Asesinato en el Orient Express - Agatha Christie
En una fría noche de invierno, el teniente Dubosc cumplía la misión de despedir en la estación de tren de Alepo, en Siria, al detective Hércules Poirot quien en la madrugada se embarcaría en el Taurus Express con destino a Estambul. El detective acababa de regresar de una misión y estaba dispuesto a permanecer unos días en la ciudad de Turquía, como turista, para luego retomar sus asuntos. Dubosc y Poirot permanecieron charlando en el andén hasta que un encargado dio aviso de que el tren arrancaría en cinco minutos, Poirot calculó que siendo las cinco menos cinco llegaría a Constantinopla la tarde del día siguiente, a las 19:40. Hércules Poirot se despidió del teniente Dubosc, subió al tren y deseó tan solo que la nieve no se interpusiera en el camino del Taurus Express. Ya en su compartimiento, notó que había muy pocos pasajeros pero era de esperarse, ya que en esa época del año no había muchos muc hos turistas; el detective se acomodó en la litera hasta que quedó dormido. El detective despertó a las 9:30 de la mañana, se dirigió inmediatamente al comedor en busca de café, al llegar, encontró a los otros dos únicos pasajeros; ambos ingleses, uno de ellos era el Coronel Arbuthnot del ejército inglés en la India y quien lo acompañaba en la mesa era Mary Debenham una institutriz recién llegada de Bagdad. A la hora del almuerzo, el coronel y la institutriz volvieron a sentarse juntos ignorando la presencia del detective Poirot quien se deleitaba observándolos y analizándolos. En horas de la noche llegaron a la estación de Konya, Mary Debenham y el Coronel Arbuthnot bajaron del tren para estirar las piernas, recorrieron el nevado andén y unos 10 minutos después, Hércules Poirot decidió hacer lo mismo hasta que vio unas figuras borrosas que murmuraban y alcanzó a oír “Ahora no. Ahora no. Cuando termine todo. Cuando lo dejemos atrás”, en seguida se dio cuenta que se trataba de Mary y Arbuthnot.
Al día siguiente, eran las 14:30 de la tarde y en el comedor había ocurrido un incidente por lo que el tren se detuvo, situación que retrasaría su llegada al Bósforo. La joven estaba intranquila ya que le urgía llegar a tiempo para tomar la conexión con el Simplon Orient. Poirot la miró con curiosidad puesto que la mujer se sostenía fuerte y nerviosamente de la barra de la ventanilla. El tren reanudó su curso y llegaron al Bósforo sólo con 5 minutos de retraso, allí los pasajeros se separaron. Una vez que desembarcaron, Poirot fue al hotel Tokatlian. En el hotel, el detective pidió una habitación y preguntó si le había llegado alguna correspondencia. Había tres cartas y un telegrama inesperado que lo citaban a Inglaterra por una complicación de un caso, por lo tanto, debía reservar un compartimiento en el Simplon Orient. Como aún tenía tiempo para comer, se dirigió al restaurante donde se encontró con un viejo amigo, el Monsieur Bouc, director de la Compagnie Internationale des Wagons Lits; ambos se sentaron en la mesa y Poirot una vez más miró a su alrededor para observar a los presentes en el restaurante, eran unas pocas personas pero sólo dos de
esos pocos interesaban al detective, al parecer eran norteamericanos, el más joven tenía unos 30 años y el otro oscilaba entre los 60 y 70 años, que a pesar de su aspecto distinguido y respetable, parecía poseer cierta malevolencia en sus ojos; Monsieur Bouc pensó lo mismo pero no le dio tanta importancia. En ese momento apareció el conserje del hotel diciendo que no había compartimientos disponibles en el Simplon Orient, lo que le pareció extraño a Poirot y a Monsieur Bouc ya que no era época de turistas, según el conserje, fue una simple coincidencia que todos los