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ISBN 950-724-214-7
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Ariel Álvarez Valdéz
¿Qué sabemos de la Biblia? I
Ediciones Fray Juan de Zumárraga, A.R. México, D.F.
Colección En tomo a la Biblia
Dirección; P, Luis Glinka, ofm.
Con las debidas licencias ISBN 950-724-214-7
Ediciones FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA, A.R. Durango 90, Colonia Roma (06700) México, D.F. Tel - Fax: 55 29 17 31
©1997 by LUMEN Hecho el depósito que previene la ley 11.723 Todos los derechos reservados
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA PRINTED ÍN ARGENTINA
PRÓLOGO El día que entré por primera vez en la biblioteca del Es tudio Bíblico Franciscano de Jerusalén, a donde había ido a realizar mis estudios bíblicos, quedé pasmado. Más de trein ta mil volúmenes cubrían las paredes de los dos pisos que componían la biblioteca. Estaban repartidos en distintas sa las, según los temas que trataban. Pero lo extraordinario no era la cantidad, sino que todos habían sido escritos única mente con el fin de explicar y comentar uno sólo: la Biblia. En una sección aparte se hallaban las trescientas noven ta revistas que regularmente recibe el Instituto, referidas a cuestiones de arqueología, patrística, oriente antiguo, ju daismo, pero siempre orientadas hacia lo mismo: hacer más comprensible la Biblia. Todos los años ven la luz cientos de nuevos libros, re vistas, artículos, monografías, tesis, atlas, mapas, dicciona rios, y un sinnúmero de herramientas que procuran escla recer el sentido de las Sagradas Escrituras. Y se seguirán publicando, porque el Espíritu Santo, como decía Jesús, nos va llevando de a poco a la comprensión total de su Pa labra (Cf. Jn 16,13), a la que todavía no hemos llegado. En este sentido, cada generación tiene siempre algo nuevo que aportar, gracias a lo cual dicha generación va compren diendo mejor el sentido de su propia salvación. Así, este nuevo aporte se convierte en algo vital para todos los hom bres que comparten esa época. 5
De la Biblia han sido contados todos sus capítulos, ver sículos, palabras, y hasta cada letra del Antiguo y el Nue vo Testamento están ya enumeradas y se sabe cuántas son. Todos los temas imaginables sobre ella ya han sido tra tados, estudiados, investigados, y tienen una respuesta, la mejor que podemos ofrecer a la atura de las investigacio nes actuales. Todas las dificultades, los enigmas, las aparentes con tradicciones, las cuestiones insólitas, los desafíos históri cos y geográficos, ya han sido planteados y resueltos, en la medida de lo posible. Sin embargo, y a pesar de esta prolífica producción, la gente, el pueblo sencillo, los laicos, los catequistas, los miembros de grupos de oración o de estudios bíblicos, no se han enterado, no tienen acceso a los nuevos descubri mientos y desconocen gran parte de lo mucho que se ha es crito. Muchos católicos, por ejemplo, no saben todavía que hace cincuenta años el papa Pío XII en su encíclica Divino ajflante Spiritu ha permitido a los exégetas considerar los primeros capítulos del Génesis como géneros literarios es peciales. Ellos, en cambio, siguen creyendo en la existen cia histórica de Adán y Eva, en la serpiente, y en la lista de castigos por haber comido una fruta. Todavía algunos siguen enseñando que los cinco prime ros libros de la Biblia, el Pentateuco, han sido escritos por Moisés tal como los leemos en la Biblia, cuando desde el 6
siglo pasado se viene probando con suficientes argumentos que en realidad se trata de un conjunto formado por cuatro narraciones de autores distintos. ¿Por qué, si éstos y muchos otros asuntos están ya am pliamente discutidos, analizados, escritos, publicados, aún son ignorados por la gente? Las razones son varias. En primer lugar porque la ma yoría no tiene acceso a esta particular literatura, que se pu blica en gruesos y costosos volúmenes, que muchas veces duermen en los anaqueles de las grandes bibliotecas y li brerías. En segundo lugar, porque se trata de libros espe cializados, que por lo mismo no tienen mucha difusión. En tercer lugar, porque muchas de las obras están escritas en un lenguaje difícil, demasiado técnico, exclusivo de ciertos círculos de estudiosos. Esto ha ido generando una brecha cada vez más profun da entre los estudiosos científicos de la Biblia por un lado, que día a día hacen progresar el conocimiento de la Pala bra de Dios con sus investigaciones, y el común de la gen te por otro, que ha quedado relegada a las viejas interpre taciones, sin enterarse casi de los progresos bíblicos. El presente libro no dice nada nuevo. Pretende simple mente divulgar algunos interrogantes esclarecidos por los modernos estudios bíblicos, a la vez que acercar a la gente los nuevos aportes de la actual exégesis católica, algunos no tan nuevos, pero sí poco difundidos. Busca así llenar es te vacío, y establecer un puente entre los exégetas y el pue 7
blo de Dios, para acercar a éste las investigaciones de aquellos. El único mérito que tiene este volumen es el de intentar exponer las cuestiones exegéticas, filosóficas, arqueológi cas y teológicas que otros autores ya han propuesto, pero en un lenguaje accesible, llano y comprensible para los no iniciados. Debido a que estos libros han empezado a ser usados en algunos colegios secundarios para discusión y debate entre los alumnos, sobre estos temas, así como en reuniones pa rroquiales, en grupos bíblicos y de oración, incluimos aho ra al final de cada capítulo un cuestionario, a fin de que, quienes lo deseen, puedan emplearlo para reflexionar co munitariamente y enriquecerse más aún a partir de los aportes personales de los demás. Es mi deseo que los lectores, habiendo aprendido un poco más sobre la Palabra de Dios, y entusiasmándose por ella, se animen a profundizar leyendo otros libros. Pbro. A riel Á lvarez Valdés
¿CUÁNTOS LIBROS TIENE LA BIBLIA? Problema cristiano, raíces judías
La Biblia no es un libro, como algunos creen, sino una biblioteca. Está compuesta por 73 libros, algunos de los cuales son bastante extensos, como el del profeta Isaías, que tiene 66 capítulos, y otros muy breves, como el del profeta Abdías, que no llega a tener capítulos, sino tan só lo 21 versículos. El más corto de todos sus libros es la 3.a carta de san Juan, de apenas 13 versículos. Estos libros están repartidos de manera tal, que al Anti guo Testamento corresponden 46 y al Nuevo Testamento 27. De vez en cuando suele caer en nuestras manos alguna Biblia protestante, y nos llevamos la sorpresa de que le fal tan 7 escritos, por lo cual tan sólo cuentan 66 libros. Este vacío se encuentra en el Antiguo Testamento, y se debe a la ausencia de 4 libros llamados históricos (Tobías, Judit, 1.° de los Macabeos, y 2.° de los Macabeos), 2 libros llamados sapienciales (Sabiduría y Eclesiástico), y uno profético (el de Baruc). ¿Cuál es la historia de esta diferencia entre católicos y protestantes?
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El Antiguo Testamento palestino
En el siglo I de la era cristiana, los judíos, que tan sólo aceptan el Antiguo Testamento, aún no habían definido la lista completa de sus libros, es decir, no habían clausurado la Biblia. Seguía abierta la posibilidad de que vinieran nue vos escritos a engrosar las Sagradas Escrituras. Pero desde hacía mucho tiempo, especialmente a partir de la destrucción de Jerusalén en el s. VI a. C., y de la de saparición definitiva del estado judío libre, se venía acen tuando en los responsables religiosos la preocupación por asegurar la continuidad de la fe en el pueblo, y concretar oficialmente la lista de las obras en las que se reconocía la fe de Israel. Algunas de la que circulaban entre la gente contenían, sin duda, ideas interesantes, pero también había otras que parecían dudosas e incluso francamente peligro sas. Se fijaron entonces algunos libros que eran de induda ble inspiración divina, y los aceptaron como Escrituras Sa gradas. A este conjunto de libros oficiales, que la comuni dad reconoció como inspirados y que contenía la doctrina auténtica, es al que damos el nombre de “canon” (normas, regla), ya que refleja la regla de vida para quienes creen en él. Los otros que fueron rechazados, con el tiempo recibie ron el nombre de “apócrifos” (ocultos) porque al ser de doctrina dudosa se los consideraba “de origen oculto”. 10
En el primer siglo de nuestra era, la comunidad judía de Palestina había llegado a reconocer en la práctica 39 libros como sagrados. Los Setenta
Simultáneamente, en esa época existía en Alejandría, ciudad egipcia sobre la costa mediterránea, una colonia ju día, la más numerosa fuera de Palestina, pues contaba con más de 100.000 israelitas que, por no entender ya el he breo, usaban una famosísima traducción griega en la litur gia de sus sinagogas. La llamaban de los Setenta porque, según una vieja tradición, había sido hecha casi milagrosa mente por 70 sabios. Esta versión de los Setenta, además de los 39 libros que tenía el canon hebreo, conservaba en griego algunos textos de los que se había perdido el original hebreo, y además añadía otros textos nuevos escritos directamente en griego. Los judíos de Palestina nunca vieron con buenos ojos estas diferencias de sus hermanos alejandrinos, y rechaza ban aquellas novedades. Desde la más alta antigüedad hubo, por lo tanto, dos lis tas oficiales o “cánones” ligeramente distintos de las Escri turas: el palestino y el alejandrino.
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En atención al destinatario
Los primeros cristianos, que habían oído decir a Jesús que Él no había venido a suprimir el Antiguo Testamento sino a plenificarlo y completarlo (Cf. Mt 5,17), reconocie ron también como parte de su Biblia los libros que usaban los judíos. Pero se vieron en dificultades. ¿Debían usar el canon breve de Palestina o el canon largo de Alejandría? De hecho los cristianos, dispersos a lo largo del imperio, y que ya no sabían hablar hebreo porque el idioma común en todo el Cercano Oriente desde hacía trescientos años era el griego, se decidieron por la versión griega. Esto respondía a que los mismos destinatarios a quienes debían llevar la Palabra de Dios, también hablaban griego. Por lo tanto, al usar la versión griega de la Biblia, de bían emplear forzosamente los 7 libros en cuestión. Para no ser confundidos
Como reacción contra los cristianos, que utilizaban am pliamente libros sagrados que los judíos consideraban ex clusivos de ellos, y para peor indicando profecías que jus tificaban la creencia en Jesús de Nazaret a quien éstos re chazaban tenazmente, los judíos, en el transcurso del siglo II, resolvieron clausurar definitivamente el canon y que darse con el más corto. Fijaron su Biblia, es decir el Antiguo Testamento, en 39 12
libros. Hasta el día de hoy, el pueblo hebreo conserva co mo Escritura Sagrada los 39 libros que integraban el anti guo canon de Palestina. En las comunidades cristianas, por su parte, y sin que la Iglesia resolviera nada oficialmente, con el correr de los si glos se fue imponiendo en la práctica el uso de los 46 li bros veterotestamentarios. De cuando en cuando se alzaban algunas voces discor dantes dentro de la Iglesia, que querían a los 39 escritos aceptados por los judíos. Algunas eran de peso, por ejem plo las de san Cirilo de Jerusalén (s. IV), san Epifanio (s. V), san Gregorio Magno (s. VII), y ya en épocas modernas el cardenal Cayetano. La mecha que encendió Lutero
Cuando Martín Lutero inició el cisma protestante en 1517 y se separó de la Iglesia católica, entre los cambios que introdujo para su nueva Iglesia estuvo el de volver al canon breve, contrariamente a la tradición quince veces centenaria que venía manteniendo la Iglesia. Le fastidiaban sobremanera al reformador estos 7 libros de más, que por otra parte estaban escritos en lengua grie ga, y no en la lengua religiosa judía. Ante esta situación, los obispos de todo el mundo se reunieron en el famoso Concilio de Trento. Fue el más lar 13
go de la historia de la Iglesia, ya que duró 18 años (15451563), y todo él estuvo abocado a puntualizar y precisar la doctrina católica que en algunos aspectos, como en el bí blico, no había sido definida. Y el día 8 de abril de 1546, mediante el decreto De Canonicis Scripturis, fijó definitivamente el canon de las Es crituras en 46 libros para el Antiguo Testamento, es decir, incluyeron terminantemente los 7 libros proscriptos por los protestantes. Un nombre difícil
Desde entonces, las Iglesias protestantes y las sectas na cidas de ellas han caminado en la historia con esta laguna. Para los católicos, pues, el Antiguo Testamento consta de 46 libros, 39 escritos en hebreo, y 7 en griego. A estos últimos, por haber sido objeto de disputas, y te niendo en cuenta que ingresaron en la lista oficial sólo tar díamente, se les dio el nombre de deuterocanónicos, del griego deuteros (segundo), para significar que pasaron en un segundo momento a formar parte del canon. Los primeros, en cambio, no habiendo estado nunca en discusión, son los llamados protocanónicos, del griego protos (primero) ya que desde el primer momento integran el canon. Gracias a los modernos descubrimientos arqueológicos, 14
entre ellos los de Qumram, ha quedado confirmado que no todos los deuterocanónicos fueron originariamente escritos en griego. Conocemos, por ejemplo, que el libro de Tobías estuvo compuesto anteriormente en arameo, mientras que los de Judith , Baruc, Eclesiástico y el 1.0 de los Macabeos lo fueron en hebreo. Solamente del 2. ° de los Macabeos y Sabiduría puede decirse que fueron redactados en griego. La tan ansiada unidad
Desde que Lutero tradujo su Biblia al alemán en 1534 y segregó a los deuterocanónicos del elenco oficial de la Bi blia, las Iglesias protestantes adoptaron igual medida. En los últimos años hay síntomas de un retomo a una actitud más moderada para con estos escritos, que ellos prefieren llamar apócrifos. En efecto, han ido comprendiendo que ciertas doctrinas bíblicas, como la resurrección de los muertos, el tema de los ángeles, el concepto de retribución, la noción de purga torio, empiezan a aparecer ya en estos 7 libros tardíos. Suprimiéndolos, se quita un eslabón precioso en la progresividad y unidad de la Revelación, y se da un salto muy abrupto hacia el Nuevo Testamento. Por éste motivo, se ven ya algunas biblias protestantes que al final, aunque con un valor secundario, incluyen los libros faltantes. 15
Quiera Dios que llegue pronto el día en que den un pa so más y los acepten definitivamente con la importancia propia de la Palabra de Dios, para poder volver a la unidad que un día perdimos. Para reflexionar
1) Lee en el índice de tu Biblia la lista de libros del An tiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Luego respon de: ¿cuántos de esos libros no habías oído nombrar ni los conoces? 2) Cuando lees personalmente o en grupo la Biblia, ¿cuáles son los libros que lees máás frecuentemente? ¿Por qué? 3) ¿Cuál es, de los libros bíblicos que alguna vez leiste, el que te resultó más difícil de interpretar? ¿Por qué?
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r ¿EXISTIÓ EL ARCA DE NOÉ? Allá en el Ararat
Existe una montaña que tiene el preciado privilegio de ser la más visitada, escalada, investigada y ventilada por los medios de comunicación. Se trata del célebre monte Ararat. Toda su alcurnia le viene de que, según la Biblia, fue el lugar donde encalló el arca tripulada por Noé y sus tres hi jos luego de terminado el famoso Diluvio universal, que acabó con la vida de hombres, animales y plantas del pla neta. El Ararat es una pequeña cadena montañosa de 13 km de largo, ubicada entre los actuales países de Turquía y Ar menia. Tiene dos cimas principales: el Ararat Mayor al norte, de 5.165 m de altura, cubierto por nieves eternas, y el Ararat Menor al sur, de 4.300 m. Según la tradición, la nave de Noé con su particular zoológico habría llegado a la primera de ellas, en la ladera sudoeste, que pertenece a Turquía, y varado a una altura de 2.000 m. Por ello, desde muy antiguo el monte se ha visto envuelto por un halo de fascinación, y ha gozado de una singular veneración.
