EL ARTE BIZANTINO 1 CONTEXTO HISTÓRICO. ORÍGENES DEL ARTE ROMANO 2 ARQUITECTURA 2.1) Características generales 2.2) Santa Sofía de Constantinopla. Otras obras. 3 MOSAICOS 4 OTRAS ARTES PLÁSTICAS 3.1) Escultura 3.2) Pintura: miniaturas, frescos e iconos
ARTE ARQUITECTURA
MOSAICO
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OBRA Santa Sofía de Constantinopla (532-537) San Vital de Rávena (538-547) San Apolinar in Classe de Rávena(549) San Apolinar Nuevo de Rávena(558) Santa Sofía de Kiev (1020) San Marcos de Venecia (1094) Séquitos de Justiniano y Teodora en San Vital de Rávena
CONTEXTO HISTÓRICO
La decadencia política y económica que sufrió el Imperio romano a lo largo del siglo IV d.C. hizo que se convirtiera en una estructura inabarcable, cuya supervivencia se hacía cada vez más costosa, por lo que el emperador Teodosio toma la decisión de dividirlo entre sus dos hijos en el año 395: a Honorio le da Occidente y a Arcadio Oriente. El Imperio romano occidental, como ya veremos, termina cayendo en manos de los pueblos bárbaros a partir del año 476. Así, después de esa fecha el único imperio que persiste es el de Oriente, que tomará el nombre de Bizancio y cuya capital, Constantinopla, había sido fundada por el emperador Constantino en el año 324. Se inicia así una civilización que pasará por distintas etapas y que finaliza con la toma de Constantinopla (actual Estambul) por los turcos en el año 1453. Bizancio, en el que se funden las aportaciones romanas, griegas y mesopotámicas, se convertirá en un foco esencial de la cultura que ejercerá una influencia vital y deslumbrante sobre el Occidente medieval, especialmente sobre su arte y su pensamiento. Supondrá la pervivencia de la cultura clásica en Oriente: era romano en la administración política, griego en la cultura y la lengua, y cristiano en las costumbres y creencias. Se sostenía gracias a la estrecha alianza entre Iglesia e Imperio y a la pervivencia de una sociedad culta y urbana. El momento más brillante (PRIMERA EDAD DE ORO) de este nuevo Imperio se corresponde con el reinado del emperador Justiniano y de su esposa Teodora (527-565) durante el que se produce un intenso auge cultural. Intentarán revivir el antiguo Imperio romano reconquistando gran parte de Italia, el sureste de España y el norte de África. El emperador Justiniano llevará a cabo la fusión del poder espiritual (religioso) y temporal (político), algo que se ha venido denominando cesaropapismo: el emperador ostentará un enorme poder, ya que asumirá las funciones del César de la antigua Roma y del Papa de la cristiandad. Este carácter casi sacro del emperador se manifestó en la fusión entre la pompa cortesana y la liturgia eclesiástica que, en el arte, se tradujo en las figuras solemnes, hieráticas y abrumadoramente lujosas que presiden la iconografía bizantina.
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Las obras más importantes del Arte Bizantino se realizarán durante el reinado de Justiniano. Supone la época de mayor esplendor cultural, y en la que se sientan las bases del arte bizantino.
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LA
ARQUITECTURA
BIZANTINA
La arquitectura en Bizancio va a ir evolucionando con el paso del tiempo, pero, a pesar de ello, es posible señalar algunos rasgos generales:
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CARACTERÍSTICAS GENERALES
Las aportaciones arquitectónicas son fruto de profundos estudios científicos aplicados a la construcción y de las influencias del arte romano.
Los edificios se construyen con piedra, algunas de ellas muy ligeras, de consistencia porosa, y con ladrillos. Los materiales no tienen por qué ser especialmente ricos puesto que van a ser revestidos de mármoles y mosaicos.
En general, podemos afirmar que los edificios bizantinos son sobrios e incluso pobres en el exterior, y deslumbrantes en impresionantes en el interior, donde se concentra la decoración (con excepción de los últimos siglos, cuando los exteriores también se embellecerán profusamente). Este contraste está relacionado con las teorías neoplatónicas del cristianismo ortodoxo: la belleza es lo que está oculto, en el alma, pero se descubre a través de los sentidos.
