2014-18
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CAYETANO BERNARDO PALETTA
(Internet)SANTOS VEGA Historia.pdf - Scribd
VIDA DE SANTOS VEGA SANTOS VEGA, MAS QUE UNA LEYENDA, UNA REALIDAD
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SANTOS VEGA MÁS QUE UNA LEYENDA Una leyenda es una narración, de hechos naturales, sobrenaturales o mezclados, que se narra y se transmite de generación en generación en forma oral o escrita, generalmente el relato se sitúa en forma imprecisa, entre el mito y el suceso verídico que le confiere cierta singularidad. Indagaremos sobre la leyenda de Santos Vega una persona de la cual se ignora todo. ¿Pero se ignora todo?, de ninguna manera, de él n o quedan imágenes, versos, ni acciones comprobables, todo es creación de otros que se ocuparon de aumentar el acervo legendario del personaje, indaguemos entonces en los hechos que lo c onfiguran como persona y como payador. Se conocen dos personas que le ganaron una payada. Tuvo testigos de su muerte. El hallazgo de sus restos coincide con el relato de quienes le dieron sepultura.
PAYADA FINAL
3 El hallazgo de sus restos, coincide exactamente con los puntos geográficos que se mencionan al momento de su muerte.
Arroyo las tijeras
Ria de Ajó
Arroyo Las Tijeras
Monolito a Santos Vega y Rincón de las Tijeras, donde se hallaron sus restos.
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CRONOLOGIA FECHAS ESTIMADAS EN LA
FECHAS SEGURAS DE JUAN
VIDA DE SANTOS VEGA
GUALBERTO GODOY
1755 Nacimiento
1793 12 –Julio Nacimiento
1800 era payador consumado
1812 Visita Buenos Aires
1815 hay mentas que en Córdoba pierde una payada con un tal Trilleria
1817 Vende versos a pedido en una pulpería de Dolores
1823 hay datos ciertos de su paso por Baradero
1819 Se alista para el Ejercito de los Andes, intento fallido
1824 Payada con Juan Gualberto Godoy (Juan sin Ropa) 1825 año de su muerte 1838 Mitre le escribe un poema 1945 Hallan sus restos
1820 Vuelve al Tuyú
1824 Payada con Santos Vega 1827 De vuelta en Mendoza edita la revista “El Huracán”
1830 Emigra a Chile 1864 Fallece Se puede apreciar en esta correlación, que Santos Vega pierde la payada, en los últimos días de su vida, que en ese tiempo tenia aproximadamente setenta años y que la presencia en el Tuyú de Godoy esta corroborada por los datos que se tienen de él.
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UNA VERSEADA
MUSEO REGIONAL DE SANTOS VEGA
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23 DE JULIO DIA DEL PAYADOR
1884 PAYADA entre Juan Nava y Gabino Ezeiza
9 EL PAYADOR SANTOS VEGA El Payador Santos Vega, fue y será a través de los siglos una conjunción entre el hombre que habitó nuestras tierras y el personaje literario que inspiró a grandes escritores argentinos. Personajes venerados, respetados e inmortales que todos los pueblos eligen como símbolos de pasiones populares y que nuestro folklore toma como elegidos. Santos Vega que canta a la vida y a la libertad y adquiere a través de los años un carácter místico, cercano, mezclado a la leyenda más que a la realidad, mas idealizado que corporizado. Sin embargo autores como Bartolomé Mitre, Miguel Cané, Ricardo Gutiérrez, Guido Spano entre otros son quienes reconocen su existencia real. Ya en este siglo uno de los autores que más tiempo dedicó a exaltar e investigar la vida de este cantor errante y sus andanzas reales por estos pagos gauchos del Tuyú, fue sin duda, Elbio Bernárdez Jacques, autor de una obra literaria que plasmó en más de treinta libros dedicados en gran parte a la figura de Santos Vega además de un sin número de conferencias y artículos. Producto de sus investigaciones surge su obra “La Tumba de Santos Vega” editado en el año 1947. De leyendas, personajes, gauchos, payadores, troperos, peones mensuales, cuentos, relatos, costumbres, y tradiciones nace el folklore de un país. Santos Vega, el payador realidad e historia.
RODRIGUEZ OCÓN, MUJICA LAINEZ Y LA MUERTE DE SANTOS VEGA El 28 de Julio de l885, Paulino Rodríguez Ocón publico en el diario La Prensa de la ciudad de Buenos Aires una nota titulada Santos Vega –Su muerte-. Allí narro l as circunstancias del fallecimiento del personaje, basándose en los dichos de un testigo presencial. Ese testigo, al que no se identifica, dice que cuando contaba con 12 años de edad, en junio o Julio de 1825 y encontrándose en la estancia de los Sáenz Valiente (hoy partido de General Lavalle) presenció la llegada de Santos Vega que venía de Dolores, la que fue muy festejada por el mayordomo Don Francisco, el c apataz Pedro Castro y los peones, quienes le recriminaron cordialmente el largo tiempo que no aportaba por esos lugares. También cuenta que Vega estaba enfermo y se acompañaba de un muchacho de unos 10 años. Al solicitársele que, por la noche hiciera oír alguna de sus decimas, se nos dice que respondió “con mucho gusto si Dios quiere cantaremos”
10 Pero el destino no lo quiso, pues antes de la medianoche Santos Vega falleció, presa de convulsiones, frente al estupor de aquella gente criolla que tanto lo admiraba. En la postrera despedida fue enterrado bajo un tala. Este artículo de La Prensa, en el cual Don Paulino no nos revela la identidad del pequeño testigo de los hechos, exige ser complementado con otros dos, apareciendo el primero en el diario La Nación del 16 de Octubre de 1949, con la firma de Elbio Bernández Jacques, y el segundo en Clarín del 9 de Enero de 1966, titulado Santos Vega un mito de c arne y hueso y salido de la pluma de Cesar Jaimes. De los mismos surge que el testigo de la muerte del payador Santos Vega no era otro que el padre de Don Paulino, llamado Pedro. Don Pedro Rodríguez Ocón, otro personaje con una vida singular, había nacido en Buenos Aires el 1813 y descendía de una familia virreinal fundidores de oro y plata. Integro la escolta de Rosas durante el sitio de Montevideo por el General Oribe, para luego establecerse en Azul, donde fue proveedor de los ejércitos de Alsina y Roca durante la conquista del desierto. César Jaimes, en el artículo citado, se pregunta con razón porque motivo Paulino Rodríguez Ocón no dijo, en su nota de “la Prensa” de l885 que el testigo era su propio padre. Y ensaya dos o tres respuestas bastante atendibles, luego de entrevistarse en Las Flores con una de las Hijas de Paulino, la Sra. Paulina teresa Rodríguez Ocón de López. Una posibilidad -nos dice- es que la fuente corriente literaria de la época sólo admitía a Santos Vega como personaje de leyenda. El mismo Obligado diría al respecto: “dejando orgullo y
modestia aparte, creo haber sido el primero que aprovecho este mito del pueblo argentino. Antes que yo Ascasubi, en un cuento titulado Los Mellizos de la Flor, se ocupó del sujeto, pero sin hondar nada. El general Mitre entrevió más, adivino mas, pero no aclaró el asunto.”
Otra hipótesis plausible es que como Pedro Rodríguez Ocón había sido soldado de Rosas podría haber deseado mantenerse alejado de la escena pública, sin deseos de a parecer efectuando declaraciones que podrían acarrearle problemas políticos. Una tercera interpretación que nos brinda César Jaimes es la siguiente: Rafael Obligado publicó su poema en Enero de l885 (recordemos que la nota de Paulino es de Julio del mismo año) c on una tirada de 10.000 ejemplares. Es posible que esa masiva difusión de Santos Vega como personaje de ficción motivara a Pedro Rodríguez Ocón, quizás acuciado por su hijo Paulino, a referir el acontecimiento que hemos narrado.
11 HALLAZGO DE LOS RESTOS DE SANTOS VEGA Como consecuencia de los esfuerzos del historiador Elbio Bernández Jacques, fue posible ubicar una tumba, que se atribuye a Santos Vega en el llamado Monte de las Tijeras, campos de los Sáenz Valiente, que luego pasaron a propiedad de los herederos de Doña Hortensia Aguirre de Leloir. Corría el año 1945, cuando vecinos nativos de General Lavalle se encontraban trabajando en los hornos de ladrillos del Señor Echarren en el monte de Las Tijera s de la Estancia “El tuyú”. Eran cuatro jóvenes Oraldo Echarren, Ismael Amestoy, Arnaldo Echarren y Damián Almada. Al extraer tierra negra para fabricar ladrillos, encontraron, donde presumía Bernandez Jacques, semienterrada una madera añeja, al levantarla un hueso resurgió que resultó ser un fémur humano y al remover otro trozo de madera se descubrió un cráneo blanco. El administrador de la Estancia Sr Federico Wisky envió los restos para ser investigados por Bernardez Jacques. Los restos óseos fueron analizados el prestigioso antropólogo José Imbelloni, quien dictamino que pertenecían a un hombre y contaban con más de cien años de antigüedad. El diario La Prensa de Buenos Aires, comentó sobre el libro “La muerte de Santos Vega “, Demuestra el autor como las investigaciones permitieron comprobar la existencia real de Santos Vega y como ahora el examen de sus restos hallados en los campos de su actuación, no hacen dudar que le pertenezcan”.
