Acababa de responder a una pregunta que el profesor le había realizado, y como siempre, había respondido correctamente. Ahora volvía a su sitio a sentarse seguida de ciertos cuchicheos que, en realidad, no tenían nada que ver con ella... sino con la persona que le estaba esperando justo a salir de la institución. Aunque aun faltaban varias horas para que las clases acabaran, el Rolls Royce de un negro elegante y reluciente estaba allí esperando. Durante las clases, se acercaban a preguntarle por aquel coche y en que si ella estaría ese día ahí también. Y no le quedaba otra respuesta más que un rotundo "sí". Raro sería el día en que ella no estuviera esperando, vigilando las inmediaciones... Justo al terminar el día, no supo si tener entrenamiento de voleibol era un alivio o un pesar... y cuando comenzó a caminar junto a sus compañeras de clase, estas comenzaron a armar un pequeño revuelo porque la estaban viendo. Allí estaba. Justo en la entrada, de pie, con la espalda recta y los brazos rectos, colgados a cada lado del cuerpo. El traje negro se le ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo, a excepción de los pantalones, que lucían más holgados a medida que se descendía hasta los pulcros zapatos de un ancho tacón. A pesar de que su aspecto imponía, también lo hacía la seriedad que reflejaba su rostro. A veces la comparaba con los guardias que hay delante del palacio en Londres; esos soldados a los que si les habla ni siquiera se molestan en mirarte. A veces se preguntaba si al estornudar se limpiaría con un pañuelo, pero la verdad es que nunca la había visto enferma. Sólo veía, día tras día, esa seriedad adornada por sus generosos labios, por aquellos ojos grandes y felinos a la vez, de un color gris que causaba escalofríos por la frialdad que poseían y para rematar el conjunto, ese precioso cabello largo negro azabache, que permanecía atado con una gomita a la altura de la nuca, y que siempre algunos hilos de cabello escapaban a la atadura. Tanto sus compañeras como sus compañeros se habían quedado prendados de su belleza justo desde el primer momento en que la habían visto mientras llegaba a la escuela en el lujoso auto. - Buenas tardes, Srta. Lorens - saludó la misteriosa mujer, con una leve inclinación, y eso despertó detrás de ella una ovación. Nyssa era su guardaespaldas, y ella, Mia Lorens, la protegida. Mia se despidió de sus amigas con una sonrisa y un movimiento de mano, mientras que Nyssa le habría la puerta y podía sentarse justo en el asiento trasero del coche. Después Nyssa se puso al volante y comenzó a conducir hacia su casa. Ese trozo del trayecto se le hacía aburrido, puesto que Nyssa no hablaba más de
lo estrictamente necesario; siempre estaba encerrada en su silencio, y ni siquiera sus compañeros vigilantes en la casa habían podido escuchar su bonita voz, a pesar de que muchos imaginaban que debía de ser la de un camionero, a pesar de tener la apariencia de un ángel; pero de un ángel caído. Mia se concentró en ver como los edificios pasaban por delante de ella y en como algunas personas miraban en lujoso coche, y sobre todo comentaba esas ventanas oscuras que no dejaban ver quién iba dentro del automóvil. De soslayo la estudiante miró a la mujer que conducía y miró directamente debajo de su brazo. Allí se escondía una pistola que nunca lograba saber ni la marca ni su calibre, pero una vez la vio practicar puntería y se estremeció con tan solamente ver que a la primera bala ya había dado en el blanco. La verdad es que Mia no entendía por qué su padre le había puesto un guardaespaldas, y cando vio a una mujer lo entendió aun menos. No es que fuera machista sobre que ese trabajo lo desempeñara una mujer, pero es que ella era una excesivamente joven. Estaba segura de que podría acudir al instituto con ella si se lo propusiera, o quizá fuera una estudiante de universidad, porque más de 23 años no podía tener. Y aun así con aquella edad era... guardaespaldas; poseía pistola y una puntería inmejorable. Daba miedo, pero se sentía protegía. Mia suspiró y se concentró en el examen que tenía para el día siguiente. Había intentado que una de sus compañeras le ayudara entender justo esa parte de matemáticas, pero no conseguía entenderlo. Quizá Sven pudiera ayudarla. Ya lo había hecho otras veces, además, era el más amable de toda esa padilla de brutos que estaban a las órdenes de su padre. Nada más atravesar la puerta de la mansión tuvieron que pasar un control, aun siendo la hija del dueño quien iba en el coche y después el automóvil se desplazó por la carretera que llegaba hasta la entrada. Allí ambas mujeres bajaron del coche y otro hombre se encargó del vehículo. Entraron en la casa y Mia subió directamente a su habitación para despojarse de su uniforme y cambiarse por algo más cómodo. Sin embargo, a pesar de que Nyssa estaba a cada segundo con ella, en esos momentos ignoraba donde ella se encontraba. Varias veces su padre le había explicado que no era una guardaespaldas, a pesar de saber usar las armas de fuego (y más cosas que no le mentó), sino que la considerara como una niñera. Ese día agarró un berrinche, puesto que con 18 años recién cumplidos, ya no era una niña. Pero, ¿qué iba a saber su padre? A veces el hombre era una persona completamente desconocida para él. Siempre estaba encerrado en sus viajes por negocios y en sus negocios mismos. Siempre había sido igual. Desde pequeña sólo había tenido a su madre, quien estaba con ella siempre, hasta que un cáncer se la llevó de su lado y se sintió
sola. La verdad es que era así como se sentía, a pesar de estar la casa siempre llena de gente; de esos guardaespaldas que cuidaban la mansión; que cuidaban a su padre y que la cuidaban a ella. Pero cuando su padre se fijó en lo bonita que había crecido, decidió apartar a esos gorilas de ella y asignarle una mujer. Y esa fue Nyssa, quien llevaba con ellos apenas tres meses. Tres meses en los que Mia había cruzado pocas palabras con ella, y aun nisiquiera sabía su edad, cuando solamente al primer mes, sabía hasta qué número calzaba Sven. Mia terminó por vestirse con un chándal, que echaba por tierra la elegancia que aquella familia poseía, pero es que estar por casa con esos estúpidos vestidos que su padre a veces le compraba para compensar su ausencia, eran horrorosos. Después de hacer la tarea en absoluto silencio, se encontró con el problema de su examen, el cual decidió postergar para un poco después. Primero quería comer algo y ver si Sven podía ayudarla. Nada más salir de su habitación, una sombra se cernió sobre ella, provocándole un sobresalto. - ¿Adónde va, señorita? Mia se dio la vuelta y vio a Nyssa, quien no se había despojado aun de esa ropa oscura. - Sólo a la cocina, no hace falta que me acompañes, en esta casa hay demasiada vigilancia... - Es mi trabajo - argumentó sin más ella, y Mia suspiró interiormente. Tendría que acostumbrarse a eso por el resto de su vida, ¡o más! Al entrar en la cocina el delicioso olor inundaba la estancia, abriéndole aun más el apetito. Clara, la cocinera latina de la casa, debía de haber vuelto a hacer uno de sus ricos guisos para la cena. - Pequeña Mia - saludó la mujer con una cálida sonrisa, al ver a la chica entrando al lugar, y después vio a su acompañante, a la que dedicó un ligero inclino de cabeza - ¿Cenará? - No lo tenía pensando, pero ahora que puedo oler esta delicia, ¡sí! - asintió ella, apoyándose en la encima, mirando una cesta de frutas que estaba llena, y de la cual decidió que uno de esos melocotones sería su postre. Como siempre, cenó en la cocina. El comedor era algo que nunca utilizaba, excepto cuando su padre estaba en casa, y siempre se sentía incómoda en él. La mesa estaba situada al lado de una preciosa pared de cristal en forma de arco, desde la cual se podía vislumbrar el exquisito jardín y a varios hombres de negro repartidos a lo largo. Clara le sirvió la comida con su acostumbrada sonrisa y se paró a ver a la mujer que se había apoyado en una pared, con los brazos cruzados y la mirada seria puesta en los mismos cristales en donde Mia tenía los suyos.
