38-Alejandra
porejemplo David Jorajuria
Si miras desde lejos, pero quiero decir desde muy lejos, no te sorprendería que lo llamen
Azul y no Tierra,
me refiero a nuestro
planeta. También, si puedes verlo desde tal distancia, entenderás que Azul, de puro mirarlo, te forme un nudo en la garganta. Por eso es que nos visitan poco. Al parecer Azul no es un destino recomendable entre el turismo de la galaxia ... Con nosotros pasa distinto, quiero decir, nosotros aquí nacimos; y pues ni modo. Pero bueno, no es eso lo que quería contarte, aunque tiene que ver, de algún modo. Yo en realidad quería hablarte de Alejandra, que fue un poco como la Tierra; es decir, desde lejos se notaba que era un destino poco recomendable, pero éramos tan jóvenes. El tiempo me ha enseñado que cada persona nos muestra el significado de alguna palabra, y Alejandra traía de la mano a la palabra melancolía, y me la presentó. Yo a la melancolía debí caerle mu y bien, porque desde entonces se quedó a vivir conmigo.
No sé de dónde me vino la certeza, pero siempr e supuse que a Alejandra yono le inter esaba en lo más mínimo. Y ahí es en donde estuvo el error.
Uno no debiera dolerse por ser
despreciado, al menos no antes de que alguien nos desprecie. Quizá ocurrió que ambos fuimos demasiado tímidos, y así ninguna ecuación funciona. A mí me hubiera encantado que en ella hicieran efecto mis esf uerzos, perono solía prestar mucha atención a mis palabras, como por e jemplo el poema (el intento de poema) que escr ibí en el pizarrón durante el receso entrelas clases de mate e histor ia; poema que luego la maestra apóstol dela memoria borró sin siquiera leer. Curioso que fuera precisamente estamaestra la que no se enterara de esa historia, la nuestra. Mientras escribía en el pizarrón, supuse que aquellas palabras efímeras logr aríansembrar en Ale jandra una duda, una expectativa enorme que lallevara a detenerme de r egreso a mi lugar, que la hiciera preguntarme algo. Pero nada, y yo entonces aún no sa bía leer el significado de unas mejillassonro jadas ... 8
Aunque Alejandra había tomado nota, discreta, él no tuvo manera de saberlo. Desde que lo vio encaminarse no a la puerta sino hacia la tarima de los profesores, ella pensó, o supuso, o quiso creer, que e so que él escribiría en la pizarra era un mensaje, otro, y quiso creer que también era para ella ... pero no era fácil tender puentes hacia esas reflexiones: "Inusual y melancólica marejada azular que nos domina." Al final de las clases, abrumado por el poco éxito de mi mensaje, buscabapresuroso la salida y me iba enfadado con todos; con mis compañeros, perosobre todo con Alejandra; con sus ojos azules y su hiriente indiferencia. Procuraba no pasar cerca de su lugar para no tener que despedirme, porqueme dolía estar seguro de que a ella le daba lo mismo si me marchaba o no;ella siempre sonriendo porque estaba completa, porque no le hacía faltanada, mucho menos percatarse de la angustia que me daría el no mirarlalo que restaba de la tarde, la noche, el fin de s emana. y Alejandra preguntándose por qué será que él se ha ido así, sin apenas despedirse ... Si la miras desde lejos, verás que la Tierra es una lágrima. A saber quién la derramó.
Pero el mío era un
derrumbe recurrente,
más tardaba yo en llegar a casa que en marcar su número telefónico,para luego de inmediato arrepentirme y cortar la comunicación si noera Alejandra quien respondía; o demorarme un poco, pero de cualquiermodo colgar si era ella quien contestaba. Alejandra atiende el teléfono deseando que sea él, rogando porque algún día po r fin deje de castigarse, de castigarla, y rompa esa mudez quelos doblega. Pero nada, al o tro lado del auricular sólo persiste aquel silencio QUE , a pesar de decir tanto, ella no sabe interpr etarlo, y entonces tambiénAlejandra se llenará de zozo bra lo que resta de la tarde, lamentando esa otracaracterística que comparten: porque además de gustarse, los dostienen miedo de esta angustia que les nace ...
yluego
qué remedio, hacer lo que hicimos siempr e los solitarios,ir a tristear por el par que seguro de que ella no tenía ni idea de quiénle hablaba . O peor aún , preguntándome por qué ser ía que no colgaba, para qué se queda ba al otr o lado del teléfono , silenciosa . ¿Quién suponía,o pensaba, o quer ía que le hablara?
Te imaginarás lo que era eso; la odiaba, la detestaba por su incapacidad de adivinar cuánto
la quería.