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En busca del arca perdida
Ya los primeros cristianos que habitaban en los alrede dores levantaron allí un templo, al que llamaron el Templo del Arca, y en el cual festejaban anualmente la fecha en que salieron de la nave sus estupefactos pasajeros. Pero con el correr de los siglos la fantasía fue estimu lándose cada vez más, y comenzó a abrigarse la ilusión de poder hallar el colosal buque que había salvado a los pa dres de la nueva humanidad. El primero que dijo haberlo encontrado fue san Jacobo, monje del siglo VIL Según él, por una inspiración divina halló en medio de las nieves que cubren las faldas del mon te un pedazo de madera del arca, que todavía es conserva da por los armenios en un suntuoso relicario. Pero fue un pastor de una pequeña aldea llamada Bayzit, ubicada a los pies del monte, quien cierto día de fines del siglo XVIII dijo haber visto un extraño barco en el monte sagrado. Esto desató una fiebre expedicionaria tal, que llegaría hasta nuestros días. Muchos éxitos, pero sin pruebas
En 1892 el Dr. Nouri, un diácono de la iglesia cristiana malabar de la India, en un viaje al Ararat aseguró haber en contrado el arca entre las nieves perpetuas y haber explo 18
rado su interior. Como nadie le creyó, quiso mostrar las pruebas que traía entre sus pertenencias, pero ¡se las ha bían robado! En 1916, en plena guerra mundial, un aviador ruso lla mado Vladimir Roscovitsky protagonizó uno de los episo dios más resonantes en tomo al arca. Un caluroso día de agosto, mientras piloteaba su avión en las cercanías del Ararat, pudo divisar el gigantesco buque. Al regresar a la base comunicó su sensacional hallazgo, e inmediatamente el zar Nicolás II envió una expedición de ciento cincuenta hombres, que aseguraron haber podido estudiarla, fotogra fiarla, medirla y dibujar sus partes durante un mes. Pero al año siguiente, al estallar la revolución rusa ¡desaparecieron todos los documentos y las pruebas! Treinta años más tarde, el 20 de enero de 1945, la pren sa australiana publicó las declaraciones de la joven Arleene Deihar, de Sidney, quien afirmó que su novio, también piloto pero de la Royal Air Forcé, le había mostrado dos fotos donde se veían claramente los restos del arca de Noé, tomadas en una de las laderas del monte. Pero ya no era posible verlas, ¡él había sido abatido durante la Segunda Guerra Mundial mientras volaba sobre Turquía! Otra vez los fracasos
La fortuna pareció ser diversa para el ingeniero George Greene. En 1952, mientras sobrevolaba la zona en un heli 19
cóptero pudo distinguir la forma de un barco aflorando del hielo. Logró tomar treinta fotografías, que al ser reveladas mostraban una forma similar a la de una nave encallada en un barranco, sobre un precipicio. Entusiasmado con su descubrimiento intentó recolectar dinero para financiar una expedición a fin de rescatarla, pero pocos años más tarde fue asesinado, y lamentablemente... ¡todas sus pertenen cias se perdieron, inclusive las fotos! En 1955 el francés Femand Navarre, acompañado por dos guías turcos, aseguró haber llegado hasta el arca de Noé. Pero esta vez traía con él una prueba: un trozo de ma dera negra calafateada con brea, tal como la Biblia sostie ne que fue acondicionada. Cuando se creía por fin haber dado con restos de la nave, fue sometida a la prueba del carbono 14, y demostró remontarse al siglo VI... ¡después de Cristo! Según puede verse, el hecho de que cada vez que se ob tienen algunas pruebas éstas se pierden o resultan insustan ciales, ya engendra una cierta sospecha sobre la seriedad de aquéllos, además de las discrepancias. En efecto, mien tras la expedición del zar ruso dio con el arca en el sur de la montaña, Greene aseguró haberla fotografiado en la la dera norte. La montaña por el país
Pero lo que realmente descalifica a toda esta febril bús 20
queda es que las expediciones parten de un supuesto erró neo, que a lo largo del tiempo no se ha podido aún corre gir. En efecto, el libro del Génesis cuando relata el final del diluvio, no dice que el arca se detuvo “en el monte Ararat”, como interpretan todos, sino “en los montes de Ararat” (Gn 8,4). Y para la Biblia, “Ararat” no es el nombre de un monte sino de un país, como se ve por las otras tres veces que aparece mencionado (2 R 19, 37; Is 37, 38; y Jr 51, 27). ¿Y a qué país corresponde Ararat? Al antiguo Urartu, es decir, la actual Armenia. Por eso todos los biblistas es tán de acuerdo en que la traducción correcta sería “los montes del país de Armenia”, como efectivamente tradujo san Jerónimo en la Vulgata. Por lo tanto, lejos de precisar el lugar, la Biblia da una localización muy vaga, ya que puede ser cualquier lugar de Armenia, pues toda ella es una meseta elevada. Y si quere mos pensar sólo en su región propiamente montañosa, és ta se extiende a lo largo de más de 230 km. ¿El arca existió realmente?
Pero la pregunta que se impone ante el episodio del Gé nesis es ésta: ¿pretende la Biblia narrar un hecho que suce dió realmente, o se trata de un relato didáctico? Por el modo de contarlo y los detalles que brinda, todo hace suponer lo segundo. Veámoslo. 21
En primer lugar Noé recibe órdenes de Dios para cons truir una nave de 150 m de largo, 25 de ancho, y 15 de alto con 3 pisos de 5 m de altura cada uno. Estas medidas resul■tan desorbitadas, ya que son las de un transatlántico mederno, jamás logrado por la ingeniería naval hasta el siglo XIX. El relato está ubicado en la prehistoria, cuando aún no se conocía el uso de los metales. ¿Cómo se podía hacer un navio tan grande sin instrumentos metálicos? Se habría necesitado, además, el concurso de cientos de personas. ¿Cómo fue construido solamente con el aporte de Noé, sus cuatro hijos y sus esposas? En tomo a los animales
Lo más pintoresco y difícil de admitir es lo referente a los animales que Noé y los suyos debían introducir en el arca. ¿Cómo pudieron reunir una pareja de todas las espe cies existentes para salvarlas de su extinción? ¿Fueron ca paces de recorrer los cinco continentes del planeta para traerlos, algunos desde 20.000 km de distancia? A esto se agrega otra dificultad: existen sobre la tierra 1.700 especies de mamíferos, 10.087 de aves, 987 de rep tiles y aproximadamente 1.200.000 de insectos. Para peor, se calcula que en esa época las especies de mamíferos eran 15.000, las de aves 25.000, las de reptiles 6.000, las de an fibios 2.500, y más de 10 millones de insectos. Más aún. Los zoólogos han estimado que en nuestro planeta puede 22
haber entre 5 y 10 millones de especies animales aún sin identificar ocultas a los ojos de la ciencia, en los hielos po lares, en las densas selvas tropicales, o bajo las arenas del desierto. Cargar el arca con este bagaje hubiera sido un tra bajo imposible para los viajeros. ¿Y cómo hicieron ocho personas para alimentar, dar de beber, limpiar y cuidar semejante cantidad de bestias? Más aún, ¿cómo pudo Noé con su gente crear el am biente adecuado para cada una, con sus respectivos reque rimientos de dietas, climas y otras necesidades, cuando ac tualmente los zoológicos, con todas las técnicas modernas, tienen problemas para mantener vivas algunas especies en cautiverio? Finalmente los ecologistas sostienen que una especie está extinguida cuando quedan pocos cientos de ejempla res. Por ejemplo, los osos pandas se consideran en extin ción porque sólo sobreviven unos mil, número demasiado escaso para poder recuperar otra vez la especie en estado salvaje. ¿Cómo pudo repoblarse el planeta con sólo una pa reja de cada una? En torno a la lluvia
Según la Biblia, llovió durante 40 días y 40 noches sin parar (Gn 7,17).Pero sabemos que el ciclo hidrológico de evaporación que provoca las lluvias, resulta incapaz de proveer semejante cantidad de agua. 23
Asimismo dice que la masa de agua cubrió todo el mun do. Esto resulta imaginable en una época en que se pensa ba que la tierra era un disco plano de dimensiones reduci das, y que la bóveda que la recubría, es decir el firmamen to, permitía acumular más rápidamente las aguas. Pero ¿podemos seguir pensando que en 40 días de lluvia se cu brió todo el planeta, hoy que sabemos que tiene una super ficie de 509.880.000 Km2? Afirma también que las aguas subieron 7 m por encima de los montes más altos de la tierra (Gn 7, 19-20). Ahora bien, el monte más alto del planeta es el Everest, con 8.846 m. Por lo tanto, para que las aguas alcancen esta altura de casi 9 km, hacía falta que todos los mares subiesen a razón de 222 m por día. Pero cualquier metereólogo confirmaría el hecho de que si las nubes que actualmente están en nues tra atmósfera se precipitaran de repente sobre todo el mun do, el globo quedaría apenas cubierto por menos de 5 cm de agua. Más sobre el agua
La bioestratigrafía, por su parte, rechaza la hipótesis de una muerte simultánea de todas las especies que habitaron el planeta. Más bien sostiene lo contrario. La arqueología también niega que se hayan podido con servar sin desvanecerse pinturas primitivas como las de Catal Hüuk, en Turquía, que datan del 7.000 a. C., o las de 24
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Teleilat Jassul, cerca del Mar Muerto, de haberse produci do un diluvio. Y las plantas ¿cómo se salvaron del agua? El relato no dice nada de ello. ¿Y los peces, que tampoco fueron pues tos a salvo en el arca? ¿Cómo no perecieron al mezclarse las aguas dulces con las saladas? Sólo una permanente cadena de milagros hubiera hecho posible todos estos acontecimientos. Cosa improbable, porque en la Biblia los milagros sirven para aumentar la fe de las personas, no para exterminarlas. Por qué no lo dijeron antes
Este caudal de objeciones nos enfrenta ya con la res puesta al problema. Nunca existió ningún diluvio univer sal. Tampoco la Biblia pretende enseñar esto como un he cho histórico. No puede negarse la existencia de algún di luvio, o de una gran inundación antigua, pero jamás habría podido ser universal al punto de destruir todo tipo de vida, como lo describe la Biblia. Al escuchar esta respuesta, alguno se sentirá quizás de fraudado, y pensará por qué entonces la Biblia no advierte a sus lectores que no está contando algo en serio, para evi tar tantos malentendidos posteriores. Pero la verdad es que todos los destinatarios de estos relatos lo sabían. El mismo lenguaje y las imágenes empleados hacían que los lectores comprendieran inmediatamente que no estaban ante una 25
crónica periodística, sino ante una narración didáctica. No era necesario comenzar la exposición con una advertencia para los lectores, así como hoy el que lee una novela de García Márquez no necesita ser advertido en la primera pá gina: “Atención, no vaya a creer lo que dice este libro. Se trata sólo de una ficción.” Somos nosotros los que con nuestra mentalidad moder na atribuimos historicidad a unos relatos que nunca osten taron la pretensión de tenerla. Lo que el Diluvio enseña
Por lo tanto, el autor no intentó exponer un hecho histó rico, sino un relato didáctico para enseñar un mensaje reli gioso. Y si tal acontecimiento hubiera realmente sucedido no tendría ninguna importancia. Es decir, el autor ha encontrado en la tradición el recuer do de esta historia, y a la tradición le deja la responsabili dad de que sea cierta. Él sólo pretende apropiársela porque constituía un precioso material apto para transmitir una en señanza religiosa. ¿Qué mensaje nos deja el episodio del Diluvio univer sal? En primer lugar, muestra cómo éste se produce por cul pa de los pecados del hombre. Éstos se acumulan en toda la Tierra, al punto tal que la corrompen, la pervierten, y 26
provocan la catástrofe. Y con ésta se vuelve al caos ante rior a la Creación. Todo el orden que Dios había estableci do al crear el mundo, puede verse destruido y vuelto a ce ro por la irresponsabilidad de los hombres. El patriarca mudo capaz de instruir
Entre toda la gente malvada hay uno que es justo: Noé. Dios, entonces, toma la decisión de destruir a los hombres y salvar a Noé. Pero antes lo pone a prueba: le ordena cons truir una gran embarcación, en pleno desierto, sobre tierra fírme, y sin decirle para qué sólo porque él lo ordena, me terse luego adentro, y esperar. Imaginemos al pobre Noé expuesto a las burlas de sus contemporáneos, a quienes no sabe dar otro motivo que el de: “Me lo ha ordenado Dios. Es cosa de Él. Yo obedezco.” Nos muestra la fe y la sumisión de este hombre increíble, obediente en todo, y que a lo largo de los cuatro capítulos del relato jamás pronuncia una sola palabra. Nunca de nin gún personaje bíblico se contó tanto y se lo vio hablar tan poco. Luego, Dios le revela su secreto: “Haré llover sobre la tierra y exterminaré de sobre la faz del suelo a todos los se res que hice” (Gn 7,4). El mensaje, pues, es clarísimo, aun cuando está contado con el lenguaje del Antiguo Testa mento. Dios da una orden. Si el hombre desobedece, se autodestruye. Si obedece, como hace Noé, se salva. 27
Además, es Dios el que indica las medidas del arca, el material que se debe emplear, y hasta la forma de cons truirla. Esto significa que el que construye su vida con las medidas de Dios, siempre sobrevivirá a cualquier tempes tad. El que desoye su voz, se ahogará. Atender a esto es mucho más importante que saber si hubo o no lluvia de 40 días, y dónde varó el navio. Es la lectura que debería hacerse de Génesis 6-9. De esta mane ra, habría menos gente interesada en escalar el monte Ara rat buscando el arca, y más procurando zambullirse en la Palabra de Dios buscando vivir su mensaje. Para reflexionar
1) Al leer este tema, ¿nos hemos sentido desilusionados o defraudados por enterarnos de que el relato de Noé no fue un hecho literalmente histórico? ¿Por qué? 2) ¿Qué ventajas trae saber que se trata de un relato di dáctico y no histórico? 3) ¿Cómo obramos nosotros cuando la Palabra de Dios nos pide, como a Noé, vivir y comportarnos en sentido contrario al de la realidad que nos rodea?
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¿NO HABÍA LUGAR EN LA POSADA PARAMARÍA? La historia que nos contaron
Una fría noche de diciembre, hace ya casi dos mil años, una joven pareja de esposos marchaba camino a Belén. El emperador de Roma, César Augusto, había ordenado un censo en todo el imperio, y cada súbdito romano debía ser empadronado en su propia ciudad. José, el carpintero, tenía que ir a censarse a Belén, de donde era oriundo. Junto a él, montada en un burro, viaja ba María en avanzado estado de gravidez, afrontando un agotador viaje de más de ciento cincuenta kilómetros des de Nazaret. Su esposo se sintió más tranquilo cuando por fin entra ron en la ciudad de su familia. Abrigaba la esperanza de encontrar pronto un albergue, teniendo en cuenta la condi ción en la que se hallaba su mujer. Pero anduvo de casa en casa, y a todas las halló atestadas de gente. Es que el cen so había hecho regresar desde los diversos puntos del país a muchos betlemitas, para inscribirse en los padrones ro manos. En vano buscó un sitio donde acomodar a María para que pudiera dar a luz a su hijo. No lo encontró. De pronto divisó una posada. Allí sí conseguiría seguramente aloja 29
miento. Pero la decepción fue enorme cuando el posadero le informó que no quedaba ningún rincón disponible. Finalmente José, con María que se movía pesadamente y que ya acusaba los dolores del parto, se dirigió a una cue va que servía de establo para los animales y se refugiaron dentro. En lo solitario de aquella gruta, María dio a luz a su primogénito, y lo recostó luego en un pesebre, es decir, en el recipiente donde se coloca la paja para comida de los animales, que por su forma alargada le sirvió de cuna. Porque los hombres a los que venía a salvar le cerraron sus puertas, el Hijo de Dios había nacido en un establo. ¿Eso relata el Evangelio?
Esta narración así contada, y que hemos oído y medita do innumerables veces, especialmente al llegar la Navidad, plantea dos serios problemas. El primero, es que no concuerda exactamente con el Evangelio. Éste en ninguna parte dice que María haya llegado a Be lén casi a punto de dar a luz. En efecto, el texto sólo afir ma: Y sucedió que, mientras ellos estaban allí,se le cum plieron los días del alumbramiento (Le 2, 6). Tampoco cuenta el Evangelio que la pareja haya andado de casa en casa y posada en posada buscando alojamiento. Ésta es una simple deducción por el hecho inexplicable de que María 30
haya dado a luz en una cueva destinada para refugio de los animales, y porque se afirma que no había para ellos lugar en la posada (Le 2,1). ¡Qué imprudente este José!
El segundo inconveniente es la gran cantidad de interro gantes que suscita. a) Si José venía para una breve práctica administrativa, y teniendo en cuenta que en aquella época no era obligato rio para la mujer presentarse en el despacho del censo por que bastaba el jefe de la familia, ¿para qué llevaba a María hasta Belén? b) ¿Cómo fue tan imprudente de esperar hasta última ho ra, y viajar cuando ella ya estaba casi a punto de dar a luz? c) El varón justo y previsor, ¿no fue capaz de prever un lugar más decente para el alumbramiento de su esposa, sa biendo que el que venía al mundo era nada menos que el Hijo de Dios? d) Él mismo era de Belén, y volvía a su propia ciudad, ¿cómo es que no tenía una casa donde alojarse? e) Considerando que para los pueblos de Oriente la hos pitalidad era un deber sagrado, en el que estaba en juego el propio honor, ¿no resulta extraño que nadie le abriera las puertas a José, ni siquiera un pariente, aun viendo el esta do de María? 31
Y todo por una palabra
Estas preguntas indican que estamos en un callejón sin salida. ¿En dónde radica el problema? En que hacemos una lectura errónea del Evangelio, agregando mucho de imagi nación sobre lo que el texto cuenta. Y la culpa de ello la tiene una palabra del Evangelio que ha sido mal traducida, que creó confusión, y así ha estimulado la fantasía de ge neraciones de lectores. Se trata del vocablo griego katályma, que la mayoría de las Biblias traducen por posada, albergue, hospedaje. Así traducida esta palabra, la frase del Evangelio dice que no había para ellos lugar en la posada.
Pero en el griego bíblico esta palabra tiene también otro significado, y es el de habitación, cuarto, pieza, es decir, una parte especial de la casa más bien apartada, o reserva da. ¿Qué era realmente la katályma, en donde no había si tio para ellos? La katályma
Para entender bien lo que quiere decir san Lucas en su Evangelio, tenemos que ubicamos en el ambiente de Pales tina, donde las casas no constaban de varias habitaciones 32
como pueden tener las nuestras actualmente. Con la precariedad de la edificación de entonces, las vi viendas tenían tan sólo una habitación central, en donde había de todo: armarios, herramientas, asientos, despensas, cocina. Y donde, llegada la noche, se extendían las esteras para el reposo nocturno, cada uno en su lugar preferido. Esta habitación central era, pues, el pequeño mundo do méstico alrededor del cual giraba toda la vida del hogar y el movimiento de las personas, más o menos como los cuartos de muchos de nuestros hogares campesinos. Pero además de la sala principal, las casas tenían adosa do algún ambiente más pequeño, reservado, a veces em pleado para depósito, o para eventuales huéspedes, con se paradores agregados para mayor privacidad. La pieza de las parturientas
Esta habitación servía sobre todo para cuando en la ca sa había alguna parturienta. Porque en Israel, cuando una mujer daba a luz un hijo quedaba impura durante cuarenta u ochenta días, según fuera varón o mujer, por la pérdida de sangre que había sufrido. Y los objetos que ella tocaba, el lecho donde reposaba, e incluso cualquier lugar donde se hubiera sentado, quedaban impuros. Y si alguno tocaba a la parturienta, o entraba en contacto con algún utensilio ro zado por ella, caía automáticamente en la impureza (Cf. Lv 15,19-24). 33
Y para los judíos una persona impura quedaba aislada socialmente, menguada ante Dios y ante los demás; no po día acudir al templo, ni relacionarse con nadie, hasta tanto terminaran los ritos de purificación, que eran complicados y llevaban su tiempo. De ahí las precauciones que se toma ban en cada parto, y el porqué se hacía residir en la katályma, es decir, en una habitación apartada de la casa, y no en el ambiente común, a la que acababa de ser madre. Así, todo es más claro
Ahora, supongamos por un momento que el evangelista Lucas, cuando escribió aquello de que no había lugar en la Katályma, no estaba pensando en una posada, como tradu cen ordinariamente las Biblias, sino en la habitación de una casa particular, que es la otra posibilidad que ofrece esta palabra griega. Entonces, se aclaran de golpe todos los interrogantes, el texto evangélico aparece más coherente, y la figura de Jo sé vuelve a adquirir relieve como padre responsable y es poso prudente. Empecemos, pues, a leer ahora todo el relato del Evan gelio a la luz de esta nueva explicación, sin interpretacio nes arbitrarias ni añadidos espurios.