MONUMENTO EN SAN CLEMENTE El 28 de febrero de 1948 se inauguraron en el lugar, situado a 10 kilómetros de la localidad de San Clemente del Tuyú un parque y un monumento a Santos Vega, este último obra del escultor Luis Perlotti. Fue en el curso de una ceremonia a la que c oncurrieron más de 2000 personas, entre las que figuran notables del ambiente, artístico, científico y literario. Fueron los padrinos Amado B. O: Jacques y don Federico Leloir y los restos fueron bendecidos por el presbítero Juan Villador. La comisión estaba integrada por Ismael Moya, Enrique Wdondo, Enrique Candia, Carlos Ibarguren, Luis Perlotti, José N. Di bur, Alberto Ciarlo, Justo Sáenz, Benito Quinquela Martin, Florencio Molina Campos, Santiago N. Roca, Silveiro C abdra, Elbio Bernárdez Jacques. El lugar fue en el monte “las Tijeras”, hu bo destreza criolla, asado, bailantas y varios artistas
folclóricos de renombradas actuaciones como Hugo del Carril, Fernando Ochoa y otros. Florencio Molina Campos, pintaba acuarelas de las personas destacadas.
12 TRASLADO DE LOS RESTOS A GENERAL LAVALLE En Marzo de 1983 por decreto municipal n° 11 del 18 de febrero, con la firma del Intendente Municipal Don Marcos Quiroga, se dispuso el tr aslado del monumento de Santos Vega, desde el paraje “Las Tijeras” al parque Museo Histórico Regional del General Lavalle donde actualmente descansan sus restos.
TRASCENDENCIA ARTISTICA DE SANTOS VEGA, EL PAYADOR Santos Vega fue un payador argentino que nació alrededor de 1755 y murió en 1825, del cual se desconoce prácticamente todo, excepto que dio srcen a una hermosa leyenda.
Nacido en el siglo XVIII, fue un arquetipo de gaucho Argentino que recorrió con su guitarra la inmensidad de la Pampa y llegó con su voz en versos a las pulperías y esquinas de los “Real Viejo” de Eulogio Jorge, “La Amistad “ de los Girados, “Esquina del Pozo”, etc. en la zona de Ajó.
La existencia de Santos Vega ha sido acordada como real en la zona. En la Literatura Bartolomé Mitre fue el primero que fijó por escrito el motivo de Santos Vega, inspirado en la tradición oral del mismo. El poema «A Santos Vega, payador argentino» fue escrito en 1838 y recogido en libro segundo de Rimas de 1854. Este poema destaca la tradición oral de la poesía y la permanencia de los versos de Santos Vega en el pueblo y en la naturaleza, más allá del paso del tiempo. Aquí se encuentra referido el lugar donde Santos Vega habría sido enterrado: bajo un tala, en los campos del Tuyú: "Tu alma puebla l os desiertos, y del Sud en la campaña al lado de una cabaña se eleva fúnebre cruz; esa cruz, bajo de un tala solitario, abandonado,
13 es un símbolo venerado en los campos del Tuyú." Bartolomé Mitre, «Santos Vega», en Rimas En 1872 Hilario Ascasubi publicó en París Santos Vega o Los Mellizos de La Flor, un extenso poema en el que Santos Vega desempeña el papel de narrador de la historia de los mellizos de Luis y Jacinto. Santos Vega conoce en una pulpería a Rufo Tolosa quien lo invita a su rancho donde le cuenta la historia de aquellos. Poco después, Eduardo Gutiérrez contó a la manera de folletín la historia de Santos Vega y su amigo Carmona, perseguidos por la justicia. Rafael Obligado, tras leer la obra de Gutiérrez, concibió su inmortal poema "Santos Vega" en 1885, una de las obras cumbres de la literatura argentina. Manuel Mujica Láinez en su cuento "El Ángel y el Payador" incluido en su obra "Misteriosa Buenos Aires" también relata la leyenda de Santos Vega. El Santos Vega de Obligado El poema de Rafael Obligado se inscribe dentro de la estética romanticista, por la notable presencia de elementos típicos como el crepúsculo y el nacionalismo. Cuando la tarde se inclina sollozando al occidente, corre una sombra doliente sobre la pampa argentina. Está dividido en cuatro cantos: El Alma del Payador, La Prenda del Payador, El Himno del Payador y La Muerte del Payador. No son cronológicos , en l os primeros dos se presenta al "fantasma" que habita la pampa, en el cuarto se relata la última payada; y el tercer canto fue posterior en el que Santos Vega irrumpe en un partido de Pato para convocar a los gauchos a unirse a la Revolución de Mayo El Alma del Payador Se presenta el mito: una sombra triste que vaga por las lagunas de la pampa, que toca cualquier guitarra olvidada cerca de los aljibes y culmina con una exaltación de la Argentina por parte del yo poético: Beso este suelo querido que a mis caricias se entrega mientras de orgullo me anega la convicción de que es mía la Patria de Echeverría la tierra de Santos Vega La Prenda del Payador En este canto predominan las referencias al viento. Santos Vega visita a su amada ("la prenda", en el habla gauchesca) bajo la forma de un huracán.
14 El Himno del Payador El tercer canto no aparecía en la primera edición sino que fue agregado posteriormente. Difiere de los otros tres en el estilo, ya que es mucho menos descriptivo y se detiene en las acciones y en los diálogos; además, a diferencia de los anteriores, Santos Vega todavía no había desafiado al diablo. Las descripciones se centran en el elemento de la Tierra (el campo y la patria) . En el cine El cine argentino también reflejó el mito del payador invencible: en 1917 con la película «Santos Vega» escrita y dirigida por Carlos de Paoli, según el poema de Rafael Obligado, con la interpretación de José Podesta como Santos Vega e Ignacio Corsini como Carmona; en 1936 con «Santos Vega», dirigida por Luis Moglia Barth, con guion de Hugo Mac Dougall en base a la novela de Eduardo Gutiérrez; en 1947 Leopoldo Torres Ríos escribió y dirigió «Santos Vega vuelve» según el poema de Rafael Obligado, c on colaboración en la adaptación de Leopoldo Torre Nilsson; y en 1971 Carlos Borcosque (hijo) dirigió «Santos Vega», una versión protagonizada y cantada por José Larralde, con guion de Arturo Pillado Mathew hecho en base al poema de Rafael Obligado, la novela de Ricardo Gutiérrez y el libro de Roberto Lehmann Nitsche; En el teatro Como muchas novelas de Gutiérrez, "Santos Vega" fue ll evado al circo criollo por los hermanos Podestá, difundiendo la leyenda por todo el país. En 1893 Juan Carlos Nosiglia presentó una versión teatral con manuscrito e interpretación de José Podestá; otra versión fue la de Domingo Espíndola (1903-1904). En 1933 la compañía teatral de Pedro Gómez Grimau, estrena en el teatro Onrubia de Buenos Aires, la «Fantasía en verso y cuatro c uadros de Santos Vega» escrita por el actor. En la década del veinte, se conoce el poema gauchesco-teatral «Santos Vega», de Serviliano Molina, que conserva los personajes y la adaptación de Espíndola. En 1964 se escribió «Estampas de Santos Vega», versión realizada por Miguel Á ngel Gani. Antonio Pagés Larraya en 1954 ganó el Primer Premio Municipal de teatro por su obra de teatro « Santos Vega, el payador». En San Clemente del T uyú, Buenos Aires, cada año se l leva a cabo el «Encuentro Santosvegano de Payadores». En General Lavalle, Buenos Aires, se desarrolla la «Fiesta Nacional Semana de Santos Vega» desde 1948, evento cultural que desde 1981 se lleva a cabo en el parque del Museo Regional Santos Vega. Fue declarada Fiesta Provincial en 1989 y en 1998 se convirtió en Fiesta Naci onal. Declarada de Interés Turístico Nacional en 1997. En Villa Gesell se realiza la «Fiesta Provincial por las Huellas de Fierro y Vega». Walter Ciocca llevó el mito a la historieta, publicada alrededor de 1948 en forma de tira diaria por el diario La Razón. Santos Vega, el payador Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre este sombrío trovador, cuya tradición no morirá nunca en la asombrosa memoria de nuestros gauchos. Sus trovas más sentidas y sus más tristes décimas se sienten en la campaña, allí donde suena una guitarra, habiendo sido citadas muchas de ellas por nuestros más eminentes poetas, como
