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REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA A. EL REAL FIN DEL MUNDO Y EL JUICIO UNIVERSAL Precedencia del fin de los tiempos respecto al milenio, luego del cual sigue el fin del mundo (5)
1. LA VENIDA DE CRISTO PARA EL JUICIO UNIVERSAL
17
Un último ciclo (2) Llegada del fin del mundo tras el milenio. Vuelta de Jesús entre las nubes tal y como fue anunciado para el Juicio Final (7) Colaboración de los ángeles en la siega (2) 2. RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
23
Resurrección de todos los muertos de la historia, y juicio de todos los seres humanos en el llamado Juicio Universal (3) Transformación de todos los cuerpos para la gloria o la condenación (10) 3. JUICIO UNIVERSAL FINAL
28
Juicio de Jesús a cada uno y a la humanidad (4) Cumplimiento de la justicia divina en cada uno según su respuesta personal, sus obras y omisiones (2) Encadenamiento definitivo y total de Satanás en el Infierno (2) Fin de la vida en la tierra (1)
B. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA 1. JUICIO PARTICULAR Importancia de la conciencia acerca del tema de las postrimerías (3) La muerte según los diferentes estados del alma (5) No existe la reencarnación (6) Cada uno es juzgado de inmediato a su muerte (Juicio particular) (11)
Número, entre paréntesis, de los mensajes proféticos, bíblicos y de videntes trascritos en cada subtema
31
2. EL PURGATORIO
44 Su existencia (4) El sentido de la purificación (6) Don amoroso de Dios (4) Diversidad de niveles para diferentes grados de Purificación requerida(5) Diversidad en cuanto a la duración (2)
3. EL CIELO
55
Indescriptibilidad del paraíso celestial (8) Plenitud de perfección y vida (5) Felicidad eterna (6) Diversidad en la gloria recibida (1)
4. EL INFIERNO
64 Su existencia revelada por Jesucristo mismo (11) Realidad posterior a la vida terrenal (3) Castigo justo, libremente escogido (5) Eternidad del sufrimiento (5) Diversidad de grados de sufrimiento según merecimientos (3) Realidad del fuego (5)
DOCUMENTO ADJUNTO: EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA
81
B. LA MUERTE
95
C. EL JUICIO PARTICULAR
109
D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO FINAL
121
E. EL INFIERNO
135
F. EL CIELO
149
G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN
163
REFERENCIAS EN INTERNET SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
4
178
REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS La crisis económica mundial y sus graves consecuencias, iniciadas para el mundo a finales del 2008, muestran que entramos en un período crítico de transición en la historia de la humanidad, denominado ―los últimos tiempos‖, según múltiples profecías de origen católico, que la Virgen María pide, sean divulgadas
Hacia 1846 se inicia el ―boom‖ de las apariciones Marianas con las de La Salette, en Francia, considerada por Juan Pablo II como ―la reina de las profecías‖. Es un punto de referencia clave porque plantea ya las grandes líneas del panorama profético que desarrollarán y ampliarán las profecías en los 150 años siguientes. De 1850 a 1900 se presentan unos 15 videntes muy apreciados por la Iglesia. De 1900 a 1950 se duplica el número de las apariciones documentadas (35). Pero la explosión se presenta en estos últimos 50 años cuando se documentan 110 videntes concentrados en los últimos 25 años (75 casos).
La serie de la cual éste libro hace parte es el resultado de un estudio de las revelaciones privadas sobre estos últimos tiempos que Dios ha tenido a bien dar a distintos tipos de personas (santos, místicos y católicos del común), en los 2000 años de la historia de la Iglesia. Actualmente hay más de 1000 casos de revelaciones privadas, serias, debidamente documentadas (en su gran mayoría apariciones marianas) en estudio en las oficinas de la Congregación para la Doctrina de la Fe regentadas por el Cardenal Ratzinger antes de ascender a Papa. De estas hay cerca de 400 relativamente conocidas alrededor del mundo. El estudio se circunscribió a algo más de 200 sobre las cuales es fácil recabar información. En las siguientes páginas se ofrece un listado de ellas.
Al estudiar estas revelaciones privadas se descubrieron grandes temas recurrentes, y se agruparon según las distintas categorías. Para presentarlas se optó por separar más de 2000 citas. Paralelamente a este proceso se iba estudiando la profecía pública de la Iglesia, o sea las Sagradas Escrituras, en busca de todo cuanto tenía que ver con los temas que se iban estudiando. Así llegaron a identificarse más de 400 pasajes bíblicos proféticos. Todo lo descubierto se iba comparando con las respectivas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Gracias a estas dos comparaciones todo lo estudiado ganaba en perspectiva, comprensión y profundidad así como se iba encontrando la perfecta concordancia de todas las revelaciones privadas con la doctrina católica. Vista la claridad con que las revelaciones hablaban por sí mismas y sin necesidad de comentarios o ampliaciones humanas, se optó por preparar un marco titular a toda la obra de ordenamiento de los mensajes del cielo. Son tan claros, completos y comprensibles las revelaciones y mensajes de Jesús, de la Virgen María y de la Biblia que lo mejor para quien hace este tipo de trabajo parece ser hacerse a un lado y dejar que todos ellos obren por su cuenta.
La muestra conseguida –las 200 revelaciones privadas- representan dos milenios de profecía en los cinco continentes. Cerca de 40 de los casos son de antes de 1850. Son revelaciones hechas a Padres de la Iglesia, santos y místicos muy apreciados e incuestionados por ella. Son muy explícitos al escribir las profecías que recibieron sobre ―los últimos tiempos‖.
Introducción común a todos los libros de la serie 5
RELACIÓN DE LAS REVELACIONES PRIVADAS SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS A TRAVÉS DEL MUNDO Y DEL TIEMPO CONSIDERADAS, BASE DE LA OBRA 1938 Kerizien Juana Luisa Ramonet 1. ITALIA 410 1150 1350 1400 1665 1672 1776 1818 1837 1837 1847 1849 1872 1878 1888 1884 1901 1946 1946 1947 1947 1950 1951 1954 1960 1962 1964 1966 1968 1970 1971 1972 1972 1978 1980 1985
Roma Calabria Italia Italia Monfort Italia Gezano Roma Roma Roma Paola Italia Oria Corato Italia Roma Luca Bonata Italia Montichiari Tre Fontane San Giovanni Italia Calabria Italia Italia San Damiano Porto Estefano Italia Italia Roma Roma Milán Avezzano Bezano Oliveto Citra
San Jerónimo Gioacchino de Fiore S. Juan de la Piedra Hendida San Francisco de Paula S. Luis Grignon S Margarita Mª de Alacoque Monje Capuchino Isabel Canori-Mora Beata Ana María Taigi San Gaspar Búfalo Ven. Bernardo Mª de Clausi Sor María Adalfone Palma María Mattarelli Luisa Piccarreta San Juan Bosco León XIII Santa Gemma Galgani Adella Roncalli Sor Consolata Betrone Perina Gilli (Rosa Mística) Bruno Cornacchiola Padre Pío Teresa Musco Madre María Aiellio María Valtorta Padre André Allthoffer Rosa Quatrini Enzo Alocci Mamá Carmela Carabelli Padre Ottavio Michelini Marisa Rossi María Bordini Padre Gobbi Elena Patricia Leonardi Gema 12 niñas y centenares
2. FRANCIA 177 1093 1280 1700 1777 1789 1804 1810 1811 1826 1830 1846 1850 1858 1848 1857
Lyon Bec Francia Francia Francia Bretaña Francia Francia Lyón Namntes Rue Du Bac La Salette Francia Lourdes Comings Francia
San Ireneo San Anselmo Juan de Vatinguero La Extática de Tours Padre Nectu Juana de la Royer Hna. Marianne Abate Souffrand Ven. Magdalena Porsat Padre Albert Sauvageau Catherine Laboure Melanio y Maximina María de la Fraudais Bernardette Soubirou Bugs de Milas Ven. Maria de Bourg
1941 1972 1980 2000
Balain Dozule Galaure Francia
1401 1665 1853 1917 1927 1932 1932 1941 1945 1961 1969 1973 1980 1985 1985 1987 2001
Valencia Agreda Zaragoza Fátima Madrid Ezquiologa España Monte Umbre Condocera Garabandal España Ladeira El Escorial Madrid Palma de Mall. Barcelona España
375 1139 1874 1879 1940 1985 1985 1985 1985 1987 1987 1988
Essex, Bretaña Armach, Irlanda Liverpool Knock, Irlanda Knock, Irlanda Surrey, Ingl. Melleray, Irl. Ballinsplitte, Ir Inchigeela, Irl. Mayfield, Irl. Beesbrook,Irl. Gortnadreha,Ir.
Maria Julia Janey Madelain Marta Robin J.N.S.R.
3. ESPAÑA/PORTUGAL San Vicente Ferrer Ven. Mª de Jesús de Agreda Madre Rafols Lucía, Jacinta, José Hermano Estanislao Antonio, Andrés Bereciartua Benita Aguirre Felisa de Arrieta Marcelina Barroso y otros Conchita y tres niñas más M.F.M.B Mª Concepción Méndez H. Amparo Cuevas Leonor Muñoz Anónimo Consuelo Pequeña alma
4. GRAN BRETAÑA /IRLANDA Anónimo San Malaquías Teresa Higginson 20 personas Anónimo Patricia Ursula O`Rouke 2 mujeres 3 niños 25 grutas Sally Ann y Judy Considine Beaulah y Mark Cristina Gallager
5. ALEMANIA / AUSTRIA / SUIZA 1179 1658 1774 1862 1900 1937 1946 1949 1950 1952 1956 1960 1962 1964 1982 1985 1990
6
Alemania Birgen, Alem. Munster, Alem Tirol, Austria Alemania Heede, Alem. Marienfried Duren, Alem. Alemania Baviera, Alem. Eisenberg, Aus Alemania Alemania Friburgo,Suiza Eisenberg, Aus Suiza Munich, Alem
Santa Hildegarda Ven Bartolomé Holzhauser Ven. A. Catalina Emmerich Clara Steiner Ana Henle 4 niñas Bárbara Reuss Gertrudis Her. Adam Aschaffenburg Teresa Newman Aloisa Klettner Graf- Suter José Irlamier Anónima Aloisa Lex Vassula Ryden Josef Stockert
6. BÉLGICA / HOLANDA/SUECIA 1300 Suecia 1932 Beauraing, Bélg 1933 Banneaux, Bélg. 1940 Engghien, Bélg. 1947 Amsterdam, H 1965 Bélgica
Santa Brígida de Suecia 5 niños Marietta Beco Berta Petit Ida Perelman Margarita
1992 1992 1993 1993 1993 1993 1994
Falmouth, Ken Enfield, Connen. Belleville, Illin Cincinatti, Ohi Rochester,N.Y Akron, Ohio EmmitsburgE.U.
1531 1634 1652 1945 1945 1960 1965 1966 1975 1976 1980 1983 1983 1983 1987 1988 1988 1988 1988 1990 1997
Guadalupe, Mex. Juan Diego Quito, Ecuador M. Mariana de Jesús T. Coromoto, Ven. A indígenas Ocotlán, México Portavoz de Jesus Jalisco, Mexico Matiana Ciudad de Méx. Mercedes Jalisco, México Madre Conchita Caracas, Ven. Sandra Boscón Pururán, México Gabina Sánchez Finca Betania, V Mª Esperanza Cuapa, Nic. Bernardo Martínez Peñablanca chile Miguel Angel Poblete San Nicolás, Arg Gladys Quiroga de Motta Cali, Colombia Carmen Helena Garcés Tierra Blanca, M Elba y Zendia Ciudad de Méx. Anónimo Huatusco, Méx. 4 personas Guatemala Hermana Guadalupe Las Cajas, Ec. Patricia Talbot Pereira, Col Luz Helena Valencia Centoamérica J.S.
350 370 380 390 1878 1948 1952 1955 1963 1966 1948 1973 1974 1980 1980 1981 1982 1983 1985 1986 1993 1986 1986 1990
Egipto Jerusalén Constantinopla Constantinopla Israel Lipa, filipinas India Zululandia, Afr Vietnam Kenya Zeitun, Egipto Akita, Japón Vietnam Taiwán Australia Kibeho, Ruanda Damasco, Siria Australia Naju, Korea Soubra, Egipto New S., Austral Manila, Filipinas Camerún, Africa Melburne, A
7. EUROPA ORIENTAL 869 1904 1914 1937 1945 1945 1951 1954 1954 1958 1960 1962 1962 1970 1976 1981 1986 1990
Bulgaria Polonia Hrushiv, Ucran Polonia Hungría Zagrb, Croacia Polonia Hungría Seredne, Ucrani Tzurzocka, Che Ucrania Janonis, Lituani Skiemonys, Lit. Vladimir, Rusia Yugoslavia Medugorje,Yug. Polonia Litmanova, Ch.
San Cirilo Maximiliano Kolbe 22 agricultores Sta. Faustina Kowalska Hermana Marie Natalia Julia Bárbara Klosowna Hermana Natalia Hanya Matías Laschut Ana de Ucrania Ramute Mapiukaite Romana Francisc Macuys Josyp Terelya Yulka Varios Wladislav Biernack 2 niños
8. ESTADOS UNIDOS / CANADÁ 1920 1949 1950 1953 1954 1968 1972 1974 1980 1980 1984 1985 1987 1987 1987 1988 1988 1988 1989 1989 1989 1990 1990 1990 1990 1991 1991
Verdún, Canada Mackencie, Can. Winsconsin SabanagrandePR Fosforia, Ohio Bayside, N York Dallas, Texas Canadá Worcester,E.U. Estados Unidos Montreal, Canad Cleveland, Ohio Estados Unidos Conyers, Georgia San Antonio, Tx Phonix, Arizona Scottsdale, Ariz. Lubbock, Texas Kettle River,Mss Marlboro, N. Jers Ontario, Canad Hillside, Illin Denver, color San Diego, Cal Georgia Estados Unido Lincon, Nebra
Emma Blanche Currotte Anónimo Mary ann Van Hoof 3 niños Hermana Mildred Neuzil Verónica Ray Stanford Hermano Joseph Francis Eileen George Padre Michael Scanlan Georgette Faniel Maureen Sweeney Mariamante Nancy Fowley Hermano David López Estela Ruiz A varios A varios Steve Marino Joseph Januszkiewicz Jim Singer Joseph Reinholtz Teresa López Cindy Cain Raymond Shaw Anónimo Dra Mary Jane Even
Sandy Neil Harrington Jr. Ray Doiron Rita Ring John Leary Tony Fernwalt Gioanna Talone Sullivan
9. HISPANOAMÉRICA
10. ASIA / AFRICA / OCEANÍA
7
San Nilo San Cirilo de Jerusalén San Juan Crisóstomo San Metodio Myriam de Abellín Teresa Castillo P Luis María Shouriah Hermana Reinolda Stephan HoNgoc Ahn Sor Anna Alí A miles Sor Inés Sasagawa Stephan HoNgoc Ahn A 5 hombres William Kamn A 6 jóvenes Mirna Nazzour Debra Julie Kim A miles Mattew Kelly A soldados A 8 colegios Josefina María
Se reducen a un mínimo del total de estas páginas los complementos por parte del compilador que se disponen en algunos anexos. La obra es, por tanto, una compilación de profecías hechas a miembros de la Iglesia católica en estos 2000 años a lo ancho de todo el globo, presentadas temáticamente. Viene a ser como una cátedra
sobre los últimos tiempos dada por Jesús y por María, con la respectiva concordancia bíblica. Para facilitar su lectura y estudio la obra está dividida en doce libros cuyos índices vemos más adelante.
UNA PERSPECTIVA ESPERANZADORA verdad, resulta ser verdad a medias, y carente de la debida perspectiva puede conducir al error. Quien observa la gran cantidad de advertencias y de mensajes proféticos que el cielo ha regalado capta en primer lugar que todo constituye un llamado a la conversión, así como un más amplio panorama de mensajes. Atender tan solo a un aspecto de las profecías —de origen católico—, aquel de ―malas noticias‖ puede inducir al pesimismo, al fatalismo y a algo aún peor: la desesperanza, todo lo contrario de la intención del Autor de todo cuanto contienen estos mensajes. Como todo Evangelio, el que este mundo profético contiene es una ―Buena Nueva‖.
Una divulgación parcializada y
fatalista de los mensajes proféticos Quien oye hablar de apariciones de la Virgen y del mundo de las profecías suele hacer la asociación con mensajes apocalípticos que describen calamidades y catástrofes futuras. Mucho puede leerse o escucharse en los ambientes católicos sobre personas que han recibido revelaciones que advierten de unos últimos tiempos muy difíciles para la humanidad y que, según parece, coinciden con los de la época actual. Teniendo en cuenta los tantos problemas que la mayoría tiene es natural que en el interior de muchos brote una resistencia a escuchar mensajes pesimistas que acrecienten el desasosiego que nos envuelve, pero por poca atención que se preste es fácil ver que muchas de las profecías que circulan concuerdan con los titulares de los medios de comunicación y que la factibilidad del cumplimiento de lo pronosticado es cada vez mayor.
El mensaje esperanzador Los mensajes ―positivos‖ y esperanzadores que el Cielo ha dado a través de revelaciones privadas exceden con creces los negativos. Considérense dos como ejemplo: cuando hay una tormenta o una larga noche oscura el hombre se puede mantener firme bajo la seguridad del fin del mal tiempo: finalmente debe amainar la tormenta o llegar la claridad del amanecer. Así ocurre a quien estudia cuanto está anunciado. Los mensajes proféticos, tanto
Es verdad que frecuentemente las profecías aluden a las tribulaciones por las que pasará la humanidad como consecuencia del grave y culpable alejamiento de Dios, de sus mandamientos, de la desatención a las advertencias y de haber seguido su loco camino hacia el abismo. Pero todo esto, siendo 8
los de las Sagradas Escrituras como los recibidos por distintas personas después del siglo primero, describen un futuro maravilloso tras la purificación necesaria, futuro del que podrán gozar en vida los que sean preservados para él por el poder de Dios. Un conocimiento sin duda esperanzador para quienes vivimos estos tiempos turbulentos.
¿Puede un católico respetuoso del Magisterio de la Iglesia creer en las profecías privadas? Las profecías bíblicas, ¿no son simples figuras y géneros literarios? ¿La creencia en el milenarismo (la época de paz) no está prohibida por la Iglesia? ¿Cómo puede un Dios misericordioso permitir tantas tribulaciones? Si Dios quiere la conversión por amor y no por miedo ¿por qué parece asustarnos con advertencias de situaciones difíciles? ¿Qué tan cerca estamos del final de los tiempos? ¿Cuál es la diferencia entre el fin de los tiempos y el fin del mundo? ¿Cuál es su relación? ¿Por qué tiene tanta importancia la Virgen María en estos últimos tiempos? ¿Es real la crisis profetizada para la Iglesia Católica para los últimos tiempos? ¿No será el Anticristo una figura literaria bíblica más que una persona histórica concreta ? ¿Deben divulgarse las advertencias y los mensajes proféticos? ¿Quién debe hacerlo y cómo?
De otro lado, en toda situación difícil por la que pasa el hombre bien sea un peligro físico, bien sea uno espiritual, bien sea de ambos, necesita saber cómo salir bien de ella. Los mensajes que el Cielo ha enviado ofrecen una guía muy específica para enfrentar las tribulaciones y pasar airosamente las pruebas. El conocimiento y la aceptación de ellos trae consigo paz, pues se consolida la confianza en el poder de Dios, que todo lo sabe, todo lo puede, todo lo dispone para el bien de los fieles. Dios, Padre de Misericordia, ha dispuesto las armas y las armaduras para sobrevivir dignamente a las dificultades de los últimos tiempos anunciados y para ―pasar‖ con los nuestros al reinado de paz y de amor que Él tiene dispuesto.
Una teología de la historia Otros aspectos que no suscitan el suficiente interés de algunos, quizás por falta de fe en ellos, pero de los cuales las revelaciones privadas ofrecen mucha información es el de las causas últimas —el por qué y el para qué en los planes de Dios— de las tribulaciones: qué papel cumplen en el plan divino de salvación .
Es consecuencia de la bondad infinita de Dios que Él quiere que sepamos todo cuanto hace falta conocer para nuestra salvación. De allí que haya previsto esta necesidad y se haya adelantado desde hace siglos ofreciendo toda la información necesaria. Incluso ha pensado en la respuesta a tantas expresiones de incredulidad respecto a la veracidad de las revelaciones que Él hace en todo tiempo.
Por lo demás, muchas preguntas surgen cuando se busca por estos caminos el sentido del período que ya se vive, tanto en la Iglesia como en el mundo. Por ejemplo: 9
por diversos medios: la explicación de sus planes amorosos con la humanidad, con todos y cada unos de sus hijos.
A medida que se conocen las revelaciones se descubre una perfecta exposición de una teología de la historia realizada por Dios
CREDIBILIDAD DE LAS REVELACIONES Al cruzar y organizar temáticamente las citas proféticas recopiladas se encuentran asombrosas ―coincidencias‖ como las siguientes:
sea información sin sentido o una gran patraña o conspiración para desorientar a los hombres, creyentes o no, para alejarlos de la verdad proclamada por la Iglesia, cuando evidentemente se puede deducir lo contrario. Unas cuantas y supuestas apariciones de la Virgen a presuntos videntes, cercanos geográficamente y en el tiempo, podrían ser consideradas como histeria o sugestión colectiva. Pero un conjunto tan grande de fenómenos, tan esparcido en el tiempo y en la geografía mundial, no puede ser descalificado a la ligera con una acusación semejante: el asunto adquiere otro cariz y exige otra respuesta.
Concordancia entre los videntes Como podrá ver cada lector la concordancia y armonía entre los videntes es asombrosa. Conforman como un gran rompecabezas del que cada revelación viene a ser como una pieza que aporta algo propio al total y que reitera de alguna manera los temas centrales pero con su propio matiz, y todo ello develándose poco a poco a lo ancho del mundo y a lo largo de la historia.
Del estudio de unos pocos casos aislados podría no deducirse veracidad alguna, pero tras un análisis serio del gran conjunto informativo recibido y dado por los videntes la credibilidad en todo cuanto aseveran toma una fuerza avasalladora.
¿Cómo explicar estas asombrosas ratificación y complementariedad sin aceptar su origen sobrenatural? No hay explicación ―humana" posible. Por otro lado, tanto los Padres de la Iglesia como los santos, y los videntes de los últimos ciento cincuenta años no han sacado provecho alguno que pudiera hacer pensar en algún deseo de mentir, así como no han contradicho con sus actos la honestidad con que ―predican‖. Además, los fenómenos por los que ellos llegan a saber lo que dan a conocer van normalmente acompañados de manifestaciones sobrenaturales que producen frutos de conversión y santidad en ellos y en muchos de los que los rodean.
Concordancia con el Magisterio de la Iglesia Se observa fácilmente que de todo lo dicho en el gran conjunto de mensajes, aquí trascrito, nada atenta contra lo enseñado por el magisterio infalible de la Iglesia. La mayoría de los videntes de los últimos siglos son personas sin instrucción especial (pastores, campesinos, muchachas de servicio, amas de casa, niños) gente del común y sin capacidades extraordinarias; sin embar-
Nadie podría decir con sensatez que toda esta expresión profética —que cubre los cinco continentes durante dos mil años— 10
go, muestran en todo cuanto dicen una sabiduría espiritual excepcional y un gran conocimiento de los contenidos de la fe. ¿Cómo se puede explicar tanta sabiduría y profundidad doctrinal en estos videntes si sus mensajes no vienen del Cielo? ¿Diciendo que vienen del lado enemigo? Solo un hombre realmente ciego podría afirmar cosa semejante.
las profecías, siempre y cuando no haya una radical e inmediata conversión mundial].
Coincidencia con otros mensajes proféticos no cristianos Causa cuando menos curiosidad y extrañeza la similitud entre un gran conjunto de profecías existentes en casi todas las épocas y culturas. Tanto en las culturas prehispánicas centroamericanas como la hindú, la judía, la egipcia, la europea antigua y la musulmana, a lo largo de los siglos, todas coinciden en pronosticar unos tiempos cataclísmicos históricos universales previos a un renacer esplendoroso. En sus distintas cronologías todas predicen una época de purificación y renovación que coinciden con alto grado de aproximación con el año 2000 de la era cristiana (pocos años más o menos) y que se extiende por un corto período. También en los últimos años todo un grupo de parasicólogos, de personas creyentes en los OVNIS y de gente adepta al movimiento de la Nueva Era, ofrecen profecías similares y unas cuantas diferencias.
Concordancia con la profecía bíblica Otro resultado asombroso del estudio es la visión de la congruencia entre las profecías bíblicas y las de los videntes, entre la revelación ―pública‖ con la revelación ―privada‖. Y no podría ser de otro modo teniendo ambas a Dios como autor. En la presentación que estas libros pretenden se intercalan las citas bíblicas en concordancia con cada tema para que pueda apreciarse su armonía y se logre una mayor comprensión del contenido de los mensajes. Puede decirse con seguridad que la revelación privada explica la revelación bíblica, la hace más comprensible, la devela aún más según la realidad histórica y el modo de su cumplimiento.
Congruencia con el sentido común y la lógica histórica
Estas similitudes (¿simples coincidencias?) pueden o no aportar validez a las profecías ―católicas‖. Pero las diferencias sí pueden resultar muy significativas para la fe católica y la salvación del alma. En el caso de las profecías cuyo origen es el conjunto de doctrinas y enseñanzas de la Nueva Era y de los creyentes en Ovnis, podría decirse que buscan imitar las profecías de origen cristiano y adaptarla para sus fines de conquista de adeptos a sus oscuros propósitos. En el noveno libro puede verse el desarrollo de este tema.
No se necesita ser un historiador para ver en las simples noticias de diarios y televisión que el mundo está entrando aceleradamente a la que podría considerarse como primera etapa de la debacle. Ni se necesita ser un científico social para darse cuenta de que las proyecciones políticas, económicas, culturales, religiosas y sociales permiten deducir la factibilidad de las siguientes etapas [en la lógica de
11
DEDICATORIA A los Cardenales, Obispos, Sacerdotes, teólogos, estudiosos del tema y servidores de grupos de oración y de comunidades a quienes corresponde discernir los signos de los tiempos y orientar el caminar del pueblo de Dios en esta turbulenta época de la historia.
autor de esta compilación que su trabajo contribuya al esclarecimiento de la Verdad al respecto y que esta sea utilizada para dar mayor gloria a Dios y facilitar la salvación de muchas almas. Agradezco mucho a Alejandro Pedraza, Antonio Yague, Rafael Arango. José Galat, Susana Díaz, Julián Gómez, Francisco y Juan Carlos Sánchez-Ventura, Fausto Galeano y a muchas otras personas que fueron decisivas con su ayuda a la obra. Agradezco sobremanera a mi familia su apoyo y comprensión, y solicito su perdón por el sacrificio en todos los aspectos a que se vieron avocados por mi dedicación en exclusividad a este proyecto durante un largo período, descuidando un poco mis deberes de estado.
A todos los buscadores de la verdad de todas las religiones y creencias. La información necesaria sobre el importante tema de las revelaciones privadas de origen católico sobre los últimos tiempos es muy amplia y suele estar dispuesta de tal forma que resulta difícil estudiarse en perspectiva. Muchas veces sus ramas no dejan ver el árbol con las consecuencias negativas esperadas: una verdad a medias suele inducir errores de apreciación. Es el deseo del
DECLARACIÓN Amparado por el decreto del 15 de Noviembre de 1966 publicado en el ―Acta Apostolicae Sedis‖ el 29 de diciembre de 1966 (Volumen 58, número 16) este libro se publica sin necesidad de Censura Eclesiástica. Este decreto se basa en la derogación que hizo el Papa Pablo VI de los cánones 1.399 y 2.318 del Derecho Canónico que exigían esta censura cuando se escribiera sobre temas referentes a nuevas apariciones y manifestaciones Divinas en lo que conocemos como revelación privada.
conocido Imprimatur con tal de que se ajusten a la moral y a la fe aceptada por el Magisterio de la Iglesia. De otro lado, de acuerdo al decreto del Papa Urbano VIII al respecto, declaro que de ninguna revelación privada consignada en este documento afirmo su origen ral, y al respecto me atengo al juicio de la Autoridad Superior Competente. No pretendo, por lo tanto, adelantarme al juicio definitivo de la Jerarquía Eclesiástica y me someto incondicionalmente al dictamen final y oficial de este Magisterio
En la actualidad los estudiosos pueden editar escritos referentes a este tema sin el
PLAN DE TEMAS DE LA OBRA Como puede verse en la página frontal la obra está estructurada en cuatro grupos de tres libros. Aunque se puede leer cualquiera de
los libros en forma independiente y se puede leer el total de la obra en cualquier orden, el diseño cuenta con una estructura secuencial lógica que tiene una meditada utilidad. 12
REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS TÍTULOS DE LA SERIE DE LIBROS* Trilogía de la Esperanza 1. LA MARAVILLOSA ÉPOCA DE PAZ Y AMOR QUE SE APROXIMA 2. ¿PUEDE UN CATÓLICO, RESPETUOSO DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA, CREER EN LAS PROFECÍAS PRIVADAS? 3. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA Trilogía de la Fe 4. ¿COMO PUEDE UN DIOS MISERICORDIOSO PERMITIR TANTAS TRIBULACIONES A SUS CRIATURAS? 5. UN GRAN PLAN DE DIOS PARA LA SALVACIÓN Y RENOVACIÓN DE ESTE MUNDO EN CRISIS 6. INSTRUCCIONES DEL CIELO PARA PROTEGERNOS DURANTE LAS TRIBULACIONES DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS Trilogía apostólica (primer libro) 7. LA PROFETIZADA CRISIS EN LA IGLESIA CATÓLICA Y SU RENOVACIÓN Trilogía de la Caridad 8. LA CRISIS GLOBAL PROPICIA PARA EL SURGIMIENTO DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL Y DE UNA IGLESIA ECUMÉNICA UNIVERSAL 9. EL CERCANO Y CORTO REINADO DEL ANTICRISTO PROFETIZADO 10. LA GRAN TRIBULACIÓN FINAL ANTES DE LA RENOVACIÓN DEL MUNDO Trilogía Apostólica 11. ¿DEBEN DIVULGARSE LAS ADVERTENCIAS Y MENSAJES PROFÉTICOS? LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 12. MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA AL PADRE GOBBI SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS ______________________________________ *Ver índices más detallados de los libros y sus capítulos al final del libro 13
Todo lo que el Cielo revele tiene como fin fortalecer las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, fundamento de todas las demás. Por demás, todo lo que comunica el cielo tiene por objeto la salvación de almas e implica para quien lo recibe la responsabilidad de ser divulgador. Así se conformaron las trilogías:
Trilogía de la Fe El cuarto libro (¿Como puede un Dios misericordioso permitir tantas tribulaciones a sus criaturas?) puede ayudar a mantener la fe pues ayuda a comprender cómo esta purificación es permitida —no causada— por Dios como una expresión de su misericordia, aunque también de su justicia; que Él no permite o quiere nada que no sea bueno para sus hijos, y si lo permite será para la salvación de un mayor número de almas, para la gloria de su nombre. El quinto libro (Un gran plan de Dios para la salvación y renovación de este mundo en crisis) ayuda a tomar conciencia de cómo esta etapa de la historia estaba prevista dentro del plan de Dios para la salvación de la humanidad, para la segura victoria de la Virgen María y de su linaje sobre Satanás y sus huestes en la gran batalla final profetizada en el libro del Génesis (Gen 3, 14-15) y en el del Apocalipsis (Ap 13, 1-3, 13), base para la renovación del mundo.
Trilogía de la esperanza Necesitamos urgentemente de esperanza para seguir luchando en la vida, tanto a nivel humano como a nivel espiritual. En el primer libro La maravillosa época de paz y amor que se aproxima las revelaciones nos dan la esperanza cierta de un cielo nuevo y la tierra nueva prometidos luego de esta purificación. Su cercanía, y su disfrute con los nuestros debe llenarnos de alegría. En el segundo libro ¿Puede un católico, respetuosos del magisterio de la Iglesia creer en las profecías bíblicas y privadas? no solo encontramos respuesta afirmativa a la pregunta, sino la explicación de cómo sí es lícito de acuerdo al magisterio creer en un milenio esplendoroso dentro de la próxima historia de la humanidad. En el tercer libro (Revelaciones sobre la vida después de la vida) puede verse la diferencia entre el fin de los tiempos y el fin del mundo; con ese conocimiento puede renovarse la virtud teologal de la Esperanza por cuanto se recuerda el Cielo prometido a quienes acepten la invitación de Dios a compartir su felicidad eterna.
El conocimiento de esto debe ayudar a aumentar la fe del creyente, del mismo modo que el contenido del libro sexto (Instrucciones del cielo para protegernos durante las tribulaciones de estos últimos tiempos) debe mover a la confianza abandonada en Dios Padre de misericordia. Dios ha previsto la protección de su pueblo durante esta época de grandes tribulaciones como expresión de su amor.
Infinitamente más importante que ser merecedores de participar en el maravilloso milenio que se aproxima, que es temporal, es ser considerados dignos de la felicidad eterna.
Trilogía de la Caridad 14
Los libros octavo (La crisis global propicia para el surgimiento de un Nuevo orden mundial y de una Iglesia ecuménica universal), noveno (El cercano y corto reinado del Anticristo profetizado) y décimo (La gran tribulación final antes de la renovación del mundo) ofrecen una relación secuencial de los eventos históricos advertidos por el Cielo para los próximos años previos a la renovación del mundo. Es la descripción de los duros hechos que han de ocurrir, usualmente son los más divulgados y su aceptación es la más difícil. Como dijimos, ellos solos, sin aquello que los dota del sentido querido por Dios en su plan de salvación, pueden traer mucho desasosiego. Dios nos da esta información con el propósito de conocer con anticipación los eventos para entenderlos y poderlos manejar apropiadamente según sus instrucciones. No da Dios sus dones para nuestra intranquilidad, sino para nuestro bien. Lo nuestro es la correspondencia.
El séptimo libro (La profetizada crisis en la iglesia católica y su renovación) está situado dentro de la secuencia anterior de la trilogía de los eventos de las tribulaciones. Se hace así para mostrar la relación causa - efecto entre esta descripción de la Gran apostasía profetizada, las tribulaciones y la aparición del Anticristo (1 Tes 2, 3-4). Son también mensajes de difícil aceptación, quizás por el amor hacia nuestra Santa Madre Iglesia, y aún así es un canto a la esperanza pues se cumplirá la promesa del Señor acerca del que ―las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella‖. La prueba por la que va a pasar el cuerpo místico de Cristo, a semejanza de la que pasó Jesús, su Cabeza, tiene un propósito, y, como Él, resucitará hermosamente renovad.
Llamamos a esta trilogía de la Caridad, para hacer ver que esto entra en los planes misericordiosos de Dios y que durante este período va a ser necesaria en la Iglesia remanente un despliegue especial del amor fraterno tendiente al apoyo mutuo para pasar la dura prueba a la que vamos a estar sometidos.
El libro undécimo (¿Deben divulgarse las advertencias y mensajes proféticos? Los apóstoles de los últimos tiempos) presenta una respuesta afirmativa a la pregunta y ayuda a tomar conciencia de la urgencia de la divulgación de los mensajes proféticos y de un apostolado de los últimos tiempos. El Cielo nos da toda una guía de acción como parte del plan salvífico. El último libro (Mensajes de la Virgen María al padre Gobbi sobre estos últimos tiempos) documenta en forma temática parte de los mensajes que la Virgen dio durante 25 años al Padre Gobbi, quien guía humanamente el Movimiento Sacerdotal Mariano. Dejó estos mensajes y advertencias proféticas consignadas en su libro “A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen”, editado con imprimatur. En esta obra la Virgen presenta un panora-
Trilogía apostólica
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ma global completo sobre todos los temas referentes a los últimos tiempos vistos en los otros libros. Puede leerse a modo de resumen.
Este ejemplo nos permite también mostrar la seriedad del tema y rebatir ataques simplistas que descalifican a las personas que creemos en estos planteamientos, y que nos tildan de ignorantes, fanáticos y desobedientes a la Jerarquía cuando los divulgamos.
Al Movimiento Sacerdotal Mariano están adscritos más de 100.000 sacerdotes (casi un 20% de los sacerdotes del mundo) y más de 400 Cardenales y Obispos. Los siguen millones de laicos que se reúnen semanalmente en cenáculos de oración y estudian las revelaciones privadas recibidas. Aún así, esta institución tiene detractores y ante él algunos jerarcas reaccionan con incredulidad.
Vemos los índices generales de los doce libros al final de este libro.
PRESENTACIÓN DE LA OBRA EN VERSIÓN DE LIBROS ELECTRÓNICOS PARA VER EN CUALQUIER COMPUTADOR, CON IMPORTANTES COMPLEMENTOS Los doce libros en versión digital en PDF
En los CD-Roms se incluye un juego de diapositivas en POWERPOINT como resumen y presentación para cada uno de los libros. Esto facilita en forma por demás clara, gráfica y sencilla, el estudio de cada libro sea en forma personal o en grupos de estudio. Cada presentación en PowerPoint de cada libro tiene a su vez unos formatos de trabajo en forma de guía de estudio que facilita el manejo del tema en forma didáctica. Estos se pueden imprimir conformando una especie de manual ilustrado de estudio y trabajo de toda la obra.
Para versatilidad en el manejo de los doce temas y libros se provee una presentación de estos en versión electrónica (e-books) en 4 CD-Roms que agrupan tres libros en cada uno, como se ve en la carátula interior (al inicio). De esta forma el CD-Rom A agrupa en la trilogía de la Esperanza que incluye los libros 1, 2 y 3 de la serie, el CD-Rom B integra la trilogía de la Fe con los libros 4, 5 y 6, etc. Los CD-Roms se abren desde cualquier computador, en PDF, y se pueden leer en pantalla, con la ventaja de que las ilustraciones están a todo color en versión más estética. Permite imprimir selecciones de textos para fines de estudio personal o grupal, aunque se pide respeto de derechos de autor, en impresión en escala o con afán de lucro.
Películas sobre las principales Apariciones de la Virgen y de sus mensajes, y de otras revelaciones privadas Por último, se incluyen en cada uno de los CD-Roms de una serie de clips sobre las principales apariciones de la Virgen María y de otras revelaciones privadas, en videos en formato MPG que se puede ver desde cualquier computador. Esto termina de dar una presentación agradable y pedagógica a la obra.
Presentación PowerPoint de resumen y materiales de trabajo imprimibles para estudio personal o para grupos de estudio 16
REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA A. EL REAL FIN DEL MUNDO Y EL JUICIO UNIVERSAL 1. SEGUNDA VENIDA DE CRISTO AL FIN DEL MUNDO, PARA EL JUICIO FINAL PRECEDENCIA DEL FIN DE LOS TIEMPOS AL MILENIO, LUEGO DEL CUAL SIGUE EL FIN DEL MUNDO La Gran Tribulación es el primer fin… Pero a vosotros los que habitáis la tierra en este año 2000, os digo que ese primer fin de este capítulo 24 de San Mateo, lo tenéis ya mismo a las puertas… A Pequeña Alma, España 2000: (J) “Mas el que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mt 24, 13). ¿De cuál fin se habla aquí?, porque en el versículo siguiente 14, se habla de otro “fin”. En este versículo 13 se habla del fin de la Gran Tribulación… o sea, la Gran Tribulación es el primer fin. A mis contemporáneos de Jerusalén les prediqué este fin de su Gran Tribulación, la cual vivieron con la destrucción del templo y de Jerusalén, causada por los romanos años más tarde, y que se contiene en los versículos del 15 al 20. Pero a vosotros los que habitáis la tierra en este año 2000, os digo que ese primer fin de
este capítulo 24 de San Mateo, lo tenéis ya mismo a las puertas… Y no podéis perseverar en la verdadera fe de mi Iglesia Católica y llegar a él para salvaros, como no hagáis caso de las palabras que mi Santa Madre os viene anunciando por todo el mundo con sus manifestaciones y apariciones a niños, jóvenes, adultos y ancianos de toda clase y condición social y religiosa…
Tendré que venir a reinar en la tierra durante mil años, en los cuales Satanás permanecerá encadenado en el abismo… y cuando digo “mil años”, quiero decir mil años, pues
esto es Palabra del Padre y no tiene ninguna intención doble o interpretación simbólica o estilística, sino que serán mil años del tiempo de vuestra tierra y mundo (Ap 20, 2-3). A Pequeña Alma, España 2000: (J) Tendré que venir a reinar en la tierra durante mil años, en los cuales Satanás permanecerá encadenado en el abismo… y cuando digo “mil años”, quiero decir mil años, pues esto es Palabra del Padre y no tiene ninguna intención doble o interpretación simbólica o estilística, sino que serán mil años del tiempo de vuestra tierra y mundo (Ap 20, 2-3). Yo tengo que venir a reinar en la tierra, como así os enseñé en la oración al Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino”… y esto aún no ha sucedido en la tierra de un modo universal. Y También dije que “El Reino de Dios no vendrá a vosotros ostensiblemente, ni podréis decir: -está aquí o allí- , porque el Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17, 21)
“Yo creo por la Gracia de Dios, pero esta noticia creo que muchos no la van a creer en la Iglesia, pues en el Magisterio se habla de dos Venidas tuyas nada más, la Primera y la Segunda y última en Gloria…”
...por el amor a su Venida Gloriosa e Intermedia, como un anticipo la última y definitiva, en la que por ahora no tenéis que pensar porque no la conoceréis en estos tiempos, pues será en otros ya anunciados para el Juicio Final
A Pequeña Alma, España 2001 (J) “Ese Hombre noble que se fue a un país lejano para recibir el poder real y volver enseguida” (Lc 19, 12) Soy Yo, que me fui al Padre cuando resucité y ahora vuelvo como Rey de Paz y de Amor, Es mi venida intermedia antes de la final como Juez de vivos y muertos.
A pequeña Alma, España 2001: Esto te dirá mi Hijo... no lo dudes y sigue animando la fe de tus hermanos y hermanas, que todos los que estén esperando a Mi Hijo, cuando vuelva les dará su premio a la fe y a la constancia que han tenido sobrellevando la incomprensión y burlas de los demás, por el amor a su Venida Gloriosa e Intermedia, como un anticipo la última y definitiva, en la que por ahora no tenéis que pensar porque no la conoceréis en estos tiempos, pues será en otros ya anunciados para el Juicio Final
¡Señor mío! Yo creo por la Gracia de Dios, pero esta noticia creo que muchos no la van a creer en la Iglesia, pues en el Magisterio se habla de dos Venidas tuyas nada más, la Primera y la Segunda y última en Gloria… Sí hijo mío, y así es, pero está escrito en San Lucas 18, 8: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?”, y esa es una venida mía revelada pero no suficientemente explicada es ahora cuando la estoy comunicando abiertamente 18
a mi Iglesia a través almas pequeñas y no de los sabios y entendidos… Ya es hora de hablar de esto, mi Santísima Madre lo está anunciando hace tiempo y no es escuchada; no te extrañes tú, que tampoco te crean… no es a ti, hijo mío, es a Mí a quien no creen…
Inmaculado para llegar a reinar entre ustedes. Esta es la hora de mi Corazón Inmaculado porque se está preparando la venida del glorioso Reino de amor de Jesús.
EL ÚLTIMO CICLO
Esta Venida mía no tiene relación con el pecado… Mi primera venida fue como Redentor del hombre; esta venida intermedia es como Rey de Paz y de Amor, y la última y final será como Juez universal de toda naturaleza humana y angélica.
Lo arrojó al Abismo, cerró con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que pasen los mil años San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Lo arrojó al Abismo, cerró con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que pasen los mil años. Después tendrá que ser soltado por poco tiempo.
Yo no puedo venir a reinar ahora, en Persona y Resucitado a vuestro mundo… no me aceptarías… pues salvo una muy pequeña minoría, la mayoría no aceptáis a mi Santísima Madre, cuando se aparece a los niños, a los jóvenes y a los ancianos… (Hch 2, 17-18). Yo también me aparezco y no me aceptáis… porque ya no tenéis fe y estáis tan corrompidos e insensibles a todo lo espiritual y verdadero, que ya no tenéis más fe, sino sólo en lo que veis y tocáis, como el apóstol Tomás
Y cuando se terminen los mil años, Satanás será soltado de su prisión,
Será el retorno de Jesús en su gloria, antes de su última venida para el Juicio Final, cuya hora sigue aun escondida en los secretos del Padre Al Padre Gobbi, Milan, Italia, 1972. Semejante a la primera será su segunda venida, hijos predilectos. Como fue su nacimiento en esta noche (conmemoración de la navidad), será el retorno de Jesús en su gloria, antes de su última venida para el Juicio Final, cuya hora sigue aun escondida en los secretos del Padre. También en esta segunda venida, el Hijo vendrá a ustedes a través de su Madre. Como el Verbo del Padre se sirvió de mi seno virginal para llegar a ustedes, así también Jesús se servirá de mi Corazón
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LLEGADA DEL FIN DEL MUNDO TRAS EL MILENIO. VUELTA DE JESÚS ENTRE LAS NUBES, TAL Y COMO FUE ANUNCIADO PARA EL JUICIO FINAL Después, cuando acaben los mil años de mi Reinado en la tierra, subiré al Cielo y volveré como Juez de vivos y muertos, entonces será también el fin de este mundo
saldrá a engañar a Gog y Magog, es decir, a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, una multitud tan numerosa como las arenas del mar. Invadieron el país entero y cercaron el campamento de los santos, la Ciudad muy amada, pero bajó fuego del cielo y los devoró.(Ap 20, 3.7-9)
A Pequeña Alma, España 2001 (J) Después, cuando acaben los mil años de mi Reinado en la tierra, subiré al Cielo y volveré como Juez de vivos y muertos, entonces será también el fin de este mundo… entended bien lo que os digo, porque algunos sabios y prudentes están equivocados y dormidos pensando que mi Venida en Gloria está aún muy lejana y no cuentan con esta Venida intermedia claramente anunciada en las Escrituras por Mí y el Espíritu Santo.
Después de los mil años, cuando, cuando sea soltado (Satanás), volverá a seducir a los hombres desviándolos de la Verdad de nuevo, y cuando una vez más crea ganar la batalla a Dios, descenderá fuego del cielo y los devorará
Este segundo fin, es el último final de la humanidad que concluirá con el Juicio universal
A Pequeña Alma, España 2001 (J) Después de los mil años, cuando, cuando sea soltado (Satanás), volverá a seducir a los hombres desviándolos de la Verdad de nuevo, y cuando una vez más crea ganar la batalla a Dios, descenderá fuego del cielo y los devorará, “El Diablo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde también están la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20, 7-15).
A Pequeña Alma, España 2001 (J) “Será predicado este Evangelio del Reino en todo el mundo, como testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mt 24, 14) He aquí el segundo fin… Este es un pasaje que lo entienden mal muchos en mi Iglesia y les sirve para seguir dormidos, ya que piensan que aún quedan muchas partes del mundo sin conocer mi Buena Noticia…como es casi toda Asia, con la China y Japón, la India y otras naciones… parte del África, donde apenas si hay pocos misioneros cristianos… y por lo
Después vendrá el Juicio Universal con mi Venida como Juez de vivos y muertos… pues esta venida intermedia mía, será como Rey de Paz y Misericordia, y la última como Rey de Justicia. (Mt 25, 31-46) 20
tanto aún queda mucho tiempo para que se cumplan éstas mis Palabras y llegue el fin de las cosas o del mundo. Este segundo fin, es el último final de la humanidad que concluirá con el Juicio universal, y como muchos creen y piensan, está aún lejano, por lo que no nos corresponde ahora vivirlo, pues antes tiene que ser predicado mi Evangelio por todo el mundo, y como he dicho antes, quedan grandes naciones y lugares que aún no lo han oído, y esto requerirá tiempo y trabajo misionero, el cual está previsto por la providencia de mi Padre y el vuestro, para el Reino de Paz en esos mil años anunciados en Ap 20, 1-6. Leedlo, porque está muy claro par los que atienden y escuchan los mensajes de mi Santa Madre y míos en estos últimos días… No vengo a deciros nada nuevo que no esté escrito y revelado, sino que vengo a explicaros las Escrituras a través de mis pequeños… pero no los atendéis…
Miren que viene entre las nubes, y todos lo verán San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Miren que viene entre las nubes, y todos lo verán, aun los que lo hirieron y llorarán por su muerte todas las naciones de la tierra. Sí, así será. Yo soy el Alfa y el Omega, dice el Señor Dios, el que Es, el que era y el que ha de venir; el Señor del Universo. (Ap 1, 7-8)
Y en ese preciso momento verán al Hijo del Hombre viniendo en la Nube, con gran poder e infinita gloria (Jesús, Jerusalén, 33 d.c. Lc 21, 27)
Mientras todas las razas de la tierra se golpearán el pecho, verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con el poder divino y la plenitud de la gloria
Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo Lucas, Antioquia, 81 d.c.: Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras de iba se le aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: ―Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo‖ (Hch 1, 911)
Jesús, Jesrusalén 33 d.c.: Mientras todas las razas de la tierra se golpearán el pecho, verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con el poder divino y la plenitud de la gloria. Enviará a sus ángeles, que tocarán la trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del mundo. (Mc 24, 3031) 21
son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los Ángeles; de la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus Ángeles que recogerán de su Reino todos los escándalos y a todos los obradores de la iniquidad y los arrojarán en el horno de fuego: allí será el llanto y rechinar de dientes.
A Él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron Daniel, Babilonia, 590 a.c.: En las nubes del cielo venía uno como hijo de hombre. Se dirigió al Anciano y fue llevado en su presencia A Él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron. Su poder es poder eterno y nunca pasará; y su reino jamás será destruido. ( Dan 7, 1314)
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. (Mt 13, 3743)
COLABORACIÓN DE LOS ÁNGELES EN LA SIEGA
Así sucederá al fin del mundo: saldrán los Ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego
La siega es el fin del mundo; los segadores son los Ángeles
Jesús, Palestina, 30 d.c.: También es semejante el Reino de los Cielos a una res que se echa en el mar y recoge peces de todas clases, y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los Ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego, allí será el llanto y el rechinar de dientes (Mt 13, 44.50)
Jesús, Jerusalén, 33 d.c..:El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla
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2. RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS RESURRECCIÓN DE TODOS LOS MUERTOS DE LA HISTORIA, Y JUICIO DE TODOS LOS SERES HUMANOS EN EL LLAMADO JUICIO UNIVERSAL
Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz Jesús, Jerusalén, 33 d.c..: En verdad, en verdad os digo: llega la hora (y ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre.
El mar devolvió sus muertos, la tierra y el abismo devolvieron a sus muertos y todos fueron juzgados según sus obras San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Vi luego un trono grande y resplandeciente. Tierra y cielo se desvanecieron ante la presencia del que estaba sentado sobre el trono y desaparecieron sin dejar rastro. Vi también a los muertos, tanto a los poderosos como humildes, que estaban de pie ante el trono. Se abrieron entonces los libros, se abrió otro libro – el libro de la Vida-, y los muertos fueron juzgados según sus obras, conforme a lo que estaba escrito en los libros. El mar devolvió sus muertos, la tierra y el abismo devolvieron a sus muertos y todos fueron juzgados según sus obras. Muerte y abismo fueron arrojados después al estanque de fuego; he aquí la segunda muerte: el estanque de fuego, al que fueron arrojados todos los que no estaban inscritos en el libro de la Vida. (Ap 20, 1115)
No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de Vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de Juicio. (Jn 5, 21-29)
¿Os parece increíble que Dios resucite a los muertos? San Pablo, Jerusalén, 50 d.c.: Ahora estoy sometido a Juicio por confiar en la promesa que hizo Dios a nuestros antepasados, la misma que nuestras
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doce tribus, sirviendo a Dios asiduamente, día y noche, esperan alcanzar. Por tener esta esperanza, majestad, me acusan los judíos. ¿Os parece increíble que Dios resucite a los muertos? (Hch 26, 6-8)
TRANSFORMACIÓN DE TODOS LOS CUERPOS PARA LA GLORIA O LA CONDENACIÓN Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la Vida Eterna, otros para la vergüenza, para el castigo eterno
yo tengo.” Y diciendo esto les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: “¿Tenéis ahí algo de comer?” Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. (Lc 24, 36-43)
Daniel Babilonia, 590 a.c.: Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la Vida Eterna, otros para la vergüenza, para el castigo eterno. Los sabios brillarán con el esplendor del firmamento; y los que guiaron a muchos por el buen camino, como las estrellas por toda la eternidad (Dn 12, 2-3)
Como has podido comprender, la diferencia entre un cuerpo espiritual y un cuerpo resucitado y glorioso es inmensa; por otra parte, todos los cuerpos resucitarán en el último día: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 29).
Todos los cuerpos resucitarán en el último día: “los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; los que hayan hecho el mal, para la condenación
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta – pues tocará la trompeta -, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los apóstoles estaban reunidos en el cenáculo y, por temor a los judíos, tenían las puertas cerradas: “estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: “la paz sea con vosotros”. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: “¿Por qué os turbáis y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que
San Pablo, Palestina, 50 d.c.: Mirad, voy a confiaros un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trom24
peta – pues tocará la trompeta -, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que este ser corruptible se vista de incorruptibilidad y este ser mortal se vista de inmortalidad; entonces se cumplirá lo que dice la escritura: la muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y el pecado ha desplegado su fuerza con ocasión de la Ley.( 1 Cor 15, 51-57)
sos”, porque era sólo una apariencia de la realidad. Volvamos ahora de nuevo a las Escrituras para que veáis la diferencia entre un cuerpo espiritual y un cuerpo resucitado y glorioso.