pasajeros decidieran viajar esa misma noche en el Simplon Orient Express. Una vez en el andén, Monsieur Bouc llamó a uno de los encargados y le pidió que buscara algún compartimiento que esté desocupado, al no encontrar, Bouc preguntó si todos los pasajeros estaban a bordo o faltaba alguno, a lo que el conserje respondió que uno no había llegado aún, era Míster Harris. Monsieur Bouc ordenó que ubicaran a Poirot en el compartimiento del pasajero faltante. Para sorpresa del detective, su compañero de cuarto era el joven norteamericano del hotel Tokatlian, Mr. McQueen. Para romper el clima tenso, se pusieron de acuerdo con respecto a las literas que ocuparían, y comenzaron a charlar amablemente. Al día siguiente, a la hora del almuerzo Poirot y Bouc se acercaron a la mesa y una vez más se pusieron a analizar a los demás pasajeros, esta vez el comedor del tren se encontraba lleno. Había personas de todas las nacionalidades. En una de las mesas estaban 3 simples viajeros, uno de ellos italiano, otro inglés y el último era norteamericano; cerca de la ventana se encontraba una mujer con una gran fealdad pero que le daba distinción, era la princesa rusa Dragomiroff. En la mesa posterior, estaba Mary Debenham acompañada de otras dos mujeres, Mistress Hubbard y una mujer de rostro ovejuno que al parecer era sueca. En la mesa contigua estaba sentado solitariamente el Coronel Arbuthnot quien tenía su mirada fija en Mary. Después de él venía una pareja perteneciente a la Embajada húngara, la mujer era claramente más joven que el hombre y por último, había una doncella, tal vez alemana o escandinava, probablemente alemana. Quedaban dos comensales, McQueen y su jefe Mr. Ratchett que seguía provocándole desconcierto a Hércules Poirot. Luego de un buen rato, Monsieur Bouc había terminado de almorzar y volvió a su compartimiento, de la misma manera los demás pasajeros se retiraron hasta que solo quedaban, en el comedor, el detective Poirot y Mr. Ratchett; éste último se acercó a la mesa de Poirot para pedirle que se ocupe de su seguridad, ya que según él su vida corría peligro, incluso le ofreció dinero pero Poirot rechazó la oferta. Mr. Ratchett quiso saber porque no estaba dispuesto a ayudarlo a lo que Poirot respondió que no le agradaba, por lo que, acto seguido abandonó el comedor. Esa noche, llegaron a Belgrado Poirot bajó al andén pero como hacía mucho frío volvió al tren en donde el conserje le dijo que lo trasladaron al compartimiento de Monsieur Bouc, pues su amigo se acomodó en el vagón Atenas (otro vagón que se acababa de enganchar).
El segundo día de viaje, la relación entre los pasajeros era menos rígida, todos conversaban con confianza en cualquier rincón del tren. Dos puertas antes de su compartimiento, Poirot encontró a Mistress Hubbard con quien entabló una conversación hasta que se abrió la puerta del compartimiento vecino y apareció un joven pálido, el criado de Mr. Rtchett, se observaron unos a otros y la puerta volvió a cerrarse; Mistress Hubbard murmuró que el hombre (Mr. Ratchett) no le agradaba y sentía mucho miedo, más aún, porque dormía en la habitación siguiente. Poirot se despidió de Mistress Hubbard y ambos fueron a sus cuartos para dormir. A la medianoche, Poirot se levantó sobresaltado… un grito lo había despertado, luego