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Con una mujer en estado interesante
Habiéndose enterado de que el emperador de Roma ha bía ordenado un censo, José, que momentáneamente resi día en Galilea, decidió volver a Belén, puesto que él era de allí (Cf. Le 2, 4). Lo más natural hubiera sido dejar en Galilea a su joven esposa María, ya que no era necesario que compareciera ante las autoridades del censo. Si la lleva consigo a pesar de la condición en la que se encuentra, es porque piensa ra dicarse definitivamente en Belén. Lo cual es lógico, te niendo en cuenta que él era de esta ciudad y que aquí ten dría su parentela, sus bienes y sus posesiones. Esto lo confirma san Mateo, cuando cuenta que al regre sar José y María del exilio de Egipto, luego de la muerte de los niños inocentes, buscan instalarse nuevamente en Be lén, pero por miedo al entonces gobernantes Arquelao, tie nen que cambiar de destino e ir a vivir a Nazaret (Cf. Mt 2, 22). Si, pues, José tenía domicilio en Belén, entonces es jus to pensar que traía a María para que se estableciera en su propia casa. Para ello se pusieron en marcha con tiempo, con la pru dencia de los santos y para evitar las dificultades de último momento. El viaje les habría llevado unos diez días, por el camino largo y accidentado de entonces, y habrían arriba do a su patria varios meses antes del parto. 35
En la cueva, más intimidad
En este punto, afirma el Evangelio que,
mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento
(Le 2, 6). Pero era la época del censo. Muchos betlemitas que ha bían regresado de todas partes colmaban la ciudad instala dos en las habitaciones de las hospederías y casas particu lares. También María y José habrían alojado en todas las de pendencias de su casa a parientes y amigos. Es entonces cuando, próxima a la hora del parto, María advierte que no había donde dar a luz digna y discretamen te, sin molestar y sin ser molestada, y sobre todo sin con vertir en impuros a todos los habitantes de la casa. Es de cir, no había lugar en la habitación reservada de la casa, en la katályma. Por ello, sin ofender a ninguno de sus parientes, se reti raron a la gruta establo, que todas las casas de Belén te nían, y aún tienen, para albergar los animales. Y allí, en una gruta de su propia casa, adaptada como re fugio y adecentada por José lo mejor posible, encontraron los santos cónyuges un ambiente óptimo para la permanen cia prolongada de una puérpera. Es esto lo que se deduce si leemos el texto, que correc tamente traducido ahora dice: Y dio a luz a su hijo primo génito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre , porque no tenían lugar en la sala (Le 2, 7). 36
“Para ellos”, no había lugar
Por eso a continuación el evangelista Lucas, siempre preciso en sus detalles, aclara que no había lugar, pero só lo “para ellos”. Lo cual indica que para otros sí hubiera habido un lugar cualquiera para descansar, ya que las camas en Palestina no son sino una estera extendida en el suelo. Pero para ellos, que debían obedecer las prescripciones de la Ley judía referentes a la impureza ritual, para ellos no. Más aún, se podría agregar: para ellos, tan reacios a mo lestar; para ellos tan delicados y tan persuadidos del Mis terio que custodiaban celosamente, para ellos no había lu gar en medio del vaivén, del ruido y de la promiscuidad que reinaban en la parte superior de la casa. Es decir que fue una de las grutas destinadas para esta blo de la casa de familia de José en Belén, donde tuvo lu gar el nacimiento del Mesías. Lo confirma una parábola
¿Puede afirmarse, entonces, que en el griego de Lucas la palabra katályma significa la habitación reservada de una casa, y no una posada? Sí. Lo atestigua el episodio de la última Cena. Cuando Jesús da las instrucciones a Pedro y a Juan para llegar has ta una casa de la ciudad y preparar la Pascua, les indica: Y díganle al dueño de la casa: dice el Maestro dónde está la
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sala (katályma) en la que pueda comer la Pascua con mis discípulos (Le 22, 11). Es decir que Jesús no celebró la úl
tima Cena en ninguna posada, sino en una casa, cuyo due ño le preparó una habitación reservada para él y sus Após toles. Y lo confirma la parábola del buen samaritano, cuando Lucas relata que aquél llevó al herido hasta una posada, usa la palabra pandojéion para referirse a ella, y no katályma. O sea que cuando Lucas usa la palabra katályma, nunca piensa en una posada. Tampoco, entonces, al referirse a María y José. Más pruebas
También san Mateo coincide con esta interpretación. Cuando menciona la llegada de los Magos buscando al re cién nacido, dice que la estrella los condujo hasta una casa (Cf. Mt 2, 11), es decir, no hasta una gruta cualquiera don de se habría refugiado la sagrada familia por falta de hos pedaje, sino a la propia casa de José en Belén. Un último argumento lo aportan los picos y palas de la arqueología. En efecto, en la ciudad de Belén todavía exis te la gruta que la tradición identifica como la del naci miento de Jesús. Y todos los estudios arqueológicos que se realizaron en torno a ella revelan que no se trata de una cueva cualquiera, perdida en el meandro de algún sendero palestino, sino incorporada a una vivienda como recinto estable. En lugar de aquella casa, hoy se ha construido una majestuosa basílica que la conmemora. 38
Un José como Dios manda
Algunas parroquias, cuando llega la Navidad, suelen teatralizar el episodio navideño con escenarios infantiles, en los que María y José, después de ser rechazados de va rias partes, terminan amparándose en un establo, donde puede nacer el Niño. Este cuadro, con la llegada a Belén a última hora y de noche, golpeando atolondradamente las puertas de las ca sas y posadas, y recibiendo el rechazo en todas partes, pin ta la figura de un pobre José inconsciente, que obra con ne gligencia, y cuya torpeza casi le vale un mal parto de su es posa. Pero en realidad se trata de una triste deformación. José de Belén fue un verdadero padre para Jesús y un auténtico esposo para María, y su papel resultó esencial en el plan de Dios. La enseñanza que quedó
Para nacer, Jesucristo tenía preparada su habitación, su techo, su casa. Eran suyas. Su padre legal, José, se las ha bía aprontado para cuando él viniera a este mundo. Pero por razones históricas, en el momento de su alumbramien to había otros que la necesitaban. Entonces José, con ges to decidido, determinó dejar el lugar previsto y bajar al tos co establo. Dicen los psicólogos que las experiencias prenatales in fluyen de un modo terminante en los niños. Sea como fue39
re, este suceso, que ilustra desde un principio la educación que recibiría Jesús en su hogar, habría de marcarlo para siempre. Jesús no nació pobre porque las circunstancias así lo exigieron, sino por una opción libre de José. Y cuando cre ció, decidió abrazar perpetuamente la pobreza, a la que fue fiel durante toda su vida. Vivió pobre, compartió lo que te nía, se rodeó de los más necesitados, comió lo que le da ban, y murió en la más absoluta indigencia. Jamás exigió nada para Él. No quiso ocupar algo que a otros pudiera hacer falta. Se lo vio aplicar constantemente el principio de que si alguien necesitaba su habitación, Él debía bajar al establo. Al fin y al cabo, su padre se lo había enseñado. Para reflexionar
1) Según la enseñanza popular, de la llegada a última hora de la Sagrada Familia a Belén, ¿qué imagen se des prende de san José? 2) ¿Cuáles son los detalles que solemos repetir en torno a esta escena del nacimiento de Jesús, y que están en con tradicción con lo que dice el Evangelio? 3) ¿El nacimiento pobre de Jesús en una gruta fue un he cho accidental, o voluntariamente buscado por José? ¿Cuál tiene fundamento bíblico?
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LA ESTRELLA DE BELÉN, ¿ERA UNA ESTRELLA? En torno a una estrella
Hace casi dos mil años, según cuenta el Evangelio, lle garon a Jerusalén unos magos venidos de Oriente, tras afrontar un largo viaje y los recelos del rey Herodes, para traer oro, incienso y mirra a un niño recién nacido en un es tablo. Como lo relataron ellos mismos al final de su fatigoso periplo, se habían puesto en camino porque habían visto una estrella en el Oriente, la cual, por otra parte, los había guiado precisamente hasta allí, para luego desaparecer. Cuando se presentaron los magos ante el viejo déspota Herodes, que se hallaba en los últimos años de su vida, car gado de complejos persecutorios y abrumado por com plots, la turbación de éste fue muy grande. Y reunido en una de las salas de su palacio con los sabios de la corte y los recién llegados, trató de averiguar más sobre aquella estrella y el tiempo de su aparición. Desde entonces muchos astrónomos, eruditos, exégetas y científicos han proseguido con las investigaciones inicia das por Herodes y su gente, intentando dilucidar aquel lu minoso fenómeno celeste, y a lo largo de la historia han propuesto diversas teorías y aventurado distintas opinio 41
nes, que hasta el día de hoy no logran esclarecer el miste rio. ¿Fue una estrella nova?
La hipótesis que más naturalmente parece imponerse, ya que el mismo Evangelio llama “estrella” ( astér ) a aquel fenómeno, es que se trata de una estrella denominada no va. Según los astrónomos, ciertas estrellas en determinados momentos de sus vidas adquieren una intensidad tal que llegan a multiplicar cien mil veces su propia luz. Este ac cidente acaecido en el curso de la evolución de una estre lla, y que dura tan sólo unos meses, tiene características tan espectaculares que parece el nacimiento de una nueva es trella. De ahí su nombre. Aunque este hecho ha sido bien precisado sólo con la astronomía moderna, sin embargo ya Hiparco de Rodas en el siglo II antes de Cristo habla de una estrella nueva de tectada alrededor del año -134, de tal brillo que se la podía ver a plena luz del día. Pero fue en 1572 cuando fue observada la estrella nue va que dio lugar a la teoría. La divisaron unos navegantes españoles y durante todo el mes brilló tanto como Venus, hasta que se extinguió. Con estos datos, Goodrich formuló una teoría en el siglo XVIII. Dedujo que dicha estrella se dejaba ver cada trescientos años y que fue, según su opi nión, la estrella que sorprendió a los Magos. 42
Esta hipótesis explicaría cómo ellos podían viajar du rante el día guiados por la estrella, y por qué después de unos cuantos meses, el tiempo suficiente para conducir su viaje desde Oriente, desapareció. ¿Fue el cometa Halley ?
Esta teoría, ya sostenida por Orígenes, decía que se tra taba de un cometa. En efecto, el nacimiento de-varios per sonajes famosos de la antigüedad, como Mitrídates, rey del Ponto, y el emperador Augusto, había sido precedido por la aparición de un cometa. De entre los mil quinientos que conocemos actualmen te, el más espectacular es el cometa Halley, que alcanza una longitud aparente de ciento cincuenta grados y una ex tensión lineal de unos treinta millones de kilómetros. Individualizado desde antiguo, ya el célebre pintor flo rentino Giotto, que contempló su imponente aparición, lo pintó en su famoso óleo de la Adoración de los Magos co mo la estrella de Belén. Volvió a aparecer en 1682, cuando el astrónomo inglés Edmond Halley pudo estudiarlo aten tamente. Luego se lo vio en 1785, en 1910, y finalmente en 1986. Según los cálculos de los astrónomos occidentales, el cometa Halley apareció a fines de agosto del año 12 antes de Cristo, lo cual nos aproximaría bastante a nuestro naci miento. Pero esta fecha nos obligaría a retroceder demasia 43
do en la fecha del nacimiento de Cristo. Además hay otro dato en su contra, y es que según las creencias populares antiguas la aparición de un cometa presagiaba algún acon tecimiento nefasto: terremoto, sequía, guerra o peste. Difí cilmente habría podido ser visto como un signo divino del Mesías. ¿Fue una conjunción de planetas?
Fue Juan Kepler quien concibió la idea de que la estre lla que guió a los tres magos hasta Belén no era en realidad una estrella, sino dos planetas muy próximos. Efectivamente, observando el cielo en diciembre de 1603, el astrónomo alemán contempló atónito cómo se reu nían en conjunción Júpiter (el planeta real) y Saturno (la estrella de los gigantes) en la constelación de Piscis (el sig no de agua, ligado al rito cristiano del bautismo). Esta con junción, que vuelve a producirse cada ochocientos cinco años, se habría verificado en el año 7 a. C.; fue una conjun ción visible y en el cielo de Palestina ambos astros habrían aparecido como uno solo muy luminoso, insólito para el ojo humano. Por este motivo, habría sido considerada co mo una señal especial de la divinidad, sobre todo teniendo en cuenta que se repitió dos veces más aquel año, en octu bre y en diciembre. Ahora bien, hoy sabemos que el rey Herodes murió en el año 4 antes de Cristo. Por esta razón Jesús no pudo na 44
cer en el año 1 como se cree corrientemente, sino 4 años antes del inicio de nuestra era, para haber podido venir al mundo durante el gobierno de Herodes. ¿Cuántos años an tes? Quizas uno o dos, es decir, en el año 5 ó 6 antes de la era cristiana. Por lo tanto, un fenómeno celeste acaecido en el 7 a, C. coincide perfectamente con estas nuevas preci siones. De hecho, esta hipótesis es la que goza de mayor aceptación entre los que interpretan literalmente el relato evangélico. Los caprichos de una estrella
Pero si prestamos más atención a cuanto dice san Mateo en su Evangelio, nos daremos cuenta de que en todas estas tentivas de identificar aquel misterioso signo con una es trella, un cometa, un meteorito o cualquier otro fenómeno astrológico, no hay nada que merezca ser tenido en cuenta, aparte de la buena intención, ya que siguen un camino to talmente falso. Basta detenerse un instante en las particularidades del relato (Cf. Mt 2,1-12) para comprender que la descripción de la estrella contradice la realidad del mundo planetario y estelar. En efecto, el curso aparente de los astros en el cielo, se gún nuestra posición desde la Tierra, es de Oriente a Occi dente. Ahora bien, para que pudieran seguir una tal estre lla desde Oriente hasta Jerusalén, los magos deberían ha 45
ber atravesado de lleno el feroz y tórrido desierto de Ara bia, camino éste que nadie hubiera jamás intentado hacer. Las caravanas llegaban siempre, sea desde el norte siguien do la media luna fértil, sea desde el sur por la zona llama da Arabá. Pero hay más. Una vez llegados a Jerusalén, la estrella continuó guiándolos a Belén, ciudad ésta que se encuentra ocho kilómetros al sur. ¿Qué extraño cuerpo celeste es és te que viaja de este a oeste y de norte a sur? Los astros no pueden estar zigzagueando por el cielo. Más adelante cuenta el Evangelio que la estrella, que iba por delante de los Magos, llegó a destino y se detuvo en el lugar exacto donde se encontraba el niño Jesús. ¿Puede una estrella desplegar semejante acrobacia? Los que a toda costa quieren salvar la realidad de la es trella, hechan mano entonces, al argumento supremo del milagro. Dios, que es todopoderoso, puede ciertamente ha cer que un astro trace en el cielo la órbita que Él quiera. Pe ro entonces habrá que explicar una última dificultad, y es que la estrella comete un error. En vez de guiar a los Ma gos directamente a Belén los conduce a Jerusalén. Sin tal error, Herodes no se habría enterado del naci miento de Jesús y se habría evitado todo el drama de la muerte de los inocentes. ¿Puede un signo guiado por Dios cometer tan macabro desliz? ¿Realmente pensaba Mateo en una estrella cuando escribía estas cosas? 46
La estrella, símbolo de la fe
Si la estrella del relato no era un fenómeno celeste, en tonces es un símbolo, y tiene algún significado. Esto hace que los autores modernos se pregunten por el auténtico sentido de la estrella y de todo el relato. Y una de las ex plicaciones más lógicas y coherentes supone que Mateo compuso este pasaje para exponer aquí la tesis de la uni versalidad de la salvación. De este modo, cada elemento de la narración simbolizaría una realidad distinta: los magos representan a los paganos; Herodes a los judíos; y la estre lla, la fe. Por lo tanto, 16 que Mateo pretende decimos es que Je sús, una vez nacido en Belén como un niño judío y para salvar a los judíos, quiso brindar también al paganismo, ya desde la cuna, la posibilidad de un encuentro, para lo cual envía la luz de la fe (estrella), cuya misión es guiar a los gentiles (magos) hasta el lugar donde se encuentra el Sal vador (Jesús). Pero Mateo es consciente de que el pueblo judío es el pueblo elegido, y que tiene un privilegio por encima de to das las demás naciones. Por ello, la estrella (fe) no puede guiar a los Magos (paganismo) directamente a Jesús. Mientras el judaismo conserve su posición de privilegio, sólo por intermedio de ellos es posible llegar hasta el Sal vador. Es así como en el relato la estrella no guía a los Ma gos a Belén, sino a Jerusalén, para que sea el judaismo 47
(Herodes) quien le dé acceso a Jesús. La estrella, pues, no aparece equivocándose, sino cumpliendo su cometido, lle vando a los paganos a confrontar sus inquietudes con los judíos. Un privilegio rechazado
Sólo cuando el judaismo rechaza a Jesús, queda libre el camino para que los paganos puedan ir guiados por la es trella (fe) hasta el lugar mismo donde se encuentra el Sal vador. Todo privilegio tiene su correspondiente obligación. Y el evangelista recuerda que Israel estaba mucho más cons treñido a recibir al Mesías; tenía las luces necesarias para descubrirlo en el niño Jesús. Incluso su nacimiento en Be lén proclamaba a los cuatro vientos que el reino mesiánico había llegado. Pero el relato de los Magos nos enseña có mo el judaismo renuncia voluntariamente a su posición singular. No quiere ir al encuentro del Mesías. Lo rechaza. Más aún, lo considera un usurpador y un peligro. Y rehu sando conducir el mundo gentil hasta donde se encontraba Jesús, renuncia voluntariamente a los privilegios que le otorgaba su situación de pueblo elegido. Y es entonces, y sólo entonces, cuando al paganismo se le abren las puertas para acercarse directamente a Jesús. Ya no precisa llegar a Él a través del judaismo. El antiguo Pueblo cede paso a uno nuevo. 48
