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que, co1no naturaln1cnte los jurados todavía se alborotaban más ante esta respuesta, Sócrates habló de nuevo: "Sin embargo, señores del jurado, el orá~ulo divino dijo cosas n1ás in1portanres sobre Licurgo, el legislador de Laceden1onia, que sobre n1í, pues se cuenta que al entrar en el tetnplo se dirigió a él diciéndole: '111e pregunto si debo lh:unarte dios u hombre'. A 1ní no n1e comparó con un dios, pero juzgó que destacaba mucho sobre el resto de los ho1nbres"» ].
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vida hun1ana dormitara bajo la for1na de la sustancialidad, una vez que ha en1ancipado al hombre de su relació11 con Dios del mismo modo que libera al individuo de su relación con el Estac:lo, la prime-
ra forma
bajo la que se tnuestra es la ig11orancia. Huidos los dioses y, con ellos, el contenidc), queda el hc)mbre como for111a, como aquello que debe acoger en sí mismo el contenido; pero esta situación es correctatnente concebida con1o ignorancia por lo que respecta al conocimiento. Aun cuando esa ignorancia, a su vez, es caracterizada con toda coherencia como sabiduría htt1nana, puesto que aquí es el hombre el que se hace valer, ese l1acerse valer es precisamente el de no ser como tal. Así, pues, si bien el co11tenido de la sabiduría de los otros maestros era mucho mayor en comparación co11 esto, en otro sentido, naturalmente, era mucho menor; por eso no deja de haber tatnpoco u11a cierta ironía en ell1echo de que Sócrates hable de la desmesura de aquéllos. Sócrates considera incluso que el oráculo délfico confirma esta concepción al efectt1ar exactamente la misn1a observación 1 desde el punt~ de vista de la divinidad=:-. Y así como, por lo general, el oráculo guardaba proporción con la respectiva conciencia humana, así como en tiempos pasados acor1sejaba con divina autoridad }r en tiempos n1ás recientes se encargaba de plantear proble1nas científicos::-::-, así también vemos una harmonía prcestabilita en la sentencia del oráculo délfico concerniente a Sócrates. Sócrates mismo percibió el malentendido segú11 el CLlal detrás de esa ignorancia se ocultaría un saber, pero lo percibió precisan1ente como un malentendido. Explica, en efecto, cómo su Según el relato de Sócrates, de hecho, lo que dice la sentencia del oráculo délfico es: O'tt 1Í ó.vBpro1tÍVTl O'OylO: ÓAÍ"(OU 'ttvo::; a~(a ea'tt KO:t oü8cvó; ... OxJ1tEp ÜV €trtot: on ofrro<; Ú!J.WV, ili avepcmtot:t cro<ÍrtO:'tÓt; ronv, ocrnc;, Wcrrté:p r.roKpát11<;, eyvOJKé:V, O'tt oMevo~ dstós ro·n tflUA'fl9eíq: 7tpoc; croct>io:v [«que la sabiduría humana es digna de poco o nada. [... ] como si dijera: "Es el más sabio, el que, de entre vosotros, hon1bres, conoce, con1o Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría"»] § 23a. Puesto que el oráculo era sietnpre una mera ocasión para la conciencia interpretante, ta1nbién Sócrates tenía su interpretación de la sentencia délfica. * ,:- Cf. Hegel, Geschichte der Philosophie, vol. 2, p. 173: Plato selbst brachte es in der 1V1athematik bald zu hoher Fertigkeit. Es wird ihnt die Losung des delischen oder delfJhischen Proble1ns zugeschrieben, das vont Orakel aufgegeben wurde, und sich, iihnlich de1n pythago·riiischen Lehrsatze, auf den Kubus bezieht: Niintlich die Verzeichnung einer Linie anzugeben, deren Kubus gleich sei der Su;-nn1e von zwei gegebenen Kubis. Dieses erfordert Ko11struction durch zzvei Kurven. Bemerkenstverth ist, zvelche Art von Aufgaben die Oral~el ietzt genzacht haben. Es war bei einer Seuche, tvo 1nan sich an das Otahel wandte, tt1td da gab es diese ganz wissenschaftliche Aufgabe; ... es ist eine Veranderung im Geiste der Orakel, die hochst ~nerkwürdig ist [«Platón mismo alcanzó enseguida gran destreza en la matemática. A él se atribuye la solución del problema délico o délfico que le había sido planteado por el oráculo y que, de n1anera semejante al teorema de Pitágoras, se refería al cubo, a saber, trazar una línea cuyo cubo fuese igual a la sun1a de dos cubos detenninados. Esto exige el trazado de dos curvas. Es digno de observar el tipo de problemas que en ese entonces formulaban los oráculos. Fue durante una epidemia cuan~ do se acudió al oráculo y éste planteó ese problen1a totahnente científico; ... es ésta una alteración en el espíritu del oráculo que merece su1na consideración>>]. :<-
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actividad persuasiva le hizo ganarse 1nucl1as enemistades, y añ.ade: ot ov-rat yáp J.!E EKácrtotE o{ napÓ\''tEs, 'tCXtYta a1Ytov Ei vat cro~óv, W &"A'Aov €~EA~¡~co [ «E11 cada ocasión los presentes creen que yo soy sabio respecto a aquello que refuto a otro>> ]302 • Pero vemos también que protesta contra ese malentendido, y que le parece n1uy desacertado concluir qu.e, puesto que podía convencer a otros respecto de que nada sabían, debería entonces saber él mismo alguna cosa. Lo que hizo que Sócrates1 se abstuviera de una profundización especulativa e11 la positividad lejanamente insinuada tras esa ignorancia fue, naturaltnente, el divino designio de dirigirse a cada individuo en particular a fin de convencerlo de est() mismo. Sócrates no
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había ·venido a salvar al mundo, sino a juzgarlo303 • l Su vida estaba consagrada a ello, y esa actividad fue la que hizo que se abstuviera de participar en los asLintos del Estado. Podía aceptar que los atenienses llegara11 a quitarle la vida, pero jatnás habría aceptado qt1e se lo absolviese baje) la condición de tener que renunciar a esa n1isión diviria, pues eso hubiese sid·o inten~ar matarlo en sentido espiritual. Sócrates era la eterna parte dexhandanté que inflexibleme11te. confiscaba, en non1bre de la divin-idad, hasta el último centavo de ·l<)S haberes divü1os. Aquello que Némesis 304 era antaño en relación con lo excelente, con lo destacado, se Cllmplía de tnanera profunda e Íntegra en la actividad irónica de S'ócrates respecto de la 11Llmanidad como tal. Sólo que Sócrates no se contentaba con considerar esto de ma11era filosófica, sino que se dirigía a cada individuo en particular, les arrebataba todo y los despedía con las 1nanos vacías. Era como si los dioses en su cólera~:- se hubieser1 a¡)artado de los hon1bres, llevándose todo con ell<)S y abandonándolos a su suerte. Claro que, en otro sentido, eran los hon1bres los que se habían apartado de los dioses abis111ár1dose e11 sí mismos. Pero éste es sólo un momento de transición. En muchos aspectc)S el hombre iba por buen catnino, y podría decirse de esto lo que Agustín dice del pecado: beata culpa [dichosa culpa] 306 • El celeste cortejo de los dioses se alejaba de la tierra y desaparecía de la vista de los mortales, pero ese desaparecer era precisamente la condición para una relación más profunda. Por eso es correcto lo que dice Rotscher (p. 25 3 )307 : Von hier aus erhellt es auch, welche Bewandni(S es mit der so vielfaltig gemifSbrauchten Socratischen Unwissenheit hat, deren
man sich so haufig als eine gute Apologie der eigenen IgnoranzJ wie als Wehr geg·en die Anerkennung des wahrhaften Wissens bedient '~ De ahí que los dioses volvieran a ser bondadosos más tarde,
y que Platón, en el Thneo,
explique el origen del mundo a partir de la bondad de un dios que no conocía la tnezquindad, sino que deseaba que el n1undo llegase a ser tan scn1ejante a él corno fuese posible:w.s.
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hat. Das Wissen, da(5 er nichts wisse, ist namlich nicht etwa, wie es ge~u6hnlich vorgestellt wird, das reine leere Nichts, sonde1. n das Nichts des bestimmten Inhalts der bestehenden Welt. Das Wissen der Negativitéit alles endlichen Inhalts ist seine Weisheit) dttrch welche getrieben er in sich geht, und dies Erforschen seiner Innerlichkeit als das ahsolute Ziel ausspricht, der Beg·inn des ttne1zdlichen Wisse1ts, aber auch nur erst der 1 Beginn, da sich noch l<.einesweges dies Betu~tf5tsein erfüllt hat, sondern erst die Negation alfes Endlichen und Bestehenden ist [«Esto permite tatnbién aclarar los tnúltiples abusos de la ignorancia socrática, que ta11 a 1nenudo ha servidc) como una buena apología de la propia ignorancia e incluso como excusa contra la aceptación clel verdadero saber. Pues el hecho de que Sócrates sepa que nada sabe no consiste, como st1ele pensarse, en una suerte de nada pura y vacía, sino e11 la 11ada del C011ter1ido deter1ninado del u11iverso establecido. El saber de la negatividad de todo contenido finito es su sabiduría, y a través de ésta es itnpelido a retornar sobre sí; entendido como n1eta absoluta, este descubrimiento de su interioridad es el co,mienzo del saber infinito, pero sólo el comienzo, precisame11te, pues esta conciencia no se ha consutnado todavía, sino que es sólo la negación de lo finito y de lo establecido))]. También Hegel observa (p. 60) 308 : So lehrte also Sacrates die, tnit denen er umging, wissen, da(S sie nichts tvisse11; ja was
noch 1nehr ist, er sag;te selber, er wisse Nichts, docirte also attch nicht. Wirklich kann man auch sagen, da(S Socrates nichts wufSte; denn er kam nicht daztt:, eine ]Jhilosophie z~t hahe11 ttrzd eine Wissenschaft auszubilden ..Dessen tuar er sich bewu{St; und es ruar auch gar nicht sein Zweck, eine Wissenschaft ztt haben [<
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n1ino en sentido 111etafísico) quedaba entonces extinguida por un instante, el aniquilador entusiasn1o de la negatividad se apaciguaba por un insta11te, gozaba de la dicha de la ironía en medida plena, y gozaba de ella doblemente puesto que se sentía diviname.nte autorizado, sentía responder a su vocación. Claro que esto era sólo por un instante; enseguida reton1aba sus funciones~:.. La negatividad
subyacente a su ignorancia no era para él el resultado ni el punto de
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partida de una especulación n1ás profunda; pero lo que había de especulativo en ese pensatniento, aquello que le había per1nitido transbordar infinitamente la existencia, era la autoridad divina en virtud de la cual! operaba en cada caso. Esa ignorancia era la eterna victoria sobre el fenÓmeno, algo que ni Ull fenÓn1en0 particular ni la suma de todos los fenórnenos podría arrebatarle, sino que le permitía a cada instante vencer al fenómeno. Es cierto <.Jtle de este modo liberaba al individuo singular de toda presuposició11, y que lo liberaba ·en el sentido en que él mismo era libre; pero la libertad de la que él gozaba cor1 irónica suficiencia no podían gozarla los otros, y por eso despertaba en ellos anhe~ps y añ<;:>ranzas. Así, pues, si bien su propia ROSición se remata en sí m.isma, ·esta posición, astlmida en
la conciencia de lo~.. demás, es sólo··) a· condición para una posición n~eva. Si Sócrates se qt1edaba tan tran.quilo con esa ignorancia, por
ta!nto, fue porque no contaba con una profunda inclinación especulativa. En lugar de trar1quilizar ~sa negatividad de un modo especulativo, la tranquilizaba más bien en función de la eterna intranquilidad que le hacía reen1prender el mismo proceso en cada individuo particular. E11 el fondo de todo esto, sin e1nbargo, aquello que hacía de él una personalidad era precisamente la ironía. Esta ignorancia teorética, para la que seguía siendo un secreto la esencia eterna de la divinidad, debe haberse correspondido, en buer1a lógica, con t111a análoga ignorancia relig·iosa acerca de la dirección y providencia divinas respecto del ho111bre, una ignorancia religiosa que buscara consolarse y ma11ifestara Sll piedad en una
total ignorancia, de modo similar a como Schleiermacher, por ejemplo, en un registro mucho más concreto, buscaba consuelo en
~~ Pero ésta es su actividad considerada de n1anera ideal. En su vida, la energía de esa cóle-
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ra (tomado este ténnino en sentido metafísico) bien pudo ceder su lugar a una cierra indolencia, un cierto ensimisn1an1iento en el que, por un instante, él 1nismo anticipaba in abstracto el goce que propiamente debería obtenerse in concreto, hasta. que la llatnada divina volvía él resonar en su interior y volvía a ponerse al servicio de la divinidad aprestándose a persuadir 1 a los hombres. Así es corno mejor se comprende la rnirada fija de Sócrates de la que tanto se ha hablado, y que también nosotros hemos mencionado ya con1o un estado de ensoñación, pues la negatividad le resultaba palpable y era cotno si su vacuidad lo embriagara. Por eso, si en otros casos iba de aquí para allá a bordando tanto a paisanos co1no a cxtran jcros, en tales instantes pennanecía
quieto y con la rnirada fija.
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el sentimiento de la absoluta dependencia 309 • Naturalmente, esto encierra tarnbié11 una polémica y es motivo de alarn1a para aquel que se contente con algún tipo de relación fü1ita co11 la divinidad. Es lo que ya hacía pensar el arriba citado pasaje de los Memorabilia de Jenofonte, en el qtle Sócrates explica que los dioses se reservaban ·para sí lo más importante, a saber, el desenlace, de manera
que todos los esfuerzos ht1manos eran vanos y nada resultaba de ellos 310 • Se ve también en el diálogo platónico Alcibiades 1 secundus, donde Sócrates habla de la importancia de las súplicas y advierte que habría que tener n1ucho cuidado cuando se suplica algo a los dioses, no sea que éstos accedieran a la súplica y se evidenciara luego que no era algo beneficioso para los hombres 311 • l)ues bien, esa precaución parece implicar precisamente la posibilidad de que el hombre llegue a discernir en ciertos casos qué es lo conveniente y pueda suplicarlo. Pero, por un lado, hay que tener en cuenta qLle Sócrates, incluso bajo la presuposición de que el honlbre sepa qué es lo mejor y ruegue por ello, no da por suptlesto que los dioses lo concederán, lo cual apunta a una duda todavía más profunda acerca de qué es propiamente lo mejor para el hombre;
por otro lado, debe tenerse en cuenta que esa precaución degenera en u11a ansiedad que sólo se calma mediante la neutralización de la súplica. Esto mismo se ve en su elogio de aqt1ellos versos de un poeta, cuando dice: Danos el bien, oh Zeus, sea que roguen1os o no roguemos por él, Y aun cuando roguemos por él, apártanos del maP 12 •
Aquí vemos que lo divino está, sin embargo, tan alejado del hombre en sentido religioso como resultaba estarlo en sentido teorético, y esto se .expresa, a -su vez, como ignorancia):-. ·En .otras oportunidades, también con el fin de designar la posición de Sócrates, suelen recordarse las conocidas palabras: yvcüel crautóv [conócete a ti mismo]. -Es innegable que estas palabras encierran una ambigüedad que hubo de co11tribuir precisamente a su acreditación, puesto que pueden .designar tanto una posición teorética como una posición práctica, un poco como la palabr? «verdad» en la terminología cristiana. En .estudios recientes, sin embar·go, estas palabras han sido a menudo arrancadas .del complejo de
Para evitar cualquier malentendido -y para, en lo posible, dilucidar lo dicho desde otro punto de vista n1ediante esta observación, recordaré que la plegaria alcanza su validez absoluta en la conciencia cristiana, pues si el cristiano sabe aquello por lo que debe rogar, y al rogar por ello sabe que su ruego será escuchado de manera absoluta, esto se debe justamente a que se sabe en una relación real con su Dios. *
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ideas ai que pertenecen y, desatendidas a partir de entonces, hace ya tiempo que vagan por la literatura. He aquí un intento de llevarlas de nuevo a su suelo natal, es decir, un inter1to de mostrar qué significan en relación con Sócrates, 1 o cómo Sócrates se valió del pensamiento contenido en ellas. Es cierto que la subjetividad en toda su plenitud, la i11terioridad en su i11finita riqueza, puede también ser designada con las palabras yvffi8t aautóv; pero, tratándose de Sócrates, ese conocimiento de sí no era tan rico en cot1tenido, no contenía, a decir verdad, otra cosa que la separación, la segregación de aquello qt1e más tarde sería el objeto del conocimiento. La frase <
del todo congruen~e·co11 la ign·orancia· antes descrita. La razón por .. " 1~ que ptido contentarse con ·esta posición negativa es la misma que la de antes, es decir, ·que el. interés y la tarea de su vida consistían en hacer valer esa negatividad frente a ~ada hombre particular, no de manera especulativa, pues e11 ese caso podría haber ido más allá, sino de manera práctica. Por eso sometía a los individuos a su bomba de aire dialéctica, quitándoles el aire de la atmósfera que estaban habituados a respirar y abandonándolos. Para ellos estaba todo perdido, a menos qtie fueran capaces de respirar en el éter. Sócrates, por su parte, 110 se ocupaba ya de ellos sino que corría a nuevos experimentos. · ·. Si volvemos por un instante a la circunstan-cia que nos dio la ocasión de emprender este análisis, la acusación contra Sócrates, es
más q'ue e'vidente qt1e Sócrates se opuso a· la perspectiva del Estado, qtie desde el punto de vista del Estado su delito debió de ser considerado como uno de los más pe~ligrosos, como un intento de chuparle la sangre y convertirló en un espectro. A pártir de ahí se entiende también que haya despertado la atención pública,· pues su profesión no consistía en uría: tranquila vida c!entífica sino, por el contrario, en lanzarlos uno tras otro fuera de la realidad sustancial con la enorme elasticidad de una posición histórico-universal. Sin embargo, una vez hecha la acusación, el Estado tampoco podía contentarse con una defensa fundada en su alegato de ignorancia, pues era natural que esta ig11orancia fuese vista como una infracción desde el punto de vista del Estado.
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1 Pero si su posición era negativa en sentido teórico, no menos negativa era en se11tido práctico, dada su incapacidad de contraer algún tipo de relación real con lo establecido::-. Esto se debía, desde luego, a su postura teórica. Había logrado apartarse de todo lo demás (del Estado, en términos griegos), pero, por otro lado, no sabía cómo acomodarse al Estado. Él n1ismo refiere, en la Apología, que su misión divina le quitaba el tiempo y la oportunidad de dedicarse a los asuntos civiles, y que vivir como un hombre privado era para él una necesidad. Si se tie11e en cuenta que aun en nuestros Estados, en los que sin embargo, precisa1nente porque el Estado ha pasado por una mediación mucho más profunda, éste concede a la subjetividad un espacio completamente diferente del que podía concederle el Estado griego; si se tiene en cuenta, digo, que aun en nuestros Estados se ve siempre como a alguien dudoso a quien se aparta, cabe imaginar a partir de allí con qué ojos habrá observado el Estado griego el intento de Sócrates de arreglárselas solo y de vivir como hombre privado. Y si el profesor Heinsius 315 cr~e haber dado una respuesta satisfactoria a cierta observación de Forchl1an1mer preguntando quién se plegará a la opinión de éste, con toda modestia me permitiré responder al Sr. profesor Heinsius que la caracterización de herejía contra el Estado hecl1a por Forchhan1mer 316 , en la p. 6, me parece tanto una buena caracterización como una correcta concepción de la actividad de Sócrates: Er zupfte in jeder Stoa, an jeder
Stra{Senecke, auf jedem Spaziergang die Athenischen Jüngliche am Mantel, und fragte so lange, bis sie mit dem beschamenden Gefühl des Nichtwissens, aber auch mit Zweifel an dem, was sie bisher für Gottlich gehalten, ihn verlie(5en, oder sich giinzlich in seine Lehre begaben [«Iba por las puertas, esquinas y senderos tirando de las túnicas de los jóvenes atenienses e interrogárzdolos hasta que éstos le daban cabida con un vergonzoso sentimie11to de ignorancia, pero tambié11 con dudas respecto de aquello que hasta entonces habían considerado como divino, o se abrían totalmente a su doctrina»]. Lo bueno de la caracterización de Forchhammer, en mi opinión, es que describe cótno Sócrates iba de aquí para allá por calles y caminos en lugar de cu1nplir con su función en el Estado o ser un ciudadano en sentido griego, eximiéndose de cargar con las obligaciones 1
,, Es cierto que había participado al servicio del Estado en tres batallas {el sitio de Potidea, la expedición a Boccia, en Delión, la batalla de Anfípolis); después fue mien1bro del consejo y revistió la dignidad de un epistate, si bien sólo por un díaJ 1•1; pese a esto, sin en1bargo, se había entancipado por contpleto de la relación verdaderamente civil con el Estado. Jenofonte le da la razón en esto al hacerle decir: «cuando formo buenos ciudadanos multiplit.:o los servicios que le debo a mi patria>> 314 ; pero esto corre naturalmente por cuenta de la estrechez de Jenofonte, de la que ya estan1os al tanto.
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del Estado y sintiéndose a gtisto en la privacidad. Su fu11ción en la vicia, por tanto, carecía por contpleto de predicados :'r; no lo digo, desde luego, en el odioso sentido de que Sócrates no fue un funcionario de may·or o menor rango 318 , sino porque desde el punto de vista del Estado, dado que no tenía relación alguna con éste, 110 podía predicarse nada acerca del conju11to de su vida y de su obra. Es cierto que más tarde Platón llamaría al filósofo a apartarse de la realidad, buscando que las etéreas siluetas de las ideas lo inviten a distanciarse de lo tangible y que_ el filósofo viva, de ese modo, lejos 228
del mundanal ruido. Pero 1ésté" no era el caso de Sócrates. Si bien es cierto que había en él algo así como un arrobo cognoscitivo, tan cierto cotno que lo abstracto es precisamente lo que más incita al arrobamiento, eso no l1acía que se alejara de la vida sino que, por el contrario, mantenía con lo abstracto un vivísimo contacto; pero esa relación no era otra cosa que su relación purame11te personal con los individuos, y era la ·ironía la que consumaba su interacción con ellos. De ahí que los hombres tuviesen para él u11a importancia infinita::-~:·, y que haya sido tan :virtuoso.en el contacto fortuito, tan flexible y ta~1 dúctil e11 el trato con·-~·los hombres.como inflexible en su insubordinación a] .Estado. Le da~a- igual hablar co11 curtidores, sastres, sofistas, estadistas, poetas, cdn jóvenes tanto como con viejos, y hablaba con ellos sobre lo que fuera, pues en todo hallaba un
. * Hasta se jacta de eso en la Apología haciendo notar que su vida, aunque activa, fue tan1bién inconmensurable respecto de las pautas del Estado (esto último lo dice, naturahnente, polemizando contra el Estado, y puesto que entren1ezcla todo con profunda ironía, frListra fácihnente la observación pasajera). Dice no haberse preocupado de reunir dinero, ni de los asuntos don1ésticos, ni de los cargos y honores militares, civiles, etc. (claro que, desde el punto de vista del Estado, esto no es considerado tan loable), ni por los partidos y facciones {esto es lo pertubador, pues el Estado debe, naturalmente, considerar elogioso el hecho de que no haya participado de estas cosas, y la ligereza de colocar en un misn1o saco las chusmas, las intrigas y la auténtica vida civil, hace que la ironía salte a la vista); en cambio, procuró aportar el mayor beneficio al individuo singular en lo privado, si bien esto parece querer decir que entabló una relación puramente personal con los individuos; cf. A poi. § 36b,c., Una mezcolanza semejante se da también en aquel pasaje de la Apología en el que dice, con hondo patetisn1o, que cada cual debería atenerse a la función que él 1nis1no escogió pensando que sería la mejor para él, o bien, de no ser así, a aquella que el Estado le asignó 317; desde la posición del Estado, de hecho, el margen de arbitrariedad que allí postula debería verse significativamente restringido. !v1ucho más perturbador aún es que, a continuación, presente co1no argun1ento las pocas ocasiones en las que se había mantenido en el puesto que se le asignó en el servicio del Estado. Si bien esto es algo que el Estado siempre sabría apreciar, lo abusivo es que él se haya ton1ado la atribución de escoger su puesto. * ::- Pese a todo su virruosisn1o, sin ernbargo, y puesto gue no bajó su filosofía del cielo para introducirla en los hogares, como dice Ciccrón 319 , sino que n1ás bien llevó a la gente fuera de sus hogares, sacándolos del infierno en el que vivían, bien pudo suceder que él n1isn1o quedara a veces atr8 pado a lli, que incluso durante la prolija charla con Fulano y .Nlengano perdiera la ironía, que perdiera el nervio irónico de la visión, que él misrno, en alguna medida, se perdiera mon1entáneamente en la trivia~idad. Esto con respecto a una observación anterior concerniente a la concepción de Jenofonte.
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te111a para su irc)nÍa ~-. Pero, aun así, no era un buen ciudadano, y a buen seguro tampoco hizo '-1Ue otros llegara11 a serlo~:-~:.. Si la posición así asumida por Sócrates era, en 1 realidad, superior a la asumida por el Estado, si en verdad contaba con autoridad divina, es algo que la historia u11iversal debe juzgar; para que el juicio sea eqtlitativo, sin embargo, ésta debe tan1bién adn1itir que el Estado contaba
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co11 autoridad para juzgar a Sócrates. En cierto sentido Sócrates fue u11 revolucionario, no tanto por haber hecho algo sino por haber dejado de hacerlo, pero no fue faccioso ni el cabecilla de un com-
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plot; la ironía lo eximió de eso, pues así como lo privó de una verdadera simpatía civil hacia el Estado, del pathos verdaderamente civil, así también lo liberó de la morbidez y del fanatismo que caracterizan al faccioso. Su postura era, en definitiva, demasiado aisladantente personal, y las relaciones que e11tablaba carecía11 de la estrecl1ez suficietlte como para llegar a ser algo 1nás que un roce alt1sivo. Estaba irónican1ente por encima t-le toda relación, y la ley de la relación era la de una pertnanente atracción y repulsión; el vínculo con el individuo singular era sólo momentáneo; y él mismo estaba suspendido mt1y por encima de todo eso con irónica suficiencia. Esto guarda re-
lación con el cargo prese11tado contra Sócrates en los tiempos modert1os; alguien (Forchha1n1ner) le acusa de ser un aristóctata321 • Esto debe entenderse en sentido espiritual, naturalmente, y en ese caso no es algo que pueda negarse respecto de Sócrates. La libertad irónica de la que gozó, ya que ninguna relación fue tan poderosa com.o para atarlo, sino qtle se sintió siempre libre por encima de ellas, el goce de bastarse a sí 111ismo al que se entregó, todo eso es señal de una cierta aristocracia. Se sabe que Sócrates fue comparado con Diógenes, y g u e D iógenes fue calificado como un <
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De ahí la respuesta de Sócrates al sorprendido Fedro (en ·el diálogo del mismo notnbre), que tiene que llevarlo de aquí para allá cotno a un extranjero, pues su conocimiento de los alrededores es tan escaso que es casi corno si nunca hubiese ido más allá de las puertas de la ciudad: suy¡(yvrocrKÉ J.l Ol, Cí.ptO'tE· ci>tAOJ.la9fl<; (Ú.fJ EÍ!lt· 't:Ó'.. J.LtV o'Óv Xffipta Kal 'ta OÉVÓpa oU8év ~) teél....et 8t86nKel V, oto: ¿y ·rc.p ü..at~l av8prorcot [((No me tomes a n1al, buen amigo . .N1e gusta a prender. Y el caso es que los campos y los árboles no quieren enseñarn1e nada; pero sí, en can1bio, los hon1bres de la ciudad)) ]320 • * ::· El1nétodo que seguía era, de hecho, el reverso del helenisn1o: É7ttX€tpwv eKaO''tOV ú~wv 1tEÍ9EtV ~lll n:pótEpov J.11)tE 'rWV tuu-roi) ~llOeVO; t1ttJ.l.el..Zl080:t, 1tp1.v ta.'\YCOU f.7tt~cl119EÍV ... JllÍ'tE 'tWV ni<; Jt:Ót~Zro<;, 1tpl v avnic; -rfls n:ó/. . t:ros [«iba allí intentando convencer a cada uno de vosocros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo 1nejor y lo más sensato posible, ni que tampoco se preocupara de los asuntos de la ciudad antes que de la dudad n1is1na >»-] (A poi. Sócr. § 36c); la frase misrna <
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que ambos buscaron alcanzar respecto del goce ser1sible. Es cierto que con esto no basta. Pero si se tiene en cuenta que el cinis1no es el goce negativo (comparado con el epicureísmo), que el cinismo goza de la carencia, de la falta, que no desconoce el apetito, sino que busca su saciedad en el hecho de no ceder a él y que, en lugar de abrirse al apetito, vuelve a cada instante sobre sí mismo y goza de la falta 1 de goce -goce que recuerda co11 toda nitidez lo que la stificiencia irónica es en el orden del intelecto-, si se tiene en cuenta esto y se lo aplica en sentido espiritual a la Il).ultiplicidad de la vida civil, la comparación no deja de ser signific~tiya. Está claro que la verdadera libertad consiste en conservar el alma intacta pese a entregarse al goce. Y. está claro que, en la vida civil, la verdadera libertad consiste en abrirse a las circunstancias de la- vida de manera tal que éstas tengan para uno validez objetiva, y en liberar así la más íntitna y profunda vida personal que, aunque pueda COI1moverse bajo dichas circunstancias, es hasta cierto punto inconmensurable con respecto a éstas. Si volvemos por un instante a la.. circu. nstancia . que nos dio la ocasión de ~n1p.render esta med.i~ac,ión,: la a~usación contra Sócrates, es obvio .que éste, lejos .de ser ··11.P punto. periférico del Estado que gravitara hacia centro, fue, .:~n ··materia civil, una tangente que no hacía sino rozar la periférica ·multiplicidad del Estado. Esto demuestra ya que, en su relación con el Estado, no puede atribuírsele la virtud negativa de no hacer el mal (una negatividad que, en sentido griego, debía ser vista como un delito), sino que al colocar a otros en la ~isma situación realmente hizo el mal. Y hay algo m.ás que convi"ene recordar. Sócrates no contrajo una relación más profunda ni siquiera con aquellos a quienes había hecho sublevar en sus funciones naturales (pues no era u.n faccioso), sino que en el mismo insta11te se encontraba irónicamente por e11cüna de ellos. Pero -si a Sócrates le era imposible acomodarse a la 1núltiple concreción del Estado, si no era seguro que llegase a obtener algo del ciudadatlo ateniense n1edio, cuya vida se había amoldado a la del Estado con el correr de los años, tenía sin embargo en los jóvenes, que el Estado protegía en orden a su futuro, un semillero donde sus ideas podrían germinar, pues la vida de los jóvenes es si~m pre más universal que la de los adultos. Así pues, era totalmente natural que Sócrates dirigiera su atención n1ás que nada hacia los jóvenes. Esto nos conduce al siguiente cargo.
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2.
Sócrates seduce a la ¡uventud
Sócrates se defiende en la Apología de Platón (§ 36a) diciendo que esto debió haberlo l1echo a sabiendas o bien sin darse cuenta
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(ÉKCÚV-Ó.Krov), y que sería una tontería suponer que lo hizo a sabien-
das, pues él mismo debió advertir que lo lamentaría tarde o temprano, y que entonces hay que suponer que lo hizo sin tomar conciencia de ello, así que sería absurdo imponerle un castigo, puesto que entonces sus acusadores deberían más bien solicitar que se le dé una reprimenda o una amonestación - cualquiera se da cuenta de que esta defensa no debe haber tenido particular importa1tcia, pues de esa manera todos los delitos podrían ser cabalmente explicados y transformados en error~·. Dado el excelente tratamiento que Hegel ha hecho de esta imputación, sin embargo, seré tan breve como pueda en donde me sea posible seguirlo, a fin de no cansar al lector versado con lo que ya conoce a través de aquél. A la acusación general de Meletos, a saber, que Sócrates corrompía a la juventud, éste opone su vida entera; la acusación pasa a ser entonces que Sócrates, más en concreto, l1acía que los hijos faltaran el respeto a sus padres~:-;~. Esto se ilustra en un especial altercado entre Anitos y Sócrates concerniente al hijo de Anitos::-~:·::·. La defensa de Sócrates parte esencialmente del principio general según el cual debería darse preferencia al más entendido antes que al menos entendido. Asimismo cuando hay qtte elegir un mariscal, lo que importa no es tanto 1 el linaje sino quiénes son los más versados en las cosas de la guerra::-::-~:·::·. Hegel plantea aquí como lo indefendible de la actitud de Sócrates este entrometimiento moral de un tercero en la relación absolt1ta entre padres e hijos, que con esta intromisión parece haber ocasionado, para retomar un testimonio fáctico particular, que el joven del que se habló ·anteriormente, el l1ijo de Anitos, se qu'ejara de su condición,:.::·~:-):-~:-. Hasta aquí Hegel y nosotros con él, pues en realidad ya hemos ido bastante lejos con esta concepción de Hegel. Pero el asunto puede verse también desde otro ángulo. El Estado, naturalmente, estaba del tocio de acuerdo con Sócrates en cua11to a que debería darse preferencia al n1ás entendido sobre el menos entendido; pero eso no im-
plica en modo alguno que se pueda dejar que cada cual por su lado decida si o hasta qué punto es él el más entendido, y menos aun admitir que el individuo singular, pensándose a sí mismo como el más
* He hecho resaltar ese razonamiento intencionadamente puesto que nos da un indicio acerca de la conformación de la doctrina moral de Sócrates (algo que será luego objeto de otros an¡í(isis), puesto que muestra que su doctrina moral tenía el defecto de estar fundada en una teoría del conocimiento cornpletan1ente abstracta. ~* Jenofonte, Me1n. I, 2 § 49; Apol. § 20. Puede compararse con esto la conducta de Fidípides hacia su padre, en Arisrófanes. ,~ * l~ Jenofonte, A poi. § 29-31.
** ~-* Jenofonte, Apol. § 20-21; Mem. I, 2 §51. *,~***
Cf. Hegel, oh. cit., p. 109·n 2 •
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entendido, despliegue su entendimiento sin prec)cuparse del Estado. El Estado, precisatnente por ser el todo e11 el que la familia vive y se mueve, puede suspender hasta cierto pu11to la relación absoluta e11 .. tre padres e ·hijos, utilizar hasta cierto pur1t<) su autoridad para tomar decisiones en lo concerniente a la educación de los hijos; pero eso se debe precisan1ente a que el Estado está por encitna de la fa-
milia que está situada en el Estado. Pero la familia está, a su vez,
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por encima del individuo singular, particularmente e11 lo que l1ace a sus prc)pios asuntos. Respecto,. de la familia, por tanto, el Í11dividuo singular ·no está tampoco, por su parte, autorizado a desplegar simplemente y bajo responsabilidad propia su entendimiento sólo porque cree ser el más ·entendido. Respecto del individuo singular, la relación del hijo con los padres es, por tanto, absoluta::.. Así, puesto que con su ironía había llegado a estar por encima de la validez de la vida sustancial del Estado, tantpoco la vida de familia tenía para Sócrates validez algttna. El Estado 1 y la fatnilia eran para él una su111a de individuos, por eso se relacionaba con los mien1bros del Estado y de Iá familia en ta11to que· individuos, siéndole indiferente toda otra relación .. Se ve e11tonces que el· principio según el cual ha
de darse preferencia al más entendido sobre el menos entendido (que en realidad .déb.ería decir: quien ·opina ser el más entendido ha de abrirse paso por· encima de aquel a quien considera menos entendido, pues no es que Sócrates haya sido tratado con preferencia, salvo tal vez por parte de los jóvenes·, a quienes de todos .modos no se les concede voz alguna en tanto -que educa11dos) resulta inmoral precisan1ente en virtud de su completa abstracción. He ahí un nuevo ejemplo de la conformación de la tan famosa doctrina moral de Sócrates. ·Es claro que el defecto, de todos modos, está en la abstracta posición gnoseológi~a adoptada por Sócrates. Pero tal vez Sócrates pensó que el hecho de no recibir dinero _por su enseñanza compensqría el daño causado ·por aquella improcedente "intromisión. El no haber recibido dinero por su enseñanza, ~como
se sa·be, es algo de ·lo que Sócrates no dejó de enorgullecerse, algo ·. de lo que hablaba a men.udo con .gran soltura 323 ::· :~. ·cotno de
costumbre, es innega:ble que ·hay en ·esto una .profunda ironía res-
Aquí no he hecho jamás otra cosa que concebir la relación misma entre Sócrates y los jóvenes a los que instruiría. No he prestado atención a la nocividad que ·su instrucción pudo tener. Lo.que .puede decirse al respecto ha sido desarrollado ya en ·lo precedente. Lo que sí quiero hacer resaltar aquí, en cambio, es lo que hay de itnprocedente en el hecho de que Sócrates .se haya lanzado pura y simplemente a enseñar. Desde el punto de vista del Estado no puede tampoco asignarse valor alguno a la autoridad divina que se arrogaba, pues el hecho de haberse situado en un total aisla1nienro lo sustraía a su vez a la aprobación del Estado. *),~ Otra es la opinión...de Aristófanes, que no s.ólo le perm-ite recibir dinero sino también costales de harina por su en~eñanza 324 • l}
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pecto de los sofistas, cuyas enseñanzas, dado 1<) caro c.Jue se hacían pagar, resultaban casi en sentido inverso Ü1conmensurables con respecto al dinero y al valor clel dinero. Si se n1ira con mayor detenin1iento, si11 e111bargo, tal vez eso Ílnplique algo n1ás. Tar vez se deba tan1bién a la ironía con la que concibió st-t propia enseñanza. Pues así como su sabiduría, según sus propias palabras, era de carácter ambiguo, así tan1bién lo era su enseñanza. Y le) que élrnismo dice acerca de un n1arino, en el Gorgias: «quien practica este arte (el de la marinería) y 110s l1a prestado ta11 gran servicio {trasladarnos ileS<)S), desetnbarca y se pasea con humildad junto a su barco a lo largo de la costa. Pues sabe 1 esti111ar, me parece, la enortn.e dificultad de deter111Ü1ar a cuál de los pasajeros ha favorecido y a cuál ha dañado alr1o perrnitir que se ahogaran durante el viaje>> 325 , esto rnisn1o podría decirse también de la enseñanza media11te la cual traslada a los individuos singulares de un continente al otro. Y así con1o en ese pasaje elogia el arte de la marinería por recibir tan humilde paga e11 co111paración co11 el arte oratorio, aun cuando su eficacia es la rnisn1a, así tarnbién puede felicitarse a sí rnismo por no recibir paga algL1na comparado con los sofistas. Que 110 recibiera dinero
por su enseñanza, por tanto, no puede de 11ing~tna manera ser considerado como un mérito tan extraordinario; tan'lfJoco puede ser considerado, sin más, como un signo absoluto del valot ahsc)luto de su enseñanza. Pues si bie11 es cierto que toda verdadera enseña11za es inconmensurable con respecto al dinero, y es cierto que atribuir a la paga una influencia decisiva en la enseñanza es algo infinitan1ente riclículo, con1o si alguien que enseñ<:1ra lógica, por ejen1plo, tuviese una lógica de tres reales y u11a lógica de cuatro reales, es'o 110 in1plica en n1odo alguno que sea en y para sí incorrecto recibir dinero por la enseñanza. Es cierto que la costun1bre de hacerse pagar por la enseña11za cotnenzó con los sofistas, y en este sentido uno pt-tede explicar muy bien la actitud de Sócrates y su irónica polémica co11tra aqu.éllos; pero, corno decíatnos, es prc)bablc que esta actitud de Sócrates haya encerrado también una ironía referida a su propia enseñanza, poco más o menos como si dijera: «hablando con franqueza, esto conct1erda curiosamente con mi sabiduría, pues dado que nada sé, es fácil darse cuenta de que no puedo recibir una paga por impartir este saber a otros». Si volvemos por un instante a la circunstancia que nos dio la ocasión de emprender este análisis, la acusación contra Sócrates, se ve con facilidad que su delito (considerado desde el punto de vista del E.stado) cot1sistió precisamente en l1aber neutralizado el valor de la vida (an1iliar, haber derogado la ley natural según la cual el miembro singular de la familia reposaba sobre la fatnilia entera
-la piedad. 225
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l")odríamos detenernos aquí si tan sól<) quisiésernos repasar los cargos; pero quien torne como objeto de a11álisis la concepción de Sócrates debe dar un paso más. Pues podría pe11sarse que Sócrates, pese a haber cometido un cielito contra el Estado al entrometerse en las familias de manera tan improcedente, pudo sin embargo, en funció11 de la significación absoluta de su e11se-Fzanza, en función de )....,5
_.)
l la relación Ü1terna entablada con sus discípulos sin otra mira que el bienestar de éstos, compensar el daño causado por su molesta intromisión. Vean1os entonces. si su relación con los discípulos tiene la seriedad y su enseñan.za el pathos que cabría exigir de un tal maestro. Pues bien, esto es lo que echamos totalmetzte de n1enos en Sócrates. No nos in1aginamos a Sócrates en esta relación como aquel que alzaría a sus discípulos para que pueclan contemplar la esencia eterna de las ideas en su celeste firmamento, que inyectaría en los jóvenes la rica plenitud de una intuición, que en materia n1oral cargaría sobre sus propios hombros una responsabilidad enortne, que velaría por ellos con paternal cuida(io, reacio a soltarlos de su 111ano y ~ perderlos de vista, 11i co1110 aquel que, para recordar una expresión anteriot~, los a1naría eri la idea·. La persona de Sócrates se redondeaba de un modo demasiad·a. negativo en relación con los den1ás como pará que tal cosa pudiese suceder. Era por cierto un ·~erotista en grado surno, su fervor cognoscitivo era extraordinarian1ente elevado, poseía, en suma, todos los dones de seducción del espíritu; pero 110 podía comunicar, colmar, enriquecer. Tal vez en este sentido se le podría llamar un seductor; fascinaba a la juventud, despertaba anhelos en ellos, pero no los saciaba, los dejaba arder en el magnífico co11tacto con el goce, pero no les daba alin1entos suculentos y nutritivos. Los engañó a todc)S del n1ismo modo como engañó a Alcibíades, quien por su parte dice que Sócrates, como vimos antes, resLlltó ser el atnado en lugar del arnante. Y qué otra cosa quiere decir eso, si no que atraía a los jóvenes hacia sí y que CLlando éstos, en su admiración, querían hallar reposo junto a fs
él olvidándose de todo, buscar segura calm_a en su amor, dejar de ser para sólc) ser al ser amados por él, éste se retiraba y se rompía el sortilegio, sintienclo ellos los pr<)fUt1d<)S dolores del amor desdichado, si11tiendo que habían sido engañados, que no era que Sócrates los atnara sino que ellos amaban a Sócrates, y que aun así no alcanzabar1 a desprenderse de él. En criaturas 1nejor dc)tadas, desde luego, esto no debía resultar tan notable ni tan doloroso. Sócrates había introvertid<) la n1irada de los discípulos, y los más dotados debieron estar agradecidos al sentir que eso se lo debían a él, gratitud que debió ser tanto mayor en la medida en que no advirtieran que la riqueza·que ellos n1ismos poseían no tenían que agradecérsela a Sócrates. Así que su relación con los discípulos fue efectiva-
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mente la de hacerlos despertar, pero de ningttna manera fue una relación personal en sentid<) positivo. Y 1 lo que se lo impedía era, una vez más, su irorzía. Si se trae a colaciÓI1, por el contrario, el amor con el que Jenofonte y Platón se pleg.aron a Sócrates, responderé que, por un lado, los discí_pulos, como l1e mostrado ya, llegaron ciertamer1te a amarlo hasta el punto de no poder desprenderse
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de ese amor, y que, por otro lado, y ésta es la respuesta más concreta, Jenofonte fue demasiado estrecho y Platón demasiado rico como para eso. Sin proponérselo, Platón debe haber pensado en Sócrates a cada instante al advertir lo mucho que poseía; por eso amaba a Sócrates en la idea que éste le había ayudado a alcanzar, por 1nás que no se la debiese a él. De ahí la correcta observación de Sócrates
en la A¡Jología: t¡w 88 blbáaKaAo~ ~Ev o-ú8Evo~ ncóno1;' tycvó~11v· ct bÉ 'ttc; fttou AÉ)'OV'tüc;, KCX.t 'ta fi-!CXU'tOU rcpÚ"t'tOV'tO<;, f:nt9UIJ,Ol CxKOÚEtV, El-re VECÓ'tcpo<;, et'tE rcpt:O"~Ú'tepo<;, oUóEvt ncbno~E f:
,:. Claro que Sócrates dice esto más bien para responder a la objeción) con1o si en el círculo íntin1o de los discípulos hubiese hablado de cosas diferentes a aquellas de las que hablaba cuando algún otro estaba presente. En este sentido cabe admitir que Sócrates fue siempre el mismo, si bien sus palabras tnuestran también cuán distante era su relación con los jóvenes, pues ral relación no consistía en otra cosa que en fortuitos roces cognoscitivos.
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jóvenes; y aun cuar1do abordaba algún que otro te1na que les era personalmente itnportan te, la objetividad que él mis1no mantenía al~. respecto era absoluta; pero por debajo de esa indiferencia ellos sen\/ tían, más qtle veían, una penetrante mirada de reojo que al instante perforaba sus almas como Llna puñalada. Era como si Sócrates hubiese interceptado el diálogo íntimo de sus almas, co1no si les obligara a pronunciarlo en voz alta en Sll presencia. Sin que supieran 1nuy bien cómo, Sócrates había llegado a ser SLl confidente, y seguía siendo impávidamente el mism_o ., por más que, entretanto, ellos hubiesen cambiado por completo. Y una vez desatados todos los nudos del prejuicio, una vez suavizada toda aspereza de espíritu, una vez que sus preguntas habían puesto todo en orden y hecho posible la transformación, la relación ctilminaba en el instante más significativo, relárnpago que iluminaba por un segundo el universo de sus conciencias cuando él hacía que todo girara frente a ellos, tan rápido como un instante y durante el lapso de un instante, cuando todo se transformaba a'tóJ..lcp, ptnfló
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vida posterior de sus discípulos, y e11 esto Alcibíades proporciona una vez rnás un ejemplo instar 01nni~t111.';:-. Tomando este término en sentido espiritttal, Sócrates p-uede ser . calificado como un erotista, y esto se expresa de un modo más intenso todavía cuando se traen a colación las famosas palabras del Fedro § 248: nat8EpacrtElV ~E'ta Q)tAocro(Día<; [«amar a los jóvenes con filosofía>>]. Tal vez quepa decir aquí un par de palabras acerca del cargo de pederastia hecho contra Sócrates, un cargo que el paso del tien1po no llegó a borrar, pues cada generación ha contado siempre con algún estudioso que se sintió llatnado a lavar el honor de Sócrates. No es mi intención hacer una defensa de Sócrates, pues no me interesa en absoluto reflexionar sobre ese cargo; si el lector lo to1na en sentido figurati\'O ~:· =:-, en cambio, creo que se puede verlo como una prueba más de la ironía de Sócrates. En el elogio hecho por Pausanias en el Barzqttete aparece la siguie11te frase: «este Eros (el inferior, cuyos devotos aman en primer lugar tanto a mujeres como a tnancebos, y en aquellos que aman, además, ama11 más el cuerpo que el aln1a), procede también de la diosa, que es mucho más joven que el otro y cuya existencia supone la unidad de los se-
xos: el otro es hijo del celeste, que no desciende de lo femenino sino del sexo masculino únicamente ... aquellos que son inspirados por este Eros buscan por tanto el sexo masculino, _pues aman aquello que por naturaleza posee mayor fuerza y espíritu» 329 • Estas palabras denotan ya de manera suficiente el amor intelect~tal que por 11ecesidad debía darse en un pueblo tan estéticamente desarrollado como el griego, donde la individualidad, lejos de reflejarse infinitamente en sí tnisma, era aqttello que Hegel 1 tan gráfica1nente der1otnina la «bella individualidad» 330 , y donde el abis1no qt1e separaba a la individualidad de su opuesto 110 era lo suficientemente profundo como para hacer que la unidad superior fuese el amor verdadero. El hecho de que ese amor intelectual busque su objeto más que nada entre los jóvenes indica, sin embargo, qtte ama la pc)sibilidad y rehúye la realidad. Y esto no hace otra cosa que n1ostrar su carácter negativo. Puede que su grado de e11tusiasmo sea alto, no obstat1te, pues ésa es justan1ente la razón por la qLle puede tenerlo. Pues el entusiasmo 110 sie1npre está asociado a la tenacidad, sino que es la devoradora exaltación ptlesta al servicio de la posibilidad. Por eso un iro11ista es siempre un entusiasta, sólo qtle su entusiasmo no lleva nada a cabo, pues 11unca sobrepasa la determinación de ]a posi-
:.'- Cotnpárese con esto Forchhammer, pp. 42 ss. * * Quien no pueda entenderlo en sentido espiritual podrá ren1itirse, en referencia a este punto, a Johann Marthias Gesner, Socrates sanctus Pa!derasta, cf. Conunentarii societatis regite scicntiarunz Gottingensis, tomo II, año 1752.