recordó que la habitación de a lado lo ocupaba Ratchett. El encargado del vagón golpeó la puerta, seguidamente, sonó un timbre y se encendió la luz del compartimiento de Mistress Hubbard; antes de que el joven fuera a atenderla, Ratchett respondió al llamado del encargado diciendo que no fue nada. Mientras tanto, la Mistress, seguía presionando el timbre como una histérica. Antes de volver a dormir, Poirot vio la hora y eran la una menos veintitrés minutos. Poirot no consiguió dormir inmediatamente, se percató que el tren estaba paralizado presumiblemente en alguna estación; el detective sintió seca la garganta así que tocó el timbre y el encargado que acababa de salir del cuarto de Mistress Hubbard, se acercó al de Poirot, éste pidió una botella de agua pero antes preguntó que estaba sucediendo, el encargado respondió que la Mistress creía que había un hombre en su habitación; le costó demostrarle que era imposible porque era un lugar muy pequeño como para lograr esconderse, además el tren se encontraba varado por culpa de la nieve. Poirot agradeció al encargado por la botella de agua y se recostó en su litera. Cuando estaba por dormir algo lo despertó nuevamente, esta vez escuchó como si un cuerpo pesado hubiese caído; se asomó a la puerta pero no vio nada a excepción de una mujer que se alejaba envuelta en un quimono escarlata. Finalmente, Poirot consiguió dormir. Eran las 9:45 de la mañana, Poirot se encaminó hacia el comedor en donde todos los pasajeros se encontraban alarmados por la situación, incluso Mary Debenham, aunque se la notaba menos ansiosa e impaciente comparado con el comportamiento que demostró en el Taurus Express. La mañana iba avanzando, algunos permanecieron en el comedor, entre ellos, Poirot hasta que un encargado le pidió que lo acompañe. Llegaron hasta el vagón donde se encontraba Monsieur Bouc, el jefe del tren, el doctor Constantine y Michel, el encargado de los compartimiento, quien por cierto estaba muy pálido a tal punto que parecía que desmayaría en cualquier momento; Bouc se encargó de contarle a Poirot que Mr. Ratchett fue asesinado durante la madrugada, y que el último en hablar con él fue Michel. Poirot asintió con la cabeza ya que oyó todo lo que sucedió en la madrugada. Luego, Michel contó que en la mañana llamó varias veces a la puerta pero nadie respondió, entonces, abrió con su llave la puerta pero ésta estaba encadenada por dentro, tuvo que romper las cadenas.
Poirot pensó por un momento que pudo haber sido suicidio pero el doctor aclaró que el cuerpo fue apuñalado 12 o 15 veces en diferentes partes. En ese instante, Poirot recordó que Ratchett sentía que su vida corría peligro. Sin más nada que decir, Monsieur Bouc pidió al detective que se encargara del caso, Poirot sin titubear aceptó y los demás presentes se pusieron a su disposición. Primeramente, Hércules, pidió al jefe del tren la lista, los pasaportes y billetes de todos los pasajeros; dio una hipótesis el asesino todavía continuaba entre ellos ya que por la tormenta de nieve no pudo haber escapado. Antes de comenzar con las investigaciones, Poirot llamó a Mr. McQueen. Se les retiró a las personas del comedor quedando tan sólo McQueen y Poirot, el secretario de Rachtett fue informado que su jefe había sido asesinado, el joven no dio la menor muestra de emoción, es más, le pareció extraño que no lo hayan matado antes. Poirot, algo sorprendido, pidió a McQueen que le diera más detalles sobre su jefe. El secretario comenzó con su relato: “Lo conocí en Persia, Ratchett acababa de despedir a su secretario y yo había fracasado con
un negocio, como mi situación económica era crítica, él me ofreció trabajo y yo lo acepté. No parábamos de viajar, Mr. Ratchett quería conocer el mundo, yo actuaba como su intérprete. De su vida no sabía nada, no sabía si tenía familiares, hasta dudaba que Samuel Edward Ratchett era su nombre verdadero; hace unas semanas comenzó a recibir cartas anónimas amenazadoras. La última vez que lo vi en el tren fue a las 22:00 de la noche para hablarle sobre unos mosaicos y cerámicas que compró de Persia, pero que no eran los que él había pedido”.
