Vidas de los santos Padres de Mérida Introducción, traducción y notas de Isabel Velázquez
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C O L E C C I Ó N E S T R U C T U R A S Y ¡¡P R O C E S O S S e r i e ÍP Ie lig só n - C o l e c c i ó n d e V i d a s Dirigida por Ramón Teja
BIBLIOTECA 8AFAE. SARGA GRANADOS
INSTITUTO DE INVFSTîGACiONfS HISTORICAS
© Editorial Trotta, S.A., 2008 Ferraz, 55 . 2 80 08 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 14 88 E-mail:
[email protected] http ://ww w. trotta. es © Isabel Veíázquez, 2008 ISBN: 978-84-8164-957-4 Depósito Legal: M -82 1-2008 Impresión Fernández Ciudad, S.L.
CONTENIDO
Introducción.......................................................................................................
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1. Importancia de la obra................................................................................. 2. El autor y la ob ra........................................................................................... 2.1. Un autor anónimo. Primera re dac ció n ........................................... 2.2. Un revisor de nombre Paulus. Segunda reda cción ........................ 3. Contenido de la ob ra.................................................................................... 3.1. Las Vidas en el conjunto de las obras hagiográficas de la Antigüedad ta rdía................................................................................................ 3.2. Contenido y estructura de la obra. Algunos problemas pendientes ..................................................................................................... 3.3. Los p erson aje s...................................................................................... 3.4. La impresión de veracid ad................................................................. 3.5. Fuentes literarias ................................................................................. 4. Ediciones y traduccio nes.............................................................................
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B ib li ografía .........................................................................................................
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13 16 16 19 25 28 33
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VIDAS DE LOS SANTOS PADRES DE MÉRIDA Prefacio de este lib r o .........................................................................................
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I. Comienza
de la muerte del muchacho de nombre A u g u sto .........................................................................................................
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II. Com ienza la muerte de un monje Caulianense [El monje presa de la gula].................................................................................................................
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III. Com ienza la muerte de un tal abad N a n c to .........................................
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IV. Comienza la muerte y los milagros de los santos obispos emeritenses
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V Comienza la vida y virtudes del santo obispo M a so n a ......................
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E p ílo g o .................................................................................................................
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INTRODUCCIÓN*
1. IMPOR TANC IA DE LA OBRA
De hagiógrafo con vocación de historiador podríamos calificar ai autor de las Vidas de los santos Padres de Mérida (VSPE)1. Es una obra plenamente hagiográfica, ajustada en muchos extremos, como se dirá, a las características y tópicos literarios habituales de este tipo de obras, en sus manifestaciones más significativas de la Antigüedad tardía occidental. Como muchas de ellas, también presenta un claro y destacado contenido panegírico en relación con los protagonistas de los relatos. No obstante, uno de sus rasgos más sobresalientes es la presencia de circunstancias y hechos históricos que no sólo sirven de marco de referencia para contextualizar los relatos hagiográficos, sino que ellos mismos pasan a formar parte sustancial de la propia narración. La verosimilitud de la obra se consigue, por tanto, no sólo por la forma de relatar los episodios, aplicando en su narración suficientes elementos creíbles, de tal manera que cobran autonomía por sí solos — al margen de que se los interprete como milagros concretos en ciertos casos o como visiones prodigiosas—, sino, además, porque esa verosimilitud viene afianzada por la inclusión dentro del relato de esos hechos históricos bien conocidos y contrastados. La obra se halla ambientada en la Mérida del siglo VI. Se presenta organizada en cinco opuscula o pequeñas obras casi totalmente independientes, una división así establecida por el autor, que aquí trataremos como capítulos, para mayor comodidad. Su núcleo central lo constituyen los relatos de los opúsculos (o capítulos) cuarto y quinto, * Este trabajo está adscrito a los Proyectos de Investigación del M inisterio de Educa ción y Ciencia H UM 2005/0017/FILO , dirigido por quien esto firma, y HU M 2005 /00268/ HIST, dirigido por la doctora Gisela Ripoll. 1. N o obstante, sobre el autor de la redacción original y un revisor de la obra, véase más abajo en el siguiente apartado.
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en ios que se narran las vidas y actuaciones de ios principales obispos de la ciudad de esa centuria, Paulo, Fidel y Masona, siendo este último el que ocupa el opúsculo más importante, al final del cual se añaden breves referencias a los obispos que le sucedieron, Inocencio y Renovato. Los tres primeros capítulos se refieren a una serie de episodios de personajes de menor importancia social, el primero sobre Augusto, un sirviente del monasterio de Santa Eulalia; el segundo sobre un monje glotón y bebedor del monasterio de Cauliana y el tercero el de un abad de origen africano, llamado Nancto, que llega a Mérida2. Aunque la obra podría calificarse de localista, por circunscribirse a la ciudad de Mérida, lo cierto es que adquiere una dimensión mucho más amplia debido a la implicación de su principal protagonista, el obispo Masona, en ciertos acontecimientos políticos y militares. En concreto, algunos de los episodios relatados se hallan inmersos en la situación política de los reinados de Leovigildo y Recaredo, de la que forman parte no accidental, al menos como quedan expuestos en el relato y, en ciertos aspectos, como otras fuentes corroboran. Así, el exilio de Masona de Mérida, decretado por Leovigildo, y después algunos intentos para derrocar al propio Masona de su sede episcopal en un contexto más amplio de crisis y peligro para la estabilidad del regnum, fruto también de intentos de usurpación del poder del nuevo rey Recaredo. Otro aspecto destacado de la obra, y no menos importante, es que dibuja un panorama muy ilustrativo de la ciudad y su entorno más o menos cercano, en cuanto a la existencia de sus principales iglesias, edificios religiosos y monasterios, y, sobre todo, refleja el crecimiento urbanístico y económico de la misma y el enriquecimiento patrimonial de la iglesia emeritense. Este panorama se presenta a lo largo del relato a través de pinceladas y datos sueltos unas veces, otras de forma más detallada y centrado en aspectos concretos de la restauración edilicia o de la construcción de nuevos edificios. Ambos aspectos aquí destacados, el de la perspectiva histórica o, si se quiere, el de la conexión del relato con hechos históricos concretos del siglo VI, en especial en su segunda mitad, coincidiendo con los reinados de Leovigildo (568586) y de Recaredo (586601), y el de la descripción del panorama urbanístico y económico de la Mérida de la época, han sido valorados extraordinariamente por estudioso s, en especial historiadores y arqueólogos, ya que muchos datos de los ofrecidos por la obra o bien se conocen por otras fuentes históricas, como la Chronica de Juan de Biclaro, la Historia Gothorum, de Isidoro de Sevi 2. Véase más abajo ei punto 3.2 sobre e¡ contenido de la obra, con un breve resumen de los relatos.
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INTRODUCCIÓN
lia, los Dialogi de Gregorio Magno o la Historia Francorum de Gregorio de Tours, o bien se han revelado acertados cuando las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la ciudad, en especial en las últimas décadas, han corroborado no sólo la existencia de ciertos edificios, sino que la descripción o ubicación de los mismos en la obra —aunque de forma imprecisa y siempre ayudados por la tradición— era la esperada, como ocurre concretamente en el hallazgo de la basílica de Santa Eulalia, a las afueras, precisamente debajo de la actual iglesia dedicada a la mártir emeritense. Esta valoración ha llevado, a su vez, a tener por ciertos otros datos que sólo las VSPE ofrecen, sin que sean contrastables por otros textos, o a que algunas informaciones dirijan en cierto modo las investigaciones sobre la propia ciudad. Sin que, en principio, puedan desdeñarse los valores históricos y arqueológicos de que, sin duda, está dotada la obra, no debemos en ningún momento olvidar que, ante todo, estamos ante una obra literaria, ante un relato hagiográfico, y ésa es la primera condición que debe analizarse sobre ella y la primera valoración que sobre ella debe realizarse. Porque si ha sido objeto de elogios por ese carácter ciertamente historicista que contiene y que apo ya la afirmación hecha al comienzo de que el autor es un hagiógrafo con vocación de historiador, no es menos cierto que esta obra se inscribe dentro de los cauces y de los tópicos que enmarcan un género tan cultivado en la Antigüedad tardía cristiana en Occidente como es el de la hagiografía, y más en concreto el de las biografías hagiográficas de los uiri sancti, con sus cualidades y sus limitaciones. 2 . E L A U T O R Y L A O BR A
2.1. Un autor anónimo. Primera redacción EÎ detallado estudio de la transmisión manuscrita de ia obra realizada por A. Maya3ha permitido resolver algunas cuestiones transcendentales en torno a la historia del texto, así como a la autoría del mismo. El citado estudioso ha establecido con claridad que existen dos recensiones de la obra, correspondientes a dos redacciones, la primera la redacción original debida a un autor desconocido y que aparece transmitida en dos códices visigóticos, uno de san Millán de la Cogolla y otro de santo Domingo de Silos, los más importantes, a los que hay que sumar un fragmento también visigótico de sólo dos folios, y otro 3. A. M aya, Vitas sanctorum patrum Emeretensium. Ed. crít. Corpus Christianoru m CXVI, Brepois, Turnhoult, 1992. 11
V I D A S D E L OS S A N T O S
PADRES DE MÉRIDA
de Segorbe, escrito en pape! del siglo XVI, que es u n apògrafo de otro de Carracedo4. Esta obra original habría sido redactada hacia 633 o en los años inmediatamente siguientes, seguramente durante el obispado de Esteban de Mérida (633638), según se deduce de algunos datos que ofrece el propio texto y que, aunque no aseguren su datación exacta, permiten una aproximación fiable. La narración de los relatos se sitúa durante los reinados de Leovigil do y Recaredo, como se ha indicado, pero al hacer referencia al complot que el obispo arriano Sunna organiza con algunos nobles de Mérida contra el obispo Masona, el autor menciona como uno de los protagonistas del mismo a Witerico, señalando expresamente que «incluso después llegó a ser rey de los godos» (Yx.5). Este dato, cuya redacción hace pensar, además, que ya ha transcurrido bastante tiempo desde el reinado de Witerico (603610), ofrece una primera fecha mínima anterior a la redacción de la obra. Pero hay otros datos más concretos aún. El autor habla de los sucesores de Masona en el obispado de Mérida, Inocencio y Renovato. La obra se escribe después de la muerte de este último. Además de mencionarse su muerte como último episodio del relato, cabe añadir que la obra ofrece un argumento interno en el sentido de que no deben relatarse milagros de los personajes mientras éstos están vivos. Señala Maya convenientemente esta cuestión (p. lv, nota 109), recordando un par de episodios relacionados con el obispo Fidel en los que quienes presencian los milagros y lo cuentan, pagan su indiscreción con su vida5. No podemos precisar si después de este obispo hubo algún otro que desconocemos, aunque no parece probable, ya que el propósito principal de la obra es relatar la actuación de los obispos de Mérida y, de hecho, se presentan de forma consecutiva desde Paulo hasta Renovato, sin que se omita ninguno. Así pues, no sería lógico haber silenciado a algún obispo entre Renovato y el posible obispo en tiempos del cual se hubiese escrito la obra. Por tanto, cabe suponer que la obra se escribiría 4. Los m anuscritos son los siguientes, según la asignación dad a por A. Maya: M: M adrid , Biblioteca de la Real Acade mia de la H istoria (RAH ), Emilianense 1 3, fols. 2 1 2 ra 229rb; P: Paris, Bibliothèque Nation ale, nouv. acq. lat. 217 8, fols. 1 69 ra18 3rb + M adrid, Biblioteca Nacional, 822, fols. 18rb18vb; H. Archivo Histórico Nacional (AHN), carpeta 1452 B, fragm. n .° 5 (dos folios); L: Lond on, British Museum add. 173 57, y C: Segorbe, Archivo Cat edr alicio, ar ma. G., est. I, fols. 1 26 r1 54 v. Éste era un còdice de J. B. Pérez, perdido en 1936 y hoy sólo conocido a través de una fotocopia. Apògrafo de un còdice de Carracedo. Hay algunos otros fragmentos menos importantes. 5. Aunque hay una cierta contrad icción precisam ente en el primer capítulo, pues es el supuesto autor de la obra, quien dice que escucha a Augusto en persona contar la visión prodigiosa que ha tenido e inmediatamente después acude al abad a contarle lo que Augusto le ha relatado.
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INTRODUCCIÓN
en época del sucesor de este Renovato. Sabemos que en el IV concilio de Toledo, celebrado en 633 y presidido por Isidoro de Sevilla, firma Esteban como titular de la cátedra episcopal de Mérida. El obispado de este personaje, conocido como Esteban I, se extiende hasta 63 86. El autor dice de Renovato que fue obispo durante muchos años (de Inocencio no menciona nada en concreto). Si admitimos que la obra tuvo que redactarse después del 610, fecha de la muerte del rey Witerico7, y seguramente a cierta distancia en el tiempo, pero no después del obispado de Esteban I, al ser éste el primer obispo cuyo nombre conocemos después de Renovato, es probable que la obra se compusiese durante el obispado de este Esteban citado, salvo que entre Renovato y él hubiese habido algún otro obispo del que no tenemos noticia. El autor de la obra nos es desconocido, aunque en ella nos ofrece algún dato mínimo sobre sí mismo. En el primer opúsculo (o capítulo), el del joven Augusto, indica que él es levita, es decir diácono, de la iglesia de Santa Eulalia y de su monasterio: El muchacho ya tantas veces mencionado me relató estas cosas en presencia de otros muchos. Por eso yo, indigno y el primero de todos los pecadores, levita de Cristo, he preferido narrarlo como lo contó, aunque con otras palabras pero con idéntico sentido (1.22).
Al comienzo de este relato ha indicado con precisión quién era este joven, al que el autor visita y con quien habla, pues pertenece a su misma comunidad: Cierto muchacho, de todavía corta edad y, por decirlo con más precisión, un adolescente, de nombre Augusto, inocente, ingenuo y que no sabía leer, cuando, junto con otros muchachos de su misma edad y compañeros suyos en el monasterio de la egregia virgen Eulalia, cumplía fielmente con las funciones del servicio que le había sido encomendado por ei venerable prepósito del monasterio, sucedió que enfermó repentinamente (1.1).
2.2. Un revisor de nombre Paulus. Segunda redacción La segunda redacción no parece deberse a una revisión del mismo autor, sino a la intervención de un compilador que retoca la obra en diversos pasajes y le da un nuevo título, en el que menciona a Eulalia de Mérida 6. Por tanto durante los reinados de Sisenando (6316 36) o Chintiia (636639). 7. Otro dato cronológico que se apunta es que se supone la muerte de M ason a en torno a 605606. Se conserva una carta de Isidoro de Sevilla a Masona fechada en 605, cuya autenticidad, aunque cuestionada, parece poder defenderse. Sin embargo, el dato de Witerico me parece incuestionable y arroja una fecha post quem clara.
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para destacar su papel de intercesora en todos los prodigios y milagros de los protagonistas, convirtiendo así también en protagonista a la joven y famosa mártir. Este revisor realiza, además, un índice de la obra, añade algunas interpolaciones, de las cuales la más importante es una versión de la Vita Fructuosi, independiente de las VSPE, con milagros y versos atribuidos a Fructuoso de Braga, y además corrige el texto en aspectos lingüísticos y gráficos. Esta segunda redacción o revisión de la obra aparece en otros manuscritos diferentes a la redacción original, conservados en otras tantas bibliotecas, así como en una parte del citado manuscrito de Segorbe, del siglo XVI, en la que se transcribe parte de la obra por un segundo copista, pero ahora a partir de un códice de Sigüenza cuyo texto corresponde a esta segunda redacción8. Esta revisión debió realizarse hacia la década de los años setenta del siglo Vil. El revisor es un tal Paulo, diácono de la iglesia emeritense. El dato viene dado por uno de los manuscritos, el designado como A, conservado en Lisboa, donde puede leerse después del título de la obra y antes del índice: autore paulo emeritensi diacono. Esta autoría se presentaba de forma algo cambiada en el códice de Segorbe, por la mano del primero de los dos copistas que intervienen y que tienen modelos diferentes, como se ha indicado, de manuscritos de Carracedo y Sigüenza respectivamente. Aunque este primer copista tenía como modelo el manuscrito de Carracedo, según Maya el título es una corrección a partir del códice citado de Sigüenza. Conocemos indirectamente cómo se presentaba la obra en este códice de Sigüenza, atribuida a Paulus Emeritensis diaconus y que venía dividida en una serie de capítulos, al parecer unos diez. Pero el copista de Segorbe adapta esta presentación y realiza una división más detallada de la obra en veintidós capítulos y dice así en el comienzo: In Pauli Diaconi Emeritensis librum de uita et miraculis Patrum emeritensium index capitum. Nos enim partiti sumus in capita distinctionis causa («Indice de capítulos en el Libro de Paulo, diácono de Mérida, sobre la vida y milagros de los Padres emerítenses. En efecto, hemos hecho la división en capítulos para distinguirlos»). Además el título de la obra en el códice de Segorbe, tomado asimismo del de Sigüenza, es: In nomine Domini incipit opusculum de uita Emeritensium Patrum a Paulo Diacono editum. 8. De nuevo, según la asignación de A. M aya, los man uscritos en cuestión son los siguientes: E : Évreux, Bibliothèque Municipale, latin 30, fols. 83r118v; O: Salamanca, Bibliote ca Universitar ia, ms. 25 3 7 , fols. 10 0Ta1 06 va; A: Lisboa, Biblioteca Nacional, Al cobaça C C LX X X III/4 54 , fols. l ra15rb; S: El mismo manuscrito que C (Segorbe, Archivo Catedralicio, arma. G., est. I), pero los fols. 155r182r. Apógrafo en estos folios de un códice de Sigüenza.
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INTRODUCCIÓN
Esta presentación es la que se recogió en las primeras ediciones de la obra de Moreno de Vargas, Tamayo, Flórez y Smedt9. Dicha presentación unida a la afirmación del autor de la obra, antes mencionada, de que era un leuita Christi de la basílica de Santa Eulalia, ha dado lugar a atribuir la autoría de la obra a un supuesto Paulo Diácono, de Mérida. Precisamente en los manuscritos en que aparece esta revisión de la obra, atribuida a Paulo, un diácono de Mérida (y no a Paulo Diácono), hay índices que mencionan la existencia de una obra, lamentablemente no conservada, titulada Confessio Pauli ad Festum episcopum. Esta «Confesión» del mismo Paulo al que en estos códices se le atribuye la obra de las Vidas de los santos Padres de Mérida, sirve para datar, al menos aproximadamente, la época en la que escribe este revisor. En efecto, conocemos un obispo Festo citado en el XVI concilio de Toledo de 693. Es la única referencia a dicho personaje y en ella se menciona que era obispo de Mérida a comienzos del reinado de Wamba (672680). En dicho concilio, el rey Egica (687702) presenta una nueva ley (lex in confirmatione conciliï) y entre las diferentes cuestiones que aborda, solicita a la Asamblea que declare libre a un tal Theudemundus, spatarius real, y a sus descendientes y le exima de la responsabilidad de cualquier actuación indebida que hubiese llevado a cabo durante el año en que ejerció como numerarius en Mérida, cargo para el que había sido nombrado por el propio rey Wamba, a comienzos de su remado, a instancias del entonces obispo de la ciudad, Festo. Por otra parte, sabemos que en 666, todavía durante el reinado de Recesvinto (649672)10, se celebra un concilio provincial en Mérida en el que firma como obispo de la ciudad Proficio; al siguiente concilio toledano, el XI, celebrado ya en época de Wamba en 675, no asiste ningún obispo de Mérida y más tarde, en 681, en el XII concilio de Toledo, es Esteban (Esteban II) el obispo de Mérida quien asiste y suscribe las Actas. Si tenemos en cuenta estos datos, podemos aproximamos a la cronología del obispado de Festo, y pensar como fechas máximas en que tuvo que ser nombrado obispo como pronto después de 666, sucediendo a Proficio, y morir antes de 681, fecha en que ya ocupa la cátedra Esteban II. En cualquier caso, sí sabemos que hacia 672 o 673 era obispo, pues fue cuando instó a Wamba a nombrar numerarius a Theudemundus. Es, por tanto, en este margen más o menos amplio de fechas, entre 666 y 681, sin que se pueda precisar mucho más, cuando Paulo dirige a Festo su Confessio y cuando, además, revisa la obra de las Vidas. 9. Véase más abajo en el apartado correspondiente. 10. Cop ríncipe con su pad re Chin dasvinto, quien lo asoció ai trono con él, desde 649 a 65 3: después, reinando ya en solitario, hasta su muerte en 672.
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DE MÉRID A
3 . C O N T E N I D O D E L A O B RA
3.1. Las Vidas en el conjunto de las obras hagiográficas de la Antigüedad tardía Las Vidas de los santos Padres de Mérida forman parte de un pequeño pero interesantísimo conjunto de obras hagiográficas escritas en la Hispania del siglo Vil, que ofrece algunas características singulares, a pesar de las profundas diferencias existentes entre ellas. Al margen de las diferentes Pasiones de mártires, algunas redactadas en esta época y que se van compilando en el denominado Pasionario hispánico, el cual seguirá todavía abierto ampliándose con posterioridad, las obras hagiográficas de la época son las siguientes, además de las Vidas: Vita uel Passio Desiderii, escrita por el rey Sisebuto, hacia el 613; la Vita Aemiliani, escrita por Braulio de Zaragoza, hacia 645; la Vita Fructuosi, anónima, alguna vez atribuida a Valerio del Bierzo, escrita hacia 670, y las obras autobiográficas de Valerio del Bierzo: Ordo Querimoniae, Replicatio (sermonum a prima conuersione) y (Quod de superioribus Querimoniis) Residuum. Por último la llamada «Compilación hagiográfica de Valerio» reunida por este autor y uno de los textos más importantes para el conocimiento y la visión de la hagiografía en el siglo vil. Una característica común a todas estas obras, y también a otras obras hagiográficas del Occidente tardoantiguo, es que poseen ciertas implicaciones políticas e históricas —aunque las de Valerio del Bierzo en un orden distinto, por tratarse de obras autobiográficas— , ya sea por sus personajes o por los autores que las han escrito y las finalidades que con ellas se han perseguido. La proyección social e histórica que tienen los protagonistas de los relatos es, en algunos casos, no sólo importante, sino de primer orden en el panorama social de su época, como ocurre, por ejemplo, con los obispos de Mérida, sobre todo Masona, o el de Millán, monje en La Rioja, o el obispo Didier de Vienne (Desiderio de Viena) en las Galias, cuya vida es relatada por el rey Sisebuto, como se ha indicado. Los protagonistas son los denominados uiri sancti, que tan gran repercusión tuvieron en la Antigüedad tardía y que la hagiografía occidental ha puesto de relieve. Así ocurre con los protagonistas de los relatos de Gregorio Magno en sus Diálogos, o las obras de milagros y vidas de santos de Gregorio de Tours o de Venancio Fortunato11. 11. Para las obras hagiog ráficas no hispan as, aquí sólo reco rdad as indirectamente, véanse entre otros estudios, en especial en relación con la proyección histórica y social de los uiri sancti, ios estudios citados en la bibliografía de Breukelaar, Coates, Fouracre,
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INTRODUCCIÓN
Estas obras, y no en menor medida las hispanas, y dentro de ellas muy en concreto las VSPE, pueden leerse desde una perspectiva histórica y política y es evidente que a través de muchos de los relatos se traslucen conflictos sociales y aun políticos del momento. Es, sin duda, el caso de las Vidas. Así, como hecho más palpable puede mencionarse el problema entre arrianismo y catolicismo; el papel jugado por la jerarquía eclesiástica y sus relaciones con los reyes y, en primera persona, Masona, personaje histórico bien contrastado por otras fuentes y cuyo papel a finales del siglo VI fue decisivo. Al lado de esto, la inclusión en la obra —de forma casi forzada para lo esperable en el hilo argumentai— de un breve relato sobre las revueltas en la Narbonense contra el rey Recaredo deja entrever la preocupación del autor por la repercusión que tales sucesos pudieron tener para la Iglesia y a los que se recurre para presentarlos como exemplum. del triunfo de la fe sobre sus enemigos. Pero no sólo se trata de estos hechos expuestos de forma explícita, aunque bajo el prisma de ia intervención divina o de la mediación de los santos —como sucede, por ejemplo, cuando Leovigildo perdona ei exilio a Masona, ai habérsele aparecido la mártir Eulalia durante la noche y haberlo flagelado—, sino que la narración de otros episodios pone de manifiesto, de forma indirecta, otros problemas y conflictos que sabemos hubo en ciertos momentos. Así la oposición que encuentra Paulo al nombrar heredero en ei obispado a su sobrino Fidel y la hostilidad con que éste es inicialmente recibido por miembros de la Iglesia, quienes se ven casi obligados a aceptarlo para que no se lleve de Mérida el rico patrimonio que su tío le había legado. Indudablemente este hecho refleja ciertos aspectos problemáticos en relación con las dotaciones patrimoniales de la Iglesia y con el nombramiento de obispos; problemas que, desde ámbitos no literarios ni novelados, vemos reflejados como ocurre en las Actas conciliares y no una sola vez. En fin, podríamos seguir presentando diferentes episodios y relatos tanto de las VSPE como de otras obras hagiográficas, analizándolos desde una perspectiva histórica y política y desde 1a proyección que las actuaciones de los personajes tenían en la sociedad, pero sirvan estos mínimos datos para comprobar el indudable valor que tienen estas obras en su clave histórica, a pesar de tratarse de «vidas de santos»12.
FouracreGeberding, Leonardi, MitchellWood y Wood. Salvo aigún caso concreto, no se dan aqu í las referencias bibliográficas completas, rem itiendo al apartado de la bibliografía al final de esta introdu cción. 12. Véase la apo rtación de S. Caste llanos, L a hagiografía visigoda. Dom inio social y proyección cultural, Fundación San Millán de la Cogolla, Logroño, 2004. Véanse otras referencias bibliográficas del mismo autor en la bibliografía.
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Sin embargo, interesa abordarlas también desde un punto de vista literario y quizá ése sea el primer análisis al que hay que dirigirse. Porque la primera cuestión que suscita este tipo de obras es por qué se ha elegido el género literario hagiográfico para narrar hechos históricos concretos. De hecho, en ocasiones algunas de estas obras han sido calificadas de «relatos históricos». Así lo afirma C. Codoñer13 de la Vita Desiderii, escrita por el rey Sisebuto, de la que también dice que su lectura14 produce en el lector la impresión de un «ropaje hagiográfico destinado a revestir unos hechos históricos». En mi opinión, los hagiógrafos, que son ellos mismos hombres de Iglesia, persiguen escribir obras con una finalidad edificante para la sociedad —finalidad básica de cualquier obra hagiográfica y rasgo definidor por excelencia de las mismas—, dentro de las cuales los acontecimientos históricos se reinterpretan en clave de santidad, de intervención divina, de mediación de los santos. El papel de la Iglesia, a través de aquellos de sus miembros que pasan a ser protagonistas de los relatos, queda vinculado a esos acontecimientos históricos que son objeto del tratamiento literario en las obras hagiográficas. Se produce así una relación entre el «tiempo externo» y objetivable de un acontecimiento histórico incorporado al relato con el «tiempo interno» y propio del relato hagiográfico1 Los personajes protagonistas, en especial las jerarquías eclesiásticas, los obispos, los abades, o los eremitas y monjes, incluso, en menor medida, otros personajes de menor calado social (como el caso del joven muchacho Augusto de las VSPE), son los protagonistas no sólo de los relatos, sino los representantes del papel sobrenatural de la Iglesia ante las sociedades a las que las obras hagiográficas van dirigidas y para quienes se proponen esos modelos de emulación y esos personajes dignos de admiración y veneración. Esas obras hagiográficas, en tanto que obras literarias de su tiempo, cuando incorporan hechos históricos o posiciones ideológicas que, en principio, habrían tenido mejor expresión en otro tipo de género literario, los reconducen reinterpretándolos en clave de santidad para insertarlos plenamente dentro de los parámetros de su tipología literaria. Esto es palpable en las Vidas. 13. C. Codoñer, «La Literatura», cit. en Bibliografía, p. 247 . 14. C. Cod oñer, «Literatura hispanolatina tardía», cit. en Bibliografía, p. 45 2. 15. Véanse los estudios de Lecíerq, Boesch Gajano y Boyer citado s en la bibliografía. H e abord ado esta cuestión de las relaciones entre el tiempo externo y el tiempo interno o «tiempo de la santidad», paralelas a las relaciones entre el espacio externo y el interno o «espacio de la santidad», a propósito de las VSPE en I. Velázquez, «¿Hagiografía versus prosopografía? En torno a las Vitas sanctorum patrum Emeretensium», cit. en Bibliografía, pp. 497506. Y, en general, en la hagiografía tardoantigua, en Velázquez, Literatura hagiográfica.
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INTRODUCCIÓN
3.2. Contenido y estructura de la obra. Algunos problemas pendientes Las Vitas de los Padres de Mérida son, pues, una obra plena y característicamente hagiográfica, a pesar de su claro contenido histórico; incluso deben considerarse como un conjunto de «biografías hagiográficas»16, como ocurre con otras Vitae coetáneas de otras zonas. En alguna ocasión se ha afirmado17 que más que un escrito hagio gráfico se trata de una obra panegírica, en la que se presentan las virtudes de los obispos, pero sin milagros, y en la que Masona aparece como el adalid y vencedor de la ortodoxia católica frente a la arriana. Ciertamente esto es así, pero como una característica más de la obra hagiográfica. El elogio, a veces desmedido, de los personajes, que acerca estas obras al estilo propio de los panegíricos, forma parte de los tópicos de las mismas. Por otra parte, sí existen milagros en las VSPE, aunque tratados de forma peculiar como ahora veremos. Se trata, en suma, de biografías parciales, ya que no se relata la vida completa de los personajes, sino episodios concretos de sus vidas, que concluyen con la muerte de los mismos, como el joven Agustus (Augustus) y el monje borracho de Cauliana; o el relato de la parte de su vida que interesa a la obra: así, en el capítulo III, la historia del abad Nancto, una vez que llega a Mérida y hasta su muerte. En el caso de los demás personajes, los obispos de Mérida, exclusivamente su etapa en el ejercicio de sus funciones episcopales, aunque para el caso de Fidel asistamos a su formación y preparación para el cargo, desde que llega como comerciante a Mérida y su tío Paulo, a la sazón obispo, lo reconoce como pariente. Aunque haya algunas breves indicaciones sobre el linaje de algunos de ellos, el relato está focalizado en sus actuaciones como obis pos. Al comienzo de la obra hay un prólogo, común en otras Vitae hagiográficas, en el que se menciona el propósito edificante y moralizador para los lectores y oyentes a quienes se dirige. Otro elemento inexcusable es el interés de presentar los relatos como hechos verdaderos y fiables. Se recurre, además, a un argumento de autoridad, el del papa Gregorio Magno. Como él ha escrito vidas de santos en sus Dialogi, no necesariamente de gentes conocidas por él directamente, pero sí conocidas a través de testimonios dignos de crédito, el autor también va a relatar hechos fiables. Incluso se dice que, para que no surjan las dudas, se van a relatar hechos contemporáneos de Mérida, oídos a quienes los relataban directamente. 16. C. Codoñer, «Literatura hispanolatina tardía», pp. 436 441 y 452459 . 17. M . C. Díaz y Díaz, «Passionaires, légendiers et compilations hagiographiques dans le Haut Moyen Age espagnol», cit. en Bibliografía, p. 54.
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PADRES
DE MÉRIDA
El primer opusculum (cap. I), tras el prólogo, es el del joven Agus tus18, un sirviente del monasterio de Santa Eulalia. Mientras está realizando las tareas encomendadas por el prepósito, junto a otros com pañeros, enferma de repente. Durante su agonía, una noche tiene una visión en la que llega al paraíso celestial y contempla la corte de los ángeles y santos, cómo adoran a su rey y cómo se prepara un banquete celestial, incluso cómo llegan unos individuos a quienes el juicio divino condena. El joven se lo relata detalladamente al escritor de la obra, quien dice de sí mismo que es un leuita, es decir, un diácono de Santa Eulalia. Este se lo cuenta al abad y el muchacho repite la historia a cuantos se lo piden. Una vez muerto, se aparece a uno de sus compañeros. Este relato es, en realidad, el único coetáneo al autor de la obra y, de hecho, se incorpora él mismo en el desarrollo de la historia. Las demás historias se sitúan en una época pasada. El segundo opusculum (cap. II) corresponde al relato de un monje borracho y glotón del monasterio de Cauliana19, que llega a robar comida y utensilios de las despensas del monasterio. El abad le reprende y castiga, pero como no se enmienda deja que haga lo que quiera bajo la vigilancia de otros. Un día unos niños del propio monasterio le recriminan la verdad de su comportamiento y le ponen en vergüenza; entonces el monje se arrepiente, pide la penitencia y suplica a Dios que se lo lleve. En efecto, muere. Al cabo del tiempo, más de quince años, unas inundaciones del río Guadiana ponen al descubierto su tumba y se descubre que su cuerpo se conserva incorrupto. Al comienzo del relato se hace referencia a la época en que ocurrió, diciendo: «Muchos hombres fiables afirman que bastantes años antes de nuestra época [...] tuvo lugar un milagro» (Ferunt plerique idonei uiri ante nos satis plurimos annos [...] fuere gestum [...] miraculum). He aquí uno de los problemas cronológicos y de estructura que prer senta la obra. Aunque hay una variante de algunos manuscritos donde se lee ante non satis plurimos annos, que indicaría que hace pocos años de este relato, creo que debe entenderse como se presenta en !a edición de A. Maya en la frase reproducida. Líneas más abajo señala que en ese momento el abad del monasterio era Renovato, quien después sería obispo de Mérida: [...] reuerentissimus uir pie memorie Renouât us abba praesset —postque etiam Emeritensis urbis pontifex extitit mirificus — . Debe tenerse en cuenta que, en efecto, Renovato es el último obispo del que se habla en la obra. Como se ha indicado antes, se ha supuesto que la obra se ha escrito en la época posterior a este obispo y que segura 18. Agu stus es ia grafía may oritaria y así se ha transm itido comúnm ente, pero se trata, en buena lógica, de Augustus. 19. Sobre el nom bre del mo nasterio, véase en el capítulo correspon diente, nota 1.
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INTRODUCCIÓN
mente pudo ser en tiempos de Esteban I, probable sucesor suyo, ya que éste aparece como firmante en 633 en el IV concilio de Toledo. Por otra parte, al hablar de Renovato dice que vivió muchos años como obispo. Estos muchos años necesariamente se inscriben entre la muerte de Masona hacia 605 y después de Inocencio, sucesor de éste y antecesor del propio Renovato, de quien no sabemos cuánto tiempo fue obispo —aunque, a juzgar por los escasos comentarios de que es objeto, pienso que debió ser poco, o su papel como jerarca de la iglesia poco significativo—, y 633, lo cual sí es cierto que puede considerarse como muchos años. Hay que tener en cuenta que no sabemos cuál es la época exacta en que se desarrolla la acción del monje de Cauliana, pero tuvo que ser en época de los obispos biografiados en la obra, Paulo, Fidel o Masona, no mucho antes, por razones de cronología simple. Lo que sí nos dice la obra es que desde que el monje muere hasta la inundación provocada por el Guadiana, cuando se descubre su cuerpo incorrupto, pasan más de quince años. Podría suceder que el hallazgo del cuerpo hubiese sido ya en época del obispado de Renovato, pero resulta extraño que no se diga nada. Por otra parte, todo el episodio, incluido este hallazgo, parece quedar circunscrito a la narración que le han contado al autor de la obra, y está redactado de manera que no se aprecia una proxim idad en el tiempo con respecto al autor, por lo que no hay razones para pensar, en principio, que el final del mismo, el famoso hallazgo del cuerpo, sea reciente. Teniendo en cuenta la cronología de Masona (muerto hacia 605), necesariamente este episodio tuvo que ser en época de Recaredo (586 601) o, seguramente mejor, en época de Leovigildo (568586). Cabría esperar que esto fuese así, ya que. el siguiente episodio se sitúa precisamente en época de Leovigildo, como ahora veremos. Pero, en este caso, se produce una ruptura clara entre el primer capítulo, coetáneo al del autor, y el resto; en cambio, entre éstos parece haber una sucesión cronológica o, al menos, cierta simultaneidad o proximidad entre el de Nancto y los demás. El tercer episodio es, como ya se ha dicho, el del abad Nancto. Es un monje que, procedente de Africa, llega a la Lusitania y tras una temporada ingresa en la basílica de Santa Eulalia. El autor relata que este monje no quiere ser visto por las mujeres, pero una devota viuda, Eusebia, intenta verlo. El diácono Redempto —casi con total seguridad el mismo que luego vuelve a aparecer en el relato de Masona— facilita a la mujer que lo vea de lejos. Al darse cuenta de ello, Nancto se enoja y decide marcharse a vivir a un lugar solitario, con un pequeño grupo de hermanos. Pero la fama que adquiere por sus virtudes llega a oídos de Leovigildo. El rey, a pesar de ser arriano, le pide que rece por él. En agradecimiento le otorga una posesión del fisco real. Los campesinos 21
VIDAS
DE LOS SA NT OS
P ADRES
DE MÉRIDA
que pasan a depender de él, al conocer a Nancto y comprobar que vive miserablemente, deciden matarlo. Una vez apresados, Leovigildo no los castiga en la seguridad de que serán castigados por su Dios, lo que, en efecto sucede, muriendo también los que han matado al abad. Este episodio es un ejemplo de la valoración y estima que la vida cenobítica y eremita despiertan no ya en el autor, sino en general en la hagiografía de la época. Las obras hagiográficas proponen como referentes de emulación y admiración y como hombres santos {uiri sancti) protagonistas de las historias, no sólo a los obispos o abades, es decir, representantes de las jerarquías tanto eclesiásticas como monásticas, sino también a personajes de rango inferior, incluso de vida sencilla, pero que tienen en común el anhelo de llevar una vida retirada, de asee sis, de aislamiento incluso. No olvidemos que incluso los obispos tienen etapas de vida de retiro o, en caso de no poder en razón de las obligaciones, hay siempre en ellos un deseo continuado de llevar este tipo de vida, hasta el punto de que sienten como una pesada carga el importante papel que les ha tocado ejercer en su sociedad. Estos uiri sancti quedan perfectamente tipificados en las figuras de los obispos de los que se habla en los opuscula siguientes. El inicio del tercer relato presenta un problema con respecto a su relación con el anterior. El autor señala que, como ha estado relatando hechos recientes, ha omitido otros pasados, a los que ahora se va a dedicar: Al dedicarnos a narrar los hechos recientes, hemos omitido las actuaciones de hombres de épocas pasadas. Así, cuentan muchos que, hace ya muchos años, en tiempos del rey de los visigodos Leovigildo...
