LEY NATURAL
Joey W. Hill
Una publicación de Ellora’s Cave
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Ley natural
ISBN # 1-4199-9000-4 ALL RIGHTS RESERVED. Ley natural Copyright© 2004 Joey W. Hill Cover art byRegina Brytowski Traducido por Mondial Translations Translations and Interpreting, Inc. Electronic book Publication: 2004 Publicación del libro electrónico en Espanol: 2006
Este libro no se puede reproducir total ni parcialmente sin autorización.de Ellora’s Cave Publishing @ 1056 Home Avenue, Akron, OH 44310-3502.
Ésta es una obra de ficción y cualquier semejanza con personas, 1/26 1/ 263 3
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vivas o fallecidas, o lugares, eventos o escenarios es puramente fortuita. Todo es producto de la imaginación de los autores y se emplea en forma ficticia.
Advertencia:
El siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E (erótica) por un mínimo de tres críticos independientes.
Ellora's Cave Publishing ofrece tres niveles de lectura Romántica™ de entretenimiento: S (sensual), E (erótica) y, X (extrema).
Las escenas de amor sensuales son explícitas y no dejan nada librado a la imaginación.
Las escenas de amor de contenido erótico son explícitas, no dejan nada librado a la imaginación y el volumen de las palabras es elevado por la frecuencia de las mismas. Además, es posible que algunos títulos calificados como E incluyan material de fantasía que ciertos lectores podrían considerar objetable, como: prácticas sexuales sadomasoquistas, sumisión, encuentros homosexuales y lésbicos, seducciones forzadas, etc. Los títulos calificados como E son nuestros títulos más gráficos; es habitual, por ejemplo, que el autor utilice palabras como “coger”, “pija”, 2/26 2/ 263 3
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“concha, "verga", "cogiendo", etc., en su obra.
Los títulos calificados como extremos se diferencian de los eróticos sólo en cuanto a la premisa argumental y la ejecución del guión.A diferencia de los títulos calificados como eróticos, las historias señaladas con la letra X tienden a incluir contenido controvertido no adecuado para personas tímidas.
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Capítulo 1
“Es la primera noche que te dejo sola. No salgas de tu zona comoda.” Violet escuchó las palabras de despedida de Tyler claramente en su cabeza, pero el resto de su ser no lo hizo mientras observaba cómo el hombre más hermoso que jamás había visto se abría paso entre la multitud de la noche del martes en La Zona. 4/26 4/ 263 3
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Ella eligió el adjetivo deliberadamente. Atractivo o sexy hacen referencia al aspecto externo. Hermoso incluía todo el conjunto, el interior y el exterior. Este hombre era grande. Más de seis pies de altura, el ancho de su espalda era suficiente como para acelerar el ritmo de su corazón. Era todo un macho. No importaba qué jabón, desodorante o perfume usara, nada de eso podía borrar su esencia. Era fuerte, un predador, pero lo que lo hacía absolutamente irresistible para ella, lo que prevalecía por encima de su sentido común, era su sumisión sexual. Un lobo alfa que eligió el rol beta en la intimidad, pero sólo con la mujer adecuada. Las Dominadoras más experimentadas aún no lo habían conocido. Gracias a Dios, Marguerite, una Amante que nunca tuvo una pareja estable, y que prefería elegir al sumiso de su elección para pasar la noche entre quienes estuvieran disponibles en el piso, ya había encontrado pareja y estaba jugando en las habitaciones de alquiler que podían verse a través del piso de vidrio del club. Era una de las ventajas adicionales de La Zona, poder observar a través del piso todas las habitaciones, salvo que un grupo de ocupantes en particular usara una pantalla oscura. Violet prefería hombres tersos, bien rasurados. Por lo general. Este hombre tenía vello oscuro y áspero en los antebrazos y suaves rizos en la cabeza, hasta la altura de la nuca. Su cabello era del gris de un hombre mayor de cuarenta, con blancos, negros y plateados que aún se resistían a mezclarse y que hacían que ella quisiera tocarlo. Quería tomarlo con fuerza, llevar esa firme boca hacia la suya o, mejor aún, sostener la cabeza entre sus muslos y ver qué tan hábiles podían ser esos labios. Violet cruzó las piernas y bebió un sorbo de su trago. Aunque todos sus instintos le pedían a gritos que saliera a marcar territorio antes de que otra Dominadora lo viese, ella permaneció sentada. Ser paciente solía tener sus recompensas, y prefería sufrir la desilusión en el anonimato si él deseaba encontrarse con alguien. Tenía una nariz recta rect a y su rostro presentaba presen taba facciones duras. Su Su barba y bigote también perturbaban sus preferencias, pero estaban bien acicalados. La barba era corta en la mandíbula, simplemente una línea en gris y negro que continuaba hasta formar una línea gruesa que terminaba en las patillas recortadas frente a las orejas. Ella no distinguía el color de sus ojos pero, de ser grises, seguro sucumbiría ante ellos. Sus cejas, largas y oscuras, se asemejaban a tajos rectos, y seguían perfectamente la 5/26 5/ 263 3
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poco profunda curva de sus ojos en forma de almendra, lo que daba una impresión de fuerza consciente, una persona peligrosa si se la presionaba. Muchos sumisos utilizaban vestuarios para ponerse las prendas que utilizaban en el juego de roles antes de entrar al piso, una clara señal de que estaban disponibles para jugar. Pero él estaba vestido con ropa de calle, jeans ajustados y una camisa blanca apretada adentro de los pantalones. Estaba arremangado y eso dejaba ver sus fuertes y velludos antebrazos y un par de pulseras de plata con hermosos diseños en las muñecas. Las incrustaciones de ónix y el tallado las hacían parecer como un accesorio atractivo, pero ella sabía lo que eran en realidad. Les había fijado la vista como un halcón que busca una presa con mucha anticipación desde mil metros de altura. Transmiten su condición aquí en La Zona, uno de los clubes fetichistas más exclusivos y privados de Tampa, para quienes practican el estilo de vida dominación/sumisión. Más de doscientas libras de macho poderoso deseando estar a entera disposición de una Amante. O una Ama. Se obligó a creer eso, para absorber la posibilidad de la negación y la desilusión. A ella le parecía que sus facciones eran demasiado duras para el tipo de machos, pulcros y fuertes, que preferían las Dominadoras. Él usaba esos músculos en algún tipo de actividad, en oposición a quienes los esculpían en un gimnasio sólo para mostrarlos. Maldita sea. Ella iba a intentarlo. Podía imaginar a Tyler diciéndole que no con la cabeza, cuidando su ego en llamas en el momento en que su fantasía masculina le hizo pensar dos veces sus acciones, pero su pulso se aceleraba y sus manos estaban húmedas. Éste era el hombre. Se levantó de su asiento y fue a la caza. ***** Mac Nighthorse trató de reservarse un buen lugar para observar a la multitud que estaba esa noche en La Zona, pero el espectáculo bajo sus pies cautivó su atención. A través del piso de vidrio, en una habitación ambientada como una cámara de tortura medieval, había una mujer totalmente desnuda atada a un potro, que sólo tenía puesto un cinturón de castidad de metal plateado. Su Dominador la azotaba, golpeando el extremo de un látigo de trenzas cortas contra sus pezones endurecidos y dejando 6/263
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marcas rojas en el interior de sus muslos con precisión extrema. El cinturón de castidad evitaba la estimulación del área que cubría pero, por supuesto, eso significaba que el camino al orgasmo había sido lento y atroz. Mac no tuvo suerte con el tiempo y sólo pudo ver la recompensa del trabajo del Amo. La mujer se estremeció y, con la boca abierta, dio un grito de placer silencioso bajo el vidrio con aislamiento acústico. Mientras duraba el sometimiento, el Dominador mantenía el ritmo de los golpes. Su respuesta, atrapada por la luz de las velas de la cámara, resplandeció en sus muslos a través de las aberturas de metal de las piernas del cinturón de castidad Finalmente, el Amo se acercó a su lado, liberó los brazos de la mujer y dejó que lo abrazara. Le acarició el cabello y su rostro se iluminó con placer y devoción. Esa expresión absorbió a Mac, lo mantuvo en ese lugar un tiempo más del que esperaba. Cuando, finalmente, volvió a encaminarse a su destino original, una esquina tranquila entre las sombras, le bloquearon el camino inesperada y deliberadamente. El obstáculo tenía botas con tacos aguja que eran una segunda piel de las piernas, por lo que resultaban tan femeninas y delicadas como el vestido que llevaba. Mientras que la mayoría de las Dominadoras preferían el color negro y el cuero para adecuarse al fuerte mensaje que transmitían, esta mujer había optado por un vestido de terciopelo color verde cazador. El escote era un elegante pliegue de corte bajo que dejaba ver la parte superior de sus senos y el encaje a lo largo de los bordes del corpiño de satén verde oscuro, cosido al vestido. La falda cubría caderas curvas y culminaba en un pequeño adorno de tajos apenas por debajo de la mitad de los muslos, lo que le permitía ver fugazmente los topes de encaje en la parte superior de sus muslos debajo de las botas. Él debió detenerse frente a su rostro antes de lo que esperaba. Era un hada de los bosques, un duendecillo. Con los tacones, la parte superior de su cabeza llegaba a la altura de los hombros de Mac. Llevaba una simple cruz de plata en el cuello, y un par de pendientes que asemejaban una caída de estrellas de plata. Sobre la piel de sus senos y esternón destellaban brillos de plata. El cabello negro azabache que caía sobre su cintura no era natural, era una hermosa peluca que hacía milagros con su pequeño rostro ovalado, y su piel se veía como la crema del café de la mañana, líquida y suave. Estaba casi seguro de que llevaba 7/263
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lentes de contacto color lavanda, pero su belleza no podía ocultarse ni disfrazarse. No importaba el color de su cabello u ojos, era fulminante. Sus labios eran de color rojo nítido y carnosos , exactamente como a él le gustaban. El aroma a lavanda con un suave dejo a vainilla no se le desprendía y la nariz de Mac estaba interesada en darle un sabroso mordisco, incluso si su mente reprimía duramente al resto de su cuerpo para que se controlara. Ella era tan delicada, resultaba difícil creer que fuera una Dominadora. Pero se le notaba. Un sumiso menos experimentado no se habría percatado, pero él sí, por cómo buscó directamente su mirada, evaluándolo tan poderosamente que se vio obligado a luchar contra el urgente deseo de complacerla desviando los ojos hacia abajo. “Tengo una habitación abajo”, dijo ella, y no era un pedido. “Te quiero allí abajo”. Ella apuntó a través del vidrio y él vio la habitación decorada como un compartimiento para caballos, equipado por completo con riendas de caballos, mordazas con bridas y otros accesorios equinos modificados para el juego sexual humano. “Yo no soy pony de nadie, mi amor”, le dijo, e intentó pasar. “No estoy buscando un pony”, replicó ella. “Y no recuerdo haberte dado la opción de negarte, esclavo”. Ella era inexperta. Era obvio, por el cambio de su mirada, por el pulso acelerado que retumbaba en su garganta. Él podía oler sus nervios. Dejó ver sus dientes sonriendo. “Oblígame, dulzura”. “¿Qué quiere decir eso?” Sus facciones se vieron inundadas de confusión e irritación. “Quiere decir que no me entrego fácilmente”. Él le pasó un dedo insolente por debajo del mentón y disfrutó al ver cómo se estrechaban sus ojos por la ira. OH, sí, sentía ira. Su pene se agitó, como un perro siguiendo el rastro de algo interesante más allá de su territorio. “Tienes que demostrar que puedes domarme”. Él señaló una mesa donde se encontraba un hombre joven con rostro amigable, con el pecho desnudo y pantalones ajustados. “Ve a practicar con el tonto de esa mesa. Es amigable y está dispuesto a complacer”. “No quiero un cocker spaniel”. El duendecillo alzó los brazos, enganchó los dedos con largas uñas en el cuello abierto de la camisa de Mac y las clavó en su carne. Dio un tirón y lo hizo 8/263
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bajar unos centímetros, no porque él no fuera lo suficientemente fuerte como para resistir, sino porque ella no dejó dudas de que le arrancaría una porción de carne con la tela si no lo hacía. En el mismo momento, sintió cómo la rígida fusta que ella llevaba se clavaba íntegramente entre el pliegue de su muslo y el pesado bulto de sus testículos. Ejerció una presión incómoda, no dolorosa, pero el movimiento captó definitivamente su atención. Sus ojos violetas y su peluca negra ocultaban su aspecto verdadero, pero no el conjunto comprendido por esa boca pecaminosa. Dejó asomar la punta de su lengua para humedecer sus labios. “Quiero al pit bull, el que es rey de su territorio”. La mano en la que llevaba la fusta se deslizó hacia abajo para tomarlo firmemente de las bolas, aún manteniendo el accesorio en juego para que él sintiera el insistente empuje del arma así como el agarre firme de sus dedos contra su pene endurecido. “Baja ya a esa habitación. Y quiero que te quites la camisa”. Sus ojos se encontraban a centímetros de los de él. El ruido de la habitación se desvaneció y el aroma a lavanda se apoderó de sus sentidos. Cierta vibración tensó sus nervios, generando un escalofrío en todo su cuerpo antes de que él pudiera evitarlo. Ella lo sintió al tocarlo, él lo notó por la expresión de triunfo no esperado en su rostro. Su agarre cedió y deslizó la punta de los dedos realizando una suave caricia sobre el pezón de Mac. Mac estiró los brazos, la tomó de la muñeca, tan delgada y delicada en oposición a su fuerza, como vidrio soplado, y era él quien temblaba. Ella podía hacer que fuera más allá de sus límites, pese a su inexperiencia. Pero él no estaba allí por eso. “Me honras con tu atención”, susurró él, buscando su mirada y, luego, bajando la propia, respetando las normas de etiqueta para transmitir el debido que ella se había ganado. “Pero no puedo atenderte esta noche, pese a lo mucho que ya me estoy arrepintiendo”. Liberó su muñeca y tomó su mano, la elevó hacia sus labios, aún sin levantar los párpados, no se atrevía. Maldición, ¿cómo pudo la pequeña descarada bajarle la guardia? En general, el prefería Dominadoras mucho más intimidantes desde el punto de vista físico. Por supuesto, no siempre sus preferencias decidían sus elecciones. Esta noche, pese a sus mejores intenciones, estaban 9/263
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tratando de hacerlo. Con el tiempo necesario, ella era una de esas mujeres que podían convertirse en Amantes, capaces de quebrar a un hombre física y emocionalmente para satisfacer su voluntad. Él ya había supuesto que ella elegía a un sumiso no sólo por la apariencia y el efecto que esa apariencia podía tener en ella. Mac no buscaba una Amante tan profunda. Sin embargo, que ella se fijara en él significaba algo. Pensó que tenía poco menos o poco más de treinta años (muy pocos más) pero su mirada serena no se condecía con su propia madurez. Deslizó sus labios por esa piel suave, sintió la superficie satinada de sus uñas presionando contra la palma de su mano, y no quería irse. Pero se fue. “Que pases una buena noche, Amante”, murmuró. Dio varios pasos hacia atrás, respetando nuevamente las normas de etiqueta, y no le dio la espalda hasta que se encontraba a una distancia respetable. ***** Santo Dios, ¿qué fue eso? Violet se sintió como si le hubieran dado un cabezazo en el plexo solar. Sintió que se deslizaba fuego por sobre y alrededor de su brazo, irradiando calor desde el lugar donde él había posado los labios en sus nudillos, con ese bigote que le hacía cosquillas en la piel. Las puntas de sus dedos, que lo habían acariciado íntimamente por dentro de la camisa, en el pezón que se había endurecido instantáneamente por el roce, vibraban de necesidad. Ella había presenciado interacciones entre sumisos muy poderosos como éste y Amos absolutos como Tyler. Había sentido pusilánimes observándolos, sufriendo por saborear el Nirvana supremo, una interacción uno a uno en la que la voluntad del Amo y el deseo del sumiso se conjugaban en una energía explosiva propia, una sinergia mágica que los cautivaba tanto a ellos como a los observadores. Esa energía se había deslizado entre ella y este sumiso. Lo había percibido en el cambio de su mirada, en el escalofrío de ese espléndido cuerpo. Bueno, quizás lo dejaría tranquilo unos minutos. O, quizás, encontraría a alguien para demostrarle lo que se estaba perdiendo. ***** 10/ 263
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Mac se sentó en el santuario de la mesa en sombras de la esquina. Desafortunadamente, estaba directamente arriba de la habitación que ella había señalado. En un momento, él se correría, pero quería reagruparse y volver a concentrarse antes de pasar por tonto. “Dios todopoderoso”, rezongó. Sus ojos no pudieron evitar buscar a su duendecillo entre la multitud y, en ese momento, pudo ver la parte de atrás de su vestido, o lo que quedaba de él. La escasez de tela dejaba ver la curva de sus omóplatos, un lunar justo en el costado interno de uno de ellos que le encantaría besar, subiendo hasta el cuello, tan delgado que creía que una de sus manos podría abarcarlo. Dos finas tiras verdes se entrecruzaban apenas por debajo de los omóplatos y, luego, la desnuda pendiente de piel libre de obstáculos que culminaba en los hoyuelos arriba de su trasero, donde la cinturilla le impedía ver más. Tenía una cadena de plata en la cintura, y un pequeño tatuaje apenas por encima del costado izquierdo de la cadera. Desde allí, entrecerrando los ojos, intuyó que era una diminuta flor de lavanda. Ella se detuvo y se agachó para ajustar una de sus botas. Estaba en las sombras pero, debido a su posición y a la tenue luz del aplique de pared, sólo él pudo ver claramente cómo subía esa falda, centímetro a centímetro, deteniéndose sólo a milímetros de que pudiera ver la entrepierna de las bragas, si es que tenía. OH, eso te hace bien, Nighthorse. Tortúrate, tortúrate de verdad. Ella se incorporó y lo miró por sobre los hombros, cuando sus ojos le enviaron un “cógeme” desafiante que sintió directamente en los testículos. Él estaba seguro de que podía comerse esa vulva hasta que gritara y hablara varios idiomas. No se requería mucha más imaginación para figurársela llamándolo con el dedo, llevando su cabeza hacia allí abajo para que huela lavanda y mujer, el olor de una vulva húmeda y suave con sabor a vainilla. “Sigue fijándole la vista así, mi amor, que tendremos que usar la manguera contra incendios antes de que el edificio se prenda fuego”. Mac se levantó y se concentró en el divertido rostro de la camarera que estaba parada junto a su mesa, meneando la cadera. El discreto gafete dorado en su corsé rojo decía “Mariah”. “¿Ella es habitúe?” Mariah sonrió. “Interesante, ¿no? Violet está en proceso de 11/ 263
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aprendizaje con una de nuestras mejores Dominadoras desde hace seis meses y vino con unos amigos como observadora durante un tiempo, antes de eso. Ya conoce a todos aquí. No me atrevo a asegurarlo, pero creo que hoy es su primera noche sola. Está fuera de tu alcance, amor, pero no creo que por mucho tiempo más. No la apures si te interesa, ¿entendido? Aquí, protegemos a nuestros habitúes”. Era una advertencia directa y Mac se sintió agradecido. Él era el nuevo en La Zona esta noche, mucha gente, amistosa, pero mucha al fin, y Mariah le acababa de decir que no conseguiría mucho con su apariencia más que una patada en el culo si se salía del libreto. Ella le dio el consejo con profesionalismo gentil e inofensivo y una sonrisa sexy que no atenuó el mensaje en absoluto. No le importó, porque el mensaje también quería decir que lo cuidarían, si lo necesitaba. La Zona había entrenado muy bien a su personal. En un club fetichista de Dominación/Sumisión, esa actitud de la gerencia hacía valer el precio de la entrada y el intenso proceso de selección. La Zona tenía una cuota de inscripción muy alta que se condecía con las profundas verificaciones de antecedentes. Se esforzaban al máximo para proteger las identidades y el bienestar de la clientela de clase media alta y adinerada que podía pagar y exigía cuidados adicionales. “Tienes razón”. Ella asintió con la cabeza, le acarició levemente la muñeca antes de enderezarse y fue a buscar su trago. Los pantalones de látex, con cierre por detrás, no dejaron que los ojos de Mac se desviaran de su enorme culo ni de su accesibilidad. No le sorprendió la vestimenta, porque los clubes nocturnos suelen contar con empleadas igualmente dispuestas a ganar dinero extra como sumisas o dominadoras pagas por una noche, sin los lazos emocionales que se ponen en juego en las citas. Sí, La Zona tomaba todas las medidas posibles, y más, para anticiparse a las necesidades de los clientes y proteger su privacidad. Era un lugar peligroso y que requería coraje para que un asesino buscara víctimas, pero uno fue lo suficientemente valiente. No sólo una vez, sino dos. La persona que estaba buscando era inteligente, arrogante, y tenía dinero. Y era una mujer. Su instinto se lo decía, a pesar de que las pruebas recopiladas hasta ese momento aún no eran suficientes para 12/ 263
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demostrarlo. Su instinto también le decía que le gustaba conseguir víctimas en estos lugares y que seguiría siendo cliente. En especial, si creía que nadie había logrado dar con la conexión, que el carácter obsesivamente discreto de la clientela de jóvenes adinerados de La Zona había borrado su rastro. Pero un detective de homicidios había descubierto la conexión. Mac sólo deseaba haberlo hecho cuando se encontró con el primer cadáver y no con el segundo. Pero, en ese momento, no conocía a la primera víctima personalmente. Ese pensamiento le trajo a la mente el recuerdo intensamente incómodo de la reunión que había acordado con su sargento unos días antes esa semana, reunión que había causado su presencia en La Zona esta noche y el encuentro casual mucho más placentero con el hada de los bosques de ojos violeta. Capítulo 2
“Tengo una reunión con el capitán a las 10, Mac”. La Sargento Darla Rowe se sentó detrás de su escritorio y levantó una ceja cuando uno de su mejores hombres cerró la puerta antes de sentarse frente a ella. Ella se incorporó y puso las manos sobre el escritorio, una sobre la otra. “¿En qué piensa, Detective?”. “Encontramos un segundo cuerpo anoche”, dijo Mac, obligándose a apoyarse en el respaldo de la silla e ignorar el doloroso nudo en el vientre. El muchacho muerto que había encontrado había tenido un día mucho peor que el que él mismo estaba teniendo, independientemente de lo mala que pudiera llegar a ser la reacción de su sargento. Él había trabajado en su escuadrón durante más de dos años y confiaba en ella. Era equilibrada, tremendamente paciente con los burócratas, pero no toleraba la estupidez, y era leal y justa con su gente. Él confiaba mucho en la justicia, pero se estaba adentrando en un territorio en el que la justicia solía sucumbir ante la reacción moral. “El mismo MO1. Entre 25 y 30 años de edad, masculino. Era 1
Modus Operando: Término policial que hac e referencia a un mismo método de ac tuac ión.
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corredor de bolsa. Pertenecía a la clase privilegiada de EE.UU., asistía frecuentemente a la iglesia. Estaba vestido con una correa de cuero, un collar de perro, esposado a la cama de columnas con los brazos y piernas extendidos, tenía un consolador en el culo, perdonando la expresión, y una bala en la base del cráneo”. “La Detective Ramsey dijo que creía que era posible que el asesino sintiera resentimiento por la posición social de la víctima y que, quizás, estaba tratando de humillarlo”. Rowe asintió con la cabeza. “¿Pudimos ocultarle los detalles a la prensa?”. “No se divulgó información acerca de cómo estaba la víctima cuando se la encontró. Les dijimos que parecía ser un crimen sexual, una bala en la cabeza, eso es todo”. Mac levantó un hombro. “Connie tiene buenos instintos, pero aún estamos esperando el perfil psicológico oficial y no termina de cerrarme. Si la sospechosa estaba tratando de humillarlo públicamente, creo que ya tendría que haber enviado fotografías a los periódicos”. “¿Sospechosa?”. “Los arañazos en la espalda de la víctima así lo sugieren, pero fueron hechos con guantes puestos. Estamos realizando pruebas de ADN. En ambos casos alguien llamó a uno de los padres, les dijo que tenían que acercarse de inmediato porque había una situación de emergencia en la casa de la víctima. Creo que ella trata de revelar toda la verdad acerca de la víctima, quizás recrear un trauma similar que ella haya sufrido, o algo que desee revelar acerca de ella misma pero que nunca tuvo la posibilidad o el valor para hacerlo. Es sólo un análisis de aficionado, lo admito, pero me parece correcto”. Los ojos de Darla se entrecerraron. “¿Revelar la verdad?”. “Sí, señora. Ambos hombres frecuentaban un club fetichista llamado La Zona en Tampa. Hice que un uniformado se dirija allí hoy. Habló con el gerente, confirmó las membresías de las víctimas con una orden judicial para investigar sus registros específicos. Fueron muy amables y cooperaron al comprender que sus clientes podrían estar en peligro. Serán un buen aliado en la investigación. Creo que nuestra asesina es una Dominadora sexual activa, una Amante, y que elige sus víctimas en La Zona, incluso si no juega con ellos allí. Lo admito, dos víctimas no son suficientes para establecer un patrón definido—”. Rowe se apoyó en el respaldo de la silla, con ambas cejas levantadas. “Pero definitivamente nos brinda un indicio acerca de sus territorios de caza preferidos. Excelente trabajo, Detective. ¿Quién llamó a las familias?”. 14/ 263
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“Un hombre, las dos veces. Llamó desde un teléfono público, pero, por los patrones del discurso descrito por los padres, sospechamos que es un vago o alguien sin techo al que la sospechosa le pagó para que realice la llamada. Hombres distintos, en función de las voces descritas. Estamos haciendo un reconocimiento de los bares y negocios cercanos a las cabinas desde donde se rastrearon las llamadas, para averiguar si algún empleado recuerda haber atendido a un vagabundo que haya comprado alguna bebida alcohólica con una suma poco habitual de dinero en las últimas cuarenta y ocho horas. Sin embargo, ambas llamadas fueron hechas desde las peores áreas de Tampa, por lo que es probable que se haya corrido la voz y que tengamos que buscar entre algunos miles de vagos”. “¿Y cómo lograste la conexión con La Zona? ¿Tarjetas comerciales de La Zona en sus billeteras?”. Mac dudó. “No, señora. Ambas víctimas eran extremadamente cautas con respecto a sus estilos de vida. Lo que coincide con la reputación de La Zona. El club incluso cuenta con vestuarios para que los clientes guarden su parafernalia erótica y no tengan que guardarla en sus hogares. No entregan tarjetas de identificación de socios. Archivan el número de seguridad social del socio y, cuando éste va, lo ingresa en el teclado numérico de la entrada. Así se ingresa”. Y cambió el tono. “He investigado un poco”. La Sargento Darla Rowe había visto a Mac Nighthorse salir airoso de situaciones que le ocasionarían pesadillas al oficial más veterano. Había comenzado su carrera profesional trabajando de encubierto, demostrándose tan adepto a ese trabajo y a mantener la integridad de su personalidad en esa zona de alto estrés que lo dejaron en ese puesto por más de cinco años. Cuando ascendió a puestos de trabajo en el sector público, obtuvo rápidamente el rango de Detective, trabajando en casos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para resolver asesinatos, robos a mano armada y secuestros. Rowe conocía escuchas telefónicas de los trabajos de Mac desbaratando negocios de sustancias volátiles. Hacía algunos meses, había arrestado a un asesino el serie de Tampa, mano a mano, en los apretados rincones del sistema de alcantarillas. El asesino tenía una AK-47. Mac había perdido su arma, se había quebrado un brazo en la lucha pero, aún así, redujo al asesino sólo, con determinación y una saludable dosis de furia. No se paralizó, pero tampoco se hizo el macho. Era tan 15/ 263
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perseverante que los compañeros lo llamaban El Roble, no sólo por su tamaño, sino por esa conducta imperturbable, sin importar las circunstancias. En ese momento, ella observaba que el apoyabrazos de madera de la silla de su visitante se mojaba con el nervioso sudor de la palma de su mano. “¿En qué estás pensando, Mac?”, preguntó, dirigiendo la mirada claramente a la superficie mojada. Él fijó la mirada en el sudor, luego, se inclinó hacia adelante y apretó levemente las manos entre sus piernas abiertas. Esta posición enfatizaba el ancho de su espalda y las largas columnas de sus muslos. Como era habitual, Darla desvió duramente la mirada de la agradable forma de su ingle, delineada por los pantalones de vestir. Estaba felizmente casada, por lo que era sólo una apreciación estética, pero no resultaba exactamente profesional que la descubrieran mirándole la entrepierna a uno de sus detectives. A menudo se preguntaba por qué Mac no tenía ninguna mujer en su vida pero, repentinamente, tuvo la sensación de que estaba por descubrir el motivo. “Para encontrarla, tendremos que enviar a alguien de encubierto a La Zona. Está eligiendo sumisos, ésa es la terminología, y ganando su confianza, por lo que es probable que ya esté trabajando en su próxima víctima”. “Entonces, podemos enviar un equipo de encubierto”. Él le dijo que no con la cabeza. “Eso no funcionará, Sargento. No es un club sórdido para adultos en el que los criminales se mezclan con quienes sólo buscan excitación. La actividad de La Zona es legal y la clientela es muy adinerada. Se trata de gratificación sexual, no de perversión”. Pasó la mano por su pelo. “No se parece al ambiente criminal. Para la mayoría de la gente común podría parecer así, pero ahí radica la diferencia entre un asesinato y una muerte natural. Una es coerción. La otra se trata de la ley natural. Un policía que no lo comprende sería identificado tan claramente que bien podría llevar su placa prendida en el pecho”. Darla se apoyó sobre el respaldo. “Te repetiré mi pregunta, Mac. ¿Por qué no me dices lo que realmente ocurre aquí?”. Él asintió con la cabeza, bajó la vista para mirar sus grandes manos, las entrelazó y, luego, elevó su rostro para poder mirarla a la cara de frente. Esos ojos plateados podrían congelar a un criminal en su huída o sonsacar la verdad del delincuente más taimado. En este momento, se veían como si estuvieran frente a 16/ 263
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un posible examen de próstata con André el Gigante calzándose los guantes de látex. “Conozco ese tipo de clubes, Sargento. Soy parte del juego D/s 2 desde antes de cumplir 30 años. Conozco el lenguaje y conozco a la gente. La Zona no es mi lugar habitual. No puedo pagarlo”. Una pequeña sonrisa se asomó de sus labios. “Pero cada club cuenta con cierto porcentaje de sangre nueva, socios que traen invitados, posibles futuros socios, gente a prueba por un par de meses”. “Comprendo”. Golpeteó el escritorio con dos de sus dedos, con un gesto meditativo que los hombres y mujeres de su escuadrón reconocían como una señal de que estaba reflexionando. “¿Y si descubren que eres policía? Ya tienes cierta experiencia como para volver al trabajo de encubierto”. “No creo que genere sospechas, en especial si resulta obvio que soy parte del juego. Un policía que juega en ese terreno tiene el mismo interés en ocultar su profesión que cualquier cliente adinerado. En el piso, la mayoría utiliza un nombre falso o sólo su nombre de pila. La regla es la siguiente: si ves a alguien que conoces en la calle, o bien simulas que no lo conoces o que te lo has encontrado en un lugar común y corriente, como un bar. Así pude lograr la conexión. Reconocí a la segunda víctima. Había estado en mi club habitual antes, varias veces, pero sabía que La Zona era su terreno preferido”. Se apoyó en el respaldo, deslizándose por su familiaridad con el caso, tratando de ignorar que la mirada de su sargento era tan intensa como el torno de un odontólogo. “Robert Myers era un sumiso. Muy potente, pero amable. Le gustaba que una mujer lo dominara con técnicas suaves de sadomasoquismo, pero podía adaptarse a un nivel más elevado. No sé si eso concuerda con el MO o si existe algún otro aspecto de ambos hombres que haya generado una atracción. Quizás el perfil psicológico me ayude a descubrirlo. Espero tenerlo en un par de días. Ninguno de ellos habría permitido que su verga predomine ante el sentido común. Le pido perdón nuevamente, señora. Deben haber pasado cierto tiempo con la asesina antes de llevarla a su casa, o haberla conocido en la escena del crimen”. “¿Tiene a alguien adentro que pueda utilizar como conexión inicial con el lugar?”. “Por ahora no, pero no creo que tenga inconvenientes en 2
D/s: Hac e referencia a Dominac ión, sumisión
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conseguirlo. Es bastante habitual conectarse con alguien para jugar. A veces dura un par de días, otras sólo por una noche pero, a esa altura, uno ya se hace conocido”. “¿Cómo hará entrar el apoyo?”. Él le dijo que no con la cabeza. “No podré hacer eso en este ambiente. A menos que tengan el mismo estilo de vida, los descubrirían tan rápido como a un policía tratando de simular ser drogadicto. Creo que podría mantener al tanto a Consuela, la Detective Ramsey, acerca de mi itinerario y paradero mediante el informe habitual”. “¿Vas como Dominador o como sumiso?”. Mac pestañeó. “Como sumiso. Es más razonable”. “No creo que nadie te quiera latiguear a ti, Mac. No con tu tamaño y presencia”. Ella volvió a mirar cómo enlazaba y desenlazaba los dedos, se inclinó hacia adelante, y sintió el impacto hasta los dedos de los pies ante la verdad desnuda que veía en la expresión afligida de Mac. “Es mejor que vaya por gusto propio”. “Bueno, si tú lo dices”, dijo ella finalmente. Mac se levantó de la silla, se dirigió a la esquina, inquieto y manteniendo cierta distancia. Sintió desprecio por su propia persona por esta actitud, aunque, probablemente, ésta había sido la conversación más incómoda que había tenido en su vida. Todas las personas con un estilo de vida D/s sabían lo que la gente común piensa del sadomasoquismo. Pocas personas comprendieron más allá de las representaciones de sitios pornográficos de mala calidad para poder descubrir las emociones que mueven al ser humano a las formas más intensas de interacción sexual que existen. Por ese motivo no se reveló ni se debatió nunca. Para la mayoría de la gente, el ocultamiento no surge de la vergüenza, sino de la simple comprensión de que, de hecho, va más allá del entendimiento de las personas, es como optar por una religión o una pareja para toda la vida. “Sabes que soy un buen policía y he servido bien al escuadrón. Ésta es mi vida personal y, así como usted no quiere escucharme, le aseguro que yo tampoco quiero hablar sobre ella. Pero esos dos muchachos fueron elegidos y están muertos porque alguien que pertenece a ese estilo de vida los escogió. Estaría quebrantando mi juramento de proteger y servir si no hiciera lo posible, si no utilizara lo que soy para ayudarlos”. “Siéntese, Detective”. 18/ 263
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Mac apretó la mandíbula, se sentó y volvió a poner las manos deliberadamente sobre los apoyabrazos. “Sólo quédate callado y déjame pensar un momento, si no te importa”. Él asintió con la cabeza. Había perdido el juicio. ¿Por qué no había inventado una historia, un amigo civil que podría haberlo llevado a la escena del crimen? Probablemente, acababa de tirar por la borda el resto de su carrera. Pero no había tomado la decisión apresuradamente, lo había meditado mucho desde que encontró el cuerpo de Myers. Si se metía en problemas, necesitaría contar con un apoyo que estuviera completamente informado de la situación, lo que también quería decir que tendría que mantener al tanto a la sargento. No quería pensar en tener que pasar por la misma situación con Connie, pero iba a ser necesario. Darla tomó un papel de su escritorio, luego un lápiz y escribió un pequeño garabato. Mac se inclinó hacia adelante mientras ella le acercaba el papel sobre el escritorio. Él tomó el papel, lo miró y luego la miró a ella, estaba confundido. “Mi número de bíper y celular, Mac. Me usarás como tu apoyo inmediato. Supongo que gran parte de tu trabajo más peligroso sucederá durante la noche, por eso tendremos que elaborar un cronograma de registros e informes. Si no recibo un código en mi bíper en los momentos acordados, enviaré un equipo para que te busque”. No tendría que revelar su secreto a sus colegas. El dolor que martillaba su estómago cedió y pasó a ser un leve caso de indigestión. “Aún no estoy segura de que no debamos enviar un agente encubierto”. “Es como le dije—”. Ella dijo que no con la cabeza, levantando una de sus manos. “No, entiendo. Tu lógica es buena, pero eres vulnerable. Te estás adentrando en una situación que te resulta personal, lo que significa que alguien puede jugar con tu mente”. Una leve sonrisa cruzó por sus labios. “¿Perdón?”. “Nadie más puede hacerlo, sólo alguien de adentro”, respondió, sin negar su preocupación. “Esta asesina, quien quiera que sea, reconocerá a la otra persona. Es la clase de pensamiento que se percibe del otro, y ella reconocerá a alguien que está simulando, que no es verdadero. Mire, la gente que no pertenece a este estilo de vida no lo comprende. Es así de simple. Saldrá a la luz cierto 19/ 263
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nivel de resentimiento, condescendencia o repulsión absoluta”. “Confío en tu buen juicio. Sólo quiero que seas muy cuidadoso. ¿Oyes lo que digo? Eres uno de mis mejores hombres. No quiero perderte”. La sargento Darla Rowe no otorgaba halagos libremente. Si sus hombres atrapaban al máximo señor del crimen de Tampa o desbarataban un negocio de desmantelación de automóviles, lo máximo que se podía esperar de ella era un “Buen trabajo, detectives. Asegúrense de pasar el informe a mi oficina mañana por la mañana”. No escatimaba en acciones para felicitarlos, sí en palabras, siempre que su personal se esforzara al máximo por la gente de Tampa. Sin embargo, había elegido este momento para decirle abiertamente lo mucho que lo valoraba. Mac no tenía palabras para describir cómo se sintió ante su respuesta o ante su fija y directa mirada, por lo que se levantó de la misma manera que al final de una sesión de instrucciones normal. “Sí, señora”. Una sonrisa coqueteó en los labios de la sargento. “¿Qué?”, preguntó él, sorprendido al ver cómo se iluminaba su rostro. Darla se rió levemente, e hizo una seña con la mano. “Creo que tendré que vivir con todas las imágenes que se me vienen a la mente cuando dices eso”. Ante la mirada perdida de Mac, ella repitió sus palabras. “‘Sí, señora’”. Él la miró fijamente asombrado, pero el tono de su voz y su semblante eran abiertos, honestos y jocosos, como cualquier policía bromeando con otro. Terreno familiar. Sintió alivio en el pecho, como una ducha caliente al sacarse un collar particularmente angustioso. Estaba vivo, había sobrevivido y había hecho lo correcto. Sonrió, pero cuidadosamente. “Gracias, Sargento”. “No, no. No me lo agradezcas todavía”. Se levantó, buscó sus llaves y su cartera. “Luego de reunirme con el capitán, me llevarás a almorzar, Nighthorse.” Ahora su expresión se tornó seria, era la jefa nuevamente. “Elegiremos un lugar no frecuentado por policías, pero si voy a ser tu apoyo, necesito conocer el lenguaje y el ambiente, para saber qué es normal y qué no. De no saberlo, puede que envíe patrulleros que hagan resonar las sirenas para que te busquen por los motivos erróneos o, lo que es peor, ignorar algo que no debería y que termines muerto”. 20/ 263
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“Sargento…” Puso las manos en sus pantalones. Ella bordeó el escritorio y se paró frente a él. Era una mujer tenaz, bien vestida y con un porte elegante; Darla Rowe era pura elegancia y clase, y se dejaba ver en este momento. “Mac”, dijo firmemente. “No es curiosidad lasciva. Si hubieras incluido a la Detective Ramsey, la habrías informado detalladamente. Lo que nosotros hablemos se queda aquí, a menos que lo necesite para salvarte la vida”. “O para atrapar a la sospechosa”, dijo él. “Como dije, eres un buen policía”. Cuando él le abrió la puerta, ella lo sobresaltó con una mirada furtiva de evaluación que casi lo hace sonrojar. “Por supuesto, parte de mi curiosidad sí es lasciva. Si tienes algún conjunto de ropa que modelar para mí para que pueda entender mejor—”. Mac se atragantó de risa, deseaba que fuera apropiado darle un fuerte abrazo. Pero sospechaba que le pegaría un rodillazo en las bolas si lo intentaba. “Ahora, Sargento, creo que eso puede considerarse como acoso sexual”. “Ni lo sueñe, Detective”. Capítulo 3 Aquí estaba. No concordaba con el perfil de víctima de la asesina, por lo que no le sería útil ponerse como carnada. Los profesionales evidentes de oficina, como Rodriguez y Myers, también eran el tipo de "chico lindo" de contextura delgada. Si pasaba algunas noches informales con una o dos Dominadoras bien conectadas, esas que podían identificar a todas las Amantes de La Zona, podría comenzar a reducir la lista de sospechosas. “Ah, demonios”. “¿Algún problema, amor?” La camarera colocó el trago en el posavasos. “Mmm, sí, se puede decir que sí”. Violet había hecho caso omiso de su sugerencia del complaciente tonto de la otra mesa y ahora estaba conversando con un rubio alto y apuesto de aspecto nórdico e interesantes ojos azules. La camarera siguió su mirada. “Lo justo es justo, mi amor. La dejaste pasar. No puedes estar celoso ahora”. “No es eso”. Aunque admitía con arrepentimiento que era posible, porque descubrió que no le gustaba nada verla 21/ 263
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conversando con otro. ¿Qué era lo que ella tenía? Ella meneó la cadera y el movimiento de ese trasero debajo de la ajustada falda lo distrajo tanto que casi deja que se le escape la camarera. “Hey.” La tomó de la muñeca. “El tipo con el que está hablando no es habitué, ¿o sí?” “Creo que está aquí como invitado al igual que tú, amor”. “No es trigo limpio. Se llama Jonathan Powell y era habitué de True Blue. Puedes llamarlos. Es un vicioso. Le gusta jugar con la mente de sus Amantes y las vuelve locas. Le revocaron el ingreso al club”. Mariah contempló a Powell. “Le diré al gerente inmediatamente para que los llame. Si tu historia es cierta, lo invitaremos a que se retire”. “Bien”. Él se levantó y ella lo detuvo, colocando una mano en su pecho. “Mi amor, deja que nosotros nos ocupemos, ¿OK?” Mac miró más allá de la camarera, observó como Jonathan estiró el brazo y tocó levemente la cadera de Violet, sólo un leve contacto mientras le hablaba con una mirada dirigida intencionalmente hacia abajo y una expresión deferente. La temperatura de su sangre se elevó unos veinte grados. “Es inexperta y hay que pensar en su orgullo”, dijo relajado. “Creo que puedo convencerla para que se aleje de él sin hacer una escena y eso facilitará que tu personal lo saque de aquí antes de que intente coquetear con otra”. Mariah lo estudió dubitativamente. “OK, muchachote”, cedió y le dejó el camino libre. “Pero te comportas, ¿OK? No me importan tus intenciones pero, si derramas sangre en La Zona, te echamos. Punto y aparte. Sin excepciones”. “Comprendido. Totalmente de acuerdo. Nada de sangre”. Le guiñó un ojo y se alejó, pero ella lo observó un momento, indecisa. No la engañaba su encanto. Había algo peligroso a su alrededor. Existe una falsa idea, incluso entre el personal nuevo, de que los machos sumisos son peleles tímidos no agresivos, que quieren que una mujer los golpee. Los sumisos muy poderosos podían ser tan posesivos como cualquier Dominador alfa y, pese a que ella creía que era muy probable que su historia fuese cierta, él estaba demasiado concentrado en la pequeña Violet. Inexperta o no, había captado su atención. “Bien hecho, niña”, murmuró Mariah. “Va a ser todo un bocado”. Ella notó que su mirada no se alejaba de la silueta de la hermosa Dominadora de peluca negra, sus ansias, a medida cubría con la mirada sus desnudos brazos, su espalda casi totalmente 22/ 263
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descubierta con el vestido ajustado que llevaba. Mariah pensó en quedarse un tiempo después de que termine su turno. Si Violet lograba que ese monumento de hombre bajara con ella desnudo, ella quería ser testigo. Incluso entre la multitud del club, el calor entre ellos era tal que pudo sentirlo. Le gustaría ver cómo se avivaría en la caldera de una de las habitaciones. ***** A Violet no le gustaba Jonathan Powell, en realidad. Era lo suficientemente apuesto y terso, pero su mente estaba clavada en el hombre que acababa de rechazarla. Habría sido distinto si hubiera sido cortante. Le habría dicho idiota en su mente y habría saciado su orgullo ardiente con alguien como el amable tonto de la otra mesa, que la había mirado esperanzado mientras se acercaba a su mesa. Pero había sido tan cortés, tan perfecto, aumentando así su deseo de tenerlo a su merced, a punto tal que todas sus glándulas estaban en alerta máxima. Se decidió por Powell porque notó que estaba al mismo nivel que el objeto de su deseo. Ella quería que, desde la mesa, él pudiera ver su interacción, se había asegurado de que estuviera observándola cuando realizó ese pequeño movimiento con la bota. Si lograba amarrarlo, iba a hacerlo rogar. Iba más allá del orgullo. Ella tenía buen sentido del humor acerca de su espíritu competitivo sobre desarrollado, pero había mucho más en juego. Eran ansias instantáneas, embriagadoras, que se habían apoderado de ella el momento en que lo vio y había decidido que tenía que tenerlo. Lo sintió detrás de ella incluso antes de que hablara. Supo que era él por la energía que presionaba sus hombros y por el frío helado que paralizó abruptamente la mirada de Jonathan Powell, sacando a la superficie una frialdad que un sumiso no suele demostrar ante una Dominadora. Era un competidor, definitivamente. Ella había elegido la opción correcta. La temperatura de su sangre se elevó. Mac deslizó los dedos por la espalda de Violet, en dirección hacia arriba, desde el punto apenas por encima del suave ángulo entre las nalgas, deteniéndose con un leve roce entre los omóplatos. “Amante”, le susurró al oído. Ella no lo miró e inclinó la cabeza en dirección opuesta. Pareció un gesto frío pero hizo que el susurro de su aliento fluyera hacia abajo por el costado de su cuello. 23/ 263
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“Creo que la dama ya está tomada”, dijo Powell, quien trataba de permanecer dentro de las reglas de la casa, aunque Violet notó claramente la ira a fuego lento bajo la superficie. Él se había mostrado altamente interesado en sus insinuaciones. ¿Que quería ella? ¿Alguien que la rechazaba y, acto seguido, se mostraba halagador, o alguien como Jonathan, que había estado interesado desde el momento en que ella se le acercó? Que le había generado sensaciones de ansiedad y repulsión la primera vez que le tocó la cadera. Pero no se trataba de eso. “No te di permiso para que me tocaras”, dijo ella, aún sin mirar al objeto de su verdadero interés. Pero tampoco miraba a Jonathan. “No, Amante”. Su voz se alejó, al igual que su roce, y su piel dio gritos de protesta. Su voz se redujo a un murmullo sensual. “Perdóname”. Giró sobre el tacón de la bota, desestimando a Jonathan por el momento, pero sabía que él no se iría hasta estar seguro de que había perdido. Un buen sumiso no insulta a una Amante alejándose de ella si ella no se lo permite. El gran hombre que estaba ahora ante ella era tan abrumador ante sus sentidos como diez minutos antes. Sentía su aroma en las fosas nasales y las hacía estallar con su calor. El ancho pecho de Mac ocupaba toda su visión, el vello acicalado, prolijo y suave de su fuerte mandíbula y esos firmes labios que la invitaban a tocarlos. “El perdón debe ganarse”, aclaró. “Entonces, ¿que harás para ganártelo?”. “Lo que la Amante disponga”. Jonathan dio un paso hacia adelante, presionando su cuerpo contra el de Violet, posando la mano sobre su cadera. “Creo que es hora de que te retires, Mac”. Mac pensó en lo placentero que sería capturar esa muñeca y quebrarle los huesos de los dedos uno a uno mientras Powell pedía clemencia a gritos. Miró el rostro sorprendido de Violet. Incluso en un ambiente seguro, a una mujer que pesaba menos de 60 kilogramos le resultaba incómodo estar atrapada entre dos hombres con un potencial por la violencia que emanaba de sus cuerpos. “Creo que has cometido un error, Jonathan,” dijo Mac fríamente. “A la mayoría de las amantes no les resulta agradable que un sumiso las sobrepase. No es tan inexperta”. Violet tomó la mano de Jonathan que estaba sobre su cadera. 24/ 263
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Mac tuvo miedo por un momento, luego, los dedos de Violet se entrelazaron entre los dedos profesionalmente acicalados de Jonathan, los torció y alejó la mano de su cuerpo. “Me haces sentir incómoda y ya no estoy interesada”. Miró a Jonathan. “Puedes irte”. El dios rubio nórdico la miró con desdén. “Prefiero tener a alguien que sepa lo que hace de todos modos, en lugar de una pequeña niña que juega a producirse. Conchita puta”. “Hijo de—” comenzó a decir Mac, pero Violet levantó una mano de modo que sus nudillos le golpearon el pecho. Él podría haberla evitado. Si bien Jonathan ya se retiraba, no habría sido una mala idea asegurarse de que lo hiciera corriendo hasta el estacionamiento. Pero existía otro motivo por el cual Mac no lo hizo. Tragó saliva. Ella lo había conseguido. Detrás de su aplacador gesto yacía una orden inconfundible, y el cuerpo de Mac había reaccionado instintivamente a su deseo, verbalizado o no. Notó que sus nervios le temblaban bajo la piel y se obligó a mantener la voz áspera, por temor a que Violet lo notara. “Deberías dejarme seguirlo y aplastarle la cara”. Ella ladeó la cabeza, y estaban tan cerca uno de otro que él sintió la dolorosa necesidad de tocarla. “Creo que es hora de que me dejes decidir a mí qué se debe hacer y qué no. ¿No estás de acuerdo?”. Él la miró fijamente. Estaba aquí por un trabajo, pero su trabajo requería que fuera un jugador activo. Para eso, necesitaba una pareja, una bien conectada. Ella había estado aquí por un tiempo y había cosechado muchos amigos, si la camarera estaba en lo cierto. El único problema era el que su sargento le había señalado. Incluso si él la descartaba como su sospechosa porque tenía muy poca experiencia, ella podía, definitivamente, jugar con su mente, distraerlo. Él había disfrutado la compañía y las exigencias de las Amantes, pero ella pertenecía a una raza diferente, comparada con las mujeres con las que había estado antes. Era como caminar por una cuerda floja. Mejor lo decidía noche tras noche. Después de todo, era posible que arruinara todo con ella esta noche y que tuviera que pasarla con otra. De sólo pensarlo, se le cerró el vientre. Él quería a esta mujer. La quería a ella. “Sí, Amante”, dijo. Capítulo 4 25/ 263
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Ella no sabía qué hacer con él. Tyler le había aconsejado que no profundizara con nadie en su primera noche sola, sin embargo, aquí estaba, en lo más hondo de la piscina. Él la siguió al nivel inferior, hasta la puerta de la habitación que ella había reservado, una sala con paneles de madera lustrada y vigas talladas, los jaeces para caballería destinados a un pura sangre ganador. El gran área del compartimiento estaba equipada con una diversidad de aros de acero inoxidable lustrados, para atar las riendas a diferentes alturas y distancias. En un caballete de madera de arce acabada con bisagras antiguas, había una silla de montar. Había bridas, sogas, fustas y látigos para carros colgando de un estante en la pared, así como algunos otros elementos que ella había solicitado y que normalmente no se encontrarían en un establo. “Párate ahí”, señaló el centro del piso, fuera del compartimiento, y se dirigió a un panel de control en la pared. “Me gustaría que nuestra primera vez sea privada”, dijo ella, observando su rostro. No dio un esbozo de desilusión, tampoco de alivio. Por su vestimenta poco pretenciosa, ella sospechaba que su premio no era un exhibicionista. Sin embargo, eso no significaba que no se excitara al mostrarse ante las órdenes de su Amante. Quizás era el tipo de sumiso que se excitaba con lo que fuera que excitase a su Amante. Ella respiró hondo, dándole la espalda, para calmar su reacción ante tal pensamiento; aún sentía su intensidad como manos que recorrían su cuello y hombros, su espalda desnuda, las curvas de su culo, la delicada piel de sus muslos internos. Él podía imaginar la presión de sus labios en esos lugares, besos puros y suaves en los que su boca vibraba con el deseo contenido de abrirla de par en par y devorarla, de a un bocado a la vez. A algunos sumisos -a ella le gustaba pensar en ellos como inferiores- no les importaba quien fuera la Amante, siempre que ella ofreciera la gratificación que ellos buscaban. Pero los sumisos que sólo deseaban gratificar a su Amante procuraban servirla en todo lo que ella ordenase. Algunos también eran protectores por instinto, como si fueran reencarnaciones de guardias de palacio de antiguas reinas. Ella pensó en la expresión del rostro de Mac cuando Powell la había insultado. El comentario repugnante había sido un golpe para su ego, pero la reacción de Mac mantuvo su autoestima a un nivel máximo. Ella activó el oscurecimiento del vidrio del techo, para que los 26/ 263
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visitantes del club no los pudieran observar. Sabía que, aún así, el personal de seguridad podía controlarlos por medio de los espejos ocultos, pero nadie más sería testigo del entretenimiento de esa noche. “Mac. ¿Es ése tu nombre?”. “Sí, Amante. Si eso te complace”. “Me resulta difícil encontrar algo de ti que no me complazca, Mac. ¿Cuál es tu nombre de pila?”. Él dudó y desvió los ojos de color gris plateado. “Mackenzie”. “Mackenzie. Me gusta”. Permaneció apoyada a la pared, observándolo, sin intentar acercarse. El aire se aquietaba y se volvía más cálido. “Quítate la camisa, Mackenzie. Y la próxima vez que vengas a este club a verme, te la sacarás en la puerta”. Mac desabrochó los botones de la camisa. Violet lo observaba, estudiando sus ojos caídos. Él no temblaba ni se apuraba pero, de alguna manera, ella sintió una tensión explosiva que provenía de su cuerpo. Podría apostar que lo ponía nervioso. Muy nervioso, pero era muy, pero muy bueno disimulándolo. Por qué alguien como él se ponía nervioso ante alguien como ella, no lo sabía. Lo que sí sabía es que la D/s afectaba profundamente la psiquis de cada persona y, a menudo, causaba reacciones impredecibles. No dejaría que la duda o el miedo de no hacer lo correcto se apoderaran de ella, ni dejaría que la burla de Jonathan se hiciera presente y la desequilibrara. Quizás Mackenzie sólo estaba demostrando gentileza con su amabilidad, pero, aún así, ella iba a hacerlo desear pasar otra noche con ella, y luego otra más. Al igual que cualquier forma de arte, si se concentraba en el desempeño, los resultados finales o la reacción del público, perdería el eje, se apartaría de las contracorrientes espirituales que impulsan el proceso sensual. La naturaleza los llevaría al destino correcto, aunque ella disfrutaba de tener la libertad para jugar con la cantidad de agua, alimento y luz adecuados como para hacer que la belleza de la Naturaleza se abriera paso, impaciente, a la luz. Mac se quitó la camisa por los hombros y ella respiró hondo. Hablando de la belleza de la Naturaleza. Era tan hermoso como ella esperaba. Su pecho era velludo y fuerte, con el mismo cabello plateado, blanco y negro tupido de la cabeza. Elegantes músculos, curvas y ángulos que combinaban en perfecta imperfección. Un par de cicatrices. El cabello se afinaba hacia 27/ 263
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abajo, para culminar en ese placentero punto indicador de su chato vientre, y desaparecía dentro de los jeans negros, que ella notaba más ajustados ahora, debido a la erección que presionaba la tela. Ella se esforzó por mantener la compostura de su expresión, sin lamer sus propios labios ni bailar de alegría como deseaba. Tomó un cepillo de cerdas suaves de la pared y, finalmente, se acercó hacia él. Un paso, dos pasos. Los tacones de sus botas resonaban en el silencio que había entre ellos. Él mantuvo la mirada baja mientras ella se acercaba, lo rodeaba y colocaba la palma de una mano sobre su espalda desnuda, entre los omóplatos. “Alguien te entrenó bien”, dijo ella, al notar que sus manos permanecían sueltas, indefensas a los costados del cuerpo. Su piel era suave y caliente al tacto, pero ella resistió el deseo de agarrarlo con más fuerza. Independientemente de si era experimentado o no, con ella como Amante era un principiante, y ella conocía la importancia de establecer las reglas de juego. Además, ella quería ir despacio, saborear esos primeros roces tal como debería saborearse un primer beso. Uno nunca sabe si ese primer beso puede ser el primer beso con un alma gemela, de manera tal que todo lo que se hiciera con esa persona después de ese momento sería la opción definitiva para el resto de la vida. Violet alzó el cepillo, lo deslizó sobre su piel, observó cómo las cerdas se doblaban y moldeaban siguiendo los músculos de sus hombros, sus omóplatos, su espalda. Las cerdas eran suaves pero, aún así, merecían el nombre de ser llamadas cepillo, por lo que dejaban huellas apenas visibles en su piel, estimulándola. “Entonces, ¿cuál es tu palabra segura, Mackenzie?” le preguntó, siguiendo las huellas del cepillo con la mano y parte de las uñas. “No uso. Si no puedo soportarlo, no te merezco”. Violet se detuvo. “Es un riesgo demasiado grande, Mac, con alguien que no conoces”. A ella le importaba de verdad, ya que era obvio que él asistía a esos clubes por su cuenta y no era habitué de La Zona. “De todas maneras”. Él mantuvo la mirada en el piso. “Sirvo al placer de mi Amante, sin importar lo que implique. No tengo una palabra segura, ni tampoco quiero tenerla”. “Yo pondré las reglas, Mackenzie. ¿Qué dirías si te obligo a observarme mientras otro hombre me folle”. Él se puso más duro y ella sonrió, pasándole el cepillo sobre el otro omóplato. Su piel se estaba humedeciendo. “¿Entonces, te 28/ 263
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molestaría?”. “Sólo porque sé que yo podría hacer mejor todo lo que él te hiciera”. Violet presionó los labios al ver otra sonrisa de Mac, a pesar de sentir que le temblaban las rodillas. No tenía duda de que así sería. Simplemente su voz, el paso de la deferencia sensual a la insolencia, la excitaba. “Esclavo arrogante”. Dejó el cepillo a un lado y eligió otro con cerdas más duras. “Apuesto a que esos pantalones se están volviendo muy incómodos”. “¿Quieres que me los quite?”. “Todavía no. Me gusta ver tu verga presionándolos por mí. No estoy lista para que dejar que te sientas cómodo”. Le encantaba sentir su piel en las palmas de las manos, su acalorada quietud. Cuando le acarició la nuca con sus largas uñas, Mac inclinó la cabeza hacia adelante, para que sea más fácil hacerlo. Sintió la respiración en sus músculos, sus nalgas se endurecieron muy atractivamente mientras ella volvía a cepillarlo, aumentando la presión de las caricias con el cepillo más duro, rastrillando su piel, haciendo que la sangre fluya a la superficie para sensibilizarlo aun más. Alternaba la dirección, variaba de presión leve a fuerte, para que su piel no se acostumbrara a la estimulación. La respiración de Mac se volvió dificultosa. Si bien ella quería hacerlo, no necesitaba mirar para saber que su nivel de excitación aumentaba. “Parece que te estás volviendo algo quisquilloso”, murmuró. “Sígueme”. Mientras dejaba el cepillo en la repisa de una división del compartimiento, sacó dos sogas de nylon suave que colgaban de las puertas. Giró para poder verlo acercándose, reprimió el escalofrío que sintió al ver ese cuerpo musculoso, levemente sudado por los nervios y el calor, los ojos plateados, fijos de deseo. La torpeza de su modo de andar dirigió la atención a su verga, que ahora se delineaba claramente contra la delantera de sus pantalones. “Si pudieras hacer lo que quisieras en este preciso instante, Mackenzie, ¿qué harías?”. Su mirada recorrió de arriba hacia abajo la parte delantera del vestido de terciopelo, pero se acercó otro paso, tan cerca que ella sintió que su mano le rozaba la cadera. Sintió que las puntas de los dedos se tomaban la libertad de acariciar los topes de encaje 29/ 263
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de la parte superior de sus muslos, procurando buscar la piel desnuda justo encima de ellos, debajo del dobladillo del vestido “Me arrodillaría a tus pies y te comería el coño hasta que acabaras en mi boca, con tus manos aferradas a mi cabello y tus uñas clavadas en mi piel. Te escucharía gritar mi nombre. Amante”. Subió los dedos, mientras sus ojos evaluaban el incremento de su ritmo cardíaco, que sentía retumbándole en la garganta tan claramente que supo que él también lo notaba. “Tienes que aprender algo de modales”. Lo tomó firmemente de la muñeca. La soga se parecía a las sogas de nylon de un establo equino, sólo que ésta tenía una esposa en el extremo. La colocó en su muñeca. “Gira hacia afuera para que tu espalda quede contra el fondo del compartimiento y coloca ambos brazos hacia atrás, con los antebrazos cruzados”. Sus dedos se flexionaron mientras ella le colocaba las esposas en las muñecas, bien sujetas, asegurándose de no cortarle la circulación, pero lo suficientemente apretadas como para que pudiera sentir la limitación y enviara el mensaje a su mente de era el primer paso hacia la dominación total que pretendía ejercer sobre él esta noche. Mientras le colocaba las esposas y verificaba la presión, sus nudillos le rozaban el culo, envuelto por la tela de jeans. Era demasiado tentador. Ella se permitió liberar una mano, cerrarla sobre la curva de una nalga, agarrarla firmemente y disfrutar la sensación de su tensa flexión al tocarla. Los dedos de sus manos esposadas intentaron tocarla y dieron con su otra mano envuelta en el extremo suelto de la soga; entonces él acarició su palma, procurando tomarla. Ella se alejó de su alcance, tensó las sogas envolviéndolas en sus dedos y lo arrastró aun más dentro del compartimiento. Él giró la cabeza y se encontró con su mirada mientras lo movía y con la palma de la mano hacía presión contra su estómago, por encima de la cintura, para llevarlo hacia atrás. Resultaba inevitable la comparación con la imagen mental de un semental acercándose a una yegua; los ojos de Mac se veían peligrosos y fijos a los de ella. Tranquilízate, niña. Es grande y fuerte, y sabe lo que está haciendo, pero puedes manejarlo. Sabes lo que necesita, incluso antes que él. Eso es lo que hacía una buena Amante. Hacerlo llegar a la esencia misma, para que se abriera ante ella, ambos buscando el punto culminante y absoluto en una conexión total de la mente con el cuerpo. 30/ 263
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Esas eran las palabras de Tyler, pero los fuertes latidos de su corazón le daban otro nombre que iba más allá de las palabras, eran sentimiento puro. Para una Amante como ella, no se trataba de sólo de venirse. Ella sabía que las verdaderas Dominadoras eran artistas que utilizaban diversos métodos para llevar a un sumiso a su esencia y hacerlo llegar a un nivel de satisfacción que nunca habían experimentado con sus barreras emocionales y físicas en su lugar. Para una Ama o Amante como ésas, la estimulación provenía de esa ruptura exitosa del sumiso, de manera que estuviera completamente vinculado con los deseos de la Dominadora. En esencia, eso era lo que deseaba, conseguir que el sumiso que quería se rindiera voluntariamente ante ella, incluso más de lo que él mismo supiera que podía ofrecer. Quería domar al semental indomable. “No te di permiso para que me miraras”, dijo ella. “Coloca tu rostro hacia adelante y baja la mirada”. Mackenzie mantuvo la mirada en ella sólo un instante más del adecuado y, luego, cambió su atención al piso. Su espalda ancha y desnuda estaba frente a ella, la verga tersa en la cadera firme pedía a gritos que lo tocara. Violet pasó los extremos sueltos de la soga por un aro que se encontraba sobre su cabeza en la pared del compartimiento y ajustó las sogas, jalando los hombros hacia atrás y arriba, para que los brazos queden cruzados lo más cerca posible de los codos, una postura que rozaba lo incómodo y que captó la atención de Mac. Hizo que su cuerpo se inclinara levemente hacia delante, lo cual notó que no le agradó, porque lo hacía perder el equilibrio. Iba a tener mucho menos equilibrio cuando ella terminara. Era un método efectivo de limitación del movimiento porque, con los brazos cruzados más cerca de los codos que de las muñecas y jalado hacia atrás en un ángulo tan incómodo sobre sus hombros, Mac no podía moverse hacia atrás. La tensión de la soga le impedía moverse hacia adelante. “Quiero que estés incómodo, pero no que sientas dolor”, dijo ella, probando las sogas y pasando la mano por su espalda. “Me dirás si comienza a dolerte. Contéstame”. “Sí, Amante”, dijo bruscamente. “Bien”. Ella lo rodeó y se colocó frente a él, dio cinco pasos hacia atrás y, luego, simplemente se detuvo un momento para disfrutarlo. “Tienes un pecho hermoso”, dijo. “Esos hombros 31/ 263
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increíbles, las tiras de músculos en tu cuello. Los muslos largos, el pene imponente”. De pie a la sombra de su cuerpo con tacones de aguja, era un poco más alta de lo que ella quería. Se agachó, dándole la espalda, para levantar el dobladillo de su corta falda y bajar el cierre de la primera bota, consciente de que él estaba viendo la integridad de sus muslos hasta arriba. La postura dejaba ver la alargada forma de almendra de su entrepierna a través del vestido de satén verde, el comienzo de sus nalgas. Los aros resonaban mientras él probaba el grado de tensión de la soga, y ella ocultó una sonrisa cuando él se dio cuenta de que no podía alcanzarla, tal como ella esperaba. Bajó el cierre de la otra bota, se las quitó, las sacó del camino con el pie y se dio vuelta antes de que él tuviera la brillante idea de intentar usar sus piernas para frotarle una rodilla hasta la unión de sus muslos. Ella no lo creía capaz de ser tan desinhibido. Tomó nuevamente el cepillo de cerdas más duras, lo deslizó hacia abajo hasta el centro de su pecho, arrastrando las cerdas por su enrizado vello hasta el abdomen y haciendo cosquillas en la pretina de los pantalones, mientras sus dedos jugaban en el área entre la tela y los duros músculos. Colocó el cepillo en la unión del hombro y el cuello y, esta vez, lo llevó hasta el pezón. El área se tensó inmediatamente y ella pudo sentir cómo se endurecían los músculos nuevamente ante el dolor, a medida que las duras cerdas rozaban su piel sensible. Al igual que antes, alternaba la dirección de los movimientos, de un lado a otro, dejando que sus dedos siguieran la huella, de modo que el áspero roce estuviera sucedido por las suaves caricias con la punta de sus dedos que lo calmaban. Esto también hacía que ella pudiera notar el movimiento hacia arriba y abajo de su pecho, cada vez con mayor intensidad, sentir el estruendoso latido de su corazón en la palma de su mano, observar cómo sus labios se humedecían por el instinto y cómo su cuerpo se movía para liberar la presión que sentía entre los muslos. “Quédate quieto”, le ordenó. “Mantén la mirada hacia abajo”. Él pestañeó. “Pero me gusta mirarte, Amante”. Ella deslizó una mano por la mandíbula, por la acicalada línea de su barba, preguntándose cómo se sentiría el roce contra sus zonas más erógenas. “Me alegra que digas eso, pero yo decidiré cuándo. ¿Hay algo que no te guste hacer y que deba saber?” 32/ 263
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“Respetuosamente, la misma respuesta que antes, Amante. Haré todo lo que me pidas, de lo contrario no merezco ser tu esclavo”. Levantó levemente la mirada hacia la de ella y, luego, volvió a mirar rápidamente hacia abajo antes de que ella pudiera reprenderlo. “Me eliges para que te sirva, para que te lleve al máximo nivel de placer, esos son mis únicos deseos”. Eso se asemejaba tanto a lo que ella deseaba encontrar en un amante que apenas pudo controlar el escalofrío que recorrió sus partes vitales debido a sus palabras. Ella conocía sumisos que dejarían que una Dominadora les hiciera cualquier cosa. La mayoría de los clubes los echaban al detectarlos, porque la Dominadora equivocada los llevaría más allá de su resistencia física y emocional y podría ocasionarles graves daños físicos. Pero Mac no parecía ser de ese tipo. Seguramente tenía límites, pero simplemente había podido evitar que las Amantes se toparan con ellos. Tanta preocupación la sorprendió, al igual que el sentido de protección de sus palabras. “Eso suena estúpido, Mackenzie. Si te tengo amordazado y decido meterte una estaca de ferrocarril por el culo, será algo difícil que puedas cambiar de opinión”. “Confío en que harás lo que sea mejor para mí, Amante. Lo que fuese que sientas adecuado”. Una buena patada en el culo por ser tan inseguro. Sin embargo, ella sospechaba que no era el momento de un sermón. Quizás si pasaban más tiempo juntos. Así, sigue así, niña. Quizás sólo seas un coqueteo de una noche para él. Ella conocía sumisos que jugaban al 100% en el calabozo, pero, una vez que se iban, no volvían a mirar atrás. No tenían planes de elegir cortinas con sus Amantes. Nunca. “Bueno, te ofrezco una palabra segura. Agua. Si pides agua, me moderaré”. “Preferiría morir de sed”. Esta vez él la miró de frente y ella sintió el impacto hasta los dedos de sus pies. No sólo la miró; la cautivó. Ella siempre había pensado que era una palabra trillada, pero, el modo en que su atención se desplazó hacia ella, arrastrándola hacia él, debilitándola, la hicieron imaginar heroínas victorianas desvaneciéndose en los brazos ansiosos de un amante. Cautivada era el término exacto. “Has sido sumiso de muchas mujeres, ¿no es cierto, Mackenzie? No, no quiero que me respondas”. Puso un dedo sobre su boca y 33/ 263
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lo sostuvo firme por un momento para que entendiera el mensaje, sin acercar los nudillos demasiado a sus inteligentes labios. “Pero no creo que alguna vez hayas tenido una verdadera Amante. Aún estás estableciendo las reglas y poniendo en alto los escudos. Comencemos por quitar algunos. Primero el resto de tu ropa”. Eso lo sorprendió, ella lo notó. Él no esperaba que ella se apresurara tanto y, a decir verdad, ella tampoco tenía esa intención. “Los zapatos”, dijo fríamente. “Quítatelos. No esperarás que te los quite yo”. “No, Amante”. Apenas pudo hacerlo, con la ayuda de la palanca de las sogas que lo amarraban, gruñendo un poco por el dolor de sus tendones tensos. “Y las medias”. Se paró sobre la punta de sus finas medias de vestir y se las sacó. Más piel desnuda. Ella estaba ansiosa de verlo completamente desnudo, pero mantuvo un ritmo lento, provocándolo a medida se acercaba. Mientras se acercaba directamente frente a él, notó que ese ángulo le ofrecería una excelente vista de su escote. Ahí había un incentivo para mantener la mirada baja, pensó con satisfacción. Violet se esforzó por que sus dedos no temblaran a medida alcanzaba el botón de sus pantalones. Adrede, dejó que su mano se deslizara por la fuerte longitud de Mac, casi gimiendo ante el calor penetrante. “Espero que no seas de esos que no pueden contenerse”, comentó. “Estás bastante duro ahora. No estoy segura de que tengas la resistencia necesaria para lo que tengo en mente”. Mac deslizó una mirada ardiente por la parte superior de sus senos. “No es fácil resistirse a ti, Amante, pero creo que puedo complacerte”. La provocación se había hecho presente. Oh, él tenía orgullo. A ella le encantaba. Puso firmes sus labios. “Veremos”, dijo ella, indiferente. Desabrochó el botón y bajó el cierre. Despacio. Estaba demasiado consciente de la respiración de Mac sobre su cuello, la tensión de su cuerpo, con los músculos jalados hacia atrás para limitar sus movimientos. Ella se acercó, deslizó la mano debajo de la pretina de los calzoncillos oscuros, dejando los pantalones abiertos adelante sin que le ajustaran, y la cerró tomándolo. Mac produjo un sonido, conteniendo la respiración, pero ella tenía los ojos cerrados, inhalándolo mediante todos sus sentidos. 34/ 263
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Ella tenía el potente órgano en la mano, latiendo contra su palma, húmedo en la punta como un diminuto beso en su muñeca. Ella sabía, incluso si él mismo no era consciente de ello, que se había desplazado más allá de lo posible de sus límites, estirándose hacia ella, hacia su agarre. Sus dedos eran pequeños y los usaba muy bien en este momento, deslizándolos hacia abajo hasta encontrar el comienzo de sus testículos y enredándose en el suave vello. Luego hacia arriba nuevamente, acariciándolo, disminuyendo y acrecentando la presión de la mano. “Violet…” dijo él. Alzó la cabeza, ladeándola, porque estaban demasiado cerca, con los muslos hizo presión sobre los de Mac, sus labios estaban apenas separados. Observó que se había cortado mientras se afeitaba esa mañana, una diminuta muesca en el cuello. “No te muevas”, dijo. “Ni un centímetro”. Se paró sobre la punta de los pies, colocó sus labios allí y chupó suavemente la cicatriz, besándolo. Mientras lo besaba, incrementó la presión de la mano en su verga, y el cuerpo de Mac tembló contra el suyo, conteniéndose; de este modo ella notó que todo lo que él quería hacer era desobedecer. Violet alejó sus labios. “No te vuelvas a lastimar así. Tendré que afeitarte”, le advirtió. “Espero que cuides lo que me pertenece”. Le clavó las uñas en el cuerpo, sólo un poco, y él se estremeció, pero no se movió mientras lo tuvo firmemente agarrado. “¿Qué quieres, Mac?”. “Lo que mi Amante quiera”. Ella lo apretó con más firmeza. “No seas condescendiente conmigo. Dime qué es lo que quieres”. “Hacerte acabar”. “Intenta nuevamente”. Llevó las manos por debajo de la pretina, le bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los muslos, liberando su pene y ofreciéndose una vista libre de obstáculos de su culo desnudo y musculoso. Deslizó las uñas, marcándolo levemente y, luego, volvió a tomar su pene, comenzando con un masaje lento, hacia arriba y abajo, en toda su gruesa longitud. “Mackenzie”, dijo midiendo el tono de su voz y haciéndolo coincidir con sus caricias. “Te haré acabar en mi mano y eso me resultará muy sucio y poco placentero, si no dejas de mentir y me dices la verdad”. Él cambió de posición. Quizás ella no lo notó, salvo que su rodilla 35/ 263
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presionaba contra la pierna de Mac y ella lo sentía, ese sutil intento de modificar la efectividad de sus caricias con el ángulo de su cuerpo para poder contenerse y resistir la presión. Ella también se movió levemente, siguiéndolo, e incorporó el pulgar en la acción, acariciando la vena tirante bajo la base de la cabeza. “Violet, detente”. “Lo siento, Mac. Ésa no es la palabra segura. Te morirás de sed, ¿recuerdas? Pero no tienes que hacerlo. Sólo pídeme agua”. Con un movimiento tan rápido que ella no pudo seguir, él hundió la cabeza y clavó los dientes en su garganta. “¿Por qué desperdiciarla, dulzura?” masculló mientras la agarraba. “Podría estar disparado adentro tuyo, o podría ocuparme de tu placer, comiéndote el coño”. Su mandíbula era realmente tan fuerte como un pit bull, y Violet sintió pánico por un momento, cuando no pudo soltarse inmediatamente. Mientras se decidía, rogó que no entrara la seguridad a la habitación. Giró la cabeza y la golpeó fuertemente contra la mejilla de Mac. Él la soltó, maldiciendo, y ella trató de concentrarse, porque había golpeado una de las partes más blandas de su cabeza con una de las más duras de la de él. Excluyendo eso, ella se vio obligada a poner más energía. Estaba orgullosa de que su mano no se hubiera detenido, tocándolo aun más atentamente. Pese al dolor que sabía que le había causado, el cuerpo de Mac respondía a sus exigencias, concentrándose en la placentera meta que se materializaba debajo de su cintura. Él trató de alejarse girando pero, con los hombros jalados hacia arriba, no podía moverse muy rápido, y ella permaneció junto a él fácilmente, sintiendo la victoria en la mano. “Acabarás por mí ahora, Mackenzie. Escupe en mis dedos como un adolescente que no puede controlar su erección. Puedo sentir que se acerca. Déjalo salir”. Ella sacó un pañuelo de la parte superior de las medias, apenas por debajo del encaje, y lo cubrió con él mientras su cuerpo comenzó a moverse. El semen engrosó la vena bajo la punta de sus dedos. A medida un cálido hilo de sangre se deslizaba por el cuello de Violet, donde él la había mordido, su propia reacción humedeció sus labios. El cuerpo de Mac embistió hacia adelante, los pernos de los aros resonaron duramente contra la tensión de las sogas. Gruñó, su semen salió despedido hacia adelante dentro del cuadrado 36/ 263