15 un modelo clásico de sentimiento y de arte. Santos Vega vivía sufriendo y cantando. Sufriendo, porque según él decía, para sufrir había venido al mundo; cantando porque el canto era el medio de manifestación de su alma artística. Cuentan que cuando Santos Vega cantaba, se conmovía de una manera poderosa, enterneciendo a sus oyentes hasta las l ágrimas, no sólo por sus trovas, llenas de sentimiento, cuanto por su voz poderosa y sollozante, que conmovía como un lamento. La guitarra, bajo la presión de sus dedos, rendía admirablemente toda la melancolía de que estaba impregnado su espíritu, explicándose sólo así que con su canto, Vega tuviese entretenidos, días y noches, a todos los vecinos de un partido, que como a una feria y fiesta extraordinaria, caían hasta con caballos de tiro a la pulpería o la estancia donde se decía estaba don Santos. Al principio de su popularidad, Santos Vega era sólo conocido como el payador invencible, pues no había hallado competidor en sus célebres payadas de tres o cuatro días c on sus correspondientes noches, tiempo en que vencía a todos los payadores de monta que se le iban presentando. Pero desde la muerte de su amigo Carmona, sus cantos cambiaron como cambió su carácter. De alegre se volvió sombrío, y sus payadas se convirtieron en l as tristes décimas y que hemos recogido nosotros de la memoria de algunos paisanos viejos que lo conocieron y payaron con él. El había tratado de acercarse a sus patrones y alternar con ellos: los ojos de más de una hermosa mujer habían sido la inspiración de sus t rovas, pero se había sentido despreciado por los primeros, que lo trataron como a un peón ruin. Y es que Santos Vega cargaba con el terrible anatema de ser gaucho. Así aquel tipo nacido para el arte, como Santos Vega, va juntando en su corazón todo el odio que a él arrojan los que se creen sus superiores, hasta que se lanza al camino de la venganza, pues los del honor le están cerrados y el del crimen le repugna. La palabra "justicia" suena para él como la de suprema desventura. Y es contra la justicia que se lanza implacablemente, pues su venganza es la de toda su raza. El trabajo desaparece para él, no lo halla en ninguna parte. Se encuentra miserable y proscripto en su propia tierra, y es entonces que toma la guitarra y exhala su queja en inspirada décima. El no tenía más fortuna que su guitarra, su daga y un par de caballos; y con semejante bagaje no se podía aspirar a alternar en la sociedad de la gente rica. Santos Vega concurrió desde entonces al fogón y a la pulpería, cantando las amarguras de su vida en famosas payadas, la mayor parte de las cuales viven hoy mismo en la memoria de los paisanos. Por eso entre sus más ligeros cantos se solían escuchar sátiras llenas de amargura como ésta: "Si las ingratitudes fueran de aceite, yo andaría manchado continuamente". O elegías tiernísimas como esta otra, venían a mostrar la íntima sensibilidad de su alma infantil y apasionada:
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"De terciopelo negro tengo cortinas, para enlutar mi cama si tu me olvidas”
Aquí hay toda la belleza y ternura de un pensamiento íntimo y cariñoso, expresado con el arte de todo un maestro. Santos Vega fue desgraciado en todos sus afectos, desde la pérdida de la mujer a quien quiso en la vida, hasta la muerte, dada por su mano al amigo Carmona, que es una de las páginas más dramáticas de su existencia novelesca. Bravo hasta lo novelesco como la mayor parte de los gauchos, no era difícil hacerle desenvainar su facón, haciendo alarde de su destreza en el manejo de aquella arma, sin herir a su adversario, marcando sólo con la empuñadura los golpes, que habrían sido mortales a ser dados con la punta de la daga. Santos Vega vivía siempre de rancho en rancho y de tapera en galpón, como decía Hidalgo. Su domicilio era su propio recado, que le servía de cama, de montura, de silla, y hasta de carpa, ayudado con algunos palitos con que solía armar. Sus inseparables compañeros eran un caballo alazán tostado, famoso parejero del que no se separaba un momento, y un potrillo guacho que seguía al parejero y a quien llamaba el "Mataco" a causa de la redondez de la barriga. El Mataco no t enía más amistades que su amo: relinchaba alegremente cuando lo veía ponerse de pie a la madrugada y corría a mordiscones y manotones al que por broma se acercaba a su amo durante el sueño. El potrillo no tenía más misión que llevar encima dos maletitas que contenían los avíos de tomar mate, la pava y una carguita de leña más o menos abultada, según el paraje donde los tres compañeros habían hecho noche. Lo que es la guitarra, prenda verdaderamente inseparable de aquel gaucho artista, él la llevaba siempre a media espalda, llena de cintas y lazos de colores, con que la habían adornado indudablemente las muchas beldades a quienes había dedicado sus trovas. Tuvo tropillas importantes, pero al final de su vida, al quedar pobre, solo l e queda un alazán tostado que lo acompañó en sus últimas andanzas, evocando siempre correrías anteriores por los pagos de Chascomús, la Magdalena, Luján, Baradero y Arrecifes. Vencedor de todas las payadas, se entristeció en grado sumo. Fue vencido por quienes algunos creían era el diablo, pero se ha comprobado que fue el periodista mendocino Juan Gualberto Godoy. Más tarde se produce su muerte en los campos de “El Tuyú” (cuando contaba alrededor de los 70 años) y su cuerpo depositado en cajón construido con madera de los barcos que naufragaban en la Costa en un lugar denominado “Las Tijeras”.
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El payador Santos Vega / 1877 Juan María Gutiérrez (1809-1878)
El payador Santos Vega
Gaucho el mundo me ha nombrado, y me arranca de su seno como planta de veneno que mata al que la ha pisado; canalla en fin me ha llamado con toda indignación, y en toda la creación, con mi angustia y con mi vida no tengo ya mas cabida que en mi propio corazón. "Lázaro" - R. Gutiérrez
Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre este sombrío trovador, cuya tradición no morirá nunca en la asombrosa memoria de nuestros gauchos. Sus trovas más sentidas y sus más tristes décimas se sienten en la campaña, allí donde suena una guitarra, habiendo sido citadas muchas de ellas por nuestros más eminentes poetas, como un modelo clásico de sentimiento y de arte. Tan asombrosa ha sido la existencia de aquel ser desventurado y fuerte, tan soberbias las prendas de su corazón, que muchos han llegado a sostener que Santos Vega era un ser fantástico a quien se le atribuía todo lo bueno y anónimo de nuestra poesía gaucha. Y, sin embargo, nada más cierto que la existencia de aquel hombre extraordinario, cuya vida fue un cúmulo de desventuras, muchas de ellas terriblemente trágicas, como la muerte de su querido Carmona, pérdida que lloró hasta que la muerte batió sus alas sobre su hermosa cabeza. Santos Vega vivía sufriendo y cantando. Sufriendo, porque según él decía, para sufrir había venido al mundo; cantando porque el canto era el medio de manifestación de su alma artística. Cuentan que cuando Santos Vega cantaba, se conmovía de una manera poderosa, enterneciendo a sus oyentes hasta las lágrimas, no sólo por sus trovas, llenas de sentimiento, cuanto por su voz poderosa y sollozante, que conmovía como un lamento. La guitarra, bajo la presión de sus dedos, rendía admirablemente toda la melancolía de que estaba impregnado su espíritu, explicándose sólo así que con su
18 canto, Vega tuviese entretenidos, días y noches, a todos los vecinos de un partido, que como a una feria y fiesta extraordinaria, caían hasta con caballos de tiro a la pulpería o la estancia donde se decía estaba don Santos. Al principio de su popularidad, Santos Vega era sólo conocido por el payador invencible, pues no había hallado competidor en sus célebres payadas de tres o cuatro días con sus correspondientes noches, tiempo en que vencía a todos los payadores de monta que se le iban presentando. Pero desde la muerte de Carmona, sus cantos cambiaron como cambió su carácter. De alegre se volvió sombrío, y sus payadas se convirtieron en las tristes décimas que todos conocen y que hemos recogido nosotros de la memoria de algunos paisanos viejos que lo conocieron y payaron con él. Santos Vega era un hombre superior por todas las condiciones de su carácter. Poseía un corazón esencialmente artístico y conocía que su esfera de acción no era el fogón de los ranchos, ni la cocina de los peones en las estancias. El había tratado de acercarse a sus patrones y alternar con ellos: los ojos de más de una hermosa mujer habían sido la inspiración de sus trovas, pero se había sentido despreciado por los primeros, que lo trataron como a un peón ruin, y halló que las segundas ocultaban como cosa vergonzosa el afecto que les había inspirado o la impresión que sintieron escuchando sus amorosas décimas. Y es que Santos Vega cargaba con el terrible anatema de ser gaucho, como si en aquella raza sencilla e inteligente no se hallaran los caracteres más nobles y los corazones más intrépidos. Si actualmente el gaucho es perseguido por el solo delito de ser gaucho, calculen ustedes lo que sucedería en el año 1820, época de la que arranca nuestro relato. Hoy el gaucho es un elemento electoral que se lleva a los comicios, intimado por el sable del comandante militar y la amenaza del juez de paz, verdadero señor de vidas y haciendas. Su derecho no alcanza ni aun siquiera a tener una opinión, ni a dejar de tenerla, pues tiene que opinar siempre como se lo manda el comandante militar, árbitro del partido. Su misión sobre la tierra se reduce a votar en las elecciones y ocupar su puesto de carne de cañón en los cuerpos de línea que guarnecen la frontera. Para esto sobran motivos, y hasta lo es suficiente y grave, tener una mujer o hija hermosa cuyo honor pretende hacer respetar, o haber negado al juez de paz su mejor parejero o su vaca más lechera. Este es un crimen monstruoso, es la violación de los derechos que posee cualquier animal en la tierra, pero, ¿qué importa? El gaucho no es ni siquiera un animal: es una propiedad del juez de paz del partido. Y tan habituado está a esta existencia miserable, que no se queja, pues sabe que su palabra sólo servirá para enconar contra él a la justicia. A veces sólo toma el camino de la venganza, como preferible al del suicidio. Para él toda equidad y justicia ha desaparecido. Si se bate en duelo leal, con todas las reglas de ese acto y da muerte a su adversario, siempre es un homicida asesino para quien se abre la puerta de la cárcel o del cuartel, mientras este género de duelo no está calificado ni penado así
