MAQUIAVELO, RIBADENEYRA Y EL LAZARILLO DE TORMES ¿Una concepción del sujeto político diferente? Breve aproximación al problema
Trabajo realizado por: Joaquín Gómez Sánchez-Molero Historia de la filosofía moderna, Grupo A Universidad Complutense de Madrid
0. INTRODUCCIÓN El motivo del presente ensayo es claro. Se trata de hacer un breve estudio acerca de la concepción del sujeto político en Nicolás Maquiavelo (1469-1527), intentando hilar ésta con las diferentes concepciones del sujeto que encontramos en el “Tratado de la
religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados. Contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos deste tiempo enseñan”(1595) de Pedro de Ribadeneyra y también teniendo en cuenta una obra fundamental de la literatura española en la cuna de la modernidad, como es el “Lazarillo de Tormes”. Si bien el motivo ha podido quedar claro, quiero dejar bien claros los objetivos dejando absolutamente todas las cartas sobre la mesa antes de empezar. Trataré de plantar cara, en la medida de mis posibilidades claro está, a todo intento de mitificación y mitologización que desde el pasado, y aún hoy, constriñen desde la ignorancia y la nolectura o la deslectura, a determinado tipo de autores sobre los que se imprime a fuego y aguja una leyenda negra que quizás le corresponde, o quizás no. La solución es fácil. Para saberlo lo importante es el estudio y la lectura directa de sus textos. Y eso es lo que trataré de hacer. Una lectura y un estudio personal, directo. Y si viene al caso, firmar, afirmar, y reafirmar dicho tono negráceo, pero esta vez sin leyenda, sin mitología, sin mística. Para ello, el método que voy a seguir es el siguiente: A partir de las diversas fuentes que pueda obtener, desde apuntes y bibliografía secundaria, hasta las mismas obras, intentaré ir sacando notas, apuntes, y todo aquello que me ayude a exponer y a comparar el pensamiento, o los pensamientos respecto a ciertos puntos que tratan los autores citados. ¿Qué puntos van a ser esos? No lo sé. Me enfrento a un verdadero caos del que no sé cómo saldré, ni qué saldrá de allí. Sólo espero salir, tarde o temprano, aunque espero que temprano para poder cumplir los plazos. Un pequeño estudio, a veces en tono irónico y en clave de humor, pero que pretende ser serio en sus bases
1. BREVE BIOGRAFÍA COMPARATIVA E INTRODUCCIÓN AL PROBLEMA Pese a los consejos de no introducir demasiada biografía en un trabajo, por motivos evidentes, creo que en este caso es crucial tener una perspectiva histórica clara para abordar el problema. Estaremos todos acordes, en que muchos de los autores, en diferentes momentos históricos, hubiesen escrito diferentes obras, obviedad de obviedades donde las haya, pobre de mí. Sin embargo a la hora de abordar una obra como la de Maquiavelo, en concreto me refiero al Príncipe, esta obviedad se agudiza. Me explico. Parece, como así lo han hecho ver múltiples estudiosos1, que tanto “El príncipe” como los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” , se gestaron en el mismo periodo de tiempo, siendo la primera, me atrevería a decir, prolongación de la otra, siendo las prolongaciones, como son, inseparables. Esto quiere decir nada más y nada menos que si se las separa, a mi entender, hay riesgo de mutilarlas, al igual que quien intente separar su brazo del resto de su cuerpo. Puede, eso sí, que el problema que tanto juego ha podido dar durante tantos años se hubiese podido evitar con una redacción conjunta de ambas obras. ¿Culpa de los editores?¿De Maquiavelo?¿De los receptores del libro?. Éste es un problema que no nos concierne aquí. Liberados todos de culpa, lo que nos atañe es intentar aproximarnos al problema y las repercusiones reales que tiene la obra en el contexto en el que la estamos estudiando. Florencia. 1469 a 1527. Italia sufre una convulsa vida política. Conjura fallida de la familia Pazzi contra los Medici. La muerte de Lorenzo el Magnífico da paso a la sucesión de su hijo Piero, el cual es desalojado para iniciar una república teocrática (1494). Diagnóstico de la situación actual: Corrupción. España. 1526 a 1611. Compañía de Jesús. Cristianismo. Catolicismo. Régimen monárquico ( Carlos I, Felipe II...). Reciente “conquista” de América. Pleno auge del imperio español. 1
Véase, por ejemplo, el apartado “Génesis y estructura de la obra” en la Introducción de Ángeles J. Perona a “El príncipe” en N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Traducción, edición, notas y estudio preliminar de Ángeles J.Perona)
Como vemos, ambos contextos históricos son marcadamente diferentes, pero profundicemos un poco más. Los motivos que se pueden intuir, que llevaron a la elaboración de ambas obras, fueron marcadamente diferentes. Por un lado, Maquiavelo, me atrevo a intuir espero que sin cometer demasiada injusticia, ante un régimen señeramente corrupto, elaboró una obra pensando en soluciones reales para abordar dicho problema. Un tratado político noutópico, aportando una perspectiva realista (realismo político), frente a obras como
“Utopía” de Tomás Moro (1516). Como él mismo explica: “Y como sé que muchos han escrito sobre esto, temo que, al escribir ahora yo, se me considere presuntuoso, y más aún por apartarme en el tratamiento de esta cuestión de las pautas seguidas por los demás. Pero siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea , me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad efectiva de la cosa que a la imaginación de la misma.”
