Ro R o b in Osborne Osborne
L a FORMACIÓN de Grecia 1200-479 A.C.
Crítica H i s t o r i a
d e
l a s
C i v i l i z a c i o n e s
C l á s í Ca s
a Grecia arcaica era
Lc l m u n d o e n e l q u e
condicionadas por el presente, y de los textos literarios y los restos
Hornero compuso la
materiales que se han conservado, tan
litada y la Odisea, en cl
sujetos a una distorsión sistemática
que surgieron los
como los testimonios de la
órdenes dórico y jó j ó n ic o
tradición. La fonnació fonn ación n de
en arquitectura, en cl
Gre Grecia, 12 00 -4 79 a. C . nos
que
demuestra que es posible
la com petición petición
atlctica se convirtió en
escribir la historia de este
un hecho cultural y,
p e r io d o d e (» re c ia —e st o
sobre todo, en el que se inventó la democracia.
es. de la caída de la civilización micénica al
Pero era también un mundo
final final de las las guerras m éd ica s- sin sin de jar
sin historia escrita: ningún griego
de lado la tradición, pero que es
se propuso narrar o analizar los
imprescindible el estudio de los
sucesos acaecidos mientras vivía o los
textos literarios y el análisis y la
de su pasado reciente hasta Heródoto
comparación de los restos materiales
y Tucídidcs, en eí siglo V a.C.
que no? proporciona la arqueología
N u e s tr o c o n o c i m ie n to d e G re c ia
para pa ra:: e la b o ra r u n a h is to r ia «tot «t otal al*, *, e n
antes de 479 a.C. depende,
que la política, la organización social,
bá b á si c a m e n te , d e los lo s re la to s q u e los lo s
la expresión cultural, la actividad
griegos de épocas posteriores
religiosa, etc., forman parte del
contaron sobre su pasado, fuentes
mismo relato y no pueden
forzosam ente select selectivas ivas y
entenderse ni estudiarse aisladamente.
obin Osborne es profesor de
obras destacan Demo De mo s. Th e Discovery o f
historia antigua en la
Classical Attika (1985) y Classical
R
Universidad de Oxford y miembro del Corpus Christi College. Entre sus
Landscape w ith figure fig ures: s: the A nc ie nt Greek Gr eek City and its Counrrjvide (1987).
ROBIN OSBORNE
LA FORMACI FORMA CION ON DE GRECIA 1200-479 a.C Traducción castellana de TEÓFILO DE LOZOYA
CRÍTICA GRIJALBO MONDADORI BARCELONA
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las las leyes leyes,, la la reprodu cción total o pa rcial de esta ob ra po r cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el el tratam iento informático, informático, y la distribu distribu ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Título original: GR EE C E IN TH E MAK ING, 12 1200 00--479 BC Routledge, Londres Cubierta: Luz de la Mora, a partir de u na creación de En ric Satué Ilustración Ilustración de la cubierta: centauromaq uia, proba blem ente H eracles y Neso (Olimpia, siglo vin a.C.) © 1996: Robin Osborne © 1998 1998 de la traducción traducción castellana castellana para E spañ a y América: América: CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S. A.), Aragó, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-883-8 De pó sito legal: B. B. 42.172-1 42.172-1998 998 Impreso en España 1998,—HUROPE, S. L., Lima, 3 bis, 08030 Barcelona
A John Jo hn,, desp de spué uéss de tant ta ntos os años añ os
PRÓLOGO La L a gest ge stac ación ión d e la pre p rese sent ntee obra ob ra m e llevó lle vó bast ba stan ante te tiem tie m po. po . L a lista de los autores que no llegaron a escribir el volumen de Methuen dedicado a la Gre cia arcaica es muy ilustre: H. A. Ormerod y H.T. Wade-Gery habrían debido pu p u b lica li ca r su o bra br a en la antig an tigua ua colec co lecci ción ón M ethu et huen en,, y J. K. D a vies vi es recibi rec ibióó el e n cargo de escribir escribir otra para la nueva nuev a ser serie ie.. Q ue haya sido yo en último últim o término el que cierre la lista se lo debo a Fergus Millar, que tuvo la bondad de esperar pa cie ci e n tem te m e n te a qu q u e lo escribiera, escrib iera, m e a n im ó insi in siste stente ntem m ente, en te, p e r o s iem ie m p re con co n amabilidad, amabilidad, y revisó revisó y com entó el manuscrito man uscrito q ue le present presenté. é. De D e sde sd e que qu e se encar en cargar garaa a O r m e r o d allá p o r los a ñ o s veint vei ntee la reda re dacc cció iónn de dicho volumen, nuestra concepción de la Grecia arcaica ha cambiado radi calmente en varias ocasiones, no sólo debido a la labor de los arqueólogos, sino también a los trabajos realizados en el campo de la tradición oral. Fiada los años treinta el protagonista principal de la utilización de la arqueología como ciencia encargada de arrojar luz sobre los primeros tiempos de la histo ria de Grecia fue mi predecesor en el Corpus Christi College, Alan Blakeway, algunas copias de cuyas clases sobre el tema influyeron durante mucho tiem po p o a los estu es tudi dios osos os d e este cam ca m p o en la U nive ni vers rsid idad ad de O xfo xf o rd. rd . L a pre p rem m a tura tu ra muerte de Blakeway y los los fallecimient fallecimientos os igualmente igualmente prema turos de mu chos de sus colegas antes de la segunda guerra mundial y durante la contienda, desa nimaron a los cultivadores británicos de la arqueología de la Grecia de la Edad Ed ad d el Bronce. Bronce. Últimamente, sin embargo, se ha reavivado el inter interés és p o r este este campo, en buena parte debido d ebido al paso pas o de gigante gigante que con el decidido uso que hacía su autor de los materiales arqueológicos para entender la Grecia del si glo vm, supuso la publicación en 1980 del libro de Anthony Snodgrass, A r chaic Greece. The Age of Experiment. Con este libro tengo el propósito de consolidar ese paso adelante y al mismo tiempo enfrentarme con más deter minación de lo que ha venido haciéndose hasta ahora al hecho de que las no ticia ticiass recogidas p o r los textos liter literarios arios en en torno tor no a los acontecimiento s anterio an terio res a las guerras médicas son, en el mejor de los casos, fruto de lo que ciertos individuos o grupos de individuos del siglo v decidieron que les convenía de cir, y no reflejan de hecho lo que sucedió en realidad. Mi M i obra ob ra con co n clu cl u ye con co n las gue g uerr rras as mé médic dicas. as. S e trata del de l m o m e n to en el q u e convencionalmente se pone fin a las historias de la Grecia arcaica, y también el punto en el que comienza el siguiente volumen de la colección, El mundo
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
griego, 479-323 a.C., de Simon Hornblower (véase GW, 10-14). Pero en 1.4 y en el epílogo defenderé la tesis de que las guerras médicas suponen un cambio no sólo só lo en la naturaleza natura leza mism mis m a de la historia historia de Grecia Grecia,, sino también tamb ién en la na turaleza de las fuentes que nos permiten escribir esa historia. Los comienzos del libro son menos convencionales y los sitúo en la época oscura que va del I X a. C. Si he elegido esta fecha, y no el año 776 a. C., esto es, la que siglo x n al IX tradicionalm ente se utiliza para iniciar iniciar la la historia historia de Grecia Grecia,, ha sido po rque rq ue es la caída de los palacios micénicos la que marca la mayor discontinuidad de los materiales arqueológicos, y por mucho que cambiaran las cosas en la Grecia del siglo vm, las fuentes para el estudio de la sociedad griega de dicha centu ria ria no dejan dejan ver que se se produjera prod ujera n ingún cam bio fundamen funda mental. tal. Au A u n q u e a lo largo lar go d el libro lib ro p u e d a apre ap recia ciars rsee una un a línea lín ea a rgu rg u m enta en taii d e fin fi n i da, espero que pueda resultar también útil a aquellos a los que sólo interesa una parte del mundo que pretende abarcar. Advertimos, no obstante, a esos lectores que deben leer el primer capítulo antes de intentar utilizar el resto de la obra. El análisis de algunos temas, como el comercio, se halla forzosamen te diseminado a lo largo de todo el libro, y animamos por tanto al lector a uti lizar el índice analítico para localizar y obtener una visión de conjunto del tema en cuestión. He hecho todo lo posible para que el texto refleje adecuada mente el fundamento de las teorías que en él se exponen; mi obra no ha sido escrita en contraposición a otras historias «rivales» y en ningún momento he intentado sistemáticamente poner de relieve en qué medida mis opiniones es tán tán o no en consonancia con las las manifestadas manifestadas p o r otros estudiosos estudiosos qu e han es crit critoo sobre el m ismo ism o tema que yo. yo. Espero que la lect lectura ura de mi m i libro libro perm ita a los lectores distinguir en qué medida las diversas opciones elegidas por otros especialistas que han estudiado esta época hacen sus historias no menos, sino más interesantes que la mía. Pero espero también que vayan más allá y se de cidan a leer las fuentes griegas, Homero, Hesíodo, Heródoto y los demás au tores, con un nuevo entusiasmo y una perspectiva también nueva. En vez de notas a pie de página, he utilizado a lo largo de toda la obra una bibliografía elemental presentada en la sección sección fin al del libro y que pue de cotej cotejarse arse a m e dida que vayan leyéndose los diversos capítulos. Con ella pretendo indicar a los lectores de habla inglesa las mejores obras a las que pueden acudir si de sean ulteriores informaciones sobre los temas analizados; no pretende ser ex haustiva y no se limita a las obras que defienden respecto a cualquier tema la opinión que yo he adoptado en mi libro. Des D eseo eo ex expr pres esar ar m i agra ag rade deci cim m ient ie ntoo a J im C oulto ou lton, n, Fran Fr anco co D e Ange An gelis lis,, He H e n ry K im , Iren Ir enee L em o s, J o h n L loy lo y d , D a v id Percik Per cik,, O live li verr Taplin Ta plin y Step St ephe henn Todd por la ayuda que me han prestado en ciertos temas y las críticas que hi cieron a la primera versión de algunos capítulos. Son también muchos los co legas que han influido sobre mi obra de manera menos directa, por el estímu lo que qu e encontraba en sus escritos escritos y en su conversación, conversación, y les les estoy estoy sum amente am ente agradecido por la generosidad con la que compartieron conmigo sus conoci mientos mien tos y opiniones. opiniones. L os discípulos discípulos que he tenido durante los último últimoss decenios decenios han co ntribuido m ás de lo que puede pu edenn imaginarse imaginarse a la conform confo rmación ación de los los ar
PRÓLOGO
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gumentos expuestos en mi libro, y si unas secciones están mejor construidas que otras otras se debe precisam ente a su labor labor.. Particularmente agradecido estoy a Simon Hornblower, que leyó y comentó el borrador de toda la obra y cuya agudeza por lo que al estilo y al contenido se refiere no sólo me ahorró a mí muchos disgustos, sino también al lector una excesiva farragosidad. La pro fu n d iz a c ió n d e m is con co n o c im ien ie n tos to s sob so b re la isla de Tasos Taso s y las Cicla Ci clada dass se la debo a las las facilidades facilidades q ue m e ofreció la British Acade m y; lo m ism o cabrí cabríaa de cir del Craven Committee de la Universidad de Oxford en el caso de Sicilia, y del Corpus Christi College en el de Samos y Quíos; deseo expresar mi mayor reconocimiento a todos estos estos organismos po r la ayuda dispensada dispensada.. En noviembre de 1977, cuando sólo era un estudiante del King's College de Cambridge, escribí un trabajo que pretendía responder a la siguiente cues tión: «Justificación de las diferencias entre Celio Antipatro 11 y Livio 21.21 y entre Cuadrigario 10(b) y Livio 7.9.8 ss». En un determinado pasaje mi tutor escribió al margen el siguiente comentario: «Nos encontramos aquí con una cultura oral homeostática: aristócratas que intentan justificar celosamente sus pr p r eten et ensi sioo n es d e ranc ra ncio io abo ab o len le n g o y q u e n u nca nc a son so n capac cap aces es d e d istin is tingg uir ui r co n s cientemente en qué punto los hechos se confunden con una ficción piadosa. ¿Se ajusta acaso el pasado al presente, pero no necesariamente de un modo consciente o a un nivel controlable?». Este comentario ha seguido vivo en mi imaginación desde entonces y podría perfectamente ser presentado como en cabezamiento de la presente obra, que va dedicada a aquel incomparable tu tor que fu e John H enderson, esperando que, que, a su juici juicio, o, se encuentre encuentre mín ima im a mente en la dirección correcta.
Corpus Christi College, Oxford Octubre de 1995
ABREVIATURAS A A A B S A AJ A J A A M A N E BC B C H BIC B IC S BR B R
Buck Buc k F G H Forna Fo rnara ra G W IG JD J D A I JH J H S LS L S C G ML OJA P. Oxy. PCPS PC PS SE G
Arch Ar chäo äolog logisc ische he A nzei nz eigg er A n n u a l o f the British Brit ish Scho Sc hool ol at Ath A then enss A m eric er ican an Jour Jo urna nall o f Archa Arc haeo eolog logyy Athe At heni nisc sche he Mitteilu Mit teilunge ngenn Amélie Am élie Kuhrt, The Ancient Near East (Londr (Lo ndres, es, 19 1995 95;; hay trad. trad . cast, ca st, en Crític Crítica, a, Barcelona, en ppreparación) reparación) Bulleti Bu lletinn de Corre Co rrespo spond ndanc ancee He Hellén lléniqu iquee Bulle Bu lletin tin o f the Ins I nstitute titute o f Classical Studies Stud ies T. J. Co Corne rnell, ll, The Beginni (Londre s, 19 1995 95;; hay trad. cast, en Beginnings ngs o f Rome (Londres, Crítica, Barcelona, en prensa) C. D. Buck, Buc k, The Greek Dialects, 3a ed. (Chicago, 1955) F. Jacoby, Jaco by, Die D ie Fragmente Frag mente der griechisch griec hischen en Histor His torike iker r (Berlín y Leyden, 1923 ss.) C. W. Forna Fo rnara, ra, ed. y trad., trad ., Arch Ar chai aicc Times Tim es to the E n d o f the Pelop Pe lopon onnes nesian ian War. Transla Translated ted docume doc uments nts o f Greece Greece and Rome Ro me,, vol. 1 (Cambridge, 1983) S. Ho Hornb rnblow lower, er, The Greek World 479-323 BC, 2.a ed. (Londres, 1991; hay trad, cast.; El mundo griego, 479-323 a.C., Crítica, Barcelona, 1985) Inscrip Ins cription tiones es Graecae (Berlín, 1873 ss.) Jahrbuc Jah rbuchh des deutsche deu tschenn archäo arc häologisch logischen en Instituts Instit uts Journ Jo urnal al o f the He Hellen llenic ic Society Soc iety F. Sokolow Sok olowski, ski, ed., Loi L oiss sacrées des cités grecque grec quess (París, 1969) R. Meiggs y D. M. Lewis, eds., A Selection Sele ction o f Gre G reek ek Historical Histori cal Inscrip Insc riptio tions ns to the the End E nd o f the Fifth Fifth Century BC, edición revisada (Oxford, 1988) Oxford Journal Journal o f Archaeology Archaeology The Ox Oxyrh yrhyn ynch chus us Papyri (Londres, 1898 ss.) Proceedings Proceedings o f the Cambridge Philological Philological Society Society Supplementum Epigraphicum Epigraphicum Graecum Graecum
1. LAS LAS TRAD TR ADICION ICIONES ES D E LA HISTO HIST O RIA ¿ Q u é t i e n e q u e v e r P o l í c r a t e s c o n m i g o ? N e c e s i d a d d e u n a h i s t o r i a d e l a G r e c i a a r c a i c a
Desde el momento en que nos preguntamos por qué las instituciones po líticas o económicas de una nación o sus relaciones sociales son como son en la actualidad, se empieza a profundizar en el terreno la historia. Si uno desea entender por qué el Parlamento británico tiene los poderes que tiene, o fun ciona como lo hace, una de las primeras cosas que deberá saber es lo que ocurrió ocu rrió en el sigl sigloo xvn d ura nte la guerra guerr a civi civill y la Revolución R evolución Gloriosa. Si se desea entender por qué las zonas rurales del país tienen el aspecto que tie nen, por qué las carreteras rurales están llenas de curvas, o por qué las par celas tienen una forma tan rara, deberá remontarse a la historia pretérita de los sistemas sistemas de prop p rop iedad ied ad y explotación de la tierra. Si se desea dese a saber sab er por po r qué es tan fuerte el inconformismo en Gales, se deberán tener en cuenta los dis tintos tipos de Iglesia evangélica existentes en el pasado, pero también los di versos tipos de poder político y de miseria económica. El estudio de la histo ria de la Gran Bretaña no es una tarea patriótica de la que se encargan unos cuantos chovinistas, sino algo de lo que cualquier persona curiosa que desee entend er la sociedad sociedad de la la que forma parte d escubre a cada cada paso que no p ue de prescindir p rescindir.. ¿Pero qué pasa con la historia de un país extranjero y de lo ocurrido en él hace 2.500 años o más? ¿No constituye acaso su estudio un lujo, una for ma de mantener a sus cultivadores en una torre de marfil, al margen de todo mal? Por consoladora que resulte la idea de que podemos aislar nuestra pro pia p ia h isto is tori riaa y m a n ten te n e rla rl a al m a rg e n d e lo q u e o c u r r ier ie r a e n el res re s to d el m u n do, lo cierto es que semejante noción no se puede sostener. Si lo que el Par lamento significa hoy en Gran Bretaña es fruto de los acontecimientos del pa p a sad sa d o , es inn in n e g a b le q u e tam ta m b ién ié n es f r u to d e lo q u e los h o m b res re s p e n s a ro n y escribieron en o tro tiem po acerca del gobierno y sus sus insti instituci tuciones. ones. Y en c uan uan to nos fijamos en lo que se ha pensado y se ha escrito en este país sobre esos asuntos, vemos que esas ideas y esos escritos se han visto influidos profun damente por lo que se pensó y se escribió en otras latitudes. Y lo que se es cribió en otras latitudes ha sido fruto a su vez de los hechos acontecidos allí. Y teniendo en cuenta que la antigua Grecia y la Roma antigua han gozado