Esta realidad, que desde el punto de vista histórico sólo se realiza con la resurrección de Jesús, cuando Israel re nuncia definitivamente a su postura de privilegio y Jesús abre la Iglesia para todos los pueblos, Mateo la hace retro ceder hasta el nacimiento de Jesús, y la cuenta como si ya con la venida al mundo del Mesías se hubieran beneficia do todos los pueblos gentiles. La estrella de los Magos en el relato de Mateo no es, pues, ningún fenómeno celeste que haya aparecido real mente en el firmamento, sino el símbolo de la luz de la fe que brilla en las tinieblas del pecado cuando el Salvador aparece en el mundo. Mateo plasma así una tesis nueva. Jesús, aun siendo ju dío y descendiente de David, es un Mesías con fuerza para ahuyentar del mundo entero las tinieblas del pecado, por más lejano que se encuentre el hombre, y en el desierto que sea. Para ello éste debe cumplir un sólo requisito: dejarse guiar por la luz de la fe. La estrella sale para todos
Los escribas y los sumos sacerdotes escudriñaron la Bi blia y encontraron no menos de cuatrocientos sesenta y seis profecías mesiánicas y más de quinientos cincuenta conclusiones sacadas de las Escrituras. Y hasta le indica ron a Herodes el lugar exacto donde podía encontrar al Sal vador, al verdadero Rey de los judíos. Sin embargo, ningu no se puso en movimiento. 49
Los Magos, en cambio, nos dejaron el ejemplo de quien está en actitud de búsqueda ante Dios. En nuestra vida suelen suceder hechos cargados de sentido que reclaman nuestra atención. Ciertamente, si uno no se pone a investigar, a ver qué quiere decirnos Dios, vi ve más tranquilo, no se cuestiona, no se hace problemas. Pero no avanza, se mueve en un horizonte estrecho, mez quino, sin dimensiones, y se priva de lo que le ofrece su ca pacidad para progresar. Los Magos estaban a la espera. Aguardaban. Y cuando apareció algo en su cielo, comprendieron que era el signo. No dudaron. No se dejaron enredar con falsas hipótesis. Iniciaron una larga caminata por el deseo de cumplir la vo luntad de Dios, y siguieron adelante pese a todos los sacri ficios que tal decisión implicaba. En la vida hay que seguir una estrella. Un ideal. Ün pro yecto de vida. Un modelo de santidad. Ésa es la estrella que brilla para nosotros en nuestro cielo azul. Y hay que se guirla a pesar de todos los sacrificios que impone. Jesús nos espera al final. Para reflexionar
1) ¿Es aceptable la interpretación de la estrella de Belén como un fenómeno astronómico? ¿Por qué? 2) Cuando los Magos vieron un signo celeste extraño, consultaron a aquellos que conocían la Palabra de Dios (la corte de Herodes). Nosotros ¿a quién acudimos cuando te nemos situaciones extrañas en nuestra vida, para que nos dé claridad? 3) ¿En este momento tenemos algún ideal o meta en nuestra vida, que seguimos aun cuando parezca llevamos por lugares equivocados? 50
¿POR QUÉ JUDAS TRAICIONÓ A JESÚS? El retrato de un traidor
Existe un hombre del que todos hablan con desprecio, y cuyo nombre se ha convertido en el símbolo de la traición, la desesperación y el pecado: Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles elegidos por Jesús. Su apellido, Iscariote, significa hombre (ish) de Kariot (carióte), un pueblo de Judea, es decir del sur, de donde procedían él y su familia. Era, pues, el único entre los do ce propiamente judío y no galileo. La figura de este personaje trágico en la historia de la humanidad, aparece muy poco en el Nuevo Testamento, y sólo a propósito de su crimen y su desgracia. En cambio, la tradición posterior se ha ensañado con él, y lo ha condena do a ser perpetuamente signo de vergüenza y ludibrio. A lo largo de toda la historia del cristianismo, los hom bres han querido penetrar en la mente de Judas, para des cubrir por qué traicionó a Jesús, pero nunca han hallado una respuesta satisfactoria. El enigma de esta felonía per manecerá para siempre tras la bruma del misterio. Pero sí hay algo que debemos descartar: que Cristo lo eligió para que lo traicionara, que lo seleccionó sabiendo que lo iba a entregar. Suponer esto sería casi una blasfemia, 51
porque admitiría que Jesús colocó a propósito a un hombre en una situación en la que era inevitable que cometiera se mejante delito, lo cual significa desconocer el proyecto de Cristo, que quiere que todos los hombres se salven. Lo eligió para que estuviera con Él
El Evangelio dice claramente para qué eligió Jesús a Ju das. Lo eligió, así como a los demás Apóstoles: “para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Me 3, 14). Y nada lleva a pensar que durante los primeros tiempos, Judas desempeñara su misión de un modo menos digno que los demás compañeros. Al contrario, sus cualidades de afecto y fidelidad a Jesús y de interés por sus colegas eran tales, que lo habían nombrado tesorero del grupo (Jn 12, 6). Esto hubiera sido imposible si Judas no hubiera gozado de muy buena fama y estima entre los Apóstoles y el Maes tro. Pensar que Judas fue un indudable traidor desde el principio es un error disparatado. ¿Qué fue, entonces, lo que llevó a este discípulo a entre gar a Jesús en manos de sus enemigos para que lo mataran? Sólo puede haber tres verdaderas razones para ello. To das las demás que se han sugerido a lo largo de la historia son variantes de estas tres. Trataremos de analizarlas y ver cuál de ellas es la que mejor se adecúa con todos los datos que nos ofrecen los evangelios. 52
Por avaricia
La mayoría de los comentaristas se han inclinado a pen sar que la codicia fue el motivo que llevó a Judas a come ter su traición, puesto que es el que parece más obvio. Pa ra ello se basan en tres argumentos, sacados de los mismos Evangelios. En que lo vendió por dinero (Cf. Mt 26, 15); en que era excesivamente apegado al mismo, como se des prendería del episodio en el que el Apóstol protesta por el derroche que significaba que una mujer ungiera los pies de Jesús con un perfume muy caro, del que podría haberse ob tenido un buen precio (Cf. Jn 12, 4); y en que en el Evan gelio se lo acusa de ladrón (Cf. Jn 12, 6). Pero si analizamos con detenimiento los textos evangé licos, podemos advertir que de ellos no se deduce una con clusión tan evidente. Con respecto a la venta por treinta monedas de plata, Mateo es el único que trae este dato, porque en su perma nente esfuerzo por mostrar el cumplimiento de las antiguas profecías en Jesús, ve cumplida así una profecía de Zaca rías (Cf. 11, 12). En cambio Marcos cuenta que Judas fue a entregarlo gratis, sin pedir nada a cambio, y que fueron los sacerdotes quienes, por la alegría, prometieron darle di nero (Cf. 14, 10-11). De todos modos, aun suponiendo la venta por treinta monedas de plata, éste había sido un precio muy bajo, ya que era el fijado por la ley para pagar la indemnización por 53
la muerte accidental de un esclavo (Cf. Ex 21, 32). Por la vida de un maestro de la Ley, un hombre codicioso podría haber obtenido sin duda mucho más. Judas habría realiza do un trato muy poco ventajoso, que revelaría escasa am bición. En lo relativo a la protesta por el despilfarro del perfu me, Mateo nos cuenta que no sólo fue Judas el que se in dignó por el derroche, sino que todos los discípulos lo re probaron por igual (Cf. Mt 26, 8). ¿Por qué, entonces, só lo Judas sería el ambicioso? Y, por fin, la acusación de ladrón. ¿No será que cuando se escribió el Evangelio de san Juan, unos sesenta años después de la muerte de Jesús, la tradición que ya le era ad versa, habría agregado a Judas, además del pecado de trai ción, el de latrocinio? Muchos teólogos piensan así. Por odio
Algunos exégetas han pensado que Judas era un nacio nalista, fanático y violento, que pertenecía a un grupo de la época llamado los “sicarios” cuyo objetivo era expulsar a los romanos de Palestina por cualquier medio. Judas habría visto en Jesús a un líder influyente y pode roso que con su palabra y sus poderes milagrosos podría encabezar una gran rebelión judía contra los extranjeros que sojuzgaban a su pueblo. Pero a l comprobar que Jesús tomaba otro camino, el d e l a m o r y l a n o violencia, y que 54
incluso hacía favores y milagros a los mismos soldados ro manos, su devoción se convirtió primero en amarga desilu sión, y luego en profundo odio, que lo llevó a buscar la muerte de Aquél de quién había esperado tantas cosas y que había terminado defraudándolo. Quizás Judas acabó odiando a Jesús por no haber sido el Cristo que él, al igual que muchos judíos, quería que fuera. Sin embargo, tampoco este argumento es demasiado convincente. Por ejemplo, cuando durante el juicio de Jesús, los su mos sacerdotes y el Sanedrín buscan afanosamente testigos contra el Señor y no los encuentran (Cf. Mt 26, 59-60), ¿por qué no se presentó él para prestar declaración? ¿Qué testimonio habría sido más efectivo que el de uno de los más cercanos seguidores del Maestro? Y ¿por qué a partir de la traición en el huerto de Getsemaní Judas desaparece de la escena en vez de gozar, como hubiera sido lo lógico, del espectáculo de la pasión? Finalmente, el suicidio, símbolo inequívoco de desespe ración, no se acomoda bien con la hipótesis de su odio con tra Jesús. Judas era, sí, un hombre nacionalista, fanático y violen to, quizás partidario de los sicarios, pero no lo entregó a Je sús por odio.
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Por amor
Hay una tercera causa por la que Judas pudo haber trai cionado a Jesús y es, quizás, la más probable de todas. Tal vez Judas jamás deseó la muerte del Señor, porque lo amaba. Es indudable que había entre ambos una especial y personalísima relación que no sólo se pone de manifiesto en el hecho de que Judas había sido nombrado administrador y ecónomo del grupo, sino en algunos detalles de la última Cena. Al leer el Evangelio parece claro que Jesús, ubicado en el centro de la mesa, tenía probablemente sentado a su la do, en el lugar de honor a Judas, con el cual pudo hablar en privado, sin ser oídos por los demás. Sólo así se explica que cuando Judas le preguntó si él era el que lo iba a trai cionar, Jesús pudiera responderle afirmativamente: “Sí, tú lo dices” (Mt 26, 25) sin despertar la reacción de los otros Once contra él. Pero hay una prueba más de un especial afecto entre Jesús y Judas. En la cultura oriental es una muestra de particular estima ofrecer un bocado a un invita do. Si vamos a dar crédito a lo que cuenta el Evangelio, Je sús lo hizo cuando mojó el pan ácimo en la comida y se lo dio a Judas (Cf. Jn 13,26). Se desdubre, incluso, una insó lita intimidad entre ambos, en el hccho de que Jesús puede transmitir a Judas mensajes que 8Ólo él, y nudie más, com prende, sin llamar la atención do Ion o í i o n , como cuando le 56
dice: “Lo que has de hacer, hazlo pronto” (Jn 13, 27). Judas no quería la muerte del Señor. Lo amaba. Pero lo amaba de un modo equivocado. El hombre que quiso cambiar a Dios
Judas era un hombre nacionalista y violento, con sueños de poder y de grandeza. Y no albergaba la menor duda de que Jesús podía hacer realidad ese sueño. Veía ciertamen te en Él a un líder divino, con la misión de instaurar un rei no nuevo, magnífico, poderoso. Por eso durante los prime ros tiempos se comportó como un apóstol fiel y correcto, feliz de ver a las multitudes que se aglomeraban alrededor del Maestro, y que lo seguían extasiadas para escuchar su Palabra. Sin embargo al promediar su vida pública, cuando cam bió el tenor de su prédica y comenzó a hablar de la necesi dad de su pasión, de su muerte dolorosa, de sus sufrimien tos, la fe de Judas sufrió una dura crisis y su ánimo empe zó a decaer terriblemente desengañado. El primer signo de la tempestad interior aparece cuando Jesús, en su discurso de la sinagoga de Cafamaúm, recha za el homenaje de la gente que quiere hacerlo rey. Judas entonces, se dio cuenta de que el triunfo tan ardientemen te deseado, el ideal que anhelaba, no llegaría. Se le hace di fícil entrar por los nuevos caminos que sugiere el Maestro, se resiste a seguirlo por esa ruta umbrosa, se siente perso 57
nalmente desilusionado, y entra en una congoja que es fru to amargo de una precedente crisis de ilusiones terrenas, pero sinceramente encariñadas a Jesús. Lo ama y no quie re que sufra. Y pretende imponerle sus criterios demasiado humanos, contra el camino de siervo sufriente que se pre sentaba delante de su Maestro. Es entonces cuando resuelve entregarlo. Al ver que no se decidía a establecer el reino del que tanto hablaba, que se movía con demasiada lentitud, quiso obligarlo a actuar. De ninguna manera quería Judas que su Maestro fuera crucificado. Sólo pensaba crear una situa ción en la que Jesús se viera forzado a desatar su poder. Pensó que al verse acorralado por los soldados romanos, encerrado entre la espada y la pared, haría un magnífico milagro, acabaría con la ocupación extranjera e instauraría por fin el reino del que muchas veces había oído predicar. Judas soñaba. Pero se equivocaba. Con un beso de amor
Mucho se ha hablado del beso de la traición. Pero el tex to original griego del Evangelio parece decir otra cosa. En efecto, cuando se cuenta que Judas había dado como señal a los soldados que iba a besar al Maestro, se usa el verbo filein, que es la palabra corriente para decir besar (Cf. Mt 26,48). Pero al acercarse Judas a Jesús y besarlo, el Evan gelio emplea el verbo katafilein, que significa besar afee58
tuosamente, en forma apasionda y repetida,
y que se utili za propiamente para indicar el beso característico del amante. ¿Por qué habría de obrar así Judas? Más aún, ¿por qué sería necesario identificar a Jesús? Es imposible que la gente y los soldados que fueron a arrestarlo no conocieran al hombre que enseñaba todos los días en los claustros del templo. No. Jesús no necesitaba ninguna identificación. Es probable que cuando Judas se adelantó para besarlo, lo hiciera como un discípulo besaba a su Maestro, con afecto, y que haya sido sincero al hacerlo. Y luego, dando un paso atrás con expresión de orgullo, esperara que Jesús fulminase a la soldadesca con un portento y estableciera su triunfo definitivo. Un final como Dios manda
Es en ese momento en el que comienza la tragedia de Judas. Porque comprobó que su Maestro no se defendía, no ejercía violencia, no actuaba del modo esperado. Y com prendió, aunque tarde, que se había equivocado. Que Jesús nunca había pensado en aniquilar violentamente a sus ene migos. Y desesperado, fue a los sacerdotes y les devolvió el dinero diciendo: “He pecado entregando una sangre inocente” (Mt 27, 4). 59
Según el Evangelio, el cambio de actitud espiritual de Judas lo provocó directamente la condena a muerte de Je sús. Por lo tanto, él no la esperaba, a pesar de conocer el odio y las malas intenciones del Sanedrín, sino que conje turaba que a última hora y de un modo milagroso se libra ría de sus enemigos. Luego, Judas no quería la muerte de Jesús. Llegamos así al borde del abismo inmensamente oscu ro, que es el alma de un hombre acorralado y quebrado en sus más caras ilusiones, antagónicas a los ideales de Dios. La tragedia de Judas fue que se negó a aceptar a Jesús tal como era, y trató de convertirlo en lo que quería que fuese. El drama de Judas fue el del hombre que pensó que sabía más que Dios. ¿Se condenó Judas?
Una de las cosas más hermosas que se hayan dicho de este Apóstol, la escribió Orígenes, el cual sugirió que cuando Judas se dio cuenta de lo que había hecho se apre suró a suicidarse, esperando encontrarse con Jesús en el mundo de los muertos, y allí, con el alma al descubierto, implorarle el perdón. La Iglesia jamás enseñó la condonación de Judas. Ni lo podría hacer, ya que su misión consisto on salvar y en de clarar quiénes son los ya salvados, o h decir, los santos, pe ro nunca los condenado». Ni siquiera Ion palabras de Jesús 60
sobre Judas “Más le valiera no haber nacido” (Me 14, 21) implican una condenación eterna. Y ésta resulta menos probable aún si tenemos en cuenta que el arrepentimiento del mal hecho a otra persona supone amor. Judas amaba a Jesús, y al verlo enfrentado a aquella muerte ignominiosa, volvió a sentir más fuerte aquel amor. La vida de todo hombre tiene sus luces y sus sombras, y es privativo de Dios el saber cuáles han gravitado más. Cuentan de santa Teresa de Jesús que un día se le apa reció el Señor, a quien solía tratar con amorosa confianza. Santa Teresa, mujer al fin, tenía curiosidad por saber si Sa lomón estaba en el Cielo o en el Infierno, y le preguntó así: —Señor, ¿Salomón se salvó? El Señor le contestó de esta manera enigmática: —¡Idolatró! La santa, espantada, volvió a preguntarle: —Entonces ¿se condenó? Y el Señor le respondió: —¡Edificó el Templo! Con lo cual Teresa aprendió la lección de que hay asun tos que están reservados a los arcanos designios de Dios. ¿Queremos saber los caminos de Judas después de su muerte? Por tales caminos sólo Dios puede seguirlo. 61
Para reflexionar
1) ¿Cuáles son las hipótesis posibles de la traición de Judas y qué desventajas presentan? 2) Algunos creen que Dios desde toda la eternidad tenía destinado a Judas para que traicionara a Jesús. En realidad ¿qué proyecto de vida tenía Jesús para Judas? 3) ¿Cuáles son los valores que la sociedad pretende im poner, y que implican de algún modo querer cambiar los planes de Dios para el hombre?
