, Ada Adan Kov Kova acsi csics, cs, Guerra Guerra y le l enguaj nguaje Acantil ntilado, Barcelona, 2007, 157 páginas Jor JorgePolanco Salin linas
Los lilibros bros que más han marcado mis le lectur cturas as el últi últim mo ti tiempo provi provie enen de una mano común: Adan Kova Kovacsics. csics. No N o setrata quelos hayacre creado él, pero la la mayorí oría han pasado por su re reescrit scritura ura, es decir, cir, sus sus tra traducci duccione ones. Suya Suyas son la las versio sione nes de Imre Kerté rtész, Vi V ictor Klemperer, I lseAichinger o Ádám dám Bodor, Bodor, y eso por nombrar la las que he podido podido re revisa visar, puesto puesto que tambié bién ha tra traducido ducido a Ingeborg Ba Bachmann, Pa Paul Celan, Ka Karl Kraus, us, Jose J oseph Roth, Roth, Hug H ugo Von Von Hof Hofm mannsthal, entre ntre los más conocidos, conocidos, y asim simismo a Peter Al Altenberg, Lá Lásló sló Kr Krasznahorka horkai, Ha H ans Lebert, entre ntre los menos referen referenci cia ados en nuestro país. Y la lista continúa continúa. Si bie bien no mepodrí podría pronuncia pronunciar por la la corre corrección de sus traducci traduccione ones, que seconcentra concentran pri principal ncipalm mente nteen el húngaro y el alemán, sí estoy stoy seguro que que en gran partedela belleza queexhibe xhiben en caste castellano ti tienemérito Kova Kovacsics. Es Es cie cierto queel tra traductor es sosl sosla ayado habitua habitualmente respecto del creador y el crít crítico; sin sin embargo este ofi oficio cio invol involucra ucra un comprom promiso con la la lengua no menor, nor, si se toma en cuenta nta el lugar que le otor otorga ga Benja njamin –por –por ejemploplo- en la la búsq búsqueda por atra atravesar la babel lingüí ngüísti stica ca en pos de la le lengua nguapar paradisi disia aca. La sutil utileza y sensibi nsibillidad dad por el idiom dioma deKlemperer o la las disona disonancia ncias despia spiadada dadass deKerthész, por cit citar dos de sus versione siones, no podrí podrían si siquie quiera sospecharse si no fue fuera por la la labor del tr traductor. ductor. Ya Y a lo decía cía Primo Le Levi cuando su obra obra comenzó nzó a conocerse en alem alemán: “l “la experie xperiencia ncia me ha enseñado después quelatra traducción ducción y comprom promiso son son sinóni sinónim mos”. Pero lo lo insól insóliito no provi provie ene sola solamente de la capacida cidad d idi idiom omática de Adan dan Kova Kovacsics, sino sino más bie bien de nuestro stro desconocimiento, desconocimiento, puesto que -¡pa -¡para no cre creerlo!- nació ció en San Santitia ago deChil hile. No me atrevería aafirmar ple plenamente nte si seconside considera chil chileno, en la la medida dida en que viaj viajó a los los catorce catorce años a Viena, comple pletando sus estudios studios defilosofí osofía y fifilología, ología, y después se tra trasla sladó a Barcelona, donde dondees un re reconocido conocido tr traductor para dive diversas casas edit ditori oriales. Sin Sin embargo, esta reseña -querequería de un breve pre preámbulo bulo acerca del autorutor- no se sitúa sobre obre su tr trabajo de tra traducción, ducción, sino sino en su su vertiente escritur scritura al, toda todaví vía amás desconoci sconocida en Chil Chilequelaanterior nterior.. El El libro a consi consign gna ar esGuerra y l enguaje , nguaje publi publicado hace tres años, y aun cuando cuando se encuentr ntra en el límite de la la recepción pción de una reseña, la mayorí yoría delo que seescriba scriba sobre obreKovacsics sics sonará anuevo. La sutil sutileza del estil stilo es la prim primera gentil ntileza del libro. Una cie cierta sobr sobriiedad dad y agudas das observacione ciones sobre sobre los autor utore es tra trabajados, que borde bordean el cuento nto y el ensayo, le le dan un tono tono liliterario ario más que crí crítico. El ensayo, cuando puede asumirse de esa manera, culm culmina en bellas alegorías gorías, extrav extraviando grat gratamente al lector en sus referencia ncias. La L as cuatro tro seccione cciones del libro pueden divi dividi dirrseen dos y dos, esto es, en la la pri primera y la la tercera en cuanto nto al pr primado del tono ensayísti yístico, co, mie mientr ntras la la segunday la la cuarta cuarta pueden le leersecomo narraciones. aciones. Guerra y lenguaj re retra trata en general personajes liliterarios terarios de la nguaje pri primera guerra, sobre todo de Europa uropa orie oriental, ntal, que Kovacsics conoce a cabalidad. dad. Sus mismas
