Sistematicidad Sistematicidad del Abuso Como Observatorio hemos emprendido la tarea de comprobar la sistematicidad del abuso de la policía. Contrario a las aseveraciones de accidentalidad o los argumentos de caso aislado de la Institución frente a las denuncias sobre violación de Derechos Humanos y abusos por parte de agentes de la policía, nosotros tenemos algunos indicios que nos permiten señalar que los actos son sistemáticos y envuelven a la Institución en su conjunto. Los argumentos incluyen elementos de doctrina de seguridad en la que se inscribe la policía y los casos (su frecuencia y similitud) de abuso por parte de los agentes policiales. La doctrina de seguridad ciudadana que vivimos en Bogotá –y –y el país- se centra en la garantía y mantenimiento del orden público. Un orden público que no entendemos, no sabemos a qué intereses responde y por qué nuestra mera existencia lo altera. Por ejemplo, nosotros no entendemos de qué forma alteramos el orden público al pegarnos un bareto en el parque y, menos, que esa sea una razón para ser conducidos a la UPJ. Esto deja en el aire la idea de una seguridad en donde la función del policía es forzar la obediencia de la ciudadanía a la norma de manera irrestricta. A esto se le suma el desarrollo de una política de seguridad ciudadana en el marco de un conflicto armado que –aparentemente –aparentemente- justifica la militarización de la policía, la cual en una confusión problemática de su sentido se plantea como un instrumento de defensa del régimen, es decir garante del monopolio de la violencia contra las distintas amenazas que se ciñen contra él. Ello provoca que se presente una constante indistinción entre c iviles y combatientes en el marco de los distintos conflictos que se desarrollan en la ciudad. No es gratuito el hecho que la Policía Nacional se encuentre inscrita en el Ministerio de Defensa Nacional. No es producto del azar que una fuerza especializada de la policía como lo es el ESMAD actúe como ejército de oc upación. Por otro lado, creemos que la cantidad de casos de abuso por parte de la policía contra la juventud nos permite dar cuenta de una sistematicidad que sigue siendo un reto, pues las cifras no están consolidadas. Esto nos permite hacer una primera invitación a las organizaciones juveniles y de Derechos Humanos de la ciudad, hay que ponerse las pilas co n la consolidación de cifras y casos. ¿En qué momento podemos podemos hablar de abuso? abuso? La policía es un dispositivo dispositivo para el control social social formal, es decir, es un instrumento a cargo del Estado para disciplinar a su población. Su actuación se despliega en forma dual: preventiva y reactivamente. Es una institución a la que se le permite hacer uso de la violencia, pero el uso es legal siempre que respete los derechos constitucionales de las personas; cuando no los respeta estamos en frente de un abuso. abuso . Los abusos de la policía son por acción u omisión. Por acción, cuando en el marco de una intervención van más allá de lo permitido, por ejemplo, lastimando a una persona que no oponía ninguna resistencia, o dañando cámaras de video de periodistas que los registraban, etc.; y por omisión, cuando no cumplen con una obligación legal que les era exigible, como cuando niegan o demoran injustificadamente el apoyo requerido ante alguna eventualidad o urgencia.
Como Observatorio Revbelando creemos que la lucha por los Derechos Humanos -de nosotros como jóvenes- articula tres valores muy importantes para la vida en sociedad: la integridad, la libertad y la vida. Estos valores nos brindan tres variables de la vulneración de nuestros derechos y permite clasificar el abuso de la policía. Cuando hablamos de la integridad nos referimos a los casos en los que como jóvenes somos golpeados por parte de la policía, estos golpes podemos recibirlos a la luz del día, con los ojos de muchas personas encima, en el desarrollo de una movilización, tal como se pudo observar en el Paro Agrario, como también son recibidos silenciosa y dolorosamente en un CAI de barrio, en una parca o una UPJ; al referirnos a la libertad queremos hacer mención de la constante vulneración de la misma que sufrimos al ser llevados todos los días a las Unidades Permanentes de Justicia (UPJ) o los CAI´s de nuestros barrios. Las UPJ son lugares de reclusión transitoria convertidos en instrumentos de control y amenaza por parte de los agentes de policía, la UPJ es el coco de la juventud en