Tensiones y diversidad en nociones básicas de la Psicología Comunitaria. Jaime Alfaro Inzunza 1
1. Prese resent ntac ació ión n El propósito básico de este artículo es debatir respecto del carácter homogéneo, homogéneo, singu singular lar y unita unitario rio de la Psico Psicolog logía ía Comun Comunita itaria ria,, discut discutien iendo do el grado grado de diversidad diversidad de las concepciones concepciones que definen definen su objeto de intervención, su noción de problema y su estrategia de trabajo. Se cuestiona la tendencia a presentar y definir la Psicología Comunitaria sin reconocer la diversidad y tensión básica que en ella se presenta respecto de la definición del espacio o ámbito desde donde se analizan los fenómenos que se abordan y las estrategias que se utilizan en sus intervenciones. Específicamente, para ello se revisan los antecedentes que avalan la propuesta según la cual en la Psicología Comunitaria se articulan, posibilitan y desarrollan aprox aproxima imacio cione nes s distin distintas tas en relac relación ión a las las dimen dimensio sione nes s y categ categorí orías as que que deli delimi mita tan n y defi define nen n su camp campo o de trab trabaj ajo o (lo (lo que que llam llamam amos os su obje objeto to de intervención); en relación a la concepción según la cual se define el carácter problemático y /o desviado de los fenómenos que interviene (lo que llamamos noción de problema); y finalmente, en relación a la estrategia, técnica y/o vía a través de la cual se busca generar generar el cambio en el abordaje de los fenómenos fenómenos que son intervenidos (lo que llamamos estrategia de intervención). Se expone que no obstante la Psicología Comunitaria se define consensual y unitariamente como un campo profesional y / o disciplinar de la psicología que analiza ( comprende o explica ) e interviene en fenómenos sociales desde las dinámicas sociales y relacionales que conforman el contexto de acción de los sujetos sujetos interven intervenido idos, s, utiliza utilizando ndo estrateg estrategias ias particip participativ ativas as y promoci promociona onales les – preventivas, ella a la vez debe también ser concebida y reconocida como un campo heterogéneo y plural respecto de estos ámbitos, al igual que todos los campos profesionales de desarrollo de la Psicología, Se cuesti cuestion ona a de esta esta manera manera la habit habitua uall forma forma de prese presenta ntarr y expon exponer er los los 2 diversos modelos teóricos desarrollados en la Psicología Comunitaria , tal cual lo hacen hacen los clásicos clásicos manuale manuales s de la especial especialidad idad (tales como los de Musitu, Musitu, Herrero, Cantera y Montenegro; 2004. Sánchez Vidal; 1988. Montero; 2005, por nombr nombrar ar algun algunos os), ), sin recon reconoc ocer er explí explícit citam amen ente te y deba debatir tir respe respecto cto de la divers diversid idad ad en la refere referenci ncia a parad paradigm igmát ática ica que que tiene tienen n estos estos model modelos os y sus 1
Universidad de Valparaíso. Magíster en Psicología Social. E-mail :
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Me refiero a los Modelos de Ecología Social, Enfoque de Redes, Amplificación Sociocultural, Empoderamiento, Investigación Acción Participativa, Psicología Social Comunitaria, Enfoque de Competencias, etc.
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implic implican ancia cias s en la confo conforma rmació ción n de la plural pluralid idad ad y hete heterog rogen eneid eidad ad de la Psicología Comunitaria. De tal forma que se hace necesario más bien hablar de la pluralidad de las psicologías comunitarias que de una Psicología Comunitaria singular. Para ello se revisan las delimitaciones tanto conceptuales como operativas que formul formulan an estos estos distin distinto tos s mode modelos los,, consta constatan tando do que que a la base base de ellas ellas se encuentran encuentran implícitas distancias distancias referenciales, referenciales, tanto a nivel paradigmático, paradigmático, como técnico - operativo, de implicancias tales, que desde nuestro punto de vista, conforma a la Psicología Comunitaria como un campo básicamente tensionado y plural conceptual y operativamente, necesario de ser reconocido como tal. Dicho de otra manera, el planteamiento que sostiene este texto es que la noción o defin definici ición ón misma misma de cada cada aspe aspecto cto del del anda andamia miaje je conce conceptu ptual al,, técni técnico co y operativo de la Psicología Comunitaria presenta diversidad en sus dimensiones centrales, las cuales cobran sentido y estructura en relación a la heterogeneidad heterogeneidad de sus referenc referencias ias y pertene pertenencia ncias s paradigm paradigmátic áticas, as, acredita acreditando ndo referirse referirse más bien a una pluralidad de Psicologías Comunitarias, más que a un sólo cuerpo unitario. 2. Noci Noción ón de Obje Objeto to,, Prob Proble lema ma y Estr Estrat ateg egia ia de Inte Interv rven enci ción ón en la Psicología Social Comunitaria Latinoamericana. La Psicolog Psicología ía Social Comunitar Comunitaria ia Latinoamer Latinoamerican icana a ha sido desarro desarrollad llada a en diversos contextos geográficos y políticos regionales. Se concibe vinculada con las tradi tradicio cione nes s de traba trabajo jo de la Ampli Amplific ficac ación ión Socio Sociocul cultur tural al y la Educ Educaci ación ón Popular y de pertenencia paradigmática en el Socioconstruccionismo tal cual nos lo plantea plantea Serrano Serrano-Gar -García cía (Serran (Serrano-Ga o-García rcía,, López; López; 1991) 1991) o Montero Montero (1994; (1994; 2005). Sus principales referentes teóricos deben situarse en la “pedagogía del oprimido” de Paulo Freire, en los escritos de Orlando Fals Borda sobre la investigaciónacción, y en los trabajos Martín-Baro (Montero; 2005. Musitu; 2004). En las las defi defini nici cion ones es conc concep eptu tual ales es y técn técnic icas as,, así así como como tamb tambié ién n en la conformación de su identidad como corriente de la Psicología Comunitaria, el concepto de Desarrollo Comunitario ocupa un papel primordial en el dispositivo interventivo y en la estrategia de trabajo, que son fundamentales para alcanzar el desarrollo y la transformación social que pretende (Alfaro; 1993) Tomando como influencia la Investigación Acción Participativa y la obra de Fals Borda Borda,, como como un refere referente nte conce conceptu ptual al básic básico o de esta esta corri corrien ente te,, segú según n nos nos presenta Montenegro (2004), se coloca como centro la participación comunitaria, resaltando a nivel de sus principios y premisas básicas, que la comunidad esté present presentes es activame activamente nte en todo todo el proceso proceso de la interven intervención ción,, incluye incluyendo ndo el conjunto de las decisiones sobre las acciones que hay que tomar en cada etapa de trabajo para la solución de los problemas que se abordan. Se promueve la inserción, movilización organizada y consciente, en todas las
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etapas del diseño, ejecución y evaluación de la intervención. Ello apunta a conformar un trabajo conjunto entre agentes externos y personas de la comunidad para la solución de los propios problemas, tras el propósito central de generar por esta vía la transformación de sus condiciones de vida y, principalmente, la transformación de las relaciones de poder presentes en las estructuras sociales. Así es como Montero (1984) define a la Psicología Social Comunitaria como una vía de lograr la autogestión para que los individuos produzcan y controlen los cambios en su ambiente inmediato. Corresponde al psicólogo el rol de agente de cambio, que actúa sobre los individuos por medio de inducir la toma de conciencia, la identificación de problemas y necesidades, la elección de vías de acción y con ello el cambio en las relaciones individuo-ambiente, con la transformación de este último. Se mantiene permanentemente el centro de la toma de decisiones en la comunidad, en donde el control, participación y decisión son planteados como conductas fundamentales para lograr las transformaciones deseadas. Se asume como consideración básica de la lógica de trabajo de esta corriente, que las expresiones asimétricas del uso del poder (aquellas en las cuales un polo de la relación de poder concentra la mayoría o la totalidad de los recursos deseados) son el núcleo básico generador de situaciones de desequilibrio que producen efectos patológicos sobre las personas, las relaciones familiares e institucionales, afectando en general todas las expresiones de la inter subjetividad (Montero; 1984). Serían, tanto el abuso como la ausencia de poder, es decir, su exceso y su defecto, las causa de los procesos psicológicos que conforman los problemas que se abordan como consecuencias en el campo psicosocial. De esta manera, uno de los principios básicos de la Psicología Social Comunitaria, es que el control y el poder deben estar centrados en la comunidad, siendo el objetivo de ella catalizar la organización y las acciones necesarias para que la comunidad use sus recursos, reconozca y emplee el poder que tiene, o bien busque otros recursos y desarrolle nuevas capacidades, generando así el proceso desde sí misma. La concepción del poder que utiliza la Psicología Social Comunitaria, tal cual nos plantea Serrano-García y López-Sánchez (citados en Montero, 2003), - a partir de la perspectiva construccionista social, desde donde es tomada,- se sustenta en la consideración de que la asimetría básica de las relaciones de poder se sitúa en la base material de las relaciones sociales. Es decir, se basa y se produce desde relaciones históricas, preexistentes a la interacción, que están materialmente definidas y que tienen dos agentes en conflicto por el control y la utilización exclusiva de un recurso ya sea material o inmaterial, que uno de ellos domina y que al otro le interesa tener acceso.