Pero, como acabamos de ver, el episodio del monje de Cauliana se remonta también a la época de Leovigildo, con lo que se observa un problema de coherencia. Si se refiere al primer episodio no habría problema, pero ¿qué ocurre, entonces, con la intercalación del episodio del monje borracho? Por otra parte, y me parece una cuestión trascendental, si comparamos el tratamiento que aquí se da al rey Leovigildo con el que se le da en el episodio de Masona resulta no ya sorprendente, sino que hace pensar en que se trata de una persona diferente la que emite el juicio. En este episodio de Nancto se dice del rey que obra rectamente y que, a pesar de ser arriano, pide al abad que rece por él y se muestra generoso hasta el punto de donarle una propiedad, en agradecimiento a sus rezos. En cambio, en el relato de Masona es tratado con calificativos durísimos, de cruel, abominable, enloquecido y planteando todas sus actuaciones como dirigidas por el demonio. 22
INTRODUCCIÓN
No es éste el lugar para tratar en profundidad estas cuestiones, porque han de contrastarse, además, con los problemas de transmisión que el propio texto ofrece —y no me refiero tanto a la redacción original y a la revisión de la obra, según he expuesto antes, sino a otros problemas de coherencia interna del contenido, de autoría original y otros aspectos que en su momento abordaré—, pero sí quisiera plantear aquí la sospecha de que hay todavía algunas cuestiones pendientes que habría que tratar en profundidad20. El cuarto opusculum lleva por título «Comienza la muerte y los milagros de los santos obispos emeritenses». Contiene igualmente un prefacio, en el que señala nuevamente que va a contar hechos pasados verdaderos, en un estilo sencillo para que los oyentes no se fatiguen. El tópico de la sencillez de estilo y la humildad del escritor, frecuente en este tipo de obras, se menciona aquí y después se hará de form a aún más explícita en el epílogo con el que concluye la obra. Este opusculum (cap. IV) contiene los relatos de los obispos Paulo y Fidel. Ambos de origen griego y parientes, como revela un episodio en el que el primero reconoce al segundo como su sobrino, hijo de su hermana. Paulo, médico de profesión, llega a Mérida y, después de residir allí un tiempo indeterminado, es nombrado obispo. Son varios los episodios que se relatan: la intervención quirúrgica a una mujer embarazada, esposa de un uir inluster, y la herencia que recibe de ellos. La visita de unos mercantes griegos, con quienes llega Fidel, su sobrino y futuro sucesor. Paulo se ocupa de educarlo y prepararlo para ser obispo. La sucesión ocasiona problemas a Fidel con otros miembros de la jerarquía eclesiástica. Sin solución de continuidad, se pasa a través de esta cuestión al elogio de las virtudes de Fidel y a relatar cómo se produce el hundimiento del atrium y la restauración del mismo, así como de la basílica de Santa Eulalia. Se relatan varios hechos milagrosos en torno a este personaje, que es visto en compañía de los santos, incluso un cristiano contempla su supuesta muerte. Se relata asimismo la generosidad de Fidel, condonando deudas a muchas gentes antes de su muerte. El quinto opusculum, sin duda el más importante y extenso, presenta un título: «Comienza la vida y virtudes del santo obispo M asona», 20. N o pretendo contradecir las hipótesis expuestas po r A. M aya en su edición, pues en lo que se refiere al establecimiento de la redacción primera y la revisión del ya mencionado Paulus, diácono de Mérida, me parece clara, sino dejar planteado que parecen existir algunos problemas que afloran en la redacción del texto. Quisiera mostrar aquí mi enorme agradecimiento al profeso r D íaz y Díaz, una vez más, po r sus sabias opiniones y po r haber escuchado amablemente alguno s argumen tos en relación con estas cuestiones, animándom e a estudiarlas en profundidad y a dejarlas aquí apuntadas, ante la duda razonable de que pudieran ir bien encaminadas.
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PADRES DE MÉRIDA
pero no tiene un prefacio introductor com o en el caso anterior, sino que comienza comparando las cualidades entre Fidel y su sucesor Masona. Se habla de su linaje y cualidades y de sus inmediatas actuaciones como obispo, empezando por su importante actividad edilicia, construyendo iglesias, monasterios y un xenodochium o alberguehospital. Su historia entra de lleno en el transcurso del regnum hispanovisigodo, pues es el centro de la lucha entre arríanos y católicos. Así se relata la oposición de Sunna, obispo hereje arriano puesto como obispo de Mérida, y el debate teológico que sostienen ambos; el traslado obligado de Masona a Toledo ante Leovigildo, quien le reclama la túnica de santa Eulalia, sin conseguirlo; el exilio al que es condenado Masona por el rey y su posterior regreso. Diversos pasajes sobre la caridad que ejerce tanto en Mérida como en el exilio, dando limosnas, concediendo cartas de libertad, etc., en los que intervienen otros personajes, sólo conocidos a través de esta fuente, pero para los que en algún caso se ha podido comprobar su historicidad, como en el caso del archidiácono Eleuterio, del que se habla al final del relato21. Tras la muerte de Leovigildo y la subida al trono de Recaredo, se relatan los complots en los que se ve inmerso Masona, incluidos otros episodios como la revuelta organizada en la Narbonense contra Recaredo; en definitiva, una serie de hechos históricos que ocupan una parte sustantiva de la biografía de Masona y que sorprenden precisamente por la redacción que podríamos calificar de historicista, sin apenas tintes milagrosos, con la excepción lógica de la reinterpretación de los hechos, cuyo éxito se debe a la intervención divina y a la mediación de la mártir Eulalia. La biografía se cierra con el episodio de su enfermedad y cómo delega el poder en el archidiácono Eleuterio; pero, ante la prepotencia de éste, provoca que la divinidad ocasione su muerte, mientras que Masona se restablece y sigue ejerciendo sus funciones, hasta su pro pia muerte. La existencia de este Eleuterio se ha visto corroborada con el hallazgo de una lauda sepulcral en las excavaciones de la basílica de Santa E ulalia, en la que figuran un Gregorius, uir inluster, una famula Christi y finalmente el propio Eleuterio, del que se dice que ha muerto el 28 de diciembre de 604, lo que nos da una fecha post quem para la muerte de Masona. A continuación, se habla de forma escueta de sus sucesores, como ya he indicado, Inocencio, del que se dice que tenía la capacidad de ser escuchado cuando invocaba la lluvia para evitar las sequías, y Renovato, de quien se hace una interesante descripción física y de sus cualidades, erudición y formación de discípulos. Por último se añade que todos descansan en una celda próxima al altar de Santa Eulalia. 21 .
Véase lo dicho en el siguiente pár rafo en el texto.
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La obra concluye con un epílogo en el que el autor reitera que ha narrado hechos verdaderos con su descuidado estilo, pero impulsado a escribir por el amor a Cristo. 3.3. Los personajes Los personajes principales de las VSPE, los obispos Paulo, Fidel y M aso na, se presentan como los típicos santos de las Vitae hagiográficas occidentales. Los modelos de santos iniciales, los mártires primero, y luego los eremitas, santos no mártires, que buscan la vida ascética y retirada, que surgen como modelos en Oriente hacia la tercera y cuarta centuria, dan paso a otros nuevos modelos de santos, en especial en Occidente. Generalmente hombres sabios, eruditos, de gran implantación e importancia social, porque suelen desempeñar cargos eclesiásticos, los más altos cargos las más de las veces, el de obispos. En otros casos, abades, monjes o, en general, vinculados a la vida religiosa y cuyas actuaciones tienen, en todo caso, gran repercusión. El papel de protectores de las ciudades y de las iglesias que ya tenían los mártires y del que también participaban los protagonistas de la vida eremítica y de la cenobítica se amplía ahora a estos «hombres santos». La valoración de la vida de oración y contemplación obedecía aún a los ideales orientales de vida solitaria y retirada, pero se traslada a Occidente y queda incorporada a estos hombres santos, hasta el punto de que muchos de ellos aúnan los rasgos de vida retirada y de oración con los de vida social y de acción. Su vida volcada a Dios, contemplativa, que busca el aislamiento y la serenidad, enlaza con el ideal de vida ascético y monástico; históricamente muchos de ellos, antes de ser obispos, han sido monjes, abades de monasterios. Pero su función episcopal y de rectores de la Iglesia les otorga un papel fundamental en la sociedad, sus figuras se insertan en la historia, siendo protagonistas de ella. El papel desarrollado por el obispo, este modelo de hombre santo, se refleja en la literatura hagiográfica, sistematizándose en un modelo de Vita en la que no puede eludirse esa vía doble {duplex uia)22. Esta vida dual (duplex uia) será la característica dominante de las Vitae a partir del siglo V. La tendencia a reunir en una misma persona esa doble vía o forma de encarar sus propias vidas llega a constituir un tópico literario de estas obras hagiográficas, pero en cierta medida ese tópico obedece a una realidad. Piénsese en Martín de Tours, por ejemplo, el principal santo de Occidente, siempre con ese constante alternar en sus funciones de obispo y en su labor cenobítica, fundando monasterios donde se aislaba 22. Véase C . Leonard i, «M odelli di santità tra secolo V e VII», cit., I, pp. 261283.
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LOS SAN TOS
PADRES
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con otros monjes. Las obras hagiográficas abstraen esas formas dúplices de vida para presentarnos a sus protagonistas como arquetipos de vida y modelos de santidad; los obispos abandonan sus deseos de vida retirada para cumplir con su papel de patronos y benefactores de las ciudades que dirigen; se ven obligados a aceptar —y en última instancia lo hacen de buen grado— sus responsabilidades como rectores de la comunidad, convirtiéndose en el signo urbano por excelencia en la Antigüedad tardía y alta Edad Media. En las VSPE estos ideales y, a la vez, tópicos literarios están perfectamente representados en los obispos, auténticos uiri sancti2i. Como en otras obras de este tipo, aparecen como los líderes de la comunidad; controlan las manifestaciones y las dirigen, incluso la devoción a los mártires, en este caso a santa Eulalia especialmente; organizan los rezos de los fieles; otorgan la caridad y benefician a las gentes; realizan una actividad de evergetismo en las ciudades que les confería un protagonismo enorme; de ahí el peso propio que adquiere en el relato de las VSPE la descripción de las actividades edilicias llevadas a cabo p or Fidel y Masona; descripción que, como se dijo al comienzo, ha servido en gran medida para comprender la evidencia arqueológica que la ciudad de Mérida hoy ofrece y que, a su vez, constituye un eje importante dentro de los objetivos que la obra persigue, y es el poner de manifiesto la importancia misma de la ciudad, reivindicar su protagonismo, hecho que, en opinión de muchos, puede querer mostrar su importancia ante el pujante protagonismo de Toledo en el siglo vil. En la mayoría de los relatos hagiográficos de la Antigüedad tardía, los protagonistas de los mismos, a pesar de la mención de datos biográficos concretos, no aparecen perfectamente individualizados en cuanto a sus cualidades. Comparten rasgos comunes que, en cierto modo, se convierten en arquetipos. En general se los presenta como hombres cultos, elocuentes, poderosos y luchadores contra la impiedad y la herejía, generosos y pródigos con lo suyo y de una capacidad de recursos espirituales y materiales formidable. Su vida anterior al episodio que interesa relatar no importa apenas, aunque se den algunos trazos de su origen; apenas hay evolución espiritual; su personalidad es fuerte y segura. Todos tienen la capacidad taumatúrgica de obrar milagros, aunque no necesariamente tengan que llevarlos a cabo; y, sobre todo, en el caso de los obispos se convierten en el brazo justiciero de Dios: no son pocas las ocasiones en que son el instrumento del castigo ejemplar, de la 23. Sobre la definición de uir sanctus (el holy man definido po r P. Brow n), sus ca racterísticas y sus funciones en la sociedad y ante sus comunidades, véanse, sobre todo, los trabajos recogidos en la bibliografía de P. Brown, G. Cracco, L. Cracco Ruggini, C. Leonardi, Mon achi C astagno y Orselli.
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muerte merecida de alguien, no porque ellos se encarguen de hacer justicia, sino porque auguran y tienen un papel prem onitorio sobre la muerte, tanto de los malvados, impíos o herejes, como de aquellos que, aunque se hayan arrepentido, encuentran la muerte casi como consuelo o final adecuado para sus vidas. Así lo veremos en el texto, en relación con el monje borracho de Cauliana, con el abad Nancto y el pago de los malvados que lo asesinan. Así lo veremos cuando Fidel avisa de que va a morir, y le advierte que ponga en orden su casa antes, al pobre individuo cristiano que le había contemplado en compañía de los santos pero había tenido el atrevimiento o la ignorancia de contarlo a otros. Así ocurrirá con Masona cuando un tanto crípticamente le dice a Eleuterio que le va a anteceder en la muerte, hecho que ocurre por el comportamiento soberbio que tiene el archidiácono durante la enfermedad de Masona. En definitiva, el castigo divino, la compensación por el mal, como reordenamiento moral en la sociedad, llevado a cabo a través de estos santos hombres. Hombres virtuosos, rigurosos con su propia vida, pero también rigurosos en su papel social. Hombres considerados por la comunidad como santos en vida, al margen de que obren milagros o no. Además las VSPE ofrecen los otros modelos de gentes sencillas y sabias en su sencillez, aunque sean ignorantes en su formación, como el joven Augusto; personajes como el monje borracho, cuyo relato ofrece, sobre todo, el modelo de compensación por el mal realizado y la salvación por el arrepentimiento. Y, de forma muy directa y especial, la alta estima de la vida eremítica, a través del singular personaje que es el abad Nancto, presentado como un mártir, lo mismo que ocurre con Masona, también tratado de mártir, aunque no llegue a morir a manos de sus enemigos como le ocurre a Nancto. Otros son los uiri inlustres y personajes importantes de la sociedad, como el hombre a cuya mujer salva el obispo Paulo al operarla. M odelos de cristianos, tanto él como ella, devotos y dispuestos a obedecer todas las prescripciones mandadas por Paulo. El dux Claudius, con su importante papel al sofocar las revueltas contra Masona. Hombre de linaje noble, en este caso de origen romano, no godo; poderoso, católico, de conducta impecable, dispuesto a defender con su vida la religión y al obispo. La característica más común de otros personajes secundarios es su honradez y sencillez y su devoción cristiana, como la viuda que persigue a Nancto, o la mujer que pide limosna y a la que Sagato, un sirviente a quien Masona le ordena que le dé un sueldo, se la escatima; en efecto, le da el sueldo, pero luego reclama un tremís a la pobre mujer, sin que ella se queje, al contrario, contenta por lo que se le ha dado. Frente a estos personajes, más o menos individualizados a través de unas cuantas pinceladas, aparecen los antihéroes y antagonistas de los 27
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uiri sancti, los malvados, en este caso arríanos y herejes, compendios de todos los vicios, de mente insana y furibundos; incapaces de recapacitar de su error, de tener remordimientos ni arrepentirse. Al frente de ellos Sunna, el obispo arriano puesto en Mérida por Leovigildo y, por supuesto, éste en persona; aunque, como se ha dicho, sólo en el opusculum de Masona, contrastando fuertemente con la imagen que de él se da en el episodio del abad Nancto. Otro personaje nefando es Ne popis, ese enigmático obispo sustituto de Masona por orden real. Al lado de ellos aparece de forma secundaria una categoría de malvados pero que consiguen arrepentirse y, por tanto, ya desde su aparición tienen un tratamiento menos negativo: Witerico y Vagrila, los nobles godos que conspiran contra Masona, pero que piden perdón y muestran arrepentimiento. Incluso los que cometen errores, sin quererlo, y aunque dichos fallos traigan consecuencias para ellos, a veces la muerte y, desde luego, la recriminación por parte de los obispos; en estos casos las consecuencias no se presentan como castigo divino, sino como una suerte de compensación equilibrada del error. Me refiero, por ejemplo, al diácono Redempto, el que permite que la viuda Eusebia vea a Nancto ; o al citado Sagato, que se muestra egoísta y desconfiado y no le da a la mujer pobre el sueldo entero que Masona le había ordenado. Aunque no hay un claro retrato psicológico de los personajes, ni físico —con la excepción quizá de Renovato, del que se habla más en concreto sobre su aspecto24—, lo que sí destaca en las VSPE es que presentan un mosaico de personajes bastante diversificado y que existe una gradación entre unos y otros acertada en su tratamiento, con diferentes niveles de incidencia en la obra, en función de su protagonismo también distinto. 3.4. La impresión de veracidad Como toda obra hagiográfica, las VSPE anuncian a los lectores que los hechos que relatan son auténticos, que han tenido lugar de verdad y que nadie debe dudar de que las obras prodigiosas que se cuentan son ciertas. Para conseguir ese fin acuden, como ya hemos visto, a hablar de sucesos que han presenciado con sus propios ojos o, en caso de tratarse de hechos más remotos, a los relatos de personas dignas de todo crédito o, en otras obras, también a los testimonios escritos que se conservan y que son igualmente fiables. Por tanto, ya sea por ser testigos directos de los acontecimientos, ya sea por haber extraído testimonios fiables de los mismos de la tradición oral o escrita, lo importante para los hagió grafos es presentarlos de forma creíble. El autor de las VSPE persigue 24.
¿Podría ser indicio de que el auto r le ha con ocido personalm ente? 28
INTRODUCCIÓN
este objetivo de forma insistente, como puede verse ya en el propio prólogo y, en mi opinión, lo consigue aplicando, no sé si consciente o inconscientemente, unos criterios que hacen de la obra una de las más interesantes y singulares y creíbles en muchos de sus extremos, lo que le ha valido, como se dijo al principio, ser muy estimada desde el punto de vista de su historicidad. Las VSPE son una fuente fundamental para el estudio de la situación política y social de la época. Los acontecimientos del momento quedan reflejados quizá como en ninguna otra obra de la hagiografía hispano latina. Para conseguirlo se vale de detalles y precisiones, especialmente geográficos y temporales, tratados de forma singular. La cercanía geográfica, el medio y hábitat conocido por los lectores y oyentes, en definitiva el localismo25; la concreción de lugares conocidos, la basílica, la iglesia, el monasterio, si están situados dentro o fuera de la ciudad, la distancia a la que se encuentran, provocan una impresión de certeza; en suma, el «espacio interno» de la obra, el «espacio de la santidad», donde tienen lugar esos relatos que, por prodigiosos que puedan parecer, se ven materializados en los lugares concretos y conocidos donde acontecen. Pero estos acontecimientos tienen lugar no sólo en un espacio, sino dentro de unas coordenadas temporales. Habitualmente la mención de los tiempos que podríamos denominar externos, es decir, épocas concretas donde ocurren los hechos, suele ser vaga o poco precisa en las obras hagiográficas, a veces, incluso, contradictoria o equívoca. La precisión de los años, meses, la duración de la biografía, suele quedar en un plano secundario. Hay dos motivos fundamentales para este tratamiento, primero porque lo que interesa es una mínima contextualización que ubique los hechos en el tiempo objetivable, en el «tiempo externo» del relato y, sobre todo, del milagro, pero lo que realmente importa son los datos concretos de cómo se producen, es decir, si es por la mañana o a la caída de la tarde, si es durante el sueño o en la vigilia, etc., es decir, lo importante es el «tiempo interno» de ese relato. De este modo, no resulta extraño que el autor de las VSPE no precise en qué época es obispo Fidel, pero, en cambio, puntualice con detalle que cierto cristiano se levanta durante la noche para ir al oficio de maitines a la iglesia26. El de tallismo en la presentación de estos datos espaciales y temporales sirve para ofrecer esa impresión de veracidad de los hechos prodigiosos. 25. Este aspecto es comú n a las Vitae occidentales y sirve también como presentación de santos del mundo occidental, frente a los orientales. Esto puede verse en los Dialogi de Gregorio Magno, así como en las Vitae de origen africano, y en las de la Galia y, por supuesto, en las de Hispania. Véase C. Chaparro, «Significado de las Vitas sanctorum patrum Emeretensium: Lectura desde sus fuentes», cit., pp. 339349, y C. Codoñer, «Literatura hispanolatina tardía...», cit., p. 446. 26. Véase unas líneas más abajo.
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Esta impresión de veracidad, inherente a la propia hagiografía como género literario cristiano, pero nacido de la historiografía, incluso de la biografía, condiciona sin duda el análisis histórico que de la obra pueda hacerse. Como ya ha sido puesto de manifiesto en más de una ocasión, sobre todo para los relatos de prodigios o milagros, hay que huir de un análisis plano o lineal de los mismos; tanto la negación absoluta del valor histórico, o prosopográfico, por la presencia de hechos milagrosos, como la reducción racionalista exclusivamente de los mismos —tratados al modo de interpretación de mitos—, debe superarse para enfrentarse a la obra como producto literario y plantearse en términos de no incompatibilidad y en términos de la funcionalidad de las obras, ya que forman parte de la historia de la mentalidad de una época, y en este sentido el hecho en sí de un milagro o la propia vida de un santo tiene un valor secundario dentro del marco de la historia de la época y era recibido, probablemente, por sus lectores sin la cuestionabilidad con que ahora lo hacemos. Pero la singularidad y valor de las VSPE es precisamente que su elaboración presenta un tratamiento complejo de esos espacios y tiempos de la santidad, frente a los espacios y tiempos externos, ya que mantiene los dos planos de forma paralela y bien delimitada, pero complementándose y entremezclándose ambos a lo largo del desarrollo del relato. De un lado el plano natural o real, es decir, el del transcurso de la historia, cronológica y espacialmente objetivable, y el sobrenatural, el de los hechos ejemplares y los milagros, el de la intervención divina y la intercesión de santa Eulalia, que sirve de hilo conductor de la obra. Ambos planos están al servicio de la composición literaria y, por tanto, el plano natural y, si se quiere, en concreto el plano histórico, queda subsumido dentro del literario, y, dado el tipo de obra, siempre impregnados de la visión cristiana; incluso hechos de la realidad cotidiana presentados como dirigidos o que son posibles sólo gracias a la voluntad divina. Piénsese, a título de ejemplo, en pasajes como la mencionada intervención quirúrgica de una mujer por Paulo o como el derrumbamiento del atrium, nada más salir el obispo Fidel con todo el clero y los fieles. Para el autor de las VSPE éste, como el anterior, es un hecho sobre el que nadie debe dudar que ha sucedido gracias a los méritos del obispo y a la intercesión de santa Eulalia. No obstante, el autor a veces muestra cierta prudencia en la presentación, hasta el punto de que casi permite al lector valorar hasta qué punto está ante un hecho prodigioso. Matiza que no se debe dudar de la categoría de milagro del acontecimiento. ¿Hay una excusatio non petita... en el autor?: De este hecho debe considerarse qué clase de mérito poseía ese hombre que, con sus oraciones ante Dios, logró que no se concediera a su an
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INTRODUCCIÓN
tiguo enemigo el poder de perpetrar el hundimiento de tan gran construcción antes de que él salvara a todos, por la misericordia de Dios, al haberlos sacado al exterior en su totalidad. Pero que nadie pereciera en tan gran peligro, nadie ponga en duda que fue debido especialmente a la intercesión de la santísima virgen Eulalia (VSPE IV.vi.5).
El relato parece corroborado gracias a las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Mérida, pues se piensa que hubo una segunda fase constructiva de dicha basílica que puede fecharse en el siglo VI y bien podría responder a esta remodelación realizada en tiempos de Fidel. No hay milagros directos en los pasajes de Sunna, ni en la dura conversación de Masona con Leovigildo en Toledo, ni siquiera en que el rey no consiga la túnica de santa Eulalia, escondida entre las ropas del obispo, o que éste no se mate montado en el caballo salvaje que le conduce al exilio; ni en los pasajes relativos a su vuelta. Ni tampoco en que Inocencio provoque la lluvia cuando sale en procesión con los fieles en épocas de sequía. Nada destacable, salvo su conducta, sobre Renovato, ni cuando era abad (episodio de Nancto), ni después durante su obispado. Aunque evidentemente todo se presenta bajo la forma de intervención de la voluntad divina, desde los hechos concretos hasta la vaga referencia a la prosperidad de la ciudad en tiempos de estos obispos, o la elocuencia innata de Masona, que gracias a Dios se ve incrementada cuando tiene que someterse al debate dialéctico con Sunna, etcétera. En cambio, el plano sobrenatural queda hábilmente expuesto por medio de diversos recursos. Desde un punto de vista moral se acude a los criterios de autoridad. Los personajes modélicos, conocidos por los lectores y famosos por sus obras, los uiri sancti, son incuestionables, nadie, pues, podrá dudar de que las cosas que de ellos se cuentan son verdaderas. Desde un punto de vista literario, interno de la obra, el autor acude también al uso de fuentes y textos que un lector culto puede reconocer y que sirven igualmente de modelos y evocación y, consecuentemente, de crédito para el relato. Pero, además, el autor se ha servido de otra estrategia, a mi juicio, poderosa. Todos los episodios se enmarcan en la actuación divina, bajo la intercesión de Eulalia y la protección que ejerce sobre la ciudad y sus santos varones, es bien cierto, pero aquellos hechos irreductibles a sucesos casuales, es decir, aquellos que sólo pueden ser considerados como milagros, suceden siempre en tiempos de sueño o duermevela de los protagonistas, por la noche, cuando los únicos testigos son quienes los ven —y, como se ha dicho, llegan a pagar con su vida si lo cuentan—. Así el joven Agustus va al singular jardín donde están los santos, por la noche, en plena agonía —interpretable como un delirio por la fiebre—, 31
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por ello le asegura al autor de la obra que no había dormido. Otro joven, al que Fidel había enviado no sabemos con qué fin al monasterio de Caspiana a las afueras de la ciudad, cuando regresa se ve obligado a quedarse a dormir fuera junto a la llamada Puerta del Puente; es entonces cuando ve a Fidel y un grupo de santos caminar precedidos de una bola de fuego. Puede citarse también la visión nocturna del hombre que mientras duerme le parece oír que tocan a maitines, se acerca a la iglesia de Jerusalén y ve a los santos y cómo éstos mandan a unos etíopes que maten a Fidel y presencia cómo lo hacen. Cuando al día siguiente va a contárselo al obispo, éste entiende que ha llegado su hora de morir. O cuando la mártir Eulalia se aparece a Leovigildo y le azota con una vara mientras éste duerme. A medida que avanza el relato, el «tiempo interno» de la obra, siempre preciso y detallado, se va completando y mezclando más con el «tiempo externo», ese que históricamente aporta datos contrastables y que conocemos por otras fuentes y que, en su época, debían estar en boca de todos o haber llegado a oídos de la mayoría. Los episodios relativos al tiempo externo, aquí especialmente los relacionados con las revueltas y convulsiones políticas y religiosas, dentro y fuera de Mérida, dan una credibilidad externa a la obra y contribuyen decisivamente a hacer creíbles los tiempos internos, en los que suceden los episodios prodigiosos. La impresión de veracidad que el autor de la obra persigue, como todo hagiógrafo, se consigue por esta perfecta y sutil imbricación entre el tiempo externo y el interno. Y lo mismo sucede en relación con el espacio externo y el «espacio de la santidad». La minuciosidad en la descripción de edificios, su localización dentro y fuera de la ciudad, la precisión de las distancias ofrecía una indudable realidad objetivable para los lectores de entonces, pues eran espacios bien conocidos por todos. Como señalé al comienzo, en esta obra tenemos la ventaja de que muy probablemente su autor era un cristiano hagiógrafo con una tremenda fe y devoción por santa Eulalia y admiración por los grandes personajes de su ciudad, pero podemos suponerle una cierta vocación de historiador y una aptitud nata de relator; ambas, vocación y aptitud, están puestas al servicio de su fe, pero nos ha ofrecido una información sustancial de su época y de su ciudad, al incluir en el relato hagiográfico ciertas referencias y hechos históricos que no sólo consiguen su objetivo particular de transmitir la impresión de veracidad absoluta de los hechos y vidas de los santos de su ciudad, sino que sirven a los lectores de hoy para valorar la obra no sólo como trabajo literario, sino como testimonio histórico y arqueológico.
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3.5. Fuentes literarias El autor de las VSPE comienza por mencionar en su prefacio a Gregorio Magno, cono autoridad máxima. Curiosamente y, frente a lo que cabría esperar, tal como lo expone no dice que se base en los Diálogos de éste para dar credibilidad a su obra, sino al contrario, que para que nadie dude de la fiabilidad de lo expuesto por el egregio papa, aunque se trate de hechos remotos, él va a narrar sucesos coetáneos y conocidos de Mérida. Pero, al margen de tan singular planteamiento que, en mi opinión, resulta un tanto sorprendente y que puede esconder cierto prurito de orgullo localista, lo cierto es que la obra de los Diálogos se adapta y adopta continuamente a lo largo de las VSPE. Además sigue a Gregorio Magno ya desde el principio, estableciendo paralelos. Aquél relata hechos de su tierra, Italia, éste de la suya, Mérida, aunque con alcance a la Hispania entera en algún caso. En ambos casos, uno y otro, se dirigen a un público, si no ignorante, al menos poco letrado, sencillo, no a los eruditos, de ahí que, como dice el autor de las VSPE, trate de adoptar un estilo sencillo que no ocasione la fatiga de los lectores27. Gregorio Magno se confirma, pues, como una de sus principales fuentes y, como puede verse a lo largo de las notas en el texto, no sólo sirve de modelo más o menos adaptado, sino que, en ocasiones, cita literalmente frases enteras. Quizá el pasaje más significativo de todos sea el relativo a la conversión de Recaredo. Se trata de un pasaje entero copiado literalmente, pero como se verá en la traducción propuesta y las notas correspondientes, cuando Gregorio señala que Recaredo, en vez de seguir la confesión arriana de su padre, sigue la de «su hermano mártir», nuestro autor se aparta radicalmente de su fuente para decir que sigue a «Cristo Señor». Una muestra evidente de que si, desde el punto de vista literario, Gregorio es su auctoritas, desde el punto de vista ideológico y político el autor de las VSPE se suma a la idea que debía tenerse en Hispania de forma mayoritaria de que los sucesos de la rebelión de Hermenegildo fueron un intento de usurpación del poder contra su padre y no una causa religiosa. El príncipe, apresado y luego muerto, nunca recibió trato de mártir entre sus coetáneos, ni siquiera entre los hombres de Iglesia. Recordemos el silencio absoluto de Recaredo en su conversión en el III concilio de Toledo en 589, ocasión que habría sido idónea, de haberse tratado de una cruel venganza de un padre contra su hijo por razones religiosas. Es más, quien presidía la asamblea conciliar no era otro que Leandro de Sevilla, mentor de 27. vero.
Aunqu e esta idea aparece explícitamente en otra de sus fuentes, en Sulpicio Se-
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Hermenegildo y quien parece haberlo apoyado y haber sido el causante de su conversión al catolicismo, junto con la mujer de aquél, la princesa franca Ingunda. Otra de las fuentes fundamentales de las VSPE, en concreto en el opusculum de Masona, frente a una escasa presencia en el resto de la obra, es la Vita Desiderii, escrita por el rey Sisebuto. Su estructura y contenido son diversos, probablemente su finalidad también: la dimensión política con que pudo escribir el rey su obra nada tiene que ver con la del hagiógrafo de las VSPE, pero son muchos los pasajes que utiliza de la obra y, como en el caso de Gregorio Magno, más aún incluso, tomados literalmente. Probablemente, como indica Ch aparro28, se deba a que la Vita Desiderii de Sisebuto ya se había convertido en un modelo literario en la Hispania visigoda del siglo VII, pero, sobre todo, porque se trataba de comparar dos figuras representantes de la defensa de la fe y de su triunfo contra la impiedad. La comparación entre los dos obispos es absoluta: ambos víctimas del poder impío de sus gobernantes, en el primer caso de Brunequilda y Teodorico, en el segundo de Leovigildo; ambos provocando el miedo de los reyes, hasta el punto de verse obligados éstos a perdonarles el exilio —aunque sea muy a su pesar—; ambos condenados al exilio, víctimas de otros complots y enemigos delatores; ambos tratados, en última instancia, como mártires, aunque sus destinos fueran diferentes, ya que Desiderio de Viena murió ejecutado y Masona de muerte natural. La Vita sancti Martini de Sulpicio Severo es otra fuente; en menor medida utilizada, pero también con cierta amplitud y, sobre todo, en la inspiración de la definición de los uiri sancti. He mencionado cómo se presentan estos hombres, con sus cualidades, donde aúnan la vida retirada, su carácter interior y sus deseos de llevar una vida eremítica o vivir, en todo caso, en pequeñas comunidades con otros hermanos, y su realidad cotidiana de rectores de la Iglesia y de la comunidad, protectores y benefactores de ésta. Esa imagen, ese modelo, tipificado en la hagiografía como uir sanctus, tenía un referente excepcional y de primer orden, Martín de Tours, cuya vida, relatada por Sulpicio Severo y después por Gregorio de Tours, fue el modelo de emulación principal del Occidente tardoantiguo. Esa duplex uia tan presente en Martín de Tours aparece perfectamente reflejada en los obispos emeritenses. Incluso podría darse un paso más, como hace con todo acierto el citado estudioso C. Chaparro29, y es que tanto la obra de Gregorio Magno, como ésta de Sulpicio Severo, son exponentes de esa confrontación, más o menos velada, entre Oriente y Occidente, entre los modelos de 28 . 29.
C. Ch apa rro, «Significado de las Vitas...», cit., p. 348. Ibid., pp. 345 y 347.
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santidad de los padres del desierto y los eremitas y anacoretas, con los modelos de santidad de Occidente, los hombres de oración y acción, los uiri sancti sanc ti,, de los que hemos hablado. Esa confrontación sirvió para dar «legitimidad apostólica» a Occidente frente a Oriente, para hacer superar a las iglesias occidentales un cierto complejo de inferioridad con respecto a las orientales. Por ello Gregorio Magno se convirtió en el gran educador de Occidente, pero no como erudito, a través de libros y escuelas, sino en la vida pastoral, y por ello Sulpicio Severo supo inmortalizar un modelo, el modelo paradigmático, de santo occidental. En este sentido las VSPE pueden considerarse una obra más en esta línea, como afirma el citado C. Chaparro: Creo —y uno esta reflexión a lo dicho sobre la personalidad influyente del papa Gregorio— que el uso que el autor de VSPE hace de la Vida de san Martín tiene algo que ver (aunque no lo manifieste) con ese carácter de polémica, muchas veces velada, y raramente expresa, que envuelve las relaciones entre Oriente y Occidente, entre los santos y mártires de uno y otro espacio geográfico, y que concluye en la legitimación de sus iglesias. En esta perspectiva, nuestro libro vendría a ser un grano de arena más que contribuiría a la construcción del edificio de la iglesia o catolicidad occidental. occidental.