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Sin embargo, los motivos de Ribadeneyra han de ser, por fuerza, marcadamente diferentes. Maquiavelo caló, y caló muy hondo en el escenario político europeo de su tiempo. El “maquiavelismo” también llega a España, y con la recepción de su obra, surgió la polémica. Y aquí es donde cobra sentido la introducción de Pedro de Ribadeneyra en este trabajo. Ribadeneyra, con una marcada crítica y una espectacular retórica, intentó poner coto a las ideas de Maquiavelo en España, convirtiéndose así en uno de los grandes refutadores del maquiavelismo, desde una perspectiva, claro está, fundamentalmente cristiana, lo que en principio no tiene por qué dar fuerza ni debilitar su argumentación. De todos modos, hay que decir, como apuntan algunos estudiosos de la materia3, que no hubo una única recepción (monismo antimaquiavélico4) en España. Ahora bien, qué critica y qué intenta refutar Ribadeneyra, y si tiene motivos para ello es algo que intentaré dilucidar, hasta donde pueda, en este ensayo.
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XV, pp. 119-120) Véase la Introducción escrita por Juan Manuel Forte y Pablo López Álvarez en “Maquiavelo y España. Maquiavelismo y antimaquiavelismo en la cultura española de los siglos XVI y XVII”, Madrid, Biblioteca Nueva, 2008 4 Ponen el ejemplo de G. Fernández de la Mora, que en “Maquiavelo, visto por los tratadistas políticos españoles de la Contrarreforma” asume sin más que los españoles condenaron al unísono la doctrina maquiavélica tanto desde la perspectiva dogmática como desde la racional. 3
Haya servido por el momento una primera toma de contacto con el problema y una aclaración acerca del origen de la disputa, tomando, pues, conciencia del contexto en el que nos vamos a ir sumergiendo a lo largo del trabajo.
2. ALGUNOS PUNTOS BÁSICOS EN LA TEORÍA POLÍTICA DE MAQUIAVELO Como indicaba anteriormente, el contexto político de Maquiavelo estaba radicalmente marcado por la corrupción. Hecho por el cual, era necesario tomar las riendas ante tal situación, primero para entenderla, y tras comprenderla, ponerle coto. Ahora bien, ¿Cómo? Maquiavelo nos lo cuenta en su dedicatoria a Lorenzo de Médici: “(...) no he encontrado entre mis pertenencias cosa alguna que más aprecie o estime tanto como el conocimiento de las acciones de los grandes hombres, que he adquirido mediante una larga experiencia
de las cosas modernas , y una continua lectura de las antiguas.”5
Recordemos que Maquiavelo para entonces ya había tenido experiencia en la vida pública. En 1498 fue nombrado Secretario de la Segunda Chancillería y poco tiempo después Secretario de los Diez de la libertad y la paz. Eso deja clara la larga experiencia de las cosas modernas y su utilidad. Ahora bien, ¿una continua lectura de las (cosas) antiguas? ¿acaso no se está ocupando de las cosas del presente? Por supuesto. Quizás la introducción del concepto de historia nos ayude a entender un poco mejor el por qué de su recurrencia a los antiguos.
