Intervención Psicosocial en la Familia | 1
UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA UNAD
ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES, ARTES Y HUMANIDADES
PROGRAMA DE PSICOLOGÍA
CURSO DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL EN LA FAMILIA
Elaborado Por:
Miguel Miranda
Actualización: Ps Erika Jazmín Rodríguez Alarcón
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INTERVENCION PSICOSOCIAL EN FAMILIA UNIDAD 1 ACERCAMIENTO A LA FAMILIA
CAPITULO 1 APROXIMACIONES AL CONCEPTO DE FAMILIA LECCION 1 El concepto de familia LECCION 2 La familia a la luz de los enfoques psicológicos LECCION 3 La Familia desde la propuesta ecosistémica LECCION 4 Genograma familiar LECCION 5 Tipología familiar CAPITULO 2 CICLO VITAL DE LA FAMILIA LECCION 1 Aproximación histórica al concepto de ciclo vital LECCION 2 Principios del desarrollo de los sistemas complejos LECCION 3 Características de familia como sistema evolutivo LECCION 4 Transición y cambio LECCION 5 Etapas del ciclo vital de las familiar CAPITULO 3 TERAPIAS FAMILIARES LECCION 1 Desarrollo LECCION 2 Técnicas LECCION 3 Evolución de la Psicoterapia Breve LECCION 4 Técnicas de la psicoterapia Breve LECCION 5 Terapia sistémica Transgeneracional.
UNIDAD 2 ACERCAMIENTO A UN PROCESO DE ATENCION
CAPITULO 1 DEMANDA Y DIAGNOSTICO LECCION 1 Afirmación LECCION 2 Información
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LECCION 3 Comprensión LECCION 4 Diagnóstico: Situacional LECCION 5 Diagnóstico: Estructural y funcional CAPITULO 2 INTERVENCION Y CAMBIO LECCION 1 Preventiva LECCION 2 Crítica LECCION 3 Constructiva LECCION 4 Proceso de cambio situacional LECCION 5 Proceso de cambio Estructural y funcional CAPITULO 3 EVALUACION Y EXPERIENCIAS LECCION 1 Procesos LECCION 2 Metas LECCION 3 Propósitos LECCION 4 Dimensión ética de la Terapia Familiar LECCION 5 La Terapia desde el punto de vista del constructivismo social BIBLIOGRAFIA
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UNIDAD 1 ACERCAMIENTO A LA FAMILIA CAPITULO 1 Aproximaciones al concepto de Familia Sin la pretensión de hacer una exposición exhaustiva de las múltiples aproximaciones que han querido explicitar el funcionamiento de la familia, se mencionan aquellas más relevantes, partiendo de varios supuestos: 1. Los niveles de salud, bienestar y desarrollo de las personas y las familias están determinados por múltiples factores interrelacionados. 2. La probabilidad individual y familiar de desviarse de la salud y del bienestar depende del equilibrio existente entre esfuerzos, recursos y necesidades. 3. La familia es un contexto de por si complejo e integrador, que participa en la dinámica interaccional de los sistemas biológico, psicosocial y ecológico, dentro de los cuales se movilizan los procesos fundamentales del desarrollo humano. 4. El adecuado funcionamiento familiar es un factor protector del desarrollo, en tanto que la disfunción familiar es un factor predisponente de la aparición de dificultades psicosociales (factor de riesgo). 5. La familia goza apenas de una relativa autonomía, dado que esta sujeta a una serie de relaciones y de controles por parte de otras instancias sociales que la impulsan a desarrollar nuevas practicas y a responder tanto por los efectos que se supone genera en los hijos, como por fenómenos sociales que van cambiando, conforme se van modificando a través de la historia los marcos socioeconómicos y culturales. En la actualidad, entre esos fenómenos están las adicciones, la locura, de delincuencia, las crisis existenciales y hasta la infelicidad de los hijos. 6. El estudio de la familia ha estado ligado al progreso de las ciencias, pero sobre todo al desarrollo de la humanidad, en cuanto a que las estructuras, el funcionamiento y el sentido de este grupo primario son el resultado de la evolución misma de los hombres.
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7. El aporte de la psicología al estudio de la familia ha corrido paralelo con el avance de las escuelas y enfoques psicológicos más difundidos en el mundo, los cuales han nutrido diversas prácticas sociales, dentro de la familia y en las instituciones y sistemas que entran en contacto con ella.
LECCION 1 El concepto de familia Se adopta la concepción de la familia como un sistema natural y evolutivo. No obstante, es
interesante
contemplar
otras
concepciones, pues
es
esta
diferenciación la que permite comprender los distintos niveles de abordaje y de intervención. 1. La familia como institución social Como institución, la familia es una serie de abstracciones de la conducta, un sistema de normas que tienen el carácter de reglas de comportamiento para sus miembros. Las normas sociales se organizan en patrones que son particulares para cada tipo de institución según el área de la vida de la cual se ocupe. Así, a la familia le corresponde garantizar: 1) El adecuado funcionamiento biológico de los individuos de la sociedad. 2) La reproducción de sus miembros. 3) Su adecuada socialización. 4) La provisión y distribución de los bienes y servicios. 5) El mantenimiento del orden dentro del grupo y en su relación con el resto del sistema social. 6) La definición del sentido de la vida y la motivación para preservar la supervivencia individual y del grupo (Collins, 198).
En cuanto institución garante de la protección de los miembros de la sociedad, la familia es objeto jurídico de estudio y de intervención.
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2. La familia como grupo A través de la familia como grupo humano, la institución social se activa y se perpetúa en el tiempo. Como grupo, de familia es un conjunto de personas que interactúan en la vida cotidiana para preservar su supervivencia, de manera que el foco de estudio se orienta mas hacia su funcionamiento interno, que hacia las relaciones normativas con el exterior. Esto no significa que se pueda estudiar a la familia separando estas dos visiones, pues ambas coexisten y mantienen una relación reciproca e indisociable. Lo que ocurre es que las aproximaciones teóricas a la explicación de esta relación han variado en el tiempo, según el grado en que consideren a la familia como un agente social activo o pasivo; si su papel es activo, se la definirá como causal de cambios en otros aspectos de la estructura social; y si es pasivo, ella será el receptáculo de la incidencia de otras instituciones, principalmente la economía y la política, cuyos avances se definen a veces como más rápidos y determinantes absolutos de cualquier otro cambio. No obstante, en la actualidad nadie se inclina por tal sobre simplificación, sino que se admite que la familia es tanto causa como efecto de cambios hacia dentro y hacia fuera de si misma, posición justamente asumida por el enfoque sistémico (Burr, 1973). 3. La familia como construcción cultural La familia es un constructo cultural, constituido por valores sociales, tradicionales, religiosos y políticos, puestos en acción por sus miembros en la medida en que la forma que adquiere la familia, así con el estilo de relación entre las personas que la componen y las posturas políticas y religiosas inherentes a su constitución, son todas establecidas por el medio cultural. Sin embargo, cada núcleo familiar interpreta ese dictamen proveniente del gran sistema social, lo modifica y lo concreta según su propia experiencia, en patrones de relación, rituales y celebraciones idiosincráticos que determinan su identidad como familia.
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Esos rituales y rutinas ayudan a reducir el impacto negativo de los cambios y de los eventos inesperados de la vida, constituyéndose por lo tanto en fortalezas que favorecen la estabilidad familiar, sin necesariamente restringir su evolución, pues en ese continuo intercambio con el ambiente exterior, las familias re-forman la cultura, re-formulan la tradición y cambian la sociedad. 4. La familia como conjunto de relaciones emocionales La familia es una forma de vida en común, constituida para satisfacer las necesidades emocionales de los miembros a través de la interacción. El afecto, el odio, la complacencia y todos los demás sentimientos, muchas veces encontrados, proveen un ambiente dentro del cual los individuos viven procesos que determinaran su estilo de interacción en otros contextos, tales como la escuela, el trabajo y sus relaciones afectivas fuera de su núcleo de origen. Las emociones se actúan inicialmente en la familia, porque en principio, este seria el medio mas seguro para practicar la alegría, la rabia, la tristeza, el miedo, el amor, etc., en la medida en que ella proporcione un ambiente protector e intimo, basado en el afecto incondicional entre sus miembros. Cuando la familia no logra mantener ese clima, fracasa en su función de satisfacer las necesidades emocionales de sus integrantes.
LECCION 2 La familia a la luz de los enfoques psicológicos Las ciencias humanas, y específicamente la psicología, no son disciplinas autónomas sino saberes inmersos en el devenir histórico y cumplen con una función de validar y orientar, científicamente``, ciertas practicas inherentes a los cambios del sistema social. Estas unciones adscritas a las profesiones recientes, han favorecido la psicologizacion de la cultura a través de un discurso de divulgación, coherente con fuerzas sociales que giran, en forma contradictoria, en pro y en contra de a unidad familiar
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Así, los distintos enfoques se han originado y han contribuido a soportar movimientos y costumbres dentro de una red de interacciones científicosociales complejas y circulares, antagónicas y complementarias, de manera tal que es imposible saber si son las teorías psicológicas las que han impulsado esos movimientos o si tan solo los han validado. Ese afianzamiento del discurso psicológico sobre la dinámica familiar, se asocia con varios hechos que implican el cambio en la función social de la familia. En el régimen anterior a la industrialización y a la creación de grandes núcleos urbanos, la atención a la familia se dirigía ante todo a afirmar su posición económica, social y de poder, pues como unidad de producción, su subsistencia y su continuidad dependían del sentimiento de pertenencia y de la fidelidad de sus miembros, con lo cual se concedía primacía a la filiación como medio para preservar y mejorar esa posición a través de los hijos. Ahora las relaciones tienden a ser contractuales, por la prevalecía de la satisfacción de la necesidades individuales sobre la conservación de los núcleos primarios, lo cual, junto con el predominio de la estatización de la economía y el incremento de los servicios públicos, ha designado a la familia como un grupo encargado de una cuidadosa labor educativa, mas que como un núcleo de producción. Las consecuencias de este movimiento se aprecian en la transformación de la vida familiar en dos dimensiones fundamentales: En primer lugar, se ha producido un aislamiento –principalmente de la familia nuclear en las grandes ciudades-, acompañado por la difusión de nuevas formas que llevan consigo una intensificación de la vida al interior del grupo familiar. Es decir, la familia esta ahora más centrada sobre si misma, más atenta que antes a los menores detalles de la educación de los niños, y por lo tanto, se ha vuelto ávida consumidora de cualquier producto que le permita darse cuenta de su propia manera de ser.
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Esta circunstancia favorece la aparición de diversas disciplinas y profesiones que, como la psicología, ofrecen alternativas, tanto a los padres como a los hijos, para hacer frente a un fenómeno psicológico e internacional sin precedentes en la historia, porque por primera vez, padres e hijos, cara a cara en pequeños espacios, deben manejar los fenómenos propios de una convivencia tan estrecha. Este se constituye así en un proceso de sofisticación psicológica y en la norma de la familia feliz, fuera de la cual, algunos parecen no encontrar salvación. Otra
transformación,
contradictoria
con
la
anterior
porque
facilita
la
desestabilización de la familia, corresponde a la reciente preocupación por la calidad de la vida sexual y afectiva de los padres, de manera que las parejas actuales deben ser a la vez padres muy dedicados a sus hijos para prevenir cualquier posibilidad de trauma, excelentes amantes y profesionales en asenso, para responder a las elevadas expectativas de realización individual. Así, la problemática de la familia actual aparece entre estas dos líneas de transformación, siendo que además su margen de autonomía se esta reduciendo, porque al tiempo que se le adscriben inmensas demandas afectivas, deben redoblar los vínculos psicológicos como medida de contención de sus miembros, lo cual se interpone a las expectativas de autonomía individual. Si antes el valor fundamental era el de filiación, ahora el éxito personal esta en la individuación y no en la aceptación de una herencia o de un destino familiar, de esta forma se alimenta un conflicto, pues los padres proveen un inevitable modelo, del cual el individuo tiene que liberarse con ayuda de estrategias psicológicas. Pero liberación implica el debilitamiento del círculo familiar y el sacrificio del rol de la madre –para quien el hijo era antes el principal objeto posible de inversión de afecto-, aunque esto ocurre a favor del ejercicio de la sexualidad de la mujer. Curiosamente, a medida que aumentaron los estudios sobre la importancia del apego en la relación madre-hijo, también aumentaron los relativos a la sexualidad femenina.
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Por otra parte, con la saturación de normas higiénicas, psicológicas y pedagógicas provenientes del medio, se hace difícil diferenciar a la familia del continuum disciplinario del aparato social. En coherencia con todo esto, la familia tiene hoy un doble papel sobre la infancia: uno de liberación protegida en beneficio de la individuación y otro de libertad supervisada, para cumplir la función de filtro desde y hacia el entorno social, ya que debe cuidar a los hijos de las malas influencias exteriores, tanto como equiparlos para desenvolverse adecuadamente en el medio. La liberación protegida que caracteriza la educación de los niños, proviene de las enseñanzas de Freíd, Decroly, Montessori, Spitz y Bowlby, entre otros, a partir de las cuales se han escrito toda serie de textos dirigidos a los padres que desean evitar traumatizar a sus hijos, como guardianes que deben protegerlos tanto de los peligros interiores como exteriores a la familia. Dentro de este panorama, han aparecido movimientos y programas de atención a la familia, que conjugan conceptos y técnicas psicológicas provenientes de los distintos enfoques, en consonancia con las circunstancias históricas, cuyo impacto se describe brevemente a continuación. 1. Incidencia del psicoanálisis Aunque Freud no se propuso nunca hacer una teoría sobre la familia, es evidente que se refirió a ella en distintos tópicos de su discurso, provocando sin duda mucha mayor incidencia teórica y social que cualquier otro modelo de abordaje psicológico de la familia. Freud se refirió a ella en estudios de caso, al hablar sobre la técnica analítica, en sus estudios de metapsicologia y en sus trabajos interpretativos sobre la historia, la sociedad y la cultura. No obstante, como lo plantea Porter (1978), habría varios obstáculos importantes para que Freud lograra una amplia conceptualización de la familia. En primer término, estaría la misma práctica terapéutica basada en la cura individual, a pesar de que el mismo dijera que:
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´´debido a que la naturaleza de los hechos forma el material del psicoanálisis, estamos obligados a prestar mucha atención en las historias de los casos a las circunstancias puramente humanas y sociales de nuestros pacientes, tanto como a los datos somáticos y a los síntomas del desorden. Sobre todo, nuestro interés estará dirigido hacia las circunstancias familiares´´ (Freud, 1953). Esto significa que si bien la familia es el contexto de las experiencias con las que trabaja el psicoanálisis, Freud busca descomponer al individuo en sus relaciones familiares, esenciales pero inconscientes; porque tomando como unidad aislada, el individuo seria incomprensible para el analista, razón por lo cual debe darle sentido a la vida interior del analizado, rastreando sus contenidos en el pasado significativo de la familia. Vista así, la familia es el secreto del individuo; su referente, pero no realmente su contexto. Por lo tanto, esta postura dificulta la comprensión sicoanalítica de la realidad social, desplazándola hacia el nivel biológico del inconsciente o simplemente hacia el nivel individual. Otro obstáculo tiene que ver con la universidad del complejo de Edipo promulgada por el psicoanálisis, principio que podría ser valido como explicación de formaciones psíquicas dentro de estructuras familiares muy particulares, pero no como una conceptualización generalizable a una teoría social mas amplia, que se ha teñido de ideología, tal como señala Malinowski (1982), quien reconoce la existencia de un complejo nuclear de la familia, pero con características que no son fijadas por mecanismos de orden biológico, sino que varían en función de la cultura. Un tercer obstáculo consiste en la limitada posibilidad del psicoanálisis ortodoxo para explicar el funcionamiento de los grupos humanos, debido a su intento de reducir todos sus fenómenos a los mismos patrones emocionales aplicados al inconsciente individual con respecto a la familia de origen; ello implica desconocer los factores histórico-sociales que sirven de contexto tanto a la familia como a cualquier otro grupo, dado que Freud presenta la dimensión psicológica de la
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historia como el recuento del progresivo crecimiento, linear y continuo de la estructura psíquica individual, como si la ontogenia recapitulara la filogenia. Sin embargo, dentro del psicoanálisis contemporáneo, Lacan (1977) introduce un cambio de foco, pasando del estudio intrapsiquico de los instintos a los patrones de interacción expresados lingüísticamente por los miembros de la familia y condicionados por factores culturales. Para él, el consciente esta constituido por el interjuego simbólico entre los padres y el hijo, con lo cual la visión individualista de Freud parece superada. Por su parte, Deleuze y Guattari (1972), plantean en su obra ´´Anti-Edipo´´, como la familia no es más que el lugar del deseo durante un cierto periodo de la vida, ya que por lo demás ella esta siempre abierta al mundo y estructurada por él. Autores como Donzelot (1979) han causado además al psicoanálisis por su complicidad con el ´´establecimiento´´, afirmando que se ha puesto al servicio de un orden social basado en la máxima evitación de las cuestiones políticas, para justificar y renovar los dos principales marcos de referencia que lo sostienen: El uno, la norma social como un principio de realidad, y el otro, la familia su aniquilación y sus privilegios como un principio de valor. No obstante sus limitaciones en relación con la comprensión de la familia, hay una serie de premisas psicoanalíticas sobre la naturaleza humana que han sido asimiladas por la cultura, tales como: 1) El determinismo del desarrollo de la personalidad en la infancia y la explicación de la patología como la inadecuada resolución de alguna de sus fases. 2) Con base en el complejo de Edipo, todos los conceptos relativos al apego en la relación madre-hijo y las explicaciones de los conflictos entre los miembros de la familia. 3) La utilización de los mecanismos de defensa como explicación de los problemas interacciónales, tanto en la familia como en otras instancias sociales.
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4) El concepto de trauma como explicación de las dificultades personales. 5) El concepto de transferencia, que justifica la psicoterapia como un territorio para reparar las malas experiencias de la infancia.
Como consecuencias de la aplicación de estos principios, aparecen los siguientes riesgos: 1) La culpabilizacion de los padres por el comportamiento de los hijos. 2) La propuesta de reemplazar las malas familias por buenas instituciones de asistencia y protección de la infancia. Solo en los últimos años, cuando el Estado se ha sentido incapaz de cubrir los costos de las instituciones, ha vuelto a buscar en la familia y en la comunidad el auxilio para la crianza. 3) La psicologizacion de la vida en un lugar de su politización, en la medida en que se atribuyeron las causas de todos los problemas, aun sociales, a los fenómenos de la intimidad familiar, y se desconocieron las incidencias de los demás contextos e instituciones.
2. Aportes del conductismo De este enfoque provienen sobre todo aportes a la comprensión de a familia como unidad de control, evidentes en: a. La definición de familia como una instancia educativa, que utiliza los refuerzos primarios y los refuerzos sociales condicionados, en cooperación con las expectativas culturales sobre la conducta de los individuos; teniendo en cuenta que la familia como grupo también es susceptible al reconocimiento y a la censura de su entorno, responde al condicionamiento social que la premia o no, según la eficacia con que cumpla su encargo de educar y controlar a sus miembros.
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b. La idea de que funciones humanas tan complejas como la paternidad, la
relación conyugal o el ejercicio de la sexualidad, se aprenden como si fueran habilidades meramente conductuales, lo cual ha llevado a que se confundan los procesos de enseñar y aprender, en el sentido de creer que todo lo aprendido es susceptible de ser enseñado, de manera consiente, lógica, ordenada y racional.
Esta confusión descalifica muchos otros procesos psicológicos involucrados en estos fenómenos, como el marco valorativo, el mundo emocional y los procesos inconscientes implícitos en los problemas y en sus soluciones. Aunque no pueda generalizarse esta afirmación, se diría que estas ideas han nutrido, en cierta medida, el espíritu de las escuelas de padres y de la educación sexual. c. La explicación y sistematización de los mecanismos de control a través de los principios del aprendizaje en términos de de condicionamiento, castigo y extinción, los cuales se han descrito en abundante literatura psicológica de divulgación acerca de la crianza, confirmando la idea de que las relaciones conyugales y finales pueden programarse de la misma manera que otros procesos simples de condicionamiento.
3. Influencia de los llamados modelos humanistas De estos modelos que propugnan por el desarrollo del potencial humano, ha venido el énfasis en la búsqueda de la individualidad, aunque ello implique la ruptura con la familia, principalmente con los padres, vistos como figuras de normalización, de quienes es necesario liberarse. Estos modelos, donde caben la terapia rogeriana, la gestalt, la bioenergética y aun el análisis transaccional y la antipsiquiatria, se extendieron durante las mismas décadas de difusión del feminismo y de otros movimientos de liberación de las minorías. Por lo tanto no han escapado a la ideologización de los cambios en los roles sexuales y familiares y han servido como fundamento a la creación de los
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grupos de apoyo como modalidad de trabajo con personas en dificultad, donde se aplican técnicas terapéuticas que favorecen la descarga emocional como vía de liberación y el respaldo del grupo como recurso para enfrentar a los supuestos opresores. La conjugación de todas estas teorías como normas para la definición de lo normal y lo patológico, ha inducido ciertos planteamientos riesgosos para la sana promoción de la familia: por un lado, han surgido utopías e ideologías acerca del funcionamiento familiar, que tomadas como norma universales de la vida, pueden conducir a una deformación de la realidad histórica, social e idiosincrásica de cada familia. Por otro, ha progresado una tendencia a la patologización de ciertas etapas del ciclo vital del individuo (como la adolescencia y la vejez), y a la de fenómenos estructurales que afectan a la familia (como la separación conyugal o el nacimiento de un segundo hijo), al definirlos como problemáticos por naturaleza, cuando por el contrario, vistos desde otra perspectiva, estos eventos son muchas veces motores necesarios para impulsar la evolución de la familia y de sus miembros. Otra limitación de los abordajes psicoanalíticos, conductuales y humanistas, es que han pretendido explicar un fenómeno grupal como es la familia, con base en principios surgidos del estudio del psiquismo individual tomado como objeto. Nadie puede dudar que las intervenciones psicológicas desde cualquier enfoque han aportado a la recuperación de muchas personas y familias, pero es necesario apuntar los riesgos y limitaciones de tales medidas, sobre todo cuando se aplican desconociendo los paradigmas y los valores que implican y movilizan, pues los agentes de intervención no pueden pecar por ingenuidad filosófica ni por omisión de acciones. Por otra parte, las visiones parciales sobre la familia son insostenibles si se analizan a la luz del paradigma sistémico-ecológico de la ciencia, el cual reconoce la diversidad y la complejidad como condiciones para la comprensión de los fenómenos en este momento histórico, y la noción de eco-dependencia, según la
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cual, toda acción que se ejerza sobre uno de ellos, repercute inevitablemente sobre el individuo, la familia y su contexto
LECCION 3 La Familia desde la propuesta ecosistémica Esta perspectiva surge como resultado de un salto paradigmático, del individuo al grupo familiar como objeto de estudio e intervención y trae como consecuencia el cambio de foco, de los atributos a los procesos interacciónales como unidades de análisis. Por otra parte, permite asumir una posición menos catastrófica con respecto al futuro de la familia, pues conduce a creer, según las mismas evidencias históricas, que seguirá quizá cambiando la estructura familiar en cuanto a su composición, al tipo de unión conyugal, a la permanencia del vinculo y al estilo de relación intergeneracional, pero permanecerá su organización como grupo que suple la satisfacción de las necesidades psicoafectivas y sexuales, con base en una clase de vínculos que no se da en otros contextos; por ejemplo, las comunas como alternativa a la familia no sobrevivieron. El concepto de sistema Un sistema es un todo resultante de partes interdependientes. La definición de sistema incluye los conceptos de totalidad, interdependencia, jerárquica, comunicación y control, teniendo en cuenta que: a. La interdependencia entre los componentes no es mecánica sino interactiva, pues todas las partes del sistema existen en un conjunto de relaciones mutuamente condicionantes. b. Si bien un sistema social esta integrado por partes, es a su vez una parte de un sistema mayor en expansión. c. Los subsistemas se organizan en un orden jerárquico, no horizontal. La jerarquía más que un simple ordenamiento a lo largo de una dimensión lineal, representa una serie de niveles de complejidad creciente que se contienen
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unos a otros. Así el individuo es contenido por la familia, esta por su comunidad inmediata y esta por la sociedad en general, por ejemplo. d. El sistema desarrolla patrones de comunicación y mecanismo de control que son autogenerador y autorregulados, en función de las tendencias que coexisten en todo sistema a la homeostasis y a la evolución y el cambio.
La delimitación del sistema depende del observador. Por la razón, según el nivel de observación elegido, el sistema puede ser: el individuo en su contexto familiar, laboral, escolar social, etc.; la familia; el sistema de ayuda, conformado por el profesional y los consultantes; la empresa o la institución; la escuela; el barrio, etc. Esta delimitación corresponde a la de los niveles de intervención e implica un cambio en los objetos de estudio, pues ya no son los entes ontológicos en si mismos (el individuo, su personalidad, la familia, etc.), sino que los objetos de observación y análisis son ahora los patrones de interacción que constituyen el sistema. La familia como sistema En la aproximación sistémica, la familia se concibe como un todo diferente a la suma de las individualidades de sus miembros, cuya dinámica se basa en mecanismos propios y diferentes a los que explican la del sujeto aislado. La familia es un sistema social natural, que puede ser estudiado en términos de su estructura, o forma como esta organizado en un momento dado, y sus procesos, o formas en las cuales cambia a través del tiempo. La familia es un sistema, en la medida en que esta constituida por una red de relaciones; es natural, porque responde a necesidades biológicas y psicológicas inherentes a la supervivencia humana; y tiene características propias, en cuanto a que no hay ninguna otra instancia social que hasta ahora haya logrado reemplazarla como fuente de satisfacción de las necesidades psicoafectivas tempranas de todo ser humano.
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Existe además una serie de lealtades entre sus miembros, cuya intensidad, a pesar de que fluctúan a través de los años, la distingue de otras instancias sociales a las cuales equivocadamente se ha equiparado la familia. Aunque instituciones como la escuela realicen tareas de socialización similares, en ninguna se da el grado de apego afectivo propio de a familia, teniendo en cuenta que por medio del afecto se generan no solo los fenómenos de vinculación emocional concomitantes, sino que este sentimiento se constituye en un instrumento de control, en el buen sentido, o de manipulación cuando es mal usado en las relaciones interpersonales. Como sistema, la familia obedece al principio de no sumatividad, en cuanto a que el todo es mayor y diferente de la suma de sus partes, por lo cual no puede ser descrita simplemente por la adición de los rasgos de sus miembros individuales. La organización familiar y los patrones interacciónales implican un interjuego de la conducta de sus integrantes, de modo que lo que se enfoca en la observación del funcionamiento del sistema familiar son sobre todo los patrones de conexión y no solo el desempeño individual. El grupo familiar, como todo sistema, tiene unos limites que constituyen su perímetro; ellos tienen la función de contener a sus integrantes, protegerlos de las presiones exteriores y controlar el flujo desinformación que entra y sale en sus relaciones con el entorno, de manera que cumplen funciones tanto protectoras como reguladoras, con el fin de conservar a los miembros unidos y al sistema estable. Cuando la permeabilidad de los límites es excesiva, el sistema puede perder su identidad e integridad, y cuando es escasa, el sistema se cierra y se aísla. También como sistema, la familia se ajusta al concepto de casualidad circular, en cuanto a que siendo un grupo de individuos interrelacionados, un cambio en uno de ellos afecta a los demás y al grupo total, en una cadena circular de influencia. Cada acción en esta secuencia es a la vez una reacción y por lo tanto la causa de las dificultades no se buscara, como desde la perspectiva lineal, intentando
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identificar un evento traumático, sino que, obedeciendo al principio de equifinalidad, se asumirá que el mismo origen puede llevar a diferentes resultados y el mismo resultado puede surgir de distintos orígenes. La especificidad de la familia como sistema reside además en un conjunto particular de roles y de reglas implicáis y explicitas de funcionamiento, a partir de las cuales se organizan las responsabilidades y la interacción familiar, se prescribe y se limita la conducta de los miembros para mantener la estabilidad del grupo. Los roles de madres, padres e hijos son exclusivos de la familia y encarna expectativas sociales que a su vez movilizan patrones de interacción correlativos a normas de orden cultural, las cuales se acoplan a cada familia según su idiosincrasia y su marco de referencia particular. Los patrones de interacción son secuencias comunicacionales repetitivas, que caracterizan a cada unidad familiar conforme al «principio de redundancia»; estas tiene un carácter netamente descriptivo de las secuencias interacciónales del sistema, pero a medida que avanza la familia por su ciclo vital, actúan como «normas» que sirven para evaluar la conducta de los miembros, en consonancia con valores que provienen de la cultura y de la religión, a su vez asimilados en una forma particular en cada familia. Para mantener el sistema en un estado estable a través del tiempo, las reglas se delimitan y se refuerzan por medio de mecanismos homeostáticos, asociados ante todo a procesos de retroalimentación que se evidencian en interacciones complementarias o reciprocas. Así, una amplia desviación de la norma familiar puede ser contrarrestada para regular la tensión y restaurar el equilibrio familiar u homeostasis. A lo largo de su historia, la familia podrá reorientar o reestructurar su sistema de normas, estableciéndose una dinámica entre las normas y los hechos, de manera que, por ejemplo, la forma como una familia asimile el nacimiento de un hijo, dependerá de la concepción que tenga acerca de ese mismo hecho y de los patrones de funcionamiento que desplieguen en coherencia para enfrentarlo.
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Ese proceso morfostatico, orientado a preservar la estabilidad, es insuficiente para comprender la marcha de un sistema abierto como la familia, por lo cual su funcionamiento se explica además con base en proceso morfogenéticos, gracias a los cuales ejerce su flexibilidad para adaptarse a los cambios externos e internos a los que esta sujeta. Estos últimos corresponden a los imperativos del desarrollo, en la medida en que la familia como todo y cada uno de sus integrantes, evolucionan en el curso de su ciclo de vida; los cambios externos corresponden a eventos críticos provenientes del entorno, pero tanto los unos como los otros demandan modificaciones en los patrones de interacción, con el fin de que la familia logre establecer ese balance entre estabilidad y cambio, propio de los sistemas complejos. Otra de las características típicas de la familia es su estructura de poder, con una jerarquía asociada con las diferencias de edad y de sexo de sus integrantes, cuya valoración e implicaciones para la interacción, están determinadas tanto por los factores culturales como por los idiosincráticos de cada familia. Una definición completa de familia incluye por lo tanto tres perspectivas: una estructural, relativa a los aspectos de composición, jerarquía, limites, roles, subsistemas, etc.,; otra funcional, relacionada con los patrones y fenómenos de la interacción, y otra evolutiva, donde se considera la familia como un sistema morfogenetico en creciente complejidad. Estructura, funcionamiento y evolución, conducen a identificar la cosmovisión de la familia como tal y de la sociedad y los individuos sobre ella, de modo que en su estudio se incluya también su marco de creencias y valores, contemplando al mismo tiempo las ideologías allí subyacentes. Todos estos elementos están en permanente interacción, en forma tal que las creencias por ejemplo, pueden mantener cierto tipo de estructura y de funcionamiento, lo mismo que cambios en uno de estos dos aspectos pueden conducir a un cambio de creencias.
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Dentro de la visión sistemática, los trastornos individuales se connotan como síntomas de una disfunción familiar, teniendo en cuenta que si bien el comportamiento y el desarrollo de un individuo son desadaptativos en relación con el exterior, puede ser funcionales y adaptativos dentro del contexto familiar. Los desajustes individuales operarían entonces como un regulador de la estabilidad familiar, aunque en otro nivel aparezcan como expresión y motivo de tensión dentro del sistema. Así, la sicopatología se define como un problema relacional y la conducta sintomática individual se ve anclada en un patrón disfuncional de interacción. Dada la naturaleza circular de la casualidad, la respuesta familiar al desajuste individual será un importante factor de recuperación del individuo portador de sintomatología, considerando que las familias que atraviesan por un periodo de disfunción tienden a mantener los síntomas a través de los procesos interacciónales. Los síntomas serian indicios del intento del sistema total por maximizar o minimizar una cierta conducta, proceso que aparece entonces como una desviación extrema de su rango homeostático, pero tal desviación es sojuzgada finalmente mediante procesos de orden superior que pueden incluir a otros sistemas. Es decir, la aparición de síntomas en una persona seria tan solo un punto específico dentro de los patrones recursivos y reflejarían un intento de su sistema familiar de ajustarse a modificaciones de su estructura interna, de su desarrollo o a exigencias del entorno en el proceso de interacción. A pesar de su intensa interacción con el ambiente, cada familia es un organismo social que conserva su organización y su identidad, aunque a lo largo del tiempo cambien las relaciones efectivas que tienen sus integrantes. Esto significa que lo que se modifica es solamente el modo de conservar su organización, pero no su estructura esencial, pues de lo contrario perdería su autonomía y su identidad, dejando de ser reconocible como unidad y como totalidad.
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En la perspectiva eco-sistémica, el individuo y la familia o son nociones sustanciales sino organizacionales, que emergen dentro de lo que Edgar Morin (1986) y Gregory Bateson (1979) llaman apertura ecológica, en la cual la existencia es la cualidad de un ser que se produce sin cesar, en relaciones de eco-dependencia o de autonomía dependiente. Esta paradoja se comprende al aceptar que el entorno es constitutivo de los seres que se alimentan en el y coopera sin interrupción con su organización a través de relaciones variadas que pueden ser complementarias, concurrentes y antagonistas. En los sistemas humanos como la familia, tal ecodependencia esta plenamente mediatizada por los dominios lingüísticos, dentro de los cuales se generan y se preservan tanto as relaciones como la construcción de la realidad, partiendo del supuesto de que como humanos, solo tenemos el mundo que creaos con otros, dentro de un contexto histórico social donde el pasado y el futuro contienen causas y finalidades móviles, simultáneamente con la construcción de sentido en los niveles individual, familiar, social y cultural.
LECCION 4 Genograma familiar Definición y aspectos generales: El
genograma
es
una
representación
gráfica
de
una
constelación
multigeneracional (por lo menos tres generaciones), que registra información sobre los miembros de esa familia y sus relaciones. Su estructura en forma de árbol proporciona una rápida “gestalt” de las compleja relaciones familiares y es una rica fuente de hipótesis sobre cómo un problema clínico puede esta relaciona con el contexto familiar y su evolución a través del tiempo. Por lo general el genograma se construye durante la primera sesión y luego se lo revisa a medida que se obtiene información. El genograma ayuda al terapeuta y ala familia a ver un “cuadro mayor”, tanto desde el punto de vista histórico como del actual: es decir, que la información sobre una familia que aparece en el
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genograma puedes interpretarse en forma horizontal a través del contexto familiar y vertical a través de las generaciones. El genograma incluye por lo menos a tres generaciones de familiares así como también sucesos nodales y críticos en la historia de la familia, en particular los relacionados con el “ciclo vital”. Aunque los teóricos de la terapia familiar estructural y estratégica (Minuchin, Haley, etc) no utilizaron genogramas en sus enfoques, prefiriendo concentrarse en las relaciones emocionales de la familia inmediata, sin embargo, están interesados en las estructuras jerárquicas, en especial en las coaliciones donde se cruzan los límites generacionales. La familia se repite a sí misma. Lo que sucede en una generación a menudo se repetirá en la siguiente, es decir, las mismas cuestiones tienden a aparecer de generación en generación, a pesar de que la conducta pueda tomar una variedad de formas. Bowen lo denomina transmisión multigeneracional de pautas familiares. La hipótesis es que “las pautas vincularas en generaciones previas pueden suministra modelos implícitos para el funcionamiento familiar en la siguiente generación”. En el genograma, se buscan estas pautas que continúan o se alternan de una generación a otra. Carter considera que el “flujo de ansiedad” en un sistema familiar seda tanto en la dimensión vertical como en la horizontal. El flujo “vertical deriva de pautas de funcionamiento que se transmiten históricamente de una generación a otra, en especial a través del proceso del triangulo emocional. El flujo de ansiedad “horizontal” surge de las tensiones actuales que pesan sobre la familia medida que avanzan a través del tiempo soportando los cambios inevitables, las desgracias y las transiciones en el ciclo vital familiar. Con la tensión suficiente en este eje horizontal, cualquier familia experimentará disfunción. Además, las tensiones en el eje vertical pueden crear nuevos problemas de modo tal que hasta una pequeña tensión horizontal puede tener serias repercusiones en el sistema. Por ejemplo, si una mujer tiene muchas cuestiones son resolver con su propio padre (ansiedad
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vertical), le puede resultar difícil trata las dificultades normales en la relación de pareja con su propio esposo (ansiedad horizontal). El genograma ayuda al terapeuta a rastrear el flujo de ansiedad a través de las generaciones y del contexto familiar actual. Elaboración del genograma familiar: Elaborar un genograma supone tres niveles: 1. Trazado de la “estructura” familiar: La base del genograma es la descripción gráfica de cómo diferentes miembros de una familia están biológica y legalmente ligados entre sí de una generación a otra. Este trazado es la construcción de figuras que representan personas y líneas que describen sus relaciones. A continuación se detalla los respectivos símbolos que se utilizan para la construcción de los genogramas: 1) Cada miembro está representado por un cuadro o un círculo según sea varón o mujer. 2) El “paciente identificado” viene representado con doble línea en el cuadro o círculo. 3) Para una persona fallecida se coloca una “X” dentro del cuadro o circulo. Las figuras en el pasado distante (mas allá de tres generaciones), no se marcan ya que están presumiblemente muertas. 4) Los embarazos, abortos y partos de un feto muerto se indican por los siguientes símbolos: • Embarazo: Triangulo • Parto de un feto: Cuadro con una cruz en su interior • Aborto espontáneo: Circulo negro
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• Aborto provocado: Cruz 5) Las relaciones biológicas y legales entre los miembros de las familias representan por líneas que conectan a dichos miembros. 6) Si una pareja viven juntos pero no están casados se utiliza una línea de puntos. 7) Las barras inclinadas significan una interrupción del matrimonio: una barra para la separación y dos para el divorcio. 8) Los matrimonios múltiples pueden representarse de la siguiente manera: • Un marido con varias esposas: Se une el actual matrimonio con una línea recta y los anteriores con una línea que tangencialmente es cortada por otras dos. • Cada cónyuge tuvo varios consortes: Se una el actualmente matrimonio con una línea recta y los anteriores matrimonios se unen con líneas rectas que tangencialmente son cortada por otras dos 9) Si una pareja tiene varios hijos, la figura de cada hijo se coloca conectada a la línea que una la pareja. Los hijos se van situando de izquierda a derecha desde el mayor al más joven. 10)Se utiliza una línea de puntos para conectar un niño adoptado en la línea de los padres. 11)Los hijos mellizos se representan por la conexión de dos líneas convergentes a la línea de los padres; si son monocigoticos (idénticos) esto a su vez están conectados por una barra. 12)Para indicar los miembros de la familia que viven en el hogar inmediato, se utiliza una línea punteada para englobar a los miembros que convenga. 2. “Registro” de la información sobre la familia:
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Una vez que se ha trazado la estructura familiar podemos comenzar agregar información sobre la familia: a) Información demográfica: Incluye edades, fechas de nacimiento y muertes,
ocupaciones y nivel cultural. Se ponen en el interior del círculo (mujeres) o cuadrados (hombres) la edad. Si han fallecido además se cruzan interiormente con una cruz. b) Información sobre el funcionamiento: La información funcional incluyen
datos más o menos objetivos sobre el funcionamiento médico, emocional y de comportamiento de distintos miembros de la familia. La información recogida sobre cada persona se sitúa junto a su símbolo en el genograma. c) Sucesos familiares críticos: Incluyen cambios de relacione, migraciones,
fracasos y éxitos. Estos dan un sentido de continuidad histórica de la familia. Los hechos críticos de la vida están registrados en el margen del genograma o, si fuera necesario, en una hoja separada. 3. Descripción de las “relaciones” familiares: El tercer nivel en la construcción del genograma comprende el trazado de las relaciones entre los miembros de una familia. Dichas descripciones están basadas en el informe de los miembros de la familia y en observaciones directas. Se utilizan distintos tipos de líneas para simbolizar los diferentes tipos de relaciones entre dos miembros de la familia. Como las pautas vinculares pueden ser bastantes complejas, resulta a menudo útil representarlas en un genograma aparte. A continuación se expone la representación grafica de distintos tipos de relaciones: Fusionados: tres líneas paralelas. Unidos: Dos líneas paralelas.
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Distante: Una línea. Apartados: Una línea cortada tangencialmente por otra línea. Conflictivos: Una línea quebrada que une a los dos individuos. Fusionados conflictivos: Tres líneas paralelas que en su interior contiene una línea quebrada. Interpretación del genograma: Para continuar con los criterios metodológicos se establecen varias categorías que sirven para la interpretación de un genograma. Aunque se presenten por separado, las categorías suelen superponerse unas con otras. a) Composición del hogar: Un vistazo a la estructura del genograma suele mostrar la composición de la familia, es decir, si una familia nuclear intacta, una familia son uno de los padres solamente, una familia que volvió a casarse, una familia de tres, etc. b) Constelación fraternal: La posición fraternal puede tener una particular importancia para la posición emocional de una persona dentro de la familia de origen y en las futuras relaciones con su cónyuge e hijos. A menudo, los hijos mayores sienten que son especiales y en particular responsables de mantener el bienestar de la familia o dela continua con al tradición familiar. Del hijo mayor siempre se esperan grandes cosas. Al hijo menor quizá se le trate como al “bebe” de la familia y puede estar acostumbrados a que otros se ocupen de él. Los más jóvenes pueden sentirse más libres y menos cargados con la responsabilidad familiar. No es sorprendente que los hijos únicos tienden a ser mas independientes desde el punto de vista social y menos orientados hacia las relaciones con sus iguales. Los hijos únicos tienen características mezcladas tanto de los hijos
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mayores como de los menores, aunque haya predominio de las primeras como resultado de ser el único de atención de los padres. Es común que los hijos del medio muestren características ya sea de hijo mayor y del hijo menor o de ambos combinadas. Con frecuencia, un hijo del medio, a menos que él o ella sea el único varón o la única mujer, debe luchar para obtener un rol en la familia. Un niño así puede escapar de las intensidades dirigidas al mayor o al menos, pero también deberá luchar para que lo tomen en cuenta. La posición fraterna puede predecir algunas dificultades maritales. Por ejemplo, Tolman predice que aquellos, que contraen matrimonio con un cónyuge de la misma posición fraternal tendrán más dificultades en adaptarse al matrimonio. Sostiene que para las parejas que provienen de posiciones fraternales complementarias, el matrimonio será más difícil porque todo sigue siendo igual (el matrimonio repite su constelación de hermanos). El género es otro factor importante en la interpretación de las configuraciones de la constelación fraterna en un genograma. Por ejemplo, un chico con todas hermanas tendrá mucha experiencia con las niñas pero muy poca con los varones y viceversa. Dichas experiencias (o falta de ellas) con el sexo opuesto pueden afectar también la compatibilidad marital. Otro factor para comprender las constelaciones familiares es la diferencia de edad entre hermanos. Una regla práctica es que cuando mayor es la diferencia de edades, menor es la experiencia de hermanos que posiblemente hayan tenido. Por lo general, los hermanos con una diferencia de edad mayor de seis años son más hijos únicos que hermanos, ya que han pasado las etapas del desarrollo por separado. Es importante no tomar las hipótesis sobre la constelación fraterna en forma demasiado literal. La investigación empírica en este terreno no es concluyente porque existen muchos factores que pueden modificara o moderar la influencia
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de la constelación fraterna. Sin embargo, tener conocimiento de la constelación puede
proporcionar,
desde
el
punto
de
vista
clínico,
explicaciones
normalizadoras útiles sobre los roles de las personas en su familia. Otros factores que pueden influir modificando el rol de la constelación familiar son: el momento del nacimiento de cada hermano en la historia familiar; las características especiales del niño; el “programa” familiar para el niño; las actitudes e inclinaciones parentales sobre las diferencias sexuales: la posición fraterna del hijo respectó a la del padre. c) Configuraciones familiares inusuales: Al estudiar el genograma, a veces ciertas configuraciones estructurales “saltan a la vista”, sugiriendo temas o problemas críticos para la familia. A modo de ejemplo, se pueden observar: •
Multitud de separaciones y/o divorcios.