La arquitectura bizantina es abovedada. Se emplean pechinas para sostener las cúpulas y establecer la transición de un espacio circular, que es la cúpula, a una planta cuadrada.
La aportación más importante es la solución que dan al sostenimiento de las bóvedas. Los problemas que planteaba la utilización de cubiertas abovedadas fueron resueltos con definitivo acierto al recoger y superar la tradición y técnicas romanas, aportando una solución válida al difícil obstáculo de los empujes laterales que ejercen las cúpulas: se contrarrestarán, no sólo con contrafuertes y muros más gruesos, sino también mediante otras bóvedas de medio cañón y con otras cúpulas, como veremos en casos concretos como la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla.
Las plantas pueden ser de tipo basilical y central. Las plantas basilicales se cubren con bóvedas. En las de planta central la cúpula puede ir directamente sobre el muro o bien descansar sobre columnas que sirven para crear un espacio anular. En ocasiones se tratará de combinar la planta central con la basilical.
El espacio es entendido de un modo bastante diferente con respecto a Roma: frente al espacio estático del arte romano, los bizantinos crean un espacio dinámico y dilatado, que no puede quedar delimitado por los muros.
El espacio de los edificios religiosos cobra un importante significado que se ha de poner en relación con la celebración de la liturgia. La bóveda simboliza el cielo en el que resplandecen las estrellas, de la misma manera que resplandecen los mosaicos que la recubrían. Esta se asienta sobre cuatro arcos que simbolizan los cuatro puntos cardinales sobre una estructura cuadrada, la Tierra. Una iglesia es una pequeña reproducción del cosmos.
La basílica paleocristiana evoluciona dentro del arte bizantino haciéndose más compleja. En ella distinguimos los siguientes elementos: Atrio: es el patio, en su centro encontramos el fial, una especie de fuente con agua bendita. Al fondo del atrio se sitúa la fachada del templo. En los últimos tiempos el atrio queda reducido a un pórtico adosado a la fachada de la Iglesia.
Nártex: es el lugar en el que se situaban los catecúmenos.
Naos: dentro de la propia iglesia, es el espacio al que tiene acceso el pueblo. En alto, sobre las naves laterales se ubica la tribuna, en la que también se sitúan los fieles. Este elemento tiene origen en el matroneum de las iglesias paleocristianas en
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las que se colocaban las mujeres, que eran, de este modo separadas de los hombres, y que evolucionará dando lugar al triforio de las iglesias medievales. Presbiterio: es el lugar reservado para el clero. Se separa de las naves a través de la iconostasis, especie de candela integrada por unas placas de piedra o madera, repleta de iconos. Separa el espacio destinado a los fieles del presbiterio.
Prótasis y Diacronicum: dos dependencias anexionadas a ambos lados de la cabecera. La primera servía para guardar las especias de la Eucaristía y la segunda era el lugar en que se vestía el sacerdote.
Las columnas y los capiteles eran de ricos materiales. Los capiteles suelen ser corintios trabajados a trépano y, en algún que otro caso, de caras planas y formas cúbicas muy depuradas. Sobre ellos se coloca el cimacio (fragmento pétreo con forma de pirámide truncada invertida que se coloca sobre el capitel en los edificios bizantinos y que frecuentemente está decorado).
La decoración es un elemento esencial de la arquitectura bizantina. Sienten verdadera adoración por los colores intensos que pueblan los mosaicos que revisten no los suelos, como se hacía en el arte romano, sino los muros y las cubiertas.
