LA ETICA Ensayo sobre la conciencia del Mal ALAIN BADIOU
Texto completo para lectura online y para descargar en formato pdf. El texto original es de "Les editions Hatier", publicada en colección "Optiques philosophie", ar!s, octubre de ##$. or con%enio cedió por &nica %e' derechos para ser publicado en espa(ol en la re%ista ")contecimiento" *+ - octubre#/ - )rgentina. ) cambio se quedaron tambi0n con los derechos en espa(ol de por %ida. Traducción1 2a&l 3erdeiras, )le4andro 3erletti y *ilda rados. )lgunas im5genes que ilustran esta p5gina pertenecen a 6ar7 2yden. La publicación es una gentile'a de la 8eb El 3iru4a, la cultura en camiseta. 9*T2O:;339<* 3iertas palabras sabias, mucho tiempo confinadas en los diccionarios y la prosa pr osa acad0mica, tienen la suerte, o la mala suerte -como una solterona resignada que se transforma, sin comprender por qu0, en estrella de una fiesta- de salir de repente al aire libre de los tiempos, de ser plebis y publicitada, impresa, tele%isada, mencionada hasta en los discursos gubernamentales. La palabra 0tica, que huele tanto a griego, o a curso de filosof!a, que e%oca a )ristóteles =la >tica a *icómaco, ?un best-seller famoso@A est5 hoy ba4o las luces de la escena. >tica concierne, en griego, la b&squeda de una buena "manera de ser" o la sabidur!a de la acción. ) este t!tulo, la 0tica es una parte de la filosof!a, la que dispone la existencia pr5ctica seg&n la representación del Bien. . Cin duda son los estoicos los que con m5s constancia han hecho de la 0tica,.no solamente una parte, sino el cora'ón mismo de la sabidur!a filosófica. Cabio es aquel que, sabiendo discernir las cosas que dependen de 0l de aquellas que no dependen, organi'a su %oluntad alrededor de las primeras y resiste impasiblemente a las segundas. Ce cuenta, por otra parte, que los estoicos ten!an la costumbre de comparar la filosof!a a un hue%o, cuya c5scara era la Lógica, la clara la D!sica y la yema la >tica. En los modernos, para quienes la cuestión del su4eto es, desde :escartes, central, 0tica es casi sinónimo de moralidad, o -dir!a ant- de ra'ón pr5ctica =diferenciada de la ra'ón pura, o ra'ón teóricaA. Ce trata de las "relaciones"F de la acción sub4eti%a, y de sus intenciones representables, con una Ley uni%ersal. La 0tica es un principio para el 4u'gamiento de las pr5cticas de un Cu4eto, sea este su4eto indi%idual o colecti%o. Ce obser%ar5 que Hegel introduce una fina distinción entre "0tica" =Cttlich7eitA y "moralidad" =moralitatA. El reser%a el principio 0tico para fa acción inmediata, mientras que a la moralidad le concierne la acción reflexi%a. :ir5, por e4emplo, e 4emplo, que "el orden 0tico consiste esencialmente en la decisión inmediata". El actual "retorno a la 0tica", 0 tica", toma la palabra en un sentido e%identemente esfumado, pero ciertamente m5s próximo a ant =0tica del 4uicioA que a Hegel =0tica de la decisiónA. En %erdad, 0tica designa hoy un principio en relación con "lo que pasa", una %aga regulación de nuestro comentario sobre las situaciones históricas =0tica de los derechos del hombreA, las situaciones t0cnico-cient!ficas t0cnico-cient!ficas =0tica de lo %i%iente, bio-0ticaA, las situaciones sociales =0tica del de l ser-en-con4untoA, las situaciones referidas a los medios =0tica de la comunicaciónA, etc. . Hegel, h0nom0nologie de GEsprit, )ubier, Tomo , p.$. Toda esta sección de 9n Denomenologla del Esp!ritu es dif!cil, pero ampliamente sugesti%a. Esta norma de los comentarios y de las opiniones es adosada a las instituciones, y dispone as! de su propia autoridad1 hay "comisiones nacionales de 0tica" nombradas por el Estado. Todas las profesiones se interrogan sobre su "0tica". )simismo se montan expediciones militares en nombre de la "0tica de los derechos del hombre". 2especto a la inflación sociali'ada sociali'ada de la referencia 0tica, lo que pone en 4uego el presente pr esente ensayo es doble1
-En un primer tiempo, se tratar5 de examinar la naturale'a exacta de este fenómeno, que es, en la opinión y en las instituciones, la principal tendencia "filosófica" del momento. Ce intentar5 demostrar que en realidad se trata de un %erdadero nihilismo y una amena'ante denegación de todo pensamiento. -En un segundo tiempo, se disputar5 a esta tendencia la palabra 0tica, d5ndole totalmente otro sentido. En lugar de ligarla a categor!as abstractas =el Hombre, el :erecho, el Otro...A se la relacionar5 con situaciones. En lugar de hacer de ella una dimensión de la piedad por las %!ctimas, se las propondr5 como la m5xima durable de procesos singulares. En lugar de poner all! en 4uego solamente la buena conciencia conser%adora, quedar5 ligada al destino de las %erdades. IEJ9CTE EL HO6B2EK La "0tica", en la acepción corriente de la palabra, concierne de manera pri%ilegiada los "derechos del hombre" -o, subsidiariamente, los derechos del %i%iente. Ce supone que existe un su4eto humano por todos reconocible y que posee "derechos" de alguna manera naturales1 derecho de super%i%encia, de no ser maltratado, de disponer de libertades "fundamentales" =de opinión, de expresión, de designación democr5tica de los gobiernos, etc.A. Estos derechos se los supone e%identes y son el ob4eto de un amplio consenso. La "0tica" consiste en preocuparse por estos derechos, en hacerlos respetar. Este retorno a la %ie4a teor!a de los derechos naturales del hombre, est5 e%identemente ligado al desfondamiento del marxismo re%olucionario y de todas las figuras del compromiso progresista que de 0l depend!an. :espro%istos de todas las referencias colecti%as, despose!dos de la idea de un "sentido de la Historia", no pudiendo esperar m5s una re%olución social, numerosos intelectuales, y con ellos amplios sectores de opinión, han adherido en pol!tica a la econom!a de tipo capitalista y a la democracia parlamentaria. En filosof!a" han redescubierto las %irtudes de la ideolog!a constante de sus ad%ersarios de la %!spera1 el indi%idualismo humanitario y la defensa liberal de los derechos contra todas las coacciones del compromiso organi'ado. )ntes que buscar los t0rminos de una nue%a pol!tica de emancipación colecti%a, adoptaron, en suma, las m5ximas del orden "occidental" establecido. )l hacerlo dise(aron un %iolento mo%imiento reacti%o, respecto de todo lo que los a(os sesenta hab!an pensado y propuesto. . ILa muerte del HombreK En aquella 0poca 6ichel Doucault hab!a escandali'ado anunciando que el Hombre, concebido como su4eto, era un concepto histórico y construido, perteneciente a un cierto r0gimen de discursos, y no una e%idencia intemporal capa' de fundar derechos o una 0tica uni%ersal. El anunciaba el fin de la pertinenciaF de este concepto, por el hecho mismo de que el &nico tipo de discurso que le daba sentido estaba históricamente perimido. :e igual manera )lthusser anunciaba que la historia no era, como pensaba Hegel, el e l de%enir absoluto deA Esp!ritu, el ad%enimiento de un su4eto-sustancia, sino un proceso racional reglado, que 0l nombraba un "proceso sin su4eto", al cual &nicamente ten!a acceso una ciencia particular, el materialismo histórico. :e ah! resultaba que el humanismo de los derechos y de la 0tica abstracta no eran sino construcciones imaginarias -ideolog!as- y que era er a preciso comprometerse en la %!a que 0l llamaba de un "antihumanismo teórico". )l mismo tiempo, acques Lacan intentaba sustraer al psicoan5lisis de toda tendencia psicológica y normati%a. 6ostraba que era necesario distinguir absolutamente el Mo, figura de unidad imaginaria, y el Cu4eto. El su4eto no ten!a ninguna sustancia, ninguna "naturale'a"F depend!a tanto de las leyes contingentes del lengua4e, como de la historia, siempre singular, de los ob4etos del deseo. :e ello resultaba que toda %isión de la cura anal!tica como reinstauración de un deseo "normal" era una impostura, y que, m5s generalmente, no exist!a ninguna norma de la que pudiera sostenerse la idea de un "su4eto humano" cuyos deberes y derechos la filosof!a hubiera tenido la tarea de enunciar. Lo que estaba de esa manera cuestionado era la idea de una identidad, natural o espiritual, del Hombre, y por consecuencia, el fundamento mismo de una doctrina" 0tica" en el sentido en
-En un primer tiempo, se tratar5 de examinar la naturale'a exacta de este fenómeno, que es, en la opinión y en las instituciones, la principal tendencia "filosófica" del momento. Ce intentar5 demostrar que en realidad se trata de un %erdadero nihilismo y una amena'ante denegación de todo pensamiento. -En un segundo tiempo, se disputar5 a esta tendencia la palabra 0tica, d5ndole totalmente otro sentido. En lugar de ligarla a categor!as abstractas =el Hombre, el :erecho, el Otro...A se la relacionar5 con situaciones. En lugar de hacer de ella una dimensión de la piedad por las %!ctimas, se las propondr5 como la m5xima durable de procesos singulares. En lugar de poner all! en 4uego solamente la buena conciencia conser%adora, quedar5 ligada al destino de las %erdades. IEJ9CTE EL HO6B2EK La "0tica", en la acepción corriente de la palabra, concierne de manera pri%ilegiada los "derechos del hombre" -o, subsidiariamente, los derechos del %i%iente. Ce supone que existe un su4eto humano por todos reconocible y que posee "derechos" de alguna manera naturales1 derecho de super%i%encia, de no ser maltratado, de disponer de libertades "fundamentales" =de opinión, de expresión, de designación democr5tica de los gobiernos, etc.A. Estos derechos se los supone e%identes y son el ob4eto de un amplio consenso. La "0tica" consiste en preocuparse por estos derechos, en hacerlos respetar. Este retorno a la %ie4a teor!a de los derechos naturales del hombre, est5 e%identemente ligado al desfondamiento del marxismo re%olucionario y de todas las figuras del compromiso progresista que de 0l depend!an. :espro%istos de todas las referencias colecti%as, despose!dos de la idea de un "sentido de la Historia", no pudiendo esperar m5s una re%olución social, numerosos intelectuales, y con ellos amplios sectores de opinión, han adherido en pol!tica a la econom!a de tipo capitalista y a la democracia parlamentaria. En filosof!a" han redescubierto las %irtudes de la ideolog!a constante de sus ad%ersarios de la %!spera1 el indi%idualismo humanitario y la defensa liberal de los derechos contra todas las coacciones del compromiso organi'ado. )ntes que buscar los t0rminos de una nue%a pol!tica de emancipación colecti%a, adoptaron, en suma, las m5ximas del orden "occidental" establecido. )l hacerlo dise(aron un %iolento mo%imiento reacti%o, respecto de todo lo que los a(os sesenta hab!an pensado y propuesto. . ILa muerte del HombreK En aquella 0poca 6ichel Doucault hab!a escandali'ado anunciando que el Hombre, concebido como su4eto, era un concepto histórico y construido, perteneciente a un cierto r0gimen de discursos, y no una e%idencia intemporal capa' de fundar derechos o una 0tica uni%ersal. El anunciaba el fin de la pertinenciaF de este concepto, por el hecho mismo de que el &nico tipo de discurso que le daba sentido estaba históricamente perimido. :e igual manera )lthusser anunciaba que la historia no era, como pensaba Hegel, el e l de%enir absoluto deA Esp!ritu, el ad%enimiento de un su4eto-sustancia, sino un proceso racional reglado, que 0l nombraba un "proceso sin su4eto", al cual &nicamente ten!a acceso una ciencia particular, el materialismo histórico. :e ah! resultaba que el humanismo de los derechos y de la 0tica abstracta no eran sino construcciones imaginarias -ideolog!as- y que era er a preciso comprometerse en la %!a que 0l llamaba de un "antihumanismo teórico". )l mismo tiempo, acques Lacan intentaba sustraer al psicoan5lisis de toda tendencia psicológica y normati%a. 6ostraba que era necesario distinguir absolutamente el Mo, figura de unidad imaginaria, y el Cu4eto. El su4eto no ten!a ninguna sustancia, ninguna "naturale'a"F depend!a tanto de las leyes contingentes del lengua4e, como de la historia, siempre singular, de los ob4etos del deseo. :e ello resultaba que toda %isión de la cura anal!tica como reinstauración de un deseo "normal" era una impostura, y que, m5s generalmente, no exist!a ninguna norma de la que pudiera sostenerse la idea de un "su4eto humano" cuyos deberes y derechos la filosof!a hubiera tenido la tarea de enunciar. Lo que estaba de esa manera cuestionado era la idea de una identidad, natural o espiritual, del Hombre, y por consecuencia, el fundamento mismo de una doctrina" 0tica" en el sentido en
que hoy se la entiende1 e ntiende1 legislación consensual concerniente a los hombres en general, a sus necesidades, su %ida y su muerte. O aun1 delimitación e%idente y uni%ersal de lo que es el mal, de lo que no con%iene a la esencia humana. IEsto quiere decir que Doucault, )lthusser, Lacan, pregonaban la aceptación de lo que hay, la indiferencia a la suerte de la gente, el cinismoK or una parado4a que esclareceremos a continuación, es exactamente lo contrario1 todos eran, a su manera, militantes atentos y %alientes de una causa, mucho m5s all5 de lo que hoy lo son los sostenedores de la "0tica" y de los "derechos". 6ichel Doucault, por e4emplo, e 4emplo, estaba comprometido de manera particularmente rigurosa en la cuestión de los presos, y consagraba a ella, dando pruebas de un inmenso talento de agitador y de organi'ador, gran parte de su tiempo. )lthusser no ten!a en %ista sino la redefinición de una %erdadera pol!tica de emancipación. El mismo Lacan, adem5s de ser un cl!nico "total", al punto de pasar lo me4or de su %ida escuchando a la gente, conceb!a su combate contra las orientaciones "normati%as" del psicoan5lisis americano, y la subordinación en%ilecedora del pensamiento al american 8ay of life, como un compromiso decisi%o. :e tal manera que las cuestiones de organi'ación y de pol0mica eran a sus o4os constantemente homog0neas a los asuntos teóricos. 3uando los que sostienen la ideolog!a "0tica" contempor5nea proclaman que el retorno al Hombre y a sus derechos nos ha liberado de las "abstracciones mortales" engendradas por "las ideolog!as", se burlan del mundo. Cer!amos dichosos si %i0ramos hoy una preocupación tan constante por las situaciones concretas, una atención tan sostenida y tan paciente concentrada en lo real, un tiempo tan %asto consagrado a la b&squeda interesada por las gentes m5s di%ersas y m5s ale4adas, en apariencia, del medio ordinario de los intelectuales, como aquellas de los que hemos sido testigos entre #N y #P. En realidad, fue suministrada la prueba de que la tem5tica de la "muerte del hombre" es compatible con la rebelión, la insatisfacción radical respecto al orden establecido y el compromiso completo en lo real de las situaciones, mientras. que el tema de la 0tica y los derechos del hombre es compatible con el ego!smo satisfecho de las garant!as occidentales, el ser%icio de las potencias y la publicidad. Los L os hechos son esos. La dilucidación de estos hechos exige que se pase por el examen de los fundamentos de la orientación " 0tica". . Los fundamentos de la 0tica de los derechos del hombre La referencia expl!cita de esta orientación, en el corpus de la filosof!a cl5sica, es ant. El momento actual es el de un %asto "retorno a ant", cuyos detalles y di%ersidad son, a decir %erdad, laber!nticos. )qu! no tendr0 en cuenta sino la doctrina "media". Lo que esencialmente se retiene de ant =o de una imagen de ant, o me4or aun de los teóricos del "derecho natural"A es que existen exigencias imperati%as formalmente representables, que no han de ser subordinadas a consideraciones emp!ricas o a ex5menes de la situaciónF que estos imperati%os tocan los casos de ofensa, de crimen, de 6alF se a(ade a eso que "un derecho nacional e internacional debe sancionarlosF que por consecuencia, los gobiernos est5n obligados a hacer figurar en su legislación estos imperati%os y a darles toda la realidad que ellos exigenF de no ser as!, est5 fundado obligarlos a ello =derecho de ingerencia humanitaria, o derecho de ingerencia del derechoA. La 0tica es aqu! concebida a la %e' como capacidad a priori para distinguir el 6al =ya que en el uso moderno de la 0tica, el 6al -o lo negati%o- est5 primero1 se supone un consenso sobre lo que es b5rbaroA y como principio <imo del 4u'gar, en particular del 4uicio pol!tico1 es lo que inter%iene muy patentemente contra un 6al identificable a priori. El derecho mismo es ante todo el derecho "contra" el 6al. Ci se exige el "Estado de derecho", es porque 0l se basta a s! mismo para autori'ar un espacio de identificación del 6al =es la "libertad de opinión" la que, en la %isión 0tica, es en primer lugar libertad de designar el 6alA y pro%ee los medios para arbitrar cuando el asunto no est5 claro =sistemas de precauciones 4udicialesA. . ant, Dondements de la m0taphysique des mceurs. Los presupuestos de este nudo de con%icciones son claros1 A Ce supone un su4eto humano general, de modo tal que el mal que lo afecta sea
uni%ersalmente identificable =aunque esta ;ni%ersalidad reciba con frecuencia un nombre totalmente parado4al1 "opinión p&blica"A de tal modo que este su4eto es a la %e' un su4eto pasi%o pat0tico o reflexible1 aquel. que sufreF y un su4eto que 4u'ga, acti%o, o determinante, aquel que ,identificando el sufrimiento, sabe que es necesario hacerlo cesar por todos los medios disponibles. A La pol!tica est5 subordinada a la 0tica en el &nico punto que %erdaderamente importa en esta %isión de las cosas1 el 4uicio, comprensi%o e indignado, del espectador de las circunstancias. $A El 6al es aquello a partir de lo cual se define el Bien, no a la in%ersa. /A Los "derechos del hombre" son los derechos al no-6al1 no ser ofendido y maltratado ni en su %ida =horror a la muerte y a la e4ecuciónA, ni en su cuerpo =horror a la tortura, a la se%icia y al hambreA, ni en su identidad cultural =horror a la humillación de las mu4eres, de las minor!as, etc.A. La fuer'a de esta doctrina es, ante todo, su e%idencia. En efecto, se sabe por experiencia que el sufrimiento se %e. Ma los teóricos del siglo JQ999 hab!an hecho de la piedad -identificación con el sufrimiento del %i%iente- el principal recurso de la relación con el pró4imo. Rue la corrupción, la indiferencia o la crueldad de los dirigentes pol!ticos sean las causas mayores de su descr0dito, era algo que ya los teóricos griegos de la tiran!a hab!an se(alado. Las iglesias ya hicieron la experiencia de que es m5s cómodo construir un consenso sobre lo que es el 6al que sobre lo que es el Bien1 siempre les fue m5s f5cil indicar lo que no se deb!a hacer, incluso contentarse con esas abstinencias, que desenmara(ar lo que es necesario hacer. *o hay duda, adem5s, que toda pol!tica digna de ese nombre, encuentra su punto de partida en las representaciones que se hacen las personas de sus %idas y de sus derechos. Ce podr!a en consecuencia decir1 he aqu! un cuerpo de e%idencias capa' de cimentar un consenso planetario y darse la fuer'a de su imposición. Cin embargo, es preciso sostener que esto no es as!, que esta "0tica" es inconsistente, y que la realidad, perfectamente constatabe, es el desencadenamiento de los ego!smos, la desaparición o extrema precariedad de las pol!ticas de emancipación, la multiplicación de las %iolencias "0tnicas" y la uni%ersalidad de la competencial sal%a4e. $. El hombre1 Ianimal %i%iente, o singularidad inmortalK El centro de la cuestión es la suposición de un Cu4eto humano uni%ersal, capa' de ordenar la 0tica seg&n los derechos del hombre y las acciones humanitarias. Hemos %isto que la 0tica subordina la identificación de esteG su4eto al uni%ersal reconocimiento del mal que le es hecho. or lo tanto, la 0tica define al hombre como una %!ctima. Ce dir51 "?ero no@ ?;stedes ol%idan al su4eto acti%o, aquel que inter%iene contra la barbarie@". En efecto, seamos precisos1 el hombre es aquel que es capa' de reconocerse a s! mismo como %!ctima. Esta definición es necesario declararla inaceptable. M esto por tres ra'ones principales. A. )nte todo, porque el estado de %!ctima, de bestia sufriente, de moribundo descarnado, asimila al hombre a su subestructura animal, a su pura y simple identidad de %i%iente =la %ida, como lo dice Bichat, no es sino "el con4unto de las funciones que resisten a la muerte".A. 3ierto, la humanidad es una especie animal. Es mortal y depredadota. ero ni uno ni otro de estos roles pueden singulari'arla en el mundo de lo %i%iente, En tanto que %erdugo, el hombre es una abyección animal, pero es preciso tener el cora4e de decir que en tanto %!ctima en general no tiene un %alor mayor. Todos los relatos de torturados =/A y sobre%i%ientes lo indican con fuer'a1 si los %erdugos y burócratas de los calabo'os y de los campos pueden tratar a sus %!ctimas como animales destinados al matadero y con los cuales ellos, los criminales bien alimentados, no tienen nada en com&n, es que las %!ctimas han realmente de%enido animales. Ce ha hecho lo necesario para eso. Rue algunos, sin embargo, sean a&n hombres =y den testimonio de elloA es un hecho comprobadoF ero 4ustamente, es siempre por un esfuer'o inaudito, saludado por sus testigos -en quienes suscita un reconocimiento radiante- a la manera de una resistencia casi incomprensible, en ellos, que no coincide con la identidad de %!ctimas. )h! est5 el Hombre, si se insiste en pensarlo1 en aquello que hace que se trate, como lo dice Qarlam 3halamo% en sus 2elatos de la %ida en los campos, de una bestia resistente diferente de los caballos, no por su cuerpo fr5gil, sino por su obstinación a persistir en lo que