Volvamos ahora de nuevo a las Escrituras para que veáis la diferencia entre un cuerpo espiritual y un cuerpo resucitado y glorioso
Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual San Pablo, Palestina, 50 d.c.: Alguno preguntará: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo volverán a la vida? ¡Insensato! Lo que tu siembras no germina si antes no muere. Y lo que siembras no es la planta entera que ha de nacer, sino un simple gran de trigo, por ejemplo, o de alguna otra semilla. Y Dios proporciona a cada semilla el cuerpo que le parece conveniente.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los ángeles son espíritus que no tienen “carne ni hueso” y, sin embargo, estos seres celestiales toman la apariencia humana cuando tiene que realizar alguna misión en la tierra; y lo mismo que ellos lo hacen las almas, que, en espera de sus cuerpos resucitados y gloriosos, se revisten, cuando lo han menester, de un cuerpo espiritual semejante al cuerpo material. Esta virtud o capacidad no solo la poseen las almas glorificadas y los ángeles, como antes te he dicho, tienen también esta capacidad – que para ellos no es virtud, pues la emplean para hacer el mal – los demonios que siendo espíritus, “se transforman muchas veces en ángeles de luz” (2 Cor 11, 14), en hombres y en reptiles abominables.
Así sucederá también con la Resurrección de los Muertos. Se siembra algo corruptible, resucita incorruptible; se siembra algo mísero, resucita algo glorioso; se siembra algo débil, resucita pleno de vigor; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. (1 Cor 15, 35-40)
Los santos que muchas veces se han manifestado a las almas no eran una sombra indefinida, una luz o algo enigmático; su presencia era como la de un hombre real, casi la del mismo que una vez abandonó la tierra; sin embargo, si el hombre favorecido por esta visita hubiera tratado de tocar a quien se le manifestaba, se habría dado cuenta de que esta no tenía “carne ni hue-
Él transformará nuestro mísero cuerpo en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter todas las cosas. (San Pablo Palestina, 61 d.c. Fil 3, 21) 25
entre los muertos, como primicias de los que murieron” (1 Cor 15, 3.20)
¿Cómo y cuando resucitarán los muertos? Como resucitó Cristo... En el último día, cuando el ángel del Señor llame a juicio a todos los moradores de la tierra
Su alma santísima entró en su cuerpo inerte y con todo el poder de la Divinidad lo revistió de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza. El cuerpo de Jesús resplandecía más que muchos soles, habiendo desaparecido de Él todo vestigio de sufrimiento y de dolor. Las heridas que le habían producido los azotes desaparecieron, lo mismo que cardenales, hinchazón de ojos y rotura del cartílago de la nariz. Su rostro era bellísimo y tenía la serenidad y el sosiego de un cielo en calma iluminado por “la gloria de Dios”.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: ¿Cómo resucitarán los muertos? Como resucitó Cristo, “el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo” (Col 1, 15. 18). Cristo es “la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia, y como resucitó la Cabeza, así resucitarán los miembros, apareciendo gloriosos con él. Por tanto, “si el hombre cree que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios resucitará a quienes murieron con Jesús” (2 Tes 4, 14)
Lo mismo que desaparecieron del cuerpo resucitado de Jesús todas las heridas como consecuencia de los azotes, de la corona de espinas y de la cruz, desaparecerán del cuerpo del hombre glorificado el sufrimiento y el dolor. Y de tal manera “obrará Dios en el hombre maravillas”, que de simple flaqueza se transformará en realeza, quedando el cuerpo material sublimado por la
¿Cuándo resucitarán los muertos? En el último día, cuando el ángel del Señor llame a juicio a todos los moradores de la tierra. Así dice el Señor a estos huesos: “He aquí que voy a hacer entrar el espíritu en vosotros y viviréis. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré de nuevo un alma y sabréis que yo soy el Señor. Habrá un estremecimiento y los huesos se juntarán unos con otros. Y se levantarán sobre sí mismos” (Ez 37, 5-6. 7. 10); y “los muertos, grandes y pequeños, estarán de pie delante del trono. Se abrirán unos libros y luego se abrirá otro libro, que es el de la vida; y los muertos serán juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras” ( Ap 20, 12).
Su alma santísima entró en su cuerpo inerte y con todo el poder de la Divinidad lo revistió de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza... desaparecerán del cuerpo del hombre glorificado el sufrimiento y el dolor A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “Cristo murió y al tercer día resucitó de 26
resurrección gloriosa. El hombre quedará dignificado, de forma que más que hombre “parecerá un ángel en la presencia de Dios”. Conservará en su cuerpo resucitado y glorioso todas las gracias que había recibido de Dios durante su vida, nada le será quitado; al contrario, todo en él quedará enaltecido
Si el hombre murió longevo, no resucitará con su longevidad, pues el deterioro del cuerpo y su natural desgaste, lo mismo que el sufrimiento, las enfermedades y la muerte, son consecuencias del pecado A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Si el hombre murió longevo, no resucitará con su longevidad, pues el deterioro del cuerpo y su natural desgaste, lo mismo que el sufrimiento, las enfermedades y la muerte, son consecuencias del pecado. “Cuando la Muerte y el Hades sean arrojados al lago de fuego”, la muerte será aniquilada y, con ella sus desastrosas consecuencias. La apariencia del hombre resucitado y glorioso será la de Cristo, que murió en la plenitud; solo los jóvenes y los niños conservarán su misma presencia. Taras, mermas y tachas serán subsanadas, pues la imperfección no tiene lugar en los cielos, donde todo ha de guardar armonía con el Creador.
gloria de Dios; no será impasible al dolor, ya que éste será su alimento y el amigo fiel que lo acompañará siempre A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Si su alma está lavando sus vestiduras en el purgatorio, su próximo destino será el cielo. Pero si el hombre murió impenitente y se condenó, su alma estará en las cavernas infernales padeciendo las penas de daño y de sentido, un sufrimiento que jamás tendrá fin. En el último día su cuerpo resucitará; pero como carecerá de gloria, no tendrá las cualidades del cuerpo glorioso; no será un cuerpo con claridad, pues no lo alumbra la gloria de Dios; no será impasible al dolor, ya que éste será su alimento y el amigo fiel que lo acompañará siempre. Los condenados perderán, incluso la agilidad que ahora poseen para moverse como “espíritus de demonios” haciendo el mal; porque, cuando llegue el último día, “la
En el último día su cuerpo resucitará; pero como carecerá de gloria, no tendrá las cualidades del cuerpo glorioso; no será un cuerpo con claridad, pues no lo alumbra la 27
llegado “la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo”
muerte y el Hades serán arrojados al lago de fuego y el que no esté inscrito en el libro de la vida será arrojado con su cuerpo al lago de fuego” (Ap 20, 14-15). Y la Muerte y el Hades serán vencidos, porque habrá
3. JUICIO UNIVERSAL Y FINAL Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de Gloria, que es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos. Colocará a las ovejas a su
JUICIO DE JESÚS A CADA UNO Y A LA HUMANIDAD Hay tres juicios: el juicio particular, el juicio de las naciones y el juicio universal A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Dios es paciente y espera, porque “quiere que todos los hombres se salven” (1 Tim 2, 4). Pero”llegan los frutos a la sazón y hay que segar el trigo” (Ap 14, 15) y vendimiar la uva; “Los ángeles meten la hoz y siegan la mies, separan la cizaña del trigo” (Mt 13, 39. 41). Ellos”recogen la uva de las vides selecta y escancian el vino, pisan en el lagar de la ira de Dios las uvas que van a la perdición” (Ap 14, 19). Hay tres juicios: el juicio particular, el juicio de las naciones y el juicio universal.
Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos 28
derecha y a los chivos a su izquierda. (Mt 25, 31-33)
Porque quien se avergüence de Mí y de mis Palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su Gloria Jesús, Palestina, 30 d.c.: Porque quien se avergüence de Mí y de mis Palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su Gloria, en la de su Padre y en la de los Santos Ángeles. (Lc 9, 26)
Y éstos irán a un suplicio eterno y los buenos a la vida eterna Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.» Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»
No todo el que dice: ¡Señor, Señor! Entrará en el Reino de los Cielos, Jesús, Jerusalén, 33 d.c..: El árbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego. Por los frutos, pues los conoceréis. No todo el que dice: ¡Señor, Señor! Entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Yo entonces diré: Jamás os conocí; apartaos de Mí, agentes de iniquidad‖. (Mt 7, 19-23)
CUMPLIMIENTO DE LA JUSTICIA DIVINA EN CADA UNO SEGÚN SU RESPUESTA PERSONAL, SUS OBRAS Y OMISIONES
Dirá después a los que estén a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y ustedes no 29
me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.» Estos preguntarán también: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?» El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí.» Y éstos irán a un suplicio eterno y los buenos a la vida eterna. (Mt 25, 31-33)
la tierra huyeron al verlo, sin que quedaran huellas de ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono, mientras eran abiertos unos libros. Luego fue abierto otro, el libro de la vida. Entonces fueron juzgados los muertos de acuerdo con lo que está escrito en esos libros, es decir, cada uno según sus obras. El mar devolvió los muertos que guardaba, y también la Muerte y el Lugar de los muertos devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras. Después la Muerte y el Lugar de los muertos fueron arrojados al lago de fuego: este lago de fuego es la segunda muerte. Y todo el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. (Ap 20, 11-13)
Entonces fueron juzgados los muertos de acuerdo con lo que está escrito en esos libros, es decir, cada uno según sus obras San Juan Isla de Patmos, 95 d.c.: Luego vi un trono grande y espléndido, y a uno que estaba sentado en él; el cielo y
ENCADENAMIENTO DEFINITIVO Y TOTAL DE SATANÁS EN EL INFIERNO Entonces el diablo, el seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya se encontraban la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. (San Juan Isla de Patmos, 95 d.c.: Ap 20, 10)
Fue arrojado el que acusaba a nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba ante nuestro Dios San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Ya llegó la liberación por el poder de Dios. Reina nuestro Dios y su Cristo manda. 30
Dios ha de intervenir con el fuego del cielo (Ap 20, 9), y comenzar el Juicio Final de vivos y muertos (Ap 20, 1115), después del cual la tierra será lanzada al espacio muerta y sin vida A Pequeña Alma, España 2001 (J) Todos los pueblos caminarán a la Nueva Jerusalén que habrá bajado del Cielo (Ap, 21), Dios será reconocido, servido y adorado como debe ser por todas sus criaturas… el primer mundo de pecado habrá pasado, y será sustituido por otro mundo nuevo durante mil años ((Ap 20), hasta que Satanás sea soltado de nuevo para extraviar a toda la tierra ((Ap 20, 7-8), y Dios haya de intervenir con el fuego del cielo (Ap 20, 9), y comenzar el Juicio Final de vivos y muertos (Ap 20, 11-15), después del cual la tierra será lanzada al espacio muerta y sin vida. No es necesario que sepáis más , hijos míos, lo sabréis todo cuando vayáis con Dios al Cielo para la eternidad…
Fue arrojado el que acusaba a nuestros hermanos, el que día y noche los acuba ante nuestro Dios. (Ap 12, 10)
FIN DE LA VIDA EN LA TIERRA
B. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA 1. JUICIO PARTICULAR IMPORTANCIA DE LA CONCIENCIA ACERCA DEL TEMA DE LAS POSTRIMERÍAS Porque lo más importante de vuestra vida terrenal, y el negocio más importante, es salvar vuestra alma de la condenación eterna en el infierno y prepararla para ir al Cielo con la Santísima Trinidad por toda la eternidad, pues para ello habéis sido creados… y todas las demás cosas y negocios, son secundarios y deberíais ordenarlos hacia este fin… (A Pequeña
Los ministros ya no hablan del alma, ni de las postrimerías del hombre: Muerte , Juicio, Infierno, Purgatorio, Limbo y Gloria. ¡Pobres ciegos! Que
Alma, España 2001) 31
mundo terreno, que es el paso a la eternidad, la cual será como os la hayáis preparado en esta vida terrenal.
Es importante predicar sobre las cosas finales para los seres humanos: la muerte, el juicio final, el cielo y el infierno Al Hermano David López, San Antonio, Texas, 1987: Del mismo modo deben predicar (los sacerdotes) sobre la preparación para la muerte. Es importante predicar sobre las cosas finales para los seres humanos: la muerte, el juicio final, el cielo y el infierno. Prediquen expresamente sobre la necesidad de estar consciente del pecado, especialmente del pecado mortal y sus fatales consecuencias.
LA MUERTE SEGÚN LOS DIFERENTES ESTADOS DEL ALMA
guían a otros ciegos… ¿Hacia dónde camináis…?
Si un alma confía, tiene todavía el camino abierto, pero si el demonio consigue cerrar el corazón con la desconfianza, cuánto me toca luchar para reconquistar aquella alma
A Pequeña Alma, España 2001 (J) Mis ministros ya no hablan del alma, ni de las postrimerías del hombre: Muerte , Juicio, Infierno, Purgatorio, Limbo y Gloria… les da reparo predicar mi Palabra verdadera,, porque como ellos, la gran mayoría, no todos, han perdido la fe… piensan que si predican esto, nadie les va a creer ya… y son ellos los que no creen; “piensa el ladrón que todos son de su condición”, dice el refrán…
A Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J) Escribe, Benigna apóstol de me Misericordia, que lo principal que yo quiero que se sepa es que soy todo amor, y que la pena más grande que se puede inferir a mi Corazón es dudar de mi bondad. El daño más grande que el demonio hace a las almas, después de haberles hecho cometer el pecado, es la desconfianza. Si un alma confía, tiene todavía el camino abierto, pero si el demonio consigue cerrar el corazón con la desconfianza, cuánto me toca luchar para reconquistar aquella alma. Es cierto que cien pecados me ofenden más que uno, pero si este es la desconfianza, me hiere el corazón más que los otros cien, porque la
¡Pobres ciegos! Que guían a otros ciegos… ¿Hacia dónde camináis…? ¿En qué creéis? ¿Acaso pensáis que Dios es como vosotros, injusto y parcial?... ¡No!, os lo echaré en cara y cada uno recibirá su premio o castigo… a Dios no podéis engañarlo como hacéis con los hombres… No debéis vivir ajenos a vuestro fin eterno y verdadero, en esta vida temporal y en este 32
desconfianza hiere mi corazón en lo más íntimo. ¡Amo tanto a los hombres! Al infierno solo van las personas que lo persisten en su alejamiento
La puerta de mi Misericordia no está cerrada con llave sino solo entreabierta. A poco que la empujen se abre. Incluso un niño la puede abrir, incluso un viejo sin fuerzas Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J) ¡Mira, Benigna, aquel fuego! Sobre aquel abismo he extendido una especie de red protectora, con los hilos de mi misericordia, para que las almas no cayesen dentro. Pero aquellos que se quieren condenar van allí por forzar con sus propias manos aquellos hilos y caen dentro. Y una vez que han caído ni siquiera mi bondad los puede salvar. Estas almas han sido “perseguidas” por mi misericordia como la policía persigue a un malhechor. Pero ellas han escapado al influjo de mi misericordia. Las llamas de la misericordia me consumen; deseo derramarlas en las almas de los hombres... Para castigar tengo toda la eternidad; ahora, en cambio, prolongo el tiempo de la misericordia. Aunque sus pecados sean negros como la noche, dirigiéndose a mi misericordia, el pecador me glorifica y honra mi pasión. En la hora de su muerte Yo le defenderé como mi misma gloria. Cuando un alma exalta mi bondad, Satanás tiembla ante ella y huye hasta lo más profundo del infierno.
La puerta de mi Misericordia no está cerrada con llave sino solo entreabierta. A poco que la empujen se abre. Incluso un niño la puede abrir, incluso un viejo sin fuerzas. En cambio, la puerta de mi justicia está cerrada y solo la abro a quien me fuerza a abrirle. Espontáneamente no la abriría jamás.
Que el pecador no tema acercarse a Mí. Aunque el alma fuera como un cadáver en plena putrefacción, si humanamente ya no hubiera remedio, no es así delante de Dios. Las llamas de la misericordia me consumen
Los mayores pecadores alcanzarían una gran santidad si confiaran en mi misericordia. No hago uso de los castigos sino cuando los hombres mismos me obligan a hacerlo. Antes del día de la justicia mando el día de la misericordia. A tales almas les concedo gracias que superan sus deseos... No puedo castigar... a quien se refugia en mi piedad...
A Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937: (J) Que el pecador no tema acercarse a Mí. Aunque el alma fuera como un cadáver en plena putrefacción, si humanamente ya no hubiera remedio, no es así delante de Dios. 33
LA MUERTE SEGÚN LOS DIFERENTES ESTADOS DEL ALMA En los postreros momentos palpitantes de la voluntad, el hombre se ve como forzado a decidirse y permanecer en el mismo estado en que estaba acostumbrado a vivir a lo largo de su existencia. Una buena o mala costumbre formó en él una segunda naturaleza que lo arrastra consigo a la eternidad
Salir de la tibieza no es fácil, sobre todo si la tibieza se ha hecho crónica y ha tomado asiento en el alma. A veces es más fácil que un pecador se convierta que el que un tibio vuelva al camino de la perfección
Alma de Clara a su amiga Anita, Waldfriedhof, Alemania, 1937: Es cierto que hasta el instante mismo de la muerte puede uno acercarse a Dios o darle las espaldas; pero también es cierto que, antes de expirar, en los postreros momentos palpitantes de la voluntad, el hombre se ve como forzado a decidirse y permanecer en el mismo estado en que estaba acostumbrado a vivir a lo largo de su existencia. Una buena o mala costumbre formó en él una segunda naturaleza que lo arrastra consigo a la eternidad. Así me sucedió a mí; años hacía que vivía alejada de Dios. La causa de mi ruina no fue el haber pecado muchas veces, sino el no haber querido en vida levantarme de mi postración. Tu me aconsejaste muchas veces que oyese sermones y leyera libros piadosos. Siempre contesté lo mismo: “No tengo tiempo.”
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre tibio, mientras vive, juega con su felicidad eterna y se pone en peligro de condenación. La pereza, la inconstancia, la cobardía y la infidelidad son las joyas falsas que engalanan al tibio. Salir de la tibieza no es fácil, sobre todo si la tibieza se ha hecho crónica y ha tomado asiento en el alma. A veces es más fácil que un pecador se convierta que el que un tibio vuelva al camino de la perfección. El desorden interior y la pereza espiritual me ha hecho pensar en la parábola de las diez vírgenes, y quiero recordarla aquí porque esto es lo que puede acontecer a muchos de mis hijos que viven en tibieza, si no se despabilan y se tornan de necios en prudentes (Mt 25, 1-13).
En cierta ocasión, habiendo visitado el templo del hospital, adonde tu me llamaste hacia el medio día, sentí una llamada de la Gracia con tal fuerza, que solo faltó un paso para mi conversión; lloré, pero luego estuve fluctuando hasta que los goces del mundo vencieron el toque de la gracia; el trigo quedó ahogado entre las espinas. Con excusa de que la religión era asunto de sentimentalismos según afirmaban continuamente en la oficina, rechacé una vez más los movimientos de la Gracia, tal como había rechazado todos los demás.
Muchas son las vírgenes necias que viven sin pensar que antes o después vendrá el esposo a pedirles cuenta. En esta última hora se miran las manos y se las ven “vacías” (Deut 16, 16), y un sentimiento de culpabilidad se alza en su conciencia, y se preguntan: ¿Y ahora que será de mí? Sin 34
embargo, la misericordia de Dios, una vez más, velará por ellas.
experimentaron, al terminar su vida, y en el momento de la muerte, terribles combates con el ángel de las tinieblas. Pero siempre salen victoriosas. Nunca Dios permite que un alma que le fue devota en la vida perezca en el último momento. Las almas que amaron a la Santísima Virgen y la invocaron durante toda su vida reciben de ella muchas gracias durante sus últimas luchas. Lo mismo para los que fueron realmente devotos de San José, de San Miguel, o de quien sea de los santos.
La tibieza al purgatorio, la bondad al Cielo y la maldad al infierno. En esto, hijo, está todo A 4 personas, Huatusco, México, 1988: Vosotros estáis en un grado medio, que es la lucha entre el bien y el mal. Pero depende de vosotros, hombres, si sois tibios, buenos o malos: la tibieza al purgatorio, la bondad al Cielo y la maldad al infierno. En esto, hijo, está todo. En estos tiempos hasta los más fuertes caerán; así que necesito que existan murallas de salvación, construidas por piedras de oración y pegadas por la fe y amor. Comprended que no seréis libres, estaréis sujetos a Mí y a Mi Hijo Amadísimo. Pero hijo, si no os mandara Yo os mandaría el mal.
Ya se lo dije: uno se alegra de tener un intercesor con Dios en esos terribles momentos. Algunas almas se mueren con mucha tranquilidad, sin padecer estas prue-
En el último momento decisivo, el demonio desencadena toda su rabia contra el que se está muriendo Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Como Ud. Lo sabe, yo no tuve agonía. Pero le puedo decir esto: en el último momento decisivo, el demonio desencadena toda su rabia contra el que se está muriendo. Dios permite que las almas pasen por estas últimas pruebas para acrecentar sus méritos. Las almas fuertes y generosas, a fin de que obtengan un sitio más glorioso en el Cielo, a menudo 35
marchar para que vuelva con mi dueño” (Gen 24, 56). El hombre justo muere acompañado de su ángel; éste “lo presenta, juntamente con sus obras buenas, ante la presencia de Dios” (Tob 12, 12). El moribundo va perdiendo vista; un velo blanquecino empaña su mirada; pero, según se cierran sus ojos exteriores, se abren los de su alma; con ellos ve que una figura de forma humana se le acerca e intelectivamente se pregunta: “¿Quién es aquel que viene a mi encuentro? Su ángel le contesta: es el Señor” (Gen 24, 65). Al oír estas hermosas palabras su cuerpo se estremece y deja escapar su último aliento. El alma, como rayo luminoso es atraída por la potente luz que la envuelve; así abandona su morada.
El pecador empedernido es “herencia del diablo”, y este luchará por él como por cosa propia para que nadie puede arrebatarle su herencia; si pudiera le arrancaría el alma del cuerpo, aún estando con vida, por temor a que en el último instante el hombre se vuelva pío y fiel, y se convierta a Dios y le perdone
bas. Dios tiene sus propios designios en cada cosa. Hace o permite todo para el provecho de cada alma en particular.
El hombre justo muere acompañado de su ángel; éste “lo presenta, juntamente con sus obras buenas, ante la presencia de Dios” A Consuelo, Barcelona, España, 1987: La muerte del hombre justo y temeroso de Dios no debería llamarse muerte, porque más que muerte es un sueño plácido del que despertará para entrar en la vida eterna. El alma ha dejado reposar su cabeza en el costado de Cristo, y así, dulcemente, emprende su viaje a la casa del Padre. El moribundo está rodeado de sus familiares y amigos. Él todo lo percibe, aunque a veces no puede articular palabra, y en lo profundo de su corazón se pregunta: “¿Por qué lloran? ¿Por qué están tristes? ¿Acaso no comprenden que ha llegado mi hora y que debo volver a encontrarme con Aquel que me dio la vida? Por piedad, reprimid vuestro llanto y no me detengáis: “Ya que el Señor ha dado éxito a mi viaje, permitidme
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Esta muerte, en sí, es muy dolorosa, tanto para el Señor como para el moribundo. Los familiares y amigos muchas veces participan de esta agonía cruel, con un final espantoso. El alma transite a su cuerpo la lucha feroz que está viviendo en lo más íntimos de su ser. Luchas que se suceden ininterrumpidas entre el ángel de su guarda y los espíritus del mal. Jesús conoce estos “altercados” (Jud 1, 9) entre el bien y el mal; pero aún teniendo un poder inmenso y un amor sin límites ni medida por el moribundo, no puede salvarlo si él no hace un mínimo acto de arrepentimiento y no vuelve sus ojos a Dios para pedirle perdón por haberle ofendido. 36
Satanás se disputa el alma, dice altaneramente que es suya, grita y forcejea, mientras enseña un rollo donde ha ido anotando todas las maldades y terribles pecados del moribundo. “Satanás está allí como acusador” (Zac 3, 1). Y para que no tenga posibilidad alguna de arrepentimiento, busca el modo de acelerar la muerte de aquel desdichado que le pertenece. El pecador empedernido es “herencia del diablo” (Sab 2, 24), y este luchará por él como por cosa propia para que nadie puede arrebatarle su herencia; si pudiera le arrancaría el alma del cuerpo, aún estando con vida, por temor a que en el último instante el hombre se vuelva pío y fiel, y se convierta a Dios y le perdone. El moribundo sufre, se debate entre la vida y la muerte, negras pesadillas circundan su muerte, y en lo más profundo de su corazón se alzan como una acusación constante estas palabras: es muy tarde para ti, estás condenado para siempre y ya no puedes retroceder ni volver atrás de tantos pecados como has cometido. El hombre se siente preso dentro y fuera de sí mismo; no hay lugar para pensar en su vida pasada ni haya un instante para el arrepentimiento y, encenegado de malicia, se abandona a su suerte y viene a caer en manos de su más terrible enemigo. “Tal es el fin de los que a Dios olvidan” (Job 8,13)
vez aparecerá, ya sin relación con el pecado, para dar la salvación a los que lo esperan. (Hb 9, 26-28) Es falso enseñar a la gente que tu renaces muchas veces y pasas por diferentes cuerpos. Uno nace solo una sola vez. Nunca más vuelves a la vida. El hombre recibe cuerpo transfigurado.
NO EXISTE LA REENCARNACIÓN
A Varios, Medugorje, Yugoslavia, 1981: Tu vas al cielo con conciencia plena, como la que tienes ahora. Al momento de la muerte tu estás consciente de la separación del cuerpo y del alma. Es falso enseñar a la gente que tu renaces muchas veces y pasas por diferentes cuerpos. Uno nace solo una sola vez. Nunca más vuelves a la vida. El hombre recibe cuerpo transfigurado.
Está decretado que los hombres mueran una sola vez, después de lo cual vendrá el Juicio San Pablo, Roma, 66 d.c.:Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, después de lo cual vendrá el Juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para tomar sobre sí los pecados de la multitud, y por segunda
El alma es inmortal y no puede morir nunca, y cuando abandona el cuerpo tiene tres vías: la vía de la 37
purificación, la vía de la gloria o la vía de la condenación eterna, el infierno. En estos tres lugares el alma vive fuera de su habitación terrena, porque su cuerpo ha quedado en la tierra esperando la resurrección del último día A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El alma es inmortal y no puede morir nunca, y cuando abandona el cuerpo tiene tres vías: la vía de la purificación, la vía de la gloria o la vía de la condenación eterna, el infierno. En estos tres lugares el alma vive fuera de su habitación terrena, porque su cuerpo ha quedado en la tierra esperando la resurrección del último día. Si su alma está lavando sus vestiduras en el purgatorio, su próximo destino será el cielo. Pero si el hombre murió impenitente y se condenó, su alma estará en las cavernas infernales padeciendo las penas de daño y de sentido, un sufrimiento que jamás tendrá fin. En el último día su cuerpo resucitará; pero como carecerá de gloria, no tendrá las cualidades del cuerpo glorioso; no será un cuerpo con claridad, pues no lo alumbra la gloria de Dios; no será impasible al dolor, ya que éste será su alimento y el amigo fiel que lo acompañará siempre. Los condenados perderán, incluso la agilidad que ahora poseen para moverse como “espíritus de demonios” haciendo el mal; porque, cuando llegue el último día, “la muerte y el Hades serán arrojados al lago de fuego y el que no esté inscrito en el libro de la vida será arrojado con su cuerpo al lago de fuego” (Ap 20, 14-15). Y la Muerte y el Hades serán vencidos, porque habrá llegado “la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo”
otro mundo, y al mismo tiempo se volvió inocua para mí. ¿Por qué no me recordaste la parábola de Epulón y el pobre Lázaro? Alma de Clara a su amiga Anita, Waldfriedhof, Alemania, 1937: Entre tanto, yo misma me había forjado una religión. Seguía la opinión de todos los de la oficina: el alma resucitará en otro ser, y así seguirá peregrinando indefinidamente. Con esto quedaba solucionada la famosa cuestión del otro mundo, y al mismo tiempo se volvió inocua para mí. ¿Por qué no me recordaste la parábola de Epulón y el pobre Lázaro?... El narrador, Cristo, al uno le hace descender al infierno inmediatamente después de la muerte; y al otro le hace subir al Cielo... Pero después de todo,... ¿qué hubieras ganado con decírmelo?... Lo mismo que conseguiste con tus conversaciones frailunas.
Seguía la opinión de todos los de la oficina: el alma resucitará en otro ser, y así seguirá peregrinando indefinidamente. Con esto quedaba solucionada la famosa cuestión del
Poco a poco me arreglé un Dios a mi gusto; suficientemente perfecto para poderse llamar Dios, y manteniéndolo, al mismo 38
tiempo, bastante alejado de mí para no tener relaciones con él; bastante confuso para dejarse diluir, según la conveniencia y sin cambiar la religión, en el panteísmo universal; o bien dejarse privatizar como un dios solitario... Este Dios no tenía ni cielo para regalarme ni infierno para castigarme. Lo dejaba en paz. En esto hacía consistir mi adoración para él. “Lo que se ama, con gusto se cree”. Con el correr de los años, llegué persuadirme de mi religión; con ella se podía vivir. Una sola cosa hubiera podido destruir una religión tan peregrina: largos y graves sufrimientos. Pero estos no vinieron... ¿entiendes ahora el significado de “Dios castiga y manda tribulaciones a quien ama?...
lejos a Abraham y a Lázaro cerca de él. Entonces grita: ―Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que se moje la punta de un dedo para que me refresque la lengua, porque estas llamas me atormentan.‖ Abraham respondió: ―Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes durante la vida, lo mismo que Lázaro recibió males. Ahora él aquí encuentra consuelo y tu en cambio, tormentos. Sepas que por estos lados se ha establecido un abismo entre ustedes y nosotros, para que los que quieran pasar de aquí para allá no puedan hacerlo, y que no atraviesen tampoco de allá hacia nosotros.‖
Sepas que por estos lados se ha establecido un abismo entre ustedes y nosotros, para que los que quieran pasar de aquí para allá no puedan hacerlo, y que no atraviesen tampoco de allá hacia nosotros
Contestó el rico: ―entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a mis familiares, donde están mis cinco hermanos, para que les advierta, y no vengan ellos también a este lugar de tormento.‖ y Abraham contestó: ―Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.‖ ―No, padre Abraham, dijo el rico. Si uno de entre los muertos los va a visitar, se arrepentirán.‖
Jesús, Palestina, 30 d.c.: Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y que cada día comía regiamente. Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que se tendía a la puerta del rico, y que sentía ganas de llenarse de lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles hasta el Cielo cerca de Abraham. Murió también el rico y lo sepultaron.
Pero Abraham les dijo: ―Si no escuchan
Estando en el infierno, en medio de tormentos, el rico levanta los ojos y ve de 39
a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no le creerán.‖ (Lc 16,19-31)
CADA UNO ES JUZGADO DE INMEDIATO A SU MUERTE (JUICIO PARTICULAR)
Así le pasará al que amontona para sí mismo en vez de trabajar para Dios
En las Sagradas Escrituras hablan del juicio y advierten muchas veces al hombre que después de esta vida hay un juicio donde todos tendrán que rendir cuentas a Dios
Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: En seguid les propuso este ejemplo: ―Había un hombre rico al que sus tierras le habían producido mucho. Se decía a sí mismo: ¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde guardar mis cosechas. Pero pensó: Ya sé lo que voy a hacer: echaré abajo mis graneros y construir unos más grandes para guardar mi trigo y mis reservas. Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes muchas cosas almacenadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien.‖ Pero Dios le dijo: ―Tonto, esta misma noche te reclaman tu alma, ¿quién se quedará con lo que amontonaste?‖
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En las Sagradas Escrituras hablan del juicio y advierten muchas veces al hombre que después de esta vida hay un juicio donde todos tendrán que rendir cuentas a Dios. Este juicio será muy doloroso para algunos y muy feliz para otros; todo depende de la rectitud de intención y de la pureza de corazón. Esta revisión de vida se llama juicio porque ligado a las obras de cada hombre hay siempre un premio o un castigo. Esto no debe olvidarse. “Dios es un Juez justo y veraz” (Ap 16, 7.)
El juicio que se pronuncia sobre las almas, lo veo instantáneamente en el mismo lugar en que se mueren los hombres
Así le pasará al que amontona para sí mismo en vez de trabajar para Dios. (Lc 12, 16-21)
Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Alemania, 1774: El juicio que se pronuncia sobre las almas, lo veo instantáneamente en el mismo lugar en que se mueren los hombres. Allí veo a Jesús, a María, al Santo Patrono de cada una de ellos, y a su Ángel Custodio. Aún en el juicio de los protestantes veo presente a María Santísima. El Juicio concluye en breve tiempo.
¿Dónde se realiza el juicio? El juicio tiene lugar antes de que el alma abandone “la habitación terrena” A Consuelo, Barcelona, España, 1987: ¿Dónde se realiza el juicio? El juicio tiene lugar antes de que el alma abandone “la habitación terrena” (2 Cor 5,1), aunque la muerte aparentemente se haya producido. 40
Este es un acto más de la justicia y de la misericordia de Dios “Ante el cual nada escapa ni pasa inadvertido” (Eclo 42, 20); por eso es natural que el juicio particular se realice teniendo en cuenta el ser completo.
recóndito del hombre y ha sondeado los más oscuros pensamientos, las palabras mejor guardadas y las obras, las buenas y las malas, las que realizó y las que pudo haber hecho y no hizo. No hay acción que pase inadvertida ni pecado que no salga a la luz. El alma todo lo percibe y todo lo ve, no en enigmas sino como se ve a través de un espejo. Y así ve el bien y el mal, la virtud y el pecado, y los ve conforme están en la presencia de Dios en el instante de obrar.
El hombre, después de su muerte ha de someterse a juicio, y este se llama juicio particular. Es el hombre mismo quien después de su muerte toma conciencia de su persona, siendo este el primer acto que realiza a la luz de la justicia divina
Al momento de la muerte, Dios da a todos la gracia de ver toda su vida, para ver qué ha hecho y para reconocer los resultados de las decisiones que tomó en la tierra (A
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre, después de su muerte ha de someterse a juicio, y este se llama juicio particular. Es el hombre mismo quien después de su muerte toma conciencia de su persona, siendo este el primer acto que realiza a la luz de la justicia divina. Todo él se ve desnudo ante los ojos de su alma y ve sus pecados, defectos, flaquezas e imperfecciones. Ahora no valen las propias apelaciones, no hay excusas que alegar ni palabras para justificar la propia conducta. La luz radiante de la Santa Justicia ha iluminado lo más
Varios, Medugorje,Yugoslavia, 1981)
Se halla en una luz tan desconcertante que, en un abrir y cerrar de ojos, ve toda su vida extendida (como en un mapa), y con tal vista se entera de lo que merece Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873:¿Cómo puedo describirle lo que acontece después de la agonía? De veras es imposible entenderlo, a no ser que uno lo haya experimentado. Cuando un alma abandona el cuerpo es como si estuviera perdida, o si así lo puedo decir, rodeada por Dios. Se halla en una luz tan desconcertante que, en un abrir y cerrar de ojos, ve toda su vida extendida (como en un mapa), y con tal vista se entera de lo que merece: esa misma luz promulga la sentencia. El alma no ve a Dios, pero está anonadada en su presencia. En el caso que el alma sea culpable, como yo lo era, y por lo tanto merecedora del Purgatorio, queda tan oprimida por el peso de las faltas que le queda todavía por borrar, que se precipita en le Purgatorio. Solamente entonces uno entiende a Dios y su amor para con las almas, y cuán terrible mal es el pecado a los ojos de la Divina Majestad. 41
San Miguel está presente cuando el alma abandona el cuerpo. Más tarde vi a mi Ángel de la guarda. Con eso Ud. Puede entender por qué se dice que “San Miguel lleva las almas al Purgatorio”, porque un alma no está tomada, sino que él está ahí para la ejecución de cada sentencia. Todo lo que acontece en este otro mundo de nosotros, es un misterio para ustedes. Cuando un alma merece ir directamente al Cielo, su unión con Jesús sigue inmediatamente después de la muerte.
Pues todos hemos de comparecer a descubierto ante el tribunal de Cristo, para recibir cada cual lo que mereció en la presente vida por sus obras buenas o malas. (San Pablo, Palestina, 56 d.c. 2 Cor 5, 10) y júzgate a ti mismo como corresponde, pero júzgate a la luz de mi Santa Justicia.
Como fuiste señor de tus actos durante el transcurso de tu vida terrena, asume ahora las consecuencias de tus obras
En todo juicio está Jesús. Él es el mediador y los hombres, y al presenciar la actitud del alma deja escapar su gran misericordia
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En este descubrirse a sí mismo el hombre percibe, de una parte, lo abominable del pecado y lo fea y estrangulada que queda su alma, y, de otra, la hermosura de la gracia y la admirable belleza de un alma virtuosa. En un instante todo lo ve y todo lo capta con una claridad asombrosa; y mientras que contempla lo que fue su vida, la voz de Dios se deja oír y el alma, abismada en esta luz celestial, escucha que le dice: Te cree “a mi imagen y semejanza” (Gen 1, 26), ¿Qué haré contigo? ¿Desahogaré mi furor en ti? No haré tal cosa; y puesto que fuiste libre para obrar el bien y el mal, sigue ejerciendo tu libertad; y como fuiste señor de tus actos durante el transcurso de tu vida terrena, asume ahora las consecuencias de tus obras, los extravíos de tus palabras y la necedad de tus pensamientos;
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El alma inundada del amor de Dios, viéndose vestida de pobres harapos, guarda silencio y se retira sin prorrumpir una queja; y si el Padre le dijera ven y entra en mi casa, ella seguiría viéndose vestida en forma indecorosa, y no se atrevería a entrar en la mansión celestial. En todo juicio está Jesús. Él es el mediador y los hombres, y al presenciar la actitud del alma deja escapar su gran misericordia. Esta es como un manto que cubre su desnudez. Y las palabras que Jesús pronunció desde la cruz se dejan oír de nuevo: “Padre, perdónale” (Lc 23, 34). Esta voz es como un eco que acompaña al alma al lugar de purificación. 42
hora para arrepentirse los infiernos estarían vacíos. Pero Dios marca las estaciones y distribuye el tiempo entre los hombres, de forma que “todo tiene su tiempo y cada su momento bajo el cielo” (Ecl 3, 1)
No es el que me dice: ¿Señor!, ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo
El tiempo está fijado para todos los moradores de la tierra y nadie puede añadir un solo instante al tiempo de su vida marcado para Dios, dueño de la vida y de la muerte. Por eso “hay un tiempo para nacer y hay un tiempo para morir. No hay nada que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es” (Ecle 3, 2. 14-15). De tal forma que después del Juicio Particular no hay lugar para el arrepentimiento. La voluntad del hombre se hace inamovible, y ésta aunque quisiera, no puede mudarse, pues a su tiempo decidió libremente. Con plenas facultades hizo uso de la libertad que había recibido, y sabiendo incluso que aquello que elegía era para siempre. El hombre, dueño de sus actos, eligió su destino.
Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: No es el que me dice: ¿Señor!, ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. En el día del juicio muchos me dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre arrojamos a los demonios y en tu Nombre hicimos muchos milagros. Yo les diré entonces: No los reconozco. Aléjense de mí todos los malhechores. (Mt 7, 21-23 “hay un tiempo para nacer y hay un tiempo para morir. No hay nada que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es” A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre muere cuando Dios le retira su soplo de vida. Entonces las tres potencias, glorias del alma quedarán así: la memoria para bien o para mal, contemplará sin esfuerzo alguno y de forma perfecta las obras que realizó, lo mismo que los pecados que cometió, y los conocerá tal como fueron cometidos. El entendimiento quedará ilustrado y la voluntad ya habrá tomado asiento, pues esta obró, cuando hubo de obrar, libremente. Después del Juicio Particular el hombre no puede desandar lo andado y de lo errado no puede abjurar. Si el hombre tuviera siempre la posibilidad de elegir y tiempo y
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2. EL PURGATORIO claro que su lugar es el purgatorio y, a través de una etapa purificador, “el alma resplandecerá más que el mismo sol” (Mt 13, 43). Será como “un querubín de inigualable belleza” (Ez 28, 12-14).
SU EXISTENCIA Las Sagradas Escrituras no hablan de estos lugares de forma precisa y yo me atengo a cuanto está escrito “sin precisar más de lo que debiera sobre misterios que el hombre ahora no podría sobrellevar”
“La calidad de la obra de cada cual la probará el fuego. Si la obra de uno construida sobre cimiento resiste, recibirá la recompensa. Más aquel cuya obra quede abrazada, sufrirá el daño. Él, no obstante quedará a salvo pero como quien pasa por el fuego” (1 Cor 3, 13-15). Este fuego no es de castigo, sino “purificador” (Zac 13, 9),
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El purgatorio es un lugar de purificación. Hay diversos niveles de purificación, como hay múltiples vías purificadoras. Las Sagradas Escrituras no hablan de estos lugares de forma precisa y yo me atengo a cuanto está escrito “sin precisar más de lo que debiera sobre misterios que el hombre ahora no podría sobrellevar” (Jn 16, 12). Me detendré en alguna cita del Antiguo Testamento, donde Moisés dice: “Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes” (Ex 34, 6-7). En el Apocalipsis también dice: “Nada profano entrará en el cielo” (Ap 21, 27). Si tenéis todo esto en cuenta, podréis comprender que el hombre que muere en gracia de Dios, no puede, en justicia, ir “al lago de fuego y azufre” (Ap 20, 10); y, si su alma no está nítida, limpia y transparente, ¿a dónde irá? Queda 44
pues si fuera el fuego del infierno, no diría “ quedará a salvo” porque quien tiene la desdicha de caer en el fuego eterno, este jamás tendrá salvación.
Te aseguro que no saldrás de ahí sino cuando hayas pagado hasta el último centavo Jesús, Jerusalén, 33.d.c.: Llega a un acuerdo con tu enemigo mientras van por el camino, no sea que tu enemigo te entregue al juez y el juez al carcelero y te echen al calabozo. Te aseguro que no saldrás de ahí sino cuando hayas pagado hasta el último centavo.(Mt 5,25-26)
Les fue mostrado en una visión del infierno y del purgatorio A 6 jóvenes, Kibeho, Ruanda, 1981: Tienen que arrepentirse y pedir perdón, una gracia que se obtiene por la meditación de los sufrimientos y la Pasión de Jesús y de su Madre. Y el desenlace, de no hacerlo así ... les fue mostrado en una visión del infierno y del purgatorio.
María al mostrarles el purgatorio les dijo: “Todas estas personas están esperando sus oraciones y sacrificios”.
Pero cuando dejamos nuestra cubierta de barro, y cuando nada impide ya la libertad de nuestras almas, por fin empezamos a conocer a Dios, su bondad, su misericordia, su amor... y se nos rechaza porque todavía no estamos suficientemente puras para gozarlo
A Varios, Medugorje,Yugoslavia, 1981: María al mostrarles el purgatorio les dijo: “Todas estas personas están esperando sus oraciones y sacrificios”. El purgatorio es descrito como una gran oscuridad en la que todos los rostros son vagos y difusos. En el purgatorio hay distintos niveles; el más bajo está cerca del infierno, y el más alto se acerca gradualmente al cielo. No es en el día de Todos los Santos, sino en el de Navidad, que la mayor cantidad de almas sale del purgatorio. Hay en el purgatorio almas que oran ardientemente a Dios, pero por quienes ningún pariente o amigo reza en la tierra. Dios hace que se beneficien de las oraciones de otras personas. La mayoría de la gente va al Purgatorio.
Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Tenemos aquí un conocimiento mejor y amamos mucho más a Dios acá que el mejor conocimiento que tengan ustedes de Él en la tierra. De hecho, precisamente eso es lo que nos causa nuestro mayor tormento. En la tierra simplemente no conocéis lo que es Dios, o solamente de acuerdo a su limitadísimo conocimiento. Pero cuando dejamos nuestra cubierta de barro, y cuando nada impide ya la libertad de nuestras almas, por fin empezamos a conocer a Dios, su bondad, su misericordia, su amor. Luego de esta vista más clara y de la sed de unión, nuestras almas suspiran por Dios. Eso es nuestra verdadera vida y se nos rechaza porque
El infierno es como un mar de fuego, con figuras oscuras moviéndose dentro. Muchos van al infierno, unos pocos van directamente al cielo.
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todavía no estamos suficientemente puras para gozarlo. En una palabra, he aquí nuestro peor tormento, el más duro, el más amargo. ¡Oh! Si solo se nos permitiese volver a la tierra, después de conocer a Dios en la realidad, ¡qué distinta vida llevaríamos! Pero ¡qué inútiles esos lamentos! Sin embargo, vosotros en la tierra no pensáis en esas cosas y vivís como si estuvieseis ciegos. La eternidad no tiene importancia para vosotros. La tierra es la única meta a la que se encaminan casi todos vuestros deseos, y ni siquiera pensáis en el Cielo, y Jesús y su amor quedan de todo en el olvido.
EL SENTIDO DE LA PURIFICACIÓN Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado
no es el pecado cometido contra el Altísimo, pues el hombre, aunque quisiera, no puede resarcir a la divinidad por sus pecados, porque es humano y el ofendido es divino. Jesús muere por los pecados de los hombres, ha pagado por todas, está saldada la cuenta, y de tal forma que dice el Señor: “Si el malvado se convierte, ninguno de los pecados que cometió se le recordara más” (Ez 33, 14-16). Pero el pecado recae sobre el alma y la deja deforme y malherida.
Judas Macabeo, 160 a.c.: Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren en gracia de Dios; de ahí que su inquietud era buena y santa. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado. (2 Mac,12, 45-46)
Por el Sacramento de la Penitencia se perdonan los pecados cuando el penitente está arrepentido; pero quedan siempre reminiscencias, huellas o reliquias de los mismos, y estas cicatrices son las que hay que curar, “purgar y purificar” (Zac 13, 9) antes de entrar en el cielo, pues “no entrará nada contaminado” (Ap 21, 27).
Pero el pecado recae sobre el alma y la deja deforme y malherida… quedan siempre reminiscencias, huellas o reliquias de los mismos, y estas cicatrices son las que hay que curar, “purgar y purificar”
El alma tiene que perfeccionarse del todo nuevamente, y amar y desear a Aquel a quien no tuvo amor suficiente en la tierra
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Lo que el alma está pagando en el purgatorio 46
pedir oraciones. No la merecía, pero sin ella me hubiera quedado aquí, igual que las más, de las que están aquí por años y más años.
Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Mientras uno está en la tierra, no puede verdaderamente figurar o imaginarse lo que es Dios en realidad. Pero nosotros (en el Purgatorio) lo conocemos y lo entendemos por lo que es, porque nuestras almas están libres de los lazos que las encadenaban e impedían que percibiesen la santidad y majestad de Dios, y su infinita clemencia. Somos mártires, consumidos, por sí decirlo, por el amor. Una fuerza irresistible nos atrae hacia Dios, que es nuestro centro; pero a la vez otra fuerza nos rechaza a nuestro lugar de expiación. Estamos en una condición de no poder satisfacer nuestros ardientes deseos. ¡Oh, qué tormento es esto! Pero lo deseamos y aquí no hay ninguna murmuración en contra de Dios. No deseamos sino lo que Dios quiere.
Muchas almas tienen su purgatorio en la tierra... Todos los sufrimientos como expiación de los pecados son “ungüento saludable que cura y cicatriza las heridas” A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “La calidad de la obra de cada cual la probará el fuego. Si la obra de uno construida sobre cimiento, resiste, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa sobre el fuego” (1 Cor 3, 13-15). Este fuego no es de castigo sino, “purificador” (Zac 13, 9), pues si fuera el fuego del infierno, no diría , porque quien tiene la desdicha de caer en el fuego eterno, este jamás tendrá salvación.
El alma tiene que perfeccionarse del todo nuevamente, y amar y desear a Aquel a quien no tuvo amor suficiente en la tierra. He aquí la razón por la que la liberación de algunas almas están postergada. Dios me concedió una gran gracia, permitiéndome
Muchas almas tienen su purgatorio en la tierra. Los hombres a veces se quejan de los sufrimientos, de las enfermedades, de la pobreza, de un sin fin de miserias humanas. ¡Tantas veces se revelan contra Dios! Dicen desesperadamente: ¿y por qué a mi? No ven en la cruz más que un signo de castigo, cuando en realidad es un don y una merced que, si pudieran comprenderla, prestos se afanarían en dar gracias por tal elección divina. Todos los sufrimientos como expiación de los pecados son “ungüento saludable que cura y cicatriza las heridas” (Lc 10, 34) o pequeñas lesiones, que toda falta infringe al alma. La cruz, abrazada con amor y aceptada con fe, obra el portentoso milagro de transformar al hombre. El hierro se forja, se doblega, y se amolda al ingenio del artífice en el yunque; y lo deforme adquiere forma, gracias y belleza a fuerza de golpes y temperaturas altas. 47
que han de morar en el purgatorio, porque ir a este lugar es tener el Cielo asegurado A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El purgatorio no es un castigo impuesto por Dios a las almas. Es una vía purificadora que las almas concientes de la justicia y de la santidad divina aceptan con gran amor. Ya te he hablado de cómo el alma, ante la cercanía de Dios, adquiere gran sabiduría y ciencia; tiene, por vía del conocimiento de Dios, un sentido veraz de la justicia. Ve su vida en tres vertientes: pasado, presente y futuro; como en un espejo, todo se muestra ante sus ojos interiores y, viendo su infidelidad pasada, busca afanosamente un lugar adecuado para su purificación. “Amor y verdad se han dado cita, justicia y paz se abrazan” (Sal 84 (85), 11) y han dictaminado que el alma, para asemejarse a Dios, ser purísimo debe pasar “Como el oro por el crisol” (Mal 3, 3) y, “como se refina la plata” (Zac 13, 9), así debe ser purificada. El purgatorio es una gran merced, un acto más de amor y de misericordia de Dios.
Si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego
Bienaventurados aquellos que han de morar en el purgatorio, porque ir a este lugar es tener el cielo asegurado.
San Pablo, Palestina, 55 d.c.: La obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del juicio la dará a conocer porque en el fuego todo se descubrirá. El fuego probará la obra de cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego.(1 Cor 4, 13-15)
Puedo decirte, hija mía, que es bien difícil ir al cielo sin pasar por el purgatorio.
Es, por lo tanto, providencia divina poder ir al purgatorio, porque el tiempo pasa pronto y después vendrá la corona de gloria A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El purgatorio a través de las llamas o del “fuego purificador” (Zc 13, 9) es un dolor constante, pero las almas sufren estas penas con amor y esperanza porque saben que al final les aguarda la dicha eterna. Es, por lo tanto, providencia divina poder ir al
DON AMOROSO DEL PADRE El purgatorio es una gran merced, un acto más de amor y de misericordia de Dios. Bienaventurados aquellos 48
purgatorio, porque el tiempo pasa pronto y después vendrá la corona de gloria. En ese día maravilloso se hará realidad lo que está escrito: “Uno de los ancianos tomó la palabra y dijo: Yo les respondí Me respondió: ” (Ap 7, 13-14).
Apóstoles, mártires y confesores de la Iglesia. Pues bien, en estas fiestas conmemorativas suben muchas almas del purgatorio a los cielos. En las festividades de la Inmaculada, de la Asunción, de la Natividad y de otras advocaciones marianas vuestra Madre baja al purgatorio y éste que da casi vacío, si no fuera porque constantemente las almas van entrando en él. Estos privilegios son obra de la misericordia de Dios, que anhela la dicha eterna para todos sus hijos. Todos debéis recordar, además, las muchas gracias que se derivan de vuestra oración del Santo Rosario, “gran cadena” (Ap 20, 1-2) con la que podéis someter en la tierra a Satanás y con la que podéis ayudar a las almas que sufren en el purgatorio. Orad, pues, por las benditas almas que allí se encuentran y, al mismo tiempo, encomendaos a su intercesión.
Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor. (San Pablo, Roma, 66 d.c Heb 12,14)
Si tenéis en cuenta los que se pierden y lo fácil que es extraviarse, llegar al purgatorio es una gracia que no todos alcanzan
DIVERSIDAD DE NIVELES PARA DIFERENTES GRADOS DE PURIFICACIÓN REQUERIDA
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Las benditas almas del purgatorio son muy amadas por Dios; ellas no gozan de la visión beatífica, pero están en vías de alcanzar la eterna dicha. Si tenéis en cuenta los que se pierden y lo fácil que es extraviarse, llegar al purgatorio es una gracia que no todos alcanzan. Las almas en estos lugares o etapas de purificación sufren, pero con paz; conservan la esperanza y mantienen la alegría porque conocen – pues se les ha dado intelectivamente a conocer – la dicha sublime que les espera. Las benditas almas del purgatorio gozan de muchos privilegios. En la Iglesia triunfante se celebran con gran honor y gloria los misterios de la fe. Hay días muy señalados en los que se conmemoran la Encarnación del Hijo de Dios, el Nacimiento de Jesús, su Pasión y muerte, y los santos que contribuyeron con su entrega a la obra redentora: San Joaquín, Santa Ana, San José, los 49
Las almas que son purificadas en la otra vida después de la muerte, sufren cada una según su necesidad de purificación A Pequeña Alma, España 2001 Hijo mío, las almas que son purificadas en la otra vida después de la muerte, sufren cada una según su necesidad de purificación… y estas purificaciones pueden compararse algo para el entendimiento humano, con las enfermedades y dolencias de la vida natural. Ya sabes que la enfermedad el hígado es triste y muchas veces lleva a la muerte, pero algunos se curan después de largo tiempo y tratamiento. Así hay almas en el Purgatorio que necesitan una larga y triste purificación, porque aunque se han salvado por los pelos, la necesitan, porque durante su vida no han hecho nada o casi nada por su salvación y la de los demás. Este es el caso de tu familiar, necesita oraciones y oraciones…
nas obras y verán a todas las almas a quienes han privado de su auxilio, y tendrán que sufrir un desgarrador deseo de socorrerlas. Toda pereza se convertirá en tormento para el alma, su inquietud e impaciencia, su inercia en cadenas, y todos estos castigos no son invenciones, sino que proceden clara e inadmisiblemente del pecado, como la enfermedad y la causa que la produce.