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en tiempos pretéritos de un estatus especial en el pensamiento europeo, en seguida descubrimos que hemos de remontarnos a los escritos de carácter po p o lític lí ticoo de A ris ri s tó tele te less y a la p ráct rá ctic icaa d e la d e m o crac cr acia ia en A ten te n a s . C u a n d o en nuestro afán por comprender sus formas actuales intentamos seguir la pista a la historia de nuestra sociedad, continuamente nos vemos obligados a se guir la pista a una serie de mitos sobre la antigua Grecia y por consiguiente a la propia historia de la antigua Grecia. John Stuart Mill llegaba incluso a afirmar que la batalla de Maratón, en la que atenienses y píateos derrotaron al ejército invasor persa, fue más importante para la historia de Gran Breta ña que la propia batalla de Hastings. Quizá se imagine el lector que, de seguir en esta línea, la investigación del pasado no tendría fin: ¿no estaremos emprendiendo una regresión que nos acabará arras trand o hasta has ta la la historia del del hom bre desde la Edad de la Pie Pie dra? La respuesta es desde luego «No», y lo es por dos razones muy signifi cativas, que precisamente resaltan la importancia de la historia de Grecia. La pri p rim m e ra d e ella el lass es q u e sólo só lo en el m u n d o g rieg ri egoo em p ezam ez am o s a c o n tar ta r co conn el tipo de fuentes materiales que nos permiten hacer el tipo de historia en la que pod emos plantearnos nuestras propias preguntas con cierta cierta esperanza de po p o d e r d arle ar less res re s p u e s ta. ta . P o seem se em o s crón cr ónic icas as de fech fe chaa m ás an anti tigg u a , co com m o, p o r ejemplo, los libros históricos del Antiguo Testamento, pero hasta los griegos de la época época clásica clásica no podem pod em os afirma r que dispongam os de u na historia historia crí tica, de una historia que es consciente de que las gentes van contando ver siones distintas de los acontecimientos pretéritos, de una historia que inten ta entender por qué ocurrieron las cosas y cuál fue su significado, y que no se conforma con respuestas que sólo apelen a la voluntad de una autoridad po lítica o religiosa. Precisamente con los estados griegos autónomos de la épo ca clási clásica ca empezam os a pode po derr distinguir distinguir con detalle cómo funcion aba un d e terminado sistema político, y a comprender las estructuras de poder a un nivel que no sea meramente personal. La segunda de esas razones resulta todavía más sorprendente. No es del todo un mito europeo afirmar que en el mundo griego clásico encontramos los orígenes de muchos de los rasgos fundamentales de nuestro legado occi dental. Toda una serie de formas de pensamiento y de expresión tienen su fuente y su origen en la Grecia del período que va de 500 a 300 a.C.: el pen samiento político abstracto consciente y la filosofía moral; la retórica como materia de estudio por derecho propio; la tragedia, la comedia, la parodia y la historia; el arte naturalista occidental y el desnudo femenino; e incluso la democracia en la teoría y en la práctica. Pero Pe ro esta tradición típicam ente occidental acerca de los orígenes orígenes griegos griegos de la civilización de Occidente, lo mismo que las tradiciones de los griegos acerca de su propio pasado (véase infra, pp. 16-21), tiene también un carác ter político político y no respeta res peta la historia historia.. No N o sólo es es absu rdo c reer que todo se aca ba b a en c u a n to lleg ll egam amos os a la G re c ia clási clá sica ca,, sino si no q u e a d em á s s e m e jan ja n te p r e tensión su pone cerrar los los ojos ojos a la realidad realidad y no ver que los logros logros hum anos se inscriben inscriben por naturaleza natu raleza en el marco de una sociedad. sociedad. Según la mitologí mitologíaa
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griega, la diosa Atenea nació directamente de la cabeza de Zeus, pero tanto en la historia antigua como en la moderna incluso los descubrimientos e in ventos más chocantes cuentan con antecedentes, y no se habrían producido si no se hubieran dado unas condiciones previas. En eso radica precisamente la fascinación de la Grecia del período preclásico: ¿podemos reconstruir las condiciones que hicieron posibles las innovaciones e inventos de los años 500-300 a.C.? ¿Cuáles fueron las circunstancias que provocaron esa revolu ción tal como todo el mundo occidental ha venido concibiéndola y expresán dola desde entonces? Como personas que somos somos,, tenemos para con nosotros mismos el de debe be r de negar la estrategia de nue stras tradiciones, tradiciones, una estrategia que dista mucho de ser políticamente inocua, y que se remite a la democra cia ateniense com o si eso lo lo explicara explicara todo; y tam tam bién p ara con nosotros noso tros mis mos tenemos el deber de reconocer el lugar que la heterogeneidad de la experiencia experiencia griega griega den tro de un contexto panm editerráne o ocupó en la crea ción de ese mundo griego clásico, que desde luego no tenía nada de uni forme. Pero si buena parte del atractivo del estudio de la Grecia arcaica radica en su fi f i n a l y no tenemos más remedio que adoptar una actitud descarada mente teleológica, no menos atractivos resultan sus comienzos. En 1200 a.C. Grecia se parecía mucho a cualquier sociedad del Oriente Próximo. Los micénicos estaban muy organizados y, a su modo, poseían una elevada civili zación. La lengua que hablaban era griega, pero, al igual que muchos de sus vecinos vecinos del Orie nte Próximo, Próximo, la escribían escribían m ediante un silabario —el llamado lineal lineal B— y tenían por costum bre a nota r y archivar archivar las las cuentas cuentas de una orga nización estatal compleja y muy jerarquizada. Aunque sus monumentos y su arte figurativo son indudablemente distintos en detalle de los de sus vecinos del Oriente Próximo, resulta difícil admitir que sean distintos en su esencia. Sucedió, sin embargo, entonces algo que ni siquiera hoy día podemos decir que entendem os: la civili civilizac zación ión micénica de la G recia co ntinen tal y de las las is las se vino abajo. Durante casi dos siglos, los rastros que tenemos de la ocu pa p a c ión ió n h u m a n a d e G re c ia s on esca es casí sísi sim m os y, c u a n d o los res re s tos to s m a te ria ri a les le s vuelven a ser más numerosos, comprobamos que lo que la cultura material debe al viejo mundo micénico es muy poco. Los griegos conservaron su len gua, pero perdieron la tradición de escribirla, y, aparte de unos cuantos mo num entos en ruinas en los que po de derr situa r sus sus mitos, mitos, los los griegos griegos del sigl sigloo vm pa p a r e c e q u e n o d e b ían ía n a los d e l siglo si glo x n m ás q u e e s a l e n g u a y esos es os mitos mi tos.. Los griegos de los siglos ix y v i iiii no estaban desde luego «en estado na tural», sino que, casi desde el principio, nos permiten contemplar el desarro llo de una determinada sociedad política y de una determinada identidad cul tural. Mediante un examen atento de los restos materiales podemos rastrear la formación y reformación de los grupos sociales, los contactos entre los di versos versos grupos grupos tanto d entro como fuera del territorio territorio griego griego propiam ente di cho, los vínculos con otras culturas del Oriente Próximo y Medio, y las re pe p e rcu rc u s ion io n e s q u e esos es os c o n tac ta c tos to s tuv tu v iero ie ronn a nive ni vell m a teri te riaa l. A d e m á s, gra gr a cia ci a s a un extraordinario golpe de fortuna, podemos penetrar en las estructuras
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mentales de esas sociedades merced a la conservación de los dos grandes poe mas épicos, la Ilíad sola men te que elaboró Ilí adaa y la Odisea, fruto ambos de un a sola una serie de materiales transmitidos y desarrollados oralmente durante si glos, y también merced a otras dos obras de carácter más individual produ cidas por un mismo personaje histórico, a saber, los largos poemas en he L o s trab tr abaj ajos os y los días, de Hesío xámetros dactilicos titulados Teogonia y Lo do, que vivió en una pequeña comunidad de la Grecia central hacia el año 700 a.C. El reto al que se enfrenta el estudioso de la Grecia arcaica es el siguien te: te: ¿cómo enten der la man era en que las las pequeñas comunidades de hom bres y mujeres diseminadas p or la G recia penins ular e insular, insular, por la costa de Asia Menor y, al cabo de algún tiempo, también por las costas de Sicilia, el sur de Italia y el mar Negro, pasaron del ínfimo nivel de organización y de la po br b r e z a d e la c u ltu lt u ra m a ter te r ial ia l q u e p o d e m o s a p r e c iar ia r e n el siglo sig lo ix, a c o n v e rtir rt ir se en las ciudades de los siglos v y iv que echaron los cimientos de la cultura y la organización política del mundo occidental? Al estudiar la sociedad y las condiciones de la Grecia arcaica estudiamos también las condiciones de nuestro propio nacimiento como sociedad civilizada y como individuos civi lizados del mundo occidental. La
h is t o r ia
y l a s t r a d i c i o n e s d e l a p r e h i s t o r i a
Saber cuáles son las cuestiones que requieren respuesta no es muy difícil en el caso de la Grecia arcaica: esa es la ventaja de empezar desde el punto al que uno pretend pre tend e llegar llegar,, esto es, es, del enfoque teleológi teleológico. co. R esp on der a esas cuestiones es algo algo muy distinto, distinto, precisam ente p or esa m isma razón. A l insi insis s tir anteriormen te en que e nten der lo sucedido sucedido en G recia es es esenci esencial al para en tender lo que es hoy día el mundo occidental, tuve buen cuidado de centrar me no ya en la Grecia arcaica, sino en la clásica. La seguridad que, sin pecar de exagerados, podemos tener en lo tocante a nuestro conocimiento de los sucesos ocurridos en la Grecia clásica y del modo en que funcionaban las ins tituciones de esa época, no podemos extenderla al período arcaico. Para todos los efectos, la Grecia arcaica es una época prehistórica, pues es una época anterior al momento en que empezó a escribirse la historia. La obra histórica más antigua del mundo occidental es la de Heródoto de Hali carnaso, compuesta en la segunda mitad del siglo v a.C. con la finalidácTex plíc p lícita ita d e ex expp lica li carr có cóm m o g rieg ri egos os y p e rsa rs a s e n t r a r o n en co conn flic fl icto to e n las lla ll a m a das guerras médicas, desencadenadas a comienzos de esa misma centuria, pre p recc isa is a m e n te el a c o n tec te c im ien ie n to co conn el q u e p o n e m o s fin al p r e s e n te vo volu lum m en en.. Este enfrentamiento es el primer conflicto histórico que haya intentado ex pli p licc a r u n a u t o r an anti tigg u o , e independientemente de lo que nosotros pensemos en detalle de tal intento, lo cierto es que las guerras médicas son las prime ras que nos permiten sopesar con sensatez los factores que influyeron s o b r e uno y otro bando, las primeras que nos permiten elucidar las c u e s t io io n e s f u n
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damentales, aunque nunca podam os alcanzar una respu esta defi definit nitiva iva.. Y des pu p u é s d e q u e H e r ó d o t o i n t e n t a r a e n t e n d e r los lo s a c o n tec te c im ien ie n tos to s o c u r rid ri d o s en la generación generación inm ediatam ente ante rior a la suya, suya, otros autores, y sobre todo Tucídides, empezaron a escribir relaciones de los sucesos de su época, basa das en la observación y en los relatos de otros. otros. La historia hab ía nacido. nacido. N a tu r a l m e n t e son so n m u ch chís ísim imaa s las la s co cosa sass q u e se no noss c u e n ta n d e G re c ia a n tes de las guerras médicas; de hecho es el propio Heródoto quien se encarga de hacerlo. Pero ninguna de esas noticias procede de una historia crítica ni forma parte de ella, y no podemos tratarlas como si así fuera. Lo que tene mos son tradiciones y fragmentos de tradiciones, y si disponemos de ellas es po p o rq u e s e n c illa il lam m e n te e so e r a lo q u e la m a y o ría rí a d e los lo s a u to r e s d e é p o c a p o s terior tenían a su disposi disposición ción y porq ue para la mayoría de esos autore s lo im im po p o r t a n t e e r a n las tra tr a d icio ic ionn e s. A sí, sí , p a r a el p r o p io H e ró d o to , los fac fa c tore to ress m ás importantes que repercutieron sobre las relaciones de los griegos con Persia a comienzos del siglo v eran los sucesos que, según se decía, habían ocurrido en el pasado y los contactos que en tiempos pretéritos habían existido entre griegos griegos y bárbaro s; el hecho de que fue ra cierto o no lo que se conta ba, en e n el sentido de que se tratara de una relación minuciosa de los hechos aconteci dos en un determinado momento del pasado, tenía en el mejor de los casos una importancia secundaria. Heródoto hace de vez en cuando algún comen tario sobre la credibilidad de las anécdotas que cuenta, pero las cuenta inde pe p e n d i e n t e m e n te d e q u e c rea re a e n ella el lass o no no,, d icié ic iénn d o n o s incl in clus usoo m uc ucha hass veces, vec es, como si de un hecho de importancia histórica se tratara, de dónde las ha sa cado. Que las percepciones son fenómenos que dependen de su contexto es un argumento en el que hacen hincapié algunos de los primeros filósofos griegos (véase infra, p. 372); el reconocimiento implícito de este hecho por pa p a r t e d e H e r ó d o t o e n su m a n e r a d e e x p o n e r p o r e s c rito ri to sus su s inv in v esti es tigg acio ac ionn es es algo que no podemos pasar por alto, si no queremos correr riesgos. No N o es sólo só lo q u e n o h a y a lleg ll egad adoo h a s ta n o s o tro tr o s n ing in g u n a h isto is tori riaa d e la é p o ca arcaica, sino que nunca se escribió una historia de dicho período. Al es cribir su obra, más o menos medio siglo después de que acabaran las guerras médicas, médicas, Heród oto, el «padre de la Historia», natu ral de Ha licarnaso, en Asia Menor, no enlazaba su narración de las hazañas de griegos y persas y de los motivos que los los llevaron a en frenta rse con la exposición exposición de los sucesos sucesos aca e cidos en Grecia, sino con los datos relativos a la historia de Lidia y de Persia. La historia de las ciudades griegas va introduciéndola Heródoto a medida que esas ciudades van adquiriendo relevancia para su historia de las poten cias cias de Oriente. H eród oto no da fechas exactas exactas ni expone en orde n cro noló gico los acontecimientos ocurridos en Grecia antes de las guerras médicas, y a me nudo se m uestra bastan te vago al al establecer la relación relación en tre un süeëso y otro, incluso cuando ambos sucesos tienen que ver con un mismo pueblo o un mismo estado. Todo lo que Heródoto y otros autores posteriores nos dicen en torno a los acontecimientos previos al año 479 a.C. procede de la tradición, y la tra dición es por su propia naturaleza selectiva. Los cuentos se transmiten por-
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que el narrador cree que merece la pena contarlos, y sigue mereciendo la pe p e n a m ien ie n tra tr a s sea se a n cap ca p aces ac es d e te n e r im p acto ac to s o b re la fo r m a d e e n t e n d e r el pre p ress e n te. te . L a s c o n d icio ic ionn e s d el p res re s e n te d e ter te r m ina in a n q u é es lo q u e se rec re c u e r d a del pasado y cuánto se va a recordar. La forma del pasado, según es trans mitida, cambia a medida que va cambiando la forma del presente, y el ele mento de la tradición que se pierde porque deja de ser relevante no puede recuperarse nunca más. Todos los que intentan escribir una historia a partir de la tradición se ven obligados a intentar compensar los destrozos realiza dos por las tijeras del tiempo recurriendo al engrudo de la imaginación. Y además, además, como como en los los períodos períodos más recientes recientes de la Edad A ntigua hu bo auto res que intentaron escribir historias de la Grecia arcaica, el estudioso mo derno se ve, por si fuera poco, en la obligación de distinguir entre las tradi ciones ciones relativas relativas a los acontecimientos del pasado y las las añadidu ras q ue fuero n confeccionando los los autore s antiguos que recogieron esas tradiciones tradiciones.. Podemos ten er la seguri seguridad dad de que H eród oto recogió recogió la mayor pa rte de sus informaciones de viva voz. Resulta, por consiguiente, una guía óptima de lo que los griegos y otros pueblos con los que habló creían que merecía la pe p e n a s e r c o n tad ta d o a m ed iad ia d o s d el siglo si glo v a.C. a.C . M u ch choo s a u to r e s p o s teri te rioo re s no noss refieren los relatos que la gente contaba en su época, pero a menudo reco gen anécdotas de Heródoto o de otros escritores antiguos y las interpretan a la luz de lo que a ellos les interesa o les preocupa. Tendré ocasión de expli car lo que un autor del siglo iv perteneciente a la escuela de Aristóteles ha cía con Heródoto cuando en el capítulo 8 estudie el caso de Pisistrato, el ti rano ateniense del siglo siglo vi. Con frecuencia es es imp ortante descub rir de dónde saca su información información u n auto a uto r que se nos ha conservado, pues así pod podem em os sa be b e r la fech fe chaa en la q u e u n a d e te r m in a d a v e rsió rs iónn d e los suce su ceso soss d e l p a s a d o se hizo oficial y puede ponernos sobre aviso de cualquier posible distorsión de carácter personal de la información que se nos da o de su interpretación. En estas páginas señalaré en ocasiones, ocasiones, por ejemplo, que la información información que nos ofrecen ciertos autores de época imperial, como Diodoro Siculo o Nicolás Damasceno, procede, al parecer, de la obra perdida del historiador del siglo IV a.C. a.C. Eforo de Cime, Cime, autor au tor cuyos intereses y prejuic prejuicios ios,, en p arte y a señala dos en la Antigüedad, saltan a la vista incluso a través del testimonio indi recto de los escritores que se basan en él. Pero el hecho de que un autor se ba b a s a r a en u n a tra tr a d ició ic iónn viva vi va o e n lo q u e o tro tr o s a u to res re s a n ter te r io r e s esc es c rib ri b iero ie ronn no depende tanto de la fecha en la que compusiera su obra cuanto de lo que a él le preocupara. Plutarco y Pausanias escribieron sus obras en el siglo n d.C., pero el primero escribió sus Vidas paralelas de los grandes estadistas griegos y romanos basándose en lo que había leído, mientras que Pausanias, aunque no le faltaran lecturas, se basa mucho más en los relatos de la gente que fue recogiendo a lo largo de sus viajes mientras contemplaba los monu m entos del pasado y redac taba su guía guía de los los principales principales edifici edificios os y la la m ito logía de Grecia. A unq unque ue en e n la época arcaica no existía existía la historia, historia, había muchísimas muchísimas o tras fuentes de información, y son éstas éstas las las que el historiado r actual deb e utilizar utilizar
