Analisis de "Decir Si" de Griselda Gambaro En Decir sí , los objetos de escenario propuestos por las didascalias (un espejo, un sillón giratorio, utensilios de afeitar, pelo cortado por el suelo) representan una peluquería convencional. No obstante, la actitud del peluquero, ante la llegada del cliente (no saludarlo, darle la esplada para mirar por la ventana) constituye el primer indicio de ruptura con la cotidianeidad, con los códigos de comportamiento socialmente aceptados. Ambos personajes entablan una relación que transgrede la gura convencional del peluquero, largamente codicada en las distintas e!presiones est"ticas del costumbrismo argentino. Esta ve#, el cliente es el que c$arla, el que canta, el que busca adular y complacer, el que nunca manda, el que jam%s tiene ra#ón. &rente al enigm%tico mutismo del peluquero, el cliente c liente asume todo el peso del discurso verbal' así, con un quiasimonólogo, busca construir el di%logo y recurre para ello a distintas estrategias lingísticas. *esponde a preguntas que "l mismo $ipoteti#a e intenta, a trav"s de continuas recticaciones de su propio discurso, verbali#ar acertadamente el presunto pensamiento pensamien to de su interlocutor interlocu tor.. En algunos casos, el $alago obsecuente se resuelve en $ip"rbole+ en otros, la autorreferencia disloca la continuidad sem%ntica. a palabra del cliente -cada ve# m%s desconcertado- se torna, entonces, err%tica e inco$erente. e manera particular, la utili#ación de códigos diferentes transgrede las formas convencionales de toda interacción conversacional. El peluquero compensa con el silencio la verborragia del cliente y se comunica, casi e!clusivamente a trav"s de signos no lingísticos (dei!is gestuales, e!presiones faciales signicativas, etc"tera) y de signos paralingísticos (entonación, intensidad, ritmo, timbre), minuciosamente especicados por la autora en las didascalias. El cliente, por su parte, decodica, aterrado, los silencios, los gestos, las miradas y las vagas palabras del
peluquero, como órdenes a las que obedece sin rebelarse. Así, limpia el sillón, junta los pelos del piso, desempa/a el espejo y termina afeitando y cort%ndole el cabello al propio peluquero. 0onvencido de que su indisimulable falta de destre#a provocar% la ira de "ste, el cliente culmina confesando, aceptando la responsabilidad de una supuesta culpa. El peluquero, aparentemente indignado, le propone -siempre por medio de una gestualidad inquietante- invertir la situación. 1nvita al $ombre a sentarse en el sillón pero, en ve# de afeitarlo, lo degella con un r%pido y certero tajo. uego se quita la peluca y la arroja sobre el cad%ver del cliente. a tensión creciente entre los signicantes verbales y los signicantes paraverbales y gestuales estructura, entonces, la sinta!is dram%tica de la obra y determina, en el plano sem%ntico, la progresiva victimi#ación del cliente. 2e plantea, de este modo, una siniestra inversión de roles que remite a diferentes niveles de metafori#ación. 3or una parte, el que corresponde a la relación víctima-victimario, casi un tópico del teatro contempor%neo. 3or otra parte, el nivel de metafori#ación que transgrede el anterior, es decir, que subvierte la posición discursiva convencional de la víctima, al presentarla como legitimadora del discurso del victimario. El cliente $abla, dice, pero sus palabras no le sirven. No pide e!plicaciones ni alega una defensa. 4iente y se miente a sí mismo, intenta enga/ar y se autoenga/a. 0on las palabras justica lo injusticable y llega, inclusive, a subvertir los datos de la realidad (dene la navaja vieja y o!idada como impecable y el líquido nauseabundo como agua de colonia). 2in embargo, la peluca que el asesino se arranca constituye un signo objetual altamente signicativo que resemanti#a la $istoria narrada y, al interactuar con los otros sistemas signicantes, instaura nuevos y m%s complejos niveles de metafori#ación. El gesto nal del peluquero muestra al cliente como víctima
de un siniestro enga/o. 2i el pelo mal cortado era falso y no $ubo culpa, no e!iste justicación alguna para el crimen. El principio de causalidad que parece regir el desenlace (con la secuencia causa-efecto concretada como torpe#acrimen) queda supuestamente invalidado. 2in embargo, no se trata de una situación aislada y puramente causal. 5bedece a la lógica de las cosas. En efecto, un recuerdo infantil narrado por el cliente. a quien sus compa/eros de juegos arrojaron a un c$arco maloliente por negarse a cru#arlo, aporta información sobre la pre$istoria del personaje y parece e!plicar su miedo a rebelarse y su incapacidad para volver a decir no. a an"cdota verosimili#a la e!traescena mostrando, aunque sin precisiones referenciales y con un sentido claramente metonímico, un conte!to social intolerable en el que no es posible el disenso. 2i decir no alguna ve# perjudicó al personaje, decir sí a$ora lo aniquila. El título mismo de la obra pone el acento en la discursividad lingística y, por e!tensión, en el valor contractual de la armación, refor#ado por la presencia del innitivo. Decir sí signica aceptar, coincidir, pero tambi"n, en la instancia correspondiente a la din%mica entre signicantes verbales y no verbales ya se/alada, decir sí signica someterse. El te!to de 6riselda 6ambaro plantea, por lo tanto, una contradicción sólo en apariencia' decir sí (como actitud de sometimiento) y decir no (como gesto de rebeldía) se oponen sólo en el plano lingístico, ya que, ante la fuer#a omnipotente y artera, encarnada por el peluquero, no cuenta ni el sí ni el no' frente a la irracionalidad de un totalitarismo que no se vale de palabras, las palabras no valen.
Decir sí $a sido ju#gada por las crónicas de su estreno como una met%fora sobre los complejos mecanismos del poder tir%nico, basada en la relación entre víctima y victimario. Aunque no del todo desacertadas, las opiniones
de los críticos tendieron a parciali#ar la fuer#a transgresiva del te!to y, por lo tanto, su importancia est"tica e ideológica. 0omo $emos se/alado, en Decir sí se infringen tanto las características de los intercambios conversacionales y de las relaciones contractuales de la vida cotidiana, como los modelos culturales $ipercodicados (la gura del peluquero c$arlat%n y obsecuente). Asimismo, la obra transgrede ciertos rasgos propios de la est"tica de la neovanguardia, que se constituyó en modelo para las pie#as absurdistas de 6ambaro, especialmente durante los a/os 78. 0ambian no sólo los procedimientos concernientes a la discursividad gestual, que no es aquí ni grandilocuente ni sobreabundante, sino tambi"n los procedimientos referidos al discurso lingístico. En Decir sí , a diferencia de los te!tos de 1onesco, 9ec:ett o 3inter, la palabra no es el lugar del vacío espiritual ni se desintegra como re;ejo inmediato del caos del mundo. 6esto y palabra se vuelven muecas in?@>), ciclo que, aglutinando a prestigiosos creadores y p?7. No obstante, Decir sí escapa -con sus sesgo ni$ilistaal doctrinarismo frecuente en el llamado teatro político. No $ay soluciones sugeridas desde la escena' la oposición
convencional entre buenos y malos tiene otros matices' el sí es tan eca# como el no para enfrentar el discurso totalitario. Fuente: http://espliteratura.blogspot.com.ar/2010/09/hoy-analisisde-decir-si-de-griselda.html