Análisis de “Palabras liminares” de Rubén Darío
Julián CHIA (UNR, Argentina) La época en la que se inscribe Rubén Darío se caracteriza, principalmente, por el gran flujo de cambios que la acontece. Cambios que evidencian sus orígenes en un traspaso de una era a otra, es decir, Darío, junto a la tradición literaria que lo secundará, se posiciona frente a un umbral artístico de magnitudes históricas: el comienzo de la modernidad en Latinoamérica. En este ámbito, una de las problemáticas que “atormenta” atormenta” a nuestro poeta o, en el mejor de los casos, sirve como motor de su creación es, justamente, pensar cuál es el lugar que la literatura latinoamericana debe ocupar dentro de esta instancia de transición. Como bien señala Ángel Rama, su empresa artística no subyace de un vago compromiso, sino que esboza una precisión estética inconcebible hasta el momento, “lo que valió por una concepción más adulta y educada de qué cosa sea la poesía, cuál la importancia de la lengua, cuál la de los recursos del estilo, cuál la de los temas; un conocimiento riguroso de los presupuestos estéticos sobre los que había de asentarse (…).” 1 Una realidad aún desconocida avanza y acorrala las funciones primigenias de la literatura, es decir, el vínculo entre arte y sociedad se desgasta generando, así, turbaciones en tanto refieran a la auténtica función del poeta sobre aquella realidad con la que coexiste. Rubén Darío explora metódicamente una sociedad de carácter brumoso y confuso e intenta dilucidar cuál es la posición de las letras dentro de ella. En 1896, Darío publica lo que luego será concebido como una de sus más grandes obras poéticas: Prosas profanas y otros poemas. El prólogo que confecciona para el conjunto de poemas que incluye Prosas profanas , titulado “Palabras liminares”, liminares” , actúa a manera de un auténtico manifiesto de la modernidad y consagra al modernismo literario en América Latina. El propio Rubén Darío reconoce su obra como una proclama artística de dimensiones formidables y él mismo la l a denomina de nomina “manifiesto” en el primer párrafo del prólogo:
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Rama, A. (1985). “Inauguración de una época poética” en Rubén Darío y el modernismo . Barcelona:
Alfadil Ediciones, pág. 6.
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“(…) voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea – todo bella cosecha – , solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto.”
Las necesidades artísticas de la época (propia de la sociedad coetánea a su figura) son las que impulsan, ya sea de forma directa o indirecta, la confección de un manifiesto modernista. Antes de profundizar en las raíces que atienden a la verdadera problemática, Darío deja en claro por qué la época en la cual se asienta, a su parecer, amerita un prólogo de tamaña magnitud. Sin embargo, estas razones habilitan una lectura sarcástica en el instante que las define como inoportunas. Su manifiesto es, entonces, “ni fructuoso ni oportuno” para la sociedad moderna en la que se inscribe porque no se encuentra “artísticamente capacitada” para llevar acabo tal empresa. Por ende, sus motivos acreditan una doble lectura: por un lado, como un medio que justifica la necesidad de repensar el arte en términos modernos; por otro, son los motivos por los cuales no se puede pensar el arte en términos modernos. Tres son estos motivos y los posiciona en los párrafos que suceden a la introducción. Están dirigidos, principalmente, a “voces insinuantes de buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea”, es decir, aquellas personalidades destacadas de la época que “envidiaba n” o criticaban la obra de Darío. Con el primer motivo ejecuta una crítica general que hace alusión al poco entendimiento literario y poético de figuras académicas que, por aquel entonces, encabezaban movimientos artísticos y eran líderes intelectuales del supuesto “avance modernizador latinoamericano”: “Por la falta absoluta de elevación mental de la mayoría pesante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje clasificado por Remy de Gourmont con el nombre Celui-qui-ne-comprend-pas. Celui-qui-necomprend-pas es
entre nosotros profesor, académico, correspondiente de la
Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, restaquoèure.”
