La Muerte: Aspectos éticos, morales y axiológicos
La muerte Aspectos éticos.
El término ética es referido por el materialismo filosófico al conjunto de normas orientadas hacia la preservación y fomento de la vida de los individuos corpóreos humanos. Según esto la ética no se define por la fuente de origen que puedan tener las normas correspondientes (por ejemplo, la propia conciencia) sino por el objeto al que estas normas van referidas. La conducta ética tiene como virtud fundamental la fortaleza , que se determina como firmeza cuando va orientada a la vida del propio sujeto, y como generosidad cuando va orientada a la vida de los demás individuos humanos. La cuestión originaria y radical es la muerte misma, qué es una buena muerte y qué es una buena vida. Los problemas éticos no conciernen sólo al momento de la muerte, sino todo lo que procede. Si la vida no adquiere el sentido de vida que hay que vivir en todas sus fases, mantenimiento en cada una de ellas una calidad humana, la ética no logrará frenar ni los impulsos hacia el encarnizamiento terapéutico ni las soluciones eutanásicas que, a falta de un sentido para vivir la fase terminal de la vida, aparecen como la salida más humana para las situaciones intolerables. Aspectos morales.
La moral son las reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo. Este término tiene un sentido contrario frente al de «inmoral» (contra la moral) y «amoral» (sin moral). La existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral se fundamenta en el ser humano como sujeto de actos
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voluntarios. Por tanto, la moral se relaciona con el estudio de la libertad y abarca la acción del hombre en todas sus manifestaciones. Las muertes ocurren dentro de un orden social, los pensamientos, intereses, actividades, proyectos, planes y esperanzas de los otros están más o menos vinculados a la persona que muere y al hecho de su muerte. El carácter de este vinculo esta dado en parte por la ubicación de la persona en una diversidad de estructura sociales, es decir, familia, el hospital, las carreras ocupacionalmente estructuradas de la sociedad, sistemas de edades, entre otros; y proporciona a su vez variados grados de importancia a la anticipación de la muerte y al establecimiento de cursos de acción sobre la base de la anticipación. Las muertes ocurren también dentro de un orden médico organizacional. La programación de los tratamientos, las actividades de diagnósticos y pronósticos, la disposición de tiempo, interés y dinero son elementos que integran los intereses prácticos y autorizados de los profesionales médicos, y la anticipación de las muertes figura en un lugar muy importante dentro de su organización concreta. "Morir" se convierte en un proceso notable e importante en la medida en que proporciona a los demás, al igual que al paciente, un medio para orientarse hacia el futuro, para organizar actividades, según la expectativa de la muerte, para "prepararse a ella". La muerte social puede definirse como el momento en el cual las propiedades sociales más importantes del paciente, comienza a cesar de ser condiciones operativas para aquello que los tratan, y cuando el paciente es considerado muerto. La "muerte social" consiste en ciertas prácticas y define aspectos del significado que se otorga al hecho de " morir dentro del contexto hospitalario". 2
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En cuanto al termino " muerte" es propuesto un sentido más amplio de la palabra es decir, donde la muerte es la base necesaria para realizar ciertos actos, como por ejemplo la autopsia, que es el disponer de los efectos personales del muerto, contratar empresas mortuorias, colocar un cadáver en la morgue, e informar a las compañías de seguro, volver a casarse, estar de duelo, anunciar el contenido de un testamento, transferir las propiedades otro nombre, y en general encajar en las actividades de organización, ceremonias y económicas que se hallan asociadas con la muerte, aquello asuntos que marcan el "final" de la existencia "social". Aspectos axiológicos.
La axiología o bien entendido como filosofía de los valores, es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos. El término axiología fue empleado por primera vez por Paul Lapie en 1902 y posteriormente por Eduard von Hartmann en 1908. Se entiende por valores aquello que es deseable, marca a los individuos la conducta apropiada y les guía a la hora de tomar decisiones en situaciones críticas. Los valores están generalmente ligados a las creencias, aunque no todos tienen una base o un componente religioso. Hay valores de orden simplemente moral o ético. Dentro del pensamiento filosófico existe un punto central que es cómo queremos llegar a ser en el futuro, en un estado mejor. Para poder pasar de un estado actual a un mejor estado es necesario que se comprenda primero que para hacer mejoras tenemos que fundarlas en ciertos puntos claves. En el pensamiento los hemos llamado siempre la axiología filosófica o axiología existencial, es decir los valores, que son aquellos fundamentados de la acción que nos pueden llevar a un estado mejor el día de mañana, esto se debe a que los valores dan sentido y coherencia a nuestras acciones.