19 para el que no es un gaucho. Si se suele embriagar por humorada, va al cepo de cabeza, y si protesta va a los cuerpos de línea; mientras que el mismo que lo condena de aquella manera inicua, está ebrio hasta no poder tenerse en pie. El calificativo de gaucho, como palabra de desprecio, hiere sin cesar sus oídos, mientras lleva una eterna paliza suspendida sobre su cabeza. Así aquel tipo nacido para el arte, como Santos Vega, va juntando en su corazón todo el odio que a él arrojan los que se creen sus superiores, hasta que se lanza al camino de la venganza, pues los del honor le están cerrados y el del crimen le repugna. La palabra "justicia" suena para él como la de suprema desventura, pues ella representa el azote de toda su vida. Y es contra la justicia que se lanza implacablemente, pues su venganza importa la de toda su raza. El trabajo desaparece para él, no lo halla en ninguna parte. Se encuentra miserable y proscripto en su propia tierra, y es entonces que toma la guitarra y exhala su queja en inspirada décima. Para él, combatir importa vivir. Sabe que no tiene más amparo, ni más derecho, ni más razón que los que puede darle la punta de su puñal; y entonces ¡ay del que se ponga a su alcance! Los cuerpos de línea están llenos de historias tristes. En ellos, y por los delitos que hemos mencionado más arriba, han entrado gauchos óvenes, llenos de vida, fuertes como unos hércules y bravos como unos leones. Y estos hombres, para quienes la vida sonríe con todos sus encantos, han salido con la barba y la cabeza blancas, viejos, decrépitos, con los músculos destrozados por el cepo colombiano y la frente bordada de hachazos recibidos en el cuartel. Han sido dados de baja por inútiles y porque no valen la ración que casi nunca se les da. Y ¿para qué sirve esa libertad que se les otorga como una gracia a la puerta de la tumba? Ella sirve para que el gaucho apure la última y más formidable desventura de la vida. La de ver su hogar desquiciado, saber que su mujer ha muerto de miseria, que sus hijos han seguido el camino del vicio; y el mayor de sus hijos, aquel en quien cifraba todas sus esperanzas, ha ido a morir en un presidio después de haber recorrido palmo a palmo el camino del crimen. Y, si este hombre desesperado, da una puñalada como débil desquite al infierno que se le ha hecho apurar, la justicia volverá a ensañarse con él, convirtiendo en un nuevo infierno los pocos días que le quedan de vida. Y si esto sucede hoy en día, si aún vemos decretos del gobierno mandando remontar los cuerpos de línea con los gauchos que no votan con el juez de paz, ¡calcule el lector lo que sucedería el año 1820! Entonces no había como hoy un ejército de línea donde destinarlos, pues el ejército, que guarnecía la frontera, era todo de gauchos, y gauchos impagos, que no recibían ración ni uniforme, y que eran licenciados después de dos o tres años de constante servicio. ¡Y este ser extraordinario nunca se queja! Después de una patriada donde ha dejado un jirón de su carne en cada batalla,
20 vuelve a su pago contento como quien regresa de una fiesta, sin acordarse de la pasada fatiga, ni aun de los sueldos que le debe el gobierno. Ha cumplido con su deber de soldado, de hijo del país, como él dice, y se da por satisfecho contando a su familia, al amor de la lumbre, las fatigas de las batallas. Nunca tiene una frase para ponderarse a sí mismo, pues todas sus ponderaciones son pocas para tributarlas al comandante o a su capitán, mozos más o menos lindos, cuyo valor daba coraje. Y es en ese hombre abnegado y noble en quien se ceba la justicia de paz, hasta el extremo de convertirlo en un mártir o en un bandido. A pesar de haber sido tachados de defensores del crimen, hemos levantado más de una vez nuestra débil voz en defensa del gaucho de nuestra pampa, porque lo hemos conocido de cerca y hemos podido apreciar las raras prendas de su corazón y el temple formidable de su alma. Y hemos visto, entristecidos, que el paisano era un hombre destituido de todo derecho y de toda voluntad, sin otra defensa que abatir humildemente la cabeza y sufrir el martirio a que ha sido condenada su raza, o alzarse como Moreira contra la justicia, y morir de una manera fantástica, después de haber postrado a sus pies a todo representante de ella, que se puso al alcance de su daga. Y Santos Vega venía a la vida con aquella herencia terrible que lleva el gaucho en su nombre. Había luchado todo lo que le había sido posible, hasta que se entregó a seguir su destino, como quiera que viviese. Al principio había tratado de huir del fogón del rancho, pues se había sentido un ser superior y comprendía que aquel no era su centro. Pero ya lo hemos dicho: se había sentido despreciar en todas partes, hasta por los mismos que él veía cautivos con su canto, sin otra razón que la supremacía del dinero. El no tenía más fortuna que su guitarra, su daga y un par de caballos; y con semejante bagaje no se podía aspirar a alternar en la sociedad de la gente rica. Las prendas de su corazón no valían nada, ni nada valía su espíritu esencialmente artístico. En su tirador no había onzas de oro ni reguera de patacones; en su apero no se veía ni una sola virola de plata, y con esto no se puede dejar de ser un perdido vagabundo. Santos Vega vio todo esto y se refugió en su corazón donde juntó una buena dosis de odio y desprecio a los que así lo habían tratado. Santos Vega concurrió desde entonces al fogón y a la pulpería, cantando las amarguras de su vida en famosas payadas, la mayor parte de las cuales viven hoy mismo en la memoria de los paisanos. De cuando en cuando solía preludiar un estilo y un cantar triste. Entonces puede decirse que toda su alma se volcaba en su canto enamorado, dejando entrever el lamento de una pasión desgraciada. Y es que Santos Vega había amado con toda la intensidad de su alma ardiente; pero según se desprendía de su canto, la jerarquía del dinero lo había apartado de la mujer querida, en cuyo amor había soñado por un momento mitigar la orfandad de afectos en que había vivido. Los favores que en su esfera había prestado, habían sido pagados con el desprecio
21 y el olvido. Por eso entre sus más ligeros cantos se solían escuchar sátiras llenas de amargura como ésta: "Si las ingratitudes fueran de aceite, yo andaría manchado continuamente". O elegías tiernísimas como esta otra, venían a mostrar la íntima sensibilidad de su alma infantil y apasionada: "De terciopelo negro tengo cortinas, para enlutar mi cama si tú me olvidas". Aquí hay toda la belleza y ternura de un pensamiento íntimo y cariñoso, expresado con el arte de todo un maestro. Santos Vega fue desgraciado en todos sus afectos, desde la pérdida de la mujer a quien quiso en la vida, hasta la muerte, dada por su mano al amigo Carmona, que es una de las páginas más dramáticas de su existencia novelesca. Santos Vega no hablaba nunca de su pasado, y cuando le dirigían alguna pregunta que a él se refiriera, contestaba secamente: "No me acuerdo", en un tono que no daba lugar a insistencia. Su carácter era franco y cariñoso, alegre cuando lograba olvidar por un momento los pesares que roían su alma, y taciturno y reconcentrado cuando estaba absorto en sus recuerdos. Bravo hasta lo novelesco como la mayor parte de los gauchos, no era difícil hacerle desenvainar su facón, haciendo alarde de su destreza en el manejo de aquella arma, sin herir a su adversario, marcando sólo con la empuñadura los golpes, que habrían sido mortales a ser dados con la punta de la daga. El había sabido inspirar tal cariño primero y tal respeto en seguida entre los paisanos, que bastaba su sola presencia para poner término a cualquier camorra. Siempre estaba del lado dócil y en contra de la justicia cuyas crueldades y cobardías habían sublevado muchas veces su noble espíritu. Y la justicia en aquel tiempo era algo formidable. Una simple orden de presentarse arrestado era acompañada de un golpe de sable. Cuando se trataba de conducir preso a un paisano por andar divertido, no se hacía esta operación sin una lluvia de garrotazos y de hachazos muchas veces. Santos Vega vivía siempre de rancho en rancho y de tapera en galpón, como decía Hidalgo. Su domicilio era su propio recado, que le servía de cama, de montura, de silla, y hasta de carpa, ayudado con algunos palitos con que solía armar. A veces llegaba a las pulperías y poblaciones, donde era recibido con las muestras de la más franca alegría, pero no calentaba mucho el asiento, a no ser que le saliera al encuentro un payador de fama.