- Señorita Nyssa, ¿cenará también? - era una pregunta en vano, puesto que durante tres meses había venido repitiendo la misma respuesta, pero aun así tenía que intentarlo. Nyssa solamente negó con la cabeza, sin tan siquiera hablar. - Clara, ¿y Sven? Tengo algo que hablar con él. Además de llamar la atención de Clara, también llamó la de la otra mujer. - Mi niña, me temo que será imposible, tu padre lo reclamó para acompañarlo a uno de sus viajes, seguramente esté de regreso para el fin de semana - informó la mujer con un claro acento latino, a pesar de que se intentaba desenvolverse en el inglés lo mejor que podía. - ¿Qué? ¡…l era mi última esperanza! Me temo que suspenderé... - Mia dejó caer sus hombros y se levantó para coger el melocotón con desgana. Caminó a su habitación con esos pasos acompañándola, como siempre y ambas se separaron justo cuando la adolescente se metió a su cuarto. Nyssa poseía uno justo a su vera, por su seguridad. Mia se dejó caer en la cama boca arriba y dio un mordisco a su fruta. Debía de intentarlo por ella misma... así que con energías se sentó delante de su escritorio y se dispuso a estudiar esas fórmulas que la llevaban de cabeza. Aunque dos horas después decidió que era imposible y se distrajo mirando la pared. - Quizá Nyssa sepa... Mirando la hora, un poco tarde ya, y con algo de reparo cogió el cuaderno para salir de su habitación con sigilo y llamar a la puerta después. - ¿Quién es? - la voz sin sentimiento alguno respondió, y ella se puso tensa sin saber por qué. - Mia... La puerta de madera blanca se abrió al instante, dejando a la muchacha algo petrificada, puesto que no se esperaba que la recibiese justo así. - ¿Ocurre algo, señorita? Pero Mia no podía articular una palabra, perdida en esa piel bronceada que relucía bajo una pequeña luz. - ¿Señorita? Por fin, Mia pareció reaccionar, y la miró con un ligero rubor en las mejillas. - Perdona por irrumpir a estas horas, pero... ¿sabes algo de fórmulas matemáticas? Tenía la esperanza de que Sven estuviera y pudiera ayudarme, pero no está, y mañana tengo un examen importante... Nyssa no dijo nada y simplemente le cogió el cuaderno con decisión y releyó por encima. Mientras ese reconocimiento a las fórmulas, Mia hacía otro. Nyssa estaba vestida nada más que por una toalla blanca, que resaltaba ese moreno en su piel, y algunas gotitas de agua aun resbalaban por ella, logrando agitarle el corazón. Pero eso era algo que no entendía. Nyssa terminó por asentir y le dejó que entrara
a la sencilla habitación, que no contaba con ningún objeto personal. Solamente parecía como si estuviera de paso. Le indicó que se sentara mientras terminaba por cambiarse, y en esos minutos que tardó se sintió algo incómoda. Era la primera vez que estaba allí, y que intercambiaría más de una palabra con ella, en tres meses. Al poco salió vertida en un chándal blanco y rojo que le había podido ver algunas veces, mientras entrenaba en el jardín, peleando contra uno de los guardaespaldas que la había retado con una típica frase machista. Esa vez ganó ella, y echó el orgullo del hombre por los suelos. Mia le explicó las dudas e increíblemente Nyssa logró explicárselas con tal facilidad que pudo hacer ella misma los ejercicios. - No sabía que se te dieran tan bien las matemáticas - comentó Mia, mientras cerraba el cuaderno y se levantaba para marchar a su habitación - ¿Si vuelvo a tener problemas podrás ayudarme? Ella asintió sin ninguna emoción y abrió la puerta saliendo, asegurándose de que Mia entrara en la suya. - Buenas noche, señorita. - Buenas noches, Nyssa... Mia se acostó comprendiendo la atracción de sus compañeros y la admiración de sus compañeras hacia ella. Nyssa era una mujer muy bella, a pesar de parecer siempre triste. No, a pesar de estar siempre seria, puesto que nunca le había visto sonreír. Nunca había visto ningún gesto en ella. Y quería verlo... quería saber más de ella... *
*
*
En alguna ocasión Mia había querido entrar al despacho de su padre y fisgar en su ordenador personal. Una de las ventajas de que no estuviera nunca en la casa era que podía cotillear en cada rincón y encontrar cosas interesante, como la contraseña de ese ordenador. Con suerte en él estaría el expediente personal de Nyssa.Y es que esa mujer, a lo largo de las semanas desde aquel día en que descubrió su agilidad en las matemáticas, se había vuelto una completa obsesión. En una de las veces Mia consiguió deslizarse hasta el despacho, pero en el ordenador estaban los expedientes de cada hombre de la casa, incluso el de Sven, pero no estaba el de ella. Cosa que le extrañaba y le entristecía un poco. Había intentando hacerle preguntas personales a la mujer, pero es que nunca le respondía; siempre le dejaba las preguntas en el aire y se limitaba a vigilar y a caminara hacia delante. - ¡Mia! La chica se encogió de hombros y cerró los ojos. Acababan de pillarle con las manos en el teclado del ordenador. Algo malo. - ¿Se puede saber qué haces?
La muchacha abrió un ojo y miró al hombre, dueño de la voz. Gracias a dios era Sven. - ¡Menos mal que eres tú! - Sí, menos mal que soy yo - replicó el hombre rubio, con acento alemán - Si fuera otro estaría reportándose a tu padre inmediatamente, ¿qué estás mirando? Mia apagó el ordenador y caminó hacia la puerta saliendo al pasillo. - Si te digo no te reirás, ¿verdad? El imponente hombre pareció pensarlo y después sonrió, haciendo que la chica pudiera confiar en él, como siempre. - Buscaba información sobre Nyssa. - ¿Nyssa? - repitió él, anonadado - ¿Por qué? ¿No te fías de ella? - Mia negó. - Cuatro meses aquí y sólo sé su nombre y que sabe matemáticas. El hombre suspiró e hizo un alto para asomarse a la ventana y ver a la mujer de la que estaban hablando, dándole golpes a un saco de boxeo colgado de la rama de un árbol. - Ya sabes más que todos nosotros. - ¿De verdad que nadie sabe nada? No entiendo el por qué de tanto misterio a su alrededor. Sven pareció pensar lo mismo. - Si la contrató su padre, es de fiar, sabes que él nunca se equivoca al escoger a su gente, y más si es para cuidarte. - Sí, pero, ¿cuidarme de qué? Sven no respondió. Eso era algo que no podía revelar, ni aunque Mia hubiera alcanzado la edad de 18 años. A pesar de que él se había ofrecido a ser el guardaespaldas de la muchacha, puesto que habían tramado algo así como una amistad, el padre se opuso. No se fiaba de que ningún hombre estuviera lo más cerca de su hija, y es que era comprensible. Mia, a pesar de conservar una altura pequeña, era una muchacha muy bella. Conservaba ese bonito castaño ondulado, heredado de su padre, y los preciosos ojos azules cristalinos, heredados de su madre. De la mujer también había heredado esa piel blanquecina, y la hacía tan frágil como a la porcelana, provocando el efecto en todo el mundo de querer protegerla, incluso de querer dar la vida por ella. Pero ella no parecía darse cuenta de eso. Estando tan sobreprotegida, Sven aun pensaba que era una chica inocente que no sabía anda de la vida; alegre y despreocupada que le afectaba un simple examen de matemáticas.