•
Preponderancia de mujeres profesiones de éxito: artistas, científicos, políticos, etc.
•
Frecuencia en adoptar hijos.
•
Las mujeres por línea paterna están solteras – hermanos de una familia contraen matrimonio con hermanas de otra familia.
•
Reiteración en la elección de un tipo de profesión: maestros, médicos, comerciantes, etc.
d) Adopción al ciclo vital: Esta categoría implica la comprensión de las transiciones del ciclo vital a las cuales se esta adotando una familia. El ajueste de edades y fechas en un genograma nos permite ver si los sucesos del ciclo vital se dan dentro de las expectativas normalizadas. De no ser así, se puede seguir investigando las posibles dificultades al manejar esa fase vital del ciclo evolutivo de la familia.
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Por lo tanto, es importante observar en el genograma aquellas edades que difieran mucho de la norma para su fase del ciclo vital. Las fechas de nacimientos, muertes, abandono del hogar, de casamientos, separación y divorcio que aparecen en el genograma son muy útiles a este respecto. e) Repetición de pautas a través de las generaciones: Dado que las pautas familiares pueden transmitirse de generación en generación, el terapeuta debe estudiar el genograma para tratar de descubrir pautas que se hayan ido repitiendo a través de las generaciones. El funcionamiento de los miembros de una familia puede repetirse a través de las generaciones. En dichos casos, un estilo particular de funcionamiento (ya sea de adaptación o inadaptación) o de la forma de tratar un problema pasa de una generación a otra. Esta transmisión no necesariamente se da en la siguiente generación un padre alcohólico puede tener hijos abstemios y los hijos de éstos pueden convertirse en alcohólicos.
LECCION 5 Tipología familiar La familia es el núcleo o el epicentro donde se forma la sociedad o el país. Por esta razón no debe ser maltratada, violada, esclavizada, ignorada por su color de piel, desterrada por sus orígenes o principios de religión. Tampoco debe ser odiada por el sitio donde se ubica o vive en este mundo. Los lazos principales son de dos tipos: vínculos de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo reconocido socialmente, como el matrimonio (que, en algunas sociedades, sólo permite la unión entre dos personas mientras que en otras
es
posible
la poligamia),
y
vínculos
de
consanguinidad,
como
la filiación entre padres e hijos o los lazos que se establecen entre los hermanos que descienden de un mismo padre. También puede diferenciarse la familia según el grado de parentesco entre sus miembros:
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Familia nuclear, padres e hijos (si los hay); también se conoce como
«círculo familiar»;
Familia
extensa,
además
de
la
familia
nuclear,
incluye
a
los abuelos, tíos, primos y otros parientes, sean consanguíneos o afines;
Familia monoparental, en la que el hijo o hijos vive (n) sólo con uno de los
padres;
Otros tipos de familias: aquellas conformadas únicamente por hermanos,
por amigos (donde el sentido de la palabra "familia" no tiene que ver con un parentesco de consanguinidad, sino sobre todo con sentimientos como la convivencia, la solidaridad y otros), etcétera, quienes viven juntos en la mismo espacio por un tiempo considerable. En muchas sociedades, principalmente en Estados Unidos y Europa occidental, también se presentan familias unidas por lazos puramente afectivos, más que sanguíneos o legales. Entre este tipo de unidades familiares se encuentran las familias encabezadas por miembros que mantienen relaciones conyugales estables no matrimoniales, con o sin hijos. Según
expone Claude Lévi-Strauss, la familia encuentra su
origen
en el
matrimonio, consta de esposo, esposa, reproducción de una sociedad, esto es, la incorporación de nuevos miembros en el tejido de relaciones sociales, no se realiza únicamente por medios biológicos. Si se considera que la familia debe reproducirse biológicamente, esta conceptualización de la institución que se aborda en el artículo no serviría para calificar como «familias» a aquellos grupos donde Ego 3 o su consorte (o ambos) están incapacitados de reproducirse biológicamente. En estos casos, la función reproductiva se traslada a los mecanismos de reclutamiento socialmente aceptables (como la adopción). El reclutamiento de nuevos miembros de una familia garantiza su trascendencia en eizadora de la familia en Occidente se ha debilitado conforme se fortalecen las instituciones especializadas en la educación de los niños más pequeños. Esto ha sido motivado, entre otras cosas, por la necesidad de incorporación de ambos
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progenitores en el campo laboral, lo que lleva en algunas ocasiones a delegar esta función en espacios como las guarderías, el sistema de educación preescolar y, finalmente, en la escuela. Sin embargo, este fenómeno no se observa en todas las sociedades; existen aquellas donde la familia sigue siendo el núcleo formativo por excelencia. Por otra parte, la mera consanguinidad no garantiza el establecimiento automático de los lazos solidarios con los que se suele caracterizar a las familias. Si los lazos familiares fueran equivalentes a los lazos consanguíneos, un niño adoptado nunca podría establecer una relación cordial con sus padres adoptivos, puesto que sus "instintos familiares" le llevarían a rechazarlos y a buscar la protección de los padres biológicos. Los lazos familiares, por tanto, son resultado de un proceso de interacción entre una persona y su familia (lo que quiera que cada sociedad haya definido por familia: familia nuclear o extensa; familia monoparental o adoptiva, etc.). En este proceso se mezclan un fenómeno puramente biológico: es también y, sobre todo, una construcción cultural, en la medida en que cada sociedad define de acuerdo con sus necesidades y su visión del mundo lo que constituye una «familia».
CAPITULO 2 Ciclo vital de la familia LECCION 1 Aproximación histórica al concepto de ciclo vital En la primera mitad del siglo veinte se despertó especial interés por el concepto de ciclo vital, tanto en la sociología como en la psicología. Freud propuso las etapas del desarrollo psicosexual, A. Gesell y H. Wallon describieron las del desarrollo moral en el niño, J. Piaget planeó su teoría sobre los estadios de la inteligencia y Spock se encargó de interpreta la conducta infantil para el grueso público. Erik Erickson planteó un esquema gradual de maduración individual, como una sucesión de cambios en la formación del yo, dentro de un gran plan de crecimiento en ocho etapas, cada una de las cuales surge en un momento especifico.
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Daniel Levison y Roger Gould estuvieron entre los primeros estudiosos del desarrollo psicológico del adulto y su trabajo fue base para el betseller que Gail Sheeh publicó en 1976, titulado “Passages: Predictable Crises of adult Life”. La orden. La obra de Levison “The Seansin of a Man’s (1978) reportó los resultados de un estudio longitudinal a lo largo de diez años sobre la vida de cuarenta hombres norteamericanos, recogiendo influencias de S. Freud, C. Jung, E. Erickson, O. Rank, A. Adler, W. Reich y de varios psicólogos sociales. Gould (1972) hizo una mayor contribución con un estudio que intentó definir las fases de la vida adulta: aunque trabajó desde un punto de vista individual más que familiar, destacó la importancia de los cambios interpersonales de los adultos, mostrando su extrañeza sobre cómo hasta ese momento los investigadores habían hecho de cuenta que el tiempo del desarrollo de detenía con la mayoría de edad; por el contrario, subrayó que los cambios biológicos, psicológicos y relacionales continúan a lo largo de toda la vida. Berenice Neugarten (1976), en numerosos estudios sobre los patrones del desarrollo adulto, ha afianzado la idea de que al trazar el curso del ciclo vital, debemos considerar el entrelazamiento del tiempo histórico y del tiempo biológico, en el contexto de una tercera dimensión que seria la del tiempo social. Según ella, toda la sociedad tiene un sistema de expectativas sobre las conductas que corresponde a cada etapa de la vida, de forma tal que el individuo pasa desde el nacimiento hasta su muerte por un ciclo socialmente regulado, en una sucesión de status asociados a la edad y a una serie de derechos, deberes y obligaciones específicos. Así, el ingreso formal a la escuela, el matrimonio, la paternidad, la iniciación laboral, etc, son puntuaciones en el ciclo de vida que implica cambios en el autoconcepto y en el sentido de la identidad, pues señalan la asunción de nuevos roles sociales y emocionales que requieren nuevas adaptaciones. Considera que ciertos eventos del ciclo vital serán quizá traumáticos si ocurren fuera del período esperado, de la misma manera que los principales estresores serían aquellos eventos que alteran la secuencia y el ritmo de dicho ciclo, como
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son la prematura muerte de uno de los padres durante la infancia de los hijos, la llegada tardía o demasiado temprana de los hijos, la lenta realización profesional, etc. Aclara sin embargo que la psicología del ciclo de vida no es la psicología de la crisis sino la de la sincronía en el transcurrir del tiempo. Los primeros pasos hacia el estudio del ciclo de vida familiar fueron dados en la sociología por Reuben Hill y Evelyn Duvall, quienes presentaron sus trabajos en mayo de 1948 en el Congreso Nacional sobre Vida Familiar en Estados Unidos. A pesar de que aún se concebía la familia como una suma de vidas individuales, estos autores destacaron su carácter interdependiente, haciendo notar que si bien cada uno de los miembros tenía diferentes tareas según su etapa de desarrollo, el logro de dichas tareas dependía y a la vez contribuía al logro de las de los demás, dada la complemetariedad de sus roles. Al final de la década del cincuenta, los pioneros de la terapia familiar –Murray Bowen, Nathan Ackerman, Don Jackson, Virginia Satir, Carl Whitake-, empezaron también a considerar a la familia como una unidad de evolución y debieron interesarse por los aspectos “normativos” del ciclo de vida, porque tenían que empezar a diferenciar los procesos de cambio en las familias disfuncionales de aquellas que no lo eran. Sin embargo, dicen Carter y McGoldrick (1980), que en el ciclo de vida familiar como una estructura útil para los clínicos, no comenzó a aparecer en la literatura sino hasta la década de los sesenta, gracias a la a la confluencia de tres tendencias descritas en los párrafos anteriores: el estudio psicoevolutivo del adulto; la conceptualización sociológica de los procesos del desarrollo familiar y la inquietud de los terapeutas de familia por conocer la incidencia del ciclo vital sobre sus intervenciones. No obstante, el ciclo vital era desde antes una premisa implícita de la evaluación en la iniciación del proceso de terapia familiar. Bowen, por ejemplo, lo consideraba al elaborar los genogramas de tres generaciones; Satir, lo indagaba en su “Cronología de la Vida Familiar”, como parte central de la primera entrevista, y
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Nathan Epstein (1978), en la formulación de su modelo sobre el funcionamiento familiar, afirmaba que la primera función de la familia es apoyar el desarrollo de sus miembros. En 1973, Jay Haley publicó Terapia No Convencional, donde usó el ciclo vital familiar para conceptualizar el trabajo clínico de Milton Erickson, introduciendo además la idea de que los síntomas individuales representan un estancamiento en los puntos de transición de dicho ciclo. En ese mismo año M. Solomon escribió su artículo sobre la concepción evolutiva como una premisa para la terapia familiar. Desde entonces, el concepto de ciclo vital de la familia y sus etapas han sido objeto de múltiples investigaciones y son uno de los factores fundamentales para el abordaje y comprensión de la dinámica de las familias funcionales y disfuncionales, con base en modelos inspiradores en su mayor parte en aportes del paradigma sistémico-cibernético de las ciencias, cuyas premisas con respecto a los procesos evolutivos de los sistemas complejos se presentan a continuación.
LECCION 2 Principios del desarrollo de los sistemas complejos 1. La dimensión temporal de los sistemas: A partir de la metáfora de Heráclito sobre la imposibilidad de bañarnos dos veces en el mismo río, diversos autores muestran cómo, por naturaleza, todo sistema vivo está situado en el devenir y en el tiempo (Jantsch & Waddington, 1976; Morin, 1977; Luhmann, 1990, entre otros). Porque el tiempo forma parte de la definición interna de toda organización activa, y la actividad, como fenómeno inherente al cambio, sólo ocurre en el tiempo. Además, el cambio es una de las condiciones necesarias para la supervivencia de los sistemas. Pero una vez entra en la organización activa, el tiempo se disocia en dos: el tiempo secuencial o cronológico como atraviesa y recorre el sistema, y el tiempo
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del bucle, que se vuelve a cerrar sobre sí mismo; es decir, el tiempo forma doblemente parte de la definición de la organización activa, puesto que es a la vez tiempo irreversible y tiempo circular (de Ronay,1975, pag 212). Los conceptos de reversibilidad e irreversibilidad tienen sentido sólo en relación con los cambios, aceptando que algo reversible supone un cierto grado de irreversibilidad y que la presencia de estas dos condiciones corresponden no sólo a una abstracción del contexto espacio – temporal, sino a un hecho del orden macroscópico de la naturaleza, el cual se mueve en estos diferentes niveles de complejidad para garantizar el proceso evolutivo. El tiempo irreversible es desintegrador, en cuanto implica cambiar y abandonar patrones; pero permaneciendo irreversible y desintegrador, se transforma en el tiempo del recomenzamiento, la regresión, la reorganización y la reintegración, y permite apreciar el presente como diferente del pasado y del futuro. Este proceso de diferenciación facilita la conexión de nuevas adquisiciones evolutivas, a través de un proceso simultáneo de cambio y de constancia. La movilidad de los anteriores mecanismos se realiza gracias a dos dispositivos con los que cuenta todo sistema: estructura y proceso. Como dice Luhmann (op, cit., p.113), ambos se superponen, pues la estructuración es un proceso y los procesos tienen estructuras; los dos se distinguen precisamente por su relación con el tiempo, aunque sería erróneo concebir las estructuras como atemporales y los procesos como temporales, u oponerlos como estáticas las unas y dinámicos los otros. Las estructuras detienen el tiempo de manera reversible, ya que dejan abierto un reportorio restringido de alternativas de selección y de actuación del sistema. Los procesos, por el contrario, están formados por acontecimientos irreversibles y concretos. En su relación con el entorno, procesos y estructuras actúan como filtros selectivos para preservar la identidad del sistema y para regular su propia autopoiesis, en el sentido de que el sistema tiene una relativa autonomía para
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utilizar la dimensión temporal como medio de adaptación a las secuencias. Es decir, un sistema será más adaptativo si es capaz de introducir cambios en sus patrones de relación según las exigencias externas e internas, como parte de una dinámica producida endógenamente, que lo obliga a aprender estructuras compatibles con ella. Porque un sistema estable, consta de elementos inestables, cambiantes en el tiempo, y por lo tanto debe se estabilidad a sí mismo y no a sus elementos, en la medida en que es autopoiético. 2. Autopoiesis, autoregulación y resiliencia. Para Maturana (1980), la autopoiesis es la capacidad de los sistemas vivientes para desarrollar y mantener su propia organización. Así, la autopoiesis identifica procesos interactivos específicos entre los componentes del sistema, los cuales producen a su vez el sustrato constitutivos de sí mismo. De hecho, el término autopoiesis significa en griego “algo que se hace a sí mismo”. Los sistemas autopoieticos son autónomos, determinan sus propias operaciones, son autorreguladores y si fallan en ello se desintegran y mueren. De esta forma, autonomía, autopoiesis y responsabilidad van juntos. Esta perspectiva evolutiva de los sistemas, es evidentemente contraria a aquella que pretende comprender el mundo de los hombres en términos del equilibrio perfecto, la predeterminación, el control jerárquico,
la permanencia y la
predictibilidad estructurales. Implica el reconocimiento de la imperfección, la inestabilidad, la incertidumbre, la diferenciación y la ecodependencia como condiciones de los procesos y de las estructuras transitorias que surgen de las incesantes interacciones entre complejidades. La flexibilidad en la adaptación y en la acción es otro principio básico inherente a la evolución, tanto a nivel de los componente como del sistema total, sabiendo como ya sea dicho, que la vida expresa su continuidad a través del cambio y de la progresiva complejización. (Glandsdorff y Prigogine, 1971)
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Esta capacidad de los sistemas para persistir a través del cambio es lo que varios autores han llamado resiliencia, para referirse a la posibilidad de absorber el cambio cualitativo y mantener la integridad estructural a lo largo del proceso de desarrollo (Jantsch &Waddington, 1976; Mccubbin, 1987). La estabilidad, por el contrario, es la capacidad de volver al estado de equilibrio después de una perturbación transitoria. Esto significa que, debido al rico acople de los subsistemas, en sistemas humanos como la familia, es esperable que su vida se caracterice por un estado de “metaestabilidad”, donde se asimilan las grandes fluctuaciones de sus componentes, son estar forzados al régimen de estabilidad, sino al de alta resiliencia. 3. Epigésis y desarrollo de las etapas. Dice Batenson (1979) que epigénesis es la palabra preferida por el embriólogo Waddington para referirse a que cada paso evolutivo es un acto de “llegar a ser”, que debe ser construido sobre el statu quo inmediatamente anterior. La esencia de la epigénesis es entonces la repetición predecible, es tanto que la del aprendizaje y la evolución es el cambio como proceso que se alimenta del azar. Es decir, la epigénesis no sólo no necesita de nueva información o cambio de plan, sino que en su mayor parte, debe protegerse de la inclusión de nueva información. Evolución y aprendizaje son necesariamente divergentes e impredecibles, en tanto que la epigénesis debe ser convergente y predecible. En los procesos epigenéticos se requiere poca información, mientras que en los procesos del desarrollo la ausencia o la pérdida de información llevan a graves distorsiones; no obstante, la epigénesis no puede empezar a actuar hasta tanto no aparezca un indicador que marque la diferencia con las etapas anteriores, condición que explica la fundación del hito y del rito en la evolución de los sistemas humanos complejos. Los procesos evolutivos contienen en consecuencia dos tipos de componentes o de fenómenos contrastantes, necesarios para lograr una acción adaptativa, porque
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la evolución debe enfrentarse a movimientos en dos direcciones: hacia el interior, en relación con las regularidades evolutivas de lo viviente, y hacia el exterior, para afrontar las sorpresas y demandas del ambiente. Dentro del campo de la psicología, las referencias más conocidas al principio epigenético las hacen E. Erickson, H. Wallon y J. Piaget, para sustentar sus propuestas sobre el desarrollo individual por etapas o estudios secuenciales y graduales, que representan una progresiva diferenciación de las partes a través del tiempo; para los dos primeros, diferenciación de las partes de la personalidad y para Piaget de los procesos intelectuales.
LECCION 3 Características de familia como sistema evolutivo Conforme los planteamientos de Morin en las dos primeras versiones del «Método» y Jantsch y Waddington (op. cit.), las siguientes son características de los sistemas evolutivos, aplicables por tanto a la familia como tal. Se diría entonces que las familias: 1)
Mantienen un alto grado de desequilibrio, tanto hacia dentro de ellas como en sus relaciones como el ambiente.
2)
Su estructura y su funcionamiento se determina mutuamente y son complementarios.
3)
Son sistemas complejos, entendiendo que el grado de complejidad se define por el numero de interacciones entre los componentes del sistema y entre el y su entorno.
4)
Están sujetas a regulaciones dinámicas entre sus componentes estables y gracias a las modificaciones que ellos sufren, las familias como unidad conservan la capacidad para lograr cambios cualitativos.
5)
La evolución implica una sucesión ordenada de transiciones y el principal mecanismo para impulsar tal proceso es el auocatalisis, entendida como la aceleración de reacciones por la presencia de una estructura que permanece en apariencia intacta.
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6)
La resiliencia o persistencia (metaestabilidad) es alta en las situaciones de máximo desequilibrio, donde hay grandes fluctuaciones y baja estabilidad; por el contrario, la excesiva estabilidad implica baja resiliencia, y en consecuencia mayores riesgos para la supervivencia como sistema «saludable».
7)
El proceso evolutivo perece fomentar la flexibilidad y la complejizacion en todos los niveles; esto implica que la supervivencia a largo plazo se facilita por la adaptabilidad a corto plazo, dada la capacidad del sistema familiar para afrontar lo inesperado en el tiempo irreversible de la cotidianidad.
8)
En virtud de esa flexibilidad, la familia avanza por medio de la experimentación evolutiva en los diversos niveles de un aprendizaje abierto, probando direcciones y no lugares, hallando confirmación a posteriori a través del efecto y no a priori a través de la certeza y la predicción.
9)
El resultado de la evolución es un ajuste progresivo entre la familia y su ambiente físico, social y cultural, con adaptación de cada familia en particular a un nivel especifico del ambienten en una primera fase, y con adaptación del ambiente de la familia en una segunda fase. Este ajuste progresivo se caracteriza por un énfasis del progreso epigenetico (desarrollo por etapas, construido sobre el statu quo inmediatamente anterior), a través del intercambio entre sistemas, propio del aspecto lineal del desarrollo humano.
10)
Un principio básico de este ajuste es la simbiotizacion de la heterogeneidad, entendida como la convivencia equilibrada de demandas numerosas y a veces opuestas; esta trae consigo la evolución como parte de una creciente armonía entre la familia y su entorno, sabiendo además que cada sistema evoluciona a su ritmo y en una forma asincrónica con su ambiente.
11)
La alta resiliencia, a través del alto novel de fluctuación, implica una capacidad inherente no solo para la persistencia del sistema familiar dentro de un determinado régimen, sino también para la supervivencia a largo plazo a través de la transformabilidad; porque un sistema saludable resiste y afronta con éxito también los cambios cualitativos.
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12)
Los procesos evolutivos implica una apertura hacia la autotrascendencia, y por lo tanto imperfección, coraje e incertidumbre, en lugar de perfección determinista, seguridad estática y certeza racional. Esto significa que la familia, como los demás sistemas humanos, no puede prever su devenir ni planearlo en forma lógica, pues siempre estará sujeta al interjuego entre lo palpable, irreversible e inmediato, y lo inasible, aunque recurrente, del tiempo circular.
LECCION 4 Transición y cambio El cambio es un proceso que aprecia un observador como una diferencia en el estado de un sistema en diferentes momentos; es una diferencia en el valor de una variable en un periodo de tiempo. Como todo proceso, denota la comparación de indicadores por un observador a través de un período de tiempo e implica que el observador está en condiciones de conectar sus apreciaciones con base en algún principio explicativo (Ruesch, 1951, pag. 119 en Btenson y Ruesch, 1984). Por lo general, lo que promueve el cambio es la insatisfacción de una persona o de un grupo, o la desviación con respecto a alguna norma y por consiguiente resulta necesario para restablecer un orden, tanto por comodidad como por la propia supervivencia. Ese estado alcanzado se mantiene hasta cuando se crea una nueva e inevitable inconformidad. LOS ESTADOS DE ORDEN Y DESORDEN SON INVENTADOS Esto dice Heinz von Foerster (1984) en constancia con la idea de que el cambio siempre será el resultado de una observación de alguien. Las observaciones no son absolutas sino relativas al punto de vista de un observador y afectan lo observado de modo tal que impiden toda esperanza de predicción. La incertidumbre sobre la dirección del cambio es absoluta.
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El grado de desorden o de orden observado en un sistema, depende totalmente del lenguaje que se use en las operaciones implícitas en su observación y descripción. Puesto que el lenguaje no es algo que descubramos sino que elegimos, orden y desorden son nuestras invenciones, expresadas como descripciones lingüísticas. En ese sentido, la información en un concepto relativo que adquiere significado sólo cuando se relaciona con la estructura cognitiva del observador-receptor y por lo tanto la información referente a un proceso de cambio depende de la habilidad del observador para extraer inferencias de su propia descripción. Si alguien inventa algo, es responsable de una invención y en esa medida su invención es un acto de ética. Para efectos de las explicaciones del cambio en terapia, inevitablemente el terapeuta es responsable de elegir una manera de ver el proceso que moviliza y de susténtalo y ajustarla según los efectos que aprecie, así no pueda atribuir completamente a la terapia el resultado obtenido. Por esa razón, se presenta enseguida la noción de crisis como la desencadenante del cambio y las diversas acepciones de cambio que se conjugan en las intervenciones. CAMBIO Y CRISIS E Morin (1994, pag. 175-202) recuerda que, en su origen griego, crisis significa el momento decisivo de la evolución de un proceso incierto que permite el diagnóstico. Hoy en día, crisis significa indecisión; se la concibe como un momento donde con la perturbación surgen las incertidumbres. La crisis es un momento de “verdad”, de decisión y de transformación que mueve a la acción, generando ruptura y discontinuidad. Es la desencadenante del cambio a partir de una experiencia perturbadora que puede provenir del interior o del exterior del sistema, aunque implica desorden,
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incertidumbre, bloqueo y desbloqueo de diversos mecanismos, potencialidades y realidades antes inhibidas. Esto significa que la crisis es a la vez reveladora de aquello que permanece oculto en las épocas ordinarias y efectora de procesos de transformación. Para Morin, el concepto de crisis está de hecho constituido por la constelación de nociones interrelacionadas alrededor de las ideas de perturbación y de bloqueo/desbloqueo: 1) La perturbación hace surgir la crisis. Puede haber unas perturbaciones del exterior y otras resultantes de procesos aparentemente no perturbadores. Algunas se producen por el incremento demasiado grande o rápido de un valor o de una variable con respecto a otras. El incremento cuantitativo crea un fenómeno de sobrecarga y el sistema se vuelve incapaz de resolverlo los problemas que superan ciertos umbrales. Para ello tendría que transformarse, pero en ese momento no pueden concebir ni efectuar esa transformación. Otras crisis nacen de situaciones de doble vínculo, dentro de las cuales el sistema, acorralado ente dos exigencias contrarias, se paraliza, se perturba y se desorganiza. Enfrentando a un problema que no puede resolver, el sistema vive la crisis como una ausencia de solución. La verdadera perturbación causada por la crisis aparece a nivel de sus reglas de organización, con lo cual contiene paradójicamente condiciones generativas y regeneradoras. La confusión organizacional se traduce entonces en disfunción ruptura y conflicto, donde antes había funcionalidad, continuidad y complementariedad. 2) Bloqueo / desbloqueo: el desencadenamiento de los desórdenes se asocia con la parálisis y la rigidez del sistema, contraria a su flexibilidad organizacional, sus dispositivos de respuesta, de estrategia y de regulación. Ese bloqueo de los dispositivos de la organización suscita o permite el desbloqueo de potencialidades o de realidades inhibidas, el cual se manifiesta en diversos aspectos tales como:
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· Desarrollo de retroalimentación positiva: las perturbaciones de la crisis ponen en juego fuerzas que agravan las fluctuaciones en vez de corregirlas. Esas fuerzas se manifiestan en la transformación rápida de las desviaciones en tendencias opuestas y en procesos amplificados y de propagación. · Transformación de las complementariedades en competencias y antagonismos. · Incremento de las manifestaciones de rasgos polémicos: se multiplican los conflictos no solamente a nivel de los individuos y de los grupos, sino entre los dispositivos de control/regulación y los procesos neotendenciales. · La multiplicación de dobles vínculos. · El desencadenamiento de actividades de búsqueda: entre más dura es la crisis, más suscita la búsqueda de soluciones radicales y fundamentales. Sin embargo la crisis libera al mismo tiempo fuerzas de muerte y fuerzas de regeneración. De ahí, su ambigüedad radical. · Las soluciones míticas e imaginarias: se desencadenan los procesos mágicos del mismo modo que las actividades intelectuales críticas. La dialectización de todos estos componentes: la crisis es no solamente el conjunto de todos esos componentes, sino también sus interacciones, sus combinaciones, el juego a la vez complementario, competitivo y antagonista de estos procesos y fenómenos, es decir su dialectización.
LECCION 5 Etapas del ciclo vital de las familiar Acompañando el desarrollo individual, el sistema familiar crece y se adapta a los sistemas externos, según las transiciones de una etapa a otra. Formación de la Pareja. Etapa prefilial.
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Noviazgo cortejo – galanteo – compromiso. Es el punto de partida de la formación de un sistema familiar, cuando dos personas (generalmente de diferente sexo) provenientes de núcleos familiares diferentes, establecen una relación afectiva sólida con perspectivas reales y consientes de consolidar y creer hacia el futuro. No todos los intercambios sentimentales pueden catalogarse como antesala a la conformación de nuevos sistemas familiares. Matrimonio o formación de la Pareja. Los dos sistemas individuales se unen, aportando cada uno sus experiencias y antecedentes de sus familias de origen, no importando el tipo de vínculo, ceremonia civil, religiosa, unión libre u otros ritos. Presupone el interés en constituir la familia con los parámetros universales de pareja con hijos. Es el momento donde el díada define su relación y estructura un nuevo sistema familiar, con las dificultades propias de dos personas que representan valores, normas, creencias diferentes. Está asociado, sobre todo en las primeras uniones, con los cambios naturales en la independencia del adulto joven, hacia los 20-35 años, el despegue de la familia de origen y la inserción en el mercado laboral o la definición vocacional. · Nacimiento o llegada de los hijos. Etapa filial. Cubre desde el primogénito hasta el menor, aun con las diferencias generacionales tan frecuentes en las familias simultáneas, y finaliza al ingresar éste al sistema educativo formal. La pareja o díada se convierte en tríada que, de acuerdo con las influencias culturales, puede generar interacciones particulares. Las mayores dificultades tocan con crear espacios erótico-afectivos de intimidad y desarrollo de la pareja, pero al mismo tiempo recibir al nuevo hijo, a la vez que no descuidan las otras áreas: laboral, filial, social, personal, domestica.
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Se resalta que los hijos llegan a una pareja por diversos caminos: biológicamente, adopción y procreación asistida (laboratorio, inseminación artificial), independientemente del tipo de vinculo conyugal. Destacándose además otras figuras existentes en el contexto latinoamericano, como los hijos de crianza o de leche, que responden a formas de solidaridad frecuentes todavía en el campo y barrios marginados de las grandes ciudades. Ingreso de la familia a la escuela. Coincide con todo el proceso de socialización secundaria. Implica cambios en las relaciones familiares en tanto las normas y reglas ya no provienen sólo del sistema familiar; hay que buscar una cierta autonomía en la que se equilibren las relaciones intrafamiliares con las nuevas de otros grupos de pares (vecinos, condiscípulos, deportes, recreación), aprendiendo a reconocer las diferencias con los sistemas externos. Compromete no sólo al hijo que inicia su salida parcial de la familia, sino a ésta en su totalidad, y confronta el proceso de socialización primaria llevado hasta el momento. Coincide con replanteamientos en la vida de pareja, acerca de las necesidades de compartir el tiempo que dejan libres los hijos que ya empiezan a independizarse y a redefinir los intereses recíprocos. Familia con hijos adolescentes. Intermedio de la vida marital. Período de máxima confrontación en las relaciones parento-filiales, en tanto se requiere que dejen de ser complementarias, para constituirse en simétricas, donde la autoridad paterna evite el choque generacional tan frecuente y acceda a la autonomía y naciente genitalidad del hijo adolescente. Siendo también básico el grupo de pares, sea el fraterno, el escolar o el social, al igual que para las relaciones heterosexuales. Es frecuente el replateamiento de la pareja como tal, y de cada uno de sus miembros, en la recuperación de su espacio psico-afectivo y en asumir los cambios de la edad madura.
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Este momento evolutivo es reseñado como uno de los más críticos, dados los cambios en el ejercicio de la autoridad por parte de los padres y la asunción de la autonomía en los hijos. Hay que propender a que la familia permita un desarrollo progresivo de la independencia de todos los miembros: la pareja debe propiciar un reencuentro como tal, libre de las funciones de crianza y atención permanente y directa a los niños; fomentando el compañerismo y revitalizando la relación. El subsistema fraterno está en la capacidad de asumir funciones y responsabilidades
específicas,
a
través
del
proceso
de
separación
–
individualización, negociándose las diferencias en el subsistema parental, pues ya los progenitores empiezan a perder su investidura paterna y son confrontados como adultos. Familia plataforma de lanzamiento. Egreso de los hijos. Señalada como la etapa donde se presentan más rupturas conyugales, en razón de que la pareja que todavía subsiste, tiene a descuidar sus funciones maritales
para
atender
los
compromisos
parento-filiales
de
las
etapas
precedentes; coincidiendo también con una confrontación en lo laboral, lo individual, lo ocupacional. Las relaciones deben convertirse en adulto-adulto, renegociando las funciones de cada subsistema. Los
hijos
abandonan
el
hogar,
se
independizan
afectiva
y/o
económicamente y propugnan por la creación de nuevos sistemas familiares. Dichas partidas debe ser facilitadas por los padres, redefiniendo sus funciones; así hay una relación solida entre ellos, la crisis normal se supera: si no, aparece la separación o divorcio, como lo mas frecuente. Familia que envejece o en edad madia. Nido vacio. Retiro. El sistema se abre a otros miembros, nueras, yernos, nietos, sobrinos, cuñados, lo que amplia la red relacional, pero al tiempo conlleva dificultades que pueden obstaculizar el desarrollo natural de todos los subsistemas. Se destaca
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como lo frecuente la interferencia en la nueva familia del hijo(a) y la no asunción de los cambios propios de la jubilación o retiro laboral. La pareja busca alternativas de convivencia, donde existan otras ocupaciones extrafamiliares e intereses para compartir en el uso del tiempo libre. Aunque todavía algunos hijos vivan con uno o ambos padres, en caso de muerte o rompimiento, manejan una relativa autonomía y se proyectan fundamentalmente a los sistemas externos. En este sentido es una etapa postpaternal. Familia anciana. Periodo terminal de la familia. La proyección multigeneracional cumple su ciclo: los padres, creadores de la familia, se vuelve dependiente, y generalmente un miembro de la pareja ha muerto, y en este sentido, cambia la estructura familiar con dificultades para la totalidad. En las crisis de desvalimiento o incapacidad del progenitor anciano, los reajustes funcionales van desde atender las demandas físicas y emocionales, hasta los crecientes gastos. Las contradicciones y conflictos no resueltos emergen por resistencia de los hijos, nietos, yernos para asumir la dependencia paterna; asociado todo con la negación del progenitor anciano para aceptar sus renuncias vitales. En resumen, se puede plantear que el Ciclo Vital es el desarrollo de la familia de dos generaciones, padres e hijos, hacia tres o más generaciones, creando y sosteniendo los patrones circulares de funcionamiento familiar. En su devenir, la familia se entrecruza con los ciclos individuales de cada uno de sus miembros y con el ciclo de la pareja que originó el sistema. La circularidad de su dinámica asume el crecimiento individual, familiar y social. La familia no muere: se transmite y transforma multigeneracionalmente
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CAPITULO 3 Terapias Familiares
En la actualidad, las terapias de familia constituyen uno de los enfoques más empleados por muchos psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales.
No
importa si su uso se inserta en un modelo psicodinámico, sistémico, conductual, feminista o cognoscitivo, cada vez hay más interés y curiosidad en entrelazar los aportes de dichas escuelas con un tipo de intervención que trascienda la postura clásica individual. Debido a esta misma razón, los libros, artículos, seminarios e institutos orientados a la intervención familiar han adquirido más popularidad. En principio, debe quedar claro que no existe un monolito que podamos llamar “terapia de familia”.
En su lugar, nos encontramos con una diversidad
multifacético y heterogénea de terapias de familia. Cada una con sus pioneros y sus premisas particulares, las cuales, en muchas ocasiones, parecen provocar en el lector un pandemónium de variadas interpretaciones. Como un ejemplo representativo de lo anterior, podríamos mencionar el interesante estudio de Chasin, Grunebaum y Herzig (1990). En el mismo, más de una docena de terapeutas de familia, cada uno representando escuelas divergentes (psicodinámicas, sistémicas, feministas, contextuales, conductuales, entre otras), discute a cabalidad el caso de una pareja que busca ayuda para sus problemas maritales. Lo importante de este estudio consiste en demostrar que cada terapeuta interpretaba el caso de la pareja de acuerdo con su formación teórica, llegando, incluso, a recomendar y prescribir intervenciones y acciones que se contradecían con las de otros colegas. El libro de Chasin, Grunebaum y Herzig (1990) demuestra, fuera de toda duda, que el movimiento de terapias de familia es pluralista tanto en su parte teórica como en su vertiente pragmática. En este capítulo, el autor abunda en dos tendencias teóricas particulares: a) las escuelas estructurales y estratégicas sistémicas; y b) las terapias de familia conductuales-cognoscitivas. Esta selección no es arbitraria, pues se debe a que, al día de hoy, tales posturas cuentan con mayor apoyo empírico y han sido
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evaluadas de manera más crítica; asimismo, sin duda, ambas vertientes han creado un impacto considerable en el campo de las terapias de familia. ANTECEDENTES Muchos historiadores de tema ubican a los precursores de las terapias de familia en los comienzos de la organización del trabajo social. Para finales del siglo XIX, en varios países, se defendía la idea de que no era suficiente trabajar con las personas problemáticas, removidas de su contexto familiar; el énfasis se dirigía a la familia en su totalidad. Tal y como lo expresó Dubois en 1907: ”No debemos limitar nuestros esfuerzos terapéuticos al paciente solamente, sino, además, extender nuestro servicio a esas personas que viven con él también. Muchas veces, ésta es la mejor manera de lograr resultados completos y duraderos”. ( citado en Broderick y Schrader, 1991:p.4). No obstante, el movimiento de trabajo social y su interés en contextualizar las intervenciones en un nivel más macro, no tuvo mucha resonancia dentro del trabajo clínico con familias.
Ello se ha atribuido a las diversas influencias
ideológicas que predominaban a principio de siglo y a que, eventualmente, continuaron ejerciendo gran influencia durante las siguientes cinco o seis décadas. Una de las más destacadas fue la constituida por la fuerte renuencia de los psicoanalistas a trabajar con familias. Freud se mantuvo aferrado a la idea de que resultaba contraproducente trabajar clínicamente con los familiares de los pacientes (Freud, 1912,1915); por tal motivo, nunca efectuó trabajo clínico de familia y evitaba involucrarse en terapia de parejas. Tal y como ha sucedido con muchas otras posturas freudianas, las preferencias de Freud se convirtieron con rapidez en cánones inflexibles, lo que trajo como consecuencia que el trabajo clínico con familias se comenzara a ver, en el mejor de los casos, como poco eficaz y como peligroso en el peor de ellos. Por ejemplo, Glover (1955) realizó una encuesta en 1938 entre psicoanalistas británicos sobre el uso de analizar miembros de la familia del paciente. Los resultados indicaron
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que, casi sin excepción, los psicoanalistas veían como muy inadecuada la intervención de la familia. Para la década de 1940, algunos psicoanalistas comenzaron a considerar con seriedad la idea de incluir en el tratamiento al esposo (o esposa) del paciente, pero de manera separada. Aunque esto era un avance, el mismo sólo era un paso tímido en contra de toda una tradición dogmática que aseguraba de antemano lo “peligroso” de dicho procedimiento. Es en la década de 1950 cuando empieza a adquirir forma un movimiento organizado que ya tenía como agenda prioritaria un enfoque de familia. Entre los pioneros cabe mencionar a Bell (1967), Ackerman (1950), Midelfort (1957), Bowen (1976), Wynne (1961) y Whitaker (1958). Debe hacerse un reconocimiento muy especial a lo que llegó a conocerse cono el Grupo de Palo Alto (California) en donde tuvieron la oportunidad de reunirse varias de las personalidades más reconocidas del campo, como Gregory Bateson, Jay Haley, John Weakland, Don D. Jackson y Virginia Satir. Producto de este grupo, se llegaron a entretejer varias posturas y acercamientos de vanguardia, como la teoría de Bateson del “doble nudo” (double-bind). Tal teoría proponía que el origen y mantenimiento de la esquizofrenia se debía a que los encargados del paciente esquizofrénico se comunicaban con él/ella de modos contradictorios, ofreciendo casi en forma simultánea mensajes verbales que cancelaban el anterior y que generaban patrones confusos de comunicación en dichas familias (Bateson, Jackson, Haley y Weakland, 1956). Factores como los señalados dieron margen para que en la década de 1960 se creara la primera revista de terapia de familia titulada Family Process y varios libros de texto que llevaban un mensaje claro y contundente: la familia es importante y vital en el entendimiento y manejo de situaciones clínicas.
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LECCION 1 Desarrollo Tal y como lo indicamos al comienzo, nuestro énfasis se dirige a cubrir dos enfoques de familia en particular. En esta sección expondremos su desarrollo y tesis medulares.
Iniciaremos con las terapias de familia sistémicas de tipo
estructural y estratégico. TERAPIAS DE FAMILIA ESTRUCTURAL Y ESTRATÉGICA Aunque estas dos vertientes no son idénticas, sí guardan estrechas similitudes entre sí para que puedan ser consideradas como modalidades de tipo sistémico. La similitud esencial es que ambas parten de un paradigma sistémico. Un sistema es una serie de unidades, organizadas e interdependientes. Que se relacionan unas con otras. Todo sistema se compone de subunidades o subsistemas, los cuales en su conjunto le dan configuración a la totalidad del sistema.
Tales
subunidades suelen estar en relaciones continuas unas con otras y se organizan alrededor de funciones esenciales que harán que el sistema en su totalidad continúe. En terapia de familia sistémica se propone que la familia es un sistema y que éste, a su vez, se integra por diversos subsistemas (parental, de hijos, de hermanos, de esposos). Terapia de familia estructural El exponente principal de la corriente estructural es Minuchin (1974, 1993), aunque también cabe mencionar a Aponte (1974) y a Montalvo (1973). Dentro de esta orientación, uno de los presupuestos básicos es que un sinnúmero de psicopatologías y problemas familiares de deben a la manifestación disfuncional y desadaptativa del sistema familiar. En lugar de centrar el problema de un niño en un nivel individual y con énfasis en los procesos internos del mismo, el clínico sistémico parte de la premisa de que el problema de ese niño, no es otra cosa, sino la manifestación de un sistema familiar desadaptado. ¿Y qué es un sistema familiar disfuncional? Básicamente uno que se caracteriza por su inhabilidad de
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poder negociar los cambios de ciclo de vida familiar y otros estresares internos. Por ello, se alude a los cambios que son necesarios; por ejemplo, cuando un niño entra a la adolescencia, o cuando una esposa tiene su primer bebé. Por lo tanto, si un niño presenta una conducta problemática, la intervención del terapeuta sistémico no debe dirigirse a él, sino a todo el sistema familiar. En este caso, el niño es visto como el portavoz o el “chivo expiatorio” de la crisis de su hogar. Para que quede más claro, en el ejemplo de una adolescente de 14 años que comienza a evidenciar convulsiones psicogénicas.
Dentro del paradigma
sistémico, estas tienen la función de mantener a esa familia unida, ya que sin ellas habría una crisis familiar. En este caso, se supe que los padres de la joven han empezado a manifestar intenciones de renegociar su matrimonio o, incluso, de separarse. Las convulsiones no tienen otra finalidad que restablecer que la madre y el padre se unan en una causa común (su hija) y que posterguen de manera indefinida los planes de separación. Así, la comunicación y acciones de dicha familia comenzarán a girar alrededor de la “enfermedad” de la hija desligándose de la crisis marital. Los clínicos sistémicos emplean el término de homeostasis para significar que toda la familia debe lograr un balance de funcionamiento. En el caso hipotético de esta joven, los ataques y convulsiones logran restablecer una homeostasis en su familia. Claro está, el costo es muy alto, ya que la homeostasis se consigue a través de un miembro de la familia que comienza a enfermarse. Minuchin (1974) afirma que, por lo común, niños y jóvenes con trastornos conductuales y psicosomáticos toman el papel de “chivo expiatorio”, cuando en realidad lo que sucede es que las familias de éstos son muy disfuncionales en términos de renegociar diversos cambios en el ciclo de vida familiar.
Así lo
plantean Minuchin, Rosean y Baker (1978) en el trastorno de anorexia nerviosa y Minuchin, Bake, Rosean, Liebman, Milman y Todd (1975) en jóvenes con ataques de asma.