22 Entonces permanecía todo el tiempo que necesitaba para vencerlo, y se alejaba en seguida para otro pago u otra estancia amiga, donde pasaba dos o tres días, según el halago que hallaba. Sus inseparables compañeros eran un caballo alazán tostado, famoso parejero del que no se separaba un momento, y un potrillo guacho que seguía al parejero y a quien llamaba el "Mataco" a causa de la redondez de la barriga. En cuanto Vega desmontaba, el alazán y el Mataco se echaban detrás de él como si hubieran sido dos perros. Lo primero que pedía era una "ración" para sus amigos, que cuidaba con esmero y una prolijidad curiosa. Si se quedaba a dormir en la casa donde había llegado, "tendía" a campo y era curioso verlo entonces entregado al reposo con el caballo que no se alejaba dos varas de su cuerpo y el potrillo hecho una rosca a sus pies, como si hubiera sido el perro encargado de velar su sueño. El Mataco no tenía más amistades que su amo: relinchaba alegremente cuando lo veía ponerse de pie a la madrugada y corría a mordiscones y manotones al que por broma se acercaba a su amo durante el sueño. El potrillo no tenía más misión que llevar encima dos maletitas que contenían los avíos de tomar mate, la pava y una carguita de leña más o menos abultada, según el paraje donde los tres compañeros habían hecho noche. Lo que es la guitarra, prenda verdaderamente inseparable de aquel gaucho artista, él la llevaba siempre a media espalda, llena de cintas y lazos de colores, con que la habían adornado indudablemente las muchas beldades a quienes había dedicado sus trovas.
Santos Vega y su paso por Baradero 08/07/2015
23 Angel Pérez es un baraderense amante de nuestra historia, y especialmente de todo lo vinculado al gaucho, incluso tiene proyectado abrir una pulpería con elementos históricos como contribución a la historia y cultura de nuestra tierra.
Angel habló con BTI y nos contó de la payada que Santos Vega le dedicó a nuestro pueblo y además habló de un tal Juan “el diablo” un famoso gaucho muy habilidoso para la pelea con cuchillos al que venían de otros pueblos a desafiarlo. ¿Angel sigue en pie el proyecto de la Pulpería? “Si, el proyecto es para tener un aporte más para Baradero en la parte Cultural y para que los chicos se nutran de nuestra propia historia, porque son pocos los que realmente conocen la historia de nuestro Baradero, son muy poquitas las personas que se dedican a investigar y la idea más que nada pasa por la parte educativa, para los colegios, los chicos y la gente que le interesa la historia y les interesa el pasado que tuvimos, quien fueron los verdaderos dueños de acá de los pagos de Baradero, los
24 habitantes que ya hoy no tenemos, que han quedado en las estrofas o en algún libro redactado por su apellido y su nombre”.
¿Debe haber una rica historia vinculada la gaucho y a las pulperías que muchos desconocemos? “Yo hice un seminario en Buenos Aires y saque bastantes apuntes de historias de los pueblos de campaña y entre todos los libros que estuve observando encontré datos de Baradero y había varias pulperías con nombres del mismo personaje que era el dueño en este caso el rengo Agustín esa era una de las pulperías que hubo aquí y después había otra que se llamaba lo del Serafín”.
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¿Hay una payada de Santos Vega que habla de Baradero? “Santos Vega yo cuando era más chico pensé que era una fabula, pero no, realmente Santos Vega nació en General Lavalle pegadito a San Clemente del Tuyu que prácticamente era toda esa zona la más campera y tradicional
26 del país. Santos Vega era un payador trovero, venía a los pueblos acompañado de su guitarra, sus caballos- un caballo de tiro siempre- y su perro y siempre venía con algún amigo, él tenía un amigo de apellido Carmona. Acá tuvo un paso Santos Vega, recorrió pulperías, venía y se desafiaban entre payadores a él lo tenían como si fuera un payador de primera categoría y su amigo Carmona termina enamorándose de la hija de un estanciero de acá y lo terminan matando en Baradero y de ahí ya cambia el personaje, se sintió muy herido por la pérdida de su amigo y ya nunca fue el mismo payador y realmente cambia su vida y se hace medio matrero, cuenta la historia que mató a tres policías y después se refugia con la indiada y no lo mataron porque en esa época a quien tocaba un instrumento trataban de perdonarle la vida. Y es un hecho importante porque realmente no cualquiera tiene su propio pueblo la pasada de personas que han sido mencionado por tantos autores a través de las estrofas de Santos Vega, nosotros tenemos la virtud de que este personaje allá pasado por nuestra ciudad”.
(La muerte de Carmona se produce de propia mano de Satos Vega, lo que lo coloca como fugitivo de la ley.)
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Siguiendo con los gauchos de aquella época, ¿es verdad que se desafiaban a probarse con el cuchillo y en Baradero teníamos a uno que fue famoso? “Si, en una época hubo un personaje en esta ciudad que se llamaba Juan el diablo y era un tipo temible, era un tipo cuchillero, era muy rápido con el cuchillo, la gente en esa época vivía en los boliches y si otro cuchillero de
28 otro pueblo se enteraba que había otro en este lugar venían y se querían medir a ver como andaba y no se mataban se hacían un corte a primera sangre, es decir paraban a la primera herida.
A Juan el diablo, lo terminan matando y te voy a dar el dato, antes de Refinerías de Maíz había una calle que después la fabrica la compró y se cerró, en ese lugar donde se termina la calle ahí lo mataron a Juan el diablo y mira de la manera que lo matan, lo emborrachan y lo llevaron caminando y entre tres lo matan, uno se le sube a sus espalda y le pegan un botellazo en la cabeza y cuando el tipo cae ahí lo apuñalan y ahí se termino la historia de Juan el diablo.”
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SANTOS VEGA Y CARMONA
30 Sábado 09 de mayo de 2009 | Publicacado en edición impresa Rincón Gaucho
Juan Gualberto Godoy, un mendocino de leyenda Fue uno de esos primeros hombres populares de Mendoza, cuyo talento como escritor, per iodista, poeta y payador dejó su impronta en la literatura gauchesca argentina y trascendió la frontera nacional.
26 de Octubre de 2013 Gregorio Torcetta
Juan sin ropa Juan sin ropa había nacido en los viñedos del sol era un diablo provinciano, unitario y criticón le decían Juan sin ropa a Juan Gualberto Godoy. Dicen que Juan sin ropa guardaba un grillo por corazón con su linaje de duende cascabelero y cuyano por Dolores fue pulpero y en Tuyú fue payador. Cuentan que cuenta la historia que a Santos Vega encontró y al fuego del horizonte el verso los conjuró. Era un diablo Juan sin ropa don Juan Gualberto Godoy La memorable payada jamás el pueblo olvidó. Santos Vega fue vencido y a la muerte se entregó. Después volvió Juan sin ropa a sus viñedos del sol. Entre alamedas y olivos entre cuecas y tonadas aquel demonio cuyano hecho leyenda quedó. Gregorio Torcetta – “Los Duendes del Agua y la Piedra” 1998
31 El famoso payador Santos Vega fue derrotado por un forastero desconocido que se le presentó, en vibrante desafío de guitarras y debajo de un tala, como Juan Sin Ropa, alias de Juan Gualberto Godoy, un enviado del mismísimo Mandinga, de acuerdo a la siempre respetable tradición gauchesca.
Juan Gualberto Godoy, el vencedor de la payada, era oriundo de la provincia de Mendoza. Había nacido en el año 1793, hizo estudios en una escuela religiosa y era aprendiz de gramática latina. Nadie, sino él, con tan ricos antecedentes, pudo ser el digno oponente del gaucho Santos Vega. Los paisanos lo tenían por excelso improvisador merced a su condición de poeta, al punto de llegar a componer sus versos en cartulinas para luego vendérselas a los gauchos. El tradicionalista Bernárdez Jacques ha cotejado algunos datos que hacen presuponer, con un grado ínfimo de error, que Godoy comercializaba sus versos escritos en una pulpería situada en el Tuyú. Dice: “Es un viejo almacén que a ún conserva su reja al m ostrador y donde se me dijo, existía hasta hace poco, un cuaderno de fiados del año 1816”.