- Está bien, no tienes por qué responder - aceptó Mia - Vamos a jugar un partido de tenis, me aburro. - No se me da bien el tenis, siempre pierdo. - Claro, por eso mismo, yo nunca gano si juego contra otra persona - confesó la chica y después rió ante el ceño fruncido de su amigo. Pocos minutos después, Nyssa había regresado a ocupar su puesto después de su pequeño entrenamiento. Después del intento fracasado de hacerse con información, Mia no dejaba de cavilar en sus pensamientos sobre el pasado o el presente que pudiera vivir su "niñera". En algunos momentos había comenzado a dudar de que Nyssa fuera su verdadero nombre, pero no podía entender porqué ella era todo un secreto, y era tan distante. - ¿Ocurre algo? - Mia salió de su ensimismamiento y movió las manos rápidamente al momento que se sonrojaba. - No, no, nada... - respondió inmediatamente. Habérsele quedado mirando de forma tan fija no había sido buena idea. Pero es que no entendía qué le estaba ocurriendo. A cada día que pasaba y que la observaba más, descubría un pequeño gesto nuevo, insignificante cuando solamente veías su seriedad, pero importante cuando no dejabas de admirarla. A veces esos pequeños hilos que escapaban de la goma, los retenía detrás de sus orejas, o simplemente los echaba a un lado, pero de alguna manera siempre acababan de nuevo en la posición original. Siempre llevaba el último botón de la chaqueta desabrochado y usaba ropa tan justa que no podía entender donde escondía la pistola. Observarla se había convertido en un hábito... y un día en que pudo ver ese precioso cabello suelto, ondeando al aire... sintió su corazón latir más aprisa que nunca. Y no lo entendía. Sven más de una vez había podido presenciar la forma en que la dueña de la casa miraba a su cuidadora; sonreía de forma escueta ante eso y seguía su camino sin molestar. Por eso, Mia quería saberlo todo. Tanto quería que cuando su padre estuvo en la casa un día y llamó llamar a Nyssa, ella se coló en la habitación con la clara intención de registrar cada cajón y cada rincón que hubiera en esa habitación. - ¿Cómo encontrar algo si está prácticamente desierta? - la muchacha se entristeció por eso, y primero buscó en los cajones de la mesita de noche. Pocas cosas la verdad: un reloj de pulsera plateado, varias cajas de clinex (¿para qué tanto papel?), una pequeña cajita de chicles de menta (¡le gustaba la menta!),
una caja de cerillas y nada más. Tras suspirar, volvió sus pasos hacia el armario y tras abrir las puertas miró sus ropas. Allí estaba ese chándal, varios pantalones blancos y rojos, y chaquetas y camisetas del mismo color, separados de las perchas en donde lucían sus trajes oscuros. Vaya, también aparte de gustarle el color oscuro, le gustaban los blancos y rojos y la ropa cómoda. Algo era algo, ya que no había mucho más... Oh, sí que lo había. Una maleta pequeña negra descansaba al fondo del armario, oculta entre tanta ropa. Mia sonrió y atrapó el tirado. Cuando iba a poder abrirla... notó que algo fino se había posado en su sien. Sin remedio se echó a temblar, entornando los ojos hacia quien estuviera allí. Se estremeció aun más cuando pudo ver esa mirada felina de la dueña de la habitación y sólo pudo tartamudear una disculpa, y no podía dejar de mirar el cañón de la pistola que descansaba en su frente. - Busques lo que busques, aquí no lo vas a encontrar - dijo ella, con una voz fría y dura. Mia seguía sin poder moverse del sitio, ligeramente impresionada por ese arma. De cerca parecía mucho más grande... - ¿Qué hacías aquí? - Nyssa había perdido toda educación para pasar a tutearla. - Yo es que... - Mia bajó un poco la mirada -... siempre eres tan distante que... que quería saber un poco más de ti... Eso pareció sorprender a Nyssa, quien enarcó una ceja guardando su arma y se cruzó de brazos. - ¿Por qué? - quiso saber al instante. ¿Qué por qué?, Ni siquiera ella entendía esa admiración que había criado y que había crecido de manera incontrolable hacia ella. - Ya van cuatro meses - indicó Mia - Me sigues a todos lados y ni siquiera sé tu apellido. Ya sé que sólo eres mi guardaespaldas, pero me gustaría al menos conocerte un poco. - Es innecesario, eso no ayudará a que salve la vida cuando sea necesario. Mia frunció el ceño, esa mujer comenzaba a sacarle de quicio. - Salvarme la vida de qué, ¿eh? - espetó Mia - En 18 años aun no me ha ocurrido nada. - Exacto - contrarrestó Nyssa -, porque siempre ha habido gente protegiéndote, Mia. En vez de rebuscar en mis cosas y querer saber más de mí, deberías de
preguntarte porqué tanta seguridad a tu alrededor. Ya no eres una niña, así que deja de comportarte como una. Mia se sintió dolida. No había hecho nada tan grave como para merecerse tal regaño, ¿verdad? Parece que hubiera cometido el peor pecado de todos al querer conocerla un poco mejor. Al querer ser su amiga. Mia cerró los ojos con fuerza para abrirlos con más fuerza aun y mirarla con furia. De la misma forma caminó hacia delante, apartándola de su camino para salir de su habitación e internarse en la suya con fuerte portazo, que atrajo la atención de tres matones que estaban cerca. Nyssa les hizo una señal de que no ocurría nada y los hombres se retiraron. La mujer entró a su habitación y se sentó en una solitaria silla que había en uno de los rincones y cruzó una pierna, mientras sacaba su arma de la funda y comenzaba a desmontarla con cierta agilidad. Entre pieza y pieza, rara vez se pudo escuchar un suspiro. *
*
*
Varios días después todo seguía igual. Nada había cambiado entre ellas; aun existía ese muro que Nyssa se empeñaba en levantar entre las dos, La noche anterior, Mia había soltado rayos y maldiciones de la mujer que la cuidaba, mientras Sven comía una manzana en la cocina. - ¡Es insoportable! - había gritado Mia - ¿Por qué no puedo despedirla? Seguro que mi padre encontraría otra mujer que me cuidara, en vez de esa... esa... marimacho hecha de hielo. Pero Sven solamente había reído a sus comentarios y comido la manzana despreocupado. - ¿Se puede saber porqué te ríes tanto? Así no me estás ayudando. - Es que produce risa, Mia - reveló Sven - Tratas de ocultar tu admiración por ella en un berrinche, creo que en los años que llevo sirviendo en la casa, nunca había presenciado nada igual. - ¡Nunca me he dado de cara con alguien como ella! - Y por eso te gusta. Mia había abierto la boca para contestar algo, pero no salió palabra alguna y el rubor ligero de sus mejillas había respondido por ella. Y ahora estaba en el coche, en el asiento trasero, de camino a la escuela, teniendo por conductora al mono de las nieves. Mia la observó de reojo y sintió las mejillas caliente. Rápidamente volvió la mirada a las calles aun más fastidiada. ¿Cómo iba a gustarle una mujer? No le gustaba, ¡claro que no! El coche se detuvo justo a la entrada y Mia bajó. De fondo escuchó la voz de la mujer que la había llevado hasta allí, pero no quería escucharla. No en ese momento.
Pero lo que sí escuchó fue los gritos horrorizados de los compañeros, que como ella, llegaban al instituto. Mia sintió un gran peso que la tiró al suelo y al girar los ojos se encontró con que Nyssa la estaba abrazando, allí, tiradas en el suelo. Un momento... ¿por qué sacaba su arma? No la estaba abrazando... ¡la estaba protegiendo! Nyssa con gran rapidez levantó a Mia del suelo y con rudeza la tiró dentro del coche, el cual además de lujoso era antibalas. Porque estaban disparando. Mia se agazapó en un rincón del coche temblando, mientras escuchaba los disparos. En una ocasión levantó la mirada por el cristal de la ventana y pudo ver a Nyssa, con el arma entre las manos, refugiada tras un lateral del coche, disparando hacia algún lado. Ni siquiera en esos momentos perdía su temple. A lo lejos pudo escuchar el grito de un hombre, y a Nyssa descubriéndose para avanzar hacia la acera de enfrente. El hombre que había estado disparando se encontraba tirado en el suelo. Nyssa se acercaba empuñando la pistola hacia él, por si hacía algún movimiento, pero al acercarse vio que ya no se movería aunque quisiera. Una de sus balas había sido certera y se había incrustado en su frente. La mujer se agachó para guardarse la pistola ajena, para sacar un teléfono móvil de su chaqueta y hacer una llamada. Cuando colgó se encargó de registrar el cadáver, a pesar de las personas que estaban mirando expectantes y curiosas. Sustrajo de uno de los bolsillos una cartera con dinero y una tarjeta de un club, que miró por ambos lados. No había más pistas de quien fuera ese hombre o quien le hubiera contratado. Nyssa se levantó y se acercó hasta el coche, sentándose en la parte trasera, junto a Mia. - No estás herida, ¿no? Sin esperar la respuesta de la atemorizada muchacha, la despegó de la pared del coche y la revisó ella misma. Nyssa podía notar como su cuerpo estaba frío, seguramente por el impacto de recibir la realidad de que la querían muerta. - No tienes nada... pero... Nyssa la abofeteó con fuerza, provocando que el rostro de la chica se quedara de medio lado, cubierto por el cabello y sin apenas moverse. - ¡¡Cuando te hable tienes que hacerme caso!! - gritó Nyssa, más enfurecida que nunca - ¡¿O es que acaso quieres morir?! ¡Yo al menos no tengo ningunas ganas de hacerlo y más si es por tu desobediencia! Hubo un poco de silencio tras esas duras palabras, que fue roto por el llanto de Mia.
¿Por qué ella? No lo entendía, no podía entenderlo. Por culpa de su tozudez, había estado apunto de morir. Es más, también podía haber sido la culpable de que ella muriese... Mia levantó la mirada llena de lágrimas, que hacían que sus ojos azules brillaran, observando como Nyssa estaba furiosa. No... no quería que muriera; no quería que se fuera de su lado; que dejara de protegerla. Sin ánimo de recibir algún abrazo, se abalanzó hacia la mujer, atrapando entre sus dedos la chaqueta oscura y escondiendo la cara en su pecho, siguió llorando sin poder controlarse. Nyssa la observó mordiéndose el labio inferior. No le gustaba, pero rodeó los hombros femeninos, estrechándolos con un poquito de fuerza. No quería ser cruel, pero era necesario.