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pa p a r a r e s p o n d e r a sus p reg re g u n tas ta s . E s as fue fu e n tes te s d e info in form rm a c ión ió n a d o p tan ta n fu n d a mentalmente dos formas distintas: la escritura se hizo habitual entre los grie gos a partir del siglo vm y desde esa fecha se han conservado diversos tipos de literatura, toda ella en verso; pero poseemos además numerosos restos materiales. La literatura en versó que se ha conservado fue compuesta por moti motivo vos" s" muy diversos diversos,, y así una pa rte se relaciona direc tam en ente te con sucesos sucesos reales (como ocurre con las odas de Píndaro, poeta de comienzos del siglo v, en las que se celebran las victorias obtenidas en los juegos deportivos), mien tras tras que otra p retende describi describirr un mund o pu ram ente mític mítico. o. Los restos restos ma teriales son incluso más variados, e incluyen desde materiales escritos —ya sean graffiti más o menos des enfadado s o decisiones decisiones públicas públicas formales— has ta un rico conjunto de imágenes que permiten incrementar nuestro conoci miento sobre los mitos que se contaban y sobre los elementos de la vida co tidiana. tidiana. Los restos restos m ateriales ateriales y literarios literarios que se han conservado se hallan hallan tan sujetos a una distorsión sistemática como los testimonios de la tradición: sólo han sobrevivido sobrevivido unos tipos muy determina de termina dos de literatura, que a su vez eran pro p ro d u c tos to s tra tr a d icio ic ionn a les le s de u n os g rup ru p o s soci so cial ales es m uy res re s trin tr ingg ido id o s ; y p o r o tra tr a pa p a r t e sólo só lo h a n p e r d u r a d o d e te r m inad in adoo s res re s tos to s m a teri te riaa les le s , p e r ten te n e c ien ie n tes te s además únicamente a determinados contextos. Pero la gran ventaja que tie nen esos restos materiales sobre las tradiciones orales es que los prejuicios que condicionaron con dicionaron su conservación conservación son en buen a parte p rejuicios rejuicios producidos po p o r la soci so cied edaa d q u e los creó cr eó,, n o ya fru fr u to de u n a s o c ied ie d a d p o s ter te r io r q u e u tili ti li zaba su pasado para dar una forma distinta a su presente. La historia que nos presentan la literatura y los restos materiales es una historia muy distinta de la que proponía la tradición. Las tradiciones ofrecen una visión visión dinámica del pasado, centran su atención en los m om entos de cri cri sis y de cambio, y como esos momentos suelen favorecer la reflexión, la lec ción que imparten resulta inmediatamente clara para el público. La historia que presentan los restos materiales y literarios es muy distinta, pues propor cionan un acceso acceso directo no a los los cambios cambios experimen tados, sino al estado de cosas existente en un momento dado. Lo que nos ofrecen es una serie de fo tos fijas y no una especie de noticiario. La tarea correspondiente al historia·* dor es crear una historia dinámica a pa rtir de esas esas fotos fija fijas, s, y esa labor r e sulta sulta extraordinariam ente ardua. C om parar un conjunto de restos materiales materiales con otro quizá parezca muy fácil, pero si no se tiene la seguridad de que los términos que se comparan son análogos, resulta muy peligroso extraer cual quier tipo de conclusiones decisivas a partir de sus diferencias: el hecho de que los los m ateriales ateriales pro cedentes cede ntes de u na casa del año 650 650 a.C. a.C. sean pob res com pa p a r a d o s co conn las o f ren re n d a s rea re a liz li z a d a s a u n tem te m p lo de dell a ñ o 70 7000 a.C. n o ind in d ica ic a que el conjunto de la sociedad se hubiera empobrecido en el lapso de tiem po p o q u e v a d e 700 a 650 a.C. a.C . Y lo m ism is m o o c u r re c o n los res re s tos to s lite li tera rari rioo s , p u es al comparar los postulados de los que parte un texto y los de otro, debere mos siempre tener en cuenta las distintas circunstancias reinantes durante la composición de uno y otro, o los diferentes grupos sociales a los que iba di rigido rigido un d eterm inado tipo de poesía. poesía. Todavía resulta mucho m ás arriesgado
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utilizar simultáneamente los restos literarios y los materiales para crear una imagen de lo que era una sociedad arcaica en proceso de cambio. Resultará arriesgado, sí, pero al mismo tiempo constituye todo un reto precisamente desde el preciso mom ento en que es posible posible:: pues tanto los los restos restos m ateriales ateriales como la poesía son fruto de una misma sociedad, los dos son fragmentos de un mismo mundo coherente, y nuestra tarea consistirá en hacer que también ellos ellos resulten otra vez coherentes. coherentes. Recurrir a la tradición para intentar compaginar los fragmentos materia les les y poético s quizá resulte res ulte ten t entad tador, or, pero p ero a la vez es muy peligroso. peligroso. Sería de masiado fácil presumir —como por lo demás suele hacerse— que la imagen sum inistrada por la tradición es la misma que la de la sociedad sociedad de la que p o seemos restos materiales y literarios, y que esos restos materiales y literarios deben deb en de hecho rellena r sin sin más la la imagen sum inistrada inistrada po r la tradición y po ner la carne correspondiente al esqueleto de los hechos. Semejante idea, sin embargo, es fundamentalmente errónea. La selección y distribución de los acontecimientos que ofrecen las tradiciones no vienen determinadas por las sociedades a las que hacen directamente referencia dichas tradiciones, sino po p o r la ú ltim lt im a p e r s o n a e n c a rga rg a d a d e tra tr a n s m itir it irla lass a n tes te s de q u e a lca lc a n z a ran ra n u n a forma definitiva en la literatura que se ha conservado. En la medida en que cabe esperar que una tradición sea coherente con una serie de restos mate riales riales,, lo lo hará con los los restos restos co ntem porán eos de la última perso na que se en cargó de transmitirla, y no con los contemporáneos de los hechos que pre tende describir. Por otra parte, sería absurdo desechar por completo la tradición; y lo se ría ría especialmente cuando se trata de u na historia historia que se interesa interesa por la épo ca arcaica atendiendo sobre todo a los resultados que acabó produciendo. Buena parte de la tradición relativa a la Grecia arcaica recibió su forma de finiti finitiva va du rante la época clási clásica, ca, y precisamen te esa tradición forma ría parte de lo que hizo que la Grecia clásica fuera lo que fue. No podemos, sin em ba b a rgo, rg o, p r e te n d e r q u e la tra tr a d ic ión ió n es lo m ism is m o q u e la h isto is tori ria, a, y d e b e m o s r e conocer la fragilidad de los lazos que unen la tradición con los hechos que pr p r e te n d e refl re flee jar. ja r. N o p o d e m o s fia fi a rno rn o s ni d e los d e tall ta llee s ni de los rasg ra sgos os g e nerales de una tradición, a menos que se vean ulteriormente corroborados po p o r s e p a rad ra d o . C u a n d o las la s t rad ra d ic ion io n e s p u e d e n c o teja te jars rsee c on o tro tr o s d a tos to s fid fi d e dignos, vemos que a menudo varían por completo los resultados de las gue rras, que introducen actores que no participaron y con frecuencia no pudie ron participar en los hechos por ellas aludidos, que dicen que determinados pe p e rso rs o n a jes je s no e s tuv tu v iero ie ronn p re s e n te s e n ello el loss c u a n d o sí lo l o h icie ic iero ronn , q u e d a n r e levancia a sucesos carentes por completo de significación, o que pasan por alto acontecimientos de la mayor importancia. Las tradiciones justifican la narración y la lectura, pues de lo contrario nunca habrían sido transmitidas de generación en generación; pero aunque las tradiciones nos digan muchas cosas en torno a las preocupaciones de aquellos que las contaron una y otra yez — dura nte la A ntigü edad y después de ella—· ella—·, no nos ofrecen u na imagen histórica segura de las sociedades que pretenden reflejar.
L AS T R A D I C I O N E S D E L A H I S T O R IA
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No N o o b s tan ta n te, te , to d a e sta st a d e s a b rid ri d a teo te o riz ri z a c ión ió n de lo q u e es la trad tr ad ició ic iónn r e quiere ser ilustrada con un ejemplo y, para introducir la tradición y de paso algunos de los temas recurrentes a lo largo de la presente obra, será útil so meter a un escrupuloso examen las tradiciones relacionadas con un hecho histórico concreto: la fundación de la colonia griega de Cirene.
E l c a s o d e C ir e n e
La L a u tiliz ti lizaa ció ci ó n d e las tradi tra dicio cione ness
La esencia de lo griego fue en buena parte una cuestión de autoidentificación. El uso de la lengua griega, el reconocimiento de una serie de dioses concretos y de unos modos particulares de venerarlos, y el hecho de remon tarse a unos antepasados comunes son factores que desempeñaron un papel decisivo a la hora de hacer aceptable a la mayoría de los griegos esa autoidentificación; dentificación; no cabría c abría decir lo mismo, mismo, sin sin embargo, em bargo, del lugar de residencia. Hacia Ha cia el año 500 500 a.C a.C.. habríamo s podido pod ido en co contrar ntrar griegos griegos disfrutando de una serie de ambientes naturales muy distintos en colonias repartidas a lo largo de todo el M editerráneo, editerráneo, desde Egipto hasta España, desde el N orte de Á fri ca al sur de Francia o las costas del Adriático, así como en más de cincuenta asentamientos distribuidos por todo el mar Negro (véase infra, pp. 78-80, pp. 148-153 y figura 32). Si la colonia griega de Cirene, en Libia (figura 1), fundada según la tra dición en 631 a.C., destacaba entre el resto de las colonias griegas, era debi do a su extraordinaria prosperidad. Pero para nosotros destaca por la rique za y la insólita antigüedad de las tradiciones relacionadas con ella. Las pri p rim m e ras ra s alus al usio ionn es q u e ten te n e m o s a las circ ci rcuu n s tan ta n cias ci as d e la fun fu n d a c ión ió n d e C ire ir e ne proceden proc eden de dos himnos escritos escritos por el po eta Pínd aro en e n 462 462 a.C a.C.. para ce lebrar la prestigiosa victoria del soberano de la ciudad, Arcesilao, en la ca rrera de carros de los Juegos Píticos. Posteriormente, unos cuarenta años más tarde, Heródoto nos cuenta lo que la propia población de Cirene decía en torno a la fundación de su ciudad y lo que al respecto decían los habitantes de la peq ueñ a isla isla de Tera (San torini), torini), en el Egeo m eridional, eridional, según los los cua les ellos habían sido quienes enviaron a los colonos establecidos en Cirene. Se nos ha conservado un decreto del siglo iv a.C. en el que los habitantes de Cirene acuerdan conceder tierras y derecho de ciudadanía a los oriundos de Tera que deseen establecerse entre ellos. En dicho decreto se incluye el tex to que, según la delegació delegaciónn de Tera venida h asta la colonia solicit so licitando ando dichos derechos, refleja el acuerdo y el juramento prestado por los tereos antes de abandonar su isla para fundar la colonia. Por último da la casualidad de que po p o s e e m o s la v e rsió rs iónn q u e c iert ie rtoo M en enee cles cl es d e B a rca rc a d a b a en el siglo sig lo m a.C. a.C . d e la fundación de Cirene, conservada en un antiguo comentario a una de las odas de Píndaro destinada a Arcesilao. Todos estos textos distintos nos per miten ver lo que se decía en torno a la fundación de esta colonia no sólo en
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F ig u r a
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1. Lugares mencionados menciona dos en las las distintas distintas versiones versiones de la fundación de
Cirene.
épocas diferentes diferentes sino sino también po r parte de unos sujetos sujetos que guardaban dis dis tintos tipos de relación con los lugares en cuestión. En una de las dos odas de Píndaro ( Pítica , 4.1-8, 259-262), el autor alude, como cabría esperar en un poema destinado a cantar una victoria en Delfos, al papel desempeñado por el oráculo de Apolo a la hora de conducir hasta Cirene al fundador de la colonia, Bato, y de nombrarlo rey. En la otra ( Píti ca , 5.55-69, 85-93), Píndaro celebra a Bato, que supo ahuyentar a los leones antes antes de funda r la la ciudad, ciudad, elogia elogia el papel desempeñ ado po r A polo en la ins ins tauración de un «buen gob ierno sin sin guerra» guerra» y la piedad de A ristóteles — otro nom bre, al parecer, de Bato— Ba to— al establecer lugares lugares de culto y procesiones en ho no r de los los diose dioses, s, así así como el prop io emplazam em plazam iento de su tum ba en el ágoágo-
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Píndaro, «Píticas», 5.77-93. Oda escrita para celebrar la vic toria de Arcesilao, Batíada, soberano de Cirene, en la carrera de carros de los juego jue goss Pídeos Píd eos de 462-4 462-461 61 a. C.
T e x t o 1.
Como de allí recibimos el Festín que compone la ofrenda de muchos, en tu banquete sagrado — ¡oh A p o lo C a rn e o !— h o n ram ra m o s la ciudad de Cirene muy bien asentada: po p o r suy su y a la tie ti e n e n v a ron ro n es de lejo le joss lleg ll egad ados os que en las armas se gozan, troyanos descendientes de Anténor. Pues con Helena vinieron, cuando deshecha en hum o vieron su patria patria en la guerra. A esta estirpe de bravos jinetes, jinetes, con justici justiciaa la acogen con ofrendas los hombres y portando sus dones se acercan a ella, los hombres que acaudillaba Aristóteles, en naves veloces abriendo el profund o camino del mar. mar. Y erigió erigió entre los los bosques otros tem plos may ores de diose dioses, s, y para las procesiones de Apolo, que a los mortales auxilian, un llano camino dispuso, rectamen te trazado, trazado, que resonante fuese al pisar de los caballos, en donde tras su m uerte yace sep arado al final final de la plaz plaza. a.
ra —cen tro cívi cívico co y plaza del mercado — de Cirene (texto 1). La pied ad y la la victoria son dos conceptos que aparecen apare cen unidos en las las odas de P índaro, quien habitualmente celebra a los vencedores en los certámenes alabando a sus an tepasados —reales o míticos—, si bien aquí la elección del contexto resulta ba b a s tan ta n te sign si gnifi ifica cativ tiva. a. L as refe re fere renn cia ci a s y alu al u sio si o n e s d e P ín d a r o p o n e n d e m a n i fiesto que la fundación de Cirene tuvo lugar en una zona desierta, habitada po p o r fier fi eras as salva sal vajes jes.. P o n e n d e reli re liee v e asim as imis ism m o la v a len le n tía tí a p e r s o n a l d e B a to e implican implican que el bu buen en gobierno sin guer ra de C irene es el de los Batíadas, Batíadas, sub rayando además su parentesco con los espartanos. Quizá utilice el epíteto «Carneo» para referirse referirse a Apo lo porq ue el poem a fue escrito escrito para ser ejecu ejecu tado en la fiesta de las Carneas, pero además Apolo Carneo era una divini dad asociada particularmente con Esparta y este hecho, junto con la alusión, po p o r lo d e m ás b a s tan ta n te o s cu cura ra,, al cu cult ltoo d e los « tro tr o y a n o s d e s c e n d ien ie n tes te s d e A n ténor», cuya visita a Cirene se produjo, al parecer, cuando Menelao los con ducía a Esparta al término de la guerra de Troya, subraya con toda claridad la pretensión de los cireneos del siglo v de estar emparentados con Esparta. Por otra parte, Esparta era, según se decía, la metrópoli, la «ciudad-madre»,
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de Tera; y además era una de las pocas ciudades griegas gobernadas por re yes. Pero puede que haya más cosas ocultas tras la alusión a Apolo Carneo, pues pu es las do doss h isto is tori riaa s d isti is tinn tas ta s q u e ex expp lican lic an d e d ó n d e p ro c e d e e s ta a d v o c a ción (Pausanias, 3.13.4-5) ponen de relieve la necesidad de aplacar a Apolo po p o r h a b e r h e c h o d a ñ o a u n a p e r s o n a o u n o b jeto je to q u e le e r a n caro ca ros; s; en un caso se trata del bosque con cuyos árboles se construyó el Caballo de Troya, imprescindi imprescindible ble para d errota r a los los descendiente descendientess de A nténor. E sta anécdo ta lleva lleva implíci implícito to el el reconocim iento de los los daños qu e com porta n ecesariam ente el establecimiento establecimiento de una colonia y del del modo en que la fundación de una ciu dad. por mucho que fuera por orden de una divinidad, requería-propitiarse la volun tad de los dio diose ses. s. En este contexto, quizá quep a en tende ten de r la referencíá qüe hace'Pfndafo a Bato llamándole «Aristóteles» como una alusión a la especial piedad del fundador de la colonia: el sentido etimológico de este nom bre — «e «ell que hace qu e las cosas cosas concluyan concluyan de la mejor m anera posible» posible» o «el que ejecuta los mejores ritos»— resultaría a la vez apropiado y propi cio; en la Cirene del siglo m a.C. existía un sacerdote llamado Aristóteles en cargado de ejec utar los los telesphória de las Carneas ( SEG, 9.65). Heródoto, cuyas intenciones al preguntar por el pasado de Cirene y re ferírselo a sus lectores eran bastante más vastas que las del poema laudato rio de Píndaro, nos cuenta muchas más cosas (4.150-159). En primer lugar nos cu en enta ta «lo que dicen los tereos»: tereos»: según segú n éstos, éstos, su rey, rey, Grino, acudió acu dió a D el fos a preguntar sobre cierta cuestión, pero el oráculo le respondió que fun dara una ciudad en Libia; Libia; al replicar él él que era demasiado dem asiado viejo viejo para par a llevar llevar a cabo semejante tarea, su dedo señalaba a Bato; como ni Grino ni Bato hicie ran nada de lo que se les había ordenado, Tera padeció siete años de sequía, que pro dujo la m uerte de todos todo s los los árboles de la isl islaa menos uno; tras consul tar nuev am ente al oráculo de Delfos, Delfos, recibieron po r segunda vez la orden de fundar una colonia en Libia; los tereos pidieron consejo entonces a un pes cador de múrice cretense, llamado Corobio, de la ciudad de Itano, al que pa garon para que condujera a una avanzadilla que se estableció temporalmen te en la isla de Platea, frente a las costas de África; los tereos regresaron a su pa p a tria tr ia e n b u s ca de m ás h o m b res re s d e jan ja n d o a C o rob ro b io e n la isla, isl a, q u ien ie n h u b iera ie ra muerto de hambre si no fuera por la llegada fortuita de un samio, llamado Coleo, que se dirigía con una nave a Egipto; los tereos mientras tanto reu nieron colonos pertenecientes equitativamente a todas las regiones y a todas las familias de la isla, y zarparon rumbo a Platea con dos naves de cincuenta remeros (penteconteros). Tras dar la versión de los tereos, Heródoto cuenta «lo que dicen los cireneos»: cuando el rey Etearco de Oaxo, ciudad de Creta, se casó en segundas nupcias, la nueva esposa se dedicó a hacer la vida imposible a su hija, Frónima; Etearco entregó entonces a Frónima a un mercader tereo, llamado Temisón, con la orden de ahogarla; éste rompió su juramento de matarla y la llevó hasta Tera; en esta la isla, Frónima se hizo concubina de cierto Polimnesto, con el que tuvo un hijo, Bato, que tenía cierto defecto en la voz; Bato se dirigió a Delfos a consultar al oráculo sobre este asunto y recibió en res-
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He H e ródo ró doto to,, 4.155-156: 4.155- 156: fra fr a g m e n to de la ve vers rsió iónn cirene cir eneaa d e la fu n d a c ió n de Cirene. T e x t o 2.