traducciones y los años de residencia o viajes a las ciudades aludidas –Viena y Budapest, primordialmente- le posibilitan recrear el ambiente cultural de los escritores y personajes abordados. El asunto crucial quetrata el libro refierea la estrecharelación entrela catástrofedela guerra con la catástrofedelalengua, y aun cuando parecieraobvio por el título, no lo es tanto si consideramos que lacrisis lingüísticaseadvierteyaafinales del siglo XIX y principiosdel XX. El primer capítulo, “Crisis del lenguaje”, trata primeramente la célebre Cart a a Lord Chandos -o Una cart a , como precisa Kovacsics-, donde Hofmannsthal patentiza en 1902 el escepticismo y la dudaen las potencialidades del lenguaje. Estecuestionamiento implicaunadificultad sumaal escritor, puesto que“la dedicación a la literatura crea una carencia” (p.9), una experiencia dela intemperieque podemos ver en varios de los escritores remarcados por Kovacsics. De pronto, el lenguaje se volvió inhabitable y, por ende, llevado al extremo de perder terreno frente a la acción o la acritud. Es la desconfianza quesevislumbraen el dadaísmo, en las sátiras yconservadurismo metodológico deKarl Kraus –enfático en ironizar el mal uso del idioma-, así como en la apuesta anarquista de Gustav Landauer o las críticas de Mauthner a las murallas dela lengua. El más citado a lo largo del libro es Karl Kraus, quien “secebaba en las erratas como Freud en los lapsus. Kraus ponía el lenguaje como ejeparamedir la degradación” (p.26). Pero los mencionadosno son los únicos (no podría nombrar a todos los aludidos). Kovacsics pasarevista también aMusil, Bachmann, Celan, Bäcker, Jelinek, donde la relación entreguerra y lenguajecubreuna estela más amplia quela primera partedel siglo, incluso extendida igualmente a los objetos y la naturaleza. “¿Existe algo –pregunta Kovacsics- que quede al margen del lenguaje mortífero, que parece haberlo inundado todo?” (p. 38). Hay, en esta interrogación, una concepción de la lengua que quedará merodeando al traer consigo una reflexión posterior alaguerra, alaquenos referiremos más adelante. El segundo y cuarto capítulo adoptan un tono narrativo, en los cuales se relatan las historias de Hubert Matuschka y Elvira Rádai, respectivamente. El primero consiste en varios cuentos simultáneos quedejan al lector en el suspenso dela continuidad del relato, donde la técnica literaria consiste en intercalar narraciones con un sentido oscuro sobre el género y las historias contadas. El personaje Matuschka, por ejemplo, es un escritor austríaco que viaja a los castillos a quemar sus textos, sin descubrirse bien si fue asesinado o si el amigo que recorría con él sus aventuras en motocicleta era el verdadero autor; Kovacsics traduce “casualmente” uno de los escasos textos conservados. DeElvira Rádai, por su parte, secuenta lahistoria desu vuelta aHungría después dela reclusión en Auschwitz. Detalles de la incomprensión y el extrañamiento, en una pesada atmósfera silenciosa, atraviesan la narración. Los familiares de su marido, conocido después de la guerra, y el niño con problemas lingüísticos que Elvira cuida, sirven de telón de fondo a una escena que sorprenderá al final. Las breves reflexiones lingüísticas y la imagen detenida de los personajes intervienen en una tensacalma, donde el fin alumbra hacia atrás el relato, marcando lo no dicho en la incomunicación. La alegoríapareciera primar en estos retratos queconformanGuerra y lenguaje . El tercer capítulo homónimo al libro vuelve a plantear el ámbito cultural de la primera guerra, cuando algunos escritores quedaron en silencio tras su estallido. Es conocida la frasedeBenjamin que después de la gran guerra los hombres volvían mudos del campo de batalla. Una explicación a este
