta donde hoy se encuentra el segundo pórtico poniente, aunque debemos comprender que el tiempo transcurrido fue muy corto y los sucesos políticos embarazaban la continuación de los trabajos emprendidos. Sobrevino la tragedia de 1835 y para fortuna de la ciudad las personas que los usurpadores santanistas escogieron para que dirigieran al Estado, fueron conscientes de que sobre los intereses particulares estaban los de la ciudad y se preocuparon por mejorarla. Tal fue el caso del señor Lic. Santiago Villegas, quien quedó al frente del Gobierno en 1835 y tal vez por la proximidad de su casa con las obras de la Alameda, dispuso que continuaran los trabajos y así fue como se plantaron los primeros árboles y se construyó una fuente que parece que fue conmemorativa del triunfo obtenido el 11 de mayo de ese año por Santa Anna sobre las milicias zacatecanas. Nos refieren las tradiciones de la época, que tal gesto fue tomado como una burla por los zacatecanos y que uno de éstos, tipo popular y buen versificador, compuso entonces las siguientes cuartetas: "Un como Conquistador, un militar sin tal arte,/ un hijo de cualquier parte/ un como Gobernador./ Estas pilas mandó hacer/ para perpetua memoria,/ de una que llaman victoria/ y nadie pudo entender". Don Santiago Villegas se preocupó también por señalar debidamente la superficie de esta alameda, para lo cual mandó construir las bardas que lo cercaron. Otra de las personas que se preocupó por la continuación de las obras de la alameda fue D. Francisco Gómez, Prefecto del Distrito y Presidente del Ayuntamiento de Zacatecas, quien al darse cuenta de la corta extensión del paseo, compró al Convento de la Merced un terreno localizado hacia el poniente de éste y que estaba ocupado por unas casas en muy malas condiciones, las cuales hizo arrasar y emparejar, para darle una extensión mayor, que es la que hoy tiene. Para principios del presente siglo, el paseo se encontraba muy descuidado, por lo que hubo necesidad de que se tomaran algunas medidas para mejorar su presentación, especialmente dotarlo del agua necesaria que hiciera posible el riego de las plantas, lo cual fue resuelto mediante la construcción de un depósito hacia el costado noroeste, hasta donde le llegaba el líquido que provenía del cercano socavón de La Esperanza de la mina El Edén, para después llevarlo por medio de cañería de fierro hasta los enchufes de las mangueras de riego. Además, los motivos ornamentales del paseo, como las fuentes y el kiosco se encontraban muy deteriorados y presentaban mal aspecto, lo que obligó a las autoridades a sustituir las primeras por otras con surtidores de fierro que se inauguraron en 1902. En cuanto al kiosco, se empezaron a hacer los preparativos para sustituirlo por otro mejor, lo cual tuvo lugar el día 21 de junio de 1905, dándosele el nombre de Kiosco Porfirio Díaz, el cual conservó hasta 1915, en que se le cambió por el del distinguido compositor Fernando Villalpando, autor de la marcha fúnebre "González Ortega". También por este tiempo se reconstruyeron las guarniciones de los prados, para darles un mejor aspecto y poder sembrarlos con zacate inglés; se repusieron los árboles viejos para evitar el aspecto de decadencia, se aclimataron cedros del Líbano y se prestó atención a todos los detalles que contribuyeran a darle un mejor aspecto. En cuanto a las mejoras que se hicieron posteriormente, debemos mencionar la instalación de juegos infantiles hacia el costado poniente, los que fueron donados por el Club Rotario de Zacatecas, que de esta manera contribuyó a hacer más significativa la Semana del Niño correspondiente al año de 1932 y dotar a la vez a la ciudad de un centro de recreo para los niños.
El año de 1940 se procedió a hacerle una remodelación total, respetando su estilo arquitectónico. Se reparó la balaustrada y los pórticos, se construyeron nuevas pilas de cantera en el lugar en que se encontraban las originales, se colocaron guarniciones de concreto armado, se colocó mosaico en los andadores, se pavimentaron las calles laterales y se construyeron nuevas bancas de cantera, estos trabajos fueron dirigidos por el Arq. Roberto Álvarez Espinosa, autor también del proyecto. Entre la Alameda y el Jardín Morelos se levantó un pedestal de cantera que sirvió como monumento a la Bandera y frente al cual se llevaban a cabo las ceremonias cívicas más sobresalientes. En el presente año se llevó a cabo una nueva remodelación, la cual al igual que la anterior, se hizo respetando en todo lo que fue posible el trazo original, agregándosele algunos detalles que contribuyeron a mejorar su presentación, como el hemiciclo que hace resaltar la estatua de Francisco García Salinas, la escalinata de cantera en torno al kiosco Fernando Villalpando, el nuevo trazado de los prados, la reposición de árboles y la instalación de bancas de cantera más resistentes, la sustitución del pavimento y mosaico de las calles laterales y de los andadores por enlosado y sobre todo, la magnífica iluminación a base de faroles colocados en artísticos arbotantes de cantera. Además, frente a la estatua de García Salinas se construyó una vistosa explanada. Esta obra de remodelación que se realizó con aportaciones del Gobierno del Estado, del Ayuntamiento de Zacatecas y del Patronato de la Feria Nacional de Zacatecas, hizo que la Alameda recuperara su lugar preponderante entre los lugares pintorescos de Zacatecas. Este centenario paseo ha sido testigo de la transformación política, económica y social de Zacatecas, ya que los eventos que en él se realizaron dan una pauta para irlos siguiendo. Tal es el caso de los paseos dominicales, durante los cuales la orquesta del maestro Villalpando desgranaba sus mejores notas para solaz de los asistentes. Otro de los principales espectáculos era el de los carnavales que año tras año se celebraban ahí, con los combates de confeti y serpentinas, los cascarones quebrándose sobre las cabezas de las señoritas, sobre las cuales dejaban el confeti o el aroma del perfume, mientras que por las calles laterales paseaban en sus lujosos coches las damas de sociedad. Hasta la fecha continúan celebrándose, con el nombre de "Mañanitas de Abril", los antiguos paseos matutinos de la Alameda y si éstos se distinguían por la seriedad de los paseantes, éstas por el júbilo y alegría de la juventud. También sirvieron sus calles laterales como "picaderos", en los que competían famosos caballos, siendo digna de recordarse la "chica" que se hizo el 5 de mayo de 1932 en la 5a. carrera, donde "La Jarana" dio la gran sorpresa al vencer a "El Sapo"; todos estos espectáculos amenizados por conjuntos musicales famosos, como la orquesta de Villalpando, la del "Ranzón Ortiz" o la Banda del Hospicio de Guadalupe. JARDÍN MORELOS A Zacatecas le tocó en suerte que las autoridades que fungieron durante la ocupación francesa y el gobierno imperialista, estuvieran representadas por personas emprendedoras en lo que se refiere al ornato de la ciudad, destacando entre ellas el señor José María Miranda, quien se preocupó por embellecerla y hacerla más grata para sus habitantes, a la vez que emprendía obras necesarias para mejorar los servicios públicos. Por eso, al notar que entre la Alameda y las fincas construidas hacia el extremo oriente de ésta quedaba un amplio espacio en el que se instalaban los vendedores de tunas (lo que hacía que se le conociera como plazuela de las tunas), que era un verdadero basurero, pensó en construir en él un pequeño jardín que completara el paseo.
De inmediato presentó ante el Prefecto Superior Político un proyecto formulado por el señor D. Cornelio Campos, Alarife de la ciudad, en el que se contemplaba una balaustrada de piedra con cuatro pórticos de cantera labrada y puertas de fierro forjado, piso enlosado y una fuente en el centro, con un presupuesto que ascendía a poco más de $ 8,000.00. Una vez que la máxima autoridad del Departamento autorizó el gasto, el señor Miranda ordenó que se empezaran los trabajos, el día 28 de julio de 1865, siguiente de la presentación del proyecto y así nació ese jardín ocupando un corto espacio que hizo que se apreciara mejor su buen gusto arquitectónico, que un año después quedó terminado. Desde entonces su destino estuvo estrechamente ligado al de la Alameda y cuando se hacían mejoras o reparaciones a ésta, se atendía también el jardín, que desde su inauguración llevó el nombre del esclarecido héroe insurgente D. José María Morelos y Pavón. En 1905 se realizó una remodelación completa, consistente en la reposición de los árboles y plantas caducas, nuevo trazado de los prados a los que se levantó con tierra vegetal para que las plantas florecieran mejor, se colocaron cedros en el cuadro exterior y se mejoró el sistema de riego haciendo llegar el agua por medio de cañerías de fierro. A partir de la introducción de los automóviles en la ciudad, la balaustrada y los pórticos de este jardín fueron víctimas constantes de la inmoderada velocidad de los vehículos y la falta de experiencia de los conductores, pero las autoridades siempre actuaron con energía en contra de estas personas que, aunque involuntariamente, atentaban contra el ornato de la ciudad, aplicándoles fuertes multas y obligándolos a cubrir los gastos de las reparaciones. Originalmente, este jardín formó un cuadrado perfecto, es decir, sus cuatro lados tenían la misma longitud, pero cuando en 1940 se llevó a cabo la prolongación de la Calle Fernando Villalpando y conectarla con la Alameda, para su correcta alineación fue necesario seccionarlo en dirección norte sur, por lo que desaparecieron las plantas y árboles que ahí se encontraban. Sin embargo, se tuvo la precaución de reponer la parte de balaustrada que fue destruida y se aprovechó para reparar el resto de la misma que se encontraba muy deteriorada, así como dos de los pórticos, con un respeto absoluto al estilo arquitectónico original, aún en los casos en que fue necesario construir totalmente algunos tramos o detalles. Además se mejoró el sistema de riego en ambos jardines para lo cual se instaló un circuito alrededor de los mismos, sustituyendo la antigua tubería de fierro por la de asbesto; algunos de los árboles que fueron talados se sustituyeron con palmas, plantas que vinieron a dar un nuevo aspecto al jardín. En 1946 y con motivo de la celebración del Cuarto Centenario, se le hicieron algunas reparaciones que no estuvieron muy de acuerdo con su aspecto original, por lo que poco tiempo después las autoridades pusieron atención en que lo volviera a recuperar, de donde se derivó un cuidado especial para el Jardín Morelos, que en la actualidad es uno de los rincones más bellos y acogedores. En 1970, durante la administración del Ing. Pedro Ruiz González, se reconstruyó la fuente original que se encontraba en el centro del jardín y se levantó en ella un monumento a La Madre, por lo que desde entonces se le ha denominado, erróneamente, Jardín de la Madre. PARQUE GRAL. ENRIQUE ESTRADA Al hacerse cargo del Gobierno del Estado en septiembre de 1944, el señor Leobardo Reynoso consideró inaceptable que Zacatecas, una ciudad de tanta tradición y abolengo, próxima a cumplir 400 años de vida, siguiera siendo un pueblo con una sola entrada y una sola salida, que permanecía encerrada dentro de una muralla representada por añejos
edificios, con sus habitantes amontonados dentro de esos límites, mientras que se desaprovechaban amplios espacios susceptibles de aprovechamiento para la construcción de viviendas. Con este criterio, audazmente revolucionario para unos, absurdo e irreverente para la mayoría, decidió iniciar la expansión de la ciudad hacia el sur y construir la Colonia Residencial de la Sierra de Alicia, así como la Colonia para empleados públicos que hoy conocemos como Colonia "Prof. Úrsulo A. García". Dentro del proyecto de urbanización fue contemplada como cosa necesaria, la construcción de un sitio de recreo y distracción para los pobladores de esa Colonia y así surgió el Parque Gral. Enrique Estrada, que gracias a la atención y cuidado que en él pusieron las administraciones posteriores, es un orgullo para Zacatecas. Para construir este jardín, se utilizaron los espacios que entonces se conocían con el nombre de Ranchito de las Calles, y hubo necesidad de realizar algunas obras de relleno, consolidación y emparejamiento, siendo una de las principales la construcción de un muro de contención hacia el costado norte el cual fue debidamente aprovechado para simular una cascada de aproximadamente 10 metros de altura con dos fuentes de abastecimiento. Se aprovecharon debidamente todos los accidentes del terreno para dar al parque un aspecto de naturalidad, como el que le prestan las rocas recubiertas de musgo que cubren las laderas del lado norte y las bancas de concreto armado con apariencia de madera y piedra. En la parte baja se construyó un pequeño lago que tiene una superficie de cerca de 250 metros cuadrados y en el cual desemboca el arroyuelo que se forma con el agua que baja de la cascada, en cuyo cauce se colocaron piedras para simular pasos sobre el mismo. Sobre el laguito se construyeron tres puentes rústicos de cemento revestido para darle la apariencia de troncos de árbol, como los de los postes, imitación de troncos sin devastar que sirven para sostener la alambrada que cerca el jardín. ANTIGUA PLAZUELA DEL MAÍZ Esta ocupó el breve espacio donde hoy se levanta el Jardín Juárez, a corta distancia de la Plazuela de San Agustín. Se le daba este nombre porque en la época virreynal tenían lugar en ella las operaciones de compraventa del mencionado cereal. También fue conocida como Plazuela de la Carne, en virtud de que ahí estuvo establecido el mercado para este producto, por lo que el hoy Callejón de Cuevas se llamó anteriormente Calle de la Carne. Es natural que siendo un lugar donde se llevaban a cabo tantas transacciones comerciales, fuera uno de los sitios de reunión de la ciudad, de ahí la importancia que para los habitantes tuviera una plazuela tan pequeña y prácticamente sin ningún atractivo. Esta importancia se vio aumentada con la construcción de varios edificios en su entorno, los que también tuvieron un significado muy especial para los zacatecanos. En 1876, bajo la presidencia del Gobernador López de Nava y del Jefe Político J. Cruz García Rojas, se inauguró solemnemente el pequeño jardín que se construyó en esta plaza y al cual se le dio el nombre del Benemérito de las Américas, Lic. D. Benito Juárez, para dar una mejor presentación a las oficinas de la Jefatura de Armas y del Ayuntamiento. En el primer tercio del presente siglo se arrasó este jardín y en su lugar se construyó una cancha de basquetbol que continuó llevando el nombre del Benemérito de las Américas y que fue el semillero de grandes figuras de este deporte a nivel nacional, como los hermanos Solís, campeones nacionales de tiro libre y fue el semillero de los basquetbolistas que
integra ron equipos de gran tradición como los "Siete Diablos", "Los Tuzos" y otros que hicieron época en los anales deportivos zacatecanos. A principios de 1956 y debido a que Zacatecas ya contaba con una nueva cancha para el basquetbol, la del Casino del Empleado, se derruyó la vieja Cancha Juárez y se procedió a preparar el terreno para levantar nuevamente un jardín, el cual fue inaugurado el 20 de mayo del año siguiente por el Presidente Adolfo Ruiz Cortines. Este jardincito quedó circundado por una balaustrada de cantera con jardineras del mismo material, una pequeña fuente en el centro, bancas de fierro y, en el costado sur, empotra do en el muro, se colocó un busto de bronce del Lic. Benito Juárez. PLAZUELA DE MIGUEL AUZA Esta plazuela se empezó a formar a partir de 1576, año en el que se establecieron en Zacatecas los frailes agustinos, los que pronto se hicieron acreedores a los derechos sobre ella por medio de peticiones a las autoridades, por lo cual la empezaron a conocer con el nombre de Plazuela de San Agustín. Era esta muy amplia, pues se extendía por el norte hasta cerca de la plaza del tianguis (donde hoy se levanta el mercado González Ortega), por el sur hasta lo que hoy es el Callejón de Rosales y por el oriente hasta las márgenes del arroyo (donde hoy es el costado oriente de la Av. Hidalgo). Por esta razón, al principio los frailes tuvieron algunas dificultades, más como pronto ejercieron una gran influencia entre los habitantes, fueron consolidándose más en los derechos sobre la plazuela, la que por otra parte, les servía como escenario para sus demostraciones religiosas, a las que como era de, esperar, asistía lo mejor de la naciente sociedad zacatecana. Al iniciarse la guerra de Independencia y como una medida para evitar que Zacatecas volviera a caer en poder de los insurgentes, en 1811 se formaron varios cuerpos militares, de los cuales unos (los de caballería y artillería) recibieron el nombre de Patriotas y los otros (de infantería) el de Urbanos. En uno de los edificios de la entonces Plazuela de San Agustín quedó establecido el cuartel de uno de esos cuerpos de Urbanos y en 1813, en un audaz ataque a la ciudad, don Víctor Rosales logró sorprender a sus componente, pero ante la inferioridad numérica, se retiró rumbo a la calle del Barrio Nuevo (hoy Insurgentes*) después de pasar por Villarreal, donde estaba el cuartel de los Patriotas y dejar frente a éste dos pequeños cañones que sus soldados habían quitado a los Urbanos y arrastraban a cabeza de silla. Rosales se vio atacado por fuerzas de refuerzo provenientes de Guadalupe y aunque pudo retirarse en orden, tuvo que sufrir la pérdida de su pequeño hijo José Timoteo, quien fue hecho prisionero y se le mandó fusilar a pesar de su corta edad y de encontrarse herido. Por esta razón, una vez consumada la Independencia y organizado el gobierno republicano, el Lie. José María García Rojas, Primer Gobernador Constitucional que tuvo Zacatecas, mostró su satisfacción de poder perpetuar la memoria del esclarecido insurgente zacatecano el día 21 de julio de 1827, al inaugurar el Portal de Rosales, erigido en el lugar en donde realizó su temeraria hazaña. Este Portal o Parían se empezó a construir desde el año de 1826 y estaba destinado a albergar locales comerciales, destino que ha venido cumpliendo desde entonces con tanto éxito que durante muchos años del presente siglo fue el centro de reunión de todos los zacatecanos, quienes desde el atardecer se reunían en pequeños grupos para comentar las noticias del día, así como para admirar y piropear a las bellas señoritas.
Durante el siglo XX sufrió varias remodelaciones, que casi la llevan a desaparecer, para dar paso a un estacionamiento, donde se colocaron parquímetros, dejando el monumento con una mínima porción de plaza que compartía con el mítico árbol del amor del que nos habla una leyenda, árbol que desapareció con la nevada de 1997. En 2009 un nuevo proyecto dio una cara distinta a este lugar, desapareció la calle que unía a la de Dr. Hierro con el callejón de Rosales, se cambio el adoquín por empedrado con piedra sangre se pichón, desaparecieron algunas jacarandas y los terraplenes que las rodeaban, para ser repuestas por otras paralelas a la plaza. PLAZA Y JARDÍN INDEPENDENCIA Esta plaza surgió a principios del siglo XVII, con el establecimiento del Hospital y Convento de San Juan de Dios, que prácticamente marcó el límite sur de Zacatecas, ya que sus terrenos se extendían hasta la loma de la Carnicería, que es lo que hoy conocemos como Colonia de la Sierra de Alica. Poco a poco se fueron levantando algunas construcciones hacia el sureste del Convento y conformando la plaza, con una extensión mucho mayor que la de la propia plaza principal que se localizaba al costado sur de la Iglesia Parroquial. Uno de los primeros pobladores de este lugar, fue D. Juan de Villarreal, quien en 1623 recibió del Convento, a censo perpetuo, un medio sitio de terreno que le cedieron los padres juaninos, con la condición de que procediera a levantar algunos aposentos. A medida que fue avanzando el tiempo, se levantaron otras construcciones hacia los cuatro puntos cardinales, lo que conformó definitivamente la plaza que por aquellos tiempos se llamaba de San Juan de Dios, por estar ubicada en terrenos que pertenecieron a dicha Orden. El Cabildo de la ciudad dispuso que la festividad de Nuestra Señora de los Zacatecas se celebrara con grandes muestras de regocijo, de las cuales participara el pueblo y esto se tradujo en la presentación de corridas de toros, las cuales tuvieron lugar en esta plaza de San Juan de Dios, por su mayor extensión y porque sus alrededores estaban menos poblados que los de la plaza principal. Hacia mediados del siglo XVII sobresalió en la ciudad un personaje que se distinguió por su riqueza, liberalidad y participación en la vida pública de la ciudad, en cuya administración llegó a desempeñar el cargo de Alcalde Mayor y además, por su fidelidad al Rey recibió el título de Capitán de los Ejércitos Españoles. Este personaje, hijo de D. Juan Villarreal y Dña. francisca Gutiérrez del Castillo, fue D. José Villarreal Gutiérrez del Castillo, cuya memoria conserva la ciudad por haber sido quien costeó los gastos que originó la Jura del Misterio de la Inmaculada Concepción de María, celebrada con pompa inusitada en la Iglesia del Convento de San Francisco, el día 4 de febrero de 1657, bajo la presidencia del Corregidor D. Diego Hurtado de Mendoza. Igualmente se puso de manifiesto su riqueza y su lealtad hacia el trono español, al obsequiar al Rey Carlos II $14,000.00 y costear los gastos que originaron las festividades del día 4 de julio de 1666, con motivo de su elevación al trono de España. En los anales de los dominicos de Zacatecas también se conserva su recuerdo con gratitud y reconocimiento, ya que de sus propios recursos mandó construir un altar ricamente ornamentado para el Templo de Santo Domingo, edificio que hoy conocemos como templo de San Juan de Dios.
La ciudad de Zacatecas, agradecida con tal benefactor dio su nombre a la plaza donde estuvieron sus habitaciones, junto con las de algunos de sus parientes que llevaron también el apellido Villarreal. Durante el siglo XVIII la vida de los habitantes de la plaza de Villarreal se deslizaba tranquilamente, ya que la actividad de la ciudad se concentraba en torno a la plaza pública, donde se encontraban las oficinas gubernamentales y los edificios religiosos. Sólo de vez en cuando se alteraba esta tranquilidad y era cuando se celebraban las corridas de toros, que como antes se ha dicho la tuvieron como escenario debido a su amplitud. Desde varios días antes de la fecha fijada, se notaba un movimiento extraordinario en el que eran actores principales los encargados de construir el coso, que naturalmente era improvisado. La calma renacía después de que, terminado el festejo, se quitaban los materiales con que se había construido la "plaza de toros". Durante el siglo XIX tuvo ya mayor actividad, al construirse el edificio de la alhóndiga y establecerse un Cuartel de milicia, lo que se traducía en un movimiento más amplio, ya que las instalaciones mencionadas atrajeron a los establecimientos comerciales que a su vez, obligaron a las autoridades a prestar mayor atención a la limpieza y seguridad. Aproximadamente en 1840 se terminó la pila recibidora de agua que quedó en el centro de la plaza y que según algunos fue obra de la Condesa de San Mateo y es, lo más probable, una obra municipal en la cual contribuyó con su nunca desmentida generosidad la citada dama. Con este centro de reunión obligado, ya que los habitantes de la parte sur de Zacatecas acudían a ella para obtener el preciado líquido, se hizo una vida más activa y se hizo más amplia la comunicación, puesto que el encuentro casual obligaba a entablar conversaciones, en las que no dejaban de surgir los comentarios de todo tipo. Durante la última década del siglo pasado, era más activa la vida comercial de la plaza, puesto que además existían algunas pequeñas fábricas, especialmente de tabaco y menudeaban los "puestos" de dulces, nieve "raspada" y algunas otras golosinas, de los cuales no todos contaban con estable cimiento propio, sino con las simples y conocidas "sombras" para protegerse del sol. El tráfico del ferrocarril que iba a Guadalupe y Ojocaliente, los tranvías de "mulitas" que comunicaban a los extremos de la ciudad, surtían de clientes a estos pequeños comerciantes, así como a los grandes almacenes que surgieron por la riqueza de que disfrutaba en esos años Zacatecas. Para conmemorar dignamente el Primer Centenario de la Iniciación de la guerra de independencia, el Gobernador del Estado, Ing. Francisco de P. Zarate, dispuso la realización de una obra de tal magnitud que reflejara el espíritu patrio ornamentara la ciudad y fuera de beneficio social, obra en la que tendría amplia participación la ciudadanía y no únicamente el sector oficial. Por principio de cuentas se decidió que la plaza se transformara en un jardín, el cual debería llevar el nombre de Independencia, como un homenaje perpetuo para quienes iniciaron el movimiento que nos hizo libres. Como principal motivo de este jardín, se dipuso la erección de un monumento conmemorativo cuyo costo se cubriría por suscripción popular, para lo cual se excitó a todos los habitantes para que no dejaran de hacer sus aportaciones, por modestas que fueran, ya que lo más importante no eran las cantidades sino la participación de todos, sin distinción de clases ni posiciones sociales o económicas.