Hay una fuente de la literatura de las Galias que no aparece directamente utilizada más que en una ocasión (en 11.17); se trata del Liber Vitae Vitae Patrum Pat rum de de Gregorio de Tours. Como ha puesto de manifiesto muy acertadamente el citado C. Chaparro30, la razón puede deberse a que subyace en la obra la tensión existente entre el reino visigodo y el franco, de ahí que, aunque compuesta la obra en la línea de las hagiografías occidentales y con claras similitudes con el trabajo del Turonense, como ahora diré, sin embargo, se procura no seguir los pasos de la utilización de ecos literarios concretos de obras de este origen, contrastando de forma palmaria palm aria con el nutrido nutrido uso que hace de la Vita Desiderii Deside rii de de Sisebuto, obra hagiográfica ésta de indudable carácter político que le sirve al rey, su autor, para exponer y justificar la animadversión entre la monarquía visigoda y la franca. Pero las VSPE recuerdan a la obra compuesta por Gregorio de Tours en aspectos fundamentales31: ambas carecen de unidad narrativa temática y proponen relatos sueltos, a veces anecdóticos; ambas tienen un claro predominio localista, las VSPE centradas en Mérida, la de Gregorio de Tours en Clermont y Tours; la selección de los personajes 30. 31.
Ibid., Ibid., pp. 347348. Resumo lo expuesto aquí por C. Ch aparro, loe. cit.
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protagonistas es igual —abades, eremitas y obispos— y la presentación de los relatos es similar, mencionando en ambas el origen social, dando cuenta de las uirtutes que uirtutes que adornan a los personajes, referencias bíblicas para unir los personajes a los testimonios bíblicos y mención de mira culo, ex tumulo. Al margen de usos puntuales de algún autor, como Isidoro de Sevilla o Prudencio3 Pruden cio322, destacan otros dos d os tipos tip os de fuentes literarias literaria s utilizadas en las VSPE. De un lado el uso de la Biblia. Casi es obvio decir que los textos bíblicos son la fuente inagotable de la que se nutren los autores cristianos, por ello toda la obra está salpicada de frases bíblicas, incar dinadas literalmente en la redacción la mayoría de las veces y, en otras ocasiones, como referentes indirectamente adaptados. Dentro de ellas, destaca el uso de Génesis, Reyes, Salmos, Evangelios y Hechos de los Apóstoles, aunque Apóstoles, aunque hay pasajes de otros libros sagrados. Pero quizá lo más llamativo sea el uso de las Passiones Passiones de mártires. Son muchas las citas literales o los ecos indirectos de un buen número de Pasiones: Pasiones: Julián, Eugenia, Adrián, Agata, y otros. Sorprende, en cambio, que no aparezca santa Eulalia. Al margen de que la utilización del Pasionario hispánico hispánico habría que estudiarlo a fondo en relación con la propia cronología dada a la compilación y progresiva incorporación en la misma de las diferentes Pasiones, lo más interesante es que su uso en muchos pasajes es no un mero recurso literario de selección de frases o expresiones más o menos conocidas y que puedan incorporarse oportunamente en el texto, sino la utilización consciente de las mismas precisamente en momentos del relato en que los protagonistas adquieren casi el tratamiento de mártires por los peligros que les acechan y las situaciones que viven. Una utilización que revela, a mi modo de ver, un autor consciente y concienzudo en su trabajo y con un buen dominio literario. Este dominio no deja de verse tampoco en el estilo. Por más que se empeñe en decirnos que descuidado y sencillo, es ampuloso, reiterativo, siguiendo pautas características de entender el uso de recursos retóricos en esa época; buscando términos que desgranen el sentido último del mensaje a base de la riqueza léxica, con un predominio de la utilización de la luz sobre el color, de los elementos estéticos que puedan presentar la imagen de la luminosidad y el esplendor, reflejo en suma del esplendor de la fe, con los criterios estéticos y formales al uso en la literatura contemporánea33. Una redacción a veces compleja y pesada por el abundante uso de las oraciones subordinadas, sobre todo de cum con cum con subjuntivo, en largos períodos que pretenden dar la sensación 32. 33.
Véan se las fuentes citadas en el texto. Sobre esto, véase capítulo I, not a 17. 17.
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de narración descriptiva de los acontecimientos y de exposición lineal, pero compleja, de los mismos. 4. EDICIONES Y TRAD UCCIONES
Ya despertó interés la obra desde el siglo XVII, cuando en 1633 se publicó por primera vez a cargo del estudioso emeritense Bartolomé Moreno de Vargas, autor asimismo de una Historia de la ciudad de Mérida. Este autor se basa en una copia de un manuscrito de la biblioteca de Fernando Enriquez de Ribera, duque de Alcalá. Según A. Maya, este manuscrito sería el de Toledo 2726 o una copia derivada del mismo. El autor retoca y arregla el texto, sobre todo en cuanto a las variantes ortográficas, y habla en el prólogo de Paulo Diácono como autor. Es una edición de escaso valor para la historia crítica del texto, pero hay que otorgarle el mérito de haber dado a la imprenta por primera vez la obra. Después de este autor han sido varias las ediciones de la obra; sin embargo, hay que esperar al siglo X X para poder disponer de unas publicaciones fiables y críticas34. Poco después, en 1638, Tomás Tamayo de Vargas publica en Am beres la obra, con algunos estudios complementarios sobre Mérida. A pesar de que dice haber manejado ocho manuscritos, realmente se basa en un apógrafo del códice de Segorbe. Esta edición, tampoco especialmente valiosa, adquiere notable difusión por haberla impreso de nuevo el cardenal Sáenz de Aguirre y después es la que pasa a la Patrologia Latina, editada por Migne y también también por los Bolandistas. Bolandistas. Una nueva etapa se inicia con la edición de Francisco Bivar, aunque éste sólo edita los tres opúsculos últimos, aunque insertados en un comentario al llamado Chronicon Chronicon de Máximo. Al parecer se basó en un manuscrito del monasterio de Nogales del siglo XIII, titulado Vitas Patrum. De Patrum. De nuevo atribuye la obra a Paulo Diácono. Flórez, en su España Sagrada, Sagrada, volumen XIII, edita la obra basándose en las ediciones anteriores, con algunas notas a pie de página. C. de Smedt edita nuevamente la obra en Bruselas en 1884. Este autor pone en duda la autoría de Paulo Diácono y aborda la cuestión de la fecha de redacción. Aunque se basa en el principal códice, Emilianen Emilianen se I 3, en realidad sólo colacionó un apógrafo de P. Julio Tailhan, que, a su vez, sigue después Garvin. Según A. Maya, que ha estudiado a fondo 34. Doy una brevísima brevísima relación relación y remito a la exposición de A. M aya en la introducción a su edición crítica (pp. lixlxxvii), para un comentario y explicación de todas ellas, incluida la suya. suya.
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las ediciones, señala que la transcripción es poco escrupulosa, con lo que se han deslizado bastantes imprecisiones. El cambio cualitativo en cuanto a las ediciones del texto se produce con la de j . N. Garvin35. Se trata de una edición crítica, la primera que realmente se realiza. Aunque superada por la posterior de A. Maya, que ahora comentaré, en cuanto a la edición textual, sin embargo sigue siendo insustituible por los comentarios y el estudio introductorio. Es cierto que, desde el punto de vista del análisis lingüístico resulta ya algo desfasada, por la evolución de los estudios sobre el latín de la época visigoda, pero la amplitud de temas tratados la hace todavía hoy valiosísima. A este respecto, debo señalar que he tenido muy en cuenta, como no podía ser de otra forma, los comentarios de este autor a la hora de preparar una buena parte de las notas de la traducción. Asimismo en alguna ocasión he seguido la propuesta de edición de Garvin, frente a las lecturas adoptadas por Maya; aunque son muy escasos los lugares, quedan señalados y comentados en las notas correspondientes. En 1988 se publica una edición y traducción por A. Camacho. En realidad se ha adoptado el texto de Garvin, aunque unificando grafías. La traducción resulta poco precisa. Acompañan al texto algunos complementos de inscripciones y cartas relativas a Mérida, tom adas de otras ediciones y de las que presenta traducción también. Se trata de un traba jo divulgativo y localista, en palabras de Maya, de alcance limitado. La edición de A. Maya, de 1992, es, con mucho, la mejor edición crítica. Ha realizado una excelente colación de manuscritos, exhaustiva, y ha presentado un texto fiable de la obra. Me he servido de ella para la traducción, a pesar de alguna discrepancia que queda también anotada. El autor se basa en los mejores y más antiguos manuscritos visigóticos para fijar el texto, aunque sin dejar de contemplar los demás, y sigue metodológicamente las posturas de respeto a las grafías de los mismos. Sobre todo sigue el manuscrito M (Madrid, Biblioteca RAH Emilianen se I 3) y en ocasiones el P (Paris, Bibliothèque Nationale, nov. acq. lat. 2178 + Madrid, Biblioteca Nacional 822). No obstante, creo que a veces la grafia de estos manuscritos resulta excesivamente fuera de la norma en relación con lo que pudo ser la del autor originai, dado el nivel de competencia que parece tener. Ya sé que algunas grafías regularizadas o «correctas» de otros manuscritos pueden suponer una intervención de los copistas, pero en algún caso, cuando queda afectada seriamente la comprensión, pienso que podría ser mejor optar por lecciones más «correctas » o esperables, al menos, en los puntos en los que he discrepado, que son muy pocos. 35. J. N . Garvin, The Vitas sanctorum patrum Emeretensium. Text an d Translation, with an Introduction and Commentary, Washington, 1946.
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En cuanto a las traducciones sólo cabe destacar la inglesa de Garvín, una buena traducción, aunque en diversos puntos me distancio de ella, no sólo en la interpretación de algunos pasajes, fruto de las divergencias de la edición, donde he seguido a Maya, sino en la elección de términos equiparables o comparables en inglés y castellano y en algunas interpretaciones, al margen, claro está, de que se trata de dos lenguas recep toras distintas. De las traducciones en castellano, además de la mencionada de Camacho existe otra más antigua, de 1951, de D. Sánchez Loro, pero en realidad se trata de una versión del texto de Moreno de Vargas, incluidas las anotaciones latinas que éste hizo a su texto. En el caso de la traducción que presento en este estudio, he procurado transmitir de forma ajustada el texto, aun a riesgo de resultar en ocasiones algo pesado, pero me parece apropiado tratar de reflejar, en la medida de lo posible, el estilo del autor, aunque a veces sea ampuloso y reiterativo, como antes he comentado. No obstante, he aligerado algunas expresiones subordinadas, puntuando el texto de forma más simple y dividiendo así algún período excesivamente largo. Pero sin omitir ninguna expresión. Por otra parte, he procurado buscar precisión en algunos términos cuyos conceptos resultan sustanciales para la comprensión del texto y, en su caso, lo he justificado en las notas. Estas son variadas, atendiendo a comentar tanto aspectos semánticos y léxicos o de expresión sintáctica como aspectos de información sobre el contenido del texto y los datos históricos, urbanísticos o de cualquier otro tipo ofrecido por la obra y que he considerado interesante resaltar. En cuanto a la presentación del texto, he mantenido la división de los opúsculos y los capítulos o subcapítulos de los mismos, tal como aparecen en las ediciones de Garvin y Maya, pero he reflejado también la numeración interna de párrafos de Garvin, para facilitar la consulta del texto y de los comentarios del autor. No he seguido, en cambio, la numeración de Maya que corresponde sólo a la división cada cinco líneas de su edición, pues tipográficamente resultaba más incómodo en la presentación de la traducción. También he traducido los títulos existentes en la obra, siguiendo nuevamente la edición de Maya, pero he añadido entre corchetes otros títulos explicativos para destacar los principales aspectos de los relatos.
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VIDAS
DE
LO S S A N T O S
PADRE S
DE MÉRIDA
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v i i
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EN EL NOMBRE DEL SEÑOR COMIENZA EL LIBRO VIDAS DE LOS SANTOS PADRES DE MÉRIDA1
1. Los m anuscritos que presentan la segund a recension de la obra, según se ha dicho en la introducción, ofrecen aquí un nuevo título m ás am plio y en el que ya se vinculan las actuaciones de los obispos y los hechos maravillosos que suceden gracias a la intervención de la mártir Eulalia: «Comienzan los capítulos de las obras que se contienen en este librito sobre las vidas de los Padres emeritenses y de aquellos que han sido realizados por el Señor, por intervención de la bienaventurada Eulalia, virgen y mártir». Eulalia fue desde muy tempranamente considerada la principal santa de la ciudad y su culto se extendió con rapidez a toda España. Aún hoy es la patrona de la ciudad. Fue martirizada durante la última persecución de los cristianos por mandato del emperador Diocleciano (284305) hacia 304. Un siglo después el escritor Prudencio (348 ca. 405) le dedicó el himno III de su Peristephanon o Himno a los mártires. La obra se publicó postumamente. En este himno ya se habla de la basílica a ella dedicada. El cronista Hidacio relata cóm o M érida se salvó de la destrucción por las tropas de Teodorico II en 456 gracias a la intervención de la mártir. Después son muchos los autores que hablan de ella en sus obras. Por otra parte conservamos diversas inscripciones sobre deposiciones de reliquias en diferentes localidades, así como iglesias, incluso algún monasterio en ciudades o lugares alejados de Mérida, como en Toledo, pues un abad de un monasterio de este nombre, llamado Florencio, firma las Actas del concilio provincial de Toledo de 675. Se escribieron sobre ella un himno y una pasión, además de disponer de un oficio litúrgico en su festividad y figurar en calendarios y martirologios antiguos. Se conoce también la existencia de una Eulalia de Barcelona, sobre la que ha sido largamente debatido si se trata de otra Eulalia o es un doblete de la mártir emeritense, producto de la difusión y éxito de su culto.
PREFACIO DE ESTE LIBRO
(1) Nadie de recta conducta y, sobre todo, si es católico1, dude de que son verdaderos los milagros2 que el muy santo y egregio papa Gregorio3, obispo de la ciudad de Roma, inflamado por la gracia del Espíritu Paráclito, hizo públicos con estilo veraz y distinguido en sus libros de Diálogos4; milagros que en otro tiempo Dios omnipotente se dignó realizar para gloria de su nombre por medio de los siervos que han sido gratos para él. (2) Que nadie se aflija en su ánimo con la duda de que los hechos parecen pertenecer a épocas ya muy lejanas y acaso no les conceda una total credibilidad, y que nadie opine que el santísimo hombre de elección ya citado, sagrario del Espíritu Santo3, ha oscurecido algunos acontecimientos con vanas y confusas palabras, cuando más claro que la luz se manifiesta a todos por la voz de la autoridad evangélica que el Señor siempre ha actuado y sigue actuando hasta hoya. (3) Por esta razón, para que la fe de todos los que los lean u oigan se reafirme con la solidez de su credibilidad, narramos los milagros que han tenido lugar en la época actual en la ciudad de Mérida6, de los que hemos tenido conocimiento no por el relato de otros, ni los hemos aprendido de leyendas inventadas7, sino que los hemos escuchado con nuestros propios oídos a los que los relataban, de quienes no dudamos que han llegado al reino de los cielos, después de abandonar milagrosamente sus cuerpos8. NOTAS
1 La expresión es uirorum ortodoxorum maximeque catholicorum... nullus. Como señala Garvin en su comentario (p. 260) se habría esperado mejor a.
Cf. Jn 5, 17.
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VIDAS
DE
L OS
SAN TOS
P ADRES
DE
MÉRIDA
el orden inverso, puesto que parece que «ortodoxo» refuerza y concreta la idea de católico. Sin embargo, debe entenderse de forma general este término como hombres de recta conducta o proceder y, de forma concreta, los que son católicos, frente a las gentes de confesión arriana. Según Isidoro de Sevilla en sus Etimologías (Etym. 7.15.5) ortodoxo es aquel que cree lo que es correcto y vive de acuerdo con la creencia: Orthodoxus est recte credens et ut credis uiuens. 2 Miracula. El término puede traducirse aquí en el sentido estricto de «milagro», pero puede entenderse en el sentido más clásico de «hechos maravillosos o prodigios», al menos en algún otro pasaje, como en el prefacio del capítulo IV De hecho, la expresión de ese prefacio es adoptada también por la Vita Fructuosi 12.45 con ese sentido más genérico. En dicha Vita se lee: miracula ueritatis indicio declarata, traducido por Díaz y Díaz en su edición como «maravillas declaradas por criterios de verdad». Gregorio Magno, nacido hacia el 540 en el seno de una familia aristocrática senatorial romana, fue papa desde 590 hasta 604. De muy amplia cultura literaria, formado en los clásicos, su prestigio en Occidente fue inmediato y su influjo en la literatura prácticamente coetánea y posterior enorme. Se le consideraba un modelo de autoridad y credibilidad. Mantuvo una estrecha relación con Hispania, ya que era amigo personal de Leandro de Sevilla, a quien dedicó su principal obra, los Moralia in Job , cuya repercusión en toda Europa fue rapidísima. Las relaciones de la Iglesia de Roma con Hispania fueron especialmente tensas con motivo de la rebelión de Hermenegildo contra su padre Leovigildo. Hecho que si en Hispania se tomó como un acto de sublevación y de comportamiento del príncipe como un tyrannus, es decir, un usurpador, en Roma y la Galia fue considerado como una afrenta y ataque a la religión católica a la que se había convertido Hermenegildo, frente a la arriana de su padre. Las relaciones mejoraron a partir de la subida al trono de Recaredo en 587 y, sobre todo, desde la conversión oficial al catolicismo del monarca y la gens Gothorum en el III concilio de Toledo en 589, pero, con todo, no fueron excesivamente fluidas. 4 El título de la obra es Dialogi de uita et miraculis patrum italicorum. Se trata de cuatro libros sobre las vidas y milagros de santos de la Península itálica, aunque el libro II está dedicado a Benito de Nursia. Las VSPE son deudoras en buena medida de estos Dialogi, al igual que, en general, todas las obras hagiográficas hispanas y de otras zonas geográficas redactadas después. Tanto esta obra como la citada en la nota anterior de los Moralia in Job y el resto de sus obras como el Liber Regulae Pastoralis, las Homilías, los Comentarios al Cantar de los cantares y al primer Libro del los Reyes de la Biblia (Expositio in Canticum Canticorum y Expositio in Librum primum Regum) fueron muy difundidas y circularon por todos los escritorios medievales europeos. Contamos además con un importantísimo grupo de Epístolas (14 libros) que ofrecen una información trascendental de la actividad de su papad o en relación con los más diversos temas y circunstancias históricas. ^ Virum electionis, so.crarium Spiritus sancti es un eco de la expresión uas electionis sacrariumque (vaso de elección y sagrario) de los Hechos de los Apóstoles (9, 15).
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PREFA CIO
DE ESTE
LIBRO
s La antigua colonia romana Augusta Emerita fundada por Publio Carisio en el 25 a.C. por mandato de Augusto se convirtió con el tiempo en una de las principales ciudades de Hispania, sobre todo por el auge urbanístico en época de Flavios y Antoninos. Fue planificada como un a ciudad modélica romana, con su puente sobre el río Anas (actual Guadiana) —como auténtico genitor urbis y, en realidad, dos puentes que se encontraban en la isleta central, a imitación de los puentes de Roma sobre el Tíber, el Fabricio y el Cestio unidos en la isla Tiberina—; el trazado del decumanus y el kardo, sus foros, edificios públicos como anfiteatro, teatro, circo, los acueductos de abastecimiento a la ciudad, los templos, etc. Fue la capital de la Lusitania y, más tarde, con las reformas administrativas de Diocleciano se convirtió en la capital de la Dioecesis Hispa niarum. La penetración del cristianismo en Mérida debió ser temprana, pues sabemos de una carta del obispo Cipriano de Cartago en 254 a las comunidades de Mérida y Astorga apoyando la expulsión de las mismas de sendos obispos, Marcial y Basílides, por haber declarado públicamente en un libellum haber hecho sacrificios a los dioses paganos. La persecución de Diocleciano debió ser dura en Mérida y su territorium, si concedemos cierto crédito al Himno a los mártires de Prudencio y, en cualquier caso, la devoción a Eulalia fue rapidísima, como ya se ha dicho, así como la construcción de un pequeño martyrium donde supuestamente había sido ejecutada, que dio origen a la basílica de origen martirial de la que nos hablan las fuentes y cuyo hallazgo y excavaciones iniciales se produjeron hace ya algunas décadas, confirmando, además, las noticias de las VSPE en diversos extremos. Durante el siglo VI fue temporalmente sedes regia de los reyes visigodos, pero, sobre todo, gracias a la actividad edilicia y a las actuaciones de los principales obispos de la misma, cuyas vidas y milagros nos relata esta obra, Paulo, Fidel y Masona, adquirió gran notoriedad y fue probablemente la ciudad más importante de Hispania; su iglesia debió enriquecerse considerablemente y la ciudad creció en importancia hasta que Toledo entró en competencia con ella como la nueva y definitiva capital del regnum visigodo. 7 Esta expresión, finctis fabulis, es usada ya en el mundo clásico, así Rhetorica ad Herennium 2.8.12, o Cicerón, De finibus... 1.65, o Verrinae 4.182. Queda reflejada en la Vita Fructuosi 12.2, tomada de las VSPE. La impresión de veracidad de los hechos relatados en las obras hagiográficas se defiende, entre otras formas, señalando que se exponen acontecimientos inmediatos o próximos en el tiempo o, caso de ser antiguos, transmitidos a través de voces autorizadas, fiables, a las que los autores conceden total credibilidad. 8 Con mucha frecuencia en la obra se utilizan expresiones como ésta de salir del cuerpo o abandonarlo, así como emigrar de la luz o de este mundo para ir al reino de los cielos, etc., para indicar la muerte de alguien. Aquí, en concreto, se dice: ... quos e corporibus mirabiliter egressos ad aetherea regna peruenis se... En I 19 puede leerse de hac luce arcessiti migrauerunt. EI concepto cristiano de que la muerte consiste exclusivamente en emigrar {migrare, transmigraré) o viajar hacia Dios, así como pasar a ia vida eterna, es expresado mediante giros de este tipo en los autores cristianos; incluso esta idea afecta a la característica forma de datación de las inscripciones cristianas: aunque no se pierda del todo la costumbre de mencionar la edad de los difuntos como en las clásicas, ahora se procura poner la fecha del óbito, pues es el dies natalis, es decir, el día de
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VIDAS DE LOS SANTO S PADRES
DE M É R I D A
nacimiento a la verdadera vida, cuando alguien muere y su alma va al cielo. No obstante, también se usan términos diversos y característicos para expresar la acción de morir: abire, deficere, uitam finire, defungi, ire, interire, obire, o la muerte: discessus, exitus, mors, obitus, resolutio, uocatio. Garvin (p. 296) enumera estos términos con indicación de los pasajes concretos donde aparecen.
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I COM IENZA < E L CAPÍTULO> DE LA MUERTE DEL MUCHACHO DE NOM BRE AUGUSTO
(1) Cierto muchacho, de todavía corta edad y, por decirlo con más precisión, un adolescente, de nombre Augusto, inocente, ingenuo y que no sabía leer, cuando, junto con otros muchachos de su misma edad y com pañeros suyos en el monasterio de la egregia virgen Eulalia1, cumplía fielmente con las funciones del servicio que le había sido encomendado por el venerable prepósito del monasterio2, sucedió que enfermó repentinamente11. (2) Com o muchos se acercaran a visitarle, según se acostumbra, y yo mismo muy a menudo lo hiciera, una noche, después de la celebración de vigilias —pues en esa misma santa iglesia hay costumbre, Dios mediante, de celebrar en invierno las vigilias separadamente del oficio de maitines, tras un breve intervalo entre ambos3— (3) sucedió que, durante ese pequeño intervalo de tiempo4, me dirigí a verlo y, al entrar en la habitación en la que yacía en su lecho, encontré a todos los presentes sumidos en tal sopor que ninguno de ellos se percató de mi entrada. Encontré apagada la luz que allí había estado encendida. (4) Inmediatamente ordené a todos los que estaban tumbados ante él que se levantaran y mandé que se encendiera de nuevo la luz que se había apagado. Y en cuanto hubo luzb pregunté al mencionado Augusto cómo se encontraba. (5) A lo cual él contestó: «Sin duda, en lo que se refiere a la esperanza de esta vida, reconozco que todas las articulaciones de mi cuerpo ya se han desmembrado hasta tal punto que carecen por completo de fuerzas0; pero en lo que se refiere a la esperanza de la vida eterna no sólo me alegro de tenerla, sino que confieso que he visto al a. b. c.
Cf. pass. Eugeniae 18.11. Cf. Sulp . Sev., Vita Mart. (VM) 23.8. Cf. Dn 10, 8, 161 7.
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VIDAS
DE LOS SAN TO S
PADRES
DE MÉRIDA
mismo creador de la vida eterna, el Señor Jesucristo, con la corte de los ángeles^ y la innumerable multitud de todos los santos». (6) Apenas hube escuchado estas palabras, lleno de estupor, sentí un gran estremecimiento y le pedí que me relatara con detalle todo lo que había visto. A esto contestó: «Pongo por testigo ai Señor del cielo y ia tierra de que no te refiero ninguna visión fantástica; sino que, para que me creas mejor, te confieso incluso que no he dormido esta noche»6. [El joven Augusto detalla su visión de la corte celestial] (7) Una vez dicho esto, comenzó a hablar de este modo: «He estado en un lugar agradable donde había muchas flores olorosas, plantas muy verdes, rosas y lirios, y muchas coronas de gemas y oro, innumerables telas de seda pura7 y una brisa suave de aromático frescor1que lo refrescaba todo con su soplo. (8) También vi allí innumerables asientos dispuestos a derecha e izquierda. Pero, colocado en el centro, sobresalía un trono mucho más elevado. Y allí había incontables niños, todos engalanados y hermosos, preparando mesas y un banquete extraordinario. Toda esta abundancia de platos no se preparaba con cualquier animal sino sólo con aves cebadas, y todo lo que se preparaba era tan blanco como la nieve. Y aguardaban la llegada de su señor y rey». (9) Entonces yo, ser indigno, pensando que me sería muy útil escuchar un milagro tan grande si aquél lo relataba con detalle, le digo: «Dime, te lo ruego, mientras se preparaba lo que cuentas ¿qué hacías tú?». (10) El respondió: «Besaba los pies a todos y ellos decían: Bendito sea Dios que te ha guiado bien». (11) Mientras decían esto y preparaban todo el servicio, se presentó de repente una ingente multitud vestida de blanco, todos adornados con oro y piedras preciosas y ceñidos por coronas brillantes, y un grupo de esta multitud subía a la parte derecha, el otro a la izquierda, y, aproximándose así por ambos lados, rendían un homenaje inefable a su rey. (12) En medio de ellos venía un varón resplandeciente y bellísimo en extremo, de apariencia hermosa y de aspecto glorioso, de estatura más elevada que los demás, más resplandeciente que el sol y más blanco que la nieve8. (13) Y cuando llegaron a los asientos preparados, ese hombre más hermoso se sentó en el lugar más sobresaliente, y los demás, inclinándose y adorándole permanecieron en sus asientos. Por fin él bendijo a todos. Ellos le adoraron una vez y otra y una tercera. Luego se colocaron ante ellos los platos preparados13. (14) Cuando comenzaron a comer, el hombre de hermoso aspecto que se sentaba en lugar destacado dijo a los que estaban a su alrededor: a. b.
Cf. Prud ., Apbot. 841842. 4 Re 6, 23.
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CO MI EN Z A
DE N O MB R E AU G U STO
«¿Hay aquí alguien de la tierra?»9. Ellos respondieron: «Lo hay, señor». Entonces de nuevo dijo él: «Que sea traído ante mi presencia». Yo estaba lejos y miraba y observaba. (15) Cuando fui presentado ante sus ojos me estremecí intensamente. Pero él me dijo: «No temas, hijo. Ponte detrás de mí y quédate ahí». Y añadió: «No temas. Debes saber que seré tu protector. Nunca te faltará nada. Siempre te alimentaré, siempre te vestiré, te protegeré en todo momento y nunca te abandonaré»3. (16) Allí mismo ordenó que me dieran, de ese mismo banquete, comida y bebida, de tal naturaleza como no la había visto nunca, lo que degusté tomándolo con placerb. Y en verdad te aseguro que el sabor de aquel alimento me reconfortó de tal manera que luego no deseaba ninguna otra cosa excepto ese alimento. (17) Así pues, al terminar el banquete me dijo: «Esta multitud se marchará y tú vendrás conmigo por otro camino para mostrarte el pequeño jardín que tengo». Acabado ya el banquete, de nuevo se inclinaron todos y le adoraron, y el rey, ben diciéndolos, les dejó marchar. (18) Pero cuando se marchaban, traían ante su tribunal a no sé qué hombres que gritaban y se lamentaban con grandes alaridos. Al oír sus voces dijo: «Echad fuera a los malos siervos: no son dignos de ver mi rostro». Tras decir esto, fueron expulsados tan rápidamente que yo no pude verlos bien ni reconocerlos. (19) Preguntándole de nuevo dije: «Hijo, te suplico que me digas si has visto allí a alguien importante de los que hemos conocido en esta época y que, llamado ya de esta luz, se haya marchado». A esto él contestó: «Los hombres que he visto allí lejos eran muy distintos de los que vemos ahora0. Pues todos estaban ataviados de otra forma y con otra vestimenta». (20) Luego añadió: «Después de que arrojaron fuera a aquellos hombres, el señor más hermoso que los demás se levantó de su trono y, tomando mi mano, me condujo a un jardín extremadamente agradable donde había un arroyo de agua cristalina y, junto a este arroyo, muchas flores y plantas de fragantes aromas, que esparcían diferentes olores suaves. (21) Y así, caminando junto al arroyo, llegamos al lugar donde ahora me veo, tendido en mi cama». (22) El muchacho ya tantas veces mencionado me relató estas cosas en presencia de otros muchos. Por eso yo, indigno y el primero de todos los pecadores, levita10 de Cristo, he preferido narrarlo como lo contó, aunque con otras palabras pero con idéntico sentidod. (23) Después de esto me ocupé de anunciar todo lo que había oído a mi santísimo señor y abad11. El, después de conocerlo, lleno su co a. b. c. d.
Cf. Gn 15, 1; 50 , 21 ; jo s 1, 5. C f. S i s e b Vita Desid. 13.1011. Greg. M ag., Dial. 1 1 0 . Cf. Greg . M ag., Dial. I, pról. 10.
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VIDAS
DE LOS
SANTOS
PADRES
DE MÉRIDA
razón de compasión12, como acostumbra siempre13, se fue corriendo a ver a Augusto en persona y, ávido de escuchar de su propia boca lo que acababa de contar, le preguntó qué había visto. (24) Y el propio Augusto, repitiendo lo mismo que había dicho antes, lo confió a sus venerables oídos. Después a un levita venerable y santo y a todos los hermanos que se lo preguntaban, les repetía lo que poco antes había contado. [Muerte del joven Augusto] (25) Al poco su espíritu ardió en deseos de recibir la penitencia. Recibida inmediatamente, yo me marché y fui a orar a la basílica de santa María siempre virgen que está a cinco millas de la ciudad de Mérida, y a la que el pueblo llama, todavía hoy, basílica de Santa Quintísina14; al volver de allí, a la caída de la tarde, lo encontré muerto15. (26) Pero no fue enterrado ese día porque ya era por la tarde. Sin embargo, durante la noche siguiente, mientras su ca dáver16yacía sin enterrar en la celda en que había muerto, a altas horas de la noche el mismo Augusto llamó a gritos desde fuera17 por su nombre a un muchacho de su misma edad, llamado Quintiliano. (27) Al oír y reconocer su voza, un niño inocente y sincero, llamado Veraniano, se levantó y, al salir fuera, tuvo la gracia de ver a Augusto en persona, de pie, con una vestidura blanca; pero preso del terror no se atrevió a llegarse hasta él, cuyo rostro juró que había visto con la blancura de la nieve. (28) Al día siguiente, su cadáver fue confiado a la sepultura, según la costumbre, en la basílica de la santísima virgen y señora mía, Eulalia18. NOTAS
1 In domo egregie uirginis Eulaliae. La voz domus aparece en textos cristianos para designar casa o morada, al igual que en latín clásico, aunque a veces en concreto para la residencia del obispo; pero también se usa para d esignar una iglesia. Podría admitirse en este pasaje que se refiere a la basílica de Santa Eulalia, pero parece mejor pensar en el monasterio que estaría contiguo a la misma, dado el contexto: Augusto y los otros muchachos son sirvientes del monasterio, donde realizan las tareas encomendadas por el prepósito del mismo. Los términos más frecuentes para designar las iglesias o basílicas en las VSPE son ecclesia y baselica, aunque también aparece en algún caso templum, aula, incluso celia, si bien éste suele utilizarse para la celda de un monasterio o habitación de un monje o de un religioso y, en algún caso, como sinónimo del propio monasterio. La expresión es usada también por la VF 11.5. a.
Greg. M ag., Dial. 1.10.18.
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C O M I E N Z A < EL C A P Í T U L O » D E L A M U E RT E D E L M U C H A C H O D E M O M B R E A U G U S T O
2 Praepositus. El prepósito del monasterio es el encargado del mismo, nombrado por el superior que es el abad. Sus funciones se caracterizan por ser el que organiza la vida cotidiana, las tareas de los monjes, inspecciona los dormitorios y las despensas y supervisa el trabajo de los demás monjes y sus diferentes cometidos. A lo largo de los siglos VI y VII las funciones e importancia de los prepósitos van en aumento, a juzgar por los papeles que se les asignan en las Reglas monásticas de la época, en especial se puede comparar su mayor importancia en la Regula de Fructuoso de Braga frente a la de Isidoro de Sevilla. Parece que el papel desempeñado por los prepósitos atiende más a cuestiones materiales internas del monasterio, mientras que el papel de rector espiritual corresponde a los abades. La creciente importancia de los prepósitos en cuanto al control de los monasterios puede estar también motivada por el papel de representación de la dignidad abacial en la sociedad que fue creciendo progresivamente. No obstante, según las reglas monásticas, abades y prepósitos comparten también funciones, como en las conlationes o conferencias con los monjes, donde ambos aclaran dudas de los monjes sobre las lecturas espirituales. No son las únicas, es frecuente ver tanto en la Regla de Fructuoso como en la denominada Regula communis la expresión abbas uel praepositus para referirse a las funciones que ambos desempeñan y las competencias que tienen en el monasterio por igual. Sobre el tema de las jerarquías eclesiásticas en la Hispania visigoda, véase especialmente el estudio de Sánchez Salor de 1976, citado en la bibliografía. 3 El oficio litúrgico hispano, aunque sigue los modelos occidentales en sus aspectos básicos, tiene características propias que, además, van evolucionando con el tiempo. Las uigiliae constituyen, en sentido estricto, el oficio nocturno; se trata de unas horae canónicas o regulares, de media noche, aunque pueden ir precedidas o seguidas de otras denominadas peculiares, como ocurre en el oficio litúrgico descrito en la Regla de Fructuoso. Constaba de cuatro responsorios y tres missae de salmos, es decir, nueve salmos, ya que se denomina missa a los grupos de tres salmos. El officium matutinum o maitines es el primer oficio diurno, que en ocasiones puede ir precedido del oficio denominado gallicinium, celebrado antes del alba, con el canto del gallo. En la Regla de Benito de Nursia es un oficio diurno, al igual que en el rito romano. En el Liber Horarum, de época mozárabe, el oficio recibe indistintamente el nombre de Matutinum o Laudes. No obstante, dadas las pocas horas que transcurrían entre unos y otros —de hecho, parece que los oficios se suceden de forma cíclica entre los diurnos y nocturnos, enlazando unos con otros—, en algunos textos tanto el matutinum como el gallicinium se clasifican como propios del tiempo nocturno; así parece enjuiciarlo Fructuoso. Ésta es la situación a la que parece responder la descripción de las VSPE, si bien se indica que sólo en invierno, pues en otras épocas del año no parece haber intervalo de tiempo entre vigilias y maitines. En la citada Regla de Fructuoso, en invierno, después de las vigilias se practica la lectura, mientras que ésta se realiza después de vísperas (uesperae) y antes de completas en verano. 4 Del intervalo de tiempo entre ambos oficios también se habla en la Regula Benedicti 8, en Casiano, Institutiones 3.41, la Regula Isidori 6.5, la Regula Fructuosi 2, la Regula Magistri 34, Cesáreo de Arlés, Regula ad sanctas uirgines 60.