fenómeno viene sugerida en el texto, aunqueno sea tal vez su propósito. La gran cantidad de libros quecomenzaron a circular posteriormente, según Benjamin, eran todo menos experiencia. En aquella disociación la técnica tienegran responsabilidad, y más precisamente dentro del ámbito escritural, el surgimiento de los corresponsales deguerra. Tal oficio ejercido al principio por poetas y novelistas, Kovacsics lo describe de modo que se entienden mejor las razones por las cuales los escritores obligados a ejercer de propagandistas- comienzan a “incomodarse”, debido al empleo del lenguaje entendido como utensilio. Laabundanciadelibros, nacidos yacaducos como medios parajustificar la guerra, realza la imposibilidad de la experiencia. Si bien no es la única explicación, es un registro histórico relevante queimpregnará las discusiones literarias y filosóficas sobre la palabra. Vale decir, el predominio de la concepción burguesa (Benjamin) que enfatiza la instrumentalidad y la comunicación –cuyo predominio de la información y la habladuría constituyen unade sus máculas-, puestas al servicio de fines bélicos. En esta medida, “expresarse en contra sin más no era tal vez la fórmulaadecuada. Habríasignificado añadir unavoz más al discurso. Lapercepción a la quesedebía el silencio era que hasta el eje de la lengua se había movido” (p.69). Así es como Kovacsics lee la parálisis deRilke y, a su vez, el silencio de Wittgenstein, quien en esos años reflexiona –a diferencia del énfasis de la lectura positivista- en “resguardar el espacio de lo indecible” (p.89). Una breve y hermosa frase de kovacsics consigna lo que estamos indicando, al atravesar quizás su concepción sobre los escritores quedelicadamente sintetiza: “el silencio: el lugar donde seguarda y se protegeel verbo anteel arrasamiento, el cajón donde seescondeel tesoro antelas tropas” (p.69). Paradójicamente, el cúmulo de textos publicitarios y propagandísticos durante la guerra ubica al escritor en un lugar complejo, donde la caducidad de la palabra se confabula con la amnesia. La publicidad “nace siempre vieja” (p.102). El fetichismo y la cosificación son las maneras con que la violencia reverbera sutilmente en la lengua. Aquello se deja notar cuando el autor se refiere a las relaciones entrelenguaje y mercancía, propaganda y guerra. La introducción de la jergatécnica no fue caprichosa, constituyó una forma de habituar al belicismo. “Y lo cierto –aclara Kovacsics- es que ahora hasta la paz eincluso lasvíctimas tienden aconvertirseen producto, si es queno lo han hecho ya” (p.109) Además al abocarsea lo caduco, las palabras sepreparan para el olvido. Esasería, quizás, otra manera de continuar las catástrofes. “El nombre, pensado para grabarse en la memoria, se convirtió en la palabra destinada a ser olvidada. Así funciona, de hecho, la actualidad: como una fábricadeneurosis” (p.112). La violencia no sólo procede del “exterior”, el mismo lenguaje seve afectado en su manera de ser concebido. Es decir, la separación entre un elemento pasivo y otro activo del signo, proveniente del pensamiento romántico, es suprimida en pos del privilegio del ámbito activo -o arbitrario- con el fin deprovocar efectividad, adelantándoseal enemigo, alas “cosas” y sus“representaciones”. Laacción y el deseo dedecidir comienzan aprimar. Lapalabra es tramadapor la voluntad, donde sepone en vilo la verdad y también –agregaríamos- el lenguaje mismo. A pesar de la marca crucial de la guerra, la catástrofeno pareciera terminar en ella, continuando imbricada dentro de la lengua en los tiempos de paz. Pareciera queesecallar, al queapunta Kovacsics durante el estallido de la lucha, resonara todavía como respuesta a ese “algo que se había producido en el interior del lenguaje y que provocaba tal reacción” (pp.71-72). Allí es donde perdura una pregunta, después de leer el libro, que todavía
retumba con posterioridad a las guerras, en aquel opaco resplandor de las palabras que atraviesa el silencio. O dicho en signos deinterrogación, ¿quétipo devínculo guarda el silencio con la guerra, es solamente pasivo o es otra forma de violencia? Más aún, ¿cómo se extiende entre el boscaje de las palabras, cuando ha cesado el acontecimiento histórico?