Retoma una cita del escritor francés Remy de Gourmont: Celui-qui-necomprend-pas
(“quien no comprende”, “el que no comprende”), y la sustantiviza para
referirse a ese cúmulo de letrados que habita el continente latinoamericano pero que no alcanza a vislumbrar las verdaderas magnitudes del arte moderno. Parafraseando la voz de Darío, “quien no comprende”, justamente, es, hoy, entre nosotros, profesor, académico, periodista, abogado, poeta, es decir, alguien que invade la cúpula 2
aristocrática de la que se alimenta el saber literario y poético. En este sentido, y en referencia a sus contemporáneos, Ángel Rama señala que “ningún poeta en Hispanoamérica había demostrado hasta entonces un conocimiento tan minucioso e interior de las técnicas poéticas, y ninguno fue capaz de una trasmutación artística comparable (a la de Rubén Darío).” 2 El poeta nicaragüense marca un antes y un después en la poesía latinoamericana. El segundo motivo que Darío postula se vincula de manera estrecha con el primero ya que infiere, nuevamente, a que los responsables de organizar el sentido de un “nuevo tipo de arte” son víctimas de la confusión, se hallan sumergidos en un “limbo de un completo desconocimiento del mismo Arte a que se consagran” 3, y su “obra colectiva” no refleja las demandas de la sociedad moderna. Rubén Darío arremete contra la figura del poeta moderno y cuestiona la función que este ejerce en la realidad con la que convive. “El vacío literario surge por el desajuste entre la sociedad en trasmutación y las formas poéticas tradicionales” 4, es decir, la obra colectiva a la que Darío refiere no logra establecer un enlace entre el arte y las renovadas necesidades humanas que se habían gestado con el auge modernista. El último motivo que aparece en la introducción del prólogo se encuentra impregnado de un sentido sarcástico: “Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción.”
La poesía dariana se caracteriza por organizarse en torno a una estética acrática, esto es, que se estructura a razón de no seguir imposiciones normativas que regulan la composición artística. Esto se debe al estadio histórico en el que se desarrolla la vida y obra de Rubén Darío. Ningún ser humano escapa a la época que le toca vivir o, dicho de otro modo, nadie elige fuera de su tiempo. En este sentido, Rama indica que “cuando Darío ingresa a la literatura, el liberalismo se ha impuesto en tierras americanas y su funcionamiento en el plano literario establece esta única ley de oro: ‘se tú mismo’.” 5 Al 2 3
Rama, A. (1985). Óp. cit ., pág. 9. Darío, R. ([1896] 1984). “Prosas profanas y otros poemas” en Rubén Darío: Poesía. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, pág. 179. 4 5
Rama, A. (1984). “Prólogo” en Rubén Darío: Poesía. Caracas: Biblioteca Ayacucho, pág. XIX. Rama, A. (1985). Óp. cit ., pág. 17.
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ser impulsada por una época liberal, la forma que abastece muchos de los poemas de Rubén Darío se gestiona sin un reglamento sistemático y responde, pura y exclusivamente, a la subjetividad del autor. Por ende, como se expresa en “Palabras liminares”, un manifiesto (entendido como entidad artística que debe ser tomada como un ejemplo a seguir o imitar) es paradójico ya que, precisamente, se configura como un reflejo contrario de aquella lógica poética que el mismo Darío predica. Una clave de lectura para la interpretación de la poesía dariana es la fuerte subjetivación que manifiestan las palabras q ue se esbozan en cada poema. “Yo no tengo literatura ‘mía’”, indica Darío, “(…) la literatura es mía en mí”6, y esto se debe a que los vocablos que articulan su obra poética son únicos. En un sentido dariano, cada término poético está impregnado por la intimidad del poeta que lo profiere. La literatura es “suya” únicamente cuando él la utiliza; cuando él la impregna de su propio yo. “Su rasgo clave es la subjetivación ascendida a valor único, es decir, metro autónomo que permite determinar la importancia y el valor de una producción poética.” 7 A esto me refería, anteriormente, cuando catalogaba la poesía de Rubén Darío como libre de imposiciones normativas, esto es, su obra responde al factor íntimo y privado de aquel ser que configura su subjetivad: siempre única, siempre original. La novedad de la poesía dariana, en parte, está en que se luce gracias al sentido personal con el que el poeta dota las palabras que selecciona. Sobre ellas escribe su propia historia, íntima e intrínseca, consiguiendo, así, reconfigurar y alterar la naturaleza de la lengua que emplea. En “Palabras liminares”, Rubén Darío quiere dejar en claro la forma con la que moldea su poesía: la poesía es mía, únicamente, cuando yo la utilizo. Por ende, no es posible hablar en términos de lo que sería “un propietario de la literatura”. Nadie, siquiera él, es quién como para marcar el rumbo de lo demás. De manera similar, lo señala Darío: “quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal” 8, es decir, lo íntimo, lo propio es inimitable. El poeta que intente emular la marca subjetiva de otro poeta, en el intento, perderá su estilo y, consigo, su capacidad creadora. Tal desglose surge, en “Palabras liminares”, como respuesta de Darío hacia una “magistral autoridad” de la época: Paul Groussac:
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Darío, R. ([1896] 1984). Óp. cit., pág. 179.