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bilidad: En ese sentido amaba Sócrates a los jóvenes. Pero entonces vemos que se trataba de un an1or negativo. Es cierto que su relación con ellos no carecía de significación; pero esta relación, como ya vimos, terminaba tan proi1t<) como su sig11ificación tendía a profundizarse, y esto quiere decir que la relación con ellos era el comienzo de u11a relación. Ya he intentado mostrar antes que esta relación podía, de todos modos, durar un tiempo, que el joven podía sentirse atado a Sócrates una vez que éste se había deshecho de él. Pero si tenemos en cuenta que esta relación suya con los jóvenes constituye la última posibilidad de exhibir una relación positiva, si tenemos en cuenta lo que en este sentido cabía esperar de un hombre que se había emancipado de toda otra relaciÓ11 real antes de abocarse a ésta, teniendo en cuenta todo eso, la negatividad aquí descrita no podrá explicarse a menos que se admita que la posición de Sócrates fue la ironía~·. Volvem<)S a la acusación de Sócrates y a su consecuente condena. El jurado le ha declarado culpable, y si hubiese que describir su delito en ~na palabra sin prestar .demasiada atención a los puntos de la acusación, 1 podríamos calificarlo de apragmosyne o indiferencia; pues si bie11. no era inactivq ni ·indiferente respecto de todo, lo era realmente en . su praxis privada en relación con el Estado. Sócrates había sido, pues, declarado culpable, pero el castigo no estaba determi11ado todavía. El humanitarismo griego permitía que el acusado determinara por sí misffio el castigo, dentro de ciertos límites, ·claro está. Hegel expone con todo detalle lo qtte hay de erróneo en la actitud de Sócrates, señalando que mereció ser condenado a muerte, que su delito fue querer desconocer la soberanía del pueblo e in1poner su convicción subjetiva frente al juicio objetivo del Estado. Si bien su negativa en este sentido puede ser considerada cotno grandeza moral, su muerte le era sin en1bargo imputable a él mismo, y el Estado tenía tanto derecho a condenarlo como Sócrates a rebelarse, lo cual hacía de Sócrates u11 héroe trágico=:-=~. Hasta aquí Hegel; intentaremos a.hora exponer su actitud según los pormenores de la Apología. I)odría pensarse que Sócrates daría buena acogida a la libertad de determinar por sí n1ismo el castigo, pues así
::· La historia ha registrado aun otra relación entt1blada por Sócrates, su relación con Jantipa.· Cualquiera se da cuenta de que Sócrates no fue precisan1ente un rnodelo de esposo~ y la concepción de la relación con ella atribuida a Sócrates en Jenofonte, a saber, que obtenía de esta irascible mujer el 1nisn1o beneficio que los picadores obtienen de los caballos salvajes, el de aprender a 1doblegarlos, que con ella se ejercitaba en el don1inio oc )os hon1brcs, puesto que si se las arreglaba con ella podía fácilmente soportar también a los dctnás·B 1, esta concepción, decíc.unos, no da 1nuestras de un gran an1or conyugal, pero sí de un alto grado de ironía. Cf. Forchhan1mer, p. 49 y nota 43. * =:· Cf. Hegel, oh. cit., pp. 113, ss·B 2 •
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con1o su conducta resultaba incon111ensurable respecto de las deterIninaciones generales, así ta111bién debía serlc) el castigc), y es por con1pleto coherente que opine que el úr1ico castig() que podría in1ponerse a sí n1ismo era una multa, puesto que de haber tenido dinero 11<) era pérdida alguna gastarlo, es decir, puesto que in castt el castigo se suprimía a sí mismo. Por eso es ta111bién del tocio coherente que proponga al jurado conforr11arse co11 las migajas que él era capaz de aportar, del todo coherente, puesto que si el dinero 110 tenía para él realidad alguna, el castigo era igualmente gravoso por mucho o poco dinero que aportara, y esto quiere decir que el castigo no era tal. El único castigo que consideraba adecuado, por tar1to, era aquel que no constituía ning·ún castigo. Seguiremos en detalle, si11 embargo, todo este pasaje tan instrt1ctivo de la Apología 333 • 1 Sócrates comienza sorprendiéndose de haber sido conde11ado por tan escasa mayoría, lo que da a entender que no ve en el juicio del
Estado una válida concepción objetiva en oposición al sujeto particular. En cierta n1edida, el Estado no existe para él, y repara solaI11ente en los números. No parece haber presentido que una determinación cuantitativa puede convertirse en cualitativa. Repara en la curi<)sidad de que tres votc)s hayan decidido la elección y, para resaltar aún más lo que esto tiene de curioso, traza la más extrema contraposición: Meleros, dice Sócrates, habría sido rnultado él mismo con mil dracmas si Anitos y Licón no se le hubiesen sumado. Aquí vemos, una vez más, de qué manera la ironía hace que Sócrates subestime todas las detern1inaciones objetivas de su vida. El jurado es una suma de individuos, su juicio tiene sólo u11 valor numérico, y, cuando la mayc)rÍa lo juzga culpable, Sócrates piensa que esto no significa ni 111ás ni menos que haber sido juzgado por tal y tal ca11tidad de individuos. Se advierte aquí con claridad la concepciótz completainente negativa, del Estado. Un irónico destino quiere que sea Sócrates misn1o quien determine el castigo. Lo que da tan extraordi11aria elasticidad irót1ica a''"esta situació11 es la enorme contraposición: la espada de la ley cuelga de una crin sobre la cabeza de Sócrates, una vida humana está en juego, el pueblo muestra su favor con graveda(l y compasión, el horizonte es oscuro y nuboso; n1ientras tanto, Sócrates está tan absorto como un viejo contador haciendo que sus cuentas cuadren, haciendo que su vida sea congruente con la concepción del Estado, u11a cuenta que resulta tan difícil de resolver como la cuadratura del círcLtlo, pues Sócrates y el
Estado resultan ser 1nag;1itudes absolutamente heterogéneas. Sería ya algo cómico ver a Sócrates intentando conjugar su vida según el paradign1a del Estado, puesto que su vida era por cor11pleto irregular; pero la comicidad de la situación es más profunda todavía en virtud de la dira necessitas 334 que le ordena, l)ajo pena de 111uerte,
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hallat: una igualdad en esa clesigualclad. Siempre es cómico que dos cosas entre las que no cabe pensar relación alguna sean puestas en relación una con otra; pero n1ás cón1ico aun es que se diga: morirás si no encuentras ninguna relación. En su perfecto aisla1niento, la vida de Sócrates debió de resultar totalmente heterogénea respecto de cada una de la detern1inaciones deJ Estado; por eso la dialéctica, la operación mentaltn.ediante la cual Sócrates intenta establecer la
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relación, indica tan1bién la contraposición más extren1a. El Estado le declara culpable. La cuestión es ahora qué castigo se rnerece. Pero puesto que Sócrates 1 siente que su vida no podría jamás ser concebida por el Estado, resulta que podría rncrecer tan1bién ttna remttneración. Propone entonces ser tnantenido a costa del erario público en el Pritar1eo ~'". Y en caso que el Estado 110 atie11da tal solicitud de remur1eracÍÓI"l, tendrá que resignarse y seguir pensar1do qué castigo 111erecería . .~.~ fin de evitar la pena de muerte solicitada por 1\lleletos, Sócrates podía elegir una int1lta o el destierro. Pero ésta es una elecció11 que no pt1ede resolver, pues, ¿qué Je movería a elegir una (le estas dos cosas? ¿Sería-ac~so el temor a la 1nuerte? Eso sería absurdo, puesto que no sabía si la ~uerte era un bien o un maL Tal corno parece, su opinión es que la m'iterte sería el castigo n1ás aclecuado precisamente porque nadie· sábe si es un mal, es decir, por·. que et1t011ces la 1nuerte, cotno suceclía también con la rr1ulta, se suprin1e a sí n1isma. No pc)día elegir ·la n1ulta ni el destierro, en el primer caso porqtle tendrían que encarcelarlo, ya qt1e su situación económica no le pern1itiría afrontarla, y e11 el seguncl() pc)rque sabía mt1y bien qtte sería aur1 n1enos capaz de vivir en otro Estado que de vivir en Atenas, de modo que al poco tiem.po sería tatnbién desterrado de ese Estado, y así sucesivatnente. Así que no podía elegir ni la multa ni el destierro. ¿Y l}Of qué? Porque le infligirían un sufrimiento que n.o podría aceptar, porque 110 lo 1nerecía, y con1o él lnismo dice: KCXt f.yw a~' OUK El9tcr~at tj.LCX1YCOV a~tOUV KCXKOU oOOEvó<; [ <
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Ya que su vida es como tal inconn1ensurable respecro de la concepción del Estado y que por tanto no n1erece ni retnuneración ni castigo de parte de aquél, provee subsidialiter otro nlotivo, a saber, que es un hombre pobre y que carece de tnedios.
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Ven1os, pues, que la posición de Sócrates es por COI11J.1leto negativa con respecto all Estado, que no encajaba er1 n1odo algt1no en el Estado; pero esto lo ve111os de 111anera aur1 n1ás clara en el instante . en que él misn1o, acusad() por su conducta, debió más bien ton1ar conciencia de su discrepancia con respecto al Estado. Aun con la espada sobre la cabeza, n1antiene i111pasible111ente su posición. Pero su discurso no tiene el p()deroso fJathos de la exaltación, ni su presencia la absoluta autoridad de la personalidad, ni su indiferencia la dichosa calma de una plenitud que le fuese propia. No encontrarnos nada de esto, pero sí una ironía sostenida hasta el extre1no que hace que el poder objetivo del Estado se ro111pa sobre la rocosa negatividad de la ironía. El poder objetivo del Estado, sus exigencias respecto de la actividad del ii1dividuo si11gular, las leyes, los tribunales, todo pierde para él su validez absolLlta, renur1cia a todas esas cosas en tanto que for1nas itnperfectas, va elevándose y haciéndose más y tnás ligero hasta ver, en su irónico vuelo de pájaro, que todo desaparece bajo sus pies, y al1í arriba se qL1eda flotando con irónica suficiencia, sostenido por la absoluta coherencia interna de la negatividad infinita. Por eso resulta extraño a todo el universo al que perter1ece (por n1ucho que en otro senticlo le perte11ezca); la COI1ciencia de la época no tie11e predicados para él que, Í1111ombrable e indefinible, pertenece a otra formación. Y aquello que lo sostiene es la negatividad que 110 ha e11gendrado todavía positividad alguna. l\ partir de ahí resulta co111prensible que incluso la vida y la muerte pierda11 para él su validez absoluta. Pero lo que halla1110S e11 Sócrates es la estatura real de la ironía, 110 la a pare11te, pues Sócrates alca1zzó la idea del bien, de la belleza, de la verdad, sólo como lín1ite, es decir, alcanzó la infinitud ideal en tanto que posibilidad. Cuando e11 una época muy posterior, una vez que estas ideas hayan alcanzado su realidad y la subjetividad su tJ!eroma [cumplimiento] absoluto, la subjetividad (}Uiera entonces volver a aislarse, cuando la negatividad infinita quiera de nuevo abrir Sll garganta y tragarse la realidad del espíritu, en ese caso la irot1Ín se mostrará, e11 cambio, bajo una figura más inqttietante.
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Capítulo III
LA CONCEPCIÓN SE I-IACE NECESARIA
La vida de Sócrates es, para quien repara en ella, como una grandiosa paL1sa en el curso de la historia: no se le oye en absoluto, reina un. profundo silencio hasta que las numerosas y diversas escuelas de discípulos vienen a interrun1pirlo, en su tu1nultuoso intento de hacer c.Jue su origen se ren1onte a esa oculta y misteriosa fuente. El caso de Sócrates es comparable a:l. del Guadalquivir, pues es como si la narración histórica se metiese bajo la tierra en uno de sus tramos para luego volver a brotar con re11ovada fuerza 336 • Sócrates es como un guión 337 en la historia universal, y el hecho de qt1e se lo ignore, ya que no se da la ocasión de observarlo de manera directa, ir1vita no tanto a pasarlo por alto coino a evocarlo con el auxilio de la idea, a permitirle que se haga visible en su figura ideal, a pensar de manera consciente el sig11ificado de su existencia en el universo, el Inomento de la evolución del espíritu universal simbolizado por la peculiaridad de su existencia en la historia; pues así come) él misn1o, en cierto sentido, es y a la vez no es par.te de la historia universal, su significacÍÓ11 en la evolución del espíritu U11iversal consiste asimismo en 110 ser pese a ser, o en ser pese a no ser: Sócrates es la nada con la que, sin embargo, debe comer1zarse. No es, puesto que no se brinda a la percepción inmediata, lo que en sentido espiritllal corresponde a la negación de la inmediatez de lo susta11cial; es, puesto que se brinda al ·pensatniento, y a esto corresponde en el mundo del espíritu el advenin1iento de la idea, si bien, claro está, en su for1na abstracta, en su infinita negatividad; su fortna de existet1cia en la historia es, e11 este sentido, ur1a designació11 figurativa no del todo adecuada a su significación espiritual. Por esa razón, así como intenté captar a Sócrates via negationis en la primera parte de este tratado, en la segunda parte intentaré fijarlo via emine1ttice338 .
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Claro que no se trata de sacar a Sócrates de su 1 co11texto histórico sino que, por el contrario, lo que importa es verlo debidamente e~ él; tampoco se trata de que Sócrates no pudiera poner los pies sobre la tierra en razó11 de su divinidad, pues persor1ajes así son tan poco apro·vecl1ables para el historiador maduro y responsal1le corno un an1ante de esa ín.dole lo sería para las muchachas de la India::-. Sócrates, como con razón se ha dicho, ist aber nicht tuie ein Pilz aus
der Erde ger,uachse11, sondern er steht in der bestin1111ten. Contin~titat n-zit seiner Zeit [«no brotó de la tierra cotno una seta, sino que está en una estricta relación de continuidad con su época» ]34 0; pese a esa continuidad, sin embargo, hay que recordar qtle Sócrates 110 puede explicarse a par'tir de su pasado, y que si en algún sentido se lo toma cotno conclusión de las prernisas del pasado, hay en él más de lo que había en las premisas, lo Urs[Jrii11gliche [original] necesario para que pt1eda darse un punto de inflexión. Esto es lo que Platón expresó en varios pasajes al decir que Sócrates fue un don divino. Es Sócrates mismo quien lo dice en la Apología § 30d: vuv oÚV,. eh
on
* bt der Episode Nafa aus dent Gedichte Mahabharata tvird erziihlt, wie eine Jungfrau in ihrent 21sten. ]ahre, in dent Alter:1 in welche1n die lvlddchen selbst das Recht haben einen 1\tiann zu tui:ihlert, unter ihren Freiern sich ei11en aussucht. Es sind ihrer fitn.{; die Jungfrau. hen1erkt aber, dap viet 1ticht fest auf ihre1Z Fü{Sen stehen, und schlie(5t ganz richtig daraus, da/5 es Gotter seien. Sie wiihlt also den fünften., der ein wirklicher lv!ensch i.st [<
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la razón todo aquel que no sea presa de la locura que, por cierto, parecen padecer n1uchos de los rnás jóvenes 1cultores de la ciencia, "' , . . . . y cuyo s1nton1a, mas trag1co que corn1co, consiste er1 contar sten1pre Ía n1isn1a historia. Precisa1nente por tratarse de un punto de inflexión en la historia, Hegel vuelve a n1e11cionarlo una y otra vez, ya sea con el propósito de desarrollarlo o para utilizarlo como ejemplo. Quien apenas haya leído a Hegel estará ya al ta11to de su opinión al respecto, así que no importunaré a la gente repitiendo aquello que, en definitiva, nadie puede decir mejor que Hegel mistno. En caso de que el lector apetezca una sabrosa y más detallada exposición del n1odo en que Atenas fue decayendo después de Pericles, quien logró detener y frenar el mal durante el transcurso de SLl vida, /
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fenórneno de todos modos atípico en algú11 sentido, una exposición capaz de hacer explícitc) el principio de esa decadencia a través de las diferentes fases del Estado, en ese caso l1abré de remitirlo a Rotscher, pp. 85 ss. 341 • Pero l1ay una observación que D(1 puedo guardarrne. En difere11tes aspectos, es obvio c.1ue Atenas evoca e11 este período lo que R<)ma sería en~ una época posterior. Ate11as era, en sentido espiritual, el corazón del Estado griego. Por eso, al avecinarse la disolució11 del helenismo, toda la sa11gre fluyó impetuosamente de Vtielta al ventríct1lo cardíaco. Todo se CC)ncentró en Atenas, la riqueza, el lujo, la lujuria, el arte, la ciencia, la frivolidad, los placeres de la vida~:-, e11 suma, todc) aquello que, al anticipar su caída, podía también contribuir a enaltecerla y a ilun1Í11ar una de las escenas más brilla11tes que en sentido espiritual pueda uno imaginar. Hay una inquietud en la vida ateniense, una palpitación que indica qLie la hora de la disolución está cerca. Pero lo que por Lln lado favoreció la caída del Estado reviste, por otro lado, una infinita Í1nportat1cia en relació11 con la ma11ifestación del nuevo principio; la disolución y putrefacción llegan a ser, en efecto, fecunda tierra de ct1ltivo para el principio nuevo. El prirzcipio 1nalo era, en el Estado griego, la arbitrariedad de la subjetividad finita (i.e., de la subjetividad injustificada) en la matizada variedad de sus formas de tnanifestació11. Sólo u11a de estas formas será aquí objeto de un aná,. lisis más específico, a saber, la sofística. Esta es, de hecho, el poder siniestro que habita las regiones del pensamiento, y su 11ombre es Legión 342 • De estos sofistas 1 nos ocuparemos, pu.es ellos eran el presente o el pasado que Sócrates habría de aniquilar. Veremos cuál era su naturaleza, para evaluar luego qué fue lo que le permitió a Sócrates aniquilarlos de raíz. Con los sofistas comienza la reflexiót1,
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y e11 este sentido Sócrates tiene siempre algo en común con ellos, y hasta cabría designar a los sofistas como falsos mesías en comparación co11 Sócrates. Los sofistas)'¡- representaban, en su abigarrada multiplicidad, el saber que se independiza de la eticidad sustancial en el despertar de la reflexión 345 ; representaban, en definitiva, la cultura it1dependiente 1 requerida por todo aquel que no percibiera ya la magia de lo inmediato. Su sabiduría era ein fliegendes Blatt [una hoja volante], y ni el peso de una personalidad·.;ni la sujeción a un saber cJrgánico podían impedir su vuelo. Esto concuerda totalmente con el modo externo en que se presentaban. Co1110 en el refrán, estaban en todas partes cual monedas sin valor< Iban de un lado al otro, de ciudad en ciudad, como en el n1edioevo los trovadores y los escolásticos itine .. rantes, estableciendo sus escuelas y atrayendo a los jóvenes que se dejaran llevar por la rimbombante noticia de . que estos hombres
La exposic:ión de Hegel es excelente también, en este caso. Pero se rne hat.:c que el detallado análisis que tiene lu.gar en su Geschichte der Phi/osophie. no sien1pre es coherente consigo rnismo, y tiene a ~eces el carácter de un conjunto de observaciones dispersas que delatan a menudo una cierta insubordinaci-ón respecto a la división indicada en letras. Frente a una exposición tan detallada, en can1bio, bien podría aplicarse a un breve fragmento de su Philoso¡;hie der Geschichte la observación que Hegel mismo ha hecho en alguna parte: que el espíritu es el mejor epito1nator [sumaríante]3 4\ Dicho esbozo es tan acertado e ilustrativo que será 1nejor transcribirlo. Está en la p. 327·H 4 : Mit den Sophisten hat das Re(lectiren über das Vorhandene und das Rasonniren seinen Anfang genonznten. Eben diese Betriebsanzkeit und Thiitigkeit, die wir bei den Grieche,.r. im practischen Leben und in der Kunstausübung sahen, zeigte sich bei ihnen in de1n Hin- ttnd 1-lergehen und Wenden in den Vorstellungen;, so daf5, wie die sinnlichen Di11ge von der ntenschlichen Thiitigkeit verandert, verarbeitet, verkehrt werden, ebenso der Inhalt des Geistes, das Genteirzte, das Getvu{lte hin- und herbetvegt, Object der Beschiiftigurzg und diese Beschaftigung ein Interesse {ür sich tuird. Die Bewegung des Gedankens, und das innerliche Ergehen darin, dief5 interesselose Spiel wird 1uuz sefbst zzun lnteresse. Die gebildeten Sophisten, nicht Gelehrte oder wissenschaftliche Manner, sondern i\tieister der Gedankenr.vendu1lg setzten die Griechen in Erstaunen.. Auf a/le Fragen hatten sie eine Antwort, für al/e Interessen politischen und religiosen Inhalts hatte11 sie allgenzeine Gesichtspunl~te, und die tueitere Ausbildung bestand darin, Al/es beu;eisen zu l~onnen, in Allen1 eine zu rechtfertigende Seite auszufinden. In der Dentokratie ist es das besondere Bedürfni/5, vor denz Volke zu sprechen, ihnz etwas vorstellig zu ntachen, und dazu gehort, da/5 ihn1 der GesichtsjJunl::.t, den es als wesentlichen a1tsehen soll, gehorig vor die Augen gefiihrt werde. Hier ist die Bildung des .Geistes nothwendig, und diese Gynnzastik haben die Griechen sich bei ihren Sophisten enuorben. Es wurde aber nun diese Gedanll.enbildung das A!fittel, seine Absichten und lnteressen bei de1n Volke durchzusetzen: der geübte Sophist wuf5te den Gegenstand nach dieser und je1ter Seite hin zu wenden, und so war den Leidenschaften Thür und Thor geóffnet. Ein Hauptprinci¡; der Sophisten hie/5: «der .Mensch ist das Ñ1aa(5 aller Dinge>'; hierin, wie in alfen Aussprüchen derselben, liegt aber die Zweídeutigkeit, da/5 der lvlensch der Geist in seiner Tiefe und Wahrhaftigkeit, oder auch in seinern Belieben und besonderen lnteressen sein kann. Die Sophisten meinten den blo/5 subjectiven Menschen, und erklc:irten hiemit das Belieben {ür das Princip dessen, was recht ist, und das de111 Subjecte Nützliche {ür den letztcn Bcstint111ungsgrund [«Con los sofistas dio comienzo el raciocinio y la reflexión sobre lo dado. Ven1os en ellos, en las idas y venidas y en el giro de sus ideas, la misn1a operatividad y actividad que los griegos mostraban en su vida práctica y en el ejercicio del arte, de modo que, así con1o las cosas sensibles son transforn1adas, elaboradas, reencauzadas por la actividad humana, así también el contenido del espíritu, lo pensado, lo conocido, es alterado y hecho objeto de uso, y este uso es un interés en sí misn1o. El proceso de pensamiento y sus muta!{·
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todo lo sabían y todo podían den1ostrarlo=:·. L.o que querían aportar a los hornbres no era tanto el discernimiento de las ciencias particulares sino la cultura general, y el anuncio de Protágoras trae nítidamente a la memoria el mefistofélico anatema contra los estudios universitarios en el Fausto de Goethe 347 , pues garantiza que los jóvenes no tendrían que temer que él, en analogía con otros sofistas, los obligara a retomar los conocimieiltos que ellos mismos buscaban eludir 348 • Es decir, que no les enseñaría aritmética, astronomía, etc., sino que haría de ellos hombres cultos, que les daría la enseñanza adecuada para llegar a ser diestros ho1nbres de Estado y hombres no n1enos diestros en su vida privada. Por eso 11os encontramos con que, ta1nbié11 en Gorgias 349 , esta cultura general 1 es aquella capaz de imponerse a todas las ciencias en la vida pública, de modo que poseerla es poseer la llave maestra que permite abrir todas las puertas. Esa cultura general trae a la n1ernoria lo que en nuestra ép
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a la memoria los viajes de peregri11ación y las procesiones sacras que están hoy a la orden del día en el mundo político, y Inediante los cuales los vendedores ambulantes de ]a política buscan proporc.ionar a los hombres, en el menor tiempo posible, la cultura política requerida para poder participar de una conversación. La conciencia inmediata no parece percatarse de que la vida está llena de contradicciones, apoyándose tranquila y lle11a de confianza en aquello que una época anterior le ha encomendado como sagrada reliquia. La reflexión, en cambio, lo descubre enseguida. Descubre dones internas) aquel juego desprovisto de interés, pasa a ser ahora éltnisn1o un interés. Los sofistas cultos) que no eran hombres letrados ni científicos sino n1aestros de los avatares del pensar, asombraban a los griegos. Contaban con respuestas para todas las preguntas, contaban con opiniones generales para todos los intereses de contenido político o religioso, y la más amplia cultura consistía en poder argumentar sobre cualquier cosa, en encontrarle a toJo un aspecto justificable. El requisito propio de la den1ocracia consiste en hablar anre el pueblo, en hacerle entender esto o aquello, lo cual implica exhibir ante él la opinión 1que habrá de ton1ar como csencial. Para ello ,se requiere formar el espíritu, y los griegos adquirieron esa destreza gra.cias a los sofistas. Pero esa formación del pensan1iento se transfonnaría en un medio para imponer ante el pueblo los puntos de vista e intereses propios: el sofista avezado sabía cón10 hacer que el objeto se inclinara hacia un lado y hacia el otro, abriéndose así de par en par las puertas de la pasión. Uno de los principios fundamentales de la sofística rezaba: "el hombre es la medida de todas las
cosas"; en esto, como en todas sus sentencias, hay una ambigüedad, pues lo humano puede estar en Ja profundidad y en la veracidad del espíritu, pero también en su arbitrariedad e intereses particulares. Los sofistas se referían sólo al ho1nbre subjetivo, con lo cual proclarnaban la arbitrariedad como principio de la justicia y el provecho del sujeto con1o fundan1ento último de detern1inación>> ].
* La introducción al Protágoras contiene una presentación escénica de las intervenciones de algunos de los sofistas 34 ('.
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que aquello que se supo11Ía que era la garantía absoluta, lo determinante para los hombres (las leyes, las nor1nas, etc.), coloca al individuo en cor1tradicciór1 consigo mismo, y descubre tarnbién que todo esto es algo exterior al hombre, algo de lo que éste no puede hacerse cargo en tanto que tal. Muestra el fallo, por tanto, pero tiene tan1bién el remedio a su alcance; e11seña a dar razones para todo. De al1í que proporcione al hombre la habilidad, la destreza de referir cada caso particular a ciertos casc)s universales, asignando a cada cual un rosario de loci . . com1nurzes [1 ugares com ur1es] cuyo rezo reiterado le dará la habilidad de poder decir sien1pre alg() sobre el particular, hacer o bservacior1es al respecto, alegar algunas razones en pro o en contra. Cuantas más categorías de éstas uno tieI1e, cuanto más diestro es al aplicarlas, tanto más culto es. Pues bien, ésta es la cultura que los sofistas proporcionaba11 a la gente. Aunque no se dedicaban a la enseñanza de las ciencias particulares, la cultura general qtte impartían, las habilidades en las que adiestraban a los hombres, parece11 ser méis bien co1nparables a los párrafos qtte tfn preceptor haría memorizar a sus alt1mnos. Esta cultura general es, en ci~rto sentido, -riiuy ri.ca;' ·pero en otro ser1tido es paupérrima; se e11gaña a sí mis1na y ·engaña a los demás sin notar en absoluto que son·· siempre la n1isinas magnitudes las que utiliza; se engaña a sí misn1a y e11gaña a los demás a la n1ar1era de Tordenskjold, c11ando hacía que las mismas tropas que habían pasado desfilando por una calle volvieran 1 desfilando por la calle siguie11te350. Co1nparada con la conciencia inmediata, que de tnanera totalmente i11oce.nte acepta con i11fantil inge11uidad lo que se le da, esta cultura es, por tanto, negativa, y es demasiado astuta como para ser inocente; comparada con el pe11samiento, en cambio, es positiva en alto grado. En .la primera de sus for111as, esta cultura hace que todo se tambalee; en la segunda, en cambio, da a ctialquier discípulo honesto la capacidad de sujetar las cosas. El sofista demuestra de este 1nodo que todo es verdadero. Que todo sea verdadero es algo que e11 cierto sentido se aplica tarnbién al antiguo helenistno; lo real tenía tlna validez absoltita. E11 la sofística, sin e1nbargo, la reflexió11 ha despertado y hace que todo se tambalee, y ahí es cuando la sofística, en el fondo, se echa a dormir tluevamente: son los argt1mentos los que sacian la voraciclad de este monstruo, de 1nanera que, con los sofistas, el1)ensador se ve en posición de detnostrar cualqt1ier cosa; los sofistas, en efecto, podían dar razones _para todo, y con estas razones se constituye a cada insta11te lo c1ue se presume verdadero. Es verdad que la frase «todo es verdadero>>, pla11teada dentro de la esfera ele la reflexiór1, pasa a ser al it1stante siguiente su contraria: ;zada es verdadero; pero para los sofistas ese instante si-
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guiente no llegaba nunca, precisamente porc.Jue vivían en el it1stante. Si la sc)fística pudo contentarse con eso fue porque le faltó conciencia cotnprensiva, por(}UC le faltó el instante eter110 en el que se habría puesto al tanto de todo. Una vez que la reflexión hal1ía l1echo que todo se tambaleara, la sofística se e11cargaba de resolv·er las necesidades del momento. En la sofística, por tanto, la reflexión era interrumpida e11 su ernanación meditativa, domit1ada a cada it1Stante; pero la firmeza a la que se la ceñía era la del sujeto particular. Por eso daba la impresión de que la sofística era capaz de conjurar el espíritu que ella misma h_abía i11vocado. Cua11do se ha hecl1o que todo se tambalee, ¿qué podrá ser lo firme que sa.lve la situación? O bien es lo universal (lo bueno, etc.), o bien el sujeto finito, su arbitrariedad, sus inclinaciones, etc. Los sofistas tomaron este último camino. Es decir que el pensan1iento libre, que de algún modo se anuncia en la reflexión cuando ésta no es arbitrariamente interrumpida, vive en la sofística a la manera de un esclavo que, cada vez que intenta alzar la cabeza para mirar libremente a su alrededor, es sujetado por el individtto y puesto al servicio del instattte. Es como si el sofista le hubiese cortado los tendones para LJue no pLtdiera huir de su lado, y la reflexión debe cocer ladrillos, construir edificios y hacer otros trabajos de esclavo 351 , vivir oprin1ida y sojuzgada bajo el yugo de los treinta tiranos 352 (los sofistas). 1 I-Iegel observa en su Geschichte der Philosophie, 2 B, p. 5353 : Der Begriff, den die Vernunft im Anaxagoras als das \X/esen gefunden, ist das eirzfache Negative, in welches alle Besthnmtheit, alfes Seiende ~tnd Einzelne sich versenkt. Vor de11t Begriffe kann nichts bestehen; er ist eben das pradikatlose Absolute, ihm ist schlechthin Alfes nur Mon-zent; für ihn giebt es, ttm sich so ausz~tdriicken, nichts Niet- und Nagelfestes. Eben der Beg·riff ist die(S flie{Sende Uebergehen Heraklits, die(5 BetuegenJ - diese Kausticitat, der nichts widerstehen kann. Der Begriff alsoJ der sich selhst (i11det, findet sich als die absolute Macht, welcher Alles verscl?tuindet; - ttnd jetzt tuerden alle Dinge, alles Bestehen, alfes für fest Gehaltene fliissig. Die(S Peste - sei es nun eine Festigkeit des Seins, ocler Festigkeit van bestimn1te1z Be7 g·riffen, Gturzdsiitzen, Sitterl, Gesetzen - geratlJ in Schtua11ken und verliert seinen Halt. Grurzdsatze ~t. s. f. gehoren selbst dem Begriffe, sind als Allg·en1eines gesetzt; aber die Allge1neinheit ist 1-zur ihre Form, der Inhalt, de11 sie haben, gerat/1, als etwas Bestimnttes, in Bewegttng. Diese Bewegung sehen wit in den, sogetzannte11 Sophisten tuerde11 [«El concepto que la razón, en Anaxágoras, descubre como la esencia, es lo mera1nente 11egativo en el que se l1unde toda deterininidad, todo ente e individuo. Nada puede quedar e11 pie frente al concepto, pues éste es e1 absolLltO desprovisto de predicados, y las cosas no son sino sirnples n1on1entos suyos; frente a él,
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por así decirlo, nc) hay nada que sea firme y seguro. El concepto es justamente ese fluye11te devenir de Heráclito, ese movi1niento, esa causticidad a la que nada puede resistirse. El concepto qt1e se descubre a sí mismo, consiguier1ter11ente, se descubre en ta11to que poder ante el que todo 'desaparece; y entonces todas las cosas, todo lo establecido, todo lo que parecía firme se vuelve efín1ero. Le) firme -ya sea la firmeza del ser o la firmeza de COI1ceptos determinados, principios, costumbres, leyes- con1ienza a vacilar y pierde su estabilidad. Los principios, etc., pertenece11 también al orden del concepto, so11 puestos como algo universal; pero esa universalidad es sólo su forma, mientras gue su contenido, como algo determinado, se pone en movimiento. Este es el movimiento que vemos producirse en los así llamados sofistas»]. Hegel, sin embargo, parece haber exagerado el movimiento SC)fístico, y la consiguiente desconfianza que cabe abrigar respecto de la exactitud de su exposición se refuerza -todavía más, pues en el resto de su explicación de la sofística hay varias cosas que no cuadran muy bien con aquélla; también e11 su concepción de Sócrates hay muchos elementos que, de ser ésta la correcta concepción de los .sofisra·s, obligarían a calificar a Sócrates como uno de ellos.. Es verdad que. L:-i sofística encierra en sí misma un secreto muy preocupante para ella misma; pero no qttiere tomar conciencia de él, y la pomposa y confiada procesión de los sofistas, su inusitada suficiencia (todo esto lo sabemos por Platón), muestra ya que creía11 estar en condiciones satisfacer las exige11cias de la época, no ya al hacer que todo se tamlJaleara, sino al fijarlo todo otra vez después de haberlo hecho ta111balearse. El ta11tas veces repetido principio sofístico: 1táV'tWV XPllf.!á'tCOV J.!É'tpov avepwnov ctva.t [«el hombre es la medida de todas las cosas»]:;., comporta una positividad cuando se lo considera de manera fir1ita, 1 pero en una consideración más prc)ftinda resulta definitivamente negativo. Los sofistas creían, e11 general, ser los médicos de la época. Por eso ~
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;;- Este principio sofístico puede dar lugar a una contribución rnuy interesante relativa al destino de las citas en su largo y dificultoso peregrinaje a lo largo de la vida. Hay ciertas citas que son cotno los personajes fijos de las con1edias: basta con q uc se dé una indicación pasajera de su existencia para que se les reconozca de inmediato. Aquel que invierte su sabiduría en revistas, diarios, prólogos a obras y cartas de recomendación a editores, recoge fácilmente un gran número de lo que podrían1os llarnar contactos callejeros. Como sucede en estos casos, sin etnbargo, se conoce a la gente por fuera, pero por lo general no se sabe nada de su procedencia, de su historia, de sus relaciones, etc. Pues bien, ese principio sofístico es un personaje fijo en el universo de citas de
In literatura a'tual. Hegel, sin en1bargo, se tomó una vez la libertad de concebirlo en el sentido de que el hombre es el fin al que todas las cosas tiendenH 4 • tsta fue una audaz violación que seguran1ente puede perdonársele a Hegel, dada la frecuencia con la que recuerda ran1bién el significado que tuvo en boca de los sofistas . .Nluchos hegelianos, en carnbio, que a falta de ser confidentes en el bien prefirieron serlo en el n1al, han puesto esta falsa moneda en circulación. La ambigüedad del término danés A1aa/ es tentadora para quien no sepa que se trata de un principio sofístico; por eso he escogido citarla en griego según el Teétetos de Platón,§ 152a (Ast 2 B).
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vemos también en Platón que, cuando a los sofistas se les exige declarar cuál es el arte que dorninan, la respuesta es siempre la nlisma: el arte de hablar. Y es en este ámbito donde se muestra la positividad de la que disponían los sofistas. El hablante sien1pre se está refiriendo a un caso particular, pues de lo que se trata aquí es de ver el asunto al derecho y al revés, de disctirrir para un lado y para el otro. Por otra parte, se refiere a un grupo de individuos. Los sofistas enseñaban, ento11ces, cómo actuar sobre las pasiones y los afectos. Se trataba siempre del caso particttlar, de la victoria en el caso particular, una victoria que los sofistas tenían asegurada. Tal vez una analogía nos ayude a aclarar esa positividad de la sofística. La casuística 355 encierra un secreto totalmente comparable al que
guarda la sofística. En la casuística, la incipiente reflexión es interruinpida. Tan pronto como esta reflexión consigue e1nerger, la instantánea casuística corre a detenerla. Y, sin embargo, la casuística no deja de ser algo positivo, pese a que en una cor1sideració11 111ás profunda revela su negatividad. Confiada y seg11ra, la casuística cree no sólo poder 1arreglárselas s'ola, sino también poder ayudar a otros. El indeciso que acude a un casuista tiene siempre siete conse,. jos, siete respuestas a su disposición. Este es por cierto un alto grado de positividad. Por supuesto que eso es ilusorio, y que el casuista, sin tomar conciencia de ello, alberga la enferrnedad que él mismo quiere curar. En el examen del diálogo IJrotágoras he hecho resaltar especialmente la relación entre la concepción del sofista y la de Sócrates. Protágoras dispone de un gran número de virtudes,
de un surtido positivo; para Sócrates, la virtud es sólo una. Este principio socrático, si bien es negativo en comparación con la abundancia de Protágoras, es también un principio especulativo, es la infinitud negativa en la que ca(.ia virttld particular se libera. El principio de Protágoras según el cual la virtud puede enseñarse es, de hecho, positivo, contiene un alto grado de confianza en la existencia y en el arte sofístico; por el contrario, el principio socrático según la cual la virtud no puede enseñarse es negativo, pero es tal11bién un principio especulativo, pues designa la eternamente autopresupuesta infinitud que acoge todo saber en su seno. Protágoras es, por tanto, constantemente positivo, pero lo es sólo en apariencia; Sócrates es consta1ztemente negativo, pero en cierta medida lo es también sólo en apariencia. Es positivo en la medida en que la
negatividad absoluta contiene en sí una infi11itud; es negativo, puesto que en él la infinitud no es manifestación, si110 límite~:-. * Tatnbién Gorgias, quien, por lo de[nás, declinaba el título de sofista·15 (', es h8sta cierto punto tnás positivo que Sócrates pese a que su dialéctica lleva el escepticisn1o sofístico al extren1o. Si bien el escepticismo contenido en los tres famosos principios planteados en su obra sobre
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1 Esta positividad, ta11 insípida en sentido teorético con1o perversa en sentido práctico, era precisan1ente aquello de lo que Grecia debía liberarse. Pero para lograrlo se necesitaba una cura radical, y esto requería que la enfern1edad desplegara toda su virulencia, que 110 quedara pote11cia alguna er1 el cuerpo. Estos sofistas eran los enen1igos 11aturales de Sócrates; claro que si nos preguntarnos cuál fue el temple que le pern1itió tnantenerlos a raya, la historia universal no deja de sorprendernos ni por tln instante con Stl ingenio, pues Sócrates y los sofistas estaban, como suele decirse, creados el uno para el otro en una escala poco con1ún. Sócrates está a tal punto equipado y armado, que es imposible dejar de advertir que va a un co1nbate con los sofistas. Si Sócrates hubiese tenido una positividad que imponer, la consecuencia habría sido que él y los sofistas se pusiesen a hablar al mismo tiempo, pues el saber sofístico, que era tan tolerante como la religión de los ron1anos, 110 te11ía nada en contra de que hubiese u11 sofista más, una tienda 1nás. Pero no fue así. Lo sagra~o no debía ser ton1ado en vano, sino que había que limpiar prilnero el ten1plo 360 para que lo _sagrado volviese a to1nar su lugar en él. La verdad reclama silencio antes de levantar su voz, " y ese sile11cio deb(a aportarlo· Sócrates. En este sentido fue meramente negativo. haber contado c'ori una positividad, en efecto, río habría sidc) jame:1s tan despiadado, no habría sido jamás el antropófago que fue y que debió ser por necesidad a fin de no faltar a su misión en el n1un_do. Y estaba ciertatnente equipado para eso. Si los sofistas tenían respuesta para todo, él tenía las preguntas; si los sofistas sabía11 de todo, él no sabía nada en absoluto; si los sofistas podían l1ablar 1 sin parar, él podía callar, i.e., conversar:~. Si el sé-
De
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la naturaleza 357 consiste no sólo en mostrar la relatividad del ente o su no-ser en sí y para sí, su ser para otro, sino que penetra en las determinaciones n1isrnas del ente, el rnodo en que concibe el ente, con1paraclo con la negatividad absoluta e infinita, se aferra todavía a una positividad. Como dice Hegel acerca de la dialéctica gorgiana en general, diese Dialectik ist allerdings uniiberwindbar für den¡'enigen, der das (sinnliche) Seyende als Reelles behauptet [l(esta dialéctica es, en efecto, invencible para quien defina el ente (sensible) con1o algo real,>] (p. 41 )-HH. Es cierto que la positividad que he asignado a los sofistas en general ha cobrado en este caso una significación un poco diferente; pero si se tiene en cuenta que Gorgias fue nada 1nenos que cltnás sobresaliente de los sofistas, no se puede dejar de reconocer en él una cierra cientificidad; el hecho misn1o de que cuente con una presuposición hace que resulte de todos modos positivo en comparación con Sócrates, n1ientras que la infinita 1 negatividad es el énfasis que da a la subjetividad la elasticidad que es condición de la positividad ideal. Los principios que Gorgias, Polos y Calicles imponen «con creciente insolencia>> en el Gorgias de Platón son también positivos con1parados con Sócrates, positivos en el sentido que he aplicado a los sofistas en general. El principio según el cual lo justo es lo que quiere el más fuerte, es positivo cotnparado con la negatividad en la que se p.rcsiente la interior infinitud del bien. El principio según el cual es mejor hacer algo injusto que padecerlo 359 es positivo en con1paración con la negatividad en la que dorn1ita la providencia divina. ::- La locuacidad y los largos discursos de los sofistas son un signo de la positividad de la que disponían.
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quito de los sofistas era exagerado y pomposo, Sócrates se rnostraba calmo y sereno; si los sofistas se comportaban con lujuria y desenfreno, él lo hacía con sencillez y moderación; si el propósito de los sofistas era tener injerencia en el Estado, Sócrates evitaba inflexiblemente meterse en los asuntos del Estado; si las lecciones ele los sofistas eran in1pagables, las de Sócrates lo eran ta.mbién, pero en sentido inverso; si los sofistas buscaban sentarse a la cabecera de la mesa, Sócrates aceptaba sentarse a un lado 361 ; si los sofistas buscaban valer algo, Sócrates prefería no ser nada er1 absoluto. Claro gLle estos rasgos pueden concebirse ta1nbién como ejemplos de la fortaleza moral de Sócrates; pero tal vez sea más correcto ver en ellos una polémica indirecta co11tra la aberración sofística, polémica sos-
tenida por la infinitud interior de la ironía. Si bien en cierto sentido puede hablarse de la fortaleza moral de Sócrates, el punto al que llegó en esto fue más bien la detern1inación negativa, la determinaciót1 de la SLlbjetividad por la subjetividad misma, faltándole sin embargo la objetividad qt1e haría que la sttbjetividad fuese en sí libre en su libertad, objetividad que-es la litnitación 110 ya restrictiva sino expansiva de la subjetividad. Aquello a lo que llegó fue, a lo sumo, la coherencia interna respecto de sí de la infinitud ideal en la abstracción, una determinación, por tanto, que es ta11 tnetafísica como estética y moral. Prueba suficiente de ello es el principio que Sócrates plantea a tnenudo, que el pecado es ignorancia 362 • En Só,.. crates vemos la libertad infinitan1ente otorgada de la subjetividad; pero eso no es otra cosa que la ironía.
Lo que me interesa mostrar aquí es que la ironía tie11e validez histórico-universal, y que Sócrates, lejos de en1pequeñecerse en 1ni concepción, resulta ser propiamente un hér()e a quien se aprecia en toda su envergadura, haciéndose visible para quien te11ga ojos para ver y audible para quien tenga oídos para oír 363 • El antiguo l1elenismo había curnplido su tien1po, debía surgir un nuevo principio; sin embargo, antes que éste pudiese surgir en su verdad, la frondosa mala hierba de las perversas anticipaciones propias del malentendido debía ser arra11cada, erradicada 1 por con1pleto. El nuevo principio debe abrirse paso; la historia universal necesita un accoucheu.r. Sócrates viene a cumplir esa función. Claro qt1e no sería él quien diese contenido a ese nuevo principio, pues éste estaba prese11te en él sólo KCX'ta KpÚ'PtV [en estado latente], y todo cuanto debía hacer
era posibilitar su advenimiento. Pero ese estadio intern1edio, que no es el nuevo principio y sin embargo lo es (pote1ztia non acttt}, es precisamente la ironía. Pero la ironía es entonces la espada, la hoja de doble filo, que, cual ángel de la muerte, Sócrates blandía sobre Grecia. Él mismo percibió est<) con correcta ironía al decir, en la Apología, que era corno un don de los dioses o, para mayor preci-
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sión, como un tábano, algo que el Estado griego necesitaba tanto como un caballo bueno y noble, pero perezoso 364 • Hemos visto antes, y de manera suficiente, que su praxis apuntaba precisamente a eso. Pero la ironía no es sino la incitación de la subjetividad y, a decir verdad, la ironía es e11 Sócrates una pasión histórico-ttniversal. Con él termina una etapa y comienza una nueva. Sócrates es el último personaje clásico, pero hace que esa nobleza y ese don natural se agoten en el servicio a la divinidad, con lo cual destruye el clasicismo. Pero es su propio clasicisn1.o el que le perrnite cargar con la ironía. A esto me refería anteriormente al decir que Sócrates debió contar co11 11na salud divina. Las determinaciones naturales no son sino u11a tarea para la individualidad refleja~:-, 1 y la individualidad transfigurada surge airosa de la dialéctjca de la vida como la personalidad que lucha pese a haber triunfado a cada instante. La individualidad refleja no alcanza 11unca la caln1a que reposa en la bella individualidad, pues en cierta medida es un producto de la naturaleza y llev.a en sí lo sensible como Lln momento necesario. La unidad armónica de la bella individualidad .es perturbacla por la ironía, y. . también· en Sócrates es en cierto modo perturba(ia, aniquilada a cada instante, negada.''f:sto per1nite tan1bién explicar la
*
Podría parecer que Sócrates fue una individualidad refleja, y el carácter pensativo al que parecen haber tendido sus órganos daría a entender que, tnás que haber siuo lo que fue, llegó a serlo. Pero tal ve,z haya que contar con la posibilidad de concebir esto, n1;-Ís bien, en analogía con la fealdad exterior que él rnisn1o describe con tanta ironía. Sabemos que Zopiros realizó estudios fisonórnicos en relación con Sócrates 365 . Toda la verdad del arte de la fisono1nía descansa, sin ernbargo, en este principio: que la esencia es únicarnente tal c.:on1o se da en la apariencia, o que la apariencia es la verdad de la esencia, la verdad de la esencia en su aparecer. Y si bien es cierto que la esencia es la negación de la apariencia, no es sin embargo su negación absoluta, pues en ese caso la esencia tnisn1a propiamente desaparecería. La ironía, en cmnbio, lo es en cierto n1odo, pues no niega lo fenon1énico para afinnar a través de esa negación, sino que niega absolutarnente lo fcnornénico, huye en retirada en lugar de avanzar; no está en el fenón1eno sino que busca engañar mediante el fenón1eno; el fenótneno no está ahí para n1anifestar la esencia, sino para ocultarla. Si se tiene en cuenta que, en la venturosa Grecia, Ja esencia estaba unida al fenómeno en tanto que detern1inación inmediata de la naturaleza, se ve tmnbién que,. al ser suprinlida esa armonía, el abismo de la separación debió quedar abierto hasta tanto no se diese una fornla superior de unidad. Por eso Sócrates pudo contar con la posibilidad de concebir de n1anera irónica la contraposición que se daba entre su esencia y su apariencia. Le parecía del todo normal que su aspecto exterior indicara algo cornpletan1ente distinto de lo que era su inrerior. Pues por tnás que se quiera hacer resaltar la libertad rnoral ca paz de negar todas esas n1alformaciones naturales, la contradicción queda en pie en la n1cdida en que su en1peño n1oral nunca le permitiría regenerar su aspecto exterior. Por eso Sócrates sigue siendo sie1npre un dificilísin1o proble1na para los fisónon1os; pues si se enfatiza el momento de la autodeterminación, la dificultad resultante es que el aspecto exterior de Sócrates no se modificó esenciahnente, y si se enfatiza la determinación hereditaria, Sócrates resulta una piedra en la que tropiezan los estudios fisonón1icos en su conjunto. (tv1ehring, en Ideen zur tvissensch. Begriindung d. Physiognontik, en la revista de FichteJ 6 ", vol. 2, t. 2, 1840, p. 244, pone de relieve el n1otnento de la autodeterminación, pero no releva la dificultad.) Si se presta atención, en can1 bio, a la irónica alegría que le Jcparó a Sócrates el hecho de que sus rasgos naturales indujeran a error a todo el n1undo, no será preciso insistir en la sutilezas de la fisonon1ía.
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perspectiva acerca de la muerte que hemos desarrollado anterior1nente. Pero por encima de esa aniquilacié)n se eleva más y más (para traer a colación una expresiór1 del escepticismo) la ataraxia . , . tron1ca. Así como e11tre los judíos, por más que fuesen el pueblo de la promesa, fue preciso que el escepticisn1o de la ley franqueara el paso, que en virtud de su negatividad el ho1nbre natural ardiera y se consumiera para que la gracia no fuese tornada 1 en vano 367 , así tainbién entre los griegos, el pueblo que en sentido 1nundar1o puede ser designadc) corno el escogido, el pueblo dichoso nacido en la tierra de la arrnonía y de la belleza, el pueblo que maduró a la par de
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las deterrninaciones de la humanidad misma, el pueblo de la liber-
tad, también entre los griegos, e11 su despreocupado universo intelectual, el silencio de la ironía debió ser la negatividad que impidiese que la subjetividad fuese tomada en va110. Pues la ironía, como la ley, es una exigencia, y la ironía es una exigencia enorme, puesto que desdeña la realidad y exige la idealidad~:·. Es claro que la idealidad está ya presente en esa búsqueda, si bien sólo como posibilidad, pues e11 el orden del espíritu lo buscado está siempre ya en la búsqueda, pues la búsqueda es como la agitación mistna de lo buscado en el que busca. Y así como la ironía se asemeja a la ley, los sofistas se asemejan a los fariseos,' que operaban en el ámbito de la voluntad exactamente del mismo modo que los sofistas en el del conocimiento. Lo que Sócrates hizo con los sofistas fue darles el instailte subsiguiente, aquel en el que la verdad momentánea se diluía
en la nada; es decir, hizo que la finitud fuese devorada por la infinitud. Pero la ironía de Sócrates no estaba dirigida sólo co11tra los sofistas, sino que lo estaba contra todo lo establecido; a todo eso le exigió idealidad, y esta exigencia fue el jtlicio g ue juzgó y C<)ndenó al helenismo. Pero su ironía no es un instrument<) que utilizara al servicio de la i(.iea; la ironía es su posición, y no tuvo más que eso. Si hubiese tenido la idea, su función destructiva no habría sido tan abarcadora. Alguien anunció la ley, pero fue otro quien trajo la gracia 368 ; alguien impuso la exigencia en toda su fuerza, pero no era él quien podría colmar la exigencia 369 • Hay que recordar, sin embargo, que entre la exigencia de Sócrates y Stl cumplimiento no había el devorador abismo que hay entre la ley y la gracia. En la exigencia de Sócrates, el cumplimiento estaba contenido Ka'ta oúva11t v. Con ello,
la formación histórico-universal alcanza también un alto 1grado de El hecho de que esa exigencia fuese verdadera para la época dentro de la historia universal fue precisamente lo que hizo que la ironía de Sócrates contase con autoridad histórico-universal, en lugar de la n1orbidez y del egoísn1o que tendría en una época muy posterior en la que, dándose ya la idealidad en su n1edida plena, requiere de ella un sublin1ado excesivo. *
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p Ienitud~ Schleier1nacher observa en el ya citado e11sayo (p. 54) que Platór1 es dernasiado cabal como para ser un primer comienzo, y al observar esto se opone a J(rug y a Ast, que pasan por alto a Sócrates y comienzan con Platón 370 • Pero la ironía es el comienzo, e incluso nada n1ás que el comienzo; es y no es, y su polemicidad es un comienzo que en la n1isn1a medida es una cor1clusión, puesto que la aniquilación de la etapa precedente es tanto la conclusió11 de ésta co1110 el comier1zo de una nueva etapa, pues la a11iquilación sólo es posible porque el nueV() principio está ya presente coITIO
posibilidad.
Dado el carácter bifronte propio de todo comienzo histórico, procederer110s ahora a dar cuenta del otro costado de Sócrates, exa-
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mjnando su relación con el desarrollo cuyo comienzo se remonta a él:~. Sabemos que no se trata únicamente de Platón, sino que hay una multitud de escuelas que hacen que SLl sabiduría fluya de ese sitio~l- ::·. Puede que parezca que, para explicar este fenómeno, habría que supo11er gu_e hubo er1 Sócrates un alto ·grado de positividad. Ya he intentado anteriormente 1nostra~ que la relación co11 Alcibíades, e11 particul~r, puede ser explicada··::·m~y. bi.en 1 sin suponer una tal positividad, e inclus.o que sólo ·es ppsible explicarla cuando se da por supLiesto que la l1abía ..He irttenta<..io mostrar asimisinO el
no
encanto del que se valía la ironía para captLlrar los ánimos. Tendré que proceder a una cor1sideración an~loga a fin de mostrar que la ironía puede, a su vez, explicar ese fenómeno, e incluso que ese fenómeno exige ser explicado por la ironía. Hegel observa ( Geschichte der Philosoph.ie, vol. II, p. 126) 373 qL1e la diversidad de las filosofías surgidas de Iá enseñanza de Sócrates fue un n1otivo de reproche, y su respuesta es que eso se debió a la indeterminación y ,~
Platón resumía su relación con Sócrates de manera tan bella con1o piadosa en la cono-
cida frase según la cual agradecía cuatro cosas a los dioses: haber sido un ser hun1ano y no un anitnal, un hotnbre y no una mujer, un griego y no un bárbaro, pero más que nada el haber sido
ciudadano ateniense y conte1nporáneo de Sócrares 371 • ~"* Cf. Rheinisches Nlusaun-z, Bonn, 1827372 • Grundlinien der Lehre des Socrates, por Ch. A. Brandis, p. 119: Aber eine so gto{5e Anzahl sehr begabter lv1anner hat kein Phi/osoph des Alterthums in den-z lvfaa(Se fiir sich und (ür Erforschung der \Vahrheit gewonnen, wie Socrates, keiner wie erJ eine Mannichfaltigkeit von Schulcn veranla{St, die in Lehre und Lehrweise hochst verschieden unter einander, sich in de1· Ueberzeu.gung vereinigten, de1n Socrates ihre leitenden Grttndsatze zu verdanken. Unter den philosophischen Schulen, deren von einigen zehn, van andern neun, als ethische, i.e., Socratische bezeichnet wurden, fand sich ausser der Epicuraischen schwerlich eine, die so/che Bezeichnung uerschmiiht haben wii.rde [«Pero ningún filósofo de la antigUednd ganó para sí 1nismo y para la búsqueda de la verdad tan elevado nútnero de ho1nbres dotados como Sócrates lo hizo; nadie como él dejó una nzultitud de escuelas que, diferentes entre sí por sus doctrinas y sus n1étodos, compartían la convit:ción de deberle a Sócrates sus principios conductores. Entre las escuelas filosóficas, diez según algunos, nueve según otros, designadas como éticas, i.e., socráticas, es difícil encontrar alguna, aparte de la epicúrea, que ha}'a despreciado tal designación>>]. (La Academia~ las escuelas de :Nlegara, de Eretria, de Elis, la peripatética, !a cirenaica, la cínica, la estoica, 1a epicúrea.)