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VIDAS
DE LOS SA NTO S
PADRES
DE MÉRID A
5 Cum cateruas angelorum. Además del uso de acusativo por ablativo en cateruas, este término es utilizado para mencionar a los numerosos ángeles, mientras que multitudo para los santos. Podría traducirse aquí literalmente por «catervas», sin embargo el término castellano tiene ciertos matices negativos, pues se dice de «multitud de personas o cosas consideradas en grupo, pero sin concierto, o de poco valor e importancia», y usado también en sentido peyorativo (DRAE). Otros términos empleados en la obra para los grupos de ángeles y santos son: legiones coelestes (5.14.9), caelestibus phalangiis y angelicis choris (4.10.7) o angelicis coetibus (5.14.8). 6 Existe un reciente y muy interesante estudio del médico B. Curado (véase bibliografía) sobre el tipo de enfermedades, los tratamientos médicos y los conocimientos de medicina de la época a través de los datos que ofrecen las VSPE. En él se establece una hipótesis sobre qué enfermedad pudo haber contraído el joven Augusto y una posible explicación racional y médica de los síntomas, entre ellos el delirio, que le producirían las visiones que describe el joven. ' Vela olosirica (holoserica). Se refiere a telas o velos realizados de seda pura. Isidoro de Sevilla, Etym. 19.22.1415, distingue entre la vestimenta holoserica., realizada con seda pura, y la tramoserica, que contiene mezcla de lino. En cuanto a líela debe entenderse como telas o velos, frente a las velas de los barcos. Así de nuevo en Isidoro, Etym. 19.26.9, se dice: uela dicta quod o'biectu suo interiora domorum uelent: «Los velos se denominan así porque velan los interiores de las casas al ser colocados». No puede precisarse en las VSPE a qué se refiere, pero podría tratarse de este tipo de velos, a modo de visillos o lienzos de tela colocados en las casas para proteger el interior, pues parece describir un lugar similar a un salón del trono. 8 En el mundo clásico la estética que produce la belleza armónica, la uenustas, debe mucho al uso del color. La suauitas colorum es uno de los elementos fundamentales para conseguir la belleza, la pulchritudo, ya sea en las artes plásticas o en cualquier cuerpo (Cicerón, Tuse. 4.13.31). Pero junto al valor del color como una de las claves de la belleza, se halla el contraste de luces y sombras, el brillo y el resplandor. Plinio {Nat. Hist. 35.29) habla del juego de luces y sombras y de la posterior incorporación del brillo, al tratar de los colores en la pintura en un pasaje que seguirá después Isidoro de Sevilla {Etym. 19.16). En la Antigüedad tardía se hará cada vez más sistemática la valoración de la luz y su combinación del color, así como la impresión producida por el resplandor o el brillo, desde los objetos, mármoles, piedras preciosas o cualquier elemento material hasta la claridad del día o el resplandor del sol. De hecho, se ha llegado a hablar de una estética de la luz en esta época y a lo largo de la Edad Media. Así ocurrirá, por ejemplo, en un autor del siglo V, Marciano Capela —cuyo influjo es indudable en toda la Edad Media—, donde la belleza surge no sólo junto a la variedad cromática, sino junto a la intensidad luminosa y al resplandor que esos colores pueden tener. En Prudencio puede apreciarse igualmente esta plástica luminosa en las descripciones que realiza en su Himno a los mártires. En las VSPE resulta llamativo a lo largo de numerosos pasajes cómo para describir algo maravilloso, impresionante y admirable se recurre siempre a la ornamentación luminosa, a los colores blancos que irradian brillo, a la luz que reflejan los objetos; del mismo modo, en las descripciones de personajes tanto sus rasgos
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físicos como sus virtudes y cualidades son presentadas con rasgos luminosos. Estas descripciones no sólo son rasgos inherentes a la belleza y a la concepción de la estética, sino que se explican por la simbologia de la luz en el ámbito del cristianismo. Así se ve en la descripción que realiza en este capítulo dedicado a la visita del joven Augusto al lugar paradisíaco, donde contempla al Señor, y para cuya descripción se recurre a elementos agradables y coloristas, como las diversas clases de flores; brillantes y luminosos como el oro y las gemas; un lugar donde las gentes vestían de blanco, ceñidas por coronas brillantes. Por eso el hombre resplandeciente que aparece en medio de esta ingens multitudo, es decir, el Señor, es el hombre más hermoso, la belleza suprema, resplandeciente, de aspecto glorioso, más blanco que la nieve, para cuya descripción se emplean términos como pulcerrimus, decorus, gloriosus, lucidior, candidior. Serán diversos los pasajes a lo largo de la obra donde veremos tal tipo de descripciones y calificativos de todo aquello que resulta espléndido y admirable. 9 Rusticus. El término puede designar a un hombre del campo o zonas rurales, así aparece en 5.3.7, donde se contrapone explícitamente a los habitantes de la ciudad, ciues, con los del campo, rustid: si qui de ciuibus urbis aut rusticis de ruralibus. Sin embargo, en este pasaje la contraposición es entre habitantes de la tierra frente a los seres del cielo, de ahí la traducción propuesta. 10 Leuita es un término de origen hebreo que designaba a quienes eran miembros de la tribu de Levi y ministros del culto del templo de Jerusalén. Se usa normalmente como sinónimo de diaconus. Como ha estudiado Sánchez Salor (véase bibliografía) en época visigoda hay tres términos que se utilizan para el servidor de un templo, en concreto responden a la actual función de los diáconos. Dichos términos son diaconus, de origen griego, minister, de origen latino, y el citado leuita, de origen hebreo. El primero es el término técnico, mientras que minister es más genérico; leuita, en cambio, se usa menos por su origen pero se utiliza habitualmente como sinónimo de diaconus. Éste aparece en 3.4 en la obra, con funciones similares. 11 Sandísimo uiro domno et abbati. Generalmente el uso de sanctus o sanctissimus, beatus, incluso dominus y sus correspondientes femeninos suelen usarse para personas ya muertas a las que se considera santas, pero en las VSPE puede designar a personajes vivos, como en este caso. Por otra parte, abbas es el abad o rector del monasterio, según se ha indicado antes al citar al prepósito (véase supra nota 2). Garvin (p. 299) señala que podría tratarse del superior de un grupo de clérigos; sin embargo, aquí parece hablarse de la comunidad monástica; lo que sí debe tenerse en cuenta, en cambio, es que esta comunidad está vinculada a la basílica de Santa Eulalia, por lo que, además de monjes, podemos estar ante clérigos de la iglesia. 12 Viscera pietatis repletus. De acuerdo con Garvin, pietas puede tener aquí la acepción concreta de compasión, ya que muestra cómo el abad se conmueve por el enfermo y por lo sucedido. 13 Cf. Vita Fruct. 12.15. Son bastantes las expresiones y pasajes de las VSPE que sirven de modelo a la Vita Fructuosi, tan relacionada en la transmisión textual con ella. Dado que se trata de la influencia de la primera sobre la segunda, se da cuenta de los pasajes en cuestión en las notas a final de los capítulos y no a pie de página como se hace con el resto de las fuentes.
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14 Nada se sabe de esta santa. Se ha propu esto en alguna ocasión la lectura Quintilina que presenta uno de los manuscritos. Pero, en cualquier caso es desconocida. Hay un Quintiliano celebrado en el himno IV del Himno a los mártires de Prudencio, entre los dieciocho mártires de Zaragoza. 15 Parece que existe la costumbre de enterrar habitualmente el mismo día del óbito. En el canon 4 del concilio de Valencia de 546 hay una normativa sobre la necesidad de enterrar a los obispos inmediatamente, pero como se necesita otro obispo que oficie los funerales, si se produce tardanza en llegar, deben velarle los clérigos de la propia iglesia y no retrasarse más el entierro de un día y una noche. En el canon 3 del VII concilio de Toledo (646) se recuerda esta normativa y se penaliza a los obispos y a los servidores de la iglesia del muerto si no se hace todo lo posible por enterrarlo cuanto antes. 16 Corpusculum. Se usa el sustantivo diminutivo, pero sin este valor, sino restrictivamente como «cuerpo muerto». De aquí la traducción propuesta. No obstante al finalizar el capítulo IV se dice que el obispo Fidel fue enterrado junto al cuerpo de su predecesor. Alternan corpusculum y corpus en el mismo contexto, pero parece que corpusculum se emplea para el cadáver del que se está hablando en el momento: Corpusculum uero eius (se. Fidelis) iuxta corpus sanctissimi prodecessoris sui (se. Pauli) uno eodemque sarcouago. Tal vez el uso de corpus para referirse a Paulo esté condicionado por el tratamiento de sanctissimus, mientras que corpusculum se está refiriendo en concreto al cuerpo de Fidel en el momento en que ha fallecido. 17 A foris. Se da a entender que el alma de Augusto sale fuera delmonasterio y, desde allí, llama a los que están dentro de él. 18 Al final de este opúsculo la segunda recensión de la obrainserta unos capítulos de la Vita Fructuosi.
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II COM IENZA LA MUERTE DE UN M ON JE CAULIANENSE [EL MONJE PRESA DE LA GULA]
(1) Muchos hombres fiables afirman que bastantes años antes de nuestra época, gracias a la clemencia divina, en la provincia de la Lusitania tuvo lugar un milagro realizado clementemente por nuestro Salvador. (2) En el monasterio que recibe el nombre de Cauliana1, situado no lejos de la ciudad de Mérida, a una distancia de apenas ocho miliasa, cuando estaba al frente del mismo el reverendísimo abad Renovato, de piadoso recuerdo, hombre muy respetable —que después destacó también como admirable obispo de la ciudad emeritense2—, (3) como hombre perspicaz y de talento en extremo agudo y muy esforzado en la disciplina y temor de Dios, con sabia atención estimulaba a la patria celestial a todos los monjes que vivían allí mediante la buena conversación1’ y los ejemplos de su santo comportamiento3; y, mientras el rebaño entero seguía por sendas estrechas y veredas celestiales al pastor que les precedía, un lobo voraz intentó por todos los medios despedazarle una pequeña oveja con sus dentelladas: (4) así, mientras toda la congregación perseveraba en alabanzas a Dios y vivía siguiendo las reglas en el temor del Señor, un monje que no estaba conforme con las santísimas costumbres de éstos, inclinándose desmesuradamente a la gula y la embriaguez, se entregó a su propia perdición. Luego, derivando hacia la ruina absolutac, empezó a robar todo lo que podía encontrar. (5) Como el ya mencionado hombre de Dios le amonestara a menudo cariñosamente y no pudiera corregirlo con facilidad, intentó enderezarlo una y otra vez reprimiéndolo verbalmented. Pero, como ni así a. b. c. d.
Cf. Greg. M ag., Dial. II. 1.3 ; IV .11.1. Sant 3, 13. Pass. Eugen. 18.9. Sulp . Sev., Dial. II. 11.5.
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se alejaba del seductor placer de la gula ni de la tentación del hurto y la rapiña, mandó que lo flagelaran, lo debilitaran con ayunos y lo encerraran en un cubículo4. (6) Pero él persistía en sus antiguos pecados no sólo porque no se apartaba de la maldad, sino porque, envileciéndose cada día, se apresuraba cada vez más a entregarse al antro del tartáreo avernoa. (7) Y como viera que éste recorría con tanto ahínco el mismo camino, que ni reprendido de tantas maneras ni golpeado tantas veces había querido reformarse, tocado por el dolor en lo más profundo de su corazónb, le dejó marchar según los deseos de su corazón0(8) y mandó a los que estaban al frente de las despensas5 del monasterio que, a cualquier hora que quisiera entrar, nadie le impidiera comer o beber hasta el vómito los mejores o más dulces alimentos que encontrara en las despensas6; y que, incluso si quisiera llevarse algo y esconderlo según su costumbre, tuviera libre potestad, para así poder averiguar exactamente de qué forma iba a actuar, una vez satisfechos su glotonería y su estómago. (9) Aquél, encontrando los cerrojos abiertos según la instrucción del abad, entraba, según se cuenta, a escondidas en las despensas del riquísimo monasterio; sin embargo, a su alrededor era acechado de lejos por los guardianes, que le observaban con hábil disimulo, sin saberlo él, y esperaban a ver qué hacía; éste devoraba y bebía desordenadamente la comida y bebida dulce o agradable que había encontrado hasta que, con la cabeza trastornada, apenas podía dar un paso. (10) Después, robando a escondidas diversos objetos de menaje, incluso vasijas de vino, que se llaman comúnmented gillones o flascones7, se los llevaba y en un huerto contiguo al monasterio, entre arbustos frondosos o tupidos cañaverales, los ocultaba en el lugar más recóndito. (11) Luego, demasiado cargado ya de comida y saciado por el embotamiento de la bebida, se tendía boca abajoe y, colocándose junto a lo que había robado, a pesar de que ya no sentía placer y eructaba a causa de su vientre demasiado pesado, sin embargo todavía deseaba comer y beber más. (12) Pero mientras languidecía como consecuencia de que su vientre se hallaba excesivamente cargado, en lugar de comer, al instante le venía el sueño y se dormía. Luego, los perros que acudían se comían lo que se había llevado. Y los guardianes, que le observaban de lejos, mientras él dormía, restituían a las despensas las vasijas que había sustraído. a. b. c. d. e.
Siseb., Vita Desid. 17.1516. Gn 6, 6. Sal 80, 13. Cf. Greg. M ag., Dial. 111.14.6; VF 9.34. Siseb., Vita Desid. 2.13.
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(13) Como esto viniera sucediendo durante mucho tiempo y ya nadie creyera que éste se iba a enmendar nunca, el buen pastor y salvador le apartó de la boca del leóna sacándole de esta situaciónb. (14) Sucedió, pues, que un día, al amanecer, salía embotado de la despensa como de costumbre. Cuando le vieron ebrio unos niños muy pequeños que estudiaban en la escuela bajo la disciplina de los pedagogos8, al instante le gritaron estas palabras: (15) «Enmiéndate, desgraciado, enmiéndate de una vez. Reflexiona sobre el terrible juicio de Dios. Ten en cuenta la temible sentencia de su tremendo tribunal. Ten en cuenta la vengadora severidad, espantosa y horrible de su fallo. Ten en cuenta también tu edad y cambia a mejores tus costumbres y, al menos un día antes de tu muerte, rectifica tu vida, porque si nosotros que somos niños no podemos hacer lo que tú haces, cuánto menos tú que te ves ya cargado de años». (16) Al oír esto, abrumado por una enorme vergüenza enrojeció y al punto se arrepintió y, llorando con gran lamento, dijo elevando sus ojos llenos de lágrimas al cielo: «Señor Jesucristo, salvador de las almas, que no quieres la muerte de los pecadores sino que se levanten de la iniquidad y vivanc, te suplico que me corrijas y alejes de mi semblante este ignominioso oprobio o mejor, si te place, sácame de esta vida miserable para que no escuche más reproches por mi aspecto»d. (17) La divina piedad no tardó en escucharlo6; por el contrario, inmediatamente, en aquel mismo lugar, tocándolo con una enfermedad, le hizo abrasarse con una fiebre altísima. (18) Sin duda, la transformación debida a la intervención de la diestra del Excelsof le cambió tanto para mejor que, aborreciendo todos los placeres carnales, con el corazón encendido deseó al instante el remedio de la penitencia, es decir, deseó con anhelo el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor. (19) Pero el padre bienhechor antes mencionado, pensando que éste lo reclamaba con ánimo enloquecido e impío, retardó el concederle la penitencia completa, aunque al menos le administró la gracia del viático. Y durante tres días con sus largas noches éste satisfizo su culpa con lágrimas y una confesión admirable. (20) Tras el tercer día, cuando estaba a punto de abandonar su cuerpo y despidiéndose de los hermanos, dijo así: «Sabed que todos mis pecados han sido perdonados. He aquí que ios santísimos apóstoles Pedro y Pablo y además san Lorenzo, archidiácono y mártir9, me esperan a. b. c. d. e. f.
Sal 21, 22. Cf. Jn 10, 11; Sal 21, 22; 2 Tm 4, 17. Pass. Dorotheae 10.45; Ez 3, 1819; 33, 11 Tob 3, 15. Cf. Greg. Tur., Vita Patr. 8.5; VF 10.3031. Sal 76, 11.
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delante de las puertas, con una innumerable turba de aspirantes, con quienes debo presentarme ante Dios. Y al decir esto abandonó su cuerpo». Se dice que su cadáver recibió sepultura según la costumbre. (21) Pasados quince o más años de esto, el famoso río Anasa, durante una gran crecida10, desbordándose de su cauce por las orillas, vertió hasta muy lejos sus aguas y ocasionó muchas ruinas de edificaciones por las fincas vecinas a sus márgenes11 e inundó también las celdas del monasterio de Cauliana. (22) Cuando los monjes pretendieron restaurarlas, sucedió que, al reconstruir los cimientos de la celda donde el monje estaba sepultado, abrieron su sepulcro12. Al punto se desprendió de allí un olor a néctar. El mismo fue hallado de cuerpo entero e inco rruptob, como si hubiese sido inhumado en ese mismo momento hasta el punto de que ni la vestimenta ni sus cabellos parecían en modo alguno corrompidos por ningún sitio. NOTAS
1 La lectura de los manuscritos es variada: Coloniana, Colona, Colonina, Cauliniana, Colonia. En su edición de las VSPE, Maya acepta aquí Coloniana, mientras que Garvin propone Cauliana, dado que en el título del capítulo se habla de un monje Caulianensis (aunque algunos manuscritos presentan Cauli nianensis y, más erráticamente, Candenssis) y del Caulianensis monasterii más adelante en el texto. Por otra parte, el monasterio es citado en una Epistula wisighotica famosa, en la que el monje Tarra dirige al rey Recaredo un suggerendum en el que se defiende contra las acusaciones de los monjes del monasterio de haber mantenido relaciones sexuales con una prostituta. Aquí se lee: in cetu Caulinianse monachorum. No obstante, la transmisión textual de estas Epistulae es muy deficiente y tardía. Del conjunto de todas estas variantes considero que bien se puede conjeturar que el nombre más probable del monasterio fuese el de Cauliana, como se desprende parcialmente del adjetivo del título o, quizá, Cauliniana, la variante de la carta de Tarra también apunta en esa dirección. En cuanto al lugar, se desconoce dónde estaba, aunque Moreno de Vargas en su Historia de la ciudad de Mérida lo identificaba con Santa María de Cubillana a dos leguas de Mérida, pero no hay datos contrastados. Con todo, resulta interesante el hecho de que este monasterio sirviera de base a una leyenda sobre una batalla sostenida por el rey Rodrigo contra los musulmanes en ese lugar, transmitida en época ya moderna por Bernardo de Brito en su Monarchia Lu sitania (Lisboa, 1690) y recogida después por Menéndez Pidal en Las leyendas del último rey godo (Madrid, 1906). 2 Renouatus es el último de los obispos sobre los que se habla en la obra. Ninguna otra fuente habla de él. Su antecesor Inocencio firma el Decreto de a. b.
Cf. Prude ncio, Perist. 3.188. Cf. Greg. M ag., Dial. III 13.3; Pass. G erua sii et Protasii 5.5. 62
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Gundemaro en 610 y su probable sucesor es Esteban, obispo de Mérida en 633 cuando suscribe el IV concilio de Toledo. Véase lo dicho en la introducción a propósito del autor y fecha de la obra. En cuanto al término usado para designar al obispo en este pasaje es pontifex, pero en la obra aparecen otros términos que habitualmente designan la dignidad episcopal en textos cristianos: episcopus, antistes, sacerdos, uates, pater (éste suele ir en contextos donde se destaca su papel de guía y «padre» de los clérigos y de los fieles) y pastor (éste, generalmente, con plebs o grex). 3 Vita Fruct. 8.1314. 4 Ergastulisque trudi. El verbo trudo indica «arrojar», «arrastrar hacia algún lado», «impeler», «echar a un sitio». Se trata, por tanto, de una forma verbal muy efectista para el contexto, más que tradi, que es lectura de otros manuscritos (y la aceptada por Garvin); las confusiones de a/u en los manuscritos son frecuentes. Ergastulum, aquí usado en plural, es la cárcel, un lugar oscuro para confinar a alguien en una situación de aislamiento; por lo que podría entenderse como una celda de castigo. En realidad se trata de eso, de una celda o cubículo del monasterio donde se encerraba a los que merecían el castigo a juicio de sus superiores. Así, en la Regula Fructuosi 14 se dice que se encierre al monje en una cellam obscuram, a la que designa en el mismo capítulo como ergastulum. Los castigos de encierro —y también los demás, ayunos, disciplinas, etc.— eran tremendamente severos y para una mentalidad actual inhumanos y contrarios a todo tipo de derechos. Amargamente se queja también el monje Tarra, en la carta antes citada (véase aquí mismo nota 1), donde dice que se halla oprimido por el pontifex: a pontífice templi dudum oppressus, y donde se usa en un par de ocasiones, aunque de forma oscura y figurada, el verbo proiicere, «arrojar», para dar a entender que ha sido no sólo expulsado de la comunidad, al menos temporalmente, sino con toda probabilidad arrojado a una celda de castigo. Por otra parte y, a juzgar por algunos restos todavía conservados de monasterios medievales (como simple ejemplo el de San Zoilo en Carrión de los Condes), estas celdas de castigo eran de dimensiones reducidísimas, ni siquiera se podían poner de pie en algunos casos los encerrados. Se puede hablar prácticamente de em paredamientos. Así, de hecho, lo entiende Díaz y Díaz en su edición de la Vita Fructuosi cuando traduce un pasaje inspirado en éste de las VSPE, donde se lee in angusto et paruulo retrusit ergastulo, como «se encerró en un angosto y reducido emparedamiento». Con todo, este emparedamiento de Fructuoso, así como otros conocidos de santos medievales (piénsese en santa Oria, por ejemplo) eran voluntarios. Promtuariis. El uso de promptuarium y cellarium está bien documentado en toda la latinidad, aunque el primero parece más tardío. Casiodoro (In psalm. 143.14) señala que ambos son sinónimos, aunque indica que el término más popular es cellarium: promptuaria quae uulgo cellaria appellant. De hecho, «cillero» se ha conservado en castellano como sinónimo de despensa o bodega, mientras que «prontuario» como palabra semiculta designa un «resumen o anotación de cosas que pueden necesitarse» o bien como «compendio de normas». No obstante Isidoro de Sevilla establece una diferencia entre un término y otro en Etym. 15.5.67, donde promptuarium se dice del lugar de la casa de donde se sacan las cosas para la comida y cellarium donde se recogen los servicios de
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las mesas y lo que ha sobrado para la comida. Con todo les atribuye la misma función de «despensas», pero con la diferencia de que el primero es para un tiempo mayor que el segundo, que es sólo para algunos días. Aquí, en las VSPE, aparecen los dos términos, pero quizá como simples sinónimos, ya que claramente se identifica con despensas, frente a cellarium, que es la voz clásica. 6 Cellariis. Véase la nota anterior. ' Mantengo en el texto los términos latinos para no perder la expresión y la información que el texto ofrece. Gillo nis es un término que se documenta en la Anthologia Latina 117.16 y 136.1 con el significado de bocal, una especie de vasija. Fiasco onis se documenta en Gregorio Magno, Dialogi 2.8, como palabra popular para designar vasijas de madera: lignea uascula quae uulgo flascones uocant. Parece que su origen es del gótico y el significado es un tipo de botella o vasija, en castellano «frasca». No obstante, debe relacionarse con la forma femenina flasca, documentada por vez primera en Isidoro de Sevilla, Etym. 20.6.2. De hecho, el castellano «frasca» parece proceder de ésta. Pero Isidoro señala que el significado inicial de flasca era para designar una especie de fundas u objetos para transpo rtar y guardar las copas (como el actual italiano fiasca y una de las acepciones posibles de «frasco» en castellano, cf. Diccionario de la RAE) y, a partir de ahí, según el autor, para guardar el vino y, por tanto, con el sentido de Gregorio Magno y de este texto de las VSPE. La voz «frasco» parece proceder de una formación analógica de flasca y no de fiasco, ya que habría dado «*frascón». 8 Interesante referencia a la educación. Se trata de la alusión a una escuela monástica, dependiente de este monasterio de Cauliana, lo mismo que hemos visto la escuela del monasterio contiguo a Santa Eulalia en Mérida, contrastando entre la ciudad y una localidad rural de su territorium. Después, habrá también una referencia indirecta a la escuela episcopal de la ciudad, al hablar de la educación de Fidel bajo la tutela del obispo, y tío suyo, Paulo. 9 El culto a san Lorenzo, romano, diácono del papa Sixto y muerto en 258, está ya muy extendido en época visigoda en Hispania. Según se deduce del texto de las VSPE aquí se refleja de forma indirecta su culto y más adelante, en el relato de Masona, se cita la existencia de una basílica a él dedicada en Mérida (VIO.4). La muerte del mártir en una parrilla es bastante improbable, pero la leyenda ha perpetuado este extremo de su historia, ya recogido en el Himno II del Himno a los mártires de Prudencio. La fama fue tan grande en Españ a en los siglos posteriores que se le ha llegado a considerar por algunos como de origen hispano. Por otra parte, recuérdese que Felipe II construyó El Escorial dedicado a él y, como es sabido, la enorme planta del edificio se diseñó con la forma de una parrilla. Cf. Vita Fruct. 12.9. 11 Ruinas edium per uillulas uicinas... fecit. Ruinas... facere: el uso de facere + objeto directo como equivalente de un verbo simple es habitual en la lengua de esta época, de manera que podría traducirse simplemente por «arruinar», pero creo que puede mantenerse bien una similar expresión en castellano, de ahí la traducción propuesta. Edium, por aedium, se refiere no estrictamente a «templo», que es la acepción más conocida en latín clásico, sino a las casas o edificaciones en general, incluso a estancias privadas de las casas, como también
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se da en época clásica. Según Garvin (p. 338) uillulas {countrybouses) debe entenderse como casas o uillae cercanas al río y a las afueras de la ciudad, no localidades. Este uso de casas de campo es clásico, así, por ejemplo, en Cicerón, Att. 8.9.3. El uso del diminutivo probablemente quiera indicar que no se trata de ricas uillae tardorromanas, sino de casas o fincas más modestas. 12 De este pasaje parece deducirse que los monjes eran enterrados en las propias celdas que Ies habían servido de habitación. Contrasta, en cualquier caso, con la afirmación de que en Mérida los obispos y los personajes tratados en la obra se enterraban en la basílica de Santa Eulalia o en un lugar anexo a la misma.
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(1) Al dedicarnos a narrar los hechos recientes1, hemos omitido las actuaciones de hombres de épocas pasadas3. (2) Así, cuentan muchos que, hace ya muchos años, en tiempos del rey de los visigodos Leovigildo2, desde las regiones africanas había venido a la provincia de Lusitania un abad llamado Nancto3. Éste, después de haber vivido allí santamente durante algún tiempo4, por una ferviente devoción deseó ingresar en la basílica de la santísima virgen Eulalia, donde descansa su santísimo cuerpo. [Nancto no quiere que las mujeres lo vean] (3) Pero, según se cuenta, por todos los medios evitaba la mirada de las mujeres como el mordisco de una serpiente, no por despreciar el sexo, sino porque temía caer en pecado, por la visión de la imagen de la tentación^; y así, cuando caminaba por cualquier lugar, ordenaba que un monje marchara delante de él y otro detrás, a unos pasos, para que ninguna mujer lo viera bajo ninguna circunstancia. (4) Este, habiendo venido, como hemos dicho, a la basílica de Santa Eulalia, virgen y mártir, suplicó con muchos ruegos al reverendísimo diácono Redempto5, que era el superior del lugar, que, cuando se dirigiera por la noche desde su celda hacia la iglesia para la oración, le pusiera protección de modo que ninguna mujer tuviera oportunidad de verlo. (5) Pero cuando llevaba algunos días en esta santa iglesia, una muy noble y piadosa viuda llamada Eusebia deseaba ardientemente verlo; sin embargo él en absoluto permitía dejarse ver. (6) Muchos le pedían con a. b.
Greg. M ag., Dial. III, pról. 1.7.4. Cf. Greg. M ag., Dial. III 96.5.
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insistencia que se dignase verla, pero él no consentía en modo alguno; ella, con la decisión ya tomada, rogaba al citado diácono Redempto que, después de los laudes matutinos6, cuando aquél volviera de la iglesia a la celda, mientras ella permanecía en un lugar oculto, mandara que la luz de los cirios iluminara de cerca a este santísimo varón para que, al menos, pudiera verle de lejos. (7) Y así se hizo. Tan pronto como, sin saberlo él, la mirada femenina le alcanzó, cayó al suelo con un gran gemido como si una gran piedra le hubiese golpeado con fuerza. Inmediatamente dijo al diácono: «Que Dios te perdone, hermano, ¿qué has hecho?»a. [Nancto [Na ncto busca un paraje par aje solitario para p ara vivir vivir y el rey rey Leovigildo le entrega una posesión. Muerte de Nancto a manos de sus siervos] (8) Después de este episodio, marchándose inmediatamente de allí, allí , se dirigió a un paraje solitario con unos pocos hermanos7 y allí se construyó una morada muy pobre0. Pero pobre0. Pero como allí brillara por sus numerosas virtudes, al extenderse su reputación, llegó a oídos del príncipe Leovigildo. (9) Este, a pesar de ser arriano, con el fin de que este varón le encomendara en sus oracionesc oraciones c al Señor, le otorgó escritura de pote stad de una impo importante rtante posesión de dominio fiscal8 fiscal8 para que, desde entonces, él junto con los hermanos tuvieran alimento y vestido. (10) Pero el varón de Dios rechazó de plano aceptarlo. En tanto él seguía rehusando, el enviado del rey que había acudido hasta él le decía: «No desprecies el presente de tu hijo», y finalmente, ante su insistencia, lo aceptó. (11) Después de algunos días, los habitantes de ese mismo lugar comenzaron a decirse unos a otros: «Vayamos y veamos cómo es este señor al que hemos sido entregados». Al llegar y verlo con la ropa harapienta y el cabello desaliñado0, desaliñado0, sintiendo desprecio por él, se dijeron entre ellos: «Es mejor morir que servir a un señor de tal clase». (12) Transcurridos algunos días, el santo hombre de Dios sacó a pastar unas pocas ovejas al bosque; al encontrarle solo, aquéllos le mataron rompiéndole el cuelloe. (13) No mucho tiempo después, los homicidas fueron apresados y, encadenados, encaden ados, fueron presentados prese ntados ante el rey rey Leovigildo. Leovig ildo. Se le le comunicó que eran los que habían matado al siervo de Dios. (14) El rey, aunque no practicaba la verdadera fe, dictó sentencia con rectitud diciendo: a. b. c. d. e.
Cf. Greg . M ag., Dial. II Dial. II 33.4. Cf. Greg . M ag., Dial. III III 14.4 ; VF 8.12. Hch 14, 14, 22 ; Greg. M ag., Dial. Dial. III 15.11. Sulp . Sev., Vita Mart. Mart. 9.3. Pass, Pass, lusta e et Rufinae Rufinae 8.23.
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VIDAS DE LOS SANTOS
P A D R E S D E M ÉR I D A
«Desatadlos y dejadles ir; y si en verdad mataron al siervo de Dios, Dios vengará la muerte de su siervo sin nuestra venganza». (15) (15) Tan pronto pron to como com o se dijo esto y fueron puestos en en libertad, los demonios se apoderaron de elios y durante muchos días les atormentaron hasta que arranca ron las almas a lmas de sus cuerpos con una muerte cruel cruel.. A Dios gracias. NOTAS
1 Cf. Vita Vita Fruct. Fruct . 12.1. 2 Leovigildo (568586 (56 8586)) aparece mencionado mencion ado varias veces en la obra y es uno de los antagonistas claros del obispo Masona. Resulta sorprendente el tratamiento dado al rey en este episodio frente al relato de Masona. Aquí, aunque arriano, le pide a Nancto que rece por él y en agradecimiento le otorga una posesión; no hay críticas contra su comportamiento, ni siquiera contra su condición de hereje. En cambio, como se verá en el texto, en el relato de Masona es acusado de cruel, tirano, de no saber gobernar el reino y con calificativos durísimos. 3 No sabemos sabemos nada nada de de Nancto a través través de ningun ningunaa otra otra fuen fuente te.. Pero Pero su historia es, en lo que respecta a su origen y llegada a Hispania, similar a la del monje Donato, del que habla Ildefonso de Toledo en su obra De uiris illustribus, cap. 4. Este, huyendo de Africa de la persecución vándala, llega a España transportando una biblioteca y en compañía de un grupo de setenta monjes —posiblemente un número convencional o tópico, recuérdese que ochenta son los monjes que se unen a Martín de Tours y hay otras referencias de tan elevados números de miembros de congregaciones monásticas—. Después funda el monasterio servitano. Al margen de la veracidad de ambas historias, no cabe duda de que deben enlazarse con la penetración del cristianismo —y de la literatura cristiana— a través de África, aunque no sea de forma exclusiva. 4 Vita Fruct. Fruct. 8.1516. 5 Redempto Redem pto aparece aquí como diácono encargado encarga do de la basílica de Santa Eulalia. Puede tratarse del mismo que luego aparece relacionado con Masona (5.3.8), del que se dice que fue el encargado de repartir los recibos de remisión de las deudas a quienes el obispo les hizo el favor de perdonárselas. Existe una carta de Isidoro de Sevilla al diácono Redempto, pero se considera espuria. 6 Laudibus matutinis. Literalmente matutinis. Literalmente «laudes matutinos». Véase capítulo I, nota 3, sobre los oficios litúrgicos. 7 Ad heremi loca paucis cum fratribus. fratribus. Literalmente se habla de lugares desérticos. Las vidas de los sancti uiri uiri de las obras hagiográficas occidentales con frecuencia presentan como rasgo característico de los protagonistas la búsqueda de lugares retirados y solitarios, incluso de difícil acceso, en una emulación clara de los Padres del desierto orientales. En muchas ocasiones, como ocurre aquí con Nancto, Na ncto, buscan bu scan estos lugares no sólo para pa ra retirarse del mundo o del bullicio bullicio de la vida social, incluso de sus cargos eclesiásticos, sino para fundar monasterios. También es frecuente el hecho de ir acompañados por unos pocos hermanos o compañeros con los que iniciar la vida en la nueva fundación monástica.
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CO MIE NZA
LA M U E R TE D E UN T A L A B A D
NAN CTO
8 Acep Aceptto la la lectura ura de Maya, Maya, frent rentee a la de Ga Garvin. vin. El pri primero mero pro propo pone ne:: eidem uiro auctoritate conscripta conscripta (por auctoritatem conscriptam) de quodam precipuo loco fisci direxit, direxit, a la que corresponde la traducción. Auctoritas indica Auctoritas indica el control o dominio, no necesariamente la propiedad. Para Garvin la lectura es, en cambio: eidem uir, auctoritate conscripta, de quodam principum loco fisci direxit, direxit, entendiendo auctoritate conscripta conscripta como ablativo absoluto, haciendo referencia ambos términos juntos a un diploma o documento escrito, es decir, una scriptura scriptura que validaría la donación real, y locum locum como objeto directo y, por tanto, siendo el lugar lo que le entrega. Así la lectura de quodam principum principum aclararía que ese locum fisci fisci (lugar del dominio fiscal) provenía de uno de sus nobles, a quien le habría sido arrebatado. Así propone la siguiente traducción del pasaje: «[...] and transferred to him from one of his nobles a piece of the royal domain...». Argumenta para ello que Leovigildo fue el primero en incrementar el fisco con propiedades o bienes procedentes de confiscaciones de enemigos extranjeros y de ciudadanos del reino, incluyendo el expolio a las iglesias católicas. Así lo recuerda Isidoro de Sevilla, Sevilla, Hist. Gotb. 51. Gotb. 51. Aunque esto pudo ser muy bien cierto, el pasaje puede defenderse bien como lo interpreta Maya, según se ha comentado. Además de que la pérdida de m del m del acusativo es fácil admitirla, admitirla, es, sobre todo , el uso más que improbab le de princeps p princeps para ara hacer referencia a la nobleza, cuando éste es el título reservado precisamente al rey.
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IV COM IENZA LA MUERTE Y LOS MILAGROS DE LOS SANTOS OBISPOS EMERITENSES
P r e f a c io
(1) Omitiendo el adorno de las palabras engalanadas y pasando por alto las parleras espumas de la elocuencia, ahora también narramos con sencillez y veracidad hechos que son ciertos en todos sus detalles1. Pues si queremos envolver en oscuras palabras lo que se sabe que es más claro que la luz, no instruimos sino que fatigamos los ánimos de quienes nos escuchan; porque en la medida en que la masa ignorante menos comprende, su oído se fatiga. Y por esto, como antes hemos prometido, damos a conocer de forma sencilla las maravillas2 de los padres santos, acaecidas en el pasado tal como han llegado hasta nosotros a través del relato de muchos3. M u e r t e d e Pa u l o y F i d e l
[Paulo, un médico griego que ocupa la silla episcopal de Mérida] I. (1) Refieren muchos que un santo varón de nombre Paulo, griego de origen y médico de profesióna, vino de la región de Oriente a la ciudad de Mérida4. A éste, después de llevar viviendo allí durante mucho tiempo y destacar en santidad y en numerosas virtudes y superar a todos en humildad y bondad, le fue comunicado por Dios que merecía el episcopado de la mencionada ciudad. En cuanto, por la gracia de Dios, fue ordenado obispo, al punto Dios suprimió las tormentas de las perturbaciones que habían perturbado^ a esta misma iglesia en el tiempo de
a. Pass. G eruasìi et Protasii 6.3.