Una vez culminado con su relato, Poirot le preguntó si tenía alguna de las cartas, McQueen las trajo y se las enseñó al detective. Las cartas no tenían firma y evidentemente no fueron escritas por una sola persona. El joven añadió que francamente no le caía su jefe y estaba seguro de que era una persona cruel. El detective Poirot en compañía del doctor Constantine, el compartimiento estaba intacto, las cosas seguían en el mismo lugar en que fueron encontrados cuando descubrieron el asesinato. La ventanilla estaba abierta, pero nadie pudo haber escapado por allí de lo contrario lo notarían por las huellas en la nieve; el asesino la dejó abierta para hacer creer a los demás que escapó por ahí. El doctor contó 12 puñaladas, de las cuáles tres eran mortales; al parecer Mr. Ratchett se encontraba semimuerto cuando lo apuñalaron ya que los cortes penetraban hasta vasos sanguíneos pero no había hemorragia; unas eran más profundas y otras superficiales. Las lesiones en el brazo derecho indicaban que sólo podían producirse con la mano derecha. La perilla del interruptor de la luz del techo estaba encendida y el de la cabecera estaba apagado. En el lavabo había varios objetos; una dentadura postiza en un vaso de agua; otro vaso vacío; una botella de agua mineral; un frasco grande y un cenicero que contenía la punta de un cigarro y unos fragmentos de papel quemado, dos cerillas usadas. Al observar todas las pruebas comenzaron las hipótesis, que eran muy contradictorias: al parecer fueron dos asesinos, tal vez, una mujer y un hombre, el o los agresores debían ser
zurdos, o ambidiestros. Los interruptores de luz discordaban, por lo que el primer asesino hirió varias veces a la víctima y se retiró del cuarto apagando la luz, mientras, que el segundo asesino entró a oscuras no vio que el plan que tenía en mente ya fue ejecutado por otro y apuñaló a Mr. Ratchett, por lo menos, unas dos veces más. Al parecer estaba narcotizado, ya que se percibía ese olor en el vaso, de dicha manera, la víctima no pudo defenderse ni siquiera pudo gritar. Las dos cerillas de cigarrillo eran de diferente forma, una era más plana que la otra. La más redonda fue encendida por Mr. Ratchett, pues tenía una igual en su chaqueta. Siguió registrando la habitación, en el suelo encontró un pañuelo con una H bordada en la esquina, antes de levantarse observó debajo de la cama un limpiapipas, no era de Ratchett porque no encontraron ninguna pipa entre sus cosas. Dentro del bolsillo de la chaqueta, había un reloj de oro las manecillas señalaban la una y cuarto. Los papeles quemado que estaban dentro del cenicero le dieron una idea a Hércules Poirot pero para demostrarlo precisó de una sombrerera, se lo pidió al jefe del tren quien trajo la sombrerera de la dama sueca. Tras retirar cuidadosamente los sombreros, descubrió una especie de armazón redonda hecha con tejido de alambre que era lo que necesitaba, fue desprendiendo hábilmente dos de los trozos de alambre. El Dr. Constantine seguía sin comprender el motivo por el cual Poirot necesitaba de los trozos de alambre, el detective explicó que todas las pistas que encontraron en l lugar podían ser falsas o verdaderas, y fueron dejadas al azar para confundir, pero una de las pruebas, al parecer, es verdadera: “la cerilla plana”, el asesino la utilizó para quemar
unos documentos que lo comprometían. Poirot abandonó el compartimiento y regresó unos momentos después con un pequeño mechero de alcohol y un par de tenacillas. Aplanó los trozos de tela metálica y colocó cuidadosamente el fragmento de papel carbonizado sobre uno de ellos, lo cubrió con el otro trozo y sujetando todo con las tenacillas, lo expuso a la llama del mechero. Lentamente las palabras fueron formándose, pero como era un fragmento del papel quemado sólo se pudo ver la frase de: ”...cuerda a la pequeña Daisy Armstrong”. A Poirot
le brillaron los ojos y reconoció el verdadero nombre del Mr., era Cassetti y estaba relacionado con un secuestro y asesinato ocurrido en EE.UU. Ahora la duda que permanecía era como fue que el asesino escapó siendo que por la ventana no pudo ser y la puerta se encontraba llaveada y encadenada cuando ocurrió la tragedia. Poirot razonó, el asesino les hizo creer que había escapado por la ventana, por lo tanto, tuvo que hacer parecer que las otras dos salidas eran imposibles. Era un truco como “el de la persona que desaparece en un armario”. El detective debía descubrir cómo fue que se hizo ese truco.