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abstracción de su principio. Que haya podido hacerse tal reproche muestra ya que se habría tieseado que Sócrates fuese distinto de lo que fue en realidad. Pues, segurame11te, si la posición de Sócrates hubiese contado con la litnitación que caracteriza a toda positividad intermedia, ni por toda la eternidad l1abrían podido tantos descendientes reclamar su derecho de primogenitura. Si su posició11 fue la 11egatividaci absoluta, en cambio, la explicación es fácil, pues dicha posición contiene en sí la posibilidad de todas las cosas, la posibilidad de la completa infinitud de la subjetividad. Hegel observa en p. 127, hablando de tres de las escuelas socráticas (la megárica, la cirenaica y la cínica), que cada una de ellas en particular es diverger1te respecto de las otras, y agrega que esto 111uestra a las claras que Sócrates carecía de un sistema positivo. Pero no sólo careció de un sistema positivo, sino que tatnbién careció de positividad. Ir1tentaré mostrar esto más adelante, al hacer referencia a la ma11era en que Hegel atribuye a Sócrates la idea del bien; por ahora basta con observar que el bien fue asi1nisn1o algo que poseyó sólo en tanto que negatividad infinita. En el bien, la subjetividad está en legítima posesión de una meta absolutamente válida a la cual te11der; pero Sócrates no partió del bien sino que llegó a él, fue a parar en el bien, y por esa razón el bien 111ismo es para él algo completamente abstracto~=-. Pero dado que las declaraciones de I-Iegel se ven restrit1gidas de esta 1nanera, debemos 1 también, paralelatnente, prolongarlas haciendo resaltar la enorme elasticidad propia de esa negatividad i11finita. No basta con decir que la diversidad de las esct1elas socráticas pern1ite concluir que Sócrates no tuvo un sistema positivo; a eso hay que añadir que, e11 virtud de su propio énfasis, la negatividad infinita hizo posible la positividad en su cot1junto, que fue una infinita incitación y estÍ1nulo para la positividad. Así como Sócrates podía comenzar por cualquier parte en la vida cotidiana, así también su significación en la evolución histórico-universal con::- Hegel parece estar de acuerdo tan1bién en esto (p. 124 ), pero no siempre es del todo consistente: Socrates sefbst war nicht darüber hinausgehontnten;. da{S er für das Betuuf5tsein überhaupt das einfache \flesetz des Sichselbstdenkens, das Gute, au.ssprach und die bestinnnten Begti(fe vonz Guten untersuchte, ob sie das, dessen \Ylesen. sie ausdriicken sol/ten, gehorig ausdrückten, die Sache durch sie in der That besti1n1nt sei. Das Gute wurde als Ztveck fi'ir den handelnden A1enschen ge1nacht. Dabei lie/5 er die ganze \'(le/t der Vorstellung, überhaupt das gegenstiindliche Wesen, für sich liegent ohne einen Uebergang von denz Guten, de1n Wesen des Bewu{Sten a/s eines solchen, zu dem Ding zu suchen, und das Wesen als Wesen der Dinge zu erl~en nen [«Sócrates misn10 no había hecho n1ás que interpretar el bien como la simple naturaleza autopensante de la conciencia en general, e indagar si los conceptos deterrninados del bien expresaban debidamente aquello cuya esencia debían expresar para que el asunto quedara rcaln1entc definido a través de ellos. El bien se constituyó en fin del obrar humano. De ese modo hizo que el entero universo de la representación, la esencia objetiva en general, reposara sobre sí n1isma, sin intentar pasar del bien, la esencia de lo consciente en cuanto tal, a la cosa, ni reconocer la esencia en tanto que esencia de la cosa»].
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sistió eti ser un comien.zo infinito que contenía en sí una 111ultiplicidad de con1ienzos. Es, por tanto, positivo en tanto que comienzo, pero negativo en ta11to que n1ero C()ffiÍei1ZO. Su situación es Ü1versa a la de Jos sofistas. Pero la unidad de esas dos cosas es precisamente la ironía. Por eso vetnos ta111bién que las tres escuelas socráticas coincide11 en lo que respecta a la universalidad abstracta~:·, por muy diferentes que sean, por lo demás, sus maneras de concebirla. Ésta presenta justamente la arnbigüedad de poder dirigirse de manera polémica contra lo fü1ito, por Lll1 lado, y de ser instigadora de lo infinito, por el otro. Así, si la compañía de Sócrates fue para sus discípulos, en caso que se me permita utilizar esta expresión, imprescindible a fin de poder 1nantener la investigación en marcha, en el orden histórico-universal tiene asimismo la Í111portancia de haber puesto a flote la nave de la especulaciót1. Pero esto no deja de iinplicar una infinita polemicidad, una fuerza capaz de quitar del camino cualquier obstáculo que se opusiese a su avance. Él mismo pertenece todavía a u11a formació11 pasada, pero co11 él comienza una nueva,:-~:-. Descu bré en sí n1ismo el. otro contit1e11te, en el n1ismo sentido 1 en que Colón ·había ya descubierto América antes de embarcar y de desctibr"irla reahnente. Su negatjvidad impide que se produzca un retorno tanto co.ino anticipa ·el descubrimie11to real. Y así como • su movilidad espiritual y su entusiasrno fueron motivo de inspiración para SllS discípulos en el trato cotidiano, así tambié11 el entusiasmo de su posició11 es la energía g·ue cot1n1ueve a la positividad subsiguiente. •.
Se ha tnostrado a11teriorn1ente que Sócrates fue totalmente negativo e11 su relación con lo establecido, que perrnaneció suspendido por encirna de las determinacio11es de la vida sustancial con irónica suficiencia; se ha 1nostrado ta1nbién que se relacionó de manera igualmente negativa con la positividad que los sofistas proponían e intentaban establecer y afianzar tnultiplicando sus fundamentos, y que con irónica libertad fue asimismo consciente de estar más allá de todo eso. Su posición total se re111ata, p()f ta11to, en la negatividad infinita, la cual es negativa respecto del desarrollo precedente y negativa también respecto del subsiguiente, pese a que en otro sen,.~
Véase la exposición hegeliana de los principios de esras escuelas, pp. 127-2 8. * ::. Co lnpéírese con es ro nuestra observación final, p. 209J 74 . (Sócrates) llega de este modo a ser extraño al entero universo al que pertenece, la conciencia de la época no riene predicado alguno p~ra él que, innon1brable e indetenninable, pertenece a otra forn1ación.
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tido es positiva en ambos respectos, es decir, infinitamente antbigua. Toda su vida fue una protesta cor1tra lo establecidc), contra la vida sustancial del Estado; salió al encuentro de los sofistas y de su tentativa de subrogación de lo establecido. Los funclamentos de los sofistas no fueron capaces de resistir el vendaval de su infinita negatividad, que en un instante arrasó con todas las poliposas ramificaciones en las que el sujeto particular y e1npírico estaba atrapado, arrastrándolas hacia el océano infinito en el que lo bueno, lo verdadero, lo bello, etc., confinaban con la negatividad infii1ita. Esto por lo que respecta a las condiciones de manifestación de la ironía. En lo que concierne a su manera de revelarse, la ironía se hizc> notar, por un lado, de manera {Jarcia! en tanto qLle tnomento dominado en el proceso discursivo, y, por el otro, de manera total y en su total infinitud, con lo cual, finahnente, arrebata a Sócrates mismo.
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Apéndice
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L.L~ CONCEPCIÓN HEGE.LIAN.A. DE SÓCRATES
Queda por mostrar cómo la concepción presentada en este tratado se relaciona con perspectivas a11teriores, permitié11dole así dar sus primeros pasos en el mundo. Claro gtie 1ni intención no es en modo alguno e11umerar todas las concepciones posibles, ni recurrir a ese resumen histórico con el fin de formarme a mí mismo a imagen y semejanza de los nuevos discí¡Julos de cierta nueva escuela que, habiet1do adoptado el género del cuento, vuelven a repetir la lección entera en cada ntteva fase. Cualquiera advertirá lo absurdo que sería retroceder hasta el ptlnto de habérselas con la concepción de Bruckner o con la de u11 Tychsen, o ser tan exhaustivo como para llegar a evocar a l(rug 375 • Comenzar con el conocido ensayo de Schleiern1acher 376 ::- fue ya come11zar por el comienzo, si bien no La tarea n1isn1a emprendida por Schleiermacher, poner de relieve el valor de Sócrates cotno filósofo, n1uescra ya que no se puede esperar obtener de ella un resultado absolutan1ente cabal. En el caso de Sócrates -para recordar una vez n1ás una frase de Hegel ~·a citada con anterioridad, y que es curioso que le pertenezca a I-Iegel- no se trata tanto de filosofía como de vida individuaP 77 • Pues bien, lo que Schleiern1acher reivindica en Sócrates es la idea del saber, y ésta es asinlismo la positividad que en opinión de St:hleiernlachcr, con1o notáran1os al e o mienzo, se oculta tras la ignorancia de aquél. Schleiermacher observa en p. 61: Denn u;oher anders konnte t:·
er auch, tuas Andere zu wissen glaubten, für ein Nichtwissen erldaren, als nur verntoge einer richtigeren Vorstellung vont Wisscn u.nd vermoge ei11es darauf beruhenden 1·ichtigeren Verfah~ rens. Und überall wo er das Nichtwissen darlegt, sieht 1nan, er geht von diesen beiden A1erlunalen aus, zuerst daP das Wissen in al/en wahren. Gedanl~en dasselbe sei, also auch jeder so/che Gedanl?.e die eigenthiindiche Fonn desselben an sich tragen ntüsse, und dann da{S al/es Wissen Ein
Ganzes hilde. Denn seine Beweise beruhen in1111er darauf, da(S 1nan von
Eine11~
Ulahren Gedan-
ken aus nicht konne in Widerspruch venuicl:?.elt rvetden ntit eine1n andern, und da¡3 auch ein von Einent Punl?. te aus abgeleitetes durch richtige Verknüpfung gefundenes Wissen nicht dürfe widersprechen .einen1 -von einenz andent Punkte auf gleiche Weise gefundenen, und inden·z eran den
gangbaren Vorstellungen der Menschen so/che \Viderspriiche aufdecl~te, suchte er in Al/en, die irgend oerstehen oder auch nur ahnen l~onnten, iene Grundgedanken aufzuregen [«¿Pues de qué otro n1odo podía declarar que lo que otros creían saber era ignorancia, si no por ser capaz de
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puedo ·estar de acuerdo con Brandis 380 en cuanto a que Schleiermacher haya sido el primero en indicar el camino. 1 Hegel constituye, obvia1nente, un punto de inflexión en la concepción de Sócrates. Por eso con1enzaré con Hegel y terminaré con Hegel, sin prestar atención ni a sus precursores ni a sus sucesores, pues aquéllos habrán encontrado ya su confir1nación en la concepción hegeliana en caso de haber tenido alguna in1portancia, y estos otros tienen sólo un valor relativo en co1nparación con Hegel. Así como su exposición de lo hist9rico no merece jamás el reproche de haber perdido el tiempo en rencillas doinésticas, así tan1biét1 se con-
una más correcta representación del saber y de un procedi 1nicnro más correcto basado en la tnisma? Dondequiera que haga referencia a la ignorancia, le ven1os partir de estas dos consideracio· nes: prin1ero, que el saber es el misn1o en todo pensamiento verdadero, de manera que cada uno de estos pensarnientos debería tener la forma característica del n1ismo; luego, q uc todo saber configura una totalidad. Su argun1entación se basa siempre, de hecho, en que partiendo de un pensamiento verdadero no puede incurrirse en contradicción con otro, y que un saber inferido y correctan1cnte derivado a partir de un punto no po_dría tarnpoco estar en contradicción con otro obtenido del mistno modo a partir de otro puntq; poniendo al descubierto tales contradicciones en la representación habitual de los hombres; buscaba sus'drar pensa1nientos de fondo en todos aquellos que pudieran comprenderlo o cuanto n1~nos barruntado}~]. 1V1ás adelante le atribuye el nzétodo y concibe que éste; a l':lluz del Fedro, tiene ~na do hle consigna: zu wissen, wie n1an richtig vieles zur Einheit zusant.menfasse und eine gro{Se Einheit auch wieder ihrer Natur genú:i{j in n·zannigfa/tiges theile [«saber· córno reunir correctarnente lo múlti pie en In unidad, y córno redistribuir en lo múltiple una gran unidad según su naturaleza» ]-' 7s {p. 63 }. A juzgar por lo que aquí
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se sugiere, vemos que en esa exposición no hay nada que no cuadre con nuestra <.:oncepción de conjunto. Lo que aquí se enfatiza es, en efecto, la idea de consistencia, la ley sobre la que descansa el reino del saber; pero ésta es concebida de rnanera tan negativa, que el principio contenido en ella y utilizado por S6crates mismo es el principiunt excfusi nzedii inter duo contradictoria [principio de tercero excluido]. En cuanto a la totalidad qne el saber en su conjunto ha de configurar, se la concibe tan1bién de 1nanera tan negativa que en realidad se trata de la negatividad absoluta. Es decir, que las dos consignas del método son negativas, pues la unidad bajo la cual se reúne lo múltiple es la unidad negativa en la que desaparece, y la división en que se disuelve la unidad es la negatividad de lo discursivo. Tatnbién he1nos concebido co1no algo esencial a la dialéctica de Sócrates el hecho de sun1inistrar la infinita consistencia de lo ideaL 1 Lo que falta en Schleiermacher, en can1bio, si bien en cierta medida no es justo exigirse lo, ya que éltnismo ha delimitado su tarea, es la concien<.:ia de la significación de Sócrates como personalidad. A este respecto son enorn1es los rnéritos del tantas veces citado escrito de Baur-; 7 LJ; la consideración general según la cual la sinúlitu.d entre Sócrates y Cristo debe buscarse, más concretan1enre, en el valor que a1nbos tuvieron en tanto que personalidades, es particularmente fructífera. Lo único que queda por subrayar es la infinita disiinilirud que sigue habiendo en el interior tnismo de esa sin1ilirud. En lo precedente, he insistido en recordar que la ironía es una deternzinación de la personalidad. Es decir que ésta ilnplica la retroyección característica de la personalidad, busca retroceder sobre sí, se pliega sobre sí n1isrna. Sólo que, de este n1ovimiento, la ironía vuelve con las manos vacías. No es que se relacione con el mundo para hacer de esa relación un n1omento del contenido de la personalidad, sino que su relación con e) mundo consiste en dejar de relacionarse con el m un do a cada instante, en retractarse con escéptica reserva (€rcoxi¡) en el mon1entu en que se supone que dicha relación con1cnzaría; pero esa reserva es el reflejo de la personalidad en sí misn1a, e 1 cual, Jcsde 1uego, es abstracto y carece de contenido. La personalidad irónica, por tanto, es en realidad sólo el contorno de una personalidad. En este sentido vemos que hay una absoluta disinú/itud entre Sócrates y Cristo; pues Cristo albergaba de manera inmediata la plenitud de lo divino, y su relación con el rnundo es absolutamente real, y por eso los miembros de la comunidad se saben mic1nbros de su cuerpo.
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LA CONCEPCIÓN HEGELIANA DE SÓCRATES
centra en cada batalla decisiva con una prodigiosa intensidad de espíritu. Hegel capta y comprende la l1istoria en sus gra11des formaciones. l)or eso tampoco se permite que Sócrates se quede ahí como ein Ding; an sich, sino que se le exige rr1ostrarse, lo quiera o no lo
quiera.
1La dificultad inherente a la provisión de un saber acerca de lo fenoménico en la existencia de Sócrates no es algo que inquiete a Hegel. No repara en absoluto en tales mi11ucias. Y cuando los informes de los preocupados arúspices aseguran que las gallinas sagradas se niegan a comer, su respuesta es la mis1na que la de Apio Claudia Pulcro: ¡que beban entonces!, y las echa por la borda 381 . En su exposición de Sócrates en Geschichte der Philosophie, pese a que él mismo observa que en el caso de Sócrates no se trata tanto de filosofía como de vida individual, no hay nada que aclare la relaciÓI1 entre las tres diversas concepciones conternporáneas de Sócrates~:-. Utiliza un único diálogo de 1 Platón~·~:- como ejemplo del método socrático, sit1 precisar, no obstante, por qué escoge precisamente ése. Utiliza de modo completamente indistinto los Memorabilia y la Apología de Jenofonte tanto como la Apología de Plató11. No se inclina demasiado por las disquisiciones, y ni siquiera ve con simpatía los esfuerzos de Schleiermacher por ordenar los diálogos plató!"licos, de manera que una gran idea fuese paulatinamente lTIOviéndose y desplegándose a través de ellos. Das Literarische, das
Kritische Herrn Schleietmachers, die kritische Sorzderung, ob die einen oder die andern Neben-Dialoge acht seien, - (über die gro/Sen kann oh11ehin rzach den Zeugnisse11 der Alten kein Zweifel sein), ist für l)hilosophie ganz überflüssig, und gehort der Hyper-Kritik unserer Zeit an [«La literariedad, el criticisn1o del señor Schleiermacher, el crítico sondeo respecto de si este o aquel diálogo secundario es auténtico -por lo que respecta a los diálogos principales, de todos modos, el testimonio de los antiguos no deja lugar a dudas- es algo totalmente superficial en filosofía y responde al hipercriticisrno de nuestra época»] (¡J. 179). Todos esos esfuerzos son
Aristófanes es una excepción; volveremos sobre esto~ t:· * Respecto de este diálogo hace una observación totalmente general (p. 69): So Ílz der Art endigen sich eine lvfenge xenophontischer und platonischer Dialoge, und lassen uns in Ansehung des Resultats (lnhalts} ganz unbefriedigt. So der Lysis: Was Liebe u1Zd Freundschaft unter de1Z lvfenschen verschaffe; so wird die Republik eingeleitet nzit der Untersuchung, was das Gerechte J;·
sei. Diese Vertuh·ru11g hat ntn1 die Wirl
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vanos para I-Iegel, y una vez que los fenón1enos están listos para el desfile, tanta es su prisa y tar1ta la importancia que da a su puesto de con1a11clante general de la historia Llniversal, qu~ no tiene tietnpo más que para deslizar sobre ellos una 111()nárquica 111irada. Si bien de esta 1nanera elude muchos detalles insignificantes, se le escapan tambié11 ciertas cosas que aparecería11 como tnoJ.nentos necesarios en Uila exposiciótl verdadera1nente con1pleta. De esto resulta a su vez que, e11 ocasio11es, lo que se ve perjudicado al ser pasado por alto intenta resarcirse metié11dose en otra parte. De ahí que en su explicación del siste111a platónico nos encontremos con algunas observaciones dejadas a su suerte que pretenden pasar por absolutas, puesto que se ha elimit1ado el contexto en el que se 1nostrarían en su relativa (pero, por eso mismo, mucho 1nás ft1ndada) verdad, P. 184: Was von den1 in den [)ialogen Dargestellten den1. Socrates oder dent l)laton angehore, 1 bedarf keiner f:Ueiteren U11ters~tch·ung. So viel ist getui/5, da(S tvir a~ts Platos Dialogen sein System vollkommett zu erkennen ú·n LStande sind. Pag·. 222: Diese Dialectik [... ] seherz wir ~ei Plato haufig, Theils in·den mehr eigentlich socratiscl;en, moralischetz Dialpgen, Theils auch in den vielen Dialog-e1t, welche
sich att{aie Vorstellu1zg· der Sophisten von der Wissenschaft hezie*' hen. Pag. 226: Die Dialectil~ in dieser hoheren Bestim111z-tng [... ] ist die eig·entlich platonische. Pag. 230: Viele Dialoge en.thalten so nur negative Dialectil<.; das ist die socratische Urzterredutzg [«No hace falta qtle investiguen1os qué corresponde a Sócrates y qué a Platón en los diálogos presentados. Lo cierto es que esta1nos er1 condiciones de reconocer cabaln1ente el sisterna de Plató11 a partir de sus diálogos». P. 222: ~
::. 1v1ediante el predicado « n1~1s propian1ente socráticos», Hegel establece una distinción entre los diálogos, sin indicar n1ás allá de esto, sin embargo, si se contenta o no con los esfuerzos
de la filología. ),~ ::-
Diciendo que esta dialéctica es «la propiamente platónica)), establece una oposición con respecto a otra dialéctica que no es tan propiamente la platónica.
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LA CONCEPCIÓN HEGELIA.NA DE SÓCRATES
apelando a el1as, sin embargo, puesto que han sido totaln1ente dejadas a su suerte. La presentación jJrop-it.z1nente dicha ele Sócrates se encuentra e11 Geschicl?te der PhilosoplJie, vol. JI, pp. 47-122. A ésta n1e remitiré ahora. Lo notable de esta presentación de Hegel es que e111pieza y rern1ina con la fJersona de Sócrates. En efecto, pese a que en varios pasajes Hegel parece querer reivindicar e11 él una positividad y pese a atribuirle la idea del bien, resulta evide11te que la detertninación del individuo e11 relación con el bien es arbitraria, y que el bien como tal no tiene ninguna fuerza vincu.lante. Se observa e11 p. 93: Das Subject ist das Bestim1nende, das Entscheidende. Oh gt-tter oder schlechter Geist e11tscheide, besti1nn-zt jetzt das Sttbject [«El SLIjeto es 1{) determinante, lo decisivo. Es el sujete) el que determina, ya sea qtle el espíritu decida lo bueno o lo tnalo>> ]. (Es decir: el sujeto es libre frente a aquello que sup11estan1ente clebería, en realidad, determinarlo a él, es libre frente a ello en todo monlent<) y no sólo en el insta11te de la elección, ¡)ues el arbitrio no constitttye ley alguna, consistencia alguna, contenido alguno). 1 Der l)ttnl<.t der Entscheidung· aus sich selbst (i1zg a11, bei Socrates aufz·ugehen; dieses
war bei den Grieche1t hewuPtloses Besti1n111en. Bei Socrates wird dieser entscheiden,de Geist in das subjective Bewu(Stseyn des 1Yiensche11 verlegt; und die Frage ist nun Ztt11acl?st, wie diese Subjectivitat an Socrates selbst erscheint. Inden die Pers011., das Individz-tuJn zu111 Entscheidende11 wird, so /<.o1nmert tuir auf diese Weise a·tt( Socrates als Person, als Suhject Ztirück; -und das Folgende ist ntt11 eine Enttuickelung seitzer Perso11lichen Verhiilt1tisse [<
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r1es Bewugtseyr1 starzd über beiden Seiten. Welcher Mangel in dieser Seite, tuerden wir sogleiciJ besti1nn1en: nan-zlich cier Matzg·el des AllgeJneinen ist ersetzt selbst man.g·elhaft, aztf eine einzelrzé Weise, nicht Wiederherstellung des Verdorberzen für das Négative [«La conciencia 1noral es la represer1tación de la individualidad en general, del espíritu que se sabe a sí mismo y que es, aden1ás, ·verdad
universal. El de1nonio de Sócrates es el aspecto total y 11ecesaria111ente C)tro respecto de su universalidad; así como fue consciente de ésta, así también lo fue del otr.9 aspecto, de la singularidad del espíritu. Su conciencia pura estaba por encima de ambos aspectos. Enseguida advertimos qué es lo que falta en este último aspecto, es de~ cir, la falta de universalidad es compensada de manera defectuosa, de un modo singular, y no por la reposición de lo corrupto a través de lo negatiV()» ]384 . Que su pura conciencia haya estado por enci1na de ambos aspectos, sin embargo, es rna11ifiesta111er1te lo que he expresado al decir que poseía la idea del bien en tanto que negatividad absoluta. · Sería engorroso desarrollar de manera coherente las muchas y excelentes observa~ic)nes aisladas .-hechas ·por Hegel en esta sección,
la concisión de pensamiento que lo· caracteriza, ya que a menudo son tantos las elem.entos que reúne fl.qu·e es difícil encontrarles coher.encia. Algunos de esos elementos han sido ya utilizados en la parte precedente de n1i tratado. Al considerar la totalidad de la exposición hegeliana, en cambio, y cor1sidei·ándola en relación con la modificación que he l1echo notar, creo que sería n1ejor poder tratar todo esto bajo una sola rúbrica: ¿En qué sentido es Sócrates el fundador de la moral? B'ajo esta rúbrica podrán ser comentados también los momentos más importantes de la concepción de Hegel.
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¿En qt-té sentido es Sócrates el fundador de la moral?
De un modo totaln1ente general, Hegel describe así la importancia de Sócrates en la evolución (p. 43): Socrates spricht nun das Wesetz als das allgemeine Ich aus, als das Gute, cias in sich selbst ruhende BewuPts~yn; das Gute, als so/ches, frei von der seyenden Realitat, frei gegen das Verhaltni(S des Bewtt{Stseyns zu seyender Realitates sey einzelnes sinnliches Bewu(Stsein (Gefühl und Neigungen), - oder endlich freí von dem theoretisch iiber die Natur speculirenden Gedanken, der oh zwar er Gedanke_, doch noch die Form des Seyns hat, Ich hi11 dariJ1 nicht als mei1-zer getui(j [«Sócrates interpreta la eser1cia como el Yo universal, canto el bien, la conciencia que reposa sobre sí 1nisma; el bien e11 cuanto tal, libre de la realidad entitativa, libre con respecto a la relación de la conciencia con la rea-
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lidad e11titativa -de la conciencia particular y sensible (sentimientos e inclinacio'nes)- o, finalrne11te, libre del pensamiento que especula sobre la naturaleza, que pese a ser pensamiento tiene todavía la for1na del ser, y en el que no soy todavía consciente de mí mismo» ]385 • De este modo, Sócrates ha llegado al ser-en-sí y para-sí e11 tanto que ser-en-sí y para -sí ante el pensa1nient9. Tal es el pri1ner
momento; el segundo es que este bien, este universal, debe ser conocido por mí. l)ara no darle a esto rnayor peso del que tiene en opinión de Hegel, sin en1bargo, es necesario decir algo respecto de su enseñan.za. Que en opinión de Hegel la enseñanza de Sócrates fue negativa, que su meta flle lo negativo, que estt1vo orientada a hacer vacilar y no a sujetar, que lo negativo no es, e11 Sócrates, inmanente a una positividad, sii1o un fin en sí mismo, se desprende ya de ]a serie de declaraciones aisladas que he citado poco más arriba, con1o así tatnbién de las 1nCtltiples observaciones que se encue11tra11 en la secciór1 dedicada precisame11te a Sócrates; esto mismo se hace todavía n1ás claro, sin embargo, en el modo en que Hegel habla de la concepción aristofánica de Sócrates. En la p. 85 observa que fue Aristófanes
qt1ie11 concibió la filosofía socrática en el aspecto negativo, de manera que todo lo establecido desaparece en la universalidad indetern1inada. Y observa que por nada. del n1undo j11stificaría o, tan siqtlÍera, disculparía a Pl.ristófanes. P. 89: Die Uebertreibung, die
111an dem Aristo¡Jhanes zuschiebe11 konn.te, ist, da(S er diese Dialel<.tik zur ga1tzen Bitterkeit der J(onsequenz fortgetrieben hat; es kann jedoch rzicht gesagt tuerden, da(5 dem Socrates Unrecht gescheht:n ntit dieser Dars~elltt.ng. Aristophanes hat dttrchaus nicht Unrecht, ja 1nan mu(S so_g;ar seine Tiefe betuundetn, die Seite des Dialectischen des Socrates als eines Negativen erkan11t ttnd (nach seiner Weise freilich) mit so festem Pinsel dargestellt ztt haben .... Sacra tes' Allgemeinheit 1 hat die negative Seite des Au(f1ebens der \Vahrheit (Gesetze), tuie sie im unbefangenen Bewu¡5tseyn, ist; - die~ Betuu(Stseyn tuird so die reine Freiheit iiber den bestin1mten Inhalt_, der ihm als. an sieh g·alt [«El exceso que cabría achacar a Aristófanes es el de l1aber llevado esta dialéctica a su 1nás exacerbada consecuencia; pero no puede decirse que esta prese11tación de Sócrates sea equivocada. Aristófanes 120 se eqt-tivoca en modo alguno, y tino no puec:le dejar de admirar su profui1(1idad al reconocer el carácter negativo de la dialéctica de Sócrates y al representarla (libre1nei1te y a su modo) cor1 tan firmes pinceladas ... La universalidad de Sócrates presenta el aspecto negativo tie la superación de la verdad (leyes) tal como se da e11 la conciencia ingenua; esta conciencia llega a ser la pura libertad sobre el contenido deter1ninado que se le presentaba como algo en sí» ]386 • El carácter negativo de la enseñanza de
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Sócrates es expresado tan1bién de otra manera en HegeJ, cuando observa que su filosofía no es filosofía especulativa sino tln individue/les Tl1~t11. [«un obrar ir1dividual»] (p. 53). NI oralizaba co11 el fin de provocar ese obrar ÍI1dividual; es ist aber nicht eine Art und
Weise von Predigen, E,-·¡nahnen,
Dociren~
f.
düsteres 1Vloralisiren u. s.
[«no, sin en1bargo, a rnanera de prédica, exhortación, adoctrinaIniento, oscura moralización, etc.>>] (p. 58), esas cosas no cuadran con la urbanidad griega. Dicha 111oralización se expresaba n1ás bien en el hecho de hacer que cada uno pensara en sus deberes. Se ocupó de los intereses de jóvenes y viejos, zapateros, herreros, sofistas, estadistas, ciudadanos de toda índole, ya fuesen intereses do1nésticos (la crianza de los hijos) o los Ü1tereses del saber, haciendo que el pensamiento de todos ellos, a partir del caso determinado, se orientara l1acia lo universal, hacia lo verdadero y bello válido en sí y para sí (p. 59). He ahí la sig1~i(icación· de stt actividad moralizante; y aquí habrá de mostrarse tambié11 lo que Hegel entiende cuando, plegándose a la tra~ición antigua, llama a Sócrates· el fundador de la mora/387. No debe pasarse por altü;··:-sin embargo, la harto conocida
significacior1 que la ·morai·-recibe en.. Hegel. Éste distingue la n1oralidad y la ettcidad. Pero la eticidad es· .por un lado la eticiclad ingenl.ta, tal como la antigua eticidad griega, y por el otro una determinación más elevada que aparece, a su vez, ta11 pronto como la moralidad ha reflexionado sobre sí misma 388 • Por eso en su Philosophie des Rechts trata la moralidad antes de pasar a la eti.cidad 389 • All1ablar de la moralidad, del bien y de la conciencia n1oral, desarrolla las formas morales del mal, la hipocresía, el probabilismo, el jesuitismo, la alegación de la propia conciencia moral, la ironía 390 • El individuo moral es el individuo negativamente libre. Es libre porque no está atado a otra cosa, pero es negativame11te libre, precisamente porque no está limitado por otra cosa. O sea, que sólo cuando el individuo está en sí mis1no estando en su otro, sólo entonces es libre de verdacl, i.e., positivamente, afir1nativamente. I.a libertad n1oral es, por tanto, arbitrio, es la posibilidad del bien y del 1nal, y por eso Hegel mistno observa en Pl?ilosophie .des Rechts, p. 184 391 :
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Das Gewissen ist als (or1nelle Subjectivitat schlechthin diefS att( dem Sprunge zu se)'1t, ins Base umzuschlagen [«La cor1cie11cia moral es, en tanto que subjetividad formal, estar presto a volcarse hacia el tnal» ]. En el ar1tiguo l1elenis1no, 1 el individuo no era en modo alguno libre en este sentido, era prisionero de la eticidad Stlstat1cial, aún 110 se había l1echo cargo de sí mismo, no se había apartado de esa circunstancia inmediata, no había llegado aún a conocerse a sí Inis1no. ·Fue Sócrates quie11 le permitió lograrlo, no a la manera de los sofistas, que e11señaban al Ü1dividuo a restringirse a sus intereses
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particulares, sino que pertnitió que el individtlO lo lograra meclia11te la universalización de la subjetividad, )r en ese sentido es el {t-tndador de la moral. Sócrates pt1so de relieve la significación de la conciencia, no de manera sofística sino de n1anera especulativa. Alcai1zó el ser-en-sí y para-sí en tanto que ser-en-sí y para-sí a11te el pensamiento, alcanzó la determinación del saber en función de la cual el individuo resultaba extraño a la intnediatez en la que hasta entonces había vivido. El individuo debía no ya obrar co11 vergüenza ante la ley, sino saber de manera consciente la razón de su obrar. Pero ésta es, como veremos, una deter1ninación negativa, tan negativa respecto de lo establecido como negativa respecto de la positividad más profunda que, en tanto que especulativa, condiciona de . manera negativa. Esto 1nismo se 1nuestra en el contexto de la definición del concepto de virtud. Hegel examina la concepción de Aristóteles acerca de la definición socrática de la virtud; vamos a seguirlo. En p. 77392 cita .como aristotélico el eilUI1ciado: «Soctates hat besser von der Tttgend gesprochen, als Phythagoras, aber a~tch nicht ganz richtig, da er die T~tgenden zu einem Wissen (Entatrí~ta<;) n1achte. Die(S ist
ni:imlich unn1og·lich. De11n alfes Wissen ist ntit einen-z Grttnde (A.óyo<;) verbunden, der Grund aher ist n·ur im Denkerz; mithirt setz er alle Tugenden in die Eitzsicht (Erl<.enntni~). Es widerfahrt ihm daher, da(S er die alcJgische - empfindende - Seite der Seele aufhebt: niimlich die Leidenschaft (ná8oc;) und die Sitte (~So~)» [«Si bien Sócrates ave11tajó a Pitágoras al hablar de la virtud, 110 habló todavía de n1anera totahnente correcta, pues hizo lie la virtud un saber (f:n:tG'tlÍ~La<;). Esto, de hecho, es imposible. Pues todo saber está ligado a un fundamento (A.óyo<;), y el fu11datnento está e11 el pensar, con lo cual sitúa todas las virtudes en el discernimiento (conocimiento). Lo que sucede entonces es que supera el aspecto alógico (susceptible) del alma, es decir la pasión (ná8oc;) y las costun1bres (~8o~)»]. Y hace notar que ésta es una buena crítica: Wir seherl, da(S dasjenige, ~uas Aristoteles atz der Bestim1nun(~ der T-u-
gend hei Socrates vermi(St, die Seite der subjectiven \Virklichkeitheutiges Tages Hetz - ist [ « Vetnos que aquello que Aristóteles echa de menos en la definición socrática de la virtud es el aspecto de la realidad subjetiva, lo que hoy en día es el corazón>>]. Lo que le falta a la virtud es, por ta11to, una determinación, del ser, ya sea que se la conciba con referencia al sujeto particular o que, en un sentido más elevado, se la vea realizada e11 el Estado. Pero Sócrates. aniquiló la conciencia in1nediata y sustancial del Estado y no alcanzó la idea del Estado; consecuentemente, la virtud sólo poclía ser definida de 111anera abstracta, y la realidad de la virtud no está 11i en el Estade) 1ni en la personalidad, la cual110 se da plena1nente sino en el Es-
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tado ~:-.·En p. 78n 395 , en tretar1to, se cita con1o aristotélica la afirmación según la cual Sócrates habe einer Seits ganz richtig geforscht, anderer Seits aber unrichtig. Da/5 die Tugend Wissenschaft sey, s~y unwahr, aber da{S sie nicht oh1'ze Einsicht (ohne Wisserz) sey, darin habe er recht. Er habe die Tugend z~tn1 Lagos gemacht; wir aber sagen sie ist n1it dem Lagos [«analizó correctamente un aspecto pero incorrectan1ente el otro. No es cierto que la virtud sea ciencia, pero tiene razón en cuanto a que no l1ay virtud sin discernimiento (sin saber). Sócrates transformó la virtud en logos; nc)sotros decimos, en ca1nbio, que la virtt1d' es con ellogos» ]~:-:jo. Tan1bién ésta es para I-legel una definición n1uy acertada. Que lo universal comience con el pensamiento constituye un primer aspecto, pero la virtud en tanto que carácter implica que el hombre lo sea, implica el corazón,
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::- Suele hacerse referencia a Sócrates como un dechado de virtud; también Hegel nlantiene esta perspectiva y observa en p. 5S 39J: Socrates tuar ein lv1usterbild n1oralischer Tugenden: Wleisheit, Bescheidenheit., Enthtzltsanzl<.eit, lvfii{5igung, Gerechtigkeit, Tapferkeit~ Unbeugsanlkeit, (este Rechtlichl<.eit gegen Tyrannen und Oi]J.lOs, entfernt von Habsucht, Herrschsucht [ «S
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el ternperamento, etc. Hay, por tanto, dos aspectos: lo universal y la individualiclad realizar1te, el espíritu real 396 • 1 Así llega1110S de nuev<) al punto en el que se muestra en qué sentido Sócrates tuvo algo de positivo. Herhos regresado, pues, al punto que habíamos dejado atrás, al hablar de su enseñanza. Ésta tendía a hacer que lo tlniversal apareciera en contradicción con lo particular. Por lo que respecta al prit1cipio socrático, ·por ta11to, la priinera deterininación, que por importa11te que sea no es sir1o for~ rnal, es que la concier1cia postula por sí misma qué es lo verdadero (cf. p. 71). Tal es el prin,cipio de la libertad subjetiva, que uno guíe la conciencia por sí tnis1110. Cor1 ello se pone de manifiesto lo universal. Pero lo universal tiene un aspecto positivo y un aspecto negativo (cf. p. 79). Habrá qt1e ver entonces si Hegel logra dernostrar de este modo la presencia de u11 aspecto positivo en la concepción de Sócrates, o si no ter1dremos que retc)mar, más bien, aquella observación de Hegel (p. 70): Die/5 ist kurtz die Manier- (und die l)hilosophie)- des Socrates [<
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scheint, als hatten wir noch nicht viel von der socratische11 Philosophie dargestelt, inde1n wir ~tns nur an das Princip gehalten haben; die(j ist 1 aber die Hattptsache, da(S das Bewuf3tseyn des Socrates selbst etst zu diesem Abstracten gel<.o1nmen ist. Das Gute ist das Allge111eine ... Es ist ein i1t si eh concretes Princip, das aber in seiner concreten Bestimmung noch nicht dargestellt ist; und in dieser abstractert Haltung· lieg·t der Mangel des socratischen Prirzcips. Aflirmatives laf5t sich nicl1t angeben; denrz es hat keine tueitere Etztwickelung [«Al parecer, no habríamos dicho aún lo suficiente acerca de la filosofía S()crática si nos contentáran1os sólo con el prir1cipio; pero es qlie ésa es la cuestió11 principal, a saber, que la conciencia de Sócrates haya alcanzado tan sólo esa abstracción. El bien es lo universaL .. Es ttn principio concreto en sí que, sin ernbargo, 110 se presenta todavía en su determinación concreta; y en esa abstracta detención reside el fallo del principio socrático. No puede darse de manera afirmativa, pues carece de un desarrollo ulterior»]. Al alcanzar el bien en sí y para sí, Sócrates dio un paso gigantesco en cotnparación con los sc)fistas. Los S<)fistas se detuviero11 en la Ü1finita refracción del bien en lo JJrovechoso y en la multiplicidad de lo ventajoso. Pero l1ay que aclarar que Sócrates no partió de allí sino que llegó allí. Lo tlniversal tiene, por tanto, un aspecto positivo y un aspecto negativo. La realidad de la eticidad había sido socavada, y ese hecho cobra conciencia cor1 Sócrates. l)uso la eticidad a la altura del entendimier1to; pero eso no significa otra cosa que hacer consciente el hecho de que las costumbres, las leyes de la eticidad,
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LA POSICIÓN DE SÓCRATES CONCEBIDA COMO IRONÍA
vacilan· en su detertninatividad y en su inrnediatez; ist die Macht des Begriffs, tuelche diefS unmittelbare Seyn urzd Gelten derselhen, die Heiligl<.eit ihres Ansichseyns aufhebt [«es el poder del concepto el que supera ese ser y ese valer in.1nediatos, la sacralidad de su ser-ensÍ»]. A fin de mostrar e11 un ejemplo qtle lo universal tiene en Sócrates un aspecto positivo (er zeigte ihnen [... ] das Cute und Wahre in
dem Bestimmten, in das er ZU1'Üc!<.gin.g, da et es nicht bei dent blo(S Abstracten bewenden lassen wollte [«{a los jóvenes} les señalaba el bien y lo verdadero en la cosa determinada que lo representaba, pues al tratar con ellos no quería limitarse a lo meran1ente abstracto»]), cita el diálogo de Sócrates con el sofista Hipias (J enofonte, Mem., IV, 4 § 12-16 § 25). El principio fundamental sostenido aquí por Sócrates es que el justo es quien obedece las leyes, contra la objeción de que no podría ser así de manera absoluta porq11e el pueblo ·y los gobernantes ca1nbian a _rnenud<), con1parát1dolo con aquéllos que, yendo a la guerra, hacen también la paz. Lo que dice aquí es fundarp.ental1net1te que el mejor y -el más feliz de los Estados es aquel en el que los cit1dadanos s~ h. ail puesto de acuerdo y obedey· esto es lo que Hegel ve ~ofno un contenido afirtnaticen las leyes. , vo. Pero si Sócrate~ tiene aquí ·algo afirmativo es porque no explicita su posición, porque no avanza· hacia aquello que er1 realidad h'a alcanzado, el bien en sf y para sí. AqtlÍ deja intacto lo establecido, tratándose, por tanto, no ya de la positividad posterior a su negación infinita, sino de Llna p<)sitividad que la precede. Pero si bien es cierto que con este movimie11to va más allá del helenismo inmediato, puesto que acoge las leyes e11 una reflexión y, al hacerlo, las saca de su inmediata condició11 de dad8s, éste es, en realidad, sólo. un movimiento ficticio, no es en modo alguno el auténtico movimiento socrático. La positividad de la que aquí se trata, 1por tanto, no decide nada en relación con la pregunta de si Sócrates propuso algo positivo o si lo universal fue para él algo concreto. Así lo advirtió también Hegel, a juzgar por sus declaraciones en pp. 79 al centro, 81 hacia el final y 82 al comienzo. Hegel cita ejemplos del aspecto negativo, y puesto que, como hemos visto, el aspecto positivo no era positivo en el mism<) sentido en que el otro es negativo, nos encontramos con q Lle Sócrates sostuvo lo un·iversal sólo como lo negativo. Hegel cita u11 ejemplo de Jenofonte, y añade (p. 83 ): Hier sehen wir die negative Seite, da(J Socrates das watzkend macht, was der Vorstellung sonst fest war. Nicht lügen, nicht betrügenJ nicht rauben gilt in der unbefangenen Vorstellung für recht,- dief3 ist ihr das Feste; aber durch die Vergleichung dieses für fest Gehaltenen mit Anderem:J das ihr ebenso fest als wahr gilt, zeigt sich, da(J sie sich widers¡;rechen, - une/ jenes Peste wird wankend, es gilt nicht ntehr für fest. Das Positive, was Socrates an die Stelle des Fes••
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LA CONCEPCIÓN HEGELIANA DE SÓCRATES
ten setzt, ist eines Theils i1n Gegensatze wieder dieses, den Gesetzen, zu gehorchen: wir sehen ganz das Allgemei11-e, Unbesti1n1nteJ u1-zd
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contradicción con la obediencia a las leyes: vemos perfectamente que lo universal, lo indeterminado y ese «obedecer a las leyes» que cualquiera entiende tan pronto con1o lo escucl1a, la leyes mismas, se expresan de la misma manera en que la representación universal es cotlsciente de ellas: no mentir, no engañar; pero esas leyes son tales 11recisa1nente porque postulan de manera universal el mentir, el engañar, el robar en tanto que injusticia - determinaciones que no subsisten ante el cor1cepto». P. 85: « Ven1os tarnbié11 lo universal así determinado, realizado en tanto que notninación universal de las leyes; pero e11 verdad se trata de lo UI1iversal indeterminado, pues éstos no son sino m.ome11tos pasajeros, y la falta propia de su indetern1.inación no ha sido todavía satisfecha»]. Hegel muestra entonces (pp. 90 al comienzo, ss.) wie dem Socrates selbst das Realisirende des AllgemeiJ·zen erschien [«CÓITIO ve Sócrates 111is1no el carácter realizante de lo universal>>]. En este caso, el sujeto resttlta ser lo decisivo, lo que se determina en sí mismo ele ma11era arbitraria. Pero la lü11itación que de este modo recibe Jo universal es en cada caso puesta (ie ma11era arbitraria por un sujeto. Que esta restricción de lo universal resulte .firme y no accidental, que lo universal se reconozca e11 su determinatividad, sólo es posible en Lin sistema total de la realidad 397 . l)ero tal cosa falta en Sócrates. Sócrates negó el Estado, pero no retornó al Estado bajo la for1na superior de aquello en lo que se afir1naría la infinitud que él mismo negativamente exigía. Vemos que Sóc~ates, entonces, bien puede ser lla1nado el fundador de la n1oral en el 1 sentido e11 que Hegel lo toma, y que aun ·así
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su posición puede haber sido la de la i1'·onía. Al sujeto moral, i.e., negativamente libre, le corresponde el bien en tanto que tarea cuando éste es concebido coiTI<) lo infinitamente negativo. El sujeto ll10ral no puede jan1ás realizar el bien; sólo el sujeto positivan1c11te libre puede alcanzar el bie11 cotno lo infinitamente positivo, como su tarea, y realizarlo. Si se retiene la determinación, tan a menudo enfatizada por Hegel, segúr1la cual la ironía no toma nada e1-z serio 398 , ésta puede aplicarse también al sujeto 11egativan1ente libre; de hecho, éste ni siquiera to1na en serio las virtudes que practica, ya que la verdadera seriedad, como ciertan1ente adtnitirá Hegel, sólo es posible en u11a totalidad en la que el sujeto no se determina ya de manera arbitraria a seguir en cada caso su experimento, sino que advierte que, e11 lugar de ser él mismo quien se ha irnpuesto la tarea, la tarea lo ha puesto a él':-. Éste es el punto en el <.JUe Hegel ttnilateralmente concentra su concepción de Sócrates: mostrar a Sócrates come) el fundador de la moral. Lo que qtliere asig11arle a Sócrates es la idea del bien, pero entonces s.e pone en un apri~to al _tener que n1ostrar cómo Sócrates concibió el bien. LQ engorroso de la concepción hegeliana de Sócrates reside ~justamente en eso, en su~ permanente intento de mostrar cómo Sócrates concibió el bien, y el mayor desacierto del caso consiste, a D1Í entender,,en no haber captado con exactitud la dirección de la corriente en la vida de Sócrates. El movimiento tiende, en Sócrates, a alca11zar el bien. Su importancia en la evolución universal co11siste en alcanzarlo (no eri haberlo alc~nzado de una vez). La in1portanc1a que tuvo para sus contempora11eos consiste en que estos alcanzaron el bien. No es que lo l1aya alcanzado, digamos, al cabo de su vida, sino que su vida consistió en estar siempre alcanzándolo y en hacer que otros lo alcarzzaran. Pero en esa misma medida alcanzó tan1bién lo verdadero que es en sí y para sí verdadero, lo bello que es en sí y para sí bello, y en general el ser-en-sí y para-sí e11 tanto que ser-en-sí y para-sí ante el pensar11iento. j Lo alcanzó, estuvo siempre alcanzándolo. O sea qtie no sólo moralizó sino que, sobre todo, hizo que el ser-en-sí y para-sí se mostrase fuera de la detertninación de la multiplicidad. Habló C<)n artistas acerca de lo bello, l1izo que lo bello en sí y para sí se sustrajese (via rzegationis) a las determinaciones del ser e11 las que se lo había te11ido hasta entonces. Y así también e11 relación con lo verdadero. Y esto no lo hizo de una vez por todas y para todos, sino que lo hizo con cada •
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* En La república de Platón~ a 1 bien le <.:orresponde la dialéctica (del1nisn1o n1odo que a Jo bello le corresponde el atnor) 399 . Por eso es totalmente nonnal que Aristóteles n1enosprecie la dialéctica de Sócrates 400 • l)e hecho, no cuenta con la dialéctica capaz de dejar subsistir la contrariedad, y esto es necesario para que el bien pued~ rnostrarse como lo infinitan1cnte positivo.
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individuo singular. Cualquiera que fuese SLl punto de partiL-la, al poco rato estaba ya en pleno proceso de despachar a cada uno por su lado. Tan pronto como se cruzaba con alguien, sin embargo, su retroceso era instantáneo. Ninguna realidad podía enfrentársele, y lo que se mostraba era la idealidad fugazmente aludida en sus más vagos contornos, es decir, en su in(i1tita abstracción. Así como Caronte transportaba a la gente de la plenitud de la vida al espectral reino de los infiernos 401 , así como éste, para que su pequeña barca no pesara demasiado, hacía que los pasajeros se despojaran totaln1ente de las múltiples determinaciones de la vida concreta, de los títul<)S, de las dig11idades, de la púrpura, de la gran<.iilocuencia, de las inquietlldes y preocupaciones, etc4, de 1nanera que sólo qL1edara lo puramente hun1ano, así tarnbién transbordaba Sócrates a los individuos de la realidad a la idealidad, y la infinitud ideal, en tanto que negatividad infinita, era la nada en la que hacía desaparecer toda la multiplicidad de lo real. En la n1edida en que Sócrates estaba sie1npre l1aciendo que se mostrase el ser-en-sí y para-sí, podría parecer que al n1enos esto se lo torriaba en serio; pero precisamente porque no hizo otra cosa que alcanzarlo, porque el ser-en-sí y parasí sólo se le dio como lo infinitamente abstracto, por eso lo absoluto se le dio bajo la forma de la nada. La realidad se convertía en nada ante lo absoluto, pero lo ab.sol~tto era, a su vez, nada. Pero para poder captarlo en ese punto, para no olvidar jan1e:Í.s que el contenido de su vida COI1sistió en emprender a cada instante ese movimiento, debe recordarse su sig11ificación en tanto que misionero di-
vino. Hegel no presté) atenció11 a esa misión divina de Sócrates, pese a que Sócrates mismo pone ta11to énfasis e11 ella. Y si aun así sigue resulta11do tentador atribuirle algo más, el motivo de ese en1peño es no advertir que las gran<.ies individualidades de la historia universal son precisamente tales porque su vida entera pertenece al mundo, y es como si nada tuviesen para sí mismas. Claro que, por eso mismo, es ITILlcho más lo que el1nundo les debe. Al exponer el métodc) socrático, Hegel menciona particularmei1te dos de sus formas: su 1 ironía y su mayéutica402 • La función así asignada a la ironía muestra ya de 111anera suficiente que Hegel concibe la ironía en Sócrates cOI110 un momento don1inado, comcJ un modo de abordar a la gente, y hay enunciados explícitos que así lo confirman 403 • Cómo deba entenderse esto y hasta qué punto Hegel tuvo razón, es lo que será ahora objeto de análisis. Pero de este n1odo paso a la segunda parte del tratado, a saber: sobre el COI1Cepto de ironía. ·
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Segunda Parte SOBRE EL CONCEPTO DE IRON"ÍA
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INTRODUCCIÓN
El objeto que se ha de abordar en esta parte de la investigación está dado ya hasta cierto punto e11 el desarrollo anterior, pues éste, en la
forma de la contemplación, l1izo salir a la luz un aspecto del concepto. Por eso en la primera parte del tratado, más que presuponer el concepto, he hecho que surja al tratar de orientarme yo misn1o en el fenómeno. Obtuve así una magnitud desconocida, una posición qtie resultó haber sido lo característico de Sócrates. A esa pc)sición la he denomü1ado ironía; pero su denominación es lo que 1-henos importa en la primera parte del tratado: la Cllestión fundame11tal es que ningún rnon1ento, que nir1gún rasg() haya pasado inadvertido, y que todos los morne11tos y todos los rásgos se hayan coordinado en una totalidad. Sólo a partir de ahora se decidirá si esa posición es ironía) puesto que en el desarrollo del concepto llegaré también al momento en el que Sócrates debe encajar en caso que su posición haya sido ironía. Pero así como en la primera parte del tratado sólo n1e ocupé de Sócrates, así también el desarrollo del concepto permitirá mostrar en qué sentido Sócrates es un momento de dicho desarrollo, es decir, mostrar si el concepto de ironía se agota absolutame1tte en él, o si no hay también otras formas de n1anifestación que deben ser tenidas en cuenta para poder afirmar q11e la percepción del concepto ha sido plena. Así con1o el concepto, en su permane11te puja por asumir una forma en el fenómeno, no dejó de estar susper1dido en el fondo de la escena en la primera parte del tratado, así también la manifestación fenoménica del concepto, en tanto qtie posibilidad permanente de llegar a habitar entre nosotros 404 , acompañará al desarrollo en esta segunda parte. Estos dos momentos so11 inseparables, pues si el concepto no estuviese en el fenómeno, o más
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
bie11, si el fenómeno fuese cotnprensible y real sólo en virtud del fe282
nómenc), y si el fe11Ó1neno no estuviese en el concepto, o rnás bien, si el concepto fuese comprensible y real sólo e11 virtud del fenótneno, entonces todo conocin1iento sería imposible, pues en el pritner 1caso me faltaría la verdad, y e11 el segundo la realidad. Pero puesto que la . ironía es u11a detern1inación de la subjetividad, enseguida se advierte la necesidad de que haya dos Jnanifestaciones de este concepto, las cuales cuentan asin1isn1o co11 una de11ominación en la realidad. La primera, naturahnente, es aquella en la e] u e la subjetividad in1puso sus derechos por vez prin/zera en la historia universal. .LL\.hí lo te11e1nos a Sócrates, es decir, ahí se 110s indica dónde ir a buscar el concepto en su n1anifestación histórica. Si11 embargo, una vez que l1a hecho su aparición en el n1undo, la subjeti\ridad no vuelve a desaparecer sü1 dejar rastros, el mundo no vuelve a sutnirse en la forn1a previa de la evolución, sino CJUe lo antiguo desaparece y todo es nuevo. Si ha de darse, entonces, una nueva forn1a de tnanifestación de la ironía, será en la .111edida en que la subjetividad se in1ponga según u11a forma fl.Un· n1ás elevada. Debe tratarse de una segunda poten,cia de la s~tbjetividad, ~na subjetividad de .la subjetiviliacl correspot1diente a uña reflexión de la reflexjón. ~Esto nos da de nuevo una orientación l1istóricó-universal, pues nos remite a la etapa de la filosofía moderna que se. inició con l(ant y se con1pletó con Fichte 405 y, au11 tnás, a las posicio11es posteriores a Fichte que intentaron, por su parte, pc)ner de relieve esa sttbjetividad en segt1nda potencia. La realidacl muestra tan1bién que éste es el caso, pues allí volven1os a encontrart10S con la iro11Ía. Perc) dado cJue esa posición cor1siste en una
conciencia subjetivamente potencjada, resulta que ésta posee una concie11Cia clara y definida de la ironía, que la ironía es explícitamente su posición. Esto sucede tanto e11 Fr. Schlegel, quien Ü1te11tó impo11erla en relación con la realidad, e11 Tiecl<, l} uien intentó it11ponerla e11 poesía, como en Solger, quien tomó conciencia de ella en clave estética y filosófica. La ironía apre11cie finalmente su leccÍÓI1 con Hegel. Mientras que la primera forma de la iror1ía no fue combatida sino satisfecha al ser reconocidos los derechos de la subjetividad, la segunda forn1a de ironía fue con1batida y a1ziquilada; dada su irnprocedencia, en efecto, sus derechos sólo podían ser reconocidos al ser sttperada ella 1nisn1a. Que estas observaciones estén debidamente orientadas co11 respecto a la historia del concepto no quiere decir en n1odo alguno que la percepción de dicho cot1cepto, en la medida en que busca autorización y respaldo en desarrollos previos, no i11volucre cierta dificultad. Cua11do se va en busca de un destJrrollo con1pleto y coherente de este concepto, de hecho, se llega de inmediato a Ja conclusiÓI1 de g tle la historia del mis1no es extraña, o, 111ás bien, que no
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INTRODUCCIÓN
tiene ninguna historia. En el período posteri()f a Fichte, en el ct1al cobró particular relevancia, 110 cesa de ser mencionado, 1 señalado, presupuesto tina y otra vez. E11 cambio, si lo qLle se busca es un desarrollo claro, se busca en vano. Solger~:- se queja ele que A. W. von Schlegel se refiera a ella de manera ftlgaz e11 u11 solo pasaje de sus Vorlesungen iiber dran1atische J(unst u11d Litteratur, en vez de (lar la explicación cabal qLle uno esperaría. I-Iegel ~:· ~:· se qt1eja de que Solger haya procedido del n1isrno n1odo, y Tieck otro tanto. Y ya que todos se quejan, ¿por qué no habría de quejar111e yo ta1nbiér1? !vi e quejo de que Hegel haya procedido al revés. Precisamente er1 el punto de su sisren1a en el que 11110 esperaría encontrar desarrollada la iror1ía, si bien se la n1encio11a y si bien puede admitirse que, tomado en su conjunto, 110 es poco lo que allí se dice ele la ironía, e11 otro sentido no es mucho, pLles dice n1ás o n1er1os lo mismo en todas partes. A esto se su111a que su ataqtle está dirigido a los pensanlientos particulares y a menLido diversos 1 que se han asociado a ese térrnino, con la C011secue11Cia de q11e su .Polémica, dado que el uso del lenguaje no es COI1SÍstente, no sierr1pre resulta del todo clara. No obstante, no tengo el rnás n1ínimo derecho a quejarn1e resl-'ecto de Hegel er1 el mismo sei~tido en que Hegel se queja respecto de sus predecesores. I-Iay, en particular, excelentes observaciones
::· Solger, Nachgeldssene Schriften ttnd Brieftuechsel, ed. por Tieck y Fr. v. Raun1er, vol. II, p. 514 (en una evaluación de las lecciones de Schlegel): Es tvar den1 Rec. hochst auffallend, der lro1zie: in tuelcher er den U/ahren lV1ittelpunct der ganzen dtantatischen Kunst erkennt, so da¡? sie cutch bei1n philosophischen Dialog, tvenn er einigernza{5en dn:unatisch seyn sol!, nicbt zu
entbehren ist, in denz ganzen Wer/¿e nur Ein1nal erzviihnt zu (iJulen, Th. II. Abth. 2., S. 72, u;zd noch dazu urn ihr alle Einnúschung in das eigentliche Tragische zu untersagen; und doch erinHert er sieh an friihere Aeu{Serungen des Verfassers, u;e/che sieh an diese Ideen wenigstens sehr anzun¿ihern schienen. Die Ironie ist aber aztch das gerade Gegentheil jener Ansicht des Lebeus, in tuefcher Ernst uJtd Scherz. zuie sie der Ver(a::>ser annhnn1t, tvurzeln [<
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
en la recei1SÍÓn de los escritos póstLlffiOS de Solger, en el tomo XVI de sus c)bras completas408 • Y si bien la exposición y descripción d~ posiciones negativas (pues en éstas siempre ca be aplicar a la descripciÓI1 aquelloqttere, ut videam te [habla, para q1:1e pueda verte]) no sien1pre es tan exhaustiva y rica en contenido como podría desearse, Hegel sabe cómo dominarlas, y en este sentid<) la posi.tividad que impone colabora de manera indirecta en la descripción. ~¡ el mayor mérito de los Schlegel y Tieck fue la actitud. polémica qu·e le~ 'permitió aniquilar ·un desarrollo anterior, y si precisamente por esta .razón su posición resultó un tanto dispersa, pues lo que ganaron no fue una batalla decisiva sino un sinfín de escaramuzas, Hegel, por el contrario, tiene el mérito absoluto de hacer que su positiva intuició11 de conjunto ve11za el pudor polémico qtle, co1no la virginidad de la reina Brunilda, necesitaba más que un esposo co-. rriente, necesitaba que un Sigurd Svend409 1a dominara. También en J. Paul·se habla a veces de la irot1ía, ·en su Estética410 hay algu'na que otra cosa,. pero sin autoridad filosófica <) genuinamente estética. E11 tanto qtle esteta, l1abla .por .lo· general ~ partir de una rica experiencia estética en lugar de fundamenta·r· propiaf11.ente su 'posici~n estética. L'a ironía, el humor, la joyialidad. son para él como difer.~ntes lenguajes~ y: SU descripción. se· redt1Ce a expresar el mismo pénsamiento de manera irónica, ht1morística o jovial, un poco como cuando Fr. Baader, después de exponer algunas s.entenci~s místicas aisladas, las traduce a veces al ,lenguaje místic:;() 411 • . Pero puesto que· el concepto· de ironía ha re~ibidq tan ~ menudo acepciones diferentes~ es importante que no lo utilice con total arbitrariedad, sea ésta deliberada o no; es importante, en la medida en que uno se atiene al uso corriente del lenguaje, vigilar que las di.ferentes acepciones qtle recibió con el correr del tiempo le sea·n compatibles.