En el Purgatorio no hay naturaleza, ni árboles, ni frutos. Todo es incoloro, claro y oscuro, según el grado de purificación de las almas
Vi que las almas de los reyes y señores que habían atormentado durante su vida mortal a los demás, ahora servían humildemente como siervos. He visto en el purgatorio a protestantes que habían vivido piadosamente en su ignorancia. Están abandonados porque carecen de oraciones. Las sectas están allí separadas como aquí, y padecen mucho más, porque no reciben en la tierra sufragios de oraciones y misas.
Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Alemania, 1774: En el Purgatorio no hay naturaleza, ni árboles, ni frutos. Todo es incoloro, claro y oscuro, según el grado de purificación de las almas. Los lugares donde están las almas guardan cierto determinado orden. He visto muchos estados de purificación. En particular he visto castigados a aquellos sacerdotes aficionados a la comodidad y al sosiego, que suelen decir: “Con un rinconcito en el Cielo me contento. Yo rezo, digo misa, confieso, etc.” Estos sentirán indecibles tormentos y vivísimos deseos de bue-
Acercándose a las almas se conoce si son hombres o mujeres. Se ven figuras más o menos claras, cuyo rostro está infinitamente afligido y dolorido, aunque en él se echa a ver la paciencia con que llevan sus penas. No es posible explicar la compasión que me 50
causa el verlas. Nada hay más consolador que contemplar la paciencia y ver cómo se alegran las unas de la salvación de las otras, y cómo se duelen a la vista de los dolores de las demás que allí moran, y de la aflicción de las que van llegando.
tenemos el privilegio de echar una rápida mirada a las alegrías de los bienaventurados en el paraíso; pero es casi un castigo. Eso nos hace suspirar por ver a Dios. En el Cielo, puras delicias; en el purgatorio, profunda oscuridad.
En cambio, el que, sin saberlo, hace cosas que merecen castigo, no será castigado con tanta seriedad
Le puedo decir algo acerca de los distintos grados del purgatorio, porque he pasado por ellos. En el Purgatorio mayor hay varios peldaños. En el más bajo y más doloroso, parecido a un infierno temporáneo, están los pecadores que cometieron terribles crímenes durante su vida, y cuya muerte les sobrevino en tal estado. Casi por milagro se salvaron, y muy a menudo por las oraciones de los padres santos o de otras personas piadosas. A veces ni siquiera tuvieron tiempo de confesarse, y el mundo pensó que estaban perdidos, pero Dios, cuya misericordia es infinita, les concedió, al momento de la muerte, la contrición necesaria para su salvación, tomando en cuenta una o distintas buenas acciones que hicieron durante su vida. Para tales almas el purgatorio es terrible. Es un verdadero infierno, con la diferencia de que en el infierno maldicen a Dios, en tanto que nosotros le bendecimos, dándole gracias por habernos salvado.
Jesús, Palestina, 33d.c.: En cambio, el que, sin saberlo, hace cosas que merecen castigo, no será castigado con tanta seriedad. Al que se le ha dado mucho se le exigirá mucho, y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá más aún. (Lc 12, 48) Además en estos tres departamentos del Purgatorio, hay muchos grados de variación. Poco a poco, al paso que el alma se purifica más, se muda su padecer Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Hay larga distancia entre el Purgatorio y el Cielo. A veces
En seguida vienen las almas que, aunque no cometieron grandes crímenes como las otras, fueron indiferentes con Dios. No cumplieron sus obligaciones pascuales y también se convirtieron al momento de la muerte. Quizás no pudieron recibir la Sagrada Comunión. Están en el Purgatorio por sus largos años de indiferencia. Padecen inauditos tormentos y quedan abandonadas, bien sea por falta de oraciones, o en caso que recen por ellas, no se les permite aprovecharlas. En este tramo del purgatorio hay religiosos de ambos sexos, que fueron tibios, descuidados en sus obligaciones, indiferentes hacia Jesús. Estoy en el segundo Purgatorio. Desde mi muerte, había estado en el primero, donde 51
uno padece tantos tormentos. Padecemos también en el segundo, pero ni siquiera aproximadamente tanto como en el primero. He estado en el segundo Purgatorio desde la fiesta de la Asunción. Ese día vi a la Santísima Virgen por primera vez. En el primer Purgatorio nunca la vemos. La visita de ella nos anima, y esa querida Madre nos habla del Cielo. Mientras estamos viéndola, nuestros padecimientos se disminuyen muchísimo. Finalmente hay un Purgatorio del deseo que se llama el umbral. Muy pocos son los que se escapan de él. Para evitarlo del todo, uno tiene que desear ardientemente el Cielo y la visión de Dios. Esto es cosa rara y aún más rara de lo que piensa la gente, porque aun las personas piadosas le tienen miedo a Dios y por lo tanto no poseen un deseo suficientemente poderoso para irse al Cielo. Ese Purgatorio tiene un martirio dolorosísimo igual que los demás. La privación de la vista de nuestro amante Jesús añádase todavía al intenso padecer.
Los grandes pecadores que fueron indiferentes para con Dios, y los religiosos que no fueron lo que deberían haber sido, están en la grada más inferior del Purgatorio. Mientras permanezcan ahí, las oraciones ofrecidas en pro de ellos no se les aplica. Porque rechazaron a Dios durante su vida, ahora Él, por su turno, los deja abandonados a fin de que puedan reparar sus vidas negligentes y sin mérito. En el segundo Purgatorio, que es el purgatorio todavía, pero muy distinto del primero, uno padece muchísimo, pero menos que en el lugar mayor de expiación. Luego, hay un tercer período que es el Purgatorio del deseo, en donde no hay fuego. Las almas que no desearon ardientemente el Cielo y los que no amaron a Dios lo bastante, ahí están. Estoy en ese lugar en este momento. Además en estos tres departamentos del Purgatorio, hay muchos grados de variación. Poco a poco, al paso que el alma se purifica más, se muda su padecer.
Era una fase profunda del Purgatorio, pero no la peor. El nivel inferior se denominaba “La cámara del sufrimiento” Cristina Gallager, Gortnadreha, Irlanda, 1988: Cristina, a quien al igual que a los videntes de Fátima, Kibeho y Medjugorje se le concedió dar una mirada al purgatorio y al infierno, indicaba que lo más importante era proteger la eternidad del alma. Vio el infierno como un lugar de ―llamas y más llamas‖, fuego por todas partes y los cuerpos nadando en él.
En el segundo Purgatorio están las almas que fallecieron con pecados no del todo expiados antes de la muerte, o con pecados mortales que se les perdonaron pero de los que no dieron entera satisfacción a la Divina Justicia. En esta parte del Purgatorio hay también distintos grados según los méritos de cada alma. Así que el Purgatorio de las almas consagradas o de los que recibieron gracias más abundantes, dura más tiempo y es mucho más doloroso que el de la gente ordinaria del mundo.
“Eran muy negros, y parecía como que las llamas se hacían tan enormes que se podía apreciar su vigor. Jesús habló y dijo: “Este es el abismo del pecado, el lugar para todos aquellos que no aman a Mi Padre”. Yo pude mirar abajo y más abajo. Centenares de condenados. Y todos sin esperanza. 52
Tras su mirada al purgatorio Cristina fue llevada a lo largo de un camino estrecho y allí por unas escaleras hasta un túnel muy oscuro. Al principio creyó que era el infierno por ser tan lúgubre, con puertas negras y lleno de fango. Todo estaba en tinieblas. Pero Cristina pudo distinguir a dos conocidos suyos, un laico y un sacerdote.
nos de cálculos terrenales, porque ahí la cosa es distinta. ¡Oh, si la gente supiese y entendiera lo que es el Purgatorio y lo que es saber que aquí estamos por nuestra propia culpa. Estuve aquí desde hace ocho años y me parecen como diez mil años. Acerca del momento de nuestra liberación no sabemos nada. Si sólo supiéramos cuando llegará el término de nuestros padecimientos, ya sería un intenso alivio, una alegría para nosotros; pero no es así. Sabemos bien que nuestros padecimientos disminuyen y que nuestra unión con Dios se hace más estrecha. Pero en qué día (esto es según los cálculos de la tierra, porque aquí no hay días), estaremos unidas con Dios, de eso no sabemos; es un secreto. Las almas del Purgatorio no tienen ningún conocimiento del futuro, salvo lo que a veces Dios les concede.
Nos cuenta Cristina: “Yo ciertamente deseaba desesperadamente que fueran liberados. Entonces Jesús desapareció y parecía como que yo hubiera sido arrojada contra un muro de piedra –atrapada y sin poder moverme- y había espíritus malos jugando con el fuego. Sentí que el fuego me afectaba. No me quemaba pero me hacía sentir en agonía. Y exclamé “Jesús, quiero quedarme aquí si con ello se salvan esas dos almas”. Luego una gran bola de luz me envolvió y todo se desvaneció. Más tarde la Santísima Virgen me informó que aquellas dos almas habían sido liberadas.
Son muy poca la cantidad de almas que no tengan sino algunos pecados veniales que expiar. Estas no se quedan mucho tiempo
Era una fase profunda del Purgatorio, pero no la peor. El nivel inferior se denominaba “La cámara del sufrimiento”. A niveles más altos vio también el Purgatorio como un área enorme de cenizas grisáceas en las que ninguno se hacía visible. Eran los que estaban aguardando su liberación.
DIVERSIDAD EN CUANTO A LA DURACIÓN Cada día miles de almas llegan al Purgatorio y las más de ellas ahí permanecen de treinta a cuarenta años, algunos por períodos más largos, otras por más cortos Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Cada día miles de almas llegan al Purgatorio y las más de ellas ahí permanecen de treinta a cuarenta años, algunos por períodos más largos, otras por más cortos. Se lo digo en térmi53
guel como vemos a los ángeles. No tiene cuerpo. Viene a buscar las almas que acabaron con la purificación. Él es quien las lleva al Cielo. Es el ángel más elevado en el Cielo. Nuestros propios ángeles de la guarda nos vienen a ver. Pero San Miguel es mucho más hermoso que ellos. En cuanto a la Santísima Virgen, la vemos en su cuerpo. Baja al Purgatorio los días de sus fiestas y se vuelve al Cielo con muchas almas. Mientras ella está con nosotros no padecemos. San Miguel la acompaña. Cuando él viene solo, seguimos padeciendo. El año en que me oyó gemir, cuando empecé a hablarle, estaba todavía en ese mismo lugar. En el día de la fiesta de San Miguel, él llega al Purgatorio y se vuelve al Cielo, llevándose gran número de almas, en especial las que le fueron devotas durante su vida.
en el purgatorio. Algunas oraciones bien rezadas por ellos, algunos sacrificios, de parte de personas de la tierra, pronto las liberan. Pero cuando se trata de almas como la mía – y estas son casi todas las almas cuyas vidas fueron tan vacías, que no prestaron sino poca o ninguna atención a su salvación-, entonces su vida entera tiene que volver a empezar nuevamente en este lugar de expiación.
En cuanto a la Santísima Virgen, la vemos en su cuerpo. Baja al Purgatorio los días de sus fiestas y se vuelve al Cielo con muchas almas Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C. Pontigny, Francia 1873: Vemos a San Mi-
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3. EL CIELO INDESCRIPTIBILIDAD DEL PARAÍSO CELESTIAL Fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras que no se pueden decir: son cosas que el hombre no sabría expresar San Pablo, Palestina, 56 d.c.: De cierto creyente sé esto: hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo. Si fue con el cuerpo o fuera del cuerpo, eso no lo sé, lo sabe Dios. Y yo sé que ese hombre, sea con cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, lo sabe Dios, fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras que no se pueden decir: son cosas que el hombre no sabría expresar. 2 Cor 12, 2-4)
perdido la capacidad de razonar y ya no razonan. Absortos en sus conquistas y sumergidos en la materia, ¿cómo pueden estos hombres percibir el cielo? ¿Y cómo pueden entender mis palabras y aprender mis enseñanzas? Éstas serán, para la mayoría, un género literario, para otros lucubraciones y fantasías; y créeme, cuanto más elevado sea el contenido de este libro, más cerca estará él de la realidad del cielo y, al acercarse a lo divino, más se apartará del pensamiento humano y menos lo creerán, porque la distancia entre el hombre natural y el cielo será mayor, y “el hombre nunca podrá discernir naturalmente lo espiritual” (1 Cor 2, 14)
Esta sublime grandeza, que los hombres algún día no lejano vivirán en los cielos, es indescriptible; y aunque yo quiero acercarte a la realidad, no me es posible A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Esta sublime grandeza, que los hombres algún día no lejano vivirán en los cielos, es indescriptible; y aunque yo quiero acercarte a la realidad, no me es posible; porque no es fácil expresar con palabras humanas realidades sobrenaturales que, por serlo, escapan a cualquier conocimiento, por ilustrado que éste fuere. Es tan elevada esta ciencia que es imposible darle término ni alcance. La distancia es insalvable, porque la mentalidad de muchos hombres es rastrera y todo se visualiza, cuantifica, mide y pesa.
Si tú me preguntaras: ¿Qué es el cielo? Yo te diría: el cielo es amor, y como Dios es Amor, el cielo es la posesión de Dios. Y la eternidad, ¿qué es la eternidad? Es la plenitud del amor de Dios en todas las almas. En términos humanos, las palabras cielo y eternidad se expresarían con la plenitud del amor de un Dios que se da a los bienaventurados sin tasa ni medida. Y como Dios es impenetrable, el amor no podría ser explicado más que amando; y la eternidad, tiempo sin fin donde el alma podrá vivir el amor.
El racionalismo ha trocado al ser humano en irracional. La razón, sinónimo de cordura, no cumple su oficio; porque muchos son los hombres que, creyéndose sabios han 55
El hombre, mientras lleva sobre sí “el lastre de la culpa”, no puede comprender lo que Dios le tiene reservado en el cielo y aunque se figure o imagine la gloria, esto sólo sería la sombra de lo que en realidad es la Casa del Padre...
¿Cómo es, pues, esta alabanza? Es sublime, maravillosa y excelsa, porque los que alaban y bendicen a Dios, Trinidad indivisa, con su alabanza no aumentan la gloria divina, porque en el Señor está toda la gloria, eternamente y de forma inmutable. Dios ha creado al hombre no para aumentar su propia gloria, sino para comunicar al hombre su gloria y para manifestarle su amor. Cuando el hombre alaba y bendice a su Hacedor, está participando de la gloria divina y, como hijo adoptivo de Dios, con su cuerpo glorificado está glorificando a Aquel que lo glorificó.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre, mientras lleva sobre sí “el lastre de la culpa”, no puede comprender lo que Dios le tiene reservado en el cielo y aunque se figure o imagine la gloria, esto sólo sería la sombra de lo que en realidad es la Casa del Padre.
La alabanza y la gloria en unión con los coros angélicos, esto es lo más importante en el cielo. Porque no es una alabanza ni una gloria semejante a la que vosotros conocéis. Muchas veces los hombres llevan a los labios lo que no siente su corazón. En este caso todo se reduce a palabras “que como tamo se las lleva el viento”. No en vano está escrito: “Este pueblo me honra con los labio, mientras su corazón está alejado de mí”
El Padre es inmensamente feliz haciendo partícipe de su gloria a los hijos, y estos, inmersos en el abismo infinito de todas sus bondades, le alaban y bendicen eternamente, viniendo a ser “uno con Él”. Y así como Dios no puede crecer en gloria ni en perfección, porque Él es la Gloria inmutable y la Perfección absoluta que al darse no sufre merma y al recibir no experimenta crecimiento en sí mismo – pues Dios es inmutable -, sin embargo podría decirse que este aumento de gloria se da, no en Dios mismo, sino en el hombre, gloria del Padre, hermano del Hijo, renuevo del Espíritu Santo, creado para resplandecer en la gloria de Dios.
Cuando el hombre se libere de “ese lastre de pecado” que hace más pesada, si cabe, su esclavitud, y parta de esta vida a la casa del Padre, entonces, sólo entonces, comprenderá que la descripción que os hice del cielo en consideración a vuestra flaqueza natural, se ajustó mucho al pensamiento humano; por eso fue corta y bien mermada A Consuelo, Barcelona, España, 1987: ¡Qué maravilloso es el cielo! ¡Y qué difícil es para la mente humana pensar en él! El hombre, desde su nacimiento, está sujeto a unas leyes; salir de las coordenadas de tiempo y de espacio es muy difícil para él. Se imagina que no hay más belleza que aquella que contemplan sus ojos, y no se ha parado a pensar que todas las hermosuras de la tierra, aunque describan la sublime grandeza del Creador, no son más que 56
leves pinceladas y pequeños reflejos de la luz inaccesible y de la belleza que ocultan los cielos. Cuando el hombre se libere de “ese lastre de pecado” que hace más pesada, si cabe, su esclavitud, y parta de esta vida a la casa del Padre, entonces, sólo entonces, comprenderá que la descripción que os hice del cielo en consideración a vuestra flaqueza natural, se ajustó mucho al pensamiento humano; por eso fue corta y bien mermada. La Madre del cielo quiso hablar a sus hijos de la tierra “sobre grandezas que no comprenden y sobre maravillas que les superan”; por eso bajó hasta la pequeñez de aquel que balbucea.
El alma llega al cielo, lugar de su destino, acompañada siempre de su protector o ángel de la guarda. Hay almas a las cuales tengo la misión de acompañar. Otras, en cambio, son liberadas de las penas del purgatorio por Jesús. Estas almas fueron muy devotas de su Corazón, del sacramento de la Eucaristía y de su gran misericordia. Fueron fieles a los primeros viernes de mes y hallaron su recompensa.
PLENITUD DE PERFECCIÓN Y VIDA Ahora quiero mostraros cómo van al cielo las almas después de su etapa purificadora... Todo lo sabe y comprende. El alma tiene gran perceptibilidad, todo lo ve en un instante, todo lo penetra y todo lo entiende
Los familiares y amigos las reciben con amor. El alma no necesita que les digan dónde está ni que le expliquen nada. Todo lo sabe y comprende. El alma tiene gran perceptibilidad, todo lo ve en un instante, todo lo penetra y todo lo entiende. El pasado, el presente y el futuro están desnudos y descubiertos ante sus ojos. Su estado de perfección es tal que todo lo que le rodea no hace más que confirmarle la sublime grandeza de Dios, de la cual ella participa.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Ahora quiero mostraros cómo van al cielo las almas después de su etapa purificadora: en lenguaje humano, podría decir que llevan “una diadema de gracia y una corona de gloria”. El alma, aunque ha sido creada por Dios para habitar en el cuerpo, no precisa de él para moverse en un plano espiritual. Lo más importante del hombre está en su alma, aunque el cuerpo ha sido un siervo fiel que ha cumplido con la misión que se le había ordenado.
Lo que más le sorprende a los hombres que alguna vez han sido arrebatados al cielo, es el amor, porque, viniendo de un lugar donde solo domina el egoísmo, el odio, la ven57
ganza y la traición, es casi imposible comprender este amor entre el Padre y los hijos, y esta comunicación entre las almas y los ángeles.
En la Patria Celestial la memoria, el entendimiento y la voluntad serán como lumbreras, porque estarán altamente sublimadas; no obrarán porque las tres potencias entre sí estarán en la presencia de Dios
biamente la ha trocado por el amor, y en ese cambio el ser humano ha ganado con creces.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: ¿Cómo subirá el alma a la gloria después de su etapa de purificación? Hermosa, limpia y resplandeciente más que el mismo sol. Las potencias, gloria del alma, quedan refulgentes, como haz de luz.
La omnisciencia que se les concede a ellos, a la libertad de que gozan por la que no se les opone ninguna distancia ni ningún espacio, su clarividencia, por la que experimentan grandes satisfacciones
En la Patria Celestial la memoria, el entendimiento y la voluntad serán como lumbreras, porque estarán altamente sublimadas; no obrarán porque las tres potencias entre sí estarán en la presencia de Dios como “están los querubines blandiendo sus alas” (Ex 37, 9).
Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente, Han-Kow, China, 1960: Me llegó una voz, no se de dónde: “Arriba, despiértate, Fanny, y mira alrededor atentamente. Escribirás de todo lo que veas... Almas desconocidas por mí vinieron a mi encuentro, leves como mariposas, tanto que ni siquiera oía sus pasos. Tenían vestidos multicolores y sus miradas, llenas de felicidad, reflejaban una bondad sin límites. Y me dijeron: “¡Hermana, levántate!” Te acoge el Reino del Padre cuyo espíritu vive en toda cosa. Estás aquí por su voluntad, para que el hombre no se extravíe en la duda y en la búsqueda inútil, para que puedas contar en la tierra nuestra vida, por haberla visto”...
No es preciso que el hombre se esfuerce en recordar, pues todo lo bueno y lo hermoso que le proporcione felicidad, lo tendrá presente; solo desaparecerán de su memoria el dolor, las amarguras, las enfermedades y la muerte. El entendimiento, sabiamente ilustrado por la luz divina, conocerá y hasta comprenderá muchos y grandes misterios; se irá dilatando constantemente en el conocimiento de Dios, y cuanto más penetre en el abismo insondable de su amor, más inmensa será su gloria, que “irá creciendo en plenitud2 (Prov 4, 189 la voluntad solo sirve para obrar aquí en la tierra; más si el hombre vivió en Dios, por Él, y para Él” (Col 1, 16), Ya desde su cotidiano vivir rindió su voluntad a la voluntad divina, aquel que ama al Señor sin fingimientos, “Con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas” (Deut 6, 59, no tiene voluntad propia no porque carezca de esa potencia, sino que sa-
Nos acercamos a los bienaventurados que se encontraban allí. Ellos contaban a un nuevo huésped del Paraíso, llegado hacía poco a la grandeza y la gloria del Señor, su majestad, la omnisciencia que se les concede a ellos, a la libertad de que gozan por la que no se les opone ninguna distancia ni ningún espacio, su clarividencia, por la que experimentan grandes satisfacciones. Pasa el tiempo, los siglos se suceden, pero nin58
guno teme a esta carrera y nadie tiene enemigos
reza: solo lo atraviesan leves los ángeles, desapareciendo por el azul inmaculado.
Aquí, en cambio, es el Paraíso, lleno de toda perfección, y Dios reina en él gloriosamente entre los dulces cantos de los serafines, mientras que en todas partes florecen y maduran frutos
a hierba aquí es sutil, verde, deliciosamente fresca, primaveral, adornada de flores y no se dobla bajo el solemne pisar de los ángeles. ¡Qué agradables son los pequeños senderos que los atraviesan. En todo alrededor se erguían majestuosa palmeras que murmuraban, movidas por el leve vientecillo que hacía ondear sus hojas. Mi compañero me guiaba y me llevaba siempre adelante, y mostrándome varios objetos para mí del todo desconocidos me los iba nombrando; pero yo no sabría darles un nombre en nuestro lenguaje humano. Ni podría describir su belleza, porque el lenguaje de la tierra es demasiado pobre.
Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente, Han-Kow, China, 1960: Y yo volvía a decir: “Allá abajo en el infierno he visto...”, pero fui interrumpida: “No hables,. Nosotras sabemos ya todo. Allí no valen nada las tribulaciones y los tormentos de los pecadores. Aquí, en cambio, es el Paraíso, lleno de toda perfección, y Dios reina en él gloriosamente entre los dulces cantos de los serafines, mientras que en todas partes florecen y maduran frutos. Aquí pueden vivir solamente las almas santas; aquí está la fuente de los pensamientos alados y de las ideas sublimes. El agua de los arroyos es pura y las alas de los ángeles tienen un resplandor plateado. Aquí nadie se esfuerza y todos gozan los bienes que han sido creados para los justos.
Fui enseguida impresionada por la belleza y variedad e colores que poseían las flores de aquel lugar, inocentes criaturas del Señor. Algunas entre ellas eran tímidas y modestas. Otras en cambio, bellísimas, pero indiferentes a su propia belleza. Ningún pintor sabría reproducir los tonos y los matices propios de esas flores. Nadie en la tierra sabe preparar perfumes que puedan igualar a los aromas dulces de las flores del Paraíso. Estas flores no producen embriaguez sino solo placer intenso. Y yo respiraba con alegría no humana el aire impregnado de aquel dulcísimo soplo.
Volví la mirada y pensé: “¡Qué belleza aquí! ¡qué aire balsámico y perfumado! ¡Qué hermoso jardín! ¡Qué espléndidos vestidos multicolores tienen las almas que pasean por él! Y ¡Qué limpio y azul el cielo! Ni una nube empaña la nitidez y la pu-
LA FELICIDAD ETERNA Yo vi cuán grande es la felicidad de Dios, que reparte a todas las criaturas haciéndolas felices Santa Faustina Kowalska, Plonia, 1937: Hoy fui al Cielo, en Espíritu, y vi su inconcebible belleza y la felicidad que nos espera después de la muerte. Yo vi cómo todas las criaturas dan incesantemente glorias y alabanzas a Dios. Yo vi cuán grande es la felicidad de Dios, que reparte a todas las criaturas haciéndolas felices; y entonces toda la alabanza y gloria que viene de esta felicidad, retorna a su fuente; y ellos entran 59
dentro de la profundidad de Dios, contemplando su vida interior, al padre, al Hijo y al Espíritu Santo, de quien ellos nunca se separarán.
anhele, lo tendrá. Si tu gozo supremo es contemplar a Jesús en el Santísimo Sacramento, harás compañía a la multitud de serafines que, juntamente con las almas enamoradas de este admirable Portento, lo adoran día y noche, muchos en el cielo y otros en todos los sagrarios de la tierra.
Estarán maravillados con esta belleza. Ellos estarán siempre felices. Visitarán todo el Paraíso, incluyendo el Gran Salón del juicio, donde cada uno será juzgado
Te serán concedidos los más mínimos deseos, incluso podrás ver con cuánta ternura el Eterno creó tu alma y cómo, antes de que el mundo fuera creado, Él pensó en ti, místicamente te tomó en sus manos y te acunó sobre su Corazón. Y lo que te digo a ti, lo digo a todos los hombres, porque todos son amados por Dios, como si en realidad fuera uno solo.
A 12 niñas y centenares, Oliveto Citra, Italia, 1985: La gente que ora no caerá en ese profundo abismo que es el infierno, sino que irán al Reino del Cielo, donde verán esos magníficos campos de amor fraterno, y además podrán ver el Paraíso Celestial. Estarán maravillados con esta belleza. Ellos estarán siempre felices. Visitarán todo el Paraíso, incluyendo el Gran Salón del juicio, donde cada uno será juzgado. Ellos se regocijarán, y con una alegría inmensa reinarán a Mi lado con Dios por toda la eternidad
En el cielo no hay ansiedad, porque todas las aspiraciones del alma están satisfechas. El cielo no es un lugar monótono ni pesado, en él nadie puede sentir cansancio ni hastío. En el cielo “hay muchas moradas”. Jesús dice: Voy a prepararos un lugar”.
Todos son felices en la presencia de Dios.; nadie desea más de lo que tiene... “El cielo es el paraíso donde corren ríos de agua, brillantes como el cristal, y árboles de vida que dan fruto todos los meses del año”
Te serán concedidos los más mínimos deseos, incluso podrás ver con cuánta ternura el Eterno creó tu alma y cómo, antes de que el mundo fuera creado, Él pensó en ti, místicamente te tomó en sus manos y te acunó sobre su Corazón
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El cielo es incomprensible para la mente
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En el cielo se ven, se vivencian y se disciernen todos los misterios, ahora velados para el hombre. Si te sientes atraída por el instante sublime de la Encarnación, podrás místicamente vivir ese momento glorioso. Y si dices: me gustaría haber conocido el nacimiento e infancia de Jesús, tus deseos serán colmados. Todo aquello que el alma 60
humana y no hay palabras sublimes capaces de definirlo. A ti te digo: el cielo es un estado de beatitud en el que el hombre resucitado y glorioso “participa” como hijo adoptivo de Dios, “de la misma naturaleza divina” (2 Pe 1,4) “El cielo es el paraíso donde corren ríos de agua, brillantes como el cristal, y árboles de vida que dan fruto todos los meses del año” (Ap 22, 1-2). Todos son felices en la presencia de Dios.; nadie desea más de lo que tiene, porque “el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que cada uno de vosotros” (Mt 11, 11).
condenados. En el Cielo todo es unión y beatitud de los santos. En estos campos y jardines, cuadros, plantas y ramas, flores y frutos, vivía todo lo mismo que en aquel jardín común. El gozar de los frutos no consistía en comerlos, sino en la íntima percepción de los mismos.
Las moradas de los bienaventurados se presentan bajo la forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos, según su condición de beatitud
Vi a mi madre, hermosa como nunca, alta, esbelta, envuelta en velos vaporosos. Sus ojos eran idénticos a los que había tenido en vida, pero la mirada distinta
Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Alemania, 1774: La celestial Jerusalén se me aparece ordinariamente como una ciudad donde las moradas de los bienaventurados se presentan bajo la forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos, según su condición de beatitud. Lo mismo aquí, creí ver un mundo entero, una reunión de edificios y de habitaciones muy complicadas. Pero en las moradas de los bienaventurados todo está formado bajo una ley de paz infinita, de armonía eterna. Todo tiene por principio la beatitud, mientras en el infierno tiene por principio la ira eterna, discordia y la desesperación.
Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente, Han-Kow, China, 1960: Todo allí era bello. Sin ruido, semejante a leves mariposas, volaban los ángeles. De repente, a través del follaje de la espesa vegetación, oí una voz muy conocida para mí, y reconocí la querida voz de mi madre. Me volví hacia aquel lugar. La voz querida conservaba el encanto de otro tiempo, y desde ese momento yo no esperé otra cosa que el instante de mi encuentro con ella.
En el Cielo son edificios de gozo y de adoración, jardines llenos de frutos maravillosos que comunican la vida. En el infierno son prisiones y cavernas, desiertos y lagos llenos de todo lo que excita el disgusto y el horror; la eterna y terrible discordia de los
Ante nosotros apareció un kiosco, esculpido en piedra azul, similar a la turquesa; en él vi a mi madre, hermosa como nunca, alta, esbelta, envuelta en velos vaporosos. Sus ojos eran idénticos a los que había 61
tenido en vida, pero la mirada distinta. Además tenía la cintura más delgada y los cabellos más brillantes y peinados de otra manera. Su rostro era todo liso, mientras que alrededor de la cabeza le brillaba un aureola. Y también brillaba una aureola en torno a aquellos que estaban con ella. Ella les hablaba y yo escuchaba ávidamente cada sílaba suya. Después se levantó y llamó a las amigas. Detrás les ondeaba un velo...
santificadoras en los miembros de la Iglesia militante. Ellos oran e intercede constantemente ante Dios por los habitantes de la tierra. Bien podría decirte, para que mejor comprendas que la Madre de Dios y de los hombres no está inactiva y ahora mismo trabaja con gran amor por la humanidad, para que se santifique con estas enseñanzas que “como rocío cubrirán la tierra. Soy Madre y Maestra, y ésta es la misión que el Altísimo me ha encomendado; con gozo la cumplo y ene este servicio pongo mi corazón y mi entrega generosa.
Podría pensarse: el cielo debe ser un lugar estático y aburrido; sin embargo, este concepto es humano y no corresponde a nada a la realidad... Cada alma tendrá el cielo que le ha correspondido, según sus obras
DIVERSIDAD EN LA GLORIA RECIBIDA ¿Hay muchos cielos? Sí, hay diferentes cielos o estados beatíficos. ¿Y moradas? Hay muchas moradas, tantas y tan distintas entre sí como lo son las almas
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En el cielo nadie está inactivo. Los ángeles, los santos, todos alaban, adoran y bendicen a Dios. Después, cada cual tiene una misión específica, que cumple con celo, cooperando así al plan salvífico y redentor que Dios tiene sobre la humanidad.
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo habría dicho; porque voy a preparaos un lugar, volveré y os tomaré conmigo para que donde Yo esté, estéis también vosotros” (Jn 14, 2-3).
Jesús curó a un tullido en sábado. Los judíos, por esto, trataban de matarle. Jesús les dice”Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5, 17). ¿Cómo trabajan los moradores del cielo? Espiritualmente. De los ángeles está escrito: “Mira que envío delante de ti a tu ángel para que te guarde en todos tus caminos” (Ex 23, 20). Y de los santos que forman la Iglesia triunfante se sabe que instan al bien y promueven acciones 62
El cielo , la gloria, la casa del Padre, la Nueva Jerusalén, el Paraíso, ¡Cuántos nombres para definir la eterna dicha, la plenitud de Dios! Jesús fue llevado al cielo y Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo (2 Cor 12, 2). ¿Hay muchos cielos? Sí, hay diferentes cielos o estados beatíficos. ¿Y moradas? Hay muchas moradas, tantas y tan distintas entre sí como lo son las almas. Todo esto es muy difícil de explicar. Por tanto, os advierto que sería bueno no olvidar cuanto he ido enseñando referente a ahondar en el espíritu y dejar en segundo plano la letra, no fijando demasiado la atención en números concretos ni en fechas determinadas, que muchas veces son más simbólicas que representativas de una auténtica realidad.
pequeña está completamente llena... La tercera, que es la mayor de toda, está asimismo hasta los bordes. A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Pongo por caso tres vasijas de distinta forma y al mismo tiempo desiguales en capacidad. La más pequeña está completamente llena; en sí misma hay una plenitud. La segunda vasija, un poco mayor, también está a rebosar; segundo grado de plenitud. La tercera, que es la mayor de toda, está asimismo hasta los bordes. Si humanamente te detienes a contemplarlas, te darás cuenta de que hay una diversidad dentro de la unidad y que cada una de ellas retiene según su capacidad. Conservan su forma, que es tanto como decir sus características propias, y distintas entre sí. Y el recipiente aprehende según sus posibilidades; viniendo el contenido a tomar la forma del recipiente, adaptándose a su capacidad. Si estas vasijas pudieran hablar, en justicia no podrían decir: deseamos más; porque en todas ellas hay una plenitud, aunque ésta sea diferente; en las tres hay abundancia, pues las tres están al límite máximo de sus posibilidades. Esto es un ejemplo de lo que acontece en el cielo.
Mis palabras son como leves pinceladas que sólo pueden servir para esbozar un cuadro del cielo y para acercarnos un poquito a él; pero este magnífico lienzo sólo quedará al descubierto y mostrará toda su perfección y belleza cuando el alma esté en presencia de Dios. El cielo es indescriptible y, aunque me afanara para hacer llegar a ti tanta belleza y hermosura, mi intento sería inútil, pues “ni ojo vio ni oído oyó” (1 Cor 2, 9), porque es inmensa la dicha que espera a los bienaventurados.
Pongo por caso tres vasijas de distinta forma y al mismo tiempo desiguales en capacidad. La más
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sucede en el cielo: cada cual tendrá la gloria que le corresponda; todo depende del recipiente, que es tanto como decir, de la capacidad de amar y de asimilarse al Amor A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El Señor dijo: “El reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17, 21). Sencillamente, Jesús descubre al hombre lo que en sí es el cielo, la vivencia de Dios en el alma: un estado beatífico de múltiples matices y de plenitud diversa como participación de la plenitud absoluta, que es Dios. Por eso el alma tiene el cielo según su capacidad espiritual y, en esta capacidad, que puede ser diversa, estará su plenitud. Si pruebas a llenar una vasija de cualquier sustancia líquida o gaseosa, te darás cuenta que dicho contenido se adapta a la capacidad del envase, tomando la forma del recipiente. Así sucede en el cielo: cada cual tendrá la gloria que le corresponda; todo depende del recipiente, que es tanto como decir, de la capacidad de amar y de asimilarse al Amor.
En orden al sentido sublime de justicia, los bienaventurados están participando de la vida divina y en tal grado que no sienten celos ni saben de envidias, no pueden más que bendecir, amar y adorar a Dios por tan inefable dicha.
Si pruebas a llenar una vasija de cualquier sustancia líquida o gaseosa, te darás cuenta que dicho contenido se adapta a la capacidad del envase, tomando la forma del recipiente. Así
4. EL INFIERNO SU EXISTENCIA REVELADA POR JESÚS MISMO Algunos dicen que el infierno está en esta tierra, pero no es así. Que el infierno existe, lo ha dicho mi Hijo A Miguel Ángel Poblete, Peñablanca, Chile, 1983.: El demonio existe y trata de hacer creer que no existe. Que no existe ni Dios ni el infierno. Algunos dicen que el infierno está en esta tierra, pero no es así. Que el infierno existe, lo ha dicho mi Hijo.
Por cierto, ¿de qué le servirá a un hombre el ganar el mundo entero, si pierde su alma? (Jesús, Jerusalén, 33 d.c. Mc 8, 36) 64
que la siembra es el diablo. La cosecha es el fin del mundo. Los segadores son los ángeles. Así como se recoge la maleza y se quema, así será al fin del mundo.
No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede echar el alma y el cuerpo al infierno. (Jesús, Palestina, 30 d.c .Mt 10, 28)
El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que quiten de su Reino todos los escándalos y saquen a los malvados. Y los arrojarán en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Al mismo tiempo los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre. Quien tenga oídos, que entienda. (Mt 13, 37-43)
Pues es mejor para ti que entres con un solo ojo en el Reino de Dios, que no con los dos ser arrojado al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues el mismo fuego los conservará. (Jesús, Palestina, 30 d.c. Jesús, Palestina, 30 d.c. Mc 47-49)
Así pasará al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos hipócritas... ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo lograrán escapar de la condenación del infierno? (Jesús, Palestina, 30 d.c. Jesús, Palestina, 30 d.c. Mt 29. 33)
El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para que quiten de su Reino todos los escándalos y saquen a los malvados. Y los arrojarán en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes
Jesús, palestina, 30 d.c.: El Reino de los Cielos es semejante a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla. Ahí se sientan, escogen los peces buenos y los echan en los canastos, y tiran los que no se pueden comer. Así pasará al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán
Jesús, Palestina, 30 d.c.: Jesús les dijo: ―El que siembra la semilla buena es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla son los que pertenecen al Reino. La mala hierba es la gente del demonio. El enemigo 65
a los malos de los buenos y los arrojarán al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación.
Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Aquellos (los malos separados a la izquierda) preguntarán también: ―Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?‖ El Rey les responderá: ―En verdad les digo que siempre que no lo hicieron con alguno de esto más pequeños, que son mis hermanos, conmigo no lo hicieron.
Preguntó Jesús: ―¿entendieron bien estas cosas?‖ Ellos le respondieron: ―Sí.‖ (Mt 13, 47-51)
Y a ese servidor inútil échenle a la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación
Y éstos irán al suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna.‖ (Mt 26, 44-46)
Jesús, Palestina, 30 d.c.: Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil échenle a la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación. (Mt 25, 28-30)
Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron mal resucitarán para la condenación Jesús, Palestina, 30 d.c.: No se asombren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron mal resucitarán para la condenación (Jn 5, 28-29)
Y éstos irán al suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna
Por misericordia, muchas cosas están ocultas; pues, si el hombre advirtiera cuanto en su entorno se mueve, moriría de espanto por el espectáculo que contemplarían sus ojos A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre que niega lo que no comprende y que “injuria lo que ignora” (Jd 1, 10), es un necio; y aquel que se resiste a creer aquello que no ve, no es nada inteligente. Por que si lo fuera, pensaría que no todo lo que existe puede ser visualizado. Por misericordia, muchas cosas están ocultas; pues, si el hombre advirtiera cuanto en su entorno se mueve, “moriría de espanto 66
por el espectáculo que contemplarían sus ojos” (Deut 28, 67). ¿Y acaso habéis olvidado lo que está escrito: “Despabilaos, mirad que vuestro adversario, el diablo, está merodeando en torno a vosotros con deseos de devoraros”? (1 Pe 5, 8)
REALIDAD POSTERIOR A LA VIDA TERRENAL Algunos dicen que el Infierno está aquí en la tierra, y otros dicen que está en la misma persona, en la mente… ¡No, hijos míos! El Infierno, como el Purgatorio, como el Cielo, son lugares muy concretos A Pequeña Alma, España 2001 (J) Algunos dicen que el Infierno está aquí en la tierra, y otros dicen que está en la misma persona, en la mente… ¡No, hijos míos! El Infierno, como el Purgatorio, como el Cielo, son lugares muy concretos, pero no pueden ser concebidos por la mente humana más que por comparaciones de vuestro mundo visible.
Debéis leer y repasar la Doctrina de la Fe Católica, que también para eso vino mi divino Hijo Jesús, para instruiros y quitar la ignorancia que el hombre tenía sobre Dios, sobre sí mismo y sobre su existencia terrenal… y lo que le espera después de la muerte del cuerpo…
Hasta muchos de vuestros teólogos no creen más que en lo que puede comprender su razón, no creen en el misterio, ni en la Palabra de Dios, han perdido la fe… ¡pobres hijos, qué siembran…!
Os pido hijos míos, que roguéis a Dios por vosotros mismos… que os preocupéis de salvar vuestra alma, sois vosotros mismos… porque el cuerpo de carne es como un vestido que en la hora de la muerte tendréis que dejar aquí, pero que os ha servido para hacer el camino de esta vida terrenal y material.
Hijos míos, haced todo lo posible por no perder la fe y por evitar el pecado… ¡Apartaos y dejad todo lo que hace pecar! Muchos no sabéis ya lo que es pecado, y viven constantemente en pecado mortal como algo normal, porque otros lo hacen… y no saben o lo han olvidado, que si la muerte les sorprende en ese estado irán al infierno para siempre.
Para que no compares tu estado con el infierno, me dijo, voy a mostrarte el infierno... Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Alemania, 1774: Hallándome una vez muy turbada y abatida de la vista de las miserias que me rodeaban y de tantas penas y violencias que sentía, pidiendo a Dios que
Pecado es faltar en algo a los diez Mandamientos… y odiar al prójimo, el que odia al prójimo, odia a Dios y se está odiando a sí mismo… 67
se dignara concederme siquiera un día tranquilo, pues vivía como en el infierno, mi guía me respondió muy severamente: “Para que no compares tu estado con el infierno, me dijo, voy a mostrarte el infierno... ” Cuando me acuerdo lo que vi, tiemblo de pies a cabeza. Todo lo vi en globo: Allí había un abismo tenebroso, allí había fuego, allí tormentos, allí noche. Los límites del horizonte eran siempre tinieblas. Al acercarme vi un país de infinitos tormentos.
que ha mantenido en su seno. Todo esto se puede comprender cuando se ve, mas es casi imposible expresarlo con palabras.
La mayoría de las almas que están allí son aquellas que no creyeron que el infierno existe Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937: Y estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa para decir que no existe el infierno o que nadie ha estado allí, o nadie puede decir cómo es.
Todo procedía de la antítesis de la felicidad, esto es, de penas y tormentos. En la mansión de los justos (otra visión) parece todo formado según el fundamento y la conexión de la paz infinita, de la perfecta armonía y contento. Pero aquí todo nacía de la perpetua cólera, de la falta de unidad, de la desesperación. Como en el Cielo hay magníficos y transparentes edificios, en donde las almas se alegran y adoran a Dios, se veían aquí innumerables cárceles tenebrosas, cavernas de tormentos, donde se maldecía y reinaba la desesperación. Así como allí se ven los más admirables jardines con frutos de gozo divino, así se veían aquí los más espantosos desiertos y pantanos de tormentos, de penas y de todo lo que puede causar horror, aversión y espanto. He visto templos, altares, castillos, tronos, jardines, lagos y torrentes de maldición; así como en el Cielo los había de amor, de concordia, de paz y de felicidad. Aquí la desgarradora discordia perpetua de los condenados, allá la dichosa comunidad de los santos.
Lo que estoy escribiendo es sin embargo, una pálida sombra de lo que vi. Pero yo descubrí una cosa: la mayoría de las almas que están allí son aquellas que no creyeron que el infierno existe Hoy, yo fui llevada por un ángel a las puertas del infierno. ¡Es un lugar de gran tortura! ¡Qué estremecedor, grande y extenso es esto! Las clases de tortura que yo vi: la
Todas las raíces de la corrupción y del error producen en el infierno el dolor y el suplicio en número infinito de manifestaciones y de operaciones. Cada condenado tiene siempre presente este pensamiento: Que los tormentos a que están entregados son el fruto natural y necesario de su crimen, pues todo lo que se ve y se siente de horrible en este lugar no es más que la esencia, la forma interior del pecado descubierto, de esa serpiente que devora a los 68
primera tortura que constituye el infierno es la pérdida de Dios. La segunda, el perpetuo remordimiento de conciencia. La tercera es que esa condición nunca cambiará jamás. La cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla – un terrible sufrimiento, teniendo en cuenta que es un puro fuego espiritual, dejado allí por castigo de Dios. La quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible y sofocante olor, y sin importar la oscuridad, los demonios y las almas se ven unas a otras, y todos los demonios y a sí mismas. La sexta tortura es la constante compañía de Satanás. La séptima tortura es una horrible desesperación, odio a Dios, palabras viles, maldiciones y blasfemias. Estas torturas son sufridas por todos los condenados juntos, pero no es el final de los sufrimientos. Hay especiales torturas destinadas a ciertas almas. Estas son tormentos de los sentidos. Cada alma se sumerge en un terrible e indescriptible sufrimiento relacionado con la manera que ha pecado. Estos son cavernas y puestos de torturas donde una forma de agonía difiere de otra. Yo habría muerto a la simple vista de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera soportado. Dejo las almas ahora, que serán torturadas a través de toda la eternidad en aquellos sentidos que usaron para el pecado.
penitencia por sus pecados en esta vida, pero que se puedan salvar de la condenación eterna en el infierno, hijos míos… Cuando Dios en su infinita Sabiduría lo ha creado, es porque era necesario que vivan eternamente separados de Él, los que no lo han amado… no quieren estar con Él… es justo, Dios no obliga a nadie, y respeta la libertad que le ha dado al hombre al crearlo semejante a Él, hasta el punto de que permite que se condene eternamente y desprecie su salvación que le ha costado la Vida y Sangre de su divino Hijo Jesús.
CASTIGO JUSTO, LIBREMENTE ESCOGIDO
Ninguno de los que están condenados en el infierno pueden reprocharle algo a Dios, se han condenado por su libre voluntad, Dios sólo ha dictado la sentencia, y lo ha intentado todo para salvarlos.
Ninguno de los que están condenados en el infierno pueden reprocharle algo a Dios, se han condenado por su libre voluntad, Dios sólo ha dictado la sentencia, y lo ha intentado todo para salvarlos
Orad, hijos míos, orad por los pobrecitos pecadores que van camino del Infierno, que viven en pecado mortal continuamente y en el momento menos pensado les sorprenda la muerte y el Juicio Particular ante Dios… no tendrán respuestas ante el panorama de su vida… tendrán las manos vacías, serán
A Pequeña Alma, España 2001 (J)¡Rezad por ello!, orad y orad para que despierten a tiempo de reaccionar al menos espiritualmente, aunque no les de tiempo de hacer 69
como el de la parábola que escondió el talento…
Pero aquellos que se quieren condenar van allí por forzar con sus propias manos aquellos hilos y caen dentro
Al infierno solo van las personas que lo persisten en su alejamiento
Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J) ¡Mira, Benigna, aquel fuego! Sobre aquel abismo he extendido una especie de red protectora, con los hilos de mi misericordia, para que las almas no cayesen dentro. Pero aquellos que se quieren condenar van allí por forzar con sus propias manos aquellos hilos y caen dentro. Y una vez que han caído ni siquiera mi bondad los puede salvar. Estas almas han sido “perseguidas” por mi misericordia como la policía persigue a un malhechor. Pero ellas han escapado al influjo de mi misericordia.
Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J) Escribe, Benigna apóstol de me Misericordia, que lo principal que yo quiero que se sepa es que soy todo amor, y que la pena más grande que se puede inferir a mi Corazón es dudar de mi bondad. El daño más grande que el demonio hace a las almas, después de haberles hecho cometer el pecado, es la desconfianza. Si un alma confía, tiene todavía el camino abierto, pero si el demonio consigue cerrar el corazón con la desconfianza, cuánto me toca luchar para reconquistar aquella alma. Es cierto que cien pecados me ofenden más que uno, pero si este es la desconfianza, me hiere el corazón más que los otros cien, porque la desconfianza hiere mi corazón en lo más íntimo. ¡Amo tanto a los hombres!
La puerta de mi Misericordia no está cerrada con llave sino solo entreabierta. A poco que la empuje se abre. Incluso un niño la puede abrir, incluso un viejo sin fuerzas. En cambio, la puerta de mi justicia está cerrada y solo la abro a quien me fuerza a abrirle. Espontáneamente no la abriría jamás.”
Al infierno solo van las personas que lo persisten en su alejamiento
No hago uso de los castigos sino cuando los hombres mismos me obligan a hacerlo. Antes del día de la justicia mando el día de la misericordia Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937: (J) Que el pecador no tema acercarse a Mí. Aunque el alma fuera como un cadáver en plena putrefacción, si humanamente ya no hubiera remedio, no es así delante de Dios. Las llamas de la misericordia me consumen; deseo derramarlas en las almas de los hombres... Para castigar tengo toda la eternidad; ahora, en cambio, prolongo el tiempo de la misericordia. Aunque sus pecados sean negros como la noche, dirigiéndose a mi misericordia, el pecador me glorifica y honra mi pasión. En la hora de su muerte Yo le defenderé como mi misma 70
gloria. Cuando un alma exalta mi bondad, Satanás tiembla ante ella y huye hasta lo más profundo del infierno. Los mayores pecadores alcanzarían una gran santidad si confiaran en mi misericordia. No hago uso de los castigos sino cuando los hombres mismos me obligan a hacerlo. Antes del día de la justicia mando el día de la misericordia. A tales almas les concedo gracias que superan sus deseos... No puedo castigar... a quien se refugia en mi piedad...”
aleja del cuerpo hastiada del fracaso de su vida; con desesperación vuelve hacia esta los ojos de su afeada alma, y es así, porque lo que hace que un alma sea hermosa es la gracia, y este divino don no se encuentra en un alma condenada.
Así llegarán hasta la condenación todos aquellos que no quisieron creer en la verdad y prefirieron quedarse en la maldad
Satanás toma a su victima y después de burlarse de ella, de poner en ridículo su torpeza y pertinaz ceguera, la lleva a su caverna, una caverna llena de almas que gimen desesperadas. Están tan juntas como la arena de mar, compactas como la resina, oscuras como el petróleo y de hedor insoportable. Unos contra otros se lanzan improperios. El día se acabó para ellos y solo queda sombras y oscuridad, tristeza y acerbos sufrimientos.
San Pablo, Palestina, 51 d.c. Al presentarse este Sin-Ley, con el poder de Satanás, hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira Y usará todos los engaños de la maldad en perjuicio de aquellos hombres que han de perderse, porque no acogieron el amor de la verdad que los llevaba a la salvación. Por eso Dios les dirigirá las fuerzas del Engaño que los lleven a creer en la mentira; así llegarán hasta la condenación todos aquellos que no quisieron creer en la verdad y prefirieron quedarse en la maldad. (2 Tes 2, 9-12)
Los condenados “serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”, serán condenados para siempre, y este “siempre” es eterno y no tiene ni tendrá jamás final
ETERNIDAD DEL SUFRIMIENTO
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los condenados “serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20, 10), serán condenados para siempre, y este “siempre” es eterno y no tiene ni tendrá jamás final.
Satanás toma a su victima y después de burlarse de ella, de poner en ridículo su torpeza y pertinaz ceguera, la lleva a su caverna, una caverna llena de almas que gimen desesperadas
Dos son las penas que sufren los condenados: penas de daño y de sentido. Pena de daño: La pena de daño consiste en carecer de la vista de Dios. Los condena-
A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Después del juicio condenatorio, el alma se 71
El Infierno es horrible… si pensarais un poco nada más en lo que han escrito los Santos que durante sus vidas tuvieron visiones del Infierno, de los demonios y de los condenados… Y si pensarais en lo que dicen las Sagradas Escrituras: “allí será el llanto y el rechinar de dientes…”, o sea, la amargura y la rabia que sienten las almas por haberse condenado libremente, cuando tan fácilmente se podían haber salvado… “allí será el gusano que nunca muere…”, o sea, la conciencia y la representación constante de los pecados cometidos que les hicieron perder la felicidad del Cielo… La sola visión de los demonios. Espíritus deformes y monstruosos, es espantable.
dos no podrán conocer a Aquel que los creó. Saben que existe el amor, pero ellos, con su dureza de corazón, se han incapacitado para amar. Tienen inteligencia del cielo, pero saben muy bien que jamás podrán aspirar a él. Estos conocimientos son como loza que los oprime y encoleriza. “¡Hay si hubieras atendido a mis mandamientos! Tu paz sería como un río y su justicia como las olas del mar; no serías extirpado ni aniquilado delante de mí” (Is, 48, 18.19). “Durante mucho tiempo guardé silencio” (Is 42, 14), pacientemente te esperé; pero “tu me volviste la espalda” (Jer 15, 6) y “te prostituiste “(Ez 16, 15) Pena de sentido: La pena de sentido consiste en sufrir tormentos indecibles. Los condenados son cruelmente tratados por los espíritus malignos. El juez injusto que conquistó a las almas mintiendo y engañando, ahora imparte justicia entre sus víctimas. Esto parece un sueño, pero por desgracia es bien cierto. Satanás y sus secuaces, que infringieron la justicia e hicieron mofa y escarnio de esta santa virtud, allanando lo más sagrado del hombre, su alma, y quebrantando su conciencia, en los infiernos paladines de justicia.
En el infierno todo es tinieblas y oscuridad, no hay día ni noche, siempre oscuridad… alumbrada sólo por las llamas y las almas que arden sin consumirse, así como las que arrojan los demonios… Ríos y estanque putrefactos que dan un hedor insoportable… y así todo horrible y horroroso…
Pensad hijos míos, que aquí en la tierra, todos vuestros dolores y sufrimientos, tienen un término, y un alivio con los calmantes, pero en el Infierno no hay consuelo… ni alivio… ni término… sino que es continuo y eterno… A Pequeña Alma, España 2001 ¡Hijos míos…!, los dolores y sufrimientos que tenéis en la tierra, son nada comparados con los que sufren las almas que están en el purgatorio… Y los sufrimientos que tienen las almas en el purgatorio, son nada comparados con los que tienen las almas en el Infierno.