a) La concepción de historia Maquiavelo entiende por historia, como hemos dejado entrever anteriormente, el conjunto de acontecimientos sociales y políticos producidos por las acciones de los
“grandes hombres”6. Dicha concepción está regida por la necesidad, y tiene una estructura circular: Nos encontramos con periodos de corrupción y degeneración, esto es, no es una estructura lineal (compárese con la visión cristiana). No tiene fin, ni trae lo radicalmente nuevo. Si ni tiene fin ni trae lo radicalmente nuevo, una
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (p. 69) Ver la cita anterior.
lectura atenta de los antiguos nos permitirá encontrar las claves para el momento presente. Este concepto es uno de los más importantes para comprender la estructura profunda y lo que podría ser la visión de conjunto de Maquiavelo. Llegados a este punto, ya va cobrando sentido lo dicho hasta ahora. La radical separación inicial de “El príncipe” con respecto a los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, se va convirtiendo poco a poco en una delgada línea que hilvana dichos periodos de corrupción y generación.
¿No será, pues, que “El príncipe” es tan sólo una pieza más, que nos explica cómo tomar las riendas en situaciones cercanas al extremo de la corrupción, para salir lo más rápidamente posible de ese periodo, para poder disfrutar más y mejor de una República bien organizada, con buenas leyes que nos rijan a todos por igual, obra común, símbolo de la libertad del pueblo? Es ésta una de las posibles interpretaciones que quizás en algunos casos hubiese podido solucionar alguna de las disputas generadas a lo largo de la historia. Ahora bien, teniendo esto presente, otra tarea posterior será discutir si los medios que
se proponen en el príncipe son legítimos, cómo se legitiman, y algo quizás muy importante: ¿Se pueden juzgar con la “razonabilidad” del presente los hechos históricos del pasado? Sea o no así, deberíamos tener en cuenta siempre el contexto histórico, no para expiarle de su culpa, algo que él ni se plantearía, sino por el hecho de la fuerte presión de la política expansiva de la época, las continuas guerras...etc, algo de lo que en estos tiempos relativos de paz (digo relativos porque España no es el modelo precisamente de actitud pacífica a lo largo de la historia) ni nos planteamos, pero que era el pan de cada día de aquellos tiempos. Esto es, no creamos ahora que fue Maquiavelo el que inventó la política, las guerras, y el mal de este mundo. Aunque en España no había, al menos que yo conozca, un
“Maquiavelo” poniendo por escrito métodos para el resurgimiento en épocas de decadencia política que podían resultar crueles, inmorales, y todo lo que se le quiera achacar, cosa que presumiblemente muchos estaríamos dispuestos a corroborar, incluido yo, no seamos hipócritas. Evidentemente, Maquiavelo no fue un santo. Habría que pensar, pues, si los demás lo fuimos. Acaso me esté inventando
yo ahora que los periodos de mayor esplendor de la historia de España (y reitero que digo de España porque es la historia que más presente tengo, pero que podría ser asumible por cualquiera de los demás países) tendemos a pensar que han sido aquellos en los que España tenía mayor poder político, económico, y con más vastas fronteras. (¿Reyes católicos? ¿Carlos I?...). Como si dichos territorios se hubiesen conquistado sin atención a las armas... En fin, volviendo al trabajo: creo que en este último punto han salido varias de
las cuestiones más relevantes a la hora de comprender tanto la teoría política de Maquiavelo y, por tanto, su concepción del sujeto, como la de Ribadaneyra y el por qué de su refutación (y como intentaré mostrar más adelante, también, ¿por qué no?, la concerniente al Lazarillo de Tormes). Es que dicha discusión, entre la racionalidad política, la búsqueda de los mejores medios para la consecución de un fin, en principio parece que razonable, no así los medios, es la misma discusión que planteábamos hace un momento. ¿Dónde situamos la línea entre la política y la moral? Si estuviésemos en guerra ¿nos plantearíamos este tipo de preguntas? Evidentemente, cualquier persona “razonable” del presente, juzgaría como moralmente reprobable el asesinato, la mentira...Ahora bien, tendríamos que ponernos en situaciones límite (o no tan límite) para no verlas como tan reprobables...Acaso la moralidad dependa también del contexto... Dicho esto, pasemos a ver en qué términos plantea una cuestión siguiendo esta línea Maquiavelo, en una de sus intervenciones más discutibles y discutidas de su obra política: “Todo el mundo sabe cuán loable es que un príncipe mantenga la palabra dada y viva con integridad y no con astucia”
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Como vemos, incluso él está de acuerdo con esto. No tiene ningún problema en aceptarlo. Por un momento parece que nos han cambiado a Maquiavelo, sin embargo, enseguida sale a nuestro encuentro el “sin embargo” salvador:
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XVIII, p. 127)
“Sin embargo, en nuestros días se ve por experiencia que los príncipes que han hecho grandes cosas han tenido poco en cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los 8
hombres”
Parece estar haciendo una radiografía a la sociedad contemporánea. Esta misma frase, bien podría haberla dicho cualquier crítico político de nuestro tiempo. Maquiavelo continua: “Debéis, pues, saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, otra con la fuerza. La primera es propia del hombre, la segunda de las bestias. Pero como muchas veces no basta la primera, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar
correctamente a la bestia y al hombre.”9
Y más adelante: “Así pues, dado que el príncipe necesita saber usar correctamente a la bestia, debe elegir de entre ellas a la zorra y al león, porque el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos.
