1
'
UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES Rector
Daniel Gomez Vicerrector
Jorge Flores
Sociedad democrática y política democrática en la Argentina del siglo l l Luis Alberto Romero
Universidad Nacional deQuilmes Ediciones
CAPÍTULO VII
LA DICTADURA MILITAR. 1976-1983
En este capítulo se explicarán las principales características de la política de la dictadura miiitar, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, entre 1976 y 1983. ¿En qué medida una dictadura que se caracterizó por extremar la represión hasta límites inimaginables forma parte de un estudio sobre la política democrática? Creo que interesa a este estudio en dos sentidos. Por una parte, como trararemos de mostrar, el Proceso (así lo denominaremos de ahora en más) condensó y extremó elementos que ya formaban parte de la. tradicíé>n política argentina. Por otra, las características de ese Proceso determinaron la forma que tuvo la reconstrucción democrática posterior y, a la vez. los condicionamientos, muy fuertes, con que se encontraron luego los gobiernos elegidos democráticamente. En suma, el Proceso se conecta, hacia atrás y hacia delante, con la explicación sobre la democracia.
l. La represión
El 24 de marzo de 1976 la Junta de Comandantes en Jefe depuso a la presidenta María Estela Martínez de Perón, asumió ei poder y designó Presidente al comandante del Ejército Jorge Rafael Videla. Posteriormente, un Estatuto de la Revolución y un conjunto de Actas dieron forma a este gobierno. que las Fuerzas Armadas asumieron institucionalmente. Videla presidió el país hasta marzo de 1981 y lo sucedió el general Roberto E. Viola, hasta fines de 198 l, cuando fue desplazado por el general Leopoldo E Galtieri. Por entonces, los conflictos internos entre las tres armas, y entre los propios jefes del Ejército, eran visibles. En abril de 1982 el gobierno decidió invadir las Malvinas; apenas dos meses después. las fuerzas argentinas debieron rendirse ante las tropas inglesas. En ese momento, el régimen militar comenzó a desmoronarse. y empezó la rápida transición hacía la democracia. En lo que sigue analizaremos en conjunto esos seis años de plena vígenc1a del Proceso.
206
LUIS ALBERTO ROMERO
El Estado clandestino Duranre las presidencias peroniscas (l 973-1976), la acción de los grupos guerrilleros fue enfremada por una organización dandescina, la Triple A, organizada· y amparada desde el Minisceno de Bienescar Social a cargo de Jg~~Lóp.~ Reg;i. Su care:;t consimq !'!n el asesinaw de mifüances o dirigen.J;es .e.inc¡;k;:;rn.:tles conspicuos,..y en el acaque .a. organiz!lciones de accívisras. P:.0r.0Era.parre, una.vez.que el ERP consolidó ·411, ~foc;;o" ¡:n la zona de monMi.cercan¡i a Titc~;Í!l. las Fuerzas Afmac\¡¡s fµ~~Qn instruidas por el Poder lijlile1:1Üvo·para aniquilar su accionar. 1 b"aec:ión·del Ejércico en Tucumán fue.eficaz; comenzaron a aplicar los ,rn,filodQ§,QS,~f:;fHSi~~q y r9rf4p que ll(t;go dfsarrc:Jlar.fari ampliameme, y en P,Qf.Q.Ú.<:mpo .d!:Si:ruyeron la capacidad de acción del ERP, práccicameme liqui<4ado .en·marzo de 1976. Por enconces, Montoneros había pasado a la clandescinida.d;.§e ce,1.1rró en la acnvidad puramente militar, sufrió importances derrotas•y sus principales jefes abandonaron el país. De modo que emm;i.1:w.d¡: l9.7~w~Ln~c;;!?:·~ff ,de las organizaciones guerrilleras escaba ya, «AJ9.,~H~S~f.~Y5?.~•f9.i!UiiJ91~f· fürprra pan:.;:, l;¡,s Fuerzas Armadas habían d~mA!W~~9;~J2~.g~µpp~qe:}~.• ;rri,1?J.e.~?.,Y,.~~~L~~§@,,g\!Lf!~!~ .. il.• .C,,ópez Rega. M,6..li;iY'~l~~t'.~[pódeh••lasFuerzás'Afmadii.s'síUt:etliliohlos·dos·mecanis-
11ti.~~~;~t:jJ~~t~~1f~~l\~?i1~r.~f'.
De esta historia exisce un primer y magnífico testimonío: el libro Nunca J!Jds, que resume la investigación realizada por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (~ONADEP), creada en 1984 por el presidente Alfonsfn. 2 ~~~J~~Rl&lc~UP.~_Q)!Jíi...\=á.rn;¡,raJeriexa,l, qu..:: juzgó y conde,Jl,~,,,?,J.g_$,,p.11incipales· responsables, y,posteriormeme una serie grande de•tex,J:os .• de..todo tipo, que en aonjünto son expresión de .un saludable ejercicio ...,d~~.s;,iw;!g,4J,na. No es necesario, pues, abundar en detalles. Basta con precisar los aspectos más importantes. En primer lugar~l~'t\i~J'f!1~1g,~i/Estamos lejos de saber la cifra exacta, y es poco probable que se llegue a ella. Pero es difícil desinencir que haya ha-
r
1>Posceriormence hubo una discusíón acerca de esa palabra "aniquilar'". Los milicares-;osruvieron que d gobierno consmucional les había ordenado liceralmence eso. Los responsables de entonces, así como q utenes militaban en la defensa de los derechos humanos, sosruvieron que uaniquilar el acc10nar" no significa aniquilar liceralmence a ios pardcipes. 2 CONADEP, (1984), Nunca mds, Buenos Aíres, Eudeba. Hay ediciones poscenores.
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POlÍTICA DEMOCRÁ.TICA EN LA ARGENTINA
207
bido menos de unos 10.000 "desaparecidos", y es posible que la cifra toral sea el doble o hasta el triple. A ellos deben agregarse los detenidos y corrurados que, por· una u otra razón, sálvaron sus vidas. , En segundo lugar, e~ o;;:i.i:ácter, c:landesrino de la represión, $inteti¡ado en la palabra "desaparecido".3 Hubo un número reducido de apresados de acuerdo con los procedirniencos excepcionales que la Constitución prevé en el marco del Esradq de sitio: detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. No hubo ningún caso .::n el que el gobierno hiciera uso de un recurso le.gal que se había atribuido: la .aplicación de la pena de muerte, luego de juicio por tribunales militares. La matan~ fue eri lo susta{ltivo clandestina. En tercer lugar, ~~;;~B.~9 ~e ).ln:pcci
208
LUIS ALBERTO ROMERO
209
La corrupción del Estado
El Manco
1:as víctimas de esta operación fueron, en primer lugar, quienes estaban o estuvieron directameme involucrados en las organizaciones armada5, Luego, quienes pertenecieron.a las organizaciones de superficie, como la Juventud Peronista. A ellos se sumaron quienes militaron en distintos movimientos de tipo gremial, religiosovestudiantil; político, humanitario, o dicho más globalmente, qüienes de alguna manera pertenecieron a algún grupo contestatario o disidente, fuera o no partidario de ia acción armada. Al respecto, los represores no tuvieron límites, ni siquiera cuando se trató de miembros del clero, y aún de obispos. Finalmente, cayó mucha otra gente, de la que se sospechaba que pudiera estar vinculada con alguien que estuvo vinculado con algo. Había, pues, una zona donde la arbitrariedad y la incertidumbre acerca de las. tazó'ñes era''grande. Probablemente esto furmaba parte de la estrategia de la operación. En primer lugar,el objetivo de los represores fueron los que desaparecieron, pero HA,e.i:fqios hum.anos con la frase:' "Los argentinoscsomos: derechos y humanos','.: En es'te terreno, el discurso de la dictadnra··em:ontró·e[l'Jlasociedad quienes.Jo,comprendieron'y ló. asumieron;:y-hasta·reprcrdujeron-efflo-pequefü:íi·práctic::a&)i1·discursos,· pues·como se,:veráen.otro-aparrad();·hrcdictadura•n'O''trabajaba-ni:-con·prácticas·ni con c;!8J1.i;nt()s ,c;ulturales Y' discursivos abso lutru:nen ti!' ajenos. 7 0
1
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
Véase Corradi, Juan E (1996), pp. 87-106.
Quizás lo más corruptor haya sido que este Estado clandestino, que se. negaba a asumir la responsabilidad por sus acros, haya funcionado sim~ltá neamente, en paralelo, con otro que trataba de ajustarse a una ~ierta legalidad, aun cuando ese intento se vda permanentemente cuestionado y corrompido por las prácticas clandestinas. Fue intención de los jefes militares eludir la figura del dictador -propia de la fallida experiencia de Onganía-, conservar en las Fuerzas Armadas la total responsabilidad de la conducción política, y a la vez darse ciertas normas de división del poder y de controles recíprocos. El mandato presidencial se acotó y se estableció un mecanismo de designación del sucesor. Se desdobló finalmente la figura del presidente y la del Comandante de Arma, 8 y se creó una suerte de Poder Legislativo, la Comisión de Asesoramiento Legislativo, integrado de manera igualitaria por representantes de las tres armas. Los gobiernos provinciales y todos los puestos estatales de tmportancia fueron cuidadosamente repartidos. Había, si se tolera la licencia, una cierta intención republicana en esto, que ia.prácti.ca, des_J}aturalizó permanentemente. Enrique Groisman ha señalado la manera sistemática como se tergiversó y violó la normativa legal, en la mayoría de los casos sin razón o ventaja aparente, por la simple decisión de hacer gala de arbitrariedad.9 La práctica represiva del Estado nocrnrno se infiltraba permanentemente en la del diurno. Así, los operativos incluyeron !a participación compartida en el saqueo de los bienes de los "desaparecidos", mcluyendo el reparto de los hijos nacidos en cautiverio. Este elemento, uno de los más degradantes, era imposible de compatibifü.ar con cualquier retórica justificadora del operativo y constituyó a la larga, por su acción corrosiva sobre la moral institucional, una de las herencias más difíciles de asimilar del Proceso. Finalmente, los distintos segmentos del poder comenzaron a competir entre. sL No sólo bloquearon ei normal funcionamiento del Escado;'·SÍho que utilizaron en su competencia las herramientas creadas para combadr la subversión: la lista de desaparecidos se incrementó con un número' de víctimas surgido de esta.competencia: entre fa::ciones.del poder.1° Otro episo-
8 En 1978 Vi dela pasó a retiro, conservó la presidencia y fue reemplazado por Viola en el Ejército. 9 Gro1Sman. Ennc¡ue (1984), pp. 61-68. 10 El m;Ís nocorio fue d embajador en Venezuda, Héctor Hidalgo Solá.
210
LUIS ALBERTO ROMERO
dio notable de esa puja fue la renuncía foíl3.d.a de Viola a fines de 1981 y su remplazo por Galuen. En 1982, la decisión de invadir las Islas Malvinas tuvo mucho que ver con la pu¡a ímerna enue el Ejército y la Marina, y dentro del Ejércico, entre dos facciones de generales. La derrota -previsible, por otra parte- desencadenó el desmoronamiento del régimen.
2. La reorganización El.Jiili;o.ciamiemo de cualquier oposición c[e[a ~o,ciedad fue la condición par'l,Slmprender· lo que lPs j!!fes del Proceso consiq¡:¡:aron una solución radical y,,~kfiu.üiYa.de los male~ .c,4: l;i &gemina.. Estt'! segundo aspecro del Proceso tID:Q,_~Qffi.Q .protagonista a José A. Marrínez de Hoz, ministro de Economía y RfWcipal funcionario civil durante los cinco años de la presidencia de Vide,,.la. Manínez de Hoz renía estrechas relaciones con los grandes bancos Ínteril nacionales y el Fondo Monetario, y también con los sectores econónucos más fuertes del país, e! denominado establishment. En cambio, suscitó dest\ confianza y hasta oposición en una parre al menos de los jefes militares. Los ;' resultados de su gestión se correspondieron sólo parcialmente con sus inten1 '.\,ciones. Pero fueron la parre más sustancial de la "herencia del Proceso".
i
Diagnósáco y mlución del problema argrntinol 1 El diagnóstico de Marúnez de Hoz y sus amigos del problema argemino no difirió demasiado dd que, unos pocos años a[fás, habían hecho Perón y Gdbard. La solución propuesta ..1".n cambio, fue diametralmente distinta. En opinión del ministro, si la Argentina se encontró al borde de !a guerra civil fue porque la rradic10nal puja entre distintos intereses organizados de manera corporariva; acosrumbrados a tironear y negociar con el Estado, había desbordado, alimentando un conflicto político ante el cual el Esrado era impQ[eme. Esa debilidad del Estado provenía, paradójicamente, de su propia fuerza, es decir de la alta capacidad desarrollada, quizá desde 1930 en adeiame, para intervenir en la vida económica. para regular el flujo de los ingresos y disrribuir estímulos, promociones. subsidios o prebendas de disrinco típo. Con ellas este Estado, fuerte y débil a la vez, engordaba a quienes competían para obtener una tajada mayor, y a menudo se ponían de acuerdo para presionado. Aunque incapaz de discipliti
Véase Cavaroni, Marcdo (1983), pp. 36-59.