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¿POR QUÉ EL JUEVES SANTO SE VISITAN SIETE IGLESIAS? El día del sagrario humilde La noche del Jueves Santo, después de la ceremonia del lavatorio de los pies y de la conmemoración de la última Cena, al terminar la misa suele realizarse en todas las igle sias un rito que es único en el año: procesionalmente se lle van las hostias a una capilla reservada, llamada “Monu mento”, y allí es adorado el Santísimo Sacramento por los fieles hasta la media noche, y a veces hasta la madrugada del día siguiente. Esto no tendría nada de extraño, si no fuera por ciertas particularidades de esta adoración. En primer lugar el sagrario, que normalmente suele ser espléndido, regiamente arreglado y cuidado, ahora está or namentado modestamente, con escasos adornos y en un si tio más humilde. En segundo lugar, la gente debe hacer la adoración a la distancia, sin poder acercarse al sagrario co mo normalmente sucede. Finalmente* el pueblo cristiano suele visitar aquella noche siete iglesias o capillas, y vene rar allí desde lejos el monumento preparado donde están reservadas las hostias.
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Las huellas en la noche ¿Por qué tienen estas características extrañas la adora ción y las visitas del Jueves Santo? ¿Por qué deben ser sie te las iglesias visitadas? Todo ello tiene su origen en la última noche que Jesús pasó en este mundo, y que una antigua tradición ha píasmado en estos ritos. En efecto, los Evangelios relatan cuidadosamente los tormentos de la penosa noche del jueves, en la que Jesús fue apresado, maniatado, golpeado, flagelado, coronado de es pinas, ridiculizado con falsas adoraciones y reverencias, y todo esto en la más absoluta soledad, ya que sus amigos es caparon temerosos en la oscuridad del monte de los Olivos. Los primeros cristianos, desde muy antiguo, quisieron imitar los pasos de Jesús en aquella última noche, y, si guiendo el relato de la pasión que los Evangelios nos ofre cen, descubrieron que el Señor había sido llevado a siete tribunales y comparecido en siete sesiones, entre la media noche del Jueves santo y la mañana del Viernes, durante las cuales fue escarnecido y maltratado.
El Evangelio concordado Sin embargo, cuando tomamos cualquiera de los cuatro Evangelios, comprobamos que ninguno de ellos enumera 64
siete tribunales en la pasión de Cristo. Por el contrario, 8U8 relatos no coinciden. Por ejemplo, Lucas es el único que dice que Jesús fue juzgado por Herodes Antipas. Por Juan nos enteramos de que lo llevaron también a la casa de Anas, y del interrogatorio del Sumo Sacerdote Caifas. Só lo Mateo y Marcos nos avisan de un juicio nocturno del Sa nedrín, el máximo organismo judicial que tenía el pueblo judío. Pero en la antigüedad solía hacerse una lectura concor dada de los Evangelios. Es decir, no se tomaba a cada uno por separado, como hacemos actualmente para ver cuál es la perspectiva teológica del evangelista, sino que se mez claban los cuatro, se los concordaba, y se trataba de obte ner de entre todos un solo relato unitario y supuestamente más completo. De esta manera, juntando las cuatro pasiones, se obtenía que Jesús había comparecido, efectivamente, ante siete instancias judiciales, algunas privadas, otras públicas, an tes de su doloroso final.
Las sesiones nocturnas El primer lugar a donde llevaron a Jesús luego de apre sarlo en el monte de los Olivos fue la casa de Anás (Cf. Jn 18, 13), el anterior Sumo Sacerdote. No se nos dice qué trato le dieron allí. Sólo sabemos que más tarde lo trasla daron a la casa del Sumo Sacerdote en funciones ese año, 65
llamado Caifás (Cf. Jn 18,24), y yerno de Anás, y que pro bablemente vivía en las inmediaciones, en donde fue inte rrogado y abofeteado. Todo el interrogatorio narrado por. Juan en 18, 19-24 hay que ubicarlo en casa de Caifás, no en la de Anás, co mo parece desprenderse del contexto, porque el mismo evangelista dice que lo efectuó el Sumo Sacerdote, y por lo tanto Caifás. Marcos y Mateo nos anotician de una tercera sesión a la que lo expusieron esa misma noche: la del Sanedrín, la su prema corte de los judíos (Cf. Mt 26, 57-66). Hicieron comparecer a Jesús en una reunión nocturna, convocada a las apuradas. El tribunal estaba presidido por el Sumo Sa cerdote, y lo integraban setenta y un miembros, entre los que se hallaban saduceos, fariseos y escribas, todos hom bres expertos en cuestiones de leyes. Éstos escucharon a los falsos testigos que improvisadamente habían logrado reu nir los sacerdotes a última hora. Pero desgraciadamente pa ra ellos, estos testimonios no coincidían y, por lo tanto, no lograban ponerse de acuerdo acerca de qué lo acusaban.
La última mañana En cuanto se hizo de día, según relata únicamente Lu cas, volvió a reunirse el Sanedrín para un último interroga torio (Cf. Le 22, 26), el cuarto al que sometieron a Jesús. Durante el mismo, Jesús se declaró Hijo de Dios. Esto fue 66
suficiente para que el Sanedrín tuviera las pruebas defini tivas para poder condenarlo a muerte. Pero en aquel tiempo Palestina estaba sometida al Im perio romano. Y Roma, si bien había permitido a los judíos que continuaran rigiéndose por sus propias leyes y tribuna les, había quitado al Sanedrín la facultad de infligir la pe na de muerte. Cualquier otra condena hubiera podido de cretar, pero la pena capital estaba reservada sólo para los tribunales romanos. Es así como los jefes de los judíos, no queriendo con tentarse con ningún castigo para Jesús inferior al de la muerte, prepararon la acusación formal para que el reo pudiera ser juzgado por el gobernador romano. Este no vivía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima, ciudad situada a unos ciento veinte kilómetros al noroeste de Jerusalén. Pe ro casualmente aquel día se hallaba en la ciudad para vigi lar los festejos de la Pascua.
Querer y no poder Poncio Pilato, con el título de Prefecto, gobernaba aquel entonces la Judea en nombre de Roma, y ante él llevaron a Jesús (Cf. Le 23, 1). Los cuatro evangelistas se preocupa ron por relatar este episodio. Fue la quinta indagatoria a la que expusieron al Señor, y en primera instancia Pilato lo declaró inocente (Cf. Jn 18, 38). Los sacerdotes y alguna gente del pueblo soliviantada 67
por éstos insistían en que fuera condenado. Entonces, no queriendo comprometerse en el proceso, y habiendo oído que Jesús era oriundo de Nazaret, es decir de jurisdicción galilea, se le ocurrió una salida. Lo derivó para que lo juz gara el gobernante de Galilea, Herodes Antipas, el cual también se encontraba casualmente ese día de paso en Jerusalén, ya que había ido a presenciar la fiesta pascual de los judíos. Lo que ocurrió en este encuentro sólo Lucas lo relata (Cf. 23, 6-12). Por sexta vez Jesús fue interrogado, (Cf. Le 23,9) pero en esta oportunidad ya no contestó. Guardó ab soluto silencio, a tal punto que el mismo Herodes se extra ñó y lo creyó loco. Por eso, luego de disfrazarlo como a un demente, lo remitió nuevamente a Pilato.
El triple inocente La séptima y última vez que Jesús comparece ante un tribunal es la segunda instancia ante Pilato. Los cuatro Evangelios vuelven a unirse para describirla. El Prefecto romano, sabiendo que lo acusaban por envi dia, intentó por todos los medios librarlo de la muerte. Lo mandó azotar para que inspirara lástima, les propuso indul tarlo por ser fiesta de Pascua, volvió a interrogarlo en pri vado, pero no hubo caso. Entonces, por segunda vez, lo de claró inocente en medio del griterío general (Cf. Jn 19,4). Pero, ante el temor de perder su caigo, luego de declarar 68
por tecera vez la inocencia de Jesús, terminó cediendo a las presiones de los sacerdotes y magistrados judíos. Y laván dose las manos en señal de desentendimiento, lo entregó para que lo cricificaran.
Seguir al maestro En memoria de aquellos siete interrogatorios y presen taciones de Jesús ante las autoridades de su época, los cris tianos, según una vieja tradición, han querido recordar la soledad del Maestro, precisamente la noche del jueves, en que fue sometido a todos estos ultrajes. Y para acompañar lo y seguirlo en este trance, que lo terminó llevando a la muerte, peregrinan visitando siete iglesias para evocar los siete tribunales por los cuales pasó el Señor. El Evangelio cuenta también que uno de los Apóstoles de Jesús, Pedro, lo seguía de lejos (Cf. Le 22, 54) por te mor a ser reconocido como partidario suyo y ser apresado. Por ello la adoración en las iglesias se hace desde lejos, sin que se nos permita acercamos al sagrario, para poder sen tir el sufrimiento de la distancia, que tan a menudo pone mos nosotros cuando tenemos miedo a comprometemos con sus enseñanzas. De ahí la humildad con que esa noche es presentado el sagrario, ya que aquellos tribunales ante los cuales aperso naron a Jesús no fueron lugares de honra, sino de humilla ción y vergüenza. 69
Ojalá que todos los cristianos, que esa noche siguen de lejos al Señor durante su pasión, puedan seguirlo de cerca en su doctrina a lo largo de todo el año.
Par Paraa reflex reflexion ionar ar 1) ¿He visitado alguna vez las iglesias la noche del Jue ves Santo? ¿Con qué sentido lo he hecho? 2) ¿Qué lección puedo sacar, de estas visitas, para el resto del año? 3) ¿Cómo debe seguir al Señor alguien que pretenda ser discípulo auténtico de Él?
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¿JESUCRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS? Un dogma dominical Los que asisten los los domingos a misa, luego de escuchar la prédica del sacerdote, participan del rezo del credo, es decir, recitan en voz alta la lista de los artículos de fe que un católico debe creer cre er para estar est ar unido a las enseñanzas de la Iglesia. Pero habitualmente lo hacen de un modo mecánico y ru ru tinario, tinario, de modo tal que no prestan mayor atención a lo que están diciendo. diciendo. Y es así como como en el elenco elenco de estos dogmas dogmas de fe en los que dicen creer, se les desliza uno tan extraño como inquietante. Es el que afirma: Creo que Jesucristo ju j u e crucificado, muerto y sepultado. Desce De scend ndió ió a los In fiernos. fiern os. Si alguien nos preguntara repentinamente si creemos que Jesús ha estado en el Infierno, con toda seguridad con testaríamos rotundamente que no. Y sin embargo, al llegar el domingo, domingo, una u na y otra vez lo pregonamos sin titubeo y con total naturalidad. ¿Qué es lo que con ello queremos afir mar?
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El El lugar lugar de la des deses espe pera ranz nzaa Cuenta el Dante en La Divina Comedia, que al llegar lleg ar un día durante una visión a la puerta de entrada del Infierno, vio un gran cartel con una inscripción pavorosa que anun ciaba a cuantos allí ingresaban: Los que qu e entren entren aquí, aquí, aban aba n donen donen afuera toda esperanza. esperanza. Es que realmente, y tal como lo enseña la Iglesia, el In fierno es un estado definitivo, y una vez que alguien entra allí, no puede abandonarlo nunca jamás, Jesucristo, al su bir a los Cielos, ¿violó ¿violó esta ley eterna? Y, si el Infierno es el destino de los condenados, es de cir, de aquellos que durante su existencia rechazaron a Dios con una vida de pecado, ¿cómo es que estuvo Jesús si, como afirma la Epístola a los Hebreos 4,15, nunca co metió un pecado? Además, la teología enseña que el Infierno es la ausen cia total de Dios. Jesucristo, Jesucristo, que era el mismo Dios, no pu do entonces haber ido allí, porque al llegar, el Infierno se habría convertido en el Cielo. Entonces, ¿Jesucristo descendió o no a los Infiernos? Debemos responder inevitablemente que sí, ya que se tra ta de un dogma de fe propuesto por la Iglesia. Vemos, pues, que más importante que conocer de me moria las verdades de nuestra fe, es entender su significa do profundo. 72
Los recuerdos del Sábado Santo Cualquier cristiano sabe qué acontecimiento celebra mos el Viernes Santo y Domingo de Pascua. Muy pocos, sin embargo, podrían explicar qué suceso conmemora la Iglesia el Sábado Santo. Sabrán que litúrgicamente es un día vacío en el que no se puede celebrar misa, ni bautismos, ni casamientos. A lo sumo dirán que es un día de luto por la muerte y sepultura de Cristo. Pero nada más. Y sin embargo, la Iglesia coloca en este día el dogma de la bajada de Cristo a los Infiernos. Se trata de una verdad olvidada, que no despierta inte rés en la predicación ni en la catcquesis, a tal punto que muchos cristianos incluso la desconocen y hasta la encuen tran extraña. Pero constituye un pilar fundamental de nues tra fe. Con ella la Iglesia quiere expresar dos realidades que resultan cardinales para la comprensión de toda la doc trina cristiana.
Cuando la Tierra era plana Comencemos diciendo que los Infiernos, no son el In fierno. El Infierno es, según la teología cristiana, el estado en el que se encuentran los condenados eternamente. En cam 73
bio, los Infiernos es el lugar a donde el pueblo de Israel imaginaba en la antigüedad que iban todos los que morían. En efecto, los judíos en el Antiguo Testamento tenían una imagen del cosmos muy distinta de la nuestra. Lo re presentaban como un disco enorme y plano, circular, ro deado por las inmensas aguas del océano. Estaba asentado sobre cuatro columnas que se hundían en el abismo. Por encima del espacio se hallaba el firmamento. Era una cúpula sólida, sobre la cual se suponía que había agua, y que servía para separarlas de las aguas de abajo. De esta cúpula pendían el Sol, la Luna y las estrellas. Para que llo viera, se abrían las compuertas de arriba, y entonces las aguas caían sobre la Tierra. El tercer estrato de este cosmos era el lugar llamado en hebreo sheol, la morada de los muertos, el mundo subterrá neo, colocado debajo de la tierra. Allí descendían todos los difuntos sin excepción. Cuando la palabra sheol tuvo que ser traducida al grie go, se usó el vocablo hades. Y más tarde, al pasar al latín, se tradujo por infemus , que significa precisamente eso: lu gar inferior, subterráneo . Estas tres palabras, pues, indican la misma realidad.
El sheol, morada de los muertos Los hebreos no habían desarrollado casi nada de la doc 74
trina del más allá. Por eso es muy poco lo que dice la Bi blia sobre el sheol o los infiernos. Estaba supuestamente localizado bajo tierra, por lo que se hablaba de “bajar” al sheol, y envuelto en tinieblas, ya que la luz era sólo patrimonio de los vivos. Allí no se oía ningún sonido, ni las voces de nadie, sino que se vivía en el más absoluto de los silencios. Quien bajaba al sheol ya no podía regresar nunca más. Allí, a esa región sombría y caliginosa, iban todos los hom bres que habían traspasado las fronteras de la vida. Buenos y malos indistintamente, tenían como ineludible cita final la tenebrosa morada de los muertos. A los habitantes del sheol la Biblia les da el enigmático nombre derefaím (los impotentes), puesto que allí subsis tían como en estado fláócido, debilitados, con una existen cia vaporosa y somnolienta. No hacían nada, ni pensaban en nada, ni gozaban de nada, ni sabían lo que pasaba en la Tierra, no podían alabar a Dios, ni tener ningún contacto con Él. Eran sombras vivientes.
Cierto, pero difícil de creer Ahora bien, que Jesús, siendo Dios, y gozando del po der y la condición divina, haya perecido como un simple mortal, y haya probado el sheol, no fue algo fácil de admi tir por los creyentes de las distintas épocas. 75
Ya entre los primeros cristianos había quienes negaban que Jesús haya tenido un cuerpo real, auténtico, mortal co mo el nuestro, y se contentaban con sostener que su cuer po era aparente, como un vestido exterior, un ropaje que cubría a la persona divina. Los que defendían esta doctrina herética fueron llama dos docetistas (del verbo latino doceo , parecer, aparentar). Con un cuerpo aparente, era lógico que Jesús no muriera relamente, no al menos como cualquier ser humano. De esta manera, creían exaltar aún más la figura de Je sús, como sucede actualmente entre los musulmanes, que lo consideran un profeta tan grande (aunque no Dios), que no debió morir realmente. Según el Corán, el Viernes San to, en medio de la confusión, los soldados romanos cruci ficaron por error a Simón Cireneo, mientras Cristo escapa ba. Se comprende, pues, cómo fue difícil en la Iglesia la aceptación de la idea del Cristo humanamente muerto.
Un muerto bien muerto El peligro era grande, porque si Jesucristo no había muerto realmente, tampoco había resucitado. Y entonces no se habría operado nuestra salvación, y estaríamos igual que antes de su venida. Se vio, así, la necesidad de plasmar esta creencia en un 76
dogma, que quedó definido así: Creo que Jesucristo fue muerto y sepultado. Y para que no hubiese duda alguna de que su muerte era real, se añadió: descendió a los Infiernos. La frase descendió a los Infiernos, como se comprende, está compuesta de conceptos que ya no son los nuestros. Ahora que sabemos que la Tierra no es plana, sino redon da, no creemos que los muertos bajen a ningún lugar infe rior. Sin embargo, la verdad de fe sigue en pie. Con ésta se quiere decir que Jesús murió efectivamente, que pasó por la humillación de estar muerto, separado de esta vida, ex cluido del resto del mundo que sigue viviendo. Si la resurrección hubiera sucedido inmediatamente después del último suspiro de Cristo, se habría podido du dar de la realidad de su muerte. Pero no fue así, Cristo per maneció en el estado de muerte; su “bajada” al sheol cons tituye el límite extremo de su anonadamiento. Con ella ha tocado fondo. Esto era lo que querían expresar los primeros cristianos cuando afirmaban que Cristo había descendido hasta los abismos tenebrosos de la Tierra: que había muerto real mente.
