Cárter C . U m b a r g e r
Terapia familiar e s t r u c t u r a l
TERAPIA FAMILIAR
E
ste libro, destinado a terapeutas que si mu ían en el trabajo c o n familias, introduce en las premisas de la leiapia íaitii liar estructural, c r e a c i ó n de S a l v a d o r M i n u e l i i n \s cola boradores de la Clínica de ( ) i i e n l a i ion Infantil de l'iladellia,
H i i ^ H La utilizac|ón de las técnicas estructurales es expuesta con
sistema y método analítico, de la mano de ejemplos clínicos c|ue el autor desgrana siempre con un claro propósito didáctico e ilustrativo. Las distintas fases de la terapia se exponen desde los primeros pasos, que llevan al terapeuta a hacer coparticipación y recoger informaciones; se explica la manera de elaborar un diagnóstico estructural y de iniciar la terapia propiamente dicha, ofreciendo un repaso de las prin cipales estrategias de intervención asociadas a la terapia estructural.
' j Además, y "dado que buena parte de la terapia se desenvuelve en el suelo fértil de las, fases intermedias, y no entre las candilejas de una entrevista inicial inolvidable", Umbarger dedica especial atención a lo que sucede luego de las maniobras de apertura y al modo de rccu perarse tras intervenciones fracasadas, cuando el brillo de las prime ras esperanzas desluce en las trabajosas fases intermedias de la terapia. C Á R T E R C . U M B A R G E R , PhD, completó su doctorado en Psicología
en la Universidad de Brandéis. Trabajó en la (¡línica de < )i ientadón Infantil de Filadcllia con Salvador Minuchin y |av Haley. En 1974 cofundó el Instituto de la Familia de Cambridge, del que fue director hasta 1991. Es autor de numerosos artículos sobre estrategias de tratamiento de familias y parejas.
Amormrl
wleditorés
1. Carácter, contexto y cambio
El genograma de la señora N. Consideremos la siguiente historia: Becky, de siete años, había sido derivada a terapia por su maestra a causa de su escaso ajuste en el aula. Se la veía a menudo llorosa, se quejaba de extrañar el hogar y daba una impresión general de inmadurez en su conducta social. En lo demás era inteligente y tratable. Los padres aceptaron la consulta porque les preocupaba la frecuencia de conductas similares en casa. Los dos frisaban los 35 años. Acudieron a la entrevista inicial con Becky y su hermano menor, de cuatro años. Ambos tenían educación universitaria, se mostraban sensibles en el plano emocional y parecían llevar vida armoniosa. La señora N. había recibido psicoterapia individual, centrada en problemas relacionados con su familia de origen, y completada con intrincados genogramas de su árbol genealógico y periódica asignación de «deberes para la casa» con los miembros vivos de su familia. Ella se consideraba una personalidad deprimida, y que había extraído gran beneficio de su anterior terapia. Ahora estaba preocupada por su hija. En la primera mitad de la entrevista la señora N. se refirió una y otra vez a su genograma y a una supuesta «herencia de ineptitud», que en su familia materna se habría trasmitido a la hija mayor de cada generación, categoría a la que pertenecían ella, su propia madre, y ahora la hija. Con la fuerza de convicción del sentido común, la señora N. sostenía que esta herencia de incapacidad social se manifestaba ahora en Becky. Para definir esta trasmisión de la insuficiencia en el paso de las generaciones empleaba el término «trasferencia simbiótica», frase a la que adjudicaba importante sentido. Mientras la señora N . se esforzaba en narrar su historia, la terapeuta, una mujer joven, advirtió que Becky con frecuencia interrumpía a su madre: casi siempre con suspiros o desplomándose con ruido sobre la silla. Y una observación más importante de la terapeuta: las interrupciones parecían formar parte de una secuen-
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cia simple de conductas. Un episodio lo mostrará bien: en cierto momento la madre solicitó de la terapeuta utilizar la pizarra para dibujar su genograma familiar, y entonces sobrevino este intercambio: Madre: Todo este problema viene de lejos... bueno, por lo menos comienza con la madre de mi madre. ¿Puedo (al tiempo que señala la pizarra y se incorpora)! Vea usted, este es el cuadro (empieza a dibujar un diagrama en que aparecen varias generaciones de hombres y mujeres de su familia extensa). Es muy conmocionante... y entonces... Padre: Tu madre era... bueno, creo que en realidad no esperaba mucho de su propia madre. (Ha interrumpido a su esposa, parece que con la intención de ayudarla en la descripción de su familia.) ¡Ella era una persona diferente! (Se inclina ligeramente hacia su hija, que la tiene sentada enfrente, y suspira.) ¿Estás bien? Madre: Es realmente conmocionante ver todo eso puesto ahí. Conozco bien a estas mujeres... Hija: (Becky deja su silla y acude a su madre junto a la pizarra, toma una tiza y hace garabatos.) Es estúpido. No lo puedo hacer (señalando sus garabatos). Hazlo tú. (Se cuelga de la madre.) Madre: Becky, no interrumpas. Este tiempo es de mamá, será tu turno después. (Conduce a Becky con firmeza hasta su asiento.) Déjame terminar esto (lo dice con convicción). Padre: (Se respalda en su silla, después hace señas al hijito menor para que venga a sentarse con él. La esposa retoma su narración.) Pudiera parecer que en sí mismos estos breves intercambios entre los miembros de la familia no presentan nada notable, j ^ salvo su recurrencia periódica. Pero la terapeuta eligió hacer una traducción aproximada de esas conductas y convertirlas en [ &) una pauta, que se desenvolvía así: 1) La señora N. buceaba en su pasado, en la porfía de descubrir un sentido psicológico, al Q tiempo que mostraba cierta aflicción; 2) su marido, con tono ^ ^ más bien neutro, intervenía agregando alguna información, pero después invariablemente interactuaba con su hija, parecía que en el afán de verificar si ella «estaba bien»; 3) Becky, \ O después de este contacto, pasaba por lo general a interrumpir a su madre, quien 4) respondía con entera competencia y la devolvía a su asiento, 5) punto en el cual el marido aflojaba su vigilancia. La terapeuta decidió intervenir en el momento en 1
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que esta secuencia recomenzaba. E l cuadro 1-1 presenta las dos maneras en que pudo hacerlo. Cuadro 1-1. Intervenciones posibles del terapeuta en el problema de la hija de la señora N. Problema ¿Cómo lograr que la hija deje de interrumpir a su madre y dé aferrársele?