S
21'1:
m_an· ai ~:Eesai c(i).J!i~ ~Ja~,'{ uu;rm_ lherra,mientar pel!igG(i)Sa,, sil c;i,fa en; =ilhs. manos. T aJ] el! ~resgo· d'e la akmaocvaliJla polmca, agrav:adb, p@i;- b amb{g¡itai ¡p(i)sí~idrn dd ¡pemni;J'iSmo, Ú•líll a:se diagnósticru\, !Pbtfillill se: JllfG'l•plllSlil1 = ll'9.17'3- rnbus.m:eir llai aútfüi;_ diacll d!ell l&tado _Y fo rc:arr ai L\ns; g¡t1111JJ7©& rnw:po-ratriiw&: ai aro rdar ulfD. lPairtr;. seg.c1ru JPGil!J!ll.aJ$ ~:ir;ibrec:fl~ Y g,a.ua:ni~ JPOr di Es:uamJ!¡¡¡._ B fracaso de tsra prr(i)pu:esr rr:n. didl q¡ue se dio cuen:traJ.eJID di a¡pítulo a.me!íli<ü:n;, ll!levó al estaMWbfll/!Ilmc .ll pm_¡pelneir !lJllfla solución cliame=llmente opues.ua. Mora se trata.Iba de aidilica.J:" d lES1rado, Y así red.ucir:dl 001!0Ínl, disminuir ell líiiesgo y tambifo ks ex¡pecEaÚ~ puestas enla. luclhiai OO[poratÍva y en Da poütica. El conj:1JJ1mo
c;sws
La fórmula El seerew-de-la,grilll-~ransfoi;mación propuesta.erala apertura de la economía, comercial y financiera, y la eliminación de cualquier mecanismo esta-
LUIS ALIJERTO ROMERO
212
tal qué obstaculizara el libre flujo de los factores y el funciommiento de las leyes· del mercado. .Era, por cierto;. una fó..rmula: su aplicación requirió una dosis de intervención estatal enorme. 12 La apertura éomercial significó reducir los aranceles protectores; se trataba de una decisión compleja, dada la diversidad del sistema arancelario, y siempre quedó un margen para la negociación sectorial. 13 Tan importante como eso fue la reducción de distintos mecanismo de promoción, por la vía de privilegios fiscales o subsidios, directos o indirectos, que constituían io principal del campo de colusión entre los intereses empresariales y el Estado. A diferencia de la anterior, estas medidas contribuían directamente a reducir el déficit. J,a apertura-financiera·consistió en la eliminación de controles sobre el ejercicio de esa.actividad, y sobre, el.flujo de capitales desde y hacía el exte. rior. Tal control, precisamente, había sido el fundamento de las políticas de intervención económica vigentes desde 1930. Esta medida liberó a los operadores -se notó en la proliferación de instituciones financieras y bancosy les permitió insertarse en el mercado mundial de capitales. En esos momentos éste se expandía notablemente, debido a la circulación de los fondos provenientes del aumento del precio del petróleo. Se trataba de una situación de oferta fuerte, casi de presión para tomar préscamos y créditos. El Estado facilitó estas operaciones -con una política de dudosa ortodoxia liberal- estableciendo para el peso una paridad alta, pese a la fuerte inflación interna. El Estado, que contaba con el flujo fácil ele nuevos préstamos, aseguró el mantenimiento de la paridad, y su mínima y gradual corrección en un lapso prolongado, mediante una tabla de devaluación. Así, para los inversores extranjeros resultó muy atractivo colocar dólares en e! sistema financiero local, beneficiarse con altísimas tasas de interés, proptas de una economía inflacionaria, mient~as el Estado les aseguraba la recuperación de los dólares sin riesgo. Los ahorristas locales, por su parte, se vieron impulsados a entrar en ese juego financiero para evitar la desvalorización de _L • de sus mgresos · ' [4 sus auorros, y aun mensuales. Así, en los famosos a.fios de la "plata dulce", se vivió en una suerte de 12
Véase Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), pp. 333-381. Por otra pane, tales reducciones debían equilibrarse con las necesidades de recaudación fiscal. 14 En esos años, la casi tocalidad del dinero del país estaba colocado en plazos fijos a 30 días; su renovación dependía de la confianza en el mantenimiento de este mecanismo, garanti7.ado principalmente par el ministro de Economía. La amenaza del desastre que provocaría su renuncia fue una de las razones princípales de su larga permanencia. 13
SOCIEDAD DEMOCRATIC/\ Y POLÍTICA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA
213
euforia financiera. Todo el mundo obtenía por su dinero altos beneficios nominales, que apenas encubrían, en el mejor de los casos, el mantenimiento de sll valor real. A la ve7., como ocurre habitualmente en los pfocesos inflacionarios, se fue produciendo una fuerte transferencia de ir¡.gresos entre sectores, disimulada momentáneamente por esta economía imaginaria. Como en el caso de las "cadenas de la felicidad", el primer traspié desencadena el derrumbe. En 1980 cayó el primero de los bancos crecidos durante la euforia, el Banco de Intercambio Regional, y de ahí en más la crisis avanzó. En marzo de 1981, con el relevo del ministro Martínez de Hoz, la crisis avanzó mucho, y termmó de profundizarse cuando cambió la coyuntura internacional y se cortó el flujo fácil de dólares del exterior. 15 Había llegado la hora de hacer las cuentas y de enterarse quiénes eran los ganadores y quiénes los perdedores .
Ganadores y perdedores
Digamos en primer lugar que la propuesta de Martínez de Hoz sólo se concretó parcialmeme, debido a la resistencia que encontró en las facciones militares opuestas al presidente Videla, su principal sostén. La resistencia fue muy fuerte; Jorge Schvar7.er ha explicado cómo lo principal de la acción del mtnistro eswvo dedicado a asegurar su permanencia, pues los cambios propuestos requerían sobre todo de continuidad. Atar la estabilidad del delicado sistema financiero a su permanencia, y a la confianza que era capaz de suscttar, fue una de sus armas; de hecho. su salida aceleró el derrumbe (que de todos modos, en algún momento habría de producirse). Pero además, permaneció porque negoció e hizo concesiones a otras opiniones y otros intereses. I6 La propuesta de achicar el Estado no era demasiado popular éhtre las Fuerzas Armadas. Como.,hemos visto, su crecimiento estuvo asociado, desdeJa década de 1920, con las \deiS de füfütquíay segmidti:d nacional. Much;s empresas estatales debían ser conservadas porque proveían de elementos bástcos para la defensa; tal concepto podía extenderse a muchas cosas. A eso se-.surnó nn interés más concreto: las empresas estarales tuvierqn. aclministradores. militares, que empe7.aron a aproveGhar· los beneficios l5 En 1982 México, que como la Argentina y orros muchos países se había endeudado considerablemente, estableció una morarona unilateral, que derrumbó la confian-
za internacional en los llamados nmercados emergen res", LG \féa'e Schvarzer, Jorge ( l 996). pp. 87-106.
2.14
.LUIS 'Al'.BliRT<'l'R
que generaba, 'haciendo copardcipes a sus amigos y sus•camaradas·de.armas. El mecanismo colusivo era vte¡o, pero. algunos .de :los bendictanos eran nuevos, y ·no de¡ aron escapar la oportunidad; ¡por•.entle, se 11egaron a "ílue dles•err¡pr.esas fueran disuelras o privarizadas. 17 Los •jefes .militares tenían orra¡preocupación generalq:¡ue iba en senrído disi:intoclie:los•planes e~crif:ros de minmro. Err¡peñados.éln esd.blecer el ,orden y la segurii:iad ínrenor, les preocupó que .una fuene· deson¡pao:ión alenrara.d.disconformismo. 18 No sólo pusieron..i:.::om al la. i:educdón. del: per:soaal del Esi:ado-sino que alenraron el gasro estatal en obras¡púbiícas,;'+prov;(.lGhando el.fácil financiamienro.gue se obtenía en el extefior.'las obras:l:ld ~Wi~i~ ~\:'fü~pql de:: l 978 son un ejemplo d.~.~~e.~nrnsiasmo,poda.. cons~,r4i;:c;ic)n,. q!Jec.<¡:ompensó la pérdida de empleo;en orros secwr:es, ~alencó .a g.E,!f.R8~..~mprc::s.~iios ligados a lac.consrrqq;ión .y..suministró, .además, •mro <\IDRHO Cúldlica :y!la.anwrmllaoi.ón·.i!fe.empresas en 'Iiquidació!il. Por enronces, \Las ;piintjpa'.les ¡pcrijufücal.los El(i) ifo<:lfü))fl 'los rrabaijarilores. !Es cierto que !Bl!IS .ioo¡ganizaciOJ!les ;greJJriiales ifoer01lll "lhtr~Iilílfü'He golpeadas, y Jjl se v;io Cll!!ID;jllfllllSadl.a .ao.l'l ,dl :gran ;&~ge u!l:e da ,¡;lb>ra ¡pW'bfüca., y liodl.0 10 .i;¡im.e ·e.fila ge~7
1E1 caso IIDás •G
.de YPJ' ,por .el general Smáirc:z
t-A.ason. 18 E! ra?áGJJllllUl'1:Ícrlro .era ptdbábilememc ±ac.,,rn:c:o.; ihabimalm.ente el pleno empleo ·ge=ra más condicianes para 'la p.rrwzesrn '"'~g-JJruzada que la desocw.pación.
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
215
neraba; a la vez la fluidez económica, alimentada por los dólares fáciles, se volcó de manera pequeña pero significativa sobre los consumidores. A la larga, sentirían ellos también los efecros de la gran transformación de l¡i econ0mfa .real: d colapso de buena parte del apararo productivo, debido a la scrpresió11 indiscriminada y sin compensaciones, contrapesos o atenuantes, de uodos los mecan.ismos de promoción hasta entonces vigentes. Los secroires agropecuar.ios exportadores, favorecidos por una coyuntura internaciona1 'fav«D.raible, no la pudieron aprovechar debido a la sobrevaluación del ¡peso. &a misma sobrevalaación, y la falta de protección arancelaria, hizo que 1la :friduscrÍa 'local no pudiera competir con los producrns imponados; ·esrn afectó a ramas anriguas y poco eficientes, como la textil, pero también a los :secu0i;es nuev:os, ·qw.e en la ·década anierior se habían modernizado y alrnDlza:rr@n niveles internacionales de eficiencia y competirívidad. El perjui•cÍo ,para !las empresas fue fuerne, y mucho más cuando las que se habían en,deuda.líl., iliruw.IT.üiend0 ,¿¡ -cicil:o ca:racrerísrico de la larga primera parte del siglo XX. !La :sIDoieclad lfue icad.a w:ez menos democrática y móvil. La puja corporativa ·se mes01wilió e.ra. faw.0ir .de'l mis fuerte: el grupo concentrado de empresarios .q,w.e a¡pm•vechó .C:lililfü [a coyunmra inrernacional como la debilidad del Es:taclo, paira crecer :a su ·costa. El poder sindical dejó de ser una alternativa :im¡po:r.ca'flre, salvo en el secror de los trabajadores estatales. El Esrado fue '8{f0 gran derro¡ado. Perdió atributos y margen para actuar, y luego de 19:82, comenzó a cargar con una deuda externa que creció indefinidamente por la acumulación de intereses; la bancarrota sólo podía evitarse con nuevos préstamos, y quienes tenían que decidirlos -los grandes bancos y el FMI- pusieron condiciones que aseguraran el futuro cumplimiento de las obligaciones. Mien.JpsJ;i;.socúedad: se:empobrecía y· polarizaba, el Esca.do empezabaaser maniaca.do.
3. El lugar del Proceso en la tradición política argentina Llegado a es¡e punto, conviene preguntarse hasta dónde las conductas del Proceso, que posteriormente serían juzgadas aberrantes, reprodujeron -sin duda de una manera inmensamente ampliada- rasgos característicos de la culrnra política, acuñados a lo largo del síglo XX. Esro nos permitirá hacer una recapirnlación sobre algunos de los punros principales de este curso, y
216
LUIS ALBERTO ROMERO
a la vez sentar las bases para explicar cuáles fueron las novedades de la construcción democrática posterior a 1983. Antes de 1976, la democracia argentina conoció dos grandes experiencias, la radical de 1916 a 1930 y la peronisca, de 1946 a 1955, separadas por un interludio fraudulento. La fe democrática comenzó a derrumbarse en 1955 y llegó a su punto más bajo en 1966; posteriormente, las excepcionales elecciones de 1973 forman parte de otra historia, en la que d componente democrático se subsume en una experiencia revolucionaria. Afo largo de estos afios, la práctica democrática fue decantando en algunas caráctetístkas quetittedarort fijadas. En primer lugar, fue poco repu.blicana. Yrigoyen ·y Peron •fueron· ptesiden:téS • fuertes, :con un· amplio respaldo· plebiscitario; pero su·acciónresultó poco respetuosa de las normas republicamls. Yrigoyen practicó un gobierno de excepción, apeló a las facultades presidenciales para resolver coyunturas extraordinarias e ignoró al Congreso, donde a su vez cosechó odios enconados de la oposición. Perón fue más lejos. y desde el poder pulverizó las instituciones republicanas, removió a los jueces, ignoró al Congreso, y sobre todo enrrelazó las instÍtuciones partidarias con las estatales, al extremo de que, en cada nível, el jefe del Movimiento era la máxima autoridad estatal. A este ejercicio ilimitado de la autoridad presidencial se agregó una descalificación ele la norma juridica, que podía ser violada si eso hacía al bienestar del pueblo: la democracia "formal" no debía obstaculizar a ia "real". En el mismo sentido, riO:esfros grandes hiovimienws democráticos fueron escasamente pluralisra,s.. Radicales y peronístas idenrificaron su movim.ie.n~() y,sµs ideasconios.intereses de·la·NaciónnLa "causa" del radicalismo, o el "movimiento nacional" del peronismo eran considerados la expresión de la Nación y la herramienta de su regeneración, frente a su sistemática desnaturalización por obra del "'antipueblo" o la "antipatria": el "régimen falaz y descreído" o la "oligarquía". Ambos movimientos, .raigalmente democráticos, tendieron a desconocer o a negar al adversario, a excluirlo de los debates y del escenario político. Ambos le dieron a la confrontación política un tono definidamente fuccioso y transformaron a sus adversa.ríos en enemigos, prestos a devolver lo recibido con la misma moneda. ' Esto explica muchas de las características del período fraudulento, entre 1930 y 1946, y sobre todo las del período posterior a la deposición de Perón en 1955. Paradójicamente, quienes en 1955 se reivindicaban como los restauradores de la democracia terminaron por destruir sus otrora vigorosas raíces, arraigadas en el imaginario social. En 1956 la violencia y la muerte entraron en la confi:ontación política con los fusilamientos de junio que siguieron al alzamiento peronísta. ~ero sobre todo, lo que corroyó
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
217
la fe democrática,-el conjunto de convicciones compartidas que es asiento indispensable de cualquier sistema político democrático, fue la proscripción del peronismo, :vigente hasta 1966, fecha en que la suerte fue coi;npar' tida por el conjunto de los partidos polícicos. La proscripción -que contra la intención de los proscriptores: robusteció y galvanizó a un peronismo decadente, y fortaleció su definición obrera- quitó toda ctedibilidad a la restauración democrática. ¿Qué legitimidad p;d.ían tener los representantes elegidos en esas condiciones? Las negociaciones de los conflictos sociales se desarrollaron en otros escenarios, donde los grandes actores corporativos -sindicatos, militares, empresanos, Iglesia- se movían con comodidad, mientras los políticos hablaban al vacío desde el parlamento, o los presidentes se empeñaban en vano en hacer cumplir sus órdenes. Así, las fuerzas democrática, herederas de una tradición autoritaria, poco republicana y poco pluralista, fueron agotando las reservas de fe democrática. Naturalmente, no fueron los únicos responsables: el otro gran protagonista de la decadencia democrática fueron las Fuerzas Armadas. En su avance hacia el centro del poder, estuvieron impulsadas y respaldadas por. quienes, desde 1919, descreían de la democracia y aspiraban a un gobierno con autoridad pero sin plebiscito. Pero en su marcha, las Fuerzas Armadas fueron desarrollando sus propios criterios institucionales sobre el poder y la regulación de la conflictividad. Lo sorprendente es que, en realidad, se traró de un desarrollo. sólo un poco modificado, de las tradiciones que había acuñado la democracia. Las Fuerzas Armadas, como institución, ciertamente no creían en plebiscitos ni en plazas adamantes, pero compartían.la idea de un poder fuerte, .no limitado por ningún sistema de balances y contrapesos-.También estaban convencidas de ser los custodios de las esenGias.nacionales, corrompidas por los políticos. Nacidas con la patria, las Fuerzas Armadas eran la expresión más prístina de la identidad nacional. Ala largo de la década de l 930, la Iglesia católica agregó un mocivo más-a· este- disGursm.-el c:rtalícisrno era.la.-es<:ric:i.a dela-identidad: nac;ionalrexpresadaconjuntamente por; la lgii;:sia.y:"el Ejército; la esp:ida yla crU:z. Estas ideas, tan a tono con los totalitarismos de entreguerras, dejaron de ser populares con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Transitoriamente, el antiperonismo sirvió corno aglutinante sustituto, hasta que finalmente el fantasma del comunismo y de la subversión, y la necesidad de defender los tradicionales valores occidentales y cristianos, dio la letra al nuevo integrismo castrense, siempre presto -·como sus parientes rlcmocdticos- a arrojar a las tinieblas exteriores a "infiltrados". "subversivos" y "apátndas", 0
:LUIS ALIH3R'F0 ROMERO
.. !En ;suma, 1n0 wdo fue culpa,& :l0s ;mifüares ,1'lii dUos engendraron -cu·: dos .nuesffos ,demonios: la ·mala prác•irn .dem0crárica enfermó la cultura ,¡polfüca argemina. Este coruexm es índi~p<'lnsable ,para emen,LUn enemigo, que..Sin.¡eúza;al<.ir911junr0 de los enemigos. Se rqm!)i¡:: ~µn ,doble proceso de ¡igrc¡gaéi0m Jla iimegracióu -del coqjunto •de '\lJmi9UtC~.'Y·.!\ºnrr~dicci0nes,enmn¡polo1pqp.ular;}iCI©. "'iEl ¡pue!Jfo tUnillQ, jjllirnás sera WtlruJLao''., ces 10.Ura1e~resicfuu 1u\p.ica .ad! imagiaruaio ,dem0nrií.fü:1Q, •C!