Junto a esta concepción relacional del poder cobra también centralidad en esta
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aproximación la mediación que en este proceso tiene la conciencia. Es desde la conciencia, desde donde se asienta la relación de poder, conformándose así una noción de poder de carácter psicosocial, pues se integran a ella procesos de carácter psicológico relacionales, en la cual se construye un modo de acción social y un modo de ser actor social, que integra el contexto social como parte de una red de relaciones amplias que participan en los fenómenos individuales y comunitarios (Montero; 2004). En vista de los antecedentes expuestos, podemos definir que para la Psicología Social Comunitaria el foco desde donde se delimita y configura el objeto de intervención son las la relaciones sociales (o psicosociales) de poder. Dicho de otra forma, el foco desde donde se comprende el origen, mantención y transformación de los fenómenos que aborda interventivamente, son las relaciones de poder. Dicho esto desde los desarrollos de la Educación Popular, siguiendo el planteamiento de Walter (1987), el foco desde donde se define el objeto de intervención serían las prácticas e instituciones que contribuyen a la producción, administración, renovación y reestructuración del sentido de las acciones sociales, desde las cuales se producen las significaciones que los sujetos otorgan a su experiencia y a su sentido de identidad. En cuanto a la noción de problema con la que trabaja la Psicología Social Comunitaria Latinoamericana, como es de esperar, se establece en relación a las dimensiones constitutivas del objeto interventivo, que acabamos de presentar. Es decir, se concibe la noción de problema como una construcción desde relaciones de poder ocurridas en la materialidad social, conformada ésta como un sistema de fuerzas y contrafuerzas sociales de carácter psicosocial, en cuanto incluye la conciencia como plano significante y articulador del sentido de realidad e identidad y como expresión y productor de relaciones sociales. En esa medida la noción de problema utilizada considera como un plano básico la materialidad social en que el fenómeno ocurre, en el sentido que, como indica Ibáñez (1994), todo fenómeno social, sea parte de la normalidad o de una situación problema, no puede sino ser visto sino en relación a un tiempo, un espacio y una situación social particular y como producto y productor de organización social. De manera tal que los llamados problemas sociales o conductas desviadas, definidos de manera externa a la identidad y cultura de un colectivo son concebidos desde esta perspectiva, como una creación de "normalidades”, que dan cuenta de la necesidad y/o interés de una organización o sistema social de expresar la visión de los grupos de poder, y no constituye en sí el verdadero problema, pudiéndo constituirse en problema de manera secundaria, como efecto de la relación o respuesta social (Ibáñez; 1994). Como nos señala Montero (2005), el verdadero problema propiamente tal está definido por los efectos que generan la invasión, dominación y sujetamiento que
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producen los sistemas de control, conformándose por tanto, más bien como la insatisfacción de un proyecto vital o colectivo resultante de relaciones sociales de tutela y exclusión. Como señala Escovar (1979), las diversas problemáticas sociales tienen su origen en la mantención de estructuras sociales injustas: “los problemas sociales se deben fundamentalmente a la falta de acceso de algunos grupos sociales a los recursos tanto materiales como psicológicos de la sociedad. Este acceso limitado ocurre como consecuencia de una serie de instituciones sociales que, de manera selectiva, controlan las oportunidades de adquirir poder o mayor ingreso económico dentro de la sociedad” (página 7). Como nos señala Montenegro (2004), para las perspectivas participativistas en intervención social, como ella denomina al conjunto de lógicas interventivas vinculadas con la Psicología Social Comunitaria, los problemas sociales no se conciben originados a partir de desequilibrios presentes en la sociedad por un mal funcionamiento de las estructuras sociales o como consecuencia del mismo proceso de evolución social, como plantearían la visiones funcionalistas (que conforma la Ecología Social que revisaremos más adelante). Más bien se conciben como un reflejo de las desigualdades en la distribución de recursos y poder en una sociedad, siendo interpretados éstos como producto de las relaciones de asimetría presentes en la sociedad. De tal forma que, desde aquí, un problema social no existe en sí mismo, sino que es producto de procesos de construcción social ocurrida en la materialidad de las relaciones sociales, en donde participan los valores e ideas que existen en un sistema social en un contexto y momento histórico dado. Así, situaciones que históricamente no habían sido conceptualizadas como problemáticas pueden llegar a serlo a partir de la definición por parte de instituciones o actores sociales que entran en el intercambio y negociación social (Montenegro; 2004). Respecto de la estrategia de intervención que se formula desde la Psicología Comunitaria Latinoamericana, la vía del cambio social implica modificar los factores estructurales y/o actuar sobre los sujetos de manera que éstos adquieran mayor control sobre su medio ambiente y pasen a ser gestores de su vida cotidiana, asumiendo su propia transformación y la de su ambiente. El cambio social se busca por la vía de activar la capacidad de poder y control de los sujetos mediante la creación de instituciones sociales paralelas a las oficiales y el fomento del cambio político a través de la organización de la comunidad (Escovar; 1979). En el decir de Montero (1984), la orientación básica de su estrategia es el desarrollo comunitario, entendido como un proceso de autogestión por medio de: los individuos asumidos como agentes; la toma de conciencia; la identificación de problemas y necesidades; la elección de vías de acción; y la toma de decisiones, orientado finalmente a lograr el cambio en las relaciones individuo-ambiente y la transformación de éste último.