Necesita, pues, ser zorra para reconocer las trampas y león para asustar a los lobos . (...). Por tanto, un señor prudente no puede ni debe mantener la palabra dada cuando eso se vuelva en su contra y hayan desaparecido los motivos que le llevaron a hacer la promesa” 10
Sea moralmente más o menos reprobable, la cuestión es que aquí lo que se le está pidiendo al Príncipe es que tenga cordura, que sea prudente y sensato. Esto es, que no sea un ingenuo y que adopte una postura políticamente avezada. Se intentará profundizar un poco más cuando planteemos el siguiente concepto, a partir del cual, este primero cobra mayor sentido.
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XVIII, p. 127) Ídem 10 Ídem 9
b) Concepción antropológica pesimista como fuente de legitimación Continuando con el ejemplo anterior, Maquiavelo justifica la necesidad de que el Príncipe se mantenga alerta y actúa conforme a las circunstancias en los siguientes términos: “Si los hombres fueran todos buenos, no lo sería este precepto , pero como son malvados y no te guardan la palabra dada, tú tampoco tienes por qué mantenerla con ellos.”
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Esto es, la naturaleza humana es una de las razones por las que un Príncipe ha de tomar las riendas así y no de otro modo. Sin embargo, esto no influye sólo a la relación del gobernador con sus súbditos, sino que va más allá. Hemos hablado de la corrupción y la regeneración, pero habíamos pasado por alto sus causas hasta el momento presente. Como se puede intuir a partir de lo dicho, será la naturaleza humana la causante de que haya dichos periodos, de la inestabilidad, pues, de la historia política. Ahora bien, ¿Cuáles serán los atributos básicos teniendo como punto de partida dicha naturaleza humana?
c) Ambición, causa de corruptibilidad del Estado Para abordar este tema, tomaremos como referencia unos versos del “Capítulo de la ambición” de Maquiavelo: “¡Oh, mente humana insaciable, altiva, falsa y cambiante, y sobre toda cosa maligna, injusta, impetuosa y fiera;
por tu voluntad ambiciosa se hizo la primera muerte violenta en el mundo y la primera hierba sangrienta!” 11
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XVIII, p. 127) Véase el “Capítulo de la ambición” N. Maquiavelo, Textos cardinales, edición de Miguel Ángel Granada, Barcelona, Península. (vv. 55-60) 12
Como vemos, son bastante ilustrativos, pero falta todavía por mostrar unos cuantos conceptos y ponerlos en relación entre sí.