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plegado de tela. Un poco se escapó del pañuelo, humedeció la muñeca de Violet y el aroma, potente y erótico, estimuló su deseo. Violet no podía desviar la atención del rostro de Mac, observando la batalla de un hombre poderoso contra su propio cuerpo, contra la vulnerabilidad emocional que ella había causado y logrado sacar de él mediante la liberación física descontrolada. El orgasmo fue rápido e intenso, y lo dejó temblando, mientras el ancho pecho se expandía para tomar aire. “Oh, sí,” Violet reposó su cuerpo contra el de Mac para brindarle apoyo. Él la doblaba en peso, pero funcionó, y le dio la excusa perfecta para tenerlo en sus brazos. A ella le gustaba cómo lo sentía y le acarició la línea de la espalda apenas por encima de la cintura, la piel firme y húmeda. Ella se permitió un momento de descanso, porque le gustaba demasiado, luego, se obligó a hacer lo que debía hacer. Se separó de él abruptamente. Dobló el pañuelo y lo dejó sobre el asiento de la silla. Se colocó detrás de Mac y aflojó una de las esposas lo suficiente como para que pudiera liberarse solo. “Hemos terminado”, dijo ella. “¿Qué?” dijo él, incorporándose. “Ya puedes liberarte”. “Pero, Violet,¿ qué—”. Ella lo detuvo con una mirada fría. “Búscame cuando quieras una Amante, Mac. En lugar de alguien para masturbarte o a quien puedas molestar. No estoy interesada”. “¿A qué estás jugando?” dijo él, con las cejas arqueadas sobre los ojos, de un modo que ella estaba segura que podía intimidar completamente a la mayoría de la gente. Ella simplemente arqueó una de las de ella. “Pediría lo mismo de tu parte, si quisiera. Eres bueno, Mackenzie. Eres muy, pero muy bueno. Podrías hacer que cualquier Amante dentro de estas cuatro paredes piense que juegas tal y como debe jugarse. Un poco de rebeldía mezclado con el encanto, la sumisión ciega. Si hubiera querido un pony entrenado, habría ido al circo”. “No sé de qué estás hablando”. “Por supuesto que no”. Se volteó y se fue, tomando las botas y el pañuelo. Un paso hacia la puerta. Dos pasos. Tres. Enérgica, sin arrastrar los pies, su intención era obvia. “Espera”. Ella se detuvo en la puerta, pero no se dio vuelta. Simplemente esperó. “No te marches. Dime qué estoy haciendo mal”. Ella cerró los ojos para recomponerse, para ocultar la rápida 37/ 263
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oleada de triunfo y lujuria que le generaba la confusión áspera y enfadada de su voz. Él era mucho más que lo que se podía ver, tal como ella lo había sospechado. Giró sobre el tacón de la bota, lo enfrentó y barrió el encantador cuerpo de Mac con la mirada, con una expresión que no revelaba rastro alguno de cómo se sentía ante su presencia, con los pantalones y calzoncillos a la altura de los muslos, su pecho desnudo, las muñecas aún atadas. “Eso es parte de lo que estás haciendo mal. Te preocupas demasiado por lo correcto y lo incorrecto. Tratas de controlar la situación, Mackenzie. ¿Quién controla esta situación?” “Tú”. Se rió. “Dices lo que quiero escuchar, no lo que realmente piensas. Tú, ¿qué?”. “Tú, Amante”. Ella dio un paso hacia adelante. “Déjame decirte lo que espero, Mackenzie. No soy una aficionada. No soy una amante informal de una noche. Busco un lazo sólido, un compromiso total. No espero encontrarlo en todos los hombres que traigo a estas habitaciones. De hecho, no espero encontrarlo en la mayoría de ellos, pero elijo hombres en los que me interese descubrirlo. Una vez que lo hago, no espero llevarlo fuera de este club inmediatamente, pero ésa es mi intención cuando lo hago. Quiero ser la Amante de un hombre afortunado y tú sólo desperdicias mi tiempo si te escondes”. Se acercó a él, hasta que nuevamente encontró ese gran cuerpo sobre el suyo; la furia y el deseo en sus ojos encubrían su acalorado y excitado cuerpo. “Quiero desbaratar cada pulgada de tus corazas, tu piel emocional, para ver y saber todo sobre ti, todo lo que escondes del resto del mundo. Soy totalmente capaz de hacerlo”. “No sé…si puedo dejarte. Llegar tan cerca”. Liberó un suspiro y ahora sí pudo ablandarse, tomando la mandíbula con sus delicados dedos. “Bingo. Eso es lo que estoy buscando. Un hombre que me dice lo que pasa por su mente, qué efecto tengo sobre él. Que confíe en mí o que, al menos, esté dispuesto a intentarlo. Un hombre que pueda dejarse llevar completamente por las sensaciones y sentimientos puros. Sólo eso, Mackenzie. Eso es lo que quiero. Tú quieres escaparte de eso, y puedes. Simplemente no desperdicies mi tiempo con tu actuación si sólo estás aquí por la excitación”. “Tengo que pensarlo”. “Entonces piensa”. Dio la vuelta y se alejó de él, a pesar de que 38/ 263
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dirigirse nuevamente hacia la puerta era como desplazarse por un lecho de arena profunda, con todos sus músculos dando gritos de protesta. “Mañana estaré aquí nuevamente, entre las nueve y las once. Si me deseas, tendrás que estar en esta habitación, desnudo. Nada de ropa. Te colocas uno de los arneses para vergas, te atas a ese aro del suelo, con la cantidad mínima necesaria de soga entre él y tu pene. Deberás tener las rodillas tan separadas como puedas y las manos atadas atrás de la cabeza. Permanecerás erguido en esa posición hasta que yo decida bajar”. Lo miró por sobre los hombros y contuvo un gemido de necesidad al ver que su verga volvía a endurecerse ante sus palabras. “¿Puedes mantener una posición tanto tiempo, Mackenzie? ¿Cuánto deseas tener una Amante que valga la pena, en lugar de una compañera de juego? Capítulo 5 Él quería correr, darle la espalda a La Zona y simular, al menos por 24 horas, que ni el club ni Violet existían. Que esos momentos vergonzosos no habían sido reales. Pero se obligó a quedarse, a hablar con otros socios del club, a averiguar más sobre su ardiente y pequeña Dominadora. Todos conocían a Violet. Había asistido a muchas de las fiestas privadas fuera del club, donde las parejas D/s se reunían con sus últimas conquistas. Ella jugaba en La Zona varias veces a la semana. Era perfecta. Aunque también lo asustaba, y no sabía por qué. ¿Por qué era diferente? Él había tenido Amantes que le hicieron todo tipo de cosas. Las había tolerado y, la mayoría de las veces, lo habían excitado. Ella lo había abrumado, lo había hecho eyacular desde un pináculo, con sus hábiles dedos antes de siquiera haber tenido la oportunidad de respirar. Su seductora voz provocaba su mente, el tenue aroma a lavanda que permanecía en su cuerpo en los lugares donde lo había rozado. No volvió a su casa. Fue a la oficina. Saludó brevemente con la cabeza al despachante, se dirigió a su escritorio y encendió la lámpara. Había varios informes nuevos en la mesa. El perfil psicológico, el informe forense de la última víctima. Este último no le aportó nada que no supiera. Conocía el método de atadura, 39/ 263
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cómo una bala les atravesó la carne. El perfil era desalentador, un análisis genérico. Es posible que el sujeto fuera traumatizado por una traición o rechazo sexual, y que haya tenido que simular que dicha traición o rechazo no existieron, generando, en consecuencia, la represión de una ira inconmensurable... Al llamar al padre, la persona que cree responsable por su dolor, posiblemente esté castigando a la figura de autoridad. No culpó al departamento de Psicología. Correctísimo, probablemente, era la evaluación estándar de los motivos de crímenes de violencia sexual. La mayoría de los asesinos seriales no eran precisamente originales en ese área, sólo en sus métodos para expresar dicho dolor. Su forma de matar era lo que lo conduciría a ella. Su instinto le decía la frustrante verdad; que sólo él tenía la pieza del rompecabezas gigante de 10.000 piezas Había algo extraño acerca de esta asesina, un secreto que aún no había revelado con sus acciones. Tomó la lista de Dominadoras habitúes que le ofreció La Zona a cambio de un acuerdo de confidencialidad. No habían tenido que presentar una orden judicial. Connie había quedado visiblemente impresionada al transmitir el mensaje del gerente a Mac: “Si están lastimando a nuestra gente, queremos protegerlos. Si eso molesta a alguien, su enojo no merece la vida de una persona”. Por ese motivo, no se arrepentía de los fondos personales que había optado por invertir en la membresía de invitado de La Zona, en lugar de solicitar un reembolso. Incluso, consideraría la posibilidad de adquirir la membresía integral, si no fuera porque Violet estaba allí. ¿Qué tenía ella que hacía que su estomago se le cerrara de ansiedad, incluso mientras su pene saltaba como un perro esperando darse un gusto.” Deslizó la mano por su rostro hasta un costado del cuello y se paralizó al sentir el golpe del pulso en la yugular. Quedó tan absorto en lo que ella le estaba haciendo que ni siquiera se había percatado, hasta este momento, de la sangre en el cuello de Violet cuando ella se fue. Santo Dios. La había mordido. Nunca había utilizado la fuerza contra una Amante, si bien el dolor punzante del moretón en la mejilla le decía que ella se había ocupado muy bien del asunto. Nada que temer. Una muñeca de porcelana con interior de hierro. La imagen lo hizo sonreír, pero se preocupaba por ella, era demasiado inexperta para saber cuándo debía alejarse. ¿Pero 40/ 263
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tenía la necesitado de alejarse de él? ¿O había hecho exactamente lo que debía? ¿Regresaría la noche siguiente? Por supuesto que sí, estaba de servicio. Pero la pregunta era: ¿iría a aquella habitación, la esperaría, la aceptaría como Amante por otra noche? Mac tomó la foto de Jesse Rodriguez, un contador de 23 años de edad, y miró fijamente sus inertes ojos. Sí. Sí, iría a La Zona mañana por la noche, porque Jesse nunca volvería a disfrutar de la ansiedad y la anticipación. Había muerto porque se había arriesgado con alguien que lo mató, y eso ofendía profundamente a Mac, a nivel personal se sentía demasiado novato para investigar. En los informes que Consuela le había preparado por computadora, vio que no había crímenes relacionados en ninguno de los 51 estados durante los últimos dos años. Era como si su asesina acabara de comenzar su caravana de asesinatos. Tenían que encontrarla pronto. El lapso de seis semanas entre cada víctima indicaba que aprendía rápido. Había encontrado una vía de escape para el dolor que llevaba adentro. El apetito seguiría creciendo y perseguiría lo que fuese que mitigara sus ansias. Al igual que él. Masculló una maldición y cerró rápidamente el archivo. Violet no era la asesina pero, obviamente, tenía el poder para destruirlo. Volvería a La Zona, pero no para estar con ella. Buscaría otra Amante, que lo distraiga menos, con quien pudiera pasar la noche y socializar, observar el juego jue go bajo el piso. Seguiría esa estrategia. Ver si podía comenzar a ajustar la mira sobre una asesina que, estaba seguro, ya estaba acechando a su próxima víctima. ***** Violet no durmió bien y tuvo aun más problemas para concentrarse en su trabajo al día siguiente. Su cuerpo sufría de deseo insatisfecho, pero la idea de calmarlo con un juguete luego de haber dejado a Mac la había dejado fría. Quería generar su propia anticipación y también la de él, aunque sabía que era totalmente posible que su presión hubiera sido excesiva y que él no estuviera allí. O peor, que estuviera, pero no en esa habitación. Un rechazo categórico. No. Se paró frente al espejo del baño, se quitó el cabello del rostro, lo recogió con hebillas para que los rizos sólo le rozaran la nuca y los cubrió con la peluca negra. No sería un rechazo. Si él 41/ 41/ 263 263
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la evitaba, ella lo consideraría una retirada. Lo había desestabilizado, había dejado una marca considerable en su arrogante actitud. ¿Era suficiente hombre como para admitirlo y volver con ella? Ella quería definitivamente que lo hiciera. Sonó el teléfono y levantó el tubo mientras se inclinaba hacia adelante para aplicarse el delineador de ojos. “Entonces, ¿seguiste mi consejo?” Ella hizo una mueca. “Tienes espías en todas partes, Tyler, así que no simules que todavía no sabes qué pasó anoche”. Él se rió entre dientes. “Oh, sé que elegiste un objetivo de primera calidad, pero se dice que activaste la pantalla de privacidad, así que sólo los que no aceptan sobornos saben qué pasó. Lo que sí me informaron es que saliste sola. La Amante Marguerite me dijo que él salió un cuarto de hora después y que se veía como si le hubieran movido el piso. ¿Era algo bueno o malo?”. “No lo sabré hasta esta noche, si es que vuelve”. “Tu chico hizo algo de sociales luego de que te fuiste”. “¿En serio?”. Hubo una pausa importante y Violet maldijo por dentro. “Definitivamente, hubo algo de celos en tu respuesta, quizás hasta un poco de posesión. Te pegó fuerte”. “Yo le pegué más fuerte”. Tyler se rió, dejando de lado la picardía de su tono de voz. Violet no pudo evitar sonreír ante su reflejo en el espejo. “Vete a joder, Tyler”. “Cuando quieras, querida, pero seríamos como dos tigres. Nos haríamos trizas uno a otro. Entonces, te gustó éste,¿no? Todos esos meses jugando conmigo, no encuentras otra cosa que no sean compañeros ocasionales. En tu primera noche sola, encuentras a alguien que quieres conservar. “ “Sólo la reacción de una virgen ante su primera escena protagónica sola”. “Dicho como si fueras una cruda cínica y no como la dulce Violet que conozco. No te preocupes, gatita. Deja que ocurra”. “Tengo que preocuparme, Tyler”. Se puso el rímel y se inclinó contra la encimera, frotando un dedo sobre la frente. “No puedo correr riesgos. Ya estoy soñando despierta con cosas como llevarlo a pasear, Santo Dios”. “Bueno, ¿qué te parece algo seguro para aliviar las ansias? Mi casa de campo, este fin de semana. Invité a cuatro Dominadoras, 42/ 42/ 263 263
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entre ellas tú, para jugar toda la noche con el sumiso de su preferencia. Mark y Stacey, del personal de La Zona, serán cocinero y doncella y se unirán al juego si necesitamos más participantes libres. Puedes visitar Lilesville de paso, utilizar ese certificado que te regaló tu amiga Sarah. Para decorarlo a él, o a ti. O ampliar tu arcón de juguetes”. “Nunca iba a usar eso, Tyler. Es por quinientos dólares. Parece un soborno”. “Su nuevo marido te lo dio porque, gracias a ti, podrá dormir con Sarah todas las noches por el resto de sus días. He visto a Sarah. Tendría que haberte dado diez veces más”. “Cerdo. Lo pensaré. Y seguramente querrá ir, de todos modos. ¿Invitaste a Leila?”. “Definitivamente. De hecho, creo que es el fin de semana perfecto para iniciarla en el placer del juego interactivo. Quizás veamos hasta dónde podemos llevar a tu muchacho”. “Tendrás que ir despacio con él, Tyler. Parece duro como un clavo pero, si encuentras el modo, se lo puede lastimar”. “A todos nos pueden lastimar, amor. A todos”. ***** No se fijó si habían activado la función de oscurecimiento del techo de su habitación. Se dirigió al vestuario. Eran casi las diez y media. Si él había obedecido y se había preparado para ella tal como se lo había ordenado, habría estado de rodillas durante casi una hora y media. Se quitó el abrigo, lo puso en un casillero. Esta noche se había puesto un vestido que había elegido en el distrito asiático. El satén azul con un toque de Lycra para que se adhiriera a sus curvas tenía tajos laterales en la ajustada falda y un diseño diseño de dragones negros con largos y delicados bigotes, garras filosas y curvas en negro, y bordados plateados. Una cinta rígida cosida a la base del canesú levantaba y delineaba sus senos. Sus tacones eran de satén negro con ribetes trenzados, y llevaba pendientes de zafiros. No llevaba ropa interior debajo del vestido, simplemente un portaligas de satén azul pálido para enganchar las medias. El profundo escote en “V” dejaba ver el camino de la cadena plateada que unía sus pezones atravesando el esternón, enhebrada con cuentas de color zafiro y negro que ejercían peso sobre las puntas rosadas, las mantenían firmes y hacían presión contra el canesú ceñido del corpiño. 43/ 43/ 263 263
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Era su vestido más sensual, y estaba inquietantemente consciente de lo deliberado de su elección. Si él estaba aquí, pero rechazaba sus atenciones, ella se iba a asegurar por completo de que se arrepintiera. Cerró el casillero y respiró hondo. Deja que ocurra. Bajó las escaleras hasta el nivel inferior, cómoda en sus altos tacones, e ingresó al corredor de entrada alfombrado, iluminado con candelabros. Los corredores de las habitaciones eran como su mundo privado. Se posó calma sobre sus hombros y se empapó de ellos. Los techos abovedados, pintados con un tapiz de imágenes ornamentadas, ofrecían escenas equilibradas de placer y dolor, siluetas de cuerpos, las relucientes curvas de la piel desnuda, una mano hábil o un roce de labios. Casi doscientas escenas pintadas a lo largo del corredor en forma de arco se fundían en un mural, una obra maestra creada exclusivamente para La Zona por un famoso cliente artista, que prefirió permanecer en el anonimato. Se dirigió a la puerta de la habitación que había reservado, ingresó el código de acceso y, al poner la mano en el pestillo, titubeó. Era una actitud cobarde, pero necesitaba otro momento antes de enfrentarse a la posibilidad de encontrar una habitación vacía y la bofetada que eso representaría. En ese momento, sabía que se jugaba algo más que el orgullo. Con ese pensamiento, se dio cuenta de que, si él sí estaba en la habitación, ella ponía en riesgo su corazón, un sacrificio mucho más peligroso que su orgullo. “Dos noches seguidas. Debe valer la pena”. Tamara y Kiera eran unas gemelas expertas en llevar la excitación al límite del dolor y, después, hacer llegar al sumiso un poco más allá; eran Amantes que eligieron trabajar exclusivamente en equipo. Un producto único, incluso en el mundo fetichista. Cuando Tyler le presentó a T&K a Violet, le había dicho, entre dientes, que “La mayoría de los sumisos no saben si suplicar más o gritar y salir corriendo después de pasar diez minutos con ellas”. Esta noche, llevaban diminutos vestidos de látex blanco. El de Tamara tenía cuello alto y mangas largas, mientras que el de Kiera tenía un escote que se sumergía casi hasta la cintura, imitando el clásico de Marilyn Monroe. Mujeres negras, altas y 44/ 44/ 263 263
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elegantes, de cabellos oscuros mechados con intensos reflejos rojos, los labios y las uñas estaban pintados con su rojo límpido preferido, quizás para recordarles a los sumisos que estaban dispuestas a derramar sangre en nombre del placer. “¿Irás a la fiesta de Tyler este fin de semana?” Preguntó Tamara, haciendo girar una caña con sus largos y elegantes dedos, como si fuera un bastón de mando. En la otra mano, tenía algunos tableros de electrodos. “Contéstanos, florcita”, se inmiscuyó Kiera, “y dinos que llevarás a ese dulce bebé que te espera en el establo”. “Para compartir”, añadió Tamara, con un brillo en la mirada. Con un esfuerzo hercúleo, Violet reprimió las ansias de hacer un gesto de victoria. Sus emociones se apoderaron de ella, haciéndola querer saltar de alegría. “Tal vez”. Kiera le acarició el antebrazo con una letal uña con punta de metal. “Bueno, si lo haces, esperamos que pienses en dejarnos jugar un poco con él. Sería divertido y podrías probar cómo te obedece cuando eres generosa”. “No se apresuren, chicas”. Marguerite se unió a la conversación. Tenía a su sumiso atado con una correa, que la seguía gateando en cuatro patas, desnudo , por supuesto. La correa estaba atada a un collar con puntas de metal hacia adentro, que le pinchaban la piel. Cuando el esclavo se sentó sobre los talones, en respuesta a las órdenes de Marguerite, quien lo mostraba para el placer de las otras Amantes, Violet vio que tenía una correa desde el collar hasta un amarre en un material similar en la base de la verga. Las puntas le presionaban el escroto, un estado que podría agravarse aun más si Marguerite optaba por jalar. Sin embargo, Violet sabía que Marguerite no solía ser cruel, si bien hacía que sus esclavos se sometieran a muchas cosas, como ésta, que los volvía vulnerables a la posibilidad de un dolor mucho mayor. Podía establecer un nivel de confianza con sus sumisos ocasionales que pocas Amantes podían lograr en meses con una pareja habitual. Violet sospechaba que estaba relacionado con el dominio absoluto que emanaba, como el aura de una Diosa todopoderosa. El cabello largo y rubio era casi blanco puro y lo llevaba atado por detrás sobre los hombros; los ojos azules miraban tan directa y penetrantemente como los de una deidad sajona. Si bien Marguerite era amistosa con todas ellas, no fomentaba la camaradería. Tenía voz suave y era servicial, no tenía problemas 45/ 45/ 263 263
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en que los observadores presenciaran sus sesiones con sumisos, pero había muchos aspectos de ella que tenían la indicación de “prohibido el paso”. Iba a La Zona una o dos veces a la semana. Ni más, ni menos, y se quedaba exactamente dos horas. Elegía un sumiso, uno diferente cada vez, y, durante esas dos horas, lo usaba de un modo que, aparentemente, le ayudaba a lidiar con cualquier mal que yaciera en su interior. Violet sospechaba que, fuera de de las paredes de La Zona, ella era una persona muy diferente de lo que se mostraba entre ellas. “También te resultaría divertido observar”. Kiera aún ofrecía sugerencias maliciosas. Violet alejó su atención del atractivo esclavo que estaba en el piso con la verga erecta en su cruel atadura y la mirada directamente hacia abajo. Marguerite le acarició el cabello con ternura, su expresión era calma, tranquila. Por el contrario, Violet no estaba segura de si “diversión” o “tranquilidad” describirían a la forma en que se manejaban las gemelas. Si bien observarlas trabajar era, sin lugar a dudas, un orgasmo visual, Violet prefería su dominio del área de las emociones, no del reino del dolor. Había visto cómo T&K llevaban a un sumiso al límite de ambas y aun más allá. Era una imagen perturbadora y, a la vez, tan potente, que era como ser testigo de una ceremonia sagrada. O una sesión en una cámara de tortura de Bagdad. De repente, Violet se dio cuenta de que, si ellas sabían que Mac estaba en la habitación, era porque no había activado la pantalla del techo. No había hecho nada para protegerse, un mensaje que lo dejaba entregado totalmente a sus deseos. Saludó a las demás con la cabeza, cerró la mano sobre el picaporte y volvió a respirar hondo para estabilizarse. Lo había dejado esperando, y ella también había esperado, lo suficiente. “Disfruta, florcita”, la risa contenida de Tamara acarició su médula mientras Violet giraba el pestillo e ingresaba a la habitación. ***** Mac mantuvo la cabeza gacha mientras se abría la puerta, pero le fue difícil, especialmente mientras flotaba ese aroma a lavanda y vainilla por la habitación, que instantáneamente le endurecía la verga en el arnés y aumentaba el dolor con cada paso que daba 46/ 263
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en el piso de madera. Llevaba puesto un vestido nuevamente. Pudo escuchar el sonido de la suave tela y distinguió la sombra proyectada por la luz, pero no estaba lo suficientemente cerca como para que viera qué zapatos producían ese golpeteo seco contra la madera lustrada. Le dolían la espalda y las piernas por mantener la posición erguida sobre las rodillas, pero estaba seguro de que era su castigo por el comportamiento de la noche anterior. No se había movido ni un centímetro y no había activado la pantalla del techo a fin de que, en el caso de que Violet preguntara, todos pudieran afirmarlo; y para que ella viera que él podía soportar cualquier cosa que ella dispusiese. Sus hombros latían fuertemente por haber mantenido las manos entrelazadas detrás de la cabeza todo ese tiempo. El ruido de los engranajes y un esbozo de sombras le dijeron que ella estaba activando la pantalla. Eran ellos dos solos nuevamente. Él contuvo la sensación de alivio. “Te has portado bien. Estoy satisfecha. Puedes apoyar las manos en el piso, con los nudillos sobre la madera”. Su voz, como un suave terciopelo, le dijo que estaba verdaderamente satisfecha con él, y su corazón palpitaba contra el pecho ridículamente. Ella se le acercaba nuevamente. Tap. Tap. Pausa. “Mantén la cabeza gacha”. Él obedeció, pero sus músculos temblaban de esfuerzo a medida que la pequeña mano se deslizaba hacia abajo, ingresaba en el campo de su visión y le agarraba la verga con dedos firmes y delicados. A través de los orificios del arnés, su piel tocó la de Mac, y su pene se sobresaltó, respondió, derramó una gota de semen sobre el delicado pulso de la muñeca. “Te pido disculpas, Amante”, dijo. “¿Por qué?”. Lo liberó, lo hizo levantarse y le subió el mentón. Él había visto muchas mujeres hermosas. Luego de pensar en ella por casi 24 horas, esperarla de rodillas más de noventa minutos y, después, la espera más larga de todas, esos escasos minutos que había estado en la habitación, mientras escuchaba el movimiento de su cuerpo pero sin dejar que la vea, pensaba que había exagerado la atractiva calidad de su belleza y su forma. En todo caso, Mac decidió que no la había tratado como se merecía. Supuso que existía cierto estándar de belleza que utilizaban las 47/ 263
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agencias de modelos, algo similar al modo en que trabajaban los criadores de perros. Las piernas deben tener esta longitud, la proporción entre el torso y los brazos tiene que ser ésta; la nariz, de esta forma; los ojos, de este color. Estaba seguro de que ella no cumplía con todas esas normas. Pero sus labios eran de un color borgoña profundo y húmedo, y esos ojos violetas bajo las finas cejas y esos rizos azabache recogidos lo cautivaban, lo afectaban tanto que sabía que podría haberla esperado de rodillas hasta que sus extremidades se adormecieran por completo. “Por derramar semen sobre ti, Amante”. Estaba inclinada hacia adelante porque, de estar agachada, él sería más alto que ella. El corpiño estaba lo suficientemente ajustado como para no abrirse, pero el escote bajo le mostraba que llevaba joyas para estimular los senos. Vio que la forma de sus pezones presionaba contra la tela ajustada y deseó poder ver toda su hermosura, atrapados en los anillos plateados que, estaba seguro, combinarían con la cadena de cuentas que colgaba entre ellos. Violet acercó su rostro. Justo cuando los labios de Mac anticipaban el roce de los de Violet, ella giró la cabeza y lamió delicadamente su muñeca, saboreando la gota que él había dejado en ese lugar. Mac pudo notar que el pulso en el cuello latía en conjunción con el rápido pulso de la muñeca, y sintió que su sangre se calentaba aun más al saber que ella estaba excitada. “Ejerces control cuando te lo ordeno. Si te reprimes cuando no te lo ordeno, me insultas tanto como si desconocieras una orden directa. Ahora, ¿en qué estaba?”. Se alejó de su rostro, acariciándolo antes de volver agarrar toda su verga erecta con esos hábiles dedos. “Estás bien equipado. Eso me gusta”, susurró. “Pero ese gran pene puede causarte problemas para satisfacerme como lo deseo esta noche”. “No lo dejaré”, dijo él, encontrándola con la mirada, tan cerca a la suya . Sus labios parecían estar aun más cerca, y él pensó que podría perder el control y besarla, simplemente para chupar esos labios y ver si sabían como una ciruela totalmente madura, como lo sugerían. “Veremos. Pero, primero, necesito que me digas la regla que impuse anoche”. Mac apretó la mandíbula, apartó la mirada. “No será necesario que la Amante—” “La regla no sirve a las necesidades de la Amante, sino a su 48/ 263
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deseo de proteger lo que posee. No juegues conmigo, Mac, o volveremos a donde quedamos anoche y me iré de aquí”. Volvió a fijar su atención en ella y se maldijo por la involuntaria protesta que transmitió su expresión. A pesar de saber que ella había notado su momento de alarma, de necesidad, se obligó a volverse inexpresivo. No la quería tener a más de 3 metros de distancia. Demonios, podría atrapar su cuerpo para mantenerla ahí con él, donde podía simplemente disfrutar de la felicidad de olerla, una mujer excitada con realces de lavanda y vainilla. “Si tengo sed, te lo haré saber”. Ella lo tuvo en cuenta y el silencio se hizo mayor entre ellos. No era suficiente, el sabía que no lo era pero, demonios, no lo necesitaba. No se quebraría. No podía hacerlo. “Es suficiente por esta noche. Pero sé que puedes mejorar. Lo que me sorprende es que no creo que tú lo sepas. Nunca nadie te ha quebrado, Mac”. Totalmente cierto. Él no podía mantenerlo oculto en su mirada, por eso la bajó, pero sabía que ella la había visto brillar. En lugar de volverse agresiva, como lo esperaba, ella le acarició gentilmente el cabello, la nuca tensa y en llanto, desbaratándolo. “Te niegas el placer de la derrota. Supongo que simplemente tendré que obligarte a ver lo que te estás perdiendo”. Luego de ese comentario enigmático, se alejó de él dos pasos. Levantó el pie del piso y colocó el extremo del tacón contra el músculo entre el hombro y el pectoral de Mac, utilizándolo como apoyo para inclinarse hacia adelante y arreglar la liga que ajustaba la parte superior de las medias. Mac levantó la mano sin permiso, pero fue un gesto automático el de abrazarle la pierna apenas por encima de la rodilla para sostenerla y que no se cayera. Ella parecía tener un equilibrio perfecto pero, definitivamente, le dio la excusa perfecta para sentir la textura de las medias y el indicio de la suave piel debajo de ellas. Le hundió el tacón en la carne a medida cambiaba el peso hacia adelante, pero la incomodidad no hizo más que acentuar la respuesta del cuerpo de Mac en ese extraño modo que ciertos niveles de dolor pueden lograr. Frunció levemente el ceño y se le arrugó la frente, lo que hizo que él deseara besarla. “Este par de medias tiene cierta tendencia a caerse, pero me agrada su color”, murmuró y, luego, sonrió. Se incorporó, levantando y alejando el pie del cuerpo de Mac, sin arrastrarlo sobre su piel. El movimiento le permitió a Mac un echar vistazo a la sombra debajo de la falda, una imagen fugaz de 49/ 263
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los pálidos pétalos de su vulva apenas por debajo de la seda de las medias y la liga. No llevaba ropa interior y la breve exposición llevó a Mac el aroma de su excitación. Quería tomar esa pierna, llevársela al hombro nuevamente, llevar ambas piernas sobre sus hombros. La deslizaría hacia adelante con ambas manos tomando sus suaves nalgas y la sostendría de la cintura para que montara su rostro, y llevaría la boca entre los muslos hasta alcanzar el cielo que acababa de ver. Sabía que podía, sabía que era diez veces más fuerte que el pequeño duendecillo, pero también sabía que lo que ocurría en esas habitaciones no se trataba de fuerza física, no siempre. Ella no le ordenó que volviera a bajar la vista, por lo tanto, él disfrutó todo el placer de observarla caminando por la habitación, el movimiento de un culo que sabía que estaba totalmente desnudo debajo de esa falda. Tenía que ser de un material ajustado porque, de lo contrario, ella tendría que estar cosida al vestido. Pero tenía clase, el diseño de dragones entre el azul, el suave aleteo de las cintas mientras se movía. Ella sabía cómo volver loco a un hombre y, a la vez, contenerlo. Como una diosa. Una diminuta diosa etérea. Acercó una silla de madera para enfrentarlo, del estilo que un trabajador de establos apoyaría contra la pared para tirarse sobre la paja y dormir una siesta, pero ésta no era vieja ni estaba rayada. Al igual que todos los accesorios de esta habitación, la silla tenía un costoso acabado de madera oscura, una valiosa antigüedad. “No es una silla de establo común”, observó Mac. “Porque esto no es un establo”, dijo ella. “Es una suite para que las Amantes o Amas acaricien y mimen pura sangres. O para que los disciplinen, según sea necesario”. Colocó la silla a menos de 60 centímetros de donde lo tenía de rodillas, atado de la verga. “Ocupémonos de esas manos ahora”. Violet dio una vuelta a su alrededor, tocó otro control, y Mac escuchó que se engranaba el cáncamo del techo, que se bajaba con un cable. No miró hacia arriba, sabía que era mejor no hacerlo. Era el desafío, siempre. Había aprendido a no mostrar temor, aunque estaba presente, pellizcando sus partes vitales. Había llegado al punto en que podía ser sumiso de cualquiera, dejar que cualquier mujer que eligiera jugara a la Amante con él. Con él, pero sin excesos. La similitud de ese pensamiento con lo que ella le había expresado la noche anterior lo golpeó fuertemente, incrementó su inquietud. 50/ 263
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“Levanta las muñecas por sobre la cabeza”, dijo Violet. “Y mete las manos dentro de las esposas”. Mac obedeció, el corazón le retumbaba en el pecho. Ella presionó otro control. Las esposas se apretaron, con un control hidráulico que se asemejaba a la activación de una manga para tomar la presión arterial. Caminó hacia adelante, mientras sus rodillas le acariciaban la espalda, y verificó la presión. Había acertado en el primer intento. Él no se podía escapar, pero la sangre aún circulaba, bombeaba con venganza. “Ahora te subiré”, dijo ella. “Me dices si te da sed, Mac”. “Eso no ocurrirá, Amante”. “Te lo recordaré cuando se te disloquen los brazos, o bien, cuando tu pene se desprenda de tu cuerpo”. “No permitirás que eso ocurra, Amante. Tienes planes para la última opción, al menos”. “Sí. Sí, los tengo”. El tono de Violet era ligeramente jocoso, en un modo que lo avergonzó un poco por su desesperado intento de mostrar encanto, si bien no sabía de dónde provenía la vergüenza. “Separa las rodillas para mí, Mackenzie. Necesito que estén a unos 90 centímetros de distancia”. Mac separó las piernas, mientras sentía que la correa del arnés del pene que pasaba por detrás de las piernas se levantaba y le dividía las bolas. Un momento después, sintió que las correas del amarre de los tobillos, que estaban atornilladas a un potro en el piso, se tensaban sobre la piel. Ella añadió un segundo juego de amarres en las pantorrillas, apenas por encima de las rodillas, y las ató a los aros del piso, paralelos a la cara externa de las piernas, dejando sólo un mínimo de cuerda libre. Él no tendría que esperar mucho para saber por qué. Los engranajes zumbaron y el cable que estaba por encima de Mac comenzó a retraerse, levantando aun más los brazos y haciendo que el torso se erigiera en línea recta y estirada. Había obedecido sus órdenes y se había asegurado de estar lo suficientemente alejado del aro del piso para que sólo existiera un mínimo de cuerda libre entre su verga y el arnés. Por eso, cuando ella le ancló las piernas al piso y comenzó a levantarlo, la soga entre su pene y el piso se tensó aun más. Las rodillas se separaron poco más de media pulgada del piso, haciendo presión contra los amarres, y Mac gruñó sin querer hacerlo. El interruptor lo bloqueó en esa posición, ella se acercó y deslizó la mano por el escroto y la verga amarrada, verificando la tensión 51/ 263
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de la soga entre el arnés y el piso. Estaba lo suficientemente tensa como para causarle ansiedad, pero no dolor. Con los tobillos separados y encadenados al piso por detrás, su cuerpo quedaba suspendido en el aire con el cable del techo, las pantorrillas atadas y la verga amarrada a la correa tensada al cáncamo del piso, tenía contrapesos todo a su alrededor. La gravedad no permitía hacerlo girar ni jalarlo en ninguna dirección que pudiera lastimarlo. Sin embargo, la posición en sí era terrible y lo dejaba vulnerable. Sentía un nudo de tensión en el bajo vientre que no había experimentado desde la primera vez que lo ató una Amante. Además, estaba duro como el acero y cada vez más, su lujuria desesperada y las emociones que, de alguna manera, ella le generaba hicieron que tuviera una de las mejores erecciones de su vida. En extraño contraste, ella era metódica, tierna en la forma de tocarlo, de acariciar ligeramente su cuerpo desnudo con los dedos al pasar, de rozar su hombro, la garganta. Cuando se acercó, él trató de pellizcarle los dedos, pero ella sólo le sonrió y volvió a su silla. Se sentó como una dama a la hora del té, cruzando un tobillo sobre el otro, apoyando las manos en la falda. Lo estudió durante un tiempo prolongado, erecto y sufriendo. “Sé que hacerte permanecer ahí sentado e inactivo mientras te miro quizás no te ayude mucho”, observó ella. “Los hombres no son muy psicológicos al momento de la estimulación. Sugiérele erotismo a una mujer con la voz áspera de pasión, o por escrito, y ella se mojará. Pero un hombre necesita imágenes visuales”. Descruzó los tobillos y subió la falda centímetro a centímetro con un dedo que seguía la línea del muslo, hasta la liga. Colocó el dedo medio de la otra mano en su boca y lo humedeció. Él siguió ese dedo como si fuera el último pedazo de pan de un hombre famélico. Las rodillas de Violet se separaron aun más, dejando ver nuevamente esos labios vaginales suaves y rosados. Sin dudarlo, deslizó el dedo humedecido hacia lo profundo de su ser, hasta el último nudillo, y él escuchó el sonido de succión de su ansioso coño, ya empapado, que lo tomaba y le pedía más. Le pedía algo por lo que mataría para dárselo. Tomó aire profunda y estremecedoramente, con la mirada aún fija en él. “¿En qué estás pensando ahora, Mac?”. Miró fijamente ese dedo, se humedeció los labios mientras salía y volvía a entrar. “En lo mucho que quiero follarte”. “Qué ordinario, Mackenzie. ¿Qué pasó con la delicadeza? ¿Con 52/ 263
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tu control? ¿Con el encanto que manejas tan fácilmente?”. Incorporó dos de los otros dedos en la acción y comenzó a frotarse el clítoris. Levantó la cadera, para estar más cómoda, y comenzó a moverse en círculos sinuosos que aumentaban con su reacción. “Creo que simplemente podría seguir haciendo esto hasta acabar. ¿Te gustaría?”. “No, Amante”. “¿No?”. Ella arqueó una ceja. “¿No deseas que sienta placer?”. “Quiero dártelo, Amante”. Reprimió un gruñido con los dientes mientras sacaba el dedo, que brillaba por sus jugos. Ahora podía olerla mejor, la sentía en la nariz, en todos sus sentidos, recorriéndolo como los efectos de una droga de venta callejera. Mac se esforzó por evocar un pensamiento racional. “Puedo darte mucho más placer, Amante. Con cualquier parte de mi cuerpo que desees”. Descuartizaría a una persona, extremidad por extremidad, sólo para ganarse el derecho de meterle el dedo más pequeño, sentir ese calor y esa seda que lo reprimían. Dio un grito ahogado mientras la hebilla del arnés le mordía la verga, le pellizcaba sin piedad la carne reprimida entre la correa rígida y el metal. “Mackenzie—” Volteó la mirada intensa de la cara a la verga. “Pídelo”. “Deja que te haga acabar, Amante”. Tensó la mandíbula. “Terco hijo de puta. Pídelo”. Él le dijo que no con la cabeza. Su Amante retiró la mano de su interior y se levanó tmientras se enderezaba la pollera con un rápido movimiento de cadera. Levantó los dedos y se los llevó nuevamente a la boca ansiosa. Él se aferró a ellos sin dudarlo, los absorbió y chupó todo su sabor, asegurándose de que fuera placentero para ella también. Se cuidó de deslizar la lengua suavemente a lo largo de la línea de sus nudillos, la delicada red de piel que conecta los dedos, en lugar de babearse como un San Bernardo, de la forma en que quería hacerlo. “Pídelo”, dijo ella, con un tono preciso y enojado. “Y dejaré que me hagas acabar con la lengua, dejaré que entierres la cara en mi concha y sacies tu apetito”. En lo que a sobornos se refiere, era el mejor que le habían ofrecido, pero había más que eso en juego, un muro que no se animaba a atravesar. El dolor disminuía el tamaño de su erección. No mucho, al tener su olor tan cerca, el sabor en su boca, pero lo suficiente como para darle algo de concentración. “Por favor, Amante, deja que te dé placer”. Él la miró a los ojos, 53/ 263
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sabiendo que su mirada era rebelde, desafiante, pero no parecía haber algo más que pudiera hacer. El miedo empujaba demasiado fuertemente por detrás. Era su última defensa. Violet se alejó de él, hasta la pared de la habitación. Eligió una fusta trenzada y la enroscó entre los dedos, dándole la espalda a Mac. La puso en el piso y tomó un látigo con puntas de metal. Lo sacudió, verificando el peso en su brazo, e hizo un gesto de aprobación con la cabeza. Mac esperaba, con la respiración obstruida en la garganta, lleno de la furia de un animal peligroso arrinconado y la lujuria de un hombre poderoso. Quería desatarse. Quería inclinarla sobre la silla, agarrarle el culo a empujones, hasta hacerla pedir piedad a gritos y más. No quería que ella le pegara. Violet se dio vuelta y se acercó a él nuevamente. Dejó el látigo en la silla, se agachó, abrió la correa que mantenía atada la pija en el arnés del piso, dándole un poco de respiro. Luego lo rodeó, retiró las cadenas de los tobillos, bajó la línea de tensión sobre la cabeza que le amarraba las muñecas y aflojó las ataduras de las pantorrillas. “Libera tus manos”. Si pensaba volver a dejarlo solo en la habitación, habría sido mejor que lo dejara atado. A pesar de saber que no estaba actuando racionalmente y sin poder servir la violenta inclinación de sus sentimientos, de todas maneras, Mac recordó permanecer en su lugar, a pesar de querer luchar de pie y tomarla. Le dolía tremendamente la verga, pedía a gritos que la liberaran. Los músculos de la espalda, hombros y muslos habían soportado horas de tensión pero, aún así, estaba seguro de que hundirse en el cuerpo de Violet haría desaparecer el agotamiento. Violet se alejó, frente a él, cuatro pasos más allá de la silla. Siguió dándole la espalda y él observó, asombrado, mientras ella se quitaba el material ceñido a los hombros. Con la peluca negra recogida, quedaba a la vista la nuca y enfatizaba la belleza de la parte superior de su torso desnudo, la irresistible línea de los hombros, brazos y espalda. Su espalda era suave y dorada; la columna, un valle poco profundo que hacía que la mirada de Mac se dirigiera hacia la incipiente elevación de sus nalgas, que estaban a la vista porque ella había jalado el vestido apenas abajo de la cadera. Pudo ver el diminuto lunar en la parte interna de su omóplato. “¿Mackenzie?” Inclinó la cabeza para que él pudiera ver su perfil 54/ 263
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apenas por encima del hombro derecho. “¿S-sí, Amante?”. Limpió su garganta. ¿Por qué había pensado que era inexperta? ¿Porque no tenía mucha experiencia? Había olvidado la sabiduría inherente a todo sumiso, las grandes Amantes nacen, no se hacen. Además, las verdaderamente excelsas confiaban tanto en la intuición como en el entrenamiento para hacer lo que debían hacer. La mayoría de las Amantes había respetado sus límites, traspasado de buena manera el dificultoso límite de su orgullo y continuado con algo que fuera placentero para ambos. Pero no ésta. Ella no estaba aquí para divertirse. Ella quería adentrarse en su alma, o mejor aún, hacer que él se adentrara en la suya. ¿Acaso no se lo había dicho ya? “¿Mackenzie?” Él se paralizó. Había hecho lo impensado. “Lo siento, Amante. ¿Puedes repetirlo?”. Sus labios se encorvaron, pero Mac no habría llamado sonrisa a esa expresión. “Dije, toma el látigo y azótame con él. Diez golpes”.
Capítulo 6 Esta vez se mordió la lengua antes de pedirle que repitiera la pregunta. La había escuchado demasiado claramente, pero el shock hizo que quisiera que ella rebobinara, que reprodujera el mensaje una vez más. “Estoy esperando”. “Amante. No puedo”. “¿Te di o no te di una orden directa?”. El tono de su voz se agudizó. “Pero te lastimaré. Olvídalo. No te lastimaré”. Sintió que se le apretaban las entrañas junto con el corazón mientras ella giraba el cuerpo varios grados, mostrándole la curva de uno de sus senos desnudos. El aro plateado de la cadena que unía sus pezones brillaba a la luz. Tenía una pequeña borla de cuentas color zafiro y plateado colgando, bajo la punta rígida. “Entonces mostraré clemencia y reduciré la cantidad de azotes. Me golpearás una vez, con todas tus fuerzas, o será la última vez que me veas. Te irás de este club y nunca volverás. Hazlo”. 55/ 263
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Giró para alejarse de él, mientras cruzaba los brazos a la altura de la cintura por delante del cuerpo. Mac tomó el mango del gato de nueve colas. Nueve colas, todas con nudos atados y una hilera de diminutas borlas de peltre, una variación del gato preferido de algunos aquí en La Zona. A Mac ya lo habían azotado algunas Amantes, pero nunca había sido el azotador. “Entrégame lo mejor de ti”, dijo ella en voz baja. “Como un lanzamiento por encima de la cabeza”. “Amante—” “Mackenzie. Haz lo que te digo”. Palabras suaves, pero duras como el acero en el fondo. Ella se iría y nunca más la volvería a ver. ¿Acaso ella se liberaba cuando la azotaban? Él no sabía de ninguna Dominadora que lo hiciera, aunque muchas lo usaban como entrenamiento propio para saber qué se sentía, cómo hacerlo sin lastimar irremediablemente a sus sumisos. “Sólo hazlo y todo terminará. Tres segundos. Ahora”, dijo bruscamente. Mac se abalanzó hacia adelante y puso todas sus fuerzas en el golpe, pese a que todo su ser le decía que no lo hiciera. Había calculado mal su altura. Los azotes dieron en el hombro en un abanico chispeante y las puntas de metal le pegaron duramente en la parte delantera del cuerpo, de manera que pudo sentir el tirón de la piel cuando Violet se movió reflexivamente hacia atrás. Reconoció las señales de dolor, las escuchó en el grito reprimido, el aire aspirado entre los dientes, la tensión de sus hombros y nalgas bajo el vestido. Dejó caer el látigo y se abalanzó hacia adelante, tomándola de los hombros y girándola. “Ah, Santo Dios”. Las puntas de metal le habían cortado la suave curva del seno derecho, dejando diminutos rastros de verdugos, de algunos de los cuales brotaba sangre. Pero los que más lo horrorizaron habían golpeado y hecho sangrar la areola de ese hermoso pezón color malva. “Violet, ¿en qué demonios estabas pensando? Santo Dios, nunca había azotado a nadie en mi vida. No sabía—”. Ella se incorporó, colocó las manos alrededor de su cuello y llevó la boca hacia sus labios. Él temblaba de furia hacia ella y Violet trastocó sus sentidos, al incorporar suavidad y sexo en la ecuación. Las manos de Mac se 56/ 263
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deslizaron hasta la cintura desnuda, la acercó, gruñendo mientras sus muslos presionaban contra la verga, aún dentro del arnés. Debido a las circunstancias, había perdido energía, pero sus humedecidos labios resucitaron esa dolorosa rigidez casi instantáneamente. Estaba en sus brazos, todo su cuerpo era suyo, y era tan pequeña, delicada y hermosa como se veía. Pero, pese a que Violet temblaba por el dolor que él le había ocasionado, Mac sintió la fuerza que poseía en el interior. Le habría encantado quedarse allí parado con ella por siempre, lengua contra lengua, con las manos en la cintura, deseando llegar más abajo, agarrar ese culo hermoso y redondo y apretarla, sostenerla firmemente contra su verga, hacerla sentir su necesidad, su deseo de poseer y de ser poseído a la vez. Ella lo empujó levemente hacia atrás y Mac tomó aire. “Podría quebrarte ese terco y pequeño cuello”, gruñó Mac. “Yo podría hacer lo mismo con tu grueso amigote”. Lo tocó con la punta de los dedos. “¿Cómo te sientes ahora? Así me haces sentir cuando dejas que te lastime. Puedo cuidarte, respetarte y no pensar en ti como alguien débil”. La mirada de Violet era dura, en contraste con la suavidad de la boca y el cuerpo que él acababa de degustar. “Sé que eres un hombre fuerte, Mackenzie. Todo tu ser lo dice claramente a gritos. Pero eres vulnerable ante mí, sin importar cuánto intentes jugar a simular que no lo eres. Aquí no jugarás. Este lugar no es para jugar. Es para ir más allá de los juegos”. Ella se agachó y desabrochó el arnés. Mac contuvo un gemido de alivio y se estremeció a medida que ella retiraba delicadamente las correas una a una. Él se debatía entre la lujuria y el dolor mientras ella recorría las profundas marcas rojas a su alrededor. “Me estás haciendo pedazos, dulzura”. “Y sé cómo volver a armarte”, ella le contestó. “Pero ahora me duele el cuerpo y quiero que hagas algo al respecto”. Volvió a abrochar el arnés, atando su verga nuevamente, aunque un orificio más flojo que antes. Antes de que Mac pudiera adaptarse ante ese sorpresivo movimiento, ella ejerció presión sobre su hombro y él comprendió lo que quería ahora. Mac apoyó una rodilla en el piso, colocó el rostro a la altura del daño que había causado en esa hermosa areola, marcada con un rastro púrpura e hinchada por los motivos equivocados. Puso los labios delicadamente sobre ella, sin chuparla y, simplemente, la lamió, como un lobo que socorre las heridas de sus pares, ofreciéndole 57/ 263
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suaves caricias con la lengua. Las manos en la cintura le agarraban la carne, la suavidad del vestido, deslizó los pulgares por los huesos de la cadera que, sabía, no tenían medias debajo de la pollera. Violet cerró los ojos y él sintió su relajación, por cómo lo tomó, lo dejó tomar el control y cuidar de ella. Se hinchó de emoción, que, incluso, superó su reacción física. Se desplazó de una herida a otra, le ofreció la boca tiernamente para calmar sus necesidades y alivió su agitación. Eso le hizo notar que las marcas debían doler como la puta madre, incluso ahora. “Deberías hacer que te las curen”, dijo finalmente, permaneciendo de rodillas ante ella. “Con algún tópico”. Violet deslizó los dedos por el cabello de Mac, lo corrió de su sien, lentamente, pensativa, como si lo estuviera calmando tanto como a ella misma. “Creo que es hora de que te brinde algo de atención”, dijo ella. “No lo merezco. Deberías dejar que me ocupe de tus necesidades”. Resultaba incómodo estar en el centro de su atención, especialmente luego de que ella hubiera quitado un par de sus capas externas, despiadada y eficientemente. Tenía más capas, pero no se trataba de eso. En la primera noche, se había dicho a sí mismo que ella no era el tipo de Amante que solía buscar. A su cuerpo le importaba un comino. Su hosco subconsciente estaba perdiendo el control de la situación rápidamente. “Fui cruel contigo, al tenerte aquí sentado tanto tiempo esperándome”, dijo ella. “Me estabas castigando, como lo merecía”. “Sí. Tienes razón”. Había una sonrisa en su voz. “Pero también puedo ser amable”. Se alejó de él y se dirigió a un gabinete. Mac observó los movimientos de sus manos mientras tomaba una botella. Tenía algunas pecas en los hombros desnudos, como los de una persona que pasó un tiempo al sol haciendo un trabajo, no en una cama solar. ¿Qué hacía su delgado duendecillo cuando no estaba aquí? Ya, muchacho. Casi se estremeció ante la alusión equina. Resultaba peligroso comenzar a pensar en lo que hacía una Amante fuera del club. Su relación pertenecía a este lugar, especialmente porque él estaba aquí por otro motivo. ***** 58/ 263
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Violet se dio vuelta. Mac era rápido, pero ella notó que la había estado observando, estudiándola de un modo que sintió en los huesos, más allá de la superficie, buscando saber qué era, quién era. Eso era lo que ella había dicho que quería, ¿no? Un hombre que no fuera un amante ocasional, pero que pudiera seguir con ella. Cuando la necesidad de dominar sexualmente a un hombre explicaba predominantemente la búsqueda de un amante, la relación, en gran medida, tenía que comenzar en un club como éste. De lo contrario, ella podría involucrarse de pies a cabeza en una relación con un hombre que no estaba interesado en eso y, luego, ¿cómo lo manejaría? Sí, quizás fuera de la habitación, él fuese todo lo que ella quería, pero le faltaría el ingrediente clave, aquél cuya necesidad había descubierto sólo luego varias relaciones truncas y de un par de terapeutas Por supuesto, ese no había sido el diagnóstico del terapeuta. A su parecer, su necesidad de servir como Amante era producto de un pasado que debía superar para poder disfrutar una relación sexual normal y saludable. También se había dado la libertad de recetarle medicamentos, imponiéndole una lista de fármacos para el estado de ánimo a fin de “moderar” su comportamiento. Ella deseaba haber podido atarlo a un potro de tortura y modificar su comportamiento, con una experiencia muy diferente que modificara su mente. A veces, uno es lo que es. Desafortunadamente, ésta era una de esas cosas que sólo quienes lo sienten comprenderían. Tyler la había ayudado a verlo, comprenderlo y aceptarlo, integrarlo a su vida con seguridad. Ella sabía que le resultaría difícil y tremendamente peligroso llevar una relación fuera de esas paredes. Creía que podía vivir con la idea de que estaba destinada a permanecer limitada a este lugar. Hasta hoy. No estaba completamente preparada para decir que Mac era el “Señor para siempre”, por supuesto, pero sí podía aseverar que había experimentado una reacción ante él que, en 24 horas, fue más fuerte que con todos los demás hombres que había conocido, dentro o fuera de los clubes. No había sido nada que había dicho o hecho, exactamente. Era algo que emanaba de él que afectó fuertemente apenas lo vio, algo que interactuaba con su propia energía y les impuso este momento. Excitante y aterrador a la vez. Señaló un banco tapizado de madera pesada, de unos tres pies de longitud, que estaba equipado con una variedad de correas. 59/ 263
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“Quiero que te acuestes boca abajo sobre esto”. Ante su precavida mirada, levantó la botella. “Quiero frotar esto por tu espalda”. El banco era lo suficientemente largo y, cuando cumplió con la orden, le sirvió de apoyo para todo el torso, desde la parte superior de la cabeza hasta la pelvis. Él se movió cuidadosamente, y ella notó la relajación de sus músculos al retirar la presión de las piernas y la espalda. Eso le hablaba del esfuerzo que Mac había hecho para mantener la posición que le había ordenado. También le dio a entender que no había hecho trampa, lo cual sintió maravillosamente en el estómago y le provocó un cosquilleo en todo el cuerpo. “Quédate quieto”, le ordenó, y le abrochó una correa alrededor de la cintura. También utilizó las que estaban en las patas delanteras del banco para atarle las muñecas, amarrándolo eficientemente al banco, boca abajo. Tenía las rodillas en el piso, entonces, se las hizo levantar levemente para deslizar una manta de lana doblada por debajo y asegurarse de que esté cómodo, Además, le amarró los tobillos a los pernos del piso, provistos para tal fin. El estar amarrado había puesto tensa su fuerte espalda, pero ella simuló no notarlo e ignorar este tema en su expresión. En cambio, vertió una parte del líquido de la botella en las palmas de las manos y lo desparramó, lubricando tanto las manos como los dedos. “Esto se pondrá tibio”, dijo ella, “Y, luego, seguirá calentándose. No es doloroso. Es un linimento para aliviar la tensión muscular”. “No es necesario que la Amante vea mi comodidad”, volvió a protestar. “Estoy aquí para satisfacer su placer”. “Ocuparme de ti me da un gran placer”, le aseguró, colocando las manos sobre sus anchos hombros. Oh, sí. Gran placer. Y pasó el líquido con los dedos, formando círculos con los pulgares. Él no pudo reprimir una queja y ella sonrió. “Dime algo acerca de ti, Mackenzie”. “Me gustan las pastas”. Limpió su garganta. “En especial, las salsas Alfredo”. Violet dijo que no con la cabeza. “No puedes dejar de decir sandeces, ¿no? Pero tendrías buen sabor, sazonado con una salsa cremosa”. Extendió el linimento hacia abajo, masajeando detrás de los omóplatos. Dios, tenía la contextura de un defensor, sólo que más delgado y más fuerte. “¿Cómo lograste este cuerpo? No es sólo del gimnasio. Haces otra cosa”. “Sí, Amante”. Sus brazos se relajaron aun más, y ella siguió 60/ 263
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masajeando. Le encantaba el hecho de darle placer, aliviar su dolor. “Participo en competencias de campo traviesa, y en cursos de supervivencia. Campos militares, cosas como esas”. Ella observó que las elevaciones del torso adquirían brillo, como un sensor periférico de lo mucho que se relajaba con sus caricias. Tomó la botella, se puso más aceite en las manos y, después, deslizó un fino hilo del viscoso líquido en el valle de su columna. Lo llevó hacia la unión de las musculosas nalgas, donde ella sabía que se filtraría y lo lubricaría. Vio que un temblor se apoderaba de él, percibió que sabía hacia donde iban sus intenciones. “No me sorprende oír eso. Te gusta ponerte a prueba. Para eso has usado a tus Amantes. Son simplemente una prolongación de tus ejercicios, pruebas tus aptitudes para resistirte a la debilidad”. Ella mantuvo un tono neutro pero él se endureció con las caricias. “No. No es así”. “Esto es como ir al gimnasio para ti, Mac” continuó, ignorando la objeción. “Vas al gimnasio, haces veinte repeticiones, vas al club D/s, te haces hacer una paja por alguna Amante complaciente. No te superan. Eres poderoso, tan poderoso que nunca te han superado. Porque nadie ve esa coraza que conservas con semejante encanto. Nadie ha intentado ir más allá de tu hermoso cuerpo ni revelar lo que hay debajo. Voy a hacer que ruegues”. “Yo no ruego. Sirvo”. “Bueno, hacer que ruegues me complace. No me usarás ni me superarás, Mackenzie”. Ella se levantó y se colocó frente a sus hombros, del lado hacia el cual estaba dirigida su mirada, dejando los muslos a pulgadas de la boca de Mac. Se quitó el vestido, lo dejó caer hasta los tobillos, quedándose sólo con las medias, los tacos y la cadena que unía sus pezones. Violet permaneció allí un momento, observando cómo sus ojos plateados la recorrían desde los tobillos hasta el rostro, y nuevamente hacia abajo, y agradeció que la observara de pies a cabeza, no sólo los senos o la concha, que estaba tan cerca de su rostro. Ella se inclinó hacia adelante y le suspiró en el oído, fuera del alcance de su boca. “Cuando termine contigo, serás mío. Corazón, verga y alma”. Lo montó sobre la cadera con un mínimo movimiento, deslizó las manos aceitadas hacia abajo para masajear los laterales de su cuerpo, para sentir el ancho tórax bajo los músculos elongados, y volvió hacia arriba hasta esos hombros que sugerían que Mac era 61/ 263
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descendiente de Atlas. Mientras volvía a deslizar las manos por el cuerpo, en dirección hacia abajo, se inclinó hacia adelante y presionó el suyo contra la espalda desnuda, extendiendo el aceite con sus senos, con los pezones endurecidos y la delgada cadena que los unía, acariciándole la piel resbaladiza. Los cachetes de Mac se apretaron bajo las piernas separadas, ella dobló las rodillas y deslizó la concha por el pliegue del culo. Continuó deslizándose para llevar el aceite de la espalda desnuda nuevamente hasta sus nalgas, con suaves movimientos circulares, para aceitar esa cadera potente, y, con los muslos aceitados, frotó los de Mac, aún a horcajadas. Volvió a subir, pero no depositó todo su peso sobre él, sólo lo suficiente como para completar el trabajo y dejar que sintiera un leve indicio de su presencia, la presión de los muslos alrededor de la cadera, el roce de la concha por la columna, la suavidad de los senos mullidos acariciándole los omóplatos. “Lo agradable de esto es que también froto el aceite de mi concha en tu piel, junto con el linimento”, murmuró, mientras disfrutaba de montar en su corcel y sentía cómo su energía se acumulaba y enrollaba entre las piernas, sabiendo que debía tener la verga erecta contra el vientre, nuevamente presionando contra las ataduras del arnés. Deslizó una caricia hacia abajo por detrássuyo y llevó una mano por el canal de sus nalgas, tocando la correa que se encontraba detrás del escroto con la punta de los dedos, y manteniendo el aparato en su lugar. Los músculos de Mac se tensaron debajo de ella y Violet lo escuchó exhalar mientras le tocaba la suave piel con los dedos, probablemente su única parte blanda. Lo tomó del saco, extendió el aceite tibio, y Mac gruñó a medida que el calor y las caricias de sus dedos hacían efecto. “¿Eso te gusta, eh?” Se levantó y llevó las manos hacia los muslos de Mac, por los músculos que había maltratado al dejarlo esperando adrede. Siguió una columna con ambas manos, lo acarició hasta la rodilla y subió nuevamente. Encontró una grieta entre los testículos y la pierna y extendió aceite en ese lugar antes de bajar nuevamente, para masajearle los músculos de los muslos, con lo que se ganó otro sonido de agradecimiento y deseo. “¿Haces buenas pastas, Mackenzie?”. Cambió a la otra pierna y pudo observar el brillo de su cuerpo, el efecto de lustre del lubricante. Liberó una mano de la tarea, deslizó una uña por la 62/ 263
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espalda de Mac, en dirección hacia abajo, entre los cachetes, y jugó un poco alrededor del orificio. Sus nalgas se tensaron al captar el movimiento. “Por favor, no me hagas acabar de ese modo, Amante”. “Dijiste por favor. Es un progreso. ¿Por qué no? Dime por qué”. “Porque…” Ella casi pudo oír el rechinado de sus dientes mientras investigaba y comprobaba el anillo ceñido del orificio. “…Prefiero darte placer”. “Ya hablamos de eso, Mackenzie. Tu placer es mi placer. Y es mejor que no te vuelvas vulnerable. Ésa es la cuestión. ¿Qué harás, ahora que te tengo amarrado a este banco? Puedes darme batalla, hacértelo aun más difícil”. Colocó la otra mano entre las piernas de Mac, y comenzó a hacer movimientos circulares alrededor de la verga atada. “Por supuesto, no estoy segura de que sea posible”. Él lanzó un sonido de protesta en vano, mientras ella le metía los dedos, muy profundo, para lo cual el lubricante facilitaba el deslizamiento. Ella quedó instantáneamente empapada por la reacción tensa ante sus dedos, el poder de la lujuria y el miedo lo hacían estremecerse. “¿Pero por qué no tratas de ser honesto de una vez? O puedes pasar el resto de la noche fregando esta habitación luego de que haga que acabes sin preservativo”. “Me hace sentir como un adolescente fanático de las computadoras, que coge en un sueño húmedo”. “Pero, ¿no soy un sueño erótico, Mackenzie?”. Hizo que su voz suene como un delicado susurro. Violet se paró, volvió a montarlo, sin sacarle los dedos, con el brazo estirado hacia atrás, mientras comprobaba ese haz de terminaciones nerviosas que, en un hombre, era casi tan sensible como el clítoris de una mujer. Se inclinó hacia delante y volvió a frotar los senos contra su brillosa espalda. Le suspiró en el oído y tomó el lóbulo con los dientes. “¿No lo soy?”. “Dulzura, eres el mejor sueño erótico de todos”, masculló Mac, y giró la cabeza para frotarla contra ella. Cuando ella presionó los labios contra su mejilla, él bajó la cabeza como todo un orgulloso semental para que pudiera rozar una ceja con su beso. “Entonces, ¿qué hay de malo en eso, Mackenzie?” dijo, y se dio vuelta, con las nalgas y la concha desnudas en el cuello de Mac y los muslos sobre sus brazos. Metió los dedos aun más adentro del ano y los retorció. “Ah, llegamos”. “No”. Su respiración dio un bramido, oponiéndole batalla, luchando contra lo inevitable. 63/ 263
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“No, ¿qué, Mac? Mi Dios, sí que eres sexy”. Le hundió los dientes en el culo, le apretó el cuerpo con las piernas, mientras él se sacudía y se resistía. Al estar maniatado con las esposas en las muñecas y los grilletes en los tobillos, no podía sacársela de encima. “No. Simplemente no”. El pánico en su voz era real ahora, pero ella también distinguió la aspereza de la lujuria. “No quiero perder el control. Amante, por favor…”. “Dices ‘no’ y ‘por favor’, pero aún no tienes sed”. “Maldita seas”, dijo Mac entre dientes. Con un rápido movimiento del taco aguja, Violet deslizó un balde que estaba cerca, bajo el banco. Inclinó el borde del contenedor para colocarlo debajo de la pija larga y erecta, cercando todo alrededor de donde suspendía, en la jaula de correas justo en el extremo del banco. “Finalmente me has dado una respuesta verdadera, Mac”, dijo ella suavemente, observando cómo apretaba y empujaba con las nalgas y, luego, jalaba contra ella mientras lo cogía sin clemencia con los dedos. Después incorporó la otra mano a la acción para sentir la tensión de sus bolas. Aflojó un orificio el arnés en la base de la verga, lo suficiente como para dejarlo ir adonde quisiera. “Pero perderás el control conmigo. Todas las veces que yo lo desee. Libérate ahora, derrama el semen en ese balde, o juro que buscaré la prótesis más grande de esa pared y te cogeré sin piedad con ella antes de que puedas siquiera saborear mi concha”. Él no gruñó ni bramó en este momento. Lo que produjo fue mas bien un rugido de ira y frustración. Levantó las rodillas tanto como pudo y las dejó caer violentamente contra el piso, mientras su cuerpo se sacudía y estremecía y abandonaba la batalla, disparando chorros de semen en el balde, incluso con la atadura del arnés que, ella sabía, prolongaría el proceso, haciéndolo aun más terriblemente placentero. “Bien hecho, bebé”, dijo suavemente. “Muéstrame lo mucho que deseas cogerme”. Ella no podía distinguir entre la humedad de su concha y el aceite de su espalda, pero no le importaba. Se frotó sobre la espalda, le dejó marcas, mientras movía su cuerpo al ritmo profundo y agradable de Mac. Él luchó tan arduamente contra lo inevitable, que la tensión de sus fuertes músculos era arte en movimiento. Ella lo disfrutaba, cada convulsión y movimiento de tensión, cada gruñido y cada gemido. Cuando, finalmente, dejó caer la cabeza sobre el banco, 64/ 263
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apoyada sobre su propio brazo, ella retiró lentamente los dedos, provocándolo, para que se estremeciera aun más. Le liberó los brazos, pero le ordenó que no se moviera, al ponerle una mano en la espalda mientras ella tomaba una toalla y se separaba de él. Violet tomó un momento para limpiarse, consciente de que Mac la miraba. Ella mantuvo una expresión fría e indiferente, la imagen del control, hasta que se agachó y le levantó la cabeza con la mano. La mano de Mac, mucho más grande, la tomó de la muñeca, la arrastró hacia adelante y fijó la boca con la de ella. No delicadamente, tampoco con señales de práctica previa, simplemente fuerza y deseo crudo y brutal. Ella sintió tanto sus dientes como su boca, sintió la frustración, la furia y la lujuria en ellos, sintió que sus propios huesos se derretían ante su fuerza. Ella podría haberse retirado, castigarlo por su violencia y por haber quebrantado las normas de etiqueta, pero sabía que eso era lo que él quería. Quería que ella actuara como una Amante enojada. Que lo castigue, no sólo porque eso lo liberaba, sino porque establecería una distancia emocional, el territorio conocido en el cual él se sentía cómodo. Entonces, en lugar de eso, ella levantó la otra mano y le acarició el rostro, equilibrando su brutalidad con delicadeza. Le acarició el cabello hasta la nuca, cariñosamente, en una respuesta equivalente a su violencia, hasta que el beso de Mac se convirtió en un gemido de necesidad que le jaló el corazón hasta la garganta. Ella puso un dedo entre ambas bocas, las separó y, después, llevó sus labios nuevamente a los labios petrificados de Mac, con un roce suave como una pluma, saboreándolo. Tenía sabor a canela, envuelto en el aroma de la loción para después de afeitar y la subyacente esencia de sexo y sudor. Le encantaba el olor de un hombre bien acicalado después de tener sexo, una mezcla de la civilización y lo primario, ambas ofrendas a las cuales respetaba. La primera indicaba su deseo de acicalarse para el placer de Violet; la otra, indicaba que había ejercido su deseo de tenerla. Recorrió el cuello con los labios, le acarició los hombros y, luego, bajó la mano, desabrochó el arnés de la verga, le frotó pulgar sobre la profunda marca roja que la punta de la hebilla le había dejado antes. “Idiota”, murmuró ella, acariciándolo ahí. Estaba blando, exhausto en su mano, pero ella podía sentir los pequeños tirones, ver el brillo de sus fosas nasales mientras lo acariciaba, todos indicios de lo rápido que podía volver a 65/ 263
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excitarse. Se recuperaba rápido. Eso era bueno. Lo iba a necesitar. Porque ella no había terminado con la lección. Volvió a amarrarle las muñecas para mantenerlo inmóvil, mientras le limpiaba el cuerpo con la toalla. Mac no dijo nada y ella tampoco lo hizo hablar. Ella podría apostar que se cruzaban mil pensamientos por su cabeza, y el pronóstico más probable era que había tenido suficiente, que esto era más de lo que él quería dar. Bueno, estaba aquí ahora. Esta noche, era de ella. Lo limpió con las toallitas húmedas que el personal dejaba en cada habitación para la higiene del cliente. Lo limpió completamente: la cabeza, la diáfisis, el escroto. Él se excitó mientras lo tocaba y, aún así, no dijo una palabra. Sus nervios comenzaban a vibrar de ansiedad, incluso mientras los dedos de Violet se preparaban para seguir acariciando lentamente esa verga, que volvía a la vida nuevamente. Ella tenía la cabeza inclinada cerca de la de él, mientras secaba el aceite de su espalda con la toalla, cuando sintió que los labios de Mac le rozaron la mejilla. Reprimió las ansias de voltear su rostro hacia el de Mac y devorarlo de alegría ante la simple victoria, se avocó con calma a su tarea y dejó que él la acariciara con la nariz, que le mordisqueara el cuello. “Amante, suéltame, deja que te haga acabar”, le susurró al oído. Ella cerró los ojos a medida que los mordiscos en el lóbulo se movían y convertían en una fuerte chupada con la boca abierta en su garganta. “No. No puedes sacarle la correa a una mascota nueva hasta estar segura de que obedecerá tus órdenes. Eres una mascota nueva, Mackenzie. Mi mascota nueva. Entonces, te amarraré con una correa corta hasta estar segura de que tanto tu terca cabeza como tu gran verga comprendan quién es su Amante. Aún no es el momento”. Se separó de él, se paró para establecer distancia y para contar con el beneficio psicológico adicional de estar mirándolo; lo cual sin duda lo molestaría. “Me iré a casa”. Lo miró directamente a los ojos, imperturbable, aunque con una fuente de tensión en el bajo vientre, por el solo hecho de verlo tendido ahí, desnudo ante ella. “Me pondré un vibrador en la concha e imaginaré que es tu verga”. Mac apretó la mandíbula, pero mantuvo el control de su voz, a diferencia del brillo en sus ojos. “Llévame a tu casa. Deja que lo haga por ti”. Ella dijo que no con la cabeza. Asomó una pequeña sonrisa de sus labios. “Creo que tendré que acabar doce veces antes de estar 66/ 263
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lo suficiente calmada como para poder dormir”. “Entonces no lo hagas. Valdrá la pena la espera”. “Buen intento. Debería darte una buena paliza en el culo por tratar de darle órdenes a una Amante”. Le dio un golpe suave en el rostro con las uñas y no se sorprendió en absoluto cuando los ojos de Mac la miraron intensamente. “No, Mackenzie”, dijo, y afinó los labios en una línea recta. “No quieres cogerme por los motivos correctos. Sólo quieres debilitar mi control, hacerme perder los sentidos para que te trate mejor la próxima vez. Pero sigo teniendo las riendas. No te daré ni una pizca de control y seguiré castigándote hasta tenerte por completo, no sólo la verga con la que eres tan libre. Es hora de que comiences a darte cuenta de que tener una Amante significa que todo es de ella, como dije antes. Tu corazón, tu mente, tu alma y tu cuerpo. Verga, culo, me darás todo lo que yo desee de ti y, si no puedes meter eso en tu cabezota, todo se volverá más difícil, en lugar de más fácil”. “Eres tú quien lo está haciendo más difícil”, dijo él, con una expresión en la mirada que Violet vio de antemano. “Eres una calienta pija”. Ella arrojó la toalla a un costado. “¿Sabes algo?, te vuelves miserable cuando estás asustado, Mackenzie, pero no me harás huir. ¿Quieres algo de castigo? Lo tendrás. Puedo ser la puta de tus sueños, dulzura, pero también puedo ser mucho más. Si dejas de comportarte como un cobarde bastardo, lo descubrirás”. Ella se dirigió hasta el bolso donde guarda sus pertenencias y extrajo un elemento que no pensaba usar esta noche. Un elemento que hizo que los ojos de Mac se oscurecieran de miedo. “No me meterás eso”. “¿En serio? Por supuesto que no. No si dices la palabra. Y sabes cuál es, Mac. ¿Estás preparado para usarla?”. Al ver su silencio cargado de furia, ella hizo un gesto con la cabeza y se colocó detrás de él. Le puso la mano en la espalda, lo tocó con los dedos pese a sus vanos intentos de alejar el culo. “Aún está bien lubricado. Bueno, entonces”. Él se resistió y Violet lo tomó por debajo y le retorció las bolas, sólo lo suficiente como para paralizarlo en el lugar, haciéndole ver que seguir moviéndose le ocasionaría un dolor insoportable. Deslizó el tapón anal hasta el fondo, hasta la ancha punta acampanada. Tenía el culo más tenso de lo que ella esperaba, lo que sugería nerviosismo y que no solía hacer juegos anales. Ella 67/ 263
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se paró, tomó el control remoto y lo programó, después lo colocó en la silla, fuera de su alcance. “Acabo de programarlo para tres sesiones de veinte minutos”, dijo ella, frente a su mirada encolerizada mientras lo encendía. El tirón que recorrió su cuerpo, el salto de la verga, le indicaron a Violet que había colocado el tapón anal exactamente donde debía. “Se acelerará, se volverá cada vez más fuerte, volverá a disminuir el ritmo, y, finalmente, se acelerará de nuevo. Creo que te hará acabar todas las veces”. Volvió a empujar el balde debajo de la verga endurecida. “Tan común como ordeñar esperma de un toro. Le pediré al personal que venga a liberarte luego de una hora”. Mac levantó la cabeza de golpe. “¿No te quedarás a mirar?”. “No, no lo haré. Ellos sí”. Golpeó el interruptor del techo y desactivó la función de oscurecimiento. Cartón lleno. Incluso con el aislamiento acústico, ella sabía que todas las miradas se fascinarían con ese atractivo espécimen de macho ahí abajo, atado y cogido, todo un espectáculo. “Violet, no hagas esto”. Su rostro se mostraba salvaje, desesperado, y ella vio que sus piernas temblaban, comenzando ya a sentir los efectos de la vibración del tapón anal. Sus cejas brillaban por el sudor, esos magníficos músculos resplandecían. Ella no se detuvo, como si no lo hubiera escuchado. “A la media hora, enviaré a Mariah para que te dé agua. Te obligará a tomarla si es necesario. No dejaré que te deshidrates”. A la hora, vendrá y te liberará, y podrás limpiarte y volver a tu casa. Si nunca has tenido un tapón anal tanto tiempo, asegúrate de limpiarte con esto”. Colocó una botella de bálsamo al lado del control remoto. “Aliviará los tejidos, para que estés preparado para el viernes”. “El viernes”, dijo él, y la miró fijamente. Ella no había tenido la intención de extender la invitación o, al menos, eso era lo que se dijo a sí misma pero, ahora, sabía que había planeado llevarlo desde el principio. Estaba loca. Apenas podía controlarlo. Si estuviera libre en este momento, la pondría de espaldas violentamente en un instante. La sola imagen le hizo temblar los muslos. “El viernes”, repitió firmemente. “Hay un grupo de Dominadoras de La Zona que lleva a sus esclavos actuales a una casa de fin de semana de un amigo mío, en el Golfo. Quiero llevarte. No te sientas obligado”, agregó. “Si te resulta demasiado pronto para salir de este lugar, lo comprendo, y puedo seguir jugando aquí”. Suavizó el tono de voz, caminó hacia adelante, y se atrevió a acercarse lo suficiente como para enredar el cabello de Mac entre 68/ 263