Un payador cuyano en las pampas El mendocino Juan Gualberto Godoy vivió hasta 1830 en el país, primero en Dolores, y en el Tuyú, después, regresando a su Mendoza natal para exiliarse luego en Chile por mostrarse en desacuerdo con el régimen de Juan Manuel de Rosas. Mientras vivió en la provincia de Buenos Aires vendiendo sus versos en cartulinas, Santos Vega, que andaba de fogón en fogón, y de pulpería en pulpería, es harto probable que se haya encontrado con Godoy en el boliche del Tuyú donde comercializaba sus inspiraciones, en donde, además, Godoy aprovechaba algún aniversario (cumpleaños) de algún parroquiano para componer y, de paso, vender lienzos acodado junto al mostrador.
32 Se dice que el final de Santos Vega se produce en una payada y ante Juan Sin Ropa (el mendocino Juan Gualberto Godoy, reencarnación del Progreso y el Diablo). Un “forastero”
retratado como magistral compositor de piezas jamás oídas (tristes y cielitos, ambos sonidos muy típicos de la provincia de Buenos Aires) que confundían a Santos Vega y asombraba a los testigos de aquella payada memorable. Santos Vega, el payador, dice aceptar la derrota a manos del mendocino Godoy. La poesía de Rafael Obligado permite inferir que Vega se esfumó de la faz de la tierra, no quedando siquiera rastros de sus cenizas, mientras el Progreso y Mandinga celebraban el aquelarre, la destrucción del tradicionalismo a m anos del progreso infernal. Periodista y político Juan Gualberto Godoy era un afamado político unitario, pero era a la vez en la pampa un temido payador, que se batía, por medio de versos improvisados, en extensos duelos o payadas, que concluían sólo cuando uno de los dos contendientes se quedaba sin nada que decir. Aunque las dotes poéticas de Godoy eran inagotables, sus dotes políticas eran m ás bien escuetas, y así es que las constantes tundas propinadas por los federales lo fueron a lejando de las ciudades y llevando hacia la pampa, donde terminó por montar una pulpería. Pero gran parte de su desprestigio político se debía a la aguda ironía con que escribía sus rimadas opiniones en periódicos y revistas, que la mayoría de l a gente no supo o no quiso apreciar: Versos impecables pero fuera del alcance de la mayoría de la gente. El 22 de abril de 1827, Juan Gualberto Godoy saca el primer número de El Huracán, con lema: “Una atmósfera cargada de miasmas, sólo la tempestad la bonifica” se iniciaba el periodismo de lucha en donde todas las armas eran buenas”.
De esa época se rescata una composición denominada
“El sereno”, que dice: “…Duerme pueblo a tu placer sin recelos ni aflicciones
ya en la calle no hay ladrones; se treparon al poder. De noche no hay que temer que nadie usurpe lo ajeno. Hoy se roba a día pleno por alta autorización. ¡Viva la Constitución! La una ha dado y sereno…”
33 Muchos de los materiales de El Huracán están redactados en verso, que “constituyen una galería
de retratos de personajes reales...Esto motiva que el gobernador Juan Corvalán y su ministro Gabino García firmen un decreto el 22 de mayo de 1827, clausurando El Huracán porque “…desacredita escandalosamente el uso útil que debe hacerse de la prensa en todo país culto y
civilizado... Poeta anónimo de la tonada cuyana Nació en Mendoza el 12 de julio de 1793. Hijo de Don Jacinto Godoy, destacada figura de los círculos sociales y políticos de la época y de Trinidad Villanueva , descendiente de una familia patricia. Aprendió a leer, siguiendo el método sintético empleado entonces, y después le enseñó a leer un español comerciante de tabacos. A los doce años desempeñó un puesto en la Tesorería de la Real Hacienda, puesto que conservó hasta 1809, para atender la hacienda de su padre, quién debió ausentarse de la provincia. Aunque su vocación no era la agricultura, coinciden sus biógrafos en atribuirle la innovación de prácticas para mejorar la industria vitivinícola y la calidad de vino, con procedimientos nuevos. Al respecto, dice Don Ricardo Rojas:“Hubiera podido lograr la riqueza, ya que fue, pero no
persistió con su vocación industrial porque se lanzó al entrevero de las guerras civiles y a la tentación de las letras”.
Es posible que sus primeras obras poéticas fueran a parar a manos de los cantores populares, de los jóvenes de su época que por entonces gestaban en la canción cuyana, la letra de la Tonada. En el folklore musical cuyano, sobre todo en la Tonada, hay letras que, pese a su anonimia, tiene un sello que las identifica como obras de poetas cultos como Leopoldo Zuloaga, José Manuel Olascoaga, Nicolás Villanueva y Juan Gualberto Godoy, que amaba el pueblo. Le gustaba entreverarse con él y cantar con él y para él. El primer estudio de Juan Gualberto G odoy se debe a Domingo Fidel Sarmiento, Dominguito, hijo de Domingo Faustino Sarmiento y la primera evaluación académica a Ricardo Rojas. Dice Dominguito en su ensayo de 1889:“Pudo perfectamente figurar entre los poetas de la gl oriosa época formada por Echeverría, Ascasubi, Hidalgo, Lafinur y otros. Apenas llegó San Martín a Mendoza el 10 de agosto de 1814, para ejercer como Gobernador Intendente de las Provincias de Cuyo, Godoy formó parte de su escolta. Tenía 21 años. En 1817 visita Buenos Aires; vuelto a su provincia natal en 1819, se enrola en el regimiento de Cazadores N° 5 con el deseo de participar en la Campaña Libertadora. Su deseo no pudo verse cumplido debido al estallido anárquico que produjo la disolución de las Provincias de Cuyo y la caída del Gobernador Luzuriaga, que lo obligó a quedarse en Mendoza para asegurar el orden. De los payadores mendocinos de su siglo pasado, (nació en 1793 y murió en 1864) Juan Gualberto Godoy, es el que ha dejado aquí y en Chile más obra literaria. Usó la forma genuina del cantor gaucho, con lenguaje llano fustigó valientemente los defectos sociales de su época. El mismo decía: "Mi i nclinación predilecta es hacer versos burlescos contra todo lo que me parece malo". Arrogante, con una audacia y valor sin límites, las causas nobles y justas lo contaron entres sus defensores. Esgrimió con maestría la sátira mordaz contra el vicio, el cinismo y la arbitrariedad. Supo poner en descubierto las heridas que lastimaban el organismo social de su pueblo. Escribió para los gauchos cantores de su tierra, en lenguaje decidor y expresivo, cartas, dedicatorias, tonadas, cuecas, serenos, gauchitos, etc.
34 Sábado 03 de mayo de 2008 | P ublicado en edición impresa Rincón gaucho
Mitos y realidades del payador Santos Vega El romanticismo y el misterio caracterizan a esta figura objeto de una vasta obra artística y literaria. Cuando un personaje adquiere contornos de leyenda en el pueblo que busca una identificación ideal, el transcurso del tiempo -que borra lo imperfecto- no hace más que alentar su dimensión y fantasía. De tal laya es, sin duda, el payador Santos Vega, sea realidad o leyenda. La bibliografía al respecto es profusa y valiosa. Seguramente, el general Mitre supo aprehender los relatos, acaso deshilvanados, del gauchaje de fines de 1830, con su carga de admiración y pesadumbre, para decir: "Cantando de pago en pago/ y venciendo a payadores/ entre todos los cantores/ fuiste aclamado el mejor." Lo que implica la existencia real de Vega e inspira el interés por investigar esa azarosa vida del payador. César Jaimes, en su empeñosa investigación, refrenda las certezas de Ventura Lynch en Cancionero bonaerense , acordes con Mitre. Es el hombre de Azul, Paulino Rodríguez Ocón, quien narra la muerte de Vega en los pagos del Tuyú, en la estancia de Pedro Sáenz Valiente, todo hilvanado con la diligente investigación de Elvio Bernardes Jacqes y con la imagen que plasmó Luis Perlotti en un monumento. Podría decirse que la culminación en el trazado del perfil de Vega es el trabajo de Roberto Lehman Nitsche, tan identificado con los personajes de nuestra tierra. Pero hay un Vega inmiscuido más allá de su existencia real. Para ello contribuyó la novela de Ricardo Gutiérrez y la famosa payada con el diablo. El circo criollo, el teatro, el cine conformaron esa dimensión. La primera versión teatral fue la de Juan Carlos Nosiglia y data de 1893. El manuscrito srcinal perteneció a José Podestá, primer intérprete, la segunda adaptación, seguramente también con el mismo actor, dice: "Santos Vega, drama criollo de Domingo Spindola (1903/1904)". Este personaje, interesante si los hay, cuya polifacética obra, como su personalidad y aun la correcta grafía de su apellido (Espíndola) es acreedora a un estudio particular. No tenemos conocimiento de la versión completa de Nosiglia, sí la de Espíndola, atesorada por actores criollos o descendientes. En la versión del filme mudo, producido por el empresario Luis Colombo, el protagonista también era José Podestá, en tanto Ignacio Corsini interpretaba a su amigo Carmona. Ignoramos la razón por la que, siendo cantores ambos, la payada -única parte oral de la película- se hizo con las voces de Raúl Romero como Vega y Ramón Olmos, como el diablo. Hemos hablado de numerosas versiones de la obra. Pretendemos obtener el mayor registro. Por ejemplo, que en 1933, la compañía teatral de Pedro Gómez Grimau, actor y autor, estrena en el teatro Onrubia, ubicado en las calles Victoria y San José, de la ciudad de Buenos Aires, la Fantasía en verso y cuatro cuadros de Santos Vega , de la que es autor e intérprete, con un gran elenco, integrado, entre otros, por la familia Berón en lo musical y las actrices Felisa Begué y Dina Franco. Recordemos que Gómez Grimau tuvo éxito radial con la creación de su personaje gauchesco Don Braulio Lucero.