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ORIENTACIONES
Hubo un· tiempo, y de esto no hace 111ucho, e11 el que también aquí podía uno arreglárselas con un poco de ironía; eso sólo col1naba todas las caren~ias de otro orden y .hacía que uno se ganara el respeto de todo el mundo; le daba a uno fama de culto, de saber a preciar vida y comprender el mundo, marcándolo como miembro de una vasta frat1cmasonerÍa espiritua.l a los ojos de los iniciados. _Aun hoy puede uno toparse COI1 algún que Otro representante de ese tiempo ya pasado, alguien que conserva todavía aquella fina y expresiva sonrisa, ambigua.mente reveladora de tantas cosas, aquel espiritual tono campechano con el que hizo fortune en su juventud y sobre el
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ORIENTACIONES
que había construido todo su futttro con la esperanza de dominar el mundo. Pero, ¡ay, cuánta desilusión!' Su vigilante mirada busca en vano u11 altna gemela, y si 110 fuese porqt1e algunos rect1erdan todavía con nitidez sus días de esplendor, las gesticulaciones de su rostro resultaría11 ser un enigmático jeroglífico para sus contemporáneos, entre los que vive como extranjero y como huésped412 • Nuestro tiempo, en efecto, exige más; a falta de altura, exige un pathos altisonante, exige resultados a falta de especulación, convicción a falta de verdad, garantías de nobleza a falta de nobleza, min.uciosidad en los sentimientos a falta de sentimientos. Por eso forja también una clase muy diferente de fisonomías privilegiadas. No permite que la boca insista en cerrarse o que el labio superior se agite con
alegría; exige que la boca esté abierta, pues, ¿cón1o podría uno imaginarse un verdadero y auténtico patriota que no hablase, o el dogmático rostro de un profundo pensador que no tuviese una boca capaz de tragarse el mundo e11tero, o un virtuoso de la viviente cornucopia de la palabra que no inflase su boca? No permite que uno se quede quieto y ensimismado, la lentitud es ya sospechosa; ¿cómo podría uno contentarse con tales cosas en el agitado momento en qt1e vivimos, en una época preñada de destino que espera, y en esto todos concuerdan, dar a luz algo extraordinario? Aborrece el aislamiento; ¿cómo podría tolerar entonces que un hombre tuviese la 1 desesperada idea de andar solo por la vida, en una época en la que todos, mano a man() y hombro a hombro (como obreros y soldados que van de viaje), viven para la idea de la comunidad? 413 ~:· ..
Si bien la ironía está lejos de ser reconocida en nuestra época, de ello no se sigue en modo alguno que la ironía haya desaparecido del todo. Del mismo n1odo, pese a que nuestra ép<)Ca no es tampoco una época dubitativa, quedan todavía mucl1as expresiones de duda en las ct1a.les puede uno, como si dijéramos, estudiar la duda, por más que haya una diferencia cualitativa entre una duda especulativa y una duda vulgar respecto de esto o de aquello. En el discurso oratorio se da muy a menudo Llna figura que lleva el nombre de ironía y cuya característica es decir lo contrario de lo que se piensa. Ahí tenemos ya una determinación· común a toda ironía, a saber, que el fenómeno no es la esencia, sino lo contrario de la esencia. Cuando hablo, el pensar, lo pensado es la esencia, y la palabra es el fenó1neno. Estos dos momentos so11 absolutame11te necesarios, y
en este sentido Platón observaba que todo pe11sar es un hablar. Ahora bien, la ·verdad exige la identidad; pues si tt1viésemos pe11sa-
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De allí que la seria tendencia de la época no deba en rnodo alguno ser desconocida o n1enospreciada, aunque sería de desear, por cierto, que fuese n1ás seria en su seriedad.
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SCBRE EL CONCEPTO DE IRONÍ~.
miento sü1 tener palabra, no tendríamos tatnpoco pensamiento, y si tttviéramos palabra sÍI1 tener pensamiento, no tendríamos tatnpoco la palabra, así cotno tan1_poco puede decirse que los niños o los locos hable11. Si tOil10, por otro lado, al sujeto hablante, tengo también una determinación común a toda iro11Ía, a saber, que el sujeto es negativa1netzte libre. Cua11do, al hablar, cobro conciencia de que aquello que digo es lo que pienso, y que lo dicho es la expresión adecuada para lo qLle pienso, y presupongo que aquel a quien ha-
blo recilJe cabalmente en lo dicho aquello que pienso, en ese caso estoy atado a lo dicho, es decir, soy positivamente libre. A esto se aplica el antiguo verso: se1-nel e111iss~t111 volat irrevocabile verhum [ta11 pronto co1no se la emite, la palabra vuela, irrevocable ]414 • Estoy atado incluso con respecto a mí mismo, y 110 puedo librar111e de ello e11 el momento que quiera. Si, en cambio, lo dicho no es lo que pienso o es lo contrario de lo que pienso, en ese caso soy libre respecto de 'los demás y de mí mistno. La figura de discurso irónica, sin en1bargo, se suprinte a sí misma en CLlanto
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el
hablante presupone· que l.os 6ye11tes lo er1tienden, de modo qlle, pasando por la 1 negac;ió11 del fenón1eno ii1mediato, la esencia sigue siendo idéntica al fenóineno. Si a menudo sucede que esa clase de discurso irónico es malinterpretado, esto no es por culpa del hablante, salvo por el hech() de haberse metido con un personaje tan i11trigante como la ironía·, que gusta de hacer bromas tanto a sus amigos como a sus enemigos. También se dice respecto de tal giro irónico en el discurso: no se toma la seriedad en serio. La asusta~
pero el oyente consciente ha sido iniciado en el n1isterio que e11cierra. Y precisamente por eso la ironía frase es tan seria qt1e
vuelve a ser suprimida. La forma más común de la iro11Ía consiste en decir seriamente algo que, sin embargo, no es pensado como algo serio. La otra forma, que lo c.Jue es pensado como algo serio sea di eh() en broma, bromeando, se da con 111enos free ue11cia ~:-. Pero, como decíamos, la figura de discurso irónica se suprime a sí mistna, es como un acertijo cuya solución se da en el mismo instante. Con todo, la figura de discurso irónica tiene una propiedad que es también característica de tod·a iron·ía, una cierta superioridad derivada dell1echo de que, si bien quiere que se la ei1tie11da, no quiere que se la entienda literalmente; lo cual hace que esa figura, como si dijéramos, mire con desprecio al disct1rso liso y llano que. todo el
mundo puede entender en el acto; es como si fuese alguie11 distin~- Se da t:on n1ayor frecuencia en los casos en los que se vincula a una cierta
desesperación,
y por eso se la encuentra a 111enudo en los htunorisras, corno cuando E-Ieine, por ejemplo, considera n1uy en tono de bro1na qué es lo peor, si el dolor de rnuelas o la 111ala conciencia, y se decide por el primero 4 t.s.
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ORIENTACIONES
guido que viaja de i11cógnito, y que desde ese elevado puesto mira con desdén al pedestre discurs() corriente. E11 el trato cotidiano, la figura irónica de discurso se da especial111er1te en los círculos 111ás altos como una prerrogativa perteneciente a la rnisma categoría que el bon ton [buen tono], que exige que se so11ría ante la inocencia y que la virtud sea vista corno estrechez pese a qLte, e11 alguna Inedicla, se cree en ella. Así ccJmo en los círculos tnás altos (esto debe entenderse, I1atLlralmente, según una jerarquía de rangos espirituales) tanto con1o los reyes y los prí11cipes hablan francés, se habla aJ1ora de manera irónica para que la gente común no entienda, así también la ironía se e111peña e11 aislarse, 110 desea que se la entien.da de ma11era ordi" n·aria. Aqttí, por tanto, la ironía no se suprime a sí 111Ísma. Esta es solamente una fortna subordinada de la vanidad irónica, que 1 busca testigos a fin cor1vencerse y cerciorarse respect<) de sí 1nisma; y no es si110 una incoherencia, algo que la iror1ía tiene en común con toda posición negativa, que aquellq que según stt cor1cepto es aislamiento quiera constituir una sociedad y que, no pudiendo ascender a la idea de coinunidad, q11iera realizarse en conventículos. Por eso mismo, sin embargo, hay ta11 poco de camaradería en tu1a congregación de ironistas como de verdadera lealtad en una república de ladrones 416 • Pero si, dejando de lado el aspecto según el cual la ironía se abre a la complicidad, la cor1sideramos en su relación con los no-iniciados, en relación con aquellos contra quienes su polémica está dirigida, en relación con la existencia que concibe de manera irónica, en ese caso suele expresarse de dos maneras, a saber: o bien el ironista se identifica con la aberración qtle quiere combatir, o bien se coloca en una relación de oposición con respecto a la misrna, siendo siempre, naturabnente, consciente de que Sll apariencia es lo opuesto a aquello a lo (}Ue él mismo se atiene con firmeza, y goza satisfecho de esa disrelació11. Frente a un saber tontarnente engreído q.ue está al tanto de todo, ·lo irónicamente correcto es sun1ársele, mostrarse fascinado ante tanta sabiduría, alentar!<) con un rotundo aplauso, hacer que se eleve más y más en una locura más y más elevada, si bien el iroI1ista es en el fondo consciente de que todo eso es vacuidad e inconsistencia. Ante una insípida e inepta exaltación, lo irónicamente correcto es desbordarla con júbilo y alabanzas más y n1ás rimbom-
bat1tes, si bie11 el ironista es consciente de
L] ue
esa exaltación es la
cosa más tonta delrnundo. Y cuanto n1ayor es el engaño que el ironista consigue, ct1ar1to más próspera es su falsificación, tanto mayor es su satisfacción. Pero goza de esa satisfacción e11 L1I1a total soledad, y de él depende precisamente que nadie descubra su impostura. Ésta es una forma de iro11Ía que se da sólo en raras ocasio-
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11es, si bien es igual de profunda y más fácil de ejecutar que la ironía que se presenta bajo la forma de ur1a oposición. En menor medida, aunque con frecuencia, la vemos aplicada a alguien que está expuesto al padecimiento de una idea fija, alguien que se cree hermoso o que cree en particular tener unas herrnosas patillas, o que cree ser chistoso, o haber contado una vez un chiste poco conocido, o a alguien cuya vida está como consagrada a un único suceso al que constante1nente retorna, y que está disptlesto a narrarlo en cualquier momento sien1pre que se sepa 1 presionar el resorte correspondiente, etc. En todos esos casos, la satisfacción del ironista está e11 el hecho mismo de a¡Jarentar que ha caído en la misma trampa er1 la que el otro está preso. Una de las grandes satisfaccio-
nes del ironista es la de detectar por doquier esos rasgos de debilidad; y cuanto más listo es aquel que los posee, tanto mayor es su satisfacción cuando logra burlarlo, tenerlo en su poder sin que él .mismo le) advierta, de manera que hasta un individuo listo resulta, por 1nomentos, como un muñeco que el ironista sostiene de un hilo, una marioneta que puede manejar ~omo sea y como le parezca con sólD tirar del hilo; y lo curios9 es que los rasgos de debilidad en el hombre, n1ucho más que~los rasgos buenos, se asemejan a esas figuras acústicas que se hacen visibles siempre que la cuerda es tocada correctamente 417 , como si tt1viesen en sí mismos Llna necesidad 11atural, mientras que, por lo que respecta a los rasgos buenos, uno debe muy a menudo lamentar su incoherencia. Por otro lado, sin en1bargo, es igualmente propio de la ironía
presentarse bajo una relación de oposición. Ser tan ignorante, tan torpe, tan completamente Arv 418 co1no sea posible con respecto a la superficialidad del saber, pero siempre y a la vez ta11 dócil y bonachón como para que los arrendatarios del saber se complazcan en permitirle entrar en su fértil dehesa; ser demasiado estrecho, respecto de u11a sentimental y reblandecida exaltación, co1no para captar lo sublirne que a los otros exalta, pero demostrando a la vez la buena voluntad de querer captar y comprender lo que hasta entonces había sido para u110 un e11igma ... , éstas son. expresiones perfectamente normales de la ironía. Y cua11to 1nayor es la candidez con que se muestra la torpeza del ironista, cuanto más genuinas parezcan sus nobles y sinceras aspiraciones, tanto mayc)r es su satisfacción. Vemos, entonces, que puede ser tan irónico hacerse el sabio pese a saberse ig-
norante como hacerse el ignora11te pese a saberse sabio. La ironía puede también mostrarse de 11n modo más indirecto a través de una relación de oposición, escogiendo a los hombres 111ás simples y estrecl1os, no para burlarse de ellos sino _para l)urlarse de los sabios419 • En todos estos casos, la ironía se muestra más que nada como aquella que concibe el n1undo, que busca mistificar el mundo que le
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rodea, nc) tanto ¡)ara ocultarse ella misma sino para hacer que otros se revelen. Pero la ironía puede 1nostrarse también cuando el ironista busca desfJistar al n·tu11do circundatzte respecto de sí Inistno. En nuestros días, cuando las relaciones civiles y sociales 1 hacen casi in1posible cualquier historia de amor secreta, ct1ando la ciudad o el vecindario ya han dado por lo general varias veces a la jove11 pareja su bendición desde el púlpito antes que el pastor lo haga por vez prin1era 420 ; en nuestros· días, cuando la vida de sociedad se vería privada de una de sus más caras prerrogativas si no contara con la plena potestad de anudar los lazos del arnor, teniendo ade1nás ella n1isma (y no el pastor) la facultad de decir algo en sentido contrario, de n1anera que sólo la opinión pública da validez al .pacto de amor, y un vínculo contraído sin que la ciudad se entere es visto casi come) algo ilegítimo o, al menos, corno ur1a dañina introtnisión en los derechos de aquélla, en el1nismo se11tido en que un encargado de pompas fúnebres vería el suicidio co1no un modo ilícito de evadirse del universo; e11 nuestros días, decían1os, puede suceder que a veces alguien necesite jugar e11 falso a fin de evitar qt1e la ciudad se atribuya la honorable función de pedir la n1ano en SLl nombre, de modo que él no necesite I11
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grar que algún quej ur11broso gallo, 1 en su infinito deseo de poner un huevo, acepte (]Ue se le itnpute la paterniciad, evadiendo así por u11a parte y cor1firmanc.lo por otra el error de la gente, en ese caso el ironista ha ga11ado la partida. Si uno desea a veces, lo que es por cierto ur1a fácil tentación en 11uestros días, quitarse el hábito que segÚI1 su jerarquía cada u110 ha de adoptar y vestir con sttmisión y humildad de actlerdo a su p-uesto en la sociedad) si de vez en cuando desea uno ton1ar conciencia de ser algo tnás que u11 convicto y de po<.ier n1ostrarse vistiendo ropa que no sea el uniforme, ta111bién en este caso resulta necesaria una cierta n1istificación. Cuanto n1ás finita es la consideración qtle le lleva a uno a tal Inistificación, como ctlando tln cornerciante se pasea htcog·nito para prever cuán afortunado será el resultado de los negocios, o u11 rey para sorprender a los tesoreros, o u11 funcionario de policía que, para variar, viene con1o ur1 ladrón en la 11oche, o un e1npleado público de rango inferior por temor a sus Sllperiores, etc., tanto más se acerca uno a una simtllación. lisa y llana. Cuanto 1nayor es la necesidad, en can1bio, de ser de ve.~ er1 cuando un se.c_puman9 y no seguir siendo eternamente Uf.l funcionario, ct1anto rnayor ·sea la infinitttd p()ética, cua11to más arte pO!fga en juego la ·-p1istificación, tanto más se tnan¡fiesta la ironía. Y si el ironista logra ·aden1ás confundir a la gente, h~ciéndose tal vez arrestar como un personaje sospecl1oso o involucrándose en algún interesante asunto do1néstico, en ese caso habrá obtenido lo que deseaba. · Pero lo que hace qtle la iror1ía se po11ga de rnanifiesto en todos estos casos a11álogos es la libertad s~tbjetiva que a cada instante tieI1e er1 su poder la /Josibilidad de ttn comienzo, y qtle no se ve obstaculizada por 11inguna circunstancia previa. En todo comienzo hay algo de seductor, puesto que el sujeto es libre todavía, y ese goce es lo que el ironista busca. Para él la realidad pierde su valor en tales i11stantes, es libre co11 respecto a ella. Esto es algo de lo que la Iglesia católica roma11a fue cor1sciente en algunos casos particulares; por eso solía, en la Edad Media, destinar ur1 tiempo para elevarse por encir11a de la realidad absoluta y concebirse de manera irónica, por ejemplo durante la Fiesta del Asno, la Fiesta de los Locos, las Risas Pascuales 423 , etc. Una apreciación semejante rnotivalJa que a los soldados ro1nanos se les permitiera cantar canciones l1urlescas relativas al vence(ior. En esos casos se era consciente a la vez del esplendor de la vida y de la realidad del honor, pero en el mismo instante se estaba "irÓnicamente más allá de todo eso. También había mucho de iro11ía, sir1 que sea n.ecesario apelar a las burlas de Luciano 424 , en la vida de los dioses griegos, cuya celestial! realidad no escapaba tampoco a la brisa mordaz de la ironía. Así co.mo mucho de lo que existe carece de realidad efectiva, y así como hay algo en la
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personalidad que, al n1en<)S n1omentánea111ente, es irlCOI111lensurable con respecto a la realidad efectiva, así tarnbién hay una verdad en la ironía. A esto se agrega que, puesto que hasta ag_uí her110S concebido la ironía viendo en ella más bien ur1a expresión rnonleJ.1tánea, en todos estos casos 110 hen1os podido hablar toda vía de la ironía pura, o de la ironía con1o posición. Pero a rnedida qtle se ex-
tienda la consideración acerca de la relació11 entre la realidad efectiva y el sujeto, consideracié)n que aquí l1ace111os sólo de pasada, tanto más n<)S acercaren1os al punto en el que la ironfa se n1t1estra en su usurpada totalicfad. La concepciórz que un diplon·zático tie11e respecto del n1undo es irónica en 1nuchos aspectos; la conocicla frase de Talleyrand, que al hombre se le cor1cedió ell1abla no para revelar sino para OCL1ltar sus per1samie11tos 425 , contiene una profu11da ironía para co11 el m11ndo, y desde el ángulo de la prudencia política corresponde co11 exactitud a aqt1ella otra proposición auténticamente diplornática, 1nundtts vult decipi, decipiatur erg·o [el mut1c-lo quiere ser engañado, pues que lo engañer1] 426 . Claro que de esto no se ü1fiere en n1odo alguno que el n1L1ndo de la diplon1acia vea la existencia de ma11cra irónica; hay, por el contrarie), muchas cosas que sostendría con seriedad. L.a diferencia entre todas las n1ani(estaciones de ironía aquí indicadas es, por tanto, sólo cuantitativa, un tnás o Lln n1enos; la ironía sensu en1inentiori [e11 el sentido más erninente ], en can1bio, se ciiferencia cualitativamente de la ironía aquí descrita, del n1ismo 111odo que la duda especulativa se disti11gue cualitativamente de la duda vulgar o empírica. La iror1ía sensu ernitze¡ztiori no se dirige a esta o aquella cosa existente en particular, sino qtle se dirige a toda la realidad dada en Lln cierto tietnpo y bajo ciertas circunstat1cias. Por eso tie11e en sí misn1a un carácter a ¡Jriori, y no es que la sucesiva aniqtülación de cada segmento de la realidad le permita obtener su perspectiva de COI1jUI1to, sino que a partir de ésta destrLtye lo particular. No es este o aquel fen()Ineno, sino el conjunto de la existencia le) que considera s-ub specie ironice [bajo la categoría de la ironía]. En este ser1tido se ve cuán correcta es la caracterización hegeliana de la ironía en tanto que negatividad absol~tta e infitzita 427 • Antes de pasar a un desarrollo más específico de la misma, sin embargo, lo n1ás correcto será que r1os orienter110s en el entor110 conceptual en el que la iror1ía 1 tier1e su morada. Llegado este pu11to, deben1os diferenciar lo que podría llarnarse una irorzía ejecutiva~- respecto de una ironía conte1·nplativa.
::- A la ironía cjec.:utiva o, conH) tatnbién podría lla1nársela, ironía dran1<.ltica, pert~nece asin1ÍSino la ironía de la naturaleza_, precisarnente en cuanto que la ironía no es consciente en la na-
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Con.sideretnos primero lo que nos ave11turamos a llamar ironía ejecutiva. En la 1nedida e11 que la ironía mantiene la relación ele oposición e11 todc)S sus diferentes n1atices, podría parecer que la iror1ía es lo mismo 1 que la simttlació1z ':-. Por lo general, y por uria cuestión de· brevedad, suele traducirse ironía por sÜ11ulación. Pero la sin1ulaciór1 designa más bien el acto objetivo e11 el que se consuma la disrelación entre la esencia y el fenón1eno; la ironía designa además el goce subjetivo, puesto que a través de la ironía el sujeto se libera de las ataduras en las.ique lo retie11e la co11tinuidad de las circunstancias de la vida; por eso puede decirse tatnbién que e,I ir o-
ruraleza, sino sólo para aquel que tiene ojos para elln,
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aquel que considera que la naturale-
za, como si se tratase de una persona, le gasta bromas o le confía sus preocupaciones y sus penas. Esa disrelación no se da en la naturaleza, la cual es naturalrnente den1asiado ingenua con1o para eso; quien esté lo suficientemente desarrollado en la ironía, sin embargo, puede encontrarla en la naturaleza. Schubert (en su Syntbolik des Traun1es, Bam berg, 1821 )428 pone a nuestra entera disposición una multitud de tales rasgos irónico-naturales. Observa que la naturaleza, con profundo escarn~o, Kiage ntit Lust~ Frohlichkeit 1.nit·· Trauer wunderlich paart, g/eich jener Naturstinune, der Luftntusik au( Ceyfon, u;e/che in1 Tone eú!er .tiefh.!agenden, herzzerschneidenden Stinune, (urchtbqr /ustige Menuetten singt [<
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ORIENTACIONES
nista se desata. A esto se agrega que la simulación, en caso q·ue se la quiera referir al sujeto, tiene una intención, pero esta intención es exterior, extraña a la simulación misma; la ironía, e11 cambio, no tiene ninguna intención, su intención es inmanente a ella misma, es una Ü1tención ffietafísica. La intención no es otra cosa que la ironía rnisma. Cuando el ironista, entonces, se muestra diferente de lo que realmente es, tal vez pueda parecer que su intención es hacer que los demás le crean; pero Sll intención propiamente dicha es sentirse libre, y esto lo logra precisan1ente a través de la ironía, y entonces la ironía no tier1e ninguna otra intenciór1, sino que es autointencional. Se ve con facilidad, por tanto, que la ironía se distingue del jesuitismo431, en el que el sujeto, si bien es libre de escoger los medios para llevar a cabo su intención, no es en modo alguno libre en el
sentido en que lo es la ir011Ía, en la que el sujeto no tiene intención alguna. En la medida en que es esencial a la ironía tener un exterior ClLle es lo opuesto a lo interior, podría parecer que es lo tnismo que la hipocresía. En danés se ha traducido también a menudo irot1Ía por Sl
hacerse el n1alo, pese a ser bueno. Basta con que recordemos que las determinaciones morales son en realidad den1asiado concretas para la ironía. Pero la ironía tiene tan1bién un aspecto teorético o contemplativo. Ton1ada en tanto que n1omento subordinado, la ironía es la mirada seglira fre11te a lo torcid(), lo eqt1ivoca do, lo vano de la existencia. En tanto es capaz de percibir esto, podría parecer que la ironía es lo misn1o que la burla, la sátira, el ridículo, etc. Es natural que se parezca a estas cosas, puesto que también ella presta atención a lo vano; pero se retracta er1 el n1omento en que va a hacer su observación, puesto que no aniqt1ila lo vano, puesto que no es lo que la justicia correctiva sería con respecto al vicio, 11i tiene el carácter reconciliador de lo cómico, sino que confirma n1ás bien lo vano en su va11idad, hace que lo erró11eo resulte aún n1ás erróneo. Esto es lo que podría llamarse el intento de la ironía por mediar Jos momentos discretos, no en una unidad superior, sino en una locura superior. Si consideramos la ironía en tanto y er1 cuanto se vuelve contra toda existencia, tambié11 en esto mantiene la oposición entre la
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esencia y el fenómeno, entre lo interior y lo exterior. Podría parecer que, en tanto l]Ue 11egatividad absc)luta, la ironía es lo mismo que la d~tda. Pero
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clebe recordarse, por una parte, que la duda es una de-
tern1inación conceptual, y la iron.ía un ser-para-sí de la s~tbjetivi dad, y qtte, por otra parte, la ironía es esencialn1ente práctica, y que sólo es teorética para volver a ser práctica; en otras palabras, que la ironía 110 se ocupa del asunto tratado sir1o de sí misn1a. Por eso, cuar1do la ironía viene a ventilar que detrás del fe11Órneno debe esconderse algo distÜ1to de lo que hay en el fenómeno, lo que no deja de tener importat1cia para la ird;nía es que el sujeto se sienta libre, de modo que el fenómeno no cobre nunca realidad para él. El movimiento, por tanto, es también completamente opuesto. En la duda, el sujeto está siempre queriendo acceder al objeto, y su desgracia es que el objeto está siempre escapc1ndosele. En la ironía, 1el sujeto está siernpre queriendo apartarse del objeto, y lo logra en tanto que_ ton1a a cada insta11te cor1ciencia de que el objeto no tiene realidad alguna. En la duda, el sujeto es testigo de una guerra de conquista en la ·que todos los fenómenos son aniquilaclos, puesto que se supan·e que la esencia está siémpre detrás de los mismos. En la ironía, el sujeto está sien1pre retr9cediendo, impugna la realidad de cada fenÓ111e110 a fin de salvarse éF IJ.1Ísmo, es decir, a fin de preservarse él mismo e11 la negativa indepe11dencia respecto de todo. Dado que la ironía, finaln1e11te, proclamaría elrnismo principio que el temperamento piadoso al tomar conciencia de q.ue la existencia no tiene realidad algu11a, podría parecer que la iro11Ía fuese una suerte de recogimiento. Tan1bié11 en el recogüniento pierde su vali-
dez, si cabe decirlo así, la rea]idad inferior, es decir, las relaciones cc)n el rnundo; pero esto st1cede sólo en la medida en que las relaciones co11 Dios i111ponen en el mistno
instante su absoluta realidad.
Tambié11 el alma que se recoge proclan1a que todo es vanidad 433 ; pero esto es sólo en la medida e11 que, a través de esa negación, se ponen a un lado todos los obstáculos y lo eternamente subsiste11te se l1ace patente. El alma que se recoge, adetnás, no hace excepció11 alguna con su propia persona cuando considera que todo es vanidad, no hace ninguna salvedad consigo misma, sino que ta1nbién ella debe hacerse a un lado para qtle la divinidad no choque C<)n su opuesto y ptleda e1nanar hacia alma cJue, al recogerse, se abre. Incluso los más penetrantes escritos de edificación muestran que el ahna piadosa, justamente, estima que su propia personalidad finita es lo 111ás n1iserable de todo. En la ironía, en catnbio, puesto que todo se hnce va110, la subjetividad se libera. Cuanto n1ás va110 se VLlelve todo, tanto 111ás leve, tanto más despojada, tanto rnás fugaz se vuelve la subjetividad. Y rnientras que todo se vuelve vanidad, el sujeto irónico no se vuelve va.no él n1is1no, sino que reditne su pro-
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LA IRONÍA DE SÓCRATES
pia vanidad. En la ironía, todo se vuelve nacla; pero esta nada puede ser ton1at1a de varias n1aneras. La 11ada especulativa es ac1l1ello que a cada ir1stante desaparece ante la cor1creción, puesto que ella mis111a es la puja de lo concreto, su nisus fot·n,zativus [in1pulso for1nativo ]; la nada mística es una nada para la representació11, una nada que es, sin e1nbargo, tan rica en cor1ter1ido como altisonante es el silenci<) de la 11ocl1e para aquel que tenga oídos para oír; la nada irónica es, finaln1ente, la quietucl de muerte bajo la cual la ironía retorna con1o un travieso espectro (ton1ada esta expresión en toda su arnbigüedad) 4 34 •
LA VALIDEZ HISTÓRICO-UNIVERSAL DE LA IRONÍA. LA IRONÍA DE SÓCR.L;\TES
Si retomamos aquí la caracterizació11 general de la ironía hecha anteriorinente, la ironía como rzegatividad infirzita y absol~tta, queda señalado de manera suficiente que ta ironía no se vuelve ya contra este o aquel fenómeno, contra algo existente en particular, sino que toda la existencia se ha vuelto extraña para el sujeto irónico, y éste a su vez extraño a la existencia, y que, habiendo la realidad perdido para él su validez;se l1a vuelto ~l mismo en cierta medida irreal. El tértnino «realidad» debe ser tomado acJuÍ, sin etnbargo, ante todo en el sentido de la realidad histórica, es decir, la realidad dada en un cierto tie1npo y bajo ciertas circunstancias. Este término, en efecto, puede ser tomado, por una parte, en sentidc> metafísico, c<)mo cua11do se considera el prol1le1na rnetafísico concerniente a la relació11 entre la idea y la realidacl, en cuyo caso 110 se trata de esta o de aquella realidacl sino de la concreción de la idea, es decir, de la realidad <.le la 1nisrna; por otra parte, el termino «realidad» puede utilizarse en relación con la idea histórica1ne11te realizada. En esta últi1na acepción, la realidad es diferente e11 las diversas épocas. Con esto no quiere decirse en m<)do algut10 que la realidad histórica no tenga en sí n1isma una eterna C011sistencia en su suma total de la existencia, si110 que la realidad dada es diferente para las generaciones separadas por tietnpo y espacio. Si bie11 el espíritu universal está cot1stanten1ente en sí mismo en cacla etapa, éste no es sin embargo el caso de una generación en una época determinada y de los i11dividuos que, en la n1isrna, se dan tambié11 en tina época detern1inada.
A éstos se les brit1da ur1a realidad dada que
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están en condiciones
de rechazar, pues la evolución universal conduce a quien está dispuesto a acompañarla y arrastra consigo a quien no lo está 435 • Pero en la n1edida en que la idea es en sí Inisina concreta, le es necesario estar siempre llegando a ser lo que es, es c.iecir, l1acerse concreta.
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
Pero esto puede hacerlo solamente a través de la generació11 y de los in di vid u os. Vemos así la contradicción en medio de la cual se abre paso .la evolttción universal. La realidad dada en un cierto tiempo es válida 298
para la generación y para los ü1dividuos de esa generación, y sin embargo, ya que no puede decirse 1 que la evolució11 ha terminado, esa realidad debe ser desplazada por otra realiclad, y esto debe suceder por medio de los individuos y de la generación. Así, para la generación contemporánea a la reforma, el catolicismo era la realidad dada, pero ésta era ta1nbié;n la realidad que ya no tenía validez con1o tal. Allí, por tanto, una realidad colisiona con otra realidad. En esto reside la profunda tragicidad de la historia universal. Un indiv.iduo puede estar al mistno. tien1po justificado e inhabilitado en
sentido histórico-universal. En la medida en que es últirno, debe llegar a ser ur1a víctima; en la medida en que es primero, debe prevalecer, es decir, prevalecer en tanto que llega a ser una víctin1a. En ello · vemos la coherencia q.ue la evolución universal posee en sí mis1na, pues sigue prestando atención a la realidad pasada i"ncluso cuando l1a de surgir la·.realidad más verda·dera; no es una revolución, sino una evolución; la .realidad pasada. resulta estar todavía jLlStificada en la medida en que recla1na una v'íc~ima, y la realidad 11t1eva en la medida en que ofre<:e una víctüna. Pero debe haber una vícti111a, puesto que debe surgir realmente un mon1ento nuevo, y puesto qt1e la nueva realidad no es una mera conclusión de lo anterior, sino que contiene un excedente en sí misma, ni es u11 mero correctivo de lo anterior, si110 que es a su vez un 11uevo cornienzo. E11
estos puntos de inflexión histórica hay siempre dos movi-
mientos a tener en cuenta. Por u11 lado, debe surgir lo nuevo; por el otro, lo antiguo debe ser desplazado. Puestc) que debe surgir lo nttevo, nos encontramos aquí con el individ~to profético que divisa lo nuevo a lo lejos, en oscuros e indefinidos contc)rnos. El individuo profético no posee lo futuro, sino que sólo lo presiente. No puede hacerlo valer, pero a la vez está perdido para la realidad a la que pertenece. Su relación con ésta es, sin embargo, una relación pacífica, pues la realidad dada no sufre· oposición alguna. Luego vie11e el héroe trágico propia1nente dicl1o. Este ILicha por lo nuevo, se esfuerza por aniquilar aquello que considera caduco, si bier1 su tarea no es tanto la de aniquilar, si110 la de hacer valer lo nuevo, y de ese modo aniquilar indirectame11te lo pasadc). Pero, por otro lado, es
preciso que lo antiguo sea desplazado, es preciso que lo antiguo se muestre e11 toda su imperfección. Aquí es donde nos encontramos con el s~tjeto irónico. Para el sujeto irónico, la realidad dada ha perdido co111pletan1ente su validez, ha llegado a ser para él una forn1a ünperfecta qt1e, sobre todo, estorba. Pero, por otro lado, no posee
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LA IRONÍA DE SÓCRATES
lo nuevo. Lo único que sabe es que le) presente no responde a la idea. Y él es quien debe abrir juicio. El ironista, 1 por cierto, es profético en algúr1 sentido, pues está sietnpre apuntando a algo futuro, pero no sabe qué es. Es profético, pero su postura y su situación son opuestas a las del profeta. El profeta va a la par de sus cot1temporáneos, y desde esa posición divisa lo que vendrá. El profeta,
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como decían1os más arriba, está perdido para sus contetnporáneos, pero esto es propiamente sólo porque está absorto en sus visiones. El ironista, en cambio, se ha salido de las filas de la contemporaneidad y les ha hecho frente. Lo que ve11cirá está oculto para él, está a sus espaldas, pero la realidad cie la que se ha hecho enemigo es aquello qt1e ha de aniquilar, y a ella se dirige su fulmi11ante mirada; a su relación con la conte1nporaneidad pueden aplicarse las palabras de la Escritura: Mira, los pies de quienes vienen a buscarte están a la puerta 436 . El ironista es también una víctima que la evolución universal reclama, no porque el ironista necesite siempre ser tomado como víctima en sentido estricto, sino porque lo consume el celo 437 de servir al espíritu universal. He ahí,. pues, la iro11ía en tanto que negatividad irtfinita y abso-
luta. Es negatividad, puesto que sólo niega; es infinitaJ puesto que niega este o aquel fenórneno; es absoluta, pues aquello en virtud lo que niega es algo superior que, sit1 en1bargo, no es. La ··ironía establece nada, pues aquello que debe ser establecido está detrás ella. Es una locura divina que brama co1no un Tan1erlán y que no deja qLle quede piedra sobre piedra 438 • He ahí, pues, la ironía. En cierta medida, todo punto de inflexión en la historia universal debe tener esta formación, y no carecería de interés hacer un seguimiento de dicha formación a lo largo de la historia universal. Aun sü1 entrar en este tema, mencionaré como simples ejemplos, ton1ados de la época más próxima a la l{eforma, a Cardanus, Campanella y Bruno. También Erasmo de Rotterdan1 fue, hasta cierto punto, ironía. Creo que hasta ahora no se ha reconocido suficientemente
no de no de
la importancia de esta formación; y esto es tanto más extraño dada la decidida predilección con la que Hegel ha tratado lo r1egativo. Pero a lo negativo del sistema corresponde, en la realidad histórica, la ironía. Lo negativo se cla en la realidad histórica, cosa que nunca se da en el sistema. La ironía es una determi1tación de la subjetividad. En la ironía, el sujeto es negativamente libre, pues falta la realidad que le proveería un contenido; el sujeto es libre de las ataduras con las que la realidad dada retiene al sujeto, 1 pero es negativan1ente libre, y como tal, puesto que no hay nada que lo rete11ga, queda suspendido. Pero es esa libertad, es ese estar suspendido el que da al ironista un cierto entusiasme), pues es como si se embriagase en la infi11itud
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de las posibilidades, pues e11 caso de necesitar consuelo frente a tanta ruir1a puede refugiarse en la enor1ne reserva de la posibilidad. Pero no se entrega a ese entusiasmo, sino que éste sólo it1spira y al.imenta en él el entusias1no de la aniquilación. Dado que el ironista no tie11e en su poder lo nttevo, cabe preguntar, no obstante; con qué aniquila lo antiguo; a esto debe respor1derse: aniquila la realidad dada ntediante la realidad dada n·1is1'11a; pero debe recordarse también que el nuevo principio está presente en él KO:tCc 8úva~tv, como posibilidad:~. Claro qu~.~ al aniquilar la realidad tnediante la realidad n1isma, se pone al servicio de la ironía del mundo. 1-Iegel observa en su Geschichte der Philosc)pl1ie, vol. 11 439 , p. 62: Alle Dialectik la(St das gelterz, was g·elten sol!, als ob es gelte, léif5t die innere Zerstorttng selbst sich daran entwicl<.eln - allgen1eine Ironie der \'Velt [«Toda dialéctica deja que lo que se supone válido valga como si fuese válido, deja qtte se desarrolle su inter11a te11dencia autodestructiva - iro11Ía ge11eral del mundo»], y esta concepción de la ironía del mundo es mt1y acertada. Precisa1nente porque toda realidad histórica particular es siempre sólo un rnomento en el devenir-realidad de la idea, ella misma lleva consigo el germen de su
caída. Esto se rnuestra rnuy clararríente, en concreto, en el j-udaísmo, cuya sigt1ificación en tanto que· momento de transició11 es particularmel1te notable·~ Pues era ya una profunda ironía respecto del mundo qt1e la ley, después de haber proclan1ado los mandamientos, añadiera la protnesa: serás bienaventurado si haces esto; pues era obvio que los hombres no podían cumplir con las leyes, y una bienaventuranza que dependiese de esa arbitrariedad, por tanto, resultaba más que hipotética. Que el judaís1nc) se aniquiló a sí mismo y por sí mismo, sin embargo, es algo que se muestra precisamente en su relación. co11 el cristianisn1o. Si se admite que el advenimiento de Cristo, sin e11trar en u11a indagación más precisa acerca de su significación, fue un punte) de inflexión en la historia universal, tampoco allí podrá echarse de menos la formación iró11ica. É.sta se da con 301
Juan el Bautista. 1No era él quien se suponía que vendría 440 , ni sabía qué era lo que vendría, y aun así aniquiló el judaísmo. No lo aniquiló, por tanto, 1nediante lo nuevo, sino que lo aniquiló n1ediante el judaísmo. Exigió del judaísmo aquello que el judaís1no quería dar: justicia; pero el judaísmo no fue capaz de darla, y por eso cayó. Dejó, por tanto, que el judaísmo subsistiera y desarrollara al misn1o tiempo en sí el germen de su caída. Pero la personalidad de Juan el Bautista aparece sólo en sombras; en él ven1os algo así Lo negativo posee un atributo semejante al del agua en relación con lo que se refleja en ella, pues n1ucstra tan alto por encirna de sí lo que engendra como por debajo de sí lo que rechaza; pero esto es algo que lo negativo ignora tanto con1o el agua. :>
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con1o la iror1ía del n1undo en su forrna objetiva, siendo él un mero instrun1ento en 111anos de aquélla. En can1bio, para que la forrnación irónica se desarrolle plenarnente, se 11ecesita que el sujeto tome ran1bién con.ciertcia de su ironía, qt1e se sie11ta negativamente libre al condenar la realidad dada y que goce de esa libertad negativa. Para que esto pueda suceder, ]a subjetividacl debe haberse desarro-
llado; o, más bien, en tanto que la st1bjetividad se pone de manifiesto, la ironía aparece. La subjetividad se siente enfrentada a la realidad dada, siente su fuerza, su valid.ez y su significación. Al sentirse así, es como si se redimiera de la relatividad en la que la realidad dada quiere retenerla. En la medida en que esta ironía se encuentra justificada en sentido histórico-universal, la liberación de la subjetividad es ernprendida al servicio de la idea, por n1ás que el sujeto irónico no tenga clara conciencia de ello. Eso es lo que hay de genial en la ironía justificada. En el caso de la ironía injustificada, aquel que quiere salvar su ahna, debe perderla 441 • Claro que sólo la historia puede juzgar si la ironía está justificada o no. Pero ir1cluso cuando el sujeto v.e la realidad de manera irónica, eso no i1nplica en modo alguno que se comporte de manera irónica
al hacer valer su concepción de la realidad. Así, en la época actual se ha hablado bastante de la ironía y de ]a C()ncepción irónica de la realidad, pero pocas veces esta C011cepción se ha configurado de manera irónica. En la medida en que esto ocurre, sin embargo, tanto más segura e inevitable es también la caída de la realidad, tantc) mayor es el énfasis que posee el sujeto irónico frente a la realidad que q_uiere aniquilar, y tanto n1ás libre es él mismo. Etnprende en-
tonces, con toda calma, la misma operación de la ironía del mundo. Deja que lo estab1ecidc) subsista sin que tenga, empero, validez alguna para él; pero hace como si tuviera validez para él, y valiéndose de esa ~máscara lo cotld uce a su segura caída. En la medida en que 1 el sujeto irónico se encue11tra justificado en se11tido históricouniversal, tiene lugar aqtlÍ ttna unidad de lo genial y de la sobriedad "' . artistica. En tanto que determinación de la subjetividad, desde luego, la ironía debe también mostrarse cuando la subjetividad se n1anifiesta por vez primera en la historia universal. En efecto, la ironía es la pri1nera )' la más abstracta determinació11 de la subjetividad. Esto es tanto con1o señalar el pu11to de inflexión histórica en el que la subjetividad apareció por prünera vez, le) cual nos lle·v. a a Sócrates. E11 la parte precedente de esta investigación se ha aclarado ya de 1nanera suficiente en qué consistía la ironía de Sócrates. Toda la realidad dada había perdido validez para él, se había vuelto extraño a toda la realidad de lo sustatzcia/442 • Éste es uno de los aspectos de la ironía; pero el otro as1)ecto es que al aniquilar el l1elenismo
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utilizó la ironía; su actitud hacia el helenismo fue siempre irónica;
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siendo tin ignorar1te y sin saber nada, buscó sien1pre la dilucidación en los otros, e hizo que lo establecidc) se derrumbara precisame11te al dejarlo subsistir. Mantuvo esa táctica l1asta el extren1o, como se vio partictdarrnente e11 el rnon1e11to de su acusación. Pero el celo puesto en ese servicio lo devoró, y fue (inaln1ente atrapado por la ironía, sir1tió vértigo, todo perdió realidad. Confío en que esta perspectiva acerca de Sócrates y de la significación de su posic.ión en la historia universal tendrá la ac~ptación de algunos de los lectores, ,, pues en mi opinión se cierra sobre sí misn1a con toda nattlralidad. Pero puesto que Hegel se niega a concebir la posición de Sócrates con1o iro11Ía 443 , es preciso qtle totnemos en consideración las objeciones qu.e se encuentran aquí y allá en sus escritos. Antes de eso intentaré dilucidar, en la medida en que esté a mi alcance, una debilidad de la que parece padecer toda la percepción hegeliana del concepto de jronía. Hegell1abla siernpre de la ironía e11 tc)no peyorativo; la ironía es, a sus ojos, una abominación. La aparición d~ Hegel coincide cqn el período 1nás brilla11te de Schlegel. Pero así con1o la .ironía de los Schlegel.había abierto juicio contra un afectado sentirnentalismo en !!1áteria estética, así tarnbié11 sería Hegel el encargado de rectificar ,la desviación subyacente a la ironía. Uno de los mayores méritos de Hegel es el de haber detenido, o al menos el de haber querido detener a los hijos pródigos de la especulación en el camino de la perdició11. Pero para esto no siempre utilizó los n1edios más moderados, y su voz 1 al llamarlos no siempre fue una delicad.a voz paternal, sino que mostró a n1enudo cierta rudeza y cierto tono de maestro de esc11ela. Los partidarios de la ironía eran los que le causaban mayor molestia, así que renunció prontamente a la esperanza de salvarlos y pasó a tratarlos con1o incorregibles y e1npedernidos pecadores. Cada vez qtle debe mencionar a estos ironistas, Hegel habla siempre de la manera más peyorativa, y hasta mira con enorme desdén y superioriclad a estos a quienes n1uchas veces llama «gente superior» 444 • Pero el hecho de que Hegel fijase su mirada de ese modo en la forma de ironía que le fue 111ás próxima, perjudicó, 11aturaln1er1te, su percepción del concepto. A veces no se obtiene ninguna explicación; por el contrario, lo que Schlegel obtiene es una repriinenda. Con esto no se trata en absoluto de decir que Hegel no tenga razón frente a los Schlegel, o qtle la ironía a la Schlegel-Schlegel no fuera una desviación de las más preocupantes; tampoco se trata de negar el enorme provecho que Hegell1a causado en su serio ataque a todo tipo de sectaris1no, seriedad qtle hace que la lectura de muchos de sus desarrollos pueda ser n1uy edificante y fortalecedora; lo que se trata de decir es que Hegel ha pasado por alto la verdad de la ironía al referirse de ma-
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nera UI1Ílateral a la ironía post-fichteana, y que al identificar ésta con la ironía en ger1eral ha hecho que la ironía salga perjudicada. Tan pronto como Hegel menciona el térn1ino ironía, piensa de inn1ediato en Schlegel y Tieck, y su estilo asume instantáneamente un cierto carácter de exasperación. Lo equivocado y lo ilícito de la ironía de Schlegel será aclarado en su n1omento, así como también el mérito de Hegel a este respecto. Volvamos al1nodo en que Hegel considera la ironía de Sócrates. Hemos hechc) notar anteriormente que 1-Iegel, en su exp()Sición del método de Sócrates, enfatiza particularmente dos for1nas: su ironía y su mayéutica. Tal exposición se e11cuentra en Geschichte der Philosophie, vol. 11445 , pp. 5 9-67. La explicación de la ironía socrática es, por su parte, 1nuy breve, pero Hegel aprovecha la ocasión para declamar contra la ironía en tanto que principio general, y añade (p. 62): Friedrich van Schlegel ist es, der diese Gedanken Ztterst aufgebracht, Ast has es nachgesprochen [«Friedrich von Schlegel fue el primero en lanzar este pensamiento, y Ast lo ha repetido»]; luego vienen las serias palabras qLle Hegel suele pronunciar e11 estos casos. Sócrates se hace el ignorante y, aparentando dejarse instrLIÍr, it1strt1ye a los demás. 1). 60: Dieses ist dann die Seite der 1 berühmten socratischen Ironie. Sie hat bei ihm die subjective Gestalt der Dialectik, sie ist Benehmutzgstueise im Umgang; die
Dialectik ist Gründe der Sache, die Ironie ist besondere Benehmungstueise von Person zu Person [«Tal es el aspecto de la célebre ironía socrática. Ésta tiene, en Sócrates, la configuración subjetiva de la dialéctica, es una ma11era de conducirse en el trato; la dialéctica concierr1e a los fundamentos de la cosa, la iro11ía concierne al modo particular e11 que una persona se conduce con otra>>]. Pero puesto que pace) antes se observa que Sócrates utiliza esta misma ironía wenn er die Manier der Sophisten zu Schanden machen tuill [«cuando quiere p011er al descubierto la n1anera de proceder de los sofistas» ]446 , se e11cuentra de in111ediato ante una difictlltac-I; en el primer caso, de l1echo, lo que quiere es instruir, y en el segundo, sin1plernente, poner al descubierto. Hegell1ace notar ent011ces que esta ironía socrática parece contener cierta falsedad, pero luego muestra que su actitud es la correcta. Fü1alme11te muestra la signifi., cación propia c.-le la ironía socrática, su iinportancia. Esta cor1siste en cor1cretizar y desarrollar las representaciones abstractas. Lt1ego añade (p. 62): \Y!enn ich sage, ich wei~, tuas Verrzunft, was Glaube
ist, so sind die(S nur gatzz abstracte Vorstell~t1tgen; da(!, sie n~-tn concret werden, daztt g·ehort, da/5 sie explicirt werc.ien, da(S vorat-tsgesetzt tuerde, es sey rzicht bekannt, was es eig;entlich sey. Diese Explication solcher Vorstell~tngerz betuirl<.t nun Socrates; ttnd die/5 ist das \Vahrhafte der socratische·n Iro11ie [«Cuando digo <.Jue sé qué es
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la razón o qué es la creet1cia, estas son representaciones totalrnente abstractas; que se vuelvan concretas ir11plica que se hagan explícitas, y esto presupor1e que no se se1;a qué son propiamente. Pues bien, Sócrates da la explicación de tales representaciones, y esto es lo verdadero de la ironía socrática»]. Pero de este n1odo todo se con{tttzde, la exposición de la ironía socrática pierde todo su peso histórico, y el pasaje aquí citado es tan moderno que no constituye er1 absoluto una evocación de Sócrates. El hacerse concreto de lo abstracto, en efecto, nunca fue asunto de Sócrates, y la elección de los ejemplos 111e11cionados es, a decir verdad, bastante desafortunada; creo que Hegel debería haber trazado la analogía correspondiente, a menos que quiera ton1ar a Platón en su conjunto y argüir como pretexto gue éste utiliza constantemente el nombre de Sócrates, co11 lo cual entraría en conflicto cor1sigo 1nisrno y con tc)do el mundo. El asunto de Sócrates no fue l1acer concreto lo abstracto, sino dejar que lo abstracto se hiciese visible en virtud de lo inmediatamente concreto. En oposición a estas observaciones de Hegel, por tanto, bastarí~ recordar, por .un lado,. la doble índc)le de la ironía que l1allarnos e11 P.latón (pues es obvio que la ironía a la que Hegel se refiere es aqu~lla que hemos#:lla1n·ado platónica, y con ésta ide.ptifica la ironía socrática en la p. 6·4), y por otro lado el n1ovimiento de toda la vida de Sócrates, cuya ley no consistía ert alcanzar lo COI1creto a partir de lo abstracto sino en alca11Zar lo abstracto a partir de le) concreto, y en estar siempre alcanzándolo. Si la conclusiÓI1 fil1al del análisis hegeliano de la ironía socrática, por tanto, es que la ironía de Sócrates es idéntica a la de Platón, y que tanto la socrática con1o la platónica resultan ser 1nehr lvlanier der Con.versation, die 1 g;esellige Heiterkeit, als dafS jene rei1-ze Negation, jenes 1tegative Verhalten darunter verstarzden, wéire [«un n1odo de conversar, una forma mundana de urbanidad, tnás bien que el hecl1o de comprender cada negación pura, cada actitud negativa»] (p. 64 ), tal planteamiento habrá encontrado tarnbién su respuesta en lo precedente. - Hegel no 111ejora mucho en su exposición de la 1nayéutica de Sócrates. Allí explica qué significació11 tuvo el hecho de que Sócrates hiciese preguntas, y la explicación es tan bella cotno verdadera, pero pasa por alto la diferencia que hemos hecho notar anteriormente entre el preguntar para obtener una respuesta y el preguntar para poner al descubierto. El eje111plo que escoge al final, tomado del co11cepto de devenir 447 , es tambié11 completan1ente asocrático, a menos que quiera encontrar en Parn1énides un desarrollo socrático. Cuando l1abla de la ironía trágica de Sócrates, final111e11te, hay que recordar que ésta no es la ironía de Sócrates sino la iroI1Ía del mttndo con respecto a Sócrates. No puede aclarar e11 nada, por tanto, la cuestión de la ironía socrática.