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sus dedos. Él le lamió la muñeca, le mordió la palma de la mano, los movimientos entrecortados de un hombre que es llevado al orgasmo y lucha por no eyacular. Ella dudó, después, se inclinó hacia adelante, ignorando toda razón, toda precaución. Se concentró solamente en esos hermosos ojos, tan enojados y necesitados a la vez. “Si aún tienes coraje, nos encontraremos frente a La Zona, a las cuatro en punto”. “Es demasiado pronto para ti”, dijo él, y la sorprendió. “No me conoces lo suficiente. Deberías ser más precavida y no salir sola con desconocidos”. Ella se agachó, enfrentó su mirada ardiente y sintió que los dedos de Mac se tensaban contra las ataduras, después, suspiró en sus tobillos para acariciarla. “Puedo manejarte, Mackenzie. Ahora, piensa acerca de esta noche y en lo que hiciste para merecer este castigo y, quizás, no tengas que volver a soportarlo frente a cuatro Dominadoras este fin de semana, pero sospecho que tendrás que volver a someterte. Eres así de condenadamente terco. Trae ese tapón anal el viernes. Si eres un buen muchacho, sólo lo guardaré en mi bolso”. Retorció los labios ante la expresión del rostro de Mac, a un paso del asesinato. “Pensaré en ti cuando esté en la cama esta noche”, murmuró ella. “Me haré acabar con los dedos que te tocan en este preciso momento”. Presionó los labios contra los de él, con un mínimo contacto, antes de retirarse, llevó los tobillos fuera de su alcance y se dirigió a la puerta. “Amante…Violet…hija de p—no hagas esto”. “Buenas noches, Mackenzie”. Ella miró hacia arriba. “Parece que hay mucha gente esta noche. Creo que disfrutarán del espectáculo”. Capítulo 7 Cinco veces. Dios. Tenía las rodillas demasiado débiles como para salir del automóvil e ingresar a su casa. Se había quedado, permaneció sola en las sombras con una copa de vino, y lo observó toda la hora. De ningún modo habría dejado que otra persona lo cuidara, sin supervisión, pero no era necesario que lo supiera. El tapón anal lo había llevado al orgasmo cinco veces, un índice de respuesta tremendo, y ella había enviado a Mariah para 69/ 263
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que le diera agua con dos intervalos de veinte minutos, en lugar de uno solo. Había cautivado a la multitud del club, había robado el espectáculo de las demás habitaciones abiertas. ¿Quién se resistiría a observar a un hombre poderoso, un gladiador amarrado, estimulado hasta el clímax sexual una y otra vez? El incremento de las sensaciones hasta que no pudo contenerse, hasta que tuvo que dejar que su culo se hundiera y apretara como si estuviese dando estocadas dentro de una mujer, mientras flexionaba los anchos hombros, se tensaban los músculos de la espalda, hacía presión hacia abajo con la cabeza, duramente contra su pecho, rechazando el deseo natural de voltearla hacia atrás y dejarles ver su rostro. La cuarta vez, tuvo diez minutos de descanso y ella no pudo creer que pudiera comenzar nuevamente, sin sufrir un colapso total. El cuerpo era la puerta cerrada del alma. Quiebra el cuerpo, y el alma tendrá que defenderse sola. Ella quería esa vulnerabilidad, quería mostrarle el placer que le ocasionaría ceder realmente ante una Amante. Ella creía que había hecho lo correcto pero, luego, el quinto clímax lo atrapó y su cuerpo sólo se estremeció, un hombre demasiado cansado para resistir lo inevitable. Cuando Mariah lo liberó, él simplemente se recostó sobre el piso. Sintió que las miradas se centraban en ella, realizando juicios de valor acerca de lo que había hecho. Ella quería estar allí abajo ayudándolo pero, con una pequeña sonrisa entre medio de las lágrimas que brotaban de sus ojos, observó cómo hizo caso omiso de la ayuda de Mariah y alejó a gruñidos a los dos asistentes masculinos que ella había enviado. Amagó con morderlos como un pit bull, se dirigió con esfuerzo a los controles de la habitación por sus propios medios y oscureció el techo, poniéndole fin al espectáculo público. Pero no a ella. Ella pudo sentir cómo el exhausto corazón de Mac latía en su propio pecho, pudo sentir el temblor de sus músculos en sus propios muslos. Era una batalla o un cortejo, o ambos`, y, pese a que el resultado final era incierto, ella sabía que había ganado esta batalla. Al menos eso pensaba, excepto que no acudiera el viernes. En ese caso, habría perdido la guerra. Su cuerpo realmente se sacudió de deseo reprimido todo el camino de regreso a su casa. Cuando subió las escaleras e ingresó a la casa, se sintió tan débil como una persona que sufre las secuelas posteriores de una gripe. Optó por darse un baño caliente como relajación, quería comodidad y sensualidad, el placer a nivel de los huesos y la 70/ 263
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tranquilidad que le ofrecía. Sus emociones estaban demasiado alborotadas como para buscar sus juguetes. Buscar juguetes por motivos no lúdicos simplemente fomentaba las ansias más fuertes y dolorosas. No tenía deseo alguno de liberarse, salvo por medio del hombre que acababa de dejar. Violet había aprendido a aceptar que era muy probable que una persona con sus tendencias sexuales siempre tuviera relaciones sólo dentro de los límites de un lugar como La Zona. Dos sesiones con Mac y quería más. Lo quería todo nuevamente. Pese a la natural invitación, ella sabía que el hecho de invitar a su nuevo esclavo a hacer algo fuera del club tan pronto sería todo un shock para Tyler, lo había invitado a que conociera su vida, porque ella quería conocer la de él. Te estás acercando a una tremenda caída, bebé. Pero ya lo había hecho, por lo que seguiría hasta las últimas consecuencias, y esperaba no haber encontrado a un miserable potro salvaje que la pisoteara o la lanzara contra una pared. Se decidió por burbujas de lavanda con toques de aloe, dejó la ropa en el dormitorio, y se sumergió en el agua con un suspiro de gran felicidad. Cuando sonó el teléfono, estiró los brazos, tocó el botón del parlante del aparato que se encontraba junto a la tina. “Hola, Tyler”. “¿Otra vez con el identificador de llamadas?”. “No, sólo sabía que eras vos. Sabes algo, acechar a una persona es ilegal”. “Pero espiarla no lo es. Dentro de límites razonables. ¿Estás bien?”. Ella cerró los ojos. “Pregunta complicada. Responderé la siguiente. Mejor aún, sin preguntas. Sólo habla, mantenme despierta para que no me ahogue”. “Creo oler un baño de burbujas. ¿Necesitas que alguien te frote la espalda, querida?”. “¿Te estás ofreciendo?”. “Yo lo haría pero tu sólo estarías imaginando que soy el pobre bastardo que estrujaste al máximo. La opinión general es que eres una puta que da miedo”. “Me está incitando, Tyler. Quiere que lo pruebe como macho, con azotes y dolor. Es fácil para él, demasiado fácil. Yo quiero lo que logra penetrar la piel y lo vuelve vulnerable. Siempre termina con la Amante que quiere su verga”. “Lo deseas”. 71/ 263
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Ella hizo una pausa. “Sí. Sí, lo deseo. No quiero nada menos. Si no me lo da, no lo quiero. Entonces, ¿cuánto tiempo debo seguir tratando?”. “Todo el tiempo que él siga yendo, creo que está interesado en dártelo. Así pueden comportarse los sumisos realmente difíciles. No saben qué eso es lo que quieren, pero su subconsciente sí lo sabe. Por eso siguen yendo a buscarlo. Mientras tanto, te estás volviendo muy popular. Un par de sumisos prácticamente me han suplicado conocerte”. Otra pausa. “¿Violet? ¿Estás interesada?” “No”, admitió. “Sólo lo quiero a él. Lo llevaré este fin de semana. Si acude a la cita el viernes”. Se escuchó una quietud asustada en el otro extremo de la línea. Violet esperó, observando cómo bajaban las burbujas por el muslo cuando puse el pie en el borde de la tina. La voz de Tyler era suave, eso le recordaba por qué lo consideraba uno de sus mejores amigos. “Si no acude, está loco. Lo estás haciendo muy bien”. “¿En serio? ¿O lo estoy presionando demasiado? Recuerdo todo lo que he aprendido y leído pero, cuando estoy allí, algo más se apodera de la situación. Coraje, o instinto”. “Siempre has confiado en tus instintos, Violet. Te hace bien en el mundo común y te vuelve el tipo de Amante que ningún sumiso podría rechazar en este mundo. Es una forma de arte. ¿Cuántas veces has escuchado decir a un escritor o pintor ‘simplemente hay algo que se apodera de la situación’? Quizás ese algo sea una musa Dominadora”. Ella resopló una carcajada y envió una onda de burbujas por toda la tina. “Idiota”. “Un idiota que se preocupa mucho por ti. Creo que es bueno que traigas a este muchacho. Si te enganchas tanto, tan rápidamente, quiero verificarlo”. “Es posible que sea uno de los motivo por los cuales lo llevo. Para tener una opinión objetiva”. “Bastante justo. Sal de la tina antes de que te duermas. Ahora, mientras estoy al teléfono. Sólo recuerda, Vi, mi opinión objetiva no importará mucho si es que ya estás enamorada de él”. “OK, pero podrás decir ‘Te lo dije’ cuando me rompa el corazón en pedacitos”. “Eso es lo que más me agrada de ti. Siempre ves el aspecto positivo. Buenas noches, Vi”. “Buenas noches, Tyler”. 72/ 263
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***** Mac miró fijamente el techo y escuchó el ruido de las agujas del reloj. El archivo del caso de la Asesina S&M, ese era el nombre que le habían dado, estaba disperso en el extremo de la cama y las fotografías de la escena del crimen desplegadas en abanico sobre el piso. Había clavado varias fotografías con tachuelas al techo, apenas por debajo del tragaluz, en ángulo respecto del pie de la lámpara de la mesita de luz, para poder enfocar cada detalle. A veces, a los asesinos seriales les gusta llevarse trofeos, dejar una marca. Para esta asesina, era el modo en que dejaba a sus víctimas. Ambos en el piso, esposados a los pies de la cama. Con los brazos extendidos.maniatados a las rejas de la cabecera y los tobillos amarrados a las columnas, para llevar a la víctima a un ángulo incómodo. Con el centro de gravedad hacia adelante, colgado de los brazos porque las piernas estaban demasiado separadas como para que mantuviera el equilibrio ante la estimulación, y sin cuerda libre suficiente como para dejarlo reposar sobre las rodillas. Ella se subió a la cama por detrás de él, dejando marcas de sus rodillas, y le disparó en la parte de atrás de la cabeza con una bala hueca. No quería verle los ojos en ese último momento. ¿Por qué? Quizás no quería que su víctima viese lo que iba a hacer. Quizás no quería que sufriera. Tal vez estaba matando una parte de ella misma y no quería verlo como una identidad aparte. Ambas víctimas habían sufrido un leve azote, habían alcanzado el clímax sexual poco antes del asesinato. Les había dado placer antes de morir. No estaba interesada en la tortura, todavía no. Pero si seguía haciéndolo, y todo indicaba que así sería, eso cambiaría. Era todopoderosa, lo había tenido a su entera disposición. ¿Por qué no forzar los límites, ver qué se sentía al forzarlo más allá de lo que estaba dispuesto a hacer, si el ímpetu de hacerlo sobrepasar el umbral del dolor era el mismo que al tomar su vida? Mac había seguido el rastro de asesinos lo suficiente como para saber que, finalmente, el deseo de sangre tenía un oscuro poder propio que se apoderaba de ellos. Su única bendición era que opacaba el ingenio del asesino más inteligente. Pero prefería no esperar a que alcanzara ese punto. Mac estaba seguro de que ella ya había elegido su próxima víctima. Debía estar en el proceso de ganarse su confianza, 73/ 263
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trabajando en pos de su meta final. La rendición absoluta. Pestañeó. Había estado una hora pensando en este caso. Después de haber dormido durante seis horas, sin interrupción. No tuvo opción al llegar a su casa. Había abandonado el orgullo, se había recostado sobre la cama y había dejado que el cansancio lo llevara donde quisiera mientras su cuerpo generaba una reserva de energía. Retorció los labios. Había decidido buscar otra Amante, una que lo distrajera menos. Esa decisión le duró casi una hora mientras socializaba, verificaba algunas puntas de investigación que había identificado la noche anterior y mantenía algunas conversaciones prometedoras. Luego, justo a la hora que ella había ordenado, se dirigió al área de las escaleras. Se había detenido en el primer escalón, pudo luchar contra sí mismo durante un minuto completo antes de bajar, directamente a la habitación que ella había reservado y hacer lo que ella le había ordenado. Sabía que, sin duda alguna, estaría frente a La Zona el viernes, esperándola. Lo había hecho por el caso, porque no había encontrado ninguna otra Amante que sirviera a sus propósitos tanto como Violet. Sin embargo, sabía que había demasiados motivos más, motivos que no tenían nada que ver con el caso. Ella lo había agotado. Él casi se resquebrajó, casi le ruega que no lo dejara así, un espectáculo en vivo para las demás personas del club. Pero lo había podido manejar. En gran parte. Ella lo perturbaba, muy profundamente, las cosas que decía, el modo en que lo hacía sentir. Lo enfurecía, pero no de una manera que lo obligara a querer darle la espalda. Él quería mostrarle a la pequeña descarada que, si bien ella podía ser dura, él podía ser más duro. Que podía complacerla más allá de los límites de sus sueños más salvajes, si sólo pudiera descubrir qué demonios quería ella y por qué sentía que no podía alejarse de ella. Aun cuando nunca había sentido tanto miedo ante una Amante como con ella. No tenía el control con Violet. Era eso. Mac se obligó a enfrentarlo, enfrentar que quizás existiera algo de razón en lo que ella le venía diciendo acerca de sus Amantes anteriores. Ella detectaba la mentira y no dudaba en desbaratarla para enredar firmemente los dedos alrededor de sus bolas. Él no sabía qué le pediría de un momento a otro. ¿Qué ocurriría si ella quería algo que él no pudiera controlar, que lo quebrara completamente? Podría escapar ahora, antes de que eso ocurriera, pero todo su ser se inclinaba hacia ella, como si, en verdad, fuese una droga. 74/ 263
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Tenía miedo de no rechazar ninguna de sus propuestas. ***** Violet deseó tener más tiempo para desacelerarse después del trabajo. Había hecho horas extras y había tenido un día de locos con una cuota demasiado elevada de imbéciles. Había planeado tomar un largo baño para poder ir a La Zona con el estado de ánimo adecuado, pero sólo había tenido tiempo para darse una ducha rápida. Se maldijo por no decidirse a ir a lo de Tyler el sábado, lo que le habría permitido tener el viernes para prepararse. La cruda y simple verdad era que estaba demasiado ansiosa por volver a ver a Mac. Pero había otras formas de reagruparse. Se detuvo en el estacionamiento de la tienda de artículos generales frente a La Zona, se sentó allí un momento y sólo miró la calle frente a la entrada del club, desde su posición oculta. Él estaba ahí. De pie, esperándola, hablando con Richard, el encargado de la puerta principal de La Zona. Sólo verlo allí la hizo sentir como un velero expuesto a una ráfaga de viento por la noche. Algunas de sus partes se tensaron, otras se aflojaron mientras las velas se inflaban de entusiasmo con el viento. La capitana se relajó al timón, sabiendo que podría navegar este barco por un tiempo, simplemente disfrutando la belleza de lo que tenía ante los ojos. Dejar atrás los cuidados en tierra. Había quedado bastante desnudo las últimas dos veces que lo había visto. Pero incluso al verlo vestido, con los pantalones de jeans negros que, aparentemente, eran sus preferidos, y la camisa de vestir azul arremangada apenas por debajo de los codos, Violet se mojaba instantánea y notablemente. El modo en que se paraba, apoyándose contra una columna de la entrada, con los brazos cruzados sobre el pecho. Se sonrió por algo que dijo Richard y ella dejó soltó un suave jadeo mientras su concha vibraba en respuesta. Quizás tendría que haber utilizado alguno de sus juguetes esta semana. Había pasado del estrés del trabajo a una gran excitación casi sin pausa intermedia. Ahora, ella sabía cómo se sentían esos sedosos rulos de su cabeza, enroscados entre los dedos, y quería tocarlos en este preciso momento. Negros, plateados y blancos. Tendría un buen aroma, al igual que las dos veces anteriores; jabón, un toque de loción para después de afeitar, o colonia, y calor. Ese calor tenía una esencia propia. 75/ 263
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Si se pudiera extraer aceite de él, se podría fabricar una vela aromática que toda mujer querría tener. El sol todavía no se había puesto. Por ese motivo, llevaba lentes oscuros, que concentraban la atención en su boca, la fuerte mandíbula, la suave barba. Ella quería ver sus ojos. Él giró la cabeza y, si bien no tendría que haberla visto siquiera, llevó la atención hacia el estacionamiento de la tienda, la encontró a ella y su automóvil en cuestión de unos pocos segundos. Le dijo algo a Richard. El otro hombre sonrió y lo saludó con un gesto masculino de despedida. Luego, Mac caminó hacia ella. Violet no puedo evitar sonreírle mientras cruzaba la calle, y siguió sonriendo, algo fácil de hacer, hasta que se detuvo frente la ventanilla baja del automóvil y se apoyó sobre ella. Observó su aspecto informal, un par de pantalones de jeans azules apretados y una camisa con botones color verde cazador oscuro. “Te ves como si guardaras un secreto”. Puso un dedo ligeramente bajo su mentón. “Así es, Mackenzie. El secreto eres tú. Quítate los lentes”. Y, debido a que le daba placer hacerlo, cuando él obedeció, ella lo tomó del cuello abierto de la camisa, lo acercó para darle un beso, un roce de labios que luego profundizó, o quizás fue él quien lo hizo. Sus lenguas se enredaron, y ella sintió que el calor se elevaba desde los dedos de los pies hasta el punto de fusión, energizando todas sus partes, eliminando todo dejo de cansancio o estrés que acarreaba del mundo rutinario. Mac subió una mano, acunó su rostro y le acarició el cabello con las puntas de los dedos, en un gesto romántico y protector que a ella le agradó mucho. Cuando Violet dio por terminado el beso, aún sonreía. “Te extrañé”, dijo ella, y los ojos de Mac se arrugaron atractivamente, respondiendo a su sonrisa. Se miraban uno a otro como un par de adolescentes estúpidos y, si bien ella sabía que tendría que sentirse horrorizada, no lo estaba. Estaba simplemente...feliz. Excitada. Cuando levantó la pierna por sobre la palanca de cambios y se pasó al asiento del acompañante, pudo notar que él estaba sorprendido. “Quiero que manejes. Si es que puedes controlar una palanca”. Él se rió y el cálido sonido la cubrió como chocolate derretido. Se preguntó si él tenía alguna idea del grado de sensualidad que emanaba de su ser. No era el hombre más hermoso o atractivo que había visto en la vida, pero sí hermoso y sensual como un 76/ 263
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predador. Cautivante. Él abrió la puerta, metió una pierna y agachó la cabeza para tomar el asiento de piloto del Stealth negro. La miró de reojo y ella se inclinó, se estiró hacia abajo y liberó la palanca del asiento para correrlo hacia atrás y dejar más espacio para su tamaño. Le pasó la mano por la pierna, le acarició el muslo con la palma y disfrutó del cuerpo fuerte debajo de la tela. “Hablando de imanes”, observó Mac, mientras se familiarizaba con los controles y acomodaba los espejos. “Tengo una calcomanía de la Orden Fraternal de la Policía,” le informó ella, con cara de póquer. “Contribuyo periódicamente”. “Mmm-hmmm. Estoy seguro que eso hace que no te detengan”. Ella sonrió, estiró los brazos, tomó los lentes para sol del cuello abierto de la camisa, donde él los había enganchado, y se los volvió a poner sobre el rostro. “Sólo cállate y conduce. Toma la I75 hasta la ruta estatal 48. No es la ruta más directa, pero no hay tanto tránsito”. Cuando Mac la miró un momento después, ella había sacado un cepillo de su cartera y se había quitado la peluca. Erró un cambio y se estremeció ante la queja del motor. Afortunadamente, una luz roja los detuvo en la siguiente intersección importante, por lo que pudo voltear la cabeza y mirarla sin arriesgar sus vidas. Los cabellos castaño rojizos, cortos y atrevidos caían enrulados y salvajes alrededor de su rostro y se detenían apenas encima de los hombros, realzando la impresión de hada de los bosques que había dado la primera vez que la vio. Ella lo miró con esos grandes ojos, hermosos y violetas, y él sintió que el corazón se saltó un latido y tropezó, así como había hecho con el motor. “¿De qué color son tus ojos?”. Ella volvió a hurgar en su cartera y sacó un estuche para lentes de contacto. Se quitó los lentes de los ojos, dejó a un lado el estuche y pestañeó frente a Mac, con el iris de color celeste como el Caribe, tan cercano al color lavanda de los lentes que él sospechaba que eran un realce y no otro color. “La luz, Mackenzie”, dijo ella delicadamente. Él volvió a centrar la atención en la ruta cuando el conductor de atrás le sonó la bocina. Volvió a errar un cambio al acelerar. Ella levantó una ceja. “¿Estás seguro de que has conducido con cambios directos antes?”. Él se rió entre dientes. “Dulzura, la última vez que conduje un coche de éstos, había muchas menos distracciones. Tienes que permitirme un momento para ponerme al día”. 77/ 263
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Ella sonrió y él pudo notar que su reacción la complacía. “Entonces, ¿qué conduces?”. “Tengo una camioneta para remolque y una motocicleta para todo lo demás. Una Honda VTX”. Ella frunció el ceño. “Las motocicletas son muy inseguras”. Él le echó una mirada mordaz. “¿Y supongo que conseguiste esta cosa para poder llevar a pasear a Miss Daisy?”. Ella cedió. “¿Una motocicleta, hmm? Esas largas piernas con toda esa potencia en medio”. Ella deslizó la uña por el muslo e hizo que su verga se endureciera contra la entrepierna de los pantalones. “¿Me llevarás a dar un paseo alguna vez?”. Él sonrió. “Seguro”. “¿Me dejarás conducir?”. “¿Tienes licencia para conducir motocicletas?”. “No”. “Entonces, no”. “Oh, es sólo una excusa. No me quieres frente al volante”. Él la miró de arriba a abajo. “Puedes manejar todo lo que quieras de mi, dulzura, pero, cuando se trata de la moto, estamos hablando de un terreno similar al matrimonio”. “¿Has estado casado alguna vez?”. Violet conocía la respuesta, incluso antes de que él le dijera que no con la cabeza. No su esclavo. Ella estaba segura de que nunca dejaría que una mujer se acercara tanto. Y eso hacía que su corazón de mujer se preguntara por qué, aunque sospechaba que ya sabía gran parte del motivo. “¿Quieres explicarme eso?”. “No puedo”. Su mirada cambió, y su voz se mostraba calma, lo que le decía que no estaba evadiendo la pregunta. “Tiene que ver con ciertas cosas de las que simplemente no puedo hablar”. “¿Nunca podrás?”. Ella estiró los brazos, y giró su rostro para que la mire. “Todavía no”, dijo él. “Una respuesta honesta. Creo que puedo vivir con eso. “ Condujeron en un silencio cordial durante cierto tiempo, mientras ella disfrutaba observando cómo conducía hábilmente el coche en medio del tránsito de Tampa hasta la interestatal, cómo ponía los cambios, el movimiento de sus largas piernas a medida que maniobraban el freno y el embrague. En realidad, ella pensaba que podría hacer de esa observación todo un pasatiempo. Él era consciente de su mirada fija, ella lo notaba, pero lo manejó bien, su entrenamiento de sumiso se hacía 78/ 263
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presente, de modo que no intentó conversar. Eso habría importunado el obvio y deliberado examen de Violet y ella lo habría considerado descortés. Sin embargo, el examen lo excitaba. Ella lo notaba por el parpadear de sus ojos, la presión de sus labios, la forma de tragar saliva aisladamente y el movimiento de los músculos de la garganta. Sólo cuando llegaron a la interestatal ella cedió y rompió el silencio. “¿Te gustaría escuchar música?”. “Seguro”. Ella abrió la consola y le mostró algunos CD para que los observara. “¿Smashmouth? ¿Matchbox 20? Avr…Avril Lavig…Ay-ya-ya-ya”. “Avril Lavigne,” dijo ella, restringiendo la mirada a Mac. “Bueno, gracias a Dios”. Señaló una de las opciones. “Al menos tienes una cinta de Credence Clearwater Revival”. “Estoy segura de que mi padre lo habrá dejado aquí”. “Mocosa”. “Viejo desactualizado”. Ella pensó en él mientras colocaba el CD, mientras la burlona mirada de Mac hacía maravillas con su ritmo cardíaco. “¿Qué edad tienes, Mac?” “Depende del día”. “Mackenzie”. La miró y cedió. “Cuarenta y tres. ¿Tú?”. “Cumplí dieciocho hace un mes, lo juro”. Mac dejó escapar un silbido leve. “Bueno, no tienes suerte, dulzura, porque yo sólo salgo con chicas de la escuela secundaria”. Le tomó la mano y le dio un beso con la boca abierta en los nudillos que la estremeció por completo. “Yo diría que veintisiete”. “¿Te haría feliz que yo fuese tan menor que tú?”. “Me haces feliz sólo estando cerca mío, dulzura. Pero, si tengo razón, me asustaría demasiado”. Ella sonrió. “Tengo treinta y dos. Y sé qué es lo que te asusta a ti, Mac”. Ella se inclinó hacia adelante y presionó los labios contra el cuello de Mac. “No es mi edad”. Capítulo 8
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Se detuvieron en una tienda en una de las pintorescas localidades pesqueras. Ella compró queso, mermelada de mora, un tomate fresco y un par de baguettes para acompañar la botella de vino que ya tenía en el coche. Él le sirvió una bebida cola con sabor a vainilla y el tomó un Dr. Pepper. Mientras retomaban la ruta rural que los llevaría a la recluida casa de Tyler en el Golfo, estiró el brazo y la tomó de la mano. Simplemente la tomó, un simple y dulce gesto que llegó al corazón de Violet, mientras ella observaba cómo sus largos dedos rodeaban completamente los suyos, la forma en que el dedo índice le acariciaba ociosamente los nudillos mientras hablaban y avanzaban por la ruta. Ella lo hizo detener en un área de picnic a la vera del camino para que pudieran comer algo. El lugar contaba con una vista imponente, un pequeño lago artificial que desembocaba en las áreas pantanosas. Había arces plantados en el área protegida, que comenzaban a exhibir cierto color otoñal, lo que contribuía con la vista panorámica. “¿Podrías comer?” preguntó ella. Él sonrió. “Mido 6,4 pies y tengo 220 libras de músculo, dulzura. Creo que puedo comer”. “Fanfarrón. Si juegas conmigo no compartiré el postre”. Y sacó un pequeño sobre de M&M. “Espero que hayas traído seis más de ésos”. Pasó por encima de la mesa de picnic y bajó la cuesta que conducía al agua. Él la ayudó a desplegar la manta que había traído y, luego, tomó un borde mientras ella ubicaba la comida y le pasaba el queso, la baguette y el cuchillo. “¿Puedes cortar unas rebanadas para hacer un sándwich? ¿Cuántas quieres?”. Mientras comían en tranquilo silencio, ella se tomó el tiempo de estudiarlo. El modo en que comía, como un hombre, dando bocados completos y suculentos que, ella sabía, harían que terminara primero y empezara a observar deseoso el suyo en cuestión de segundos. Sin embargo, tenía modales, usaba una servilleta con frecuencia y masticaba con la boca cerrada. Ese tipo de cosas eran importantes, así como el modo en que vestía. No era un ejemplo exacto de moda, pero su camisa estaba planchada y los pantalones de jeans no estaban gastados ni rasgados. A Mac le importaba su aspecto exterior y eso a Violet le gustaba. Ella estiró el brazo, le acarició el cabello con la mano, disfrutando la sensación de sus rulos, el modo en que se le enredaban en los nudillos, como los de un bebé. Le acarició la mejilla y siguió el contorno mientras él comía, sintiendo el movimiento del músculo de la mandíbula, lo maravilloso que era. 80/ 263
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Deslizó suavemente un dedo sobre el acicalado bigote y le acarició la línea de la barba. Al igual que cuando lo miró en el coche, él permaneció tranquilamente sentado ante sus roces, sin interrumpirle el placer con una respuesta interactiva. Eso agitaba las más íntimas profundidades de Violet, el modo en que comprendía instintivamente cómo ser sumiso y complacer a su Amante. Ella sabía que Mac sentía que la Dominadora que llevaba dentro se despertaba, porque comenzó a masticar más lentamente, enredando los dedos en la servilleta, sobre la rodilla, aumentando el calor de la quietud, que se acrecentaba entre ellos. Ella disfrutaba esa parte, sentir que la energía de la anticipación se desplegaba en su bajo vientre y notar que él se daba cuenta, precavido. “¿Qué te gusta, Mackenzie?”, le preguntó suavemente. Levantó los ojos plateados. “Me gustas tú”. Su mirada era seria y sus labios firmes, ella quiso morderlos. “Quise decir: ¿qué te gusta hacer? ¿Pasatiempos, pasiones? Aparte de las cosas que haces en La Zona”. ¿Y hace cuánto que las hacía? ¿A cuántas mujeres llamó Amantes antes que a ella? Le importaba, pero no era correcto preguntárselo, no todavía. “¿Quieres decir aparte de ti?”. Él le acarició la rodilla, la besó, la acarició con la nariz y subió por el muslo vestido con jeans, mordisqueándola, para que sintiera la presión de los dientes. Ella le dio cabida y cambió de posición, separando las piernas levemente por un momento, después, lo jaló del cabello. “Suficiente”, recriminó ella, si bien sabía que su voz sonó algo entrecortada. “Pasatiempos, Mac”. “Buques de vela”, dijo él. “Me gusta armar maquetas. Leo antiguas historias de alta mar, las realmente antiguas, que sólo se encuentran en tiendas de usados o en liquidaciones de bibliotecas, cuentos escritos por los propios marineros en los siglos dieciocho o diecinueve. Y cocinar. Me gusta cocinar”. “¿Alguna vez viajaste en alguno? ¿Un buque de vela?”. “Por supuesto”. Puedes ser parte de los viajes en algunas reproducciones. Te inscribes como parte de la tripulación y trabajas un par de semanas. No es exactamente como en los buenos tiempos. Te hacen poner arneses cuando trabajas en una percha a cien pies de altura sobre la cubierta”. “Bueno, sería demasiado difícil de limpiar de otro modo. ¿Tienes tu propio buque?”. “Una pequeña embarcación McKee en la que paseo los fines de 81/ 263
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semana. Te llevaré alguna vez. De hecho, realmente me gustaría llevarte”. La expresión de su rostro se oscureció y ella frunció el ceño. “¿Estás bien?”. “Sí. Creo que me estoy perdiendo en ti demasiado rápido”. Él se sobresaltó por haber hablado demasiado abiertamente. “Quiero decir…No quise decir…”. “No, está bien”. Ella dijo que no con la cabeza. “Me agrada que me abras tu corazón sin rodeos”. Y me gusta el hecho de que te sientas fuera de control. “Motocicletas, buques de vela, de verdad que eres un adicto a la adrenalina, Mackenzie”. Sabiendo lo que sabía de él, no esperaba menos. Pero había una pregunta cuya respuesta Violet no conocía, y la preguntaría antes de perder la compostura. “¿Estás en pareja con alguien? Sé que dijiste que nunca habías estado casado, pero—”. Él la miró. “¿Qué clase de hombre crees que soy?”. Ella levantó un hombro. “Es bastante habitual que un hombre visite el club solo, especialmente si su novia no comparte el estilo de vida. Algo así como una doble vida. Conozco algunos hombres casados de La Zona cuyas esposas lo saben, incluso lo agradecen, porque sienten que eso les mantiene las ansias controladas. Como una indulgencia limitada a las drogas, para evitar que se convierta en una adicción destructiva. O en una obsesión”. Él no sonrió. “Hey”. Mac apoyó su mano en la de ella sobre la manta y los ojos de Violet mostraron preocupación ante su mirada fija. “Soy todo tuyo, dulzura. ¿OK?”. “OK”. Sintió alivio en todo su ser, que se convirtió en calidez cuando Mac no le soltó la mano y se apoyó sobre los codos. Ella colocó la palma de la mano abierta contra la de Mac, jugueteó silenciosamente con los dedos durante unos minutos, mientras él la estudiaba. El aire se volvió pesado entre ellos y Violet presionó los labios. “Yo tampoco”, cedió. “No estoy en pareja, tampoco casada”. “Bien. No me gusta compartir”. Fue un comentario provocativo, dicho en un tono de voz y con una mirada directa que no se asemejaba a lo sumiso de modo alguno. Ella se desconcertó ante la reacción de su propio cuerpo, un salto en respuesta al comentario posesivo que apretó sus pezones contra el suave forro del corpiño. “A mí tampoco”. Le respondió con una mirada rígida y penetrante para hacerle saber que estaba caminando por la cuerda floja. 82/ 263
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“Salvo que lo ordene y esté ahí para mirar”. Él inclinó la cabeza. Su turno. “Yo… No rechazaría ninguna de tus órdenes, pero… no me gustan mucho los hombres. Todo eso del sexo anal…”. “¿Alguna vez te lo ha hecho alguna mujer?”. Él se sentó derecho, entrelazó las manos sobre las rodillas y los ojos filosos de Violet notaron una postura defensiva. “Sólo algunos dedos o tapones anales, como tú lo hiciste”. “¿Ninguna Amante alguna vez—?”. “La mayoría descubrió que estaban desperdiciando una verga perfecta que podrían utilizar para su propio placer”. Postura defensiva, definitivamente. Casi hosca. Ella vio como Mac se mordió la lengua e intentó sonreír para dejar de lado el comentario. “Eres un sumiso que tiene miedo de delegar el control, tienes miedo de que investiguen tus áreas más vulnerables”. Ella lo estudió, dejó que se retorciera un poco ante su comentario resuelto. “Le dices a una Amante que puede hacerte lo que sea, sin palabras seguras, sin límites, pero, luego, la convences para que haga sólo lo que no supera los límites de tu zona cómoda”. “Prefiero la palabra ‘encanto’”. “Yo lo llamo como lo percibo”. Violet le dio un mordisco al pan. “Y deberías saber que es mejor no discutir conmigo acerca de eso en este momento. Dime por qué eres un sumiso, Mac. ¿Por qué no un Dominador? Tu sangre es alfa, definitivamente. ¿Qué hace que te entregues sexualmente a una mujer? Ábrete”. Él abrió la boca, aceptó el ofrecimiento de sus dedos y mordisqueó suavemente la punta de uno de ellos, luego, lo atrapó en la boca con los dientes. No la soltó cuando ella ejerció una delicada presión, y Violet entrecerró los ojos mientras Mac levantó una mano, la tomó de la muñeca y la mantuvo cautiva para deslizar la lengua por sus sensibles nudillos y mordisquearle los dedos. En lugar de resistirse, ella se relajó, esperó hasta lograr tener su atención y levantó una ceja desinteresada. “Sabes algo, los caballos a veces hacen esto”, dijo ella. “Te atrapan la mano con la boca cuando juegan, sin darse cuenta de que pueden lastimarte. O, al menos, eso dice la gente. Pero yo creo que saben exactamente lo fuerte y resistentes que son”. Con la mano libre lo acarició siguiendo la línea de la mandíbula. “Creo que saben que pueden arrancarte los dedos, y te lo recuerdan, sin importar cada cuanto los montes, la silla de montar o la fusta que utilices; son más fuertes y pueden tirarte en cualquier momento”. 83/ 263
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Lo acarició bajo el mentón, le apretó la mandíbula con los dedos y le clavó las uñas, hasta que Mac comprendió el mensaje y se calmó. “Pero esas hermosas y magníficas criaturas se entregan a nuestros deseos. Nos sirven sólo si confían en que estarán mejor con las riendas en nuestras manos”. Ella ladeó la cabeza. “Sólo si creen, sin lugar a la más mínima duda, que somos dignos de ejercer el control”. Mac aflojó la boca y Violet retiró los dedos, pero no le soltó la muñeca. “Me gustaría hacerte el amor. Aquí. Ahora”. Ella tragó saliva y cerró el puño. “No creo estar preparada para dejar que hagas eso, Mackenzie. No confías lo suficiente en mí”. Él le dijo que no con la cabeza. “Es para demostrarte que puedes confiar en mí”. Para que fuera todo lo bueno que debía ser, tenía que darse de ambas partes. Él no lo comprendía. Sin embargo, la idea de yacer al sol del atardecer, con un dejo de otoño en el aire, con Mac dentro de ella... era una imagen difícil de resistir, especialmente si los dedos de Mac jugaban con sus dedos y los ojos plateados notaban cada respuesta de su cuerpo. Ella podía imaginar cómo se verían ante los ojos de un halcón que volara sobre ellos, entrelazados el uno con el otro. Los muslos y nalgas de Mac apretándose y aflojándose mientras ella entraba y salía, las suaves caricias que ella exigiría, eso la llevaría al límite, satisfecha. Su aroma, los brazos envueltos sobre su cuerpo, los labios contra su cuello. Estaba más cerca ahora, con la boca a sólo milímetros de la suya, deslizando una mano por la cadera, acercándola hacia abajo, contra él. Colocó una mano a un lado de la cabeza de Mac, encontró la lengua justo dentro de sus labios, luego, él la acercó, abrió la boca para devorarla, apretó los brazos alrededor de su cuerpo, la sostuvo con seguridad, y emitió un gemido de puro placer que Violet sintió retumbar en su pecho, al presionar el cuerpo contra sus doloridos senos. Mac cerró una mano sobre la apretada tela que cubría una nalga y la utilizó para voltearla y ponerla sobre él, con uno de sus muslos haciendo presión entre las piernas de Violet, enviándole una onda de placer erótico que le estremeció el bajo vientre y el pecho, e hizo que se le endurecieran los pezones contra su cuerpo. Le masajeó el culo con la mano, le acarició la unión de los muslos, deslizó dos dedos por la curva de las nalgas, entre sus piernas, y los dobló bajo la intersección de las costuras para 84/ 263
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apoyar la mano contra la base del culo. Le pasó los dedos sobre el clítoris en la entrepierna de los pantalones de jeans, presionando, masajeándola como a una gata, haciéndola estremecerse. La respiración de Violet se aceleró. “Deja que te meta la verga”, murmuró, besándole el cuello, acariciándola con la nariz, mordiéndola. Violet estaba perdiendo el contacto con la realidad. Él era demasiado poderoso, sus manos eran seguras, expertas, sabían exactamente cómo hacer desaparecer todo sentido y control y convencerla de aceptar la propuesta. Le apretó las nalgas con el brazo y ella sintió el metal de las pulseras de ónix y plata que tenía puestas. Violet lo insultó, le dio una bofetada en el pecho y lo separó a empujones. Rodó para su lado y se puso en cuclillas, a una distancia de cuatro pies. “Esto es una pendejada”, dijo ella, realmente enojada con él. Mac se sentó derecho. Había tomado color y se le marcaba una tremenda erección en la parte delantera de los pantalones de jeans, lo que la hacía desear no estar tan segura de lo que sabía, o que podría olvidarlo y, simplemente, tomar lo que él le ofrecía para aliviar el vibrante deseo de su concha. “¿Qué es una pendejada?” preguntó él. “¿De qué demonios estás hablando?”. “No me hables en ese tono”, le advirtió ella. “No me cautivarás ni me convencerás, Mackenzie. Te lo dije. Cuando hagamos el amor, será porque ambos lo deseemos, no porque tú quieras cambiar el tema de la conversación y creas que una buena follada me distraerá. No me distraigo fácilmente. No cuando es importante. Te pregunté por qué juegas a ser sumiso. Espero una respuesta”. Y eso era importante. Quizás demasiado importante. Ella quería abofetearlo por hacer todo así de difícil, pero no podía negar que su obstinación también la excitaba. A ella le parecía muy atractivo, apoyado ahí, tenso sobre un codo. “No lo sé”, dijo él finalmente, con irritación. “Yo… ¿Por qué demonios quieren analizar las mujeres? Simplemente... lo hago. Me siento así cuando estoy con una mujer. ¿No te estás quejando, o sí? Entonces, ¿por qué importa?”. Porque te importa a ti. Porque la respuesta a esa pregunta te resulta importante, pero tienes miedo de responderla. “Quiero que te pongas de pie y te desabroches los pantalones, que te los bajes junto con los calzoncillos, hasta las rodillas. Quiero verte. Y quítate esas malditas pulseras. Alguna otra mujer 85/ 263
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te las puso y no quiero verlas. Eres mío, Mackenzie, y no te comparto, ni siquiera con tus recuerdos”. Violet se dio cuenta de que Mac no esperaba oír eso, o el cambio de marcha. Violet observó cómo lo pensaba, cómo miraba a su alrededor. Ella se ablandó, se inclinó hacia adelante y le apoyó una mano sobre la mandíbula. “Podremos escuchar si un coche se detiene. Tendremos algunos minutos antes de verlos. Por eso vine aquí. Puedes confiar en que protegeré tu privacidad, Mac”. Él asintió con la cabeza. Aún tenía la mirada fija de ira y frustración, pero obedeció y se puso de pie. Primero se quitó las pulseras y las dejó sobre la manta. Violet se agachó hacia un lado, observándolo fijamente mientras llevaba una mano al botón de los pantalones y lo desabrochaba con esos grandes y hábiles dedos. Bajó la cremallera y, luego, se bajó los pantalones y calzoncillos hasta la cadera, liberando el pene para que pudiera desplegarse en toda su magnífica y rígida gloria. “Desabotónate la camisa para que no me obstruya la vista”, le ordenó ella suavemente. Él obedeció, y ella observó cómo se volvía mas largo y duro, cómo su cuerpo respondía ala órdenes y el examen. Ella se tocó el labio superior con la punta de la lengua y sus testículos se contrajeron. “Ahora”. Ella levantó las pestañas. “Entrelaza las manos detrás de la cabeza. Y no te muevas a menos que te lo ordene. Y tampoco te permito que mires hacia abajo. Ni siquiera una vez”. “Sí, Amante”. “Me gusta mucho que me llames así”. Ella se deslizó por la manta y recorrió su verga con un dedo, sintió su calor, su rigidez de hierro y notó que se formaba una gota de humedad en la punta. Deslizó suavemente los nudillos por un lado de la cadera de Mac, la parte superior del muslo. “Dos de las damas que estarán allí esta noche son gemelas. Trabajan en equipo y les gusta el dolor. Son buenas para provocar dolor, y les gusta compartir sumisos. ¿Qué piensas acerca de que te comparta con ellas, Mackenzie?”. Ella observó su rostro, vio la sombra, la máscara. “Lo que sea que complazca a la Amante”. “Hmmm. Esto me complace”. Violet tomó el cuchillo blanco de plástico para untar y esparció mermelada de mora en la parte superior de la verga, sólo en la diáfisis, detrás de la cabeza. Él contuvo la respiración mientras ella lo cubría y se llevaba la carne y la acidez a la boca, le rodeaba la base del pene con una mano pequeña y lo apretaba firmemente mientras lo chupaba y lamía. 86/ 263
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“Santo Dios”. Ella sonrió y se alejó sólo lo suficiente como para hablar. “Mantén las manos allí arriba, Mackenzie. Quiero jugar contigo un poco. Eres mío, ¿no es así? ¿Mi juguete?”. “Sí, Amante. Dios…sí”. Ella le dio una gran lamida hasta la parte inferior del escroto, como si estuviera disfrutando un caramelo. “Cierra los ojos. Quiero que estés totalmente concentrado en el lugar en que te lameré después”. Él obedeció, pese al evidente esfuerzo que le requería. Ella llevó las manos alrededor de su cuerpo, le acarició los muslos y la cadera con las palmas. Temblaban por la tensión de mantenerse completamente inmóviles como ella había ordenado, mientras que deslizaba los labios hacia arriba y hacia abajo en toda su imponente longitud. Mac apretó los dedos detrás de la cabeza y endureció los bíceps de un modo que la hicieron desear frotarle aceite por todo el cuerpo nuevamente, hacer que esos músculos brillaran. En un mundo ideal, una Amante podría mantener a su esclavo desnudo y aceitado todo el tiempo, en público o en privado. No le importarían las miradas envidiosas de las demás mujeres, sabiendo que era dueña de esa verga erecta, toda esa belleza y energía a su orden. Bueno, si ella podía lograr que Mac dejara de ser tan condenadamente terco, tendría el control completo. Violet miró hacia arriba para asegurarse de que aún tuviera los ojos cerrados y buscó algo en su cartera. Mientras tanto, deslizó la lengua por el borde de la cabeza henchida y realizó los ajustes necesarios con la botella de lubricante. Llevó las manos a los muslos, le acarició la cadera y las nalgas musculosas. Él se sobresaltó ante el frío roce del nuevo tapón anal, sus músculos comenzaron a tensarse, pero ella ya había insertado la parte superior del aparato y utilizaba su movimiento para empujarlo más allá del músculo relajado, antes de que pudiera apretarse. Era un tapón más pequeño, pero lo suficientemente grande como para que el destinatario lo notara. “Violet”, Mac produjo un sonido ahogado. “No de nuevo”. “Los ojos cerrados, Mackenzie, y deja las manos allí arriba”. Ella le besó la punta, lamió delicadamente la cabeza una vez más, luego, se incorporó ayudándose de la cadera de Mac y dejó que su pija desnuda le rozara la cadera debajo del pantalón de jeans. Le volvió a subir los calzoncillos y los pantalones por las piernas, la cadera y el delicioso culo, le abotonó y ajustó los 87/ 263
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pantalones, de modo que el talle apretado y los fuertes músculos mantuvieran el tapón en su lugar. Tuvo que maniobrar la cremallera cuidadosamente debido a su erección y usó la mano un par de veces para asegurarse de que el pene estuviera correctamente adentro. Pudo sentir el temor de Mac, notó la vibración de sus brazos mientras se reprimía, luchando contra el instinto de rendirse ante sus manos. “No usaré el control remoto”, dijo ella, mientras tranquilamente le abotonaba la camisa y le acariciaba la piel húmeda y acalorada. “A menos que vuelvas con tus pendejadas. No puedes utilizar tu encanto para lograr lo que quieres conmigo, Mackenzie, y no me distraerás con amenazas y hosquedades. Puedes optar por marcharte y se termina todo. Una escisión de contrato cortés y educada entre dos personas que ya no ven el beneficio de estar juntas, porque una o ambas sienten que ya no pueden ofrecerle nada a la otra”. Las manos de Mac fueron más rápidas de lo que esperaba. Antes de que pudiera siquiera pestañear, la había tomado fuertemente por los brazos y la había puesto de pie. “Realmente quería hacerte el amor”, le dijo bruscamente. “No era una pendejada. No era un juego”. “Me alegra escuchar eso. Ya te lo dije. Para mí, nada de esto es un juego. Incluso cuando intentas jugar conmigo, no es un juego”. Ella alzó la cabeza y lo miró, aprovechó que estaba más alta para poner los labios contra la boca de Mac, rígida y enojada, y morderlo hasta que cambió, cedió y se abrió. De repente, la estaba consumiendo, deslizó los brazos desde los brazos hasta abrazarle el cuerpo, sosteniéndola contra el suyo, tenso y excitado. Ella jugueteó con los dedos en su ancha espalda, la cadera, le agarró el culo e hizo presión en el lugar donde estaba el tapón anal. Ejerció cierta presión para estimularlo y, además, se aseguró de que no hubiera indicios visibles de que lo tenía puesto. No quería humillarlo, simplemente imponer el hecho de que era suyo. “Violet”, gimió Mac contra su boca, y a ella le resultó difícil mantener la racionalidad en medio del abrazo. Mac la rodeaba completamente, la presión de su torso era un eclipse de calor que la acogía, le hacía desear permanecer entre esos brazos fuertes, dentro del espectro de su atención, por siempre. Ella dejó de preocuparse y le agarró los músculos de la ancha espalda, lo tomó de la camisa y la piel y se rindió a su propia ferocidad. Le encontró la boca con la lengua y los dientes con la misma furia, y 88/ 263
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su cuerpo se estimuló ante cada roce de Mac. Le apretó y acarició las nalgas con las grandes manos, demostrando la misma posesión que ella tenía sobre él. Era una locura. Nunca había estado tan loca por alguien en su vida. Quería comérselo vivo. Se separó para tomar aire. “¿Estás seguro de que no usas algún tipo de perfume de feromona?”. La sonrisa de Mac fue rápida y salvaje, tan distraída como un lobo que se toma un momento para admitir que disfruta la caza antes de la orden, de la embestida para clavar los dientes en una garganta. La suya, en este caso. Los labios de Mac presionaron la arteria vulnerable, mordió la marca que le había dejado, esta vez la curó, le ofreció una disculpa con su gesto, incluso mientras despedía fuego con la lengua a su alrededor. Ella arqueó la garganta y, mientras lo hacía, giró el cuerpo, de modo que la parte superior del muslo hiciera presión contra su prominente verga. Mac puso la mano debajo del seno izquierdo, lo acarició, lo moldeó, le apretó el pezón con el dedo índice y el medio, con una intensidad de implacable determinación. Mac movió el muslo y lo colocó entre las piernas de Violet, lo frotó e hizo que le estallaran todos los nervios. “Acaba para mí”, le suspiró ásperamente. “Por amor de Dios, dame algo”. Fue un salvaje susurro de pedido. Nació de su interior, ese mismo interior que ella deseaba desesperadamente abrir. Por ese motivo, al escucharlo, quiso recompensarlo, y dárselo. Como si su decisión interna de concederle el deseo bajara abruptamente una palanca, su respuesta brotó a borbotones, le inundó el torrente sanguíneo, se le tensaron los sus músculos de ese modo perverso en que funciona la liberación física, como si sacara energía del cuerpo tan rápidamente como tirando de un cordón, y tomara la elasticidad de cada músculo y cada tendón. Ella jugaba tan bien ese juego que no se permitía tener orgasmos frecuentemente. Por eso, al acabar, fue un momento duro y agotador. En este caso, ella no pudo determinar si se lo había permitido o si Mac había ganado su rendición mediante susurros, con sus fuertes manos, la abrumadora determinación de reclamarle algo, de hacerla su Amante. Porque ella sabía que la Amante también era posesión del esclavo, incluso si Mac aún no lo sabía. Como resultado, experimentó cierto temor al sentir que las olas rompían sobre su cuerpo. El shock que le provocó le golpeó el clitoris inmediatamente. 89/ 263
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Incluso debajo de la ropa, sintió que los espasmos la apretaban contra la presión de la pierna de Mac; se aferró a él, respirando rápidamente, con suaves gemidos entrecortados, un estremecimiento que le arrasaba las extremidades e hizo que Mac la sostuviera aún con mayor firmeza. Él presionó los labios contra la piel suave en el extremo de un ojo y permaneció allí, haciendo presión con la pierna, mientras se estremecía de placer, hasta que su cuerpo se debilitó, el cordón se liberó y todos los músculos se aflojaban y temblaban. Mac la sostuvo cerca y la levantó. Él sentía la erección como una barra de hierro contra la cadera de Violet y a ella le complacía que así fuese, sabía que Mac sufriría por el deseo de tenerla hasta que le concediera permiso de liberarse, en el modo que ella indicara. También sabía que Mac utilizaría todas las reservas considerables de su personalidad para tratar y hacer que ella estuviera de acuerdo con el modo en que él quería hacerlo. Muy profundo dentro de ella, mientras le follaba el coño. Violet esperaba con ansias el desafío, aun más al no estar segura de cuál sería el resultado. Capítulo 9
“Entonces, ¿tienes alguna pregunta que hacer, antes de que lleguemos?”. La casa de Tyler estaba sólo a treinta minutos del sitio del picnic, pero Violet usó ese tiempo muy bien. Le formuló la pregunta mientras deslizaba los dedos hacia arriba y abajo por el muslo de Mac y rondaba la curva de sus testículos una y otra vez, haciéndolo mantener las piernas separadas para facilitarle el acceso. Sabía que el tapón anal lo provocaba y ella contribuía a la excitación. Como resultado, Mac mantuvo una erección total e incómoda todo el trayecto hasta la entrada al camino de acceso privado de la casa de Tyler. “Si complace a mi Amante…” Limpió su garganta, pero no pudo hacer desaparecer por completo la ronca necesidad. “¿Quiénes estarán ahí este fin de semana? Soy nuevo en La Zona, por eso no conozco a los jugadores”. “Tyler debe tener tu misma edad, él fue mi mentor. Es un productor de películas eróticas. No pornográficas, ni de las Triple 90/ 263
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X. Se dedica a producir películas eróticas europeas y del tipo Red Shoe Diary. Colaboró con Zalman King un par de veces, pero cree que ZK se vuelve demasiado bohemio y que a veces pierde la conexión erótica. Conocí a Tyler en una fiesta y fue el único que me ayudó a descubrir lo que me gustaba sexualmente de un hombre, por qué estaba tan insatisfecha. Nos entendimos inmediatamente y, después, me contó que a veces los Dominadores se sienten unos a otros, tienen la misma sensación, lo que les permite identificar a un sumiso a veinte pasos de distancia”. Ella lo pellizcó ligeramente y él reprimió un gruñido de deseo frustrado con los dientes. Violet sonrió. “En ese momento, tenía impulsos sexuales, pero creía que algo no estaba bien en mí. Él me ayudó a comprender la filosofía D/s y me llevó a lugares como La Zona. La discreción es muy importante para mí, en mi trabajo, por eso me ayudó a aprender a mantener ambas vidas separadas”. Mac la miró. “Pero no quieres mantenerlas separadas”. Ella estudió el panorama, mientras se daba cuenta de lo intuitivo que era Mac, pero sin querer que él notara que podía leerle la mente así de fácil. “Ojalá no tuvieran que mantenerse separadas. Una de las reglas es mantener el juego sólo en La Zona, no llevarlo fuera de esos lugares”. Violet le pasó la mano por el muslo interno, cada vez con mayor fuerza, de modo que sintiera la necesidad de posesión por medio de su mano. “También me dijo que sólo cuando se comprenden las reglas, se las puede quebrar. “Ya te conté algo acerca de las gemelas, Tamara y Kiera, T&K. No son sólo Amantes. Son Dominadoras puras, hasta la médula”. Agudizó el tono de su voz para asegurarse de que contaba con toda la atención de Mac. “No toleran ningún tipo de desobediencia, de ningún esclavo. Quizás desees tenerlo presente, debido a tu renuencia a usar palabras seguras. Quizás no esté siempre en la habitación para protegerte este fin de semana”. Quitó bruscamente la mirada: del camino para dirigirla a ella. “Entonces mientras esté ahí…ellas pueden…”. “Si les digo que pueden. A menos que mi esclavo desee informarme acerca de los límites con respecto a eso”. Mac se quedó callado por unos segundos. Violet esperó. “No, Amante. Tu placer es mi placer, como ya te he dicho”. El tono de su voz era bajo, dolido. La necesidad de tranquilizarlo se apoderó del corazón de Violet, pero la sofocó. Él tenía que descubrir que podía confiar en ella. Violet continuó, como si la tensión dentro del coche no se hubiera triplicado. 91/ 263
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“La tercera Amante es Lisbeth”. “¿Lisbeth?”. “No es habitué de La Zona, pero es amiga de Tyler. Su lugar favorito es un club llamado—”. “True Blue”. Violet levantó las cejas y él se encogió de hombros. Desagradablemente, ella lo notó. “Ella fue mi primer Amante. La que inició mi entrenamiento, me dio las pulseras cuando me ‘gradué’, tal como ella dijo”. “Oh”. Violet lo digirió y lo miró a la cara. “¿Será eso algún problema?”. “Dímelo tú”. Lo que significaba que quizás sí, pero no le iba a decir nada que sintiera que ella no quería escuchar, nada que lo hiciera parecer vulnerable. “No será un problema para mí, entonces”. Ella decidió seguir el juego y observó que el músculo de un cachete le saltaba de tensión. El camino de acceso a la casa de Tyler estaba a varias millas de la ruta principal, en medio de un bosque de robles de Virginia y pinos de hojas largas, que se encontraba antes de llegar a la casa de campo de la época anterior a la guerra civil, que había sido restaurada. Violet volvió ponerle la mano en la verga, mientras él conducía por las sinuosas curvas y hacía los cambios, y la sangre de Violet se agitaba mientras él separaba automáticamente los muslos aun más para que pudiera hacerlo. Mientras ella tarareaba con indiferencia, registró la tensión de Mac en cada movimiento involuntario que evidenciaba que el tapón anal combinado con la estimulación le provocaban un mayor nivel de excitación. Violet sospechó que el temor le servía de catalizador adicional, porque su verga estaba enorme al tacto. Mac no sabía qué esperar, el grado de prueba al que se sometería este fin de semana, lo mucho que ella pensaba disfrutarlo. Como Mac no parecía dispuesto a hacer otra pregunta, ella siguió acariciándolo ociosamente, apretando y pellizcando a voluntad en el pesado silencio, hasta que la respiración de Mac, que le raspaba la garganta, lo interrumpió. Giró algo violentamente hacia el circulo del camino de entrada frente a la casa de Tyler y detuvo el coche detrás de un Jag plateado con las letras T&K en la chapa patente. “Violet, no puedo entrar así”. Ella arqueó una ceja. “¿Me estás rechazando?”. 92/ 263
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“¿Me estás ordenando que conozca a tus amigas con semejante erección?”. Ella se incorporó, lo besó en la mejilla, se inclinó hacia atrás y le mordisqueó la oreja. “Sí, esclavo. Así es. Estás por conocer a cuatro Dominadoras muy poderosas y experimentadas. Para ellas, yo soy un bebé, y quiero impresionarlas”. Ella volvió a ponerle la mano en la entrepierna y la apretó otra vez, lo que hizo que Mac tomara aire. “Esto es muy imponente”. “¿De eso se trata esta tortura?”. Las palabras de Mac sonaron entre irritadas y divertidas. “No. Pero creo que te pone más cómodo pensar que sí”. Ella volvió a pasarle la mano, con una caricia fuerte y segura esta vez, lo que hizo que Mac levantara la cadera, en lugar de reprimirse. La tomó de la muñeca y se paralizaron, mientras se miraban mutuamente. Los ojos de Mac brillaron y su mandíbula estaba tensa de obstinación. Ella puso su cara en blanco, totalmente inexpresiva. “Suéltame, Mackenzie. Ahora”. Mac tomó aire profundamente y cerró los ojos. Violet reprimió el deseo de estirar el brazo y acariciarle la sien. En cambio, le pasó el pulgar por la cabeza de la verga, sorprendentemente prominente debajo de la tela del pantalón. Esta vez lo tocó con menor fuerza, pero en ese lugar, lo cual enfatizó que su interés y placer radicaban en mantenerlo visible y dolorosamente excitado. “Sal del automóvil”. Fueron necesarios otros diez segundos de tensión, pero Mac puso la mano en la puerta y la abrió con un rezongo que hizo que Violet escondiera una sonrisa. Ella también estaba ansiosa, pero se aseguró de no mostrarlo. No sabía qué pasaría este fin de semana. Serviría para probar la resistencia del vínculo que crecía entre ellos, un vínculo que parecía más profundo de lo esperado en este momento. Ella esperaba que este fin de semana sirviera para fortalecer el vínculo, y no para echar todo por la borda, para comprender algunos de los motivos de una forma en que ella sabía que Mac aún no podía,.Violet no tenía duda de que se adentrarían en un territorio incómodo. Esa era la naturaleza de combinar una relación sexual D/s con el mundo exterior. Ella estaba dispuesta a correr los riesgos, incluso sabiendo que se ponía más en juego cada vez que estaba cerca de él y que el deseo de reclamarlo y conservarlo crecía. “Respetamos ciertas normas de etiqueta mientras estamos aquí”, 93/ 263
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dijo ella. “Cuando estés conmigo, me seguirás, un paso atrás”. Mac dio un paso atrás, y ella asintió con la cabeza, sin interrumpir el paso. “Nunca mires a una Dominadora directamente a los ojos, salvo que te lo ordenen. Obedecerás mis órdenes y, si tienes alguna pregunta, me pides permiso antes de hacerla. Finalmente”, volvió a mirarlo, “los sumisos deben permanecer desnudos en todo momento y sólo deberán usar los juguetes y las joyas que su Ama o Amante crea apropiado”. Violet observó la sorpresa de Mac, justo cuando Tyler abrió la puerta, antes de que pudiera golpear siquiera. Aquí vamos, niña. No lo arruines. “Justo a tiempo”. Tyler le sonrió a Violet. Al igual que Mac, tenía unos cuarenta y cinco años y el aspecto de un golfista profesional relajado. Estaba bronceado, tenía una musculatura magra, el cabello oscuro con toques de gris, corto, por lo que el centro de atención inmediato eran sus profundos ojos castaños, la prominente nariz, y los labios firmes y curvos. Tenía un atractivo universal, Violet aún no había conocido a nadie que Tyler no pudiera hacer sentir cómodo cuando él lo quisiera. “Tyler, te presento a Mac”. Tyler lo miró por sobre el hombro de Violet. “Mac. Bienvenido a mi casa. Estoy seguro de que Violet te ha explicado las reglas. Baja la mirada”. Ella también sabía que podía convertir esa calidez en frialdad en un instante, como lo hizo ahora. Acostumbrado a que una Amante lo moliera a golpes, por trasgresor, y a jugar uno contra uno, Mac se sometería al estrés de estar en un grupo, a una dinámica mixta como ésta. Ser sumiso era mucho más que eso, si bien Violet no podía culpar a ninguna Amante por desear quedárselo para ella. Tyler había aumentado la tensión de su esclavo con un reto inmediato. Evaluarlo como Dominador era una cosa, y parte de lo que se esperaba de este fin de semana. Pero, mientras estudiaba profundamente a Mac, se entretuvo deliberadamente con la prominente erección, asegurándose de que Mac lo sintiera. Claramente, estaba evaluando su elección de un modo protector y fraternal, con un sabor único que tenía el punto de vista de Dominador incorporado. Mac, un obvio alfa mundano, se veía obligado a actuar como el miembro sumiso del grupo, ante un macho que desafiaba su derecho sobre Violet. Ella observó que eso lo enfurecía pero, finalmente, obedeció. Algo. Curiosamente, primero miró a Violet, aclarando que era a ella a quien obedecía 94/ 263
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y no a Tyler. Además, le evitó la mirada, en lugar de bajarla. Los labios de Tyler se retorcieron al notar el corte. “Tienes para entretenerte con éste, Violet. Quizás pasar un fin de semana con nosotros le enseñará un poco de modales. Cuando entres al corredor, Mac, verás un vestuario a tu izquierda. Dejarás toda tu ropa y joyas allí, salvo lo que tu Amante te ordene llevar puesto. Luego te unirás al grupo en el comedor principal, donde te arrodillarás ante la silla de tu Amante”. Violet le puso una mano en el antebrazo. Mac parpadeó los ojos plateados cuando lo tocó, y ella sintió que el calor le quemaba los finos vellos de la muñeca. “Mackenzie”, dijo ella. “Puedes quitarte toda la ropa”. Pensó en darle un respiro, preservar su dignidad de alguna manera, pero debería haber sabido que los oídos de Tyler detectarían un tono poco firme. “Pensé que se veía algo agitado”, se rió Tyler entre dientes. “Quizás deberías utilizar uno más grande la próxima vez, Violet. Aún es demasiado rebelde para ser un esclavo con la voluntad de su Amante metida en el culo”. Ella le apretó el brazo a Mac e hizo que se le endurecieran los músculos. “Ve a desvestirte”, le ordenó suavemente. “Ahora, Mackenzie”. Violet continuó tocándolo por un momento, mientras Mac sentía una vorágine de emociones que vibraban y emanaban de él como una explosión inminente. Después, lo soltó, y se dio vuelta, dándole la espalda. Sentía frustración, ira, y algo más, lo que ella estaba tratando de despertar, la confusa mezcla de sentimientos a la que todo sumiso le daba batalla en esta etapa del juego. Una competencia entre voluntad y deseo, control, poder y necesidad, que les jodía la mente. Si perder el control los asustaba lo suficiente, harían cosas que se ganarían deliberadamente un castigo, para probar la voluntad de la Amante. Al conocer a Mac, Tyler simplemente se aseguró de que pasarían una noche animada. Se dio vuelta y le ofreció el brazo a Violet. “Déjame llevarte a la mesa”. Mientras dejaban a Mac en el vestíbulo y entraban a la casa, Tyler apretó sus dedos contra los de ella. “No mires hacia atrás. Sólo lograrás que vaya hasta algún lugar en el que puedas mimarlo, protegerlo y abandonar tu decisión de quebrarlo. Querías que juguemos duro este fin de semana, para ayudarte. Éste es el primer paso”. 95/ 263
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“Obviamente está jugando uno contra uno”, dijo tragando saliva. “Tengo miedo de que esto lastime alguna parte de él que no esté muy asegurada, Tyler”. “Si ese algo es su corazón, esto sólo hará que sea más fácil que te lo dé. Violet”, Tyler la tomó de los hombros, ahora que Mac no podía verlos, y la contuvo con una mano en el mentón. “No está dañado. Él puede decir que no y el juego finaliza inmediatamente, sin censura, sin problemas. Él se sienta a la mesa y se une a nosotros, sólo como un observador neutral”. “Pero no sé si eso es verdad. Hay algo que no le permite decir que no cuando realmente quiere hacerlo. No sé lo que es”. “Entonces llegarás al meollo de la cuestión. Estás a su cargo, mi amor”. Le rozó la mejilla con un dedo. “Realmente te gusta mucho. Es guapo. Nunca había visto a Violet enamorada”. “No lo estoy. No te hagas el vivo”. Ella frunció el ceño y él sonrió abiertamente, aunque se puso más serio. “No lo hago. Si es bueno para ti, me pongo completamente de su lado. Si no lo es, contrataré a un tipo para que le rompa el culo. Teniendo en cuenta el tamaño y cómo me mira con esos ojos letales, quizás varios tipos. Oh, hablando de letal, ¿te conté? Casi logro que Marguerite aceptara la invitación a venir este fin de semana”. “Estás totalmente fascinado con ella, Tyler”. “No puedo evitarlo. Es como un lago oscuro, y todo escritor sabe que las mejores historias yacen debajo de las aguas quietas”. “Tendría que elegir un sumiso, pero no creo que lleve a nadie afuera”. “Le dije que suelo contar con un par de empleados de La Zona para jugar y para el servicio gastronómico. Ella dijo que lo pensaría y que, quizás, viniera la próxima vez. Ven, tienes que conocer a mi Leila”. Resulta que Leila era el centro de la mesa de vidrio del comedor formal. Era una mujer de piel parda, con ojos grandes y oscuros, tenía una melena de cabello rojo fuego que se abría en abanico como una bufanda carmesí ondulada sobre el vidrio pulido. La mesa tenía una guarda ovalada de rosas plateadas grabada, que enmarcaba su cuerpo desnudo. Tenía los brazos abiertos y con las palmas de las manos sostenía dos platos, del juego para cinco cubiertos. La posición la obligaría a permanecer inmóvil mientras comieran las dos Dominadoras que se sentarían en esos lugares. Los tobillos descansaban en el borde de la mesa, mientras que los muslos estaban muy separados, de modo que la vulva abierta 96/ 263
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apuntara hacia la cabecera de la mesa. Leila tenía un aro en el ombligo, con una presilla que sostenía una cadena hasta el clítoris, donde estaba tensado el otro aro que combinaba con el anterior, sin dolor, pero lo suficiente como para hacerla sentir el tirón entre ambos puntos. “Ésta es mi Leila”, dijo Tyler, pasándole la mano por un costado y acariciándole un pezón, expuesto por completo y endurecido, con escudos de peltre y gemas en bruto. “Leila, te presento a Violet”. “Un placer, Amante”, dijo Leila, con la voz forzada y mirando al techo. “Toma asiento, Violet. En cualquier lugar que te plazca, salvo en la cabecera de la mesa. Me reservo el placer de esa vista. Leila tiene una vagina increíblemente receptiva. Se moja si sólo digo que lo haga”. “Tienes suerte de tener una esclava tan bonita y obediente”, murmuró Violet, abrumada por la silenciosa respuesta. En presencia de la Maestría de Tyler, los tonos reverentes siempre parecían los más adecuados. “Y la pieza central perfecta. Pero necesitamos luz de velas”. Las otras Amantes ya se habían reunido. Las gemelas habían retirado los platos con los que Leila hacía desesperadamente equilibrio y Lisbeth estaba al pie de la mesa. Violet se tomó un momento para enfrentar la mirada inexpresiva pero amigable de la mujer que había sido la primer Amante de Mac. Era más vieja de lo que imaginaba, posiblemente apenas más de cincuenta años de edad, pero bien conservada, con el cabello rubio recogido en un pulcro rodete. Se había aplicado el maquillaje con notoria experiencia, acentuando una boca suntuosa, pómulos altos y unos vívidos ojos verdes, de los cuales emanaba un poderoso carisma. Ninguna de esas facciones parecía ser resultado del bisturí de un cirujano, porque tenía la estructura ósea de una mujer que había disfrutado de buen aspecto toda su vida y, obviamente, sabía como mantenerlo. Tenía pantalones negros y una camiseta suave que enfatizaba un par de generosos senos. Había apoyado la mano en el hombro de un hombre desnudo, aproximadamente de su misma edad y con una imponente forma física. Él estaba agachado al costado del apoyabrazos de la silla de su Ama, con la cabeza gacha. Las gemelas tenían a su sumiso apoyado sobre las manos y las rodillas, debajo de la mesa de vidrio. Violet no pudo determinar sus facciones, porque el mentón se encontraba entre los muslos 97/ 263
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separados de Tamara, con la cara enterrada, inmóvil, en su entrepierna, tal y como ella aparentemente le había ordenado. El cuerpo y el cabello rubio con reflejos, a la altura de los hombros sugerían las líneas pulcras de un muchacho bonito de unos treinta años de edad, inclinado como un longhorn tejano, con un culo apretado y esbelto que Kiera tocaba ociosamente con el tacón y cuyo ano incitaba cada tanto con la punta de la aguja. “Oh, Violet, te has superado a ti misma,” dijo Tamara con admiración. Violet giró para ver a Mac de pie en la puerta, con los párpados bajos, esperando que ella se sentara. Al verlo delante de todos, se le trabó la respiración en la garganta. Los hombros anchos y brillantes, el pecho velludo, las caderas afinadas. Brazos y muslos largos y fuertes. Verga imponente. Completamente expuesto para que lo apreciaran. Había algo de arrogancia en su expresión, pese a que respetaba el requisito de no mirar a los ojos a las Amas o Amantes presentes, incluso a ella. Aún estaba parcialmente erecto y cuando dirigió la mirada cuidadosamente hacia Leila, sin levantar los párpados inadecuadamente, asimilar su situación y la postura sumisa de los otros hombres presentes, se endureció aun más. Violet tomó asiento a la derecha de Tamara e hizo un gesto. “Ven aquí, Mackenzie. Arrodíllate frente a mí”. “Si esa verga fuese mía, la pondría en un cinturón de castidad cuando estuviera lejos de mí”, observó Tamara. “No dejes que ese chico malo haga uso inadecuado de su mano... o de cualquier otra cosa”. “Yo no engaño a mi Amante”, dijo Mac fríamente, apoyándose sobre una rodilla al lado de Violet. “De ningún modo”. Violet notó que sus palabras parecieron sobresaltar a Lisbeth. Los ojos de la mujer se ensancharon un poco, pero cubrió su sorpresa al llevarse la copa de vino a los labios. “Creo que necesitamos luz de velas”, comentó Tyler. “Mac, por favor, recuerda no hablar a menos que te hablen. Perdonaremos dos transgresiones pero la tercera provocará, probablemente, un castigo por parte de tu Amante”. Él eligió una fina vela del mueble ubicado a un costado y prendió el encendedor. “David”, le hizo un gesto con la cabeza al hombre que estaba a los pies de Lisbeth. “Con el permiso de tu Amante, por favor, baja las luces”. Miró graciosamente al joven hombre de T&K debajo de la mesa. “Ya que Collin está algo ocupado en este momento”. Ante la orden, el sumiso de Lisbeth se incorporó y obedeció, por 98/ 263
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lo que la iluminación quedó limitada a la luz del atardecer que ingresaba por la ventana salediza, generando sombras y un tono rosa y dorado sobre la habitación y todas las personas. Tyler se puso de pie al lado de Leila, entre Violet y su asiento, y utilizó el encendedor para calentar la base de la vela. Los ojos castaños de Leila le miraban la mano, y ella respiró cortantemente mientras la cera caliente se derramaba sobre su estómago, sobre el ombligo y a su alrededor. Le temblaron los brazos en el primer momento de calor atroz y, después, siguieron estremeciéndose ante la sensación persistente y hormigueante que Violet sabía que excitaba el sistema nervioso. Cuando ya habían caído suficientes gotas, Tyler asentó la vela en el charco de cera que había dejado, que ya se enfriaba, y se la adhirió al cuerpo. A medida ardía, derramaría más cera a su alrededor, agrandaría el charco y continuaría estimulándole la piel con el contacto acalorado. “Si el resto me lo permite, hay una vela y un encendedor en cada uno de sus juegos de cubiertos”, les ordenó. “Siéntanse libres de colocarla donde les guste”. Violet sintió que la atención de Mac se centraba en ella mientras se puso de pie para imitar las acciones de Tyler. Eligió la poco profunda hendidura entre el hueso de la cadera y el ombligo para la vela corta. Leila intentó aplacar sus movimientos, aunque no podía reprimir la respiración entrecortada y se olía claramente su excitación. Los hombros le brillaban por el sudor, que corría hasta los senos. Mientras Kiera derramaba cera sobre los pezones, Leila pegó un grito y se acarició los labios con la lengua. Cerró los ojos y giró la cabeza hacia uno y otro lado, tratando de mantener el resto del cuerpo inmóvil para no voltear las velas, pero no pudo permanecer totalmente quieta. “La última”, dijo Tyler suavemente. “Amo, no puedo soportarlo”, dijo Leila lastimosamente. “Acabaré y te avergonzaré”. “No acabarás, porque sólo acabas cuando yo te lo ordeno”, la reprendió severamente. “¿Deseas darme placer?”. “Más que nada en el mundo”. “Entonces quédate quieta. Y dejaré que acabes si lo necesitas, pero no puedes voltear los platos de Kiera y Tamara, y tampoco ninguna de las velas. Eso sería muy descortés y me disgustaría mucho”. “Sí, Amo”. Volvió a prender el encendedor y Violet observó, cautivada, 99/ 263
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mientras él ubicaba la vela apenas por encima del clítoris, hinchado y brillante. Mackenzie escabulló la mano alrededor de su tobillo y la acarició, y ella casi jadea al igual que Leila ante el intenso placer del ligero roce, magnificado por la estimulación visual que ofrecía Leila. “Todos están fascinados contigo, amor”, dijo Tyler con calma. Leila gritó, un suave llanto, cuando cayó la primera gota, pero no se movió. Lloriqueaba; con ruidos suaves y entrecortados de necesidad, a medida que cada gota caía y se deslizaba sobre ella. Una vez que estaba cubierta de cera, Tyler colocó la base de la vela entre los pétalos de su sexo, apenas por debajo del aro, colocándola delicadamente sobre la cera que se enfriaba. Le acarició el clítoris e hizo que le rechinaran los dientes. Mackenzie aflojó la mano en la pantorrilla de Violet, le hizo cosquillas en la parte de atrás de la rodilla, pero no pudo ir más allá del lugar donde su pierna se reunía con la silla, sin realizar el movimiento de llevar los dedos hasta la parte superior del muslo. No sorprende que lo haya intentado, pero ella colocó la mano sobre la de Mac para detenerlo, con la mirada fija en Leila, quien tenía total conciencia de la presencia de Mac, tan cerca suyo. “Creo que tendremos que asegurarnos de que tengas algo en que concentrarte durante la cena”, comentó Tyler, con voz contagiosa, dejando ver cómo lo afectaba la respuesta de su amante. Los ojos de Leila se ensancharon cuando él sacó un vibrador del interior de un bolso de terciopelo que estaba al lado de su plato. “Oh, Amo, acabaré demasiado fuerte”. “Eso es mentira”, observó Lisbeth. “Cuanto más fuerte, mejor”. Ella llevó su atención hacia la cabeza gacha de Mac. “Y puedo apostar a que él está duro como una piedra ahora”. Más duro que una roca. Mac sintió que podía desafiar al diamante en bruto. Los suaves jadeos y gemidos de Leila, su lucha por mantener la tensa posición con los brazos y piernas extendidos sin correa o atadura visible alguna, habrían sido fascinantes por sí solos. Pero la absorta atención de Violet y el hecho de que presionaba los adorables muslos a la altura de la rodilla no podían ocultar que el aroma único de su propia excitación, tan cerca a la nariz de Mac, lo estaba volviendo loco. Leila comenzó a acabar cuando la ancha cabeza del consolador le estiraba los labios vaginales, empujaba cuidadosamente en la humedad por debajo de la sensible montura de la vela y comenzaba a desaparecer. Todo su cuerpo se estremeció fuertemente, lo suficiente como para hacer que la cristalería 100/ 263
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temblara sobre la mesa, pero permaneció inmóvil al principio, sólo gritó repetidamente mientras sus líquidos se deslizaban hacia abajo, por los costados rosados del vibrador, se le tensaron los labios en la parte más gruesa, lo ordeñaron, mientras le subía un calor desde el pecho hasta el rostro. “Oh, Dios”, murmuró ella. “No puedo. Amo—”. Sincronizadas, Tamara y Kiera la tomaron de los brazos, desde los codos hasta las muñecas y Tyler le puso las manos en los muslos, para estabilizarla mientras el orgasmo la arrasaba. Su cuerpo se sacudió violentamente, trató de arquearse contra ellos, mover las velas y alterar el equilibrio de los platos. Violet tomó la vela de la cadera y el vientre de Leila, sosteniéndola con firmeza mientras ella se retorcía y su gemido se convirtió en un largo y penoso grito de liberación que hizo vibrar el vidrio de la ventana salediza y que emitiera un destello con luz del sol que se escondía. Mac inmiscuyó los dedos en la cadera, su necesidad y deseo se comunicaban a través del tacto, un desesperado deseo de alivio. Todavía no. Ella estaba tremendamente excitada, pero él iba a ganarse su atención esta noche. Él aún la estaba probando, ella lo notaba, ya que su mano se había tomado la libertad de llegar hasta la cadera, acariciándola mientras subía por el muslo y las manos de Violet estaban ocupadas, pese a que ella le había prohibido que siguiera esa ruta sólo un momento antes. “Esa es mi niña”, Tyler la besó suavemente en las mejillas de Leila, en la boca, sosteniéndole la mandíbula para que no se pusiera demasiado ansiosa con el beso. Observarla era como ver a una mujer muerta de sed tratando de tomar un sorbo de agua, cuando un sorbo era todo lo permitido, un colibrí extrayendo polen de una flor. “Estas Amantes están tan impresionadas contigo”, dijo Tyler. “Casi no puedo esperar llevarte a mi cama esta noche y tomarte hasta que vuelvas a gritar para mí”. “Llévame ahora, Amo”, rogó Leila con un suspiro. Las Amantes habían vuelto a sus asientos, pero Violet vio que, al igual que ella, todas las Dominadoras de la mesa se aferraban al apetito de esa voz, inmersas en su deseo, respondiendo ante él. Tyler sonrió. Aún ardía en sus ojos el afectuoso calor que sentía por ella, en la excitación de sus pantalones que no se preocupó por ocultar de los demás, pero dijo que no con la cabeza. “Primero comeremos, mi amor. Tenemos invitados. No seas descortés ni hagas que te castigue. Para hacer que recuerdes tu lugar…”. Él 101/ 263