d) Relación entre la Fortuna y la Virtú “Su potencia natural a todos toma,
su reino siempre es violento si virtud superior no la doma”13
Se trata de la Fortuna, una concepción bastante compleja. Como vemos, nadie está a salvo de ella, pero es posible “domarla”. Y hablando de doma, hay un ejemplo, esta vez escrito en prosa en el Príncipe en el que nos muestra esta misma idea...aunque con tintes un tanto “diferentes”: “Por tanto, concluyo, que al cambiar la fortuna según los tiempos y al mantenerse obstinados los
hombres en sus modos de actuar, prosperan mientras hay concordancia entra ambos y fracasan cuando no la hay. Yo sostengo firmemente esto: que es mejor ser impetuoso que precavido, porque la fortuna es mujer y es necesario, si se la quiere someter, golpearla y zurrarla. Y se deja vencer antes por éstos que por quienes proceden fríamente. Por eso siempre es, como mujer, amiga de los
jóvenes, porque son menos precavidos, más feroces y la dominan con más audacia ” 14
Por eso mismo, vemos que aunque muy poderosa, es posible ponerle barreras. Por eso la historia no es algo que nos viene dado como algo inamovible. Hay diferentes momentos históricos. Diferentes manifestaciones históricas que requieren
diferentes actuaciones. De haber algo universal, en todo caso, iría más ligado al hecho de que nadie querría que un hombre como Maquiavelo estuviese con su madre, su hermana, o cualquier persona con la que te una cualquier mínimo afecto, incluso aunque no la conozcas. Pero ese es otro tema.
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En “Capítulo de la fortuna” N. Maquiavelo, Textos cardinales, edición de Miguel Ángel Granada, Barcelona, Península. (vv. 13-15) 14 N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XXV, p. 154)
Maquiavelo tiene otros cuantos versos que son bastante aprovechables para ilustrar el tema que aquí nos ocupa. Aquí señalaremos algunos de ellos: “Ella por muchos es dicha omnipotente porque todo el que a esta vida viene tarde o temprano su fuerza siente”
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e) Razón, uno de los componentes de la “virtú” para superar a la fortuna “Por eso, si esto se comprende y piensa, feliz será siempre y contento quien pudiera saltar de rueda en rueda”
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f) Fortuna como otro de los componentes esenciales, además de la naturaleza humana imperfecta, para la corrupción y la degeneración “No hay en el mundo cosa alguna eterna; Fortuna lo quiere así y se alardea A fin de que su poder más se discierna”
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Por tanto, ante la Fortuna y la ambición (posibles factores para la corruptibilidad del Estado), Virtú, en sus múltiples manifestaciones ( como la imaginación, el juicio, ingenio, intelecto sano...).
g) ¿Cuál es la tarea, pues, del Príncipe? Visto todo esto, y retomando un poco algo que planteábamos antes18, el Príncipe, a la vista de todos estos datos, ha de ser capaz de hacer frente a la situación que se
presente ante él, y estimar las medidas oportunas para actuar , y así ser capaz de canalizar tanto a la Fortuna, como a la ambición, si lo que quiere realmente es
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Véase “Capítulo de la fortuna” N. Maquiavelo, Textos cardinales, edición de Miguel Ángel Granada, Barcelona, Península. (vv. 25-27) 16 Ídem, vv. 115-117 17 Ídem, vv. 121-123 18 Véanse apartados a), b) y d)
conservar el Estado y conseguir la paz y la libertad. En otro texto, también bastante abierto a polémica lo comprobamos: “Por tanto, un príncipe no necesita poseer de hecho todas las cualidades antes mencionadas, pero es muy necesario que parezca que las tiene. Más aún, me atreveré a decir esto: que son perjudiciales si las tiene y las observa siempre, pero son útiles si aparenta tenerlas. Es decir, parecer compasivo, fiel, humano, íntegro, religioso, y serlo; pero estar con el ánimo dispuesto de tal manera que, si es
necesario no serlo, puedas y sepas pasar a ser lo contrario.”19
Y continúa diciendo: “Y es preciso saber que un príncipe, y máxime un príncipe nuevo, no puede observar todo aquello por lo que los hombres son considerados buenos, dado que, para conservar el Estado, a menudo
necesita obrar contra la lealtad, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión .”20
Y a modo de conclusión: “ Por eso necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según se lo exijan los vientos de la fortuna
y las variaciones de las cosas , y, como he dicho antes , no alejarse del bien, si puede, pero saber entrar en el mal si es necesario.”21
Dicho todo lo cual, parece que éste sería el momento idóneo para ahondar, aunque sólo sea posible hacerlo brevemente, en el pensamiento de Pedro de Ribadeneyra, ya que éstas frases posiblemente nos puedan servir de introducción a la crítica que una parte de la corriente antimaquiavelista utiliza para refutar sus teorías, o al menos, condenarlas.