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Siendo así el objetivo y vía principal por medio de la cual se logra el cambio en este abordaje interventivo, la facilitación de la participación comunitaria a través de la movilización de un grupo particular, para el enfrentamiento y solución de sus problemas. Como plantea Escovar (1979) "La solución de los problemas sociales no se da sobre la base de la eliminación de déficit, sino sobre la base de la ampliación de los recursos potenciales de la comunidad” (página 9). La principal meta de la intervención comunitaria es que los individuos logren el control sobre los refuerzos y las contingencias de la vida cotidiana para que sean autogestores de su propia transformación y la de su ambiente. Desde la perspectiva de la Educación Popular, la lógica interventiva es la que corresponde a la Acción Cultural presentada por Walker (1987). La cual consiste en un proceso de acción–reflexión orientado a la transformación y cuestionamiento crítico de las significaciones existentes y el proceso permanente de construcción y cambio cultural. La acción cultural buscaría actuar sobre las prácticas e instituciones que contribuyen a la producción, administración, renovación y reestructuración del sentido de las acciones sociales. Clarifica también esta lógica de intervención, los planteamiento desarrollados por Freire (1987. 1974) respecto de la conciencia y el diálogo, como los dos núcleo centrales de intervención desde donde se articula su estrategia educativa. Para Freire, concienciación no es la obtención de conocimiento o comprensión de una determinada visión o teoría acerca del hombre y la sociedad. Es el proceso de descubrimiento y reconocimiento de su propia situación existencial y la toma de posición frente a ella. Es decir, es la construcción de una manera de actuar, que ocurre a través de: 1) la recuperación de la palabra, entendida como la recuperación de la capacidad de "decir” el mundo cotidiano de manera que, por medio de esta actividad de significar, los hombres se apropien de su realidad y la constituyan en problema; 2) desarrollo de una conciencia problematizadora, en cuanto se busca que la intencionalidad de la conciencia no sólo se dirija hacia fuera, sino también se vuelva sobre sí misma en busca de la criticidad, y con ello puede problematizar constantemente la realidad constituida; 3) apropiación crítica de la realidad para transformarla, consistente en la búsqueda de la creación de una nueva cultura a través del diálogo entre los hombres y desde la unidad reflexión-acción; 4) identidad – organización, en donde la reflexión o concienciación busca la constitución de una identidad social, una forma de unidad, llamada identidadorganización, vinculada también a la unidad reflexión-acción. Para Freire es a través del dialogo horizontal que se busca transformar la posición de alienación y aislamiento, por otra de actor, siendo así el diálogo jerarquizado la principal acción transformadora, en la medida que es en el diálogo en donde se nuclea y radica tanto la acción intersubjetiva como el proceso reflexivo de la conciencia.
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El diálogo sería la vía desde donde surge la reflexividad que permite que el sistema de significación se vuelva sobre sí mismo y genere sentidos y prácticas diferentes transformando así lo humano. Se concibe al diálogo como un proceso de generación de conocimiento y de comunicación entre las personas, que transforma. Dicho de otra manera, la lógica interventiva que desde el planteamiento de Freire se formula apunta a un doble movimiento: la creación de una nueva cultura a través del diálogo entre las personas, imbricada con una inserción praxis-crítica (Freire; 1987; 1974). Así en lo fundamental la intervención que desde la Psicología Social Comunitaria se formula, considerando sus distintas referencias en materia de estrategia, busca generar cambio. Actuando en el plano de lo que genéricamente podemos denominar significaciones o sistemas simbólicos o de conciencia, por medio de la generación prácticas de diálogo en las relaciones sociales de intercambio que transformen las relaciones de poder ocurridas en la “praxis” o situación histórica específica. Utilizando básicamente el desarrollo de organización, participación y posicionamiento critico, que permitan el despliegue de capacidades propias y el fortalecimiento de actores sociales. Dicho de otra manera, la estrategia de intervención presente en la Psicología Social Comunitaria, puede ser definida como la superación de las condiciones de control social, invasión cultural o sujetamiento, por medio de la potenciación, amplificación de su capacidades o el desarrollo de actores sociales (actorización de colectivos), toma de conciencia o problematización de las conciencia (reflexividad) a través de relaciones sociales participativas, horizontales o de diálogo. De esta manera, esta lógica interventiva por un lado pone su foco principal, en la acción reflexiva, en cuanto actividad simbólica y praxis social, y por otro lado, en las relaciones sociales entendidas como formas de diálogo. Como nos lo plantea Fried (1996) ello consiste en que los sujetos individuales y colectivos puedan ver, repensar y posicionarse ante los discursos, relatos, o los sistemas de conocimiento social de manera que en este acto emerja un sujeto distinto al preexistente, que modifique sus relaciones sociales en cuanto posiciones de alienación y aislamiento y las lleve a posiciones de actor social. 3. Noción de Objeto, Problema y Estrategia de Intervención en la Ecología Social. La propuesta de trabajo en Psicología Comunitaria denominada Ecología Social, es el resultado del uso interventivo de la Teoría General de Sistemas. Específicamente, según indican Musitu y Castillo (1992), Gydinas (1993) y Johansen (1988), la Ecología Social resulta se una estrategia interventiva basada conceptualmente en el uso de los principios derivados desde la concepción de sistemas "abiertos", que conforma una de las etapas de
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desarrollo de la Teoría General de Sistemas. Según nos plantea Herrero (2004) el pensamiento ecológico toma desde la lógica de sistemas, consideraciones teóricas según las cuales el análisis de los fenómenos se centra en conjuntos globales y no en elementos individuales que componen tales conjuntos. Entiende así al sistema social como un agregado de personas que: interactúan en un contexto determinado al que atribuyen un significado compartido; que no operan en forma aislada, sino que muestran unas pautas de interdependencia a su interior como respecto de otros sistemas sociales, a los que afectan y que, a su vez, se ven afectados por ellos, en una dinámica de doble dirección, que contiene cambios tanto del sistema mismo (adaptación) como de su entorno (transformación del entorno social). Desde esta lógica de análisis se comprenden e intervienen los fenómenos desde la dinámica relacional del todo sistémico, considerando los principios sistémicos de totalidad, interdependencia, circularidad, etc., así como también las vinculaciones de este sistema con el entorno inmediato, distinguiéndose en estos planos como niveles centrales, tanto las estructuras sistémicas, como los procesos sistémicos. El objeto que delimita como campo de intervención la Ecología Social, serían aquellas colectividades con historia que han construido como parte de su evolución metas, valores y formas organizadas de interdependencia compartidas, conformándose como unidades funcionales regidas por normas propias e irrepetibles, en relación continua con otros sistemas mediante un intercambio constante de informaciones y realimentaciones dentro del medio más vasto, en donde caben, según señala García (1990), tanto la pequeña comunidad rural, como las grandes concentraciones urbanas. Dicho de otra forma, el objeto de intervención que se configura sería por tanto, estos sistemas abiertos, con interdependencia, circularidad, totalidad, etc., que distinguen tanto procesos como estructuras, que operan como sistemas humanos entrelazados, en donde el comportamiento de sus miembros está en relación con el “nicho o nido” ecológico relacional, el cual opera como marcos y escenarios físico y social, en donde se desarrolla su acontecer cotidiano, y el cual condiciona todos los aspectos y los comportamientos de los seres humanos (los riesgos y posibilidades de salud o bienestar). El objeto de intervención estaría así definido, para la Ecología Social, en relación a la dinámica sistémica, que incluye estructura y proceso como planos centrales, focalizándose en la interacción que mantienen los sujetos entre sí, la comunidad y su entorno, y en la posibilidad que ello tenga de generar los recursos y capacidades necesarias para mantener el funcionamiento sistémico.. Siguiendo a Herrero (2004), las estructuras serían aquellos elementos del sistema social que en relación de interdependencia con los procesos proporcionan las oportunidades o contextos en los que un miembro del sistema social interactúa con otros miembros del sistema, que incluyen políticas, procedimientos, situaciones y los contextos en los que se producen tales