Para levantar este monumento fue necesario demoler la antigua fuente, acción que en esta vez no encontró resistencia de parte del pueblo, porque antes de hacerlo se instalaron en forma estratégica modernos hidrantes para que de ellos se surtiera de agua potable, lo que es una demostración más de que la obra acarreó beneficios sociales. El monumento comprende tres partes perfectamente definidas: la planta de forma octagonal, con cuatro escalones de granito procedente de Ojocaliente; constituye el arranque del basamento que es de forma rectangular reforzado en sus ángulos por cuatro contrafuertes sobrios que hacen resaltar los planos en los que se encuentran: al norte, la fecha de la dedicación; al sur, el momento histórico en que se levantó; al poniente, el sitio de Cuautla y al oriente el Grito de Dolores, estos últimos en bajo relieve en bronce oxidado. Sobre los contrafuertes descansan cuatro obuses de bronce, como símbolo de decisión para la defensa de la independencia con ellos conseguida. El cuerpo principal está construido, como el basamento, en cantera de El Salto, Zac. que fue donada por el señor Vidal Santos García, para hacer realidad que los materiales que se utilizaran fueran de la región o del territorio del Estado. Este cuerpo principal es sobrio, de forma cuadrada reforzado con pilastras en sus ángulos; los entrepaños contienen como motivos ornamentales y simbólicos los siguientes: el del norte, el escudo de armas de la ciudad; el del sur, el busto en bronce de Vicente Guerrero; el del oriente, el de Miguel Hidalgo y el del poniente el de José María Morelos, con detalles que identifican a los caudillos, sin que por eso se pierda la armonía del conjunto. El remate del monumento es una hermosa estatua de mujer que lleva sobre su cabeza un gorro frigio, emblema universal de libertad; en actitud satisfecha por haber roto las cadenas, cuyos eslabones penden aún de sus muñecas, con sus alas desplegadas y los pies casi sin tocar el suelo; le acompaña un águila real, con las alas en posición para alzar el vuelo, llevando en su pico una rama de olivo. Durante una fuerte temporada de vientos que se desató en la ciudad por la década de los 40, se desprendió una de las alas del ángel y al caer rompió también uno de los pies, con lo cual la estatua estuvo mutilada durante algún tiempo, hasta que fue restaurada en 1950 durante la administración municipal que presidió el señor Roque Acevedo, quien además se preocupó por colocar la balaustrada de cantera y el piso de loseta, de tan buena calidad que dura hasta nuestros días. El Jardín Independencia es uno de los más agradables y mejor cuidados con que cuenta la ciudad de Zacatecas y continúa siendo centro de reunión para los ciudadanos que en sus bancas comentan los sucesos del momento. PARQUE RECREATIVO LA ENCANTADA Hacia el extremo sur de la ciudad, se encuentra un pequeño lago de nombre La Encantada, que es el que lleva un tiro de mina cercano de donde se surtió de agua la ciudad durante mucho tiempo, la que aún se utiliza en casos de emergencia y para riego de las plantas que se colocaron en los camellones del boulevard López Mateos. En contra de lo que se pudiera pensar, las aguas del lago no provienen del mencionado tiro, sino que son las llovedizas que se estancan en la oquedad, por lo que su nivel varía de acuerdo con las lluvias, según sea la intensidad de éstas. Este embalse fue formándose durante muchos años, a medida que en el arroyo se acumulaban escombros y otros materiales de desecho, lo que hizo pensar a las autoridades de la ciudad, a principios del siglo, en aprovecharlo para aumentar el volumen de agua del mismo, acondicionado "el charco", que era el nombre con que se le conocía, para que tuviera mayor capacidad y permitiera que las filtraciones hacia el tiro fueran mayores.
En el invierno de 1907-1908, se llevaron a cabo diferentes trabajos de acondicionamiento con tal objeto, como fue el desazolve de la cuenca, retirar algunos bordos que se encontraban dentro de la caja y con los materiales de estos reforzar, en altura y anchura, el bordo que la cierra, dándole una forma más conveniente para el fin que se perseguía. Además, se construyó de mampostería la compuerta de derrame para las crecientes, lo que hizo posible un mejor control de las aguas y quedando en condiciones de aumentar la represa en cuanto los muros fueran debidamente consolidados. Así fue como nació este embalse que se identifica con lo que fue el límite sur de Zacatecas y al que algunos militares que participaron en la batalla del 23 de junio de 1914, se referían como un espejo que se veía roto por el golpe de las balas de cañón. Poco tiempo después se tuvo una visión más amplia y se pensó en hacer del lago un centro de recreo, para lo cual se trazaron zonas de reforestación, se construyó un paso vehicular entre el charco grande y el charco chico, se pensó utilizar el charco grande para renta de "chalupas" que surcaran sus aguas y establecer otros atractivos en sus alrededores. Muchos de los proyectos no se pudieron realizar debido a que las autoridades municipales se preocupaban porque las filtraciones que llegaran al tiro no fueran contaminadas, ya que podían convertirse en un peligro para la salud de los habitantes de la ciudad. En 1921 se construyó hacia el costado poniente del lago el Sanatorio Dr. Donato Moreno, para lo cual se acondicionó gran parte de terreno que hasta entonces estuvo cubierto de nopaleras y otro tipo de vegetación, permitiendo el aprovecha miento de esos terrenos en la construcción de campos deportivos, lo que necesitó de pesados trabajos de rebaje en el cerro para emparejar el piso y así surgió el Campo Deportivo Gral. Anacleto López, nombre que se le dio por el apoyo que prestó a los trabajos por medio de fajinas de soldados, en tanto que el gobierno facilitaba las herramientas y materiales. El deporte zacatecano tiene un deber de gratitud para los elementos militares destacamentados en esta ciudad y los nombres de los generales Manuel Madrigal y Juan B. Izaguirre deben mantenerse en el recuerdo de los deportistas, ya que gracias a ellos, que fueron quienes encabezaron las acciones de oficiales y elementos de tropa, Zacatecas contó, desde mediados de 1929, con unas instalaciones deportivas que comprendían frontones, cancha de basquetbol y, sobre todo, el campo de béisbol que fue escenario de disputados encuentros entre la novena local "El Bote", contra los más poderosos conjuntos de aquella época como "Unión Laguna", "S.T.F." de Aguascalientes y "Sección 62" de Fresnillo. El edificio que se encuentra hacia el costado poniente del campo de fútbol de las instalaciones del C.R.E.A., fue acondicionado para servir como local donde se celebraban año tras año las exposiciones ganaderas, que como un medio para fomentar esta actividad, se establecieron por decreto de 1932. Al construirse el nuevo edificio para el Hospital Civil, dejó de funcionar el Sanatorio Dr. Donato Moreno y ante el peligro de que sus instalaciones desaparecieran totalmente, se aprovechó la circunstancia de que el entonces Instituto Nacional de la Juventud Mexicana trataba de establecer en Zacatecas una Delegación, para lo cual era necesario contar con las instalaciones correspondientes, se pensó en utilizar las del abandonado nosocomio, a las cuales se les hicieron las adaptaciones necesarias para su correcto funcionamiento, tomando en consideración que las actividades del naciente Instituto eran muy variadas, puesto que no se trataba solamente de pro mover el deporte, sino de atender a la formación de la juventud de manera integral. Años después se construyo en la parte norte de este parque las instalaciones del DIF y el voluntariado estatal, y hacia el poniente las instalaciones del instituto estatal del deporte
que alberga la primera alberca olímpica de esta ciudad, así como desde 2010 una cancha de futbol con pasto sintético. Fue en 2009 que este parque empezó una remodelación integral, rehabilitando y ampliando sus instalaciones, con la instalación de pequeño parque temático “zacatecas en miniatura” que muestra la diversidad vegetal del estado en sus distintas regiones; se construyo al rededor del lago una pista de tartán, y rehabilito el trenecito que lo solía circundar así como la construcción de un foro al aire libre para espectáculos, en 2011 termino la remodelación del zoológico dando por terminado la remodelación iniciada en 2009. PLAZUELA DE SAN JUAN DE DIOS (desaparecida) Esta plazuela se localizaba en la esquinada las calles Juan Alonso -hoy Calzada Ramón López Velarde- y del Marquezote -hoy Justo Sierra-; fue una de las más antiguas y tradicionales y fue también parte importante del proceso histórico de nuestra ciudad, por lo que debió ser conservada como un monumento histórico; sin embargo, desapareció para siempre, sacrificada en aras de una pretendida modernización, gracias a la ignorancia del pueblo y autoridades de Zacatecas. Su origen se remonta hasta 1604, año en que se establecieron en esta ciudad los dominicos y construyeron su convento, con lo cual surgió formada por dicho edificio y los que se levantaron en torno a éste; desde un principio cobró importancia debido a su ubicación en el término del camino que conducía de México a Zacatecas, lo que le convirtió en el punto de reunión de quienes iban a recibir a los altos funcionarios civiles y a las encumbradas dignidades eclesiásticas que visitaban nuestra ciudad. Durante cerca de doscientos años fue testigo de la opulencia de Santo Domingo y de su Capilla del Rosario, debida al desprendimiento de los zacatecanos, que no escatimaban recursos para mantener a ésta como una de las más ricamente orna mentadas de la ciudad; contempló admirada las numerosas y solemnes procesiones que salían de ella rumbo al centro o bien, hacia el Santuario de La Bufa; dio testimonio de la fastuosidad con que Zacatecas recibía y despedía a sus distinguidos visitantes; en fin, testificó con satisfacción el espíritu religioso -en el más amplio y verdadero sentido- de sus habitantes. Presenció extrañada el traslado de los dominicos al ex-Colegio y ex-Templo de los jesuitas, lo que ocasionó que su nombre original cambiara por el de Plazuela de San Juan de Dios, cuando a consecuencia del traslado arriba mencionado, se instalaron en ella los juaninos con su templo y hospital, allá por el año de 1786, en una redistribución de las órdenes monásticas que quedaron en Zacatecas después de la expulsión de la Compañía de Jesús. Como es natural, también le sorprendió el cambio de actitud de sus visitantes, los cuales dejaron de ser alegres para convertirse en tristes y preocupados, sin que dejaran de presentarse algunos con el rostro esperanzado, confiados en que en el hospital salvaría la vida o recobraría la salud un familiar o amigo víctima de las enfermedades. Durante la guerra de independencia fue escenario de una de las más inicuas venganzas de las autoridades virreinales, las cuales incapaces de vencer en el campo de batalla al insurgente zacatecano Víctor Rosales, desahogaron su impotencia en la persona de un jovencito de 13 años, hijo de aquel que no había cometido mayor delito que, con elogiable amor filial, no se separaba de su padre y le acompañaba en todas sus expediciones militares. José Timoteo Rosales Gordoa es el nombre de aquel niño mártir de la insurgencia zacatecana, que el 25 de septiembre de 1913, fecha en que su padre intentó apoderarse de la ciudad con un reducido grupo de valientes, llegó hasta el convento de San Agustín donde se
encontraba el Cuartel de los Urbanos y después de derrotar a la guardia, se apoderó de dos pequeños cañones que arrastró a cabeza de silla por las calles de la Merced Nueva -hoy Av. Hidalgo- y de la Condesa -hoy Av. Juárez- hasta la plazuela de Villarreal -actualmente Jardín Independencia-, donde se acuartelaban los Patriotas, que de inmediato se lanzaron contra los insurgentes, los cuales para defenderse, se vieron obligados a abandonar los cañoncitos y emprendieron la retirada, sólo para encontrarse con refuerzos realistas provenientes de Guadalupe y tras un reñido combate, continuaron la retirada. Desgraciadamente, en el combate resultó herido y hecho prisionero el niño José Timoteo, el cual fue objeto de toda clase de vejaciones y malos tratos a pesar de sus heridas, en una clara violación de las leyes de guerra, y como una broma trágica o burla sarcástica, se le curaron éstas para que estuvieran en condiciones de afrontar el pelotón de ejecuciones, pues fue condenado a muerte. La sentencia se cumplió el 27 de septiembre de 1813 y a pesar de sus heridas, José Timoteo no flaqueó ni siquiera al escuchar los lamentos de su madre -doña Elena Gordoa de Rosales-, que en vano suplicó por la vida de su hijo, pues las autoridades pusieron oídos sordos a toda clase de argumentos, que debido a su despecho, pasaron por alto toda clase de con sideraciones legales y humanitarias. Este suceso por sí solo hubiera sido suficiente para que a la plazuela de San Juan de Dios se le declarara monumento o sitio histórico, y si se le agregan los numerosos actos y eventos sociales y políticos de que fue testigo y escenario, adquiere mayor importancia como tal, pero desgraciadamente, quienes tuvieron a su cargo cuidar este aspecto -al igual que se hace en la actualidad— confundieron lo artístico o arquitectónico con lo histórico y con su veneración a las piedras, quisieron tergiversar nuestra esencia como grupo social. Volviendo a nuestra plazuela, diremos que a principios de este siglo estaba conformada por dos frentes de construcciones, una a su costado oriente, donde sobresalían desde luego y en primer lugar, el templo de San Juan de Dios, el Hospital Civil y el Gabinete Antirrábico establecido en 1907 por el gobernador Pankhurst y prestó servicio a los habitantes de Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí, constituyendo un innegable adelanto científico y una demostración palpable de la preocupación de los Gobiernos zacatecanos por garantizar la salud de sus gobernados. En cuanto al Hospital Civil, al trasladarse sus instalaciones a las del nuevo Sanatorio "Dr. Donato Moreno" en 1921, se entregó el edificio a la iniciativa privada, la cual lo utilizó para los mismos fines con el nombre de "Hospital de San José", el cual continúa funcionando hasta los momentos actuales y a pesar de que ha sido objeto de varias modificaciones y adaptaciones, aún conserva su arquitectura original. Hacia el extremo sur destaca el edificio que ocupó el Instituto Científico y Literario de San José, institución de educación superior que posteriormente fue sustituido por el Colegio Margil; en el extremo sur del mismo edificio -que hoy ocupa el Colegio Sebastián Cabot-, funcionó durante algún tiempo la Escuela Federal Tipo "Justo Sierra", de gran trascendencia en el terreno cultural, ya que su teatro o auditorio fue escenario de importantes eventos: conferencias, representaciones teatrales, recitales poéticos, programas literarios musicales, etc., dirigidos a elevar el nivel cultural y artístico del pueblo en general, por lo cual tuvieron tal aceptación entre la sociedad zacatecana, que ésta propuso, y fue aceptado por las autoridades municipales que presidía don Tomás Lorck, cambiar el nombre al Callejón del Marquezote donde estaba ubicado, por el de Calle Justo Sierra, que conserva en la actualidad.
Por otro lado, también debemos mencionar que la plazuela de San Juan de Dios fue, para los habitantes de aquel sector de la ciudad, varias cosas a la vez, desde improvisado campo deportivo hasta centro de diversión, ya que ahí se instalaban algunos juegos mecánicos, especialmente el volantín de "Periquín", un simpático payaso que en forma gratuita ofrecía "tandas de espectáculos" con variados números que hacían las delicias de los asistentes, lo que se traducía en éxito económico para la empresa, que a diario y a todas horas, veía cubierto el cupo del volantín, a la vez que disfrutaba con la alegría de sus infantiles clientes. Un día, de los últimos de 1940, sorprendió a los vecinos de la plazuela el movimiento de materiales de construcción, y preguntándose unos a los otros, se enteraron que la Presidencia Municipal había vendido parte de ella -400 metros cuadrados en S 144.00- a Eduardo Zarazúa, para que construyera una estación gasolinera, "bajo la condición de que en el resto que no ocupe en la Plaza mencionada, cultive por su cuenta un jardín en las mejores condiciones de ornato y estética". Este fue el primer golpe de muerte que recibió nuestra Plazuela de San Juan de Dios -que ya para entonces llevaba el nombre oficial de Plaza de la Constitución-, la cual pudo salvarse al menos en parte, si se hubiera respetado la condición establecida, pero la pasividad o sumisión de la Legislatura no la hizo efectiva y sí en cambio, dos años después le daba el tiro de gracia, al autorizar al Ayuntamiento para que vendiera a Miguel Inguanzo, los 539 metros cuadrados restantes, en la cantidad de S 194.00, "para que amplíe una Estación Gasolinera que está construyendo en el mismo lugar". PLAZA DEL TIANGUIS (desaparecida) Surge a finales del siglo XVI al acondicionarse las Casas de Cabildo en la manzana donde hoy se levanta el Teatro Calderón, empezar a celebrarse las funciones religiosas en el edificio de la Parroquia -cuya torre se dedicó en 1585 y la construcción de edificios particulares, lo cual le convirtió en la Plaza Principal de la ciudad, sin perder por ello su destino comercial, como indica su nombre. Fue en esta plaza donde se hizo efectivo el Acuerdo de Cabildo de 30 de agosto de 1593 disponiendo que "ahora y para siempre" se celebre el 8 de septiembre como fiesta de la ciudad, y que además de las funciones religiosas, "todos los vecinos se regocijen y que haya máscaras y corran toros. . . y que haya juegos de cañas, torneos, justas..."; acuerdo que dio origen a nuestra Feria Nacional. En cuanto a su actividad comercial, preferimos dejar la palabra a don Guillermo Prieto, agudo observador de ágil pluma que estuvo en la ciudad a mediados del siglo XIX, quien después de indicarnos que llegó un domingo, día de "tianguis", pasa a describir la que llamó plaza de la Parroquia, la cual "aunque no muy extensa, es hermosa, y los edificios que la rodean tienen bastante regularidad; la parroquia, con su facha da de Churriguera y pretensiones góticas, circundada de un muro que la desluce, limita la plaza al norte; al occidente está el teatro y se descubre el elevado edificio de la Caja". En seguida nos habla de la clientela, compuesta por "los habitantes de las cercanías con su prole de niños y su comitiva de asnos, los criados de las casas, algunos caballeros y señoras con sus sombrillas, muchos extranjeros empleados en las minas, todos confundiéndose con los vendedores", lo cual confirma nuestra aseveración sobre la convivencia indiscriminada del pueblo en las actividades cotidianas de Zacatecas. No pasa por alto las excelencias de nuestros productos alimenticios al decirnos que "la carne es exquisita, la leche abundante, el chile ancho de sabor agradable, y el frijol bayo, porque sólo de éste se encuentra, de muy buen gusto", sin dejar de mostrar su sorpresa al encontrar que "más eminentes que los puestos, casi al nivel de los balcones de las casas, se
descubrían montañas de chile verde, alimento, lujo y potaje de primera necesidad entre todas las clases de Zacatecas". Acerca de la distribución de los puestos, nos indica que se establecían donde era posible, siempre en torno de la fuente, pero que "una afinidad simpática es más bien la que ordena y clasifica ciertos artículos. En el centro se venden los comestibles, el popular chile verde, la col, las patatas y las tunas, entre las cuales la cardaría, madre del colonche, conservan indisputable nombradía. Al sur está el almacén general de trajes populares, sombreros de palma, elásticos y dóciles a todos los cráneos, calzones de gamuza, etcétera. Allí es el bazar universal, muebles nuevos y usados, trajes, frenos, todo se proclama, se examina, se cambia con increíble actividad y buena fe". El inolvidable "Fidel" termina por reconocer que a pesar de que Zacatecas pasaba por una época crítica, "su mercado es animado, su tráfico activo, y el carácter de su pueblo, franco, ingenuo y generoso como el primero de la República frases que constituyen un honor por provenir del incansable viajero, crítico insobornable y gran literato que fue don Guillermo Prieto. Esta situación perduró hasta que finalizó la llamada Guerra de Reforma, con el triunfo alcanzado por el general zacatecano Jesús González Ortega en Calpulalpan, el 22 de diciembre de 1860. Para celebrar el triunfo de las armas liberales y honrar la memoria de los caídos en la lucha, el gobernador de Zacatecas, Lic. Miguel Auza, siguiendo la tradición zacatecana dispuso que se construyera un mercado en la Plaza del Tianguis, cuyos planos, proyectos y presupuestos se encomendaron al Ing. Juan Corrinston, quien los hizo en forma gratuita y fueron aprobados por la Asamblea Municipal de la capital, la cual procedió a recaudar los fondos necesarios para iniciar la obra, cuyos trabajos comenzaron hasta junio de 1861. En esta forma Plaza del Tianguis fue sustituida por un mercado, el cual a su vez lo fue por otro más funcional que en la actualidad es una de las construcciones que más contribuyen a embellecer el centro de la ciudad, con el nombre de Plaza Comercial "El Mercado". PLAZUELA DE EL MORAL Desde que se empezaron a explotar en 1548 las ricas vetas de las "minas de los Zacatecanos" se intensificaron los movimientos comerciales en las mismas, no obstante el peligro que representaba la gran cantidad de aventureros que día tras día arribaban con la esperanza de hacerse ricos de la noche a la mañana. Esto último decidió a los comerciantes a unirse de tal manera que pudieran afrontarlo con éxito, para lo cual decidieron establecer sus comercios en un mismo sitio que reuniera ciertas condiciones como el contar con un solo acceso y disponer de una superficie lo suficientemente amplia para exhibir sus mercancías. Así surgieron en Zacatecas las alcaicerías, nombre que se dio a estos lugares, donde se establecían tiendas para vender toda clase de mercancías, sin peligros de perder éstas, pues siempre habría la posibilidad de apoyarse mutuamente en caso de necesidad y, por otro lado, los clientes tenían oportunidad de escoger los productos a su gusto, puesto que los almacenes estaban a la mano, ya que eran las mismas habitaciones de los comerciantes; las alcaicerías eran verdaderos mercados con sus características distintivas muy propias. Por eso no es de extrañarnos que las dos únicas alcaicerías de que se tiene noticas existieran en Zacatecas, se encuentren en lo que fue la parte norte de la ciudad, cerca de las minas y del núcleo inicial de sus edificaciones.