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Para el clínico familiar estructural, es vital entender cuatro categorías de funcionamiento familiar, ya que las mismas brindan la clave para conceptualizar el inicio de una disfunción familiar. El primero de ellos es conocido como problemas de estructura jerárquica. Por jerarquías de poder se refiere a como se negocian las decisiones dentro de una familia y quién o quiénes tienen poder de decisión sobre las mismas. En las familias saludables, el poder jerárquico es representado por el subsistema de los padres quienes son los encargados de velar por sus hijos. En una familia disfuncional, es posible que una hija adolescente tome las decisiones principales en su hogar junto con su madre, dejando desligado al padre. Dentro del paradigma estructural, esta distribución de poder no es correcta y traerá repercusiones sistémicas desfavorables.
De acuerdo con los clínicos
sistémicos, estos desbalances de poder son muy comunes en familias en donde existe un niño o adolescente con alguna dificultad física o mental, ya que, en muchas ocasiones, los padres le han permitido un margen de poder decisional y de otra índole. La segunda causa común de disfunción se debe a peculiaridades en las fronteras entre los subsistemas. Por fronteras entendemos que la familia es vista como una micro unidad social. Las divisiones o fronteras entre los individuos que componen tal unidad social son importantes en el funcionamiento de la familia. Las fronteras son las que imponen las reglas tácitas del grado de permeabilidad entre los diferentes subsistemas que componen una familia.
Según Minuchin y
colaboradores, el subsistema de los padres y el de los hijos debe quedar nítidamente delimitado. Estas fronteras entre los subsistemas son las que, a fin de cuentas, definen quiénes participan del poder jerárquico y de qué manera. La función de la frontera es asegurar la diferenciación y el buen funcionamiento familiar. Cuando existen fronteras claras y bien definidas, se propone que el funcionamiento familiar propiciará una autonomía saludable entre sus miembros y el propio crecimiento del sistema. Cuando las fronteras son muy difusas, poco claras y muy permeables, suele ocurrir que padres e hijos transgreden los
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respectivos subsistemas y que se propicie un ambiente de sobreprotección y de falta de separación psicológica y emocional entre sus miembros. Por otro lado, cuando las fronteras se mantienen muy rígidas y cerradas, la familia a manudo padece de dejadez y de poca comunicación entre sus propios miembros. Como bien lo comenta Umbarger (1983): “Mientras que en una familia con fronteras difusas un evento simple, como lo sería el estornudo de un niño, es suficiente para producir una movilización inmediata de parte de los padres para buscar ayuda médica, en la familia con fronteras rígidas se pueden tolerar cantidades marcadas de patología en algunos de sus miembros sin que los padres se preocupen por ello”. En la figura 1 se puede apreciar de forma gráfica diversos tipos de fronteras.
M
H
P
H
H
Tipo de frontera clara entre padres e hijos
M
P
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H
H
H
Tipo de frontera difusa entre padres e hijos
M
H
P
H
H
Tipo de frontera rígida entre padres e hijos Figura 1. Tres tipos de fronteras entre padres e hijos.
Un tercer factor fundamental en el entendimiento sistémico de familias es lo que se conoce como las alianzas o coaliciones. Sobresalen dos tipos de alianzas disfuncionales: a) la de desvío del conflicto a través de un “chivo expiatorio” y b) las coaliciones transgeneracionales. En la primera, se observa a la madre y al padre uniéndose en común contra alguno de sus hijos. Esta estrategia suele desviar el conflicto de la pareja, pero genera mucho estrés en los hijos. En la segunda, por lo general, se crea una coalición entre uno de los padres y un hijo, formando un frente antagónico contra el otro padre. Esto trae como consecuencia
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el alejamiento del padre y la unión transgeneracional de uno de los padres con uno de los hijos. Desde el punto de vista sistémico, este tipo de acomodo suele ser patológico. El cuarto factor en la identificación de un sistema familiar, por lo regular, dos miembros de la familia se unen contra un tercero. Minuchin (1974) y Umbarger (1983) han identificado varios tipos de triangulaciones. Las más comunes son: a) la de una madre que crea una alianza o coalición con su hija, aislando al padre del sistema; b) la de un padre y madre que para evitar enfrentarse a sus conflictos enajenan a uno de sus hijos y lo convierten en “chivo expiatorio” o el “enfermo” de la familia (para observar varios tipos de triangulaciones, véase figura 2). Una de las triangulaciones más comunes es la de un padre y una madre que, para evitar enfrentarse a sus conflictos, enajenan a uno de sus hijos y lo convierten en el “enfermo” de la familia. Como el lector habrá notado, estas cuatro categorías mayores de patología familiar tienden a traslaparse entre sí, pero suelen ser útiles al momento de realizar una formulación sistémica de una familia. Otro constructo esencial en las terapias sistémicas es el de causalidad recíproca. En este caso, los problemas de los miembros de la familia no se interpretan en términos
de
causalidad
lineal
o
intrapsíquica,
sino
como
procesos
interdependientes que logran el balance homeostático que explicamos con anterioridad. Asimismo, en las terapias sistémicas se utiliza el término resistencia para connotar una tesis medular:
toda familia se resistirá al cambio de las estructuras o
procesos sistémicos. Se entiende que esto es así ya que dichas familias se han mantenido funcionando a través de una homeostasis particular y cualquier desbalance en las mismas crearía una crisis sistémica. Por tal razón, el terapeuta sistémico, de antemano, previene resistencias a realinear los subsistemas o a cualquier tipo de intervención que socave el funcionamiento desadaptativo
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anterior. En la sección de técnicas expondremos cómo se las ingenia el terapeuta para conseguir vencerlas.
M
P
H
Triangulación en donde unos padres en conflicto le piden una alianza a su hijo.
Un triángulo donde existe
M
P
M
P
una coalición de la madre e hijo, en contra del padre.
H
H
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Madre y padre crean una alianza que usan contra un hijo “enfermo” (chivo expiatorio) de la familia.
Terapia de familia estratégica Esta modalidad se identifica sobre todo con autores como Jay Haley (1976) y Cloe Madanes (1981). La premisa básica en la cual se engrana esta terapia familiar de corte sistémico consiste en conceptualizar un síntoma como un acto de comunicación familiar o como una consecuencia de conducta que implican mantener la homeostasis del sistema. Lo que todo terapeuta estratégico desea hacer es interrumpir y desbalancear la homeostasis patológica anterior, lo que le permitiría a la familia desarrollar y practicar nuevos estilos de comunicación. En esta modalidad sistémica, no se intenta que los miembros desarrollen intromisión de los patrones desadaptativos anteriores; lo que se pretende es usar el síntoma del paciente para generar un nuevo sistema o una nueva estructura. Sin embargo, y contrario a la escuela estructuralista, no se le da preeminencia ni estudio a la estructura familiar; las familias son libres de reorganizarse como lo prefieran.
Asimismo, el terapeuta asume un papel muy activo, iniciando o
dirigiendo intervenciones estratégicas para cada problema o síntoma actual. Por lo tanto, este es altamente pragmático y concede mayor importancia a los detalles de los síntomas que al crecimiento o reestructuración sistemática de la familia. Una de las características de los clínicos estratégicos es el énfasis en combatir la resistencia proveniente de la homeostasis familiar patológica. Para contrarrestar la resistencia, el terapeuta prescribirá síntomas o manejará técnicas paradójicas, en donde se colocará en la posición de no perder no importa lo que suceda. Abundaremos sobre esto en la sección de técnicas. Al igual que otras escuelas sistémicas, los terapeutas de familia estratégicos ven la familia como un sistema interpersonal análogo a otros sistemas cibernéticos. La familia funcionaría mediante procesos circulares, en donde entrarían en función
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mecanismos complejos que, por su propia naturaleza, se influyen de manera interdependiente, los cuales se repiten en secuencias regulares entre tres o más personas.
Por ejemplo, en uno de sus libros, Haley expone la siguiente
interacción circular: a) el padre se torna triste y se retira, b)
el niño se comporta
mal, c) la madre no puede manejar al niño, d) el padre interviene con el niño y la madre, e) esto ocasiona que el niño se comporte bien, f) la madre se torna más efectiva, espera más del padre, g) el padre se torna triste y se retira. Al igual que otras escuelas sistémicas, los terapeutas de familia estratégicos ven la familia como un sistema interpersonal análogo a otros sistemas cibernéticos. Como el lector habrá notado, este ciclo se repite de modo continuo entre tres o más personas. Para Haley, el terapeuta estratégico no descubre “causas” lineales que expliquen los síntomas que una familia trae al consultorio. En lugar de ello, se aboca a percibir a las familias como implicadas en un juego, el cual tiene la función de conservar la homeostasis del sistema. VERTIENTE CONDUCTUAL-COGNOSCITIVA Contrario a muchos movimientos y escuelas de familia, este modelo no ha tenido líderes carismáticos.
En vez de ello, el terapeuta de familia conductual-
cognoscitivo se ha nutrido, más que nada, de varias teorías de aprendizaje y del estudio minucioso y sistemático de las interacciones y transacciones familiares, tanto de familias “normales” como de disfuncionales. Gerald Patterson y sus innumerables colegas (Patterson, 1974;
Patterson y
Brodsky, 1966) durante las décadas de 1960 y 1970 iniciaron toda una revolución de estudios empíricos y de conceptualización teórica, los cuales dieron paso al estudio de los procesos familiares. Dentro de esta vertiente, se trabaja con la premisa de que las conductas disfuncionales son, en gran parte, aprendidas y otra porción de ellas se adjudican a disfunciones de corte biológico. Un ejemplo de estas últimas sería la conducta antisocial de un adolescente la cual podría explicarse por un sistema nervioso central hipo activo (Parker, 1993).
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Durante las décadas de 1960 y 1970 el centro se dirigió a la búsqueda de explicaciones de corte operante o respondiente (Patterson, 1974; Liberman, 1970; Stuart, 1969). La tesis consistía en postular que las transacciones de los diversos miembros de la familia se regían por contingencias de refuerzos y castigos, modelaje, condicionamiento clásico, entre otros.
Se desprende que, en una
familia desadaptativa, las transacciones entre sus miembros se enmarcan dentro de patrones interactivos en donde se refuerza la conducta desadaptativa, se castiga o se extingue la conducta pro social, hay un extenso modelaje de conductas inadecuadas, etc.
De hecho, los estudios empíricos de distintos
investigadores que se ubican dentro del paradigma del aprendizaje social, comenzaron a encontrar que ése era el caso en familias desadaptativas (Patterson, 1982). En particular, el terreno de la investigación era muy fértil en lo que se refiere al estudio y modificación de niños que son llevados a la clínica por conductas inadecuadas.
A mediados de la década de 1960 Wahler, Winkel, Peterson y
Morrison (1965) presagiaban correctamente lo que se convertiría en un enfoque muy productivo. Citamos: La mayoría de los psicoterapeutas asumen que los padres componen la influencia principal dentro del medio ambiente natural del niño. Desde el punto de vista del aprendizaje social, es probable que la conducta de los primeros sirva la función de ofrecer una variedad de estímulos, los cuales controlan las conductas respondientes y operantes de sus hijos. Por lo tanto, si alguna de las conductas de ese niño son desviadas desde una edad temprana, sus padres probablemente son la fuente de los estímulos y reforzadores que han producido y mantenido dichas conductas. Un procedimiento lógico para lograr la modificación de la conducta desviada de ese niño, implicaría cambiar la conducta de sus padres. Dichos cambios deberían ser dirigidos a entrenarlos para que eliminen las contingencias que actualmente apoyan la conducta desviada del niño y proveerle a éste nuevas contingencias con el propósito de
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producir y mantener unas conductas más normales las cuales ahora competirían con la conducta desviada (p.114). Precisamente, a este enfoque se le conoce hoy día como “entrenamiento a padres” (parent training), el cual ha sido estudiado y aplicado de manera extensa y con un éxito resonante (Dangel y Polster, 1984). En el mismo, se les enseña a los padres una variedad de técnicas e intervenciones conductuales y se les ofrecen módulos psicoeducativos para que logren entender, de acuerdo con los modelos de aprendizaje social, sus errores en la crianza anterior de su niño. Al principio, estos modelos se presentaron en forma algo lineal y simplista, pero, con el pasar del tiempo, y a tono con la complejidad de las interacciones de las familias desadaptadas, los mismos tomaron un giro más circular, recíproco e interdependiente.
Por ejemplo, en los nuevos modelos de Patterson (1982;
Patterson, Reid y Dishion, 1992), a los cuales él ha denominado procesos familiares coercitivos, se postula que gran parte de las dificultades entre hijos y padres se deben a un ciclo repetitivo de interacciones coercitivas y de conductas negativas que se retroalimentan entre ambos. Así, si la niña desea salir con sus amigas tarde en la noche y su madre le contesta en la negativa, la niña comenzará a protestar y a escalar una serie de conductas aversivas para la madre (gritar, empujar muebles), las cuales concluyen cuando la madre no resiste más y le indica a ésta que salga y se vaya con sus amigas. De esta forma, hubo un refuerzo positivo para la conducta coercitiva de la niña y uno negativo para la conducta permisiva de la madre, quien así terminó los gritos aversivos de su hija. Por lo tanto, ambas empiezan a jugar papeles importantes en mantener este ciclo negativo de transacciones interpersonales. Por otro lado, durante la década de 1970 surge una literatura muy abundante sobre terapia conductual de parejas (Jacobson, 1977; 1979).
Jacobson y Margolin,
Esta literatura ha seguido creciendo y ahora también abarca los procesos
cognoscitivos (Dattilio y Padesky, 1990). Aquí se parte de la premisa de que las transacciones maritales o de pareja no están funcionando a cabalidad debido a que los miembros de la pareja poseen deficiencias en habilidades de
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comunicación de sentimientos, presentan dificultades en destrezas de solución efectiva de problemas, tienden a darle importancia y atención a las conductas indeseables del otro y, de modo concomitante, extinguen o no refuerzan las conductas deseables del otro. Paralelo a esto, emerge todo un movimiento dentro de los enfoques conductualescognoscitivos relacionados con las dificultades sexuales de la pareja conocido como terapia sexual. En la misma, el interés se encamina a enseñarles a los miembros de la pareja como comunicar gustos, intereses y sentimientos; como emplear técnicas específicas que propicien una ejecución sexual más placentera y de qué forma modificar cogniciones desadaptativas e irracionales que cohíban a uno o a ambos miembros de la pareja (Heiman, LoPiccolo y LoPiccolo, 1981). Entrada la década de 1990 las terapias de familia conductuales-cognoscitivas se han alejado de modo considerable de los modelos de condicionamiento puro y se han acercado a enfoques más circulares, sistémicos y de interacción recíproca. Asimismo, las áreas de las cogniciones y del afecto están siendo integradas paulatinamente (Epstein, Schlesinger y Dryden, 1988).
LECCION 2 Técnicas TERAPIAS DE FAMILIA SISTEMICAS A causa de las similitudes entre los enfoques estructurales y los estratégicos, hemos decidido entrelazar las técnicas de ambas. Tal y como se explico, dentro de las terapias sistémicas de familia se hace hincapié en obtener cambios en la homeostasis familiar patológica. En el modelo estructural se desea lograr cambios sustantivos en una estructura jerárquica en donde existen triangulaciones o coaliciones entre hijos y padres que no son apropiadas. Para alcanzar esto, es indispensable que el terapeuta lleve a cabo de manera exitosa las siguientes tres acciones:
a) se una a la familia en una
posición de liderazgo; b) realice un mapa de la estructura subyacente de dicha
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familia (coaliciones, triangulaciones, distanciamientos, enredos, fronteras), y c) intervenga en forma activa para transformar tal estructura. Esta tarea es viable si se emplean técnicas como las siguientes: Acomodo y unión Debido a que cada familia llega al consultorio con patrones rígidos y una homeostasis inflexible, el terapeuta debe acomodarse como un experto empático entre los demás miembros de la familia. Una vez que éste acomodo se efectúa, es fundamental confrontar y retar los estilos y hábitos anquisolados de la familia. Esta labor es posible sólo si el terapeuta le demuestra a la familia que él puede desarmar sus defensas, pero de manera que no se sientan amenazados y cada miembro sienta que el terapeuta lo acepta y lo entiende. Por lo tanto, éste no debe aliarse de modo permanente con un solo miembro o con un solo subsistema, sino que sus confrontaciones o alianzas temporales deben estar condicionadas de manera estratégica para ir debilitando coaliciones disfuncionales y fortalecer subsistemas deteriorados. Realineamiento de fronteras Por lo común, las familias disfuncionales presentan dinámicas en donde sus fronteras son muy flexibles (o cerradas). Entonces, el terapeuta debe intentar realinearlas incrementando la proximidad o la distancia entre los subsistemas familiares. Si la familia está muy enredada, el terapeuta usará intervenciones que irán creando fronteras donde no las había para ir generando la independencia de sus miembros. Por ejemplo, en una familia con una joven de 25 años en donde sus padres no le han permitido una vida de mujer adulta, el terapeuta fomentará activamente el que ella vaya tomando sus decisiones sin consultar continuamente sus acciones y tratará de unir más a su padre y a su madre, para que, de esta forma, el subsistema marital se fortalezca, teniendo como resultado la constitución de un subsistema de hijos con una frontera adecuada con sus padres. Reinterpretar el síntoma
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Aquí, el terapeuta redefine el síntoma del paciente identificado (el “chivo expiatorio”) otorgándole, al mismo tiempo, un nuevo significado, el cual el terapeuta empleará para lidiar con algún problema estructural. Por ejemplo, si un paciente de 30 años viene a terapia con sus padres quejándose de modo continuo de depresión y de que no puede manejar su vida, se podría reinterpretar en síntoma como que él, en realidad, no está deprimido. Se le explicaría a su familia que lo que sucede es que la queja de la depresión le permite quedarse en la casa de sus padres y así velar para que éstos no discutan o peleen. El propósito de esta técnica no es sólo remover o desenfocar el síntoma de la depresión, sino, mas trascendente aún, abrir nuevos canales que permitirán una nueva estructura de subsistema en la familia. En el caso del joven deprimido, a éste se le libera de vigilar que sus padres no peleen, tarea que, como es obvio, no le corresponde, y rehacer su vida más independiente.
Al quitarle todo ese peso de encima, la
depresión, probablemente, desaparecerá. La reinterpretación del síntoma ayuda a eliminar problemas de depresión en los hijos de matrimonios disfuncionales. Crear desbalances Para lograr una modificación en la jerarquía imperante de relaciones familiares, el terapeuta, sistemáticamente, se afilia, en ciertos momentos, con algunos miembros, puede que ignore a otros o, incluso, entre una coalición de unos miembros contra otros.
Dichas estrategias tienen el propósito central de
desbalancear y deshacer una estructura familiar sintomática e ir fomentando nuevas relaciones de poder entre sus miembros. Debido al espacio reducido con que contamos, no nos es posible detallar todas las técnicas que el terapeuta de familia estructural emplea. En la tabla 1 se presenta un bosquejo de algunas de las más importantes a la luz de los cambios sistémicos y estructurales deseados.
El lector interesado debe consultar las siguientes
referencias para más detalles:
Aponte y VanDeusen, 1981; Colapinto, 1991;
Minuchin y Fishman, 1981; Nichols, 1984.
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TABLA 1. Técnicas importantes en terapia de familia estructural
CREACION DE
UNIRSE CON LA
REESTRUCTURANDO
TRANSACCIONES
TRANSACCION
LA TRANSACCION
Estructuralización
Rastreo
Añadir un nuevo sistema
Inducir transacciones
Acomodación
Sustraer sistemas
Problemáticas Imponer tareas dentro
Exagerar el síntoma
de la familia. Minimizar el síntoma
Moviéndose a un nuevo síntoma Reenmarcar el síntoma
Reorganizar el sistema
En cuanto a las terapias de familia estratégicas, ya habíamos mencionado que las mismas no tienen como meta preeminente realinear de un modo tan sistemático las estructuras de la familia.
Sí se desea desbalancear la homeostasis
prevaleciente y establecer nuevos patrones de relación, pero se utiliza para ello el propio síntoma que se trae a la sesión. Al igual que otras terapias sistémicas, aquí
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se da por supuesto que los cambios importantes en los síntomas individuales del paciente sólo ocurrirán cuando se consigan cambios sistémicos familiares. Para ello, el terapeuta adquiere un papel muy activo, estableciendo directrices y asignaciones constantes a la familia.
Dichas directrices tienen el propósito
cardinal de cambiar las formas en que la gente se relaciona con otros y con el terapeuta. Las directrices pueden ser de tipo conductual o paradójicas; pueden ser proporcionadas a un solo individuo o a toda la familia a la vez. Asimismo, el terapeuta es el responsable de planificar estrategias efectivas que resolverán el problema o síntoma. La meta es mayormente pragmática. Entre las técnicas usadas se hallan las siguientes:
Intervenciones paradójicas A causa de que los clínicos estratégicos parten de la premisa, para ellos inequívoca, de que todo cambio a la homeostasis implicará resistencia de parte del sistema familiar, éstos se han ingeniado diversas estrategias para vencerla. Una técnica muy empleada por los especialistas es la de intervenciones paradójicas.
Estas pueden ser definidas como la prescripción de tareas a la
familia que aparentan contradecir las metas de terapia.
Ejemplos serían:
a)
decirle al paciente identificado que exagere o que esté más pendiente de sus síntomas;
b)
indicarle a la familia que no pueden o no deben cambiar;
c)
prescribirle al paciente y a la familia la propia conducta o síntoma que se quiere evitar. La explicación detrás de las paradojas es la creencia de que la familia resistirá los intentos del terapeuta al cambio.
Al resistirlos, harán lo contrario de lo
recomendado, creándose, de este modo, la modificación que se desea.
Por
ejemplo, si el terapeuta prescribe que al paciente continúe con su síntoma, éste y su familia tratarán de sabotear el intento de ayuda del terapeuta. Pero este acto de sabotaje no trae otra cosa que la mejoría o la pérdida del síntoma. Reenmarcamiento (reframing)
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Esta técnica se aplica muy en especial para darle una connotación ingenua o inocua a una conducta de algún miembro de la familia que, hasta ese entonces, era vista como malévola. Por ejemplo, , si la esposa casi no es comunicativa y se encierra en sí misma cuando su esposo le increpa algo, el terapeuta puede reenmarcar la conducta de ella en términos positivos, tal como que ella ha hecho esto porque ama mucho a su marido y no ha querido herirlo. Al redirigir sus energías al cambio y menos a la crítica mutua, las familias pueden concentrarse mejor en lograr una homeostasis más funcional. Técnicas conductuales Tanto los clínicos estructurales como los especialistas utilizan libremente una amplia diversidad de técnicas conductuales. Por ejemplo, en su estudio, Minuchin, Rosean y Baker (1978) emplearon técnicas de condicionamiento operante con casi todas sus pacientes anoréxicas. Su uso es, más bien, para redirigir los esfuerzos de la familia y para aminorar síntomas.
Los clínicos sistémicos no
estarían de acuerdo con la postura de que tales técnicas son suficientes para un cambio duradero. homeostasis.
Estas son un medio para obtener una modificación de la
El lector interesado en profundizar sobre técnicas estratégicas
puede consultar las obras de Haley (1976) y de Madanes (1981). TECNICAS CONDUCTUALES-COGNOSCITIVAS Dentro de la vertiente conductual-cognoscitiva se pueden hallar docenas de técnicas diferentes, por lo que aquí sólo bosquejaremos a grandes rasgos algunas de las principales, en especial las que se aplican en un nivel de intervención familiar. Psicoeducativa No importa si es en el tratamiento de la esquizofrenia, en trastornos de niños o en trastornos de ansiedad, en este modelo se pretende garantizar que los miembros de la familia o la pareja tengan un entendimiento claro de los principios del aprendizaje social y de la condición de paciente.
Estos módulos pueden incluir
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tópicos
generales
tales
como
teorías
de
condicionamiento,
cognición,
características del desarrollo humano, manejo del estrés, hasta temas más específicos del trastorno del paciente, como autismo infantil, hiperactividad, esquizofrenia, entre otros. El propósito principal es que la familia despeje mitos o malos entendidos acerca de la condición del paciente y que obtenga un bagaje racional de las técnicas que se usarán. Estrategias de condicionamiento operante Estas se usan sobre todo en el manejo de niños y adolescentes. Por ejemplo, en casos de niños con trastornos de conducta se recomiendan técnicas como el aislamiento (time out) y la economía de fichas (token economy). En el primero, los padres le enviarán sólo dos avisos al niño para que emita o deje de emitir una conducta dada (por ejemplo, pelear con el hermano menor). Si al cabo de los dos avisos el niño no responde, uno de los padres lo colocará muy sutilmente en una silla, aislado de juguetes y otros entretenimientos, durante un lapso que varía de 5 a 10 minutos. En el caso de la economía de fichas, se utiliza un cartelón en donde se apuntan seis conductas que los padres desean que el niño mejore. Diariamente, las mismas van a ser monitoreadas con mucho cuidado. Al final del día, los padres se reúnen con el niño y le entregan fichas de colores que equivalen a diferentes puntos.
Con estos puntos, el niño crea un menú de actividades
placenteras (comer mantecado, correr bicicleta, ir al teatro….) y canjeará los puntos por las mismas.
Para un listado de otras técnicas basadas en
condicionamiento operante, véase a Browning y Stover (1971). Contrato conductual Una variación del condicionamiento operante consiste en realizar un contrato familiar (o marital) escrito en donde cada una de las partes se comprometa a eliminar ciertas conductas indeseadas y a aumentar las deseadas. El propósito de estos contratos es reemplazar los patrones hostiles y coercitivos anteriores por conductas de cooperación y de satisfacción mutua.
Estas técnicas suelen
aplicarse más en adolescentes y entre adultos con dificultades interpersonales. El
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lector interesado en la implementación de diversos tipos de contratos, puede consultar a O’Leary y Turkewitz (1978). Entrenamiento en comunicación Diversas investigaciones han revelado el lamentable hecho de que en las familias disfuncionales predomina un ambiente en donde lo que tiende a comunicarse y expresarse son los afectos negativos. En éstas, en pocas ocasiones se conversa o se ponderan manifestaciones como el compartir sentimientos positivos o comunicar los aspectos positivos de cada miembro. En este tipo de modalidad, el terapeuta trae a la sesión un asunto controversial en la familia y monitorea la manera en que ésta discute, maneja y resuelve el mismo.
Muchas veces se
utiliza una cámara de video para que posteriormente los miembros de la familia se observen en ciclos coercitivos. El terapeuta debe promover poco a poco otras prácticas de comunicación, partiendo de la premisa de que la familia no ha desarrollado la habilidad de negociar y solucionar conflictos en una forma adecuada.
El terapeuta ofrece entrenamiento, retroalimentación y refuerzo
positivo a los nuevos estilos de comunicación,
Para que tales destrezas se
generalicen al medio familiar, se han elaborado manuales escritos que se usan en la casa, se efectúan sesiones en el hogar y se establecen tareas extraclínicas. Entrenamiento en solución de problemas No sólo los estilos de comunicación pueden ser deficientes en familias que buscan ayuda, sino que también su modo de solucionar un conflicto. Para resolver o modificar estos estilos anquilosados, el terapeuta expone a la familia a situaciones problemáticas y les va enseñando y moldeando cómo manejar técnicas basadas en solución de conflictos. El modelo de D’Zurrilla (1986) es muy popular ya que es sistemático y estructurado. Aquí, se toma un problema sin resolver y se aplica al sistema de D’Zurrilla que consiste en los siguientes pasos:
a)
tormenta de ideas;
b)
eliminar las alternativas o ideas ridículas o improbables; c) evaluar las ventajas y desventajas de las alternativas o ideas que hayan quedado; d)
identificar la
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alternativa con más ventajas a favor; e) exponer un plan sistemático para que dicha idea se implemente de inmediato; y f) un periodo de seguimiento para estudiar si la misma es viable y exitosa. Utilización de técnicas cognoscitivas Terapeutas conductuales de familia y de pareja (Baucom y Epstein, 1989; Bedrosian y Bozicas, 1994;
Dattilio y Padesky, 1990;
Weiss, 1984) han
comenzado a incorporar estrategias provenientes de las terapias cognoscitivas ya que han identificado que parte de los conflictos de pareja o familiares se deben a que sus miembros muestran una marcada proclividad para interpretar diferentes acontecimientos cotidianos como amenazantes o conflictivos, cuando en realidad no lo son. Tales interpretaciones irracionales culminan en discusiones dañinas e innecesarias. Para profundizar acerca de esta faceta se ha recomendado el uso de la terapia cognoscitiva de Beck (1976), en donde se identifican los pensamientos automáticos disfuncionales y las atribuciones gratuitas que mediatizan las crisis familiares. Por ejemplo, puede ser que una joven esposa presente un cuadro de inseguridad y de celos injustificados con la figura de su esposo, lo que, a su vez, ha provocado malestar en éste. Si se utiliza terapia cognoscitiva, el terapeuta identificaría los pensamientos automáticos que llevan a la esposa a pensar que su esposo no la quiere. Asimismo tratará de detectar qué tipo de errores atribucionales comete ésta. Una vez que se tenga un cuadro o mapa más claro de su procesamiento de información, el terapeuta ayudará a la paciente a que rete, cuestione y se enfrente a sus miedos e inseguridades. En todo este proceso, se incorporará la figura del esposo para que éste sea un agente de cambio en su esposa.
LECCION 3 Evolución de la Psicoterapia Breve La psicoterapia breve sistémica tiene su origen hacia 1950, época en que la posguerra abría un campo de estudio a modelos de acción rápida y eficaz en el
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tratamiento de urgencia en situaciones traumáticas así como de diferentes problemas psicológicos que habían quedado como secuela. Aunado a ello, existía un clima de inconformidad entre psiquiatras y otros investigadores de la “salud mental”, con relación a la formación tradicional psicoanalítica que recibían y que desde una postura crítica constituía una limitante en el proceso de cambio y solución de los problemas actuales de la persona. Tal desavenencia básicamente estaba orientada a cuestionar el carácter individual de los síntomas, la naturaleza intrapsíquica de los problemas, la idea de causas subyacentes y la necesidad de ir al pasado para buscar en la infancia los factores determinantes, las raíces de los síntomas actuales que eran vistos como la manifestación de una enfermedad o de algo que está oculto. Se fue generando un cambio de mentalidad en el que la naturaleza de los problemas y el mismo proceso terapéutico comenzaron a considerarse de índole interpersonal. Haley (1991) destaca la influencia de algunos personajes que, dentro de la corriente psicoanalítica, estaban experimentando este proceso de transformación, como por ejemplo, la influencia que tuvo Harry Stack Sullivan sobre Don Jackson y de éste sobre Haley entre otros muchos terapeutas iniciadores de la psicoterapia breve. Desplazar el interés del individuo hacia la relación entre individuos requiere una sustentación epistemológica que para entonces fue encontrada en los principios que aportan a la ciencia la TGS, la cibernética y el constructivismo. No obstante, dichos principios llegan a generarse a partir del cuestionamiento hecho al modelo mecanicista, imperante en el campo de la ciencia a comienzos del siglo XX, que, para explicar los fenómenos biológicos, psicológicos y sociales, recurría a los principios de la física y de la mecánica, lo cual resultaba insuficiente e inadecuado. Este modelo es conocido sobre todo en términos de la visión newtoniana del mundo, en la que las partículas materiales establecen en mundo mecánico y totalmente determinado. La única meta de la ciencia en tal modelo parecía ser analítica:
la división de la realidad en unidades cada vez menores, aislables y
actuantes según esquemas de causalidad lineal.
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Dicho cuestionamiento se hace en primera instancia desde la biología, postulándose el modelo organicista, que señala como necesario estudiar no sólo partes y procesos aislados, sino también resolver problemas decisivos hallados en la organización y el orden que los unifican, resultantes de la interacción dinámica de las partes y que vuelven diferente el comportamiento de éstas cuando se estudian aisladas o dentro del todo. El organismo, como sistema abierto que es debe considerarse en su conjunto, como un todo en el que existen relaciones complejas, múltiples, circulares. En este modelo, se otorga mayor importancia a la relación y a la organización de los elementos que integran un organismo, así como a los mecanismos propios para mantenerse en equilibrio dinámico.
Estos
primeros enunciados datan de 1925 con la obre de White Head y la formulación hecha por Cannon en 1929 del concepto de homeostasis como un fenómeno interactivo. Coherente con esta concepción organicista, Von Bertalanffy expuso la TGS en 1937 y, más adelante, Wiener, en 1948, publicó sus trabajos en torno de los mecanismos de retroalimentación en su magistral obre sobre cibernética (Bertalanffy, 1986; Liliendfeld, 1991). Posteriormente y ahora desde la sociología, surgió el modelo procesal el cual sostenía que el modelo organicista resultaba insuficiente para explicar los mecanismos presentes en los sistemas socioculturales, donde el nivel de complejidad es mucho mayor, y donde los organismos no sólo intentan mantener un equilibrio dinámico, sino que, en ocasiones, buscan romper la homeostasis y desarrollar mecanismos morfogénicos en aras de cambiar o generar una nueva estructura y desarrollarse a lo largo de su ciclo vital. Tal modelo sugiere dar mucho más significado a estos últimos mecanismos y, en esa medida, interesarnos por el cambio y los procesos que natural o deliberadamente tienen que ver con el mismo. Las premisas planteadas en los modelos mencionados tomaron fuerza en esa época y los conceptos derivados de las mismas fueron trasladados al entendimiento de las relaciones humanas, generando así una nueva corriente epistemológica en la que varios personajes se involucraron.
Uno de ellos es
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Gregory Bateson, antropólogo, quien establece contacto con estas ideas a partir de las conferencias interdisciplinarias organizadas por la Fundación Macy’s, en el año de 1942, con el objetivo de encontrar una “ciencia de control” de donde emergió la cibernética.
Estas conferencias, señalan Shalanger y Wazlawick
(manuscrito inédito), se realizaron desde 1942 hasta 1949 y en ellas participaron casi siempre los mismos personajes, entre los que vale la pena destacar a Milton Ericsson, quien presentó sus trabajos sobre hipnosis, y el cibernéticoconstructivista, Heinz Von Foester. El primer contacto de Bateson con la psiquiatría fue en 1948 cuando comenzó a trabajar en San Francisco en un estudio sobre la comunicación en psicoterapia en el que integró sus conocimientos acerca de lo sistémico. En 1952, recibió una beca para estudiar comunicación, en particular el tema de las paradojas y su relación con los distintos niveles de abstracción y clasificación. Más tarde en 1954, el Centro de Estudios Avanzados de las Ciencias del Comportamiento –en Palo Alto, California- decidió apoyar la investigación relacionada con la TSG, para lo cual el mismo Bertalanffy fue convocado.
La irrupción de estos conceptos
introdujo un cambio en el que, en el mundo de los sistemas abiertos, la información y la relación eran lo más importante., y por tanto, el objeto de estudio. Así no es fácil comprender el poderoso atractivo que ejerció la investigación sobre la familia en todo aquel ávido por explorar los problemas humanos desde la perspectiva sistémica.
Las pioneras en esta área fueron las del grupo de
Investigaciones Mentales de Palo Alto que, en 1959, con Don Jackson como director y fundador, Gregory Bateson y un grupo de psiquiatras pioneros del enfoque interaccional, como Jay Haley, John Weakland, Lyman C, Wynne y Theodore Lidz, entre otros, iniciaron sus estudios acerca de algunas pautas de interacción familiar que, de manera estable, se asociaban con la enfermedad mental, adscribiendo a la interacción familiar y a la comunicación un papel fundamental en el desarrollo de la esquizofrenia (Bateson et al, 1974). Estas primeras investigaciones dieron origen al movimiento de terapia familiar sistémica, que ha proliferado desde entonces no sólo en el grupo de Palo Alto,
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donde en 1976 se creó el Centro de Terapias Breves, con la presencia de Paul Watzlawick, Richard Fish y John Weakland, quienes han desarrollado el modelo estratégico; también surgieron otras escuelas como el grupo de Filadelfia, cuyo principal representante, Salvador Minuchin, desarrolló el modelo estructural; la escuela de Milán con Mara Selvini Palazzoli y su equipo; la escuela de Roma representada, entre otros, por Mauricio Andolfi y Claudio Angelo; la escuela de Milwaukee dirigida por Steve de Shazer; el Instituto Ackerman de Terapia Familiar con Peggy Papp, Olga Silverstein y otros especialistas en la materia y la Escuela Australiana con Michel White y David Epson. Ahora bien, la pauta que vincula estas diferentes escuelas es la forma de conceptualizar la problemática. Nardone (1992) lo resume como un paso en el campo de la psicoterapia de lo intrapsíquico a lo racional, del análisis del pasado al estudio de las reglas que gobiernan la interacción en el aquí y el ahora, de la pregunta relativa al porqué del problema, al qué, cómo, cuándo y dónde el problema es problema; de la extrema pasividad del terapeuta al activismo y el empleo del influjo personal en la práctica clínica para promover el cambio de la situación problemática. Este cambio presupone uno epistemológico fundamental.
EPISTEMOLOGIA SISTEMICA Hacer la transición desde una epistemología lineal progresiva
1
que es atomista
reduccionista, anticontextual y se atiende a una lógica analítica de procesos aislados, a una recurrente, circular o sistémica, no resulta nada fácil puesto que implica para el terapeuta un cambio en su propia concepción del mundo, de la naturaleza, de los problemas, de la terapia y de su participación en ella. Para ello, el clínico debe, en primer lugar, reconocer las premisas que subyacen en su 1
Siguiendo a Bateson y a Kenney (1991), se emplea la expresión “lineal progresiva” para referirse a una secuencia de ideas o proposiciones que no vuelven, que van en una sola dirección. Lo opuesto a “lineal progresivo” es “recursivo”, entendiendo por recursividad el retorno al punto de partida y advirtiendo que, cada vez que se regresa, que un proceso vuelve sobre sí mismo, puede indicarse una diferencia porque, en realidad, no es un retorno hacia el mismo momento inicial.
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manera de actuar o, como señala Kenney (1991), en su particular “epistemología”, que no es otra cosa que el estudio del modo en que las personas o sistemas conocen cosas y la forma en que ellos piensan que conocen cosas. Una idea básica para comprender la epistemología es que lo que cada cual percibe y conoce se deriva en gran medida de las distinciones que traza; de esta manera, el acto básico de la epistemología es la creación de una diferencia, ya que sólo al distinguir una pauta de otra somos capaces de conocer nuestro mundo. Para conocer, debemos hacer una distinción y ello, en sí mismo, sugiere una opción o preferencia de quien la hace (Bateson, 1993). Por tal razón, para comprender cualquier fenómeno, debemos empezar por apreciar cómo fue construido; es decir, qué distinciones están en la base de su creación. ¿Qué construcciones de la realidad tiene el observador, qué distingue esto de aquello? Los planteamientos hechos por Maturana (1992) proporcionan una guía en cuanto que afirman que nuestra percepción, más que depender de la agudeza de nuestros sentidos, descansa en la comprensión de nuestros conceptos.
Las
distinciones que el observador establece, surgen como producto de sus propias distinciones en la repercusión de que éstas distinguen al que distingue. Desde esta perspectiva, el terapeuta, en la medida en que se enfoca al estudio de la totalidad y no de procesos aislados, lleva a cabo un procedimiento sistémico; en la medida en que estudia el comportamiento recíproco, la regularidad, la pauta y la organización, desarrolla un método cibernético. Debido a la trascendencia que los conceptos de la TGS y de la cibernética tienen para la comprensión de este cambio epistemológico, se exponen algunos de ellos; para ampliar sus conocimientos acerca de los mismos, se recomienda al lector recurrir a las fuentes originales. El sistema es definido por Buckley (1982) como un complejo de elementos o componentes directa o indirectamente relacionados en una red causal, de modo que cada uno se relaciona por lo menos con algunos otros, en forma más o menos estable, en un lapso dado.
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Un sistema no se comporta como un compuesto simple de elementos independientes, sino como un todo coherente e inseparable. Cada una de sus partes está ligada a las demás de tal manera que un cambio en una de ellas provoca una en las demás y en el sistema total. Como corolario de la noción de totalidad, se desprende la premisa de la “no sumatividad”, refiriéndose al sistema como mucho más que la suma de sus partes, donde el “más que” señala la organización que confiere al agregado características no sólo diferentes de las de los componentes considerados en forma individual, sino que, a menudo, no aparecen en estos últimos. En un sistema, los elementos están interactuando y ello implica que se están afectando mutuamente;
por tal hecho, resulta imposible concebir que existan
relaciones unilaterales entre elementos (del tipo A afecta a B, pero a la inversa). El concepto básico que se inserta en este principio es el de retroalimentación, mecanismo por el cual la información retorna al punto de partida, cerrando el círculo2. Si bien en las cadenas progresivas de causalidad lineal tiene sentido hablar del comienzo y del fin, tales términos carecen de sentido en los circuitos de retroalimentación. En un círculo no hay comienzo ni fin. Sin embargo, este tipo de puntuación lo emplean con frecuencia los participantes de cualquier interacción cuando la persona A como la B afirman que sólo reaccionan a la conducta del otro, sin comprender que influyen a la vez sobre él a través de su propia reacción. En un sistema circular, los resultados - en el sentido de alteración de estado al cabo de cierto periodo - , no están determinados tanto por las condiciones iniciales como por la naturaleza de las relaciones, del proceso o de los parámetros del sistema.
En ese sentido, el principio de la equifinalidad señala que idénticos
resultados pueden tener orígenes distintos, mientras que la multifinalidad se refiere a que condiciones iniciales similares pueden llevar a estados finales 2
Vale destacar que, cada vez que se regresa, que un proceso vuelve sobre sí mismo, que el círculo se cierra, puede indicarse una diferencia porque, en realidad, no es un retorno hacia el mismo momento inicial. En ese sentido, la imagen del círculo que se cierra quizás sea mejor representada por la de una espiral.
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diferentes. En ambos casos se destaca la independencia entre estados iniciales y finales, lo cual, en el campo de la psicoterapia, replantea el acento dado a las causas iniciales, para ponerlo en lo que sucede en el aquí y el ahora, en términos del patrón de relación que el sujeto vive con su entorno y de las atribuciones que otorga en cuanto a valor, sentido y significado. Conforme los sistemas abiertos adquieren complejidad, desarrollan procesos mediadores de complejidad también creciente que posibilitan al sistema autorregularse. El primero de ellos hace referencia a aquellos procesos de los intercambios complejos entre el sistema y el ambiente que tienden a mantener o preservar una forma, una organización o un estado del sistema, en tanto que el segundo alude a aquellos procesos que tienden a elaborar o modificar la estructura. Este doble proceso de continuidad y crecimiento ocurre por medio de un intercambio dinámico entre dos funciones:
la capacidad homeostática y la
capacidad de transformación que son el resultado, entre otros, de los mecanismos de retroalimentación negativa y retroalimentación positiva, respectivamente. Cabe señalar que, en cuanto caracteres funcionales del sistema, no son uno mejor que el otro, sino que, estabilidad y cambio son dos caras de la misma moneda. Caras con las que se enfrenta el terapeuta al evaluar tanto el sistema consultante, como el nuevo sistema que se forma, es decir, el terapéutico, precisamente, cuando su tema central es encontrar los mecanismos que bloquean el cambio y también aquellos que lo generan para, entonces, promoverlo. Ahora bien, en la medida en que el terapeuta presupone que las partes de un sistema están interrelacionadas, es decir, que se comunican entre sí y se afectan mutuamente, su interés cae en el ámbito de la pragmática de la comunicación, ampliamente desarrollada por Watzlawick (1989) en la Teoría de la Comunicación Humana. En esta teoría, se aplican los principios de la TGS y de la cibernética al estudio de las relaciones humanas y se plantea que en una relación todo comportamiento activo o pasivo, intencionado o no, tiene carácter comunicativo y es, por tanto, comunicación. Puesto que es imposible no comportarse, también es imposible no comunicar.