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situaciones. Desde este punto de vista el potencial de los recursos personales, -haciendo referencia a las oportunidades que las personas tienen en un sistema social para compartir u ofrecer capacidades, habilidades o información que promuevan la competencia social de otros participantes del sistema-, serían función de la capacidad del sistema para permitir la expresión de estos recursos personales, la cual con frecuencia viene cifrada y materializada en términos de los productos sistémicos de valores, normas y roles. A su vez, los recursos del sistema social serían los procedimientos o situaciones que influyen en el desarrollo de la capacidad de sus miembros para acceder a recursos propios del sistema, y que están por tanto más allá de los recursos de sus miembros individuales (las tradiciones, las costumbres o la ley operantes dentro de un sistema o contexto social particular). Desde es punto de vista de la dimensión procesos, la Reciprocidad y la Existencia de Redes, en cuanto patrón de intercambio, son también determinantes de las potencialidades o límites de acceso a los recursos personales y sociales. La Ampliación de Límites, referida al intercambio de recursos entre sistemas que realizan personas reconocidas por el propio sistema, es el medio formalizado por el cual el sistema es representado por una o varias personas con el objeto de atender demandas o situaciones que así lo exigen. Finalmente la Adaptación, en cuanto esfuerzo activo por influir en los procesos y las estructuras de un sistema en respuesta a las demandas ambientales externas, generaría la posibilidad de que los participantes del sistema social tienen para responder a las demandas del sistema, especialmente a aquellas que proceden del exterior, a partir de la reciprocidad, creación de redes o la ampliación de límites. Así desde esta perspectiva un problema social se concibe como resultado de la dinámica sistémica de interdependencia, en que participan los componentes de estructura y proceso del sistema, tales como recursos sistémicos, contextos, escenarios, límites, redes de intercambio, recursos personales y sociales, etc., siendo estas dinámicas sistémicas las que constituyen y definen de manera nuclear la situación problema, en cuanto ellas son concebidas como el determinante desde el cual se genera, mantiene, incrementa y / o reduce una situación problema (Musitu y Castillo; 1992). De manera tal que lo que define a una situación problema es la disfuncionalidad sistémica, o dicho de otra forma, la incapacidad del todo sistémico para funcionar armónicamente, proveyendo los recursos necesarios para ello. Así es como desde la lógica interventiva, para el enfrentamiento de una situación problema, las modificaciones deben dirigirse desde esta perspectiva a cualquiera de las partes o componentes del sistema, para optimizar su congruencia,
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coherencia o integración. Las modificaciones pueden dirigirse a las personas, incrementando sus recursos adaptativos e interactivos; pueden dirigirse al sistema o entorno, disminuyendo o flexibilizando sus requerimientos funcionales o aumentando sus posibilidades y posiciones adaptativas socialmente apropiadas (Sánchez Vidal; 1988) De igual manera, en el análisis de la solución ante un problema, por consiguiente no se consideran, desde esta perspectiva, las características de los individuos o componentes del sistema, sino más bien, partir de un diagnóstico de la situación y de las posibilidades o recursos que proporciona el entorno, se realiza un análisis de la relación de interacción que mantienen los sujetos con la comunidad. Los principios o características operativas esenciales derivados desde esta perspectiva, son por tanto, según indica Sánchez Vidal (1988), los siguientes: Las partes o subsistemas de un sistema social son interdependientes, al punto que un input o cambio que afecte a una de las partes afectará la relación con el resto del sistema y otras partes con las que esa tenga relación. Una alteración de una relación intersubsitemas afectará a todos los subsistemas ligados por esa relación. Los efectos producidos en cada subsistema dependerán de las características y contenido de su relación con el subsistema afectado y de la posible sinergia e interacciones potenciadoras o decrementales entre los diversos efectos. El cambio sistémico o social tiene efectos múltiples, (no sólo los previstos o deseados), según su estructura o composición y la relación interpartes que se establece. Como consecuencia, ciertas transformaciones pueden requerir una intervención en dirección opuesta a la lógica o a lo esperable para conseguir un efecto dado (por ejemplo: amplificar o escalar un conflicto para poder resolverlo). Las modificaciones pueden hacerse en cualquiera de las partes para optimizar su congruencia o interacción: en la persona, incrementando sus recursos adaptativos e interactivos; en el sistema o entorno, disminuyendo o flexibilizando sus requerimientos funcionales o aumentando sus posibilidades y posiciones adaptativas (por ejemplo: los roles posibles y aceptados, no definidos como «desviados»). Por ultimo, dado que todo sistema tiene una evolución (o regresión) determinada e interpretable como una sucesión dinámica de estados (o ajustes) cuasiestacionarios de adaptación a su entorno y a los estados -y cambiosprecedentes, es necesario conocer y tener en cuenta la dirección y tasa de cambio del sistema antes de intervenir, de tal manera que una intervención directamente opuesta a la dinámica del sistema será muy probablemente baldía e ineficiente. 4. Noción de Objeto, Problema y Estrategia de Intervención en la Intervención en Redes
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La propuesta de Intervención de Redes, tanto en la formulación de Práctica de Red de Elkaim (1989) como en la del Modelo Red de Redes, formulada por Dabas (1993) tiene su fundamento conceptual en la Teoría General de Sistemas, con énfasis particular de cada una en momentos diferentes del desarrollo de esta teoría. La etapa de los sistemas Auto-organizados es la base conceptual de la aproximación Práctica de Red, y la etapa sistémica de los sistemas Autorreferenciales, es la base referencial para la aproximación Red de Redes, estableciéndose así la pertenencia en grados y formas distintos, aunque próximas, a una perspectiva epistémica constructivista en el caso de ambos desarrollos de esta corriente interventiva. El modelo de intervención Práctica de Red da cuenta de nociones surgidas básicamente de la llamada segunda cibernética incluyendo, además, elementos de la tradición de la Psicología Social sociológica, en especial del Interaccionismo Simbólico, tales como la noción de Self y de Acción Social (Alfaro; 2000). La intervención en Red de Redes por su parte aparece nítidamente fundada desde la noción conceptual de sistemas Autorreferenciales propuesta por Niklas Luhmann (1990). La noción de sistemas Auto-organizados, que corresponde a la llamada segunda cibernética, concibe al sistema como señalan Rodríguez y Arnold (1992) con énfasis en la causalidad circular y en los mecanismos de retroalimentación que permiten que el sistema se autodirija, autorregule y mantenga homeostáticamente algunas variables constantes, mientras pueden variar morfogénicamente otras, integrando así los procesos causales morfostáticos. Estos son entendidos como los procesos que reducen la desviación y buscan el mantenimiento constante de la forma de un sistema dado. Dan cuenta del equilibrio y el mantenimiento de la identidad y estabilidad, así como también son considerados procesos causales que aumentan la desviación, producen la creación de nuevas formas, dando cuenta de la diferenciación, el crecimiento y la acumulación (los procesos calificados como "círculos viciosos”). Estas nociones permiten, como señala Buckeley (1977), observar y comprender el funcionamiento de los sistemas complejos, en donde se incluyen los sistemas socioculturales, como un proceso adaptativo en donde el sistema enfrentado a una fuente de variedad, extrae elementos, por medio de mecanismos selectivos que filtran y examinan esta variedad ambiental en relación con ciertos criterios de viabilidad, logrando su organización por medio de la generación de conjuntos de alternativas y constricciones.