Intervención estructural «Señora N., ¿puede usted pedir a su marido le explique a Becky que usted se siente cómoda, que esta es una vieja historia suya y no necesita ayuda, y usted sabe muy bien lo que tiene que hacer? Pida a su esposo que haga esto por usted».
Otra intervención «Sería bueno impedir que siguiera haciendo eso porque, vea usted, ella está identificada con usted, ahora mismo actúa inapropiadamente, tal como a usted le parece que lo hace usted misma. Ella quiere ser entonces como usted, aferrarse a su ineptitud».
La intervención estructural que se expone en este cuadro atiende al rol del padre en el intercambio de conductas; indirectamente, va dirigida a su manera de enviar señales a su hija: habría que preocuparse por el hecho de que alguien (su esposa, probablemente) pudiera no «estar bien». La observación de la terapeuta se pliega a esta preferencia por la comunicación indirecta; no pide a la señora N . tranquilizar directamente a su marido, sino tranquilizarlo por intermedio de la hija y hacerlo partícipe como progenitor competente, por sí mismo capaz de trasmitir a su hija la seguridad de que la madre «está bien». Si se estuviera en un momento posterior, se podría tratar de promover un intercambio más directo entre los padres, que no pasara por la hija. El cuadro 1-1 muestra además una intervención alternativa, meritoria desde una perspectiva psicodinámica y que correctamente escoge cuestiones de identificación o de aprendizaje de roles. Pero esta intervención no interrumpe la secuencia de conductas que hace entrar en coparticipación a madre e hija en torno de preocupaciones de insuficiencia, ni altera la posición algo periférica del padre. Expresado en términos simbólicos, el influjo estructural de una y otra intervención es como se muestra en el esquema de la página siguiente. La intervención alternativa, si bien es correcta considerando constructos psicológicos como el proceso de identificación, no modifica la organización familiar. En cambio, la interven21
Estructura original
Intervención del terapeuta de orientación estructural Madre
Madre = H i j a
La otra intervención
Padre
Padre
Madre =
Hija
Padre
será formal y breve, pero sin ella el lector hallara difícil comprender el modo en que una intervención estructural pudo librar a la señora N . de los enredos de su genograma psicológico.
Hija
ción estructural produce ese reordenamiento; coliga a los padres en una unión jerárquica que cuestiona el enmarañamiento entre la señora N . y su hija. Una vez elaboradas, las intervenciones estructurales parecen sensibles y convincentes, sobre todo si uno conoce el momento del proceso terapéutico en que pueden tener mayor influjo. Pero no es fácil ni comprenderlas ni aplicarlas si previamente uno no ha mudado sus perspectivas sobre las razones que llevan a la gente a obrar de determinada manera. E l terapeuta que quiera aprender las técnicas de la terapia familiar estructural debe comprender que se basan en una teoría de la conducta humana que no tiene muchos puntos en común con el paradigma psicodinámico que presidió buena parte de los procedimientos terapéuticos durante medio siglo. Ese paradigma, que es más mecanicista en sus análisis de la vida interior, y que es enteramente lineal en su concepción de la causalidad, durante ese lapso pareció guía suficiente en la tarea de curar perturbaciones de conducta. Pero en la década de 1950 se empezaron a acumular observaciones curiosas sobre personas en tratamiento, que movieron a los clínicos a interesarse por nuevas concepciones de la actividad humana. Esas observaciones coincidieron con la elaboración en ciencias naturales de un nuevo paradigma de causalidad, el paradigma del todo organísmico, encarnado en los principios de la teoría general de sistemas. En este paradigma la causalidad es circular y la conducta no se entrama menos con el contexto de interacción, que con los procesos mentales interiores. La terapia familiar estructural es derivado pragmático de este paradigma organísmico, y tal como ha sido elaborada por Minuchin (1974) y sus colaboradores representa hoy la mejor expresión psicoterapéutica de la perspectiva que sobre la conducta proporciona la teoría general de sistemas. En el capítulo final abundaremos sobre las diferencias entre el paradigma mecanicista y el paradigma organísmico; ahora nos proponemos reseñar las observaciones que promovieron el interés por un nuevo modelo de la conducta y alcanzar una familiaridad al menos inicial con los términos básicos de la teoría general de sistemas. Esta introducción
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Observaciones curiosas El abordaje puramente intrapsíquico de la conducta, por beneficioso que haya sido (y lo fue en sumo grado para algunas personas), resultó infructuoso en muchos campos; no conseguía modificar los problemas ni explicarlos. Aparecieron por ejemplo innumerables informes clínicos, sobre todo en terapia de niños, demostrativos de que una persona podía conducirse bien en un escenario, como el consultorio del terapeuta, y mal en otro, como el hogar. Los especialistas en orientación infantil, en particular, advirtieron este fenómeno: los progresos alcanzados en la terapia individual del niño se hacían más lentos, y aun revertían, cuando aquel se reintegraba a su familia. No 0* era invariablemente así. Pero no se podía descuidar este he- X cho, a saber, que la inestabilidad del cambio aparecía asociada ^ con la vida en el contexto familiar. Observaciones similares se hicieron en pacientes anorexicos: a menudo mejoraban mucho ^ en el hospital, pero este cambio se perdía y hacía regresión cuando eran devueltos al seno de la familia. Otra observación \ que no se concillaba fácilmente con el paradigma analítico era ^\ la aparición secuencial de varios niños sintomáticos en una ^ misma familia. Si uno de los niños mejoraba, muy pronto un r\ segundo niño manifestaba síntomas, aunque por lo general los síntomas de un niño diferían de los síntomas del otro. Haley £ (1963) hizo una observación parecida en su tratamiento de parejas: trataba con buen resultado los síntomas de un cónyuge, sólo para encontrarse poco tiempo después con que el otro se volvía sintomático. Más inquietantes fueron los sucesos observados por Bateson, Jackson, Haley y Weakland (1956) en sus estudios sobre adultos esquizofrénicos. Con prescindencia de su patología interior individual, se producían graves y perturbadoras alteraciones en el lenguaje y otras conductas del paciente cuando era entrevistado junto a otros miembros de su familia. E l rastreo de los trastornos históricos del paciente parecía menos convincente que las perturbaciones contemporáneas escenificadas en el encuentro del paciente y su familia. Todas estas observacio23
nes, que no armonizaban bien con el modelo prevaleciente del cambio, indicaban una nueva fuente de influjo, a saber, el que ejerce el contexto de interacción sobre sus miembros individuales.
