Descripción: BUENA SESION PARA EL AULA DE SECUNDARIA
Trabajos practicosDescripción completa
Descripción completa
Descripción: Comentario literario
partitura
Stay With Me - Sam Smith
kjghlkjgFull description
kjghlkjg
Descripción completa
Descripción completa
Cuando Braiden Shelswell-White cambió su Irlanda natal por los Estados Unidos, lo hizo para olvidar la vida que dejó atrás e intentar seguir adelante. Ahora, la repentina enfermedad de su ab…Descripción completa
Un Libro para aquellos jovenes que necesitan ser desafiados ante las adversidades de este mundo, con una orientacion de principios y valores que le ayudaran a dar fe de lo que cree y vive.
Descripción completa
Descripción completa
Descripción completa
Manuel J. Smith
Manuel J. Smith
Cuando digo no, me siento culpable
Traducción de
Ramón Hemández Sol
!!J oeBOLS!lLO
Tllvto onpMI: 'Mlit• I ~ 1'/(), / Frrl GtrJty T rad«• dr la edKicSn oñsinaJ 1bc Dial Prtu. P..\Jcv1 York. 197;) PllbHc.tdO poi X\letdo con Dell Pu!X1ll!i!'lt, N11t'2 YM: F~~¡fafia de portada: C> C()VttJF'hotonft
«
Sca1o1nd;a edición en &pW en c~te f~to. 200J Primera edición en ~1txico. 2005 Pnm~r:. rcinlprt>,16n. J006
C 197$. t.1Mniel J. Smitb e 1977 oc )¡1 cd:IC10n en (:uicllane p¡!IJ todo el n11u1do Oni¡:o Editorial Random HOU!iel MoocbcSon. S.L. T,.vt~ « GrX:ia, 47..A9. ~21 Eb~ C> 1977. lt>mOo H...W.XZ Sol. p
o R. 2006. bidcm tlouK ~ - s. A. de c. v. Av H.omtro No. 544. Col. Cbp.llrep« Monft.
O.L M-1 ~C. P.11570. Mm<• O F.
"°""*
Conw.,Laño. ll ~ieióa y COftlCllido de nw 1tbro a: M1crvW@r¡ndpmboqqnoncbWi.com.nv. Que& ri1vrot.11mcn1c prohil>icb. sin :aU'lori1.:1o1:fon f')eri · t.:i de IOll 1hu l c.~~ del ..Copyris,ht•. blijo las .s.anc-ionc:!I c'utbltcidai por b i leyes. l;a ~Ftod...ct'i~n 1cxal 9 p:11• clal de cMa obr:. pe. c;u;ilqUicr rncdiu o ¡ln)ttdi1111e1110. (otnpttndtdol la rqirogr:ifta. iel tr.11:amicnw in lonn~t._ c:o. ~Jf C'O!M ta di.stnbuc:iOn de C'jempl::sre~ dt la misma mc:dian1e alquílitr o pdltamo púNico5•
.
lmprno u MIA.ico( 'riMd i.t M~sial
A '" H11rnan1tl11d, la única tspecre JJni111al qur ~t'~tl111t•r11" llJ«' /111po1111. y a 11111 tt11tn1b ro s i i¡,uienlt'f' D<-tlntj, Ei·rl\ 11, Frrd. GlriJys. Hol, tan, In:, }tn11it:, )uAn11; }0t•, ,\·1J ,,.,,,..,,
PlJili Si•t) E.1 T11rc."o
Índic~
P1tólOCO
••••
A GRADl:CJ Mll~
11 JI
1. Nucs1ras rcaccion~ hcr~i1<1ria.s par..a L.. ,;:upt'\ l\'Ul• cia: fret11e a k>s, dcmis.. nos deicnJcnl0$ medi.1n1~ la
2. 3.
4.
S. 6.
i.
lucha, lt huida o nuesrra afinnación verbal, . , . . . . . 19 Nuestro primer detteho humUK't aSénÍ\'O, ~· su vio-lación por obra dc )05 dcmas . . . . . . . . . . . . . . . . . • • 47 Nucs1ros dcrtthos 1St:rtivos en la \•ida rocidianaa y los pn>«c adquirir la pcnana asertiva: la pcnis1enru .. .. . . .. .. .. .. .. . .. .. .. 103 Conversación Jr: las criticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 Debemos tratar de conseguir que las personas que amamos se componen más asert.Í\'amcntc yck mane:· ra menos m.anjpulativa con nosotros ..... .. . . . . . .
161
8. Si1uacioncs de J. ,.¡da
177
frcn1colsupcnioorodc;¡pcno .. .... .........
22)
JO. Kl~Jlh\fll.., 1..0ll\li.Ln.tS ""'',.'' i).'.u.1k-s.: M.1nc Je lk.~r .i un ltllnJ'rt'fnl~' o ,Je- ,kc1 r "'"'pk>nll"ll1C. •'.':(>,. J l. 1tchu:i(ll1l·~ tll1t\: i~u:1l1.."i. r.:i•lmc...,ltc."' in111n:a" t11cxf• )' .. 'iC'í(IC"~nl •.
, , ,, . . . . . • . .
•. •
••••• • ·••· •• • ••
281
Prólogo
}.J)
L:.i tt.:r>ti;1 )' IJ.) h.~n1cJ:-. \\.rt1JJ1.""s <.fl· !.11i:r:api2 as~rt1\J ro a1irm::i· 1iv~11 si~1c1n:i1 ic;¡ son rc~uhi1ll(l c.:rfc..-ccicm:.1111il.'nto di:I Cuc-rpo J e l:a Pa~. situaJo en l.as colinlAS p róxima-¡ ll Escondido, California. durante d \'C• r.mo y d ocoño Jo 1969. J:n d curso J. dicho pcrioclo observé. Jcs.corJtOnado, que lll$1é<'nica$ (t1d1ciona,lcs;-('\10oci&d. pin. coresca1ncntC', con eJ nombre de «armamcntañum• dd psicólo· ~'O dinioo Co Je cua1lqu1<:r (){ra disciplina terapeutk-.1. para el . asol- raultahan h~no l1mÍt3cbs: ckntro ck IQ\k'1 n!llrC"O Je lt>m1:1c.· iún. L~ in1C'n-cnc10n en ca.~ ck crisis. el 9k'Soramien10 o lu rsi1.:otcr:11liu i1lJjviJu.1lc."S. y los m~ro
dc •wdar • •qucllos cn1usi.asta.s jÓ\~ de ambos sexos se hizo p:irc.ntt al a.bo de dott semanas de ad1cstr1micn10 prietico 'I teóri.:o intensi\10, ruando. por ejemplo. se k:s practicó Ja prlmc· ra dcmostr2ción de un rociad(lr portátil de: insecticida. Senta· dos sobre sus t1'1oncs en u.o can1po polvoriento, pata simular un grupo clc labrodorcs laúnoamericanos, habí• un abigarrado conjun10 de doetorcs en filooofia y psicólogos. un poiquiatra, instructora de lcngua)l- y '-oluntarios vttcnnos disfrazados con sombrero. de paja, pan1alón cono. sandalias, botas de 501dldo, u¡1atos Je tenis<• simplemente dcscalios. Micn1r-as los alumnos llevabán a c:abo ~u d('f"'K)S1r;1c::ión sobre el 1crrcno, los pretcndi· dos J;ib r-J<.lorcs mostraban t."SCMO interés por c1 rociador de in~c::ticida, por el apar1110 en $Í, y j:ran intcrk cr cambio por lo~ foNstc.:ros (.jUC h11bían :.p.arecido en I~ cam¡..o0$ des•• aldea. Si es cierto que Jos alL•mncJS eran capa"'CS de dar N'SpucstasacertauólS a todo dasc de preguntas sob"' agronomb, lucha contra las pla. gas, rceadio o fertilización, ni uno solo dt dios pudo dat una rupucst• cn:1'ble • las pregun1.. qu• con toda probabilidad SC· rían las primeras qu• les fonnularían aqudlas gen1cs • las que deseaban ayudar: .¿Quién os ha cnvindo aquí• v<:ndcmos e>c aparato?• c¿Por qué os empeñáis en que lo empleemos?»
«(Por qué habéi> venido dc:sdc: d otro cxtn:mo de América para explicamos cs1o?• •¿Qué ,~ con ello?• 'if(Por qoé habéis VCDido primero a nucsu'O pueblo?. "(Por q~ tcncrDO$ que conscguit m., c:tc. Micn.,... todos y cada uno de I°' alwnz;os trataban, :::xasPcnidos, de hablar dd aparato ro· ciador, 10< prc:tendidos labriegos no cuaben de fonnu!.:r pre· guntas acerca de 111.s rttOOC$ de su visita. Ni un solo a1umno, que yo rccue.rdc, respondió asertiV'amcn1c mis o menos con estas pa)abras: ...Q1,ii11 s11b~... ¿Quién conoct la respuesta a todas vuesu·as prqun1as? Yo no. Yo solo sé qucd cJlo,.. Sin esa cbsc de""' titud no tlef•nrñu y tlt rrsputf/o un/xi/ 1sntiw, cuando se en·
centraron en la posición intlef•11d1bk de ser imcrrogados en busca de motivos poco honesto$. la mayoña de los :alumnos vivieron una experiencia turbadora e i.riolvidable. · Aunque les habíamos dado Una buena prev~raci6n iingüís· tic•. c'Jltural y 1ttnjca. no les hab1amos, prepaf'3do en 1bs.oluto plorA c:nírcn1arsc de manen ascnjw y confiada • un c'Xamcn p hoett. No cnscnomos al alumno a decir simplcmcotc: «Porque ·quie· ro... ~ y 1 dejar luego lo demás ti buen criterio de las personas a las que iba a tratar de presw- ayuda. En las pocas semanas que quedaban antes de la ceremonia del juramento y de su marcm, llevé• cabounsúmúmaode CX· pcrimcntos con tocL clase de ..naciones ~ Ímpl'O\'ÍSaciOlleS de odiesm"'l1mto tcranémico con 1odoo los ilumnos qut se mo<· traron bien di$p~os a ello. A mcd.ida que se aceraba la úlri· m• semana, d número de los alumnos que me evitaban iba en aumento. Ninguna de 1.. ideas bro11das de mi cen:bro dio por d momento resultado alguno, ni pareció siquiera promc:tedora. Pero hice, eso sí, una obscr\'ación importamc: los alumnos que se mostraban menos capaces d: otfrcntarst • un aamcn pcr· sonal crítico se componaban, en su trato cm omo personas. como ú no pudic'2D odmitird mcnor Encaso; pareáao pcnu.. didos de que tenían que ser pcr{caos. Hice esta misma obs.cf\..ci6n durante miscargosdinicoi. en
,,
1w,•1)"19i0. c:n d Cauro de Tt·rapío del Compon•inicmo. Je:
l.:..·wrl: llills. <:.!iforno•. )' m d Hospitlll de I• Administración r<1r<.1 Veteranos, en $cpúlv.:Ja, Caliíornia. Durante el 1r1tamic:n· 1cJ y la observación de p1ctt:ntt:• cuyo dia~ico iba des.Je ma· niai norma lo o ~·e~ h11$ta ~l'U\'CS penurbacioncs nturÓIÍ('as \' has1a
1nism; incapacidad par11 mo.strarsc a !a altura que 1<» jóvenes rc<:luta~ del C:,re.rpo Je la Paz. soJo que C'n ~rado mucho ma)'('lf. Mucho. ..ic •quellos enfermos parecían incap•ce. de tnfr
con 2fi:·:nacionM o p1ti::un1u criticas a«rot de ¡j mismos
frnmubJas pno "'~.._, pc""n.is Uno ck los mÍntra su p~ruuo. una perJ;. quc.!.cntc aél, sok> acnuba a adopru un1
ac
no conocía Otra manera relacionarse con su padrastro más que como objeto~ erítÍC'I o de pro
rn1ba práC1iC'amentc en un mu1ismo total. Su silencio casi in\'O· luntario. prOOucido pnr su ttmor a ser criticado}' su ronvicci<\n de que aa inapu Je defcndcm: por si mismo,~ gcncrllliz.ó l' cu CSJ::rimido contr.11 cu2lquicr0tra persona que rnostran 11 menor seguridad en si misma. Cuando prqumé a 2qud jo\'Cl'l •t~ moriudo ,¡ le int""'8rú oprmdcr a ddendcnc contra las criti· as d., su pqodrasuo, empcz6 • hablarme romo una pcrJOna 1
04:r.1 ~n.om Cm1•rcndimos. juntos. rn plan rxpcrimcftttl. un crab..i<' cnam1nado a Jnc.nsibifi:,pr/(-11 f., mita1 des.u padr.a.stro. Je su funil1a y Je la ~c:nte en gon«1I Al C'lbode dos me:«-$.