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C O M I E N Z A L A M U E R T E Y L OS M I L A G R O S
DE LOS SANTOS OBI SPOS EMERITENS ES
su predecesor6 y, gracias a las oraciones de éste, otorgó una tranquilidad extrema a su iglesia. [Paulo realiza una intervención quirúrgica a la mujer de un uir inluster/ II. (1) En tanto éste dirigía a todos sus ciudadanos en paz y bondad con la gracia de Dios y mostraba el dulce afecto de su santo corazón hacia los afectos de todos, aconteció que enfermó la esposa de un hombre nobilísimo, principal de la ciudad, del orden senatorial; descendiente ella también de ilustre cuna, portaba un noble linaje3. (2) Cuando al casarse había quedado embarazada, la criatura murió dentro de su vientreb. Puesto que muchos médicos le habían prescrito diversos medicamentos, pero ella no notaba ningún alivio, sino que, estando en grave peligro, cada día se acercaba más a la muerte, (3) su citado ilustre esposo, porque a nada quería más que a su esposa a la que recientemente se había unido en matrimonio, despreciando a todos los médicos, acudió ante este santo varón con la esperanza de que ella recuperase la salud c y postrándose a los pies de ésted, con lágrimas, le suplicó que, puesto que era siervo de Dios, pidiera en sus oraciones al Señor por la salvación de su esposa, o mejor, ya que era médico, no considerase indigno conceder el favor de curar con sus manos a la enferma. (4) Pero el varón de Dios respondió al momento diciendo: «No me está permitido hacer lo que me pides porque, aunque indigno, soy sacerdote del Señor y ofrezco a Dios el sacrificio con mis manos y por ello no puedo realizar lo que pides para no presentar ante el altar consagrado unas manos manchadas7 y provocar entonces la ira de la divina piedad6». (5) Y añadió: «Vayamos», dijo, «en nombre del Señor; visitémosla y démosle médicos de la iglesia, que le proporcionen remedio y, en la medida de nuestros conocimientos, mostraremos cómo deben curarla. Nosotros, sin embargo, no podemos hacerlo con nuestras propias manos». (6) Pero aquél, sabiendo que no serviría el remedio de ningún otro médico y que su esposa ya estaba casi muerta, suplicó encarecidamente, con gran llanto, que no enviara a nadie, sino que fuese él mismo en persona y que realizara lo que sabía con sus propias manos. (7) Pero como el obispo no asentía ni mostraba su conformidad, todos sus her
a. Siseb., Vita D esid. 2.13. b. Gn 25 , 22. c. Siseb., Vita Desid. 5.89. d. Greg. M ag., Dial. 1.8.4. e. Cf. Pass. Valeriani 13.16.
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ViDAS
DE LOS
SANTO S
PADRES
DE MÉRIDA
manos poniéndose ante él también le pidieron con lágrimas que fuese3. Sin embargo éste dijo: «Sé que es enorme la misericordia de Dios y creo que cuando yo esté presente restablecerá su salud anterior a la enfermaby a mí me concederá el perdón por mi atrevimiento. Pero no dudo que individuos malvados me puedan echar en cara más tarde esta actuación mía». (8) A lo que todos sus hermanos le respondieron: «Ninguno de nosotros va a decir nada de esto, pero apresúrate, señor, y haz con toda rapidez lo que sea eficaz para tu compensación»8; finalmente, empujado por sus ruegos, prometió ir, con la condición de, al menos, averiguar primero la voluntad del Señor, no fuera que al proceder temerariamente realizase algo a la ligera, a causa de lo cual, castigado por el juicio divino, se le devolviera el perdón a duras penas. (9) Así pues, se dirigió a la basílica de la santísima virgen Eulalia y postrado allí en el suelo, permaneció tendido durante todo el día y perseverando en la oración continuó sin cansarse también la noche siguientec. (10) Allí mismo fue aconsejado por el oráculo divino y levantándose de inmediato se dirigió sin vacilación y dándose mucha prisa a casa de la mujer enferma, pronunció una oración, en nombre dei Señor puso su mano sobre la enferma9, (11) y con la esperanza puesta en Dios, con asombrosa sencillez practicó unas delgadísima incisión con un fino bisturí de hierro y extrajo el feto ya putrefacto, miembro a miembro y a trozos10; a la mujer, ya casi muerta y sólo a medias viva, enseguida la devolvió ilesa a su marido, con el consentimiento de Dios. (12) A ella le aconsejó que en adelante no conociera varón, pues en el momento en que tuviera una unión carnal se le presentarían peligros mayores en el futuro. (13) Ellos, no obstante, arrojándose a los pies de éste le dieron las gracias y prometieron que observarían todo lo que íes había encomendado el hombre de Dios, rogando al Señor que, si no lo guardaban, les vinieran después males peores. [Paulo hereda los bienes del ilustre matrimonio] (14) Una extraordinaria alegría y un inmenso gozo se produjeron en aquella casady todos aclamando a Dios en alabanzas, orando y saltando, decían que en verdad el Señor había enviado a su ángele para que se compadeciera de ella. (15) Entonces ellos hicieron escritura de sus bienes de a. b. c. d. e.
Cf. Greg. M ag., Dial. III 32.4. Cf. Pass. lulìani 27.7; Vita Fruct. 10.3536. Greg. M ag., Dial. Ili 14.2. Cf. 1 M ac 4, 58. H c h l 2 , 11.
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modo que en ese momento presente el hombre santo recibía la mitad de todo lo que poseían, y la otra mitad, tras la muerte de ellos3, pasaría a pertenecerle íntegra y sin tocar. Tan grande era la abundancia de sus bienes que no se podía encontrar en la provincia de Lusitania ningún senador más rico que ellos. (16) Aquél lo rechazó completamente y lo rehusó y no quiso aceptarlo, pero, suplicándole y ofreciéndoselo con extremada insistencia, finalmente se vio obligado a aceptar. Al recibirlo ordenó que se dedicara no tanto para su propio provecho como cuanto para las necesidades de los pobres. (17) Y los que se lo habían entregado, perseverando en la castidad por temor a Dios, no mucho tiempo después, llamados por Dios, fueron admitidos a la patria superior. (18) Muertos ellos, el beatísimo obispo Paulo recibió merecidamente todo su patrimonio y él, que había llegado como peregrino sin tener nada, se convirtió en el más poderoso entre todos los poderosos hasta el punto de que todos los recursos de la iglesia eran considerados en nada al compararlos con sus bienes. [Llegan unos comerciantes griegos a Mérida. Con ellos un joven llamado Fidel, que resulta ser el sobrino de Paulo] III. (1) Después de disfrutar durante muchos años de tiempos felices con su pueblo y de distinguirse siempre lleno de virtudes, viviendo en la gracia de Dios, (2) sucedió un día que unos comerciantes griegos de la misma región de la que él era oriundo llegaron en naves desde Oriente y alcanzaron ias costas de España. Cuando llegaron a la ciudad de Mérida, acudieron ante la presencia del obispo, según la costumbre. (3) Como fueron recibidos afectuosamente por éste, después de abandonar su sede11y regresar a la casa donde se hospedaban, al día siguiente le enviaron un pequeño obsequio en agradecimiento, portándolo un muchacho de nombre Fidel que había viajado con ellos desde su tierra para trabajar. (4) Después de haber sido conducido a su presencia y de que el hombre santo hubiese recibido de buen grado lo que le había traído como muestra de agradecimiento, le preguntó detalladamente cómo se llamaba, de qué provincia y de qué ciudad era. (5) Al decirle el joven su nombre y mencionarle su ciudad, viendo que era de buen natural]\ le preguntó cada cosa conforme a un orden y le inquirió por el nombre de sus padres. Éste, siguiendoc el orden de las preguntas le mencionó con claridad su patria, su ciudad, su barrio y el nombre de sus padres. (6) Al a. b. c.
Tob 7, 16; 8, 24. 3 Re 11, 28. Gn 43 , 7.
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DE
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SANTOS
PADRES
DE MÉRIDA
decir esto, aquél reconoció el nombre de su hermana. Levantándose inmediatamente de su solio, ante la mirada de todos, le rodeó con sus brazos* —pues su corazón ya se había conmovido por élh— y arrojándose al cuello del jovenc y besándole largo rato lloró abundantemente de gozo. (7) Al punto mandó llamar a los ya nom brados comerciantes, a quienes dijo: «Cededme a este muchacho y pedidme lo que queráis». (8) Pero ellos respondieron: «No podemos hacerlo, porque es libre y lo hemos acogido de manos de sus padres, contratado para nuestra ayuda. En modo alguno podemos regresar junto a sus padres sin él y no seremos capaces de mirarlos más a la cara si le dejamos en un lugar tan !ejano»d. (9) Por el contrario él dijo: «Sabed que si no me lo dejáis no volveréis a vuestra patria. Pero aceptad de mí una copiosa fortuna y marchad seguros y en paz». (10) Al oír esto y no atreverse a oponerse más a tan alta dignidad le dicen: «Dinos, señor, ¿por qué motivo12 te dignas amar con tanto cariño a una persona desconocida para ti?» (11) Él les respondió que era pariente suyo, con un grado de parentesco muy cercano a él. Y añadió. «Marchad en nombre del Señor y, sin ninguna duda, anunciad a mi hermana que he retenido a su hijo junto a mí para consuelo de mi cautiverio»13. (12) Enviando varios obsequios a su hermana por medio de ellos, fue también muy espléndido en regalos con los mismos marinos. Y distinguidos de este modo con los obsequios de éste, retornaron a su patria con gran alegría. [Preparación de Fidel para suceder a Paulo] IV (1) Cuando se marcharon mandó tonsurar14 al mencionado ad olescente, le consagró al servicio de Dios omnipotente y, cual otro Samuel en el templo del Señor6, le instruyó con todo interés día y noche, de modo que en pocos años conoció perfectamente el oficio eclesiástico y todo el contenido de las sagradas Escriturasf. Luego, haciéndole avanzar de grado en grado, le ordenó sacerdote15. (2) Convertido en morada del Espíritu Santo5, destacaba de tal manera en todas las virtudes que sobrepasaba a todo el clero en santidad, caridad, paciencia y humildad. En realidad se mostró tan querido y afable para Dios y los hombres que le tenían por uno de los ánge!esh. a. b. c. d. e. f. g h.
Pass. Eugeniae 26.1112; cf. Gn 46.29. 3 Re 3, 26. Gn 46, 29. Cf. Le 15, 13; 19, 12. C f. 1 R e 2 , 18 ss. Cf. Pass. Eug eniae 3.1. Greg. Mag., Epist. 13.43, entre otros. Pass. Eugeniae 13.4; Rufin., Hist. Monach. 1
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(3) Puesto que mientras tanto, sirvió al Señor de forma irreprochable durante muchos años16 y con suave complacencia obedecía en todo a su mencionado protector y con gusto le hacía agradable su vejez sin ofensa alguna, el mismo santísimo padre nombrado arriba, transcurridos ya muchos años y en edad muy avanzada y asomado ya a la vejez, eligió al joven como sucesor suyo17; (4) después le ordenó que ocupase su lugar, aun estando él todavía con vida, y le instituyó heredero de todos sus bienes, determinando mediante sanción testamentaria que, si el clero de Mérida quería tenerle como obispo, a su muerte legaría a la citada iglesia todas las posesiones que le había dejado; pero en otro caso, éste tendría libre potestad para determinar y decidir lo que quisiera sobre las citadas posesiones3. (5) El santo varón estableció esta disposición por revelación, con la asistencia del Espíritu Santo y tuvo conocimiento de antemano, en virtud de un don profètico, de que no iban a faltar las envidias de muchos hombres malvados que se opondrían a aquel hombre, quienes, como perros, le ladrarían de modo mordaz por todas partes y abrasados por las teas de la envidiable desgarrarían con sus dentelladas. (6) Después de haber sido elegido obispo, con el auspicio divino, Fidel deseaba permanecer al lado de aquél y servirle tal como se había acostumbrado a asistirle en época de su diaconado, de modo que le prestaba todo servicio quitándole la casulla18 a modo de acólito y permaneciendo a su lado. (7) Aquél le prohibió hacerlo, le advirtió que, en adelante, mantuviera constantemente la dignidad de su pontificado y le encomendó que tuviera un cuidado mayor de sus hermanos. (8) El mismo santísimo anciano, abandonando después el palacio19 y todos los privilegios de su cargo, se retiró a la basílica de Santa Eulalia, a una celda muy humilde. Este, cuando llevaba allí recluido algún tiempo, liberado de los embates de este mundo e instalado en una gran quietud, mientras se postraba con el cilicio y la cenizac y rogaba a Dios por los pecados del mundo entero, abandonó la vida. [Problemas de Fidel con la iglesia de Mérida] V (1) Tras su muerte algunos hombres perniciososd, según lo había predicho el varón de Dios, con ruines palabras empezaron a murmurar contra el muy santo obispo Fidel, para expulsarle por cualquier motivo del puesto en el que había sido colocado. (2) Después de que éste lo a. b. c. d.
Cf. Tob. 1.14. Greg. M ag., Dial. II.8.2. Sulp . Sev., Epist. III. 14. Cf. Siseb., Vita Desid. 4.67.
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VIDAS DE LOS SANTO S PADRES DE MÉRIDA
hubiera sopesado detenidamente y hubiera decidido alejarse con sus bienes del acoso de aquéllos, ellos, con el convencimiento de que éste alejaría de ellos las posesiones que había sometido a la jurisdicción de la iglesia20, de que nada en absoluto les quedaría, se postraron a sus pies, más por obligación que por propia voluntad, y le rogaron con muchas súplicas que no les abandonara. (3) El, no sin mostrar cierta resistencia, dio su consentimiento no sólo para llevar la dirección sino también para dejar después todo su patrimonio a la iglesia. Esto se hizo de modo que en esa época aquella iglesia se enriqueció tanto que ninguna iglesia era más rica que ella en los confines de España. (4) Y así, con la ayuda del Señor3, se aseguró un amor puro y sincero de todos hacia élb, tan grande que todos, en un único e idéntico espíritu, inflamados por el amor de la inmensa caridad hacia él, ardían con la inmensa llama de un santo enardecimiento y convertidos con él en un único corazón y voz, nunca discrepaban de él por su mutuo amor si se planteaba una diferencia. [E l atrium se hunde, pero no se producen víctimas. Reconstrucción del edificio] VI. (1) Ya que hemos recordado el nombre de tan gran obispo nos parece de gran valor traer a la memoria una pequeña parte de las muchas virtudes de éste en las que frecuentemente brilló21. (2) Así pues, un domingo, cuando estaba en el atrio con muchos hijos de la iglesia, como es costumbre, el archidiácono con todo el clero vestido de blanco22 viniendo desde la iglesia, se presentaron ante él. (3) De inmediato él se levantó y, con los diáconos portando los incensarios y caminando delante de él, se dirigió a la iglesia con todos los presentes a celebrar misa solemne23 con la ayuda de Dios. (4) Pero cuando todos juntos con él apenas se habían alejado unos diez pasos fuera del atrio, en ese mismo lugar toda la estructura del amplísimo atrio se derrumbó de repente desde sus más profundos cimientos, pero no aplastó a nadie por deseo de Dios. (5) De este hecho debeconsiderarse quéclase de mérito poseía ese hombre que, con sus oraciones ante Diosc, logró que no se concediera a su antiguo enemigo el poder de perpetrar el hundimiento de tan gran construcción antes de que él salvara a todos, por la misericordia de Dios, al haberlos sacado al exterior en su totalidad. Pero que nadie pereciera en tan gran peligro, nadie ponga en duda que fue debido especialmente a la intercesión de la santísima virgen Eulalia. (6) Cuando, a. b. c.
Cf. M e 16, 20. Cf. Gn 11, 6; Hc h 4, 32. Greg. M ag., Dial. 1.56.
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al preguntar solícitamente, averiguó que no había muerto nadie, su corazón no se entristeció en absoluto sino que dio muchas gracias a Dios y, contento, ofreció la misa a Dios y consagró alegremente todo el día al Señor con todos sus fieles. (7) No mucho tiempo después restauró el edificio de la sede destruida24 y, con la ayuda de Dios, io hizo más hermoso. Así, alzando los espacios del mismo edificio a lo largo y ancho con altas techumbres y sosteniendo los preciosos atrios mediante columnas ornamentadas, revistiendo todo el suelo y las paredes con mármoles blancos, cubrió la admirable morada de arriba abajo25. (8) Luego, restaurando la basílica de la santísima virgen Eulalia de forma admirable en su disposición, en su sagrado templo hizo levantar unas elevadas torres que se erguían en lo más alto del edificio. [Fidel camina con los santos] VII. (1) Se afirma que este bienaventurado varón, cuando aún estaba vivo, fue visto a menudo con una multitud de santos en el coro de la iglesia26 cantando salmos, y se cuentan otras muchas cosas que desistimos de escribir por su extensión, para que no produzcan cansancio a los lectores. (2) Cierto día envió a un muchacho, sirviente suyo, a un lugar que se llama Caspiana27, que dista de la ciudad de Mérida dieciséis millas28, y le mandó que regresara a toda prisa. (3) Éste partió, pero, como sucedió que no pudo regresar en el mismo día, se quedó allí. Justo al inicio de la noche, estando ya dormido, le pareció que cantaban los gallos y despertándose inmediatamente subió a su caballo y apresurándose veloz llegó antes de medianoche ante la puerta de la ciudad que se llama Puerta del Puente. (4) Después de permanecer durante mucho rato, al comprobar que se había levantado antes de la hora conveniente y que, aunque llamaba a gritos, nadie le abría la puerta, le pareció oportuno dar de comer a su caballo un poco de forraje de hierba hasta que alguien le franqueara la puerta. (5) Y he aquí que de repente29, a altas horas de la noche, alzando la vista vio a lo lejos un globo de fuego30 que salía de la iglesia de San Fausto31, que está a casi una milla de la ciudad, y se dirigía a la basílica de Santa Leucricia32. (6) Mientras éste contemplaba en silencio qué era aquello, inmediatamente una multitud de santos, a quienes aquella luz precedía, avanzando por el puente llegó hasta la puerta; con ellos caminaba también el muy santo Fidel. (7) En cuanto el grupo llegó a la puerta el citado muchacho, al ver el tropel de neófitos y reconocer también al venerable Fidel vestido con una túnica33 blanca, avanzando en 77
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medio de ellos, se quedó atónito y, aterrado y tembloroso por el miedo, quedó como m uerto11. (8) Por voluntad divina se les abrieron las puertas y a continuación entraron en la ciudad. Después de haber entrado éstos, aquél poniéndose en pie pretendió entrar tras ellos, pero no pudo en absoluto porque encontró la puerta cerrada como antes. (9) Cuando se abrió la puerta a primera hora del día, se dirigió al palacio, y el venerable varón le preguntó a qué hora había salido del lugar antes citado. Este le contó a qué hora se había levantado y la espera que había hecho a la puerta. (10) Al preguntarle el hombre de Dios si no había visto nada y confesarle él lo que había visto, aquél advirtió que no contara a nadie hasta qué punto era santo en vida, para que no le sobreviniera algún peligro terrible13. VIII. (1) En otra ocasión un religioso lo vio también cierta noche saliendo de la iglesia de Santa Eulalia con una multitud de santos y caminando por las basílicas de los mártires, pero actuando imprudentemente, enseguida lo contó a otros muchos. (2) Por último acercándose al varón de Dios le contó también lo que había visto. Este le dijo: «¿Le has contado ya a alguien lo que viste o no?». Contestándole con franqueza le confesó que lo había contado. (3) A esto él respondió: «Que Dios se apiade de ti, hermano, no has actuado bien. Sé que en el juicio futuro no se te computará como culpa0. Entre tanto ve a comulgar y danos el beso de despedida, porque te vas a morir. No obstante, pon en orden tu casa a toda prisa y, si lo deseas, recibe el remedio de la confesión»d. (4) Este, apenas recibida la confesión y ordenada su casae, despidiéndose de todos abandonó su cuerpo la noche siguiente. [Los santos ordenan la muerte de Fidel] IX. (1) De nuevo un hombre piadoso que pensaba atentamente acudir al oficio eclesiástico, una noche mientras estaba tumbado en la cama, sumido en el sueño, a altas horas de la noche, le pareció que habían dado la señal para maitines34. (2) Levantándose inmediatamente corrió a toda prisa a la iglesia para que no se le pasara la hora del oficio sagrado y apresurándose en una rapidísima carrera' jle gó allí jadeante. a. M t 28 , 4. Cf. Heb 12, 21 ; Pass. Valeriani 9.4; Pass. Euphimia.e 7.10; Pass. Syriaci et Paulae 3.2. b. Cf. Greg. M ag., Dial. 1.9.5. c. D t2 4 , 15. d. Cf. Is 38 , 1. e. 2 Re 17, 23. f. Cf. Pass, lulian i 47.23.
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(2) Pero cuando entró en la iglesia de Santa María, que ahora se llama Santa Jerusalén35, oyó unas voces moduladas extraordinariamente de gentes que cantaban36 y al mirar al coro vio que allí había una multitud de santos. (4) Conmocionado por un gran miedo y temblando todo entero, se retiró en silencio a un rincón de la iglesia y observando calladamente, espiando solícitamente, escuchó el oficio entero, que fue llevado a cabo por completo por aquéllos según el orden habitual. (5) Terminado el oficio, un poco antes del canto del gallo, se dirigieron entonando laudes37 desde la iglesia de Santa María a la pequeña basílica de San Juan, donde está el baptisterio, que, en efecto, está muy cerca de la basílica antes citada, separada sólo por una pared, y ambas cubiertas por un único techado. (6) Y concluidos los laudes se decían unos a otros: «Ésta es la hora en que debe darse la señal; por ello primero es necesario que organicemos aquello para lo que hemos sido designados». (7) En cuanto di jeron esto, apenas habían hablado, aparecieron ante ellos unos etíopes abominables y terroríficos, cuya estatura parecía gigantesca, de negrura realmente horrible2, de modo que por su furiosa mirada y negro rostro se le daba a entender abiertamente a quien los mirarab que, sin duda, eran servidores del Tártaro; éstos portaban también espadas muy afiladas en las manos. (8) A continuación los santos dijeron: «Marchad a toda prisa a palacio38 y entrad en la celda en que se halla acostado el santo obispo Fidel e infligidle una grave herida en su cuerpo para que su alma, saliendo cuanto antes de la atadura corporal, pueda llegar junto a nuestro Señor Jesucristo y a la corona para él preparada». (9) Éstos, acatando inmediatamente las órdenes, marcharon0, pero volvieron sin golpearlo diciendo: «No hemos podido entrar en su celda porque no duerme sino que yace postrado en tierra y reza. Además la celda misma exhala un olor a incienso tan extremadamente suave que la calidad del perfume de la intensa fragancia, que aquél ha ofrecido a Dios, no nos permite penetrar allí». (10) Les mandaron de nuevo diciendo: «id y golpeadle, porque la orden de Dios debe ser cumplida». Como éstos fuesen y no pudiesen entrar, al volver de nuevo dijeron: «Su oración nos impide por completo entrar». (11) Les contestaron. «La oración cesa cuando llega la llamada. Pero id y cumplid el precepto del Señor, porque, una vez que ha sido man a. b. 4.20. c.
Cf. Pass. Iuliani 42.45. Cf. Greg. M ag., Dial., passim; Pass. Valeriani 26.12; Valer. Bergid. Epist. Eger. Cf. Greg. M ag., Dial. IV11.3.
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A AO m ÌB A W lM f
VIDA S
DE LOS SA NTO S
PADRES
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dado, no puede ser pasado por alto». Cuando, por tercera vez, fueron, entraron con el permiso del Señor, y le golpearon tan fuerte con su cruel mano que aquel piadoso hombre que se hallaba en la iglesia oyó claramente el grito que éste lanzó con gran dolor y también con un gemido. (12) Al amanecer acudió al santo obispo y le confió todo lo que había visto y también lo que había oído. El le dijo: «Lo sé, hijo mío, lo sé y en modo alguno se me oculta». [Muestras de la caridad de Fidel antes de morir] X. (1) Después de decirle esto y de sentir de inmediato que, con sus miembros ya cansados, se debilitaba completamente por una enfermedad repentina3, mandó que se le condujera a la basílica de la santísima virgen Eulalia. (2) Allí en primer lugar lloró sus pecados con abundantes lágrimas reparadoras. Luego distribuyó generosamente numerosas limosnas a muchos prisioneros e indigentes. Por último, devolviendo los recibos39, canceló todas las deudas40. (3) Pero después de haberlos devuelto a todos, había quedado pendiente una cédula de obligación que aún no había sido entregada, de una viuda que esperaba que se le devolviese. Pero no había modo de que la pobre mujer se acercara a causa de la muchedumbre que rodeaba a aquél. (4) Como ella iba día tras día sin encontrar sitio y se angustiaba penosamente al no conseguir nada y regresaba a su albergue con profunda aflicción, cierta noche los santísimos mártires Cipriano y Lorenzo41 se le aparecieron diciendo: «¿Sabes por qué no encuentras sitio?». Elia respondió: «No lo sé». (5) Y ellos dijeron: «¿Por qué te acercas habitualmente a las demás basílicas de nuestros otros hermanos mártires y desprecias acudir a nosotros?». (6) Ella, levantándose al instante, acudió a las basílicas de éstos, rezó con lágrimas, imploró el perdón por el descuido del tiempo perdido y regresó inmediatamente desde allí a la basílica de Santa Eulalia y encontró sitio con asombrosa rapidez; obtuvo su recibo sin ninguna dificultad42, (7) dio gracias infinitas a Dios43 y sus santos, por lo que no sólo mereció encontrar un lugar adecuado para pasar sino que, además, por disposición de los santos de Dios, sucedió que cuando entró el santo obispo la estaba esperando con el recibo en la mano para devolvérselo. (8) Y sucedió de tal modo que, perdonando él benévolamente y recibiendo ella con alegría lo que durante tanto tiempo ésta había deseado, poco después el hombre santo, precedido por la congregación de los santos y esperándole los coros de ángeles, se marchó al reino de a.
Cf. Sulp . Sev.. Epist. 111.14.
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los cielos rebosante de alegría y, unido a las falanges celestiales, mereció integrarse para siempre con gozo eterno en las mansiones celestiales, por la previsión del Señor Jesús. (9) Su cadáver junto al cuerpo44 de su santísimo predecesor, entregado a un mismo sepulcro como en un único lecho, fue inhumado con honor. NOTAS
1 Vita Fruct. 14.1. 2 Miracula. Sobre el significado de este término, véase más arriba, en el prefacio, nota 2. 3 Cf. Vita Fruct. 12.45. 4 No hay ninguna otra noticia de este personaje en otras fuentes. No es el único caso de elección de obispos extranjeros. Los datos de Paulo, así como de los comerciantes griegos que llegan a Mérida, junto con Fidel, quien luego resulta ser sobrino de aquél, son claro indicio de la presencia oriental en muy diversas zonas hispanas en época tardoantigua. Se ha sugerido en ocasiones que Paulo y Fidel se relacionan con la presencia de bizantinos enviados por Justiniano. 3 M antengo la reiteración del texto: omnes statim Deus conturbationum procellas, que eadem eclesiam tempore prodecessoris sui conturbauerant... 6 Tempore prodecessoris (por praedecessoris) sui. No se sabe quién fue el predecesor de Paulo en la silla episcopal. Probablemente el autor aluda a los tiempos convulsos que debieron vivirse durante la guerra civil entre Agi la (549555) y Atanagildo (555567) y el asesinato del primero en Mérida a manos de sus propios soldados, después de haber perdido la guerra (Isidoro de Sevilla, Historia Gothorum 4546). Si esto es así, los obispados de Paulo y Fidel se habrían desarrollado entre estas fechas y el comienzo del reinado de Leovigildo (568586), pues el sucesor de Fidel, ei obispo Masona, ya vive en época de Leovigildo. Sobre la cronología de los relatos, véase lo dicho en la introducción. ' Los clérigos podían ejercer la medicina, pero, como se deduce de este episodio, lo que no pueden practicar es la cirugía, ya que implica derramamiento de sangre y, por tanto, mancharse de sangre las mismas manos con ¡as que se oficia en el altar. No existe en época visigoda una prohibición explícita de practicar la cirugía. En siglos posteriores, en cambio, sí aparece esta prohibición, así en el concilio de Clermont de 1130. No obstante, ciertos cánones conciliares de época visigoda invitan a pensar que esta prohibición existiera de hecho, pues van encaminados a evitar el derramamiento de sangre por parte de los clérigos; así se les prohíbe que participen en revueltas o conjuras, incluso intervenir en juicios donde el castigo resultante pueda ser la pena de muerte (IV concilio de Toledo de 633 y XI concilio de Toledo de 675). Más en concreto el canon 1 del concilio de Lérida (546) estipula una norma relativa a las situaciones de asedio en las que se señala que quienes ofician en el altar o tocan los vasos consagrados al oficio divino se abstengan de mancharse las manos con sangre humana,
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aunque sea de un enemigo, y, en caso de hacerlo, que durante dos años queden privados de ejercer sus funciones y de la comunión, durante los cuales expíen su falta y, una vez transcurrido ese tiempo, puedan ser restablecidos en su cargo, pero sin poder ya alcanzar un grado más alto que el que ocupaban. Ante estos datos cabe suponer que sea cierta la existencia de la normativa que en las VSPE Paulo se ve obligado a contravenir. 8 Quod mercedi tuo proficiet. Merces edis es recompensa, beneficio, interés. El sentido podría ser que los clérigos le dicen que actúe como crea conveniente sin perjudicarse, pero es probable que se refiera a la recompensa espiritual que puede obtener por su buena acción (no la recompensa material que, en efecto, recibirá después). Véase la argumentación de Garvin al respecto (pp. 366368). 9 Cf. Vita Fruct. 10.35. 10 La operación parece consistir en una fetotomía o embriotomia más que en una cesárea, dada la explicación del autor sobre un finísimo corte y la desmembración del feto. Según B. Curado (véase bibliografía, pp. 153 ss.) los detalles sugieren este tipo de intervención. La finísima incisión sería en el cuello del útero, con el fin de extraer los miembros en reducidos tamaños por vía vaginal; no se habría realizado una incisión abdominal y practicado una cesárea. La explicación resulta convincente por la metodología empleada, según se deduce de la descripción dada por el autor de las VSPE. Sin poner en duda las explicaciones dadas por Curado, no obstante sí debe advertirse al lector de las VSPE y de esta traducción que en ningún momento se especifica en el texto la afirmación taxativa que hace dicho autor: «Realiza —Paulo— una incisión en el cuello del útero, y no una incisión abdominal. Podemos con este dato descartar una cesárea». Quizá la razón se deba, en mi opinión, a que sólo puede pensarse en la fetotomía o embriotomia por la mencionada desmembración del feto y porque si se hubiera tratado de una cesárea no habría habido una finísima incisión. Por otro lado, según explica Curado, en la antigüedad las cesáreas se solían practicar post mortem, es decir, para extraer a la criatura viva de una madre muerta. 11 El término es atrium. Resulta conflictivo delimitar el valor exacto del mismo. A lo largo de la obra se hace referencia en la mayoría de las ocasiones a un lugar donde los obispos reciben en audiencia a diferentes personajes y ejercen sus funciones sociales y los cometidos propios de su cargo. Es al atrium donde acuden los diáconos para visitar a Fidel y junto con él acudir después a la iglesia, como se verá a continuación en el texto. Pero también podría interpretarse en ocasiones como equivalente a la residencia episcopal; así lo traduce Garvin en la mayoría de los pasajes de este tipo. Por otra parte, es evidente que conserva aún el valor de atrio, el patio característico de una casa y del que está dotada también una iglesia. De hecho hay un pasaje en el que se menciona en plural, atria, y parece referirse concretamente a los patios encolumnados de un edificio que se restaura. Sin embargo, el edificio en cuestión no es otro que ese atrium al que he hecho referencia como edificio de actuación pública. Como se verá en el texto, nada más salir Fidel del atrium, camino de la iglesia —seguramente la propia catedral— acompañado de miembros del clero, el edificio se derrumba por completo, sin que llegue a haber víc82
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timas: VSPE 4.6.XX: At ubi uniuersi cum eodem de atrio paululum fere decem graduum processerunt foris, ylico ab imnis fundamenti omnis repente amplissimi atrii fabrica ruit et neminem ibi oppressit Deo iubente. Poco después Fidel acomete la reconstrucción del edificio; es en este pasaje donde atrium es denominado como sedes y en el que el término en plural, atria, hace referencia a los atrios como espacios encolumnados cuya restauración se lleva a cabo: VSPE 4.6.24: Post non multum uero temporis interuallo sedis disrute fabricam restaurami ac pulcrius Deo opitulante patrauit. Ita nimirum ipsius edificii spatia longe lateque altis culminibus erigens pretiosaque atria columnarum ornatibus suspendens ac pauimentum omne parietes cunctos nitidis marmoribus uestiens miranda desuper tecta contexuit. La equivalencia de sedes con atrium no resuelve bien la ambigüedad del término, ya que sedes puede ser la residencia privada, pero el sentido de este término es mucho más amplio en toda la latinidad, si bien siempre con el matiz de residencia o lugar que se ocupa o donde uno se sitúa, desde un asiento, hasta la sede real, ya sea el trono, ya sea la ciudad capital del reino; del mismo modo, puede ser un lugar de asentamiento de un pueblo, incluso los cimientos o el terreno sobre los que se asienta un edificio. Por otra parte, hay un par de textos claves en las VSPE para la interpretación de atrium. De un lado se dice que estaba situado dentro de las murallas de la dudad: VSPE 5.5.55: quod est fundatum intra meniis ipsius urbis. De otro, se habla del atrium ecclesiae, literalmente, por tanto, el atrio de la iglesia, como el lugar donde Leovigildo ordena que se celebre un debate teológico entre el obispo Masona y el obispo arriano Sunna (VSPE 5.5 42). Cuando en la obra se explica cómo se desarrolla este debate se menciona que tiene lugar en el atrium, sin detallar que sea el atrium de la iglesia y, contextualmente, se trata del mismo atrium como lugar de representación de los obispos, según he comentado; allí espera Masona a que lleguen los jueces y allí se presenta Sunna con sus seguidores; sentados unos enfrente de otros, da comienzo el debate, al parecer en una suerte de sesión pública (VSPE 5.5.61). Si atendemos a que Leovigildo había ordenado que se celebrase el debate en el atrium ecclesiae, y nada hace pensar que se trate de otro atrium y, a la vez, parece que sea el lugar habitual de permanencia del obispo en el ejercicio de sus funciones, aunque no sepam os si, además, es su residencia oficial y privada, creo que podría plantearse la hipótesis de que estamos ante un complejo arquitectónico dentro de la ciudad en el que atrium pueda ser ese lugar de representación oficial, contiguo a la iglesia catedral —tal vez el propio atrium de la iglesia destinado a esas funciones— y, a su vez, contiguo al episcopium o palacio episcopal. Episcopium aparece, en efecto, mencionado sólo una vez en la obra, en VSPE 5.13.52: et his dictis ad episcopium rediit. 12 Vita Eruet. 10.26. 13 Se observa aquí el tópico constante de los uiri sancti de las obras hagiográficas tardoantiguas occidentales. Son obispos, pero anhelan una vida en solitario de retiro y oración. 14 El canon 41 del IV concilio de Toledo (633) prescribe que todos los estamentos eclesiásticos deben ser tonsurados, frente a la costumbre todavía vigente en la Gallaecia de llevar los cabellos largos y sin tonsurar.
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15 Para los diferentes grados del cursus clerical hasta llegar al sacerdocio, lector, salmista, exorcista, acólito, etc., véase Isidoro, De eccles. offic. 2.1115, y Sánchez Salor, Jerarquías eclesiásticas (citado en la bibliografía). 16 Cf. Vita Fruct. 9.1. 17 El pasaje que a continuación se relata no deja de ser conflictivo, ya que desde el concilio de Antioquia (341), canon 23, se prohíbe que los obispos elijan a sus sucesores. Dicha normativa se reitera en los denominados Capitula Martini en el II concilio de Braga (572); en el IV de Toledo (633) se declara también como algo irregular que los obispos lleguen a serlo por mediación de sus predecesores. Ante esta situación cabe suponer que la elección de Paulo a favor de Fidel generase malestar en el estamento eclesiástico de la ciudad y, posiblemente, serios problemas, como se deduce del episodio. 1S Exuens sibi casulam. Diminutivo de casa.. La casulla es propio del sacerdocio hispanovisigodo. 19 No obstante lo dicho en la nota 11 de este mismo capítulo, aquí sí parece que haya que entender atrium como residencia episcopal. Podríamos estar ante la designación de atrium por sinécdoque como palacio episcopal, si entendemos atrium precisamente como el lugar de representación y función episcopal. Paulo no sólo abandona la casa donde vive, sino que en el texto nos está diciendo que ha dejado su puesto y, por tanto, todas sus funciones a su sobrino Fidel. 20 El término es praedium, y se refiere tanto a bienes muebles como, sobre todo, a propiedades inmuebles. Recuérdese que el fabuloso patrimonio de Fidel, heredado de Paulo, provenía fundamentalmente de la herencia completa que, a su vez, a Paulo le había legado el matrimonio del uir inluster y la esposa curada por éste, gracias a una intervención quirúrgica. 21 Cf. Vita Fruct. 9.9. 22 Fa albis ab ecclesia uenientes. La vestimenta bianca era característica del diaconado, como puede verse en el IV concilio de Toledo (633), canon 28. 23 Se refiere al oficio de la misa, que hay que distinguir de la missa como grupo de tres salmos de los oficios litúrgicos, véase capítulo í, nota 3. 24 Sede dirute. Aquí utiliza el término sedes, frente a atrium en los párrafos anteriores. 25 Este pasaje, desde «alzando los espacios» hasta «de arriba abajo», puede verse incluido en un texto más amplio de la Passio Mantii, cap. 4. Se trata de un texto anónimo fechado en el siglo VI. En la Pasión se habla de la reconstrucción de una basílica martirial que tiene lugar después de la conversión de los suevos. Mantius era de Miliana, cerca de Evora. 26 Aunque el término chorus no se refiere a un lugar concreto en los escritores latinos y, de hecho, en Isidoro (De eccles. offic. 1.3.2) se define como un grupo de gente que canta: chorus est proprie multitudo canentium, etc., y en Etym. 6.19.5: chorus est multitudo in sacris collecta. Posiblemente a partir de esta idea de que el grupo se reúne en un lugar sagrado pase a designar el lugar mismo, como se ve perfectamente aquí en las VSPE al hablar del coro de la iglesia. 2/ No se ha identificado este lugar. Quizá esté situado al norte de la ciudad, teniendo en cuenta que el joven al que envía Fidel regresa a la ciudad situándose en la Puerta del Puente.