es, es decir, precisamente, otra cosa que una %!ctima, otra cosa que un ser-para-la-muerte, o sea1 otra cosa que un mortal. ;n inmortal1 he aqu! lo que las peores situaciones que le pueden ser infligidas demuestran qu0 es el Hombre, en la medida en que se singulari'a en el torrente multiforme y rapa' de la %ida. ara pensar lo concerniente al Hombre, debemos partir de aqu!. :e tal manera que si existen los" derechos del hombre", 0stos no son seguramente los derechos de la %ida contra la muerte, o los derechos de la super%i%encia contra la miseria. Con los derechos del 9nmortal afirm5ndose por s! mismos, o los derechos del 9nfinito, e4erciendo su soberan!a sobre la contingencia del sufrimiento y de la muerte. Rue finalmente todos nosotros muramos y que all! haya solamente pol%o no cambia en nada la identidad del Hombre como inmortal, en el instante en el que afirma lo que es a contrapelo del querer-ser-un-animal al que la circunstancia lo expone. y cada hombre, se sabe, impre%isiblemente, es capa' de ser este inmortal, en las grandes o en las peque(as circunstancias,.por una %erdad importante o secundaria, poco importa. En todos los casos, la sub4eti%ación es inmortal y hace al Hombre. Duera del cual existe una especie biológica, un "b!pedo sin plumas" cuyo encanto no es e%idente. Ci no se parte de ah! =lo que se dice muy simplemente1 el Hombre piensa, el Hombre est5 te4ido de algunas %erdadesA si se identifica al Hombre con su pura realidad %i%iente, se cae ine%itablemente en el contrario real de lo que el principio parece indicar. M a que esteG G%i%iente" es en realidad despreciable, y se lo despreciar5. IRui0n no %e en las expediciones humanitarias, las ingerencias, los desembarcas de legionarios caritati%os, que el supuesto Cu4eto uni%ersal est5 escindidoK :el lado de las %!ctimas, el animal hura(o que se expone sobre .la pantalla. :el lado del benefactor, la conciencia y el imperati%o. IM por qu0 esta escisión pone siempre los mismos en los mismos rolesK IRui0n no siente que esta 0tica %olcada sobre la miseria del mundo esconde, detr5s de su Hombre-%!ctima, el hombre-bueno, el hombre-blancoK 3omo la barbarie de la situación no es pensada sino en t0rminos de "derechos del hombre" -aun cuando se trata siempre de una situación pol!tica, que requiere un pensamiento-pr5ctico pol!tico, del cual hay siempre sobre el lugar aut0nticos actores- se la percibe, desde lo alto de nuestra pa' ci%il aparente, como la inci%ili'ada que exige de un ci%ili'ado una inter%ención ci%ili'adora. )hora bien, toda inter%ención en nombre de la ci%ili'ación exige un desprecio primero de la situación entera, incluidas las %!ctimas. M es por lo que la" 0tica" es contempor5nea, despu0s de decenios de %alientes criticas al colonialismo y al imperialismo de una sórdida auto-satisfacción de los "Occidentales", de la machacona tesis seg&n la cual la miseria del tercer mundo es el resultado de su impericia, de su propia inanidad, en resumen1 de su subhumanidad. A En segundo lugar, porque si el "consenso" 0tico se funda sobre el reconocimiento del mal, de ah! resulta que toda tentati%a de reunir a los hombres en torno de una idea positi%a del Bien, y m5s a&n, de identificar al Hombre por un tal proyecto, es en realidadG la %erdadera fuente del mal mismo. Es lo que se nos inculca desde hace quince a(os, todo proyecto de re%olución, calificada de "utópica" gira, se nos dice, a la pesadilla totalitaria. Toda %oluntad de inscribir una idea de la 4usticia o de la igualdad %ira hacia lo peor. Toda %oluntad colecti%a del Bien hace el 6al =NA. )hora bien, esta sofistica es de%astadora. uesto que si se trata de hacer %aler, contra un mal reconocido a priori, el compromiso 0tico, Ide dónde proceder5 el proyecto de una transformación cualquiera de lo que esK I:e dónde sacar5 el hombre la fuer'a para ser el inmortal que 0l esK I3u5l ser5 el destino del pensamiento, del que se sabe que, o bien es in%ención afirmati%a o no esK En realidad el precio pagado por la 0tica es el de un espeso conser%adorismo. La concepción 0tica del hombre, adem5s de ser, al fin de cuentas, o bien biológica =im5genes de las %!ctimasA o bien "occidental" =satisfacción del benefactor armadoA, impide toda %isión positi%a amplia de los posibles. Lo que nos es aqu! ensal'ado, lo que la 0tica legitima, es en realidad la conser%ación, por el pretendido" Occidente", de lo que 0l posee. Es asentada en esta posesión =posesión material, pero tambi0n posesión de su serA que la 0tica determina el 6al como siendo, de una cierta manera, aquello de lo que ella no go'a. )hora bien, el Hombre como inmortal, se sostiene en lo incalculable y en lo no pose!do. Ce sostiene en el no-siendo. retender impedirle representarse el Bien, ordenar sus poderes colecti%os, traba4ar por el ad%enimiento de posibles insospechados, pensar lo que puede ser en radical ruptura con lo que es, simplemente es impedirle la humanidad misma.
$A. or <imo, por su determinación negati%a y a priori del 6al la 0tica se proh!be pensar la singularidad de las situaciones, que es el comien'o obligado de toda acción propiamente humana. )s!, el m0dico adherido a la ideolog!a "0tica" meditar5 en reuniones y en comisiones toda clase de consideraciones sobre los "enfermos" concebidos exactamente al modo en que lo es para el partidario de los derechos humanos, la multitud indistinta de %!ctimas1 totalidad "humana" de reales subhombres. ero el mismo m0dico no tendr5 ning&n incon%eniente en que esta persona no sea atendida en el hospital, con todos los medios necesarios, porque no tiene sus papeles o no est5 matriculado en la Ceguridad social. ?2esponsabilidad "colecti%a", una %e' m5s, obliga@ Lo que aqu! es abolido, es que solamente hay una situación m0dica1 la situación cl!nica =SA, y que no hay necesidad de ninguna "0tica" =sino una %isión clara de esta situaciónA para saber que en esta circunstancia el m0dico es m0dico &nicamente si 0l trata la situación ba4o la regla de lo posible m5ximas1 tratar a esta persona que se lo demanda =?nada de ingerencia aqu!@A hasta el fin, con todo lo que 0l sabe, con todos los, medios que 0l sabe que existen y sin considerar ninguna otra cosa. y si se le quiere impedir curarlo por causa del presupuesto del Estado, de la estad!stica de la morbilidad o por las leyes sobre los flu4os migratorios, ?que le manden la gendarmer!a@ )&n su estricto deber hipocr5tico ser!a dispararles. Las "comisiones de 0tica" y otras di%agaciones sin fin sobre los "gastos de salud" y la "responsabilidad gestionaria", siendo radicalmente exteriores a la &nica situación propiamente m0dica, en realidad no pueden sino impedir que se le sea fiel. Ma que serle fiel querr!a decir1 tratar el posible de esta situación hasta el fin. O, si se quiere, hacer ad%enir, en la medida de lo posible, lo que esta situación contiene de humanidad afirmati%a, o sea1 intentar ser el inmortal de esta situación. En realidad la medicina burocr5tica concebida por la ideolog!a 0tica tiene necesidad de "los enfermos" cómo %!ctimas indistintas o estad!sticas, pero es r5pidamente desbordada por toda situación efecti%a y singular de demanda. :e ah! que la medicina "gestionaria", "responsable" y "0tica" s0 redu'ca a la abyección de decidir qu0 enfermos el "sistema de salud franc0s" puede Gcurar, y cu5les deben ser reen%iados, ya que el presupuesto y la opinión lo exigen, a morir en suburbios de inshasa. /. )lgunos principios Es necesario recha'ar el dispositi%o ideológico de la "0tica", no conceder nada a la definición negati%a y %ictimaria del hombre. Este dispositi%o identifica al hombre con un simple animal mortal, es el s!ntoma de un inquietante conser%adorismo y, por su generalidad abstracta y estad!stica impide pensar la singularidad de las situaciones Ce le opondr5n tres tesis1 -Tesis 1 El Hombre se identifica por su pensamiento afirmati%o, por las %erdades singulares de las que es capa', por lo 9nmortal que hace de 0l el m5s resistente y el m5s parado4al de los animales. -Tesis 1 Es a partir de la capacidad positi%a para el Bien, o sea, para el tratamiento amplio de los posibles y para el recha'o del principio conser%ador, aunque fuese la conser%ación del ser que se determina el 6al, y no in%ersamente. -Tesis $1 Toda humanidad cobra ra!ces en la identificación por el pensamiento de situaciones singulares. *o hay 0tica en general. Hay sólo -e%entualmente- 0tica de procesos en los que se tratan los posibles de una situación. ero entonces surge el hombre de la 0tica refinada, que murmura1 ?3ontrasentido@ 3ontrasentido desde el comien'o. La 0tica no se funda para nada sobre la identidad del Cu4eto, ni siquiera en la identidad como %!ctima reconocida. :esde el principio, la 0tica es 0tica del otro, implica la apertura principal al otro, ella subordina la identidad a la diferencia. Examinemos esta pista. 6idamos su no%edad. $A 60dico, anatomista y fisiólogo franc0s del siglo JQ999.
/A Henri )lleg, La question, #C, *o est5 mal referirse a los episodios de tortura entre nosotros, sistem5ticamente organi'ados por el e40rcito franc0s entre #/ y #A A Qarlam 3halamo%, olyma. 20cit de la %ie des champ&, 65spero-La :0cou%erte, #P. Este libro, propiamente admirable, da forma de arte a la 0tica %erdadera. NA. )ndr0 luc7smann Les 6aitres enseurs, rasset #SS. luc7smann es quien ha insistido m5s sobre la prioridad absoluta de la conciencia del 6al y sobre 9a idea de que el primado catastrófico del Bien era una creación de la filosof!a. La ideolog!a "0tica" tiene as! una parte de sus ra!ces en los "nue%os filósofos" de fines de los a(os SP. SA 30cile1 Uinter, Ru Gen est-i9 de 9 Ghistoricit0 actuelle de la cliniqueK =a partir de una meditación de DoucaultAor aparecer. Este texto manifiesta, de la manera m5s rigurosa posible, la %oluntad pensante de reformular, en las condiciones actuales de la medicina, la exigencia cl!nica como su &nico referente. IEJ9CTE EL OT2OK La %isión de la 0tica como "0tica del otro", o "0tica de la diferencia", toma su punto de partida en las tesis de Emmanuel L0%inas m5s que en las de ant. L0%inas ha consagrado su obra, despu0s de un recorrido fenomenológico =confrontación e4emplar entre Husserl y HeideggerA a destituir a la filosof!a en pro%echo de la 0tica. ) 0l debemos, mucho antes que la moda de hoy, una suerte de radicalismo 0tico.=A . La 0tica en el sentido de L0%inas Esquem5ticamente1 L0%inas sostiene que, cauti%a de su origen griego, la metaf!sica ha ordenado el pensamiento siguiendo la lógica de lo 6ismo, el primado de la sustancia y de la identidad. ero, seg&n 0l, es imposible reunir un pensamiento aut0ntico de lo Otro =y por consecuencia una 0tica del la'o con los otrosA a partir del despostismo de lo 6ismo, incapa' de reconocer a este Otro. La dial0ctica de lo 6ismo y de lo Otro, considerada "ontológicamente" ba4o el primado de la identidad consigo mismo organi'a la ausencia del Otro en el pensamiento efecti%o, suprime toda %erdadera experiencia del otro, y cierra el camino para una apertura 0tica de la alteridad. Es necesario, entonces, bascular el pensamiento hacia un origen diferente, un origen no griego, que proponga una apertura radical y primera al Otro, ontológicamente anterior a la construcción de la identidad. Es en la tradición 4udaica que L0%inas encuentra el punto de apoyo de seme4ante basculación. Lo que nombra la Ley =en el sentido a la %e' inmemorial y efecti%o que toma la Ley 4ud!aA es precisamente la anterioridad fundada en el ser-que-precede-a-lo-6ismo, de la 0tica de la relación al Otro, con respecto al pensamiento teórico, concebido como se(alamiento" ob4eti%o" de las regularidades y de las identidades. En efecto, la Ley no me dice lo que es, sino qu0 es lo que impone la existencia de los otros. Ce podr!a oponer la Ley =del OtroA a las leyes =de lo realA. ara el pensamiento griego, actuar de manera adecuada supone primeramente un dominio teórico de la experiencia, para que la acción se conforme a la racionalidad del ser. ) partir de ah! existen las leyes de la 3iudad y de la acción. ara la 0tica 4ud!a, en el sentido de L0%inas, todo se enra!'a en la inmediate' de una apertura al Otro que destituye al su4eto reflexi%o. El "t&" se impone sobre el "yo". y ese es todo el sentido de la Ley. L0%inas propone toda una serie de temas fenomenológicos donde se experimenta la originalidad del Otro, en el centro de los cuales se encuentra el del rostro, la donación singular y "en persona" del Otro por su epifan!a carnal, que no es la comprobación de un reconocimiento mim0tico =el Otro como "seme4ante", id0ntico a m!A sino, al contrario, aquello a partir de lo cual yo me compruebo 0ticamente como "consagrado" al Otro en tanto que un aparecer, y subordinado en mi ser a esta %ocación. La 0tica es para L0%inas el nue%o nombre del pensamiento, el cual ha girado desde su captura "lógica" =principio de identidadA hacia su prof0tica sumisión a la ley de la alteridad fundadora. . La "0tica de la diferencia" Cabi0ndolo o sin saberlo, es en nombre de este dispositi%o que se nos explica hoy que la 0tica
es "reconocimiento del otro" =contra el racismo, que negar!a a este otroA, o "0tica de las diferencias" =contra el nacionalismo sustancialista, que querr!a la exclusión de los inmigrantes, o el sexismo, que negar!a el ser-femeninoA, o "multiculturalismoG , =contra la imposición de un modelo unificado de comportamiento M de intelectualidadA. O, simplemente, la buena y %ie4a "tolerancia", que consiste en no ofuscarse si otros piensan y act&an de otra manera que la suya propia. Este discurso del buen sentido no tiene ni fuer'a ni %erdad. Est5 %encido de entrada en el enfrentamiento que 0l declara entre "tolerancia" y "fanatismo", entre "0tica de la diferencia" y "racismo", entre "reconocimiento del otro" y "crispación de la identidad". or el honor de la filosof!a, es ante todo necesario con%enir que esta ideolog!a de un "derecho a la diferencia" , o este catecismo contempor5neo de la buena %oluntad respecto de "otras culturas", est5n singularmente ale4ados de las %erdaderas concepciones de L0%inas. $. :el Otro al )bsoluto-Otro La ob4eción capital -pero tambi0n superficial- que se podr!a hacer a la 0tica =en el sentido de L0%inasA es la siguiente1 Iqu0 es lo que comprueba la originalidad de mi abnegación al OtroK Los an5lisis fenomenológicos del rostro, de la caricia, del amor, no pueden fundar por si mismos la tesis antiontológica =o anti-identidadA del autor de Totalidad e 9nfinito. ;na concepción "mim0tica", que origine el acceso al otro en mi propia imagen redoblada, esclarece tambi0n lo que hay de ol%ido de s! mismo en la captura de este otro1 lo que yo aprecio es este m!-mismo-a-distancia, el que 4ustamente, porque es ob4eti%ado por mi conciencia, me construye como dato estable, como interioridad dada en su exterioridad. El psicoan5lisis explica brillantemente cómo esta construcción del Mo en la identificación al otro -este efecto de espe4o =#A- combina el narcisismo =yo me compla'co en la exterioridad del otro en tanto yomismo %isibleA y la agresi%idad =yo in%isto en el otro mi propia pulsión de muerte, mi deseo arcaico de autodestrucciónA. Cin embargo, nosotros estamos bien le4os de lo que nos quiere trasmitir L0%inas. 3omo siempre, el puro an5lisis del aparecer fenom0nico no puede resol%er entre orientaciones di%ergentes. ara eso es preciso la explicitación de axiomas del pensamiento que decidan una orientación. La dificultad, que es tambi0n el punto de aplicación de tales axiomas, se puede decir as!1 el primado 0tico de lo Otro sobre lo 6ismo exige que la experiencia de la alteridad est0 ontológicamente "garantida" como experiencia de una distancia, o de una no-identidad esencialF franquearla constituye la experiencia 0tica misma. )hora bien, el simple fenómeno del otro no contiene una tal garant!a. M eso simplemente porque es cierto que la finitud del aparecer del otro puede in%estirse como seme4an'a, como imitación, y as! reconducir a la lógica de lo 6ismo. El otro se me parece siempre demasiado, lo que hace necesaria la hipótesis de una apertura originaria a su alteridad. Entonces es preciso que el fenómeno del pró4imo =su rostroA sea el testimonio de una alteridad radical que sin embargo 0l no puede fundar por s! solo. Es necesario que el Otro, tal como 0l se me aparece en lo finito, sea la epifan!a de una distancia al otro propiamente infinita, cuyo atra%esamiento es la experiencia 0tica originaria. Ruiere decir que la inteligibilidad de la 0tica impone que el Otro sea de alguna manera sostenido por un principio de alteridad que trascienda la simple experiencia finita. Este principio L0%inas lo llama1 el ")bsoluto-Otro" ="Tout-)utre"A, y es e%identemente el nombre 0tico de :ios. *o hay Otro sino en la medida en que es el fenómeno inmediato del )bsolutoOtro. *o hay consagración finita a lo no-id0ntico sino en la medida en que hay consagración infinita del principio a lo que subsiste fuera de 0l. *o hay 0tica sino en la medida en que hay el indecible :ios. En la empresa de L0%inas, la primac!a de la 0tica del Otro sobre la ontolog!a teórica de lo mismo, est5 completamente unida a un axioma religioso y es ofender el mo%imiento !ntimo de este pensamiento, su rigor sub4eti%o, creer que se puede separar lo que 0l une. ) decir %erdad, no hay filosof!a de L0%inas. *i siquiera es la filosof!a como "sir%ienta" de la teolog!a1 es la filosof!a =en el sentido griego de la palabraA anulada por la teolog!a, la cual, por otra parte, no es una theolog!a =nominación aun demasiado griega, que supone la aproximación de lo di%ino por la identidad y los predicados de :iosA sino, 4ustamente, una 0tica.