aqud ·~urótico muJ°" fue dacio Je 1lt1. dc:.rués de haber sido t i i:-ahcc1ll2 de un i:rupo de(){.~ 16vcnnqut hicieron una e:sc11padil parn 1r it ech11r unos tra~os y annaron lutgo la J.?ntn juerga en Sll sala. 11 su rc:greso. Según los úhimos inínn1'I~ <'i)IC· nidos. in¡:rcsó en un -.olcgio. empezó a \'CStir .i su 1n1ojo y a ha· ccr cui iodo lo que le daba la gana. pese a 1<'.'•as Jas protcstas de su padrastro, y parrcc swnamcntc improbabk: que Jea DCC'eSa· rio YOI\ cr a in1c:marlo P.más. A r-d1Z dcC'Slc 1n11mjen10d'icv.. pc10 cn1cr11mi:n1c nuC'\'t', d doctor 1\lau Bum~lkri. psi~o ;de dd H«pit.il de Sq>úlvc· Ja. me ,.11imó 1 ,.,0:1yar c:sas u!c-nira.~J.: 1n1<1.mÑ:n1ocon C'nfcr· mO$ de: cipo s.imiJ,., ~·a establecer un pro1ttatn1 Je trat11:mie:nto $Ístcmoitico p;,111 pcrsot•as inc;.1p-..ccs de lilíirm1rsc. Ol1rantc la prim1,•era )'el YC!"UlO de: 1970, las t&:nicas de te:npÍ• 1.scrti,·a o afinnativ.o des.cri1·as en d ptesente libro fueron evtl~das dinl. cial, Je. prc505, la rchabilir.ción de u pJCSOSy las cscuclu públiais.ylos resulta· dos obtcnidof hao sido objeto de informes ~ m r
-
Par> mí es indifemicc qu< dttidamos llamar s lu personas susccptihla de bcndiciars< de la rcnpia ....m.. sistemauca R•nce nonnal que uopieu oon difiruludc:s a la hora de manr<· nersc Y. Lo que in1crcs...1 e importa es aprender a cnfrcnramao con loo problemas y con· íliCtos de la vida y con la gcn1e qu~ nos los plantea. He aquí, en rcsumC"n, en qué consiste la 1crapi.a ascniva $i$lcmátic1. y he aquí por qué se es
M.J.S. Wcsnrood Villaac LosÁngdcs r
Ag::adecimientos
f\-li sincero agradecimienro a los colcps;. los esrud1an1es y los alumnos que han contribuid~ a b rccbcaón final de este libro y al Jcsarrollo de la terapia ascrtJ\-a si_qaná11ca como un slsim>a de: conocimtcnros dínicos y prácticos. por pcrm1urme dcscnl>ir aquí las c.xperialdas que realizamos conJun1amcnrc. Quiero dar las gracias en particular; las siguicnrcs pmonas, por la colaboraci6n constructi\•a que me han prcsttdo con sus críticas, sus conscios y la revisión s acoo· tribución en la enseñanza ¡riaiQ cid sisrcuns dt 1
u•b•io: al doctor :UV \\'•nderer. dirtct.· . dd Ctntr3 de Tcnipia cid Comporurniento. de Bcl;erly Hills, California. ror sus con· scjos, sus observaciones. y su critia de las técn1atS terapéuticas clcscri1as en el original de este hbro. asl como por haberme an1· modo 1 publiorlas. Aunque todos dios han contribuido • ¡, rtdacción y al contenido definitivos dd libro. debo aceptar de antemano la plena responsabilidad por cualquier error o inc·
1 Nuesuas reacciones heredirarias para la sup ervivencia; frente a los demás, nos defendemos mediante la lu cha, la huida o nuestra afirmación ve.rbal
xactitud que puditra contener.
Quiero dar las gracias u.mbién a NanC)' Stacy y a Jennifer Pattcn Smith, expertas mecanógrafa, y redactoras gr1ci11s a 1as cuales tiene algún sentido lo que yo escribí; groci11, espc<:ialmcntc, ajennifcr, quien siempre acierta a lntC'tpretarme cuando )'O no consigo expresar sobre e) papel mi$ pensamientos. . Debo dar gracias muy especiales a )orce Engelson, ed11ora ejecutiva de Thc Dial Press. Nue\·a York~ mi agradecimiento a ese cxccpdonal -.csa.rgmtO» de insuucción literaria cuyo duro trabajo y CUJ>'O afec:ruoso i.oterés por mi manuscrito unto signi· 6caron part csre y para mi.
H'1cc cerca de ,·cinte o.!ios,) r1:cii.:n liC'enciado de) cjércl10. co· nocí en In universidad a un hombre honrado v cordial. }('11! er.a entonces un joven profesor y yo uno de sus alu"ronos. Cu~ndo le conocí, Joe enseñaba psjcología y sigue haciéndolo. La enseña·
ba con un estilo duro. testarudo, ab1eno. Destruía implacablemente todas las ideas ingenuos que sus alumnos albergaban acerca de¡, disciplina llamada psicologú. Se nevba a d21 las explicaciones espcrsdas acerca de IJIS normalidades mundanas de ¡, mente, el oomponamiento o el espiriiu de motivación hu· DWlOS. En lugar de exponer complicadas tcorias sobre el mon· va de nuestras di,·crsos componamien1os. bada hinatpi~ en b simplicidad. Para él. bastaba describir cómo funcionaban las cosas psicológicamente, y comprobar q11< funcionaban real· mente así, empicando simples presupuestos, y cnarreciénCon
a dejar,.¡ In cosas, sin más. Albergaba la firme creencia d< q1 ~ el 95 por ciento de lo que se presenca pompos.amente como teoria psicológica cicntlfica es pura bazofia y de que deberá tr;an~currir 1od~\IÍO mucho tiempo antes de que <:onoz~amO$ rca.lmcntc nuestros mecanismos básicos lo bastante bien co1no
para pod
El valor del argumento de J~ rC$ulra. tan
ton,.~nccntc at·
rualmente como lo era ha('C \'ante años... ¡y sigo C$tAndo de •cuerdo con él! Las explicaciones técnicas o mistias de altos
19
vudas resultan •menudo interesantes y hast• literarias, pero no solo son innttesarias sino que no hacen mí.s que complicar las cosas sin añadir un ápice a nuestros conocimientos reales. PaN hacer uso de lo que la psicología puede ofrecernos, es más im· potttnte saber qué es lo que r<0ulurá eficaz, qué eS wquefu•· cionarJ, mú que por qui habrá de funcionar. Por ejemplo, en el tnto con mú pacientes, ~que resulta tlpica=te inútil ~tnnc dcn>asi.do en aV<:riguar por qui uo paárntc tiene un cktcnninado problema; se inu de una csp que eswdiat ¿No pueden •p«hugar con sus problemas? ¡Si no tuvierais problemas, todavfa no hobriais empciado a ,;vir!». Cuando, con el tiempo. Uegué a conocer oJoc como un ami· go Intimo y un verdadero experto en componamiento humano, me di cuen11 de que 1enfa los mismos problemas que yo en su tnto con los dernú, y aprox~te en lt misma propor. ción. A mccllcla que fui conociendo a ex ros expertos en c:om· ponamicmo humano, en psicologla y en psic¡uiauá, descubri que también ellos toúan problemas en d ua10 co,,.los demás. El 20
útulo de «docto.- y los conocimientos que lo acompañan no nos eximen de experimentar los mismos probJemas que \'tmos en nuestros familiares, vecinos, 11migos y hasta en nuestros pa· cientes, independientemente de cuáles sean sus ocupaciones o sus estudios. Lo mismo quc}oe, lo mi.moque 01ros psicólogos y no psicólogos, todos tenemos problcmis en nuestro trato con los demás. Cuando nuestros msridos, nuestras esposas o nuestros amantes se sienten desdichados por algún mom'O, saben hacer que nos sintamos culpables aun sin decir una solo paltbra occr· ca de ello. Basra una determinada forma de miramos, o una puene que se cierra con un estruendo ligeramente superior al normel. anunciando una hora de silencio, o la petición glacial de que cambiemos de canal de televisión. Una~ Joe me deda. I•· mcniilndoec: ..Que me aspen $Í si cómo lo consiguen, o por qué reacciono de esto manera, pero de un modo o de otro acabo por sentirme culpable aunque no tenga mom'O alguno para ello•. Los problemas no se limitan a los que nos plantean nuestras parejas. Si Jos padres y la famUi1 política quieren algo, s<>n copa· ces de hacer que sus hijos e hijts tduJtos se sientan ansio.sos como chiquillos, aunque l'9 sean podres también ellos. Todos sabemos pe.rfectamente cuál es nuestra reacción íntima a.nte un silencio de nucsua madre por teléfono o antt a mirada de desa · probación de un suegro, o de una obseruaáoo de papí o mamá del tipo siguiente: «Debes de andar muy atareado últimamente. Ya no se te"" nunca por aqul•. o cHay un piso esrupcn~o por alquilar en nuestro barrio. ePor qu.! no \Íen'"' mañan1 por la noche y le echamos una ojeada todos juntos?•. C->mo si el hecho de ccner que enfrentarnos a esa Jo conflictos que nos forman un nudo en d estómago no bastar• pan inducimos a dudar de nOSCMros mismos, también tenemos problemaseon personas ajenas a nuestrt !amilia.Porcjemplo,si d mc.....,i«> hace una reparación clefecruosa a nuestro automó· vil, d dueño del uller posee t<>nodmientoo suficientes para po· de.mas explicar con todo lujo de detaDes por qué nuestro radia
el""'
21
dor sigue rceaJcntándosc después de haber p~gado cincuenta :r seis dólo:es por su repar.1ción. Pese a la habilidad con la qt1e sabe h-aceroos sentir unos perfectos ignorantes en materia de automóviles y hasta culpables por no saber [fatarlo como se debe, persiste en 'nosotros la inquietante sensación de que nos
estin tomando el pelo. Hasta n~estros amigos nos plantean pro· blemas. Si un amigo nos sugiere una salida nocturna en plan de diversión. que no nos ape[c::cc. nuestra reacción casi au[ornáúca será inventar una excusa; nos v:.rcmos obligados a mentir a nuestro amigo para no he.rir sus sentimientos, y aJ mis.mo tiempo nos scn[imos como una odiosa culebra por obrar así.
Obremos como obremos, los demás pueden plantearnos problema tras problem!I. !'o'fuchas personas creen. de manera · • compJeta.mcntc irreal, que verse obligadas a enfrentarse cor. problemas día tras día C$ uo estilo de vida nocivo o antinatural.
;N1da de eso! La vid• nos plantea problemas• todos. Es algo enteramente natural. Pero, con gran frecuencia, como resultado de la creencia irreal de qué las personas sanas no tienen pro· blemas podemos llegar a creeo que la vida que nos ha tocado en suene \iivir no merece Ja pena de ser vivida. La mayoría de
las persooas a las que he llegado a conocer a fondo a través de las sesiones de terapia terminan por alimentar esta creencia negati·
per4nza.dor y opti.misca; y ese cñterio se basa en mi propla experiencia, en mis estudios profesionales, en Jo que me enseñ1. ron a mí y en lo que yo enseño, en mis in\·escigaciones clínicas y
de laboratorio, en los años que llevo enseñando• Ja gente a enfrentarse con los problemas que le pl1ntea la vida, en el hecho de haber tenido que internar a cence.nares de personas contra su voiuntad. simplemente porque no sabían cómo enfrentarse con Jos demás, y en los años que llevo 1ratando dínicamen1~ uastor-
"os psiquiárrii:os de 1od1 clase, desde los más leves hastalos más peligrosos. Situando todas esas experiencias en pe.rspeCciva. junto con una observación naturalista del millar de otros seres
humanos que he conocido en el curso de mí •ida, llego • una ron:lusión más firme y más reaUsca: no solo es /égico esperar que se nos planttorán problem12s por el mero hecho de existir, sino que es igualmente lógico prever que seremos todos ptrfectamenle capaces de en/rentarnos e/icaz.menre a esos problemas. ' Si no e:xistiera en nosotros u,na atpacidad heredjtaria para
enfrentarnos a toda clase de problemas, la especie human• h1br!a dej1do de exisrir hace ya mucho tiempo. Contr~riamente a lo que trompetean los profetas apocalípticos. los sere$ humanos somos los organismos más perfectos, más adapta.bles, más inte· tigentes y más resistentes que ha producido la evolución natura!.
va. Pero ello no es resultado de tener problemas, sino de sentirse incapaces de enfrentarse oon ellos y con'fás personas que se los plantean.
