Auza, Néstor Tomás Periodismo y feminismo en la Argentina 1830-1930. Buenos Aires. Emecé Editores, 1988 (316 págs.)
Juliana Accoce Profesora en Letras Universidad Nacional de La Plata Año 2001
Reseña Auza se propone trazar el itinerario de la mujer en el periodismo en la Argentina, como un medio para develar el proceso de emancipación cultural de la mujer argentina, comenzado en el siglo XIX, que tuvo que preparar, necesariamente, el camino para su emancipación política, civil y jurídica, cuyas primeras realizaciones ocurren a principios del siglo XX, ya de la mano de un feminismo militante. Esa larga lucha por la emancipación cultural de la mujer fue emprendida por mujeres cuyas obras literarias y periodísticas se mantienen en el olvido. En este sentido, el trabajo de Auza debe entenderse como “una contribución primaria a la recolección de las fuentes y de la producción escrita femenina de modo que facilite una posterior valoración literaria y cultural.” (p. 18) Luego de destacar el papel de precursora que desempeñó María Sánchez de Thompson en la promoción activa del acceso de la mujer a la cultura y la literatura, Auza nos depara la sorpresa de encontrar la primera manifestación de periodismo femenino nada menos que en el año 1830, en la efímera revista La Aljaba, redactada por la señora Petrona Rosende de Sierra. Hay que precisar que lo que Auza entiende por periodismo
femenino es aquel redactado y dirigido por mujeres, y escrito para un público femenino, en el que no se descartan las colaboraciones masculinas ni se excluye al sector masculino del público, y que se propone como constante a la par que deleitar e ilustrar, defender la emancipación cultural de la mujer. Quedan excluidos, por lo tanto, aquellos periódicos literarios exclusivos de varones y en los cuales de ocasión escriben algunas mujeres, y aquellos escritos por varones pero dirigidos al “bello sexo”, cuyo contenido principal eran las modas, las cuestiones domésticas y otras frivolidades, temas que los redactores estimaban como los únicos de interés para el público femenino. La
primera
desenvolvimiento
parte del
del
libro
feminismo
en
dedica la
siete
Argentina,
capítulos desde
al sus
precursoras ya señaladas hasta 1930, en el que es posible diferenciar dos etapas, tanto por sus metas y objetivos fijados como por las modalidades que adopta su acción. El mensaje de las publicaciones femeninas y de la actuación personal de las escritoras a lo largo del siglo XIX no tendrá como propósito crear un movimiento organizado ni de protesta pública para obtener la sanción legal de ciertos derechos civiles y políticos, como lo hicieron algunas organizaciones de mujeres inglesas, francesas y norteamericanas. La cuestión de la igualdad de sexos y derechos será planteada en términos absolutos en materia de instrucción y cultura, al menos hasta 1910. A la primera flecha, lanzada por La Aljaba, en la lucha por el acceso de la
mujer a la educación, sucederán luego de la caída de Rosas, otras publicaciones que acometerán la tarea de enjuiciar el sistema educativo a que estaba sometida la mujer, que la condenaba a una cultura ornamental, limitada a un poco de piano y de dibujo, y pequeñas dosis de lectura y escritura. Educadoras con vocación periodística, como Rosa Guerra, desde las páginas de La Camelia, y más tarde desde La Educación, y Juana Manso, con sus sucesivos intentos Álbum de Señoritas, La Flor del Aire, y La Siempreviva, propiciarán una profunda transformación en la extensión y contenido de la educación de la mujer, propugnando su acceso a las ciencias. Una característica dominante en todas estas publicaciones femeninas es la breve vida que alcanzaron, lo cual, si tenemos en cuenta que se trataba
de
revistas que
se
mantenían con el
abono
de
los
suscriptores, delata la indiferencia con que fueron acogidas por las mujeres de Buenos Aires, que demostraban así no estar preparadas todavía para sostener una revista que defendiera sus intereses. La primera revista femenina que alcanzará un suceso de larga duración será La Ondina del Plata (1876), cuya amplitud de difusión se extiende a varios países de América, y viene a cumplir un papel preponderante en el proceso de redescubrimiento cultural del continente, ya que atraerá la colaboración de escritoras y escritores de varios países americanos, y evidenciará la unidad de pensamiento existente, también en lo concerniente al papel de la mujer. Posteriormente, La Alborada del Plata y Búcaro Americano darán