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Pensad hijos míos, que aquí en la tierra, todos vuestros dolores y sufrimientos, tienen un término, y un alivio con los calmantes, pero en el Infierno no hay consuelo… ni alivio… ni término… sino que es continuo y eterno… Vuestra mente no puede concebir la eternidad, porque estáis en un mundo donde todo comienza y termina, y solo podéis pensar que la Eternidad es como un continuo presente donde nada comienza ni acaba… Pero cuando en la hora de vuestra muerte, os sintáis solos con vuestra alma… y veáis a vuestro cadáver… entonces comenzaréis a sentir que sois inmortales y que la muerte del cuerpo es solo un paso a la eternidad.
diesen en la nada... Mas... ¡tengo que existir! ¡Tengo que ser como yo misma me he formado!... ¡como el fallo absoluto de mi existencia! Nosotros no comemos, no dormimos, ni andamos con los pies. Encadenados en espíritu tenemos la mirada fija en nuestra vida malograda, con un continuo “aullar o crujir de dientes”... ¡odiando y... atormentados... ¿Lo oyes?... Aquí bebemos el odio como el agua... Nos odiamos unos a otros; y el más odiado es... Dios.
No os quiero asustar con mis Palabras, hijos míos, aunque muchos hombres y niños de hoy, ya no se asustan de nada… Satanás ha conseguido en estos últimos tiempos con sus mentiras e imágenes… distraeros y acostumbraros a ver lo deforme y monstruoso, como algo normal y hasta distraído y bueno, agradable, simpático y divertido.
Estando un día en oración, me hallé en un punto, toda –sin saber cómo- que me parecía estar metida en el infierno...
Encadenados en espíritu tenemos la mirada fija en nuestra vida malograda, con un continuo “aullar o crujir de dientes”... ¡odiando y... atormentados... ¿Lo oyes?...
Santa Teresa de Jesús, España, 1560: Estando un día en oración, me hallé en un punto, toda –sin saber cómo- que me parecía estar metida en el infierno... Los dolores corporales, tan insoportables, que con haberlos pasado en esta vida gravísimos, y según dicen los médicos, los mayores que se pueden pasar acá (porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchos que he tenido, no es todo nada en comparación de lo que allí sentí), y ver que del agonizar del alma, un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sensible y con tan desesperado y afligido descontento, que no sé cómo lo esclarecer.
Alma de Clara a su amiga Anita, Waldfriedhof, Alemania, 1937: Nuestra voluntad está como petrificada en lo malo, en lo que vosotros llamáis “malo”. También cuando realizamos algo bueno, como yo hago ahora, abriéndote los ojos acerca de la existencia del infierno, no lo ejecutamos con recta intención. Ojalá no hubiera recibido el ser ¡Ah!... ¡Si pudiese aniquilarme ahora!... ¡Escaparme de estas penas!... Ningún placer sería capaz de igualar lo que yo experimentaría si pudiese rasgar mi existencia como si fuese un velo de ceniza, y que sus partículas se hun73
No hay luz sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser todo esto, que con no haber luz, lo que a la vida ha de dar pena, todo se ve.
a uno lo deja indiferente?... Mientras el cuchillo está sobre la mesa, a uno lo deja indiferente. Se ve su filo cortante, pero no se lo siente. Pero si el cuchillo penetra en la carne, arranca un grito de dolor. Ahí es cuando experimentamos y sentimos la pérdida de Dios. Antes, la pensábamos solamente.
No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuando a la vista muy espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé como ello fue, más bien entendí ser gran merced, y que quiso el Señor yo viese por vista de ojos, de dónde me había librado su misericordia.
No todas las almas sufren igualmente. Con cuanta mayor malicia y más voluntariamente uno ha pecado, tanto más pesa sobre él la pérdida de Dios, y tanto más le oprime la criatura abusada. Los católicos condenados sufren más que los de otras religiones, porque recibieron mayores luces y mayores gracias, y... ¡las pisotearon! Quien sabía más sufre más intensamente que quien sabía menos. Quien pecó por malicia sufre más agudamente que quien cayó por debilidad. Pero nadie sufre más de lo merecido. Ojalá que esto no fuese verdad, para tener un motivo más para odiar.
DIVERSIDAD DE GRADOS DE SUFRIMIENTO SEGÚN MERECIMIENTOS ¡No todas las almas sufren igualmente. Con cuanta mayor malicia y más voluntariamente uno ha pecado, tanto más pesa sobre él la pérdida de Dios
Infierno, como tal, solo hay uno; pero cavernas, muchas… A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Infierno, como tal, solo hay uno; pero cavernas, muchas.
Alma de Clara a su amiga Anita, Waldfriedhof, Alemania, 1937: Nuestra mayor pena consiste en esto: el saber con certeza que jamás veremos a Dios. ¿Cómo es posible que esto atormente tanto, si en la tierra
Siguiendo este orden, es de justicia que “quien más recibió, más debe corresponder” (Lc 12, 48) a la gracia recibida. Por eso todos aquellos que fueron elegidos y tuvieron más sabiduría y ciencia de Dios, si por desgracia caen en el abismo, serán tratados conforme a su dignidad jerárquica o elección divina. De la misma forma lo serán todos “los bautizados, miembros del Cuerpo místico de Cristo” (1 Cor 12, 13; Ef 5, 30); y, aunque no son equiparables a los ministros del Señor, también ellos han recibido en el Bautismo, el don del Espíritu Santo, y están llamados a la santidad. Por todos estos bienes recibidos tendrán que responder a Dios y, si no fueron fieles, serán severamente castigados. 74
Hay otras cavernas, lugares de torturas, para todos aquellos que recibieron sacrílegamente el Cuerpo Sacrosanto de Jesús. Ya te dije que, para bien o para mal, no puede borrarse del alma la huella de la divinidad que en ella está indeleble. En otras cavernas, se encuentran, “los cobardes, los incrédulos y los abominables” (Ap 21, 8), que en jactancia y vanidades pasaron su vida sin acordarse ni por un instante de que eran “hijos de Dios y herederos del Cielo” (Rom 8, 16-17). De todo hicieron burla, mofa y escarnio; la muerte les tomó por asalto sin tener en toda su vida un acto de arrepentimiento ni un deseo ferviente de hallar la paz. Vivieron en la incredulidad, despreciaron el amor de Dios y murieron sin esperanza. El infierno existe, es de fe, y nadie sensato puede decir o pensar lo contrario.
Después sentí caer de nuevo como en un abismo profundo y negro. En las paredes de este también había nichos con personas en igual manera que las viera anteriormente. Ya no pude más ante esta impresión, así que rogué a Dios que me sacara de ahí, y sentí la mano de un ángel que se asió la espalda y me dijo: “No temas, Dios está contigo. Esto que has visto son las personas que están en el infierno, pero en el grado de condenación más leve, porque las culpas por las cuales fueron condenados no ameritan un tormento más grande.
Esto que has visto son las personas que están en el infierno, pero en el grado de condenación más leve, porque las culpas por las cuales fueron condenados no ameritan un tormento más grande A 4 personas, Huatusco, México, 1988: “Todo se oscureció y sentí caer en un hoyo en forma de elipse. Caía a gran velocidad, pero todo estaba oscuro. De repente oí gritos y blasfemias. Llegué a una parte, como caverna, no muy alta; solo a corta distancia se veían resplandores. Avancé y vi personas, cada una en un nicho, separadas entre sí. Vi cómo se queman, como si se incendiaran; se revuelcan en el piso, se muerden ellos solos y rechinan sus diente. Su aspecto es grotesco, ya no son caras humanas; son caras llenas de odio, petrificadas en el odio y la blasfemia. Me acerqué y uno de ellos se dio cuenta y se lanzó en contra mía, con rabia, como queriendo matarme. Solo que todos ellos están encadenados y no pudo hacerme daño.
Cuando acabó de decirme esto volví en mí y la Santísima Virgen me dijo: “Fue necesario, hijita, que vieras esto para que comunicaras que aunque crean que no hay infierno, tú si lo sabes. Es necesario que sepan que existe el mal, para que le tengan en cuenta y vean que la lucha es contra él. Si no creen que existe, ¿contra quién pelearán?”
REALIDAD DEL FUEGO Si tomas como fuego lo que en la tierra se conoce como tal, no. El fuego del infierno es diferente; arde sin que jamás se agote ni se consuma, “no se apaga” 75
A Consuelo, Barcelona, España, 1987:¿Hay fuego en el infierno?
Ustedes han visto el infierno a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción de mi Inmaculado Corazón. Si lo que yo te digo se hace, se salvarán muchas almas y habrá paz.”.
Si tomas como fuego lo que en la tierra se conoce como tal, no. El fuego del infierno es diferente; arde sin que jamás se agote ni se consuma, “no se apaga” (Mc 9, 48). Por otra parte cualquier cosa que sometáis a la acción del fuego material queda carbonizada, se destruye. En cambio, las almas sometidas al fuego del infierno no desaparecen; y, cuando “los que hayan hecho el mal resuciten para la condenación” (Jn 5, 29), sus cuerpos no se destruirán, quedarán intactos. Se Trata de un fuego espiritual que arde sin consumirse y que produce dolor, desesperanza, angustia y desolación. No es fuego purificador; no sirve, por tanto, como medio de salvación.
La pintura del infierno puede estar equivocada pero jamás exagerada! Alma de Clara a su amiga Anita, Waldfriedhof, Alemania, 1937:... De este modo rechazaba una vez más la Gracia que golpeaba a las puertas de mi corazón. Me irritaban especialmente los cuadros del infierno pintados en los cementerios y en otras partes durante la Edad Media. Cuadros que presentaban al demonio asando a las almas en parrillas encendidas al rojo y al blanco, y a los secuaces, de largas colas, trayéndole nuevas víctimas. ¡Clara! ¡La pintura del infierno puede estar equivocada pero jamás exagerada!
Ustedes han visto el infierno a donde van a parar las almas de los pobres pecadores
Acostumbraba yo hacer frecuentes alusiones al fuego del infierno. Una vez, muy bien lo recuerdas, habiendo altercado acerca de él, bromeando te apliqué a la nariz un fósforo encendido, y burlonamente te dije “¿Huele así?”... Con movimiento rápido lo apagaste. Aquí ¡nadie lo apaga!. Escucha mi afirmación: El fuego de que habla la Biblia no quiere decir remordimiento. Al fuego lo llama fuego, y debe entenderse al pie de la letra lo que dice. Aquel “¡apartaos de mí, malditos, al fuego eterno!” es al pie de la letra.
Lucía, Jacinta y Francisco, Fátima, Portugal, 1917: La primera parte de este secreto consistió en la visión del infierno, en la que Nuestra Señora les mostró una luz que emanaba de sus manos hacia abajo, hacia el interior de la tierra, y donde se manifestaba el infierno expresado por el dominio infernal poblado por demonios y almas en pena atrapados por una vorágine de furia inflamable, “almas como si fueran brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que flotaban en aquel incendio, sostenidas por las llamas que salían del mismo con nubes de humo, cayendo en todas partes como caen las chispas en los grandes incendios: sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de desesperación que horrorizaban y hacían temblar de dolor y de espanto. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y repugnantes de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes, como carbones negros, calentados al rojo vivo. 76
de, y al que se sentaba en él, cuyo aspecto hizo desaparecer el cielo y la tierra sin dejar huellas. Los muertos, grandes y chicos, estaban de pie ante el trono. Se abrieron unos libros, y después otro más, el Libro de la Vida. Entonces los muertos fueron juzgados, de acuerdo con lo que está escrito en los libros, es decir, cada uno según sus obras. El mar devolvió los muertos que guardaba, y lo mismo la muerte y el Lugar de los Muertos, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Lugar de los Muertos fueron arrojados al lago de fuego. En esto consiste la segunda muerte: el lago de fuego. Todos los que no se hallaron inscritos en el Libro de la Vida, fueron arrojados al lago de fuego. (Ap 20, 1115)
Cómo es posible, me preguntarás, que el alma sea tocada por el fuego material?... Te respondo: Cuando en la tierra metes un dedo en la llama, ¡cómo puede sufrir el alma!... El alma no se quema; sin embargo, ¡qué tormento experimenta toda la persona!... De la misma manera nosotros estamos aquí atados al fuego con nuestra naturaleza y nuestras facultades. Nuestra alma echa de menos su aleteo natural; no podemos pensar lo que queremos. No leas fríamente estos renglones, pues este fuego que a vosotros apenas os dice algo, a mí me abrasa sin consumirme... Pero a los cobardes, a los renegados, corrompidos, asesinos, impuros, hechiceros e idólatras, en una palabra, a todos los embusteros, la herencia que les corresponde es el lago de fuego y de azufre
San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Felices los que lavan sus ropas; disfrutarán del árbol de la Vida y se les abrirán las puertas de la Ciudad Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y practican la mentira. Pero a los cobardes, a los renegados, corrompidos, asesinos, impuros, hechiceros e idólatras, en una palabra, a todos los embusteros, la herencia que les corresponde es el lago de fuego y de azufre, o sea la segunda muerte. (Ap 22, 14-15. 21, 17) Todos los que no se hallaron inscritos en el Libro de la Vida, fueron arrojados al lago de fuego
San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Después vi un trono espléndido, muy gran-
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DOCUMENTO ADJUNTO: EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ Por el Padre A. Royo Marin O.P.
Índice A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA
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Introducción Actitudes básicas frente a los temas Demostración de que hay vida después de esta vida
B. LA MUERTE
95
Introducción Características generales de la muerte Distintos tipos de muerte según la preparación a ella
C. EL JUICIO PARTICULAR ¿Cuándo se celebrará el juicio particular? ¿Quiénes serán juzgados? ¿Dónde y cómo se realiza el juicio particular? ¿Cuánto tiempo durará? ¿Y qué veremos en ese corto espacio de tiempo? El juez 79
109
La sentencia irrevocable Nuestra respuesta ahora a este hecho trascendental
D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO UNIVERSAL
121
La resurrección de la carne Juicio universal y final
E. EL INFIERNO
135
Introducción La existencia del infierno Descripción del infierno hecha por Jesús mismo Pena de daño Pena de sentido Eternidad de ambas penas ¿Cómo puede compaginarse esto con la misericordia de Dios?
F. EL CIELO
149
La felicidad eterna del cuerpo La felicidad eterna del alma La máxima felicidad: la visión beatífica Nuestra respuesta
G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN Un terrible engaño que busca la perdición del alma Parte de las mismas cuatro mentiras del edén ―No moriréis‖ - ―Sabréis el bien y el mal‖ ―Seréis como dioses‖ ―Serán abiertos vuestros ojos‖
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EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA Índice detallado INTRODUCCIÓN Porqué de la importancia del tema Dos concepciones de la vida y la muerte: la materialista y la espiritualista
ACTITUDES BÁSICAS FRENTE A LOS TEMAS La incredulidad de la ―cabeza‖ y la incredulidad del ―corazón‖
DEMOSTRACIÓN DE QUE HAY VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA PRIMER ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LAS MERAS POSIBILIDADES SEGUNDO ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LA SIMPLE RAZÓN NATURAL Y LA FILOSOFÍA Pruebas de la existencia del alma y de su inmortalidad: 1) Argumento ontológico 2) Argumento histórico 3) Argumento de teología natural a. Lo exige la sabiduría de Dios b. Lo exige también la bondad de Dios c. Lo exige, finalmente, la justicia de Dios
TERCER ARGUMENTO: ¡LO HA REVELADO DIOS!
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EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA INTRODUCCIÓN* Antes que todo les voy a decir por qué he escogido para compartir este tema. Son tres las principales razones que me han movido a ello: En primer lugar, por su trascendencia soberana. Ante él, todos los demás problemas que se pueden plantear a un hombre sobre la tierra, no pasan de la categoría de pequeños problemas sin importancia. No voy a invocar una conversación tenida por un alto intelectual. Salgan simplemente a la calle. Pregúntenle a ese empleado que se dirige al trabajo: -¿A dónde vas? Les contestará: ¿Yo?, a trabajar. -¿Y para qué quiere trabajar? -Pues para ganar un sueldo. -Y el sueldo, para qué lo quiere? -Pues para comer. -¿Y para qué quiere comer? -Pues… ¡para vivir! - ¿y para qué quiere vivir?
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Para complementar el trascendental tema de la vida después de la vida, con una perspectiva de la teología de la Iglesia Católica, se transcribe un maravilloso documento del Padre A. Royo Marín O.P. publicado originalmente por el Apostolado Mariano, Sevilla, con imprimatur. Viene totalmente al caso y muestra que este es el tema central de toda la obra y el libro más importante de la serie. Más importante que todas las tribulaciones de los últimos tiempos, y que el ser considerados dignos de participar en el milenio antes del fin del mundo, es ser considerados ser dignos de entrar al cielo eterno prometido y evitar caer en la infelicidad eterna del infierno.
Se quedará estupefacto creyendo que se está burlando de él. Y en realidad, esta última es la pregunta definitiva: ¿para qué quieres vivir? O sea, ¿cuál es la finalidad de tu vida sobre la tierra?, ¿qué haces en este mundo?, ¿qué quieres tú? No me interesa tu nombre y tu apellido como individuo particular: ¿quién eres tú como criatura humana, como ser racional?, ¿por qué y para qué estás en este mundo?, ¿de dónde vienes?, ¿adonde vas?, ¿qué será de ti después de esta vida terrena?, ¿qué encontrarás más allá del sepulcro?
Los subtítulos son del autor de la obra
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Con solo esta medida se resolverían automáticamente todos los problemas nacionales e internacionales que tienen planteados los hombres de hoy; y sin ella será absolutamente inútil todo cuanto se intente.
Éstas son las preguntas más trascendentales, el problema más importante que se puede plantear un hombre sobre la tierra. Ante él, vuelvo a repetir, palidecen y se esfuman en absoluto esa infinita cantidad de pequeños problemas humanos que tanto preocupan a los hombres. El problema más grande, el más trascendental de nuestra existencia, es el de los destinos eternos.
Precisamente porque el mundo de hoy no se preocupa de sus destinos eternos, porque no se habla sino del petróleo árabe, de la hegemonía económica mundial de ésta o de la otra nación, o de cualquier otro problema terreno materialista, en el horizonte cercano aparecen negros nubarrones que, si Dios no los remedia, acabarán en un desastre apocalíptico bajo el siniestro resplandor y el estruendo horrísono de las bombas atómicas.
La segunda razón que me impulsó a escoger este tema es su enorme eficacia sobrenatural para orientar a las almas en su camino hacia Dios. Este tema interesantísimo no puede dejar indiferente a nadie, porque plantea los grandes problemas de la vida humana. No se trata de una cosa fugaz y perecedera. Se trata de nuestros destinos inmortales, y esto, a cualquier hombre reflexivo tiene que llegarle forzosamente hasta lo más hondo del alma. Para encogerse de hombros ante él es menester ser un loco o un insensato irresponsable.
Examinemos, entonces los datos fundamentales del problema.
Dos concepciones sobre la vida y la muerte: la materialista y la espiritualista
La tercera razón, es su palpitante actualidad. Porque si este tema no puede envejecer jamás, por tratarse del problema fundamental de la vida humana, de una manera especialísima en estos tiempos que estamos atravesando adquiere caracteres de palpitante actualidad. No hay más que contemplar el mundo, para ver de qué manera camina desorientado en las tinieblas por haberse puesto voluntariamente de espaldas a la luz.
Desde la más remota antigüedad se enfrentan y luchan en el mundo dos fuerzas antagónicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: la concepción materialista, irreligiosa y atea, que no se preocupa sino de esta vida terrena, y la concepción espiritualista, que piensa en el más allá.† La primera podría tener como símbolo una sala de fiestas, un salón de baile, un cabaret,
Es inútil que se reúnan los representantes de los países, que se organicen en asambleas internacionales. No lograrán poner en orden y concierto al mundo hasta que se arrodillen ante Cristo, ante Aquél que es la luz del mundo; hasta que, plenamente convencidos todos de que por encima de todos los bienes terrenales y de todos los egoísmos humanos, es preciso salvar el alma, y se pongan en vigor, en todas las naciones del mundo, los diez mandamientos de la ley de Dios.
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El autor no considera en su tratado (escrito originalmente en 1957) una “nueva” concepción pseudoespiritualista que está compitiendo actualmente con estas dos concepciones tradicionales en occidente: la reencarnación. Está sustituyendo la materialista y haciendo muy fuerte competencia a la espiritualista de la tradición judeocristiana. Tiene implicaciones gravísimas para la salvación del alma. Se complementa este tratado al final, con un artículo de José Galat y otro del autor de la serie, para poner en evidencia la relación del tema con las postrimerías, y su gravedad y trascendencia.
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y sobre el frontispicio esta inscripción, estas solas palabras: No hay un más allá. Por consiguiente, vamos a gozar, vamos a divertirnos, vamos a pasarlo bien en este mundo. Placeres, riquezas, aplausos, honores… ¡A pasarlo bien en este mundo! Comamos y bebamos que mañana moriremos. Concepción materialista de la vida…
El tema, entonces de este primer aparte es considerar el gran problema de nuestros destinos eternos: del misterio del más allá. En esta primera parte, voy a ceñirme exclusivamente a poner en claro la existencia del más allá. Nada más.
Pero hay otra concepción: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos, la que podría tener como símbolo una grandiosa catedral en cuyo frontispicio se leyera esta inscripción: ¡Hay un más allá! O si quieren ésta otra más gráfica y expresiva todavía: ¿Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma para toda la eternidad?
ACTITUDES BÁSICAS FRENTE A LOS TEMAS La incredulidad de “la cabeza” y la incredulidad del “corazón” No me voy a colocar en un plan apologético. Tengo muy poca fe en la apologética, como instrumento apto para convencer al que no está dispuesto a aceptar la verdad aunque brille ante él más clara que el sol. Ya lo supo decir admirablemente uno de los genios más portentosos que ha conocido la humanidad, una de las inteligencias más preclaras que han brillado jamás en el mundo: San Agustín. Un hombre que conocía maravillosamente el problema, que sabía las angustias, la incertidumbre de un corazón que va en busca de la luz de la verdad sin poderla encontrar, porque vivió los treinta primeros años de su vida en las tiniebla del paganismo. Conocía maravillosamente el problema y sabía muy bien que no hay ni puede haber argumentos válidos contra la fe católica. No los hay, ni los puede haber, porque la verdad no es más que una, y esa única verdad no puede ser llamada al tribunal del error, para ser juzgada y sentenciada por él. Es imposible, que haya incrédulos de cabeza, de argumentos, incrédulos que puedan decir con sinceridad: ―Yo no puedo creer porque tengo la demostración aplastante, las pruebas concluyentes de la falsedad de la fe católica‖. ¡Imposible de todo punto!
He aquí, la disyuntiva formidable que tenemos planteada en este mundo. No podemos encogernos de hombros. No podemos permanecer indiferentes ante este problema colosal, porque, queramos o no, lo tenemos todos planteado por el mero hecho de haber nacido: ―estamos ya embarcados‖ y no es posible renunciar a la tremenda aventura. Yo comprendo perfectamente la risa y la carcajada volteriana del incrédulo irreflexivo que se hunde totalmente en el cieno, que no vive más que para sus placeres, sus riquezas y sus comodidades temporales. Lo comprendo perfectamente, porque es un insensato, un loco, que no se ha planteado nunca en serio el problema del más allá. Pero una persona que tenga un poquito de fe y otro poco de sentido común, que sepa reflexionar y se plantee el problema del más allá y se encoja de hombros ante él y diga: ―La eternidad, ¿qué me importa eso?‖, eso no lo comprendo, eso no lo concibo. Ante el problema pavoroso del más allá no podemos permanecer indiferentes, no podemos encogernos de hombros. Tenemos que tomar una actitud firme y decidida, si no queremos renunciar, no ya a la fe cristiana, sino a la simple condición de seres racionales.
No hay incrédulos de cabeza, pero sí muchísimos incrédulos de corazón. No tienen argumentos contra la fe, pero sí un 85
montón de cargas afectivas. No creen porque no les conviene creer. Porque saben perfectamente que si creen tendrán que restituir sus riquezas mal adquiridas, renunciar a vengarse de sus enemigos, romper con su amiguita o su media docena de amiguitas, tendrán, en una palabra, que cumplir los diez mandamientos de la Ley de Dios. Y no están dispuestos a ello. Prefieren vivir anchamente en este mundo, entregándose a toda clase de placeres y desórdenes. Y para poderlo hacer con relativa tranquilidad se ciegan voluntariamente a sí mismos: cierran sus ojos a la luz y sus oídos a la verdad evangélica. ¡No les da la gana de creer! No porque tengan argumentos, sino porque les sobran demasiadas cargas afectivas.
bargo, la rase magistral de San Agustín: “Para el que quiere creer, tengo mil pruebas; para el que no quiere creer, no tengo ninguna”. No me dirijo al incrédulo volteriano. Me dirijo, sencillamente, al hombre de la calle, que vive quizá olvidado de Dios, pero que posee un fondo honrado y un corazón recto; a es hombre bueno, honrado de corazón sincero, de corazón naturalmente cristiano, pero irreflexivo y atolondrado, que no se ha planteado nunca en serio el problema del más allá. Con éste quiero hablar. Con éste quiero entablar diálogo, y le digo: ―amigo, escúchame, que estoy completamente seguro de que llegaremos a un acuerdo, porque te voy a hablar a la inteligencia y al corazón y tu tienes una inteligencia sana y un corazón noble y me vas a escuchar con sincera rectitud de intención‖.
Cuando el corazón está sano, cuando no tenemos absolutamente nada que temer de Dios, no dudamos en lo más mínimo de su existencia. ¡Ah, pero cuando el corazón está corrompido…! No se han fijado cómo los malhechores y delincuentes –jamás las personas honradas- atacan a la policía o a las autoridades?
DEMOSTRACIÓN DE QUE HAY VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA Te voy a hablar de la existencia del más allá. Voy a proponerte tres argumentos. Sencillos, claros, al alcance de todas las fortunas intelectuales. En el primero, nos moveremos en el plano de las meras posibilidades. En el segundo, llegaremos a la certeza natural, o sea, a la que corresponde al orden puramente humano, filosófico, de simple razón natural. Y en el tercero, llegaremos a la certeza sobrenatural, en torno a la existencia del más allá.
San Agustín conocía maravillosamente esa psicología del corazón humano y por eso escribió esta frase lapidaria y genial: “Para el que quiere creer, tengo mil pruebas; para el que no quiere creer, no tengo ninguna”. Maravillosa frase. Para el que quiere creer, para el hombre honrado, para el hombre sensato, para el hombre que quiere discurrir con sinceridad, tengo mil pruebas enteramente demostrativas de la verdad de la fe católica. Pero para el que no quiere creer, para el que cierra obstinadamente su inteligencia a la luz de la verdad, no tengo absolutamente ninguna prueba.
PRIMER ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LAS MERAS POSIBILIDADES Primer argumento. Nos vamos a mover en el plano de las meras posibilidades.
A es incrédulo de ―corazón‖, a ése que lanza su carcajada volteriana porque ―no le interesan las cosas de los curas y de los frailes‖, a ése no tengo que decirle absolutamente nada. Pero que no olvide, sin em-
Las personas cultas que me leen, saben muy bien que Renato Descartes quiso encontrar el principio fundamental de la filosofía 86
planteando su famosa ―duda metódica‖. Se propuso dudar de todo, incluso de las cosas más elementales y sencillas, para ver si encontraba alguna verdad de evidencia tan clara y palmaria que fuera absolutamente imposible dudar de ella, con el fin de tomarla como punto de partida para construir sobre ella toda la filosofía. Y al intentar tamaña duda, escepticismo tan absoluto y universal, se dio cuenta que estaba pensando, y al punto, lanzó su famosa entinema, que, en realidad, no admite vuelta de hoja, aunque no constituye, ni mucho menos, el principio fundamental de la filosofía: ―pienso, luego existo‖.
de un más allá con premios y castigos eternos? Es indudable, que aún en este caso, aún cuando no tuviéramos la certeza sobrenatural de la fe sobre la existencia del más allá, y aún cuando la simple razón natural no nos pudiera demostrar plenamente la existencia y tuviéramos que movernos únicamente en el plano de las meras probabilidades y hasta de las meras posibilidades, todavía, entonces la prudencia más elemental debería empujarnos a adoptar la postura creyente, por lo que pudiera ser. Nos jugamos demasiadas cosas tras la posibilidad: no podríamos tomarla a broma.
Una duda real, absoluta y universal, que no excluya verdad alguna, además de absurda e insensata, es herética y blasfema. El mismo Descartes, que era y actuó siempre como católico, se encargó de aclarar después que no había tratado en ningún momento de extender su duda universal a las verdades sobrenaturales de la fe, sino únicamente a las de orden puramente natural y humano.
Reflexionen un momento. Vean lo que ocurre con las cosas e intereses humanos. Existen infinidad de Compañías de seguros para asegurar un sin fin de cosas inseguras, sobre todo cuando se trata de cosas que, humanamente hablando, vale la pena asegurar. El mendigo harapiento que vive en una miserable choza a las afueras de la ciudad, no tiene que preocuparse de asegurar aquella miserable vivienda; pero el que posee una magnífica vivienda que vale miles de dólares, hace muy bien en asegurarla contra un posible incendio, porque para él, un incendio podría representar una catástrofe irreparable. Ahora bien, ¿al hacer el seguro contra incendios sobrevendrá efectivamente? ¡Qué va a estar convencido! Está casi segur de que no se producirá, porque no solamente no es infalible el que no se produzca, sino que ni siquiera es probable. Es, simplemente, posible, nada más. No es cosa cierta, ni infalible, ni siquiera probable, pero es posible. Y como tiene mucho que perder, lo asegura y hace bien.
Nosotros no vamos a dudar un solo instante de las verdades de la fe católica. Pero vamos a fingir, vamos a imaginarnos por un momento, que la fe católica no nos dijera absolutamente nada sobre la existencia del más allá. Es absurda tal suposición, puesto que esa existencia constituye la verdad primera y fundamental del catolicismo; pero vamos a imaginarnos, por un momento, ese disparate. Y amontonando nuevos absurdos y despropósitos, vamos a suponer, por un momento, que la razón humana no nos ofreciera tampoco ningún argumento enteramente demostrativo de la existencia del más allá, sino, únicamente, de su mera posibilidad.
Otros hacen seguro contra terremotos o contra robo. ¿Es que están convencidos de que sucederá un cataclismo o que vendrán los ladrones y se apoderarán de los bienes de su casa? No. Están completamente convencidos de lo contrario. No habrá terremoto y si lo hay, será suficientemente lejos de
¿Cuál debería ser nuestra actitud en semejante suposición? ¿Qué debería hacer cualquier hombre razonable, no ante la certeza, pero sí ante la posibilidad de la existencia 87
su área y no le arruinará su vivienda, ni mucho menos. Pero para evitarse el posible perjuicio aunque sea parcial, firman la póliza de seguro. No vendrá el ladrón, pero por si acaso, aseguran sus bienes de fortuna. Esta conducta, es muy sensata y razonable. No se le puede poner reparo alguno.
noche de crápula y de lujuria. Salían medio muertos de sueño, enfundados en sus magníficos abrigos, y al cruzarse con los dos frailes descalzos que salían de la iglesia, encarándose uno de los muchachos con uno de ellos, le dijo en son de burla: ―hermanito, ¡menudo chasco te vas a llevar si resulta que no hay cielo!‖ Y el fraile, que tenía una gran agilidad mental, le contestó al punto: ―Pero, ¡qué terrible chasco te vas a llevar tú si resulta que hay infierno!‖
Pues, traslademos esto del orden puramente natural y humano, a las cosas del alma, al tremendo problema de nuestros destinos eternos y saquemos la consecuencia.
El argumento, no tiene vuelta de hoja. Si resulta que hay infierno, ¡que terrible chasco se van a llevar los que no piensan ahora en el más allá, los que gozan y se divierten revolcándose en toda clase de placeres pecaminosos! Si resulta que hay infierno, ¡qué terrible casco se van a llevar!
Aunque no tuviéramos la seguridad absoluta, ciertísima que tenemos ahora; aunque no fuera ni siquiera probable, sino meramente posible la existencia de un más allá con premios y castigos eternos (fíjense bien; con premios y castigos), la prudencia más elemental debería impulsarnos a tomar toda clase de precauciones para asegurar la salvación de nuestra alma. Porque si efectivamente hubiera infierno y nos condenáramos para toda la eternidad, lo habríamos perdido absolutamente todo para siempre. No se trata de la fortuna material, no se trata de las tierras o de la magnífica vivienda, sino nada menos, que del alma, y el que pierde el alma lo perdió todo, y lo perdió para siempre.
En cambio, nosotros, no. Los que estamos convencidos de que lo hay, los que vivimos cristianamente no podemos desembocar en un fracaso eterno. Aun suponiendo, que no lo supongo; aun imaginando, que no lo imagino, que no existe un más allá, después de esta pobre vida, ¿qué habríamos perdido, con vivir honradamente? Porque lo único que nos prohíbe la religión, lo único que nos prohíbe la Ley de Dios es lo que degrada, lo que envilece. Lo que rebaja al hombre al nivel de las bestias y animales. Nos exige, únicamente, la práctica de cosas limpias, nobles, sublimes, elevadas, dignas de la grandeza del hombre: ―Sé honrado, no hagas daño a nadie, no quieras para ti lo que no quieras para los demás, respeta el derecho de todos, no te revuelques en los placeres inmundos, practica la caridad, las obras de misericordia, apiádate del prójimo desvalido, sé fiel y honrado en los negocios, sé diligente en tus deberes familiares, educa cristianamente a tus hijos…‖
Aunque no tuviéramos certeza absoluta, sino sólo meras conjeturas y probabilidades, valdría la pena tomar toda clase de precauciones para salvar el alma. Esto es claro e indiscutible. Escuchen una anécdota muy gráfica y aleccionadora: Dos frailes descalzos, a las seis de la mañana, en pleno invierno y nevando copiosamente, salían de una iglesia de Paris. Habían pasado la noche en adoración ante el Santísimo Sacramento. Descalzos, en pleno invierno, nevando… Y he aquí que, en aquel mismo momento, de un cabaret situado en la acera del frente, salían dos muchachos pervertidos, que habían pasado una
¡Qué cosas más limpias, más nobles, más elevadas! ¿Qué habríamos perdido con vivir honradamente, aun suponiendo que no hubiera cielo? Y, en cambio, ¿qué habríamos ganado con aquella conducta inmoral 88
si hay infierno y perdiéramos el alma por no haber hecho caso de nuestros destinos eternos?
cosas; pero al menos, voy a exponer los rasgos fundamentales de la demostración de la inmortalidad del alma, ya que para negar la existencia de Dios, hace falta estar enteramente desprovisto de sentido común.
Aún moviéndonos en el plano de las meras posibilidades, les hemos ganado la partida a los incrédulos. Nuestra conducta es incomparablemente más sensata que la suya.
Pruebas de la existencia del alma y de su inmortalidad
SEGUNDO ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LA SIMPLE RAZÓN NATURAL Y LA FILOSOFÍA
En primer lugar, ¿existe nuestra alma? ¿Es del todo seguro e indiscutible que tenemos un alma?
¡Ah!, pero tenemos argumentos mucho más fuertes y decisivos. Podemos avanzar mucho más y hasta rebasar en absoluto las meras posibilidades y entrar de lleno en el terreno de la certeza plena. Primero en un plano natural, meramente filosófico, y después en un plano sobrenatural, en el plano teológico de la verdad revelada por Dios.
En absoluto. Estamos tan seguros, y más, de la existencia del alma que de la de nuestro propio cuerpo. En absoluto, el cuerpo podría ser una ilusión del alma, pero el alma no puede ser, de ninguna manera, una ilusión del cuerpo. Vamos a demostrarlo con un triple argumento: ontológico, histórico y de teología natural.
Primero, la filosofía. En el plano de la simple razón natural se puede demostrar como dos y dos son cuatro, dos verdades fundamentales: la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Estas dos verdades de tipo filosófico, demostrables por la simple razón natural. Hay otras verdades que rebasan el marco de la simple filosofía y entran de lleno en el terreno de la fe. Por ejemplo, si el mismo Dios no se hubiese dignado revelarnos que es uno en esencia y trino en personas, no lo hubiéramos sabido ni sospechado jamás en este mundo. La razón natural no puede descubrir, ni sospechar siquiera, el misterio de la Santísima Trinidad. Pero la simple razón natural, repito, puede demostrar de una manera apodíctica, ciertísima, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. Ahora bien, si Dios existe, si el alma es inmortal, empiecen ustedes mismos a sacar las consecuencias prácticas en torno a nuestra conducta en la tierra.
1) Argumento ontológico. Es un hecho indiscutible, de evidencia inmediata, que pensamos cosas de tipo espiritual, inmaterial. Tenemos ideas clarísimas de cosas abstractas, universales, que escapan en absoluto al conocimiento de los sentidos corporales internos y externos. Tenemos idea clarísima de lo que es la bondad, la verdad, la belleza, la honradez, la hombría de bien; lo mismo que de la maldad, la mentira, la fealdad, la villanía, la delincuencia. Tenemos infinidad de ideas abstractas, enteramente ajenas a las cosas materiales. Estas ideas no son grandes ni pequeñas, redondas ni cuadradas, dulces ni amargas, azules ni verdes. Trascienden, en absoluto, todo el mundo de los sentidos. Son ideas abstractas. ¿Las ha visto alguien con los ojos? ¿las ha captado con sus oídos? ¿las ha percibido con su olfato? ¿las ha tocado con sus manos? ¿las ha saboreado con su gusto? Los sentidos no nos dicen absolutamente nada de esto, y sin embargo, ahí está el hecho indiscutible, clarísimo: tenemos ideas abstractas y universales.
La existencia de Dios y la inmortalidad del alma se pueden demostrar con argumentos apodícticos. No tengo espacio para hacer ahora una demostración a fondo de ambas 89
Luego, si nosotros tenemos ideas abstractas, universales, irreductibles a la materia, o sea, absolutamente espirituales, queda fuera de toda duda que hay en nosotros un principio espiritual capaz de producir estas ideas espirituales.
indestructible, porque lo absolutamente simple no se puede descomponer. Examinen la palabra descomposición. ¿Qué significa la palabra? Sencillamente, desintegrar en sus elementos simples una cosa compuesta.
Porque, es evidentísimo que ―nadie da lo que no tiene‖ y nadie puede ir más allá de lo que sus fuerzas le permiten. Los sentidos corporales no pueden producir ideas espirituales porque lo espiritual trasciende infinitamente al mundo de la materia y es absolutamente irreducible a ella. Luego, es indiscutible que tenemos un principio espiritual capaz de producir ideas espirituales; y ese principio espiritual es, precisamente, lo que llamamos alma.
Luego, si llegamos a un elemento absolutamente simple, si llegamos a lo que podríamos denominar ―átomo absoluto‖, habríamos llegado a lo absolutamente indestructible. El ―átomo absoluto‖ es indestructible. No me refiero al átomo físico. Dentro del átomo físico, la moderna química ha descubierto todo un sistema planetario. Son sus electrones y demás partículas. La física moderna ha logrado desintegrar el átomo físico en sus elementos más simples. Pero cuando se llega al ―átomo absoluto‖ –que quizá no pueda darse en lo puramente corporal-, se ha llegado a lo absolutamente indestructible. Sencillamente, porque no se puede ―descomponer‖ en elementos más simples. Sólo cabe la aniquilación en virtud del poder infinito de Dios.
El alma existe, es evidentísimo para el que sepa reflexionar un poco. Y es evidentísimo que el alma es espiritual, porque de ella proceden operaciones espirituales, y la filosofía más elemental enseña que ―la operación sigue siempre al ser‖ y es de su misma naturaleza: luego, si el alma produce operaciones espirituales, es porque ella misma es espiritual.
Ahora bien, éste es el caso del alma humana. El alma humana, por el hecho mismo de ser espiritual es absolutamente simple, es como un ―átomo absoluto‖ del todo indescomponible, y por consiguiente, intrínsecamente inmortal.
Tenemos un alma espiritual. Pero esto equivale a decir que nuestra alma es absolutamente simple, en el sentido profundo y filosófico de la palabra, porque todo lo espiritual es absolutamente simple, aunque no todo lo simple sea espiritual. Todo español es europeo, auque no todo europeo es español. Lo espiritual es simple porque carece de partes, ya que estas afectan únicamente al mundo de la materia cuantitativa. Pero no todo lo simple es espiritual, porque pueden los cuerpos compuestos descomponerse en sus elementos simples sin rebasar los límites de la materia,
El principio de nuestra vida espiritual, el alma, es por su propia naturaleza, absolutamente simple, indestructible, indescomponible: luego, es intrínsecamente inmortal. Solamente Dios, que la ha creado, sacándola de la nada, podría destruirla aniquilándola. Dios podría hacerlo, hablando en absoluto, pero sabemos con certeza, porque lo ha revelado el mismo Dios, que no la destruirá jamás. Porque habiendo creado el alma intrínsecamente inmortal, Dios respetará la obra de sus manos. Lo ha hecho Dios así y la respetará eternamente tal como la ha hecho, no la destruirá jamás. Nuestra
El alma es espiritual porque es independiente de la materia; y es absolutamente simple porque carece de partes. Pero un ser absolutamente simple es necesariamente 90
alma es, pues intrínseca y extrínsecamente inmortal.
previamente coincide, sin embargo de una manera tan absoluta y unánime en ese hecho colosal, hay que reconocer, sin género alguno de duda, que esa creencia es un grito que sale de lo más íntimo de la naturaleza racional del hombre; esa exigencia de la propia inmortalidad en un más allá, procede del mismo Dios, que la ha puesto, naturalmente, en el corazón del hombre. Y esto no puede fallar, eso es absolutamente infrustrable. Todo deseo natural y común a todo el género humano, procede directamente del Autor mismo de la naturaleza, y ese deseo no puede recaer sobre un objeto falso y quimérico, porque eso argüiría imperfección o crueldad en Dios, lo cual es del todo imposible. El deseo natural de inmortalidad prueba apodícticamente, en efecto, que el alma es inmortal.
Además de este argumento ontológico profundísimo que deja por sí sólo plenamente demostrada la inmortalidad del alma, puede invocarse todavía dos argumentos en el plano meramente filosófico y puramente racional: uno de tipo histórico y otro de teología natural. Veámoslo brevemente.
2) Argumento histórico. Echen una ojeada al mapa-mundi. Asómense a todas las razas, a todas las civilizaciones, a todas las épocas, y a todos los climas del mundo. A los civilizados y a los salvajes; A los cultos y a los incultos; a los pueblos modernos y a los de la existencia prehistórica. Recorran el mundo entero y verán cómo en todas partes los hombres – colectivamente considerados- reconocen la existencia de un principio superior. Están totalmente convencidos de ello. Con aberraciones tremendas, desde luego, pero con un convencimiento firme e inquebrantable.
3) Argumento de teología natural. No me refiero todavía a la fe. Estoy moviéndome todavía en un plano puramente natural, puramente filosófico. Me refiero a la teología natural, a esa que llamamos teodicea, o sea, a lo que puede descubrir la simple razón natural en torno a Dios y a sus divinos atributos. ¿Qué nos dice esta rama de la filosofía con relación a la existencia de un más allá? Que tiene que haberlo forzosamente, porque lo exigen así, sin la menor duda, tres atributos divinos: la sabiduría, la bondad y la justicia de Dios.
Hay quienes ponen un principio del bien y del mal; ciertos salvajes adoran el sol; otros a los árboles; otros a las piedras; otros, a los objetos más absurdos y extravagantes. Pero todos se ponen de rodillas ante un misterioso más allá. Se ha podido decir con la historia de las religiones en las manos, que sería más fácil encontrar un pueblo sin calles, sin plazas, sin casas, sin habitantes (o sea, un pueblo quimérico y absurdo, porque un pueblo con tales características no ha existido ni existirá jamás), que un pueblo sin religión, sin una firme creencia en la supervivencia de las almas más allá de la muerte.
a. Lo exige la sabiduría de Dios, que no puede poner una contradicción en la naturaleza humana. Como les acabo de decir, el deseo de inmortalidad es un grito incontenible de la naturaleza. Y Dios, que es infinitamente sabio, no puede contradecirse; no puede poner una tendencia ciega en la naturaleza humana que tenga por resultado y por objeto final el vacío y la nada. No puede ser. Sería una contradicción de tipo metafísico, absolutamente imposible. Dios no se puede contradecir.
Se dan cuenta de la fuerza probativa de este argumento histórico? Cuando la humanidad entera, de todas las razas, de todas las civilizaciones, de todos los climas, de todas las épocas, sin haberse puesto de acuerdo 91
porque hay un más allá en donde la virtud recibirá su premio y el crimen su castigo merecido.
b. Lo exige también la bondad de Dios. Porque Dios ha puesto en nuestros propios corazones el deseo de la inmortalidad. ¡Examinen, sus propios corazones! Nadie quiere morir; todo el mundo quiere sobrevivirse. El artista, por ejemplo, está soñando en su obra de arte, para dejarla en este mundo después de su muerte, sobreviviéndose a través de ella. Todo el mundo quiere sobrevivirse en sus hijos, en sus producciones naturales o espirituales. Pero eso es todavía demasiado poco. Queremos sobrevivirnos personalmente, tenemos el ansia incontenible de la inmortalidad. La nada, la destrucción total del propio ser, nadie la quiere ni apetece. No puede descansar un deseo natural sobre la nada, porque la nada es la negación total del ser, es la no existencia, y eso no es ni puede ser apetecible. El deseo, o sea la tendencia afectiva de la voluntad, recae siempre sobre el ser, sobre la existencia, jamás sobre la nada o el vacío. Todos tenemos este deseo natural de la inmortalidad. Y la bondad de Dios exige que, puesto que ha sido Él quien ha depositado en el corazón del hombre este deseo natural de inmortalidad, lo satisfaga plenamente. De lo contrario, no habría más remedio que decir que Dios se ha complacido en ejercitar sobre el corazón del hombre una inexplicable crueldad, una especie de suplicio de Tántalo. Pero esto sería impío, herético y blasfemo. Luego hay que concluir que Dios ha puesto en nuestros corazones el deseo incoercible de la inmortalidad, porque, efectivamente, somos inmortales.
Un hombre tan poco sospechoso de clericalismo como Juan Jacobo Rousseau, en un momento de sinceridad, llegó a escribir su famosa frase: ―Si yo no tuviera otra prueba de la inmortalidad del alma, de la existencia de premios y castigos en el otro mundo, que ver el triunfo del malvado y la opresión del justo acá en la tierra, esto solo me impediría ponerlo en duda. Tan estridente disonancia en la armonía universal me empujaría a buscarle una solución, y me diría: Para nosotros no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.‖ ¡Vaya si volverá! ¡Vaya si volverá todo al orden más allá de esta vida! ¡En el plano individual, en el familiar, en el social, en el internacional…! Todo volverá al orden después de la muerte. El vulgar estafador que, escudándose en un cargo político o en el prestigio de una gran empresa o de un comercio a gran escala, se ha enriquecido rápidamente contra toda justicia, acaso abusando del hambre y de la miseria ajena… ¡qué se apresure a disfrutar sin frenos ni cortapisas de esas riquezas inicuamente adquiridas! Le queda ya poco tiempo, porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte. Y el joven pervertido, estudiante coleccionista de reprobaciones que se pasa las mañanas en la cama, la tarde en el cine o en el fútbol y la noche en la discoteca o en el prostíbulo… Y la muchacha frívola, la que vive únicamente para la diversión, para el baile, el cine y la telenovela; la que escandaliza a todo el mundo con sus desnudeces provocativas, con su desenfado en el hablar, con su ―despreocupación ante el problema religioso, con…‖ ¡Que rían ahora, que gocen, que se diviertan, que beban hasta las heces la dorada copa del placer! Ya les queda poco tiempo, porque no acaba todo
c. Lo exige, finalmente, la justicia de Dios. Mucha gente se pregunta asombrada: ―¿Por qué Dios permite el mal? ¿Por qué permite que haya tanta gente perversa en el mundo? ¿Por qué permite, sobre todo, que triunfen con tanta frecuencia los malvados y sean oprimidos los justos?‖ La contestación a esta pregunta es muy sencilla ¿Saben por qué permite Dios tamaño escándalo, injusticias tan irritantes? Pues 92
con la vida, todo vuelve al orden con la muerte.
cometen en el mundo sin que reciban sanción ni castigo alguno acá en la tierra, ni puede dejar sin recompensa las virtudes heroicas que se practican en la oscuridad y el silencio sin que hayan obtenido jamás una mirada de comprensión o de gratitud por parte de los hombres.
Y el casado que pone a su capricho limitación y tasa a la natalidad, contradiciendo gravemente los planes del creador. Y el marido infiel que le ha puesto un apartamento a una mujer perversa que no es la suya. Y el padre que no se preocupa de la cristiana educación de sus hijos y se hace responsable de sus futuros extravíos y, acaso, de la perdición eterna de sus almas. Y tantos y tantos otros como viven completamente de espaldas a Dios, olvidados en absoluto de sus deberes más elementales para con Él… ¡pobrecitos! ¡Qué pena me dan! Porque, por desgracia para ellos, no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden natural con la muerte.
TERCER ARGUMENTO: ¡LO HA REVELADO DIOS! Pero además de estos argumentos de tipo meramente natural y filosófico tenemos, señores, en la divina revelación la prueba definitiva o infalible de la existencia del más allá. ¡Lo ha revelado Dios! Tierra y el cielo, con todos sus astros y planetas, pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará jamás.
Y al revés. El campesino enfermo que siente que se le acaban las fuerzas por momentos y se ve obligado, a pesar de todo, a seguir trabajando para prolongar un poco su agonía con el mísero jornal que, al fin del día, deposita en sus manos la injusticia de una sociedad paganizada; la pobre viuda madre de ocho hijos, que no tiene un pedazo de pan para calmarles el hambre… ¡que no se desesperen! Si saben elevar sus ojos al cielo para contemplarlo a través del cristal de sus lágrimas, pronto terminará su martirio: porque no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.
La certeza sobrenatural de la fe es incomparablemente superior a todas las certezas naturales, incluso a la misma certeza metafísica en la que no es posible el error. La cresta metafísica es absoluta e infalible. Dios mismo, con toda su omnipotencia infinita, no podrá destruir una verdad metafísica. Dios mismo, por ejemplo, no puede hacer que dos y dos no sean cuatro, o que el todo sea mayor que una de la partes. Tenemos de ello certeza absoluta, metafísica, infalible; porque lo contrario envuelve contradicción, y lo contradictorio no existe ni puede existir: es una pura quimera de nuestra imaginación. La certeza metafísica es una certeza absolutamente infalible.
Y la joven obrera, llena de privaciones y miserias, y quizá calumniada y perseguida porque no se doblegó ante la bestialidad ajena y prefiere morirse de hambre antes que mancillar el lirio inmaculado de su pureza… ¡que tenga ánimo y fortaleza para seguir luchando hasta la muerte! Porque, para dicha y ventura suya, no acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.
Pues bien, la certeza de fe supera todavía a la certeza metafísica. No porque la certeza metafísica pueda fallar jamás, sino porque la certeza de fe nos da a beber el agua limpia y cristalina de la verdad en la fuente o manantial mismo de donde brota –el mismo Dios, verdad Primera y Eterna, que no puede engañarse ni engañarnos-, mientras que la certeza metafísica nos la ofrece en el riachuelo del discurso y de la razón humanas.
Todo vuelve al orden con la muerte. Lo exige así la justicia de Dios, que no puede dejar impunes los enormes crímenes que se 93
Las dos certezas nos traen la verdad absoluta, natural o sobrenaturalmente; pero la fe vale más que la metafísica, porque su objeto es mucho más noble y porque está más cerca de Dios.
―E irán al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna.‖ (Mt 25, 46) Lo ha dicho Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo ha dicho la Verdad por esencia, Aquel que afirmó de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida.” (Jn 14, 6) ¡Qué gozo y qué satisfacción tan íntima para el pobre corazón humano que siente ansia y sed inextinguible de inmortalidad! Nos lo asegura el mismo Dios: ¡somos inmortales! Llegará un día en que nuestros cuerpos rendidos de cansancio por las luchas de la vida se inclinarán hacia la tierra y descenderán al sepulcro, mientras el alma volará a la inmortalidad. Cuando el leñador abate con su hacha el viejo árbol carcomido, el pájaro que anidaba en sus ramas levanta el vuelo y se marcha jubiloso a cantar en otra parte. ¡Qué bien lo sabe decir la literatura católica en el maravilloso prefacio de difuntos. Con esa visión de paz y de esperanza quiero terminar este aparte:
Dios ha hablado. Ha querido hacerse hombre, como uno cualquiera de nosotros, para ponerse a nuestro alcance, hablar nuestro mismo idioma y enseñarnos con nuestro lenguaje articulado el camino del cielo. Y vean lo que nos ha dicho: ―Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en Mí. Aunque muera, vivirá.‖ (Jn 11, 25) ―Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre.‖ (Lc 12, 40) ―No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a Aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el infierno.‖ (Mt 10, 28) ―¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?‖ (Mt 16, 26)
―Para tus fieles, Señor, la vida se cambia, pero no se quita; y al disolverse la casa de esta morada terrena, se nos prepara en el cielo una mansión eterna.‖
―Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada según sus obras.‖ (Mt 16, 27)
Que así sea.