Si hemos de prestar crédito a las pruebas y a las conclusiones generales que los antropólogos, los zoólogos y otros hombres de
Pese a que, por mi panc, ~xperirnento sentimientos muy pa· recidos cuando no acicno a enfrentarme a mis problemas, la suma de toda mi experiencia de psicólogo se rebela anee la idea de que los seres humanos constituimos una especie genética· mente anticuada, creada especialmente para una época anterior, en que las cos.as eran más sencillas. ¡Cuentos! Me niego a accp· car qu~ somos unos fracasados incapaces de vivir dichosos nues.. tra existencia cotidiana y de mostrarnos a la alrun de esta era
en esra tierra una larga lucha evolutiva. En esa lucha, la familia genética de nuestros antepasados humanos y animales compi· ticroo con otras especies por la supervivencia, bajO las durísi·
del espacio industriali:iada, urbanizada e higienizada. Por el contrario, mi criterio es completa.mente distinto. mucho más es-
mos constiruidos, fisiológica y psicológicamente, para sobrevivir bajo tocia clase de condiciones. Nuestros antepasados primi -
ciencia nos presentan. vemos que hace muchos años tuvo lugar
mas condiciones impuestas por las fuerzas ecológicas de la na· rurale.za. Pu.es bien, nuestros antepas.ados no solo sob~vivieron bajo esas condicio.nes de competencia, sino que medraron. He· mos sobrevivido y prevalecido, mientris otras especies se ha~ extinguido o se encuentran en vías de extinción, porque esta·
tivos sobrrroUaron 11 <*J>lcidad de resolver roo eficacil sus problemas en unos tiempos muy duros y en un medio indcment:e. Grocios a esta opacidad, oo solo hemos domeñado nuestn ticrrt y nues· ero medio ambiente, sin encontrar otra fonna de vida susccpó· ble de su comparada con DOSOlr'O$ en lo que se rellert 1 la gran capacid1d que poseemos de luchar con 6d10 con las clilicultadcJ, sino que estarno5 lniciando el proceso de preservar nuestra tierra y las demás especies que en cUa cx.isten con miras a 11 su· pervivenci.1 de las generaciones futuras. (En qué consisten esas capacidades de lucha hcrcdicarits que han dado por resultado el éxico de l• especie humana? (Qué tenemos en común, los hombres. con las especies •nimalcs en vías de extinción. y qué hay en nosotros de cxtl usivamcn· te hurnano? Si observomos los principales componomientot de lucha o de competencia en bs especies subhum1nas, panirularmeote en los \'Crtebrados, siempre que surgt un conflicto enttt dos inclivicluoo de la misma especie solemos ,... una reacciclo de lucia o de huida por parte de al menos uno dt los dos aninWes en contienda. Tonto la lucha como la bulda son medios muy¿¡. cates paro d tnfn:otamiento entre los animales. Eaw dos doses de reaccicln ~casi autooláticas, como ~rogramadas y de gran valor para la sup
rc~acionamos
unos con otros. Esforzándonos un poco. toclavi-a somos capaces de producir un rugido suficienre pira asustar a un ladron. y por mi pone. aunque 1odavi2 confío en mi cap•C1· dad para echar una buena carrera m ca.so de apuro. no quis.icnl •-ame obligado a r«urrir a ese proc:cdimiento con demJsiada
frecuencia. Aunqut cenemos la lucho y la huid. tn común con los animales inferiorQ que actualmente sobrt'\1ve:n únicamente con nuestra venia, lo qut nos disúngue de las demás csptcics, sobre todo, es nuestro ccrtbro, gronde, nu~, verbal y Ctpu de re· so]ver problemas, formado evolutivamente mediante la adjción de sucesivas capas encima de nuestro cerebro animal, más primitivo. Hace aproximadamente un millón de años. Al parecer, la C\-·oluci6n y la competencia por la supcJ'\•ivencia climinar:on a nuestros primos ancestrales. que fueron incapaces de a3rcgar algo más efie1z a su primitiva panoplia constituid-a exclusiva. mtnte por la lucha y la huid.. Al mismo tiempo. la evolución fonaleci6 11 capocíd1d verbal y solvenadora de problemas de cada nueva gencración de nuestros mt
sus descc:odiesnc:s. NuC$U'O nuevo cerebro, apaz de resoh-tr probknw, nos pennite comunicamos y colaborar con ocros cuando sw:gt un conflicto o un problema. Esta capacidad de comunicación verbal y dt resolución de problemas es la difc· rcncia clave, para la supc.Mvencia, entre Jos seres humanos y las especies que se han extinguido, o e:s1ín en vías de extinción. o las qoc, cosa peor, han $:ido domesticadas. Mientras que las especies animales oo humanas solo cuentan cor. do.s principales modos de comportamiento hereditarios P""- la supervivencia - lo lucha y la huida- en común con nosotros, grtcias a nuestros antepasados más logrados nosotros contamos con trts principales modos de comportamiento para
la suptrVivmcia y la relación con Jos demás: la lucha, la huida y la capacidad verbal paro resolver problemas. La luth• y la hu1· da dd pdig.-o son las reocciOllCS qut bcrnos ller~do de nues· 0
•s
rros a.ntepasadosprebun1anos. Comunicarnos verbalmente unos con otros y resolver nuesuos problemas de manera asertiva en
lugar de luchar o huir, es la pane de nuestra herencia evolutiv> que nos ha sido legada por nuestros primeros antepasados bu· manot. En suma, si bien tenemos la capacidad hereditaria de lu· charo de huir para sobrevi\1r, no e~tamos obligados por nues· uos instintos a hacer ninguna de esas dos cosas. Al contrario, se nos ofrece la opción, propia del ser humano, de hablar con los demás y de resolver de ese modo lo que nos preocupa. Cuando tratamos de resolver algún cor.flicto en nuestro mundo moderno, civilizado, mediante la agresión o la huida, nunca lo hacemos abiertamente. Reaccionar de cua1quiera. de· esas dos maneras no escá m11y bien ,;isto. Desde chiquillos nos enseña.ton que no debíamos !uchar. que no debíamos darles en las narices·a Jos otroo 11iños. También nos enseñaron que tenía. mos que set \'alientes-y no huir corriendo de la gie:nre que nos
diera miedo. La mayoría de los chiquillos de la cla'.e me.día, en la sociedad occidental, reciben de sus padres enseñanuis parecidas. Se nos adiC$trt a aceptár el conflicto pasiwmente. ~
pasiva. En lugor de confesarle a su jefe su disgusto o de kiantarse de un salto y chillarle: e¡ Vayase al diablo!» o algo por el estilo, Diane obedecía a su jefe pero de mala gana. Cada vez que le tocaba el tumo de preparar el café de la oficina, había desastre scsuro. Diane lo derramaba, o lo hacía demasiado claro o exce· sivamente fuene; en·suma, daba un verdadero espeetáculo de ineptitud, como tocias las penonas que luchan pasivamente contra algo. Si se le pedía que se quedara a trabajar hasta tarde '
16
para despachar un trabajo urgente, eometi~ un sinfín d~ trror~s mecanogr~ficos y tardaba en cer1nin~rlo el doble Je lo norn1ril. En lugar de apelar a Ja ~gresión ;)bierta, Diane recurría a la .igre· s-ión pasiva~ su jefe no podía acusarla concretan1ente de desobc:.
diencia o de ind.isciplina, y sin embargo la muchacha op0nia a sus designios tamos obstáculos como podía. Como es fácil sos· pe<'.har, la agresión pasiva de Diane le ocasionaba más proble· mos a ella que a su jefe. Lo mismo que Diane. cada vez guc usted o yo agredimos pa· sivamcntc, nos coca a noso1ros limpiar la mc:sa dcl café derrama· do, o volver a prepararlo, o cerrilinar nuestro trabajo dos \ 'CCCS más tarde de le> normal. por culpa de nuestra pashidad. S.>mos · nosotros quienes pagamos el pato, y no nuestro j'eft. Peor aún. si optamos por la agresión pasiva de ese tipo, lo más prob.iblc es
ver denos problemas apelando a la huida pasiva. Cuando alguien le planteaba un problema, rehuía a aqueUa penona en lv posibie. Por ejemplo, Diane acudió a mi consultorio con un fra. caso matrimonial sobre sus hombros y un posible divorcio a la vista. Aunque estaban separados, Diane veía a su marido casi cada día, puesto.que ambos trabajaban en d mismo edificio. A ve,cs, con ocasión de aquellos encuentros casc.alcs, su marido se mostraba frío con ella. Su actitud era explicable, en parte.
puesto que la consideraba culpable casi exclusiva del fracaso de su matrUnonio. A Dlane le resultaba dificil apechugarcon aque·
Ua frialdad, especialmente cuando su marido se la demostraba en público. En aquel t nronces, 'Dia.ne pie:nsaba que seguía que:· riendo a Bob, y le daban ganas de llorar cuando este obraba de aquel modo. Tracó de resolver el problema dedicando gra.11des csfuenos a evitar a su marido. Cuando B'ob intentó llamarla para ponerse de acuerdo en cuanto al destino de sus bienes CO·
munes. Ola.ne: pasó semanas entttaS negindose a tcudir al tdé-· fono, y llegó si extremo de .lejusc de su e..:ritorio eu.tndo son1ba el teléfono, induso sin sal>« quién 11 Uam1ba. Ni siquiera en su 1p1n1mento podía estar mnquila, t
componamiemo de Bob, en lugar de apelar, como lo había estado haciendo hasta entonces, a la huida. A fueru de practicar eíercicios adecuados, Diane fue apaz de telefonear 1 Bob, de reoolver d problema de Ja separación de bienes, y. cosa mb im· portante todavía, de citarse para comer con ti y discutir acerca de lo que le disgustaba en sus cncucniros casuales. Si la huida pasiva de Diane hubiese concinu1do, tnmbi
bri'a seguido fr~1;1.sa.ndo como método eficaz de resolver un pro· blem1 (exactamente de la misma manera que fra.c:1s1ba la agre· si6n puiv1 con la que rcspondút a las órdenes de su jefe). Llegó
un momento en que debía elegir entre ano de sus bien?> o huir realmente de Bob y dd procao de divorcio. Más avanzad• 11 terapia, Diane CSMIO en condiciooes de comprender que en d origen de muchos de sus problemas mtuimoo~ se haD1bon sus métodos de a¡ttSión y huida pasivts en los confliaos swgidos álttt Bob y ella. Como Dianc descubrió coa ~· dcmtsiadcnarde, si cualquiera ele nosotros huye continu•damentc, y de maner1 pasiva, de su contrincante durante un conftiao, es muy probable que eSte se irrite, 1bandonc y rompa las~rdacioncsron nosocros. Cuando reaccionamos cxdusivemente e tru~s de la agrc· si6n o de la huida, nos sentirnos además p6im•mente, puesto
constituye nuestro con1u.nto bisico de emociones her~t.arias
asociadas con lo supe";vttaci1 , y el dcnom.iruidor comun que conduce t las pe:rsonas en 1.puros a recurrir a la psicoter:apia profesional. Los pacientes que recurren a mí se mojan y se mucscr20 agresivos con los demás con excesiva frttuencia par1 su gusto, o bien tancn continuamente a los demás y los rchu·
yen, o estin hanos de perder y de sentirse deprimidos la mayor pan• dd úcmpo. La m1yorl1 de las personas que vanos los te· rapeutas apdan a nosotros como consecuencia de haber confía· do e.xcesivatncnte en J1 lucha o la huida en cualquiera Je sus diversas y a veces excrovasantes formas. Todos hemos expcri· mentado las emociones de la ira 1 d miedo y la depresión, aso· ciadas con Ja agresión, la huida y la frustraci6n Si nos sentimos ir3Cundos, asustados o deprimidos. ello no signjfica necesaria· mente que est~os enfermos en modo alguno, ni siquiera aunque decidamos pedir ayuda a causa de esas emociones. Si sentí· mos in, temor o depresión, tUo se debe a que, psicológia y fisiológiarncnte, 'estarnos hechos para sentir esas emociones.