7
Rama, A. (1985). Óp. cit ., pág. 12.
8
Darío, R. ([1896] 1984). Óp. cit., pág. 179.
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“Yo no tengo literatura “mía” – como lo ha manifestado una magistral autoridad – , para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis hu ella perderá su tesoro personal (…)”
La rivalidad entre Rubén Darío y el crítico francés, radicado en Buenos Aires, Paul Groussac se remonta hacia el año 1896 cuando este último ejecuta una crítica devastadora de Los Raros, obra que Darío acababa de publicar en Buenos Aires. El debate entre ambas personalidades gira entorno a cómo un poeta latinoamericano debe apropiarse de la cultura europea, principalmente, de la cultura francesa. Mariano Siskind plantea que, en este sentido, el modernismo que propone Darío se presenta “como el proyecto cultural y político de construir una subjetividad a la vez universal y particular, capaz de participar de las mismas experiencias que Darío consideraba naturales para los sujetos europeos modernos de fin de siglo, sin resignar la particularidad cultural y estética de su latinoamericanismo.” 9 Si bien Groussac persigue un objetivo similar, critica de manera despectiva el método que aplica el poeta nicaragüense manifestando que Darío y sus contemporáneos están signado a generar una poesía de paupérrimo nivel estético ya que al apropiarse de la cultura francesa e intentar proyectarla dentro de una obra latinoamericana jamás se engendrará algo original. No será más que una mera imitación. Sin embargo, como bien señala Siskind, Rubén Darío reconfigura el sentido del verbo que manifiesta el acto de imitar. La imitación dariana se entiende como un acto creativo, es decir, como un intento por “modular el carácter universal de la cultura europea en nuestra propia lengua en función de la historicidad de nuestra particularidad cultural.”10 Se trata, pues, de una traducción pero no entendida en un sentido estricto, sino, más bien, entendida como una suerte de traducción abstracta en donde Darío se apropia de la cultura francesa, la reestructura y sobre esa reestructuración imprime caracteres propios de la cultura latinoamericana. “Mi literatura es mía en mí” porque, justamente, al apropiarse de ella graba en cada palabra su propia intimidad, la dota de una subjetividad única. De la imitación dariana surge una obra poética original. La apropiación de lo europeo es otro tópico recurrente en su poesía : “la modernidad nunca dejó de ser, para él, el cosmopolitismo. Era esta la palabra clave del
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Siskind, M. (2006). “La modernidad latinoamericana y el debate entre Rubén Darío y Paul Groussac”
en La Biblioteca, 4-5, pág. 355. 10
Ibíd., pág. 359. 5
progresismo de la época (…).” 11 Darío absorbe múltiples singularices de diversas literaturas mundiales y las unifica en pos de acrecentar y desarrollar la literatura latinoamericana. La biblioteca que se gesta en la cabeza de Rubén Darío es de magnitudes insondables y no duda en proyectar todo ese conocimiento cosmopolita en los versos que componen los poemas de Prosas profanas. Es así que en “Palabras liminares”, él mismo se antecede al lector y señala que será testigo de diversos elementos oriundos de diferentes puntos del globo terráqueo: (…) más aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer (…)