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B. LA MUERTE INTRODUCCIÓN La muerte: el momento más importante de nuestra existencia Dos concepciones de la muerte: la pagana y la cristiana
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA MUERTE Ciertísima en su venida Muerte natural, prematura, violenta y repentina Moriremos una sola vez
DISTINTOS TIPOS DE MUERTE SEGÚN LA PREPARACIÓN A ELLA MUERTE SIN PREPARACIÓN PRÓXIMA O REMOTA MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA, PERO NO REMOTA MUERTE CON PREPARACIÓN REMOTA, PERO NO PRÓXIMA MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA Y REMOTA: LA MUERTE CRISTIANA Morir cristianamente: en gracia de Dios, con derecho al cielo Es el término del combate contra los tres enemigos del alma Es el arribo al puerto de seguridad Es la entrada a la Vida verdadera Morir cristianamente: con Jesús Sacramentado en el corazón Morir cristianamente: con el deber cumplido
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B. LA MUERTE INTRODUCCIÓN
La muerte: el momento más importante de nuestra existencia Esta es una actitud insensata, una actitud suicida y anticristiana. ¡Como si dejando de pensar en la muerte pudiéramos alejarla de nosotros…! Pero vendrá, sin falta, en el momento que Dios nuestro Señor ha fijado para nosotros desde toda la eternidad: tanto si pensamos en ella como si dejamos de pensar. Y como resulta que ese momento es el más importante de nuestra existencia, porque es el momento decisivo del que depende nada menos que nuestra eternidad, vale la pena dejar a un lado sentimentalismos absurdos y plantearse con seriedad este tremendo problema de la transición al más allá. Decíamos atrás que se disputan en el mundo dos concepciones antagónicas de la vida: la concepción materialista, que niega la existencia del más allá y no piensa sino en reír, gozar y divertirse, y la concepción espiritualista, que, proclamando la realidad de un más allá, se preocupa de vivir cristianamente, teniendo siempre a la vista la divina sentencia de Nuestro Señor Jesucristo: ―¡Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma para toda la eternidad?‖
Planteábamos en la primera parte, el problema de los destinos eternos del hombre y demostrábamos la existencia del más allá a la luz de la luz de la simple razón natural, y, sobre todo, a la luz sobrenatural de la fe apoyada directamente en la Palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Hay un más allá después de esta vida.
Dos concepciones de la muerte: la pagana, y la cristiana
Ahora vamos a dar un paso más. Vamos a hablar del momento de transición, del salto al más allá, de la hora decisiva de la muerte. Sé muy bien que el tema resulta muy antipático a la inmensa mayoría de la gente. ―¡Por Dios!, padre: háblenos usted de lo que quiera menos de la muerte. La muerte es una cosa muy triste y desagradable. Háblenos de cualquier otra cosa, pero deje ese asunto tan trágico.‖
Pues así como hay dos concepciones de la vida, también hay dos concepciones de la muerte. La concepción pagana, la concepción materialista, que ve en ella el término de la vida, la destrucción de la existencia humana, la que, por boca de un gran orador pagano, Cicerón, ha podido decir: ―La muerte es la cosa más terrible entre las cosas terribles‖; y la concepción cristiana,
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que considera la muerte como un simple tránsito a la inmortalidad.‡
La historia de la filosofía coincide con la historia de las aberraciones humanas. ¡Cuántos absurdos se han llegado a decir en el mundo en nombre de la ciencia y de la filosofía! Y, sin embargo, está todavía por nacer el hombre tan insensato que se haya forjado la ilusión de que él no va a morir. No ha habido ningún hombre tan estúpido que haya lanzado la siguiente afirmación: ―Yo viviré eternamente sobre la tierra; yo no moriré jamás.‖
Porque, a despecho de la propia palabra, aunque parezca una paradoja y una contradicción, la muerte no es más que el tránsito a la inmortalidad. Qué bien supo comprender nuestra incomparable Santa Teresa de Jesús cuando decía: Ven muerte escondida que no te sienta venir, porque el gozo de morir no me vuelva a dar la vida
¡Pero si lo estamos viviendo todos los días…! La muerte es un fenómeno que diariamente contemplamos con los ojos y tocamos con las manos. Cuando vamos al cementerio, estamos plenamente convencidos de la verdad de aquella inscripción que leemos en cualquiera de las fosas funerarias: ―Hoy me ha tocado a mí, pero mañana te tocará a ti.‖ Lo estamos viendo todos los días. No solamente los ancianos o los enfermos decrépitos, hasta los jóvenes se mueren con frecuencia en la plenitud de su juventud, en la primavera de su vida. Nadie puede hacerse ilusiones, nadie se escapará de la muerte. No vale alegar argumentos, es inútil invocar el cargo o la posición social. No les aprovechó para nada la tiara de los Papas, ni el cetro de los reyes o emperadores ni el poder a Napoleón o a Alejandro Magno, ni las riquezas a Creo, ni la sabiduría a Salomón. Todos rindieron tributo a la muerte:
Tengo la pretensión, de presentarles una visión simpática y atractiva de la muerte. La muerte, para el pagano, es ―la cosa más terrible entre todas las cosas terribles‖, tenía razón el gran orador romano. Pero para el cristiano es el tránsito a la inmortalidad, la entrada a la vida verdadera. Contemplada con ojos cristianos, la muerte no es una cosa trágica, sino al contrario, algo muy dulce y atractivo, puesto que representa la entrada en la patria verdadera.
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA MUERTE Vamos a ver, en primer lugar, las características generales de este gran fenómeno de la muerte. Son tres, principalmente: ciertísima en su venida, insegura en sus circunstancias, y única en la vida. Vamos a comentarla un poco.
San Pablo decía: ―Todos los días muero un poco‖. Él se refería al desgaste que experimentaba por el celo y solicitud de las Iglesias encomendadas a su cuidado; pero esto mismo podremos repetir nosotros en cualquier momento de nuestra vida: todos los días moriremos un poco. Los sufrimientos, las enfermedades, el aire que respiramos, los alimentos que ingerimos, el frío, el calor, el desgaste de la vida diaria, nos van matando poco a poco. Todos los días morimos un poquito, hasta que llegará un momento en que moriremos del todo.
CIERTÍSIMA EN SU VENIDA Ante todo es ciertísima en su venida.
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Remitimos nuevamente al complemento al final de este tratado sobre el tema de la reencarnación, una terrible tercera alternativa que se le está planteando a occidente actualmente.
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No hace falta insistir en este hecho tan claro. La certeza de la muerte es tan absoluta, que nadie se ha forjado jamás la menor ilusión. Moriremos todos, irremediablemente todos.
Podemos catalogar y dividir las distintas clases de muerte en cuatro fundamentales: muerte natural, prematura, violenta y repentina.
Dios no hizo la muerte. La muerte entró al mundo por el pecado.
¿A qué llamamos muerte natural? A la que sobreviene por mera consunción y desgaste, sin enfermedad alguna que la produzca directamente. Se pregunta, a veces, la gente: ―¿De qué murió fulano de tal? nadie lo sabe, ni siquiera el médico. ¿Cuántos años tenía? Noventa y dos‖.
¡Qué maravilloso el plan de Dios sobre nuestros primeros padres en el Paraíso terrenal! Además de elevarlos al orden sobrenatural de la gracia, los enriqueció con tres dones preternaturales verdaderamente magníficos: el de la inmortalidad, en virtud del cual no debían morir jamás; el de la impasibilidad, que los hacía invulnerables al dolor y el sufrimiento, y la integridad, que les daba el control absoluto de sus propias pasiones, perfectamente dominadas y gobernadas por la razón. ¡Ah!, pero cometieron el crimen del pecado original, y, en castigo del mismo, Dios les retiró esos tres dones preternaturales juntamente con la gracia y las virtudes infusas. Y, al desaparecer el privilegio gratuito de la inmortalidad, el cuerpo, que es de suyo incorruptible, quedó ipso facto condenado a la muerte. He aquí, de qué manera la muerte es un castigo del pecado; y como todos somos pecadores, nadie absolutamente se escapará de esta ley inexorable: ciertamente moriremos todos.
Está claro: ha muerto de muerte natural, de senectud, de vejez, No se necesita nada más. Pero, a veces, ocurre todo lo contrario. Es una muerte prematura. En la flor de la juventud, en la primavera de la vida… ¡Cuántos jóvenes se mueren! No ya por accidentes imprevistos –por un disparo casual, por un atropello de automóvil, etc.-, sino por simple enfermedad, en su cama, se mueren también los jóvenes. No con tanta frecuencia, pero se mueren también. En el Evangelio tenemos algunos casos: elijo de la viuda de Naím y el de la hija de Jairo. En plena juventud, en la primavera de la vida, se les cortó el hilo de la existencia: muerte prematura. Las familias que hayan tenido que sufrir este rudo golpe, que llega a lo más íntimo del alma, levanten sus ojos al cielo y adoren los designios inescrutables de la providencia de Dios. Él sabe por qué los llevó allá. Acaso para que su pureza y su candor no se agostaran algún día en el clima abrasador del mundo. Dios les reclamó para Sí, y allá arriba nos esperan llenos de radiante felicidad.
MUERTE NATURAL, PREMATURA, VIOLENTA Y REPENTINA Pero si la muerte es ciertísima en su venida, es muy incierta e insegura en su hora y en sus circunstancias.
Es incierta en lugar, tiempo y modo, y la suerte que nos espera. Dios ha querido ocultarnos estas cosas para que en todo momento lo respetemos y temamos como dueño de nuestra vida, y siempre estemos listos a comparecer ante Él. El Señor nos dice en la Escritura que la muerte llegará como un ladrón, esto es, cogiéndonos desprevenidos. Y la experiencia prueba que con muchísima frecuencia acontece así (Lc 12, 39
y 40). Dios lo quiere así para que estemos siempre en su gracia y servicio. Si supiéramos el día de nuestra muerte, dejaríamos tal vez de servir y temer a Dios durante nuestra ida, en la confianza de tener a última hora tiempo seguro para arrepentirse. Este arrepentimiento forzado y tardío Dios no pudiera aceptarlo.
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MORIREMOS UNA SOLA VEZ§
Otras veces sobreviene la muerte de una manera violenta. Un agente extrínseco, completamente imprevisto, nos arrebata la vida en el momento menos pensado. Y unos perecerán atropellados por un camión; otros, ahogados en el mar; otros, fulminados por un rayo; otros, en un choque de trenes; otros, al estrellarse el avión en que viajaban, otros… No es posible enumerar todas las clases de muertes violentas que pueden arrebatarnos la existencia en el momento menos pensado. Un momento antes, llenos de salud y de vida, un momento después, cadáver. ¡A cuántos les ha ocurrido así!
Pero lo más serio del caso, es que moriremos una sola vez. Lo dice la Sagrada Escritura y lo estamos viendo todos los días con nuestros ojos. Nadie muere más que una sola vez. Es cierto que ha habido alguna excepción en el mundo. Ha habido quienes han muerto dos veces. En el Evangelio, por ejemplo, tenemos tres casos, correspondientes a los tres muertos que resucitó Nuestro Señor Jesucristo. Santo Domingo de Guzmán, el glorioso fundador de la Orden a la que tengo la dicha de pertenecer, resucitó también tres muertos. San Vicente Ferrer y muchos otros santos hicieron también este milagro estupendo. Pero estas excepciones milagrosas son tan raras, que no pueden tenerse en consideración ante la ley universal de la muerte única. Moriremos una sola vez y en esa muerte única se decidirán, irrevocablemente, nuestros destinos eternos, Nos lo jugamos todo a una sola carta. El que acierte esa sola vez, acertó para siempre; pero el que se equivoque esa sola vez, está perdido para toda la eternidad. Vale la pena pensarlo bien y tomar toda clase de medidas y precauciones para asegurarnos el acierto en esa única y suprema ocasión. Yo quisiera, hacerlos reflexionar un poco en torno a la preparación para la muerte.
La cuarta clase de muerte es la repentina. Muerte violenta, como hemos dicho, es la producida por un agente extrínseco a nosotros, como en cualquiera de esos que acabo de enumerar. Muerte repentina, por el contrario, es la que sobreviene por una causa intrínseca que llevamos ya dentro de nosotros mismos. Por ejemplo, una hemorragia cerebral, un aneurisma, un colapso cardíaco, una angina de pecho, pueden producirnos una muerte inesperada e instantánea. Cuando menos lo esperemos: hablando, comiendo, paseando, podemos caer como fulminados por un rayo. He aquí la muerte repentina.
¿Cuál será la nuestra? DISTINTOS TIPOS DE MUERTE SEGÚN LA PREPARACIÓN A ELLA
¿Cuál será la nuestra? Nadie puede contestar a esta pregunta. Para muchos de nosotros ya no es posible una muerte prematura. Ya no moriremos en plena juventud. Pero, ¿Cuál de las otras tres, la violenta, la repentina o la natural en plena vejez, será la nuestra? Nadie en absoluto nos lo podría decir, sino únicamente Dios. Estemos siempre preparados, porque aunque es ciertísimo que hemos de morir, es insegura la hora y las circunstancias de nuestra muerte.
Podemos distinguir dos clases de preparación: una, remota, y otra, próxima. Llamo yo preparación remota la de aquel que vive siempre en gracia de Dios. Al que tiene sus cuentas arregladas ante Dios, al §
Remitimos nuevamente al artículo complementario final sobre la reencarnación, creencia que niega esta verdad.
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que vive habitualmente en gracia, puede importarle muy poco cuál sean las circunstancias y la hora de su muerte, porque en cualquier forma que se produzca tiene completamente asegurada la salvación eterna de su alma. Esta es la preparación remota.
muerte no es más que un eco de la vida. Tal como es la vida, así suele ser la muerte. Si el árbol está inclinado hacia la derecha, o francamente inclinado hacia la izquierda, lo corriente y normal es que, al caer tronchado por el hacha, caiga naturalmente, del lado que está inclinado. Esta es la muerte sin preparación próxima ni remota. La de los grandes impíos, la de los grandes herejes, la de los grandes enemigos de la Iglesia.
La preparación próxima es la de aquel que tiene la dicha de recibir en los últimos momentos de su vida los Santos Sacramentos de la Iglesia: Penitencia, Eucaristía por viático. Extremaunción, e incluso, los demás auxilios espirituales: la bendición Papal, la indulgencia plenaria y la recomendación del alma. Esta es la preparación próxima.
Esta fue la muerte de Voltaire, el de las grandes carcajadas: ―Ya estoy cansado de oir que ha Cristo le bastaron doce hombres para fundar su Iglesia y conquistar el mundo. Voy a demostrar que basta uno para destruir la Iglesia de Cristo‖.
Combinando y barajando estas dos clases de preparación podemos encontrar hasta cuatro tipos distintos de muerte: sin preparación próxima ni remota; con preparación remota, pero no próxima; con preparación próxima, pero no remota, y con las dos preparaciones.
¡Pobrecito! Él sí que quedó destruido.
Vamos a examinarlas una por una.
―Poco tiempo antes de su muerte, Mr. Voltaire, en medio de furiosas agitaciones, gritaba furibundamente: -¡Estoy abandonado de Dios y de los hombres! Se mordía los dedos, y echando mano a su vaso de noche, se lo bebió. Hubiera querido yo que todos los que han sido seducidos por sus libros hubieran sido testigos de aquella muerte. No era posible presenciar semejante espectáculo‖.
Escuchen. Les voy a leer la declaración del médico Mr. Tronchin, protestante, que asistió en su última enfermedad al patriarca de los incrédulos. Va a decirnos él, personalmente, lo que vio:
MUERTE SIN PREPARACIÓN PRÓXIMA O REMOTA El primer tipo de muerte es la que sucede sin preparación próxima ni remota, o sea, ausencia total de preparación. Es la muerte de los grandes impíos, de los grandes incrédulos, de los grandes enemigos de la Iglesia; la muerte de los que no se han contentado con ser malos, sino que además han sido apóstoles del mal, han sembrado semillas de pecado, han procurado arrastrar a la condenación al mayor número posible de almas.
La Marquesa de la Villete, en cuya casa murió Voltaire y presenció sus últimos momentos escribe textualmente: ―Nada más verdadero que cuanto Mr. Tronchin –el médico cuya declaración acabo de leer- afirma sobre los últimos instantes de Voltaire. Lanzaba gritos desaforados, se revolvía, se le crispaban las manos, se laceraba con las uñas. Pocos minutos antes de expirar llamó al abate Gaultier. Varias veces quiso hicieran venir
Estos no han tenido preparación remota: han vivido siempre en pecado mortal. Y, por una consecuencia lógica y casi inevitable, suelen morir también sin preparación próxima, obstinados en su maldad. Porque, por lo general, salvo raras excepciones, la 101
a un ministro de Jesucristo. Los amigos de Voltaire, que estaban en casa, se opusieron bajo el temor de que la presencia de un sacerdote que recibiera el postrer suspiro de su patriarca derrumbara la obra de su filosofía y disminuyera sus adeptos. Al acercarse al fatal momento, una redoblada desesperación se apoderó del moribundo. Gritaba diciendo que sentía una mano invisible que le arrastraba ante el tribunal de Dios. Invocaba con gritos espantosos a aquel Cristo que él había combatido durante toda su vida; maldecía a sus compañeros de impiedad; después, despreciaba o injuriaba al cielo una vez tras otra; finalmente, para calmar la ardiente sed que le devoraba, llevóse su vaso de noche a la boca. Lanzó un último grito y expiró entre la inmundicia y la sangre que le salía de la boca y de la nariz‖.
impiedad, incluso que ha combatido a la Iglesia, puede ocurrir –y curre a veces, porque la misericordia de Dios es infinitaque a la hora de la muerte, cuando ve ante sus ojos el espantoso abismo en que se va a sumergir para toda la eternidad, movido por la gracia divina, se vuelve a Dios con un sincero y auténtico arrepentimiento, que le vale la salvación eterna de su alma. Puede ocurrir y ha ocurrido de hecho muchas veces, por la infinita misericordia de Dios. Pero ¡Pobre del que confíe en eso para vivir mientras tanto tranquilamente en pecado! ¡Pobre de él! Ese tal trata de burlarse de Dios, y el apóstol San Pablo nos advierte expresamente que ―de Dios nadie se ríe‖. El que ha vivido mal por irreflexión, atolondramiento o ligereza, puede ser que a la hora de la muerte Dios tenga compasión de él y le de la gracia del arrepentimiento. Pero el que ha vivido mal, precisamente confiado y apoyado en que a la hora de la muerte tendrá tiempo de arrepentirse y salvarse, y, mientras tanto, sigue pecando tranquilamente, ese trata de burlarse de Dios, y pagará bien cara su loca temeridad y su incalificable osadía.
Esta es la muerte sin preparación próxima ni remota. Y conste, que yo no afirmo la condenación de Voltaire; yo no digo que esté en el infierno. La Iglesia no lo ha dicho jamás. No sabemos lo que pudo ocurrir un segundo antes de separarse el alma del cuerpo, cuando se había producido ya el fenómeno de la muerte aparente. Pero sabemos lo que pasó en los últimos momentos visibles de su vida, puesto que lo presenciaron los testigos que acabo de citar. Si está en el infierno o no, eso no lo podemos asegurar, puesto que la Iglesia no lo ha dicho jamás. Pero, ¡qué terrible manera de compadecer ante Dios; sin preparación próxima ni remota!
Sean pocos o muchos los que se salvan, ese que trata de robar el cielo después de haberse reído de Dios, es indudable que será uno de los pocos o muchos que se condenen. ¡Ese se pierde para toda la eternidad!
MUERTE CON PREPARACIÓN REMOTA, PERO NO PRÓXIMA
MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA, PERO NO REMOTA
La tercera manera de morir es con preparación remota, pero no próxima. No juguemos con fuego. Tengamos al menos la preparación remota, por si acaso Dios no nos concede la preparación próxima. Con la preparación remota, tenemos asegurada la salvación del alma; y para eso basta con que vivamos sencillamente en gracia de Dios. Si vivimos siempre en gracia de Dios, si en cualquier momento de nuestra
La segunda manera de morir es con preparación próxima, pero no remota. ¿Qué significa esto? El que vive habitualmente en pecado mortal, no tiene preparación remota; pero por la infinita misericordia de Dios, a veces ocurre que muere con preparación próxima. Uno que ha vivido en la 102
vida tenemos bien ajustadas nuestras cuentas con Dios, si tenemos ese tesoro infinito que se llama gracia santificante, nos puede importar muy poco la manera, el modo y las circunstancias de nuestra muerte. Es muy de desear ý hay que pedírselo con toda el alma a Dios- que nos conceda también la preparación próxima; pero , al menos, si tenemos la remota, lo tenemos asegurado todo.
al Señor nos conceda también la preparación próxima para la muerte.
MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA Y REMOTA: LA MUERTE CRISTIANA Porque esta es la cuarta manera de morir y la que hemos de procurar por todos los medios a nuestro alcance: con la doble preparación. Con la preparación remota del que ha vivido cristianamente, siempre en gracia de Dios, y con la preparación próxima del que a la hora de la muerte corona aquella vida cristiana con la recepción de los Santos Sacramentos y de los auxilios espirituales de la Iglesia: Penitencia, Eucaristía por Viático, Extremaunción, recomendación del alma, bendición papal.
Tomemos esta determinación. Es preciso formar algún propósito concreto para toda nuestra vida, porque, de lo contrario, estas luces que ahora nos da Dios, con esta lectura, no serán más que un castillo de fuegos artificiales, una llamada fugaz y transitoria. Es preciso que tomemos determinaciones para toda nuestra vida. Y una de las más fundamentales tiene que ser ésta: en adelante no voy a cometer jamás la tremenda imprudencia de acostarme una sola noche en pecado mortal, porque puedo amanecer en el infierno.
Preparación próxima y preparación remota. Es la muerte envidiable de los Santos, de la que dice la Sagrada Escritura que es preciosa delante del Señor.
Reflexione un instante: ¿Quién de ustedes se atrevería a acostarse una noche con una víbora venenosa en la cama? Hasta que no le aplasten la cabeza no podrán conciliar el sueño: es cosa clara y evidente. Y son legión los que tienen una víbora venenosa en su alma, los que viven habitualmente en pecado mortal con gravísimo peligro de hundirse para siempre en el abismo eterno, ¡y ríen, y gozan, y se divierten! Y por la noche se acuestan tranquilamente en pecado mortal y logran conciliar el sueño como si no les amenazara daño alguno. ¿Es que son malos? Tal vez no. Puede que no lo sean en el fondo. Pero es indudable que son atolondrados, irreflexivos, inconscientes; es indudable que no piensan, que no se dan cuenta del tremendo peligro que pende sobre sus cabezas a manera de espada de Damocles. En el momento menos pensado puede rompérseles el hilo de la vida y se hunden para siempre en el abismo. Vivamos siempre en gracia de Dios y pidámosle
Los Santos que han vivido intensamente estas ideas, no solamente no temían la muerte, sino que la llamaban y la deseaban con toda su alma para volar al cielo. Porque la muerte cristiana, tiene las siguientes características que la hacen infinitamente deseable y atractiva: morir en Cristo, morir con Cristo y morir como Cristo
Morir cristianamente: En gracia de Dios, con derecho al Cielo En primer lugar, morir en Cristo. ¿Qué significa morir en Cristo? Significa morir cristianamente, con la gracia santificante en nuestra alma, que nos da derecho la herencia infinita del cielo. ¡Qué burla y qué sarcasmo, cuando en los grandes cementerios de las modernas ciudades se ponen sobre las tumbas de los grandes impíos aquellos epitafios rimbombantes: ―Aquí yace un gran guerrero, un 103
gran artista, un gran literato, un gran emperador‖! ¡Pero los ángeles de la guarda que están velando el sueño de los justos son los únicos que pueden leer el verdadero y auténtico epitafio de muchas de aquellas tumbas que el mundo venera: ―Aquí yace un condenado para toda la eternidad‖!
seguros. Absolutamente nadie. Ni el Soberano Pontífice, ni los mismos Santos mientras vivan todavía acá en la tierra: nadie puede estar seguro de que morirá cristianamente. Dice el Concilio de Trento que, a menos de una revelación especial de Dios, nadie puede saber con seguridad si se salvará o si se condenará; si recibirá de Dios el don sublime de la perseverancia final, o si lo dejará de recibir. No lo podemos saber. Es un interrogante angustioso que está suspendido sobre nuestras cabezas. Ni los santos estaban seguros de sí mismos. Porque, aunque seamos buenos, aunque estemos ahora en gracia de Dios, ¿qué será de nosotros dentro de diez años, dentro de veinte, y sobre todo, a la hora de nuestra muerte? Es un misterio, no lo podemos saber.
Ojalá que a cada uno de nosotros se nos pueda poner este sencillo epitafio, pero auténtico, que refleje la verdad: ―Murió cristianamente, con la gracia de Dios en su corazón‖. Y que se lleven los mundanos los mausoleos espléndidos, las flores que para nada sirven, los homenajes póstumos que nada remedian, las sesiones necrológicas, los ridículos ―minutos de silencio…‖, ¡que se lo lleven los mundanos! A nosotros nos basta con morir cristianamente: nada más. ¡Morir cristianamente! ¿Saben lo que esto significa?
¡Ah!, pero cuando se muere cristianamente, es el ruiseñor que rompe para siempre los hierros de su jaula y vuela jubilosa a la enramada. Es el náufrago, que después de haber luchado contra las olas embravecidas que amenazaban tragarle hasta el fondo del océano, salta por fin a las playas eternas. Es la caravana, que después de haber atravesado las arenas abrasadoras del desierto, llega por fin al risueño y fresco oasis. Es la nave que llega al puerto después de una peligrosa travesía. Es emerger de la penumbra del valle y bañarse para siempre en océanos de clarísima luz en lo alto de la montaña. El alma que muere cristianamente queda confirmada en la gracia, ya no puede perder a Dios, ya tiene asegurada para siempre la felicidad eterna.
Es el término del combate contra los tres enemigos del alma: En primer lugar, es el término del combate. En este mundo estamos librando todos una tremenda batalla –lo dice la Sagrada Escrituracon los tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Estamos librando un combate. Pero llega la hora de la muerte, y si tenemos la dicha de morir cristianamente, nos convertiremos en el soldado que termina victoriosamente la batalla y se ciñe para siempre el laurel de la victoria. En campesino, que después de haber regado tantas veces la tierra con el sudor de la frente, recoge los frutos de la espléndida y abundante cosecha. En el enfermo, que ve terminados para siempre sus sufrimientos y entra para siempre en la región de la salud y de la vida. ¡Qué bien lo sabe decir la Iglesia Católica cuando pronuncia sobre el cristiano que acaba de expirar aquella fórmula sublime. ―‖Descanse en paz‖.
Es la entrada a la vida verdadera: Por eso la muerte cristiana es la entrada en la vida verdadera. ¡Cuánta pobre gente equivocada que ha vivido y respirado el ambiente del mundo y está completamente convencida de que esta vida es verdadera, la que hay que conservar a todo trance! ¡Qué tremenda equivocación!
Es el arribo al puerto de la seguridad: En este mundo no podemos estar 104
¡Esta vida no es la vida! Un filósofo pagano exclamaba con angustia:
unos años, acaso dentro de unos cuantos días nada más. No se dan cuenta que el ferrocarril de la vida va devorando kilómetros y más kilómetros, y en el momento en que menos lo esperen, el silbato estridente de la locomotora les dará la terrible noticia: estación de llegada. Y al instante, sin un momento de tregua, tendrán que apearse del ferrocarril de la vida y comparecer delante de Dios. Entonces caerá en la cuenta de que esta vida no es la vida. Ojalá lo adviertan antes de que su error no tenga ya remedio para toda la eternidad.
Ningún sabio satisface esta duda que me hiere: ¿Es el que muere el que nace o es el que nace el que muere? No sabía contestar esa pregunta porque carece de las luces de la fe. Pero a su brillo deslumbrante, ¡qué fácil es contestar a esta! Pregúntenlo a Santa Teresa de Jesús y les contestará con sublime inspiración:
Morir cristianamente: Con Jesús Sacramentado en el Corazón
Aquella vida de arriba, que es la verdadera hasta que esta vida muera , no se alcanza estando viva…‖
La segunda característica de la muerte cristiana es morir con Cristo. ¿Qué significa esto? Significa exhalar el último suspiro después de haber tenido la dicha inefable de recibir a Jesucristo Sacramentado en el corazón.
O quizá de esta otra forma Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.
¡El Viático! ¡Qué consuelo tan inefable produce al alma cristiana el simple recuerdo del Viático! La Eucaristía es un milagro de amor, de sublime belleza y poesía en cualquier momento de la vida. Pero la Eucaristía por Viático es el colmo de la dulzura, de la suavidad y de la misericordia de Dios. Poder recibir en el corazón a Jesucristo Sacramentado en calidad de Amigo y de Buen Pastor momentos antes de comparecer ante él como Juez Supremo de vivos y muertos, es de una belleza y de una emoción indescriptibles. ¡Qué paz, que dulzura tan inefable se apodera del pobre enfermo al abrazar en su corazón a su gran Amigo, que viene a darle la comida para el camino – que eso significa la palabra Viático- y ayudarle amorosamente en el supremo tránsito a la eternidad!
Que se lo digan a Santa Teresita de Lisieux, la santa más grande de los tiempos modernos, en frase del inmortal Pontífice San Pío X. Cuando la angelical florecilla del Carmelo estaba para exhalar su último suspiro, el médico que la asistía le preguntó: ―¿Está vuestra caridad resignada para morir?‖ y la santita, abriendo desmesuradamente sus ojos, llena de asombro, le contestó: ―¿Resignada para morir? Resignación se necesita para vivir, pero ¡para morir! Lo que tengo es una alegría inmensa‖. Los Santos, tenían razón. No estaban locos. Veían, sencillamente, las cosas tal como son en realidad. La inmensa mayoría de los hombres no la ven así. No se dan cuenta de que están haciendo un viaje en ferrocarril y no se preocupan más que del vagón en que están haciendo la travesía: el negocio, el porvenir humano, el aumento de capital. Todo eso que tendrán que dejar dentro de
Cuando, desde lo íntimo de su alma, el pobre pecador le pide perdón a su Dios por última vez, antes de compadecer ante Él, sin duda alguna que Nuestro Señor Jesu105
cristo, que vino a la tierra precisamente a salvar lo que había perecido (Mt 18, 11) y en busca de los pobres pecadores (Mt 9, 13) le dará al agonizante la seguridad firmísimo de que la sentencia que instantes después pronunciará sobre él será de salvación y de paz.
mediatamente al caer enfermos de gravedad. La recepción del Viático por los enfermos graves es un mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que obliga a todos bajo pecado mortal, lo mismo que oír Misa los domingos o cumplir el precepto pascual. Y como la mejor providencia y precaución es la que toma uno sobre sí mismo, procuren vivir siempre en gracia de Dios y llamen a un sacerdote por su propia cuenta –sin esperar el aviso de sus familiarescuando caigan enfermos de alguna consideración.
¡Y que una cosa tan bella y sublime como el Viático estremezca de espanto a la inmensa mayoría de los hombres, incluso entre los cristianos y devotos! Son innumerables los crímenes a que ha dado lugar tamaña insensatez y locura. ¡Cuántos desgraciados pecadores se han precipitado para siempre en el infierno porque su familia cometió el gravísimo crimen de dejarles morir sin Sacramentos por el estúpido y anticristiano pretexto de no asustarles! Este verdadero crimen es uno de los mayores pecados que se pueden cometer en este mundo, uno de los que con mayor fuerza claman venganza al cielo. ¡Ay de la familia que tenga en su conciencia este crimen monstruoso! El Viático no empeora al enfermo, sino lo contrario, lo reanima y lo conforta, hasta físicamente, por redundancia natural de la paz inefable que proporciona a su alma. Pero, aún suponiendo que por el ambiente anticristiano que se respira por todas partes en el mundo de hoy, asustara un poco al enfermo la noticia que tiene que recibir el Viático, ¿y qué? ¿No es mil veces preferible que vaya al cielo después de un pequeño o de un gran susto, antes que, sin susto alguno, descienda tranquilamente al infierno para toda la eternidad? ¡Y que cosa tan evidente y sencilla no la vean tantísimos cristianos que cometen la increíble insensatez y el enorme crimen de dejar morir como un perro a uno de sus seres queridos! Gravísima responsabilidad la suya, y terrible la cuenta que tendrán que dar a Dios por la condenación eterna de aquella desventurada alma a la que no quisieron ―asustar‖.
Morir cristianamente: con el deber cumplido La tercera característica de la muerte cristiana es morir como Cristo. ¿Cómo murió Nuestro Señor Jesucristo? Mártir del cumplimiento de su deber. Había recibido de su Eterno Padre la misión de predicar el Evangelio a toda criatura y de morir en lo alto de una cruz para salvar a todo el género humano, y lo cumplió perfectamente, con maravillosa exactitud. Precisamente, cuando momentos antes de morir contempló en sintética mirada retrospectiva el conjunto de profecías del Antiguo Testamento que habían hablado de Él, vio que se habían cumplido todas al pie de la letra, hasta en sus más mínimos detalles. Y fue entonces cuando lanzó un grito de triunfo: ¡Todo está cumplido! Qué dicha la nuestra, si a la hora de la muerte podemos exclamar también: ―He cumplido mi misión en este mundo, he cumplido la voluntad adorable de Dios‖. Cierto que no podremos decirlo del mismo modo que Nuestro Señor Jesucristo. Cierto que todos somos pecadores y hemos tenido, a lo largo de la vida, muchos momentos de debilidad y cobardía. Cierto que hemos ofendido a Dios y nos hemos apartado de sus divinos preceptos por seguir los antojos del mundo o el ímpetu de nuestras pasio-
Escarmienten todos en cabeza ajena. Adviertan a sus familiares que les avisen in106
nes. Pero todo puede repararse por el arrepentimiento y la penitencia. Estamos a tiempo todavía.
Permítanme que les refiera un recuerdo personal antes de terminar este aparte. Tengo actualmente mi vivienda habitual en el glorioso convento de San Esteban, de Salamanca. En la actualidad somos más de doscientos religiosos, la mayoría de ellos jóvenes estudiantes de nuestra Facultad de Teología que allí funciona. Pero en él está instalada también la enfermería general de la provincia dominicana de España. Allí vienen los padres ancianitos a esperar tranquilamente el fin de sus días, después de una vida consagrada enteramente al servicio de Dios y salvación de las almas. He visto morir a muchos de ellos. He presenciado, también la muerte de religiosos jóvenes, que morían alegres en plena primavera de la vida porque se iban al cielo para siempre. Y les confieso, que las emociones más hondas e intensas de mi vida religiosa son las que he experimentado junto al lecho de nuestros moribundos. ¡Cómo mueren los religiosos dominicos! Supongo que en otras Órdenes religiosas ocurrirá lo mismo, pero yo cuento lo que he visto y presenciado por mí mismo. Escuchen:
¡Joven que me escuchas! Feliz de ti si a la hora de la muerte, acordándote de tus años mozos, puedes decir ante tu propia conciencia: ―Lo cumplí. ¡Cuánto me costó resolver el problema de la pureza! Mi sangre joven hervía en las venas, pero fui valiente y resistí. Invoqué a la Virgen, huí de los peligros, comulgué diariamente, ejercité mi voluntad, se lo pedí ardientemente a Dios… Y ahora muero tranquilo, ofreciéndole a Dios el lirio inmaculado de mi pureza juvenil‖. ¡Padre de familia! Te entiendo perfectamente. Cuesta mucho el cumplimiento exacto de los deberes matrimoniales: aceptar todos los hijos que Dios mande, educarlos cristianamente, guardar fidelidad inviolable al otro cónyuge, cumplir exactamente las obligaciones del propio estado. Pero recuerda que estamos en este mundo como huéspedes y peregrinos, que ―no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la que está por venir‖ (Hebr 13, 14). ¡Levanta tus ojos al cielo! Y, aunque te cueste ahora un sacrificio, cumple íntegramente con tu deber, para poder morir tranquilo cuando te llegue la hora suprema.
El religioso enfermo ha recibido ya, muy despacio, los Santos Sacramentos y demás auxilios de la Iglesia. Es impresionante, por su belleza y emoción el espectáculo de toda la comunidad acompañando al Señor hasta la habitación del enfermo cuando llevan el Viático. Pero llega mucho más al alma todavía la escena de sus últimos momentos. Cuando se acerca el momento supremo, la campana del convento llama a toda la comunidad con un toque a rebato característico, inconfundible. Acudimos todos a la enfermería y el Padre Prior, revestido de sobrepelliz y estola, comienza a rezarle al enfermo la recomendación del alma, alternando con toda la comunidad. Y cuando se acerca por momentos el instante supremo, el cantor principal del convento entona la Salve Regina, que tiene en nuestra Orden una melodía suavísima. Y arrullado por las notas de la bellísima plegaria mariana que
¡Comerciante, financiero, industrial, hombre de negocios! El dinero es una terrible tentación para la mayoría de los hombres. Pero acuérdate de que no podrás llevarte más allá del sepulcro un solo céntimo: lo tendrás que dejar todo del lado de acá. ¡Gana, si es preciso, la mitad o la tercera parte de lo que ganas ahora, pero gánalo honradamente! Que no tengas que lamentarlo a la hora de la muerte –cuando es tan difícil reparar el daño causado y restituir el dinero mal adquirido- y puedas decir, por el contrario: ―Me costó mucho, pero hice este sacrificio; muero tranquilo; he cumplido con mi deber‖. 107
canta toda la comunidad…, con la paz de su alma pura reflejada en su rostro tranquilo, con una dulce sonrisa en sus labios, serenamente, plácidamente, como el que se entrega con naturalidad al sueño cotidiano, el religioso dominico se duerme ante nosotros a las cosas de la tierra para despertar en los brazos de la Virgen del Rosario entre los coros de los ángeles…
¿Quieren morir todos así? Les acabo de dar las normas para conseguirlo. Preparación remota, viviendo siempre, siempre, en gracia de Dios, cumpliendo perfectamente los deberes de su propio estado; y oración ferviente a Dios, por intercesión de María, la dulce Mediadora de todas las gracias, para que nos conceda también la preparación próxima: la dicha de recibir en nuestros últimos momentos los Santos Sacramentos de la Iglesia y de morir con serenidad y paz en el ósculo suavísimo del Señor. Que así sea.
Es preciosa delante del Señor la muerte de los Santos.
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C. EL JUICIO PARTICULAR ¿CUÁNDO SE CELEBRARÁ EL JUICIO PARTICULAR? Lapso entre la muerte aparente y la real en todos los fallecimientos Valioso tiempo para asegurar todavía la salvación del alma del fallecido El juicio particular empieza en el momento de la muerte real
¿QUIÉNES SERÁN JUZGADOS? ¿DÓNDE Y CÓMO SE REALIZA EL JUICIO PARTICULAR? Dónde se realiza Cómo se realiza
¿CUÁNTO TIEMPO DURARÁ? ¿Y QUÉ VEREMOS EN ESE CORTO ESPACIO DE TIEMPO? Veremos la película de nuestra vida Registra loa actos externos que se vieron y los que ―nadie vio‖ Registra los sentimientos íntimos detrás de las acciones Registra los hechos que deberíamos haber hecho y no hicimos Muestra los pecados que indujimos a cometer a otros
EL JUEZ LA SENTENCIA IRREVOCABLE NUESTRA RESPUESTA AHORA A ESTE HECHO TRASCENDENTAL
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C. EL JUICIO PARTICULAR Hablábamos atrás del problema formidable de la muerte, y decíamos que, si considerada con ojos paganos, es la cosa más terrible entre todas las cosas terribles. A la luz de la fe católica, contemplada con ojos cristianos, es simpática y deseable, diga el mundo lo que quiera. Porque para el cristiano, la muerte es comenzar a vivir, es el tránsito a la inmortalidad, la entrada a la vida verdadera. La muerte es mucho más un fenómeno aparente que real. Afecta al cuerpo únicamente, pero no al alma. El alma es inmortal, y el mismo cuerpo muere provisionalmente, porque un gran dogma de la fe católica nos dice que sobrevendrá en su día la resurrección de la carne. De manera que en fin de cuentas, la muerte en sí misma no tiene importancia alguna: es un simple tránsito a la inmortalidad.
Habrá dos juicios: el juicio particular y el juicio final o universal.
Pero ahora nos sale al paso otro problema formidable. Y ése sí que es serio, ése sí que es terrible: el problema del juicio de Dios.
Habrá dos juicios. El juicio particular al que alude San Pablo en las palabras que acabo de citar, y el juicio universal, que con todo lujo de detalles, describió personalmente en el Evangelio Nuestro Señor Jesucristo, que actuará en él de Juez Supremo de vivos y muertos.
Está revelado por Dios. Consta en las fuentes mismas de la revelación. El apóstol San Pablo dice que ―está establecido por Dios que los hombres mueran una vez, y después de la muerte el juicio‖. (Heb 9, 27). Lo ha revelado Dios por medio del apóstol San Pablo, y se cumplirá inexorablemente.
Santo Tomás de Aquino, el Príncipe de la Teología católica, explica admirablemente el porqué de estos juicios. No pueden ser más razonables. Porque el individuo es una persona humana particular, pero además, un miembro de la sociedad. En cuanto individuo, en cuanto persona particular, le corresponde un juicio particular, le corresponde un juicio personal que le afecte única y exclusivamente a él: y éste es el juicio particular. Pero en cuanto miembro de la sociedad, a la que posiblemente ha escandalizado con sus pecados, o sobre la que ha influido provechosamente con su
Hace unos años murió en Madrid un religioso ejemplar. Murió como había vivido: santamente. Pero pocas horas antes de morir, le preguntaron: ―Padre: ¿está preocupado ante la muerte, tiene miedo a la muerte?‖ Y el Padre contestó: ―La muerte no me preocupa nada, ni poco ni mucho. Lo que me preocupa muchísimo es la aduana. Después de morir tendré que pasar por la aduana de Dios y me registrarán el equipaje. Eso sí que me preocupa‖. 111
acción bienhechora, tiene que sufrir también un juicio universal, público, solemne, para recibir, ante la faz del mundo, el premio o castigos merecidos. Este segundo juicio, el universal, será mucho más solemne, mucho más aparatoso; pero, desde luego, tiene muchísima menos importancia que el puramente privado y particular. Porque el juicio particular, señores, es donde se van a decidir nuestros destinos eternos. El juicio universal no hará más que confirmar, ratificar definitivamente la sentencia que se nos haya dado a cada uno en nuestro propio juicio particular. Por consiguiente, como individuos, como personas humanas, nos interesa mucho más el juicio particular que el universal. Y de él vamos a hablar ahora. Les voy a hacer un resumen de la teología del juicio particular, procediendo ordenadamente con base en una serie de preguntas y respuestas.
Y los que están rodeando el lecho exclaman: Ha muerto, acaba de expirar.
Lapso entre la muerte aparente y la real en todos los fallecimientos. Pero, en realidad, no es así. Han desaparecido, sin duda, las señales o manifestaciones externas de vida: ya no espira, ya no oye, ya no ve, ya no siente, pero la muerte real no se ha producido aún. El alma está allí todavía; el cuerpo ha entrado en el período de muerte aparente, que se prolongará más o menos tiempo, según los casos: más largo en las muertes violentas o repentinas, más corto en las que siguen el agotamiento de la vejez o de una larga enfermedad. El hecho de la muerte aparente está científicamente demostrado, puesto que se ha logrado volver a la vida por procedimientos puramente naturales y sin milagro alguno, a centenares de muertos aparentes; tantos, que ha podido inducirse una ley universal, válida para todos.
1) ¿Cuándo se celebrará el juicio particular?
Ven lo que ocurre cuado apagan una vela, un cirio. La llama ya no existe, pero el pabilo está todavía encendido, está humeante todavía, y poco a poco se a extinguiendo, hasta que, por fin se apaga del todo. Algo parecido ocurre con la muerte. Cuando el enfermo exhala el último suspiro parece que la llama de la vida se apagó definitivamente pero no es así. El alma está allí todavía. Hay un espacio más o menos largo entre la muerte real y la muerte aparente, que puede ser decisivo para la salvación eterna del presunto muerto, puesto que delante de él se le puede administrar todavía los Sacramentos de la Penitencia y Extremaunción.
Inmediatamente después de la muerte real. Después de la muerte real, digo, no de la muerte aparente. Porque, señores, estamos en un error si creemos que en el momento de expirar el enfermo, cuando exhala su último respiro, ha muerto realmente. No es así. Contemplen los últimos instantes de un moribundo. Su respiración es fatigosa, anhelante; su mirada de asombro a los que lo rodean, porque él se está ahogando, no puede respirar y ve que los demás respiran tranquilamente. Parece que está diciendo: ¿pero no se dan cuenta que falta el aire? ¿No notan que nos estamos ahogando? Es él, pobrecito, el único que se ahoga. Y llega un momento en que es tanta la falta de oxígeno que experimentan sus pobres células, que hace una respiración profunda, profundísima, hacia dentro, y, de pronto, la expiración: lanza hacia fuera aquel aire y queda inmóvil, completamente paralizado.
Valioso tiempo para asegurar todavía la salvación del alma del fallecido. ¡Cuántas veces ocurre, la desgracia de una muerte repentina en el seno del hogar. Y cuando ya no hay nada que hacer para devolverle la salud corporal, cuando el médico ya no tiene nada que hacer allí 112
porque se ha producido ya la muerte aparente que acabará muy pronto en la muerte real, todavía tienen tiempo de correr a la Parroquia. Llamen urgentemente al sacerdote para que dé la absolución sacramental, y, sobre todo, le administre el sacramento de la Extremaunción, del que acaso dependa la salvación eterna de esa alma. ¡Corran a la parroquia, llamen al sacerdote! Ya llorarán después, no pierdan tiempo inútilmente, acaso dependa de eso la salvación eterna de ese ser querido. Claro está que esto es un recurso de extrema urgencia que solo debe emplearse en caso de muerte repentina. Porque cuando se trata de una enfermedad normal, la familia tiene el gravísimo deber de avisar al sacerdote con la suficiente anticipación para que el enfermo reciba con toda lucidez, y dándose perfecta cuenta, los últimos sacramentos y se prepare en la forma que les exponía antes al hablarles de la muerte cristiana.
momento mismo de producirse la muerte real.
2) ¿Quiénes serán juzgados? La humanidad en pleno, absolutamente todos los hombre del mundo, sin excepción. Desde Abel, que fue el primer muerto que conoció la humanidad, hasta los que mueran en la catástrofe final del mundo. Todos: los buenos y los malos. Lo dice la Sagrada escritura: Al justo y al impío los juzgará el Señor (Ecl 3, 17), incluso al indiferente que no piensa en estas cosas, incluso al incrédulo que lanza una carcajada volteriana: ―¡Yo no creo en eso!‖ Será juzgado por Dios, tanto si lo cree como si lo deja de creer. Porque las cosas que Dios ha establecido no dependen de nuestro capricho o de nuestro antojo, de que nosotros estemos conformes o lo dejemos de estar. Lo ha establecido Dios, y el justo y el impío serán juzgados por Él en el momento mismo de producirse la muerte real.¡Todos, sin excepción!
Pero cuando sobreviene la desgracia de una muerte violenta o repentina hay que intentar la salvación de esa alma por todos los medios a nuestro alcance, y no tenemos otros que la administración sub conditione de la absolución sacramental, y , mejor aún, del sacramento de la Extremaunción, que resulta más eficaz todavía en casos de muerte repentina, puesto que no requiere ningún acto del presunto muerto, con tal de que de hecho tenga, al menos, atrición interna de sus pecados.
3) ¿Dónde y cómo se celebrará el juicio particular? Dónde se realiza: En el lugar mismo donde se produzca la muerte real: en la cama de muestra habitación, bajo las ruedas de un automóvil, entre los restos de un avión destrozado, en el fondo del mar si morimos ahogados en él…, en cualquier lugar donde nos haya sorprendido la muerte real. Allí mismo, en el acto, seremos juzgados.
El espacio entre la muerte aparente y la real, en caso de muerte violenta o repentina, suele extenderse a unas dos horas, y a veces, más. Pero en el momento en que se produce la muerte real, o sea, en el momento en que el alma se arranca o desconecta del cuerpo, en ese mismo instante, comparece delante de Dios para ser juzgada.
Y la razón es muy sencilla. El juicio consiste en comparecer el alma delante de Dios, y Dios está absolutamente en todas partes. No tiene el alma que emprender ningún viaje. Hay mucha gente que cree o se imagina que cuando muere un enfermo el alma sale por la ventana o por un balcón y emprende un largísimo vuelo por encima de las nubes y de las estrellas. No hay nada
El Juicio particular empieza en el momento de la muerte real. De manera que a la primera pregunta, ¿cuándo se realiza el juicio particular?, contestamos: en el 113
de eso. El alma, en el momento en que se desconecta del cuerpo, entra en otra región. Pierde el contacto con las cosas de este mundo y se pone en contacto con las cosas del más allá. Adquiere otro modo de vivir, y entonces, se da cuenta de que Dios la está mirando. Dice el apóstol San Pablo que Dios ―no está lejos de nosotros, porque en él vivimos y nos movemos y existimos‖ (Hech 17, 28). Así como el pez existe y vive y se muere en las aguas del océano, así, nosotros, existimos y vivimos y nos movemos dentro de Dios, en el océano inmenso de la divinidad. Ahora no nos damos cuenta, pero en cuanto nuestra alma se desconecta de las cosas de este mundo y entre en contacto con las cosas del más allá, inmediatamente lo veremos con toda claridad y nos daremos cuenta de que estamos bajo la mirada de Dios.
lle lo que hicimos cuando éramos niños, cuando éramos jóvenes, en la edad madura, en plena ancianidad o decrepitud: absolutamente todo. Lo veremos reflejado en nuestra propia alma. Y veremos también, clarísimamente, que Dios lo está mirando. Nos sentiremos prisioneros de Dios, bajo la mirada de Dios, a la que nada absolutamente se le escapa. Y ese sentirse el alma como prisionera de Dios, como cogida por la mirada de Dios, eso es lo que significa comparecer delante de Él. No lo veremos a Él, ni tampoco a Nuestro Señor Jesucristo, ni al ángel de la guarda, ni al demonio. No habrá desfile de testigos, ni acusador, ni abogado defensor, ni ningún otro elemento de los que integran los juicios humanos. No veremos a nadie más que a nosotros mismos, o sea a nuestra propia alma y, reflejada en ella, nuestra vida entera con todos sus detalles. Y al instante recibiremos la sentencia del Juez, de una manera intelectual, de modo parecido a como se comunican entre sí los ángeles.
Pero me dirán: ¿El alma comparece realmente delante de Dios? ¿Ve al mismo Dios? ¿Contemplaremos la esencia divina? Claro está que no. En el momento de su juicio particular, el alma no ve la esencia d Dios, porque si la viera, quedaría ipso facto beatificada, entraría automáticamente en el cielo, y esto no puede ser –al menos, en la inmensa mayoría de los casos- porque puede tratarse del alma de un pecador condenado o de la de un justo imperfecto que necesita purificaciones ultraterrenas antes de pasar a la visión beatífica.
Los ángeles, se comunican por una simple mirada intelectual, no con un lenguaje articulado como el nuestro –imposible en los espíritus puros-, sino de un modo mucho más claro y sencillo: simplemente contemplándose mutuamente el entendimiento y viendo en él las ideas que se quieren comunicar. A esto llamamos en teología locución intelectual. Pues de una manera parecida recibiremos nosotros, en nuestro juicio particular, una locución intelectual transmitida por Cristo Juez; una especie de transmisión intelectual firmada por Cristo, que nos dará la sentencia: ―¡A tal sitio!‖ Y el alma verá clarísimamente que aquella sentencia que acaba de recibir de Cristo es precisamente la que le corresponde, la que merece realmente con toda justicia. Y en esto consiste esencialmente el juicio particular.
¿Cómo se produce, entonces, el juicio particular? Escúchenme:
Cómo se realiza: Al desconectarse del cuerpo y ponerse en contacto con el más allá, el alma contempla claramente su propia sustancia. Se ve a sí misma con toda claridad, como nos vemos en este mundo la cara reflejada en un espejo. Y al mismo tiempo contempla claramente en sí misma, con todo lujo de detalles, el conjunto de toda su vida, todo cuanto ha hecho acá en la tierra. Veremos con toda claridad y deta114
cuerpo y tengamos nuestro juicio particular.
4) ¿Cuánto tiempo durará? El juicio particular será instantáneo. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos se realizará el juicio y recibiremos la sentencia. Y esto nos es obstáculo para su claridad y nitidez. Aunque el juicio durase un siglo, no veríamos más cosas, ni con más detalle, ni con más precisión que las que veremos en ese abrir y cerrar de ojos. Porque al separarse del cuerpo, el entendimiento humano no funciona de la manera lenta y torpe a que le obliga en este mundo su unión con la pesadez de la materia. Acá en la tierra, nuestro entendimiento funciona de una manera discursiva, razonada, lentísima, por lo que conocemos las cosas poco a poco, por parcelas, y así y todo, no vemos más que lo superficial, lo que aparece por fuera; no calamos, no penetramos en la esencia misma de las cosas. Pero el entendimiento, separado del cuerpo, ya no se siente encadenado por la pesadez de la materia, y entiende perfectamente a la manera de los ángeles, de una manera intuitiva, de un solo golpe de vista, sin necesidad de discursos ni razonamientos.
5) ¿Y qué veremos en ese tan corto espacio de tiempo? Esta es la parte más importante de esta parte de la exposición, en la que quisiera poner mi alma. Escúchenme atentamente.
Veremos la película de nuestra vida: ¡Muchacha que me lees!, la frívola, la mundana, la amiga del espectáculo, de la diversión, del cine, del teatro, del baile. ¡Cómo te gustaría ser una de las primeras estrellas de la pantalla, aparecer en las grandes películas, en la primera página de las grandes revistas de cine, y que todo el mundo hablara de ti como hablan de esas dos o tres, cuyo nombre te sabes de memoria, y a las que tienes tanta envidía! ¡Cómo te gustaría! ¿Verdad? Pues mira, no sé si lo has pensado bien. Porque resulta que eres efectivamente la protagonista de una gran película; de una gran película sonora, en tecnicolor y en relieve maravilloso: no te puedes formar idea. Y eso que te digo a ti, muchacha, se lo digo también a cada uno de mis lectores, y me lo digo con temblor y espanto a mí mismo.
