San Agustín (354-430)
Escribió su "Catequesis de los principiantes" (De cathechizandis rudibus) para ayudar ayudar a la preparación remota de quienes pedían el bautismo. Se refiere a los diversos elementos del rito bautismal -descenso a la piscina, renuncia a Satanás, bautismo, unción, imposición de manos- en varias ocasiones (cfr. Serm 258, 2; 324, por ejemplo), pero sin describirlos con todo detalle. Vale la pena, por eso, detenernos en el análisis de una liturgia bautismal tal y como la celebraría Agustín en su Basílica de Hipona la noche pascual": "El obispo se dirige ahora a los catecúmenos, que en adelante ocupan el centro de la celebración. Tiene lugar la renuncia solemne a Satanás y sus pompas, así como la confesión de fe. Los candidatos, con el rostro dirigido hacia el Occidente, que es región de las tinieblas, responden a las preguntas: -¿Renuncias a Satanás? Si, renuncio. -¿Renuncias a sus obras? Si, renuncio. -¿Renuncias a sus pompas? Si, renuncio". Mirando al Oriente, hacia Cristo, responden también, -Creo, a las preguntas sobre la fe en la Trinidad, la Iglesia, el bautismo, el perdón de los pecados. Y la procesión de los catecúmenos deja la basílica iluminada para dirigirse, cantando el Salmo 41- "como busca la cierva corrientes de agua"- al contiguo baptisterio. La piscina era un pilón octagonal. Rodeado de columnas que sostienen la bóveda. La sala está adornada con mosaicos: flores y peces son los motivos más frecuentes, frecuentes, en los laterales laterales y sobre el asiento del obispo. La pila está llena de agua viva, que cae en cascadas desde una tubería. El agua de la piscina se calentaba en las frescas noches de abril, y sobre ella se pronunciaba se pronunciaba la oración consagratoria o de bendición. continuación, "los catecúmenos se desvisten, hombres de un lado y mujeres del otro. Ambos colocan sus vestidos en los nichos, las mujeres se despeinan y se quitan aretes y anillos. Todos entran desnudos, tales como dejaron el seno de su madre, en el seno materno de la Iglesia. Esta desnudez no asusta a quienes van a menudo a las termas y duermen así sin vestidos bajo las frazadas. Los niños son primero; luego bajan los hombres y las mujeres, uno tras otro, arrugando las cortinas al paso hasta la piscina, que tienen normalmente tres peldaños que facilitan la entrada al agua corriente, a medio cuerpo. La piscina estaba construida de una manera que el catecúmeno catecúmeno debía bajar por el lado oeste y subir por el este. El obispo hace a cada uno las tres preguntas rituales: ¿Crees en el Padre? ¿Crees en el Hijo? ¿Crees en el Espíritu Santo? La respuesta resuena clara y decidida: Si, creo. A cada respuesta, el bautizado recibe un chorro de agua, o bien el ministro derrama agua sobre él diciendo: 'Yo te bautizo'. Cuando se trata de los hombres, el obispo es asistido por clérigos y padrinos; en cuanto a las mujeres, por diaconizas o mujeres de edad madura". A
Los nuevos bautizados atraviesan la piscina, se secan y se presentan al obispo, quizás en una sala contigua, quien los unge en la cabeza con crisma perfumado: es el símbolo de pertenencia al pueblo real y sacerdotal. Reciben entonces un vestido blanco, expresión de pureza del alma, que llevarán durante una semana, tiempo en el que también usarán sandalias sandalias de fieltro para no tocar el suelo. "La imposición de las manos manos y la señal de la cruz en la frente del bautizado, de origen apostólico, lo marcan en adelante con el nombre de su nuevo amo, de su emperador, Cristo. Le impone las manos, llamando sobre él al Espíritu: Esta confirmación sella y termina la iniciación bautismal. En adelante, los bautizados se llamarán neófitos, los recién nacidos de la Madre Iglesia", y podrán participar en la mesa eucarística. Esta es, a grandes rasgos la vivencia litúrgica que Agustín tiene en mente cuando habla o escribe sobre el bautismo: "sacramento grande, divino, santo, inefable" (Comentario a la carta de Jn a los Parthos, Tratado 5,6), "sacramento de la regeneración de todos los pecados" (Sobre el bautismo 5,21,29), "matriz materna" de los hijos de Dios (Serm. 119,4), bautismo de Cristo que consiste en "el baño de agua y la palabra: quita el agua, y no hay bautismo; quita la palabra, y no hay bautismo tampoco" (Sobre el Evangelio de Juan, Trat. 15,4).