2.2 SANTA SOFÍA DE CONSTANTINOPLA.
NOMBRE: AUTORES: ESTILO: CRONOLOGÍA: MATERIALES: DIMENSIONES: LOCALIZACIÓN:
OTRAS OBRAS
SANTA SOFÍA DE CONSTANTINOPLA Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto Bizantino 532-537 Ladrillo y mármol 69,70 m (ancho) x 80,9 (largo) x 55,60 (alto) Constantinopla, actual Estambul (Turquía)
Es la obra cumbre del arte bizantino y sin duda una de las más importantes de la Historia de la arquitectura y del arte. Se construye durante la Primera Edad de Oro, época en la que se van a acometer un buen número de obras importantes en Constantinopla. Hay que partir del hecho de que esta iglesia se concibe no como una basílica para el pueblo sino como la gran basílica del Emperador Justiniano, construida junto a su Palacio y con toda la magnificencia cortesana, factor éste que contribuirá a su esplendor. Se edificó sobre una primitiva iglesia dedicada también a la Santísima Sabiduría (Sofía en griego significa sabiduría), que había ardido en el transcurso de una revuelta en el año 532. Se inician las obras ese mismo año, consagrándose el 26 de diciembre del año 537. Justiniano se planteó el proyecto como una gran empresa, para lo cual eligió a dos importantísimos arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, un matemático (que actúa como teórico autor del plan) y otro ingeniero (que daba cuerpo real a la idea del anterior). La obra en su conjunto recoge en gran medida toda la tradición constructiva y los avances técnicos de la arquitectura romana. El estudio de la planta resulta el de una obra ejemplar, ya que logra sintetizar magistralmente la planta basilical de tres naves de tradición occidental, y la planta centralizada de tradición oriental. Esto lo consiguen configurando una planta de tres naves aunque inscritas en una planta de cruz griega, y centralizando la concepción espacial del edificio por medio de una cúpula realmente impresionante, que marca un hito en la historia de la arquitectura (continuando la tradición iniciada por Roma con la cúpula del Panteón). Las naves laterales, muy estrechas, se cubren con bóveda de arista y el ábside con una bóveda de cuarto de esfera. A los pies de la iglesia se encuentran el nartex y el atrio. Pero, sin duda, lo más destacado de esta obra es la gigantesca cúpula que cubre el espacio central de la planta. Lo es por sus dimensiones, así como por el genial sistema de contrarrestos
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que diseñan sus arquitectos. Se trata de una cúpula gallonada sobre pechinas1 en cuya base se abren cuarenta vanos que sirven para aligerar su peso. La cúpula descansa sobre dos grandes exedras o medias cúpulas, una en la parte de la cabecera y la otra a los pies, y estas dos a su vez descansan sobre otras dos pequeñas exedras cada una, abiertas en los ángulos. Con ello se consigue: • en primer término, asentar un sistema original, novedoso y extraordinariamente dinámico de soportes encadenados para la inmensa cúpula central: el peso de la cúpula se reparte así en un proceso concatenado a través de las dos medias cúpulas, afianzándose además por medio de los soportes estáticos que representan los cuatro grandes pilares centrales y que a su vez, transmiten el peso de la cubierta por medio de arcos transversales hacia otros tantos contrafuertes exteriores, también de considerables dimensiones y tremenda apariencia. • En segundo lugar, remarcar el eje longitudinal del edificio gracias especialmente a las dos primeras exedras y a la existencia de un nártex en la entrada y de un ábside semicircular en la cabecera. • en tercero, configurar una concepción ovalada de la planta, más móvil. • Por último se consigue reforzar asimismo el sentido de centralización, dadas las dimensiones de la cúpula y el efecto centralizador que crea su concentración de la luz. En el interior, la concepción espacial resultante es única e inigualable. Si bien no es tan grande como la del Panteón (31 metros de diámetros por 44 m de aquella), su efectismo es mucho más espectacular, ya que el mencionado sistema de soportes y la luminosidad que irradia favorece la ilusión visual de que está “suspendida en el aire”. Está articulada como una concha gallonada de cuarenta nervios y cuarenta plementos curvos, que apoyan en cuatro pechinas. Santa Sofía legó a la posteridad el uso del