Rubén Darío busca la unicidad de aquello que se halla fragmentado. A partir de determinada palabra o, bien, determinado verso intenta manifestar la totalidad del universo, esto es, demostrar que todo el cosmos comprende una totalidad infraccionable. Busca condensar el conocimiento universal, y en los términos que lo advierte Ángel Rama: “La búsqueda de la unidad alimenta todo su razonamiento y nace de un esfuerzo tenaz por vencer la alienación procedente de la fragmentación que invadía a la nueva sociedad.” 12 Darío se constituye como un poeta con acceso a una realidad oculta para el sujeto común. Percibe el todo en las partes y la armonía en la disonancia. No obstante, como él mismo señala: detesta la vida y el tiempo en el que le tocó nacer. Tiempo en el que el traspaso feroz de una época a otra conlleva turbaciones de magnitudes universales.13 Tiempo en el que la función de las letras se desgasta y el nexo entre poeta y sociedad se fuga, precisamente, como el pasado en el que posiciona la auténtica poesía: “Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas (…)”.14
Rama, A. (1984). Óp. cit., pág. XVIII.
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Rama, A. (1984). Óp. cit., pág. XXXI.
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En este sentido, Julio Ramos indica que “la emergencia de la literatura moderna latinoamericana se
explica como el efecto de la modernización social de la época, de la urbanización, de la incorporación de los mercados latinoamericanos a la economía mundial y, sobre todo, como consecuencia de la implementación de un nuevo régimen de especialidades, que le retiraba a los letrados la tradicional tarea de administrar los Estados y obligaba a los escritores a profesionalizarse.” (Ramos, J. (2009). “Prólogo” en Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX . Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, pág. 54). Darío, R. ([1896] 1984). Óp. cit., pág. 180.
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La poesía, para Rubén Darío, es aquel instrumento personal con el que accede a la vida universal que habita el mundo que lo rodea para, así, darle orden y armonía a una instancia epocal que se haya regida por el desequilibrio y la fragmentación. Orden y armonía que solo se configuran como posibles en una instancia futura, ajena a los tiempos presentes, en donde el poeta moderno comprende las verdaderas magnitudes del arte que consagra como propio: “(…) el mundo futuro es el de la luz creadora, el de la sabiduría divina, el del orden y la armonía de sus partes, regidas por la pauta equilibradora de la poesía.” 15 Darío identifica la vida (en estado armónico) que habita en cada vocablo que evoca su poesía. Interpreta las palabras como seres vivientes portadores de un espíritu autónomo que se organiza a razón de una melodía inherente a su naturaleza: “Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la harmonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces.”
Las palabras, entonces, muchas veces, son elegidas por su capacidad sonora y no por su valor semántico lo que permite explicar las constantes aliteraciones y rimas internar a las que recurre la poesía dariana. La obra poética de Darío se manifiesta a manera de fuente de la que brota una energía sonora, perfectamente articulada que fluye de manera armónica como si se tratase de una creación musical en estado puro: “hay en cada verso, además de la harmonía verbal, una melodía ideal. ”16 La rima interna posibilita que la lectura se musicalice y organice, justamente, su propia realidad, es decir, Rubén Darío establece una relación entre términos diferentes a partir de la consonancia que proyectan ambos vocablos : “la melodía ideal se construye por la brusca aproximación de términos disimiles, generadores de la sorpresa, instaurando una novedad artificial que no se agota fácilmente y que funciona en la tensa correlación del modelo metafórico clásico: ‘sustantivo-adjetivo’.”17 La relación semántica es, en Darío, abstracta ya que no corresponde a una igualdad de carácter positivo, sino que se genera a partir de una apariencia metafórica, pura y exclusivamente, musical. Como bien señala Álvaro Salvador, la melodía organiza la estructura de la realidad poética que propone Darío con su arte: “El despliegue melódico está al servicio del desarrollo de una Rama, A. (1984). Óp. cit., pág. XVII.