De estas dos, una de ellas es bastante conocida por estar ubicada sobre la Av. Juan de Tolosa -antes Calle de San Fran cisco—, pero por haber sufrido varias modificaciones ya no ofrece ni siquiera la oportunidad de imaginarnos cómo era en realidad en sus buenos tiempos, es la Alcaicería de Gómez, que inclusive, hubo momentos en que por descuido de quienes habitaban en ella, tuvo una mala imagen. Por el contrario, la Alcaicería de El Moral es menos conocida, tal porque su acceso está en un estrecho callejón, poco transitado, el cual lleva su mismo nombre; esto le permitió conservarse en mejores condiciones, sin llegar al grado de descuido y abandono que alcanzó su vecina, o tal vez esta apreciación se deba a que es menos visible que aquella. A medida que la población se fue desplazando hacia el sur y la seguridad fue más efectiva, empezaron a abrirse establecimientos comerciales independientes entre sí, las alcaicerías empezaron a decaer a gran prisa, hasta que perdieron su destino comercial y sus construcciones quedaron únicamente como casas habitaciones. Al resurgir la vocación cultural zacatecana, las autoridades estatales y municipales comprendieron que las manifestaciones culturales no debían circunscribirse a un sector privilegiado sino a todos los de la población, por lo cual se preocuparon por promoverlas y estimularlas, máxime cuando se sabía que existían varios grupos y personas con disposiciones artísticas, que sólo esperaban contar con un espacio para darse a conocer, ya que los existentes les cerraban las puertas. Fue por esto que en 1982, al descubrirse este anfiteatro natural -respuesta providencial a lo que se buscaba con ahínco-, el Dr. José Escobedo Domínguez -Presidente municipal interino ordenó que se le remozara mediante el blanqueo de las fachadas, dotarla de alumbrado, enlosar el patio, etc., para ponerla de inmediato en uso, como se llevó al cabo en efecto con un total éxito, pues con gran visión se le dio una orientación turística, ya que en ella se ofrecía a los visitantes cenas típicas, durante las cuales se ofrecían números artísticos y musicales. Por razones que ignoramos, dejó de ser utilizada, por miopía del sector turismo, así como de las autoridades encargadas de promover actividades culturales, que retoman el criterio equivocado de que promover cultura es presentar grandes y costosos espectáculos artísticos en vez de apoyar el desarrollo de los valores propios, de impulsar las manifestaciones locales, actuando con un malinchismo absurdo que choca con los esfuerzos que el Presidente de la República hace por reforzar nuestra nacionalidad en base a la cultura, lo que resulta imposible si se continúa dando primacía a manifestaciones artísticas de origen extranjero que, en su tiempo, fueron instrumentos de dominio y explotación. A pesar de todo, ahí queda la Plazuela del Moral para ser admirada por propios y extraños, en una inmovilidad resignada, en espera de un cambio de actitud mental que le permita cobrar nueva vida y participar en el desarrollo y progreso de nuestra ciudad capital. PLAZUELA DE LA CIUDADELA (desaparecida) En el sitio en que actualmente se encuentra la Escuela "Gral. Enrique Estrada" existió, desde la segunda mitad del siglo XVIII, una pequeña iglesia erigida a Nuestra Señora de los Remedios, la cual fue donada el 6 de abril de 1702 a la Orden de la Merced, quien además de recibir la parte material a través de Fr. Gabriel de Alburquerque, obtuvo autorización para establecer allí un Hospital de la misma, lo que se realizó de inmediato, designando como Patrono al Cap. Juan Fernández de Castro, ganadero de la Villa de Llerena, que hizo una donación de 500 pesos para que se terminaran la iglesia y el convento. El 7 de junio de 1707, Fr. Luis López, Provincial de la Orden, autorizó a los mercedarios de Zacatecas para que admitieran Patronos del Santuario, bajo la condición de que aportaran
quinientos pesos, de los cuales una parte se destinaría a continuar la construcción y la otra para la congrua y sustentación de los religiosos, a cambio de lo cual se les concedían varios privilegios como el de que su cadáver y los de sus familiares fueran sepultados en el centro de la Capilla Mayor, en tanto a sus almas, éstas serían acreedoras a participar de los beneficios de las misas, oraciones, ayunos y disciplinas que aplicaran los religiosos. Durante muchos años, el convento y en especial su hospital, proporcionaron sus servicios a los habitantes de aquel rumbo, antes de ser trasladados a las instalaciones del de San Juan de Dios en el centro de la ciudad, entre las calles de San Juan de Dios -hoy Av. Hidalgo- y del Gorrero -hoy Av. Juárez-, donde permanecieron hasta 1859 en que se llevó al cabo la exclaustración de los religiosos. A principios del siglo XIX, el edificio que ocuparan quedó abandonado y probablemente durante la guerra de independencia se le acondicionó como baluarte militar, función que continuó desempeñando ya bajo el nombre de Ciudadela y fue escenario de encarnizados combates a lo largo del convulsivo siglo pasado; al terminar la Revolución quedó en ruinas y abandonado, lo que propició su desmantelamiento, y ya para 1940 sólo era un basurero y su amplio patio posterior servía para la práctica de deportes. Desde su más remoto pasado, es decir, cuando fue Santuario, quedó hacia el poniente una extensa superficie que hacía las veces de atrio, función que continuó desempeñando al transformarse en convento y hospital, sufriendo un pequeño cambio -casi inadvertido-, al servir como sala de espera a niños y adultos que iban a visitar a sus enfermos, con lo cual este espa cio empezó a cobrar vida. Al convertirse en ciudadela y cuartel, esta superficie también se transformó, al adosarse a sus muros algunas bancas para descanso de las esposas e hijos de los soldados; los juegos de los pequeñuelos y sus alegres risotadas, hicieron el milagro de que se olvidara el aspecto sombrío y tétrico del antiguo atrio. El abandono en que se les tuvo durante tantos años, originó que como el edificio, la plazuela se convirtiera en un basurero que además de denigrar la imagen de todo el barrio, era un foco de infección y refugio de maleantes; fuente de aterradoras consejas populares surgidas a raíz de que los incansables busca dores de tesoros ocultos, dejaron al descubierto los huesos, calaveras y aún esqueletos enteros, que en las noches húmedas resplandecían con su fosforescencia, mientras en el caracol de la torre se dejaban escuchar los graznidos de tecolotes y lechuzas que tenían allí sus nidos. El 20 de mayo de 1945, después de que se llevó al cabo una limpieza total, el gobernador Leobardo Reynoso colocó la primera piedra del edificio escolar que se construiría en el lugar que ocupara la Ciudadela, que como dijera el Lie. Roberto del Real, "además de constituir una nueva fuente de cultura para nuestra capital, habrá de embellecerla notablemente". Este edificio sirvió para rendir homenaje al. Gral. Enrique Estrada, recientemente fallecido -3 de noviembre de 1942-, ya que "no quiso el Gobierno erigir un monumento, sino levantar una Escuela donde se recordara siempre al hombre que supo luchar por su Patria y adelantarse siempre por el camino de la cultura". El edificio se inauguró el 20 de julio de 1947 y frente a él se construyó una pequeña fuente, flanqueada por jardineras asientos, todo ello en cantera, constituyendo el extremo oriente de la plazuela "Gral. Enrique Estrada", mejor conocida como de "La Ciudadela". - PLAZUELA DEL PATROCINIO (desaparecida)
Se localiza al término de la calle que lleva el mismo nombre y servía como descanso para quienes se dirigían al Santuario de los Remedios -donde hoy se levanta la escuela Enrique Estrada- o bien a la Capilla del Patrocinio en el cerro de La Bufa. Durante algún tiempo se le llamó Plazuela de los Reme dios y estaba conformada hacia los costados sur y poniente por una serie de casas, mientras por el oriente daba salida a la calle que conducía al convento hospital de La Merced y por el norte la limitaban las laderas de La Bufa, cubiertas por espesas nopaleras. Posteriormente se construyó hacia el oriente un amplio edificio al que se trasladó -allá por 1936- la escuela Miguel Hidalgo, con lo cual la plazuela se convirtió en patio de recreo de los alumnos, cuya presencia le daba mayor vida, a cambio de las consiguientes molestias que éstos causaban al vecindario. En esta plazuela vivió el compositor Emeterio Fragoso, nativo del cercano mineral de Vetagrande y autor de varias obras entre las que destaca "Los Barreteros", que se convirtió en el canto preferido de los operarios de las minas, en el baile popular por medio del cual el legítimo barretero, aquel que a diario arriesga su vida en los "tiros" arrancando a las entrañas de la tierra su riqueza argentífera, al ritmo de sus notas simula los movimientos que tiene que hacer para lograrlo, resultando maravilloso como lo hace "en un ladrillo", que es más o menos el espacio de que dispone para clavar su barreta o palear las rocas, siempre al borde del precipicio. Hacia el ángulo noreste de la plazuela existía un pozo con su brocal, polea, cuerda y cubeta, para que aquel que necesita ra agua, pudiera extraerla de sus profundidades con un mínimo esfuerzo, gracias a la generosidad de los vecinos, quienes pensaron que los que se detuvieran a descansar, quisieran refrescarse con un poco de agua antes de continuar su camino. Al inaugurarse la escuela Enrique Estrada, desapareció la Hidalgo, la cual a pesar de funcionar en un sitio algo distante del centro de la ciudad, ganó bien merecida fama por la participación que tuvo en eventos deportivos, cívicos y artísticos culturales, bajo la dirección de las profesoras Elenita Pichardo -Directora del plantel-, Lupita López Cortés y Lupita Villa del Real -maestras de grupo y entusiastas coordinadoras de los desfiles escolares-, así como Pascualita Herrera -responsable de educación física y deportes- quien mientras vivió no olvidó las satisfacciones que le dieran las muchachas de su equipo de basquetbol femenil. Posteriormente el edificio fue cedido a la Delegación 34 del S.N.T.E., la cual le ha destinado para diferentes usos, entre éstos el de domicilio social y centro comercial de dicha organización sindical, cuidando siempre de que se conserve como la imagen central de la plazuela del Patrocinio. PLAZUELA DE GARCÍA Esta es probablemente la primera que existió en Zacatecas, ya que se conformó con los primeros edificios que se levanta ron por aquel rumbo, entre los que destacó el hospital de la Santa Veracruz construido en 1549, así como los destinados a morada de algunos de los principales habitantes de las Minas de los Zacatecas. Debido a la construcción del convento y templo de San Francisco, algunas personas empezaron a darle este nombre, aunque al fin perduró el que lleva en la actualidad, en cuyo centro existió un jardincillo "bardeado" para protegerlo de los destrozos que pudieran causarle las travesuras de la muchachada. Por las referencias que encontramos en algunos documentos, podemos asegurar que el nombre de Plazuela de García es muy remoto y se debió a su cercanía con las llamadas
Huertas de García y no como comúnmente se cree, en honor a Tata Pachito, pues de haber sido así, sería de García Salinas, como sucedió con la calle que anteriormente se llamó de la Santa Veracruz y hoy es de García Salinas. Esta plazuela, hollada por los zapatos o huaraches "engarbancillados" de los mineros, fue testigo de los desplantes de afortunados gambusinos que con tal de "quedar bien" consigo mismo ante los pobladores de los barrios del norte de la ciudad como "La Pinta", "Mexicapan" y "Tlacuitalpan", derrochaban el fruto de su arriesgado trabajo en música, alcohol y obsequios, en tanto dejaban escuchar su reclamo amoroso, con la frase "quererme chiquitita que soy minero y trabajo en la húmeda", para en seguida lanzar su "chiflido" retador y sacar chispas de las piedras del pavimento con su "filero". También contemplo los encuentros entre los mineros locales y las cuadrillas provenientes de otros Estados -principal mente los de Guanajuato-, que se iniciaban con una competencia en "rodar la plata" -gastar el dinero sin ton ni son-, para terminar generalmente en verdaderos zafarranchos, en los que sobresalía el grito desafiante de "puro Zacatequitas limpio, sin ninguna revoltura", que lanzaban los de "San Bernabé", "Mala Noche" o "La Pinta", mientras se aprestaban al combate enrollándose al brazo el "jorongo" y sacando filo a su cuchillo en el empedrado. La presencia de "la montada" -policía a caballo- impedía que corriera la sangre, pues su intervención hacía que una vez calmados los ánimos, aquellos que minutos antes eran enemigos a muerte, se abrazaran como hermanos y juntos se dirigieran al "aguaje" más cercano a "echarse unas copas". En contraste, contempló la alegría bullanguera de mujeres de todas las clases, que ahí se reunían para dirigirse al Templo de Jesús el primer viernes de marzo "a pedir mercedes", o bien para deambular por ella después de participar en la romería del Vergel; por su parte, la chiquillería se arremolinaba en ella los Sábados de Gloria, esperando ansiosas que la campana mayor de Catedral anunciara con su broncínea voz/que "ya se abría la Gloria", para lanzarse a los sitios donde se "quemaban los chamucos", para lanzarse en busca de las golosinas que éstos llevaban en su interior. La desaparición del jardincito arriba mencionado hizo que aquella superficie presentara un aspecto desolador, máxime cuando los edificios circundantes se encontraban mal codos, a pesar de que uno de ellos albergara una congregación religiosa femenina, lo que motivó que algunas personas le llamaran Plazuela de las Hermanas, lo que rechazó el pueblo y le continuó llamando de García. Lo mismo sucedió con el de Plazuela Francisco Villa, que trató de imponerle el señor Rafael López, distinguido charro y promotor del escultismo en Zacatecas, como un reconocimiento a la participación del Centauro del Norte en la Batalla de Zacatecas -1914-. El año de 1982, los responsables de la conservación de monumentos y sitios históricos de Zacatecas, decidieron motu propio, que la Fuente de los Conquistadores dejaba "mucho que desear" y la sustituyeron por otra, dejando tirados en cualquier lugar los restos de aquella, sin concederles ninguna importancia. En 1989, el Lic. Jesús M. Díaz Casas, Presidente del Ayuntamiento de Zacatecas, armado con el Decreto de la Legislatura que disponía su erección con motivo del Cuarto Centenario de la Fundación de la ciudad, procedió a rescatarlos y colocarlos en el centro de la Plazuela de García, donde permanecerán como ejemplo de la voluntad de un pueblo que se siente orgulloso de sí mismo por su tradición institucionalista, aunque a sus espaldas se le ataque precisamente por los encargados de conservarlos- en la destrucción de monumentos que aunque muy sencillos, son la voluntad del pueblo y forman parte de su historia. Pese a esto
la fuente fue nuevamente retirada en los 90’ y dio paso a un monumento nombrado “obelisco” del que nada tenia, ya que era una gruesa columna salomónica que en sobre relieve recordaba pasajes de la historia de la ciudad y rematada por unas estructuras metálicas, que pretendían recordar la antigua riqueza argentina de la ciudad. En 2005 el “obelisco” fue retirado, a plaza remozada, nuevamente peatonal y nuevamente ocupo el sitio de honor la original fuente de los conquistadores. JARDÍN NIÑOS HÉROES (Antes Plazuela de las Carretas) Hacia el sur de la ciudad se encuentra un pequeño jardín dedicado a recordar la gesta del 13 de septiembre de 1847; en su centro se levanta un conjunto escultórico labrado en cantera por el maestro Higinio del Real, modesto y prolífico artista zacatecano, a quien por su espíritu artístico independiente -que choca con los intereses elitistas de quienes controlan (?) el arte en Zacatecas- no se le ha hecho justicia. Este jardín se construyó sobre la superficie que anteriormente ocupara la Plazuela de las Carretas, así llamada porque en ella se reunían los vehículos que llegaban a Zacatecas procedentes del sur del Estado. Su nacimiento se remonta hasta el siglo XVII, cuando al ir desplazándose la ciudad hacia el sur, empezó a formarse el Barrio Nuevo; al establecerse la Garita del mismo nombre y tener que parar en ese lugar los vehículos denominados carretas, tanto para control de los productos que traían como para el pago de la alcabala correspondiente, el pueblo empezó a darle al lugar el nombre de Plazuela de las Carretas, denominación que conservó hasta su desaparición. Al ser suprimidas las alcabalas, las garitas dejaron de funcionar y desaparecieron a finales del siglo pasado y los edificios que ocuparan tuvieron nuevos destinos, unos se convirtieron en casas particulares y otros albergaron comercios. Ya para entonces, el sitio que ocupaba esta plazuela se consideraba el límite sur de la ciudad y estaba incorporado al resto de ésta por los numerosos edificios que se construyeron cubriendo el espacio existente entre la plazuela del Vivac y la Garita, conformando lo que hoy son la Av. Morelos -antes Calle de la Estación-, la calle Fernando Calderón -antes de los Perros- y la Av. Rayón -antes calle de los Arcos-, con un numeroso vecindario en el que abundaban los niños, quienes no dejaron de aprovechar aquella superficie carente de construcciones, como espacio recreativo y para practicar deporte. Por otro lado, a este mismo sitio concurrían año tras año, durante la temporada, gran cantidad de vehículos de tracción animal -carros, carretas y carretones- repletos de tunas: "car-donas", "pachonas", "pelonas", "camuesas", "blancas" y "amarillas", sin faltar los deliciosos "duraznillos", blancos o rosados, para satisfacer cualquier clase de gustos y al alcance de todos los bolsillos. Por varias razones este sitio fue preferido por estos comerciantes a pesar de encontrarse relativamente alejado del centro de la ciudad: su amplitud, la tradición no olvidada de ser el punto de arribo de vehículos, pero especialmente la dificultad que ofrece la topografía citadina para llegar al centro, así como para encontrar un lugar donde instalarse para ofrecer su mercancía sin convertirse en un estorbo. Además, en ocasiones se instalaban ahí circos, carpas y juegos mecánicos, destacando entre estos últimos el "volantín", para alegría y regocijo de la chiquillada del rumbo, para quienes se convertían en días de fiesta los que permanecían en la ciudad. Pero a medida que transcurrió el tiempo se sintió la necesidad de prestar mayor seguridad a quienes vivían en las cerca nías, ya que la deficiencia en el alumbrado y en la vigilancia,
aunado a la existencia de "La Línea de Fuego", una cantina cuya clientela era muy rijosa, propiciaba frecuentes escándalos por las noches, lo cual causaba molestias al vecindario. Por otra parte, el descuido en la limpieza y aseo del lugar -a cargo del municipio- dio lugar a que se acumulara la basura y se convirtiera en un foco de infección que era necesario extirpar, para proteger la salud de quienes habitaban en sus inmediaciones. Esto hizo que las autoridades pensaran en cambiar su des tino y darle nueva imagen, más alegre y tractiva, para lo cual no se encontró mejor medio que convertirla en un jardín, el que se dedicaría a honrar la memoria de los cadetes del Colegio de Chapultepec, que en 1847 ofrendaron sus vidas en defensa de la Patria. JARDÍN DE LAPEÑUELA Hace no más de 25 años que, a la parte noroeste de las actuales instalaciones de la U.A.Z. se podía admirar una gran roca, la que según algunos tenía la forma de un trompo, mientras gue a otros les parecía una cabeza de borrego, la cual daba al paisaje una imagen especial, con aquella solitaria roca rodeada por el lomerío cubierto de nopales, huizaches, gatu nos y zacate, que en la actualidad están sustituidos por construcciones correspondientes a la Colonia Mañanita, así como por las magníficas instalaciones del Colegio del Centro. Esta roca, que descansa en una depresión u hondonada en que terminaba la cañada de "El Muerto", es conocida como "La Pañuela" y era frecuentemente visitada debido a que cerca de ella se encontraba un pequeño manantial de agua cristalina que se utilizaba para beber como para lavar la ropa, cosa que se hacía aguas abajo, sobre el arroyito que servía para dar sali da a las aguas llovedizas; en la margen oriente de éste se encontraba un "tiro" de mina perfectamente ademado, aunque inundado, lo que nos impidió saber si a mayor profundidad existía un socavón que indicara exploración o explotación minera. Por la presencia del manantial y porque después de las lluvias el arroyito mantenía una pequeña corriente, este sitio era muy visitado por los habitantes de la ciudad, aun de los barrios más alejados, que al desplazarse para lavar sus "trapos" en aquellas aguas, convertían esta operación en verdaderos días de campo, pues además de sus artes y bateas, también cargaban con comestibles y antojitos -como "duro con salsa" y cabezas "tatemadas al horno"- que adquirían a su paso por el Laberinto -hoy plaza Genaro Codina-, para echarse "un taco después de un baño sabroso", como lo cantara el poeta zacatecano Severo Amador. Así, mientras las mujeres doblaban sus espaldas ante la artes para restregar sobre la ropa sucia la lechuguilla o la calabacilla loca para quitarle toda señal de "mugre", los chiqui llos se dispersaban por las laderas cercanas para recoger "cinco llagas", "siempre vivas" y "margaritas" y "enredaderas", con las cuales formaban coronas o ramilletes para obsequiar a sus madres o hermanas, a "llenar la barriga" con duraznillos, pachonas, taponas, cuijas o Cardonas, "peladas" en la penca del nopal, a despecho de las cascabelas y pichicuatas que pudie ran "picarles" en un descuido. En cuanto al origen de esta "Peñuela" debido a su forma pecualiar surgieron varias consejas, como "encantamientos" o castigos de Dios, pero la realidad es que esta roca fue utilizada como proyectil en el furioso ataque dado a la ciudad el 2 de marzo de 1872 por el ejército federal que comandaba el Gral. Sostenes Rocha, contra las tropas rebeldes que bajo el mando del zacatecano Gral. Trinidad García de la Cadena, combatían la relección de Juárez a la Presidencia. El mismo "Pelón Rocha" nos dice, en su informe oficial acerca de dicha acción, que cuando sus tropas realizaban el asalto al cerro de La Bufa -donde se encontraban los rebel des-,
