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descubrimiento. La sincronicidad está estructurada como un lenguaje. Semiótica sincronística.
Propiedad intelectual 214122. Chile Pedro Villanueva González descubrió lo que él llama la Semiótica
sincronística, lo que logra dar un fuerte fundamento al desarrollo de la teoría de la sincronicidad de Carl Jung y W. Pauli. Las manifestaciones sincronísticas se estructuran como lenguaje similar a las sintaxis y la semántica y a las figuras retóricas en formas de metáforas y metonimias tal como exponía Jacques Lacan. Sincronicidad (sin- del griego συν -, unión, y χρόνος, tiempo) es el término elegido por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung para aludir a «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no casual». «Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, también se le llaman coincidencias significativas, porque portan un significado cuando se repiten varias veces como un mensaje que se manifiesta a través de patrones como símbolos personales, sueños, imágenes, lugares, encuentros portando un sentido psicológico más que una simple casualidad. Las sincronicidades se producen con mayor frecuencia en periodos de tensiones físicas, emociones fuertes, sensaciones profundas o estados de fascinación en el ser humano. Jean Francois Vézina destacado psicólogo canadiense lo describe así: La sincronicidad es una coincidencia entre una realidad interior (subjetiva) y una realidad exterior (objetiva) en la que los acontecimientos se vinculan por los sentidos, es decir de modo no-casual. 1
Esas coincidencias provocan en la persona que la vive una fuerte carga emocional y manifiesta transformaciones profundas. Esa coincidencia provoca un fuerte impacto emocional en la persona que la vive, sugiriendo un gran número de imágenes simbólicas. Este impacto traduce el carácter numinoso (Que ejerce una fascinación sobre el sujeto) de la experiencia, o sea, el sentimiento, por parte de la persona de ser interpelada por el inconsciente. Cuando buscamos el significado de una sincronicidad, no hallamos razones, ni causas lógicas, sino un sentido, una orientación basada principalmente en la intuición y en la interpretación de patrones simbólicos de carácter personal y de lo que lo rodea. La pregunta que se plantea a raíz de una coincidencia cargada de sentido es entonces: ¿Adonde me llevará esto?, o, ¿Para llegar a qué? Cuando se percibe el sentido, se hace en ese lugar intermedio, es decir, a mitad de camino entre la realidad objetiva y la subjetividad. Se percibe en ese espacio transicional en el que se exhiben los símbolos, fuerza unificadoras de contrarios. La percepción de los símbolos sincronísticos es, pues, un ejercicio continuo de puesta en forma de la vida simbólica. Un símbolo sincronístico sería más bien una señal que nos ayuda a dirigirnos en la vida. El símbolo se percibe en el área transicional, un lugar “intervalo” entre la realidad y el sueño. La sincronicidad también percibe en ese intervalo, un espacio de juego y creatividad que nos permite interpretar el mundo. Arquetipo remite a un constructo propuesto por Carl Gustav Jung para explicar las «imágenes arquetípicas», es decir, todas aquellas imágenes oníricas y profundas que correlacionan con especial similitud motivos universales pertenecientes a religiones, mitos, leyendas, etc. Se tratarían de aquellas imágenes ancestrales autónomas constituyentes básicos de lo inconsciente colectivo que están arraigados en todos los seres humanos de la Tierra. De la amplia gama de Arquetipos existentes, como pueden ser el Nacimiento, la Muerte, Dios, Diosa, el Viejo sabio, Cuaternidad, Trickster, Padre, Madre, Héroe, Vejez, Atracción, Procreación, Crecimiento, el Mal y el Bien, etc. Que se encuentra en todas las culturas y existencia. Así como otras imágenes presentes en sueños y Mitos con un fuerte significado emocional: grupos numéricos, una montaña, un reloj, un padre dominante, un amigo traicionero, etc., cinco son los que han alcanzado un desarrollo superior al de cualquier otro: Ánima, Ánimus, Sombra, Persona, Sí-mismo. Un arquetipo (del griego αρχη, arjé, "fuente", "principio" u "origen", y τυπος, typos, "impresión" o "modelo") es el patrón ejemplar del cual otros objetos, ideas o conceptos se derivan. En la filosofía de Platón expresa las formas sustanciales (ejemplares eternos y perfectos) de las cosas que existen eternamente en el pensamiento divino.