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En la recensión de los escritos de Solger (p. 488) 448 , Hegel vuelve a llamar la atención sobre la diferencia entre la iro11ía schlegeliana y la socrática. La diferei1ciaciór1 cuenta con r1uestro plen
Lebendigkeit der Vernttrzft und Wahrheit, ~tnd Zttr Herabsetz~tng derselben zum Schein im Subject ttnd zum Scheine1·1 fiir A11dere [«para negar la vitalidad de la razón y la verdad, y para rebajarlas a · la condición ele una 1nera apariencia en el sujeto y de un mero aparentar ante los demás»]. Luego observa qt1e, a fin de designar esta tergiversació11 de la verdad en mera apariencia, osó tergiversar el non1bre de la inocente ironía socrática. En efect<), si se toma como término de comparación el hecho de que Sócrates iniciaba siempre su indagación asegttrando no saber nada con el fin de avergotlzar a los sofistas, el resultado de esta actitud es siempre algo negativo, lo cual no constituye ningún resttltado científic(). En este sentido, Sócrates hablaba rnuy er1 serio al asegurar qt1e no sabía nada, y por ta11to no era irónico 449 • No voy a 111eterme e11 la dificultad que surge cuando se compara lo que Hegel muestra aquí, que la enseña11za de Sócrates terminaba sin resultado, y la explicación anterior tOI11ada ele 1-Iegel, c1ue con su enseñanza irónica Sócrates concretizaba lo abstracto; analizaré de rnanera un poco n1ás detallada, en ca111bio, 1 306 hasta qt-té punJo Sócrates dio seriedad a SLl ig11orancia. Se ha señalado a11teriorn1ente c1ue Sócrates 110 era ignorante al declararse ignorante, puesto que sabía de su ig11orancia, y t.lue, de todos modos, su saber no era un saber acerca de algo, es decir, que 110 tenía ningún contenido positivo, y <.]ue en este sentido SLI igilOrancia era irónica; y dado que Hegel, e11 1ni opinión, ha Ü1tentado en vano reivindicar e11 él ur1 contenido positivo, creo que el lector debe darme la razón en esto. Si su saber hubiese sido saber acerca de algo, SLl ignorancia no habría sido n1ás que una for111a de cor1versación. Pero he aquí que stt iron,ía está completa e11 sí ntis111a. En este sentido, da seriedad a su ignorancia si bie1-1 a la vez no le da seriedad, y es en ese vértice do11de hay captar a Sócrates. Saber que se es ignorante es el cotnienzo del saber, pero, cuando no se sabe ITiéÍS que esto, se trata sólo de un cornienzo. Ese saber es el que n1antiene a Sócrates iró11ican1ente e11 pie. Hegel tan1 poco parece ser consecuente en el paso siguiente, cuando, haciendo notar qtie Sócrates dio seriedad a su ignorancia, cree 1nostrar que esa igt1orar1cia 110
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era irónica. Cuando la ironía debe postular un principio suprerno, en efecto, procede corno toda posició11 negativa, expresa algo positivo y da seriedad a lo que dice. l)ara la ironía, nada está establecido, hace y deshace cualquier cosa ad libitttm [a voluntad]; pero cuando qt1iere expresar esto, dice algo positivo, con lo cual su soberanía alcanza su término. Por eso, cuando Schlegel o Solger dicen que la realidad es ptlro parecer, pura apariencia, pura vanidad, una nada, es obvio que lo piensan serian1ente, y aur1 así Hegel asume que esto es ironía. L.a difictlltad que aquí se presenta es que, en realidad, la ironía no puede jan1ás plantear un principio en sentido estricto, pues la iro11ía es una determinación del sujeto que es para sí, que e11 su incesante agilidad no deja nada en pie, y que en razón de
esta agilidad "}O puede captar en una perspectiva de conjunto el hecl1o mismo de que la ironía no deja 11ada en pie. La conciencia de que lo finito es nada, obviamente, es en Schlegel y Solgcr un pensamiento tan serio como la ignorancia de Sócrates. En última instancia, el iro11ista debe siempre afirmar algo, si bien lo que afir1na de este modo es .nada. Claro que es .i~nposible tomar la nada con seriedad sin obtener algo (con1o o~urre cüando se la toma especulativa307 mente en serio), o bien sin desespera,r (cuando se la to1na 1 personalmet1te en serio). El . ironista, sin embargo, no l1ace ninguna de las dos ·cosas, y en este sentido puede decirse también que no la .tc)ma en serio. La ironía es el juego infinitamente fugaz cor1 la nada, y esto no la asusta, sino que sigue asomando la cabeza. Cuando no se toma nada especulativa o personalmente en serio, es obvio que se ton1a algo a la ligera, y en este sentido no se lo ton1a en serio. Si, como opit1a Hegel, Schlegel no se to111a en serio que la existencia sea una nada desprovista de realidad, debe l1aber habido algo que tuviera validez para él; en ese caso, sin ernbargo, su ironía es mera forn1a. Puede decirse, por tanto, que la ironía a nada le da seriedad en la medida e11 que no le da seriedad a algo. Concibe sie111pre la nada en oposición a algo y, a fin de liberarse seriamente de algo, se queda con nada. Pero tampoco llega a darle seriedad a nada, a tnenos que no le dé seriedad a algo. Éste es también el caso de la ignorancia de Sócrates, su ignorancia es la nada en virttld de la cual aniquila todo saber. Su concepción de la muerte es la n1ejor n1uestra de ell<). Ignora qtré es la n1t1erte y qtlé l1ay después de la tnuerte, y por tanto ignora si lo qtle hay es algo o bien absolutamente nada; pero no se toma a pecho esa ignorancia, sino que, por el contrario, se siente propia1nente libre en esa ig11orancia; por tanto, no da serieclad a esa ignorancia, y a 1111 así da plena seriedad all1ecl1o de ser ignorante. Por eso creo que se me dará Ja razón e11 esto: 110 hay en estas observacic)nes de Hegel nac.ia que in1pida asumir que la posición de Sócrates fue la ironía.
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Si resu1nimos ahora lo que se ha hecho resaltar er1 la primera parte de este tratado con1o característico de la posición de Sócrates, que tocla la vida sustancial del helenisrno había perdido valit-lez para él, es decir, que la realidad establecida era para él irreal, y no en algún aspect() particular, sii1o en su entera totalidad como tal; que, er1 su relaciór1 co11 esta realidad sin valor, Sócrates simuló dejar en pie
lo establecido, y cJue de ese n1odo lo llevó a la ruina; que frente a todo esto fue haciéndose más y más ligero, Jnás y rnás negativamente libre, vetnos entonces que esta posición de Sócrates, según el desarrollo aquí efectuado, fue, en tanto que negatividad infinita y absoluta, ironía. Pero lo que negó no fue la realidad en general sino la realidad dada e11 un cierto tiempo, la de lo sustancial tal 1como se daba en Grecia, y lo que su ironía exigió fue la realidad de la subjetividad, la de la idealidad. En este se11tido, la historia ha juzgado que Sócrates contaba con tlna justificación l1istórico-universal. Ftle una víctima. Y es cierto que ése es un destino trágico, pero la muerte de Sócrates no fue propiamente trágica; el Estado griego llega, en el fondo, demasiado tarde co11 s·u condena a muerte, y adetnás no es mucl1o el consuelo qtie obtiene con la ejecución de la pena de tnuerte, pues la muerte no tiene realidad alguna para Sócrates. La muerte sí tiene validez para el héroe trágico, para él la n1uerte es verdaderamente el último combate y el último sufrimiento. La conten1poraneidad que él quiere .aniquilar puede, por tanto, satisfacer así su sed de venganza. Pero es obvio que el Estado griego no podía obtener tal satisfacción mediante la n1uerte de Sócrates; dada su ignorancia, en efecto, Sócrates había impedido toda comunicación significativa con la idea de la muerte. Es cierto que el héroe trágico no te111e a la muerte, pero la reconoce co1no dolor, como un paso grave y dificultoso, y por eso tie11e valor que se lo conde11e a muerte; Sócrates, en can1bio, no sabe nada en absoluto, )', en tal sentido, es una ironía para con el Estado el hecho de que éste lo condene a muerte y crea de ese 1nodo haberle infligido un castigo.
LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
Cabe recordar, si bien esto es suficier1te1nente sabido, que fue con l(ant cor110 la especulaciót1 moderna, sintiéndose ya adulta y respOI1sable, se hartó de la tutela bajo la que hasta ent011ces había vivido durante el dog1natismo y, como el hijo pródigo, se dirigió a su padre reclamándole qt1e dividiera la herencia a fi11 de recibir su mitad450. El resultado de esa división es bien conocido, cor110 así tainbién que la especulación no necesitó viajar al extra11jero para dilapidar sus bienes, pues no halló bienestar alguno. A medida que, con ?9,.. -· .)
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el criticisn-zo, el Yo fue SLlmiéndose en la contemplación del Yo, este Yo adelgazó más y n1ás hasta ter111inar convirtiéndose en Lln espectro, inmortal como el esposo de Aurora 451 • Al Yo le sucedió lo que al cuervo que, engañado por los halagos del zorro respecto de su persona, se quedó sin el queso 452 . Mientras que la reflexió11 reflexionaba constante111ente sobre la reflexión, el pensamiento perdía su ruta, y cada paso que daba hacia adelante lo llevaba, naturalmente, 1nás y más lejos de todo contenido. En este caso se hizo evi309 dente lo que 1será evide11te en todas las épocas, que cuando se trata de especular, todc) depende de estar correctan1ente orientado. El pensamiento no advirtió en modo alguno qtle aquello que buscaba estaba e11 su búsqt1eda misma, y puesto que no quería buscarlo allí, no lo e11contraría ni por toda la eternidad. A la filosofía le sucedió lo que a un hombre que busca sus anteojos pese a tenerlos puestos: busca, en efecto, aquello que tiene justo frente a sus narices, pero no lo busca delante de sus narices, y· por eso nunca lo encuentra. Aquello exterior a la experiencia, sin. embargo, que como un cuerpo sólido chocaba con el experimentador haciendo que a1nbos se alejaran uno ·del 9tro por la fuerza· del· impacto -das Ding an sich [la cosa en sí] 453 que s'iguió tent"a·n.do constantemente al sujeto de experiencia (corno .aquella escuela· medieval que creía que los signos visibles de la comunión estaban al1í para tentar a la fe)- ese algo exterior, esa Ding an sich ftie la debilidad del sistema l
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finitud negativa en la infinita identidad del Yo consigo mismo; en lugar de una aspiración positiva, i.e., beatittld, obtuvo una aspiración negativa, i.e., un deber. Pero 1precisamente porque Fichte tuvo lo negativo, su posición tuvo un i11finito entusiasmo, 1111a infi11ita elasticidad. A Kant le falta la infinitud negativa; a Fichte, la positiva. De ahí el n1érito absoluto de Fichte en relación con el método; la ciencia llega a ser, con él, 11n todo de una sola pieza. Al sostener la identidad abstracta en el Y o- Y o de modo tal que nada, en Stl idealística riqueza, tuviera que ver con la realidad, Fichte había alcanzado el comienzo absol~tto a partir del cual, C()lTIO tan a menudo se ha dicho, _procedería a construi1:. el mundo. El Y o pasó a ser lo constitutivo. Pero puesto que el Yo estaba concebido de manera tneramente forn1al y, por ta11to, negativa; lo que Fichte hizo en realidad fue detenerse en los infinitamente elásticos 1nolimina [afanes] en pos de un con1ienzo. Tiene el e111puje infinito de lo negativo, su nistts formativus, pero éste es como un ardor que no puede ponerse en marcha, algo que posee a la manera de una divi11a y absoluta impaciencia, una fuerza infinita que, sin· embargo, no lleva a nada, puesto que no hay 11ada a lo que pueda aplicarse. Es una potenciación, una exaltación, poderosa como un dios que podría sostener el mundo entero, pero no hay absolutamente nada que- sostener. De este modo es traído a la conciei1cia el punto de partida de la problemática filosófica, la ausencia de supuestos con la cual debe comenzarse; pero la enorme energía de ese comienzo no prospera. Para que el pensamiento, en efecto, para que la subjetividad obtenga plenitud y verdad, debe dejarse dar a luz, c.iebe sun1irse en lo profundo de la vida sustancial, buscar allí su escondite co1no la COITillnidad se esconde e11 Cristo 456 , debe dejar -a la vez temerosa y simpatéticamente, estren1eciéndose y entregándose a la vez- que el mar de lo sustancial la cubra con sus olas, como cuando el sujeto, en el instante de la inspiración, se ausenta casi de sí mismo al su1nirse en aquello que lo inspira, y aun así siente un ligero estren1ecimiento, pues su vida es lo que está en juego. Tal cosa es necesaria aun cunndo requiera coraje, pues qLiien quiera salvar su alma deberá perderla457. Pero no es el coraje de la desesperación, ya que, como tan be, llamente dice Tauler en u11a situación más cot1creta: Do eh dieses Verlieren, díes Ents chtvinden
Ist eben das eeh te und rechte Fin den [Ese perder, ese extinguirse No es sino hallar de veras ]458 •
Se sabe que esta posición se ganó 1nuchos admiradores y pocos adeptos, y que tnás tarde Fichte re11uncia.ría a ella buscando satisfa-
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cer y resumir la anterior n:A:llpüct>opía [certidun1bre J en escritos aislados y de un modo más edificante. Paralelamente buscaría también, como se deduce de los escritos póstumos editados por su hijo 459 , 1 llegar a ser amo y señor de esa negativa ir1finitud profundizando en la esencia propia de la conciencia. Pero esto no atañe a la presente investigació11; me ocuparé, e11 cambio, de una de las posici<)nes vinculadas aljJrimer Fichte, esto es, la ironía de Schlegel y Tiecl<. Con Fichte, la subjetividad . ihabía llegado a ser libre, infinita, negativa. Sin en1bargo, para salir de ese tnoviiniento inconsistente en el que se agitaba en infinita abstracción, debía ser negada; para hacerse real, el pensamiento debía hacerse concreto. Con esto surge la pregLlnta concerr1iente a la realidad metafísica. Schlegel y Tiecl<. ton1aron el principio fich.teano según el cual la subjetividad o el Yo posee valor constitutivo y es el único omnipotente, y a partir de allí operaro11 en el mundo. Había en esto LUla doble dificultad. En primer lugar, el Yo ~mpírico y finito se confundía con el Yo eterno; en segundo lugar, la ~ealidad metafísica. 'Se confundía con la realidad histórica. Así, se aplicaba sin más a ·la· realidad una prematura posición n1eta(ísica. Fichte quería constrL\ir ·el' mundo, pero co11 ello se refería a u11a construcéi~n sistemática. Schlegel y Tieck querían insta tirar un mundo:~. Vemos, entonces, que esta ironía ntY estaba puesta al servicio del espíritu universal. No era ur1 tnome11to de la realidad dada que debiera ser 11egado y desplazado por un nuevo momento, sino que aqt1ello que 11egaba era toda la realidad histórica para ciar lugar a u11a realidad autoengendrada. Lo C.Jlle debía surgir entonces no era la subjetividad, pues ésta estaba ya dada e11 las circunstancias del mundo, sino una subjetividad intensificada, una subjetividad a la segunda potencia. Vetnos también que esta ironía carecía por coinpleto de justificación, y que la actitud de Hegel contra ella es totalmente adecuada. 1 La ironía:::-~:- se presentaba entonces como aquella ante la cual nada subsistía y que, habiendo roto con todo, tenía además pleno poder para hacer cualquier cosa. Si dejaba que algo subsistiese, sabía que tenía el poder de anularlo, y esto lo sabía en el mismo instante en que lo dejaba subsistir. Si afirmaba algo, sabía qLle tenía * No obstanre, esta tendencia irónica no culn1inó con Tieck y Schlegcl sino que obtuvo en la Joven Aleinania.Jt;O una cuantiosa cosecha. En la explicación corriente de esta posición se hace tan1bién reiterada referencia a la joven Ale1nania. ~ ::· En toda esta exposición utilizo la expresión «la ironía)) y «el ironista », a un que podría decir también «el romanticisn1o), y «e) rornántico)). Arnbas expresiones designan esencialtnente lo ntisn1o; la prünera evoca 1nás bien el non1bre con el que el n1ovimiento se bautizó a sf misn1o, y la segunda el no1nbre con el que Hegel lo bautizó.
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autoridad para superarlo, y esto lo sabía en el mismo instar1te en que lo afirmaba. En definitiva, se sabía en posesión del¡Joder absoluto de atar y desatar 461 • Era el amo tanto de la idea como del fenómeno, y anulaba el uno a través del otro. Anulaba el fenórneno mostrando que no se adecuaba a la idea, y anulaba la idea mostrarido que no se adecuaba al fenómeno. Muy correctamente en atnbos casos, puesto que la idea y el fenómeno son solarnente el uno en virtud del otro. En medio de todo esto la ironía salvaba su despreocupada vida, ya que el sujeto era el indicado para todos esos quehaceres, pues ¿quién es tan grande como Alá, y quién puede permar1ecer en pie frente a él? Pero la realidad (la realidad histórica) entra en relaciórz con el sujeto de dos maneras: por un lado, como ~tn don que no admite rechazo, y, por otro lado, co1no una tarea que se ha de realizar. La disrelación que la ironía er1tablaba con la realidad ha sido ya suficientemente indicada en el hecho de que la orientación irónica es esencialmente crítica. Tanto su filósofo (Schlegel) co1no Sll poeta (Tiec1<) son críticos. O sea que el séptimo día, al que nuestra época pretende finalme11te haber llegado de tln modo u otro, no se utilizaba para desca11sar de la obra de la historia sino para criticar. Pero la crítica, por lo general, ex el uye la simpatía, )' hay una crítica a la que le cuesta tanto dejar que algo st1bsista como a la policía hallar a alguien libre de sospechas. No se criticaba, sin embargo, a los clásicos de la antigüedad, ni se criticaba la conciencia a la manera kantiana, sino que se criticaba la realidad misma. Puede que en la realidad haya habido n1uchas cosas dignas de crítica, y que el mal en sentido fichteano, la intiolencia y la pereza, hubiese ton1ado proporciones extremas, 1y que su vis inertice [fuerza de inercia] reclamara Lln castigo; en otros términos, puede que haya habido muchas cosas existentes que, precisamente por carecer de realidad, debieran ser censuradas; pero esto jan1ás justifica que el ataque crítico se dirija a la realidad entera. Schlegel fue crítico, y esto es algo que apenas necesito recordar; en cuar1to a que también Tieck lo fue, se me dará la razón siempre y cuando no se 1ne discuta que la polémica de Tiecl< contra el mundo está puesta en sus dramas, y que éstos, para ser entendidos, presuponen un individuo polémicamente desarrollado, y ése es el motivo por el que alcar1zaron una p<)pularidad relativamente menor a la que habrían n1erecido e11 atención a su genialidad. Puesto que, corno dije anterior1nente, la realidad se ofrece en parte con1o un don, con ello queda expresatia la relación del individuo con u11 pasado. Este pasado qtiiere te11er valor para el individuo, no quiere que se le pase por alto ni que se le ignore. Pero para la ironía no había propia1nente ning,ún pasado. Esto se debe a que la ironía había surgido de indagaciones metafísicas. Había conft1n-
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di do el Yo eterno co11 el Y o temporal. Y puesto que el Yo eterno no tiene pasado algti110, tampoco lo tiene el Y o temporal. Entretanto, en caso de que la ironía tenga la decencia de admitir un pasado, este pasado debe ser de tal índole que la ir<)nía pueda mantener su libertad frente a él, practicar su juego con él. Por eso miraba con aprobación tnás que nada la parte mítica de la historia, la leyenda, el cuento de hadas. En cambio, la historia propiamente dicha, aquella en la que el individuo obtie11e su libertad positiva puesto que por ella es dueño de sus premisas, debía ser dejada de lado. En este punto la ironía se conducía corno Hércules al luchar contra Anteo, que no podía ser vencido mientras tuviese los pies sobre el suelo. Co1no se sabe, Hércules levantó a A11teo del suelo y de esta manera lo venció. Esto mismo hacía la ironía con la realidad histórica. En un santiarnén la historia se convertía en n1ito-poesía-leyen<..ia-cuento de hadas. De este modo la ironía volvía a ser libre. Volvía a escoger, a hacer y deshacer a su antojo. Grecia y el Medioevo eran particular111-ente los sitios en los que se sentía a gusto. Claro que no se perdía en concepciones ·hi.~tóricas, su saber era Dichtung und Wahrheit [poesía y verdad] 462 • Vivía. a ~veces en Grecia, bajo el bello firman1ento gri~go, perdida en . ·el goce ii1mediato de la armoniosa vida griega, allí' vivía hasta el púnto en que allí estaba su realidad. Pero cuando se cansaba de esto apartaba de sí esa realidad arbitrariamente afirmada, tanto que ésta 1 desaparecía por completo. El helenismo no tenía para ella ninguna validez en tanto ·que momento histórico-universal, sino que tenía validez para ella, y validez absoluta, sólo porque a la ironía se le antojaba. Otras veces se extraviaba en los bosques del lviedioevo, oía los misterioS()S rurnores de los árboles y construía guaridas en sus altos follajes, o bien se refugiaba en sus oscuras grutas; en suma, bttscaba su Tealidad en el lvfedioevo en compañía de caballeros y trovadores, enatnorándose de alguna noble dama montada en un resollante corcel, con un halcón a su diestra preparado ·para la caza. Pero el Ñledioevo volvía a des a parecer en el infi11ito cuando esa historia de amor perdía vigencia, iba desvaneciéndose en contornos más y más vagos sobre el telón de fondo de la conciencia. El Medioevo no tenía para ella validez en tanto que motnento histórico-universal, sino que tenía validez, y validez absoluta, sólo porque a la ironía se le a11tojaba. Lo mismo se repite e11 todos los registros teóricos. A veces, alguna religión era para ella lo absoluto, pero sabía n1uy bien qt1e el motivo por el cual aqt1élla era absol11ta era qLie la ironía misma así lo quería, y pLinto. En el Íl1Stante siguiente, lo qtle quería era otra cosa. Por eso dictaminaba, corno se dictamina en Natán el sabio 463 , que todas las religiones eran igt1al de buenas, y pese a que el cristianismo era tal vez la peor de todas, ella n1isma, para variar, se com~
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placía en ser cristiana. Lo mismo ocurría e11 el as11ecto cier1tífico. Juzgaba y co11denaba toda posición científica, estaba siempre juzgando, siempre en el sillón de juez, pero no investigaba. Estaba sie111pre por encima del objeto, y esto era totaln1ente natural, pues se suponía que sólo ahora con1enzaba la realidad . La ironía, de hecho, había surgido de la pregunta metafísica concerniente a la relación e11tre la idea y la realidad; pero la realidad metafísica está Inás allá del tiempo, así qtle la realidad a la que aspiraba la ironía no podía darse en el tiempo. Esta actitud de juicio y de conde11a es lo que Hegel (Obras comtJletas, vol. XVI, p. 465) 464 denuncia especialmente en Fr. Schlegel. A este respecto nunca podremos terminar de reconocer los grandes méritos de Hegel en la concepción del pasado histórico. No rechaza el pasado, sino que lo comprende; no · desestin1a otras posiciones científicas, sino que las vence. Con Hegel, por tanto, se ha puesto coto a esa sempiterna charlatanería acerca de si la historia universal debe comenzar ahora, como si tuviese que comenzar a las cuatro en punto o, a n1ás tardar, antes de las cinco. Claro que si 1algún que otro hegeliano ha ton1ado un impulso histórico-universal tan grande que no puede detenerse, sino
que trae una marcl1a de todos los diablos, eso no es responsabilidad de Hegel; y aunque en el orden de la contemplación cabe l1acer Inucho más de lo hecho por Hegel, quien tenga noción del significado de la realidad no podrá nunca, si lo ha conocido bien, ser tan ingrato como para sobrepasar a Hegel a toda prisa y olvidar lo que le debe. En caso que haya que decir qué es lo que autoriza a la ironía a tomar la mencic)nada actituti, podría decirse que es porque la ironía sabe que el fenóm.eno no es la esencia. La idea es concreta, y por eso debe hacerse concreta, pero este hacerse concreta de la idea es precisamente la realidad histórica. Cada segmento particular tieI1e su validez en tanto que mo1nento de11tro de esa realidad histórica. Pero la ironía no reconoce esta validez relativa. A veces la realidad histórica tiene para ella validez absoluta, y otras veces no tiene ninguna, puesto que se ha tomado la enorme atribtlción de instaurar la realidad. Pero la realidad es también, para el individuo, ttna tarea que hay que realizar. Cabría pensar que en este aspecto la ironía resultaría beneficiosa; cabría pensar que la ironía, puesto que había sobrepasado toda realidad dada, tenía algo bueno para colocar en lugar de aquélla. Pero éste no es el caso en modo alguno, pues así como la iro11Ía consigt1e vencer la realidad l1istórica poniéndola en suspenso, también la ironía, como contrapartida, ha quedado en suspenso. Su realidad es n1era posibilidad. Para que el individuo actuante, en efecto, sea capaz de cumplir con su tarea y de dar realidad a lo real, debe sentirse inserto en Lln contexto mayor, debe to-
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marse en· serio su responsabilidad, consentir y respetar cada consecuencia racional. La ironía cuenta con la libertad para hacerlo. Se sabe en posesión del poder de comenzar de cero cuando le parezca, no hay nada previo que la ate a lo previo; y así co1110, en sentido teórico, la ironía goza de su crítica satisfacció11 con infinita libertad, así también en sentido práctico goza de una semejante libertad divina, una libertad que no conoce ataduras ni cadenas, sino que juega desatada y desenvuelta, agitándose como un Leviatán en el mar. l.a ironía es libre, por cier.to, libre con respecto a las preocupaciones de la realidad, pero también libre con respecto a sus satisfacciones, libre de su bendición; dado que no hay nada superior a ella misma, de hecho, no puede recibir bendición alguna, pues es siempre el ( 1nenor el que es bendecido por el mayo.r 465 . Esa libertad es lo que la ironía busca. Por eso vela por sí mis1na, y a nada le ten1e tanto como al hecho de ser desbordada por alguna que otra impresión; cuando se es así de libre, en efecto, no se vive sino de manera poética, y se sabe que la gran exigencia de la iro11Ía consistía en vivir de rñanera poética . .En ese vivir de manera p()ética, sin en1bargo, la ironía entendió algo n1~s, algo. diferente de lo que esa
expresión l1aría pensar a cualgt1ier -h()mbre razonable, respetuoso del valor del ser humano y dotado de sentido para lo que hay de C)riginario en el hombre. No lo entendió como la seriedad artística que viene en ayt1da de aqL1ello que hay de divino en el hombre, que oye e11 silencio y con calma la voz íntitna de la individualidad, que capta sus n1odulaciones para ponerla entonces a disposición del individuo y para que la individualidad se desarrolle de n1anera· armónica en una figura plástica y cabal. No lo entendió según eltnodo en que la piensa el cristiano piadoso cuando toma conciencia de que la vida es un aprendizaje 466 , tln proceso formativo que 110 tiende a hacer de él, valga la aclaración, algo totaltnente diferente (pues el Dios de los cristianos no posee la omnipote11cia infinitamente negativa del de los musulmanes, para quien es iguahnente posible que un hon1bre sea tan grande como una montaña y una n1osca tan grande como un elefante, y (]Ue una n1ontaña sea tan pequeña como un hombre y un elefante tan pequeño como una tnosca, ya que todo e11 igual medida puede ser totalmente diferente de lo que es), sino que debe desarrollar los gérn1e11es que Dios mismo ha depositado en el hombre, pues el cristiano sabe que él es quier1 tiene realidad ante Dios. E11 esto el hombre viene tan1bién en ayuda de Dios, es algo así como su colaborador en la terminació11 de la gran obra que Dios mismo comenzó 467 • Aquélla no sólo protestaba cor1tra toda la miseria, que no es otra cosa que el lamentable producto de su entorno, contra todos esos hombres 1nediocres de los que ta11 lle110 está el mundo, sino que buscaba algo más. Pues una cosa es
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poetizarse t1no mismo, y otra cosa dejarse poetizar. El cristiano se deja poetizar, y en este sentido un simple cristiano vive de manera mucho n1ás poética que muchas cabezas· bien dotadas. Pero tan1bién aquel que en sentido griego se poetiza a sí Inistno reconoce que se le ha impuesto una tarea. Por eso le importa tanto llegar a ser consciente de lo que en éll1ay de originario, y esa originariedad es el límite dentro del cual poetiza, dentro del cual es poéticame11te libre. De este mod() la individualidad es u11 fitz, es su fin absoluto, y su actividad a11unta precisan1ente a 1 realizar ese fin y a gozar de sí rnis1no en y dura11te esa realización, es decir, que su actividad es llegar a ser fiir si eh [para sí] aquello que es a11 si eh [en sí]. Pero así como los mediocres no tienen ningún an sich sino que podría11 convertirse en lo que fuese, tampoco el ironista lo tuvo. Pero nc) por ser un mero producto de su entorno, ya que, por el contrario, se encuentra por encima de éste, sino porque para poder vivir de n1anera poética, para poder eficazmente crearse a sí rnismo de manera poética, el ironista 110 ciebía tener ni1tgú11 «an sieh». De este modo la ironía sucumbe a aquello contra lo ~que más combate, pues el ironista alcanza una cierta similitud con respecto al hornbre completaInente prosaico, c<)n la salvedad de que el iro11ista tiene la negativa libertad de situarse 110r encima de sí mismo de ma11era poéticamei1te creativa. De ahí que el iro11ista, por lo general, no llegue a nada, pues vale para el hombre lo que no vale para Dios, que de la nada, nada proviene. Pero el iro11ista conserva siernpre su libertad poética, y también poetiza el hecho de no llegar a nada tan pronto co1no se da cuenta de ello; este no llegar a nada en absoluto, corno se sabe, es uno de los puestc)s y cargos poéticos (.]Ue la ironía instaura en la vida, e Í11cluso el más distinguido de todos ellos. De ahí que el Ta~tgenichts fbueno para nadal sea siempre el más poético ele los personajes en la poesía de la escuela ro1nántica, y aquello de lo que habla11 a menudo los cristianos, especialmente en épocas de agitacÍÓI1, llegar a ser un necio e11 eltnundo 468 , el ironista lo realizó a su
m<)do, sólo que para él no se trató de un martirio sino del más elevado goce poético. Pero la infinita libertad poética, ya sugerida en el hecho de haber asumido ese no llegar a nada en absoluto, se expresa tan1bién de una manera más positiva, puesto que por le) general el individuo iró11ico ha recorrido una multiplicidad de deterITIÍI1aciones bajo la (orn1a de la posibilidad) ha llevado una vida poéticamente conforme a ellas antes de acabar .en nada. Así con1o el alma vaga por el mu11do según la doctrina de Pitágoras, así también está sien1pre vagando en la ironía, sólo que e11 este caso no le lleva tanto tiempo. Pero por más que salga perdiendo e11 lo que hace al tiempo, tal vez salga ganar1do en lo que hace a variedad de determinaciones, y lo cierto es que más de un ironista, antes de ha-
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llar repo·so en la r1acla, ha atravesado (ata [destinos] mucho más notables que aquel gallo 1nencionado por Luciar1o, que había sido primeramente Pitágoras mismo, después Aspasia, la equívoca y bella mujer de Nlileto, después Crates el cínico, después un rey, un tigre, un sátrapa, un caballo, una corneja, u11a ra11a y 1níl otras cosas que sería demasiado extenso enumerar, y finalmente un gallo, y esto varias veces, puesto que era lo que más le agradaba 469 • Para el ironista todo es 1 posible. Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer cuanto quiere 470 ; el iro11ista está e11 la tierra, y hace todo le) que tiene ganas de hacer. No debe extrañarnos, sin embargo, qt1e al ironista le cueste tanto convertirse en nada, pues cuando se tiene ante sí unas posibilidades tan extremas no es fácil elegir. Para variar, el iro11ista considera que lo correcto es dejar que el destino y el acaso decidan. Por eso cuenta con los cledos, cotno los niños: Edebnann, Bettelntan [hombre rico, l1o1nbre pobre], etc. Pero puesto qt1e todas esas determinaciones tiene11 para él sólo el valor de la posibilidad, puede recorrer ~a escala entera casi tan rápidamente como los niños. Lo que.le lleva tiempo al.ironis~ta, en cambio, es el esmero que pone en vestirse ·de lq, manera corrécta ·de acuerdo con el personaje poético que'él mismo ha poetizado. ser. ·El ironista es diestro en estos menesteres, tanto como que tiene una significativa partida de disfraces a su entera disposición. A veces lleva la orgu·llosa traza de un patricio romano, envuelto en una túnica bordada, o se sienta con imp
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pertenece. Por eso es importante para él s-uspender el principio
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constitutivo de la realidad, aquello que la ordena y la sostiene, i.e., la n1oral y la eticidad. Llegamos así al punto en el que Hegel concentra su 1 ataque 472 • Todo lo establecido e11 la realidad dada tiene 'Únicamente valor poético para el ironista, puesto que vive de manera poética. Pero si la realidad dada pierde así su validez para el ironista, no es porque u11a realidad caduca deba ser reemplazada por otra más verdadera, sino porque el ironista es el Yo eterno fre11te al cual ninguna realidad es la adecuada. Ven1os que esto conct1erda también con el hecho de que e] ironista se coloque más allá de la 111oral y de la eticidad, algo co11tra lo que incluso Solger se pronuncia473, haciendo 110tar además que no es eso lo que él entiende por iro11Ía. En realidad no puede decirse que el ironista se coloque más allá de la moral y de la eticidad, sino que vive de manera de1nasiado abstracta, demasiado metafísica y estética como para llegar a la concreción de lo moral y de lo ético. L·a vida es para él un drama, ,..y su atención está puesta en los ingeniosos enredos de ese drama. El mismo es un espectador, pese a ser él mismo quien actúa. Por eso infinitiza su Yo, lo volatiliza metafísica y estéticamente, y si éste se repliega a veces con tanto egoísmo y se reconcentra hasta más no poder, su vuelo en direcció11 a otras épocas es ta11 resuelto y disoluto que el mtu1do entero podría tener cabida en él. Lo inspira la virtud de la abnegaciótl tanto como ésta inspira a un espectador en un teatro; es un crítico riguroso que sabe muy bien cuándo esa virtud se vuelve inconsistente y falsa. También se arrepiente, pero su arre-
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pei1tÍiniento es estético, no moral. E11 el i11sta11te en que se arrepiente, está estétican1ente más allá de su arrepe11tii11iento probando si éste es poética1ner1te correcto, si sería adecuado cor110 réplica en boca de un personaje poético. Puesto que, de este modo, el ironista se poetiza a sí mismo y al mundo circundar1te con la 1na yor lice11cia poética posible, puesto que vive cie manera totalmente hipotética y subjuntiva, su vida piercle toda continuiclad. Por eso sucumbe totalrne11te al estado de áni-
mo. Su vida es pttro estado de áni1110. Es cierto que puede haber mucho de verdad en los estados de ánimo, y· que ninguna forma de vida en la tierra es tan absoluta corno para clesconc)cer sus contras-
tes. Pero, en una vida sana, el estado de áni1110 no es sino u11a potenciación de la vida que de por sí se agita y se mueve en uno mismo. Así, un cristiano serio sabe muy bie11 que l1ay instantes en los que la vida cristiana le afecta de manera más profu11da y vivaz que de costumbre, pero no por eso se transforma en un pagano una vez que ese estado de ánimo ha pasado. Cuanto más sana y seriamente viva, tanto 1nás se hará dt1eño del estado de ánin1o, 1es decir, tanto más se humillará ante él y salvará de ese modo su alma. Pero puesto que en el ironista no hay continuidad alguna, los estados de áni-
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mo más contrastantes se suceden unos a otros. A veces es un dios; otras, un grano de arena. Sus estados de ánimo son ta11 azarosos como las encarnaciones de Brahma. Y el ironista, creyéndose libre, sucumbe de ese modo a la terrorífica ley de la ironía del Inundo y se presta a la más terrible servidun-zbre. Pero el ironista es un poeta, y eso hace que, pese a ser un balón al antojo de la ironía del mundo, no siempre luce de esa manera. Todo lo poetiza, poetiza incluso los estados de ánimo. Para ser verdaderamente libre, debe tener e] estado de áni1110 en su poder, por eso cada estado de ánimo debe ser instantáneatnente reemplazado por otro. Si a veces ocurre que, en la desesperada sucesión de los estados de ánüno, él tnisn1o advierte que algo anda mal, en ese caso poetiza. Poetiza que es él mismo quien provoca esos estados de ánimo, y no deja de poetizar hasta que, de ta11to poetizar, se paraliza espiritualmente. Por eso el estado de ánimo mismo no tiene realidad alguna para el ironista, y es raro que dé lugar a su estado de· ánitno si no es bajo la forma del contraste. Su pena s~ oculta bajo el distir1guido incóg11ito de la broma, su alegría se cubre de gemidos. A veces va camino del monasterio, y de camino vjsita el monte de Venus 474 ; otras veces va can1ino del mor1te de Venus, y de. can1i110 reza en un· monasterio. La aspiración científica de la irc)nÍa se resuelve tan1bién. en estado de á11imo. Es lo que Hegel le reprocha especialmente a Tieck 475 , y lo que también se desprende de su correspondencia co11 Solger: a veces está totalmente seguro de sí, a veces busca,. a veces es un dogmático, a veces duda, a veces es Jacob Bohme, a veces los griegos, etc., puro estado de ánimo. Pero puesto que siempre debe haber un lazo que ciña todos esos contrastes, una unidad en la que se resuelvan las enormes disonancias de esos estados de ánimo, un exa1nen más atento encontrará ta1nbién en el iro11ista una. tal unidad. El aburri1niento es la única continuidad que el ironista posee. El aburrin1iento, esa eternidad sin contenido, esa beatitud sin goce, esa superficial profundidad, esa hambrienta saciedad. Pero el aburrimiento no es sii1o la U11idad negativa asumida en una cot1ciencia personal, con lo cual los contrastes desaparecen. Nadie podrá negar que tanto Alernania como Francia cuentan en este momento con un número excesivo de tales ironistas, sin necesitar ya que algún Lord inglés, miembro itinerante de un Spleen-Club, los inicie en los misterios del aburrimiento, y que algunos de los jóvenes vástagos de la Joven Alernania y de la Joven Fra11cia 476 1 habrían muerto hace n1ucho de aburrimiento si los respectivos gobiernos no hubiesen sido lo suficientemente paternalistas como para mandarlos arrestar, dándoles así algo en qtlé pei1sar. Quien quiera hallar un buen ejemplo de esta clase de ironista, desprovisto de existencia precisan1ente en función de su duplicidad en la existencia, no tendrá más que recordar a Asa-Lol
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Vemos, pues, que la ironía sigue siendo totalmente negativa, pues instaura en el plano teórico una disrelación entre idea y realidad y entre realidad e idea, y, en el pla110 práctico, entre posibilidad y realidad y entre realidad y posibilidad. A fin de corroborarlo en la manifestación histórica de la ironía, pasaré revista a sus expo.. . nentes mas Importantes.
Friedrich Schlegel Con1entaremos aquí la suficientemente conocida novela Lucincie):~ de Friedrich Schlegel, que fue para la Joven Alen1ania un eva11gelio, el sistema de su Rehabilitation des Fleisches [rehabilitación de la carne] 479 , y que para Hegel fue algo abominable 480 • Claro que este comentario no carece de dificultades, pues ya se sabe que Lucinde es un libro bastante obsceno y, al extraer algú11 que otro pasaje para considerarlo más de cerca, corro fácilme11te el riesgo de no poder evitar que inclus<) el más casto de los lectores salga completamente indemne. Seré, sin embargo, tan cuidadoso y delicado como pueda. Para no ser injustos con Schlegel, deben1os tener en cuenta los numerosos errores que se han deslizado e11 las más variadas cirCtlnstancias de la vida y que han insistido, sobre todo, en hacer del amor algo tan doméstico, tan bien adiestrado, tan rastrero, tan indolente, tan provechoso y utilizable como cualquier otra mascota, en suma, algo desprovisto de erotismo en la medida de lo posible. E11 este sentido, sería de agradecer que Schlegel lograra encontrar u11a salida; pero 1 el clima que descubre, el Ú11ico bajo el cual el amor podría prosperar, es todavía peor, no es un clima meridional comparado C<)n nuestro clin1a nórdico, sino un clima ideal que no es propio de ningún sitio. De al1í que los gansos y patos dotnésticos del amor hogareño no deban ser los únicos c1ue aleteen y den terribles alaridos al oír que los pájaros salvajes del atnor pasan zulnbando sobre sus cabezas, sino que cualquier hon1bre poéticamente profundo, dotado de anhelos demasiado fuertes cotno para enredarse en las telarañas románticas y de exigencias de vida demasiado poderosas con1o para contentarse con escribir t1na novela, debe elevar aquí su protesta precisarnente en nombre de la poesía, debe tratar
de mostrar que Fr. Schlegel no halló una vía de escape sino que se extravió en un callejón, tratar de 1110strar qt1e vivir no es lo mismo que soñar. ~tirando rnás de cerca aquello que Schlegel combatió a
* Lucinde. Ein Rontan, por Fr. v. St:hlegel, segunda edición inn1odificada, Stuttgart, 1835 4711 •
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través de su iror1ía, nadie negará que había y sigue habiendo muchas cosas dignas de semejante corrección en las entradas, vericuetos y salidas de la relación conyugal, de modo que es natural que el sujeto se libere de ella. Hay una estrechísima seriedad, u11 sentido de la conveniencia, una miserable teleologícz que muchos l1ombres veneran ce) m O un ídolo y que reclan1a que toda aspiración infinita le sea dada en legítimo sacrificio. De esa manera el a111or no es 11ada en y fJor sí 1nismo, sino que sólo es algo en función de la intención con la que se lo subordina a la 1nezquindad que hace furor en el teatro privado de las familias. Absichten habe11, nach Absichte11
handeln, und Absichten mit Absichten zu neuer Absicht künstlich vertueben; diese Unart ist so tief in die narrische Natur des gottahnlichetz lvlenschen eingewurzelt, da(S er sichs nun ordentlich vorsetzen und zur Absicht machen mu(S, wenn er sich einmahl ohne alfe Absicht, auf dem innern St1'0m etuig flie(Sender Bilder und Gefühle freí bewegen will (p. 153) ... Freilich wie die Menschen so lieben, ist es etwas anders. Da liebt der Mann in der Frau nur die Gattt-tng, die Frau im Mann nur den Grad ·seiner· natürlichen Qualitaten und seiner bürgerfichen Existenz und ·beide in ··den Kindern 11ur ihr Machwe1'k und ihr E~genthum (p. 5~) .':. O! es ist wah1·, 111eine Freundin, der Mensch ist van Natur eine er11stha(te Bestie {p. 57)
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[«Tener intenciones, actuar según intenciones, entretejer artísticamente intención con intención para obtener una nueva intención: esta mala costumbre ha arraigado tan profundamente en la estúpida naturaleza del hombre divinizado que, si éste quiere moverse libre y sin intención alguna entre las imágenes y sentin1ientos que ·eternamente fluyen en su caudal interno, debe adoptar la postura correcta y plantearse una intenció11 (p. 153) ... Claro que amar libre y l1umanamente es otra cosa .. Pues lo único que el ho1nbre atna en la mujer es el género, y lo único que la mujer ama en el hombre es el grado de sus cualidades naturales y de su existencia civil, y lo único que ambos an1an en la prole es la obra y la propiedad de ellos n1ismos (p. 55) ... Es cierto, amiga mía: el ser humano es por naturaleza una bestia dotada de seriedad» (p. 57)] 481 . Hay una estrechez moral, .un chaleco de fuerza e11 cuyo Í11terior ningún hombre razonable puede moverse. ¡Que lo rompa, por Dios! En oposición a esto están los teatrales matrimonios clandestinos del romanticismo a ultranza, 1 respecto de los cuales la naturaleza, al menos, no puede tener intención alguna, y cuyos estériles dolores y lánguidos abrazos so11 tan inaceptables en las naciones cristianas coino en las paganas. ¡Que la ironía acometa contra todo eso! Pero el ataque de Schlegel no está dirigido sólo contra tales falsedades. Hay una perspectiva cristiana acerca del 111atrÜ11011io que ha tenido, incluso a la hora de la boda, la audacia suficiente como para
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lA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
anticipar la maldición antes de dar la bendición 482 . Hay una perspectiva cristiana qLle todo lo somete al pecado, que nada sabe de excepciones ni de arreglos, ni del niño en el vientre de la madre 483 , ni de la más bella de entre las mujeres. En esa perspectiva hay t1na seriedad demasiado elevada como para que los atareados trabajadores de la prosaica vida cotidiana puedan captarla, dernasiado estricta como para dejar qtle los in1provisadc)res del matrimonio se burlen de ella. Han pasado ya los tiempos en los que los hombres vivían tan felices e ii1ocentes, sin inquietudes ni preocupaciones, tiempos en los que todo era tan humano que hasta los dioses daban la nota descendiendo a veces de su celestial dignidad para robar el amor de mujeres terrenas; tiempos en los que aquel que concertaba y asistía a una cita en secreto podía temer o jactarse de ver a un dios entre sus rivales; tiempos en los que el alto y bello cielo se abría sobre la venturosa pareja como un amable testigo, o bien, grave y tranquilo, les prestaba refugio en la solen1ne calma de la noche; tie1npos en los que todo vivía tan sólo en función del a1nor y todo era, a su vez, como un mito- de amor para los venturosos atnantes. En esto reside la dificultad, y éste es el punto de vista desde el que deben juzgarse los empeños de Schlegel y de todo el romanticismo, del joven y del viejo. Aquellos tiempos han pasado, y aun así la añoranza del ro11tanticismo gravita hacia ellos; claro que las peregrinatiorzes que emprende hacia allí no son sacras sino profanas. Pues si fuese posible reconstruir un tiempo ya pasado, habría que reconstruirlo en toda su pureza, reconstruir el helenismo, por tanto, en toda su i11genuidad. Pero esto no es lo que l1ace el romanticismo. Lo que hace no es propia1nente reconstruir el helenisn1o si110 descubrir un continente desconocido. Y aún n1ás, su goce es suman1ente refinado, pues no se conforma cor1 gozar de manera ingenua, sino que busca en el goce la conciencia de la aniquilación de la eticidad dada; sonreír ante la eticidad l)ajo la cual otros, segú11 cree, se lamentan, -es como el cenit de su goce, y en eso consiste el libre juego de ·la arbitrariedad irónica. Con el espíritu, el cristianismo ha sembrado la discordia entre 1 la carne y el espíritu •=·, y es preciso que el espíritu 11iegue la carne, o bien que la carne niegue el espíritu. Esto último es lo que busca el romanticismo, y la diferencia con respecto al helenismo es que, en el goce de la carne, goza asimismo de la negación del espíritu. Co11 ello cree vivir de manera
poética, pero espero que se advierta que lo qtie hace es sustraerse a * De este n1odo el cristianismo no aniquila en modo alguno la sensualidad, pues enseña que sólo en la resurrección no se ton1ará ni se dará en matrin1onio484 ; pero nos recuerda rambién a aquel hombre que no tenía tiempo de asistir a la gran boda porque él misn1o debía celebrar la suya<~s.c¡.