fueron recibidos con una avalancha de piedras que des prendieron del cerro, causándoles muchas bajas, aunque ni con ello impidieron la derrota. Fue tan sangrienta esta batalla, que muchos años después se mantenía vivo su recuerdo, y estas remembranzas de los vie jos que participaron en ella, o al menos la presenciaron, las recogió Severo Amador -el más grande poeta costumbrista zacatecano, que tal vez por eso no ha sido homenajeado por la élite cultural-, en su romance titulado "La Peñuela", cuando nos dice: "Mientras me lavas los trapos de cristianar, tú Alifonso sentado al sol en la Peña y chiflando el "Yo ti adoro", pensuliaré en la batalla di otros tiempos ya mojosos, cuando a Rocha le volamos dende La Bufa este trompo que cabeza de borrego parece tualmente.. . Sonso? Sonso yo, porque mi escurren las lágrimas como cocos al ricordar cuánto muerto y hasta vivos, en los hornos qui allá arriba emprovisó "El Pelón", jueron sabroso pasto de las vivas llamas? A qui tu tan... Lloro di emoción, vieja taruga". Los últimos versos hacen referencia a la decisión que tomó Rocha, ante lo numeroso de los cadáveres y de la cual rrace emoción en su parte oficial, de incinerarlos ante la imposibilidad de darles sepultura, para evitar que alguna epidemia atacara a la población. Nosotros tuvimos la oportunidad de escuchar en 1946, de labios del sargento Manuel de la Rosa, sobreviviente de aquella acción y que entonces contaba con más de cien años de edad, una vivísima descripción, matizada de nostalgia y añoranzas, hecha entre lágrimas de emoción de aquel longevo zacatecano, quien contemplaba reverente el cerro de La Bufa, que 74 años atrás fuera escenario de la batalla. Transcurrió el tiempo y ante el crecimiento del alumnado del Instituto de Ciencias, surgió la necesidad de construir nue vas instalaciones para descentralizar algunas escuelas y sacarlas del antiguo edificio, cuyo cupo había sido rebasado, por lo cual el Lie. Abraham Torres -entonces Director del Instituto-escogía aquel lugar para construir aulas educativas y habitacio nes para los maestros, surgiendo así lo que conocemos como ciudad universitaria. Por descuido o ignorancia de los constructores, a medida que avanzaba la edificación, la Peñuela iba quedando sepultada y en peligro de desaparecer-para siempre lo que puede conside rarse como símbolo de una época en la que Zacatecas se distin guió en la lucha en defensa de las instituciones, unas veces vencida y otras vencedoras, pero siempre manteniendo enhies ta la bandera de la Ley. Fue hasta 1984 cuando el Ayuntamiento que presidía el Lie. Jesús Manuel Díaz Casas acudió a su rescate, para lo cual se cubrió el entorno con un pequeño pero bien acondicionado jardín, que naturalmente lleva el nombre de Jardín de la Pe ñuela, en la el
cual se instalaron juegos infantiles para solaz de los pequeñuelos que lo visitan en compañía de sus padres. En esta forma, una administración inteligente, preocupada por el ornato de la ciudad, pero con la suficiente visión para comprender la urgencia de conservar todo vestigio de nuestro pasado, como enseñanza para las generaciones actuales, supo conjugar ambos objetivos para legarnos un hermoso jardincito y mantener la presencia de una religuia histórica que por des gracia, nada significa para la ignorancia y mentalidad clasista de los encargados de vigilar y conservar nuestro patrimonio histórico-cultural. La obra fue concluida en 1985, y aunque el progreso se impuso, haciendo desaparecer para siempre las faldas de las lomas cubiertas de agresiva flora, las "barrancas con sus tapetes de "cinco llagas" benditas, que parecen gallos di oro di alguna embrujada mina! las aguas cristalinas que corren por los arroyitos después de la tormenta, para sustituirlas con modernas construcciones que le dan nueva imagen citadina, pero ahí', en el centro mismo de la hondonada, se mantiene erguida, sintiéndose segura y prote gida La Peñuela, símbolo de un¿ época heroica, al cabo de la cual se va alcanzando la meta secular de los zacatecanos: con tar con una ciudad cada día más hermosa y proporcionar bienestar a sus habitantes. Ojalá que este ejemplo puesto por el Ayuntamiento 1983-1985 del municipio de Zacatecas, pudiera penetrar en la con ciencia de todos los habitantes del Estado, para que exijan el derecho que tienen a participar en la toma de decisiones sobre nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural, del cual es, al fin de cuentas, el legítimo propietario. PLAZUELAS HUIZAR Y GOITIA Cuando en 1982 se llevó al cabo el desalojo de los locata rios del Mercado González Ortega para proceder a su remodela ción, se tomó muy en cuenta que uno de los principales moti vos de la mala imagen que presentaba el conjunto, eran los desechos que los comerciantes en frutas y legumbres arrojaban indiscriminadamente en los espacios que rodean al edificio, convirtiéndolos en nauseabundos basureros y peligrosos focos de infección. Para resolver este problema, se pensó en darle buen uso a esos pequeños espacios, por lo cual se les hicieron algunas adaptaciones que a la vez evitaban que el ubicado al sur, vol viera a convertirse en tiradero de basura y pudiera utilizarse como espacio abierto para manifestaciones artísticas, lo que se ha logrado con bastante éxito hasta el momento; asi nació la Plazuela Francisco Goitia, que además de darle mayor belleza al conjunto, se ha convertido en un atractivo turístico, gracias a los espectáculos que allí se presentan. En cuanto al que queda hacia el norte -que para muchos sigue siendo la Rinconada de Catedral-, por su amplitud yes-caso alumbrado, por las noches era utilizado como urinario público; para evitar esto, se pensó en reducir su amplitud me diante una escalinata rectangular -en vez de la semicircular que tiempo atrás existía- y dotarla de suficiente iluminación mediante artísticos faroles, con lo cual adquirió una imagen que no desentona con el resto del entorno y contribuye a em bellecerlo, a la vez que se refuerza su importancia con el nom bre del más representativo músico zacatecano: Candelario H u izar. PLAZUELA DE ZAMORA Esta pequeña plazuelita que se ubica entre los callejones García de la Cadena -antes Juan de San Pedro- y Juventino Rosas -antes del Colegio- hacia el norte; la Av. Mórelos Can tes calle de Calderón o de los Calderones- al sur; por el oriente el Autoservicio La Quemazón y
el tradicional depósito de vinos y licores de don León Pescador, primera Peña Taurina informal- de Zacatecas, donde se reunían entre otros don Humberto Cervantes, Juanito de Ávila y Héctor 'Tito" Clessman, a jugar dominó y cambiar impresiones sobre la fiesta brava; al poniente, por varios establecimientos comerciales, al igual que anteriormente. El origen de su nombre es muestra palpable de la forma en que se ha venido escribiendo la historia de Zacatecas; repitien do los errores y falsedades, y lo que es peor, difundiéndolos con profusión los mercaderes del conocimiento histórico, quie nes no toman en cuenta el mal que hacen con tal de obtener utilidades, y no tienen empacho en ostentarse como "historia dores". Es así como se dice que el nombre que lleva se le puso en honor del Corl. Victoriano Zamora, quien en 1855 se pronun ció en favor del Plan de Ayutla para derrocar a Santa Anna, lo cual es un error tan tremendo que retrasa más de cien años el bautizo de la plazuela de Zamora. Podemos deducir de estas informaciones documentales, que el nombre se le empezó a aplicar, de acuerdo con la cos tumbre de aquellos tiempos, para ubicar el domicilio de alguien, haciendo referencia a los personajes más conocidos o distinguidos, que en este caso fueron los religiosos jesuítas José y Andrés Zamora, quienes fueron de los muchos distinguidos zacatecanos que se distinguieron en las tareas de la Compañía de Jesús. La plazuela fue muy famosa, sobre todo para los "estu diantes" de la década de los cuarentas -especialmente los normalistas- que acudían a saborear las sabrosas y económicas -cinco y diez centavos- tortas de Pancho Lío, o de las perso nas que atendían a sus invitados llevándolos a saborear los antojitos en la Fonda de "Las Lolas"; queremos recordar que estos negocios se encontraban en el costado poniente de la que fuera residencia de don Juan Flores de San Pedro -con quistador y pacificador del Nayarit en 1721--, el cual para la época que rememoramos se había convertido en el Hotel Colonial. Lo anterior nos explica el intenso movimiento en esta plazuela, que es más por lo reducido de su espacio, movimien to que se intensificaba porque en ella estaba la terminal de los autovías que comunicaban a la capital con la cercana Villa de Guadalupe, siendo el precio del boleto de cinco centavos en segunda y diez en primera. Con el incremento del número de vehículos automotores en la ciudad, el espacio poniente de la plaza se utilizó como estacionamiento, con lo cual se entorpecía la circulación y se ofrecía una imagen negativa, problema que se resolvió en 1989, en que el Lie. Genaro Borrego Estrada ordenó que se constru yera un pequeño jardín ornamentado con una fuente, con lo cual se transformó la imagen de este espacio que se sigue cono ciendo como Plazuela de Zamora, o simplemente como Zamora. PLAZA GENARO CODINA, ANTES DE LA LOZA Esta plaza, en cuyo extremo noroeste se levanta un monu mento al autor de la internacional e inmortal marcha "Zacate cas", se localiza en el sitio que anteriormente ocupara la de La Loza, mejor conocida como "El Laberinto", debido a la forma desordenada en que instalaron varios taburetes o puestos para expender toda clase de productos, desde los alimenticios hasta los de "varilla", con lo cual se formaba una tremenda confu sión, que a pesar de las molestias que causaba, era bien acepta da por los concurrentes, quienes la consideraban como parte del ajetreo cotidiano de nuestra ciudad. Bajo sus diferentes denominaciones, la han conformado los siguientes edificios: hacia el sur, el destinado a Mercado de Carnes; hacia el norte, los que en aquel entonces ocupaban las típicas "fondas", donde se saboreaban los mejores platillos en un ambiente familiar, sin la rigidez e impersonalidad de los actuales restaurantes; hacia el poniente, los destinados al
co mercio, como en la actualidad; por el oriente estaba abierta hacia la calle del Puente Nuevo -hoy Aldama- que como hoy, era el acceso principal; sus accesos secundarios fueron los calle jones del Tráfico que la comunicó con la antigua Calle de la Condesa -hoy Av. Juárez- y el de la Bordadora que lo hizo con la de la Merced Vieja -hoy Av. Hidalgo-, a los cuales agregó el pasaje comercial que la une con la de Allende, -antes de Zapateros. . El destino comercial de esta plaza se mantuvo, aunque procurando mejorar cada día su imagen, lo que al fin logró -aunque temporalmente- al construirse el Mercado "8 de septiembre", inaugurado el 24 de febrero de 1961, siendo Gobernador del Estado el Lie. Francisco E. García, Presidente Municipal el señor Francisco Borrego Delgado y Presidente de la República el Lie. Adolfo López Mateos, que fue el que hizo la declaratoria de inauguración. Durante poco más de 10 años se mantuvo funcionando con toda normalidad, pero al transcurso de este tiempo sobre vino un tremendo incremento en el número de personas que para sobrevivir, se dedicaron al comercio ambulante y como por instinto, acudieron a la antigua plaza de La Loza, con lo cual crearon un serio problema a las autoridades municipales, las que tuvieron que escoger entre permitir el caos o tratar de evitarlo mediante la autorización para que se instalaran en los espacios disponibles, cuidando de que quedara un espacio con suficiente amplitud para permitir el tránsito en ambos senti dos, lo cual fue posible durante los primeros años, pero al fin, el mercado "8 de Septiembre" se vio prácticamente ahogado por una inmensa maraña de tabaretes y barracas de madera, antiestéticas y poco funcionales que de nuevo degradaban la imagen del sitio. Debido a esto, el Ayuntamiento Municipal 1983-1985 pensó en dignificar este sitio y devolverle su carácter original de plaza, pero ya no con destino comercial, sino para ornato, recreo perenne de un modesto compositor nacido en esta ciu dad, que con una sola de sus obras, mantiene viva la presencia de nuestro Estado en todo el mundo, que además ha sido adoptado por el pueblo mexicano como el segundo Himno Nacional; sus nombres van indisolublemente unidos: Genaro Codina y la marcha "Zacatecas". En La sesión del 25 de octubre de 1984,el Lie. Díaz Casas presentó ante el Ayuntamiento un proyecto consistente en derruir el mercado "8 de septiembre" y sobre la superficie que ocupaba, construir una plazuela, en la cual se erigiría un monu mento a Genaro Codina y su marcha Zacatecas, en el cual se representaría al artista pulsando su famosa arpa. Así fue como tomó cuerpo una idea que había surgido más de cincuenta años atrás -en 1932-, cuando el Ayunta miento presidido por el Profr. Víctor M. Gallegos recibió la propuesta del Regidor Luis R. Cristerna, en el sentido de que a la Plaza de La Loza se le diera el nombre de Genaro Codina y se levantara a éste un monumento, pero aunque fue recibida con beneplácito, el Cabildo acordó que su realización se pospu siera para cuando se hubieran cubierto las múltiples necesida des en los servicios públicos, a lo cual se aplicarían los escasos recursos municipales. Casualidad, coincidencia o continuidad en el pensamiento, lo cierto es que el Ayuntamiento 1983-1985 acordó favorable mente la sugerencia del Lie. Díaz Casas, y aunque se mostraron sorprendidos cuando les dimos a conocer estos antecedentes, no dejaron de sentirse orgullosos de que a ellos les hubiera correspondido en suerte ser los realizadores de aquella idea de sus lejanos antecesores. Antes de demoler el mercado, para que sus ocupantes no quedaran al garete, se procedió a construir nuevos locales en la calle Arroyo de la Plata -con lo cual se dio a ésta una nueva imagen-; cuando estuvieron terminados y los locatarios debi damente instalados, se procedió a la demolición el 23 de no viembre de 1984, pero aún tuvieron que superarse
varios obstáculos, lo cual significó un considerable retraso en la cons trucción del jardín, la que al fin se inició el 8 de septiembre de 1985, pero no pudo inaugurarse el 22 de noviembre -aniversa rio del fallecimiento de Codina- como estaba previsto, pospo niéndose para el 31 de diciembre, con el desarrollo de un magnífico programa musical, en el cual la Banda de Música del Estado ejecutó obras del maestro Codina; al finalizar éste, el Lie. J. Guadalupe Cervantes Corona, Gobernador Constitucio nal del Estado, al declararla inaugurada la puso al servicio del Pueblo zacatecano. La obra estuvo a cargo del Departamento de Obras Públi cas del municipio, bajo la dirección del Ing. Julián Bautista Castro; el jardín es un polígono irregular con cuatro jardineras y seis arriates asientos con sus respectivas plantas y pasto inglés -cipreses y tullas en las primeras, magnolias y gardenias en los segundos-; el alumbrado lo proporcionan 10 lámparas de va por de sodio de 250 w, montados en arbotantes de fierro va ciado. En cuanto al monumento, el basamento y pedestal son de cantera, éste tiene forma de pirámide truncada, reforzada en sus cuatro ángulos por contrafuertes que rematan en ménsulas invertidas en forma de acanto; este trabajo fue realizado por ei equipo de canteros del maestro Antonio "Curro" Hernández, lo cual es garantía de la calidad de la obra. La estatua es obra del artista zacatecano Raúl Ayala Anguiano, está montada sobre una plataforma de bronce de for ma circular, su altura es de dos metros y medio, con un peso de 700 kilogramos; se colocó el 19 de diciembre de 1985. La expresión que supo dar el maestro Ayala no sólo al rostro, sino a todo el cuerpo de Genaro Codina, únicamente podía captarla un zacatecano, para plasmar el estado de ánimo del compositor, agobiado por la responsabilidad que contrajo cuando aceptó competir con su concuño -el excelso maestro Fernando Villalpando- para componer una marcha que fuera el símbolo de Zacatecas; su rostro con el ceño fruncido por la preocupación; el torso inclinado en el ángulo apropiado para que el oído pueda apreciar mejor los acordes musicales; los dedos de las manos tensos, prestos para pulsar las cuerdas; las piernas separadas para acunar el arpa, se notan también tensas bajo la tela del pantalón; en fin, todo el conjunto muestra la decisión de salir vencedor de la prueba. Para que no contrastaran con la plaza, su jardín y el mo numento, los edificios circundantes fueron remozados, con lo cual se entremezclan con feliz resultado, el blanco de los edifi cios con el rosa de la cantera y el verde de los jardines, enmar cando el multicolor vestuario de las personas que en gran número y a todas horas, acuden a "La Flor de México", antigua panadería y ahora flamante panificadora -aunque su producto deje mucho que desear en comparación con el de la primera-, a adquirir "el pan nuestro de cada día"; visitan "El Más Barato" de don Juan Enríquez Barraza, para comprar telas o prendas de vestir; a "Importadora de San Luis" en busca de novedades en radios, televisiones o grabadoras; o simplemente para adentrarse en el pasaje comercial; por las mañanas llegan a saborear el exquisito menudo en que está especializada "La Güera" y a medio día y por la tarde, a degustar los exquisitos pescados y mariscos en "El Marino" de Enrique Uvario, quien en su juventud practicara el boxeo bajo el alias de "Kid Hampa". En fin, todo un universo de actitud comercial y social que nos impide olvidar tiempos pasados, no simplemente como recuerdos nostálgicos, sino más bien como testimonios del pro ceso histórico de nuestra ciudad y del comportamiento de nuestra sociedad, dividida en estratos económicos, pero unida por la identidad y las relaciones sociales basadas en el mutuo respeto, así como por el cariño entrañable de todos hacia el terruño. Para 2005 con el pretexto de mejorar la imagen urbana la plaza fue remodelada, talando arboles y destruyendo fornituras de cantera
labrada, dando paso pequeños magnolios, y bancas de Concreto armado asi como música ambiental que solo duro unos meses
PALACIO DE GOBIERNO El edificio que hoy ocupa el Poder Ejecutivo del Estado, se levanta en la parte central de la Plaza Civica y es de formas pesadas, sobrias y elegantes, como corresponde a una cons trucción que data desde principios del siglo XVIII y estuvo destinada a servir de albergue a uno de los títulos nobiliarios del Zacatecas virreinal. En realidad, en este mismo lugar se empezaron a levantar, a principios del siglo XVII, las habitaciones del matrimonio formado por miembros de las más distinguidas familias, no tan sólo por su riqueza, que era mucha, sino por la participación activa que tuvieron en la vida de la floreciente ciudad: el Maestre de Campo ü. Vicente de Saldivar Mendoza y Dña. Ana Temiño de Bañuelos. El primero fue hijo del conquistador del mismo nombre, uno de los primeros habitantes de las Minas, teniente de capi tán general y pacificador de los chichimecas, cargo este último que desempeñó con sus propios recursos. Ella, fue hija de D. Baltazar Temiño de Bañuelos, uno de los personajes que se considera fundadores de la ciudad, quien durante el resto de su vida permaneció en ella y se preocupó mucho por su bienestar y progreso, no escatimando gasto alguno para ello, lo que le permitió lograr que se le diera el título de ciudad y se fe concediera Escudo de Armas. Ambas familias fueron propietarias de grandes extensio nes de terreno, entre ellas parte de las que se encontraban hacia el norte de la recién construida iglesia parroquial, por lo cual es lógico que escogieran como lugar apropiado para cons truir su hogar, la parte oriente de estos terrenos, hasta lindar con el arroyo principal. Los herederos del Maestre de Campo mantuvieron celosa mente la propiedad de los terrenos que habían recibido de sus mayores, a tal grado que sólo ellos podían enajenar, llegándose a prohibir terminante y oficialmente, la venta de solares a otras personas. Por lo anterior se comprende que el palacio de D. Vicente de Saldívar Mendoza estuviera siempre en manos de miembros de dicha familia, quienes indudablemente le hicieron reparacio nes o adaptaciones, aunque cuidando siempre que se respetara su trazo original, así fuera solamente en el aspecto exterior. El Coronel de Infantería Española D. José de Urquiola, por los relevantes servicios prestados a la Corona y a la ciudad en especial, se hizo acreedor a un título nobiliario y le fue conferido el de Conde de Santiago de la Laguna y como por su esposa Oña. María de Mendoza estaba emparentada con la sucesión del Maestre-de Campo, pasó a ser dueño del mencio nado palacio. Su nueva condición de noble no le impidió cumplir con los que consideraba sus deberes para con la Corona, por lo cual aceptó dirigir la campaña contra los rebeldes nayaritas; su preocupación por la ciudad le llevó a construir la Capilla de Nuestra Señora de los Zacatecas; su espíritu cristiano fe hizo continuar dando limosnas a la puerta misma del palacio.
Pero todas estas acciones no eran suficientes para hacerlo totalmente feliz, puesto que de su matrimonio no había tenido descendencia y le preocupaba mucho el que una vez desaparecidos él y su esposa, el titulo nobiliario que obtuviera, desapareciera también. Por esto, de común acuerdo con Dría. María de Mendoza, decidieron legarlo a la persona que, de acuerdo con su propio criterio, fuera merecedora de ostentarlo y de engrandecerlo por medio de sus obras y de su trabajo. Después de muchas reflexiones, en la cláusula 50 de su testamento, El Conde dispuso que el titulo pasara a su esposa y que posteriormente recayera en Dña. Efigenia de Carvajal y Mendoza y su esposo el Coronel de Infantería Española D. José de Rivera Bernárdez. Fue en esta forma como el título, con sus fueros, privilegios, deudas y propiedades, pasaron a las pertenencias de D. José de Rivera Bernárdez y sus descendientes. D. José de Rivera Bernárdez, fue uno de los zacatecanos mas distinguidos por su riqueza, preparación y preocupación por el bienestar de los zacatecanos, el ornato de la ciudad y su espíritu cristiano que le llevó, después de fallecida su esposa, a seguir el camino del sacerdocio y desempeñar el cargo de Vicario Forense y Juez Eclesiástico que le confirió el Obispo Juan Gómez de Parada. Muchas fueron las obras que realizó el Conde en favor de la ciudad y entre ellas se menciona su participación en la construcción del edificio de la Parroquia, la construcción del obelisco y, sobre todo, la redificación del templo de La Bufa, en lo que respecta a las obras materiales. Si lo anterior no hubiera sido suficiente para perpetuar su memoria, le hubiera bastado con su amplía producción literaria, entre la cual destacan dos de sus obras: "Descripción Breve de la Muy Noble y Leal Ciudad de Zacatecas" y "Compendio de las Cosas más Notables de los Libros de Cabildo de la Ciudad de Zacatecas", que son las primeras de carácter histórico sobre Zacatecas. Una vez que se hizo cargo de las propiedades de su antecesor, se puso a ordenar la situación financiera, cubriendo y cobrando los adeudos, para lo cual tuvo necesidad de hacer arre glos mediante los cuales algunas propiedades pasaron a otras manos y se adquirieron otras, hasta estabilizar las finanzas de la casa. - Por otra parte, al tomar posesión del palacio procedió a realizar obras de remodelación, adaptación y ampliación, para lo cual compró algunas casas y solares contiguos, con los cuales el edificio alcanzó la superficie que tuvo durante el siglo XIX. Entre las mejoras que se hicieron, se menciona la cons trucción de un Oratorio de la familia, donde es fama que estuvo la imagen de la Virgen de los Remedios hasta 1795 en que se le colocó de nuevo en su Santuario de La Bufa. Durante la Guerra de Independencia, el poseedor del título, D. Miguel de Rivera, tuvo una participación muy distinguida, ya que con su presencia evitó que el pueblo cometiera desmanes y atentados en contra de los españoles, para lo cual tuvo que venir desde su hacienda de Santiago a principios, de octubre de 1810, su presencia fue benéfica para la tranquilidad y seguridad de la ciudad, ya que la fama que la familia del Conde tenía como amiga y favorecedora del pueblo, hizo que éste lo considerara como representante de una autoridad justa. Al darse cuenta de esto, el Ayuntamiento insurgente que presidía D. José Francisco Castañeda, le extendió nombra miento como Intendente Interino de Zacatecas, cargo que desempeñó con bastante acierto hasta 1811 en que las fuerzas insurgentes abandonaron la ciudad rumbo al norte, después de lo cual se retiró nuevamente a su hacienda.