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Los griegos establecían una clasificación para considerar si algo o alguien mortal, considerando que las plantas no lo eran pues no saben que van a morir. Por lo tanto, no es mortal quien muere sino quien está seguro de que va a morir. Los auténticos vivientes somos entonces los seres humanos porque sabemos que dejaremos de vivir y en eso reside el significado de la vida. Algunos dicen que los dioses son inmortales o eternos, pero no se dice que están vivos. Actualmente se han encontrado ciertos errores en dichos planteamientos (pues algunos animales evitan la muerte o mejor dicho el morir, y eso deja libre muchas posibilidades para plantearse ideas acerca de que si temen a la muerte, si saben que dejaran de vivir o no), pero el enunciado de que "no es mortal quien muere sino quien está seguro de que va a morir" realmente refleja la preocupación por el tema de la muerte desde tiempos muy lejanos. A lo largo de la historia, la muerte ha sido entendida por la filosofía como un problema de primer orden, una especie de "situación límite" en términos de nuestra realidad finita y contingente. Si mencionamos la afinidad existente entre los aspectos filosóficos y de los valores, consideramos la creencia existente en cada quien, la manera de pensar y ver la muerte; entenderla, aceptarla, canalizarla. Refiriéndonos así a la necesidad empleada por nosotros mismos a manera de enfrentar la vida reconociendo que va de la mano con la muerte. Destacando los valores más relacionados con la muerte, lo sagrado, lo sobrenatural, la divinidad, la santidad, la religiosidad y la mística. Quizás por esta razón tenemos la tendencia a relacionarlos según reglas y normas de comportamiento, pero en realidad son decisiones. Es decir, decidimos actuar de una manera y no de otra con base en lo que es
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importante para nosotros como valor. Decidimos creer en eso y estimarlo de manera especial. Aquí se aclara el punto de que toda persona tiene una creencia en particular, regida por la sociedad. Es donde entran las religiones que son tomadas como guías para aclarar las inquietudes más humanas como es el caso de la muerte. El paciente terminal, aspectos éticos y morales
Una enfermedad terminal, es por definición una condición avanzada, progresiva, incurable, con una expectativa máxima de seis meses, con síntomas múltiples, intensos, multifactoriales, cambiantes y con gran necesidad de atención médica, de enfermería, apoyo psicoemocional, social y espiritual. El paciente terminal es aquel que tiene un precario estado de salud, pero cuya muerte es inminente a corto plazo, de tal forma que morirá a pesar del tratamiento, y éste solo prolongará el proceso de morir. Eutanasia, según indica la Real Academia de España es la acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él. También indica que eutanasia es la muerte sin sufrimiento físico. La eutanasia tiene por finalidad evitar sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de la vida a un enfermo. Para que la eutanasia sea considerada como tal, el enfermo ha de padecer, necesariamente, una enfermedad terminal o incurable, y en segundo lugar, el personal sanitario ha de contar expresamente con el consentimiento del enfermo.
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En el medio hispanohablante se han introducido conceptos de la evaluación ética de la eutanasia y se la califica de directa o indirecta en cuanto existe o no la intención de provocar primariamente la muerte en las acciones que se realizan sobre el enfermo terminal. En el contexto anglosajón, se distingue entre la eutanasia como acción y la eutanasia como omisión (dejar morir). Su equivalente sería eutanasia activa y eutanasia pasiva, respectivamente. También se utilizan, en forma casi sinónima, las calificaciones de positiva y negativa respectivamente. Sin embargo, la Organización Médica Colegial española y otras instituciones no aceptan la distinción terminológica entre «activa» y «pasiva», porque lleva a confusión. Consideran que la eutanasia es siempre deontológicamente condenable. Cosa bien distinta puede ser el acto médico de suspender un tratamiento inútil. 1. Eutanasia directa : Adelantar la hora de la muerte en caso de una
enfermedad incurable, está a su vez posee dos formas: a) Activa: Consiste en provocar una muerte indolora a petición del afectado;
el caso más frecuentemente mostrado es el cáncer, pero pueden ser también enfermedades incurables como el sida. Se recurre, como se comprende, a sustancias especiales mortíferas o a sobredosis de morfina. b) Pasiva: Se deja de tratar una complicación, por ejemplo una
bronconeumonía, o de alimentar por vía parenteral u otra al enfermo, con lo cual se precipita el término de la vida; es una muerte por omisión. De acuerdo con Pérez Varela “la eutanasia pasiva puede revestir dos formas: la abstención terapéutica y la suspensión terapéutica. En el primer caso no se inicia el tratamiento y en el segundo se suspende el ya iniciado ya que se considera que más que prolongar el vivir, prolonga el morir ”. Debe resaltarse
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que en este tipo de eutanasia no se abandona en ningún momento al enfermo. en efectuar procedimientos terapéuticos que tienen como efecto secundario la muerte, por ejemplo la sobredosis de analgésicos, como es el caso de la morfina para calmar los dolores, cuyo efecto agregado, como se sabe, es la disminución de la conciencia y casi siempre una abreviación de la vida. Aquí la intención, sin duda, no es acortar la vida sino aliviar el sufrimiento, y lo otro es una consecuencia no deseada. Entra así en lo que desde Tomás de Aquino se llama un problema de doble efecto, que resulta previsto pero no buscando que sea adelantada la muerte del paciente. 2.