Auto-organización sistémica que, nuevamente basado en Buckley (1977), a medida que se asciende de los sistemas adaptativos biológicos inferiores a los sistemas sociales complejos adquiere un carácter sociocultural, colocando en el
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centro de la delineación de las conductas, gestos e intenciones de los individuos que constituyen la organización social, a los procesos de mediación simbólica, pasando estos a desempeña un papel capital que igualan o desplazan a la delineación del ambiente físico. En cuanto a la noción de sistemas autorreferenciales, siguiendo a Luhmann (1990) se conciben estos como un proceso de diferenciación entre sistema y ambiente, en donde el entorno deja de ser un factor condicionante en la construcción del sistema y pasa a ser un factor constituyente. Es decir, desde esta perspectiva, los sistemas sólo pueden constituirse por diferenciación, a través de la distinción que hacen de su entorno, y desde ésta surgen las estructuras y elementos básicos que lo componen. Así, y en ello radica su carácter autorreferencial. Todo lo que le pasa a un sistema está determinado en cierta forma por las características de su estructura y no por las características del entorno, excluyéndose así toda continuidad entre uno y otro. En el caso de los sistemas sociales, su identidad se encuentra en la estrategia de reducir la complejidad a través del sentido, el cual opera como una forma de ordenamiento de las vivencias humanas o como estrategia de comportamiento selectivo, que posibilita reducir la complejidad y con ello constituir tanto sistema como entorno, a través de la diferencia de complejidad, que este sentido posibilita (Luhmann; 1971). De esta manera el sistema (social) adquiere un carácter autopoiético, en cuanto se conforma como una red de producción de elementos que con sus interacciones se constituyen así mismo en la red de producción que los produce y especifica los límites de esta red, constituyéndola como unidad. De la misma manera, el sentido intersubjetivo que establece los límites del sistema y conforma esta red autopoiética genera y es generada por las comunicaciones que le son parte. Así desde esta perspectiva de la Teoría General de Sistemas, la comunicación humana y los medios que buscan superar la improbabilidad de éxito inherente al proceso comunicativo. Es un factor y un resultado de la construcción social y del proceso de evolución sociocultural característico de la diferenciación sistémica, siendo este el factor constituyente de la dinámica sistémica, al punto que el sistema desaparece con la última comunicación (Rodríguez y Arnold; 1992). Desde esta referencia conceptual, el objeto de la intervención está definido de manera característica y genérica para ambas perspectivas, como las lógicas sistémicas conformadas como redes singulares de interacción, que inscritas en el todo sistémico, operan autorreguladamente y / o autorreferencialmente, organizando y conformando (constituyendo) en esta dinámica, el complejo de intercambios simbólicos o comunicativos (significados, lenguaje), que conforman lo social y la delineación de las conductas, gestos e intenciones de los individuos que constituyen la organización social. Específicamente, para la estrategia interventiva Práctica de Red, desde el punto
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de vista de Elkaim (1989), el plano u objeto de intervención se define en relación a las dinámicas singulares de interacción, conformadas (anudadas) como red. Entendida ésta como sistemas adaptativos complejos, compuestos por símbolos, vínculos de comunicación y sostenes materiales. A la vez, en el modelo Red de Redes, a través del planteamiento de Dabas (1993), el objeto de intervención se define como los espacios de interrelación, comunicación o, como señala la autora, zonas de anclaje-acoplamiento entre el interventor y el intervenido, conformadas como sistemas sociales, que denomina "sistema interviniente", que integran en una dinámica relacional-comunicativa a los múltiples actores o grupos de personas que hablan, se comunican o realizan intercambios simbólicos, sobre el problema, sin diferenciar los tradicionalmente llamados "intervenidos", y los interventores como observadores externos, todo ello desde las operaciones de distinción de un observador. La red social, como conformada como objeto de intervención en esta corriente, queda así definida, según nos plantea la autora, por un proceso de construcción permanente tanto singular como colectivo, que acontece en múltiples espacios y sincrónica y asincrónicamente. Conformado como un sistema abierto, multicéntrico y heterárquico, a través de la interacción permanente, el intercambio dinámico y diverso entre los actores de un colectivo (familia, equipo de trabajo, barrio, organización, hospital, la escuela, la asociación de profesionales, el centro comunitario, entre otros) y con integrantes de otros colectivos, que posibilitan la potencialización de los recursos que poseen y la creación de recursos y alternativas. La noción de problema derivada desde estos modelos sistémicos en Psicología Comunitaria, establece que la desviación de una persona, familia o comunidad debe ser por tanto necesariamente concebida siempre desde parámetros normativos temporales, provisionales y dependientes de la construcción sistémica de sentido organizadores de la subjetividad y las relaciones interpersonales, con carácter de proceso y producto, y no de una entidad a priori (Friéd; 1996). Es decir, como indica Dabas (1993), en esta perspectiva no hay diagnósticos a priori o con la exclusión de algunos de los agentes sociales involucrados y, no se concibe la existencia de problemas sin considerar quien los distinga, y sin incluir la organización sistémica en donde los problemas se designan y, por tanto, los modelos normativos organizadores de la experiencia prediseñados son reemplazados por los sentidos y significados que desde procesos locales organizan prácticas y experiencias. La concepción de problema que se utiliza en este modelo, refiere por tanto a la noción de la Amplificación de la Desviación, según la cual una conducta problema o una conducta desviada es una forma de llamar (una etiqueta) que no se refiere a una característica de la conducta en sí, sino más bien a un registro normativo particular, que afecta la identidad del sujeto y abre un proceso que amplifica la desviación, ocurrido siempre en el marco interaccional de una mentalidad publica (Baratta; 1986. Buckley; 1977).
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Por tanto, de esta manera se concibe que la desviación, a la conducta problema, es un producto sistémico que considera la estructura institucional y cultural, la matriz de transacciones comunicativas y negociaciones interpersonales dentro de esta estructura, en virtud de la cual las tensiones derivadas del desempeño cotidiano de roles genera adaptaciones. Se concibe que las reacciones sociales puedan generar rotulaciones y la creación de subculturas de desviados y rebeldes, en cuanto es el proceso de retroalimentación entre estas subculturas y el sistema lo que determina la integración y/o la marginación de sus componentes. Así, una premisa de análisis de la desviación es que ella es provocada por el proceso normalizador propio del control social operante en un todo sistémico. Como señala Mony Elkaim (1989) en el enfoque Práctica de Red, el problema de un individuo aparece como el de un grupo atrapado en las mismas contradicciones, situaciones de exclusión, de opresión, de mistificación, que la familia o la red reproducen en su seno, y refieren al contexto social, siendo así un problema básicamente de carácter "sociocultural" y no "psicopatológico", vinculado particularmente con los procesos de control social. Estos problemas ocurren en el marco de los sistemas de interacción o lo que estos autores llaman las Redes Sociales. Por tanto, en su comprensión y abordaje de los comportamientos desviados o patológicos, desde esta práctica interventiva se considera el nexo entre el “síntoma”, sus dinámicas sistémicas comunitarias, de clase social y la cultura. Específicamente, se considera que los procesos de crisis y principalmente la exclusión social (hospitalización, internación en hogares, y las conductas desviadas en general) están vinculadas al momento en que un problema, vivido hasta entonces en el nivel interpersonal, abandona este campo para entrar en un proceso "público” que conduce a la exclusión de una de las partes en conflicto. “Era como si de pronto se transpusiera un umbral (...) parientes, vecinos, director de escuela, intermediarios sociales y servicios especializados actuaban para conjurar la crisis (real o venidera). De hecho, se trataba de inducir a la familia a excluir a su "desviado” con el pretexto de ayudarlo, cuidarlo, brindarle seguridad. El "desviado", ya desfavorecido socialmente, difícilmente habría podido resistirse, y menos cuando este proceso se realizaba con tanta sutileza como para obtener la adhesión del entorno” (Pluymaekers, 1989, página 92). En consecuencia, y entrando en el ámbito de la estrategia de intervención, en este modelo se busca el cambio en estas dinámicas de reciprocidad. Específicamente, se busca crear un nuevo contexto donde surja una reciprocidad distinta, entendida como redes que reorganicen las interacciones, trabajando de interacción en interacción. Se busca crear dinámicas de reciprocidad e intercambios entre la familia, la comunidad (jóvenes, padres, amigos o vecinos), y los intermediarios sociales que transformen los procesos de amplificación y exclusión (Pluymaekers; 1989).