Del carácter al contexto La elaboración del paradigma de la teoría general de sistemas facilitó muchísimo pasar del interés exclusivo por el carácter individual a un enfoque del contexto de interacción. La iniciativa para introducir una revolución en los paradigmas provino de la biología, la cibernética y la teoría de la información, pero en las ciencias de la conducta pronto se advirtió que algunas de aquellas «observaciones curiosas» se comprendían mejor recurriendo a un modelo que considerara una causalidad circular, y no lineal. Exactamente esto es lo que contempla el paradigma «sistémico» u «organísmico», además de una diversidad de nuevos conceptos clave sobre la interrelación de los individuos con su contexto conductal. La insistencia en el holis' • mo, en la integridad orgánica y la complejidad de toda entidad X * viva suponía por otra parte una organización sistemática de esa complejidad. Las partes interdependientes de toda entidad " viva estaban en consecuencia organizadas según pautas relaj cionales cuyo alcance era mayor y cuyo sentido era diferente de la mera adición de las partes. Cada sistema así organizado se caracterizaba por determinadas reglas y rutinas operacionales, que definían la modalidad de relación recíproca entre las partes subordinadas, y también la manera en que a su vez_ influían. ¿i Q sobre el designio del sistema global. De este paradigma sistéA mico de la actividad humana se extrajeron los términos teórieos de la terapia familiar estructural. En lo que resta de este capítulo presentamos una breve introducción a los rasgos principales del paradigma sistémico. En el capítulo 2 examinaremos el modo en que estas abstracciones se vuelcan en los términos concretos de la teoría y la terapia estructural.
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Rasgos principales del paradigma sistémico Sistema Un sistema es un conjunto organizado e interdependiente de unidades que se mantienen en interacción. Es un conjunto de elementos interrelacionados con capacidad de ejecución [performance], en particular en su adaptación al ambiente. Dos puntos interesan a nuestro examen. En primer lugar, un sistema —se trate de una célula única, de un órgano, de un cuerpo o de un grupo familiar— es aquí siempre un sistema vivo. Como tal, existe en un estado de continuo intercambio con el ambiente. Esta actividad de intercambio es el contexto dentro del cual la vida se organiza, se desarrolla, cambia y, por último, muere. En el caso de las familias, el contexto de intercambio incluye su clase social, su etnicidad, la cultura que la enmarca en su particular escenario geográfico, y aun su tiempo dentro de la historia universal. En segundo lugar, la frecuente referencia a las «partes» de un sistema y a su entrelazamiento significa que todo sistema se compone de subsistemas o subunidades (términos estos equivalentes), que por su parte son tanto tributarios como arquitectos de las reglas y rutinas que constituyen al todo organizado. Estas subunidades mantienen entre sí una relación dinámica, y están organizadas en torno de la ejecución de funciones que son cruciales para la supervivencia del sistema total. tQ
Frontera
A
;
Una frontera se puede experimentar como unas interacciones gobernadas por reglas, que de manera regular se producen entre personas durante períodos largos. En unidades más pequeñas que un grupo social, como una célula o un órgano, la frontera puede ser palpable, por ejemplo, la piel de nuestro cuerpo. En grupos familiares, en cambio, la frontera es un fenómeno interactivo que acontece en el tiempo. Estas fronteras concurren a consumar y a definir la separación entre las subunidades del sistema total. En las familias, las propiedades de frontera pueden variar según la subunidad participante y la tarea adaptativa en que se está. La manera más fácil de discernir fronteras en el interior de unidades familiares es examinar las conductas verbales y no verbales que permiten y que pro-
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híben la trasferencia de información sobre asuntos vitales. Por ejemplo, puede suceder que por rutina los padres a lo largo del tiempo prohiban a sus hijos enterarse de ciertas cuestiones acerca de su matrimonio. Esta censura de información crea una frontera firme en torno de la subunidad conyugal. A la inversa, puede suceder que por rutina, a lo largo del tiempo, la familia entera admita y llame a muy diversos tipos de amigos y de intereses a participar de la vida familiar. Esta es una frontera de unidad familiar abierta (véase lafigurasiguiente). Unidad conyugal
Unidad familiar
Mundo exterior
la medida en que cumple ciertas metas o propósitos ideales. Por ejemplo, si los padres creen ser ellos quienes deben comunicar a sus hijos la información sexual, emitirán señales de desaprobación si un hijo trae a casa de la escuela un manual de educación sexual. Energía es un fenómeno menos asible, y denota la fuerza emocional, la repetición y la duración de cada señal. En el ejemplo que hemos dado: los padres acaso se enojen y adopten una actitud punitiva, y recuerden al hijo la regla que prohibe traer al seno de la familia ese material de lectura. O puede suceder que mencionen el asunto una vez sola, lo olviden pronto y aun en un momento posterior se muestren inconsistentes con su postura. Energía denota la fuerza y la tasa de intercambio evidenciadas en la trasmisión de esas señales informativas. -\ ¿
Realimentactón\y diseño sistémico Frontera cerrada
Frontera abierta
Figura 1-1. Una frontera cerrada rodea a la subunidad conyugal (izquierda) y una frontera abierta rodea a la unidad familiar (derecha). Si no existieran fronteras, muchos desarrollos críticos del proceso familiar no se producirían; no habría diferenciación progresiva de funciones en los individuos ni en las distintas subunidades, y por lo tanto tampoco complejidad sistémica. Y en ausencia de complejidad sistémica se reduce muchísimo la capacidad de crear y de mantener una postura adaptativa frente al ambiente. A su vez, sin adaptación, el sistema está en aprietos, sus partes individuales empiezan a mostrar tensión sintomática y pronto prevalecerán las fuerzas de la entropía y la decadencia. Ahora bien, ¿qué pone las fronteras y qué las quita? ¿Y qué regulan las fronteras? Las fronteras regulan el flujo de información y de energía de que un sistema vivo requiere en su quehacer constante dirigido a mantener un equilibrio armonioso con su contexto ambiental. Estos conceptos de información y de energía son centrales en una teoría general de sistemas aplicada al proceso familiar; son la urdimbre en que se entrama la actividad cotidiana de la familia. Información denota las señales verbales y no verbales que indican en cada caso, para cada parte del sistema, o para este en su totalidad,