aa
¡ge~~·Si.1ll-.9~Ul.&k~flp.;.:<;Jb1ÜFJ~.~R.3:! J/u¡i¡>ir;L.4tc; lP!'.a.cliuQiC~~ ertpqlí~iqi, d. lJ?"-
~~'"'Jlll)llll,~ro. sodaht<~óJlrm:::idÍii•s¡pioll.llÚ:a.<•dre.u!lla ·comigna ge:~rica y -~~d11.omdtllll.,.de Perón.:...y.d.e oo iJÍlruco repires.eratanre_ políticp efi.ca:z: ~~§!@,Wijfffií:S. Cukoras de una Yioiencia que venía anidando em bs pciocicas ¡pGl.1lricas desde 1956, l.a desarrollaron a la enésima porencia, y pa=,o:n sin :sd1ución de conrinuidad de la etapa de los "Robín Hood" al u.so cicrico y desapasionado de ia muerce como mecanismo de conquista. de los espacios de poder. Se'~ataba«de uruFeu.ltura .. política que n<)·"pretendfa ser democrática. I,u..cl.11§AY!: d r.etomQ y ~kcci9fl de Perón, asf como el wrmenrnso período de' slip residencia, dlfíciJmenre puede emenderse desde la perspecüva de la polírica.d.emocrácícados cerribles conflictas..de la sociedad se dirimfan en los má!> va;i;iados escenarios, pero no en los surgidos del sufragio y esrableádos por la Con.stitt~ción. Pero al igual que en el caso de las Fuerzas Arma-
$0CIEDAD DEMOCRÁTICA Y POÚT!CA DEMOCRÁTICA EN
219
·das, esta cultura política que no pretendía ser democrática retomó y porenció elementos raigales de nuestras grandes rradióones democráticas: el maniqueísmo, es decir la distinción rajante entre ·pueblo y ant1pueb,lo; el autoritarismo, potenciado por el amplio descrédiw . . de la legalidad "liberal", y la convicción ampliamente compartida de que' los fines justificaban 'los medios, que lo "formal" no debía restriq,gir lo "legal". La violencia no era nueva, pero en la práctica de las organízaéiones armadas -tanw las viejas como las nuevas, organizadas para comb.ai:idas- fue llevada a un nivel ·hasta entonces desconocido. Con estos antecedentes, cabe preguntarse cuánro:.trae de nuevo el Ha: mado Proceso de Reorganización Nacional.' ConaH,' la-.violencia, el ases in aro y la de;sapnocia b:ie.cu, y •ll]:l!le ihtibía es.ocidlu.aiiLD ;muchas veces . En su e:roepcioll!l.i! ..IWl
l·9
Véa•e O'D.m:rndl, Guillermo ( 1984), pp. 12-3 L
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLiTICA DEMOCRJ\T!CA EN LA ARGENTINA
220
4. La sociedad ante el Proceso
El fin del silencio ¿~ó~o. rea~cio~ó la sociedad argentina durante los años del Proceso? AJ pnm::1p10 s1lenc10s~mente, con una actitud en la que no es fücil deslindar
el miedo de ~~. p~1~~ a~eptación de lo que estaba ocurriendo. Hubo mu0hos ~ue«':m1gráron y otfosqtié se refugiaron en.el exilio interior,"e incluso ammaron recoletos ámbitos de disidenciá; espedalmente ert el campo
cultural.~º-~:r::.~~~~i~~c~~::l:~s.ª~.eptaron el ~iscurso oficial, no sólo por.que ~ra masivamente reproCl.uc1do pof:los:'medros de comúrticacíórt de masa~:,.smo~ porque;
MKfil~~;·( . ~~~~~~~~fá;,
221
LUIS ALBERTO ROMERO
:~,:~2ttff~~~~rW&'¿~i~~;r~~~~ ·
grandes _feste!os populares; los jefes militares se a&ociaron a ellos, y presentaron· Ja..VIctor1a como· un logro del régimen, pero no hubo fusión entre am,.bas ~osas. Entre los empr:sarios, el Proceso cosechó un apoyo distanciado y ª,U:biguo; en 1:15 corporaciones primó la queja de los perjudicados por la p;' · · · no constituyeron órganos l it1ca ecº~~mica: ~1enTtras que los beneficianos de e~presion organ_ica. La cúpula de la Iglesia católica manifestó su compla~e~cia ~on ~n gobier~~ que se identificaba con los tradicionales principios e nac1on~ismo ~=oltco, y en buena medida legitimó la represión, pese a que golpeaba tamb1en a algunos de sus miembros. Los sindicatos fueron ext~emada~ente prudentes, luego de que algunos intentos de movilización activa ~ulmmaran en desapariciones, como la de Osear Smith, secretario del g:emio de ~uz Y Fuerza. Los p~líricos, finalmente, entendieron que había ~ ~r al_gun resp:1_do_ a lo que ¡uzgaban el sector más tcilerante y hasta instltuc10nal1sta por los generales Videla y Vt'ol'a, y a . . del E1erc1to, representado . menudo arnmaron su conse¡o acerca de una "salida política".21 Desde fines de 1980 -y muy claramente luego del remplazo de Videla por Viola en marzo de 1981- las reticencias empezaron a t;ansformarse en protestas Y, r:clamos. J:fobo un tanteo prudente, para a'.veriguar sí efectivamente el reg1men habia acabado con la represión dura, y una constatacíón zo Sobre el ~exilio inreñor- y los ámb1ros culturales, véase A!tamiºrano ( l 996), pp. 59-66. , Carlos
· do Balbín de diciembre de l 977, donde , , 21 Véase . • por.e·¡emp1o. 1a uCa rta"de Ricar et Jefe radical explica , · , ante e [ regtmen " .. . a 'ª'l es su pos1c1on m1l1tar. De Privird[io, Lucía-· no Y Romero, Lms Alberto (eds.), (2000).
de que, sobre ese y otros temas, ia división entre los militares era grande. A fines de 1980 se reconstituyó la CGT, dirigida por un sindicalista poco conocido, Saúl Ubaldini; en 1981 hubo una huelga general, que culminó coon la transitoria detención de sus dirigentes, y poco después una movilizaC:Íón en dem;tnda de "pan, paz y trabajo", El 30 de marzo de 1982. una manifestación ~n Plaza de Mayo culminó con una fuerte represión, numerosos detenidos y heridos. Por entonces la Iglesia católica, cuya conducción se había renovado, estaba retomando su participación en la vida social, por camínos no.específicamente políticos: la organización de los jóvenes y la Pasroral Social; .en 1981. el documento de la Conferencia Episcopal "Iglesia y comunidad nacional" planteÓ;-';'aunque de manera oblicua- los temas políticos vin0ulados con el restablecimiento institucional . En•ese despertat de voces; la más notable fue la de las distintas organizaciones de defensa de los derechos humanos, y en primer lugar las Madres' de Plaza de Mayo, quienes desde 1980·se reunieron allí todos los jueves pa-· ra reclamar por sus hijos desaparecidos. AJ principio sufrieron en carne propia la dura represión: su primera presidenta fue ella misma víctima de la desaparición. Luego, el movimiento empezó a crecer y a ganar respaldo. Fue el ámbito de encuentro de acttvistas o simples ciudadanos, muchos de los cuales militaban simultáneamente en otros ámbitos- Pero además del desarrollo de la organización, y del respaldo internacional que empezaron a obtener, su mérito radica en haber encontrado ekpunro débil de la trama discursiva del Proceso. Cualquier argumento podía ser' descalificado por los militares como ptopio"de "la· subversión apátrida', excepto el reclamo de una madre por su·hijo; un tema instalado en el· corazón de· los valores cnstianos que el Proceso decía defender. Fue la primera quiebra de lo que hasta entonces era un monolítico predominib. Hacia 198 l también reaparecieron los partidos políticos, que estaban en estado de hibernación y salieron a la luz. Reunieron a sus militantes, reaiizaron actos contestatarios en sus locales, y a veces en la calle, y constituyeron la Multipartidaria, una organización ala que ccmcurúe:ron radicales, peronistas y casi todos los partidos menores; para discutir la posibilidad de una salida política concertada.- Los alentaba la convocatoria al diálogo realizada por el presidente Viola en 1981, y los desalentó su deposición y remplazo por un "duro": el general Galtieri. ·Los partidos no conscitttfarr un:a·fuerza: demasiado consistenre~ ·eran fi:iúchos años· de destrtóvilización; de falta de·tenovación de los dirigentes; de envejecimiento' Pero eran una voz.más en un 22 coro que, .tibio al princoipio, a comienzos de 1982 sonaba ya con fuerza. Z2
Tcach, César (1996). pp. 25-88.
212'1'
LU!S 1\l1BER'f0.ROM~!UD:
Ea: eruemu11 di!.· Malvina&1r & w.ovilíZiwion de la sociecúul [snai Í~•cii¡piio:llllue: l!l!lOVÍfrir.i;¡¡iJD11J consei:Ewfu. uno de los demenrns de llai Jlª!'3-''inieiar·Wla ·guerra con Chik, .con mociva,d.eJai dlii;.lf'Ulll!a por el Calllal de.,-Ikagle,.. que:-se fu.istro pm:- la mediación dd Papm.. Qillenes había11 irnpulsado esa operación -sobre mdo los jefes navale:;; y algunos generales-opraron por d plan de Malvinas_23 @ .. pmyeci:.i. ~ ,b¡c;aba en un diag11ósi:ico preds.ID de los humores polícicos de la soGiedad..~{.Quien agirara las .banderas macionales al vienro podía CQJH;u-,.,de enxraión se- olvidaba y los milirares pasaban a ser la ex-
demoo
0
Véase Quiroga. Hugo (1994), pp- -391-409. La cuestión de las Malvinas escaba hondameme arraigada en el imaginario colecrívo, asociada con codos los n=mas desarrollados a lo largo del siglo XX por distintas vertientes del nacionalismo. P.uúcularmence, estaba la idea de que la Argentina cenía prometido un descino de grandeza, que no llegaba a realizarse por la· pérfida acción de enemigos exteriores. Antes de qw: la doctrina de la seguridad nacional transformara esca idea en uno de los instrumenros de la represión ideológica. hdbía ronsenso acerca de que el primero de esos enemigos era Gran Brecaña, no canco porque los ímereses bricánicos fueran codavía parciculannence imporrames sino porque Gran Bretaña se había apropiado de u'na porción del ccrricorio. La identidad nacional argemina, que no podía hacerse fuerre en d idioma, la religión o braza, arraigó sobre codo en el rermorio, y esca asociación era ran fuerce, que la pérdida de un pequeño fragmento suponía un cuesrionamíenro a la idenrtdad roda. Con posrerioridad· a la Guerra de Malvinas, esca poscura reaparectó con la discusión sobre los Hielos del Sur. Z3
24
SOCIEDAD DEMOCRJ\TICA Y POL{T!CA DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA
presión de la unidad nacion~:. todos los dirig~~tes P,()llticos, con ex~~pció.Jfll del radical Raúl Alfonsín, as1sneron a la <15unc1on de1 gobernador milntcar de Malvinas. Hubo up. eµtusi;ismo general, una suerte de frenes[: la acción milít~r vicroriosa sería el comienzo de la regeneración nacionaL Por o~ra parte, lqs m,iiirares cometieron un grueso error de apreciación de fasit~ación diplomática. Supusieroµ -contra roda evidencia-- que no só'lo cosecharían el.apoyo del "tercer mundo" y ios antimperial.isras, sino el respaldo 0 al .menos:la toleraricía de Estados UniqR~-- Quizás hast~ se engañaron acerca de las posibilidades de las fuerzas mÜ1rnres argentinas en la confronración con las briránicas. Estados Unidos hizo un esfuerzo: procuraron negociar p¡i.q1Ja J\rgerríµ~ 1,1.na mirada honros~ ,N~ ~ab~i;nos si '.~s militares hubieran.considerado .esa alcemaciva. Pero la mov1hzac10n parnotica, que desata+on.ies cerró el Gamino de la negocia~ión. También lo cerró la posición intransigente de Gran Bretaña; su·gob1emo, ~ue enc~eza~a M;u,;g;µ-et; Thatcher, mnbi~n descu\;>rió las enormes_ ventaps políncas de una gµerra victoriosa, y deci<:lió denot;;tr a los argen,o~os. • . . .... _ _ Asf,·ocurrió, y en un lapso relativamente'breve' á medi~tlos de ~un:o, dos meses y medio después de la invasión, las tropas argena~,se n:i~1e. ton. Por entonces ya era evidenre la incapacidad de la conduca~n m:ticar, la falra de roda preparación, la inexperiencia y carencia de equ1parruenro de las tropas. En• ese punto, la enrusiasra movilizació~ ~nicial se transformó· como ocurre norm;ilmente ante una derrota militar, en un mov1mi~nto de fra conrra: los. responsables. Para unos, los militares eran malos por haber perdido una guerra que debieron ganar. Para orros, lo eran por haber empezado una guerra que nunca podrían haber ganado. Eran dos opiniones en el fondo distinras, pero qi.:e en la ocasi?n se _sumaron. Simultáneamente; comenzaron a salir a la luz tesnmontos hasta entonce~" cª1l;i@_s,·.4c;J¡¡,represí9n:::eamp_Qs de concentración, r~ni.:ras, asesinaros •m~i:.;.~;:-Él desprestigio mllitar fue roral, y acentuó las d1vis1ones 1nrerna~, 'pues algunos jefes culparon ~ei fracaso a los orros-,~l resu~t~do fue la dectsión de buscar, lo más rápidamenre posible, una salida polmca e msmuc10: na! que devolviera el poder a los civiles. Toi;iada es: decisi_ón, trataron de .negociar la retirada y, básicamente, de ase~ur~rse la impunidad. . Mientras los militares se rep}eg¡i.b;i..o,, el c;9r.qAe..prorestas de la soi:;¡~dad «wecióde:manera';¡bruñiadora. Eran decenás o cientos de quejas par:1ales, que se agregaban y sumaban. H;¡bía grupos específicamen~e perjud1_cados por algunas medidas económicas, como los deudores de presramos_ h1porecarios indexados, que la ínflación había transforma~~ en suma~ s1~erales. Grupos de vecinos, de barrios o localidades, se movilizaban sol1danamente y a veces exploraban en los "vecinazos". Proliferaban los grupos cultura-
224
LUIS ALBERTO Rüi'v!ERO
les y artísticos -desde los teatrales a los de música- y los festivales de rock se convirtieron en manifestaciones políticas implícitas. Había jóvenes que se reunían en enormes manifestaciones a Luján, mientras en las universidades se reconstituían los centros estudiantiles. Err las fábricas reaparecíarr las comisiones por planta y la CGT organizaba sucesivos paros, para reclamar por un objetivo muy propio de los dirigentes -la "normalización" de los sindicaros- que asociaban con el reclamo más general contra los militares. 25 Las Organizaeiones de Derechos Humanos, a su ve:z., integraban estas demandas parciales en un común reclamo por la vida. De una manera similar a lo ocurrido luego de 1969, este conjunto de reivindicaciones, reclamos y expectativas parciales se sumaba, impulsado por una lógica de ia agregación. Otra vez, la realidad parecía transparente, estaba claro donde estaba el pueblo, que empezaba a ser denominado "la gente", que ern buena, y el pequeño grupo de los malos, los enemigos del pueblo. Sin la virulencia de 1973, y sin la violencia, otra vez la esperanza renacía en la sociedad. Sobre esa renacida fe colectiva, que se asentaba en el rechazo del régimen militar, se reconstruyó la democracia.