sistema de pechinas a escala monumental para pasar de la forma cuadrada de la base a la circular de la cúpula. Está construida con ánforas de arcilla de Rodas encajadas unas en otras, unidas por cemento y dispuestas en círculos concéntricos, de modo que quedan muchos espacios vacíos que hacen que la estructura no sea del todo maciza, consiguiendo así una cúpula muy ligera. Carece de tambor, gracia precisamente a su peculiar sistema de soportes. Este mismo sistema permite también la apertura de numerosas ventanas en la base de la cúpula al quedar libre de pesos, lo que influye decisivamente en el efecto lumínico de Santa Sofía. En efecto, Santa Sofía sorprende al interior por su luminosidad, procedente no sólo de las ventanas de la cúpula central sino también de las exedras mayores y menores y de los muros laterales, muchas de las cuales eran en origen de colores (vidrieras). A esta atmósfera irreal y luminosa contribuyen los mosaicos y mármoles polícromos que cubren todo el espacio. De los mosaicos no queda ningún tipo de muestra, ya que al caer la ciudad en manos de los turcos, éstos destruyeron todas las imágenes o las cubrieron con yeso. Las columnas presentan capiteles corintios con amplios cimacios encima, que realzan y sobreelevan el apoyo de los arcos. También hay que destacar en esta concepción interior la sensación de amplitud que consigue el diseño de la planta; la dinamicidad que supone la alternancia de elementos esféricos y rectos; así como la constante combinación de espacios entrantes y salientes, que dilatan el espacio y lo agilizan en una continua sensación centrífuga y flexible. En este sentido hay que destacar también el papel de las naves laterales, divididas en dos pisos para la ubicación del “matronium” en la superior. En su interior se desarrollaban complicados rituales litúrgicos en los que participaba el emperador rodeado de su cortejo. No podemos olvidar la simbología de este espacio, como pequeña reproducción del cosmos, con el emperador como máximo representante de Dios en la Tierra. Al exterior destaca el juego de volúmenes escalonados, que a modo de cascada se precipitan desde la cúpula principal a las exedras mayores, a las exedras menores y finalmente a las Cùpula gallonada: es aquella que se erige sobre una base circular y que está dividida en una serie de plementos independientes cuya base está curvada. Cada uno de estos plementos recibe el nombre de gallón. 1
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pequeñas capillas del nivel inferior, constituyendo una auténtica sinfonía de formas constructivas. Aun así, el casquete exterior de la cúpula al ser más plano que ésta, la camuflaba de modo que vista desde fuera parecía menos profunda de lo que en realidad era. Santa Sofía fue afectada por diversos terremotos en el siglo VI, aunque la alteración mayor se produjo al ser tomada Constantinopla por los trucos en 1453, convirtiéndose en una mezquita. De ahí la elevación de los minaretes exteriores, la reorientación del templo y, sobre todo, la transformación de la ornamentación interior, muy poco afortunada, que afectó a los mosaicos primitivos y empobrece el esplendor original. Durante esta Primera Edad de Oro se construyeron otros edificios, y no sólo en Constantinopla. Este es el caso de RÁVENA, un foco vital del arte bizantino en la península italiana, en la que las aportaciones de este se funden con la tradición romana. Allí se construyen también en época de Justiniano SAN APOLINAR IN CLASSE y SAN APOLINAR NUEVO, ambas de planta basilical de tres naves y arcos de medio punto sobre columnatas, con elementos bizantinos como los capiteles con cimacio y los magníficos mosaicos. También en Rávena encontramos la iglesia de SAN VITAL, el edificio que más se aproxima a la arquitectura de Justiniano. Su planta es central octogonal con deambulatorio, alargada por la anexión del nártex y del atrio. Se cubre con una cúpula sobre pechinas sostenida por ocho pilares con sus correspondientes arcos. Aunque lo más destacado de esta iglesia son los mosaicos con los séquitos del emperador Justiniano y de la emperatriz Teodora, colocados uno frente al otro en el presbiterio. Otros ejemplos posteriores de la arquitectura bizantina son la CATEDRAL DE SAN MARCOS EN VENECIA y LA IGLESIA DE SANTA SOFÍA DE KIEV EN MOSCÚ, ambos del siglo XI.