Cin embargo, que la 0tica sea el nombre <imo de lo religioso como tal =esto es1 de lo que religa al Otro ba4o la autoridad indecible del )bsoluto-OtroA la ale4a aun m5s completamente de todo lo que se de4a suponer ba4o el nombre de "filosof!a". :ig5moslo crudamente1 lo que la empresa de L0%inas nos recuerda con una singular obstinación, es que toda tentati%a de hacer de la 0tica un principio de lo pensable y del actuar, es de esencia religiosa. :ecimos que L0%inas es el pensador coherente e in%enti%a de un dato que ning&n e4ercicio acad0mico de %elamiento o de abstracción puede hacer ol%idar1 sacada de su uso griego =donde ella est5 claramente subordinada a lo teóricoA y tomada en general, la 0tica es una categor!a del discurso piadoso. /. La 0tica como religión descompuesta IRu0 puede de%enir esta categor!a si se pretende suprimir, o enmascarar, su %alor religioso, conser%ando el dispositi%o abstracto de su constitución aparente ="reconocimiento del otro", etc.AK La respuesta es clara1 la confusión incomprensible. ;n discurso piadoso sin piedad, ;na suplencia del alma para gobernantes incapaces, una sociolog!a cultural que sustituye, por las necesidades de la predicación, la difunta lucha de clases. ;na primera sospecha nos gana cuando consideramos que los apóstoles que alardean de la 0tica y el "derecho a la diferencia", %isiblemente se horrori'an por toda diferencia un poco marcada. ara ellos, ya las costumbres africanas son b5rbaras, las isl5micas dan asco, los chinos son totalitarios, y as! sucesi%amente. En %erdad, este famoso "otro" es presentable &nicamente si es un buen otro, es decir, Iqu0 otra cosa que un id0ntico a nosotros mismosK ?2espeto de las diferencias, claro que s!@ ero ba4o la reser%a de que el diferente sea demócrataparlamentario, partidario de la econom!a de mercado, sostenedor de la libertad de opinión, feminista, ecologista... Lo que tambi0n puede decirse as!1 yo respeto las diferencias, en la medida en que resulte claro que quien difiere respeta exactamente como yo dichas diferencias. :e la misma manera que "no hay libertad para los enemigos de la libertad", igualmente no hay respeto para aqu0l cuya diferencia consiste precisamente en no respetar las diferencias. Cólo hay que %er la cólera obsesi%a de los partidarios de la 0tica ante todo lo se pare'ca a un musulm5n "integrista". El problema es que el "respeto de las diferencias", la 0tica de los derechos del hombre ?parecen definir muy bien una identidad@ y que, en consecuencia, respetar las diferencias no se aplica sino en la mediada en que ellas son ra'onablemente homog0neas a esta identidad =la cual no es, despu0s de todo, sino la de un "Occidente" rico, pero %isiblemente en su ocasoA. )un los inmigrantes de estos pa!ses &nicamente son, a los o4os de los partidarios de la 0tica, aceptablemente diferentes si son "integrados", si ellos quieren la integración =lo cual, mirado m5s de cerca, parece querer decir1 si ellos desean suprimir su diferenciaA. 6uy bien podr!a ser que, desligada de la predicación religiosa que al menos le confer!a la amplitud de una identidad" re%elada"F la ideolog!a 0tica no sea sino la <ima palabra de un ci%ili'ado conquistador1 ":e%iene en lo que soy yo, y respetar0 tu diferencia". . 2etorno a lo 6ismo La %erdad es que, sobre el terreno de un pensamiento a-religioso, y realmente contempor5neo de las %erdades de este tiempo, toda la predicación 0tica sobre el otro y su "reconocimiento" debe ser pura y simplemente abandonado ya que la %erdadera cuestión, extraordinariamente dif!cil, es en todo caso la del reconocimiento de lo 6ismo. ongamos nuestros propios axiomas. *o hay ning&n :ios. Lo que tambi0n se dir51 el ;no no es. El m<iple "sin ;no" -todo m<iple siendo siempre a su turno un m<iple de m<iples- es la ley del ser. El &nico punto de detención es el %ac!o. El 9nfinito, como ya lo sab!a ascal, es la banalidad de toda situación M no el predicado de una trascendenciaF puesto que el infinito, como lo ha mostrado 3antor con la creación de la teor!a de los con4untos, es, en efecto, la forma m5s general del ser-m<iple. En realidad, toda situación, en tanto que ella es, es un m<iple compuesto de una infinidad de elementos, de los cuales cada uno es a su %e' un m<iple. 3onsiderados en su simple pertenencia a una situación =a un m<iple infinitoA, los animales de la especie Homo sapiens son multiplicidades ordinarias.
Entonces, Iqu0 debemos pensar del otro, de las diferencias, de su reconocimiento 0ticoK La alteridad infinita es simplemente lo que hay. 3ualquier experiencia es despliegue al infinito de diferencias infinitas. )un la pretendida experiencia reflexi%a de m! mismo no es en absoluto la intuición de una unidad, sino un laberinto de diferenciaciones, y 2imbaud ciertamente no se equi%ocaba al declarar1 "Mo es otro" . Hay tanta diferencia entre, digamos, un campesino chino y un 4o%en e4ecuti%o noruego, como entre yo mismo y cualquier otro, incluido yo mismo. Tanta, pero tambi0n ni m5s ni menos. N. :iferencias "culturales" y culturalismo La 0tica contempor5nea pro%oca un gran barullo sobre las diferencias "culturales". Cu concepción del "otro" apunta esencialmente a este tipo de diferencias. La coexistencia tranquila de las "comunidades" culturales, religiosas, nacionales, etc., el recha'o de la "exclusión", es su gran ideal. Lo que en todo caso es preciso sostener es que estas diferencias no tienen ning&n inter0s para el pensamiento, que ellas no son sino la e%idente multiplicidad infinita de la especie humana, la cual es tan flagrante entre yo y mi primo de Lyon como entre la "comunidad" chiita de 9ra7 y los corpulentos co8-boys de Texas. El cimiento ob4eti%o =o históricoA de la 0tica contempor5nea es el culturalismo, la fascinación %erdaderamente tur!stica por la multiplicidad de los h5bitos, de las costumbres, de las creencias. M especialmente por la ine%itable disparidad de las formaciones imaginarias =religiones, representaciones sexuales, formas de encarnación de la autoridad...A Ci lo esencial de la "ob4eti%idad" 0tica se sostiene en una sociolog!a %ulgar heredera directa del asombro colonial ante los sal%a4es, dando por entendido que los sal%a4es est5n tambi0n entre nosotros =drogadictos de los suburbios, comunidades de creencias, sectas1 todo el aparata4e period!stico de la amena'ante alteridad interiorA, a la que la 0tica, sin cambiar el dispositi%o de in%estigación, opone su "reconocimiento" y sus traba4adores sociales. 3ontra estas f&tiles descripciones =todo lo que se nos cuenta all! pertenece a la realidad a la %e' e%idente y por eso mismo inconsistenteA, el %erdadero pensamiento debe afirmar esto1 siendo las diferencias P que hay, y siendo toda %erdad un %enir-a-ser de lo que a&n no es, las diferencias son precisamente lo que toda %erdad destituye, o hace aparecer como insignificante. *inguna situación concreta se de4a esclarecer por el moti%o del "reconocimiento del otro". Hay, en toda configuración colecti%a moderna, gentes de todas partes que comen diferente, hablan %arios idiomas, lle%an di%ersos sombreros, practican diferentes ritos, tienen relaciones complicadas y %ariables con la cosa sexual, aman la autoridad o el desorden, y as! %a el mundo. S. :e lo 6ismo a las %erdades Dilosóficamente, si lo otro es indiferente, es claro que la dificultad est5 del lado de lo 6ismo. Lo 6ismo, en efecto, no es lo que es =o sea el m<iple infinito de las diferenciasA, sino lo que ad%iene. Ma le hemos dado el nombre a aquello respecto de lo cual no hay sino la %enida de lo 6ismo1 es una %erdad Cólo una %erdad es, como talV indiferente a las diferencias. Ce lo sabe desde siempre, aun si los sofistas de todas la 0pocas se encarni'an en obscurecer esta certe'a1 una %erdad es la misma para todos. Lo que debe ser postulado en cada uno, y que nosotros hemos nombrado su "ser de inmortal", no es ciertamente lo que recubren las diferencias "culturales", tan masi%as como insignificantes. Es su capacidad para lo %erdadero, o sea para ser esto mismo que una %erdad con%oca a su propiaG Gmismidad". Es decir, seg&n las circunstancias, su capacidad para las ciencias, para el amor, la pol!tica o el arte, ya que tales son los nombres uni%ersales ba4o los cuales, seg&n nosotros, se presentan las %erdades. Es por una %erdadera per%ersión, cuyo precio ser5 históricamente terrible, que se ha cre!do poder adosar una "0tica" al relati%ismo cultural. uesto que es pretender que un simple estado contingente de las cosas pueda ser el fundamento de una Ley. Cólo hay 0tica de las %erdades. O m5s precisamente1 &nicamente hay 0tica de los procesos de %erdad, de la labor que hace ad%enir en este mundo algunas %erdades. La 0tica se debe tomar
en el sentido supuesto por Lacan cuando habla, oponi0ndose de esta manera a ano y a la intención de una moral general, de 0tica del psicoan5lisis. La 0tica no existe. Cólo hay la 0tica de =de la pol!tica, del amor, de la ciencia, del arteA. En efecto, no hay un solo su4eto, sino tantos como %erdades hay, y tantos tipos sub4eti%os como procedimientos de %erdad. En cuanto a nosotros, se(alamos cuatro "tipos" fundamentales1 pol!tico, cient!fico, art!stico y amoroso. 3ada animal humano, participando en talo cual %erdad singular, se inscribe en uno de los cuatro tipos sub4eti%os. ;na filosof!a se propone construir un lugar de pensamiento donde los diferentes tipos sub4eti%os, dados en las %erdades singulares de su tiempo coexistan. ero esta coexistencia no es una unificación, y es por eso que es 9mposible hablar de una Etica. A Emanuel L0%inas, GTotalit0 et 9nflni. La Haya, #N. Ce trata de su obra maestra. #A aques Lacan. Le stade du miroir, en >crits, Ceuil, #NN. L) >T93), D9;2) :EL *9H9L9C6O Rue se la determine como representación consensual del 6al o como preocupación por el otro, la 0tica designa ante todo la incapacidad, caracter!stica del mundo contempor5neo, de nombrar y de querer un Bien, )un es preciso ir m5s le4os1 el reino de la 0tica es un s!ntoma para un uni%erso en el que domina una singular combinación de resignación a lo necesario y de %oluntad puramente negati%a, incluso destructi%a. Es esta combinación la que se debe designar como nihilismo. *iet'sche ha mostrado muy bien que la humanidad prefiere querer la nada antes que no querer nada. Ce reser%ar5 el nombre de nihilismo a esta %oluntad de nada, que es como la otra cara de la necesidad ciega. . La 0tica como sir%ienta de la necesidad Es sabido que el nombre moderno de la necesidad es1 "econom!a". La ob4eti%idad económica -que es preciso llamar por su nombre1 la lógica del 3apital- es a partir de lo cual nuestros reg!menes parlamentarios organi'an una opinión y una sub4eti%idad que de entrada est5 for'ada a %alidar lo necesario. La huelga, la anarqu!a producti%a, las desigualdades, la completa des%alori'ación del traba4o manual, la persecución a los extran4eros1 todo eso encadena un consenso degradado, alrededor de un estado de cosas tan aleatorio como el clima del d!a =la "ciencia" económica es aun m5s incierta en sus pre%isiones que la meteorolog!aA pero en el cual hay lugar para constatar la inflexible e interminable coacción externa. La pol!tica parlamentaria, tal como hoy es practicada, no consiste en absoluto en fi4ar ob4eti%os deri%ados de algunos principios, d5ndose los medios para alcan'arlos. 3onsiste en transformar en opinión consensual resignada =aunque e%identemente inestableA el espect5culo de la econom!a. or s! misma la econom!a no es ni buena ni mala, no es el lugar de ning&n %alor =sal%o el %alor mercanc!a, y el dinero como equi%alente generalA. 3omo tal, "%a" m5s o menos bien. La pol!tica es el momento sub4eti%o, o %alori'ante de esta exterioridad neutra. Ma que las posibilidades cuyo mo%imiento pretende organi'ar est5n, en realidad, de antemano circunscriptas y anuladas por la neutralidad externa del referente Geconómico. :e tal manera que la sub4eti%idad general es ine%itablemente reen%iada a una suerte de impotencia malhumorada, cuya %acuidad re cubren las elecciones y las frases hechas de los 4efes de partido. :esde este primer momento, en la constitución de la sub4eti%idad contempor5nea =en t0rminos de "opinión p&blica"A, la 0tica 4uega su rol de acompa(ante, puesto que sanciona de entrada la ausencia de todo proyecto, de toda pol!tica de emancipación, de toda causa colecti%a %erdadera. oniendo una barrera en la rutaF en nombre del 6al y de los derechos del hombre, a la prescripción positi%a de los posibles, el Bien como sobrehumanidad de la humanidad, a lo 9nmortal como amo del tiempo, la 0tica acepta el 4uego de lo necesario como 'ócalo ob4eti%o
de todos los 4uicios de %alor. El famoso "fin de las ideolog!as", que por todos lados se proclama como la buena nue%a que elabora el "retorno de la 0tica", significa en los hechos la adhesión a las chicanas de la necesidad y un empobrecimiento extraordinario del %alor acti%o, militante, de los principios. La idea misma de una "0tica" consensual, que parte del sentimiento general pro%ocado por la %isión de las atrocidades, y que reempla'a las "%ie4as di%isiones ideológicas", es un potente factor de reasignación sub4eti%a y de consentimiento a lo que hay. M a que lo propio de todo proyecto emancipador, de cualquier ad%enimiento de una posibilidad inaudita, es di%idir las conciencias. En efecto Icómo lo incalculable de una %erdad, su no%edad, el agu4ero que produce en los saberes establecidos, podr!an inscribirse en una situación sin encontrar all! resueltos ad%ersariosK recisamente porque una %erdad, en su in%ención, es la &nica cosa que es para todos, no se efect&a realmente sino contra las opiniones dominantes, las que siempre traba4an, no para todos, sino para algunosV estos algunos disponen, ciertamente, de su posición, de sus capitales, de sus instrumentos medi5ticos. ero sobre todo tienen la potencia inerte de la realidad y del tiempo contra lo que siempre es -como toda %erdad- el ad%enimiento a'aroso, precario, de una posibilidad de P intemporal. 3omo lo dec!a 6ao-TseTung con su simplicidad acostumbrada1 "Ci ustedes tienen una idea, ser5 necesario que el uno se di%ida en dos". )hora bien, la 0tica se presenta expl!citamente como el suplemento de alma del consenso. La "di%isión en dos" le produce horror =es propio de la ideolog!a, de les partidarios del pasado...A. Ella forma parte de lo que impide toda idea, todo proyecto de pensamiento coherente, y se contenta con aplicar sobre situaciones impensadas y anónimas el palabrer!o humanitarista =el cual, ya P hemos dicho, no contiene en s! mismo ninguna idea positi%a de humanidadA. :e igual manera, la "preocupación por el otro" significa que no se trata, que no se trata 4am5s, de prescribir a nuestra situación y, en definiti%a, a nosotros mismos, posibles toda%!a inexplorados. La Ley =los derechos del hombre, etc.A est5 desde siempre ah!. Ella regla los 4uicios y las opiniones sobre lo nefasto que ocurre en otro sitio %ariable. ero la cuestión nunca es la de remontar hasta el fundamento de esta "Ley" , hasta la identidad conser%adora que la sostiene. 3omo todos lo saben, Drancia, que ba4o Qichy ha %otado una ley sobre el estatuto de los 4ud!os, y que en este mismo momento %ota leyes de identificación racial, ba4o el nombre de "inmigrante clandestino", de un supuesto enemigo interiorF Drancia, que est5 sub4eti%amente dominada por el miedo y la impotencia, es un "islote de derecho y de libertad". La 0tica es la ideolog!a de esta insularidad, y lo es porque ella %alori'a en todo el mundo, con la fatuidad de la "ingerencia" , las ca(oneras del :erecho. ero al hacerlo, difundiendo hacia adentro en todo lugar la arrogancia y la satisfacción temerosa de s!, esterili'a todo agrupamiento colecti%o alrededor de un pensamiento fuerte de lo que puede =y entonces debeA ser hecho aqu! y ahora. or eso es directamente una %ariante del consenso conser%ador. Es preciso %er bien, sin embargo, que la resignación a las necesidades =económicasA no es el &nico, ni el peor, de los componentes del esp!ritu p&blico que la 0tica %iene a cimentar. Ma que la m5xima de *iet'sche nos impone considerar que todo no-%alor =toda impotenciaA est5 traba4ada por la %oluntad de nada, cuyo nombre es1 pulsión de muerte. La 0tica como dominio "occidental" de la muerte Ce deber!a estar m5s conmocionado de lo que en general se est5, por una, obser%ación que %uel%e constantemente en todos los art!culos y comentarios consagrados a la guerra en la exMugoesla%ia1 all! se remarca, con una suerte de excitación sub4eti%a, de pat0tica ornamental, que todas estas atrocidades pasan "a dos horas de a%ión de ar!s". Los autores de estos textos son todos partidarios, naturalmente, de los derechos del hombre, de la 0tica, de la ingerencia humanitaria, del hecho de que el 6al =que se cre!a haber exorci'ado con la ca!da de los "totalitarismos"A opera un terrible retorno. ero de golpe, la obser%ación parece incongruente1 si Ce trata de los principios 0ticos, de la esencia %ictimaria del Hombre, del hecho de que "los derechos son uni%ersales e imprescriptibles", Iqu0 nos importa la duración de un %ia4e en a%iónK El "reconocimiento del otro" Iser!a tanto m5s intenso si yo tengo a este otro, de alguna manera, casi ba4o la manoK En este pathos de lo próximo, se adi%ina el temblor equ!%oco, equidistante del miedo y del