Poirot y Constantine se reunieron con Bouc, le comentaron todo lo que habían descubierto y rememoraron el caso Armstrong que fue el motivo por el que Ratchett o Cassetti escapó de EE.UU. Daisy Armstrong era hija del coronel Armstrong y de Sonia Armstrong, ésta última hija de la reconocida actriz Linda Arden. La pequeña fue secuestrada cuando tenía
tres años y pidieron un alto precio por el rescate. Tras haber pagado la enorme suma de doscientos mil dólares, fue descubierto el cadáver de la niña, que llevaba muerta por lo menos quince días. Lo peor sucedió después, Mistress Armstrong esperaba otro hijo y, a consecuencia de la tragedia, dio a luz prematuramente una criatura muerta, ella también murió. Desesperado, su marido se pegó un tiro. La policía estaba convencida de que la niñera, francesa o suiza, sabía algo del crimen. No creyeron las negativas de la mujer quien en un ataque de desesperación se suicidó. Después se descubrió que era absolutamente inocente de toda complicidad en el crimen. Meses después Cassetti fue detenido, como jefe de la banda que había secuestrado a la niña. Él era culpable pero gracias a la enorme riqueza que había conseguido reunir y a las relaciones que le ligaban con diversas personalidades, fue absuelto por falta de pruebas. Desde entonces, cambió de nombre y abandonó EE.UU. Segunda parte
Monsieur Bouc, el Dr. Constantine y Poirot se reunieron en el comedor para llevar a cabo el interrogatorio. Hércules inició con el encargado del vagón, Pierre Michel, quien trabajaba hace 15 años para la compañía, según Bouc, era honrado y respetuoso, incapaz de cometer un delito. Se lo notaba aún asustado con lo sucedido, pero estaba decidido a dar su relato de lo sucedido: “Una vez finalizada la cena Mr. Ratchett me pidió que le hiciera su cama,
después de ello, regresé a mi asiento (al final del pasillo) y pasado unos minutos el Mr., hace sonar el timbre, voy corriendo a atenderlo pero no responde hasta que lo escucho decirme en un perfecto francés que no fue nada. Llegamos a la estación de Vincovci, me reuní con mi compañero del otro vagón y recorrimos por unos diez minutos el andén, como hacía mucho frío, me dispuse a regresar a mi puesto y antes de llegar a mi lugar escucho que suena insistentemente el timbre, al parecer ya me había llamado varias veces pero no lo noté porque estaba afuera. Esta vez era Mistress Hubbard a quien tuve que calmar porque creía que había un hombre en su cuarto”.
El segundo interrogado fue el secretario Héctor McQueen: “Después de la cena, charlé con la mujer inglesa, también con el coronel Arbutnhot quien estaba interesado en la política norteamericana, en un momento el tren se detuvo en una estación (Vincovci), y descendimos a estirar las piernas. Cuando subimos al tren, yo regresé a mi cabina y el coronel al suyo; pero antes de que eso ocurriera vi a una mujer de espaldas con un kimono escarlata”.
Edward Henry Masterman, el criado de Mr. Ratchett, también dio su versión de los hechos: “Como era de esperarse después de la cena el Mr. me pidió que acomodara su cama y sus
ropas, luego le deje el somnífero que utiliza todas las noches para dormir, creo que lo toma después de leer pero nunca lo he visto hacer, yo sólo se lo dejo en la mesa preparada. Después regresé a mi cabina, allí estaba mi compañero de cuarto, el italiano, y sé que no salió en toda la noche porque estuve despierto a causa de un dolor de muelas. Como era
normal que el jefe despertara, algunas veces, más temprano y, otras, a la hora del almuerzo; no me preocupé al no ver despierto a Mr. Ratchett, no creí que estaba muerto”.
Mistress Hubbard llegaba con alboroto al comedor donde Poirot interrogaba a los pasajeros, estaba frenética diciendo que ella sabía que fue lo que r ealmente pasó esa noche: “Yo estaba con la mujer sueca en mi compartimiento, ella tenía dolor de cabeza y fue a buscar una aspirina que estaba en mi bolso. Yo tenía mucho miedo de Mr. Ratchett, que era mi vecino de cuarto. Le pregunté a la mujer si estaba trancada la puerta que conecta con la habitación contigua ya que yo no podía verla por la esponjera que la tapaba, ella me respondió que sí y enseguida se fue a su cabina. Quedé dormida pero del susto desperté y vi a un hombre, del miedo cerré los ojos e histéricamente apreté el timbre pero nadie acudió hasta que escuché los pasos de alguien que se acercaba, era el encargado del vagón, le pedí que revisara todo el lugar pero no estaba nadie más. Esta mañana cuando desperté, encontré este botón encima de unas revistas que tenía en el mismo lugar donde vi al hombre”. El detective revisó el objeto y notó que era un botón igual al de los uniformes de los encargados de vagones. Pero antes de sacar conclusiones prematuras, mandó llamar a la mujer sueca, Greta Ohlsson quien explicó detalle por detalle lo que hizo la noche del crimen: “A eso de las diez de la noche, me encontraba en el compartimiento de Mistrees
Hubbard, sentía un fuerte dolor de cabeza así que le pedí una aspirina, antes de irme a mi cabina ella me pidió que viera si la puerta que daba con la habitación de al lado estaba llaveada, como no lo estaba quise llavearla pero sin querer la abrí y vi a Mr. Ratchett que me habló de manera poco educada, la cerré nuevamente, esta vez la llaveé y me retiré de la habitación con mucha vergüenza. En mi compartimiento tengo una compañera de cuarto, la inglesa, estoy segura que no salió a la noche porque me hubiera dado cuenta porque tengo el sueño ligero”.