Resulta que, cuando Bato se hizo un hombre, se dirigió a Delfos pa p a r a for fo r m u lar la r u n a c o n s u lta lt a s o b re su vo voz; z; y, a su p r e g u n ta , la P itia it ia le dictó la siguiente respuesta: «Bato, «Bato, a preguntar por tu voz has venido venido;; pero el Soberano Febo A po lo te envía a Libia, tierra de pingües rebaños, a fundar una colonia...» ... Entonces él le respondió en los siguientes términos: «Señor, yo he acudido an te ti para form ularte una consulta a propósito de mi vo voz; z; tú, en cambio, me respondes hablándome de otras cosas, de unos imposi bles bl es,, al o rd e n a rm e q u e fun fu n d e u n a c o lon lo n ia en L ibia ib ia;; ¿ co conn q u é m ed edio ios? s?,, ¿con qué colonos?». Pese a estos interrogantes, no pudo convencer a la Pitia para que le diese otra respuesta. Y en vista de que en su vati cinio cinio se expresaba en los mismos término s que la vez vez anterior. B ato la dejó con la palabra en la boca y regresó a Tera. Pero a raíz raíz de ello, ello, tanto él personalm ente como los los demás tereos fuero n víctimas víctimas de desgracia tras desgracia. desgracia. Y da do que los los de Tera ig noraban la causa de sus desdichas, despacharon emisarios a Delfos pa p a r a q u e c o n s u lta lt a ra n el o rác rá c u lo s o b re los lo s m a les le s q u e les le s a q u e jab ja b a n . P or su parte la Pitia les respondió que todo iría mejor si iban con Bato a colonizar Cirene en Libia. Tras esta respuesta, los tereos enviaron a Bato con dos penteconteros. Los colonos, pues, zarparon con rumbo a Libia, Libia, pero, como no sabían qué m ás tenían que hace r, se se volvieron volvieron de regreso a Tera. Sin embargo, cuando trataban de desembarcar, los tereos la emprendieron a pedradas con ellos y no les dejaron atracar en la isla; al contrario, los conminaron a que volvieran a hacerse a la mar.
pu p u e s t a la o rd e n d e f u n d a r u n a c iud iu d a d e n L ibia ib ia;; el jo j o v e n no o b e d e c ió la o rd e n y en consecuencia Tera sufrió desgracia tras desgracia; al consultar los tereos al oráculo de Delfos sobre su situación, éste les respondió que todo se arre glaría si Bato iba a fundar Cirene en Libia; los tereos entonces enviaron a Bato con dos penteconteros y, cuando éstos intentaron regresar, la empren dieron a pedradas con ellos y no los dejaron entrar en el puerto; Bato y sus compañeros volvieron a hacerse a la mar y se establecieron en la isla de Pla tea (cf. texto 2 , en parte). A continuación Heródoto afirma que sobre el res to de la historia se muestran de acuerdo tanto tereos como cireneos; según esta tradición, los colonos se trasladaron de Platea a Aciris, en la costa del continente africano, obedeciendo las instrucciones de Delfos, y posterior
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m ente, siguiendo el consejo de los naturales natu rales del país, país, se mu daron daro n de Aciris Aciris y se establecieron en el emplazamiento de la futura Cirene, donde, según les dijeron, «el cielo está agujereado» (véase infra, p. 80). La versión de los tereos y la de los cireneos no tienen muchos puntos en común en lo tocante al establecimiento de los primeros en Platea. Ambas le yendas hablan de la consulta al oráculo de Delfos, dicen que Bato fue quien dirigió la expedición, y coinciden en el emplazamiento del primer asenta miento. Por lo demás, son bastante distintas. La versión de los tereos hace hincapié en que la idea de enviar colonos a Libia no partió de ellos; afirma que sólo al cabo de varios años de penalidades se avinieron a hacerlo; que pri p rim m e r o b u sca sc a ron ro n el c o n s e jo d e los e x p e rto rt o s y q u e h icie ic iero ronn un p rim ri m e r viaj vi ajee de carácter exploratorio antes de seleccionar a los colonos; y que éstos fue ron elegidos equitativamente entre todos los distritos y grupos de parentes co. La versión cirenea, po r su parte , subraya el linaje linaje real de B ato y la prod i giosa vida de su madre; hace de la fundación de la colonia una obligación directa de B ato y no de la comu nidad de los tereos; y sugiere sugiere que, cuando és tos se dieron cuenta de que Bato se marchaba, tomaron las medidas necesa rias rias para asegurarse de que no regresara. No N o re s u lta lt a difícil difí cil c o m p re n d e r p o r q u é u n os c ien ie n to c inc in c u e n ta a ñ o s d e s pu p u é s d e la lle ll e g a d a d e los lo s co colo lonn o s a Á fric fr icaa , el p u e b l o d e T e ra y el d e C ire ir e n e contaban con taban unas versiones tan d istintas istintas de los hechos. hechos. Los tereos te nían interés en mantener vivos sus vínculos con Cirene, que se había convertido en una ciudad próspera. P ara ellos ellos era fundam ental sostener que habían ac tuado de un modo razo nable y que ha bían hecho todo lo que habría cabido esperar de una ciudad que e nviaba un a expedición de colonos a fin fin de asegu rarse de que todo saliera bien. Los cireneos, por su parte, habían prosperado. No necesi taban a Tera para nada. Lo que les interesaba era reafirmar su independen cia, no su dependencia. Más aún, hasta mediados del siglo v la población de Cirene fue gobernada —cosa bastante insólita— por una familia real, la de los Batíadas, que hacían remontar su estirpe hasta el fundador mismo de la colonia (respecto a la Cirene del siglo v, véase GW, 59-63). Respondía en gran m edida a los los intereses políticos políticos de esta dinastía el subrayar el papel pe per r sonal desempeñado por el antiguo Bato a la hora de fundar la colonia, pues en ese papel se basaba su pretensión al monopolio del poder. Una vez que hemos analizado los factores que contribuyeron a la confi guración de una y otra leyenda, descubrimos lo inútil que es pretender en con trar en ella ellass un elem ento de v erdad históri histórica. ca. Ni una ni otra tenía el m e nor interés por recoger una relación completa y fidedigna de lo ocurrido; ambos bandos contaban unos mitos del pasado que se acomodaran al pre sente, mitos que no sólo eran selectivos a la hora de recordar los hechos, sino adem ás com pletam ente libres a la la hora de elaborarlos. elaborarlos. Algunos elem entos de dicha elaboración resu ltan evidentes: todos los los person ajes que apare cen en la leyenda de la madre de Bato tienen un nombre que encaja perfectamente con el papel que desempeñan: Etearco significa «verdadero soberano», Frónima «La Prudente», Temisón, «El que actúa rectamente», Polimnesto, «El
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que corteja mucho». El pescador de múrice seguramente entra en la leyenda debido a lo verosímil de su papel: si alguien quisiera pedir consejo para un viaje a África, ¿adonde acudiría mejor que a Creta, situada como está a mi tad de camino? ¿Y a quién mejor dirigirse que a un individuo cuyo oficio de marinero exige un perfecto conocimiento de las aguas costeras y del mar abierto? El modo en el que el pasado debía encajar con las intenciones del pre sente queda revelado a todas luces por otro curioso detalle, que aparece en la versión terea transm itida por H eródo to: la anécdota ané cdota de Coleo C oleo,, el el sami samio. o. Su pa p a p e l e n el c o n jun ju n to d e la h isto is tori riaa es s e c u n d a rio ri o , p u e s s im p lem le m e n te m a n t ie ne con vida a Corobio mientras éste aguarda el regreso de los tereos a Pla tea. Se hace difícil entender por qué los tereos habrían debido recordar este detalle, pues no desempeña ningún papel estructural en el conjunto del rela to. Sin embargo, no todo lo que se cuenta de Coleo es su llegada a la isla. Se dice también que, cuando abandonó Platea rumbo a Egipto, los vientos lo alejaron de su ruta y lo llevaron a cruzar las Columnas de Hércules —el es trecho de Gibraltar— y desembarcar en Tartesos, en España. Allí obtuvo grandes beneficios, probablemente vendiendo objetos griegos que los tartesios no habían visto nunca a cambio del oro que se producía en su territorio en grandes cantidades. A su regreso a Samos, consagró en el santuario de Hera una gran cratera de bronce de estilo argivo, con apliques en forma de cabeza de grifos y tres grandes figuras arrodilladas que servían de pedestal. H eró doto no dice dice explícitamente explícitamente que ha bía visto visto este este objeto, pero po r la des cripción que de él hace es muy verosímil que así fuera, y que el episodio de Coleo viniera determinado por la existencia de la cratera. Lo que sí dice He ród oto es que la visita visita de Coleo a Pla tea fue el origen de la gran gran amistad exis exis tente entre Samos, Tera y Cirene. Da la impresión de que el recuerdo de un mercader samio relacionado hasta cierto punto con los primeros momentos de la fundación de Cirene se conservó al relacionarse con un recuerdo tangi ble bl e d e la acti ac tivv ida id a d m e rca rc a n til ti l de Samo Sa mos, s, y d e q u e los sam sa m ios io s s u p iero ie ronn h a c e r d e este este hecho u na bu ena base p ara establecer inmejorables relaciones relaciones con la la po bla b lacc ión ió n d e u n a y o t r a c iud iu d a d (de (d e h e c h o se h a e n c o n tra tr a d o c e rám rá m ica ic a sub su b ge geoo m étrica sam ia en Tera, y esta circunstan cia indica que los los contacto s con la isl islaa son anteriores incluso a la fundación de Cirene). En algún momento del siglo iv a.C. los tereos tuvieron ocasión de tradu cir en ventajas materiales sus vínculos con Cirene. Mandaron una legación a la colonia afirmando que cuando los primeros colonos fueron enviados a Li bia b ia se h a b ía c o n tra tr a ído íd o un co com m pro pr o m iso is o c o n form fo rm e al cu cual al el res re s to d e los tere te reoo s po p o d ía rec re c l a m a r p o s t e r io rm e n te tie ti e rra rr a s y d e r e c h o d e c iu d a d a n ía e n C iren ir enee , y que preveía asimismo que, si el nuevo asentamiento no prosperaba, los co lonos pudieran regresar a Tera. Los tereos presentaron incluso un texto del ju j u r a m e n t o e n c u e s tió ti ó n (te (t e x to 3). L a p o b l a c ió n d e C ire ir e n e n o sólo só lo rec re c o n o c ió el derecho de los tereos a asociarse a ella, sino que se avino incluso a grabar y exponer en el santuario de Apolo Pitio el texto original del acuerdo (ML, 5; Fornara, 18). La autenticidad del acuerdo original aducido por los tereos ha
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M L , 5.23-51. Texto Tex to de la reso re solu luci ción ón que, segú se gúnn la e m baja ba jada da enviada a Cirene por los tereos en el siglo ¡v, se tomó cuando Bato par tió desde la isla de Tera con los colonos rumbo a Libia.
T e x t o 3.
Jura Ju ram m ento en to de los fu n d a d o r e s
La asamblea resolvió: habiendo ordenado Apolo espontáneamen te a Bato y los tereos fundar Cirene, los tereos resolvieron enviar a Bato a Libia en calidad de jefe del pueblo y rey, y hacerse a la mar con él en calidad de compañeros. Se harán a la mar en condiciones de igualdad y paridad, por familias; será elegido un hijo varón .... los que estén en la flor de la edad y sean de condición libre entre el resto de los tereos ... se harán a la mar. Si los colonos establecen una colonia, cualquier pa rien te suyo que po steriorm ente se dirija dirija a Libia recibirá recibirá la ciudadanía y los los derechos, así como u na parcela pa rcela d e las tierras tierras q ue aún no estén repartidas. Si no fundan una colonia y los tereos no están en condiciones de socorrerlos, sino que se ven agobiados por la necesidad durante cinco años, sean libres de abandonar el país y regresar a Tera recobrando la ciudadanía y sus propiedades. Aquel que no esté dis pu p u e s to a e c h a rse rs e a la m a r c u a n d o la c iud iu d a d lo e nv nvíe íe a la em igra ig raci ción ón,, sea reo de m uerte y sus sus propied ades ade s sean confis confiscada cadas. s. A que l que le dé dé albergue o lo esconda, esconda, ya sea un padre pa dre a su su hijo hijo o un herm ano a su he r mano, sea reo de la misma pena que el que no esté dispuesto a mar charse. Esto pactaron y prestaron juramento en este sentido los que se que da daron ron aquí y los los que se echa ron a la mar con el fin fin de funda r la la co lonia, y lanzaron maldiciones tanto contra los que se establecieren en Libia como con tra cuantos se qu eda ren aquí, si si no cum plían el el pacto y no se atenían a él. Fabricaron figurillas de cera y las quemaron y con ju n ta m e n t e h o m b res re s y m ujer uj eree s, m u c h a c h o s y do donc ncel ella las, s, r e p iti it i e r o n la maldición de suerte q ue quien q uien no se atuviere al pacto y rom piere el ju ramento se derritiera y fuera aniquilado como las figurillas, él, sus des cendientes y sus propiedades, y que a quienes se atuvieren al pacto y respetaren el juramento, tanto si emigraban a Libia como si se queda ba b a n e n T era, er a, les le s f u e r a to d o b ien ie n , a ello el loss y a sus su s de desc scee n d ien ie n tes. te s.
sido sido muy discutida. discutida. C ontiene en efecto m uchos elem entos —la afirmación de que fue tomad o en una reu nión de la asamblea de Tera, Tera, la la pretensión de que el vaticinio de Delfos fue espontáneo, o la mención misma del nombre de la nueva colonia, Cirene— que difícilmente habrían podido aparecer en un acuerdo tomado en el siglo vn, alcanzado antes de que fuera enviada la ex ped pe d ició ic iónn . M ás i m p o rta rt a n t e a ú n es el h e c h o d e q u e n o c o n tie ti e n e n ing in g ú n e le mento que no apoye directamente las pretensiones de los tereos del siglo iv:
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incluso incluso las las amenazas d e castigo castigo a todo aquel que dé cobijo cobijo a un parien te pa ra que no se embarque p ueden considerarse considerarse una prue ba de que los tereos no se se tomaron a la ligera la empresa de la nueva fundación, y de que no se limita ron a seleccionar a un determinado sector de la población caído en desgra cia. Por su tono y por algunos detalles concretos, este presunto acuerdo ori ginal se aproxima bastante a la versión recogida por Heródoto entre los tereos en el siglo v, y pese a contener un lenguaje más formal y algunos ele mentos arcaizantes, parece que deberíamos interpretarlo más bien como un elaborado descendiente directo de la misma tradición oral de Tera recogida po p o r H e ró d o t o . ¿Pero por qué se habría mostrado dispuesto el pueblo de Cirene a acep tar e sta versión de su pasado, directam ente en confli conflicto cto,, al menos en algunos aspectos, con sus propias tradiciones? No conocemos con exactitud la situa ción política de Cirene en el momento de la llegada de la embajada de Tera, ni cómo fue ron utilizadas utilizadas las las pretensione s de dicha legación legación en el deba te p o lítico del momento. Podemos señalar, no obstante, que la historia recogida po p o r H e r ó d o t o e n la C ire ir e n e d e l siglo sig lo v d e b ió de e m p e z a r a re s u lta lt a r b a s t a n te embarazosa tras el derrocamiento de los Batíadas probablemente hacia 430, pu p u e s e n ella el la se h a c ía ex exce cesi sivo vo h inc in c a p ié e n la im p o rta rt a n c ia d el f u n d a d o r d e la dinastía que llevaba ya bastante tiempo alejada del poder. La versión que contaban los tereos, por el contrario, venía a subrayar la igualdad de los pri mitivos mitivos colonos colonos —debían «hacerse a la m ar en condiciones de igualdad y pa ridad»—, una igualdad que era habitual en las colonias del siglo v y de épo ca posterior, pero que también encajaba perfectamente con la constitución de la Cirene del siglo iv. Todo cambio de intereses exige una versión distinta del pasado y los los tereos prop orcionaban así así al al pueblo de Cirene la opo rtuni dad de reivindicar y adoptar una versión de su pasado que se adecuaba a sus nuevos intereses de un modo que ninguna selección de las tradiciones cireneas del siglo v habría sido capaz de igualar. La versión del autor norteafricano Menecles de Barca ( F G H , 270 F6; Fornara, 17) nos permite ver un estadio ulterior de esa reelaboración de la historia pasada conforme a los intereses de una época y un lugar determina dos. Menecles afirmaba que Bato había sido expulsado de Tera a raíz de las luchas intestinas en las que su facción resultó derrotada, y que fundó Cirene cuando el oráculo de Delfos le dijo que esta medida habría sido más conve niente que con tinuar la lucha en Tera. Tera. Menecles proced ía de u na ciudad que, según la tradición tradición (He ródoto , 4.16 4.160) 0),, había sido fundad a p or Cirene a raíz raíz de unas luchas intestinas... ¿Qué podemos afirmar del establecimiento de la colonia griega de Cire ne? La existencia de un vínculo importante, aunque no exclusivo con Tera, el pro p rota tagg o n ism is m o d e un ind in d ivid iv iduu o lla ll a m a d o p o s te rio ri o rm e n te B a to, to , y el p roc ro c e s o ba b a s ta n te larg la rgoo q u e c o m p o rtó rt ó el d e s c u b rim ri m ien ie n to d e l e m p laz la z a m ien ie n to ide id e a l de dell asentamiento, parecen factores seguros, pero poco más. Los restantes ele mentos de la leyenda, desde Píndaro en adelante, no nos hablan del asenta miento original, sino de la política de Cirene y de la posición de la colonia en
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la mente de los demás durante el siglo v y en épocas posteriores. Si queremos saber algo más sobre lo sucedido en el siglo vn tendremos que recurrir a los datos arqueológicos. La L a util ut iliz izaa ción ci ón de la arqu ar queo eolo logí gíaa
Todavía es mucho lo que no puede decirnos en torno a la historia de la colonia griega de Libia la labor arqueológica, por lo demás bastante limita da, que se ha llevado a cabo e n esas tierras tierras.. No obstante, los datos revelados po p o r la a r q u e o log lo g ía son so n e n o r m e m e n t e s o rpre rp re n d e n tes te s . E n p r im e r luga lu gar, r, el h a llazgo mismo de objetos griegos de la primera mitad del siglo vn a.C. en Ptolemaida y Cirene nos sugiere que este sector de la costa del Norte de África no era tan desconocido antes de la fundación de las colonias griegas como pu p u d ie ra n d a r a e n t e n d e r las la s tra tr a dic di c ion io n e s. Inc In c luso lu so sin q u e se h a y a n lle ll e v ad adoo a cabo excavaciones in situ, se han encontrado restos de cerámica que cabría datar sin duda alguna hacia 650 a.C. en el emplazamiento que casi con toda pro p ro b a b ilid il id a d c o r re s p o n d e r ía a Ac Aciri iris. s. E s te h e c h o c o n s titu ti tuir iría ía la c o nfir nf irm m a c ión ió n m aterial de que la falsa falsa afirmación afirmación de U lises lises cuando decía que sufrió sufrió un na u fragio mientras lo conducían a Libia para ser vendido como esclavo ( Odisea, 14.295), reflejaría un conocimiento real por parte de los griegos de la ribera meridional del M editerráneo. En segundo luga lugar, r, aunque la tradición tradición pre ten día que fue ron funda dos otros asentam ientos en la costa líbi líbica ca a pa rtir de Ci rene, lo cierto es que los testimonios de ocupación permanente de Tocra —la — la a n tig ti g u a T a u q u ira ir a — y P tol to l e m a ida id a d a t a n , al p a rec re c e r, p o r lo q u e a la c e rámica se refiere, a una época tan temprana como la de la ocupación per manente de Cirene, esto es a c. 620 a.C. La selección de cerámica descubier ta en el rico depósito del santuario excavado en Tocra se diferencia muy poc p oco, o, p e r o d e u n m o d o m uy sign si gnifi ifica cati tivo vo,, d e la d e C ire ir e n e (e n p a r tic ti c u la r muestra un nivel muy distinto de cerámica de las Cicladas, sin que haya un solo ejemp lo de Tera, hecho qu e hablaría hab laría de la existencia existencia en un o y otro lugar de unos vínculos independientes con el mundo griego). En tercer lugar, la tradición literaria sostiene que durante unos cincuenta años la población de Cirene e stuvo con stituida exclusivamente p or los primitivos primitivos colonos colonos tere os y sus descendientes, hasta que se produjo la invitación general al resto de los griegos de unirse a ellos: de ser así, no sólo resultaría difícil entender cómo pu p u d o C ire ir e n e f u n d a r T a u q u ira ir a e n u n a fec fe c h a t a n p róx ró x im a a su p r o p i a f u n d a ción, sino que la cerámica llegada a Cirene y Tocra antes de 580 a.C. proce día de un núm ero de lugares tan am plio como el de la cerámica llegada a pa r tir de esa fecha, y la extraordinaria variedad de objetos de cerámica y artículos personales (fíbulas, etc.) importados de Esparta, en particular, des de una fecha muy poco posterior a la fundación de Cirene, ha llevado a los arqueólogos a suponer que desde el principio debió de haber en ella algunos residentes oriundos de Esparta o en general de Laconia. Quizá existieran otras tradiciones, no recogidas por Heródoto, que se adecuaran mejor a los