Referencias bibliográficas Abas, Álvaro (1984), Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), Buenos Aires. CEAL Aka.mirano, Carlos (1996), "Régimen autoritario y disídencía intelectual: la experiencia argentina", en Quiroga, Hugo y CésarTcach (comp.), A veinte años del golpe. Con memona democrática, Rosario, Horno Sapiens, pp. 59-66. Canitrot, Adolfo (s/f), Orr:kn social y .monetarísmo, Buenos Aires, CEDES. Cavarozzi, Marcelo (1983).AutorítarÍsmo y democracia {1955-1983), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, pp. 36-59. CONADEP, (1984), Nunca más, Buenos Aires, Eudeba.
Corra.di, Juan E. (1996), "El método de destrucción. El terror en la Argentina", en Hugo Quiroga y Cés:u:Tcach (comp.), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Horno Sapiens, pp. 87-106. De Pávitellio, Lucia.no y Romero, Luis Alberto (eds.), (2000), Grandes discursos de la historia argentina, Buenos Aires, Aguilar. Gerclmnoff, Pablo y Llach, Lucas (1998), "Vértigo económico en tiempos violencos", en El ciclo de la ilmión y el desencanto, Buenos Aíres, Ariel, pp. 333-38 l.
25
Abos, Álvaro (1984).
SOCIEDAD DEMOCRJÍ.TlCA Y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
225
Gillespie, Richard ( l 988), "La retirada hacia el exterior ( l 976-1981) ". en Soldados de Perón. Los JVfontoneros, Buenos Aíres, Grijalbo. pp. 277-328. Groisman, Enrique (1984). "El 'Proceso de Reorganización Nacional' y el sistema jurídico", en Osear Oszlak (comp.), "Proceso': crisis y transición democráÚca J. Buenos Aíres, CEAL, pp. 61-68. Halperin Donghí, Tulio (1994), La farga agonía de la Argentma peronista, Buenos Aires, Arie!. O'Donnell, Guillermo (1984), "Democracia en la Argentina: micro y macro", en Osear Oszlak (comp.), "Proceso", crisis y tmnsición democrática 1. Buenos Aíres, CEAL, pp. 12-3 l. Quiroga, Hugo ( 1994), "Obíetivos dd golpe estratégico" y "La guerra como forma de legicímación", en El tiempo del "Proceso''. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983. Rosario, Editorial Fundación Ross, pp. 49-80 y 391-409. Schvarzer, Jorge (l 986), La política económica de Martínez de Hoz, Buenos Aires, Hispamérica. "Objetivos del golpe estratégico". -
(1996), "La política económica como política. de poder", en Hugo Quiroga y César Tea.ch (comp.), A tJemte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Horno Sapiens. pp. 87- l 06.
Seoane, María y Vicente Mule1ro (2001), "General de la noche", en El dictador. La histon·a secreta y piíblica de Jorge Rafael Vide/a, Buenos Aires, Sudamericana, pp. 215-372.
T cach, César ( 1996), "Partidos políticos y dictadura militar en Argentina", en Silvia Dutrenit (coord.), Dictadura partidaria y dictaduras:Argenúna, Uruguay y Brasil, México, Instituto Mora, pp. 25-88.
CAP ÍTVLO VI ll
LA EXPERIENCLA DEMOCRÁTICA, 1983-1999
,,
A parcir de la derroca de Malvinas, y al calor de una fuerce movilización de la sociedad, comenzó el proceso de construcción de la democracia, coronado con la elección de aucoridades constitucionales a fines de 1983. Desde esa fecha y hasta 1999 se desarrollan en paralelo dos procesos. Uno es el de la política democrática, es decir la participación ciudadana, los partidos, las auroridades y las ínscicuciones. El otro es el de las transformaciones de la economía, el Estado y la sociedad; esca historia es en realidad la segunda parte del proceso iniciado en 1976. En este cap(tulo se mostrarán estas evoluciones, a la luz de una doble pregunca: en qué medida las circunstancias de la economía, el Esrado y la sociedad afectan las instituciones democrárícas, y hasta dónde estas inscitµciones pueden modificar los datos de aquel proceso.
l. La construcción de la democracia
La derrota de Malvinas desató una fuerte crisis dentro del gobierno militar, que empezó a resolverse con el relevo del presidente Galtieri, y su reemplazo por el general Bignone. Éste de inmediato anunció un próximo llamado a elecciones, finalmence establecido para octubre de l 983. En ese iapso los militares intentaron negociar con los partídos políticos y asegurarse de que no habría investigaciones sobre las violaciones a los derechos humanos y otras acciones ilícitas de esos años. Estas negociaciones finalmence fracasaron. La crisis del régimen y la expecraciva de las elecciones generó un gran interés sobre las cuestiones políticas. Se tracaba de prácticas y normas olvidadas: en realidad, varias generaciones de ciudadanos no las habían conocido nunca, de modo que la sociedad realizó una suerte de curso acelerado de instrucción cívica. Ese incerés se manifestó apenas los partidos comenzaron su campaña de reafiliación. El éxito fue notable: cientos de miles de ciudadanos se afi-
228
LVlS ALBERTO ROME.RO
liaron a los partidos cradicionales -la UCR, el jusrícialismo- y a algunas fuerzas nuevas, como el Partido Intransigente, que reunió a militantes de distintas agrupaciones de izquierda. Pese a que los grandes dirigentes tradicionales permanecieron por un tiempo al frente de los partidos, la renovación fue importante y pronto fue visible la formación de una camada de dirigentes jóvenes, en muchos casos provenientes de la militancia estudiantil, con una preparación teórica y discursiva mucho mayor que la de los viejos dirigentes. También fue notable el acercamiento de académicos y universitarios a la política. Desempeñaron un papel algo distinto del de sus predecesores, los intelectuales: en la nueva situación se trataba, sobre todo, de aportar a ios políticos un conocimiento técnico especializado. Esta transformación fue más notable en el Justícialismo (nombre técnico del peronismo), que hasta entonces había sido reacio a tener una estructura partidaria y había preferido la organización más laxa del movimiento. En ella, los grupos corporativos organizados, y muy particularmente los sindicatos, podían desempeñarse simultáneamente en el campo gremial y en el político, donde hacían valer su organización y sus recursos financieros. Esta siwación, característica del peronismo desde 1955, se revirtió con la afiliación masiva, la formación de una estructura de base territorial a partir ele las unidades básicas (nombre de los comités dentro del peronismo) y la constitución de un elenco de dirigentes ajeno al sindicalismo. Las dos formas de organización convivieron durante un tiempo. y hasta se enfrentaron. De momento, los grandes dirigentes sindicales, como el mernlúrgico Lorenzo Miguel, conservaron una posición importante, pero gradualmente las nuevas estructuras partidarias arrinconaron a las antiguas. Lo más notable de la transformación del peronismo es que empezó a abandonar la idea de ser la representación auténtica y única del pueblo. Esto fue común a todos los que participaron en esta construcción de la democracia, tan diferente en este aspecto de todas las.experiencias anteriores. Cada fuerza política se consideró a sí misma como una parte de un todo que contenía elementos diferentes. La diferencia y la pluralidad se convirtieron en valores, y la relación entre las distintas partes fue concebida en términos de diálogo, de discusión racional y argumemativa, de colerancia y, en general, de pluralismo. Se ha señalado, inclusive, que esta tolerancia resultó excesiva: por evitar la confrontación se eludieron o postergaron las cuestiones que dividían, y por mamener la unidad y el consenso muchos ternas fundamentales quedaron fuera del debate. Sobre todo, ia práctica política se impregnó de contenidos éncos. Se convino en que había un conjunto ele valores indiscutidos, amenores a cualquier postura política, y que los fines debían evaluarse en relación con
SOCIEDAD DEMOCRliTICA Y POLÍT1Ci\ DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
229
los medios requeridos para lograrlos. En el extremo, en ningün caso un fin justificaba el empleo de medios que vulneraran los derechos humanos. Había en esto una reacción vigorosa comra las prácticas represivas del Pro,ceso, cuyos horrores se iban descubriendo día a día. Pero además, la acción de las organ1zac1ones de defensa de los Derechos Humanos. y muy especialmente Madres de Plaza de Mayo, mostraron con el ejemplo la importancia ele estos valores y su enorme capacidad de movilización ciudadana. En este sentido, la experiencia que se inició en 1983 es inédita en la historia política de la Argentina contemporánea. Por primera vez. los contenidos específicamente democráticos de la política, ligados con la soberanía del pueblo, se combinaban con los proveniemes ele la tradición liberal: el valor absoluto de los derechos humanos, su garantía frente a eventuales abusos del poder, la convicción de que ese poder debía ser controlado y balanceado de acuerdo con la preceptiva republicana. Como ocurría por entonces en las sociedades democráticas de Occidente, democracia y liberalismo se conjugaban. La fe en las potencialidades de esta construcción democrática se robustec1ó debido a la experiencia de los últimos actos de la represión por parte del gobierno militar -un par de secuestros y asesinatos notorios- y también por la acción, más modesta, de la policía frente a la creciente movilización ciudadana. La CGT y los sindicatos aportaron mucha gente a los actos callejeros, pero la mayoría de quienes partÍctparon en las movilizaciones y marchas por la democracia, que se sucedieron en todo ese largo año, fueron stmplemente ciudadanos. Su presencia en las calles recordaba vagamente las ¡ornadas de 1973 o 197 4; pero a diferencia de aquéllas, no había nmguna Intención de "ocupar espacios", ni mucho menos de dirimtr pujas internas. Tenían el carácter alegre, pacífico y confiado de los ciudadanos que habían puesro sus ilusiones en la democracia. A la movilización contra el régimen militar siguió, sin solución de continuidad, la confrontación electora!. El justicialismo presentó una fórmula integrada por dos políticos tradicionales; por detrás de ellos aparecieron figuras como la de Hermínio Iglesias, candidato a gobernador de Buenos Aires. representativas del peronismo más tradicional y folclórico. La campaña de Luder tuvo como eje una consigna de 1973. "dependencia o liberación", cuyo senndo ya se había obídado. 1 En la Unión Cívica Radical emergió la candidatura de Raül Alfonsín. Su propuesta armonizaba exactamente con la sensibilidad ele la hora: vi1
Se hiw famoso un biooper del canclidaco a vicepresidence Bind: "La opción es
hoy la dependenc1;i " la liberaC11in, y nomcros ciegnnos la depcn
230
LUIS ALBERTO ROMERO
gencia de la Consúmcíón, juícío a los milicares responsables de delirns, modernización de la sociedad y e! Esrndo. Todo ello habría de lograrse con la democracia, presem:i.da como b panacea. Alfonsín compleró su discurso denunciando el "pacro mifüar- sindical" que gesraban los Jefes peroniscas. 1 Con ese baga¡e se impuso en las eleccwnes con relaciva comodidad: por primera vez en su hismna de medio siglo. los peroniscas eran derrot:idos en una elección general.-' En suma, emre 1982 y 1983 se consciruyó una ilusión democrácica. Con ella, elecciones mediame, se creía llegar a la cierra promerida, sin esfuerzos y sm couflicrns. Quedaba por ddame un l:irgo trabajo instirucíonal, de reconstrucción del Escado republicano y de las ínsricuc10nes democrácicas. Difícilmeme se hubiera avanzado sin la consEicución de ese capiral de confianza 1níc1aL A la vez, quedaba abierto un problema: qué pasaría cuando esa ilusíón, y las demandas y ex:pecracivas que había generado -que [[ascendían ampliarnenct: lo específicamence políuco- se confroncaran con las condiciones de la realidad. Esra confromación consticuye lo cemral de la democracia en obra, que analizaremos enseguida.