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EL MOSAICO
El mosaico bizantino, tal vez una de sus manifestaciones más conocidas, es heredero del paleocristiano y se orienta por tanto a la decoración de muros. Aunque la técnica del mosaico proviene de los caldeos y se inspira en la tradición romana, nadie alcanzó un nivel tan elevado en la elaboración de los mosaicos como los bizantinos. Su papel es además fundamental como elemento de transmisión del simbolismo de la luz como reflejo, como “centella”, de Dios. Pero tampoco es ajeno su simbolismo propagandístico porque su riqueza es asimismo signo del poder imperial, y resulta por ello un componente más del cesaropapismo bizantino. Su solución plástica conserva esa tendencia idealizante del arte de la época, muy vinculada a su contenido religioso y por tanto espiritual, que es precisamente lo que se trata de representar, justamente lo que no es posible “materializar” de forma realista. En su realización se emplean teselas de mármol de diferentes colores o teselas de barro cocido policromadas con pasta vítrea, pero siempre buscando el impacto cromático. Podían también cubrirse con polvo de oro y plata, para acentuar el brillo de la luz. Las composiciones suelen ser frontales, con figuras aisladas (sin comunicación entre ellas), aunque se suelen alinear en un plano corrido. Para aumentar esta sensación, las cabezas se disponen a igual altura (isocefalia). En la representación se repiten los esquemas icónicos de rigidez y hieratismo, reiterados monótonamente entre elementos paisajísticos o decorativos intercalados. Las técnicas más habituales son las denominadas opus tesselattum, a base de teselas cúbicas, todas iguales y de distintos tonos y el opus vermiculatum, en que cada tesela adopta el contorno preciso pudiéndose realizar así todo tipo de escenas figuradas. Lo más normal no obstante era que se combinaran ambas técnicas, el vermiculatum para los contornos y el tesselattum para el relleno. De la primera Edad de Oro los mosaicos conservados más importantes son los de las iglesias de Rávena.
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NOMBRE: ESTILO: CRONOLOGÍA: TÉCNICA: SOPORTE: LOCALIZACIÓN:
JUSTINIANO Y SU SÉQUITO / TEODORA Y SU SÉQUITO Bizantino 547 Mosaico Muro Presbiterio de la iglesia de San Vital en Rávena (Italia)
En la iglesia de San Vital se representa a un Cristo efebo en el cascarón del ábside, entregando la corona del triunfo a San Vital ante el obispo Eclesius y arcángeles; en los muros laterales, junto al altar, aparecen escenas del Antiguo Testamento, y en el presbiterio, a izquierda y derecha de dos ventanas, se encuentran los MOSAICOS DE JUSTINIANO Y TEODORA CON SUS SÉQUITOS: a la derecha (mirando al altar) el retrato de la Emperatriz Teodora y su séquito, y a la izquierda el del Emperador Justiniano y su séquito. El emperador y la emperatriz aparecen portando ofrendas. Llevan sus regalos a la iglesia y renuevan con ello su reconocimiento de Dios, lo que a la vez sirve para legitimar su propio poder. En ambos casos se trata de recalcar el poder civil y religioso de ambos mandatarios, lo que justifica su localización junto al ábside, que en este caso ocupa una representación de Cristo sobre la bóveda celeste. Los retratos de Justiniano y Teodora se inscriben dentro del tipo de retrato-símbolo, bajo una evidente idealización que lo aleja de la realidad tangible. Contribuyen a ello una serie de convencionalismos característicos de los mosaicos bizantinos: isocefalia, frontalidad (ausencia de perspectiva), pies en “V”, horror vacuii (“miedo al vacío”, propio de la cultura oriental, traduciéndose en que la decoración cubre absolutamente todos los espacios arquitectónicos), movimientos reiterativos en todos los personajes, hieratismo y rostros indefinidos en el séquito (la mirada fija con ojos almendrados acentúa la sensación de solemnidad), colores planos, mayor canon en Justiniano como símbolo de autoridad y de gracia, y ausencia de movimiento, como si se hubieran petrificado las figuras. Sí podemos apreciar expresividad en los rostros de los emperadores: magnificiente el de Teodora y autoritario el de Justiniano. Incluso a Justiniano se le representa joven a pesar de que para entonces ya era viejo, en un claro esfuerzo de idealización. En última instancia, el autor pretende desmaterializar las imágenes en un intento de representar lo sagrado. A pesar de ello, no quiere olvidar que se trata de figuras humanas y así hay que valorar el magnífico testimonio de sus cabezas-retrato, de un sorprendente realismo, sobre todo en los casos de Justiniano y Maximiano (arzobispo de Rávena). La exactitud minuciosa del vestuario, y el interés por representar con fidelidad y riqueza plástica el valor del oro, la plata, los cristales vidriados, las joyas, etc. Lo que le da a todo el conjunto una sensación de solemnidad y suntuosidad excepcionales. En los MOSAICOS DE SAN APOLINAR NUEVO se representan procesiones de santos y santas en el registro inferior de los muros laterales de la iglesia con un tratamiento de las formas que enlaza con el arte paleocristiano. En SAN APOLINAR IN CLASSE destacan los mosaicos del ábside en los que aparece San Apolinar rodeado de doce ovejas, símbolo de los discípulos, y sobre ellos una Transfiguración simbólica, representada por una cruz.