Santa Teresa de Jesús, la incomparable doctora mística, tuvo visiones intelectuales altísimas, como puede leerse en el libro de su Vida, escrito por ella misma. Y, en una de ellas, Dios le mostró un poco de los que ocurre en el cielo, en la mansión de los bienaventurados. Ella misma dice que acaso no duró ni siquiera el espacio que tardamos en rezar un avemaría. Y a pesar de la brevedad de ese tiempo, se espantaba de que hubiese visto tanta cantidad de cosas y con tanto detalle y precisión. Es por eso. En aquel momento le concedió Dios una visión intelectual, a la manera de los ángeles, y contempló ese panorama deslumbrador de una manera intuitiva, de un solo golpe de vista. Lo vio clarísimamente todo en un instante, en un abrir y cerrar de ojos. Esto le ocurrirá a cada uno de nosotros en el momento en que nuestra alma se separe del
Todos somos protagonistas de una gran película cinematográfica. Todos en absoluto, delante de nosotros, de día y de noche, cuando pensamos en ello, y cuando no pensamos en ello, está funcionando una máquina filmadora. La está manejando un ángel de Dios –el de nuestra propia guarday nos está filmando en tres dimensiones y a todo color toda nuestra existencia. Comenzó a funcionar en el momento mismo del nacimiento. Y, a partir de aquel instante, recogió fidelísimamente todos los actos de nuestra infancia, y de nuestra niñez, y de nuestra juventud y de nuestra edad madura, 115
y recogerá todos los de nuestra vejez, hasta el último suspiro de nuestra vida. Todo ha salido, sale y saldrá en la película sonora a todo color que nos está sacando nuestro ángel de la guarda, por orden de Dios Nuestro Señor. No se escapa el menor detalle. Es una película de una perfección maravillosa.
funciona exactamente igual a pleno sol que en la más completa oscuridad. Pero no recoge solamente las acciones. También capta y recoge las palabras, ya que es sonoro. Ha recogido fidelísimamente todas las palabras que hemos pronunciado en nuestra vida, absolutamente todas: las buenas y las malas. Las críticas, las murmuraciones, las calumnias, las mentiras, las obscenidades, aquellos chistes de subido color, aquellas carcajadas histéricas en aquella noche de crápula y de lujuria… ¡Todo absolutamente ha sido recogido! Y en nuestro juicio particular volveremos a oír claramente todo aquello. Y aquellas carcajadas, aquellos chistes, aquellas calumnias, aquellas blasfemias, resonarán de nuevo en nuestros oídos con un sonsonete terriblemente trágico. Pero oiremos también, sin duda alguna, los buenos consejos que hemos dado, el dulce murmullo de las oraciones, los cánticos religiosos, las alabanzas de Dios… ¡Cuánto nos consolará entonces!
El cine de los hombres ha hecho progresos inmensos desde que se inventó hace poco más de un siglo. Desde el cine mudo, de movimientos bruscos y ridículos, hasta la pantalla panorámica, el tecnicolor y la tercera dimensión, el progreso ha sido fantástico. Sin embargo, el cine de los hombres es perfeccionable todavía, no reúne todavía las maravillosas condiciones técnicas que se adivinan para el futuro; el cine de los hombres tiene que progresar mucho. ¡Ah! Pero el cine de Dios es acabadísimo, perfectísimo, absolutamente insuperable. No le falta un detalle: lo recoge todo con maravillosa precisión y exactitud.
Registra los sentimientos íntimos detrás de las acciones: ¡Ah! Pero lo
Registra los actos externos que se vieron y los que “nadie vio”: En pri-
verdaderamente estupendo del cine de Dios es que no solamente recoge las acciones y palabras, sino que, además, penetra en lo más hondo de nuestro entendimiento y de nuestro corazón, para recoger los sentimientos íntimos de nuestra alma, o sea todo lo que estamos pensando y lo que estamos amando y deseando. ¡Cuántos pensamientos obscenos, cuantos contra la caridad! ¡Cuántas dudas caprichosas, cuántas sospechas infundadas, cuántos juicios temerarios! ¡Cuántos pensamientos de vanidad, de altanería, de orgullo, de exaltación del propio yo, de desprecio de los demás! Y las desviaciones afectivas, los amores perversos. ¡Dios mío! Aquel casado que pasaba como persona honorabilísima… y resulta que además de su mujer, tenía dos o tres amiguitas, aquella joven que parecía tan modestica y se entendía con el jefe de su oficina… Todo saldrá en el cine de Dios.
mer lugar, los actos externos, los que se pueden ver con los ojos y tocar con las manos. Vuelvo a hablar contigo, muchacha frívola y mundana. Aquel día, con tu novio, ¿te acuerdas? Nadie lo vio, nadie se enteró. Pero delante de ustedes estaba el cine de Dios; y en primer plano, con sonido y color, está recogido todo aquello. ¡Y lo vas a contemplar otra vez en el momento de tu juicio particular! Es inútil, señores, que nos encerremos con la llave en una habitación, porque delante de nosotros se nos metió aquel operador invisible con su filmadora, y lo que hagamos a puerta cerrada, y con la llave echada está saliendo todo en su película a todo color. Es inútil que apaguemos la luz, porque el cine de Dios es tan perfecto, que 116
rales o centros de perversión que no se clausuran, debiendo clausurarlos, de acuerdo con la ley de Dios y las disposiciones de la misma ley civil. Todo sale en la pantalla y de todo se les pedirá cuenta en el formidable tribunal de Dios.
Y los odios y los rencores, la sed de venganza, la envidia terrible que corroe el corazón. Y la indignación contra la providencia de Dios cuando permitió aquel fracaso, que no era, sin embargo, más que un pequeño castigo de nuestros pecados… Absolutamente todo, ha sido registrado en la pantalla de Dios y lo veremos en nuestro propio juicio particular.
Muestra los pecados que indujimos a cometer a otros: ¿Qué más? ¿Qué más puede salir en la pantalla de cine de Dios, que recoge incluso las escenas que no se realizaron, los pecados de simple omisión? Pues aunque parezca inverosímil, todavía hay más. Porque esa película de nuestra propia vida recogerá también los pecados ajenos, en la parte de culpa que nos corresponda a nosotros.
Registra los hechos que deberíamos haber hecho y no hicimos: Pero hay una cosa mucho más sorprendente todavía que viene a poner el colmo a la maravillosa perfección de la filmación de Dios. Y es que no solamente recoge todo cuanto hemos hecho, dicho, pensado, amado o deseado, sino también lo que no hemos hecho, habiéndolo debido hacer: los pecados de omisión, o sea todas aquellas buenas obras que omitimos por respeto humano, por cobardía, por pereza o por cualquier otro motivo bastardo. Aquellas escenas que deberían figurar, por extraña paradoja figurarán también, pero en plan de omisión.
¡Qué terrible culpabilidad! ¡Empujar al pecado a otra persona! ¿Qué pensarían de un malvado que cogiera una pistola y se pasara con ella por las calles más centrales de una ciudad, disparando tiros a derecha e izquierda y dejando el suelo sembrado de cadáveres? Es inconcebible semejante crimen en una ciudad civilizada. ¡Ah, pero tratándose de almas eso no tiene importancia alguna! ¿Qué importa que esa mujer ande elegantísimamente desnuda por la calle y que a su paso vaya con su escándalo asesinando almas, a derecha e izquierda? ¡Eso no tiene importancia alguna: es la moda, es ―vestir al día‖, es el calor sofocante del verano, es el ―todas van así, no he de ser yo una rara anticuada!‖, etc. Pero resulta que Dios ve las cosas de otro modo, y a la hora de la muerte esa mujer escandalosa contemplará horrorizada los pecados ajenos en la película de su propia vida. ¡Cuánto se va a divertir entonces viéndose tan elegante en la pantalla!
―Aquel domingo no pude ir a misa porque me fui de paseo!. ―El ayuno y la abstinencia obligaban únicamente a los curas y a las monjas‖. ¡Ah las omisiones! Y el padre que no corrige a sus hijos, el que se limita a decir malhumorado: ―A mí, ¿por qué me complican la vida? Que hagan lo que quieran. Ya van siendo mayorcitos‖. Eso no se puede hacer. Tienes la obligación gravísima de educar a tus hijos. Tienes la obligación de corregirlos, y si no lo haces, pecado de omisión: saldrá en la pantalla y lo verás en tu juicio particular. Y de manera semejante podríamos ir recordando los deberes profesionales, los deberes privados y los deberes públicos. Las autoridades mismas, que por negligencia, por respeto humano, por no meterse en líos, no se preocupan por hacer cumplir las leyes de policía encaminadas a salvaguardad la moralidad pública, esos espectáculos inmo-
Y el muchacho que le dice a su amigo: ―oye, ven conmigo; vamos a bailar, vamos a ver a fulanita, vamos a divertirnos, vamos a aprovechar la juventud‖, y le da un empujón a su amigo, y este monigote, para no ser menos, para no ―hacer el ridículo‖, como dicen en el mundo, acepta el mal 117
consejo y se va con él y peca. ¡Ah!, en la pantalla de la vida del primero saldrá el pecado del segundo, porque el responsable principal de un crimen es siempre el inductor. Y aquella vecina que le decía a la otra: ―Tonta, ¿no tienes ya cuatro hijos? ¿Y ahora vas a tener otro? Deshazlo, y se acabó Quédate tranquila, un hijo menos, no tiene importancia alguna‖. Pero ante Dios, ese mal consejo fue un gravísimo pecado, que dio ocasión a un asesinato cobarde: el aborto voluntario. Y ese crimen ha quedado recogido en las dos películas: en la de la aconsejante y en la que aceptó el mal consejo y cometió el asesinato.
abundancia, José les reconoció al punto. Y cuando después de aquellos incidentes preliminares dramáticos, que es preciso leer directamente en el Sagrado Texto, se decide José a darse a conocer a sus hermanos, y les dice, por fin, rompiendo en un sollozo: ―Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis. ¿Vive aún mi padre Jacob?‖ Dice la Sagrada Escritura que sus hermanos ―no pudieron responderle pues se llenaron de terror ante él‖ (Gen 45, 3). No pudieron responderle, porque cuando vieron que estaban delante de José, a quien habían vendido criminalmente y que ahora era el amo de Egipto y podía ordenar que los matasen a todos, fue tal el terror que se apoderó de ellos, que la voz se les anudó en la garganta y no acertaron a pronunciar una sola palabra.
¡Ah! ¡La de cosas que se verán y se oirán en la película de la propia vida! ¡Cuántos pecados ajenos que resulta que son propios, porque con nuestros escándalos y malos consejos habíamos provocado su comisión por los demás!
¡Ah! Cuando esta gente que ahora, colocándose al margen de toda moral, de toda preocupación religiosa, ríen a carcajadas por los caminos del mundo, del demonio y de la carne, burlándose de los Mandamientos de la Ley de Dios y vendiendo a Cristo, como los hijos de Jacob vendieron a su hermano José; cuando en el momento en que su alma se separe de su cuerpo comparezcan intelectualmente delante de ese mismo Cristo, a quien traicionaron y vendieron como precio de sus desórdenes, y cuando oigan que les dice: ―Yo soy Cristo, vuestro hermano mayor, a quien vosotros crucificasteis‖. ¡Ah, el terror más horrendo se apoderará de ellos, pero entonces ya será demasiado tarde. Un momento antes, mientras vivían en el mundo, estaban a tiempo todavía de caer de rodillas ante Cristo crucificado y pedirle perdón. Pero si llega a producirse la muerte real, si el alma se separa del cuerpo sin haberse reconciliado con su Dios, eso ya no tiene remedio para toda la eternidad
6) El juez Y no olvidemos, que hemos de comparecer ante Aquel que, por causa de nuestros pecados, murió crucificado en el Calvario. Hay en la Sagrada Escritura una página preciosa, de un dramatismo sobrecogedor. Es el relato del encuentro de los hijos de Jacob con su hermano José, constituido virrey y superintendente general de todo Egipto. Aquel José a quien, por envidia, habían vendido a aquellos mercaderes madianitas. Como saben por la Historia Sagrada, los mercaderes se lo llevaron a Egipto y pasaron sobre él todas aquellas vicisitudes tan emocionantes, hasta que llegó a ser virrey de Egipto, el privado del Faraón, el dueño de las vidas y haciendas de todos los ciudadanos. Y cuando llegan aquellos años de carestía y de hambre anunciados por José al interpretar los sueños del Faraón, y los hermanos de José, por orden del padre Jacob, llegan a Egipto a comprar trigo, porque en Israel se morían de hambre, y en Egipto había trigo en
7) La sentencia irrevocable La sentencia del juicio, será irrevocable, definitiva. Por dos razones clarísimas: 118
8) Nuestra respuesta ahora a este trascendental hecho
La primera, porque la habrá dictado el Tribunal supremo de Dios. No hay apelación posible. En este mundo, cuando un tribunal inferior de una sentencia injusta, el que se cree perjudicado puede recurrir al tribunal superior. ¡Ah!, pero si la sentencia la da el Tribunal Supremo, se acabó, ya no se puede recurrir a nadie más. Este es el caso de la sentencia de Dios en el juicio particular.
Vale la pena, pensar seriamente estas cosas. Vale la pena pensarlas ahora que estamos a tiempo de arreglar nuestras cuentas con Dios. En nuestro museo del Prado, de Madrid, hay un cuadro maravilloso del pintor vallisoletano Antonio de Pereda que representa a San Jerónimo haciendo penitencia en el desierto. Está desnudo de la cintura para arriba. En su mano izquierda sostiene una tosca cruz, que se apoya sobre el libro abierto de las Sagradas Escrituras. Y, apoyándose con el brazo derecho sobre una roca, escucha el Santo con gran atención el sonido de una trompeta enfocada a sus oídos. Es la trompeta de Dios, que al fin del mundo, convoca a los muertos para el juicio final. San Jerónimo se estremece al pensar en aquella hora tremenda, y como resultado de su meditación, se entregaba a una penitencia durísima, a un ascetismo casi feroz.
La segunda razón es también clarísima. Sólo cabe el recurso contra una sentencia injusta. Ahora bien: en el juicio particular, el alma verá y reconocerá rendidamente que la sentencia que acaba de recibir de Dios es justísima, es exactamente la que merece. No cabe reclamación alguna. Y es sentencia justísima e inapelable que será de ejecución inmediata. Es de fe, lo ha definido expresamente la Iglesia Católica. El Pontífice Benedicto XII definió en 1336 que inmediatamente después de la muerte entran las almas en el cielo, en el purgatorio o en el infierno, según el estado en que haya salido de este mundo. En el acto, sin esperar un instante.
A nosotros no se nos pide tanto. No se nos exige que nos golpeemos el pecho desnudo con una piedra, como hacía San Jerónimo. Basta simplemente con que dejemos de pecar y tratemos en serio de hacernos amigos de Cristo, que será nuestro juez a la hora de nuestra muerte. Santa Teresa del Niño Jesús, que amaba a Cristo más que a sí misma, exclamaba llena de gozo: ―¡Qué alegría, pensar que seré juzgada por Aquel a quien amo tanto!‖ Nadie nos impide a nosotros comenzar a saborear desde ahora tamaña dicha y felicidad.
Y no es menester que nadie le enseñe el camino; ella misma se dirige, sin vacilar, hacia él. Santo Tomás de Aquino explica hermosamente que así como la gravedad o la ligereza de los cuerpos les lleva y empuja al lugar que les corresponde (v.gr., el globo, que pesa menos que el aire que desaloja sube espontáneamente a las alturas; un cuerpo pesado se desploma con fuerza hacia el suelo): de modo semejante, el mérito o los deméritos de las almas actúan de fuerza impelente hacia el lugar de premio o de castigo que merecen, y el grado de los méritos, o la gravedad de sus pecados, determinan un mayor ascenso o un hundimiento más profundo en el lugar correspondiente.
En cambio, el que ahora está pisoteando la sangre de Cristo, el que prescinde ahora entre risas y burlas de los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, sepa que tendrá también que ser juzgado por Cristo, Y entonces caerá en la cuenta, demasiado tarde, de que su tremenda equivocación no tiene ya remedio para toda la eternidad. 119
enteramente consagrada a su divino servicio, como se la ofreció Santo Tomás de Aquino, pero pidámosle la gracia de poderle decir con profundo arrepentimiento: ―Señor: El mundo, el demonio y la carne, con su zarpazo mortífero, me apartaron tantas veces de Ti. ¡Ah, si ahora pudiera desandar toda mi vida y rectificar todos los malos pasos que di, qué de corazón lo haría, Señor! Pero siéndome esto del todo imposible, mírame con el corazón destrozado de arrepentimiento. Ten piedad de mí‖.
Estamos en el tiempo todavía. Abandonemos definitivamente el pecado. Procuremos entablar amistad íntima con nuestro Señor Jesucristo, para que cuando comparezcamos delante de Él, de rodillas, con reverencia, ciertamente, pero al mismo tiempo con inmenso amor y confianza, podamos decirle: ―¡Señor mío y Amigo mío, ten piedad de mí!‖ Estaba muriéndose Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, en el monasterio benedictino de Fosanoa, en donde, sintiéndose gravemente enfermo, hubo de hospedarse cuando se encaminaba al Concilio II de Lyon. Pidió el Santo viático, y cuando Jesucristo sacramentado entró en su habitación, no pudieron contener al enfermo los que lo rodeaban. Se puso de rodillas y exclamó, con lágrimas en los ojos: ―Señor mío y Dios mío, por quien trabajé, por quien estudié, de quien escribí, a quien prediqué: venid a mi pobre corazón, que os desea ardientemente como ciervo desea la fuente de las aguas. Y dentro de unos momentos, cuando comparezca delante de Vos, como Divino Juez de vivos y muertos, recordad que sois el Buen Pastor y acoged a esta pobre ovejita en el redil de vuestra gloria‖.
Y Nuestro Señor Jesucristo –no lo dudemos-, en un alarde de bondad, de amor y de misericordia, nos abrazará contra su Corazón y nos otorgará plenamente su perdón. Para asegurarlo más y más llamemos desde ahora en muestro auxilio a la Reina de los cielos y tierra, a la Santísima Virgen María, nuestra dulcísimo Madre. Invoquémosla todos los días de nuestra vida con el rezo en familia del Santo Rosario, esa plegaria bellísima, en la que le pedimos cincuenta veces que nos asista a la hora de nuestra muerte. Que venga, en efecto, a recoger nuestro último suspiro y que ella misma nos presente delante del Juez, su divino Hijo, para obtener de sus labios divinos la sentencia suprema de nuestra felicidad eterna. Así sea.
Nosotros no podemos ofrecerle al Señor, a la hora de la muerte, una vida inmaculada,
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D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO FINAL LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE El cuerpo duerme mientras espera la resurrección
ARGUMENTOS DE LA RAZÓN NATURAL QUE CONFIRMAN LA VERDAD DE LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Argumento ontológico Argumento de tipo moral Argumento teológico
CÓMO Y EN QUÉ FORMA RESUCITAREMOS ¿Cómo es posible que resucitemos con nuestro propio cuerpo? Nuestro cuerpo será transformado
JUICIO UNIVERSAL Y FINAL Descripción del Juicio Final por el mismo Jesucristo El porqué del juicio final según la razón natural Para el triunfo público y solemne de Nuestro Señor Jesucristo Por la necesidad del triunfo de la virtud ultrajada y el castigo del vicio triunfante Cómo se realiza el Juicio final Evaluados en la caridad Evaluados en la justicia
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D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO UNIVERSAL Les hablaba atrás del juicio particular. De ese juicio que todos y cada uno de nosotros habremos de sufrir en el momento mismo de la muerte, y en el que contemplaremos la película de toda nuestra ida, de todo cuanto hicimos a la luz del sol y en la oscuridad de las tinieblas de nuestra niñez, adolescencia, juventud, edad viril y hasta en los años de nuestra ancianidad y vejez. Pero ese juicio particular no basta. El hombre no es solamente una persona particular, sino también un miembro de la sociedad, y, como tal, debe sufrir un juicio público y solemne ante la faz del mundo. Esto, que no puede ser más razonable ante la simple razón natural, nos lo asegura terminantemente la fe. Al fin de los tiempos, tendremos que comparecer todos juntos ante Dios en la asamblea más solemne y grandiosa que jamás habrán visto los siglos: el juicio final. Pero antes del juicio final se producirá otro hecho tremendo, que constituye también un dogma de nuestra fe católica: la resurrección de la carne. Y ahí tienen los dos puntos que, a la luz de la teología católica, les voy a exponer brevemente en este aparte: la resurrección de la carne y el juicio final.
LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Moriremos. Moriremos todos pero no del todo. Lo mejor de nuestro ser –nuestra alma, nuestro pensamiento y nuestro amorno morirá jamás. La muerte no tiene imperio alguno sobre el alma.
Cuando el leñador, con los golpes del hacha, logra derribar el árbol, el pajarillo que anidaba en sus ramas emprende el vuelo y marcha a posarse en otro lugar, porque tiene vida propia, independiente, y no sigue las vicisitudes de aquel árbol en que estaba circunstancialmente posado. Algo parecido ocurrirá con nuestra alma. Cuando la guadaña de la muerte derribe por el suelo el viejo árbol de nuestro pobre cuerpo, nuestra alma volará a la inmortalidad, porque tiene Vida propia y no necesita del cuerpo para seguir viviendo.
El cuerpo duerme mientras espera la resurrección El alma, como decíamos antes, comparecerá delante de Dios, y será juzgada. Nuestro cuerpo, mientras tanto, convertido en cadáver, será llevado al cementerio.
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No se asusten con la palabra cementerio, porque cristianamente considerada, no puede ser más bella, ni más dulce, ni más esperanzadora. ¿Saben lo que significa la palabra cementerio? Proviene del griego ―kometerion‖, que significa dormitorio, lugar de reposo, lugar de descanso. ¡Ah!, en los cementerios los muertos, en realidad están dormidos. Están durmiendo nada más, porque la muerte, que no afecta para nada el alma, tampoco destruye la vida del cuerpo de una manera definitiva, sino sólo provisionalmente: vendrá la resurrección de la carne. ¡Los muertos están dormidos nada más. Los cristianos deberíamos visitar con frecuencia los cementerios. Es una meditación estupenda, que eleva el corazón y el alma a Dios. Aquella paz, aquel sosiego, aquella tranquilidad del cementerio, aquellos epitafios sobre las lozas sepulcrales, cargados de luz y de esperanza; aquellos cipreses que se yerguen hacia el cielo, señalando la patria de las almas… ¡Cuánta belleza y poesía cristiana, que nada tiene que ver con la melancolía enfermiza de un romanticismo trasnochado! La palabra cementerio no tiene que asustar a nadie; es una palabra dulce, entrañablemente cristiana: es el dormitorio. No emplees nunca la palabra ―necrópolis‖, que prefiere la impiedad actual. La palabra necrólpolis significa ciudad de muertos, y eso no es verdad. El cementerio no es la ciudad de los muertos. Es el dormitorio, el lugar de descanso. Nunca, he experimentado esta verdad con tanta fuerza y con tanta suavidad y dulzura al mismo tiempo como visitando las Catacumbas de Roma. Un grupo de jóvenes dominicos españoles, que estábamos ampliando nuestros estudios teológicos en la Ciudad Eterna, acudimos un día, por la
mañana temprano, a las catacumbas para celebrar la Santa Misa junto al sepulcro de los primeros cristianos. Satisfecha ya nuestra piedad, un guía hispanoamericano nos acompañó por aquellos vericuetos subterráneos, y pudimos contemplar por todas partes los huesos de aquellos cristianos enterrados allá en los primeros siglos de la Iglesia, en la época terrible de las sangrientas persecuciones. Al llegar al recodo, por encima del cual se filtraban, a través de una claraboya, las primeras luces del amanecer, apagó el guía su linterna al mismo tiempo que decía: ―Oigan, Padres, oigan el silencio‖. Escuchamos con atención, y, efectivamente, no se oía nada; silencio, paz, sosiego, nada más. Y nos dijo el guía: ―Duermen, duermen. ¡Ya despertarán!‖ Este es el sentido católico del cementerio: un lugar de reposo, un dormitorio. Duermen, pero despertarán al sonido de la trompeta. Porque sonará la trompeta, lo dice el apóstol san Pablo (1 Cor 15, 52). La trompeta – aclara el evangelista San Juan- será la voz de Cristo (Jn, 5 28), que dirá ―Levántaos, muertos, y venid a juicio‖. E inmediatamente se producirá el hecho colosal de la resurrección de la carne. Es un dogma de nuestra fe católica, y en ese sentido tenemos seguridad absoluta de que se producirá la resurrección, puesto que la fe no puede fallar, ya que se apoya inmediatamente en la Palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Estamos más ciertos, más seguros de que se producirá el hecho de la resurrección de la carne que de cualquier verdad matemática o metafísica de evidencia inmediata. El dato de la fe no puede fallar. Pero como la fe nunca contradice la razón, y la razón nunca puede contradecir a la fe, los teólogos han encontrado fácilmente los argumentos de simple razón natural, que muestran la altísima conveniencia y maravillosa armonía del dogma de la resurrección universal. Les voy a hacer un brevísimo resumen de tales argumentos.
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juntos. He aquí una razón estrictamente filosófica, ontológica, natural. En virtud de la relación trascendental del alma hacia su propio cuerpo es conveniente sobremanera la resurrección de la carne. Una vez más la razón confirma un dato de la fe.
ARGUMENTOS DE RAZÓN NATURAL QUE CONFIRMAN LA VERDAD DE LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Los principales son tres, que Santo Tomás de Aquino expone con la maestría sin igual que le caracteriza. Les voy a hacer un resumen de su magnífica argumentación.
Argumento ontológico En primer lugar hay un argumento ontológico, de alta envergadura metafísica: por ser el alma la forma sustancial del cuerpo. El alma es una sustancia incompleta, y el cuerpo también. Han sido creados y formados una para el otro, para completarse mutuamente constituyendo la persona humana. El alma dice una relación trascendental hacia su propio cuerpo, una especie de exigencia del mismo, y el cuerpo encuentra en su propia alma el complemento adecuado que necesita para vivir. Son dos sustancias incompletas, repito, que al juntarse y unirse vitalmente constituyen la persona humana. Al separarse se produce un estado de violencia, un estado antinatural o, por lo menos, no natural, como decimos en filosofía. Hay una tendencia del alma hacia el cuerpo, y, en cierto modo, del cuerpo hacia el alma, porque se necesitan y complementan mutuamente. El cuerpo separado del alma no es una persona humana, es un cadáver, y el alma separada del cuerpo tampoco es persona humana. La persona humana resulta de la unión sustancial del alma y del cuerpo, de suerte que, al separarse el alma y el cuerpo, queda rota nuestra personalidad. El alma sin el cuerpo está incompleta, le falta algo. Por consiguiente, la sabiduría infinita de Dios, que ha puesto en el alma esta tendencia trascendental a su propio cuerpo, debe reunir otra vez los elementos que Él ha creado para que vivan
Argumento de tipo moral El segundo argumento es de tipo moral. El cuerpo ha sido instrumento del alma para la práctica de la virtud o del vicio. ¡Cuánta mortificación exige la práctica del Evangelio, la auténtica vida cristiana! El cuerpo tiene tendencias que tiran hacia abajo; la virtud, exigencias que tiran hacia arriba. Y ese contraste, ese antagonismo de las dos tendencias, produce una lucha terrible, que describe el apóstol San Pablo. Para practicar la virtud hay que hacer un gran esfuerzo. Hay que mortificar continuamente las tendencias malsanas del cuerpo. Y es muy justo que el cuerpo que en la práctica de la virtud ha tenido que mortificarse tanto resucite para percibir el premio que le corresponde. En realidad fue el alma la que luchó y triunfó con la práctica de la virtud, pero el cuerpo fue el instrumento del que ella se valió para practicar sus actos más heroicos. Es justo que también el instrumento reciba el premio correspondiente. El mismo argumento vale para reclamar y justificar la resurrección del cuerpo de los condenados, ese cuerpo que fue instrumento de tantos placeres prohibidos por Dios. La inmensa mayoría de los pecados que cometen los hombres tienen por objeto satisfacer las exigencias de la carne, gozar de los placeres prohibidos. En realidad fue el alma la que cometió formalmente el pecado, pero lo hizo empujada, y casi obligada, por las exigencias desordenadas del cuerpo. Justo es que, a la hora de la cuenta definitiva, resucite el cuerpo pecador para que reciba también su correspondiente castigo. No puede ser más lógico ni natural.
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Argumento teológico Hay, finalmente, un argumento teológico de gran envergadura. Está revelado por Dios que Cristo triunfó plenamente de la muerte (1 Cor 15, 55). Triunfó de ella, en primer lugar, resucitándose a Sí mismo, gloriosamente, al tercer día después de su crucifixión y muerte. Y tiene que triunfar de ella también en todos sus redimidos, buenos y malos. Porque es de fe, que Cristo murió por todos, no solo por los predestinados. Y como la muerte es una consecuencia del pecado, y Cristo vino a destruir el pecado, es preciso que la muerte sea vencida en todos sus redimidos, buenos y malos, ya que el triunfo sobre la muerte corresponde a Cristo como Redentor de todo el género humano, independientemente de los méritos o deméritos de cada hombre en particular. Estos argumentos, como se ve, manifiestan la alta conveniencia de la resurrección de la carne a la luz de la simple razón natural, pero nuestra fe no se apoya en los argumentos de la razón, aunque sean tan claros, tan profundos y tan convincentes, sino en la Palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. El cielo y la tierra pasarán pero la Palabra de Dios no pasará jamás. Podemos estar seguros de ello.
CÓMO Y EN QUÉ FORMA RESUCITAREMOS ¿Cómo es posible que resucitemos con nuestros propios cuerpos? ¿Y saben cómo resucitaremos? Maravillosa la teología de la resurrección de la carne. En primer lugar, resucitaremos con nuestros propios cuerpos, los mismos que ahora tenemos. Está definido por la Iglesia. Inocencio III impuso a los valdenses la siguiente profesión de fe: ―Creemos de corazón y confesamos con la boca la resurrección de esta misma carne que ahora
tenemos y no otra‖. La Iglesia ha repetido reiteradamente semejante rotunda afirmación. Es como para echarse a reír que alguien, en nombre de una pretendida filosofía de una pseudociencia trasnochada, se empeñe en poner obstáculos a la resurrección del mismo cuerpo numérico que ahora tenemos. Es como para echarse a reír o, quizá mejor, para tener compasión de la estupenda ignorancia que con ello se pone de manifiesto. ¿Qué es más fácil, señores, sacar una cosa absolutamente de la nada produciéndole el ser en toda su integridad, sin ninguna materia preexistente, como ocurrió al principio del mundo con el acto creador, o recoger nuestras propias cenizas, que son algo tangible y existente, aunque el viento las haya dispersado a los cuatro puntos cardinales? ¡Si para Dios es ésta la cosa más sencilla del mundo! Fíjense con lo que ocurre con un electroimán. Aplicado a un montón de basura no recoge, no atrae hacia sí nada más que las limaduras de hierro; las selecciona instantáneamente y las atrae hacia sí, dejando intacto todo lo demás. Algo parecido ocurrirá con la resurrección de la carne. El electroimán poderosísimo de la omnipotencia divina atraerá desde los cuatro puntos cardinales, donde quiera que el viento las haya dispersado, nuestras propias cenizas y reconstruirá instantáneamente nuestro mismo cuerpo. El mismo numéricamente, el mismísimo que ahora tenemos, aunque adornado de estupendas prerrogativas, como veremos más adelante. La química moderna ha logrado desintegrar el átomo. Pero desde mucho atrás sabíamos ya que dentro del átomo existe todo un verdadero sistema planetario. Millones y millones de electrones, que, girando vertiginosamente en trillonadas de revoluciones por minuto, nos dan la sensación de la materia continua, cuando en realidad no existe más que la materia discreta o discontinua.
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El mundo de la materia se reduce electrones y protones y otras partículas subatómicas en vertiginoso movimiento. Lo demás son meras ilusiones ópticas. En un pedazo de madera, que parece compacto y continuo, hay trillonadas de elementos ultramicroscópicos, que están dando vueltas vertiginosamente, a velocidades fantásticas, dándonos la sensación de una cosa continua, cuando en realidad no hay más que una danza gigantesca de partículas e intercambios de energía. Ahora bien: la omnipotencia de Dios, que supo sacar de la nada esas partículas que componen nuestro cuerpo, ¿no podrá volver a reorganizarlo aunque sus componentes estén dispersos en los cuatro puntos cardinales del universo? No se sigue inconveniente alguno de este hecho. Porque, como explica Santo Tomás, para que resucite el mismo cuerpo numéricamente no se requiere que se reintegre a él toda la materia que lo constituyó anteriormente. Basta con que se recupere la suficiente para salvar la identidad numérica, supliendo la divina potencia divina lo que falte. Pero aún en este mundo vemos que el niño va creciendo y desarrollándose – cambiando totalmente o en parte grandísima, cada siete años aproximadamente toda la materia corporal que lo constituye, sin dejar de tener siempre el mismo cuerpo y el mismo ser, con conciencia de sí. Sin duda alguna que la resurrección de la carne constituirá un gran milagro, que trasciende en absoluto las fuerzas de la simple naturaleza, Pero la omnipotencia divina lo realizará con suma facilidad y sencillez. Para el que supo sacar de la nada todo cuanto existe al conjuro taumatúrgico de su palabra creadora, no puede ofrecer dificultad alguna la simple reorganización de una materia ya existente, aunque el viento la haya dispersado por el mundo, o haya sido desintegrada en una explosión atómica.
Nuestro cuerpo será transformado La segunda cualidad de los cuerpos resucitados es la integridad perfecta. Ello quiere decir que resucitarán sin los fallos y deficiencias que acaso tuvieron en este mundo (deformidades, falta de algún miembro, o facultad, etc.). Y ¿por qué así? Santo Tomás expone tres argumentos de alta conveniencia: porque la resurrección será obra de Dios, que nunca hace las cosas imperfectas; porque es conveniente que los buenos reciban en la integridad de su cuerpo la plenitud del premio, y los malos, la plenitud del castigo; y porque deben resucitar todos los miembros que el alma tenga aptitud natural para informar, con el fin de que no quede manca, o imperfecta, esa tendencia natural. Resucitaremos íntegros. Y según una opinión probable, compartida por gran número de teólogos y de Santos Padres, los bienaventurados resucitarán en plena edad juvenil, porque Cristo -modelo de los resucitados gloriosos- resucitó joven, en la plenitud de su vida, y porque la juventud es la edad más hermosa de la vida y es conveniente que los eternos moradores del cielo resuciten con un cuerpo hermosísimo, en el que brillen todos los encantos de una perpetua y radiante primavera. No así para los que resuciten para la condenación eterna. Repito, sin embargo, que esto no es un dato de fe, sino una opinión teológica muy bella y razonable.
No todos los hombres resucitarán en el mismo estado, pues mientras los cuerpos de los réprobos aparecerán espantosos y llenos de ignominia, los de los justos, a semejanza de Cristo resucitado, tendrán los dotes de los cuerpos gloriosos, “Todos resucitaremos, mas no todos seremos mudados”, esto es glorificados (1Cor 15, 51). “Cristo transformará nuestro cuerpo abatido para hacerlo conforme al suyo glorioso”.( Fil 3, 21)
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EL JUICIO UNIVERSAL Y FINAL Sublime el dogma de la resurrección de la carne. Pero terriblemente trágico lo que ocurrirá inmediatamente después de producirse ese hecho colosal. La asamblea de todos los resucitados, buenos y malos, comparecerá delante de Cristo Juez para la celebración del tremendo drama del juicio universal, en el que vamos a meditar unos instantes.
Descripción del Juicio final por el mismo Jesucristo Ha sido el mismo Jesucristo quien se ha dignado describir con toda clase de detalles la escena del juicio final. No se trata de una opinión teológica más o menos probable. Son datos de fe. Constan expresamente en el Evangelio. En él se nos dice que aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre –la santa cruz, acaso la misma numéricamente en que se consumó el sacrificio del Calvario- , y contemplarán todos los resucitados al mismo Hijo del Hombre, que vendrá sobre las nubes con gran poder y majestad. Y ante Él caerán de rodillas todos los hombres del mundo, los buenos y los malos, los bienaventurados y los condenados. Tendrán que ponerse de rodillas ante Cristo glorioso los que en este mundo le persiguieron, los que le escupieron, los que le clavaron en la cruz, los grandes perseguidores de la Iglesia, los que intentaron borrar su nombre de la historia de la humanidad. Santo Tomás de Aquino explica que hasta los mismos condenados contemplarán aquel día la gloria radiante de Cristo para su mayor vergüenza, espanto y confusión. Y es entonces es cuando se realizará la separación tremenda y definitiva. No quiero añadir un solo detalle por mi cuenta. Escuchen las palabras mismas del Evangelio:
―Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con Él, se sentará sobre su trono de gloria, y se reunirán en su presencia todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: ―venid benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo…‖ Y dirá a los de la izquierda: ―Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles…‖ E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna‖ (Mt 25, 31-46) Estos son los datos de la fe, las noticias que nos ha proporcionado el mismo Cristo, que actuará de Juez supremo de vivos y muertos en aquella tremenda asamblea. Estos datos se cumplirán al pie de la letra: la palabra de Cristo no puede fallar.
El porqué del Juicio final según la razón natural Pero es conveniente que examinemos las razones de altísima conveniencia que la simple razón natural descubre ante el hecho formidable del juicio final.
Para el triunfo público y solemne de Nuestro Señor Jesucristo: La primera de todas, e el triunfo público y solemne de Nuestro Señor Jesucristo ante la faz del mundo entero. Tiene perfectísimo derecho a ello. Dice el apóstol San Pablo que Cristo Nuestro Señor, siendo nada menos que el Hijo de Dios, ―se anonadó tomando la forma de esclavo y se humilló haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual, Dios lo exalto y le otorgó un nombre sobre todo nombre, a fin de que se doble
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ante Él toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos‖ (Fil 2, 7-11). Es necesario, en efecto, que Cristo sea exaltado sobre las nubes del cielo en justa compensación de sus tremendas humillaciones. Porque asusta, considerar hasta qué punto quiso humillarse y anonadarse por nuestro amor. Cuando quiso venir al mundo, no encontró siquiera un lugar decente dónde nacer. Nació como un gitano -¡perdóname Señor!en una cueva abandonada en las afueras de un pueblo y fue reclinado sobre unas pajas en un pesebre de animales, ―porque no hubo lugar para ellos en el mesón‖. Si San José y la Virgen María hubieran poseído grandes bienes de fortuna, ¡vaya si hubiera habido lugar para ellos en el mesón! Pero eran unos pobres aldeanos, no tenían nada, y Cristo tuvo que nacer en el portal de Belén y ser reclinado sobre las pajas de un pesebre. Y poco tiempo después, la persecución de Herodes. Y tiene que huir a Egipto como un malhechor. Y cuando regresa a Nazaret comienza su vida oculta, llena de privaciones y trabajos. Nuestro Señor Jesucristo no tenía las manos finas del señorito, sino las ásperas del obrero manual: era un pobre carpintero. Y cuando empezó a predicar el Evangelio, derrochó bondad y misericordia, sanó a los enfermos, devolvió la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el movimiento a los paralíticos y hasta la vida a los muertos. Pasó por el mundo haciendo bien, y, a pesar de ello, los escribas y fariseos le persiguieron y calumniaron brutalmente: ―¡es un samaritano! ¡Hace los milagros en nombre de Belcebú! ¡Es un embaucador de masas, está soliviantando al pueblo!! Y cuando lograron crucificarle, -y esto ya es el colmo-, le desafiaron burlescamente: ―¿Pues no eres el Hijo de Dios? ¡Baja de la cruz y entonces creeremos en Ti‖ Y Jesucristo pasó por esta
humillación suprema, aceptó aquellas burlas y carcajadas, aquel espantoso fracaso, porque quiso salvarnos a todos con su muerte infamante en la cruz. Nos amó tanto que se olvidó de Sí mismo aceptando aquellos dolores y humillaciones inefables. Y después de su muerte y a través de los siglos de la historia, todavía se sigue persiguiendo en su Iglesia y en sus discípulos. Las catacumbas, los cristianos arrojados a las fieras, las iglesias destruidas, los sacerdotes asesinados…, y eso no en una época determinada de la historia, sino –con mayor o menor intensidad- siempre y en todas partes. Y todavía hoy, en los países comunistas e islamitas, la Iglesia de Cristo sufre y se desangra ante la indiferencia o la complicidad de la mayor parte de las naciones civilizadas. Esto no puede quedar así. Es preciso –lo exige la justicia más elemental- que caigan de rodillas ante Cristo, por las buenas o por las malas, todos sus mortales enemigos: desde Anás y Caifás, hasta Nerón y Juliano el Apóstata; desde Voltaire y Renán hasta los corifeos de la masonería y del comunismo internacional. Mal que les pese, todos ellos caerán de rodillas ante Cristo y reconocerán que es el Hijo de Dios y el Rey de los cielos y de la tierra. El triunfo grandioso y público de Cristo: he ahí la primera razón del juicio final.
Por la necesidad del triunfo de la virtud ultrajada y el castigo del vicio triunfante: Pero hay una segunda razón que justifica plenamente ese juicio: el triunfo de la virtud ultrajada y el castigo del vicio triunfante. En este mundo, suelen triunfar los malvados. Y la virtud ultrajada y escarnecida, suele terminar en la cárcel, en el destierro, cuando no en la más afrentosa de las muertes. Los ejemplos históricos y contemporá-
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neos son tan abundantes y conocidos, que renuncio a poner alguno. No se escandalicen de este hecho. No les cause extrañeza alguna, porque tiene una explicación clarísima a la luz de la teología católica y aún del simple sentido común. Ha sido siempre así y continuará siendo hasta el fin de los siglos: en este mundo triunfarán siempre los malos y los buenos siempre serán perseguidos. ¡Siempre! Que no les escandalice esto, ya que la explicación es sencillísima. Es una consecuencia lógica de la infinita justicia de Dios.¿Les extraña esta afirmación? Tengan la bondad de escucharme un momento. No hay hombre tan malo que no tenga algo de bueno, y no hay hombre tan bueno que no tenga algo de malo, Y como Dios es infinitamente justo, ha de premiar a los malos lo poco bueno que tienen y ha de castigar a los buenos lo poco malo que hacen. Esto es cosa clara: lo exige así la justicia de Dios. Ahora bien: como los malvados, en castigo de sus crímenes, irán al infierno para toda la eternidad, Dios les premia en esta vida las pocas cosas buenas que hacen. Y como los buenos han de ir al cielo para toda la eternidad, Dios comienza a castigarles en esta vida lo poco malo que tienen, con el fin de ahorrarles totalmente, o en parte, las terribles purificaciones ultraterrenas. Ahí tienen la clave del misterio. La mejor señal de reprobación, la más terrible señal de que un hombre malvado acabará en el infierno para toda la eternidad, es que siendo efectivamente un malvado, un anticatólico, un blasfemo, un ladrón, un inmoral, etc., triunfe en este mundo y todo le salga bien. ¡Pobre de él! No le tengan envidia por sus triunfos, ténganle profunda compasión. ¡La que le espera para toda la eternidad! Dios le está premiando en este mundo lo poquito bueno que tiene y le reserva para el
otro el espantoso castigo que merece para toda la eternidad. ¡No tengan envidia de los malvados que triunfan, ténganles profunda compasión! En cambio, no tengan compasión del bueno que sufre, no compadezcan a los Santos que en este mundo sufren tanto y son víctimas de tantas persecuciones. Ténganles, más bien, una santa envidía; porque esos fracasos y tribulaciones humanas dicen muy a las claras que Dios les castiga en este mundo misericordiosamente sus pequeñas faltas y flaquezas para darles después el premio espléndido de sus virtudes en la eternidad bienaventurada. Los Santos, veían con toda claridad estas cosas. Iluminados por las luces de lo alto, se echaban a temblar cuando las cosas les salían bien, pensando que quizá Dios les quería premiar en este mundo las pocas virtudes que practicaban, reservando para el otro castigo que los muchos defectos que en su humildad multiplicaba y agrandaba. Y, al contrario: cuando el mundo les perseguía, cuado les pisoteaban, levantaban sus ojos al cielo para darle rendidas gracias a Dios, porque esperaban de Él el perdón y la recompensa en el cielo, por toda la eternidad. Esto que los Santos veían ya con toda claridad en este mundo, es preciso que aparezca con la misma evidencia palmaria ante la humanidad entera. Es preciso que se desvanezca el tremendo escándalo del triunfo de los malos y el fracaso de los buenos. Tiene que haber un juicio universal y lo habrá. Entonces volverán las cosas al lugar que les corresponde y se verá claramente quiénes son los que verdaderamente han triunfado y quiénes han fracasado para toda la eternidad. Esto que acabamos de decir en términos generales, podría concretarse en infinitos casos particulares. ¡Cuántas veces el justo e inocente aparece ante los hombres como
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culpable y pecador. Errores judiciales, calumnias atroces que no se desvanecen, virtudes heroicas ignoradas o perseguidas…
comparecer en él todos los hombres del mundo, sin excepción.
Cómo se realiza el juicio final Las cosas no pueden quedar así. En el juicio particular se hace justicia a todos, pero únicamente en el fuero meramente individual o particular. Es preciso que haya un segundo juicio, público y universal, donde aparezca radiante ante todos, la inocencia ultrajada de los justos. Y, al contrario, ¡cuántas veces son tenidos en este mundo por personas honorables los más vulgares malhechores! El caballero ―intachable‖ que tenía tratos con una mujer que no era la suya; el vulgar estafador que pasaba por hombre honorable o comerciante ―inteligente‖; el joven disoluto que aparecía ante la sociedad como modelo y ejemplo de buenas costumbres; el sacrílego que comulgaba con edificante piedad después de haberse callado, a sabiendas, un pecado grave en la confesión; los crímenes conyugales perpetrados en el seno del hogar al amparo de las tinieblas… Todo aparecerá ante la faz del mundo el día de la cuenta definitiva. Y los pecados colectivos de las naciones, los grandes crímenes políticos, las injusticias sociales, los negocios fabulosos, las recomendaciones injustas, las maquinaciones tenebrosas d las sociedades anticatólicas… ¿Por qué permite Dios tantas monstruosidades? Sencillamente porque habrá un juicio final en el que Dios mismo echará abajo las caretas y disfraces de tantos hipócritas enmascarados y pronunciará el anatema eterno sobre tantos crímenes impunes. Estas son, las razones principales que el simple buen sentido descubre sin esfuerzo para comprender lo justo y lo razonable del juicio universal. Nuestra fe, sin embargo, no se apoya en esas razones, sino en la palabra divina de Jesucristo. Lo ha revelado Él: habrá un juicio universal y habrán de
Pero todavía concretó mucho más Nuestro Señor Jesucristo en el anuncio y descripción del juicio final. Se dignó revelarnos, con todo detalle, la sentencia misma que pronunciará en aquella tremenda asamblea mundial. Hela aquí, tomada textualmente del Evangelio: ―Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: ―venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; preso y vinisteis a verme‖. Y le respondieron los justos: ―Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?‖ Y el Rey les dirá: ―En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a Mí me lo hicisteis‖. Y dirá a los de la izquierda: ―Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; fui peregrino y no me alojasteis; estuve desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis‖. Entonces, ellos responderán, diciendo: ―Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos?‖ él les contestará diciendo: ―En verdad os digo que cuando
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dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo lo hicisteis‖. E irán al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna‖. (Mt 25, 23-46) Esto es dogma de fe, son palabras de Cristo, no son opiniones inventadas por los teólogos, no son ―cosas de curas y frailes‖, como dicen insensatamente los incrédulos. Son cosas de Cristo, están en el Evangelio, se cumplirán al pie de la letra.
Evaluados en la caridad. Es conveniente, que meditemos un poco en el verdadero significado y alcance de esa fórmula divina del juicio universal. Sería un error pensar que en el juicio final se nos examinará exclusivamente sobre la práctica de las obras de caridad. Es cosa clara e indiscutible, que tanto en nuestro juicio particular, como en el juicio universal, se nos juzgará acerca de todo el conjunto de la ley de Dios, sin excluir ninguno de sus mandamientos. Pero no olvidemos que, en cierta ocasión, los escribas y fariseos preguntaron al mismo Cristo: ―Maestro, dinos: ¿Cuál es el primero y más importante de los preceptos de la Ley? Y Jesucristo contestó, sin vacilar: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos penden la ley y los profetas‖ (Mt 22, 35-40). Con esta respuesta, Cristo quiso poner de manifiesto que, ante todo y sobre todo, la ley evangélica es una ley de caridad. Por eso aludirá a ella especialisimamente en la fórmula del juicio universal. Se nos examinará, sin duda alguna, de toda la ley y los profetas; pero ante todo, y sobre todo, de la caridad, que es su resumen y compendio. Se nos preguntará, principalmente, si hemos dado de comer al hambriento y de beber al sediento; si hemos visitado a los enfermos y
presos; si hemos vestidos al desnudo y hospedado a los peregrinos; si hemos enseñado al que no sabe, corregido al que yerra y dado buenos consejos al que los necesitaba; si hemos consolado al triste y hemos sufrido con paciencia los defectos de nuestros prójimos. Ante todo, y sobre todo, la caridad. Hay mucha gente que está completamente equivocada; son legiones los que han falsificado el cristianismo. No sin alguna razón nos echan en cara por esos mundos de Dios a los católicos, que hemos falsificado el catolicismo, que lo hemos transformado en una serie de cofradías y capillitas, de procesiones y desfiles espectaculares, y nos hemos olvidado de la verdad, de la justicia y de la caridad. Esto es lo que habría que hacer, sin omitir aquello, como dice el Señor en el Evangelio. Todo aquello está muy bien. Benditas cofradías, benditas procesiones, benditos escapularios y medallas. Pero esto sólo, ¡no! Esto solo, no es el catecismo. Es catolicismo es, ante todo, y sobre todo, caridad, amor, compenetración íntima en Cristo de los de arriba y de los de abajo y de los del medio: ―Ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay hombre ni mujer; todos sois uno en Cristo‖ (Gal 3, 28) Este es el verdadero cristianismo. Ante todo y sobre todo caridad. Que hay muchos cristiano, que pertenecen a todas las cofradías, que andan cargados de escapularios y de medallas y no tienen caridad. Y cometen con ello un gravísimo escándalo, porque hacen odiosa la religión a los fríos e indiferentes y esterilizan la sangre de Cristo sobre tantos y tantos desgraciados. Ante todo y sobre todo la caridad, La salvación del mundo, la salvación de esta sociedad pagana y alejada de Dios, no podrá venir de otra manera que por la auténtica y desbordada inundación de caridad por parte de todos los católicos del mundo. Mientras
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no practiquemos la caridad no seremos auténticamente cristianos, no podremos llevar al mundo el auténtico mensaje de Cristo. La caridad por encima de todo.
Evaluados en la justicia. ¡Ah!, pero no olvidemos que la caridad, la reina de las virtudes, no puede venir en suplencia de la justicia, otra virtud fundamentalísima. La caridad no puede ser el paliativo que encubra los fraudes de la justicia, sobre todo en lo social; tiene que venir a complementarla, a darle su último toque, su esplendor y su brillo cristiano. Hay que practicar la justicia social en la forma proclamada en estos últimos tiempos por los grandes Papas, Vicarios de Cristo en la tierra. El obrero, el trabajador tiene derecho a comer, no en plan de limosna, no en plan de caridad: en plan de estricta justicia social. El obrero, por su mera condición humana, por el solo hecho de haber nacido, tiene derecho a percibir –con base en su trabajo- el jornal suficiente para vivir él, su mujer y sus hijos. La doctrina social de la Iglesia está bien clara: salario familiar, participación en los beneficios de la empresa, introducción progresiva en el contrato de trabajo de elementos de contrato de sociedad. Y el empresario, el patrono, que pudiendo incorporar esta doctrina a su empresa o negocio – aunque sea, naturalmente, disminuyendo sus pingües ganancias, no lo hace, es un mal católico y está quebrantando uno de sus más gravísimos deberes. Claro que el obrero tiene, por su parte, la obligación de trabajar. Porque es preciso reconocerle que se está abusando demasiado al proclamar exclusivamente los derechos de los obreros, sin hablarles jamás de sus deberes. Es preciso proclamar bien alto que los obreros tienen derechos indiscutibles por exigencias de la ley natural: tienen derecho al salario suficiente, tienen derecho a comer. ¡Pero tienen también obligación de trabajar! No es lícito boicotear a la empresa, dejar de trabajar y exigir un salario indivi-
dual o familiar que no se ha ganado honradamente con el trabajo estipulado. ¡Que trabaje el obrero y que el patrono le dé el salario que necesita para atender a sus necesidades! Los dos tienen que cumplir sus deberes para que puedan reclamar sus derechos. Eso es lo que pide y exige la justicia más elemental y hasta la verdadera caridad cristiana. ¡Ah, si practicáramos todos la verdadera justicia social, completada por la más entrañable caridad cristiana! ¡Qué pronto cambiaría la faz del mundo! Serían imposibles los conflictos sociales, los cataclismos internacionales, la amenaza continua de guerra. Cumplidas todas las exigencias de la justicia social, todavía queda un amplio margen para la caridad cristiana. ¡Cuántos sufrimientos y dolores se pueden aliviar, cuántas lágrimas enjugar con el pañuelo de la caridad cristiana! ¡Ricos que me escuchan! Tienen en sus manos un gran instrumento de salvación. Utilicen esas riquezas para granjeros amigos en el cielo, como dice Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio. Utilicen esas riquezas para practicar, con mano espléndida, la limosna al necesitado, como pide la caridad cristiana. Justicia social, sin duda alguna; pero ella sola no basta. La justicia puede mitigar las luchas sociales, pero nunca podrá realizar la unión de los corazones. Es preciso completar la justicia con la caridad cristiana. Y entonces, sí. Cuando los de arriba y los de abajo y los del medio practiquemos la gran virtud, de la que están pendientes toda la Ley, los Profetas, seremos auténticamente cristianos y alcanzaremos, en el juicio final, la dicha inefable de estar a la derecha de Jesucristo para oír de sus labios divinos la sentencia suprema que habrá de hacernos felices para toda la eternidad. Así sea.
