Autobiografía funeraria de Ankhtifi.
El príncipe, conde, portador del Sello Real, único compañero, Sacerdote-lector, general, jefe de vigilantes, jefe de regiones extranjeras, Gran Jefe de los nomos de Edfu y Hieraconpolis, Ankhtifi, dice: Horus me llevó al nomo de Edfu por la vida, la prosperidad, la salud, para restablecerlo, y así lo hice. Horus deseaba que se restableciera el orden, por eso él me trajo a para restablecerlo. Encontré el Templo de Khuu inundado como un pantano, abandonada por aquel que debía cuidarla, en las garras de un rebelde, bajo el control de un miserable. Yo hice a un hombre abrazar al asesino de su padre, al asesino de su hermano, con el fin de restablecer el nomo de Edfu. ¡Qué feliz era el día en que me encontré con el bienestar en este nomo! Ningún poder intentará imponerse aquí por el fragor de la lucha, ahora que todas las formas de mal que la gente odia han sido suprimidas. Soy la vanguardia de los hombres y la retaguardia de los hombres. Soy aquél que encuentra la solución en donde se carece de solución. Soy un líder de la tierra a través de una conducta activa. Soy fuerte en el discurso, soy prudente en el pensamiento, en el día de unión de los tres nomos. Porque yo soy un campeón sin igual, que habló cuando el pueblo estaba en silencio, en el largo día de miedo cuando el Alto Egipto estaba en silencio. Yo puse mi mano en el hombro de las personas, y les quité la desgracia que alguna vez les sucedió, porque mi corazón tiene equilibrio hermético y mi consejo es excelente. Pero si algún tonto, si algún miserable, se atrevió a levantarse en oposición, recibió de mí lo que se merecía. "¡Ay," se puede decir de quien es acusado por mí. Su [¿guerra?] tomará el agua como un barco. Porque yo soy un campeón sin igual. Yo he sido como el principio y el fin de la humanidad, ya que nadie como yo existió antes, ni existirá después; nadie como yo jamás había nacido ni nacerá. He superado las hazañas de los antepasados, y las generaciones venideras no serán capaces de igualar ninguna de mis hazañas dentro de millones de años. Le di el pan al hambriento y vestí al desnudo; yo ungí a aquellos que no tenían aceite cosmético; le di las sandalias al descalzo; le di una esposa a aquél que no tenía esposa. Me ocupé de las ciudades de Hefat y Hor-mer en todas [las situaciones de crisis, cuando] el cielo se nubló y la tierra [...] de hambre en este banco de arena de Apep. El sur llegó con su gente al norte con sus hijos; trajeron el mejor aceite a cambio de la cebada que les fue dada. Mi cebada se fue río arriba hasta llegar a la Baja Nubia y aguas abajo hasta llegar al nomo de Abydos. Todo el Alto Egipto estaba muriendo de hambre y la gente no tenía allí cómo alimentar a sus hijos, pero yo no permití que nadie muriese de hambre en ese nomo. ...... Me preocupaba por el templo de Elefantina y por la ciudad de Nehen en estos años, después de que Hefat y Hor-mer habían sido satisfechas... Yo era como un (refugio) de montaña para Hefat y como una sombra fresca para Hor-mer. Todo el país se se había convertido como en langostas que van delante y detrás (...); pero nunca yo permití que alguien se viera en la necesidad de ir de un nomo a otro en busca de comida. Yo soy el héroe sin igual.