Nunca se me ocurrió imaginar que Alejandr a se quedaba callada por el dolor de no reci bir explicaciones .. . tedigo que éramos muy jóvenes. Antes de anochecer regresaba a casa por la bicicleta y me salía de nuevo a merodear por las cer canías de su casa. Pedaleando con rabia por lascalles, me hería el su poner que a ella le entusiasma ba pensar que fuera otro y no yo el de esas llamadas mudas, anónimas, co bardes. Otro y no yo quien prontola amaría.
Sin sa ber cómo r eaccionar ante esos nacientes celos (nunca se sabe) daba vueltas y vueltas por las calles con ganas de encontrarla en la papelería, o en el supermer cado. Con ganas de to parla para ver sus ojos azulesa las seis, temiendo cruzarme por sus rumbos; haber estado en los mismos lugares, pero condif er encias en el tiempo. Angustiado, re pasando en la mente esas sentidas palabr as que me jur a ba le diría en cuanto la vier a, esos enormes, hermosos yexaltados discur sos que a fin de cuentas no me atrevía decirle nunca . Así es como se pierden e n la inexistencia los grandes amor es, porque alguno de los involucr ados llegó unos segundos tarde a un lugar, o a una sonrisa, o a una mi rada. Por que alguno de los involucr ados prefirió omitir tantas pala bras. Vueltas y vueltas, decenas de k ilómetros en la bicicleta, con ganas de ver la o de cansar me de buscarla. Alejandr a se asoma a cada rato por la ventana, mientras hace la tarea. Toda la tarde ansiosa por ver que él pase con su bicicleta enfr ente de la casa, quellegue con tiempo par a aclarar los silencios, par a enmendar las tardanzas. Con tiempo de r emediarlo todo como hacen siempr e los per s onaes delas historias que luego , por eso, mer ecen ser contadas. Ya ves, mías f ueron las extensas ardes equivocandola búsqueda ... De Alejandr a enormes TARDES EQUIVOCANDOla es per a ... Er a el destino afanado en enseñarnos lo que a la vueltade los años habr á n de pesamos los hubier a. Luego apar eció Victoria, que er a la me jor a miga de Ale jandr a. Me la to pé en un r ecr eo y me lo dijo:
-Le gustas.
- ¿Qué? -A Alejandra, también tú le gustas. ycon
tan poco se derrumbó aquella historia de épica tristeza. Porque, ¿qué i ba a hacer yo si le gustaba?, qué iba a hacer, si en realidad ella no me despreciaba, si lo único que estaba esperando era que le hablara, quela mirara a los ojos y decir, antes de naufragar en la azul desolación, quela quería. ¿Sabes? Es en momentos como ése, en apariencia tan simples y en realidadtan complejos, en donde se genera aquella
característica
azularque a los extraterrestres los hace sacarnos la vuelta, mantenerse lejos de nosotros. Parece una estupidez, pero yo tenía muy hecho mi mundo de búsqueda, detardes enormes y añorantes sin poder poner atención en los estudios, enlas tareas. ynoticias como la que me dio Victoria rompen con la lógica con laque uno puede, con la que uno sabe funcionar en el mundo. Qué podía hacer yo si le gustaba a Alejandra...
Por supuesto que lo primero fue enfermarme tres días. Luego, como Jonás al ser liberado del interior de la ballena, tuve que regresar a la escuela, pero ya era yo otro muchacho, uno inédito, ylamentablemente tímido.
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Aunque es verdad que llegué a la escuela decidido, lo cierto es que procure evitar a Alejandra lo mas que pude, hasta que casualmente me topee con su sonrisa; uno cuando es joven no puede ir contracorriente del destino (uno no puede ir a contracorriente del destino). Así que no había modo,
caíen lo inevitable: por fin, luego de un año perdido en laberintos, le pregunte que si quería ser mi novia, y, para cimentar bien esa tristeza que aun ahora me embargo, Alejandra presurosa (precipitada) respondió que si. Yo entonces no supe que hacer. Estaba tan bien adaptado en la imposibilidad, tan preparado para no tenerla, no pertenecerle, que ahora, con esa respuesta tan distinta a lo que yo imaginaba, no supe como reaccionar.
yclaro, nunca volví a dirigirle la palabra. (Eso de algún modo significa que aún es mi novia.) Te digo que Alejandr a me enseñó lo que significa la palabra melancolía, porquetriste ya ha bía sido, pero la melancolía más que con la tristeza tiene que ver con la imposibilidad de la nostalgia. Es la suavidad de una pérdida imposible, porque estarás de acuerdo en que no podemos perder aquello que jamás nos ha pertenecido; con Ale jandra yo perdí una posibilidad, y perder posibilidades es una de las cosas que más duelen en la vida. 13
Sería muy simple decir que la causa de tal pérdida fue mi cobardía, pero había algo más complejo, no sé si me entiendas, pero Alejandra tenía los ojos demasiado azules como para poder amarla.