2. La democracia en obra: Alfonsín El primer gobierno del m1evo ciclo dernocrácico comenzó con enormes expeccarivas. Infinidad de redamos, de índole diversa, se habían acumulado durance los llamados "años de plomo", y los reclamames, convencidos de que la democracia era la panacea, esperaban ver codos ellos resueltos, de inmediam. Emre ellos, nacuralmeme, los de índole económica. El enmsiasmo en que se basó la recons¡rucción democrárica ocultó la magnimd de los problemas que debía enfremar el nuevo gobierno. La crisis económica, que se desencadenó con el derrumbe financiero imernacional de 1982, seguía sm resolverse. La deuda externa operaba como un límite ramo para la economía como para la capacidad de decisión del Estado, afectada también por la polírica de desmamelamiemo, de modo que el insrrumenrn mismo con el cual el nuevo gobierno debería instrumentar sus políticas esraba deceriorado. Por otra parce, la unanimidad democrácíca apenas oculraba el poder que conservaban los rradicionales acrores corporativos, que habían dado un
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
paso atrás, sin desaparecer: las Fuerzas Armadas, los nuevos grupos económicos concentrados y también los sindicales y hasta la Iglesia. Todos ellos [enían buenos·vínculos con el peronismo pero escasa comunicación con el panido radical. 4
La civilidad: su fuerza y sus límites La base de apoyo del presidente Alfonsín era, naturalmeme, la UCR. Aunque había comenzado a transformarse, conservaba mucho de su amiguo escilo, y ciertamente carecía de la fuerza necesaria para encabezar un proceso de rransformación política y social. Pero además, Alfonsín comaba con un amplio apoyo en la civilidad, convertida, al menos transitoriamente, en actor político. Se crataba de la gente, una fórmula que remplazaba a ocra desgastada: el pueblo. En otros términos, distintos sectores de la sociedad que, más allá de sus preferencias políricas, se movilizaban para reclamar del Estado distímas decisiones polícicas -aunque iigadas a sus reivindicaciones específicas, no eran consideradas amagónicas- y rambién para apoyar al gobierno en la tarea de reconstruir la democracia. Era un movimiemo heterogéneo, unido por el repudio al Proceso, por la reivindicación de! bien común y de los valores écicos y solidarios: en suma, el legícímo heredero de ia reconscrucción democrática. Fue notable la capacidad de Raúl Alfonsín, primero como candidato y luego como Presidente, para unir y tensar ese movimiento, desracar lo que tenían en común y relegar las diferencias. Cada vez que la reconstrucción democrática pareció amenazada, los convocó y recibió su adhesíón. Es posibie reconocer en esto los elementos de una situación plebiscitaria: el pueblo unido, en la plaza, aclamando al líder. Hasta es posible que Alfonsín haya especulado con esa alrernativa, en su convocatoria a la constitución del Tercer Movimienro Hisróríco, al que concurrirían. "con sus banderas", radicales, peronistas, socialis¡as o demoprogresístas.5 Pero a diferencia de otras situaciones plebiscitarias, propias de la amigua ¡radic1ón democrática, la relación se caracterizó, anres que por la apelación sentimental, por el plameo de cuesriones programáticas, de alternativas que debían ser discu-
4
2
Vé:ase el discurso de Raúl Alfons(n dd 1O de diciembre de 1983, "Consmuir la unión rracional". en De Pnvi,dlio, Luc1a110 y Romero, Luís Alberto (eds.) (2000). 3 Vé:ase Tom:, Juan Carlos {l 995), pp. l 77-18 l.
231
'º en
Parrandero, Juan Carlos (1984), pp. 145-184 (ei re:cro de Porcanriero fue escri1982 y ac(Ualizado en 1984). 5 La propuesta fue duramenre resisrida en las filas de ia UCR.
232
LUIS ALBERTO ROMERO
tidas en términos racionales, ya fuera en el registro de la campaña electoral o en el más imelectual del Discurso de Parque Norte. 6 Sobre esa base, A1fonsín consiguió sus éxitos más importantes. En primer lugar, el juicio a los miembros de las Jumas Militares y a los principales jefes de las organizaciones armadas. En el caso de los militares, el criterio fue separar -por una parte- la institución, y -por otra- quienes ocasionalmente fueron los responsables de su conducción y de los crímenes que el informe de la CONADEP había establecido con precisión. Falló su primera apuesta: que las propias Fuerzas Armadas juzgaran a sus miembros criminales; tuvo éxito la segunda: la Cámara Federal los juzgó y condenó. 7 De inmediato se discutió si se había juzgado a todos los responsables; a la vez, con posterioridad los condenados fueron indultados. Nada de eso cambió ese resultado trascendeme, con pocos precedentes o consecuentes: el juicio de los responsables de crímenes cometidos desde el Estado y en nombre de él. Otros logros contaron con el respaldo de la civilidad: la aprobación de la ley de divorcio vincular, que enfremó al gobierno con los sectores tradicionales de la Iglesia, todavía muy fuertes y se firmó el acuerdo con Chile por el Canal de Beagle. 8 En general, fue estimada toda la política exterior del gobierno, pues la Argemina recuperó el prestigio perdido con la Guerra de Malvinas, y exhibió una posición independiente frente a Estados Unídos.9 En cambio, ese apoyo de la civiiidad fue insuficiente a la hora de enfrentarse con los grandes poderes corporativos. El primero fue el sindical: una ley que imentaba modificar los procedimientos de elección de autori6 El discurso que Alfonsín pronunci6 ante los dirigentes de la UCR en Parque Norte ("Una Argenrina moderna, participativa y solidaria", 1 de diciembre de 1985) -en el momento del éxira del Plan Austral- contiepe sus ideas generales sobre la transformacíón de la sociedad, el Estado y la política. V bse De Privicellio, Luciano y Romero, Luís Alberra (eds.) (2000). 7 Véase el "Alegara final del juicio a las Junras Militares" (18 de septiembre de 1985) del fiscal Julio Srrassera, quien acusó a los ex Comandantes. Así termina su alegara: "Señores jueces: quiero renunciar expresamenre a coda precensi6n de originalidad para cerrar esca requisiraria. Quiero utilizar una frase que no me pt;rtenece, porque pertenece ya a codo el pueblo argentino. Señores jueces: NUNCA MAS". De Prívicdlio, Luciano y Romero, Luis Alberto (cds.) (2000). 8 Al momenra de tratarse su rarificaci6n por el Senado, se realizó un plebiscito no vinculante, en el que el "Sí" obtuvo amplia mayoría; pese a eso, la aprobación en el Senado se logr6 por escaso margen, debido al voto adverso de buena parte de los justicíaliscas. 9 Alfonsín viajó mucho, y fue muy apreciado por los gobiernos que lo asociaban con la democracia, un valor por entonces en alza en el mundo.
SOCIEOi\0 DEMOCRATICA Y POLÍTICA DEMOCRÁ.TlCA EN LA ARGENTINA
233
dades en los gremios, la ley Mucci. fue rechazada por el Senado; el hecho ele que lo fuera por apenas un par ele votos no atenuó la dureza de la derrota.10 De ahí-en más, el grerníalismo enfrentó sisternáricameme al gobierno. El secretario general de la CGT Saúl Ubaldini, una figura con cari;ma, convocó sucesivamente a trece paros generales, reclamando al gob,ierno cambios en la política económica. Los paros fi.1eron exitosos, y culminaron usualmente en grandes manifestaciones en la Plaza de Mayo. Ubaldini no tenía una propuesta demasiado precisa. pero se hacía cargo de todos los reclamos insatisfechos: de alguna manera, pedía cuentas por la ilusión. Ante la cuestión económica, la civilidad estaba dividida. Más rotundo fue el fracaso ante el poder militar, que no podía atenuarse con el argumento de la división ele la civilidad. Luego del juicio a las Juntas, hubo una gran cantidad de presentaciones judiciales contra militares vinculados con la represión clandestina. Miencras los ex Comandantes estaban ya retirados del servicio, en este caso, se trataba de oficiales en actividad, de rango medio, y las Fuer1.as Armadas, que habían aceptado la condena ele los ex Comandantes, reaccionaron en forma corporativa en defensa de sus camaradas. 11 En Semana Santa de 1987, un grupo de oficiales y suboficiales se atrincheró en Campo de Mayo para oponerse a las citaciones judiciales; ínsi.stieron en que no se trataba de un golpe de Estado, pero de hecho la autoridad constitucional estaba cuestionada. Así lo entendió la civilidad, que unánimemente salió a las calles y plazas de todo el país en respaldo de las instituciones y sus representantes. Los mandos de las Fuerzas Armadas también afirmaron su acatamiento a las autoridades y su disposición a someter a los 'sediciosos. Pero en rigor, no hubo un solo oficial dispuesto a realizar una«tcción concreta para dominar al pequeño grupo atrincherado en Campo de Mayo. 12 El consenso democrático dominaba el discurso; la civilidad _ocupaba la calle; las Fuerzas Armadas acataban, pero todo eso no
10
Entre otras cosas, la ley pretendf:i que las minorías tuvieran representación en la conducci6n sindical; esca posibilidad era juzgada escandalosa por los dirigentes gremiales. 11 El gobierno había propuesto originariamente un criterio: distinguir entre los responsables, los que habían cumplido 6rdenes y quienes se habían excedido. cometiendo acciones aberrantes. De acuerdo con ese criterio, hizo sancionar la ley de Punto Final que ponía un pino a la presentación de demandas judiciales; el efecto fue d contrario que el buscado: una avalancha de demandas tensó a la corporación militar. 12 Los amotinados indudablemente concaban con el apoyo no declarado de amplim sccrores de las Fuerzas Arm"das. y probablemence con la simpatía de secrares significauvos de la sociedad, aunque no se atrevieran a decirlo.
234
LUIS ALBERTO ROMERO
fue suficiente. Finalmente, el presidente Alfonsín debió llegar a un acuerdo con los sublevados, que se tradujo poco después en la ley de Obediencia Debida: los oficiales subordinados no eran responsables de acciones realizadas en el cumplir111emo de órdenes. La decisión, que de todos modos depba abierta algt111as puertas para continuar con las causas, no bastó para calmar a la corporación militar, decidida a lograr una "reivindicación" por su actuación en la "guerra" contra la subversión. 13 El problema siguió abierto, y a lo largo del gobierno de Alfonsín se repitieron episodios parecidos al de Semana Sama. Indudablemente, el apoyo de la civilidad era Ínsuficieme a la hora de enfremar a !os grandes poderes corporaüvos, que habían retrocedido pero no desaparecido.
La economía: postergar el problema 14 A fines de 1983. la economía argennna estaba escaneada: la 1nfhcíón era alca, lo mismo que el déficit esrnDI. y la deuda excerna pesaba duramente, obligando a permanentes negociac10nes con los organismos imem
Tales los terminos con que, por entonces. los militares planteaban la cuestión. Véase Gerchunoff, Pablo y Uach. Lucas (1998), pp. 381- 420. 15 Sobre todo luego de que en 1982 Mé.xíco declaró el cese de pagos, descalabrando aún más d sistema financiero mundial. 14
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTlCA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
235
ma productivo, auibuida a la protección arancelaria y a los subsidios y prebendas que el Estado daba a los empresarios. Los subsidios, sumados a un improductivo crecimiento de su burocracia y a la falca de eficiencia ele la recaudación fiscal, colocaban al Estado en situación de déficit perman'~nte y lo obligaban a emitír moneda, lo que constituía la principal causa' de la infiacíón. A su ve7., una 1111:1ación sostenida se devoraba los ingresos fiscales y cerrab:,, ~ste círculo vicioso. Las recomendaciones generales -abrir la economía, ajuscar el Estadosignificaban un giro en !as políücas económicas mantenidas desde 1930, y que el gobierno militar había modificado sólo parcialmente. 16 Se discutía si ese "agoramíemo del modelo" tenía razones intrínsecas o se debía principalmente al endeudamiemo externo. Era una discusión académica: en 1984 debía hacerse algo, debían encararse reformas. La orientación general venía ya prefigurada, y era la seguida prácticamente por todos los escados capitalistas; pero dentro de esa línea genera) eran posibles varíantes y matices, akernacivas más regresivas o más ígualicarias y solidarías. No era sólo cuestión de intenciones o de buena voluntad. Mucho dependía de la fuerza pollcica con la que esas reformas se encararan. Por distmcos motivos, Alfonsín no consideró que esca cuestión fuera priorícana. Es posible que todavía no se hubiera hecho cargo de lo irreversible de las cransformaciones y io urgente de las respuestas. Es posible, también. que prefiriera postergar una cuestión que implicaba confiictos y enfremamiemos, y le diera preferencia al robustecimiemo del sistema polírico e insciwcional, que requería un gran esfuerzo mancomunado_ 17 Lo cierto es que, cuando el gobierno dispuso de más fuerza polítíca, no la utilizó para encararlas. En 1984, bajo la conducción del ministro de Economía Grinspun, se aplicaron las polfricas clásicas de la CEPAL, que habían funcionado en la década de 1960: aumemo de salarios, control de precios, apuesta al mercado interno. En ese momento, con un aparato productivo muy dañado, la consecuencia inmediata fue una fuerte inflación, que dejó al Estado al borde 16 La incervendón de Marrínez de Hoz había sido eficaz en la destrucción dd sector productivo nacional, pero en cambio no había reducido los gastos del Estado ni resuelto el probiema de la inflación. i? El cerna de las reformas no era popular. Todavía eran fuertes los grupos corporadvos que recibían subsídios o prebendas estatales; enrre ellos estaban los sindicatos y los nuevos grupos económicos concentrados. Por otra parte, la civilidad que apoyaba al gobierno asocíaba las reformas con las impulsadas por Marrinez de Hoz, y consideraba que cualquier cambio seria negadvo.
236
LUIS ALBERTO ROMERO
ele .la insolvencia. Por otra parre, para la deuda externa se trató de formar un "club ele deudores", una propuesta ciertamente muy digna, pero que generó desconfianza en quienes debían renovar, mes a mes, los créditos que permitían no caer en la cesación de pagos. En 1985, y con la economía al borde del descontrol, un nuevo equipo económico encabezado por Juan Sourrouille, lanzó el Plan Austral. Fue una propuesta innovadora y exitosa: se congelaron precios y salarios, se redujo la tasa de interés y se desindexó la economía, con el objeco de frenar la inflación; el Estado, por su parte, se comprometió a hacer su parte y no emirír moneda, para lo cual encaró una reducción de sus gastos. El plan mvo éxito sobre todo porque fue bien recibido y generó una amplia confianza: los distintos sectores aceptaron la tregua y colaboraron en la política antinflacionaria. Lo más exitoso del Austral es que no afeC[Ó directamente ningún interés. Nadie perdió. Sin duda, era una solución parcial, y también una base excelente para encarar las reformas de fondo. El gobierno no lo hizo, quizá por las razones antes señaladas: consideró que no había sustento político, por ejemplo, 18 para reducir drásticamente el empleo público o privatizar empresas. La solidaridad social que permitió en 1985 mantener controlada la inflación empezó a ceder en 1986: hubo reclamos exitosos por aumentos sa.lariaies y subas de precios. A fin de año la inflación se había reinstalado. En 1987 el gobierno se decidió, finalmente. a encarar las políticas de reforma y ajuste. Pero carecía de fuerza políoca. de modo que previamente decidió acordar con las dos grandes corporaciones: el grupo más concentrado de los empresarios y los dirigentes sindicales ocuparon puestos importantes en el gobierno. Fue, junto con el episodio de Semana Sanra, la seflal más clara del fin del empujeseformista y ciudadano de 1983. 19 En esas condiciones se encaró una profunda reforma impositiva, se planteó una razonable privatización de las empresas
t8 Adolfo Canitrot, el segundo en responsabilidad en el eqt.t:ipo económico, se pregumó más tarde qué hubiera pasado sí los sucesos de Semana Santa hubieran enconcrado un eco favorable en los dirigentes sindicales o en el peronismo, disconformes por las políricas reformistas. 19 Se ha señalado que en ese acuerdo estuvo su debilidad, porque cualquier reforma exitosa requería, como condición inicial, una fuerza política independienre de los inten:ses sociales, que impusiera a cada uno su cuma de coseos y sacrificios. Hacia fin de año el gobierno fue derrot:tdo de manera contundenre en las elecciones legislarivas y de gobernadores, y su fuerza""' redujo más aun.