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Entradas y salidas de información y de energía se vehiculizan por medio de un suceso cibernético llamado lazo de realimentación. En el caso de las familias, estos lazos son senderos de comunicación que cruzan las fronteras entre las unidades en un sentido y en el inverso, dando señal a los miembros de esa unidad sobre su grado de conformidad o de divergencia respecto del propósito general del sistema. Todo sistema está «en tren de algo», es decir, se encuentra en cierto estado de intercambios más o menos adaptativos con el ambiente. El diseño de un sistema denota la meta de estos intercambios y el estilo en que se llevan a cabo. Las familias llegan de diversas maneras a establecer estos diseños supraordinados de vida. Los teóricos de la terapia familiar estructural han prestado escasa atención a una eventual tipología del proceso familiar; otros autores han ensayado una variedad de modelos clasifícatenos (Beavers, 1977; Kantor y Lehr, 1975). Pero prescindiendo del modo característico en que una familia procede a crear el diseño de un adaptativo vivir-en-contexto, es preciso que esté diseminado por todo el grupo familiar, que se trasmita con precisión a cada subunidad, que a su vez deberá procesar esa información y responder a ella. Existe entonces un flujo y un intercambio continuos de información y de energía a través de las fronteras de las partes interdependientes. Este flujo se organiza sobre todo por medio de dos tipos de lazo de realimentación: los lazos que promueven estabilidad u homeostasis en el sistema, y los que promueven crecimiento y cambio.
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Realimentación y homeostasis En muchos casos, el logro adaptativo es alcanzado mejor por un sistema que permanece estable y que procesa información y energía de suerte de mantener un estado relativamente constante de actividad. Esta estabilidad se llama homeostasis o equilibrio sistémico, y es indispensable para que el sistema funcione con eficacia y sin una tensión inconveniente en las partes que lo componen. Los lazos de realimentación que promueven el equilibrio se pueden llamar lazos de constancia, para indicar que la función de la actividad realimentadora es mantener un estado de constancia o de relativa mismidad en la modalidad de quehacer propio de la familia. En términos más formales, estos lazos de realimentación se llaman lazos reductores de desviación. Llanamente: uno descubre que existe una línea de base o norma para la conducta, y observa que las desviaciones respecto de esa norma son «reducidas», esto es que suscitan una reacción familiar que hace retrotraer la conducta a la previa línea de base. En caso de ser reducida con éxito una conducta, se la tendrá que abandonar por completo o se la deberá alterar hasta llevarla a un suficiente ajuste con el diseño sistémico prevaleciente. Daremos un ejemplo de lazo de realimentación reductor de desviación; de lazo, entonces, promotor de homeostasis. Mientras entrevistaba a una familia con una hija adolescente muy perturbada (se le había diagnosticado psicosis), el terapeuta reparó en que los padres se expresaban siempre en términos claros y racionales, en tanto que la hija, Sara, no hacía otra cosa que farfullar y aparecía irracional. El terapeuta quiso comprobar esta observación y determinar si existía una línea de base para la conducta; creó entonces la oportunidad de que ocurriera una conducta diferente. Terapeuta: Ahora querría saber por Sara, por ella solamente. ¿Qué sucedió antes que acudiera la policía? Hija: Eran las 6.30 hs., y yo estaba escuchando la radio en mi habitación... (Empieza a producir un relato claro y audible de los sucesos.) Madre: (Se lleva la mano a la boca, y se la tapa por un instante.) Padre: (Se lleva la mano a la boca, y se la tapa por un instante.) Hija: Me parece haber dicho bastante por ahora... Realmente no recuerdo nada más.
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Los padres lograron dar señales a su hija de que se había ipartado a distancia inaceptable de la línea de base esperada. En silencio se taparon la boca, y Sara dejó de hablar. Quedó callada, un poco confundida, otra vez en acatamiento a una norma familiar. La homeostasis se había restaurado. Pero si en este ejemplo la lograda reducción del novedoso paso de la hija restaura un equilibrio infortunado, los estados homeostáticos no son nocivos en sí mismos, siempre que puedan dejar sitio a períodos de crecimiento y de cambio.
Realimentación y crecimiento La noción de estado homeostático explica sólo una parte de lo que sucede en la vida familiar. Un sistema vivo tiene que estar siempre en tensión dinámica, alternando entre presiones hacia el crecimiento y la ulterior diferenciación, y situaciones de reposo y de estasis, mesetas provisionales que dan respiro y alivio a los dolores del crecimiento. Aunque esto pueda sorprender, es nueva la insistencia en la capacidad de los sistemas para el crecimiento y el cambio. Al comienzo, los estudiosos del proceso familiar quedaron impresionados sobre todo por la capacidad de la familia para «volver a la normalidad» (no importa qué significara para sus miembros), es decir, su capacidad para el control homeostático. Hace poco, teóricos como Maruyama (1968), Hoffman (1981) y Dell (1981, 1982) destacaron la igualmente esencial, aunque quizá menos observable, aptitud de los sistemas para crecer y trasformar su esencia misma a fin de acomodarse a las necesidades de miembros individuales, así como a las presiones de un ambiente que se modifica. Los lazos de realimentación que promueven el crecimiento se pueden llamar lazos de variedad, para indicar que el resultado de la actividad de realimentación es dar sanción a la diversidad y a la diferencia, lo que lleva a crear nuevas líneas de base para la conducta. En términos más formales estos lazos de realimentación se llaman lazos amplificadores de desviación. En contraposición a los lazos reductores de desviación, que promueven la constancia y la unidad de propósitos, el lazo amplificador de desviación promueve el crecimiento y la diversidad. Esto es así: se produce un nuevo suceso o una nueva secuencia de conducta, y suscita respuestas de refuerzo de los demás miembros de la familia, que aseguran la supervivencia de la conducta nueva. Daremos un ejemplo de lazo de realimentación amplificador de desviación, es decir, promotor del crecimiento.