goce, el percibir el horror y la destrucción, la guerra y el cinismo ,finalmente todo cerca de nosotros. La ideolog!a 0tica dispone, casi a las puertas de su seguro abrigo ci%ili'ado, de la combinación indignante y deliciosa de un Otro confuso =croatas, serbios, y estos enigm5ticos "musulmanes" de BosniaA y de un 6al comprobado. Los alimentos de la 0tica nos son ser%idos a domicilio por la Historia. La 0tica se alimenta demasiado del 6al y del Otro para no go'ar en silencio, =silencio que es el re%0s abyecto de su palabrer!aA de %erlos de cerca. Ma que el nudo que domina internamente a la 0tica es siempre tener que decidir qui0n muere y qui0n no. La 0tica es nihilista porque su con%icción subyacente es que la Wnica cosa que %erdaderamente puede ad%enirle al hombre es la muerte. Esto es cierto, en efecto, en la medida en que se nieguen las %erdades, que se recuse la inmortal disyunción que ellas operan en una situación cualquiera. Entre el Hombre como soporte posible del a'ar de4as %erdades, o el Hombre como ser-para-la-muerte =o para-la"felicidad1 es lo mismoA, es preciso escoger. Esta elección tambi0n opera entre filosof!a y "0tica", o entre el cora4e de las %erdades y el sentimiento nihilista. $. Bio-0tica Cin duda esto esclarece la elección pri%ilegiada que hace la 0tica, entre las "cuestiones de sociedad" de las que nuestro cotidiano se regala -tanto m5s porque ninguna de entre ellas tiene el menor sentido-, del sempiterno debate sobre la eutanasia. La palabra eutanasia pone en claro la cuestión1 "Icu5ndo y cómo, en nombre de nuestra idea de felicidad, se puede matar a alguienK". *ombra as! el nudo estable a partir del cual opera el sentimiento 0tico. Ce sabe del uso constante que el "pensamiento" 0tico hace de la "dignidad humana". ero la combinación de ser-para-la-muerte y de la dignidad construye precisamente la idea de la "muerte digna". 3omisiones, prensa, magistrados, pol!ticos, curas, m0dicos, discuten una definición 0tica, sancionada por la ley, de la muerte dignamente administrada. 3iertamente, el sufrimiento, la degradación, no son" dignos", no son conformes a la imagen pulida, 4o%en, bien alimentada que nos hacemos del Hombre y sus derechos. IRui0n no %e que el "debate" sobre la eutanasia designa sobre todo la falta radical de simboli'ación en que se encuentran hoy la %e4e' y la muerteK IEl car5cter insoportable de su %isión para los %i%ientesK La 0tica se encuentra aqu! en la unión de dos pulsiones que no son sino aparentemente contradictorias1 definiendo al Hombre por el no-6al, luego por la "felicidad" y la %ida, est5 a la %e' fascinada por la muerte e incapa' de inscribirla en el pensamiento. El saldo de este balance es la transformación de la muerte misma en un espect5culo lo m5s discreto posible, en una desaparición de la cual los %i%ientes tienen el derecho de esperar que ella no derogar5 sus h5bitos, est0riles, de satisfacción sin concepto. or lo tanto, el discurso 0tico es a la %e' fatalista y resueltamente no-tr5gico1 "de4a hacer" a la muerte, sin oponerle lo 9nmortal de una resistencia. Obser%emos, ya que estos son los hechos, que Gbio-0tica" y obsesión de Estado concerniendo la eutanasia han sido, expl!citamente, categor!as del na'ismo. En el fondo, el na'ismo era de cabo a rabo una 0tica de la Qida. Ten!a su propio concepto de la "%ida digna", y asum!a implacablemente la necesidad de poner fin a las %idas indignas. El na'ismo ha aislado y lle%ado a su colmo el nudo nihilista del dispositi%o "0tico", a partir del momento en que 0ste tiene los medios pol!ticos para ser otra cosa que una charlataner!a. ) este respecto, la aparición en nuestros pa!ses de grandes comisiones de Estado encargadas de la "bio-0tica" es de mal augurio. Ce pondr5 el grito en el cielo. Ce dir5 que 4ustamente, es respecto al horror na'i que resulta necesario legislar para defender el derecho a la %ida y a la dignidad, el hecho que el impetuoso empu4e de las ciencias de4a en nuestras manos la posibilidad de practicar toda suerte de manipulaciones gen0ticas. Este grito no debe impresionamos. Es preciso mantener con fuer'a que la necesidad de seme4antes comisiones de Estado y de seme4antes legislaciones indica que, en la conciencia y en la configuración de los esp!ritus, la problem5tica sigue siendo esencialmente sospechosa. El abra'o de "0tica" y de "bio" es por s! mismo amena'ante. :e la misma manera que lo es la similitud de los prefi4os entre el eugenismo =deshonradosA y eutanasia =respetableA. ;na doctrina hedonista del "bie1n-morir" no ser5 una
barrera para la potente aspiración, %erdaderamente mort!fera, del "bien-generar", instancia e%idente del "bien-%i%ir" El fondo del problema es que, de cierta manera, toda definición del Hombre a partir de la felicidad es nihilista. Ce %e bien que las barricadas erigidas en las puertas de nuestra prosperidad mal hecha, tienen como garant!a interna contra la pulsión nihilista, la rid!cula y cómplice barrera de las comisiones de 0tica. 3uando un primer ministro, pregonero pol!tico de una 0tica de la ciudadan!a, declara que Drancia Gno puede acoger a toda la miseria del mundo", se guarda muy bien de decirnos "seg&n qu0 criterios y con qu0 m0todos, se %a a discernir la parte de la mencionada miseria que se habr5 de acoger de aquella que ser5 in%itada, sin duda en los centros de retención, a recuperar su lugar de muerte, para que podamos go'ar de nuestras rique'as irrepartibles -las cuales, como se sabe, condicionan a la %e' nuestra felicidad y nuestra "0tica". :e igual manera, es sin duda imposible estabili'ar los criterios "responsables" y e%identemente ", en nombre de los cuales las comisiones de bio-0tica har5n el reparto entre eugenismo y eutanasia, entre el me4oramiento cient!fico del hombre blanco as! como de su felicidad, y la liquidación "en dignidad" de los monstruoAs, de los sufrimientos y de los espect5culos molestos. El a'ar, las circunstancias de la %ida, el laberinto de las conciencias, combinados en un tratamiento riguroso y sin excepción de la situación cl!nica, %alen mil %eces m5s que el pomposo y medi5tico requerimiento de las instancias de la bio-0tica, cuyo terreno de e4ercicio, y hasta el mismo nombre, no huelen muy bien. /. El nihilismo 0tico entre el conser%adorismo y la pulsión de muerte 3onsiderada como figura del nihilismo, refor'ada por el hecho de que nuestras sociedades carecen de un por%enir uni%ersalmente presentable, la 0tica oscila entre dos deseos apareados1 un deseo conser%ador, que querr!a que sea reconocida por todos la legitimidad del orden propio a nuestra perspecti%a "occidental" , esto es1 imbricación de una econom!a ob4eti%a sal%a4e y de un discurso del derechoF y un deseo mort!fero, que en un mismo gesto promue%e y %ela un integral dominio de la %ida, lo que bien quiere decir igualmente1 consagrar lo que es al dominio "occidental" de la muerte. 2a'ón par la cual la 0tica ser!a me4or designada -ya que ella habla griego- una "eu-eud0nose"F un nihilismo beato. Todo cuanto puede opon0rsele es aquello cuyo modo de ser es el de no ser a&n, pero de lo que nuestro pensamiento se declara capa'. 3ada 0poca -y en definiti%a ninguna %ale m5s que cualquier otra- atiene su propia figura nihilista. Los nombres cambian, pero ba4o estos nombres ="0tica", por e4emploA se reencuentra siempre la articulación de una propaganda conser%adora y de un oscuro deseo de cat5strofe. Es solamente declarando querer lo que el conser%adorismo decreta como imposible, y afirmando las %erdades contra el deseo de nada, que uno se separa del nihilismo. La posibilidad de lo imposible, que todo encuentro amoroso, toda refundación cient!fica, toda in%ención art!stica y toda secuencia de la pol!tica de emancipación, ponen ba4o nuestros o4os, es el &nico principio -contra la 0tica del bien %i%ir, cuyo contenido real es decidir la muerte- de una 0tica de las %erdades. 9Q L) >T93) :E L)C QE2:):EC Es una pesada tarea para el filósofo, arrancar los nombres a quienes prostituyen su uso. Ma latón padec!a todas las penas del mundo por mantenerse firme sobre la palabra 4usticia contra el uso enredado y %ers5til que de ella hac!an las sofistas. Cin embargo intentemos, a pesar de todo lo dicho, conser%ar la palabra 0tica, ya que tambi0n, desde )ristóteles, aquellas que hicieron un uso ra'onable componen una larga y estimable progenie. . Cer, acontecimiento, %erdad, su4eto
Ci no hay 0tica "en general", es que falta el Cu4eto abstracto, y habr!a que pro%eerlo. *o hay sino un animal particular, con%ocado por las circunstancias a de%enir su4eto. O, m5s bien, a entrar en la composición de un su4eto. Lo que quiere decir que todo lo que es, su cuerpo, sus capacidades, se encuentre, en un momento dado, requerido para que la %erdad haga su camino. Es entonces que el animal humano es intimado a ser el inmortal que no era. Ru0 son estas "circunstancias"K Con las circunstancias de una %erdad. ero, Iqu0 es preciso entender por talesK Rueda claro que lo que hay =los m<iples, las diferencias infinitas, las situaciones "ob4eti%as" por e4emplo, el estado ordinario de la relación con el otro antes de un encuentro amorosoA no puede definir una tal circunstancia. En este tipo de ob4eti%idad, el animal, uni%ersalmente, se desen%uel%e como puede. Ce debe entonces suponer que lo que con%oca a la composición de un su4eto es un plus, o sobre%iene en las situaciones como aquello de lo que estas situaciones, y la manera usual de comportarse all!, no pueden dar cuenta. :ecimos que un su4eto, que sobrepasa al animal =pero el animal es su &nico soporteA exige que algo haya pasando, algo irreductible a su inscripción ordinaria en "lo que hay". ) este suplemento, llam0moslo un acontecimiento, y distingamos al ser-m<iple, donde no se trata de la %erdad =sino solamente de opinionesA, del acontecimiento=PA que nos coacciona a decidir una nue%a manera de ser. Ceme4antes acontecimientos est5n perfectamente testimoniados1 la 2e%olución francesa de S#F el encuentro de Elo!sa y )belardoF la creación galileana de la f!sicaF la in%ención de Haydn del estilo musical cl5sico... ero tambi0n1 la re%olución cultural 3hina =#N-#NSAF una pasión amorosa personalF la creación del matem5tico rothendiec7 de la teor!a de los ToposF la in%ención por Cchoemberg del dodecafonismo... Entonces, Ien qu0 "decisión" se origina el proceso de una %erdadK En la decisión de relacionarse de ahora en m5s con la situación desde el punto de %ista del suplemento del acontecimiento. :esignemos esto como una fidelidad. Cer fiel a un acontecimiento, es mo%erse en la situación que este acontecimiento ha suplementado, pensando =pero todo pensamiento es una pr5ctica, una puesta a pruebaA la situación "seg&n" el acontecimiento. Lo que, bien entendido, ya que el acontecimiento estaba fuera de todas las leyes regulares de la situación, obliga a in%entar una nue%a manera de ser y de actuar en la situación. Est5 claro que ba4o el efecto de un encuentro amoroso, y si quiero serle fiel realmente, debo recomponer de arriba a aba4o mi manera ordinaria de "habitar" mi situación. Ci quiero ser fiel al acontecimiento "2e%olución cultural", debo en todo caso practicar la pol!tica =en especial la relación con los obrerosA de manera completamente diferente de lo que propone la tradición socialista y sindicalista. :e la misma manera, Berg y Uebem, fieles al acontecimiento musical que tiene el nombre" Cchoenberg", no pueden continuar como si nada el neorromanticismo de fin de siglo. :espu0s de los textos de Einstein de #P, si soy fiel a su radical no%edad, no puedo continuar practicando la f!sica en su cuadro cl5sico, etc. La fidelidad al acontecimiento es ruptura real =pensada y practicadaA en el orden propio en el que el acontecimiento ha tenido lugar =pol!tico, amoroso, art!stico, cient!fico...A. Ce llamaG G%erdad" =una %erdadA al proceso real de una fidelidad a un acontecimiento. )quello que esta fidelidad produce en la situación. or e4emplo, la pol!tica de los mao!stas franceses entre #NN y #SN, que intenta pensar y practicar una fidelidad a dos acontecimientos entre%erados1 la 2e%olución cultural 3hina y 6ayo del N en Drancia. O la m&sica llamada "contempor5nea" =nombre tan admitido como faroA, que es fidelidad a los grandes Qieneses de comien'os del siglo. O la geometr!a algebraica en los a(os cincuenta y sesenta, fiel al concepto de ;ni%erso =en el sentido de rothendiec7A, etc. En el fondo, unaF %erdad es la tra'a material, en la situación, de la suplementación del acontecimiento. En consecuencia, es una ruptura inmanente. "9nmanente", porque una %erdad procede en la situación y en ninguna otra parte. *o hay el 3ielo de las %erdades. "2uptura", porque lo que hace posible el proceso de %erdad -el acontecimiento- no estaba en los usos de la situación, ni se de4aba pensar por los saberes establecidos. Tambi0n se dir5 que un proceso de %erdad es heterog0neo a los saberes instituidos de la situación. O, para utili'ar una expresión de Lacan, que es un "agu4ero" en estos saberes. Ce llama "su4eto" al soporte de una fidelidad, luego, al soporte de un proceso de %erdad. El su4eto no preexiste para nada a un proceso. El es absolutamente inexistente en la situación "antes" del acontecimiento. Ce dir5 que el proceso de %erdad induce un su4eto.
)qu! es necesario pre%enir que el "su4eto", as! concebido,. *o recubre al su4eto psicológico, ni aun al su4eto reflexi%o =en el sentido de :escartesA o al s u4eto trascendental =en el sentido de antA. or e4emplo, el su4eto inducido por la fidelidad a un encuentro amoroso, el su4eto del amor, no es el su4eto "amante" descrito por los moralistas cl5sicos. orque un tal su4eto psicológico depende de la naturale'a humana, de la lógica de las pasiones. 6ientras que aquello de lo que nosotros hablamos no tiene ninguna preexistencia" natural". Los amantes entran como tales en la composición de un su4eto de amor, que los excede a uno y a otro. . :e la misma manera, el su4eto de una pol!tica re%olucionaria no es el militante indi%idual, ni tampoco, por supuesto, la quimera de una "clase-su4eto". Es una producción singular que ha tenido nombres diferentes =a %eces "artido", a %eces noA. Es cierto que el militante entra en la composición de este su4eto, que una %e' m5s tambi0n lo excede =es 4ustamente este exceso el que lo hace ad%enir como inmortalA. . )s! tambi0n, el su4eto de un proceso art!stico no es el artista =el "genio" , etc.A. En realidad, los puntos-su4etos del arte son las obras de arte. El artista entra en la composición de estos su4etos =las obras son "las suyas"A, sin que se pueda de ninguna manera reducirlas a "0l" =y por otra parte, Ide qu0 "0l" se tratar!aKA. Los acontecimientos son singularidades irreductibles, "fuera-de-la-ley" de las situaciones. Los procesos fieles a una %erdad son rupturas inmanentes siempre enteramente in%entadas. Los su4etos, que son las circunstancias locales de un proceso de %erdad ="puntos" de %erdadA son inducciones particulares e incomparables. Es con respecto a estos su4etos que -acaso- sea leg!timo hablar de una "0tica de las %erdades" . :efinición formal de la 0tica de una %erdad Ce llama de manera general "0tica de una %erdad" al principio de continuación de un proceso de %erdad -o, de manera m5s precisa y comple4a1 lo que da consistencia a la presencia de alguien en la composición de un su4eto que induce el proceso de esta %erdad. :espleguemos esta fórmula. A IRu0 debemos entender por "alguien"K ")lguien" es un animal de la especie humana, este tipo de m<iple particular que los saberes establecidos designan como perteneciendo a la especie. Es este cuerpo, y todo aquello de lo que 0l es capa', lo que entra en la composición de un "punto de %erdad". Ba4o la suposición de que ha habido un acontecimiento, y una ruptura inmanente en la forma continuada de un proceso fiel. " )lguien" es e%entualmente este espectador cuyo pensamiento es puesto en mo%imiento, capturado y desconcertado por un resplandor teatral, y que de esta forma entra en la comple4a configuración de un momento de arte. O aquel que constantemente aplicado a un problema de matem5ticas, en el momento preciso en el que se opera, despu0s de la ingrata tarea donde los saberes obscurecidos giran sobre si mismos, el esclarecimiento de la solución. O aquel amante cuya %isión de lo real est5 a la %e' ensombrecida y trastocada, porque se rememora apoyada en el otro el instante de la declaración. O aquel militante que alcan'a, al t0rmino de una reunión complicada, a decir simplemente el enunciando hasta entonces inhallable y del cual todos acuerdan que es el necesario para hacerla traba4ar en la situación. El "alguien" que as! tomado atestigua que pertenece, como punto-soporte, al proceso de una %erdad, es simult5neamente 0l-mismo, ning&n otro que 0l mismo, una singularidad m<iple por todos reconocible y en exceso sobre 0l-mismo, porque la tra'a aleatoria de la fidelidad pasa por 0l, transita su cuerpo singular y lo inscribe, desde el interior mismo del tiempo, en un instante de eternidad. :igamos que lo que se puede saber de 0l est5 enteramente comprometido en lo que ha tenido lugarF no hay, materialmente, nada m5s que este referente de un saber, pero todo eso capturado en la ruptura inmanente al proceso de la %erdad, de manera que, co-perteneciendo a su propia situación =pol!tica, cient!fica, art!stica, amorosa...A y a la %erdad que de%iene, "alguien" queda imperceptible e interiormente roto, o agu4ereado, por esta %erdad que "pasa" a tra%0s de este m<iple que se sabe que 0l es. Ce podr!a decir m5s simplemente1 de esta co-pertenencia a una situación y al tra'ado a'aroso de una %erdad, de este de%enir-su4eto, el "alguien" estaba incapacitado de saberse capa'.