~ "Rojo
Capitulo
02~ sangre"
Los días siguientes Mia no quiso apenas salir de casa, y si lo hacía... era para ir al instituto, y no sin más gente a su alrededor, pero no por petición de su padre, sino por la suya propia. No quería... que volviera a ocurrir... además... ese día Sven conducía el Rolls justo cuando fue a recogerla a la institución para ir a casa de nuevo, y no Nyssa, cosa que le extrañó y preocupó.
- ¿Y Nyssa? - Mia se adelantó un poco hasta poder apoyar los brazos entre los asientos delanteros. - Mia... vuelve a tu asiento... La chica se dejó caer hacia atrás, hundiéndose en él, cruzándose de brazos. - Vale... ¿pero dónde está? No le habrá pasado nada, ¿verdad? Sven sonrió. - Es increíble en como te preocupas por ella cuando hace unos días la criticabas... - ¡Sven! - Mia perdió la paciencia y gritó.
- Pidió el día libre para sus cosas... aunque cuando salí de casa aun estaba allí, así que quizá la veas al llegar... ¿Un día libre? Vaya, era el ¿Qué haría...? Se moría Nada más cruzar la puerta solían aparcar los coches, padre.
primero que pedía en tanto tiempo... ¿adónde iría? de ganas y no sabía como podría saberlo... de entrada Mia pudo ver como al otro lado, donde se encontraba el precioso jaguar propiedad de su
Algo extraño ya que sólo él lo sacaba y conducía y precisamente en esos momentos no estaba en la casa; como de costumbre. - ¿Qué hace el jaguar afuera? - Tu ídolo lo va a usar. Mia se ruborizó inmediatamente y tratando de disimular salió del coche nada más parar. - No sé de qué me hablas - dijo finalmente, y tras recibir saludos de dos hombres de negro que había en la entrada, se metió en la casa. Sven hizo una mueca de risa mientras dejaba el coche a otro chico para que lo aparcase y siguió a la chica dentro de la casa. - Lo que tú digas... - dijo por lo bajo. Aunque Mia sabía que Sven tenía razón. Desde ese tiroteo... Nyssa, si antes era fría, ahora parecía que no existiera para ella. Ni la dirigía esas escuetas palabras, la seguía, pero en completo silencio, y se limitaba a su trabajo como chofer y guardaespaldas fuera de la casa... Aunque el daño no era ese, el daño era que después de ese instante de haber sentido el calor de su cuerpo, no se molestó ni en preguntar cómo estaba, a pesar de que seguro la oía llorar en las noches. Se había impresionado demasiado con aquel suceso... La verdad es que mucho, pero más le dolía aquello. Al pasar por la puerta de su habitación un delicioso aroma llegó hasta ella...procedente de ese cuarto... cuando nunca había olido algo como eso relacionado con Nyssa. Aunque antes de querer averiguarlo escuchó que se iba a abrir esa puerta y se apresuró a meterse en su habitación.. y mirar por entre una rendija como salía esa mujer al pasillo. Iba diferente. Totalmente diferente aunque el rojo y el blanco
predominaba en su vestuario... al menos el que se veía justo debajo de ese abrigo: unos pantalones rojos y unas botas de tacón de aguja blancas. Quería ir con ella. Cielos, ¡iría con ella! Tantas veces queriendo ir a conciertos con sus amigos o a dar un simple paseo le habían llevado a espiar detenidamente los cambios de guardia, los agujeros de seguridad que pudiera haber... pero... nunca se había escapado por pereza quizá. Nunca. No hasta ahora. No hasta ese momento. Mia se quitó rápidamente el uniforme escolar y puso en su cuerpo ropa oscura apresurándose todo lo que pudo. Con agilidad se deslizó en los pasillos de la casa sin ser vista hasta que pudo llegar al aparcamiento sin ningún problema... Allí aun estaba el jaguar, preparado para Nyssa... así que lo que hizo fue abrir el maletero y meterse dentro de él, sin llegar a cerrar del todo después para poder salir luego. El corazón le latía con fuerza en la espera a que el auto arrancara... hasta que pudo sentir el abrir; en sentar del conductor y el cerrar de la puerta... y el encender del motor. El viaje fue largo y en aquella posición comenzaba a dolerle la espalda. Al meno debía de dar gracias a que era pequeña o sino no habría podido entrar en ese lugar. Tras pensar en que eso había sido una total locura, el coche se detuvo y la notó bajar. Unos minutos después Mia consideró que fue bastante tiempo como para poder salir. Nada más tocar el suelo se cercioró de que lo cerraba y miró a su alrededor. El jaguar estaba aparcado en un sitio al aire libre. Un aparcamiento aun así privado en donde el lujoso auto estuviera a salvo de robos... y no había nada más allí que un gran edificio donde entraba mucha gente joven y otros no tan jóvenes... "Deseo", ése era el nombre del club. Tras pagar una entrada y presentar un carnet que certificaba su mayoría de edad, logró entrar al lugar. La verdad es que no era nada del otro mundo. Mesas acomodadas en una parte, sillones ocupando otras partes, barras donde servían la bebida; una enorme pista de baile con un pinchadiscos algo más que excepcional (según su gusto) y unas escaleras que subían a las plantas de arriba con dos tipos muy grandes vigilándolas. Casi podían hacer competencia con los que había en su casa, así que pensó que eso era zona restringida y mejor era no acercarse. Tras un empujón decidió que lo
mejor era buscarla, pero por más vueltas que diera en esa enorme sala envuelta en la poca luz, no la encontraba, así que lo mejor sería sentarse en la barra, pedir algo y esperar. Sino tomaría un taxi a casa y ya inventaría una excusa de cómo pudo salir de ella. - Wow, ¿has visto a esa preciosidad? - escuchó Mia en boca de uno de los que estaba cerca de ella, pidiendo un trago. Algo aburrida, removiendo su bebida con una pajita, desvió ese par de ojos azules hasta la pista de baile... y dejó de jugar con lo que tenía entre manos en ese momento. El corazón se le disparó de inmediato contra el pecho y las mejillas le ardieron. ¿Qué era eso tan pequeño que lucía? ¿Y esos movimientos? Santo Dios, ¿en verdad era esa su témpano de guardaespaldas? Nyssa se encontraba en la pista de baile, a solas, moviéndose de una forma provocativa con esa camiseta ceñida gris y esa falda del mismo color que era demasiado corta. Era la primera vez que podía ver los muslos contorneados de Nyssa sin la tela del pantalón por medio.... y esas botas blancas hasta la rodilla la hacían aun más sexy si se podía... Aunque lo mejor era que su cabello lucía suelto, a lo largo de todo lo que era. Prácticamente a ella le parecía una Diosa... a pesar de que en boca de esos pervertidos escuchó la palabra zorra... Por largo tiempo la estuvo observando y observando también como muchos cerdos se acercaban a ella con intención de tocar más de lo permitido... y como ella les reuhía con facilidad vestida con una sonrisa picarona... En su interior, cada vez que veía ese gesto, gritaba "¡Bien!", pero en su interior también se estaban revolucionando más cosas que la satisfacción de ver como los rechazaba a todos. Es más, su cuerpo entero había comenzado a palpitar por ella... y Mia apretó fuerte un muslo contra otro provocándose una deliciosa sensación. No podía ser... estaba excitaba a causa de una mujer... pero no de cualquiera, sino de ella, de su guardaespaldas. Aunque... pronto se acabó su anonimato. En un momento esa mirada gris relució cuando se posó en la barra del bar y supo que la había visto al perder esa expresión traviesa.
Volvía a ser por un momento ese bloque de hielo... y entonces la vio mirar a un lado y otro y hacerle una señal con el dedo para que se acercara a ella. Como hechizada... Mia se acercó adentrándose en la pista de baile... teniéndola frente a ella por completo y la arrastró a un rincón de la pista obligándola a que bailara sólo con un gesto de su cara. Por el momento no dijo más y la música era movida hasta que todo sufrió un giro. El ritmo de la música fue cambiando hasta llegar a lenta y Mia sintió que dejaba de respirar al ver como Nyssa comenzaba a bailar muy junto a ella. La luz estaba muy baja y sol se veían las siluetas de las personas... El momento era tan mágico que Mia se dejó llevar por él ya que Nyssa había rodeado su cintura con las manos y ella sin saber como atrapó entre sus brazos el cuello de la mujer. Los cuerpos se rozaban en cada movimiento y los rostros permanecían muy, muy cerca. Nyssa había cerrado los ojos y puesto su frente contra la de ella; las narices se frotaban y los labios estaban a milímetro de tocarse. Mia pudo ver que ella movía sus labios tratando de decirle algo, aunque la situación la tenía ya demasiado excitada movió su cabeza suavemente para poder su oído frente a su boca y así poder escuchar. - Me queda muy claro que me has seguido, Mia. Bravo niñita, conseguirás que nos maten a ambas. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que tratarla siempre de esa manera cuando sólo quería acercarse a ella? Cuando todo su ser suspiraba por ella... Mia no podía soportarlo más... no podía... aguantar más... así que la besó. Electrizante fue la sensación que le recorrió el cuerpo nada más probar lo suave de aquellos labios y más ahí, frente a todas esas personas que hubiera en la fiesta... Al principio pudo notar como el cuerpo de Nyssa se tensaba y trataba de apartarla, pero después de presionar un poquito más los labios de ella se abrieron y fue la que invadió su boca buscando fundirse con su lengua. Nunca se había besado con una chica y menos de esa forma tan devoradora en un lugar público como aquel... aunque lo mejor de todo era que Nyssa respondía... ¡y de qué forma!