Somos como somos porque esa disposición panicula;'dc tejido nervioso, músculos, sangre y bucos, y d componamiemo que rcsul11 ele todo ello, pennirieron • nuestros antepasados JObrc· vivir en las condiciones mú dUT11S. Las emociones nc¡¡aúvts de la ira, d miedo y la dep=i6r. úcncn un valor paro la supctvivcncia, de la misma manera que lo tiene el dolor físico. Cuando tocamos un objeto caliente, nues· tra mano JC aparta
automáücamentc. Nuest.ro sistema ncn·ioso
~stá construido de tal modo que esta reacción se pr?ducirá me-
que es,os modos de comportamiento llevan siempre asociadas
cinjcamcntc, sin ncC«idad de rcOexión alguna. Cua.ndo cspc· rimentamos una emoción desagradable, experimentamos en rC-.t·
las dcsagr1d1bles emociones de la ira o del miedo. Cuanclo rea e· cionamos así. no solo somos prest de Ja ira o dd miedo, sino que por regla general perdemos la batalla -y en la vída h1y verdo· clero baullts que se ganan y se pierden- eont:t1 los clcmú, con lo cual ooo sentimos frustrada<, y • menudo acabamos prest de lt tristeza o de la depresión. El termo in, miedo y depresión
lida
e>cperimcntar esos p~arativos para la agrtti6n en nosotrOS nusmos, sino que podemos ver sus ttrult1dos m d compona· miento de otr.. pcnooas. Por ejemplo, (cuántas vecu d equi-
po de fútbol Ít>'Orito ht pa-dido d ampeon•to, dem>tado en d pan:ido decish'O por otro equipo inferior, simplem<11ro porque los ju¡adottS de este último 1cab1ban de ser insultados cruelmente en la aseta por su enrren•dor? Cuando Uev el momento de defendernos físicamente, no puede deci:se del hombre que sea la criaiura más favorecida por la naturaleza. Con todo, tenemos mh ptobabilidades de sobrcvi\'ir defendi~ndonos •gresivament< cuando no hay posibilidad de huida o d< salvar·. n05 de una situación peligrosa median!< un acu<'· ligro que no podemos atajar por nicdios puramente-bales. Si se nos acua un destpcensivo con una nava¡. abierta m la mano. en una calle oscura, d scnrimi
que no cs-tá prescnrc. y mt enfllruco como un loco aunque quic· ra evitarlo. Si mi mujtt vuelve a casa frustrada y gruñona y de-
sahoga su m:tlhumor djndomc puntapiés a mí en lugar de dárselos al pcm>, •'~entablamos un vmi.dcro combatt 1 ""' asaltos. y nos lan:wnos 1 él con ímpetu. Co•ndo ocurre esa clase de cosas, nuestra psicofisiologia hereditaria se nos impone. a naestro pes.ar. e incurtimos inC\~1ablcmcntc en la in o en el mic· do. Pero. cuando podtmo1 entablar contacto aserti\'O con 011111 personas y, al obrar asl, tenemos una posibilidad de obtener por lo menos en pene Jo que de-SC01rnos, es menos probable que sur· jan au1omátic2mcntc la ira o el miedo. Si. por el contrario. nos senc!mos frusir,1dos por oJgo que no podemos modificar, o Jeja· mos de emplear nuestra i1lnato capacidad verbal par;a r~ol\'cr aJgo que podrí111mos modificar, es probable que nos sint.arnos luego ernoti\1amente deprimidos.
Aunque la depresión puede parecer, •etualmente, despr<>· \ ' isIA de \ •alor ptra la supeni\'encia, o casi, S"U ,..Jor par• nues· ttos ll!ltepuados se nos aparecerá dartu:nente si obscn•arnos cuál es nuestro componamicnto típico cuando seadue:ña de noSOO'CS la depresión. En realidad, por así decirlo, no ños o en absoluto. Poco o oado es lo que haoomos. •p1ne de mant
nu
..
Para nuestros antepasados primitivos, IA depresión era un estado beneficioso cuando se veían obligados a soportar un período de concUciones ambientales especialmente duras. Cuando las cosas se ponían feas, realmente no tenían más remedio que atrincherarse en sus refugios. Nuestros primeros antepasados que se sentían deprimidos y se limitaban a permanecer senta· dos durante los tiempos más calamitosos. tenJan con ello más probabilidades de conseivar sus recursos y sus energías. )'. al obrar así, aumentaban sus posibilidades de sobrC\ovir hasta que los tiempos mejoraran. Probablcmcnre, podemos ver un indicio de: ese primitivo residuo emociona) en nosotros mismos en un sábado frío>' nublado de invierno, cuando. sin ninguna razón' que podamos seña.lac panicularrnente, apenas tenemos ganas de hacer otra cosa más que rondar por la casa medio adormila· dos, probando algún que otro bocado y echando siestec-iras. La depresión corriente ql;:le todos experimentamo5 a menudo puede d urar varias horas y hasta varios días.. Nos sentimos desdichados, pero, con el tiempó y con la ayuda de alguna expe· riencia positiva. la depresión acaba por desaparecer. En Ja sociedad relativamente opulenra en la que vivimos, ni la depresión ni la retirada parecen producir beneficio alguno en cuanto a Is supervivencia. Para la mayorí~.de nosotros, las con· diciones no son físicrunente tan duras y eXigentes como lo fueron para nuestros primeros aneepasados. Así, ese mecanismo de «hibemaciów psicológica de la depresión, que nuestros ante· pasados empleaban pai;a esperar que mejoraran las condiciones del medio ambiente, ha dejado de ser beneficioso para nosotros. En la actualidad, nuestras frustraciones no proceden del medio ambiente, sino d e la acción de otras personas. Los pacientes que yo y mis colega¡ hemos vísit:Jdo a causa de sus depresiones pro· longadas suelen tener un historial de repetidas frustraciones. La experiencia clínica acumulada en el tratamiento de en· fcnnos de depresión tempoNll o prolongada sugiere que es mas eficaz ayudar a la persona deprimida a t
vida, que empeñarse en remontar eJ curso de Ja depresión en busca de sus orígenes. El tratamicnro de Don, un contable de lreinta y tres años, divorciado, con fases recurrentes y proJonga· das de depresión. constituye un excelente ejemplo de lo que queremos decir. Don fue educado por una madre y un padre que constantemente frustraban todos sus deseos. Durante su in· fancia, Ja interacción típica entre Don y sus padres consistía en que el chiquillo nunca recibía elogios. o apenas. por Jos trabajos que hacía en casa, y en cambio era severamente castigado -con el correspondiente sentimiento de culpabilidad- cada vez que comeda algún fallo. Cuando quiso su primera bicicleta. por ejemplo, Don recibió de sus padres toda clase de razones por las que ir en bicicleta, a su edad, era peligroso. las bicicle1as "!ran caras, y los padres de Don le recordaron que. siendo como era tan descuidado, probablemente no sabría cuidar debidamente su bicicleta en el supuesto de que se la compraran. Nunca llegó a tener bicicleta. Cuando quiso aprender a conduci1 un auto· móvil~ sus padres le dijeron que antes de Jos veinte •años los muchachos conduelan muy mal, y que tenía que esperar. Don aprendió a conducir en la universidad, lejos de su hog-.~. Se casó luego con una mujer según él muy parecida asuma· dre. Su esposa nunca Je eJogiaba y siempre parecía capaz de en· conrr-arle peros a Jo que hacia, fuese Jo que fuese. Tres años antes de iniciar su tratamiento. la mujer de Don se había divorciado de él con su consentimiento. Poco después de su se. paración. Don empezó a experimentar períodos de depresión cada vez más prolongados. Cuando acudió a nuesrra consulta, Don babia estado tomando medicamentos estimulantes duran· te meses, con esca.sos efectos. El tratamiento adccu.ado, en el caso de Don, consisúó en interrumpir su medicación, puesto que no solo no obraba efcaos en su depresión sino que le rriantení-a nervioso e irritable. Una vez suprimida la medicación pedí a Don que escribiera una lista de las cosas que le gustaba hacer cuando no estaba deprimido. Le encargué luego, específica. mente, que se dedicara por lo menos a dos de aquellas activida·
des C'ld• semana. que 1e obligara a ello, si era n« csario. por mis deprimido que se sinrie.ra. Ackm:is.. cada '~t. que ru,.¡ese la im· presión de q~ come1ío algún •"º'·en"' m1b1¡0 o •n la vido socitl. no d.bía incurrir de nue-'O m su pu.do híbilo de huir de 11 situación demoríndcsc en sus sentimiemos de dopresión )'
busa.ndo 11 soledad o encerríndos< en su cua. Al conirario. dtbít 1enninar lo que esr•b• haciendo o conúnuu lo acmidad en la qut estuviese ejercitándose. aunque su reacción inmcdiara
le empujara a abandonarlo todo. La ejecución de •se programa terapéutico permitió a Don librarse. en cuatro semanas, de su depresión crónica de cinco meses. Aunque nuesiros mecanismos ncurofisiológicos defensivos de ire-agrcsión. miedo-huida y depresión·rciirado no constiiu· yen en s( mismos signos de enfermedad ni de malo. adaptación, lo cic.n o es que ya no son de gran utilidad en nuestros tiempos. Pocas vc
da, sin embtrgo, Uegm a interferirse ,..¡monte con est• capa· cid•d dt reacción ·~rbal. Cuando sorné(presa de la ira o del miedo, nucsrros centros cerebrales primitivos inferiores impi·
den en g.-n medida d funcionamien10 de nuestro nuevo ocre· bro humano. El torrenrc sanguíneo se dcsvia automdtie:amcntc de nuestro cerebro y de nuestro estómago para regar los múscu· los del esqueleto y prepararlos asf para la acción física. Nuestro cerebro humano solue:ionador de problemas se encuentra im·
posibili18do para ordenar sus datos. Cuando somos presa de la ira o de) miedo, somos inc:apaces de pensar con cl•ridad y eficacia. Cometemos errores. Para un hombre irrittdo o asustado, dos y dos dejan de ser cuatro. Para nucstre< :antepasados, y a •'«'OS para nosotros también, csu inlu'bícióo de nuestro n~ cer~ro humano por nuestro ce-
rcbro primiti\'O inferior no pttStrtt• problema alguno. Si en un;a situación dctc""inada no pockmos h•ccr oua cosa qu• huir IÍ· siamen.re o echar t correr pir.t sob~ir. no tenemos ningunt nc
nuesrru fuerzas o que corramo< a toda \..Jocidad, y nuesua psÍ· rofisiología htted11ari1 se encorga de que asilo hagamos. Pcr<> nuestrotra1ocorrien1econ losdemisnosuele requerir ni la lucha ní la huida. Y. de ti.cho. eus reacciones rrimiú•·as se in1erf1eren 1ambién, de otra manera, ron nuestra capacidad verbal p;ira re· sol,.r nuesiros problas. La mayoría solo nos afirmamvs ,•• ,. halmon1e frenic a los demás cuando nucs1ro sen1iiniento de fru~· tr:lción nos causa ira o irri111clón. )' cs1n ira no ::..olo resra eficacia 9 nuestros intentos de rt:SOl\'c:r la cucsrión cont1icrira sino que. cuando nos ve enojados, Ja ~ente tiende a minimizar r.ues1r.. que wdcn c:momos mis probkmas de los quo no<¡ rcsudvm. Si cstt \'isión
que encon1remos nos ayudaní a comprender por qué rnnios d• nosotros necesitamos r1tltsr11bn'r la ase11ividad verbal natural con la que nacimos pero que tan •menudo perd~m
El niño es naturalmente asertivo. Nl1CStra primcr
¡6
que n\1cstros padres nos decían, se nos enseñó a sentimos .insiosos, lg.norantes y cu1pab1cs. Estos sentimientos son simples variaciones condicionadas o aprendid::i.s de nuestrn emoción básica de supervivencia. el 1nie· rlo. Una vez que hemos aprendido a senrirnos ansiosos. ig.noranres o culpables, haremos un monrón de cosas para evitar esos sentimientos. Nuestros padres nos adjestran a experin1ent<'r esas emociones negarivas por dos imp0nantes razones. En pri· m::r lugar, provocar nuestras emociones negari\•as es un nledio sumamente eíicat de: controlar nuestra ascrrividad infantil natu· rcl. molesra >' a veces explosiva. Al utilizar nuestras emociones p11.ra conrrolar nuestro componamiento. nuestros padres no se componan necesariamente con descuido, perezosamente o de m.aJ1era insensible a nues1ros deseos. Lo que ocurre es qt1c nuestra ascní,·idad infantil tiende a aparecer erróneamente. a los ojos de nueslros padres, como una sola y misma cosa, con la tendencia innata y agresi\•a a re3ccionar mecUante la lucha. que mostramos cuando nos sentimos frusrrados. En segundo lugar, nuestros padres emplean este método de control psicológico porque nuestros abuelos les enseñaron a el/o; a sentirse ansio· sos, ignoranres y culpables. Nuestros padres llevan a cabo esca. labor de adiestramienro emocional de una manera muy sencilla. Nos enseñan idc:as y creencias acerca de nosotros mismos v de )a manera en que ~e comporta la gente, que suscit~n senti~icntos de ansiedrid. igno· rancia y culpabilidad. Por ejemplo, pongámonos en el lu~ar