En mayo de 1811 Calleja se apodera de Zacatecas y empieza una campaña de represiones en contra de quienes favorecieron al movimiento independiente, entre los cuales consideró al Conde, por lo cual ordenó su aprehensión y conducción a Zacatecas, donde estuvo prisionero en el que fue su palacio que le fue confiscado por órdenes del mismo militar. Al consumarse la independencia, las autoridades reintegraron a los herederos las propiedades secuestradas al Conde, por" lo cual el palacio que tenía en Zacatecas pasó a ser propiedad de D. Pedro de Rivera, que ya para entonces tomaba parte en las actividades políticas del naciente Estado y llegó a formar parte de su Legislatura. Como el naciente Gobierno tuviera necesidad de contar con un edificio en el cual concentrar algunas de las principales oficinas, se contrató con D. Pedro de Rivera el arrendamiento del Palacio, en el cual se establecieron la recién creada Dirección General de Rentas, Secretaría de Gobierno y Almacenes del Estado, funcionando como tal hasta el año de 1829 en que se decidió establecer en él las del Poder Ejecutivo. Por lo funcional del edificio y por su magnífica ubicación en el centro mismo de la ciudad, lo cual lo hacía muy accesible para todos los que tuvieran negocios que tratar con el Gobierno, así como por la buena disposición de los propietarios, el Gobierno del Estado compró el inmueble el año de 1834 y desde entonces ha sido la sede del Ejecutivo, aunque como es de comprender, muchas de sus dependencias han tenido que establecerse en otros edificios. A partir de 1834 ha sufrido varias adaptaciones, siendo la más notable la ampliación que se le hizo hacia el oriente, después de que en 1899 se cubrió el arroyo que corría a espal das y sobre el espacio ganado se construyó la parte que hoy ocupan varias de las oficinas más importantes. En este recinto se han llevado a cabo varias acciones de trascendencia, como por ejemplo la elección de autoridades del Departamento a las que convocó el Gral. Antonio Mañero el 11 de abril de 1858, al día siguiente de la ocupación de la ciudad por las tropas tacubayistas; resultaron electos el Lic. D. Vicente de Hoyos como Gobernador y D. Julián Ibargüengoitia como Prefecto de la Capital. También sirvió de marco en los homenajes póstumos que se hicieron a distinguidos personajes zacatecanos, como en el caso de los restos del Coronel D. José Ma. Sánchez Román, que depositados en el hoy Salón de Recepciones, fueron respetuosamente guardados por los jefes y oficiales de la División de Zacatecas, encabezada por el Gral. González Ortega y por el Batallón Sánchez Román, el 28 de junio de 1860. Fue testigo del regocijo de los zacatecanos por el triunfo de las armas liberales, en el suntuoso baile celebrado en sus patios el día 24 de enero de 1861, después de que se sirvió la cena y se- pronunciaron los brindis alusivos por los perso najes mas connotados de la ciudad, en los cuales se hacían votos por la felicidad de la Patria. Es digno de recordar la presencia de D. Benito Juárez, en enero de 1867, fue alojado en la pieza en que hoy se encuentra el Salón de Recepciones, para que por su balcón pudie ra estar en contacto con el pueblo; el día 24 tuvo lugar una ceremonia en que se le hizo entrega de un bastón con puño de oro. El día 27, en forma sorpresiva se presentaron las fuerzas conservadoras al mando del Gral. Miramón y estuvieron a punto de apoderarse de las personas de Juárez y sus acompañantes, pero como no lo lograron, se dedicaron a saquear, el palacio y destruir lo que no pudieron llevar consigo. CASA DE GONZÁLEZ ORTEGA
A principios del siglo XVIII, el palacio de los Condes de Santiago de la Laguna era la construcción extrema del sur oriente de la plazuela del Maestre de campo y estaba separado del edificio de la Iglesia Parroquial, por un amplio callejón. Posteriormente se levantó la finca que se encuentra al lado sur, la cual probablemente perteneció a alguna comunidad religiosa, como gran parte de las existentes en este lugar, por lo cual fueron adjudicadas a diversas personas en cumplimiento de la Ley de 25 de junio de 1856. En 1857 llega a Zacatecas el Diputado por Villanueva, D. Jesús González Ortega y se instaló en este edificio, lo cual le favoreció mucho pues cuando se hizo cargo del Gobierno del Estado, podía decir que prácticamente vivía en el Palacio o Casa del Estado, como se le llamaba entonces, del cual sólo le separaban las paredes. Las continuas ausencias de Gonzáles Ortega originadas por las campañas militares que tenía que realizar como Jefe de la Guardia Nacional de Zacatecas primero y después como Jefe del Ejército del Centro, para combatir a los conservadores que se negaban a aceptar las medidas reformistas de la Constitución 'de 1857, le mantenían alejado de su hogar. Por otra parte, lo reducido de su familia, que se componía de su esposa Dña. Mercedes Mercado y su pequeño hijo Lauro, no era suficiente para llenar el amplio espacio de esta casona, que por entonces sólo se extendía por el oriente hasta las márgenes del arroyo. Todo lo anterior contribuyó a que en el edificio reinara siempre una paz y tranquilidad notorias que conservó por más de cien años, es decir, hasta los días actuales. Después de su venturosa escapatoria del poder de los franceses que !e habían hecho prisionero en Puebla, González Ortega permaneció algún tiempo en Zacatecas y sin descuidar sus obligaciones como Gobernador del Estado, se preocupó un poco más por su casa y tuvo oportunidad de notar que se estaba ladeando peligrosamente hacia el costado sur y amenazaba derrumbarse, por lo cual hizo denuncio del "viento" del Callejón de las Campanas y en cuanto la Asamblea Municipal lo aceptó, procedió a construir sobre de éste, con apoyo en los muros de la Catedral y en esta forma surgió uno de los más singulares callejones de la ciudad, que se distingue por estar techado: el de las Campanas. A principios de 1864 y ante la aproximación de las tropas francesas, González Ortega abandonó Zacatecas y no pudo regresar porque fue derrotado en la batalla de Mahoma y porque las desavenencias con Juárez le obligaran a. dirigirse a los Estados Unidos en busca de recursos para seguir en la lucha. En enero. de 1867 y después. de una azarosa caminata a través de territorio ocupado por fuerzas de! Gobierno de Juárez quien lo había declarado sujeto ajuicio por supuestos delitos, liego por fin a Zacatecas acampanado por el Gral, José Ma. Patón¡ y después de celebrar una entrevista con e! Gobernador Miguel Auza, se retiraron la casa, pero antes de llegar a ella fueron detenidos por un destacamento que jos hizo prisioneros y como, a las once de la noche del día 8 de enero de 1867, fuertemente custodiados, fueron conducidos a Monterrey. Esta fue la última vez que el distinguido zacatecano estuvo en su casa, a la cual no regresó más, aun cuando al radicarse en Saltillo hizo que se le enviaran sus libros que tenía en ella. El 12 de marzo de 1881 fue el último día que estuvo González Ortega en su casa, mas ya no con vida, sino sus restos mortales, para recibir el homenaje de sus familiares y al día siguiente salió para el Palacio de Gobierno, donde se le rindieron los homenajes oficiales, para después ser trasladados a la ciudad de México, donde reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Posteriormente, los herederos del General González Ortega vendieron el edificio, el cual por su ubicación y la distribución de sus habitaciones, se destinó a Hotel y Restaurante, el cual llevó, como ironía del destino, el nombre de "Hotel Francés", hasta el año de 1972 en que lo adquirió el Gobierno del Estado para ampliar sus dependencias. PALACIO MALA NOCHE Al poniente de la Plaza, calle de por medio y haciendo esquina con el Callejón de Veyna, se levanta un edificio que muestra cómo se aprovechaban las condiciones del terreno para establecer viviendas, ya que tiene su llamada "puerta falsa", no en la parte posterior como es costumbre en los que se construyen en terreno plano, sino en una lateral, sobre el callejón, con lo cual se tiene otra entrada para la planta alta, como ejemplo del ingenio de los modestos alarifes zacatecanos de la época virreinal. En la construcción de este edificio, destinado a casa habitación de uno de los mas ricos mineros de fines del Siglo XVIII, se gastaron mas de cien mil pesos, provenientes de las minas de Mala Noche, la Florida y algunas otras, propiedad de D. Manuel de Rétegui. Este personaje, sobre el cual se tejió una hermosa leyenda de la que se dará cuenta posteriormente, fue un inmigrante vasco que por los años de 1772 llegó a Fresnillo y a pesar de que este mineral se encontraba en plena decadencia, supo trabajar con tal acierto que en pocos años se encontró dueño de una regular fortuna. Convencido de que en aquel lugar ya no podría obtener mayores beneficios, se trasladó a Zacatecas en busca de mejo res oportunidades, ya que en aquellos momentos se empezaba a experimentar un resurgimiento minero, gracias al espíritu emprendedor de sus habitantes, a la presencia de ese gran conocedor de los secretos de la minería que fue D. José de la Borda y, principalmente, al apoyo decidido que las autoridades virreinales prestaban a las empresas mineras. Pronto se empezó a sentir la presencia de D. Manuel en los círculos mineros, pues sin que transcurriera mucho tiempo logró rehabilitar la mina de Mala Noche situada hacia el norte de la ciudad y, no contento con esto, invirtió fuertes sumas en un intento por poner nuevamente en actividad la antigua mina de San Bernabé y algunos fundos pequeños en Veta-grande, empresa en la que fracasó pero que no le desanimó. Menos de diez años tenía viviendo y trabajando en Zacate cas y su posición entre los mineros zacatecanos era firme, pues estaba a la altura de los Anza, los Borda, los Arteaga y los Perón Váidas, con quienes alternaba en riqueza y conocimientos, así como en los puestos de la Diputación de Minería de la ciudad, aunque su influencia en las esferas de la de México no era tanta, puesto que a él no se le concedió jamás ninguna clase de exenciones fiscales u otro tipo de ayuda, lo que hace más meritorio su éxito. La fortuna de Rétegui, invertida principalmente en minas y haciendas de beneficio, sin desdeñar la actividad comercial, era muy grande, aun cuando el manifestó en alguna ocasión que era de medio millón de pesos, lo que no es de aceptarse si consideramos que para 1805 había presentado ante las cajas reales, más de 750,000 marcos de plata; además, era muy generoso con sus trabajadores, a los cuales daba, como partido, la sexta parte de lo que extraían, mientras que los demás sólo les dejaban la octava y les redujeron el salario de 6 a 4 reales, con lo cual se explica la lealtad que los operarios tuvieron hacia D. Manuel. Por otro lado, a su costa realizaba trabajos de beneficio social, que si bien se traducían en provecho propio, no por eso dejaban de servir para el bienestar de la comunidad, como la ampliación y mejoramiento del camino hacia Guadalupe, para poder tener mejor acceso a su hacienda de La Florida, en donde necesitó hacer un rebaje de cerca de 400 metros "para
evitar que se voltearan los coches". En resumen, 0. Manuel de Rétegui fue toda una persona lidad en la sociedad zacatecana de fines del siglo XVIII y principios del XIX, una de las más sólidas fortunas, un carácter generoso y desprendido, miembro de la Diputación de Minería, espíritu piadoso que donó una capellanía para el Santuario de la Bufa y participó en todas las acciones que se llevaron a cabo en beneficio de la ciudad y de sus habitantes. Pero si todo esto no fuera suficiente para perpetuar su memoria, como se dijo antes, en torno a su persona y a su casa habitación se tejió una leyenda, en la que se hacen resaltar todas las cualidades anotadas en el párrafo anterior, leyenda que nos habla de los sufrimientos de quienes emprendían empresas mineras apoyados más que nada en su fe, de la in consistencia de los llamados amigos y por último, la recompensa en forma de una rica veta, la respuesta que da el agraciado a quienes antes le volvieron la espalda, así como la gratitud del empresario para con sus operarios que le demostraron su fidelidad cuando todos le abandonaron. La guerra de independencia trajo una época de desconfianza e inseguridad y D. Manuel de Rétegui prefirió regresar a España, dejando encargado de sus bienes al Presbítero D. Juan M. del Valle, con quien se entendieron los miembros del gobierno independiente, el cual representaba el Gobernador Provisional de la Provincia, coronel D. Juan Peredo para adquirirlo en propiedad y destinarlo a Casa del Estado. Después de propuestas y ofrecimientos, llegaron al acuerdo de realizar la operación de compraventa en la cantidad de $ 45,000.00, con lo cual el edificio pasó a ser propiedad del Estado que en esta forma dispuso de una instalación lo suficientemente amplia para las necesidades del naciente Estado. Así se establecieron las principales dependencias y al con fue necesario realizar reformas a fondo y podemos decir que las autoridades se han concretado a la conservación y buena presentación de las mismas. En estas condiciones, se estableció el Supremo Tribunal de Justicia y los Juzgados; poco tiempo después se inauguró en el salón de la planta baja que hace esquina con el callejón la Biblioteca pública y excepto esta última, a la fecha continúan ahí aquellas dependencias. CASA DE CULTURA Al costado norte de la Plaza Independencia se levanta un macizo edificio ornamentado por unos elegantes porta les; en su interior se encuentran actualmente y desde el año de 1967, las oficinas de la Presidencia Municipal de Zacate cas. Podemos decir que este edificio tuvo su origen el 31 de julio de 1789, cuando el Intendente D. Felipe Cleere se dirigió a la Audiencia de Guadalajara para manifestarle, a nombre del Ayuntamiento de Zacatecas, que había necesidad de construir un nuevo edificio para Albóndiga de la ciudad, ya que el movimiento comercial de granos y la frecuente escasez de éstos a causa de pérdida de cosechas, requerían de un mayor control que asegurara tanto el abastecimiento de la ciudad como la recaudación de los impuestos correspondientes. En dicha solicitud se hizo saber que el costo de la obra se calculaba en sesenta mil pesos, de los cuales el Ayuntamiento podía disponer de inmediato de doce mil con que contaba como propios de la ciudad, con los que podía darse principio a la obra. El Fiscal de lo Civil de la Audiencia de Guadalajara, a quien se le confió el asunto, pidió al Intendente le enviara los planos correspondientes y éste le contestó que no habiendo arquitecto en Zacatecas, él mismo dirigiría la obra. Esto dio motivo a que el asunto pasara a manos del Virrey Iturrigaray, quien en 1804 manifestó a D. Francisco Rendón, nuevo Intendente de Zacatecas, que se aprobaba la
construcción de la albóndiga, pero que la obra debía ceñirse a los pla nos que fueron de conformidad con el parecer del señor D. Antonio Velázquez, Director de Arquitectura de la Real Academia, a quien se le confió el estudio. El Virrey Iturrigaray mostró mucho interés en la obra, como lo demuestra el hecho de que ordenara que de inmediato se iniciaran los trabajos, después de haber comprado las casas que debían ser derruidas y recomendaba a las autoridades zacatecanas que hicieran los esfuerzos necesarios para lograr que los comerciantes y hacendados de la ciudad y sus cercanías, cooperaran a la realización de la misma. Las cantidades calculadas parece que no fueron suficientes, puesto que tres años después el mismo Virrey autorizó una nueva cantidad de veinte mil pesos para la continuación de la obra, la que parece que se terminó antes de la iniciación de la guerra de independencia, ya que en 1811 se hace mención a que los insurgentes tenían cañones en la Plaza de la Albóndiga. Al establecerse los primeros gobiernos independientes en Zacatecas y llevarse a cabo reformas fiscales, se establece el estanco del tabaco en favor de los Estados, el de Zacatecas consideró como lugar mas apropiado para hacerlo, el edificio de la Albóndiga, propiedad del Ayuntamiento que accedió a cedérselo en renta. Como entonces se empezó a labrar ahí los tabacos por cuenta del Estado, al edificio se le empezó a nombrar simplemente "La Fábrica", denominación que perduró hasta el presente siglo. Al reorganizarse la administración fiscal, desaparecieron todos los estancos, por lo cual el edificio de la Fábrica dejó de servir de asiento al del Tabaco, pero como a la vez se res tableciera la Ley de educación que disponía el establecimiento de escuelas primarias, se pensó aprovecharlo en parte como edificio escolar, quedando el resto como bodegas. Varias fueron las escuelas que funcionaron en este edificio, las que ya se mencionan en 1859, y en 1865, en plena dominación imperialista, se inaugura la primera escuela de niñas que se estableció en el costado poniente del mismo, por iniciativa del Subprefecto de Zacatecas, D. José María Miranda, con lo que fructificó un deseo de la población zacatecana en el sentido de que se atendiera a la educación femenina. Uno de los más decididos impulsores del progreso de Zaca tecas y en especial de la educación, fue el Gral. J. Trinidad García de la Cadena, quien podemos decir fue el que dio al edificio de la Fábrica su destino como edificio escolar, ya que en 1877 establece en el costado oriente del mismo la Escuela No. 2 para Niñas, la cual inauguró personalmente y puso bajo la Dirección de la distinguida educadora Luisa Werekle, Ya para entonces, había pensado en la necesidad de formar profesionalmente a las señoritas que pensaran dedicarse a la enseñanza y, el día 3 de agosto decretó el establecimiento de la Escuela Normal para profesoras, posponiendo la inauguración del plantel para cuando se contara con el suficiente número de alumnas inscritas. Entre tanto, se llevaron a cabo los trabajos de acondicionamiento de los salones del costado poniente del edificio de La Fábrica, los que fueron pintados y sus pisos se entarimaron; también mandó construir un jardín en el patio; además se les dotó del mobiliario necesario, se adquirió material didáctico para las clases y un piano para la clase de Música. A las ocho de la noche del día 2 de febrero de 1878, bajo la presidencia del Gobernador García de la Cadena y ante una selecta concurrencia, se desarrolló un festival en el que tomaron parte los más distinguidos artistas locales, como el maestro Fernando Villalpando al frente de su orquesta, el joven violinista Aurelio Elias, el Dr. Félix Ponce, la señorita Herlinda Ponce y la misma Profra. Clementina Pañi, que fue designada Directora del nuevo Establecimiento.
Por ser propiedad del Ayuntamiento de Zacatecas, y ser una fuente permanente de ingresos, los locales o bodegas que no se ocupaban en el funcionamiento de las escuelas eran rentados en una cantidad que variaba entre los $ 8.00 y los $10.00. A fines del siglo XIX la Escuela Normal se trasladó a otro edificio, pues lo numeroso de su alumnado y el tener que prestar atención a las escuelas primarias anexas, hacían insuficiente el espacio de que disponía en el de La Fábrica, quedan do en éste únicamente las Escuelas elementales y superiores Núm. 2 para Niños y Núm. 2 para Niñas, así como la Escuela de Adultos para Hombres. En 1904, la forma incontrolable en que se comerciaba con la carne constituía un peligro para la salud pública y reducía los ingresos a la Tesorería Municipal, por lo cual se presentó el problema ante la Asamblea Municipal, en la cual después de un acalorado debate, no sobre la necesidad sino sobre la forma de solucionarlo, se acordó utilizar una parte del edificio de La Fábrica para construir un Mercado de Carnes y contratar un empréstito con la Beneficencia de Sombrerete, quedando como garantía el mismo edificio. Los trabajos de adaptación fueron difíciles y costosos, pero al fin se vieron coronados por el éxito y el 15 de septiembre de 1906 se inauguró esta mejora durante una ceremonia que presidió el Gobernador Lie. Eduardo G. Pankhurst y, como muestra de aceptación de la obra, fue organizada por un grupo de los más distinguidos comerciantes de la ciudad en cabezados por el señor Antonio Acuña. En esta forma, a partir de esa fecha el edificio de La Fábrica quedó prácticamente dividido en dos secciones, una que se continuó dedicando a tareas educativas; la otra se con virtió en Mercado de Carnes. Por considerarlo parte integrante del edificio, respecto a este último diremos que sus muros son de mampostería, la portada de cantera labrada quedó mirando hacia el oriente; la superficie que ocupa es de 1,700 metros cuadrados y originalmente tenía 19 despachos y 3 pequeños departamentos; el patio con corredores tenía en su centro una fuente de fierro con agua comente; los pisos, eran de mosaico y en los despachos se colocaron mesas de mármol sobre soportes de fierro; en general, guardaba las condiciones higiénicas necesarias para el destino que se le había dado. La obra se realizó bajo la dirección del Ing. Luis G. Córdova. Ambos edificios continuaron prestando los servicios a que fueron destinados y sólo se hicieron algunas adaptaciones para dales mayor funcionalidad, sobre todo en lo que se refiere a las de los salones de clases y del patio, que llegó a utilizarse para representaciones teatrales y presentación de eventos científicos, levantándose un foro de mampostería, el cual fue derruido el año de 1983 para dejar libre el amplio patio, que además fue cubierto con un elegante falso plafón, se le dotó de iluminación especial a base de farolillos y de dos artísticos candiles. en 1989 al cambiarse las oficinas del ayuntamiento a la calzada Héroes de Chapultepec, fungió como centro estatal Bibliotecario "Mauricio Magdaleno", hasta 2004 cuando es restaurado y convertido en casa municipal de cultura. CASA DE LA CONDESA Este edificio se empezó a construir por el año de 1730 para que sirviera de casa habitación de la Segunda Condesa de San Mateo de Valparaíso, Dña. Rosa Isabel Catarina Ceballos y Villegas, con quien el Conde D. Fernando de la Campa Cos contrajo segundas nupcias, matrimonio del que hubo una descendencia que emparentó con las casas más linajudas de la Nueva España y dejó huella de su paso por la ciudad de México en obras arquitectónicas como el edificio que actualmente ocupa el Banco de México.
El espacio en que se inició la edificación resultó muy reducido para las pretensiones del Conde, quien en 1732 compró seis casas al convento de San Juan de Dios, cuatro que se localizaban al sur de la construcción y dos más que se encontraban hacia el oriente, con lo cual se completó la superficie del edificio que llegó a limitar por el sur con e! del antiguo Colegio de Niñas, por el norte con la calle que se llamó de la Condesa, por el oriente con la plaza de Villarreal y por el poniente con la calle de la Carnicería (hoy Av. Rayón). A la muerte del Conde, se dio lectura a su testamento, en el cual dispuso que todas las casas que poseía en las ciudades de Zacatecas y Vetagrande quedaran para su viuda, razón que hizo que el edificio fuera conocido como Casa de la Condesa, además de que había sido construida para ella. En torno al edificio y a su propietaria se han tejido varias leyendas que no pasan de ser sino malas imitaciones de sucedi dos en otros lugares, pero que les rodearon de un velo de misterio y les hicieron muy populares. Si todo esto no fuera suficiente para convertir al edificio en uno de los símbolos arquitectónicos de Zacatecas, tenemos el hecho de que en 1826 albergó la "Escuela de la Constitución", primera Escuela Normal de México y de América, la cual funcionó en el costado noroeste, en la planta alta. El Ayuntamiento de Zacatecas tomó marcado interés en la realización de este avance educativo y, en primer lugar, abrió una suscripción pública para arbitrarse fondos con qué acondicionar el local donde iba a funcionar, logrando reunir la cantidad de $ 750.00. En seguida, pasó a contratar los servicios del Profr. José Hidalgo de Ortega, quien tuvo a su cargo la dirección de los trabajos de pintura y acondicionamiento de dos salones para aulas, así como la preparación de los Directores de las Escuelas de la ciudad, señores Sebastián Amaya y Manuel Arenas, que se convirtieron en sus ayudantes en la preparación de los futuros maestros y en la atención de la primaria anexa, integrada por el alumnado de las citadas escuelas. Al terminar todos los preparativos, el Ayuntamiento hizo las invitaciones con la debida anticipación, para que asistieran a la solemne ceremonia de inauguración de la Escuela Normal de la Constitución, la cual tuvo lugar, de acuerdo con lo dispuesto por el Congreso del Estado y como un número más en la celebración de las Fiestas Patrias, el 17 de septiembre de 1826. En esta fecha, la parte del edificio donde se instaló dicho establecimiento educativo fue debidamente adornado; en el salón escogido como escenario se improvisó una plataforma para el presídium; los niños, perfectamente organizados y disciplinados, formaron una valla desde la puerta de entrada hasta el salón, para recibir a la numerosa y distinguida comitiva oficial. Esta la integraron el Gobernador, Lie. José María García Rojas, el Tribunal de Justicia, el Ayuntamiento, las comunidades y particulares; salieron de la Casa del Estado y después de desfilar por las Calles de la Caja y de la Merced Nueva (hoy Av. Hidalgo), llegaron a la Casa de la Condesa donde pronunciaron discursos el Dip. Cayetano Munguía por el Congreso, el señor José Bejarano a nombre del Ayuntamiento y el Profesor José Hidalgo de Ortega, Director de la Escuela. Este plantel continuó funcionando hasta el año de 1835, cuando las tropas de Santa Anna se adueñaron de Zacatecas y en un absurdo afán de acabar con toda señal de progreso, no sólo saquearon su riqueza sino que también clausuraron este símbolo de adelanto pedagógico. Posteriormente, los herederos de los Condes legaron la propiedad a particulares y así se fue fraccionando y los nuevos propietarios lo dedicaron a diferentes usos; terminal de auto
buses, restaurante, funeraria, comercios, etc., con lo cual perdió parte de su señorío pero continuó manteniéndose firme y seguro hasta la fecha, en que se está reparando y acondicionando como establecimiento de alimentación y hospedaje. Con motivo de la ejecución de las Leyes de Reforma en el Estado de Zacatecas, el Congreso dispuso que en la rinconada de Villarreal se abriera una calle que comunicara la citada plaza con la calle de la Condesa, a la cual debería llamarse Calle de la Exclaustración. ANTIGUO COLEGIO DE LOS MIL ANGELES En el costado sur de la Plaza de Villarreal, en el terreno cedido a D. Juan Villarreal por el Convento de San Juan de Dios, establecieron su residencia el Cap. D. Juan Castoreña y Ursúa y Dña. Teresa Villarreal y Miranda, padres del ilustre zacatecano Dr. Juan Ignacio María de Castoreña y Ursúa, quien entre sus muchos méritos tuvo el de ser Rector de la Real y Pontificia Universidad de México, Obispo de Mérida y Primer periodista de América Latina, al publicar la Gaceta de México, en 1722. Sin embargo, todos estos títulos no hubieran sido necesarios para que en Zacatecas se conservara con orgullo su memoria, pues además de sus generosas donaciones para obras públicas, tuvo el acierto de fundar y dotar a sus expensas el Colegio de los Mil Ángeles Custodios de María, para niñas, el cual se inauguró el día 24 de febrero de 1722, con toda la solemnidad que entonces se acostumbraba y ante la presencia de los Oidores de la Real Audiencia de la Nueva España D. Juan de Olivan y D. Tristán Manuel de Rivadeneyra; recibió el nombramiento de Capellán el Br. D, Miguel Bermúdez, quien tuvo a su cargo el festejo de vísperas que consistió en fuegos de artificio, iluminación por medio de luminarias y ornamentación de los edificios vecinos. Desde el año de 1720 el Or. Castoreña solicitó las licencias necesarias para la ejecución de esta obra, las cuales le fueron concedidas hasta el 23 de diciembre de 1721, con lo cual se inició la adaptación de la casa que le vio nacer y que hoy es conocida como Vecindad de Villarreal. La preocupación del fundador del Colegio no terminó con la ceremonia de inauguración, ya que se dio cuenta de que el edificio era insuficiente para albergar el número de alumnas que llegaba a 25, por lo que empezó a gestionar la adquisición de nuevos solares o de otras casas y por medio del Br. Bermúdez, solicitó y obtuvo en 1723, que el Cabildo le hiciera donación del callejón que se encuentra a espaldas, el cual desde entonces se conoce con el nombre de Callejón del Colegio, siendo notorio el hecho de que a pesar de pertenecería nunca lo fincó y sólo lo utilizó para uso de la puerta trasera. En 1726, el mismo BR. Bermúdez compró en 800 pesos dos casas al convento de San Juan de Dios, las cuales estaban hacia el poniente del Colegio, y otras dos hacia el oriente, a Pedro Rentería, en la cantidad de 370 pesos. Con estas nuevas adquisiciones, la superficie que llegó a ocupar el Colegio fue notable, pues por el poniente llegaba hasta la calle de la Carnicería (hoy Av. Rayón) y por el oriente hasta los términos de la plaza en la calle que lleva a la plazuela de Zamora; por el sur, hasta el callejón del Colegio (hoy Juventino Rosas) y por el norte hasta la plaza de Villarreal. En 1732, cuando tenía todo dispuesto para trasladarse a la ciudad de Marida a hacerse cargo del Obispado de Yucatán, hizo donación al Colegio de todas sus pertenencias para el sustento de las colegialas y el adorno de la Iglesia del mismo, con lo cual se convirtió en una de las instituciones educativas mejor dotadas del país.