Mia podía morirse en ese momento... sino fuera porque Nyssa la apartó deshaciendo el beso... aunque la visión fue aun más perturbadora. Sus ojos grises estaban encendidos de algo que podía llamar lujuria y que nunca creyó ver en esos preciosos ojos... Aunque todo volvió a cambiar de repente. Las luces se encendieron iluminando toda la sala y la pasión de sus ojos dejó paso a la profesionalidad extrayendo de su bota blanca una pistola. Mira notó como la puso detrás de ella como protegiéndola de algo... y en efecto así fue. Escuchó disparos en dirección a ellas. Nyssa le había cogido del brazo y también estaba disparando... Ella la protegía de las posibles balas y una alcanzó su brazo. Mia lo vio sangrar pero no por eso Nyssa dejó de disparar acertando a varios hombres mientras le gritaba indicaciones que no entendía entre tanto nervio como podía llevar a cabo. Al final supo que estaban algo a salvo cuando Nyssa la tiró dentro del coche y el jaguar arrancó alejándolas de allí. - Y-yo... - ¡¡Cierra la boca!! - le gritó Nyssa - Sino la cierras te juro que seré yo quien te meta la bala entre ceja y ceja - amenazó y siguió conduciendo entre la oscuridad de la noche que había caído. Mia estaba temblando. No entendía nada de lo que estaba sucediendo. Todos esos disparos... El beso correspondido... Todo... Después de un rato supo que ese no era el camino a casa, pero no dijo nada. Nada más se limitó a observar en silencio hundida en el asiento hasta que el coche se adentró en una zona residencial y condujo por las calles hasta detenerse frente a una preciosa casa de dos plantas. Mia la siguió a través del jardín de la entrada y vio como sacaba una llave de un pequeño ladrillo suelto de la pared y con eso pudo abrir. Al entrar y encender la luz vio que estaba el sofá y una estantería con premios. A su izquierda un pequeño sillón, una cadena de música; una estantería con libros y varios exquisitos tapices... A su derecha una gran mesa delante de una pared de cristal, dos puertas al fondo, una escalera más adelante y otra entrada... Nyssa se había acercado al lugar de la estantería y cogido el teléfono marcando un número. - Soy yo - se identificó la mujer - Mia me siguió y lo echó todo a perder... Está conmigo, pero por esta noche no vamos a regresar. Sí. Es un lugar seguro.
Y después colgó para activar la alarma que estaba justo al lado y se volvió para observarla, mientras se recogía el cabello con esa goma que tanto comenzaba a odiar. - ¿D-dónde estamos? - se atrevió a preguntar después de mucho estando observándose la una a la otra. - Es mi casa, un lugar más seguro que la que tienes por hogar - respondió con sequedad - ¿Qué se te pasa por la cabeza, Mia? Mia desvió la mirada al cualquier otra parte. - Yo sólo quería... verte... Nyssa se desesperó con ese gesto. - ¿Por qué estás tan empeñada conmigo? Mia frunció el ceño en un gesto que pareció dolor. - Porque yo... te quiero... Nyssa no pareció sorprenderse. ¿Amor? Esa chiquilla estaba mal de la cabeza. - En vez de pensar en esas cosas deberías de comenzar a pensar en el por qué de que nos hayan disparado a boca jarro en la discoteca - sentenció la mujer mientras caminó hacia una de las puertas del fondo y Mia escuchó trastear. Después de un poco caminó y se asomó viendo que era el cuarto de baño y de que Nyssa se curaba la herida que tenía en el brazo. - ¿Te duele? - Es sólo una herida superficial. - Ah. Mia se quedó observando como se aplicaba alcohol sin tan siquiera inmutarse. - ¿Por qué disparaban? - vaya, por fin te veo preguntar algo con sentido común - ironizó Nyssa - Son gansters... Te quieren muerta. Juntas llamamos demasiado la atención en ese momento y te descubrieron. - ¿Por qué me quieren muerta? Precisamente a mí... Nyssa terminó de limpiar su herida y sacó una venda blanca de su bolsita para empezar a desenrollarla por la herida.
- Tu padre es un traficante de drogas, Mia - las irises azules se dilataron nada más escucharlo - Y no uno cualquiera, es uno de los grandes... Si le hacen daño a lo que ama servirá como advertencia para que se retire del mercado... sólo que estos tíos son idiotas y esta vez en vez de hacerte daño simplemente, casi te matan. - No, casi te matan a ti... - Por mi cuenta me sé cuidar, pero no soy buena con una carga a las espaldas. ¿Eso era ella? ¿Una carga? El corazón de Mia se encogió de golpe. - Mia... ¿cuánto quieres a tu padre? Esa respuesta la tomó por sorpresa y tras unos segundos que pareció pensarlo Nyssa había salido y dirigido hacia esa gran mesa deslizando la mano por debajo de la madera, sacando una pistola. - Bueno... claro que sí, es mi padre... - Eso no suena demasiado convincente, Mia. - La verdad es que... no mucho... Nyssa sonrió de forma macabra cargando el arma. - Bien, porque lo voy a matar. *
*
*
Mia se aferraba las rodillas encogida y sentada en el sofá de la sala. No podía pensar fácilmente desde que Nyssa de aquella forma tan fría le había dicho que acabaría con la vida de su padre... y justo después había anunciado que se iba a dar una ducha y que ella podía usar el cuarto de baño del piso superior. Pero se había quedado estática sin pedir ninguna explicación y se había sentado en el sofá sin pesar. Solo escuchaba el lejano ruido del agua caer. Ya ni siquiera pensaba en el beso o en cosas lujuriosas... Poco después escuchó el ruido del abrir y cerrar de la puerta y sintió que Nyssa se sentaba en el sillón que estaba en el otro extremo, y notaba su mirada grisácea clavada en ella. - Y si... te pidiera que no lo mataras... - murmuró por lo bajo.
Aunque Nyssa ni se inmutó y comenzó a secarse el cabello con una toalla blanca. - ¿Por qué ibas a hacerlo? Tú misma has dicho que no le quieres – abofeteó Nyssa. - Pero... ¡pero sigue siendo mi padre! - Mia gritó y se encaró con la mujer que seguía siendo distante. Aunque
la
vio
suspirar
y
secar
un
mechón
de
cabello
con
fuerza.
- ¿Lo seguirías pidiendo aunque supieras que él mató a tu madre? Mia se quedó paralizada mirándola seriamente mientras una lágrima rodó por su mejilla de forma solitaria. - No te atrevas a jugar con ella - indicó con furia - ¡¡No te atrevas ni a nombrarla!! Mia agarró un jarrón que había en la mesa cercana y se lo tiró a Nyssa, pero ella lo esquivó con tan solo un movimiento y la porcelana se rompió contra la pared. En un veloz acercamiento que Mia no pudo ni distinguir, esa mujer la estaba sujetando de las muñecas con una fuerza que nunca creyó que podía tener una mujer. - Ya he aguantado demasiadas tonterías por tu parte, y que me ataques de esa manera no va ser perdonado tan a la ligera, niñita - amenazó Nyssa y la soltó de una forma tan brusca que Mia se golpeó con la pared y el brazo del sofá se clavó en sus costillas - Voy a abrirte los ojos al mundo real. La voz de Nyssa sonaba con crueldad y el interior de Mia sólo quería llorar. - Soy una asesina contratada por tu madre para matar al que... "quería" matarla. Después de todo ya la mató por mucho que te dijera eso de una enfermedad secreta para no hacerte daño... - soltó de golpe y porrazo Nyssa, provocándole estremecimientos a la chica - Tu padre atravesaba ciertas dificultades gracias a un préstamo que pidió a unos tipos más peligrosos que él... y no lo podía devolver... Tu madre tenía un buen seguro de vida que arreglaría esos problemas... No es de extrañar, tu padre aprecia más su propia vida que la de los que están a su alrededor. Aunque Nyssa pensaba que quizás con esa niña no era de esa forma, puesto que había contratado a alguien para protegerla...