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XVIII, p. 128) Ídem. 21 Ídem. 20
3. ANTIMAQUIAVELISMO RIBADENEYRA
EN
ESPAÑA:
PEDRO
DE
Tras esta breve, pero espero que centrada y concentrada, explicación de algunas de las líneas y los puntos más importantes que Maquiavelo toma, vamos a pasar a una segunda parte del trabajo en la que intentaré poner en relación su pensamiento, con uno de los críticos españoles con más renombre en la lucha contra el maquiavelismo: Pedro de Ribadeneyra. Antes de nada, sin embargo, debería referirme, aunque sea de forma muy somera a una cuestión importante acerca de la recepción de la obra de Maquiavelo en España. Sería de suponer que la Inquisición española obstaculizara enormemente, o incluso frenara completamente, la difusión de su obra. Pues bien, esto, según Helena Puigdoménech, pese a su aplastante lógica, se revela completamente falso: “ Las obras de Maquiavelo , editadas en Roma en 1531-1532 por Antonio Blad o d´Asola, Impresor de Cámara pontificio, con <> del papa Clemente VII,
(...) fueron prohibidas en el
Índice de Pablo IV de 1559, y en el de Trento de 1564 . En España, en cambio, habrá que esperar al Índice del Cardenal Quiroga de 1583 para tener una primera prohibición oficial .”22
Hecho este breve inciso, pasaré a considerar algunos puntos clave en los que difiere Ribadeneyra con respecto a Maquiavelo. Tras un largo prólogo que no tiene desperdicio alguno, ya en el capítulo I del citado libro, el jesuita va estableciendo barreras y límites con respecto a las aportaciones del florentino: “ Pero la diferencia que hay entre los Políticos y nosotros es, que ellos quieren que los Príncipes tengan
cuenta con la Religión de sus súbditos, qualquiera que sea, falsa ó verdadera: nosotros queremos que conozcan que la Religión Católica es sola la verdadera, y que á ella sola favorezcan .”23
22 23
Helena Puigdoménech, “Maquiavelo y maquiavelismo en España. Siglos XVI y XVII” Ribadeneyra, Pedro de, Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para
gobernar y conservar sus estados: contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de su tiempo enseñan, Barcelona: imp. Viuda e hijos de J. Subirana, 1881 (cap I, p. 4)
Y continúa diciendo: “Ellos quieren que los Príncipes se sirvan de la Religión en apariencia, para engañar y entretener al
Pueblo, como lo hacen los Príncipes injustos , (...). Ellos quieren que el fin principal del Gobierno sea la conservación del Estado, y la quietud civil de los Ciudadanos entre sí, y que se tome por medio para esta conservación y quietud, tanto de la Religión, quanto fuere menester , y no más(...)”24
Vemos aquí la estrecha relación y la casi alusión directa a lo apuntado anteriormente con respecto a Maquiavelo, en ese polémico capítulo XVIII que hemos citado hace un instante.25 Ribadeneyra nos deja clara su separación con respecto a las tesis del florentino, y cierra filas con respecto a sus ideas religiosas: “(...) nosotros queremos que los Príncipes Cristianos entiendan que toda la potestad que tienen es de
Dios, y que él se la dio, para que sus súbditos sean bienaventurados acá con felicidad temporal (que es á lo que se endereza el Gobierno Político) , y allá con la eterna; á la qual está nuestra temporal mira, y se endereza como á su blanco y último fin: y
que ante todas cosas deben tener puestos los ojos en Dios y en su santa Religión” 26
Y justo a continuación, remata su crítica casi dando un tirón de orejas a Maquiavelo, sugiriendo que es la falta de piedad verdadera , la que hace caer a los reinos y Estados. “(...) la qual [Religión] , cuando se abraza y guarda puramente, hace bienaventurados á los hombres
para siempre, y conserva los Reynos y Estados, y los mantiene en obediencia, paz y entera quietud; y quando no, faltándoles este fundamento en que se sustentan, necesariamente han de caer. Pero todo esto decimos que se ha de hacer de veras, y con puro y sencillo corazón , amando la Religión por sí mesma, y no tomándola por medio falso y engañoso para gobernación del Estado, como enseñan los
Políticos”27
La importancia de este último punto es crucial para nuestro trabajo. No se trata de que para Ribadeneyra no sea lícito usar la religión como instrumento de dominación. La
diferencia entre Ribadeneyra y Maquiavelo, es que para Maquiavelo la religión ha de ser utilizada como un instrumento más, y para Ribadeneyra no sólo ha de servir como instrumento de gobierno. 24
Ídem Véanse, especialmente, citas 19, 20 y 21. 26 Ribadeneyra, Pedro de, Tratado de la religión (...), Barcelona: imp. Viuda e hijos de J. Subirana, 1881 (cap I, p. 4 y 5) 27 Ídem (p. 5) 25