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híben la trasferencia de información sobre asuntos vitales. Por ejemplo, puede suceder que por rutina los padres a lo largo del tiempo prohiban a sus hijos enterarse de ciertas cuestiones acerca de su matrimonio. Esta censura de información crea una frontera firme en torno de la subunidad conyugal. A la inversa, puede suceder que por rutina, a lo largo del tiempo, la familia entera admita y llame a muy diversos tipos de amigos y de intereses a participar de la vida familiar. Esta es una frontera de unidad familiar abierta (véase la figura siguiente). Unidad conyugal
Unidad familiar
Mundo exterior
la medida en que cumple ciertas metas o propósitos ideales. Por ejemplo, si los padres creen ser ellos quienes deben comunicar a sus hijos la información sexual, emitirán señales de desaprobación si un hijo trae a casa de la escuela un manual de educación sexual. Energía es un fenómeno menos asible, y denota la fuerza emocional, la repetición y la duración de cada señal. En el ejemplo que hemos dado: los padres acaso se enojen y adopten una actitud punitiva, y recuerden al hijo la regla que prohibe traer al seno de la familia ese material de lectura. O puede suceder que mencionen el asunto una vez sola, lo olviden pronto y aun en un momento posterior se muestren inconsistentes con su postura. Energía denota la fuerza y la tasa de intercambio evidenciadas en la trasmisión de esas señales informativas. ~j
Realimeniac^^y Frontera cerrada
Frontera abierta
Figura 1-1. Una frontera cerrada rodea a la subunidad conyugal (izquierda) y una frontera abierta rodea a la unidad familiar (derecha). Si no existieran fronteras, muchos desarrollos críticos del proceso familiar no se producirían; no habría diferenciación progresiva de funciones en los individuos ni en las distintas subunidades, y por lo tanto tampoco complejidad sistémica. Y en ausencia de complejidad sistémica se reduce muchísimo la capacidad de crear y de mantener una postura adaptativa frente al ambiente. A su vez, sin adaptación, el sistema está en aprietos, sus partes individuales empiezan a mostrar tensión sintomática y pronto prevalecerán las fuerzas de la entropía y la decadencia. Ahora bien, ¿qué pone las fronteras y qué las quita? ¿Y qué regulan las fronteras? Las fronteras regulan el flujo de información y de energía de que un sistema vivo requiere en su quehacer constante dirigido a mantener un equilibrio armonioso con su contexto ambiental. Estos conceptos de información y de energía son centrales en una teoría general de sistemas aplicada al proceso familiar; son la urdimbre en que se entrama la actividad cotidiana de la familia. Información denota las señales verbales y no verbales que indican en cada caso, para cada parte del sistema, o para este en su totalidad,
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diseño sistémico
Entradas y salidas de información y de energía se vehiculizan por medio de un suceso cibernético llamado lazo de realimentación. En el caso de las familias, estos lazos son senderos de comunicación quecruzan las fronteras entre las unidades en un sentido y en el inverso, dando señal a los miembros de esa unidad sobre su grado de conformidad o de divergencia respecto del propósito generar del sistema. Todo sistema está «en tren de algo», es decir, se encuentra en cierto estado de intercambios más o menos adaptativos con el ambiente. El diseño de un sistema denota la meta de estos intercambios y el estilo en que se llevan a cabo. Las familias llegan de diversas maneras a establecer estos diseños supraordinados de vida. Los teóricos de la terapia familiar estructural han prestado escasa atención a una eventual tipología del proceso familiar; otros autores han ensayado una variedad de modelos clasificatorios (Beavers, 1977; Kantor y Lehr, 1975). Pero prescindiendo del modo característico en que una familia procede a crear el diseño de un adaptativo vivir-en-contexto, es preciso que esté diseminado por todo el grupo familiar, que se trasmita con precisión a cada subunidad, que a su vez deberá procesar esa información y responder a ella. Existe entonces unflujoy un intercambio continuos de información y de energía a través de las fronteras de las partes interdependientes. Este flujo se organiza sobre todo por medio de dos tipos de lazo de realimentación: los lazos que promueven estabilidad u homeostasis en el sistema, y los que promueven crecimiento y cambio.
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Realimentación y homeostasis En muchos casos, el logro adaptativo es alcanzado mejor por un sistema que permanece estable y que procesa informa^ ción y energía de suerte de mantener un estado relativamente constante de actividad. Ésta estabilidad se llama homeostasis o equilibrio sistémico, y es indispensable para que el sistema funcione con eficacia y sin una tensión inconveniente en las partes que lo componen. Los lazos de realimentación que promueven el equilibrio se pueden llamar lazos de constancia, para indicar que la función de la actividad realimentadora es mantener un estado de constancia o de relativa mismidad en la modalidad de quehacer propio de la familia. En términos más formales, estos lazos de realimentación se llaman lazos reductores de desviación. Llanamente: uno descubre que existe una línea de base o norma para la conducta, y observa que las desviaciones respecto de esa norma son «reducidas», esto es que suscitan una reacción familiar que hace retrotraer la conducta a la previa línea de base. En caso de ser reducida con éxito una conducta, se la tendrá que abandonar por completo o se la deberá alterar hasta llevarla a un suficiente ajuste con el diseño sistémico prevaleciente. Daremos un ejemplo de lazo de realimentación reductor de desviación; de lazo, entonces, promotor de homeostasis. Mientras entrevistaba a una familia con una hija adolescente muy perturbada (se le había diagnosticado psicosis), el terapeuta reparó en que los padres se expresaban siempre en términos claros y racionales, en tanto que la hija, Sara, no hacía otra cosa que farfullar y aparecía irracional. El terapeuta quiso comprobar esta observación y determinar si existía una línea de base para la conducta; creó entonces la oportunidad de que ocurriera una conducta diferente. Terapeuta: Ahora querría saber por Sara, por ella solamente. ¿Qué sucedió antes que acudiera la policía? Hija: Eran las 6.30 hs., y yo estaba escuchando la radio en mi habitación... (Empieza a producir un relato claro y audible de los sucesos.) Madre: (Se lleva la mano a la boca, y se la tapa por un instante.) Padre: (Se lleva la mano a la boca, y se la tapa por un instante.) Hija: Me parece haber dicho bastante por ahora... Realmente no recuerdo nada más.