- Tu madre fue quien me lo contó todo, pero desgraciadamente por tanta seguridad en esa maldita casa y a su alrededor no pude hacer mi trabajo antes de que la mataran a ella. Mia se sentía cada vez peor... ¿eso era verdad? - Mi madre ya está muerta... no tienes porqué seguir ese trabajo... - balbuceó ella en un tono bajo. - Tu madre me pagó por adelantado, mi ética profesional me prohíbe dejar incumplido un trabajo. Mia se rió nerviosa pasando una mano por su cabello corto y despeinándolo. - Tu ética profesional... que idiotez - ironizó la mujer y Nyssa comenzó a peinar su cabello con los dedos - La futura asesina de mi padre trabajando para él y protegiendo a su hija... ¿no es demasiado sarcástico? Nyssa asintió sintiendo la mirada azul de odio penetrante en cada célula de su piel. - Cuando intenté matarlo, por casualidades del destino otros atacaron el mismo tiempo que yo y acabé salvándole la vida, matando a los otros. No permito que nadie se meta en mi camino. - ¿Entonces también me vas a matar a mí? - No lo sé, ¿te vas a meter en mi camino? Mia... terminó negando. Si eso era cierto, ¿cómo iba a hacerlo? Su inexistente padre había matado a su queridísima madre por culpa de un seguro de vida millonario... - Bien, porque mi trabajo también es protegerte... Nyssa se tomaba muy en serio sus contratos por muy idiotas que pudieran parecer... pero siempre seguía la ética de permanecer fiel al trabajo, por muy duro o ridículo que fuera. Por eso ahora tenía que proteger a Mia y abrirle los ojos era una manera de hacerlo. Nyssa se levantó y cruzó la puerta del fondo regresando un poco después. Mia vio como le tendía algo en la mano y descubrió en su palma un anillo con un zafiro incrustado que reconoció como el que su madre usaba antaño.
Era verdad... era verdad después de todo... Incontrolablemente lloró. No podía dejar de hacerlo aunque quisiera, puesto que eso era algo demasiado difícil de asimilar... Con un suave tirón de Nyssa se dejó guiar hasta el piso de arriba y cruzando un pequeño pasillo la internó en una habitación y la tumbó en una cómoda cama de matrimonio... donde Nyssa se tumbó a su lado... y la besó. La besó a pesar de que no dejaba de sollozar y de tener las mejillas bañadas en agua salada... El suave contacto de la lengua de aquella mujer lamiendo sus labios menguaba las lagrimas y en una vez que las bebió dejó de llorar. - ¿Por qué? - Porque si esto ayuda a que duela menos, lo haré - respondió tranquilamente Nyssa y descendió un poco hasta besar la piel de su cuello con suavidad. - ¿Por qué? - volvió a repetir, cerrando los ojos envuelta por esa sensación agradable. - Porque mi trabajo es protegerte... *
*
*
Mia despertó por la claridad en la habitación sintiéndose extraña al abrir los ojos por no reconocer la habitación en la que se encontraba, pero cuando miró hacia un lado en esa inmensa cama, se topó con e rostro más precioso que jamás hubiese visto. Nyssa dormía aparentemente tranquila y justo ese fue el primer momento en que no la veía tan distante ni tan fría. Ojalá pudiera verla dormir siempre... pero no podría ser... Con cuidado se deslizó por la cama hasta poner los pies en el suelo sin querer despertarla y caminó con los pies descalzos hasta la terraza que había junto a la habitación. Era un día precioso a pesar de haber recibido tantos golpes en una sola noche... Heridas abiertas que no serían curadas por los besos que Nyssa le dio, a pesar de que eso la hizo un poquito feliz... No ocurrió nada más que eso... y la verdad no sabía si debía de estar feliz o triste, puesto que lo había hecho por ella, pero solamente porque era su trabajo... Mia sintió hambre y bajó las escaleras buscando la cocina sintiendo un dolor de cabeza... Ella misma mataría a su padre si pudiera... pero si era verdad que era un gangster... seguramente acabaría ella antes con un tiro entre ceja y ceja.
Mia se sorprendió en medio del salón al cabo de unos segundos notando las mejillas húmedas... y es que lloraba de nuevo. Se cubrió los ojos con las manos y se desahogó... Su madre... su querida madre... no había muerto por enfermedad sino por un fajo de billetes... Nyssa se incorporó de pronto escuchando los sollozos y al asomarse al hueco de la escalera vio al fondo a Mia. Nyssa decidió no irrumpir. Era su momento... era mejor que terminara por llorar toda la amargura... y se recostó en la pared cruzando los brazos sobre su pecho. Varios minutos después Mia fue hacia el cuarto de baño y se lavó la cara, notando los ojos hinchados y rojizos... después fue hacia la cocina y buscó en los muebles algo que poder comer. Con sorpresa se encontró más víveres de los que hubiera esperado encontrar y con eso podría hacer un desayuno más o menos decente: leche, zumo de naranja, tostadas, manteca y cereales... Mientras se hacían las tostadas y exprimía las naranjas, halló una radio y la enchufó para que la música le distrajera un poco en su tarea. La verdad es que Nyssa nada más escuchar la radio bajó las escaleras y se apoyó en el marco de la puerta viendo como Mia movía las caderas al ritmo de una rumba. Nyssa carraspeó al rato haciendo que Mia volteara a verla. - ¡Ah! - se asustó ella al verla de repente allí observándola - ¡¡Ah!! - y esta vez gritó porque las tostadas habían saltado, asustándola de nuevo. - Eres demasiado asustadiza - Nyssa caminó para extraer un plato de un armario que había junto a ella y sacó el pan para ponerlo ahí, sin tan siquiera quejarse de si quemaba o no. - Eso no es verdad - replicó Mia en un puchero, tirando las naranjas a una bolsa Hice el desayuno... - Es más que obvio - Nyssa se dedicó a coger los demás comestibles en una bandeja que sacó de otro armario y los llevó hasta la mesa del comedor, sentándose en una de las sillas y miró a través de los grandes ventanales al exterior de la calle, por donde pasaba algún coche casualmente y alguno que otro vecino paseando al perro. Misa se sentó con el ceño fruncido. ¡¿Qué le pasaba a esa mujer?! La noche pasada se la comía a besos y ahora parecía que la odiara.
Con fastidio se alcanzó un pan y comenzó a untarle la mantequilla y miró a través del cristal también. Era un bello lugar, el cual no concordaba en absoluto con la imagen que Nyssa daba. A ella le pegaba más una casa como la de la familia Adams o la de Cruela De Vil... - ¿En serio es tu casa? Nyssa arqueó una ceja y la miró expectante. - ¿Acaso no va conmigo? - No demasiado, la verdad... - Qué sabrá una niña como tú... - contraatacó Nyssa. - ¿Puedes dejarlo ya? Nyssa mordió una tostada y la miró como quien mira un objeto sin valor. - ¿Qué deje qué? Mia resopló e hizo un gesto con una mano indicando su actitud. - ¡Eso! - exclamó - Me fastidia mucho que me trates como una niña como algo sin valor, ¿es que no puedes ser un poco más amable o al menos civilizada? Pero Nyssa no le respondió nada y se limitó a rodear la barbilla con la mano del brazo que tenía apoyado en la mesa durando varios segundos... y después Mia vio algo aun más increíble... En aquel rostro serio y distante estaba apareciendo una sonrisa... una sonrisa que se agrandaba aun más y que terminó por desembocara en una preciosa risa descontrolada. Al contrario de enfadarse, su corazón latió fuertemente viendo a una Nyssa que no conocía y que lo único que conseguía era enamorarla aun más si se podía. Porque estaba enamorada de ella, sí... El sonido de su risa era una melodía que acariciaba cada sentido y no pudo soportarlo. Mia se levantó como impulsada por un resorte y se subió a la mesa, derramando en ella el zumo de naranja, pisando con la rodilla las tostadas, arrasando todo a su paso con tal de llegar hasta la mujer y poder atrapar esa risa en su boca en el gesto de un beso. Mia temía que la rechazara, pero no lo hizo. Sintió como Nyssa la empujaba pero con afán de profundizar ese beso todavía más y el corazón de la morena albergó al esperanza de que ella pudiera sentir algo.