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
lo poético, pues la verdadera infinitud interior surge sólo en virtud de la resignación, y sólo esta infinitud interior es verdaderamente infinita y verdaderamente poética. La Lucinde de Schlegel bt1sca suspender toda eticidad, o, según el modo nada desafortunado en que Erdmar1n se expresa: Alle sittli-
chen Bestimmungen sind nur Spiel, es ist willkürlich für den IJiebenden, ob die Ehe .Monogamie, oh Ehe en quatre ist, u.s.f. [«Las determinaciones de la eticidad son sólo un juego, y para el amante es arbitrario que la pareja sea monogámica, en quatre [de cuatro], etc.»]~:-. Si se pensara que Lucinde fu.e sólo un capricho, un antojo arbitrario que, con1o la pequeña Will1eln1ine, gesticula con sus piernas sin preocuparse ni de su falda ni del juicio delrnundo 487 ; si sólo
se tratara de un jocoso jtigueteo que se complace en colocar todo de cabeza, en ponerlo todo al revés; si sólo se tratara de una chistosa ironía para con el conj u11to de la eticidad identificada con el uso y las buenas costutnbres, ¿quién sería ta11 ridíct1lo corno para no querer reírse de ella, quién sería el bufó11 que 110 se divirtiese a lo grande con ella? Pero éste no es ·el ca'so; Lucinde, por el contrario, tiene un elevado carácter doctrinario, y esa especie de seriedad melancólica que la reco.rre parece proceder del hecho de que su héroe se .enteró demasiado tarde de esa gran verdad y de que, por tanto, ha desperdiciado una parte de su vida. De ahí que el «atrevimiento» al qu.e esta novela tan a menudo se refiere, y al que apela de al. guna manera, no consista en la antojadiza susper1sión momentánea de lo objetivamente válido, cotno si el uso 1nisrno de la expresión «atrevimiento» respon.diese a una actitud jocosa, como si sólo por exageración se hubiese utilizado tina expresión tan contundente; por el contrario, este atrevimiento es lo que se llama lisa y llanan1ente atrevimiento, si bien es tan gentil 1 e interesante que hasta la eticidad, la modestia y la decencia, que a primera vista tenía11 cierto atractivo, aparecen a su lado como personajes de lo más irzsignificantes. Quien la haya leído de corrido deberá admitir que Lucinde posee dicho carácter doctrinal. E11 caso de que alguien lo niegue, le rogaré que explique el dificultoso hecho de que la ]over1 Ale1nania la haya malinterpretado a tal punto. Y en caso de que lo logre, le recordaré que Schlegel, como es sabido, se hizo luego católico y en tanto que tal desct1brió que la Reforma era la segunda caída, lo que delata suficie11ternente la seriedad con que tomó a Lucinde. Lo que Lucinde busca, por tanto, es superar toda eticidad, no sólo en el sentido del uso y las bue11as costutnbres, sino la eticidad que constituye la validez del espíritu, el señorío del esfJÍritu sobre la
l,'-
Vorlesttngen über Glauben und V?issen, Berlin, 1937, p. 6 4 s6 •
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carne. Por eso se advertirá también su total correspü11dencia con aquello qtie hemos caracterizado anteriormente como la aspiración específica de la ironía, a saber, suprimir toda realidad y reemplazarla con una realidad que no es realidad alguna; es totalmente normal, por tanto, que la muchacl1a, o más bien la señora en cuyos brazos Julius er1cuentra reposo, Lucinde, fuese <
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., SO BRE E L C O N C E PTO DE 1RO N .í A
Luci11de intenta ilustrar 111ediante· el más colnplet(J trastorno estructura/la confusión y el desofoden. q.ue ella tnisma bllsca· it1troducir en todo lo. establecido. Por eso Julius refiere ya en el comienzo que, junto co.n las otras reglas de la razón y d·e la eticidad, ha. renunciado tan1bién a] cálculo del tie111po (p. 3 ), y dice e11 la· p. 5: Für
nzich und für diese Schrift, für 1nei11e Liebe ztt ihr 11-tzd {t~r il;re Bildt.t11l5 in sich, ist aber kei11 Ztveck zweckmassiger, als der_, da{S ich c.f5leic!J Anfangs clas was tuir Ord:;nun((j· nennen ver11ichte_, weit van ihr entferrze utzd mir das Recht e.i1ter reizende Verwirrung deutlich Zt·teigne utzd durch ~líe That behaufJte [«Lo· más. adecuado a mis propios fü1es y a los de esta obra, a los fines de n1i amor por ella y a l<)S ele su conformación n1istna, era c1ue negase ya desde el comienzo lo que .se denon1ina orden, que 111e alejase de él, que afir1nase en l<)S l1ecl1os y me apropiase del derecho a una excitante confusiÓ11» ]491 . ·De este n1<)d<) busca alcanzar lo verdaderamente poético; y IJuesto que renur1cia a. todo entendimie11to·. y da primacía a la. imaginac'iÓ11 ==· ,. puede que 1 tanto él coino el lector, si éste así lo quiere, lc)gren captar ese embrollo gracias al poder figurativ<) de una imagei1 única y etername.nte m.óvil. Pese a esa co11fusi{n1, haré el esfuerzo t}e dar ciertcJ rJrde11 a rni exposiciÓIT·y l1acer que todo. se concer1b
tre
en lln put1tO determi.nado. F.J
héro~ de es~a novela,
]ulius, 110· es ningún Don Juan {que, a la 111ar1era ··d.e. ·qn ..brt1jo, to(io lo somete al sortilegio de su genialidad Se11SUal, qLle. ,~·e revela COffiO a.mo· y C(Jffi0 prÍncipe dada la inn1ediata aút(lt:idad con la que irrumpe, u11a autoridad que las palabras 110 alca11zan a describir, pero que las cuerdas de Mozart puede11 hacernos entender C()n sólo un par de in1periosos con1pases; tJue 110 secluce, pero por quien todas querrían ser seducidas y hasta desearían vc)lver a serlo ·s.i su in.ocencia les fuese devuelta; un demonio que no tie11e pasado 11i ·'evolüció11 histórica, pues su.rge de ur1 mornent<) a otro, COlllO .i'vlinerva, C0111pletamente arn1ado) SÍ110 una personaficfrJ(i atrapada eJ-t la re(lexió1t que sólo se desarrolla de 1nanera paulatina. La n1ejor presentación de su histo~·ia es la que se 11os da en Este dar prirnacía a la in1aginación es, en general, algo que se repite a lo largo de Lucin" de. ¿(~uién sería tan inhun1ano con1o para no cornplacerse en el leve juego de la in1aginación? CléHO que eso no in1plica que la vida entera deba abrirse a una intuición in1aginnria. Cuando .la in1aginr1ción rjene la primacía, como en este caso, extenúa y aturde al alrna, la priva de toda clas" ti<.:idad tnoral, hace de la vida un sue1io. Pero eso es lo que propüunente quiere Lucinde, y la fra" se siguiente caracteriza a fondo su posición (p. 153): Es ist der Gi¡Jfel des Versta1ldes, aus eigHer \'(lahl zu schweigen, die Seele der PIJantasie rvieder zu geben und die sü{Sen Tc"indeleicn der jun· gen A~Iutter ntit ihre1n Schoo{SI
¡.
LA IRONÍA DESPUÉS DE F'CHTE
« Lehrjahre
det· Ma11nlichkeit»: Pharao,zu spielen mit den-t Anschei-
ne de1' l1e(tigsten .f.~eide1tscha(t und doch zerstreut u1-zd abwesend zu seyn; in einem A:ugenblick van Hitze alfes zu wagen und, sobald es verloren war, sich gleichgültig weg·zuwetzdeJ·l: das war nur eine von den schlintmert Gewo·hnheiten, un.ter denen JulitfS seine wilde ]ugend verstürrnte [«"Aprendizaje de la virilidad": 1-Iacerse el faraón aparentando el más impetuoso apasio11an1iento y estar, sii1 embargo, distraído y ause11te; arriesgarlo todo en un insta11te de fogosidad, ·para retirarse con indifere11cia ta11 ¡)ronto todo esta lJa perdido: éste era sólo uno .de los maJos hábitos bajo los que Julius fulr11inó su turl1ulenta juventud»] (p. 59) 493 • El autor cree haber retratado
suficiertten-zente la vida .de Julius a través de ese ·único rasg·o. Y en esto estatnos totalmente de acuerdo. Julius es u11 joven interiorn1et1-
te desgarrado que, precisatnente e11 virtud de ese desgarran1.ien.to, ha llegado a u11a vivie11te representación de aquel poder de encantanliento capaz de ·hacer que un hombre envejezca much<)S, n1ucl1os años en unos pocos instantes; un jove11 que, en virtud de ese desga. rramiento, aparenta poseer una enorme fuerza interior, algo tan
como que la desesperación da ftlerza atlética al exaltado; u11 jove11 ·Clue l1a iniciac:lo hace n1ucho el gra·n finale, pero que alza to-
cierto
davía su copa con cierto decoro y elegancia, cor1 espiritual destreza frente al mundo, y que concentra todas sus fuerzas en un Ú11ico aliento para glorificar así, bajo los destellos de una retirada brillante, una vida que no l1a, tenido ningú11 ·valor y que 11adie echárá ele menos; u11 jove11 que por n1ucho tiempo intimó con la i<.1ea del suicidio,- pero que e11 n1edio de las tetnpestades de su alma no tuvo tiempo de ton1ar esa resoluciór1. Pues bien, el an1or habrá de salvarlo. Tras haber estado a punto de seducir a una joven e inoce11te mucl1acl1a494 (un cuento de hadas que 1 para él no tie11e mayor i111portancia, pues es obvio q~1e aquélla era detnasiadc) in.ocente co1no para satisfacer su a11etito cognoscitivo), encuentra e11 Lisette la 111a-
estra que necesita, una institutriz iniciada l1ace muchísi1no en los nocturnos misterios del amor, y cuya e11señanza pública vanan1ente if:l!tenta Julius reducir a una enseñanza privada para él solo. La imagen .de I.~isette es tal vez una de las 111ás logradas de toda la n_ovela, y el autor la l1a tratado cc)n visible predilección y recurrido a todo para ·rodearla de una luz poética. De niíia había sido más melancólica que frívola, pero ya en ese entonces h.al1ía experimentado un demoníaco entusiasnto por lo sensual (p. 78) 495 . Más tarde había sido actriz, si bien por poco tiempo, y bromeaba sien1pre acerca de su i_neptitud y de lo aburrido que le había resLtltado. Por último se había consagrado totalmente al servicio de la sensualidad. Lo que amaba in111et1san1ente, adetnás de la independencia, era el dinero, que por cierto sabía i11vertit con gusto. Se hacía pagar por
.12H
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
sus favc)res ya fuese con dinero o cor1 la satisfacciór1 de su caprichosa inclinación por alguien. Su tocador era sencillo, desprovisto de los n1uebles l1abitt1ales, con sólo dos grandes y costosos espejos a los lados y, entre éstos, espléndidas pinturas ele Correggio y Tizia11(). En lugar de sillas, auténticas alfot11bras orientales y alguilC)S grupos de 1nármol de meclia estatura. Allí solía pasar días enteros sentada a la tL1rca, sola, las nt.an.os ociosas sobre el regazo, pt1es aborrecía toda labor femenina. Sólo de vez en CLlando se refrescaba con alguna cosa fragante y hacía que su jockey, un n1ucl1acl1o de plástica belleza al que ella misma había seducido cuando éste te11Ía
catorce años, le leyera e11tretanto algunas historias, crónicas de viaje, cuentos. Le prestaba poca atención, excepto cuando surgía algo gracioso o algu11a observación ge11er~,l qtie a ·ella misma le parecía acertada; en efecto, no prestaba atención a nada más, no tenía sentidos nada n1ás que para la realidad, y toda poesía le parecía ridícula. Tal es el retrato que Schlegell1ace de 11na vida que, al parecer, pese a ser corrupta, pretende ser poética. Lo qtle se destaca especialn1e11te es la distirzguida pereza que no tiene ga11as de nada, ni de trabajar, puesto que desdeña todo quehacer femenino, ni de ocupar su espíritu, pues sólo hace que lo mantengan ocupado, ·que dist1elve
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y agota toda la fuerza del alm·a en blandos jJ/aceres, que hace que la conciencia n1isn1a se evapore en un repug11a11~e crepúsculo. Por lo que respecta al goce, sin en1bargo, gozar es 1vivir de manera poética. Hasta parece qtie el autor quisiese dar cierto t0110 poético al hecho de que Lisette no siempre pensara en "el dinero al impartir sus favo1~es, :gt1e quisiese realzar Sll miserable an1or, en los mome11tos en que no es el dinero lo que detern1ina su elección, bajo la aureola de la e11trega que sólo el arnor inoce11te posee, como si fuese 111ás poético ser un siervo de sus caprichos que un esclavo del dinero. Al1í está, l)ues, sentada en ese n1agnífico ctlarto, sin conservar otra C()ncierzcia que la conciencia externa que los dos grandes espejos despliegan al reflejar su imagen desde los lados, perdida para sí n1is1na. Pc)r eso solía hablar de sí n1is1na llamá11dose « Lisette >>, y por eso decía a me11udo que, de saber escribir, escribiría su historia con1o si se tratase de C)tra persona, prefiriendo más que nada hablar de sí .misma en tercera persona. Pero esto no se debía a qu~ sus 11azañas terrenas fuesen tan histórico-universales con1.o las de un Cé-
sar, cor110 si SLl vida fuese un patrimonio del universo más que de ella misn1a, sino al h.echo de qt1e esa vita a1tte acta [vida anterior] era de1nasiado gravosa con1o para que ella pudiese cargar con su peso. IZecapacitar sobre ella, dejarse juzgar por SllS intimidantes figuras, eso sería ya demasiaclo serio cor110 para tratarse de algo poético. Querría l1acer que esa vida miserable, por el c·ontrario, se desvaneciese en indefinidos contornos, ohservar1a como algo ajeno a
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LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
ella n1isma. Querría sentir pena por esa infeliz y extraviada mucl1acha, dedicarle tal vez alguna lágrin1a, pero ta111bién olvidar que esa n1ucl1acha era ella misma. Querer olvidar es ur1a debilidacl, si bien la· energía puesta en juegc> en esa tentativa puede a n1enudo apuntar a algo mejor; pero querer revivir de n1anera poética sin dejar margen para el arrepe11timiento y, puesto que se trata de alguien extrañe>, l1acer que el goce aumente er1 función de una furtiva complicidad, es una terrible y blanda cobardía. A todo lo largo de Lttcirzde, sin e111bargo, este stt1nirse en un atttrdi11-ziento estético~:· se presenta justamente co1110 una caracterización 1 de lo qt1e es vivir de ma11era poética, como aquello que da libre curso a la irónica autocon1placencia del Yo arbitrario, n1ientras que el Yo profundo se adormece en un estado cie sona1nbulisn1o. · Analicen1C)S esto un poco n1ejor. Con frecuencia se ha intentado n1ostrar que los libros de la clase a la que Lucinde perte11ece son Ü1rnorales; con frecuencia se ha11 elevado quejas y protestqs al respecto; 1nientras se permita, sin embargo, que el autor abierta111ente afirme y el lector trat1quila111ente crea· que son p()étiC()S, no es mucho lo qt1e se ha ganado, tanto n1enos en la medida en que el hotnbre ejerce sobre lo poético u11a exigencia tan grande co1110 la que.:'lo ~ n1oral ejerce sobre él. Habría que decir entonces, Y:.es~o ..4,e,b-~ . ser de-·. ll10Strado, que no sólo son in1110rales~sino que, 1)01; ser"[rr_éfig;iosos, * Esre precepto se da parriculanllenrc en una idílica exaltación Jel ocio, en la que la pura y aurénric~ pasividad coincide con la más elevada perfección. ]e schi>ner das Klilntl ist, je passiver ist rnan. 1\'ur ltaliener wissen zu gehen, und nur die. int Orient verstehen zu liegen: tvo hat sich aber der Geist zarter taul sii¡?er gebildet als in ludien? Und unter allen Hinunelstrichen ist es das Recht des l'v1ii{Siggangs, toas Vornehnle 1oul Gen1eine unterscheidet, unc.l das eigentliche Princip des A deis (p. 42) ... « Det hoieste og· (uldhonnzeste bv er intet andet end reen Vegeteren» [<
n1ás suave que en la India? Y bajo todos los ciclos, el derecho al ocio es lo que Jisdngue lo superior de lo ordinario, el auténtico principio de lo noble (p. 42) ... <
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SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
que
son también imtJoéticos; habría decir de u11a. vez por todas que todo l1ombre puede vivir de n1anera poética si de verdad así lo L]t.tiere. Si nos preguntamos, en efecto, qué es la poesía, pode1nos caracterizarla de ttlanera totaltnente general como una victoria so-
bre el 111unclo; es. 111ediante una negació11 de la realidad imperfecta con1o la poesía abre u11a realidad superior, ensanch.a y despliega lo
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inlJ)erfecto en direcció11 a lo perfecto, atenuando así los profundos dc>lores que tie11den a oscurecer las cosas. En este sentido, la poesía es ~t11a suerte de reconciliación, pero 110 es la recotzciliació11 ver{.iatlera., pues 1 no 1ne reconcilia con la realidad en la. que vivo, .tTO efe(Ztúa n1edian.te esa reconciliación ni11guna transusta11ciación de la ' realidad dada, sino que 111e recOI1cilia con la realidacl dada dár1do(.,
n1e otra reali(iad, su11erior y rnás perfecta, Pero cuanto n1ayor es la cor1traposición, tnás i1nperfecta es propiamente la reconciliación, de rnar1era que, n1uy a n1e11udo, en el fondo·11o es recot1ciliación alguna si110 n1ás bie11 enen1istad. De ahí que sólo lo religioso sea propialnente capaz de ap<)rtar la recon,ciliación verdadera, ptlesto que infinitiza la realidad a11te mí. F~s cierto (]Ue lo poético es u11a suerte de victoria frente a la realidad, per<) la ir1fir1itización consiste en e111igrar de la realidad 111ás que er1 pern1ar1ecer er1 ella. \fivir de manera. pc)ética, por tanto, es vivir de n1a11era i 11finita. l)tiede q11e la infinitu<.1 sea una i11finitt1d exterior, si11 embargo, o bie11 tina it1.finitud i11terior. Q~ien busca el goce poética111e11te Í11finito tiene tan1bién an.tc s( u·i·r. u11a tal infinitud debe su prin1irse a sí 111isn1a. Sólo cuando, al gozar, no estoy fuera (ie n1Í 111isrn<) sino en 111Í 1nisn1o, sólo er1tonces 111i goce es ii1finito, pues es i11terior111erz.te infinito. I-Iay un goce que sigue faltát1dol~ a aquel que goza de n1anera poética, pues, IJOr 1nás que goce ele todo el u11iverso, no goza de sí n1isn1o. Pero sólo el gizar de si n1ismo (110 en sentid<) estc)ico o egoísta, naturalt11er1te, pues en esos casos 11<) ha·y tampoco :verdadera infi11itud, sino e11 sentido religic)SO) es la verdadera infinitud. Si, a partir de estas observacior1es, C011sidera1nos la exige11cia de viuir de 111arzera fJrJét:ica en, tatzto qtte i(ié11tica a la del goce (y dado que nuestra época está, justarnente, tan profu11dan1ente atravesada p<)r la reflexi()n, esa opc)sjción e11tre la realidad poética y la realidad dada debería asun·1ir ttna for111a n1ucho 111<-ÍS profunda (}Ue las
asu111idas l1asta e11tonces, 11t1es si en otros tietnpos la realidad p<.)ética iba n1a110 a
con la realidad dada, al1ora se trata ciertan1et1te de un ser o no ser, pues nadie se conte11ta con vivir de n1anera p<)ética de vez en cuando, sino que se exige que la vida entera sea poética), se ve con facili(iad que a aquélla se le esca¡Ja el goce sz.tperior, la verdadera felicidad en la que el sujeto ya no se sue.ña, sino 111ar1o
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que se posee· a sí. misn1.o con uf.la cla-ridad infinita y es él rnisrno con absoluta tra·nspare11cia, pues esto es p0sible sólo para· el it1dividuo religioso, cu.ya· in.f.initud· no está fuera de·él sir1o en él. La venganza, por ejernplo; es un goce poético, y los paganos creían qtie los dioses se reservaban. la venganza. para sf n1ismos porque ésta era placentera; pero por n1ás que diera ·absoluta sati·sfacciót1 a 1ni sed de vengar1za, 1 por n1ás que yo rnistno fuese, en el sentido de los paganos, un dios que todo lo conn1ueve con su preset1cia y todo lo consume con el fuego de su ira, no gozaría de. n1i venganza sino de tnanera egoísta, tni goce sería sólo u·na infinitud exterior, y hasta el n1ás sitn·ple de los· hombres estaría mucho tnás cerca de haber vencido al n1undó al refrenar su ve11gat1za Y· d0n1it1ar su ira, y sólfJ él gozaría de sí tnismo en verdad, sólo él te11dría infinittld interior, sól(> él viviría de manera poética. Considerán<.iola desde este pur1to de vista, deben1os adn1itir que la vida que Luci1-zde presenta co1110 una vida poética co11oce todos los goces posibles; pero hay Lln predicado que no se nos podrá negar el derecho a utilizar respecto de aquélla, a
saber, que es una vida irz(i1zitamente cobarde. A n1enos que se afirIne que ser cobarde es lo n1is1110 que vivir de tnanera pc)ética, podría darse la posibilidad de que esa vida p()ética resultara ser relativan·lente o, 1.11ejor dicho, ccJ1npletan1ente Ú1tfJoética; pues vivir de 111a11era poética no (}Uiere decir oscurecerse, exuciarse en una repugna11te torridez, sino qt1e quiere decir hacerse uno n1.isn1<) clar.c) y transparc11te, no en finita y egoísta satisfacción, sino en su validez absoluta y eterna. Y si esto n<) es posible para cualquier hon1bre, entonces la vida es locura, y sería de una tetneridad inaudita que el individuo singular, por n1ás que fuese el 1nás agraciad<), pensara que le estaba reservac.io a él aq.uello que había sido clenegado a todos los den1ás; pues, o bien ser hon1bre es lo abs<)lutc>, o bie11 la vida entera es lll1 sinsenti(l
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
ca que su sirviente dice l1aberle oído pronunciar: Lisette sol! Z14 Grun(.ie g·ehen, zu Grunde jetzt gleich: so tuill es das Schicksal, das 1 eiserne [ <
ele la caída de Liserte fue que él veneró su memoria co11 fervorosa devc)ción»] (p. 77). l)ero ese ac011tecin1iento no bastó para que Julius evolucione: Diese Attsnah111e von .,1den1, tuas ]ulius fiir getuoh11.-
lich hielt beim weiblichen Geschlecl1t [. .. }, zvar zu einzig und die Un1.gebu1zg, in der er sie fand, zu 11-nrein, als da/5 er dad~trch Zlt ei1·zer t.uahren Ansicht hatte gelangen konnen [«ése era un caso excepcional y de111asiado aislado respecto de lo que ] ulius consideraba habitual en el género feme11ino» (lo habitual era que ·éste no poseyera la «elevada energía» ele Lisette), «y las circunstar1cias e11 las que la encontró eran demasiado sucias coino para permitirle arribar a una apreciación verdadera»] (p. ·78) 497 • .Nlás tarde, Schlegel l1ace ·q tle Juli us, tras .tln período de retiro solitario, t0111e contacto nuevamente con la vida de sociedad y que,
en una relación 111ás espiritual con alguno~ miembros femeninos de la n1isn1~, vuelva a pasar por varios episodios a1norosos hasta qtle, en I_Jz1ci11.de, encuentra fir1alrne11te la unidad de todos los rpon1entos discretos, encttentra tantc) la se1zsttalidad con1o el ingenio. Pero · clado q.ue ese vínculo amoroso carece de un ft1I1da111ento más profundo qtle esta se11sualidad espiritual, dado qt1e no co11t.iene ning·úl"t rrzo1nento de resig·nación, dado que, e11 otros térn1inos, no es un n1atriinonio, dado que se sigue opinando que la ¡;erfección está en la pasividad y en lo vegetativo, la eticidad vttelve a ser negada. Por eso este vínculo amoroso no puecle dar cabida a contenido alguno ni tener una historia e11 sentido más profundo; por eso stl pasatier11po sigue siendo, sólo que_en deux [de a dos], el n1isn1o al que Julius creía preferible aplicar SLl soledad, me.ditar sobre lo c1ue diría o resp011dería alguna que otra ingeniosa dama en tal o cual pica11tc situacit1n. Por eso es un a1nor desprovisto de t()dC) cc)ntenido real, y la eternidad de la que tan a n1enudo se l1abla 110 es sii1o lo que pc)dría llan1arse el instante eterno del goce, una infil1itud que no es infinitud algu11a y que, con1o tal, es ünpoética. Por eso no puede uno evitar la risa Cllando 1111 tan delgado y endeble vínculo amoroso se cree capaz de afrontar las tempestades de la vida, se cree dotado de la fuerza suficiente cc)nlo para asun1ir die herbeste Lattne des Ztt-
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1
,
LA IRONIA DESPUES DE FICHTE
falls für schorzen \V'itz ·un.d ausgelasse1ze Willkii!Jr l <
pero
...
Tieck Comentaren1os parricularme11te algunos de los drat11as satíricos y la lírica de Tieclz. StlS prin1eras novelas son anteriores al mo111ento en que los Schlegel lo con(lt1jero11 al conocimiento de la verdad; sus novelas tarclías se aproxin1an cada vez 1nás a la realidad e inte11tan, CC)n no poca frecue11cia, adaptarse completan1e11te a ella de11tro de un cierto margen. E11 Tieck respiro ya n1ás tra11quilo y, si VLlelvo de 11uevo n1i mirada hacia ~ucÍ11de, siento como si hubiese despertado de un a11gustioso e inquietante sueño en el que l1abría <)Ído, p()f un insta11te, las seductoras notas de la s~nsualidad y los salvajes y bes-
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SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
1., •.J.~
tiales aulliclos que resuenan en ·n1edio de ellas; 1 es con1o si t11e hubiesen ofrecido la repug·t1ante poció11 preparada en el 'caldero de una bruja, capaz de quita·rle a uno todo sa·bor, tocio apetito por la vida. Schlegel adoctri11a, se dirige directatnente a la realidad. Tieck, en cambio, a.bandonánd{)SC ·a ·un cierto jttgueteo poético, l1ace ·que éste conserve su indiferencia co1z resfJecto a la realidad. Sólo cuando se abstiene ·de ese ·jugueteo es capaz de enfrentarse a la realidad, pero in.cluso entonces se enfrenta a ella de ur1 lTI<)do ·no n1uy clirectc>. l~ste juguetee) poético, .ese clesaforado hop-sa-sa iró11ico 499 al·que se entrega, tiene innegablemente cierto valor ..En este sentido, Hegel ha sido a I11Ctlud<.J injusto con Tieck 500 , y debo aprobar la ·observaciórl ·hecl1a en algu11a parte, dicho sea de paso, por u11 ferviente l1e-
.geliano:.. : /1~ Spaf5 u1td Heiterkeit farld er (Hegel) sich ·gleichfalls beha,rtlich, doch die letzte Tiefe des Hun-zors ·blieb il11n ·tiJeilweise verschlossen, und die neueste Form der Ironie widerstrebte dern1a{5en sei1zer eigene1t l{ichtu1tg, da(S es iiJm fast a11 de111 :Organ gebrach, attcl; das Aechte i1t ihr an,zuerke11rzen oder gar zu getr.ief5en [«Si bie11 (l-legel) se sentía a gusto ·COI1 ·las bromas tanto con10 con la hilaridad, el trasfondo últirno del hu111or siguió rcsultándole extraño en algunos aspectos; la fortn.a~.tpás recie11te de la ironía era, adetnás, ta.11 co11traria a su propia orientació11, que es C<.)mo si hubiese carecido ·de'l·órgano que le pern1itiría reconocer su legitin1idad e, it1cl.~.~(>., gozar de ella»]. Pero en la In.edida en que se acerca tnás a la. realid·á~l-;'/éii..la ··medida en que sólo resLilta ·co1nprensible en fut1ci()n.. de .Ltna ruptura con la realidad, en la n1edida er1 c1ue contiene ciet:~a :polernici(iad y e·x-ige un desarrollo polétnic() cotno .C()11<:.iición de la ·sin1patía clellector, este in1pulso poético cae fuera de la indifere1zcia poética, :pierde su inocencia ·y adquiere u11a inte11ción. No se trata ya L-le Ut)a licencia poética -que, co1no Münchhausen 502 , se tornaría de la· nuca ·para quedar flotando et1 el aire y ·hacer piruetas cada vez n1ás extrañas sin pisar el suel
l,'-
Vorstudie11 für Leben und
Ku11st,
ed. 1-I. (i. 1-Iotho, Stuttgart y TUbi ngen, 1835
(p. 394 )·" 01 •
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LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
universo· poético. t Los anin1ales hablan con1o personas y las perso- 336 nas corno hadas; las rnesas y las sillas totnat1 conciencia de su ünportancia e11 la existencia, las personas dejan de dar importat1cia a la existencia; la .nad·a se: convierte en todo y tod
filiste
otro, la realidad ideal y sus crepusculares siluetas. Estos dos nlon1entos se relacionan er1tre sí de manera necesaria. Ct1anto más se caricaturjza la realidad, 1nayor es la altura desde la que en1ana el ideal, sólo que e11 este caso la fL1ente de la que en1ana no salta hasta t¡
la vida eterna 504 . Pero el hecho misn1o de que esta poesía se n1tteva
338
entre los opuestos n1uestra que, er1. un sentido más profun<;lq, no es verdadera poesía. El vercladero ideal no está en algún rr1ás ailá sino que, estandt) detrás de nosotros en tanto que fuerza impulsora y delante de nosotros en .tanto qlte n1eta i11spiradora, está al mismo tiempo en nosc)tros, y ésa es su verdad. l)ero los poen1~s de esta clase no pueclen entablar tampoco una verdadera relación poética corz e_llector, ya que er1 definitiva el poeta n1ismo no entabla una atlténtica relación poética con su poe1na. La fJosiciótt poética adoptada por el poeta es la arbitrariedad poética; la impr~sión de·conjun-to <..1ue el poen1a produce es la. de ~ln vacío en el que 11ada l1a qt1edado. La estructura total es ya una n1uestra de esa arbitrariedad. 1 A veces la pieza avanza a toda prisa, a veces se detiene y se estanca en u11 episodio, otras veces retrocede; a veces estan1os en la calleja de Peder Madsen 505 , otras veces, e11 el cielo; de repente ocurre ~lgo sun1an1ente inveros~mil, y el poeta es bien consciente de que es algo inverosítnil, o un lejano tÜ1tineo anuncia el piadoso cor-
322
LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
l'v1agos, o sigue un solo para corno~:·; a veces se dice algo con roela seriedad y de inn1ediato se le vuelve del revés·, }'' si la risa busca conciliar los opuestos con su u11idad, tristísimos y lejanos sones de flauta aco1npañan a esa risa, y así Stlcesivainente. Pero dado que la estructura total no comp<)ne 11na totalidad poética, dado que lo poético es para el poeta la libertad de tenerl<) todo en su poder y, para el lector, la libertad de emular los caprichos del poeta, dado (1ue, como decíamos, la estructura total no compone una totalidad poética, los ele1nentos discretos quedan aislados; o, n1ás bien, dado que los elementos discretos representan aspiracio11es aisladas, no puede obte11erse ninguna ttnidad poética. La aspiración polémica nunca encuentra reposo, pues lo poétÍC(J consiste justamente en estar siem.pre emar1cipánciose tnediante u11a nue-
tejo de los
l~eyes
va polé111ica, y así con1o es difícil para el poeta dar con el ideal, igual111ente difícil le resulta dar con la caricatura. Cada golpe pc>lé-
mico contiene siempre un plus, la posibilidad de so·brepasarse a sí misn1o a través de un retrato aun más ingenioso. La aspiración ideal, por Sll parte, no tiene ideal alguno, pt1es cada ideal es al n1ismo tien1po una n1era alegoría en la c1ue se encierra 1111 icleal.s_qperior, y así hasta el infinito. De ahí que el poeta no se permita n·.uúca ni permita al lector hallar reposo, pues el repos0··es :.p.recis~mente lo opuesto a esta clase de im,ptllso poético. Stl único· repOS() es''[ .,á eter11idad poética-en la que contempla el ideal; pero esa eternidad es un abst1rdo puesto que carece· de tie1npo, y por eso el ideal restllta ser alegoría al cabo de un instante. Así con1o '""fieck dispone de tina sagacidad inigualable cuando se trata de concebir el. filisteísmo, de un adn1irable virtt1osisn1o para las Ü1versiones ópticas; la artesiana proft1ndiclad de su aspiració·n icleal hace que la in1agen que había de aparecer en el firmame11to des a parezca infinitamer1te· en el infinito. Tiene el raro don d.e hacer qt1e uno 1nismo se sienta extraño, y las figuras huma11as ideales que aparecen a veces pueden realrnente causar temor en virtud de su ra-
~ Puede
con1parase con ·esto la excelente exposi<.:ión de Hotho, p. 412: Da behalt die abcnreuernde .Ungebundenhei[ der Phantasie einen schranhenlosen Raurn zu jederlei Art der Gebilde offen; tvo sie uza inuner ·rnogen1 ranken sich keche Episoden urnhert arabeskenartige Seltsanzh.eiten sch/ingen sich zu neckendent Gelachter bunt durch das lose GetvebeJ die Allegorie toeitt't die sonst so begranzten Gesta/ten nebe/haft aus, dazt.vischen spuckt der parodische Scherz in verkehrendenz Uebennuth, und diesenl geniaJen Belieben. verscluvistert sich jeue nlatte Behaglichkeit, die keinen u1ii{5igen Ein{a/1 zuriick~veisen kann, tveil er aul ihrenz Boden envachsen ist [«La f'autástica· inde¡Jendencia de la in1aginación n1antiene abierto aquí un espacio ilimitado para toda suerte de indgc:ncs; los episodios insól iros brotan por todas partes, las rarezas se entrelazan en forma de arabesco, anudándose en burlonas carcajadas a través de la abierta trama, la alegoría hace que las fornH\S corrienre1nente dclin1itadas se dcsvanez<.:an en una nebulosa, el juego paró-
dico estalla poL' rod,ls partes con vers{itil jocosidad, y a ese genial arbitrio se enlaza una floja in· dulgencia incapaz de rechazar ningún incidente !-=asual, puesco que brota ele su propio sudo» 1.
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.
~3(
~)
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
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reza 1nisn1a, pues suelen· asemejarse a curiosos enge11dros de la naturaleza, y lo que sus fieles y perspicaces-ojos i.nfunden.11o es tant<.1 confiat1za si110 una u.11hei1nlich [siniestra] ar1gustia ):·. Dado que el et11peño de toda esta p
pc)S.íÍlejores, se queda completa1nente desconcertada. Harta)' aburrida de.SLlS arnistades halJituales, la rima va en busca de ,nuevas e interesantes relaciones. El ele111entcJ tnusical tern1ina aislándose pc)r con1pleto_, y a veces ·el ro1nanticisn1o logra realn1ente rcconstrttir un. tipo de poesía similar a ese bonito verso de la infancia que todos conoce11: Ulen . .Dulen Do1~f 07 • Se· Sllpone que esas poesías son 'las 111'is perfectas~ pues el estacio c.ie ·áni1110~ del que todo depende, tiene allí el do1ninio absoluto y una con1pleta independe11cia, dado que t()do contenid() sustat1ciall1a s1do 11egado. Tieck no negó la realidad tan serian1e11te con1o Scl1legel, pero su extravagante e in1potente idea1, (}Ue vaga con1o una 11ube en el cielo o con1o una son1bra de aquella que pasa presurosa sobre la tierra, es ya una n1uestra de su extravío. Scl1legel halló tra11quilidad en el ca·tolicisJ.11ü; Tieck l1al1ó re11oso a veces en u11a suerte de deificación de t()da la existencia que hizo que t
Quien (}Uiera hacerse una idea gráfica de una tal figura podrá re1nitirsc a la itnagen que se encuentra en l)es Knaben Wunderhorn, al te deutsche Lieder, vol. ll1 50 r,. *
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lA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
Solger Solger fue el que ton1ó conciencia del estatuto filosófico ·de la ironía. Su perspectiva se encuentra formulada e11 las lecciones ele estética pul-,licadas des11ués de su 1nt1erte ':-, así con1o en algut1os er1sayos incluidos en sus Escritos fJÓstu?nos~:· ~:~. 1-legel l1a 11uestc> grat1· atención en la exposiciótl de Solger y lo trata con una cierta ¡Jreferencia. En la varias :eces 111encionada reseña, p. 486) 508 , Hegel se pronut1cia de este n1<)do: Wie sie (die Ironif!) gewoh1zlich vorl<.o1·n111t, ist sie 1nehr 11ur als ei11 berühn1ter, .vorn.ehm seyn sollen(ler Spttk a1tZttsehen-; in Beziehttng auf Solger. aber l<.atn·z .sie als ei1z l)ri7tcifJ behandelt werde11. [«Tal con1o se presenta habitual1nente, (la ironía) debe cot1siderarse sólo como ur1 ilustre y presunta111ente clistinguiclo fantastna; en el caso de Solger, en can1bio, cabe consid·erarla com<1 un principio»]. Hegel habla de Solger tan1bién- e11 la itltroducció11 a la Estética (p. 89) 509.: Solger 1 war tzicht wie die.Uebrigen mit oberfléicl?-
liger Bildutzg zufrieden, sonder1·! sein acl1t speculatives in1zerstes Be. dürfni(S dréingte ih11 Í11 ide Tiefe der tJhilosophishcen Idee hinabzusteigetz [«A diferencia de otros, Solger 110 se dio por satisfecl1o cor1 una culttlra superficial, sino que, llevado ·por una necesidad interior auténticamente especulativa, accedió a las profundidades de la iclea filosófica»], y lan1ent~ que Solger tnuriera detnasiado pronto para alcanzar a partir de allí resultados CC)ncretos. Exponer la perspectiva de Solger ·es, por cierto, muy difícil; con1o correctan1ente observa Hotho (p. 399), Solger ha explicado
sus procedin1ientos
schwerbegreifbarer philosojJhiscl1er Klarheit [«con tina claridad filosófica difícihnente con1prensible»]. l . a cuestión, en definitiva, es que Solger está totalme11te fJerdido en lo negativo; de ahí que 1ni partida l1acia ese tetn.pestuoso rnar no deje de i1t
inquietarrne, 110 pc)rque te1na perder la vida, sino porque tne preocupa lo enorme111ente ·difícil que tne resultará dar al ]ector alguna noticia fehaciente acerca del lugar al que he ido a parar o en el que 1ne encuentro en cada mornento particular. Puesto que lo negativo, que jamás se hace visible si no es en virtud de lo positiV<), es en este caso lo prepondera11te y carece de toda productividad, t<1do nos resulta confuso, todo vuelve a desaparecer en el i11stante n1isn1o en el que C011fiábat11os en la posibilitiad de ol1tener una detern1inaciÓ11 a partir de la cual orientarnos, pues lo que de lejos parecía positivo, visto más de cerca, resulta ser una 11ueva negación. l)or eso es p<)SÍble COI1siderar que Solger, at1n cuando tuvo su Ü11porta11cia en la * K. \XI. F. Solger~ Vorlesu-rzgen über Aesthetik, ed. de K. W. L. Heyse, Leipz.ig~ 1829. ~- ;:- Solger, Nachgela.sset1e Schriften und Brie(u;echsel, ed. de Ludvvig Ti ce k y Friedriech von Raun1cr, Leipzig, 1826.
325
341
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
342
evolución, fue n1ás bien la víctima exigida 110r el sisren1a de I-Iegel. Esto permitiría explicar también la predilección que Hegel mt1estra pc)r Solger, que es el caballero tnetafísico de lo negativo. Solger no entra en colisió11 con la realidad en el se11tido en que lo hicieron los otros ironistas, pues su ironía no se configuró por oposición a la realidad):·. Su ironía es ironía contemplati·va; Solger ve la nulidad ele todo. La ironía es un órgano, un sentido para lo negativo. El empeñ<) de Solger cae por entero dentro del ámbito de la ciencia. 1 I)ero esto constituye ya una enorme dificultad, puesto que e11 11inguna parte ha hecho 11na exposiciót1 cohere11te, progresiva y
estricta111ente científica, sino que se vale de n1eros exabruptos aforísticos, ya sea para l1acernos entrar e11 C011sideraciones purarner1te n1etafísicas como en Í11dagaciones histórico-filosóficas, estéticas, ·l
éticas, etc., exabruptos c1ue atañen al entero reino de la ciencia. A esto se agrega qtle su ·uso del leng~uaje suele ser 1nás poético que filosófico (como cuando dice que Dios, al revelarse, se sacrifica; ya sé
que el uso de esta expresión podría ser análogo al que, en sentido n1etafísico, los estudiosos actuales hacen de la expresión según la cual Dios se reconcilia con el mundo; pero este tlSO es ya una extrapolaciót1 conceptual respecto de la terminología cristiana, y semejante abuso no es pretexto alg'uno para justificar la actitud de Solger respecto de tln concepto que es má·s concre.to todavía), un uso del lenguaje que no siempre da al· lector una idea clara respecto de
la dirección e11 la que se n1ueve. Se usan a n1en udo expresiones tales ft
con1o «negar», «aniquilar», ·«superar», pero el lector debe conocer la ley del rnovimiento a fin de orjentarse verdadera111ente. Lo negativo tiene, en efecto, ttna doble f~tnción: infiniti.zar, por una parte, lo finito, y finitizar, por otra, lo infinito. Pero si no se sabe en qtlé corriente se está o, más bien, si se está tan pronto en una corriente . como en la otra, todo se conft1nde. Hay que ponerse de acuerdo, además, respecte) de la significación de aquello de lo que se dice que debe negarse, pues de otro modo la negación (co1no la cesura en aquel famoso verso 510 ) cae en el.lugar equivocado. Así, cuando· se dice que la realidad debe ser aniquilada, que debe ser negada, es preciso saber qué se entiende por.realidad, pues en algún sentido la
* De allí Ja totalmenre correcta observación de Solger en sus escritos póstun1os, Segunda Parte, p. 514: Aber ist denn nu.n diese lronie ein schnodes 1-lint.uegsetzen itber Al/es, zvas den AJenschen toesentlich und ernstlich interessirt, iiber den ganzeu Zwiespalt in seiner Natur? Keines~.-uegs; dieses tviire eine ge;neine Sp6tterei, die nicht über Ernst und Scherz stande, sondern auf den1se/ben Boden und ·ntit ihren eigenen Krii{ten sie bestritte [<<¿Es esta ironía, entonces, un indigno desprecio de todo lo que interesa esencial y seriarnente al hombre, del total desarreglo de su naturaleza? De ninguna tnanera, pues en ese caso sería una brorna ordinaria que, en lugar de
situarse por encin1a de lo serio y de lo l(tdico, comharirí:1 con ellos sobre· su propio terreno y con sus propias arrnas »].
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LA IRONÍA DESPUÉS DE fiCHTE
realidad n1isn1a surgió er1 virtud de u11a 11egación. Pero est<) no sucede, y por eso se puede llegar a incurrir en la con(usió11 de decir que el hombre es lo Nichtige::· [lo nulo] (ya en este caso hay qLte andar con cuidado y ponerse de acuerdo respecto· c:le en qué sentido el ho111bre. es lo Nichtige} y si no 1hay algo de positivo y válido er1 este 343 Nichtige), y que lo Nichtige debe ser aniquilacl<) (aquí, nuevan1ente, habría que liar u11a breve co11ferencia respecto de si el hon1bre mismo puede aniquilar lo que en él hay de Nichtige~ con lo cual, en otro sentido, élinÍSI110 no es lo Nichtige),.y qtie, aun así, lo NiciJtig·e es lo que hay de divino en nosotros mismos (cf. Escritos póstumos, l) rii11 era Parte, p. 511 ). Solger qttiere establecer la identidad absoluta de lo finito y lo infinito, derribar la pared n1e~iianera <.Jue en tantos aspectos los separa. Por eso se esfuerza por alcanzar el con1ienzo absoluto y desprovisto de supuestos; su aspiración, por tanto, es ~sp·ectllativa. Se dice en sus Escritos póstz.tn1os, priiner volt1men, p:· ·507: Das ist doch wohl gewi(5, dafS sich seirze Wissenschaft [... ] von allen iibri1lgen dadurc/-; z.uesentlich l·ttzterscheidet, da(S sie allttmfassend_ .ist. Jede a·ndere hat ettuas Vorattsgesetztes, Geg;ebenes, ettueder .~i.rze bestim1nte Forn1 der Erkenntni{SJ tuie die Mczthen1atik, odt;r eineiz bestirnnztett Stoff, tui e Gesch ichteJ Naturkttnde l·t-1td· de.1'ígl.!.: ~).ie allein muf sich selbst schaffe~ [«Es bien sabido c1ue su ciencia (la '(iét" filósofo) difiere esencialme'11te de todas las demás· por el hecho de ser
omnicomprensiva. Todas las demás tienen algún presupuesto, algo e-lado, ya sea una deterr11inada fortna de conocer, con1<) la matei11(.Í.tica, o una determinada n1a teria, corno la historia, la ciencia 11a tural, etc. Es la única que debe crearse a sí misma>>]. Su iro11Ía contemplativa considera lo .fi11ito con1o lo Nichtige, con1o aquello que debe ser superado::·:~. l)ero, por otra parte, lo infinito tambié11 debe ser 11egado, no debe subsistir en un transmundano An .sich [en sí]. Así es como se instaura la verdadera realidad. Cf. Escritos póstumos,. primer volumen, p. 600: Aber das Erzdliche, clie gemeitze Thatsache, ist eben so tuetzig die tuahre Wirl<.lichkeit, tuie das Une1zdliche, die Beziehurzg a~tf Beg;riffe und .wechselnde Gegensatze:. das Ewige ist. Die wahre Wirklichkeit ist ei11 Mo1nent der Anschauung, itz ~uelchem Endliches und Une1zdliches, die ttnser g·en·zeirzer Versta11d n.t.-tr in. Beziehttng att{ eifzarzder erkennt, vollig *
1-Ie mantenido el rérn1ino alem,1n, puesto que en realidad no conozco ningún rérn1ino
danés que designe exactan1ente lo n1isn1o. Aun cuando este término perturbe al lector, éste tiene ra1nbién la ventaja de disponer de un pern1anente rnen1ento [recordatorio] Je Solger. : · * Veren1os enseguida la diferencia esencial entre la ironía de Solger .y la anrcrionncnte descrita. La iron1n de Solgcr es una especie de recoginúento contemplativo 1 y no le preocupa prc~
servar en su pudor al sujeto que es en-sí. Toda finitud debe ser n egndn, incluso el sujeto observador que, en sen[ido propio, ya se encuentra negadq en esa conrernplación.
327
·
SOBRE El CONCEPTO DE IRONiA
aufgehohen· zverden, indem sich darin ·Gott oder das Ewige offenbart r«Pero· ·lo finito, el COITI ún estad·o de cosas, 110 es la realidad
344
verdadera·, tantc) co1110 lo infinito·, la refere11cia a conceptos y a opc)siciones cambiantes, n·o es ·1o eterno. La realidad verdadera es Ltn 1110n1ento ele la itltuición en la que lo finito y lo infinito, que 11uestro entendi111iento común nc) conoce sino en Stl n1utu·a· interrelación, son con1pletarn.ente superados, revelándose en ello· f)ic)s o lo eterno»]. Ten.etnos aquí, por tanto, la idea en la forn1a extrerna del cc)ntie1tZO absoluto, la· idea en tan.t<) que r1egatividad infinita y absoluta. Claro qtie, para llegar a ser algo, lo negativo debe volver a ponerse de tnan ifiesto ·¡ en la finitización c.-le la idea, es decir, en su cor1cretización. Lo negativo es la inquietud del pensar, pero esta irlquietud debe tncJstrarse, debe hacerse visible, su inlptdso debe l11C)Strarse C<)tno el in1_puls<) conductor de la obra, y su dolor cotno el dolor de dar a luz. Si esto no suced·e, lo único que tene111os es la irreal realidad de la· conternplación, del recogitniento, del panteís1110. Tanto si establece que el recogimie11tó es u11 rn.ero n1omento COI110 si se ad111ite que la vida entera es recogi1niento, la realidad verdadera· no se hace presente. Si es un n1ero _tnome11to, lo único c1ue qt1eda pc)r hacer es volver a prov.ocarlo en el Í11stante; si ha de colrnar la ,vida ·entera, la realidad no lh~ga verdadera111e11te a proclticirse. Es ir1útil, ¡J
328
LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
chen Tu.genden siJtd ein solches reflectirtes Bild ·des Gttten, tt1zd wehe dem, der sich auf sie verla(St! Alfe unsere .hlos rrtoralische1-z Laster si1td ·eirt solcher Widerscheitt des Basen, un.d wehe de1n, der darüber -verzweifelt t-tnd sie für etwas halt, das wirklich z.-tnd wahrhaft ist, und nicht an de1t glaubt, vor de1n sie nichts sind und der sie alleút i1t uns hebe11 /<.a11n! [«El hecho de que podan1os ser malos se debe a que tenemos una.. aparie11cia, una existencia con1ún que, en sí, no es ni buena ni n1ala, que no es 11i u11 algo ni una nalia, sino la
111era sombra que la. esencia arroja .sobre sí r11isma e11 su existencia separada, y sobre la cual no~otros poden1os proyectar, C()ffiO S()bre una neblina, la in1age11 del bien y del 1nal. Todas nuestras virtudes purán1ente n1orales son una Ü11agen refleja del bien., ¡y ay de aquellos que se fíen de ellas! Todos nuestros vicios pura111ente n1orales sor1 u11 reflejo deltnal; ¡y ay de aquellos que de.sesperen por ellc)s y los tomen con1o algo real y verdadero, y no crea11 en Aquél ante quien nada son, y que es el único que ·puede suprin1irlos en n()SOtros! » J. Allí se n1 u es t ra el ara rn ~n te 1a vague el a d 1de So lge r. IJ ues si bien es cierto que las virtudes n1orales no tienen ningún valor en sí y para sí, sino sólo en la hu1nildad de dejar ·que Dios las suscite en nosotros, y que los vicios del hon1bre sólo son supritnidos pt)r Dios y no por propio poder, eso no significa que uno deba perderse de rnar1era metafísica pasantio por alto, e11 el primer caso, el sir1ergisn1o512 que asiste a la divinidad y, e11 el segundt), el arrepe11tin1iento, que no deja que Dios se vaya 513 • Es cierto que, de este n1odo, lo finito es lo Nichtige, pero en ello hay cierta· firrneza. Así, pues, la aspiración científica señalacla en todo esto 110 se CU1'1tfJle, y lo que tenen1os es un fJerderse de ti¡Jo panteísta 1nás bien que ur1 dar cuenta de la absoluta identidad abstracta arz sich de lo infi11ito y lo fii1ito. El¡1anteístno puede presentarse de dc.)S tnaneras: o bien pongo el acento en el bo111bre, o bie11 en Dios; o l)ien el plantean1iento es antropocéntrico, o bien es teocéntrico. Si h.ago.. que la
estirpe hun1ana produzca a Dios,
Il()
l1ay ningún c<>Inbate entre Dios
y el hon1bre; si hago que el hombre desaparezca en Dios, no hay ta1npoco con1bate algu110. Esto tlltimo es (Jbvianlente Jo que ha hecho Solger. Es cierto que 110 quiere que se piense a Dios c<)tno sustancia, a la manera de Spinoza, pero esto se debe a que 110 <..Juiere superar la identidad de lo diviJ1o y lo hun1ano propia del recogin1iento. Pero estas indagacio11es 1neta(ísicas n<) son lleva(ias a térn1i.no.
Por eso nos dirigiremos a otro ciclo de observaciones que correspondet1 111ás bier1 a Utl carnpo dogtnático-esfJeculativcJ. Solger u ti liza con negligencia ideas tar1 concretas co1110 «Dios», «sacrificarse», «e11tregarse pc)r anl<)r», etc. Nos encontran1os con una ¡)ert11.a11e11te alusión a ideas tales con1o la de la creación de l)ios a 11artir de la nada, la de su reco11ciliaciót1, etc. Este aspecto ha sido tratado es-
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SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
crupulc>sainente por 1-Iegel, así que rne remitiré a él. Priinero, ptles, algtinas citas de Scllger. La n1ayor parte de estos guiños n1etafísicos se encuentra particularmente en el ¡)rimer volurnen de sus Escritos
¡;()stuJnos, en dos cartas, una dirigi(ia a Tiech y la otra a Abeken. Escritos pósttt1nos, Primera Parte, p. 603: Inde1n Gott in unserer E1-zcilichkeit existirt oder sich offenbart, opfert er sich selbst auf t/trzd uer1zichtet si eh in ttns: derzn wir sind Nichts [«En tanto que Dios existe o se revela en nuestra finitud, se sacrifica y se aniquila a sí 111 isn1o e11 nosotros: pues nc> son1os nada» 1. En la Inisina parte, 11. 511, se observa: Nicht unsere relatiz;e Schz,u¿iche macht unsere
U!-zvollko1nine1zheit, nicht unser eig·enes tueserztliches Seyn unsere
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\Vahrheit a-us. \Y/ir si11d deshalb nichtige Erscheinttngen, weil Gott in ~1ns selhst ExisteJ1Z a11genommen uncj sich dadurch ·van. sich selbst 1 geschieden hat. Un.d ist dieses nicht die hi3chste Liebe, da(S er sich selbst i11 c.las Nichts begeben,· dan1it ·wir seyn móchten, 1-tnd da~ er sich sog·ar selbst geopfert tt11d sein Nichts vernichtet, sei-nen Tod getodtet l1at, damit tuir nicht ein blo(!.es Nichts bleibe1z, sc>ndertz zu ihnt Zt-itückkehren trnd in ihm seyn móchten? Das Nichtige in ttns ist selbst das GottliciJe, insofern wir es néimlich als das Nichtige z.-tnd uns selbst als dieses erl<..en.nen. In ·diesem Sirzne ist es aztch (iClS c;ute; t-t1zd tvir kónnen vor Gott nur z,uahrhaft g·ut seyn d-urch Selhstop(eru11g [«No es nuestra relativa debilidad·la que constituye nuestra i111perfección, ni nuestro prc)pio ser esen·cial el que constitu-
ye nuestra verdacL Sol11C)S vanas apariencias p9rque Dios mistno ha cobrado exi?tencia en 11osotros y, de este modc), se ha separado de sí n1isn1o. ¿Y nc) es éste el a1110r supremo, que se haya entregado él misn1o a la nada para que nosotros pudiéramos ser, y que se haya incluso sacrificado, que haya a11iquilado su nada y n1atado su n1t1ertc lJara que nosotros no siguiéramos siendo L1I1a mera nada, sir1o que pudiéramos volvernos ~acia él y ser en él? IJo Nichtige en nClS<)tros es }() divino misn1o, en la n1edida en que lo reconocemos como le) Nichtige y nos reconocen1os nosotros mismos en ello. En este sentido es también lo bueno, y sólo ante Dios podemos en ver: Jad ser buenos sacri.ficá11donos nc)sot.ros 1nismos»]. Hegel explica esto en pp. 469 SS. 514 ::~ Enseguida advertimos que .Solger, pese a Sll energía especulativa, n1ás que orientarnos nc)s desorienta, y, puesto que faltan. todas las deter111inaciorzes intertrzedias, es 111uy difícil deci(iir si las negaciones tie11en la e11tonaciÓI1 correcta. Cuando se .dice: indem Gott in tttzserer E11tllichkeit existirt oder sich offenbart l <
:~
La disctisión hegeliana de lns consideraciones de Solger puede proporcionar, por lo den1ás,
~tnn interesante
a ponación a la pregunta: ¿córno se relaciona 1-legel con la perspccriv~ cristiana?