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Los padres lograron dar señales a su hija de que se había apartado a distancia inaceptable de la línea de base esperada. En silencio se taparon la boca, y Sara dejó de hablar. Quedó callada, un poco confundida, otra vez en acatamiento a una norma familiar. La homeostasis se había restaurado. Pero si en este ejemplo la lograda reducción del novedoso paso de la hija restaura un equilibrio infortunado, los estados homeostáticos no son nocivos en sí mismos, siempre que puedan dejar sitio a períodos de crecimiento y de cambio.
Realimentación y crecimiento La noción de estado homeostático explica sólo una parte de lo que sucede en la vida familiar. Un sistema vivo tiene que estar siempre en tensión dinámica, alternando entre presiones hacia el crecimiento y la ulterior diferenciación, y situaciones de reposo y de estasis, mesetas provisionales que dan respiro y alivio a los dolores del crecimiento. Aunque esto pueda sorprender, es nueva la insistencia en la capacidad de los sistemas para el crecimiento y el cambio. Al comienzo, los estudiosos del proceso familiar quedaron impresionados sobre todo por la capacidad de la familia para «volver a la normalidad» (no importa qué significara para sus miembros), es decir, su capacidad para el control homeostático. Hace poco, teóricos como Maruyama (1968), Hoffman (1981) y Dell (1981, 1982) destacaron la igualmente esencial, aunque quizá menos observable, aptitud de los sistemas para crecer y trasformar su esencia misma a fin de acomodarse a las necesidades de miembros individuales, así como a las presiones de un ambiente que se modifica. Los lazos de realimentación que promueven el crecimiento se pueden llamar lazos de variedad, para indicar que el resultado de la actividad de realimentación es dar sanción a la diversidad y a la diferencia, lo que lleva a crear nuevas líneas de base para la conducta. En términos más formales estos lazos de realimentación se llaman lazos amplificadores de desviación. En contraposición a los lazos reductores de desviación, que promueven la constancia y la unidad de propósitos, el lazo amplificador de desviación promueve el crecimiento y la diversidad. Esto es así: se produce un nuevo suceso o una nueva secuencia de conducta, y suscita respuestas de refuerzo de los demás miembros de la familia, que aseguran la supervivencia de la conducta nueva. Daremos un ejemplo de lazo de realimentación amplificador de desviación, es decir, promotor del crecimiento.
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La madre y el padre parecían en completo, si desesperanzado, acuerdo sobre lo ingobernables y silvestres que eran sus dos hijos en edad de latencia, Karen y Tony. La madre estaba sobre todo enojada con Karen; pretendía que su hija la odiaba y que la irritaba deliberadamente. Mientras los padres hablaban con el terapeuta, los niños no dejaban de levantarse de su asiento una y otra vez, y corrían en círculo en torno de aquellos, estirando el brazo para tocarlos cada vez. Al cabo, el padre extendió los brazos, pilló a Tony y lo sentó con firmeza sobre sus rodillas. E l niño se tranquilizó. La madre, en cambio, seguía con sus airadas observaciones sobre Karen, y decía que odiaba estar en contacto con los demás y que no era cariñosa. E l terapeuta en ese momento inició la siguiente secuencia: Terapeuta (se dirige a la madre): Me pregunto si usted no puede tener a su hija en las rodillas, como hace su marido con Tony. Madre: ¡Oh, no! Karen no quiere saber nada. Odia que la toquen. Además, me siento incómoda en esa situación. Padre (se dirige a su esposa): Deberías hacerlo... vamos, inténtalo. Karen, siéntate en las rodillas de tu madre. Hija (se encamina hacia la madre y se le sienta en el regazo). Padre (se dirige a su esposa): Lo estás haciendo bien. Está muy bien así. Terapeuta: Observo que Karen parece más tranquila. Ahora sonríe. Madre (rompe a llorar, distiende su cuerpo): Esto es insensato, pero ella no es tan mala. La conducta nueva, de contacto físico tierno entre madre e hija, recibió varios refuerzos: primero el padre alentó a su esposa para que aceptara la sugerencia del terapeuta, después la hija mostró visible placer y por último la madre amplificó su conducta nueva con sus lágrimas y un aminoramiento de su ira. Crecimiento y cambio en este campo resultarán beneficiosos para la familia, antes que alcance otra meseta de invariabilidad homeostática. Las ventajas conceptuales de un enfoque del proceso familiar en función de la teoría general de sistemas se pueden apreciar en estas nociones de homeostasis y crecimiento; en lo esencial representan un camino para comprender la unidad de la familia y la diversidad del individuo, sin perder de vista la ineluctable realidad de que todas las formas de vida se ven for-
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zudas a cambiar, pero manteniendo la regularidad y el equilibrio que les permitan conservar un intercambio adaptativo con el contexto ambiental. La unidad viva tiene que crecer, pero en cierto sentido tiene que seguir siendo la misma. Es preciso que se produzcan cambio y crecimiento, pero con una modalidad y a un ritmo que preserven un sentido de mismidad. Desde este punto de vista, toda familia sana impresiona como conservadora; parecerá ser siempre la misma, siendo que empero sutilmente promueve el crecimiento y el cambio en el interior de sus subunidades individuales.