Aunque solamente fuera lujuria... al menos sería algo. Mia bajó de la mesa para sentarse sobre el regazo de la mujer frente a ella con las piernas abiertas y volver a besarla con mucha pasión y sentir su respuesta inmediata. Sentir como ella ponía las manos sobre sus nalgas para acariciarlas y apretarlas por encima de la tela del camisón. Nyssa fue recogiendo lentamente la prenda hacia arriba hasta que la pudo subir hasta el abdomen. Los glúteos quedaron libres para poder acariciárselos con más fuerza mientras ella la seguía besando como una loca. De un solo tirón logró subir todo el camisón hasta el pecho y separó la boca de la suya para poder sacárselo por completo. Nyssa cerró los ojos y acercó su boca para lamer sus pechos. Paseaba su lengua por toda la redondez de los pequeños senos y se dirigió a uno en especial para chupar y morder uno de los pezones. Mia gimió excitándose aun más si se podía y enterró los dedos en ese cabello negro, apretándola contra ella. Nyssa intentó despojarle de sus finas braguitas pero en aquella posición era demasiado difícil por sus piernas abiertas y sin demasiada pacienta tiró de un lado rasgándolas hasta destrozarlas y quedar en una prenda inservible, consiguiendo su propósito y estrechándola de la cintura contra ella. En un acto de lucidez entre aquel arrebato Nyssa desvió la mirada hacia la calle a través de los ventanales para descubrir que un viejo vecino miraba con sorpresa y excitación... Nyssa sentó a la muchacha en la mesa y se inclinó un poco hasta dar a un botón y bajar las persianas automáticas que impidieron más la visión de ese íntimo encuentro. Mia la esperaba de forma expectante... ansiando el seguir con esa locura tan cautivadora y su deseo no se hizo esperar. Nyssa regresó junto a ella y dejó sus senos para besar y morder la piel de su cuello, acariciándole a nuca. Mia no podía esperar más y le quitó con rapidez el camisón que ella también llevaba puesto. La una contra la otra, el cuerpo manchado de los alimentos que habían caído por encima de la mesa. Ambas disfrutando de esa lujuria y recorriendo el cuerpo de la otra hasta experimentar ese placer tan intenso que provoca una unión de ese calibre. Boca contra boca, entregándose cada parte de su ser. * - ¿Por qué asesina?
*
*
Mia se acurrucó contra esa piel desnuda tan cálida que permanecía junto a ella entre las ropas de la cama. Nyssa escuchó pero no se molestó en abrir tan siquiera los ojos, a pesar de que Mia la miraba con absoluta adoración. - No creo que te guste un trabajo así... - prosiguió ella, al no obtener una respuesta. - ¿Por qué lo crees? - susurró la mujer. Mia arqueó una ceja. No podía gustarle un trabajo en el que implicaba matar gente, ¿no? - Por tu silencio seguro que te lo estás preguntando - adivinó Nyssa, inquietándola un poco - Me gusta mi trabajo, sino no lo ahría, es lógico, ¿no? - P-pero matas a gente... - Mi familia está tan sucia como lo puede estar la tuya... Una familia de asesinos... Desde que tengo meses de vida he visto gente morir, así que no tengo problema. Nyssa adoraba ese instante en que tenía en sus manos la vida de la otra persona, siendo la total jueza de dejarle la vida o condenarlo a muerte... Y en el instante en que podía ver ése líquido rojo era como si el suyo ardiera... Quizá fuera porque desde pequeña su familia la había entrenado especialmente con ese objetivo, "seguir la tradición"; insensibilizándola al dolor... Vaya, seguro que también si su familia la viera con una mujer en la cama pondría el grito en el cielo... No continuaría con la estirpe familiar... Nyssa se rió por ello. - ¿Y ahora eso te causa gracia? Nyssa volvió a reír de una forma casi siniestra pero divertida y le acarició el cabello castaño, arropándola mejor. - Duérmete mejor. Mia pensó que, además de rara, era una mandona... ... pero aun así se había enamorado de esa mujer. * - Podríamos quedarnos aquí...
*
*
Pero Nyssa respondió negando la cabeza mientras cargaba ese arma con el cargador de las balas. - Tengo trabajo que hacer - respondió sin más. - Pero... - Nada de peros, Mia - advirtió Nyssa con un dedo y se guardó el arma en la espalda sujeto por la cintura de los vaqueros y la cubrió con la camiseta que vestía. Mia sentía el aire moviendo su cabello mientras se dirigían de nuevo hacia la casa. - ¿Y qué hacías en aquella discoteca? Nyssa rió con sarcasmo. - A buenas horas preguntas... - Después de todo lo sucedido lo increíble es que llegue a acordarme... - contestó Mia, frunciendo el ceño haciéndola reír -, ¿y bien? Nyssa suspiró y aumentó la velocidad del jaguar. - El hombre que liquidé el día que te acataron a la entrada de la escuela llevaba la tarjeta de ese club... Yendo allí quizá hubiera podido averiguar algo sobre quién está detrás de ti. Mia torció los labios. - ¿Y para eso tenía que vestirse "así" y provocar tanto? - recalcó Mia cruzando los brazos. - ¿Celosa acaso? - contrarrestó Nyssa. - Y si digo que sí, ¿qué? Nyssa no respondió y fijó la vista en la carretera, con los cincos sentidos alerta al estar entrando en la ciudad de nuevo. - De esa forma podría haber cazado a alguno perteneciente al grupo... Estaba infestado de ellos... Y lo hubiera conseguido sino hubiera sido por tu intromisión. Mia decidió callar. En ese aspecto sí se sentía culpable, pero por otro lado estaba feliz porque si no hubiera ido nada de lo que había pasado entre ellas habría sucedido...
Aún así al regresar todo volvió a ser como antes y Mia creyó que había estado prácticamente en un sueño. Pero era necesario. Nadie en la casa podía sospechar de lo que ambas habían compartido y Nyssa se lo había dejado muy claro a Mia antes de llegar, aunque Nyssa veía como la joven hacía lo imposible para tener algún roce con ella. "¿Acaso se cree que soy de piedra o qué?", pensó Nyssa, volviendo justo a su habitación y encerrándose en ella recargando la espalda sobre la madera de la puerta. Esa Mia le había abierto la puerta del cuarto en toalla a propósito... Qué fácil podría haber sido quitarla y... Nyssa movió la cabeza y posó dos dedos allí donde se estrechaba la nariz. Tenía algo más importante entre manos que tener sexo con Mia... y era ese plan que había tramado para tratar de obtener un poco más de información sobre los que querían acabar con la chica. Sino solucionaba eso no podría concluir con tranquilidad con su trabajo, y eso era algo realmente fastidioso. Aunque pensando en su plan allí en la cama... era difícil no mirar a la pared de su habitación que la unía con la otra. *
*
*
El lujoso coche recorría las calles de la ciudad con tranquilidad. Sven conducía y asintió al recibir una orden de la muchacha que iba detrás y entonces aparcó en un hueco libre. Mia salió entonces y se despidió del "matón" para comenzar a caminar por las calles y parándose de vez en cuando a mirar algún escaparate de una de las tiendas. Después de unos minutos caminando a solas, se detuvo frente a un cristal en donde lucían unas bonitas botas blancas... e instante después sintió un cálido aliento en su oreja y algo duro en su espalda. El cañón de una pistola. - Qué fácil me lo has puesto... - ¿En serio? - se asombró Mia. En contados segundos ella le había propinado un golpe en el estómago, otro en la mano que hizo que soltara el arma y después un rodillazo en toda la cara.
Con eso el hombre cayó al suelo sujetándose la nariz rota que no dejaba de sangrar y miró a la mujer. ¿Cómo podía una simple adolescente...? Oh, pero... ¡es que no era ella! La chica se quitó las gafas de sol dejando ver una fría mirada gris y después se agarró el cabello para tirar de él y dejar caer al suelo esa peluca café. - Desde luego es que no pensé que fuera tan fácil... La gente en la calle había comenzado a pararse para fisgonear, pero eso no era algo que a Nyssa le importara... después de todo el que llevaba el arma era él... Nyssa se inclinó hacia él para tomarlo por el borde de la camisa y levantarlo hacia ella. - Quién te ha mandado matarla - siseó con peligrosidad. Pero él no respondió e intentó atacarla con una patada... que provocó que Nyssa le clavara en la rodilla el tacón de aguja de su zapato y se manchara los dedos de sangre cuando comenzó a retorcerle la nariz rota. …l, por supuesto, gritó. - Señorita, nosotros podemos ocuparnos de él... - había decidido intervenir un hombre con dos amigos a cada lado. - Cállense - ordenó y le devolvió la mirada a él - No te voy a matar, ¿saber? Pero aun estando rodeada de gente puedo hacer daño, mucho daño, más que la propia muerte, y no me importa que observen... El hombre comenzó a temblar. - Ra... Raymond... bajo las órdenes de Raymond... Nyssa no pudo evitar abrir los ojos para zarandearlo. - ¿…se Raymond que estoy pensando? El hombre asintió temeroso. - ¿Por qué habría de creerte? Pero no necesitaba la respuesta ya que le había dado la clave de algo que comenzaba a oler muy mal ahí. Sven se ocupó del idiota ése que se quedaría como un bonito prisionero en alguna parte para que no pudiera volver con los suyos... Aunque si volvía lo matarían ellos por irse de la lengua... Así que con él no habría problema.