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Un arquetipo es un modelo o ejemplo de ideas o conocimiento del cual se derivan otros tantos para modelar los pensamientos y actitudes propias de cada individuo, de cada conjunto, de cada sociedad, incluso de cada sistema. Jung dedicó mucho de su estudio al tema de los arquetipos. Con el correr de los años modificó su concepto de ellos, aunque nunca ofreció una definición definitiva. En 1946 adelantó la idea del "inconsciente psicoide", lo que dio lugar al arquetipo psicoide. El inconsciente psicoide se refiere a un nivel más fundamental del inconsciente al que no se puede llegar por el consciente y que tiene propiedades en común con el mundo orgánico. Está formado por dos mundos y hace de puente entre ellos. Es, a la vez, psicológico y fisiológico, material e inmaterial. Así, un arquetipo psicoide expresa una conexión entre lo psíquico y lo orgánico: es lo psíquico en el proceso de hacerse material. Al ser los Arquetipos de la misma naturaleza de las ideas inherentes y estando mas allá del tiempo y el espacio, estos agentes formativos activarían ciertos objetivos mas allá del marco temporo-espacial. Este es uno de los conceptos más polémicos con los que trabaja la psicología analítica, pues, en última instancia, su contexto es abiertamente metafísico: el aspecto psicoide del arquetipo, del inconsciente, se refiere a su carácter también físico, más allá de lo psíquico, y, al mismo tiempo, por ende, a su carácter decididamente colectivo y transpersonal, más allá de la psique fraccionaria individual. El arquetipo no sólo como fenómeno interno personal, actuante en la propia alma, como contenido de ella, sino también extendiendo su fenomenología al mundo exterior, y enraizándose en aquello que captamos en primera instancia como ajeno a nuestra propia entidad individual. Es decir, el Arquetipo, lo Inconsciente, como habitante ubicuo del Micro y del Macrocosmos a la vez. Es una idea intuitiva que se desarrolla, sobre todo, a partir de la observación empírica especialmente del fenómeno de la sincronicidad: Jung denominó a las imágenes a través de las cuales se manifiesta el inconsciente “imágenes arquetípicas”. Empleó la palabra arquetípico a fin de comunicar el poder que tienen ciertas imágenes para contactarnos con lo que se muestra como la fuente misma de nuestro ser. La palabra griega arjé indica principio, origen; tipo deriva de un verbo griego que significa “modelar” y del correspondiente sustantivo que indica una imagen o modelo. Así arquetipo significa el modelo a partir de lo cual se configuran las copias, el patrón subyacente, el punto inicial a partir del cual algo se despliega. Aunque Jung a veces mencionaba los arquetipos como algo impreso en nuestra psiques, también emplea esta etimología de forma más dinámica cuando define las imágenes arquetípicas como aquellas que pueden impresionarnos: "Estas asociaciones e imágenes arquetípicas…. nos impresionan, influyen y fascinan”. Jung distinguía entre arquetipos e imágenes arquétipicas. Reconoció que lo que llega a nuestra consciencia
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son siempre imágenes arquetípicas, manifestaciones concretas y particulares que están influidas por factores socioculturales e individuales. Sin embargo, los arquetipos mismos carecen de forma y son irrepresentables; hablando con propiedad son más psicoides que psíquicos: “El arquetipo como tal es un factor psicoide que pertenece, por así decir, al extremo invisible y ultravioleta del espectro psíquico… No debemos olvidar que lo que denominamos “arquetipo” es en sí mismo irrepresentable, pero podemos visualizarlo a través de sus efectos, es decir, las imágenes arquetípicas”. Los arquetipos mismos, dice Jung, son vacíos y carentes de forma, nunca podemos verlos excepto cuando se vuelven conscientes, cuando se llenan de contenido individual. El interés de Jung por las imágenes arquetípicas refleja más