Estructura
,
E l término estructura denota pautas de interacción relativamente duraderas que concurren a ordenar u organizar subunidades componentes de una familia, en relaciones más o menos constantes. Estas alianzas y coaliciones pautadas entre miembros de la familia son las estructuras que regulan su cotidiano flujo de información y de energía. En este sentido una estructura no es el contenedor estático de un intercambio interpersonal, sino una metáfora de intercambios de conducta que ocurren con regularidad. Minuchin lo ha expresado así: estructura designa «el invisible conjunto de demandas funcionales que organiza la manera de interactuar entre ellos los miembros de la familia» (1974, pág. 51). Estas definiciones ponen el acento en un atributo dinámico de las estructuras, a saber, la organización activa de la conducta en rutinas predecibles. Ahora bien, en su connotación más popular estructura es algo quieto o estático, algofijadoen el tiempo, como si se pudiera detener en un momento dado la vida interactiva de la familia y crear de ese modo una «estructura». Esta connotación introduce un importante distingo: entre estructura y proceso.
. ¿fe* Estructura y proceso Proceso designa una secuencia discreta y limitada en el tiempo, de conductas que constituyen una transacción. Observemos por ejemplo un proceso de decisión familiar; acaso se componga de varias conductas eslabonadas: el padre hace determinada propuesta, el hijo mayor se opone y la madre se pronuncia en apoyo de su hijo, acuerdo este de madre e hijo
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que puede tener suficiente fuerza para determinar un resultado. Si se toma en cuenta una dimensión temporal, se puede hacer un distingo entre estructura y proceso. La expresión de un proceso en el tiempo le confiere estatuto de estructura. En el ejemplo que dimos: si madre e hijo repetidamente en el tiempo suman fuerzas contra los intentos del padre por orientar decisiones, se puede hablar de estructura de coalición madrehijo. En cambio, si ese acuerdo no persiste en el tiempo, el observador simplemente ha sido testigo de un breve proceso, pasajero en el movimiento de la vida familiar en continuo despliegue; lo observado no será una estructura duradera. Por recurso al término temporal «duración» para enunciar esto mismo, Von Bertalanffy ha señalado que «(...) estructuras son procesos lentos de larga duración» (1968, pág. 27). También podemos imaginar lo inverso, a saber, que los procesos son ordenamientos estructurales de duración muy breve. Evoquemos un libro infantil de figuras en movimiento. He ahí un ordenamiento de centenares de «estructuras», las páginas, en cada una de las cuales se observa un dibujo estático obtenido por un movimiento invariante de lápiz, lo que procura una forma reconocible a diferencia de un garabato al azar. Esta «estructura», el dibujo, es el resultado de una constancia artística en el tiempo. Ahora, la presión de un pulgar enérgico hace que estos centenares de páginas se conviertan en «estructuras de corta duración», que producirán una historia animada, por lo común divertida (en este caso, he ahí el «proceso» narrativo). Pero si el pulgar afloja su presión, el rápido proceso de interacción se detiene, y otra vez quedamos frente a una «estructura», un dibujo estático, quizá del Pato Donald. Estructura y proceso se pueden definir en parte uno por referencia a la otra, si se toma en cuenta la noción temporal de duración.
nica. Ahora bien, ¿qué relación guarda este contenido con una perspectiva sistémica de la estructura y el proceso de la familia? En términos muy simples: se puede seleccionar para su esI lidio un tema cualquiera de contenido, por ejemplo, imágenes personales de identidad, ideales familiares o poder parental; o M puede sostener que la actividad humana recae sobre algo (|iie se especifica, por ejemplo la defensa frente a impulsos prohibidos, la organización de operaciones mentales en pautas de respuesta automática, o cualquier otra cosa. Pero una vez escogido el tema de contenido, es preciso admitir que por sí mismo sólo tiene importancia secundaria, al menos desde una perspectiva sistémica. En primer término, la teoría general de sistemas 1) admite y examina las estructuras creadas por la expresión transaccional de contenidos, y 2) destaca las operaciones conducíales merced a las cuales un ítem discreto de contenido se abre paso a través de una frontera y, trasformado por el acto mismo de cruzarla, influye sobre el ambiente interpersonal circundante. Lo que acontece en el interior de una unidad deslindada son los sucesos que se suelen llamar contenido, pero estos sucesos se vuelven observables, y por lo tanto asequibles a un análisis sistémico, sólo cuando constituyen una secuencia de intercambio conductal que se desenvuelve a través de fronteras entre unidades. (Véase la figura siguiente.) Frontera Frontera
Estructura y contenido Aunque la terapia familiar estructural impresiona muchas veces como si descuidara el contenido psicológico, que en cambio es el foco del paradigma analítico, la teoría general de sistemas ofrece perspectivas sobre esta cuestión. Contenido denota los temas particulares y los concretos atributos de la vida, que, enhebrados, proporcionan sustancia temática a los conceptos de información y de energía. Esperanzas y sueños; recuerdos, apetencias, amores y aspiraciones de la vida cotidiana constituyen el contenido de la experiencia individual fenomé-
Secuencia de intercambio de conductas
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de intercambio de conductas que ocurre
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Estas secuencias son en buena parte de índole informacional y energética, y en consecuencia comprenden los datos pertinentes para un análisis sistémico de los procedimientos familiares. E l contenido estudiado tiene interés secundario; el análisis sistémico enfoca el modo en que se trasforma por medio de una serie de secuencias de intercambio conductal, de manera de mantenerse congruente con el diseño de vida de la familia.