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En toda comunicación se pueden distinguir, por una parte, el aspecto referencial del mensaje que transmite básicamente información y que corresponde al nivel de contenido y, por la otra, el aspecto conativo que se refiere a qué tipo de mensaje debe entenderse que es ( por ejemplo, es una orden, es un chiste, es una burla) y que, como información acerca de la información misma, define la relación entre los comunicantes: éste es el nivel de relación de la comunicación, que en última instancia, es el que interesa principalmente al terapeuta.
En las relaciones
humanas, a veces el contenido sólo es el pretexto para definir la relación y en esa definición nos constituimos, desde antes de nacer, como personas. Somos en relación con otro que nos define y se define a sí mismo en la relación. En esa definición se dan procesos continuos de aceptación, rechazo, descalificación y reafirmación, cuya categoría es fundamental para la salud y el bienestar emocional. Por último, en la dimensión en que el terapeuta contempla que sus observaciones de la realidad – como las de cualquier observador, incluido el paciente - , tienen como base sus propias construcciones y que, en ese sentido, la realidad no existe como un hecho objetivo, su pensamiento es constructivista. El constructivismo es una corriente epistemológica que analiza aquellos procesos de percepción, de comportamiento y de comunicación a través de los cuales las personas forjan sus propias realidades individuales, sociales, científicas e ideológicas.
En el transcurso de su vida y como parte de su proceso de
adaptación, el ser humano intenta edificar una estructura mental que le permita ordenar su experiencia; en este proceso, construye para sí mismo y conforma con otros un mundo al cual lama realidad. Todo este bagaje es el que se pone en juego en el momento de la observación, haciendo que la mirada esté revestida de todos estos engramas individuales y socioculturales que generan un determinado mapa o fragmento de eso que llamamos realidad. Como corriente epistemológica, el constructivismo fue desarrollado en su forma más radical por Ernest Von Glaserfield quien plantea que no se necesita penetrar con mucha profundidad en el pensamiento constructivista para comprender que el
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mundo en que parecemos vivir lo debemos sólo a nosotros mismos puesto que el hombre es el único responsable de su pensamiento, de su conocimiento y de su conducta. Es esto lo que, en última instancia, quiere afirmar el constructivismo y, en su intento de hacerlo, pone de manifiesto aspectos de la teoría del conocimiento que, de otra manera, pasarían inadvertidos. La tesis fundamental es que el mundo que experimentamos lo construimos nosotros mismos, de modo que nuestro conocimiento ha de interpretarse no como imagen del mundo real, sino sólo como una llave que abre caminos posibles. Esta idea plantea una diferencia en la relación entre saber y realidad. La concepción tradicional de la teoría del conocimiento considera tal relación como un acuerdo o correspondencia gráfica; el constructivismo radical interpreta dicha relación como una adaptación o ajuste en el sentido funcional. No busca que este conocimiento corresponda con la realidad, sino, más bien, que encaje en la misma. Una llave “encaja” en la cerradura cuando la abre. Ese “encajar” describe una capacidad de la llave, pero no de la cerradura. En ese aspecto, se opone a la idea ampliamente difundida entre la ciencia de que el saber sólo es saber si permite conocer al mundo tal como este es y de que sólo tenemos derecho a llamar “verdad” a lo que corresponde con una realidad independiente y “objetiva”. Para los constructivistas, toda concepción, todo saber y toda comprensión son siempre construcción e interpretación del sujeto viviente. Y aunque no podemos valorar a una como más verdadera o real que otra, estas construcciones tienen consecuencias y producen resultados concretos de naturaleza personal y social. Parece oportuno retomar la distinción hecha por Watzlawick (1992) entre realidad de primer orden, que se refiere a los hechos tal cual son, y la realidad de segundo orden, que es construida por medio de la atribución de sentido, de valor y de significado que se otorga a la realidad en cuestión de primer orden. La distinción hecha entre estas dos realidades se expresa en la historia acerca de la diferencia entre un optimista y un pesimista: mientras que el optimista dice que una botella está medio llena, el pesimista asegura que está medio vacía. La misma realidad
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de primer orden, pero dos realidades diametralmente opuestas de segundo orden, que tienen consecuencias concretas en el vivir de cada uno. En el campo de la psicoterapia, asumir que una realidad se construye y no se descubre (ya que este postulado presupondrá que exista una realidad a priori) nos invita a reflexionar acerca de la comprensión de la situación como prerrequisito nodal del cambio, y por tanto, confirmar que el “insight” no asegura la transformación de la situación conflictiva. En la psicoterapia tenemos que ver sobre todo con realidades de segundo orden, orientando la intervención para que construya nuevos aspectos de la realidad que le permitan al paciente vivir de una forma más placentera. LA INFLUENCIA DE MILTON ERICKSON La influencia clínica de Milton Erickson puede considerarse como fundamental para la psicoterapia breve. Durante su asombrosa carrera como psicoterapeuta especialista en hipnosis, preparó una gran cantidad de estrategias y técnicas de intervención para la resolución en breve tiempo de problemas de orden emocional y conductual.
Su particular modo de hacer terapia, representó para el grupo
fundador de la perspectiva sistémica, un material clínico primordial. De manera intuitiva y empírica había utilizado estrategias terapéuticas que venían a ser la aplicación directa y antecedente de muchas de las formulaciones teórico-prácticas que el grupo Bateson y Jackson habían formulado como modelos. Es oportuno señalar que, dentro del proyecto de investigación de Bateson sobre comunicación, él, junto con Haley y Weakland, estudiaron extensamente el tipo de comunicación terapéutica de Erickson, sorprendentes que provocaba.
impresionante por los cambios tan
Con un estilo indirecto y poco convencional,
asignando tareas, formulando sugestiones o contando cuentos y metáforas, Erickson se orientaba a aflojar las “rigideces” de la persona en la medida suficiente como para que ella descubriera otros modos de pensar y comportarse, capaces de eliminar el síntoma.
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Las bases de la concepción ericksoniana constituyen, en esencia, supuestos determinantes para la psicoterapia breve.
De acuerdo con O’Hanlon (1989),
Erickson se caracterizó por tener una orientación naturalista centrándose en los recursos de las personas más que en sus carencias, en sus posibilidades más que en sus limitaciones, en la búsqueda de soluciones más que en los problemas. Una orientación de presente y futuro considerando que la vida se vive en el presente, para el mañana; el pasado no puede cambiarse y sólo se modifica la interpretación y el modo que tenemos de verlo. Una orientación de uso en la que el terapeuta recurre a todo, inclusive a las limitaciones, para promover el cambio. Erickson utilizaba todo lo que los pacientes presentaban – síntomas, resistencias, creencias, pautas de comportamiento - , y con su ejemplo, propuso el empleo cabal de todos los recursos y limitaciones del terapeuta en la promoción del cambio. PREMISAS FUNDAMENTALES DE LA PSICOTERAPIA BREVE Un aspecto central en la psicoterapia breve sistémica es el cambio, la forma como tiene lugar espontáneamente y la manera de promoverse. Además, comparte las siguientes premisas: -
Se enfoca en el aquí y el ahora y no en el allá y el entonces
-
No busca causas subyacentes, que implican que aquello de lo que se quejan las personas al iniciar la terapia no es el verdadero problema, sino siempre la manifestación de algún problema más profundo. Se considera que, en su mayoría, los problemas son de naturaleza interaccional.
-
Es focalizada, centrada en los problemas y la búsqueda de soluciones intentando con ello aliviar las quejas específicas que los pacientes llevan a la terapia.
-
Se considera que para resolver los problemas no es necesario hacer conciencia de su naturaleza o de su origen, por lo que no se hace algún intento deliberado por promover el insight o entendimiento.
-
Los pacientes definen los objetivos de la terapia, por lo que deben formularse para satisfacer la unicidad de las necesidades del individuo;
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dicho de otra manera:
la terapia debe ser cortada a la medida y envuelta
como regalo para cada persona. -
El cambio es constante e inevitable. Una vez que se hace un pequeño cambio positivo, la gente se siente optimista y con algo de confianza para abordar nuevos cambios. Un cambio en una parte del sistema produce modificaciones en otras partes del mismo, por lo que el cometido del terapeuta es identificar y ampliar el cambio.
-
Las personas tienen los recursos y capacidades para superar sus dificultades y resolver sus quejas; es tarea del terapeuta acceder a esas capacidades y lograr que sean utilizadas.
-
La manera en que se etiqueta un dilema humano puede cristalizar un problema y hacerlo crónico. Catalogar a un niño como autista o etiquetar a un adulto como border line sólo contribuye a participar en la creación de un problema mucho más difícil de solucionar.
-
No hay una única forma “correcta” de ver las cosas;
puntos de vista
diferentes pueden ser igualmente válidos y ajustarse igual de bien a los hechos.
LECCION 4 Técnicas de la psicoterapia Breve En ocasiones, un sistema, sea éste un individuo, una pareja o una familia, no puede propiciar desde su interior las condiciones para su propio cambio, aun teniendo los recursos necesarios para ello.
Desde este punto de vista, los
problemas se desarrollan cuando se manejan mal las dificultades de la vida cotidiana. Una dificultad se convierte en problema, como lo señala Watzlawick (1986), en la medida en que las soluciones intentadas no consiguen resolverlo y conducen a círculos viciosos, a juegos sin fin, que, como su nombre lo indica, son interminables en el sentido de que no contienen en sí condiciones para su propia terminación. En estos casos, el problema ya no es el problema, sino que éste viene a ser la solución que se intentó para resolverlo.
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Entonces, se acude al terapeuta, quien, para contribuir a la solución del conflicto, debe hacerse una idea clara de la naturaleza del mismo, la forma como se ha enfrentado y las soluciones intentadas, la postura del paciente, las expectativas respecto del cambio, los objetivos de la terapia, así como de las tácticas y estrategias que ha de seguir para que ésta cumpla con su propósito. Ello supone para el terapeuta realizar una planificación del caso, lo cual resulta imprescindible para aplicar con eficiencia su capacidad terapéutica y resolver los problemas con rapidez. Sino se le dedica el tiempo necesario a la planificación, disminuyen notablemente las posibilidades de éxito y el tratamiento se convierte, a menudo, en una aventura prolongada y errática, que termina porque el paciente pierde el interés y abandona el tratamiento, o bien, porque el terapeuta termina renunciando. Planificar implica no preparar los temas de la sesión en la sesión misma, sino con anterioridad, teniendo en cuenta el objetivo final de la terapia y los pasos que deben seguirse para lograrlo. Esta no es una práctica común, no sólo porque planificar es una tarea ardua, sino ya que buena parte de la terapia tradicional induce al terapeuta a esperar la reacción del paciente y sólo entonces responder a ella, debido, en parte, al hecho de considerar que casa sesión constituye una entidad separada y no un segmento dentro de un proceso que se da en el tratamiento global. Naturaleza del problema: el terapeuta se centra en el aquí y el ahora, buscando hacerse una idea clara acerca de cual es el problema y de cómo éste es un problema para quién o quienes consultan. Si, por ejemplo, el paciente afirma que su problema es una “mala comunicación” , el terapeuta tendrá que clarificar qué entiende por “mala comunicación” y definir así un problema que sea tratable, en la medida en que se determinan ciertos comportamientos sobre los cuales se espera el cambio. De igual manera, cabe recordar que la forma en que se etiqueta un dilema humano puede cristalizarlo y hacerlo crónico. Todo empeño por descubrir una
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patología, contribuirá a reforzarla, de forma que podemos terminar perpetuando lo que queremos cambiar. Por eso, al formular un problema es de suma utilidad hacer preguntas relacionadas al qué sucede, cómo, cuándo, dónde, con quién, preguntas que nos permitirán describir pautas de comportamiento así como las secuencias repetidas de interacción en las que se insertan. Con ello, se evita usar rótulos o etiquetas que sólo contribuyen a hacer del problema algo menos solucionable. En ese sentido, puesto que participamos en la cocreación de la realidad de los pacientes, el objetivo es reducir el tamaño del problema haciéndolo parecer así mucho más manejable. Ahora bien, así como podemos centrar la atención en las circunstancias en que aparece el problema y detallar nuestra información sobre el mismo, también podemos enfocarnos en las circunstancias de “no problema”; es decir, en lo que sucede cuando éste no aparece, lo cual, en muchas ocasiones, ilumina la solución de modo asombroso. Para definir el problema, es de gran utilidad la técnica de externalización expuesta por White (1993, 1994), que insta a las personas a cosificar y, a veces, a personificar los problemas, de manera que una vez que el problema es puesto fuera, como una entidad separada del sujeto, se puede hablar con facilidad de su relación con el mismo. Para ello, se hacen preguntas al paciente acerca de la influencia relativa del problema sobre su vida y sus relaciones – la manera como la ha afectado - , así como sobre la influencia relativa que tienen él y otros con los que se relaciona en la persistencia del conflicto.
Soluciones intentadas:
una vez que una dificultad se vive como “problema”,
éste se mantiene o empeora con los intentos ineficaces de las personas para resolverlo. En otras palabras, el problema es el intento de solución que se ha dado y que, en la mayoría de los casos, constituye acciones de la misma clase, que pueden diferir en la forma, pero que, en esencia, son lo mismo. Este patrón de “más de lo mismo” es, entonces, un objetivo de la intervención terapéutica.
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El terapeuta debe examinar muy bien las soluciones intentadas, con el fin de que no proponga “más de lo mismo” y así evitar colaborar con el mantenimiento del problema. Por otra parte, esta información permite conocer la realidad construida por la persona en cuestión, en la que esos intentos de solución son los únicos posibles, significativos, lógicos o permitidos. Ahora bien, así como se presta atención a las soluciones intentadas y que no han sido exitosas, también es de gran utilidad preguntar al paciente si alguna vez ha logrado vencer el problema o manejarlo en forma satisfactoria o, incluso, sobre la manera en que ha solucionado otros problemas, haciendo alusión a éxitos pasados que, aunque en apariencia no tengan relación alguna con el problema en cuestión, el terapeuta pueda establecer un lazo de unión entre las dos situaciones y generar información muy importante acerca de las fortalezas, las capacidades y los recursos que la persona tiene y que puede emplear ahora para resolver el problema.
Postura del paciente:
en la psicoterapia breve sistémica se ha dado particular
atención al conocimiento del vivir cotidiano, los valores, las creencias, las peculiaridades y circunstancias singulares del individuo.
En otras palabras, la
postura del individuo en relación con su problema, con la terapia, con el terapeuta y con las demás facetas de su vida.
La psicoterapia convencional concede
importancia a escuchar el significado subyacente de lo que el paciente dice. Aquí, la importancia radica en escuchar la formulación exacta de las frases de los pacientes, puesto que es ahí donde éstos expresan sus posturas. El hecho de conocer la postura de la persona nos permite alentar su colaboración y eliminar resistencias al “cortar la terapia a la medida”. Esta idea es desarrollada por Jefrey Zeig quien propone la utilización de algunas categorías diagnósticas relacionadas con la forma en que el individuo percibe y elabora la “realidad”, encontrando las directrices necesarias para encuadrar una sugerencia, formular una tarea o, simplemente, presentar las ideas y motivar acciones concretas que
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puedan posibilitar el cambio (Robles, 1991). Una de las piedras angulares del enfoque ericksoniano que ha influido en la psicoterapia breve es la aceptación y el uso del lenguaje del paciente, de sus intereses y motivaciones, de sus creencias y marcos referenciales, de su conducta, de sus síntomas y, aun, de su “resistencia”. Objetivo de la terapia: en términos generales, se puede afirmar que el propósito de la terapia es hallar la solución del problema que aqueja al paciente ya sea porque la conducta problema haya cambiado o debido a que su evaluación de dicho problema se modifica de modo que considera que ya no lo es. Para que tal meta se cumpla, se debe evaluar las expectativas de cambio que el paciente tiene respecto de la terapia, tratando de concretar los resultados que éste espera obtener una vez que haya concluido la misma. Los terapeutas dificultan su propio trabajo cuando, al principio, acepta objetivos ambiguos y, luego, siguen adelante, asumiendo que saben lo que los pacientes quisieron decir. Para ello, es necesario que el terapeuta pregunte acerca de esas expectativas y se haga una idea clara sobre las mismas;
si, por ejemplo, una persona nos
expresa que quiere tener “más comunicación” o “mejor autoestima” o “sentirse más feliz”, la pregunta estará orientada a determinar cuales acciones concretas y observables le indicarán que lo ha logrado. La técnica de la “bola de cristal” desarrollada por Erickson es muy útil en tanto que proyecta a la persona a un futuro, visualizando la solución del problema o la forma en que actuaría una vez que la terapia haya terminado exitosamente. Preguntas acerca de cómo se daría cuenta de que el problema se ha solucionado, qué cosas serían diferentes y quién sería el primero en percatarse de ello ayudan a concretar los objetivos de la terapia, pero, además, presuponen que ésta será exitosa, lo cual aumenta la posibilidad de que lo sea.
Intervención terapéutica:
En la psicoterapia breve sistémica, la idea heredada
del modelo médico que diferencia entre evaluación e intervención ha sido dejada de lado puesto que la intervención del terapeuta empieza desde el mismo
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momento en que se pone en contacto con el paciente. Como terapeutas, influimos desde el primer momento sobre las percepciones y la experiencia que los pacientes tienen de su situación; en esa medida, que mejor que nuestra influencia sea optimista, positiva, alentadora, buscando que se proyecte a la solución. Como dice O’Hanlon, somos cocreadores de realidades con nuestros pacientes y, en ese sentido, qué mejor que cocrear la idea de un problema solucionable. Siempre buscamos indicadores que nos ayuden a sentir o a pensar acerca de una situación; el niño, cuando se cae, mira a su alrededor para tener un indicio de cómo tratar ese incidente.
Si oye gran preocupación en su entorno, es muy
probable que se ponga a llorar. Si lo ayudan a levantarse y lo alientan a seguir haciendo lo que está haciendo, es probable que lo haga sin quejarse. De la misma manera, en la psicoterapia, desde el primer momento, el terapeuta emite mensajes verbales y no verbales que le harán pensar al paciente de tal o cual forma. Entonces, como es inevitable que influya, mejor que lo haga de modo propositivo y ofrezca un marco en el que piense que dispone de todas las capacidades y recursos para resolver el problema y que, con ello, va a tomar contacto en el proceso. En la psicoterapia breve, la intervención terapéutica se orienta a: 1. Cambiar la “forma de actuar” en la situación percibida como problemática, buscando pautas de comportamiento nuevas o diferentes. 2. Modificar la “forma de ver” la situación percibida como problemática, ofreciendo otros marcos de referencia. 3. Evocar los recursos y capacidades de la persona que se puedan aplicar a la situación percibida como problemática.
A continuación, se enuncian algunos de los medios utilizados en la psicoterapia breve para promover el cambio, recalcando que, como en cualquier arte, estos medios requieren de la habilidad y la creatividad del terapeuta, especialista en el uso de los mismos.
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Habitualmente, los pacientes reciben alguna variante de la sugerencia de dejar de intentar resolver el problema de la forma en que lo han estado haciendo, lo que, por lo general, se consigue con el empleo de su sistema de creencias, o también, ofreciendo un nuevo marco de referencia dentro de ese sistema, técnica conocida como reestructuración.
Watzlawick
(1986) establece como tal intervención
construye un nuevo aspecto de la realidad en lugar de anterior, de manera que otorga a la situación un nuevo sentido y significado, más conveniente del que le han venido dando hasta ahora. Un ejemplo tomado de la literatura que ilustra ésta técnica, es aquella escena en la que Tom Sawyer está castigado por pintar una pared la tarde del sábado, mientras que sus amigos tienen vacaciones y van a nadar; ¿cómo preservar su imagen y afrontar la burla de sus amigos? Lo hizo cambiando radicalmente el sentido de la situación, al plantear que lo que hace no es un castigo, sino diversión, puesto que no todos los niños tienen la oportunidad de pintar una pared todos los días. Al poco rato, un chico tras otro le habían “comprado” el privilegio de poder pintar una parte de la pared. De lo anterior se desprende que una forma valiosa de contribuir a la solución de los problemas es ofrecer construcciones alternativas que conduzcan a una visión de la realidad más flexible y pluralista;
es comprender que no hay una sola
manera de ver un hecho, de hacer una lectura de la situación, de entender una determinada actitud o comportamiento, sino que hay otras, igualmente válidas, que pueden conducir a un mayor bienestar y desarrollo. La prescripción del comportamiento es otra técnica utilizada para promover el cambio y, como indica su nombre, se trata de la ejecución de acciones muy concretas que el terapeuta propone a su paciente. Dichas prescripciones pueden ser paradójicas, en la medida en que alientan a ejecutar en forma deliberada el síntoma: si la queja es que no puede dormir, la prescripción podría ser, entonces, que no duerma;
si teme cometer errores, se le pedirá que cometa alguno;
si
teme hablar en público, se le solicitará que advierta a su público acerca de lo que esta situación le produce. A veces, todo lo que se requiere es que la persona envuelta en la situación realice algo diferente, aunque esa conducta sea
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aparentemente irracional, inapropiada, extravagante o humorística ( De Shazer, 1991). El terapeuta puede alentar a emprender ciertas acciones, abrir nuevos caminos, intentar otras formas de interacción o verificar creencias, mediante tareas o directivas que asigna abiertamente de manera clara y precisa para que se lleven a cabo entre sesión y sesión (Haley, 1985).
Por ejemplo, se le puede pedir al
paciente que elabore una lista de las ventajas y de las desventajas de continuar con el problema, que determine en qué situaciones éste no ocurre, que observe lo que quiere que siga sucediendo en su vida, que ante un determinado hecho – por ejemplo, la aparente indiferencia del esposo - . responda de modo distinto a como habitualmente lo ha hecho. Algunas de estas intervenciones han sido presentadas por Steve de Shazer como “tareas de fórmula”, puesto que han resultado útiles en el manejo de una amplia gama de situaciones disfuncionales, iniciando cambios aun sin que medie una comprensión detallada del terapeuta respecto de lo que está sucediendo. Por ejemplo, la tarea de fórmula de la primera sesión en la que se solicita que desde ese momento hasta el próximo encuentro el paciente observe lo que quiera que siga ocurriendo en su vida en cuanto a un aspecto determinado relacionado con la queja.
Parecida a ésta es la tarea de ponerse los “lentes de buscar cosas
positivas” o la tarea genérica en la que se solicita a la persona que, una vez que ha fijado su objetivo, observe las cosas que hace en la semana y que lo acercan a esa meta. Las tres tareas se centran en lo positivo, en los recursos y en las soluciones más que en los problemas favoreciendo de manera sorprendente el cambio. La tarea de la sorpresa introduce en las relaciones un poco de azar y, por tanto, rompe con rigideces preexistentes. En ella, se pide a la persona que haga algo que sorprenda a otro (hijo, esposo, padre), que se comporte en forma distinta respecto del problema o queja y que no lo advierta, ya que el otro debe percatarse de qué fue lo que hizo. Sin duda, la tarea de “haga algo diferente” en la que se demanda que desde ahora y hasta la próxima sesión haga algo distinto, es
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aplicable a una gran variedad de situaciones y, al igual que la anterior, posibilita alterar las secuencias conductuales en las que el problema se inserta. La creatividad del terapeuta y la comunicación que establece con su paciente le permitirán diseñar diversas tareas que no sólo le aportarán información relevante, sino que le permitirán modificar pautas existentes o establecer pautas nuevas de comportamiento. Para modificar pautas existentes, la descripción de la secuencia repetida en la que se inserta el “síntoma” o de las circunstancias del problema proporcionan una fórmula que indica dónde y cómo formular la tarea.
Algunas modalidades
ericksonianas descritas por O’Hanlon (1989) para intervenir en la pauta y modificarla son: -
Cambiar la frecuencia/velocidad del síntoma o de la pauta-síntoma
-
Modificar el momento (del día, de la semana, del mes, del año).
-
Cambiar la ubicación (en el cuerpo o en el mundo) del síntoma o de la pauta-síntoma.
-
Reformar la intensidad del síntoma o de la pauta-síntoma.
-
Modificar alguna otra cualidad o circunstancia del síntoma.
-
Variar la secuencia (el orden) de los acontecimientos que rodean al síntoma.
-
Modificar la duración del síntoma o de la pauta-síntoma.
-
Crear un “cortocircuito” en la secuencia
-
Interrumpir o, de algún modo, impedir que se produzca toda la secuencia o parte de ella (descarrilamiento).
-
Agregar o suprimir (por lo menos) un elemento de la secuencia.
-
Fragmentar algún elemento completo en elementos más pequeños. Ocasionar que se presente el síntoma sin la pauta-síntoma.
-
Invertir la pauta.
-
Vincular la aparición de la pauta-síntoma con otra pauta, por lo general una experiencia indeseada o meta deseable, pero difícil de obtener.
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La utilización de rituales terapéuticos es otra práctica común en la psicoterapia breve ampliamente descrita por Imber-Black (1991) .
El ritual puede definirse
como un acto simbólico prescrito, que debe ejecutarse de un modo determinado (lugar, tiempo, orden) y que se cumple con una buena dosis de compromiso. Al usar un lenguaje simbólico, el ritual tiene la capacidad de acarrear múltiples significados y unir fenómenos muy dispares que no pueden unirse por la lógica formal o asociarse por su complejidad; muerte, salida-entrada, comienzo-fin.
por ejemplo, separación-unión, vida-
En el proceso de cambio, se presentan
muchas de estas transiciones y para ellas el ritual ofrece la posibilidad de integrar cognición, afecto y conducta en un acto simbólico. Algunos de tales rituales pueden implicar acciones como quemar, arrojar al agua, botar, enterrar recuerdos, cartas u otros elementos simbólicos. Asimismo, pueden ser acciones de dar, recibir, exhibir o mostrar algunos objetos significativos o hacer una ceremonia para celebrar o conmemorar algo. Los rituales terapéuticos resultan especialmente eficaces para la elaboración de duelos que se dan como proceso de aceptación de una pérdida, no sólo de la provocada por la separación o muerte de un ser querido, sino por la pérdida ocasionada por cualquier otra situación en la que tenemos que dejar, desprendernos de algo que queremos y que forma parte de nosotros. No en vano se habla, por ejemplo, de la elaboración de duelo en la adolescencia, en los procesos de migración, o en el mismo proceso terapéutico en el que se van dejando recuerdos, expectativas fantaseadas o modos de actuar, integrando pasado con presente y futuro. Estas y otras técnicas son algunas a las que el terapeuta puede recurrir para facilitar el proceso de cambio creativo, haciendo de la terapia un arte, como acertadamente lo señala Kenney (1992), donde el psicoterapeuta, como artista que es, emplea a cabalidad sus recursos y sus limitaciones personales, con el objeto de generar un estilo único, propio, que es el retrato estético de su ser en el contexto.
Un estilo personal, en el que, con seguridad, reflejará su propia
concepción del mundo, de los problemas, de la terapia y de su participación en ella o, en última instancia, su particular epistemología, que, en esta propuesta
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terapéutica, debería acercarse cada vez más a una epistemología cibernética y alejarse cada vez más de la epistemología lineal, lo que represente una etapa de transición nada fácil. Sin embargo, sea cual fuere el estilo particular del terapeuta, incluso de la escuela y teoría a la que se adscriba, existe acuerdo en que hay algo en común que hace que unos terapeutas sean más efectivos que otros y que tiene que ver con el desarrollo de una capacidad para la conversación profesional, la retórica estratégica y el lenguaje del cambio. Dentro de este marco, gran parte de la formación del terapeuta se centraría en el desarrollo de una capacidad artística para la comunicación, para lo cual Milton Erickson fue un maestro genial. Por medio de su método, la hipnosis ericksoniana, proporciona una serie de elementos para utilizar consciente y creativamente el lenguaje con el fin de crear contextos en los que se perciba el cambio como inevitable. Por ello, Jefrey Zeig, quien fue su alumno y que ahora promueve estas ideas, afirma que la hipnosis es un modelo de comunicación más que otra cosa. Un modelo de cómo presentar ideas con un máximo valor terapéutico sin necesidad de usar un trance formal; es un modo de tomar las ideas, envolverlas como regalo y presentarlas al paciente en forma muy atractiva para ayudarlo a hacer surgir las potencialidades y recursos necesarios para resolver los conflictos (Robles, 1991). Para hacer de la comunicación terapéutica un arte y hacer uso deliberado de la misma con la finalidad de promover el cambio, podemos partir del supuesto de que no podemos conocer la realidad tal cual es, pero que sí interactuamos con ella y al hacerlo construimos adentro de nosotros dos realidades con el lenguaje propio de cada uno de nuestros dos cerebros. Vale la pena señalar que con la expresión “dos cerebros” Robles (1990) destaca que existen dos formas de registro, dos formas de aprehender el mundo dependiendo de cada hemisferio cerebral y no del funcionamiento independiente de los mismos. Nos enfrentamos, pues, con dos lenguajes.
Uno de ellos correspondiente al
hemisferio cerebral izquierdo, que es verbal, digital, objetivo, definido, lógico y analítico; es el lenguaje de la razón, de la ciencia, de la interpretación y de la
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explicación, y por consiguiente, el lenguaje de la mayoría de las terapias. El otro, correspondiente al hemisferio cerebral derecho, es el lenguaje no verbal, analógico, el lenguaje de la imagen, de la metáfora, del símbolo, de los aspectos emocionales y sensitivos; es el lenguaje de la totalidad y no de la descomposición analítica, y por tanto, es el lenguaje preferencial de la psicoterapia breve sistémica. Todos hemos tenido la experiencia de no poder explicar con palabras, en un determinado momento, una apreciación, un recuerdo desagradable o un sentimiento y de cómo naturalmente recurrimos a un símbolo o a una metáfora para expresarnos.
Es posible que también hayamos tenido la experiencia de
cambiar nuestra opinión acerca de algo o de influir en la percepción de alguien a través de un cuento, una anécdota o un chiste. Quizá, después de salir de una conferencia, no recordemos muy bien los principios teóricos expuestos, paro sí las historias que usaron para ejemplificarlos. Esta riqueza del lenguaje es aprovechada por la psicoterapia breve. Por ejemplo, para alguien puede resultar difícil hablar de sus temores más profundos, pero puede simbolizarlos y puede también simbolizar los recursos internos que tiene para eliminarlos o transformarlos, reafirmando lo positivo que hay en él. Asimismo, puede ir hacia atrás y reconstruir historias, dando un nuevo valor y significado a sus vivencias; puede ir hacia delante, futurizando, e imaginarse libre de esos temores, sintiéndose tan bien como se quiera sentir, actuando como quiere actuar, logrando sus objetivos. Alguien puede estar renuente a aceptar que con su comportamiento está provocando determinadas reacciones, pero, si escucha una historia similar, es probable que vea reflejada allí su propia realidad y pueda cambiar en consecuencia; las anécdotas, refiere Zeig (1985), son útiles para ayudar a las personas a reconocerse tal cual son, formular una opinión, sugerir soluciones, sembrar ideas e intensificar motivaciones, reencuadrar o redefinir un problema y reducir las resistencias puesto que, al ser un lenguaje indirecto, no implican
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amenaza; además, captan el interés del oyente y fomentan el sentimiento de que el cambio proviene de su decisión y no de la directiva del terapeuta. Existen algunas cuantas estrategias sencillas que se pueden aplicar para que nuestra conversación favorezca el cambio; una de ellas consiste en emplear las mismas palabras, expresiones idiomáticas o metáforas que usa el paciente; por ejemplo, si nos habla del libro negro para referirse a algo que considera que debe estar oculto en su vida, retomamos esta expresión para señalar esto que él quiere expresar;
si habla de discusión y no de pelea, entonces usamos en término
discusión; si habla de un “problema de actitud”, nos referimos a esa conducta con sus palabras y detallamos qué entendería por actitud con preguntas como: ¿cómo notaría que su actitud ha cambiado? De hecho, esta pregunta constituye otra forma sencilla de promover el cambio y consiste en presuponer. En ella, se da por supuesto que habrá un cambio de actitud y lo que se pregunta es cómo lo notará. La presuposición es una forma de lenguaje en el que ciertas ideas o experiencias se dan por sentadas sin que se les enuncie directamente. Así, si el terapeuta pregunta: ¿qué será diferente en tu vida cuando la terapia termine exitosamente?, no sólo está demandando, sino que está introduciendo de manera implícita, la idea de que la terapia tendrá éxito (O’Hanlon, 1990). Igual que es imposible no comunicar, es imposible hablar sin revelar las presuposiciones que tenemos en la vida. Expresiones como: “no voy a encontrar a alguien que me quiera”, “me va a ir mal”, “soy un tipo de malas”, son construcciones de la realidad cotidiana que presuponen que las cosas siempre van a salir mal y que terminan siendo profecías que se cumplen. Se trata del poder creador de realidad que tienen los temores, las expectativas, las suposiciones o las convicciones sobre acontecimientos futuros, que se cumplen sólo porque su cumplimiento es fuertemente creído o esperado. En esos casos, vale la pena introducir la duda sobre tales afirmaciones; al fin y al cabo no todo es blanco o negro, sino que existen muchas gamas de grises. La
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búsqueda de excepciones es una técnica muy apropiada para ello que, en términos sencillos, se basa en la idea de que nada ocurre siempre ni nada es siempre lo mismo. Así por ejemplo, a alguien que enuncia que “nada le sale bien”, podemos orientarle para que busque hechos en los que las cosas le hayan salido bien y, por lo tanto, contradigan esta premisa, o ayudarle a encontrar algún éxito pasado. Si argumenta que el hijo siempre se pone mal, podemos proponerle que observe en el transcurso de la semana algunos comportamientos positivos que, en forma ocasional, pueda hacer o preguntar si siempre es siempre y si acaso no haya una que otra excepción, centrándonos, en todo caso, en atender a lo que sucede cuando existe esa excepción. Es tanto como buscar relatos alternativos para las historias que respaldan nuestra vida y que han sido construidos a lo largo del tiempo, a través de la experiencia vivida, sobre la base de un relato dominante. Sin embargo, gran parte de nuestro bagaje de experiencia queda sin relatar y nunca es contado o expresado. Estos aspectos de la experiencia vivida que quedan fuera del relato dominante, constituyen una fuente llena de riqueza y fertilidad para la generación o regeneración de relatos alternativos.
Son los llamados por White (1994)
acontecimientos extraordinarios que incluyen una gama de sucesos, sentimientos, intenciones, pensamientos y acciones que son dejados de lado y que pueden transformar totalmente el significado y valor de un acontecimiento. Resulta útil encauzar el lenguaje, alejándolo de la jerga que emplea etiquetas fijas y negativas para llevarlo hacia descripciones de comportamientos que se encuentran en el lenguaje cotidiano. Es mucho más sencillo tratar a una persona si sabemos qué es lo que hace a que si la rotulamos como esquizofrénica, obsesiva-compulsiva, fóbica o hiperactiva. Es más fácil manejar acciones que características fijas. De igual manera, es más viable que se propicie el cambio si, en lugar de hablar de que “soy un depresivo” se hable de que “estoy pasando por un mal momento y estoy triste”. La técnica de la externalización por medio de la cual el problema es puesto fuera del individuo, puesto fuera como entidad aparte y separada, es de gran utilidad en
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estos casos. Se manejan preguntas que refuerzan esta idea, como por ejemplo, si el paciente plantea que es miedoso, se le puede preguntar desde cuándo se le metió ese miedo, manejando, de paso, la idea implícita de que si es algo que se le ha metido, se puede salir, o si alguien dice que es un fracaso, se le puede preguntar desde cuándo ha comprado ese rótulo y quién se la ha vendido, buscando después acontecimientos extraordinarios que comprueben que no ha sido siempre miedoso o un fracaso, que ha habido momentos de valentía o exitosos y que contradicen esa historia que nos trae. Aquí, no sólo podemos recurrir al lenguaje oral, sino al escrito, que tiene grandes ventajas y posibilidades terapéuticas;
por ejemplo, se puede pedir al paciente que busque y nombre
testigos que den fe acerca de esos momentos en los que fue exitoso o valiente y pedirle que se escriba una carta a sí mismo desde esas personas destacando esos recursos que tiene, que ellas vieron y que le permitieron en ese entonces salir adelante. A alguien que está muy enojado con su madre por todo lo que siempre le ha hecho, se le puede pedir que le escriba una carta expresándole su coraje y luego, podemos solicitar que se conteste a sí mismo esa carta desde la posición de la madre.
Entre otros medios narrativos, las cartas ofrecen la
posibilidad de reescribir historias y de brindar nuevas construcciones que alienten al cambio (White, 1993). La utilización consciente y creativa del lenguaje es la principal herramienta del terapeuta interesado en promover cambios, haciendo de la terapia un ejercicio breve, creativo, agradable y divertido.
LECCION 5 Terapia sistémica Transgeneracional. A continuación se presenta una descripción de los elementos que constituyen la terapia de constelaciones familiares, así como su aplicación en el ámbito familiar, social e institucional. La técnica de constelaciones familiares fue desarrollada por el terapeuta alemán Bert Hellinger y está circunscrita en los marcos teóricos de la
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teoría psicoanalítica (Freud, 1980), la terapia sistémica familiar (Hernández, 1998) y la terapia de la gestalt (Perls, 1976), entre otras. La técnica da explicación a fenómenos relacionados entre las parejas, las familias y los grupos sociales; aporta alternativas de solución a situaciones de conflicto, a la violencia, el maltrato, asesinatos y suicidios así como también a problemáticas de la salud física y emocional, trastornos alimenticios, adicciones y enfermedades auto inmunes que aquejan a la población en general. FUNDAMENTOS TEORICOS DE LA TERAPIA DE CONSTELACIONES FAMILIARES3 Los órdenes del amor entre padres e hijos se presentan de la siguiente manera: el primer orden es tomar la vida que los padres han dado a los hijos; segundo, lo que los padres han dado es lo correcto;
tercero, los padres cargan con sus
propias culpas y responsabilidades, así como con sus propios méritos; y cuarto, los padres son grandes y los hijos, pequeños. 1. El orden del amor se inicia con la vida misma, con tomar la vida. Los padres son quienes dan la vida a sus hijos, además del alimento, la protección, la educación. Para el hijo, lo adecuado es que lo tome todo, tal como le es dado. Cuando el hijo lo toma de buen modo, por regla general, eso es suficiente. Hay excepciones, todos las conocemos, pero, por lo común, es suficiente. En este contexto, el orden implica que el hijo les diga a los padres:
“He recibido mucho.
Sé que es muchísimo y es suficiente. Lo tomo con amor”. Así, el hijo se siente lleno y rico. Además, añade: “El resto lo hago yo mismo”. Después, el hijo aún puede decirles a los padres:
“Y ahora los dejo en paz”. El
efecto de estas frases llega muy hondo, ya que ahora el hijo tiene a sus padres, y los padres tienen a su hijo, al mismo tiempo. Ambas partes están separadas y libres.
3
www.hellingercolombia.com
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Los padres han concluido su obra y el hijo es libre de vivir su vida, con respeto ante los padres y sin dependencia. 2. Lo que los padres han dado es lo correcto; esto significa que un hijo nunca puede decirle a sus padres:
“Lo que me dieron, primero, fue lo equivocado y
segundo, muy poco. Aún me deben un montón”. Aquí encontramos que el alma de este hijo sufre, ya que no acepta lo que ha recibido de sus padres.
Al
rechazarlo, tampoco admite a sus padres y, por ende, tampoco se acepta él mismo.
Así, este hijo no puede desligarse de sus padres.
El reproche y la
exigencia le ata a ellos, pero de manera negativa. Se siente vacío, pequeño y débil. 3. El tercer lugar de los órdenes del amor entre padres e hijos comprende que se respete aquello que personalmente les pertenece a los padres y lo que ellos saben que tienen que hacer solos. Los hijos no pueden reclamar los laureles de sus padres, ellos mismos tienen que labrarse su vida y ganar sus propios méritos. No corresponde a los padres crear un falso talento sobre sus hijos. Por ejemplo, que el padre o la madre sea muy importante en las ciencias o en las artes y que imponga a sus hijos sus propios méritos. A los hijos mismos les corresponde trabajar por descubrir sus dotes. Algo similar se aplica a la riqueza material de los padres; por ejemplo, a la herencia. El hijo no tiene ningún derecho a reclamarla; si recibe algo, se trata de un mero regalo. De igual modo, sucede con la culpa personal de los padres. También ésta les pertenece a ellos solos. En ocasiones, un hijo se arroga el derecho de cargar con esta culpa, por amor y para llevarla en lugar de los padres.
También esto
contradice el orden. De esta manera, el hijo se arroga algo que no le corresponde. Por ejemplo, cuando los hijos pretenden expiar algo en lugar de los padres, se elevan por encima de éstos. Entonces, los padres son tratados como hijos y los hijos tienen que cuidarlos como su ellos fueran los padres. 4. Y, por último, el cuarto elemento que forma parte de los órdenes del amor entre hijos y padres:
los padres son grandes y los hijos pequeños. Por lo tanto,
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corresponde que los hijos tomen y que los padres den. Dado que el hijo recibe tanto, siente la necesidad de compensarlo. Nos resulta difícil recibir algo sin que nosotros mismos demos, pero con nuestros padres nunca podemos compensar lo que recibimos; ellos siempre dan muchísimo más de lo que nosotros podamos devolver. Algunos hijos esquivan la presión de compensar, esquivan la obligación o la culpa que sienten por recibir, sin tener la obligación de dar a cambio algo. En un caso así dicen:
“Prefiero no tomar nada, así tampoco siento alguna obligación ni
culpa2. El orden sería que dijeran: “Lo tomo todo con amor”. Esta es una manera de tomar que al mismo tiempo compensa, porque los padres se sienten valorados a través de este tomar con amor. En el fondo, la compensación entre dar y tomar en la familia consiste en pasar lo recibido a otros. Cuando el hijo dice:
“Lo tomo todo, y cuando sea mayor, lo
pasaré a otros”, los padres se sienten felices. Así, pues, el hijo, al dar, no mira hacia atrás, sino hacia delante. Al fin y al cabo, los padres hicieron lo mismo:
tomaron de sus padres para
pasarlo a sus propios hijos. Precisamente por haber tomado tanto, sienten la presión de pasar mucho a otros y pueden hacerlo. Como podemos deducir, el orden para cada persona es que tiene un padre y una madre y que muchos tienen, además, hermanos menores o mayores o se es el hijo único; ésta es la familia y debo responder a las exigencias que ella me hace a mí. Más adelante explicaremos cómo se regula esto por medio de la conciencia familiar; por el momento, estudiemos una situación actual:
hoy en día, muchas
veces las mujeres se comportan como si pudieran tener hijos sin un hombre o sin un padre. O los hijos se comportan como si pudieran tener su vida sin sus padres. Esto es totalmente desproporcionado.
Esta realidad tan sencilla puede
reconocerse; el hecho de tener padres y de que éstos son los únicos verdaderos; que si ellos fueran distintos, yo también lo sería y que yo no puedo estar en consonancia conmigo mismo si rechazo a mis padres porque rechazándolos a
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ellos me rechazo a mi mismo.
Cuando reconozco estas cosas tan sencillas,
entonces, me he ganado el derecho de estar en la vida y entre los vivos. Gracias a este antecedente, podemos ahora decir cuál es la razón de ser de la terapia familiar sistémica en su presentación de constelación familiar. Con ella se descubre el foco de enganche o entrampamiento en que se halla una persona en el ámbito de la familia extensa; es decir, la persona en cuestión repite, porque está identificada (Laplanche, 1987)4 con un miembro anterior de la familia quien fue expulsado, olvidado o no tenido en cuenta.
En otras palabras, se ignoró
alguno de los órdenes del amor. Al dar con ese foco de ¡enredo”, como lo llama Hellinger (www.centroberthellingerdeargentina.com), o nudo sistémico, es decir donde se ha producido una alteración en las leyes de pertenencia, equilibrio y orden, de adelantan los cambios en la estructura familiar para así llegar a la imagen solución. Este proceso se lleva a cabo de una manera silenciosa y sin intención. Cabe destacar que fue éste uno de los principales descubrimientos de la teoría psicoanalítica.