SOCTEDAD DEMOCRÁTICA y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
237
di da chocaba con un interés corporattvo y se esterilizaba. 20 E! gobierno va había perdido el rumbo y se encaminaba a su crisis final. ,
La tramfonnación del peronismo El peronismo que enfrentaba a Alfonsín ya se parecía poco al tradicional movimiento que se encolumnaba detrás de su líder. La transformación comenzó en 1983, con la reorganización de los partidos. Se abandonó entonces el vemcalismo -la Jefatura de Isabel Perón fue sólo nomina.!- y cada dirigenre debió ganar por las suyas su espacio de autoridad. Lo singular fue que -contra algunos pronósticos- el peronismo no se desintegró sino que se fortaleció. quizá porque se comb111aron los elementos vie¡os con los nuevos. El peronismo empezó a ser un parcido. organizado en comités, distritos y provincias, y los dirigentes sindicales fueron gradualmente aceptando que para hacer política debían moverse en ese ámbito. Tuvo un programa, acorde con los tiempos democráticos, un Congreso y normas adecuadas para la competencia interna y la elección de autoridades. Pero a la vez, los dirigernes smdicales y los caudillos provinciales -ambos se habían fortalecido durante el largo período de la proscripción- mantuvieron sus po~iciohes dommanres. Lorenzo Miguel, el dingente metah'.1rgico y jefe de las 62 Organizaciones, fue durante mucho tiempo el principal dirigente partidario. Parcialmente renovado, y adherido a ideas y consignas propias de otros tiempos, el perontsmo no pudo competir con el nuevo radicalismo y fue derrotado en 1983 y en 1985. Por entonces ya había crecido un movimiento interno, la Renovación Peronísta, 21 ciue buscaba completar esos cambios; luego de una ardua disputa con los grupos más tradicionales, ganaron el control partidario. Tuvieron un destacado desempeño en las eleccione.> de 1987, cuando ganaron varias gobernactones importantes. La Renovación completó la norma.lización instimcional partidaria, adhirió plenamente a los principios democráticos, eliminó los vestigios del "movimiento" y sobre todo la idea de representar. única y unánimemente, al "pueblo", y aceptó jugar el íuego del bipartidismo. Fue totalmente solidario con el régimen democrático y acompañó al gobierno en causas que iban más a.llá de lo partidario, co20 Un ca.so paradigmarico fi1c el encendido rechazo del por entonces senador Eduardo Mcnem al proyecro de pnva(!zar Aerolíneas Argentínas, con argumentos del más prisnno nacionalismo, que dos anos después había olvidado. 21 Sus dirigentes eran 1\mo1110 Caficro, Carlos Grosso, José Manud de la Sota y Carlos Mcnem.
238
LUIS
AL~ERTO
ROMERO
mo el pleb1scírn por el Beagle o la dc:fonsa msmucional en Semana Santa de l 987. Pero se diferenció del radicalismo al hacc:rse cargo de los reclamos sociales, cada vez más fuertes a mcc.lida que: d gobierno fracasaba en las n1esriones económicas. Por enronces, b Renovación Peronisu se opuso, en nombre de los intereses populares, a las propuestas de reforma del Esrado. lnmediatameme después de la elección de 1987, comenzó la disputa por la candidamra presidencial de 1989 emre Amonío Cafiern, el más destacado dingence de la Renovación, y el nojano Carlos Menem, por entonces poco más que un personaje pintoresco de una provincta menor. En la disputa, Menem demostró una singular capacidad para sumar a los dingemes y grupos más dispares: todos aquellos que, por una u otra razón, lénían algún agravio con la conducción de la Renovación. En su campaña interna, y luego en la campaña presidencial que siguió casi sm incerrupción, urilizó muchos de los recursos tradicionales del peronisrno, sumandos a ouos que recordaban las técnicas ele los grupos evangélicos pencecosralistas. Pero mancuvo su coirrciderrcia con la Renovación en un aspecro prmcipal: el peromsmo era un panído, y '.lo la represen ración roca! del pueblo.
La cnsis de 1989 Las elecciones de 1987, el triunfo del perornsmo renovador y la evenrual candidatura de Antonio Cafiero hacían pensar, por efl(onces, en una elección de 1989 en la que el pamdo opositor sucedería al partido de gobierno, según los cánones democráticos. El relevo se produ¡o. en cambio, en medio de una siruación catastrófica, a la que llevó la combinación de facrnres de fondo y ouos más coyunturales. Los problemas de fondo se hallaban en la economía y el Estado. La combinación de aka inflación, deuda externa y défirn fiscal crónico colocaban al Estado al borde de no poder mantener en funcíonamienro su maquinaria. La solución inmediar.a, la emisión de moneda, era transitoria, pues licuaba los ingresos fiscales presentes y futuros. La solución medi~ta era el ingreso de fondos del exterior, cada ve:z.. más improbable, por la comracción imemacional y por la poca confianza que despertaba el Estado argemino. En septiembre de 1988 el gobierno lanzó el "Plan Pnmavera", consistente en sustanC!a en encarar las transformaciones esrrucmrales y lograr, a cambio. financiam1enco de corro plazo. Pero el bloqueo a esas transformaciones, realizado por e! peronismo canto en el Congreso como través ele los sindicarns de empresas estatales, mostró que no era viable. El cuadro sombrío se completó cuando ei Banco Mundial anunció que suspendía los crédi[Qs al gobierno. En
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
239
suma, los probiemas económicos llevaban a la parálisis gubemamemal_22 A esto se agregó la campaña realizada por el candidarn justicialisra Car!os Menem. Mientras el candidato oficial Eduardo Angeloz propo.nía realizar ~n fuerte ~¡u~te en los gastos estatales -marcaría con lápiz roj~ lo que pod1a ser supnm1do-, Menem adoptó un estilo más mesiánico y propuso la "revolución productiva" y el "salariazo", es decir, un programa muy adecuado para ganar votos pero que no generaba uanquilidad entre los acrores princtpales de la economía. Tres sucesos se agregaron en el verano de 1988/1989; aunque obedecieron a causas diferentes, todos mostraron la crecíeme incapacidad del gobierno para gobernar. El primero, un nuevo levantamiento de los militares "carapímadas", encabezado en ia ocasión por su jefe natural, el coronel M. A. Seíneldín, que concluyó, como los anteriores en una indecisa transacción. P?co después ocurrió un episodio muy confuso, en el que un grupo izquierdma intentó copar un cuartel militar en La Tablada y fue objeto de una du-ta represión por parte de la policía y el Ejército. 23 Finalmente, por una serie de factores climáticos y técnicos, hubo un gran déficit energético, que obligó a largos cortes en el suminisuo. Para culminar, a prínc1píos de febrero de 1989, freme a una corrida bancaria, el gobierno decidió una devaluación. La devaluación desencadenó una fuerce inflación que pronto entró en la categoría de hiperinRacíón, o "híper". En ese contexto, se votó el 14 de mayo de 1989, y el candidaco jusricialistaobmvo una cómoda victoria. La transmisión del mando estaba prevista para diciembre, 24 un lapso demasiado prolongado dada la crisis, máxime cuando el presidente electo se negó a adelamar cuál sería su programa de gobierno. Por entonces, la hiperinflación había lic.uado la moneda y afectado la circulactón de mercancías, y se registraron vanos casos de asaltos a supermercados y otros episodios de violencia, que parecían anunciar una profunda crisis social. Eso decidió al presidente Alfonsín a adelantar la entrega del gobierno, que se realizó a principios de julio. Esca transmisión de mando es un episodio importante en la historia de este tramo de la democracia argentina. Como codo acontecimiento, lleva co~sigo distintos semidos y puede incluirse en diferentes líneas de explicac10n. Por una parte, se traraba de la primera transmisión constitucional del mando desde 1928, y la primera vez desde 1916 en que un presidente era reemplazado por la vía constitucional por un opositor. Esta connotación 22
Véase Palermo, Vicente y Novara, Marcos ( l 996), pp. 48-84. La composición del grupo militance que parricípó. era variada, pero su jefe, Enrique Gomarán Merlo, había sido uno de los dirígences históricos del ER!'. 24 Las decciones se habían amicipado para posibilitar una transición ordenada. 23
LUIS ALBERTO ROMERO
240
positiva desaparecía frente a la circunstancia de que, más que rransmistón, había habido un abandono del gobierno, una deserción, una declaración ele impotencia frente a la crisis, en la que se manifestaba una suerte ele abismo.
3. La democracia en obt·:1: Menem Tal como se lo percibió en 1989. con la hiperinflación la Argentina había tocado fondo. Ante la amenaza de una crisis social infinita, llena ele violencia, el programa del ajuste y la reforma, en cualquiera de sus variantes, apareció como el único viable. Sólo que su aplicación debía vencer infinidad ele resistencias provenientes de quienes, transitoria o definitivamente, resultarían perjudicados. De modo que su ejecución requería una capacidad y fuerza política que el gobierno de Alfonsfn no había tenido. 25 Carlos Menem, que acababa de ser decro presidente, lo logró. Examinaremos ahora cómo se reunió la fuerza política necesaria, y a continuación las características específicas del programa reformista, para considerar finalmente el proceso que lleva a la derrota del peronismo en 1999.
Caudillismo refonnista Entre las ideas rransmitidas por Menem en su campaña electoral -el salariazo y la revolución productiva- y sus primeras medidas de gobierno se produjo un giro de exactamenre 180 grados: el discurso de campaña, populista y pletórico del folklore peronista, se transformó en una versión del programa de ajuste y reforma, largar:nenre predicado por los organismos internacionales y por el establishmendocal. No es fácil saber cuándo se produjo ese giro.26 Es más .Eícil entender por qué. Sin duda, fue el espectáculo de la desinregración del poder político, y particularmente del presidencial, el que convenció a Menem de que, para reconstituirlo, no quedaba otra alternativa que plegarse a lo que era la tendencia dominante en el mundo capitalista, entre otras Cosas porque sólo recuperando el control de las grandes variables de la economía el gobierno podría gobernar efectiv3.IIlente. Coincidieron en es.to dos circunstancias:
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
había un único programa disponible, y la hiperinflación y la crisis social le daban a quien asumiera el gobierno y promeriera controlarla una libertad de acción inicial muy grande. El tono mesiánico de la campaña elecro,tal, cuando prometía el salariazo, no varió: se anunció una difícil travesfadel desierto, al cabo de la cual se llegaría a la rierra prometida.27 . . . El programa de aiuste y reforma, tal como se lo conocía por entonces, mdtca rumbo~ generales y deja la posibilidad de muchas variantes. Quienes han estudtado el tema señalaron dos aspectos concurrentes, que hacen a la manera específica de apiicarlo. Para los dirigentes del establishment, Menem era un converso de úlrima hora. Su origen peronista, su estiio como gob;:rnador (lo _había sido de La Rioja desde 1973), su campaña electoral, y hasra su esnlo personal no despenaban confianza auromática. Por esto, Menem debió aplicar el programa del ajuste y reforma de modo estricro y ortodoxo, casi exagerado. Por otra parte, la necesidad de aprovechar la coyuntura inicial favorable, cuando quienes podían resistir no encontraban cómo organizarse ni qué formulas alternanvas proponer, lo llevó a aplicarlo de manera urgente, con poca prolijidad y acumulando altos costos.28 Todo ello no amenguó la contunder1cía del triunfo inicial, político y sobre todo discursivo: el neolibernlismo, en su versión más esquemática y salvaje, dejó fuera del escenario a cualquier otro discurso, induyendo el de defensa de los inrereses populares, que habitualmente provenía del peronismo. La ejecll;ción del proyecto reformista estuvo a cargo de un grupo estrechamente ligado con Menem, cuyo funcionamiemo puede ser asimilado -en términos récnicos- con el de la "banda". 29 Había un "jefe", que tomaba bs grandes decisiones, sin ocuparse demasiado de los detalles de la eíecuc1Ón; un círculo áulico, donde se sumaban algunos parientes y amigos Íntimos, y un círculo mayor de soldados, o "fideles", encargados de administrar los disríntos espacios de poder. El grupo estaba unido por reglas de lealtad personal, y por un amplio sistema de dones y contradones, en el que era difícil disríngu1r dónde terminaba el patrimonio del Estado y comenzaban los patrimonios personales. En este núcleo se concentraba lo que en términos generales se ha llamado "voluntad de poder", es decir, la capaci27
Sobre las disríntas formas de adopción del programa de reformas estruccurales, véase Torre, Juan Carlos (1997), pp. 471-498. 28
25 Alfonsín
dijo de su gobierno: "no supimos, no pudimos o no quisimos". L~ síntesis es excelenre e invita a reflexionar sobre la proporcitin de cada una de las variables. 26 Es posible que, en medio de la campaña elccroral, los responsables de los grandes intereses económicos ya esruvieran al tanto de ese giro, y contribuyeran a costearla.
241
Un ejemplo de esto fue la pnvatización de ENTEL. la empresa telefónica del Estado, que debía necesariamente haber concluido el 8 de octubre de 1990. 29 El término está usado en el sentido que !e dan los antropólogos e historiadores. A'í fue. por ejemplo, el foncíonamicnto de los grupos de guerreros germanos que se Instalaron en las provincias del lmperic, Romano.