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datos arqueológicos: el escritor del siglo u d.C. Pausanias, autor de una guía de Grecia, comenta de hecho una anécdota, según la cual un atleta esparta no, Quionis, vencedor en los Juegos Olímpicos en 664, 660 y 656 a.C, parti cipó con Bato Bat o en la fundación fundac ión de Cirene Cire ne (Pausanias, 3.14. 3.14.3), 3), y un unaa inscripción llamada Crónica de Lindos (FGH, 532 F1.17), que guarda memoria de nu merosas ofrendas (muchas de ellas indudablemente míticas) realizadas en el santuario de Atenea en la ciudad rodiá de Lindos, cita una dedicación de los oriundos de esta población que habían participado en la fundación de Cire ne por Bato. La arqueología, pues, vendría a confirmar, según parece, que las tradi ciones de época m ás tardía contienen un fue rte sesgo sesgo políti político. co. La afirmación po p o r p a r te d e ter te r e o s y B a t íad ía d a s d e q u e h a b ían ía n sido si do los p rim ri m e ro s e n e s tab ta b l e c e r un asentam iento en tierras desconocid desconocidas as contribuía contribuía indudab leme nte a m ejo rar su estatus, estatus, por cuanto venía a magnificar magnificar su hazaña. hazaña. El E l hecho de m anten er a la población no terea al margen de la historia sin duda encajaba perfecta mente con la pretensión de Tera de ser la metrópoli de Cirene; habría favo recido asimismo asimismo los argume ntos relacionados con la política política interna de C ire ne y la teoría general de que la colonia no era una especie de batiburrillo de pue p uebl blos os.. L a ide id e a d e q u e C ire ir e n e e r a a d e m á s la m e tró tr ó p o li d e o t ras ra s co colo loni niaa s en esa misma ribera del Mediterráneo favorecía asimismo sus pretensiones de pre p reee m i n e n c ia en la z on onaa . A u n q u e n o c o n tár tá r a m o s co conn u n a tra tr a d ició ic iónn lite li tera rari riaa que te rgiversara nu estra pe rcepción de los los hechos hechos,, seguiríamos seguiríamos reconoc iendo a Tera un pa pel especial en la colonización colonización de d e la región, pues si exceptuamos esta zona, es es muy rara la presencia de cerám ica terea fue ra de Tera, pero atri bu b u iría ir íam m o s tam ta m b ién ié n u n p a p e l esp es p ecia ec iall a los c r e ten te n s e s (en (e n C ire ir e n e se h a e n c o n trado cerámica cretens e del sigl sigloo vi, vi, ba bastan stan te rara incluso incluso en la propia prop ia C reta) y a los laconios, y junto a estos tres pueblos habrían participado otros mu chos. Fueran cuales fuesen los factores que incitaran a los griegos a adelan tar sus primeros contactos periódicos con la zona y a asentarse en ella, no fue la presión económica sufrida por una sola ciudad ni la iniciativa política de un solo pueblo, y mucho menos de un solo individuo. La arqueología y los textos literarios casi siempre se contradicen. Los textos literarios y las tradiciones orales o escritas en las que se basan, apro vechan todo lo que pueda resultar útil a sus intereses, tienden a subrayar lo singular y tienen un carácter retrospectivo; los restos arqueológicos no ofre cen una visió visiónn fragmen taria taria de carácter m eram ente fortuita del pasado — no todos los materiales se han conservado en el mismo buen estado, y no todas las las acciones acciones se se ven directam ente reflejadas del mismo mod o en la cultura m a terial—, sino que, pese a la inclinación de los arqueólogos hacia los yaci m ientos excepcionales excepcionales,, tienden a pon er de manifiesto lo que es corriente, y a subrayar las analogías generales. De ese modo, la utilización de las tradicio nes para escribir la historia exige una sutil conciencia del hecho de que los hombres pueden manipular las tradiciones. A veces manipular una tradición signif significa ica preserva pres ervarr una información valiosa; valiosa; prob ab ablem lem en ente te así la tradición cicirenea del siglo v fuera un apoyo para los Batíadas que permitió conservar
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cuidadosamente la duración de su reinado y, de paso, la fecha de la fundación de Cirene. En muchas ocasiones la tradición fomenta la desinformación. La utilización de la arqueología corre el riesgo de aplastar a la historia, de im pe p e d ir q u e se ten te n g a n en c u e n ta los d ram ra m a s soci so cial ales es o p o líti lí tico coss q u e n o tie ti e n e n una repercusión directa sobre la cultura material. Lo más saludable sería compensar el escepticismo ante lo que pueden decirnos las tradiciones con una plena conciencia de qué es lo que nunca podrá decirnos la arqueología. Como hemos visto con este ejemplo, y como veremos a lo largo de toda la pr p r e s e n te o b ra, ra , el p a n o r a m a lite li tera rarr io y el arq ar q u e o lóg ló g ico ic o d e b e r á n s e r d isp is p u e s tos po r sepa rado antes de combinarlos; rara vez uno perm p erm ite iluminar al otro, pe p e r o los d o s jun ju n tos, to s, d e m a n e r a d isti is tinn ta, ta , c o n trib tr ibuu y e n a a r r o ja r c ier ie r ta luz lu z sob so b re el mismo mundo.
N u e s t r o m u n d o e n c o n s t r u c c i ó n
En el año 800 a.C. el mundo griego era pobre, pequeño, y en general ca rente de organización. Sus comunidades eran pequeñas y se veían obligadas a sobrevivir en un medio natural hostil. Los griegos tenían un contacto bas tan te escaso con el el resto del mu ndo y no pose ían ninguna ventaja especial, especial, a menos que consideremos u na ventaja el rico rico patrimonio de mitos tradiciona tradiciona les les y un pode p oderoso roso linaje linaje de canto res errantes. E n 479 a.C. a.C.,, tras repe ler el ata que del imperio persa contra el corazón de Grecia, el mundo griego era ex tenso, dinámico y complejo en su organización, contaba con una población cada vez más numerosa, y era inmensamente creativo. De hecho, en cierto sentido la Grecia clásica creó el mundo occidental moderno. Lo qu e vamos a co ntar aqu í es cómo cómo fue posible que las las sociedades grie gas del siglo ix, empobrecidas y relativamente aisladas, dieran paso a las flo recien tes y vigorosas vigorosas sociedades socieda des griegas del siglo siglo v. v. Es la historia d e unos un os gru po p o s h u m a n o s p o co n u m e ros ro s o s q u e s u p iero ie ro n re s p o n d e r a las p res re s ion io n e s de dell medio natural, que, llevados por la necesidad, crearon nuevas sociedades en otros lugares y regresaron con nuevas ideas y artefactos que explotaron con la mayor naturalidad y que a menudo transformaron por completo, guiados po p o r u n e s p írit ír ituu de a n tag ta g o n ism is m o y riv ri v alid al idad ad.. E s la h isto is tori riaa de có cóm m o esos es os p e queños grupos se esforzaron por diferenciarse unos de otros y seguir siendo distintos, como individuos dentro de la comunidad, como comunidades den tro de las las restantes com unidades griegas griegas,, y como griegos griegos en medio de los bár ba b a r o s q u e e ran ra n , c u a n d o m en enoo s, t a n rico ri coss y t a n há hábi bile les, s, y e s tab ta b a n tan ta n b ien ie n o r ganizados como ellos. Como la lucha por la diferenciación se produjo a todos los niveles, este libro no es sólo la historia del nacimiento de la ciudad-esta do griega, de la lucha por descubrir un sistema político que admitiera y al mismo tiempo restringiera la diferenciación individual en aras de la preser vación del carácter distintivo de la comunidad en su conjunto; es también la historia del desarrollo de la diferenciación cultural en el terreno de la expre sión, de la acción o de la identidad. Para contar todo eso es preciso escribir
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una historia «total», una historia que sepa reconocer que la política y la or ganización social, social, la la organización organizació n social y las las presion es económ ec onóm icas sobre so bre los los m edios de vida, las las presiones presio nes económ icas y la expresión expre sión cultural, cultura l, la expresión cultural y la actividad cultual y religiosa, forman todas ellas parte del mismo relato, y ninguna puede concebirse sin las demás ni estudiarse aisladamente.
2. EL PROBLEM PRO BLEMA A DE LOS LOS ORÍGEN OR ÍGENES ES ¿B o
r r ó n y c u e n t a
n u e v a
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s c u r a
El final del m und o micéni micénico co
El mundo micénico concluyó con una explosión y un débil gemido. Ha cia el año 1200 a.C. algunos de los principales centros micénicos del Pelopo neso y de la Creta central muestran claros signos de destrucción violenta, de incendios, incendios, o de aba ndono ndono.. L a m ayoría de ellos volvieron a ser ocupados, pero esa nueva ocupación a menudo adoptó formas nuevas y se vio marcada por el empleo de una cerámica de un estilo distinto al que había venido utilizán dose hasta entonces, aunque desde luego estaba estrechamente relacionada con la del período precedente. Dejaron de edificarse las grandes tumbas cir culares en forma de colmena, llamadas thóloi, excepto en Tesalia; se genera lizaron los enterramientos en sepulturas individuales alineadas y coronadas po p o r u n a p i e d r a lisa, lis a, lla ll a m a d a s t u m b a s d e cist ci sta, a, a u n q u e s igu ig u iero ie ronn u tili ti lizz á n d o se las tumbas de cámara, destinadas a acoger más de un difunto. La población se trasladó a nuevos lugares, y zonas hasta entonces utilizadas para vivir pa saron a veces veces a convertirse en necrópolis. necrópolis. En E n lugar lug ar del estilo estilo cerámico carac terizado por la escasez de las variaciones locales, el nuevo estilo, denomina do heládico reciente IIIC, evolucionó en distintas direcciones según cada lugar, a medida que los alfareros recogían y desarrollaban distintas seleccio nes de motivos micénicos e iban combinándolas de distinta manera. Pero aunqu e los los cambios son evidentes evidentes en num erosos campos de la cultura m ate rial, los elementos de continuidad son muy fuertes. No se produjo un aban dono a gran escala escala de ninguna región de la península helénic helénica, a, au nque el nú mero de poblamientos que nos han proporcionado materiales de esta época es menor que el de los lugares que nos proporcionaran materiales del perío do inmediatamente anterior (figuras 2 y 3). Durante la primera mitad del siglo x i i a.C. Grecia no se vio incomunica da ni empobrecida. Así podemos verlo sobre todo en un pob lado que vo volv lvió ió a ser ocupado en esta época, el cem enterio de P erati, en la costa costa oriental del Atica. Conocemos en este lugar más de 200 enterramientos, la inmensa ma yoría de los cuales son tumbas de cámara, predominando la inhumación, prá p rácc tic ti c a h a b itu it u a l d u r a n t e la é p o c a m icén ic énic ica, a, a u n q u e u n os d iec ie c ioc io c h o c a dá dávv e-
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res fueron incinerados. La calidad de la cerámica descubierta en estas tumbas es bastan te bue na, y su su cantidad m uy grande (unas 800 800 vasijas vasijas). ). Se enc on tra ron además sartas de cuentas, sellos y dos anillos de oro, así como cierta can tidad de estatuillas y ocho fíbulas fíbulas (imperdibles). Los objetos de im portación demuestran que, directa o indirectamente, Grecia seguía en contacto con la m ayor parte del Orie nte Próximo: vemos vemos así escarabeos y vidrio vidrio proceden tes de Egipto, sellos y un cuchillo de hierro de Siria, sellos de Chipre, e incluso un collar de ámbar procedente del Báltico.
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Perati no constituye ni mucho menos un fenómeno aislado: Iálisos, en Rodas, muestra un parecido muy grande en lo tocante a las prácticas funera rias (las cremaciones en particular son idénticas), a la cerámica, y a la canti dad de objetos de importación. Si acaso, da la impresión de que los vínculos de unión a través del Egeo eran incluso más fuertes en la primera mitad del siglo Xu a.C. de lo que lo habían sido hasta entonces: en esta época por vez pri p rim m e r a p o d e m o s d e te c t a r u n a p res re s e n c ia «mic «m icén énic ica» a» en el E g e o s e p t e n t r i o nal, en la colonia de Emborio, en la isla de Quíos. Más aún, se han descu bie b ie rto rt o g ran ra n d e s c a n tid ti d a d e s d e c e rám rá m ica ic a h e lád lá d ica ic a rec re c ie n te III II I C e n C hipr hi pre, e, acompañada por edificaciones de estilo monumental, que empleaban una manipostería regular de piedras cuadradas, llamada ashlar , habitual en la Grecia continental, pero desconocida hasta entonces en Chipre. Más curioso todavía es que se ha creído ver en la cerámica filistea del siglo xn la influen cia del heládico reciente IIIC. Los palacios de la Grecia co ntinental quizá de saparecieran en el siglo xn, pero los habitantes de la zona siguieron mos-
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trand o u n vigor vigor considerable, considerable, una gran energía artística artística y cierto cierto grado de so fisticación. Pero si la situación material de los inicios del siglo x i i a.C. parece bas tante clara, las fuerzas que la produjeron son en gran medida objeto de dis cusión. Toda explicación debe tener en cuenta por una parte los notables cambios que se produjeron y por otra el alto grado de continuidad. Aunque las diversas regiones de Grecia evolucionaron siguiendo direcciones distintas durante el siglo x i i , como puede apreciarse sobre todo en los nuevos estilos regionales de la cerámica, es imposible demostrar que ninguno o casi ningu no de estos desarrollos fuera fruto de la introducción de un elemento que no estuviera ya presente en la cultura material del siglo anterior. Recurrir a las invasiones para explicar los cambios acontecidos plantea más problemas de los que resuelve, y más satisfactorias parecen las explicaciones que apelan a la desintegración provocad a por po r las las tensiones inh erentes al siste sistema. ma. Si algún movimiento de población se produjo durante esta época, la ma yoría correspon dió a micéni micénicos cos que em igraron hacia el este; este; podem os verlos en Perati, en el Atica, en Lefkandi, en Eubea, en Emborio, en Iálisos, y en otros lugares del extremo oriental del Egeo, en Mende (la moderna Kelendras), al no rte del Egeo, en la península calcí calcídi dica, ca, y en Chipre. Chipre. N atura lm en te el movimiento de la cerámica cerámica pud o produ cirse sin sin que al mismo mismo tiemp o se diera el movimiento mo vimiento de los indivi individuos duos que la fabricaban, fabricaban, pe ro la presencia en Chipre de unas técnicas arquitectónicas específicas junto con una cerámica también característica refuerza la impresión de que lo que está en juego es un movimiento migratorio y no sólo una actividad comercial. Esta idea se ve ulteriormente corroborada por la primera aparición de la lengua griega en Chipre: un espetón de bronce procedente del cementerio de Skales, en Palé pafo pa fos, s, q u e p o d r ía d a tar ta r s e e n el siglo sig lo xi, lleva lle va u n a insc in scri ripc pció iónn co conn u n n o m b re griego, griego, en dialecto arcadio, escrita en el el silabario silabario chipriota. Q ue se trata ba de griegos emigrados a Oriente con carácter permanente se ve asimismo corro bo b o r a d o p o r la au ause senn c ia d e u n a c o r rie ri e n te c o n tin ti n u a de infl in fluu en encc ia p r o c e d e n te del Egeo sobre los desarrollos inmediatamente posteriores que se produje ron en Chipre: la propia necrópolis de Skales, en la que abunda la cerámica oriun da del O riente Próximo, Próximo, contiene m uy pocos materiales grie griego gos. s. Durante la última fase de su utilización, hacia finales del siglo xii a.C., la necrópolis de Perati fue empobreciéndose a todas luces, sobre todo por lo que se refiere a la cantidad de objetos de importación. Análogamente, en el importante asentamiento de Lefkandi, en Eubea, la cerámica de finales del heládico reciente IIIC es notablemente inferior a la existente hasta entonces (figura 4). Más tarde ambos poblados serían abandonados. Más al norte, no es el abandono, sino el empobrecimiento lo que marca el final del heládico reciente IIIC: el cementerio de Elatía, en Fócide, extraordinariamente rico en cerámica y bronce d urante ura nte el heládico reciente IIIC, IIIC, experim exp erim enta un cam bio bi o e n el d iseñ is eñoo d e los e n ter te r r a m ien ie n to s y un clar cl aroo e m p o b rec re c im ien ie n to a fina fi nale less de dicho período, junto con la aparición de cerámica fabricada a mano, aun que la necrópolis siguió utilizándose hasta comienzos del período protogeo-
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4.
Pÿxis del
heládico reciente IIIC de estilo lefkandio procedente de Lef-
kandi.
métrico. Cerca de allí, en el santuario de Kalapodi, la primera ocupación co rrespondiente al heládico reciente IIIC es extraordinariamente rica: en el ya cimiento se han encontrado cerca de 20.000 fragmentos de cerámica de esta época. Parece que Kalapodi era sólo un santuario local, pero es evidente que los contactos con tinuaro n vivos vivos du duran rante te esta fase fase a través través de m igraciones igraciones ha cia otros lugares del Egeo: el primer testimonio procedente de Torone, en la pe p e n ínsu ín su la calc ca lcíd ídic ica, a, en la r ib e r a n o r te d el E g eo eo,, es u n a u r n a c in e r a ria ri a subm su bmiicénica de finales del siglo siglo xn. N o obstan ob stante, te, pese a todo s estos indicios de vida, vida, si el número de localidades que sepamos que estaban ocupadas durante la pr p r im e r a m ita it a d d el siglo sig lo xii e r a d e u n a s 220, al p e r ío d o c o r r e s p o n d ien ie n te a 1125-1050 a.C. le corresponde menos de la mitad de esa cifra, y quizá se re dujera aún más en la segunda mitad del siglo xi (figuras 3, 5 y 6). Esas alte raciones, raciones, sin sin embargo, se produ cen sin sin llevar asociados asociados signos signos de destrucción violenta, sino que, por el contrario, es claramente visible la continuidad de la cultura material, apenas enmascarada por la disminución de su calidad.