Se acercaba al comedor la princesa Dragomiroff, en ella recaía menos la sospecha por el hecho de ser de alta alcurnia y de acrecer de gran fuerza físicamente, pero el interrogatorio le ayudó a Poirot a descubrir secretos de los que no estaba al tanto: Dragomiroff era una gran amiga de Linda Arden y madrina de su hija Sonia (madre de Daisy), la princesa aclaró que la otra hija de Linda se había casado pero no recordaba el nombre de su esposo, sólo sabía que era inglés. Agregó que a la medianoche llamó a su doncella para que le diera un masaje por el intenso dolor de reuma, y sostuvo con firmeza que ésta era una mujer de confianza. Posteriormente, apareció el conde. Su caso era particular ya que tenía inmunidad diplomática, no fue de gran ayuda ya que lo más resaltante de su interrogatorio fue que estuvo en Washington durante un año y ni siquiera recordaba si llegó a conocer a Armstrong. La noche del asesinato, él y su esposa permanecieron en sus compartimientos y estaba convencido de aquello puesto que su esposa tomaba somníferos para dormir. Poirot pidió llamar a su esposa pero por alguna razón el conde se mostró disgustado con esa petición, ya que sabía que su esposa le diría las mismas cosas que él le dijo; finalmente accedió y la condesa apareció en el comedor. Ésta confirmó todo lo dicho por su marido.
Otro que se mostraba inconforme con el procedimiento fue el Coronel Arbuthnot; quien tampoco dio muchas pistas del crimen ya que relató los mismos acontecimientos que McQueen, debido a que en el momento del incidente ellos estuvieron charlando. Añadió que no conoció a Armstrong pero que sí llegó a escuchar hazañas sobre él. También afirmó que sólo fumaba en pipa y que no conocía desde antes a Marym pero que le parecía una muchacha tan dulce e incapaz de cometer algo tan atroz. El rostro de Mr. Hardman le era tan familiar, que con tanta agudeza acertó Poirot que se trataba de un colega, el joven Hardman era un detective de Nueva York contratado por Mr. Ratchett para que lo protegiera. Estaba tan molesto porque se desveló por noches vigilando la puerta de Cassetti para que nadie entrara y lo asesinara, pero el delito de todas formas ocurrió ante sus narices. Decepcionado, Hardman culminó con su historia y salió del comedor. Para Monsieur Bouc el asesino era el italiano tenía un rostro muy sospechoso. Antonio Foscarelli se presentó ante Hércules Poirot, la mayor parte de su interrogatorio se basó en el divague de las ventas de autos Ford y cuando por fin retomó el hilo de su narración no obtuvieron nada que les pudiera ser de utilidad así que lo dispensaron. Para Poirot la sospechosa principal era Mary Debenham, primeramente por el murmuro que le escuchó decírselo a Arbuthnot (Ahora no. Ahora no. Cuando termine todo. Cuando lo dejemos atrás), luego el comportamiento que había presentado en el Taurus Express cuando creyó que el tren se retrasaría, y por último, cuya comprobación estaba en su pasaporte, el hecho de que su segundo nombre fuera Hermione con H la inicial que se encontraba bordada en el pañuelo. Poirot se preocupó más en preguntarle sobre su pasado que sobre sus actos en la madrugada en que ocurrió la transgresión, además le exigió que le explicara el significado de aquella frase, lo que provocó la ira de Mis Debenham que se fue sin decirle más nada. La única que faltaba por ser interrogada era la compañera de cuarto de Miss Debenham, la doncella de la princesa Dragomiroff, la mujer alemana Hildegarde Schmidt. “En la
madrugada el encargado del tren llamó a mi puerta porque la princesa me necesitaba, acudí junto a ella para darle unos masajes y luego le leí un libro hasta que la princesa quedó dormida, como hacía mucho frío, fui a mi cabina a buscar unas mantas para mi señora, se las llevé y eso fue todo lo que hice durante la madrugada, aunque ahora que lo recuerdo uno de los encargados de vagones se cruzó conmigo en el pasillo, lo curioso es que no lo había visto antes”.