Eutanasia
indirecta: Consiste
Aspectos éticos.
En la base de la prolongación artificial de la vida a todo costo y de la provocación intencional de la muerte hay una actitud afín, que impide aceptar la propia muerte. Se trata de dos intentos simétricos de evitar el encuentro con la muerte. Las decisiones éticas en relación al morir humano deben partir de la consideración fundamental de que el valor central defender no es la vida, sino la humanidad. “Doctor, el enemigo no es la muerte, el enemigo es la inhumanidad…” –
exclamó un enfermo terminal antes de quitarse las sondas.
Citado por Llátazer Bria e Hilan Arnan en Ética y Conviviencia, Longman de México Editorial, 1998, p.23.
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Encarnizamiento terapéutico.
El encarnizamiento terapéutico es rechazado porque viola el derecho de la persona a morir con dignidad. Rechazar o suspender los cuidados desproporcionados y particularmente onerosos, en términos de dolor propio y de angustia de los familiares, en términos de aislamiento en reanimación y también en términos económicos, es lícito y no significa reivindicar un derecho a la muerte. La suspensión de los cuidados desproporcionados no significa abandono del enfermo e interrupción de los cuidados ordinarios (entre los cuales la alimentación y la hidratación incluso suministradas artificialmente). Es deber preciso del médico usar todos los medios que la ciencia pone a su disposición para evitar al enfermo no sólo el dolor, sino también el miedo y la angustia de los momentos finales. Dignidad es, como dice el Diccionario de la Lengua Española, un comportamiento con gravedad y decoro, una cualidad que enriquece o mantiene la propia estima y la de los demás. Dejar morir dignamente y en paz es un deber elemental, una obligación ética del médico. Los tópicos éticos que mantienen especial importancia en el cuidado del paciente en estado terminal son: El manejo adecuado de la información relativa a su condición. El consentimiento informado. La determinación de su capacidad de decisión o en su defecto la definición de una autoridad subrograda para las decisiones relativas a la etapa final del padecimiento. El uso apropiado de las medidas paliativas de control de dolor y los recursos de soporte vital.
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La definición de las posiciones del médico y el paciente en relación a la muerte digna, la eutanasia y el suicidio asistido. Apoyo emocional para el paciente y su familia.
La prolongación de la agonía es justamente la preocupación subyacente en los diversos movimientos mundiales a favor de una muerte digna, de apoyo a la eutanasia y el suicidio asistido. Joanne Lynn, Annals of Internal Medicine, Junio 21, 1997: Un extenso estudio efectuado en Estados Unidos entre 1989 y 1994 mostró que la mitad de los pacientes que murieron en los hospitales como resultado de padecimientos intratables y/o en edad avanzada, fueron alimentados por sonda, ventilados por máquinas, o bien se les aplicó infructuosamente reanimación cardiopulmonar. “Los familiares indicaron que el 40% de los pacientes tenían dolor severo la mayor parte del tiempo o todo el tiempo durante los últimos tres días de vida. El estudio confirmó los peores temores de la opinión pública en cuando a que la muerte con fr ecuencia es difícil e indigna”. Aspectos morales.