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acomodó el vibrador. “Lo mantendremos en velocidad baja, lo que te atormentará sin aplacarte. Ese será el trabajo de mi verga. Tenemos juegos por jugar esta noche y no quiero agotarte”. Volvió a sentarse y llamó al personal doméstico para comenzar la cena. Un rostro conocido le sirvió la ensalada a Violet. Un muchacho de seis pies de altura y unos veintitantos años de edad, con sedoso cabello castaño y el rostro de un modelo de portada para ropa formal, sacado del mismo molde estético que el sumiso que Tamara y Kiera habían llevado esa noche. Pese a que prefería hombres de facciones más duras, Violet ya había jugado con Mark, porque era un sumiso amable y predispuesto del personal de La Zona y era, sin duda alguna, muy lindo a la vista. Esta noche sólo llevaba puesto unos pantalones ajustados y un brillo de aceite aromático en sus imponentes músculos. Le sirvió la ensalada en el centro del plato y le sonrió. “Me dices si necesitas algo más, Amante Violet. Estamos aquí para servir”. Le deslizó ligeramente un dedo por el brazo jocosamente, pero con un movimiento deferente de las pestañas, para disculparse si ella lo tomaba como un gesto inadecuado. “La tocas de nuevo y te rompo el maldito brazo”, murmuró Mac, sin levantar la cabeza en ningún momento. Mark se paralizó. La conversación de la mesa se detuvo porque, si bien la amenaza había sido hecha en voz baja, Mac la había enunciado muy claramente. Tal como Violet sospechaba que era su intención. Ni hablar que sus palabras, que expresaban abiertamente su deseo de ser el único proveedor de sus deseos y necesidades, le provocaron escalofríos de placer en las partes vitales. En más de una ocasión, Tyler le había señalado que ella era una Amante que se sentía más cómoda jugando uno contra uno, lo que representaba otro elemento por el que ella sospechaba que había atraído a Mac. Las preferencias llaman a las preferencias en el subconsciente. Sin embargo, sus palabras fueron un desafío directo que no dejaría sin responder. Ella ya sabía que Mac iría demasiado lejos, y lo había hecho muy pronto, llevando el tema a nivel prioritario. Y la prueba era que había levantado la cabeza y que la estaba mirando fija, rígida y desafiantemente, con una clara expresión que decía “¿qué harás al respecto?”. La posición de Mac facilitó que Violet siguiera adelante con su respuesta. Lo abofeteó en la cara, con todas sus fuerzas, tomando la precaución de golpearle 102/ 263
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la línea de la mandíbula y no los ojos o el área sensible de la oreja. El golpe fue fuerte, potente, pero no doloroso, y el impacto psicológico fue eficiente. El sobresalto fue reemplazado por furia, y algo más, algo que le desgarró el corazón. Enmascaró su respuesta en eso y mantuvo la frialdad en el tono de su voz. “Tú no decides quién me toca y quién no, Mackenzie”. “Demonios, no es así”. Volvió a golpearlo, en dirección opuesta, esta vez con el dorso de la mano. “Pon tus labios en mi pie y pide disculpas”. Él la miró fijamente, cinco pesados segundos. La quietud de la mesa era palpable, el único sonido era la respiración entrecortada de Leila mientras el vibrador seguía estimulándola con un suave zumbido. Tyler pidió más vino con un gesto, informalmente, si bien sus ojos estaban tan fijos como los de las demás Dominadoras en la pelea y en los matices de control y confianza que actuaban furiosamente bajo su superficie. Su obstinado sumiso bajó finalmente la cabeza, inclinó los hombros hacia adelante, levantó la cadera, ofreciéndole a Tamara una visión de su trasero que Violet envidió. Ella esperó mientras él seguía bajando y, después, sintió la presión de su boca descansando sobre el dedo del zapato. “No pediré disculpas”, dijo él, con la boca tapada. “Quiero ser el único que te dé placer”. Ella no podía pensar en nadie que estuviera mejor equipado para hacer eso de por vida por ella, pero aún no había terminado. “Y, sí, le romperé el brazo si vuelve a tocarte”. Inesperadamente, Violet debió contener una sonrisa ante el hosco comentario. Escuchó que Tamara contuvo una sonrisa y comprendió que las demás Dominadoras comprendían la situación. “Permanece en esa posición”, le ordenó. “Separa las rodillas a dos pies de distancia, deja que la Amante Tamara vea tus enormes bolas que siempre te meten en este tipo de problemas conmigo”. Mac tembló, ahora tenía la mano enredada en el arco del pie, pero obedeció. Tamara ronroneó mostrando aprobación. Violet cambió la atención hacia la gemela Dominadora. “Amante, ¿me harías el honor de palmotearle el culo a este arrogante esclavo diez veces para enseñarle modales?”. “Será un placer”. Tamara se incorporó, se dirigió al aparador donde había un juego de azotes y palmetas, junto a los ingredientes para el café que seguía a la cena. Ella eligió una palmeta de madera con orificios, de una pulgada de espesor y nueve de longitud. 103/ 263
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Violet había visto a Tamara empuñando una similar antes, sabía que la posición de Mac con las piernas abiertas sólo lo hacía sentir excesivamente vulnerable. Tamara no pensaba acercarse al sensible saco de ninguna manera, pero Mac lo ignoraba. Violet le puso la mano en la cabeza, le acarició el cabello con un roce aparentemente suave. “Procede”. Le dijo que si con la cabeza a Tamara. La respiración de Leila se volvía más ruidosa, y la habitación estaba impregnada de calor sexual; todas las miradas estaban fijas en ese musculoso culo que temblaba en el aire, esperando recibir su castigo. ¡Zas! Las paletas de madera hacen mucho ruido y duelen como llamas cuando se blanden con fuerza. Tamara tenía un buen brazo. Mac dejó salir un gruñido y apretó los dedos en el zapato de Violet. “¿Pides disculpas?”. “Sólo por haberte disgustado, no por mis acciones”. “De nuevo”, asintió ella con la cabeza. “Tres golpes sucesivos”. Quizás Mac pensaba que podía manejar la zurra del brazo de una mujer, pero Violet sospechó que lo estaba reconsiderando mientras el hombro le presionaba la pantorrilla, por la fuerza de los siguientes tres golpes. Sus nalgas ya se estaban poniendo coloradas. Violet apoyó los dedos en sus rizos, fuertemente esta vez, y le sostuvo la boca presionada contra el zapato. “Pedirás disculpas, Mackenzie”. “No puedo Amante. Quiero ser el único que te sirva”. “Quizás lo seas en el futuro, si aprendes a rendirte ante mí. Deja de luchar conmigo, Mac”. Ella asintió con la cabeza. “Cuatro más”. Esta vez, apretó los dedos contra ella antes del golpe y, en el segundo golpe, Violet sintió que exhalaba bruscamente contra el tobillo. Violet se preocupó al pensar que había optado por la cantidad de azotes incorrecta, que había subestimado la capacidad de Mac para soportar más dolor del que debía. Dada la energía que Tamara utilizaba en los azotes, tendría que estar gritando. En el cuarto golpe, dejó salir un silbido. Violet deslizó una mano por la curva espalda, brillosa de transpiración. “Pide disculpas, Mackenzie. Sabes que has traspasado el límite”. Tamara dio el golpe número nueve en ese momento, cuando él no estaba preparado, y Mac se echó duramente contra las piernas de Violet, aferrándose a ellas para no caer al piso. Su respiración 104/ 263
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era muy áspera, en sintonía con el veloz ascenso y descenso de sus hombros. Violet se mordió la parte interna de la mejilla, para dejar que su propio dolor apartara su atención del dolor de Mac. “Mackenzie—”. “Te pido disculpas, Amante”, farfulló, mientras movía los dedos alrededor de su pierna como si fueran esposas, la sostenía fuerte y firmemente, le comunicaba su resistencia física al mismo tiempo que capitulaba ante el poder emocional que Violet ejercía sobre él. “Hablé cuando no debía, sin tu permiso, y merezco ser castigado. Por favor, no me perdones el último azote y, si piensas que merezco diez más, me rendiré ante tu placer”. Por el rabillo del ojo, Violet vio que Tyler doblaba el labio, en renuente admiración. Kiera y Tamara se veían como si le hubieran dado el Jag a Violet, a cambio de la posibilidad de tener a Mac en su calabozo por una noche, probando su determinación contra mayores niveles de dolor. Afortunadamente, él era todo suyo. Semejante idiota terco, tonto y obstinado como era. “Creo que uno más será suficiente”, dijo ella, si bien quería ponerle fin ahora. “Amante, si te complace”. “Será un placer nuevamente, Amante”. Tamara deslizó las largas uñas por la curva del culo de Mac, escarbando en el inflamado color rojo, y él dio un grito ahogado. Tomó envión y volvió a darle un duro y ruidoso golpe con la paleta, en el contorno de las nalgas, con precisión y habilidad, apenas por encima del punto de unión de los testículos, para que la sensación repercutiera en ellos, pero sin dañarlo. “Santo Dios”, rezongó Mac, pese a que sólo Violet pudo oír el susurrado improperio. Ella quería aliviar su dolor, pero eso desbarataría la eficacia de la lección. “Ahora siéntate y coloca el culo contra los talones, para que sientas la quemazón”, dijo ella. “Nos gustaría seguir con la cena”. Lo tomó del mentón mientras se enderezaba, lo levantó unas pulgadas y se alivió al ver el destello de carácter ante el maltrato de Violet en sus ojos. “Y si deseo que Mark me coma el coño y te ordeno que te sientes ahí y mires, le entregarás una toalla para que se limpie la boca después de que acabe. ¿Entendido?”. Mac sangraba en el lugar donde se había mordido la lengua. Violet le pasó el pulgar por la comisura de la boca, retirando delicadamente la sangre. Al mismo tiempo, se esforzó para que sus ojos permanecieran rígidos, sin pestañear, pese a la presencia amenazadora de algunas lágrimas. Ella percibió la tensión de 105/ 263
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Tyler más allá de ellos, pero Mac no la lastimaría. Ella no estaba segura de por qué lo sabía, su hermoso esclavo parecía querer quebrarla en dos, pero lo sabía. “Contéstame, Mackenzie”, dijo ella, en su tono más suave y firme. “Sí, Amante”. Su voz sonaba como si esas palabras lo estuvieran estrangulando. “Sí, ¿qué?”. Kiera contuvo la respiración ante su audacia. Si ella sobrepasaba los límites de las gemelas, Violet sabía que estaba nadando en aguas peligrosas, ciertamente. Pero al diablo con las reglas. Quería que Mac se rindiera. Para que comprendiera lo que significa servir a una Amante, porque lo quería como nunca había querido nada en la vida. Ella no iba a ceder. Él aceptaría la mano como su Amante por completo, o ella le pondría fin al juego. Ella sabía el tesoro que los esperaba a ambos debajo de ese miedo y terquedad, y no iba a conformarse con menos. Mac tragó saliva y mostró los dientes. “Si tú lo ordenas, Amante, le entregaré una toalla a Mark para que se limpie la boca, luego de que te coma el coño”. Levantó la mirada para encontrarse con la de Violet, con los ojos plateados atrapados entre la furia y un doloroso y tan poderoso deseo que explotaron directamente en el corazón de Violet. “Pese a que rogaría que mi Amante me permitiera limpiarle a ella primero, ya que un sumiso nunca atiende sus propias necesidades, o las de otro esclavo, antes que las de su Amante”. Violet no pudo desviar la mirada de sus ojos. Sin decir una palabra, le ofreció la mano, contenta por haber tenido que levantarla sólo lo mínimo antes de que él la tomara, y presionara la boca fuertemente sobre sus nudillos. Ella no quería que los demás vieran cómo temblaba, pero él sí lo sintió. Mac apretó los dedos sobre los suyos, transmitiendo, de alguna manera, desilusión y tranquilidad simultáneamente, con esa protección que le era inherente y que extendía un cálido bálsamo sobre sus nervios, haciendo que todo estuviera bien. Por el momento. Por el gesto, ella pudo sentir que estaba arrepentido de haberle ocasionado el conflicto, pero ella sabía que el arrepentimiento no se traducía en victoria. Sólo había logrado derribar un muro. Quizás resultaría aun más difícil derribar los que aún estaban en pie. Ella estaba más enojada con él que con nadie que jamás hubiera conocido. Tyler tenía razón. Estaba enamorada. 106/ 263
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Capítulo 10
Después de la cena, las Dominadoras se pusieron sus trajes de baño preferidos y pasaron al área de la piscina, una hermosa estructura de vidrio que daba al agua. La habitación, que estaba equipada con una mesa de billar, una barra de bebidas y una biblioteca repleta de selecciones de lectura, era toda una invitación a la diversión y la complacencia. El cómodo mobiliario de mimbre, colocado en grupos privados, separados por plantas tropicales ingeniosamente ubicadas, permitía la interacción tanto individual como grupal. Durante la cena, resultó obvio que las demostraciones de Leila y de Mac habían elevado la tensión sexual de todos los invitados a un nivel más alto del que Tyler había previsto para esta temprana hora de la noche. Los persistentes roces conferidos a los sumisos, el frecuente humedecimiento de labios y los numerosos cambios de posición de los cuerpos, el distraído tono de las conversaciones. La pesada quietud del aire inmóvil alrededor de la mesa, pese a que el ventilador de techo de hojas de palmera giraba a máxima velocidad. Cuando Violet le dio de comer a Mac con la punta de los dedos, ella perdió completamente el hilo de todo lo que ocurría en la mesa. Tyler, siempre un anfitrión hábil en sus fiestas D/s, desvió el carácter de esa tensión sugiriendo a las Amantes que los esclavos podrían jugar un juego de voley acuático mientras ellas se relajaban alrededor de la piscina y los observaban. David, Mac y Collin eran hombres típicamente competitivos, pero el cautivante entusiasmo de Leila y su relativa inexperiencia, incluidos en la acción, mantuvieron el nivel de testosterona bajo y el ambiente del juego atractivamente divertido. Violet descubrió que ningún juego permitía desplegar el cuerpo en su máximo esplendor como el voley acuático. Ella observó el juego tan atentamente como las demás Dominadoras, mientras los torsos desnudos se estiraban y giraban. Los genitales quedaban generosamente expuestos cuando los hombres salían del agua para rematar por sobre la red o cuando saltaban para devolver una volea. La blanca forma de corazón del culo de Leila los entretenía y estimulaba a todos cuando atacaba con la pelota 107/ 263
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y se reía. Los senos, pesados y mojados, con los pezones tensos por el frío, no hacían otra cosa que mantener a los hombres parcialmente erectos, incluso dentro del agua. Violet disfrutaba de la hermosura de cada forma que se desplegaba, pero siempre volvía los ojos a Mac, saboreando cada vez que se sumergía en el agua para volver a mojar su cabeza y emergía nuevamente, con el agua corriéndole por el cuerpo, los músculos tensos en la espalda, mientras se quitaba el cabello de la frente. “Es extraordinario, ¿no es cierto?”. Lisbeth se sentó con su White Russian y tomó una frutilla cubierta con chocolate de la bandeja de plata que estaba en la mesa del patio, entre ellos. “Tiene algo especial. Parecido a Tarzán. No es apuesto. Definitivamente no es lindo. Es simplemente primitivo. Hermoso. Sexo salvaje”. “Parece que lo extrañas”. “A veces”. Los ojos verdes de la mujer eran tan pálidos como su cabello blanco, recogido detrás de sus elegantes facciones. “Yo no te agrado, pero te has abstenido de hacer comentarios hirientes acerca de mi edad, lo que te habría resultado muy sencillo. Te lo agradezco y, por eso, quiero decirte abiertamente que no tengo ningún plan para entretenerme con Mac. En general, me agrada quebrar a los ‘vírgenes’, observar cómo descubren su naturaleza sumisa, la conciencia de lo que el poder y el control realmente significan en el sexo. Me gusta verlos crecer. Cuando Mac estuvo preparado, lo dejé ir sin arrepentimientos. Le presenté su carácter y lo entrené. Eso fue todo”. “Hiciste un trabajo de muy poca calidad”, dijo Violet abiertamente. “Todavía no lo ha aceptado. Juega conmigo, mejor que la mayoría de los sumisos. Ese es el motivo por el que tantas Amantes dejan que se salga con la suya. Nunca dejó que nadie lo quebrara, que se adentraran en su alma”. “Muy astuta. Vas directo al grano en una conversación, ¿no? Pero las dos sabemos que, de ningún modo, yo podría haber logrado eso”. Lisbeth estiró los brazos y le tocó la mano con un gesto afectuoso que la sorprendió. “Tú sabes la verdad tanto como yo. Sólo estás excitada por la cena. Es un sumiso de una sola mujer. Y no quiero decir que necesite o prefiera el juego uno contra uno, si bien seguramente sea así. Quiero decir que dejará que sólo una mujer sea su verdadera Amante”. Ella se apoyó en el respaldo de la silla y examinó la bandeja para tomar otra frutilla. “Cuando miro a Mac, pienso en esa perfecta comida detrás del vidrio, accesible sólo si sabes la combinación para hacer que el vidrio se corra. No puedes hacerlo añicos para 108/ 263
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llegar a la comida. Eso sólo arruinará el festín”. Ella hizo una pausa. Violet ladeó la cabeza, sin decir nada. Una parte de su ser se sentía contrariada por la íntima exploración de la mente de Mac que hacía esa mujer. Su parte más inteligente sabía que tendría que escuchar el resto. Por eso, su orgullo se alivió cuando Lisbeth siguió sin que mediara ninguna señal visible de ánimo por parte de Violet. “Él deja que la mujer lleve las riendas sexualmente, probablemente el único aspecto de su vida en la que se permite que alguien lo domine. Sin embargo, la clave es que él ‘la deja’. Su corazón es el de un verdadero sumiso, pero nadie nunca le enseñó que ser un verdadero sumiso significa que la única opción es la rendición. Creo que sólo una mujer será lo suficientemente fuerte como para hacerlo, la mujer. Pese a que casi no lo sabe, está esperando poseer y ser poseído. Está siguiendo sus instintos. Como dije. Primitivo. Salvaje. Animal”. Lisbeth produjo un zumbido de placer mientras mordía la frutilla y el chocolate le manchaba el labio superior. Por eso, sacó la lengua y llevó delicadamente el dulce adentro de la boca. David erró por completo una volea sencilla y ella se rió por lo bajo. “No me importa ponerte celosa”, dijo ella, mostrándole fugazmente los dientes a Violet. “Porque lo que pude degustar de él fue sabroso. Pero, por las chispas que vuelan entre vosotros, me atrevería a decir que quizás debas intentar ser esa única mujer”. Violet observó que Mac se rió por algo que dijo Leila y se pusieron a jugar, echándose agua. Luego, palmeó la pelota y regresó a la línea final para sacar. “Entonces, ¿a cuántas crees que ha probado?”. Lisbeth ladeó la cabeza. “Te preguntaría por qué te importa eso, pero puedo imaginar que le importaría demasiado a la mujer que desee ese rol”. Ella levantó un hombro mientras Violet volvía a mirarla. “No tantas como puedas pensar. Ha jugado mucho en los calabozos, juegos de una noche pero, desde que me conoció, se ha resistido a convertirse en la pareja habitual de nadie. Es tan cautivante que ha podido permanecer como un agente libre sin ofender ni insultar. Es obvio que ha estado buscando algo que ni siquiera él realmente está consciente de lo que es. Las Amantes menos experimentadas no lo comprendieron, pero resultaba bastante obvio para alguien que ha jugado este juego tanto tiempo como yo. Y para la persona que, simplemente, pudiera ser 109/ 263
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esa afortunada Amante para él”. Violet levantó una ceja. “No lo conozco hace mucho tiempo”. Lisbeth hizo un gesto de poca importancia con la mano. “No juegues con otra Dominadora. ¿Sabes algo? En todo el tiempo que estuvimos juntos, nunca fue posesivo conmigo. Nunca siquiera utilizó un posesivo cuando hablaba sobre mí. O sobre cualquier otra Amante con la que alguna vez lo vi. Pero contigo, en la cena. ‘Mi Amante’. Lo dijo, lo insinuó, varias veces. Nunca había hecho eso. Nunca.” Ya tenía todo lo que quería para reflexionar por el momento. Violet saludó cortésmente a Lisbeth con la cabeza y se puso de pie. Mac la miró apenas se movió y, cuando Violet se acercó, hizo pasar la pelota sobre la red suavemente. Se acercó al borde de la piscina y cruzó los brazos sobre el hormigón, enlazándolos en un círculo alrededor de los tobillos. “Hola”, dijo ella, agachándose sobre los talones. Él sonrió, un gesto que evidenció que no había olvidado la cena, pero extendió el brazo hacia arriba y deslizó el pulgar por los labios y la mejilla de Violet. Ella lo dejó, presionó la mandíbula mientras la tocaba y cerró los ojos. Eso liberó la tensión de sus pulmones y se sintió como flotando en el aire. Un momento después, se dio cuenta de que no era una ilusión de su mente. Él simplemente había abrazado su forma enroscada y la había llevado al agua climatizada con él, recogiéndola contra su cuerpo. Ella le rodeó el cuello con los brazos, presionó el rostro contra su garganta y sintió el pulso en ese lugar. Él le devolvió el gesto con una pequeña caricia en el mentón, puso los labios mojados sobre los de ella, y Violet se dejó flotar, cambió de posición para que sus piernas se envolvieran en la cadera de Mac, mientras sentía que la fuerza de sus manos le hacían presión en la espalda, le sostenían las curvas, contenidas en un modesto traje de baño, contra su torso desnudo. La cabeza de la verga le chocaba el pliegue de las nalgas. “Llévame de vuelta al borde la piscina”, dijo ella, al sentir que su cuerpo estaba más firme y alborotado. No debería reaccionar a la experiencia de Lisbeth con Mac, ya que era obvio que la mujer no representaba una amenaza, pero quería que Mac fuera suyo, todo suyo. Pese a que no era un pensamiento racional, ella deseó fervientemente haber sido su primera y última Amante. Él la llevó al costado de la piscina, la sacó del agua y la sentó en el borde. El pie de Violet le rozaba la cadera y el tórax, mientras él permanecía entre sus rodillas, viendo como ella lo observaba. Sus 110/ 263
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ojos plateados le estudiaron el rostro, adornado con diminutas gotas de agua. Las gotas se deslizaban hacia abajo por el cuello, sobre la parte superior de los senos, visibles en el cuello redondo del traje de baño enterizo, y más hacia abajo. Mucho más abajo. Él comenzó a sumergirse, doblando las rodillas, con la mirada al mismo nivel del rostro de Violet, comunicándole qué era lo que quería hacer. Si bien notó que lo estaba ofreciendo por apetito y, como una continuación de las disculpas por el episodio de la cena, como una forma de reparar el daño provocado, a Violet le agradaban esos motivos. También le agradaba la idea de tenerlo al servicio de su clitoris a la vista de su Amante anterior. Una imagen que, si bien no entraba dentro de los límites del comportamiento civilizado, aflojaba aun más la tensión que sentía en su interior. “Amante, ¿puedo?”. La boca de Mac estaba al nivel de los muslos de Violet y la respiración le hacía cosquillas en la piel sensible. “Puedes”. Ella suspiró. Los ojos de Mac destellaron fuertemente, y puso las manos en las rodillas de Violet. Las manos de un macho bronceado y de facciones duras se deslizaron sobre la cara interna de los muslos blancos y delicados, separándolos aun más. Ella se apoyó sobre los brazos para dejarlo y él le levantó las piernas sobre sus hombros, mientras se sumergía aun más en el agua. Los talones de Violet flotaban y le rozaban la espalda. Ella había imaginado que Mac sería muy, pero muy bueno haciendo esto. Con el primer toque de su boca, Violet supo que lo había subestimado. Él no movió la entrepierna del traje de baño inmediatamente. Respiró sobre ella, la calentó y, luego, puso la boca sobre la tela mojada, le chupó la humedad de la piscina, a través de las fibras, haciendo presión y succión sobre la carne debajo, que vibró en respuesta al momento del primer contacto. La reacción se disparó por todo el cuerpo, tensando cada músculo, haciendo que le clavara los talones en la espalda, bajo el agua. No había forma de que pudiera permanecer erguida. Como si le leyeran la mente, la tomaron de los brazos. Mark la sostuvo, brindándole apoyo para la espalda. Ella supuso que Tyler la estaba ayudando a probar la lección de la cena. Haciendo honor al irónico sentido del humor de Tyler, Mark sostenía una toalla. Mac levantó la mirada. Sorprendentemente, Violet observó que Mark bajó la mirada, aceptando el dominio de Mac de la situación. 111/ 263
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“Sólo para ayudar a su Amante mientras usted le da placer”, murmuró él. Mac hizo un gesto imperceptible con la cabeza y volvió a su tarea, diminutos mordiscos en la vulva de Violet, le acariciaba la cara interna de los muslos incluso mientras los mantenía separados, contrarrestando ese extraño impulso de juntarlos frente a la onda de placer que aullaba a través de los nervios de Violet. Ella había pensado en cómo se sentirían su acicalada barba y bigote rozándole la parte interna de los muslos y el clitoris y, ahora, ella temblaba ante las embriagadoras sensaciones adicionales, el roce alternado, áspero y suave, de su vello contra la piel tierna, mientras Mac movía la cabeza. Violet se apoyó sobre el sólido muro del pecho de Mark mientras él se sentaba, con los muslos a ambos lados de su cuerpo, y presionaba la entrepierna amablemente contra la parte baja de su espalda, pero el foco de su atención estaba en el hombre que trabajaba entre sus piernas. Su lengua, dientes y labios la volvían loca, la hacían retorcerse contra el gentil pero firme agarre de sus manos, que mantenían las piernas separadas a su antojo. Ella jadeó cuando el dedo de Mac se deslizó debajo del traje de algodón, lo hizo a un lado y pasó la lengua dentro de ella. La corrió lentamente, de modo que ella sintió el paso del dedo por los labios, lo sintió probar el calor húmedo dentro de ella, moverse haciéndole cosquillas por dentro, mientras que la parte más ancha de la lengua empujaba hacia arriba y daba vueltas por el clítoris. “Ah…” No pudo respirar. Él apenas movía la boca pero, aún así, cada ligero cambio de posición provocaba reacciones en todo el cuerpo de Violet, como si fuera un motor a vapor. Con ojos vidriosos, ella pudo ver cómo estaban afectando a todos los demás. Tyler había sacado a Leila de la piscina y la había puesto de rodillas para servirlo de manera similar, como si fuera un espejo al otro costado de la piscina de donde estaba Violet, sólo que él se sentó un una silla y ella estaba arrodillada sobre una tolla doblada, que le servía de apoyo para que las rodillas estuvieran cómodas. Le acarició el cabello a Leila mientras los observaba, y Violet observó atentamente las pálidas nalgas de la niña, que se movían al mismo ritmo que el meneo de su cabeza sobre la verga de Tyler, de espaldas a Violet.El coño de Leila brillaba con un calor líquido que nada tenía que ver con la piscina. Lisbeth había hecho que David se sentara al costado de su 112/ 263
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rodilla y observara ambos juegos orales. Ella le había ordenado que se masturbara mientras lo hacía y Violet escuchó el murmullo de su firme orden. “Te masturbarás hasta que te ordene que te detengas, pero no te permitiré acabar, porque quiero guardar todo tu adorado semen para mí”. Collin estaba atrás en cuatro patas, sirviendo a sus dos exigentes Amantes. Le habían vuelto a atar la verga a un ajustado arnés, con la correa trasera enhebrada en el anillo dorado del escroto y amarrado a dos correas. Aún le chorreaba agua por el cuerpo mientras ellas lo hacían ir y venir, quitarles los diminutos bikinis negros de ambas para que él pudiera comer un coño a la vez, mientras la gemela libre jalaba ociosamente del aro con la correa, sin darle respiro. Ambas gemelas observaban a Violet y a Mac fijamente con esos nítidos ojos oscuros. Mientras Collin alejaba la boca de una vulva y llevaba sus labios húmedos de la excitación de una hermana hacia la otra, Violet volvió a preguntarse acerca de la relación de parentesco entre T&K. Luego, Mac desbarató todo pensamiento ocioso al morderle ligeramente el clítoris y quedarse abruptamente quieto en ese lugar. Sólo un escueto aumento de presión mientras deslizaba suavemente la lengua hacia adentro y hacia fuera y lamía toda su humedad, hasta que todo lo que Violet pudo ver fue una bruma blanca y brillante que salió del agua, borrando absolutamente todo excepto la sensación de inmersión en calor sexual, de estar rodeada de él, de inhalarlo. Las manos de Mac se aferraron a los muslos de Violet a pesar de su lucha, la lucha contra una reacción que parecía arrasar con demasiada fuerza y vigor. “Acaba para mí, Amante”, rezongó Mac. “Por favor, Dios”. Sus acciones se volvieron audibles, un sonido de succión audible que la liquidó, mientras todos los sentidos de Violet se impactaban, oído, tacto, vista, con la cabeza de Mac haciendo su arduo trabajo sobre ella, la acalorada respiración, la flexión de sus hombros. La mano de Tyler se aferró a la cabeza de Leila y la obligó a hacerlo con mayor fuerza. La áspera respiración de David, su expresión de pánico, porque sabía que estaba a punto de acabar y su temor de no poder detenerse. El golpe cuando Kiera comenzó a usar la correa, que amarró hábilmente el extremo suelto del culo apretado de Collin. Él obedeció y lo levantó aun más, de la manera en que lo habían entrenado, mientras mostraba el destello del aro del escroto y pedía más mientras seguía lamiendo rítmicamente la vulva de la otra hermana. Los largos dedos de las manos de Tamara lo agarraron 113/ 263
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de la cabeza y le levantaron el cuerpo de la silla de la sala, muy cerca de acabarse. Violet fue más rápida. Arqueó la espalda abruptamente, la resistencia de Mark se incrementaba en la parte superior de sus brazos mientras ella gritaba, se sacudía contra la fuerza de dos hombres lo suficientemente poderosos como para mantenerla inmóvil, dejarla sentir cada mínimo movimiento de los labios de Mac mientras se le agitaba la vagina, vibraba y se contraía contra él con la fuerza de un orgasmo tan fuerte que le opacó la vista. Pateó el agua con los talones y salpicó, lo golpeó en la espalda y, aún así, él no se detuvo, la cogió con la boca mientras ella se sacudía, incluso cuando su vulva se tensó tanto con la respuesta, que fue un placer escandaloso sentir el empuje de su lengua, una y otra vez. Ella acabó con suaves gritos, como un corredor que respira jadeando mientras cruza la línea de llegada. El orgasmo llegó y su repercusión fue como si le hubieran masajeado todo el cuerpo, dejándole todos los músculos flojos y el corazón latiendo como un martillo contra el pecho. Él se paralizó, con la boca sellada contra su vulva y su lengua aún muy profundo dentro de ella, pero inmóvil, como si supiera que ella ya no podía soportar ningún movimiento, ni siquiera el de su propio cuerpo. Sus espasmos y temblores involuntarios hicieron salir más gemidos de los labios. Le puso una mano temblorosa en el cabello, entrelazó los dedos, en parte para acariciarlo, en parte simplemente para aferrarse a él, conectarse con él. Ser uno con él. Mac levantó la cabeza ante la presión de los dedos y, antes de que ella pudiera darle la orden de no tomarse libertades, cualquier tipo de orden, ya se había levantado, le quitó los dedos de los hombros y presionó su boca contra la de ella, sujetándole la cabeza con las manos. Las manos de Violet revolotearon inútilmente hacia sus hombros mientras él la devoraba, dejando que se saboreara tanto a ella misma como a su propio apetito lleno de furia. Ella estaba vagamente consciente de Mark, que aún le presionaba la espalda, separado de Mac sólo por el ancho del cuerpo de Violet pero, después se apartó discretamente, y sólo quedó Mac, abarcándola con los brazos para mantenerla erguida, contra él. Afortunadamente, ella era lo suficientemente inteligente como para detener a su amado esclavo cuando él intentó volver a sumergirla en el agua. “No”, murmuró ella, empujándolo del hombro. Desde luego, él 114/ 263
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era mucho más fuerte que ella como para resistirla, pero esto se trataba de tener fuerza de voluntad, no de su habilidad para levantar tres veces el peso de Violet en el.banco de pecho. Ella estaba segura de que el subconsciente de Mac sabía eso, incluso si su conciencia lo ignoraba, porque se detuvo apenas ella habló. No la soltó inmediatamente, sin embargo, su cuerpo permaneció inmóvil y explosivo como un león antes de saltar sobre la presa. Estiró los brazos, la miró a la cara e hizo presión con la toalla contra su coño, que aún vibraba, para absorber la humedad. Violet se arqueó y contuvo la respiración, con los dedos clavados en los hombros de Mac. Distraída, se preguntó cuál fue el momento exacto en que la toalla cambió de manos. Mac le arregló el traje baño, mientras le rozaba con los dedos el clítoris aún hinchado y, después, retrocedió y llevó los dedos hacia abajo y le tocó las pantorrillas y los tobillos, reacio a romper la conexión. Un momento después, culminó la retirada formal al bajar deliberadamente la mirada y apartarla de la de Violet, con una expresión deferente. Eso tensó la emoción y la necesidad que le apretaba el pecho, hasta el punto del dolor. “¿Tesoro?”. Violet miró hacia arriba y encontró a Tyler, que le ofrecía una mano. Ella sintió el roce en su hombro como un sostén tranquilizador. Tyler se veía algo acalorado, lo que sugería que Leila lo había atendido bien, pero Violet pensó que se veía mucho más sereno de lo que ella se sentía. Aunque Leila no parecía tener deseos de hacer pedazos los cimientos de la concepción de vida de Tyler. “¿Te gustaría dar un paseo por el jardín y mis nuevas orquídeas?”. Capítulo 11
Traducción: ¿Date un respiro antes de que tus neuronas exploten? Violet bendijo la intuición de Tyler y lo tomó de la mano para dejar que la ayudara a caminar porque le temblaban las piernas. Tyler miró por encima de su hombro y Violet vio que ambos hombres se estaban mirando, Mac desafió las consecuencias para establecer un contacto breve antes de cambiar la dirección de su 115/ 263
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mirada, señal de que aceptaba a regañadientes las reglas de la casa. “La cuidaré mucho”, prometió Tyler, sorprendiendo a Violet. Mac movió levemente la cabeza, pero era imposible determinar si ese gesto representaba una aceptación o una advertencia. Violet frunció el ceño. “Compórtate”, dijo ella. “Juega limpio mientras no estoy”. Levantó las pestañas, y le sonrió tranquilamente, de una manera que no atenuó la penetrante pasión de sus ojos. Pese a las ondas en el agua azul, ella pudo ver que Mac estaba tieso como un palo de escoba, con una circunferencia que hizo que Violet se mordiera el labio para sofocar un gemido de deseo. “No tardes mucho, dulzura”. Ella asintió con la cabeza, dejó que un pensamiento vagara por su mente, y dirigió la mirada hacia Kiera y Tamara. “Manténganlo ocupado”. Todo el camino hacia la puerta, después del vidrio y mientras caminaba por los jardines, sintió que la atención de Mac se concentraba en ella, su repentino temor. Ella no le habló a Tyler hasta que llegaron a la primera curva del camino sinuoso que los apartaba de la visión de los ocupantes de la piscina. “¿Lo estoy echando todo a perder?” exigió saber Violet. “Bueno, si tú—”. “Oh, Dios, Tyler”, ella comenzó a caminar por un pequeño claro, en el que había un banco y una fuente de deseos junto a un cantero de orquídeas exóticas, a las cuales Tyler les dedicaba tanto tiempo. “Siento que me está haciendo pedazos desde adentro. Es tan condenadamente terco. Nunca conocí un sumiso como él. Quiere ser sumiso, pero tengo que luchar con él por cada pulgada de control, y siempre me está probando. ¿Está jodiendo con mi cabeza? “Tú—” “No, no lo está haciendo”, dijo ella firmemente. “Puedo sentir que no. Sólo tiene miedo. Nunca nadie lo presionó así, nunca nadie lo obligó a confiar lo suficiente como para entregarse realmente a una Amante, y él no se queda atrás con la presión. Pero, ¿soy capaz de hacerlo? Me es tan difícil de comprender”. “Violet”. Tyler utilizó un tono que ella pocas veces le había escuchado, salvo cuando hablaba con un sumiso rebelde o una diva de la actuación. Eso la hizo detenerse abruptamente. Él sonrió ante su expresión sobresaltada. “Lo siento, amor, pero parecías una locomotora allí. Lo amas”. 116/ 263
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Ella endureció la quijada, luchó contra el pánico. “Lo conozco hace tres días, Tyler. No llegas a amar a una persona en tres días”. “Por supuesto que puedes enamorarte en tres días. No seas estúpida. Después de eso, sólo se trata de lo mucho que estés dispuesta a trabajar para seguir enamorada, para saber si será para siempre, tener hijos y una camioneta, cosas como esas”. Tyler se le acercó y le puso las manos sobre los hombros. “Estás haciendo todo bien. ¿Oyes lo que te estoy diciendo? Estás siendo fuerte, pero muestras tus emociones, le muestras que te importa. Usar la palmeta fue toda una inspiración. Demostraste que puedes ser tan mala como él, cuando es perentorio. Que no sólo esperas que se comporte como sumiso, sino que también lo sea. Sí, es probable que se necesiten Amantes como Kiera y Tamara para quebrarlo físicamente, pero la filosofía D/s no se trata de eso. No para ti. Has visto su interior, algo que nadie más puede ver, y sabes mejor que él mismo lo que se necesitará para lograr que lo acepte”. ’’No me entrego fácilmente”, ella recordó sus palabras. “Él dijo eso cuando nos conocimos”. “Bueno, se entregó a ti bastante fácilmente”, Tyler le guiñó el ojo con picardía, sacándole una sonrisa. “Violet, no querrías a alguien que se entregara fácilmente. Creo que será mejor que averigües más sobre la vida común de tu muchacho, porque tengo la sensación de que su relación ya se está saliendo explosivamente de los límites de los calabozos”. Ella pensó en el picnic, el paseo en coche, y sabía que Tyler tenía razón. “Me está matando”, dijo ella, y él la abrazó de modo que ella pudo descansar la frente en su pecho, cerrar los ojos y respirar hondo. “Estaba sangrando, por el amor de Dios”. “Sangrando para ti. Un vínculo de sangre. ¡Por favor!”. Él le levantó el mentón con un dedo y lo apretó levemente. “Déjame contarte sobre mis nuevas orquídeas, las que casi pisoteas durante tu pequeño berrinche. Pronto tendré que llevarlas adentro. Me las enviaron aquí específicamente…”. ***** Cuando volvían caminando juntos, Violet ya se sentía más centrada, con sus emociones más controladas y, en consecuencia, preparada para volver a tomar las riendas de Mac. 117/ 263
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El área de la piscina estaba vacía y Stacey, la otra integrante del personal de La Zona que Tyler había contratado para el fin de semana, estaba retirando las copas de vino y las tazas. “La Amante Lisbeth llevó a su amante a su habitación ‘por un tiempo’, pero dijo que volverían para tomar unos cócteles por la noche”, dijo ella, con una leve sonrisa. “Las Amantes T&K llevaron a Mac, a Mark, a Collin y a Leila a la sala de juegos del Amo Tyler”. Violet sintió una pequeña puntada de alarma. “¿Les diste permiso a las gemelas para que jueguen con Leila?”. Preguntó ella mientras atravesaban la casa y bajaban las escaleras para llegar al equipadísimo calabozo personal de Tyler. “Ya han jugado con ella antes. Conocen sus límites y ella les dirá si los sobrepasan. Le he dicho cuáles son mis restricciones acerca de su juego con otros, por lo que conoce los límites, tanto para mí como para ella. ¿Y Mac?”. “Él dice, ‘Lo que sea que complazca a mi Amante’”. Violet puso los ojos en blanco. “Pero es un experto en usar su encanto para mantener el culo fuera de problemas. Creo que no deberías preocuparte tanto por él”. “Hmm”. Tyler la miró con incertidumbre. “No estoy seguro de si el encanto del mismo Lucifer pudiera tener algún efecto sobre T&K”. Violet se puso una máscara imperturbable en el rostro justo antes de que Tyler abriera la puerta de la sala de juegos y se alegró de haberse tomado un momento para hacerlo. Los pies de Mac estaban separados; los tobillos, esposados e inmovilizados a unos pernos en el piso; los brazos, extendidos tan por encima de la cabeza que el tórax imponente y enorme quedó inclinado hacia arriba, tensándole los músculos de los brazos. Sorprendentemente, las gemelas también le habían metido una mordaza en forma de pelota en la boca y la habían abrochado alrededor de la cabeza. Mark estaba arrodillado a sus pies, mientras le chupaba la verga con una intuición puramente masculina acerca de la aspereza y la fuerza necesarias del trabajo de la boca y el agarre de la mano. Leila estaba de rodillas contra el banco de tortura, con los senos reposando atractivamente en la superficie tapizada color borgoña. Su cuerpo estaba orientado en una dirección que le permitía observar y excitarse por el cuadro vivo de Mac y Mark. A Collin le acababan de ordenar que se arrodillara al costado del banco, con la mejilla justo frente a los senos de Leila, para que le chupe los 118/ 263
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pezones sin interferir con la estimulante vista. Tenía los brazos atados en la espalda y una cadena que lo aferraba desde las esposas cerradas al aro del escroto. Obviamente, Tamara y Kiera preferían tener a su sumiso inmovilizado la mayor parte del tiempo. Kiera miró a Violet y a Tyler desde la reposera donde se encontraba, mientras le masajeaba los pies descalzos a su hermana. Habían dos pares de zapatos con tacones aguja en el suelo, lo que le daba la extraña sensación a Violet de que pertenecían a dos mujeres que, después de un largo día de trabajo, se los sacaron y encendieron televisor para ver lo mejor que tenía para ofrecer la TV por cable. “Bueno, creo que Mac gana este round”, sonrió Tamara. “Le dije que si podía contener la eyaculación hasta que llegaras, no le metería esta enorme prótesis en el culo. Es una pena, porque yo ansiaba tremendamente probar el maravilloso aceite de Kiera en él”. Ella levantó un frasco de la mesa y lo agitó. “Cubre un consolador con esto o, mejor aún, llénalo, y no podrá detener la eyaculación. Derramará una carga de tres días y no podrá dejar de pedir más”. Ella levantó una ceja. “Es excelente para darle una lección de humildad a un sumiso demasiado orgulloso, como el tuyo. Y se queda duro como una roca durante todo el proceso, por lo que se puede obtener una variedad infinita de placeres gracias a su sufrimiento. ¿Qué te parece la idea, Vi? ¿Quieres que Kiera siga adelante y lo coja mientras observas?”. Violet estudió el rostro de Mac. Los músculos de su cuello se contorsionaban por el esfuerzo de contenerse. Mark le estaba pagando con la misma moneda por la amenaza anterior, esforzándose al máximo para masturbarlo implacablemente. Mac era enorme, y ella sintió que su vagina respondía a la escena. “¿Por qué la mordaza?”. “Oh, eso”. Tamara ladeó la cabeza hacia Mac y enfrentó su furiosa mirada. “Mac tiene un problema con la regla de no establecer contacto visual, como puedes ver. Y se excitó un poco, de hecho algo groseramente, cuando decidí dejar que Mark bajara para atender ese precioso pedazo de carne que tiene. Sin embargo, no dijo que no”. Violet dirigió la mirada hacia Mac y, esta vez, él apartó su mirada con una expresión hosca. Oh, estaba completamente excitado. Ella se paseó por la habitación, sin sacarse la máscara inexpresiva del rostro, y se detuvo justo detrás de Mark. Le deslizó superficialmente una mano por el cabello mientras 119/ 263
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enfrentaba a Mac. “Sigue”, murmuró ella. Mac dijo algo a través de la mordaza y Violet llevó un dedo hacia el pequeño hilo de saliva que se había escapado de la comisura de la boca, lo limpió y lo volvió a colocar sobre sus propios labios. “¿Qué dices, Mac? ¿Tienes sed?”. Él dijo que no con la cabeza cortantemente, pero sus ojos pedían otra cosa. “No”, dijo ella suavemente. “Creo que la mordaza es una buena idea. Porque significa que tienes que escuchar, en lugar de pensar en cómo convencerme. Esto se trata de lo que me genera placer a mí, Mackenzie. Me complace verte acabar, de cualquier modo que lo desee. ¿Te genera placer que otro hombre te chupe la verga?”. Él dijo que no violentamente con la cabeza y se sacudió para tratar de sacarse a Mark de encima. El otro hombre simplemente se rió por lo bajo, esperó y siguió con su tarea. “Yo pensaba que no. Pero a tu pene no le importa, ¿o sí?”. Te desea. Se veía en su semblante tan fuertemente como un grito en la mente de Violet. “Sé que lo hace. Me gusta ver tu pene duro por mí. Comprende lo que tú no entiendes, que todo lo que se le hace responde a mis órdenes, por eso, responde a cada estímulo como si estuviera dentro de mi vagina. Por eso está dura ahora. Por mí. Porque le pedí a Tamara y a Kiera que no dejen que se ablande”. Ella giró sobre el talón y se colocó de perfil a Mac. “Amante Tamara, me gustaría ver esa prótesis, por favor, y me gustaría verla recubierta con el aceite de tu hermana”. Ella giró la cabeza y enfrentó la mirada de Mac. “Me ocuparé yo misma. Él es mío, y sólo yo lo cogeré. Siempre”. Ella volvió a girar, puso una mano en el hombro de Mark y lo apretó. Mark comprendió, libero a Mac y retrocedió, de manera que Violet pudiera permanecer de pie frente a su cautivo y dejar que la punta húmeda de su erección le tocara los muslos. “Agacha la cabeza ante mí”, dijo ella. Mac inclinó el cuello y ella desabrochó la mordaza, la deslizó cuidadosamente fuera de la boca y se la entregó a Mark para que se la llevara. “Amante, por favor, no”. La emoción de sus ojos plateados sugería que estaba luchando entre el deseo de coaccionar mediante la ira y rogarle por pura desesperación. Su lujuria estaba maximizada por la Dominación de Violet, pero su expresión le decía que tenía miedo del acto en sí, del acto 120/ 263
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supremo de un sumiso sometido a una Amante. Un acto que ella sabía que nunca le habían impuesto. Violet deslizó la palma de su mano hacia arriba por el pecho de Mac, jugó con la tensa tetilla derecha, la raspó con las uñas, y sintió que la humedad le raspaba la piel de los muslos, apenas por debajo del traje de baño. Ella se incorporó completamente frente a él y lo dejó ser testigo de cada una de sus curvas. “¿Tienes sed?”. Le besó bruscamente los labios. “Sólo de ti”, dijo él, con un dejo de pánico en la voz que, Violet estaba segura, Mac deseó que ella no hubiera reconocido. “Soy tuyo, Amante. Tuyo para que hagas lo que desees conmigo”. Pese a que Mac parecía haber recuperado la compostura después de la cena, al reagruparse lo suficiente como para darle placer al costado de la piscina, ella sabía que todo se trataba de un espectáculo. La cena lo había despojado del revestimiento de todo el acto. Con temor sobre cómo reaccionaba su cuerpo, lo indefenso que todo el fin de semana lo estaba haciendo sentir, ella sospechó que los cimientos comenzaban a derrumbarse, y se atrevió a tener esperanzas de que estuviera entendiendo el mensaje. De que estaba comenzando a buscar refugio en ella, refugio de sus miedos emocionales. “¿Eres mío para que te haga lo que desee?”. Ella quería volver a escucharlo. “Sí, Amante”. Le mordisqueó la garganta, el borde de la clavícula. “Entonces, si deseo meterte una verga muy, pero muy profundo dentro de tu hermoso culo, hacerte acabar como describió Kiera, eso tendría que complacerte”. “Si…si a ti te complace. Sí”. Un temblor le recorrió el torso y ella le acarició los brazos para calmarlo. “Dime que hay en tu corazón”. “Tú. Sólo tú. Haré todo lo que desees que haga. Sólo... por favor. Sólo contigo. Amante”, agregó Mac. Ella le tiró la cabeza hacia atrás y miró profundamente sus ojos. “Sólo conmigo. Ese es tu límite, ¿no es así, Mackenzie? Dime”. Él presionó la frente contra la de Violet y cerró fuertemente los ojos. “Sí”, rezongó. “Sólo contigo, Amante. Por favor”. Violet le puso la sien sobre su mejilla por un instante y, luego, retrocedió. Kiera le estaba preparando la prótesis, una verga de goma dura de unas ocho pulgadas de longitud. Mientras Violet observaba que Mark desenrollaba un preservativo por el órgano 121/ 263
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henchido de Mac, Kiera y Tamara le colocaron el dispositivo, le apretaron las correas de sujeción entre las piernas para que la verga se erigiera orgullosa y erecta ante ella, como si en verdad fuera el imponente órgano de hombre. Los ojos de Mac nunca se alejaron de la prótesis, tampoco de ella. Por el temblor de su cuerpo, ella supuso que estaba muy inquieto. También asustado, pero dispuesto a soportar el dolor para complacerla. En fin, ella esperaba hacerle valer el sufrimiento. Kiera se arrodilló y la lubricó aun más, como si estuviese trabajando con un hombre, con detalles persistentes y suaves. Mac, Mark y todos los hombres que estaban en la habitación observaban cómo esos hábiles dedos color caramelo se deslizaban hacia arriba y abajo por la diáfisis. Tamara se puso de espaldas frente a Mac, le obstruyó la visión y bajó el tono de su voz para que sólo Violet pudiera oírla. “Aquí tiene una reserva de aceite”. Apretó un pequeño botón casi imperceptible del mecanismo de unión, en la base de la prótesis. “Cuando Mac esté a punto de acabar, presiona aquí y dispararás dentro de él como si fueras un hombre. Eso hace que comience el espectáculo de fuegos artificiales”. Ella mostró los dientes con una sonrisa rápida y salvaje. “El exterior, la lubricación, simplemente lo calientan, hacen que comience a sentir la pérdida de control que se avecina”. Miró por encima de su hombro, le sonrió seductoramente a Mac y, luego, volvió a girar hacia Violet. “Nunca has visto nada como esto, Vi”, le dijo en voz muy baja. “Arde como fuego al principio pero, luego, justo cuando piensas que será atroz, les hace algo”. “¿No lo lastimará, no?”. “Sólo la quemazón, y créeme, simplemente excita los nervios hasta que sienten dolor, como una zurra, y eso es lo que hace que la reacción siguiente sea tan intensa. Siempre lubricamos primero, porque así se puede determinar sólo con unos golpes si habrá alguna reacción adversa para poder retirar la prótesis”. Ella hizo un gesto con la mano. “Tenemos una jarra de agua destilada con un bombeador detrás de la barra de Tyler, en caso de que tengamos que realizar un enema de urgencia. Pase lo que pase, tendrás que hacerle una luego, para limpiarle el aceite”. Le sonrió pícaramente a Violet. “Él es de primera selección, Violet. Tanto a Kiera como a mí nos gustaría hundir los dientes en él y comerlo, de a bocados pequeños y sabrosos”. No eran las únicas. Violet giró, ya preparada, y se dirigió hacia Mac. Siempre disfrutaba caminar con una prótesis. Dar pasos 122/ 263
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lentos y sensuales incrementaba la sensación contra su propia vulva y hacía mover a la verga de goma dura de un modo más vívido con el andar de su cuerpo. La hacía sentir poderosa, ansiosa de hacer todo suyo a Mac al meterle esas ocho pulgadas lubricadas en el culo, de consumar el vínculo entre Amante y macho esclavo de un modo que no podía negarse. Alguien había dejado un taburete bajo apenas detrás de Mac, y ella le agradeció a quién quiera que hubiera sido por dicha previsión, con la mente demasiado confusa por la lujuria como para estimar que la diferencia de peso la obligaría a adaptarse cómodamente en él. La rígida línea de sus hombros se endureció aun más, mientras ella se subía al taburete y golpeaba la superficie de madera con el tacón de las sandalias. Leila gritó. Al otro lado de la habitación, Tyler estaba de pie detrás de ella y había comenzado a palmotearle las nalgas con un cinturón, dejándole marcas rojas en el coqueto culo. La niña se estremeció, ya estimulada por el cuadro vivo que se desplegaba ante ella y también ante Collin, que aún le chupaba los senos completamente endurecidos, que ahora se apretaban y distendían en un amarre de la barra paralela, para volverlos aun más sensibles. La cabeza de la verga de Collin estaba tan henchida que estaba casi violeta en el arnés. Kiera estaba eligiendo un bastón de la pared que, Violet creía que seguramente emplearía para incrementar el fervor de los esfuerzos de Collin. Tamara se sentó en el sofá para disfrutar de una visión completa de todos los grupos. El calabozo había sido diseñado para esto, para que cada Dominador pudiera ver lo que hacían los demás, usarlo para incrementar aun más la excitación de su propio esclavo. Pese a que Mac no podía ver a Violet, obviamente podía sentir que se acercaba. Estaba ubicado directamente frente a Leila, lo que le ofrecía una vista panorámica de su sensual angustia. Era vertiginoso, embriagador, una sinergia tanto explosiva como caliente, al igual que en la piscina, tantas personas inmersas en una sinfonía de placer sexual. Violet se iba a asegurar de que fuera Mac quien marcara el ritmo para todos los demás. Ella le puso una mano sobre el hombro y se inclinó hacia adelante para apoyarle sus labios separados contra la oreja. “Este va a ser un paseo difícil, Mackenzie”, suspiró ella. “Todo lo que te pase aquí es mi voluntad, en pos de tu placer y del mío. Te cogeré con fuerza, y no te podrás agarrar de nada, salvo de mí. Voy a 123/ 263
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desbaratar todo. A partir de este momento, siempre sabrás quién es tu Amante, quién te sostiene las riendas”. “Pon lo mejor de ti, dulzura”, dijo él, con un temblor espasmódico que se expandía a través de sus tensos músculos. Estaba aterrado, ella pudo notarlo. Aterrado de que ella tuviera razón. Ella sabía que la tenía. Violet le posó una mano en la cintura y la otra bajo su brazo. Él era demasiado ancho como para rodearle el pecho, por lo que Violet levantó la mano para cubrirle el corazón, con la punta de los dedos en el esternón. Bajó la otra mano para guiar la punta de la gran verga entre sus nalgas, la asentó contra el ano con dedos gentiles y sagaces. Mientras lo hacía, le acercó el cuerpo, el consolador entró y se encontró con la resistencia inicial del poderoso músculo del esfínter. Violet se detuvo, lo besó ligeramente en el cuello, le mordisqueó rápidamente el borde de los hombros y dejó que el aceite que Tamara había aplicado generosamente se filtrara y ablandara el pasadizo. “Violet—” Mac pronunció su nombre como en un áspero suspiro. “Sshhh…” Ella le mordió el cuello delicadamente, apretó los músculos del estómago y se deslizó lenta pero inexorablemente dentro de él, tomándose su tiempo y esperando un segundo luego de cada movimiento hacia adelante. Él respiraba hondo, tratando de calmarse lo suficiente como para complacerla, y ella le acarició el pecho y le rozó provocativamente la tetilla con la punta de los dedos. “Ábrete, bebé”, le pidió con insistencia. “Déjame entrar”. A medida que el músculo cedía, ella se deslizaba más profundo , hasta el límite, sintiendo la tensión del culo, con su propio cuerpo alineado contra su espalda, que presionaba contra la parte superior de sus muslos, contra sus nalgas, y absorbía la reacción sobresaltada. Apretó el brazo alrededor del pecho y la cintura de Mac para agarrarse firmemente a él. Dejó caer la otra mano para agarrarle los testículos y le acarició la base de su enfundada verga mientras él gemía. Retrocedió levemente y volvió a avanzar. Luego, lo hizo de nuevo, con movimientos diminutos y en aumento, para acariciar la glándula hipersensible en lo profundo de su interior y recubrir el pasadizo con el aceite especial de Kiera. Ella estaba familiarizada con los aceites térmicos y esperaba una respuesta como la que había presenciado por parte de otros sumisos. Su primer indicio de que algo era diferente provino de la 124/ 263
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reacción de Mac. Él tomó aire profundamente, su cuerpo se paralizó, mientras ella seguía entrando y saliendo. “Dios... Amante—”. Dijo Mac, como si lo estuvieran estrangulando. “Jesús…”. Ella sintió que la energía de la repercusión recorrió todo el cuerpo de Mac, estremeciéndole los músculos de los muslos, hasta las nalgas. Mientras ella se agachaba y lo agarraba de la verga, descubrió que se había calentado como el acero fundido en su mano, increíblemente dura. Mac produjo un sonido gutural de placer ante el mínimo roce. “No”. Cuando él giró la mirada y trató de verla, ella distinguió pánico puro, el pánico que siente un nadador atrapado a cien yardas de una corriente de resaca, que se da cuenta de que está a punto de ser arrasado y que no tiene salvación alguna. Totalmente a merced de las inclemencias climáticas, sólo que, en este caso, la corriente abrumadora era la respuesta de su propio cuerpo. “Estoy aquí”, dijo ella firmemente. “Eres mío, Mackenzie, y no puedes hacer nada al respecto, sólo entregarte. Estoy aquí”. El labio de Mac se elevó con un gruñido de pura ira y lujuria, desesperanzadamente entrelazadas, y el escalofrío se convirtió en una convulsión. Repentinamente, ella estaba montando a un verdadero potro salvaje. Agradecía fervientemente que Tamara le hubiera amarrado el pie al piso, porque Mac comenzó a sacudirse, dando salvajes estocadas al aire con su cuerpo, furiosamente, con gemidos ásperos y entrecortados que provenían de su garganta. El orgasmo no sólo lo hizo acabar por el pene, sino que también se apoderó de todo su cuerpo y lo llevó a un violento clímax sexual. Apretó las nalgas fuertemente hacia abajo por la penetración, sólo la lubricación le permitía a Violet deslizarse hacia adentro y hacia afuera de ese firme agarre, lo acarició mientras sus gemidos se volvían rugidos, mientras le clavaba los dedos en la cadena, por encima de su cabeza, mientras todo su cuerpo se tensaba, en una forma de medialuna que era físicamente imposible de lograr. “Asombroso”, murmuró Tamara. “Nunca había visto a nadie que acabara tan rápido”. Violet registró el comentario y tomó una decisión. Una decisión implacable Mientras Mac se sacudía, ella liberó la reserva, y la disparó dentro del culo, mientras se mecía hacia adelante sobre los dedos de los pies; lo bombeó como si realmente fuera un hombre, con embates duros y fuertes que exigían rendición. 125/ 263
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Ella continuó a medida que los movimientos de Mac se volvían cada vez más erráticos. Hacia adentro y hacia afuera. “Violet… Amante…por favor…hija de puta…mierda…”. Él gritó su nombre, rogándole, pero ella no cedió, porque podía sentir que los muros de Mac se derrumbaban ante la reacción de su propio cuerpo, como el hormigón que cede ante un ariete. Una explosión de los escudos que, ella sabía que Mac consideraba impenetrables, escudos que caían en confusa desorganización. Mac perdió totalmente la compostura, se convirtió simplemente en una bestia en celo que quería follarla, follarla por el culo ahora si ella lo dejaba. Él gruñó, diciéndole a Violet que iba a hundirle la verga en la vagina, que la clavaría hasta que sólo fuera él en el mundo, sólo ellos dos. Quería chuparle las tetas, morderlas, sólo chuparlas, sólo servirla, darle placer hasta que Violet acabara a borbotones en su boca, una y otra vez… Gran parte de lo que decía era incoherente, y la vulva de Violet tembló ante cada promesa o amenaza salvaje. La verga estaba equipada con un estimulador de clítoris en la parte superior que le presionaba la entrepierna del traje de baño en cada embate, pero ella pensó que las palabras de Mac eran lo único que le generaban ese orgasmo que rugía por su sangre. A medida que los instintos de su propio cuerpo se apoderaban de ella, lo cogió aun más impiadosamente, con ambición, deseando la sensación del estimulador que le golpeaba el atacado clítoris con cada poderoso embate. Ella gritó, el orgasmo le recorrió todo el cuerpo, arrasando todo lo que carecía de importancia, dejando sólo claridad. Los deseos viciosos que largó Mac en un tono bajo se convirtieron en algo más. Un sonido entrecortado y anudado, un gemido elaborado que se apoderó del corazón de Violet, se lo arrancó del pecho y lo puso en sus manos para siempre. Él continuó eyaculando durante todo el orgasmo de Violet. Cuando, finalmente, el cuerpo de Mac comenzó a sacudirse con menos violencia, ella estimó que habían pasado casi cinco minutos desde que comenzó a acabar. Ahora, su cuerpo estaba haciendo algo que ella sólo podía comparar con un esfuerzo seco, sólo que con un propósito mucho más placentero, mientras se concordaba en el aire, sin poder controlar su respuesta mientras ella le impulsaba la verga hacia adentro y afuera del culo. Por eso, siguió haciéndolo, lenta y tortuosamente, fascinada. Él sollozaba suavemente, y ella le acarició el pecho, el velludo vientre, los imponentes y temblorosos músculos, le murmuraba palabras tranquilizadoras, incluso mientras seguía embistiéndolo. 126/ 263
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Los orgasmos secos duraron quince minutos. Cada vez que ella pensaba que él se aplacaba, Mac se arqueaba, gritaba y, nuevamente, comenzaba a coger furiosamente al aire varios minutos más. Ella estaba empapada en sudor y quería seguir cogiéndolo por siempre, quería verlo asirse, indefenso de la agonía del placer que ella le había generado. “Es hora de retirarse, amor”, le susurró Tamara al oído. “Sé que no deseas hacerlo pero, luego de todo este tiempo, le quedarán terribles hemorroides si le dejas la prótesis adentro”. Lentamente, Violet cesó los embates, retiró las manos y Mac jadeó ante la sensación de la retirada. Tamara la ayudó a quitarse la prótesis. “Nunca había visto algo similar”, admitió la gemela con calma. “Fue…Dios, me tiemblan las rodillas”. Violet se apoyó en su hombro cuando el estimulador del clítoris la golpeó una vez más mientras le quitaban la prótesis pero, al igual que el orgasmo en sí, ella pensó que su falta de energía estaba más relacionada con ver la respuesta de Mac que con cualquier estimulación física directa ejercida contra su cuerpo. “Puede seguir así por media hora más, al menos”, le dijo Kiera. “En el caso de Mac, quizás más. Es mejor dejarlo encadenado unas horas más, para asegurarnos de que se vuelva menos intenso. Sé que quieres liberarlo pero no tendrá control alguno hasta que disminuya la intensidad, y puede lastimarte sin intención, el gran muchachote. Además de eso, todos podremos disfrutar del espectáculo”. Ella levantó una ceja. “Y es posible que te agrade disfrutar del beneficio de una verga dura que no se ablandará por un tiempo”. Cuando Violet se acercó para mirarlo, Mac apartó la vista, era pura vergüenza. Ella se inclinó, arrastró el taburete frente a él y volvió a subirse para poder mirarlo a los ojos. Le tomó la cara con las manos y comenzó a besar cada lágrima, para limpiarlas, saborearlas, llevarlas hacia su interior. Cuando terminó, el peso de la cara de Mac descansaba en sus manos. Cuando el cuerpo de Mac volvió a tensarse abruptamente y se le ensancharon los ojos, ella bajó la mano y lo agarró. Él se meció hacia adelante y su rostro se contorsionó por la agonía de un orgasmo sin semen. Ella sintió que la embestía su aterciopelado acero por medio de los dedos, observó que los músculos de su cuerpo se tensaban, que las ataduras crujían contra su fuerza, incrementada por la energía del estimulante. “Por favor, Amante”, rogó Mac un momento después, con la voz partida. “Desátame”. 127/ 263
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“Tenemos que esperar”, dijo ella suavemente. “Sólo unos minutos más. Además, es tan hermoso observarte, Mackenzie. ¿No te das cuenta?”. Ella le hizo girar la cabeza para que mirara, para distraerlo de su estado de indefensión y comprendiera. “Kiera iba a darle bastonazos a Collin, pero no pudo. Tanto ella como Tamara sólo pudieron observar. Están cautivadas. “Y mira hacia allá. ¿Ves a Tyler, tomando a Leila en el banco de tortura mientras Collin le chupa los pezones? Su concha está goteando. Puedo olerlo, y se que tú también. Tú, ese gran macho que eres. Ella comenzó a acabar apenas Tyler le metió la verga, y está a punto de acabar de nuevo. Él la mantuvo enfrentada a ti todo el tiempo. Observándote mientras él entraba y salía de ella, tan lentamente que Leila está a punto de perder la cabeza”. Ella sabía lo que estaba haciendo, aún no había terminado de sacarle una respuesta y grabarle la lección de por vida. Violet sintió que sus palabras tenían el efecto deseado, e hizo un gesto de victoria con los labios. “Violet…Amante…”. La desesperación evidenciaba cierta indefensión, su cuerpo se agitaba violentamente. Bien. Se estaba dando cuenta y, quizás, comenzaba a aceptar que ya no poseía el control sobre ninguna de sus respuestas. Exactamente como ella lo quería. “¿Ves que no puede controlarse, que es una criatura completamente sensorial, totalmente esclavizada a la voluntad de Tyler? Al igual que tú”. Ella volvió el rostro de Mackenzie hacia ellos cuando las convulsiones de su cuerpo lo obligaron a bajar el mentón. “Observa el placer de Tyler ante su sumisión total, su absorta atención fija en ella. Todos están absortos por los dos, Mackenzie. ¿No lo comprendes?”. Nada le genera más placer a un Amo o Amante que ese momento en el que alcanzamos este punto para nuestro esclavo. Una esfera de devoción total, con todos los sentidos concentrados y combinados con los deseos de su Amo o Ama, por lo que, incluso un susurro mío es como una caricia de mi mano en tu verga, o el embate de ella en mi vagina mojada”. Ella deslizó los muslos por su duro calor y presionó la humedad del traje de baño contra la punta de su pija. “Eres mío, Mackenzie. Dilo, y dilo convencido”. “Soy tuyo, Amante. Todo tuyo”. Su voz era áspera; sus ojos, feroces y salvajes. Violet le atrapó los labios con un beso, mientras le clavaba las uñas en la nuca y encauzaba su reacción hacia el torrente sanguíneo de Mac. 128/ 263
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Ella ya había ayudado a los sumisos de otras Amantes en esta habitación, al igual que Kiera y Tamara lo habían hecho por ella, pero ésta era la primera vez que sentía semejante sensación de concentración generalizada en una persona que percibía como suya. Interactuar con él de este modo mientras ambos se alimentaban de la energía de los otros ocupantes de la habitación le brindó al momento una energía casi espiritual, que hizo que cada movimiento contra el cuerpo de Mac fuera de ensueño. “No dejaré que te vayas”. Él apoyó la frente en la de ella, y las lágrimas que no pudo detener se corrieron hasta las mejillas de Violet. “Nunca. Nunca jamás”. Puedes apostar tu trasero. Sólo prueba, Mackenzie. ***** Para su horror, apenas después de esa confesión, otra onda de clímax sexual lo golpeó. Sin elevación o acercamiento alguno. Al igual que antes, explotó desde su bajo vientre, le arrasó todo el cuerpo, se apoderó de su verga con la alarmante sensación de un orgasmo, sin fluidos corporales para demostrarlo. La cordura desapareció. Luchó contra las ataduras como un lobo en una trampa para animales. Era irracional, una respuesta de luchar o abandonar. Nunca se había escapado de nada en la vida, por lo que eligió luchar, pese a que no sabía contra qué estaba peleando tan arduamente. El metal lo mordió por dentro y no le importó, se desgarraría la carne de los huesos sólo por reclamar lo que estaba más allá de su alcance. “Detente, detente. Mac, ¡detente!”. Las manos de Violet se encontraban sobre su rostro, sobre su cuello, los sostuvo, lo calmó e hizo que la mirara. “Tranquilízate. Respira hondo. Una vez más. Escúchame. Tranquilízate”. El tono de su voz implicaba una orden, lo que le llamó la atención, pero era el miedo el que lo volvía contra sí mismo. Miedo de él. Tenía sangre en el brazo. Se obligó a detenerse, tenía el pecho arqueado como un fuelle, estaba seguro de que tenía los ojos como los de un animal rabioso. Pero no dejó de mirarla, la utilizó como foco, se obligó a no ver nada más a su alrededor. Su respiración profunda se convirtió en escalofríos. Ella le llevó la cabeza hacia abajo para que volviera a tocar su frente una vez más, una postura de meditación que, Mac descubrió, poseía un efecto calmante y tranquilizador. Le acarició el cabello, una vez, dos veces, una y otra vez. 129/ 129/ 263
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“Ssshh…”. Avergonzado, se percató de que tenía el rostro húmedo. “No estoy llorando”. De nuevo. “OK”. Lo sé. Está bien. Mackenzie, necesito que pienses algo”. “Creo que no estoy haciendo nada en este momento”. Lo dijo con un tono fuerte, con el pecho oprimido por algo mucho más pesado que el suave roce de las manos de Violet. “Siempre el muchacho encantador”, lo reprendió gentilmente. “Quédate callado un momento, y escucha. ¿Recuerdas que no podías responderme cuando te preguntaba por qué eras sumiso?”. “Sí”. “No podías evadirte de eso con tu encanto. No lo sabías”. Ella le tocó los labios con los pulgares, sus hermosos ojos azules se encontraban muy cerca de su cara, de modo que el se sintió perdido en ellos, ese arremolinado color del Caribe, con toques del sol del atardecer y violeta. Su Violet. “Creo que no lo sabes, tanto como yo ignoro por qué ser tu Amante es tan importante para mí. Necesitas aceptarlo, no existe ninguna explicación. Luego, podrás liberarte de las riendas. Tienes que entregarme el control, Mackenzie, sólo porque te ordeno hacerlo, por ningún otro motivo, y tú quieres hacerlo. No importa si tienes miedo o si estás enojado. Sólo tienes que hacerlo. Estoy aquí para atraparte. ¿Está bien?”. Él la miró fijamente a los ojos, que se encontraban sólo a pulgadas, y luchó para vencer el temor de obedecer, para escuchar lo que ella estaba diciendo. Cuando tenía siete años, Mac se había parado en la cima de la colina más empinada del vecindario, solo, con su patineta y aterrado, pero sabía que lo iba a hacer. Del mismo modo en que supo, unos pocos meses atrás, que iba a seguir a un hombre que ansiaba sólo la muerte hasta un oscuro agujero y que solamente uno de ellos iba a salir con vida. En este momento, vio la verdad. En cada momento aterrador de su vida, ella había estado allí. Había sentido su presencia esperando, apenas más allá del siguiente desafío, y sabía que estaba siguiendo un camino que no siempre comprendía, pero que sabía que debía transitar. Su voz, su roce, habían estado allí. Llamándolo. Él había llegado a este momento, para el bien de las esperanzas y los sueños s ueños de Violet. Comenzó trabajando de encubierto y, luego, se convirtió en detective de homicidios, había trabajado de policía durante veinte años. Había ejercido el tiempo suficiente como para ganarse su 130/ 130/ 263
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reputación, con el alma inmersa en situaciones tan profunda y oscuramente violentas que no había modo alguno de que permaneciera inmaculado, sin mancha alguna. Él encerró esas situaciones en su interior y, en algún momento de la vida, su corazón se había convertido en un calabozo, un lugar que ya no sabía cómo abrir para aceptar por completo el regalo del amor de una mujer. U ofrecer lo mismo. Pero no tenía que descubrir cómo abrir ese calabozo, porque ella ya había encontrado una manera de entrar. Violet se enfrentó con la oscuridad y la violencia de Mac, sin temor, la luz de su alma era una linterna que podía guiarlo a través de ese laberinto y evitar que se perdiera. Todos los miedos que sentía de que nunca tendría una relación completa con una mujer, porque no podía ofrecerle todo lo que él era, la luz y la oscuridad, se desvanecieron en los brazos de Violet. Ella estaba equivocada. Él sí sabía por qué su corazón era sumiso ante ella. Y, al igual que ese niño de siete años de edad, y el policía de cuarenta y tres, su alma estaba de pie frente a ella y sabía lo que iba a hacer, pese a que nunca había sentido tanto temor. “¿Amante?”. “Sí, Mackenzie”. “Tengo… mucha, pero mucha sed”. Él cerró los ojos mientras los brazos de Violet lo abrazaron por los hombros, y la mejilla y el cabello le tocaban la piel. Violet respiró suave y lentamente, y Mac deseó poder abrazarla. Mac estaba aterrorizado por ser tan vulnerable ante ella, pero Violet tenía razón sobre eso. Simplemente, tendría que sentir miedo, y entregarse por completo de todos modos, porque ella no le dejaba otra opción. Violet era su Amante. Capítulo 12 Violet retiró el taburete y desabrochó las ataduras. A medida que él se movía hacia adelante, ella pensó que se estaba cayendo y se lanzó hacia adelante para atraparlo, pero fue Mac quien la agarró de las manos, sacudió levemente la cabeza y siguió descendiendo hasta quedar de rodillas. En esa posición, con la mano ligeramente sobre la cadera de Violet para mantener el equilibrio, 131/ 131/ 263
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se agachó y le besó un costado del pie, apenas por encima del arco. Ella le tocó la cabeza con la mano, con lágrimas en la cara. Mac levantó la cabeza y las vio. Se incorporó, aún de rodillas para que sus ojos estuvieran apenas debajo del rostro de Violet, y atrapó cada lágrima con el pulgar, limpiándoselas, presionándolas contra sus labios, como si fuesen un obsequio. Gradualmente, ella tomó conciencia del silencio que los rodeaba. Realizó una rápida inspección visual alrededor de la habitación y descubrió que el juego entre Leila y Collin se había detenido. En algún momento, Lisbeth se había unido a ellos con David. Todos estaban inmóviles, observando el intercambio con la solemne formalidad que se confiere a un rito religioso. En este caso, la aceptación total del dominio sexual de su Amante por parte de un sumiso. Mac se puso de pie. Cuando colocó los brazos a su alrededor, ella se deslizó dentro de ellos, lo sostuvo y sintió la tensión de sus músculos temblorosos, mientras él luchaba por permanecer de pie. “Ahora iremos a la cama”, dijo ella. ***** Cuando llegaron al dormitorio, una habitación pintada de celeste, con una cama con doseles y cortinas de gasa, y un balcón con vista al agua, ella hizo que se sentara en la cama. “Me has servido bien”, le dijo a Mac. “Ahora voy a atenderte a ti. Quédate aquí”. Abrumado, con el cuerpo tan débil por el agotamiento como nunca se había sentido, Mac la observó mientras se movía dentro del baño, como en un agradable sueño. Mientras probaba la temperatura del Jacuzzi, acomodaba las toallas, los jabones, el champú. Cuando estuvo preparada, se acercó a él. Mac separó las rodillas y ella se deslizó entre ellas, como él esperaba que lo hiciera. Violet le envolvió los hombros con sus brazos, mientras él la tomaba de la cintura y la cadera, sintiendo la presión de su seno contra la quijada y las nalgas debajo de la palma de la mano. Ella le dio un beso en la parte superior de la cabeza. “Vamos, ven conmigo a la bañera, bebé”, murmuró ella. “Quiero bañarte”. Se las ingenió para caminar, pero sus músculos nunca se habían sentido tan flácidos. “Me siento como si pudiera deslizarme por el 132/ 132/ 263
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piso hasta el baño”, dijo él riéndose brevemente por lo bajo. “No lo dudo”. Ella le rodeó la cintura cordialmente con el brazo y llevó la mano de Mac hasta su hombro. “Te apoyarás en mí si necesitas hacerlo”, le ordenó. Ella se tensó un poco cuando le dio esa orden. Mac lo tomó como lo que era. Ella estaba preparada para su habitual e “inteligente” intento de negación, envuelto en encanto. En cambio, él le puso un dedo en el mentón, y le guió el rostro para que mirara hacia arriba y lo observara. “Ya lo hice”, dijo sencillamente. Ella levantó la mano para tomar la suya. “Sí que lo hiciste”. hiciste ”. Entraron al baño y él siguió las indicaciones de Violet para ingresar al Jacuzzi y bajar el cuerpo hasta el lugar en el que los chorros de agua le masajearían los músculos de la espalda y de las piernas. Dio un gemido de placer puro. Descubrió que ella no había mentido, realmente quería darle un baño. Le hundió los dedos en los rizos, le puso champú en el cabello y deslizó las resbalosas manos por los brillantes hombros y la espalda. Le lavó los genitales, incluso lo hizo levantarse y girar, le metió los dedos y le lavó ese lugar, tranquilizándolo con un murmuro suave cuando se puso tenso. “Me volví un poco brusca. Lo siento, Mac”. “Mi Amante nunca me debe una disculpa por obtener placer de su esclavo. Tendría que ser yo el que te haga todo esto”. Ella se rió por lo bajo. “Qué desinteresado de tu parte es ofrecerte a lavarme la vagina y el culo”. cu lo”. Él le sonrió por sobre el hombro. “No te olvides de los senos. Ésa sería la tarea más difícil”. Ella le sacudió espuma de jabón. “Compórtate. Déjame terminar esto. Probablemente tenga que hacerte un enema suave para que no te duela como el demonio mañana. Tyler me dejó uno aquí, que tiene un bálsamo que puede ayudar“. Él cambió de posición, incómodamente. “Nunca he…Puedo hacer eso”. Ella se inclinó hacia adelante, apoyó el mentón sobre la punta de su hombro y le tocó la oreja con los labios. Él presionó la sien contra la cabeza de Violet y ella le habló a la garganta. “Me perteneces, Mackenzie. Quiero lavarlo todo, cada roce de otras mujeres, por dentro y por fuera”. Y lo hizo. Él se entregó a todo, a cada caricia e investigación de sus dedos, a cada beso que le rozaba la piel, a cada pedido de que girara y se inclinara, de que se pusiera de pie o que se sentara, 133/ 133/ 263