Este último hecho llamó mucho la atención de Poirot, Constantine y Bouc, se preguntaban cómo fue que se infiltró una persona sin ser visto por nadie más, pero esto, a la vez, explicaba la aparición de un botón sobre las revistas de Mistress Hubbard, a ninguno de los encargados de vagones le faltaba un botón, en cambio, la noche del delito la doncella alemana vio a una persona vestida con el uniforme de encargado de vagón pero nunca antes lo había visto trabajar por allí.
Todos los pasajeros dieron coartadas a Poirot adecuados durante sus entrevistas, cada uno de ellos eran tan sospechosos como inocentes; sólo unos pocos elementos sospechosos salieron a la luz que, más bien, generaban más incógnitas: Muchos pasajeros observaron a una mujer con un kimono escarlata caminando por el pasillo en medio de la noche, pero ninguna de las mujeres admitió poseer una bata roja. Hildegarde Schmidt se encontró con un encargado de vagón que en realidad no trabajaba allí. Durante la hora del crimen Ratchett respondió al llamado de Michel en un perfecto francés que no pasaba nada, sin embargo, él no hablaba otro idioma más que el inglés. El pasaporte de la condesa tenía una irregularidad, había una mancha fresca de grasa sobre las iniciales de su nombre de pila. A Poirot le extrañó la cara de sorpresa que Héctor demostró durante su entrevista, cuando le contó que encontró la nota carbonizada que citaba a Daisy. La negación de Mary de explicarle aquella frase murmurada en el Taurus Express El hecho de que Arbuthnot fuera el único en el tren que fumaba pipa. La inicial en el pañuelo que podría corresponder a Mistress Hubbard, Hildergarde o Hermione Todas las pistas eran confusas pero a la vez reveladoras, pero para Bouc y Constantine era poco claro la situación ya que no se sabía si el asesino era una mujer o un hombre, si era zurdo o diestro. Para la mente brillante de Poirot eso no era un problema, esto se debió a que mientras él interrogaba a las personas, les pidió que escribiera su nombre completo y su dirección en una hoja; se fijó en cada persona pero no halló nada raro, es que las personas zurdas carecían de fuerza y las personas diestras presentaban demasiada fuerza o no encajaban en el perfil. Antes de que prosiguieran con la investigación, Mistress Hubbard entró al salón gritando desesperadamente que el asesino dejó el arma en su esponjera, evidentemente era cierto. Las cosas se agravaban por lo que debían revisar las maletas y encontrar el kimono escarlata y el traje de empleado del tren. El último fue encontrado entre las cosas de Hildegarde Schmidt, hecho que le pareció inusual a Poirot, pensó que, tal vez, el infiltrado al ver la cabina vacía escondió el traje allí y todo eso ocurrió mientras la doncella llevaba unas mantas al compartimiento de su ama. Otra cosa que le causó curiosidad fue la maleta tafilete de la condesa, estaba húmeda. También notó que mientras revisaban la maleta de Hardman, y Poirot hablaba con él sobre muchachas francesas, el joven se acercó a la ventanilla y parpadeó como si la nieve le hubiese hecho daño en los ojos. Tardó unos segundos para suponer que el kimono escarlata
estaría en su cabina, corrió a su compartimiento, en donde tal y como predijo encontró el kimono doblado en una esquina. Lo siguiente que debía hacer para descubrir al asesino era “recostarse y reflexionar”, para hacer funcionar a las neuronas o “células grises” como el detective las llamaba