La postura, pues, de Maquiavelo y Ribadeneyra en este punto, pese a lo que pudiera parecer en un principio, no está tan alejada. No son posturas completamente contrapuestas. Lo que se le está achacando a Maquiavelo es su impiedad. Que utilice la religión aun sin creer en ella. En definitiva, que se sirva de cualquier religión, sea cual sea, y no de la religión cristiana y católica, única verdadera. Y sobretodo, su hipocresía con respecto a estos temas. Pero claro, estamos ya entrando en un terreno algo ajeno a la perspectiva de la teoría que propone Maquiavelo. Ante esta crítica, punto fundamental de Ribadeneyra, podría el florentino responder con lo ya apuntado antes: “Todo el mundo sabe cuán loable es que un príncipe mantenga la palabra dada y viva con integridad y no con astucia. Sin embargo, en nuestros días se ve por experiencia que los príncipes que han hecho grandes cosas han tenido poco en cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de 28
los hombres”
¿Es moralmente reprobable actuar bajo estos preceptos? Sí...y no...supongo que se revertiría la pregunta, preguntando más bien si es preferible seguir en un Estado de degeneración y corrupción, en vez de salir adelante...Fuera del fango y puestos todos a salvo (habría quizás que matizar ese “todos”...), ya vendría la hora de hablar en términos de moralidad e inmoralidad y de pedir, quizás, disculpas. Ahora bien, antes habría que salir del fango, antes de que se hunda el Estado del todo. Estamos casi rozando ya otro de los puntos de referencia, clave para la articulación de este trabajo. Hemos visto hasta aquí, aunque muy brevemente espero que para aprovechamiento del lector, y de mí mismo, dos visiones, diferentes en cuanto al punto base que toman para sustentar sus teorías, pero no tan diferentes en cuanto a la dirección de sus expectativas y fines. Un punto de vista más exclusivamente“político” si se quiere, y otro más “religioso-político-moral”...Pero bajo mi humilde punto de vista, y eso es lo que quiero hacer constar, ambos plenamente estratégicos.
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XVIII, p. 127)
Nos hemos quedado perfilando el tema de la moral y la preferibilidad o la no preferibilidad de actuar o no en determinadas situaciones, a veces impuestas, teniendo plenamente en cuenta el apartado de “lo moral”. Digo que a veces impuestas, porque tengo la convicción de que ante diferentes situaciones límite y “no-tan-límite”, podríamos actuar de un modo muy diferente al modo de actuar en situaciones menos “comprometidas”. Para ilustrar este problema nos sumergiremos en la obra “La vida del lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades”
4. “LA VIDA DEL LAZARILLO DE TORMES Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES” Vamos a contemplar ahora la archiconocida obra de la literatura española, más conocida como “Lazarillo de Tormes” que nos servirá como pieza clave para dar término a este breve ensayo. Esta obra, cuya edición más antigua nos lleva hasta 1554, fecha muy próxima a los fenómenos que estamos relatando, se inserta en el contexto del realismo dentro del género conocido como “novela picaresca”, y se nos presenta como una autobiografía real, escrita en forma de carta. Algunos se preguntarán: ¿Qué hace una novela como el Lazarillo de Tormes, en un sitio como éste? Pues simple y llanamente, aportar realismo a la historia. Y creo que esto es muy importante, para darle un tono de color a todo este trabajo. Las adversas y precarias condiciones de vida del lazarillo, hacen que desarrolle “el ingenio y la astucia” para poder sobrevivir y desenvolverse en un medio que le es hostil, movido, quizás, no por ningún ideal, sino por la necesidad imperativa, en este caso, de saciar el hambre. Creo que los paralelismos son obvios. Lázaro, condicionado en gran medida por sus circunstancias, no tiene más remedio que ser un hombre práctico, un estratega, teniendo en poca consideración la honra y la opinión ajena. Quizá este punto sea el más alejado dentro del paralelismo que
intentamos ofrecer, ya que “el príncipe”, por su posición, sí que tiene que preocuparse por su imagen. Como cuenta Maquiavelo en el capítulo XIX: “El príncipe ha de pensar (como en parte se ha dicho antes) en evitar todo lo que le haga odioso y despreciable; y cada vez que lo evite habrá cumplido con su parte y no encontrará peligro alguno en las demás infamias”
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Sin embargo, para Lázaro, el objetivo es claro: ante una situación como la suya, él tiene que intenta ascender y lograr una mejor posición social. Hay, sin embargo, una alusión en el prólogo de la obra, que merece ser citada, para el caso que nos trae: “Y pues Vuestra Merced escriba se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarle por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren
los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto ”.30
Si esto no es una alusión casi explícita al contexto de Maquiavelo y el maquiavelismo que hemos venido explicando hasta ahora, y una toma de postura a favor del maquiavelismo (motivo de más para apoyar la tesis que sostiene la ya citada Helena Puigdoménech31), permítaseme la licencia, que venga Dios y lo vea. Razón a su vez, para que la obra fuese incluida en 1559 (poco después de su publicación) en el Índice de Libros Prohibidos por la Inquisición.