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2S Véase una expresión similar en II.4.5. La expresión es parecida también a la usada por Gregorio Magno {Dial. II. 1.3) para expresar la situación de una localidad. 29 El pasaje entero de este párrafo tiene ecos de la Passio Agnetis 26.413. 30 Globum igneum. Es la expresión usada para referirse al esplendor que rodea a los santos, según les atribuyen los textos cristianos, cf. Sulp. Sev., Vita Mart. 2.2, Greg. Mag., Dial. IV 8,11.33. 31 Se desconoce este lugar. Hay dos mártires que reciben el nombre de Fausto con culto en España. Uno de ellos pertenece al grupo de los dieciocho mártires de Zaragoza, de quienes Prudencio habla en el Himno a los mártires {Peristh. ÍV145164). El segundo es un mártir de Córdoba, junto con Januario y Marcial, a quienes Prudencio denomina las tres coronae {Peristh. 4.1920). En ocasiones fueron considerados hermanos. También aparecen mencionados en martirologios y calendarios litúrgicos. Cabe pensar que, por razones de proximidad geográfica, la iglesia de San Fausto de Mérida estuviese dedicada al mártir cordobés. 32 Leucricie en la edición de Maya. Hay diversas variantes de lectura, pero se trata con seguridad de Lucrecia, de cuyas reliquias, junto con las de Eulalia y otros mártires, se habla en una inscripción del siglo vi (IHC 57). El Martirologio romano celebra su festividad el 23 de noviembre y dice de ella que sufrió martirio bajo el mandato del prefecto Daciano, durante la persecución de Dio cleciano, al igual que Eulalia. No debe confundirse con Lucrecia, la mártir de Córdoba. 33 Cyclade. El término designaba propiamente una prenda femenina, pero aquí se aplica a un hombre, aunque como vestimenta especial. 34 ... quod signum ad matutinum dedissent. La expresión de dar la señal para ir al oficio también se lee en la Regula monachorum de Isidoro de Sevilla, cap. 6.1 y 6.7: signo dato. 3J La iglesia de Santa Jerusalén es la iglesia catedral y se menciona también en el concilio de Mérida de 6 66. Existen varias catedrales en España e Italia con esta misma advocación. Junto a la catedral estaba el baptisterio de San Juan Bautista y el atrium y posiblemente el episcopium o palacio episcopal. Como se ha dicho, el atrium puede designar a veces esta residencia, lo cual confirmaría que forman un conjunto eclesiástico todos estos edificios y quizá el atrium sirviera de nexo entre unos y otros y fuese compartido por ellos (véase más arriba, en este mismo capítulo, nota 11). 36 Audiuit uoces mire modum modulationis canentium. En Isidoro {Sent. 3.7.32), uocis modulatio es el canto. 37 Laudes parecen ser los cánticos que se hacen al final del oficio y suelen ser partes de salmos cantados, distintos de los himnos. Así en la Regula de Isidoro se prescribe que en las horas prima, sexta y nona se digan laudes al final de las mismas seguidas de himnos y oraciones. La laus (en la Regula de Fructuoso de Braga en singular) o laudes (en plural en el Liber Horarum y en el rito mozárabe) debía consistir en un aleluya cantado y adornado musicalmente y un versículo de cierre. El gallicinium u hora peculiar de la Regula de Fructuoso consistía en tres salmos cum laude et benedictione. (La benedictio parece una innovación fructuosiana del ordo monasticus no cathedralis, por tanto, distinto del pre
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sentado aquí en las VSPE.) En esta obra estamos ante el ordo cathedralis, pero parece que los laudes se cantan después del oficio cuando ya se va caminando desde la catedral al baptisterio, muy próximos entre sí porque debían compartir techumbre, además de estar seguramente anejos al atrium. Recuérdese, por otra parte, que el ordo matutinum, es decir, maitines, se suele identificar con el gallicinium en la Regula Isidori, considerado como un officium del tiempo diurno, lo mismo que en el Liber Horarum . Mientras que en Fructuoso de Braga gallicinium es una hora peculiaris inmediatamente anterior al ordo matutinum y parece situarse todavía en el tiempo nocturno. Véase capítulo I, nota 3. 38 Nuevamente atrium es aquí el palacio episcopal. 39 El término usado es chirographus (cirografs en ablativo en la edición de Maya, aquí manejada). Se trata de un documento escrito que compromete al deudor de la obligación de pagar una deuda. Es una caución, cautio, término usado a continuación como sinónimo para referirse al mismo tipo de cédula de obligación. De este pasaje y el que sigue se deduce que había diversas personas que habían contraído deudas con la iglesia, por préstamos de dinero u otros compromisos adquiridos con ella. 40 La caridad, es más, la munificencia de los obispos, es uno de los tópicos de los uiri sancti. Garvin (pp. 417418) señala acertadamente que el pasaje evoca las palabras de Gregorio Magno en la Regula pastoralis 3.21 cuando señala: «Cuando servimos a los pobres con cualquier cosa necesaria les devolvemos lo suyo, no les otorgamos lo nuestro; más que realizar obras de misericordia, pagamos una deuda». 41 Cipriano fue el obispo de Cartago, martirizado en 258. Su culto se extendió rápidamente por Hispania, al principio especialmente en la Bética. Se ha mencionado la carta de éste a las comunidades de Mérida y Astorga, como muestra de la temprana penetración del cristianismo en ciudades híspanas (véase en el prefacio, nota 6). Sobre Lorenzo, véase capítulo II, nota 9. 42 Cf. Vita Fruct. 11.29. 43 Deo... inmensas grates retulit. El uso de grates se suele diferenciar del de gratias porque el primero se usa para referirse a las oraciones de agradecimiento dirigidas a Dios y el segundo para los demás casos. Así lo marca Isidoro en Diff. 1.264: grates Deo agantur, gratias hominibus. En las VSPE aparece, en cambio, muchas veces gratias en estos casos, aunque en este pasaje concreto es grates. Sirve de referencia el mismo a Vita Fructuosi 15.10. 44 Corpusculum y corpus. Véase capítulo I, nota 16.
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V CO MIEN ZA LA VIDA Y VIRTUDES DEL SANTO OBISPO MASONA
I. (1) Al trasladarse a la patria celestial el citado benefactor, por la piadosa divina Providencia, le sucede un hombre de recta conducta, no inferior en todas las virtudes, cuyo nombre era Masona1; es decir, un bienaventurado sucedió a un bienaventurado, un santo a otro santo, un piadoso a otro piadoso, un hombre bueno a uno bondadoso y uno que resplandecía con todos sus dones a uno que brillaba con sus inmensas virtudes; así Masona sucedió a Fidel en el orden sacerdotal. (2) Sin duda, al quedar unido el predecesor a los bienaventurados en el cielo, la dulzura del «maná» del sucesor y su extraordinario mérito mitigaron la tristeza de todos los ciudadanos en la tierra, de modo que no sólo se disipaba la pena de todos por la muerte de tan gran obispo, (3) sino que incluso, a semejanza de los antiguos padres Elias y Eliseoa en el pasado, parecía que la gracia que se hallaba depositada en el santo obispo Fidel, acrecentada por la gracia del espíritu confortador, había descendido sobre el santo obispo Masona, públicamente, a la vista de todos, (4) de forma que la gente, después de haberle sido arrebatado su pastor, no se apenaba por doquier con un abatimiento desconsolado, sino que, por concesión de la misericordia divina, se alegraba con un doble gozo, el de haber enviado a aquél para su salvación al cielo y el de haber acogido de buen grado a este hombre de eximia virtud en la tierra. [Masona en la Lusitania y en Mérida] II. (1) Por lo demás, el santo obispo Mason a había nacido de estirpe noble, pero era más noble con mucho por los méritos de su vidah, a. b.
Cf. 2 Re 2, 15. Prud., Peristb. 3.12.
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ciertamente godo de nacimiento, pero extremadamente devoto, con el corazón muy dispuesto hacia Dios y sólidamente sostenido por la virtud del Altísimo, adornado con santas costumbres y embellecido con la apariencia de un gran encantoa, (2) rodeado desde su más tierna infancia por la brillante estola de la caridad y la humildad, ceñido con fuerza por el cinturón de la fe, claramente cercado por la prudencia tanto como por la justicia, admirablemente honrado con el amor del Dios supremo y del prójimo; amado, por tanto, por Dios y por los hombres; digno de admiración por su edad y por su prestigio, amante de sus hermanos, gran intercesor en favor de su pueblob, cuyo nombre por sus numerosos milagros se propagó atravesando toda la tierra y resplandeciendo. (3) Y así, en tiempos de éste, el Señor, gracias a sus oraciones, alejó de la ciudad de Mérida y de toda la Lusitania el azote de las enfermedades y la carestía de alimentos y los expulsó gracias a los méritos de la santa virgen Eulalia y se dignó repartir tanta salud y tal abundancia de toda clase de dichas a todo el pueblo (4) que parecía que nunca nadie, aunque pobre, había carecido de nada ni estaba atormentado po r necesidad alguna, sino que, al igual que los ricos, también los pobres tenían abundancia de todas las cosas buenas y en modo semejante al gozo del cieloc, todo eí pueblo celebraba en la tierra el mérito de tan gran obispo en la tierra. (5) El gozo se hallaba en todos, en todos estaba presente la paz, a nadie le faltaba la felicidad, en los corazones de todos florecía la caridad perfectad, en el sentir de todos imperaba una serena alegría hasta el punto de que, vencido el antiquísimo enemigo y derrotado el viejo dragón2, (6) nadie se hallaba consternado por la tristeza, nadie afligido por ia angustia; nadie, golpeado por ningún tipo de terror o tocado por cualquier clase de recelo o envidia, era hostigado por los violentos aguijones de la astuta serpiente, sino que llenos todos de una perfecta caridad, con la ayuda de Dios, regocijándose en la gloria del piadoso padre, impertérritos, sin miedo ni temor de nada, persistían sin cesar en la alabanza a Dios. (7) La inmensa caridad de aquél no sólo prendía en lo profundo de todos los fieles, sino que incluso arrastraba a la gracia de Cristo a las mentes de todos los judíos y gentiles, con el afecto de su dulzura6.
a. b. c. d. e.
2 M ac 15, 13. 2 M ac 1314; Ecl 45 , 1; Le 10, 27. Cf. Su lp. Sev., VitaMart. 27.1. Cf. Pass. luliani 4.15. Cf. Greg. M ag., Dial. V 8 6.
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[Masona funda monasterios, construye basílicas y un hospital] III. (1) Pues cuán grande fue y cuál su calidad humana, nuestra torpeza no puede explicarlo en detalle3, pero aunque callemos hechos muy importantes, recordaremos al menos los últimos más sobresalientes. (2) Se cuenta que el mencionado varón, antes de ser ordenado obispo, había vivido con extraordinaria entrega junto a la basílica de la santísima virgen Eulalia y que allí mismo había servido a Dios de forma irreprochable durante muchos años. (3) Después de que, sacado de aquel iugar, fue ordenado obispo4 por inspiración divina, ése que andaba en la boca, ojos y ánimos de todos, al punto, al comienzo de su episcopado, fundó muchos monasterios, los dotó de grandes propiedades, construyó numerosas basílicas de admirable trabajo y allí mismo consagró muchas almas a DiosJ. (4) Después edificó un hospital6 y lo enriqueció con un gran patrimonio, equipándolo con sirvientes y médicos; mandó que se atendieran las necesidades de los peregrinos y enfermos (5) y dio orden de que los médicos, recorriendo sin cesar los alrededores de toda la ciudad, llevaran en brazos al hospital a cualquiera que, siervo o libre, cristiano o judío, encontraran enfermo, y que allí mismo, también en esteras, en camas acondicionadas y limpias7, tendieran al enfermo, preparándole alimentos delicados y saludables" hasta que devolvieran, con la ayuda de Dios, la antigua salud al enfermo. (6) Y aunque el hospital se abastecía del cultivo de sus campos, se disponía de una gran abundancia de delicados alimentos para muchos refugiados, todavía le parecía que era poco al santo varón. Y añadiendo a todos estos beneficios otros mayores, ordenó a los médicos que, con atenta solicitud, se preocuparan de recoger la mitad de todos los bienes del patrimonio de la iglesia traídos al palacio por todos los tesoreros, a fin de entregársela a los mismos enfermos. (7) Si, no obstante, alguno de los habitantes de la ciudad o de los campesinos de las zonas rurales8, acudiendo hasta el atrio acuciado por la necesidad, pedía a los encargados de la despensa vino, aceite o miel y mostraba un vaso pequeño en donde llevarlo y el santo varón lo veía, grato a la vista como siempre y con el rostro amable, al punto mandaba que rompiera el vasito y trajera otro mayor. (8) Cuán generoso en la limosna fue para con los pobres, sólo a Dios le está reservado conocerlo, sin embargo detallemos una pequeña muestra de ello. (9) Tan grande era la preocupación que sentía por las desgracias de todos los indigentes que entregó dos mil sueldos9 a la basílica de Santa Eulalia, a través de la persona del venerable diácono, de nombre Redempto10, que estaba al frente de la misma, para que de ellos, a.
Cf. Pass. Adriani 27.3; cf. Vita Fruct. 10.36.
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en cuanto se presentara alguien con una necesidad urgente, extendido un recibo, obtuviera lo que quisiera sin ninguna demora ni obstáculo y resolviera sus penurias. (10) Y opino que no hay que callar cuán espléndido era con los obsequios, puesto que era muy desinteresado por lo ajeno y muy pródigo de lo suyo; sobresalía en magnanimidad, no de recibir, sino de dar; más ávido, en efecto, en dar algo que en apetecerlo, había conocido la suerte de dar más que la de recibir. Regalaba mucho y no cogía nada y además atendía a todos. (11) Donaba muchas cosas, regalaba más, su generosidad enriquecía a todos con favores y era por su generosidad considerado pródigo. Todos eran colmados de favores por él y se enriquecían con dones, y no tanto con ios hermanos y amigos como con los propios siervos de la iglesia mostraba su largueza mediante obsequios más allá de lo que resulta creíble. (12) En efecto, en su época se enriquecieron de tal forma que el santísimo día de la Pascua, cuando se dirigía en procesión a la iglesia, muchos niños vistiendo capas de seda pura11 caminaban delante de él, como ante un rey, cosa que en este tiempo nadie podía ni se atrevía a hacer, y ataviados con tales indumentarias, avanzando hacia él, le rendían el homenaje debido. [A pesar de sus riquezas, siempre humilde de corazón] (13) Pero con todo merecimiento le fue conferido por Dios omnipotente el regalo del gran don de que nunca su corazón entre tanta opulencia y gloria se viera henchido ni inflamado por el gozo de la prosperidad pasajeraa. (14) Ciertamente su espíritu humilde, fundado sobre solidísima piedra, de inmaculada conciencia, de pensamiento sincero y desconocedor de la astucia, humilde en las situaciones prósperas, se hacía extremadamente fuerte en las adversidades y no se encumbraba en la prosperidad ni se quebraba en la adversidad; su constancia no mudaba por ningún menoscabo o mejora. (15) Era constante en todas las cosas y presto a hacer frente a todo. Paciente en extremo y de enorme fortaleza; inmutable en todas las adversidades, permanecía impertérrito ante todas las dificultades; no cambiaba la expresión del rostro ni por el gozo ni por la tristezab; su rostro siempre igual, se presentaba a todos con la misma expresión de alegría; su rostro era siempre idéntico y nunca se alteraba por el cambio de las circunstancias0. (16) La arrogancia, enemiga de todas las virtudes, no le a. b. c.
M t 7, 25 ; cf. Greg. M ag., Dial. III. 1. Isid., Synon. 2.27. Cf. Su lp. Sev., Vita M art. 27.1.
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había engreído%sino que en todas las situaciones mantuvo una sincera humildad con la sincera y santa disposición de su corazón12. [La fama de Masona llega a oídos de Leovigildo, quien pretende que el obispo se haga arriano] IV (1) Y como, por el favor divino, sobresalía en tales virtudes, la fama, con un rumor creciente, propagó su bondad e hizo resplandecer por muchas regiones sus luminosas obras, otorgadas por la verdadera luzb. (2) En consecuencia sucedió que esa fama, a través del rumor, llegó a oídos del muy despiadado y muy cruel Leovigildo, rey de los visigodos, y que el monstruoso dragón de su envidia, siempre celoso de las buenas obras, azuzado por punzantes aguijones, como un veneno viperino, mordió el ánimo de este príncipe y la pócima venenosa penetró en sus entrañasc. (3) Armado en consecuencia por el consejo diabólicod, debido al sorbo de la bebida letal, con el aguijón de la envidia, mandó al santo varón antes citado, por medio de legados que iban y venían reiteradamente, que, abandonada su fe católica, se convirtiera a la herejía arriana junto con todo el pueblo unido a él13. (4) Pero el varón consagrado a Dios se mantenía firme en su respuesta e hizo saber al rey por medio de los mensajeros, que por dos y tres veces regresaron, que, una vez que había conocido la verdadera fe, ya nunca la abandonaría; es más, reprobó al mismo rey arriano como debía y alejó de sí la maldad de éste con los adecuados reproches merecidos14. (5) Y así, al regresar los m ensajeros junto a aquél, el mencionado rey comenzó a tentar su ánimo con diferentes persuasiones6para ver si acaso podía por cualquier medio doblegarle al deseo de su propia superstición15. (6) Sin embargo, aquél despreció los numerosos argumentos maliciososf, rechazó los regalos y privilegios com o si fueran inmundicias y, con firmeza absoluta, defendió la fe católica; sin embargo, prefería no guardar silencio contra la herejía, no fuese a parecer que, callando, consentíag, sino que repudiando la locura de éste con todas sus fuerzas, clamó con el grito*1de la verdad. (7) Y al ver aquél que fracasaba en su vano intento, preso del furor, comenzó a atormentarlo con cosas a. tomado b. c. d. e. f. g. h.
Siseb., Vita D esid. 2.12. Desde «por el favor divino» hasta el final del punto 1, literalmente. Cf. Siseb., Vita Desid. 2.1519. Siseb., Vita Desid. 4.78. Cf. Pass, luliani 21.2; Pass. Felicis 2.5. Cf. Pass. Eugeniae 38.6. Cf. Pass, luliani 45.5. Greg. M ag., Dial. IH.32.1. Siseb., Vita Desid. 15.89.
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terroríficas"1, creyendo que podría amedrentar con amenazas al que no se había podido ganar con halagos1’. (8) Pero el santo varón ni se quebró por los terrores ni se dejó persuadir por los halagos, sino que luchando en valeroso combate contra el atrocísimo tiranoc, resistía invicto en defensa de la justicia16. [Leovigildo nombra a Sunna obispo arriano de Mérida. Masona se ve privado de diversas iglesias] V. (1) En consecuencia17, el crudelísimo tirano, una vez comprobado que ni con amenazas ni con regalos podía hacer apostatar de la verdadera fe al ánimo del hombre de Dios hacia su herejía, como todo él era un vaso de ira y pábulo de vicios, renuevo de condenación, en cuyo pecho se había aposentado el más fiero enemigo y la astutísima serpiente lo tenía cautivo bajo su dominio, ofreció a los ciudadanos amarguras en vez de dulzuras, asperezas en vez de suavidades, remedios mortíferos en lugar de salvación18. (2) Así, a un pernicioso defensor a ultranza de la depravación de la herejía arriana, cuyo nombre era Sunna19, lo estableció como obispo de la facción arriana en la misma ciudad con la intención tanto de provocar unas enconadas sediciones como de perturbar al santísimo varón y a todo el pueblo; un hombre, en fin, partidario del perverso dogma, (3) un hombre funesto y de aspecto muy repugnante, de ceño fruncido, ojos atroces, mirada odiosa, de andar aterrador. Era de mente siniestra, de costumbres depravadas, de lengua mendaz, de vocabulario obsceno, por fuera engreído, por dentro vacío, externamente arrogante, interiormente insignificante, por fuera henchido, por dentro vacío de todo tipo de virtudes, deforme por ambas partes, carente de bondades, rico en maldades, culpable de delitos y candidato voluntario a la muerte perpetuad. (4) Este mencionado instigador de la herejía, cuando llega a la ciudad de Mérida, usurpa, por orden real, algunas basílicas junto con todos sus privilegios, arrebatándoselas con una osadía temerariae a la potestad del propio obispo y quedándoselas para sí; (5) sometido a los agobiantes vínculos del funesto maligno y lleno de sus pócimas letales, comenzó a lanzar violentas críticas contra el siervo de Dios y a escupir amenazas absolutamente inmundas con atronadoras palabrasf. (6) Pero a. b. c. d. algunas e. f.
Cf. Pass. Agnetis 8.3; Greg. Mag., Dial. 111.32.1. Pass. luliani 35.45. Cf. Pass. Agnetis 7.4. Siseb., Vita Desid. 18.27. Todo el punto 3, tomado literalmente de aquí, salvo palabras. Síseb., Vita Des id. 4.23. Síseb., Vita D esid. 15.1822. Todo el punto 5, tomado literalmente de aquí.
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a! tantas veces probado siervo de Dios, ni le quebró la amenaza del ladrón ni le debilitó la violenta cólera del funesto hombre, ni le doblegó la tempestad del loco depravado, sino que a semejanza de un fortísimo muro permaneció inamovible contra todas las tormentas, en defensa de la santa fe. [Debate teológico entre Sunna y Masona] (7) El mencionado infiel con todas sus fuerzas quería expulsar al siervo de Dios y a todos los fieles por medio de artimañas y, al no poder3, confiando en el favor real, intentó ocupar por todos los medios la basílica de la santísima virgen Eulalia para, arrebatada ésta de la potestad de su propio obispo, consagrarla a la herejía arriana. (8) Pero como el santo obispo Masona y con él todo el pueblo mostraba una dura resistencia y combatía a aquél con energía, el mencionado falso obispo Sunna escribió al príncipe antes citado muchas acusaciones contra el santo varón y le sugirió que esa sagrada basílica, a la que él había ansiado entrar, arrancada a la potestad de los católicos, fuese entregada a su dominio, por orden real. (9) Ante esto, se dice que el rey promulgó la siguiente sentencia: Que en el atrio de la iglesia20 ambos obispos, convocados por los jueces, que permanecerían sentados, y en presencia de ellos, debatieran públicamente su respectiva defensa de cada una de las partes sobre el conflicto de la discusión y que enfrentándose entre sí en intervenciones alternativas sobre los libros de las santas Escrituras, citados por cada uno de ellos pasajes de las mismas, contrastados sus testimonios, expusiesen sus argumentos y los corroboraran, y la parte que obtuviese el triunfo del premio, esa misma reclamase para sí la iglesia de Santa Eulalia. (10) Pero cuando, desatado el rumor21, tal decreto llegó a oídos del bienhechor Masona, éste al punto se encaminó apresuradamente a la basílica de la santa virgen Eulalia y durante tres días y otras tantas noches, manteniéndose en ayunas y con llantos, permaneció postrado en el suelo ante el altar, bajo el cual está enterrado el venerable cuerpo de la santa mártir. (11) Finalmente al tercer día regresó al atrio, que está construido dentro de las murallas de la ciudad, y volvió con tanta alegría y seguridad de espíritu que a ninguno de los fieles le parecía dudoso que acudiría en auxilio de éste aquel que dijo: «No penséis meditar de antemano qué vais a. decir, sino que se os comunicará en el momento preciso qué tenéis que decir, pues no sois vosotros los que habláis sino el Espíritu Santo»h. a. b.
Cf. Pass. Euphimiae 9.5. M e 13, 11; cf. M t 10, 19 20; Le 11, 1112.
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[Masona, vencedor del debate] (12) Después de llegar a la ciudad y entrar en el atrio se sentó y la alegría de su rostro alejó la tristeza de todos los fieles y les animó a no dudar en absoluto de su victoria y quedándose a la espera aguardó durante mucho tiempo al infame obispo arriano al mismo tiempo que a los jueces. (13) Finalmente el obispo arriano junto con los jueces, rodeado de una multitud de gente y ufano por el fasto de la soberbia% entró. Luego, sentándose los obispos, tomaron asiento también los jueces, que en su mayoría eran partidarios de la facción arriana y del muy impío rey. (14) Y cuando estaban sentados, el santo obispo Masona, como era de suma nobleza y de suma prudencia, guardó un gran silencio y durante mucho tiempob, con la mirada fija en el cielo; y, al callar Sunna, el obispo de los herejes, empezó a hablar primero y a pronunciar con gran estrépito palabras sacrilegas, estridentes, violentas, escabrosas e indecentes. (15) Pero como el hombre de Dios le respondía con paciencia, dulzura y suavidad y demostraba claramente toda la verdad y aquél, por el contrario, le replicaba con palabras procaces como por la boca de un dragón, ambos mantuvieron entre sí una enorme lucha dialéctica0. (16) Pero en ningún momento pudo el poder de la carne resistir a la sabiduría de Dios y al Santo Espíritu que hablabad por la boca de su santo siervo, el obispo Masona. (17) ¿Para qué más? Convencido y derrotado Sunna por todas las argumentaciones, calló y lleno de una gran vergüenza enrojeció, y no sólo él, (18) sino que los intermediarios del hereje que se habían afanado en mostrarle su apoyo insistentemente, enrojecieron, confundidos, y al escuchar la palabra de la inestimable doctrina que salía de la boca de aquél en dulce sermón, con el corazón consternado, convencidos, con extraordinario temor, alababan al que poco antes habían querido atacar. (19) Pues el Señor se dignó derramar una gracia tan grande en los labios de Masona que nunca nadie antes le había visto tan brillante en la elocuencia de la exposición; aunque siempre había enseñado con palabra fácil, no obstante, a partir de entonces se volvió más elocuente22. (20) Finalmente entonces los hombres rectos lo vieron y se regocijaron y la iniquidad toda enmudeció porque Dios cerró la boca de quienes pronunciaban maldadese. Así pues, todos los fieles se admiraron entusiasmados porque, aunque conocían de antes a este hombre elocuentísimo, no recordaban que nunca hubiese pronunciado discursos tan a. b. c. d. e.
Greg. M ag., Dial. 3.1.3. Cf. Sulp . Sev., Epist. III. 14. Cf. Pass. Eugeniae 7.4. Hch 6, 10; Eugen. Tolet., Carm. 7A. Sal 106 , 42 ; 62, 12.
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eruditos, tan claros y con una dialéctica tan fluida. (21) Inmediatamente entonces todos los hombres de recta conducta y todos los católicos23, postrados y vencidos los enemigos, clamaron con alabanzas diciendo: «¿Quién hay semejante a ti entre los dioses, Señor?, iquién semejante a ti? Nada hay que iguale tus obras»*. Luego, todos juntos con el victorioso obispo Masona se encaminaron a la basílica de la gloriosa virgen Eulalia, exultantes en alabanzas a Dios llegaron y jubilosos con gran vocerío penetraron en el sacratísimo templo, volvieron a dar infinitas gracias al Señor omnipotente porque gracias a las oraciones de su sagrada virgen24 había encumbrado a sus siervos y había reducido a la nada a sus enemigos. [Masona es obligado a abandonar Mérida y a presentarse ante Leovigildo en Toledo] VI. (1) Así pues, el ya citado obispo hereje Sunna, aunque había sido vencido por todas las argumentaciones y la verdad, se mantuvo pertinazmente en su antigua fe y era incapaz de acceder con paso libre al puerto de salvaciónb, pues el antiguo enemigo había endurecido su pétreo corazón como el de un faraónc, con el consentimiento de Dios. (2) Después de esto25, viéndose él mismo superado en todo, con una mente cada vez más cruel comenzó a maquinar con hábiles estratagemas calumnias y falsos cargos contra el siervo de Dios y, parapetado con todo tipo de armas el que iba a acabar atacándose a sí mismo, se lanzó contra el soldado de Cristod, y a escondidas vertió numerosas acusaciones contra el obispo Masona en los oídos del príncipe arriano Leovigildo. (3) No prevaleció en absoluto la astucia del adversario, en nada per judicó la funesta perversidad al hombre de Dios, a quien la gracia del Redentor dotó de armas espirituales^. (4) Finalmente el malvado espírituf impulsó al tantas veces citado rey arriano a echar al santo varón de su propia sede y obligarlo a presentarse ante su vista. Rápidamente los ministros cómplices de su crimen, cumpliendo el edicto de la ordené y viniendo a la ciudad de Méri
a. Sal 70, 19; 82, 2; 85, 8. b. Siseb., Vita Desid. 15.1617. c. Cf. Siseb., Vita Desid. 18.9; Ex 8, 19; Ez 11, 19. d. Siseb., Vita Desid. 4 .26. Desde «calumnias» hasta «soldado de Cristo», prácticamente tomado de forma literal de aquí. Asimismo el punto 3 siguiente entero y el inicio del punto 4, tomados literalmente de este pasaje. La frase final del punto 3, además, tomada de 2 Tim 2, 3. e. 2 Tm 2, 3. f. Véanse las dos notas precedentes. g. Siseb., Vita Desid. 16.1112.
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da, obligaron al santo varón a dirigirse con toda premura a la ciudad de Toledo, en la cual estaba el rey. (5) Al ser expulsado, arrancado repentinamente del seno de su santa iglesia, el piadosísimo obispo Masona y, aunque inocente, al ser desterrado como un reo, la voz de todos los ciudadanos emeritenses resonaba con lágrimas incontenibles, en un gran lamento, proclamaba con grandes gemidos y enormes gritos que se les privaba de la ayuda de tan gran pastor, clamando con estas palabras: (6) «¿Por qué, piadoso pastor, abandonas a tu redil? ¿Por qué dejas que tu grey pueda perderse? No nos entregues, te lo suplicamos, a las fauces de los lobos; que tus ovejas, hasta ahora reconfortadas con néctar de flores, no sean desgarradas por las dentelladas del lobo, sin la protección de su obispo»2. (7) Entonces él, conmovido por tanto llanto, con el corazón rebosante como siempre de la piedad en el Señor, se dice que lloróh; luego, hablando largamente quiso consolarlos con admirable delicadeza. (8) Después de esto, despidiéndose de todos, con el apoyo de la aprobación divina, se marchó con la mente serena, el ánimo confiado y la expresión sonriente, como tenía por costumbre siempre. (9) Una vez que llegó a la ciudad de Toledo y acudió ante la presencia del cruel tirano, el rey, increpándolo e injuriándolo con muchos insultos y amedrentándolo con muchas amenazas, pretendía arrastrarlo a la herejía arriana, con toda la fuerza de su depravado esfuerzo. (10) Pero el varón de Dios, aunque soportaba gustosamente todos los ultrajes cometidos contra él y lo sobrellevaba todo con serenidad, respondió, sin embargo, sin vacilación, con toda calma, a todo aquello que el perro rabioso le ladraba y, pasando por alto los insultos personales, pero doliéndose de las injurias contra la fe católica, resistió al propio tirano con valentía. [Masona esconde la túnica de la mártir Eulalia] (11) irritado cada vez más por la perseverancia de éste, el enloquecido rey con boca mucho más rabiosa comenzó a rechinar contra el siervo de Dios con ladridos mucho más rabiosos. (12) Después le ordenó con terribles amenazas que le trajera la túnica de la santísima virgen Eulalia, porque él debería tenerla en la basílica de la herejía arriana, allí en Toledo. (13) A esto el hombre de Dios respondió: «Debes saber que jamás mancharé mi corazón con la suciedad de la herejía arriana, jamás a. Siseb., Vita Desid. 11.19 Los puntos 5 y 6 están tomados literalmente de aquí, salvo la mención concreta a Masona y la frase relativa a los emeritenses, desde «entonces la voz» hasta «enormes gritos que» en el punto 5. b. Sulp . Sev., Epist. III. 11.
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infestaré mi alma con tan perverso dogma, jamás permitiré que la túnica de mi señora Eulalia sea ensuciada por las manos sacrilegas de los here jes, ni sea manoseada con la yema de sus dedos, y no es posible que si la encuentras permanezca en tu poder ni un solo momento». (14) Al oír esto el impío tirano, envuelto en el furor de su locura, envió precipitada y rápidamente a la ciudad emeritense a quienes buscasen por todos lados la sagrada túnica con presteza e inquiriendo sagazmente tanto en el tesoro de la iglesia de Santa Eulalia como también en el tesoro de la iglesia más antigua, que se llama Santa Jerusalén26, que la buscasen insistentemente hasta que, habiéndola encontrado27, la llevasen ante él. (15) Y aunque ellos fueron y buscaron a fondo por todas partes no la encontraron28 y así regresaron de vacío junto a su rey. Y al comunicárselo, el diablo con mayor violencia contra el hombre de Dios rechinó con el chasquido de sus dientes (16) y poniéndose aquél a la vistaa de éste íe dijo: «O dices dónde está lo que busco o, si no lo dices, entérate de que serás sometido a duros tormentos y serás exiliado después a una región lejanab, donde debilitado por numerosos sufrimientos y atormentado de forma insoportable por todo tipo de necesidades, morirás de muerte cruel». (17) Se dice que a esto el hombre de Dios dio tal respuesta11: «¿M e amenazas con el exilio? Que te quede claro que no temo en absoluto tus amenazasd y en modo alguno me asusta el exilio, y por ello te ruego que, si conoces alguna región donde Dios no esté, ordenes que se me envíe al exilio allí». (18) A lo cual aquél dijo: «Y tú, buscamuertes29, ten qué lugar no se halla Dios?». Y el hombre de Dios respondió: «Si sabes que Dios está en todas partes, ¿por qué me amenazas con el exilio? Pues donde quiera que pienses enviarme ten por seguro que no me abandonará la piedad de Dios. Es más, incluso tengo por cierto que cuanto más cruelmente te enfurezcas contra mí, tanto más su misericordia me acompañaráe y me consolará su clemencia». (19) A causa de la constancia de éste, el enloquecido tirano, afligido en su interior por un tormento mayor de su malvada mente, movido por una cólera y una amarguraf desmedida, le dijo: «O me presentas la túnica que fraudulentamente has sustraído o, si no la presentaras, haré que tus miembros sean separadoss por diferentes suplicios». Y a éste el soldado de Dios, impertérrito, respondió de esta forma: «Ya te he dicho a. b. c. d. e. f. g
Cf. Pass. Iuliani 33.12; 40.3; 53.3. Cf. Le 15, 13; 19, 12. Cf. Pass. Agnetis 4.1. Cf. Pass. Roman i 4.1; Pass. Andreae 6.2; Pass. Eulaliae 11.23; 16.15 Sal 2 2 , 6. Cf. H ch 8, 23. Siseb., Vita Desid. 21.12.