Es comprensible que contando con estos recursos, el Colegio continuara cumpliendo su cometido y los administra dores procuraran mantenerlo con el decoro merecido, por lo cual al notar que el templo se encontraba en malas condiciones y era incómodo, se procedió a reconstruirlo, culminando los trabajos con la solemne dedicación que tuvo lugar el 10 de agosto de 1778. El establecimiento siguió prestando sus útiles servicios a las niñas de Zacatecas durante muchos años más aún en la época independiente aunque ya con una nueva orientación; también le tocó sufrir los efectos de la rapiña de Antonio López de Santa Anna y cuando en 1859, el 14 de abril, el Gobierno decidió clausurarlo, sólo se encontraron, de acuerdo con el inventario que se levantó, algunas mesas, bancas y estantes completamente deteriorados. Por último, en mayo de 1862, el Gobierno vendió el edificio al señor D. Guillermo Lidner, el cual procedió a desmembrarlo vendiéndolo a su vez a varios particulares que le dieron diferentes destinos, quedando el edificio original convertido en la actual Vecindad de Villarreal. ANTIGUO COLEGIO TERESIANO En el costado oriente de la plazuela que lleva su nombre, en el lugar que hoy ocupa el Hotel Victoria, el Cap. D. José de Villarreal Gutiérrez del Castillo levantó su residencia hacia mediados del siglo XVII, la que como todas las construcciones de su tiempo, era de dos plantas, con amplio corral y huerto, y con su frente hacia el poniente. Es probable que este edificio llegara a formar parte de las pertenencias del Colegio de Niñas, ya que todas las que fueron propiedad del Dr. Castoreña y Ursua por herencia o legado, también quedaron comprendidas en la donación que hizo a dicho establecimiento. En las últimas décadas del siglo XIX, Zacatecas disfrutaba de una bonancible situación económica gracias al desarrollo del comercio y al auge de la minería, lo que originó la existencia de fuertes capitales cuyos poseedores veían con preocupación lo que para ellos significaba un problema: la carencia de un establecimiento que atendiera a la educación de las niñas y señoritas de sus familias, por no considerar adecuada la que se impartía en los planteles oficiales, cosa que no pasaba de ser una consideración muy particular, puesto que Zacate cas se encontraba entre los Estados que tenían mejor organiza da la educación y contaba con una Escuela Normal para Señoritas. De acuerdo con su criterio y contando con el apoyo de las autoridades eclesiásticas, se procedió a contrataren España un grupo de profesoras de los Colegios Teresianos de aquel país, así como a realizar las adaptaciones necesarias para convertir la finca en Colegio. Después de cumplidas estas tareas previas, todo quedó listo para la inauguración de lo que, dentro de un sector de la población se consideraba como una gran mejora, que llevaría el nombre de "Colegio Teresiano de María Santísima de Guadalupe". La ceremonia se realizó el día 12 de enero de 1895 en un ambiente de alegría y optimismo, con la presencia del Cabildo Eclesiástico de la ciudad y las familias más distinguidas por su posición económica y social, que se dieron cita en el amplio patio central cuyos arcos fueron cubiertos con flores y lámparas de luz para la iluminación, ya que la ceremonia se realizó a partir de las 6 y media de la tarde. Como parte de los eventos, se desarrolló un festival artístico cuyos números estuvieron a cargo de distinguidos artistas locales entre los que sobresalieron las hermanas María y Herlinda Villalpando, el joven violinista Aurelio Elías y, desde luego, la orquesta que dirigía el maestro Fernando Villalpando.
El discurso principal estuvo a cargo del reconocido orador Lie. Francisco Llamas Noriega, quien se dirigió a los concurrentes para hacer notar la importancia de que la educación de la mujer se realizara en un ambiente cristiano. Finalmente, el Obispo Fr. Buenaventura Portillo y Tejada hizo uso de la palabra para dar a conocer a les asistentes la satisfacción que la Iglesia sentía por el establecimiento del Colegio y a la vez enviarles su felicitación por el empeño que pusieron en la realización de esta obra. En la ciudad de Zacatecas siempre se consideró un espectáculo agradable la presencia de las jóvenes alumnas del Colegio, cuando con sus impecables uniformes y en disciplinada formación, paseaban por las calles o por la Alameda. Algunas de estas alumnas, provenientes de otras ciudades, estaban en calidad de internas bajo la vigilante mirada de las monjas Teresianas que no siempre era muy efectiva, pues la audacia de la juventud se imponía. Durante varios años prestó servicios a la ciudad cumpliendo su cometido en beneficio de la juventud femenina de una clase social determinada que tenía como un sello de distinción el pertenecer al alumnado de ese Colegio. A pesar de las difíciles circunstancias que atravesó Zaca tecas en los tiempos revolucionarios, es notorio que tanto el Colegio como sus alumnas fueron respetados y continuó funcionando casi normalmente hasta que se estabilizó la situación. También es de hacer notar que en unos tiempos de pobreza como fueron los que siguieron a la Revolución, pudo funcionar este Colegio, hasta que con motivo de nuevos enfrentamientos entre el clero y las autoridades civiles, en Zacatecas se procedió a investigar acerca de los fondos, programas y condiciones de estudio que había en este Colegio y después de hacerlo, se llegó a la conclusión de que los trabajos se llevaban a cabo dentro de un régimen conventual y que la propiedad del edificio fue mediante una venta simulada que permitió que éste continuara perteneciendo al clero. Con estas bases, la Secretaría de Gobernación, cumpliendo con lo dispuesto en la Constitución, con fecha 16 de febrero de 1926 ordenó su clausura. Posteriormente pasó a ser propiedad particular y se convirtió en un establecimiento de hospedaje al que se le dio el nombre de "Hotel Victoria", con el que se conoce hasta la fecha la finca, aunque ya no desempeña esa función; muchas de las piezas del piso bajo se encuentran convertidas en comercios y a pesar de esto, el edificio no pierde su majestuosidad. RECTORIA DE LA UAZ En el costado poniente de la plaza de la Carne se levanta un magnífico edificio, el cual albergó durante muchos años a las oficinas de la Jefatura Política y del Ayuntamiento de la Capital, hasta 1967 en que se permutó por el de la Fábrica para establecer en éste la Presidencia Municipal de la Capital. Originalmente este terreno estuvo ocupado por un edificio de mala construcción que perteneció al Pbro. Ramón Jiménez y a la muerte de éste pasó a poder de su pariente Dña. María del Rosario Concha, la que a su vez la vendió a D. Atanasio Mitre, vecino connotado de Zacatecas. En 1862, el distinguido hombre de negocios Juan Arteaga, de conocidas tendencias liberales y por lo mismo preocupa do por el bienestar de sus paisanos y la dignidad de la autoridad, ocupaba el cargo de Jefe Político del Partido de la Capi tal, por lo cual era a la vez Presidente de la H. Asamblea Municipal.
Comprendió la necesidad de que las autoridades municipales contaran con un edificio propio y digno, por lo cual entró en tratos con el Sr. Mitre para que le vendiera las ruinas que acababa de comprar a la Sra. Concha, llegando a un acuerdo y el primero de septiembre del año mencionado se extendió la escritura correspondiente a favor del Municipio. A pesar de que las intenciones del señor Juan Arteaga eran las de construir un edificio para la Jefatura y Asamblea Municipal que representaba, las necesidades de la guerra contra los invasores franceses y después contra las fuerzas imperialistas le impidió realizar esta obra. En febrero de 1864 se establecen en Zacatecas las autoridades francesas y se extiende nombramiento de Presidente del Ayuntamiento al mismo señor Arteaga, quien al poco tiempo renunció al cargo porque su formación no le permitía estar de acuerdo con el nuevo sistema y para justificarse puso como pretexto la necesidad de atender a sus negocios. Por fortuna para Zacatecas, las autoridades imperialistas tuvieron el acierto de nombrar como Subprefecto Político al señor José María Miranda, quien se preocupó por mejorar las condiciones físicas de la ciudad, para lo cual mandó construir, en uno de los costados del edificio del Mercado de Carnes, la Cárcel para Mujeres, la cual fue bendecida el 19 de octubre de 1865 por el Canónigo Félix Palomino. Poco tiempo después de esta ceremonia, dispuso la construcción de lo que sería Palacio Municipal, en la planta alta del Mercado de Carnes y al concluirla, se llevó a cabo la bendición que corrió a cargo de D. Ignacio Mateo Guerra, Obispo de Zacatecas. Dicho edificio contaba con la amplitud suficiente para dar acomodo a todas las oficinas municipales y además tenía dos grandes salones, uno de los cuales serviría como Sala de Cabildos y el otro estaba destinado para establecer un museo donde tendría cabida la producción artística de los zacatecanos y se procuraría mantener una exposición permanente de minería. A partir de ese día 8 de julio de 1866, los negocios municipales se ventilaron en ese edificio el cual tuvo que soportar diversos saqueos e incendios durante la ocupación de la ciudad por las fuerzas contendientes, destacando entre todas la de ANTIGUA ESCUELA NORMAL PARA PROFESORES (ESCUELA GOMEZ FARIAS) Este edificio queda encuadrado en la antigua Plazuela de Maíz porque en su destino original como Convento Hospital de San Juan de Dios la cerraba por su costado sur, aun cuando en la actualidad da la apariencia de estar completamente separado de ella. Se empezó a construir por 1612 para residencia del O den de San Juan de Dios, que había celebrada convenio con i Corregidor D. Juan de Guzmán, para establecer y atender u hospital en Zacatecas, bajo la condición de que el patronato : fundara en la Ciudad, que se atendiera a todos los enferme pobres, contar con el número suficiente de religiosos y que licencia que se obtuviera no fuera para fundación sino pa traslación del que había en el Convento de los Dominicos y e el cual moraron los juaninos los primeros cuatro años de ¡ permanencia en la ciudad. La venida de los juaninos se motivó desde 1608 cuaru se encontraba en Zacatecas Fr. Alonso Pérez pidiendo limosina para el convento de Guadalajara; las autoridades y poblador de la ciudad solicitaron al P. Pérez que fundara un hospital, lo que le estimuló tanto que se dio a la tarea de lograrlo ese mismo año, que fue cuando llegó el primer grupo que como se dijo se estableció en el hospital de la Santa Veracruz, como se llamaba el que había en Santo Domingo. La incomodidad en que vivían y trabajaban, hizo que los juaninos buscaran un lugar apropiado para construir su propio edificio, pues ya contaban con la
simpatía de varios persona les que ofrecieron los medios necesarios para la edificación siendo el principal de ellos uno cuyo nombre se mantiene en el anonimato y sólo se sabe que llegó a profesar y a dirigir el Convento Hospital de Zacatecas, donde se le conoció como Fr. Mateo de Jesús, y fue el donador del terreno para la construcción. Se trasladaron a su nueva residencia que encontraron en muy malas condiciones, tal vez porque los recursos de que dispusieron no fueron suficientes para más, o tal vez porque las limosnas que recibían las dedicaban íntegramente "para la cura y sustento de los pobres de nuestro Padre San Juan de Dios". Por tal motivo, en 1693 se llevaron a cabo algunas reparaciones menores y se prestó atención a la reconstrucción del modesto templo que tenían, que tenía su puerta hacia la Calle de San Juan de Dios Viejo (hoy Av. Hidalgo) mientras que el Hospital miraba hacia la Calle del Gorrero (hoy Av. Juárez). No fue sino hasta principios del siglo XVIII, cuando Fr. Antonio Rodríguez Lupercio se echó a cuestas la reconstrucción del edificio, sin contar con mayores recursos que con la fe en los beneficios que traería a los enfermos, ya que en las condiciones en que se encontraba, era casi imposible que recuperaran la salud. Gracias a su entusiasmo contagioso, logró que en los mo mentos más comprometidos, cuando amenazaba suspensión de la obra por falta de recursos, encontrar el apoyo de distinguidos personajes que hacían sus aportaciones en el momento oportuno, por lo que se conservaron en la memoria de los juaninos y sus "pobres enfermos", los nombres de D. Ignacio Bernárdez (protector de los franciscanos de Guadalupe) o de Dña. Manuela Altamirano Bravo de Castilla (hija del Conde de Santa Rosa), junto con otros muchos. En esta forma, que los cronistas de esa tiempo atribuyeron a milagro, se pudo terminar felizmente la obra, la cual fue solemnemente dedicada en febrero de 1718 y a partir de en tonces siguió prestando sus servicios a los enfermos, hasta el año de 1785 en que por la permuta del Convento de Santo Domingo por el de los jesuítas, así como por el incendio del Convento de La Merced (que estaba donde hoy se encuentra la Escuela Enrique Estrada), los juaninos se trasladaron al de los dominicos. A partir de entonces el edificio continuó ejerciendo su función monacal hasta la exclaustración, después de la cual la adquirió el Gral. González Ortega quien la convirtió en vecindad, que como se dijo, comprendía toda la manzana. En 1896 el Gobierno del Estado que presidía el Gral. Jesús Aréchiga, rentó a la señora María Sánchez Román viuda de Ortega la parte que correspondía al templo y a los claustros propiamente dichos, para dedicarlo a Escuela Normal para Profesoras, debido a que por su ubicación ofrecía grandes ventajas a este nuevo destino. Los frutos que se obtuvieron fueron tantos, que en 1904 el Gobernador Pankhurst celebró contrato de compraventa del inmueble con la testamentaría del Gral. González Ortega la cual mostró tan buena disposición que aceptó venderlo en la cantidad de $ 30,000.00, cubiertos en tres exhibiciones. El año de 1914, cuando ya era inminente el asalto a la ciudad por las tropas revolucionarias, se estableció en el edificio un hospital de sangre para atender a los heridos sin importar bajo qué banderas luchaban, con un espíritu altamente humanitario que latía en el corazón de su Directora, Profra. Beatriz González Ortega. El día 24 de junio fue escenario de un hecho que merece pasar a la historia, no como un acto heroico, sino como la postura firme y decidida de quienes están dispuestos a cumplir con lo que consideraron su deber, entre ellos el Dr. Guillermo López de Lara, la Profra. Beatriz González Ortega y el siempre bien recordado D. Paquito Aguilar y Drizar.
Los eternos granjeadores de los vencedores, informaron al Gral. Villa que en el Hospital establecido en la Escuela Normal se ocultaban algunos oficiales federales que se hacían pasar como heridos, lo que hizo que el Centauro del Norte montara en cólera y exigiera la entrega de los presuntos protegidos y al recibir rotunda negativa tanto del Dr. López de Lara como de la Profra. González Ortega, ordenó que se les fusilara sentencia que no se cumplió gracias a la intervención de un ciudadano zacatecano distinguido: don Eulafio Robles. A partir de 1920, cuando gobernaba el Dr. Donato More no, el edificio albergó definitivamente a la Escuela Normal Mixta, hasta el día l° de enero de 1934 en que se suprimió para atender debidamente a la Escuela Normal Rural de San Marcos, Zac., disposición dictada por el Gobernador Gral. Matias Ramos Santos. El año siguiente, después de algunos trabajos de adaptación, fue destinado como Casa del Obrero, destino que cum plió "hasta el año de 1940, en que el Congreso lanzó dos decretos, uno restableciendo la Escuela Normal Mixta, el otro, auto rizando una ampliación del presupuesto para la adaptación y acondicionamiento del edificio. El lo. de mayo de 1940, bajo la dirección del Profr. Luis de la Fuente se iniciaron los trabajos de este nuevo ciclo de la Escuela Normal, en el ex-convento de La Merced, traba jos que se prolongaron hasta 1950, cuando se traslada a su nuevo edificio ya con el nombre de Escuela Normal Manuel Avila Camacho. El edificio de la Normal en la década 1940-1950, se extendía bastante, ya que además de los salones de clases para Secundaría y Profesional, tenía los destinados a la primaria anexa en la planta baja y su Jardín de Niños anexo, que tenía la entrada por la Av. Juárez, donde hoy se levanta el edificio comercial Plaza Juárez. Por lo que se refiere a su actual destino, continúa siendo en favor de la educación, ya que como se dijo anteriormente, en él se encuentra funcionando el Centro Escolar Valentín Gómez Parías que a pesar de los obstáculos que ha tenido que vencer, continúa conservando el prestigio que alcanzó desde hace ciento treinta años, en plena dictadura santanista. stamente olvidados: el poeta, escritor y político freníllense D. Severo Cosío, quien en 1863 desempeñaba interinamente el cargo de Gobernador del Estado y a pesar de tener que aten der con urgencia a los requerimientos de la guerra contra los invasores franceses, nunca dejó de preocuparse por el bienestar de los ciudadanos que, alejados de las trincheras, tuvieron tanta participación en la defensa de la Patria como los que empuñaban las armas. Hombre culto, comprendió que las tareas educativas no debían ser orientadas exclusivamente hacia la niñez y la juventud, sino que también debía tomarse en cuenta a la población adulta, para que ésta estuviera consciente del im portante papel que jugaba en la solución de los problemas sociales. Por esa razón, después de acondicionar el edificio de la Santa Escuela, el día 5 de mayo de 1863, acompañado por el Lie. Bibiano Beltrán inauguró la primera Escuela para Adultos que hubo en el Estado, la cual puso bajo la Dirección del señor Antonio Ignacio Borrego. Las parciales derrotas que sufrieron los ejércitos republi canos a manos de los invasores y de los malos mexicanos, hizo posible que para el siguiente año la mayor parte del país se encontrara dominada y lista para variar la forma de gobierno que con tanto ahínco defendieran los mexicanos y establecer el sueño dorado de una ridicula minoría: la monarquía. Por esta razón el naciente establecimiento no pudo prosperar y tuvo que aplazarse su funcionamiento hasta el año de 1867, cuando restablecido el orden constitucional, el Lie. y
Gral. Miguel Auza, Gobernador del Estado, comisionó al señor Severo Cosío para que presidiera en su nombre la apertura de cursos de la Escuela para Adultos, la cual tuvo lugar el do mingo 14 de julio de 1867. Los frutos que se obtuvieron debieron ser bastante satisfactorios, ya que poco tiempo después se decidió incorporar estos estudios a los planes de las autoridades educativas, que decidieron en primer lugar, atender a los dos sexos y en segundo, que las clases tuvieran lugar en los establecimientos escolares existentes y así la de Mujeres pasó al de la "Gabino Barreda" y la de Hombres al del Portal de la Fábrica. Después de una serie de cambios de propietarios, lo que implicó también el cambio de destinos, el Gobierno del Estado decidió venderlo, de acuerdo con su decreto de 19 de septiembre de 1904, por lo que un grupo de ciudadanos apoyado; por el Obispado, lo adquirió en la cantidad de $ 12,071.00 para dedicarlo nuevamente al culto cristiano. En cuanto tuvieron en su poder la escritura que acreditad la propiedad, se procedió a la reparación, la que se confió al maestro Dámaso Muñetón, persona reconocida por su capaci dad como constructor, ya que fue el que terminó la torre norte de Catedral. Lo primero que hizo D. Dámaso fue terminar con la humedad del presbiterio, para lo cual se compró un terreno donde se estancaban las aguas y era la causa de dicha humedad. Una vez terminada esta obra de protección se procedió al arreglo del interior, lo que se hizo con tanto entusiasmo que para el año de 1906 ya estuvo listo para la nueva dedicación. En un acto solemne que tuvo lugar el día 11 de noviembre de 1906, bajo el nombre de "Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús", la iglesia que muchos aún conocen como la Santa Escuela, abrió de nuevo sus puertas al culto católico, reincorporándose asi' a su función original, siendo su interior una muestra de la habilidad artística de los cantereros zacatecanos, dignos herederos del modesto Dámaso Muñetón. ACUEDUCTO Hacia el costado oriente de este parque, se levanta el acueducto que durante muchos años sirvió para llevar el agua a la que entonces era la parte sur de la ciudad, para desembocar en la pila recibidora de la plazuela de Villarreal. En torno a esta obra, de indiscutible valor arquitectónico para no hablar del valor social, construido en un período de transición que va de los últimos años de la dominación española a los primeros gobiernos constitucionales de Zacatecas, se ha mezclado la tradición y leyenda con la historia, sobre todo en lo que se refiere a su origen. En cuanto a las primeras, se dice que a fines del siglo pasado la Diputación de Minería contaba con un fondo de poco más de $ 80,000.00, del cual quiso hacer uso el Intendente, a lo cual se opusieron terminantemente los mineros zacatecanos quienes entablaron un litigio que al no poder ser resuelto por las autoridades locales ni por la Audiencia de Guadalajara, pasó a la de México, la cual pensó que la mejor forma de suspender ese enfrentamiento, era aplicar los fondos a una obra de beneficio social y se decidió construir un acueducto que permitiera traer agua a la ciudad. Para vencer los desniveles del suelo, fue necesario construir la maciza y hermosa arquería que conducía el líquido hasta el sitio donde hoy se encuentra colocado el monumento ecuestre dedicado al Gral. González Ortega y de ahí continuaba el acueducto por sobre las azoteas de las fincas hasta llegar a la pila que, de acuerdo también con la tradición fue construida por la Condesa de San Mateo. Al abrirse la prolongación de la Avenida Hidalgo para comunicar el centro de la ciudad con la Estación del Ferro carril, atravesando por la Colonia de la Sierra de Auca, la comisión
encargada de la realización de esta obra consideró que esta arquería sería un magnífico motivo ornamental y un monumento histórico que debía conservarse, por lo que procedió a reforzarlo por medio de 6 arcos botareles de mampostería, de construcción similar a la de los arcos originales, algunos de los cuales que amenazaban derruirse fueron debidamente apuntalados, lo mismo que las columnas de sustentación. MONUMENTO AL GRAL. JESÚS GONZÁLEZ ORTEGA Para mayor ornamentación del parque Gral. Enrique Estrada y rematar dignamente la arquería, se construyó un conjunto donde quedó colocado el monumento ecuestre que la ciudadanía y el gobierno de Zacatecas dedicaron al héroe de la Reforma, Gral. Jesús González Ortega, a fines del siglo pasado, instalándolo en la antigua calle deT acuba. El Gral. Jesús González Ortega, nacido en la hacienda de San Mateo, del municipio de Valparaíso, Zac., fue un decidido defensor de los principios liberales y del sistema republicano; su carisma le hizo convertirse en el ¡efe indiscutido del pueblo mexicano levantado en armas para defender sus principios y su integridad territorial. Fue precisamente debido al apoyo del pueblo, que logró derrotar a los conservadores en la batalla de Calpulalpan y dar ejemplo al mundo de lealtad a las instituciones en la defensa de Puebla durante la intervención francesa, lo que le valió la envidia de muchos de los que rodeaban a Benito Juárez y que ambicionaban sucederle en el poder. Su espíritu legalista le llevó a reclamar a Juárez su perma nencia ilegal como Presidente de la República, a lo que éste contestó declarándolo sujeto a proceso por diferentes delitos, manteniéndolo prisionero sin formarle causa ni hacerle compa recer ante sus jueces. Sus últimos años los pasó en la ciudad de Saltillo, Coah., que le acogió amorosamente como una víctima más de la tiranía, hasta su muerte ocurrida en febrero de 1881, pocos días después de que, oficialmente, el Presidente Manuel Gon zález le reconoció sus méritos y su grado de General del Ejército Mexicano. El recuerdo del llamado "Tinterillo de la Reforma" se mantuvo en el alma de los zacatecanos, cuyos representantes en el Congreso local lanzaron el decreto de fecha 21 de octu bre de 1893, por medio del cual se declaran día de fiesta civil el 22 de diciembre (por el triunfo de Calpulalpan en 1860) y día de duelo estatal el 28 de febrero (fecha de su falleci miento en 1881) y se faculta al Ejecutivo para "que gaste la cantidad que sea necesaria, en la construcción y colocación de una estatua ecuestre que represente la figura insigne del mencionado General..." El Gobernador Aréchiga se dispuso a cumplir la voluntad del pueblo y encomendó la obra al magnífico escultor de Aguascalientes Jesús M. Contreras, quien la realizó en su Fundición Artística, con un costo un poco mayor a los $ 23,000.00 y es una de las mejores en su género. Después de los trabajos preliminares para la colocación del monumento, en la antigua Calle de Tacuba (que por dis posición del mismo Decreto pasó a llamarse González Orte ga) el día 15 de mayo de 1898 tuvo lugar la develación y en el programa se incluyó la entrega de premios obtenidos por los zacatecanos en la Exposición Universal Colombina celebrada en Chicago, Illinois, U.S.A., el lo. de mayo de 1893. En el desarrollo de este programa, presidido por el Go bernador interino, Lie. Pedro F. Navarrete, el Juez de lo Civil de la ciudad capital, Lie. Leonardo S. Viramontes, leyó su poesía "Hossana", en la cual hace un análisis de la conduc ta de González Ortega y de la ingratitud de que fue objeto. para terminar con la siguiente cuarteta: "Ya no hay más que