El ruido de rotas cadenas Pero había un segundo aspecto que se quería subrayar con esta frase: la salvación de todos los hombres justos del Antiguo Testamento. 77
En efecto, en los Inflemos o sheol estaban todos los buenos, los justos, los santos, que habían muerto antes de Cristo. Y ninguno podía ingresar en el Cielo, en la salva ción, antes de Cristo, porque como dice san Pablo, Él es el primero en resucitar de entre los muertos, el primero de en tre los hermanos, el primero en todo (Cf. Col 1, 18). Esta ban todos aguardando en los Inflemos que se produjera la redención de Cristo. Cuando éste murió, bajó, pues a buscarlos para darles la buena noticia y llevarlos con Él al Paraíso. Cristo inaugu ró el Cielo, y detrás de Él entraron todos los que antes de su venida habían sido dignos de la salvación. Las cadenas, que según san Pedro en su discurso de Pentecostés retuvieron a Cristo y a todos los difuntos en el sheol (Cf. Hch 2, 24 ), fueron rotas para siempre.
La Biblia lo dice El mismo san Pedro, en su primera carta, escribe sobre este tema, aunque de un modo velado y confuso, cuando relata: Cristo, como hombre, murió. Pero resucitó en el Es píritu. Y fue a predicar a los espíritus encarcelados (Cf. 3, 18-19). Y más adelante agrega: Por eso hasta a los muer tos se ha anunciado la Buena Noticia, para que, aunque juzgados en la carne según los hombres, vivan en el Espí ritu según Dios (Cf. 4, 6). San Mateo alude también a esta liberación, entre la 78
muerte y la resurrección de Cristo, cuando cuenta que, al expirar Jesús, se abrieron los sepulcros , y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de Él, entraron en la Ciudad Santa (escatológica, es decir, el Cielo) (Mt 27, 52-53). De igual manera Juan, en el Apocalipsis, presenta a Je sucristo como el viviente: estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades (1, 18).
En la morada de los muertos, la vida La “bajada” de Cristo a los Infiernos tiene, pues, un mensaje inmenso. Todos aquellos que habían vivido antes de Cristo, a quienes el Evangelio nunca había llegado, que jamás habían oído hablar de un Redentor, también pudie ron salvarse. Todas las épocas de la historia han sido santificadas, co menzando desde Adán. Por eso hoy, que sabemos mejor que antes lo antigua que es nuestra humanidad, esta doctri na tiene dimensiones mayores. Y para los que venimos después, el dogma afirma que Cristo pasó por la puerta de aquella que más nos aterrori za: la muerte, que antes era los Infiernos, y los ha destrui do. Todo el miedo del mundo estaba puesto en ellos. Pero ahora el sheol ha quedado superado. La muerte y a no es lo mismo que antes porque la vida está en medio de ella. 79
Las puertas de la muerte quedaron definitivamente abiertas, tanto para los que vienen después, como para los que murieron antes.
La leyenda de Adán En Jerusalén, a la entrada de la Iglesia del Santo Sepul cro, hay una gruta llamda la gruta de Adán. Los mismos cristianos, a los que les gustaba conmemorar las verdades de la fe de un modo plástico y popular, crearon una leyen da en tomo a ella. Decían que allí habían vivido Adán y Eva, y en ella ha bían sido enterrados. Ahora bien, esta gruta se encuentra exactamente debajo de la roca del Calvario, donde plantaron el madero en el que fue clavado Jesús. Según esta leyenda, cuando Cristo murió en la cruz, su sangre, deslizándose por las hendidu ras de la roca partida por el temblor, cayó sobre los restos de Adán, allí sepultado, y bañó sus huesos. Con este relato enseñaban cómo Adán, que representa al primer hombre que pecó, quienquiera que haya sido, tam bién tenía salvación. Con él comenzaba la redención. Por eso en muchos crucifijos antiguos se ve una calave ra a los pies de Cristo: la calavera de Adán, que recibe las primeras gotas de redención.
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Dogma avejentado, pero rico La bajada a los Infiernos es una doctrina que tiene una importancia fundamental para la comprensión de la fe cris tiana. Tal como la enunciamos hoy, está expresada en catego rías obsoletas y ya superadas. No obstante, conserva fres ca la preciosa verdad de que Cristo, muriendo realmente, destruyó la muerte antigua. Y desde entonces no hay per sona, no importa la época en que haya vivido, que quede fuera de la salvación de Cristo. Ante Cristo nadie tiene privilegios cronológicos. Ni los que nacieron antes, ni los que llegaron después, ni los que vivieron con Él. Todas las etapas de la historia, desde que apareció el chispazo de humanidad en el hombre primitivo hace dos millones de años, hasta la última que atravesará nuestro universo, han quedado santificadas. Cuando Clodoveo, rey bárbaro de los francos, se con virtió al cristianismo en el año 496, solía recibir del obispo san Remigio las enseñanzas catequísticas. Un día, mientras oía el relato del prendimiento y la pasión de Jesús, excla mó con el ímpetu propio de un neoconverso: Ah, Señor, si yo hubiera estado allí con mis francos, lo habría impedi do. Pero la pretensión de Clodoveo es vana. No hace falta haber nacido en su época. Siempre estaremos a tiempo de prestarle ayuda, de escucharlo, o de comprometernos con 81
HUcutusa, así como lo estuvieron quienes pisaron este mun do antes que ÉL Podemos nacer en cualquier siglo. La bajada de Cristo a los Infiernos santificó a todos los hombres de todos los tiempos.
Para reflexionar 1) ¿Qué pensabas, antes de leer este artículo, cuando re citabas, los domingos en misa, el credo? 2) ¿Cuál era la creencia popular sobre la otra vida en el Antiguo Testamento? 3) ¿Cuál es la creencia popular de los cristianos sobre el más allá y la otra vida? 4) ¿Qué esperanzas puede aportamos a nosotros el dog ma del descenso de Cristo a los Infiernos?
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¿QUIÉN ES LA BESTIA DEL APOCALIPSIS? La galería de personajes El libro más difícil de todo el Nuevo Testamento es, sin duda, el Apocalipsis, escrito por san Juan. La dificultad de riva de una de las características del género literario apo calíptico, que es la de ser altamente simbólico. La multiplicidad de imágenes empleadas, su originali dad muchas veces desconcertante, el despliegue siempre imprevisible de la fantasía del autor, visiones y escenas inauditas, hacen que el lector se pierda en este laberinto de símbolos. Muchos son los personajes que desfilan a lo largo de es ta obra. El cordero degollado, los seres llenos de ojos, las langostas gigantes, el ángel del librito, la mujer vestida de sol, el águila voladora, el dragón rojo, la gran ramera, el caballo blanco, el medidor. Sin embargo, de toda esta galería de personajes, ningu no es tan conocido y nombrado como la célebre Bestia.
¿Es posible saber algo? Si bien es cierto que el mundo del Apocalipsis es muy diferente del nuestro, tanto que resulta embarazoso para 83
nosotros los occidentales, prisioneros de la lógica, tampo co hay motivo para exagerar la dificultad. Eso quiere decir que no existe razón alguna para dejar nos llevar por las interpretaciones más fantásticas, como si símbolos fueran capaces de significar cualquier cosa. Los símbolos tienen con frecuencia un sentido establecido, y muchas veces el contexto del libro y las indicaciones del autor son el mejor medio para descubrir su significado. Con la Bestia del Apocalipsis ha ocurrido lo mismo que con el Anticristo: ha sido identificada con tantas personas, movimientos e ideologías, desde el emperador Nerón has ta Hitler, pasando por cuantos cismáticos y herejes han existido, así como por los papas de la Iglesia, que es impo sible aquí presentar un elenco siquiera aproximado de to dos ellos. Además, todas estas atribuciones resultan tan gratuitas como fantasiosas. Lo correcto sería preguntarle a Juan, el autor del libro, a quién se refería él cuando hablaba de la Bestia. ¿Es posible encontrar en el Apocalipsis alguna señal in dicadora para no equivocamos y poder precisar con certe za la identidad de la Bestia? Parece que sí.
Adelantando elfinal En diversos momentos del libro del Apocalipsis apare ce la Bestia, así como la descripción de su actividad en 84
contra de los cristianos y de la Iglesia de Jesús. Pero son dos lugares claves para poder descifrar el misterio que en cierra su figura: los capítulos 13 y 17. En los dos, el autor aporta los datos suficientes para que el lector que no cono ce el sentido de este símbolo, pueda describirlo. Es más, en el capítulo 17, Juan expresamente dice que va a explicar el misterio escondido en la Bestia (v. 7), por que como se trata de uno de los personajes centrales del li bro, no quería que la gente fuera a sacar conclusiones erró neas sobre él. Y a continuación le dedica todo el capítulo para exponer el significado de la visión y de cada uno de sus detalles. Por eso, si queremos saber a quién se refiere Juan cuan do habla de la Bestia, y descifrar el enigma que oculta es ta imagen, debemos recurrir a todas las pistas que el autor fue sembrando en estos dos capítulos. Por desatender estas indicaciones muchos lectores des prevenidos se han perdido en la bruma de este arcano. Adelantemos el final: la Bestia es, en el Apocalipsis, na da más, pero tampoco nada menos, que el Imperio romano.
¿Por qué la Bestia vivía en el mar? La primera indicación que se nos da de la Bestia en el Apocalipsis es que salió del mar (Cf. 13, 1). ¿Qué papel desempeñaba el símbolo del mar en la época del autor? 85
Quizás porque Israel fue siempre un pueblo de tierra fir me, lejos de la costa mediterránea durante casi toda su his toria a causa de los filisteos que la habían conquistado, al bergó siempre terror al mar. No conocía sus secretos, no llegó jamás a dominarlo, y por eso nunca fue un pueblo marinero. La naturaleza incontrolable y caótica del mar hizo que poco a poco se convirtiera en la encamación de las esferas infernales, hostiles a Dios. Por eso siempre en la Bilbia los enemigos de Dios salen del mar. En este caso, que la Bes tia tenga su morada en el mar significa que pertenece al mundo de lo diabólico, de lo opuesto a Dios. Pero más concretamente, el mar aquí representa al mar por excelencia para los judíos, es decir, el Mediterráneo, al otro lado del cual se encontraba la sede del Imperio romano. Por lo tanto, el enemigo que viene del mar a hacer la guerra a los fieles no puede ser otro que Roma que, preci samente en la época en que se escribe el Apocalipsis, alre dedor del año 90, bajo el reinado del emperador Domiciano, acababa de desatar una presecución sangrienta contra los cristianos.
Unos títulos que ofenden Juan sigue refiriendo su visión, y dice que la Bestia te nía en sus cabezas títulos blasfemos, es decir, injuriosos contra Dios. 86
Este simbolismo concuerda perfectamente con la cos tumbre que poco a poco fueron tomando, primero Nerón y luego los emperadores siguientes, y que fue la de atribuir se títulos propios de Dios, como los de divino, hijo de Dios, adorable, salvador, señor. Algunos emperadores lle garon, incluso, a hacerse adorar como tales. Semejantes pretensiones eran inadmisibles para los cristianos, que no tenían más Señor que a Jesús, y herían vivamente su sensi bilidad. La leyenda de Nerón redivivo
Entre las peculiaridades de la Bestia, Juan nos cuenta que una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero que su llaga mortal se le curó (Cf. 13, 3). Más adelante nos revela el secreto de que cada una de las siete cabezas de la Bestia eran emperadores (Cf. 17, 9); entonces debemos entender que se trata de un soberano al que se creía muerto, pero que revivió. Esto se refiere a un hecho que relatan los historiadores de la época: cuando Nerón se suicidó, muchos no quisieron creer que el emperador había muerto, y se difundió el ru mor de que se había ido a un país extranjero para preparar un ejército y volver a conquistar el reino. Así se creó la le yenda del retorno de Nerón después de su muerte. Esta leyenda popular romana pasó también a los judíos y a los cristianos, y en muchos de sus escritos aparece la fi gura de Nerón redivivo amplificada con rasgos diabólicos.
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¿Qué indica el número 666?
Quien haya visto La profecía , recordará que al final de la película logran identificar al Anticristo porque había na cido el 6 del 6 (junio) a las 6 de la mañana, es decir me diante la clave 666. No faltan tampoco novelas y series de televisión que hablan del 666 como si fuera un número misterioso, el que en los últimos tiempos va a identificar a un personaje diabólico que tratará de oponerse a Dios y ha rá toda clase de maldades. Durante siglos se ha intentado descubrir a la persona es condida tras este número. Los cristianos la buscaban entre aquellos que habían hecho mal a la Iglesia. Las sectas to davía tratan de identificar este número con el nombre o con los títulos de algún Papa, y de allí concluyen que la Roma a la que se refiere el Apocalipsis, y que debe ser destruida, es la Iglesia católica. Al poco tiempo de ser elegido Reagan presidente de los Estados Unidos, muchos alzaron la voz diciendo que está bamos ya en los últimos tiempos, y que el Anticristo había aparecido en la persona de este presidente, ya que en cada uno de sus nombres, Ronald Wilson Reagan, había 6 letras, lo que daba precisamente 666. Y no faltan quienes en etiquetas, rótulos, y hasta e marcas de champú creen encontrar el fatídico número. Pero esta clase de interpretación carece de todo funda mento, y no tiene nada que ver con la intención real del au tor del libro.
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Algo que se puede calcular
Veamos qué es lo que dice el Apocalipsis. La frase en cuestión está en 13,18. Allí termina la descripción de la te rrible Bestia que persigue y mata a los cristianos, y de una segunda Bestia que hace una estatua de la primera para que todos la adoren. Después de haber presentado estas figuras simbólicas, Juan quiere ofrecer a sus lectores una ayuda para que des cubran el secreto y comprendan lo que está diciendo. Y les presenta una especie de acertijo que hay que resolver, y que dice asi: / Aquí se requiere sabiduría! Que el inteligen te calcule la cifra de la Bestia, pues se trata de la cifra de un hombre. Su cifra es 666 (13, 18).
El autor, como se ve, invita a los inteligentes a calcular. Por lo tanto, no se trata de algo que sucedería en el futuro y que entonces no se conocía. Al contrario, es algo que se podía calcular con un poco de inteligencia. La clave es la gematría
Luego agrega que es la cifra de un hombre. ¿Qué es la cifra de un hombre? A nosotros nos parece extraño, pero se trata de una particularidad tanto de la len gua griega, que es la que usaba el autor, como de la hebrea, que sin duda conocía. Mientras en nuestra lengua castellana usamos ciertos signos para escribir las letras (a, b, c) y otros signos dife rentes para escribir los números (1,2, 3), en hebreo y grie89
go los números son las letras del alfabeto. Así, para escri bir el 1 se usa la misma letra “a”: para el 2 la letra “b”, etc. Ahora bien, sumando las letras de cualquier nombre se obtiene un número que es la cifra del nombre . Este proce dimiento de sustituir las letras de un nombre por su valor numérico se llama gematría, y era muy corriente en la an tigüedad. Inclusive la Biblia lo emplea varias veces. Volviendo a nuestro caso, si Juan dice que ese número es la cifra de una persona, y que el inteligente debe calcu larla, es porque hay alguna persona conocida de los lecto res del Apocalipsis cuyo nombre escrito en hebreo o en griego daba esa suma. Juan, que se hallaba preso por los romanos en el momento de escribir su libro, y cuya vida corría peligro, decide advertir a los cristianos de una mane ra velada, que pocos habían de entender, precisamente pa ra evitar que la policía imperial pudiera tomar represalias contra él. Con toda probabilidad se trata aquí del emperador Ne rón, pues si se escribe el nombre en hebreo, el resultado es el siguiente: N = 50 + R = 200 + W = 6 + N = 50 + Q = 100 + S = 60 + R = 200 = 666. Con las letras indicadas (NRWNQSR) se escribe el nombre y el título del empera dor: Nerón César. Los primeros cristianos, que se escondían y ocultaban todas sus cosas a los romanos persecutores, habrían cono cido perfectamente la clave.
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¿Por qué tenía siete cabezas?
Por si esto fuera poco, en el capítulo 17 el autor da otras indicaciones para que al lector no le queden dudas. Dice que las siete cabezas de la Bestia son siete colinas (v. 9). Todo el mundo sabe que la ciudad de Roma es famo sa por haber sido construida sobre siete colinas; por lo tan to, la identificación de la Bestia con el Imperio es clarísima. Luego añade: Son también siete reyes: cinco han caído, uno es, y el otro no ha llegado aún. Cuando llegue habrá de durar poco tiempo. Y la Bestia, que era y ya no es, ha ce el octavo, pero es uno de los siete y camina hacia su destrucción.
¿Qué quiere decir todo esto? Es muy simple. Si las sie te cabezas de la Bestia son siete leyes, bastará con averi guar quiénes fueron los primeros emperadores, y tener así la clave para resolver todo el problema.
¡Yparecía tan difícil! El texto del Apocalipsis dice que los cinco primeros ya han pasado. Éstos fueron Augusto, Tiberio, Calígula, Clau dio y Nerón. Significa que Nerón ya había muerto. Ahora está el sexto, que es Vespasiano. Luego vendrá el séptimo, que durará poco tiempo (Tito, que no alcanzó a los dos años). Y con esto se completa la lista de los siete. Pero después agrega un octavo (Domiciano), del cual dice que es uno de los siete, porque la Bestia tiene sólo sie te cabezas. 91
¿Qué tiene Domiciano, como para decir que él y uno de los siete anteriores son uno solo? Sencillamente, que el emperador Domiciano, entonces reinante, había desatado una feroz persecución contra los cristianos, igual que Ne rón en su tiempo. Por lo tanto, el autor del Apocalipsis lo ve como un se gundo Nerón, un Nerón redivivo. Por eso dice que la Bes tia (Nerón) era y ya no es (porque había muerto), pero que hace el octavo (porque es como si hubiera vuelto, después de muerto, en la persona de otro perseguidor aún más cruel, Domiciano). Y por eso el octavo emperador es uno de los siete.