la calle. Por ello consideramos muy importante iniciar una lucha que propenda por aclarar el uso de la UPJ y posicionar un debate público que pueda poner en consideración su existencia y extensión (sabemos que existen planes de construcción de más UPJ en la ciudad, como también que estos centros de reclusión transitorios han sido replicados en otros lugares del país como Bucaramanga). Para esto es necesario denunciar masivamente las constantes privaciones de la libertad que sufrimos a diario en la calle; finalmente al enunciar la vida hablamos del grado más brutal del abuso policial: el asesinato de jóvenes a manos de agentes oficiales. Los medios de comunicación y la opinión pública nos han permitido conocer de los casos de NIcolas Neira y Diego Felipe Becerrra, a quienes el día de hoy rendimos un homenaje, como se los rendimos diariamente porque siempre están presentes en la lucha que hemos emprendido. Sin embargo, con dolor y tristeza tenemos que decir que ellos no son los únicos. Hoy también queremos hacer memoria de otros jóvenes asesinados por la policía con el silencio cómplice de una sociedad que ha aceptado como destino la muerte de sus semillas más vigorosas y fértiles: los hijos más jóvenes de este pueblo. Nosotros no nos vamos a resignar a aceptar esto como una realidad instransformable, por ello hemos decidido organizarnos y luchar! Por eso queremos hablar de Brajan Ortiz (17 años), asesinado el 8 de agosto del 2011 en el barrio Bella Flor de la localidad de Ciudad Bolívar por un policía que le propino un disparo en el pecho cuando el joven se le acercó a indicarle donde se desarrollaba una riña que los patrulleros iban a atender; Sebastián Rojas Blanco (17 años), asesinado el 7 de noviembre de 2011 por unidades del Batallón No 13 que opera en la Ciudadela Sucre (Soacha), en momentos en que los militares se dirigían al lugar a atender un llamado sobre la presencia de supuestos pandilleros en el lugar; Wilmer Alejandro Bernal (15 años), a quien el día 15 de febrero de 2012 el intendente Carlos Danilo Posada –en compañía de otros agentes- le prendió fuego cuando se encontraba debajo de un puente en la localidad de Engativá; Julián Mancilla Barreto (17 años), quien el día 8 de agosto de 2012 recibió cinco disparos propinados por un agente de la SIJIN que de civil se encontraba requisando en un sector de farra en Puente Aranda; Michael Suarez (17 años- Reciclador), asesinado el 15 de enero de 2013 por un agente de la policía en el desarrollo de un supuesto operativo en Soacha; Omar Martínez Cruz (17 años), el 29 de enero del 2013 en la localidad de
Bosa recibió un disparo en el pecho -que le quitó la vida- por parte de un agente de la policía en el desarrollo de una requisa; José Daniel Tavera (17 años-reciclador), asesinado el 7 de abril de 2013 por un agente de la policía que le disparó en el pecho en el transcurso de una supuesta persecución. En la mayoría de los casos la policía argumentó que se trataba de delincuentes, que había en desarrollo un operativo y fueron recibidos a bala, que los agentes respondieron por defensa propia. Después del caso de Diego Felipe, que el Fiscal Montealegre calificó como Falso Positivo Urbano, en donde se demostró la confabulación de la institución policial para sembrar pruebas falsas y encubrir el asesinato del grafitero, siempre nos quedará la duda frente a las versiones oficiales que de estos asesinatos pueda dar la policía. Es una tarea del colectivo investigar qué ha resultado de cada uno de estos casos. Avanzar en desenmarañar el modus operendi de la policía cuando asesina a civiles inocentes, nos permitirá dar pasos certeros en la comprobación del abuso policial como algo sistemático y que involucra a la institución en su conjunto. La estigmatización que “justifica” el abuso como un asunto de clase Desde el Observatorio consideramos que los abusos de la policía no son dirigidos de igual manera a todos los sectores de la sociedad bogotana. Defendemos la idea del abuso policial como herramienta de clase contra los sectores populares, especialmente contra la juventud popular. Al igual que en el anterior punto los argumentos se nutren de elementos doctrinarios en la política de seguridad ciudadana en Bogotá y de los hechos y sus protagonistas. Desde los noventa la ciudad de Bogotá ha venido desarrollando una política de seguridad ciudadana centrada en la focalización de la seguridad en espacios de riesgo que coinciden con los lugares donde