Freud hizo uso de la atención flotante o “no intención del
terapeuta”, en su propio análisis, en el análisis de los sueños y durante el tiempo que realizaba sus investigaciones sobre la histeria en 1895. Ahora explicaremos quiénes son los integrantes de la red familiar y por qué se presentan los “movimientos interrumpidos” (Del Pozo, 1999)
así como las
condiciones para el desarrollo de la red familiar. Por regla general, pertenecen a la red familiar (sin tener en cuenta si aún viven o han muerto):
4
-
El hijo y sus hermanos
-
Los padres y sus hermanos
-
Los abuelos
-
A veces alguno de los bisabuelos
La identificación es el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste.
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-
Todos aquellos que hicieron sitio para otros en el sistema; por ejemplo, un primer marido o una primera mujer de los padres o de los abuelos, novios anteriores, una mujer o un hombre con la/el que un miembro de la red familiar tenga un hijo, y, por último, todos aquellos cuya desgracia, desaparición o muerte hayan supuesto una ventaja para otros en el sistema (quien dejó una herencia o regaló una casa).
La familia, como organismo vivo (A. Mahr, 2001; Sheldrake, 2004), tiene en su haber una memoria o alma que es la encargada de velar porque cada uno de sus integrantes mantenga su lugar allí;
cuando por decisión de alguno de los
integrantes de la familia algún miembro es olvidado, entonces, esta alma familiar, o inconsciente de la familia, busca equilibrar la familia. Luego, alguno de los integrantes de la familia en una generación posterior, por lo general en la tercera generación, representa para la familia a este personaje desplazado. Aquí, vemos que, en la organización de la familia, como en la biología, es en la tercera generación donde aparecen las problemáticas. Por ejemplo, un abuelo comete un homicidio, pero él no asume su culpa por este asesinato, ya que lo llevó a cabo bajo alguna convicción religiosa o política. Esta culpa sin asumir queda guardada, almacenada en la memoria familiar, cual gen recesivo, y es en una tercera generación cuando un nieto enferma gravemente o sufre de accidentes graves al punto de peligrar la vida. LA CONCIENCIA FAMILIAR La conciencia familiar se ocupa de los excluidos, de los que no son apreciados justamente, de los olvidados, de los no valorados y de los muertos por medio de la verificación de las condiciones básicas como son el derecho a la pertenencia, la ley del número completo y la ley de la prioridad de los anteriores y el reconocimiento de que todo es pasajero.
Además de que se encuentren las
condiciones básicas para las relaciones en general: entre tomar y dar y el orden (Weber, 1999).
la vinculación, equilibrio
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Explicaremos entonces, que existen tres clases de conciencia: 1. En el área del yo, la conciencia personal o del primer plano, que es la parte del sujeto infantil que ama con intención, es decir, que busca pertenecer al grupo o familia. Esta conciencia nos permite sentir lo que llamamos culpa o inocencia. Culpa, si hemos transgredido las reglas internas del grupo e inocencia si, en aras de pertenecer al grupo, hacemos lo que, de acuerdo con éste, está bien. Por ejemplo, en una familia de atracadores, la conciencia familiar indica que lo adecuado es engañar al transeúnte; si lo hacemos, obramos según sus reglas; culpable sería si yo empezara a juzgar como deshonesto o ilegal este acto. Como observamos, este sentido de conciencia nos la dicta el grupo del cual somos parte; así, tenemos una conciencia en el lugar de trabajo, otra con nuestros amigos, otra para la pareja, otra para el grupo religioso, otra para con nuestros padres. 2. En el alma infantil, obra la conciencia sistémica u oculta:
la conciencia del
alma familiar, la cual no tolera a los excluidos u olvidados; de este modo, algún nieto representará a un abuelo olvidado o abandonado. 3. El alma tiene dimensiones distintas:
también incluimos la instancia del alma
de un pueblo o un país (Lier, 2003). Así, muchas veces las conciencias se encuentran en contradicción unas con otras, como dijo Hellinger en uno de sus videos (Movement of the soul, 2001):
“Uno no puede fiarse de la conciencia”
ya que ella busca el bien del grupo, no mira al individuo en particular. Las condiciones por las que vela la conciencia son las siguientes: a) La vinculación: o el derecho a pertenecer a una familia. En el caso del
infante, es la necesidad básica de relación con otro que nos contenga. En principio, es la madre quien ofrece al niño la protección total; es en esta etapa cuando se desarrollan los aspectos de conocimiento, confianza y valoración. Es lo que llamaríamos yo receptivo (Otero, 2004). Debido a este vínculo incondicional, se pueden presentar las capacidades nombradas anteriormente;
sin embargo, encontramos que es muy difícil hallar una
persona que no tenga carencias en este aspecto ya que, por ser tan
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dependientes y, debido a que las madres y cuidadores son personas con vida normal, además de múltiples ocupaciones y problemas, es frecuente que tengamos “baches” en el área de la confianza básica, como la llamaba Guex (1963) y, por supuesto, estamos llenos de inseguridades, lo que nos lleva, más adelante, a que nuestras propias relaciones de pareja y las familias que establezcamos, nosotros como padres, estén también llenas de dificultades.
No podemos brindar apoyo y respaldo cuando nosotros
mismos no nos hemos sentido lo suficientemente apoyados en la infancia que es cuando se forma la confianza básica. Es decir, si como hombre o mujer no estoy bien edificado, no tengo forma de brindar una imagen completa para mis propios hijos; si no tengo padre o madre interna, no podré proporcionar una buena imagen de padre o madre para mis propios hijos. b) En la familia, es la conciencia familia quien verifica que, una vez que una persona fue incluida en la familia, siempre conserve su lugar. Este derecho de vinculación puede verse afectado por nuestros actos,, en la medida en que lo que hagamos puede perjudicar nuestro derecho a la pertenencia, ya sea porque vayamos en contra de los preceptos de nuestra familia o porque queramos ser parte de otra familia y olvidemos los que son tenidos en cuento en nuestra familia de origen. El derecho a formar parte del grupo familiar se vive como inocencia por los actos cometidos, ya que están de acuerdo con los preceptos básicos d esta familia. El otro sentimiento es el de culpa, pues hicimos algo que nos expulsa de esta familia.
Como
cualquiera en las interrelaciones, tal sentimiento de vinculación entraña muchas dificultades. Por ejemplo, entra más seguridad se les proporcione a los hijos, tanto más miedo se tiene ante la pérdida de dicha seguridad, puesto que la seguridad no puede experimentarse sin el miedo a lo contrario. Por lo tanto, se debe volver a ganar la pertenencia una y otra vez; nunca es una propiedad segura. Dado que el vínculo del hijo con los padres es más fuerte que el de los padres con los hijos, éstos también están más fácilmente dispuestos a sacrificarse por sus padres.
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c)
El equilibrio: con respecto al intercambio positivo entre dar y tomar, experimentamos la culpa como obligación u la inocencia, como libertad de cualquier obligación. Así, no hay “tomar” que no tenga su precio. El que está exento de toda obligación, se siente ligero y libre, pero no conserva, tampoco, alguna vinculación.
d) El orden:
La conciencia está al servicio de las conveniencias sociales que
rigen entre unos y otros. Sentimos la culpa como infracción y como miedo al castigo, y la inocencia como lealtad a la conciencia y como fidelidad.. Asimismo, percibimos las condiciones o leyes para el desarrollo de la red familiar, estas moduladas por la conciencia familiar. e) El derecho a la pertenencia:
como se mencionó, toda familia posee
integrantes y cada uno de ellos tiene igual derecho a estar en ella; no tiene más derecho a pertenecer a la familia el hijo mayor sobre el hermano menor; incluso, un asesino entra a formar parte de la familia de su víctima y en el corazón de él y de la familia de origen propia ya deja de formar parte de ésta. Esto, por las órdenes del amor, o como lo ha explicado Hellinger, porque el destino de perpetradores y víctimas se una, si no en lo humano, sí en lo divino y en lo que está por encima de nosotros como es la muerte. f)
La ley del número completo: Esto tiene relación específica con el lugar que ocupamos en la familia. Si, por ejemplo, por los nudos sistémicos que se presentan, el hijo menor ejerce funciones de padre, es muy probable que esta hijo caiga enfermo o no pueda formar su propia familia por dos razones principalmente: la primera, porque es una tarea muy pesada para él ejercer de padre y esto le acarreará más dificultades; y segundo, debido a que, siguiendo el orden natural de la vida, quienes nacieron primero fueron los padres; yo, como hijo, vengo después.
g) La ley de la prioridad de los anteriores: el ser se clasifica por el tiempo. Se
obtiene el rango y se estructura por el tiempo. relacionada con la del inciso anterior:
Esta ley se halla muy
quien está primero tiene ciertos
derechos y privilegios que no se pueden usurpar, entre otros motivos, a causa de que la conciencia familiar vela porque sean respetados.
Así,
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como hijo mayor debo servir de apoyo a mis padres, pero no por encima de alguno de ellos y yo, como hermano menor, le debo mi atención a mis padres ya que es de suponer que recibí más atención de parte de mis hermanos mayores. Entonces, como forma de equilibrar en el dar y recibir, mis padres le dieron más a mi hermano mayor, éste del dio su apoyo al segundo, yo, como hijo menor, recibí de mi hermano mayor y de mi segundo hermano, en consecuencia, doy apoyo a mis padres en la vejez, como gratitud por lo recibido. h) Reconocer que todo es pasajero: esto implica aceptar que la vida tiene sus
ciclos y que nosotros no podemos impedir o alargar los ciclos o la vida de los demás por más que lo queramos. Por ejemplo, si una pareja ha tenido dificultades y desea empezar de nuevo, debe aceptar de corazón comenzar de cero, sin reproches y sin “guardados” para la otra persona. “Lo que pasó, pasó” y no nos aporta algo bueno traerlo al presente una y otra vez.
¿COMO SE REALIZA UNA CONSTELACION FAMILIAR? En este punto, es muy importante explicar el nombre de la técnica. En alemán, se denomina Aufstellum Families lo que quiere decir “poner en su lugar”. En español, los primeros traductores le dieron el nombre de “constelar”, en el sentido de que es toda la familia y sus implicaciones lo que se representa sin ser, por esto, una obligación que tengan que sacar representantes para todos los miembros de la familia, sino sólo y en aras de la mínima información, las personas implicadas de modo directo con la problemática del paciente. Por lo general, en los grupos de trabajo para realizar constelaciones se pueden reunir desde 10 hasta 200 personas. Quien va a constelar su familia debe, ante todo, tener una pregunta muy específica acerca de su problemática actual; entonces le comunica al terapeuta su pregunta y elige de entre los demás participantes del grupo a representantes para cada uno de los miembros de la familia actual y para sí mismo. Es importante destacar que, aunque sabemos que nuestras dificultades actuales vienen desde nuestra familia de origen, lo
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trascendente para el terapeuta y para el paciente mismo es reconocer la manera como esta persona, en especial, se vincula con su pareja o hija o hermana y así proceder hacia atrás. Sin embargo, depende de cada caso en particular la forma como, finalmente, se desarrolle la constelación. Después de que la familia ha seleccionado de entre el público a las personas con las que tiene la vinculación cercana y ha elegido a un representante para él o ella, en silencio y muy dedicadamente, debe colocarlas una a otras con relación a la cercanía o distancia con respecto a los otros. Luego, la persona debe tomar distancia y tanto el terapeuta como el paciente darán un tiempo, unos pocos minutos, a quienes están representando para que ellos empiecen a manifestar en sus cuerpos lo que sus representados sienten en la vida real y cambien de posición, si es que ése es su sentir. Entonces, el terapeuta hará los análisis pertinentes de lo que se va representando; es decir, explicará el nudo sistémico que se está haciendo visible. Por último, el terapeuta presentará al paciente la imagen solución o, lo que es lo mismo, la manera como deberían relacionarse las personas respecto de cercanía o distancia entre unas y otras. En algunos casos, el terapeuta solicita al paciente que ocupe su propio lugar en la constelación y hace que éste repita algunas frases que buscan descargar o delegar las funciones o responsabilidades en los personajes a quienes les corresponde, éstas con frases y rituales sanadores. Cabe recordar lo que advierte Hellinger acerca de la imagen solución de las constelaciones: son imágenes, estaciones en el camino y, por tanto, no son estáticas y están sujetas a cambios por el desarrollo e interacción de los miembros de la familia. De este modo, sacar conclusiones definitivas de una constelación no necesariamente es constructivo.
Es
fundamental recordar que el fin de la constelación es que quede impresa en el corazón de la persona que la configuró, que no haga comentarios acerca de ella y, más bien, la deje “flotando” en su interior. Aquí, volvemos a recordar a Freud y su atención flotante.
No debemos ponerle una intención a la constelación;
sencillamente, debemos verla, sentirla y dejarla para que haga su trabajo.
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Cuando se trabaja con constelaciones y, en general, en el quehacer psicoterapéutico, se hace indispensable reconocer los sentimientos que afloran y distinguir cuales son los que permiten a las personas elaborar los duelos, pues favorecen la acción, y cuales provocan que el paciente se auto compadezca sin permitirse alguna solución a su problemática. De acuerdo con Lier (2003) , existen cinco distintos tipos de sentimientos: 1. Primarios o verdaderos. Son intensos, breves, se resuelven relativamente rápido, sin drama. 2. Secundarios o de reemplazo. Se llaman de reemplazo porque le restan vigor a la persona, le impiden resolver su problemática. La expresión del dolor es exagerada, casi teatral.
Esto porque lo que se intenta es
convencer al otro de que el dolor es superior a las fuerzas, pero, en realidad, lo que muestra es que prefiere, inconscientemente, sentir la rabia y no el dolor por una pérdida. 3. Sistémicos o sentimiento transmitidos o desplazados. Son aquellos que provienen de algún miembro de la familia que ha sido olvidado y son los que nos permiten dar cuenta de los nudos sistémicos. 4. Infantiles. Son los que no pudieron ser resueltos porque los niños que los sintieron no contaron con el apoyo necesario y, luego, se quedan para ser repetidos en el futuro, en el tiempo adulto. 5. Sentimientos meta. Son expresiones de nuestra conexión hacia la totalidad superior y sostenida. El hombre se siente conectado con el otro y siente compasión de su dolor.
¿COMO FORMAMOS PAREJA? El hombre nace de la madre y tiene un vínculo de total dependencia; la presencia del padre es necesaria para que estimule el desarrollo de la masculinidad, por encima de la feminidad. Si el hombre se queda en el ámbito de la madre, la experimenta como poderosa y no puede tomar al padre; entonces, lo masculino
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queda restringido y no puede ser un hombre adulto que forme pareja. Queda invalidado de feminidad y termina compitiendo con la mujer. El hombre que no se vincula con el padre es el favorito de las mujeres, el amante, el “Don Juan”, el seductor, el héroe. La mujer nace de la madre y asume la feminidad; luego, se acerca al padre con quien conoce el mundo masculino. Este recorrido finaliza cuando vuelve a la madre, quien se convierte en su modelo de identificación. La mujer que se queda en el ámbito del padre se llena de masculinidad y no puede identificarse con la madre, entonces, se convierte en la favorita, la amante perfecta, la seductora, pero no en la mujer adulta que tiene una relación de pareja estable. Cuando se hace el recorrido completo, se trata al otro sexo como un igual, no se compite, ni se envidia a la pareja, se es complemento. El hijo que está al lado del padre respeta a la madre y a la mujer; el que se queda en la madre, domina, subyuga y abusa de la mujer. La hija que vuelve a la madre respeta al padre y al hombre; la que se queda en el padre, manipula, controla, domina y maltrata o explota al hombre. A lo largo de su trabajo terapéutico, Hellinger muestra que la elección de pareja depende de modo exclusivo de la manera en que nos hemos relacionado en nuestro hogar y si estamos o no implicados en algún enredo familiar.
Por
supuesto, esto lo ha afirmado también la terapia sistémica la cual lo explica de la siguiente forma:
cuando una mujer se casa con un hombre, éste la percibe con
su sistema, es decir, de acuerdo con la imagen interior de mujer que tiene en su sistema. Lo mismo ocurre a la inversa. Ahora bien, si ambos cónyuges configuran sus constelaciones, los dos poseen la posibilidad de ver en qué aspectos percibían de manera diferente el otro; por tanto, si esta imagen se corrige, la percepción del cónyuge se vuelve más real. Así, si nos ha sido difícil establecer una pareja estable, ya sea porque somos compulsivamente infieles o ya que a quien elegimos a la larga de muestra
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inadecuado, esto depende de la relación que establecimos con nuestra madre o padre en la infancia y, de modo adicional, es importante considerar si estamos suplantando una función de estos personajes. El estar cumpliendo con una función que no nos corresponde debilita nuestra alma y cuerpo, además de que nos mantiene muy ocupados; así, por ejemplo, para no ser desleal con la madre y hermanas luego de que el padre ha muerto, el hijo, inconscientemente, puede decidir que no formará pareja estable y, para evitar la tentación, caerá en enredos emocionales aunque, por supuesto, esto lo deje vacío e insatisfecho. La profundidad del vínculo puede deducirse de sus consecuencias. La separación del primer amor es la más difícil, es la que más duele. Vínculo no equivale a amor. E amor puede ser escaso y el vínculo, profundo. O, por otra parte, el amor puede ser profundo y el vínculo, ínfimo. Para que un nuevo vínculo pueda ser llevado con éxito, el primero debe ser resuelto de una forma positiva. El vínculo se resuelve reconociéndolo y valorando a la primera pareja.
Quien rechaza y
desprecia el primer vínculo, impide el vínculo siguiente. ¿COMO LAS IMPLICACIONES SISTÉMICAS FAVORECEN LA PRESENCIA DE ENFERMEDADES, SUICIDIOS O ACCIDENTES? Hellinger recalca el orden como criterio de importancia en el análisis del sistema familiar y asevera que, entre más desorden haya, más conflictos se dan. Cuando no se consigue comprender un destino cambiar de lugar para sumir el que nos corresponde, nos enfermamos. Ante la enfermedad, Hellinger encontró que se siguen tres dinámicas de fondo, lo que significa los enredos o situaciones sin resolver de las generaciones anteriores. De ese modo, las tres dinámicas son: 1. La tendencia de: “Te sigo a la muerte, o a la enfermedad, o a tu destino”; por ejemplo, una hermana gemela muere muy pronto en el transcurso de la vida y ella es olvidada. Su hermana sobreviviente no siente que tenga el derecho de vivir con alegría ya que la otra ha muerto; inconscientemente, ella misma se dice: “no tengo derecho a estar viva”.
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2. La tendencia de: “Prefiero morir yo antes que tú”, o “Prefiero marcharme yo antes que tú”. Este caso lo hallamos, por ejemplo, cuando un abuelo, ya sea por cuestiones políticas, participó en el asesinato de algún grupo étnico o social; él, como tal, no asume la responsabilidad de estas muertes, pues, como vimos, estaba cobijado bajo el manto de la conciencia de grupo (por ejemplo, su grupo militar).
Sin embargo, un nieto o una nieta,
posteriormente, padecerá una enfermedad grave o tendrá accidentes graves que, muy probablemente, lo conducirán a la muerte. 3. La tendencia de la expiación de una culpa personal. Aquí por ejemplo, detectamos el caso de mujeres que han abortado, paro nunca pudieron relacionarse con este hijo muerto, no reconocieron el valor de la muerte de este hijo para su propio bienestar. Más adelante, es probable encontrar mujeres con depresiones graves o metrorragias (Ten Hovel, 1999).
LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Y SOCIAL La violencia es una consecuencia de alteraciones de la vinculación EQUILIBRIO Y ORDEN DE LAS ESTRUCTURAS FAMILIARES En este enfoque, se considera que las causas de la conducta se hallan en el ámbito de la historia de los afectados y que la disminución o corrección de las conductas violentas dependen del reconocimiento sobre la necesidad de poner en orden algo en la psiquis o el alma de la familia de origen o en la familia actual de uno de los integrantes de la pareja. ELABORACION DE SITUACIONES TRAUMATICAS POR LA VIOLENCIA La persona víctima de violencia, el desplazado, secuestrado, reinsertado, es alguien que está en estado de deshumanización, no es reconocido, no tiene miradas de comprensión y reconocimiento, no tiene un lugar; es decir, no es nadie para el otro en un nivel social.
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El otro social me ayuda a definir quién soy, que seré mañana, qué quiere el otro de mí. El vínculo establecido con el otro me construye o me deshace. Es una lente desintegración del núcleo del yo o del sistema familiar o social. Lo traumático es vincular, se en relación con otros y se repite generacionalmente. El terror causa profundos desarreglos, rompo los vínculos de seguridad; desapegados de los vínculos, se rompen los lazos de solidaridad y colaboración. Si olvido los hechos de terror, estos se pueden convertir en fascinación. El traumatismo acumulativo insensibiliza y acostumbra a esas situaciones de sometimiento, maltrato o dolor. El trabajo con grupos familiares afectados en diversos grados por la violencia intrafamiliar, o intrasocial, debe estar libre de juicios morales o éticos. No se trata de desmentir los hechos violentos, hay que hablarlos y pensarlos. Deben ser vistos, incluido el perpetrador del maltrato, o el guerrillero, como niños que obedecen estándares válidos que han sido legitimados en su familia de origen o grupo sustitutivo de la familia y sin los cuales no hubieran sido aceptados dentro del grupo. La mayor dificultad se presenta cuando dichos estándares no sólo se presentan en la familia, sino en grupos sociales o comunidades más amplias; entonces la presión por seguir esos estándares es aún mayor. Es preciso estar conscientes de que la gente se identifica con los perpetradores, entre sus antecesores, que fueron condenados sin reconocer que estaban implicados sistemáticamente. Ya explicamos que nunca las tres leyes internas de la familia podrán estar al tiempo perfectamente equilibradas; no obstante, es el obrar en consonancia con el orden y el amor lo que nos lleva a la paz y a la armonía. En los casos de los grupos al margen de la ley, cualquiera que sea, las víctimas deberán incluir en su grupo al grupo perpetrador, en especial, al personaje violento. De lo contrario, algún miembro de la familia querrá buscar venganza por
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la muerte de su familiar. Pero, en el ámbito de la muerte, a los muertos no les interesa la revancha, sino encontrarse unos a otros en esta dimensión donde todos son iguales, las víctimas y los victimarios. LA MUERTE Frente a este caso particular, Hellinger nos advierte acerca de que el reino de los muertos es más grande que el de los vivos y que la vida y la muerte es un continuo. La vida viene de la muerte y hacia ella se dirige de nuevo. Sólo en la medida en que reconozcamos que la muerte es parte de nuestra existencia podremos elaborar con tranquilidad la muerte de nuestros seres queridos y odiados, ya que, ambos, como hemos dicho, hallan su paz en el mundo de los muertos y allí lo que interesa es que los sobrevivientes los mantengan en un lugar en su corazón, que honren su memoria, reconociéndoles el lugar que les corresponde en el núcleo familiar.
UNIDAD II ACERCAMIENTO A UN PROCESO DE ATENCION Capitulo I DEMANDA Y DIAGNOSTICO
LECCION 1 Afirmación Introducción “ARTÍCULO 4o. CAMPO DE ACCIÓN DEL PSICÓLOGO. El psicólogo podrá ejercer su actividad en forma individual o integrando equipos interdisciplinarios, en instituciones o privadamente. En ambos casos podrá hacerlo a requerimiento de especialistas de otras disciplinas o
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de personas o instituciones que por propia voluntad soliciten asistencia o asesoramiento profesional. Este ejercicio profesional, se desarrollará en los ámbitos individual, grupal, institucional o comunitario. ARTÍCULO 5o. Dentro de los límites de su competencia, el psicólogo ejercerá sus funciones de forma autónoma, pero respetando siempre los principios y las normas de la ética profesional y con sólido fundamento en criterios de validez científica y utilidad social.” 5 El requerimiento de intervención profesional del psicólogo (a) en una familia, equivale a la manifestación del malestar personal de uno de sus miembros y justifica la revisión de la dinámica del sistema, con el objeto de favorecer el mejor posicionamiento de sus integrantes en vistas a su realización personal. Objetivo específico: Priorizar el requerimiento de intervención profesional del psicólogo (a), en función de procurar las mejores condiciones familiares para la realización personal de sus miembros. El síntoma
“síntoma. (Del lat. symptōma, y este del gr. σύμπτωμα). 1. m. Med. Fenómeno revelador de una enfermedad. 2. m. Señal, indicio de algo que está sucediendo o va a suceder.”6 En relación con la primera connotación, hay que recordar la observación de Gilles Deleuze y Felix Guattari: 5
LEY 1090 DE 2006, (septiembre 6), Diario Oficial No. 46.383 de 6 de septiembre de 2006 CONGRESO DE LA REPÚBLICA “Por la cual se reglamenta el ejercicio de la profesión de Psicología, se dicta el Código Deontológico y Bioético y otras disposiciones.” http://www.secretariasenado.gov.co/leyes/L1090006.HTM 6
Diccionario de la lengua española. Vigésima Segunda Edición. http://buscon.rae.es/draeI/
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“Desde el siglo XIX el estudio de las enfermedades mentales está prisionero del postulado familiarista y de sus correlatos, el postulado personológico y el postulado yoico. Como hemos visto, siguiendo a Foucault, la psiquiatría del siglo XIX concibió la familia a la vez como la causa y el juez de la enfermedad, y el asilo cerrado como una familia artificial encargada de interiorizar la culpabilidad y de provocar el advenimiento de la responsabilidad, envolviendo la locura tanto como su cura en una relación padre-hijo presente en todo lugar.”7 En esa perspectiva, no se puede salir de la lógica de medicalizar a los integrantes de la familia que no se conformen al sistema. La alternativa es asignar al malestar personal en el interior de una familia, el valor de síntoma de su disfuncionalidad. Este es el caso. La queja de una persona, su inconformidad con la vida familiar, son la indicación de que lo que sucede en el sistema amerita una revisión, una reflexión y un replanteamiento. La atribución ¿A quién ó a qué se atribuye esa disconformidad o malestar personal? En el relato de una queja, un elemento fundamental a discriminar es el relativo a las atribuciones de causalidad por el relator. Usualmente estas atribuciones van desde la personificación a ultranza (sindicación específica del cónyuge, los hijos o parientes involucrados), pasando por la descripción decreciente de los niveles motivacionales, hasta llegar a la caracterización de los elementos objetivos de los que se deriva la disconformidad. 7
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Felix. El anti-edipo: Capitalismo y Esquizofrenia. Paidós: Buenos Aires, 1995. p. 369 y 370.
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Desde el punto de vista de la interpretación, las atribuciones de intencionalidad (personificaciones), sólo son indicaciones del efecto del funcionamiento del sistema en la subjetividad de sus integrantes. No pueden ser consideradas como elementos efectivamente causales. La intencionalidad de los agentes no se refleja directamente como efecto en la familia. Los niveles de motivación de los agentes tampoco constituyen elementos operativos
del
sistema,
pero
igualmente
constituyen
indicadores
del
funcionamiento familiar y del cumplimiento de sus metas específicas. Lo que en cambio constituye la operación basal de la familia, son los estilos de comunicación que la reproducen.
Es decir, las interacciones mútuamente
condicionantes entre el comportamiento de sus miembros, entre los cuales debe considerarse, necesariamente, la consulta al experto. La interpelación La consulta a un agente externo calificado, puede ser considerada como un recurso emergente del sistema familiar en la búsqueda de su supervivencia. No obstante, dicha interpelación no necesita confundir, sino mas bien discriminar, entre los motivos personales y la dinámica sistémica. Si se entiende el sistema familiar como unas formas conversacionales específicas que se reproducen, la apelación a un elemento externo indica la persistencia de un modo de operar y la resistencia en algún sector particular, que posibilita la inclusión de un nuevo agente.
Este nuevo agente, para el caso autorizado
socialmente y requerido en tanto que psicoterapéuta, tiene en nuestra cultura un papel mas bien mítico. El desarrollo de la profesión en nuestro medio, atribuye al psicólogo (a) funciones más bien similares a la de las brujas en la época medieval o chamanes en
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sociedades primitivas.
Todo tiende a depender más de las calidades del
profesional, que del conocimiento disciplinar pertinente. El trabajo de intervención debe tener en cuenta esta expectativa, para reorientarla en la forma de orientación cognitiva.
No se trata de que en el análisis de la situación familiar el
psicoterapéuta avale, legitime o difunda determinadas normas apropiadas de comportamiento familiar; sino más bien que se constituya en un elemento que posibilite la comunicación refleja del sistema, que de esa manera obtiene la posibilidad de revisarse. Conclusión: El requerimiento al profesional de la psicología, se acompaña de la descripción de una disfunción familiar y su correspondiente atribución. Esta situación, desde la óptica del profesional, es considerada como síntoma susceptible de interpretarse en el proceso de interpelación al sistema.
LECCION 2: Información Introducción El requerimiento necesita ser contextualizado con el conocimiento suficiente del funcionamiento típico familiar y la situación particular de la que emerge.
Por
consiguiente, se impone una estrategia de producción de información válida y confiable, con apoyo en la cual se pueda realizar esta labor descriptiva. Objetivo Específico: Recopilar la información pertinente al funcionamiento típico del sistema familiar y a la situación específica de la que se trata. Situacional
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La situación familiar de la que emerge el requerimiento profesional, esta determinada por condiciones espacio-temporales de las que es necesario informarse suficientemente. El sistema familiar, aunque movil, generalmente esta circunscrito territorialmente al lugar destinado como vivienda. Esta es, ¿propia? ¿alquilada? ó ¿ajena?
¿Cuales son sus características físicas? : ¿tamaño?
¿distribución del espacio? ¿disponibilidad del espacio por miembro? ¿Cuales son sus características socio-culturales?
¿Estrato del sector?
¿Destinación social (vivienda, actividades sociales, laborales, recreativas)? ¿Antigüedad de la familia en ella? En cuanto a la dimensión temporal, cabe saber la edad y la posición social (profesional, empleado, estudiante) de cada uno de sus miembros.
Las
expectativas personales a corto, mediano y largo plazo. Y las condiciones de salud en general. Desde el punto de vista de su funcionamiento, la descripción situacional se orienta por la verificación del cumplimiento de sus funciones básicas como sistema: protectiva, reproductiva y realizativa. Y para cada función debe poder indicarse la proporción en que se cumple respecto de cada integrante. La protección objetiva alude a las necesidades básicas satisfechas y a la sensación de seguridad percibida al interior de la familia por sus miembros. La reproducción tiene que ver con la capacidad del sistema para mantenerse económica, política y afectivamente.
Y la función realizativa se refiere a las
posibilidades del sistema para proporcionar las condiciones suficientes en las que cada uno de sus miembros pueda alcanzar sus metas personales de vida. Estructural
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El sistema familiar se estabiliza en una estructura que garantiza la perpetuación de sus procesos de protección, reproducción y realización.
La estructura son
relaciones recursivas permanentes para cumplir funciones específicas.
Y es
económica, política y afectiva. La estructura económica de la familia es relativamente independiente de la economía externa, aunque se sostiene permanentemente que esta es su continuidad o viceversa, aquella continuidad de esta, como elemento del proceso de socialización.
Dependiendo del contexto sociocultural, hay unos insumos
básicos para la preservación del sistema, los cuales son distribuidos según lógicas inmanentes que es útil caracterizar. En el caso Colombiano, la unidad familiar ha sido célula de la economía en el ámbito rural y en el industrial, principalmente.
Aunque no se puede menospreciar
su participación en el comercio. Por ejemplo, el sector de los tenderos, ¿sería posible su existencia sin el soporte fundamental de la familia? Políticamente, la estructura familiar está generalmente asociada a relaciones de tipo jerárquico, al nivel de la pareja y filial.
No obstante los esfuerzos de
democratización que se realizan, predominan las relaciones jerárquicas de autoridad entre padres e hijos, e incluso entre cónyuges. Lo cual probablemente esté asociado al hecho de que en nuestra cultura el saber y el poder están emparentados. Por el lado de los vínculos afectivos, se puede decir que la familia es un grupo incestuoso regulado, en el sentido en que promueve el afecto entre padres e hijos, pero al mismo tiempo lo inhibe en su meta biológica. “... el trabajo subjetivo abstracto tal como es representado en la propiedad privada tiene por correlato al Deseo subjetivo abstracto, tal
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como es representado en la familia privatizada.
El psicoanálisis se
encarga de este segundo término, y la economía política del primero.”8
Histórica Respecto de la visión personal, la familia tiende a percibirse como una institución natural.
No obstante, la mirada sociológica devela su carácter histórico.
Un
ensayo como el de Lenin9, a comienzos de siglo, sitúa el carácter diacrónico del sistema familiar, emparentándolo con las transformaciones económicas de la sociedad y asociándolo con el Estado como forma peculiar de organización social. En su origen medieval, la familia es una institución de alianza, anclada al territorio y a sus pretensiones de colonización. Los matrimonios se concretan entre la aristocracia terrateniente en Europa y en la América Colonial como réplica, por razones de expansión territorial y control político. Con el paso a la modernidad y concretamente a la industrialización de la sociedad, la familia se aburguesa y comienza a servir a la tarea de calificación del linaje. A la burquesía le interesa más la descendencia que la ascendencia. Y este dispositivo
familiar
también
funciona
como
elemento
de
control
social,
particularmente por las vías de la medicalización. Porque es en el interior de la familia que se identifican los trastornos de la personalidad y todas las psicopatologías asociadas a la anormalidad individual. Contemporáneamente, la expansión de una sociedad del conocimiento y la colonización de la cultura por los medios masivos de comunicación, han hecho de la familia un sistema social altamente vulnerable y sensible a las necesidades individuales.
Contradictoriamente, se la defiende como la instancia básica de
8
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Felix. El anti-edipo: Capitalismo y Esquizofrenia. Paidós: Buenos Aires, 1995. p. 313. 9
La Familia, La Propiedad Privada y el Estado.
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socialización y se le atribuyen los principales trastornos individuales.
Las
organizaciones productivas, el arte, la ciencia y la tecnología se disputan la exclusividad de los individuos, dejándole a veces a la familia funciones residuales de soporte y mantenimiento. Ya se oyen voces, que incluyen al animal doméstico como miembro del sistema. Lo que está indicando el nivel de indiferenciación en que se le ubica, con respecto a otroras funciones socialmente primordiales. Conclusión: La producción de información en el sistema familiar es inagotable. Así que, para el trabajo profesional, debe tenerse en cuenta la finalidad de una caracterización estructural del sistema y una descripción coyuntural de la situación específica que da lugar a la intervención.
LECCION 3: Comprensión Introducción En una sociedad capitalista, marcadamente individualista, la intervención del psicólogo con la familia tiende a restringirse al plano de la normalización de sus integrantes, aún cuando esa misma normalización esté en cuestión ó por lo menos no tenga referentes exentos de polémica. ¿Qué es un padre? ¿Qué una madre? ¿Qué un hijo? ¿Cual es la función de la familia? De ahí que plantearse el tema del trabajo profesional del psicólogo con la familia, conlleva la responsabilidad de situarla en su contexto histórico-cultural concreto, que permita igualmente clarificar la posición del experto al respecto, no sólo de la situación específica objeto del requerimiento, sino de la situación crítica global de la familia en la sociedad contemporánea.
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Objetivo Específico: Plantear técnicamente el problema del funcionamiento familiar del que derivó el requerimiento. El compromiso terapéutico Del ámbito de la terapia con familias, han surgido muchas de las críticas a la psicoterapia convencional basada en la omnipotencia del experto. El abordaje de la familia por el terapeuta, le ha develado su consistencia y el carácter sintomático del malestar personal con respecto a aquella. Y también ha permitido replantear el papel del terapéuta con relación a las personas y al sistema familiar. Si una de las connotaciones más frecuentes de la psicoterapia de familia es la de arreglar, cabe preguntarse qué se arregla: ¿el individuo para que se conforme al sistema? ó ¿el sistema familia para que se conforme al individuo?
Ese
planteamiento probablemente conduzca en el primer caso a la decepción del consultante y en el segundo a la frustración del psicoterapeuta. La noción de arreglo es de carácter técnico y normativa.
Es limitada en sus
alcances con respecto a lo que acontece en un sistema de comunicación como la familia, cuya función primordial es reducir la complejidad de su entorno, para especializar sus funciones protectiva, reproductiva y realizativa de la persona.
Y
además, ubica al experto en un papel instrumental inapropiado para el andamiaje social del que se trata. El psicólogo, como experto, es un agente social entre otros, con un determinado capital simbólico en su haber, que lo habilita como actor social para realizarse a su manera. Es cierto que en nuestro medio, el prestigio personal se mantiene como criterio de valoración social y no puede desecharse impunemente.
Pero es
igualmente cierto que los cientistas sociales sabemos de su cada vez mayor
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insuficiencia
para
operar
la
transformación
de
los
procesos
sociales,
particularmente familiares. Por el contrario, en ocasiones el prestigio del experto puede ser contraproducente, en la medida en que acrecienta la percepción de impotencia e incapacidad del consultante.
De ahí que sea conveniente precisar por anticipado, que el
conocimiento del que dispone el experto con respecto a la familia, es abstracto, general y universalizante; mientras que el que se requiere para el proceso de transformación y fortalecimiento de la familia, es concreto, particular y singularizante. El trabajo de intervención, implica de parte del psicólogo, el compromiso ético de reconocer el saber alterno y pertinente del consultante, como regulador permanente de su conocimiento científico generalizante. La perspectiva profesional La norma legal obliga al profesional de la psicología a corresponder al requerimiento de las personas y sus respectivas familias.
Las crecientes
dificultades de las familias actuales también demandan el apoyo necesario de los expertos en ciencia social, particularmente la psicología, para tener mejores criterios de decisión y acción frente a los cada vez más inesperados eventos familiares. En el caso de los eventos familiares, la contingencia de su emergencia, desarrollo y consecuencia, hace imprevisible su cálculo tanto para el experto como para el lego.
Por lo que esa no puede ser la expectativa que se alimente.
Preferentemente, hay que sensibilizarse frente a la complejidad del sistema familiar, delimitar los ámbitos de interés para la intervención y definir con criterio compartido, los objetivos de dicha intervención.
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Ningún procedimiento terapéutico con las personas y su familia, puede excluir la advertencia de su contingencia y el compromiso compartido de todos los participantes. Tampoco cabe olvidar que se trata de un proceso de comunicación susceptible de ser interpretado por otras partes del sistema social (p.e. otras familias, las instituciones educativas a las que asisten los niños, las empresas donde trabajan los padres, el vecindario donde reside la familia), lo que como operación se refleja al interior de la misma familia, sin mayores probabilidades de control exitoso. La evaluación del servicio Precisamente por la contingencia comunicativa a la que es inmanente el trabajo de intervención con familia, resulta primordial precisar metas de trabajo a corto y mediano plazo, lo mismo que los indicadores objetivos correspondientes, para que dicho mecanismo se convierta en regulador interno del sistema y le ayude en su proceso de fortalecimiento. El sistema familiar no tiene una conciencia refleja de los acontecimientos de su entorno, lo que si tienen los agentes que la conforman. Pero la conciencia de dichos agentes, está limitada al ámbito de sus intereses personales y no hace parte de la familia, sino de su entorno, incluyéndonos. De ahí el riesgo de caer en concepciones filantrópicas para atender a las situaciones familiares. En su lugar, las operaciones de la conciencia individual pueden animar la transformación
de
los
procedimientos
habituales
de
la
modificaciones también suelen afectarnos psicológicamente. reciprocidad,
de
interpenetración
entre
comunicación
familia,
cuyos
Este principio de y
conciencia,
especialmente posible por la mediación del lenguaje. “El lenguaje aumenta la irritabilidad de la conciencia por medio de la comunicación y la de la sociedad por medio de la conciencia, la cual
es
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transforma los estados internos en lenguaje y comprensión (o falta de comprensión).”10
Lo cual posibilita indicar con el recurso del lenguaje, los hitos correspondientes que orienten la actividad tanto del experto como del lego y la mantengan, durante la intervención, susceptible al trabajo de evaluación permanente por quienes la realizan, controladamente, en lo que respecta al requerimiento. Conclusión: Reconociendo las posibilidades contingentes del sistema familiar, el profesional interventor requiere limitar el espectro de su trabajo profesional, con el objeto de comprometerse con metas específicas y clarificar expectativas de desempeño en cuanto al servicio.
LECCION 4 : Diagnostico Situacional Introducción Entendido el requerimiento como sintomático, cabe hacer una exploración de la situación específica de la que deriva, contabilizando los elementos básicos y diferenciando los momentos críticos de los traumáticos. Objetivo Específico: Caracterizar suficientemente la situación de la que emerge el requerimiento de intervención profesional. Elementos
10
LUHMAN, Niklas. Complejidad y Modernidad. De la Unidad a la Diferencia. Trotta: Madrid, 1998. P. 62.
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Son elementos de la situación: 1) los episodios “críticos” o “traumáticos” referidos por el requiriente, 2) los miembros directamente involucrados, 3) sus correspondientes atribuciones y 4) la condición actual de la familia. Los episodios son eventos desde la perspectiva del actor que alteran la estabilidad del
funcionamiento
familiar.
Esto
es, generan
confusión
en
cuanto
al
comportamiento esperado, por lo que frecuentemente resulta inapropiado, desadaptado ó disfuncional.
Por ello, provoca en los miembros de la familia
esfuerzos integradores generalmente inconsistentes, que animan la discrepancia y el conflicto. El sistema familiar generalmente es capaz de asimilar tales episodios integrándolos a su historia de reproducción y modificando gradualmente la actitud de los familiares, para hacerla tolerable y comprensible. El requiriente apela al psicólogo cuando ello no ocurre y su propia tolerancia le impide ceder y comprender la dinámica del sistema. Crítico Un episodio es crítico para el sistema familiar, cuando su ocurrencia transforma cualitativamente su funcionamiento y perturba la percepción que de ella tienen los parientes. El sentido de esa transformación es contingente y los miembros de la familia tienen alguna ingerencia en su determinación, lo cual justifica una apropiada intervención. Los aspectos críticos tienen que ver con el papel de los parientes, las pautas de relación, las expectativas de retribución y/o el estado de bienestar. En cuanto al papel de los parientes, el crecimiento del sistema en cuanto al número de integrantes y la edad evolutiva por la que atraviesan, presiona cambios en sus papeles.
Una pareja jóven, enfrenta su primer embarazo y la crianza de su
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primogénito. Un matrimonio adulto medio, advierte la adolescencia de sus hijos varones o hembras, y sus comportamientos emancipatorios del control parental. Las pautas de relación interpersonal sufren cambios inmanentes a su propio desarrollo y también a consecuencia de presiones externas. La pareja conyugal cambia sus expectativas de vida a medida que confirman interdependencia económica o su complementariedad afectiva. Cambios en la ocupación laboral demandan atención en ese campo y distraen de las actividades familiares, lo cual se interpreta alternativamente por los parientes. Por otra parte, la conformación de una familia se hace por expectativas que se frustran.
Se requieren expectativas sustitutas que renueven la motivación al
vínculo y mantengan la intensidad afectiva, aunque cambie su contenido. Si a esta dinámica se agrega la conformación afectiva de los hijos, la situación se complejiza para los parientes. Finalmente, dependiendo de la holgura con que se implican los parientes en la reproducción del sistema familiar, habrá percepciones diversas sobre el grado de satisfacción en la participación personal. Las tareas de cada miembro implican diferentes grados de reconocimiento, gratificación, rutinización, emprendimiento y apertura. Traumático Un episodio se constituye en traumático, bien porque implica el riesgo inminente de fragmentación del sistema familiar ó porque su preservación se realiza al costo del bienestar de uno o varios de sus parientes integrantes. Generalmente tienen que ver con eventos externos al sistema como la muerte natural, accidental ó trágica de uno de sus miembros.