¿Por qué el Imperio, una Bestia? Según nos cuenta el autor del Apocalipsis, la Bestia que ve aparecer en su visión es una mezcla de leopardo, oso y león (Cf. 13, 2). ¿Qué Bestia tan extraña es ésta? Ciertamente no la inventó Juan, pero tampoco la vio realmente. El que conoce los libros del Antiguo Testamen to, percibe inmediatamente que ésta es un compendio de las cuatro bestias que el profeta Daniel vio en una apari ción, de las cuales las tres primeras se asemejaban al león, al oso, y al leopardo (Cf. Dn 7,1-8). Entre esas cuatro bes tias sumaban siete cabezas y diez cuernos. Por eso la del Apocalipsis también tiene estas características. ¿Y por qué Juan, para referirse al Imperio romano, to mó precisamente este símbolo? Porque a partir del tiempo de Cristo, el judaismo había comenzado a interpretar la cuarta bestia de Daniel como figura de este reino, ya que el 92
general romano Pompeyo, en el año 64 a. C., había invadi do Jerusalén, ganándose el odio de todos los judíos. En efecto, nos han llegado muchos escritos antiguos en donde se habla de los romanos como de una bestia feroz, enemiga de Dios. Juan, al componer su libro en forma de visiones, recu rre a una metáfora fácilmente deducible por sus oyentes. El misterio, pues, no lo era tanto. No esperamos ninguna Bestia
Juan escribe su Apocalipsis en un contexto muy espe cial: el imperialismo romano, sistema opresor impuesto por el juego de los que tenían el poder político, militar y económico de aquella época. Nunca había existido hasta el momento un imperio tan grande, ni con riquezas tan fabulosas, pero con un sistema tan perverso que beneficiaba a las minorías privilegiadas. Había comenzado el culto al emperador, es decir, al Esta do, como “Señor y Dios”. Y se había desatado una perse cución contra los que no aceptaban someterse a los capri chos y a la corrupción de la clase gobernante, es decir, con tra los cristianos que querían otro estilo de vida. La respuesta que da Juan a sus comunidades es de espe ranza: el poder opresor (el Imperio romano), va a despare cer, y triunfará el poder de Cristo. Por eso hay que estar de su lado. Es el mismo mensaje que tiene para los cristianos de hoy, sometidos a tantas injusticias por el poder de los más fuertes, de los corruptos. 93
No esperemos ninguna Bestia para el futuro, porque Bestias existirán siempre. Son todos los poderes políticos que de alguna manera se oponen, con sus ideologías, a Dios y a los más pobres y débiles. Por eso, también, para conservar frescas las esperanzas, siempre habrá necesidad de leer el Apocalipsis.
Para reflexionar 1) ¿Qué semejanza encontramos entre el Imperio roma no de la época cristiana, y los poderes políticos actuales? 2) ¿Qué elementos de la vida social actual nos presio nan para hacemos perder la fe en Jesucristo? 3) ¿Cómo podemos mantener la esperanza en medio de una sociedad en la que las tentaciones anticristianas son fuertes, y nos resulta difícil hacerles frente?
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¿QUÉ DICE LA BIBLIA DEL ANTICRISTO? El Anticristo, un problema De todos los personajes que la Biblia menciona, ningu no resulta tan enigmático y a la vez tan mal conocido co mo el Anticristo. Por eso no es de extrañar que atraiga po derosamente la atención de los curiosos, y que de vez en cuando aparezcan personas que dicen las cosas más dispa res y absurdas sobre él. Se ha llegado a afirmar que sería un judío, hijo de una monja conversa y de un obispo, que no tendría ángel de la guarda, nacería blasfemando, adquiriría con fantástica ra pidez todas las ciencias. Satanás sería su compañero per manente, y haría prodigios mágicos, como elevarse en el Cielo para imitar la ascención del Señor. A lo largo de la historia se lo identificó con distintas personas. En la Edad Media, por ejemplo, con Mahoma, fundador del islamismo, y en épocas más modernas con Lutero, iniciador de la Reforma protestante. Incluso va rias veces se ha fijado el lugar y la fecha de su nacimien to. La fuente principal de las particularidades del Anticris to es el libro del Apocalipsis. De allí se deduce que estará simbolizado por el número 666, que aparecerá al final de 95
los tiempos, y que con su poder intentará dominar y des truir a todos tod os los fieles fieles de Crist Cristo. o. Sin embargo, lo curioso de todo esto es que el Apoca lipsis no n o nom no m bra jamás jamá s al Anticristo Anticristo.. Ni tampoco tampoco los Evan gelios, n i las las Epístolas de san Pablo. Las únicas únicas veces, veces, que se lo menciona en toda la Biblia son en las dos primeras Epístolas de san Juan, y precisamente para aclarar esta creencia que, al igual que ahora, se había teñido de ideas espurias ya en su época.
¿De dónde salió esta idea? El origen de la espera de un Anticristo hay que ubicar lo en los siglos que precedieron al nacimiento de Jesús. El pueb pu eblo lo ju judd ío ío,, recordando su dolorosa dolorosa experiencia del pasa do y las persecuciones de las que había sido objeto casi perm pe rman anen entem temen ente te a lo largo de su historia, historia, comenzó a pen sar que también en el futuro continuaría esta situación ca si cons co nsta tant ntee de su vida. vida. Y así, así, empezó a temer temer la aparició apariciónn de un hombre poderoso, que, al final de los tiempos, con violencia y crueldad nunca vistas, trataría de hacerle per der la fe y destruirlo. Ya el profeta Ezequiel habla de un príncipe que apare cerá sembrando con brutalidad el terror, y le da el nombre enigmático de Gog (Cf. Ez 38, 1-23). Un poco más tarde, el lib li b ro de Daniel D aniel pronostica a su vez un rey poderoso poderoso,, con form fo rmaa de cuerno pequeño, pequeño, que blasfema blasfema contra contra Dios, Dios, opri 96
me a su pueblo y prohíbe el culto (Cf. Dn 7, 8-26);Enré|» 8-26);E nré|» lidad, lidad, se refería al rey Antíoco Antíoc o IV de Siria, Siri a, que reinó etltré el 176 y el 164 a. C. Pero esta misteriosa visión, hizo pen sar a los lectores posteriores, más allá del rey sirio, en una figura terrorífica del fin de los tiempos, tiempos, de la l a que éste sólo sería un precursor. precursor.
Su paso paso a l cristianismo Esta creencia judía, que quedó plasmada sobre todo en los libros libros apócrifos escritos inmediatamente antes del de l Nue vo Testamento, Testamento, pasó rápidament rápid amentee a los primeros cristianos. Sólo que a este enemigo de Dios, por ser ahora más bien adversario de Cristo, lo bautizaron Anticristo. Y apenas apenas comenzaron los problemas en la nueva Iglesia cristiana, las sangrientas persecuciones y la feroz represión contra los seguidores de Jesús, se generó una situación de caos caos y de dolor tan fuerte, que se pensó pensó que todo todo esto esta ba orquestado orquestado por el Anticristo, el cual iba iba a aparecer de un momento a otro. Surgieron entonces un sinnúmero de rumores sobre es te sujeto. sujeto. Dónde aparecería, en qué fecha, qué poderes podere s ten te n dría, dría, las hazañas que realizaría, qué estragos obraría obrarí a contra loss elegidos, lo elegidos, y hasta cómo cómo habría que prepararse para pa ra com batirlo. batirlo. El temor cundió en todas las comunidades, y el pánico se apoderó apoderó de la l a gente, al punto tal que todo el mundo pres pr es 97
taba más atención a la maldad de este personaje contra la Iglesia, que al daño que sus propios pecados le causaban.
Hab Había ía que que aclarar las cosa cosass En este momento de confusión, el apóstol Juan escribe su primera carta a las comunidades del Asia. Y entre otras Hij os míos, es la última última hora. hora. Habéi Ha béiss oído oíd o que cosas dice: Hijos iba a venir un Anticristo (1 Jn 2, 18). Es decir, Juan es consciente de las habladurías y comentarios de la gente que fantaseaba sobre este tema. Y tomando esa idea agre ga: Pues bi bien en,, muchos Antic An ticris ristos tos han aparecido. aparecid o. Con esto, el autor de la carta nos aclara varias cosas. En primer lugar, lugar, que lo que se tejía en tomo a la venida del Anticristo eran simples patrañas e invenciones de la gente, a la que, igual que en los tiempos actuales, le gusta ba urdir ficciones, ficciones, especialmente sobre temas misteriosos misteriosos y truculentos. En segundo lugar, que no es verdad que existirá un so lo Anticristo sino que serán muchos. Y por último, que no va a venir en el fin del mundo, s no que ya en la época de Juan estaban actuando en la co munidad. Pero Juan no se contenta con esta referencia genérica, sino que identifica a los Anticristos y agrega: Porque todo el que niega que Jesús es el Cristo, o niega al Padre y al 98
Hijo, ése es el Anticristo (1 Jn 2, 22). Y para que no quede ninguna duda repite más adelante: Todo el que no confiese a Jesús , ése es el Anticristo (1 Jn 4, 3).
Otra carta, por las dudas Algunos años más tarde, Juan escribe una segunda car ta a estas Iglesias, y les advierte lo mismo: Muchos seduc tores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucris to ha venido encame. Ése es el Seductor y el Anticristo. (2
Jn 7). Vemos entonces que el nombre del Anticristo designa una realidad actual. Todo el que niega que Jesús es el Cris to, todo el que rechaza al Padre y al Hijo, todo el que con sus ideas extraviadas destruye la doctrina de la Iglesia so bre Cristo, todo hereje que induce a los hombres a ser in fieles al Señor, ése era, es y será un Anticristo, es decir, verdaderamente un adversario de Cristo. Éstas son las únicas cuatro veces en toda la Biblia que se habla del Anticristo, y precisamente para aclarar su rea lidad. En ninguna otra parte vuelve a aludirse a él.
¿San Pablo habla del Anticristo? Los exégetas sostienen que Pablo, aunque no lo men ciona, se refiere al Anticristo cuando dice que aún debe 99
manifestarse el hombre impío, el hijo de perdición, el ad versario... que se hace proclamar él mismo Dios ... a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca (2 Ts 2, 3-8).
Aunque así fuera, muchos biblistas sostienen que al im pío de san Pablo hay que identificarlo con el Anticristo de san Juan, y por lo tanto no es ninguna persona concreta, si no un género, una clase de personas, o personificación de todos los enemigos de Cristo. Esto se deduce porque el mismo Pablo sostiene en ese párrafo que ese misterioso impío está ya actuando en su época (Cf. 2,7). Y si vivía en el siglo I, no puede tratarse de ningún ser humano, sino más bien de un prototipo de malicia que habrá de darse siempre en la historia de la Iglesia, como una réplica anta gónica de Cristo. El Anticristo no es, pues, un personaje histórico real, si no que designa la actitud hostil y opuesta a Dios de los hombres de todos los tiempos. Son todos los que actúan di rigidos y apoyados por el poder misterioso del mal. El mismo Jesús habla, aunque no del Anticristo, sí de los falsos Cristos, en plural, que aparecerán realizando prodigios con el fin de engañar a sus discípulos. Y luego les adivierte: Vosotros, pues, estad sobre aviso (Me 13,23). O sea que si los invita a vivir vigilantes, es porque también van a aparecer en vida de sus Apóstoles.
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San Pío X y el Anticristo Al poco tiempo de subir al pontificado, el Papa Pío X en su primera encíclica, del 4 de octubre de 1903, expone la desoladora situación religiosa de su época. En ella dice: Tal vez comienzan los males reservados para los últimos tiempos, como si ya existiese en el mundo el hijo de perdición del que habla san Pablo. Tanta, en efecto, es la audacia con que se persigue por todas partes a la religión, se combaten los dogmas de la fe, y se empe ñan brutalmente en extirpar toda relación del hombre con la divinidad. Y especialmente, característica propia del Anticristo, según el mismo Apóstol , el hombre mismo, con infinita temeridad, se ha puesto en lugar de Dios, levan tándose sobre todo lo que se llama Dios.
Con estas palabras autorizadas, el mismo Papa, al refe rirse al Anticristo, parece identificar más que a un hombre, una doctrina, en este caso, al laicismo imperante que pre tendía desterrar a Dios de la legislación y hacerse adorar en su reemplazo.
/Qué gente que sabe cosas! Siendo tan poco y tan preciso lo que la Biblia dice del Anticristo, llama la atención que hoy se hable tanto de él, atemorizando a la gente con supercherías y cuentos, tal co mo sucedía en la época del apóstol Juan. 101
Resultan, por lo tanto, de mucha actualidad las dos car tas suyas que hemos mencionado, ya que son el testimonio de un pastor preocupado por su pueblo, que se encuentra confundido ante tantas habladurías inconsistentes, y que sale al paso con la prudencia y la sabiduría propias del que bebe en las genuinas fuentes de la Palabra de Dios, y no en sus propias invenciones. Por eso, a todos aquellos a quienes se oye predicar con abundancia de detalles sobre el Anticristo, anunciar los sig nos que precederán a su manifestación, y enumerar porme nores acerca de su llegada, se les puede aplicar la famosa copla: ¡Qué gente que sabe cosas la gente de este albardón! Qué gente que sabe cosas, pero cosas que no son.
Para reflexionar 1) ¿Qué idea teníamos sobre el Anticristo antes de leer el artículo? 2) ¿De dónde la habíamos sacado? 3) ¿Cuándo somos “anticristos”, es decir, nos oponemos al plan de Cristo, en nuestra vida diaria?
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¿ES CIERTO QUE SE SALVARÁN SÓLO CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL? La pregunta sin respuesta Una vez, durante un viaje que Jesús realizó a Jerusalén, mientras atravesaba ciudades y pueblos enseñando, se le acercó un curioso con una pregunta indiscreta. Como había oído que Jesús traía la salvación, le dijo maliciosamente: Señor, ¿es cierto que son pocos los que se salvarán?
Pero Jesús se negó a responder, y simplemente le repli có: Ustedes esfuércense en entrar por la puerta estrecha (Le 13, 22-24). Es decir, en vez de contestarle cuántos se salva rán, le explicó cómo se salvarán, que era lo importante.
¿Desentona este libro? Desde entonces, ningún escritor sagrado se atrevió ja más a predecir el número de las personas que se salvarán en el fin del mundo. Ni siquiera san Pablo, que alude en va rias ocasiones al tema y aporta de su propia reflexión cier tos detalles sobre este acontecimiento, se animó a hacerlo. Sin embargo, hay un libro de la Biblia que dos veces fi ja puntualmente la cifra de los que alcanzarán la salvación. Es el Apocalipsis. 103
En el capítulo 7 el autor tiene una visión en la que le es permitido contemplar a todos los marcados con el sello salvífico en la frente, y su número es de ciento cuarenta y cua tro mil (7, 4). Ratificando este dato, más adelante aparecen otra vez los ciento cuarenta y cuatro mil, ahora junto a Jesucristo, que los rescata de entre todos los hombres (Cf. 14, 1). ¿Es posible que su autor haya desobedecido el deseo de Jesús de no dar información sobre este asunto? Cuentas que no cuentan
Pero más grave todavía resulta la cuestión de si es posi ble que después de tanto esfuerzo por parte de Dios de ayu dar a los hombres, tan pocos sean los beneficiados con es ta salvación. Actualmente, ningún estudioso serio de la Biblia admi te que la cifra 144.000 responda a una cantidad exacta, ya que están de acuerdo en que se trata de un número simbó lico. En efecto, si bien los números que aparecen en la Sagrada Escritura ofrecen a menudo datos precisos, otras veces son usados en sentido convencional o simbólico. También entre nosotros, se suele atribuir al número 13 cierta mala ventura o desgracia, y usamos el número 1.000 para decir mucho, como cuando exclamamos ¡Te dije mil veces que 104
no lo hicieras/, cuando en realidad lo dijimos muchas ve
ces. Pues bien, en la Biblia, y en otros escritos de la antigüe dad, esta asociación era mucho más corriente que entre no sotros.
A ejemplo de los viejos salvados Este hábito de utilizar cantidades simbólicas debe aler tamos sobre la interpretación de ciertas cifras, como por ejemplo las edades fabulosas de los patriarcas bíblicos, cuando se dice que Adán vivió hasta los 930 años, o que Noé tenía 600 años al comenzar el Diluvio, o que Matusa lén engendró a su hijo Lamec a los 187 años. Es evidente que estas edades no son reales, sino que fueron deliberadamente exageradas para simbolizar la ben dición de Dios en larga vida terrena, cuando aún no se ha bía revelado la existencia de la vida eterna. Ahora bien, ¿por qué Juan en su Apocalipsis habría de poner un número simbólico para referirse a los salvados? ¿Quién le sugirió que fijara una cantidad exacta para los que serian liberados con la sangre de Jesús, los redimidos en la Pascua de Cristo? Se inspiró para ello en el Antiguo Testamento, que al re ferirse a los israelitas salvados de la esclavitud de Egipto en la primera Pascua, gracias a la sangre de un cordero, a 105
aquellos primeros redimidos de la Antigua Alianza, lo ha ce con un número simbólico. Dice que salieron de Egipto seiscientos tres mil quinientos cincuenta hombres, sin con tar las mujeres, los ancianos y los niños (Nm 1, 46; 2, 32),
Número inalcanzable Si tomamos literalmente estas cifras del Éxodo, entonces hay que calcular que los que iniciaron la peregrinación por el desierto eran entre dos y tres millones de personas, canti dad desorbitada, probablemente jamás alcanzada por la po blación de Israel en toda su historia, y, además, imposible de movilizar en una noche para cruzar el mar Rojo y huir. Por otra parte, un ejército así, nunca reunido por Asiría, ni por Babilonia, ni siquiera por Alejandro Magno, puesto en marcha en el desierto en filas de diez en fondo al modo antiguo, formarían sesenta mil trescientas cincuenta y cin co hileras, que a la distancia de un metro, una detrás de otra abarcarían una extensión de sesenta kilómetros. Puesta en movimiento la primera fila, las últimas lo harían dos días después. Y si agregamos toda la población salida, cubrirían en fila la distancia total de Egipto al Sinaí. Asimismo,.,conociendo actualmente que la población total de Canaán en ese entonces no llegaba a dos millones de personas, ¿cómo puede repetirse permanentemente que los israelitas eran pocos para tomar sus ciudades? (Cf. Dt 4, 38; 7, 7; 17, 22). 106
Finalmente, si estos números expresaran cantidades rea les, los setenta hombres que originalmente llegaron a Egip to habrían debido de tener en los cuatrocientos treinta años que permanecieron esclavos, según los cálculos del incre mento de la población del Egipto de entonces, unos 10.363 descendientes.