En la medida en que 0l entra en la composición de un su4eto, que es sub4eti%ación de s!, el "alguien" existe en su propio no-saber. A )hora Iqu0 es preciso entender por "consistencia"K Cimplemente que hay una ley de lo nosabido. Ci, en efecto, el "alguien" no entra en la composición del su4eto de una %erdad, sino exponi0ndose "completamente" a una fidelidad post-acontecimiento, el problema consiste en saber qu0 %a a de%enir el "alguien" en esta prueba. El comportamiento ordinario del animal humano depende de lo que Cpino'a llama la "perse%erancia en el ser" y que no es otra cosa que la persecución del inter0s, es decir, de la conser%ación de s!. Esta perse%erancia es la ley del alguien tal como 0l se sabe. )hora bien, la prueba de una %erdad no cae ba4o esta ley. ertenecer a la situación es el destino natural de cualquiera, pero pertenecer a la composición del su4eto de una %erdad depende de una tra'a propia, de una ruptura continuada, de la que es muy dif!cil saber cómo se sobreimprime o se combina con la simple perse%erancia en el propio ser. Llamamos "consistencia" =o "consistencia sub4eti%a"A al principio de esta sobreimpresión, o de esta combinación. :icho de otra forma, la manera en la cual nuestra pasión de matem5ticos %a a comprometer su perse%erancia en lo que rompe o contraria esta perse%erancia y que es su pertenencia a un proceso de %erdad .P la manera en que nuestro amante ser5 completamente "0l-mismo" en la prueba continuada de su inscripción en un su4eto de amor. Dinalmente, la consistencia es comprometer su singularidad =el "alguien" animalA en la continuación de un su4eto de %erdad. O bien1 poner la perse%erancia de lo que es sabido al ser%icio de una duración propia de lo no sabido. . Lacan tocaba este punto cuando propon!a como m5xima de la 0tica1 "*o ceder sobre su deseo". uesto que el deseo es constituti%o del su4eto del inconsciente, es lo no sabido por excelencia, de manera que "*o ceder sobre su deseo" quiere decir1 "*o ceder sobre lo que de s! mismo no se sabe". *osotros a(adimos que la prueba de lo no sabido es el efecto le4ano del suplemento de un acontecimiento, el agu4ereamiento de un "alguien" a causa de una fidelidad a este suplemento des%anecido, y que no ceder quiere decir, finalmente1 no ceder sobre su propia captura por un proceso de %erdad. 3omo el proceso de %erdad es fidelidad, si "*o ceder" es la m5xima de la consistencia -luego, de la 0tica de una %erdad- bien se puede decir que se trata, para el "alguien", de ser fiel a una fidelidad. y no lo puede ser sino haciendo ser%ir all! su propio principio de continuidad, la perse%erancia en el ser de lo que es. Ligando =es 4ustamente la consistenciaA lo sabido por medio de lo no sabido. La 0tica de una %erdad, por lo tanto, se pronuncia f5cilmente1 "Ha' todo lo que puedas para que perse%ere lo que ha excedido tu perse%erancia. erse%era en la interrupción. )trapa en tu ser lo que te ha atrapado y roto" La "t0cnica" de consistencia es siempre singular, dependiente de los rasgos "animales" de alguien. ) la consistencia del su4eto que se ha de%enido, por haber sido requerido y capturado por un proceso de %erdad, un "alguien" pondr5 al ser%icio su angustia y su agitaciónF este otro su gran estatura y su flemaF tal otro su %ora' apetito de dominaciónF un otro su melancol!aF otro su timide'... Todo el material de la multiplicidad humana se de4a labrar, ligar, por una .VG consistencia" -al mismo tiempo que le opone terribles inercias, que expone al "alguien" a la permanente tentación de ceder, de %ol%er a la simple pertenencia a una situación" ordinaria" , de tachar los efectos de lo no sabido. . La 0tica se manifiesta por el conflicto crónico entre dos funciones del material m<iple que hace todo el ser de un "alguien"1 por una parte, el desplegamiento simple, la pertenencia a la situación, lo que se puede llamar el principio de inter0sFpor la otra, la consistencia, la liga'ón de lo sabido por lo no sabido, lo que se puede llamar el principio sub4eti%o. Entonces es f5cil descubrir las manifestaciones de la consistenciaG, esquemati'ar una fenomenolog!a de la 0tica de las %erdades. PA )lain Badiou, L GE9re el G0%0nemenl, Ceuil, #. La teor!a del acontecimiento exige, en realidad, largos recorridos conceptuales que son desplegados en este libro.
$. La experiencia de la "consistencia" 0tica :emos dos e4emplos. A. Ci se define el inter0s comoG Gperse%erancia en el ser" =que es, record0moslo, la simple pertenencia a las situaciones m<iplesA, se %e que la consistencia 0tica se manifiesta como inter0s desinteresado. Tiene que %er con el inter0s, en el sentido en que compromete los recursos de la perse%erancia =los rasgos singulares de un animal humano, de un "alguien"A. ero es desinteresada en un sentido radical, puesto que se propone ligar estos rasgos a una fidelidad, que a su %e', se. dirige a una fidelidad primera, aquella que constituye el proceso de %erdad y que por s! misma no guarda ninguna relación con los "intereses" del animal, que es indiferente a su perpetuación y tiene par destino la eternidad. )qu! se puede 4ugar sobre la ambigXedad de la. palabra inter0s. 3iertamente, el apasionado de la matem5tica, el espectador fi4ado sobre su butaca de teatro, el amante transfigurado, el militante entusiasta, manifiestan por lo que hacen -por el ad%enimiento en ellos del 9nmortal del cual no se sab!an capa'- un prodigioso inter0s. *ada podr!a en el mundo suscitar m5s la intensidad de existencia que ese actor que me hace re encontrar a HamletF esta percepción por el pensamiento de lo que es ser dosF este problema de geometr!a algebraica del que de repente descubro sus innumerables ramificacionesF o esta asamblea en la calle a la entrada de una f5brica, donde %erifico que mi enunciado pol!tico re&ne y transforma. Cin embargo, respecto de mis intereses de animal mortal y depredador, aqu! no pasa nada que me concierna o de lo cual un saber me indique que se trata de una circunstancia apropiada para m!. Estoy ac5 por entero, ligando mis componentes en el exceso sobre mi mismo que induce el pasa4e a tra%0s de m! de una %erdad. ero de golpe estoy tambi0n suspendido, roto, re%ocando1 desinteresado. uesto que no podr!a, en la fidelidad a la fidelidad que define la consistencia 0tica, interesarme por m! mismo y perseguir mis intereses. Toda mi capacidad de inter0s, que es mi propia perse%erancia en el ser, est5 %olcada sobre las consecuencias futuras de la solución de este problema cient!ficoF sobre el examen del mundo a la lu' del ser-dos del amorF sobre lo que har0 de mi encuentro, una noche, con el eterno HamletF o sobre la etapa siguiente del proceso pol!tico, cuando la reunión delante de la f5brica se haya dispersado. *o hay sino una cuestión en la 0tica de las %erdades1 Icómo %oy, en tanto que alguien, a continuar excediendo mi propio serK I3ómo ligar de manera consistente lo que s0 con los efectos de la captura por lo no-sabidoK Lo que tambi0n se puede decir1 Icómo %aya continuar pensandoK Es decir, a mantener en el tiempo singular de mi ser..m<iple, y por el &nico recurso material de este ser, el 9nmortal que una %erdad hi'o ad%enir por mi intermedio a una composición de su4eto. A. Toda %erdad, ya lo hemos dicho, depone los saberes constituidos y, en consecuencia, se opone a las opiniones, ya que se llama opiniones a las representaciones sin %erdad, los desechos an5rquicos de un saber circulante. )hora bien, las opiniones son el cimiento de la sociabilidad. Es de lo que los animales humanos con%ersan, todos, sin excepción. *o se puede hacer de otra manera1 el tiempo que haceF la <ima pel!culaF las enfermedades de los chicosF los ba4os salariosF las %ile'as del gobiernoF la actuación del equipo local de f&tbolF la tele%isiónF las %acacionesF las atrocidades le4anas y próximasF los sinsabores de la escuela p&blicaF el Wltimo disco de un con4unto de hard-roc7F el mal momento por el que se atra%iesaF si haya no demasiados inmigrantesF los s!ntomas neuróticosF los 0xitos en la instituciónF las comidas ricasF la <ima lecturaF las re%istas donde encontrar por poca plata lo que se necesitaF los autosF el sexoF el sol... IRu0 har!amos nosotros, miserables, si no hubiera todo eso que circula y se repite entre los animales de la ciudadK I) qu0 silencio deprimente estar!amos condenadosK La opinión es la materia prima de toda comunicación. Ce sabe la fortuna que hoy tiene este t0rmino, y que algunos %en ah! el enrai'amiento de lo democr5tico y de la 0tica. Ce sostiene frecuentemente que lo que cuenta es "comunicar", que toda 0tica es "0tica de la comunicación". Ci se pregunta1 comunicar, es cierto, Ipero qu0K Es f5cil responder1 las opiniones sobre el despliegue total de los m<iples que este m<iple especial, el animal humano, experimenta en la empecinada determinación de sus intereses. Opiniones sin un gramo de %erdad. *i tampoco de falsedad. La opinión est5 m5s ac5 de P
%erdadero y de P falso, 4ustamente porque su &nico oficio es ser comunicable. or el contrario, lo que determina un proceso de %erdad no se comunica. La comunicación es apropiada &nicamente para las opiniones =e, insistimos1 no podr!amos prescindir de ellaA. En todo P que concierne a las %erdades se requiere que haya encuentro. Lo 9nmortal del que soy capa' no podr!a ser suscitado en m! por los efectos de la sociabilidad comunicante, debe ser directamente capturado por la fidelidad. Lo que quiere decir1 roto, en su serm<iple, siguiendo el tra'ado de una ruptura inmanente y finalmente requerido, aunque m5s no fuese sin saberlo, por el suplemento de un acontecimiento. Entrar en la composición del su4eto de una %erdad NP puede ser del orden de aquello que a uno le ocurre. )s! lo atestiguan las circunstancias concretas en donde alguien es capturado por una fidelidad1 encuentro amorosoF un poema que s&bitamente sienten dirigido a ustedesF teor!a cient!fica cuya belle'a, primeramente indistinta, los subyugaF inteligencia acti%a de un lugar pol!tico La filosof!a no es una excepción, ya que cada uno sabe que para mantener el inter0sdesinteresado, es preciso haber encontrado, una %e' en la %ida,-9a palabra de un 6aestro. :e repente, la 0tica de una %erdad es todo lo contrario de una "0tica de la comunicación". Es una 0tica de lo real si es %erdad que, como lo sugiere Lacan, todo acceso a lo real es del orden del encuentro. M la consistencia, que es el contenido de la m5xima 0tica1 "i 3ontinuar@", no %a sino a mantener el hilo de este real. Ce lo podr!a formular asY1 "*o ol%ides 4am5s lo que has encontrando". ero sabiendo que el no-ol%ido no es una memoria =?ah, la insoportable y period!stica "0tica de la memoria"@A. El nool%ido consiste en pensar y practicar el acomodamiento de mi ser-m<iple al 9nmortal que 0l detenta, y que el atra%esamiento de un encuentro ha compuesta en su4eto. Lo que en un antiguo libro hab!amos formulado as!1 ")ma lo que 4am5s creer!as dos %eces". orque la 0tica de una %erdad se opone de manera absoluta a la opinión y a la 0tica a secas, que no es m5s que un esquema de opinión. M a que la m5xima de la opinión es1 "*o amen sino lo que creen desde siempre". A urgen Habermas, Theorie de lZagir communnicationel, Dayard, #S. Habermas intenta extender la racionalidad democr5tica" integrando la comunicación en los fundamentos mismos de su antropolog!a. :esde este punto de %ista participa, desde el borde opuesto al de L0%inas, de lo que se podr!a llamar la subestructura filosófica de la corriente "0tica". A )lain Badiou, Th0orie du su4et, Ceu!l, #. Este libro contiene en sus "lecciones finales", los desarrollos sobre la 0tica del su4eto, pero en %erdad son un poco diferentes de lo que se dice ac5. /. I)scetismoK IEs la 0tica de las %erdades asc0ticaK IExige de nosotros un renunciamientoK Este debate es, desde el alba de la filosof!a, esencial. 9nteresaba ya a latón, resuelto a probar que el filósofo, hombre de las %erdades, es "m5s afortunado" ,que el tirano que go'a, y que, en consecuencia, el animal sensible no renuncia a nada esencial consagrando su %ida a las 9deas. Llamamos "renunciamiento" al hecho que se deba ceder sobre la persecución de nuestros intereses, persecución que, excluida la %erdad, hace la totalidad de nuestro ser-m<iple. IHay renunciamiento cuando una %erdad me capturaK Cin duda que no, ya que esta captura se manifiesta por intensidades de existencia inigualables. Ce les puede dar nombres1 en el amor hay dichaF en la ciencia, hay alegr!a. =en el sentido de Cpino'a1 beatitud intelectualAF en la pol!tica, hay entusiasmoF y en el arte, placer. Estos" afectos de la %erdad" , al mismo tiempo que se(alan la entrada de alguien en una composición sub4eti%a hacen %anas todas las consideraciones acerca del renunciamiento. La experiencia lo muestra hasta el harta'go. ero la 0tica no es del orden d0 la pura captura. Ella regla la consistencia sub4eti%a, en la medida en que su m5xima es "?3ontinuar@". )hora bien, nosotros hemos %isto que esta continuación supone un %erdadero des%!o de la "perse%erancia en el ser". Los materiales de nuestro ser-m<iple se subordinan a la composición sub4eti%a, a la fidelidad a una fidelidad, ya no m5s a la persecución de nuestro inter0s. Esta des%iación Iequi%ale aun renunciamientoK Es preciso decir que aqu! hay un punto propiamente ind0cidible. "9ndecidible" quiere decir que ning&n c5lculo permite decidir si hay o no renunciamiento esencial.