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La tarea del interventor es identificar las estructuras y procesos mediante los cuales los sistemas construyen su existencia cotidiana, de manera de generar una nueva comprensión y un nuevo significado, por medio de un descentramiento de las prácticas y sus contextos de acción-interpretación, de manera que emerja la novedad en el patrón de conocimiento–construcción de la realidad (Dabas; 1993). Se buscan espacios para la construcción de nuevos sentidos y para la reconstrucción de otros, que hagan posible la expansión de territorios afectivos, cognitivos y de acción que permitan la emergencia y puesta en acto de nuevas identidades. Se busca que los problemas sean reconstruidos integrando otras perspectivas, como posibles senderos de acción. De este modo adquiriere relevancia considerar como foco de atención permanentemente las distinciones (significados y sistemas referenciales) usadas por quienes intervienen, dado que un operador, desde el momento en que interviene, deja de ser ajeno al sistema, incluyendo sus propias limitaciones y determinantes (hace parte del sistema interveniente, que incluye a los “intervenidos”). La función esencial del equipo consiste en la interpretación, en el sentido de enlazar lo que la ideología dominante ha disociado en el análisis de los problemas, en donde la elección de una lectura de los acontecimientos, se convertirá en referencia por un tiempo, pero continuará siendo una hipótesis a verificar mediante la acción. 5. Noción de Objeto, Problema y Estrategia de Intervención en el modelo Desarrollo de Competencias Llamamos Modelo Desarrollo de Competencias, a un conjunto de propuestas interventivas, que comparten una lógica de trabajo fundada en nociones y teorías propias y características de la Psicología Social Clásica, y en esa medida, portadora de una óptica epistémica objetivista. Dicho en términos generales y utilizando la denominación de Moscovici (1985), la perspectiva epistémica de estos modelos sería diádica, en cuanto sería común a esta perspectiva atribuir centralidad a la interrelación que se establece entre el sujeto y las dimensiones de su ambiente social, concebidas estas dimensiones como dos planos independientes y solo en relación de influencia. El comportamiento se conceptualiza como una función de variables ambientales y variables relativas a estados y procesos que ocurren en el sujeto, siendo la función de representar y reflejar el mundo que realiza este sujeto por medio de sus procesos cognitivos, el principal proceso desde donde se aborda la conducta, y los fenómenos en general. Dentro de lo que llamamos Modelo de Competencias, son posibles de incluir diversas y múltiples practicas interventivas especificas, tales como la Psiquiatría Preventiva formulada por Caplan (1978); los modelos de competencia individual;
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de comportamiento prosocial y de redes de intercambio de recursos, descritos por Tyler (1984); y los modelos de trabajo en habilidades sociales como los descritos en Méndez, Macia y Olivares (1993), Kelly (1987) y Roth (1986); el modelo de competencia que formulan López y Costa (1986); el modelo de Apoyo Social propuesto por Gottlieb (Gracia; 1997); el modelo de estrés psicosocial propuesto por Dohrenwend (Hombrados; 1996); y los llamados Grupos de Auto Ayuda (Sánchez Vidal; 1988 ) . Específicamente, como rasgo distintivo de este modelo, se entiende a los problemas sociales y psicosociales, así como a la normalidad (disfunciones psicológicas, bienestar psicosocial o la adaptación–desadaptación de los sujetos) con relación al estado de equilibrio y coordinación del sujeto individual con el medio social. Así, tanto la raíz de las disfunciones de salud mental, como las posibilidades de salud y bienestar están en la relación entre individuo y entorno psicosocial. Es allí donde hay que intervenir para prevenir, promocionar la salud, curar y rehabilitar. La relación sujeto-ambiente, que distingue de manera característica la Psicología Social tradicional, sería de este modo, el plano básico desde donde se delimita y conforma el objeto de intervención en esta corriente. Desde aquí, los fenómenos son analizados desde las dinámicas de relación de los planos psicológicos y ambientales, los cuales son analizados genéricamente teniendo a la vista las dinámicas de interacción de ambos, concebidos como independientes y en relación de interacción. En consecuencia, desde esta lógica analítica, la investigación y la acción se focalizan en variables específicas según su ubicación en estos planos, tales como el medio social inmediato, entendido como factor influyente o bien en los sujetos individuales, básicamente respecto de sus características de vulnerabilidad. Las dimensiones culturales, tales como los significados, los sistemas de creencias y las valoraciones relacionadas al fenómeno, en coherencia con esta lógica analítica son reducidos a las dimensiones esenciales que distingue el modelo. Es decir, son concebidas como variables psicológicas o como variables ambientales de contexto, que interactúan y predisponen (en el sentido que influencian) a los individuos a desarrollar conductas específicas, normalmente refiriéndose a ellos como sujetos en riesgo de ello (Alfaro y Monsalve; 2004). Al conceptualizar como variables psicológicas a los sistemas de significación que participan en los fenómenos, se les da el carácter de procesos cognitivos que son definidos básicamente como fenómenos de nivel individual, tales como creencias, información, percepción, actitud, etc. Así también, al ser definidos como variables o factor del ambiente, se les da el
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carácter de componentes del entorno, independiente o sólo en relación de influencia con otros planos ya sea del propio ambiente o de los sujetos individuales (Alfaro y Monsalve;2004) Recurriendo a la noción de Estrés Psicosocial y Apoyo Social, que hace parte de la referencia conceptual de esta corriente, se podría definir que el foco de intervención de estos modelos serían: por una parte, las dinámicas relativas al surgimiento, mantención, disminución y prevención del Estrés Psicosocial, las dinámicas relativas a la provisión y mantenimiento de Apoyo Social y, por otra parte, las dinámicas referidas a las competencias de los sujetos. El estrés es definido como la experiencia sostenida de una persona que afronta demandas ambientales que le resultan o parecen excesivas, con unos recursos disponibles que son o considera insuficientes para satisfacerlas. La excesiva frecuencia, intensidad o duración de la respuesta natural de estrés comporta el riesgo de una repercusión negativa sobre el propio bienestar (físico y psicológico) y el desencadenamiento de una crisis subsiguiente, de potenciales efectos patológicos (Cantera; 2004) La fuente estresante puede ser una respuesta personal, un estímulo ambiental o una interacción ambiente-persona que interviene en la situación. Entre los escenarios del estrés psicosocial se cuentan las transiciones vitales (adolescencia, desempleo, divorcio, jubilación, cambio de escuela o residencia, reconversión profesional, etc.) y los acontecimientos vitales (live events), hechos traumáticos por sí mismos (tortura, violación, maltrato físico, etc.) y todo tipo de situaciones generales que aparezcan como importantes y, al mismo tiempo, peligrosas y amenazadoras, al ser percibidas como impredictibles yo insuficientes (ante las que no cabe posibilidad de una respuesta funcional y satisfactoria). Los moderadores de la reacción de estrés son: los recursos materiales disponibles (dinero, empleo, vivienda, etc.); valoración subjetiva de las demandas situacionales y de los medios personales para satisfacerlas; rasgos psicológicos (competencias, habilidades y estrategias de afrontamiento), funcionamiento fisiológico, cognitivo, emocional y motivacional (grado de activación, ansiedad, nivel de aspiración, estilo atributivo, control percibido, tendencia al riesgo, lugar de control, autoeficacia, asertividad, autoestima, miedo, depresión, culpabilidad, etc.); apoyo social (formal e informal), en sus múltiples facetas (de ayuda física, económica, afectiva o informativa), de consejo, interacción positiva, ámbito conversacional, expresión emocional o solidaridad grupal. El apoyo social funciona como mecanismo de prevención primaria y como factor paliativo de transtornos psicológicos (Cantera; 2004). Así para este modelo, visto desde la noción de estrés, el foco analítico central desde donde se entiende el origen de un problema y su posible intervención, tendría relación con los eventos vitales estresantes, las dinámicas cognitivas mediadoras del estrés, y las dinámicas conductuales y cognitivas de afrontamiento de un sujeto, así como los recursos y características de las redes de vínculos que conforman el Apoyo Social.