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hasta que, finalmente, ella terminó, y él nunca antes se sintió tan limpio y, a la vez, engañado en su vida. Ella le ordenó que se pusiera de espaldas sobre una tina limpia de agua caliente, disolvió sales minerales en ella para mimarle los músculos, y dejó los chorros activados en un nivel bajo mientras retiraba todo. Mac sólo la observaba desplazarse alrededor del baño, sintiéndose como si pudiera hacerlo por toda la eternidad, nunca tener que volver a moverse, siempre que ella permaneciera lo suficientemente cerca como para que pudiera percibir su esencia, verle el rostro. En algún momento, Mac se quedó dormido, porque lo próximo que percibió fue una caricia de Violet, lentamente hacia arriba y hacia abajo en el brazo, siguiendo la línea de los músculos con los dedos, paseándose por el bíceps hasta el hombro, la tetilla y, luego, nuevamente por la parte interior del codo, mientras exploraba su posesión. Él sintió que la caricia era diferente. Él era suyo ahora, y ella parecía estar feliz al tomarse este momento de tranquilidad para tocarlo solamente por placer. Casi tan feliz como él al dejarse hacerlo. Mac abrió los ojos y vio que Violet estaba de rodillas sobre una toalla al costado de la tina. El baño estaba iluminado sólo por velas ahora, agrupadas ingeniosamente en los estantes del extremo de la habitación. “¿Te vienes conmigo…Amante?”. Él deslizó una mano por el costado del cuerpo, recorrió la suave piel de la parte superior de su brazo, rozándole la parte lateral del seno con la mano. Violet observó insistentemente el agua y Mac levantó un hombro. “Quizás mi verga aún no esté preparada para ti, Amante, pero puedo darte placer de otra manera”. Él levantó las pestañas, mojadas por el vapor de la habitación, para mostrarle lo verdadero de las palabras con sus ojos. “Me entrego totalmente a tu voluntad”. La mirada de Violet se suavizó, una encantadora combinación de deseo y necesidad que lo hizo desear morderle esa tierna boca. Ella se puso de pie, se desató la bata y la dejó caer. También dejó caer el traje de baño al piso, sólo ella, desnuda, de pie frente a él. Era la primera vez que la veía totalmente desnuda, y la sencillez del obsequio que ofrecía, encogida de hombros, dejando caer las ropas al piso alrededor de sus pequeños pies, volvió a llenarle de lágrimas los ojos, lo cual lo incomodó. Pero volvió a pestañear, no apartó la mirada, la observó mientras permanecía de pie, paciente, dándole tiempo para que viera cada pulgada de su 134/ 263
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cuerpo. Las duras pantorrillas y los suaves muslos, las curvas de la cadera. Tenía la vulva afeitada, sólo una fina línea de vello que la cubría. Él quería deslizar sus nudillos sobre ella y estiró el brazo fuera de la tina, un brazo solitario con la longitud más que necesaria para alcanzar su deseo, pero se detuvo, simplemente tenía timidez de hacer contacto. “¿Puedo tocarte, Amante?”, le preguntó, con la voz ronca por la emoción. “Por el modo en que me miras, si no lo haces, quizás grite”. Él rozó los nudillos por su suave elevación. La acarició en la dirección de su sedoso pelaje y descubrió que era tan brillosa y suave como la piel de un gato. Pasó uno de sus pulgares por el clítoris y ella se estremeció, pese que Mac no ejerció presión en el roce; fue un toque ligero, sólo para conocer su forma. Por su aspecto solemne y la sonrisa que jugueteaba en sus labios, él comprendió que éste era el obsequio que había ganado. Él se había dejado llevar por ella y, ahora, podía tenerlo todo. Todo lo relacionado con Violet era tan pequeño y, aun así, todavía existía esa resistencia en ella, que había percibido desde el comienzo. Una resistencia tan fuerte como él, quizás más fuerte. No había duda, no luego de esta noche. Él la superaba físicamente, pero el núcleo emocional de Violet podía hacer estallar el suyo en pedazos. Ya lo había hecho estallar en pedazos. Mac la acarició más arriba, jugueteó con la palma de la mano por el vientre y, con el meñique y el pulgar le rozó los huesos de la cadera. “¿Tienes hijos?”. “No”. La voz de Violet era suave, como plumas que caían sobre el rostro de Mac. “¿Tú…quieres tener?”. Era una pregunta íntima y, cuando ella no respondió inmediatamente, la expresión del rostro de Mac cambió. “Mis disculpas, Amante. Me sobrepasé al preguntar—”. “No”, le cubrió la mano con la suya. “Mackenzie, puedes preguntarme lo que sea”. Ella se puso de rodillas, de modo sus ojos quedaran enfrentados. “Puedes pensar, preguntar, desear lo que quieras. Y la respuesta es sí, quiero”. Ella le tocó los labios. “Y, cuando esté segura de que he encontrado al hombre que me desee tanto como yo a él, quiero casarme primero”. Sus labios se curvaron. “Así hacían las cosas antes, sabes. Primero el matrimonio, después el bebé”. 135/ 263
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“Mmmm. Siempre supe que eras una chica anticuada, desde el primer momento en que me diste con esa fusta en las bolas”. Él sonrió, siguió acariciándola hacia arriba, entrelazó el dedo en un mechón de cabello suelto y lo jaló hacia abajo hasta que ella se inclinó y le tocó los labios. Él la rodeó con los brazos y la deslizó en el agua con él, le anidó el cuerpo entre los muslos y le llevó la cadera contra sus genitales, los senos contra su pecho. Cuando terminó el beso, ella acomodó la cabeza debajo del mentón de Mac. Le apoyó la mano sobre el corazón y él observó que sus pestañas le abanicaban la mejilla mientras ella cerraba los ojos y producía un sonido de placer. “Me encantaría quedarme así por siempre”. “Gracias Dios”. Ella se rió, un tranquilo sonido que era sólo una extensión de la caricia que le hacía a Mac, con el ocioso movimiento de sus dedos sobre la curva de los pectorales. “Tengo que admitirlo, eso fue asombroso. Lo bien que funcionó el aceite. Me dio un placer enorme”. Ella inclinó la cabeza hacia arriba para enfrentarlo. “Me diste un placer enorme a mí”. “Me alegra. Sólo espero…”. Él dudó, deslizó una caricia hacia abajo hasta su columna y la hizo estremecer. “Me gustaría pedirte que nunca vuelvas a usar eso conmigo”. “¿Por qué?”. El tono de su voz era neutral, sin develarle sus pensamientos en lo más mínimo, pero siguió con el movimiento de la mano, tranquilizándolo. Así podía incentivarlo para que hablara y compartiera sus pensamientos con ella. “Es… Quiero servirte porque te da placer que yo cumpla tus órdenes. No porque sea una bestia que no piensa”. Ella asintió con la cabeza. “Está bien. No lo haré”. “¿Así de simple?”. No pudo evitar evidenciar la sorpresa en su voz. “Pero, cuando te pedí que te detuvieras antes…”. “Así de simple. Quieres que sepa que tu obediencia proviene de una voluntad total de obedecer mis deseos. Porque, conscientemente, cada parte de ti ansía hacerlo. Por eso preguntaste y, entonces, eso hace que el aceite sea innecesario y poco grato”. Ella se sumergió en el agua, encontró su verga, la agarró con la mano y la acarició. Él pensó que se necesitaría un milagro para que volviera a lograr una erección esta noche pero, quizás, el contacto con la piel de Violet era un milagro, porque desde el momento en que él la había apoyado sobre su cuerpo había comenzado a endurecerse, sólo por tenerla tan cerca. Cuando lo 136/ 263
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agarró, la sangre comenzó a bombear en la verga al instante, dejándole la cabeza vacía tan rápidamente que se sintió algo mareado. Lo aturdió que ella pudiera darle órdenes a su cuerpo para que se levantara cuando lo tocaba, pese a que ya lo había hecho innumerables veces en pocas horas. “Quiero que vuelvas a acabar para mí, Mackenzie”. “No sé si puedo, Amante”. Pero si hay alguien que puede lograr que lo haga, esa persona eres tú. “Iremos despacio. Muy, pero muy despacio”. Los dedos de Violet lo incitaban, mientras se deslizaban linealmente hacia arriba y abajo, una leve caricia debajo de la cabeza, un apretón de dedos que le informó que sabía exactamente lo que estaba haciendo. Se colocó arriba de él, de modo que la rodilla estaba en el fondo de la bañera y el muslo presionaba contra la curva redonda de sus testículos. Levantó los senos hacia la boca de Mac. “Chúpalos”, le ordenó suavemente. “Pero coloca las manos en el borde de la bañera, a ambos lados de tu cuerpo. Sólo puedes tocarme con la boca”. Los labios de Mac se cerraron contra el pezón del seno izquierdo y Mac produjo un sonido de apetito puro en el fondo de la garganta. Ella sabía a humedad y calor, y él pensó que podría hasta saborear el gusto de su sangre a través de esas delicadas venas azules, apenas por debajo de la piel. Mac quería ponerle las manos en los senos, apretarlos, distenderlos, sentir cómo cambiaban de peso y forma con los masajes, pero obedeció, mamándola urgentemente, lamiendo la punta endurecida, observando cómo separaba los labios en suaves cantos de placer. Violet le clavó las manos en los hombros, mientras su verga seguía parándose, larga y dura debajo del agua, hasta que se alineó con la rodilla de Violet, completamente erguida a lo largo de la línea del muslo, apuntando a lo que deseaba. “Chupa el otro”, susurró ella. Él cambió de seno, asegurándose de tomarse su tiempo para llegar, lamiendo el profundo pliegue entre ellos, causado por la posición a favor de la gravedad de Violet. Le acarició las curvas crecientes con la nariz, consciente de la naturaleza sensible del cuerpo de una mujer, del cuerpo de esta mujer. Lo sabía porque sentía la respuesta instantánea de Violet como si lo estuvieran transmitiendo por televisión en su mente, una clara imagen de lo que ella deseaba. Se aferró al otro pezón y produjo un ambicioso sonido de succión, la acosó con los sonidos de su apetito para 137/ 263
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llevarla a ese lugar donde, él le rogaba a Dios, iban a llegar. Nunca había deseado tanto estar dentro de la vagina de una mujer. Ella produjo un zumbido, suspiró, generó pequeños sonidos desde el fondo de la garganta, que se volvieron más urgentes mientras él utilizaba la habilidad de su boca para llevarle los pezones a una excitación dolorosa, cada vez mayor. Ella cambió de posición, le quitó los senos de la boca para inclinarse, levantó la elegante tapa con bisagras de una caja de madera tallada, que se encontraba sobre la cómoda. Preservativos. Tyler había pensado en todo para sus huéspedes. Al igual que el duendecillo de agua que lo acariciaba, la mano de Violet volvió a encontrarlo bajo el agua. Él cerró el puño sobre el borde de la bañera, deseando tocarla tan fervientemente que sintió como si tuviera que quebrar la losa con las manos para equilibrar el deseo. Era otro tipo de apetito. Dos horas antes habría tenido un tono brillante de necesidad. Ahora, era una necesidad profunda, que le hacía doler las vísceras, algo que involucraba su corazón tanto como sus entrañas. A medida que los dedos de Violet desenrollaban el preservativo por la verga, ella siguió el movimiento con la vagina, se deslizó por toda su longitud, una tensa y húmeda funda tan increíblemente bienvenida que las caderas de Mac saltaron hacia arriba para atravesarla y la desequilibraron con la fuerza de la penetración. Ella se aferró a los hombros de Mac y gritó mientras el descontrolado descenso lo alojaba en lo profundo de su pequeño y apretado guante. “¿Estás bien?”. Él se paralizó, debatiéndose entre la ansiedad y un ardiente deseo de seguir embistiendo, haciéndola rebotar en sus vísceras hasta que cesaran las ansias de su vientre, pese a que sospechaba que, con Violet, eso nunca pasaría. “Eres demasiado para tomarte de una vez”, jadeó ella. “Dame un segundo”. “Todo el tiempo que necesites”. Pese a que le temblaban los brazos y le vibraban los muslos por la energía contenida mientras ella cambiaba de posición y realizaba algunos ajustes, que lo torturaban. Lo provocaban. Ella se levantó, se deslizó hacia arriba por toda su longitud y, luego, volvió a bajar, acariciándolo. “Quédate quieto”, murmuró. “Esto es demasiado bueno como para apurarse. Eres demasiado bueno como para apurarse. Quiero follarte”. 138/ 263
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“No me iré a ningún lado, dulzura”. Ella sonrió, le besó la boca y mantuvo los labios allí mientras su cuerpo subía y bajaba. “Tocarte”, farfulló Mac. “Déjame tocarte”. “Sí. Dios, sí”. Las manos de Mac rozaron los brazos de Violet, bajaron hasta las costillas, le acarició los costados de los senos con los pulgares antes de detenerse en la cintura. Luego, más lentamente, la tomó de las caderas, adentrándola en una seguidilla de golpes fuertes y profundos que les generaba placer a ambos, que los excitaba a ambos. El equilibrio del poder cambió. Sólo se evidenció luego de un momento, ella había dejado de utilizar la fuerza de sus propios músculos y simplemente seguía adelante. Ella le había dejado tomar las riendas, excitarlos a ambos hasta el límite. “Es tan lindo sentirte”. Palabras idiotas, sin poesía, pero era todo lo que Mac podía decir, sintiendo que la necesidad lo desgarraba por dentro. Ninguna mujer lo había hecho sentir así y, de alguna manera, él sabía que ninguna otra vagina se sentiría así de bien, tanto como la de Violet. Era aterrador, darse cuenta de que, repentinamente, él encontró todo lo que buscaba en la vida, sin saber cuál sería el grado de retribución. Los labios de Violet mostraban una sonrisa distraída y Mac quería volverla loca, quería que perdiera todo el control, ahora que había optado por entregarle parte del mismo. Quería hacer cosas que no le dieran opción alguna, salvo abandonarse totalmente a él, dejar que le diera placer, que la cuidara, ahora y para siempre. Él le apretó las caderas con las manos, la sostuvo inmóvil para poder cerrar la boca tan delicadamente en su pezón izquierdo, para deslizar la lengua a su alrededor, para jalarlo con gentiles tirones que, él sabía, se volverían exponencialmente más intensos a medida que aceleraba el ritmo y la sostenía inmóvil en su verga. “Mac”, suspiró ella. Su pedido fue la música que escucha el alma al amanecer, si es que la mente está lo suficientemente tranquila como para hacerlo. Completamente envuelto dentro y alrededor de ella, Mac dejó que la desesperada y entrecortada respiración y el convulsionado agarre de los dedos de Violet en sus hombros lo guiaran mientras seguía chupándole los senos. Él la escuchó gritar su nombre, sintió la gloria de su vagina apretándose contra su verga, 139/ 263
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luchando por empujarla más profundo, para dejar que Mac la embista. Él disminuyó la presión y comenzó a moverla nuevamente, pero más delicadamente. Golpes lentos y aletargantes que hicieron que los ojos de Violet se ensancharan, que sus pezones se tensaran aun más y que sus senos se hincharan ante los ojos de Mac, a medida que él le avivaba el fuego. A medida convertía el calor húmedo en una tempestad hirviente a su alrededor, reflejado por el agua de la tina, y hacía coincidir los sonidos que producía al lamerle el seno con los del agua, Mac la acercó abrazándole la espalda. Con el otro brazo la tomó de las caderas y desató su fuerza de un modo devastadoramente controlado, mientras la hacía suya con cada larga y acalorada caricia. “Mac”, volvió a jadear Violet. “Por favor—”. “Deja que crezca, dulzura”, le instó Mac, saboreando con la boca todo lo que podía de ella, mordisqueándola, metiéndole la verga muy profundo . Él sintió que ella se contrajo sobre él, percibió el escalofrío mientras Violet luchaba. Mac se paralizó, observando maravillado mientras ella se mantenía suspendida en ese precipicio, la mantuvo en ese lugar inmóvil, sin dejarla mover. Era como capturar un delfín en el aire, pulcra y perfecta, desgarradoramente hermosa. Tan viva que parecía dar vida a todo lo que se encontraba a su alrededor. “Mac”, jadeó Violet. “Maldita sea. Ahora. Muévete ahora”. La boca de Violet estaba abierta, tomaba aire; su rostro, rígido por la intensidad del placer y la concentración. Por eso, Mac dejó transcurrir el momento, que ambos se dejaran llevar, golpeando duro en el interior de Violet. Apretó los músculos de su vagina a su alrededor, al igual que los puños en los hombros, con las uñas clavadas en la piel de Mac, marcándolo como suyo. Él utilizó la fuerza para servirla implacablemente, embistiendo profunda y rápidamente, demostrándole su poder y devoción por ella, excitándola más. “Mac…oh, Dios…”. La razón desapareció y la energía del clímax sexual se apoderó de ella, su cuerpo ondulaba sobre el de Mac, los senos le vibraban con cada ascenso y descenso del torso, la pálida piel brillaba por el agua, de modo que la luz se reflejaba sobre ella mientras se movía. “Grita por mí, Amante”, la instó Mac. Casi en el instante en que dijo esas palabras, Violet lanzó un grito. Sus ojos reflejaban ese hermoso momento entre éxtasis y pánico, cuando todo se reúne en una sola cosa, cuando cada 140/ 263
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función corporal se concentra en experimentar y sobrevivir a una fuerza que parecía demasiado poderosa como para no morir ante ella. Las manos de Violet escarbaron, encontraron el cabello de Mac y se aferraron a él, en un tirón doloroso que a Mac le encantó. A esta altura él sabía que a ella, a su pequeña Amante, le agradaba jalarle el cabello, morderlo y arañarlo, y ella le hundió los diminutos colmillos en la parte superior de la oreja. Él gruñó en respuesta, luego produjo un gemido largo y primitivo, mientras su verga hacía lo imposible por darle más semen del que pensaba que le quedaba. Mac deseó que no estuviera encerrado por el preservativo, deseó poder hacerle sentir la cálida corriente de su necesidad, pero fue la única contrariedad en un momento paradisíaco, como la imperfección en lo perfecto de una alfombra persa original, tejida por los mejores artistas. Ella lo montó con la energía de su réplica, le susurró, le exigió que no dejara de hacerla sentir así, que la tomara con más fuerza, y Mac lo hizo. Una persona muy previsora se había asegurado de que la bañera estuviera instalada dentro de un área de loza a nivel más bajo, con discretos drenajes adicionales para hacer salir el agua que ahora se alborotaba, se salía del Jacuzzi y salpicaba gotas a la luz de la vela. Violet le soltó los hombros y cayó contra su cuerpo, lo dejó hacer presión con el rostro contra el valle de sus dulces senos, que sintiera el temblor de sus curvas contra él. “Oh, Dios. Oh, querido. Querido, querido…”. Los labios de Violet dejaron ver una sonrisa frente al rostro de Mac, y él giró la cabeza para capturarlos, la atrapó en un abrazo, la sostuvo tan cerca que pensó que sus brazos podrían haberla abrazado dos veces si fuera posible, desde el punto de vista anatómico. Violet se aferró a él con una mano, para tener apoyo, levantó el torso y la mano libre, para mostrarle lo que tenía en ella. Un mechón plateado, negro y blanco de su cabello, envuelto en los dedos mojados. Ella mostró una expresión compungida. “Perdón”. Él le besó la palma de la mano y tomó las hebras con los dedos. “Son tuyos. Al igual que cualquier otra parte de mí que desees. Soy todo tuyo, Amante”. Capítulo 13
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“Quiero que tomemos otro camino para volver”, le dijo ella. “Gira en la salida a Lilesville aquí. Tengo un bono de obsequio para usar y me ayudarás a gastarlo”. “No, no. Las compras femeninas son un límite, definitivamente. Un castigo demasiado cruel”. “Idiota”. Le golpeó el brazo. “Este te gustará. Es un sex shop”. No le dio mayores detalles por lo que, cuando dejaron la panorámica ruta rural y se dirigieron a la pintoresca casona llena de recovecos, que había sido diseñada para cumplir su propósito de punto de ventas minoristas, Mac levantó una ceja al ver el cartel que decía Para Ella. “Me has engañado. Es una de esas boutiques para mujeres”. “Es un negocio de sensualidad para la mujer”, lo corrigió. “Para Ella vende elementos sensuales que excitan a las mujeres, y el dueño atiende de un modo que hace sentir cómodas a quienes compran. Erótico, no pornográfico. Lo conozco, Justin Herne. Ves, está ahí ahora”. Mac vio que el alto hombre se acercaba a la puerta, bien vestido, con pantalones y una camisa a medida. Era delgado y musculoso, el cabello castaño peinado hacia atrás y atado enun cola lacia, lo que enfatizaba la perfección exacta de sus facciones. “¿Y cómo es que lo conoces?”. Ella le echó una mirada pícara. “Se deja más que ver, ¿no es cierto?”. Es el esposo de mi amiga Sarah. Recién casados, de hecho. Le hice un favor a Sarah que ayudó para que se juntaran. Por eso, Justin me regaló este más que generoso bono”. Lo sacó de la cartera y lo puso en la mano de Mac. “Quiero que entres y lo uses”. Sorprendido, él bajó la mirada para ver el bono de quinientos dólares. “Debió haber sido un gran favor”. “Es una historia que te contaré en el camino a casa. Tengo todos los detalles íntimos y te prometo que escucharlos te pondrá duro como una roca”. La mano de Violet se paseó por la pierna de Mac y su pene se agitó. “¿Qué quieres que compre, Amante?”. Desplazó los dedos hacia la cara interna del muslo. Él cambió de posición para que esté cómoda, para que pudiera excitarle los testículos mientras levantaba la otra mano para saludar a Justin. “Elígeme algo que sepas que me gustará. Y no hagas trampa. No le pidas ayuda a Justin o otra clienta”. Dicho eso, ella salió del auto y dejó que Mac le observara el desconcertante vaivén del culo en el pantalón de jeans ajustado, 142/ 263
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mientras iba a saludar a Justin. El hombre la recibió con un cálido abrazo, Mac lo notó, casado o no. Decidió que era hora de salir del coche. Un hombre que fuese dueño de un sex shop para mujeres podría tener una idea diferente acerca de la monogamia. “Justin, Mac. Mac, Justin”. Violet los presentó. “Iré a disfrutar de tu jardín, Justin, y Mac buscará algo para complacerme”. Le acarició el antebrazo a Mac. “Está aprendiendo a ser muy bueno complaciéndome”. Los oscuros ojos de Justin miraron a Mac. Era la primera vez que una Amante había ejercido públicamente su Dominio sobre él. La lujuria le daba batalla a la incomodidad, el cuerpo de Mac estaba excitado por el obvio reclamo de sus derechos, incluso al sentirse avergonzado de revelarse como sumiso ante otro hombre fuera de la estricta estructura de un lugar como La Zona o la casa de Tyler. Pero, cuando los dejó solos, charlando en el jardín, e ingresó al negocio, se percató de que Justin ya estaba al tanto de la dinámica que regía su tipo de juego erótico. Cada elemento del negocio, la lencería, los juguetes, los disfraces, los videos y novelas eróticos, incluso los aceites y jabones para baño, estaban seleccionados con el fin de aumentar las fantasías eróticas de una mujer. Hasta ciertos juguetes sadomasoquistas y dispositivos de limitación del movimiento de mucha clase y elevado precio. Los labios de Mac se retorcieron al ver un tapón anal con cola de caballo. Dado el fetiche equino de Violet, le podría agradar, pero de ningún puto modo se lo iba a comprar. Dejaría que lo descubriera sola y que, luego, lo torturara amenazándolo con él. Dada la veta sádica de Violet, Mac no lo pondría nunca adelante ella. Sonrió al pensarlo. Mientras deslizaba los dedos por una suave camisola, recordó la textura de la piel de Violet debajo de la suya, el arco de su garganta, los gritos mientras acababa, los dedos sobre sus hombros, sus caderas. El aroma de su cabello, su media sonrisa. “Se vuelve difícil saber qué comprarle a una mujer cuando se le quiere dar todo, ¿no?”. Al parecer, Justin había ingresado al sendero de entrada mientras Mac tocaba la prenda, con la mirada perdida en el aire. Mac notó que estaba apretando la suave tela y arrugándola, por lo que soltó el satén e hizo un torpe esfuerzo por alisarlo. “Si”, admitió brevemente. “¿Quieres una sugerencia?”. Mac abrió la boca, la cerró y dijo que no con la cabeza. 143/ 263
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“Ella te prohibió pedir ayuda”. Eso definitivamente fue más allá del umbral de su zona cómoda, e ingresó incómodamente en su hogar, en el living de su psiquis. Entonces, se encogió de hombros. No iba a mentir, pero tampoco iba, ni podía, incluir a un hombre como Justin en este tema. “Necesito saber qué es”, dijo él. “Ese es el tema”. Justin asintió con la cabeza. “Dejaré que te des cuenta solo, entonces”, le dijo. Dio unos pasos hacia adelante, le puso una mano en el hombro y lo miró a los ojos desde la misma altura. “Cuídala. Le tenemos mucho aprecio”. Como ingresaba otra clienta, se dio vuelta y se marchó, y Mac observó cómo se convertía en el profesional y cálido dueño de un negocio. Cambió la dirección de su mirada hacia la ventana y encontró a su Amante sentada en un banco entre las flores de principio de otoño del jardín del patio, mirando las espumosas ondas de una fuente. El sol le hacía sentir algo de sueño, por lo que apoyó la cabeza en la mano y se puso de costado en el banco para poder observar la fuente y dejar que sus pensamientos vaguen libremente. Todo lo que necesitaba eran alas y una pizca de polvo en las mejillas para que Mac la imaginara fácilmente como un hada de los jardines, encendiendo, en este lugar sensual y tranquilo, sueños que sólo un hada comprendería. Sueños de príncipes azules, de paseos en golondrinas, o de siestas en un lecho de rosas florecientes. Cuando la clienta lo rozó a la pasada con un “Discúlpeme” susurrado y una mirada persistente y agradecida, Mac se dio cuenta de que se había dejado llevar, simplemente de pie en ese lugar, observándola durante casi diez minutos. Como si percibiera su atención, Violet levantó la cabeza y miró hacia donde estaba él. Lo estudió con ojos serios, luego, levantó la mano, presionó los labios contra la palma y le envió un beso. Al observar esos delicados dedos, esa húmeda boca presionando contra su piel, una cálida sensación lo arrasó, como si ella realmente le hubiera soplado algún polvo mágico. Mac sonrió, levantó una mano y se dio vuelta para encontrar algo que hiciera feliz a su hada reina. ***** Violet abrió los ojos al sentir un roce, ligero como una pluma, en la pantorrilla. Mac se sentó en el piso, junto al pequeño banco, con una pierna 144/ 263
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cruzada y los dedos bajo la rodilla, mientras su otra mano jugueteaba levemente con la pantorrilla de Violet. El banco era pequeño, pero podría haberse sentado con ella. No lo hizo. Había esperado a sus pies, pacientemente, a que se despertara. Ella fingió desperezarse informalmente, consciente de que la mirada de Mac le recorría la inclinación de los senos mientras lo hacía. “No quise quedarme dormida frente a ti”, dijo ella. Era sorprendente tener que admitir ante sí misma que estaba tan nerviosa como complacida por la devoción de Mac por sus necesidades. Una cosa era tenerla en La Zona o en la casa de Tyler, donde el entorno lo exigía y lo esperaba. Ella sabía que había arrojado el guante cuando le presentó a Justin del modo en que lo hizo. Él acababa de encontrarse con la prueba, aceptando el deseo tácito de Violet de hacerle comprender su rol de sumiso en un ambiente semi-público sin problema; y él no se salió de los límites, como si hubiera tomado sus acciones como una orden tácita de que lo haga hasta que ella le ordenara lo contrario. Era perturbador, pero innegablemente excitante. Ella le acarició el cabello, le pasó la mano por los gruesos rizos, le rozó la mandíbula con los nudillos, el labio superior, en una sola dirección, a lo largo del vello del rostro, que era tan suave, pero tan maravillosamente áspero cuando sus labios se movían entre las piernas. Mac giró la cabeza, le besó las puntas de los dedos una por una, a medida que ella se las ofrecía. Nunca dejó de mirarla, mientras los pezones de Violet se endurecieron dulcemente bajo la camisa y se elevaron para captar su atención. “Entonces, ¿en qué estás pensando, Mackenzie?”, le preguntó con calma, acariciándolo. “Pienso que me gustaría sentarme en el banco y apoyarte en mi regazo mientras duermes todo lo que desees”. “Mmm. ¿Qué me compraste?”. Miró la bolsa decorativa que estaba detrás suyo y la llevó hacia adelante. Violet era consciente de su tensión nerviosa a medida que se acercaba a la bolsa. “Te compré dos cosas. Estaba seguro de que te gustarían…al menos una de ellas”. Violet sacó las botas italianas a la altura del tobillo hechas a medida. Diseñadas en terciopelo color verde cazador que combinaría a la perfección con el primer vestido que había usado con él, con cintas negras y cuentas esmeralda en los extremos. Tenía tacones elegantes de tres pulgadas. “También incluye tres juegos adicionales de cordones. Puedes 145/ 263
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atarlas con un color laminado en dorado para las fiestas de Navidad, y también hay unos marrones con estas suaves cuentas de piedra color tierra, para combinar con pantalones de jeans. Y, finalmente, incluye un juego de color verde al tono. Elegí las botas, pero Justin me señaló el tema de los cordones y las formas en que las puedes usar. No creo que eso sea hacer trampa, exactamente”. Ella reprimió un risa por lo bajo. “Me encantan, Mac. Son hermosas. Son perfectas”. Violet apartó las botas y se inclinó para besarlo en la boca firme. “Eres perfecto”. Mac la tomó del cuello con la mano y la sostuvo alargando el abrazo, sin que ella presentara objeciones. Violet no podía pensar en un momento más maravilloso, disfrutando del sol de un jardín apartado, con los labios de Mac sobre los suyos, con sus caricias sobre el cuerpo. Mac se tiró levemente hacia atrás. “La otra cosa. Si no te gusta…quizás haya sido demasiado atrevido, pero dijiste que debía comprarte algo que te gustaría…”. Se detuvo e hizo un movimiento con la cabeza. “Quizás tendría que devolverla”. “No hasta que la haya visto”. Ella tenía curiosidad por el artículo del negocio de Justin que tanta preocupación le causaba a Mac, y volvió a hurgar en la bolsa. Era una caja de madera tallada con bisagras y un par de grullas blancas grabadas en la tapa “Es hermosa, Mac”. ¿Por qué te preocupabas tanto?”. “Adentro”. Él inclinó la cabeza. “El regalo está adentro. Sólo pensé que te gustaría la caja, por eso la compré”. Él cambió el tono de voz. “También te compré las botas. Esto…Pensé que desearías saber que lo compré con tu dinero, por decirlo de alguna manera”. “Sé lo que valen los zapatos que vende Justin. Ya gastaste demasiado y te dije que usaras el bono”, lo reprendió. “Lo usé. Dentro de la caja”. Mac puso una mano sobre las de Violet, que estaban sobre la tapa. “Pero puedo comprarte otra cosa si no te gusta”. Con la curiosidad elevada al máximo, Violet retiró el pasador de la caja y levantó la tapa, y Mac retiró la mano a regañadientes. El interior forrado en seda contenía dos cosas. Una era una llave. La otra era una pulsera de plata para hombres. El diseño italiano de eslabones planos de peltre, unidos por eslabones más pequeños, le darían un aspecto atractivo a un hombre que no fuera un modelo de pasarela, pero que sí supiera cómo vestirse 146/ 263
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bien y atraer la mirada de una mujer. “Se cierra”, dijo Mac, mientras ella la miraba. “Usé el regalo que me dio Lisbeth en La Zona para que las Amantes supieran lo que soy…pero nunca me sentí atado a ella realmente. Lo odias. Lo siento, fue egoísta e impertinente. Yo sólo—”. Violet dejó la caja a un lado, se agachó para aferrarse a los hombros de Mac y se dejó caer en sus brazos, desequilibrándolo con el inesperado movimiento y tirándolo hacia atrás para atrapar el peso de su cuerpo. Violet terminó totalmente extendida sobre el cuerpo de Mac en el sendero del jardín, con la boca pegada a la de él y las manos cerradas tomándole el cabello. Él se recuperó rápidamente, deslizó los brazos alrededor de su cuello, la apretó, de modo que cada curva y valle de sus cuerpos encajaran como piezas de rompecabezas, y guardó el suave murmuro de placer de Violet al tocarla. Violet levantó la cabeza, poniendo término al beso finalmente, pese a que pensó que podía permanecer allí por siempre, sintiendo todo el cuerpo rígido debajo suyo, tenso de pasión contenida. “Entonces, ¿te gusta, eh?”. Ella levantó un hombro, con una expresión neutral. “No está mal”. Él sonrió. Violet se separó de él y, por supuesto, apenas Mac reconoció sus intenciones la ayudó, con las manos en la cintura. Ella volvió al banco, miró nuevamente dentro de la bolsa y tocó las suaves piezas rectangulares planas, casi de un octavo de pulgada de ancho, unidas por eslabones cuadrados más pequeños, como una elegante cadena masculina. “¿Cómo supiste mi número de zapatos?”, le preguntó, mientras su mente vagaba por una miríada de pensamientos, deseos, posibilidades, tratando de enlazarlos, luchando por alcanzar racionalidad y precaución. “Esta mañana, vi tus zapatos en la casa de Tyler. Estaban en el piso”. “Algunos hombres se fijan en los zapatos. La mayoría no se fija en el número”. “No soy como la mayoría”. Ella levantó las pestañas ante el arrogante tono de su voz, luego, vio una chispa de humor en sus ojos, que no terminó de ocultar la preocupación de Mac ante el repentino silencio. Ese gesto la reconfortó, su intento de alejarla de la incertidumbre. A Violet no 147/ 263
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le sorprendió mucho que Mac supiera su número de zapatos, ya que el era muy hábil para identificar tantos de sus cambios de humor. Como si le leyera los pensamientos, Mac le puso la mano en la pantorrilla. “Me fijo en todo acerca de ti, dulzura”. “Comienzo a darme cuenta de eso”. Y esa súbita comprensión de los hechos le abría su corazón aun más a Mac, de modo que el vulnerable órgano no hacía otra cosa más que yacer a sus pies, listo para que él lo recogiera y lo acunara en esas grandes manos. O para que lo aplastara con su formidable fuerza, aumentada diez veces por el hecho de que uno de cada tres de los latidos de su corazón parecían generados por él. Cuando una lenta sonrisa transformó la expresión de Mac, saltó y se aceleró, haciéndola modificar eso. Probablemente, todos los malditos latidos. Bueno, ella no era una cobarde. Violet cerró la caja, colocó las manos sobre ella, mientras resistía las ansias de aferrarla posesivamente, de la misma manera que quería hacer con él. Pero las relaciones no funcionan así, ni las D/s ni las de la gente común, y tampoco las de cualquier clase intermedia. “Me encantaría ponerte esto en la muñeca más que nada, Mac”, dijo ella. “Pero tengo que esperar”. La mirada de Mac se puso seria y Violet miró la caja debajo de sus manos. “Hay algo que quiero que sepas de mí primero y, después…”. Violet miró hacia arriba y enfrentó la mirada de Mac. “Si no te arrepientes de elegir esto como mi regalo, lo pondré en tu muñeca y te reconoceré como mío de verdad”. “Está bien. Dime”. Ella dijo que no con la cabeza. “Cuando lleguemos a casa. Quiero decírtelo cuando tengas cierto tiempo para pensarlo. Por ahora, quiero que vengas aquí y me sostengas como dijiste, y que si me duermo por tres horas y tus piernas se adormecen por la falta de circulación, no culpes a nadie más que a ti mismo”. Él cambió el tono de su voz, incómodamente. “Violet, hay ciertas cosas de mí…no necesitamos saber todo tan pronto para estar cómodos con algo como esto”. Mac señaló la caja con la cabeza. “Sí. Sí, necesitamos saberlo”. Violet golpeteó la superficie con las grullas talladas en madera. “Yo me tomo esto muy seriamente, Mac, y creo que sabes exactamente lo seriamente que podría tomarlo, lo que lo hace demasiado especial para mí. No puedo hacerlo sin que sepas algo de mí que, quizás, te haga decidir que 148/ 148/ 263
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no deseas continuar esta relación”. “Dulzura, no hay nada en el mundo que pudiera hacer eso”. Ella sonrió. “Aquí tenemos al señor encanto de nuevo, pero realmente puedo verte meditando sobre qué es lo que voy a decirte. Ven aquí”. La expresión de Mac sugería que intentaría persuadirla de que continuara pero, al parecer, llegó a la correcta conclusión de que no iba a poder disuadirla de su plan. Se puso de rodillas, deslizó los brazos debajo de los muslos y detrás de la espalda de Violet y se puso de pie, levantándola al mismo tiempo. Se dio vuelta, volvió al banco mientras la acunaba con seguridad contra su cuerpo, con las piernas dobladas, la sostenía bien en los brazos, de modo que estuviera relajada, cómoda y en paz inmediata; casi como si, al entregarse a sus brazos, hubiera entrado en el silencioso santuario de una iglesia. Ella se movió para acomodarse aun más abajo, y la erección debajo de su cuerpo alejó todo pensamiento de religión institucionalizada. “Me parece que tengo un bulto bastante grande en mi cama, pero no creo que quiera quitarlo”, observó ella. “Eso es bueno”, le respondió él secamente. “Contigo sentada sobre él, la única posibilidad que tiene de desaparecer es que me lo corten”. “¿Me pedirías agua antes de que hiciera eso?”. Él se rió por lo bajo. “Con todo el aire de mis pulmones”. “Es un progreso”. Pero ella vio la duda en sus ojos y se incorporó para tocarle el rostro. “Lo que te digo tendrá importancia, Mac”, le dijo con calma. “No sé si será para bien o para mal, pero tendrá importancia”. Mac no dijo nada en ese momento, sólo la acercó a su cuerpo. Ella cerró los ojos, se obligó a no forzar el momento, para poder saborearlo, viendo que el día de hoy podría ser el último que disfrutaría a Mac. La verdad puede liberarte pero, en ocasiones, la libertad es lo que menos desea una persona. “¿Qué fue eso?”, preguntó él. Ella limpió su garganta. “Dije, ¿cuál es ese viejo dicho que habla de liberar algo?”. Él le levantó el mentón con la punta de los dedos. “Si amas algo, déjalo libre. Si vuelve a ti, es tuyo. Si no lo hace—”. Se detuvo, y Violet se rió por lo bajo al mismo tiempo que una sonrisa endiablada atravesó el rostro de Mac. Lo terminaron juntos. 149/ 149/ 263
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“—persíguelo y mátalo”. ***** Ella lo dejó en el club, después de darle varios largos besos. Primero en el coche y, luego, por la ventanilla después de que Mac se bajara, hasta que le dolió la espalda y sintió que le explotaba el corazón. Luego, permaneció de pie en ese lugar durante diez minutos, con las manos entrelazadas y reposando sobre la ventanilla baja, mientras sólo se miraban. No, eso era demasiado adulto, y él era demasiado honesto como para no llamarlo por su nombre. Se miraron uno a otro sin prestarle atención a nada más en el mundo. Mejor aún, Mac no sintió necesidad alguna de retirarse. Violet era la Amante. Ella le diría cuándo debía irse. Todo lo que tenía que hacer era permanecer de pie en ese lugar, absorber cada aspecto de Violet, disfrutar la sensación de su mano con huesos pequeños en las suyas, y desear que el momento durara todo el tiempo que ellos quisieran. “Bueno”, dijo ella por último. “Creo que será mejor que me vaya. Mañana trabajo”. “Sí”. Mac se arriesgó y apretó las manos de Violet con las suyas, incapaz de contenerse, y se inclinó hacia abajo una última vez, le atrapó los labios con un beso manifiesto, hambriento, ambicioso y que transmitía todo lo que sentía y quería de ella. Su otra mano se deslizó hacia el costado del rostro de Violet, hacia su cuello tenso, de modo que pudo sentirle el furioso pulso. Cuando Mac levantó la cabeza, ella estaba aferrada a su muñeca, presionándole la carne con las uñas. Violet le había dejado marcas en varios lugares de la espalda y la parte superior del torso, y él habría dejado que le arrancara cada parte de su piel si eso le generaba placer. “Ten cuidado en esta trampa mortal”, dijo él. “¿Cuándo puedo volver a verte?”. Si bien una sonrisa brilló en el rostro de Violet ante su advertencia, mantuvo seriedad en la mirada mientras consideraba la pregunta. Él supo, mientras se le tensaban las entrañas, que ella estaba a punto de decirle lo que fuese que era tan importante como para que no pudiera ofrecerle totalmente el regalo que él le había elegido hasta que la escuchara. Violet hurgó en su cartera y sacó un estuche de tarjetas comerciales. Lo sostuvo un momento sin abrirlo, golpeteando en el volante. Luego, aparentemente decidida, sacó una tarjeta y 150/ 150/ 263
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escribió en el dorso. “Quiero que vengas a cenar a casa, el miércoles por la noche. ¿Sabes cocinar, de verdad?”. “Sí”. Ella levantó una ceja. “¿Sólo sí? ¿Sin salvedades como ‘Sólo sé cocinar hamburguesas o preparar ensaladas’?”. Mac apoyó ambas manos sobre la ventanilla y se agachó para que sus miradas estuvieran al mismo nivel. “Estudié tres trimestres en una escuela de cocina. Puedo cocinarte cualquier cosa que te guste comer, dulzura, y darte un postre de chocolate que se derretirá en tu boca”. Esbozó una sonrisa alegre y pecaminosa en el rostro y le enredó los dedos en el vello del pecho, que se dejaba ver debajo del cuello abierto de la camisa. “¿Qué te parece si te caliento tanto como para que tú lo derritas? Luego puedo chupártelo todo, en cada pulgada de tu cuerpo”. Él le atrapó los labios en otro beso rápido y no se resistió cuando ella lo mordió, le agarró la lengua y lo incitó con la suya. Cuando terminó el beso, se sonrojó y le brillaron los ojos violetas, porque había ocultado sus secretos antes de que se acercaran al club. A Mac le encantaba su color verdadero, sabiendo que el color lavanda era una simple mejora desus verdaderos y resplandecientes iris. Violet bajó la mirada. “Quiero que te pongas algo obscenamente ajustado”, dijo ella. “Sin ropa interior, por eso, procura cuidar lo que es mío cuando te subas la cremallera. Quiero que te afeites, al ras”. Mientras le indicaba con la mirada indicaba a qué parte de su anatomía estaba haciendo referencia. “Te sacarás la camisa y los zapatos en la puerta. Tengo planeado sentarme en la encimera y disfrutar por completo mientras te miro la verga”. Él levantó una ceja. “Haré todo eso y llevaré la comida. ¿Tienes la cocina bien equipada?”. “Mackenzie, tengo todo lo que necesitas”. Ella le puso la tarjeta en la mano, con presión, pero Mac notó la duda antes de hacerlo. Todas las personas que llevan el juego D/s al santuario de sus hogares tenían que considerar la opción muy cuidadosamente, por muchos motivos. Nadie lo sabía mejor que él, dado el caso en el que estaba trabajando en este momento. Pero no quería ver preocupación en los ojos de Violet. Tomó la tarjeta que le ofrecía, pero mantuvo la atención en su rostro. “Puedes confiar en mí, Violet”. “Lo sé”, dijo ella. 151/ 151/ 263
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“No cambiará nada, sin importar lo que sea”. “Sí, lo hará. Yo sólo… No, no la mires todavía. No hasta que me haya marchado. Sólo quiero que sepas, si cambias de parecer y decides no venir—”. “Violet”. Mac comenzó a mirar la tarjeta, al diablo con su insistencia, porque el miedo de sus ojos lo alarmaba, pero ella le cerró el puño sobre la palma y la ocultó. “—lo comprenderé”, dijo ella firmemente. “Pero si decides venir, querré hablar de lo que realmente estás haciendo en La Zona, y saber si puedo ayudar. No necesito preguntar si lo que tenemos es real o no. Este fin de semana ya respondió esa pregunta. Quizás podamos utilizar eso para ayudarte, Oficial. ¿O es Detective?”. Si le hubiera dicho que era una extraterrestre enviada en una misión para investigar la naturaleza sexual de la población humana, Mac no se habría sobresaltado tanto. Frente a su expresión, Violet pudo controlar una sonrisa que tensionada en las comisuras de su boca y le acarició fugazmente el pecho, por el cuello abierto de la camisa nuevamente. “Eso no modifica las condiciones de tu vestimenta para esa noche. Espero verte el miércoles. Estaré pensando en ti”. En un minuto se había ido, el Stealth se mezcló en el tránsito con la facilidad que da la práctica, antes de que Mac pensara en mirar la tarjeta que estaba en su mano. Pestañeó. Sintió que, al moverle el piso, Violet acababa de desestabilizarlo y tirarlo de culo. “Hija de puta”. Capítulo 14
Mac no iba a venir. ¿Por qué había sido tan estúpida? Era demasiado pronto. No, no habría importado. Le habría resultado igual de dificultoso aceptar en una semana o en dos, especialmente si seguían con el mismo nivel de intensidad. Ella le había sugerido una cena como un modo de aplacar el ritmo, por decirlo de alguna manera. Sacarlos del reino de los calabozos o de una casa como la de Tyler, que estaban diseñados específicamente para el juego D/s. Ella quería saber cómo se llevarían sin látigos y cadenas de por 152/ 152/ 263
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medio, al menos no totalmente. Para el agrado de Violet, se habían probado mutuamente en esos terrenos mientras iban y volvían de la casa de Tyler. Ella quería más de todo cuando se trataba de Mac Nighthorse. Sí, era mejor salir al mundo ahora. Pese a lo que le había dicho a Mac, podría haber sido un acto de su parte, y ella podría haber sido simplemente parte de lo que fuera su asignación de encubierto en La Zona. “Violet,” rezongó. “No comiences a dudar de ti misma ahora. Sabes que eso es mentira. Nadie es tan bueno cuando trabaja de encubierto”. Pero él había estado de servicio en La Zona, y ella lo supo inmediatamente la primera vez que lo vio. Tan claramente como se había percatado de que era un sumiso sexual genuino, la combinación más inesperada que alguna vez encontró en su vida. Pero eran cinco minutos tarde. Los sumisos, en especial los del tipo de Mac, no suelen llegar tarde. Nunca. No para sus Amantes. Ella volvió a la ventana, se maldijo y vio que una camioneta Dodge Ram ingresaba al camino de entrada de su casa, con Mac al volante. Ella retrocedió deprisa para que no la viera allí, pero permaneció en la sombra junto a la cortina de encaje para observarlo mientras salía de la camioneta, iba a la parte de atrás para retirar los ingredientes de la comida y giraba para dirigirse al sendero de ingreso. “Ay, Dios mío”, murmuró ella. Ella sospechaba que los pantalones de jeans eran nuevos, o que no los usaba muy seguido. Eran de tela denim ajustada y se ceñían a cada curva muscular de la parte inferior de su cuerpo, el culo y los largos muslos, delineando el pesado bulto de la verga y los testículos, y plegándose en todos los lugares correctos mientras caminaba. Vestía algo fácil de sacar, una remera negra de algodón gruesa. Violet deseó que la Señora Zerbrowsky no estuviera mirando por la ventana porque, de lo contrario, tendría que llamar al 911 para que le hagan arrancar el marcapasos. Su propio corazón latía tres veces a su ritmo normal contra la garganta, pero no se debía completamente a su aspecto, si bien por sí solo exigía sexo a gritos. Su exigencia. Tenía tanto que ver con la fija concentración de su mirada como con la docena de rosas color lavanda que llevaba en un brazo. Estaban envueltas en un terciopelo al tono y atadas con una 153/ 263
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cinta. En el otro brazo, llevaba tres bolsas con la comida. No sólo había venido. Con las flores, había dejado en claro que lo había hecho porque quería. Violet se desplazó hacia el vestíbulo. Fuera del campo de la ventana, se permitió dar un pequeño giro sobre el piso de madera y, luego, recuperó la compostura en la puerta y la abrió. “Hola”, dijo ella. Se había puesto un vestido con un tejido suave de color azul oscuro que delineaba las curvas en detalle, ya que había optado por no usar corpiño o pantaletas. Estaba descalza, porque quería realzar el ambiente informal pero, al abrir la puerta, eso le hizo acordar, por la fuerza, de lo mucho más alto que era Mac. Esos ojos plateados recorrieron cada pulgada del cuerpo y, cuando reposaron finalmente en su rostro, todo lo que pudo hacer fue no tomarlo del frente de la remera y besarlo como quería hacerlo. Como conocía las recompensas de saber esperar, se detuvo. Además, pese a que Mac había elegido estar ahí, tenían que hablar ciertos temas. “Amante”, dijo él suavemente, ofreciéndole las rosas. Ella las tomó y le hizo un gesto para que entrara. Cerró la puerta con un chasquido silencioso, que los encerró juntos, en íntima soledad. Mac puso los víveres en el banco del antiguo perchero de la entrada. Cruzó los brazos sobre el abdomen para agarrar la remera, la quitó de la pretina y se la sacó por la cabeza, dejando el torso desnudo, tal como ella había ordenado. La cadera desnuda, que Violet había alcanzado a ver cuando Mac se estiró, le decía que había cumplido con todos sus pedidos, ya que no llevaba nada debajo de los jeans ceñidos, sólo su cuerpo. El movimiento le hizo llegar el aroma de la loción para después de afeitar, sólo un toque de perfume, y la esencia del macho que se encontraba debajo. Mac dobló prolijamente la remera y la dejó en un brazo del perchero, se quitó los zapatos y los colocó debajo del asiento. “Te extrañé”, dijo él, abanicándole las mejillas con las pestañas oscuras, mientras bajaba la mirada. “Me gustaría honrarte, Amante. Mostrarte mi devoción por ti”. Violet tragó saliva. “Muy bien”, suspiró ella. Él se arrodilló, primero una rodilla, luego la otra. Tal como lo había hecho esa noche en la mesa, se inclinó pero, ahora, le ofreció su deferencia como un presente, al flexionar esos amplios y desnudos hombros y bajar lo suficiente como para que sus labios tocaran el sensible empeine de Violet. Ella no esperaba que 154/ 263
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se comportara tan bien, y no estaba desilusionada. La lengua de Mac recorrió el arco del pie, y ella contuvo la respiración ante la sensación de que la boca le tensaba cada terminación nerviosa entre el punto de contacto y la concha. Se inundó de humedad tan instantáneamente que no pudo controlarlo. Su respuesta se deslizó hacia abajo desde el muslo hasta la rodilla. Recorrió la rótula, forzada por la fuerza de gravedad hacia adentro, y bajó por la pantorrilla, como si deseara fervientemente llegar al punto donde los labios le tocaban la piel. Ella supo cuando alcanzó la boca de Mac, porque se paralizó abruptamente. Luego, movió lentamente los labios, dejando entrar su sabor. Lo lamió por completo y comenzó a recorrer el camino de la invitación de la concha de Violet desde el tobillo. El pesado vestido tejido le cubría la cabeza y descansaba en los hombros, mientras él seguía el rastro, chupaba el rocío delicadamente de la piel, incluso mientras bajaba más por el muslo. Al igual que un cálido manantial que provenía de las profundidades del útero mismo de la Tierra, la concha de Violet ansiaba ofrecerle su miel a la boca de Mac, pero sólo de a una gota a la vez, con deseos de provocarlo. Él se encontraba por encima de la rodilla en este momento, le rozaba los muslos con la barba y le cosquilleaba el clítoris con el cabello de la cabeza. Los muslos de Violet estaban demasiado juntos como para permitirles acceso al profundo canal que moraba entre ellos, pero eso no lo disuadió. Violet gimió mientras Mac llegaba a la parte superior del muslo, con la cabeza completamente cubierta por la pollera. Ella observó cómo giraba la cabeza, se sobresaltó y dio un grito cuando los labios de Mac le tocaron el clítoris, con la punta de la lengua y el bigote realizaba un diminuto movimiento que le hacía cosquillas en el cuerpo, como el temblor del pequeño filamento de una bombilla eléctrica. Increíblemente, ella acabó. Repentina y explosivamente, un clímax de vibración y no una convulsión, que le estremeció los talones para dirigirse directamente a la concha. Las flores se le cayeron de las manos, rodaron por la espalda de Mac en el suave envoltorio yculminaron su caída en el piso, esparciendo varios pétalos de color lavanda por las pantorrillas. Su respuesta brotó a borbotones entre los muslos, y Mac produjo un suave gruñido de placer pero no dejó de darle besos mariposa con la boca y la lengua a esa diminuta joya de carne atacada. Apenas Violet comenzó a acabar, Mac levantó los brazos, la tomó de las caderas y los muslos, para anclarla y mantenerla firme. Perversamente, 155/ 263
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eso mantuvo sus piernas selladas, por lo que simplemente duplicó la fuerza de la vibrante sensación del punto de contacto del clítoris, especialmente cuando luchó contra la inexorable fuerza del poder de Mac. Cuando Violet finalmente pudo respirar, Mac la estaba cargando, los dedos de los pies ni siquiera tocaban el piso mientras se aferraba a sus hombros, con la boca de Mac presionada contra el clítoris, inmóvil al fin. “Creo que tú también me extrañaste”, murmuró su esclavo, con el rostro aún tapado por la pollera. El movimiento de los labios y el suave roce del bigote contra su cuerpo la hicieron gimotear, un llanto silencioso. Ella inclinó, le tomó el mentón con las manos y sintió su respiración, caliente y húmeda, a través de la tela, algo desgastada. Su acto de devoción había sido perfecto para catapultarla más allá del límite, un estímulo físico y emocional que ella no pudo resistir, arrasando con todo control posible. Violet podría decir que era, parcialmente, debido a la culminación de varios días de intensa frustración sexual y, parcialmente, debido a él; pero se debía completamente a las acciones de Mac. Ella se había negado cualquier tipo de satisfacción, sólo la deseaba obtener de Mac. “Bájame”, dijo, con la voz temblorosa, y él obedeció, poniéndola de pie sobre el piso como si fuera de porcelana. Violet dio algunos pasos hacia atrás, dejó al descubierto esos hermosos hombros desnudos, la despeinada cabeza, él rígido rostro que dejaba ver sus propios deseos reprimidos. Se inclinó, le besó delicadamente los labios y dejó que Mac le tomara las temblorosas manos mientras ella se saboreaba a sí misma en sus labios. “Ven a prepararme la cena”, dijo ella. ***** Violet nunca había apreciado el arte erótico de la cocina hasta que observó cómo lo hacía un hombre que deseaba tanto como Mackenzie. Sus grandes y hábiles manos cortaron los vegetales frescos en rodajas luego de lavarlos cuidadosamente, deslizó los dedos dentro de cada pliegue para retirar delicadamente cualquier suciedad y dejó intacto el brillante color de los zucchini verdes y el amarillo de los zapallos. La cáscara firme y similar a la piel humana de los tomates maduros respondía a sus caricias revelando el tono más profundo de su color rojo. El modo informal en que los tiraba a la olla revelaba que se sentía 156/ 263
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totalmente cómodo con lo que estaba haciendo. Los aromas de la preparación de la comida inundaron la cocina de Violet y añadían a la calidez que ya los rodeaba. Ella colocó su copa de vino en la encimera y, cuando se volteó para subirse allí, encontró a Mac, con las manos en su cintura. “Permíteme, Amante”. Ella hizo un gesto con la cabeza y él la levantó, la apoyó sobre la encimera con el mismo cuidado con el que había desplegado los huevos sobre una toalla. Ella separó las rodillas, lo invitó, y él aceptó, se acercó lo suficiente como para que Violet pudiera deslizar las manos sobre su hermoso y velludo pecho, disfrutar del roce de su boca, aromatizada con vino, que se paseaba debajo de su oreja. “No me quemarás la cena, ¿no?”, preguntó ella, con una sonrisa en los labios. Mac giró la cabeza y le acarició la mejilla con la nariz. “Si mi Amante desea que lo haga”. Ella se rió y lo empujó hacia atrás. “Ni lo pienses. Alardeaste de tus habilidades culinarias, ahora tendrás que hacerles los honores correspondientes”. Mac regresó a la cocina. No dijo nada más, y ella supo que estaba esperando. Quizás, Mac pensaba que sacar a relucir el tema resultaría descortés de su parte, que era ella, como Amante, quien debía iniciar el debate, si bien el tema en sí iba más allá de los límites de sus roles sexuales. Resultaba difícil determinar dónde finalizaban los roles y comenzaban a ser ellos como personas, pese a eso, Violet tomó aire y dio el primer paso. “Puedes hablar de eso, si quieres”, dijo, tomando la copa de vino, cruzando las piernas y apoyándose sobre una mano. “Después de todo, fui yo quien sacó el tema. Ya que estás aquí, asumo que estás dispuesto a que nos conozcamos mejor. Pero es posible que también…tengas problemas con eso”. Su saludo la había reconfortado enormemente, pero ella sabía que todavía era posible que todo se arruinara. No quería esperar. Quería asegurarse de que Mac podía aceptarla tal como era, y que sabía quién era él y, aun así, seguir adelante. Si él no podía…bueno, ella supuso que podría encontrar un modo de atarlo a la cama y atormentarlo sexualmente hasta que lo entendiera, pero las leyes lo impedían, y ella controlaba físicamente a Mac sólo con su mente. Si optaba por resistirse, la habría superado. Salvo que tuviera una pistola de dardos tranquilizantes con la potencia suficiente como para derribar a 157/ 263
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un elefante. Él se dio vuelta y notó la preocupación en sus ojos antes de que ella pudiera enmascararla con una leve sonrisa. “No creías que vendría esta noche”, dijo. “No estaba segura”. Ella levantó un hombro. “En primer lugar, a los policías les puede divertir salir con otros policías. Era algo que tenía que saber acerca de ti antes de profundizar demasiado en la relación”. Demasiado tarde para eso, pensó él. Para ambos. Mac notó la verdad tácita de ese hecho reflejada en su expresión. Midió una mezcla de hierbas en un recipiente y las mezcló con los dedos. “Oficial Violet Siemanski, Patrulla de Carreteras del Estado de Florida. Una agente estatal”. Él sacó la mano y la extendió hacia ella. “Mackenzie Nighthorse, Escuadrón de Homicidios. Aunque parece que ya lo sabes”. “Sólo sospechaba que eras policía. No sabía en qué fuerza, o en qué nivel”. Ella bajó la copa de vino, extendió los brazos y le tomó la mano. Él la llevó hacia sus labios y los rozó con los nudillos de Violet, acariciándole los dedos. “Un gusto, Oficial. ¿Hace cuánto que trabaja en la fuerza?”. “Casi cuatro años. ¿Tú?”. “Novato”. Ella entrecerró los ojos y él sonrió. “Casi veinte. ¿A qué te dedicabas antes de ingresar al entorno del cumplimiento de la ley?”. Mac volvió a cocinar y la observó por el rabillo del ojo. Ella dudó, luego, tomó su vino, con esa mano que él acababa de tocar, levemente cerrada sobre su falda, señales de que la había tranquilizado, de alguna manera. No había lugar a dudas, ella lo había demolido al decirle que sabía que era policía. Pero lo que Mac sentía por Violet no podía desbaratarse tan fácilmente, y tampoco iba a dejar que se preocupara en ningún momento por que eso pudiera pasar. “Ingresé al cuerpo de los Marines con el programa de becas. Nunca me asignaron ningún lugar muy peligroso, sólo Alemania y Japón”. “¿Programa de becas en ese entonces, y un Stealth ahora?”. Él le echó una mirada de reojo. “¿Usted se deja sobornar, Oficial?”. Ella se rió por lo bajo. “Casi. Mi tía era algo excéntrica. Vivía en una pequeña casa en un vecindario que daba a la interestatal. Nunca compró un coche y se quejaba de cada centavo que tenía que gastar en nosotros para las Navidades o los cumpleaños. Me ocupé de ella cuando se enfermó, porque no toleraba a nadie 158/ 263
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más. Cuando murió, todos nos sorprendimos al descubrir que era una inversora realmente astuta, y que me había dejado todo a mí. Mantuve la mayoría de las inversiones, gracias a su gerente de cartera. Pero cancelé mis préstamos universitarios, algunas de las deudas de mi familia, pese a las protestas de mi padre y, luego, hace un año, me di el gusto de comprarme el Stealth. Se lo compré a un muchacho que lo había tratado como a un bebé, le gustaba mirarlo más que conducirlo. Por eso estaba casi como nuevo”. Ella cruzó las piernas y lo evaluó por completo, deteniéndose en su pecho desnudo y en la prominente visión del área de su entrepierna, detrás de los jeans ajustados. “No me doy gustos muy a menudo pero, cuando lo hago, busco calidad. Acelera de cero a cincuenta y cinco millas por hora en menos de seis segundos”. Violet podía hacer lo mismo con la temperatura de la sangre de Mac cuando lo miraba con esos seductores ojos, pero se las ingenió para permanecer neutral y la miró con las cejas arqueadas. “¿Y cuánto tarda para ir de cero a cien?”. “Catorce coma tres segundos”. Se observó las uñas. “Según las especificaciones de fábrica”. “Por supuesto”. Él se rió por lo bajo. “Entonces, ¿qué más hiciste con los Marines?”. “Me capacité para ser Policía Militar y trabajé la mayor parte del tiempo como tal. Me agradaba, y encajó muy bien con mi asignatura secundaria: ley penal”. “¿Cómo te diste cuenta de que era policía?”. Mac inmiscuyó una pregunta informal, pero que lo perturbaba. Tenía que saberlo. Ella se encogió de hombros. “Simplemente lo sabía. No te delataste como lo habría hecho un novato, con esa postura de alerta constante, pero tenías ese aire a tu alrededor que…bueno, ya sabes. A veces, simplemente lo sabemos”. El asintió con la cabeza, comprendiendo a la perfección, si bien el hecho de no haber podido descubrirla a ella del mismo modo le resultaba algo inquietante. Pero, entonces, ella lo había despistado desde el comienzo. “¿Por qué frunces el ceño?”. “Sólo me pregunto si estoy poniendo la cantidad correcta de orégano”, le mintió. Había que preservar el orgullo masculino, después de todo. “Entonces, ¿siempre usas pantalones de jeans negros?”. Él se encogió de hombros. “No dejan ver la suciedad, y puedo lavarlos a todos juntos”. 159/ 263
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Ella se rió por lo bajo. “Mackenzie, sin lugar a dudas acabas de decirme que eres soltero”. “Ya te dije que no estaba casado”. “Sí, pero ahora sé que puedo creerte”. Él la miró. “Puedes confiar en mí, Violet”. “Todavía no. No hasta que sepas que puedes confiar plenamente en mí”. Ella le devolvió la mirada con una expresión similar, que le dijo que había notado el cambio en su rostro, que sabía que su ceño fruncido quería decir otra cosa. Pero ella no lo forzó. Simplemente lo miro con ese rostro que decía que no la engañaba, y bebió otro sorbo de su vino. “¿Qué hay ahí?”. Ella señaló con la cabeza el contenedor plástico que Mac había dejado en la encimera. “Ese es el postre. Un pastel de chocolate”. Los ojos de Violet se iluminaron anticipadamente y él sonrió. “Creo que acabo de encontrar tu debilidad”. No, esa eres tú. Pese a que Violet lo pensó y no lo dijo, él lo notó en sus ojos como si le escuchara los pensamientos. Un rubor le animó la piel, la reacción de un adolescente pero, por primera vez, no lo reprimió ni intentó permanecer tranquilo. Mac dejó que ella viera lo mucho que lo estaba afectando. “El postre de chocolate más elaborado que he comido es una torta de caramelo Sara Lee de Wal-Mart”, dijo ella. “Y me chupé los dedos. ¿Qué es un pastel?”. “Un pastel es una fina capa de bizcocho, con relleno entre las capas. En este caso un mousse gnoche de chocolate, que es como una crema batida de chocolate. Cuando te lo lleves a la boca, tendría que derretirse en tus papilas gustativas. No necesitas distraer tu energía masticando”. “¿Y lo preparaste tú?”. Ella se inclinó hacia adelante, holgazaneando su cuerpo sobre la encimera como una reina decadente, y espió dentro del contenedor. “Wow”, dijo. “Mackenzie, quizás tenga que casarme contigo”. Él levantó la cabeza y notó, pese a que Violet estaba bromeando, que había cierta seriedad debajo de sus palabras. “Nunca seré lo suficientemente bueno para ti, Amante”. “Creo que deberías dejar que yo decida eso. Entonces, ¿qué estás preparando ahí?”. Ella se incorporó, volvió a tomar la copa de vino y lo distrajo con la visión de sus húmedos labios presionados contra el límpido cristal. “Parece bastante simple, comparado con esto”. “Preparar pastas a punto es un arte”, le informó Mac. “Y, como el 160/ 263
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postre es sabroso, quería ofrecer algo simple para el plato principal. Fideos cabello de ángel con una mezcla de ajo y aceite, un toque de aderezos herbales y una mezcla orgánica de huevos revueltos para aportar proteínas. Un acompañamiento de vegetales cocidos al vapor. Yo mismo preparo la pasta”. Mac tuvo el placer de ver que la boca de Violet casi se abre sola. Ella la cerró rápidamente con la mano. “Esto no es algo informal para ti”. “Sí y no a la vez. El trabajo”. Gesticuló vagamente con el cuchillo. “Necesitaba dedicarme a varias cosas para no perder mi humanidad”. “¿Nada de carne? ¿Es algo típico tuyo?”. Él asintió con la cabeza. “Soy vegetariano desde hace casi diez años. Cuando trabajé de encubierto en las peleas de perros, al comienzo de mi carrera profesional, les agradaba calentarlos con animales de granja, para el público”. Mac probó la mezcla de hierbas e hizo un gesto afirmativo con la cabeza antes de seguir. “Vi cómo desgarraban cerdos, gallinas, vacas y, luego, a otros perros más débiles. Después, cuando me enfrentaba a situaciones en las que veía a hombres luchando por sus vidas, sabiendo que no iban a ganar, los vi perder toda su identidad. No eran nada más que el miedo que sentía en esos últimos momentos. Los rostros de esos animales eran iguales, y no puedo comer una hamburguesa o nada similar sin evocar esas imágenes en mi mente”. Se encogió de hombros. “No necesito ocasionarles la muerte para poder vivir. Entonces, tomé la decisión. Espero que esté bien”. Ella asintió con la cabeza y lo dejó trabajar en silencio por un momento. A Mac eso le resultó cómodo, disfrutó del aroma de su perfume, la inclinación de su cabeza, la chispa de interés en sus ojos ante cada paso del proceso de preparación de una buena comida. También le agradaba el modo en que los ojos de Violet se paseaban por su cuerpo, disfrutándolo tal y como había dicho que lo haría. “¿Cómo comenzaste en la D/s?”, dijo ella a la pasada, con un tono algo distraído. Mac se rió tímidamente por lo bajo, antes de poder evitarlo. Al diablo, no había motivo para no decírselo. Lo peor que podía pasar era que se riera. “Tenía un sueño que crecía en intensidad, acerca de una mujer. No la conozco, es sólo producto de mi imaginación. Ella se me acerca, y yo no puedo levantar las manos, no puedo tocarla a 161/ 263
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menos que ella me lo pida. Y me hace cosas increíbles. Cuando tenía alrededor de veinte años, una persona me llevó a un lugar como La Zona, sólo que mucho más inocente, como una especie de broma. Algo así como un club de desnudistas S&M invertido, donde las chicas se cuelgan alrededor de postes vestidas con ropas de cuero y blanden látigos. Observarlas tuvo cierto efecto sobre mí, y no pude sacar esa imagen de mi mente. “ “Entonces seguiste investigando”. Él le dijo que no con la cabeza. “No al principio, pero quería hacerlo. Me dije que estaba loco, que era una locura que un policía estuviera viendo algo como eso. Los dos sabemos lo peligroso que es caminar por los caminos de la D/s, los lugares a los que puede llevarte, pero persistía en mi mente. Siempre estaba presente a la hora del sexo. “Luego tomé un trabajo de encubierto en el que el sospechoso solía frecuentar lugares como La Zona. Fui testigo del aspecto menos sórdido, comencé a darme cuenta de que quizás no se trataba de pornografía para adolescentes. Como una broma, el sospechoso me convenció de jugar a la Dominación con alguna chica predispuesta del personal. No lo hice para nada bien pero, afortunadamente, eso ayudó a que no me descubriera. Cuando todo terminó, una Amante se me acercó y me susurró al oído. ‘Tú no eres un Dominador, amor. Eres un sumiso. Si alguna vez quieres descubrir qué significa eso, llámame’. “Pensé que me estaba rebajando porque lo había hecho muy mal, que me estaba tomando el pelo. Pero hubo algo en el modo en que me miró, en que me tocó el brazo como si tuviera derecho a hacerlo y en cómo me sentí, fue como si tuviera que permanecer inmóvil y dejar que ella me hiciera todo lo que quería. Eso realmente me arremolinó el interior. No podía sacármela de la cabeza. Cuando finalizó el caso, la llamé. Lisbeth. Y aquí estoy”. “Me agradó”, admitió Violet. “Pese a eso, estoy celosa”. “No tienes por qué estarlo. A ella le agradó quebrarme pero, una vez que la novedad dejó de serlo, siguió con otro. Ella no…no hubo un vínculo emocional verdadero. No…”. Como con nosotros. Las palabras quedaron flotando entre ellos, demasiado fuertes y prontas para ser expresadas. “Eres todo un enigma, Mac”. Ella hizo un gesto de negación con la cabeza. “La mayoría de los policías no podrían hacerlo, incluso si tuvieran extrema necesidad. Es como si tuvieras una doble personalidad, en la que ansías una Amante pero te aterra perder el control. De todas las personas debes ser quién más sabe lo 162/ 263
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mucho que está fuera de tu control”. “Sufrí graves ataques de pánico las primeras veces que me ataron. Aún…Aún tengo que luchar contra ellos. Pero he aprendido a controlar mi reacción. El…deseo es mayor”. “Mac, mírame”. Cuando lo hizo, vio la mirada totalmente asombrada de Violet ante tal reconocimiento de la verdad. “Pero lo haces de todos modos”. Mac levantó un hombro. “Como te dije, realmente no tiene sentido. Apuesto a que se supone que no debe tenerlo. Contigo…es diferente”. Parado en su cocina, cocinando, con el aire repleto de aromas y de Violet misma, Mac sintió que podría decirle cosas que no le había confiado a nadie, que tampoco había tenido en su interior para decírselas a nadie, hasta que la conoció. Pero regresó su atención a la preparación de la ensalada, antes de decir lo que sentía que necesitaba decir. “Tú me asustaste más que nadie pero, ahora, no se de qué tenía tanto miedo. Había un muro. No estoy seguro de que supiera siquiera que estaba allí, pese a que trataste de advertirme de su presencia desde el comienzo. Cada vez que una Amante lo empujaba, sentía que debía mantenerla alejada de él pero, al mismo tiempo, quería que intentara derribarlo y sobrepasarlo, que luchara por mí. No lo comprendía, quizás todavía no lo comprendo. Sólo sé que tú lo hiciste, y siento que estás dentro de mí ahora, en un lugar en el que siempre quise…que estuviera una mujer. Maldita sea, no puedo explicarlo bien”. “No tienes que hacerlo. No creo que haya ninguna palabra para el ‘por qué’, más que las que hay para el motivo por el que sabía que era el lugar donde tenía que ir”. Él hizo un gesto con la cabeza, le quitó la tapa a una pequeña fuente y la colocó sobre la encimera. “Aperitivos. Hongos marinados”. Escogió uno y lo llevó a los labios de Violet, ofreciéndoselo. Ella pudo notar que la cruda sinceridad de su reconocimiento lo perturbó. Era hora de volver al territorio cómodo. Violet abrió la boca, cerró los labios sobre el hongo, observó el rostro de Mac mientras le rozaba los dedos por los labios, retirando cuidadosamente el aceite y, luego, poniéndolos en su propia boca, lamiendo fugazmente para limpiar el aceite de la punta de los dedos y llevarla hacia adentro. La calidez del gesto se mezcló con el efecto del vino y se desparramó por todo el cuerpo del Violet. “Lo que todavía no puedo determinar es cómo una novata con 163/ 263
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cuatro años de experiencia se dio cuenta de que era policía y yo nunca sospeché que pertenecías a las fuerzas”, dijo él, agitando la cabeza con asco. Ella inclinó la cabeza, y sonrió. “¿A qué creías que me dedicaba?”. “Pensé que quizás eras alguna clase de ejecutiva empresarial pero me parecía un cliché. Decidí que eras una operadora de equipos de construcción. Ya sabes, topadoras y cosas por el estilo. Como eres tan buena para mangonear a gente más grande que tú”. “Me estás tomando el pelo”. “Sí”. Él le sonrió con picardía. “Te estoy tomando el pelo”. “El motivo por el que yo descubrí que eras policía y tú no me descubriste a mí fue sólo uno”, observó, ella, mirándole el delicioso culo mientras se movía alrededor de la cocina. Ella no sabía por qué esos pantalones podían ser tan ajustados sin llegar a ser ilegales, pero les agradeció a los expertos de la moda por semejante bendición. Tan ajustados que le marcaban la parte superior de los muslos y el culo mientras se movía, cambiaba de posición, con la hendidura bien definida para deleite de su mirada. “¿Y cuál fue ese motivo?”. “Te lo diré más tarde. Ven aquí”. Mac bajó el cuchillo, se limpió las manos en el repasador y se acercó a Violet, hasta que quedó de pie entre sus rodillas nuevamente. Le apoyó una mano a cada lado de la cadera, mientras le acercaba toda su embriagadora presencia para que pudiera aferrarla. Violet movió una mano alrededor de la cadera de Mac, por sobre la curva de una de sus nalgas, la apretó, cerró los ojos y disfrutó al notar cómo se tensaban los músculos mientras lo tocaba. Sintió que Mac comenzaba a inclinarse hacia adelante pero le dijo que no con la cabeza, con un mínimo movimiento. Mac se detuvo a mitad de camino. Los muslos de Violet volvieron a humedecerse. Había dicho la verdad. No sabía qué fue lo que la hizo así, por qué disfrutaba tanto de un hombre dispuesto a someterse ante ella, por qué su obediencia a la orden más sutil, tan sutil que era como si Mac le leyera la mente, podía abrumarla. El hombre que se encontraba entre sus piernas era muy poderoso, estaba bien entrenado, pero nunca lo habían quebrado. Hasta que llegó ella. Hasta que se convirtió en su posesión. “Toma el vino”. Ella lo levantó. “Y bebe. Bébelo todo, hasta la 164/ 263
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última gota y, luego, dame ese último trago de tu boca”. Él levantó la copa, con su mirada de plata ardiente y líquida, y lo llevó a sus labios. Ella deslizó ambas manos a lo largo de la pretina y la parte de atrás de los pantalones, le agarró firmemente el culo con ambas manos, lo masajeó, lo acarició, mientras se imaginaba perfectamente cómo sería sentirlos flexionándose y tensándose mientras él se la metía a un ritmo lento y fuerte. Violet vio que la copa se inclinaba, que la cabeza de Mac retrocedía a medida que hacía bajar el vino con tragos lentos y medidos, haciendo trabajar la garganta. Ella llevó las manos desde atrás hacia adelante, le tocó el bulto apretado de su erección y testículos, y lo agarró más fuerte. Mac bajó la copa y mantuvo la boca cerrada para contener el vino que ella le había pedido. Violet lo liberó, enganchó una mano en la pretina de los pantalones de jeans y utilizó la otra mano para bajarle la cabeza hacia la suya. Mac inundó de vino la boca de Violet con su lengua, y ella saboreó ambos, los hizo girar en su boca, saboreó su potencia y los consumió. “Quizás la próxima vez que tenga vino en la boca”, le murmuró Mac contra los labios, “dejarás que coloque tus piernas en mis hombros, la boca sobre tu concha, que deslice la lengua hacia adentro y deje que todo ese vino tinto y cálido corra hacia el interior. Que se mezcle con tu dulce sabor y que lo beba”. “Me agrada esa imagen”, Violet respiró contra su cuerpo. Ella sintió que el otro brazo se deslizaba a su alrededor, que la acercaba a sus labios, y ella se lo permitió, frotándose contra él antes de bajarse finalmente de la encimera, por toda su rígida longitud. Reposó los pies descalzos sobre los empeines de los de Mac y ella le sonrió. “Pero quiero cenar antes”. Capítulo 15 Violet no pudo evitar sentir placer sólo al mirarlo. Se sentó relajado frente a ella, apoyando la espalda en la silla, con las rodillas separadas en los ajustados pantalones. Ese poderoso torso desnudo bañado por la luz de dos velas de lavanda que había traído junto con las rosas lavanda para decorar la mesa. Se había tomado el tiempo y se había preocupado por asegurarse de que el ambiente fuera encantador y romántico. No estaba aquí 165/ 263