35 Por los años veinte, se c onoce el poema gauchesco-teatral Santos Vega , de Serviliano Molina, casado con la actriz y cancionista Amelia Lamarque. La obra conserva los personajes y la adaptación de Espíndola. Una de las últimas versiones fue realizada por un integrante de una famosa familia circense: el actor y cantor Miguel Angel Gani, que lleva por título Estampas de Santos Vega , el srcinal está fechado en Charata (Chaco) el 16 de septiembre de 1964. Al hablar de las primeras versiones de Santos Vega, citan con frecuencia la de Juan Carlos Nosiglia. Jacobo A. de Diego, uno de los más prestigiosos críticos teatrales, nos informó oportunamente que con motivo del estreno de la versión de Antonio Pagés Larraya, el 10 de abril de 1953, con la actuación protagónica de Francisco Martínez Allende, el actor chileno, en crónica de la revista Mundo Radial dice que el personaje fue objeto, por parte de Juan Carlos Nosiglia, de dos
dramatizaciones en el mismo año, o sea, en 1894.
En la brevedad de una nota es imposible aprehender la realidad de personaje tan controvertido, pero estos aportes intentan contribuir a esclarecer a Vega, real o imaginario, con su romanticismo y su misterio
LA SALAMANCA
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La incógnita no resuelta sobre la "prenda del payador" Santos Vega La tradición dice que aquel trovador "murió cantando su amor", porque aparentemente no fue correspondido. Sábado 9 de Mayo 2009 La Nación i n S h are
"Aquel que vivió cantando", tinta. Foto: Rodolfo Ramos
Dos poetas argentinos: Bartolomé Mitre, en sus "Armonías de la Pampa", y Rafael Obligado en la más conocida de sus "Leyendas Argentinas" fueron quienes popularizaron la figura del inigualable payador Santos Vega. Su estampa varonil de gaucho, recorriendo los pagos desde el Tuyú montado en su alazán tostado "antes muerto que cansado" y sobre todo, la voz incomparable con la que cantaba o improvisaba sus coplas en memorables payadas, han impreso en nuestro corazón argentino huellas indelebles. Pero sabemos por coplas populares anónimas -que Mitre y Obligado citan- que "Santos Vega el payador/ aquél de la larga fama / murió cantando su amor/ como el pájaro en la rama" y que decía: "cantando me han de enterrar/ cantando me´i de ir al cielo" y esta extraña premonición, que habla de amor y muerte es la que permite conjeturar sobre su vida y sobre su muerte. Su muerte legendaria después de la payada fatal, ha quedado para siem pre en los versos de Mitre y de Obligado.
37 Como poeta y como mujer, me atrevo a conjeturar acerca del amor de Santos Vega y me formulo la pregunta ¿quién fue, cómo era la "prenda" del payador? La realidad histórica de una biografía que escapa a los documentos, evadiéndose en alas de la leyenda, no puedo rescatarla. Por eso me valdría de los mismos poetas que inmortalizaron la singular payada en la que el extraño forastero -llámese Juan sin Ropa o Juan Gualberto Godoy- venció a nuestro querido Santos bajo la sombra de un tala. Me valdré también de canciones populares que mencionan a la amada del insigne payador. Poetas y canciones coinciden en el retrato físico de la hermosa joven: sin duda, era morocha. La gentil "morocha argentina" que tipifica la antigua tonada provinciana con letra y música de Adolfo R. Avilés, es la "negra" de los "ojazos" como soles, que muy de madrugada brinda un "cimarrón" al noble gaucho en su amado rancho bajo la sombra del ombú... Morocha, joven, esbelta, gentil, bizarra, trenzas negras, ojos renegridos: así era, probablemente, la amada de Santos Vega. Pero ¿cómo correspondió al corazón de ese genial payador, que según las mentas "murió cantando su amor/ como el pájaro en la rama?" Aquí las líneas tradicionales son divergentes. La que recogen Mitre y Obligado, la muestra fiel y amante; Santos Vega muere a su lado, pulsando la guitarra que ella besara, entonándole sus últimas endechas: "Adiós, luz del alma mía/ adiós, flor de mis llanuras/ manantial de las dulzuras/ que mi espíritu bebía". La segunda corriente tradicional, la más verosímil y artística, según creo, muestra a la prenda del payador como quizás lo fue en realidad: una hermosa y sencilla paisanita cuyos ojazos negros iluminaban el rancho junto al ombú solitario, pero que fueron incapaces de leer en el alma del poeta payador la hondura de un destino trascendente. Y se apartó de él, temerosa de que la arrebatara ese viento de eternidad, como un pétalo de flor indefensamente leve. ¿Y cuál es el dolor que a tal punto aflige a Santos Vega que quizás en vano intentan consolar las acacias y sauces del camino i nclinándose al paso del "centauro de las pampas", del "invicto Payador"? La respuesta no se hace esperar y con ella según "los que saben de amores escondidos", concluye el vals cerrando el telón del drama con dos versos: "Sólo son culpables dos ojos renegridos de aquella gran tristeza que a flige al trovador". Este final parece convenir más a la leyenda de nuestro payador que pasa incólume por la muerte de los pagos del Tuyú a los pagos del Cielo. Y su "prenda" inspira también mi modesto homenaje a su recuerdo en esta décima: Tiende, el tiempo, añeja, el ala.../ sólo mentas nos quedaron/ de los gauchos que payaron/ bajo el ombú o bajo el tala./ Más como Argentina gala,/ hasta nuestro pecho llega/ dulce voz de Santos Vega/ hecho guitarra y dolor/ y ese misterio de amor/ que con su "prenda" nos lega. .
Por Gloria O. J. Martínez Para LA NACION
38 CAMPO
Sábado 12 de noviembre de 2011 | Publicado en edición impresa de La Nación
Otras dos versiones sobre Santos Vega enriquecen la historia Uno de los relatos detalla el encuentro con Trillería, "paisanito sencillo" que habría sido su vencedor Por Fernando Sánchez Zinny | Para LA NACION
Santos Vega es el único personaje realmente simbólico nacido en este retazo del mundo. Su significado es claro y no requiere demasiados comentarios: hubo una edad de oro y una plenitud sin límites, pero para lograr "poner en acto" nuestro destino era necesario renunciar a ellas y encarar el trabajo que simultáneamente es esclavizante y liberador. Consciente o inconscientemente, Rafael Obligado vino a recrear con palabras y códigos criollos la parábola de Adán, quien sólo se convirtió en hombre cabal al ser expulsado del Paraíso y adentrarse en las penurias que definen al hombre. Por eso en el poema lo malo (la desdicha de Santos) es a la vez lo bueno y se llama "Progreso", con mayúscula y todo. Que es, asimismo, el demonio y en las perplejidades que esa duplicidad en el sentido de lo que nos ha venido sucediendo es posible que vayamos a seguir embrollados -nosotros, los argentinos- todavía por un buen rato. Aunque hay otras versiones sobre lo que pasó con Santos Vega, consignadas en testimonios de compilación folklórica, cuando era posible obtenerlos, por continuar aún vivo en las consejas populares el r ecuerdo legendario del gran payador. Hay uno de Ventura Lynch, padre de ese tipo de investigación entre nosotros, quien a comienzos de los 80 del siglo XIX se explayó sobre el hábito campero de payar. Al respecto le contaron que Santos Vega, yendo "de triunfo en triunfo", un día pasó al sur de la provincia Buenos Aires, única región donde no era conocido.