una estatua y un custodio./ Ni saña impura ni hálitos que espantan./ Porque la infamia y la traición y el odio,/ se hicie ron pedestal... y te levantan". Por espacio de poco más de cincuenta años permaneció este monumento erguido en el sitio en que se le instaló origi nalmente como un recuerdo del primer momento en que atrajo a su lado al pueblo para luchar contra los enemigos (hoy se levanta ahí la Fuente de los Faroles) siendo objeto de atención y cuidados de parte de las autoridades y del respeto del pue blo, hasta el mes de julio de 1949 en que se le trasladó al Parque Gral. Enrique Estrada para colocarlo en el ángulo noreste, con el frente hacia el oriente, como si se mantuviera vigilante contra cualquier peligro que amenace a su querido Zacatecas. MUSEO FRANCISCO GOITIA En el proyecto de construcción de la Colonia Residencial de la Sierra de Auca, se contempló la edificación de una casa que sirviera de residencia a los Gobernadores del Estado, con lo cual se pensaba dar mayor categoría al cargo, aunque no a las personas que lo desempeñaban. Asi nació ese magnífico edificio, con amplios patios cubiertos por jardines muy bien cuidados con sus fuentes y protegidos por una balaustrada de fierro y cantera, que le dar un aspecto de palacete francés de la época de los Luises con sus dos plantas y sus techos de dos aguas, sus amplio salones y en fin, un maravilloso conjunto que sirvió comí residencia a los Gobernadores. En la década de los sesenta se decidió dedicarla a comedor estudiantil y Casa del Pueblo, lo que ocasionó su deterior( a tal grado que en poco tiempo perdió todo su señorío, por el descuido y mal uso de sus instalaciones lo fueron destruye: do, hasta que se pensó en rescatarlo y darle un destino m apropiado a su tipo de construcción y poder mostrarlo corr un orgullo más de la Ciudad. Después de someterlo a una serie de reparaciones y adap taciones, se instaló en él el Museo Francisco Goitia, el cual está compuesto por algunas de las principales obras del maes tro fesnillense, así como de parte de la producción de los artis tas zacatecanos Julio Ruelas, Felguérez, Kuri Breña y los hermanos Coronel. Además, en sus espaciosas salas se presentan constante mente varios eventos artísticos, conferencias, exposiciones, conciertos musicales y todo tipo de eventos culturales y socia les que han contado con la aceptación de la ciudadanía zacatecana. EL CERRO DE LA BUFA Este cerro, al que por su forma singular los españoles dieron el nombre de Bufa, palabra que en la lengua vasca sig nifica "vejiga de cerdo", desde su origen estuvo destinado a desempeñar un papel preponderante en la vida de Zacatecas. En los tiempos prehispánicos sirvió como estancia tempo ral para los nómadas zacatécos, quienes encontraron en él las condiciones propicias para su forma de vida: por su altura v ubicación aislada les ofrecía una fortaleza casi inexpugnable que les garantizaba seguridad; la existencia de manantiales rodeando al cerro les aseguraba del vital líquido y sobre todo por estar cubierto de espesa vegetación donde abundaba la caza, su principal fuente de abastecimiento de alimentos, le convertían en un sitio ideal para habitar durante la tempoPara confirmar lo anterior, recordemos que uno de los más distinguidos agustinos Fr. Francisco de Acosta, ingresó a la Orden por los remordimientos que le causaba el haber
dado muerte a un amigo, al cual confundió con un venado, cuando andaba de cacería en el cerro de la Bufa. Este mereció la honra de figurar en la parte central del Escudo de Armas que Felipe II concedió a la ciudad, como reconocimiento a la importancia que representa para ésta y que con el tiempo se convirtió en su símbolo. Durante siglos ha sido escenario de eventos tradicionales y de acciones bélicas de trascendencia nacional; aquellos, man tienen viva la imagen de un pueblo religioso, trabajador y alegre; éstas, marcaron derroteros a nuestra Patria. OBSERVATORIO METEOROLÓGICO En el extremo poniente del cerro de la Bufa, sobre el llamado crestón chico, se levanta arrogante un pequeño edificio, como si estuviera consciente de su importancia: el Observatorio Meteorológico, cuyo origen se remonta al mes de abril de 1904 cuando el Lie. Fernando Moreno, Director del Instituto de Ciencias de Zacatecas, después de comentar con los Ingenieros Luis G. Córdova, Ambrosio Romo y José Árbol y Bonilla un proyecto para construir un edificio propio al Observatorio de la institución, se lo presentó al Gobernador del Estado, Lie. Eduardo G. Pankhurst. Este lo aceptó entusiasmado y procedió a comisionar al Ing. Córdova para que elaborara los planes y proyectos y al Ing. Alberto Carrillo para que dirigiera la obra, mientras que él gestionaba el apoyo federal que consistió en una aportación de $7,500.00. La construcción se inició en septiembre de ese mismo año de 1904 y pudo ser inaugurado el edificio el 21 de marzo de 1906, en el centenario del nacimiento del Lie. Benito Juárez, aunque por la necesidad de comprobar el funcionamiento de los instrumentos, la inauguración del servicio meteorológico tuvo lugar hasta el 1o. de diciembre de ese año, cuando el Gobernador Pankhurst hizo funcionar los aparatos registradores y anotó personalmente los datos obtenidos. Fue necesario rebajar el crestón y construir un macizo de mampostería sobre el que se levantó el Observatorio que consta de tres cuerpos: en el primero se colocaron los aparatos, conectados a los instrumentos por conductores eléctricos; en el segundo, los instrumentos meteorológicos a la sombra, a los cuales se rodeó de una circulación del aire ambiente a la vez que.se les protegió de los rayos directos del sol y de radiaciones de objetos exteriores por medio de un ingenioso sistema de persiana doble y fija; en el tercero, los instrumentos que funcionan a la intemperie. Los materiales que se utilizaron en la construcción fueron de primera clase; para la pieza, cantería labrada y ladrillo comprimido; para la tórrela, cantería labrada; para los techos, madera recubierta de láminas de fierro galvanizado. Para darle más belleza, por los lados norte y poniente de la base se construyó un pequeño jardín (convertido hoy en mirador) y se hizo plantación de árboles en los alrededores. En 1907 se colocó en la torreta un gran faro de 1 metro de diámetro, el cual era giratorio y lanzaba su haz luminoso por todos los sitios aledaños de la ciudad, lo cual fue aprovechado por los soldados federales en junio de 1914 para evitar una sorpresa nocturna de parte de las tropas de Pancho Villa. En esta forma, el edificio con destino exclusivamente científico se convirtió en un objetivo militar y la noche del 22 del mes antes citado fue destruido por la artillería villista, causando serios desperfectos tanto al edificio como a los instrumentos, lo que le dejó fuera de servicio durante muchos años, pues no fue sino hasta 1921 cuando después de reparar el
edificio y reponer los instrumentos, se puso nuevamente en funcionamiento, lo que sigue haciendo hasta nuestros días. MUSEO TOMA DE ZACATECAS El 23 de junio de 1984, al conmemorarse el LXX aniversario de la Batalla de Zacatecas, aquella acción bélica en la que las fuerzas revolucionarias dieron el golpe de gracia al ejército del usurpador Victoriano Huerta, se presentó al público la fase inicial del Museo "Toma de Zacatecas", el cual se localiza al costado norte de la Capilla del Patrocinio, en el cerro de La Bufa. En la superficie sobre la cual se levantan las instalaciones, se estableció en 1805 un Asilo, cuyo edificio fue ocupado en 1862 por la Casa de Caridad creada por disposición del Ayuntamiento, la cual se convirtió en el Hospicio de Pobres y que para 1981 daba albergue a un total de 155 personas entre adultos y niños de ambos sexos, que originaban un gasto mensual de $ 610.50 aportados por el Gobierno del Estado, el Municipio y donativos de particulares. Los asilados recibían en este establecimiento educación primaria, formación artística, se les daba oportunidad para trabajar en los diferentes talleres existentes y los niños tenían a su alcance el aprendizaje de un oficio, mientras que las mujeres se ocupaban de tareas propias de su sexo. Esta institución fue trasladada al antiguo convento de Guadalupe, Zac., quedando abandonadas las instalaciones hasta 1904, cuando al construirse el observatorio, se adaptaron en ellas dos secciones de cinco y cuatro habitaciones destina das al conserje, y al Director y empleados cuando tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo sin bajar a la ciudad, por estar realizando observaciones especiales. Hasta el momento, las instalaciones consisten en dos conjuntos separados por un pasillo cubierto que permite el paso hacia el Observatorio; el conjunto situado al lado norte, con orientación oriente-poniente, consta de recepción y sala de fotografías y maqueta; el conjunto que se ubica hacia el poniente, orientado de norte a sur, es la sala de armas; además, existe un pequeño jardín hacia el sur del primer conjunto, en el que se exhiben dos cañones de la época revolucionaria; hacia el norte de la recepción, con la cual se comunica por medio de una puerta, está un mirador adorando con un cañón y en el que se encuentra lo que fue polvorín. ANTIGUO COLEGIO DE LA COMPAÑÍA (museo Pedro Coronel) Los jesuítas llegaron por primera vez a Zacatecas el año de 1574, cuando el P. Hernando de la Concha, que estaba en Guadalajara tratando de establecer la Compañía en aquella ciudad, sabiendo la relajación de las costumbres de los habitantes de Zacatecas, aprovechó el viaje del capitán Vicente de Saldívar para trasladarse a las minas y conocer personalmente la situación y ver si era posible poner remedio. En cuanto llegó empezó a predicar y encontró eco entre los pobladores, quienes no sólo se corrigieren en parte, sino que pidieron al P. Concha que se estableciera aquí, ofreciéndole los recursos que considerara necesarios para hacerlo. El religioso no quiso comprometerse y puso como pretexto que no disponía de los frailes necesarios para las tareas que se tenían que realizar y les ofreció volver con algunos compañeros el año siguiente. Así lo hizo en la Cuaresma de 1575 y con su elocuencia logró reconciliar a los vecinos que estaban divididos por diferentes causas, principalmente de tipo económico; resolvió varios
conflictos y devolvió la paz y tranquilidad a las ricas y problemáticas Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas, pero ni en esta ocasión decidió quedarse. En 1590 y atendiendo a una petición del Obispo de Guadalajara, Fr. Domingo de Alzóla, llegaron a Zacatecas los jesuitas Pedro Mercado y Martín de Salamanca, los que fueron alojados en una casa que les sirvió de residencia y desde donde empezaron a misionar rumbo al norte y al este principalmente, así como entre algunos indígenas de la ciudad. La fundación del Colegio y Templo de la Compañía se retardó algunos años, pues tuvo lugar el año de 1616, gracias al apoyo económico que recibieron del Maestre de Campo D. Vicente Saldívar de Mendoza, hijo del capitán del mismo nombre a quien acompañara el P, Concha en su ya lejana primera visita, a lo que entonces era conocido como Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas y a la fecha había alcanzado el título de Muy Noble y Leal Ciudad. Probablemente el apego que demostró su padre a la Compañía, hizo que D. Vicente de Saldívar decidiera prestarles todo el apoyo de su condición económica, política y social, reforzada por la de su esposa Dña. Ana Temiño de Bañuelos y así, de común acuerdo, resolvieron proporcionar cien mil pesos, distribuidos en la siguiente forma: 27,400 para la construcción del Colegio, 8,000 para el templo y el resto como recursos de la comunidad, aplicados en la hacienda de Cieneguilla. Pronto empezó a rendir frutos la generosidad de los funda dores y el celo de los jesuitas, pues su talento les ganó el aprecio de la sociedad zacatecana que empezó a confiarles a sus hijos, muchos de los cuales llegaron a sobresalir no sólo en el ámbito nacional sino que su fama traspasó el océano y llegó a Europa, como fueron los casos de los padres Francisco Ramírez, Antonio Núñez de Miranda guía espiritual de Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco Pérez de Aragón dotó la fundación del Colegio Seminario que después se llamó de San Luis Gonzaga, Antonio Guillen de Castro notable teólogo y orador y Clemente Guillen de Castro misionero en Alta California entre otros. Además, supieron conservar y acrecentar el patrimonio que les legaran los fundadores y fueron dueños de varias haciendas de campo así como de fincas en las principales ciuda des del Estado. Esta sólida posición económica les permitió llevar a cabo en el corto espacio de tres años, una obra grandiosa como fue la reconstrucción del Colegio y su templo, para lo cual conta ron con el apoyo de las principales familias zacatecanas. De 1746 a 1749 según se expresa en la portada principal del templo, bajo la dirección de Fr. Ignacio Calderón, Rector del Colegio, se realizó la fábrica de estos edificios en cuyos trabajos participaron los zacatecanos, hombres y mujeres, con las aportaciones que estuvieron a su alcance, ya fuera en dinero o trabajo personal. En 1767 los jesuitas fueron expulsados del país y sus pro piedades incautarlas por las autoridades, en Zacatecas sus instalaciones permanecieron silenciosas hasta 1785 en que se abrieron para recibir a la orden dominicana que se hizo cargo de ella y estableció ahí' el Colegio de la Purísima Concepción del Orden de Predicadores. Los nuevos ocupantes del edificio continuaron en él hasta el mes de julio de 1859, cuando por causa de la Ley Penal contra Conspiradores decretada por el Gral. Jesús González Ortega, lo abandonaron en secreto, motivando la promulgación de un nuevo decreto, de acuerdo con el cual, los conventos abandonados pasaron a ser propiedad del Estado. Con anterioridad a estos sucesos, como la amplitud de las instalaciones era excesiva para el número de dominicos que había, las autoridades empezaron a utilizar parte de ellas para
hacer frente a la falta de locales donde funcionaran sus dependencias, como su taller de imprenta, para el cual se adaptaron en 1824, cuatro piezas en las que quedó instalado. El año siguiente, debido a las malas condiciones en que se encontraba la cárcel de la ciudad, el Ayuntamiento de Zacatecas solicitó permiso a los dominicos para establecer ahí la prisión, lo cual le fue concedido y poco tiempo después, comprendiendo que los medios de que disponían lo Este mismo año de 1825, al organizarse los primeros cuerpos de Milicia Cívica, el Gobierno decidió que se acondicionaran como Cuartel las piezas que hasta entonces había venido ocupando la imprenta del Estado, la cual se instaló fuera del edificio. Tal vez como un medio de arbitrarse fondos, los dominicos habían convertido una parte del costado sur del edificio en un mesón al que denominaron de San Gabriel, el cual fue adjudicado al Gobierno del Estado en 1857, en cumplimiento de la ley de desamortización de bienes de comunidades. En 1855 el Cuartel de Santo Domingo fue testigo de uno de los acontecimientos más notables del siglo XIX, cuando el Coronel de la Milicia Cívica D. Victoriano Zamora, acompaña do por otros distinguidos personajes, firmó la proclama por medio de la cual hacía saber a los zacatecanos que había llegado la hora de sacudirse la tiranía santanista adhiriéndose al Plan de Ayutla. Como se dijo con anterioridad, en julio de 1859 el convento de Santo Domingo pasó a ser propiedad del Estado debido a la oposición que manifestaron los dominicos a cumplir las Leyes de Reforma y que les llevó a abandonar su claustro. A partir de entonces, ya se pudo destinar una parte para Cuartel y la otra para Cárcel, lo que obligó a las autoridades a hacer el gasto necesario para las adaptaciones correspondientes y durante el resto del siglo XIX, ambas dependencias cumplieron satisfactoriamente su cometido, especialmente en la segunda que, desde el punto de vista social, era de mayor importancia. En cuanto a la primera, al estabilizarse el país su misión fue menos complicada y además, las autoridades reconstruyeron el viejo edificio de la Ciudadela (hoy Escuela Enrique Estrada), a donde fueron trasladados los efectivos militares. Aunque sea de una manera breve diremos que, siguiendo la inspiración de Francisco García Salinas, en la Cárcel de Santo Domingo se hizo lo posible por hacer efectiva la rehabilitación del sentenciado por medio del trabajo y de la educación, para lo cual se establecieron diferentes talleres y una escuela primaria. s religiosos eran escasos, el Ayuntamiento ofreció pagar una renta mensual de $16.00. En justicia, hay que reconocer que todas las administraciones estatales se preocuparon por estas tareas, aunque con acciones que aparecen tan sencillas como la de preocuparse en 1913 porque con motivo de la revolución no les faltara el alimento o por proporcionarles un aparato de radio para que se distrajeran, hasta llegar a la reducción de la condena por el aprovechamiento que tuvieran en la escuela. Una de las que más se preocuparon, fue la del Gral. Natera, durante la cual se atendió debidamente a la recreación y a la formación cívica de los reclusos, mediante la presentación de festivales, para lo cual se adaptó un salón como auditorio. Finalmente, después de una serie de restauraciones, el edificio se puso en servicio como museo, en el que actualmente se exhibe la colección de arte universal que pertenece al pintor zacatecano Pedro Coronel. INSTITUO DE CIENCIAS
Este edificio se localiza a un costado del Colegio de la Compañía, calle de por medio y perteneció a los Condes de San Mateo de Valparaíso Dn. Fernando de la Campa Cos y Dña. María Rosalía Dozal Madriz, el cual describen los cronistas como de 57 varas de frente y 42 de fondo, con 36 piezas "mirando su frente al Oriente y a lindes por el Sur con la que fue de los Araicos y por el Norte con el Callejón de la Carnicería" y por el poniente llegaba a la falda del Cerro, por el barrio del Pedregoso. Este edificio, como parece que era costumbre en el Conde, estuvo como propiedad de la Condesa y a la muerte de ésta, pasó a formar parte de la herencia que se conocía como "maternas", es decir, lo que correspondía a los herede ros por parte de la madre. Dña. María Rosalía falleció en noviembre de 1724 y Dn. Fernando tuvo cuidado en hacer llegar a sus hijas la parte de herencia que les correspondía por herencia de su madre, lo cual hizo en 17las casas que tenía en esta ciudad, por lo cual Dña. María Ildefonsa y Oña. Juliana Francisca Isabel de la Campa Cos se convirtieron en dueñas de la finca mencionada. Poco después de lo anterior, el Ayuntamiento de la ciudad de Zacatecas luchaba por establecer un Seminario para atender a la formación de la juventud, que por carecer de él, tenía que desplazarse a otras ciudades como Guadalajara o México para continuar los estudios superiores. El 5 de abril de 1754, el Ayuntamiento recibió un legado del P. Francisco Pérez de Aragón "a beneficio del Colegio Seminario, que para educación de niños se trata de fundar en dicha ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas". Contando con este apoyo económico, el Corregidor Joaquín de Castro y los Regidores Miguel González Escobedo y José Rodayega Dozal se dirigieron al Rey de España solicitando la autorización para fundar el Seminario y ofrecerle el Patronato del mismo. Por su parte, el P. Ignacio Calderón, Rector del Colegio de la Compañía, convencido de los beneficios que traería a la juventud la fundación del establecimiento educativo, ofreció apoyarla con la experiencia pedagógica y los maestros de la Compañía, para garantizar el éxito. Se designó al P. jesuita Fr. Javier Alejo de Orrio para que se hiciera cargo del primer problema y que era el de contar con un edificio donde establecer el Colegio Seminario, ya que la intención del Ayuntamiento y de los habitantes de Zacate cas era de que funcionara en forma independiente de la Iglesia, hasta donde fuera posible. Así fue como el P. Orrio compró a las sucesoras de los Condes de San Mateo el edificio mencionado y en él, sin contar con más autorización que la de la Audiencia de Guadalajara que entonces presidía D. José de Basarte y Lorenzana, quien prestó todo el apoyo derivado de su alta investidura empezó a funcionare) Colegio. El P. Orrio no sólo se preocupó por adquirir el edificio sino que lo más notorio de su labor consistió en excitar a los zacatecanos a que contribuyeran a la fundación y sostenimiento del Colegio, pues no quiso que, una vez contando con los31. Entre estas propiedades se encontraban fondos necesarios gracias a la donación del P. Pérez de Aragón, los habitantes de la ciudad se consideraran sin obligación hacia el establecimiento. En 1759, en el recién adaptado edificio se recibieron los primeros alumnos, sin las formalidades acostumbradas por no tener la autorización Real, para recibir los conocimientos que de muy buena voluntad les iban a impartir los religiosos de la Compañía de Jesús. Las gestiones que el Ayuntamiento realizó ante el Rey, contando siempre con el apoyo de la Audiencia de la Nueva Galicia, marchaban por buen camino y el Rey solicitó la
información complementaria en 1765, para saber mejor sobre los Reglamentos, fondos de que disponía para su sostenimiento y número de alumnos que estaba en condiciones de atender. Cuando estas gestiones estaban a punto de culminar con la autorización Real para fundar el Colegio Seminario, sobrevino la expulsión de los jesuitas en 1767, lo que hizo que se detuviera el avance logrado, pues los padres de la Compañía de Jesús en Zacatecas tenían una participación sobresaliente en el funcionamiento del Seminario, ya que eran ellos los en cargados de impartir los conocimientos y así figuraban en la solicitud del Ayuntamiento. Estos acontecimientos no desanimaron al Ayuntamiento de Zacatecas que continuó sus gestiones, siempre apoyado por la Audiencia, hasta obtener de la Junta Superior de Aplicaciones, la formalización del Colegio Seminario, mediante un acuerdo en que se marcan algunas directrices, siendo las pri cipales el que se llame Real Colegio de San Luis Gonzaga que el Rector sea un sacerdote secular, que los fondos los ad ministre el Ayuntamiento y que el Patronato se funde en e| Rey. En cuanto a la posesión del edificio, cuando los dominicos se hicieron cargo de los bienes de los jesuitas intentaron considerarlo de su propiedad y encargarse del Colegio, a lo cual se opuso terminantemente el Ayuntamiento basándose en que era propiedad de la Ciudad, la que lo adquirió por compra a particulares, lo cual reconoció la Junta Superior y ordenó a los dominicos que se lo entregaran. Salvados todos estos obstáculos, el 24 de marzo de 1786 tuvo lugar la solemne apertura, quedando integrada la planta docente en la siguiente forma: Rector Interino (por fallecimiento del titular el año anterior). El Br. Mariano Esteban de Bezanilla, Lie. José Sánchez Meza, D. José Francisco Castañeda y D. Francisco Rodríguez. La institución tuvo que luchar contra la voracidad de las autoridades, tanto de las virreinales como de las independientes, las que nunca entregaron los fondos que le correspondían por derecho, lo que no fue obstáculo para que funcionara con todo éxito, orientando la educación por nuevos rumbos olvi dándose un poco de las "inútiles discusiones teológicas". El año de 1831 el Congreso del Estado publica su Ley de Educación en la que se dispone la reorganización total de la actividad educativa en el Estado y con base en ella, el mismo Congreso decreta la supresión de las cátedras de teología y condiciona las demás al número de alumnos con que cuentan, lo que obliga al Br. Ramón Jiménez que ocupaba el puesto de Rector del Colegio a hacer entrega del edificio, muebles y útiles al Gobierno del Estado. Para reorientar los estudios suprimidos se funda en 1832 una Casa de Estudios en la Villa de Jerez, establecimiento que fue trasladado nuevamente a Zacatecas cinco años después con el nombre de "Instituto Literario del Departamento". La animadversión del Gobierno del Centro hacia el Estado de Zacatecas, las discrepancias políticas e ideológicas y la lucha armada que se derivó, dificultaron el funcionamiento de un establecimiento de tanta importancia que, incluso las autoridades imperialistas le reconocieron, al negarse a entregar el edificio al Obispo para que ahí estableciera el Seminario. Durante la lucha armada se le destinó a Hospital y sufrió el vandalismo de ambas partes, pero pudo continuar viviendo y al restablecerse el orden y la paz, tuvo un auge notable, ya bajo el nombre de Instituto Literario de García, o con los demás que ha tenido hasta llegar a convertirse en Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas, inmediato antecesor de nuestra Universidad.