habitan los sectores populares de la ciudad. En el primer gobierno de Mockus se planteó la política de los Frentes Locales de Seguridad y las Escuelas de Seguridad Ciudadana; en el gobierno de Peñaloza nos encontramos con la política de Policía Comunitaria y Zonas Seguras; en el gobierno de Garzón se implementó la política de Contratos Locales de Seguridad; y finalmente el gobierno de Moreno se empieza implementar el Plan Nacional de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes. Creemos que las administraciones de los últimos veinte años en la ciudad de Bogotá le han dado continuidad a una política de seguridad que privilegia la identificación de zonas inseguras y propende por establecer escenarios de actuación locales que buscan involucrar a la comunidad en la resolución de las distintas violencias. Esto tiene como resultado la estigmatización –demonización- de los sectores populares. Teniendo como consecuencia que los niveles más altos del abuso policial se presenten en estos sectores. Lo cual nos lleva afirmar que las variables del abuso (identificadas anteriormente) son cruzadas por un fuerte elemento de clase. Es necesario recordar que la configuración de los sectores populares de Bogotá no es ajena al conflicto social, político y armado que vive el país. Nuestros barrios han sido construidos, en su
mayoría, por el campesinado desterrado por el capitalismo que, en un país como Colombia, toma la forma de la libre empresa cuando hablan los doctores y de la motosierra cuando al pueblo lo ponen a darse con el pueblo. La guerra declarada contra un proyecto de vida digna para el campesinado ha tenido como resultado una brutal cifra de 5 millones de desplazados que entran a engrosar las filas de la clase popular urbana. Las condiciones del conflicto urbano exceden la organización política del conflicto, esto lo entiende muy bien la clase dirigente local, para quién las condiciones de miseria en que vive gran parte de los sectores populares es un hervidero que les puede estallar en cualquier momento. Este estallido se confronta con militarización, por la vía de localización de la seguridad de ciudadana a través de la Vigilancia Comunitaria por Cuadrante por ejemplo, y con políticas tibias de asistencia social. En este sentido, al ser la política de Vigilancia Comunitaria por Cuadrante una práctica de contención, plantea, en términos del conflicto urbano, una guerra de baja intensidad contra los sectores populares. La guerra tiene víctimas, las victimas acá las ponen en su mayoría los pobres. Entonces el abuso policial es una forma de la guerra contra los pobres que se vive en la ciudad, por eso el abuso policial tiene carácter de clase. Ya lo veíamos en los casos de jóvenes asesinados por la policía ¿cuántos de ellos fueron asesinados en El Chico, en Rosales, en Cedritos, en Chía? NINGUNO, los mataron en Bosa, Ciudad Bolívar y Soacha. Por eso la percepción frente al abuso policial es distinta dependiendo el sector desde donde se mire. En días pasados nos encontrábamos en un debate sobre abuso policial con jóvenes del Partido Conservador que nos llamaban a venerar y respetar a la policía, ante eso uno lo más decente que puede decir es que las distancias de la mirada son mediadas por la clase. El abuso policial en el marco de la precarización de la vida de los jóvenes Nosotros queremos hacer especial mención de los jóvenes, porque somos jóvenes y sentimos que es el sector más afectado por el abuso policial. Los jóvenes somos el musculo productivo del capitalismo, por ello si el capitalismo precariza la vida nos precariza la vida como jóvenes. El abuso policial es el grado más visceral de la precarización de nuestra vida como jóvenes. De los 2.708.00 desempleados que se calcula hay en Colombia aproximadamente 1.300.000 corresponde a población joven. Sin contar con que muchos de los jóvenes que se encuentran empleados cuentan con trabajos de miseria que escasamente les permiten sobrevivir. Muchos de los jóvenes de nuestros sectores populares viven del rebusque. Anualmente se gradúan aproximadamente 550.000 bachilleres de los cuales sólo 350.000 son atendidos por alguna institución de educación superior. La educación en el distrito de Bogotá a pesar de los esfuerzos en inversión de recursos que se han hecho sigue ofreciendo una educación empobrecida, el colegio sigue siendo un espacio de contención de nuestros niños donde los libramos de la calle y no un lugar para recrear la vida.