-or un lado, es cierto que la 0tica de las %erdades impone una distancia tal respecto de las opiniones que se la puede considerar propiamente asocia. Esta a-sociabilidad es reconocida desde siempre1 son las im5genes de Tales que cae en un po'o porque busca penetrar el secreto de los mo%imientos celestesF el pro%erbio1 "los enamorados est5n solos en el mundo"F el destino apartado de los grandes re%olucionariosF el tema de la "soledad del genio" ,etc. En el m5s ba4o ni%el es el sarcasmo contempor5neo contra el "intelectualoso", o la representación ine%itable del militante como "dogm5tico" o "terrorista". )hora bien, la a-sociabilidad se paga con una constante restricción en cuanto a la persecución de los intereses, porque esta persecución est5 precisamente reglada por el 4uego social y por la comunicación. )qu! no se trata tanto de represión =aunque e%identemente existe y puede tomar formas extremasA como de una discordancia insuperable, propiamente ontológica,$ entre la fidelidad postacontecimiento y el transcurso normal de las cosas, entre %erdad y saber. or otro lado, es preciso reconocer que el "m!-mismo" comprometido en la composición sub4eti%a es id0ntico a aqu0l que persigue su inter0s1 para nosotros no hay dos figuras distintas del "alguien". Con los mismos m<iples %i%ientes los que son requeridos en todos estos casos. Esta ambi%alencia de mi composición-m<iple, hace que el inter0s no pueda m5s ser claramente representable como distinto del inter0s-desinteresado. Toda representación de m!-mismo es la imposición ficticia de una unidad a sus componentes m<iples infinitos. Rue esta ficción sea en general cimentada por el inter0s, no hay duda alguna. ero como los componentes son ambiguos =son ellos los mismos que sir%en para ligar mi presencia en una fidelidadA, es posible que, aun ba4o la regla del inter0s, la unidad ficticia se subordine como tal a un su4eto, al 9nmortal, y no al animal sociali'ado. En el fondo, la posibilidad de que alg&n ascetismo sea requerido por la 0tica de las %erdades, pro%iene de que el esquema del inter0s no tiene otra materia para unificar ficticiamente que aquella a la cual la 0tica de las %erdades da consistencia. :e ah! que el inter0s desinteresando pueda ser representado como inter0s a secas. 3uando 0ste es el caso, no se podr!a hablar de ascetismo1 el principio del inter0s gobierna, en efecto, la pr5ctica consciente. ero no se trata sino de una simple posibilidad y en ning&n caso una necesidad. En efecto, no ol%idemos que falta mucho para que todos los componentes de mi ser-m<iple sean comprometidos en su con4unto, tanto en la persecución de mis intereses como en la consistencia de un su4eto de %erdad. Ciempre puede ocurrir que la brutal requisitoria de tal o cual componente "dormido", ya sea ba4o la presión sociali'ada de los intereses o para la etapa en curso de una fidelidad, desestabilice todos los monta4es ficticios anteriores por medio de los cuales organi'o la representación de m!-mismo. En consecuenciaF la percepción del inter0sdesinteresado, como inter0s a secas puede deshacerse, ser representable la escisión y el ascetismo %enir a la orden del d!a, tanto como la in%ersa1 la tentación de ceder, de retirarse de la composición sub4eti%a, de romper un amor porque un deseo obsceno se imponeF traicionar una pol!tica porque se ofrece el reposo del "ser%icio de los bienes"F reempla'ar la exasperación cient!fica por la carrera por los cr0ditos y los honores, o regresar al academicismo ba4o la fachada de una propaganda que denuncia el car5cter "superado" de las %anguardias. oro entonces, la llegada del ascetismo es id0ntica al descubrimiento de un su4eto de %erdad como puro deseo de si. El su4eto debe de alguna manera continuar por sus propias fuer'as, ya sin la protección de las ambigXedades de la ficción representati%a. Es el punto propio de lo indecidible1 este deseo del su4eto de perse%erar en su consistencia Ies comparable al deseo del animal de asir su suerte sociali'adaK *ada, una %e' all!, exime del cora4e. ;no se armar5, si se puede, del optimismo de Lacan, cuando escribe1 "El deseo, lo que se llama el deseo =Lacan habla aqu! de lo insabido sub4eti%oA basta para hacer que la %ida no tenga sentido si produce un cobarde." / $A )lain Badiou, L GE9re el G0%0nemenl, op. cit. ;n elemento considerado por la opinión es siempre tomado en un con4unto construible =que se de4a aprehender por las clasificacionesA. 6ientras que el mismo elemento, considerado a partir de un proceso de %erdad, es tomado en un con4unto gen0rico =grosso modo1 escapando a todas las clasificaciones establecidasA. /A Lacques Lacan, >crits, Ceuil, B- S EL 2OBLE6) :EL 6)L
Cubrayamos ya hasta qu0 punto la ideolog!a 0tica contempor5nea se enra!'a en la e%idencia consensual del 6al. Hemos in%ertido este 4uicio determinando el proceso afirmati%o de las %erdades como n&cleo central, tanto de la composición posible de un su4eto, como del ad%enimiento singular, para el "alguien" que entra en esta composición, de una 0tica perse%erante. I Ruiere decir que es necesario recusar toda %alide' a la noción del 6al y reen%iarla en bloque a su e%idente origen religiosoK ) La %ida, las %erdades, el Bien )qu! no haremos ninguna concesión a la opinión seg&n la cual habr!a una suerte de "derecho natural" fundado, en <imo an5lisis, sobre la e%idencia de lo que per4udica al Hombre. 2estituido a su simple naturale'a, el animal humano debe ser considerado del mismo modo que sus compa(eros biológicos. Este masacrador sistem5tico persigue en los gigantes hormigueros que edificó intereses de super%i%encia y satisfacción ni m5s ni menos estimables que los de los topos o de las cicindelas. El animal humano se ha mostrado el m5s taimado de los animales, el m5s paciente, el m5s obstinadamente escla%o de los deseos crueles de su propia potencia. Cobre todo supo poner al ser%icio de su %ida mortal la capacidad que le es propia, y que consiste en ubicarse sobre el trayecto de las %erdades de manera que le ad%enga una parte de 9nmortal. Es lo que ya de4aba presentir latón, cuando indicaba que su famoso prisionero e%adido de la ca%erna y encandilado por el sol de la 9dea, ten!a como deber %ol%er a la sombra y hacer que sus compa(eros de ser%idumbre se beneficien de aquello que, en el umbral del mundo obscuro, lo hab!a capturado. Cólo hoy mensuramos plenamente lo que este retorno significa1 es el de la f!sica galileana hacia la maquinación t0cnica o el de la teor!a atómica hacia los explosi%os y las centrales atómicas. El retorno del inter0s-desinteresado hacia el inter0s bruto, el Gfor'amiento de los saberes por algunas %erdades. Todo lo cual condu4o al animal humano a de%enir amo absoluto de su biosfera que, por cierto, no es sino un planeta de segundo orden. ensado as! =y es lo que de 0l sabemosA queda claro que el animal humano no depende "en s!" de ning&n 4uicio de %alor. *iet'sche ten!a sin ninguna duda ra'ón, puesto que determina a la humanidad seg&n la norma de su potencia %ital, en declararla esencialmente inocente, en s! misma extran4era al Bien y al 6al. Cu quimera es imaginar una sobrehumanidad de%uelta a esta inocencia, una %e' liberada de la tenebrosa empresa de aniquilamiento de la %ida, lle%ada a cabo por la potente figura del Cacerdote. *o, ninguna %ida, ninguna potencia natural, pondr!a estar m5s all5 del Bien y del 6al. Es necesario decir que toda %ida, comprendida la del animal humano, est5 del lado de ac5 del Bien y del 6al. Lo que hace surgir el bien y por %!a de simple consecuencia el 6al, concierne exclusi%amente a la rara existencia de los procesos de %erdad dad. Transido por una ruptura inmanente, el animal humano %e su principio de super%i%encia -su inter0s- desorgani'ado. :ecimos entonces que el Bien, si por tal se entiende que alguien pueda entrar en la composición del su4eto de una %erdad, es precisamente la norma interina de una desorgani'ación prolongada de la %ida. Todo el mundo, por otra parte, lo sabe1 las rutinas de la super%i%encia son indiferentes al Bien, cualquiera que 0ste sea. Toda prosecución de un inter0s no tiene legitimidad sino en su logro. or el contrario, "caer enamorado" =la palabra" caer" se(ala la desorgani'ación de la marcha de las cosasA, ser tomado por el furioso insomnio de un pensamiento, o comprobar que alg&n compromiso pol!tico radical resulta incompatible con todo principio de inter0s inmediato, me obliga a e%aluar la %ida, mi %ida de animal humano sociali'ado, seg&n otro patrón que el de esa %ida en s! misma. Especialmente cuando, m5s all5 de la e%idencia dichosa o entusiasta de la captura, s0 trata de saber si., y cómo, contin&o en la %!a de la desorgani'ación %ital, dotando as! a la desorgani'ación primordial de una organi'ación parado4al segunda, la misma que hemos nominado "consistencia 0tica". Ci hay el 6al, es necesario pensarlo a partir del Bien. Cin la consideración del Bien y, en consecuencia, de las %erdades, no hay sino la inocencia cruel de la %ida, que est5 m5s ac5 del Bien y del 6al.
:e modo que, por extra(o que resulte el propósito, es absolutamente necesario que el 6al sea una dimensión posible de las %erdades. Cobre este punto no nos contentaremos con la solución demasiado f5cil del platonismo1 el 6al como simple ausencia de la %erdad, el 6al como ignorancia del Bien, puesto que la idea misma de ignorancia es inasible. Iara qui0n una %erdad est5 ausenteK ara el animal humano como tal, empecinado en la persecución de sus intereses, no hay %erdad, sino opiniones que hacen a la sociali'ación, En cuanto al Cu4eto [el 9nmortal- la %erdad no le podr!a faltar, ya que su constitución depende sólo de ella, dada como trayecto fiel. Es preciso, entonces, si es que el 6al resulta identificable como una forma del ser-m<iple, que sur4a como efecto =posibleA del Bien mismo. Lo que se dir51 no es sino porque hay %erdades, y en la medida en que existen los su4etos de estas %erdades, que hay el 6al. O tambi0n1 el 6al, si existe, es un efecto perturbado de la potencia de la %erdad. ero, Iexiste el 6alK B :e la existencia del 6al uesto que recha'amos toda idea de un reconocimiento consensual, o a priori, del 6al, la &nica l!nea de pensamiento riguroso ser!a definir el 6al sobre nuestro propio terreno, es decir, como una dimensión posible de un proceso de %erdad, para sólo despu0s examinar las coincidencias entre los efectos esperados de esta definición y los e4emplos "flagrantes" =los e4emplos de opiniónA del 6al histórico o pri%ando. Cin embargo %amos a proceder de manera m5s inducti%a, ya que el ob4eti%o de este libro es ce(ir de cerca la actualidad de los problemas. Los partidarios de la ideolog!a "0tica" saben bien que la identificación del 6al no es asunto de poca importancia, aun si, en definiti%a, toda su construcción reposa sobre el axioma seg&n el cual en esa materia hay una e%idencia de opinión. ) partir de all! proceden como hemos %isto que lo hac!a L0%inas respecto de la cuestión del Greconocimiento del Otro"1 radicali'an el propósito. :e la misma manera que L0%inas, en definiti%a, suspende la originalidad de la apertura al Otro a. la suposición de un )bsoluto-Otro, los defensores de la 0tica tambi0n hacen depender la identificación consensual del 6al a la suposición de un 6al radical. Ci bien es cierto que la idea de un 6al radical se remonta =por lo menosA a ant, su %ersión contempor5nea se apoya de manera sistem5tica sobre un "e4emplo"1 la exterminación de los 4ud!os en Europa por los na'is. *osotros no empleamos la palabra e4emplo a la ligera. 3iertamente, un e4emplo es de ordinario algo que debe repetirse o imitarse. Trat5ndose de la exterminación na'i, ella e4emplifica el 6al radical cuya imitación o repetición debe ser impedida a cualquier precio. O m5s precisamente1 es aquello cuya no-repetición cumple función de norma para todo 4uicio sobre las situaciones. Entonces, hay ac5 "e4emplaridad" del crimen, e4emplaridad negati%a. Cin embargo, la función normati%a del e4emplo permanece1 la exterminación na'i es el 6al radical en tanto que da para nuestro tiempo la medida &nica, inigualable, -y en este sentido, trascendente o indecible- del 6al a secas. Lo que el :ios de L0%inas es en la e%aluación de la alteridad =el )bsoluto-Otro como medida inconmensurable del OtroA, la exterminación lo es en la e%aluación de las situaciones históricas =elG )bsoluto-6al como medida inconmensurable del 6alA. :e ah! que la exterminación y los na'is sean a la %e' declaradas impensables, indecibles, sin precedente ni posteridad concebibles -puesto que nombran la forma absoluta del 6al-F y sin embargo constantemente in%ocados, comparados, encargados de esquemati'ar toda circunstancia en la que se quiere producir, en la opinión, un efecto de conciencia del mal ..,.ya que no hay apertura al 6al en general sino ba4o la condición histórica de un 6al radical. Es as! que en #N, para legitimar la in%asión a Egipto por las fuer'as anglo-francesas, los pol!ticos y la prensa no dudaban un segundo ante la fórmula1 "*asser es Hitler". Esto se ha %uelto a %er recientemente, tanto en lo que concierne a Caddam Hussein =en 9ra7A como respecto a Clobodan 6ilose%ic =en CerbiaA. ero, al mismo tiempo, se recuerda con insistencia que la exterminación y los na'is son &nicos y que compararlos con cualquier otra cosa es una profanación. Esta parado4a es en realidad la del 6al Gradical mismo =y, a decir %erdad, de toda "puesta en trascendencia" de una realidad o de un conceptoA. Es necesario que aquello que constituye la
medida no sea mensurable y que, sin embargo, sea constantemente mensurado. La exterminación, precisamente, es a un tiempo la medida de todo el 6al del que nuestra 0poca es capa' -y como tal, resulta en s! misma inconmensurableF como tambi0n -y esto supone medirla sin cesar- aquello a lo que debe compararse todo cuanto requiera ser 4u'gado seg&n la e%idencia del 6al. Ese crimen, en tanto e4emplo negati%o supremo, es inimitable, pero al mismo tiempo cualquier crimen es su imitación. . ara salir de este c!rculo, al que nos condena el hecho de querer ordenar la cuestión del 6al seg&n un 4uicio consensual de la opinión =4uicio que se debe pre-estructurar por la suposición de un 6al radicalA, es preciso e%identemente abandonar el tema del 6al absoluto, de la medida sin medida, Este tema, como el del )bsoluto-Otro, pertenece a la religión. . Cin embargo, no hay duda que la exterminación de los 4ud!os de Europa es un crimen de Estado atro', cuyo horror es tal que no se puede, sin entrar en una repugnante sofistica, dudar que se trata, de cualquier manera que se lo mire, de un 6al que nada lo rehabilita ni permite clasificarlo tranquilamente =GGhegelianamente"A en el cap!tulo de las necesidades transitorias del mo%imiento histórico, Ce admitir5 tambi0n sin reser%as la singularidad del exterminio. .La mediocre categor!a de "totalitarismo" ha sido for'ada para reunir en un solo concepto la pol!tica na'i y la pol!tica de Ctalin, la exterminación de los 4ud!os de Europa y las deportaciones y masacres en Ciberia. Esta amalgama poco ayuda al pensamiento, ni siquiera al pensamiento del 6al. Es preciso admitir la irreductibilidad de la exterminación =as! como tambi0n la irreductibilidad del artidoestado stalinistaA. ero 4ustamente, toda la cuestión reside en locali'ar esta singularidad. En el fondo, los defensores de la ideolog!a de los derechos del hombre intentan locali'arla directamente en el 6al, conforme a sus ob4eti%os de pura opinión. Hemos %isto que esta tentati%a de absoluti'ación religiosa del 6al es incoherente. Es adem5s muy amena'ante, como todo lo que opone al pensamiento un "l!mite" infranqueable, ya que la realidad de lo inimitable es la constante imitación. ) fuer'a de %er a Hitler por todas partes se ol%ida que ha muerto -y que ba4o nuestros o4os pasa el ad%enimiento de nue%as singularidades del 6al. En realidad, pensar la singularidad de la exterminación es pensar, ante todo, la singularidad del na'ismo como pol!tica. Ese es todo el problema. Hit9er pudo conducir la exterminación como una colosal operación militari'ada, porque hab!a tomado el poder y lo hi'o en nombre de una pol!tica que inclu!a entre sus categor!as la de "4ud!o",. Los que sostienen la ideolog!a 0tica insisten tanto en locali'ar la singularidad de la exterminación directamente en el 6al que, por lo general, niegan categóricamente que el na'ismo haya sido una pol!tica. ero esta es una posición a la %e' d0bil y sin cora4e. :0bil, porque la constitución del na'ismo en sub4eti%idad" masi%a" integrando la construcción de la palabra 4ud!o como esquema pol!tico, es lo que hi'o posible, luego necesaria, la exterminación. Cin cora4e, porque es imposible pensar la pol!tica hasta el fin, si se renuncia a considerar que puedan existir pol!ticas cuyas categor!as org5nicas, las prescripciones sub4eti%as, son criminales. Los partidarios de la "democracia de los derechos del hombre" gustan mucho, con Hanna )rendt, definir la pol!tica como la escena del "ser-en-con4unto". Es, adem5s, apoyados sobre esta definición que hacen el impasse sobre la esencia pol!tica del na'ismo. ero esta definición es sólo un cuento de hadas, tanto m5s si el "ser-en-con4unto" debe primeramente determinar -y esa es toda la cuestión- el con4unto del que se. trata. *adie deseaba m5s que Hitler el seren-con4unto de los )lemanes. La categor!a na'i de "4ud!o" ser%!a para nombrar el interior alem5n, el espacio del ser-en-con4unto, por la construcción =arbitraria, pero prescripti%aA de un exterior que pod!a acosar al interior, de igual manera que la certe'a de ser" entre Dranceses" supone que se persigue aqu! mismo a aquellos que caen ba4o la categor!a de "inmigrante clandestino". ;na de las singularidades de la pol!tica na'i ha sido declarar con precisión la "comunidad" historial a la que trataba de dotar de una sub4eti%idad conquistadora. Es esta declaración la que permitió su %ictoria sub4eti%a y puso la exterminación a la orden del d!a. 65s fundado ser!a decir, entonces, que en la circunstancia, el la'o entre pol!tica y 6al se introduce 4ustamente por el sesgo de tomar en consideración tanto al con4unto =tem5tica de las comunidadesA, como al ser-con =tem5tica del consenso, de las normas compartidasA. ero lo que importa es que la singularidad del 6al es tributaria, en <imo an5lisis, de la
singularidad de una pol!tica. Esto nos reconduce al pensamiento de la subordinación del 6al, si no directamente al Bien, al menos a los procesos que lo in%ocan. Es probable que la pol!tica na'i no haya sido un proceso de %erdad. ero "capturó" la situación alemana sólo en la medida en que era representable como tal. :e manera que aun en el caso de este 6al que llamamos, no radical, sino extremo, la inteligibilidad de su ser "sub4eti%o", la cuestión de los" alguienes" que han podido participar en su atro' e4ecución como si cumpliesen un deber, exigen que se los refiera a las dimensiones intr!nsecas de los procesos de %erdad pol!tica. odr!amos tambi0n se(alar que los sufrimientos sub4eti%os m5s intensos, que ponen realmente a la orden del d!a lo que es "hacer el mal a alguien" , y que a menudo determinan el suicidio o el asesinato, tienen por hori'onte la existencia del proceso amoroso. lantearemos que1 - el 6al existeF - debe ser distinguido de la Qiolencia empleada por el animal humano para perse%erar en su ser, para perseguir sus intereses, %iolencia que est5 del lado de ac5 del Bien y del 6alF - sin embargo, no hay 6al radical por el cual se esclarecer!a esta cuestiónF - sólo es posible pensar el 6al como distinto de la depredación tri%ial, en la medida en que se lo trate desde el punto de %ista del Bien, o sea, a partir de la captura de "alguien" por un proceso de %erdadF - en consecuencia, el 6al no es una categor!a del animal humano es una categor!a del su4etoF - no hay 6al sino en la medida en que el hombre es capa' de de%enir el 9nmortal que esF - la 0tica de las %erdades, como principio de consistencia de la fidelidad a una fidelidad, o la m5xima" ?3ontinuar@ ", es lo que intenta e%itar el 6al que toda %erdad singular hace posible. Dalta ligar estas tesis, hacerlas homog0neas a lo que sabemos de la forma general de las %erdades. A *ict'sche, La 0n0alogie de la morale. Este es el libro de *iet'sche m5s sistem5tico, el que recapitula su cr!tica "%ital" de los %alores. 3 2etorno sobre el acontecimiento, la fidelidad, la %erdad 2ecordemos las tres dimensiones capitales de un proceso de %erdad, que son1 el acontecimiento, que hace ad%enir "otra cosa" que la situación, las opiniones, los saberes instituidosF que es un suplemento a'aroso, impre%isible, disipado apenas apareceF - la fidelidad, que es el nombre de un proceso1 se trata de una in%estigación coherente de la situación, ba4o el imperati%o del acontecimientoF es una ruptura continuada e inmanenteF - la %erdad propiamente dicha, que es ese m<iple interno a la situación que construye, poco a poco, la fidelidadF aquello que la fidelidad reagrupa y produce. Estas tres dimensiones del proceso tienen caracter!sticas "ontológicasFG esenciales1 A El acontecimiento es a la %e' situado -es un acontecimiento de tal o cual situación- y suplementario, es decir, absolutamente desprendido o desligado de todas las reglas de la situación. )s!, el surgimiento con Haydn =o ba4o el nombre de este "alguien", HaydnA del estilo cl5sico, concierne a la situación musical y a ninguna otra, situación que estaba reglada por el predominio del estilo barroco. Es un acontecimiento para esta situación. ero por otro lado, lo que este acontecimiento autori'a como configuraciones musicales no es legible desde la plenitud alcan'ada por el estilo barrocoF se trata realmente de otra cosa. Ce preguntar5, entonces, qu0 es lo que hace la'o entre el acontecimiento y la "ra'ón" por la cual es un acontecimiento. Este la'o es el %ado de la situación anterior. IRu0 es preciso entender por talK Rue en el cora'ón de toda situación, como fundamento de su ser, hay un %ac!o "situado", alrededor del cual se organi'a la plenitud =o los m<iples establesA de la situación en cuestión. )s!, en el cora'ón del estilo barroco llegado a su saturación %irtuosa, se encuentra el %ac!o =tan desapercibido como decisi%oA de un pensamiento %erdadero de la arquitectónica musical. El acontecimiento-Haydn se da como una suerote de "nominación"