Enfermedades
inesperadas, crónicas o terminales. Cambios abruptos en la actividad económica
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o en la ocupación laboral.
Defraudaciones emergentes sobre el comportamiento
parental. Su carácter traumático se deriva de la imposibilidad para comprenderlo y actuar consecuentemente. perturbadoras
e
Resultando el comportamieto en reacciones aleatorias inquietantes,
que
difícilmente
constituyen
orientaciones
apropiadas para los demas miembros de la familia. Conclusión: La situación de la que emerge el requerimiento de intervención profesional puede ser crítica o traumática. Una descripción suficiente de sus elementos básicos es necesaria para que el profesional de la psicología defina su postura terapéutica en ella.
LECCION 5: Estructural Introducción En el cumplimiento de sus funciones, el sistema familiar se estabiliza en una estructura cuyas dimensiones, forma y características pueden describirse adecuadamente, para entender mejor los procesos, las relaciones y las situaciones que se ofrecen al análisis. Objetivo Específico: Describir la estructura familiar y sus procesos de mantenimiento. Estabilidad El sistema familiar se estabiliza en la estructura parental: conyugal y filial.
No
obstante el impacto de la economía contemporánea en la familia, su estructura se conserva, aunque se den fenómenos de cambio de conyuge, incorporación de
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hijos del otro conyuge ó persistencia del núcleo monoparental. En este sentido, la estructura básica soporta los embates de la movilidad social, que implican la sustitución en el rol, por diferentes agentes. Dicho rasgo puede apreciarse como ventaja, como cuando se privilegia el nivel de competencia de los agentes. Entonces alguien puede resultar mejor padre, madre o hijo que otro. Lo cual plantea diversos temas de reflexión al interior del sistema y a los observadores del sistema. La capacidad de autoobservación que ha adquirido el sistema familiar de su propia estructura, la ha despersonalizado significativamente.
Hoy se evidencia que la
estructura familiar se soporta en las relaciones y no en las personas. Lo que incrementa las libertades individuales respecto al sistema. La familia romántica se soportó en la perdurabilidad de un sentimiento recíproco de tolerancia, apoyado por la visión Cristiana de familia eterna. contemporánea
separa
las
cualidades
personales
de
las
La familia necesidades
estructurales, posibilitando la movilidad del individuo en diferentes sistemas familiares: separación, divorcio, múltiples matrimonios, adopciones. Flexibilidad Del sistema familiar como reproductor de elementos sociales primordiales, puede decirse que cumple un ciclo muy similar al de los seres vivos: nace, crece, se reproduce y muere. Ese recorrido se hace posible gracias al carácter flexible de su estructura, que en un comienzo incita a su conformación, luego motiva a su conservación y reproducción, y finalmente desaparece por sustracción de materia, siendo rápida e inadvertidamente sustituida en el campo social.
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Su flexibilidad es relativa a la indiferencia de la estructura con respecto a los rasgos individuales, al rol de sus integrantes y a las posibilidades de realización personal que ofrece. Con respecto a los rasgos, la familia ha subsistido a los mestizajes étnicos y culturales, a las disfuncionalidades personales, a las diferencias generacionales y las distancias económico-sociales. El rol de sus integrantes también ha variado históricamente muy de la mano con la organización económico-productiva de la sociedad. Por ejemplo, se ha pasado rápidamente de una familia industrial en la que el padre es proveedor y la madre responsable de los oficios domésticos, a una familia en la sociedad postindustrial de los medios de comunicación, en la que los roles de proveedor y asistente de hogar se alternan entre conyuges e hijos. Y finalmente, las oportunidades de realización personal que ofrece han ido transformándose desde la edad media, donde se constituía en el principal medio de salvación, pasando por la modernidad romántica en la que se instituye como representación subjetiva del deseo, llegando a la actualidad, en la que se configura como soporte indispensable del individualismo consumista. Vulnerabilidad “La vulnerabilidad de la población se genera por procesos socioeconómicos y políticos que influyen en la forma como las amenazas afectan a la gente de diversas maneras y con diferente intensidad.”11
11
BLAIKIE, Piers y otros. Vulnerabilidad. El entorno social, político y económico de los
desastres.
http://www.desenredando.org/public/libros/1996/vesped/vesped-cap01_EDDLDYNE_sep-09-2002.pdf.
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Y esas diferencias tienen que ver con las características específicas del funcionamiento
del sistema familiar, los cuales constituyen su perfil de
vulnerabilidad.
El cual depende fundamentalmente de sus antecedentes, que
constituyen la forma específica en que se ha conformado como entidad. Si se acepta concebir la familia como un sistema emergente del sistema societal, hay que suponer condiciones de origen facilitadoras y condiciones de mantenimiento que lo preservan de su tendencia entrópica. Aquí, la dimensión temporal es esencial, toda vez que debe entenderse que a mayor cantidad de tiempo, mejores oportunidades de asimilación y adaptación al entorno.
Y
viceversa, a menor tiempo de experiencia, mayor vulnerabilidad a los acontecimientos del entorno familiar. Pero además de la dimensión cronológica, la situación de las familias contemporáneas demuestra factores específicos de vulnerabilidad como: la inserción económica de los padres, la pertenencia socioeconómica, los rasgos socioculturales de las familias de procedencia y las características de personalidad de los conyuges. Cada uno de esos factores y su correspondiente interrelación con los demás, conforman los diferentes gradientes de vulnerabilidad del sistema familiar. Conclusión: Una caracterización adecuada de la estructura familiar, permite al interventor y a los miembros de la familia, identificar los criterios de su estabilidad, las condiciones de su flexibilidad y las fuentes de vulnerabilidad.
Seccion 6: Funcional Introducción
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Usualmente las funciones familiares pasan desapercibidas para sus miembros. En momentos de crísis, hacer evidentes esas funciones contribuye a que los integrantes de la familia revisen sus respectivas posturas. Objetivo Específico: Identificar las funciones familiares específicas. Protectiva Quienes consideran a la familia como el pilar fundamental de la sociedad, pueden aducir entre sus argumentos, la función primordial de constituir la instancia básica de protección individual, contra las amenazas del entorno social y natural. El carácter biológicamente retardado de la maduración de la especie, hace de sus crías
organismos
completamente
indefensos
e
incapaces
de
subsistir
autónomamente en el entorno natural. Los progenitores organizados en tareas de crianza, suplen los recursos necesarios a la subsistencia de sus crías, mientras adquieren la fortaleza suficiente para hacerlo por propia cuenta. Socialmente, los humanos se han caracterizado por su gregariedad y ello los ha expuesto
permanente
a
la
agresión
intergrupal.
En
las
sociedades
contemporáneas, las funciones económicas, políticas e incluso filiales, son extremadamente exigentes y competitivas. Para participar de ellas a plenitud, se requiere que los individuos cuenten con ambientes familiares de apoyo confiable, que les proporcionen protección afectiva, económica y política. En la dimensión afectiva, la función de la familia es compensar los altos niveles de inseguridad de la vida moderna (empleo variable y ocasional, relaciones sociales ocasionales, estatus social permanentemente en riesgo), con un apoyo incondicional para el individuo. La familia esta destinada a absorber los fracasos
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personales, las frustraciones en las relaciones interpersonales y la defraudación en las expectativas de vida. En la dimensión económica, además de constituir la prótesis necesaria del individuo hasta alcanzar su independencia económica y su inserción productiva, la familia constituye el soporte regulador de la economía contemporánea, asimilando las diferencias de participación en el mercado laboral por gracia de la edad, la especialidad, el talento y la oportunidad. En el ámbito político, la institución familiar media los códigos de autoridad entre el individuo y la sociedad.
Se espera que las relaciones conyugales y las
relaciones filiales se constituyan en referencia básica para que las personas comprendan los diferenciales de poder instituidos socialmente, para poder funcionar integradamente.
El sistema familiar también debe proporcionar las
pautas mínimas de afrontamiento y resolución de conflictos, definiendo los criterios de autoridad y el carácter objetivo de las normas. Reproductiva No solamente desde la perspectiva biológica, sino particularmente sociocultural, la familia es la célula fundamental de la reproducción social.
Aun cuando se
incorporan rápidamente tecnología de reproducción in vitro, la reproducción sexuada sigue prevaleciendo y la familia conserva el estatus de institución principal en esta función.
Ella ha ido demandando la conformación de prácticas y
pautas de crianza coherentes con la organización social y la consolidación de valores orientadores. En la perspectiva sociocultural, aunque la institución educativa absorbe cada vez más rápidamente al individuo en su proceso de formación, la familia mantiene una función primordial de legitimar y reproducir los valores sociales dominantes,
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replicar estilos de vida definitorios de la personalidad y mediar en la inserción económica y política del individuo en la sociedad. Aun cuando el término de reproducción puede inducir a creer en una función pasiva de replicación social, la familia es un sistema activo en la construcción de la realidad sociocultural, al modular las exigencias sociales y las necesidades individuales.
En las sociedades actuales esta función es cada vez más
importante, por la celeridad de los cambios sociales, la inestabilidad del entorno socioeconómica y la fragilidad de las instituciones políticas. Autorealizativa En tanto que sistema, la familia tiende a mantenerse, pues agota su función en su existencia. Sin embargo, su dependencia del entorno (los sistemas psíquicos de los individuos que la integran), obliga a suponer que si éste se deteriora, acarreará un correspondiente deterioro del sistema familiar. Por ende, hay que considerar la funcionalidad del sistema psíquico de las personas que hacen parte de la familia. El sentido del sistema psíquico (objetivo, temporal y social), se ha comprendido en la psicología humanista como autorealización.
Es decir, en primer lugar el
individuo se reconoce como singular, afirmándose frente a la comunidad de sus semejantes,
con
quienes
se
identifica
en
temáticas,
expectativas
y
reconocimientos. Luego imagina sus posibilidades de realización. Y finalmente enfoca su voluntad a la consecución de las metas personales, en el medio social. La familia, en este contexto, juega papel primordial, permitiéndole al individuo concretar sus aspiraciones y al mismo tiempo advirtiéndole sobre la banalidad de sus intentos por realizarse al margen de la sociedad. No siempre se tiene éxito en esa persuasión y los fracasos resultan en trastornos afectivos, de personalidad y/o de comportamiento.
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Positivamente, la familia no es una referencia de la realización personal. Es decir, difícilmente se pueda decir hoy día, que la realización de las personas esta en la constitución de una familia.
Si bien evidentemente ella continúa siendo la
representación subjetiva del deseo, la realización personal la trasciende de diversas formas. Quizás sea el pivote actual de la familia en su transición de una unidad integradora, independiente, autorealizativa; hacia un sistema articulador entre el bienestar individual y la justicia social. “En el primer caso se consideran grandes conjuntos molares, grandes máquinas sociales – lo económico, lo político, etc. - con el riesgo de buscar lo que quieren decir al aplicarlos a un conjunto familiar abstracto que se considera que contienen el secreto de la libido: de ese modo permanecemos en el marco de la representación. En el segundo caso superamos estos grandes conjuntos, comprendida la familia, llegando a los elementos moleculares que forman las piezas y engranajes de máquinas deseantes.
Buscamos de qué modo funcionan esas
máquinas deseantes, de qué modo catexizan y subdeterminan las máquinas sociales que a gran escala constituyen.” 12 Conclusión: En la medida en que el sistema familiar garantice la protección suficiente de sus integrantes, se reproduzca con costos llevaderos y favorezca la autorealización de sus miembros, puede decirse que es funcional.
Si ello no ocurre, la
disfuncionalidad probablemente conduzca a su desintegración.
CAPITULO II INTERVENCION Y CAMBIO LECCION 1 : Preventiva 12
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Felix. El anti-edipo: Capitalismo y Esquizofrenia. Paidós: Buenos Aires, 1995. p. 189.
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Introducción: Toda
ocasión
de
intervenir
profesionalmente,
puede
aprovecharse
terapéuticamente para anticiparse a situaciones probables, dados los rasgos de vulnerabilidad de la familia.
De ahí que, fortalecer sus funciones, constituir
soportes alternativos y disminuir las situaciones de riesgo, se convierten en objetivos terapéuticos permanentes. Objetivo Específico: Fortalecer una actitud terapéutica crítica y previsiva. Fortalecimiento de las funciones “ARTICULO 42. La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla. “El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia. La
ley
podrá
determinar
el
patrimonio
familiar
inalienable
e
inembargable. La honra, la dignidad y la intimidad de la familia son inviolables. “Las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el respeto recíproco entre todos sus integrantes. “Cualquier forma de violencia en la familia se considera destructiva de su armonía y unidad, y será sancionada conforme a la ley. “Los hijos habidos en el matrimonio o fuera de él, adoptados o procreados naturalmente o con asistencia científica, tienen iguales derechos y deberes. La ley reglamentará la progenitura responsable.
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“La pareja tiene derecho a decidir libre y responsablemente el número de sus hijos, y deberá sostenerlos y educarlos mientras sean menores o impedidos. “Las formas del matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los deberes y derechos de los cónyuges, su separación y la disolución del vínculo, se rigen por la ley civil. “Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos que establezca la ley. “Los efectos civiles de todo matrimonio cesarán por divorcio con arreglo a la ley civil. “También tendrán efectos civiles las sentencias de nulidad de los matrimonios religiosos dictadas por las autoridades de la respectiva religión, en los términos que establezca la ley. “La ley determinará lo relativo al estado civil de las personas y los consiguientes derechos y deberes. “ 13
Constitución de soportes La subsistencia de un sistema familiar depende particularmente de su entorno. Porque aun cuando sea autónomo en su funcionamiento, si el entorno no le es propicio, la ley de entropia pugna por su aniquilamiento. Y, ¿cual es el entorno del sistema familiar? Los sistemas psíquicos de sus integrantes, que a su vez integran otros sistemas sociales como el económico y el político. Por consiguiente, un soporte importante
13
Constitución Nacional de 1991.
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para la familia, lo constituye la inserción económica y política de sus miembros al sistema societal general. Al respecto, cabe hacer hincapié en la importancia de que las políticas públicas garanticen el mínimo posicionamiento de quienes se deciden a conformar una unidad familiar. Nuestra cultura suele considerar la conformación de una familia como una cuestión del sector privado. No obstante, su relevancia para el orden social, reclama el delineamiento de políticas públicas previsivas, mas bien que coercitivas.
Además de abogar por los requerimientos espirituales para la
conformación de una unidad familiar, los organismos del Estado (para el caso Colombiano el I.C.B.F.) debieran considerar dentro de las condiciones formales, un grado mínimo de posicionamiento económico y político de alguno de los cónyuges, con tal de garantizar posibilidades de inserción social plena. También es conveniente, en la medida que las unidades familiares van requiriendo de mayores competencias específicas parentales, que se garantice la formación particular en la gestión del hogar y se realicen los estudios de personalidad necesarios para establecer probables compatibilidades e incompatibilidades. Hoy por hoy, nuestra sociedad confía demasiado ingenuamente en el criterio del “amor” espontáneo que surge entre los parientes, para aceptar y legitimar su unión ante la Iglesia o el Estado. Los resultados y el estado actual de las familias Colombianos esta demandando la conformación de soportes objetivos que convaliden la atracción intersubjetiva. Disminución de riesgos El trabajo preventivo también incluye la cuestión de disminuir los riesgos a los que están expuestos los sistemas familiares. En una sociedad que tiende a incrementar la movilidad de su población, la inestabilidad de sus ocupaciones, el cambio de sus actividades económicas y la fragilidad de sus estructuras políticas,
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el sistema familiar se convierte con
frecuencia en insuficiente para absorber las
frustraciones individuales. La movilidad de la población tiene que ver con el incremento del número de relaciones sociales posibles y consiguientemente, el aumento de las posibilidades de vinculación afectiva, ocasional, a corto, mediano o largo plazo. Así que, el enamoramiento como criterio de exclusividad en la relación, probablemente no corresponde a una sociedad como la nuestra, en la que las posibilidades de enamoramiento se multiplican. ¿Alternativa? No es la atracción intersubjetiva la que garantiza la estabilidad de la pareja, sino los vínculos objetivos: económicos, políticos y culturales. El incremento de la incertidumbre en el campo económico, en cuanto a posición y ocupación, generalmente se refleja directamente en la estabilidad de la unidad familiar. Como este es un rasgo que tiende a aumentar, la economía familiar necesita ganar grados de independencia con respecto al entorno social, para que aquel no la impacte directamente, sino que constituya una amortiguación suficiente para soportar periodos de crisis. La fragilidad política de nuestras sociedades modernas, también tiende a impactar directamente la integración de la unidad familiar. Por lo que en este aspecto, es igualmente necesario el diseño de estrategias evitativas, que tiendan a aminorar el efecto de las convulsiones políticas, en la organización familiar. Conclusión: La intervención profesional debe incidir en el fortalecimiento de las funciones familiares, la ampliación de sus soportes funcionales y la disminución de los riesgos potenciales y actuales.
LECCION 2: Crítica
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Introducción Una situación familiar de crísis, demanda cambios en el sistema. La intervención oportuna del profesional de la psicología tiene como finalidad que el sistema familiar se reconduzca hacia sus funciones protectivas, reproductivas y realizativas básicas. Objetivo Específico: Facilitar la superación de situaciones críticas, fortaleciendo el sistema familiar. Apoyo Dada la naturaleza privada de la familia, el sufrimiento de sus miembros al interior, tiende a aislarlos, deteriorando la función protectiva básica del sistema.
La
psicoterapia como sistema de apoyo alterno, proporciona los siguientes recursos:
●
Orientación cognitiva para aliviar la extrema tensión emocional
difusa. ●
Estilos alternos de comunicación, para problematizar hábitos críticos
del sistema familiar. ●
Técnicas particulares de afirmación y reconocimiento recíprocos.
En condiciones ideales, para un sistema societal industrial, la familia constituye el resguardo emocional de las personas, que las habilita para el trabajo sistemático y la actividad social competitiva. En esta época post-industrial, de gran influjo de los medios masivos de comunicación, de diversificación de las ocupaciones y de homogeneización de los estereotipos sociales, es frecuente que la familia se vea afectada por la inestabilidad laboral y la movilidad social, que generan tensiones emocionales (estrés) en algunos miembros más que otros (p.e. los padres responsables
de
la
posicionamiento social).
seguridad
económica,
los
hijos
inquietos
por
el
Igualmente, si la persona no encuentra seguridad
emocional en su nicho familiar, también lo suelen invaden sentimientos de angustia.
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Tanto el estrés como la angustia, requieren que el psicoterapéuta los explique en función de los condicionamientos particulares del sistema, para que la comprensión de la situación, sustituya la vivencia afectiva ó la canalice en acciones orientadas objetivamente. La psicoterapia también constituye la ocasión para ilustrar estilos alternativos de comunicación interpersonal, que permitan revisar la ineficiencia de los estilos imperantes al interior del sistema familiar.
Lo cual puede derivar en la discusión
de técnicas concretas que contribuyan a la afirmación y el reconocimiento apropiado de cada uno de los miembros del sistema familiar. Control Se tiende a creer que el sistema familiar espontáneamente se reproduce, generando él mismo los mecanismos de subsistencia, fortalecimiento y expansión. Sin embargo, en la actualidad ha demostrado ser uno de los sistemas sociales más vulnerables a las transformaciones económicas y políticas contemporáneas. De ahí que se pueda cuestionar su espontánea estabilidad. La situación de las familias contemporáneas hace recomendable el ejercicio explícito del control sobre sus funciones básicas, con el objeto de alertar sobre sus eventuales tendencias.
●
Control de la función protectiva.
●
Control de la función reproductiva.
●
Control de la función realizativa.
Proyección
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Con la complejización social, el sistema familiar se ha visto imbuido de la competencia social por posicionamiento y capitalización (social, económica y política).
Los sistemas familiares ya no se estabilizan estática, sino
dinámicamente. Y cada vez son más las presiones sociales de protagonismo familiar.
La familia Perez no solamente debe participar de las actividades
escolares de sus hijos, sino de las acciones comunitarias del barrio de su residencia y eventualmente en algún programa concurso de televisión. En la sociedad contemporánea, la familia es con frecuencia una corporación o esta constituida como empresa social, cuando menos económica. De ahí que requiera de asistencia permanente para cualificar profesionalmente su proyección social, con criterios de eficiencia y calidad similares a los del sector productivo. ¿Cuales son esos criterios? Conclusión: Una situación de crísis familiar tiene un desenlace abierto. Lo cual constituye una oportunidad para que con la asistencia de una intervención profesional, resulte en el fortalecimiento del sistema familiar: más y mejores apoyos, controles efectivos y proyectos pertinentes.
LECCION 3: Constructiva Introducción: La intervención en el campo de la salud, aunque apunta a la cura, generalmente tiene connotaciones destructivas: eliminación de los elementos nocivos, de las situaciones peligrosas o de los ambientes agresivos.
Probablemente por su
analogía con la medicina alopática occidental. En el campo de lo simbólico, es más adecuado el concepto de construcción, dado que es dificil pensar en la
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eliminación o reducción de algún elemento.
Es más factible indicar su
transformación, sustitución, reformulación u ocultamiento. Objetivo Específico: Fortalecer una postura terapéutica reflexiva. Reflexión “Hace unos diez años yo me sentía cada vez más preocupada por las paradojas del poder que afectan a los métodos tradicionales de la terapia familiar. Todos estos métodos se basaban en el secreto, la jerarquía y el control.
Aun en las versiones más flexibles,
representadas por muchos terapéutas ericksonianos, y también por el respetuoso enfoque de los miembros de la Asociación de Milán, se mantenía al cliente a distancia y no se compartía el pensamiento del terapeuta.
Había una buena razón histórica para ello.
Desde sus
comienzos, la terapia familiar contenía en el meollo mismo de su acción un espejo de una sola cara: los profesionales eran los observadores; las familias, los sujetos observados. Nunca había una calle de doble sentido. La mayoría de los terapéutas familiares de primera generación parecían partidarios de la idea del control del terapéuta, ejercido abiertamente o no. No sé qué me gustaba menos: si empujar a los clientes directamente a hacer lo que yo quería que hicieran, o actuar solapadamente y lograr con subterfugios que hicieran lo que yo quería que hicieran.” 14
Conviene precisar que la reflexión a la que se apunta, no es de la conciencia, sino del sistema familia, entendido como un sistema de comunicación, con sus temas, expectativas y criterios de reconocimiento.
En este sentido, la reflexión del
sistema implica: 14
HOFFMAN, Lynn. Una postura reflexiva para la terapia familiar. En: McNAMEE, Sheila y GERGEN, Kenneth. La Terapia como Construcción Social. Paidós: Buenos Aires, 1996. P. 33.
Intervención Psicosocial en la Familia | 144
●
Analizar los temas para distinguir los explícitos de los implícitos, los
manifiestos de los ocultos, los emergentes de los subyacentes. ●
Diferenciar
los medios
simbólicamente
generalizados y
sus
implicaciones para las relaciones presentes y las esperanzas personales y comunales. ●
Reconocer las pautas de reconocimiento personal (privado)
del
sistema y compararlas con las pautas de reconocimiento público. Postura de ignorancia “Los terapéutas posmodernos no creen en esencias. El conocimiento, al que se llega socialmente, cambia y se renueva en cada momento de la interacción. No hay significados previos escondidos en los relatos o en los textos.
Un terapéuta con este punto de vista esperará que
durante la conversación salga a la superficie una narración nueva y posiblemente más útil, pero la considerará espontánea y no planificada. La conversación, no el terapéuta, es el autor. Creo que es en este sentido que el grupo Galveston usa la expresión “no saber”.15 No consiste en una posición fingida o amañada, para inspirar estratégicamente la confianza del sistema familiar, sino en la actitud natural de atención frente a la novedad de lo desconocido. Cada sistema familiar inventa códigos particulares de comunicación y lógicas singulares de reproducción, que son el objeto de indagación, cuando se les somete a un proceso de reflexión crítica. La postura de ignorancia también indica el extrañamiento inherente del terapéuta con respecto a la familia. El psicoterapéuta nunca se hace parte del sistema. Tan sólo constituye un elemento ortopédico en el que las operaciones del sistema pueden reflejarse y servir de artificio para la revisión del sistema por sí mismo.
15
HOFFMAN, Lynn. Una postura reflexiva para la terapia familiar. En: McNAMEE, Sheila y GERGEN, Kenneth. La Terapia como Construcción Social. Paidós: Buenos Aires, 1996. P. 36.
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Con facilidad se incurre en la ingenuidad de que la representación consciente de algunos de los miembros de la familia ó incluso el psicoterapéuta, podría ser especialmente privilegiada, acertada o verdadera. Pero lo que aquí se plantea es que “ninguna” representación consciente es “pertinente” para la reflexión del sistema. Puesto que las operaciones del sistema son comunicaciones, la reflexión sólo puede operar al nivel de las comunicaciones. Es esta la razón por la que probablemente fracasan los diálogos bien intencionados entre las parejas ó entre padres e hijos ó entre hermanos. Usualmente se plantean al modo Socrático: el diálogo al servicio de la razón, tendente a establecer “como son” las cosas en realidad. Y más vale plantearlo al modo Geertziano: la razón al servicio del diálogo.
Es decir, la pretensión se
traslada de establecer una determinada realidad, a garantizar la posibilidad de que la interacción simbólica se mantenga, dando por supuesto la racionalidad de los agentes participantes. Validación La validación tampoco debe entenderse cognitivamente, como los criterios de razonamiento
lógico
que
implicarían
una
determinada
deducción;
sino
interactivamente, como las acciones eficientes en términos de la funcionalidad del sistema. No es el querer individual lo que valida una intervención específica, sino su pertinencia en relación con el cumplimiento de las funciones protectiva, reproductiva y autorealizativa del sistema familiar. Este elemento es generador de muchos problemas en la intervención profesional, dado que en general es la iniciativa de una de las personas de la familia la que propicia el trabajo terapéutico. Por este motivo, es esencial plantear la diferencia entre el trabajo terapéutico individual y el orientado con respecto al sistema familiar.
Y en este último caso, es recomendable precisar que la relación del
psicoterapéuta es con el sistema y no con ninguno de sus miembros en particular.
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Por consiguiente, la validación tampoco es el beneplácito del profesional, que logra persuadir a las personas del grupo familiar o a alguna de ellas, sobre el planteamiento de la situación. Es, más bien, la reiteración por parte del sistema, de pautas de comunicación alternativas, que resultan exitosas y se generalizan gradualmente, haciéndose eficientes en las funciones básicas protectiva, reproductiva y realizativa de la familia. Conclusión: Con respecto al sistema familiar, el psicoterapéuta no es un elemento, toda vez que la operación de este sistema es la comunicación.
Mas bien, su posición de
ignorancia puede favorecer en el sistema un reflujo de comunicación alternativa, que
permita
revisar
estratégicamente
su
funcionamiento
y
alterarlo
convenientemente para sus miembros.
LECCION 4: El proceso de cambio: Situacional Introducción: Una situación familiar tiene un sentido social que usualmente escapa a la conciencia de los integrantes, quienes le atribuyen su propio sentido personal. La disonancia entre un sentido y otro, es aceptable en tanto que sea humanamente soportable, de lo contrario necesita modificarse para que el sentido personal siga siendo posible. Objetivo Específico: Conocer técnicas específicas de transformación del sentido de una situación. Dimensión objetiva del sentido Alude a los temas de los que habitualmente se trata en la comunicación cotidiana. Con frecuencia, lo que algunos miembros de la familia vivencian como monotonía
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y aburrimiento, tiene que ver con la impertinencia y anacronismo de los temas, que resultan de la evolución del sistema familiar. Recién constituida, generalmente por un fuerte vínculo afectivo, el tema (relevante en el periodo exploratorio del “noviazgo”) se entiende resuelto y da lugar a los temas de la subsistencia económica e inserción social.
Los cuales ocupan gran
parte de la atención del sistema, particularmente durante la crianza de los hijos. Cuando la progenie alcanza la adolescencia, ya se vienen perfilando para esa nueva generación, temas como el éxito y la realización personal, mientras que para la generación constituyente surgen los temas de la jubilación y el retiro. Esta visión panorámica de la evolución temática del sistema familiar, advierte sobre su complejidad dinámica. Por supuesto, el mismo sistema familiar tiene los mecanismos necesarios para asimilar los cambios temáticos emergentes, absorbiendo el riesgo de desintegración.
No obstante, dada la creciente
movilidad social y aceleración de las actividades sociales, cada vez se vuelve más necesaria la intervención de expertos, para el trabajo de apoyo en estas transformaciones obligadas. Puesto que las dificultades radican fundamentalmente en las distancias de género y generacionales, las técnicas apuntan básicamente a facilitar perspectivas alternativas. Entre ellas se pueden citar: ●
El juego de roles, en el que en un clima lúdico distensionado, los
actores tienen la oportunidad de asumir la posición del “otro” y, recíprocamente, verse a través de sus ojos. ●
El
sociodrama
(que
para
el
caso
se
podría
denominar
específicamente familiodrama), que permite a la familia representar y recrear situaciones críticas en la perspectiva objetiva del observador. ●
El modelamiento de los hábitos de comunicación, a través del cual el
psicoterapéuta ilustra estilos alternativos de eficiencia interactiva. Dimensión temporal del sentido
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Tiene que ver con el ámbito de previsión de las rutinas mantenidas y emprendidas por el sistema. Esta dimensión es igualmente sensible a la variación personal de las expectativas individuales de los integrantes de la familia.
Y se pone en
evidencia en descalificaciones recíprocas: “qué inmadurez la tuya”, “eso ya no se usa”. Es importante no confundir la dimensión de sentido temporal individual (expectativa, esperanzas, ilusiones), con la dimensión de sentido temporal del sistema (perennidad del vínculo o al menos sobrevivencia al ciclo individual de vida, protección integral durante la crianza y la declinación orgánica).
La
seguridad individual depende en gran medida de que el horizonte de sentido temporal del sistema pueda acoger y absorber las expectativas, esperanzas e ilusiones personales, durante todo el ciclo vital. Es evidente que eso es cada vez más dificil. Mientras en una tradición católicaCristiana dominante, la perennidad del vínculo familiar se garantizada por el sacramento eclesiástico que los creyentes consideraban sagrado, actualmente la liberalidad de la cultura da por sentado que el vínculo es insostenible cuando carece de soporte afectivo.
Y como éste es lábil y expuesto a las vivencias
personales, la estabilidad familiar se hecho vulnerable. De ahí que las técnicas de intervención tengan que asistir individualmente a los integrantes de la familia y al mismo tiempo procurar mecanismos de apoyo social a la familia que contrarresten su rápida disolución, por la directa exposición al interés individual. Entre ellas se pueden citar:
●
El retiro, consistente en un distanciamiento provisional y estratégico
de la rutina habitual, para dar oportunidad a su valoración adecuada para el sentido personal de la vida, postergando decisiones individuales inmediatas.
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●
La orientación vocacional de las generaciones nuevas, para que
tengan un acercamiento gradual a las condiciones de inserción social y económica, que les permitan valorar adecuadamente el soporte familiar y ponderar sus expectativas de vida. ●
El encuentro, que posibilite la integración familiar en un contexto
recreativo. Dimensión social del sentido Tiene que ver tanto con los criterios internos del sistema para conceder identidad a cada uno de sus miembros, como con las condiciones de soporte que ofrece para que los individuos sean socialmente reconocidos. A este nivel, el individualismo contemporáneo también propone problemas críticos. Las creciente cifras de abuso y violencia intrafamiliar, son indicativas del decremento en los niveles de tolerancia interpersonal, que se corresponden naturalmente con el acrecentamiento del individualismo. En líneas generales, la reducción de la socialidad y el aumento de las telecomunicaciones, generan las condiciones que elevan la intolerancia social. Si se agrega a ello que el sistema familiar está intrínsecamente saturado de socialidad, habrá que deducir de ello los motivos para el aumento proporcional de la violencia intrafamiliar. Con respecto a los criterios externos de reconocimiento social, aunque la legislación se ha flexibilizado
para abarcar la cada vez mayor informalidad
(uniones libres, uniones por ritos no convencionales), la cultura conserva pautas de discriminación social por razón de la filiación (estado civil como información fundamental para la ocupación o para el ingreso de los niños en una institución educativa).
Nuestra sociedad fundamentalmente elitista, mantiene criterios de
adscripción a estatus por filiación. Mientras que en sectores populares prima la creencia en el mérito, el talento y la dedicación.
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La transformación de estas condiciones internas y externas al sistema familiar, pasa por la finalidad de aumentar los niveles de tolerancia interpersonal y fomentar los procesos de socialidad intrafamiliar.
Entre las técnicas
recomendables pueden citarse:
●
El desarrollo de habilidades sociales para la convivencia.
●
La
formación
de
padres
en
pautas
de
crianza
modernas
(democráticas y autónomas). ●
Consolidación de movimientos culturales juveniles.
●
Consolidación de instituciones de apoyo a la infancia.
●
Consolidación de instituciones de apoyo a la adultez mayor.
Conclusión: La dimensión social del sentido de la familia, trasciende el ciclo vital de las personas que la integran. En cambio, el sentido personal necesita elaborarse durante este ciclo. Aunque la psicoterapia se centra por consiguiente en este sentido personal, el trabajo debe alimentar la crítica social al sistema, para reformular su sentido colectivo.
LECCION 5: Cambio en lo Estructural Introducción: Una situación de inconformidad con la vida familiar debe abrir espacio para la reestructuración del sistema en función de las necesidades individuales de sus miembros. El interventor requiere conocer técnicas puntuales que sirvan a este propósito, con el fin de facilitar cambios estructurales en el sistema familiar. Objetivo Específico: Conocer técnicas específicas de modificación estructural de la familia.
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Escenarios Los escenarios determinan en gran medida los comportamientos. Así que una estrategia apropiada en la re-estructuración familiar, pasa por la modificación y/o innovación de sus escenarios operativos. Para efectos de discriminación, pueden clasificarse en privados y públicos. Aquellos adscritos al ámbito de residencia y los últimos relativos a las funciones educativas, económicas, culturales y políticas de la familia. En el nivel de la modificación, los escenarios pueden cambiarse en vistas a su funcionalidad o con criterios estéticos.
Bien sea para adecuarse o para
replantearse. Si se trata de adecuación, el análisis debe indicar en qué sentido es inadecuada la constitución actual de los escenarios y como podría hacerse más eficiente con su función ó más apropiado estéticamente.
Si se trata de
replantearse, podría tratarse de alternar lo funcional por lo estético y viceversa. En cualquiera de los casos, el trabajo psicoterapéutico implica una identificación y descripción suficiente de los escenarios privados y públicos de realización familiar, para lo cual se pueden citar como técnicas:
●
El mapa mental, a través del cual se reconstruye la representación
subjetiva de la extensión, dando la posibilidad de cotejo y contraste entre las distintas percepciones de los miembros de la familia. ●
La imaginarización de escenarios alternativos, individuales y
familiares. ●
La creación de escenarios públicos (parques, centros recreativos,
clubes) para protagonismo familiar. Temas
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El cambio estructural temático, está asociado a la transformación histórica de la familia.
Tradicionalmente los temas del sexo, la propiedad y el orden son
inherentes al sistema familiar, aunque su tratamiento se haya considerado algunas veces indirecto, por efecto de mecanismos represivos. Contemporáneamente, la desinhibición propiciada por la liberalización de la cultura, ha vuelto dichos temas explícitos, pero además ha traido a colación otros nuevos, cuya competencia no siempre es definida. Por ejemplo, la religión, la identidad sexual, la ocupación laboral, la posición social. La explicitud de los primeros es ya conocida y es objeto de trabajo habitual en la psicoterapia. Respecto de las nuevas temáticas, las técnicas sugeridas pasan por:
●
El análisis del discurso.
●
El diálogo socrático.
●
El análisis simbólico.
Mitos La familia, como todas las instituciones sociales, se afianza en varios mitos como el del “amor romántico”, el de la “indisolubilidad del matrimonio”, “cada hijo trae su pan bajo el brazo”.
En una época de desmitificación generalizada (lo cual a su
vez constituye también un mito), esos mitos se cuestionan, se debilitan o fortalecen, y emergen otros nuevos, sobre los cuales cae rápidamente el trabajo de desmitificación.
Conclusión: Los cambios estructurales de la familia tienen que ver con la modificación de su operación basal de comunicación.
De ahí que la técnicas no apunten a una
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transformación subjetiva de los agentes, sino a una modificación objetiva de las condiciones operativas de la familia. Seccion 6 cambio en lo Funcional Introducción La disfuncionalidad de una familia no solamente tiene que ver con que no se cumplan las funciones del sistema, lo cual regularmente es paradójico, por cuanto implicaría su propia aniquilación; sino que su cumplimiento se haga a expensas de un costo individual insoportable.
En esos casos, mantener el sistema familiar
implica modificar su funcionamiento. Objetivo Específico: Conocer técnicas específicas de modificación funcional de la familia. Fortalecimiento Una de las fortalezas de la familia es el nivel de implicación de sus miembros, su motivación para la acción cooperativa y las oportunidades que brinda para la realización personal. Por consiguiente, fortalecer la familia supone:
●
Incrementar los niveles de participación de sus miembros.
●
Incrementar los niveles de motivación de sus miembros.
●
Aumentar las oportunidades de realización personal de sus
miembros. Consecuentes con el proceso de democratización social, el incremento de la participación de los individuos en sus correspondientes familias, supone la horizontalización de las relaciones, mecanismos conciliativos y objetivos de resolución de conflictos.
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Puesto que en lo fundamental se trata de cambiar las pautas de crianza controladoras, a pautas de crianza autoreguladoras e introducir mecanismos objetivos de resolución de conflictos, se puede apelar a las técnicas de juego de roles, discusión argumentada, encuentros periódicos para definir metas a corto y mediano plazo, retiros ocasionales para dirimir crisis de vida. Adicionalmente, cada miembro familiar, desde su perspectiva personal puede tener la suficiente orientación vocacional para disponer de la familia como un soporte necesario.
Y eventualmente, descubrir en el sistema oportunidades
concretas de realización personal, complementarias a las del éxito social y laboral. Sostenibilidad El sistema familiar mismo encuentra los mecanismos para perdurar. Y ellos tienen éxito o fracasan. Si fracasan, el sistema se desintegra. Si tienen éxito subsiste, aun cuando no siempre con el mejor de los beneficios para sus integrantes. Lo que a largo plazo implica la insostenibilidad del sistema. Hacer sostenible el sistema familiar (entropía negativa) implica garantizar sus insumos básicos:
temas pertinentes, expectativas moderadas y accesibles y
reconocimiento suficiente, para todos sus miembros. La pertinencia temática supone técnicas que habiliten a las personas para conversaciones
argumentadas,
interacciones
afectivamente
tonificadas
y
participaciones asertivas. La moderación de las expectativas implica incrementar la frecuencia de revisión de proyectos y toma de decisiones y el aumento de la participación en ellas.
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Mientras que las necesidades de reconocimiento exigen cualificar los eventos sociales de marcaje: cumpleaños, carrera educativa, carrera laboral. Autoregulación Complementariamente a los recursos de sostenibilidad, el mecanismo de autoregulación espontáneo a todos los sistemas, también puede verse favorecido por una intervención experta.
El propósito es que esos mecanismos de
autoregulación no se petrifican en hábitos sin sentido para los integrantes de la familia, ni se diluyan por la presión de los procesos productivos y reproductivos. Para el efecto se pueden recomendar:
●
Técnicas de reconocimiento de los mecanismos autoregulatorios.
●
Técnicas de redireccioamiento de los mecanismos autoregulatorios.
●
Técnicas de replanteamiento de los mecanismos autoregulatorios.
Conclusión: Un sistema familiar puede funcionar aun a expensas de los propios individuos que lo integran. Cuando al menos para un integrante se vuelve insoportable la vida en familia, el interventor requiere procurar los medios para ajustar su funcionamiento a unas condiciones que posibiliten la realización personal de todos sus miembros. Lectura: El uso de la inteligencia emocional en la construcción de la terapia por Juan Luis Linares (**) La tradición sistémica no ha sido muy sensible a la importancia de las emociones. Si Bateson ( 1973 ) llegó a considerar a las emociones un concepto dormitivo, no puede extrañar que la teoría comunicacionalista las ignorara y que figuras como
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Virginia Satir fueran contempladas desde el mismo Palo Alto con reticencia cuando no con desprecio. Por otra parte, Minuchin ( 1993 ) también ha evitado cualquier explicitación de lo emocional en terapia, recurriendo al circunloquio de "la utilización del sí mismo del terapeuta" para referirse a la evidencia de que las reacciones afectivas de éste juegan un papel importante. Preguntar qué siente el paciente o algún miembro del sistema ha sido considerado herético y descalificado como banal por la ortodoxia sistémica, que ha enfatizado la conveniencia de sustituirlo por qué piensa o qué hace, según se trate de la versión estratégica o de la estructural de dicha ortodoxia. Frente a esta realidad, se sitúa la evidencia de que la psicoterapia se realiza trabajando con las emociones y, ciertamente, no sólo con las del paciente o la familia, sino también con las del terapeuta. Los autores sistémicos europeos han sido más sensibles a ello, quizás porque, al situarse lo fundamental de su obra en fechas más recientes, no debieron pagar el tributo que pagaron sus colegas americanos a la diferenciación respecto del psicoanálisis. De hecho, y por citar sólo a algunos, autores como Cancrini ( 1984 ) y Andolfi ( 1977 ) han explicitado la importancia del trabajo emocional y Elkaïm ( 1995 ), acuñando el concepto de resonancia, ha aportado un útil instrumento como alternativa sistémica al juego transferencia / contratransferencia. La recuperación por Selvini ( 1987) del apego de Bowlby, así como la teorización correspondiente a la última etapa de su pensamiento, la sitúa en la misma línea de reconocimiento del espacio emocional que caracteriza a gran parte de la terapia familiar europea. Pero, no nos engañemos, la cuestión dista de estar resuelta, y en el panorama actual de la psicología se esbozan posiciones sobre lo que podría ser una nueva polémica en torno a las emociones. De una parte, quienes investigan la estructura cognitiva del fenómeno emocional (Ortony, Clore y Collins, 1988) tienden a
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universalizarlo y a definirlo intrapsíquicamente, diferenciándolo radicalmente del lenguaje. Wierzbicka (1986) afirma al respecto que la ausencia en una lengua de un término que designe la emoción específica a la que pudiera referirse una palabra en otra lengua no significa que la gente de las culturas que usan la primera lengua no pueda experimentar y no experimente esa emoción. Por otra parte, para muchos autores, las emociones son inseparables del lenguaje, puesto que son construidas socioculturalmente y sentidas en cuanto expresadas en base a sistemas de creencias, órdenes morales y normas sociales propios de determinadas comunidades ( Harré, 1986). Los construccionistas sociales rechazan el carácter fisiológico de las emociones (una idea, por otra parte, difícilmente sostenible en la actualidad desde cualquier posición seria) y coinciden con los cognitivistas en reivindicar la importancia del proceso cognitivo, en forma de valores y creencias. Pero ahí acaba el acuerdo, puesto que lo que verdaderamente interesa al socioconstruccionismo son las situaciones y los modos en que se utilizan las palabras que expresan emociones. Éstas siguen condenadas a la condición batesoniana de concepto dormitivo o, en la despectiva expresión de Hoffman (1992), a la de "vaca sagrada de la psicología moderna". Existen tres grandes espacios relevantes en el mundo relacional, y por ende en el psicológico-individual, que son el cognitivo, el pragmático y el emocional. Con respecto a ellos se han orientado los distintos modelos psicoterapéuticos, combinando en ecuaciones, más implícitas que explícitas, diferentes proporciones del qué pensar, qué hacer y qué sentir. Como vehículos privilegiados de expresión han dispuesto del lenguaje y de la conducta, cauces idóneos para la comunicación cognitiva y pragmática. Pero, ¿y la emocional? Más allá de la evidencia de que existe una comunicación emocional, el comunicacionalismo de Palo Alto consiguió
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soslayarla refiriendo su distinción entre lenguajes digital y analógico a mensajes de contenido y de proceso relacional. Y, sin embargo, es perfectamente legítimo atribuir el lenguaje analógico a la comunicación emocional en una vinculación preferente, al igual que el lenguaje digital es el vehículo emblemático de la comunicación cognitiva y la conducta la expresión más nítida de la comunicación pragmática. El terapeuta sistémico ha poseído dos instrumentos técnicos valiosísimos para moverse con comodidad en los espacios pragmático y cognitivo: la prescripción y la reformulación. Mediante la prescripción de comportamiento, el terapeuta sugiere a individuos, a subsistemas o a la familia en su conjunto, determinadas conductas o ritos tendentes a modificar su comunicación pragmática. Pretende con ello introducir un germen de cambio independiente de cualquier insight (que sería, al fin y al cabo, una elaboración cognitiva) y, desde luego, sin focalizar la reverberación afectiva. Las prescripciones han caído en desuso en el universo de las terapias postmodernas, y, en particular, en la rama conversacionalista del constructivismo, en base a una interpretación sesgada y estrecha de ciertas ideas de Maturana (1980) que descalificarían la directividad estructural como tendente a la "interacción instructiva". En realidad, sugerir pautas de conducta a los demás puede ser, dependiendo de múltiples circunstancias, o una intromisión intolerable , condenada al rechazo o, en el mejor de los casos, a la irrelevancia de una imposible instrucción interactiva, o un recurso conversacional de primer orden, tan oportuno como bien recibido y aceptado. Por no hablar de los inevitables componentes cognitivo y emocional asociados a la prescripción, que pueden operar
como
elementos
perturbadores
del
equilibrio
disfuncional
independencia de la relativa banalidad que representa su cumplimiento.
con
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Mara Selvini demostró con la prescripción invariable la infinita complejidad de esta modalidad de intervenciones, que en modo alguno deberían desaparecer del patrimonio sistémico por un simple capricho de la moda. Las reformulaciones constituyen el otro gran recurso tradicional de los terapeutas sistémicos, firmemente anclado en el espacio cognitivo. Modificar la percepción, la representación de las cosas, de individuos y familias, mediante la propuesta de visiones alternativas en las que no tienen cabida los síntomas, es un importante ejercicio, y basta con recordar la espectacularidad de los efectos de la connotación positiva, capaz de presentar a las familias realidades radicalmente diferentes de las que han estado culpabilizándolas y atenazándolas hasta el momento. Las reformulaciones, dependientes en gran medida del lenguaje digital, han corrido mejor suerte que las prescripciones en el panorama actual de las terapias sistémicas, al encajar más su estructura conversacional en las expectativas postmodernas.