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No N o d e b e ría rí a m o s h a c e r d e m a s iad ia d o h inca in capp ié en la d ism is m inu in u ción ci ón de la o c u pa p a c ión ió n d e las z o n a s rur ru r a l e s de dell s u r d e G re c ia a fina fi nale less d e l siglo sig lo x n y d u ra n te todo el xi, entre otras razones porque probablemente las investigaciones ar queológicas acabarán modificando hasta cierto punto esta imagen. Más bien deberíamos señalar un rasgo sorprendente de los restos materiales: la impre sión que dan de independencia cultural local. La regionalización de los esti los cerámicos, visible ya en los productos del heládico reciente IIIC, se torna más ma rcada e n la fase fase cerámica sucesi sucesiva. va. En E n la pa rte occ idental del Ática se desarrolla un estilo submicénico particular distinto del de cualquier otra re gión: se caracteriza por una factura a menudo bastante imperfecta, que pro duce vasijas asimétricas, y por un repertorio muy limitado de formas, todas ellas derivadas de los modelos micénicos anteriores (figura 7). La decoración de estos recipientes es ecléctica, aunque muy poco ambiciosa, y su ejecución ba b a s tan ta n te tosc to sca. a. P a rec re c e q u e fue fu e ra de dell Á tic ti c a sigu si guió ió fab fa b ric ri c á n d o s e h a sta st a b ien ie n e n trado el siglo xi una versión de la cerámica del heládico reciente IIIC, con
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6. Yacimientos ocup ocupados ados durant dura ntee el períod per íodoo 105 1050-1 0-1000 000 a.C. a.C.
muy pocas novedades, hasta el pun to de que los los productos de 1075 apenas apen as se distinguen de los de 1125. El aislamiento de las distintas regiones de Grecia po p o r lo q u e r e s p e c ta a la cerá ce rám m ica ic a es tal ta l q u e a p e n a s es p o s ible ib le d e m o s tra tr a r la con tempo tem poraneid raneid ad de los diversos diversos estilos estilos regional regionales, es, aunq ue en casi casi todos los los casos es evidente que, a nivel local, el grado de continuidad entre la última cerámica del heládico reciente IIIC y los primeros vasos de la Edad del Hie rro es bastante alto.
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7. Án Ánfora fora ática de estilo estilo submicénieo procede proc edente nte del cementerio cem enterio ateniense del Cerámico. F ig u r a
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L o s cont co ntac acto toss con co n C hipr hi pree
Las distintas comunidades de la Grecia de finales del siglo x i i y comien zos del xi a.C. a.C. quizá fueran cada una un a a su aire po r lo que se refiere a los los pro ductos culturales, al no verse afectados por lo que estaba ocurriendo en el resto de Grecia; pero, lejos de permanecer aisladas, se mostraron muy re ceptivas ceptivas ante ciertas innovaciones innovaciones imp ortantes en otros terrenos. Los contac tos con el mundo exterior se vieron indudablemente reducidos, en compara ción con la situación reinante durante el heládico reciente IIIC, pero los pro p ro d u c tos to s d e im p o rta rt a c ión ió n sigu si guen en a p a rec re c ien ie n d o en los e n t e r r a m ien ie n to s q u e s u ministran casi todos los testimonios que tenemos de esta época. Así puede afirmarse de la Grecia central, según vemos en el cementerio de Elatía, y de la Grecia meridional: las tumbas de Argos y Tirinte dan a entender que los objetos de m etal llegaban llegaban a Grec ia desde Italia y desde la cultura de los los Cam po p o s d e U r n a s d e la E u r o p a c e n tra tr a l. M ás im p o rta rt a n t e a ú n es la a p a r e n t e d e u da que el continente tiene con Chipre en el terreno de la siderurgia, hecho que demostraría los contactos existentes entre el litoral egeo de la Grecia continen tal y Chipre. Chipre. El enorm e trabajo arqueológico arqueológico desarrollado en C hipre dura nte los últi últi mos años ha sacado a la luz testimonios que indican que allí se llevó a cabo una im po portante rtante labo r pionera pione ra en el terren o de la siderurgia dura nte los los sig siglo loss xn y xi a.C.; a mediados del siglo xi Chipre se había convertido en el primer pu p u n to d el M e d ite it e r r á n e o e n el q u e el h ier ie r r o e m p e z ó a s u p e r a r al b ro n c e co com mo metal de trabajo, y por consiguiente en el primer lugar que vivió la transición de la «Edad del Bronce» a la «Edad del Hierro». Es posible que en la Gre cia continental se produjera un desarrollo independiente de la tecnología del hiérro, pero, hasta que no encontremos ulteriores pruebas de ello, parece más lógico pensar que tanto la tecnología como los tipos (sustitución de los cuchillos de bronce por los de hierro) de cuchillo de hierro descubiertos en la Grecia con tinental des de finales finales del sigl sigloo xn en adelante, jun to con los los pri meros objetos propios de la industria siderúrgica, procedieran de Chipre. El hierro era conocido ya en la Edad del Bronce, Bronce, aunqu e sólo sólo como m a terial precioso utilizado para hacer regalos de prestigio o en determinados contextos rituales. rituales. La transform ación en virtud de la cual el hierro se convir tió en el principal metal de trabajo requirió el desarrollo de una complicada tecnología y además la consecución de un suministro regular. Chipre es una isla rica en cobre y algunas de las menas de cobre son también ricas en hie rro. Es posible posible cuan do m enos que qu e la explotación explotación de los los residuos residuos de la indus tria del cobre, concebida en un principio como un complemento de la manu factura del bronce, diera paso al establecimiento de la siderurgia chipriota. De ser así, se explicaría fácilmente cómo es que Chipre pasó de la Edad del Bronce a la del Hierro casi sin trauma: y es que, en efecto, no era necesario cambio alguno en el sistema de aprovisionamiento. Pero a medida que fuera difundiéndose la siderurgia y que fueran encontrándose y explotándose nue-
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vos filones de hierro en otros lugares, las consecuencias del advenimiento de la Edad del Hierro serían distintas. Hacia el año 1000 a.C. la Edad del Hierro había llegado ya a Creta y a la Grecia continental: las ocho espadas, los cuatro cuchillos, las tres hachas y los dos puñales que conocemos p roced entes de A tenas tena s en tre 10 10550 y 900 900 a.C. a.C.,, son todos ellos de hierro; el hierro predomina asimismo sobre el bronce en los bro b rocc h e s (47 s o b re 13) y fíb fí b ulas ul as (12 s o b re 9) e n c o n tra tr a d o s e n la zo zonn a; sólo só lo en las puntas de lanza el bronce ocupa el mismo lugar que el hierro (poseemos cuatro de cada m etal). etal). Si comparamo com paramo s los hallazgos hallazgos de metal proce den tes de la necrópolis de Skales, cerca de Palépafos, en la isla de Chipre, con los de Lefkandi, comprobaremos cuán arraigada estaba la tradición metalúrgica en el corazón de G recia. U na vez adquirida la tecnología tecnología necesaria, com comenzó enzó la bú b ú s q u e d a d e n u ev evas as fue fu e n tes te s de a p r o v isio is ionn a m ien ie n to d e h ierr ie rroo ; la d e p e n d e n c ia de Chipre en este terreno sería muy corta. La existencia de una importante relación con Chipre es evidente asimis mo a mediados del siglo xi a.C. en otro campo, a saber, el de la alfarería. La cerámica chipriota del siglo xi empieza a representar de pronto guerreros y cazadores, inspirados al parecer en figuras similares presentes en la cerámica del heládico reciente IIIC de la Grecia continental; una de esas figuras lleva incluso incluso un escudo cuya cuya forma es taba ya obso leta hacía hacía largo tiemp tiempoo tan to en su faceta de arma defensiva como de símbolo de la Grecia continental, y al guien ha sugerido que fue utilizado deliberadamente para definir a un deter minado sector de la población chipriota, deseoso de hacer constar que era originario de Grecia. Al mismo tiempo, la cerámica de Atenas y Lefkandi m uestra igualm ente unas formas y unos siste sistemas mas de decoración desconocidos hasta entonces, entonces, para los que podríam po dríam os enco en contrar ntrar analogías muy estrechas en la cerámica denominada chipriota IIIB. Del mismo modo que las importa ciones y las influencias de Chipre parece que actuaron como el catalizador que impulsó la la industria del hierro en el continente, tamb ién da d a la impresión de que la influencia del estilo chipriota reciente IIIB tuvo algo que ver con la revolución que se produjo en el terreno de la cerámica, esto es, con la for mación del estilo completamente distinto que se llama protogeométrico. La cerámica protogeométrica se caracteriza por dos innovaciones técnicas muy notables: el uso del torno y el empleo de un compás provisto de un pincel múltiple en uno de sus extremos que permitía trazar círculos y semicírculos concéntricos; se caracteriza asimismo por una mayor calidad de la factura y po p o r u n a n u e v a s imp im p lici li cidd ad q u e a f ecta ec ta ta n to a las for fo r m a s co com m o a la o r n a m e n tación (figura (figura 8). 8). Su invención invención pod ría considerarse tam bién com o un capítu c apítu lo más de las distinciones de grupo surgidas en los asentamientos de la Gre cia continental.
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Ánfora ática de estilo protogeométrico procedente del cementerio aten i en e n se s e d eell C er erámico.
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El caso especial de Creta
Durante la segunda mitad del siglo xi y todo el siglo x a.C. las comuni dades griegas fueron quedando cada vez más aisladas. El nuevo estilo de la cerámica ática influyó sobre los diversos estilos de la cerámica del Pelopone so, de las Cicladas, Tesalia y Mileto, en Asia Menor, pero no se ha encontra do ningún objeto procedente del Oriente Próximo en contextos griegos, ni objetos griegos en el Oriente Próximo. Sólo en Creta vemos efectivamente que continúan vivos los vínculos con el mundo no griego, y da la impresión de que Creta permaneció en gran parte al margen de la Grecia continental. El antiguo an tiguo centro palacial de Cnosos no d ejó nunca de e star ocu pado y sigui siguióó estándolo en un grado bastante considerable durante todo el siglo xi. El de cadente estilo de la cerámica cretense denominado subminoico siguió utili zándose durante un período larguísimo prácticamente sin sufrir cambio al guno, y la evolución regional de la cerámica cretense no experimentó influencia influenciass extrañas. extrañas. Algunos centros de C reta acaba ron evolucionando evo lucionando y de sarrollando un estilo protogeométrico por influjo del protogeométrico del continente, pero este fenómeno no se produjo hasta la última fase del proto geom étrico étrico con tinental. tinental. Los contactos en tre C reta y Chipre, sin sin embargo, embargo, vi sibles en el siglo xn a.C. tanto en el terreno de la cerámica como en el de la metalurgia, parece que siguieron vivos; y curiosamente algunas fíbulas cre tenses muestran la existencia de lazos entre Creta y Sicilia y/o Italia. ¿Hundim ¿H undim iento del sist sistema? ema?
Describir lo que la arqueología habitualmente permite conocer sobre los cambios acontecidos en la cultura material de Grecia entre 1200 y 950 a.C. resulta mucho más fácil que calcular lo que ocurrió en términos humanos. Para efectuar ese cálculo es tan importante atender a lo que no revelan los datos materiales como fijarnos en lo que estos mismos ponen de manifiesto, aunq ue semejante procedimiento corre el rie riesgo sgo de verse verse refutado po r ulte riores hallazgos hallazgos arqueológicos arqueológicos.. Los cambios ex perimen tados p or la cerámica po p o d r ían ía n ex expp lica li cars rsee p e r fec fe c tam ta m e n te a p e lan la n d o a la c o n tin ti n u id a d d e la ev evol oluu ció ci ó n , pe p e r o c e n tra tr a r s e e n e s a ev evoo luci lu cióó n p u e d e e n s o m b re c e r d e f init in itiv ivam am e n te las d is is continuidades que pudieran haberse producido. Una de esas interrupciones po p o d e m o s o b s e rv a rla rl a en el ter te r r e n o d e los a s e n tam ta m ien ie n tos. to s. P o s eem ee m o s m uy p o cos testimonios respecto a dónde vivía la población durante los siglos x i i y x i a.C., pues la inmensa mayoría de los materiales en los que basamos nuestra exposición de la evolución de la cerámica y del alcance de los contactos con el resto del mundo proceden de enterramientos. Pero prácticamente no cabe duda de que en todo el mundo griego —y también en Chipre— los antiguos centros hab itados fueron abandonados, abandon ados, y allí allí don de pod emo s rastre ar la exis exis tencia de asentamientos posteriores, comprobamos que a menudo tuvieron
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9. E l yacimiento de Karphi, en el extremo septentrional de la llanura de Lasithi, en Creta.
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una breve vida. La ausencia de asentamientos permanentes se corresponde con la ausencia de una arquitectura monumental: la tradición micénica de edifi edifici cios os de b uen a calidad construidos con la típica típica mam postería ashlar, aun que todavía lo bastante viva como para ser exportada a Chipre a comienzos del siglo xii a.C, acabó desapareciendo por completo, y las construcciones relativamente permanentes que podemos encontrar, como las del asenta miento de Karphi, en Creta (figura 9), poco o nada deben a las tradiciones arquitectónicas de época anterior. Cuando vuelven a aparecer las construc ciones monumentales en la Grecia continental, primero en el aislado hërôon de Lefkandi alrededor del año 1000 a.C. (p. 59) y luego en los edificios tem pla p lari rioo s d el siglo sig lo vm (pp. (p p. 11 113-1 3-114) 14),, su f o r m a es c o m p leta le tam m e n te d isti is tinn ta d e la habitual en la época micénica. Junto con la desaparición de las construcciones palaciales se produjo la desaparición de las tradiciones administrativas de las que dependían dichas construcciones encargadas de albergarlas. La posibilidad de escribir inven tarios en el silabario lineal B (véase supra, p. 15) se había perdido por com ple p leto to:: n o sólo só lo c a rec re c em o s d e inv in v e n tari ta rioo s d e e s ta é p o c a ta n t o en fo r m a d e tablillas de arcilla como de signos pintados o grabados en los recipientes de cerámica, sino que cuando vuelve a aparecer la escritura, en el siglo v i i i a.C., el sistema empleado ya no es el silabario, en el que cada signo repre senta la combinación de una consonante y una vocal, sino el alfabeto, en el que cada signo representa una consonante o una vocal. Es evidente que en
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un determinado momento desapareció la necesidad de tener inventarios es critos y es razonable pensar que dicha desaparición se produjera al mismo tiempo que las demás manifestaciones de pérdida de las estructuras de po der centralizado. Más interesante aún es el hecho de que parecen haber desaparecido tam bié b iénn o tra tr a s form fo rm a s d e co com m u n ica ic a ció ci ó n im p erso er sonn al. al . L a vig v igor oroo sa tra tr a d ició ic iónn d el a rte rt e figurativo, conocida a través de la cerámica y de las pinturas murales de épo ca micénica, micénica, no tuvo continuación en el períod o inm in m ediatam ente p osterior al año 1200 a.C., o al menos al término del llamado «estilo de los Pulpos», re lacionado con los estilos de la cerámica del Egeo central de comienzos del siglo XII (véase la figura 4). Las estatuillas encontradas hasta el siglo xn por doquier en santuarios y tumbas, que, al parecer, representaban diosas, des aparecen a partir de esa fecha en el continente, y desde entonces hasta fina les del siglo x el único hallazgo realizado corresponde a una figurilla zoomórfica de barro. Sólo en Creta sigue viva la tradición específicamente minoica de los ídolos de culto en forma de mujer con falda acampanada, ha bié b iénn d o s e d e s c u b iert ie rtoo u n a rica ri ca seri se riee d e esta es tatu tuil illa lass d e e s te e s tilo ti lo en el a s e n ta miento de Karphi. Este hecho suscita por otra parte la cuestión de si también desaparecie ron del continente los intentos de mantener la comunicación con los dioses en general. El desciframiento del lineal B ha puesto de relieve que los dioses venerados en el mundo micénico eran invocados, en su mayoría, con los nombres utilizados para designar a los dioses del mundo griego clásico. In cluso cluso Dioniso, Dioniso, pre sentado sen tado en la poesía arcaica y clá clási sica ca como un advenedizo pro p ro c e d e n te casi ca si siem si em p re d e O rie ri e n te, te , y a reci re cibb ía cu cult ltoo a fina fi nale less d e la E d a d d el Bronce. ¿Pero hasta qué punto la continuidad del panteón implica en reali dad la continuidad del culto, culto, ya sea en un sitio sitio en particular p articular o en gen eral? A l gunos santuarios importantes de época clásica, como el de Olimpia, el He raion de Argos o el Heraion de Samos, existían ya en época micénica, pero eso no demuestra la continuidad del culto en esos lugares. En Creta puede demostrarse la continuidad de la actividad cultual en el santuario de Kato Syme Viannou, donde, aunque la naturaleza de las construcciones y de los hallazgos varía de un período a otro, hay muchos elementos que parecen no ha be r experim entado ninguna interrupción. Si repasam os el viejo viejo m aterial de las excavaciones realizadas en la gruta de Polis, en ítaca, da la impresión de que buena parte de la tradición siguió viva (aunque más difícil de probar es el culto culto concreto al que corresp ond e). C ada vez parece más verosímil verosímil que la ocupación de Delfos no sufrió ninguna interrupción durante la Edad Oscura, pe p e r o esta es tam m o s lejo le joss d e p o d e r d e m o s tra tr a r la p erv er v ive iv e n cia ci a d e la acti ac tivv ida id a d cu cult ltuu al en dicho santuario. Particularm ente intere sante es el caso de Kalapodi: la ac tividad tividad cultual parece q ue se prolongó d urante ura nte toda la E da d O scura, pero los los restos de huesos sugieren que se produjo un notable cambio en las prácticas rituales a mediados del sigl sigloo x: x: hasta has ta esa época la especie especie qu e pred om ina en el conjunto de restos óseos es el ciervo, mientras que a partir de esa fecha las víctimas sacrificiales por excelencia son los animales domésticos en general.