musical de este %ac!o, ya que es precisamente un principio totalmente nue%o, arquitectónico, tem5tico, una nue%a manera de desarrollar la escritura a partir de algunas c0lulas transformables, lo que constituye al acontecimiento mismo. Es decir, lo que en el interior del estilo barroco no era 4ustamente perceptible =no pod!a haber all! ning&n saber acerca de esoA. Ce podr!a decir, puesto que una situación est5 compuesta por los saberes que por ella circulan, que el acontecimiento nombra el %ac!o en tanto que nombra lo no sabido de la situación. ara tomar un e4emplo c0lebre, 6arx hace acontecimiento en el pensamiento pol!tico en la medida en que designa, ba4o el nombre de proletariado, el %ac!o central de las sociedades burguesas incipientes. Ma que el proletariado, sumido en la pri%ación total, ausente de la escena pol!tica, es aquello alrededor de lo cual se organi'a la plenitud satisfecha del reino de los propietarios de capitales. or <imo, diremos que el car5cter ontológico fundamental de un acontecimiento es el de inscribir, nombrar, el %ac!o situado que es la ra'ón por la cual 0l se constituye como acontecimiento. A 3on respecto a la fidelidad, ya hemos dicho bastante acerca de ella. El punto m5s importante consiste en que 4am5s es necesaria. Hay indecibilidad en cuanto a saber si el inter0s-desinteresado que supone para el "alguien" que de ella participa puede, aunque sea en una ficción de la representación de s!, %aler como inter0s a secas. Entonces, como el &nico principio de perse%erancia es el del inter0s, la perse%erancia de alguien en una fidelidad -la continuidad del ser-su4eto de un animal humano- permanece aleatoria. Cabemos que es en función de este aleatorio que hay un espacio para una 0tica de las %erdades. $A Dinalmente, trat5ndose de la %erdad como resultado, es preciso sobre todo se(alar su potencia. Hemos e%ocado este tema a propósito del "retorno" del prisionero de latón a la ca%erna, que es el retorno de una %erdad hacia los saberes. ;na %erdad "agu4ereaG los saberes, es heterog0nea a ellos, pero es tambi0n la &nica fuente conocida de saberes no%edosos. :iremos que la %erdad fuer'a los saberes. El %erbo for'ar indica que siendo la ruptura la potencia de una %erdad, es %iolentando los saberes establecidos y en circulación que retorna hacia lo inmediato de la situación, o bien, reorgani'a esta suerte de enciclopedia port5til de la que se extraen las opiniones, las comunicaciones y la sociabilidad. Ci una %erdad como tal 4am5s es comunicable, implica sin embargo, a distancia de s! misma, poderosas recomposiciones de las formas y de los referentes de la comunicación -sin que, por otro lado, estas recomposiciones "expresen" la %erdad, o indiquen un "progreso" de las opiniones. )s!, todo un saber musical se organi'a r5pidamente a partir de los grandes nombres del estilo cl5sico, un saber anteriormente informulable. *o hay all! ning&nG Gprogreso" puesto que el academicismo cl5sico, o el culto a 6o'art, no tiene nada de superior con respecto a lo que hab!a antes. Cin embargo es un for'amiento de saberes, una modificación a menudo muy extensa de los códigos de la comunicación =o de las opiniones que los animales humanos intercambian sobre "la m&sica"A. or supuesto, estas opiniones transformadas son perecederas, en tanto que las %erdades, que son las grandes creaciones del estilo cl5sico, subsisten eternalmente. :e igual manera, es el destino de las in%enciones matem5ticas m5s sorprendentes, el de figurar finalmente en los manuales uni%ersitarios, ser%ir incluso para reclutar a nuestra" 0lite dirigente", por el sesgo de los concursos de admisión a las randes Escuelas. La eternidad producida por las %erdades matem5ticas no es responsable de ello, como no sea por haber for'ado los saberes as! requeridos para hacerlos entrar en compromisos socialesF esa es la forma de su retorno hacia los intereses del animal humano. Es de estas tres dimensiones de un proceso de %erdad con%ocatoria, por el acontecimiento, del %ac!o de una situación, incertidumbre de la fidelidad y potencia de for'amiento de los saberes por una %erdad, que depende el pensamiento del 6al. Ma que el 6al tiene tres nombres1 -imaginar que un acontecimiento con%oca no al %ac!o sino al pleno de la situación anterior, es el 6al como simulacro, o terrorF -decaer en una fidelidad, es el 6al como traición en s!-mismo del inmortal que se esF
-identificar una %erdad a una potencia total, es el 6al como desastre. Terror, traición y desastre son lo que la 0tica de las %erdades -y no la impotente moral de los derechos del hombre- intenta e%itar, en la singularidad del soporte de una %erdad en curso. ero 0stos son al mismo tiempo, como lo %amos a %er, posibles de ser actuali'ados por el proceso mismo de una %erdad. Rueda entonces asegurado que no hay 6al sino en tanto hay el procedimiento de un Bien. : Esquema de una teor!a del 6al . El simulacro y el terror Hemos %isto que toda "no%edad" no es un acontecimiento. )un es necesario que aquello con%ocado y nombrado por el acontecimiento sea el %ac!o central de la situación, respecto del cual este acontecimiento es un acontecimiento. La cuestión de la nominación es esencial, pero aqu! no podemos presentar la teor!a completa=NA. Ce comprender5 f5cilmente, sin embargo, que el acontecimiento, teniendo por ser el desaparecer, puesto que es una suerte de suplemento fulminante que ad%iene en la situación, lo que se retiene en ella y sir%e de gu!a a la fidelidad, es algo as! como una tra'a, o un nombre, en relación con el acontecimiento disipado. 3uando los na'is hablan de "re%olución nacional-socialista", toman prestado una nominación -"re%olución", "socialismo" - certificada por los grandes acontecimientos pol!ticos modernos =la 2e%olución de S# o la 2e%olución bolche%ique de #SA. Toda una serie de rasgos quedan ligados por este pr0stamo y por 0l legitimados1 la ruptura con el antiguo orden, el apoyo buscado en las asambleas de masas, el estilo dictatorial del Estado, el palhos de la decisión, la apolog!a del Traba4ador, etc. Cin embargo, el "acontecimiento" as! nombrado, sal%o las consideraciones formalmente seme4antes a aqu0llas de las cuales toma prestados el nombre y los rasgos, sin las cuales no habr!a ob4eti%o propio ni lengua4e pol!tico constituido, se caracteri'a por un l0xico de la plenitud, o de la sustancia1 la re%olución nacional-socialista hace ad%enir -dicen los na'is- una comunidad particular, el pueblo alem5n, a su %erdadero destino, que es un destino de dominación uni%ersal. :e tal manera se supone que el "acontecimiento" hace ad%enir al ser, nombra, no el %ac!o de la situación anterior, sino su completud. *o la uni%ersalidad de lo que no se sostiene, 4ustamente, en ning&n tra'o =en ning&n m<ipleA particular, sino la particularidad absoluta de una comunidad, ella misma enrai'ada en los rasgos de la tierra, la sangre, la ra'a. Lo que hace que un acontecimiento %erdadero pueda constituirse en origen de una %erdad, &nica cosa que es para todos y que es eterna, reside en que 4ustamente est5 ligado a la particularidad de una situación sólo por el sesgo de su %ac!o. El %ac!o,. el m<iple-de-nada no excluye ni obliga a nadie. Es la neutralidad absoluta del ser. :e modo que la fidelidad de la que un acontecimiento es el origen, aunque sea una ruptura inmanente en una situación singular, no por eso de4a de apuntar a la uni%ersalidad. or el contrario, la ruptura sorprendente inducida por la toma del poder por los na'is en #$$, que formalmente es indistiguible de un acontecimiento -eso es lo que desorientó a HeideggerS en la medida en que se la piensa como re%olución "alemana", y no es fiel sino a la supuesta sustancia nacional de un pueblo, en realidad sólo se dirige a aquellos que ella misma determina como" )lemanes". or lo tanto, a partir de la nominación del acontecimiento, al no tomar en cuenta que esta nominación1 "re%olución", sólo funciona ba4o la condición de %erdaderos acontecimientos uni%ersales =por e4emplo, las 2e%oluciones de S# ó de #SA, es radicalmente incapa' de cualquier %erdad. 3uando ba4o nombres tomados en pr0stamo a los procesos reales de %erdad, una ruptura radical en una situación con%oca, en %e' del %ac!o, la particularidadG Gplena" o la sustancia supuesta de esta situación, diremos que se tiene un simulacro de %erdad. "Cimulacro" debe ser tomado en sentido fuerte1 todos los rasgos formales de una %erdad son puestos en obra en el simulacro. *o solamente una nominación uni%ersal del acontecimiento, induciendo la fuer'a de una ruptura radical, sino tambi0n la "obligación" de una fidelidad y la
promoción de un simulacro de su4eto, erigido -sin que ning&n 9nmortal sin embargo ad%engapor encima de la animalidad humana de los otros, de aquellos que son arbitrariamente declarados como no perteneciendo a la sustancia comunitaria, de la cual el simulacro de acontecimiento asegura la promoción y dominación. La fidelidad a un simulacro, a diferencia de la fidelidad a un acontecimiento, regla su ruptura no sobre la uni%ersalidad del %ac!o, sino sobre la particularidad cerrada de un con4unto abstracto =los" )lemanes", o los ")rios"A. 9ne%itablemente, su e4ercicio es el de construir sin fin este con4unto, y para eso no hay otro medio que "hacer el %ac!o" a su alrededor. El %ac!o, expulsado por la promoción en simulacro de un "acontecimiento-sustancia", retorna, con su uni%ersalidad, como lo que debe ser efectuado para que la sustancia sea. Tambi0n se puede decir1 lo que es dirigido "a todos" =y aqu! "todos" es for'osamente aquello que no pertenece a la sustancia comunitaria alemana, la cual no es un "todo", sino un "algunos" e4erciendo su dominación sobre "todos"A es la muerte, o esta forma diferida de la muerte que es la escla%itud al ser%icio de la sustancia alemana. )s!, la fidelidad al simulacro =que demanda a los "algunos" de la sustancia alemana sacrificios y compromisos prolongados, puesto que tiene realmente la forma de una fidelidadA, tiene por contenido la guerra y la masacre. )ll! no se trata de los medios1 es todo el real de esa fidelidad. En el caso del na'ismo, el %ac!o ha retornado ba4o un nombre pri%ilegiado, el nombre de "4ud!o". 3iertamente hubo otros1 los gitanos, los enfermos mentales, los homosexuales, los comunistas... ero el nombre "4ud!o" fue el nombre de los nombres para designar aquello cuya desaparición creaba, alrededor de la supuesta sustancia alemana, promo%ida por el simulacro "re%olución nacional-socialista", un %ac!o suficiente para identificar la sustancia. La elección de este nombre reen%!a sin ninguna duda a su la'o e%idente con el uni%ersalismo, en particular con el uni%ersalismo re%olucionario, aquello que, en suma, este nombre ten!a ya de %ac!o, es decir, conectado a la ;ni%ersalidad y a la eternidad de las %erdades. *o obstante, en la medida en que ha ser%ido para organi'ar la exterminación, el nombre "4ud!o" es una creación pol!tica na'i, que no tiene ning&n referente preexistente. ;n nombre cuyo uso nadie puede compartir con los na'is y que supone el simulacro y la fidelidad al simulacro -y en consecuencia, la singularidad absoluta del na'ismo como pol!tica. ero aun en este punto, es preciso reconocer que esta pol!tica imita el proceso de una %erdad. Toda fidelidad a un acontecimiento aut0ntico nombra a los ad%ersarios de su perse%erancia. 3ontrariamente a la 0tica consensual, que pretende e%itar la escisión, la 0tica de las %erdades es siempre m5s o menos militante, combatiente. Ma que su heterogeneidad respecto a las opiniones y los saberes establecidos se da concretamente en la lucha contra todo tipo de tentati%as de interrupción, de corrupción, de retorno a los intereses inmediatos del animal humano, de sarcasmo y de represión contra el 9nmortal que ad%iene como su4eto. La 0tica de las %erdades supone el reconocimiento de estas tentati%as y, en consecuencia, la operación singular que consiste en nombrar enemigos. El simulacro "re%olución nacional-socialista" indu4o esas nominaciones, en particular la de "4ud!o". ero la sub%ersión que implica el simulacro respecto del acontecimiento %erdadero se contin&a en estos nombres. Ma que el enemigo de una %erdadera fidelidad sub4eti%a es 4ustamente el con4unto cerrado, la sustancia, la comunidad. Es contra estas inercias que se debe hacer %aler el tra'ado a'aroso de una %erdad y de su destinación uni%ersal. Toda in%ocación a la tierra, la sangre, la ra'a, la costumbre, la comunidad, traba4a directamente contra las %erdadesF es este con4unto el que precisamente nombra como enemigo la 0tica de las %erdades. )ll! donde la fidelidad al simulacro promue%e la comunidad, la sangre, la ra'a, etc., nombra precisamente como enemigo, por e4emplo, ba4o el nombre de "4ud!o", al uni%ersa abstracto, la eternidad de las %erdades, lo destinado a todos. Es preciso a(adir a esto que el tratamiento de lo que se supone ba4o los nombres, es diametralmente opuesto. Ma que por m5s enemigo que sea de una %erdad, un" alguien" , est5 siempre representado en la 0tica de Glas %erdades, como capa' de de%enir el 9nmortal que es. odemos, entonces, combatir los 4uicios y opiniones que intercambia con otros para corromper toda fidelidad, pero no su persona, que es para el caso indiferente, y a la cual, en <ima instancia, toda %erdad tambi0n se dirige. En tanto que el %ac!o, por el cual traba4a el fiel a un simulacro para cercar una supuesta sustancia, debe ser un %ac!o real, obtenido labrando en la carne misma. uesto que no constituye la llegada sub4eti%a de ning&n 9nmortal, la fidelidad al
simulacro -esta terrible imitación de las %erdades- tampoco supone ninguna otra cosa, en lo que designa como enemigo, que su estricta y particular existencia de animal humano1 eso mismo que debe soportar el retorno del %ac!o. or esta ra'ón el e4ercicio de la fidelidad al simulacro es necesariamente e4ercicio del terror. Entendemos aqu! por terror, no el concepto pol!tico de Terror, ligado =en cupla uni%ersali'ableA al de Qirtud por los 9nmortales del 3omit0 de sal%ación p&blica, sino la reducción pura y simple de todos a su ser-para-la-muerte. El terror as! concebido postula en realidad que para que la sustancia sea, nadie debe ser. Hemos seguido el e4emplo del na'ismo porque compone, en una parte esencial, la configuración "0tica" =el "6al radical"A a la que oponemos la 0tica de las %erdades. )ll! se trata del simulacro de un acontecimiento dando lugar a una fidelidad pol!tica. Cu condición de posibilidad reside en las re%oluciones pol!ticas con real capacidad de acontecimiento y, por lo tanto, uni%ersalmente dirigidas. ero tambi0n existen simulacros ligados a todos los otros tipos posibles de procesos de %erdad. Es un e4ercicio &til, para el lector, identificarlos. )s! se puede %er que ciertas pasiones sexuales son simulacros de acontecimientos amorosos. Rue entra(an ba4o ese t!tulo terror y %iolencia, no cabe ninguna duda. Brutales predicaciones obscurantistas se presentan como simulacros de ciencias, y sus estragos son perceptibles. M as! sucesi%amente. ero en todos los casos, estas %iolencias y estos estragos son ininteligibles si no se los piensa a partir de procesos de %erdad cuyos simulacros organi'an. Dinalmente, nuestra primera definición del 6al ser5 la siguiente1 el 6al es el proceso de un simulacro de %erdad. Es, en su esencia, terror dirigido a todos ba4o un nombre in%entado por 0l. N. 3f. )lain Badiou, L G>lre el 9 G0%0nemenl, op. cit. La teor!a del nombre del acontecimiento, por un lado, la de la lengua-su4eto, por el otro. es central en todo el libro. La segunda, en particular. es bastante delicada. S. Q!ctor Dar!as, Heidegger et le na'isme, Qerdier, #.En este libro bastate anecdótico, se %e cómo Heidegger fue cauti%o, durante un tiempo, de un simulacro. 3re!a tener el acontecimiento de su propio pensamiento. . La traición Hemos a%an'ado ampliamente este punto en el cap!tulo precedente. :i4imos que es propiamente indecidible que el inter0s-desinteresando que anima el de%enir-su4eto de un animal humano determine el inter0s a secas, puesto que este animal humano no consigue nunca unificar a los dos en una ficción plausible de la unidad de s! mismo. Ce trata aqu! de los que se pueden llamar los momentos de crisis. *o hay en s! "crisis" de un proceso de %erdad. 9niciado por un acontecimiento, se despliega rectamente al infinito. :e lo que puede haoer crisis es de uno o %arios" alguien" que entran en la composición del su4eto inducido por este proceso. Todo el mundo conoce los momentos de crisis de un amante, de desaliento de un in%estigador, de des5nimo de un militante, de esterilidad de un artista. O tambi0n, la incomprensión durable de una demostración matem5tica para aquel que la lee, la obscuridad irreductible de un poema del cual, sin embargo, %agamente se percibe la belle'a, etc. Hemos dicho de dónde pro%ienen estas experiencias1 ba4o la presión de las exigencias del inter0s, o ba4o aqu0lla, por el contrario, del imperati%o de una no%edad dif!cil, en la continuidad sub4eti%a de la fidelidad, hay ruptura de la ficción por la cual yo soporto, como imagen de m! mismo, la confusión entre inter0s e inter0s-desinteresado, entre animal humano y su4eto, entre mortal e inmortal. ) partir de ese momento, se descubre una elección pura entre el "?3ontinuar@" de la 0tica de esta %erdad y la lógica de la "perse%erancia en el ser" del simple mortal que soy. ;na crisis de fidelidad es siempre lo que pone a prueba, por defecación de una imagen, la &nica m5xima de la consistencia, o sea, de la 0tica1 "?3ontinuar@". 3ontinuar aun cuando se haya perdido la huellaF cuando no se sienta m5s "atra%esado" por el procesoF cuando el acontecimiento mismo se haya oscurecido, de haya extra%iado su nombre, o que uno se pregunte si no nombraba un error, incluso un simulacro. En efecto, la existencia conocida de simulacros ayuda poderosamente a la puesta en forma de
las crisis. La opinión me murmura =y en consecuencia yo me murmuro, puesto que 4am5s estoy fuera de la opiniónA que mi fidelidad bien podr!a ser el terror e4ercido sobre m! mismo y que la fidelidad a la cual soy fiel re&ne mucho, demasiado, de tal o cual 6al identificado. Ce trata de una alternati%a siempre posible, puesto que los rasgos formales de este 6al =como simulacroA son exactamente los de una %erdad. Entonces, a lo que estoy expuesto es a traicionar una %erdad. La . traición no es un simple renunciamiento. :esgraciadamente no se puede simplementeG Grenunciar" a una %erdad. La denegación en m! del 9nmortal es mucho m5s que un abandono, una cesación1 siempre debo con%encerme que el inmortal en cuestión no ha existido 4am5s yen consecuencia, adherir sobre este punto a las opiniones -cuyo &nico ser es estar al ser%icio de los intereses- es precisamente esta negación. uesto que lo 9nmortal, si recono'co su existencia, me ordena continuar, tiene la potencia eterna de las %erdades que lo inducen. or consecuencia, es necesario que traicione en m! el de%enir-su4eto, que de%enga enemigo de esta %erdad en la composición de cuyo su4eto entraba, a %eces con otros, el "alguien" que soy. Ce explica as! que los antiguos re%olucionarios sean obligados a declarar que ellos estaban en el error y la locuraF que un antiguo amante no comprenda m5s por qu0 0l amaba a esta mu4er o que un cient!fico fatigado llegue a desconocer y burlarse burocr5ticamente del de%enir de su propia ciencia. 3omo el proceso de %erdad es ruptura inmanente, no se lo puede "abandonar" =lo que quiere decir, seg&n la fuerte expresión de Lacan, retomar "al ser%icio de los bienes"A, sino rompiendo con esta ruptura que hab!a operado una captura. M la ruptura con una ruptura tiene por moti%o la continuidad de la situación y de las opiniones1 aqu! no ocurrió nada ba4o el nombre de "pol!tica", o de "amor", como no sea una ilusión en el me4or de los casos y, en el . peor, un simulacro. . :e all! que la derrota de la 0tica de una %erdad, en el punto indecidible de una crisis, se presente como traición. Este 6al del que no se %uel%e, es el segundo nombre, despu0s del de simulacro, de un 6al cuya posibilidad una %erdad expone. $. Lo innombrable :i4imos1 una %erdad -su efecto de "retorno" - transforma los códigos de comunicación, cambia el r0gimen de las opiniones, no hace ad%enir las opiniones como "%erdaderas" =o falsasA -una opinión es incapa' de ello- sino que cambia su r0gimenF una %erdad, en su ser m<iple eterno, permanece indiferente a las opiniones. ero estas de%ienen otras. Lo que quiere decir que los 4uicios en otros tiempos e%identes para la opinión no son m5s sostenibles, que son necesarios otros, que las maneras de comunicar se modifican, etc. Este efecto de recomposición de las opiniones, lo hemos llamado 9n potencia de las %erdades. La cuestión que ahora planteamos. es la siguiente1 Ies la potencia de una %erdad, en la situación en donde contin&a su tra'ado fiel, una potencia %irtualmente totalK IEn qu0 consiste la hipótesis de una potencia total de talo cual %erdadK ara comprenderlo es preciso recordar nuestros axiomas ontológicos1 una situación =ob4eti%aA, en particular aquella en que una %erdad =sub4eti%aA "traba4a", siempre es un m<iple compuesto de una infinidad de elementos =los que, por otra parte, a su turno tambi0n son m<iplesA. Entonces, Icu5l es la forma general de una opiniónK Ce trata de un 4uicio que concierne tal o cual elemento de la situación ob4eti%a1 "el tiempo hoy est5 tormentoso"F "te digo que los pol!ticos est5n todos podridos", etc. Es un requisito para que se pueda "discutir" en t0rminos de opinión, que los elementos de la situación -que son todos los que pertenecen a esta situación- puedan ser nombrados de una manera o de otra. "*ombrar" sólo quiere decir que los animales humanos est5n en condiciones de comunicar respecto de esos elementos, de sociali'ar su existencia, de ordenarlos seg&n sus intereses. Llamemos" lengua4e de la situación" a la posibilidad pragm5tica de nombrar a los elementos que la componen y, por consecuencia, de intercambiar opiniones al respecto.