Incluso
el
narrativismo
socioconstruccionista
maneja
con
comodidad complejas reformulaciones, dentro de sus propuestas de nuevas opciones narrativas con las que contrarrestar la sobredeterminación ejercida por el discurso del poder. Pero resulta inimaginable un cambio cognitivo (o epistemológico, como ha preferido llamarle históricamente el modelo sistémico) sin la correspondiente vibración emocional, y ambos serían irrelevantes si no se acompañaran de modificaciones pragmáticas. Por suerte, los tres espacios psicológico-relacionales están intercomunicados, por lo que un cambio en cualquiera de ellos puede extenderse a los otros, generando una oleada transformadora de imprevisibles consecuencias. Imprevisibles… salvo para un terapeuta consciente de su poder y capaz de controlarlo y valorarlo, quien sí podrá anticipar razonablemente la evolución de los acontecimientos y amoldar a ella la continuidad de la terapia. Por ello, un cambio mínimo acaecido en cualquiera de los tres espacios, dotado de la suficiente capacidad perturbadora, es decir, capaz de generalizarse a los restantes
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de modo significativo, puede constituir un más que satisfactorio resultado de una terapia. Una pareja que sigue la sugerencia del terapeuta de realizar ciertas salidas nocturnas, puede encontrarse, en medio de la aparente banalidad de su acción, percibiendo aspectos, el uno del otro, que antes les pasaban desapercibidos. Por primera vez en muchos años han salido de la rutina para pasar un rato agradable juntos, y ello les ha permitido descubrirse perspectivas inéditas: lo que antes era, para él, una insoportable y asfixiante afición de ella por el control, se convierte en expresión de fragilidad y necesidad de apoyo; y lo que, para ella, era irresponsabilidad y egoísmo de él, pasa a ser legítima necesidad de un espacio propio. Ambos se hacen tolerantes, a la vez que experimentan una ternura ya olvidada. El orden puede variar. La aparición de una visión novedosa en la que, a instancias del terapeuta, un adolescente empieza a considerar a sus padres torpones pero llenos de cariño, en vez de arbitrarios y represores, lo relaja y alivia, haciendo que disminuyan sus conductas provocadoras y aumente su colaboración en las tareas domésticas. Y el clic del cambio puede producirse en el espacio emocional, en forma de un sobrecogimiento inefable al sentirse la vergüenza del padre que pide perdón, la angustia de la esposa que teme por su vida o la impotencia del hijo que se cree fracasado. También entonces podrán seguir nuevas representaciones cognitivas y nuevas maneras de comportarse. Todo ello, obviamente, si el ecosistema se muestra favorable y si el terapeuta, como elemento significativo de éste, asume sus responsabilidades de modo razonable. Intervenir en el campo emocional significa un serio desafío para el terapeuta sistémico formado en el culto de la prescripción y, sobre todo, de la reformulación y la narrativa, cuando no, explícitamente, en el desprecio doctrinario de las emociones. Y sin embargo, éstas poseen en el lenguaje analógico un refinadísimo
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instrumento, capaz de singularizar su expresividad hasta extremos inimaginables en cualquier otro canal comunicacional. La inteligencia emocional es un concepto acuñado recientemente para significar la capacidad de las personas de utilizar sus emociones relacionalmente en modo controlado (Goleman, 1995). Siempre se ha sabido que el éxito en el desempeño de tareas concretas, así como en las más ambiciosas empresas, depende de algo más que de la capacidad intelectual medida por el C.I., pero ahora se dispone de un instrumento oportuno para conceptualizar ese fenómeno. La persona que moviliza y pone en juego su inteligencia emocional tiene mayor poder de convicción, resulta más creíble y aumenta considerablemente su capacidad de influir a los demás. Cualidades todas ellas preciosas para un terapeuta. Veamos algunos ejemplos: Pablo: "Curar a su madre" Pablo es un niño que no habla salvo en la más estricta intimidad familiar y, aun así, lo mínimo posible. Sus padres se han ido preocupando progresivamente, a medida que los silencios de su hijo han empezado a dificultarle la escolaridad y a arrojar sombras sobre su futuro profesional y social. Lo sobreprotegen no permitiéndole asistir a colonias "para evitarle situaciones difíciles" y liberándolo de cualquier tarea que comporte contactos extrafamiliares. Pablo es un chico inteligente, capaz de realizar brillantes ejercicios escolares siempre que no impliquen relacionarse activamente con maestros o compañeros. Durante las sesiones de terapia permanece mudo, contemplando el mundo con ojos grandes y asustados y siguiendo con interés lo que ocurre a su alrededor. Los intentos del terapeuta por modificar la situación sugiriendo a la familia pautas menos rígidamente protectoras han tenido escaso eco. Hasta que, un día, la madre cuenta un episodio de su vida que antes había ocultado. Ella también fue muy tímida de pequeña, y hablaba casi tan poco como
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Pablo. Ya de mayor, tuvo varias depresiones que la hicieron sufrir mucho. A raíz de la última, los médicos le aconsejaron que tuviera un hijo para curarse y ella, en efecto, quedó embarazada y tuvo a Pablo. Desde entonces no ha vuelto a saber lo que es una depresión y, de hecho, su carácter ha mejorado mucho, haciéndose más abierta y sociable. A medida que relata estos hechos se emociona visiblemente y lo mismo le ocurre a Pablo, mientras que el resto de la familia, el padre y una hija algo mayor, los contemplan con comprensiva serenidad. El terapeuta siente que también él se ha contagiado de la intensa atmósfera afectiva reinante: sus ojos se humedecen ligeramente y un leve nudo tensa su garganta. Despejándosela con un suave carraspeo, comienza a hablar con voz vibrante. También él se ha emocionado, dice, debido a la honda impresión que le ha causado la historia de esa relación tan privilegiada entre Pablo y su madre: "Ahora puedo comprender mejor este silencio solidario de un hijo aferrado a lo que cree su misión en el mundo: curar a su madre". Siguen algunas reflexiones sobre la conveniencia de dar de alta a la enferma, ya curada, y de tranquilizarse mutuamente a propósito de unos riesgos inexistentes. Tampoco el chico corre peligro, aunque se parezca tanto a su madre, puesto que ha cumplido con creces su misión y ello lo ha dotado de poderosos recursos. El padre es, sobre todo, quien podrá tranquilizarlos, asumiendo las funciones de cuidador de la madre en su convalescencia y mostrando al hijo cuántas otras misiones fascinantes hay en la vida. La familia marcha visiblemente reconfortada y el terapeuta explica al equipo que lo que ha sentido durante esa sesión le ha sido de gran utilidad, puesto que siempre que experimenta ese tipo de emociones sabe que está por producirse un cambio positivo en la evolución de la terapia. "Ello me permite seguir la pista con toda tranquilidad, porque se que voy en la buena dirección"
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Algunas señales en su cuerpo, la humedad de los ojos y el nudo en la garganta, hacen saber al terapeuta emocionalmente inteligente que lo que está sucediendo es bueno y que no debe avergonzarse, sino, antes bien, permitir que el lenguaje analógico comunique a la familia un mensaje positivo. El canal emocional así creado permite que los elementos cognitivos y pragmáticos, que en otras ocasiones no habían sido registrados, tengan ahora una buena oportunidad para procesarse. La pareja "aburrida" Una pareja está enzarzada en una enésima disputa, en esta ocasión en plena sesión, en presencia del terapeuta. No se hablan apenas entre sí, pero ambos se dirigen a éste argumentándole acalorados sobre la excelencia de sus respectivos puntos de vista. La situación de fondo no es demasiado mala. Se quieren, desean tener hijos juntos y aún no han tenido tiempo de acumular mucho rencor, pero una feroz simetría los enfrenta continuamente por nimiedades. Cuando , como ahora, atraviesan un mal periodo, ella sufre crisis de ansiedad y él tiende a beber en exceso. El terapeuta ha intentado destacar aspectos inéditos de cada uno, que podrían ofrecerles nuevas perspectivas, pero sus sugerencias se han perdido en el fragor del combate. El tiempo pasa sin que se produzca ningún progreso y el terapeuta empieza a impacientarse. Mira discretamente el reloj y , ayudándose con la mano, amaga educadamente un bostezo. La discusión se detiene y el marido dice con tono sombrío: "somos aburridísimos, ¿verdad?" Ella corrobora: "mortalmente". El terapeuta sentencia sonriente: "han alcanzado ustedes un notable acuerdo". A partir de ese momento, la sesión cambia de signo y se hace posible avanzar en una negociación. Que el terapeuta no niegue, disimule u oculte sus emociones no quiere decir que las exhiba o imponga desconsideradamente. La inteligencia emocional exige que
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la persona administre exquisitamente la expresión de sus afectos de manera que informe sin violentar. Si, en el caso de la pareja discutidora, el terapeuta hubiera soltado un estruendoso bostezo, habría corrido un riesgo excesivo de descalificarse como maleducado, lo cual, probablemente, habría invalidado su trabajo. La familia Martínez La familia Martínez está compuesta por el padre y la madre, en torno a la cuarentena, y cuatro hijos de veinte a trece años. El motivo de la derivación a terapia familiar es la violencia física que el padre ejerce sobre los hijos, a los que ha venido maltratando sucesivamente por orden de edad. La víctima actual es Carlos, el tercero, único varón de quince años. Durante la primera sesión se pone de manifiesto una situación compleja: el padre y la madre, de aspecto cuidado y atractivo, compiten duramente entre sí, sin disimular demasiado, por otra parte, que existe entre ellos un juego de seducción y atracción intensamente sensual. Sin embargo, el discurso explícito de la madre es muy crítico para con su marido y defensivo y protector para con los hijos. Estimulado por esta farsa, Carlos inicia un ataque al padre, al que acusa de dictador intentando ridiculizarlo ante todos mientras la madre, risueña, observa a su marido de reojo. El terapeuta experimenta primero un vago malestar, que va cediendo la plaza a una sorda indignación a medida que el juego relacional va definiéndose y cobrando significado. Finalmente, interviene interrumpiendo al chico: -"Carlos, ¿no te das cuenta de que así es como acabas siempre cobrando? Tu padre y tu madre discuten y tú te crees que eso te da derecho a intervenir atacando a tu padre. Claro, como tu madre te está defendiendo con sus palabras … Pero si pudieras controlarte un poco y mirarle a la cara, verías que, en esos momentos, ella sólo tiene ojos para tu padre. Por eso eres tú el que termina recibiendo la paliza, mientras que ellos se reconcilian al final …"
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Las palabras del terapeuta brotan firmes y cálidas, mientras sus ojos miran intensamente al chico y su cuerpo se adelanta hacia él. Cuando alude a los padres, su rostro se endurece. Al acabar el comentario, éstos se muestran avergonzados, con la mirada clavada en el suelo, mientras que Carlos parece sorprendido y desconcertado. Transcurridos unos minutos de silencio, el terapeuta anuncia algunas sugerencias para ayudarles a cambiar ciertas cosas. Lo hace serenamente, mirando a todos sucesivamente a los ojos y mostrándose amable también con todos. Si el terapeuta detecta alguna modalidad de abuso durante la sesión, entendiendo por tal el empleo del poder de forma destructiva al servicio de los intereses de quien lo ejerce, es normal que se enoje o irrite, y también lo es que lo exprese de algún modo controlado. Si en las relaciones interpersonales en el sentido más amplio se espera de la gente que reaccione de algún modo frente al abuso, no puede ser de otra forma con el terapeuta, dotado de sensibles instrumentos para detectarlo, en situaciones, como son las sesiones familiares, que lo facilitan extraordinariamente. En tales circunstancias, sería artificioso ignorar que, dentro de la complejidad, las relaciones humanas, y, en particular las familiares, incluyen la desigualdad y, por tanto, la posibilidad del abuso. El terapeuta debe saber que el poder abusivo puede ejercerse mediante la fuerza física, pero también mediante la seducción, el chantaje emocional, la coacción y la capacidad verbal de crear realidades amenazadoras, debiendo estar dispuesto a reaccionar frente a cualquiera de estas formas. Si lo hace de modo controlado y ponderado, estará testimoniando de una parte su ineludible testimonio ético como profesional y como ciudadano y, a la vez, estará creando un canal emocional para desarrollar su intervención terapéutica. Existen múltiples situaciones en que el terapeuta puede usar su inteligencia emocional. De hecho, tantas como momentos significativos en todo proceso terapéutico, puesto que la vivencia emocional es una realidad continua. Así, podrá
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mostrar entusiasmo por un cierto proyecto expresado por algún miembro de la familia, o admiración por una manera de hacer de alguien. Podrá mostrarse decepcionado por un fracaso o esperanzado por una perspectiva de progreso, abrumado por las dificultades o animoso por las posibilidades, enfadado por una provocación o divertido por otra. Siempre deberá cuidar de no mistificar su expresividad para protegerse de sus propios fantasmas, siendo honesto en el manejo que haga de la misma. En la tradición sistémica existen ya potentes recursos relacionados con las emociones del terapeuta: declararse impotente, felicitar efusivamente, criticar y reñir, hablar de la propia intimidad …De lo que se trata es de despojarlos de una excesiva carga estratégica, devolviéndolos al espacio que les corresponde, que no es otro que el legítimo e inevitable ejercicio de la inteligencia emocional. Si el terapeuta puede usar indistintamente los canales cognitivo, pragmático y emocional, recurriendo para ello, respectivamente, a su capacidad narrativa para crear historias, a su espíritu práctico para montar estrategias y a su inteligencia emocional para sintonizar afectos, es evidente que los individuos y las familias con los que trabaja pueden también procesar su intervención en esos mismos espacios. Los individuos perciben y piensan a nivel cognitivo, actúan a nivel pragmático y sienten a nivel emocional. Por su parte, las familias tienen valores y creencias como equivalente cognitivo y realizan rituales como equivalente pragmático. En cuanto al espacio emocional, es obvio que las familias no "sienten", puesto que no son agrupaciones de individuos clonados, pero sí comparten emociones, de distinto signo y en mayor o menor grado. Por eso, si, trabajando con individuos, el terapeuta tiene la oportunidad de incidir de modo directo sobre las representaciones cognitivas y sobre la conducta con ayuda de las reformulaciones y de las prescripciones, si de familias se trata, ambos instrumentos intervendrán sobre los valores y creencias y sobre los
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rituales. En cuanto a la inteligencia emocional, incidirá directamente sobre las emociones de las personas, induciendo algunas y diluyendo o reforzando otras, mientras que, a nivel familiar, modificará el espacio donde se comparten las emociones cambiando su composición y la ecuación en que se combinan. En cualquier caso, si las circunstancias ecosistémicas son propicias y la intervención resulta exitosa, el cambio se generalizará a los tres espacios y afectará, en mayor o menor medida, a individuos y familia. Es entonces cuando se podrá afirmar que han cambiado las narrativas individuales y los mitos familiares (Linares, 1996), y que, si en ese cambio carecen de lugar los síntomas y las disfuncionalidades previos, la terapia ha alcanzado unos resultados razonables. En definitiva, las intervenciones basadas en la inteligencia emocional no pueden pretender ser una alternativa a las restantes, sino un complemento. Brindar un marco conceptual a la utilización terapéutica de la inteligencia emocional, con ayuda del cauce privilegiado que es el lenguaje analógico, supone facilitar el empleo de unos recursos tan potentes como legítimos. La psicoterapia, si desea tener credibilidad en el campo de la psicología y la psiquiatría, debe huir de la arbitrariedad que representa el refugio en argumentos justificadores como "yo lo vivo así " o "eso es lo que yo siento", usados, ahora sí, de forma tautológica y dormitiva. Sin embargo, en tiempos de complejidad y de incertidumbre, cuando resulta tan difícil el consuelo de una objetividad imposible, se hace imprescindible reconocer la validez de la subjetiva emocionalidad del terapeuta , inteligentemente elaborada, como canal para su intervención. Quizás resida en ello uno de los más claros marcadores de una psicoterapia postmoderna.
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Notas (*) Este artículo ha sido publicado en el nº 56 de Perspectivas Sistémicas ("Vínculos
y
Emociones"),
Mayo-
Junio
1999.
Manténgase
actualizado
suscribiéndose a Perspectivas Sistémicas por nuestro seguro y fácil medio de suscripción on line en esta misma web o adquiéralo en cualquier quiosco. (**) El Dr. Linares es Doctor en Psiquiatría, Presidente de la Asociación Europea de Terapia Familiar, Director de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital Sant Pau de Barcelona, autor de numerosos libros y artículos. BIBLIOGRAFÍA ANDOLFI, Maurizio (1977) .- La terapia con la famiglia. Un approccio relazionale. Astrolabio Ubaldini De. Roma. BATESON, Gregory (1973) .- Mind / Environment. Social Change, nº 1 pgs. 6-21. Reeditado en "A Sacred Unit" (1991). CANCRINI, Luigi (1984) .- Quattro prove per un insegnamento della psicoterapia. La Nuova Italia Scientifica. Roma. ELKAÏM, Mony (1995) .- Panorama des thérapies familiales. Seuil. Paris. GOLEMAN, Daniel (1995) .- Emotinal Intelligence . Bantam Books. New York. HARRÉ, Rom (1986) .- The Social Construction of Emotions. Basil Blackwell Ltd. Edition Ital. : La costruzione sociale delle emozioni. 1992. Giuffré. Milano. HOFFMAN, Lynn (1992) .- Una postura reflexiva para la terapia familiar. En: La terapia como construcción social. Paidós. Barcelona. 1996. Edition Angl. : Therapy as Social Construction. Sage Pub. London.
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LINARES, Juan Luis (1996) .- Identidad y Narrativa. La terapia familiar en la práctica clínica. Paidós. Barcelona. MATURANA, Humberto and VARELA, Francisco. (1980) .- Autopoiesis and Cognition. Pays Bas. D. Reidel Publ. Comp. MINUCHIN, Salvador and NICHOLS, Michael P. (1993) .- Family healing. Tales of hope and renewal from family therapy. The Free Press. New York. ORTONY, Andrew, CLORE, Gerald L. and COLLINS, Allan ( 1988) .- The Cognitive Structure of Emotions. Cambridge University Press. Cambridge. SELVINI PALAZZOLI, Mara et al. (1987) .- I giochi psicotici nella famiglia. Edition Fran. : Les jeux psychotiques dans la famille. 1990. ESF . Paris. WIERZBICKA, A. (1986) .- Human emotions: Universal or culture-specific? American Anthropologist, n. 88 pp. 584-594. En: Perspectivas Sistémicas. La Nueva Comunicación. Artículo On Line. http://www.redsistemica.com.ar/linares.htm
CAPITULO III EVALUACION Y EXPERIENCIA LECCION 1: Procesos Introducción: Establecer la eficacia de la intervención psicoterapéutica en la familia es condición para su valoración social general y específica. El psicólogo (a) interventor debe
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disponer de las herramientas necesarias para el seguimiento de los procesos al interior de la familia, cosa de que sus miembros puedan evaluarlos objetivamente. Objetivo Específico: Determinar los indicadores de los procesos familiares. Pertinencia La tradición psicoterapéutica ha sido preponderantemente academicista.
Y
paradojalmente, algunos personajes exitosos en el oficio, tienden a rechazarlo. Es muy seguro que ello tiene que ver con un conflicto de lógicas irreductible: la lógica académica y la lógica cotidiana. Una pauta importante en el desempeño profesional
consiste en distinguir lo
especifico de la matriz disciplinar, de lo difuso del ámbito de vida común, del cual hace parte el trabajo psicoterapéutico. De ahí que sea recomendable mantener la atención sobre los procesos de intervención, en aras de enjuiciar su pertinencia, no solamente desde la perspectiva disciplinar, sino particular y especialmente desde la perspectiva de los demandantes. Pues esta última es la condición de su sostenibilidad y por consiguiente, de su eficacia. Ahora bien, evaluar la pertinencia del proceso psicoterapéutico, no es buscar directamente el consentimiento de los demandantes, ni solicitar de ellos una argumentación suficiente que la justifique.
Es más bien, proporcionar a los
requirientes del servicio herramientas idóneas para que aumenten su poder de decisión. ¿Qué tipo de herramientas?
●
El plan de trabajo, que permita determinar a corto, mediano y largo
plazo, los objetivos terapéuticos, en los términos del requiriente.
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●
Los indicadores objetivos del servicio, de tal manera que el
requiriente pueda obtener información precisa al respecto. ●
El conocimiento suficiente de las normas legales, las condiciones y
costos del servicio. Oportunidad Una de las atribuciones al experto, es su capacidad de determinar cuando. Y muy posiblemente, en otras disciplinas, esto es uno de sus aportes específicos. Pero en el ámbito sociopsicológico, el criterio de oportunidad es uno de los elementos a afianzar por el trabajo interventor. Por consiguiente, la planificación, el desarrollo y la evaluación del trabajo psicoterapéutico, debe hacerse teniendo en cuenta esta dimensión, desde la perspectiva del requiriente. Es decir, el plan de trabajo convenido debe destacar conveniente y suficientemente los momentos apropiados para la toma de decisiones:
iniciación, terminación, continuación, suspensión, postergación del
trabajo de intervención. Y el profesional debe facilitar los recursos para que el requiriente pueda tomar decisiones, que no estén sujetas a la descalificación como parte del objeto de intervención. Lo que es muy usual. Eficacia Los criterios de eficacia son diferentes para la comunidad disciplinar y para la persona requiriente, aun cuando la primera pretenda responder a la segunda. Es necesario mantener esta diferencia, para que no se sustituyan los intereses de la demanda, por la perspicacia del experto. ¿Cómo se mantiene la diferencia?
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Principalmente, evitando la traducción de la demanda. Y complementariamente, creando las condiciones para que se discriminen adecuadamente los indicadores de su cumplimiento. Conclusión: Evaluar los procesos familiares es necesario para establecer el costo de reproducción del sistema.
Sus integrantes y el psicoterapéuta emplean este
recurso para reasumir su posición en esa familia.
LECCION 2: Metas (Goals) Introducción Al concretarse una intervención profesional del psicólogo con una familia, la definición de metas es el asunto que delimita el campo de intervención, al tiempo que define costos, designa responsabilidades y adscribe tareas. Todo un trabajo cooperativo que requiere planeación, previsión y seguimiento. Objetivo Específico: Identificar las metas de la intervención psicoterapéutica con la familia. Discriminación Un requerimiento debe ser atendido con la discriminación apropiada de las metas de la intervención profesional. Y por supuesto, el trabajo psicoterapéutico esta orientado por esas metas, suficientemente discriminadas por el requiriente.
En
esta perspectiva, suelen identificarse en orden de prioridad, las metas de realización personal al interior de la familia, las metas de funcionamiento apropiado del sistema familiar y metas concernientes a su reproducción sostenible.
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Para cada una de esas dimensiones, conviene establecer indicadores objetivos de logro, informativos para el requiriente, quien por ese medio puede estar en capacidad permanente de evaluar el avance, consecución o fracaso. En la dimensión de la realización personal, pueden citarse como indicadores, el nivel de satisfacción personal, el nivel de motivación, los índices de participación en la actividades del sistema y los niveles de tolerancia al conflicto. En la dimensión del funcionamiento familiar, son indicadores el estado de salud de los miembros del grupo, los niveles de escolaridad alcanzados, los soportes económicos, sociales y culturales, y el posicionamiento familiar en lo social. En la dimensión de la reproducción sostenible del sistema, algunos indicadores son el crecimiento económico y social del grupo familiar, su inserción alternativa en la dinámica societal, su posicionamiento estratégico y el reconocimiento social conseguido.
Definición Por su procedencia académica, los profesionales tienden a definir las metas en términos retóricos y técnicos del lenguaje disciplinar.
El trabajo a este nivel
consiste en definirlas en el ámbito de sentido del requiriente, lo cual supone una interpretación adecuada de sus códigos de comunicación. En esta definición, puede ser relevante considerar las dimensiones objetiva, temporal y social.
Es decir, la precisión de las metas puede hacerse en el plano
objetivo, determinando que es lo que se quiere del trabajo psicoterapéutico; en el plano temporal estableciendo límites en el tiempo a corto, mediano y largo plazo; y
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en el plano social, indicando el tipo de reconocimientos, identificaciones y posicionamientos esperados. De este modo, el requiriente queda habilitado para enjuiciar suficientemente el nivel de logro de la intervención. Logro ¿Qué tanto se avanza en el trabajo psicoterapéutico?
Es una pregunta que el
demandante debe estar en capacidad de responder, para evaluar y tomar decisiones apropiadas respecto de la intervención profesional. El logro puede estimarse desde la perspectiva disciplinar, la profesional y la social. Sin embargo, para efectos de sostener una relación de asistencia profesional, debe prevalecer el logro desde la perspectiva de la demanda.
El requirente debe
estar en capacidad de establecer los logros ó fracasos personales y familiares, resultado de la intervención profesional.
Para lo cual debe disponer de los
criterios objetivos suficientes, que para el caso están dados por los indicadores definidos. Conclusión: Discriminar las metas y definirlas, es sustancial a la hora de determinar los logros de una intervención profesional con una familia.
LECCION 3 Propósitos (Aims) Introducción: La intervención del psicólogo con una familia debe ser explícita en cuanto a sus propósitos. Si un miembro del sistema demanda la intervención, queda por fuera del contrato una decisión sobre su existencia. La existencia del sistema familiar
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no es cuestión que dependa de la decisión de uno de sus integrantes o del terapéuta. El sistema subsiste autónomamente o se desintegra siguiendo la ley de entropía. Objetivo Específico: Describir los propósitos específicos de la intervención del psicólogo con la familia. Discriminación A diferencia de las metas, los propósitos de la intervención profesional del psicólogo en la familia, pueden indicarse de modo general como el fortalecimiento personal, la consolidación del sistema familiar y la conformación de mecanismos de apoyo que disminuyan la exposición a riesgos. A este nivel, el requiriente también debe estar en capacidad de juzgar la consecución de estos propósitos en los términos accecibles a su código de comprensión. Definición Definir los propósitos de la intervención en la dimensión del fortalecimiento personal, consolidación del sistema familiar y conformación de mecanismos de apoyo, en los términos de significación para el requiriente, es lo que hace factible una valoración apropiada de la intervención; que sirva al propósito de afirmarse ó replantearse. Logro El requiriente debe tener las herramientas para poder contestar el interrogante: ¿Se logran o nó los propósitos de la intervención?
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Conclusión: El propósito de la intervención del psicólogo con la familia, tiene que ver con la transformación del sistema en función de las necesidades de realización personal de sus integrantes. Y no con la existencia misma de la familia, que es un asunto que excede tanto a los miembros como al terapéuta.
LECCION 4: LA DIMENSION ASISTENCIAL DE LA ETICA EN LA TERAPIA FAMILIAR Dr. Mario Suárez Marín Esp. en Psiquiatría y Medicina General Integral Prof. de Psiquiatría Facultad de Ciencias Médicas ”Dr. Enrique Cabrera “ Instituto Sup. de Ciencias Medicas de la Habana Email:
[email protected] MSc. Margarita Garcia Valdes Especialista en Psicología de la Salud Profesora Facultad de Ciencias Médicas ”Dr. Salvador Allende“ Instituto Superior de Ciencias Medicas de la Habana Email:
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Resumen Presentamos un trabajo monográfico en el que realizamos un análisis de los principales elementos que influyen desde el enfoque de la ética en el ejercicio psicoterapéutico, durante la intervención psicoterapéutica en las familias. Se plantea la necesidad de realizar reflexiones en cuanto a la intersección entre dos campos del saber: la Bioética y la Terapia Familiar. El análisis de la eticidad de la terapia familiar y lo realizamos a partir de un enfoque que se basa en la existencia de tres dimensiones: institucional, docente y asistencial, las cuales son fundamentadas aquí. Nos planteamos la existencia de una dimensión asistencial en la intersección entre la ética y la psicoterapia de familia y lo abordamos a partir de los postulados que se han debatido en los últimos años en el seno de la ética clínica como rama de especial aplicación en el sector de la salud.
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Palabras clave: Terapia familiar, ética clínica, dimensión asistencial. La contemporaneidad nos ha llegado acompañada de amplios y profundas transformaciones en todas las esferas de la vida, resaltando las de orden tecnológico, social y político. Los cubanos nos insertamos hoy, en un mundo convulso y confuso para muchos, donde afortunadamente se levantan, también con mucha fuerza, otras voces que apuntan hacia la necesidad del debate ético en el mundo científico. La tradición subraya que nos es necesario precisar qué está bien y mal, es decir, el contenido de la vida moral. Esta tarea de discernimiento que debemos realizar constantemente como personas, la ponemos también en juego desde una perspectiva científica, en el ejercicio de nuestras profesiones, tarea que viene realizando casi desde siempre la Ética como ciencia, al teorizar sobre la moral. (1) Consideramos que el debate ético contemporáneo debe abarcar cuestiones relevantes a las profesiones de todos los sectores y muy en especial a las de la salud. De el deben derivarse aportes concretos, sugerencias específicas de líneas para la actuación y también para la formación de dichos profesionales. (2) En la condición de psicoterapeutas y docentes de psicoterapeutas, en múltiples ocasiones hemos reflexionado sobre numerosa aristas éticas en el campo de la psicoterapia y específicamente en el de la Psicoterapia de Familia. Sobre algunas de estas reflexiones queremos referirnos más ampliamente en este trabajo. Deseamos proponer realizarlas a manera de apertura de un diálogo que facilite el ponderarlas, refutarlas o transformarlas, adentrándonos en el tercer milenio resulta realmente absurdo enfrentar situaciones complejas, partiendo de postulados unipersonales. Expresamos aquí la necesidad de iniciar el debate sobre un asunto que difícilmente puede afrontarse sólo desde posiciones técnicas o instrumentales, pues requiere de la toma en consideración de valores y no disponemos de referentes válidos que nos orienten.
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En nuestra opinión la Psicoterapia de Familia adquiere significación ética fundamentalmente en tres dimensiones : Primero :Dimensión institucional: La necesidad de este método terapéutico como opción para la atención a las familias disfuncionales. (Implementación en el sistema nacional de salud). Segundo :Dimensión docente: Formación de psicoterapeutas familiares y fundamentación de los requisitos para el ejercicio profesional de estos. (Competencia). Tercero :Dimensión asistencial: La realización de la psicoterapia de familia en su relación con la ética clínica. Aceptar el desafío de escribir sobre el tema resulta válido sólo si está condicionado por un debate posterior con los colegas y por la investigación sobre el mismo. La tercera dimensión ética de la psicoterapia de familia, la propiamente asistencial, nos lleva a la búsqueda en el pensamiento ético psicoterapéutico, del universo de reflexiones que deben acompañar aun terapeuta familiar a lo largo de cada proceso psicoterapéutico. En el orden deontológico, ocasión del 40 aniversario de la declaración de los derechos humanos en las Naciones Unidas, fue publicada una Declaración de los Derechos del Paciente en Psicoterapia, elaborada por terapeutas, pacientes y otros trabajadores de la salud mental (3) y que enunciamos a continuación: 1.- Toda persona tiene derecho a recibir asistencia psicoterapéutica y a que esta se le brinde dentro de las mejores condiciones posibles para la recuperación de su salud o la prevención de la enfermedad. 2.- Todo paciente tiene derecho a que se respete su individualidad, sus creencias religiosas, éticas, morales y políticas, sin que estas sean consideradas en sí mismas patológicas o anormales
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3.- Todo paciente tiene derecho a ser informado que existen técnicas y ora metodología de trabajo, distintas a la que se propone el equipo tratante. 4.- Todo paciente tiene derecho a que el terapeuta no se considere dueño exclusivo del conocimiento y a que sus aportes sean estimados con paridad con los del terapeuta. 5.- Todo paciente tiene derecho a que las comunicaciones entre profesionales, acerca de su problema, se realicen con el debido respeto a su dignidad 6.- Todo paciente tiene derecho a discrepar con las intervenciones de su terapeuta, sin que ello sea considerado ineludiblemente una forma de resistencia, interferencia o ataque a su dignidad. 7.- Todo paciente tiene derecho a que se resguarde su intimidad, mediante el secreto profesional. 8.- Todo paciente tiene derecho a que se le confirme la realidad de sus percepciones, incluyendo aquellas que se refieren a sus terapeutas. 9.- Los pacientes tienen derecho a que todas las intervenciones técnicas sean realizadas de tal modo que su autoestima no resulte dañada 10.- Todos los pacientes tienen derecho a expresarse libremente pero también a guardar silencio en aquellos momentos que comunicarse pudiera resultar humillante denigrante o peligroso. 11.- Todo paciente tiene derecho a la empatía, comprensión y paciencia de su terapeuta. 12.- Los pacientes tienen derecho a una mirada de su terapeuta que tenga en cuenta sus posibilidades de cambio y también sus limitaciones, que respete y considere su tiempo personal, pero que también insista en que cambie hoy lo que puede ser cambiado 13.- Los pacientes tienen derecho a un proceso diagnóstico que permita organizar adecuadamente su tratamiento sin ser por ello etiquetados ni limitados arbitrariamente en sus posibilidades de desarrollo.
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14.- Todo paciente tiene derecho a recibir información diagnóstica y pronóstica, administrada de forma tal que permita la autonomía de sus decisiones sin dañar la valoración de sí mismo. 15.- Los pacientes tienen derecho a que los terapeutas aporten todos los recursos y métodos que sea necesario aplicar para la resolución o alivio de sus problemas. 16.- Los pacientes y los terapeutas tienen derecho a equivocarse y a tener razón. 17.- Los pacientes tienen derecho a que los terapeutas revisen los modelos y teorías que sustenten sus prácticas, a fin de descubrir si estas los llevan ineludiblemente a vulnerar los derechos enunciados. Esta declaración no es propiamente un código internacional de ética profesional de los psicoterapeutas, nos sirve al menos como referente, pero no podemos valorar su uso en el mundo profesional, como regulador de la actividad de los psicoterapeutas. La sociedad exige a profesiones connotadas que establezcan normas particulares de ejercicio profesional y en deontología referirse al “debe ser” señala la moral interna de una actividad profesional especifica (4) En salud, ello se expresa, generalmente, en códigos de ética profesional. Revisando la amplísima compilación de estos que se hace en la publicación “Médicos, Pacientes, Sociedad”, donde aparecen los documentos dictados por diversas organizaciones al respecto (5), no se encuentra nada similar a un código de ética profesional para los psicoterapeutas. En el planteo ético de la práctica psicoterapéutica, el acápite de los códigos es aun “camino por andar", lo cual es perfectamente comprensible si se compara la práctica milenaria de algunas especialidades médicas, con la historia de poco más de un siglo de existencia de la psicoterapia científica. Opinamos que el objetivo rector de un código en este campo sería perfeccionar el actuar del psicoterapeuta, para lograr elevar del estado de salud de la población Para la modalidad familiar se añaden aquí consideraciones relevantes, pues la familia tiene un enorme impacto en la formación social del ser humano y la tríada
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relacional Madre-Padre-Hijo, es el eje de la socialización en el sistema familiar, por lo que la patología de este determina situaciones, donde las personas actúan creando consecuencias irreversibles para los miembros involucrados y la reflexión ética debe sugerir una visión más global evitando reduccionismos. (7) No obstante revertir esta situación, es decir, intervenir psicoterapeúticamente en el grupo familiar de manera tal que se produzcan modificaciones estructurales y dinámicas en el mismo que le permitan recuperar su funcionalidad y garantizar un mayor bienestar es sin lugar a dudas una actuación ética. Del ejercicio de esta modalidad de tratamiento se derivan una serie de contradicciones que deben concientizarse como interrogantes y que tiene relación con la ética clínica y con las posiciones principalistas de la bioética. La visión de la ética clínica para la terapia de la familia disfuncional, debe tener en cuenta una especificidad, que esta no se basa en una relación diádica terapeutapaciente y ocasionalmente con algún otro miembro de la familia (como ocurre en la mayoría de las especialidades médicas, la tradicional Relación MédicoPaciente) sino que, siempre es una interrelación grupal en un nuevo sistema, el terapéutico. La dedicación a la labor de terapeuta deviene en una vocación de servicio que nos lleva a estar siempre cerca de la “enredada madeja” del sentir, el saber y el actuar de las personas y los grupos y lo que es un más complejo, de su modificación. Cuando hablamos de tratar a una familia que acude a una psicoterapia de familia ,estamos aceptando un presupuesto: que esta desea eliminar un problema o malestar, y que debe realizar un cambio y que nosotros debemos incidir sobre ella para que este cambio se dé. Para ello las concepciones sistémicas apuntan a la necesidad de realizar intervenciones que profundicen el desequilibrio del sistema familiar, para que este por sí mismo buque un momento de cambio y cree solo una nueva manera de funcionar, para ello el terapeuta familiar se sirve de una serie de técnicas que si bien su uso no se puede considerar riesgoso, la certidumbre de su éxito no es mensurable con exactitud.
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El actuar de este en una sesión debe parecerse al de un jugador de ajedrez, él hace un “movimiento” para que el grupo familiar haga otro. que tenga como resultado un cambio y se estimula la realización de intervenciones paradojales donde, si digo lo que espero que los miembros de la familia deben hacer para mejorar, no logro que lo hagan por tanto en múltiples ocasiones indico lo contrario, y el cambio esperado debe ocurrir mayormente fuera de la sesión, y sin que ellos tengan conciencia de qué fue lo que lo provocó (por solo hablar de un técnica), el fundamento es similar para el resto. Entonces, ¿Hasta donde llega el consentimiento informado en este método terapéutico? ¿Son éticas estas limitaciones de información de información? ¿Qué es lo que hay que informar? Inicialmente es imprescindible informar a la familia de los objetivos del tratamiento, para que sus miembros puedan adecuar sus expectativas (generalmente distorsionadas). Por ejemplo: “quiero cambiar a mi hijo, que está incontrolable” (adolescente), cuando debe ser: “vamos a actuar sobre los roles, la jerarquía y los afectos que determinan el funcionamiento de esta familia, para que esta cambie, incluso cambie la conducta del muchacho” y esto muchas veces no puede especificarse en la primera sesión, pues no se sabe aun. Un aspecto para el que es básico solicitar consentimiento, es para permitir trabajar con el equipo de supervisión, tras el espejo unidireccional o en la misma sala cuando no se tiene cámara de Gessell, o para realizar grabaciones en caso que la supervisión no se realice en vivo. Aunque se la explique lo necesario y ventajoso de esta, debemos atenernos a la decisión familiar. Aquí existen dos posiciones, la del mundo capitalista que no realizan sesión sin grabación por temor a las demandas de daño y la nuestra que sólo se basa en obtener el mayor beneficio para la familia, por lo que una negativa de este tipo nunca nos llevaría a suspender un tratamiento. Consideramos que es absolutamente antiético ocultar o informar insuficientemente sobre los supervisores por temor a una negativa. Se plantea que estas técnicas encierran el peligro de ser manipulativas. En psicoterapia, se modifica a los otros, la tarea del terapeuta y no es ayudar a las
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personas a comprenderse, ya no es un consultor como en los albores del método, sino un modificador de personas. Como diría el genial Milton Erikson, un terapeuta debe aprender muchas formas diferentes para cambiar a muchos tipos diferentes de gentes o sino debería seguir otra profesión. (8) La psicoterapia no es manipulativa, por definición es influencia y hacerlo teniendo en cuenta los derechos antes expuestos es esencialmente ético. En la manipulación se realiza una acción sobre los otros para obtener un beneficio personal, en la influencia esta acción pretende lograr un cambio al servicio de los demás. Cambios que se establecen como metas y se proponen a la familia, pudiendo esta aceptarlas o rechazarlas, eligiendo su propio camino. Enfatizamos que el análisis ético, debe ser paralelo al análisis clínico en cada familia en particular que consultemos, pues la dificultad inherente al medio clínico, de que cada caso es diferente (9),no es ajena a la psicoterapia de familia y un método adecuado debe llevarnos por los caminos de la beneficencia (máximo grado de excelencia terapéutica) y la no maleficencia (evitación de la yatrogenia) En los últimos años el principio de la autonomía ha desplazado al de la beneficencia como primer principio de la ética médica, cuya realización más completa para os fundamentos de la bioética reside en la doctrina del consentimiento informado (10)Este método favorece la autonomía del grupo familiar al devolverle su funcionalidad por tanto la de cada uno de sus miembros. La terapia exitosa elimina la dependencia hacia terapeuta y tratamiento, devolviendo a ambos la responsabilidad sobre sí mismos. Otro momento con implicaciones éticas en este campo es la confidencialidad, es conocido que nuestra profesión basa su trabajo en la información generalmente confidencial, reservada, que nos es aportada y el ejercicio del secreto profesional tiene condicionantes de las que se trata pródigamente en la literatura científica. La reserva con que ha sido tratada la información en la psicoterapia comenzó a modificarse cuando en 1948, John Rosen hace la primera transcripción textual de una entrevista psicoterapéutica y luego difundió el empleo de la cámara de Gessell
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para el estudio de las familias de esquizofrénicos y al resto de estas después, todo un trasgresor para su época. (11) El empleo actual de material de audio, video y cámaras de Gessell para la investigación, supervisión y docencia, ha modificado significativamente este planteo ético. En este acápite quiero hablar de otro secreto que se potencializa en el tratamiento del grupo familiar, la información que nos es trasmitida por uno o más miembros con el pedido expreso, de que otro o todo el resto de la familia no llegue a enterarse, solicitud que generalmente tratan de hacerla fuera de la sesión de psicoterapia. Ejemplos comunes son: un hijo adoptado, o producto de una infidelidad o la propia infidelidad, etc. Defendemos la necesidad análisis e interpretación de todo lo que sucede con el sistema terapéutico, en una situación así sería necesario preguntarnos, ¿Por qué y para qué lo hacen?. El criterio para dirimir este conflicto es evitar confesiones que limitan las posibilidades de intervención terapéutica, pero si las escuchamos debemos comprometernos con su preservación y sólo violarla por iguales motivos que nos obligan a romper al secreto profesional con un paciente individual. Existe un aspecto muy vinculado a la ética en la clínica que es la calidad de vida, término que tras múltiples intentos definitorios sigue cargado de subjetivismo y riesgo de arbitrariedad que ha sido incomodo para la bioética y se ha relacionado principalmente con la prolongación de la vida de los profundamente invalidados (6) En la psicoterapia familiar este concepto nos plantea una contradicción, que requiere de una posición teórica pero con implicaciones éticas, que se puede plantear como una serie consecutiva de interrogantes: ¿Dónde finalizamos el tratamiento? ¿Terminamos se resuelva el problema que los trajo a nosotros? ¿Continuamos las sesiones trabando sobre otras áreas disfuncionales y así aumentar su calidad de vida? Diferentes escuelas teóricas dan respuestas opuestas(10),los estratégicos dicen que vasta con solucionar el problema, los estructuralistas que hasta arreglar la “estructura familiar”, es decir, hasta el final. Consideramos que a esa altura del
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proceso terapéutico se le debe dar la opción al grupo familiar que este sea quien tome la rienda de su elección y haga valer la autonomía que ha alcanzado durante el tratamiento. Otro tema que adquiere matices éticos es la coterapia. Muchos terapeutas deciden compartir con otro la dirección directa de las sesiones. Puede adoptar diferentes patrones, pero en mi experiencia se ha llevado a cabo a partir de un equipo de más de cuatro miembros donde se rotan las funciones de terapeuta principal, coterapeuta y supervisores, podríamos extendernos ampliamente sobre sus ventajas, pero queremos señalar sus peligros(12), pues siempre existen discrepancias entre los miembros de un equipo de trabajo, que en el caso de que sea de terapia, si estas no se trabajan dentro de la supervisión pueden revertirse al seno de las sesiones y dañar intensamente el curso de un proceso psicoterapéutico (problema mayor sería la aparente ausencia de discrepancias). Más que las diferencias objetivas entre los coterapeutas, lo que influye es el manejo que se haga de ellas. De nuevo resalta la importancia del uso que hacen (tengan o no conciencia de ello) de su propia personalidad como “herramienta” de trabajo y el control que esta le permita de sus relaciones interpersonales, de la importancia de que esta esté en condiciones de ser productiva es un objetivo del entrenamiento, a lo que ya hice referencia en el análisis de la segunda dimensión. Existe también un freno propiamente ético en nuestra interacción con la amplia gama de sistemas familiares a que nos enfrentamos y es cuando aparecen normas y conductas en la familia que atendemos que estén en absoluta e irreconciliable contradicción con nuestros patrones, ello se acepta como una contraindicación para tratar a una familia(13). Queremos resaltar que no debe abusarse de esta contraindicación y debe resguardarse para casos excepcionales, salvando esto con profesionalidad y a partir de una amplia cosmovisión que nos permita ser empáticos. No se agotan con este análisis los numerosos asuntos que se hallan en la intersección entre ética y psicoterapia de familia, sólo proponemos un debate que
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lo enriquezca las vías fundamentales para promoverlo deben ser la investigación y el intercambio científico profesional en diferentes foros.