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Se entendería de esta manera que los problemas sociales y psicosociales son una función de las características del ambiente y de los individuos, siendo la normalidad vista como un estado de equilibrio, ajuste y coordinación del sujeto individual con el medio social. Por lo tanto, un problema se constituiría como desajuste originado en el fracaso de la integración - inserción sujeto - ambiente, producto de la incompetencia del sujeto o del ambiente. Los problemas de salud mental, las disfunciones psicológicas, el bienestar psicosocial o la adaptación–desadaptación de los sujetos, serían el resultado de dinámicas psicológicas relativas a las competencias de los individuos para interactuar y relacionarse con su entorno, concebido este último como ambiente, y también de las dinámicas propias del entorno, relativas a satisfacción de necesidades y logro de equilibrio en los sujetos. La incidencia de los problemas sería una razón variable o una ecuación entre las causas orgánicas, las circunstancias medioambientales estresantes, las necesidades en general y los recursos disponibles para hacerles frente (recursos personales, sociales y económicos) (López y Costa; 1986). Un problema o disfunción emerge como función de los eventos que obligan a la persona a construir una nueva adaptación a sus circunstancias, de la mediación cognitiva y conductual (evaluación primaria, secundaria y afrontamiento) mediante la cual el sujeto enfrenta o procesa psicológicamente estos eventos, del apoyo emocional, informacional e instrumental que su medio o entorno sociocultural le presten, y del tamaño, densidad, heterogeneidad, reciprocidad, etc. de la red de intercambio que conforman sus diversas pertenencias grupales. De esta manera, un problema sería un estado temporal de transtorno general, activado por algún acontecimiento traumatizante, vivido como amenazador, desafiador, desbordante. Caracterizándose por una múltiple desorganización fisiológica, cognitiva emocional, conductual y psicosocial, que inhabilita a la persona para responder eficazmente, con sus actuales recursos disponibles y / o percibidos, a las demandas de la situación. (Cantera; 2004). Por tanto, un individuo que enfrenta situaciones que exigen cambios en su estrategia de relación habitual, debido a factores provenientes del ambiente o de sus propias características psicológicas, y que no tienen condiciones para encararlos (por factores ambientales o psicológicos), desarrollan respuestas que por lo general son desadaptativas. Los problemas de vida se transformarán en disfunción en la medida en que un individuo no cuente con recursos propios no tenga acceso a un sistema de apoyo natural con competencia para ayudar o no disponga de un sistema de apoyo profesional accesible y competente. Entrando en la lógica o estrategia de intervención, para este modelo los esfuerzos para aliviar los problemas personales y promocionar la salud deben partir por la modificación y mejora de las situaciones y contextos del entorno y de
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los repertorios conductuales humanos. El planteamiento de López y Costa (1986) señala que para que un individuo de solución a sus problemas de vida, debe disponer de recursos o competencias necesarias, provenientes de sus habilidades individuales, de sus redes de apoyo, personales o informales, o bien desde un sistema de apoyo profesional. Según estos autores, una estrategia de intervención adecuada debiera orientarse a optimizar las destrezas, habilidades y recursos personales, con especial atención hacia aquellos sectores que ofrecen mayor vulnerabilidad. La intervención debiera optimizar las redes y sistemas de apoyo natural en su función de ayuda para el ajuste y el cuidado de la salud comunitaria e individual. Asimismo, también debiera optimizar el sistema de apoyo profesional -en su función de ayuda- haciéndolo más accesible y competente (López y Costa; 1986) Gottlieb ( citado en Gracia; 1997), al analizar la misma dinámica anterior, señala que cuando las personas se enfrentan a sucesos y transiciones vitales que retan o desbordan sus habilidades, se debe movilizar Apoyo Social a través de mejorar la calidad del apoyo que proporciona la Red Social, promocionar la afiliación entre personas que tienen que enfrentar circunstancias estresantes similares, intentar reintegrar a las personas en una red que responda más a sus necesidades personales, o reorientarlas a sectores de su red que disponen de recursos psicológicos más apropiados. Así, en estas intervenciones que incorporan el Apoyo Social, independientemente de la estrategia especifica que se adopte, el objetivo fundamental es siempre la creación de un proceso de interacción con el entorno social, capaz de satisfacer las necesidades psicosociales de las personas. Se busca crear un proceso de interacción que optimice el ajuste entre las necesidades psicosociales de la persona (que surgen de las distintas demandas que enfrenta) y las provisiones sociales y emocionales que recibe. Por lo general, implica la interacción directa con su entorno social. Sus efectos positivos son el resultado de los recursos intercambiados durante esa interacción. Estos recursos incluyen la información acerca del self y del entorno, así como la ayuda tangible, el cuidado, la compañía y el apoyo emocional (Gracia; 1997) El rol del profesional es indirecto e involucra esfuerzos para ajustar los recursos del entorno social a las necesidades psicosociales de la persona. Estas intervenciones pueden incluir, entre otras, iniciativas para generar cambios en la estructura o composición del entorno social, cambios en la conducta individual o las actitudes, o cambios en la calidad y frecuencia en la interacción entre la persona y uno o más miembros de su entorno social. Desde este marco se utilizan estrategias interventivas, tales como: Intervención en crisis: su actuación se centra sobre la reacción transitoria de
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estrés de forma temprana para evitar la respuesta psicopatológica. Prevención: la prevención se dirige hacia los mediadores psicológicos y situacionales. La intervención sobre los mediadores psicológicos se centra en el entrenamiento de estrategias individuales de afrontamiento para alcanzar un nivel óptimo de habilidad. La intervención en los mediadores situacionales se encamina a incrementar o proporcionar todos aquellos recursos que son necesarios para afrontar los problemas. Uno de los medios más conocidos para alcanzar este objetivo es a través del Apoyo Social. La intervención supone la creación de redes de apoyo, el fortalecimiento del sentimiento de comunidad, y en definitiva la definición de todos aquellos recursos emocionales, materiales e instrumentales que conlleven la mejor adaptación al medio.
6. Conclusiones Normalmente no se pone suficiente atención en la diversidad presente en la Psicología Comunitaria, de tal manera que ella es presentada implícitamente como un cuerpo homogéneo y singular. Efectivamente la Psicología Comunitaria en un cierto nivel se conforma como un cuerpo distintivo y reconocible en términos genéricos, que posee una lógica de análisis de los problemas y estructura una estrategia interventiva frente a ellos, tal como se revisa en este texto, al ahondar en las definiciones que desarrollan los distintos modelos reconocidos. Se la concibe y delimita normalmente como una forma de abordaje de los problemas sociales que valora los dinamismos contextuales, sociales, psicosociales (comunitarios) en el origen, mantención y cambio de los problemas y que por tanto pone el foco interventivo en esos dinamismos y desarrolla estrategias de abordajes de éstos incorporando la propia comunidad, superando modelos de trabajo que se centran en la acción sobre los individuos que presentan el problema, en un nivel solo curativo, apelando sólo a los recursos profesionales y técnicos. Se distingue de esta manera la Psicología Comunitaria en relación a una óptica analítica que enfatiza la comprensión y/o explicación del origen de los problemas sociales, centrando el foco en las dinámicas comunitarias contextuales que participan en ello. Se le define además como caracterizada por una manera de abordar interventivamente estos fenómenos, actuando sobre estas dinámicas contextuales, utilizando además una estrategia que incorpora la comunidad en la generación de las soluciones o de los cambios necesarios. Se la define también, en relación a que el nivel en que aborda los problemas es