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Las comunicaciones religiosas desde luego no permanecieron al margen de los cambios perceptibles en otros tipos de comunicación y de relación social dura nte este período, período, pero es probab le que al menos en determinad os luga res el cambio fuera continuo, y la actividad cultual no se viera seriamente in terrumpida. El campo en el que los testimonios de continuidad y de transformación son más ricos es el de los enterramientos. Como ya hemos visto, la tumba in dividual en forma de cista, modalidad de enterramiento pobre ni mucho me nos raro en la Grecia meridional (aunque no en Creta) a finales de la Edad del Bronce, se convierte en la forma más habitual de sepultura. A partir de 1100 a.C. aproximadamente, la cremación pasa a ser algo más que un simple m étodo ocasional o casional de ceremo nia fúnebre, y desde luego se convierte en el más po p o p u lar la r en A t e n a s y en o tro tr o s p u n to s d e la G rec re c ia c o n tin ti n e n tal ta l d e s d e c o m ien ie n zoss del períod o p rotogeo m étrico hasta finales zo finales del sigl sigloo xi. xi. Los ajuares fún e bre b ress d e e s ta ép époo c a son so n a tod to d a s luce lu cess m ás p o b res re s , y p a r tic ti c u lar la r m e n te e n tre tr e 1200 y 1050 a.C. no se conocen enterramientos con armas en ningún sitio. A par tir de esa fecha las primeras tumbas protogeométricas vuelven a mostrar la pre p ress e n c ia d e o b jeto je toss aso as o c iad ia d o s al tra tr a b a jo d e l d ifu if u n to, to , ta n to e n el caso ca so d e hom bres como en el de mujeres, y pres entan tamb ién cada vez más restos de sacrificios de animales. ¿Cómo se combinan todos estos elementos? La impresión general que nos dan es la de una reducción de los horizontes: no existen grandes cons trucciones, ni enterramientos múltiples, ni comunicaciones impersonales, sino unos contactos limitados con el resto del mundo. Tras el hundimiento del sistema micénico, parece que las cosas fueron reduciéndose al nivel pu rame nte indivi individual dual.. L a imagen es lo lo bastante coheren te pa ra perm itirnos itirnos su gerir que con la caída de los palacios no sólo se vinieron abajo las entidades polít po lític icas as,, sino si no tam ta m b ién ié n to d a la o rgan rg aniz izac ació iónn soci so cial al y eco ec o n ó m ica ic a e x iste is tenn te; te ; la vida del individuo pasó a depender exclusivamente de su propio esfuerzo, y no existía ningún personaje o grupo dominante que extrajese un excedente del resto de la población. En tales circunstancias, la especialización artesanal sólo sólo habría podido m antenerse d urante un período limitado limitado de tiempo, tiempo, pues dependía del apoyo colectivo de toda la sociedad en un momento en el que, según todos los indicios, los vínculos colectivos iban debilitándose cada vez más. más. La elaboración del bronce d epen día de la disponibili disponibilidad dad de cobre y es taño, que, al parecer, estaba exclusivamente en manos de las elites. Ya fuera que los problem as surgidos en el O riente P róximo (véase infra, pp. 55-57) so cavaran las posibilidades de esas minorías de adquirir los metales necesarios, o que el hundim iento mismo de dichas minorías rectoras aca bara con los sis sis temas de aprovisionamiento, lo cierto es que da la impresión de que la debi lidad de la industria del bronce contribuyó a hacer irresistible el desarrollo de la siderurgia. En el siglo xi todo lo que dependía directa o indirectamen te de un unaa organ ización ización que excediera del nivel pu ram en ente te individual se hiz hizo, o, según parece, insostenible. De ahí la oscuridad propia de esta época: se hizo bo b o r r ó n y c u e n ta n u ev evaa , d e s a p a re c ien ie n d o t o d o r a s tro tr o d e la o rga rg a n iza iz a ció ci ó n an ante te--
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rior y de los productos de dicha organización. Precisamente eso es lo que hace que la Edad Oscura sea tan importante para el historiador de la Grecia arcaica y por supuesto de la Grecia clásica.
M ig r a c i o n e s , in v a s io n e s y d e c a d e n c i a : ¿ c ó m o s e e x p l ic a e l v a c ío ?
Explicaciones antiguas
Nin N ingg u n a d e n u e s tra tr a s fue fu e n tes te s lite li tera rarr ias ia s m ás an anti tigg u as c o r r e s p o n d ien ie n tes te s a la Grecia arcaica, esto es, los poemas homéricos, la Ilíad Ilí adaa y la Odisea , y los dos po p o e m a s d e H e s íod ío d o d e cie ci e rta rt a ex exte tenn s ión ió n q u e se n o s h a n co conn serv se rvad adoo , la Teo gonia y Lo L o s traba tra bajo joss y los lo s días dí as , sabe nada de la Edad Oscura ni muestra el menor interés por ella (para más detalles sobre estas obras, véase el capítu sitúa en el pa Il íada da y la Odisea se sitúa lo 5). La sociedad heroica reflejada en la Ilía sado, pero la contraposición q ue se establece en tre esa sociedad y la sociedad sociedad contemporánea a la recitación de esas epopeyas orales es convencional, y los po p o e m a s n o m u e s tra tr a n el m e n o r inte in teré réss p o r el m o d o en q u e se p e r d ió el m u n do que retratan ni por la naturaleza del mundo que vino a sustituirlo. Los poe mas explotan el universo heroico del pasado, no ya guiados por un espíritu quejum broso o nostál nostálgico gico,, por po r un deseo de volver atrás en el tiempo, tiempo, sino por cuanto ese pasado puede, como también puede hacerlo un mundo puramen te ficti fictici cio, o, arrojar alguna luz sobre las estructuras del mu nd ndoo presente. La nostalgia tiene un papel mucho más importante en los poemas de He síodo, con el énfasis que una y otra vez ponen en lo que se ha perdido y en lo dura que es la vida presente comparada con el pasado. Pero el mito hesiodeo de las edades pretéritas del hombre, desde la primitiva edad de oro y las sucesivas edades de plata, de bronce, y de los héroes, hasta la contempo ránea edad de hierro, es a todas luces una elaboración poética destinada a definir definir el mu ndo co ntempo ráneo, no un recuerdo serio serio del pasado ni mucho menos fruto de un serio interés por él. No podemos considerar que respon da a una memoria histórica la tercera de esas edades, la de bronce, con sus tí pic p icas as casa ca sass y a r m a d u r a s d e e s te m etal et al,, q u e se d e s tru tr u y e a sí m ism is m a en la g u e rra, del mismo modo que tampoco podemos considerar histórica la edad sucesiva, contrapuesta a ella, la de los héroes, a algunos de los cuales se les ha permitido vivir eternamente en las Islas de los Bienaventurados, en las que reina Crono ( Lo L o s trab tr abajo ajoss y los lo s días, 142-169). En el siglo v a.C., sin embargo, encontramos una explicación plenamente desa rrollada de la transición transición de la la edad d e los los héroes al mun do griego de épo cas cas posteriores. posteriores. D ond ondee m ejor reflejada reflejada qu eda dicha d icha tradición, tradición, que en realidad pa p a s a p o r a lto lt o sin h a c e r el m e n o r c o m e n tar ta r io el p e r ío d o q u e a h o r a d e n o m in a mos E da d Oscura, Oscu ra, es en Tucídi Tucídides, des, en la sección sección de su historia de la gue rra del Peloponeso llamada «Arqueología», en la cual el autor intenta probar que ninguna de las las contiendas anteriores alcanzó el el nivel nivel del conflict conflictoo en tre A te nas y Esparta y sus respectivos aliados surgido a finales del siglo v a.C., en
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4. Tucídide Tucídides, s, 1.1 1.12. 2. Fragme Fra gmento nto de la justifica ción que da Tucídi des de la debilidad de Grecia antes de su época.
Te x t o
Lo cierto es que, inclu incluso so despu és de la gu erra de Troya, Troya, Grecia G recia to davía siguió sometida al proceso de migraciones y colonizaciones que impidieron la paz necesaria para desarrollarse. El regreso de los grie gos de Ilion después de tanto tiempo provocó muchos cambios, y en la mayor parte de las ciudades se produjeron disensiones internas a con secuencia de las cuales los que eran desterrados fundaban nuevas ciu dades. Así, los actuales beocios, sesenta años después de la toma de Ilion, Ilion, tras ser expulsados de A rne po r los los tesal tesalios ios,, ocuparon ocup aron la Beocia de hoy, que antes se llamaba tierra cadmea (una rama de este pueblo ya estaba an tes en esta tierra, y algunos de ellos ellos participaron en la ex ped p edic ició iónn c o n tra tr a Ilio Il ionn ), y, o c h e n ta añ añoo s d e s p u é s de la m ism is m a fech fe cha, a, los dorios con los Heraclidas se apoderaron del Peloponeso. Cuando fi nalmen te, después de mu cho tiempo, G recia alcanzó una paz estable y se acabaron las migraciones, empezó a enviar colonias al exterior; los atenienses ocuparon Jonia y las más de las islas, mientras que los pelo po p o n esio es ioss c o lon lo n iza iz a ron ro n la m a y o r p a r te de Ita It a lia li a y de Sicilia Sic ilia y alg al g u n o s lu lu gares del resto de Grecia. Todas estas colonias fueron fundadas des pu p u é s d e la g u e r r a d e Troy Tr oya. a.
tiempos del propio Tucídides. El autor (texto 4) alude a dos movimientos de pu p u e b los lo s q u e p o n e en rela re lacc ión ió n co conn los d istu is turb rbio ioss s o b rev re v e n ido id o s a raíz ra íz d el r e g r e so de la guerra de Troya: las migraciones de Tesalia a Beocia, y la llegada de los los dorios —identificados e n el sig siglo lo v p or u na m isma «estruc «e struc tura tribal» y un un mismo dialecto— al al Peloponeso. Y alude asimismo a otros dos m ovimientos ovimientos de pueblos, que relaciona con la instauración de unas condiciones condiciones de vida más pacíf pa cífica icas: s: la m igra ig racc ión ió n d e los ate at e n ien ie n s e s a Jo J o n ia y las la s isla i slass d e l Eg E g e o , y la d e los pe p e lop lo p o n e s io s a I tali ta liaa y Sicilia. Sic ilia. E s ind in d u d a b le q u e e s te ú ltim lt im o m o v im ien ie n to d e pu p u e b los lo s es u n h e c h o h istó is tóri rico co,, q u e p o d e m o s d a t a r a fina fi nale less d e l siglo sig lo vm y co co mienzos del vn a.C. a.C. Pero ¿qué po dem os decir de los otros? otros? Nin N ingg u n a o tra tr a fu e n te a n tig ti g u a c o n tie ti e n e u n as no noti tici cias as co com m o las d e Tucíd Tu cídi i des, de s, pero ya a mediados m ediados del sigl sigloo vn encontram enc ontram os referencias a la «llegad «llegadaa de los Heraclidas» al Peloponeso, concretamente en la obra del poeta esparta no Tirteo (fr. 2.12-15 West), a la llegada de los dorios a la isla de Egina en un po p o e m a d e P índ ín d a ro, ro , a co com m ienz ie nzos os d el siglo sig lo v ( ístmica, 9.1-4), y ya a finales del siglo vn a.C. el poeta Mimnermo habla del establecimiento en la ciudad jo nia de Colofón de los descendientes de Neleo, oriundos de Pilos, en el Pelo po p o n e s o (te (t e x to 5). D u r a n te el siglo sig lo v a.C. a.C . — p r o b a b lem le m e n te p o r raz ra z o n e s d e la po p o líti lí tica ca d e la é p o c a — p a r e c e q u e se p u so b a s ta n te d e m o d a esc es c rib ri b ir s o b re los orígenes de los jonios, identificados como grupo aparte por la existencia de
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T e x t o 5.
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Mim M im n erm er m o , fr. 9 (West). (Wes t).
Después, abandonando la escarpada ciudad de Pilos, feudo de Neleo, llegamos con nuestras naves a la bella Asia y nos establecimos en la hermosa Colofón con un gran ejército, emprendiendo los primeros el camino de la guerra cruel; y desde allí, alejándonos de su río, que co rre entre los bosques, tomamos Esmirna, la ciudad eolia, por designio de los dioses.
un dialecto y unos cultos comunes. Se dice que Paniasis, tío del historiador Heródoto, escribió una elegía «sobre Codro, Neleo y las colonias jonias», pre p re s u m ible ib lem m e n te e n la p rim ri m e r a m ita it a d d el siglo si glo v. M ás o m e n o s p o r esa es a m is is ma época o poco antes, Ferécides de Atenas escribió una obra sobre la colo nización de Jonia al mando de Androclo, hijo de Codro, rey de Atenas. Ión de Quíos Q uíos,, nacido aprox imadam ima dam ente en tiempos de las guerras médicas médicas,, escri escri bió b ió u n a infl in fluu y en ente te Fundación de Quíos, en la que atribuía a esta colonia unos orígenes mixtos: en su establecimiento habrían participado Enopio, oriundo de Creta, hijo de Teseo, el héroe ateniense, unos carios, que posteriormente fueron expulsados, y dos contingentes distintos de eubeos. ¿Qué debemos hacer con esas tradiciones? Es evidente que no existió una única tradición ni sobre la invasión doria ni sobre la migración jonia; cuanto más de cerca examinamos cada versión en particular, más distintas y a menudo también más contradictorias se van volviendo todas. Parece que Tucídid Tucídides es se inven inven ta la existenci existenciaa de un grupo de beocios instalados instalados en Beo da antes de la principal invasión con el fin de hacer encajar la tradición re lativa a una invasión inmediatamente posterior a la guerra de Troya con la pre p re s e n c ia d e b eo eocc ios io s o riu ri u n d o s d e B eo eoci ciaa e n tre tr e las fue fu e rzas rz as ex expp e d icio ic ionn a ria ri a s que se trasladaron a Ilion, según dice el Catálogo de las naves incluido en el canto can to 2 de la Ilíada tradiciones d em uestran, más allá allá de cualquier dud a Ilía da.. E stas tradiciones po p o sibl si ble, e, q u e al m en enoo s d e s d e el siglo sig lo v n a.C., a.C ., la é p o c a m ás tem te m p r a n a e n la q u e cabría esp erar este tipo de testimonios, testimonios, algunos griegos griegos creyeron con venien te pensar que su historia pasada respondía a una serie de movimientos de pu p u e b los lo s q u e e m igra ig raro ronn d e u n a reg re g ión ió n a o tra tr a . ¿ P e r o q u é fue fu e lo q u e les llev ll evóó a pe p e n s a r d e esa es a m a n e r a ? ¿N ¿Nos os e n f ren re n tam ta m o s a u n a seri se riee d e m em o rias ri as hist hi stór óric icas as,, o deberíamos explicar las tradiciones de otro modo? Lo L o s test te stim imon onio ioss arqu ar queo eoló lógi gico coss y filo fi loló lógg ico ic o s
La idea de una m igraci igración ón jonia desde A tenas cuenta con cierto cierto respaldo arqueológico. En realidad cabría pensar que los datos arqueológicos respal dan la existencia no de una, sino de dos migraciones a Asia Menor proce-
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dentes de Atenas: la primera durante el heládico reciente IIIC, época en la quee encon tramo s una cu ltura sum amente qu am ente parecida en Perati P erati y en Iális Iálisos, os, y la la segunda a comienzos del período protogeométrico, cuando, después de algu na interrupción, parece que volvió a establecerse un asentamiento griego en M ileto y se empe zó a utili u tilizar zar un estilo cerám ico que, según algunos, es de ins pir p iraa c ión ió n a ten te n ien ie n se. se . ¿ E s tam ta m o s , pu pues es,, a n te u n a tra tr a d ició ic iónn q u e co com m b inó in ó d os m o mentos distintos, pero que, en el fondo, responde a una auténtica memoria histórica? histórica? D e ser así, así, ¿garantizaría tam tam bién esa m em oria histórica histórica genuina la historicidad de la invasión doria, con la que tan estrechamente va relaciona da, pero que cuenta con tan escaso respaldo arqueológico? La res pue puesta sta a ambas cuestiones deb e ser «No»; «No»; y deb debee ser «No» por im po p o r ta n te s raz ra z o n e s m etod et odoo lóg ló g icas ic as.. L a p rim ri m e ra d e esas es as razo ra zo n e s es q u e la c o m pa p a tib ti b ilid il idaa d m ás o m en enoo s ex a c ta e n tre tr e tra tr a d ició ic iónn y ar a r q u e o log lo g ía n o ba bast sta: a: n o d e be b e r ía s o r p re n d e r n o s en a b s o luto lu to q u e los m itos ito s tra tr a n s m itid it idoo s d e g e n e rac ra c ión ió n en generación co ncuerden ncuerde n con las las realidades m ateriales observadas. observadas. La segunda razón, directamente relacionada con la primera, es que si queremos sacar de la tradición tradición más de lo que po dem os sacar de nues tras observaciones de las se mejanzas o desemejanzas culturales, debemos comprobar que la tradición sea compatible con la arqueología en todos sus detalles, no sólo de un modo aproximado, y debemos poder sugerir algún tipo de mecanismo plausible en virtud del cual pueda haberse conservado una mínima memoria genuina de la realidad histórica. A finales de la época arcaica, y quizá incluso ya en el siglo vn, había mu chos elementos de las costumbres y de las distintas variantes lingüísticas observables en la realidad que permitían suponer que Atenas —o cuando menos el Ática— y Jonia habían estado en otro tiempo estrechamente rela cionadas. En primer lugar, los dialectos ático y jónico tenían en común nu merosos rasgos importantes, que los diferenciaban de los demás dialectos griegos; en segundo lugar, Atenas, las Cicladas y Jonia tenían en común algunas instituciones, en particular, como comenta el propio Heródoto (1.147.2), la celebración de la fiesta de las Apaturias, en la que los jóvenes eran admitidos en las fratrías (grupos de pseudoparentesco). Además, había muchas coincidencias, aunque no una identidad total, en los nombres de los meses y los nombres utilizados para designar las diversas divisiones tribales en todas estas regiones. Análogamente, cabría pensar que la distribución de los dialectos y las instituciones instituciones du rante ran te las épocas arcaica y clásic clásicaa vendría ven dría a resp aldar la tradi ción del regreso de los Heraclidas y la llegada de los dorios. Los dialectos ha bla b ladd o s en el P e lop lo p o n e s o y e n B eo eoci ciaa n o sólo só lo e ran ra n d isti is tinn tos to s d e los util ut iliz izad ados os en el Ática y Jonia, sino sino que incluso incluso en la zona m eridional de G recia, de len gua no jónica, había además otras variantes dialectales. Sólo los estados que ocupaban las costas del Peloponeso hablaban dialectos dóricos; en Élide (como en Fócide y Lócride) se hablaba un dialecto noroccidental; en Arca dia se hablaba el que hoy día denominamos arcado-chipriota, y en Beocia, la lengua hablad a era de raigam bre eólica. eólica. El arcado -chipriota y el el eolio eolio tienen
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rasgos que permiten agruparlos, junto con el jónico, entre los dialectos grie gos «orientales», contrapuestos a los «occidentales», formados por los dia lectos dóricos y noroccidentales. Los filólogos sugieren que muchos de los rasgos peculiares del dórico dórico proba pr oba blem ente se des arrollaron a partir de 1200 a.C., pero no cabe duda de que la imagen que percibían los griegos de las épocas arcaica y clásica respaldaría la idea de que los dorios eran unos in trusos. Y la presencia en las regiones de lengua no doria de tres tribus dorias (quizá presentes ya como un rasgo típicamente dórico en Odisea, 19.177) vendría a reforzar esa impresión. Función de las tradiciones sobre las migraciones
El mapa m apa lingüísti lingüístico co e institucional d e la G recia arcaica y clásic clásicaa no es ca paz p az de ex expp lica li carr p o r sí sólo só lo las tra tr a d icio ic ionn e s rela re lati tivv as a la m igra ig racc ión ió n jo n ia y a la invasión de los dorios. Sin Sin embargo, emb argo, si nos fijamos en el contexto en el que qu e se contaban los mitos de la migración de los jonios, de la invasión de los dorios y de la llegada de los Heraclidas durante la época arcaica y a comienzos del pe p e r ío d o clásic clá sico, o, se p o n e n d e m an anif ifie iess to o t r a s erie er ie d e fac fa c tore to ress s u m a m e n te r e levante levantes. s. La prim era fue nte qu e hab la del regreso de los Heraclidas es Tirte Tirteo, o, po p o e ta e s p a rta rt a n o q u e esc es c ribi ri bióó e n la é p o c a e n q u e su c iud iu d a d e m p e z a b a a sali sa lirr de una u na larga y esforzada lucha por do m inar a los los mesemos y se hallaba hallaba a pu n to de instituir una constitución estable encabezada por dos reyes (véase infra, p. 213). La identificación de estos reyes con los descendientes de los Heraclidas, que regresaban a su país país,, proporcionó propo rcionó a los los espartano s un a justi ficación de sus pretensiones sobre Mesenia, e instituyó además a Hércu les/Heracles como antecesor último de los reyes de Esparta. De modo exac tamente similar, pero por completo al margen de este mito, se crearon más tarde a partir de los nombres de las distintas tribus dorias otros antecesores últimos de los demás ciudadanos de Esparta, y dichos antepasados fueron utili utilizados zados,, incl incluso uso po r los los arcadlos arcadlos,, para sen tar prec edente ede nte de lo que en aq ue ue llos momentos se consideraba una solución habitual y perfectamente desea ble bl e ( H e ró d o to, to , 9.26). 9.26 ). U na vez que las las razones aducidas po r los dorios dorios pa ra justificar justificar el el mito de que habían regresado al Peloponeso en tiempos pretéritos llegó a ganar la aceptación de todo el mundo, la identificación de los jonios con los descen dientes de los que habían sido expulsados por los dorios se hizo inmediata, cuando no inevitabl inevitable. e. ¿Es sólo sólo mera m era casualidad que los los prim eros testimonios conservados afirmen qu e los jonios era n originarios originarios precisam ente de Pilo Pilos, s, en en Mesenia? ¿Es también sólo mera casualidad que la primera manifestación del papel decisiv decisivoo desem peñado peña do p or los atenienses y la la prim era versión de la migración jonia centrada en el papel de Atenas aparezcan en unas fuentes que datan de los años inmediatamente anteriores y posteriores a las guerras médicas, cuando los jonios se vieron por vez primera necesitados de ayuda urgente urge nte p or parte p arte de los gri griegos egos del continente contra los persas persas,, siendo sólo
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Atenas y Eretria las ciudades que se mostraron dispuestas a prestársela (véa se infra, p. 380), y cuando los atenienses se las ingeniaron para encontrar todo tipo de justificaciones a su hegemonía sobre la totalidad del Egeo? Resulta, por consiguiente, perfectamente posible justificar por qué sur gieron las tradiciones relacionadas con la invasión de los dorios y las migra ciones jonias cuando en realidad históricamente nunca se produjeron tales hecho he chos. s. Más aún, cuand o exam inamos en detalle los los datos arqueológicos ve mos que no respaldan la pretensión de qu e dichos dichos hechos ocurrieran en re a lidad. La arqueología no permite distinguir los movimientos de mercancías de los los movimientos de pueblos, pero es claramente sensible a la hora de per cibir la naturaleza de la organización social. Como ya hemos visto, los restos materiales dan a entender que con la caída de los palacios micénicos se vino abajo toda la organización social y económica no sólo en el continente en ge neral, sino también en el Atica y Jonia. La presencia de objetos exóticos en algunas tumbas del siglo x i i a.C. podría dar a entender que se mantuvieron po p o r algú al gúnn tie ti e m p o c iert ie rtoo tip ti p o d e d ifer if eree n cias ci as socia so ciales les,, p e r o si no noss fijam fij amos os en como desaparecen posteriormente esos objetos concluiremos con bastante pla p lauu s ibil ib ilid idaa d q u e esas es as d ifer if eren enci cias as soci so cial ales es n o c o n tab ta b a n co conn u n a b ase as e sóli só lida da dentro de ntro de la organización organización social social predom inante. Los mitos de la migración migración jo nia y del regreso de los Heraclidas, sin embargo, son cuentos que hablan de movimientos encabezados por reyes, de una autoridad fuerte, y de la instau ración en Jonia de unas organizaciones políticas políticas esencialmen te análogas a las las que prevalecieron en la Grecia propiamente dicha antes de la supuesta lle gada de los dorios. La información arqueológica viene a refutar con toda se guridad tod o esto; el el ordena m iento político de la Grecia micénica no se tras ladó del continente hacia el el Egeo, sino sino que des apareció sin dejar rastro. U na vez que admitimos que no sólo los nombres de los diferentes caudillos, sino la propia idea de migración encabezada por un caudillo, son fruto de las ne cesidades cesidades propias de la época arcaica, arcaica, y no corresp c orresp on onden den históricam ente a la Edad Oscura, resulta difícil distinguir qué información histórica contienen las tradiciones tradiciones que qu e no depen d epen da de deducciones efectuadas a pa rtir de las las rea lidades objetivas de la época arcaica. Ante este estado de cosas y en vista del silencio de Homero y Hesíodo, nos vemos obligados a concluir que los griegos de la época arcaica no sabían nada de la Edad Oscura. De hecho podríamos afirmar que para ellos esa ig norancia fue una bendición, pues tener el papel perfectamente en blanco sig nificaba que podían escribir a su antojo —y así lo hicieron en realidad— la historia de sus orígenes, y crearse el pasado que las realidades del momento y los deseos del futuro les llevaban a desear. Pudieron inventarse a sí mismos y así lo hicieron.