,,
clase de chiquillo eres tú? ¡Solo los niños n1alos son tan dcsor· dcnados y sucios!». No tardamos en aprender que el calificativo de «:maJ0»1 sea lo que sea lo que sigriifiqve, se nos aplica a noso· eros. Cada ''CZ que suena esta palabra, el tono de voz y la cxpre· sión de mamá nos dicen qu~ p11ede ocurrimos a1go espantoso y desagradable. Mamá emplea también otras palabras: cra,~eso, terrible, sucio, ce:s1srudo, saJ,•aje, y hasta diabliJJo y n)aJa péco· r:t. pero todas \rienen a. decirnos lo mismo: «i':o eres más que un niño pequeño, indefenso y que apenas sabe nada. He aquí cómo "deberías" sen1ine: torp1t, nef\·ioso, tal \'CZ asustado }'sin dudi;i alguna culpable». Al enseñamos a \ri.ncular conceptos emociona.lmenre carg-1· dos corno bueno y 111alo a nuestras menores acciones. mamá pre. tende negar que tenga Ja menor responsabilidad en el hecho de obligarnos a hacer lo que e/'4 quiere que hagamos. como, por ejemplo, proceder a la limpiez.a de nuestro cuano. El efecto que obra en d niño el empleo de ciertos conceptos <:cerna que fue la que instituyó las oormas que «debemos» acatar. Esta es una actituP no asertiva. Esta manera de regular <:) componamiento, es d"ccir, con la fórmula de doble filo •Te has ponado bien o mal», es muy eficaz, ciertamente. pero es una manipuJación, un control solapado por debajo de la mesa, y no una interacción honrada en la que mamá nos exponga de tt1a· ner4 4S~rliva, por su propia autoridad, qué desea que hagamos
- ella}' no un tercero desconocido. imaginario e impersonal- , )' se aferre a su voluntad. En Jugar de declarar asertivamtnte lo que quiere a un niño aseni\'o hasta que este responda a sus de· seos (cosa que haní), mamá juzga más fácil lanzarnos a la batalla del bien y del mal con Dios, con el gobierno, con cl depar1amenro de saneamiento y seguridad, con el anciano de la barba blanca, con el jefe de policía o cualquier figura o institución que nuestra imaginación infantil considere como la que decide qué es lo que está bien y qué es Jo que está mal. Iviamá raramente nos dice: «Gracias, me haces muy feliz cuando ordenas tu cuarto». o «ya sé que de~ de fastidiarte mucho tener que ordenar de n1.1evo tu cuarto, pero eso es e:o.:actamente lo que deseo que hagas». Con frases como esas. mamá nos enseña que fo que cuaJ. quier madre desea es importa.nLe simplemeoie porque lo de!'ea ella. Y esa es la verdad. Nos enseña que solo ella. y nadie más que ella, controla nuestro comporcamjcnto. 'l' eso también es verdad. No se nos induce a sentirnos ansiosos. o culpables o in· djgnos de ser amados porque no nos gusta lo que mamá quiere. No se nos c.nseña que lo que mamá quiere es bueno y lo que no le gusta es malo. Si matná cn:iplea aserciones simples, c:omo «Quiero», «Deseo», «.i.\1e gusta>>, no hay en sus palabras impli· ca dones o amena.zas tácitas de que los niños «buenos» so11 que· ridos por sus padres y los <a' nadie más que ellos la autoridad acerca de lo que su hijo puede o no puede h~ccr, L"n· señan al mismo tiempo el conc:cpto asertivo de que cuando uno sea mayor no solo podrá hacer lo que quiera, exact11111e11te ( ()1110 )9
papá y mamá, sinQ que deberá también hacer cosas que no le in·
recesarán, para poder hacer otras cosas que le interesen, e"acta· mente como papá y mamá. Por desgracia, se enseña a los niños a. reaccionar frente al control psicológico de sus emociones aprendidas de ansiedad, ignorancia y culpabilidad en numerosas situaciones infantiles. Por ejemplo, si el niño está jugando con su perro en la sala de es· tar. y su madre desea echar una sicstecita en el sofá, enseñará a su hijo a responder al control emocional manipulativo preguntándole: «¿Por qué estís jugando siempre con Rover?». El niño debe entonces dar una respuesta que explique por qué está. siempre jugando con Rover en la sala de estar. Como no sabe por qué lo hace, salvo porque le gusta y es divertido, ~ sientt ignorante, puesco que si su madre le pide la razón de su rom· ponamiento, de,be existir sin duda alguna esa razón. f\.1amá no pediría algo que no exiniera, ¿verdad? Si el chiquillo, honrada pero mansamente, tontC:sta: «No lo sé», su madre remacha; «¿Por qué no vas a jugar COJ\ tu hermana en su cuarto?». Como eJ chi(¡uillo no conoce ninguna «buena» razón para pre:fC!ir ju· gar con el perro ari.tes que oon su hermana, de: nuevo se ve m. ducido a sentirse ignorante al no s~ber «par qué». Mientras el niño, tartajeando, busca una razón, su madtt le ataja: «Nunca quieres jugar con tu hermana. ¡Con lo q0'é le gustaría • ella jugar contigo!». Sintiéndose ya profundamente culpable, el chiquillo gUJ1rda silencio mientras su madre le asesta el golpe de gracia: «Si no quieres J\!gaí nunca con tu hermana, tu hermana no te querrá, ni querrá jugar contlg0». Sintiéndose ya no tan solo ignorante y culpable, sino también ansioso acerca de lo que su hennana puede pensar de su actitud, el chiquillo emprende la marcha, con Rover a sus talonC$, para ir a oc:upard lugar don· de el deber le Uama, al lado de su hermana y donde no pueda oírle su madre. Paradójicamente, toib la tortuosa maniobreóa a la que apela la madre para convencer al chiquillo de que «de~ríu gustarle jugar con su hermana resulta mucho más perjudicial para la ini·
.
40
ciativa asertiva naI\Jral de) niño que si le revelara su vulgar y te· nena! apetito de reposo y comodidad y le dijera:.«Hazme d fo. vor dc·no molC:starmé cuando quiero dormir. ¡Largaos de aquí, tú y tu piojoso montón de pelo andante!». Aun con palabras como estas, Ja mujer está exponiendo a su hijo 4 las duras realidades de 1a CQnvivencia con ocros seres humaaos. 1'.1ás de una vc4:, las personas que nos aman y a las que amamos nos tratarán a palos, porque son humanos. Pueden amamos y preocuparse por nosotros y sin embargo irritarse contra nosotros. La con\'i· vencia con los demás no es siempre fácil, y median1e episodios · oca~ionales de furo r, atemperados por el amor cotidiano, las madres pueden preparar emocionalmente a sus hijos par• en· frent:trse a esa paradoja humana. La cnse:iianza manjpu1ati\ a de emociones ncgalj\·as superimpuestas continúa y se refuerza fuera del hogar. Los. niños de más edad, que han recibido el mismo adiestramiento, emplean c1 control emocional manipulativo para conseguir de: los más peqlteños lo que quieren. En la escuela, el maestro tomi' el reJe. vo de Ja madre y emplea él control emocional ma.nipulatit·o como medio eficacisimo para gobemac la clase con menos es· fueno por su parte. En algunos casos, cuando el chiquillo está bien adiestrado a dejarse controlar por medio de sus emociones negativas a.prendidas y se encuentra eficazmente bloqueado e imposibilitado en cuanto a mostrarse asertivo, empieza a recurrir a Ja agresión pasiva, a la huida pasiva o la conrramanipula· ción, en un intento de conseguir cieno control sobre su propio comp0namien10. Las pñmcras manipulaciones que el niño esgrime por su cuenta pueden adoptar, por ejemplo, la forma de la pregunta si· guíen te: «Mamá, ¿por qué An.ita se queda jugando en su <;t1;trto todo el rato mientras yo limpio eJ patio?», con lo que sugiere, en tono crítico, que mamá tiene f1voritismos. A esa ed~d. d niño no ha ap~ndido todavía bastante acerca dd arte de la manipu· )ación como para poder enfrentarse: cOn su. madre. No le st:rá. tan fácil hasta que sea un joven de quince. a veintCaños, cuando 1
qutrri rener su propio coche o poder conducir el dt papá o mamá ~rt salir ('()ti sus amiguitu, o cualquier otra ck las cien
cosas que deseará obtener. A esas alturas, el joven )'11 es lo has· tanto lisio <0m0 p1n saber jugar con los sentimkntos de ensie· dad y de culpabilidad de sus padres con puyazos de eSta catcgo. rio; «El padre de Roo Je ha comprado un coche. l Es mis rico que tú?», o bien: «La madre de lennifcr time una mujer de la limpieza. ¿Por qué no puedes tenerla tú wnbi6l?•. Pero, entretanto, los primeros intmtos manipulativot del chiquillo butan y sobran pare que su madre ~ sira una larga sesión dedicada• gru· ñír por lo baí<> y a pasar el rssuillo una y otra va por el sucio, sin Dinaún cnrusiasmo, pasivamente. El control manipulaúvo que
la m•drc ejerce sobro las emociones y d componamiemo dd niño noaolo contribu)'< a adiCStrar •este ca el empleo arbitra· rio de ideas como .Jo bueno- y .Jo malc>, o como la «justici.., sino que con esas mismas palabras la madre lt condiciona para que se aeostumbrc a pensar de conformidad con unas vagas normos gentralcs que ..deben,. stguirsc. Estt proceso
de condicionamiento tiene un fallo: que esas
normas abstractas son tan gcntrales qu• pueden inttzprttant como se quiera, tun en un:as mismas drcunstanciM. Esas nor· mas son cxtcriortt a nuestro propio juicio acerca de lo que nos gusta y lo que nos disgusta. Les dictan a la gente cómo •deben• SCJlt1r y co1nporlnrse unos con orros, independientémente de cu:íl sea Ja rclición que exista entre e.IJos. Esas normas se inter· prc:tar1 a menudo de manera dogmática y mezquina. h.asti el punto de imponer un estilo dt vida ~xual totalmcutc arbitrario qlte nada 1jcnc que ver con la supcnivencia o la reproducción. Por ejemplo, (por qu~ les corresponde a las chicos, y no• Lis ní· ñas, la limpicu dd patio? • A la madtt, sin embargo, sc lt oCrtct la posibilidad m:is prome.tedora de tratar de mane,ra 11miva las declaraciones ma.ni· pulam·as de sus hijos. Puede y dcbc aaplcar la aserción ,'CtbaJ en su respucsr., y, euando lo httt, ni casúga ni contrJrnJJ"Üpul1 a su hijo. Frcntt a la critica !dativa a J. asignación d. las divcr· sas tareas. por ejemplo, la m•dre puede responder asonh·amcn· tt ea ~os t~rminos: •Veo que ro parece injusto que tú limpies el pario mitntrl$ ru herm1na jue¡¡a. Comprendo que es10 Jtbt trastornarte, pero, aun asf, t¡uf~O que pa1es el rastrillo por el pil· tio a!N>ra 1ni.fn/())). Con su respu~ta aseniva, esgrimidn como una neidad desagradoble
se h2gan, ¡;lo que rcsulta má• tranquilizador de todo, d clcsu· rrc no acecha al dobw la esquina porque mamá a lo bastante lista como pan no dejarse confundir por un criocomo su hijo o su hij•. . Las madres que acuden 1 mis cursoS e.xprcsan todos
Ejcrttr la propia 1utoridad y cmpkula para que uno y sus propios hijos acepten mejor las tcnsioocspropias del attímicn· to rcsulu fácil bajo el punto de Yin dd cornponamicnto, pero
no emocionalmente. Uroa qiadre, por ejemplo, me prcgwnó con dcna hostilidad: «(Cómo ,. puede dejar sin cumplir algo que una ha prometido a su hija?•. El tono con el que formuló la pre· gunta me ~rmiti6 oomprCJ1dcr que aquella mujer, como otras muchas, consideraba impcrativo, lmprescindiblc, estar s.icmpre en el punto más alto y ofrecer por lo menos la ilusión de uno ma· dre supcrcompctcnte 1 su hija; por ejemplo, l• de una madre que jamás deja incumplid• un• promesa. Después de charw un rato con ella comprobé que mi aniJ.i. .U había sido eottteto. Aquella madre vivá obsesionada por la nettsidad de..,, perfccu, de no cometa ttrora, y, .obre todo,