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sólo por el sexo. También la estaba cortejando. Era…emocionante. El modo en que la miraba, no era una mirada fija. Era una caricia física en cada parte de su cuerpo, y ella estaba segura de que Mac era más que consciente del efecto que dicha atención tenía sobre ella. No volvieron a tocar temas más controvertidos durante la cena y hablaron de las cosas que querían saber el uno del otro. Usualmente, la primera cita fuera de los calabozos era prudente, la información se revelaba con cautela, pero Violet descubrió que podía hablar de cualquier cosa con él, y Mac también era generoso en sus respuestas. Violet supo de dónde provenía su familia, qué clase de educación había recibido, qué lo empujó a querer ser policía. Mac sabía escuchar y le prestaba atención de un modo que le mantenía la sangre a fuego lento. En medio de la conversación informal con recordatorios íntimos referidos a su intención de servir a las necesidades de Violet, Mac trajo más vino antes de ella lo pidiera, le retiró la servilleta cuando ella la dejó caer al piso y le dio un beso en la pantorrilla cuando se agachó. Y, por supuesto, sólo con los pantalones puestos, de modo que el pecho y los hombros desnudos quedaban accesibles a la vista y al roce de Violet en todo momento. Ella había dado cuatro bocados de la pasta más increíble que jamás hubiera probado antes de percatarse de que Mac no estaba comiendo. “¿Qué ocurre?”, le preguntó ella. “Nada. ¿Te gusta?”. Ella levantó la comisura de la boca. “Está espectacular. ¿La envenenaste? ¿Es por eso que no estás comiendo?”. Mac sonrió, no tocó el tenedor. “No me atrevería a comer hasta que mi Amante me lo permitiera y, tampoco, hasta estar seguro de que está satisfecha con la comida”. Ella asintió con la cabeza. Se llevó otro bocado a los labios, su cuerpo se agitaba al verlo esperando su voluntad, sin tocar la comida, con sus hábiles manos inmóviles a cada lado del plato y con el pecho moviéndose al parejo ritmo de su respiración. Mac observaba cada movimiento, se detuvo en sus labios a medida que se volvían brillosos por el aceite de la pasta. “Dios, eres demasiado”, dijo ella suavemente. “Come”. Antes de que salte por encima de la mesa y te coma vivo. “Entonces, ¿puedes decirme por qué no estás casado aún?”. Violet le tomó la mano al preguntar y Mac la dio vuelta, entrelazando sus dedos con los de ella. “¿Es por el trabajo?”. 166/ 263
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Él levantó el tenedor, en lugar de mirarla, cuando le dijo que no con la cabeza. “Le resulta difícil a una persona como yo intentarlo con una mujer sin que ella sepa lo que deseo, el costado sumiso. Traté de tener relaciones sin ese aspecto y no funcionaron. Realmente, no sé si son ansias poco saludables o una obsesión. Imagino que tú tendrás el mismo problema para encontrar hombres que deseen que los amarres y abofetees”. “¿Por qué crees que inicié una carrera en el ámbito del cumplimiento de la ley?”, dijo ella con una sonrisa que, en realidad, no alcanzó a llegarle a los ojos. “No me estás diciendo toda la verdad, Mac”. Él levantó la mirada y ella la mantuvo, firme, inquebrantable, esperando su respuesta. Violet notó que el fastidio avanzaba, que luego se desvanecía, convirtiéndose en atribulada resignación. Ella casi pudo distinguir que Mac sopesaba cada opción para evadir la pregunta, para desecharla. Ella decidió presionar un poco. “Imagino que fue el trabajo fue el motivo principal por el que te mantuviste alejado de las mujeres. Es obvio que hay mucho rencor en tu interior”. Él se encogió de hombros y levantó la copa de vino. “Sólo cuando los Buccaneers pierden algún juego”. “Hmm. Por todo lo que me has dicho, parece que has hecho una muy buena carrera en el trabajo de encubierto, antes de ingresar al trabajo público y, luego, convertirte en detective. He leído los artículos. Los policías de encubierto tienen dificultades para reintegrarse a la sociedad. A algunos les lleva años. Desarrollan paranoia. Controlan todo. Evitan las relaciones comprometidas, porque van demasiado rápido del casamiento al divorcio y consideran que no valen la pena. No pueden compartir todas sus experiencias y eso los envenena por dentro, salvo que encuentren un modo de lidiar con eso, de compartirlo. Al igual que los soldados”. Ella no jugó con el tallo de la copa de vino ni levantó el tenedor, sólo lo mantuvo inmóvil, mientras le clavaba la implacable mirada a Mac. “Ahora has optado por trabajar de encubierto nuevamente”. “Cocino. Tengo pasatiempos. Me gusta ir de pesca a lugares como True Blue y La Zona, tener un par de noches de liberación por aquí y por allá”. Los ojos de Mac brillaron. “Así es como me saco la mierda que junto en el trabajo. No soy un estereotipo, dulzura”. “No te vuelvas malo conmigo, Mackenzie”, dijo ella gentilmente, pero con cierto tono inconfundible de advertencia. “Sabes, entré a 167/ 263
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Internet. No encontré nada sobre ti, pero investigué mucho material sobre la actividad policíaca en Tampa, esperando encontrar alguna mención tuya. Encontré una interesante fotografía en la escena de un crimen. Era un policía que salía de una cloaca, con un brazo quebrado, arrastrando un cuerpo con el otro. No se le podía ver el rostro, salvo por este ojo, porque dio la casualidad de que tenía la cabeza en dirección opuesta a la cámara. No daban el nombre del oficial”. Mac volvió a cambiar de posición. “Bueno, ese día fue una mierda”. “Si oscureces el resto de esa fotografía, ese hombre con toda la furia mortal en el rostro podría haber sido un forajido vikingo de hace siglos”. “Ahora te estás poniendo romántica”. “Soy mujer”. Ella sonrió. “Puedo hacerlo. Pero también soy policía y pude notar que si alguien alguna vez hiciera enojar a es hombre, nada, ni una AK-47, ni un tanque, podría evitar que lo pasara por encima. He visto salir algo de esa furia en ti, cuando presioné tus intimidades. Pero sabes cómo reprimirla”. Ella ladeó la cabeza. “No eres lo que esperaba, en muchas maneras”. “Ser violento es fácil, demasiado fácil”. Mac lo minimizó. “Reprimir la violencia, ser gentil, suprimir tus fuerzas cuando no las necesitas, eso requiere—”. “Personalidad”, dijo ella. “Toneladas de personalidad”. La tensión entre ellos se redujo, en cierta medida, especialmente cuando Violet extendió los brazos y le cubrió la mano con las suyas. “Una buena Amante tiene que saber cómo hacer lo mismo”, le contestó él. “Entonces, tú deberías saberlo”. “Mackenzie”. Violet quería más que eso de él, por lo que lo esperó. Mac expiró fuertemente. “Santo Dios, eres como un terrier. He visto muchas cosas”. Mac se movió nerviosamente. “Resulta difícil abrirse cuando has visto lo que has visto. Demasiados policías como yo viven una doble vida con sus esposas, y eso los desgarra. Yo no pude hacerlo. Tampoco quise. En especial, si hay hijos de por medio”. Hizo una pausa. “No es fácil hablar de esto, Violet…Amante. ¿Podemos…qué fue lo que hizo que no te casaras?”. Violet jugó con los dedos de Mac, sintió que le vibraban los dedos por la tensión y tomó la decisión de relajarse por el momento, ya 168/ 263
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que él había hecho el esfuerzo. “OK”. Por qué no estoy casada”. Ella levantó un hombro. “La mayoría de los hombres creen que les estoy pidiendo que se conviertan en, ¿cómo fue que lo llamaste? ¿Un pony? E imagino que algunas Amantes buscan eso, algo como un fetiche Madre-hijo. Pero yo quería un hombre, no un niño. Quería montar al potro más salvaje”. Ella se inclinó hacia adelante, cubrió los brillosos hombros de Mac con la mirada, las tetillas planas, la firme línea de vello que bajaba por su seccionado estómago, hasta la pretina de sus pantalones de jeans. Violet extendió la mano y recorrió una cicatriz en la clavícula de Mac. “No para amarrarle una cruel correa en las bolas o que meterle espolones para hacer que se sacudiera, torturándolo para que se mostrara feroz. Quería al caballo que me hiciera ganar el derecho de montarlo. Quería domar a mi esclavo, no que viniera a mí ya domesticado”. Mac la enfrentó a mitad de camino, el tomó el rostro con una mano que tenía demasiada fuerza, demasiada energía. “Bueno dulzura, no consigues a un hombre mucho menos domesticado que el ‘pit bull que es rey de su territorio’”. La temperatura de la sangre de Violet se elevó ante la expresión de la mirada de Mac, el desafío, la invitación a jugar. Con él, ella percibía que siempre sería así, el periódico recordatorio de que no había elegido una mascota adiestrada. Había elegido a un hombre volátil y complicado, con la letra alfa estampada en todo su cuerpo. Y eso era parte de la excitación que Violet no sabía que ansiaba. “Semental arrogante”, admitió ella. Violet le alejó el rostro de la mano, puso su mano en el pecho de Mac y lo presionó. “Apoya la espalda en tu silla. Separa las piernas para que pueda ver ese imponente paquete que tienes”. El sonrió, mostrando los dientes. “Oblígame, dulzura”. La primera noche había sido un desafío, una prueba de su valor. Todavía lo era pero, esta noche tenía algo de jocosidad subyacente que agitó la sangre de Violet casi tanto como aquella primera vez, principalmente porque ella sabía que, por debajo del juego, Mac aún la estaba probando. Ella lo había sacudido, le había desbarrancado los cimientos en la casa de Tyler, y lo había desequilibrado aun más, al descubrir que era policía cuando él no tenía idea alguna de que ella también lo era. Ahora, lo hacía nuevamente al sacarle una confesión parcial de lo que no le había permitido abrirse a ninguna mujer. El lobo alfa dentro de Mac estaba inmóvil, tratando de determinar en qué momento podía 169/ 263
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superarla. Ella se sentó en la silla, cruzó suavemente las piernas, y llevó los dedos hacia la diminuta hilera de botones que se encontraba en la parte superior de la modesta línea del cuello. “¿Sabes por qué no descubriste que era policía, Mackenzie?”. Se desabrochó un botón. “¿Por qué?”. Mac había vuelto a tomar la copa de vino, pero Violet notó que no lo bebía. Ella sacó otros dos botones de los ojales y separó la tela para dejar ver el valle entre la elevación de sus senos. Deslizó los dedos ligeramente por la curva visible. Mac tragó saliva. “Eres un macho, un machista…y un cerdo”. Desabrochó otros tres botones, se acarició todo el seno y, mientras llevaba un dedo hacia la lechosa curva, jugó con el pezón debajo de la tela. Mac se acomodó en el asiento y ella inclinó la cabeza, estudiando deliberadamente la hinchazón que se generaba debajo de esa cremallera, la cada vez más tensa entrepierna, donde sus testículos luchaban por espacio en esa capacidad que no dejaba de disminuir. “Estás de acuerdo con que las mujeres sean policías o juezas pero, cuando vuelan las balas, deseas más que nada en el mundo que no haya mujeres alrededor. Te vuelve loco no poder volver a ordenarlas. Quieres que una mujer te domine en la cama, pero sientes que proteger a la mujer es responsabilidad del hombre, mantenerla a salvo del peligro. Es una paradoja que sólo una Amante puede comprender. Una mujer que te entienda. ¿Quieres ver qué tan endurecidos están mis pezones ahora, que ansían con dolor tus caricias, tu boca?”. “Sí”, dijo él con voz áspera. “Entonces apoya la espalda en la silla, separa bien as rodillas, y acaríciate esa larga y dura protuberancia dentro de los pantalones por mí. Mastúrbate a través de los pantalones. Quiero ver que muevas las caderas, que embistan en tu mano, lentamente, como si quisieras follarme”. “Déjame tomarte ahora”. “Así no funcionan las cosas, Mackenzie. Obedéceme”. Violet agudizó el tono de su voz, y Mac se apoyó sobre la silla, observando mientras Violet jugueteaba con la mano por su propio cuerpo sin cesar mientras él separaba las rodillas, estirando la tela sobre sí mismo, de modo que ella viera cómo su larga verga probaba la resistencia de la tela aun más. Mac deslizó la mano por sobre la entrepierna, dudó y, luego, comenzó a acariciarse 170/ 263
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como ella le había ordenado. “Sí”, ronroneó Violet. “Así se hace”. Violet se abrió el vestido hasta la cintura, para darse más espacio, y le permitió ver la forma de los dedos que le masajeaban el seno, le endurecían el pezón debajo de la fina tela. Ella se arqueó, expirando mientras mantenía la mirada fija en la mano de Mac, que se deslizaba hacia arriba y hacia abajo por la verga, como lo hacía un hombre, sin prestarle atención a ella. Sus largas piernas estaban extendidas a ambos lados de las de Violet, una debajo de la mesa y la otra al costado de su silla, mientras Violet colocó la otra mano en el muslo de Mac, y los apretó. “Bájate la cremallera de los pantalones”, murmuró ella. “Bájalos a la altura de las rodillas, para que pueda verte agarrándote la verga con la mano. Pajéate para mí”. “Déjame darte placer con ella, en cambio”. “Haz lo que te digo y, quizás, puedas enterrarla en mi vagina. Pero quiero que estés cerca de explotar, Mackenzie. Muéstrame lo mucho que me deseas”. Dirigió las manos a la cintura y desabrochó el botón, luego, lentamente, bajó la cremallera. Tuvo que levantarse de la silla para obedecer, porque los pantalones eran demasiado ajustados, y ella disfrutó al observar la ondulación de sus caderas, las cuidadosas maniobras necesarias para escabullirse de ellos y bajarlos hasta las rodillas. Volvió a sentarse, con la verga dura como un palo de escoba entre los muslos, y volvió a llevar la mano hacia ella. Violet casi pudo sentir el calor que emanaba de su pija, y su concha lloró por ella. No te queda alternativa, tendrás que esperar, niña. Esperar es parte de la diversión. “Bien”, dijo ella. “Muy bien. No dejes de masturbarte”. Violet retiró su mano y, lentamente, volvió a abrochar los botones del cuello hasta la garganta. Sus pezones permanecieron elevados y tensos contra la tela del vestido, lo que capturó la atención de Mac. Con movimientos pausados e informales, Violet cortó una rodaja del pastel de chocolate que esperaba en el centro de la mesa. Dejó el cuchillo. Se lamió un dedo. Lo miró a la pasada para asegurarse de que la estuviera obedeciendo. Levantó el plato, volvió a sentarse con él y el tenedor, y se llevó un pequeño bocado a la boca, sin dejar de observar la actuación de Mac para ella. “Dime qué es lo que quieres, Mackenzie. Sin poses. Dime lo que pasa por esa mente machista tuya. No te detengas”. 171/ 263
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Mac sacudió fuertemente las caderas con el movimiento, y Violet pudo escuchar la leve palmada de su culo contra la brillosa superficie de la silla mientras Mac empujaba hacia arriba con el puño. Ella sabía que su fingida indiferencia incrementaba el deseo y la frustración de Mac. Violet transpiraba ligeramente. Mac deslizó la mano hacia abajo, y extendió la piel suelta por ese largo y alto órgano. Violet se llevó el bocado de chocolate hacia la nariz, inhaló profundamente el aroma, y percibió esa esencia peculiar y embriagadora de la erección masculina junto con el olor del chocolate. “Quiero estrellarme dentro de tu húmeda vagina”, dijo él, en voz baja, de modo que ella no pudiera distinguir las palabras, sólo la amenaza gutural. “Quiero doblarte sobre esta mesa, subirte fervientemente la falda y cogerte por el culo por obligarme a hacer esto frente a ti. Quiero que estés debajo de mí. Quiero sentir tu cuerpo retorciéndose bajo el mío, con tus piernas entrelazadas alrededor de mis caderas. Quiero que te mojes y que me ruegues que te haga acabar. Quiero poseerte, cuerpo y alma, al igual que tu me posees a mí”. Violet pestañeó. Abrió y cerró los párpados lenta y controladamente. Le llevó un momento recordar que tenía torta en el tenedor. Abrió la boca, lo metió adentro, y supo que era el festín más increíble que alguna vez habían disfrutado sus sentidos, la liviana crema de chocolate en la boca, el aroma en la nariz y el festín visual de Mac frente a ella. Violet separó el resto de la torta de la crema y utilizó los dedos para recogerla. “Detente”, le ordenó. “Coloca las manos detrás de tu cuerpo. Agárrate el culo, una mano en cada cachete, con fuerza y firmeza, como yo lo agarraría. Y no te dejes ir, sin importar lo que pase”. Le llevó un momento obedecer. Su expresión era pesada y peligrosa, hambrienta. Bueno, tenía hambre, también. Cuando, finalmente, obedeció, ella se inclinó hacia adelante y comenzó a embadurnarle la verga con gnoche. La punta, los costados, el área de las bolas afeitadas. Mac le había obedecido al pie de la letra, tenía el escroto y el área pública totalmente rasurada salvo por un triángulo pulcramente delimitado, apenas por encima de la verga. Mac gimió mientras Violet aplicaba un cuidado metódico en su tarea y volvía al plato para tomar más gnoche, hasta que su verga estaba completamente cubierta. Luego se incorporó, tomó la servilleta de tela, y le vendó los ojos con ella. Mac retorció los 172/ 263
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músculos de los hombros, nervioso e impaciente, pero no se resistió ni la desobedeció, mientras dejaba las manos ahuecadas en el culo. “Un esclavo nunca debería mirar a su Amante cuando está abajo, incluso cuando sus acciones están dirigidas a servir su propio placer”, dijo ella. “Por eso no dejaré que me mires abajo mientras disfrutas del picnic, por eso te hice cerrar los ojos”. Se apoyó sobre una rodilla y se metió la verga cubierta de chocolate bien adentro de la boca. No morderlo le requirió el mayor de los esfuerzos, asimilar su sabor, mezclar el placer y la decadencia del postre con la decadencia de disfrutar a Mac. Violet lamió y consumió la crema de chocolate, saboreó la crema de Mac en la mezcla y lo tomó firmemente con la mano. La respiración de Mac era realmente áspera mientras luchaba por obedecer los mandatos de Violet y permanecía inmóvil mientras ella limpiaba cada imponente pulgada de su verga. Los ojos de Violet notaban la flexión de sus poderosos muslos, la tensión del abdomen, el endurecimiento de las bolas ante las caricias de Violet. La propia reacción de Violet le hacía deslizar los muslos mojados uno sobre otro, y ella produjo sonidos de placer en el fondo de la garganta, informándole de lo que no podía ver. Lo mucho que ella lo deseaba, de hecho, estaba hambrienta por él, hasta el punto de querer que se quedara con ella por siempre, no dejar nunca que se separara más de lo que permitiría una correa corta para vergas. Ahora, ya no se preguntaba por qué a algunas Dominadoras les agradaba tanto llevar a sus sumisos a La Zona con collar y correa, para reforzar la servidumbre y el vínculo. “Te deseo”, murmuró ella, y él respondió con un gruñido, una reacción primitiva que le dijo cómo Mac luchaba por traducirlo a un español civilizado. “Dulzura, estoy más que preparado para ti”. Ella se incorporó, le quitó la venda y pudo ver la respuesta ardiendo en sus ojos. “Estoy tomando anticonceptivos”, dijo ella, con la voz espesa de deseo. “¿Podrías…no quiero que haya nada entre nosotros”. “Confío en ti. Y tú puedes confiar en mí, dulzura. En todo sentido”. Su voz se vio entrecortada con apetito masculino y algo más, algo que le elevaba el corazón hasta la garganta, y una emoción dulce mezclada con lujuria embriagadora. “Mi Amante me honra”, dijo él, en voz baja y urgente. “Deja que 173/ 263
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te sirva. Te necesito, Violet”. Ella tragó saliva y asintió con la cabeza. Volvió a desabrochar los botones y se quitó el vestido por los hombros. Mac siguió ese desplazamiento con la mirada, hasta los pies de Violet, y ella se puso de pie frente a él, sin ropa, sólo su piel, que lo necesitaba tanto como él a ella. “Puedes mover las manos”, suspiró ella, y se movió hacia adelante. Él la tomó de la cintura y la levantó sin esfuerzo sobre su cuerpo. Violet le puso las manos en los hombros, lo agarró, y se clavó mientras él la hacía descender lenta y perfectamente sobre su cuerpo, con los ojos plateados clavados en los suyos mientras la llevaba hacia abajo, pulgada por pulgada, con placer. Los muslos de Violet temblaron a medida que se desplegaban sobre los de Mac en el descenso, haciendo que la sensación de su invasión fuera mucho más insoportablemente placentera. Los dedos de Mac se apretaron sobre la cintura de Violet mientras ella saboreaba ese roce casi con el mismo vigor, cada sensación que Mac le ofrecía, incluso su ardiente respiración en el cuello. Violet terminó reposada sobre Mac, sólo pestañeó una vez luego de preguntarse, como lo había hecho la primera vez, si iba a poder tomarlo todo de él. Sabiendo que lo haría, sin importar lo que pasara. Tenía que tenerlo completamente dentro de ella, con la concha cerrada sobre él como un puño posesivo, acariciándolo, masajeándolo. Violet levantó las piernas y Mac la ayudó, mientras deslizaba las manos debajo de sus muslos para que quedara en el ángulo correcto, y dicha posición lo asentó imposiblemente más profundo por lo que ella reaccionó con un grito, le clavó los dedos en la espalda mientras las manos de Mac regresaban a su cintura, apenas por encima de las caderas. La mirada de Mac encontró la de Violet, que estaba colmada del peligroso deseo que le generaba escalofríos por la piel. “Espera un momento, dulzura”, le aconsejó él. La levantó y volvió a bajarla, con fuerza, dejando que sintiera toda la fuerza de su necesidad primaria. Violet gritó cuando su concha se sacudió alrededor de la verga, pero Mac ya la llevaba hacia arriba nuevamente, haciéndola sentir el ímpetu de toda su ardiente y dura longitud contra sus húmedos pliegues internos y ella supo que nunca más se quedaría con un amante que no tuviera la increíble fuerza que Mac poseía en el torso. En sólo cuestión de días, hubo muchos otros “nunca más” que Mackenzie Nighthorse había inyectado en su vida. 174/ 263
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Mac no dejó de mirarle al rostro, sólo observando cómo crecía su deseo y se reflejaba en su propia expresión. Eso hizo que Violet se sintiera aun más indefensa y excitada, su total concentración en aumentar su respuesta, al controlar el ritmo de los ascensos y descensos en su verga. “Acaba para mí, Amante”, dijo él, ásperamente. “Acaba como nunca has acabado para nadie”. Eso no iba a resultar difícil, considerando que la sensación que él le estaba generando en este momento era más intensa que todas sus experiencias pasadas. Pero Mac le estaba rogando que perdiera el control, que lo perdiera por él. “Ya lo hice”, suspiró ella. El cuerpo de Violet se arqueó cuando Mac la volvió a hundir sobre él y, luego, la levantó en el aire para que pudiera sentir el borde de esa ancha cabeza en los labios de su abertura, y volvió a bajarla. Al igual que el ímpetu de una montaña rusa, la excitante inclinación, una máquina bien aceitada que trabajaba a la velocidad perfecta para lograr la combustión explosiva. Mac no la dejó utilizar sus propias fuerzas, la mantuvo en sincronía con la presión y empuje de sus grandes manos apretadas en la cintura. No dejaría que sus caderas embistieran ni se movieran al ritmo feroz que ella podría haber elegido. Le estaba ofreciendo un camino lento y tortuoso, un orgasmo que la destrozaría, que la dejaría agotada y débil en sus brazos, y que ella…que ella simplemente quería. Violet era puro deseo en este momento, una creación de deseo amorfo y embriagador. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, como una oleada que se convirtió rápidamente en marea, que brotaba en todas direcciones desde lo profundo de su subconsciente. Violet gritó su nombre, en parte por miedo, en parte por asombro, cuando el orgasmo la atacó violentamente. Mac estaba ahí, todavía haciéndola montar, manteniéndola en un ritmo que lo alargó aun más, y ver los destellos detrás de sus ojos era como observar una lámina interminable de un vitral que se hace añicos ante la energía de la enceguecedora luz solar. Mac incrementó el ritmo, la hizo descender con fuerza sobre él, e incorporó las caderas en el movimiento, por lo que todo lo que Violet sintió fue el sordo ruido del impacto, una y otra vez, que se combinaba con el latido de su corazón y le aflojaba todo el interior. Ella dio un grito cuando Mac se inclinó hacia adelante, le atrapó uno de sus temblorosos senos con los dientes, le mordió el pezón y lo chupó con fuerza. Deslizó las manos alrededor de la cintura y las caderas y, mientras asentaba la verga dentro de ella, 175/ 263
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firme y profundamente, Mac cambió el ángulo para poder frotarse contra ese increíble punto. El orgasmo, que ella pensaba que ya había terminando, adquirió una nueva energía que la arrebató y la llevó estruendosamente por sobre otro punto cúspide. Violet dio un grito de placentera agonía, sólo capaz de dar pequeños movimientos escalados sobre la dura longitud de Mac, que aún latía, para nada agotada, dentro de ella. Ella lo ordeñó con sus convulsionados músculos, lo jaló del cabello, le clavó las uñas y le mordió el cuello, apenas por debajo de la oreja. Le resultaba atroz moverse sobre él en este momento, cada movimiento era como tocar la parte más sensible de un arpa, mientras el cuerpo daba quejumbrosas notas por él y deseaba que una parte de Mac le diera significado a su canción. “Amante”, gruñó Mac. “¿Puedo acabar para ti?”. Violet era toda una Amante, por lo que esperó un minuto mientras Mac mantenía el ritmo, y su respiración se obstruía y se volvía desesperada. Las miradas fijas y el sudor que brillaba en los cuerpos. “Mackenzie”, suspiró ella. “Cuando te lo ordene. Esta vagina es tuya y exige tu semen”. Ella tensó los músculos sobre él y lo masajeó en esos ínfimos instantes. Uno, dos, tres… “Obedece a tu amante, Mackenzie. Acaba para mí. Ahora”. Pese a que el estímulo de todo lo demás bastaba, ella sabía que eran sus palabras las que lo hacían detenerse, más que su mente, que su boca o que su concha. Mac se puso rígido por el shock, con las manos clavadas en la cintura en un momento de deliciosa y dolorosa falta de control. Luego, le levantó las caderas de la silla mientras él la hacía subir, obligándola a que se aferrara a medida que él se sacudía debajo de ella, gimiendo y luego gruñendo, gritando cuando eyaculaba. No pudo mantener el control por más tiempo ante la energía del comando susurrado, prueba evidente del dominio de Violet. Ella sintió que sus cálidos jugos salían a chorros dentro de ella, y dio un grito ante la renovada sensación, le sostuvo la cabeza cerca, y la áspera quijada le rozaba los senos mientras él se aferraba a ella, embistiéndola por dentro, hasta acabar con la última gota. Hasta saciar los deseos de ambos, por el momento. Cuando ella recobró parcialmente la percepción de lo que la rodeaba, todo se veía borroso, surrealista. Tuvo que pestañear para volver a ver nítidamente. Estaba envuelta sobre Mac, con los brazos y las piernas alrededor de su cuerpo, con la cabeza 176/ 263
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apoyada sobre su hombro y los labios presionados contra esa redonda curva que llegaba a los duros bíceps. Él la aferraba cerca de su cuerpo, con los brazos a su alrededor de modo que las puntas de los dedos se encontraban sobre las costillas de Violet, apenas por debajo de los senos, y la colocaban en un capullo de su fuerza, mientras el corazón de Mac latía con fuerza contra el de ella. “¿Estamos muertos?”. Pudo decir ella finalmente, y la risa de Mac por lo bajo vibró a través de todo el cuerpo de Violet, los hizo temblar a los dos. “Si eso es morir, dulzura, todo el mundo se pondría en la fila para suicidarse”. La mano de Mac le rozó el rostro, el cabello, buscando algo, y ella se las ingenió para levantar la cabeza, pese a que estaba agradecida de reposar el peso de su mejilla sobre la palma de la mano de Mac. “Dios, eres la cosa más preciosa que he visto en mi vida”, murmuró él. Presionó los labios contra su mejilla y, cuando ella cerró los ojos, la voz de Mac resonó en su cabeza, en su corazón. “Eres tan pequeña”, le dijo suavemente. “Y, aun así, eres la mujer más formidable que conocí en la vida”. Hubo una pausa, Mac bajó aun más el volumen de su voz, y ella mantuvo los ojos cerrados, instando a que Mac se abriera a ella, a que le revelara el interior de su alma. “Quiero esconderte en algún lugar seguro y, al mismo tiempo, daría lo que fuese sólo para arrodillarme a tus pies, para rozarte los muslos con la boca, para recordarte que estoy aquí para servirte en cualquier modo que desees”. Su voz mostraba asombro. “Boca, lengua, verga”. Mac le tocó el rostro y los separó para que sus miradas pudieran enfrentarse. “Corazón, alma, mente. Es como si hubiera deseado eso desde hace tanto tiempo”. Mac tragó saliva. “Y tienes razón. Era el trabajo. A veces te ensucias tanto que no crees que puedas tener algo tan hermoso. Realmente no creía que la encontraría alguna vez, una mujer que pudiera superarlo todo. Ni siquiera sabía que ya me había dado por vencido”. Él dijo que no con la cabeza. “No puedo ir más allá de eso. No sé cómo decir lo que estoy tratando de decir”. Hermoso, pensó ella. Él era perfectamente hermoso. Perfecto y hermoso. Violet siguió analizando ese pensamiento mientras volvía a apoyar la cabeza sobre el hombro de Mac, hasta que lo murmuró como una suave canción de cuna. La llevó hacia un adormecimiento posterior al coito que no pudo evitar, con la mano de Mac acariciándole la cabeza, meciéndola con el cuerpo 177/ 263
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hasta que se durmiera. ***** Cuando se despertó, estaba en su cama, aún desnuda, y Mac la confortaba por detrás y la mantenía caliente. Su respiración pareja le decía que estaba durmiendo. Violet se puso contenta por eso. Por el tiempo que tuvo para girar lentamente dentro de su abrazo, mirarle el rostro, delineado por la tenue luz de la lámpara del bar que se escabullía desde el pasillo, y posar la palma de la mano sobre su pecho. Todo iba demasiado rápido, y esto también parecía hacerlo, pero cada momento a su lado se sentía como si estuviera cubierto por melaza. Era algo más allá del tiempo y algo que ella podía evocar y saborear plenamente en cualquier momento, por todo el tiempo que deseara hacerlo. “Mackenzie Nighthorse”, murmuró ella. Los ojos de Mac se abrieron, ese hermoso color que no era ni gris ni azul pálido, simplemente plateado. A ella siempre le había gustado más la plata que el oro, su limpia pureza, la falta de pretensiones ostentosas inherentes del oro. Él levantó la mano para recorrerle la mejilla, para frotarle el pulgar contra sus labios carnosos. Ella lo mordió delicadamente y él sonrió, con una expresión lenta y adormecida que hizo que el corazón de Violet diera un lento giro en su pecho. Ella le puso la mejilla en el pecho, y escuchó el lento latido del corazón de Mac bajo su oído mientras él le retiraba el cabello de la sien con una caricia, se lo acomodaba al costado de la cabeza, debajo del oído y le tocaba la oreja con las puntas de los dedos mientras lo hacía. Era una sensación increíble, esos delicados roces y caricias, un toque sin implicancias sexuales que era tan íntimo como uno sexual. Ella sintió que flotaba, que su peso se derretía en él, como si fuese una serpiente que yace en una roca a plena luz del sol, que absorbe las sensaciones hasta el punto en que todo su ser se vuelve líquido, amorfo, con todos los músculos tan relajados. “No te gusta que te toque un hombre, ¿no?”, dijo ella suavemente. “Ése es un límite. Cuando Mark te tuvo en la boca, tu verga respondía, pero el resto de tu ser se resistía. Ayudó a quebrarte más rápido que cualquier otra cosa”. Se produjo una larga pausa pero, finalmente, él asintió con la cabeza contra la coronilla de la cabeza de Violet. 178/ 263
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“Dilo para mí, Mackenzie”, suspiró ella. “Confía en mí para que te desee, sin que nada importe”. “Prefiero que ningún hombre me toque, Amante. Si eso no te ofende ni te disgusta”. “Modales. Eso me gusta. En absoluto. Y te contaré un pequeño secreto”. Violet elevó mínimamente la cabeza y le golpeteó el mentón a Mac. “Tampoco me fascina que otras mujeres te toquen”. “Estoy dispuesta a realizar el mayor de los sacrificios para mantenerte feliz”. Ella comenzaba a adorar las muchas versiones de esa sonrisa que Mac poseía. Ésta en particular poseía una calidad desenfadada y provocadora. “Quiero algo, Mac”, dijo ella. “Lo que sea, Amante”. “No. No lo…No lo pediré así”. Ella dudó. “Hace mucho, pero mucho tiempo que no le pido esto a nadie. Es como dijiste. Aprendes a dejar que lo que pasa en el club sea suficiente pero, incluso cuando tienes el valor de sacarlo de ese lugar, sigue siendo…el punto principal de la cuestión. Quiero…”. Ella se detuvo e hizo un gesto negativo con la cabeza. “Tengo miedo de decirte lo que quiero”. “Entonces, déjame correr el riesgo”, dijo él, se incorporó sobre un codo y la hizo girar sobre la espalda para que lo mirara al rostro. “Quiero verte, Violet. Disfrutar de tu compañía. No sólo por el sexo, no sólo por el juego D/s. Quiero que vayamos a cenar. Quiero ver películas contigo que nos gusten a los dos, o que los dos odiemos, o debatirlas luego, tomando un café. Quiero que me acompañes cuando esté con mis amigos en un partido de fútbol americano y quiero llevarte a ti a tu perro Beagle a dar paseos por la playa”. “¿Cómo supiste…cómo sabes que tengo un perro?”. Los ojos de Mac brillaron frente a ella. “Las fotografías de la oficina. También el tazón de agua y la correa en el lavadero, pese a que, por un momento, tuve el mal presentimiento de que eran para mí”. Ella gruñó. “Detective. Me había olvidado”. “Escudo, arma real y todo”. La sonrisa se retiró de sus ojos, y se incorporó para sostenerlo de la quijada. “Estás seguro”. Mac le dio un beso en la palma de la mano. “Estoy seguro. Me gustas, Violet. Me excitas de un millón de diferentes maneras, 179/ 263
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pero quiero más. Cada vez que estoy cerca de ti, quiero más. Si me ofreces la posibilidad de tenerlo todo, estoy dispuesto a tomarlo. Intentémoslo”. Él se rió un poco por lo bajo. “Aunque sea un pensamiento más aterrador que cualquier cosa que haya tenido que enfrentar en el trabajo”. Ella no necesitaba preguntar por qué. Porque el trabajo no podía romperte el corazón, no si aprendías a separarte de él en los momentos adecuados. No había lugar para separarse de esto, no si querían el premio mayor. “De todas maneras”. Los ojos de Mac resplandecían en la oscuridad y le hacían sentir un cosquilleo en sus lugares cálidos. “Tú me has dejado entrar y la única manera de volver a sacarme es pedirme que me salga. Y, quizás necesite recordártelo, no soy el tipo de sumiso que siempre obedece a su Amante”. Pero él le pertenecía. Por el momento, le pertenecía. Ella salió de la cama por un minuto, fue al pasillo y apagó la luz. Volvió a sus brazos en el protector anonimato de la oscuridad. “Tú dijiste”, hizo una pausa, buscando las palabras correctas, “que no sabías que te habías dado por vencido en tu búsqueda. No era sólo eso. Termina de abrir tu corazón. Sé que dijiste que no podías, pero quiero que lo intentes. Por mí”. El rostro de Mac fue sólo una silueta inmóvil por varios minutos, con la mano sobre el estómago de Violet y los dedos moviéndose en una caricia ausente. “No lo sé”, dijo finalmente. “He intentado todo tipo de racionalizaciones, pero sólo tengo dos cosas en mis entrañas de las que estoy completamente seguro. Y son que tengo que ser policía, y que he buscado algo en una mujer toda la vida… Sólo descubrí el costado sumiso de la cuestión hace unos diez años. No lo acepté al comienzo pero, luego de hacerlo, supe que había algo más. Como si fuese el medio, pero no el fin. Había algo que simplemente estaba fuera del alcance, como ese orgasmo que te lleva tan, pero tan alto que sabes que falta algo. Algo que ignoraba…”. La respiración de Violet se atoró en su garganta. Él se rió por lo bajo, pero fue un sonido estrangulado y nervioso. “Olvídalo, yo—”. Ella se incorporó, lo tocó con insistente urgencia. “Mackenzie, te ordeno que digas lo que estabas por decir. Ahora. Hablo en serio”. Mac acercó su cuerpo al de Violet, un hombre tan grande que inundaba su cama, con los ojos ardientes de deseo. “Era algo que ignoraba, que no comprendía. Hasta que te conocí. Estaba buscándote. Mi Amante. Mía”, dijo ferozmente. “Eres tú. Para mí, todo empieza y termina en ti. Eres el motivo de todo. Sé que no 180/ 263
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tiene sentido, sólo hemos pasado juntos menos de una semana. Pero lo sé. Simplemente lo sé”. Luego de varios y largos minutos, ella se dio vuelta y se separó de él en la oscuridad y, con dedos seguros, abrió el cajón de la mesa de luz. Levantó la tapa de la caja de madera tallada y sacó la pulsera. “¿Qué estás haciendo?”. “Sshh”. Violet le encontró el brazo en la oscuridad. Cuando el frío metal le tocó la piel, ella sintió que Mac se paralizó, mientras se percataba de lo que ella estaba haciendo. De lo que tenía en la mano. Los dedos de Violet temblaron mientras colocaba la pulsera alrededor de la fuerte muñeca y encontraba el pasador para enlazar los dos extremos con un suave clic. Deslizó la mano hacia el cuello de Mac y lo bajó hacia ella. Mac pudo haberse acercado solo, pero en este momento sabía que esperaría a que ella lo hiciera, para mostrarle que lo aceptaba. Porque esperar sus órdenes era su naturaleza. No las órdenes de cualquier mujer. La suyas. Pero, una vez que ella lo aceptó, el rebelde sumiso que ella conocía se apoderó de la situación. La llevó hacia su cuerpo, le puso la boca fuertemente sobre los labios, con la otra mano la tomó de la parte de atrás de la cabeza y la sostuvo firmemente contra él, dejándola sentir su necesidad y su fuerza, lo que podía ofrecerle, lo que le estaba ofreciendo. El cuerpo de Violet renunció a sus propias energías, dejando que Mac la sostuviera, que la consumiera y, sólo cuando sintió que los labios se desplazaban hacia sus mejillas, se percató de que estaban mojados por sus lágrimas. Sus ojos se habían adaptado a la oscuridad, por lo que pudo notar la sobresaltada expresión de Mac en la tenue luz que entraba por la ventana y le sonrió. “¿Creías que eras él único que sentía los efectos de lo que pasa entre nosotros?”, le preguntó pesadamente, mientras se incorporaba para tocarle el rostro con dedos temblorosos. “Nunca antes me he sentido tan aterrada o feliz o…lo que sea, como desde que te conocí”. “Me quebraste. Me dije que no te merecía”. “Entonces vete”. Ella sonrió cuando él gruñó. “No puedo”. Se produjo una pausa larga, pero ella pudo sentir que Mac estaba ordenando sus pensamientos, por lo que permaneció inmóvil contra su cuerpo, esperando. “Nunca se suponía que fuera acerca de…lo que pasa entre nosotros. Tenías razón. Yo sabía lo que era, pero no lo creía, no 181/ 263
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en lo más profundo de mi alma. Tenía miedo de hacerlo, porque pensaba que se trataba de resistencia y poder”. “No lo es”. “Lo sé. Sólo ignoro de lo que se trata ahora, pero imagino que no importa”. “Sí importa. Y yo sí sé de que se trata, Mac”. Le acercó los labios a la boca. “Se trata de la rendición. Para ambos”. Capítulo 16 Mac se quedó para preparar el desayuno. Y para darle información. Mientras ella lo observaba preparando magdalenas con los improvisados ingredientes de su cocina, Mac le informó acerca del caso. Violet había escuchado acerca de los dos hombres asesinados, pero Mac le brindó un alto nivel de detalles por lo que ella pudo expresarle su opinión, y él la felicitó por sus instintos de un modo que Violet no pudo dejar pasar o negar que sesentía halagada por ello. “Tú te mueves en el mismo círculo que la asesina”, explicó él, “y estás entrenada. Cuanto más sepas, tendrás más posibilidades de recordar algo que viste, o verás algo que será útil”. Mac dudó. “Traje fotografías de las víctimas. Pensé que tal vez te gustaría verlos de cerca, para saber si los recuerdas”. Ella las examinó, las fotografías facilitadas por la familia junto con los truculentos restos de esos rostros sonrientes. “Debieron haber ido otras noches”. Violet golpeteó el rostro de Rodriguez. “Este rostro me resulta conocido, pero no lo conocí en La Zona. Muchos de nosotros tenemos un horario fijo para ir, y los que trabajamos de día no podemos ir tan a menudo o quedarnos hasta tarde. ¿Eran socios de otros clubes?”. “Ninguno en común, salvo La Zona”. “Bueno, ¿por qué incluso tener ese punto en común?”. “Ella quiere lo mejor de lo mejor, los que son obsesivamente cuidadosos y tienen un buen pasar económico. Está diciendo algo al matarlos”. “Bueno, en ese caso, y si es tan inteligente como dices, podría apostar a que encuentra sus presas en La Zona, pero se les acerca y se los lleva en otro lugar, para que nunca la vean con ellos en el lugar en común”. Violet volvió a colocar las fotografías en el sobre. 182/ 263
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“Es posible”, acordó Mac, incorporándose para retirar el archivo del caso. “Es una posibilidad que estamos investigando en este momento”. Violet se frotó el estómago y miró las húmedas magdalenas de arándano. Bajó las cejas. “No tengo arándanos frescos”. “No, no los tienes. Pero sí tienes unos leudantes que parecen de hace dos años. Los tiré antes de que te intoxiques”. “¿También trajiste un cepillo de dientes en alguna de esas bolsas de comida?”, preguntó ella dulcemente. Mac sonrió, se inclinó hacia abajo y le besó la mejilla, no se veía nada sorprendido cuando ella giró y le mordió la garganta. “Un buen esclavo siempre está bien preparado”. “Sabes persuadir”. Cuando Mac volvió al fregadero, ella se permitió sacar un trozo. “Es peligroso tenerte alrededor, Nighthorse. Tendré que pasar todo el tiempo en el gimnasio”. “Puedes hacer ejercicio conmigo, dulzura. Te mantendré en forma”. Ella giró los ojos hacia él y, luego, se sentó abruptamente en la silla. “Mac, eso. El gimnasio. Ahí fue donde vi a Rodriguez. Los hombres que visitan clubes como La Zona, especialmente los sumisos, son fanáticos de los ejercicios. Quizás… ¿qué te si te digo que la sospechosa los elige en La Zona y se fija en el bolso que usan? Es lo que la mayoría de nosotros utiliza para llevar nuestra muda de ropas. Casi todos los bolsos tienen el logo del gimnasio al que van. Todo lo que tiene que hacer es fijarse en ellos, conseguir una membresía de invitada de ese gimnasio, vigilarel estacionamiento algunos días y dejarse ver una noche en la que él esté allí. “Una membresía de invitado sólo consiste en un pedazo de papel, sin ningún nombre”, siguió diciendo ella, pensando mucho. “Entonces le ofrece una excelente coartada. Ella inicia el contacto, lo conoce, deja que él se de cuenta de que es una Dominadora por sus vibraciones, se conecta con esa parte de él, se gana su confianza y—”. “Bingo”, dijo Mac suavemente. “Ya tiene a su víctima, sin siquiera haber sido vista con él en La Zona, el lugar en el que lo escogió por primera vez. Posiblemente, ni siquiera es el mismo lugar que las otras víctimas, si es que van a diferentes gimnasios. Y un gimnasio es un mercado de carne. Las defensas están bajas, todo el mundo está abierto al contacto físico y a la estimulación”. 183/ 263
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Mac frunció los labios, hizo un gesto con la cabeza, sacó su teléfono celular y marcó un número. “Consuela. Mac. Hazme un favor, dulzura. Fíjate si los gimnasios de nuestras víctimas de sadomasoquismo cuentan con algún tipo de lista de membresías de invitados y si existe algún registro de que las víctimas hayan asistido el mismo día que un invitado en los últimos meses. Tengo un buen indicio. Creo que funcionará”. Mac cambió la dirección de su mirada hacia Violet, que tomó su jugo de naranja y volvió a bajarlo. “Simplemente deja lo que encuentres en mi correo de voz. Te lo agradezco”. Mac colgó y estudió a Violet, que estaba mirando fija y malhumoradamente su plato en este momento. “¿Qué te molesta, dulzura?”. Mac se extendió y le cubrió la mano que tenía sobre la mesa. “Ella”. Violet dijo no con la cabeza. “Lo siento. Lo que te voy a decir va a sonar estúpido e ingenuo, y no soy así”. “No, no lo eres”, acordó Mac. “Entonces, nada de lo que digas sonará así. Dime”. Violet se incorporó, se dirigió a la ventana y miró a través del vidrio transparente. “Me ofende”, dijo ella finalmente. “Profundamente. Yo… Contar con la confianza de un sumiso… Toda Amante, toda Ama desea eso. Es una ofrenda que va más allá de la comprensión de las personas comunes. Tal vez, incluso de la de los sumisos. Por lo que me dijiste, esto no se trata de una cogida de una noche cualquiera, sólo dos personas que viven al límite. Ella elige a un sumiso cuidadoso, una persona que vive su vida moral y responsablemente. Se gana su confianza, construye ese vínculo. Probablemente, alcanza esa ofrenda. Y creo que es en ese momento en que lo hace. Eso me horroriza”. Giró para enfrentarlo y levantó el mentón. “Ahora puedes decirme que estoy siendo demasiado sensible, demasiado inexperta”. Él le dijo que no con la cabeza. “He trabajado en este caso durante casi dos meses. Cuando te deje, iré a la estación de policía, miraré fijamente las fotografías, trataré de unir las pistas y me recostaré en la sala de descanso. Estoy volcando mi alma en este caso. Por la misma razón por la que te sientes así en este momento. Comprendo la profunda brecha, el límite que ella ha cruzado, y me golpea muy íntimamente. Era un vínculo de confianza, y esa confianza nunca debería traicionarse”. Un temor helado descendió sobre Violet ante el destello de ira en el tono de la voz de Mac. “Mac, no estás…Soy la única Dominadora con la que estás involucrado en este momento”. 184/ 263
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“Te lo dije, yo no—”. “No estaba cuestionando tu fidelidad. Me refería a tu trabajo”. Ella se le acercó. Mac estaba sentado, por lo que Violet contó con una leve ventaja de altura para mirarlo fijamente al rostro y tratar de imponer su voluntad sobre él a través de su mera determinación. “Tu trabajo de encubierto”. “Sí, en este momento. No he tenido necesidad de diversificar porque creí que sería suficiente juntarme sólo con una Dominadora bien conectada en la escena del crimen. Simplemente he estado yendo en mis noches libres, observando las habitaciones y la acción, tratando de lograr conexiones. Y ver cierta conexión que había ignorado”, añadió rápidamente, frente a los ojos entrecerrados de Violet. “Nunca más volverás a ir solo”. “Violet”. Mac arrastró la silla hacia atrás y se puso de pie. “Es mi trabajo”. “Y ese culo que llevas por ahí me pertenece”. El miedo era su motor en este momento, porque ella podía ver claramente lo que él parecía ignorar. Sin palabras seguras, sin límites. Sus ojos plateados se volvieron firmes como el acero y le recordaron a Violet la expresión de su rostro cuando había querido ir tras Jonathan, aquella primera noche. Y la fotografía del periódico. La furia desenfrenada no estaba allí, pero sí el helado filo del peligro. “Ten cuidado, dulzura. Existe una gran diferencia entre un sumiso sexual y un perro faldero. Yo no acepto órdenes de nadie que no sea mi sargento cuando se trata de mi trabajo”. “No”. Dijo ella, y lo acompañó con un movimiento de la cabeza, evitando la enojada respuesta de Mac. “Ella sabe lo que estás haciendo y, como sumiso, podrías volverte vulnerable a eso”. “Violet, he servido a la fuerza durante veinte años—”. “Pero estás demasiado ligado a esto—”. “Y estoy contigo,” culminó él, sobresaltándola y dejándola en silencio con ese contundente comentario. “Estoy contigo”, dijo Mac, más suavemente, tocándole el rostro. “Lo sé”. Ella puso la frente sobre su pecho, cerró los ojos y escuchó el latido de su corazón. “Tenía que probar. Me preocupo por ti, Mac. Me preocupo mucho. Déjame ayudarte”. “Lo estás haciendo”. “¿Por qué eres tú el agente encubierto para este caso? No suelen usar a un detective con experiencia. Te podrían descubrir 185/ 263
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fácilmente”. “Porque resulta convincente que un policía que realmente es un sumiso sexual opte por distraerse en un lugar de alta seguridad como La Zona”. “Entonces, ¿por qué tu sargento te deja ir sin apoyo?”, exigió saber Violet, frustrada. “No es el área que mejor manejo pero, ¿no tendrías que tener a alguien que te cuide las espaldas?”. “Tengo a alguien”, dijo él. “Simplemente que ella lo ignoraba hasta este momento”. “No si vas cuando yo no estoy”, dijo ella, aún intranquila. “No lo intentes con el encanto, Mackenzie. Lo único que lograrás será enojarme más”. Pacientemente, Mac le explicó el cronograma de informes y reportes que tenía con Darla. Los ojos de Violet se abrieron de par en par cuando él la mencionó brevemente durante la conversación. “Le dijiste a tu jefa”. Violet dijo que no con la cabeza. “Sabía que tus bolas eran imponentes, pero las tienes aun más grandes de lo que parecen”. “No fue fácil”. Mac cambió el tono de voz, se sentía obviamente incómodo por el halago. “Era algo que tenía que hacer, simplemente”. Ella asintió con la cabeza. “Lo entiendo. Entonces, harás dos cosas por mí”. “¿Cuáles?”, preguntó él cautelosamente. Ella se dirigió a la mesa del teléfono, volvió con otra tarjeta similar a la que le había dado y le anotó el teléfono celular, su bíper y su teléfono particular en el dorso. “Le das esto a tu sargento. Dile que yo seré la persona de adentro que te cuidará las espaldas”. “Violet, eso significa que ella sabrá. No quiero ponerte en peligro o arriesgar tu reputación en tu departamento. A mí me resultó lo suficientemente difícil hacerlo. Sabes que los policías trabajan en las calles, cerca de las putas y los espectáculos de strip tease, y no distinguen grandes diferencias entre lo que hacemos y el aspecto criminal”. “Confiaste lo suficiente en tu sargento como para decírselo. Ahora yo también lo haré. Ambas queremos lo mismo. A ti, vivo. Si tú confías en ella, yo confío en ella”. Ella continuó mirándolo a los ojos. “No te acosaré, respetaré tu experiencia, pero no te dejaré allí sin protección. Ella es una Dominadora muy, pero muy inteligente, Mac. Si descubre que estás allí buscándola, puedo 186/ 263
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apostar que no se escapará. Querrá enfrentarte y luchar. Y, como es mujer, jugará sucio. Tratará de derribarte cuando no estés alerta”. “Espero que no. Prefiero la opción de que yo la derribe a ella”. “Entonces podemos hacerlo juntos. Aunque espero agasajar a mi departamento si tengo razón con lo del bolso del gimnasio”. “Un mes entero de donas Krispy Kremes, lo prometo”. “Chupamedias arrogante”, contestó ella, pero liberó una parte de su nerviosismo cuando Mac levantó la mano, la entrelazó en su cabello y la acarició. “¿Y la otra cosa?”. “Que—oh”. Los ojos de Violet se arrugaron. “Si vuelves a llamar a otra mujer ‘dulzura’, no podrás sentarte por una semana”. Él sonrió y también liberó la tensión en sus hombros. “Sí, Amante”. Capítulo 17 Mac insultó ferozmente mientras se arrodillaba sobre el cuerpo. Suarez miraba a la víctima fijamente. “Es como si utilizara un molde, por el modo en que elige exactamente el mismo tipo de hombre”. “Sí”. Sólo que Edward Turner no era un molde para su familia, pensó Mac. “Lo eligió rápidamente”, observó Suarez. “Debió haberse ganado su confianza rápido”. Pudo haber pasado así. Era algo que Mac no podría haber precisado sólo un par de días antes. Pero sabía que podía confiarle la vida a Violet. “Lo que, quizás, significaba que tenían una relación anterior, o un amigo en común. Alguien se acordará de ella. Se está volviendo insaciable y eso quiere decir que ya no está tomando todos los recaudos. O que está jugando con más de uno a la vez”. “También está ganando coraje”. Consuela se agachó a su lado. “Quiso ver llegar al padre a la escena esta vez. El cuerpo aún estaba caliente cuando llegamos”. “¿Bloqueaste la manzana?”. “Al instante, pero sabes que es demasiado lista para eso. Estamos haciendo un reconocimiento puerta a puerta pero mis instintos me dicen que se escabulló justo mientras llegaba la 187/ 263
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gente. Riéndose a más no poder, probablemente”. Ella mostró una expresión de asco. “No, no riéndose”. Mac estudió el cuerpo, mientras señalaba cada detalle y evaluaba su importancia o no con respecto al crimen. “Éste murió rápido. Creo que ella ha estado acarreando su psicosis por un buen tiempo. Pero ocurrió algo un par de meses atrás que la puso de manifiesto. Repentinamente, todo se le aclaró. Notó que podía liberar el dolor al matar. Y, ahora, es como un adicto que necesita su dosis, es un ímpetu demasiado fuerte y veloz en su interior. Necesita liberarse de toda una vida de dolor. Matarlos no era suficiente. Pensó que ver que el padre lo encontrara esta noche podría ayudar, pero no fue así. Ella estaba dentro de la casa cuando lo descubrieron, podría apostarlo. Probablemente, salió por la puerta trasera cuando ellos aún estaban de pie, inmóviles y shockeados ante él. Seguirá modificando su MO hasta que descubra qué le hace bien, y nada lo hará. Está comenzando a no preocuparse por los detalles. Liberarse del dolor es lo que importa”. “Turner está en la lista de socios de La Zona”. Mencionó Connie. “Al menos, sigue firme en ese punto”. Suarez sacudió la cabeza, parecía querer escupir, si no fuera por el lugar en el que se encontraban. “Tiene muchas opciones. Parece que hay muchos hombres esperando por una mujer que les pegue estos días. Tengo vendedores de droga en los patios de las escuelas que les entregan ravioles de cocaína a chicos de seis años, y estamos aquí perdiendo el tiempo con este anormal que rogaba que lo mataran”. Mac utilizó su boligrafo para elevar el mentón de Edward Turner y observar los inertes ojos grises. “Suarez, la chica que pasó por la estación el otro día era tu hija, ¿no? ¿La que quiere ser como Britney Spears vestida con pantalones de tiro corto y un top?”. “Sí. Le gusta ese tipo de cosas ahora. Sabes cómo son los adolescentes. Inteligentes para algunas cosas, pero las hormonas se les interponen en el sendero del sentido común”. Mac asintió con la cabeza. “Aun así, imagino que si alguien la atacara mientras volvía a tu casa, la violaba y la dejaba muerta en una zanja, probablemente estaríamos arrodillados ante ella y diríamos lo mismo. Quiero decir, con esa ropa, sólo lo pedía a gritos, una chica de doce años vestida con un conjunto que haría sonrojar a una puta”. “Escena del crimen”, dijo abruptamente Consuela mientras Suarez daba un paso hacia adelante, contra la palma extendida 188/ 263
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de Connie. “Escena del crimen”, repitió ella. “No hagan esto, muchachos”. “Explora la habitación, Suarez”, dijo Mac, en un tono de voz letal y bajo. “¿Qué te hace pensar que es anormal? ¿La fotografía de su familia en el tocador? ¿La Guía de televisión con sus deportes favoritos marcados con un círculo? ¿El traje que acomodó en el baño para ir a trabajar mañana? “¿Notaste la vitrina en el hall de entrada? Este hombre era el presidente de la recaudadora de fondos United Way, recolectó unos malditos cincuenta mil este año. En el lavadero hay un juego de trajes lavados en seco y envueltos, que tenía pensado donar al refugio de hombres para ayudar a que algunos muchachos poco afortunados consigan trabajo”. Mac elevó el tono de la voz al decir eso, y estaba vagamente consciente de los uniformados que se encontraban apenas detrás de la puerta, paralizados del shock ante el arrebato, pero algo le hacía hervir la sangre en su interior, un fuego que necesitaba liberar o, de lo contrario, lo consumiría. “Pero, ¿sabes algo? Eso no importa. Incluso si hubiese sido un pendejo yuppy y egoísta que no iba a modificar el mundo, al igual que una chica de doce años que no es lo suficientemente madura que no modifica nada salvo en el corazón de su papito, aun así él merece nuestra ayuda. Hace menos de doce horas, alguien estuvo en esta habitación y jugó a ser Dios. No necesito que un idiota como tú trate de hacer lo mismo. Sal de mi escena del crimen y ve a buscar otra que sientas que merezca más tu toque especial”. “Vamos, Suarez”. Consuela lo jaló del brazo mientras miraba aplacadoramente a Mac. “Llevémoslo afuera. Caminemos para tranquilizarnos”. Le llevó un momento recuperarse, respirar hondo y percatarse con penosa gracia de que los policías que se encontraban en la escena del crimen caminaban inquietos de puntillas detrás de la puerta, perturbados por el arrebato de su usualmente estoico Roble. El nivel de tensión era alto. Esta cantidad excesiva de asesinatos en tan poco tiempo ejercía mucha presión para que el escuadrón los resolviese y Mac podía sentirlo, podía verlo en el rostro de cada uniformado que allí se encontraba. Lo sentía subiendo lentamente por su vientre mientras observaba a otro chico muerto. Mac había pasado los últimos dos días en La Zona sin Violet, poniendo en riesgo la ira de su duendecillo, pero ella trabajaría en un turno de doce horas durante varios días y él no 189/ 263
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la iba a desgastar. Había rechazado varias ofertas para jugar, evaluando a quienes lo invitaban y sabiendo que no eran la persona que buscaba, consciente de que estaba fuera del rango de edad de la asesina, de todos modos. Tres Dominadoras habían llevado muchachos de unos veinte años, y Mac las había seguido, pero sospechaba que Violet tenía razón, que quien quiera que fuese su asesina, los mantenía alejados de La Zona, para que nunca se lograra la conexión. Entonces, observaba a las Dominadoras que iban a la búsqueda, o se sentaba en las sombras y miraba, sin conseguir nada. “El vecino recuerda un Grand Am gris en el camino de entrada a la casa”. Consuela había regresado. “Había perdido la matricula. Apuesto a que nos llegará el reporte de un vehículo robado en uno de los vecindarios del centro en poco tiempo, desmantelado y con el interior destrozado, al igual que las dos últimas veces. También he conseguido cierta información sobre la conexión del gimnasio, una lista que te dejé en la estación, si crees que puedes quitarte esa estaca de ferrocarril del culo y escuchar a otro policía”. “No empieces, Connie. Se había pasado de la raya”. “Suarez pondrá lo mejor de sí en este caso, como lo hace en todos. Todos estamos frustrados, Mac. Sólo estaba descargándose. Él no quería que este chico muriera. Yo tampoco comprendo su elección de vida mucho más que él. La mayoría de la gente no lo comprende. Eso no quiere decir que no hagamos nuestro trabajo”. “Lo sé”. Mac se llevó una mano al rostro, a la parte posterior del cuello. “Le diré que lo siento. Hasta le compraré un CD de Britney a la hija”. “Bueno, tampoco exageres”. Consuela le permitió sonreír levemente, estudiándolo con ojos agudos. “Quizás necesites unas vacaciones luego de este caso. Te desconocí, sabes. Te ves algo nervioso”. “Él se ve peor”. Y señaló a Edward Turner con la cabeza. “¿Siguen aquí los padres?”. “El padre. La madre murió cuando Turner era adolescente. El papá está con la hermana de la víctima, en la cocina del vecino de al lado”. Hemos repasado durante diez o quince minutos la ráfaga inicial de preguntas y la confusa ira del padre, investigado pacientemente en busca de cualquier cosa que la asesina de su hijo pudiera haber sabido inconscientemente, pero no sirvió de 190/ 263
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mucho. Al igual que las dos víctimas anteriores, Turner se había preocupado porque su familia nunca sospechara de este aspecto de su vida. “¿Por qué?…¿Qué clase de persona?…no sólo lo había matado, lo había humillado”. El señor Turner era un hombre sobrio, alto y delgado. Mac sospechaba que su delgadez no era motivo de un apetito estético, sino una característica física permanente que le había quedado desde la muerte de su esposa. Mac había presenciado suficientes muertes y el modo en que afectaban a quienes las sobrevivían como para saber que siempre se evidenciaban claramente, ya sea a través de irreparables líneas de estrés alrededor de los ojos, algún tic nervioso, o la delgadez que mostraba este hombre. Su hijo había sido un muchacho fornido de hombros anchos, y no creía que Edward hubiera heredado esa característica de su madre. Mac asintió con la cabeza. “Señor Turner, necesito que piense cuidadosamente sobre los amigos que su hijo pudiera tener y que le entregue la respectiva información de contacto al oficial que dejaré aquí, cuando termine de hablar con usted. Me refiero a cualquier nombre que él pudiera haber mencionado a la pasada, sus lugares de reunión habituales, ese tipo de cosas. Contar con información acerca de cualquier amigo íntimo de su hijo será importante, cualquier confidente al que le pudiera haber contado algo acerca de los detalles más privados de su vida sexual”. “Usted cree…¿alguien que lo conocía le hizo esto? Ese no era Edward. Él no era…así”. Ésta era la parte difícil y Mac mantuvo firme la mirada, con la voz calma. “Si coincide con el patrón de los asesinatos previos que estamos investigando, tendría que haber estado en una relación con esta mujer. No es probable que se la haya presentado, ni siquiera que se la haya mencionado. Su hijo era un sumiso sexual, uno muy discreto”. El señor Turner se puso rojo de ira. “Eso es mentira”. “No tengo motivo alguno para mentirle, señor. Era socio activo de varios clubes fetichistas de Tampa, clubes muy costosos y muy discretos. Tomaba grandes precauciones para no mezclar esta parte de su vida con el resto. Lo hacía para proteger a su familia y su profesión, estoy seguro de eso, pero creo que, quizás, pueda existir alguna persona a la que le contó—”. Mac lo había perdido, lo notó en el aterrado movimiento de los ojos del señor Turner, mientras una viciosa inundación de posibilidades dispersaba como bolos de bowling la poca 191/ 263
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compostura que ese hombre había podido reunir. Mac tenía que hacer añicos su frágil ilusión de que la postura y la utilería sumisas eran el acto de una sola mente. Era el peor aspecto de este caso, pero tenía que hacerlo, para asegurarse de que su asesina no había sido una parte periférica de la vida de Edward Turner, que había entrado en contacto con su familia. La hermana estaba sentada, pálida y en silencio, con la mano sobre el brazo de su padre, sin dejar de tocarlo incluso cuando él se sacudió con movimientos impacientes y devastados por el dolor. Ella estaba tan inmóvil que Mac sintió temor de que pudiera estar en shock, y procuró recordar que los paramédicos de emergencias (EMT) la revisaran apenas terminase con el señor Turner. “Usted no esparcirá acusaciones indecentes sobre el nombre de mi hijo. Mi abogado—”. “Señor Turner”. Mac bajó deliberadamente el tono de su voz, se aseguró de que Turner lo mirara a los ojos y notara su paciencia y comprensión, la falta de amenaza. “Nadie está acusando a su hijo de nada. Él es la víctima, un muy buen hombre, al que le arrebataron la vida antes de lo debido. Estamos tratando de encontrar y detener a su asesina”. “Pero él no pidió esto”. “No más que cualquier hombre que lleva a una amante a la cama”, acordó Mac. “Señor Turner, sé que esto es muy difícil, pero si logra comprender el estilo de vida de su hijo, quizás pueda recordar cosas que puedan ayudarnos”. “Estilo de vida”. Turner saltó de su silla, tirándola al piso. La hermana se estremeció, pero había entrelazado los dedos en la manga del sweater y se aferraba al brazo de su padre, incluso cuando sus movimientos casi la voltean de la silla. “Mi hijo no era ningún pervertido retorcido y débil al que le gustaba que una mujer…le pegara. Era un mariscal de campo universitario y un luchador. Se ocupó de su hermana durante cuatro años cuando falleció mi esposa y yo tuve que trabajar dos turnos diarios, pospuso la universidad cuando logró ser estudiante con honores y tenía becas para ir al lugar que quisiera”. A Turner le caían lágrimas por el rostro en este momento. Mac estaba seguro de que no era consciente de ello. “La salvó de un ladrón una noche, cuando no había policías por ningún lado. Desmayó al bastardo. No era débil”. “No, no lo era”. Mac ignoró el peso de plomo que se le había instalado en el estómago y que comprimía eficientemente todos sus órganos vitales. “Era un hombre serio que vivía una buena 192/ 263
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vida y mantenía sus preferencias sexuales dentro del dormitorio, un lugar que creía seguro”. “Se supone que usted debe ayudar. Llamaré a mi abogado y, si una sola palabra de toda esta absurda historia se llega a conocer, le juro por Dios que—”. “Haga lo que deba hacer, señor Turner”. Mac sacó una tarjeta y la puso sobre la mesa. “Pero recuerde que estoy buscando a la asesina, antes de que le haga lo mismo al hijo de otra persona. Si piensa en algo, llámeme”. Después de que se desvanecieran tanto el aturdimiento como las furiosas negativas, Mac sabía que, si Turner amaba a su hijo, lo pensaría, trataría de eludir lo que no podía aceptar para buscar el rastro de la asesina. Turner recogió la tarjeta y la arrojó contra el rostro de Mac. Una distracción que tendría que haber previsto. Los nudillos de Turner se incrustaron en la quijada de Mac. por lo que intentó eludir al hombre, tratando de no devolver el golpe y ocasionarle aun más dolor. Varios uniformados vinieron a ayudarlo, junto con el consejero policial. La hermana estaba sentada en la mesa, con la cabeza gacha, el mentón presionado sobre el pecho y sacudiendo los hombros con un dolor difícil de derrotar. Mac se paró detrás de los uniformados que trataban de calmar a Turner. Como si la hija de Turner estuviera en un mundo aparte, Mac la observó luchando contra el dolor que, hasta este momento, podría haber sido mitigado en los brazos de su padre o de su hermano. Todo sumiso pensaba en esta situación, o en algo parecido. Por eso la mayoría nunca lleva el juego fuera de un club, nunca jamás. Dejar su preferencia sexual al descubierto, una preferencia que el noventa y cinco por ciento de la gente considera anormal, para avergonzar a la propia familia, un cónyuge…era inconcebible. Pero, cuando era una parte de la persona que no podía negarse, se manifestaba de un modo u otro. Para la mayoría, el deseo terminaba superando a la precaución. Como la mayoría, Mac simplemente esperaba nunca hacer nada lo suficientemente estúpido como para le ocurriera algo así. Pero Edward Turner no había sido un hombre estúpido. El consejero policial hizo un gesto, el sutil movimiento fue claro. Mac salió de la habitación, consciente de que le servía más a la familia en otro lugar, fuera de su vista. Incluso si atrapaba a la asesina, le entregaba su cabeza al señor Turner y a su hija, 193/ 263
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nunca volverían a recibirlo de buena manera. Era un hombre no sólo asociado con la muerte de su hijo, sino también con una verdad que habrían preferido no conocer nunca. Dio algunos pasos hacia afuera hasta el porche de entrada y encontró a su sargento esperándolo, apoyada contra una columna. “Buen golpe para un hombre que te dobla en edad”. Darla se incorporó, extendió los brazos hacia a arriba y le tocó el rostro. “Tengo a un Suarez muy enojado en el comedor de la escena del crimen, Detective. ¿Te ocuparás de eso?”. “Yo arreglo mis problemas. ¿Es por eso que está aquí en mi escena del crimen, Sargento? ¿Para jugar a la encargada de guardería?”. Los ojos de Darla se entrecerraron. “Ten cuidado, Detective. Quizás si el primario pudiera controlar sus impulsos no tendría que pensar que estoy aquí por eso. Y tendré que recordarte”, su semblante era rígido y distante, lo que le informaba que, definitivamente, se había sobrepasado, “que cada escena del crimen que cae dentro de nuestra jurisdicción es mi escena del crimen, tanto como tuya”. “Lo sé. Dios, Sargento, lo siento”. Y de verdad lo sentía. El enojo de Darla se desvaneció tan rápidamente como el de Mac, y ella inclinó la cabeza. “Te estás presionando demasiado con este caso, Mac. Se te está metiendo en la piel. Pero no te estoy diciendo nada que no sepas ya. Tendría que haberte otorgado algún tiempo de vacaciones. Atrapaste a ese asesino serial hace menos de un par de meses y no te has tomado vacaciones desde ese entonces—”. “Estoy bien”. Lo dijo haciendo una seña. “Soy lo suficientemente grande como para cuidarme solo, Sargento, no se preocupe. Cuando cerremos este caso, me despediré alegremente de todos ustedes por un par de semanas y me iré a los Cayos. Incluso si hay una fuga masiva de prisión y las calles de Tampa están inundadas de presos sentenciados a muerte”. “Te ordeno que lo hagas”, respondió ella. “Imagino que este caso te toca muy de cerca, ¿no? Escuchar que todos dicen que se lo buscó”. Por la expresión del rostro de Darla, Mac pudo notar que ella se preguntaba lo mismo, y que también quería saber su opinión al respecto. Si hubiera sido otra persona, alguien como Consuela o Suarez, Mac lo habría minimizado y habría cambiado de tema. Él nunca tuvo ningún interés en hacer pública su vida personal, 194/ 263
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pero ella se había aventurado por él, y Mac le debía, al menos, una respuesta a su curiosidad. “Se vuelve tedioso”, admitió Mac. “Él lo buscó tanto como lo hace una persona que se abre a otra, esperando encontrar una conexión”. Mac miró hacia atrás, hacia la puerta, detrás de la cual se encontraban el señor Turner y sus reproches. “Pero mi padre se habría sentido igual que él. Yo también fui universitario. Me ofrecieron una beca por mis habilidades en el fútbol americano. En lugar de eso, me dediqué al cumplimiento de la ley. La mayoría de las personas que conozco piensan eso de la D/s. Por eso, uno siempre espera encontrar a alguien con quien poder ser uno mismo, finalmente. ¿No es eso lo que todos queremos?”. Lo dijo con calma, deseando sacárselo de los hombros, pero los ojos de Darla le dijeron que no le creía. Los policías nunca lo hacen, pero también saben cuándo respetar los límites y retroceder. Él no quería hacer esto en este momento, no con el hedor de la sangre en las fosas nasales. “¿Por qué está aquí, Sargento?”. “Connie me llamó antes de que te ubicáramos. Sintió que era necesario que viera una las evidencias que se encontraron en el cuerpo y hablar sobre ella directamente contigo. Ella la retiró antes que llegaras y me la entregó cuando llegué aquí, recién”. El rostro de la sargento era totalmente inexpresivo. Levantó la bolsa plástica para evidencias que tenía sostenida bajo el brazo. Era un pedazo de papel plegado, de un bloc rayado normal. Su asesina era lo suficientemente inteligente como para no personalizarse con papeles perfumados. El mensaje estaba escrito en pequeñas letras de imprenta y sólo ocupaba una línea en el centro del papel. Eres el próximo. El ceño de Mac se arrugó. Cuando cambió la dirección de la mirada, pudo ver al señor Turner a través de la ventana de la cocina, sentado a la mesa, ahora solo, con el rostro escondido detrás de las manos y sacudiendo los hombros de esa áspera manera típica de los hombres que rara vez lloran, como si cada lágrima estuviera afilada. “¿La asesina quiso amenazar a quien fuese que descubriera el cuerpo? Eso es nuevo”. “No, Mac”. Las manos de Darla se cerraron sobre las suyas, lo hicieron girar la bolsa para que pudiera leer el dorso del papel, el nombre de la persona a quien estaba dirigido el mensaje. Detective Mac Nighthorse. “Te descubrió, Mac. Sabe que la estás buscando y se lo ha 195/ 263
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tomado como algo personal”. Darla Rowe hablaba completamente en serio en este momento, y Mac conocía esa expresión en su rostro. “Se lo ha tomado como algo malditamente personal, y lo lamentará”. “¿Quieres saber lo que piensa nuestro psicólogo acerca de que te haya dejado una nota?”. “Tengo la sensación de que usted me lo dirá”. “Dice que te tiene específicamente en la mira en este momento. Que no le importa que la atrapen. De hecho, probablemente esté esperando que ocurra pronto, porque con tantas muertes en tan poco tiempo en su haber, es el dolor de un perro rabioso el que la estimula. Entonces, no le importa si te atrapa justo frente a nosotros. En síntesis, el psicólogo dice que ahora es más peligrosa que nunca. La has descubierto, está muy enojada, y se siente desafiada. Necesitamos poner un hombre adentro con el equipo de seguridad. Sé que dijiste que no lo querías, que hay cuestiones de privacidad involucradas, pero ahora estoy más preocupada por mantenerte con vida”. Mac la enfrentó. “Se lo dije, eso no funcionará”. “Ella sabe quién eres, Mac. Podrías meter a todo el escuadrón y, aun así, no importaría”. “Sí, importaría. Porque ella aún piensa y, quizás, eso la haga alejarse de mí y elegir otro par de víctimas para distraernos por un tiempo. Es un arma de doble filo. Si me conoce tan bien, sabe que soy genuino, incluso si soy policía. Los machos sumisos la liberan, le provocan la lujuria por la sangre. Para ella, soy un doble tesoro”. Mac agitó la bolsa. “Con esto, está buscando un tiroteo individual”. “¿Y se supone que nosotros tenemos que dárselo?”. “Se supone que tenemos que hacerle pensar que se lo estamos dando”. Mac dudó y, luego, tomó la decisión que no había querido tomar. Tuvo que aceptar la oferta de Violet y vencer su deseo de protegerla. No le agradaba que ella estuviera involucrada, pero era policía, había jurado lo mismo que él, proteger y servir. No permitirle que lo ayude sería insultarla. Más importante aun, sería faltarle el respeto a los tres hombres muertos. Él tenía que usar todos los recursos que le ofrecían. Por ellos. Aun así, le requirió cierto esfuerzo entregarle la tarjeta y no volver a guardarla cuando Darla quiso tomarla. “Ella es mi refuerzo”. 196/ 263
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Eres un macho, un machista… y un cerdo, Mackenzie. “Sí, sí, sí. Fuera de aquí, dulzura”, farfulló Mac. Darla lo miró con curiosidad, tomó la tarjeta y la observó. Volvió a mirar a Mac y, luego, nuevamente a la tarjeta. “¿Ahora te sales del escuadrón, Mac?”. Ya está adentro conmigo”, dijo él, con la mirada al mismo nivel que la de la Sargento. “Ella me cuidará las espaldas y quería que usted la tuviera como contacto alternativo. Eso espero…”. Y limpió su garganta. “Usted ha respetado mi privacidad, se jugó por mí, pero éste es mi caso, mi trabajo. Ella se ofrece como voluntaria. No me gustaría ver que sucede otra vez y que la agarran por detrás”. “¿Tiene suficiente experiencia como para cubrirte en algo como esto?”. “Cuatro años en la policía estatal, un par de años de experiencia previa como Policía Militar en los Marines. Creo que lo hará bien. Lo que le falta de experiencia directa, le sobra en agallas”. “Está bien, entonces”. Ella señaló la bolsa “Pero esto realmente me pone alerta, Mac. Cerremos este caso. Al ritmo en que está juntando cuerpos, tendremos que movernos rápido para mantener el ángulo S&M alejado de las noticias. Y las familias ya tienen suficiente como está”. “Totalmente de acuerdo”. “¿Detective?”. Mac se dio vuelta, insultó hacia sus adentros cuando vio a la joven mujer en el umbral de la puerta. La hermana, pálida pero con determinación en el rostro. “Soy Mara Turner, hermana de Edward”. Ella dudó, luego, las palabras se le cayeron de la boca, como si las estuviera forzando a salir rápidamente para sacárselas de adentro todas a la vez, antes de poder volver pensar su decisión. “Necesitaba decírselo…Yo sabía sobre las…preferencias de Edward. Una vez que estaba en su casa, encontré una revista. Hablamos sobre el tema y lo escuché abiertamente”. Se sonrojó cuando Mac levantó las cejas. “No, yo no comparto el estilo de vida ni nada de eso, de ningún modo, pero era mi hermano y, quiero decir, vivimos en el siglo veintiuno, ¿sabe? Era una buena persona, de buen corazón, y yo confiaba en su buen juicio. Parecía estar contento de tener a alguien…en quien confiar, para hablar sobre el tema, una mente abierta que le servía de vínculo entre ese mundo y el mundo en el que lo conocíamos. Yo sólo…quería decirle que hace unas tres semanas me dijo que estaba viéndose con alguien realmente 197/ 263
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especial. Creo que hasta se lo veía algo enamorado de ella. Le dije que tenía que presentársela a papá, que era sólo un aspecto de su vida. No lo hizo, quiero decir…Yo llevo novios a casa para que conozcan a papá, y no hablamos para nada de nuestra vida sexual”. Ella pudo contener un esbozo de sonrisa que le tembló alrededor de la comisura de la boca. “Él dijo que no”. La atención de Mara se concentró en la casa, en la ventana del dormitorio en el que yacía su hermano asesinado. “Él dijo que se había preguntado, recientemente, si se la presentaría a papá. Edward me dijo que había decidido no hacerlo, que no quería mezclar esa parte de su vida…que no podía correr el riesgo de integrar ambas vidas. Dijo que tenía miedo de lastimarla, ése fue el motivo por el que imagino que llamó y me habló al respecto, porque lo estaba perturbando. Él se preocupaba. No le gustaba lastimar a la gente. Luego, un par de días atrás, cuando hablamos, dijo que ella no tenía problemas, que iban a salir este fin de semana”. “¿La describió? ¿Dio algún nombre?”. Ella dijo que no con la cabeza, mientras se limpiaba las lágrimas que no dejaban de brotarle de los ojos. Hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza y aceptó el pañuelo que Darla le ofreció de la cartera. “No”, gimoteó ella. “Nunca me dijo eso. Dijo que tenía que respetar su privacidad tan cuidadosamente como preservaba la suya. Ojalá…”. El tono de su voz era entrecortado, mientras giraba el cuerpo. “Ojalá no le hubiera importado tanto. Ojalá estuviera vivo”. Darla se movió para colocar un brazo sobre la niña mientras volvía a quebrarse completamente, sollozando.La sargento le murmuró algo en el oído, miró fugazmente a Mac antes de llevarla nuevamente a la casa. Mac giró y se puso de frente a la casa de Edward Turner, con los ojos rígidos y ardientes como acero en caliente. “Acabó tu baño de sangre, mi amor”, dijo entre los dientes. “Ahora me buscas a mí. Podrás atraparme pero, si muero, tú morirás conmigo. Entonces, con la ayuda de Dios, ésta será tu última vez”. Aplastó la bolsa plástica para evidencias con el puño y volvió a dirigirse al sendero de ingreso a la casa, para comenzar el minucioso proceso de volver a examinar la habitación una vez más. “¡Mac, Mac!”. Darla se apresuraba para alcanzarlo, con la radio 198/ 263