énfasis en la forma del pensamiento inconsciente que en el contenido. Nuestra capacidad para responder a la experiencia como criaturas creadoras de imágenes es heredada, se nos da con nuestra humanidad. Las imágenes arquetípicas no son restos de pensamiento arcaico ni un depósito muerto, sino parte de un sistema viviente de interacciones entre la psique humana y el mundo exterior. Las imágenes arquetípicas que aparecen en mis sueños o través de las sincronicidades (coincidencias significativas) brotan de la misma capacidad humana que dio lugar a las antiguas mitologías de nuestros remotos antepasados. Los mitos no son causas de las manifestaciones contemporáneas e individuales, sino que existen en el mismo plano como analogías. Centrarnos en lo arquetípico permite subrayar la importancia que tienen nuestras imágenes para convertirnos en quienes somos. Nuestras vidas son configuradas por nuestros pensamientos, actos y, aun más poderosamente, por nuestras fantasías y sueños y los complejos de carga afectiva con los que respondemos a las personas y acontecimientos con que diariamente nos tropezamos. No soy sólo lo que he pensado, como proponía Descartes, ni lo que he hecho, como pretenden los existencialistas, sino también, como Gaston Bachelard ha mostrado tan poderosamente, lo que he imaginado y recordado. Para expresar la cualidad esencial de los arquetipos, Jung utiliza la palabra numinosidad y con ella se refiere a su carácter sagrado. Reflejan y favorecen la experiencia de los divino. Aproximarse a los arquetipos significa acercarse a lo numinoso. Poseen fuerza numinosa de intervenir en el individuo, en la sociedad manifestándose mediante sus imágenes, sueños, símbolos, sincronicidad, cultura, mitología. Por eso son identidades psicoides que tienen energía propia. Como escribe el psicologo Jean Francois Vezina en su libro “Las coincidencias necesarias” Así pues, los arquetipos son los arquitectos de nuestra vida. Desarrollar la visión simbólica y arquetípica nos ayuda a comprender nuestra existencia y nuestro objetivo vital. Permite también ver la vida con un grado de claridad espiritual que ayuda a curar heridas emocionales y espirituales acumuladas. Y hace posible sentir la guia divina en nuestra alma. Ser sensible a la sincronicidad es ser capaz de sentir esa fuerza de sentido, ser capaz de captar el momento ideal para actuar, captar el carpe diem proveniente del orden global. Los encuentros giran con frecuencia alrededor
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de ese “timing”, siendo la intuición la que nos impulsa a la acción y a la adaptación. Nos sentimos atraídos hacia ciertas personas, ciertos lugares y ciertas situaciones a la vez que nos sentimos dirigidos por un impulso del inconsciente colectivo, por algo que nos supera. No podemos explicarnos algunas de las elecciones que hacemos a no ser por la extraña atracción de sentido que suscitan en nuestra vida. La semiótica sincronística propuesta por Pedro Villanueva González
estudia como se manifiestan estos mensajes que se proyectan como imágenes en las coincidencias significativas estructuradas como una forma de lenguaje a través del juego de signos y símbolos. Significantes y significados. Procesos Diacrónicos y sincrónicos. Los signos con significados denotativo y los signos con sentido connotativos. Como funcionan los mensajes a nivel de sintagmas o de paradigmas La forma de comunicación de la sincronicidad se manifiesta a través de la retórica del mensaje como la metáfora, la metonimia, la paradoja, el oximoron, los símiles. Depende del mensaje sincronístico que puede manifestarse como una metáfora, como una paradoja, como una metonimia desde la estructura del inconsciente colectivo que interactua con el inconsciente del “yo” personal. Pedro Villanueva González es autor de su obra “Evolución noúmenica de la especie humana y Neogénesis del arquetipo femenino”
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