Durante su larga vida ha sido objeto de una serie de modificaciones y adaptaciones de acuerdo con las necesidades de cada momento determinado, ya que además albergó a los estudiantes de las Escuelas Normales, habiéndose adaptado una parte de su costado sur para la de Profesores, con lo cual dio al antiguo Callejón de los Gallos el nombre de Callejón de Lancaster que lleva hasta la fecha. LA CATEDRAL Para atender las necesidades espirituales de los pobladores de las minas recién descubiertas, se levantó una pequeña capilla en la hacienda de San Bernabé, ubicada al norte, cerca del lugar en que se encuentra actualmente la Capilla de Bracho. El rápido incremento del número de habitantes que ocasionó el descubrimiento de ricos yacimientos argentíferos, hizo que aquella capilla resultara insuficiente, más aún cuando se tenia que atender también a la evangelización de los. indígenas, tareas que habían iniciado los franciscanos compañeros de Fr. Jerónimo de Mendoza. Por esto se pensó en construir un templo más amplio, y en un lugar más apropiado, aproximadamente por el año de 1568, pocos años después de la erección de la Parroquia para las Minas, se inició la obra. Las informaciones que tenemos nos dicen que en 1585 se terminó la torre del nuevo templo, que indudablemente se hizo en material deleznable, probablemente de adobe con techo piano de terrado, por lo cual su duración fue corta, pues ya para 1605, en la sesión del 5 de mayo, el Cabildo acordó la redificación de la Iglesia Mayor en el mismo sitio en que se encontraba, para lo cual se pensó pedir la cooperación de los vecinos, puesto que la ciudad carecía de recursos propios. En seguida se extendió nombramiento como Mayordomo de la obra a D. Pedro Gómez de Castilla, quien se puso en acción y ordenó la demolición del edificio anterior, para lo cual previamente se trasladaron las imágenes al templo de San Agustín, donde se celebraron las funciones parroquiales en tanto se realizaba la construcción del nuevo templo. El 28 de julio de 1612, se iniciaron los trabajos con la colocación de la primera piedra, lo cual estuvo a cargo del Vicario y Juez Eclesiástico de Zacatecas, D. Cristóbal de Covarrubias, quien por disposición del Obispo D. Juan Valle, pudo utilizar la cuarta parte de los fondos de las Cofradías de la ciudad, los cuales no fueron suficientes y la obra se vio detenida en muchas ocasiones, ya que hubo necesidad de que el Obispo D. Francisco de Rivera, hiciera propia la preocupación de las autoridades de Zacatecas por la terminación de la obra que se encontraba suspendida debido a que se adeudaban ciertas cantidades al encargado de la construcción, Don Antonio de Figueroa, Reunido con el Corregidor D. Juan Cervantes de Cassasús, se hizo comparecer a D, Diego De Lara, mayordomo de la obra, quien expuso que los gastos ascendían a 70 pesos semanarios, los cuales no se alcanzaban a reunir, lo que originó que fuera aumentando el adeudo a Figueroa enterado de las condicionas económicas tan deplorables por las que atravesaba la construcción del templo, convocó a mayordomos de las cofradías existentes, ante los cuales expuso lí - Danesa de que se pusiera mayor empeño en coñ-Í8 obras, tanto por las necesidades de carácter religioso, -o por el. mismo decora de la ciudad. Después de un cambio de opiniones, se acordó que ias días cooperarían con la cantidad de 1,200 anuales durante seis años, con la condición de que si se concluía antes í¡ bi se suspenderían las aportaciones. Con estos recursos, más la aplicación de un legado de 400 pesos que hizo para misas Pedro Lorenzana, se pudieron continuar las obras de la nueva Iglesia Mayor, las cuales sólo se
vieron interrumpidas en 1622 a consecuencia de un incendio que tuvo lugar en la Capilla de los Bañuelos, situada hacia el costado sur y separada por una calle, lo que impidió que afectara al nuevo edificio. Por fin, vencidos todos los obstáculos a que tuvo que enfrentarse, el nuevo templo estuvo en condiciones de recibir el Santo Sacramento y demás imágenes que se encontraban en el templo de San Agustín desde que se empezó la obra, para que el día 8 de septiembre de 1625 se llevara a cabo la solemne dedicación. A fines del siglo XVII, se pensó construir hacia el lado norte del templo parroquial una capilla dedicada al Santo Cristo de la Parroquia, para lo cual el Cabildo, después de consultarlo con la Audiencia de Guadalajara, concedió el per miso necesario y hasta donó cuatro varas de terreno del callejón que hoy conocemos como de las Campanas, lo que hizo posible que se realizara la obra, la cual se dedicó en 1707, aun cuando su torre no se terminó sino hasta 1714. Ya para este tiempo la Parroquia se encontraba en muy mal estado, por lo cual se pensó en sustituirla por un nuevo edificio, después de demoler el anterior, nombrándose mayordomo de la obra al Br. D. Miguel Bermúdez, Presbítero que desempeñaba el cargo de Teniente de Cura y al cual, en reconocimiento de sus virtudes y cualidades personales de honradez y dedicación, le fue refrendado sucesivamente hasta e! día de su muerte. Dicho primer nombramiento se extendió el 5 de octubre de 1711 y desde ese momento se dedicó a hacer acopio de recursos para realizar la obra, dándose casos en que se hicieran donaciones, tanto para la obra en sí como para continuar te Capilla del Santo Cristo. El 8 de septiembre de 1718, después de obtenidas las licencias respectivas, el Visitador de! Obispado, Marqués de Uiuapa, colocó y bendijo la primera piedra de la redificación, que desde sus principios contó con un decidido apoyo de los zacatecanos quienes en una sola ocasión reunieron más de 50,000 pesos para la obra. Sin embargo, cuando ya se había concluido, a principios de 1730, el Obispo de Guadalajara D. Nicolás Gómez de Cervantes solicitó y obtuvo las licencias necesarias para arrasar la nueva construcción, así como las Capillas del Santo Cristo y la de Nuestra Señora de los Zacatecas e iniciar la construcción de un nuevo edificio, ya de tres naves, para que fuera más de acuerdo con la importancia de la ciudad y fiel desprendimiento de sus habitantes. A pesar de que figuran varios ciudadanos distinguidos como mayordomos de la construcción del nuevo edificio, entre ellos el mismo Br. Miguel Bermúdez y D. Domingo Hernández, en justicia corresponde al Cura D. José de Rivera y Villalobos, el mérito de haber dedicado todos sus esfuerzos e influencia para lograr mayores aportaciones, y de su buen criterio y vigilancia para aplicar estas y así lograr que la obra se realizara con la mayor rapidez posible, sin descuidar la calidad. En 1736 se vieron interrumpidos los trabajos debido a que sufrió un incendio que consumió parte de lo construido y fue debido al descuido de una devota persona. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que se continuara trabajando sin suspender las funciones religiosas, pues al tener lugar la designación de la Virgen de Guadalupe como Patrona de la ciudad, la ceremonia se llevó a cabo en la Parroquia, que por carecer de techo, hizo necesario que se colocara una sombra en lugar de éste. Por fin llegó el año de 1752, y en junio, el Cabildo recibió la comunicación de los sacerdotes Rivera y Cabrera, en el sentido de que aun cuando no se terminaba la obra, los contribuyentes se mostraban impacientes por verla dedicada, por lo que se había escogido para esta ceremonia los tres días en que se celebraba la Asunción de Miaría, en el mes de
agosto, su aprobación y comisionaron al Regidor D. José de Rodayega para que hiciera saber a los gremios esta determinación. Así pues, el día mencionado, una vez que se cerraron las cúpulas, tuvo lugar la solemne ceremonia de la dedicación, la cual estuvo muy concurrida, al grado de que las tres naves se vieron llenas para escuchar el sermón de Fr. Nicolás Troncoso y atender a la celebración de la misa que cantó Fr. Nicolás de Bocanegra. Las celebraciones profanas, enmarcadas por el júbilo de los zacatecanos, consistieron en procesiones, fuegos artificia les y luminarias que mantuvieron iluminada la ciudad durante las tres noches que duraron y en las cuales tuvieron una participación principal los miembros de los diferentes gremios. La dedicación se hizo sin que estuviera totalmente concluida la obra, puesto que faltó el retablo mayor, varios colaterales, así como las torres y "el exterior de una de sus porta das", probablemente la principal, ya que esta se terminó en 1775. Una vez cumplidos los deseos de los habitantes de la ciudad, se continuó la obra, principalmente en lo que se refiere a la conclusión de la torre sur, la cual se dedicó el 5 de enero de 1782, año en que también se fundió la campana mayor, que tiene un peso de aproximadamente 617 kilogramos, la cual fue costeada por los mineros Marcelo de Anza, José de la Borda y Buenaventura Arteaga, siendo Cura de la ciudad D. José Antonio Gugarín; esta campana lleva el nombre de "María Buenaventura del Sacramento". El 22 de febrero de 1841, Fr. Francisco García Diego, Obispo de las Californias hizo la solemne consagración de la Iglesia Parroquial, contando con las autorizaciones necesarias del Gobierno Eclesiástico de Guadalajara. El último día del año de 1848 regresaron en solemne procesión las imágenes que se encontraban en el templo de Santo Domingo mientras duraron los trabajos de restauración de la cúpula que se iniciaron tres años atrás, por amenazar derrumbarse y constituir un peligro para los feligreses, lo que motivó que las funciones parroquiales se celebraran en el templo mencionado. El día 5 de junio de 1864 se erigió la Diócesis de Zacatecas y la antigua Parroquia se convirtió en Catedral, lo que motivó que se realizaran varias obras de adaptación en el interior, como la construcción del coro para los Canónigos y la terminación de los altares y el decorado en general, tareas que se realizaron en los últimos años del siglo XIX. La torre que está al costado norte del edificio quedó sus pendida en su primer cuerpo y daba una mala imagen del conjunto, por lo cual la señorita Pepita Brilanti, distinguida por su generosidad, solicitó permiso para que se terminara dicha obra ofreciendo costearla con sus propios fondos. Una vez que obtuvo el permiso, encomendó la tarea al maestro de obras y reconocido canterero D. Dámaso Muñetón, quien en el término de 6 meses la terminó de tal forma, que sólo por el distinto color de las canteras podía diferenciarse de la otra que tenía más de doscientos años de terminada. La solemne dedicación de esta torre tuvo lugar el 8 de diciembre de 1904. TEMPLO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Frente al edificio que albergara la Escuela Normal, se levanta una pequeña iglesia, que por la superficie que ocupa, no parece haber tenido mayor importancia durante su vida, que se prolonga por más de 200 años. Sin embargo, su importancia sobrepasa sus reducidos límites territoriales porque siempre ha desempeñado un papel preponderante en la vida de la sociedad zacatecana, cumpliendo su
misión esencialmente formativa, ya sea desde el punto de vista religioso o desde el educativo, actividades a que se ha dedicado durante su vida. Este edificio nace a partir del día 2 de abril de 1747, cuando los religiosos del Convento Hospital de San Juan de Dios extendieron la escritura de venta, en favor de la Santa Escuela de Cristo, de un terreno situado frente a la portería del Hospital. En cuanto tuvieron en sus manos la escritura, los miembros de la Mesa Directiva de la Santa Escuela, encabezados por el Br. Marcos Miqueo, empezaron la construcción de un Iglesia y al poco tiempo se dieron cuenta de que el espacio de que disponían era insuficiente pues se reducía a una superficie de 33 m2, por lo que empezaron a buscar la manera de ampliarlo. Nuevamente se pusieron en contacto con los religiosos juaninos y siendo propietarios de un solar que les había legado el Conde de San Mateo y que estaba situado frente al Palacio de la Condesa (en la hoy Av. Rayón), acordaron permutarlo con los juaninos por otro que éstos poseían al fondo de la construcción del templo y que estaba ocupado por dos pequeñas casas completamente deterioradas, las que se tuvieron que arrasar para ampliar el citado templo. Mientras se llevaba a cabo la edificación, la Santa Escuela de Cristo estaba fundada en la Iglesia parroquial, contando con la confirmación y aprobación de las Constituciones por el Dr. Juan Gómez de Parada, Obispo de Nueva Galicia, faltando únicamente que se le señalaran las indulgencias y jubileos correspondientes, lo que encargaron conseguir al Br. Marcos Miqueo, Director de la Santa Escuela, quien estaba por partir a Roma, donde las pediría al Papa. Terminada la construcción, el edificio prestó sus servicios en forma ininterrumpida hasta el siglo XIX, en que en cumplimiento de la Ley de Secularización de Bienes Eclesiásticos pasó a ser propiedad del Estado, que no quiso desaprovechar sus buenas condiciones y pensó en él para cumplir con una de las necesidades que se presentaban con carácter de mayor urgencia, como lo era llevar la educación a la población adulta que por diversas circunstancias no había podido asistir a las aulas. Esta idea surgió en la mente de uno de nuestros próceres inju EL OBISPADO Con este nombre se ha conocido el Convento de San Agustín, construido algunos años después que el templo, con un gran gusto arquitectónico y en cuya obra también tuvieron participación decidida notables personajes zacatecanos, como el señor D. Manuel Correa, a cuyo cargo corrió la construcción de los claustros y de la escalinata. En 1863 fue adquirido también por el Gral. González Ortega, quien lo transformó en un establecimiento de hospedaje denominado Hotel de la Plaza, el cual perteneció a los herederos del citado militar hasta el año de 1904 en que lo adquirió el Obispo de Zacatecas D. Guadalupe de Jesús Alva y Franco. En él se establecieron las oficinas episcopales y el Seminario hasta que pasó a poder del gobierno federal y se inició la restauración; una vez terminada ésta se le proporcionó nuevamente a la Iglesia para que estableciera las Oficinas diocesanas. ANTIGUO TEMPLO DE SAN AGUSTÍN Al principiar la segunda mitad del siglo XVI, los agustinos inician un movimiento de expansión hacia el norte y occidente del reino de Michoacán y penetran en la serranía zacatecana, a donde llega en 1575 Fr. Juan de San Sebastián, quien por más de dos años se dedicó a buscar un lugar apropiado para establecer el Convento de Nuestro Padre San Agustín en las Minas de Zacatecas, contando con el apoyo de Fr. Juan Adriano quien en
1576 presentó un escrito solicitando permiso para la fundación, el que al fin se les concedió. El sitio donde se les permitió establecerse es el mismo en que hoy se encuentra la restauración del templo y del convento, sitio privilegiado por su ubicación en el centro de la ciudad, donde Fr. Juan de San Sebastián trabajó incansable mente durante doce años en la construcción de un templo aunque fuera modesto. Zacatecas tuvo la fortuna de que el sucesor de Fr. Juan fuera un joven trabajador, quien durante su trienio (1587 1590) terminó el templo con todo y torre, de cal y canto causando la admiración de los zacatecanos que vieron por primera vez una construcción de este material, aunque sólo levantó los muros y quedó pendiente la bóveda, para que la terminaran sus sucesores. Pero parece que el destino quiso que fuera él precisamente quien tuviera la satisfacción de terminarlo, cosa que hizo a partir de 1596 y logró terminar el techo de bóveda, lo que le permitió dedicar sus esfuerzos a levantar el convento. A principios del siglo XVII los agustinos tuvieron la fortuna de encontrar un decidido protector en la persona del Gral. D. Agustín de Zavala, rico minero que en 1613 tomó a su cargo la construcción de una nueva Iglesia que fue dedicada el 5 de mayo de 1617 por el P. Provincial Fr. Juan Caballero y que es la que está restaurada. Los agustinos tuvieron un nuevo sistema para atender a las necesidades del culto, pues ya no se confiaron en la generosidad de algunos particulares, sino que hicieron participar al pueblo en una forma más activa a través de los gremios, los cuales además de festejar particularmente las festividades de sus Santos Patronos, tomaban parte en las de tipo comunitario. Pronto los agustinos pudieron contar con bienes propios de bastante consideración, entre ellos la Hacienda de La Pastelera, cercana a las Minas de Nieves, la que les fue cedida por Francisco Pinedo cuando éste, al quedar viudo, decidió ingresar a la orden ya bajo el nombre de Francisco de Jesús. Las generosas aportaciones de los ricos mineros zacatecanos ganados a la causa agustina por algunos Priores como Fr. Baltazar de los Reyes, quien estuvo en Zacatecas a fines del siglo XVI, lograron que en 1782 fuera la dedicación del nuevo templo debidamente mejorado, aunque sin que vanara en mucho su imagen original. Los bienes registrados en favor de los agustinos de Zacatecas, que ascendían a más de $250,000.00, así como la propiedad de varias casas en la ciudad y la Hacienda de la Pastelera, eran suficientes para hacer frente a los gastos de la Orden y también permitían que subsidiara a las Casas más pobres, siendo la de Zacatecas la única que podía darse este lujo. Además, su importancia fue tal que durante el siglo XVII sirvió como albergue al Santísimo Sacramento y otras reliquias de la Parroquia mientras ésta era reconstruida, celebrándose en él las funciones parroquiales, lo que también se hizo durante la construcción del nuevo edifico, en el siglo XVIII. Durante algún tiempo estuvo cerrado al culto cuando en 1845 lo pidió el Ayuntamiento como medida preventiva, ya que su fachada amenazaba desplomarse y esto era un peligro para los fieles y para los transeúntes que pasaban frente a este templo. Con motivo de la oposición a las Leyes de Reforma, el Gobierno del Estado se hizo cargo del edificio y en 1863 se le vendió al Gral. Jesús González Ortega, quien lo enajenó a favor de la Sociedad Presbiteriana de Misiones en la cantidad de $ 25,000.00, la cual la abrió al culto evangélico el 16 de julio de 1882, continuando ofreciendo este servicio hasta que se
inició su rescate. Parte de esta iglesia se adaptó para habitaciones y locales comerciales, y los solares anexos que durante mucho tiempo constituyeron un problema por no poderlos fincar ni cultivar, se convirtieron en la famosa vecindad de San Agustín, de gran tradición en la ciudad, ya que en sus "cuartos" tuvieron lugar muchas de las reuniones que más tarde se tradujeron en beneficio para el pueblo y sobre todo para la clase trabajadora. CAPILLA DEL PATROCINIO Como agradecimiento a la intervención de la Virgen para el asentamiento pacífico de los primeros pobladores de la ciudad, a mediados del siglo XVI y a iniciativa de los funda dores, se levantó una modesta Capilla a la Santísima Virgen, en el mismo sitio en que, según la tradición, se apareció a los zacatécos invitándolos a no pelear con los españoles. Esta capillita tuvo en un nicho una estatua de Felipe II, que fue obra del escultor Ordoñez, lo que además de ornamentarla, servía para demostrar el agradecimiento de los zacatecanos hacia el Rey que supo apreciar y favorecer a la ciudad. Desgraciadamente, la distancia a que se levantó y la ausencia de los principales promotores, hizo que las visitas a la capilla se fueran espaciando cada vez más y la falta de atención y mantenimiento la convirtieron en ruinas. En 1728, el Conde de Santiago de la Laguna, D. José de Rivera Bernárdez, llevado por su devoción a la Virgen construyó, en el mismo lugar que ocupó la anterior, una nueva capilla, que bendijo en junio el Dr. Nicolás Gómez de Cervantes, Obispo de Guadalajara y se dedicó el 21 de noviembre, en un lapso tan corto, que nos indica el interés que puso el Conde. A raíz de esta construcción, la Imagen de la Virgen que es tradición trajo consigo Diego de Ibarra, fue llevada de la Iglesia de los Remedios (que estaba donde hoy se encuentra la Escuela Enrique Estrada), a su nuevo templo y colocada en el lugar de honor. Como el sostenimiento del templo corría a cargo del Conde, a la muerte de éste y aproximadamente en 1762, el ermitaño que hacía las veces de sacristán del santuario y según la tradición "fue tentado por el demonio", después de sustraer la Imagen de la Virgen huyó hacia la ciudad pero como en el momento en que se cometió el sacrilegio empezaron a repicar las campanas de todas las iglesias sin intervención de los campaneros, lleno de terror comprendió la gravedad de su pecado y se apresuró a depositar la Imagen a las puertas de la iglesia de los Remedios. De este lugar la recogió D. Juan Modesto de Rivera Bernárdez para conducirla al oratorio de su palacio y ahí permaneció durante más de treinta años, al transcurso de los cuales, el Santuario abandonado se convirtió en refugio de maleantes y centro de inmoralidades. Esta situación causó malestar y descontento entre los zacatecanos que se apresuraron a reconstruir el Santuario, para lo cual se fijaron en la personalidad del Br. D. Mariano de Benzanilla Wiier y Campa, Rector del Real Colegio de San Luis Gonzaga, para que dirigiera la obra y con el cual se comprometieron, pueblo y autoridades, a darle todo el apoyo necesario, tanto en dinero como en materiales y jornadas de trabajo. Ante esta demostración de confianza, el P. Bezanilla no tuvo más remedio que aceptar tan delicada comisión y se dispuso a cumplirla, llevado además por su inclinación y devoción a la Virgen. El día 8 de octubre de 1790 pronunció un sermón excitando a los fieles a dar su contribución y al tercer día inició la colecta; el 8 de febrero de 1791 se empezó a labrar la cantería y en mayo comenzaron los trabajos que ya no se interrumpieron hasta fines de
enero de 1975 cuando se terminó el colateral; el costo de la obra, sin contar con las faenas personas, fue de $ 12,000.00. Después de reconocer la Capilla y encontrar que contaba con todo lo necesario, así como la licencia para la celebración de misa y administración de sacramentos, la tarde del 10 de septiembre de 1795 salió de la iglesia de La Merced una nutrida procesión que condujo a la Imagen a su Capilla, utilizando el camino que abrieron en el cerro las barretas de los miembros de los gremios. El 12 tuvo lugar la bendición a cargo del Br. Bezanilla y el día siguiente la solemne dedicación; en estos actos estuvieron presentes los padrinos Juan Antonio Perón, Fermín Apecechea, Ventura Arteaga, Manuel de Rétegui, Marcelo José de Anza y Juan J. Martín de Brihuega, descendiente de los Condes de Santiago de la Laguna. La concurrencia de fieles fue tan grande, que hubo necesidad de celebrar la misa en un altar portátil que se colocó en la puerta principal, para que todos pudieran asistir, ya que la capacidad interior de la Capilla resultó insuficiente. La alegría del pueblo se manifestó durante los días que duraron las festividades, teniendo completamente iluminada la ciudad y quemando gran cantidad de vistosos fuegos de artificio. El 11 de noviembre de ese mismo año, se restituyó la estatua del rey Felipe II totalmente restaurada y con un guion con las armas Reales y las de las ciudades realzadas, con la punta de su lanza de plata. Para evitar que se repitiera el abandono de la Capilla por falta de recursos para sostenimiento del culto, se tomaron varias medidas entre ellas la fundación de capellanías y, a iniciativa de la Condesa de Santiago de la Laguna, el establecimiento de una lotería. A partir de entonces la Capilla ha sufrido una serie de modificaciones, como la construcción de una nueva torre en 1806, el cierre de la puerta del costado sur ese mismo año, por lo cual quedó únicamente la fachada de cantera labrada con una imagen de la Inmaculada. En 1850 el capellán Octaviano Moran obtuvo permiso para construir un nuevo edificio más amplio y poder acoger en su interior mayor número de fieles, ya que según él mismo, éstos se congregaban en el atrio o cementerio, para "rezar o escuchar las instrucciones morales y religiosas". Ese mismo año se empezaron los trabajos de rebaje hacia el oriente del edificio, pero la terrible epidemia de tifo y las acciones preliminares de lo que se llamó Guerra de Reforma, impidieron que se llevara adelante el proyecto y sólo se llevó a cabo una ampliación. Las modificaciones subsiguientes fueron intrascendentes hasta llegar a 1965 cuando se construyó el mirador, se levantaron los muros que limitan el atrio, se techaron los corredores y enlosó la explanada exterior. EL TEMPLO DE LA INMACULADA (SANTO DOMINGO) Originalmente fue el templo de la Compañía de Jesús, fundado junte con el convento en 1616 de una sola nave y reconstruida ya de tres naves, en un lapso tan corto (1746-1749) que nos hace pensar que los fondos que se utilizaron pertenecieron a la misma Corporación, aunque no debemos desconocer la generosa contribución de los zacatecanos, incluyendo a las damas, quienes tuvieron a su cargo el dotarlo de todo lo que se relacionara con telas bordadas, como manteles, palios, sobrepellices, etc. La obra es toda de cantera roja de la región, fue dirigida por Fr. Ignacio Calderón y participaron con sus aportaciones en forma especial Dña. Isabel Rosa Catarina Ceballos
Villegas, Condesa de San Mateo, D. Gregorio Zumalde, D. José Joarísti, D. Tomás Aristoarena y Lanz, D. José Beltrán Barnuevo, D. Dionisio González y D. Juan Viaña, quienes además se hicieron cargo de los gastos originados por las fiestas con que se celebró su dedicación, la cual tuvo lugar el 24 de mayo de 1750. A pesar de que en marzo de 1749 tuvo lugar un pavoroso incendio que destruyó gran parte de los retablos interiores y grandes cantidades de madera y material que se tenían prepara dos para los mismos, la obra pudo ser terminada en el plazo fijado, pues parece que el siniestro estimuló a los zacatecanos para que se trabajara con mayor ahínco. Después de la expulsión de los jesuitas, fue ocupada por los dominicos el año de 1785 y éstos pusieron tanto empeño en sus tareas sacerdotales que lo convirtieron en el templo más importante de la ciudad después de la Parroquia cuyas funciones desempeñó cuando fue necesario, por ejemplo en 1845 en que ésta tuvo que reconstruirse, por lo cual los trabajos parroquiales se realizaron en aquel. En 1859 y a pesar de la exclaustración de los religiosos, el templo continuó funcionando, ahora como Parroquia aunque en forma interina, hasta que al erigirse la Catedral, se ratificó la erección de la Parroquia del Sagrario en el templo de Santo Domingo. A partir de entonces se iniciaron varias obras complementarias de acuerdo con sus nuevas funciones, entre las que podemos anotar la construcción de la rampa para llegar a la puerta que mira al oriente por la antigua Calle de la Compañía, hoy Genaro Codina.