Cuando Mia pudo volver a Nyssa ese día, ya casi siendo medianoche, fue cuando bajó a la cocina a por algo de beber y pudo ver en actitud muy íntima a Nyssa y a Sven sentados en la mesa donde se comía. Irremediablemente le asaltaron los celos. - ¿Estás seguro? - insistió la asesina. - Completamente - respondió Sven. ¿Qué era ése halo de complicidad que los envolvía a ambos? Maldición, ¿seguro que lo que le dijo antes de entrar a la casa era cierto? ¿No sería una burda excusa para tirarse después al apuesto alemán rubio? Mia decidió carraspear entonces. - Ya sabíamos que estabas ahí - espetó Nyssa, nada más al escuchar el vano intento de llamar sus atenciones. Eso molestó más a la morenita. - Mia, ¿es cierto que tienes la clave de acceso al ordenador de tu padre? -prosiguió sin comentar nada más. Vaya, ¿y eso? - Sí... es fácil dar con ella aunque él crea que es un sistema infalible... - murmuró ¿Por qué? - La necesito - dijo sin explicar más - ¿Me la das? ¿Cómo le iba a negar algo...? Mia suspiró y buscó algo en donde poder anotarla para después dársela a ella. - Ahora vuelve a tu habitación - le ordenó, y ambos se levantaron de donde estaban sentados y tomaron un camino distinto. Mia hizo una mueca y se volvió irritada hacia su cuarto, ¡pero no porque ella se lo ordenase!, Nyssa sin embargo no se inmutó cuando tomó en su mano el picaporte de la puerta y usó una ganzúa para forzar la cerradura del despacho de su "jefe". Sven se quedó en el pasillo vigilando por si alguien viniera de improviso, aunque a esas horas la casa estaba muy tranquila y el dueño estaba prácticamente en el otro lado del país con sus negocios. Por eso Nyssa comenzó a resultarle aburrido su trabajo ya que le estaba siendo demasiado fácil... más que nada porque se consideraba demasiado inteligente. En la oscuridad del despacho la luz de la pantalla del PC se iluminó y tras
cargarse los datos introdujo la contraseña, accediendo al sistema y a los ficheros. Durante un buen rato estuvo ojeando papeles sin importancia, fichas de personas que no le interesaban los más mínimo... hasta que se dio con un fichero encriptado. El único entre todos. - Vaya, vaya, qué interesante... Gracias a la conexión a internet pudo mandar ese fichero a uno de sus familiares expertos en ese campo... Después se ocuparía de borrar las huellas. Así que sólo le quedaba esperar, así que se puso cómoda... y en una hora obtuvo el resultado. - Joder... - masculló Nyssa, nada más ver los documentos. Entre ellos se encontraba ese seguro de vida de la madre de Mia... junto a una ficha de uno de los grandes capos de la mafia italiana... junto con otro seguro de vida... de Mia... Eso era mucho dinero. Mucho más que lo que valía la vida de su madre... Y entonces lo vio todo claro. Raymond Lorens aun debía dinero e intentaba matar a su propia hija… echándole la mierda a ese hombre para librarse él. Eso sí era tener sangre fría, matar a su propia familia por vivir él. Oh, pero eso no iba a ser tan fácil... - No mientras esté yo aquí... - susurró ella, apagando la máquina. Al salir al pasillo le hizo una señal al alemán para que se retirase y ella se fue en dirección contraria... hasta detenerse en una bonita puerta blanca a la que llamó y que se abrió poco después. No la dejó hablar. Nyssa atrapó la barbilla de Mia con una mano levantándola hacia ella para poder besarla con fuerza y empujarla hacia adentro, cerrando la puerta tras de sí. *
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Lo había estado planeando durante toda la semana. Justo ése día Raymond volvía de su viaje para estar unos días en la casa y quizá organizarse otro viaje más, mientras se revolvía por dentro viendo que su hija aun
seguía viva gracias a las perfectas habilidades que Nyssa poseía, y que él no había advertido del todo... - ¿Lo matarás? - le preguntó Mia, sabiendo de antemano la respuesta. - Lo mataré. No lo pienses demasiado Mia, después de todo podrás vengarte de la muerte de tu madre. Nyssa no le había dicho nada de lo que había descubierto. No quería provocarle aun más daño del innecesario, porque no se enteraría si nadie más le decía. Solamente lo había hablado con Sven, quien le dio su apoyo total, e incluso se ofreció él mismo a acabar con ese hombre. Sven desconocía lo que era ella, pero el alemán en verdad le tenía mucho aprecio a Mia... La quería como si fuera una hija para él... Y gracias a él sabía que ninguno de los guardas actuarían porque todos lo odiaban. Raymond siempre los había tratado muy mal y más de uno habría deseado meterle ese tiro entre ceja y ceja que ella misma le iba a dar. - Me alegra ver que dejé a mi hija en buenas manos - el hombre se levantó de su gran silla del despacho nada más que Nyssa entró en él. "Hipócrita", pensó Nyssa. Y la asesina se dispuso a darle su informe de lo ocurrido. Raymond asintió complacido y nada más darse la vuelta Nyssa no perdió oportunidad para sacar su arma y apuntar justo a la nuca, rozando la piel. - ¿Nunca le han enseñado a no dar la espalda? - preguntó Nyssa, con ironía en sus palabras. - Nyssa, esto no tiene ninguna gracia... - Dese la vuelta despacio... y con las manos bien altas... - ordenó en un siseo - No me gusta matar a la gente por la espalda. El hombre lo hizo. El un intento fallido quiso reducirla pero se encontró con una agilidad que desconocía en ella y con la rodilla en su entrepierna. El dolor le obligó a doblarse y a caer sobre las rodillas. - ¿Qué se siente estando por debajo? - rió ella, de forma siniestra, apuntándole con el arma - O creyéndose tan listo para ser un pobre idiota... Todo su plan habría funcionado sin duda si no hubiera contratado a su asesina. Raymond levantó la mirada penetrándola con odio.
- Su mujer me contrató para matarlo antes de que tú la mataras a ella... pero no llegué a tiempo.... Vaya pero mira... Ahora te tengo a tiro. - Te daré lo que me pidas. Nyssa arqueó las dejas. - ¿Qué? - Lo que sea, pídelo y te lo daré. Nyssa pareció pensarlo durante unos minutos y Raymond albergó una esperanza. Después de todo, todos los asesinos eran iguales. Pero oh, qué delicioso era sentir ese sentimiento ajeno en cada célula de su cuerpo... Nyssa le sonrió macabramente. - No. Y disparó. Un disparo seco y directo a su frente, que hizo que la sangra saltara y manchara parte de su traje y de la moqueta. Después el cuerpo cayó al suelo. Ambos trabajos habían terminado. Mia lo supo en el momento en que oyó el disparo y salió de su habitación en busca de Nyssa. Pero no la encontró en la casa, en ningún rincón, hasta que miró a través de un cristal y vio a la mujer guardando su arma mientras caminaba hacia la salida. ¿Se iba? ¿Se estaba yendo? ¿Así sin más? ¿Cómo podía ser tan cruel? ¿En verdad era incapaz de sentir nada? No lo sabía pero... al menos tenía que intentarlo. Mia corrió llamándola a gritos, unos gritos que hicieron que no se parase en ningún caso, hasta que pudo llegar hasta ella y detenerla aferrándole un brazo. - No te vayas... Nyssa se dio la vuelta despacio, hasta que Mia pudo ver en su cara unas manchas rojas, seguramente de sangre de su propio padre. - ¿En serio eres capaz de convivir con una asesina? - preguntó secamente, tocando con sus dedos las manchas y después lamiendo la sangre - ¿En serio eres capaz de amar a alguien que mata? Hubo un silencio.
- Soy capaz de amarte, no, ya te amo... - ratificó Mia, palabras que ya antes había dicho. Pero Nyssa sonrió con sarcasmo y negó. - Mi trabajo a concluido... - ¡Entonces te contrato! - dijo de inmediato Mia - Aceptaste un puesto de guardaespaldas, ¿puedes volver a aceptarlo? ¡Esta vez te contrato yo! Mia sentía como su corazón palpitaba con brusquedad, sintiendo que iba a sufrir un colapso de un momento a otro ante la quietud de la mujer. Nyssa la miró y le atrapó la barbilla con los dedos y se acercó a ella hasta poder tener los labios bien cerca de los de ella. - Acepto... - susurró entonces, y Mia derramó lágrimas de alegría mientras pudo saborear una vez más esos labios que amaba. Sería su guardaespaldas... Sería su asesina... ... por el resto de la vida... ... por que la amaba... FIN