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E. EL INFIERNO INTRODUCCIÓN Tema incómodo pero necesario Un dogma católico que no se puede suprimir
LA EXISTENCIA DEL INFIERNO El testimonio de Jesús mismo Tipos de incredulidades respecto a la existencia del infierno
DESCRIPCIÓN DEL INFIERNO HECHA POR JESÚS MISMO PENA DE DAÑO PENA DE SENTIDO ETERNIDAD DE AMBAS PENAS ¿CÓMO PUEDE COMPAGINARSE ESTO CON LA MISERICORDIA DE DIOS?
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E. EL INFIERNO INTRODUCCIÓN Expusimos atrás, a la luz de la teología católica, dos grandes dogmas de nuestra fe: la resurrección de la carne y el juicio final. Asistimos con la imaginación a aquella escena tremenda, la más trascendental de la historia de la humanidad, que tendrá lugar al fin de los siglos; y oímos la sentencia de Jesucristo, sentencia de bendición para los buenos: ―Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que está preparado para vosotros‖, y sentencia de maldición para los réprobos: ―Apartaos de Mi, malditos, al fuego eterno. No podemos rehuir estos temas trascendentales que nos salen ahora al paso. Se trata de dos temas importantísimos de nuestra fe: la existencia del cielo y del infierno, el destino eterno de las almas inmortales. Prefiero dejar para después, la descripción del panorama deslumbrador del cielo. Será una exposición llena de luz, de alegría, de colorido, que expansionará nuestro corazón. Pero ahora, no tenemos más remedio que enfrentarnos con el tema tremendo, terriblemente trágico, del destino eterno de los réprobos.
Tema incómodo pero necesario Es un tema muy incómodo y desagradable, lo sé muy bien. Me gustaría y les gustaría muchísimo más que les hablara, por ejemplo de la infinita misericordia de Dios para con el pecador arrepentido. Se ha dicho que la sensibilidad y el clima intelectual moderno no resiste el tema del infierno tan incómodo y molesto; que es preferible hablar de la caridad, de la justicia social, del amor y compenetración de los unos con los otros, y otros temas semejantes.
Son temas maravillosos, ciertamente; son temas cristianísimos. Pero la Iglesia Católica no puede renunciar, de ninguna manera, a ninguno de sus dogmas. Yo respeto la opinión de los que dicen que en estos tiempos no se resisten estos temas tan duros; pero no se puede cometer el grave pecado de omisión de soslayar el dogma del infierno, que forma parte del depósito sagrado de la divina revelación. Un dogma católico que no se puede suprimir La Iglesia católica viene manteniéndose íntegramente, durante veinte siglos, en el dogma terrible del infierno. La Iglesia no puede suprimir un solo dogma, como tampoco puede crear otros nuevos. Cuando el Papa define una verdad como dogma de fe (v. gr., la Asunción corporal de María) no crea un nuevo dogma. Simple-
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mente, se limita a garantizarnos, con su autoridad infalible que esa verdad ha sido revelada por Dios. El Papa no crea, no inventa nuevos dogmas; simplemente declara, con su autoridad infalible –que no puede sufrir el más pequeño error, porque está regida y gobernada por el Espíritu santo-, que aquella verdad que define está contenida en el depósito de la revelación, ya sea en la Sagrada Escritura, ya sea en la verdadera y auténtica tradición cristiana. Se trata de una verdad revelada por Dios, no de una opinión teológica, inventada o patrocinada por la Iglesia. La Iglesia no altera, no cambia, no modifica, poco o mucho, el depósito de la divina revelación que recibió de Jesucristo y de los Apóstoles. El dogma católico permanece siempre intacto e inalterable a través de los siglos. Si la Iglesia alterara, reformara o modificara sustancialmente alguno de sus dogmas, les digo con toda sinceridad que yo dejaría de ser católico; porque ésa sería la prueba más clara y más evidente de que no era la verdadera Iglesia de Jesucristo. Este es precisamente, el argumento más claro y convincente de que las Iglesias cristianas separadas de Roma (protestantes y cismáticos) no son las auténticas Iglesias de Jesucristo. Porque están cambiando y reformando continuamente sus dogmas. Ya creen esto, ya aquello; ya aceptan lo que antes rechazaron, ya rechazan lo que antes aceptaron, sin más norte ni guía que el capricho del ―libre examen‖. Y así, se da el caso pintoresco, de que ciertas sectas protestantes que se separaron de la Iglesia católica principalmente por no admitir la doctrina del purgatorio ahora proclaman que el infierno no es eterno, sino temporal. Con lo cual -como ya les echaba en cara, con fina ironía, José de Maestre-, después de haberse revelado contra la Iglesia por no admitir el purgatorio, vuelven a rebelarse ahora por no admitir más que el purgatorio.
Es que el error, conduce, lógicamente, a los mayores disparates. La Iglesia Católica, en cambio, ha mantenido intacto, durante los veinte siglos de su existencia, el depósito sagrado de la divina revelación; porque sabe perfectamente que Jesucristo le confió ese tesoro para que lo custodie, vigile, defienda y lo mantenga intacto, sin alterarlo en lo más mínimo. El dogma católico es siempre el mismo, el dogma católico no cambia ni cambiará jamás. Y precisamente por eso, en el siglo veinte, lo mismo que en el siglo primero, la existencia del infierno es un dogma de fe y lo continuará siendo hasta el fin del mundo. Les voy a hablar, del infierno con serenidad, con altura científica, como debe hacerse hoy. Por lo pronto, les advierto que rechazo, en absoluto, las descripciones dantescas. ―La Divina Comedia‖, de Dante, es maravillosa desde el punto de vista poético o literario, pero tiene grandes disparates teológicos. Aquellas descripciones de los tormentos del infierno son pura fantasía, pura imaginación. El dogma católico no nos dice nada de eso. Rechazo, en absoluto, las descripciones dantescas. Voy a limitarme a exponerles lo que dice el dogma católico en torno a la existencia y naturaleza del castigo de los réprobos.
LA EXISTENCIA DEL INFIERNO En primer lugar, les voy a hablar de la existencia del infierno. Lo hemos oído muchísimas veces: si un personaje histórico conocido del mundo entero (v. gr. Napoleón Bonaparte) viniese del otro mundo y, compareciendo visiblemente ante nosotros, nos dijera: ―Yo he visto el infierno y en él hay esto y lo otro y
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lo de más allá‖, causaría en el mundo una impresión tan enorme y definitiva, que nadie se atrevería ya a durar de la existencia de aquel terrible lugar. ¿Por qué no lo envía Dios, para bien de toda la humanidad? Los que piden o desean esta prueba no han reflexionado bien; no han caído en la cuenta de que este hecho que reclaman se ha producido ya y en unas condiciones de autenticidad que jamás hubiera podido soñar la crítica más severa y exigente. No voy a invocar el testimonio de alguna revelación privada hecha por Dios a alguna monjita de clausura. Ni siquiera voy a alegar el testimonio de Santa Catalina de Siena o de Santa Teresa de Jesús, a quienes Nuestro Señor mostró el infierno y lo describieron después en sus libros de una manera impresionante, Ni voy a citar en pleno siglo XX, a los pastorcitos de Fátima, que vieron también, por sus propios ojos, el fuego del infierno. Personalmente yo estoy convencido de la verdad de estas visiones y revelaciones privadas que acabo de citar. Pero nuestra fe católica, no se apoya en los testimonios de personas particulares, aunque se trate de grandes Santos canonizados por la Iglesia. Nuestra fe se apoya, directamente, en un testimonio mucho más fuerte, mucho más inconmovible. Voy a decirles cuál es el gran testigo de la existencia y de la naturaleza del infierno. Les voy a decir quién es.
El testimonio de Jesús mismo Jesucristo tuvo la osadía de decir que era el Hijo de Dios, y lo demostró de una manera aplastante y definitiva. El mismo Dios se encargó de confirmarlo desde el cielo, cuando en el momento del bautismo de Jesús se abrieron los cielos y se oyó la voz augusta del Eterno Padre, que exclamaba: ―Este es mi hijo muy amado, en el que tengo puestas mis complacencias‖. (Mt 3, 16-17). Éste es el que ha venido del cielo y sabe perfectamente lo que hay en el otro
mundo, éste el que nos dice veinticinco veces en el Evangelio que existe el infierno, y que es eterno, que no terminará jamás. ―Que venga alguien del otro mundo a decirlo‖. ¡Ya ha venido! Y nada menos que el que dijo y demostró que era el hijo de Dios. ¿Comprenden ahora la increíble insensatez de la carcajada volteriana negando la existencia del infierno? Las cosas de Dios son como Dios ha querido que sean, no como les antojen a los incrédulos.
Tipo de incredulidades respecto a la existencia del infierno ¡Pobres incrédulos! ¡Qué pena me dan! No todos son igualmente culpables. Distingo muy bien dos clases de incrédulos, completamente distintos. Hay almas atormentadas que les parece que han perdido la fe. No la sienten, no la saborean como antes. Les parece que la han perdido totalmente. Pero desde el momento en que buscan la fe, es que ya la tienen. Lo dice hermosamente San Agustín: ―No buscarías a Dios si no lo tuvieras ya‖. Desde el momento en que deseas con toda tu alma la fe, es que ya la tienes. Dios en sus designios inescrutables, ha querido someterte a una prueba. Te ha retirado el sentimiento de la fe para ver cómo reaccionas en la oscuridad. Si a pesar de todas las tinieblas te mantienes fiel, llegará un día –no sé si tarde o temprano, son juicios de Dios- en que te devolverá el sentimiento de la fe con una fuerza e intensidad incomparablemente superior a la de antes. ¿Qué tienes que hacer mientras tanto? Humillarte delante de Dios. Humíllate un poquito, que es la condición indispensable para recibir los dones de Dios. El gozo, el disfrute, el saboreo de la fe, suele ser el premio a la humildad. Dios no resiste jamás las lágrimas humildes. Si te pones de rodillas ante Él y le dices: ―Señor: Yo tengo fe, pero quisiera tener más. Ayuda Tú mi poca fe‖. Si caes de rodillas y le pides a Dios, que te dé el sentimiento íntimo de la fe, te la dará infa-
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liblemente, no lo dudes; y mientras tanto, pobre hermano mío, vive tranquilo, porque no solamente no andas lejos del Reino de Dios, sino que, en realidad, estás dentro de él. ¡Ha! Pero este caso es completamente distinto del de los verdaderos incrédulos. No hay en este caso incredulidad, aunque de momento falte el sentimiento dulce y sabroso de la fe. Los verdaderos incrédulos son los que sin fundamento alguno, sin argumento alguno que le impida creer, lanzan una insensata carcajada y desprecian olímpicamente las verdades de la fe. No tienen ningún argumento en contra, no lo pueden tener. La fe católica resiste toda clase de argumentos que se le quieran oponer. No hay ni puede haber un argumento válido contra ella. Supera infinitamente a la razón, pero jamás la contradice. No puede haber conflicto entre la razón y la fe, porque ambas proceden del mismo y único manantial de la verdad, que es la primera Verdad por esencia, que es Dios mismo, en el que no cabe contradicción. Es imposible encontrar un argumento válido contra la fe católica. Es imposible que haya incrédulos de cabeza -como decíamos al principio, pero los hay abundantísimos de corazón. El que lleva una conducta inmoral, el que ha adquirido una fortuna por medios injustos, el que tiene cuatro o cinco amiguitas, el que está hundido hasta el cuello en el cieno y en el fango, ¡cómo va a aceptar tranquilamente la fe católica que le habla de un infierno eterno! Le resulta más cómodo prescindir de la fe o lanzar contra ella la carcajada de la incredulidad. ¡Insensato! ¡Como si esta carcajada pudiera alterar en nada la tremenda realidad de las cosas! ¡Ríete ahora! Carcajaditas de enano en una noche de barrio chino. ¡Ríete ahora! ¡Ya llegará la hora de Dios! Ya cambiarán las cosas. Escucha la Sagrada Escritura: ―Antes desechasteis todos mis consejos y
no atendisteis mis requerimientos. También yo me reiré de vuestra ruina y me burlaré cuando venga sobre vosotros el terror‖ (Prov 1, 25-26). Y el mismo Cristo adierte en el Evangelio con toda claridad: ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis‖ (Lc 6, 25) Pues sigue gozando y riendo tranquilamente. Estás danzando con increíble locura al borde del abismo: ¡Es hora de tu risa! Ya llegará la hora de la risa de Dios para toda la eternidad. El infierno existe. Lo ha dicho Cristo. Poco importa que lo nieguen los incrédulos. A pesar de esa negativa, su existencia es una terrible realidad. Pero es conveniente que avancemos un poco más y tratemos de descubrir lo que hay en él.
DESCRIPCIÓN DEL INFIERNO HECHA POR JESÚS MISMO El Catecismo, ese pequeño librito en el que se contiene un resumen maravilloso de la doctrina católica, nos dice que el infierno es ―el conjunto de todos los males, sin mezcla de bien alguno‖. Maravillosa definición. Pero hay otra más profunda todavía: la que nos dejó en el Evangelio Nuestro Señor Jesucristo en persona. Es la misma frase que pronunciará el día del Juicio final: ―Apartaos de Mi, malditos, al fuego eterno‖. En esta fórmula terrible se contiene un maravilloso resumen de toda la teología del infierno. Porque el infierno, fundamentalmente, lo constituyen tres cosas y nada más que tres: Lo que llamamos en teología pena de daño, lo que llamamos pena de sentido y la eternidad de ambas penas. Ahí tenemos toda la teología esencial del infierno; todo lo demás son circunstancias accidentales. Pues esas tres cosas están maravillosamente registradas y resumidas en la frase de Crsito: ―Apartaos de Mí, malditos (pena de daño), al fuego (pena de sentido) eterno (eternidad de ambas penas)‖.
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Maravilloso resumen el de Nuestro Señor Jesucristo. Vamos a meditarlo por partes.
PENA DE DAÑO Lo principal del infierno es lo que en teología llamamos la pena de daño. La condenación propiamente dicha, que consiste en quedarse privado y separado de Dios para toda la eternidad. Eso es lo fundamental del infierno. Ya estoy oyendo la carcajada del incrédulo: ―¿De verdad Padre, que lo más terrible que hay en el infierno es estar privado o separado de Dios para toda la eternidad? Pues entonces, no tengo inconveniente en ir al infierno. Porque en este mundo sé prescindir muy bien de Dios, no me hace falta absolutamente para nada. De manera que si lo más terrible que me voy a encontrar en el infierno es que allí no tendré a Dios, ya puede enviarme allí cuando le plazca‖. ¡Pobrecito! No sabes lo que dices, ¡no sabes lo que dices! Escúchame un momento, que puede ser que dentro de cinco minutos hayas cambiado de pensar. Escucha. Te gusta la belleza, ¿verdad? ¡Vaya que te gusta! Sobre todo cuando se te presenta en forma de mujer… Te gusta el dinero, ¿verdad? Te gustaría mucho ser millonario. Quien sabe si precisamente por eso: porque te gusta tanto el dinero, porque has robado tanto, porque has cometido tantas injusticias, no quieres saber nada de la religión y del más allá. Si eres una muchacha frívola, ligerilla, mundana ¡cómo te gustaría ser una estrella de cine, aparecer en primer plano en todas las pantallas, en las portadas de todas las revistas de cine del mundo, ser una figura de fama mundial, que todo el mundo hablara de ti…! ¡Cómo te gustaría todo esto! ¿Verdad?
Pues mira: Todas esas cosas no son más que ―gotitas‖, nada más; ―gotitas‖ de una felicidad efímera que no llena el corazón. ¡Si lo sabes tu mismo de sobra! Nunca te has sentido del todo bien, del todo satisfecho, del todo feliz, ¡jamás! En los caminos del mundo, del demonio, de la carne no se encuentra la verdadera y auténtica felicidad, ¡lo sabes muy bien por experiencia! Ahora bien: en el momento mismo de tu muerte, cuando tu alma se arranque del cuerpo, aparecerá delante de ti un panorama completamente insospechado. Verás delante de ti como un mar inmenso, un océano sin fondo ni riberas. Es la eternidad, inmensa e inabarcable, sin principio ni fin. Y comprenderás clarísimamente, a la luz de la eternidad, que Dios es el centro del Universo, la plenitud total del Ser. Verás clarísimamente que en Él está concentrado todo cuanto hay de belleza y de riqueza, y de placer, y de honor, y de alabanza y de gloria, y de felicidad inenarrable. Y cuando, con una sed de perro rabioso, trates de arrojarte a aquel océano de felicidad que es Dios, saldrán a tu encuentro unos brazos vigorosos que te lo impidan, al mismo tiempo que oirás claramente estas terribles palabras; ―¡Apártate de Mí, maldito!‖ ¡Ah! Entonces sabrás lo que es bueno, y entonces verás que la pena de sentido, la pena de fuego que voy a describir inmediatamente, no tiene importancia, es un juguete de niños ante la rabia y desesperación espantosa que se apoderará de ti cuando veas que has perdido aquel océano de felicidad inenarrable para siempre, para siempre, para toda la eternidad. Dios, actuará sobre los réprobos como una especie de electroimán incandescente: les atraerá y abrasará al mismo tiempo. En este mundo no podemos formarnos la menor idea del tormento espantoso que esto ocasionará a los condenados. Esto es lo que
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constituye la entraña misma de la pena de daño.
la tierra, del tormento espantoso que ocasionará a los condenados.
Pero, me dirás: ―Padre, ¿y por qué rechaza Dios a los que de manera tan vehemente tienden a Él? ¿No supone esto, acaso, falta de bondad y de misericordia?‖
PENA DE SENTIDO
De ninguna manera. Reflexionen un poco en la psicología del condenado. El condenado no se arrepiente ni se arrepentirá jamás de sus pecados. Tiende irresistiblemente a Dios, al mismo tiempo que le odia con todas sus fuerzas, Esa tendencia no es arrepentimiento, sino egoísmo refinadísimo. Tiende a Dios porque ve con toda evidencia que, poseyéndole, sería completa y absolutamente feliz, pero sin arrepentirse de haberle ofendido en este mundo. El condenado no se arrepiente ni puede arrepentirse, porque en la eternidad son imposibles los cambios sustanciales. Nadie puede cambiar el último fin libremente escogido en este mundo. La muerte nos dejará fosilizados en el bien o en el mal, según nos encuentre en el momento de producirse. Si nos encuentra en gracia de Dios, la muerte nos fosilizará en el bien: ya no podremos pecar jamás, ya no podremos perder a Dios. Pero si la muerte nos sorprende en pecado mortal, quedaremos fosilizados en el mal, ya no podremos arrepentirnos jamás. El condenado tiende a Dios con un refinadísimo egoísmo. Esa tendencia inmoral, no solamente no le justifica ante Dios, sino que es su último y eterno pecado. Desea a Dios por puro egoísmo, para gozar de la felicidad inmensa que su posesión le produciría; pero sin la menor sombra de amor o arrepentimiento. En estas condiciones es muy justo, que Dios lo rechace: es necesario que sea así. Por eso les decía que Dios actúa sobre el condenado como un electroimán incandescente: le atrae y le quema al mismo tiempo. No podemos formarnos idea, acá en
Y luego viene la pena de sentido, que, con ser terrible, no tiene importancia, comparada con la pena de daño. Es la pena del fuego. Yo no sé, porqué la Iglesia católica no lo ha definido expresamente, si el fuego del infierno es de la misma naturaleza que el fuego de la tierra: no lo sé. Lo único que sé es que se trata de un fuego real, no imaginario o metafórico. Hay una declaración oficial de la Sagrada Penitenciaría Apostólica contestando a la pregunta de un sacerdote que preguntó qué tenía que hacer con un penitente que no aceptaba la realidad del fuego del infierno, como si se tratase únicamente de una metáfora evangélica. La Sagrada Penitenciaría contestó que ese penitente debía ser instruido convenientemente en la verdad, y si después de la debida instrucción se obstinaba en no querer aceptar la realidad del fuego del infierno, había que negarle la absolución. Está claro… El fuego del infierno es un fuego real, no metafórico, aunque no podemos precisar si es o no de la misma naturaleza que el fuego en la tierra. Desde luego tiene propiedades muy distintas, porque el fuego del infierno atormentará, no solamente los cuerpos, sino también las almas; y no destruye, sino que
Todas las facultades tendrán en el infierno su castigo especial. Y si el castigo de los sentidos es el fuego, y el de la inteligencia y la voluntad es la pena de daño, el castigo de la memoria es el remordimiento, y el de la imaginación es la desesperación. El remordimiento es la pena de la memoria, que le recuerda al condenado los muchos medios de salvación que tuvo en la tierra, el desprecio que hizo de ellos, y cómo vino a condenarse sólo por su culpa. La desesperación es la pena de la imaginación, que le vive representando que sus tormentos durarán no por mil años, ni por millones de años, sino mientras Dios sea Dios, por la eternidad.
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conserva la vida de los que entran en sus dominios. Me acuerdo en estos momentos de aquel pobre muchacho de la provincia de Santander. Era un pobre vaquerillo que cuidaba las vacas de su propia casa. Y un día, en el establo de las vacas, se declaró un incendio. El muchacho, que estaba viendo la catástrofe económica que se les venía encima, penetró en el establo ardiendo con el fin de hacer salir las vacas por la puerta trasera. Y como tardaba mucho en salir y el incendio crecía por momentos, el padre del muchacho quiso lanzarse también, ya no por las vacas, sino para sacar a su hijo que iba a perecer abrasado. Cinco hombres apenas podían sujetarle. De pronto, el muchacho salió gritando y con los vestidos ardiendo. Él mismo se arrojó de cabeza a una poza de agua que tenían allí cerca para abrevadero de las vacas y se hundió rápidamente en ella. Cuando poco después salió del agua, con quemaduras mortales, gritaba espantosamente al mismo tiempo que decía: ―¡Confesión, confesión, que me quemo; confesión que me abraso!‖ Pocas horas después de recibir el Viático murió retorciéndose con terribles dolores. Yo no sé si el fuego del infierno es de la misma naturaleza que el de la tierra, pero sé que es un fuego real, no metafórico, y que atormenta a los condenados para toda la eternidad. Lo ha revelado Dios y los mismo da creerlo que dejarlo de creer. Las cosas son así, aunque nos resulten incómodas y molestas.
ETERNIDAD DE AMBAS PENAS
Las penas del infierno serán iguales en duración para todos los condenados, pues son eternas; pero en cuanto a la acerbidad, serán diferentes, de acuerdo con la gravedad de los pecados y el abuso de las gracias recibidas. “Dios dará a cada uno según sus obras”. (Rom 2, 6). “Cuanto se ha engreído y regalado dadle otro tanto de tormento y de llanto” (Ap 28, 7)
Pero lo más espantoso del infierno, es la tercera nota, la nota característica: su eternidad. El infierno es eterno. ¿Han contemplado la escena alguna vez a la orilla de un río o de la mar? Cuando un pescador nota que el pez ha mordido el anzuelo, tira con fuerza de la caña y el pez se retuerce desesperadamente fuera del agua. Se está ahogando. Sus pobres branquias no están adaptadas para respirar directamente el oxígeno del aire: necesita absorberlo diluido en el agua. Su agonía es terrible, pero dura unos momentos nada más. Muy pronto da un nuevo y desesperado coletazo y queda inmóvil: ha muerto ahogado. Imaginen ahora, el caso de un hombre aparentemente muerto que vuelve a la vida en un sepulcro, y se da cuenta de que le han enterrado vivo. Su tormento no durará más que unos minutos, pero ¡qué espantosa desesperación experimentará cuando se encuentre en aquel ataúd estrecho y oscuro, cuando vea que no se puede mover, que le es imposible liberarse de su espantosa cárcel! ¡Qué angustia, qué desesperación tan espantosa! Pero durará unos minutos nada más, porque por asfixia morirá muy pronto, esta vez, efectivamente. Pues imagínense ahora lo que será un tormento y desesperación eternos. La eternidad no tiene nada que ver con el tiempo, no tiene relación alguna con él. En la esfera del tiempo pasarán trillonadas de siglos y la eternidad seguirá intacta, inmóvil, fosilizada en un presente siempre igual. En la eternidad no hay días, ni semanas, ni meses, ni años, ni siglos. Es un instante petrificado, es como un reloj parado, que no transcurrirá jamás, aunque en la esfera del tiempo transcurran millones de siglos. ¡Un trillón de siglos! Esa frase se dice muy pronto, la palabra trillón se pronuncia con
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mucha facilidad. Ya no es tan sencillo escribirla: hay que escribir la unidad seguida de dieciocho ceros. ¿Pero saben lo que un trillón da de sí? Si repartiéramos un trillón de centavos entre todos los habitantes del mundo, al terminar el reparto cada uno tendría un millón de dólares. ¡Lo que da de sí un trillón, aunque sea simplemente de a centavos! Pues cuando en la esfera del tiempo habrá transcurrido un trillón de siglos la eternidad permanecerá intacta, sin haber sufrido el menor arañazo. El instante eterno seguirá petrificado. El infierno es eterno. ¡Lo ha dicho Cristo! Poco importa que los incrédulos se rían. Sus burlas y carcajadas no lograrán cambiar jamás la terrible realidad de las cosas.
¿CÓMO PUEDE COMPAGINARSE ESTO CON LA MISERICORDIA DE DIOS? Pero, quizá me digan: ―Padre: para nosotros, los católicos, no hay problema. Creemos en la existencia y eternidad del infierno porque lo ha revelados Dios y esto nos basta. Pero ¿no le parece que para el que no tenga fe, el dogma de la existencia del infierno es como para desanimarle a abrazar el catolicismo? ¿Cómo puede compaginarse esa verdad tan terrible con el amor y la misericordia infinita de Dios, proclamados con tanta claridad e insistencia en las Sagradas Escrituras? Al incrédulo no le cabrá jamás en la cabeza esta contradicción, al parecer tan clara y manifiesta. Tienen razón, amigos míos. El dogma del infierno, mirado de tejas abajo y prescindiendo de los datos de la fe, no cabe en la pobre cabeza humana. Humanamente
Ver el libro No 4 “Cómo puede un Dios misericordioso permitir tantas tribulaciones a sus criaturas” de la serie
hablando, a mi tampoco me cabe en la cabeza. No me cabe en la cabeza, aunque lo creo con toda mi alma porque lo ha revelado Dios. Pero, ¿saben por qué a ustedes ni a mí nos cabe en la cabeza? Recuerden la bellísima leyenda. San Agustín estaba paseando un día junto a la orilla del mar y pensaba en el misterio insondable de la Santísima Trinidad, tratando de comprender cómo tres personas distintas sean un solo Dios verdadero. Y dándole vueltas a su pobre inteligencia para descifrar el misterio, reparó en un niño pequeño que acababa de excavar en la arena de la playa un pequeño pocito que iba llenando de agua trasladándola del mar con una pequeña concha. San Agustín le preguntó: ―¿Qué estás haciendo, pequeño?‖ Y el niño: ‖Quiero trasladar toda el agua del mar a este pequeño hoyito‖. ―Pero, ¿no ves que eso es imposible?‖ ―Más imposible todavía el que tu puedas comprender el misterio insondable de la Santísima Trinidad. ¿No ves que el infinito no cabe ni puede caber en tu cabeza?‖ Y desapareció el niño, porque, según la bella leyenda, no era un niño, sino un ángel del cielo que Dios había enviado para darle a San Agustín aquella gran lección. Ésta es la verdadera explicación. Las cosas de Dios son inmensamente grandes, nuestra pobre cabeza humana es demasiado pequeña para poderlas abarcar. Es cierto que en la Sagrada Escritura se proclama clarísimamente la misericordia infinita de Dios; pero con no menor claridad se proclama también el dogma terrible del infierno. ¿Qué cómo se compaginan ambas cosas? No lo sé. Pero ahí están los hechos, claros e indiscutibles. Sin embargo, no deja de ser curioso que no nos quepa en la cabeza el dogma terrible del infierno, y nos quepan sin dificultad algunas otras cosas incomparablemente más serias todavía. Si lo pensáramos bien, el
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misterio inefable de la Encarnación del verbo es incomparablemente más grande y estupendo que el de la existencia del infierno. No nos cabe en la cabeza y aceptamos plenamente que Dios Nuestro Señor se haya hecho hombre y haya muerto en una cruz para salvar a los hombres. Si un hombre se transformase en hormiga y se dejase matar para salvar a las hormigas, diríamos que se ha vuelto loco. Y, sin embargo, entre un hombre y una hormiga todavía hay alguna proporción, alguna semejanza; pero entre Dios y las criaturas no hay ninguna semejanza ni proporción: la distancia es rigurosamente infinita. Y Dios se hizo hormiga, se hizo hombre, para salvarnos a los hombres. Y no contento con esta humillación increíble, se dejó clavar en una cruz por aquellos mismos que venía a salvar. Y permitió que su Madre santísima se convirtiera en la Reina y Soberana de los mártires, asistiendo a la terrible escena del Calvario, donde, a fuerza de indecibles dolores, conquistó su título de Corredentora de la humanidad. Todo esto, nos cabe perfectamente en la cabeza. Que Cristo esté clavado en la cruz, que su Madre Santísima sea la Virgen de los Dolores, con siete espadas en el Corazón; todo esto, que es inmenso, que rebasa la capacidad intelectiva del los mismos ángeles del cielo, que no lo podrán comprender jamás con su portentosa inteligencia angélica. Esto, nos cabe perfectamente en nuestras pobres cabecitas humanas. Pero que ese mismo Dios que se ha vuelto loco de amor por los hombres mande al infierno para toda la eternidad al gusano asqueroso que abuse definitivamente de la sangre de Cristo, que traspase el corazón de la Virgen de los Dolores con las nuevas espadas de sus crímenes nefandos, ¡eso ya no nos cabe en la cabeza! Tenemos que reconocer que no jugamos limpio. ¡No jugamos limpio! Nos cabe en la cabeza cosas infinitamente más grandes, porque no hacen referencia a castigos y
penas personales y no nos caben otras cosas infinitamente más pequeñas cuando se trata de castigar nuestros propios crímenes y pecados. No jugamos limpio; hay aquí una falta evidente de honradez. ―¿Pero no es Dios infinitamente misericordioso?‖ ¿Lo preguntas tú? ¿Cuántas veces te ha perdonado Dios? ¿Cinco? ¿Cinco mil? ¿Cincuenta mil? ¿Y todavía te preguntas si Dios es infinitamente misericordioso? ¿Pero no sabes que si Dios no fuese infinitamente misericordioso, el mismo día que cometiste el primer pecado mortal se hubiera abierto la tierra y te hubiera tragado al infierno para toda la eternidad? Precisamente porque Dios es infinitamente misericordioso espera con tanta paciencia que se arrepienta el pecador y le perdona en el acto, apenas inicia un movimiento de retorno y de arrepentimiento. Dios no rechaza jamás, al pecador contrito y humillado. No se cansa jamás de perdonar al pecador arrepentido, porque es infinitamente misericordioso, precisamente por eso. ¡Ah!, pero cuando voluntariamente, obstinadamente, durante su vida y a la hora de la muerte, el pecador rechaza definitivamente a Dios, sería el colmo de la inmoralidad echarle a Dios la culpa de la condenación eterna de ese malvado y perverso pecador. No puede tolerarse tampoco la ridícula objeción que me ponen algunos: ―Está bien que se castigue al culpable; pero como Dios sabe todo lo que va a ocurrir en el futuro, ¿`por qué crea a los que sabe que se van a condenar?‖ Esta nueva objeción es absurda e intolerable. No es Dios quien condena al pecador. Es el pecador quien rechaza obstinadamente el perdón que Dios le ofrece generosamente. Es doctrina católica, que Dios quiere sinceramente que todos los hombres se salven. A nadie predestina al infierno. Ahí está Cristo crucificado para quitarnos toda
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duda sobre esto. Ahí está delante del crucifijo la Virgen de los Dolores. Dios quiere que todos los hombres se salven, y lo quiere sinceramente, con toda la seriedad que hay en la cara de Cristo Crucificado. Dios quiere que todos los hombres se salven, pero cuando obstinadamente, con toda la sangre fría, a sabiendas, se pisotea la sangre de Cristo y los dolores de María, y eso durante toda la vida, e incluso a la hora de la muerte, es el colmo del cinismo, el colmo de la inmoralidad preguntar por qué Dios ha creado a aquel hombre sabiendo que se iba a condenar. Es el colmo de la inmoralidad. Es ridículo, tratar de enmendarle la plana a Dios. Lo ha dispuesto todo con infinita sabiduría, y aunque, en este mundo no podamos comprenderlo, también con infinito amor y entrañable misericordia. Más que entretenernos vanamente en poner objeciones al dogma del infierno –que en nada alteraran su terrible realidad- procuremos evitarlo con todos los medios a nuestro alcance. Por fortuna estamos a tiempo todavía. ¿Nos horroriza el infierno? Pues pongamos los medios para no ir a él. En realidad, como les decía al principio, éste es el único gran negocio que tenemos planteado en este mundo. Todos los demás no tienen importancia. Son problemitas sin trascendencia alguna. ¡Muchacho, estudiante que me escuchas! La reprobación, el quedar en ridículo, el perder las vacaciones…,¡cosa de risa! No tiene importancia alguna. ¡Millonario que te has arruinado, que viniste a menos, que estás sumergido en una miseria vergonzante…! ¡Cosa de risa! Dentro de unos años se acabó todo. Tu, el que en una catástrofe automovilística has perdido a tu padre, a tu madre, a tu mujer o a tu hijo, permíteme que te lo diga: ¡cosa de risa! Allá arriba los volverás a encontrar.
Y tú, la mujer mártir del marido infiel, o el marido víctima de la mujer infame. Humanamente hablando, eso es tremendo; pero mirado de tejas arriba, ¡cosa de risa‖ Ya volverá todo a sus cauces, en este mundo o en el otro. La única desgracia terriblemente trágica, la única absolutamente irreparable, es la condenación eterna de nuestra alma. ¡Eso sí que es terrible sobre toda ponderación y encarecimiento! ¡Que se hunda todo: la salud, los hijos, los padres, hacienda, la honra, la dignidad, la vida misma! ¡Que se hunda todo, menos el alma! La única cosa tremendamente seria: la salvación del alma. Estamos a tiempo todavía. Cristo nos está esperando con los brazos abiertos. ¡Pobre pecador que me escuchas! Aunque lleves cuarenta o cincuenta años alejado de Cristo; Aunque te hayas pasado la vida entera blasfemando de Dios y pisoteando sus santos mandamientos, fíjate bien: si quieres hacer las paces con Él no tendrás que emprender una larga caminata; te está esperando con los brazos abiertos. Basta con que caigas de rodillas delante del Crucifijo, y honradamente, sinceramente, te arranques de lo más íntimo del alma este grito de arrepentimiento: ―¡Perdóname Señor! ¡Ten compasión de mí!‖ Yo te lo garantizo, por la sangre de Cristo, que en el fondo de tu corazón oirás, como el buen ladrón, la dulce voz del divino Crucificado, que te dirá: ―Hoy mismo, al caer de la tarde, al final de esta pobre vida, estarás conmigo en el Paraíso‖. Pero para ello Cristo te pone una condición sencilla, facilísima. Que te presentes a uno de sus legítimos representantes en la tierra, a uno de los sacerdotes que dejó instituidos en su Iglesia para que te extienda, en nombre de Dios, el certificado de tu perdón.
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Basta que hables unos pocos minutos con él. Te escuchará en confesión, te animará, te consolará con inmensa caridad y dulzura. Y en virtud de los augustos poderes que ha recibido del mismo Cristo a través de la ordenación sacerdotal, levantará después su
mano y pronunciará la fórmula que será ratificada plenamente en el cielo. ―yo te absuelvo, vete en paz, y en adelante, no vuelvas a pecar‖. Así sea.
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F. EL CIELO LA FELICIDAD ETERNA DEL CUERPO La claridad La agilidad La impasibilidad La sutileza La felicidad sensual
LA FELICIDAD ETERNA DEL ALMA Los goces de la amistad y del amor humano Cómo conseguir reunirnos con toda la familia en el cielo sin que falte ningún miembro Con los ángeles y los Santos Nuestro encuentro con Nuestro Señor Jesucristo
LA MÁXIMA FELICIDAD: LA VISIÓN BEATÍFICA La visión beatífica El amor beatífico El goce beatífico
NUESTRA RESPUESTA
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F. EL CIELO Hemos llegado finalmente al tema más hermoso, razón de ser de nuestra existencia. Vamos a hablar del cielo. Voy a hacerles un resumen de la teología del cielo, siguiendo paso a paso, al Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, que interpreta maravillosamente, con su lucidez y profundidad habituales, los datos que nos proporciona la divina revelación en torno a la ciudad de los bienaventurados. En nuestro lenguaje corriente y familiar, la palabra cielo la tomamos en sentidos muy diferentes. Los principales son tres: el atmosférico, el astronómico y el teológico. Vamos a echar un vistazo rápido a los dos primeros, para detenernos en el tercer, que es el único que alude al cielo de nuestra fe. El cielo atmosférico, es uno de los espectáculos más bellos que podamos contemplar en este mundo. Cuando salimos a la calle en la mañana espléndida de primavera solemos exclamar entusiasmados: ―¡Qué día más hermoso, qué cielo tan azul!‖
Pero más bello todavía, y desde luego mucho más impresionante que el cielo atmosférico, es el cielo de los astros: el llamado cielo astronómico. El espectáculo de una noche serena, cuajada de estrellas, es de los más deslumbradores que en este mundo se pueda contemplar. Precisamente la contemplación de una noche estrellada arrancó a nuestro Fray Luis de León aquellas estrofas sublimes:
Es cierto –lo sabíamos muy bien aunque no nos lo hubiera recordado Argensola- que …ese cielo azul que todos vemos ¡ni es cielo, ni es azul! Cierto que no. Y, sin embargo, a pesar de que ese cielo azul que todos vemos no es el cielo de nuestra fe, algo nos dice y algo nos recuerda de él. Porque todo lo bello eleva el espíritu y le habla de la suprema y eterna belleza, de la cual las bellezas creadas no son sino huellas, vestigios, simples derivaciones y resonancias, a distancia infinita de la divina realidad. 151
Morada de grandeza templo de claridad y de hermosura, el alma que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel baja, oscura? ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja así el sentido, que de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana sombra, el bien fingido? ¡Ay!, despertad, mortales; mirad con atención a vuestro daño. Las almas inmortales, hechas a bien tamaño,
¿podrán vivir de sombras y engaño? Los Santos amaban la contemplación del firmamento tachonado de estrellas. Estos puntitos luminosos esparcidos por la inmensidad del firmamento como polvo de brillantes, les hablaban altamente de Dios. San Juan de la Cruz pasaba, con frecuencia, las noches contemplando extasiado las estrellas desde la ventanilla de su celda. San Ignacio de Loyola, contemplando una noche serena, desde la azotea de su casa profesa de Roma, les decía a sus hijos de la Compañía: ―¡Oh, cuán vil me parece la tierra cuando contemplo el cielo‖. A Santa Teresita del Niño Jesús le gustaba, ya desde pequeña, contemplar el cielo estrellado, donde le parecía ver escrito su nombre. Pero ese cielo tan deslumbrante no es nuestro cielo de la fe. El cielo de la fe, la patria de las almas inmortales está incomparablemente más arriba todavía. Ya es hora de que comencemos a exponer la teología del verdadero cielo. Hasta aquí me he limitado a ambientar un poco la grandeza del cielo cristiano hablándoles del cielo de los astros; ahora voy a comenzar la explicación de la teología del cielo de las almas, del cielo sobrenatural que nos aguarda más allá de esta vida. Para poner orden y claridad en mis palabras, voy a dividir mi exposición en dos partes. En la primera les hablaré de la gloria accidental del cielo, y en la segunda, de la gloria esencial. Y en la gloria accidental, todavía voy a establecer una subdivisión: primero la gloria accidental del cuerpo, luego la gloria accidental del alma.
LA FELICIDAD ETERNA DEL CUERPO Vamos a empezar por lo de inferior categoría, por lo más imperfecto: la gloria accidental del cuerpo. Y les advierto, antes de comenzar la descripción del cielo teológico,
que no voy a decirles absolutamente nada que no se apoye directamente en la divina revelación. No voy a proyectar ante ustedes una película fantástica pero soñada. No son datos de una mente enfermiza o calenturienta; no son sueños de un poeta. Son datos revelados por Dios. Los pueden leer en la Sagrada Escritura: ¡los ha revelados Dios! Lo único que voy a hacer es darles la interpretación teológica de esos datos revelados, debida al genio portentoso del doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino. Pero, fundamentalmente, lo que les voy a decir no lo ha inventado Santo Tomás ni ningún teólogo. Son datos revelados en las sagradas Escrituras. Decimos en teología, y es cosa cierta y evidente, que la gloria del cuerpo no será más que una consecuencia, una redundancia de la gloria del alma. En la persona humana, lo principal es el alma; el cuerpo es una cosa completamente secundaria. El alma puede vivir, y vive perfectamente, sin el cuerpo; el cuerpo, en cambio, no puede vivir sin el alma. En este mundo, estamos completamente desorientados. Concedemos más importancia a las cosas del cuerpo que a las del alma. Se pone el cuerpo enfermo y lo atendemos en el acto con medicinas y tratamientos y sanatorios y operaciones quirúrgicas, y todo lo que sea menester para recuperar la salud. Y son legión, los que tienen enferma el alma, y quizá del todo muerta por el pecado mortal, ¡y ríen y gozan, y se divierten y viven completamente tranquilos, como si no les ocurriera absolutamente nada! ¡Qué aberración! Cuando veamos las cosas a la luz del más allá, veremos que las cosas del cuerpo no tienen importancia alguna; lo esencial es lo del alma, lo que ha de durar eternamente. En el cielo funcionan las cosas rectamente. La gloria del cuerpo no será más que una redundancia, una simple derivación de la gloria del alma. El alma bienaventurada,
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incandescente de gloria por la visión beatífica de que goza ya actualmente, en el momento de ponerse en contacto con su cuerpo al producirse el hecho colosal de la resurrección de la carne, le comunicará ipso facto su propia bienaventuranza. Ocurrirá algo así como lo que pasa en un farolito de cristales multicolores cuando encendemos una luz dentro de él: aparece todo radiante, lleno de luz y de colorido. El cuerpo, al resucitar, al ponerse en contacto con el alma glorificada, se pondrá también incandescente de gloria, lleno de luz y de hermosura, según el grado de gloria que Dios le comunique a través de su propia alma. Por eso les decía que la gloria del cuerpo será una simple consecuencia de la gloria del alma. Y sabemos por la Sagrada Escritura, porque lo ha revelado Dios, que el cuerpo glorioso tendrá cuatro cualidades o dotes maravillosas: claridad, agilidad, sutileza e impasibilidad.
La claridad. En primer lugar la claridad. El profeta Daniel, describiendo el triunfo final de los elegidos, dice que ―brillaran con esplendor del cielo‖ y que ―resplandecerán eternamente como las estrellas‖ (Dan 12, 3). Y el mismo Cristo nos dice en el Evangelio que ―los justos brillarán como el sol en el reino del Padre‖ (Mt 13, 43) Los cuerpos gloriosos serán resplandecientes de luz, Si contempláramos ahora mismo el cuerpo glorioso de Jesús o el de María Santísima –únicos que actualmente hay en el cielo-, quedaríamos deslumbrados ante tanta belleza. El cuerpo humano, aún acá en la tierra, es una verdadera obra de arte. Los artistas – pintores y escultores- de todas las épocas y de todas las razas han reproducido la belleza del cuerpo humano. Lástima que muchas veces profanen una cosa tan bella como el cuerpo humano para convertirla en una de las más inmundas e inmorales, en una pornografía baja y desvergonzada. Pero no cabe duda que, contemplado con ojos lim-
pios y finalidad sana, el cuerpo humano constituye, aún acá en la tierra, una verdadera obra de arte maravillosa. Pues, ¿qué será, el cuerpo espiritualizado, el cuerpo glorioso radiante de luz, mucho más resplandeciente que la del sol? Dice Santa Teresa que, en una visión sublime, le mostró Nuestro Señor Jesucristo nada más que una de sus manos glorificadas. Y decía que la luz del sol es ―fea y apagada‖ comparada con el resplandor de la mano glorificada de Nuestro Señor Jesucristo. Y añade que ese resplandor, con ser intensísimo, no molesta, no daña a la vista, sino que al contrario, la llena de gozo y de deleite. La contemplación de los cuerpos gloriosos resplandecientes de luz de millones y millones de bienaventurados, será un espectáculo grandioso, deslumbrador, que llenará, ya por sí solo, de inefable felicidad a los bienaventurados.
La agilidad. La segunda cualidad del cuerpo glorioso es la agilidad. Consta también, expresamente, en varios pasajes de la Sagrada Escritura: ―Al tiempo de la recompensa brillarán y discurrirán como estrellas en cañaveral‖ (Sab 3, 7). Ello quiere decir que los bienaventurados podrán trasladarse corporalmente a distancias remotísimas casi instantáneamente. Digo casi, porque, como advierte Santo Tomás de Aquino, todo movimiento, por rapidísimo que se le suponga, requiere indispensablemente tres instantes: el de abandonar el punto de partida; el de adelantarse hacia el punto de llegada, y el de llegar efectivamente al término. Y eso puede hacerse, si quieren, en una millonésima de segundo, pero de ninguna manera en un solo instante, filosóficamente considerado. Pero ese tiempo tan imperceptible equivale, prácticamente, a la velocidad del pensamiento. Con las alas de la imaginación podemos trasladarnos en este mundo, instantáneamente, a regiones remotísimas: de la tierra a la luna, a las más remotas
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estrellas; pero nuestro cuerpo permanece inmóvil en el lugar donde nos encontramos mientras la imaginación realiza el vuelo fantástico. En el cielo, el cuerpo acompañará al pensamiento a cualquier parte donde quiera trasladarse, por remotísimo que esté. En esto consiste el dote maravilloso de la agilidad.
La impasibilidad. La tercera cualidad es la impasibilidad. Eso significa que el cuerpo glorificado es absolutamente invulnerable al dolor y al sufrimiento, en cualquiera de sus manifestaciones. No le afecta ni puede afectarle el frío, el calor, ni ningún otro agente desagradable. Metido en una hoguera, no se quemaría. Sumergido en el fondo del mar, no se ahogaría . En medio del fragor de una batalla, los proyectiles no le causarían ningún daño. Las enfermedades no pueden hacer presa de él. El cuerpo del bienaventurado no está preparado para padecer, es absolutamente invulnerable al dolor. No es que sea insensible en absoluto. Al contrario, es sensibilísimo y está maravillosamente preparado para el placer: gozará de deleites inefables, intensísimos. Pero es del todo insensible al dolor. Esto significa la impasibilidad del cuerpo glorioso. Consta expresamente en la Sagrada Escritura: ―Ya no tendrán hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ardor alguno; porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y guiará a las fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos‖ (Ap 7, 16-17).
La sutileza. Aún hay otra cuarta cualidad: la sutileza. Dice el apóstol San Pablo que ―el cuerpo se siembra animal y resucitará espiritual‖ (1 Cor 15, 44). No quiere decir que se transformará en espíritu; seguirá siendo corporal, pero quedará como espiritualizado: totalmente dominado, regido y gobernado por el alma, que lo manejará a su gusto sin que le ofrezca la menor resistencia.
Muchos teólogos creen que, en virtud de esta sutileza, el cuerpo del bienaventurado podrá atravesar una montaña sin necesidad de abrir un túnel, podrá entrar en una habitación sin necesidad de que le abran la puerta. Santo Tomás de Aquino –por el contrario- piensa que la sutileza no es otra cosa que el dominio total y absoluto del alma sobre el cuerpo, de tal manera, que lo tendrá totalmente sometido a sus órdenes. Es cierto, dice el Doctor Angélico, que los bienaventurados podrán atravesar una montaña sin necesidad de abrir un túnel, o entrar en una habitación sin necesidad de que les abran una puerta; pero eso será, no en virtud de la sutileza, sino de una nueva cualidad sobreañadida, de tipo milagroso, que está totalmente a disposición de ellos. Como se ve, para el caso es completamente igual. Como quiera que sea, lo cierto es que podremos atravesar los seres corpóreos con la naturalidad y sencillez con que un rayo del sol atraviesa un cristal sin romperlo ni mancharlo.
La felicidad sensual La Sagrada Escritura, nada nos dice acerca de los goces de los sentidos; pero es indudable que los tendrán también intensísimos y sublimes. No hace falta tener una imaginación muy exaltada para comprender que si el cuerpo entero ha de quedar beatificado, los sentidos corporales tendrán que tener sus goces correspondientes. Ahora bien; los ojos no pueden gozar de otro modo que viendo cosas hermosísimas, y los oídos oyendo armonías sublimes, y el olfato percibiendo perfumes suavísimos, y el gusto y el tacto con deleites delicadísimos proporcionados a su propio objeto sensitivo. Nada de esto dice la Sagrada Escritura, pero lo dice el simple sentido común. De manera, que nuestro cuerpo entero, con todos sus sentidos, estará como sumergido en un océano inefable de felicidad, de deleites inenarrables. Y esto, constituye la gloria accidental del cuerpo; lo que no
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tiene importancia, lo que no vale nada, lo que podría desaparecer sin que sufriera el menor menoscabo la gloria esencial del cielo.
LA FELICIDAD ETERNA DEL ALMA Mil veces por encima de la gloria del cuerpo, está la gloria del alma. El alma vale mucho más que el cuerpo. Acá en la tierra, el mundo, el demonio y la carne no nos lo dejan ver. En el otro mundo lo veremos clarísimamente. ¡La gloria del alma! Vayamos por partes, de menor a mayor.
Los goces de la amistad y del amor humanos. Empecemos por los goces de la amistad. Cuando dos amigos o una pareja de enamorados se quieren de veras, cuando dos corazones se han fusionado en uno solo, la separación violenta, sobre todo si ha de ser para largo tiempo, resulta siempre dolorosa. Y si es la muerte quien se encarga de separar para siempre, acá en la tierra, a esos dos íntimos amigos, o novios , o esposos, ¡qué desgarro experimenta el pobre corazón humano! Pero queda todavía la dulcísima esperanza: en el cielo se reanudará para siempre aquella amistad interrumpida bruscamente, Los amigos o los enamorados volverán a abrazarse para no separarse jamás.
En el cielo tendremos todo bien, toda felicidad, y la realización de todo deseo, porque Dios es el bien infinito. “Quedarán embriagados con la abundancia de tu casa, y les harás beber en el torrente de sus delicias”, dice David (Sal 35, 9). Ningún mal puede haber en el cielo, ni dolor, ni inquietudes, ni siquiera necesidades o deseos, porque todos se verán de antemano satisfechos. No podemos comprender la felicidad del cielo, porque para ello necesitaríamos comprender la infinita bondad y belleza de Dios. Por la palabra de Cristo sabemos que la felicidad del cielo no tendrá fin, y será sin interrupciones y menoscabo
La amistad es una cosa muy íntima, muy entrañable, no cabe duda; pero por encima de ella están los lazos de la sangre, los vínculos familiares. ¿No los recuerdan? ¿No los recuerda cualquiera que me esté leyendo? Cuando se les murió su padre o su madre, su esposo o sus hijos, experimentaron la amargura más grande de su vida. Cuando tenemos cadáver en casa, ¡qué frío está el hogar! Y cuando se llevan de casa los despojos de aquel ser tan querido, nos arrancan un jirón de nuestras almas, un pedazo de nuestras entrañas. ¡Cómo nos duele, aquella terrible separación! ¡Ah!, pero vendrá la resurrección de la carne, y con ella la reconstrucción definitiva de la familia, ¡Qué abrazo nos daremos en el cielo! ¡La familia reconstruida para siempre! Se acabaron las separaciones: ¡para siempre unidos! Pero quizá a alguno de ustedes se les ocurra preguntar: ―Padre, ¿y si al llegar al cielo nos encontramos con que falta algún miembro de la familia? ¿Cómo será posible que seamos felices sabiendo que uno de nuestros seres queridos se ha condenado para toda la eternidad?‖ Esta pregunta terrible no puede tener más que una contestación: en el cielo cambiará por completo nuestra mentalidad. Estaremos totalmente identificados con los planes de Dios. Adoraremos su misericordia, pero también su justicia inexorable. En este mundo, con nuestra mentalidad actual, es imposible comprender estas cosas; pero en el cielo cambiará por completo nuestra mentalidad, y, aunque falte un miembro de nuestra familia, no disminuirá por ello nuestra dicha; seremos inmensamente felices de todas formas. Pero, no cabe duda, que si no falta un solo miembro de nuestra familia, si logramos reconstruirla enteramente en el cielo, nuestra alegría llegará a su colmo y será inenarrable.
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Cómo conseguir reunirnos toda la familia en el cielo sin faltar ningún miembro. ¿Quieren lograr esa sublime aspiración? ¿Quieren que no falte un solo miembro de su familia en el cielo? Les voy a dar la fórmula para alcanzarla: recen el Rosario en familia todos los días de su vida. La familia que reza el Rosario todos los días tiene garantizada moralmente su salvación eterna, porque es moralmente imposible que la Santísima Virgen María, la Reina y Madre dulcísimo, deje de escuchar benignamente a una familia que la invoca todos los días, diciendo cincuenta veces con fervor y confianza: ―Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte‖, Es moralmente imposible, lo afirmo terminantemente en nombre de la teología católica. La Virgen no puede desamparar a esa familia. Ella se encargará de hacerles vivir cristianamente y de obtenerles la gracia de arrepentimiento si alguna vez tiene la desgracia de pecar. Es cierto que el que muere en pecado mortal se condena, aunque haya rezado muchas veces el Rosario durante su vida. ¡Ah!, pero lo que es moralmente imposible es que el que reza muchas veces el Rosario acabe muriendo en pecado mortal. La Virgen no lo permitirá. Si rezan diariamente, y con fervor, el Rosario, si invocan con filial confianza a la Virgen María, ella se encargará de que no mueran en pecado mortal. Dejarán el pecado, se arrepentirán, vivirán cristianamente y morirán en gracia de Dios. El Rosario bien rezado diariamente es una patente de eternidad, ¡un seguro del cielo! No se lo dice un dominico entusiasmado porque fue Santo Domingo de Guzmán el fundador del Rosario. No es eso. Se los digo en nombre de la teología católica. ¡Recen el Rosario en familia todos los días de su vida y les aseguro terminantemente, en nombre de la Virgen María, que lograrán reconstruir toda su familia en el cielo! ¡Qué alegría tan grande al juntarnos otra vez para nunca jamás volvernos a separar!