Toda %erdad tambi0n tiene que %er con los elementos de la situación, ya que su proceso no es otro que el de examinarlos desde el punto de %ista del acontecimiento. En este sentido, hay una identificación de estos elementos por el proceso de %erdad y es seguro que, al tratarse de alguien que inter%iene en la composición del su4eto de una %erdad, contribuir5 a esta identificación empleando all! el lengua4e de la situación que, en tanto" alguien", practica como todo el mundo. :esde este punto de %ista, el proceso de %erdad atra%iesa el lengua4e de la situación, as! como atra%iesa todos los saberes que la conciernen. ero el examen de un elemento seg&n una %erdad es totalmente distinto de su 4uicio pragm5tico en t0rminos de opinión. *o se trata de adecuar el elemento a los intereses -por otra parte di%ergentes, puesto que las opiniones son incoherentes entre ellas- de los animales humanos. Ce trata &nicamente de pronunciarse sobre 0l "en %erdad" a partir de la ruptura inmanente post-acontecimiento. Este pronunciamiento es desinteresado, apunta a dotar al elemento de una suerte de eternidad en la que concuerda con el de%enir-9nmortal de los "alguien" que participan en el su4eto de una %erdad, su4eto que es el punto real de la pronunciación. . :e all! una consecuencia capital1 en definiti%a, una %erdad cambia los nombres. Entendamos aqu! que su nominación propia de los elementos es otra cosa que la nominación pragm5tica, tanto en sV punto de partida =el acontecimiento, la fidelidadA como en su destinación =una G%erdad eternaA, aun cuando el proceso de %erdad atra%iese el lengua4e de la situación. )s!, es necesario admitir que adem5s del lengua4e de la situación ob4eti%a, que permite la comunicación de las opiniones, existe un lengua4e-su4eto =lengua4e de la situación sub4eti%aA que permite la inscripción de una %erdad. En realidad, este punto es e%idente. La lengua matemati'ada de la ciencia, de ninguna manera es la lengua de las opiniones, incluidas las opiniones sobre la ciencia. La lengua de una declaración de amor puede ser de una fuerte apariencia tri%ial =G GMo te amo", por e4emploA pero no es menos cierto que su potencia en la situación est5 enteramente sustra!da al uso com&n de las mismas palabras. La lengua del poema no es la del periodismo. M la lengua de la pol!tica es a tal ?punto singular, que el 4uicio de la opinión sobre ella es que es un "hablar para no decir nada". ero lo que nos interesa es que la potencia de una %erdad. 3on respecto a las opiniones es for'ar a las nominaciones pragm5ticas =la lengua de la situación ob4eti%aA a doblegarse y deformarse a@ contacto con la lengua-su4eto. Es esto y ninguna otra cosa lo que cambia los códigos establecidos de la comunicación, ba4o los efectos de una %erdad. odemos ahora definir lo que ser!a una potencia total de una %erdad1 seria una potencia total de la lengua-su4eto. O sea, la capacidad de nombrar y e%aluar todos los elementos de la situación ob4eti%a a partir del proceso de una %erdad. Endurecida y dogmati'ada =o "enceguecida"A, la lengua-su4eto pretender!a poder nombrar, a partir de sus propios axiomas, la- totalidad de lo real -y as! transformar el mundo. Los poderes de la lengua de la situación no tienen ellos mismos restricción1 todo elemento es susceptible de ser nombrado a partir de un inter0s cualquiera y de ser 4u'gado en las comunicacione s entre animales humanos. ero como de todas maneras el mencionado lengua4e es incoherente y librado al intercambio pragm5tico, esta %ocación de totalidad poco importa. or el contrario, trat5ndose de la lengua-su4eto =lengua del militante, del in%estigador, del artista, del enamorado...A, que es el resultado del proceso de una %erdad, la hipótesis de la potencia total tiene consecuencias de una naturale'a totalmente distinta. En primer lugar, se deber5 suponer que la totalidad de la situación ob4eti%a se de4a disponer en la coherencia particular de una %erdad sub4eti%a. En segundo lugar, se supondr5 que es posible aniquilar a la opinión. En efecto, si la lenguasu4eto tiene la misma extensión que el lengua4e de la situación, si de todas las cosas se puede pronunciar lo %erdadero, entonces, ya no producir5 m5s una simple deformación en los usos pragm5ticos y comunicati%os que manifiestan la potencia de una %erdad, sino que se constituir5 en la autoridad absoluta de la nominación %er!dica. En consecuencia, una %erdad
for'ar!a un puro y simple reempla'o del lengua4e de la situación por la lengua-su4eto. Lo que puede decirse1 el 9nmortal se reali'ar5 como negación integra@ del animal humano que lo soporta. 3uando *iet'sche se propone" cortar en dos la historia del mundo", dinamitando al nihilismo cristiano y generali'ando el gran" s!" dionis!aco a la QidaF o cuando los uardias ro4os de la 2e%olución cultural 3hina anuncian, en #NS, la supresión completa del ego!smo, *iet'sche y los uardias ro4os claramente se atan a la %isión de una situación en donde el inter0s ha desaparecido y donde las opiniones son reempla'adas por la %erdad. :e la misma manera, el gran positi%ismo del siglo J9J, imaginaba que los enunciados de la ciencia irian a reempla'ar a las opiniones y a las creencias sobre todas las cosas. Los rom5nticos alemanes adoraban un uni%erso de cabo a rabo atra%esado por una po0tica absoluti'ada. ero *iet'sche se %ol%ió loco. Los uardias ro4os, despu0s de haber cometido inmensas destrucciones, fueron fusilados, encarcelados, o traicionaron su propia fidelidad. *uestro siglo es el cementerio de las ideas positi%istas de progreso. y los rom5nticos, que ya se suicidaban %oluntariamente, han %isto, en los a%atares de las pol!ticas "esteti'adas", a su "absoluto literario" engendrar sus monstruos. =A Es que en realidad toda %erdad supone, en la composición de los su4etos que ella induce, la conser%ación del "alguien", la acti%idad siempre dual del animal humano capturado por una %erdad. )un la consistencia 0tica, lo hemos %isto, no es sino compromiso desinteresando, en la fidelidad, de una perse%erancia cuyo origen es el inter0s. :e manera que todo aquello que apunte a una potencia total de las %erdades, arruina lo que soporta a estas %erdades. El inmortal no existe sino en y por el animal humano. Las %erdades abren su brecha singular &nicamente en el te4ido de las opiniones. Comos nosotros-mismos, tal cuales, quienes nos exponemos a de%enir-su4etos. *o hay otra Historia que la nuestra, no hay un mundo %erdadero por %enir. El mundo en tanto que mundo est5 y permanecer5 del lado de ac5 de lo %erdadero y de lo falso. *o hay un mundo cauti%o de la coherencia del Bien. El mundo est5 y permanecer5 del lado de ac5 del Bien y del 6al. El Bien no es el Bien si pretende hacer al mundo bueno. Cu &nico inter0s es el ad%enimiento en situación de una %erdad singular. En consecuencia es necesario que la potencia de una %erdad sea tambi0n una impotencia. Toda absoluti'ación de la potencia de una %erdad organi'a un 6al. *o solamente este 6al es destrucción en la situación =porque la %ocación de aniquilar la opinión en el fondo es id0ntica a la %ocación de aniquilar, en el animal humano, su animalidad misma, o sea su serA, sino que, finalmente, tambi0n es interrupción del proceso de %erdad en cuyo nombre se efect&a, al no preser%ar en la composición de su su4eto, la duplicidad de los intereses =inter0s-desinteresado e inter0s a secasA. Es la ra'ón por la cual llamamos a esta figura del 6al un desastre, desastre de la %erdad, inducido por la absoluti'ación de su potencia. Rue la %erdad no tenga una potencia total, en <ima instancia significa que la lengua-su4eto, resultante del proceso de una %erdad, no tiene el poder de nominación sobre todos los elementos de la situación. :ebe al menos existir un elemento real, un m<iple existente en la situación que permane'ca inaccesible a las nominaciones %er!dicas, librado sólo a ?la opinión, al lengua4e de la situación. ;n punto que la %erdad no puede for'ar. Llamamos a este elemento lo innombrable de una %erdad. =#A Lo innombrable no es "en s!"1 es %irtualmente accesible al lengua4e de la situación, se puede ciertamente intercambiar opiniones respecto a 0l, ya que no hay ning&n l!mite a la comunicación. Lo innombrable es innombrable para la lengua-su4eto. :igamos que este t0rmino no es susceptible de ser eterni'ado, o que no es accesible al 9nmortal. Es, en este sentido, el s!mbolo de un puro real de la situación, de su %ida sin %erdad. Es una tarea dif!cil del pensamiento =filosóficoA determinar el punto de innombrable del tipo de proceso de una %erdad. *o es el caso de abordar aqu! esta cuestión. :igamos, sin embargo, que trat5ndose del amor, se puede establecer que el goce sexual como tal est5 sustra!do a la potencia de la %erdad =que es %erdad sobre el dosA. En las matem5ticas, que representan por excelencia al pensamiento no contradictorio, es 4ustamente la no-contradicción que resulta innombrable1 se sabe, en efecto, que es imposible demostrar, en el interior de un sistema matem5tico, la no-contradicción de este sistema =es el famoso teorema de ódelA=PA. En finF la comunidad, lo colecti%o, son los innombrables de la pol!tica1 toda tentati%a de nombrarG
Gpol!ticamente" una comunidad induce un 6al desastroso =se lo %e tanto en el e4emplo extremo del na'ismo, como en el uso reaccionario de la palabraG Gfranc0s", cuyo &nico sentido es de perseguir a la gente de aqu! ba4o la imputación arbitraria de ser "extran4era"A. Lo que nos importa es el principio general1 esta %e' el 6al es, ba4o condición de una %erdad, querer a cualquier precio for'ar la nominación de lo innombrable. Tal es exactamente el principio del desastre. Cimulacro =correlacionado al acontecimientoA, traición =correlacionada a la fidelidadA Dor'amiento de lo innombrable =correlacionado a la potencia de lo %erdaderoA1 tales son las figuras del 6al, 6al cuyo &nico Bien reconocible -un proceso de %erdad- actuali'a su posibilidad. . hilippe Lacoue-Labarthe et ean-Luc *ancy, L G)bsolu litt0raire, Ccuil. #1 Estos autores traba4an hace a(os sobre la filiación entre el romanticismo alem5n y la esteti'ación de la pol!tica en el fascismo. 3f. tambi0n, La fiction du politique, 3. Bourgois, #S. #. )ain Badiou, 3onditions, Ceuil, ##. Hay en esa recopilación dos textos sobre P innombrable1 "3onf0rence sur la soustraction" y "La %0rit01 forcage et innommable". =Estas conferencias han sido publicadas en los n&meros S y N de )contecimiento, respecti%amente. *. del T.A. P. Le th0ore0me de odel, Ceuil, ##P. Es importante comprender exactamente lo que dice este famoso teorema. 3O*3L;C9<* artimos de una cr!tica radical a la ideolog!a "0tica" y sus %ariantes sociali'adas1 doctrina de los derechos del hombre, %isión %ictimaria del Hombre, ingerencia humanitaria, bio-0tica, "democratismo" amorfo, 0ticas de las diferencias, relati%ismo cultural, exotismo moral, etc. 6ostramos que estas tendencias intelectuales de nuestro tiempo eran, en el me4or de los casos, %ariantes de la %ie4a predicación morali'ante, y en el peor, la me'cla amena'ante del conser%adorismo y de la pulsión de muerte. Hemos %isto, en la corriente de opinión que in%oca la "0tica" a cada instante, un gra%e s!ntoma de renunciamiento a lo &nico que distingue a la especie humana del %i%iente depredador que ella es tambi0n1 la capacidad de entrar en la composición y el de%enir de algunas %erdades eternas. :esde este punto de %ista no %acilamos en decir que la ideolog!a "0tica" es, en nuestras sociedades, el principal =pero transitorioA ad%ersario de todos aquellos que se esfuer'an por hacer 4usticia a un pensamiento, cualquiera que 0ste sea. :espu0s esbo'amos la reconstrucción de un concepto admisible de la 0tica, que subordine su m5xima al de%enir de las %erdades. Esta m5xima, en su forma. general, dice1 "?3ontinuar@" 3ontinuar siendo ese "alguien", un animal humano como los otros que, sin embargo, se encontró capturado y despla'ado por el proceso del acontecimiento de una %erdad. 3ontinuar siendo part!cipes de ese su4eto de una %erdad que solemos de%enir. Es en el cora'ón de las parado4as de esta m5xima que encontramos, dependiendo por lo tanto del Bien =las %erdadesA, la %erdadera figura del 6al, ba4o sus tres especies1 el simulacro =ser el fiel aterrori'ante de un falso acontecimientoA, la traición =ceder sobre una %erdad en nombre de su inter0sA, el for'amiento de lo innombrable, o desastre =creer que la potencia de una %erdad es totalA. :e manera que el 6al es una posibilidad abierta &nicamente por el encuentro con el Bien. La 0tica de las %erdades, que sólo dar5 consistencia a ese" alguien" que somos, cuya perse%erancia animal resultó ser el sost0n de la perse%erancia in temporal del su4eto de una %erdad, es al mismo tiempo lo que intenta e%itar el 6al, por la %!a de su inclusión efecti%a y tena' en el proceso de una %erdad. En consecuencia, la 0tica combina ba4o el imperati%o1 "?3ontinuar@", una facultad de discernimiento =no quedar prendido a los simulacrosA, de cora4e =no cederA y de reser%a =no dirigirse a los extremos de la TotalidadA. La 0tica. de las %erdades no se propone ni someter al mundo al reino abstracto de un :erecho,