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6. Médicos, Pacientes, Sociedad. Derechos humanos y responsabilidad profesional de los médicos. APAL. Buenos Aires; 1998. Kottow M. A. Introducción a la bioética. Chile: Editorial Universitaria; 1995 7. Haley J. Conversations with Milton Erickson. Changing Individuals. New York: Editorial Triangle Press; 1985. 8. Drave J.F. Métodos de ética clínica. Bioética. Temas y perspectivas. OPS. N° 527. Washington; 1990. 9.
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Fernández Moya J. Psicoterapia Familiar (soporte electrónico, s/p)
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11.
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Ackerman N. Diagnóstico y Tratamiento de las relaciones familiares. 4°
edición , edit. Paidos, Buenos Aires; 1988
LECCION
5:
La
terapia
desde
el
punto
de
vista
del
construccionismo social ¿tiene algún sentido la terapia? "Si uno sabe lo que hará, está limitado, pero si sabe mejor lo que no hará, entonces habrá una enorme cantidad de cosas que podrá hacer" Goolishian. No nos relacionamos con la vida "misma" sino con nuestra comprensión de la vida" Tom Andersen Introducción Dentro del debate propuesto por el curso "Lenguaje, Conducta y Cognición", una de las propuestas teóricas que más me llamó la atención fue la propuesta por Kenneth Gergen en su teoría del construccionismo social y la posibilidad de observar su aplicación en muchos campos aplicados, particularmente la psicoterapia. Además, se percibía en dicha propuesta un "revolcón" no solo en las ciencias sociales sino en otros aspectos del desarrollo cultural de la humanidad, "revolcón" que ha recibido el nombre de posmodernismo. Por ello considere válido unir estas temáticas de interés personal y tratar de presentar un abrebocas teórico para entender como puede existir una psicoterapia construccionista o posmodernista. El construccionismo social: la opción ante el modernismo La historia del conocimiento se ha organizado de manera muy particular a través de la evolución del tiempo. Los cánones del conocimiento vigente en cada época tienen un momento de total dominación y éxito ya que se consideran los discursos mas acertados sobre la realidad existente. Sin embargo, en algún momento tal discurso empieza a desmoronarse y empiezan a encontrarse fallos importantes que hacen que se generen discursos alternativos muy antagónicos y competitivos con respecto al dominante, hasta que finalmente le reemplazan, una tesis es reemplazada por una antítesis y posteriormente sigue una especie de síntesis
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novedosa que a su vez vuelve a generar una nueva antítesis y así sucesivamente. Sin lugar a dudas esta forma de interpretar la evolución del conocimiento es muy dialéctica y también puede leerse con algunas diferencias en la propuesta kuhniana (Kuhn, 1981) del desarrollo de la ciencia a través de paradigmas que luchan y se establecen durante periodos determinados. A este respecto la organización de la cultura a seguido patrones similares. Por ejemplo, hace algunos siglos el movimiento vigente y dominante era la ilustración. La visión del hombre ilustrado (siglos XVII y XVIII) era la de un hombre observador y racional (Descartes, Spinoza, Hobbes y Newton) que desafiaba el derecho divino (Gergen, 1992). Pero posteriormente fue reemplazada por el romanticismo (siglo XIX), movimiento basado en los sentimientos morales, la solidaridad y el goce interior de la vida, una visión, sin lugar a dudas, más hedonista y menos pragmática que pone el acento en lo que no se ve. Y a su vez este fue seguido por el modernismo, que reunía características propias de la ilustración pero desarrolladas de una forma muy distinta. La visión del hombre moderno (propia del siglo XX) concibe que los elementos claves del funcionamiento humano son la razón y la observación. Se ve en las ciencias, las actividades de gobierno y empresariales. Esta convencida de que las personas son agentes racionales que tras examinar los hechos toman las decisiones que corresponden. Es un neoilustracionismo pero con la fuerza que le aporta la ciencia y la tecnología. El avance es un movimiento en permanente ascenso hacia la meta, a través del perfeccionamiento, la conquista y los logros materiales. Los argumentos centrales del modernismo son el progreso, la búsqueda de la esencia de las cosas y el hombre máquina (funcional y productivo). Pero al movimiento modernista del siglo veinte que ha sido expresado en el arte, el folclore, la música, la ciencia, la política, la moral y demás manifestaciones de la cultura humana, le ha surgido una nueva antítesis, que pretende remover los cimientos del modernismo y volver a reconstruir (o tal vez deberíamos decir desconstruir) sobre sus ruinas una nueva forma de concebir la realidad. El posmodernismo es una forma alternativa y por lo tanto, rompe con los esquemas mas arraigados del modernismo en los diferentes campos de la cultura, lo que lleva sin lugar a dudas a la generación en el mundo modernista del miedo, la resistencia al cambio y la duda de que exista otra forma de ver el mundo que no responda al patrón modernista. El posmodernismo es el termino con el cual se trata de agrupar a una variopinta manifestación de diferentes autores en diferentes áreas que tratan de soltarse de la camisa de fuerza que es, para ellos, el modernismo. El posmodernista se enmarca en una conciencia generalizada del agotamiento de la razón, tanto por su incapacidad para abrir nuevas vías de progreso humano como por su debilidad teórica para sortear lo que se avecina. La racionalización de la sociedad no conlleva ninguna perspectiva utópica, sino que más bien conduce a un aprisionamiento progresivo del hombre moderno en un sistema deshumanizado.
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La modernidad creía que existía un vínculo fuerte y necesario entre el desarrollo de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana, pero lo que sobrevino fue el triunfo de la razón instrumental que no conduce a una realización concreta de la libertad universal sino a la creación de una "jaula de hierro" de racionalidad burocrática de la que nadie quiere escapar (Picó, 1992). La posición posmoderna es escépitca, duda de la capacidad de la razón, y por sobre todo del lenguaje, para representarnos o para informarnos "cuál es la cuestión". Si el lenguaje esta dominado por intereses ideológicos, si su uso esta regido por convenciones sociales y su contenido por el estilo literario en boga; no puede reflejar la realidad, por lo tanto no hay descripción objetiva (Gergen, 1992). Tal conclusión es uno de los golpes mas devastadores para la modernidad y sobre todo para su reina: "la ciencia". En tal caso no hay motivo objetivo alguno para sostener que una persona tenga pasiones, intencionalidad, razón, rasgos de personalidad o cualquier otro elemento propuesto por las cosmovisiones románticas o modernista. Todos estos conceptos están ligados a circunstancias sociales e históricas, son el producto de fuerzas ideológicas y políticas, de comunidades que se atrincheran y de las modas estéticas o literarias. En este orden de ideas el centro en torno al cual gira nuestra sociedad modernista que es el yo (yocentrista), cae de su pedestal en la sociedad posmoderna, ya que el nuevo énfasis y centro de acción son las "relaciones" (relaciocentrista), que serían el principal producto que permitiría la construcción del yo en la interacción social y no al revés. Un individuo nace dentro de una relación y a la vez que es definido por ella, la define. Cuando uno muere lo que perece es una pauta de relaciones. Precisamente el movimiento que en ciencias sociales a tratado de leer y expresar las ideas posmodernistas se denomina construccionismo social. El construccionismo social (Hoffman, 1996) cree que las ideas, los conceptos y los recuerdos surgen del intercambio social y son mediatizados por el lenguaje. Todo conocimiento -sostienen los construccionistas- evoluciona en el espacio entre las personas, en el ámbito del mundo común y corriente; y es sólo a través de la permanente conversación con sus íntimos que el individuo desarrolla un sentimiento de identidad o una voz interior. Desde Wittgenstein hasta los teóricos contemporáneos de la literatura, los estudiosos han establecido que el lenguaje de la vida mental cobra significado a partir de su uso social. El significado de "un buen razonamiento", de "malas intenciones" o "memoria precisa", está determinado según se empleen tales expresiones en las relaciones que entablamos. Los individuos por sí mismos no pueden significar nada: sus actos carecen de sentido hasta que se coordinan con los otros (Gergen, 1992). El construccionismo, por lo tanto apoya la idea de que no hay verdades sociales incontrovertibles, sino sólo relatos del mundo, relatos que nos contamos a nosotros mismos y que contamos a los otros. Y por ello, la mayoría de los psicoterapeutas tienen un relato acerca de cómo los problemas se desarrollan y como se resuelven o disuelven. Esta idea implica que el terapeuta entra en la acción terapéutica con una idea preconcebida de la mejor intervención posible (la
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teoría que sustenta su terapia) para enfrentar los problemas y lo que se busca en la relación terapéutica de forma implícita es una hipótesis que apoye el esquema ya preconcebido. Es decir, si se es psicodinámico se buscará dentro de la narración del cliente algún trauma o déficit en el desarrollo, mientras que si se es conductista la explicación se centrara en patrones conductuales aprendidos que se deben desaprender y reemplazar por otros más adaptativos. Si se es sistémico se observará en las narraciones de los miembros de la familia patrones de interrelación inadecuados que contribuyen a que el sistema este mal, si se es logoterapeuta (un tipo de terapia existencial humanista) se buscara un déficit en la posibilidad del paciente de encontrar un sentido a su existencia que le permita abordar la problemática de forma distinta y así sucesivamente. Esto expresaría que cuando el terapeuta se casa con un esquema particular, éste empieza a constreñir su forma de ver la terapia y termina encuadrando la realidad dentro del esquema. Es necesario incorporar la duda, y una forma de hacerlo en la terapia es estableciendo una situación en la que se favorezca la presencia de una pluralidad de relatos y en la que los formatos de construcción conjunta superen los discursos individualistas y deterministas de un yo aislado y en medio de su realidad. Para entender esto pasaremos al siguiente apartado. Los principios del construccionismo social aplicados a la psicoterapia. Cuando observamos de cerca la terapia psicológica, nos damos cuenta que en los últimos años dentro de ella se están gestando manifestaciones contrarias al punto de vista modernista de la terapia. Estas manifestaciones se empiezan a gestar sobre todo en el ámbito de la terapia familiar sistémica y son influenciadas por las obras seminales, llenas de ideas sugestivas, de varios de los terapeutas que componían la llamada Escuela de Palo Alto, personas como Watzlawick, Bateson, Haley entre otros inspiraron a numerosos psicoterapeutas para desarrollar nuevos estilos de terapia basados en nuevas filosofías "no modernas", que venían articulándose con ideas provenientes de autores como Maturana, Varela o Gergen. Este conjunto de propuestas que tratan de atacar los estandartes de la psicoterapia científica moderna y que se agrupan o tratan de agrupar dentro de la etiqueta de construccionismo social, representaría dentro de las ciencias sociales al posmodernismo. Los principios del construccionismo social en la psicoterapia se expresan de diferentes formas, vamos a tratar de agrupar aquí las más importantes o novedosas desde el punto de vista del autor. 1. Ante todo el primer compromiso construccionista propende por una ruptura tajante de la tradicional y asimétrica relación entre terapeuta y paciente. Es más el término paciente no debería ser utilizado en la nueva relación (se empieza a masificar la utilización del termino cliente -que obviamente esta muy cercana a la visión mercantilista del modernismo-) ya que su connotación médica esta expresando una asimetría, entre el enfermo, el que no sabe, y el sabio, el sano, el terapeuta. Este supuesto supone la desaparición del poder-control unilateral del terapeuta y propone una dinámica de co-construcción sistémica. Asume la
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responsabilidad de su poder de construcción dentro de la relacional/social. El terapeuta pierde su posición de experto, su estatus jerárquico desaparece. 2. Los trabajos posmodernistas suelen centrarse en ideas vinculadas al texto y la narración. En este contexto la narración es una unidad de significado que brinda un marco para la experiencia vivida. A través de las narraciones se interpreta la experiencia vivida, como lo expresa Bruner (1986) citado por Epston y cols. (1996): "Creamos las unidades de experiencia y significado a partir de una continuidad de la vida. Todo relato es una imposición arbitraria de significado al fluir de la memoria, porque destacamos ciertas causas y desestimamos otras, es decir, todo relato es interpretativo". El construccionismo apoya la idea de moldeamos el mundo en el que vivimos y creamos nuestra propia "realidad", dentro del contexto de una comunidad con otros individuos; comunidad que por medio de sus posibilidades y restricciones económicas, políticas, sociales y culturales fija los límites de nuestras narraciones y limita nuestra posibilidad de elección a determinados contextos. Volviendo al contexto terapéutico, la mayoría de los terapeutas tienen un relato de cómo se desarrollan los problemas y cómo se disuelven o resuelven. Lo mismo, sobra decirlo, sucede en los clientes. Bajo esta perspectiva los relatos o narraciones en los que situamos nuestra experiencia determinan el significado que damos a la experiencia misma. Estos relatos son los que determinan la selección de los aspectos de la experiencia que será expresada y la forma de dicha expresión, determinando a su vez los efectos y orientaciones en la vida y las relaciones de la persona. El énfasis sobre la narración vincula necesariamente la terapia posmoderna con las teorías de desconstrucción, dentro de la cual uno de sus principales exponentes es Jacques Derrida. La propuesta del análisis desconstruccionista nos obliga a mantenernos distanciados y escépitcos respecto de las creencias concernientes a la verdad, el poder, el yo y el lenguaje, creencias que casi siempre se dan por sentadas pero que no son absolutas sino completamente relativas. La Desconstrucción aboga por dejar a un lado los juicios absolutos de se es una cosa o se es otra "o...o", mas bien nos propone Derrida buscar siempre otra visión posible mas allá de "o...o" , con el fin de desconstruir nuestro mundo tal y como lo conocemos, buscando siempre lo inesperado que podría reemplazar esta visión. Gergen llama a la construcción-desconstrucción, progresiónpregresión. Un análisis progresivo de la utilización de un pesticida habla de sus efectos sobre determinadas plantas como cocaína y amapola y su erradicación de la naturaleza ya que generan la posibilidad de extraer drogas alucinógenas y permite que una mafia organizada llamada narcotráfico construya su imperio de ilegalidad, pero un análisis pregresivo permite ver que la utilización de pesticidas también altera el desarrollo de otras cosechas y las contamina e incluso envenena, produciendo a su vez alteraciones congénitas en las personas que consumen dicha alimentación. Si seguimos el análisis también vemos que el dañar otras cosechas impide que el campesino pueda sobrevivir vendiendo los productos que cosecha lo que a la larga genera mas pobreza y la necesidad de emigrar a la ciudad aumentando el desempleo, etc... y el análisis puede seguir así mirando
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diferentes aspectos político-socio-económicos que permiten desconstruir el discurso inicialmente lineal de utilizar pesticidas contra la cocaína y la amapola. El análisis desconstruccionista es muy importante para el proceso de reflexión en terapia posmoderna que veremos más detenidamente en la siguiente sección. 3. El análisis del terapeuta a la situación del cliente nunca se puede considerar objetivo. No hay descripciones más correctas que otras para la realidad. La investigación social objetiva no existe, ya que no podemos saber que es la realidad social, no hay una verdad única, objetiva y absoluta. Por lo tanto la relación terapéutica co-construye una descripción de la realidad del cliente donde ambos son responsables y activos en el proceso de solucionar el problema. 4. Los puntos de vista individuales se transforman y amplían en la interacción social terapeuta-cliente. De hecho se propende por la ruptura con la idea de un individuo que construye un yo diferenciado, autónomo e inmutable que maneja sus actuaciones. Gergen en su libro "el yo saturado" (Gergen, 1992), manifiesta que es una falacia que el yo sea una entidad autónoma e independiente. La identidad individual es una ilusión modernista ya que el yo no esta dentro de la persona sino que tiene un compuesto temporal construido a partir de la interacción social, el yo no esta separado del otro por que es sólo a través de la relación social donde se construye la idea de una personalidad. El yo no se concibe como una entidad cosificada e intrapsiquíca sino como una entidad narrativa que se aborda dentro de un contexto de significado social. Como dice el filósofo Emanuel Levinas (citado por Lax, 1996) "el yo no empieza a existir en un momento puro de autoconciencia autónoma, sino en relación con el otro, ante quien permanece siempre responsable". En la terapia no se viene a imponer la realidad propuesta por un individuo (el terapeuta) sino que se viene a co-construir entre terapeuta y cliente una nueva forma de narrar la realidad del cliente. 5. Los terapeutas no pueden dejar de afrontar la cuestión de la construcción social de sistemas de creencias y que por lo tanto, no pueden renunciar al estudio de esos procesos en los que ellos también están profundamente involucrados. 6. Se define socialmente a la psicoterapia como un contexto para la resolución de problemas, la evolución y el cambio. Los problemas son acciones que expresan nuestras narraciones humanas, existen en el lenguaje y son propios del contexto narrativo del que derivan su significado (Anderson y Goolishian,1996). El cambio en la terapia por lo tanto es la creación dialogal de la nueva narración. 7. La patología en el construccionismo desaparece como tal. El meollo del asunto no es la etiología de los síntomas sino los procesos sociales e interpersonales y la dinámica que mantiene esos síntomas. El terapeuta podrá desencadenar un proceso de cambio si logra interferir la repetición de la misma experiencia que llevó al cliente a la terapia. 8. Del diagnóstico y la cura a la responsabilidad cultural. Gergen (1996) considera que a medida que el acento se desplaza a la construcción lingüística de la realidad, las enfermedades y los problemas pierden su privilegio ontológico ya que no son independientes sino construcciones culturales. No hay problemas más allá del modo en que una cultura los constituye como tales.
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9. Desaparecen los niveles y capas jerárquicas estructurales. No existen capas jerárquicas donde unas son más importantes que otras y por lo tanto detentan en última instancia la causa de la situación considerada "problema" (Hoffman, 1996). Se propone un análisis de configuración lateral u horizontal que rompe con las dualidades síntoma superficial vs causa subyacente, contenido manifiesto vs contenido latente, comunicación abierta vs comunicación encubierta, etc. La configuración horizontal permite entender que existen formas de análisis todas de igual valor y que serán validadas y utilizadas para la intervención en la media en que el contexto social lo exija. El lenguaje cambia en el contexto de la terapia posmoderna, su aplicación y utilización ya no son iguales a la que existía en la terapia modernista; ya que manifiesta un cumulo de ideales filosóficos que deben hallar su expresión en la relación terapeuta/cliente por medio de un nuevo lenguaje. Por ejemplo, La entrevista hecha por el terapeuta consiste en recoger y dar información simultáneamente con su cliente. Donde preguntas como: ¿Cuál es su problema? se reemplazan por ¿cómo ve ud. la situación?. El lenguaje es menos directivo y jerárquico, pretende convertir la situación relacional en democrática, basada en una configuración de igualdad de poder y expresión del mismo. Sobre este punto profundizaremos en la siguiente sección cuando hablemos de la terapia a partir de la ignorancia. ¿Existe una terapia construccionista/posmoderna? Después de lo expuesto surge la pregunta anterior, pues aunque se ve un gran bagaje filosófico y epistemológico para ver la terapia, la práctica misma de la terapia no se ve nada claro cuando cada autor trata de exponerla o termina viéndose que se utilizan herramientas y técnicas psicológicas similares a las utilizadas en otros marcos conceptuales. Pareciera que la visión posmoderna solo quedará en el "bla bla bla". Veamos que podemos poner en claro de las diferentes propuestas prácticas. Empecemos por ver la opción terapéutica de Goolishian y Anderson (1996): "La ignorancia como enfoque terapéutico". Estos autores plantean como núcleo de su enfoque la posición no de experto del psicólogo sino de ignorante. El terapeuta parte de una ignorancia deliberada, ignorancia que es entendida como "no saber", ya que creen que no hay esencias que captar en las narrativas del cliente y por lo tanto el terapeuta tampoco puede ofrecer al cliente el secreto infame de su problema para que este pueda reemplazar sus viejas e ilusorias narraciones. Como no hay significados previos escondidos, sólo en la medida que se narra e interactúa en la terapia se forjan esos significados. El interrogatorio por lo tanto parte de una genuina curiosidad no determinada por hipótesis previas. Un elemento importante de la conversación terapéutica es los silencios y el manejo de preguntas a medio hacer, la propuesta es que el terapeuta a veces no hable o formule preguntas vacilantes a medio hacer y abiertas con largos períodos de silencio, con el fin de fomentar la participación y la invención dialógica del cliente. Esta propuesta implica introducirse en la narración del cliente sin prejuzgar, analizar o dictaminar teórica o a priori el problema del cliente, implica meterse en
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su relato, preguntar y dialogar para saber su historia, no para dictaminar si es falsa o verdadera. Los autores narran como un paciente que había pasado por numerosos terapeutas y no había superado su problema, entra en un nuevo contexto cuando el terapeuta simple y llanamente atiende a su narración sin prejuzgarla como falsa. El cliente temía tener una enfermedad contagiosa, cosa que medicamente no había sido probado y que todos los terapeutas le negaban, por lo tanto la terapia se centraba en hacer que dejara de creer en su supuesta enfermedad. El terapeuta que partía de la ignorancia simplemente consideró que su narración era válida en si misma y ello permitió generar un proceso altamente empático que poco a poco fue redundando en una mejoría del paciente con respecto, no tanto a su enfermedad, sino a su temor de estar gravemente enfermo. Para Goolishian y Anderson los problemas son acciones que expresan nuestras narraciones humanas, existen en el lenguaje y son propios del contexto narrativo del que derivan su significado. El cambio en la terapia es la creación dialogal de la nueva narración. Vivimos en y a través de las identidades narrativas que desarrollamos en la conversación, ya que nuestro "yo" es siempre cambiante. Por otro lado Hoffman (1996), considera que la esencia de la nueva terapia posmoderna se centra en la palabra "reflexivo". Ya que el enfoque trata de replegarse sobre sí mismo, ya sea utilizando equipos de reflexión para la terapia, conversaciones reflexivas entre los componentes de la terapia, interrogatorios reflexivos, etc.; que junto con la preponderancia del prefijo "co" describen la conversación terapéutica (co-creación, co-autoría, co-evaluación), lo que indica un proceso de influencia mutua y no de unidireccionalidad o jerarquía. Veamos por ejemplo la propuesta de los equipos de reflexión. Andersen (1996) y el grupo de Noruega crean un grupo terapéutico que delibera sobre la familia y la familia ve como hace dicha deliberación, aplicándose luego el papel inverso. Andersen y sus colaboradores le llaman "el equipo de reflexión abierta". El grupo de Milán (Selvini y cols., 1980 en Andersen,1996) creo un procedimiento y era un equipo que se reunía con la familia. Un miembro del equipo conversa con la familia mientras los demás miembros los observan a través de un espejo de una sola dirección. El terapeuta conversa con el equipo y luego trae a la familia las ideas y aportes de intervención de estos para avanzar en la terapia. El grupo de reflexión abierta es una variación de el grupo de Milán, con una serie de aportes en cuanto a un lenguaje más democrático y co-creador que se debe utilizar, por ejemplo: "además de lo que uds. entienden, nosotros entendemos esto....". Y como vemos la diferencia sustancial es la bidireccionalidad del proceso planteado inicialmente por los italianos. En la propuesta noruega, no sólo el equipo tras el espejo ve a la familia con el terapeuta, sino que posteriormente la familia con el terapeuta ven tras el espejo o en la misma habitación la conversación del equipo de reflexión y en una tercera etapa volverían al estado inicial pero para conversar y discutir sobre los aportes del equipo de reflexión. Andersen resume así sus normas de acción lingüística para asumir la terapia posmoderna:
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1. Las reflexiones del equipo deben basarse en algo expresado durante la conversación "cuando escuche.... se me ocurrió....." 2. Los miembros del equipo al hablar públicamente deben tratar de no transmitir connotaciones negativas. En vez de decir "no entiendo por que no intentan esto o aquello", se dice: "me pregunto que pasaría sin intentarán hacer esto o aquello..." 3. Cuando familia y equipo están en la misma habitación y el equipo esta reflexionando se pide a estos miembros que se miren entre sí, es decir, que no miren a los que escuchan (clientes), con el fin de permitir que los oyentes se sientan en libertad de no escuchar. Después la conversación se centra en la familia y el entrevistador, y se ofrece la oportunidad de que está discuta la charla del equipo. Conversar, ver conversaciones sobre lo conversado y volver a conversar, abre posibilidades de ver diferentes perspectivas de la misma situación. La conversación terapéutica en última instancia busca nuevas definiciones de uno mismo, nuevas descripciones, nuevos matices y comprensiones que permitan abordar el problema de una forma distinta. Como dice Cecchin (1996): "no hay una verdad sobre el problema sino hipótesis que compiten en dar una explicación". Las posibilidades terapéuticas no pueden predeterminarse en virtud de la validez o la superioridad teórica de un modelo. Sin embargo, el construccionista no entabla una relación terapéutica despojado de ideas, experiencia o construcciones privilegiadas. El terapeuta al igual que los clientes acuden a la terapia provistos de ciertas versiones de la realidad. El desafío está en la negociación y la construcción de maneras de ser viables y sostenibles, que convengan a la familia, al terapeuta y a las formas de obrar culturalmente aceptadas. Finalmente esta la propuesta de Epston y sus colaboradores (1996), que se denomina "terapia de re-escritura" y como su nombre lo indica es una terapia que esta basada en sendas misivas escritas entre terapeuta y paciente, es decir, que las posibilidades de reflexión después de la sesión personal donde se conversa, se desarrollan por cartas escritas por el terapeuta y contestadas por su cliente. La terapia centra su trabajo no tanto en la narración sino en el relato, y considera que este es fundamental en la organización de la experiencia de cada persona. Para Epston y sus colegas, los relatos en los que situamos nuestra experiencia determinan el significado que damos a la experiencia. Estos relatos son los que determinan la selección de los aspectos de la experiencia que se expresarán; determinan la forma de la expresión que damos a esos aspectos de la experiencia y finalmente determinan efectos y orientaciones reales en nuestra vida y en nuestras relaciones. Los autores ven la vida como una representación de textos y la oferta terapéutica es diseñar nuevas formas textuales para interpretar y afrontar la vida. Su terapia de re-escritura sigue las siguientes premisas:
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1. Permitir separar sus vidas y relaciones de los conocimientos/relatos que sean empobrecedores. 2. Ayudándoles a cuestionar las prácticas del yo y de las relaciones que sean opresoras. 3. Alentando a las personas a re-escribir sus vidas según conocimientos/historias y prácticas del yo y de las relaciones alternativas, que tengan mejores desenlaces. Un punto importante que resaltan los autores es que el nuevo relato debe expresarse en la cotidianidad para permitir superar el problema, no basta con cambiar privadamente nuestra propia imagen personal, además debe desarrollarse una descripción convincente para exhibirla ante los demás, el nuevo relato debe hallar expresión en la interacción con el otro de lo contrario no hay un verdadero cambio. Estas serían algunas de las técnicas terapéuticas que distinguen el nuevo movimiento en psicología clínica. Ahora veamos un análisis más detallado de las mismas y sus posibilidades. Críticas, preguntas y posibilidades Pero ¿es esto todo?, ¿realmente si es la terapia posmoderna una nueva opción?, o ¿es acaso la antigua terapia con un nuevo ropaje, supuestamente más democrático y activo por parte de los clientes? Podría simplemente ser una rebuscada técnica llena de "chachara" epistemológica y nada más. ¿Acaso la utilización de cartas, las preguntas vacilantes, la supuesta ignorancia del terapeuta y los equipos de reflexión marcan en sí la nueva terapia del posmodernismo? En resumen, podríamos decir que más allá de sí el ejercicio terapéutico se desarrolla dentro de narración/conversación, o en el relato/escritura o por medio de equipos de reflexión, hay algunas generalidades que siempre se mantienen y que son las que traté de expresar en el tercer apartado, las diez características de la terapia construccionista o posmoderna, que finalmente no hablan de una técnica en particular sino de unas formas básicamente comunicativas para enfrentar la terapia, recapitulando: el lenguaje cambia de uno con expresión de poder y autoridad a uno altamente democrático, se dejan de lado las descripciones personales como verdades absolutas y se invita a discutir diferentes descripciones válidas para afrontar el problema. El terapeuta no propone soluciones, sólo ofrece alternativas pero invitando siempre a los clientes para que participen activamente en la generación de las mismas. Las preguntas del terapeuta no están ya hechas ni parten de un estricto marco preconcebido, sino que utilizan vacilaciones y silencios para fomentar la participación activa. En este orden de ideas es importante aclarar que la terapia posmoderna no es una técnica en si o una serie de técnicas altamente especializadas reunidas en un contexto terapéutico, sino más bien, es una filosofía que contextualiza la forma de
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hacer terapia. Esta definición le da mayor flexibilidad y libertad al enfoque terapéutico. Veamos lo que a este respecto nos aportan Efran y Clarfield (1996). Ante todo esta la crítica obvia del argumento construccionista y es que nunca surgiría un método construccionista "aprobado", ya que en el espíritu mismo del construcccionismo está considerar todas las posturas igualmente válidas, y si acaso se diera primacía a una sobre otra estarían traicionando su principio de no realidad-objetiva. Crítica contundente que en apariencia explicaría las dispares técnicas ya enseñadas en el apartado anterior. A esto Efran y Clarfield contestan que es un error tal crítica, puesto que en honor a la verdad nunca ningún terapeuta por más construccionista que sea puede dejar de tener ciertas convicciones acerca de los problemas que tiene la gente y que puede hacer la terapia por ellos. Tal postura no quiere decir que este traicionando su principio de que no hay objetividad o que una postura sea más valida que otra, simplemente todas las personas tienen preferencias personales, y tiene derecho también a expresar dichas preferencias y esas elecciones no deben "disfrazarse" de realidades o verdades objetivas, puesto que una "verdad" es un conjunto de opiniones ampliamente compartidas. Con ello lo que el construccionista no puede olvidar es que sus puntos de partida no son más verdaderos que otros; y en tal sentido tiene derecho a expresar preferencias por ciertas alternativas terapéuticas y no por otras, y expresar clara preferencia acerca de lo que considera que esta "bien" o "mal". Sin embargo, sus preferencias no tiene por que ser superiores a las de los demás -y esto nos deja ante una relativización, que personalmente me parece desgastante-. Para el movimiento construccionista es muy difícil crear una unísona posición y forma de articular la terapia. Sin embargo, lo que sí es rescatable de esta posición es la responsabilidad que tanto terapeuta como cliente deben asumir por sus elecciones o preferencia personales y sus consecuencias. Sigamos con las ideas de Efran y Clarfield. Es un error para el psicoterapeuta construccionista/posmoderno pretender que la terapia no tiene una suerte de influencia sobre el cliente, es decir, trata de huir de la producción de efectos en la idea de obviar objetivos que determinen a priori su actuar. Esto es un error, ya que por su ambivalencia con respecto a producir efectos, su asesoramiento termina siendo vago, abstracto y desvaído. Atrincherarse en una niebla de abstracciones prácticamente impenetrable no sirve para construir la terapia. Hablar de "múltiples conversaciones, "producir situaciones imprevistas" o "elaborar lo inexpresado", puede llenar mas de confusión que de aclaración. Además, se convierten en listas de principios que supuestamente sigue el terapeuta, como si ellas delinearan su accionar, cosa que puede ser muy lejana de la realidad, una cosa es lo que hace el terapeuta y otra lo que dice que estuvo haciendo. Esta confusión en su terminología y en su accionar hace que muchos clínicos desestimen aprender un enfoque de este tipo y prefieran otros enfoques altamente operacionalizados y muchos más sencillos en su exposición, como la terapia cognitivo- conductual, por ejemplo. Otro punto a tener en cuenta es que la "terapia como conversación" es una metáfora descripitva de lo que es la terapia, no un mandato o prescripción. La
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conversación no es un instrumento que el terapeuta se vea obligado a utilizar, ya que todas las terapias, sean del tipo que sean, son analizadas como procesos conversacionales con algún nivel de co-construcción. Al construccionista se le puede distinguir por su preferencia por la metáfora conversacional, pero otras preferencias terapéuticas se pueden utilizar dependiendo del contexto de la situación, y en algunos momentos es deseable utilizar foros de opinión, equipos de reflexión, diagnósticos del DSM-IV, tener en cuenta las explicaciones genéticas del alcoholismo o de la esquizofrenia o hacer predicciones sobre ciertas problemáticas, sin que por ello se deje de ser construccionista. El otro elemento es el cuidado que implica no caer en lo contrario que se quiere profesar, generando tantas dificultades como las que se critican. Por ejemplo, al romper con la imagen jerarquizada del terapeuta como experto, muchos terapeutas están cayendo en una postura tan antidirectiva que pueden generar mas problemas que soluciones. Pero lo esencial para Efran y Clarfield, es que esta posición blanda antidirectiva, defendible como todas, no puede ser identificada como la esencia del enfoque construccionista. Lo esencial de la terapia construccionista no es la pasividad y la celebración del cambio imprevisto y azaroso, sino su epistemología participativa; que requiere obviamente de la participación tanto de terapeuta como paciente asumiendo la responsabilidad de las elecciones tomadas, puesto que todo construccionista no debe concebir que tiene prohibido tener o expresar preferencias, esperanzas u opiniones, lo que no debe pretender es que sus elecciones deriven de un acceso privilegiado a una realidad objetiva externa. Un terapeuta construccionista no puede obviar que su rol de por sí, le determina con un nivel de experto y con una cierta jerarquía, el hecho de que el encuentro terapéutico tiene lugar en el terreno del terapeuta y sea pagado, implica de por si el establecimiento de una cierta jerarquía en nuestra sociedad. Finalmente, los terapeutas quieren huir de la jerarquía generando una postura totalmente neutra, idea falaz por si misma, ya que no existe la neutralidad, y el hecho de asumir que su cliente quiere un terapeuta neutral sin consultar esto nunca con el cliente, esta dejando ver a todas luces una posición jerarquizada, no habitual, distinta pero nuevamente jerarquizada. La pretensión de neutralidad ya obvia toda neutralidad. La neutralidad es una quimera y actuar como si todas las opiniones son iguales y como si los terapeutas no tuvieran preferencias es socavar la base misma del intercambio franco que debe existir con los clientes. Y aquí volvemos a la idea expuesta en el tercer párrafo con el que inicie esta sección. Las técnicas utilizadas son tangenciales, no se puede prescribir que la terapia construccionista tenga un numero determinado de observadores, que sea esencial que haya un equipo de reflexión, o que siempre se deba utilizar cartas para desarrollar el proceso de reflexión o que siempre sea útil el interrogatorio circular o reflexivo -donde cada persona de la familia por riguroso turno tiene que comentar las reacciones de los otros-. Todo ello sólo indicaría el triste triunfo de la técnica sobre el contenido. La terapia para ser eficaz debe continuamente recrearse dentro del contexto de interacción, la técnica o pregunta que en una ocasión funciona triunfalmente, en otra ocasión -por desgracia- no sirve para nada
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(Efran y Clarfield, 1996). El construccionismo para Efran y Clarfield no es ni un nuevo tipo de terapia, ni un conjunto de técnicas caprichosamente reunidas, sino un contexto dentro del cual aprehender y moldear el contrato terapéutico, elaborando diseños mejores y más claros para la interacción cliente-terapeuta. Pero sobre todo, y aquí me parece particularmente importante la postura de Efran y Clarfield, la psicoterapia no es un conjunto específico de procedimientos sino una forma de educación, que difiere de las empresas tradicionales educativas en nuestra cultura, pero esencialmente persigue el mismo fin. Los objetivistas estipularían que la terapia repara el motor emocional, mejora la salud mental o elimina el pensamiento irracional, pero los construccionistas en cambio, piensan que están cumpliendo simplemente tareas educacionales en los términos estipulados en un contrato entre maestro y alumno, donde el énfasis de la instrucción se pone en la organización de la manera de vivir y en las satisfacciones de la vida. El medio natural de la terapia -como en la mayoría de las actividades educativas- es el lenguaje. El contexto es básicamente filosófico, no médico, y constructivo en vez de meramente curativo. Finalmente, Efran y Clarfield sugieren que la clave para el cambio terapéutico esta en un proceso denominado Interacción Ortogonal, término originario de Maturana y que se ejemplifica de la siguiente manera: Si un mecánico advierte que el coche que conduce no funciona bien, se detiene, saca la bujía, ajusta la abertura con una herramienta y vuelve a ponerla en el motor. Como consecuencia de ese leve cambio en la estructura de la bujía, ésta desempeña su papel de un modo diferente y todo el sistema funciona mejor. La interacción entre el mecánico y la bujía era ortogonal (perpendicular) respecto a lo que habitualmente sucede con la bujía como elemento constitutivo del motor. Una vez modificada, la bujía se relaciona de un modo distinto con los otros componentes del sistema y éste funciona mejor. Los terapeutas y otros educadores están en situación de actuar ortogonalmente sobre los sistemas de sus clientes y de modificar las formas de interrelación de sus sistemas. Como podemos intuir la interacción ortogonal implica un nivel de jerarquización, un objetivo y una capacidad de influencia del terapeuta, que los construccionistas radicales no estarían dispuestos a aceptar, pero para estos autores, ello no impide que sigan siendo construccionsitas. Como vemos este modelo es muy sistémico, pues la solución siempre implica una contradicción aparente y la única forma de salir de ella es abarcando un contexto más amplio para ver el problema desde afuera, con un nuevo marco -más amplio que permita incorporar antiguos elementos positivos a las nuevas organizaciones de la relación. Por ejemplo, muchas veces una persona se muda para vivir separada de su familia, pero vuelve a su hogar todos los domingos para la cena familiar como de costumbre. En definitiva, a pesar de lo sugerente de las ideas de Efran y Clarfield, muchos construccionsitas consideraría que ellas no hacen justicia al movimiento en gestación, y con ello sólo queda algo patentemente claro: el movimiento posmodernista ha incursionado ya en las esferas de las ciencias sociales y
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aplicadas -como la psicoterapia- pero es todavía prematuro considerar que se encuentre ya articulado como una postura totalmente coherente y clara. Es tan cierta esta afirmación que Gergen, uno de los teóricos más importantes del construccionismo social llama la atención a muchos de los terapeutas que se autodenominan construccionistas. El último desafío para la terapia no es tanto sustituir una narración impracticable por otra útil, sino permitir a los clientes participar en el proceso continuo de creación y transformación del significado, y una vez logrado este objetivo tener cuidado para no quedarse, en lo que Gergen llama la reconstrucción narrativa individual. La terapia posmoderna debe ir más allá de la reconstrucción narrativa individual, ya que la narración alcanza su utilidad en el seno del intercambio social. Elemento clave dentro del construccionismo, por lo tanto; las narraciones actúan para crear, sostener, o modificar mundos de relación social. Resulta insuficiente que cliente y terapeuta gestionen en una urna virtual de cristal (contexto terapéutico) una nueva forma de autocomprensión que parezca realista, estética e inspirada en el seno de la díada. No es la danza del nuevo significado en el contexto terapéutico lo que esta en juego, sino más bien si la nueva forma de significación es útil en el ámbito social fuera de esos confines. Es decir, esa narración sólo es eficaz en la medida que se traduzca en acciones nuevas para enfrentar antiguas relaciones generando un cambio en el sistema y superando la situación considerada antes como problema. El discurso construccionista/posmoderno es provocativo, nos llama a la reflexión sobre antiguas supuestas verdades en el accionar de la psicoterapia y esto debe ser tenido en cuenta por todos los que en verdad se preocupan por saber si su accionar profesional es realmente eficaz o solamente responde a necesidades puntuales y respuestas miopes, vestidas del ropaje del lenguaje intrincado y objetivo que supuestamente la defienden de toda invalidez. ¿Tiene algún sentido la terapia? La terapia debe generar resultados, resultados reales en el accionar de las personas y de los sistemas sociales a los cuales pertenecen, de lo contrario no estamos mas que perpetuando los males de los cuales nos quejamos todos los días. El discurso provocativo del construccionismo social es importante tenerlo en cuenta, aun no sabemos si ganara la batalla de los paradigmas, aun no sabemos que consecuencias trae para nuestra cultura y para la ciencia, pero sin lugar a dudas, esta ahí y vale la pena escuchar unas cuantas "verdades" que no queremos oír y rascarnos la comezón que no queremos sentir. Tal vez todos en el fondo nos ilusionamos con saber que la realidad no es tan real como lo pensábamos..., pero por sobre todo el discurso de la terapia posmoderna basado en la ética de la participación, favorece la creación de una postura crítica que nos permita tomar conciencia de las relaciones de poder que se ocultan dentro de los "supuestos de verdad" de todo discurso social, incluso la terapia misma. Tal vez la paradójica frase de Whitehead tenga mas de cierto que cualquier otra: "todas las verdades son verdades a medias".
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