Con los ángeles y con los Santos
Por encima de los goces de la familia reconstruida experimentará nuestra alma alegrías inefables con la amistad y trato con los Santos. En este mundo no podemos comprender esto pero ya se les ha dicho que en la otra vida cambiará por completo nuestra mentalidad. Allí veremos clarísimamente que no hay más fuente de bondad, de belleza, de amabilidad, de felicidad, que Dios Nuestro Señor, en el que se concentra la plenitud total del Ser. Y, en consecuencia lógica, aquellos seres, aquellas criaturas que estarán más cerca de Dios contribuirán a nuestra felicidad más todavía que los miembros de nuestra propia familia. De manera que el contacto y la compañía de los Santos –que están más cerca de Dios- nos producirá un gozo mucho más intenso que el contacto y la compañía de nuestros seres queridos en la tierra. Que cada uno piense ahora en los Santos de su mayor devoción e imagine el gozo que experimentará al contemplarles resplandecientes de luz en el cielo y entablar amistad íntima con ellos. Pero más todavía que con el contacto y amistad con los Santos, quedará beatificada nuestra alma con la contemplación de los ángeles de Dios, criaturas bellísimas, resplandecientes de luz y de gloria. Dice Santo Tomás de Aquino, y lo demuestra de una manera categórica, que los ángeles del cielo son todos específicamente distintos. Lo cual quiere decir que no hay más que uno de cada clase. Imagínense, por ejemplo, que en el reino animal no hubiera en todo el mundo más que un solo caballo, un solo león, un solo toro, un solo elefante, etc., etc.; uno solo de cada clase. Pues esto, exactamente, es lo que ocurre con los ángeles: cada uno de ellos constituye una especie distinta dentro del mundo angélico, a cual más hermosa, a cual más deslumbradora, pero totalmente diferente de todas las demás. No hay dos ángeles iguales. La contemplación del mundo angélico, con toda su infinita variedad será un espectáculo grandioso. Sabemos por la Sagrada Escritura que los
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ángeles, a pesar de la diversidad específica individual, se agrupan en nueve coros o jerarquías angélicas, que reciben los nombres de ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines. Lo dice la Sagrada Escritura, lo ha revelado Dios, no son sueños fantásticos de un poeta. La contemplación de esas nueve jerarquías angélicas, con el número incontable de ángeles específicamente distintos que forman parte de cada una de ellas, será un espectáculo maravilloso, sencillamente fantástico, del que ahora no podemos formarnos la menor idea. Mil veces por encima de los ángeles, la contemplación de la que es la Reina y Soberana de todos ellos nos embriagará de una felicidad inefable. ¡Madrileños! ¿Se acuerdan cuando hace unos años vino a Madrid la Virgen de Fátima, aquella imagencita pequeña de Cova de Iría, la auténtica, la que se venera en el lugar mismo de las apariciones. Fue tal el delirante entusiasmo que se apoderó de ustedes, que hubo momentos en que detrás de ella –lo están recordando todos- iban cuatrocientos mil madrileños, porque la Virgen de Fátima era un imán que atraía irresistiblemente sus corazones. Y aquello no era más que una imagen blanca, preciosa, la auténtica virgen de Fátima, la de Cova de Iría, pero una imagencita nada más. ¡Qué será cuando la veamos personalmente a ella misma ―vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza‖ como la vio el vidente del Apocalipsis! Nos vamos a volver locos de alegría cuando caigamos a sus pies y besemos sus plantas virginales y nos atraiga hacia Sí para darnos el abrazo de madre y sintamos su Corazón Inmaculado latiendo junto al nuestro para toda la eternidad.
Nuestro encuentro con Nuestro Jesús Señor
Pero ¿quién podrá describir, lo que experimentaremos cuando nos encontremos en presencia de Nuestro Señor Jesucristo, cuando veamos cara a cara al Redentor del mundo, con los cinco luceros de sus llagas en sus manos, en sus pies, y en su divino Corazón? Cuando caigamos de rodillas a sus pies y cuando Él nos incorpore para darnos su abrazo de Buen Pastor y nos diga con inefable dulzura: ―Pobre ovejita mía, ¡cuántas veces te extraviaste fuera del redil de tu Pastor alucinada por el mundo, el demonio y la carne! Pero yo morí por ti, yo rogué por ti al Eterno Padre, y ahora te tengo ya en mi aprisco para toda la eternidad‖. El gozo que experimentaremos entonces es absolutamente indescriptible.
LA MÁXIMA FELICIDAD: LA VISIÓN BEATÍFICA El panorama que hemos contemplado hasta aquí, es verdaderamente magnífico y deslumbrador. Y, sin embargo, todo esto constituye únicamente lo que llamamos en teología la gloria accidental del cielo: la gloria accidental del cuerpo y la gloria accidental del alma. Todavía no les he dicho ni una sola palabra de la gloria esencial. Lo que hemos visto hasta ahora no es más que una antesala; no hemos entrado todavía en el salón del trono. Porque lo que constituye la gloria esencial del cielo es lo que llamamos en teología la visión beatífica o sea la contemplación facial, cara a cara, de la esencia misma de Dios. Imposible, hacer una descripción de la visión beatífica. No tenemos acá, en la tierra, ningún punto de referencia para establecer una semejanza o analogía. Pero a la luz de la teología católica voy a hacer un esfuerzo para darles una idea remotísima, palidísima, de aquella inefable realidad. Desde niños hemos cantado todos el himno Eucarístico con aquella preciosa estrofa; ―Dios está aquí…‖, aludiendo al Santísimo
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adorable de la Eucaristía. Pero, también desde niños, sabemos todos por el catecismo que Dios está en todas partes. Dios está en la Eucaristía y fuera de ella. En la Eucaristía está de una manera especial sacramentado-, pero fuera de la Eucaristía está en todo cuanto existe, en todos los seres y lugares de la creación, por esencia, presencia y potencia. Dios lo llena todo. Dios es inmenso. Está dentro de nosotros y delante mismo de nuestros ojos, pero sin que lo podamos ver en el mundo, ¿saben por qué no podemos ver a Dios en este mundo a pesar de que lo tenemos delante de nuestros ojos? Se van a quedar estupefactos creyendo que les estoy gastando una broma. No le vemos, sencillamente porque está la luz apagada. Aun a las dos de la tarde, y a pleno sol, está la luz apagada para ver a Dios. Les voy a explicar este misterio. Imagínense el caso de un turista que, en una noche cerrada y oscura, sin luna, con densas nubes que ocultan hasta el débil resplandor de las estrellas, se acercara a la montaña más alta del mundo, al monte Everest, que tiene cerca de nueve mil metros de altura. Y para contemplar aquella inmensa montaña en aquella noche tenebrosa se le ocurriera encender un fósforo. Diríamos todos que se había vuelto loco, porque un fósforo no tiene suficiente luz para iluminar aquella inmensa montaña, la mayor del mundo. Pues algo parecido, nos ocurre en este mundo con relación a la visión directa e inmediata de Dios. Para iluminar a Dios, la luz del sol es incomparablemente más pequeña y desproporcionada que el fósforo para iluminar el monte Everest; ¡sin comparación! Para ver a Dios, hace falta una luz espacialísima, que recibe en teología el nombre de lumen gloriae: la luz de la gloria. Los teólogos que me leen saben muy bien que el lumen gloriae no es otra cosa que un hábito
intelectual sobrenatural que refuerza la potencia cognoscitiva del entendimiento para que pueda ponerse en contacto directo con la divinidad, con la esencia misma de Dios, haciendo posible la visión beatífica de la misma. Si Dios encendiese ahora mismo en nuestro entendimiento ese resplandor de la gloria, el lumen gloriae, aquí mismo contemplaríamos la esencia divina, gozaríamos en el acto de la visión beatífica, porque Dios está en todas partes, y si ahora no le vemos es porque nos falta ese lumen gloriae, sencillamente porque está apagada la luz ¿Y qué veremos cuando se encienda en nuestro entendimiento el lumen gloriae al entrar en el cielo? Es imposible describirlo. El apóstol San Pablo, en un éxtasis inefable, fue arrebatado hasta el cielo y contemplo la divina esencia por una comunicación transitoria del lumen gloriae, como explica el Doctor Angélico. Y cuando volvió en sí, o sea, cuando se le retiró el lumen gloriae, no supo decir absolutamente nada (2 Cor 12, 4) porque: ―Ni ojo vio, ni oído oyó, ni el entendimiento humano es capaz de comprender lo que Dios tiene preparado para los que le aman‖ (1 Cor 2, 9). San Agustín, y detrás de él toda la teología católica, nos enseña que la gloria esencial del cielo se constituye por tres actos fundamentales: la visión, el amor y el goce beatíficos.
La visión beatífica,. La visión ante todo. Contemplaremos cara a cara a Dios, y en Él, como en una pantalla cinematográfica, contemplaremos todo cuanto existe en el
La visión beatífica es la visión directa e intuitia de Dios. En este mundo no conocemos a Dios sino por raciocinio, en cuanto las criaturas nos revelan su existencia. En la otra vida “lo veremos tal como es”, en su misma esencia y belleza infinita (1 Jn 3, 2). San Pablo nos alerta que en esta vida vemos a Dios como en un espejo y oscuramente; pero entonces le veremos “cara a cara” (1 Cor 13, 12). Y San Juan nos enseña que “lo veremos tal como es”
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mundo: la creación universal entera, con la infinita variedad de mundos y de seres posibles que Dios podría llamar a la existencia sacándolos de la nada. No los veremos todos en absoluto o de una manera exhaustiva, porque esto equivaldría a abarcar al mismo Dios, y el entendimiento creado ni en el cielo siquiera puede abarcar a Dios. Pero una variedad casi infinita de seres posibles, de combinaciones imaginables, las veremos en Dios maravillosamente. Y desde luego, veremos todo cuanto existe: la creación universal entera. ¡Qué película cinematográfica! ¡Qué espectáculo tan deslumbrador contemplaremos en la esencia misma de Dios! Y ese espectáculo fantástico durará eternamente, sin que nunca podamos agotarlo, sin que se produzca en nuestro espíritu el menor cansancio por la continuación incesante de la visión. En este mundo nos cansamos enseguida de todo, porque el espíritu está pronto, pero la carne es flaca y desfallece con facilidad. Imagínense en este mundo una fantástica película cinematográfica, un grandioso espectáculo que durara ocho días seguidos, sin un momento de descanso. No lo resistiríamos. En este mundo nos cansamos, porque el cuerpo es pesado, necesita descanso, y arrastra en su pesadez al alma. Pero como en el cielo el cuerpo seguirá en todo las vicisitudes del alma –como les expliqué antes-, no habrá posibilidad alguna de cansancio, y, por lo mismo, no nos cansaremos jamás de contemplar aquel espectáculo maravilloso de variedad infinita. Den rienda suelta a su imaginación, que se quedarán siempre cortos. ¡Qué película tan fantástica para toda la eternidad!
El amor beatífico. El segundo elemento de la gloria esencial del cielo es el amor. Amaremos a Dios con toda nuestra alma, más que a nosotros mismos. Solamente en el cielo cumpliremos en toda su extensión el primer mandamiento de la ley de Dios, que está formulado en la Sagrada Escritura de la siguiente forma: ―Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas‖ Solamente en el cielo cumpliremos este primer mandamiento con toda perfección y, en su cumplimiento, encontraremos la felicidad plena y saciativa de nuestro corazón.
El goce beatífico. En tercer lugar, en el cielo gozaremos de Dios. Nos hundiremos en el piélago insondable de la divinidad con deleites inefables, imposibles de describir. ¿Han presenciado alguna vez un campeonato de salto alto en un club náutico? El trampolín se adelanta unos cuantos metros sobre el mar. Y el competidor, a la señal convenida, se lanza desde el trampolín y se hunde y desaparece bajo el agua. A veces transcurren bastantes segundos sin que se vea aparecer por ningún lado, y cuando la gente que está contemplando la prueba comienza a contener con angustia la respiración creyendo que se ha ahogado que ya no sale a la superficie, allí lejos aparece, por fin, el nadador y comienza a nadar con brazos vigorosos hasta alcanzar la orilla. Pues algo parecido ocurrirá en el cielo. Ya podrán comprender, que esto es una metáfora que encierra una realidad sublime. Nos
El objeto principal de la visión beatífica es Dios mismo. Pero en la esencia divina verán las almas cuanto les cause placer, como los misterios que creyeron sobre la tierra, y muchas verdades y sucesos de este mundo de acuerdo con sus conocimientos, estado y oficio.
La visión de Dios produce el amor beatífico. Conociendo su infinita bondad y belleza, no podemos menos que amarlo con todo nuestro corazón. Nos advierte el Apóstol que la fe y la esperanza desaparecen en la otra vida. (en la otra no creemos, sino que vemos; ya no esperamos, sino que poseemos); por el contrario el amor en el cielo se aumenta y perfecciona. El amor de Dios nos hará felices, porque comprenderemos que Dios, infinito bien e infinita belleza, es nuestro propio bien, esto es, se nos dará para saciar la sed de felicidad de nuestro corazón.
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subirán, por decirlo así, a un gran trampolín, y desde aquella atalaya contemplaremos el océano insondable de la divinidad: aquel mar sin fondo ni riberas, que es la esencia misma de Dios, en el que está condensado todo cuanto hay de placer, y de riquezas, y de alegría, y de belleza, y de bondad, y de amor, y de felicidad embriagadora. Todo cuanto puede apetecer y llenar el corazón humano, pero en grado infinito. Y cuando nos digan: ―¿Ves este espectáculo tan maravilloso y deslumbrador? Pues no es únicamente para que lo veas, esto no es para que lo contemples a distancia, sino para que lo goces, para que lo saborees, para que te hundas en él‖. Y, efectivamente, nos lanzamos al agua y nos hundiremos en el océano insondable de la esencia divina, y entonces nuestra alma experimentará unos deleites inefables, de los cuales en este pobre mundo no podemos formarnos la menor idea. Estará como embriagada de inenarrable felicidad, casi incómoda a fuerza de ser tan intensa, Y para colmo de todo nos daremos cuenta que aquella felicidad embriagadora no terminará jamás; durará para siempre, para siempre, para toda la eternidad, mientras Dios sea Dios.
NUESTRA RESPUESTA Estamos a tiempo todavía. A través de este documento me pueden estar leyendo miles y ojalá millones de personas. Quisiera que
Los gozos en el cielo no serán iguales, sino en proporción a los méritos de cada uno; de tal manera, sin embargo, que todos serán eternamente felices con el grado de gloria que les corresponda. Así como el pequeño no envidia el vestido de su papá por verlo más grande, así en el cielo, nadie envidiará un grado superior de gloria, porque cada cual tiene lo que le hace falta. Algunos santos, tendrán, por méritos y victorias peculiares, una recompensa especial, llamada aureola. Se distinguen tres: la de los mártires, en premio a su fortaleza; la de los doctores, en premio de su sabiduría; y la de las vírgenes, en galardón a su virginidad.
todo el mundo me escuchara. Porque este tema del cielo que acabo de resumir brevísimamente es de los más alentadores, de los más estimulantes para decidirse a vivir cristianamente, cueste lo que cueste. ¡Lo que pierden los pobres pecadores! Si alguno, después de haber leído este escrito, resiste a la gracia y se vuelve todavía del lado del mundo, del demonio y de la carne, y llega a condenarse para toda la eternidad, estas palabras que estoy escribiendo en estos momentos resonarán trágicamente en sus oídos en el infierno, y se dirá a sí mismo, en medio de una espantosa desesperación: ¡imbécil de mí, que me lo dijeron a tiempo! ¡Me lo dijeron a tiempo! Pero pudo más aquella mala mujer, pudo más aquel dinero mal adquirido, pudo más aquel odio y aquel rencor. ¡No quise confesarme! Morí impenitentemente. ¡Imbécil de mí, que me lo dijeron a tiempo! Podría estar ahora mismo en el cielo, embriagado de una felicidad inenarrable. Y ahora estoy condenado por toda la eternidad‖. Estamos todavía a tiempo. Les hablo en nombre de Cristo. No soy más que un pobre altavoz, un pobre misionero de Cristo. Vuélvanse a Él, que los espera con su infinito amor y misericordia. Cristo los espera con los brazos abiertos, Aunque lo hayan escupido, aunque lo hayan blasfemado, aunque hayan pisoteado su sangre. Hoy, como en la cima del Calvario, nos mira a todos con infinita compasión y dice: ―Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen‖. ―Hoy mismo –si quieres- estarás conmigo en el Paraíso‖ Invoquen a María, su dulce Madre: ―Hijo, ahí tienes a tu Madre‖. Eviten la espantosa desesperación eterna, que los hará orar inútilmente ―Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?‖ ―¡Tengo sed!‖ ―Tengo sed de salvar sus almas. ¡Vengan todos a mi Corazón para que pueda lanzar otra vez mi grito de triunfo: ―Todo está cumplido‖ Les prometo mi ayuda durante la
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vida y la gracia soberana de la perseverancia final para que puedan exclamar en sus últimos momentos: ―Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu‖.
y de miseria y la entrada triunfadora en la ciudad de los bienaventurados, donde serán felices para siempre, para siempre, para toda la eternidad. Así sea.
Con esto, su muerte cristiana será para ustedes el término de esta vida de lágrimas
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G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN UN TERRIBLE ENGAÑO QUE BUSCA LA PERDICIÓN DEL ALMA PARTE DE LAS MISMAS CUATRO MENTIRAS DEL EDÉN “NO MORIRÉIS” - “SABRÉIS EL BIEN Y EL MAL” El concepto de la muerte y del pecado en el cristianismo El concepto de la muerte y el pecado en la Nueva era (Reencarnación) Consecuencias espirituales de estos dos engaños “SERÉIS COMO DIOSES” El concepto de Dios en el Cristianismo y en la Nueva era El concepto de l hombre en el Cristianismo y en la Nueva era Consecuencias espirituales del engaño de la Nueva era “SERÁN ABIERTOS VUESTROS OJOS” El concepto del poder de la mente y la voluntad en el cristianismo El concepto del poder de la mente y la voluntad en la Nueva era y sus consecuencias
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G. EL TERRIBLE ENGAÑO DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN UN TERRIBLE ENGAÑO QUE BUSCA LA PERDICIÓN DEL ALMA. La reencarnación es la creencia de que el individuo vive y muere muchas veces en toda una cadena de existencia sucesivas, bajo diversos cuerpos cada vez, hasta perfeccionarse y quedar libre de culpas, para entonces llegar, o al nirvana (algo así como el vacío o la nada), o a disolverse en el gran todo del universo. Para entender la reencarnación en todo su significado, hay que tener presente que cuando el demonio hizo caer en el pecado de autoidolatría a Adán y a Eva en el Paraíso, les prometió estas tres cosas: que serían como dioses, que tendrían sabiduría y que no morirían (Gen 3, 4-5). En nuestro tiempo vuelve a tentar a toda la humanidad con el mismo pecado de convertirnos en dioses sin Dios y también nos promete la sabiduría (gnosis, conciencia alterada o expandida, meditación trascendental, Tao, control mental, etc.) y por supuesto, la inmortalidad. Para esto último predica ahora la doctrina de la ―reencarnación‖. Ante la imposibilidad de negar el hecho cierto e ineludible de la muerte, la Nueva era, movimiento espiritual que se está tomando a occidente con increíble fuerza, promete astutamente a sus adeptos una fantasiosa reencarnación. Y esta no es sino
Este artículo de José Galat nos pone en perspectiva complementaria, el terrible engaño que el movimiento de la Nueva era está causando al esparcir con mucho éxito en occidente la creencia en la reencarnación, que contradice todo lo expuesto en este libro. Podemos ampliar el tema en el libro No 9 de esta serie “El próximo corto reinado del Anticristo profetizado”, en el capítulo correspondiente
una copia paupérrima de la inmortalidad. Paupérrima, porque según el budismo y el hinduismo, (de donde viene esta mentira que adaptan maquilladamente a occidente), la reencarnación resulta ser más que una bendición, una desgracia a que se ven sometidos los hombres por la llamada ley del ―Karma‖, según la cual hay que pagar en vidas futuras los males hechos en vidas pasadas. Ahora bien, desconociendo la severidad y seriedad que la doctrina reencarnacionista tiene en las viejas religiones del extremo oriente, los norteamericanos y europeos han
La vida así sería un largo purgatorio en ciclos cuya máxima culminación aspira a ser un descanso con la pérdida de conciencia de sí (nirvana) y dilución en la energía del universo. ¡Qué remedo tan pobre del cielo prometido a los cristianos!
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elaborado una versión ―light‖ y bien tranquilizadora del ciclo de las vidas sucesivas. Estas sirven, no tanto para pagar las culpas de existencias anteriores, cuanto como pretexto para seguir alegremente en los vicios y pasiones vergonzosas, con la ilusión de contar con nuevas oportunidades de enmienda en reencarnaciones futuras. De este modo, la desfiguración occidental de la reencarnación la convierte en estímulo irresponsable para la inmoralidad: Puedo seguir en una vida de depravación, porque luego disfrutaré de otras existencias para arrepentirme y, además, no hay purgatorio, ni infierno como castigo eterno. La reencarnación, pese a lo que pretenden sus adeptos, no se ha corroborado científicamente. Se aducen las regresiones en trance hipnótico como ―prueba‖. Pero estas experiencias son equívocas y en manera alguna concluyentes. Hay, por el contrario, fuertes indicios de que una persona forzada bajo el hipnotismo a hablar de sus supuestas vidas pasadas, lo que hace es fabular, es decir, que su inconsciente se ve obligado a inventar fanstasías. Otra supuesta ―prueba‖ es la sensación que experimentamos a veces de ―haber vivido antes‖ lo que ahora vivimos. Pero este fenómeno es una simple ilusión de la memoria, que los psicólogos llaman ―paramnesia‖ y que nada tiene que ver con vidas pasadas. Por otra parte, las supuestas reencarnaciones dejan al hombre sin identidad propia ¿Quién soy yo? El que fui en mi vida anterior, en la trasanterior, o en la actual, o en la futura? Y si antes fui persona y poco des
Satanás, quien está detrás de este monumental engaño, se refriega las manos al ver que de este modo la persona pierde toda capacidad de arrepentimiento y al no reconciliarse con su Creador, muere en pecado mortal, perdiendo eternamente su alma en el infierno.
pués reencarné en un cerdo o en un asno, quién o qué soy en definitiva? Y si me como un buen bistec, ¿no estaré, de pronto devorándome a la que fue mi abuela? A todas estas consecuencias, inclusive ridículas, se llega bajo esta doctrina. La Nueva era fomenta la soberbia de sus seguidores haciéndoles creer que son dioses, o pueden alcanzar el estado divino, por cuenta propia y gracias a sus esfuerzos personales. Pero esta descabellada doctrina se estrella contra el hecho inevitable y claro, de que toda criatura algún día habrá de dejar de vivir. La muerte, entonces, pregona el fracaso de todas las autoidolatrías. Los que se proclaman a sí mismo como dioses, deben meditar en este inexorable destino, si no quieren ver frustradas sus ilusiones. Desde el punto de vista de la fe cristiana, la resurrección y no la reencarnación, es de lo que habla la Biblia. Así, San Pablo, en la epístola a los Hebreos (9, 27) declara que ―moriremos una sola vez y después viene para nosotros el juicio de Dios‖. Y a pecadores notables, como el llamado ―buen ladrón‖, no le dijo Cristo que viviera otras vidas para pagar sus culpas, sino que le prometió: ―Hoy estarás conmigo en el paraíso‖ (Lc 23, 43). La parábola de las vírgenes prudentes y necias (Mt 25, 13), corrobora la existencia de una sola vida. Calumnian, pues, a Jesús los que pretenden que Él era reencarnacionista. La doctrina de la reencarnación niega muchos dogmas y verdades del cristianismo, como el pecado original, la promesa de la redención, las profecías mesiánicas y el sacrificio redentor de Cristo, la salvación por la gracia de Dios, la existencia del cielo, del purgatorio y del infierno, etc. Lo peor de la doctrina reencarnacionista no es sólo fomentar la inmoralidad, so pretexto de contar con varias vidas para rectificar yerros, sino exaltar el orgullo del hombre al hacerse éste y no Cristo, el artífice de la
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redención. El hombre se autopurifica y se autoredime sin necesidad de la gracia y las ayudas de Dios. Se cree autosuficiente y, por eso, rechaza la salvación que Jesucristo nos mereció con su sacrificio de la cruz. El destino sombrío que la reencarnación le promete al hombre, hace inútiles su libertad, sus esfuerzos, sus luchas y sus sacrificios por mejorar y perfeccionarse. Si en definitia, todo es para nada y no hay felicidad eterna en compañía de nuestro Creador y Redentor, la reencarnación no es una bendición sino la más cruel y lúgubre de las frustraciones. Finalmente, una consideración estadística que echa por tierra la reencarnación: En épocas anteriores, había menos gente sobre el planeta. Así, por ejemplo, en tiempos de Cristo, hace 20 siglos, el mundo de entonces apenas contaba con unos cien millones de personas. Pero ya, por ejemplo, a fines de la edad media, en el siglo XI, los habitantes del globo se acercaban a mil millones. Hoy son cerca de siete mil millones. Ante estos hechos cabe preguntar entonces: ¿De dónde salieron más almas para ocupar los nuevos cuerpos multiplicados de las personas? ¿De dónde, por ejemplo, salieron los novecientos millones de diferencia entre los cien millones del siglo I y los del siglo XI? ¿Ya existían las nuevas almas, o no? ¿Salieron de la nada, o alguien las creó? ¿Quién? No se responda, que las almas de los que ahora son humanos también pudieron estar antes alojados en animales, por efecto de castigos debidos al ―Karma‖ y que de allí pasaron a las actuales personas. Este argumento no tiene consistencia, porque no sólo los habitantes humanos de la tierra crecen o se aumentan con los años, sino que también se multiplican los animales. Entonces, el interrogante subsiste: ¿De dónde salen las almas de las personas nuevas que vienen a la vida con el crecimiento demográfico de
año en año? Seamos sinceros: Las estadísticas le juegan una mala pasada a la doctrina de la reencarnación.
PARTE DE LAS MISMAS CUATRO MENTIRAS DEL EDÉN En el Libro del Génesis en el capítulo 3, versículo 4 y 5, se nos narra el engaño de la Serpiente a Eva, para hacerla desobedecer y comer del fruto del árbol del bien y del mal, prohibido, y que dio lugar al pecado original: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: no moriréis; sino sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” Satanás quiso hacer caer al hombre en los mismos pecados que lo hicieron caer a él del cielo: falta de fe, soberbia y rebeldía ante Dios. Lo seduce a la desobediencia con cuatro mentiras: ―no moriréis‖, ―sabréis el bien y el mal‖, ―Seréis como dioses‖, y ―se os abrirán vuestros ojos‖. Veamos cómo la Nueva era no es sino un simple remedo de esta tentación original, y que detrás de estas sutiles tentaciones Satanás quiere alcanzar su propósito constante y final, o sea hacer perder el alma de los que las sigan.
“NO MORIRÉIS” “SABRÉIS EL BIEN Y EL MAL” El concepto de la muerte y del pecado en el cristianismo
Un último complemento del autor de la obra que termina de poner en perspectiva lo malévolo de esta creencia reencarnacionista. Se amplía el tema en el libro No. 9 “El próximo corto reinado del Anticristo profetizado”
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Los cristianos creemos en la inmortalidad del alma y que en una sola vida podemos ejercer nuestra libertad para escoger si aceptamos o no la invitación de Dios a disfrutar de la felicidad eterna a su lado luego de la muerte – razón de ser de la existencia –, o rechazarla. Creemos que en el momento de la muerte tenemos de inmediato nuestro juicio particular, en el cual somos evaluados frente al cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios. Denominamos pecado toda falta contra esta Ley, dictaminada por Dios en las Sagradas Escrituras y puesta en nuestra conciencia innatamente. Hay pecados ―veniales‖ y hay pecados ―mortales‖ Pecado mortal es una ofensa a Dios en materia grave, con plena conciencia y plena voluntad. Esto equivale a un rechazo a Dios y a su invitación. Siempre podremos en vida arrepentirnos de cualquier pecado mortal, aceptando su gravedad, sus consecuencias, reconciliándonos con Dios y recobrando un estado de ―gracia‖. Si morimos en estado de gracia, pasaremos a compartir con Dios la felicidad eterna. Si morimos en pecado mortal iremos irremediablemente al infierno, la única otra posibilidad de existencia postrera. Ha sido nuestra libre elección. Habrá un final del mundo, todos los muertos resucitarán, habrá un Juicio Universal, y estaremos eternamente en el Cielo o en el Infierno, en cuerpo y alma. A esto se reduce en esencia el drama de la existencia humana. Nacimos para tomar en una sola vida la decisión de en dónde pasar la eternidad.
El concepto de la muerte y el pecado en la Nueva era Como vimos, la Nueva era cree en la trasmigración del alma luego de cada vida, y
que la calidad de cada encarnación depende de cómo nos hayamos comportado respecto al bien y el mal en la anterior. La diferencia entre bien y del mal aquí es muy difusa y cada uno obra de acuerdo a su propio concepto y en forma muy elástica. Hay algunas pautas obvias de criterios respecto al bien y al mal que aceptan, por ejemplo el respetar las leyes humanas legales, rechazar crímenes atroces, injusticias exageradas, etc. Pero rechazan la idea de pecado pues se relaciona con un Legislador personal al que tendríamos que dar cuentas. Son simples errores y experiencias de aprendizaje sin consecuencias ante un Dios que se ofenda o de un posible infierno de castigo. Creen que por una ley impersonal llamada del Karma, reencarnamos en unas circunstancias más favorables si hemos avanzado en el bien, o retrocedemos a otras circunstancias más desfavorables en las que ―purgamos‖ los errores. En casos graves se puede inclusive devolver y encarnar nuevamente en formas infrahumanas. Pero finalmente, después de reaprender de los propios errores en muchas reencarnaciones, todos tarde o temprano llegamos, creen, a la plena realización en personas nobles y buenas. Se termina el largo recorrido y pasamos al nirvana o paz absoluta en la que nos diluimos en la energía cósmica de la que salimos.
Consecuencias espirituales de estos dos engaños El cristiano que vive con conciencia de la gravedad de las consecuencias del pecado mortal trata de evitarlo y si cae en él, busca rápidamente reconciliarse con el Creador. Quiere morir en gracia de Dios y conseguir la felicidad eterna. Sabe que en una sola vida se ―juega‖ su destino eterno. Y no lo hace simplemente por miedo al castigo, o por cumplir, sino que responde a Su amor y a Su invitación a la felicidad eterna. Acepta
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los mandamientos del Creador amoroso, y los acata con humildad.
na. Esto pasará si morimos en pecado mortal sin reconciliación con Dios.
Quien vive convencido de los principios de la Nueva era no cree que haya una sola muerte luego de la cual tenemos un juicio ante el Dios legislador, que nos premia o nos castiga según nuestra decisión personal. Cree que la muerte física que todos sufrimos es aparente y temporal pues rápidamente transmigramos a otro cuerpo. Ya aceptó el engaño del ―no moriréis‖.
“SERÉIS COMO DIOSES”
Quien vive de acuerdo a los principios de la Nueva era, no acepta que haya un Legislador sino una la ley del Karma, impersonal. No siente ningún temor especial si ha obrado mal en forma evidentemente grave y no siente la necesidad de reconciliarse con una energía que obviamente no puede ofenderse, pues no tiene conciencia de sí misma, ni es un ser superior del cual depende. Tampoco cree que existan unas leyes fijas determinadas por un Ser superior que den lugar a una distinción clara de lo bueno y lo malo, de lo grave y de lo atenuado. Cada persona decide por su cuenta lo bueno y lo malo. Ha superado los tan incómodos diez mandamientos y los ha sustituido por otros hechos por él mismo según sus conveniencias. Ya aceptó el engaño de ―Sabréis el bien y el mal‖. Así como todos tenemos un instinto de conservación física que nos hace huir de los peligros y buscar mantener la vida, y quien lo pierde se vuelve un temerario o un suicida, así todos tenemos un instinto de conservación espiritual, que busca la salvación del alma. Este instinto espiritual se manifiesta, por ejemplo en el arrepentimiento de los pecados y en lo que llamamos el ―Santo temor de Dios‖. La Nueva era puede hacernos perder ese instinto de conservación espiritual. Sin conciencia y arrepentimiento de los pecados, y sin temor a Dios, fácilmente podemos caer en un alejamiento tal de Dios y sus leyes que nos lleve a que pongamos en peligro nuestra felicidad eter-
El concepto de Dios en el Cristianismo y en la Nueva era Los cristianos sabemos que Dios es un ser espíritu puro, totalmente diferente de su creación -la que sacó de la nada-, y que no se confunde con ella. Es un ser persona, con inteligencia y voluntad, conciencia de sí, omnisciente, omnipotente, providente, no una energía impersonal como lo concibe la Nueva era. Como vimos, el concepto de Dios que ―vende‖ la Nueva era en sus múltiples grupos de expresión, es muy diferente del concepto que tenemos de Dios los cristianos. Aunque hablan continuamente de Dios y nosotros creemos que estamos hablando de lo mismo, no es así. Para la Nueva era Dios es una energía impersonal que está detrás de todo lo que existe, materia y espíritu. Esta energía es eterna y evoluciona de lo material a la vida y de esta al espíritu. En este sentido Dios es todo y todo es Dios. Una mesa es Dios, la tierra es Dios, una planta, un animal son dioses, yo soy Dios. Es lo que se denomina el panteísmo. Por lo tanto se termina adorando al sol, a la madre tierra (Gaia, Pasha mama), a la naturaleza, a los animales, etc., y se cae finalmente en el politeísmo, como los hinduístas. No hay creación porque no hay un Creador diferente de su creación. Todo es un eterno evolutivo.
El concepto del hombre en el Cristianismo y en la Nueva era El cristianismo cree que todos somos seres creados por Dios para compartir su felicidad eterna. Nos hace a su imagen y semejanza y por lo tanto nos crea con libertad, para que durante una sola existencia, esco-
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jamos libremente y aceptemos o no esta invitación a la felicidad eterna a su lado. Luego de la muerte viene un juicio particular, al final un juicio universal y la resurrección, y pasaremos la eternidad a su lado (en el cielo), o lejos de Él (en el infierno), según si hemos aceptado la invitación, siguiendo sus mandamientos y muriendo reconciliados o no con Él. La Nueva era concibe al hombre como parte superior de esa energía evolutiva que se espiritualiza y reencarna multitud de veces en unos ciclos de aprendizaje que lo hacen ser más Dios, hasta llegar a serlo, cuando finalmente se libera del cuerpo y descansa en una paz tan completa (el Nirvana) que pierde conciencia de sí, y se integra de nuevo con la energía espiritual infinita. El hombre según ellos es Dios y su evolución es llegar a desarrollarse como tal.
Consecuencias espirituales del engaño de la Nueva era El concepto que suelen tener todos los movimientos espirituales afines a la Nueva era, sobre Dios, el hombre y su relación, pone en peligro la salvación del alma. Cuando le preguntan a Jesús “¿Cuál de los mandamientos encabeza a los demás?”, contesta: “El primer mandamiento es: Escucha Israel: El Señor, Nuestro Dios, es el único Señor. Al Señor tu Dios amarás con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.” (Mc 12, 29-31)
Dios le da a Moisés los Diez Mandamientos y los encabeza con el primeo: “No tendrás otros dioses fuera de Mí” (Ex 20 3) Es muy difícil cumplir el primer mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, cuando todas las cosas son Dios y Dios son todas las cosa indistintamente. Desde la posición de la Nueva era no es fácil amar y orarle a una fuerza impersonal. Se suele terminar adorando a todo en la naturaleza y especialmente a uno mismo. Al fin y al cabo, ¡Yo soy Dios! Las personas que más ha ―evolucionado‖, con más reencarnaciones exitosas hasta llegar a ser ―maestros ascendidos‖ son expresiones más puras de Dios y merecen con más razón nuestra adoración. El hombre intuye en su conciencia la existencia de un ser superior creador, al cual debe rendirle culto y reverencia. Si el objetivo de Satanás es evitar que cumplamos ese primer mandamiento de amar a Dios por sobre todas las cosas, qué forma más sutil de dirigir esta tendencia innata y llevarla más bien a adorar a sus criaturas. Y de paso se consigue que tengamos muchos dioses fuera de Dios. La Nueva era lleva a adorar a muchos dioses en la naturaleza, a adorarse a sí mismo, a rendirle culto a los ―maestros ascendidos‖ y especialmente a facilitar el camino para adorar al Anticristo, cuando se aparezca y reclame la adoración al hacernos creer que él es el ser más evolucionado sobre la tierra. Buena parte de la humanidad caerá en esta tentación: ―Seréis como Dioses‖. De otro lado en esta espiritualidad el segundo mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo, se confunde y se iguala totalmente con el amor a Dios, hasta sustituirlo. Valdría la pena ver los pasajes transcritos al respecto en el libro No. 7, para ver cómo se consigue también evitar rendirle culto de adoración al Dios totalmente otro, Juez y Señor de toda su creación, y cómo
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podemos terminar adorando al hombre en sustitución. Nuevamente caemos en el ―Seréis como dioses‖.
“SERÁN ABIERTOS VUESTROS OJOS” El concepto del poder de la mente y la voluntad en el cristianismo El sentido de la vida según el cristianismo está expresado muy bien en una frase de los catecismos tradicionales: ―nacimos para conocer, amar y servir a Dios, y después verle y gozar de su felicidad en el Cielo‖. Nos sabemos criaturas dependientes de un Ser superior, que al crearnos a su imagen y semejanza, nos ha dado muchas capacidades físicas, mentales y espirituales, especialmente la inteligencia y la voluntad que nos diferencia de los animales, para cumplir nuestros propósitos de ser felices eternamente. Estamos acá solo de paso. Conocemos su creación por medio de la inteligencia, y la utilizamos para nuestro bien y para servirle en nuestros hermanos. Pero no solo conocemos a Dios, nuestra naturaleza, sus leyes, etc. por la sola inteligencia y la ciencia, sino a través de la fe. Sabemos que hay misterios que no podemos comprender por nuestras limitaciones, y aceptamos con fe humildad la Verdad revelada en la Biblia. Tenemos voluntad propia, pero la subordinamos a hacer la voluntad de Dios, o sea cumplir sus mandamientos y conservarnos humildemente dependientes de Él, con conciencia de nuestras limitaciones. Tenemos muchísimos talentos por desarrollar y los aplicamos para satisfacer nuestras muchas necesidades físicas, emocionales y espirituales en esta vida, como medios, no como fines en sí, y para cumplir la ley del amor sirviendo efectivamente a los demás.
El concepto del poder de la mente y la voluntad en la Nueva era y sus consecuencias espirituales La Nueva era se empeña en hacernos abrir nuestros ojos a nuestras infinitas capacidades mentales, y al conocimiento de verdades y técnicas para el manejo de la realidad que supuestamente han estado ocultas por la civilización cristiana. Suponen que así podemos manejar esta realidad, y tomamos poder sobre la naturaleza y satisfacer a voluntad todos nuestros deseos. Pero lo más importante es que lo podemos hacer sin necesidad de depender de cumplir la voluntad de un Ser superior, de un Dios diferente de nosotros mismos. Ofrece a sus iniciados por lo tanto toda una ―nueva tecnología‖ para liberar nuestras capacidades infinitas descubriendo el dios que tenemos en nuestro interior: psicotécnicas, métodos para liberar potenciales con iluminación, visualización, etc. Ofrece fórmulas cuasimágica y mágicas para manejar las energías y facilitar el alcance de cualquier deseo en esta vida, para auto desarrollarnos, auto superarnos, auto realizarnos. Pero, ¿qué es lo que hay detrás de esta actitud fomentada? Ya no se trata de conocer, amar y servir a Dios totalmente otro, de depender de Él para nuestra salvación, de pedirle ayuda como criaturas limitadas aún para nuestras necesidades en esta vida, con humildad. Se trata de que yo mismo puedo ser mi mismo Dios. Todo lo puedo alcanzar si descubro los secretos esotéricos desconocidos para los no iniciados. Lo mismo se aplica a nivel social. Lo que se quiere hacer creer es que se puede hacer un paraíso aquí en la tierra con nuestras solas capacidades, sin necesidad de referirnos ni depender de un Dios diferente del que tenemos dentro de nosotros, ni de acuerdo a unas leyes inmutables,
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consignadas en la Biblia que debemos cumplir. En el fondo es un canto a la autosuficiencia, a la soberbia, al vano orgullo y a repetir la declaración de Satanás en el Cielo: ―¡No serviré!‖ Haré mi propia voluntad, no la de Dios. No acepto leyes impuestas por otro, solo las que yo mismo me imponga. El pecado que dio lugar a su caída fue uno de soberbia y rebeldía. Lo hizo repetir a nuestros primeros padres con la tentación del Edén. Lo está ofreciendo nuevamente a esta
última generación: ―serán abiertos vuestros ojos‖, y podréis conseguir todos vuestros propósitos por vosotros mismos sin necesidad de un Dios diferente del propio, interior. ―¡Seréis como Dioses!‖, haciendo vuestra propia voluntad, no la de otro, salvándoos a vosotros mismos de la ignorancia en la que os ha mantenido el cristianismo, y todo en una forma autosuficiente. Con una actitud así, ¿Podremos salvar fácilmente nuestra alma?
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REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS TÍTULOS DE LA SERIE Y SUS CAPÍTULOS
Trilogía de la Esperanza 1. LA MARAVILLOSA ÉPOCA DE PAZ Y AMOR QUE SE APROXIMA A. Venida intermedia de Jesús B. Cielo nuevo, tierra nueva C. Los hombres transformados D. Una sola Iglesia renovada y triunfante E. Una sociedad en paz, sin más guerras F. Un largo reinado efectivo de Dios sobre la tierra Anexo 1: La Salette y sus mensajes para hoy. El arduo camino hasta el milenio católico Anexo 2: El dilema del milenarismo herético vs. el milenarismo aceptable por el magisterio de la Iglesia
2. ¿PUEDE UN CATÓLICO RESPETUOSO DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CREER EN LAS PROFECÍAS BÍBLICAS Y PRIVADAS? A. Jesús y la Virgen María solo reafirman y explican las profecías bíblicas B. La incredulidad respecto a las profecías bíblicas y privadas y sus consecuencias C. La interpretación racionalista de las profecías bíblicas y privadas y sus consecuencias D. El predominante milenarismo alegórico de San Agustín E. El milenarismo herético y. el milenarismo carnal F. El milenismo católico. Solo uno de los tres enemigos del alma seguirá atacando G. Aceptación histórica de las revelaciones privadas proféticas acerca del fin de los tiempos por parte de la Iglesia Anexo: El tercer mensaje secreto de Fátima
3. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA A. El real Fin del mundo y el Juicio Universal 1. La Venida de Cristo para el Juicio Universal 2. Resurrección de los muertos 3. El Juicio Universal y Final
B. Revelaciones sobre la vida después de la vida 1. El Juicio Particular 2. El Purgatorio 3. El Cielo 4. El Infierno Anexo 1: El misterio del más allá (Las postrimerías según el magisterio la Iglesia)
Trilogía de la Fe 4. ¿COMO PUEDE UN DIOS MISERICORDIOSO PERMITIR TANTAS TRIBULACIONES A SUS CRIATURAS? A. La condición presente: peor que la anterior al Diluvio B. El reinado actual de los siete pecados capitales C. Advertidos. Rechazo a las continuas llamadas a la conversión D. El respeto de Dios del libre albedrío humano E. El origen no divino del mal. La permisión divina del mal para sacar de él, el bien F. Las tribulaciones entendidas como manifestaciones de la Misericordia de Dios G. Las tribulaciones entendidas como manifestaciones de la Justicia divina H. La necesidad de la tribulación en el plan de salvación de muchas almas y del nuevo comienzo.
5. UN GRAN PLAN DE DIOS PARA LA SALVACIÓN Y RENOVACIÓN DE ESTE MUNDO EN CRISIS A. Existencia de Satanás y de sus planes perversos B. El encargo a la Virgen María en los últimos tiempos C. El último ataque y su aprovechamiento para renovar el mundo D. El gran plan estratégico de salvación y de protección para estos tiempos difíciles E. Cercanía de la gran batalla final ¿Debemos temer?
6. INSTRUCCIONES DEL CIELO PARA PROTEGERNOS DURANTE LAS TRIBULACIONES DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS A. Estrategia y arma: la Oración B. Un arma especial: el Santo Rosario C. Provisiones: la Eucaristía y demás sacramentos D. Coraza: la consagración a los Sagrados Corazones E. En la batalla: el camino de la Cruz y de la obediencia F. Al combate en unión con los ángeles y en la comunión de los santos G. Armadura: los Sacramentales H. Contraseña: las marcaciones de la Virgen María I. Contrainteligencia: los Exorcismos J. Ayudas físicas en las crisis K. El inevitable martirio de muchos
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Trilogía Apostólica (Primer libro) 7. LA PROFETIZADA CRISIS EN LA IGLESIA CATÓLICA Y SU RENOVACIÓN A. Introducción: el Masterplan para destruir a la Iglesia B. Olvido del fin de la vida y de las ayudas para salvarse C. Crisis en los sacramentos y en la liturgia D. Crisis en el sacerdocio y en los claustros E. Preparación de la Iglesia ecuménica universal F. La Gran apostasía profetizada G. Crisis temporal permitida para su renovación H. El ―éxito‖ del modernismo I. Crisis de autoridad y disciplina J. El ―éxito‖ de la masonería
Trilogía de la Caridad 8. LA CRISIS GLOBAL PROPICIA PARA EL SURGIMIENTO DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL Y DE UNA IGLESIA ECUMÉNICA UNIVERSAL A. Razón de ser de las advertencias B. Una nueva guerra y sus consecuencias C. Una gran crisis económica y sus consecuencias D. Desenlace de la crisis en la Iglesia E. El Aviso y el cometa F. Las tribulaciones consecuentes G. Anarquía propicia para el surgimiento de un nuevo orden mundial y de una Iglesia ecuménica universal H. Grandes ayudas sobrenaturales: el Aviso, el Milagro y la última evangelización
9. EL CERCANO Y CORTO REINADO DEL ANTICRISTO PROFETIZADO A. El plan de Satanás para reinar mundialmente con el Anticristo B. Preparación de una falsa Iglesia ecuménica favorable al Anticristo C. Neutralización de las advertencias y llamados a la conversión D. Ascenso del Anticristo E. Dominio mundial durante tres años y medio F. La gran persecución a los cristianos G. ―Al final mi Inmaculado Corazón triunfará‖ Anexo 1. La labor preparatoria del movimiento de la Nueva era Anexo 2. Maitreya en sus propias palabras y en la de sus seguidores actuales
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10. LA GRAN TRIBULACIÓN FINAL ANTES DE LA RENOVACIÓN DEL MUNDO A. Causas y efectos de las tribulaciones permitidas por Dios B. Señales y eventos previos C. Guerra mundial final: el Armagedón D. El asteroide. Los cataclismos finales E. Los tres días de oscuridad F. La maravillosa época de paz y amor que surge a continuación
Trilogía Apostólica 11. ¿DEBEN DIVULGARSE LAS ADVERTENCIAS Y MENSAJES PROFÉTICOS? LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS A Incredulidad a las advertencias y mensajes proféticos B. Un llamado urgente a la divulgación de los mensajes C. Los Apóstoles de los últimos tiempos D. Dificultades y ayudas E. Reunidos alrededor de cenáculos de oración
12. MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA AL PADRE GOBBI SOBRE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS A. Un mensaje de esperanza para estos tiempos turbulentos 1. La maravillosa época de paz y amor que se aproxima para la humanidad 2. Instrucciones del Cielo para protegernos durante las tribulaciones de estos últimos tiempos
B. La comprensión del sentido de estos últimos tiempos profetizados 1. ¿Cómo puede un Dios misericordioso permitir tantas tribulaciones a sus criaturas? 2. Cercanía del fin de los tiempos ¿Debemos temer? 3. María, profetisa de los últimos tiempos, explica las profecías bíblicas 4. Un gran plan de salvación para la renovación del mundo en crisis
C. La crisis en la Iglesia Católica y el surgimiento de una Iglesia ecuménica universal 1. La crisis profetizada en la Iglesia Católica para los últimos tiempos y su renovación 2. El tercer secreto de Fátima se refiere a la crisis en la Iglesia y sus consecuencias para el mundo
D. El nuevo orden mundial y la aparición del Anticristo profetizado 1. El colapso mundial y la anarquía propicia para la subida de un ―salvador‖ 2. El Nuevo orden mundial: ascenso del Anticristo 3. El cercano y corto reinado del Anticristo 4. La gran tribulación 5. Renovación del mundo ANEXO: El dilema del milenarismo herético vs. el milenarismo aceptable por el magisterio de la Iglesia.
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BIBLIOGRAFÍA BÁSICA EN ESPAÑOL La Librería Espiritual, de Quito, Ecuador es la editorial que más ha editado libros sobre el tema de los anuncios proféticos sobre los últimos tiempos y temas afines. Su catálogo es amplísimo. Cuando no se refiere la editorial, se asume que es editado ella. El trueno de la justicia, Ted y Maureen Flynn, Maxcolm Communications, Inc.
Alerta humanidad Rachel Adams y Alfredo Bonicelli Reflexiones sobre los últimos tiempos según notables profecías, Rachel Adams
De la obra de Luis Eduardo López Padilla, escritor Mexicano, excepcional y completa. Algunos de sus libros: Los últimos tiempos Advertencias de la Santísima Virgen María a la humanidad Tiempos de María El Diablo y el Anticristo La hora de la verdad Garabandal, la última oportunidad New Age, un engaño muy sutil Apocalipsis, descubriendo el Plan de Dios Juan Pablo II, en la encrucijada de los últimos tiempos
Porque te amo te castigo. El Cielo nos avisa, Agustín Acosta y Padre Antonio Apariciones de la Virgen María, Esperanza Ridruejo A los umbrales de la Nueva era, Monseñor Algo Gregori La venida intermedia de Jesús, Monseñor Aldo Gregori
De la obra de Francisco Sánchez Ventura, prolífero escritor español, y de su hijo Juan Carlos quienes editan la revista María Mensajera desde hace más de 30 años, sobre el tema, algunos de sus libros (Editorial Círculo):
De la obra de Rafael Arango:
Una obra central, del Padre Gobbi: A los sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen, Centro internacional del Movimiento Sacerdotal Mariano Confidencias de Jesús a un Sacerdote, Monseñor Octavio Michelini (ocho tomos)
La hora final, Michel H. Brown, Librería Espiritual, Quito, Ecuador.
La Virgen llora en el Mundo El secreto oculto de Fátima El Diablo y sus secuaces Hemos entrado en la década final Dios avisa siempre La purificación universal parece inminente Las apariciones de la Virgen como fenómeno universal Testimonios de fe
El fin de los tiempos Voces del más allá Señales bíblicas del fin
La última batalla, Padre Ildebrando A. Santangelo Maran Ata, Eusebio García de Pesquera Las señales, Antonio Dalmiro Atienza Confidencias de Jesús y de la Santísima Virgen María para los últimos tiempos, Pequeña alma, España (cinco volúmenes) La obra de Consuelo, dictada por María y Jesús. Ediciones Consuelo, Barcelona: María, Trono de la Sabiduría María, estrella de la evangelización María, puerta del Cielo Maranathá Reflexiones al hilo del Apocalipsis, Antonio Yague
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REFERENCIAS EN INTERNET SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS (A TRAVÉS DE ESTOS SITIOS COMO ENTRADA SE PUEDE ACCEDER A OTROS CIENTOS DE HOJAS (LINKS)
http://catalog.com/endtimes/links.htm Our Lord and our Lady come to the world http://198.62.75.1/www1/apparitions/http:/i ndex.htm
Apparitions of Jesus and Mary http://www.marypages.com/indexEng.html
Sign of the times apostolate http://www.sign.org/index.phtml
Appearances of Mary http://members.aol.com/bjw1106/marian.ht m
The Catholic Prophets http://myweb.tiscali.co.uk/praeternatural/T he%20Catholic%20Prophet1.htm
Better Get Ready http://members.tripod.com/~supremefiat/m ain.htm
The end days http://www.enddays.ws/
Call to Christ http://www.calltochrist.com/
The Fatima Network http://www.fatima.org/index.shtml
Dr. Domínguez http://www.biblia.com/dominguez/index.ht ml
The Work of God http://www.theworkofgod.org/index.htm Los Ültimos tiempos http://members.tripod.com/ultimostiempos/
End Times Prophecy http://conventhill.com/endtimes/ Etika http://www.etika.com/index.htm
Stepping Stones to Catholic Apparitions http://www.geocities.com/Athens/Forum/2 735/
Marian Apparitions http://www.geocities.com/Athens/Academy /6002/links.html
Apparitions of the blessed Virgin http://www.immaculateheart.com/Ave%20 Maria/apparitions.
Marian apparitions and Catholic apocalypticism http://members.aol.com/UticaCW/Marlink.html
Apparitions and Eucaristic Miracles http://198.62.75.1/www1/apparitions/
Marian Movement of Priests Official Website www.msm-mmp.org
MaxKol http://www.maxkol.org/index.html Messages from Heaven
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