metafóricamente. sieur Bouc y el Dr. Constantine tenían la cabeza revuelta, pero a Poirot las incongruencias lo llevaron a hacer una serie de preguntas contradictorias entre sí que le permitieron comprender que todos estaban mintiendo y que se pusieron de acuerdo con relación a sus coartadas para protegerse. Bouc y Constantine quedaron más confundidos con las ideas de Hércules Poirot. Más tarde, el detective Poirot reunió a todos los pasajeros en el comedor y abordó sus dos posibles soluciones. La primera explicación era que un extraño, un enemigo gángster de Ratchett-subió al tren en Vinkovci, la última parada, asesinó a Ratchett por razones desconocidas, y se escapó inadvertido. El crimen ocurrió una hora antes de lo que el reloj marcaba, porque la víctima y varios otros no se dieron cuenta de que el tren acababa de cruzar en una zona horaria diferente. Los otros ruidos escuchados por Poirot en el coche esa noche no estaban relacionados con el asesinato. Esta hipótesis no agradó al Dr. Constantine porque eso no explicaba por completo las circunstancias del caso. La segunda explicación de Poirot era más sensacional: todos los sospechosos eran culpables. En primer lugar todos los pasajeros del tren eran de nacionalidades tan diversas, más aún en una época intempestiva, sólo en los Estados Unidos podía coexistir un grupo de personas tan diferentes; todos en el tren estaban conectados a la familia Armstrong, de alguna manera: Héctor MacQueen, era amigo y se dedicaba a los encargos de Sonia Armstrong, su padre fue el fiscal de distrito para el caso del secuestro de Daisy. Masterman
El coronel Arbuthnot fue compañero y mejor amigo del coronel Armstrong; la Sra. Hubbard era la actriz Linda Arden, madre de Sonia Armstrong y abuela de Daisy; la Condesa Andrenyi era la hermana de Sonia Armstrong; su nombre de pila era Helene pero no se pudo notar la H a causa de la mancha de grasa, el pañuelo encontrado en la escena del crimen le pertenecía. Conde Andrenyi fue el que planeó mancharla para evitar que condenen a su esposa. La Princesa Natalia Dragomiroff era la madrina de Sonia Armstrong y amiga de Linda; Miss Mary Debenham fue secretaria la institutriz Daisy Armstrong; Hildegarde Schmidt era la cocinera de la familia de Armstrong; Antonio Foscarelli era el chofer de la familia; en cuanto a la señorita Greta Ohlsson fue enfermera de Daisy. Pierre Michel, era el padre de Susanne, la niñera francesa de Daisy quien se suicidó; Hardman fue un policía que estuvo enamorado de Susanne y lo que en verdad provocó que
una lágrima cayera de sus ojos, cuando Poirot hablaba con él sobre las damas francesas, fue el hecho de recordar a Susanne y no a causa de la nieve como él había dicho. Todos se habían visto gravemente afectados por el asesinato de Daisy y ultrajados por el escape posterior de Cassetti. Como había doce golpes, cada uno de los sospechosos apuñaló a Ratchett una vez, así que nadie podía saber quién dio el golpe fatal. Realizaron un "jurado de doce personas" para tomar justicia por manos propias, planearon su venganza desde hace mucho tiempo, se pusieron de acuerdo para viajar todos el mismo día y reservar la litera extra para una persona ficticia, Mr. Harris, para sólo viajen los conspiradores y la víctima, luego esta persona ficticia desaparecería siendo el principal sospechoso en el asesinato de Ratchett. Pero luego apareció el director de la Compañía, Monsieur Bouc y el detective Poirot, además de la detención del tren por culpa de la nieve, lo que provocó complicaciones a los conspiradores que dieron coartadas para protegerse unos a otros. Los sospechosos se pusieron a llorar pero el amor que le tenían a la pequeña Daisy les hizo cometer esa locura. Mistress Hubbard o Linda Arden afirmó que la segunda teoría era correcta y a pesar de que supuestamente no se conocían desde antes, el coronel Arbuthnot y Mary Debenham, se defendían fieramente uno a otro porque estaban enamorados. Totalmente en sintonía y comprendiendo el dolor de las personas, Bouc, Poirot y Constantine declararon que explicaran a las autoridades la primera teoría como causante de la muerte de Mr. Ratchett, mientras que Constantine editará su informe original del cuerpo de Cassetti para concordar con la primera deducción de Poirot.