de no parecer tont1 a los ojos de los demás. A mi juicio, su posi. ción ere inoostcn1ble. i\I empeñarse en aparecer perfecta, corno una supcrm1mí, a los ojos de su hija, se habla siruado en un punto en el que tenía todas las de perder. Tarde e temprano ten· d.ria que quebrantar alguna promesa, porque no podría cum· plirla o porque no querría hacerlo. Si fuese capai de renunciar a su •nce<•idod• de ser perfecta y a su empeño en fingirse tal. po· dría quebrantar la promesa hecha a su hija de manera ascni,•a, con lo que reduciría al mínimo los sentimientos de inc-omodidad ¿, /,11 dos. Podrla decir, por ejemplo:..$< que es una cstupi· de% por mi pant prometen< algo que luc¡o no puedo cumplir. ~o \'2.mOS a rmunciar a nuestro plan de 1r a Disneylandia esi:c sábado. No h1a5tt nada malo y no es tuya la culpa. \'eamos cuár1do podremos ir, ¿re parece?•. A tra,·és de esta ded:iración negotiva pero aurtiua, haría llegar • su lu1a el mcnsojc de que hasta 1namá comc1e errores de \ cz en cuando, pero, ros~ m.is importame 1od~vía, sirve de modelo para su hija al mostnrle que si mamá no tiene por qut ser perfecta, tampoco de!Je >crlo ella. Al mismo tlcmpo que se presenta a su hija blijo su ás~cc10 más humano, deja muy clara una realidad imponantc: por la rl· ión que SCI, mamá ha decidido que no irin a Dimcylandia esta vez. y no trilf. En resumen, ustcdc. y yo y la mayoria del resto de la pobla· ción fuimoc adiestrados para rcspoodcr al control cmooonal manipulativo desde qu< fuimos capaces de h1bl1r y de entender lo que noc dtdan los demás. Los cordones psicológicos, de ma· rioncta, que nucscros padres nos attn por r:nedjo de los sentí· micntos 11prendido1 de ner\'iosismo o ansiedad, ignorancia)' culpabilidad, con1Tolan nue11ra asertil'idad infan1il. Nos alejan con eficacia y elicienda de los peligros realts e im1gjnarios que•«· chan a los niños y facilitan enormemente la cxi11enda de las personas adultas que nos rodean. Pero esos cordones cmocionalts tienen IJIP efect0 occundario indeseable. Cuando Utgamos a la edad .dulta y pasamos• ser responsables de nucsuo propio bic· ne>t..i; esos cordona no desaparecen por ane de magia. Segui· 1
4S
mos experimentando sentimientos de ansiedad. ignoni.ncia y cuJpabilidad que pueden ser ut.ilii~dos -~· Jo son- por otras personas para obligamos a hacer Jo que ellos quier:in indepl'!n· dicntcmcnt~ de si nosotros queremos o no hacerlo. Esre libro tiene por objeto Ja. reducción, por lo menos. si no la eliminación rotal. de esas emociones aprendida.s, en nuestro tra10 con Jos demás. en las expericnCi:'IS ordinnrh's de nuestN vida. En p:.'lr· cicular, los capítulos que siguen trat:1n: 1) de l.:is creencias no aserti\·as que adquirirnos a causa de nuestros senrimienros de ansiedad. ignoral)cia y culpabilí
46
2 Nuestro primer derecho humano aserti\10, y su violación por obra de los demás
Todos nos hemos enrontNdo 1niis de ona vez en situacionts que nos confunden. Un amigo, por ejemplo. nos pide que v~r~:un('I!- :.l buscar al aeropueno a su tla, que llega en avi6n de Pasca~Oll!a a las seis de la tarde. Lo último que deseamos en este mundo pe· cador <$vemos obligados a enfrentamos ron d denso trafico de la carretera del aeropuerto, y a tratar luego de sostener una con· Vernlción, sin perder de vista e1 parachoques dd automó\·il ~. mi =igo puede sentirse herido o rechazado. Es posible que deje de sentir afecto por mí. Pensará que soy un egoista, o, por lo me·
47
nos, muy poco amable. Sl no lo bago, edebo considerarme como un fresco, un
mismos y otro pc=n•. Nosotros queremos h•cer algo. y nucs· troomigo, vecinoopariemeda por supuesto, espera y desea que hagamos mn cosa, y hasta lle¡¡a a apela<• la manipulación pora inducirnos a satisfacer su desroosu esperanza. La crisis interior se declara porque n0$ gustaría hacer lo que queremos pero tememos que nueslro amigo ¡>iense que lo que queremos hacer no csti bien; es posible que comcoamos un error; podcm0$ he· rir sus sentimientos, r en cal caso es posible que nos rechace por ello y por haber hecho lo que deseábamos hacer; tal vez tema· mosque nucitras razones para hacer lo que deseamos no $e&n bastante «ruonables» (no icnemos ninguna pierna ro11 y lapoLc!a no anda buscándonos, así que, o><>r qué no hemos de poder ir al aeropuerto?). En ccmeruencis, c:utndo tnWDO< ele ba. cer lo que quettm0<, permitimos tambi~ que otras penona• no& hagan sentirnos i¡norantcs, ansiosos o culpables: los t.rC$ terribles estados emocionales que de niño DOS crueñaron a expc· rimentar cuando no hadamos lo que ouá'Perwna quería que hiciéramos. Para CC$Olver este confficio, el pr~lema estriba en que la parte manipulada )'.adiestrada de nucs1ro propio ser acepta sin discusión que alguien «debe• poder controlamos psicológicamente y hacemos experimentar esos sentimientos. Suprimida la parte asertiva innata de nuestra pcr.ionalidad por la educación que recibimos en nuestra infancia, rca~ionamos mediante la contrama.oipulación a!lte la frustración de sabernos manipulados. Pero la reacción manipulttiva es un ciclo yermo. Tr111r de manera manipuh:tiva a otro adulto no o lo mismo que
tratar manipulativamt.nte a un niño. Si manipulamos 1 adu1ros mediante sus cmocioocs y sus crttncias, ellos p~ contra· manipulam0< • nosa
cionamo5 contramanipulando ramb1én, clloslo harán asimismo, y así suce.ivamente. Por ejemplo, al tratar de csaparnos de ir a bu.car a la !Ía de nuestro amigo, las palabras y las Ú8$cs que em·
pl
dir a un amigo cansado que se enfren1e con cl tráfico collejero a esta hClra de la tarde!n, pero seguramente Hatl')' se estaró di· cicndo: «¡Al cuerno! ¡Yo iengo que enfrentarme con ese mis1no irúfiro cada die, a lu cinco de la tarde!•.) fu.RR,·: Las viejecitas pueden ser presa de verdadero terror sj llegan a un aeropucno desconocido y no encucotran a nadie que las espere. (Harry trata de suscitar en nosocros s.;ntimicntoo de culpabilidad al "'gcrir: •¡Habría que ser muy duro de corazón par11 hacer sufrir u{ a una pobre ancisna, s<>lo porque uno ntá un poco cansado!•, pero por nucsma parte estamO< pcmanclo. «éA quéviaic ahora cu his
40
lo cómico de este intercambio manipu1ativo y contramanipulati\lo es que al aeropuerto iremos nosorros o Hany, no según nuestros deseos, sino de acuerdo con nuestra capacidad para hacer que el otro se sienta más culpable. Como resultado de esta clase de interacciones manipulativ1s con otras personas, lo más probable es que 1erminemos por semirnos ÍruStrados. irrilados y ansiosos. pese a todos nuestros esfuerzos por e\itar esos se.nti· micntos. A falta de una salida apropiada. madura yasertiva1esos stntimicncos pueden expresarse a través de una lucha verbal o de una huida. El resultado final de ese confliC1o interno no re· suelto entre nuestros deseos narura1cs y nuestras creencias y há-· bitos adquiridos en la infancia, nos ofrece varios posibilidades nada atracrivas, por <Ícrto: podemos hacer lo que quieren los demás, sentimos frustrados muy a menudo, cat:r en la depre·sión, apanamos de la gente y perder todo respero·de nosotros mismos; poderno$ hacer lo que nos dt la gana, con ira, Crta~ namos las simpatías de los demás y perder todo respeto de no· soiros mismos; o podernos e$quivar el con0.iC1o huyendo de él y de quienes nos lo plantean, con Jo cual perderemos igualmente todo res~ro de nosotros mismos. Como primer paso en el proceso de llegar a mos11arnos asertivos, debernos damos cuenta de que 1JMiit puede manipular nuestra1 emoci'ones o nuestro comportami.ent-0 si nosotros no Jo permitimor. Para poder poner coto a la manipulación de nuestras emociones o de nuestro componamier1to por los demás. es preciso que aprendamos a reconocer de qué manera trata la gente de manipulamos. ¿Qué dicen, cómo actúan o qu~ creen, que sea susceptible de controlar nuestras emociones y nuest10 . comportt.miento? Para conseguir la máxima eficacia en nue$· rro intento de poner fin a la manipulación, debemos además poner en tela de juicio las actitudes e ideas infantiles en las que fuimos educados muchos de nosotros y que nos hacen suscepti· bles a Ja manipulación por Jos demás. Aunque las palabras y los métodos que emplea Ja gente para manipularnos son infinitos, en mi experiencia clinic.a y en el traramiento de personas no ,~o
asert?,·as he podido observar que exis1e un conjunto sum.a1nen. te común de expecrati\'as manipulatjvas que muchas personas alimentan acerca de sí mismos y de los demás. El comportamienro manipoJ~1dvo dictado por esas expectativas puede observarse también en la población general. no clínica. Esas ex· pecrati\ as infantiles y su consiguienre comportamienlO anulan gran pan e de nuestra dignidad y de nuestro respe10 de noso11os mismos como seres humanos. Si albc:rgarnos, acerca de noso· tros mismos, las mismas expectativas que alimentan nue:stros manipuladores. abdicamos en su íavor de nuestra di~nidad y de nues1ro respeto d< nosotros mismos, de la responsabilidad de gobernar nuestra propia existencia y de nuestro derecho a con· tro1~r nuestro comportamiento. Este capítulo y el siguiente rratan del conjunto -t:,¡n co· mú.n - de presupuestos infantiles acerca de cómo se sttpot1e que «debemos» con1por[amos todos, con el fin de no 1cncr qoc ~currir a nuestros métodos de reacción primitivos, es decir, la ira-agresión o el miedo-huida. Tales creencias co9ióruycn la base de la mayoría de las maneras en que otras person~ nos m•· nipu!.an para que hagamos lo que ellas quieren. Esas creencias contradicen directamente nuestros derechos asertivos como in. di\'iduos sanos y emocionalmente estables. En este capítulo y en fos siguientes.. describimos esas creencias junto con cada uno de nuestros derechos asertivos. esos derechos que nosotros y otros muchos ,..¡oJamos cada día c:n un fútil intento de C\'Ílar recurrir a la agresión o la huida en nuestr3s relaciones con los de:más. Nuestros derec!Jos 11sertir;os constitu:ren i1n11 es1n1tlura básic'1 para L.r sano par1iei'poci611 de cado individuo en toda relación h11· 111ona. Esto$ derechos asenivos individlla.les constituyen Ja ~ cructura sobre la cua1 e.dificamos nuestras conexiones positivas entre las personas. tales corno la confianza, la comprensión, el afecto. la intimidad y el amor. Sin esta estrucrura aseni,·:i búsic:l que nos permite expresar unos a otros nuestro· yo indi\·idual. la confiania ~de el lugar a la sospecha, la comprensión degenera en cinismo, el afecto y la intimidad se desvanecen, y lo que 1
51
llamamos amor adquiere un mordiente ácido. Muchas pe.eso· nas lemen exhibir SU$ sinceros sentimientos de amor y de com· prensión porque piensan que serán avasallados y que no podcin reaccionar frente al rechazo de los demás. Si pensaran confia.
un d~recho que nos Otorga a cada uno de nosotros un control tan grande de nuestros pensam.ientos. nuestros $Cntimientos y nuestr3s acciones que cuanto más intensa haya sido la form11ción manipulativa y no asertiva que hayamos rttibido. tanto
damente que sí, que sin duda habrá que resolver cienas clificu].