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No tantos pero sí todos ¿Quiénes eran, pues, estos seiscientos tres mil quinien tos cincuenta? Se trata de un procedimiento frecuentemente usado en la Biblia, llamado gematría, Puesto que en hebreo, al no te ner números, éstos se escriben con las mismas letras del al fabeto, reemplazando las letras de una palabra o de un tex to se obtiene una cifra simbólica. Así, si se sustituyen las letras de la frase hebrea Todos los hijos de Israel (rs kl bny ysr’l) por sus correspondien tes valores numéricos, da precisamente 603.550. Por lo tanto, cuando el autor dice que salieron de Egip to seiscientos tres mil quinientos cincuenta, sólo quiere de cir que salieron todos los hijos de Israel , como si dijera que todo Israel estaba allí, ya que sin el éxodo Israel nunca hu biera existido. El número de los que participaron en la hui da seguramente no superaba las 6 u 8 mil personas.
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Algo así para los nuevos Cuando Juan escribe su libro del Apocalipsis, conside ra que la muerte de Cristo nos ha salvado de una nueva es clavitud: la esclavitud del pecado. Somos el nuevo pueblo liberado, pero esta vez, no con la sangre de un corderito, si no de Cristo, el nuevo cordero de la nueva Pascua. ¿Ycuántos son estos nuevos liberados? Lo dice con un nuevo número simbólico: 144.000. En efecto, esta cifra es producto de 12 x 12 x 1.000. ¿Qué significado encierra esta cantidad? En la Biblia el número 12, aplicado a las personas, significa siempre los elegidos. Así, las doce tribus elegidas de Israel, los doce Apóstoles elegidos, las doce puertas de la nueva Jerusalén por donde entrarán los elegidos (Ap 21, 12). Luego, afirmar que se salvarán ciento cuarenta y cuatro mil equivale a decir que se salvarán los elegidos del Anti guo Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamen to (x 12), en una gran cantidad (x 1.000).
El “plus” de los invitados Pero Juan, siempre deseoso de ser bien interpretado a pesar de usar un lenguaje simbólico, agrega a continua ción: Luego miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, raza , pueblo y lengua, 108
de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vesti duras blancas y con palmas en sus manos (Ap 7, 9).
Es decir que los salvados no son sólo esos ciento cua renta y cuatro rail, sino que forman un pueblo incalculable, imposible de contar ni de encerrar en un cifra, y provenien te de los lugares más diversos. Que este grupo innumerable lo integran los salvados se ve por tres elementos: a) tienen vestiduras blancas, que en el Apocalipsis simbolizan siempre la salvación; b) tienen palmas en sus manos, que es el atributo de los vencedores; c) están todos ya delante de Dios y del Cordero. Y cuando el autor vuelve a dar más adelante la cifra 144.000 (Ap 14,1), para evitar de nuevo el equívoco agre ga: Éstos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero (Ap 14,4). Y si los llama primicias, significa que sólo son los primeros en arri bar a la salvación, y que aún faltan muchos más por venir. Es decir, no pretende dar un número exacto.
Estadísticas que dolerían Algunos años atrás, unos ciertos científicos alemanes se abocaron a la tarea de calcular cuántas personas habrían pasado por la Tierra, desde hace unos dos millones de años, cuando el primer ser humano cruzó la frontera de la hominización, hasta nuestros días. 109
El resultado, según los índices relativos de natalidad, mortalidad, y progresión genética, arrojaba un total de 77.000.000.000 (setenta y siete mil millones) de seres hu manos. Suponiendo que el fin del mundo llegara ahora, y fue ran a salvarse ciento cuarenta y cuatro mil personas, enton ces, en base a este cómputo, tendríamos que sólo se salva ría el 0,0001 % de la población mundial. De este modo, Dios habría sido el mayor frustrado de la historia; Cristo, el Salvador más ridículo; y el Espíritu San to, la fuerza más impotente que haya existido. El plan de salvación de Dios se transformaría así en el más grande fracaso jamás planeado. Interpretar literalmente la cifra 144.000 implica no sólo desconocer la Biblia sino también, y lo que es más grave, desconocer y menospreciar el poder salvador de Dios.
¿Qué piensas, Señor? Afortunadamente la Palabra de Dios es más optimista que muchos agoreros apocalípticos, los cuales, fijando un cupo limitado y exiguo para el ingreso en la salvación pre tenden atemorizar a la gente y forzarla a convertirse. Pero desconocen, ciertamente, que por el temor nadie se convierte al Amor. Y aunque Jesús no haya querido responder a aquella 110
pregunta que le hicieron sobre el número de los salvados, sí dio a entender que iban a ser muchos, cuando le contes tó a su imprudente inquisitor: Vendrán de Oriente y de Oc cidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa del Reino de Dios (Le 13,29). Ya antes le había anunciado ex presamente a un angustiado centurión romano: Son mu chos los que vendrán (Mt 8, 11).
El mismo Juan el Bautista, conocido por su dureza en la predicación, su intolerancia, y su extremada exigencia con el comportamiento moral de la gente, dijo en uno de sus primeros sermones: Todos los hombres verán la salvación de Dios (Le 3, 6). Es imposible que a Jesús y a su primo les hayan salido tan mal los cálculos de los guarismos salvíficos. Ven, Señor Jesús
Los primeros cristianos deseban ardientemente el día del Juicio final, puesto que lo concebían como un día de salvación, en el que Dios nos libraría del enemigo. Una fiesta segura. Por eso cuenta el Apocalipsis que al reunirse en sus li turgias exclamaban jubilosos: Maraña Tha, es decir, Ven, Señor (Ap 22, 17-20). Después, por influencia del concepto latino de justicia, se empezó a ver el Juicio como una rendición de cuentas. 111
Ya no evocaba la confianza en el triunfo, sino la angus tia y la inseguridad ante la sentencia incierta. En el siglo XI se pensaba que la inmensa mayoría de los hombres estaba condenada. San Bernardo no dudaba en afirmar que eran muy pocos los que se salvaban. Todavía en el siglo XIII, Berthold de Ratisbona afirmaba que sólo un uno por cien mil alcanzaría la salvación. Así, el antiguo día de salvación se fue transformando en un día de terror, cuya más espeluznante expresión plástica la plasmó Mi guel Ángel en la Capilla Sixtina cuando pintó a Cristo con el puño cerrado separando a los buenos de los malos. Nada tiene de extraño que, ante esa imagen, hayamos suprimido el gozoso grito de Maraña Tha. Pero podemos seguir gritándolo sin temor, porque ni la Biblia, ni la Iglesia, ni nadie puede encerrar en un modes to número a los que se salvarán. ¿Queremos saber cuántos son? Eso lo tiene que contes tar cada uno con su propia vida.
Para reflexionar 1) ¿Cuál es la interpretación corriente que oímos de las sectas, acerca del famoso número 144.000 del Apocalip sis? 2) ¿Cuál es el objetivo de las sectas al fijar un número limitado y pequeño para los salvados? 3) ¿Cuál fue la enseñanza de Cristo sobre la salvación que Él vino a traer? 112
4) ¿Qué sensación nos invade invade cuando pensamos que un día tendremos que presentamos ante la persona de Cristo para ser juzgados? juzgad os? ¿Por qué?
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PALABRAS DE MONS. ARMANDO LEVORATTI
El estudio científico de la Biblia ha tenido a lo largo de todo este siglo un desarrollo extraordinario, y el cur so de las investigaciones continúa a un ritmo cada vez más acelerado. Multitud de estudiosos (exégetas, ar queólogos, historiadores, lingüistas) han aportado un increíble cúmulo de conocimientos, pero los resultados de sus esfuerzos quedan por lo general registrados en revistas especializadas, en volúmenes gruesos y costo sos, o en libros escritos en lenguas extrañas. Esto ha abierto una profunda brecha entre los estudiosos de la Biblia y el creyente común, ya que este último, por ca rece recerr de suficientes suficientes recur recursos sos intelectuales y econ óm icos, ico s, casi nunca puede acceder a esos conocimientos especia lizados. De ahí la utilidad e importancia de los trabajos reu nidos por el P. Alvarez Valdcs en estos pequeños libros (...). Se trata de exposiciones breves, claras y didácticas, destinadas a aclarar los temas que más pueden interesar (y que muchas veces inquietan) a los fieles cristianos y aun a muchos no creyentes. Este esfuerzo de divulgación científica presta además otro importante servicio. Hoy muchos creyentes (en su mayoría protestantes, pero también algunos católicos) 115 115
rechazan hasta las conclusiones más razonables y segu ras de las ciencias bíblicas, porque consideran que acep tarlas equivaldría a negar la inspiración de las Escrituras. Esta Esta hermenéutica hermené utica errónea erró nea ya fue fue critica criticada da en 1948 por po r D ivin inoo A f fla fl a n te S p irit ir ituu , pero en la encíclica de Pío XII Div una época más reciente la Pontificia Comisión Bíblica consideró oportuno volver sobre el tema, debido a su importancia y actualidad. En este documento, la PCB valora y recomienda insistentemente el recurso a las ciencias para lograr una mejor comprensión de las Es crituras, y pone también serios reparos a todo intento de interpretación fundamentalist fundamentalista. a. El fundamentalismo, fundamentalismo, en efecto, presupone presupo ne con razón razó n que q ue cada cada fr frase de la Es critura debe ser interpretada “literalmente”, pero con funde la la “interpretación “interpretac ión literal literal”” con una un a lectura que to to ma al pie de la letra cada detalle (...). A partir de este princ pr incipi ipio, o, se excluye com co m o c o n trar tr ario io al cará caráct cter er inspir ins pira a do de los textos bíblicos el empleo de cualquier méto do científico, y se se des descal calif ific icaa tod to d a com c ompre prensió nsiónn de la Bi blia qu q u e teng te ngaa e n c uent ue ntaa su desar de sarro rollo llo hi histó stóric ricoo o el ca c a rácter progresivo de la Revelación (-..)* El P. Álvarez Valdés hace notar otro aspecto impor tante. Una exégesis sanamente crítica no puede ser no civ ivaa para la fe, porq po rquu e la fe fe y la la razón raz ón n o se contradice contra dicen. n. Una y otra proceden de Dios, que es la fuente primera de toda verdad. La Revelación divina supera no pocas veces la capacidad humana de comprensión, pero nun ca es irracional ni incoherente. Las cuestiones religiosas tienen ciertamente un contenido emocional, pero im plican plic an m u c h o más que simples emoc em ocion iones. es. 116
El autor de estos libros no pretende decir cosas nue vas. Sólo trata de cubrir el “vacío divuígativo” tan no torio en nuestro medio, exponiendo con sencillez te mas ya tratados en forma más técnica por especialistas de reconocida competencia. A. J. Levoratti, en Revista Bíblica , año 57, Nueva época n.° 59, 1995.
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P. ARIEL ÁLVAREZ VALDÉS El autor nació en Santiago del Estero (Argentina) en 1957. Es licenciado en Teología Bíblica por el Estudio Bí blico Franciscano de Jerusalén (Israel). Actualmente se desempeña como profesor de Sagradas Escrituras en el Seminario Mayor Interdiocesano de San tiago del Estero y de Teología en la Universidad Católica de la misma ciudad. Desde hace varios años se dedica a la divulgación bíbli ca científica. Ha publicado numerosos artículos sobre el te ma, y es colaborador habitual en varios periódicos y revis tas de la Argentina. En el exterior, sus escritos han sido publicados en Chi le, Colombia, España e Israel. Además, han sido traducidos al francés, italiano, alemán y flamenco en diversas revistas. En nuestra editorial ha publicado ¿Existen las apari ciones de la Virgen ?, Lo que la Biblia no cuenta , ¿ Quién tentó a Jesús?, además de los tomos II, III, IV y V de la serie ¿Qué sabemos de la Biblia?
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ÍNDICE
Prólogo............................................................................ 5 ¿Cuántos libros tiene la Biblia? ................................... 9 Problema cristiano, raíces judías ..... .............................9 El Antiguo Testamento palestino ............................... 10 Los Setenta ........................................................ ........ 11 En atención al destinatario .............................. ...........12 Para no ser confundidos............................................. 12 La mecha que encendió Lutero.............................. ....13 Un nombre difícil .......................................................14 La tan ansiada unidad ............. ...................... ............. 15 ¿Existió el Arca de Noé?...................... .......................17 Allá en el Ararat .......... ...............................................17 En busca del arca perdida..... ........... ...........................18 Muchos éxitos, pero sin pruebas................................ 18 Otra vez los fracasos............ ......................................19 La montaña por el país ................................... ........... 20 ¿El arca existió realmente? ............................. ........... 21 En tomo a los animales .............................. ............... 22 En tomo a la lluvia ..................................................... 23 Más sobre el agua................................................... ....24 Por qué no lo dijeron antes......................................... 25 Lo,que el Diluvio enseña............................................ 26 El patriarca mudo capaz de instruir ............................ 27 ¿No había lugar en la posada para M aría? .............. 29 La historia que nos contaron ................................. ..... 29 ¿Eso relata el Evangelio?............... ................. ........ ..30 ¡Qué imprudente este José! .......... ................... .......... 31 Y todo por una palabra .......... .....................................32 .
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La katályma ........................ ......................................32 La pieza de las parturientas .................................. ....33 Así, todo es más claro... .................... ........................34 Con una mujer en estado interesante .... ....................35 En la cueva, más intimidad ................... ....................36 “Para ellos”, no había lugar.... ................................ ..37 Lo confirma una parábola......................................... 37 Más pruebas....................................... :........... ...........38 Un José como Dios manda....................... ................39 La enseñanza que quedó........................................... 39 La estrella de Belén, ¿era una estrella? .................... 41 En tomo a una estrella ....................................... .......41 ¿Fue una estrella nova?............................................. 42 ¿Fue el cometa Halley?............................................. 43 ¿Fue una conjunción de planetas?............................ 44 Los caprichos de una estrella ............... ..... ..... ........ 45 La estrella, símbolo de la f e .....................................47 Un privilegio rechazado........................ ....................48 La estrella sale para todos.............................. ......... 49
¿Por qué Judas traicionó a Jesús? ............................51 El retrato de un traidor .............................................. 51 Lo eligió para que estuviera con El .......................... 52 Por avaricia............ ........ ................... ...................... 53 Por odio...... .............. ................................................54 Por amor ................................ ....................................56 El hombre que quiso cambiar a Dios ....................... 57 Con un beso de amor ...................... . ........................58 Un final como Dios manda ....................................... 59 .
¿Se condenó Judas?................................. .................. 60 ¿Por qué el Jueves Santo se visitan siete Iglesias?....63 El día del sagrario humilde ........................................ 63 Las huellas en la noche.............................................. 64 El Evangelio concordado........................ ....................64 Las sesiones nocturnas .................................. .............65
La última mañana....................................................... 66 Querer y no poder .................. ..... ..................... ....... .67 El triple inocente ........................................................ 68 Seguir al maestro....................................................... .69 ¿Jesucristo descendió a los Infiernos? ...................... 71 Un dogma dominical .................................................. 71 El lugar de la desesperanza........................... .............72 Los recuerdos del Sábado Santo ................................ 73 Cuando la Tierra era plana ......................................... 73 El sheol, morada de los nuertos................................. 74 Cierto, pero difícil de creer........................................ 75 Un muerto bien muerto .............. ................................76 El ruido de rotas cadenas........................ ....................77 La Biblia lo dice ......................................................... 78 En la morada de los muertos, la vida ......................... 79 La leyenda de Adán ............... .....................................80 Dogma avejentado, pero rico ..................................... 81 ¿Quién es la Bestia del Apocalipsis? ......................... 83 La galería de personajes............................................. 83 ¿Es posible saber algo?......................... .....................83 Adelantando el final .......................... .........................84 ¿Por qué la Bestia vivía en el mar? ............................ 85 .
Unos títulos que ofenden .......................................... 86 La leyenda de Nerón redivivo................................... 87 ¿Qué indica el número 666?.....................................88 Algo que se puede calcular .......... .............................89 La clave es la gematría ............................................. 89 ¿Por qué tenía siete cabezas?.................................... 91 ¡Y parecía tan difícil!................................................ 91 ¿Por qué el Imperio, una Bestia?.............................. 92 No esperamos ninguna Bestia.................................. 93 ¿Qué dice la Biblia del Anticristo?........................... 95 El Anticristo, un problema ............. ...........................95 ¿De dónde salió esta idea?........................................ 96 Su paso al cristianismo ............................................ 97 Había que aclarar las cosas....................................... 98 Otra carta, por las dudas........................................... 99 ¿San Pablo habla del Anticristo?.............................. 99 San Pío X y el Anticristo........................................ 101 ¡Qué gente que sabe cosas!....................................101 ¿Es cierto que se salvarán sólo ciento cuarenta y cuatro mil?................................................ ..........103 La pregunta sin respuesta ....................................... 103 ¿Desentona este libro? ............................................ 103 Cuentas que no cuentan ........ ..................................104 A ejemplo de los viejos salvados ..... ......................105 Número inalcanzable .............. ................................106 No tantos, pero sí todos .......................................... 107 Algo así para los nuevos......................................... 108 El “plus” de los invitados....................................... 108