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una y otra vez que no temeré tus amenazas; pero que tu mente perversa maquine contra mí todo lo que más pueda3; yo, sin embargo, ni te temo, ni aterrorizado por el miedo te presentaré lo que buscas. Pero sabe esto, que he prendido fuego a la túnica y he hecho cenizal de ella y mezcladas en agua me las he bebido». (21) Y tocándose el estómago con la mano decía: «Ten la evidencia de que me he bebido aquélla reducida a cenizas0y aquí está dentro de mi vientre. Nunca te la devolveré». Sin embargo decía esto porque, sin saberlo nadie, plegada y envuelta en telas se la había ceñido alrededor del estómago, doblada entre sus ropas, y así la llevaba, sabiéndolo Dios. Pero Dios cegó los ojos del propio rey y de todos los asistentes, de manera que nadie comprendía de qué forma el varón de Dios había conseguido esto. (22) Mientras se hablaban estas y otras cosas semejantes, y en el cielo había una gran tranquilidad01, de pronto desde el cielo la majestad divina tronó con un gran fragor de tal manera que el rey Leovigildo tembloroso cayó de su trono al suelo con pavor. Entonces el hombre de Dios con gran alborozo dijo con firmeza: «Si se debe temer a un rey, he aquí al rey; pues no es tal como tú eres». [Masona, condenado al exilio y sustituido por Nepopis] (23) Entonces el espíritu maligno, siempre armado con gritos insultantes, abrió al punto la sacrilega boca del tirano con palabras injuriosas y lanzó directamente esta sentencia propia de su impiedadf: «Ordenamos que Masona, siempre hostil a nuestras costumbres y enemigo de nuestra fe y contrario a nuestra religión, sea apartado de nuestra vista y rápidamente condenado al exilio». (24) Tan pronto como el rey, el muy impío enemigo de tal calaña, hubo dado esa fatal sentencia contra el inocente, al punto sus ministros, cómplices del crimen8, le apartaron de la presencia de éste y, por orden del rey, prepararon un caballo salvaje, para que aquél lo montase, el cual le precipitaría de tal manera que, al caer, rompiéndose el cuello, perecería cruelmente. El caballo era de tal ferocidad que ningún jinete intentaba montarlo, porque ya había hecho caer a muchos con sus violentos movimientos. a. Cf. Pass. Andreae 9.2122; Pass. Romani 4.5. b. D t 9 , 2 1 . c. Cf. Pass. Iuliani 26.10.13; Pass. Cucufatis 10.5. d. Cf. Pass. Agnetis 26.12. e. 1 Re 7, 10; Sai 28 , 3; cf. Greg. M ag., Dial. III. 15.1 1. f. Siseb., Vita Desid. 16.69: «espíritu maligno... sacrilega boca... con palabras... sentencia de impiedad », tom ado literalmente. g. Siseb., Vita Desid. 4.2224; 16.11: «hubo dado... del crimen», tomado literalmente.
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(25) En tanto que se preparaba al hombre de Dios para que montase en él, el cruel rey, asomándose por la ventana del palacio, mirando, esperaba que el santo varón al caer del caballo le proporcionaría un gran espectáculo. (26) Inmediatamente el muy santo sacerdote, hecho el signo de la cruz, en nombre de Dios, subió al feroz caballo, al que Dios había convertido en un cordero mansísimo3. Así pues, comenzó a recorrer el camino de su ruta con toda mansedumbre y cuidado quien poco antes con un inmenso relincho y resoplido y con un incesante movimiento de todo su cuerpo, casi receloso, rehusaba llevar a nadieb. (27) Y al contemplar todos este milagro, estupefactos, quedaron admirados. Incluso el mismo rey se vio envuelto en gran admiración. ¿Pero de qué podía servir la espléndida luz del sol a un ciego, cuyo interior había ofuscado con tanto ahínco el crudelísimo enemigo0? (28) Así pues, el santo de Dios, el obispo Masona, llegó al lugar designado en compañía sólo de tres sirvientes con los cuales le confinaron en un monasterio como exilio aquellos hombres que habían sido enviados por el rey para castigarlo. Para él el destierro fue el supremo obsequio, la injuria, testimonio de santidad; el viaje, una inmensa felicidad. (29) Después de esto le reemplaza un cierto pseudosacerdote, un tal Nepopis30, y es puesto en el lugar del varón de Dios en la ciudad emeri tense. Un hombre impío, servidor absoluto del diablo, ángel de Satanás, anunciador del Anticristo. Éste era también obispo de otra ciudad. Pero cuanto más crecía el hombre de Dios en abundantes virtudes, más se manchaba aquél con acciones nefandasd. [Masona en el exilio. El episodio de Sagato y la viuda pobre] VII. (1) Llevando31 en ese lugar el bienaventurado varón Masona una bienaventurada vida ya más de tres años largos y dando ejemplo de muchas virtudes, todo aquello que podía conseguir como algo necesario para su provecho y el de sus siervos lo repartía a los pobres. (2) Cuando no le quedaba apenas nada que distribuir, se le acercó cierta viuda pobre, que soportaba muchas desgracias, pidiéndole unas monedase. a. Cf. Greg. M ag., Dial. 1.10.9. b. Greg. M ag., Dial. 1.10.9: «comenzó... con un inmenso... rehusó llevar a nadie», tom ado literamente. c. Cf. Pass. Iuliani 41.7. d. Siseb., Vita Desid. 4 .2429 . La s frases en cursiva de los puntos 28 y 29, tom adas literalmente de este pasaje de la Vita Desiderii. e. Siseb., Vita Desid. 5.2. Los puntos 1 y 2. Para el punto 1, además, cf. Tob 1, 3; Pass. Eugeniae 28.89 y la expresión «pidiéndole unas monedas» del final del punto 2, tomadas de Greg. M ag., Dial III. 1.12 .
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(3) El varón de Dios, que ya había gastado todo en similares acciones, al buscar encarecidamente qué podía darle y no encontrar nada, ordenó a los sirvientes que estaban con él que si alguno de ellos tenía algo, se lo presentara lealmente para entregarlo a la mencionada pobre mujer. (4) De entre ellos uno, de nombre Sagato32, que se había adelantado a los demás, respondió diciendo: «Tengo un sueldo33, pero si lo entrego no tendremos nada en absoluto con que comprar para nosotros ni para nuestros transportes». (5) El hombre del Señor le ordenó que se lo entregase todo sin ninguna vacilación y no se reservase nada para sí de ello, sin poner en duda que el Señor habría de acudir a él, para proporcionarle inmediatamente todas las cosas buenas. (6) Este le entregó el sueldo a la mujer, obedeciendo el mandato de aquél; pero poco después el citado Sagato corrió hasta la mujer y le pidió que, puesto que no tenía con qué comprar víveres, porque le había prestado todo lo suyo, que le devolviera un tremís con lo que paliar su necesidad. E sta inmediatamente le devolvió uno sin queja y se llevó los otros dos consigo contenta en su confianza. (7) Sin dilación y de repente se encontraron ante las puertas del monasterio doscientos asnos de carga, que, con diversos alimentos, habían sido enviados al hombre por diversos varones católicos. Cuando le fue anunciado al hombre de Dios y presentado por aquellos que habían llegado, dando gracias inmensas a Dios todopoderoso, enseguida mandó avisar a Sagato. (8) Al llegar el varón de Dios le dijo: «¿Cuánto entregaste a la mujer que pidió limosna?». El respondió: «De acuerdo con tu orden le di íntegro el sueldo que tenía, pero como la necesidad me apremiaba, después recibí un tremís de ésta». (9) Y el varón de Dios dijo: «El Señor te perdone, hermano, porque te has mostrado indeciso y has perdido la esperanza en la misericordia de Dios y, además, has actuado contra muchos pobres. He aquí que has recibido dos mil sueldos y doscientos asnos cargados con muchos alimentos; pero si no le hubieses cogido el tercer tremís, sin duda alguna habrías recibido trescientos asnos cargados3. (10) Después, dando las gracias y otorgando el favor de su bendición a todos los que le habían visitado, les reconfortó con palabras santas y les preparó cartas. Enseguida casi todo lo que había sido puesto a su disposición se lo entregó a los pobres. [Masona regresa del exilio] VIII. (1) Después de algunos días, al entrar en la basílica del monasterio para orar, de repente sobre el altar de la misma santa basílica se a.
Cf. M t 19, 29 ; M e 10, 30.
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le apareció la santísima virgen Eulalia bajo la forma de una paloma de nivea blancura3 y hablando dulcemente, a la manera de una piadosísima señora, quiso consolar a su fidelísimo siervo. Después le dijo: «Ha llegado ya el momento en que volviendo a tu çiudad me muestres tu antigua obediencia». Y diciendo esto desapareció de su vista con ágil vuelo. (2) El hombre de Dios, a su vez, aunque se alegró por tan gran visión y tanto consuelo, sin embargo se puso a llorar copiosamente porque, dejando la tranquilidad de la pobreza y de su peregrinación, volvería a los torbellinos y tempestades mundanos. Pues para él era indudable que tenía que cumplir al instante lo que había oído. (3) A continuación, la gloriosa virgen antes citada vengó las injurias inferidas a su siervo con una durísima venganza. Y finalmente durante una noche, estando el impío tirano Leovigildo acostado en su lecho se le apareció y le flageló los costados larga y fuertemente con una vara di ciéndole: «Devuélveme a mi siervo. Si te retrasaras en devolvérmelo ten por seguro que vas a ser castigado con suplicios más crueles». (4) Ciertamente el desgraciado fue azotado de tal manera que, habiéndose despertado, mostraba a todos los que le rodeaban tantos moratones que le habían sido inferidos, con gran llanto y gritando una y otra vez que había sido azotado por haber infligido injurias al santísimo obispo. Explicó punto por punto quién le había asestado los golpes, su nombre, su aspecto y la belleza de su rostro34, y refirió clarísimamente todas las cosas con grandes lamentaciones. (5) Al punto, temiendo ser castigado más severamente por el juicio de Dios, como en todas las circunstancias actuaba siempre con un absoluto fingimiento perverso y disimulaba con total engaño, ordenó con fingida piedad que el hombre de Dios, que en vano había sido apartado de su ciudad, de nuevo volviera a regir su iglesia. (6) Cuando el santísimo varón Masona mostró su desaprobación con lo que proponía el enloquecido rey y aseguraba que iba a permanecer donde había sido relegado, el rey, reanudando una y otra vez sus súplicas, le pidió que se dignara volver a su ciudad. La piedad del supremo Dios tranquilizó al punto su sincero corazón y su abundante benevolencia dejó libre el camino a su siervo. (7) Como en verdad ya regresase con la ayuda de Dios, el crudelísimo rey se esforzaba en ganarse con ruegos y regalos a aquel a quien hacía tiempo antes con engaño había exiliado. Sin embargo, aquél despreció los regalos, rechazó los favores, olvidó con ánimo clemente el crimen cometido y conforme a la sentencia del Señor no retuvo las culpas de sus deudores, sino que los perdonób. a. Cf. Prud., Peristh. 3.161165. b. Siseb., Vita Desid. 10.418. Diversas frases y expresiones de los puntos 5 a 7, tomados literalmente de este pasaje. La última frase procede, además, de Mt 6, 12.
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[Nepopis huye de Mérida] (8) Después con una gran comitivaa volvió a la ciudad de Mérida desde el lugar al que había sido desplazado. Cuando Nepopis, que le había sustituido, se enteró de la vuelta de aquél, aterrorizado de repente por el temor divino intentó huir a la propia ciudad en la que antes había sido obispo. (9) Sin embargo, antes de partir, de forma fraudulenta durante la noche, por medio de hombres de la iglesia de Mérida, envió a escondidas a su ciudad gran cantidad de plata, ornamentos importantes y todo lo que de mejor vio en la iglesia emeritense cargado en muchos carros abarrotados. (10) En verdad, el propio Nepopis, expulsado miserablementeh de Mérida por todo el clero y el pueblo, se dirigió a su ciudad a toda prisa a fin de que el hombre de Dios, Masona, no le encontrase en su iglesia y lo expulsara con toda ignominia, y se apresuró a partir cuanto antes. (11) Una vez que él huyó el primero con unos pocos, tras él salieron ignominiosamente de la ciudad todos sus partidarios, que dispersos, confusos y vagando por diversos lugares se dirigían a su propia ciudad. (12) Y mientras ocurrían estas cosas, por la voluntad de Dios y los méritos de santa Eulalia, sucedió que en el mismo día de improviso el santo Masona con infinidad de gente regresó a la ciudad de Mérida por el mismo camino por el que marchaban apresuradamente los carros cargados con sus enseres. (13) Y al toparse con ellos en este mismo camino, no lejos de la ciudad, el hombre santo comenzó a preguntar para quién eran todas aquellas cosas y los carros. (14) Pero ellos reconociendo a su propio señor, llenos de una gran alegría, respondieron: «Somos tus siervos, señor». (14) Les preguntó de nuevo qué llevaban en los carros. Ellos, a su vez, dijeron: «Llevamos cosas de santa Eulalia y tuyas, que el hostil ladrón Nepopis robó y nosotros mismos, desdichados, nos dirigimos al cautiverio, separados de nuestros bienes y de nuestros hijos y mujeres y expulsados de la patria en la que nacimos». (15) Habiendo oído esto el hombre del Señor, lleno de gran alegría, dijo: «Te doy gracias, buen Señor Jesúsc, porque grande es la inmensidad de tu dulzurad, tú que te has dignado cuidarte de todo a favor de tus siervos, aunque indignos, hasta tal punto que no sólo nos has devuelto felizmente libres de todo mal, sino que no has entregado tus cosas al dominio de los enemigos». (16) Y diciendo esto mandó a todos volver a su ciudad y así llegó a la ciudad en medio del inmenso gozo de todos. a. Siseb., Vita Desid. 11.1. b. Siseb., Vita Desid . 11.12. c. Cf. Pass. ïulian i 37.17. d. Sal 30 , 20.
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(17) Y como el que tiene sed bajo un calor abrasador anhela el agua que mana de las fuentes2, del mismo modo él mereció llegar, con la ayuda de Dios, a la basílica de Santa Eulalia con vehemente ánimo e impetuoso espíritu. Y como allí mismo a todo el sentimiento de su almas hubiera añadido su apasionado deseo, alegrándose en el Señor entró en la ciudad, en medio de la alegría de todos. (18) Así, en efecto, la iglesia de Mérida recibió exultante a su gobernador con el mayor regocijo. (19) Se alegraban, en efecto, de que el enfermo hubiera encontrado remedio, de que el oprimido hubiera hallado consuelo, de que no hubiera faltado alimento al necesitado. ¿Para qué más? El Señor recompensó a la iglesia emeritense con abundantes dones. Pues la presencia del santo varón acabó, gracias a la misericordia de Dios, con las desgraciadas calamidades y con las numerosas epidemias de peste y las desmedidas disputas de toda la ciudad, las cuales, al estar alejado el pastor, se agravaron sin duda con su ausenciab. [Muerte de Leovigildo] IX. (1) Así pues, como Leovigildo no servía a España sino que la perjudicaba, y como la perdía más que regirla y no quedaba ningún castigo y crimen que él no defendiera como propio, separándose en todo momento de Diosc y (2), a la vez, dejado él mismo de la mano de Dios, perdió de forma desdichada el reino junto con su vida; y atacado por una gravísima enfermedad, por decisión divina, perdió su indignísima vida y se procuró una muerte eterna; y su alma, separada cruelmente de su cuerpo, retenida por castigos eternos, entregada por siempre a los infiernos del Tártaro, de forma completamente merecida es mantenida atada para ser quemada en aguas de pez siempre hirvientesd. [Conversión de Recaredo al catolicismo] (3) Después de la terrible muerte de éste, el venerable príncipe Recaredo, su hijo, alcanzó la administración del reino con justicia y con razón fue elevado a la dignidad del principado a él debido35 y por sus sobresalientes méritos con la ayuda de Dios consiguió legítima y solemnemente la dignidad real siendo, en fin, (4) un hombre de recta conducta y católico en todo, el cual, siguiendo no a su pérfido padre sino a Cristo nuestro Señor, se apartó de la perversidad de la herejía arriana a. b. el punto c. d.
Cf. Pass. Agathae 4.1314. Síseb., Vita Desid. 11.29, desde «recibió exultante» (final del punto 18) y todo 19, tomado literalmente de este pasaje. Siseb., Vita Desid. 15.37, con varias coincidencias literales. Siseb., Vita Desid. 19.69 y 21.1314, con varias coincidencias literales.
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y condujo con su admirable apología a todo el pueblo de los visigodos a la verdadera fe36. (5) Era, en efecto, efecto , adalid de la divina religión, apolog apo logista ista de la recta gloria, su defensor, predicando por todos los medios la fe católica, la santa Trinidad coeterna y de una sola virtud y sustancia, sustancia, y haciendo distinción en la naturaleza propia de cada una de las Personas, afirmando un único Dios en su naturaleza, diciendo que el Padre era no engendrado, afirmando que el Hijo había sido engendrado del Padre, creyendo que en verdad el Espíritu Santo procedía de ambos. (6) Es decir, adornado con estas virtudes comenzó a amar a todos los que veía queridos por Dios, sintió temor por todo y abominó de todos los que reconocía que eran odiosos a Dios y condenó el error de la abominable impiedad de los herejes37. (7) (7) Y mientras con empeño realizaba esto y con la ayuda de Dios se restauraba la tranquilidad para la numerosa Iglesia católica y el error del desastre arriano era apartado de las mentes de casi todos y, desterrados todos los que se oponían, la ciudad de Mérida, junto con su santo obispo Masona, se regocijaba por la gracia de tanta tranquilidad y sin cesar daba gracias a Dios; de nuevo, el antiguo enemigo movido por su habitual envidia presentó al siervo de Dios combates redivivos, a través de sus ministros3. [Complot de Sunna y unos nobles godos arríanos contra Masona] X. (1) (1) El obispo godo god o Sunna, a quien recordam record amos os antes, incitado por el diablo, persuadió con su consejo diabólico a algunos godos de noble linaje y de riquísimos recursos, de los cuales algunos incluso habían sido nombrados condes por el rey en algunas ciudades38 (2) y los separó de las filas de los católicos junto con una innumerable multitud del pueblo y les les dio engañosos en gañosos consejos c onsejos contra el siervo de Dios, el obispo Masona, para que lo mataranb. (3) (3) A continuac con tinuación ión envió enseguida ensegu ida ante aquél aqué l a sus siervos y, so pretexto de un sentimiento de afecto, le rogó a través de aquéllos que acudiera a su casa para allí matar al hombre de Dios con una muerte muy cruel. Cuando éstos llegaron y se lo propusieron, el bienaventurado varón lleno del espíritu de Dios comprendió enseguida su juego y al punto dijo: «Me es completamente imposible acudir allí porque debo arreglar algunas cosas beneficiosas para la Iglesia católica. Pero si desea verme que venga aquí, al atrio de la iglesia, y que me vea, tal como desea. Los que habían sido enviados, regresando, contaron lo que habían a. b.
Cf. Greg. M ag., Dial. III. III. 8.13 para la última frase. Cf. Siseb ., Vita Desid. 4.10 Desid. 4.10 12 para todo el párrafo párrafo..
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oído. (4) Después de haberlo escuchado Sunna al punto llamó a su casa a los condes arriba mencionados con quienes se disponía a matar al santo varón y les dijo que se dirigieran junto con él al atrio. (5) Sin embargo, previamente decidió con ellos que, cuando entraran en el atrio, uno de ellos de nombre Witerico, que incluso después llegó a ser rey de los godo go dos3 s399, desenvainando la espada espad a atravesara al piadosísimo piadosísim o varón de un solo golpe, de tal manera que no fuese necesario un segundo. (6) Una vez que hubo informado al citado Witerico de tal decisión todos se dirigieron al atrio del piadosísimo obispo con un mismo ánimo y una misma resolución. Cuando llegaron y pretendieron entrar allí, se les prohibió y se les indicó que esperaran un poco a la puerta hasta que el santo varón Masona enviara a por el ilustrísimo varón Claudio, gobernador40 de la ciudad de Mérida, para que estando él presente examinaran mutuamente las diferentes cuestiones3. (7) Este mismo Claudio, de noble linaje, había nacido de padres romanos. Se mostraba totalmente católico en cuanto a la fe y fuertemente ligado a los vínculos de la religión, valiente en los combates, absolutamente dispuesto en el temor de Dios, gran conocedor de las artes de la guerra y no menos experto en las causas bélicas. (8) (8) Y tan tan pronto como se le le comunicó, acudió con una gran multitud multitud a toda prisa, ya que su casa estaba contigua al atrio. (9) (9) Finalmente, una vez que el ilustre varón Claudio entró en el palacio, enseguida aquellos que han sido mencionados antes también entraron con una enorme caterva de gente y después de saludar al santo varón se sentaron según la costumbre. (10) Y como com o estando sentados hablaran por po r turno durante bastante rato, el ya citado Witerico, un joven muy fuerte que se hallaba situado a la espalda del egregio varón, el gobernador Claudio —como quien siendo aún más joven rinde homenaje a uno mayor, en especial a su maestro—, (11) prefirió sacar resueltamente su espada de la vaina con la que se ceñía para matar al piadoso Masona y a un tiempo también a Claudio, como se había decidido. Pero por voluntad de Dios la espada se quedó enganchada a la vaina de tal manera que parecía que había sido fijada a ésta con clavos de hierro. (12) Y puesto que durante mucho rato había querido desenvainar desenvainar la espada y en modo alguno lo había logrado, los maquinadores de este malvado plan se sorprendían en silencio de que Witerico no cumpliera lo que había prometido y con sutiles miradas le azuzaban más y másb a que perpetrara sin vacilación tan gran sacrilegio y tan cruel pecado y a. Cf. Pass. Eugeniae Eugeniae 32.34, para esta ùltima frase: «para que estando... diferentes cuestiones». b. Greg. M ag., Dial. Dial. III.7.6, para esta última frase.
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a que no temiera de ningún modo que los citados varones fueran ajusticiados con su espada. (13) Así ante la muy cruel incitación de éstos, una y otra vez quiso sacar con todas sus fuerzas su espada41 de la vaina, pero nunca pudo. Y el citado joven, al comprobarlo, se dio cuenta de que la espada había sido retenida por obra divina de modo que no había podido sacar aquélla, que siempre había estado preparada para su uso y, quedándose completamente estupefacto, palideció. (14) Loss prom otores Lo otore s de este nefando nefand o crimen, crimen, cuando cuand o vieron que las maquinaciones de su malvado plan habían sido frustradas por decisión divina, se levantaron de allí y despidiéndose volvieron a sus casas con amargura. [Witerico desvela los planes de los sublevados] XI. (1) (1) Al marcharse march arse los demás, demá s, Witerico no regresó regre só con ellos, sino que tembloroso corrió enseguida a los pies del santísimo obispo Masona y le confió todo el plan y le le contó con sinceridad có mo había querido golpearle y no había conseguido sacar la espada. (2) Después de esto dijo con lágrimas: «Confieso mi pecado porque he querido perpetrar esta maldad con total intención3, pero Dios no me lo ha permitido». Y añadió: «Y también han dispuesto contra ti otro plan de modo que, ya que aquí en el palacio no lo han conseguido, al menos lo consigan el sagrado día de Pascua. Han dispuesto que como, según la costumbre aquí en Pascua, celebraréis misa en la iglesia más antigua y después de misa, según también es costumbre, marcharéis en procesión a la basílica de Santa Eulalia cantando salmos con todo el pueblo católico, (3) sus hombres estarán apostados junto a la puerta de la ciudad con muchos carros cargados de espadas y palos, simulando el engaño como si llevaran trigo. Y como vosotros, sin armas, simplemente iréis en procesión, toda su gente de repente caerá sobre vosotros y tras coger las espadas0 y espadas0 y los palos darán muerte cruelmente a todos por igual, hombres y mujeres, viejos y niños. (4) Yo, infeliz, infeliz, que me he mezclado mezc lado en tan gran crimen, de ti, piad pi adoosísimo señor mío, pido indulgencia y te ruego que con tus oraciones el Señor me conceda el perdón. Sin embargo, todo lo que sé fielmente lo pongo a tu disposición y sin reservas te lo manifiesto. (5) Y he aqu aq u í que que estoy en vuestras manos. Haced conmigo lo que a vuestros ojos parezca bueno y recto0. recto0. Y para que tu santidad no me considere ni por casualidad falaz o mentiroso, no me permitas salir del atrio, sino que ponme a. b. c.
Cf. Pass. Iuliani 9.20; Iuliani 9.20; Pass. Pass. Ag netis 26.1718. netis 26.1718. Gn 34, 25; cf. cf. M t 26, 47 ; Le 25, 52. Jr 26 , 14.
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bajo la custodia que ordenes hasta que indagues todo diligentemente y tengas conocimiento de ello con toda certeza. Y si, por el contrario, hallases que miento, no quiero vivir». (6) Y cuando el hombre de Dios, el obispo Masona, que siempre se distinguió en la virtud de la piedad, oyó esto, le advirtió con delicadeza que no temiera nada en absoluto, dio gracias a Dios omnipotente, que había librado a sus siervos de tan grandes peligros, y después mandó a por el gobernador Claudio y le confió todo el asunto. (7) Después de haberlo oído, decidió que el asunto se guardara en silencio durante algún tiempo, no fuera a ser que se dieran a la fuga si se enteraban de que su plan había sido descubierto. Pero al investigar con cautela, claramente encontró que era absolutamente cierto lo que se le había comunicado. (8) Y como los condes arrianos antes mencionados, durante el acto de homenaje habitual, llevaron a cabo lo que habían planeado, rodeados por una multitud, dispuesta para la emboscada, el gobernador Claudio cayó de repente sobre ellos y algunos fueron capturados; otros, en cambio, que quisieron utilizar las espadas, al punto perecieron a espada3. (9) Entonces, a continuación, el gobernador Claudio con un gran gentío se dirigió a la casa del obispo arriano Sunna y del mismo modo aprendió a este obispo hereje que nada opinaba de estas cosas y se lo entregó al santo obispo Masona para que fuera fuertemente custodiado. (10) Y de igual modo puso bajo su custodia a todos sus cómplices, pero a Witerico, que había puesto de manifiesto los planes de los infames, le dejó marcharse libre. [Sentencia de Recaredo contra los rebeldes. Sunna, condenado al exilio, y Masona, restablecido en su sede] (11) Todo lo que había sucedido, el gobernador Claudio se lo notificó al ortodoxo príncipe Recaredo y le sugirió que, mediante una sentencia promulgada inmediatamente por decreto suyo, le ordenara qué debía hacerse con los enemigos del Señor Jesucristo. (12) El rey, aceptando tal sugerencia, dictó la siguiente sentencia: Que todos, privados de todos sus patrimonios y honores y atados con muchas cadenas de hierro fueran exiliados*1; que conminaran al pseu doobispo Sunna a convertirse a la fe católica y que, si se convertía, le ordenaran que tenía que hacer penitencia y llorar sus delitos con lágrimas expiatorias para que, cumplida la penitencia, cuando supiesen que a. b.
Cf. M t 26, 52 ; Ap 13, 10; Isid., Hist. Goth. 58. Cf. Siseb ., Vita Desid. 4.2425.
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ya era un perfecto católico se le ordenara obispo después en cualquier otra çiudad42. (13) Y aunque le dijeron a menudo que hiciese penitencia por tan grandes pecados y que mitigase llorando la furia del Señor a quien había airado pecando, no quiso hacerlo; es más, sin olvidar su antigua usurpación43, respondió: «Yo ignoro qué sea la penitencia. Por ello, que os quede bien claro, porque no sé qué es la penitencia y nunca seré católico, sino que viviré en el rito en que he vivido o moriré de buen gradoa por la religión en la que he permanecido hasta ahora desde mi más tierna infancia». (14) Al ver su mente obstinada y pertinaz en la maldad, al punto le echaron miserablemente con el mayor deshonor de las fronteras de Hispania para que no manchara a otros con su pestífera enfermedad e ignominiosamente le metieron en una pequeña barca y amenazándolo le indicaron que tenía libertad de elegir el lugafi, la ciudad o la región hacia donde quisiera dirigirse por mar; pero que supiera que en cualquier momento en el que fuera encontrado en Hispania sería castigado con una sentencia más severa44. (15) Finalmente, entonces, navegando alcanzó la costa de las regiones de Mauritania y deteniéndose algún tiempo en esa misma provincia infectó a muchos con la perfidia de su impío dogma. Después, castigado por el juicio divino, acabó su vida con un cruel final. (16) El santo Masona recuperó legítimamente las basílicas con todos sus privilegios de las que había sido privado ilegítimamente hacía tiempo y consiguió todo el patrimonio del mencionado hereje por concesión del clementísimo príncipe Recaredo45. (17) A los demás criminales que antes recordamos los confinaron en el exilio por mandato del rey. Y uno de ellos —Vagrila se llamaba—, escapando de las manos de aquéllos, huyó a la basílica de Santa Eulalia para recibir amparo. Y al confiar esto el citado Claudio al príncipe Recaredo en varias ocasiones, se cuenta que éste dijo lo siguiente: (18) «M e admira con qué desfachatez un enemigo del sumo Dios se ha atrevido a entrar en sus recintos sagrados y cómo ahora se procura asilo para recibir ayuda de aquel al que hasta ahora ha perseguido frenéticamente en vano. Pero, puesto que sabemos de la gran misericordia de Diosc y no dudamos de que no desprecia a ninguno que, pecador, se vuelva hacia él, decretamos por ello de este modo: (19) que este mismo Vagrila con su mujer, sus hi jos y todo su patrimonio se consagre a perpetuidad como servidor de la a. b. c.
Pass. Adriani 10.9. Tob 1, 14. Ex 34 , 6; N m 14, 18; 2 Esd 9, 17.
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santísima virgen Eulalia. Y también sancionamos en el presente decreto que, como los esclavos más ínfimos acostumbran a marchar delante del caballo de sus señores sin la ayuda de ningún transporte46, del mismo modo deberá marchar delante del caballo del señor47 que está al frente del templo de Santa Eulalia y, habiendo depuesto su afán de prestigio y pompa con toda humildad, le preste todo el servicio que acostumbra a realizar el esclavo más ínfimo». (20) Aceptando la decisióna, el santo Masona le ordenó al punto salir de la basílica e ir a su presencia y afluyéndole como siempre en su interior0la abundancia de piedad, le advirtió con dulzura que ya no temiera nada en adelante, pero le ordenó que, sometiéndose al mandato del príncipe por obediencia, marchara delante del caballo del diácono4S Redempto desde la iglesia de Santa Eulalia hasta el atrio construido dentro de las murallas de la ciudad. (21) Y tan pronto como habiendo cogido el báculo49 del mencionado diácono y llevándolo en las manos, llegó al atrio, al punto el santo varón absolviéndole junto con su mujer e hijos y todos sus bienes, le permitió marchar libre. Sólo le aconsejó esto: que, pasara lo que pasara, conservara la fe católica íntegra e inmaculada durante todos los días de su vida. [Relato sobre las revueltas contra Recaredo en la Narbonense] XII. (1) En esta época50 junto a la famosa ciudad51 de las Galias, Narbona, asimismo el diablo provocó tal sedición contra la fe católica, cuya serie de causas es muy larga de relatar. Pues si quisiéramos contarlas por orden parecería que querríamos componer una tragedia más que una historia. Pero contemos breve y resumidamente una pequeña parte. (2) Dos condes, aunque famosos por sus obras y de noble linaje, sin embargo de mente profana y de innobles costumbres, Granista y Vildi gerno, junto con un obispo de los arríanos, de nombre Ataloco, y otros muchos camaradas de sus herejías, provocaron en la misma región una revuelta muy grave52. (3) Pues resistiéndose a la fe católica, se introdujeron en las Galias con una incontable multitud de francos para defender la depravación de la facción arriana y, si fuera posible53, arrebatar el reino al católico rey Recaredo. (4) Entretanto, por el mismo tiempo, matando a una innumerable multitud de piadosos clérigos y de todo tipo de católicos, realizaron una gran masacre. Nuestro Salvador, el Señor Jesús, recibiendo como holocaustos las almas de aquéllos, más puras que todo el oro puro y más preciosas que cualquier piedra preciosa, las colocó en el santuario celeste junto a las muchedumbres54 de mártires. a. b.
Pass. Eugeniae 29 .7; Pass. Iuliani 40.1. Sulp . Sev., Epist. III. 11.
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(5) Después, sin demora alguna, Dios, sublime y omnipotente, oponiéndose con su supremo brazo a sus enemigos, vengando la sangre de los inocentes, a causa de las oraciones del excelentísimo príncipe Recaredo, rápidamente llevó a cabo una extraordinaria venganza sobre los enemigos, por medio del juicio de la lanza. (6) Finalmente, postrados y abatidos todos los enemigos de la fe católica, el santo obispo Masona con todo su pueblo entonando el canto de salmos3, elevó místicas alabanzas al Señor y con todo el pueblo, dando palmasb y cantando himnos, llegaron a la iglesia de la benefactora virgen Eulalia. (7) Y después todos los ciudadanos con él, celebrando la solemnidad pascual con grandísima alegría, llenos de júbilo, con gran alboroto por las plazas55, según la costumbre de los antiguos, clamaron en alabanza del Señor diciendo: «Cantemos al Señor, pues gloriosamente es honrado» Y de nuevo: «Tu diestra, Señor, es magnificada en la virtud; tu mano derecha, Señor, quebró a los enemigos y destruiste a tus adversarios con la grandeza de tu majestad»0. (8) Después, alejadas las revueltas de todas partes, el Señor se dignó conceder al pueblo católico una larga paz. [Masona pone al frente de la iglesia al archidiácono Eleuterio. Muerte de ambos] XIII. (1) Así pues, el santo Masona, transcurridos muchos años rigiendo la iglesia de Mérida con la ayuda del juicio divino, cansado ya por la excesiva vejez, se consumió por la virulencia de unas fiebres y perdió repentinamente las fuerzas de todo su cuerpoA. (2) Entonces, llamando a su archidiácono, de nombre Eleuterio, le dijo: «Debes saber, hijo, que la hora de mi final es inminentee y por ello te ruego y te exhorto a que, a partir de este momento, te ocupes solícitamente de la santa iglesia y de toda la santa congregación de modo que me aportes seguridad en todos los aspectos y a mí me esté permitido llorar mis pecados con mi afligido espírituf en un lugar retirado antes de que me vaya». (3) Al oír esto el mencionado archidiácono no se compadeció de su enfermedad ni de su vejez ni le dolió quedarse solo ante la pérdida de tan gran padre, sino que más bien se alegró profundamente de su muerte. Al punto su corazón se inflamó de alegría por el poder transi a. b. c. d. e. f.
Cf. Greg. M a g., Dial. IV11. Sal 4 6 , 2. E x 15 , 1; 15 , 21 y 1 5, 6 7 . Su lp. Sev., Vita M art. 7.1; Epist. III 14 y 9 2 Tim 4 , 6. Cf. Greg. M ag., Dial. I, prol.l.
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torioa hasta tal punto que, con un gran acompañamiento0 de siervos, se paseaba soberbio a caballo de aquí para allá. (4) Después de algunos días sucedió que el santo obispo Masona redactó la carta de libertad para unos esclavos jóvenes56 que le habían servido con fidelidad y para confirmar su libertad les concedió una pequeña cantidad de dinero y les transfirió unas escasas posesiones ciertamente pequeñas. (5) Pero cuando le fue comunicado esto al citado archidiácono, inmediatamente se dirigió al palacio y preguntó cómo se encontraba el santo obispo. Habiéndosele dicho que ya se aproximaba a la muerte, pues la enfermedad empeoraba, al punto llamó a los siervos antes citados y les preguntó qué les había sido concedido realmente por el santo obispo. (6) Al contestarle ellos con sinceridad, estallando en cólera, comenzó a aterrorizarles y amenazándoles violentamente les dijo: «Tened cuidado, conservad bien lo que habéis recibido. Pues si cuando os lo reclame no me presentáis todo intacto, sabed que seréis torturados con crueles suplicios». Y dicho esto, se volvió furioso a casa. (7) Entonces los mencionados esclavos, entrando en la celda en la que el santo obispo Masona yacía enfermo en el sencillo lecho, se pusieron a llorar amargamente ante él diciendo: «Por tu piedad tuviste misericordia de nosotros, indignos, aunque más nos habría valido que no la hubieras tenido. Pues he aquí que, aunque tú todavía vives, ya nos acechan tan grandes amenazas. Muerto tú, ¿quién podrá librarnos de sus manos?». Estas palabras y muchas similares dijeron llorando en presencia de aquél. (8) Pero él, oídas estas cosas, no les dio crédito fácilmente, sino que antes, como convenía a su dignidad, se informó sagazmente si era verdadero o falso lo que había oído. Al averiguar que era cierto lo que había escuchado, se puso a llorar y al punto ordenó que le subieran a su silla y le llevaran a la basílica de la santísima virgen Eulalia, a quien siempre había servido devotamente. (9) Y una vez que llegó allí el santísimo anciano, extendiendo las manos ante el sagrado altar y alzando al tiempo al cielo sus venerables ojos con lágrimas, se postró en tierra con un gran lamento y durante muy largo tiempo elevó sus oraciones en presencia de Dios. (10) Concluida su oración, con voz clara dijo a todos los que le oían: «Te doy gracias, Señor, porque me has escuchado. Bendito seas por los siglos de los siglos porque no has rechazado mi súplica ni has apartado tu misericordia de mí»c. Y dicho esto regresó al palacio episcopal57, recobrada a. b. c.
Cf. Greg. M ag., Dial. III.1.3. Su lp. Sev., Dial. 1.21.4. Cf. Jn 1 1,4 1; Sal 6 5 , 1920, pero se pueden aducir giros similares en otros salmos.