continuidad a ese sentimiento americanista que es una peculiaridad de las revistas femeninas de esta época, y no se observa en las publicaciones masculinas que aparecían en los mismos años. Es en este período en que la figura de Juana Manuela Gorriti anima un fuerte núcleo de pensamiento en el área del Pacífico, y en el Río de la Plata, la peruana Carolina Matto de Turner se convierte también en un vínculo entre los escritores americanos. Este ciclo periodístico se cierra hacia 1910, cuando el objetivo largamente perseguido por esta primera corriente del feminismo
puede considerarse cumplido:
Sarmiento ha pasado por la política y el pensamiento argentinos, sirviendo a la causa de las reivindicaciones femeninas con su defensa desde el periodismo, y sobre todo mediante la iniciativa de crear las escuelas normales. “El camino de la emancipación cultural [de la mujer] encuentra en la escuela normal un medio multiplicador al reservarle, casi con exclusividad, la labor docente en la escuela primaria.”(p. 72) Por otra parte, el acceso de la mujer a la Universidad y a las profesiones académicas es un hecho definitivo desde el año 1889, en que la doctora Cecilia Grierson se convierte en la primera médica argentina y sudamericana. Producto de la primera generación universitaria, y de egresadas de escuelas normales y algunas periodistas y escritoras, surgirá una nueva corriente del feminismo, que se orientará claramente a la obtención de la igualdad de derechos civiles y políticos. Desde 1895, existe en el país por iniciativa de la doctora Grierson el Consejo
Nacional de Mujeres, que actúa como centro de coordinación de las múltiples asociaciones de mujeres de todo el país, que se unen con diversos fines. nueva
Esa segunda etapa del feminismo da lugar a una
modalidad
periodística,
menos
literaria,
que
da
más
importancia a la crítica social y política y a la expresión doctrinaria, de la que es exponente el periódico El Adelanto (1897-1903), dirigido por Pascuala Cueto. A diferencia de lo que sucedía en la primera etapa del periodismo femenino, la mayor parte de los colaboradores de esta revista no pertenecían a la burguesía ni a la clase dominante, sino a sectores medios ilustrados, o bien autodidactas, o bien egresados de escuelas normales. Es en este momento cuando se observa un cambio en la valoración social de las mujeres escritoras y periodistas, que a lo largo del siglo XIX han tenido que enfrentarse a los prejuicios que
envolvían su actuación, exponiéndose a la
consideración social muy bien expresada en unos versos que dedica la revista El Padre Castañeta a la redacción de La Camelia en 1852: “Y hasta habrá tal vez alguno/ Que porque sois periodistas/ Os llame mujeres públicas/ Por llamaros publicistas.” (p. 170) Esta valoración de la comunidad lleva a las escritoras a refugiarse frecuentemente en un seudónimo, y en algunos casos, significativamente, un nombre de varón. Que este prejuicio era fuerte en las clases dominantes aún a principios del siglo XX
lo revela el hecho de que la exitosa novela
Stella de Emma de la Barra de Llanos fuera publicada en 1905 bajo el seudónimo de César Duayen. Los sectores medios y bajos de la
sociedad de la época, por el contrario, verán en el periodismo y la escritura un oficio que les proporciona un medio de ascenso social. La segunda parte del libro es un catálogo donde Auza pasa revista a doce publicaciones femeninas del período que abarca su estudio, donde se ocupa de las principales características de cada revista,
sus
programas,
sus
redactores
y
colaboradores,
sus
contenidos, su duración y la repercusión que obtuvieron. Incluye esta parte reproducciones facsimilares de sus portadas. Además de su aporte a la investigación hemerográfica, el trabajo de Auza acerca una reflexión sobre las particularidades que tuvo el movimiento feminista en nuestro país, signado por dos corrientes que, lejos de excluirse, se completan: el primer ciclo del feminismo lleva en sí mismo el germen de su renovación y de su continuidad, que dará lugar a nuevas reivindicaciones cuando sus objetivos se vean cumplidos; la moderación de la primera época no se debe sino al sentido de oportunidad de estas mujeres que comprendieron que la emancipación política y jurídica de la mujer comenzaba con su emancipación cultural, y que, desde el periodismo y la literatura, ejercieron su influencia no sólo sobre el público femenino, sino también sobre los hombres públicos que manejaron la política del país.