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N. Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004 (Cap. XIX, p. 129) La vida del lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, Edición digital basada en las de Burgos, Juan de Junta, 1554; Alcalá de Henares, en casa de Salzedo, 155 4; Amberes, en casa de Martín Nucio, 1554 y Medina del Campo, Mateo y Francisco del Canto, 1554. Y cotejada con las ediciones críticas de Alberto Blecua (Madrid, Castalia, 1972), José M. Caso González (Madrid, BRAE 1967; Anejo XVII) y Francisco Rico (Madrid, Cátedra, 1987), Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 31 Remítome a la nota 22 30
5. APORTACIONES FINALES Llegados al punto clímax del ensayo, me veo casi obligado a concluir por varias razones: creo que hasta este momento, el hilo conductor que me proponía seguir en este ensayo ha llegado a buen cauce. Y no sólo eso. Puede que quizás el inexplicable lazo que me une con los motivos literarios, haga que concluya la trama donde quizás el ávido espectador más interés sienta y se encuentre expectante de un final impactante y definitivo (consuelo ingenuo del escritor), y así dejar la trama abierta para posibles posteriores investigaciones en un futuro incierto no muy lejano. Mi propósito ha sido durante este pequeño trayecto mostrar al lector interesado el camino a través del cual durante todo este tiempo un servidor ha encontrado elementos interesantes para escribir, elementos tanto filosófico-políticos como literarios, ya que el estilo de las obras aquí citadas no tiene desperdicio alguno. Esperando que la lectura haya resultado amena y rigurosa a la par, daríame por satisfecho, acabando aquí este ensayo.
Bibliografía: •
Aramayo, R.R y Villacañas, J.L. (comps.), La herencia de Maquiavelo. Modernidad y voluntad de poder,
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México, Fondo de Cultura Económica, 1999
Forte J.M y López Álvarez, P. (Eds.), Maquiavelo y España. Maquiavelismo y antimaquiavelismo en la cultura española de los siglos XVI y XVII, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2008 •
Maquiavelo, N., El príncipe. Edición de Ángeles J. Perona. Madrid, Biblioteca Nueva, 2004
•
Maquiavelo, N. , Textos cardinales. Compilados por Miguel Ángel Granada, Barcelona, Península, 1987.
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Maquiavelo, N. , Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Edición de Ana Martínez Arancón , Madrid, Alianza Editorial, 2003.
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Ribadeneyra, Pedro de, Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados: contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de su tiempo enseñan, Barcelona:
imp. Viuda e hijos
de J. Subirana, 1881 •
La vida del lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades , Edición digital
basada en las de Burgos, Juan de Junta, 1554; Alcalá de Henares, en casa de Salzedo, 1554; Amberes, en casa de Martín Nucio, 1554 y Medina del Campo, Mateo y Francisco del Canto, 1554. Y cotejada con las ediciones críticas de Alberto Blecua (Madrid, Castalia, 1972), José M. Caso González (Madrid, BRAE 1967; Anejo XVII) y Francisco Rico (Madrid, Cátedra, 1987), Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.