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LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
mos saber prin1ero en qué sentido Dios existe en la finitud; nos· falta el concepto de creación. Podría parecer que la creación aparece expresada cuando se dice, a conti11uación, que Dios se sacrifica al
existir en lo fir1ito. Sin embargo, si ése es el sentido, la expresión no es exacta, pues entonces debería decirse: en tanto que Dios se sacrifica, crea. El hecl1o de que el predicado correspondiente sea que Dios se aniquila a sí 1nisn1o parece confir1nar esto. Pues si bien es cierto que tenemos una negació11 cuando decimos que Dios se aniquila a sí ·mis1110, hay qt1e 110tar que se trata de una negaciór1 me~ diante la cual lo infinito se fir1itiza y concretiza. Pero las expresio-
nes «Dios se sacrifica» y «se aniquila a sí mismo» pueden tainbién hacer per1sar en la recoJzciliación. Así lo confir111a la indicación posterior: «no sornos 11ada», pues· si bien de esta .ma11era lo finito está puesto, lo está en su finitud, en su nulidad, y es esta nulidad la que debe ser negada, con lo cual la negación infinitiza ·-lo. 'finito. Si se trata de aclarar e11 qt1é sentido el hombre es nada, sin einbarg(), nos faltan las determinaciones intermedias, deter111inaciones intern1edias lo Sl1ficiente111ente atnplias como para abarcar la signific·éJ.ciór1 del pecado. 11.,enemos, por tanto, ur1a i1nprecisión especulativa q.ue~ 347 110 hace justicia ni a la creación, ni a la reconciliación, nj .a. la fir1i:.:. tu el, ni a la pecan1inosidad. Una oscuridad espec~llativ~ '.s'~i11ej~1nte se nos presenta ctiando cotejamos las declaraciones efectt1adas en su car.ta a Tiecl<. Allí nos entera1nos de qtle (tuir) deshalb.11ictJtige
Erschein.ttrtge1'l sind, tueil Gott in urzs selbst Existerzz angenomrrletz, t1nd sich daJ¡,trc/; vorz si eh selbst geschiederz hat [«somos van.as apariencias porque Dios mis1110 ha cobrado existe11cia en 11osotros, y de este modo se ha separado de sí n1isn1o>>]. En este caso hay una obvia alusión al concepto de creación. Sü1 err1bargo, para no tnei1cionar que faltan las deterrninacio11es intermedias capaces de retener el acto de la creación, ni siquiera el pensan1iento pa11teísta se expo11e aquí con exactitud; plies no puede decirse propiamente que somos nichtige Erscheintt11gen [vanas apariencias] porque Dios ha cobrado existencia e11 11osotros; .de acuerdo a la perspectiva y a la terp1inología de Solger, debería decirse tnás biet1 que la nulidad de la finitud viene a la existencia en cuanto Dios se aniquila a sí 111isn1o, y que Dios 110 está separado de sí 111ismo al cobrar existencia en ella (con1cJ sí lo está en el1110111ento de la creación) si110 que está en sí 111isn1o, y la nulidad es suprimida. Cuando luego se dice: [Jnd
ist dieses nicht die hocJJste I,Jiehe, da(S er sich selbst in das Nichts begeben, damit z.uir seyn rnóchten? [«¿y 110 es éste el a1nor stlpre111o, que él (Dios) se haya entregado a la nada para que nosotros pudiérarnos ser?»], la creación y la reconciliación vuelven a C011fut1dirse
y a e1zredarse la ttna con la ·otra. Dios, en efecto, no se ha
e11t~egado
a la nada para que nosotros pudiératnC)S ser; pues si bien es cierto
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
que no S(Jrnos nacla, Dios se ha entregado a la· 11ada para que pudiéraJnos dejar de ser nada . Si Solger q.uiere ver en esto el an1or de l)ios, ta1nbié11 en este caso faltan las. d.eterminaciones i11termedias, pues el cor1cepto de creaciór1 debe siempre estar dado ¡Jara que el amor de Dios 110 resulte ser atnor de sí mismo. Solger utiliza luego expresiones a·un 1nás cor1cretas, diciendo- que~ Dios. se ha sacrificado y aniquilado su nada y matado su muerte. Pues bien, esto hace pensar en la recc)nciliación, en la 11egaciór1 de· la finitud, en el retorno a Dios y e11 Dios. Pero puesto que· a11tes se ha dicho que Dios· se aniquila a sí mismo al existir en nuestra fii1itud, obtenernos la 111-is11ia expresíón para la creación· y para la reconciliación. No parece fácil ente11der,.además, q.ué qt1iere decir que Dios se sacrifica tan· pro11to como se lo aclara diciendo que «a11iquila Sll nada». Pero. la confusión resulta aúr1 mayor cuando nos er1terarnos de que lo Nichtige es en nosotros Jo divi110; somos lo Nichtige, de hecho, pero ¿cótno puede lo Nichtige en Ilosotros (con lo cual parece indicarse que l1ay en 11osotros alguna· otra cosa que no es lo Nichtige) ser lo divino? Fit1ahner1te se señala que nosotros mismos podemos conocer lo
Nichtige en nosotros. Si co11 esto quiere decirse que nosotros tnis348
lllOS poder~_1()5
negarlo 111edia11te ese· COnocimiento, 1 es obvio que tene.tnos aquí--.u11 concepto pelagiano de la reconciliación 515 • Aquello qtle Solger parece entrever e11 todo este análisis es la negaciótl··~de. la.)1eg·ación que
contie11e en sí la verdadera afirn1ación. Pero puestb' que el' razonamiento no l1a alcanzado su ple110 desarrollo,.~ -la prünera 11egación encaja errónean1ente con. la segur1da y no '
1
'·
1
••
se obtietle con1o resultado la verdadera a(ir1nació11. Hegel percibió esto con total claridad, y por eso observa de rnanera ex¡.)lícita (p. 470) 516 : das eine Mal sind· \Vir darin als das Nichts (was das Base
ist) V()rausgesetzt, da11n ist auch wieder von Gott der harte, abstracte ilusdruck· ·trtebrauc!Jt, da (S er si eh venichte, a/so. er es ~ey, der sich als das Nichts setze, und zwar, da111it wir seyen, und darauf hei(5t das Nichtige i11 uns selbst das Gottliche, insofern tuir es 1tiimlic!J als das Nichtige erke111te11 [«en un caso se 1Jresupo11e que n.oso. tras somos la rza(ia (que es el mal); luego vuelve a usarse tambié11 reSI>ectcJ (le Dic)s la severa y abstracta expresió11 según la cual él se anic¡uila, lJUe es él, entonces, el que se po11e cotnCJ la nada justamente para que nosotros sean1os, y a continuación se dice que lo Nic~ tige es e11 n<)SC)tros n1isn1c>s lo divino, esto es, e11 la medida en que nos recc)nocemos corno le) Nichtige» ]. Si tuviese que dar al ]ector una idea acerca de la fJersfJectiva de Solger ta11 fiel co1110 ftrese p<)sible en atención a su concepto favorito de la ironía, diría que, en defi11itiva, Solger~transfor111a la existe11.cia de f)ios er1 it()J·zía: Dios no cesa de verterse en la nada, se retrae, vuelve a verterse y así sucesivarnet1te, divi'no ¡)asatiempo que,
LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
como toda iro11ía, _plantea las rnás terribles coilt.rad.iccion·es. L<) finito. participa. de ·la monstru.osa oscilación propia de ese doble movin1iento (a la vez centrífugo y centrípeto), y allí, e11 el momento de la sepé1raciór1, el l1ombre es.. la sornbra de lo divino que dibuja S<)bre esa existencia de sotnbras sus virtudes y vicios morales, que sólo aparecer1 como 11ada· para aquél: qtte a.bre sus ojos a Ja ironía. Y dado. que todo lo finito es na(la, aq Llél a quien la irot1ía le permite advertirlo: se pone al servicio de la divi11iclad. No puedo seguir adelante con esto, ya que Solger no aclara en modo alguno cuál es la .realidad que la ironía da a lo fi11ito. Es cierto que, en algu.nos pasajes~. So'lger J1abla de u.-na· 1nística que es n1adre de la irC?J.1Ía cuando mira la realidad, e hij.a del e11tusiasrno y c.-le la inspiració11 cuando tn-ira alrnur1do eterno,. como así tarnbiér1 de u.na inmediata presencia de lo divino que se l1ace .Pate11te justamente e11 la desaparición de 11uestra realidad.5 L7; pero también. aquí faltan las deter1nirzacio-
nes intern-zedias requeridas para c.1ue pueda trazarse a partir de allí una perspectiva de cor1jL1nto ... Veren1os ahora cón1o aplicó Solger su posición en el ámbito de la estética. En este se11tido Jue de gran ayuda para los r<)n1ánticos y hasta llegó a ser 1 el portavoz filosófico del ro1nanticisn1o y c.1e la ironía ro1nán tic a. V o 1vernos .a e11cot1trarnos aquí co11 la perspectiva de fondo segú11 la cual lo fit1ito es tltla nada, algo que debe sucutnbir en tanto que· realidad ilegítin1a para la que la verdadera realidad salga a la luz. Lo_ que l1ay de cierto e11 esto ha sido oportu11amente destacado; pero tan1bién he intentado n1ostrar StlS care11cias. Er1 efecto, no sabetnos cuál es la realidad que debe ser aniquilada, si es la realidad ilegítima (Solger respo11dería a. esto de manera afirmativa, l;ero, habría que saber ader11ás qué entendía por realidad i]egítima, pues de otro modo su respuesta afirtnativa resultaría ser u11a tatitología),. es clecir, si l1ay q.ue 11egar el egoís1110 de lt)S mome11tos discretos. para que salga a la luz la realida(i verdadera, la realidaci del espíritu, no co1n.o un IllélS. allá si110 como algo presente; o bier1 si aquel divii1o pasatietn.po es capaz de dejar en pie alguna realidad. Pues bien, Solger parece querer encontrar en el atte y en la poesía
la realidad superior que sale a la luz en virtud de la negación de la realidad finita. Pero enton.ces 110s topamos cor1 una r1ueva dificultad; en efecto, dado '-]Ue la poesía q.ue Solger reco110Ce tan a menudo como superior e11 su corresponde11cia con Tiecl<, a. saber, la rornántica, no es capaz de hacer que la negación se dé p<.>r satisfecl1a con aquella realidad superior, ya que su aspiración esencial es tratar de totnar conciencia de la iinperfección de la realic.iad tlada, 111ier1tras c.1ue la realidad superior sólo puede ser divisada en. la infinita aproxi111aciór1 del presentitnient<.), parece darse la necesidnd ele adoptar, a su vez, u11a actitud irónica frente a cada cotnposición
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SOBRE Et CONCEPTO DE lRONÍA
poética particttlar, ptlesto que cada producto particular es t11erarnente aproxin1ativo. En este sentido es evidente que aquella realiciact superior que ha de salir a la luz e11 la poesía no está, sin embc1rg·o, en la jJoesía_, sino que devie11e perrnanenten1e11te. Que no se rne n1alentienda e11 este punto: no es que pie11se (.1ue el devenir no es lll1 mome11to necesario dentro de la realidad del espíritu; pero n1ie11tras que la realidad verdadera (.leviene lo que es, la realidad del romanticismo sólo deviene. Así, la fe es un con1bate aun cuando es una victoria sobre el mt1ndo, y sólo ha vencido al mundo cuando l1a combatido, pese a que ya había vencido al tnundo antes de haber
co111batidl) 51 H. De esta manera la fe deviene lo qt1e es; no es u11 combate perpetuo, sir1o una victoria que con1bate. En la fe, por tanto,
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aquella realidad superior del espíritu es no sólo deviniente sino presente, si bien deviene al mismo tiempo. Solger habla a n1e11udo de la ironía en sus lecciones de estética, particular111ente en la sección que trata von dem Organismus des kiinstlerischen Geistes [sobre el organismo del espíritu artístico J. l La iro1zía y el e1ztt/tsiasmo son ¡)resentados con1o los dos factores necesarios de la ¡)roducción artística, los dos requisitos del artista 519 • Ya explicaretnt)S mejor cón1o hay que entender esto; por ahora me basta ·con observar qtle toda esta argumentación corresponde en realidad a u11a posición enteramente diferente, a menos que se prete11da que la ironía se muestra en la aniquilación de la propia obra de arte, y que el entusiasrno caracteriza el e,stado de ár1irno qtle COI1siste en presentir lo superior. · Consideraremos 1nás de cerca, en cambio, algunas declaraciones que aparecen en la recensión de las lecciones de A. W. Schlegel, · cc)ntenida en el segundo volume11 de sus Escritos póstumos. De hecho, en algu110S pasajes Solger habla de la ironía en el sentido de
que ésta es el poder limitativo que enseña al hornbre a ajustarse a la realidad, que le enseña a buscar su verdad en la limitación. Se qt1eja de que la ironía haya enseñado al hombre a sitt1arse por enci1na de todo (p. 514), y luego añade: die wahre Ironie geht von de,-n·Gesichtpunkte atts, dafi der Mensch, so lange er in dieser gegen~uarti gen Welt lebt, seine Bestirn1nung, a~tch im hochsten Sirine des \Y!orts, nur in dieser Welt erfiillen ka1-zn. ]enes Streberz nach de11·1 Unendlichen fiihrt ihn a·uch gclr nicht tuirklich_, wie der Verfasser 1nei1zt, über dieses Lehen hinaus, sondern 11ur in das Unbestimmte und Leere, ,indem es ja, wie er selbst gesteht, blos durch das Gefiihl der irdischen S"chranken erregt tuird, auf die wir doch ein fiir alleJnal a11getuiesen sind. Alles, tuomit wir rein i.tber e.ndliche Zwecke hin.a~tszztgehen glat~tben, ist eitlr:: und leere Einbildu.ng (<
ra irc>nía parte ciel11Unto de vista según el cual el hon1bre, mientras viva en este ITILlndo presente, debe cumplir su desti110, ii1cluso en el
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LA IRONÍA DESPUÉS DE FICHTE
senticlo más elevaclo del término, sólo en este n1ur1do. La aspiración hacia lo infii1ito 110 lo cor1duce realn1e11te, . corr1o 11iensa el autor, rnás allá de esta vida, sino sólo a lo vacío e indetern1inadc), pues aquello qt1e la ¡)rovoca, como él misn1o adtnite, no es sine) la sensación de las barreras terrestres que 110s ha11 sido asignadas ele u11a vez y 11ara sien1pre. Todo aquello (}lle, según creetnos, nos lJernlitiría ascender n1ás allá de los fines finitos es vana y vacía J1resunción »J. Si bien l1ay en este> t1na profuncla verclad a la qtte l1a bré de volver 1nás adelante, podría creerse qtle qt1ien lo dijo fue Goethe y no Solger, y en esto cualquiera 111e dará la razón. El tono de las pa-
labras subsiguientes tiene ya algo de it1quietante, cuand() se dictamina que lo superior sucumbe tan integramente como lo inferic)r en su existencia finita, y no es fácil armonizar esto con el dictar11en anterior según el ct1al el ho1nbre p~1ede justa1nente cun1¡)lir su destino lin1itándose, a menos que se suponga que el destino. hurr1ano C<)nsiste en sucun1bir; claro que ese destino parece poder ·alcat1zarlo tarl1-
bién aquel que se evar>ora en una infinita vactlidact, y l1asta parecería que es éste q 11 i en m e j or asiste a 1a di v Ü1 ida d, n1i entra~· .que e1 otro parece ponerle obstáculos e11 el can1ino. .. _ _ 1 Ta1nbié11 aquí r1os encon.trat11()S con que Solger j)l~ntea a ~11ent1do la pers.pectiva según la cual·la realidad ·qebe.··.~~¡.~:.a·I1icruiJada;
así, por·ejemplo, en la p. 502: das Irdische 1n_t-t~ als so/ches ·verzehrt tuerden, ruenn tuir ·erkennen sallen, wie das Etuig·e tttzd \Vesetztliche darirl g·egenwartÍg ist («}O terrestre en CUant() tal del1e CC)l1SUI11irse ¡1ara que .poda1110s reconocer e11 él la 11resencia de lo eterno y de lo esei1Cial »]. Veren10S ahora hasta qué punto s()lger consigne hacer que la realidad superior se revele verdadera1nente e11 el arte y en la poesía, hasta qué t)ttnto el ·verdadero repose> está, de actler({C) con la concepción de Solger, en el mundo de la fJoesía. Citaret11C)S Lln pasa-
je er1 el que habla de nuestra relaci{)n con la poesía~ p. 512: Priifen z.uir ttrzs en.dlich recht g·enclu. über das, tuas "Luir bei wahren trag·ischen oder komischen Meisterwerken emtJfi11den_, so lettcl?tet t.fns tuohl ein, ·da(S in beidett noch au(Ser der dra1rzatischen F1otttz eirz irzneres Getrzeinsan-zeres ist. Der ganze Widerstteit ztuischen detn Unvollhommene1z i1·n J'vierzschen. une! seiner hoheren Besti1nrnttrzg fiitzgt a11, ttns als etruas Nichtiges ztt erchei1·zen, ·worirz etz.uas arzderes zu tualte11 scJ;ein als dieser Zt.uies¡Jalt alleitz. \X/ir sehen die Helden irre werclen an dem Edelsten ttnd Schonsten irt ihren Gesitzrzu¡·zc.~·en ·und Gefühlen, nicht blos in Rücksicht des Erfolgs, sonder1'z auch ihrer Qttelle ttrzd ihres \V'erthes, ja tu ir erheben ttns an. den Untergange des Besten selhst, tt1-zd nicht blos, i1zden-z z.uiT u1zs daraus i11 ei11e unendliche Hoffnung fliJchten. Uncl wiecierum ·.erfreut t.·tns in der Komodie diese/be Nichtigheit clet n1etzsc!Jlichen Di11ge, inden-z sie z.tns vork o1nmt tui e das, worauf ·tuir ein-für alle11·zal ang·ewiesen
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3S 1
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
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si1zd... ]etze Sti1n1nurzg aber, worin die .Widersp.rt~che sich vertzichte.n und doch eben ·dadurch (las Wesentliche für u11s .e11thalte11, ri.ennerz wir die Irot1ie, oder in-z I
de
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LA IRONÍA COMO MOMENTO DOMINADO
su111a, lo desarrollado e11 relaciótl é:o11 So1ger r1os pertnite apreciar q·ue su posición fue, de acuerdo co11 su pro¡Jia caracterizaciót1, iro1xía, sólc) que su ironía fue de 1tatl!raleza especulativa. La negatividad .absolttta e infinita es en él un .·moment() especulativo; cuenta co11 la negación de la negació11, pero sus ojos están cubiertos por un velo que le impide ver la .afirn1ación. Saben1os que n1urió jo .. ve11. No sé si habría cc)nseguido llevar a térn1ino el pet1sa111iento especulativo q·ue con tanta ·energía supo captar, .o si su energía no se agotó "Inás bien en hacer valer la negación; me inclino a pe11sar, sin embargo, que Solger fue u11a víctitna reclamada ·por el sisten1a tJositivo. de 1-Iegel. E11
Lf\ IRONÍA COM<) MOMENTO D<)1v1INADC).
LA VERDAl) .. OE LA IRC)NÍA
lo precedente se l1a recordado ya que Solger, ·en sus lecciones de estética, hace de la iron-ía la condición de tocla producción artística. Pero cuando en este co11texto decin1os que el.poeta debe relacionarse de 111anera irónica ·con su tJoesía, esto no quiere decir le) mistno que quería decir antes. Muchas veces se ha ensalzado a Shakes¡Jeare como ·el gran maestro de -la ird11ía, y no cabe duda alguna .de que esto es cierto. Shakespeare, sin en1bargo, jar11ás permite que el contenido sustancial se desvanezca en Lln s·ul1limado cada vez .n1ás volátil, J y si su lírica culn1it1a a me11udo e11 locura, en esa locura hay, a 3.53 su vez, un extraordinario grado de objetividad. Si Sl1a·kespeare se relaciona de n1anera irónica co11 su poesía, es justan1ente para per111itir que .prevalezca lo objetivo. Pues bie11, la ito11Ía está fJresente · e11 todas fJartes, hotnologa cada rasgo .particular para que n<) l1aya den1asiado·11i de1nasiad·o poco, para que todo reciba el trato justo, para que pueda establecerse un vercfadero equilibrio en las n1icrocósn1icas circunstancias c.1el poen1a hacia el que gravita cJ poeta tnismo. Cuantos mayores son los contrastes en juego, tanto 111ás ironía se requiere para controlar y do.n1it1ar los espíritus en su pertinaz afluencia. Cuanta 111ás ironía hay, tanto más libre y poética111ente flota el poeta por encin1a de su poesía. No es que la ir
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SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
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del poeta no le incuml)e a nadie. Esto es totalmente cierto; pero en el contexto del presente análisis es oportuno (1ue recorden1os la disrelación que ¡Juede llegar a dars~ en este sentido. A esto se suma que dicl1a disrelación cobra cada vez n1ayor importancia en la me(iida en que el¡Joeta 110 pern1anece en la posició11 irzn1ediata ele la genialidad. A rnedida que se aleja de ésta, ta11to n1ás necesita el poeta poseer una perspectiva de conjunto respecto del mundo y dominar así la ironia en su existencia individual, tanto tne:1s 11ecesita ser, hasta cierto punto, un filósofo. Cuando éste es el case), la CC)InposiciÓ11 poética particular r1o está en una relación n1eran1ente externa con el poeta, sino que éste consiclera el poen1a particular cc)rno u11 n1ornento de su propia evolución. Lo que hizo qtle Goethe tuviera lina existencia tar1 plena como poeta fue el hecho de haber JJUesto su existencia de poeta en cc>nsonancia con su realidad520. Para esto tan·zbién. se reqttiere iro11Ía, por cierto, pero noteI110S c1ue se trata de una irotzía domi11ada. Para el rotnántico, o bien la C("lrnposición poética ¡1articular es una criatura n1in1ada que lo enajena pc)r co1npleto, si11 que él 1nisn1o entienda cómo hizo para enge11drarla, o l1ien es un objeto de disgusto. Claro que las dos cosas son falsas; 1 lo cierto es que la con1posición particular es un n1on1enro: En Goethe, la iro11Ía en sentido estricto era 11n n1o1nento d.c)tninado, un espíritu al servicio del poeta. l)or un lado, el poema particular se reinata e11 funció11 de la ironía; por el otro, la poesía particular aparece como n·1omento, y de ese 111odo toda la existencia del¡ioeta se rernata e11 Íunción de la iroriía. El profesor Heiberg adopta la misrna posición con1o poeta; en tanto (}Ue cada uno de sus ·parlan1entos podría casi tomarse con1o un ejernplo de la .interna econ<)tnía ir<)nica de la pieza, todas sus piezas evidencian el consciente esfuerzo de acordar a cacla uno su sitio e11 el conjunto 521 . En
este caso, pc>r ta11to, la ironía es domÍ11ada, reducida a momento; la esencia no es algo diferente del fenórneno, ni el fenómeno algo diferente de la eser1cia; la posibilidad no es ta11 ren1ilgada como para no querer n1eterse en realidad alguna, sino que la -realidad es la posibi"' lidad. Esta es la perspectiva qtle Goethe siempre reconoció como la suya, tanto en la lucha CC)mO etl la victc)ria, la perspectiva qüe proclainÓ incesantemente y con tanta energía. I)ero lo que vale para la existencia del poeta vale también, hasta cierto punto, para la vida de cada i11dividuo particular. Lo qtte hace que el poeta viva de rnanera poética, en efecto, no es el hecho de crear una obra poética, pues, de no poseer una relación Í11tima y consciente C()n ella, su vida carecería de la infinitud interior que es ·condición absoluta para vivir de n1anera p<)ética .(así vemos .tambiéi1 que la pc>esía encuentra a menudo Stl espacio entre los in di viduos desafortunados, y que la dolorosa aniquilación del poeta es
338
tA IRONÍA COMO MOMENTO DOM1NADO
C011dición de la producción poética), sino que sólo viue cie nzanera poética cuando él misrno esté1 orientado y situado e11 relación con la épo.ca en la que vive, cua11do es positivainente libre en relación con la realidad a la que pertenece. c:lar() que, entonces, cualquier otro indivi(iuo p-uede vivir de tna;-zera poética. En car11bio, el raro don y la divina fortttna de lograr que lo poétican1ente vivido se configure cte 111anera poética sigue sie11dO, 11aturaln1ente, la envidiable gracia concedida a los elegidos. Que de este modo la ironía haya sido dominada, que se haya interrumpido la salvaje ir1finitud de su devorador avance, 110 irnplica
de nit-zgttna manera que pierda su significaciór1 o que se re1'zuncie a ella por co1npleto. I)or el contrario, sólo cuando el individuo est'1 correctainente situado, y eso es ·lo que· p011e límite a la ironía, sé) lo ei1tonces la ironÍa CObra SU legÍtÍI11a .significaCÍÓI1, SU verdadera vigencia. En 11uestros días se habla a n1ent1do de la importqncia ele la duda
para la 1 ciencia 522 ; pero aquello que la duda es para. la cier1cia, la ironía lo es para la vida personal. Así cor110 los ho111bres de ciencia afir1nan que la ciencia verdadera no es posible sin la duda, a~f.también y con el n1ismo derecho 11odríat11os·afirn1ar que la vida genl;lir1~ meilte hun1ana 110 es posible sin la ironía. Sólo cuand~) SG Ja. do111iq.a, por tanto, la irc)nÍa erl1prende el movirniento op'~e'sto ··a_: aquel- en el que se n1anifiesta la vida de la ironía no domir1ada·. La ironía lirtzita, finitiza, restringe, y de esa tnanera proporciona verdad, realidad, contenido; la ironía disciplirza y a1non.esta, y de esa manera proporciona solidez y consistencia. La ironía es un celador tetnido sólo por aquel que 110 lo CC)noce, perc) a111ado por aquel que lo conoce. Aquel qtle no entiende nada de ironía, aquel que no tiene oídos para sus susurros, carece eo i¡Jso [por eso 111isrno] de lo que p<)Ciríamos llar11ar el comien.zo absolt4to de la vida personal) carece de aquello que es a veces imprescindible para la vida persor1al, carece de ese baño renovador y rejuvenecedor, de ese bautisn1<) ptlrificador de la ironía que redirne al aln1a de su vida en lo finito, .por 111ás que esa vida sea intensa ~
~
•
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• 1
y vigc)rosa; no sabe cuán refrescante y reconfortante es, cuando el aire se torna· de1nasiado opresivo, desvestirse y 'la11zarse al 1nar de la ironía, no para per1nanecer en él, 11aturahnente, sino para volver a vestirse indemne, ligero y satisfecho. Cuando a veces oímos que alguien se da Í11fulas hablandt) de la ironía y de la aspiración infinita qt1e la p011e e11 1narcha, es n1uy posible que le demos la razón; alguien así, sin en1bargo, no está por encima sino por debajo ele la iro11Ía tan pro11to con1o descoi1oce la infinitud g u e la mt1eve. Así ocurre siempre que se pasa por alto la dialéctica de la vida. Se reqllÍere coraje para no ceder a los sagaces
o compasivos C011sejos de la desesperació11 cuando ésta propone que uno n-¡isn1o se sustraiga al n{unero de
339
lt)S
vivientes; pero eso no
355
SOBRE EL.CONCEPTO DE IRONÍA
356
itnplica que cualquier ali11acet1ista, a.lin1entado. y nutrido por su propia autocotnlllacencia·, tér1ga 111ás coraje que aquel que cede a la clesesperacÍÓ.ll.· Se requiere coraje para 110 dejarse fascinar por la p.e11a, para 11o· dejar que ésta le enseñe a uno a tra11sfor111ar toda alegría e11 tristeza, todo an.hel o en nostalgia, toda esperanza en· recuerdo; se ret1uiere coraje para n1ante11er la alegría; pero eso. 110 i1nplica que cualquier párvulo n1al. e11vejecido, con su it1sulsa sonrisa y sus ojc)S ebric)S de alegría, ter1ga más coraje que aquel qtie se rin.de a la pena y olvicia casi= so11reír. Así t&-mbi.én oct1rre co11 la írc)nÍa. Si es preciso alertar contra la· ironía cotno se alerta contra u11 seducto'r, tan1 biét1 es preciso ensalzarla erl tattto qtJ.e guía. y justanle11te et1 nuestros días es preciso ensalzarla. 1 El ·rest1.ltado alcanzado por la cier1cia en nuestros días es ta11 prodi(gioso que l1ay algo c¡ue no cuadra; el liiscer-n.in1iet1to. de los secretos tanto del género humano co1110 ele la (livinidad se pc)ne a la venta a precios tan bajc)S que reStllta sospechos(). La satisfacción frente al resultado obte11icio l1a hecho que nuestra época olvide que llll resu-ltado carece ele todo val
la irc)l1ía arregle las cue11tas! Cotno.lo 11egativo, la ironía es el calni-
n<); no la verdad, si110 el camino 523 . Q-uien tiene un resultad o ·como ése; no lo posee, puesto. que no tiene el camino. Cua.ndo la irc)t1Ía interviene, ~ndica el camino; no el can1ino a través del cual·alguien, creyend·(~:·.t.et;ler.. el resultado, llegaría a poseerlo,. sino el ca1nir1o por el· cual el· :re~'uJtad:ó ·se le sustrae. A esto se surna que la tarea de r1uestra época parece ser la de trasladar los resultados de la ciet1cia a la. vit1a personal, afJt(JfJiárselos a título person,al. 1\sí., cuancio la cier1cia en.seña que la realidad tiene validez absc)luta, lo que verdaderan1ente· importa es que llegue a tener validez; es innegable, sin etnbargo, q_ue ·sería basta11te ridículc) que alguien, tras l1aber a¡Jrendido en su juveritud y acaso e11señado a otros q·ue la realidad tenía validez absoluta, en. vejeciera ·y m.uriera sir1 que la realidad l1ubiese
llegado a- tener otra validez que la del saber qu.e· él 111LSI110 había ¡.;roclatTladc) a hora y a desl1ora: que la realidad tenía validez absoluta. Cuar1do. la ciencia m.ediatiza todas· las oposiciones, el asunto es que esa realidad plena salga verdaderatnente a la luz. Hay e11 nuestra época, por el cc)ntrario, u11 in1nenso entusiasmo, y lo curio-
S<) es (1ue aquello. que la entusiasma parece ser inn-zetzsarrtettte poco. ¡Cuántc) ben.eficio aportaría la iron.ía! Hayr Ltn.a cierta i1nfJacienc{a, un qtierer cosecl1ar antes de haber se1nbrado: ¡que la ironía la corrija! I-Iay e11 la vida de cada ¡)ersona tantas cosas repudiables, ta11ta n1ala hierl1a que cortar: tarnbién en esto la ironía es un obrero de pri111er rar1go; pues, con1.o decíarnc)S, un.a \'ez que la iror1ía ha sido domir1ada, su (tt1tción es de extre111a it1'tfJ01'tancia para que la vida personal obtenga salud y verdad.
LA IRONÍA COMO MOMENTO DOMINADO
La iro·nía cotno 11101nento dorninado se mu.estra e11 su verclaJ precisarnente· cúando enseña a realizar la realidad, cuand.o coloca el del1ido acento sobre la realidad.· Esto no significa en 111()do alguno qtie, en buen sair1t-simoniano, uno llegue a divinizarla, o a negar qLle hay o que, altnenos, debería l1aber en totic) ser hu1nano el anhelo de algo superior y más perfecto. Pero ese anhelo no debe 1 socavar la realiclad; por el contrario, el contenido de la vida debe llegar a ser un 111on1ento verdadero y significativo dentro de la realidad superior cuya plenitud desea el aln1a. Así es con1o la realidad alca11za su validez, y no a la mat1era del purgatorio; pues el aln1.a 110 debe purif~carse escapá11dose de la vid.a, comt) si dijésemos, totaltne11te despojada y desr1uda, sino como la historia er1 la que la va cum¡Jliéndose paulatina1nente la vi<..1a de la concier1cia, de n1o<.lo tal que la felicidad, lejos de consistir en olviclarsc de todo, cobra presencia e11 ella. Es decir, que la realidad no ha de ser descartada, y que el anhelo debe ser un sano atnor, y n<) un tibio y conser1tido huir del mu1ido a hurtadillas. Tal vez sea cierto que el roma11ticismo a11hela algo superior; pero asf co1110 el hon1bre 110 ha de separar lo que Dios ha u11ido 524 , tarnpoco ha de unir l<) que Dios l1a separado, y ese anhelo e11fern1izo no es sino un intento de alcanzar la perfección antes de tiempo. Antes bien, el obrar no debe degenerar en una suerte de necia it1fatigabilidad, sino que debe poseer una a¡Jriorida~ que le itnpida perderse en u11a ir1finitud sin contenido·. Esto e11 lo concerJ.liente al orden fJráctico. En el <)rden teórico, es preciso que la esen,cia se ntuestre co1110 (e1tómeno. U na vez que la ironía ha sido dorninada, deja de creer, como cotiliianarnente creen algunos astut<)S, que hay sien1pre algo detrás de las aparieilcias; pero evita también toda idolatría del fenóme.nc) y, así con1o enseña a respetar la contemplación, así también nos dispensa de la prolijidad' que consiste en pensar, p<)r ejen1plo, que una exr>c>sición de la historia universal requeriría ur1 tie1npo tan largo C(1lTI<) el que
el universo tardó en vivirla. En caso de que se plantee, finaltnente, la pregttnta acerca de la validez eterna de la iror1ía, esta pregunta sólo puede hallar respuesta cua11do se entra en el ámbito l1un1orístico. El hu11-LOr co111porta un escepticismo rnuchcJ n1ás profundo que el de la ironía, pues en ese caso 11 o se trata ya de 1a finitud , si 11 o de la pe ca 111 in os id a d; el escepticisn1o del hutnor se relaciona co11 el de la ironía de la n1is1na n1anera que la ignorancia se relaci9na cc>n la antigua se11tencia: credo quia ahsurdi.tnt [creo porque es absurdo]; per<.) C<)111JJOrta asitnisr110 una J)ositividad tnucl1o n1ás profunda, pues las deterrninaciot1es con las que se 111aneja 110 son hun1a11as sino teándricas; no le basta con convertir al hotnbre en h.ornbre, si110 que quiere
357
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
convertir al ht)mbre e11 Dios-hotnbre. Pero todo esto cae fuera de los límites de esta investigación y, ·en caso de que alguien ande e11 busca de 1naterial para reflexionar, habré de remitirlo a la reseña que el profesor Martensen'ha hecho de los Poemas nuevos de Hei-
bergs2.s.
342
NOTAS
1. , 2.
Véase Hcb 4,2; l'v1t 12,36. V éasc e;. \V.,'. F. 1-legel, W'issenschaft der Logik, Parte II, ~~~ St.'ilntliche \V:lerl;ze, jubiliitnnsausgabe, ed. I-l. (;lockner, Stuttgart, ·t965 (en adelante \Y/erke> Jub.), vol. ·s~ p. 45. 3. ·véase 1 Cor J 3, 9 ( «conocen1os sólo en parte y profetizan1os tan-1bién par<.:ialáicritc» );
13,12 ((
·¡ ·1. Le 10,24. 12. Erasn1t> Jc RotterJam atribuye esta frase a Sócraces (cf.· A¡;ophthegn1ata 3, 70, en Opera, Basilea, 1S40, vol. 4, p. 148).
13. Jn 6,63. 14. Pacificadora, reconciliadora. 1S. Cuadros de escaso valor destinados a la ornan1cntal:ÍÓn hogareña. La ciudnd (le Nurcrnberg era conocida por la producción industri
343
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
21. Probable referencia a Pcr Dcgn {Pedro Sacristán), personaje de la cornedia de Ludvig 1--Iolbcrg Erasn-rus 1\tfontanus (en [)en Danske Skue-J>lads, Copenhague, 1758-1788, ctl. 15661567, vol. 5), acto 1, escena 4. 22. La expresión «cooperadores de Dios» es utilizada en 1 Cor 3,9 y 2 Cor 6, 1. 23. Probable aplicación de la distinción hegeliana entre la infinitud «verdadera>-> o positiva y la infinitud «tnala)) o negativa.
!bid. 25. Platón, La república S26e. En su referencia a la edición de Ast, Kicrkcgaarcl <
huter
~1t
cs~ribe
31.
Véase
32.
Pequeña ciudad del sur de Jutlandia en la que se estableció la congregación de los Hcrrn-
26,57-63.
(I~Iern1anos
33.
Moravos). Tan1bién, en general, lugar do1ninado por cosnunbres provincianas. figuras sin1étric.:as que fonna la arena dispersa sobre una superficie 'horizontal de vi-
drio o de rneta] cuando los bordes de ésta son frotados con un arco de violín. El fcnón1cno fue explicado por el fís~co aletn;in E. F. F. Chladni y discutido, entre otros, por el danés H. C. 0rsted, llUtor de un E1tsayo sobre las figuras acústicas que fue pre1niado en 1808 por la Real Socic-
daJ de Científicos de Dinarnarca. · 34. I·Iegel utiliza esta expresión para caracterizar la posición irónica de Solgcr, en sus Lecciones de estética, vol. I, en Werke, jub., vol. 12, pp. 105 s~ JS. Plcttón, Gorgias 490c. 36. Alusión a un episodio de la comedia de Johan Ludvig Hcibcrg, Alferne (Los elfos), cf. Id., Sl~uespil, vol~. l-7, Copcnhaguc, 1833-1841, <.:ti. 1553-1559, voJ. 6, p. 24 . .37. Véase Sant 1,17. 38. En daf)és: Perspectivluzsse, dispositivo óptico consistente en una ~án1ara o caja ·que se instalaba,.pn,r .cjctnplo~ en ·ferias y parques de diversiones, y en el que se mostraba al público a trayés de pc<.j~-Gft~s~(~'r'ificios;.a can1bio de cierta cantidad, escenas curiosas o imágenes de Jugares extraiios. El jeto ·cn<.:argado de 1nanejar el nntndonuevo solía cotnentar dra méhicamente el contet{ido':de dichas itnágenes.
su
39: El autor utilizará, en sus referencias a· Platón, la [raducción danesa de Carl .Johan Hcise (Udvalgte Dia/oger a{ Platon, Copenhaguc, 1830-185 9; ctl. 1164-1166) para l:as citas de los diálogos Fedón, Critón, Alcibíadas JI, Ba1zquete, Protágoras y Gorgias, así con1o la edición de f ricd rich Ast en griego y léltÍn ( Platonis quae exstant opera, Lei pzig, 1 R19-1832; ctl. 1144'1154) parti<.:ularn1et1tc ~n el caso de los diálogos Fedro,' Tcétetos, Apología y La república. Las <.:itas ton1aclas de Hcisc_ han sido traducidas del danés en la presente versión castellana. Para las <.:itas en griego., se ha.n utilizado las tr~ducciones de E. Lledó lt1igo (J~edro), J. Calonge (Apología), C. Eggcrs Lan (La refJlíhlica), C. García. Gual (Fedón) y A. Vnllejo Catnpos (Teétetos), todas ellas según la cdi<.:ión de los Dicílogos, Gredos, Madrid, 198S-1987. 40. Véase Abrahan1 a Sancta Clara (Uirich l\t1egerlc), Siinunt/iche Wlerke, Passau, 18.35l8.S4, ctl. 294-311, vol. 8, p. J 4. 41. Véase Salustío, Catilina, 10, 5; Sallusts Catilinarisl~e Krig, traducción Janesa de R. J\i0llcr, Copcnhaguc, 1811, ctl.1273, p.15. 42. En la grarnática hebrea, carácter de un ténnino ton1ado de tnanera independiente. 43. En la grarnática hebrea, carácter ele un térn1ino to1nado ·su relación con otro térrnjno. 44. Jn 20,22. 45. Véase .Nlt 9,6.
en
46.
Plarón, Banquete 181 d.
El ténnino c
(Jn 4,14). 48. Cf. Teétetos 149a. 49. J)iogen L.aertses (ilosofiske Historie, eller: 11avnhundige Filosofers Leunet, A1e1zinger og sidrige Udsagn, i ti B0ger, trad. B. Riisbrigh, Copenhague, 1812, ctl. 1110-1111, libro In, p. 50.
344
NOTAS
Protágoras 3.3 Sa. Véase en especial Gorgias 448d, 4 71 d; Protágoras 334c-e. Véase I-Ioracío, Ars poetica, v. 322. Ba1zquete 201'c. Protágoras 33lc. SS. /bid. 334c. 5€1. Gorgias 4.54b. 57. lbid. 473d-474a. 58. Banquete 194J. 59. A la manera de Eulenspiegel (dan. Ugelspil}, personaje de la literatura popular alctnana, rnencionado por el autor en la misn1a nota. Véase U11derlig og selsonz 1-/istorie, on1 Tiile Ugelspegel. En Bondes Sen, bar1te{0d udi det land Brunsvig, ctl. 1469, p. 82f. 60. · Fedro 237c. 61. En danés: svare paa et S¡uJrgs1naal og besvare dct. Cf. e;. E. Lcssing, ((Eine Duplik>,, en Sant111tliche Schri(te11, Berlin, 1825-1828, ctl. 174 7-1762, vol. 28, p. 327: «eht andres ist, a uf et\vas an t\vortcn; ein a11dres, etwas beant\vorrcn >,. 50. S 1. 52. 53. 54.
62.
En danés: at sp0rge y at udsfJ0rge; en una interpretación literal, el prefijo ud· indica-
da que la acci6n expresada por el verbo se cun1plc de manera cabal: interrogar ta las últin1as consecuencias. 63.
64. 65. 66. 67. 6R. 69. 70. 71. 72. 73. 74.
fondo), o has-
Véase 1 Re 1'8,21. En danés: Fylde: a la vez «plenitud» y (ccutnpl in1icnro )) . Gorgias 46ld s.
8.3.
Protágo,-as 328e, 329b. Apología l7a. Banquete 198 b, d. Protágoras 339e. Cf. Diógenes Laercio, op. cit. (véase nota 49), vol. l, p. 74. Cf. Apología 19e ss. Cf. lbid. 21 b-22d .. Cf. I~id. 30a; 33c. Cf. Ihid. 3lc. Cf. Gorgias 484c ss. Cf. jcnofonte, Recuerdos de Sóctates rv, 7. Platón, BaHquete l75c. Es también la deno1ninación de uno de los cxán1cncs finales en la Un ivcrsidaJ. Véase Juc 16,29 s. Banquete 20ld s. /bid. 215a·222b. lbid. 17Ra-180b. lbid. 180c-185c.
84.
Ibid. 185e-188e.
75. 76.
77. 78. 79. 80. 81. 82.
85.
Cf. !bid. ·1 H7a; véase 1-Icráclito (Die Fragntente der Vorsokrati!.?.er, griechisch u11d deutsch von H. D iels, ed. W. Kra nz, Dubli n y Ziirich, 19 68-196 9, vol. 1, p. 162) fragn1ento 51. 86. 1bid. 189c-19 3d. 87. lbid. 194e-l97e. 88. fbid. 198J S. 89. 1 Jn 4,8. 90. 1 Jn 4, 16. 91. Referencia no identificada. 92. Banquete 222b.
93.
fbid. 215d
S.
94. La leyenda es referida, por ejernpJo, por LuJvig r-lolberg en sus ((Adski1ligc store H"cltes og ber0n1n1eligc Iv1rends, isrer orienta lske og indianskc, san1rnenligncdc 1-Iistorier og Bedrifter», en fd. Udualgte Skrifter, Copenhague, 1804~ 1809, vol. ·¡O, p. 76. 95. Cf. Fr. La Rochefaucauld, Ré{lexions ou sentences et 1naxin-zes nzorales ("1665), § 271. 96. Ba11quete 216d-217a. 97. Caracterización peyorativa aplicada tradicionaln1Cllte a la congregación del w1ontc Athos (sig)n XIV), referida a la práctica de n1irar fijan1cnte el propio eJ 01nbligo hasta alcanzar el éxtasis.
34·5
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
98.
Véase 1 Pe 3,4.
Banquete 219b ss. 1bid. 222c s. 101. C. f. Baur, o p. cit., pp. ·¡ 07 s.; e f. D. F. Srrauss, Das Leben jesu, Tübingcn, 1 '1 H35, vol. 2, p. 276; cf. Iv1t 17,1-8. 102. Cf. F. Schleiennacher, Platons Werke. Berlin, 1804-1828, crl. 1158 .. 1'163; Pane 1, 1, 99. ·1 OO.
pp. 22-52.
Gorgias 466a. Ibid. 523a-527c. Critón 50 e. 106. Cf. La república 396e-398b. 107. Cf. Desranches (Philippc Néricault), Le Dissipateur ou l'honnéte (riponne, Paris, 1808 (1736], acto IV, escena 7, p. 6S. 108. Ct Phcedri !Esopiske Fabfer, Copenhague, 1826, pp. 67 s. ·1 09. Referencia no identificada. 11 O. Protágoras 361a. 1] l. En danés: at veje Salt, juego en el que dos i~pividuos, cc;>locados de espaldas el uno al otro y ton1ándose por los brazos, se n1ueven alrernadan1cnte de Inanera tal que·,,indinándose uno de t!llos hacia adelante, el orro levanta los pies del suelo y queda apoyado sobre el cuerpo del primero. 112. Cf. J. P. Hebcl, ''Die Bckehrung)), en Hebe/s siin1n1tlichf! Werke, Karlsruhe, 1832, vol. 3, pp. 169-171. 113. Protágoras 32 9c ss. 114. La república 44Sc. 115. En contraste con las palabras de Aquiles en La Odisea, canto XI, vv. 489-491. 1 ·¡ 6. Cf. F. Schlciennacher, [Jer christlic.he Glaube na eh den Grundséitzen der evangelischen Kirche, Berlin, 1835-1836, crl. 258, vol. 1, p. 30S. 117. Personaje del drama de Ludwig Ticck Der gestiefelte Kater [El gato con botas]. 118 . . l-Ierejía consistente en la negación de la doctrina dd pecad o original. 119. Cf. G. Stallbaurn, Piatonis dialogas selectos, Gotha y E~·furt, 182 7, vol. 1, parte Il. 120. Fedón 70c. 103. 104. '1 05.
121 .
122. 123. (11egetative 124.
[bid. 77 d
S.
!bid. 115d. t En danés: vegetative Sti/leleben; la expresión con1bina las ideas de «vida vegetativa»
Liu) y ~le "naturaleza muerta)) (en alernán: Sti/Jeleben; literaln1ente, «vida quiera)>). Fedón 62b. J2.5. !bid. 62e SS. 126. Jbid. 60a SS. 127. !bid. 117b. 12H. /bid. 65d 129. !bid. 66d s. 130. Ibid. 66a. 131. !bid. 8'lc. 132. 1bid. 66d. 133. Jbid. 70l: S. 134. Ibid. 73b SS. 135. !bid. 75a. 136. lbid. 76a. 137. !bid. 75e. 138. Ibid. 78c. 139. lbid. 78d. 140. Tbid. 79a. 141. Ihid. 80a s. 142. !bid. 87b. 143. lbid. 1 04c. J 44. 1 Jn 3,2. 145. Fedón 1l4c. 146. Referencia al episodio n1írico en el que Hera {juno) se transforn1a en nube cuaJ"ldo
Jx ión intenta poseerla.
346
NOTAS
'147. Probable referencia a la reseña cfectu~da por Karl Rosenkranz del rratado de Schleiern1acher Der christliche Glaube, en Jahrbiicher fiir zvissenscha{tliche Kritik, ll, 119., Stutrgart y Tlibingen, 1831, p. 949. '148. Véase nota·¡ 15. 149. Toda esra frase es un compuesto de expresiones bíblicas. Cf. 1 Pe 2,24; Rom H, 1013;Jn 12,24; Col2,19; Ron16,6; Ef 4,13; 2 Tin1 3,17; Ef 4,24. 150. Véase nota 118. "151. Pedón 64a. . 152. Véase J. I-1. Wessel, «Gravsk.-ivt over Digteren, af han1 selv)), en Satnlede Digte a( ]ohan I-Iern·lann \-Ylesscl, Copcnhague, 1832, p. 269. 153. Cf. Gén 1,6: «Dijo luego Dios: "Haya firn1a1nenro en meJio tle tas aguas) t]Ue separe unas de otras,; y
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194. Ibid. 30d. ·¡ 9 5 . lb id. 3 1a.
347
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
Protágoras 320c. !bid. 328c. El nonünc de Vt:ruío: (de VÉl
21 O. 21 J. 212. 213.
pp.
Fedón 114d. Véase nota 165. Véase Jn 3,8.
1-1. Steffens, Caricaturen des Heiligsten., Lcipzig, 1819-1821) ctl. 793-794, vol. 2,
J~125.
I·Iermann refiere a Clauclio Eliano, Varia historia> 2, 30. Véase la sección referida al Banquete Je Platón en este n1istno tratado. 216. Cf. (~. W. F. Hegel, PhilosofJhie der GeschJ~chte, en \Xlerl<.e, ]ub. vol. 11, p. 222. 217. Banquete211c. 21 R. Cf..I..Kant, Kritik det reinen Vernu11(t, Prefacio de la segunda edición, passiln. 21Y. Cf." l. Kant, Die /<..eligion inncrhalb der Grcnzcn der blo{Sen Vernunft, Leipzig, 1838 [Konigsbcrg, 1793], pp. 19-45. 220> (~f,.· f~· i\st~ op. ~it., pp. 312s. . '·'· . .. · 221. (f: ·f!' C.'B~ur, OfJ. cit., p. 96 n. ~; 222. Cf. Gorgias S23a; 524a; 526d. 223. Go,-gias 527a, 224~. Pedón l14d. 225. Cf. Fedóu 113c ss. 226. Kierkegaard se ha referido ya a esta tesis de Schlcicrn1acher en su desarrollo concerniente ~1 diálogo Protágoras. 227. Gorgias 487a ss. 228. La refJúfjfl'ca~ libro I, 348d. 229. Cf. Gorgias 461d; 4 73d. 230. (;orgias 490d. 231. Véase iv1t 12,30. 232. Fiesta dedicada a la diosa Bcndis. 233. La república 33le. 234. !bid. 338c. 214. 215.
235.
!bid. 341 b.
236. Ibid. 343a. 237. /bid. 354a. 23R. En· danés:· desultorisü., del latín desultor: jinete que exhibe la habilidaJ de saltar de un céÜ>é'Jll
348
NOTAS
244. Aristófanes ridiculiza a Cleontc en la cornedia Los caha/leros, ::~sí corno a Eurfpides en I'esrnoforiasuzas y en Las ranas. Sócrates, por su parte, es la figura central en la con1edia de Aristófancs aquí analiz~da por Kierkcgaard, Las nubes. 245. ]. e;. Sulzer, Nachtrage.~zur Sulzers Allgen1einer T"heorie des schonen Künste, Leipzig, 1803. 246. Referencia a H. T. Rotscher. 24 7. Cf. G. W. F. Hegel, Vorlesungen üher Aesthetik, parte III, en \Ver!~ e, ]ub., vol. 14, pp. 50-6&; H. T. Rotscher, AristofJhanes•U1td scitz Zeítc1ft~r) Berlin, 1827, pp. 323-326. 248. Cf. tas nubes, vv. 518-.562. 249. Véase nota 7. 250. Caviladero o pensatorio, notnbre satírico dado en Las nubes al edificio en el que Sócrates desarrollaba su enseñanza. 251. · Kierkegaard cita norrna ln1ente el texto griego de Las nubes según la edición de G. l)jndorf, Aris.tophanis Cotnoediae, Leipzig~ 1830, ctl. 1051, vol l; tarnbién A1·istophanis Nubes, ecJición de C. Reisig, Lcipzig, 1820. Para la versión castellana correspondiente a las citas griegas, ton1an1os la traducción de E. García Novo, Las ttubes, Lisís.t.tata, Dinero, Alianza, Madrid,
1996. 252.
Las nubes, v. 348.
G. \V. F. 1·-Icgcl, Vorlesungcn iiber der (;eschichte der Philosophie, cd. de K. L. i\1icheler, Berlín, 1 H36, ctl. 557-559, vol. 14, p. 70 {\'t\lerl
Aristophanis Nubes cun1 scholiis, ed. de J. e;. Hern1ann, Leipzig, 1799. 260. Cf. l. Kant, Kritik der reinen Vernunft, Riga, 4 1794 [1781"), ctl. 595. En la p. 627 de esta edición («Dialéctica tr::tsccndcntah>, libro II, sccci6n 11, capítulo 1\', «De la in1posibilidad 259.
de una dcn1ostraci6n ontológi~a de )a existencia de Dios>>), escribe Kant: <
263. 264. 265. nota 21 ). 266. 267.
p.
Véase Éx 1O, 1-l9. Véase nota 2.18.
Pedro Sacristán, personaje de
ra
COnledia clc L. Holbcrg, Erastnus A1ontanus (véase
Cf. Las nubes, v. 424. Véase J. y W. C'1rin11n, Iris che El(c1111t¿¡rchen, Leipzrg, 1826, ctl. 1423, introducción,
XXXVII.