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de tipo promociónal y /o preventivo. Sin embargo, resulta clave para comprender la Psicología Comunitaria y sus implementaciones concretas, precisar que ella, por sobre estos aspectos compartidos, contiene y sostiene diversas lógicas para entender los fenómenos que interviene, coexistiendo a su interior técnicas, estrategias y modelos analíticos de diferencias referenciales de gran magnitud, que se han analizado en este texto. De tal manera que los aspectos que, en términos generales diferencian y caracterizan a la Psicología Comunitaria, estructuran acepciones y énfasis particulares diferenciados entre si y de gran heterogeneidad. Específicamente, se establece en este texto que las distintas tradiciones o corrientes de trabajo comunitario se diferencian sustantivamente respecto de las nociones que establecen para delimitar su objeto de intervención, lo que entienden por “problema social” y la lógica que guía su estrategia de trabajo. La Psicología Comunitaria de esta manera es heterogénea, en la forma en que define su objeto de intervención, conteniendo aproximaciones en que este se define o delimita como relaciones sociales de poder o dialogo, como ocurre en la Psicología Social Comunitaria Latinoamericana; o aproximaciones en que este objeto es definido en referencia a dinámicas de interdependencia sistémicas, que incluyen procesos y estructuras de organización, como ocurre en la Ecología Social; junto a aproximaciones, como las denominada de Intervención en Redes, en la cual el objeto queda definido por las lógicas sistémicas conformadas como redes de intercambio y negociación simbólica (comunicación) que operarían según principios sistémicos de autorregulación y/o autoreferencialidad, constituyendo en esta dinámica lo social y delineando la acción humana; así como también formas de delimitar el objeto de intervención apelando a la relación de ajuste o desequilibrio entre sujeto y entorno social, entendidos estos como dos planos independientes antológicamente, como es el caso de la corriente de la Psicología Comunitaria que hemos denominado Enfoque de Competencia. Así también la Psicología Comunitaria resulta heterogénea respecto de la noción de problema que utiliza, permitiendo aproximaciones en que este queda definido por las relaciones de poder, control y sujetamiento social, producto, productor y reflejo del operar de relaciones sociales de desigualdad en la distribución de recursos y poder en una sociedad; o aproximaciones en que el problema queda definido como resultado de la dinámica sistémica de interdependencia, en que participan los recursos sistémicos, contextos, escenarios, limites, redes de intercambio, recursos personales y sociales, etc., y operan estos como el determinante que genera, mantiene, incrementa y / o reduce una situación problema, de manera tal que lo que lo define es la disfuncionalidad, o la incapacidad del todo sistémico para funcionar armónicamente, proveyendo los recursos necesarios; o nociones de problema en que este es concebido como una conducta desviada, construida desde la relación sistémica constituyéndose
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como una “etiqueta” o forma simbólica, que no se refiere a una característica de la conducta en sí, sino más bien a un registro normativo particular, de carácter simbólico relacional, que afecta la identidad del sujeto y abre un proceso que amplifica la desviación, ocurrido siempre en el marco interaccional de una “mentalidad” publica sistémica particular; o también por último, concepciones de problema en que esta es definido como una función de las características del ambiente y de los individuos, siendo la normalidad vista como un estado de equilibrio, ajuste y coordinación del sujeto individual con el medio social, constituyéndose este por tanto como desajuste originado en el fracaso de la integración - inserción sujeto - ambiente, producto de la incompetencia del sujeto o del ambiente. Por último, como se ha expuesto en el texto, la Psicología Comunitaria sería también heterogénea y plural respecto de la estrategia que fundada en los elementos anteriores utiliza, conteniendo formas en que ella se define por la superación de las condiciones de control social e invasión cultural, por medio de la potenciación, amplificación de capacidades tendientes a la actorización de colectivos, toma de conciencia o problematización de las conciencia (reflexividad), construyendo relaciones sociales participativas, horizontales o de diálogo, como se formula en el caso de la Psicología Social Comunitaria; o lógicas interventivas como en el caso de la Ecología Social dirigidas a modificar las partes o componentes del sistema de manera de optimizar su congruencia, coherencia o integración, de manera tal que las personas y los diversos componentes sistémicos incrementen su flexibilidad y capacidad adaptativa; o bien como en el Enfoque de Redes en que la estrategia interventiva se define por la construcción de redes de reciprocidad que ofrezcan alternativas ante los procesos de amplificación de la desviación y exclusión, modificando de esta manera las estructuras y procesos mediante los cuales los sistemas construyen su existencia cotidiana, de manera de generar una nueva comprensión y un nuevo significado, que descentren las prácticas y sus contextos de acción interpretación, de forma tal que emerja la novedad en el patrón de conocimiento – construcción de la “realidad”; así como encontramos estrategias, como ocurre en Enfoque de Competencias, orientadas a optimizar, por una parte las destrezas, habilidades y recursos personales, con especial atención hacia aquellos sectores que ofrecen mayor vulnerabilidad, orientadas también, por otra parte, a la optimización de los soportes sociales naturales en su función de ayuda para el ajuste y el cuidado de la salud comunitaria e individual, así como también, por ultimo, orientadas también a optimizar el sistema de apoyo profesional en su función de ayuda, haciéndolo más accesible y competente. Se debe tomar en cuenta además, como extrapolación de este análisis, para fundar la propuesta de no concebir la Psicología Comunitaria como una singular, sino más bien de una pluralidad de Psicologías Comunitarias, que otros conceptos igualmente relevantes y claves para la definición de la Psicología Comunitaria, tales como los de comunidad, participación, problema psicosocial o problema social, cobrarían sentidos y acepciones enteramente diferentes para cada modelo. Así es como desde este análisis podríamos concluir que para algunos
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desarrollos, la comunidad se entiende como entorno o ambiente, y se integra en relación a su actuación como factor de riesgo o protección del equilibrio de los sujetos. En cambio para otros, la comunidad se podría concebir como sistemas simbólicos relacionales participantes y constituyentes de la situación problema, o bien como estructuras de relaciones sociales, por tanto cruzadas por dinámicas de poder, administradoras de la conciencia colectiva. De igual forma esta pluralidad y heterogeneidad se presentaría respecto de otro concepto central y determinante en Psicología Comunitaria, como es el de participación comunitaria. Es decir, aunque es característico de la estrategia comunitaria genérica, reconocer la importancia de la población como agente activo y participante, y, se asume que ésta no es sólo el destinatario pasivo de la acción profesional, las estrategias concretas de incorporación de la comunidad derivadas de cada enfoque o modelo analizado varían significativamente, de forma tal que en algunas formas la comunidad es incluida como “recurso humano”, incorporándosele solamente en la ejecución de los programas como complemento o apoyo en parciales de los roles y tareas que normalmente tienen los profesionales. En otras formas, la comunidad es incluida como recurso anexo, complementario o agregado que se suma a las capacidades de los profesionales, tal como el caso de los programas de auto-apoyo en que la comunidad se incorpora con grados de integralidad mayor, como formas alternativas de ayuda basados en la actualización y potenciación de las capacidades de auto sanarse que la propia comunidad tiene. Así también, se encuentran formas en otro polo de este continuo, en las cuales la incorporación de la comunidad es de mayor relevancia, ya sea en cuanto la valoración como sistema cultural participante activo en la conformación de la “realidad” social, o ya sea respecto de su “actoría” y sus rol de gestión (autogestión), tal como ocurre en la llamada Psicología Social Comunitaria, la que coloca a la participación como eje centra de su estrategia. La relevancia de esta discusión, se relaciona con dos aspectos centrales. Primero, tiene que ver con la necesidad de asumir esta condición tensionada y multiparadigmática de la Psicología Comunitaria, y por tanto reconocer analíticamente que la Psicología Comunitaria se estructura internamente no sólo por una gama amplia de modelos, equivalentes y equidistantes de forma homogénea o “plana” entre sí. Además es necesario reconocer agrupaciones de modelos según cercanías y distancias entre ellos, conformando lógicas de trabajo de nivel general. Es lo que hemos llamado Tradiciones de Intervención (Alfaro, 2000), articuladas según los vínculos o referencias que comparten en relación a las orientaciones teóricas (meta teóricas) y epistemológicas, relativas a los planos de definición de la naturaleza de la realidad (plano ontológico), de definición de la naturaleza del conocimiento (plano epistemológico), y de definición del vínculo realidad social y conocimiento (plano metodológico). De esta manera, consideramos que la noción o definición de Psicología Comunitaria y cada aspecto de su andamiaje
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técnico y conceptual, no puede ser visto al margen de su ubicación y pertenencias paradigmáticas (epistémicas y teóricas). Segundo, la relevancia de plantear este carácter tensionando y por tanto plural de las nociones básicas que definen a la Psicología Comunitaria, radica en la posibilidad de visualizar y asumir más cabalmente las implicancias metateóricas entrelazadas con las opciones técnicas y operativas que se juegan en la estructuración de las prácticas profesionales en que nos implicamos cotidianamente. En virtud de ello, se propone concebir a la Psicología Comunitaria como un área profesional y académica, plural y tensionada, al igual que todos los campos profesionales de la Psicología, por la diversidad paradigmática propia de todo el pensamiento social.
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