más probable será que I.o rechacemos como uo derecho de los
tades, pero que serán perfectamente capaces de re:accionar a.ser· tivarnente fttnte a esas dificultades, y hasta frente al rechazo de .los demás. habría men9s temor a exhibir sentimientos de te.rnu· ra, de afecco y de amor. Me complazco en pensar que ser aseni-
demás y aun de nosotros mismos. ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué: una declaración tan senci·
vo signífiai confiar en uno mismo y en sus capacidades. •Sea lo que sea lo que me ocurre, sé que podré con cllo.• La Cana de los Derechos Humanos As<:rtivos que presenta· mos a continuación c::stá compuesta de afirmaciones o declara· cienes acere.a de nosotros mismos como seres humanos, decla· raciones sobre nuestras verdaderas responsabilidades para con nosotros y declaraciones acerca de nuc:stn:: aceptación de nuestra condición de seres humanos, que señala limites prácticos a lo que los demás pueden esperar de nosotros. Examinemos, en
primer lugar, nuestro derecho asenivo primordial, del que se derivan todos los demás derechos asertivos: nuestro derecho a ju!,lar en última instancia todo ÚJ que somos)' t()(Ú) lo que hacemos. Pasaremos luego a examinar de qu,s,.manera permitimos que la genreviole manipulaúvamente este derecho en diferentes tipos de relaciones.
lla -la de que cada uno de nosotros tíehe derecho a ser su pro· pio juez- ha de suscitar la menor controversia? Si ejercitamos este derecho asertivo, tomamos sobre nuestros hombros la res· ponsabilidad de nuestra propia existencia y desp0jamos de esa rczponsabilidad a los demás. Para aquellas personas que temen lo <¡ve los demás puc:dcn hacer, nuestra independencia respecto a su influencia resulta algo muy trastornador, como minimo. Las pc.rs-0nas que se sienten trastorna.das e inquietas a causa de nucsrra independencia consideran que los .seres humanos con quienes ellas se relacionan deben estar controlados. porque ellas mism.as son impotentes. Este sentimiento de indcfensjón es un
resultado de su fracaso, debido al empleo de aetitud.S. creencias y comportamientos no asenjvos en sus intentos de enfren· tar1C a los demás. Si alguna de las personas con las que se rel•· cionan no está controlada por alguna norma externa de romponap::úcnto, temen que sus propios objetivos, que su mis· ma feljcidad, queden al antojo y a la merced de]~ per.;ona no
controlada. Cuando d.udamos sinceramente de que seamos los DERECHO ASERTIVO I
Tenemos ekrecho ajuz.gar 11ueftro propio comporlamí'ento, nuesJros pensamientos y nt1es/rt1s emociones,)' tJ lomar la "sponsabilidad th su í'11iciaaOn )'de sus tonsecuencias. Tenemos derecho o juzgarnos- en últrintJ instancia a nosotros mitm()t: he aquí una simple declaración que suena en buena medida como algo de puso ' sentido común. Y sin emba¡go, . se mta.de
.
52
verdaderos jueces de nuestro propio componamiento, somo5 impor.cntes para controlar nuestro destino sin Ja ayuda de toda clase de normas a~rca de c6mo «debernos» componarnos todos. Cuanto inás inseguros estamos. más mitdo sentimos cuan · do no existe un gran número de normas arbitrarias de compor· tamiento. Si nos sentimos muy inseguros y preocupados por la falta de pautas en alguna zona panicular de comport:irnicnto. · llegaremos a inventarlas, por arbitrarias que sean, en número
suficiente para volver a sentirnos seguros .y al abrigo. Por ejemplo, en la mayoría de·los municipios no hay ninguna ley que con· 53
trole específicamente Ja eliminac:ión de l<1s hccc
público, ¿es correcto entablar conversación con la persona que ocupa e] retrete contiguo? No Jo sé, cienamente, pero sospecho que si yo lo hiciera esa persona me creería Joco o poco menos. Nadie me h01 dirigido jamás la palabra. a mí, en parecidas circunstancias. En un urinario público lleno de gen ce, ¿está permiLido mostrarse curioso acerca de lo que esl~ haciendo nuestro vecino de al lado? ¿Qué pensará: si se da cuenta de que lo estamos mirando? ¿Está permicido escribir las iniciales de nuestro
nombre en la porcelana? éCuá.I es el sistema aprÓbado para desprenderse de la última gQta de orina? ¿Una sacudida nerviosa? éUn mo,·imiento insolente? ¿Un golpecico lleno de dignidad? Si ilo existen normas para eso -y nunca he oído hablar de su
pensarse acerca de las descripciones del Karna Surra? Si tan1bién son correctas. ¿por qué no se publicó esta obra en Ja rr.ayoría de los p2íses hasta hace muy pocos años? En otros seclO· res de la vida cotidiana, ¿cómo podemos decirle a nuestra
madre que deje de «pinchar» a nuestra esposa? ¿Cuáles son las normas por )as que «deben» regirse suegras y nueras en sus re·
ladones mutuas? ¿Cómo es que nueStra esposa no se ocupa de resolver este problema por su cuenta? ¿Acaso se supo11e que son los hijos los que deben tratar de esta cuestión con su madre~ ¿~ dónde han salido todas esas maneras arbitrarias de hacer las cosas «correcta.mente•? La respuesta es muy sencilla. Todos invc11tamos las normas sobre la marcha, empleando para elJo las creencias que nos enseñaron cuando éramos niños a modo de orientación general. Luego las empleamos manipu]ati"an1entt con otras personas par saber cómo debemos obrar o reaccionar en nuestro t~to con 1os demás. En cambio. cuando obramos como si fuésemos"tn últi· mi iristancia nuestros propios jueces, y cuando las, norm.as arbi· trarias dictadas por otros deben recibir nuestra ap robación per·
existencia ni he leido jamás ninguna-. ¿có.plo se explica que co-
sonal antes de que decidamos icaiarlas. entonces amenazamos gravemente ese orden estruccurado arbirrariamenre que las per·
dos Jos hombres nos com;ionemos idénticamente, sin que nin· guno de nosotros se ponga a perorar acerca de esos matices un
sonas no asertivas emplean en su trato con nosotros. En con.se· cucncia, la persona no aseniva se resistirá siempre.a otorgar a
ddicados de Ja función de eliminación? Si son como yo. tam·
lus demás derecho$ asenivos y poderes para influir en sus rela-
bién ellos habrán inventado un conjunto arbitrario de reglas acerca de lo que ~deben» o «no deben» hacer en la ejecución de
cione5 con ella. Corno medida de autoprotccción esta persona nos manipulará psicológicamente con norma$ y pautas de bon· dad y de malda.d, de jusdcia, de razonabilidad y de lógica, con el fin de control3r un componamiC)tO que podría entrar en conflicto con sus des.eos, gustos y aversiones personales. La persona manipulativa inventará este tipo de estructura externa o dar3 por supuesto que ya existe en una relación con el fin de,concro~ lar nuestro comportamiento. La tragedii, en esa actividad ma·
esa función. Aunque este ejemplo describe una modalidad p<>eo impona.nte de nuestro componamiento, el comportamiento obscJ"\•ado está muy regla,mcntado. El miuno concepto de inseguridad personal que nos lleva a inventar normas para controlar nuestro comportamiento se aplica a ocras cosas mlis in\porcantes. ¿Culil es Ja manera. «CO·
rrecta» de realizar d coito? ¿u corriente? Entonces, ¿qué debe
nipulativa, consiste en que d manipulador no se da cuenta de SS
que la únjca justificación que nccesit~ para negociar un cambio en algo es el hecho de que desea un cambio. No necesita ninguna estruetura externa ni ninguna regla arbitraria como sostén ma· nipulacivo para lo que desea ob1ener. Para imponernos sus de· seos. le basta considerar que sus gustos r sus aversiones son una justificación suficiente para el esfuerzo que debenl desarrollar en la negociación. El empleo de u~a cstruc;tura por pane de] manipulador, es decir, su fonna de determinar y de tratar de convencernos sobre cuál es la manera «correcta, errónea, justa o lógica» de hacer algo, ¿significa acaso que 1oda estructura es manipulativa? ¿Quiere decir esto que si empleamos normas~· estructuras para simplifica.r y facilitar un poco nuestras relaciOllCS, abrimos las puenas de nuestro yo a la manipulación? Es dificil contestAr a estas preguntas con un simple sí o un simple no. Una respuesta más apropiada a los posibles empleos dt: una estructura sería «probablemente sí», según se.inserte la estructura en la relación en cuestión, y según la clase de relación que exista entre las per· sonasen conflicto. En una relación dada. ¿cómo puede una es· trucrura obrar en favor nuestro o en contra de noso[ros? ¿Cuá· les son los importantC$ elementos de la estructura y de las relaciones que nos permiten distinguir entre una estructura cm· pleada pa.ra manipu1amos y una estructura. (C<'mprom.isos \>it· bles) empleada para hacer las cosas más fáciles, más estables y menos caóticas? En primef lugar, cualquier estructura o juego de normas, en tOd:J interacción entre dos personas, son arbitra· rios. Si cabe trazar uo plan determinado de cómo funcionarán las cosas, g~eralmente podremos encontrar otra media docena de maneras de obrar que pro.ducirán poco más o menos el mismo resultado. Por ejemplo, si usted y su socio en el negocio deciderJ que usccd se ocupará dcl despacho mientras él crat•rá con el público, no es esta la única manera en que podrían haber arreglado las cosas. Podrían haber compartido la labor de contabilidad o haber contratado los se!"l.~Cios de un contable a horas, o quién sabe a qué otros arreglos podrían haber llegado con el mismo
56
resultado. es decir, un negocio floreciente. Si usted. señora. se ocupa de sus hijos mjentras su marido trabaja, no se t rat~ m;is que de un arreglo arbi1rario. Usted podña compartir las responsabilidades de su esposo, contralar los servicios de una ni· ñera. Uevar a sus hijos a una guardeña o a casa de su abuela, bllS· car un empico para usred, o·un sinf!n de otras posibilidades más. ninguna de ellas impuesra por el cielo. En segundo lugar, para comprender mejor cómo puede emplearse una estructura, bien p"Ara. facüitar las cosas, bien para violar nuestro derecho a decidir lo que queremos hacer y lo que no queremos hacer, con·viene clasificar todas nuesrrns relaciones con los demás en tres categorías generales: 1) relaciones co· merciales o formales, 2) relaciones de autoridad, y 3) relaciones de igualdad. La categoría en la que clasifiq uemos una determinad11 interacción entre nosorros y otra persona dependerá del grado en que la interacción en cuestión sea reglamentada por nonnas desde eJ principio, quizá antes incluso de que hayamos conocido a la persona de que se rrata. Por ejemplo, a pesar de lo que pueda parecemos a primera \'ÍSta, de todas nue~tras inrt-· raccioncs los tratos comerciales son las que Ue\•an impuesta la n)ayor pane de so estructura antes incluso de que se inície Ja in· tcracción. Esta estructura puede adoptar la forma, inclusive, de un c6digo legal o de un contraro. En la compraventa de mcr· cancías, por ejemplo, ambas partes saben o determina.o C;"Cacta· mente cuál será su comportamiento comercial entre ellas. Una de las partes suele seleccionar y pagar la. mercan ela y la otr-.:i suc· Je recibir dinero, entregar la mercancía y responder de la calidad de lo que ha \'endido. En la$ relaciones comerciales surgen problemas cu~ndo una de las panes {generalmente el '-'Cndedor) hace en1rar en juego una estructura manipulativa externa en Ja que no se había convenido de antemano, y no nos per1nite ser nuestros propios jueces acerca de lo que haremos. Por ejemplo: «.Nosotros no tenemos nada que ver con la reparación de su ra· di•dor. Las reparaciones son de la incumbencia de la rienda de radiadores. Tendrá que ir a ver a esa gwtc». (De paso, se nos su· 57
"
gicre: c¡Ton10 de capirote! ¿Es que no sabe cómo llevamos los negocios •qui, en la Ripoff Motors?•.) La c01cgorio medio, 2), que incluye los relaciones con alguna clase de figura 1utorit•ria, solo en pan.e está. estructurad• de antcmono. No todo el comportomicnto de las pcnonas que ÍD·
wvicnco co esta clase de rclocióo está cubierto por unu normas csr.ab!ccidu en orucrdo muruo. Podremos observar la cxist elige d bar? E incluso en d trabajo, por ejemplo, (qut hacer cuondo d jc:(e introduce algún demento nua'o a1 nuestra relación, proponiéndonos por ejem-
plo que oceptcmos una moyor rcspon11bilidad, o que hagamos horas C'Xlf"l.()rdinariu 1in cobrarlas? En cs:tc tipo de intentcci6n vemos que se plantean prob!emas cu.ando se impooe a.rbltrarl.mente una cstruC"rura manipulaúv-a en scetprc~ en los que no existen reglas convenidas de mutuo 1rue~1 y esta estructura
no nos permite ser nuestros propios jueces en cuanto a nuestro comportamiento futuro. Por ejemplo, nuestro jefe de la oficina no es nuestro jefe en 11 pi51o de renis ( iRr.Jcins a Dios !); por tan· to~ ¿cómo st explica que, cu11ndo jugarnos al tenis juntos, yo me ocupe de todas las cuestiones previas que hay que resolver' Nucsrro jefe de taller no es nuestro jefe a psrtir de las cinco de la tarde, c:uando volvemos a nuestro hogar; ¿por qué, entonces, llevamos su traje a lo tintorcri1? Aún más que la situación que se crea en d tenis, nos irritad hecho de convcrt.imos en su lacayo, y, sin embargo, no osaroos decirle ni wio sola palabro de ello. Esta es la~ de cosu ~uc nos Dalm·,.¡,, si se inuoduce una es,. trucrun. arbitraria en sectores de nucstru relaciones con otn.5
personas que no requieren estructura a1g·una para Ja to11verr1en· ci4 mutur1. Cuando lt estrucrur1 u impone unJ1tcr11mcn1c. su cfC"cro y su p1opó11io esrriban en controlar nuestro compon'11· miento, violando asl nuestro derecho a juz.gar )'decidir qué deseamos hacer y qué no deseamos hacer. Ouo buen ejemplo dcl cipo de relación 1utori11ria es el que cmte entre los padres y sus hijos pequeños. Aqul poclcmos observcr que Jos padres pancn de las funciones 1u1ontorias de madrc·padrc, maestro, enfermera. protenor, obas1c«cn· dicnt~, aprendiz, pac:Kntc, pttlcionano. c1c. Con d puo de los años. a medida que d niño crttt y asume un grado cada \'el m•· yor de rcsponsabüidad personal en cuonto 1 su propio bienestar, la CStrUCfUrt ini.W p•dre-hijo impucs11 por lo rcal1d2, rcquicrc una modificación. Cada \•tt st necesita menos estructura y menos normas, puesto qu< se le debe ororgtr progrtsn'3nltn· 1e si hij<> wia mt~'Or libertad de opigúr. dia llegue• tomar la ioiciati\'a en la dirección de su propia exiStcn· cía. Todos podemos recordar seguramente. por nucstia propia expcri"'1cit, que cuondo los papelea entre padres e hijos se ha· ccn más iguales, unos y otros pueden compartir algunos de su.s scntúrjcntos personales, de sus objelivos y de sus problemas. Por norma general. esta •comunidad• no llega a alC91\zar el ni· vel de intimidad que caracteriza las relaciones entre iguales. Co11 demasiada frccucnci1, por i¡tnoran('Ía, o por afcrr~rs.c en busca de seguridad a la vieja estructura -segura, cicrtOlmcntc, pero .imicuada- los padres 01orgon libenod a sus hijos •dul· tos pero no 01bdícan de sus funciones inicialmente impuct111.s de pi!