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en la mano. “¿Está bien la hermana?”. “Bien, bien. No es eso”. Ella se detuvo a su lado, tomando aire. “Cuando me entregaste esa tarjeta, pasé por alto el nombre, sólo me concentré en el hecho de que era policía. Pero conozco ese nombre. ¿Cuánto tiempo has estado aquí? ¿Una hora?”. Él asintió con la cabeza, con el ceño arrugado. “¿Qué ocurre, Sargento?”. La radio sonó y ella levantó un dedo para responder. “Estoy aquí, Roscoe”. “Sí, Sargento”. La radio crepitó en su mano. “Se lo conseguí. El nombre de esa agente a la que le dispararon hace casi media hora”. Mac miró fijamente a Darla. Todo su ser se paralizó. Sangre, respiración, corazón. Darla extendió la mano y le cerró el puño sobre la muñeca mientras esperaron tres intensos segundos para Roscoe finalizara el mensaje. “Violet Siemanski. Está en el Tampa General”. Capítulo 18 Tal como le había dicho a Violet, su vehículo preferido era la motocicleta Honda VTX, y agradeció haberla utilizado para llegarse a la escena del crimen. En gran parte, respetaba la ley y conducía de manera segura, salvo cuando encontraba ciertos caminos secundarios en los que realmente podía rebelarse y disfrutar de todo el poder que le ofrecía la Honda. En este momento, se abría camino por el tránsito de Tampa, se subía a los arcenes, casi sin detenerse para mirar antes de atravesar los cruces de calles, se metía de contramano en calles de un solo sentido, y llegó a la sala de emergencias del Tampa General casi cinco minutos después de haber salido a toda velocidad de la casa de Turner. Violó todas las reglas y no le importó. Mostró su placa fugazmente al enfrentar al personal de emergencias. “La oficial que recibió el disparo”. “Sala Uno”, respondió automáticamente la enfermera, y Mac ya había dado la vuelta en la esquina del corredor y se alejaba a paso firme antes de que ella pudiera decir nada más. La cortina estaba abierta en un tercio y, en consecuencia, pudo 199/ 263
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verla inmediatamente, sentada sobre una mesa de revisación. Tenía puesta una bata de hospital, con el cabello atado en una cola de caballo suelta, sin maquillaje. Se veía cansada, vulnerable, joven. Con su mejor esfuerzo por disimularla, bromeaba con cierto desgano con los oficiales que se encontraban de pie en la habitación, pero él pudo sentir su fragilidad. No era una mera resonancia de su propio temor. En un lugar que ellos no podían ver, pero Mac sí, Violet tenía la mano aferrada al borde de la mesa. El resto de su cuerpo estaba completamente inmóvil, salvo por las leves alteraciones de la expresión de su rostro, como si se estuviera concentrando en todas las manifestaciones físicas de lo que le ocurría en el interior de esa mano, ese ínfimo estremecimiento. El nudo superior de la bata estaba suelto, por lo que Mac pudo ver el vendaje. La bala había desgarrado una porción del área superficial entre la clavícula y el cuello. De haber impactado una pulgada a la izquierda, la bala le habría atravesado la garganta. De haberlo hecho unas pulgadas más arriba, el impacto habría sido en el rostro. Unas pulgadas más abajo, en el pecho. La situación lo llenó de furia por ella, una furia que quería expulsar quebrando algo, o alguien. Pero, según el informe de Roscoe, Mac no podría desatar su violencia contra nadie. Violet había disparado y matado a su agresor, un drogadicto que había entrado en pánico cuando ella lo detuvo por una documentación vencida, y que le había disparado a quemarropa a través de la ventanilla del conductor. Mac atravesó la cortina y ella giró la cabeza. Lo primero que vio en su rostro fue pánico. Luego, su expresión se modificó, y lo que Mac percibió en ella hizo que el corazón se le apretara fuertemente contra la garganta. Alivio. Alivio embriagador. Brotaron lágrimas de los ojos de Violet, pero pestañeó rápidamente para tratar de ocultar la reacción, reacción que Mac tenía la sensación de que la aturdía tanto como a él mismo. Mac llegó a su lado con dos pasos, le tomó la mano temblorosa con la suya y se concentró inmediatamente en el lugar donde ella contenía su miedo. Mac la apretó, reforzando el mensaje de que estaba aquí. Él estaba aquí. Quería tomarla entre los brazos, acunarla, pero ella era policía, y Mac comprendía lo que podía hacer y lo que no. Pero él no dejaría que se le notara en el rostro, su ira, su miedo, su deseo de sacudirla y sostenerla a la vez. Mac agudizó los sentidos lo suficiente como para percibir que un 200/ 263
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incómodo silencio se había hecho presente cuando él y Violet se miraron el uno al otro. Uno de los oficiales se limpió la garganta. “Creo que no nos conocemos”. Violet abrió la boca, como para desviar preguntas, y proteger su identidad, Mac estaba seguro de eso. Pero él giró, sin dejar de sostenerle la mano, y le extendió la otra. “Mac Nighthorse. Brigada de Homicidios, Oficina de Crímenes Mayores”. “Bueno, ¡caray! Rick Martinez”. El hombre le estrechó la mano, perdiendo algo de su cautela inicial. “No sabía que Violet tenía novio. No sabía que nadie fuera lo suficientemente valiente como para batirse a duelo con ella”. “Alguien lo fue hoy”, dijo Mac escuetamente. ¿Por qué demonios no podían ver lo sobresaltada que estaba Violet? ¿Por qué sólo él lo notaba? Otra pausa incómoda. “Bueno”, dijo el otro hombre, evaluando la situación con una mirada equilibrada. “Hank Ramm. Estábamos debatiendo quién llevaría a la Oficial Siemanski a su casa”. “Yo me ocuparé de ella”, dijo Mac. Hank, que era mayor que Rick y tenía edad suficiente como para ser el padre de Violet, la miró para obtener su confirmación. Mac quería que lo insultaran, pero no lo hicieron. Estaba irritado por la demora, pero contento de que Violet tuviera hombres que la cuidaran, pese a que se preguntaba dónde demonios estaban antes ese mismo día. Era una pregunta injusta, ya que sabía que los oficiales patrullaban solos, pero lo racional no significaba nada en este momento. Esperó diez segundos, con un ruido sordo en el pecho. “Él se ocupará de mí”, dijo ella suavemente. Los hombres asintieron con la cabeza y, unos minutos después, los saludaron y se marcharon. Hank presionó el hombro opuesto de Violet cuando pasó a su lado. “Me llamas si necesitas algo, Violet. Estuviste realmente bien hoy. No lo olvides. Volverás a trabajar muy pronto. Considéralo como unas merecidas vacaciones”. Mac aguardó que se fueran, luego, giró hacia ella. “¿Te pondrán a trabajar detrás de un escritorio hasta que cierren el caso?”. Ella asintió con la cabeza. “Sé que es el procedimiento normal, pero no puedo dejar de pensar que también se debe a que soy joven, que tengo menos experiencia y que podría haber…”. “No. Estás viva. No importa lo que pueda pasar, uno nunca puede arrepentirse de eso porque, si le puede tocar a un policía, le puede tocar a cualquiera”. 201/ 263
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Ella asintió con la cabeza, levantó una mano por precaución y él dio otro paso hacia adelante. “Mac…”. Su voz se quebró y ella se tragó las palabras, se estremeció. “No puedo—”. “Sólo deja que te sostenga”, dijo él. Mac la abrazó y ella se mantuvo rígida por un segundo, luchando. Luego, Violet presionó el rostro contra el pecho de Mac para disimular sus sollozos, con las manos sujetas a su camisa, aferrándose a la piel y a los músculos que yacían debajo de la tela, clavándose dolorosamente mientras se sacudía. Mac miró por sobre su cabeza y vio a Hank detrás de la cortina. El hombre asintió con la cabeza y le hizo un gesto de aprobación con el pulgar. Giró y los dejó realmente solos esta vez, aparentemente convencido de que Mac haría lo que había dicho. Ocuparse de ella. “Está bien, bebé”. Él la sostuvo lo más cerca suyo posible, inclinó la cabeza hacia abajo sobre la de Violet y le acarició los labios sobre el vendaje. Sólo un rasguño, un disparo superficial que bien podría haber dado en el blanco. “Estás bien. Estás viva”. “Tuve tanto miedo, Mac”, dijo ella, farfullando contra la camisa de Mac. “Nunca había estado tan aterrada. Nunca había tenido que usar mi arma pero él estaba ahí, extendió el brazo bajo el asiento, más rápido de lo que pensaba que alguien pudiera moverse, y el entrenamiento se hizo presente. Yo le estaba diciendo que se quedara quieto, pero él no obedeció, y sacó su arma justo en el mismo momento en que yo saqué la mía y todo ocurrió en cámara lenta, ese instante en el que disparó”. Él ya había disparado una vez mientras ella aún le ordenaba que se quedara quieto a los gritos. La quijada de Mac se tensó. Santo Dios. Fue una plegaria y un insulto a la vez. “Y luego, todo ocurrió tan lentamente, yo sabía que él volvería a disparar. Estábamos ahí, a un pie de distancia el uno del otro, su dedo se tensó, y yo disparé. Justo en el rostro. Está muerto. Yo lo maté. Le quité todo”. “Él se quitó todo”. Mac la tomó del mentón, hizo que ella lo mirara hacia arriba y le atrapó las lágrimas con el pulgar. “Él tomó su decisión cuando optó por sacar el arma. Te llevaré a tu casa. Te ayudaré a vestirte”. “Sé lo que piensan muchos hombres. Que las mujeres no tendríamos que pertenecer a la fuerza. Y lo piensan por cosas como éstas. Mírame, me estoy cayendo a pedazos”. “No”, dijo él con firmeza. “No, no lo estás”. Mac bajó el tono de su voz, le acercó el rostro aun más, de modo que sus frentes se 202/ 263
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presionaran una contra otra, y ella cerró los ojos. “Dijiste que yo era un machista, que no quería que mi Amante fuera policía. Es cierto, pero no porque piense que no puedes hacer bien el trabajo. Sino porque sé que sí puedes, porque eres lo suficientemente valiente como para hacer lo que hiciste hoy. Mantente alerta y haz tu trabajo, y no quiero perder a mi Amante. Eres una excelente policía, Violet, y eso, para el hombre que te ama, es algo maravilloso”. ***** Ella quiso subirse a la motocicleta de Mac en lugar de volver a casa en automóvil. Se acomodó detrás de él y Mac le ofreció su casco. Cuando ella deslizó los brazos alrededor de la cintura de Mac y puso su cuerpo contra el de él, lo apretó algo más que lo estrictamente necesario. A Mac no le importó. Ella podía apretarlo con la fuerza de una serpiente pitón si lo necesitaba. Mac quiso apresurarse y llevarla a su casa antes de que el analgésico perdiera su efecto. Era una herida en la carne, pero él sabía que, aun así, le dolería todo el cuerpo al día siguiente. La primera vez que uno se enfrenta a un tiroteo, se tensan todos los músculos y el cuerpo permanece así, inconscientemente, durante horas. Mac tenía que darle un baño caliente, un masaje. “Quiero ir a tu casa”, murmuró ella. “Por favor”. Mac puso la mano sobre las de Violet, que estaban abrochadas contra su pecho. “Podemos estar allí en quince minutos”. Él vivía en una pequeña casa de una planta sobre la marisma, una de las mejores ubicaciones de Florida, que tenía el desgastado aspecto exterior de un refugio de pesca, un interior lleno de recovecos y acogedor, y una vista imponente de la marisma desde el gran porche trasero vidriado. Mac estacionó la moto en un área de terreno que se encontraba a un lado y tomó a Violet de la mano para ayudarla a bajar. No fue una maniobra altamente atlética, pero pudo notar que ella aún se sentía aturdida y que sus músculos empezaban a tensarse, tal como lo había pronosticado. En un rapto de emoción, simplemente se inclinó y la alzó para llevarla en los brazos por el pequeño sendero que los dirigía a la puerta del porche trasero. “Mac, puedo caminar”, protestó ella. “Fue sólo un rasguño, después de todo”. “Lo sé. Sígueme la corriente. Necesito cuidarte”. Eso la tranquilizó y Violet puso las manos en el cuello de Mac, 203/ 263
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sus dedos eran apenas más grandes que los de un niño. Hoy, esas diminutas manos habían sostenido firmemente un revolver reglamentario y le habían quitado la vida a un hombre que estaba decidido a matarla. Mac le separó la mano, la sostuvo más firmemente mientras ella reposaba la cabeza contra su hombro y se acomodaba con un leve suspiro. Violet sabía que no todos los machos sumisos eran protectores. Ella tuvo cierto indicio y esperanza cuando Mac le preparó la cena. Pero, ¿un policía sumiso, heterosexual y protector, con fuertes tendencias alfa? Rompía todos los moldes preconcebidos. Cuando él la llevó al baño, sin detenerse en nada previo, para bañarla, lo único que Violet pudo hacer fue escuchar cómo el yeso se hacía añicos y caía sobre el piso. El pensamiento casi le sonsaca una sonrisa de cansancio a sus labios, que estaban presionados contra el frente de la camisa de Mac. El baño estaba limpio y tenía una bañera profunda, antigua y de patas bajas. La sentó en la tapa del inodoro y se puso de rodillas frente a ella, con un brazo apoyado en la parte externa de su cadera, mientras mantenía el otro debajo del agua. Luego de que el agua se calentara, la tomó de la mano y se la puso debajo de la corriente de agua. Ella casi llora ante el reconfortante calor de su roce combinado con el del agua. “¿Demasiado caliente?”. Ella dijo que no con la cabeza. “Perfecto”. “OK”. Vertió algunas sales minerales de un frasco que se encontraba en el estante y volcó un par de gotas verdes para baño. “Las sales me hicieron tan bien en la casa de Tyler que fui y me compré algunas para usar a diario”, le explicó ante su curiosa expresión, mientras controlaba una sonrisa que no alcanzó a llegar a sus ojos. “Las gotas tienen aloe, uno de los remedios de mi mamá para rasguños y cortes. También tienen cierta esencia similar a una loción masculina para después de afeitar, pero nada demasiado embriagador. ¿Tienes que evitar que se moje el vendaje?”. Ella dijo que no con la cabeza. “Puedo quitármelo. No tengo puntos ni nada por el estilo”. “Yo lo haré”. Él sacó la mano de la bañeraa, la soltó y se secó los dedos con una toalla. “Con tu permiso”, dijo él suavemente y, luego, comenzó a desabrochar los botones de la camisa del uniforme de Violet, que estaba rasgada y manchada con sangre. Mientras se la sacaba por los hombros, ella le observó el rostro cuando deslizó los dedos delicadamente sobre el vendaje adherido 204/ 263
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sobre la curva que unía la garganta con el hombro. Ejerció una delicada presión sobre las vendas. “No sé por qué siempre usan esta maldita tela que te arranca los pelos al sacarla… Respira hondo, dulzura”. Ella obedeció y él la jaló muy rápidamente, sólo dejó una tenue y hormigueante quemazón. “Podrías conseguir trabajo depilando vulas para bikinis”, dijo ella, tratando de hacer una broma. “Dichoso de mí”, respondió él, mientras apoyaba los dedos sobre el rastro que marcaba el trayecto de la bala. Se podía observar un dejo de muerte en los ojos de Mac, y ella sintió que algo emergía y la amenazaba con aparcarla. “Mac…”. “Sshh, todo está bien”. Él lo hizo desaparecer, visiblemente. Mientras le quitaba delicadamente la camisa por los brazos, extendió los brazos hacia su espalda para desabrocharle el sosten. Ella presionó la mejilla contra ese amplio bíceps por un momento y dejó sentir la conexión con Mac, la conexión que él había reforzado con un marcador negro oscuro al aparecer en el hospital para llevarla a su casa. Mac no necesitaba hacer esto, no tenía que ser parte de su vida de esta manera pero, luego de menos de una semana de tenerse el uno al otro, había elegido hacerlo. Tanto como había dicho que era lo que quería hacer cuando hicieron el amor después de cenar, hacía menos de tres noches. Este era uno de los peores días de su vida, o el mejor, según cómo se lo viese, y él estaba ahí, firme, para ser parte, no había retrocedido. Mientras le besaba la cabeza, Mac llevó la prenda hacia adelante y la sacó definitivamente de su cuerpo. Le desató las botas y se las sacó, con las manos seguras y fuertes sobre el tobillo de Violet, el arco del pie y, luego, la puso de pie delicadamente, le quitó los pantalones y la práctica ropa interior. Ella estaba de pie frente a él, sólo acarreando su delicada cruz y su frágil y mortal piel. Él giró el cuerpo, tomó una toallita de la encimera, la humedeció en agua y volvió a girar para quedar frente a ella. Desconcertada, ella sintió que Mac le quitaba la cruz de la piel y se la tocaba, al igual que el esternón, con la tela. “Pólvora”, explicó él. “Usaremos algo de lustre para plata, después, para limpiarla bien pero, por ahora, esto será suficiente”. Luego, echó la toalla a la tina, se inclinó, deslizó los brazos alrededor del cuerpo y volvió a levantarla. Los tensos muslos, la hebilla de su cinturón y los botones de su camisa 205/ 263
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hacían presión contra el cuerpo de Violet. Ella los acogía de buena gana, el calor de la piel de Mac a través de la tela. Pese a que no sentía frío, estaba temblando. “Shock”, dijo él, como si le leyera la mente. Mac la sumergió en el agua y cerró los grifos. Cuando el calor del agua la envolvió, Violet gimió de placer, y Mac sonrió y le besó los dedos. Acomodó un almohadón debajo de su cabeza con la otra mano libre mientras ella no lo soltaba. “Voy a prepararte algo de comida. Vendré a ver cómo estás de tanto en tanto así que no te preocupes por quedarte dormida. Esta noche, me ocuparé de ti”. “Lo sé”, dijo ella, mientras entrecerraba los ojos. Su nariz reconoció el aroma de las gotas para baño, y las esencias que se habían aferrado a su piel desde la primera noche que lo vio. La reconfortaban y rodeaban, de modo que pudo encontrar la persona adulta en su interior, dejar ir las manos de Mac, pero algo en su pecho se tensó dolorosamente, mientras los dedos de Mac se deslizaban de los suyos. Ella escuchó que sus pies retrocedían y se sintió absurdamente reconfortada cuando se dio cuenta de que la cocina estaba lo suficientemente cerca como para poder oír los sonidos, mientras él se desplazaba para prepararle la cena. La proximidad también tuvo efecto en Mac, porque pudo ver el perfil de la cabeza de Violet en el borde de la bañera. La miró de reojo mientras preparaba un té, sacó uno de sus cuchillos de cocina Mundial del contenedor de madera de arce para cuchillos y, rápida y tranquilamente, picó algunos espárragos frescos y los colocó en un caldo para que se cocinaran. Cuando un estremecimiento le recorrió la mano, se detuvo un momento, mientras tomaba aire para estabilizarse y apartar todo pensamiento de la súbita imagen de que le dispararan una bala en el rostro, le atravesaran esa piel pálida y delicada, y pusieran fin a su vida. Preparó la sopa con cuidado y precisión extra, colocó un poco de pan fresco en el calentador, mientras se concentraba en la red culinaria, para no dejar que su mente fuera por lugares a los que no estaba preparada para ir. Podría tener su ruptura mental más tarde. Ella lo necesitaba fuerte en este preciso momento. Sólo bastó un leve quejido y un ruido en el agua para que Mac estuviese en la puerta antes de que el cuchillo cayera sobre la encimera. Ella pestañeó salvajemente, y él se arrodilló ante ella, acercándola a su cuerpo. 206/ 263
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“Está bien, dulzura. Flashback. Suelen ocurrir al comienzo, cada vez que te duermes. Estás bien”. “Dios”. Sepasó las manos por el cabello. “Soy tan patética”. “No, no lo eres”, dijo él, mientras le aferraba las manos. “¿Quieres saber qué hice la primera vez que maté a una persona?”. Ella asintió con la cabeza, con los brazos doblados sobre la parte delantera del cuerpo. Fue un gesto inconsciente de alguien que trataba de escudarla del dolor que la atacaba desde el interior. Le frotó las manos sobre la húmeda y desnuda espalda, mientras marcaba con los dedos cada vértebra de su columna, tratando de calmarla. “Al comienzo, traté de relajarme como si hubiera sido un día normal. Cuando eres novato, piensas que se supone que lo tomes tan fríamente como quienes tienen más experiencia. Hice de cuenta que estaba bien, hasta me volví algo irascible cuando los veteranos trataban de reanimarme, al igual que lo hizo Hank contigo. Luego, recordé cómo me miraban, sin responder como lo harían normalmente. Sabían que me iba a quebrar. Trataron de llevarme a tomar unos tragos con ellos. No tuvieron éxito, yo me sentía bien. Volví a casa porque, tú sabes, era lo habitual, no tenía alternativa. Me dejaron libre por el resto del día”. Mac apoyó ligeramente el mentón sobre la frente de Violet, y ella hundió la cabeza aun más profundamente entre la cabeza y el pecho de Mac. “Me desperté totalmente sudado a las dos de la mañana”, siguió diciendo. “El rostro del sospechoso y esos disparos rugían en mi cabeza. Me vestí, conduje ciento veinte millas y le golpeé la puerta a mi madre a las cuatro de la mañana. No fue algo muy inteligente, si piensas que la mujer en cuestión tiene dos hijos policías. Probablemente, le quité diez años de vida, haciéndole pensar que alguno de nosotros había muerto. “Pero ella lo supo. Me miró directamente al rostro y lo supo. Yo era demasiado masculino y viejo como para dejar que me desvistiera y me metiera en la bañera, por supuesto”. Mac sonrió en la sien de Violet. “Pero me preparó un baño, me cocinó algo, se sentó conmigo, y me tomó de la mano cuando, finalmente, me dormí en el sofá a su lado. Sé que no se fue. No hasta que me desperté y sentí que podía enfrentarlo, porque había podido superar la primera noche sólo gracias a ella”. “No estarás inventando eso, ¿no?”. Ella levantó la cabeza y lo miró con ímpetu. 207/ 263
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“No, no lo estoy inventando”. Mac le acomodó el cabello hacia atrás y le besó las cejas. “¿Cuántas veces…?”. “Siete en veinte años”, dijo él. “Una vez maté a una mujer. Una vez a un chico de catorce años”. Mac enmarcó el rostro de Violet entre sus manos. “Sólo te daré un consejo. Date tiempo para aceptarlo, para hacer el luto. Deja que ronde por tu mente durante un tiempo, espera algunos días para analizarlo. En nuestro trabajo, no podemos escaparnos. A veces, tenemos que tomar una decisión, y otras, la decisión se toma sola. Te lo digo por experiencia, es mucho más difícil vivir del primer modo que del segundo. Es así de simple. ¿OK?”. Ella asintió con la cabeza, pensando, y él le rozó el pulgar sobre los labios. “Deja que te traiga algo de ropa, si es que estás lista para salir de la bañera”. Violet lo estaba, y esperó en la bañera hasta que Mac le trajo una de sus camisetas de cuello redondo. No dejó que ella se secara. La hizo salir de la bañera y pisar sobre un felpudo suave y, luego, la frotó delicadamente con una gruesa toalla de tela. La camiseta era una prenda de algodón oscuro y pesado que tenía el olor a almizcle de Mac y, era tan grande, que le llegaba a la mitad de los muslos y se le salía por un hombro. Cuando se la puso, Mac la levantó entre los brazos, la llevó hacia el porche trasero donde el sol se estaba poniendo sobre la marisma con un glorioso color rosa y dorado, una confirmación de la vida y de los milagros. Ella lo miró mientras la acomodaba, con el rostro inmutable, y supo que era la confirmación de algo más, algo que había quedado tan evidentemente presente en esta última hora que no podía ser otra cosa. Amor. Capítulo 19 Luego de comer, Mac se acurrucó detrás de ella en la cama del dormitorio, mientras le acariciaba el cabello hasta que Violet se durmió, mientras miraba por la ventana cómo salía la luna por sobre la marisma. Cuando se despertó, la luz de la luna se filtraba hacia el interior. Ella elevó la mano hacia la luz y observó el juego plateado sobre su pálida piel. Estoy viva. Una mano de gran tamaño se elevó, entró en su campo visual y 208/ 263
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se enlazó entre sus dedos, y Violet sintió que el amplio pecho de Mac le presionaba los omóplatos. Y no estoy sola. En ese momento tranquilo, ella percibió lo que era y lo que podía llegar a ser para él, su Amante, su enamorada, su mujer. Lo que quizás ya era para él. Todo. Un pensamiento humilde, aterrador y estimulante a la vez. “¿Estás bien?”, murmuró él, y su voz sonó como una tranquilizante caricia sobre cada nervio, como si cubriera con un manto las cosas que ella no podía enfrentar en este preciso momento, cosas que su conciencia tendría que aceptar de a poco y con el tiempo. El disparo de un arma, el rostro de un hombre convirtiéndose en carne muerta, un corazón que deja de latir. “Olvídalo esta noche, dulzura”. La mano de Mac se deslizó en silencio por su espalda, por la curva de su cintura, por su cadera, calmándole la piel con las puntas de los dedos como si fueran gotas de lluvia que resbalaban en su piel, el roce de algo natural, esperado, conocido. Algo que preservaba la vida. La esperanza. “¿Sabes qué pensé cuando él sacó el arma y yo sabía que iba a disparar?”. Violet no dejaba de mirar el movimiento de las aguas a través de la vegetación de la marisma. Sospechó que dicha agitación se debía al movimiento de algún animal que vivía allí. Podría haber optado por no decírselo a Mac. Sabía que, probablemente no era aconsejable hacerlo pero, en el momento más solitario de la noche, sólo había lugar para la verdad y Violet confió que podía decirle lo que fuera. “¿Qué ocurre, bebé?”. Los labios de Violet se encorvaron ante esa expresión de cariño, una expresión que una Amante no solía escuchar. El macho alfa. “Pensé, ‘¿Qué pasaría si nunca vuelvo a ver a Mac?’”. Violet levantó los ojos para mirarlo y, luego, lo encontró apoyado sobre ella, con esos ojos plateados tan cercanos y llenos de vida, un color plateado inundado por la luz de la luna. “Eso fue lo último que pensé antes de que ese arma se disparara”. Mac la abrazó y la levantó contra su pecho, la atrapó en su calor y fuerza. Calidez. Vida. Mac era vida, vida pura y palpitante. Violet mantuvo los brazos contra su propio cuerpo, dejando así que él la abrazara por completo, que la rodeara, con la frente y los labios presionados contra su pecho. “Hazme el amor, Mackenzie”, suspiró ella. “Por favor. Nada más que tú y yo”. Mac le soltó la espalda y la miró a la cara. No preguntó si estaba 209/ 263
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segura, pero le dio ese momento. Ella extendió los brazos hacia arriba y le tocó la mandíbula. El beso la llevó a un mundo cálido y lánguido de sueños placenteros y lentos pensamientos, que navegaban por aguas que la excitaban y la hacían girar en un vertiginoso remolino de luces y sensaciones. Ella abrió la boca y saboreó a Mac, el húmedo calor de la receptiva carne, y los brazos de Mac incrementaron la fuerza con que la agarraba, por lo que Violet sintió el latido de su corazón y la excitada agitación de su verga contra la cadera y el estómago. Él la acostó sobre su espalda, con su propio cuerpo sobre ella, y la luz de la luna permitió que Violet alcanzara a ver otro matiz de su expresión, fija, entregada por completo a ella, adorándola, engañándola, deseándola. Mac podría haber retrocedido, dejar que ella sólo percibiera la delicadeza pero, como si supiera instintivamente lo que necesitaba, dejó ver ese destello de deseo masculino, la impaciente lujuria de tomarla, y la sangre de Violet se agitó, repentinamente ansiosa de su pasión, de la brutal fuerza de un arrebato. Ella le llevó la cabeza hacia abajo, hasta su seno y, luego, llevó las manos por debajo de las sabanas para buscar el dobladillo de la camiseta que tenía puesta y sacársela. Antes de que pudiera hacerlo, él le había atrapado los senos con las manos más grandes, mientras estiraba la suave tela sobre la carne apretada y llevaba la boca a uno de ellos para torturarla a través de la tela. La humedeció con la boca, la lamió y chupó a través del roce y la caricia del algodón. “Mac”. La voz de Violet fue el único sonido que se escuchó en el silencio de la habitación. La rodilla de Mac estaba presionada entre los muslos de Violet, y ella los separó para él, acunándolo y jadeando mientras él asentaba la verga entre el sensible clítoris y el hueso púbico. Ella sólo tenía puesta la remera. Y él tuvo que ir a la cama desnudo , a su entera disponibilidad para lo que necesitara. Mac no la aplastó, pero sí tomó ventaja de su peso, manteniéndola impotentemente inmóvil mientras le chupaba los senos, primero uno y luego el otro, para volver nuevamente al primero. Ella no sabía cómo actuaría Mac como pareja igualitaria en la cama. Se había preguntado si apresuraría las cosas como la mayoría de los hombres para conseguir la vulva que ansiaba, pero él honraba apasionadamente sus senos. La fluida excitación de la parte inferior del cuerpo de Violet emanaba a través de ella 210/ 263
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como un ciclón de energía, por su vientre y se ensanchaba para abarcar los senos. Desde el punto de anclaje entre sus piernas hasta el destello de la arqueada parte superior del torso, Violet se convirtió en un tornado, que se ondulaba y retorcía dentro del escaso margen de movimiento que le permitía Mac. Mac dejó de chupar y comenzó a cosquillearle los pezones con la lengua. Un lengüetazo firme, varios lengüetazos rápidos, uno lento, luego pasó al otro pezón para darle el mismo tratamiento y volver al comienzo. El fugaz pellizco de fricción la hizo sobresaltar y clavar los talones contra el colchón sin que pudiera dominar sus movimientos. El hueso púbico se incrustaba insistentemente contra el cuerpo de Mac; el clitoris, contra su rígido abdomen mientras ella lloriqueaba de aflicción extasiada. “Mackenzie” jadeó. “Sin órdenes, dulzura. Sólo tómalo. Deja que te vuelva loca”. Le presionó los labios firmemente contra la boca y ella gritó ante el violento ataque de sensaciones que le dio vueltas desde su vagina y hasta la punta de cada pezón, que Mac seguía atormentando con sus firmes lengüetazos. El izquierdo. El derecho, el izquierdo nuevamente. Lengüetazo. Ella sintió el escalofrío que nació en sus muslos. En el preciso momento en que él levantó la cabeza, la agarró de la parte superior de los sus brazos y embistió duramente dentro de ella. La excitada vagina de Violet descendió apretada sobre él e hizo que Mac se clavara en el tenso agarre de sus músculos. Mac levantó las caderas, volvió a embestir dentro de ella y no se detuvo, sacudiendo el liviano cuerpo de Violet como una muñeca sobre la cama. Le estaba brindando toda su energía, sin guardarse nada, y eso la aterraba, la marcaba. Aun así, ella lo deseaba, que perdiera el control, ese salvaje cazador en su mirada que podría consumir la imagen de los tiroteos y del odio, arrasar con todo y dejar sólo una rendición indefensa ante esto. Ella era lo suficientemente fuerte como para equipararlo emocionalmente en cualquier área, pero sabía que Mac le estaba dejando en claro que tenía la fuerza necesaria para resguardarla cuando ella lo necesitara. Protegerla no sólo de lo que la vida le pusiera en el camino, sino también de ella misma. Como en este momento. Debajo de eso estaba su ira, tan irracional como ambos sabían, por haber arriesgado la vida, por hacerlo preocupar. Por ese motivo, ella se abrió aun más, dejó que le diera todo, todo de él, la ira junto con el deseo. Violet no tenía opción, de todas maneras. Todo lo que podía 211/ 263
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hacer era resistir, gritar su nombre y dejar que las fuertes oleadas del orgasmo la atraparan una vez…dos veces…tres veces. Cada vez que pensaba que había terminado, él cambiaba de posición, con esa habilidad que le era innata, y ella volvía a adentrarse en la tormenta, hasta estar segura de que no podía resistir más, de que su dura e implacable verga sería el instrumento de su placentera destrucción. Pasó la tercera oleada como un surfeador vencido por el abrazo del océano y que no deja de rodar entre el agua y la espuma, y llega a la playa en un estado de agotamiento relajado y estimulante. La vagina de Violet era como un pequeño puño, se abría y se cerraba con las vibraciones espasmódicas de la verga de Mac, y tardó más de unos minutos para percatarse de que él aún estaba duro dentro suyo, con el cuerpo inmóvil y esperando contra ella. Pese a que no se lo había ordenado, Mac se lo había ofrecido como un regalo, lo que aumentaba el poder del gesto. El cuerpo de Violet tembló como una nueva respuesta mientras ella le tocaba el rostro sin abrir los ojos, le recorría los firmes labios, la tensa quijada y el tembloroso cuerpo. “Acaba para mí, Mackenzie”, suspiró ella. “Yo te autorizo. Acaba para mí ahora. Pero hazlo mientras me acaricias el interior muy…muy…lentamente”. Mac le llevó las mano a los muslos y los levantó de modo que los tobillos de Violet reposaran en sus hombros. La levantó más, con el rostro muy cerca al suyo y, luego, comenzó a acariciarla, lenta y parejamente. “Directamente hasta la cabeza de tu verga”, suspiró ella. “Luego hacia adentro nuevamente, tan lentamente, tan gradualmente, sentirás cada beso de mi vagina sobre tu cuerpo. Ah, Dios”. Mac realmente estaba dotado como un caballo, mientras la llenaba por completo. “Hacia afuera…despacio ahora…despacio”. “Amante…”. Los labios de Mac se sobresaltaron y sus hombros se estremecieron. “Detente”, dijo ella abrupta y agudamente, y él se paralizó, su expresión transmitía lo cerca que estaba. “Amante—”. “Obedéceme, Mackenzie”. Él se detuvo, totalmente dentro de ella, y los músculos de Violet se contrajeron, lo apretaron y lo acariciaron. Mac tenía un tragaluz para dejar entrar la luz del sol sobre la cama durante el día y, ahora, de noche, proyectaba un reflejo, por lo que ella pudo 212/ 263
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ver el contorno de sus propias piernas mientras las bajaba, aferradas a las caderas y a las tensas nalgas de Mac. Violet pudo ver los poderosos músculos que sobresalían en la espalda de Mac. Ella deslizó las palmas de las manos sobre ellos, mientras acariciaba la amplitud de esos hombros macizos y enormes, hacia abajo, y más abajo, ahuecando las manos sobre el cuerpo de Mac y sintiendo que el calor se acumulaba, sin importar dónde lo tocaba. Le tocó el culo, recorrió los dedos por la unión de las nalgas y le clavó las uñas en las musculosas curvas. “Dios, te podría querer sólo por tu culo”, farfulló ella. “Y aquí estoy, pensando que me querías por mi mente”. Él se rió por lo bajo levemente. “Amante, me estás destruyendo”. Violet levantó las pestañas, para poder mirar esos apasionados ojos plateados y percibió la lucha tremenda por conservar el control y su embriagadora necesidad. Por ella. “Esa es la cuestión, Mackenzie”, suspiró ella. Después cerró los ojos y lo llevó a recorrer sus otros sentidos, piel contra piel, con las puntas de los dedos suspirando lentamente hacia abajo por ese cuerpo firme y suave, por esos músculos trabajados, por el ocasional cambio de textura debido a una cicatriz. “Es como ir a un templo y ver una reliquia sagrada”, dijo ella, con un tono de voz que aún no superaba el de la respiración contenida de Mac. “Con el deseo de tocarla. No porque alguien te dijo que no lo hagas, sino porque está allí”. Los labios de Mac se encorvaron levemente. “Porque puedes percibir una presencia viva en ella, apenas debajo de la superficie de los elementos. Y sabes que, si pudieras simplemente tocarla, sentirla realmente, sentir lo que significa, en qué consiste su alma, entonces puedes ser parte de ella. Una conexión eterna, nunca sola”. Ella levantó la mirada y, en la de Mac, percibió la verdad de sus palabras reflejadas. Notó que esa puerta estaba abierta y la atraía, sus palabras la habían abierto dentro de él. Quiebra el cuerpo y el alma tendrá que defenderse sola. Hoy habían quebrado el cuerpo de Violet y su alma había acudido a él para que fuera su campeón. En este momento, las manos de Mac le tocaron el rostro, mientras ella le tocaba el cuerpo con una reverencia dubitativa, tratando de absorber el significado de cada pulgada, llevarlo dentro de él, de igual modo que ella lo llevaba dentro de ella. “Soy todo tuyo, dulzura”, dijo él. “Mi alma te pertenece”. “Ahora”, dijo ella al exhalar. “Sin moverte, sin fricción alguna, comienza a acabar para mí, Mackenzie. Simplemente obedece mi 213/ 263
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orden. Siente mi voz en ti como si fuera mi vagina cálida y húmeda que te acaricia, como lo hace cada sílaba de lo que digo…”. Él gimió, se estremeció, y el orgasmo explotó dentro suyo y lo llevó a un estado de parálisis impuesta. Las palabras de Violet se le atoraron en la garganta, sobrecogida al observarlo batallar contra su naturaleza para obedecerla, ver cómo permitía que el orgasmo se estrellara contra su cuerpo. La verga le latía pero estaba inmóvil dentro de ella mientras disparaba su semen. Mac tembló, mientras la miraba, con el rostro rígido e inmóvil. Sus labios se movían un poco, sólo rápidas sacudidas que no podía evitar debido a la fuerza de la sensación. Era lo más sensual que ella había visto en la vida, un hombre luchando por acabar casi inmóvil, con todo su ser concentrado en la mujer que tenía debajo. Lo que aumentaba aun más el poder de la energía que emanaba de él. Ella elevó las caderas, ya sin poder resistir la tentación. Él embistió hacia adelante, consciente de que había acabado, y acabaron juntos como la colisión explosiva de dos planetas, que se fragmentan en millones de pedazos para formar un universo completamente nuevo. Capítulo 20 “Irás a trabajar”, dijo ella abruptamente. “Estaré bien. Dijiste que tienes que investigar un par de pistas en el gimnasio y en la oficina. Hoy puedo arreglármelas sola, Mac”. Él produjo un sonido evasivo y colocó una pila de panqueques con crema frente a ella. Violet bajó la mirada. Mac había puesto frutillas frescas en los bordes de los panqueques y las había cortado para que se vieran como capullos de rosas, con los cabos verdes como marco de color. El humor se interpuso en el intento de Violet por hablar en serio. “Eres realmente adorable”, le dejó saber. Él sonrió. “Lo mismo digo, dulzura”. Le acarició la mejilla con una mano y Violet la presionó contra ella. Mac no tuvo las agallas, o quizás el valor, para decirle que nunca la había visto tan atractiva, sentada allí, a la mesa y vestida sólo con su camiseta, con un aspecto tan enfermo como un avispón. Pero sí pudo notar, en su rostro, que lo necesitaba para apoyarse. 214/ 263
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Y, pese a que Mac no quería estar a más de diez pies de distancia de Violet, hoy comprendía la importancia de no invadirla en un momento como éste. “No puedes culpar a un gran cerdo machista por querer protegerte”. Ella gruñó. “Si yo fuera una físicoculturista, aun querrías protegerme, mantenerme alejada de cualquier tipo de peligro. Te hervía la sangre por eso cuando entraste a la sala de emergencias ayer, como si quisieras sacudirme por atreverme a tener un trabajo que me alejaba de la cocina y el dormitorio”. Mac dobló la mandíbula y parte de esa ira salió a la superficie. “Bueno, de verdad quería sacudirte. No quiero que corras riesgos, nunca”. Mac la tomó de la mano. “Mírate. Eres demasiado liviana, pareces una muñeca en miniatura”. “Una muñeca que puede ponerte de rodillas y hacer que ruegues”, le recordó con un ardiente desafío en la mirada. “¿Quieres que juguemos una pulseada?”. “Ganaría yo, porque te ordenaría que me dejaras ganar”. Mac sonrió fugazmente. “Eso es lo que crees, dulzura. Y no me pareces del tipo de gente que hace trampa”. “No me moveré de aquí”, prometió ella. “Hasta te prepararé la cena con mis formidables aptitudes culinarias. Palomitas de maíz, mantequilla de maní y sándwiches de mermelada. Podemos alquilar una película y puedo gemir de vez en cuando para me tengas lástima. Y tengo a Boscoe”. Él se había levantado temprano e ido a buscar a su perro Beagle por lo que, ahora, el sabueso se encontraba debajo de la mesa y respondía a las caricias que le hacía Violet en la oreja con una sonrisa de felicidad. Mac dudó, y ella percibió la verdad de ese gesto. “Esta noche saldrás, para cumplir tu trabajo. Te veré en La Zona, entonces”. “Este no es tu caso, Violet”. “Lo dijiste tú mismo, al ser Amante puedo acceder más fácilmente a los demás jugadores. Ahora que lo sé, podemos conocer más gente, puedo brindarte esa opción”. Ella le aferró la camisa con los dedos y lo acercó. “Además, eres mío, y no quiero que nadie más toque lo que me pertenece. ¿Comprendido?”. Él le rozó la boca con los labios. Le agradó ver el destello de sus ojos, y maldijo el hecho de que tenía que volver al trabajo, en especial porque la verga le respondía con el mismo entusiasmo de Boscoe ante las agudas órdenes de Violet. “Sí, Amante”. La besó con más fuerza y disfrutó del modo en que la mano de Violet se escabullía por dentro de su camisa y le 215/ 263
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clavaba las uñas. Le resultaba difícil romper el contacto, levantar la cabeza. “Pero puedes tomarte la noche libre. Hoy voy a investigar la pista del gimnasio. Por eso quizás llegue tarde. Voy a hablar con algunos de ellos esta tarde, en las horas pico. ¿Por qué no visitas a tu mamá algunas horas? Hablaste con ella anoche pero estoy seguro de que le encantaría verte, y dijiste que sólo vive a una hora de aquí”. Ella lo miró con firmeza. “No me mientas”. “No, no lo hago”, dijo él firmemente. “Y nunca lo haré”. Pese a que sí le decía toda la verdad, no querría que ella se fuera ni a la casa de la madre. La querría a salvo en su casa esta noche, mirando películas viejas y esperando que regrese. Con arrepentimiento, Mac se dio cuenta de que ella tenía razón acerca de él. Cuando se trataba de su mujer, de su Amante, él era un cerdo machista. ***** “Top Form es un gimnasio de dos de tus Amantes, Tamara y Kiera Whitmeyer. Cinco de las Dominadoras de La Zona son socias”. Consuela le entregó el listado. “Otras dos, Lisbeth Holmes y Marguerite Perruquet, fueron socias invitadas por un tiempo. Uno de los Dominadores, Tyler Winterman, también es socio, si te resulta relevante. Sin embargo, sólo una de tus víctimas era socio, y fue como invitado solamente una vez. La pista es buena, pero no hay suficiente conexión para generar evidencias contundentes”. Mac estudió el papel. “Ella pudo haber vigilado el estacionamiento de los gimnasios de los demás en vez de conseguirse una invitación. Incluso, pudo haberlos seguido hasta algún bar para establecer el contacto. Tiene que ser de alguna de esas maneras. Puedo sentirlo”. “Bueno, resuélvelo pronto”, dijo Consuela, mientras observaba el tablero de fotografías. “Realmente me estoy cansando de ver estas cosas. “Ahora, esto es particularmente interesante”, dijo ella y sacó una hoja de papel. “Esta Marguerite Perruquet tenía un hermano que se suicidó a los catorce años. El oficial que realizó la investigación dice que percibió ciertas y graves tensiones ocultas en la casa. Si le preguntaban su opinión, habría dicho que el chico había sido acosado sexualmente por el padre. Sin embargo, nunca pudo probar nada. Por lo que nos informó el personal de La Zona, 216/ 263
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Marguerite prefiere hombres más jóvenes”. “¿Acaso está castigando simbólicamente a su hermano?”. Suarez levantó una ceja. “Eso parece jodido”. “Salvo que lo culpe por dejarla sola con su padre porque, quizás, él comenzó a acosarla a ella luego de que murió el muchacho. Esta tarde conseguiré una membresía de invitado en Top Form”, dijo Mac. “Coincido con Connie. Realmente me gustaría descubrir a nuestra asesina antes de enfrentarme a más víctimas. Aquí tenemos otra coincidencia interesante”. Mac señaló la línea de tiempo. “La membresía de invitada de Marguerite coincide con el momento en el que mataron a Rodriguez, la víctima que sí era socio de Top Form”. “Pero no hay correlación con los demás, si bien hay que admitir que el gimnasio al que asistía Turner no lleva ningún tipo de registro de las membresías de invitados”. Consuela le deslizó una mano sobre sus cansadas facciones, recordándole que ella se había venido rompiendo el culo con la investigación de este caso la misma cantidad de noches que él había trabajado en el campo. “¿Estás bien, Con?”. “Sí”. Ella estudió las fotografías de los asesinatos. “Sabes algo, Mac, no merecían morir así, pero tengo que admitirlo, estoy parcialmente de acuerdo con Suarez. Dar semejante control a otra persona sobre uno mismo es algo peligroso. Hay que tener algún problema interno. Es algo así como un extraño complejo de Edipo. Y ni se te ocurra empezar a hablarme sobre las mujeres a las que les gusta que las aten. Tuvimos que luchar cientos de años para que los hombres no nos traten como mascotas y, hoy en día, tenemos a ese grupito de putas idiotas que ruegan que las aten y les peguen”. “No lo sé, Connie”. Suarez le sonrió desde su escritorio. “Creo que me agrada la idea de tenerte en botas hasta los muslos, con un látigo en la mano”. Ella hizo un gesto de negación con la cabeza. “Dominadoras, puaj. Probablemente, son sólo feministas que se liberan golpeando a los hombres tal como ellos lo han hecho todos estos años. No deja de ser enfermizo pero, al menos, puedo comprenderlo mejor. A los que no entiendo es a los sumisos”. Mac sabía que eso se debía a que trataba de entender la política de la filosofía, una política inexistente. Se trataba de confianza e intercambios de poder, no de actitudes políticamente correctas. La sumisión era la ofrenda. En cierta manera, no era tan 217/ 263
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diferente del matrimonio, dos personas que se someten a la voluntad de la otra, dispuestas a dar y a tomar, lo que llevaba a la unidad, una total apertura del corazón hacia el otro. El dolor y la renuncia al control podía derribar las paredes aun más rápido, hacer que una persona se percatara de lo que realmente necesitaba, sin el oscuro velo que esa carga política puede aportar a una relación. Consuela levantó una ceja. “Mac, ¿estás aquí?”. “Mmm”. “Creo que te has inmerso demasiado en este caso. Sal a divertirte, ve a un juego de pelota. Consíguete una mujer hermosa y haz que te vuele la cabeza”. “Cuánto estilo”. Mac se rió por lo bajo, mientras decía que no con la cabeza. “¿Qué te parece si tú haces lo mismo, Con? Ve a tu casa, haz que tu marido se te tire encima un par de veces, si es que puedes mantener a los chicos fuera de la habitación lo suficiente”. Suarez estalló de la risa. Mac recogió sus archivos y esquivó apenas la grapadora que le arrojó Consuela. Sonriendo, se retiró a la sala de conferencias, mientras disfrutaba de los creativos epítetos cubanos que lo seguían, y de la expresión mucho más relajada del rostro de su compañera. Unos minutos después, escuchó que volvían a discutir las ventajas y desventajas del estilo de vida S&M y los bloqueó de su mente, para concentrarse en la información que yacía frente a él. Una hora más tarde, levantó la mirada y vio a Darla apoyada en la puerta. “Tengo entendido que te inclinas por el gimnasio. ¿Crees que necesitarás algo de apoyo?”. Él le dijo que no con la cabeza. “Sólo lo estoy investigando para ver si puedo dar con alguna pista. Me reportaré con usted a las nueve y le diré si voy a La Zona esta noche, aunque lo dudo. Violet estará incomunicada hoy pero volverá en un día o dos”. “¿Se está recuperando bien?”. Él asintió con la cabeza. Quiso decir más, lograr que la Sargento Rowe le volviera a prometer que iba a mantener en secreto la identidad de Violet, incluso si eso le costaba la vida a él. Independientemente de cómo lo había aceptado, Mac no podía tolerar la idea de exponerla al tipo de pensamientos que acababa de escuchar aunque, racionalmente, sabía que era una persona adulta y que era posible que ya hubiera escuchado cosas similares. Al igual que él, innumerables veces. Tal como niños 218/ 263
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que se esconden en un armario y escuchan lo que los demás chicos realmente piensan de ellos. “¿Estás bien, Mac?”. Darla lo estudió. Mac relajó su cuerpo deliberadamente, se puso de pie y quitó el abrigo del respaldo de la silla. “Sí. Voy a hacer algo de ejercicio”. ***** Había llegado en una hora pico, tal como pretendía, y pasó por varias máquinas, mientras socializaba y charlaba ociosamente, buscando rostros familiares. Una de las caras que, en particular, no le agradó ver fue la de Jonathan Powell pero, luego del contacto visual inicial, el alto rubio le dio la espalda e ignoró su presencia con una expresión de desdén. Mac no tuvo problema. Pese a lo mucho que le agradaría que el idiota de sangre fría estuviera involucrado para poder esposarlo y meterlo en prisión, el perfil de Jonathan no se condecía en nada con el de la asesina. No existía ninguna ley que prohibiera ser idiota. “Bueno, bueno, miren quién se llegó por mi guarida”. Mac giró el cuerpo y vio a Kiera, o a Tamara, no pudo determinarlo a ciencia cierta. Estaba haciendo ejercicios en el banco de pectorales. “Tamara”, le informó, al notar su confusión. “¿Podrías ayudarme, dulzura? Suelo llamar a alguno de esos entrenadores, preferentemente el que tiene el culo más duro pero, ya que tengo a alguien tan dispuesto a servir”, lo miró para evaluarlo, “con un culo absolutamente superior, me quedo contigo”. “Seguro”, dijo él de buena gana, mientras se desplazaba por detrás de ella y Tamara se recostaba en el banco. Por supuesto, la posición la ubicaba de tal manera que pudo contar con una vista privilegiada del bulto de sus genitales dentro de los pantalones cortos y apretados de gimnasia, y su mirada estaba directamente dirigida al rostro de Mac. “Si estuviéramos en otro lado, como los vestuarios, creo que podría hacer que eso tomara vida. ¿Estás interesado en otro asalto?”. “Me halagas”, dijo él, con una sonrisa informal, aunque en el interior estaba tenso ante la fija mirada de Tamara. No necesariamente de deseo, pese a que era adepta a agitar la lujuria de los hombres, independientemente de si su mente estaba interesada o no. Honestamente, a Mac las gemelas le parecían 219/ 263
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aterradoras. Violet se habría reído por eso, él lo sabía, pero un hombre tenía que ser honesto consigo mismo. “Noté que alguien te tiene atadas las riendas del corazón y de la verga muy cortas por estos días”. Ella se sonrió y su expresión fue sorprendentemente placentera y amable. Fue un abrupto recordatorio de que Kiera y Tamara, tan aterradoras como podían llegar a ser, mantenían la intimidación dentro de las reglas. No forzaban sus voluntades cuando no era necesario, y no obligaban a ningún sumiso que decía “no”. Respetaban los límites y, por primera vez, Mac comprendió por qué Violet estaba tan interesada en hacerlo aceptar esa idea. “Bueno, me alegro por los dos, dulzura. Hacen buena pareja. De todos modos, Kiera se desilusionará. Tu desempeño en la casa de Tyler fue…memorable. Ochenta libras, si me haces el favor”. Mac cargó la barra y se percató de que era un peso bastante considerable para que una mujer lo levantara por sobre la cabeza. Permaneció de pie con extrema precaución mientras ella la tomaba del apoyo y comenzaba a hacer las repeticiones. Era una mujer de buen físico y, en este momento, con los límites establecidos, Mac se sintió cómodo al evaluarle los senos carnosos, la suave piel marrón, la tensa concentración de los labios gruesos, el ligero brillo del sudor sobre los músculos en acción. Se sorprendió a sí mismo flotando hacia la imagen mental de una forma más pequeña y delicada en la misma posición, con esa pequeña boca a sólo un pie de sus doloridas bolas. Increíblemente, esa imagen le tensó las entrañas de un modo que el estar de pie justo sobre las ágiles formas de Tamara y el escuchar su invitación directa no pudieron lograr. De todas maneras, Mac sospechó que Violet se obligaría a creer que él pensaba en ella si se le paraba la verga en este momento. De hecho, pensó que, probablemente, Violet le pegaría en la cara con una pistola hasta hundirle la cabeza antes de que pudiera intentar explicación alguna. Sonrió al pensarlo y cambió la dirección del flujo de sus pensamientos, simplemente para sentirse seguro. “Entonces, ¿dónde está tu hermana hoy?”. “Oh, salió, es su tiempo libre. Se iba a encontrar con Marguerite para almorzar en el Tea Room. Marguerite es la dueña y estamos pensando en integrar un bar de estilo en el gimnasio. Ya sabes, para que los clientes lo disfruten luego de hacer sus ejercicios, para que sigan haciendo sociales. Una especie de franquicia del Tea Room dentro del gimnasio. Se fue hace algunos minutos”. 220/ 263
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“¿Las dos trabajan aquí?”. “Ella sí. Yo soy prácticamente la dueña y ella la gerente, por lo que yo suelo sólo venir, hacer mis ejercicios y ocuparme de los accionistas. Ella se encarga del manejo diario del gimnasio. Prefiere hacer eso antes que todo el proceso agresivo de ventas, y yo odio ocuparme de los detalles de mantenimiento y reparación o decirle a la gente cómo funcionan las máquinas. Por eso es ella quien va a ver a Marguerite. Está charlando los detalles con ella ahora que ya cerramos el trato”. “Entonces, ustedes se complementan bien”. “Lo bueno de ser gemelas”. Ella asintió con la cabeza y él la ayudó a llevar las pesas al apoyo. Tamara se sentó y lo contempló, le volvió a sonreír seductoramente y a evaluarlo tan notoriamente, lo que hizo que algunos de los clientes que se encontraban cerca de ellos levantaran una ceja o sonrieran. “Si alguna vez cambias de parecer, dulzura, tanto a mí como a mi hermana nos agradaría mucho clavar nuestros dientes en ti. Sospecho que serías un bocado para toda la vida”. “Nuevamente, me halagas”. Él inclinó la cabeza. “Pero creo que estoy obligado a decir que…no estoy disponible mientras mi—”. Se detuvo abruptamente. Se había olvidado, y él nunca lo hacía. Pero casi lo dice, casi llama a Violet como su mente ya la había aceptado. Su Amante. De corazón, mente y alma. Tal como ella lo había dicho la primera vez que se vieron. “…estoy involucrado con otra persona”. Tamara se puso de pie, mientras le deslizaba la mano confiandamente hacia arriba por el muslo, por sobre el hueso de la cadera y hasta la cintura. “Somos nosotras las que te perdemos, dulzura. Quizás Violet vuelva a compartirte alguna vez”. Luego se alejó de él, mientras captaba la atención de todos los clientes con su aspecto de reina africana y su ágil cuerpo que se dejaba ver detrás de la tela spandex reluciente. “Espero que no”, farfulló Mac. Le resultaba más fácil admitirlo ahora. Quería estar comprometido con una sola Amante y que ella se comprometiese con él. Si bien ciertos juegos interactivos no le hacían daño a nadie, Mac quería que el evento principal, el punto de mayor de concentración, fuera sólo con ella. Mientras tuviera a Violet, no le importaba no volver a pisar el interior de un club de sadomasoquismo. Sin embargo, tenía otros temas de los que ocuparse por el momento. Kiera y Tamara trabajaban en equipo. Nada de lo 221/ 263
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encontrado en la escena del crimen sugería que hubiera habido más de una persona en la habitación con la víctima al momento de la muerte. Ya había descartado a Lisbeth por completo. Era una mujer igual de franca y honesta consigo misma que con sus sumisos. No tenía ningún secreto diabólico oculto en el placard y parecía poseer poco interés en un hombre lo suficientemente joven como para ser su hijo. Estaban las cinco Dominadoras que eran socias permanentes pero estaba interesado particularmente en Marguerite Perruquet. La había visto elegir un muchacho de unos veintitantos años en La Zona la última noche que estuvo allí. Había mantenido al joven a sus pies como un perro doméstico, haciéndolo lamer agua tónica de un tazón mientras hablaba con otras Dominadoras y le palmoteaba el culo de tanto en tanto con una fusta filosa que llevaba metida en una banda metálica en el antebrazo. Pero, cuando lo llevó abajo para jugar en una de las habitaciones, esa crueldad se convirtió en una gentileza peligrosa. Lo colocó sobre un molinete, lo elevó en forma vertical, lo dio vuelta cabeza abajo para que pudiera comerle el clítoris y, luego, le amarró la verga a la cabeza y lo obligó a hacer un 69 con ella mientras le lamía la vulva y le mordisqueaba los senos. Con la boca y los dientes no dejó de provocarle la verga, que se encontraba a la altura de sus ojos, mientras lo acariciaba y amenazaba, y le decía que sólo podría acabar luego de que ella lo hiciera. Al finalizar las dos horas, ella lo había hecho acabar varias veces, de diversos modos. Ella se mostró alternativamente jocosa y viciosa, afectuosa y cruel, hasta que Mac comprendió por qué era una de las Amantes más populares de La Zona. La única queja que un sumiso podría tener sobre ella era que muy pocas veces elegía al mismo hombre por más de una noche. O quizás lo hacía, pero no elegía a los posibles hombres para relaciones más prolongadas en La Zona, y los que escogía nunca iban a poder hablar sobre eso. La clientela disminuyó al final de la tarde y Mac se dirigió a los vestuarios antes de que su presencia se volviera sospechosa. El trabajo de investigación policíaca era tedioso en un noventa por ciento, con un dos por ciento de pistas y ocho de corazonadas. Por supuesto, este caso había resultado menos tedioso gracias a Violet. Le iba a cocinar un quiche esta noche. Había visto lo que ella tenía en el refrigerador y sabía que vivía comiendo comida congelada. Nunca más. Ya con ropa de calle y mientras se dirigía a su moto, se molestó 222/ 263
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enormemente al ver que el Lexus de Powell estaba estacionado en diagonal a su vehículo y que el pendejo arrogante estaba poniendo su bolso del gimnasio en el baúl. Mac pasó a su lado y le hizo un frío gesto con la cabeza, el rubio le echó una mirada siniestra mientras él tomaba su casco para subirse a la Honda. “¿Sabes qué es lo que no entiendo de ti, Mac? Juegas muy mal el juego”. “No estoy interesado, Powell”, dijo Mac brevemente, mientras metía la llave en el contacto de encendido. “No lo entiendes, Mac. Y yo pensaba que lo harías. Es obvio que no te agrada renunciar tu poder, pero te resistes fervientemente. Yo juego a la inversa. Piensan que les pertenezco por completo, les doy todo lo que desean hasta el final, les concedo cada capricho y, luego, cuando se enamoran, las dejo ir. Es un ímpetu de poder que no podrías creer. Esas Amantes, están muertas contigo. Podrías elegir a cualquiera, pero te involucras emocionalmente con una vulvita sin experiencia como Violet. Lo único que buscas en realidad es un anillo en la nariz. No engañas a nadie”. “Powell, no voy a pelear contigo como si fuéramos dos niños en el patio de una escuela. Guárdate los insultos provocadores y dime qué quieres”. Powell dio unos pasos hacia adelante y, al ver que se avecinaban problemas, Mac se bajó de la moto para enfrentarlo. “Hiciste que me expulsaran de La Zona. Tienes derecho a tener tu opinión pero no a interferir con mis relaciones personales”. “Te equivocas. Proteger a una mujer, incluso si ella no te pertenece, es tarea de cualquier hombre”. Jonathan se burló. “Si ella me hubiera elegido a mí, estaría tan loca por mi verga en este momento que estaría de rodillas chupándomela”. “Eres un imbécil y te molesta que Violet no te haya elegido. Es hermosa, tiene buen gusto y reconoce el peligro cuando lo ve. Tú no necesitas una Amante. Necesitas que te castren”. Mac sabía cómo tratar a un idiota como Powell, por lo que estaba preparado para la embestida, para el ataque de su puño, con las llaves dentro de él. Pero Mac también estaba enojado. No lo suficiente como para dejar que la ira lo controlara, pero sí como para tomarse una fracción de segundo para pensar y, luego, darse la enorme satisfacción al seguir con su juego y darle una bofetada en la mandíbula a Jonathan. Powell se abalanzó hacia 223/ 263
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adelante y Mac lo atrapó. El filoso pinchazo que recibió en el cuello lo hizo girar, y apenas pudo ver que Jonathan retomaba el equilibrio a sus espaldas mientras Kiera le sacaba la jeringa. No tuvo tiempo para hacer nada. El casco se le escurrió entre los dedos y su cuerpo se desplomó en las manos de Kiera y de Jonathan. Utilizaron eficientemente su inercia para meterlo en la camioneta, que se encontraba al lado de la moto. Todo en cinco segundos y, muy probablemente, sin ninguna persona alrededor que pudiera presenciar la situación. Dios Santo, estaba en problemas. ***** “Despierta, dulzura. Despierta”. El suave canto de la gentil voz era melodioso como una canción de cuna de Motown, pero le hizo recobrar el sentido como si fuera una fría estaca que se le metía en las partes vitales. Su mente tardó un momento en adaptarse a la reacción, pero el abrupto intento de ponerse de pie fue en vano. Estaba en el calabozo de Tyler, amarrado sobre el gran banco de tortura, totalmente desnudo. Aferrado firmemente a los pernos del piso, el banco ni siquiera vibró cuando Mac se sacudió contra las ataduras. Tenía la cadera sobre el borde del banco, con las rodillas presionadas contra el piso frío. Una barra de hierro amarrada a una correa alrededor de sus piernas, apenas por encima de cada rodilla, le mantenía los muslos separados, lo suficiente como para que la posición le causara una tensión dolorosa en la parte baja de la espalda, en las nalgas y en los muslos. Estaba demasiado consciente de que la posición hacía que la verga y las bolas le colgaran libremente y que fueran blancos fáciles para que cualquier persona les hiciese lo que quisiera. Cerca de la unión entre los testículos y las piernas, le habían abrochado otra correa alrededor de cada muslo. Tenía las muñecas esposadas y los aros de esas esposas estaban enganchados en las correas, de modo tal que le inmovilizaban los brazos a los costados del cuerpo. No tenía manera alguna de proteger su cráneo de esa bala que, estaba seguro, la mujer que se encontraba en algún lugar fuera del alcance de su visión pretendía dispararle. La cabeza de Mac yacía sin soporte sobre el borde del banco, con los músculos del cuello dando gritos de protesta. 224/ 263
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“¿Te gustaría escuchar mis secretos, Mac? ¿Esos que has tratado de averiguar tan arduamente?”. El tono de su voz sólo era un suspiro suave. Él conocía ese tipo de voz, sabía que la helada sensación que le subía por la columna al escucharla no era una reacción exagerada. “Prefiero que me desates”, dijo él gentilmente, “pero, como sospecho que no será posible, cuéntamelos”. Parlotea todo lo que desees. Dame algo de tiempo para pensar y determinar las probabilidades que tengo de no ser la cuarta víctima. “Tratas de aparentar estar tranquilo”, observó ella, “Pero sé lo mal que te sientes. Lo miserables que somos todos. Pero una Dominadora no puede escapar del dolor. Tiene que enfrentarlo, ayudar a que sus esclavos encuentren una vía de escape, mediante la experimentación de dolor, irónicamente. ¿Sabes cuál es el origen de todo esto?”. Mac dijo que no con la cabeza. “No”. De repente, la espalda se le prendió fuego, debido a un azote que la alcanzó desde atrás. El látigo, equipado con puntas de alambre de púa, le arrancó la carne con la abrupta retirada. “No, Amante”, dijo ella bruscamente. Mientras maldecía aturdido por el dolor, Mac le mostró los dientes. “Tú no eres mi Amante, perra. Puedes golpearme hasta que muera pero no escucharás esas palabras de mis labios”. Mac escuchó el movimiento del aire mientras alguien jalaba un brazo hacia atrás para volver a azotarlo, pero el golpe no se produjo. Pasaron diez intensos segundos antes de que ella volviera a hablar y, esta vez, su voz denotaba cierta diversión. “Tal como le dijimos a Violet, eres un tesoro. Jonathan, por favor, deja el látigo en el piso y ve a buscar el otro elemento que quería utilizar”. Mientras los pasos de Jonathan se alejaban, los de Kiera se acercaron y, entonces, entró en el campo visual de Mac, de pie frente a él. Estaba vestida con una malla de una pieza ajustada negra y no llevaba joyas. Tenía el cabello recogido hacia atrás para que no le cayera sobre el rostro y las botas firmemente atadas a la altura de los muslos. Llevaba guantes blancos de látex en las manos, que le llegaban hasta los codos. Se sentó en el sofá, cruzó las piernas y puso un brazo sobre el respaldo, como si le sobrara el tiempo, pero sus ojos dejaban ver una intensidad singular como si ya le estuviera haciendo orificios a la cabeza de Mac. 225/ 263
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“Entonces, ¿dónde está tu hermana?”. ¿Es parte de esta nefasta trinidad?”. “Mac”, dijo ella, “no tienes que preocuparte por ser policía. Morirás en muy poco tiempo y todo lo que importa es que te liberarás del dolor, de tener que ocultar quién eres”. “Lo admito, Jonathan me sorprende. Tú no eres gran sorpresa, dentro de todo, pero él sí”. “Oh, hay cosas aun más interesantes que esa”. Powell regresó. Mac trató de eludir el áspero roce en su mandíbula con un sacudón, pero fue en vano. Jonathan simplemente le jaló la cabeza hacia atrás con suficiente fuerza como para distenderle los músculos y le colocó la mordaza en forma de pelota en la boca, amarrándola firmemente alrededor de la cabeza de Mac. Kiera los observaba sin inmutarse y, luego, volvió a darle una orden con la mano a Jonathan. “Azótalo diez veces, amor, para que se concentre en lo que estoy a punto de decirle y, luego, quiero que te esposes la mano y el pie izquierdo en la cruz de San Andrés. Vendré a terminar de amarrarte en un momento. Tenemos que estar completamente preparados cuando la Amante Violet llegue aquí”. Esa fría mano que le rodeaba los intestinos se tensó exponencialmente y los labios de Mac se elevaron debido a un gruñido que no pudo verbalizar por la mordaza. “¿Diez, Amante? ¿Con el alambre de púa?”. “Sí. No te preocupes, amor. Ya te dije, le gusta el dolor. Violet no tendrá ninguna objeción”. Ella bajó la mirada para ver a Mac, mientras encorvaba la comisura de la boca. Esos grandes ojos oscuros estaban atrapados entre la lujuria y el dolor. Poseía semejantes cantidades de ambos sentimientos en su interior que era como mirar a una persona que llevaba el demonio adentro. El monstruo era mucho más grande que el cuerpo que lo albergaba, por lo que cada palabra que decía parecía distorsionada; cada expresión de su rostro, una aberración obscena. Era algo que Mac estaba seguro que Powell no podía ver. Él sí porque, en su política de trabajo, lo había presenciado en vivo y en directo. Una persona tan inundada de muerte, de sangre y de su propio dolor que ya nada podía salvarla. “Le conté a Jonathan cómo solía jugar contigo y que te agradaban las escenas de secuestro”, dijo ella con calma. “Le pedí a Tyler que le dejara un mensaje a Violet esta mañana, antes de que saliera del pueblo para escribir sus libros, y le dijera que se 226/ 263
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encontrara conmigo esta noche para darle una sorpresa muy especial. Tyler es muy generoso, siempre le presta su calabozo a quienes les tiene confianza y, con Tamara, lo hemos usado bastante seguido. Jonathan te odia por lo que, al principio, no estuvo muy dispuesto a ayudarte a cumplir una de tus fantasías. Luego le dije que, en realidad, no tenías ningún límite establecido, si bien yo había descubierto que realmente te desagradaban ciertas cosas. Entonces, lo que le ofrecí a Jonathan por su ayuda fue dejar que te cogiera por el culo. A él no le gustan los hombres, pero sí tiene cierto agrado por las cosas que pueden reducir el ego de un hombre y yo, personalmente, disfrutaré al verte sufrir un poco. En realidad, es como un Dominador disfrazado de sumiso, algo retorcido, pero un espécimen interesante en general”. Los ojos de Kiera se iluminaron con una mirada complaciente ante algo que Mac se alegró de que Jonathan no pudiera ver. “Míralo. Se le está parando, de sólo pensarlo. Jonathan, cumple mi orden”. “Será un placer, Amante”. Mac hundió los dientes en la pesada goma de la mordaza cuando las puntas de alambre de púa le golpearon la espalda y le arrancaron más carne. Kiera lo observó, con una expresión distante en el rostro. Se encontraba en un lugar desde el que podía presenciar cosas que el resto no podía ver, Mac lo sabía, y eso no parecía generarle placer alguno, simplemente un propósito sombrío que sólo presagiaba eventos nefastos para todos. “Yo puedo azotarte para que sientas dolor, pero sin derramar sangre. Jonathan tiene menos experiencia en esto. Tendrás que soportar las cicatrices, al menos por cierto tiempo”. Ella pestañeó una vez. La espalda recibió el segundo y el tercer golpe, y Mac sintió que el dolor le sacudió todo el cuerpo como si fuera una corriente eléctrica. El hombro le comenzó a picar, a medida que la sangre le bajaba por la espalda y sobre sus bíceps, frenándose por el vello de los brazos. “Muy pocos sumisos lo soportan sin gritar, pero sé que tú sí puedes. Violet se sorprenderá ante tu resistencia”. El último golpe se produjo unos momentos después, cuando los demás azotes se habían fundido en un vibrante campo de dolor en la espalda de Mac. Justo cuando Mac exhalaba, lo golpearon por décima primera vez, en el culo, y una punta le atrapó el escroto. Los incisivos de Mac se clavaron y cortaron la goma dura 227/ 263
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de la mordaza. La reacción le quemó las encías y la mandíbula. “Jonathan, eso no se hace. Ve a esposarte”. “Sí, Amante. Mis disculpas, Amante”. Jonathan se burló. El dolor era increíble, peor que recibir un disparo y, en esto, no había adrenalina involucrada, sólo una agonía punzante y desgarradora. “Ahora que estás prestando atención, te diré mis secretos”, dijo ella mientras se ponía de pie. Se agachó al lado de Mac y le pasó la mano por el cabello con sus largos dedos, siguiendo la línea de la mejilla con la uña, mientras presionaba hacia abajo con cierta fuerza, y lo observaba mientras le recorría la suave piel apenas por debajo del vulnerable ojo derecho. Mac no dejó de mirarla fijamente a los ojos. No había temor en este momento, sólo furia. Mac no le iba a mostrar miedo, lo que significaba que no podía pensar en la posibilidad de que Violet llegara allí. Tenía que resolver esto antes, de un modo u otro. “Sabes que me gusta mezclar pócimas. Ese látigo tenía las puntas humedecidas con una mezcla especial que preparo para castigar a mis peores muchachos. Tiene una base de alcohol, mezclada con un derivado de jugo de ortiga pisada. Bastante irritante, ¿no? No dejará de dolerte mucho hasta el último momento”. Ella inclinó la cabeza hacia abajo para acercarla aun más a Mac y poder hablarle suavemente, en un lugar donde Jonathan no pudiera escucharla. “No me gusta hacer sufrir a mis sumisos sólo por el dolor mismo. Les hago salir el dolor a la superficie y, luego, los libero con ese único disparo en la cabeza. Tú sabrás el momento, pero yo no quería que pasara así. No quiero lastimarte salvo en modos que te brinden liberación, que te hagan concentrar en lo que es importante”. Ella miró en dirección a Jonathan que, en este momento, estaba esposado y la esperaba para que terminara de amarrarlo y lo dejara tan indefenso como Mac. “Pero a él le voy a disparar en el medio de los ojos. Le daré un minuto exacto para que lo vea venir, porque es un bastardo sin corazón. La justicia puede ser casi tan estimulante como matar por piedad, ¿no? Ella sonrió mientras le quitaba delicadamente el cabello de la frente, como si estuviera acariciando a un cachorro. “Dios, eres magnífico, ¿lo sabías? No sé qué es lo que tienes. Supongo que estás pensando que Tyler sabrá quién hizo esto. Sí. Sí, lo sabrá. Entonces supongo que tendré que esperar que regrese a casa y 228/ 263
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ocuparme de eso, al igual que me ocuparé de Violet. Creo que lo haré parecer como una de esas historias de vida ‘tristes y pervertidas’. Autor de literatura erótica que vive marginado de la sociedad y la realidad juega juegos enfermizos con sus amigos y los mata antes de suicidarse. Y oh...”. Se llevó los dedos a los labios y abrió los ojos de par en par. “Uno de ellos pertenece a la élite de Tampa, un detective de homicidios que trabajaba de encubierto para encontrar a un asesino S&M y que se acercó demasiado al criminal porque, lamentablemente, también pertenecía a ese enfermizo ambiente. Estoy segura de que eso generará una investigación profunda donde todo el departamento se involucre porque, ¿cómo podemos permitir que nuestra excelente fuerza policial cuente con la infiltración de semejante desviado sexual?”. Lo acarició con el dedo por la línea de la garganta y suavizó el tono de su voz. “Ves, ése es el problema. Todos sabemos lo que somos, pero el mundo nunca nos aceptará. ¿Quieres escuchar una historia triste?”. Quiero acabar con tu tristeza antes de que llegue Violet, pensó Mac sobriamente. ¿Cuánto tiempo tenía? ¿Diez minutos? ¿Cinco? ¿Una hora? Si Violet había ido a visitar a su madre, quizás no volvería hasta las últimas horas de la tarde, quizás ya entrada la noche y, luego, tenía noventa minutos de viaje desde Tampa hasta la casa de Tyler. Trató de no pensar en lo que Kiera podía hacerle en ese tiempo ya que se las había ingeniado para inflingirle graves daños físicos en menos de treinta segundos pero, así, tendría más tiempo para idear un modo de detenerla antes de que llegara su Amante. O, tal vez, Violet nunca vendría. Quizás le había dejado un mensaje en el contestador diciéndole que había decidido quedarse a dormir en la casa de su mamá, o que iba a llegar tarde. Dios Santo, Nighthorse. Concéntrate. Powell está anulado, busca algún modo de dominarla. Atado de pies y manos a un banco atornillado al piso. Buena idea. “Tamara trató de decírmelo desde el comienzo. Ves, cuando teníamos doce años ya sabía lo que era. Yo fui su primera sumisa. Me encantaba darle placer, ya sea comiéndole la vulva bajo las sábanas de noche, o haciéndole los deberes del colegio, o dándole mi parte de las golosinas del día de brujas. Podía sentarme a sus pies durante horas sólo por el placer de sentir sus caricias en mi cabello. Pero me entrenó para que sea Amante con ella, para que comprendiera lo que significaba liberar las 229/ 263
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emociones de la gente a través del dolor, disfrutar de la sensualidad inherente, dar y recibir. Cuándo apretar las riendas, cuándo dejar que un sumiso use la cabeza y cuándo hacer buen uso de ella”. Sus labios se encorvaron. “Me encariñé mucho con uno de ellos. Mucho después de que Tamara se aburriera de él. Ella realmente no estaba de acuerdo con que jugáramos separadas. Por eso, tuve que esconder mis encuentros con él. Esto hizo que la relación fuera aun más excitante”. Sus ojos se oscurecieron y Mac observó los cambios en su entonación, mientras investigaba todo lo que podía de sus cambios de humor y lo que significaban. “Pero yo quería más. Por primera vez en mi vida. Quería levantarme con un hombre cerca todas las mañanas. Tonto, ¿no? Totalmente imposible para gente como nosotras. T me lo decía, una y otra vez pero, en ocasiones, el corazón simplemente no escucha, ¿no es así? “Le dije lo que quería y él me dijo que no podía. Que me amaba pero que, finalmente, iba a tener que salirse de la relación y establecerse con alguien normal. Me dijo que no iba a poder vivir así por siempre y lograr sus metas profesionales. Perdí el orgullo. Le dije que yo podría hacer eso, que lo haría por él. Él me gritó y me dijo ‘juntos, siempre querremos jugar el juego’. Pude notar lo mucho que eso lo lastimaba, lo que nunca podríamos tener por más que lo deseáramos. Me hizo añicos. “Era inevitable que ella se enterase de él, por supuesto. Soy una Amante, pero también su sumisa, y tu Amante siempre conoce tus pensamientos. Tú y Violet aún no han llegado a ese punto, pero podrían haberlo hecho, ya lo podían percibir. Me quebré y le dije todo a Tamara, el dolor era tan atroz, el rechazo. “Ella me ama, siempre me ha cuidado. Por eso, se hizo pasar por mí y le contó a los padres lo que yo era. Por supuesto, fue su peor pesadilla. Al menos, siempre dijo que lo sería”. Su expresión se modificó, se volvió soñadora, lo más cercano a la tranquilidad que Mac había visto reflejado en su rostro. “Tamara me llamó y me dijo que fuera al departamento de mi novio, porque necesitaba mostrarme algo”. Volvió a dirigirle esos ojos castaños a Mac. “¿Te acuerdas de Bambi, el libro original de Felix Salten, no la versión inocentona de Disney? ¿Cuando el venado viene a buscar a Bambi para mostrarle al Hombre con ‘H’ mayúscula, muerto en el piso del bosque, con un disparo accidental durante la caza? Y Bambi tiene tanto miedo de acercarse porque la sola idea del Hombre superaba su visión de la 230/ 263