39 Llegó a una pulpería y se retiró a un rincón con ánimo de descansar. "Un grupo de gauchos que ahí copaba de lo lindo, miró con desprecio la humildad del forastero. Entre ellos un negro altanero, mentao de malo y reconocido el primer payador de la comarca", se propuso molestarlo. "Tomó la guitarra, preludió un ca ntar por cifra y l e preguntó "quién era, de a'ónde venía y pa dónde iba". Vega pulsó su guitarra y respondió: Yo soy Santos Vega,/ a quel de la larga fama. Payaron tres días y tres noches, hasta que al fin, habiéndose entrado en temas religiosos, el negro, cercado, estalló o r eventó, porque en realidad era "el m esmo diablo en persona", final muy semejante a cierta v ersión correntina en que Santos Vega se impone a Mandinga y hace explotar "La Salamanca", que era su escondrijo. Veinte años más tarde, Roberto Lehmann Nitsche halló que en los pueblos bonaerenses del Norte la fama del payador se eclipsaba ante la de un tal Tr illería, quien sí habría sido su vencedor. Relata que Vega, después de vencer al diablo pasó a esa z ona buscando con quien medirse. "Llegó una noche a un baile donde estaba Trillería, paisanito sencillo del que nadie se ocupaba." Santos Vega hizo el reto de práctica y Trillería "sintió arder la sangre." Arrancó la guitarra a uno de los cantores y contestó arrogante: Venga esa maula/ que yo me le he'afirmar. Dos días con sus noches se habría payado en esa ocasión, hasta que Santos Vega rompió su guitarra declarándose vencido. Y comenta el sabio alemán: "Esta c ontratradición, que ha invadido los pueblos del Norte, fue inventada por los c ordobeses, con ánimo de desvirtuar la tradición del gaucho porteño". Prestigio resguardado Sea o no verdad eso desumo que cordobeses urdieron una patraña con la intención dedesde desmerecer a nuestro payador, lo "ladinos" cierto es que por alguna razón oscura corría, muy el comienzo, la especie de que Santos había sido vencido, sin que, curiosamente, ello comprometiese su indiscutible y arquetípica preeminencia en el canto y en el contrapunto. Pues cabría creer que si un gran payador es superado por otro, éste pasa a ser el primero, pero no ha sido así en el caso que tratamos, con independencia de que el vencedor fuese el diablo o el "paisanito" Trillería. Ahora bien, esa historia de la derrota de Santos Vega no la traen los entusiastas iniciales Bartolomé Mitre e Hilario Ascasubi- y tampoco está en lo de Ventura Lynch, y, sin embargo, es algo que ha prendido y que según el testimonio hallado "en el norte de la provincia" circulaba quizá desde antes de que Rafael Obligado hubiese tramado sus décimas. Pero al narrarse el triunfo de Trillería no pareciera que hubiera estado en juego sino una primacía en inspiraciones y destrezas. Lo sustancial del aporte de Obligado fue el de relacionar el resultado de esa payada con las transformaciones portentosas que en su tiempo -no en el del hipotético Santos Vega- se registraban en nuestro ámbito c lásico de payadas y payadores, y en el de ubicar esa idea en la cercanía de un símbolo supremo de la cultura que compartimos. Por ahí y casi sorpresivamente, lo que parecía ser mero cotejo de verseadores se sublima m ediante la contraposición de dos actitudes ante la vida.
40 Sábado 13 de julio de 2013 | Publicado en edición impresa Rincón gaucho
Santos Vega y su encuentro con "Aniceto, el gallo" El día que, en París, Hilario Ascasubi logró que les payara a los mellizos de La Flor Por Gloria Martínez | Para LA NACION Es el París de 1832. El Sena se desliza bajo sus puentes, reflejando el característico manto del cielo grisáceo, sobre la silueta multicelular de Notre Dame. Desde una ventana de su escritorio, el gaucho "Aniceto, el gallo" -nuestro querido y admirado don Hilario Ascasubi- mira ensimismado cómo se van encendiendo los faroles de la Ciudad Luz, a la que llegó para tratar de mitigar una pena familiar. Lo que en realidad ve el gaucho "Aniceto, el gallo" es un paisaje interior de pampa argentina, en su inconmensurable extensión, su lujo de ombúes y de arroyos, libertad de pampero y de cardos azules. Sus estrellas nocturnas, su paz y los mil rumores agrestes de su silencio; sobre todo al sur del río Salado y cerca de los pagos del Tuyú. Y es entonces cuando acude a su memoria su encuentro con el payador Santos Vega. Se encontraron dos gauchos que seguían el mismo rumbo... "al sur junto a una laguna / que llaman de la Espadaña"... y juntos desensillaron a la sombra de una higuera .... "el más viejo se llamaba / Santos Vega el payador / gaucha el más concertador / que en ese tiempo fijaba / de escrebidos y de letor"... Santos Vega cabalgaba en un potrillo bragado... "que apenas pisaba el suelo / de livianito y delgao"... El otro paisano era un santiagueño, llamado Rufo Tolosa ... "casado con una moza / muy cantora y muy donosa / Juana Petrona"... Rufo Tolosa montaba un pingo redomón, llevaba del cabestro además un rosillo orejano y como solía suceder en nuestras pampas, los dos gauchos trabaron amistad. Don Hilario Ascasubi, ensimismado en su ensueño y sus recuerdos, asume la personalidad de Rufo Tolosa para mejor desenredar la trama de aquella novela gauchesca que comenzará en Uruguay en medio de los azahares de la guerra. Rufo Tolosa, que admira como todo gaucho al payador Santos Vega, después de descansar y "cimarronear", le ruega al payador que continúe narrándole la historia de la estancia La Flor, que comenzó a contarle cuando advirtió la marca de esa estancia en el caballo. Con la hospitalidad genuina del gaucho, lo invita a pernoctar en su rancho, ya que están justamente en camino hacia él. En su rancho, pero no tan pobre para que no pueda albergar y
41 agasajar como es debido al payador. Con esto además colmará de alegría a su esposa. Allí el payador podrá deleitarlos con el relato extenso de la historia de la estancia La Flor. Llegados al rancho y recibidos por Juana Petrona, hermosa morocha argentina, de fresca naturalidad, "prenda" fiel de Rufo Tolosa y admiradora del celebérrimo payador, el huésped es agasajado, con generosidad, donde no faltaban ni el sabroso asado, ni el mate c imarrón que pasa de mano en mano. Hay un lugar con un catre para el payador, y Santos Vega se queda unos días en el rancho, porque la historia que canta con su voz melodiosa es muy larga y el embelesado auditorio no quiere perder una sílaba hasta el final y le ruega que no interrumpa el relato. Y el relato es la historia de los me llizos de la estancia La Flor. Mientras el payador canta, Juana Petrona, sin dejar de escuchar atentamente junto a su esposo, confecciona una labor. Con hacendosa premura, una prenda muy apreciada por los gauchos de entonces que lucía asomándose bajo el chiripá, y que no todos podían poseer; unos calzoncillos cribados, cuya terminación bordada en el tejido era un dibujo campero muy singular. Cuando Santos Vega se aleja del rancho, llevará ese obsequio confeccionado por la destreza de esas manos criollas. En el relato de la historia de los mellizos, criados con amor por los dueños de la estancia La Flor y que resultaron ser, ya hombres, como una especie de Caín y Abel pampeanos, se recrea la vida de los últimos años coloniales, pero surge también, anacrónicamente, la visión de los primeros años de la patria. Por fin Santos Vega terminó su relato... "y mañana, si Dios quiere / me vuelvo para mi pago / de esta casa agradecido / por lo bien que me han tratado"... El ya su gran amigo Rufo Tolosa le ofrece como regalo el mejor parejero que tenía. Un obsequio tradicional para payadores que honran cantando la vida del gaucho, l as costumbres del campo y la ciudad con sus diversos matices, la devoción sencilla del paisano especialmente por l a Virgen de Luján... "Virgen Santa de Luján / Madre de todos los gauchos"... Desfilan también los diferentes paisajes de los pagos argentinos, de los diversos pueblos bajo el cielo celeste y blanco inundado de sol y por l as noches constelado de estrellas. Don Hilario Ascasubi mira hacia el cielo de París, pero no las encuentra. Sólo las recupera cuando sentado ante las hojas en blanco, deja correr la pluma y escribe lo que le dictan sus recuerdos. Las hojas se amontonan sobre su mesa escritorio a medida en que acoplan sus recuerdos. Un día termina el relato como Santos Vega cuando se despide del rancho de Rufo Tolosa y le pone un título y una fecha: "Santos Vega o Los Mellizos de La Flor. París 1882"..
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Juana Petrona. -Su disgusto. -Sus comparaciones. -Los burros. -Genaro Berdún. -El forzudo. -Los blandengues XXVIII DE LOS MELLIZOS DE LA FLOR DE HILARIO ASCASUBI Después que cimarroniaron Santos Vega y sus oyentes, allí en el fogón sentados, Juana Petrona les dijo a Rufo y al viejo Santos: SIGUE