'"
acudiera a nuestra consulta. Como reacción frente a su constan· te sentimiento de &use.ración, esa hija no ascrti,·a no enconcrabi& en la vida más satisfacción que la que le p roporcionaba la comi· da. Como consecuencia de ello. con frecuencia se \iefa en Is pre· cisión de imponerse una dieta muy estricta. Er.. cierra ocasión, cuando se hallaba en perí«io de dieta, fue de tiendas consuma· dre. A1 fmal de la jornada. entraron en una cafetería a des01nsa:un poco. U madre se empeñó inrnedia;:arnente en conven~r a su hija para que comara algo má.s que una simple taza de café. basándose en que «TU madre sabe lo que te conviene». Al1nque la hija alegó que sabía perfectamente lo que hacia. acabó por CO· mer en comra de su propia \•olu~iad. Y hasta que llegamo. al término de su tratamiento aserti,·o. mi paciente nunca quiso ni se atrevió a volver a ir de tiendas con su madre. La madre mani· pulab. a su ruja (¿Por q ué? Y a nues1ros fines, por ocra pane, poco impoMa) poniend9 en acci6n una estrucruni caduca, ex· traída de uoa siruación previa Oa infancia) que ya no cenia ruón de ser entre dos mujeres, Uba de sesenta años y la otra de cua· renta. Al mismo tiempo, aquella madr~ estaba atravesando gq· ves dificultades en su propia vida hogareña. Su marido se baila. ba físicameme ~posibilitado, y ella se estaba armando grandes líos ÍUlancieros y de toda clase emprer;ifaendo proyectos para los que no estaba preparada o no tenía experiencia alguna. Su hija hubiese querido ayudarla, pero evitaba intervenir porque adivinaba que su madre p.robablemcntc: no confiaría en su critc· rio ni seguiría sus consejos. Por otra parte, estaba hasta Ja coro· nilla de las añagazas manipulativas de su madre y prefería man· tenerse lejo. de ella tamo como le fuese posible. Padrr1 así no bon sabido adoptar ,,na nueva actitud adulta, respecto a 1us hijos y 1us hijas, t¡ut habría resultadó ,,.,¿s apropia@ fXI'" '4 relación úniCJJ, y por ende mArauillosa, que /.os padreJpueden enldblar con sus hijos m11yorts. · En vivo concnsre con ese ejemplo de hijos que todeví.a son .Jos niñicos de sus padres» a los cuarenta años, y de padres que siguen siendo .Jos !'ªPaftos de sus nenes» a los.~ta años, po-
de1nos citar la relación que e·xistc entre ot ra madre y otra hija a las que conozco muy bien . Estas dos mujeres sufrieron también una gra\•e disrupci6n en su existencia, pero en una edad más jo· ven. Cuando la hija entraba en 101 pubertad: muriód padre. Pese t todns los problemas que..deben surgir forzosamente en una fa· milia en tal $Ítuacjón. con loS años y a través de ensayos y de errores. esta madre y esta hija llegaron a desarrollar un respeto mutuo por las opciones y las decisiones de la otra. Acrua.lmente, Ja madre tiene cincuenta y seis años y \'Í\'C sola. mientras que ta hija tiene treinta }' un años, está casada y tiene dos hijo~. C:i.d.-i una de ellas es una fuente de afecro, de apoyo y de consejo para la otta. Esta madre, al hablar recientemente a su hija de los pro· ble:mas propios de su vida solitaria, le decía: ~ealrr.ente, me gusta hablane de mis problemas. No formulas juicio alguno so· bre mis amigos masculinos. No los discutes ni t ratas de decirme lo que debo hacer. Te limitas a escucharme y a dcjanne que aJi. vie lo que llevo en el pecho. De vcra.s te lo agradezco». Y. ésta madte no solo es capu de aceptar ayuda y consejo d~.su hija. sino que también sabe respetar Jos limites que Je pone su hija cuando interactúa cerca de sus nietos y de su yerno. En la cercera categoría de relaciones ~trc iguaJes- no ex.iSte una estructura inicial impuesta de antemano a ninguña de las dos personas, que determine su compona.miento. En ese tipo de interacción, roda estructura se va elaborando a medida que la relación progresa, a través de una serie de compromisos en acción. Esos compromisos acordados mutuamente (estrut· cura) son prácticos; posibilitan llevar adelante d negocio de la relación sin necesidad de entrar cada día en negociaciones accr· ca de quién debe hacer qué y cuándo debe hacerlo. Las perso· . nas a las que he enseñado a ser más asen.ivas insisten a mc:nudo. ingenua y sinceramente, en que esos comproll)isos deben ser justos, )' a menudo parecen ligeramente esC'andalizadas cuando les respondo: .No es indispensable que los compromisos sean justo. para ser útiles. ¡Lo único incfupensable es que funcionen, que sean eficaces! ¿D§nde ha leído usted que.la ,;da es justa?
61
¿De dónde ha sacado una idea can descabellada? ¡Si la vida fuese jwta, usled )'yo nos dedicaríamos por tumo a '~sitar d Pací· fico Sur, d Caribe y la Rivicra francesa con los Rockcfcllc~ y en cambio, como pu«le ver, ahl esttmos, en es.a cochina clasc, tra· tando de aprender a ser asertivos!•. Ejemplos de rdicioncs ei>trc iguales :;on las que se ostablecen entn! amigos, \'CCinos, conc!isdpulos, oomp:iñcros de trabajo, OO\'ios, amantcs, miembros 1dultos óe la famili1, primos. fa. mili• política, ~anos y herm1nas; son ret.ciones en las que gozamos de la máxima libertad para trawdeobtener loqur heridos. El
61
o acaso Jos dos. tiene:n id~s preconcebidas acerca de sus res· pccávos papelcs. Esas normas impuestas por uno de los cónyuges no permiten al otro si;r juez de su propio oomponomicnto c:n cl matrimonio. Pero las normas impuestas no funcionan en la realidad: los detalles dc lu diS1int1s funciones de cada uoo de los cón)'uges se
posible. La persona ~gura se siente mejor dentro de una ••ruaóón muy enruaurad a, con muy pocas incógnitas quC' resol· ver. El marido inseguro puede imponer un1 estrunu.ra arbi::a· ria a su esposa simpJemtntt para contrtrrfSttr su temor a ft\)
saber mostrarse a lo altura de dl1, 1 no uber rumonor Ín!nte 1 clL1. Por ejemplo, es posible que insista en que: su mujer no tnien que pcrm.tnczca en el hogar. tn que se baje fuero de ocupe ella sola de los hijos y en que oo debe tdminis¡rtr el dinero dd matrimonio. H1sta puede oon!lderar que las mujeres casadas deben ser caStigadas o que por lo mMOS debe: hacerse que se siontmculpablcs si tienen otras ideas aceres de cst1 ma· nel'll ani6cialmente impuesi1 de con
=•.
única relación indma, entre iguales, que habían sos1cnido cm la ·de d.!os dos. Estaban completo.mente dc:sprovistot de expcrien· cia en cuanto 1 la manera de trato.rse dos pcriono.s en un ni\'c) ín-
timo, de igualdad. La esrructura ubitrari1 del marido fue lo do· minante en sus inicracciones desde el principio, y la jo\'en cs-po~ no cna lo bt.stanlc independiente, 1sertivamen1e, como para poder desafiar aquella esrruCNrt. En consecuencia, los únicos medios de "'8cción que tenlo 1 su alcance enin la a¡re-
si6n pasiva, la huida pasí•-a o una manipulación muy lllÍcrior por oomparación a la de w marido. Al cabo de seis años de ma· t.rimonio, acudieron a mi con5ultorio, todos los aspectos, ir.duido d sexual. Al cabo de cu11ro años de tdacionts sexuales insatisfactorias, ia esposa se q~aba de disfunción orgásmia Hrigidal. voginiriJ !irritación \-sginal), vaginúmo (conU11cciones inwluntuias .ie la abertura vagjnsl que impiden w tdaciones sexuales), dispa· reunía (dolor vaginal profundo que se alega en los casos de falca de armonía sexual). asf como de que su marido no conscgul1 «excitarla». Negando que no fuese asertiva e insistiendo en que su vida conyugal, fuera di:I terreno sexual, era sa1bfaccori1, la joven esposa empezó un tratamiento indicado para corregir Ja disfunción sexual. El vaginismo suele tardar trc:s semanas en corregirse mediante métodos de comportamiento. En su caso se tard6 tres meses. Dapu& de varios irucncos 1 igua.Lncntt mi:>rosos, de resolver sus dificuit1dca •c:.ualcs cspecíñcu, se inició. sin muludo, un• psieocnl. Ni d r.urido ni la mujer eran c.plCa ele ..:epw d hccbo de que ws problemas sexuales guardaser? relación alguna con su comporta· mient0 general del uno para con el otro. Cuando"' le preguntó a ella por qué qucña resolver sus dificultades sexuales, respondió, sinceramente, con estas palabras: ..Para que Chuck seo fe· liz., sin decir palabra acc.rca de su propio placer o S>tisfocción sexual. No se daba cuento de que su dificultad para sentirse ex· cicada scxwlmentc por au m1rido no era más que una manera elegante de conarle las alas y de expresar su propia fNstración por h1berse ~coa g, ain quoc lo parccien. ¿Quién puede reprodwk su invaJ;clea a un inválido? El awrimonio abendonó muy pronto d tratamiento psia>tcna~urico y no lllOSUÓ de-
seo alguno de r
pai de cnfrcn1•rse a lo desconocido. Puede violar el derecho asertivo de su marido a ser juez de sus propias acciones. 1r~1t:Ín·