• I a respuesta persistentemente débil que da el marido a , , , X eslZ esluctura, en este caso una ahanza düusa y llt'liíl. Marido • • • • Esposa
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Para ver la estructura Ver la estructura es difícil al comienzo. Parece algo abstracto, y demanda pasar por alto interesantes cuestiones de contenido, las espinosas cuestiones psicológicas que tradicionalmente reclaman la atención terapéutica. Pero de hecho se puede aprender a iluminar las estructuras prestando atención a los aspectos más elementales de los intercambios conductaIes, y no a las complejidades de sentido, de que casi todas las comunicaciones están cargadas. Tratemos de ver una estructura. La familia Conrad demandó asistencia porque la señora Conrad sentía continuo enojo con su hijo, único, de once años, que le parecía irrespetuoso, rebelde, un potencial delincuente, y que en varias ocasiones la había golpeado. Los padres tendrían unos treinta y cinco años; los dos se desempeñaban en actividades profesionales. E l señor Conrad acudió a causa del malestar tan grande de su esposa. En la entrevista inicial, padre e hijo intercambiaron frecuentes miradas y se hacían comunicaciones aparte. Esto se advirtió con particular claridad todas las veces que la señora Conrad procuraba exponer al terapeuta sus muchas preocupaciones. E l padre, invitado a dar su punto de vista, sólo brindaba tibio apoyo a su mujer y pronto callaba. Languidecían enseguida los empeños de hacerlo discutir con su esposa los problemas. Si la señora Conrad se dirigía directamente a su marido o a su hijo, ellos daban respuestas sumarias o no respondían. Frente a la conducta descrita, he aquí las estructuras que se pueden «ver» en la familia Conrad: 1. E l continuo intercambio verbal y no verbal entre padre e hijo es una estructura, en este caso una alianza enredada. Padre
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Hijo
Padre
Hijo
Madre
4. Sobre la base de estas estructuras observadas, el terapeuta está habilitado para inferir que la diada padre-hijo es en realidad una coalición intergeneracional contra la madre. Esta i'N una hipótesis estructural. Padre
~ Hijo j Madre
He ahí las estructuras que se pueden «ver» y que son rep r e f e n S v í dílas observaciones que constituyen la base de un diagnóstico estructural.
Síntesis del paradigma sistémico No defenderemos aquí la licitud del modelo sistémico de la conducta, ni lo expondremos con detalle. Los lectores intereHados en una más completa elaboración de estas ideas pueden consultar las obras de Von Bertalanffy (1968), Buckley (1967), Miller (1965), o los escritos de más fácil comprensión de Hoffman (1981) o de Walrond-Skinner (1976). Pero aun en nuestra presentación sumaria, el paradigma sistémico de la conducta pone de relieve las proposiciones principales de la terapia familiar estructural; hace falta entonces considerarlo antes de pasar a los procedimientos terapéuticos que derivan de él. He aquí los rasgos más importantes de este paradigma, según interesa a los terapeutas: 1. Parte y todo. No la parte individual ni el contenido aislado merecen atención inicial, sino el sistema más vasto (que 86
en si mismo es mas grande, y es diferente de la mera suma de sus partes) y el proceso transaccional que ocurre en su interior. Este sistema es el contexto ambiental en que las partes funcionan y los contenidos particulares ocurren. 2. Información, error y realimentación. Los sistemas vivos tienen lazos de realimentación comunicacionales que producen información sobre las actividades del sistema. Esta información consiste en señales de «error» que dicen a una subunidad si su conducta es o no es conciliable con el diseño global de vida del sistema total. 3. Realimentación y homeostasis. En caso de que la información señale una diferencia respecto de una línea de base del diseño global, pueden ocurrir conductas reductoras de desviación. Estas inducen constancia homeostática en el sistema, un estado constante de existencia que es indispensable para la vida. 4. Realimentación y crecimiento. Si la información señala una diferencia respecto de una línea de base del diseño global, pueden ocurrir conductas amplificadoras de desviación. Estas inducen cambio y diversidad en el sistema, un estado fluctuante de existencia que es indispensable para la vida. 5. Vida y tensión. La alternancia continua entre períodos de crecimiento y períodos de estabilidad (de morfogénesis con morfoestasis) constituye la tensión dinámica de la vida. 6. Circularidad. Causa y efecto se consideran ahora circulares, no lineales. 7. Cambio. Para producir cambio en el sistema total así como en una parte individual se tiene que intervenir en el todo así como en la parte. Tanto la parte como el todo tienen que cambiar guardando entre sí conjunción, aunque no siempre es preciso que lo hagan simultáneamente.
Cambio de contexto
El cambio terapéutico aparece bajo una luz muy diferente | 'liando el terapeuta considera el todo en lugar de la parte, el BOntexto circundante en lugar del suceso aislado, y la familia en lugar de la persona. Clínicos e investigadores que recurran a este nuevo paradigma pueden reenfocar su atención, pasando de los constructos de la vida interior, imponderables a veces, a conductas más observables del aquí-y-ahora. Como lo ha caracterizado Rabkin (1970), es un paso del espacio interior al cHpacio exterior, de cincuenta años de preocupación por lo que presuntamente ocurre en el interior del alma a una observación cada vez más cuidadosa de lo que las personas se hacen unas a otras y hacen unas con otras cuando se tratan en su circunstancia. Los estudiosos de la conducta humana han empezado a tomar en serio lo que desde hace mucho sabían los buenos etólogos, a saber, que el animal se debe estudiar en su ambiente natural y que aun aquellas conductas que eminentemente dependen del instinto biológico sólo se convierten en fuerzas emergentes y organizadoras dentro de un contexto más vasto, supraordinado. Minuchin lo ha expresado con términos simples: «Cuando la estructura del grupo familiar se trasforma, las posiciones de los miembros en ese grupo se alteran en consonancia. A consecuencia de esto, cada uno de los individuos experimenta cambio» (1974, pág. 2). He ahí el supuesto básico, aunque a menudo tácito, de toda terapia basada en la teoría de sistemas: si el contexto estructural se altera, el carácter individual se modifica. Esta posición invierte los supuestos del paradigma psicoanalítico, según el cual el carácter individual es el lugar del cambio terapéutico. Ahora se entiende que es el contexto el que se tiene que modificar para que se sigan diferencias en la conducta individual. Esta concepción del cambio es uno de los caminos por los cuales los terapeutas de familia de orientación estructural elaboran los conceptos de la teoría de sistemas en un modelo de intervención terapéutica. En el capítulo que sigue presentaremos otras elaboraciones afinde posesionarnos rápidamente de los términos fundamentales de la terapia estructural.
El contexto dentro del cual ocurre un particular suceso biológico o psicológico denota todas las propiedades de un sistema vivo, que acabamos de resumir. Un contexto existe 1) cuando una colectividad de partes circundan a un componente focal particular, y mantienen con él una relación aneja y dinámica, y 2) cuando las transacciones que ocurren entre las partes responden a los principios de la teoría general de sistemas.
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