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vida, era algo que iba más allá de su posibilidad de comprensión. Yo estaba así de aterrada cuando entré a la habitación y olí la sangre. Tenía tanto miedo: él era la extensión de mi identidad y, si había sido demasiado para él, también sería demasiado para mí. Estaba condenada. Pero Tamara me hizo acercar para que lo viera, para que le mirara el rostro. “Se había disparado un tiro y yacía en la cama, hecho una bola como si estuviera durmiendo. Tenía rastros secos de sangre en las mejillas y el costado de su cabeza era nada más que sangre. Pero lo sorprendente era su rostro. Su expresión. Era tan pacífica, tan…liberada, finalmente. Sólo en ese momento pude comprender algo que no creo que ni siquiera Tamara comprendió tanto como yo. Todos buscan esa liberación, todos los que dedican tanta energía para ocultar su identidad y la mantienen aparte del mundo común. Yo puedo ayudarlos. ¿Qué es un sumiso sino una persona que quiere regresar al seno de una Amante o Ama todopoderosa, para que lo cuide y lo atienda? En ocasiones, deseo haber sido yo. Me imagino que soy yo y que puedo estar como ellos, en paz. Pero soy una Amante y es mi responsabilidad ocuparme de un sumiso, ayudarlo a encontrar el placer a través del dolor, liberarlo a través de la muerte. Sigue un patrón, ¿no lo ves? “‘Hay Otro por sobre nosotros, sobre nosotros y sobre Él’. Tal como lo dijo Bambi. Yo soy el ‘Otro’ que puede solucionar los problemas de las personas que se parecen a mi amor, a mi Thomas. Todos tenemos miedo de abrazarnos a la muerte, incluso cuando sabemos que es lo mejor que nos puede pasar. Yo podría haberlo ayudado para que nunca tuviera que experimentar ese horrible momento con sus padres. Podría haberlo liberado y revelado su verdad ante ellos para que lo supieran finalmente, tal como él siempre lo había querido, pero sin estar cerca para ver su rechazo o dolor ante la verdad. No tenía que sufrir, ninguno de ustedes tiene que hacerlo. “Lucha todo lo que quieras, amor”, Kiera notó que los músculos de Mac se tensaban. “Ésos son pernos hexagonales que aferran el banco a un piso de madera con un contrapiso sólido por debajo. Tyler entretiene a todo tipo de invitados aquí y los vuelve casi locos, por lo que lo fabricó para que sea resistente. Tendrías que ser Superman para aflojarlo”. Se puso de pie y se dirigió a Jonathan. Mac gritó por entre la mordaza y trató de comunicarle a Powell, de algún modo, el error fatal que estaba a punto de cometer; luchó con las cadenas y con 231/ 263
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el banco, mientras empujaba con las rodillas y se le distendían los músculos de los muslos. Powell lo miró y, luego, su Amante capturó su atención al acariciarlo. Él se había desnudado y estaba en igualdad de condiciones que Mac. Estar desnudo en la misma habitación que Powell ya era una experiencia nauseabunda en sí misma pero, mientras Mac trataba de zafarse de las ataduras, las secuelas persistentes de la droga que le habían administrado lo adormecían. Kiera esposó la mano derecha de Jonathan y la aseguró a la cruz, se inclinó e hizo lo mismo con el pie derecho, finalizando así el proceso de indefensión. Volvió a acercarse a Mac y le sacó la mordaza con un áspero tirón. “Puedes decirle a Jonathan lo que querías decirle, ahora que ya los tengo bien atados a los dos”. “Será mejor que nos mates a ambos y termines con todo”, Mac escupió sangre y se lamentó no haberle dado a la bota de Kiera. “Violet no va a venir”. “Por supuesto que vendrá. Ya tendría que haber llegado”. “Violet estuvo involucrada en un accidente de tránsito en la semana. Hoy fue a visitar a su madre”. Kiera lo miró fijamente por cierto tiempo y Mac esbozó una sonrisa salvaje con los labios. “Esto realmente te desbarata los planes, ¿no?”. “Estás mintiendo”, dijo ella rotundamente, aunque con un dejo de duda en los ojos. “Si eso fuese cierto, no me lo habrías dicho, para ganar algo de tiempo”. “Salvo que simplemente esté harto de escuchar tus racionalizaciones de por qué es correcto matar a la gente a sangre fría”. Mac consideró sus opciones y tomó una decisión. Kiera no iba a creer nada excepto algo que la tomara por sorpresa. “Violet es policía, igual que yo, Kiera. Esta semana mató a una persona mientras estaba de servicio. Lo habrás escuchado en las noticias. ¿Recuerdas a esa oficial de la policía estatal que mató a un conductor en la carretera? Esa oficial era Violet. Recibió un disparo superficial y le asignaron trabajo de oficina toda la semana. Probablemente, Tyler no sepa que aún no ha vuelto a trabajar”. “¡Mentiroso!”. Tomó el látigo y Mac escondió el rostro automáticamente para protegerse mientras ella lo hacía descender. Le golpeó la oreja, el hombro, la parte posterior del cuello y una de las mejillas. El aroma de su propia sangre, el ardiente dolor de su espalda, todo se agregaba a las sensaciones 232/ 263
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de náuseas. Si me vas a matar, hazlo de una vez antes de que me vomite encima. “¿Por qué no puedes comprender que estoy tratando de ayudarte, de liberarte de tu propio dolor? ¿Del ocultamiento?”. “Porque yo acepto lo que soy, Kiera”, dijo Mac abruptamente. “A diferencia de ti y de tu novio muerto, yo me di cuenta hace mucho tiempo de que ser sumiso es simplemente una parte de mi identidad. Una parte importante, pero no todo mi ser. Me agrada servir al placer de mi Amante tanto como disfruto de ser policía, o ver un juego de los Buccaneers, o pasar el día en el Golfo con mi bote. Ser sumiso no me hace menos hombre. Y ante los ojos de Violet, me hace más hombre, más de lo que ella desea. “Sólo estás inventando excusas. Matas porque no puedes soportar tu propio dolor. Tu hermana te cagó la mente de muy joven y lo estás volviendo a vivir con cada asesinato. No se trata de jugar a ser Dios, se trata de matar. Sólo ver mi sangre hace que comiences a agitarte. Puedo verlo”. “¿Qué demonios está pasando?”. Exigió saber Jonathan. “Bueno, bienvenido a la fiesta, finalmente”, dijo Mac sarcásticamente. “Va a dispararnos a ambos en la cabeza y hará parecer que el asesino es Tyler. Soy detective de homicidios y la he venido rastreando. Ya mató a otros tres hombres en las últimas seis semanas del mismo modo. Llamará a tus padres luego de matarte, para asegurarse de que tus familiares más íntimos sepan lo que eres”. Mac levantó una ceja y pestañeó contra la sangre que se le metía en el ojo. “¿Quieres el teléfono de mi madre? Oh, lo siento, eso tampoco se condice con tus planes porque murió hace ya un tiempo”. Gracias a Dios, saber esto realmente la mataría. “¡Cállate!”. Kiera volvió a golpearlo. Esta vez lo hizo sin un objetivo preciso y le dio de refilón en el hombro. Dejó caer el látigo, giró en dirección a un gabinete y sacó su pistola, una nueve milímetros lustrada, una Walther P99. Un arma pequeña y pulcra para hacer un agujero pulcro en su cabeza. Mac se obligó a mantener los ojos abiertos mientras ella le apretaba el cañon contra la frente, con un dedo tembloroso en el gatillo. “Santo Dios”. Powell se sacudió contra sus ataduras. “Jesús. Ya no quiero ser parte de esto. Kiera, Amante…”. “Oh, cállate de una vez”. Kiera le apuntó con la pistola. “No”, dijo Mac abruptamente, con una fuerza lo suficientemente estruendosa como para que Kiera volviera a concentrar su atención en él. “¿Por qué matarlo primero? Ese semejante 233/ 263
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bastardo egoísta no le dirá a nadie sobre ti. Quieres que sufra, ¿recuerdas? Tiene que estar vivo para poder sufrir”. Ella dudó, no estaba segura, y volvió a girar la pistola hacia Mac. “Simplemente tendría que matarte”, dijo ella suavemente. “Eres tú el que necesita liberarse. Estás demasiado enojado. Puedo sentir todo tu dolor”. Gran parte gracias a ese maldito látigo, pensó Mac con aspereza. “Hazlo”, le insistió Mac, con los ojos brillosos y concentrados en ella, en el arma. “Hazlo y déjalo ir”. “Mackenzie”. Se escuchó una voz desde los peldaños superiores de la escalera. “Sabes que a las Amantes no se les dan órdenes. Yo te enseñé mejores modales”. Capítulo 21 Hija de puta, hija de puta, hija de puta. Mac lo habría dicho en voz alta si hubiera creído que eso ayudaría. Giró la cabeza, mientras luchaba contra las enfermizas oleadas de dolor que le recorrían el cuerpo. Violet estaba de pie en la entrada del calabozo, vestida con ropa de calle. “No te has vestido de acuerdo con la ocasión”, dijo Kiera, con la mirada y el arma en dirección a Violet, mientras el duendecillo de Mac bajaba pausadamente las escaleras, un peldaño a la vez. “Pensé en cambiarme allá arriba, pero quería bajar y ver lo que me estaba perdiendo. Aparentemente, bastante”. “Detente justo en el último peldaño y mantén las manos donde las pueda ver. Lo arruinaste, Mac”, dijo Kiera, aunque nunca le quitó los ojos de encima a Violet. “Si no me hubieras obligado a sacar el arma, podríamos habernos divertido antes. “Quiero que te quites la ropa”, le dijo a Violet. “Quédate sólo con la ropa interior puesta para que pueda asegurarme de que no llevas nada, y hazlo con movimientos lentos. Odio tener que darle órdenes a una Amante, pero tengo que llevar esto a buen término, ¿comprendes?”. Retrocedió cuando Violet llegó al pie de las escaleras, mientras le apuntaba con el arma a la altura del pecho. Esa frágil red de curvas, carne y músculos, con los órganos vitales debajo. El pánico se apoderó de Mac, lo atrapó como nunca le había pasado, desde que era un novato sin derecho a portar armas y tuvo que resolver una pelea doméstica, un bebé en una cuna a dos pies de 234/ 263
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distancia del padre, que amenazaba a la madre adolescente con una pistola calibre 38 cargada. Mac pudo dominar esa situación. E iba a poder controlar ésta. No iba a dejar que Kiera matara a Violet. Eso no iba a ocurrir. Lo resolvió así en su mente, en su determinación, dejó que lo recubriera como una armadura. “Sólo tenemos cuatro calabozos, Violet”. La mirada de Kiera era expresiva y atractiva. “Somos como torturadores medievales que sólo podemos vivir con los prisioneros, les dispensamos dolor y liberación y nunca dejamos que las personas del mundo exterior vean lo que somos en realidad porque no pueden soportar nuestra verdad”. “Te equivocas”. Violet bajó el último peldaño. “Yo quiero a Mac. En La Zona y fuera de La Zona. Quiero cenar con él, verlo afeitarse por las mañanas, escucharlo mientras grita al ver a los expertos en política por la televisión. Quiero fastidiarlo para que corte el césped del patio y despertarme hecha una bola a su lado temprano por las mañanas”. Le dirigió la mirada a Mac y se concentró en su espalda. La ardiente furia de su reacción le atravesó el cuerpo, pero mantuvo la voz admirablemente calma. “Quiero todo eso tanto como deseo tenerlo encadenado en el dormitorio para satisfacer mi placer. Quiero que esté cuando lo necesito, lo quiero conmigo. Quiero que me cuide y quiero cuidarlo. ¿Tú no quieres eso, Mac?”. Sus miradas se clavaron. “Totalmente, dulzura”. Durante un segundo extraordinario, fueron sólo ellos dos en la habitación: todo el peligro, la sangre y las ataduras desaparecieron. Luego, volvieron a la realidad, mientras Violet cambiaba la dirección de su atención hacia Kiera. “El calabozo es sólo una parte de ti, Kiera, como te dijo Mac. Tuviste una experiencia desagradable en la vida. Podrías haber encontrado a otra persona si no te hubieras resignado”. “Él no te aceptará así. Es un policía. No puede tener una relación normal contigo”. “Te equivocas”, dijo Mac. “Puedo hacerlo, es más, ya lo hice”. “La camisa”, dijo Kiera abruptamente. “Ahora”. “No tienes que hacer esto”, dijo Violet, mientras se sacaba los zapatos lentamente y se sacaba la camisa de la cinturilla de los pantalones de jeans. “Esto no puede terminar bien, Kiera. Se te fue de las manos”. “Oh, por favor”, Kiera se rió por lo bajo. “Sólo Amantes como nosotras pueden comprender la presencia o la ausencia de control. He estado demasiado inmersa en esta práctica desde 235/ 235/ 263
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adolescente. Tú eres sólo una aficionada”. “Las Amantes nacen, no se hacen”, respondió Violet. “Tú no eres una Amante, Kiera. Nunca lo fuiste. Eres la sumisa de tu hermana, lo que me convierte en la persona que realmente tiene el control en esta habitación. Si me entregas el arma, todo acabará y ya no habrá más gente lastimada”. “Es la última vez que te lo digo. Quítate la camisa”, dijo Kiera abruptamente. “Y guárdate tu patética clase de dos horas de psicología policíaca”. Kiera había vuelto a desplazar el dedo desde el seguro hasta el gatillo. Mac se sacudió contra el banco y escuchó el gemido de la madera. Kiera lo miró. “No sigas intentando, Mac. Ya terminó. Si ella no fuera policía, si no supiera, podríamos habernos divertido tanto contigo amordazado. La iba a dejar jugar, iba a dejar que te tuviera y que tuviera un orgasmo una vez más. Tal vez podríamos haber dejado que Jonathan te cogiera como le había prometido. No comprendes. Pero lo harás. Comprenderás cuando dispare. Lo veré en tus ojos y todos sabremos que hice lo correcto. Ahora, Violet”, bramó ella. “Bien”. Violet se quitó la camisa por la cabeza y los brazos y la lanzó al aire entre ellas, fue como un proyectil de tela dirigido al rostro de Kiera. Kiera jaló del gatillo y el arma se disparó. Con los ojos fijos en la boca del arma, Mac vio que la pistola apuntaba demasiado alto. El disparo no iba a llegar a destino. Violet embistió contra la mujer más alta haciendo que ambas cayeran contra una sólida silla de madera y la arrastraran con ellas en una maraña de brazos y piernas. La bala dio en la pared mientras el arma rodaba y se deslizaba por la mano de Kiera. Violet tenía entrenamiento policial, pero Kiera hacía ejercicios periódicamente en un gimnasio y la superaba en peso y fuerza. Cuando rodó para quedar a los pies de Violet e hizo una pose de arte marcial, saltó hacia adelante y volteó a Violet antes de poder ir a buscar el arma, de esa forma, demostró que también contaba con entrenamiento en contacto físico. Las dos mujeres se pusieron de pie. Violet le dio un puñetazo, pero Kiera la derribó con una dura patada. Sin dejarse intimidar, la feroz Amante de Mac dio un giro en el piso y embistió hacia adelante, empujando a Kiera contra la cruz donde estaba Jonathan. Powell agarró a Kiera del cabello y ella gritó, giró hacia él, mientras Violet sacaba una pistola de una funda lateral. 236/ 236/ 263
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Kiera le dio un codazo a Powell en el estómago para liberarse de él y se lanzó sobre Violet antes de que pudiera levantar la pistola. La hizo rodar por el piso con otra dura patada en los abdominales, que la dio vuelta y la obligó a soltar el arma. Violet giró y la agarró, y ambas mujeres pelearon en dirección a Mac, cayendo al otro lado de él. Violet lo hizo sobre el piso y dio la cabeza contra la pared. Kiera la golpeó, se alejó de ella rodando por el piso y se puso de pie con dificultad. Cuando rodaron, el banco produjo un ruido, y la importancia de ese sonido explotó en la mente de Mac. Mientras Kiera iba a buscar el arma y Violet trataba de orientarse, Mac se sacudió contra el banco. Pero no hacia arriba y hacia atrás. Hacia la izquierda, luego hacia la derecha, izquierda, nuevamente derecha. El anclaje había sido diseñado para soportar los tirones de un sumiso excitado, la resistencia anticipaba movimientos hacia adelante y hacia atrás. Mac bramó, volvió a sacudirse, de lado a lado, tan rápido como el subir y bajar de un pistón, dando gritos con cada músculo, exigiendo liberación, pese a la incómoda posición de sus piernas. La madera del piso se rajó y retorció. Mac rugió, usando el sonido como estimulante. El piso explotó. El costado derecho del banco se aflojó abruptamente y lo desequilibró. Mac rodó con el banco y utilizó la inercia para sacarlo de cuajo del piso y ponerse de pie, cara a cara con Kiera, que acababa de tomar el arma y le apuntaba a Violet. Mac había quedado directamente entre ellas. No se detuvo y embistió hacia adelante con el banco anclado a la parte delantera del cuerpo como un escudo romano de madera. Violet gritó su nombre. El arma se disparó. Kiera dio un grito cuando Mac la derribó. Una de las patas de manera se le incrustó en el seno izquierdo; la otra, debajo del brazo derecho. El impacto en el seno la hizo gritar de dolor. Aun maniatado al banco, Mac no podía mover las manos y ella todavía sostenía el arma pero, afortunadamente, Violet ya estaba allí y le pisó fuertemente la muñeca, haciéndola soltar la pistola, mientras Kiera abandonaba todas las tácticas de su entrenamiento y le buscaba el rostro con los dientes y las uñas. “Retírate”, gritó Violet. Mac obedeció lentamente mientras luchaba contra el dolor que le rugía por el cuerpo como si le quemara las entrañas, pero su instinto de preservación lo impulsó a alejarse de esas uñas malvadas. Violet se balanceó hacia abajo con la P99 y golpeó la sien de Kiera, sorprendiéndola pero, aun así, la mujer embistió hacia adelante. 237/ 237/ 263
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“Cuidado con los pies”, pudo decir Mac con voz quebrada, pero ya era tarde. Kiera le atrapó el tobillo a Violet, la sacudió y la derribó, la espalda de Violet dio un seco golpe contra el piso. Violet la pateó directamente en la boca y le llevó la cabeza hacia atrás abruptamente y, luego, Mac volvió a atacarla; la adrenalina era su estímulo ante la debilidad de su cuerpo. Esta vez apuntó mejor. Cuando cayó, la sólida pata de cuatro por cuatro pulgadas se incrustó directamente en el rostro de Kiera y se clavó en su cráneo con un crujido escalofriante. No hubo mucho refinamiento en la acción, sólo fuerza pura y brutal, desordenada y final. El cuerpo de Kiera quedó flojo. Mac cerró los ojos mientras la quemazón de su espalda se fundía con la de sus entrañas. Dios, iba a vomitar después de todo. “¡Sáquenme de aquí!”. Gritó Powell. “Cállate”, bramó Violet, sin preocuparse siquiera de mirarlo mientras liberaba a Mac de las ataduras, lo sacaba del banco destrozado y le apoyaba la espalda sobre el piso. Sobre unos más que bienvenidos azulejos fríos que le dieron un segundo de respiro del fuego en su interior. “Mac. Oh, Mac”. Maldición. Dijo con dolor. Llevó las manos automáticamente al abdomen, al lugar en el que había recibido la bala que había atravesado la madera. Mac escuchó un fuerte golpe seco por encima de ellos y se sobresaltó, pero ella lo abrazó. “Debe ser la policía local. ¡Estamos aquí!”, gritó ella mientras seguía escuchando los pasos en el piso de arriba. “Aislado acústicamente… probablemente”, le recordó Mac. Ella se puso de pie de un salto, soltó a Jonathan con movimientos rápidos y le tiró una bata. Él la atrapó automáticamente pero, antes de que pudiera salir corriendo, ella le agarró la verga con la mano desnuda y lo retorció con suficiente fuerza como para empalidecerlo, una maniobra que, Mac recordaba, le había resultado muy efectiva con él. “Vas arriba y les muestras cómo llegar aquí abajo. Diles que tenemos a un oficial herido y que necesitamos paramédicos de emergencias. En este preciso momento, tú sólo eres un idiota al que apenas podríamos acusar de secuestro. Si te escapas, te acusaré de intento de homicidio de dos oficiales de policía, ¿comprendido? Me aseguraré de que te metan en una celda con la Ama más hija de puta y siniestra que hayas conocido en la vida, 238/ 238/ 263
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una cuya idea de canción de cuna de todas las noches sea hacerte gritar del dolor”. Powell salió corriendo hacia las escaleras, pero ella ya había vuelto a arrodillarse al lado de Mac. Estaba cubierto de una sustancia húmeda. Mac se percató de que era su propio sudor, pese a que temblaba incontrolablemente. El dolor era enorme, se manifestaba en oleadas enfermizas. “Lamento que no puedas verme en mis mejores condiciones”, dijo él con los dientes apretados. Los ojos de Violet se oscurecieron, “Dios, Mac, si éstas no son tus mejores condiciones, moriré cuando las conozca, finalmente. Recibiste una bala por mí, imbécil”. “No puedo…no pude…tengo que protegerte. Conservarte”. Las manos de Violet eran livianas, como el roce de las alas de un ángel en su cuerpo. “Siento haberte involucrado…pero lo hiciste”. “Lo hicimos, Mac. Mac…Mackenzie”, dijo ella abruptamente. Se obligó a salir del placentero halo blanco que lo envolvía. “Mackenzie”. Violet se encontraba muy cerca suyo en este momento, con los labios apenas por encima de los de él. Tenía los ojos más hermosos del mundo, incluso cuando los entrecerraba como ahora, para decirle que no estaba bromeando, y que la iba a pasar mal si no le obedecía. “Te prohíbo absolutamente que te mueras. ¿Me oyes?”. “Sí…Amante”. “Entonces, todas esas tonterías con las que estuviste de acuerdo, eso de querer estar conmigo para siempre, de dejar que te fastidie, sólo lo dijiste para ganarnos algo de tiempo y salvar tu pellejo, ¿no?”. Mac se las ingenió para sonreír. “Puedes estar segura”. Violet le deslizó la mano por debajo de hombro, tratando de no tocarle la carne desgarrada por los azotes, pero pudo notar que Mac estaba completamente concentrado en la agonía letal de su abdomen. Ni siquiera se resistió cuando las uñas de Violet se toparon accidentalmente con una herida y le volvieron a abrir el corte parcialmente coagulado del hombro. “Oh, Mac”. “No tendrías que…haber venido. Kiera podría haberte matado”. “No hagas que te dé una zurra en tu estado actual”, dijo ella, mientras trataba de mantener un tono de voz equilibrado, pese a que la furia y el miedo latían en su interior a igual ritmo. “Tú estarías muerto, ella se habría ido y tendríamos que perseguirla antes de que matara a alguien más. Me quedé hasta tarde en la 239/ 239/ 263
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casa de mamá y no salí hacia aquí hasta las 7:30 porque no podía comunicarme con Tyler”. Casi no había verificado sus mensajes, que Dios la ayude. Ella siguió hablando, pese a que sabía que Mac sólo le escuchaba una de cada dos palabras, porque esperaba que pudiera aferrarse a su voz para mantenerse con vida. “Sabía que Tyler había salido para escribir. Por eso pensé que T&K estaban en los calabozos contigo, esperándome como él había dicho. Aunque no podía comprender de ninguna manera por qué habrías accedido a ir solo con ellas sin esperarme, salvo que…”. Se detuvo. “Pensé que me habías preparado una especie de sorpresa para hacerme sentir mejor”. “No soy tan valiente…para hacer eso. Ellas…las gemelas…siempre me dieron mucho miedo”. Violet contrarrestó las lágrimas con una sonrisa. “Estaba llegando al sendero de ingreso a la casa a eso de las nueve y cinco cuando me llamó tu sargento y me dijo que no te habías reportado con ella. Me di cuenta de que ocurría algo. Mac. ¡Mac!”. “¿Q-Qué?”. Mac volvió a abrir los ojos pero tenía las pupilas dilatadas, sin foco de atención alguno. ¿Dónde demonios estaban los paramédicos? Violet puso las manos sobre las de Mac, sobre la herida y lo dejó sentir su roce sobre el manantial del dolor. “Mackenzie, hablo en serio. Vas a obedecerme, me dijiste una y otra vez que nunca me negarías nada. ¿Comprendido? No me importa lo mucho que te duela, no me dejarás. ¿Me oyes? ¿Mac?”. Gritó y él se sacudió. Sus ojos plateados se concentraron en ella durante una ínfima fracción de segundo, lo suficiente como para que notara que la escuchaba. Mac mantuvo la mirada fija en su rostro de tal modo que las lágrimas vencieron a Violet y comenzaron a rodar por sus mejillas. Mac le rozó la pierna con la mano y se apoyó en su muslo. “Sí, Amante”, repitió. Luego, perdió el sentido. ***** Lo llevaron en helicóptero al Tampa General. Cuando aterrizaron, Violet se bajó de un salto, iba un paso por delante de la camilla. Se mantuvo fuera del camino pero se rehusó a separarse de él cuando los paramédicos lo llevaron hacia las puertas de la sala de emergencias. Las enfermeras y médicos irrumpieron de la nada, corrieron a toda velocidad hacia ellos, y se unieron a la veloz procesión que atravesaba las puertas dobles y se dirigía al área de preparación para cirugía. 240/ 263
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El médico era joven, lo que le recordó a Violet que estaban en un hospital escuela de Tampa, pero el modo en que daba órdenes precisas y veloces para que llamaran con urgencia al cirujano de turno la reconfortó. El médico golpeteó la pulsera de la muñeca de Mac. “Sáquenle esto y prepárenlo para el Dr. Hilaman”. “Tendremos que cortarla”, respondió el paramédico. “Tiene una cerradura”. “No”, dijo Violet, interfiriendo con los hombros, y sacó la llave de la fina cadena de plata que le colgaba del cuello, haciéndola rechinar. “Yo tengo la llave”. Le dieron espacio y ella no perdió el tiempo, mientras le levantaba la muñeca y hacía girar la llave en la discreta cerradura. Mac alejó la mano y movió la otra para separar a Violet. Incluso estando inconsciente, no quería que se la quitaran. La reacción emocional la abrumó, le puso la mirada borrosa. El miedo de perderlo latía impetuosamente dentro de ese agujero que Mac había desgarrado en su corazón. Pero se controló, se inclinó sobre él, mientras se sacaba de encima a la enfermera. “La tengo, bebé”, suspiró ella. “Soy yo. Déjame cuidarla”. Violet sintió las miradas especulativas del personal médico a su alrededor pero, luego, la fuerza de Mac cedió y ella tomó la pulsera con la mano. “Tendrás que quedarte aquí afuera, dulzura”. La enfermera de raza negra y gran tamaño corporal le codeó ligeramente la espalda con amabilidad y determinación. “Ve a darle la información del paciente a la mesa de recepción. Es lo que puedes hacer para ayudar en este momento”. “No me llame así”, dijo Violet con voz temblorosa. Pero la enfermera ya se había ido, había desaparecido detrás de unas puertas grises oscilantes que separaban a Violet de Mac. ***** “Necesito hablar con algún familiar del Detective Nighthorse”. El Dr. Hilaman, un hombre de poco cabello, con anteojos de marco negro comunes y pasados de moda, se parecía más a un adicto a las computadoras que a un médico, salvo que uno mirara a través de las lentes de esos anteojos y notara la mirada rígida y directa de sus ojos. El médico sondeó la sala de espera y evaluó a todo el personal policial que esperaba allí. “Los está viendo”, dijo Darla con calma. “Mac no tiene familia, doctor. Soy la Sargento Darla Rowe, jefa de Mac. Yo firmé el 241/ 263
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documento de la cirugía. Y ella es Violet Siemanski. Es su…”. Miró en dirección a Violet, que se encontraba de pie a su lado. “Sí, lo soy”, dijo Violet simplemente. “¿Es…tiene…”. No pudo obligarse a terminar la pregunta, no sin antes contar con cierta esperanza visible en el semblante del Dr. Hilaman. Habían pasado ocho horas desde que comenzaron a operar a Mac. Violet sintió la helada quietud de Darla a su lado, y de todos los que estaban detrás de ellas. Sus compañeros del caso, los Detectives Consuela “Connie” Ramsey y Martin Suarez, y toda la sala de espera repleta de policías. Era como si todo la brigada de Mac se hubiera escapado de su trabajo para compartir la vigilia. Como si, por el solo hecho de estar allí, pudieran convencer al Destino para que se pusiera del lado del hombre caído. “No”, dijo el Dr. Hilaman, pero su expresión no se relajó, no podía encontrarse ningún tipo de tranquilidad en ese rostro. Los estudió, mientras cambiaba la dirección de la mirada entre el rostro de Violet y Darla Rowe. “Entonces, hablaré con ustedes dos, en privado, sobre su estado. Por favor, síganme”. Violet caminó al lado de Darla, sin mirarla, solamente concentrada en la espalda del Dr. Hilaman y dando un paso delante del otro. No quería escuchar el pronóstico. Se le cruzó un pensamiento repentino, desesperado e irracional, si no lo escuchaba, sólo su voluntad podría hacer que sobreviviera esta noche. Detente, Violet. Él te necesita. No lo pierdas ahora. Recordó la noche en que Mac la había contenido en la bañera, después del tiroteo. El modo en que había evitado que los demonios se apoderaran de ella. Bueno, estaba en deuda. Escucharía el informe del Dr. Hilaman y, luego, buscaría el modo de ubicarse entre Mac y lo que fuese que lo amenazaba, lo haría desaparecer y mantendría a Mac a su lado. En vez de llevarlas a una de las antesalas, el Dr. Hilaman las llevó por un corredor más cercano a la sala de cirugía hasta una sala de rayos X que se encontraba a oscuras, salvo por una serie de radiografías colgadas en las pantallas de visualización encendidas. Hilaman se detuvo al costado de ellas y le dirigió una mirada equilibrada con sus sombríos ojosa la Sargento Rowe. “Sé que no necesito decirle que el estado de salud del Detective Nighthorse es extremadamente grave”. “Violet también es oficial de policía, Doctor. Las dos comprendemos el tipo de herida del que estamos hablando”. Él asintió con la cabeza. “Está bien, entonces”. Dirigió la 242/ 263
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atención a un gráfico del cuerpo humano que estaba clavado en la pared, al lado de las radiografías. A Violet le resultó difícil dejar de mirar el marcado contraste de blancos y negros de esas placas radiográficas, de las sombras y luces del cuerpo de Mac, y concentrarse en los colores chillones de un dibujo que parecía una caricatura animada. “Por aquí ingresó la bala, a través del intestino delgado. Entró con cierta inclinación y produjo daños de importancia en el páncreas. El bazo quedó totalmente comprometido. Lo extirpamos. Es difícil trabajar en el páncreas, debido que es un órgano esponjoso, pero pudimos suturarlo. ¿Pueden ver esta vena?”. Siguió el recorrido con la lapicera. “Es la vena esplénica. Es una tributaria en la que confluyen varias venas desde el bazo, el páncreas y partes del estómago. También sufrió graves daños y tuvimos que repararla, así como toda una serie de arterias menores”. “Todavía no está a salvo”. Darla habló con voz rígida. “Ni mucho menos”. Resultaba evidente que el Dr. Hilaman conocía a la perfección las posibilidades de Mac y Violet observó, mientras le subía la tensión, que medía la capacidad de ambas para seguir escuchando. “Usted no cree que sobrevivirá”, dijo ella. No lo dijo con su propia voz. Sonó hueca, como si proviniese de las doloridas aurículas de su corazón. “Es fuerte y tiene buen estado físico, pero la salud general del cuerpo tiene poco que ver con el pronóstico de este tipo de lesiones. La bala y los desperdicios que le metió en el cuerpo -las astillas de madera y el relleno de fibras- han generado un caos en las áreas más delicadas de la anatomía humana. Los próximos días serán cruciales. Si los supera, aún tendrá que soportar un largo y dificultoso período de recuperación. Y peligroso, además. Podrían aparecer complicaciones tardías con este tipo de lesión. Dichas complicaciones podrían generar un retroceso importante, incluso la muerte. “Si sobrevive al período posterior a la cirugía”, dijo con firmeza el Dr. Hilaman, “necesitará atención domiciliaria, una enfermera, en otras palabras. Un largo período de recuperación, probablemente de seis meses o más, el tiempo necesario para que el cuerpo se cure del traumatismo”. “Tendrá todo lo que necesite”, dijo Violet. “¿Puedo verlo? Quiero verlo”. Necesito verlo. Tocarlo. 243/ 263
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El médico miró en dirección a Violet. Ella reforzó su expresión al máximo para convencerlo. Para que comprendiera que Mac la necesitaba cerca, que la conexión entre ellos, que su fuerza y su presencia eran vitales. “Puede sentarse a su lado”, dijo él finalmente. “Y usted—”. Giró la mirada haciala Sargento Rowe. “Puede observarlo y darse por satisfecha de que esté vivo y de que está recibiendo el mejor de los cuidados. En circunstancias normales no permitiría visitas, pero sospecho que las dos estarían ahí dentro apenas les diera la espalda”. “Y estamos armadas”, señaló Rowe con un dejo de sonrisa. “Así es”. ***** Violet se sentó en la UCI mientras observaba las luces que parpadeaban, escuchaba los agudos sonidos de las máquinas y las pisadas de calzados de suela blanda yendo y viniendo por el corredor con diversos niveles de urgencia. El penetrante olor de los antisépticos le inundaba las fosas nasales. Lo odiaba. Odiaba la espera. Nunca dejó de tomarle la mano, con los dedos apretados en la muñeca, de modo que cada débil pulso de Mac tenía como respuesta el seguro sonido del suyo. Si bien no confiaba en los ruidos de las máquinas, también notaba cada tono, y se sobresaltaba ante la mínima variación en el ritmo. La enfermera ingresó a la sala como lo hacía cada media hora y le puso una mano en el hombro. “Oficial, necesitaré que me deje a solas un momento con él esta vez. Tengo que tomarle algunas lecturas. Y usted necesita descansar unos minutos. Vaya a tomar un café”. Por el tono de la voz de la enfermera, Violet supo que no admitiría un no como respuesta. Como le habían permitido permanecer allí sólo si las enfermeras no le presentaban quejas respecto de su comportamiento al Dr. Hilaman, sabía que tenía que obedecer. Aún así, tuvo que endurecer la mandíbula y confirmar su decisión un rato, antes de poder soltarle la mano. Su piel ya no mostraba energía ni virilidad, lo que lo hacía ver como una persona muerta. “Volveré enseguida”, le suspiró mientras le daba un fugaz beso en la frente y saboreaba el gusto de su piel, aún viva. 244/ 263
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Al final del corredor había un pequeño rincón con un par de sillas y una mesa de living con revistas viejas. Violet supuso que estaba allí para quienes, como ella, habían sido separados temporalmente de su ser querido para poder llevar a cabo análisis y procedimientos. Darla Rowe estabasentada en una de las sillas. Violet no quería café, no quería estar más lejos de Mac de lo que debía, por lo que caminó veinte pasos por el corredor de piso de azulejos y tomó asiento frente a Darla. ¿Todavía están todos aquí?”. “Algunos tuvieron que volver a trabajar, o volvieron a sus casas con sus familias, pero van de a turnos a la cafetería del tercer piso. Las enfermeras me han venido entregando los informes a medida que salían y yo se los llevaba a ellos. ¿Cómo se lo ve?”. Violet la miro a los ojos. “Aún está aquí”. Rowe asintió con la cabeza. Ninguna habló mucho pero, mientras pasaban los minutos, Violet sintió que la otra mujer le fijaba la mirada aun más, al igual que el peso de las palabras no dichas se acumulaba entre ellas. A Violet le agradaba el aspecto de la jefa de Mac y, en circunstancias normales, la habría tratado bien de buena gana pero no se sentía bien por el momento. Quizás era esa hostilidad que emanaba de ella, añadida al aumento de la tensión, al igual que lo que desprendía Darla Rowe. “Tuve suerte”, dijo finalmente la sargento con una voz que fue casi un silencioso murmullo. “No he tenido que hacer esto muy seguido. Pero, cuando tuve que hacerlo, siempre me pregunté cómo se las ingenian los líderes de pelotón en las zonas de guerra. Ven caer a sus hombres, y saben que si hubieran hecho esto o aquello, eso no habría ocurrido. Incluso cuando uno los envía cumpliendo su trabajo, siempre es uno el que lo hace. Violet levantó la cabeza. La luz de las primeras horas de la tarde se filtraba por la ventana sobre el rincón y hacía resaltar el perfil de Rowe. Violet estaba escuchando un tono de voz que, estaba segura, la mujer usaba muy pocas veces, porqueuna sargento no podía darse el lujo de dudar de sí misma, no con una brigada de hombres y mujeres que dependen de su seguridad. Pero la tranquilidad de esta sección alejada de la UCI en comparación con la agitada actividad externa, la tensión de la espera en este lugar en total soledad hora tras hora, sólo le dejaba tiempo para la contemplación y las miradas en retrospectiva, aparentemente para ambas cosas. Violet notó que le vino bien la distracción, porque sus propios pensamientos la estaban comiendo viva. 245/ 263
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“Mac podría haber llevado el caso de otra manera”, reflexionó Darla. “Se presionó demasiado desde el comienzo. Dijo que no coincidía con el perfil de víctimas de la asesina, pero creo que esperaba que ella lo descubriese, para poder convertirse él mismo en víctima. No pareció sorprenderse cuando ella le dejó una nota en el último cuerpo, la nota que le decía que iba a ser el próximo”. “Ella…¿qué?”. “La perra le dirigió la nota a él”. “¿Y usted no lo sacó del caso en ese momento?”. “No, no lo hice”. Darla se inclinó hacia adelante en la silla, mientras apoyaba los codos sobre las rodillas y miraba fijamente a Violet. “Yo confío en el buen juicio de mi gente, Oficial”. Violet notó en su rostro la gran estima profesional que le tenía a Mac, pudo oír el orgullo de sus palabras. “Lo que no pude notar, sin embargo, fue que él se estaba presionando demasiado, y que ya estaba cansado. Ya necesitaba unas buenas vacaciones. Confié en sus instintos pero, en este caso, tienes razón, tendría que haberlo sacado de la investigación. Mac siempre supo lo que hacía, y sabía que esto podía ocurrir. Se había vuelto demasiado personal”. “Sí, es cierto”, dijo Violet abruptamente. “Estaba decidido a no dejar que traicionaran la confianza de otro hombre, que mataran a otra persona. Y nada iba a poder evitar que lo intentara, precisamente porque era tan personal”. Ella estaba furiosa al saber que Mac había corrido ese riesgo, pero pudo comprenderlo lo suficiente como para saber que no iba a dejar que ocurriera de ningún otro modo. Era tan condenadamente terco. “Bueno, espero que se tome esas vacaciones ahora”. Su voz se quebró levemente. Endureció la mandíbula y miró por la ventana. “Sí, lo hará”. Darla volvió a recostarse en la silla mientras estudiaba a Violet de un modo que comenzaba a ponerla nerviosa. Por eso, giró la cabeza y enfrentó directamente la mirada de la sargento. “¿Algún problema?”. “Mi sobrina se convirtió a la religión Wicca”. Violet pestañeó. “¿Perdón?”. Darla cambió de posición, descruzó las piernas y las volvió a cruzar, con la pierna derecha arriba esta vez. “Le tengo mucho cariño y, entonces, por supuesto leí algo acerca del tema. Es un tipo de religión muy alternativo, si es que conoces algo”. Violet asintió con la cabeza, mientras acercaba las cejas por la 246/ 263
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confusión. “Atrae ciertos elementos marginales nefastos, como todo camino minoritario suele hacer. Pero, en esencia, es una fe adorable, con principios que provienen de…”. Una sonrisa que Violet no pudo comprender apareció en sus labios. “…de la ley natural. La gente vive en un mundo muy poco natural, Violet. Los que cruzan las líneas de ese mundo poco natural en busca de su lugar natural, del modo en el que sus instintos le dicen que pueden ser, suelen transitar caminos que les presentan grandes riesgos. No quiere decir que estén equivocados, sólo los hace algo más valientes, o quizás mas tontos, que la mayoría de nosotros”. Dejó que su mirada recorriera el hall, en dirección a la puerta abierta de la habitación de Mac. “No pretendo comprender el camino que los llama a ustedes, pero sí sé que es un estilo de vida con demasiados riesgos para dos policías”. “En todas las relaciones se corren riesgos, Sargento Rowe”, dijo Violet finalmente, sin estar segura de que la mujer estuviera de acuerdo, pero ofreciéndole la respuesta más simple y honesta que podía. “Es cierto, siempre se corren riesgos”, Darla se puso de pie, con una expresión inmutable en el rostro. “Voy a realizar mis rondas, veré quién sigue aquí, y les informaré el parte médico. ¿Qué debo decirles?”. “Dígales que es un roble. Y que los robles pueden resistir lo que nadie más puede”. Darla extendió los brazos y tomó la mano de Violet. Mientras giraba para que ambas manos se encontraran, Violet entrelazó los dedos con los de la sargento y los aferró con fuerza. Ella cerró los ojos, sin poder soportar la conexión emocional ni el contacto visual. Simplemente la apretó y Darla respondió de igual manera, una comunicación silenciosa acerca de lo que el hombre que se encontraba a veinte pies de ellas significaba para ambas. Luego, se separó. Violet esperó hasta que Darla retrocedió para levantar los párpados, lo que, ella sospechó, le dio el tiempo necesario para recuperar la compostura. Ella usaba bien el tiempo porque, cuando abrió los ojos, la enfermera salió de la habitación y le hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Sin cambios, algo bueno en este momento. Violet se puso de pie y volvió a la habitación. Se detuvo en la puerta un momento y lo miró. Era tan grande que los pies le llegaban al extremo de la cama y esos largos brazos yacían pálidos e inmóviles sobre las sabanas. Ese pecho hermoso, ahora 247/ 263
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ya no ostentaba ese vello que ella tanto amaba, estaba totalmente afeitado por la cirugía. Pero eso no importaba. Mientras se hundía a su lado y volvía a tomarlo de la mano, imaginó que esa fuerza y ese amor que sintió en el roce de Darla Rowe se transmitirían por ósmosis a Mac, junto con su propia energía y amor, para reforzarlo en la lucha que libraba en su interior para poder sobrevivir y quedarse con todos ellos. En la cruda claridad que la tensión de las últimas horas le había generado, Violet supo por qué se había sentido tan decidida a tenerlo la primera vez que lo vio, cuando percibió que era policía. Una parte de su ser había creído que era una señal, que había encontrado al príncipe azul, alguien con quien compartir tanto la vida como la cama, alguien que comprendiera qué era y quién era ella. En todos los rincones de todas las habitaciones. En este momento, con Mac sin poder hacer uso de su fuerza, ella aún lo quería con todo el corazón. Quería que sobreviviera, que estuviera con ella, para saber si podían intentarlo juntos. La madre que había tenido que contener a su hijo toda la noche cuando Mac mató por primera vez a un hombre, había fallecido varios años atrás. El hermano había muerto en servicio hacía diez años. Ella sabía que ellos estaban allí, sentados en la habitación, ayudando a que Mac encontrara el camino de regreso a ella. Sus familiares que se encontraban con vida estaban aquí. Violet apretó los dedos sobre Mac. Estaba tan cansada, pero no pudo cerrar los ojos. Cada vez que lo hacía, volvía a ver todo en cámara lenta, los golpes de Kiera en el culo, el golpe de su cabeza contra la pared. La lucha por ponerse de pie, mientras la cabeza le zumbaba por el impacto. El pánico opresor en el pecho, al saber que iba a llegar demasiado tarde. Había pensado que el rugido aterrador había sido producto de su mente pero no, Mac había logrado soltar el banco al echar el cuerpo a un lado y rodar y, luego, se puso de pie. Esa espalda, hermosa, amplia y dañada la protegía mientras embestía hacia adelante. Había escuchado el desgarrado grito de su garganta y supo que nada iba a detenerlo. La sacudida de su cuerpo fue su única pausa y Violet vio que la bala le salió por la espalda, a menos de una pulgada de la columna vertebral, y terminó su recorrido en la pared, al lado de su propia cabeza. En ese momento, la mente de Violet se había obturado, se rehusaba a aceptarlo porque necesitaba toda su adrenalina para concentrarse en su objetivo, detener a Kiera. Pero, en el helicóptero, lo revivió una y otra vez en la mente y, cada vez que 248/ 263
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rebobinaba las escenas, una oleada de terror se hacía presente; hasta que terminó rogando en silencio una y otra vez por un milagro, rogaba para que el helicóptero fuera más rápido. Rogaba que el tiempo volviera atrás para poder ser más rápida y evitar que ocurriese. Recibió el disparo en el peor lugar del cuerpo. El Dr. Hilaman lo sabía. Todo policía lo sabía. Pero ella creía en Mac más que en la ciencia médica. Creía en su voluntad indomable, esa voluntad que la había resistido con tanta fuerza desde el primer momento y, a la vez, lo mantenía fusionado con ella, pese a sus miedos por aceptar su verdadera naturaleza. Al saber que la alternativa era impensable, Violet tenía que creer que sobreviviría. Ahora, ella sabía que Mac la quería tanto como ella a él. Cuando le contestó a Kiera, cuando sus ojos se clavaron en los de Mac, sólo existió la verdad de sus corazones. Sin tiempo, sin escudos, nada. Sólo la simple honestidad de dos vidas entregadas una a otra, hasta el último momento de vida juntas . “Mackenzie”. Ella puso la mejilla en su gran mano, mientras le rozaba el áspero vello y los duros nudillos. “Despierta. Te necesito tanto”. El tono del monitor se alteró e hizo que su corazón se salteara tres latidos. Se incorporó para echar un vistazo a la máquina. Por el rabillo del ojo, pudo ver a la enfermera vestida con un delantal azul de pie en la puerta. “Creo que fue sólo un salto”, dijo Violet. “Esta maldita cosa no deja de asustarme cada vez que se vuelve irregular”. “Bueno, veamos si podemos hacer que marque una línea más plana”. Violet giró el cuerpo. Era Tamara, no una enfermera, quien se encontraba de pie en la puerta. La hermana de Kiera, serena como una fría estatua, le apuntaba una .38 directamente al pecho de Mac. Apretó el gatillo con el dedo. Se encontraba a diez pies de la puerta. Violet no tuvo tiempo de agarrarle el tobillo, sólo pudo lanzarse sobre la parte superior del torso de Mac y encorvarse sobre su pecho y su cabeza. Su propio cráneo se convirtió en un obstáculo que la bala tendría que atravesar para llegar a él. La primera bala le rasgó la camisa a la altura de la cintura y le quemó la piel. Violet se estremeció ante el sonido entrecortado de los disparos. El corazón le latía tan fuerte contra el pecho que no pudo determinar si era su propio corazón el que la hacía sacudir, 249/ 263
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o las balas que le desgarraban la piel. Las manos de Mac se movían, confusas, buscaban un apoyo; su subconsciente respondía a los disparos al igual que lo haría un policía en pleno uso de sus facultades, incluso al no contar con la habilidad física para protegerse. Encontró el cuerpo de Violet, lo tomó y ella se aferró a él, mientras lo mantenía cubierto, sin poder moverse aun al escuchar gritos, pasos apresurados y golpes secos. “¡Oficial Siemanski! ¡Violet! ¡Violet! ¡Aléjese de él, muévase! El monitor marca una línea plana”. Ella escuchó el horrible silbido del monitor y habría querido morir ante el sonido si no fuera porque tenía la mano sobre la garganta de Mac y sentía su pulso contra las puntas de los dedos. “No, el disparo dio en la unidad”, gritó una enfermera sobre el barullo. “Traigan una nueva, de prisa. Tómenle la presión. Oficial, tendrá que moverse”. Se escucharon varias voces que le gritaban desde diferentes direcciones. Las manos de la enfermera y, luego, las de Suarez y Connie, le separaban los firmes dedos del cuerpo de Mac. Contrólate, Siemanski. Separarse de Mac fue lo más difícil que tuvo que hacer en la vida, pero pudo lograrlo. Se alejó y dejó que los médicos y las enfermeras se reunieran a su alrededor. Mientras se apoyaba contra la pared, evaluó la escena. La Sargento Rowe estaba comprobando su arma y volvía a guardar la pistola de servicio en la funda del hombro. Estaba de pie, apenas más allá del cuerpo de Tamara, que yacía sobre el piso en la puerta, una visión macabra, con enfermeras y personal médico que entraba y salía apresuradamente de la habitación, mientras un médico le tomaba el pulso y confirmaba que estaba muerta. Los uniformados estaban a su alrededor, apenas detrás de él, esperando para levantar el cadáver y sacarlo del camino. No había habido tiempo para herirla .La sargento le había disparado a Tamara directamente en el tórax, dos veces, y la había derribado. Dos planchas de espuma de poliestireno flotaban en un líquido marrón que se esparcía por el piso del hospital, para interceptar directamente el rastro de sangre que goteaba del cuerpo de Tamara. La mirada de Darla enfrentó la de Violet. “Pensé que te vendría bien algo de café”, dijo la sargento. Violet asintió sacudiendo la cabeza. El shock y el terror estaban desapareciendo y dejaban sólo ira. Una ira profunda, que hacía que quisiera volarle el culo al primer idiota que se atreva a 250/ 263
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acercarse demasiado a ella. “¿Por qué no la estaban vigilando?”. De pie al lado de Rowe, Consuela Ramsey dijo con voz más rígida. “Temprano por la mañana, un uniformado le informó que habían matado a su hermana. Tamara le dijo iba a ir a la casa de sus padres para darles la noticia. No era una sospechosa, Oficial Siemanski”. “Pero alguien fue lo suficientemente imprudente para hacerle saber que Mac estaba aquí, ¿no? ¿Acaso sólo terminaron de sacarse la cabeza del culo ayer? ¿Y cómo demonios pudo una mujer que es exactamente igual a la que puso a Mac en esta cama caminar por un hospital repleto de policías sin que ningún puto oficial se diera cuenta?”. “Oficial”, dijo Rowe agudamente. “Estaban en—”. “¿Por qué nadie se dio cuenta de que no tenía nada que hacer en este piso?”. Bramó Violet. “¿Qué, acaso Charles Manson podría vestirse con un delantal azul y bailar un vals en la sala para niños?”. Comenzó a hablar en voz baja y viciosa, mascullando las palabras entre los dientes pero, al terminar, el tono de su voz se encontraba sólo un peldaño por debajo de un grito encolerizado, lo que produjo un momentáneo silencio abrumador en la habitación, en el corredor y, probablemente, en todo el piso. El médico de guardia abrió la boca para callarla y ordenarle que saliera inmediatamente de allí, ella podía asegurarlo pero, ante de que pudiera hacerlo, otra persona habló. “Canta… Un hermoso sonido”. Violet se dio vuelta sobre el talón. Detrás del brazo de la enfermera que le controlaba la presión arterial, los ojos de Mac estaban entreabiertos y la miraban a través de una neblina de dolor y drogas. En ellos, Violet notó un dejo de esa aterradora distancia que tienen las personas que se debaten entre la vida y la muerte. Pero estaban abiertos. Violet rodeó a la enfermera, apenas pudo controlarse para no sacarla del camino con un golpe, y puso la mano en el rostro de Mac. “¿Mackenzie, escuchas a alguien cantando?”. Intentó controlar el pensamiento aterrador e histérico. “¿Escuchas ángeles?”. Violet miró a su alrededor como loca para saber si ya lo habían conectado a la unidad nueva para poder asegurarse de que ese excelente corazón no se estuviera deteniendo. Mac produjo un sonido y volvió a captar la atención de Violet en su rostro. Había algo más en esa expresión, algo que pudo 251/ 263
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reconocer sólo después de un momento. Divertirse. Divertirse con ella. La voz de Mac era un ruido sordo y quebrado. “Sólo uno, dulzura”. Ella cerró los ojos y puso la frente sobre la de él, con ambas manos en su rostro. Violet sintió que el brazo de Mac se movía con debilidad hacia el borde de la cama y le rozaba la pierna. “¿Qué…pasó? Disparos”. “No te preocupes por eso”. Violet le acarició la mejilla y se inclinó para acercarse, de modo que sólo la pudiera ver a ella. Sintió la presión del personal médico sobre el cuerpo, que quería sacarla de allí. Pero esto era importante, tan importante para que sobreviviera como cualquier cosa que estuvieran haciendo. “Sólo tienes que resistir y mejorarte, porque deseo tanto de ti, Mackenzie Nighthorse. No voy a dejar que dejes el culo en esta cama para siempre”. “Podrías…venir y poner el tuyo aquí conmigo”. Violet le rozó con los labios con la boca y casi rompe en llanto ante la leve presión de su respuesta. La enfermera comenzó a tomarle el brazo con insistencia. “Muy pronto, bebé. Pero deja que se ocupen de ti. Yo no me moveré de aquí”. Mac asintió con la cabeza, mientras ya volvía a desvanecerse, pero le acarició la pierna con el dedo una vez más. Así le prometía que regresaría. Una promesa que no rompería porque, de hacerlo, ella lo sacudiría como nunca nadie lo había hecho. Violet se retiró hacia la puerta mientras llegaba la nueva unidad de monitoreo junto con varias enfermeras más para volver a conectarlo. También estaban levantando el cuerpo de Tamara y lo colocaban sobre una camilla. Una cuadrilla de limpieza se hacía cargo del resto, del café y de la sangre, mientras que los otros empleados llevaban a los policías que habían respondido a los disparos hacia los elevadores. A Violet se le ocurrió mirarse y descubrió que la bala que le había pasado tan cerca y había atravesado el colchón sólo le había quemado la capa superficial de la piel, nada grave. Mientras miraba hacia atrás a la pared de la habitación, comprobó que Tamara sólo había podido disparar dos veces. El disparo que casi les da a ellos y, luego, el segundo disparo desenfrenado que dio en la unidad cuando, aparentemente, Rowe le disparó por primera vez. Violet salió de la habitación y miró hacia abajo, el piso manchado de sangre. “No sé si seguir gritándoles o agradecerles,” le dijo finalmente a la jefa de Mac y a Connie, que se encontraban de pie a ambos lados del oscuro charco. 252/ 263
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Darla sujetó a Consuela del brazo cuando la compañera de Mac se mordió el labio para responder. “Tranquila. Todos hemos tenido un día agitado. Detective Ramsey, acompañe el cuerpo a la morgue y asegúrese de que todo se realice según las reglas”. Consuela exhaló con fuerza y asintió con la cabeza mientras le echó una mirada a Violet que ella devolvió con veneno. Ella sabía que Darla tenía razón. Pero eso no aplacaba su enojo. “Pondré a un hombre en la puerta”, dijo la Sargento Rowe suavemente, pese a que Violet notó que los dedos de la mano que usaba para disparar su arma temblaban levemente, fijos cerca de su pierna. “Supongo que Mac ya no corre peligro pero, al demonio con eso. No puedo hablar por ti pero, simplemente, me siento mejor al saber que tiene protección”. Violet miró esa mano temblorosa y llevó los ojos hacia el rostro de Darla. “¿Alguna vez ha—”. “Nunca en veinte años de carrera. Es mi primera vez”. Darla se rió temblorosamente. “Tengo los nervios destrozados. Pero estoy muy satisfecha de que haya tenido que ser para proteger a mi gente. Iré a buscar ese café y, luego, me ocuparé de este lío. ¿Quieres venir?”. “Prefiero que sea descafeinado”, dijo Violet, mientras le miraba fijamente los dedos. “Pero me quedaré aquí. Tal vez podría traerme una taza. Cuando termine”. Ella dudó, sacó un par de dólares del bolsillo de atrás de los pantalones de jeans, extendió el brazo, los colocó en la mano de Darla y la miró a la cara. “Yo invito”. Darla tomó la mano de Violet y permaneció en esa posición un momento. Asintió con la cabeza y giró en dirección a los elevadores. “Oh”. Se detuvo a mitad de camino y volvió a girar. “¿Sabes algo?, hiciste algo asombroso y muy poco egoísta. Será mejor que te consigas un buen par de zapatillas para correr”. “¿Qué quiere decir?”. La sargento levantó una ceja. “Conociendo a Mac, cuando salga de esa cama y se entere de lo que hiciste para protegerlo, te perseguirá a morir y tendrás que esconderte”. “No tendrá que ir muy lejos”, dijo Violet, mientras sonreía con cansancio. “Estaré aquí mismo”. Epílogo 253/ 263
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Nueve meses después El papeleo la había retrasado. Por eso, el parpadeo de la relajante luz de la vela sobre el porche trasero vidriado tendría que haber representado una imagen bienvenida, mientras Violet conducía el Stealth por el puente de la marisma hacia la calle de la casa de Mac. Por el contrario, sólo por un momento, Violet se debatió entre el deseo de ingresar a la casa y enterrarse en los brazos de Mac, y dar la vuelta y conducir tan rápido y lejos como pudiera para dejar atrás el dolor que aumentaba de intensidad en su pecho, desde que Mac había regresado al servicio activo un par de semanas atrás. “Maldita sea, supéralo”, dijo ella abruptamente. Estacionó al lado de la motocicleta de Mac y notó que los lirios aztecas que había plantado florecían por segunda vez en ese verano. Eran de color rojo brillante, vibrante y apasionado. Sintió un repentino deseo de arrancarlos de la tierra. En lugar de hacerlo, llevó las puntas de los dedos hacia la tensión de su sien, para aliviar el dolor de cabeza mientras tomaba aire profundamente antes de salir del coche. Una vez dentro de la casa, arrojó las llaves sobre la mesa de la cocina y le dio a Boscoe su habitual caricia en la oreja antes de bloquear la anarquía de sus emociones, recobrar la compostura del mismo modo en que lo hizo antes de ir a trabajar, y se dirigió al porche trasero. Mac se levantó de su hamaca paraguaya, sonreía tranquilamente, pero sus ojos dejaban ver su preocupación y Violet supo que ella no estaba ocultando sus sentimientos lo suficientemente bien. Mac le tocó el rostro, mientras le llevaba un mechón rojizo suelto hacia atrás de la oreja y le rozaba los labios contra la boca. Ella luchó contra el ferviente deseo de devorarle esa firme boca, de presionarle la nariz contra el cuerpo, sólo para inhalar toda su esencia. “¿Tuviste un buen día?”, le preguntó, mientras se quitaba los anteojos para leer con marco fino. Un accesorio muy sensual que ella sólo supo que usaba cuando se mudó con él hacía seis meses, para supervisar cada paso vacilante y, a veces, angustioso, de su recuperación. Durante ese período, Violet descubrió que el tiempo podía transcurrir más lentamente y ser valorado, minuto a minuto. Tanto el seguro como el mismo fondo fiduciario familiar con el que se había comprado el Stealth fueron suficientes para 254/ 263
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contratar a una enfermera domiciliaria cuando le dieron el alta del hospital, pero Violet se hizo cargo de los turnos vespertinos y se mudó a su casa para poder hacerlo. Boscoe se reservó un lugar en el sofá y se convirtió en el perro guardián de Mac cuando ella no estaba. Violet plantó crisantemos en la puerta de la casa en el otoño, colocó una estrella federal en la mesa de la cocina para Navidad y sostuvo la cabeza de Mac en su falda cuando se durmió en el sofá a las nueve y media la noche de Año Nuevo. En muchas ocasiones, el poderoso hombre que amaba se inundó de ira ante la debilidad que apenas le permitía ir al baño por sí solo. Cuando ya no podía soportarlo, descargaba su ira contra ella, su blanco más cercano. Como respuesta, el miedo de Violet la incitaba a patearle el culo verbalmente cuando se esforzaba demasiado y se agotaba a sí mismo. Pero un día la tendencia se revirtió y Violet notó que recuperaba sus fuerzas. Mac comenzó a realizar tareas de oficina para su trabajo, tareas de investigación, y volvió a hacer ejercicios con pesas para darle forma a un cuerpo que se había vuelto delgado y demacrado, debido a los meses de recuperación. Ella llegaba a casa y lo encontraba sudado y cansado, pero con un brillo triunfante en los ojos que le informaban que se estaba mejorando. Entonces, hicieron el amor varias veces, cuidadosa y gentilmente. Pero ella tenía miedo de hacer más, de exigir más. Durante los nueve meses que le llevó la recuperación, la D/s fue un tema que quedó relegado. Mac se había vuelto a poner la pulsera. La pidió apenas le dejaron volver a usar joyas en el hospital, pero ella no había reclamado los derechos que eso incluía. No podía iniciar esa conversación. Desconocía el motivo, porque sabía que aún lo deseaba en su interior, pero no tenía la fuerza emocional como para enfrentarse a lo que fuese que no le permitía llegar a eso con él. Cuando hacían el amor, percibía cierta duda en él, como si estuviera esperando algo de ella, pero Violet se alejaba, lo sofocaba con la pasión de un sexo superficial y evitaba que surgiese el tema. “Lo suficientemente bueno”, respondió, mientras se sentaba a la mesa frente a él, cerca como para que pudieran tomarse de la mano como era habitual y establecer una conexión mínima. Mac le sirvió vino en la copa y, luego, la sorprendió al agacharse, le desató las zapatillas de tela que ella se había puesto al llegar, se 255/ 263
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las sacó y le llevó delicadamente los pies hacia arriba hasta su regazo para masajearlos. “Mmmm”. Violet produjo un sonido relajado de placer, pero tenía la mirada fascinada ante el modo en que esas manos de dedos largos se movían por los arcos de sus pies y le acariciaban los dedos. El modo en que su camiseta de cuello redondo se estiró sobre sus hombros mientras se inclinaba para quitarle el calzado. “Esta tarde detuvimos a un coche que llevaba un kilo de coca, pero están tratando de escaparse con un tecnicismo. ¿Te enteraste de eso?”. “Por la radio”. Señaló la revista policial que conservaba apenas en la entrada de la casa. “Escuché el final del procedimiento cuando llegué a casa. George se comportó como un idiota al buscar el coche como lo hizo”. “Entonces, ¿crees que tenemos posibilidades de que el arresto sirva de algo?”. Mientras Mac le daba su opinión, ella apoyó los labios sobre la copa y dejó que sus ojos se cerraran. Esa voz profunda y melódica, y el placer de poder escuchar cada sílaba le produjeron un extraño temblor en lo profundo del estómago, una necesidad tan imperiosa que le recorrió las extremidades. No pudo distinguir el momento en que cesaron las palabras. La voz de Mac simplemente se convirtió en la música que su alma ansiaba abrazar, para lograr las notas correctas y volver a componer sus canciones, tan fácil y hermosamente como lo hacían antes. Mac le tocó el rostro con las manos y los ojos de Violet se abrieron súbitamente. Lo miró fijo. Mientras se inclinaba sobre ella, Mac levantó la mano para mostrarle las lágrimas que brotaban de sus ojos y le mojaban los dedos. La estudió y ella notó algo en su expresión, algo que hizo que el dolor se esparciera. “Iré a ver el—”. “No, no lo harás. Ven aquí, dulzura”, murmuró él. Antes de que Violet pudiera presentar objeción alguna, Mac la había abrazado y la había puesto sobre su regazo, acunándola. Ella sabía que había recobrado sus fuerzas, pero le sorprendía el grado de dicha recuperación, porque ella no se había aprovechado de eso. Se había concentrado por tanto tiempo en las áreas de su salud que necesitaban refuerzo. Su propio cuerpo se tensó de necesidad y deseo de un modo que no se había permitido en mucho tiempo. 256/ 263
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“Déjate llevar, Violet”, le dijo suavemente contra el cabello. “Lo juro por Dios, si no lo haces, tendré que palmotearte”. Violet lo empujó tratando de alejarse, pero él simplemente la volvió a llevar hacia su cuerpo. Violet chocó contra él y Mac la bloqueó y le capturó los brazos, demostrándole sin lugar a dudas que había recobrado su supremacía física sobre ella. Ella lo golpeó y aporreó, le gritó, y él persistió denodadamente, hasta que las palabras se convirtieron en insultos y los insultos en lágrimas. Finalmente, cuando Mac pensó que iba a tener que obligarla, un tremendo e incontrolable sollozo explotó desde el pecho de Violet. Se rindió ante su cuerpo, demasiado exhausta como para seguir luchando. Gracias a Dios. Mac estaba seguro de que Violet nunca había gritado tan fuerte en su vida. No sólo eso, sabía el motivo de cada lágrima que le humedecía la parte delantera de la camiseta. Durante nueve meses, Mac la había visto reprimir cada lágrima, cada queja, cada preocupación por él detrás de un nivel inhumano de energía concentrada en hacerlo sentir mejor. Ahora, finalmente, ella lloraba por cada momento atroz desde esa noche terrible en el calabozo. Por cada vez que lo había presionado hasta el hartazgo para que tomara sus medicinas. Por las innumerables ocasiones en las que lo había mandoneado, convencido o provocado para que descansara, con el objetivo de que no se matara por la frustración de la inactividad. Por todas las veces que la había sentido despierta durante horas a su lado, casi sin respirar como si mantuviera una mano en su pecho. El terror que Violet sentía sobre la posibilidad de que la abandonara durante la noche había sido notorio. Al estar demasiado débil como para sostenerla o reconfortarla, hubo momentos en los que deseó estar muerto, sólo para no causarle tanto dolor. Pero ella no iba a dejar que lo hiciera, y él supo que una persona sí podía amar tanto. Había dejado de lado sus propias necesidades emocionales y físicas tan eficazmente que no sabía cómo traerlas nuevamente a la vida. El hecho de que Mac volviera a trabajar activamente sirvió como catalizador del temperamento deteriorado de Violet, el motivo era tan obvio para él como incomprensible para ella. Bueno, él estaba mejor ahora, y ya no iba a soportar esa idiotez. Violet le había empapado la camiseta. Cuando se quedó sin lágrimas y comenzó a sollozar entrecortadamente, Mac se quitó la prenda para que la mejilla de Violet no se mojara. Utilizó una parte seca de la tela para limpiarle la nariz y secarle los ojos. Ella 257/ 263
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lo observó mientras lo hacía. El rostro de Violet se veía confuso y joven. Mientras le empujaba la cabeza debajo de su mentón, Mac la convenció para que reposara la mejilla sobre su piel desnuda. Observaron tranquilamente cómo se ponía el sol. Mac no dijo nada, simplemente le acarició la espalda, el cuello, el cabello. La mano de Violet trepó por la cicatriz de su vientre y puso la otra mano alrededor de la espalda, sobre las marcas de los azotes que nunca desaparecerían. Mac levantó la cabeza, le llevó la mano a la mandíbula y la hizo mirarlo a los ojos. “Ya terminó, Violet”, le dijo, con voz áspera. “No dejes que nos quite nada de lo que fuimos”. Le atrapó la mano que tenía en su estómago y le mordió los dedos, no muy gentilmente. “Soy tuyo. Nunca dejé de ser tuyo”. Mac le besó los labios con fuerza y la instó a que lo mordisqueara como alguna vez lo había hecho. Cuando ella estaba por girar la cabeza para ocultar su reacción, Mac le atrapó el mentón con firmeza y le llevó el rostro hacia el suyo. Pudo notar un destello de carácter. “No morí porque tú me ordenaste que no lo hiciera. Nadie puede ser más ‘tuyo’ que eso. Llevo puesto tu collar”. Mac levantó el brazo y le mostró la pulsera. “Porque te quiero más de lo que nunca quise a ninguna maldita cosa en el mundo. Entonces, no me niegues ninguna parte tuya y, maldita sea, acéptame de nuevo. Deja que te dé placer, Amante. Dime qué deseas”. La garganta de Violet tembló, pero Mac no vio lágrimas en sus ojos. Vio un brillo de algo, algo que había esperado ver durante los nueve meses más largos de su vida. “Te amo, Mackenzie”, dijo ella finalmente. “Lo sé”. Ella sonrió. Fue un gesto tentativo, pero genuino. “Imbécil arrogante”. Mac le deslizó una mano por el hombro y le rozó el costado del seno. Durante el verano, ella siempre se quitaba el uniforme antes de volver del trabajo. Por eso, llevaba puestos unos pantalones finos de algodón con cordones y un top sin espalda. Mac puso la palma de la mano en la desnuda extensión de su estómago y la deslizó hacia arriba, mientras tomaba el dobladillo de la camiseta suelta, hasta que le dejó el seno izquierdo al desnudo, dejando ver el encaje del corpiño. Los dedos de Mac recorrieron el pezón, luego, hicieron descender el sosten y Mac hundió la cabeza para chupárselo. Mac le llevó la mano alrededor de su tórax para sujetarla firmemente contra la boca y ella le puso la mano en la cabeza y lo tomó de los rizos mientras él la 258/ 263
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movía. “Mackenzie…”, murmuró ella, mientras aflojaba los muslos, deseándolo y sintiendo dolor por lo que sentía debajo de sus temblorosas nalgas. Ella lo deseaba tanto, sólo que tenía tanto miedo… “Maldita sea, Violet. Soy tuyo. Soy tuyo”. Y, por la frustración, la lastimó con los dientes y le atrapó el costado del seno, provocándola. Algo se resquebrajó dentro de Violet, dolor y placer a la vez, una luz brillante y muy poderosa, despiadada de calor y energía. Se sintió como una pared de granito que se rompía dentro de su cuerpo y que le daba una paliza en sus partes más suaves y vulnerables. Violet lo agarró de la cara, lo alejó de ella y le enfrentó ese plateado destello de los ojos con su propia mirada determinada. “Entonces cógeme, Mackenzie. Tómame. Haz que sea tan tuya como tú eres mío. Deja tu marca en mí, sé tan violento como lo has deseado todos estos meses. Déjame sentir al animal que se esconde en tu interior y que siempre supe que estaba allí”. Se miraron fijamente por un tiempo prolongado. El sol se derretía en el horizonte como una inundación de fuego naranja que hacía destellar la luz de los ojos de Mac y se condecía con las sensaciones que le recorrían la sangre a Violet, ardiente como las purificadoras profundidades del infierno. Hubo un momento de duda, pero sólo fue un momento. Abruptamente, Mac saltó de la silla, la llevó con él y la hizo girar, mientras la ponía boca abajo sobre la mesa de mosaicos. “Entonces, ábrete para mí, dulzura”, suspiró Mac. Ella jadeó cuando Mac le rompió la unión de los pantalones sueltos y las pantaletas de un solo tirón, dejándola expuesta al aire húmedo, aliviada sólo por las ociosas aspas del ventilador de techo. Violet tuvo un momento para acomodar las rodillas antes de que Mac le separara los pies haciendo presión con los suyos, un movimiento policiaco que la mojó instantánea y gloriosamente. Mac le arrastró el brazo alrededor de la cintura y la llevó hacia él. Las caderas de Violet estaban en el aire y sus pies perdieron contacto con el piso, ni siquiera los dedos llegaban a rozarlo. Ella se aferró a las ásperas hendiduras de la superficie de la mesa, sosteniéndose con las yemas de los dedos y buscando un lugar de anclaje, pero sólo lo encontró a él. Mac se metió dentro de ella. Con fuerza y brutalmente como 259/ 263
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cuando se mete bruscamente un cargador en el receptáculo de una automática. Ella gritó ante la combinación de dolor y placer, y supo lo mucho que extrañaba esto, la urgencia desesperada de un hombre poderoso. Su hombre poderoso. Sacó la verga por completo, mientras le acariciaba el clítoris con la cabeza ancha y, luego, volvió a embestirla, sacudiéndole el cuerpo hacia adelante sobre la mesa. “Ahí tienes tu verga, Amante”, jadeó Mac. “Métete cada maldita pulgada de ella y pide clemencia a gritos, porque no me siento muy clemente hoy. Todo lo que quiero sentir es que tu dulce coño me chupe hasta que la eternidad nos caiga encima”. Fue la absolución. Porque ella lo sentía de Mac, repentinamente lo comprendió, entendió por qué no había podido dejarse llevar, volver a abrazarlo como ella deseaba. Era tan absurdamente obvio. Se culpaba a ella misma. Pensaba que tendría que haber sido más rápida, que tendría que haber hecho mejor las cosas. Se suponía que debía mantenerlo a salvo. Mac le estaba dando el castigo que ella deseaba, estaba alejando el dolor con caricias, mientras se daba él mismo como ofrenda, un juego de concesiones mutuas que ella no podía explicar. Ella sabía que Mac le decía eso con cada caricia, sin importar lo que pasara, ella era su Amante. Mac le tocó los senos, los agarró con las grandes manos y utilizó ese agarre para aumentar el impacto de cada embate, mientras le apretaba los pezones entre los dedos de ambas manos. “Tienes un culo hermoso, Amante”, farfulló. La levantó aun más alto para que el culo se arqueara en el aire, mientras seguía metiéndole la verga implacablemente, los pies de Violet colgaban. Violet dejaba marcas en la mesa con las uñas. “Sé que preferirías clavar esas pequeñas garras en mí”. Mac le respiraba ardientemente sobre la oreja. “Y lo harás. Una y otra vez, hasta que lleve tus cicatrices en mi espalda y esté orgulloso de ellas como nada en el mundo. Pero, esta noche, seré yo el que deje mi marca”. Violet tomó aire de un jadeo mientras Mac le clavaba los dientes en el hombro, rápidos, precisos y profundos, y el dolor se extendió con sangre, como una dulce droga. Mac no se detuvo, era como un semental que mantiene a su yegua en su lugar con fuerza. Dios, ella no podía creer lo mucho que extrañaba su fuerza, esa resistencia que la cautivaba, pero que también le pertenecía para darle órdenes. 260/ 263
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El orgasmo se acercaba, más poderoso y ardiente que el sol más caliente de Florida, y ella lloriqueó ante cada golpe sin poder ni querer aferrarse a la mesa, simplemente se sentía fuera de control, mientras se apresuraba con velocidad suicida para llegar al lugar adonde iban. Todos sus temores y culpas se desvanecieron ante la respuesta física, y su respiración era áspera y profunda como el golpeteo de los muslos de Mac contra la parte posterior de los de ella. Mac hundió los dedos, le atrapó el clítoris y comenzó a manipularlo. “Oh, no…”. Violet llegó al orgasmo como un cohete, con la mano aferrada al otro brazo de Mac que, en este momento, estaba firmemente anclado apenas por encima de sus senos. El cuerpo de Violet se tensó hacia adelante, sin poder hacer nada, sólo sacudirse con la agonía del fuerte orgasmo mientras Mac la hacía descender sobre él una y otra vez. Los muslos de Mac temblaron, su respiración se entrecortó y Violet volvió a gritar junto con él mientras Mac verbalizaba su liberación. La verga de Mac trabajaba dentro de Violet como la energía de la vida misma, viril y potente, y creaba misterios más allá del deseo del conocimiento, llevándolos a ambos al reino de la fe ciega. Ella se aferró a él, dejó que la hiciera servir a su verga hasta que optó por disminuir el ritmo, hasta que los gritos de Violet se convirtieron en lloriqueos suaves. Finalmente, Mac la dejó ir hacia adelante para que se recostara sobre la mesa, mientras la acariciaba suavemente entre los omóplatos con los nudillos y sus profundos jadeos disminuían de intensidad para convertirse en sollozos suaves, en una respiración silenciosa y entrecortada. Mac se agachó, la besó suave suavemente en el centro de la espalda y permaneció allí, una caricia tierna y con cierta fricción. “Mi Amante es generosa y amable”, dijo Mac suavemente. “Pero no ha hecho nada para merecer un castigo de parte de su esclavo”. “No se trata de algo racional”, suspiró ella. “Sólo necesitaba saber…Necesitaba darte eso”. “Como dije, mi Amante es generosa”, respondió él simplemente. Violet estaba relajada en sus brazos cuando Mac la hizo girar y la levantó, hasta dejarla sentada para que quedaran enfrentados. La verga le brillaba por el flujo de Violet y por su semen, y la belleza de su cuerpo, levemente húmedo y vivo, la abrumaba. Mac se ajustó los pantalones y, luego, la levantó entre los brazos. “Quizás deberías—”. “Ssshh…”. Mac la llevó adentro, al baño, y la sentó en la tapa del 261/ 263
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inodoro. “Te preocupas demasiado”. “¿Qué estás haciendo?”. Mac sacó una botella de peróxido y varios pedazos de algodón. “Quiero asegurarme de que no te causé ninguna infección”. Ella giró la mirada hacia las marcas de los dientes. “No esperaba eso”. Mac se apoyó sobre una rodilla y le pasó el algodón por el hombro. “Querías al animal. Puedes convocarlo cuando quieras”. Cierta cualidad de su voz la atrajo hacia él e hizo que le levantara el mentón para que pudiera verle el rostro. Mac la tomó de la mano y le enfrentó la mirada. “He visto lo suficiente como para saber que vive en todos nosotros y que no es algo malo. Tú lo haces salir de mí y sólo tú puedes controlarlo. No dejes de ser mi Amante”. “No es mi elección”. Ella sonrió. Violet puso la frente sobre la de Mac y cerró los ojos. “Oh, Mac”. “Lo sé, dulzura”. Mac le apoyó la mano en la parte de atrás de la cabeza. “Lo logramos, y tú lo hiciste. Te amo con todomi ser. Deja que te cuide, como siempre he deseado, durante nueve malditos meses. No tengas miedo”. Todo se aflojó en el interior de Violet ante el tono de voz de Mac, bajo y ferviente. “Quiero ser tu Amante toda la vida”. Ella levantó la cabeza y lo miró arrodillado a sus pies. “Quiero que ruegues por tener mi vagina, verte el hermoso culo todos los días y saber que eres mío para hacerte lo que desee”. Él arqueó una ceja. “Votos matrimoniales poco ortodoxos”. “¿Acaso te estaba proponiendo matrimonio?”. “Se pareció levemente a eso. Se pareció mucho a eso”. “OK, entonces. Digamos que sí, te estoy proponiendo matrimonio”. Violet trató de decirlo con una nota provocativa pero le tembló la voz. “¿Qué consigo yo, si aceptas?”. Mac dejó los algodones en el piso y le tomó ambas manos. “Te haré sentir tan amada y deseada, dulzura, que no sabrás dónde termina un sentimiento y comienza el otro. Lo que es más, no te importará. No necesitarás separarlos”. “OK”, dijo ella, sólo un poco aterrorizada. “Entonces, ¿cómo serán las cosas? Prometes amar, respetar y…”. “Obedecer”, murmuró Mac, a un suspiro de distancia de los labios de Violet. El beso mostró apetito y energía, y Violet se entregó completamente a él. Para tener su lengua dentro de la boca, 262/ 263