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OTRAS
ARTES
PLÁSTICAS
En el resto de las artes plásticas podemos indicar las mismas características generales que hemos señalado para el mosaico: frontalidad, hieratismo, idealización, etc. La ESCULTURA bizantina es escasa, ya que en el mundo oriental siempre se vio con cierto reparo la representación en bulto redondo, debido sobre todo al movimiento iconoclasta. La vuelta al culto a las imágenes supuso un renacimiento escultórico. Son características las
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tabletas de marfil, sobre las que realizan relieves, como con las efigies del emperador y la emperatriz protegidos por la divinidad. La PINTURA tiene varias manifestaciones: los manuscritos (miniaturas), la pintura mural (frescos) y la pintura sobre tabla (iconos):
La pintura que realizan para ilustrar los manuscritos (MINIATURAS) adquieren gran importancia durante el reinado de Justiniano. Los diferentes textos iban acompañados de ilustraciones que servían para aclarar los contenidos.
Gran parte de las iglesias bizantinas se cubrían con mosaicos, pero también era frecuente, especialmente en las provincias, la decoración con PINTURA AL FRESCO. Es un arte conceptual, abstracto y simbólico. Las figuras se estilizan y cada una ocupa un lugar determinado en los programas iconográficos a los que responden las iglesias (será después recogido por la iconografía medieval):
•
en la cúpula se representa al Pantocrátor, imagen mayestática de Cristo como juez supremo
•
bajo la cúpula, en las pechinas o trompas puede aparecer el Tetramorfos (con los símbolos de los cuatro Evangelistas: toro, león, águila y niño)
• •
en la bóveda del ábside se representa a la Virgen
en el espacio entre la nave y el ábside (bema), escenas eucarísticas o la Etimasia, un vacío, a veces con un libro, y una paloma, que simbolizan la Trinidad.
•
en las bóvedas de cañón de las naves, especialmente en la central, se representan algunas escenas del Ciclo de las Fiestas Litúrgicas, que enseñan al ser humano el camino de la salvación
• •
en las naves laterales aparecen santos, mártires, etc., y en el muro de entrada se pinta el Juicio Final.
La iglesia refleja una organización jerarquizada en la relación ser humanocreador. En la cúspide de esa jerarquía está el Pantocrátor y en su base el ser humano. Para poder ascender hasta Dios el ser humano ha de seguir el camino marcado en las Fiestas Litúrgicas y cuenta además con la intercesión de la Virgen, y, en ocasiones, también con la de San Juan, representados ambos a los lados de una cruz. También puede pedir ayuda a los santos, cuya vida le ha de servir de ejemplo.
Los ICONOS son pinturas sobre tabla, en las que se representa a Cristo, la Virgen o un santo. Con frecuencia parte de la figura se oculta con una lámina de oro o plata y sólo son visibles la cara y las manos, lo que refuerza el profundo sentido de la irrealidad y divinidad que los caracteriza. En este tipo de pintura es característica la tendencia a la sublimación de realidad, empleando para ello formas y colores estilizados. Alcanzarán su máxima expresión en el arte ruso. El icono debe ser tenido en cuenta cuando se analice la pintura italiana de los siglos XIII y XIV, sobre la que va a ejercer una fuerte influencia, y en especial en la escuela sienesa.
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