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hasta tal punto su antigua fortaleza que pensarías que éste no estaba ni enfermo ni viejo, sino que había tomado un vigor redivivo y que era un joven fortísimo. (11) Y queriendo éste sorprendentemente asistir, según la costum bre, al oficio vespertino58, con extraordinaria alegría por parte de todos, al enterarse el archidiácono, abrumado por su falta%se quedó estupefacto, pues había oído que iba a asistir a las vísperas aquel de quien pensaba que iba a morir ese mismo día. Así pues, cubierto su rostro por la confusión y la vergüenza, se presentó —lo quisiera o no— ante el obispo con todo el clero, siguiendo la costumbre, y le ofreció el incienso según lo habitual. (12) Y el hombre de Dios le dijo: «Me precederás y de este modo tu alma vivirá en mí». Y al oír esto, no lo comprendió totalmente, pero preguntó a los demás diáconos qué significado tenía que el santo obispo le hubiese dicho «me precederás». Ellos ignorando la causa le dijeron: «No por otra cosa te lo ha dicho sino porque caminas delante de él a la iglesia». (13) Y nada más terminar de celebrar el oficio vespertino, el citado archidiácono, aquejado al punto de un fortísimo dolor allí mismo, en el coro de los salmistas, regresó a su casa muy enfermo. (14) Cuando se enteró su madre, en verdad una santísima mujer, acudió rápidamente ante el venerable varón y le suplicó con lágrimas y gran llanto que r ogara al Señor por su hijo. A lo que él sólo le respondió: «Lo que he pedido, lo he pedido»59. El archidiácono murió a los tres días. (15) En verdad el santo obispo Masona en los muchísimos días que sobrevivió repartió muchas limosnas a los necesitados y concediendo a los siervos fieles los mayores beneficios de su generosidad, se dignó otorgarles copiosas recompensas en regalos por sus servicios. Después, anciano y en exceso decrépito por su larga vida, exhaló su último soplo en paz entre palabras de oraciónb. [Inocencio y Renovato, sucesores de Masona] XIV (1) Después de éste, finalmente fue elegido un hombre piadoso de suma santidad y sencillez, de nombre Inocencio60, cuyo mérito ya lo indica su nombre61. Inocente, en verdad, y sencillo, sin juzgar a nadie, sin condenar a nadie, sin hacer daño a nadie permaneció siempre justo y piadoso en todos los momentos de su vida. Y éste, según se dice, en el momento en que fue ordenado era considerado el último en el orden de los diáconos.
a. b.
Pass. Iuliani 22.11 sólo cambia el pronombre, aquí tuo: reatu tuo opresssus. Greg. M ag., Dial. 11.37.2.
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(2) Finalmente se cuenta que fue un hombre de tan gran santidad y compunción que, cada vez que faltaba la lluvia y una larga sequía requemaba la tierra con un calor excesivo y los habitantes de su ciudad reunidos a una recorríana junto con él las basílicas de los santos rezando con súplicas al Señor, en verdad, cada vez que caminaban con él, de repentehera concedida una lluvia que caía del cielo tan abundantemente que podía saciar la tierra por completo. (3) De ahí que no había duda alguna de que las lágrimas de éste, procedentes de un espíritu humilde y sencillo, podían obtener de Dios omnipotentec no sólo estas cosas sino incluso otras mejores. (4) Muerto también éste, el santo Renovato62, adornado con todas las virtudes, ganó ia cima del sacerdocio con todo merecimiento; hombre de origen godo, nacido de linaje noble, distinguido gracias ai esplendor de su familia. Era de elevada estatura, bien parecido, de buena figura, mirada agradable, rostro bello, expresión amable y muy admirable aspecto. (5) Pero aunque por fuera estuviera adornado con la gloria de su porte, por dentro se mantenía más hermoso. Iluminado con la luz del Espíritu Santo, era gran erudito en muchas disciplinas de las artes y estaba adornado con muchos y muy variados tipos de virtudes. (6) Se distinguía, además, en todos sus actos, siendo muy equitativo, muy justo y de ingenio muy agudo y profundamente instruido en todas las disciplinas eclesiásticas y gran experto en los libros sagrados. (7) Este, puesto que brillaba en muchas virtudes, enseñando a algunos discípulos la sagrada doctrina y preparándolos con el santísimo ejemplo de su propia vida, es decir, en prudencia, santidad, paciencia, mansedumbre, misericordia, formó a muchos, tal como él mismo era, en el camino de la justiciady en la predicación del santo dogma, con cuya doctrina brilla hasta hoy y refulge la iglesia como el sol y la luna63. (8) Después de dirigir irreprochablemente la iglesia durante muchos años, este que iba a unirse a los coros de ángeles y a formar parte de todas las legiones celestes de las regiones superiores, con los miembros asombrosamente relajados, saliendo de su cuerpo, mereció entrar en la corte del reino superior para permanecer siempre con Cristo y reinar sin fin. XV (1) Así pues, los cuerpos de estos santos arriba mencionados descansan, sepultados con todo honor, en una única y misma celda no lejos del altar de la santísima virgen Eulalia. a. b. c. d.
Greg. M ag., Dial. III.33.1. Greg. M ag., Dial. III. 15.1 8. Greg. M ag., Dial. ÏII.33.1. Pass. Iuliani 16.8.
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(2) Y en efecto, junto a sus venerados sepulcros Cristo ofrece cada día tanta gracia de su copiosa piedad que cualquiera que se vea atormentado por cualquier enfermedad, afligido por cualquier pena, inmediatamente tan pronto como haya invocado de todo corazón al divino nombre, sintiendo apartadas de sí todas las enfermedades por mediación divina y expulsadas todas las manchas, sano y alegre alcanza la deseada salud por la gracia de Dios3. NOTAS
1 Es la figura central del relato de las VSPE y uno de los obispos más famosos de la Hispania visigoda. Juan de Biclaro le cita como personaje sobresaliente en su Chron. a.573.8: Mausona Emeritensis ecclesiae episcopus in nostro dogmate clarus habetur. Fue el primer firmante del III concilio general de Toledo y del concilio provincial de 597. Isidoro le dirige una carta fechada el 28 de febrero del tercer año de Witerico (603610), por tanto en 605 o 606. Aunque se ha discutido la autenticidad, parece que sí puede considerarse cierta. Incluso existe un epigrama dedicado a los obispos Leandro de Sevilla y el propio Masona, atribuido a Ildefonso de Toledo, pero parece espurio. El hallazgo de una lauda sepulcral en la propia basílica de Santa Eulalia durante las excavaciones arqueológicas allí realizadas con la mención de tres personas distintas un uir inlustris, Gregorius, una mujer cristiana, Perpetua, y el archidiácono Eleuterio, mencionado en las VSPE, sirve para corroborar tanto la existencia de este personaje del que habla la obra, como la fecha de su muerte y la del propio Masona, ya que la fecha del óbito de aquél es 603. No tiene nada de extraño que Masona hubiera sobrevivido no sólo unos días como se afirma en las VSPE, sino, incluso, unos años. De ahí que la carta de Isidoro pueda ser perfectamente cierta por la fecha. 2 Cf. Ap 12, 9. La denom inación de dragón al demonio se da tanto en la Vulgata e ítala como en autores cristianos. Lo mismo ocurre con serpiente, ésta mucho más frecuente para identificar al demonio. 3 Cf. Vita Fruct. 1.18 (= Valer. Bergid., nup. ed. 4). 4 Cf. Vita Fruct. 18.3. 5 Sublatus inde ordinatus est pontifex. Tanto en este párrafo como en el anterior se presenta una imagen característica de los obispos santos de esta época y común en la hagiografía hispana, la del binomio permanente entre la vida retirada y de oración y la vida pública de proyección social. Es la imagen característica de hombres que anhelan vivir retirados, pero se ven casi obligados a ocupar la silla episcopal, según se ha visto también en Fidel. La otra característica fundamental es, como ya se ha indicado en relación con Fidel, su generosidad y la labor edilicia que llevan a cabo, fruto de la cualfue elenriquecimiento y transformación de Mérida. Aquí se dice que nada más comenzar su a. Siseb., Vita D esid., 2 2.61 1. Prácticamente, todo el punto 2 tom ado literalmente de este pasaje.
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episcopado fundó monasterios, dotándolos de propiedades, y construyó basílicas. Esta labor que puede calificarse de evergetismo privado indica no sólo esa generosidad y constituye un tópico literario de este tipo de protagonistas de las obras hagiográficas, sino que también refleja el control creciente que ejercen los obispos en el ámbito monástico, ya que de aquéllos dependían éstos. Sabemos por las actas de los concilios que los obispos controlaban los monasterios e iglesias pertenecientes a sus diócesis y a las parrochiae que las componían y que no siempre las relaciones eran las idóneas, pues los obispos recibían compensaciones económicas por iglesias y monasterios rurales. Por otra parte, se generaban a veces conflictos de competencias entre abades y obispos. 6 Xenodochium. Se trata de una residencia que servía tanto de hospital para enfermos como de albergue para indigentes y caminantes. Recientes excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Mérida creen haber identificado este edificio. 7 Straminibus quoque lectulis nitide preparatis. La expresión resulta un tanto forzada y redundante. Maya propone la lección lectuli de algunos manuscritos; sin embargo considero más aceptable lectulis en ablativo con preparatis. El juego de los dos términos stramen y lectulus, de significado similar, aunque stramen puede ser jergón, lecho de paja, etc., y, por tanto, un tipo de cama tendida en el suelo y más humilde que lectus o su diminutivo lectulus, puede indicar que de lo que se trata es de preparar en unos suelos cubiertos con paja, o en sitios más o menos mullidos, unas camas convenientemente aseadas y limpias para que tiendan al enfermo como si se tratase de buenas camas. Es, con todo, difícil de precisar; podría entenderse como jergones a modo de camas, siendo lectulis el predicativo de straminibus. Menos comprensible resulta la lectura admitida por Maya en la edición de lectuli, genitivo sing. (improbable nominativo plur.). En cuanto al adverbio nitide lo traduzco como adjetivo para una expresión más acomodada al castellano. Lectus en latín clásico es el término apropiado para designar las camas, pero la situación evoluciona en época tardía. En Isidoro de Sevilla se habla de stratus, relacionado evidentemente con stramen, y de cama, documentado por primera vez en el siglo vn en este autor. Isidoro señala que las camas son para dormir, a propósito de las camisiae, término tardío para indicar unas prendas de vestir que, según Isidoro (Etym. 19.2 1.1), son la denominación popular de la prenda usada por los clérigos, podens (alba), denominada popularmente como camisiae. Pero en otro momento de la obra dice de ellas que se denominan así porque sirven para dormir: Etym. 19.22.29: Camisias uocari quod in his dormimus in camis, id est in stratis nostris: «Se denominan camisas porque con ellas dormimos en las camas, esto es, en nuestros lechos». De la cama dice que es «pequeña y próxima al suelo» (Etym. 20.11.2): Cama est breuis et circa terram. Lectulus, por otro lado, aparece con lectus como la palabra habitual para designar las camas de los monjes en las Regulae monásticas del siglo vil, alternando positivo y diminutivo u optando preferentemente por uno u otro, sin que se observen diferencias de sentido. 8 Ruralibus. Adjetivo de uso tardío; pero aquí presenta un uso sustantivado. Véase en el capítulo I, nota 9. 9 Es la moneda de referencia, el sueldo de oro; si bien no debió circular como tal, sino com o unidad de valor y cuenta; se han hallado tremises, el tercio
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del sueldo, pero no esta moneda; otra unidad monetaria también manejada eran las untiae, onzas. La cantidad de dos mil sueldos resulta formidable. Más adelante, entre los relatos sobre Mason a se dice que, en cierta ocasión, sólo les quedaba un sueldo y, así y todo, ordenó que lo repartiesen a los necesitados. Uno de sus sirvientes, un tal Sagato, se mostraba renuente porque necesitaban comprar cosas para ellos y para los transportes. No obstante, por orden de Masona, se lo dio a una pobre viuda, pero luego se lo reclamó, por lo que él se quedó un tremis (la moneda fraccionaria del solidus) y la mujer con los otros dos, sin protestas de ningún tipo. A juzgar por la recompensa que la buena acción de Masona depara — doscientos asnos cargados de víveres— como consecuencia de los dos tremises entregados (a falta del que se había quedado Sagato), parece que un sueldo de oro era una cantidad importante de dinero. Piénsese, por ejemplo, que en un documento escrito en pizarra de Gaiinduste (Salamanca), fechado en el primer año del reinado de Recaredo (586), se realiza un documento de venta quizá de un esclavo por tres sueldos de oro. Lamentablemente no sabemos con seguridad si se trata de una persona o de alguna propiedad. En otras pizarras de Diego Alvaro (Avila) se habla de una venta de una tierra también en sueldos de oro, pero no se conserva la cantidad estipulada. En otra pizarra procedente de este mismo lugar o, quizá, de El Tiemblo, se dan diez sueldos como garantía de unos cerdos que se habían prestado. Por otra parte, en el canon 2 del concilio de Braga de 572 se menciona que son dos los sueldos que los obispos de la Gallaecia pueden cobrar a cada iglesia de su diócesis, excepto las monásticas. Todavía en el IV concilio de Toledo de 646 se reconoce la existencia de esta situación en la Gallaecia. 10 Puede tratarse del mismo Redemptus que era diácono en el episodio de Nancto, en el capítulo III. 11 Véase capítulo I, nota 7. 12 Cf. VitaFruct. 11.6 13 Este pasaje esconde, sin duda, una referencia transmutada de Jo que debieron ser los intentos de Leovigildo para que la jerarquía eclesiástica católica adoptase la confesión arriana, en busca de la unidad religiosa que, junto a la política y territorial, persiguió durante su reinado. De hecho en 580 se celebró un concilio convocado a instancias delrey por los arríanos delque nos da cuenta Juan de Biclaro, así como de que algunos obispos sepasaron a laconfesión arriana. 14 Todo este punto 4, salvo alguna frase, está tom ado literalmente de Greg. Mag., Dial. III.31.23. Dado que hay largos pasajes tomados literalmente o en su gran parte, se advierte en lo sucesivo en las notas a pie de página, pero sin marcarlos en cursiva, cuando superan una longitud mayor de la habitual. Otro tanto cabe decir de la Vita Desiderii, de la que toma igualmente numerosos pasajes de considerable longitud. 15 Acepto la lectura superstitio de algunos manuscritos dada por Mzya en su edición, frente a prestitio de otros, que es la seguida por Garvin. 16 Este pasaje y el siguiente resultan especialmente significativos en cuanto al manejo de textos llevado a cabo por el autor. Además de los Diálogos de Gregorio Magno, siempre su referente principal, hay diversas adaptaciones de diferentes Pasiones de mártires, incluso de la Vita Desiderii de Sisebuto —el
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obispo mártir, víctima de Brunequilda y Teodorico en el reino Franco—, ya que aquí Masona es tratado prácticamente como un mártir sometido al escarnio y a las amenazas del cruel juez, en este caso Leovigildo. Véase la nota siguiente. 17 Los primeros párrafos de este subcapítulo (V.l6) están inspirados en la Vita Desiderii, una de las principales fuentes de la obra. Trata el autor de establecer un paralelo entre ambos obispos, Didier de Vienne y Masona, ambos tratados como mártires. A pesar de que el final de ambos fue completamente diferente, ya que el primero murió ejecutado y Masona fue perdonado del exilio y restablecido en su sede episcopal, convirtiéndose en uno de los principales obispos de la etapa católica del regnum a partir de Recaredo. 18 Gran parte de este punto, desde «vaso de ira» hasta el final del mismo, está tomado de la Vita Desiderii 15.1316. Se advierten en las notas a pie de páginas, pero sin marcarlos en cursiva, como se ha advertido también en relación con los pasajes de los Diálogos de Gregorio Magno. Véase, arriba, la nota 14. 19 N o sabemos nad a de este personaje, salvo lo que aquí se dice de él. El nombre aparece, no obstante, registrado en diversas inscripciones de la Lusitania, por lo que cabe suponer que era conocido y quizá algo usual en la zona. 20 El atrium de la iglesia es el lugar de reunión, como aquí se ve de forma precisa. Véase lo dicho en el capítulo IV, nota 11. 21 Vita Fruct. 8.1. 22 La elocuencia, una vez más, com o característica habitual de los uiri sancti. Un topos literario que se ve habitualmente reflejado no sólo en textos hagiográficos sino de otros tipos. 23 Nuevam ente el binomio orthodoxus et catholicus que aparece al comienzo en el prefacio de la obra. Véase la nota 1 del prefacio y el capítulo I. 24 Disiento en este pasaje de las variantes manuscritas seguidas por Maya en su edición y sigo, en cambio, la escogida por Garvin. Este acepta la que me parece mejor: quia sacrae suae uirginis precibus... M aya por el contrario prop one: qui ad sacre sue uirginis templum... (Con todo, resulta extraño que Garvin, p. 459, en el comentario parece aceptar la lectura uirginis templum, contraria a la propuesta en la traducción.) La razón de adoptar la variante usada en la traducción se debe a que, como hemos visto, el debate dialéctico entre Masona y Sunna tiene lugar en el atrium —probablemente el atrium ecclesiae catedra lis—; en todo caso, la sede episcopal de representación del poder de la que ya se ha hablado anteriormente (véase sobre todo el capítulo iy nota 11). Sabem os por el texto igualmente que este atrium estaba dentro de los mu ros de la ciudad, mientras que la basílica de Santa Eulalia estaba construida extramuros, como hoy puede perfectamente comprobarse. Si se acepta la lectura de Maya, el texto habría incurrido en una fuerte contradicción al decir que la victoria de Masona, y por extensión de todos los católicos, sobre el hereje Sunna y sus cómplices habría tenido lugar «junto al templo de la sagrada virgen», cuando explícitamente se ha ubicado el famoso debate en el atrium. 25 Los siguientes puntos del relato (VI.26) están tom ados en su mayor parte de diferentes pasajes de la Vita Desiderii de forma literal, salvo algunas frases y en concreto las menciones de Masona y Leovigildo, pero directamente inspirados en la obra, como ocurre en otras ocasiones en amplios pasajes de las VSPE.
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26 La iglesia catedral, que por entonces ya tenía la advocación a santa María (véase capítulo IV, nota 35). 27 Cf. Vita Fruct. 9.56. 28 Cf. Vita Fruct. 9.3. 29 Biotenate. El término,un grecismo, se aplica ala persona asesinada o muerta violentamente, comopuede verse enIsidoro(Etym.10.31), pero aquí es un calificativo aplicado a alguien vivo, de ahí la traducción propuesta. 30 Según se deduce del texto, Nepopis era obispo católico de alguna ciudad, no especificada, y fue puesto en Mérida para sustituir a Masona por mandato del rey Leovigildo. Parece en principio extraño, pero téngase en cuenta que ya hay un obispo ardano, Sunna, también puesto por el rey. Por otro lado, según se deduce también del texto, Nepopis continuó siendo obispo católico de la ciudad en que lo era en principio, bajo el mandato de Recaredo. Con la conversión oficial y pública al catolicismo de Recaredo y la gens Gothorum con él en el III concilio de Toledo (589), los obispos e iglesias arrianos se reconsa graron com o católicos y continuaron form ando parte de la jerarquía eclesiástica y del número de las iglesias, respectivamente. Tal vez pueda interpretarse el nombramiento de Nepopis en Mérida como una ocupación temporal de dos sedes episcopales por parte de una única persona. En cuanto al personaje, no es conocido por otras fuentes. Se ha sugerido para el mismo un origen oriental también, como el caso del propio Paulo y Fidel, aunque no del mismo lugar necesariamente. 31 Prácticamente todo este subcapítulo VII (hasta el punto 9 inclusive) está relacionado con algunos pasajes de la Vita Germani 33 de Constancio de Lyon, según refleja Maya (p. 70) en el aparato de fuentes de su edición. No obstante, hay ciertas referencias textuales concretas que han servido de modelo directo, según se marca en las correspondientes notas a pie de página. 32 Personaje sin identificar, desconocido fuera de esta mención. 33 Véase en este mismo capítulo, nota 9. 34 Venustas aplicado aquí a la belleza del rostro femenino, frente a dignitas para la apariencia masculina, se ve en época clásica, así Cicerón Offic. 1.130, pero véase lo dicho en el capítulo I, nota 8. 3í Maya propone en su edición ad culmen sibi deuite principatus euectus est, pero creo que debe aceptarse la lección debiti de algunos manuscritos, ya adoptada por Garvin, a partir de donde he propuesto la traducción. En este párrafo se asegura el autor de las VSPE de proclamar la legitimidad de la subida al trono de Recaredo, así iure... adeptus est meritoque... euectus est. Con iure está afirmando que Recaredo consiguió con justicia —lo que implica que la elección estaba ajustada a derecho— y por sus méritos o, con razón, ser elevado al trono. Una sutil y hábil forma de exponer que, de un lado, él consiguió el trono y, de otro, fue promovido al trono. No es baladí esta cuestión, ya que, como es sabido, la monarqu ía visigoda era electiva, pero hubo un intento sistemático por parte de muchos reyes de hacerla hereditaria. Recuérdese que Liuva (567569) había asociado al trono a su hermano Leovigildo en 568, quien luego heredó en solitario el regnum. Después el propio Leovigildo (68586) asoció al trono a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, y más tarde, tras la rebelión y muerte del primero (véase nota siguiente), Recaredo fue copríncipe hasta que sucedió
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a Leovigildo en 586, época de la que se está hablando en este episodio de las VSPE. El propio Recaredo fue sucedido por su hijo Liuva II (601603), muerto a manos de Witerico —de quien se habla en la obra más adelante—, mediante un golpe de mano. A partir de aquí el morbus Gothorum, esa «enfermedad de los godos» por conseguir el poder, hará que durante el siglo VII (aunque ya había habido situaciones similares antes, como entre Agila y Atanagildo) se alternen las sucesiones hereditarias de padres a hijos con las usurpaciones y golpes de mano para conseguir reinar. 36 Este pasaje es excepcionalmente importante en su relación con el trasfondo histórico del que se habla. Está tomado literalmente de Greg. Mag., Dial. III.31.7, salvo en la expresión Cristo nuestro señor, Christum Dominum, donde Gregorio Magno había escrito fratrem martyrem. En efecto, este autor está hablando concretamente de Recaredo y señalando que, en vez de seguir a su pérfido padre, sigue a su «hermano mártir», es decir, a Hermenegildo. El príncipe se había hecho católico, entre otras circunstancias, influido por su mujer Ingunda, una franca católica, en 57 9 (Juan de Biclaro, Chron. 5 79 .2, Greg. Tur., Hist. Franc. 4.38); su padre Leovigildo dilató enfrentarse a él hasta 582. Tras vencerle, Hermenegildo fue apresado y muerto por un tal Sisberto en 585 en Tarragona. Su mujer y su hijo partieron al exilio hacía Bizancio, perdiéndose su pista para siempre. Como es sabido, tanto Gregorio Magno en Italia como Gregorio de Tours en las Galias trataron de mártir de la fe a Hermenegildo e hicieron de su rebelión contra Leovigildo una causa religiosa; pero, frente a ellos, el tratamiento dado en las fuentes hispanas contrasta de forma llamativa, ya que exclusivamente se le considera un tyrannus, es decir, usurpador del gobierno legítimo, y su rebelión es valorada como un enfrentamiento civil del hijo contra el padre. El absoluto silencio de las VSPE, al igual que en otras fuentes, no sólo es significativo, sino que va más allá por la utilización literaria del pasaje de Gre gorio Magno callando y cambiando las palabras claves, cuando, en realidad, está abordando la misma cuestión histórica. Este pasaje es de sobra elocuente para mostrar cómo, tras la subida al trono de Recaredo y en los tiempos posteriores de la monarquía visigoda, el episodio de Hermenegildo quedó para siempre visto como un intento de golpe de mano y su protagonista condenado al olvido. 37 Los puntos 5 y 6 de este capítulo parecen un inciso, en especial el 5, sobre la doctrina trinitaria, pero se trata de una exposición directa, aunque sin mencionarlo explícitamente, de la declaración de fe de Recaredo durante el III concilio de Toledo en 589, en el que se convierte públicamente al catolicismo. 38 El relato del complot de Sunna contra Recaredo es recordado por Juan de Biclaro (Chron. 588.1), quien menciona como conjurado a un tal Segga. Según el Biclarense, este Segga fue exiliado a la G allaecia y sufrió la amputación de las manos. Que Witerico, entonces un comes ciuitatis («conde de la ciudad», es decir, un funcionario con poderes judiciales, fiscales y administrativos), y otro noble como él, citado a continuación, un tal Vagrila, participasen en dicho complot sólo se lee aquí en las VSPE. 39 Witerico (603610) subió al trono al derrocar a Liuva II, hijo de Recaredo, según se ha dicho (véase aquí mismo la nota 35). 40 Dux es el término latino empleado. Aunque a veces se habla del «duque Claudio» y, en verdad, dux es el origen del título nobiliario «duque», lo mismo
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que comes de «conde» (véase la nota anterior) y, en ocasiones, así se traduce o lo podemos traducir, he preferido proponer en el texto «gobernador», pues explica mejor las funciones del dux Claudius. Como es sabido, du x en latín clásico es equivalente a general y ese poder militar lo conservaban los duces en la Antigüedad tardía, pero ser el dux de una prouincia, y en este caso concreto de la Lusitania, implicaba tener de hecho el control absoluto y el gobierno de la misma y ser, a la vez, uno de los generales más importantes del ejército hispano visigodo. Por otra parte, el dux Claudius es el mismo que sofoca la rebelión de las Galias habida contra Recaredo, de la que se habla más adelante en el texto. Existe una carta de Isidoro de Sevilla dirigida a este personaje, pero se ha cuestionado su autenticidad. 41 Spatam. Antes ha mencionado, en cambio, gladius, el término latino clásico. Garvin propone que, tal vez, spatha sea la designación habitual para las espadas de la nobleza. En Tácito era ya una espada ancha y grande, pero más corta que el gladius. 42 Esta cuestión tiene que ver con la continuidad de los obispos arríanos en sus funciones, una vez convertidos al catolicismo a partir del III concilio de Toledo en 589. Véase más arriba la nota 30, sobre esta situación. 43 Tyrannidem. Intento de usurpación del poder, según se ha comentado ya. Sunna se muestra usurpador en un doble sentido: ha expulsado de la silla episcopal a Masona gracias a Leovigildo, pero después ha intentado usurparla de nuevo en una rebelión que va más allá del ámbito local, p ara tratar de derrocar al propio rey, ahora ya Recaredo. Aunque las VSPE tratan este complot habido en Mérida como un intento localista de matar a Masona, la implicación de Witerico, la intervención militar del dux Claudius para sofocarlo y que éste pusiese en conocimiento de Recaredo la situación, apuntan ineludiblemente a un intento de rebelión mucho más extendido y cuyo fin último debió de ser el propio rey. El uso en este pasaje de tyrannidem, un término tan explícito y tan técnicamente utilizado en las fuentes para este tipo de actuaciones, así lo confirma. 44 Vita Fruct. 10.34, tomado literalmente, con la salvedad del modo verbal, en las VSPE: crudeli exitu uitam finibit (por finiuit), en la Vita Fruct., finiret. 4j Isidoro de Sevilla, Hist. Goth. 55, confirma este extremo de la devolución de los bienes patrimoniales a privados y eclesiásticos, que habían sido confiscados por su padre. Por otra parte, Juan de Biclaro presenta a Recaredo como un rey que se apresta a realizar construcciones de iglesias y monasterios. 46 Absque alicui ueiculi iubamine, tomado por la Vita Fruct. 12.15: absque uehiculi iubamine. 47 Equum domini. Equus también es utilizado en el episodio en que Leovigildo ordena que Masona sea montado sobre un caballo salvaje (V.6.24 y 26), pero, en cambio, se dice aquí que Vagrila camina delante del caballus del diácono. Por otra parte también se habló antes de caballus en el episodio en que Fidel ordenaba a un puer familiaris montar en un caballo para ir a Caspiana (IV7.34). 48 Véase la nota anterior. 49 El editor presenta con cruces la expresión +arreptoque+ baculo, ya que, aunque sintácticamente no ofrece problemas, la expresión es extraña, pues el verbo arripio indica coger algo en el sentido de arrebatar algo o apropiarse de
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algo ajeno con las manos. El contexto es sorprendente, ya que parece extraño que se pueda decir que Vagrila arrebata o coge el báculo del diácono. No obstante, puede interpretarse como una acepción no m arcada de matices negativos, sino genérica de coger con las manos, entendiendo que el diácono le ha puesto en las manos su propio báculo. Según podemos leer en el Liber Ordinum 5760, este báculo era otorgado al abad en el rito de la ordenación, junto con un ejemplar del libro de la regla monástica, y como símbolo de apoyo para llevar una vida honesta. Es posible que detrás de esta expresión en las VSPE haya un rito de sumisión u obediencia, a través de hacerle entrega al noble para que lo porte. ,0 Este capítulo está adaptado en la Historia Silensis 4. 51 Eximiam urbem. Adoptado por la Vita Fruct. 11.4. ,2 Todo el capítulo XII relata episodios históricos con trastados por otras fuentes. Se trata, en efecto, de un intento de rebelión contra Recaredo habido en la Narbonense. Sabemos por Juan de Biclaro (C hron. 589.2) que hubo una rebelión llevada a cabo por el comes Bosso, de la que dice que este «conde», con sesenta mil hombres, fue derrotado por el dux Claudius con sólo trescientos (también en Isid., Hist. Goth. 54; Greg. Tur., Hist. Franc. 9.31); no obstante, Juan de Biclaro (Chron. 587.2) habla de otra sublevación anterior en 587 llevada a cabo por el dux Francorum, Desiderius, que fue sofocada por los duces de Recaredo. Por otra parte, todavía hay otras dos noticias de Juan de Biclaro (Chron. 589.1 y 590.3) sobre sendas intentonas más en la Narbonense, una en 589 debida al obispo Uldila, apoyado por Goswintha, la viuda primero de Atanagildo y luego de Leovigildo y madrastra, por tanto, de Recaredo; la otra hacia 590, del dux Argimundus. Se ha pensado que la rebelión a la que hace referencia aquí la obra VSPE puede ser la citada de Desiderio, dado que Gregorio de Tours (Hist. Franc. 9.31) menciona a Ataloco, el obispo franco implicado según las Vitas. Pero el asunto es oscuro, ya que Gregorio de Tours no relaciona, ni cronológicamente, a Desiderio con Ataloco. Según el Turonense, la muerte del dux Desiderius no se relaciona con la intervención de las fuerzas militares visigodas; es más, Gregorio señala que el affaire de este personaje fue un asunto privado y que tuvo lugar en época de Leovigildo (Greg. Tur., Hist. Franc. 9.4546). Con respecto a Ataloco, relata que cuando Recaredo se convirtió a la fe católica envió mensajeros a la Narbonense para comunicar su decisión y para que la población abrazara la misma creencia. Ataloco, a la sazón obispo arriano, tanto que podría considerársele otro Arrio, en palabras del autor, trató de evitarlo, pero al darse cuenta del fracaso de sus intentos optó por suicidarse poniendo su cabeza debajo de la almohada. A continuación la población siguió la confesión trinitaria, convirtiéndose al catolicismo. No obstante, Gregorio de Tours no habla de una conspiración por parte de Ataloco (aunque creo que podrían entenderse como tal esos intentos de evitar la conversión del pueblo narbonense). Por otra parte, sorprende que en este mismo contexto (véase un poco más abajo el punto 5 en el texto) el autor de las VSPE hable de la venganza divina para sofocar la revuelta de la Narbonense que está relatando, sin mencionar en absoluto al dux Claudius, cuando fue uno de los protagonistas, si hacemos caso de la noticia del Biclarense antes citada (Chron. 589.1) de que Claudio venció con trescientos hombres a los sesenta mil del comes Bosso. 121
VIDAS DE LOS SAN TOS
P A D R E S D E M ÉR I D A
En mi opinion, lo que pueden denotar estas incongruencias entre las diferentes fuentes es que hubo varias revueltas en poco tiempo y de diferente intensidad seguramente, motivadas por un posible rechazo por parte de la Narbonense a la conversión en masa al catolicismo. El autor de las VSPE unifica estas revueltas en una sola, de ahí que se preste a confusión la exposición de los hechos. El resto de las fuentes no está exento de este tipo de ambigüedades. Desde mi punto de vista, la relación de hechos realizada por Juan de Biclaro parece coherente y bien hilada y pone de manifiesto que no sólo hubo una revuelta, sino varias, en los primeros años de R ecaredo. 33 Maya recuerda como fuente la Pass. Eugeniae 37.2 y, en efecto, se dice textualmente si fieri potuisset, igual que en VSPE, pero la frase es muy genérica y podría haberse dado en cualquier otro texto. 34 Caterbis martyrum. Sobre el uso de caterua, véase capítulo I, nota 5. j5 Maya aduce aquí como fuente Sal 143, 14 e Is 24 , 11, pero se trata de ecos un tanto lejanos. 56 Se trata de esclavos ligados a la iglesia de Mé rida (véase 5.8 .13 ). La Iglesia tenía la capacidad de liberar a sus siervos, sin que éstos tuvieran obligación de pagar la libertad. Véase I concilio de Sevilla (590), cánones 1 y 2; IV concilio de Toledo (646), cánones 6770, y concilio de Mérida (666). 57 Atrium. A pesar de la complejidad de la realidad que encierra el término, aquí podríamos entenderlo como el palacio episcopal, puesto que se trata de un contexto en el que Masona se halla enfermo, sale de su palacio para ir a la basílica de Santa Eulalia y regresa, cabe suponer, de nuevo a su casa. No obstante, la idea que subyace sigue siendo que, tras esta repentina curación, vuelve a asumir sus funciones, las cuales pod ía llevar a cabo, una vez más, desde el atrium. Véase capítulo III, nota 11. 58 Oficio litúrgico que se celebraba a la caída de la tarde. Es una hora canonica, denominada uesperae o «vísperas». En la Regula Fructuosi hay un oficio anterior, una hora peculiaris, denominada simplemente prima noctis hora, anterior a uesperae. Las vísperas constaban de diez salmos, laus y benedictio en el rito de Fructuoso de Braga. Isidoro de Sevilla incluye en ellas el lucernarium junto con dos salmos y otra oración más. Véase capítulo I, nota 3. 59 Quod orabi, orabi (por oraui). Alusión indirecta a las famosas palabras de Jn 19, 22 quod scripsi, scripsi. 60 Se conoce a Inocencio como obispo de Mérida firmando el llamado Decreto de Gundemaro en Toledo en octubre de 610. 61 Cuius meritum nominis indicabit. La expresión es similar a la presentada en la Pass. Leocadiae 5.45 y en la Pass. Vincenti 4.5: cuius meritum nomini comitabatur suo, como indica Maya en el aparato de fuentes. Pero las referencias a que el nombre ya indica las características del personaje son muy habituales en textos cristianos, en especial Pasiones y biografías hagiográficas, expresadas de formas similares. 62 Este obispo es sólo mencionado aquí. Según esta obra (véase arriba II.2) había sido abad del monasterio de Cauliana. Según se ha comentado ya, si se acepta la muerte de Masona hacia 606 y sabemos que en 633 Esteban firma en el IV concilio de Toledo, ambos, Inocencio y Renovato, ocuparon sucesivamente la silla episcopal de Mérida entre esas dos fechas, aunque no sabemos si pudo haber alguno más.
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CO MI EN ZA
LA V I D A Y V I R T U D E S
DEL SANTO
OBISPO
MASONA
63 Cuius doctrina actenus rutilat ac refulget eclesia ut sol et luna. Esta última frase desde doctrina hasta luna, salvo la mención de «la iglesia», se reproduce en Cixila, Vita Ildephonsi 1 (ca. 770 783). Se trata también de una frase usada en diversas ocasiones en la liturgia, así en el Breviario Romano, en el responsorio del Común de Apóstoles: quorum doctrina fulget ecclesia ut sole luna. También es la antífona tercera de las vísperas de Pedro y Pablo y en otros libros de liturgia.
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EPÍLOGO
(1) Mi descuidado estilo ha narrado como ha podido una gran cantidad de hechos prodigiosos1y a la vez la muerte de los soldados de Cristo. Y aunque por su tosquedad e ignorancia desagrade en exceso a ios entendidos, al prescindir en él de toda pompa literaria, sin embargo ennoblece a los que sienten y creen con humildad3y ciertamente colma con el pago de una buena recompensa a los lectores y oyentes. (2) Así pues, yo, el más humilde de todos, ruego a los cansados lectores que lean primero las obritas de este libro y que, después, lo desprecien, para que no parezca que lo valoran no a partir del conocimiento sino desde el odio y que condenan lo que ignoran. Que sepan con absoluta claridad, no obstante, que yo, impulsado a escribir por el amor a Cristo y devoción a la santísima virgen Eulalia, he relatado cosas conocidas y que he expuesto con sinceridad cosas sin duda alguna verdaderas13. (3) Gloria, honor, fortaleza, acción de gracias, virtud, poder, alabanza y bendición al siempre Señor, uno en la Trinidad, y que reina eternamente, ahora y siempre y por los siglos de los siglosc. Terminan las Vidas de los santos Padres Emeritenses. NOTA
1
Miracula. Véase prefacio, nota 3.
a. Siseb., Vita Desid., 19.14. Casi todo el punto hasta «creen con humildad», tomado literalmente de este pasaje. b. Sulp. Sev., Vita M art. 27.7. c. Ap 5, 18 y 7, 12 . Para la alusió n a la Trinida d, cf. Siseb., Vita Desid., 22.11.
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