15
Darío, R. ([1896] 1984). Óp. cit., pág. 180.
16
Rama, A. (1984). Óp. cit., pp. XXIX – XXX.
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‘melodía ideal’ que late en cada uno de los hallazgos métricos y rítmicos.” 18 Es en este sentido que el poeta señala que cada palabra tiene un alma, así, como cada verso una melodía verbal, esto es, que la idea que subyace a la poesía de Darío no es meramente gráfica, sino que parte de su sentido lo organiza una armonía sensorial. El prólogo a Prosas profanas antecede gran parte de la mecánica poética con la que Rubén Darío confecciona y organiza la estructura de los poemas que integran la colección. Se configura como un verdadero manifiesto del arte moderno ya que los tópicos que aborda remiten a necesidades propias de la que época en la que se instaura. Darío entabla diálogo con el poeta moderno, asolado y confundido, que debe atender a confeccionar un arte que se halle en consonancia con la realidad coexistente a su persona. Como indica uno de los últimos pasajes de “Palabras liminares”, el artista debe hacer caso omiso al constante impulso moderno que ofusca a su espíritu creador, estando, así, obligado a reparar en la armonía universal que habita en las palabra que, luego, utilizará como medio para confrontar la realidad: “La gritería de trescientas ocas no te impedirá, Silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra tus ojos y toca para los habitantes de tu reino interior.”
Como es típico en la poesía dariana, se evoca a una criatura del universo grecolatino y, en este caso, se la relaciona metafóricamente con la figura del poeta. El Silvano, deidad menor encargada de hacer prevalecer la armonía natural de los bosques y los campos, representa al poeta quien debe ejercer la misma empresa pero sumergido en las ciudades cosmopólitas de principios de siglo XX; hacer caso omiso al griterío de trescientas ocas, es decir, al flujo imparable del avance de la era moderna y apelar a una búsqueda intima en donde solo gobiernan las leyes de un reino interior, propio y único. Con “Palabras liminares”, Rubén Dar ío funda un manifiesto modernista que abre las puerta de una nueva literatura para América Latina. Una literatura que responde a la musicalidad propia de cada palabra y que se armoniza a razón de una estructura que no posee otra ley que aquella misma que nace de la subjetividad particular de cada poeta.
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Salvador, A. (1998). “Prosas profanas, el misterio de las rosas artificiales” en Estudios en el Centenario
de Los raros y Prosas profanas . Sevilla: Universidad de Sevilla, pág. 121.
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Las palabras, ahora, atesoran una vitalidad singular y, como postula Ángel Rama, “se hablan entre sí, se ordenan en una música que pone en movimiento a los significados.” 19
Rama, A. (1984). Óp. cit., pág. LII.
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Bibliografía
Darío, R. ([1896] 1984). “Prosas profanas y otros poemas” en Rubén Darío: Poesía. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Groussac, P. “Dos artículos de Paul Groussac sobre Darío”. Disponible en: https://revistas-filologicas.unam.mx/anuario-letras/index.php/al/article/view/154 [Última fecha de consulta: 25/10/2017]. Rama, A. (1984). “Prólogo” en Rubén Darío: Poesía. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Rama, A. (1985). “Inauguración de una época poética” y “América Latina se incorpora a la economía y a la literatura del liberalismo” en Rubén Darío y el modernismo. Barcelona: Alfadil Ediciones. Ramos, J. (2009). “Prólogo” en Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX . Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana.
Siskind, M. (2006). “La modernidad latinoamericana y el debate entre Rubén Darío y Paul Groussac” en La Biblioteca, 4-5, pp. 352-362. Salvador, A. (1998). “ Prosas profanas , el misterio de las rosas artificiales” en Estudios en el Centenario de Los raros y Prosas profanas . Sevilla: Universidad de Sevilla.
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