La doctrina moral tradicional es contraria a la eutanasia, pero, a pesar de condenar sobre el plano objetivo la eutanasia, han desarrollado toda una serie de distinciones (directa, indirecta, activa, pasiva) para identificar una graduación en las responsabilidades del sujeto que obra (el paciente, el médico, los familiares). Pero la vía de las distinciones formales no se ha revelado muy productiva: “Se debe abandonar una perspectiva teórica intelectualista: del problema no se puede salir con algo si permanece en la óptica objetivista 9
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que pretende establecer a prioridad la diferencia entre pasivo y activo, prescindiendo completamente de considerar que un acto manifiesta siempre las intenciones del sujeto. Las distinciones entre directo e indirecto, activo y pasivo, y la diferencia entre matar y dejar morir pueden esconder una objetivación imposible de la intención del hombre y de su actuar, sin que por esto se quiera negar la primacía del objeto, que sin embargo no ha de entenderse de modo materialista. Esta es una confirmación ulterior de que es imposible definir lo activo y lo pasivo de modo objetivo y material, dando de ello una definición que prescinda de la intención del sujeto. Desde el punto de vista jurídico, sin embargo, la distinción entre eutanasia activa y eutanasia pasiva parece que se revela importante, por lo menos en un esfuerzo de clarificación objetiva que alivie el médico de criminalizaciones indebidas y proteja al enfermo y a sus seres queridos de padecer eventuales abusos. El motivo de esta insuficiencia de las definiciones formales está en el hecho de que la eutanasia y el encarnizamiento terapéutico son modos con los cuales el hombre contemporáneo pretende controlar de alguna manera lo que, por naturaleza, es incontrolable, a saber, la muerte. El ideal de transcendencia.
El deber de cada ser consiste en lo que éste puede; el ideal es sencillamente la verdad de cada vida, y no le es en absoluto superior. El ideal es la verdadera trascendencia; está antes y dentro de cada ser. Al contrario de otras ocasiones, la definición de la Real Academia de España apenas y toca el concepto. Ella dice que trascender es ir más allá de algo. Pero sabemos que el concepto tiene una carga emocional mucho más fuerte; apela al ser humano de una manera mucho más profunda. Lo que
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entendemos como trascender es que algo nuestro perdure más allá de nuestra existencia actual. Podemos verlo de dos formas como trascendencia de la esencia o como trascendencia de la pertenencia. Como gran parte de la filosofía occidental, la trascendencia se puede ver desde el lado materialista hasta el idealista, pasando por una infinidad de estados intermedios. Por el lado materialista más absoluto siempre se trasciende. La materia con la que estamos hechos siempre perdura, la energía también lo hace. La forma ideal de trascendencia sería que más allá de la muerte un ente que seguiríamos en esencia, existiendo. Dejando claro que no seríamos nosotros, sino que transcenderíamos a través de nuestras obras, de nuestras creaciones, a través de la materia que toma forma a partir de la energía. Tal vez de ahí el ideal cristiano de la reencarnación. El hombre ideal es igual a la humanidad; pero cada individuo continente en principio del hombre ideal es, realmente, en principio y en germen, la humanidad. El individuo es en idéntica medida, la especie en uno de sus momentos y un momento de la especie. La especie es el desarrollo en grande de un individuo en la misma medida que el individuo es una de las caras de la especie. Una y otro son recíprocamente continente y contenido.
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CONCLUSIÓN
Las consideraciones acerca de la muerte son muy anteriores a la aparición del pensamiento filosófico. El surgimiento de la filosofía como forma sistemática y lógica de la expresión de las ideas no desplaza ni monopoliza las reflexiones esporádicas y espontáneas del pensamiento común acerca de la muerte. El pensamiento mítico, mágico y religiosa revive también y continúa tratando de responder a estos problemas de los orígenes y últimos fines. El desarrollo posterior del pensamiento científico, en particular de la biología y la medicina, arrojan una nueva luz sobre este oscuro tema. Sin embargo, la muerte continúa siendo una incógnita no resuelta y son válidas muchas de las preguntas más antiguas y originarias, ocupando un importante lugar en la vida de los hombres. De origen griego la palabra ética o moral, según los filósofos de la antigua Roma procede de la cultura helénica. A lo largo de los siglos fueron formulándose y propagándose las definiciones: ciencia de las costumbres, de la conducta recta, de los deberes de los fundamentos de la moralidad, de los preceptos para actuar en la vida o de las leyes de la voluntad. A su vez la Bioética como ciencia relaciona entre otros tópicos la conducta humana en el campo de las ciencias Biológicas. Numerosos autores se han ocupado del tema de la muerte, el suicidio y la eutanasia. El Juramento Hipocrático (siglo IX ane) dice: “no daré a nadie que lo pida un remedio mortal o un consejo que lo induzca a tal fin”, po r su parte Platón refería que había que dejar morir a los que no están sanos corporalmente.
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REFERNCIAS BIBLIOGRÁFICAS
De la Pienda, Jesús. (1998). Educación, axiología y utopía. Servicio de Publicaciones. Universidad de Oviedo. Méndez-Bailes V. (2002). Sobre morir: Eutanasias, derechos, razones. Madrid: Trota. Héctor Tiburcio. (2008). Tanatoética: aportes de la filosofía ante la muerte. Departamento de Psicología, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, Tlaquepaque, Jalisco, México.
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