242
LUIS ALBERTO ROMERO
dad de concemrar rndas las acciones para conseguirlo y para conservarlo.3° En otro círculo se ubicaron quienes debían e¡ecucar técrncameme el programa de ajuste y reforma, al amparo del poder del grupo gobc:rname. Durante el primer año, .Mc:nem apostó a ubicar allí a represemames directos de los grandes grupos econórnícos, cuya aquiescencia debía lograr. Así, se sucedieron dos ministros de: Economía provememes del gru1 0 Bunge y Born. Pero las cosas no funcionaron, en parce por la dific 'cad de los grandes empresarios de hacer cunftwr sus intereses m1gulares eo una política común. Luego, Menem confió la cunducc1óo económica a Erman González, un oscuro conrador río¡ano de su confianza, capaz
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARCENTINA
243
lírica reformista. 32 También aquí el equilibrio de poderes, propio de la organización constitucional republicana, estaba seriamente cuestÍonad 0 _33 El radicalismo, principal partido de oposición, poco podía hacer para oponerse: la hiperinflación y la emrega anticipada del gobierno, perrtlanentememe recordadas por el oficíalismo, descalificaba cualquier objeción, que por otra parte no podía hacer pie en un conjunto de argumentos sólidos y convincentes, sobre todo cuando el plan de reformas comenzó a dar frutos iniciales favorables. El gobierno combinó la descalificación ("la her~ncia recibida") con la división y la atracción selectiva de algunos, especialmente los gobernadores de provincias, que debían encomrar un punto de acuerdo ton el gobierno nacional. Más interesante es la manera como Menem y su grupo redujeron al mínimo la resistencia dentro del propio peronismo, que se vio llevado a apoyar polícicas y discursos que estaban en las amípodas de sus propuestas hiscóncas. Aquí se manifestaron las habilidades políticas de Menem. Fue el recurso a la jefawra, que según se descubrió podía ser usado en el peronismo por otro, a~emás del propio Perón; la mayoría de los peronistas optó por segu1r al jefe tnunfante y asegurar así la unidad del movimiento. A ello se sumó la atracción e incorporación de la mayoría de los dirigentes que habían sído opositores a 1vfenen, a los que se le dio un lugar destacado, en canto dieran pruebas de pragmatismo. 34 Como se verá, en todo el proceso de reforma se ruvo en cuema la necesidad de compensar, de alguna manera, a quienes recibían un perjuicio, lo que facilitó otras muchas atracciones e incorporaciones. La clave del mantenimiento de esca combinación de factores estaba en mantener el controi del poder, clave de la fidelidad de muchos. Por eso, el posible final de ese control al cabo de los seis afias del lapso constitucional, constituía una amenaza para la cohesión del grupo. Así, apenas cosechados los primeros éxitos de la reforma económica, Menem se lanzó a una operación de largo aliento para lograr la reforma de la Constitución y la consiguiente autorización para un segundo mandam. El gran obstáculo escaba en 32
También, y no era io menos ímporcame, daba a los miembros del grupo gobernante la tranquilidad de que no serian acusados judicialmente. 3 3 VéaseTorre,Juan Carlos (1995), pp. 177-181. 34 Los casos más desracados son Íos de Carlos Grosso, inrendenre de Buenos Aires, Y José Luis Manzano, presidente de! bloque de Dipucados primero y mínísrro del Interior después; Manzano habría sido el autor de la célebre frase "yo robo para la Corona", que sirvió de rírulo a un muy vendido libro de Horacío Verbítsky (1991). Sobre la relación enrre Menem y e! peronísmo rradicional. véanse: Novara, Marcos (1999), pp. 63-158 y Sidicaro, Ricardo (1995), pp. l l 9-156.
244
LUIS ALllERTO ROMERO
la necesidad del voto de dos tercios de los Diputados y de los Senadores para habilitar la reforma, lo que le permitía a la oposición radical bloquearla. Menem y su grupo ejercieron todo tipo de presiones sobre los radicales. En noviembre de 1993, sorpresivamente, Alfonsín, jefe natural de la UCR, acordó con Menem la reforma constitucional en el llamado "Pacto de Olivos". Según el acuerdo, además de la cláusula de reelección se establecerían otras reformas, propuestas en diversas ocasiones por ia UCR, para mejorar la Ínstitucionalidad; enrre ellas la creación del Consejo de la Magistratura, para designar a los jueces, y la creación del cargo de jefe de Gabínete. 35 Las presiones que el menemismo ejerció sobre los radicales amenazaron con ejercer la "voluntad política" empleando recursos que salieran del marco constitucional, como un plebiscito vinculante o una interpretación smgular de la Corte Suprema acerca de cómo debía entenderse la cláusula de los dos tercios. A eso se agregó la presión personal sobre algunos legisladores y gobernadores radicales para que se plegaran a la propuesta reformista. Las razones del acuerdo de Alfonsín con Menem -que arrastró a todo su partido, de buen o mal grado- no son claras; es posible que lo atemorizara la posibilidad de que Menem rompiera el orden constituc10nal, y advirtiera que en ese momento no había una fuerza política o de opinión capaz de contenerlo. La Constitución se reformó. En 1995 Menem ganó la reelección por amplio margen (superó el 50% de los sufragios) y fue reelecto, por cuatro años. Durante ese segundo mandam, el enorme poder que había acumulado comenzó a deteriorarse. En parte porque muy rápidamente comenzaron las maniobras de quienes aspiraban a sucederlo en 1999, como veremos después. Pero hubo simultáneamente una creciente resistencia social, de parte de todos los afectados por las reformas, sobre t9do cuando las medidas tomadas para hacerlas soportables -meros paliativor comenzaron a perder efecto. Luego de 1996 esas protestas comenzaron a agregarse y a buscar un punto de oposit1ón en común. Por otra parte, realizados los primeros cambios, y a la hora de encarar las llamadas "reformas de segunda generación", de las que se hablará más adelame, el programa reformista comenzó a chocar con resistencias que hasta entonces habían estado ausentes, sobre todo dentro mismo del justicialismo. 16 La fuerte jefatura de Menem decayó en sus últimos cuatro años. Esto se sumó a las dificulrades que el cambio de la coyuntura internacional provocó en la economía, lo que nos lleva a la cuestión de la reforma y el ajuste. 35 Sobre la reforma constitucional. véase De Riz, Liliana (! 995).
Las más características fueron las de los gobernadores, reacios a aplicar en sus provincias los criterios de a¡uste fiscal. 36
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
245
La refonna y sus límiteJ37
Menem y sus hombres emprendieron con decisión el camino de la/reforma y el ajuste que, en términos del Presidente, consistiría en "cirugía mayor sin anestesia". En los dos primeros años hubo más voluntad de demostrar adhest1~·n a los principios de la ortodoxia económica que eficacia en las acciones. Como ya se señaló, los ministros de Economía cambiaron varias veces, hubo una segunda hiperinflación 38 y algunos grandes escándalos, en los que se denunció la corrupctón del círculo gobernante. Con la llegada al ministerio de Economía de Domingo Cavallo, a principios de 1991. se encontró el rumbo buscado. Cuatro fueron las líneas principales del programa de ajuste y reforma: las privatizaciones, la convertibilidad, la reducción del déficit y la apertura económica. Respecto de las privatizaciones, el Estado puso en venta prácticamente todas sus empresas.3 9 La clave estaba en la aceptación, como parre sustancial del pago, de bonos de la deuda externa, cotizados a su valor nominal. 40 En las primeras prívatizac1ones se ofreció a los adquirentes ventajas excepcionales: empresas sin pasivos. posibilidad de aumentar las tanfas, .mercados cautivos y escasas regulaciones estatales. Desde 1991. baío la co_nducción ele Cavallo, se mejoraron las condiciones: más regulación y control estatal. y también part1c1pacíón en la privatización de los trabajadores o los sindicatos, que recibieron parte de las acciones. Así se vendieron ENTEL, Aerolíneas Argenunas, Gas del Estado, ias empresas eléctricas, los ferrocarriles, y finalmente la pieza más valiosa: YPF. Desde el punto de vista fiscal, se logró suprimir el fuerte déficit corriente que arrastraban y la obtención de una cantidad importante ele dinero líquido. La estabilidad monetaria y el equilibrio fiscal se consolidaron con el régimen de Convertibilidad. Por una ley del Congreso, el Estado se comprometió a cambiar un peso (nueva unidad monetaria) por un dólar, y pa3?
Véase Palermo, Vicente ( l 999). pp. 159-270.
38
Mientras la hiperinílactón de 1989 fue permanenremcme recordada. como ejemplo de la ineficacia del gobierno de Alfonsín y de la anrigua polfric• económica, y como cal se incorporó a la memoria colecnva, la de l 990 rara vcr. fue mencionada o recordada. 39 En las licitaciones se fomencó la constitución de grupos mixtos, en las que concurrían un gran banco internacional. una empresa Ínternacíonai especializada en el mane¡o cécníco de la empresa adqu1mb. y un grupo empresario local que .•e hada cargo del mane¡o económico. ·IO De ese modo, los bancos incern•ctonaics podían comprar círulos de la deuda a su bajlrnno valor de mercado y colocarlos como parte de pago. Por esa vía, se alivió con-
s1derablemenre la presión de lns acrcedore~.
246
LUIS ALBE!ffO ROMERO
SOCIEDAD DEMOCRÁTIC.-\ Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
247
ra asegurar la paridad Sé obligaba a no emmr nuéva moneda. El Es¡ado Sé acaba así las manos y renunciaba a uno de lus principales Íns¡rumenws de polínca económica: puesw que no podía éI!lltir. debía disponer de recursos genuinos. No es seguro que con esco sólo d Estado se: hubiera tornado confiable, pero smmltáneamenre se produjo una fuerte afluencia de capitales externos, debido en pane a la confianza que esta política lograba y en parce a Lina s1ruación tranmona: en el mundo había dólares disponibles, que buscaban colocación, y la Argentina parecía un mercado razonablemente seguro. Esta afluencia, jumo con lo obtenido por las privatizaciones, permitió salvar la brecha fiscal. Ninguno c.lé los
tema- le permitieron al gobierno realizar algunas polfricas compensamrias, que atenuaron los posibles conflicms. Así, hubo varios programas sociales para los más necesitados, los despedidos de las empresas estatales rei:;ibieron considerables indemnizaciones, 43 y los bancos ofrecieron crédit6s baratos, lo que estimuló el consumo. Muchos sindicatos fueron invitados a coparticipar del proceso de privatización, y algunos montaron sobre esa base una empresa. Algunos grupos empresa··'os, como los aummotrices, quedaron exceptuados de la apertura económica y los más poderosos, que hasta entonces habían crecido como contratistas o proveedores de las empresas estatales se convinieron en sus propietarios. Pero a la vez, el programa de transformación no logró impulsar el crecimíenm económico, de modo que algo nuevo sustituyera a lo destruido por la reforma y el ajuste. la transformación productiva fue parcial; la Argentina no logró convenirse en un exportador de imporcancia, en parte porque no se encontró una accividad donde tuviera ventajas comparativas consistentes, y en parce porque el régimen de convertibilidad, al sobrevaluar el peso, afectaba a las exportaciones. Así, el Estado debió subsidiar parcialmente las exportaciones. Por otra parce, el ajuste fiscal realizado por el Esrado nac10nal no fue imicado por las provincias, donde las resistencias fueron fuem:s.44 Pero lo más significativo era la vulnerabilidad externa. la Argentina seguía teniendo un déficit fiscal tmportance, y también un fuerte déficit comercial, pues se importaba mucho y se exportaba poco. Ambos se compensaron con un alm endeudamiento externo, que elevó considerablemente lo que año a año debía pagarse como servicio de la deuda. De ese modo, la economía local estaba sujera a los va1vene~ del mercado internacional de capitales. A principios de 1995, la crisis mexicana o "efecto tequila" sacudió los mercados mundiales y redujo el flujo de nuevos capitales. Aunque en lo inmediato esto se superó, de ahí en más las restricciones financieras fueron en aumento. En los años finales del gobierno de Menem la ilusión de la prosperidad se desvaneció y afloraron mdos los efecms negarívos de la gran transformación. El principal de ellos fue el desempleo; el más profundo, el endeudamiento externo; el más paradójico: el modo como el Estado se habfa despojado de los instrumenros que le permitirían revertir la situación.
4 i Hubo un comrol mayor de los comribuyemes, se creó un reg15cro y c:ida ciudadano ruvo su número de CUIT y de CU!L; pero sobre m
43 Se multiplicaron los quioscos, los caxis o las empresas de remises, en la mayoría de los casos empresas efímeras. 44 Al respecto, d proyecro del presidence Menem de hacerse reelegir lo obligó a hacer concesiones en esce campo, que para el ministro Cavallo era viral.
248
LUIS ALBERTO ROMERO
Nuevo estilo político y fonnación de una alianza opositora Luego del gran triunfo electoral de 1995 el poder del presidente Menem y su grupo comenzó a deteriorarse. 45 Influyó la coyuntura internacional y el progresivo agotamiento del financiamienm externo, que había mantenido el unterior ciclo de prosperidad. Renunció el ministro Cavallo, y desde entonces el gobierno perdió la iniciativa en materia de reformas, acosado por la resistencia de los sectores golpeados -entre ellos los jubilados y los docentes- y de grupos del peronismo -Íegisladores. gobernadores- con los que Menem había debido acordar. para asegurar su reelección. El lanzamiento precoz de la competencia por la candidatura en 1999. y la tenaz resistencia de Menem a aceptar que no habría una nueva reelección, agregaron otro elemento de debilidad al gobierno. En ese contexto la oposición, ampliamente derrotada en 1995, comenzó a reaparecer. Por entonces se hicieron manifiestos Íos profundos cambios en la forma de la competencia democrática, y particularmeme eo los partidos. A la luz de un cierto ideal de la competencia cívica, la política se había deteriorado: había demasiada gente que vivía de ella. que había hecho de la política una profesión; podía decirse que los ideales, los programas, las ídeas, el servic~o público y la virtud habían retrocedido frente a una práctica más utilitaria y pragmática. Hay mucho de cierto, pero en este caso, y en muchos otros, conviene recordar que las cosas malas, así como las buenas, no están todas juntas en un mismo lugar. Visto desde otra perspectiva, la Argentina venía teniendo, desde 1983, elecciones prolijas, básicamente correctas -las excepciones son anecdóticas-, y füertemente competitivas. Las elecciones no volvieron a tener el dramatismo de las de 1973 o 1983, cuando parecía que el destino de la sociedad se jugaba en una votación. Los resultados variaron de una a otra ve:z., y los electores adheridos acrfricamente a un color polfrico se fueron reduciendo. En cada caso, la elección füe decidida por un contingente numeroso de electores que, en cada caso, pesaba los pro y los contra, buscaba expresar algo con su voto, y generalmente lo lograba. La manera de hacerlo no era la clásica: lo normal füe votar una propuesra que se expresaba en la figura de un candidato, asociado a· algunas frases contundentes y definitorias, y a gestos ídentificatorios. Ciert:amente es un mecanismo menos racional y deliberado que el voto por un programa, pero no deja por ello de ser una dección, una preferencia y una opinión. En ese sentido evolucionaron los partidos poUticos. La figura del milicante o activista, que animaba los actos partidarios, pegaba carteles o pintaba paredes dejó 45
Véase Novar<>, Marcos (1999), pp. 63-158.