Lo anterior para decir que los abusos de la policía a los jóvenes populares se inscriben en una dinámica de abuso y explotación. Además de tener una educación empobrecida que no ofrece ninguna vitalidad, además de que la universidad para muchos de nuestros jóvenes es un mito, pues está muy lejos de sus realidades, además de no contar con posibilidades de empleo o con empleos esclavizantes e indignos, además de vivir en una ciudad que nos segrega sin permitirnos disfrutarla, nuestra pobreza es estigmatizada y criminalizada. Acá ser pobre es suficiente razón para irse de gancho ciego a la UPJ o ser reciclador es lo suficientemente criminal como para recibir un disparo en el ojo de la policía. Ante el abuso policial organización popular Finalmente los queremos invitar a que no nos quedemos esperando a que un día un gobierno justo pueda cambiar las políticas de seguridad en la ciudad y haga real la idea de una seguridad integral. El gobierno justo lo construimos nosotros ahora mismo, sin necesidad de paternalismos. Los invitamos a organizarse en sus barrios para hacer observancia del actuar de la policía. En los últimos años hemos visto como la Policía Metropolitana ha crecido, llegando a copar casi la totalidad de nuestros territorios, sin que este crecimiento se corresponda con el establecimiento de mecanismos efectivos de control civil. Lo cual dificulta medir el carácter democrático de su actuación y nos deja a merced del poder descontrolado de la policía. Ante ello, no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como vulneran nuestros derechos,
es necesario que las
iniciativas de derechos humanos se multipliquen en todos los territorios de la ciudad teniendo claro que el abuso policial es la punta de lanza de un sistema que nos explota y empobrece la vida. La presencia localizada de la policía cuadra a cuadra, barrio a barrio, upz a upz no se corresponede con un control civil, pues las personerías locales tienen a lo sumo tres empleados. Como sabemos quienes estamos cuadra a cuadra, barrio a barrio y upz a upz somos nosotros y la ciudad es nuestra no de la policía y los cochinos empresarios de la muerte a los que le sirven.
¿Como se beneficia la policía de su abuso? Contemplando las tres variables de vulneración una por una enunciaremos de manera breve los distintos beneficios que podría presentar para la policía su abuso de autoridad; beneficios que hacen se mantenga esto como política más allá de los ya mencionados hechos aislados, comencemos con lo que para nadie es un secreto; los agentes de Policía al mes o cada tres meses deben cumplir con una serie de indicadores que dan cuenta del desempeño de su labor durante el periodo estipulado y que según lo que estos denoten le darán cabida a una serie de beneficios o en su defecto una serie de represarías institucionales (estas nunca son tan graves como su equivalente en la compensación para su desempeño) muchas de las cuales no pasan de memorando o cambios de actividad que les permitan aumentar sus número
Para puntualizar este ejemplo esta lo que a para nosotros respecta como el más grave caso; el de los Falsos Positivos, montajes complejos donde personas P OBRES eran hechas pasar por miembros de las guerrillas para que los militares recibieran vacaciones con muy buenas bonificaciones. Mientras ellos descansan en playas estos jóvenes de Soacha descansan en la PAZ del Señor. Con este mismo esquema de falsos positivos los policías recurren de manera constante a la práctica de captura por sospecha, o por cometer alguna contravención (serie de delitos menores que no ameritan un juicio pero que no ameritan tampoco dejar a la persona en liberta; de estas pocas se saben y a la hora 20 dependen de lo que el policía le quiera llamar contravención), o simplemente porque sí, todo esto a beneficio de vacaciones y del no traslado de sus lugares habituales del trabajo; es por esto que los días de corte vemos como con ansiedad grupos de policías se ponen en la tarea de llenar el camión para cumplir la cuota; algo similar sucede con las radiadas a pedir antecedentes solo que estas no consiste en ningún tipo de abuso pero también deben cumplir con su cuota. Otro beneficio pero este un poco más soterrado es el de ser control en los barrios; como se ve en un video en el que 4 policías se enfrentan con habitantes de un barrio en la Localidad de Bosa pues al parecer tuvo problemas con uno de los perros de estos habitantes, lo que estaba implícito en el dialogo que presidio a la riña era la necesidad que tenía el policía que dejaran de abusar de ellos; pues como dice el mismo “entonces nos tenemos que dejar pegar” “¿les parece que no tenemos autoridad?” más allá de lo sucedido con el perro este caso de abuso en el que siendo más y con taeser los policías se enfrentan a estos jóvenes buscaba dejarles claro a los muchachos que ellos estaban dispuestos a todo y no se iban a dejar de unos ñeros. Es por eso que continuamos con nuestra afirmación que el abuso responde a una política de criminalización de la pobreza y en especial de los POBRES, quienes no te niendo mucho que perder lo ultimo que quieren es dejar que la policía se las monte; desafortunadamente ejercicios de excesos de fuerza como los mencionados dejan con pocas ganas de responder de nuevo ante estos abusos a la población civil. Beneficios de carácter psicológico como el visto en el caso anterior funciona de igual manera ante las masa; quienes en el ejercicio de la protesta son continuamente agredidas y vulneradas con el fin no solo de contenerla si no también de dejar sembrado en las personas que participan de estos justos actos un fuerte miedo que impida próximas participaciones. Con estas apreciaciones es necesario decir que sea el motivo que sea; o se considere como un hecho aislado o como toda una política por la cual se comete un abuso este siempre será injustificado; pero de igual forma los niveles de impunidad que rodean estos diferentes sucesos son tan alarmantes como la cantidad de casos existentes frente a los mismos.