268. Cotnienzo de la célebre frase atribuiJa a Arquímedes, (( Dadn1c un punto de apoyo y n1ovcré el mundo)). 269. Véase nota 97. 270.
Véase nota 94.
2 71. G. W. F. Hegel, Vorle.sunge11 über der Gcschichte der PhilosofJhie, en Wlerke, ]ub., vol. 18, p. R.S. . 272. Cf. Jcnofontc, Recuerdos de Sócrates 1, 2, 5-7. 273. Cf. Las nubes, v. 98. 274. En danés: dct Nmvenyttige; el ténnino hace referencia a la habilidaJ rnanual, corno lo confirn1a la anterior n1cnción del verso 177 de Las nubes, donde se narrél que Sócrates había esparcido ceniza sobre la n1csa y curvado un asador parCl usarlo con1o con1pás. 2 75. La anécdota es referida por .J. Krag en la introducción a la versión danesa de Las nubes, ed. cit., p. 273.
.149
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
276.
Véase nota S.
Se trata de un verso de Adarn ()chlenschlager correspondiente al poen1a «Skattcgra~ veren )) , en Digte, Coptnhague, 1803,,p. 28. 278. K. Ph. Funcke, Neues Reai-Schuliexikon, Braunschweig, 1800-1805, ctl. 934-938. 2 79. .Jenofonte, Sokratiske lv1erkvcerdigheder. Efter den grceske Original ved jcns Bloch, Copenhaguc, 1792. 280. O. F. T. 1-leinsius, Sokrates nach denz Grade seiner Schuld ztan Schutz gegen neuere Verunglinrpfung, Leipzig, 1839, p. 9. Heinsius cira la referida frase eJe L.-F. Lélut. 2H l. F. Ase, Platon 's Leben und Schri(ten. 282. KicrkegaarJ parece dar aquí al rérn1ino «vocalización» el sentido que éste posee en [a granu1tica sen1írica: agregado de signos vocales junto a las consonantes a fin de derern1inar ~n forrna escrita la pronunciación de las palabras. 283. F. Ast, op. cit., pp. 484-486. 284. Plllrarco, «De genio Socratis», en Moralia 7, cap. 10-12 (580c-582c); Plutarchi Chaeronensis opuscula, ed. Ji. Stephanus, 1.572, voL 2. 2H5. Cic~rón, De diz,iftatione 1, 54, 122. El pasaje es citado por Ast en Platon's Leben und Schriften, p. 484. 286. Platón, Apología 31c. 287. Ibid. 27a-d. 277.
288. Véase !vlt 23,24. 289. G. W. F. Hegel, Vorleszuzgen iiber die Phi/osophie der Geschichte, cd. de K. I-Iegel, Berlín, 1840 [1837]; \Y/erke, ]ub., vol. 11, pp. 350 ss.
290.
H. T. Rorschcr, Aristophanes und sein Zeitalter.
291. G. \X'. r. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts oder Naturrecht und St,Jatstoissensch,l(l irn Grundrisse, en Werl:.e, eJ. Je E. Gans, Ucrlin, 1833 [1821], vol. 8, crl. ss·1, p. 369; \Verke, jub., vol. 7, p. 385. . 292. G. \Y/. F. I-Iegel, \Verke, ]ub., vol. 18, pp. 94-100, 103-107. 293. [/;i(/., pp. 95 S. 294. Plutarco, «Vira <:c:esaris», cap. 38, en Vitae paralielae. 295. G. \X/. F. 1-legel, Werke, ]ub., vol. 1 H, pp. ~4 s. 296. 2 Cor 10,4 s. 297. Véase G. W. F. Hegel, Werke, ]ub., vol. 18, p. 53. , 298. Diógenes Lacrcio, op. cit., libro Il, cap. 5, ed. cit. (véase nora 49), voL 1, p. 74. · 2 99. Por ejeÍnplo, Anaxágoras y el poeta lírico l)i~~goras de !v1ilero. 300. Fedón 97b-99a; ApologÍcl 26d. 30·1. La república, libro VII, S3lc~534d; cf. Banquete 209e~212a. 302. Apología 23n. 303. Inversión de la frase evangélica referida a Jesús: .Jn 3,17. 304. Véase nota 7. 305. Tilneo 29d. 306. Agustín, De diligendo Deo, cap. 6, en Sancti Aurelii Auguslini Opera, Bassano, 1797-1807, cd. 117-134; vol. 17, p. 170.5. San Agustín dice, en realidad, «felix» en lugar de « be~Ha>~.
307. H. T. Rotscher, op. cit. 308. G. W. F. I-legel, \Ylerke, ]ub., vol. ] 8G, pp. 60s. 309. F. Schleiermacher, Der christliche Glau!1e nach den Grundsiitzen der evange/ischen Kirche, Berlín, 1835-36, crl. 258, vol. 1, pp. 182-192. 3 lO. Jenofonre, Recuerdos de Súcrates I, 1, 8. 3 J l. Alcibíades 11 138b s. 312. lbid. 143a.
313. Cf. Platón, Apología 28e; 32b. 314. .Jcnofonte, Recuerdos de Sócrates I> 6, ] 5. 315. Véasenota280. 316. P. W. Forchharnn1er, Die Athener und Sokrates. Die Gesetzlichen und der RetJo/utioniir, Berlín, 1837, p. 6. Kicrkegaard lo cita a partir del trabajo de Hcinsius {veast: nota 280). 317. Platón, Apologfo 28d.
318. En danés: Canr.elliraad eller Secretter. En la estructura gubernan1cntal danesa eJe la época de Kierkcgaard, el prin1cro de estos títulos correspondería a un funcionario subalterno {cle
350
NOTAS
sexta o sépritna categoría) de la cancillería, es decir, de la colegiatura real encargada de los as un· tos judiciales, de la pol íric¡l interior y eclesiástica y de la educación. 319. Cicerón, Tttsculanae Disputatjone.s 5, 4, 1 O. 320. Fedro 230<.1. 321. P. \Y/. Forchhatnn1er;op. cit., p. 23; ().F. T. I-Ieinsius, op. cit., p. 48. 322. G. W. F. Hegel, Geschichte der Philosophie, en \Y/erke, Jub., vol. 18, p. ·1 09. 323. Cf. Platón, Apología l9d; 31 b; 33a; Eutifrón 3d; .Jenofonte, Recuerdos de Sócrates 1, 2, 5-7; 1, 2, 60; I, 6, 11. 324. Cf. AJ·istófanes, Las nubes, vv. 1146~ 1150. 325. Gorgias S11e. 326.
327. 328. 329.
330., 331. 332.
Véase lvlt 5,2H. \ 1éase 1 Cor 15,51 s. \ 1éase nota 92.
Banquete 181c. G. \i/. F. Hegel, Philosophie der Geschichte., en \Verke, j ub.~ vol. 11, pp. 316 ss. Jenofonte,. Banquete 2,"t0. G. \XI. F. Hegel, Ceschichte der Philosophie, en Werke, ]ub., vol. 18, pp. 113 ss. Platón, Apología 3Se-38b. · Véase Horacio, Odas 3, 24, 6. Q. Horqtii Placci opera. Nova edjtio stereotypa,
333. 334. Leipzig, 1828, cd. 1248, p. 94. 335. Platón, Apología 38a. . 336. Cabe suponer que Kicrkegaard se refería a los accidentes del Guadiana. 337. En danés: Tankestreg, lireraln1enre «trazo de pensamiento». 33 8. Las dos vías a través de las cuales se derern1 inan, en la filosofía escolástica, los a~ributos de Dios. 339. G. ~./.F. l-Iegel, Philosophie der Geschichte, en \Verke, ]ub., vol. 11, p. 207. 340. G. ~1 • F. Hegel, Geschichte der Phi/osophie, en \'
342. 343. 344.
Véase fv{c 5,9.
· · '· · G. W. F. 1-Iegel, Philosophie der Geschichte, -~n Wlerke, ]ub.., vol.. 11, p. 3·0. Jbid.> pp. 349 S.
345. Kierkegaard tiene en cuenta aquí el concepto hegeliano de eriddad, al que se referirá explíciran1enre 1nás tarde en eltnismo capítulo (véase nota 388). 346. Cf .... Protágoras 314e ss. 347. J. W. Goerhe) Faust, vv. 1868-2050, en VoJistiindige Ausgdbe letzter 1-land, Stuttgart y Tübingen, 1828-1833, ctl. 1641-1668, vol. 12, pp·. 95-97. 348. Cf. Protágoras 318d s. 349. Cf. Gorgias 456a-4S7b. 350. El militar noruego-danés Peter Tordenskjold utilizó esta treta con el fin de inti1nidnr · al enen1igo en su ca1npai1a destinada a la ocupación de la ciudad sueca de Marsrrand. 351. Véase Éx 1,11. 352. Denon1inación c.:orriente de la dictadura que tomó el poder en Atenas hacia el final de la guerra del Peloponeso. 353. G. \i,l. F. 1-Iegcl, Werke, ]ub., vol. 18, p. 5. 354. lbid., p. 31; cf. p. 70. 355. l\.:fétodo destinado a señalar el correcto 1nodo de obrar según la aplicación de nor~ mas n1ornles de carácter universal. · 3S 6. Cf. Platón, Menón 9 Se. 3S7. Rcfere!'1Cb a los principios expuestos por Gorgias en su trarado Del no ser y de la naturaleza: que el ser no es, que si io hubiera no sería pensable, y que, aun siendo pensable, no podría ser expresado. Cf. Die Fragtnente der Vorsokrqtiker) ed. cit. (véase nora 89), vol. II, pp. 2 79-82, fragmentos 1-3. 358. Cf. C. W. f. 1-legcl, Werke, ]ub., vol. 18, pp. 36 s. 359. Cf. Gorgias 482c-483cl. 360. Véase lvlt 21,12 s. 361. Véase Le 14,8-11; Ñ1t 23,6. 362. 363.
Cf. Gorgias 482c-483d. Véase 1Y'1c 8,18; Mr 11,15.
3S1
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
364.
365. 366.
Véase nota 17 5. e: f. Cicerón, Tuscuia11ae distnttationes, 4) 2 7, 80.
Zeitschrift für Philosophie und s¡Jekulat'ive Theologicl ed.· por [. H. Fichtc, Bonn y
Halle, 1837-55, ctl. 877-911. 367. Cf. Rotn 5',20-6,2; 11,6; Gál· 2,21; J,23 s.; 5,4. 36R. VéascJn 1,17 . .369. Probable alusión a la relación entre el· .Juan el Bautista y Jesús tal corno es presentada en Le 3,3-17. 370. F. Schleiern1achcr, Ueher den Wlerth des Sol~rates als Philosophen, cd. cit.; W. T. Krug, Geschichte der Philosophie alter Zeit, fornehnt!ich un ter Griechen und Riintern~ Leipzig, 1815, pp. l52s; F. Ast, Grundri/5 einer Geschichte dc:r Philosophic, LanJshut, 1807. 371. Cf. Lucius Firrnianus Lactantius;· Institutiones divinae 3, 19, en Finniani Lactantii opera, cd. de (). F. Fritzsche, Lcipzig, 1842-l R44, ctl. 142-143, vol. 1, p. 152. 3 72. Rheinisches Mu.seunz für ]urispru.de1tz, Philologie, Geschichta ur1d griechische Philo1
so[Jhie, Ersten ]ahrganges erstes una ztveitcs Heft, Abtheilung für Philologie, Geschichte und Philosophie, Bonn, 1827, pp. 118 s.
373.
G·.
w·. F. Hegel, \Xlerke, ]ub., vol. 18, p. 126.
Véase el últin1o párrafo del capítulo II del presente tratado. Cf. J. ]. Brucker, l-1 istoria critica fJhilosphiae a ntundi incunabilis ad nostrcun usque aelatenr deducta, Leipzig, 1767 [1742-44], ctl. 446-450, vol. 1, pp. 522-583; T. C. Tychsen, << Ucbcr den ProceR des Sokrates, en Bihliothel< der alte11 Litteratur und Kunst.. parte I, (;()ttingen, l786, pp. 1-53; parte II, Gc>ttingcn, 1787, pp. 1-60; \Y/. T. Krug, ofJ. cit. y Allgenwines 374. 3 75.
Handtoorterbuc:h der philosophischen r«issenschaften nebst ihrer Litteratur und Geschichte') Lcipzig, 1827-1829, ctl. 604-608, vol. 3, pp. 711·729.
376. F. Schlcicnnachcr, Ueber den Wlerth des Socratcs als Phi/osophen. 377. \léase nota 297. t. • .3 78. Cf. Fedro 265 d. 379. C. F. Baur, Das Christliche des Platonis1nus, pp. 90-154. 3 80. .C. A. llrandis, «Grund linicn dcr Lehrc Jes Socrates», en Rheinischen M useunt (véase nota,272} p.'_126. · . 3'si.''\~;(,.I~~v·¡tt~s,. Frqgnte1ttcr 19, 12; Valcrius lvfaxi111us, Sannnlung Jnerlauiirdigcr Reden ui.td_T.haten . ·tráJ. de~ F.' rlo.fhnann, Stuttgart, 1828, ctl. 1296, p. 32. ~
.~ ·_:3 82.
; -~. $.3. .
Cursivas. de Kicrkcgaard en «negativo>>.
Cursivas Je K ierkega·ard .
c:ursivas de Kicrkegaan.L Cursivas de Kicrkegaard .. Cursivas de ~ierkegaard. Cf. G. ·w .. F. I-Iegel,. \.(/crhe,Jrtb., v
390.
/bid.,§§ 129-141:- pp. 188
SS.
391. 392.
/bid., § 139, p. 200. G. \V...'. F. Hegel, Geschichte der Philosophie, en \Verke, ]ub., vol. 18, p. 77. Cf. Aris. tóteles, JViagna 1vioralia 1 182a .. 393. (;. \Y/. F. f-Iege), Wier/¿e, Jub., vol. 18, p. 55. 394. lhid., p. 56. 395. ll;id., p. 78; l:f. Aristóteles, Ethica Nicotnachea 1144b·l8 ss. 396. Cf. (;.\Y./.. F. Hegel, \'(lcrke, Júb., vol. 18, p. 79. 3 97. 1bid., p. 92. 398. Cf. G. \Y..l, F. 1-Iegel, \Y/erke, ]ub., vol. 18, p. 63; vol. 19, p. 642; vol. 7, p. 219;- vol. J 2, p. 101; vol. 20, p. 188. 399. Véase nota 30 l. 400. \'éase nota 241. 40 l. (:f. los Ditilogos de los nzuertos de Lucia no de San1osata, en Lucians Schri(ten aus dent Griechischen iibers., Zürich, 1769, ctl. 1135-1138, vol. 2, pp. 282-4S4. Tatnbién Luciani Santosatensis opert1, Lcipzig, 1829~ ctl. 1131-1134.
352
NOTAS
402.
Cf. G. ~./. F. I-Iegel, Geschichte der Philosophie, en \Y/erke, ]ub., vol. 18, pp. 59-64;
64-67.
403. Cf. G. W. F. 1-IcgcJ, Werke, ]ub._, vol. 18, p. 64. 404. c;iro uti-lizado en el evangelio para ha~cr referencia a la encarnación: ((Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). 405. La referencia a .Johann Gottlieb Fi<.:htc cutnple aquí una función análoga a la que posee en la explicación hegeliana tanto de la evolución del pensan1iento n1oderno corno de la ironía romántica en particular. Kierkegaard no cita aquí ningún texto de este autor. La vincula~ ción de Fichte al ron1anticisino aletnán supone de todos modos la referencia a las obras del período de .Jena, Über den Begriff der Wissenschaftslehre oder der sogenannten PhilosofJhie (1797); Grundlage der gesanzmtlen Wissenschaftslehre ( 1797); (;rundlage des Naturrechts na eh Principien der Wissenscha(tslehre (1796-97}; Dqs Syste111 der Sittenlehre na eh dett Pri1Zcipien der \Visse1lschaftslehre (1798). 406. Cf. A. W. von Schlegel, Ueber dranzatische Ku11st und Litteratur, 1--lcidelberg, 18091811, ctl. 1392-1394, vol. 3, pp. 70 ss., donde se habla de la ironía a propósito de Shakespearc. La crítica de K. W. F. Solger a este escrito apareció publicada inicialmente en ]ahrhuch der Literatur, vol. 7, Wien, 1819, pp. 80-1S5; se la incluye luego en la edición aquí referida, Solger's nachgelassene Schriften und Briefwechsel, ed. L. Tieck y F. von Raun1er, Leipzig, 1 R26, ctl. lR32-1833, vol. 2, pp. 493-62R, bajo el título «Beurtheilung dcr Vorlesungcn über Jra1natischc Kunst und Litcratur )) . 407. G. \~1 • F. l-Iegel, \'i/erke, juh., vol. 20, p. 188. 40R. Cf. I bid. 409. Referencia a la leyenda nórdica en la que la valquiria Brunilda, habiendo encendido un n1uro de fuego en torno a su tnorada, prodaina que aceptará por esposo a quien sea capaz de arravesarlo. Cf. « Volsunga-Saga cllcr Historien on1 Sigurd Fafnersbane))' en Nordiske Ka;ln{Je1-listorier, efter isla1zdske Haandshrifter fordanskcde ved, C. C. Rafn, Copcnhague, 1821-1826) ctl. 1993-1995, vol. 1) Tercera Parte, pp. 66116. 410. Jean Paul, pseudónirno de J. P. F. Richtcr, Vorschu/e der Aesthetik, nebst einigen Vorlesu~tgen in Leipzig über die Parteien der Zeit, Stu ttga rt y Tiibingen, 1813 [Hatnburg, 1804 ), ctl. 1381-1383; cf. vol. 1, 8, § 33.
411. Cf. F. von Baader, Revision der Philosopherne der 1-/egel'schen Sclnde bezüglich auf das Christen.thunt. Nebst zehn Thesen aus einer religlosen Philosophie, Stuttgart, 183 9, ctl. 416, pp. 72
SS.
412. Véase Ef 2,19. 413. Probable alusión a N. F. S. Grundtvig y a su doctrina acer<..:a de 1a cnrn unidad de Jos feligreses con1o fundamento de la cristiandad. La nota a pie de página parece indicar, de todos n1odos, que Kierkegaard aplica esta expresión a la tendencia <' fonnar partidos, característica de la filosofía y de la política de la época. 414. Véase Horacio, EpistolarutJt 1, 18, 71, Q. l-foratii Flacci opera, ed. cit. (véase nora 334), p. 253. 415. H. 1-Ieine, Ober die franz6sische Bühne, en IJie rornantische Schulle, ctl. U l1J. 416. En danés: RtJvcrstat; esta denominación solía aplicarse a las con1unidades de piratas instaladas en el norte de África. 417. Véase nota 33. 418. Nombre de un personaje de varias con1cdias de L. Holbcrg; mozo caracterizado por su sin1pleza.
419. Véase 1 (:or 1,27. 420. De acuerdo con un antiguo rito de Ja Iglesia noruego-da ncsa ( 16R5 ), cJ pastor dehía anunciar desde el púlpito cada petición de n1atrin1onio que tuviese lugar entre los feligreses, y repetir el anuncio una segunda y tercera vez durante los dos don1ingos subsigujcntcs. 421. Personaje_ de la c<">mediél de L. Holbcrg, l)e12 Stt.ntdeshJset acto II, escenas 7-8, en [)en Dansl
353
SOBRE El CONCEPTO DE IRONÍA
424. Cf. los diálogos satíricos de Luciano de Sa1nosatc1 (véase nota 40l ). 425. <
437.
Véase Sal 69,10; Jn 2,17:
43H. 4.19. 440. 441. 442.
Véase lv1t 24,2. Cf. (;. W. F. Hegel, Werke, jub., vol. 1H. Le 7,19. . Véase Iv1r 16,25. Kicrkega;.1rd tiene en cuenta aquí la terminologfa de la Filosofía del derecho de I-Icgcl: <(sustancialidad)) en ranro que manifestación de la razón en la realidad concreta de las lnsrituclones. 443. 444.
J
Cf. (;.\X/. f. 1-leget, \'(/erke~ Jub., vol. 20, p. 185; vol. 18, pp. 63 s.; voL 7, pp. 216 s. Cf. G. \Y/. r. Hegel, Vorlesungen über Aesthetik, en ,W!erke, )u h., vol. 12, p. 106. 445. Cf ...G. \'l/. F. Hegel, Wlerhe, jub., vol. 18. · 44(). !bid., p. 60. 447. Cf. !hici., 67. 448. (~. W. F. 1-Iegel, \"(/erke, ]ub., vol. 20, p. 184. 449. Cf. !bid., p. 1S5. 450. Véase Le lS, 12-32. 45 'J. En la n1itología antigua, Aurora, diosa del arnanecer, hact: que a su esposo le sen dada la itunorralidad, pero olvida hacer que reciba al n1isn1o ticrnpo la gracia de la eterna ju~ vcnrud. 452. Cf. la f,1bula de Esopo) El zo1·ro y el cueruo. 453. Véase nora 218. 4S4. \'éase nota 40S. 4SS. Docrrina influenciada por el gnosticisn1o que, presuponiendo la identificación de la rnateria con el rnal, negaba la rcalidnd del cuerpo hun1ano de Cristo. 456. Véase Col2,3; 3,3. 457. Véase nota 441. 458 . .J. Taulcr, «Von der Seligkeit des Scyns in Gort>,, e·n johann Tauler's Nachlolgung des arn1e11 Lebens Christi, frankfurr a. iv1., 1821 {1621], ctl. 284) p. 25 4. 4S9. Cf.J. G. Fichtc, Nachgelassene \Verke, ed. l. I-I. Fichte, Bonn, 1834-1835, en Siinunlliche \'(lerke, Berlin y Bonn, 1834-1846, ctl. 489-499. 460. Generación Je escritores que [UVO su apogeo en la década de 1830 y t::uya consigna era la liberación en n1e:1teria religiosa, 1noral y política. Enrre ellos estaban ~-l. Heine, H. I.aube, L. Wienbarg, T . .tv1unJt y K. Glutzkc)\v. 461. Véase Nlt 16,19; 18,18; Jn 20,23. 462. La expresión ~1parece con10 subrítulo en la autobiografía Je .J. ·'\!./. von Goethe, Aus 1nei11enz Leben. Véase, en estt n1isn1o volunlcn~ PA VJ notn 37.
354
NOTAS
463. Pieza córnica de G. E. Lcssing, en S,'in11ntliche St.:hri/ten, Berlin, L82S -1 S2 8) ctl. ·1747-1762, vol. 22. Cf. acto III, escena 7. 464. G. W. f. l-legel, \'(/erke, jub., vol. 20, pp. 161 s. 46S. I-leb 7, 7. 466. En danés: Opdragelse; el cérn1ino es utilizado en un p
ción de 1830. 477. En In n1itología nórdica se caracteriza a l.oke como la cumplida cornh!né._ldcHl del bien y del n1al. Cf. J. B. l\1einichen, Nordiske Folks Ot)ertroe., Guder, Fabler og fle/te h~dtil Frode 7 Tider, Copcnhague) 1800, crl. 1947, p. 291. Kicrkcgaarcl se refiere aquí a la vari~ú:ió.n de esa figura en el pocn1a de Adan1 Oehlcschli'iger «Baldur hin Gode)>\ en NorJi?Üe. Digte, Copen•
•
4
•
.,
'
"
bague, 1807, crl. 1599. · ·· · · .~·:: .... 478. Cf. F. von Schlegel, Scilnnz.tliche Werke, \X'ien, 1825, ctl." l8.16~1H25. 4 7~. La expresión es urilizada por 1-I. l.-{cine en Die ronuintische. Schule, Han1hurg, 1836, ctl. U 63. 480. Cf. e;. \Y/. F. Hegel, Philosophie des Rechts, en \Ylerke, ]ub., vol. 481. Cf. F. von Schlegcl, Lucinde, en Kritische Friedrich·Schlegel-Ausgabe, München, 1962, voL 5, pp. 81, 33, 34. ... 482. l)e acuerdo con el ritual de la Iglesia noruego-Janesa (año 1688), el pastor debía leer durante la ceren1onia nt~pdal una serie de seis textos bíblicos, tornando en tercer lugar el pasajl! de Gén 3,16-19 ( « fv·tultiplicaré los trabnjos de tus preñeces ... Con el sudor de tLl rostro con1crás el pan ... Ya que polvo eres y al polvo volverás)>) y en cuarto lugar el de Gén 1,27 s. (1,28: «y los bendijo Dios, diciéndoles: "Pro~rcaJ y n1ulriplicaos ... " )ll ) .
483.
tv{eráfor·a utilizada a vece~ erí ~ rcferer\CÍt.r al pecado her·edit~lrio, scgút1 1,1 inlügen de
Sal51,7. \léase Le 20)35; J\t!c 12,25. Véase Mt 22,1-14; Le 14,1'5~2~. , 4R6. J. E. Erdn1ann, VorlesuJzge!·i über G/auben und Wissen a/s Einleitung in die Dognlatik' und "Religionsphilósophie, Berl&n·, "1837, ctl. 479, lección lO,
sc Ironic)>. 487. 488. 489. 490. 49"1. 492. 493. 494. 495. 496.
497. 498.
Véase Lucinde,
!bid., Jbid., lbid., /bid., l bid., /bid.,
en Kritische F. Schlegels-Ausgabe, vol. S, p. 15.
p. 53.
pp. 20-23. p. 14. pp. 8 S. p. 81. p. 35. Cf. /bid., pp. 37-39. lhíd., p. 45. lbid., pp. 27, 12, 78, 79. !bid., pp. 44, 45. /bid., pp. 11. S.
355
SOBRE EL CONCEPTO DE IRONÍA
499. En danés: oucru~ttes ironisk Hopsasa; la vo7. «Hopsasa)> expresa el ritlno de tres ticn1pos característico de ciertC\S danzas populares. 500. Cf. G. W. F. Hegel, \'ilerke, jub., vol. 20, pp. 143-160; voL 12, p. 106; vol. 14, p. 502. SOL Ctl. 580. 502. Véase la serie de relatos Baron van k1.üncbhausens vidu11derlige Reiser, feldttog og l-la11zde/ser, fortalte a{ hanz selv, cd. A. C. Hanson, Roskilde, 1834, p. 27. Kicrkegaard ton1a de a1lí la i1nagen que utiliza a continuación: ((flotar en el aire>), · 503. H. 1-leinc, Die ronzantische Schule, 1-l
Sudan1érka.
508. 509. 5l O.
c:f. (;, w.
F. 1-legcl, Wlet'ke, ]ub., vol. 20, pp. 182 S. lhid., vol. 12, p. 105. H..cferen<.:ia a] poe1na de .J. H. Wessel, «Abclonc>~, en Sant.lede Digter, cd. A.. E. Boye, Copen bague, 1832, p. 323. S] l. Véé.\~é la carta Je Solger a Abeken, en 1). ~/; F. Solger, 'N'achgelassene Schriften und Brielrvechsel> ed. cit., vol. 1, pp. 604, 605, 511. ·~ 512. l)o~trina polérnica dentro de la dogrná.tica cristiana, según la cual el ho1nbrc puede colaborar librernente con la gracia en pos de su salvación. 513. Véase (ién 3,2,26 (27). · 514;: . :vé·nso.G. \Y.I. F. I-fegcl, Werke, juh., vol. 20, pp. 165 ss. S 15 .. ···(~o.lite'pto. <.h{ia reconciliación derivado de la doctrina que, partiendo de la negación del pecaJo original, afirn1a que la salvación se debe tanto a la gracia divina con1o al esfuerzo del h'onibre. .
Cf. G. \Y.!. F. Hegel, \l?erke, ]ub., vol. 20G, p. 166. Véase, rcspcctivalnentc, la carta a Tick, ?2 Jc noviernbrc de. 1818, y la reseña de A. \Y/. von Schlcgel, en K. W. F. So1ger, Nachgelassene Schriften und Briefwechsel, vol. 1, pp. 689, 515. . ·. 518. \'éase 1'Tinl 6,"12; 1 .Jn 5,5. 519. K. W:F:S()(ger, Vorlesungen über Acsthetik, Lcipzig, 1R29, p. 199. 520. K ierkcgaard tiene inesente la a utol;iografía de .J. \X'.- Goethc, Aus ntei;zenz Leben. 521. \'éase .J. L. Hei bcrg, N y Digte, ·Copcnhague, 18 41, ctl. 15 62. Kit::rkegaa rd se refiere 5.1 h. 517.
ta1nbién aquí a las diversas obras de teatro cscritns por Heiberg. 522. \léase, por ejemplo, la reseña de 1-l. L. !v1artcnscn sobre el •< Indledningsforedrag til der i Novcn1ber J 834 bcgyndte logiskc Cursus taire Hoiskole», en i\1aanedssl~rift for Litteratu;, vol. 16, Copenhague, se subraya la Íinportancia de la JuJa en la filosofía sistemática según Desea rtcs a Hegel.
523. 524.
escrito de
J.
L. Heiberg paa den kongclige mili1.836, pp. 515-528. Allí el desarrollo que va de
\'éasc .Jn 14,6.
1v1t 19 ,6. 525. \;éase nota 521; la rescíla de H. L. Martensen fue publicada en Pcedrelandet, pp. 39 8-400, Copcnhague, 10-12 de enero de 1841.
356
CUADRO DE
SKS
SV1
SV2
7 8 9 10 11
[0001 [II]
[000]
[III] IV
[V]
ti V]
32
VI
33 34
12
VI
VII VIII
13 14
VII
IX X
15
[VIII] l51]
16
[52]
[56]
17
[53] 54 55 56 57
[57] 58
18 l9
20 21 22 23 24 25
V
58 S9 60
61
[55]
37 38 39 40 41
36"
42
SV2
SKS
SV.1
5''2
68
72 73
55
90 91
97 9R
92
99
69
74
70
76 77 78
[9.5 J
62
[96]
63
[97]
64 65 67
[9~]
[99]
r·1 o7l
lOO
[108]
77
79 80 81 82
[103.1 [104] flO.Sl [106"]
68
78
83
69 70 71
[101] fl02] l"l 03]
[1 091 [1"10] [ 1 J 1J [112] lll3) 114 11.5
44
61 62 63
45 46
79 80 81 82
64
47
83
88 89
48 49 50 51
84
90
85
91 92 93 94 95
27
63
67
28
64 65
68 69
66
70
67
71
52 53 54
lOO 61
71 72 73 74 75 . 76
60
62
56 57
. 75
43
26
30 31
35
SV1
59
65 66
29
SKS
CONCORDANCI1\.S'~
84
86 87 88 89
85 86 H7
96
72 73
74 7S 76
77 78 79 80
[1041 ll 05 j 106
107 108 [1 091 J 10 111
112 113 114
* SKS: Soren Kierkegaards Skrifter: GaJ., Corcnhague, 1997-1.999. Edidón del
116 117 [118.1
l19 120 121 122 123
S~=,ren
Cappel0ni, J. Garf et a!t. SV1: S. Kierkcgaard, Santledc Va!rker; Gyldendal, Copenhague, 1901-1906. Edición de A. H. Dracb1nann, J. L. Hcibcrg y 1-I. O. Lange. Vols. 1-XV. SV2: S. Kierkegaard, Santlede Vcerker; Gyldendal, Copcnhaguc, 1920-19.36. Edición de A. B. Drachrnann, J. L. Heiberg y H.(). Lange. Vols. I-XV.
Kierkegaard Forskningscentcr: N.
J.
357
CUADRO DE CONCORDANCIAS
Sl
SVl
S\.12
SKS
S\11
SV2
SKS
SV1
SV2
8 '1
115
124 125
129
162 163
175
210 211
226
126
130 131
175 176 177 178
82 83
84 85
86 87 88 89
90 91
92 93 94 9~ )
116 ] 17
127
118 J19 120
121 :122 123 124 125
126 127 128 129
164
128 129 130
132
165 166
133
167
134
168,
131 132 133 134 1.35
135 136
137
171
138
136
139
172 173
137 138 139 140
140
169
170
141
1.42
176 177
178 179 180
181 182 183 184 185 186 187
174 175 176
190
177 178
191 192
179 180
193 194 195 "196
188
130 131
98
101
132 133 134 135
102
136
103
137
104
138
105 106
139
146 147 148 149
140
150
107 108
141 142
.151 lS2
153
109 "11 o
143
153
154
1S5
lll
144 145 146 147
154 155
188 189 190
156 157
191 "] 92
158
193
158
159
159 160
160
194 195 196
207 208 209 210 211
197
212
198
213
199
. 214 215 216
99 100
112
113 1 14 1'15 116 117 118
148
149 150 151 152 153
141 142 143
144
.
145
156 157
161
162
143 144
145 146 147 148
149 150
151 152
187
161 162 163 164 165 166 167
120
154
163 164 165 166
1?1 122
155
167
156
168
168 16.9
123 124 125 126
157 158
169 ]70
170 171
159
171
127
160
172 173
172 173
128
161
174
] "19
181 182 183 184 185 186
200
207
358
181
215 216
218 219
?20 221
222 223 224
225
230
231 232 233
234 235 236 237 238 239
240 241 242 243 244
192
226
193
227 228 229 230 231
245 246
2'7 ...).._
250 251
194 195 196 197 198
233
247 248 249
234
235
203
'200 201
252 253
236
254
204
202
2.,,..... ...) 1
205 206
203
238
256
204 205
239
257
240
206
241
207
[242]
208
243 244
258 259 260 ?61 262 263
225
205 206
214
229
199
201 202
174 . 209
203 204
..,;
200
208
201
180
183 184 185 186 187 188 189 190 191
197 198 199
217 218 219 220 221 222 223 224
201
179
217
189
96 97
228
212 213
182
227
i:
209 210 211 212 213 ?14
215
245 246
247 248 249 250 251
255
'264 265
266 267
217 218
252
219
254
268 269 270 271 272
220 22"1 222
255
273
256 2S7
274
216
253
258
275 276
CUADRO DE CONCORDANCIAS
SVl
S\12
SKS
S\11
SV2
SI\ S
SVJ
S\12
259
277 278 279
270
305
315
306 307 308
351 352
379
271 272
328 329 330 331 332 333
260
261 262 263 264 265
280 281
266
?85 286 287
267
268 269 270 271 272 273 274
282 283 284
288 289
273
274
279 280
309 310 311 312 313 [315 J l3161
281
1317)
275 276
277 278
334 335
324
(339]
[3401 [3411 342 343 344 345
293 294
284
285
321
295 ?96
286
287
322 323
297 298
288
324
299
289
325
350
[279] 280 281
300 301 302
290
282 283
303 304
291 292 ?93 294
. 326 ...,?7 :J-
351 352 353 3S4 3SS
284
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295
331
296 297
332 333
276 277 278
285 286 287 288
289 290
291 292
293 294 295 296 297 [298]
,o)
306 307 308 309 310 31'1 312 313 314 315 316
317 318
299 300
319 320 321 322
301
323
302 303
324 325
304
326 327
298
299 '300 301 302 303 304
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330
319 320
[338]
318· 319 . 320
275
318
346 347 348 349
356 . 357
358 359
334 335
360 361
336 337
362
325 326
327 328
331 332 ,3.,.. ..) '-
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389 390
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363
393 394 395
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375
312 313 314
348 349 350
376
355 356 357
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343 344 345
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lo
406 407 408 409 410 411 412 413 414 415 4.16 417 418 419
386
420
387 388 389 390
42l 422 423
424 425
391 392
426 427
~93 j_
428
GL,OSARIO
bi lledige: fígura tivo, -a
1:\a henbarclse: revelación 1\and: espíritu Adfxrd: actitud afrunde: rematar, redondear
Consequcnts: PA V: resultado patente, resultado final; CI: carácter , consecuente, consecuencia, resul. tado
Afsindighed: demencia a Jn1indelig: general, universal Alvo'r: seriedad, lo serio Andagt: recogin1iento, oración
digterisk: PA V: de poeta, poético, -a
anskucliggjH_r~: ilustrar., hacer visible, . visualfi~·r:;" p()hcr. de rnanifiesto 1\r~~~uelse: P1\\1: coilccpción; Cl: pers-
Eenhed: unidad enkelt, enkelte: particular, particulares
-pectiva, opinión, intuición i\ttitude: pose. .. Attraa: deseo, búsqueda a ttraae: desear, buscar, querer
den Enkeltecl: individuo singular hver Enkelt: cada cual, cada individuo singular enkelte lndivid: individuo parti-
. ... Begeistring: entusiasn1o, exaltación Begivenhcd: PA V: suceso Bcgj32r: apetito Begreb: concepto, noción
cular
Enkelthcder: PA V: particularidades Erindring= rerniniscencia, 1·ccuerdo, 1nen1ona Existents: PA·V: existencia efectiva; CI: existencia . . . extstere: extstlr
begribe: captar, con1prendcr BegrxnJsning: lirnitación, delin1itación, r~ducción beherske: don1 inar bestaac: consistir, subsistir, (estar, quedar) en pie Bestaaende, det: lo establecido, lo existente, 1o subsisten te Bestenunelse: P/\V: In era, deternlina-
Forestilli ngre: presentación,. idea Forfatter: autor, escritor Forhold: PA V: condiciones, estados de cosas, relación; Cl: relación,
ción; CI: determinación, dcfi. .,
hecho Forn1ation: for1nación, época Forne1nhed: superioridad, distinción
l11Cl011
bcsten1n1e: detern1inar, definir Bevidsthed: conciencia
Fornuft: razón
Billcde: in1agen
forstaae: entender, co1nprender
36()
GlOSARIO
Forstand: entenditniento
Fortvivlelse: desesperación Fremstílling: exppsición, presentación FretntrGede, Fren1.trredelse: adveniLniento; presentación, manifestación, proceder
Frerntrredelsesforn1: PA \ 1: forn1a de .. ,. apanc1on Fylde: plenitud, contenido
gal: erróneo Galskab: locura Garanti: PA V: aval, garantía Gen1yt: temperan1ento
gennernfoere: efectuar, llevar a cabo, poner en práctica, realizar Grund: fundan1ento, razón, Inotivo
Grundighed: prolijidad Grundtanke: PA V: idea fundatnental I-Ijen1 vee: nostalgia Hverkenhed: PA V: adversatividad; Cl: ninidad h~ve: suprin1ir, relevar
Iagttagelse: observación, seguin1iento Idee: idea Indsigt: discernirniento, entendinlicnto Inclsigtsfuldeste, Jen: el n1ás enten-
dido Intet: nada Intuition: intuición iogforsig: en-sí y para-sí ( Cl) i og for sig: en sí y para sí {CI)
Livs-A.nskuelse: PA \':concepción de la vida Lune, Laune: jovialidad I . une, onde: espíritu n1alhu1norado
Lunets Sprog: lenguaje jovial L<:engsel: anhelo, ansia Lxngsel, Sehnsucht: añoranza l~nge efter, la~nge til: ansiar,
n1ediere: n1ediar Mellen1hverandre: entrecruzamiento, ernbrollo, entrevero
!v1elletnvc:crende: transacción Tidens MeJletnvrerende: ponnenores de la época
i\'lening: opinión, intención, significado,
relación de opo- · sición, relación de contrarios
j\1oralitet: n1oralidad
tnoralsk: n1ora l Negation: negación Negative, det: negativo Negativitet: negatividad nvere '
nyere
Philosophi~
filosoffa actual
nycre Tidtiernpos: tnodernos
nyere Videnskabelighed: estudios {1nás) recientes
0111fattende con1prensivo, -a C)n1givelser: P A V: circunstancias, medio natural; Cl: circunstancias, entorno
()pfattelse: P1-\ V: discernirniento, visión; CI: concepción, pcrcep-
." Clül1
opfatte: PA V: discernir; CI: conce-
bir, percibir oph;a~ve: superar ()phrevelse: superación particulxr: partícula r Person: persona, personaje
[rengselsfulde: lleno) -a Je año-
Phantasie; Ü11aginación Phrase: PA V: sentencia
ranzas
Pha~non1en:
Forlé!!ngsel: añoranza, vehen1en-
phrenon1enologisk: fenon1énico~ fenomenológico
anhelar, añorar
c1a
fenórneno
forlrenge efter: aiiorar Realitet: realidad w1ediation: Illediación
real: real
ESCRITOS DE S0REN KIERKEGAARD
Tilbliverlsesgrund: PA V: fundanlen-
San1rale: conversación San1ricl: contemporaneidad, contetnporáncos, conrenlpor(:1neo, presente San1tiden: época actual San1vittighed: consciencia n1oral, cons.
to generador Tilsyneladelse: apariencia Ti l va~relse: existencia Total-Anskuelse: perspectiva de conjunto, intuición de conjunto ·rrang: necesidad, puja, en1puje, inclinación
.
CltllCla
Sandhed: verdad Sjrel: aln1a Sind: espíritu, alma sindrig, -t: ingenioso, -a, ingoeniosan1enre
Tvivl: duda Udbrud: PA V: exabruptos, erupciones; Cl: exabrupto
Sindrighed: ingenio
Udvik1ing: desarrollo, evolución, era ..
SkiJdring: PA \1: trazo; CJ:.caracterización, descripción SpidsborgerJig: filisteo Spids borger lighed: filisteísn1o Srandspunkt: posición (f"ra den) Standspunkt: {desde el) punto de vista Sren11ling: estado de ánirno suspendere: suspender Synthese: síntesis sv~ve: estar suspendido, flotar Sred eJ ighed: eticidad sxdeljge S u bstants: su bsrancia rnoral s~delxre: doctrina tnoral s~deligreligi0se: religioso-moral Sitte: las costun1bres (tuas) sittlich (ist): (qué es) moral Sxtning: proposición, principio, sen-
pa, explicación uh istoriskahisrorico: histórico lJsandli,;ed: no-ver·dad Uvxsen: PA V: Vicio; Cl: aberración, absurdo Vandel: conducta Verden: Inundo, universo Verdens-Anskuelse PA V: concepción del n1undo Verdens historie: historia universal verdenshistorisk: histórico-universal virkelig: real, efe~rivo, -a Virkelighed: realidad efectiva, realidad
vorden: devenir vordende: en c'ierne Vordende, det: lo que deviene Va~ren: ser Vrerende, det: lo que es V ~sen: esencia, ser
tencia
1'ale: discurso, habla
· tale: hablar
rra lefigur: figura de discurso
·.
Talekunst: arte del discurso
\XIitz: bron1a, Ingenio Ydre: lo exterior Y ttring: PA V: testimonio, alegación, . .. . . extenonzacton
Tilblivelse: PA \1: generación, creación; CI: devenir, génesis
~
362
ÍNDICE DE NO}v1BRES
Abeken, B. R.: 332, 358 Abraham a Sancta Clara {.Nl.egerle, lJ.): 99, 346 Ackern1ann, D. (~.: 157, 350 Agatón: 103n, 104n, 106n,111, 112, 118 "' san: 2"16 , ~.3 _')_ .. ? Agust1n, i\lcibíades: 96, 109, 114-117, 194, 228-23]' 250 Alen1ania: 54n, 308, 357 Alpes: 48n
Asn1us: 152n, 349 Aspasia: 306
An1érica: 252
Baader, F.: 276 · .Baggesen, J.: 148, 349 Baile, N-. E.: 53n Bauer, B.: lSSn Baur, F. C.: 70, 71, 87, 88, 101, 102, 118, 126, 132, 157, 163,
Anaxágoras: 95,180,194,213,243 Andersen, H. C.: 16-19; 25, 34-61,
65,69 Anfión del Norte: 58 Anfípolis: 221 n
Ast, F.: 74, 95n, 104n, l06i1, 1.07n, 108, l19n, 123n, 127~.: . . J32, 14 O, 141 , 14 3, 14 S, 14 6·, .:"1<5·7, 163, 173, 204·, 205.,,.~44.n; iSh, 284n, 293~·. 346';<3'4·9~~ ;350, 3S2 .ll\.tcnas: 91n, 105ti, ·14l, "189, ?34, 239 Aurora: 298
256n,345,348,350,354
Anitos:.107, 146, 225, 233 Anteo: 302 Apio Claudia Pulcro: 257 1\polo: 1S7 Aquerusa: 164 i\quiles: 348 Aristófapes: 79, 87, 110,
·
Berhscda: 90n Blicher, Sr. St.: 33, .38, 42 Bloch, J. (Block, Lic.): 204, 352
Bohrne, J.: 308 Bornen1ann, F. A.: 345
111, 118,
Boye, A. E.: 358 Brah1na: 308 Brandis, C:h. t\.: 250n,"2S 6, 35 4
180-188, 192-?01, 211, 225n,
226n,257n,269 Arístides: 91 n Arisri po: 94, 95
Brentano, C.: 358 Bruckner, J. J.: 255 Brunilda: 276, 355 Bruno, G.: 289 Bull, ().: S 8 Byron, Lord: 357
.A.ristóreles: 175n, 263, 269n, 350, 354
Arnitn, L. A: von: 358 .i\rquÍlnedes: 313 Arv: 280
Asa-Loke: 308, 357 Calicles: 107n, 155, 166, 167, 24Sn
Asclepio: 111
363
ÍNDICE DE NOMBRES
(~ainpanella,
Eurípides: 180, 181
T.: 289 Caraffa, G. P.: (Pablo IV). 356
Eutidemo: 11.4
Cardanus: 289 (~aricles: 93n, 153
Evenos de Paros: 214
(~árrnides;
Favorino: 212n
114
Fedón: 101 Fedro: 104n, 110, l73n, 223n
Caronte: 269
Cebes: 130n, 135
Céfalo: 168, 169
Fenareta: 100 Fichte, l. 1-L: 248n
C:clestina (Kirsten (;iftekniv): 281, 355
Fichte,
J.
G.: 274, 29.3, 295, 297-
301.,330,355
César: 21 O, 317 · c.:icerón: 204n, 222n, 352-354 Christian: 49, 52n, 54n,' 56, 57., 58-
Fidípides: 184n, 189-195, 197 Francia: 308, 356, 357 Forchha1nn1er, P. ~!.. 221, 223,
60 c:laudius, 1v1.: 349 Cleon te: 181
231n,232n,352,353 Fune ke, I\. Ph.: 2O3, 352
Cócito: 164 (~olón, C.: 252
e; eSner' J. IvL : 23 1 Glaucón: 168 Glutzkov·, 1(.: 35 6
Crates: 306
Cristo: 71, 74, 78, 79, 40, 59, 62, 88, 89, 96,. 100, 118, 256n,
Goethe,
J.
W. von: 70, 241, 337,
340
290,299
G~H·gias:
Critias: 93n, 153
l03n, 147, 166,241, 245n Gortlieb: 125
c:ritón: 119n, 129 Chladni, E. F.. F.: 346 Cuivier, e;. de:·· 34
Grabbe, (~h. D.: 4ln Grimn1, J. L.: 284n, 351 c;rin1n1, W. I<.: 198, 284n, 3 51 (irundtvig, N. F. S.: 355
l)an1pe,' J. 'J;~:l?.:fl:~::· .... ·· L) a i1 b, 1<.. : 41' ·. . l)elfós: 106
1-Ianson, A. ~~-= 35 8
Hebel,J. P.: 348
l)emetrón: 212 l)cstouches (Philippe Néricault): 348
Hegel, G. W. F.: 78, 79, 104, 113, 158, 183, 186n, 206-211, 215n, -217, 225, 231, 232, 238n, 239,
l)iágoras de Mileto: 352 L) iderot, JJ.: 313 . Dicls, I-L:34 7 l)ioclcs: 114 \
240n, 243, 244, 245n, 250, 251, 252n, 255-269, 274-276, . 283, 289, 290, 292-296, 300,
l)iógcncs: 223 l)iógenes Lacrcio: 101, 212n, 347,
303, 307-309, 322, 326, 328,
352,.354 f)ionisio el Viejo: 200n l)iótitna: 109, 110, 114, 161-163
332,334,339,350-358 Heiberg, J. L.: 72, 74, 340, 344, 358 I-Ieine, I-I.: 2 78n, 324, 35 5-35 8 I-Ieinsius, O. F. T.: 204n, 221, 352,
Eaco: 144, 159, 164
353
J.:
Ebcrhard, J. A.: 156n, 350 Egipto: 195n
Heise, (~. 357
Erasn1o de I\otterdanl: 289, 345 Ercbnann, J. E.: 70, 158n, 312, 350, 357
Heráclito: 111 n, 244, 34 7
Erixítnaco: ll O, llln. Esopo: 13ln, 351,356 Estrepsíades: 183-200
Hern1ann, K. F.: 161n, 350 H.ipias: 266
154, 163, 164, l67n,.
Hércules: 302
I-Iermann, G.: 192n, 351
Hoffn1an, F.: 354 HofEtnann, E. T. A.: 29n
Eulenspiegel: l 04n, 34 7
364
ÍNDICE DE NOMBRES
1-Iol berg, L.: 346, 34 7, 351, 35 5,
356
.Nt0ller, R.: 346 Mozart, W. A.: 31.4
Hon1ero: 155n. Horacio: 347, 353, 355 Hornen1ann, J. W.: 36n Hotho, H. G.: 322n, 325n, 327
lvlundt, T.: 356
Jean Paul (Richter, J. P. E.}: 29n, 70,
l1ehlenschHiger, A.: 352 Olirnpiodoro: 155n 0rsted, H. (~.: 36n, 346
355 Jcnofonte: 87-98, 107n, 142, 145, 153, 178-181, 192n, 200-205,
211, 214n, 219, 221n, 222n, 225n,229,232n,266,345,347, 351-353 Josué: 31 Jesús: 40 Joven Alernania: 54n, 300n, 308, 309,312 joven Francia: 308 Juan el Bautista: 290~ 354
Juan, san: 88, 8~ 136,323
I
301,3.50,351 I
Ladisla us: 54 Lafontaine, A.: 19
La u be, H.: 35 6
Naotni: 52n, 53n, 54n, 55n Napoleón: 91, 92
Pablo, san: 346
Paganini, N.: 58 Paln1er: 32 Patermann: 52n Pausanias: 11 O, llln, 23l París: 55n
Pellico, S.: 53n Pericles: 23 9 Pitágoras: 21.5n, 263, 305, 306 Platón: 75, 78, 79, _87-89, 91, 94182, 193, 194, 199-205, 211, 213-216, 219, 222, 224, 229, 238, 244, 245, 250, 257, 258, 268n,277,294,330,345-354 Plon1os de Venecia: 53n Plutarco: 345, 352, 205n,-212n · Polen1arco: 1.69 Polos: 97n, 103n, l04n, 105n, ll9n.,
147, 155, 1.66, 167 Protágoras: 103n, 106n, 121-126,
154,173,241
Lélut, L. F.: 204n, 352 Lessing, G. E.: 104, 347, 356 Licón: 233 Lisias: 1 06n, 14 7 Livius: 354 Lucas, san: 345 Luciano de Satnosata: 282, 306, 354, 355 Lyngbye, H. C.: 356 Madsen, P. E.: 281 l\1ahorna: 48n, 199
Marcos, san: 345 Martensen, I-I. L.: '344, 358 ~1ateo, san: 88, 345 M eh ring, G.: 248 Minos: 159, 164 lv1oisés: 31 M0inichen,]. B.: 357 M0ller, P. M.: 70, 72
Querefonte: 192n, 214n Radan1antis: 144, 15 9, 164 I\afn, e:. C.: 35 5 Raun1er, F. von: 355, 275n, 326n Reichstadt, duque de (F. Ch. J. Bonaparte, o Napoléon II): 57 Reinhardt, J. C.: 36n Riisbrigh, B.: 346 Rosenkrantz, K.: 137, 349 Rotscher, H. T.: 74, 181, 182, l83n,
186, 192n, 194, 197, 199, 207, 216, 239, 351-353 SaJon1ón: 43 Sansón: 108 Saúl: 21 Schlegel, A. W. von: 275, 276, 292,
336,355,358
ÍNDICE DE NOMBRES
Srrauss, D. F.: 118,348 Sulzer, .J. C~.: 181 n, 3 51 Siivern, J. W.: 183n, 192 Svend borg: 56
Schlegel, F. von: 274, 276, 29?, 293,
295, 296, 300, 301, 303, 309322, 357 Schleierrnacher, F.: 74, 119-121, 124, l26-] 28, 140, 141n, 164-166,
Talleyrand: 283,
171, 173, 17Sn, 213, 218, 223, 250,255-257,348-350,352,354 Scbubert, G. H. von: 283n, 356 Scott, '\1./.: 3 8 . 4?. . . ..SJ"l)Cna: Sigurd Svend (S. Fafnersbane): 276,
3~6
1'auler, J.: 299, 356 Teofrasto: 284n, 3S6 Tetens, S.: 345 Thiele,J. M.: 358 Thorseng: 57 ·rieck, L,.: 274-276, 293, 300, 301,
355 Sin1eón el EstiJita: 28 Sin1nias: 129 Sócrates: 59, 67, 71, 74, 78-?69, 273, 274, 291-297 So lg er, J(. \\'. F.: 7 8, 7 9, 2 74-2 7 6, 295, 296, 307, 308, 326-337,
308, 321-326, 332, 333, 335, 355,357 Tordenskjold, P.: 242, 353 Trasírnaco: 166-171 'Tri ptole1no: .144 Tychsen, T. C.: 2SS, 354
339,346,355,358 Spiegelberg: 53n Srallba un1, G.: 74, 154n, 15 6, 350 Steffen: 52n
\X'essel, J. H.: 139, 349, 358 . ,
Steffens, H.: 160, 350 Stephanus: 205n, 352
Zeus: 94, 185n, 195n,219 Zinnober: 29 ·
Zaches: 29
366