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
249
paso a profesionales especializados. cuya tarea fue construir, a partir de una persona de carne y hueso, la imagen ele un candiclato. 46 Esa imagen era fruto ele una manufactura profesional, pero necesanamente debía tomar en cuenta aquellos factores por los cuales el elector habría de preferir a uno sobriotro. Por este camino se fue conformando una nueva manera de representación. Para lograr la identificación entre votantes y candidatos, resultaron cada vez menos eficaces los mecanismos tradicionales: el programa, el discurso ele ideas, la gran concentración pública. En su lugar, se desarrolló la "caravana": un candidato recorre un extenso trayecto, saluda o abraza a sus partidarios y establece una comunicación personal pero no discursiva. Por otra parte, esa caravana aparece en los programas de noticias en televisión, y allí logra su mayor efecm; por eso. en muchos casos bastaba con que ei suceso real fuera apenas una escenificación, con público contratado. El otro gran instrumento fue la misma televisión: el spot con la imagen y la consigna, o la participación personal en los programas corrientes, donde el candidato hacía figura de ciudadano común. Uno y otro recurso eran costosos, y además de capacidad técntca se necesitaba mucho dinero, de modo que el financiamiento de las campañas se convinió en una cuestión crucial. Una señal importante de esos cambios fue la aparición y crecimiento ele una tercera füerza electoral que, según se consideró entonces, rompía la bipolaridad entre peronismo y radicalismo. En su ocasión, el Partido Intransigente primero y la Unión de Centro Democrático, de Alsogaray, después. aparecieron rompiendo esa polaridad, pero terminaron reabsorbidos en los grandes partidos tradicionales. En 1993 un grupo de peronistas que disendan con la propuesta de tvlenem fueron la base para la constitución del Frente Grande, al que se sumaron distintos grupos de centroizquierda. Esta agrupación creció inicialmente capitalizando muchos tradicionales votames de la UCR, disconformes con el Pacto de Olivos, y obtuvo excelentes resulrados en la elección de convencionales constituyentes de 1994. De hecho esta fuerza, unida a un desprendimiento del peronismo, fue el principal competídor de Menem en 1995. El Frepaso -tal su nueva denominación- conformó una alianza con la UCR, que también había comenzado a repuntar electoralmente. y obtuvieron resultados excelentes en las elecciones de diputados de 1997. La nueva füerza se constituyó principalmente para derrotar al menemismo, y en general al peronismo. Organizaron su discurso y su programa en lo que aparecía como el punro más débil de la administración de Menem: sin discutir el fondo de las transformaciones realizadas, se señaló el 46
Quevedo, Luis Alberro ( 1997), pp. 53-76.
250
1.UIS ALBERTO ROMERO
modo deficieme de llevar addame el programa, y pan[culanneme la enorme corrupción que babia generado. Un dam caraccerimco fue el cuidado l1ue sus candidams pusieron para cranquilinr a los elecrnres acerca del mancenimienco ele la convenibilidad, columna vercebral
4. la democracia en la nueva Argentina Este recorrido que hemos hecho por la lmtoría social y polírica de la Argemina en el siglo XX partió de algunos rasgos básicos de su economía y su sociedad. En primer lugar, un largo y sosrerndo proceso de crecimiemo económico que, con ritmos cambiames, mrerrupcíones e inflexiones, llega hasta 1976. Sobre esa economía en crecimiento, se constituyó una sociedad abiena, móvil, con capacidad para incorporar nuevo·s connngemes, sin grandes tensiones y sin los eones y segmemaciones característicos de la mayoría de las sociedades latinoamericanas coetaneas. Aunque a mediados de siglo el gran episodio de la historia social es la constirnción de la clase obrera organizada. puede decirse -haciendo uso y abuso de la paradoja- que la sociedad argentina continuó siendo de clase media, sí por esco se emiende, no una "clase" difereme y específica sino la traducción, en rérminos de estratificación, de este proceso permaneme de
SOCIEDAD DEMOCRATICA Y POÜTIC1\ DEMOCRATICA EN LA ARGENTINA
251
incorporación, al que desde 1945 se sumaron los trabajadores organizados. Hay que señalar, sin embargo, que a panir de la década de 1950 o de l 960 el crecimiemo económico se hace más dificulrnso y deja más heridos o, lastimados en el camino; a la vez, la conflictividad de la sociedad se incremenra y se desarrolla en términos en enfrenramienrns de clase. Visco en forma panodmica, una de las consecuencias de esta vida social móvil, integrativa y dc:,nocrática ha sido la búsqueda de particípacíón de distimos secrores de la sociedad en la vida civil y en la polírica. Se materializó en asociaciones de codo tipo, y también en agrupamiemos corporarivos; ambos, a la hora de plamear sus reivindicaciones, eligieron en parte el escenario democrácíco de los partidos y en parte la gestión o presiófl directamente anee el poder adminisrrador. Se trata de una diferencia imponame. Pero ambas alternarívas.se basaron en un susuarn que a la distancia parece invalorable: el mterés por participar, que constirnye la matena prima, la condición necesaria, aunque no suficieme, de la democracia políríca. En ese semido, desde 1912 la democracta fue apreciada y valorada -orra vez, con inrermitencias, altiba¡os e inflex10nes- y se consmuyó una suene ele amplio crédirn democrático. El funcionamienco real de la democracia polícica no satisfizo esas expectativas. Como se dijo antes, las dos grandes experiencias democráucas -el radicalismo y el peronismo- se caracterizaron por el aucoricaiismo presidencial y el carácter esencialista de ambos movimientos, que a su manera se consideraban los intérpretes y deposicarios de la nación. Esco afoctó canco a las insticucíones republicanas -y con ellas a la versión liberal de la democracia- como a la convivencia y estabilidad política; alentó el faccionalismo, la id<:a de que no habfa adversarios sino enemigos y de que, finalmence, su derrota era un fin que jusúficaba los medios a emplearse. Hemos señalado que por esta vfa, sobre codo después de 1955, el crédirn democrático se consumió totalmente. Una consecuencia es que las dos dictaduras militares que sobrevinieron pudieron, en cierra medida, legitimar su acción enJa necesidad de imponer orden en la lucha facciosa. Orra consecuencia fue que un gran movímiemo de participación social y potencialmeme democrático, que se inició hacia 1969, derivó en una pobre y rerrible forma de expresión política: las organizaciones armadas. En paralelo con esta hlscoria de frustraciones y desvemuras del sisrema político democrácico se desarrolla la historia del Estado, cuya particípación en la vida económica y social crece a medida que avanza el siglo. Bajo distintas adminisuaciones, las oriemaciones no fueron demasiado diferemes: a las tareas propias de su etapa fundacional (la ley y el orden, la educación y la salud) se agregaron las de íncervenir en la economía, propiciar los derechos socia.les,
252
LUIS ALBERTO ROMERO
organizar la sociedad civil y arbitrar en los conf!icros. La eficacia en el cumplimiento de estas funciones podía compensar deficiencias en cuanto a su origen democrático, ya se tratara de los gobiernos fraudulentos de la década de 1930 o de las distintas dictadur;is militares. La intervención creciente del Estado alentó la organización corporativa de los intereses de la sociedad, y su acción directa sobre el Estado, compitiendo con otros o pujando por una parte mayor en los beneficios y prebendas que éste generaba y distribuía. Por esta vía, el Estado fue a la vcr. fuerte, porque hacía mucho, y débil, porque su capacidad de decisión estuvo condicionada de manera creciente. Este panorama global de la Argentina antes de 1976 permite apreciar por contraste los cambios del último cuarto de siglo, y particularmente de la última década. Desde 1983, la Argentina tiene una democracia política que funciona eficientemente, sobre la base del pluralismo y de criterios éticos acerca de los medios y los fines. Hubo una cuota inicial muy fuerte de confianza ciudadana. En casi veinte años se ha ido desgastando pero aún alcanza para mantener una vida política democrática regular, con partidos que funcionan, elecciones periódicas y gobernantes legítimos. En lo que hace específicamente a ella, los mayores problemas son la apada ciudadana -el entusiasmo de 1983 no cuajó en una práctica permanente y rutinana-, la formación de una élite política excesivameme cerrada y profesionalizada y un avance de las atribuciones presidenciales en desmedro del equilibrio de poderes propio de las instituciones republicanas. Pero vista en conjunto. y en sí misma, la democracia funciona bien, infinitamente mejor que en ningún otro momento de la historia polírica argentina. Los cambios en la economía son notables. Si se lo compara con la etapa anterior a 1914, el país ha perdí.do sus ventajas comparativas en cualquier rubro de la producción: en un mercado mundial globalizado. la Argentina no produce nada particularmente mejor que nadie. Si se la compara con cualquier período posterior a 1930. se han eliminado proteccíones ·Y estÍmúlos destinados a alentar el desarrollo productivo local. La economía está abierta, sin regulaciones y somecida a ~na competencia imposible de soportar, debido a la política monetaria y la' sobrevaluación del peso; los sectores que se han reestructurado y aumentaron su eficiencia tienen escasa significación en el total de la economía. Por otra parte, se ha acumulado una deuda externa inconmensurable, de modo que en conjunto el país está empobrecido y endeudado, y es extremadamente vulnerable a las agitaciones de la economía internacional. En la sociedad eso se manifiesta en términos de desempleo y empobrecimiento generalizado, con excepción de un sector, de tamaño no despre-
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLfTIC1\ DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINll
253
ciable, que se ha enriquecido considerablemente. Así. al empobrecimiento se suma la polanzación social y hasta la segmentación, pues en rigor hay dos argentinas. Un aspecto notable es el crecimiento espectacular del ¡nundo de la pobreza. El otro, el deterioro de los sectores medios y la casi extinción de los canales de movilidad y ascenso que habían sido característicos de la Argentina. En suma. poco queda de sociedad democrática de las primeras décadas. Con ella, se ha deteriorado el sólido mundo asocíativo y participativo, que enlazaba la sociedad con la administración; en cambio, predominan las formas desesperadas de la protesta. El Estado ha sido desmantelado sistemáticamente. El gran logro de las políticas económicas de la última década del siglo ha sido atarle las manos y privarlo de una de las herramientas estatales más importantes: la política monetaria; con ello ni siquiera logró equilibrar su presupuesto. Por otra parte, las privatizaciones hicieron desaparecer a la vez las empresas estatales y la capacidad del Estado de controlar y regular servicios esenciales. De otros servicios, ha ido desertando gradualmente: la educación, ia salud. Carente de herramientas, su escasa capacidad de acción está además condicionada por el endeudamiento, los acreedores y los golpes de mercado. En su miseria, todavía sigue siendo víctima del pillaje, al que se ha sumado un sector considerable de los dirigentes políticos. La Argentina es muy distinta, y mucho peor, de lo que era en 1976. Sin embargo, es ahora cuando la democracia de partidos -una asignatura que estaba pendiente en nuestra historia política- funciona relativamente bien. Se trata de una situación paradójica, que estimula la formulación de varias preguntas. ¿Hasta que punto los electos representan a los electores? No es una cuestión de respuesta simple, pues todos los sistemas representativos se basan en mediaciones y en construcciones artificiosas. Pero también se basan en vínculos o nexos entre el grupo de especialistas en política y el resto ele la sociedad, que se construye a través de las asociaciones, los grupos que expresan ímereses parttculares, el debate público, la prensa. b. reciente evolución de la democracia en la Argentina muestra que, en este aspecto, respecto de 1983 no se ha avanzado. En cambio, se han desarrollado ampliamente las técnicas de construcción ele las elecciones y sus resultados. ¿Qué es lo que gobierna quien gana las elecciones? El instrumento que obtiene, luego del triunfo electoral, está deteriorado, no responde. La cap:ictdad de decisión del Estado se ha reducido considerablemente. Quizás allí se encuentre una de las razones de la estabilidad democrática, o al menos. de b falta ele dramatismo de las elecciones. ¿Qué base de con fiam.a socíaJ sustenta la actual experiencia democrática?
i;
LUIS ALBERTO R01\.IERO
254
Sabemos que ésca fue amplia e11 l 98:3, pero es perfeCEameme claro que se va desgas¡ando, y hasca puede decirse que aceleraclamence, sobre todo porque no puede sustemarse en b dicic:ncta de los admimslradores demucr
Referencias bibliográficas Basualdo, Eduardo {2000), ConcentraciOn y cenmdización del capital w lll Argentina d11mnte la década de 1990, Buenos Airés, Umversidad Nacional de Qui)mes. Cerutti, Gabríela (1993), El jefe. Vida y obra de Carlos Smíl Menem, Buenos Aires, Planern. De Priv1tellio, Luciano y Romero, Luis Alberto (ecls.) (2000), Grandes discimos de la hzston"a argentina, Buenos Aires, Aguilar. De Riz, Liliana (1995), "Reforma consmucional y consolidacióf! democrática". en Sociedad, núm. 6, Buenos Aires. Gerchunoff, Pablo y Uach, Luca.s (1998), "La democracia y d difícil gobierno de la economía" y "Epílogo desde los 90. ¿El fin de la hiscona?", en EL ciclo de la 47
Véase O'Donndl, Guillermo. Nun, José y Portanc1ero, Juan Carlos (1997).
"Entrevistas". pp. 55-!02.
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN LA ARGENTINA
255
iluúón y el desencanto, Buenos Aires, Ariel, pp. 381-463.
Halperin Donghi, Tulio ( 1994), La larga agonía de la Argentimz peromsta, Buenos Aires, Ariel. Melo, Arremio (1995), El gobierno de A!fonsín. La instauración democráttca'~rgen tina (1983-1989), Rosarías, Horno Sapiens. Minujin, Alberto (comp.) (1997), Cuesta abajo. Los nuevos pobres: efectos de la crrsís en la sociedad argentina, Buef!os Aires, Unícef-Losada. Novara, Marcos (1999), "Cnsis y reílovación en los panidos. Una perspecciva comparada sobre los años del menemismo", ef! Entre el abismo y la il1món. Peronismo, democracia y mercado, Buenos Aíres, Norma, pp. 63-158 Nun, José y Porrantiero, Juan Carlos (1987), Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, Buenos Aires, Pumosur. O'Donnell, Guillermo, Nun, José, Portamiero, Juan Carlos (1997), "Entrev!S[as", en Hugo Quiroga y Osvaldo Iazzetta, Hacia un nuevo consenso democrdtico, Rosario, Horno Sapiens. pp. 55-102. Palerrno, Vicente (1999), "¿Mejorar para empeorar? La dinámica política de las reformas estrucmrales argentinas", en Entre el abismo y la ilusión. paorusmo, democmcia y mercado, Buenos Aires, Norma, pp. 159-270. -
y Novara, Marcos (1996), "Breve hismria de la larga crisis argentina", en Palítim y poder en ei gobiemo de JV[enem, Buenos Aires, Norma. pp. 48-84.
Porramiero, Juan Carlos (1984), "Condiciones para un nuevo pacro insmucíonal ef! la Argencina", en Osear Oszlak (comp.). "Proceso··. afrú y transición democrduca l, Buenos Aires, CEAL, pp. 145-184. Quevedo, Luis Alberto ( l 997), "Videopolfríca y culmra en la Argencína de los novema". en Rosalfa Winocur (comp.), C11lturas polítícas a fin de szglo, México, Juan Pablos Editor, pp. 53-76. Quiroga, Hougo (1995), La democraáa que tenemos. Ensa_yos políticos sobre la Argentina actual, Rosario, Horno Sapiens. Schvarzer, Jorge (1998), Implantación de un modelo económú:o. La experiencia argentina entre 1975 y 2000, Buenos Aires, AZ Editora. Sidicaro, Ricardo (1995), "Poder político, liberalismo ecof!ómíco y secmres populares", en Peronismo y menemismo, Buenos Aires, El Cielo por Asalto. pp. 119-156. Torre, Juan Carlos (1995), "De la utopía democráóca a la democracía argentina", en Ágora, núm. 2, pp. 177-181. -
(1997), "El lanzamiento político de las reformas es(ructurales ef! América Latina", en Polfttca y Gobierno, IV, núm. 2, México, pp. 471-498.
Verbirsk:y, Horacio (1991), Robo para la Corona, Buenos Aires, Planeta. Viguera, Aníbal (2000), La trama política de la apert11ra económica, La Placa, Ediciones al margen.