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El
m u n d o d el
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M e d it e r r á n e o o r ie n t a l
Los últimos añ os del siglo siglo xiii xiii a.C. a.C. fue ron testigos de la caída de las gran des potencias del Oriente Próximo, y también de la caída del poderío micénico en Grecia (ANE, 385-400). Los motivos de ese colapso de los imperios de O riente Próximo n o están ni mucho m enos clar claros os:: parece desde luego luego que se produjeron movimientos de pueblos, concretamente de arameos en la zona de Babilonia y Asiría, y de los llamados «pueblos del mar» a lo largo de toda la costa del Mediterráneo oriental desde Egipto a Cilicia, pero proba ble b lem m e n te s ería er ía e r r ó n e o p e n s a r q u e eso es o s m o v imie im ienn tos to s d e p u e b los lo s fu e ro n la única causa o el motivo principal de la caída de las grandes potencias polí ticas. El imp erio neoasiri neoasirioo
Lo que vino a continuación en el Oriente Próximo no fue una Edad Os cura, como oscura pod emos em os decir que es la la época corresp ond iente en G recia, recia, pu p u e s s igu ig u iero ie ronn p r o d u c ién ié n d o s e tes te s tim ti m o n ios io s escr es crito itos, s, e s p e c ialm ia lm e n te en A s iría ir ía,, y todavía estamos en condiciones de reconstruir al menos un esquema gene ral de su historia historia políti política. ca. En E n el O riente rien te Próximo lo qu quee nos perm iten ver los los tres siglos siguientes es un distanciamiento mucho mayor de las diversas en tidades políticas políticas de la región y la la ausencia de una única poten cia o d e un solo solo grupo de potencias dominantes. Su nivel de organización no se vio tan redu cido como el de Grecia, pero, comparado con lo que había sido, quedó efec tivamente bastante reducido. No N o v u elv el v en a a p a r e c e r indi in dici cios os d e n u e v a s o rga rg a n iza iz a cio ci o n e s a g ran ra n esca es cala la hasta finales del siglo x a.C., cuando los reyes asirios, Ashur-Dan II y su su cesor Adad-Nirari II, llevaron a cabo una serie de grandes campañas que echaron los cimientos de lo que hoy denominamos el imperio neoasirio (ANE, 473-537). Dichas campañas extendieron los límites del dominio asirio prá p rá c tic ti c a m e n te e n tod to d a s d irec ir ecci cioo n es e h icie ic ierr o n sus f r o n ter te r a s m ás segu se gura ras. s. P os os teriormente, a mediados del siglo ix a.C., primero Ashurnasirp II y luego Salmanasar III acabaron sometiendo ferozmente a los diversos pueblos ara meos. A finales del siglo ix a.C. y más aún a lo largo de todo el siglo vm, Asiría puso fin a la independencia de los pequeños estados, como ponen de m anifiesto las las Escritura Es critura s hebreas heb reas con las historias de Dav id y Salomón Salom ón (sigl (siglos os xi-x a.C.) a.C.),, y establecieron un férreo fé rreo co ntrol sob re toda to da la zona, que llegó llegó has ta la propia Anatolia (sobre David y Salomón véase A N E , 449-456).
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Lo L o s fen fe n icio ic ioss
En cierto aspecto sumamente importante, el imperio neoasirio no sólo bo b o r r ó los lo s e fec fe c tos to s de dell h u n d im ien ie n to d e las g ran ra n d e s p o ten te n c ias ia s d el O r ie n te P r ó ximo acontecido a finales del siglo xm a.C. El retraimiento de las grandes po tencias tencias en esa época perm itió a las las ciudades cana neas de la costa verse libres libres de toda dominación, y durante los años posteriores al 1200 a.C. dichas ciu dades fueron primero diferenciá diferenciándose ndose h asta adqu irir irir más tarde un sentido sentido de unidad, aunque el nombre que solemos dar al conjunto, los «fenicios», sea una denominación impuesta desde fuera y a menudo lo usemos de un modo un tanto vago (ANE, 401-410). Los fenicios no constituían una sola entidad po p o líti lí tica ca,, sino si no q u e e s tab ta b a n for fo r m a d o s p o r u n g ru p o d e ciu ci u d a d e s q u e iba ib a n d e s de Ugarit, al norte, a Jaffa (Jope) en el sur, cada una de las cuales se gober nabaa a sí misma, pese a tene r una nab un a cultura comú n, de carác ter ecléct ecléctic ico. o. Com o d em ue uestra stra el Libro Lib ro de d e los Reyes Reye s (1 Re, 9 y 10), 10), los fenicios, fenicios, o al m eno enoss el más po p o d e r o s o d e sus su s reye re yes, s, H ira ir a m d e Tiro Ti ro,, p o s e ían ía n ya u n a flo fl o ta y e r a n fam fa m o sos so s po p o r su p e r icia ic ia co com m o m a rin ri n e ro s e n el siglo sig lo x a.C. a.C . (te (t e x to 6), 6) , é p o c a e n la q u e t e nemos testimonio de su presencia en Kommos, en el sur de Creta. Hiram I llevó a cabo una política expansionista estableciendo un tratado comercial con Salomón, rey de Israel, en virtud del cual los productos agrícolas israeli tas eran cambiados por artes y objetos suntuarios de Tiro, y haciendo prove chosas incursiones conjuntas en la zona del ma r Rojo. El hecho de que qu e los los ti rios obtuvieran de Israel productos agrícolas quizá refleje la escasez en este paí p aíss d e o tro tr o tip ti p o de b ien ie n e s d e s tin ti n a d o s al co com m erci er cio, o, p e r o es p ro b a b le q u e t a m bié b iénn refl re flee je lo ina in a d e c u a d o de la b ase as e ag agrí rícc o la s o b re la q u e se lev le v a n tab ta b a n las po p o p u los lo s a s c iud iu d ad adee s fenicia fen icias. s. El siglo ix a.C. vio cómo los reyes de Tiro, y en particular Ithobaal I, lle vaban a cabo una política de expansión territorial, y tenemos claros indicios de q ue la influencia influencia fenicia llegó llegó a extend erse p or Israel e incluso más allá allá de Siria, por Cilicia. Incluso se ha encontrado una estela de mediados del siglo ix con una inscripción en lengua fenicia en el reino neohitita de Sam’al. Pero el precio precio po r tener acceso acceso a las las m aterias primas primas pro cedentes cede ntes de u na zona m u cho más extensa fue tener que pagar tributo a los asirios. Salmanasar III (858 (858-8 -824 24 a.C.) a.C.) se jactab a públicam pú blicam ente de este tribu to que obligaba a las las na ves fenicias a llevarle oro, plata, bronce y vestidos de púrpura, y así lo hizo representar en las grandes puertas de bronce de Balawat (véase A N E , 483490). A finales del siglo ix a.C. los asirios extendieron su territorio hacia el Mediterráneo, y de ese modo cortaron a los fenicios el acceso a los produc tos del noreste e incrementaron la presión de los tributos: Adad-Nirari III (810-783 a.C.) cobraba veinte veces más tributo de las ciudades fenicias que su anteces or S almanasar III. E n consecuencia, lleva llevados dos po r la necesidad, necesidad, los los fenicio fenicioss se volvieron volvieron cada vez vez más hacia el el mar. Podemos d em ostra r arq ue ueo o lógicamente que las colonias fenicias de Chipre datan de mediados del siglo IX a.C. y la fecha que tradicionalmente se atribuye a la fundación fenicia de
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T e x t o 6.
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1 Reyes, 9,10-14.
Al cabo de veinte años de haber edificado Salomón las dos casas, la casa de Yavé y la casa casa real, para pa ra las las cuales H iram, iram , rey de d e Tiro, Tiro, había mandado a Salomón maderas de cedro y de ciprés y cuanto oro quiso, dio Salomón a H iram veinte ciudades ciudades en tierra de Galilea. Galilea. Salió Salió Hiram de Tiro para ver las ciudades que le daba Salomón; y no gustándole, dijo: «¿Qué ciudades me has dado, hermano?». Y las llamó tierras de Cabul, Cabul, nom bre que tienen todavía hoy. H abía m andado H iram a Salo món ciento veinte talentos de oro.
Cartago —814/813 a.C.—, aunque todavía no cuenta con el respaldo de nin gún hallazgo realizado in situ , no tiene nada de imposible, aunque debemos reco rdar rda r que casi casi todas las fecha fechass atribuidas p or las fuen fuentes tes literarias literarias a las co lonias fenicias en el extranjero son de todo punto inválidas. Consecuencias para Grecia
Las condiciones existentes en el Mediterráneo oriental son importantes pa p a r a los d esa es a rro rr o llo ll o s q u e se p r o d u je r o n en G rec re c ia p o r do doss m otiv ot ivos os,, u n o p o s i tivo y otro negativo. La caída de los grandes imperios del Oriente Próximo y su lenta recuperación recuperación supu sieron sieron q ue ninguna gran potencia del O riente P ró ximo cayera seriamente en la tentación de hacerse con el control político de los territorios situados más al oeste. Incluso Asiría durante casi tres siglos después de 1200 a.C. se interesó más por mantener incólumes sus fronteras que por hacer nuevas conquistas. Por otra parte, el hundimiento administra tivo y burocrático de Asiría, Babilonia y Egipto a finales del siglo x i i i redujo el alcance alcance y la envergad ura de los los intercam intercam bios prov enientes de los países ri be b e r e ñ o s d e l M e d ite it e rrá rr á n e o o rie ri e n tal, ta l, tan ta n to los de dell e s te co com m o los d el sur. su r. Los Lo s mismos hechos que llevaron a los fenicios a verse solos en su territorio de la costa, costa, libres libres de tod a interferencia política, política, dieron también pie a que se vieran cada vez más obligados a buscar contactos con el resto del mundo; pero fue hacia Oriente hacia donde dirigieron la vista en primer lugar. Sólo la reapa rición rición de A siría como como gran poten cia política política de la zona los los obligó obligó a m irar ur gentemente hacia el oeste. Grecia no fue víctima de ninguna amenaza política proveniente de Oriente hasta el año 800 a.C., y de hecho tampoco durante los dos siglos si guientes; guientes; pero per o fue con virtiéndose virtiéndose cada vez más en objeto de interés de los fe nicios y quizá de otros pueblos levantinos, al ser considerada un país en el que podían comprarse unas mercancías y colocarse otras. Resulta muy difícil distinguir entre el descubrimiento en esta época del Oriente Próximo por
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pa p a r te d e G re c ia y el d e s c u b rim ri m ien ie n to d el m u n d o g rieg ri egoo p o r p a r te d e feni fe nici cios os y levantinos (véase infra, pp. 130-133). Aunque deberíamos señalar que al gunos griegos reconocían la prioridad de los fenicios en la colonización y ex plo p lota tacc ión ió n d e alg al g u n o s lug lu g are ar e s d e la p ro p ia G rec re c ia ( H e r ó d o to , 2.44, cf. cf. 54-56; 4.147; 5.57-58), a menudo no es más que una tradición como cualquier otra. Los primeros intercambios activos que mantuvieron los griegos con gen tes del Oriente Próximo fueron con un pueblo que carecía de importancia desde desd e el pu nto de vista v ista político: político: el de los fenicios fenicios y los los levantinos en general. g eneral. Los fenicios eran extraordinariamente eclécticos. Casi siempre hicieron de interme diarios y no fue ron los los causantes de los los intercambios cultural culturales. es. Suyo era el sistema de escritura que sentó las bases no sólo del alfabeto griego, como luego veremos (pp. 133-138), sino también del arameo, aunque son muy pocos los testimo testimonios nios literarios o simplem ente escritos escritos que dejaron tras de sí. Al entrar en contacto con el mundo de los fenicios, los griegos entra ron en contacto con todo un universo de cultura material propia del Oriente Próximo, y no simplemente con una determinada cultura nacional. Es más, uno de los terrenos en el que destacaban particularmente los fenicios era el de la producción de joyas, objetos cuyo valor intrínseco hacía imprescindible un examen atentísimo, pero cuyo pequeño tamaño les permitía viajar de un sitio a otro con extrema facilidad. El hecho de que los fenicios tomaran pres tados con frecuencia de la cultura originaria los motivos de las joyas, sin to mar prestada de paso la montura, supuso que esos motivos resultaran parti cularmente asequibles a la hora de ser reutilizados en contextos distintos, fomentando de paso la utilización ecléctica de un arte ya de por sí ecléctico.
P r o c e s o d e o r g a n iz a c ió n
En Grecia son menos los lugares que han revelado signos materiales de pre p ress e n c ia h u m a n a e n el a ñ o 1000 a.C. a.C . q u e en c u a lqu lq u ier ie r o tro tr o cam ca m b io d e siglo sig lo desde 1500 a.C. hasta el inicio de la era cristiana. Incluso en las regiones de la Grecia central que florecieron durante el heládico reciente IIIC (véase s u pra p ra,, pp. 37-38) los indicios de ocupación durante el siglo inmediatamente po p o s t e r io r son so n ap apre recc iab ia b les le s en m u ch choo s m e n o s sitios. sitio s. L a cerá ce rám m ica ic a fab fa b rica ri cadd a en Atenas mejoró notablemente su calidad hacia el 1050 a.C. con la invención del estilo protogeométrico, y esa cerámica influyó rápidamente en la pro ducción de vasos vasos en otros pun puntos tos de Grecia, au nqu e ello no signif signifique ique que el esquema esque ma g eneral de organización soci social al,, política política y económica económ ica camb iara radi calmente. En realidad la imagen de los siglos inmediatamente posteriores al año 10 10550 a.C. a.C. que qu e nos ofrece n los testimo nios m ateriales es la de una u na serie de fracasos fracasos sucesivos sucesivos en el establecimiento de u na organización o rganización política, política, econó mica o soci social al im im portante. Esos fracasos fracasos dem uestran hasta qué p un unto to se había hecho b orrón y cuenta nueva de todo lo anteri anterior. or.
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La L a vida vid a en L e fk a n d i
Aunque los testimonios de actividad humana durante el período inme diatamente posterior al año 950 a.C. aumentan de día en día, especialmente los provenientes de Tesalia y el norte de Grecia, el lugar que nos ofrece la imagen más gráfica de las dificultades del proceso de organización es Lef kandi, en Eubea. Según los testimonios actuales, se trata del yacimiento más rico, ya que no el más avanzado de toda Grecia en esta época. Las excava ciones que llevan realizándose desde 1960, aunque afectan solamente a una pe p e q u e ñ a p a r te d el y acim ac imie ienn to, to , h a n s acad ac adoo a la luz lu z tes te s tim ti m o n ios io s d e un a s e n ta miento y una necrópolis, y por tanto de su ocupación, durante la Edad Os cura, y de su ulterior abandono a finales del siglo vm. Aquí, como en Atenas, pa p a rec re c e q u e los añ añoo s cin ci n c u e n ta de dell siglo si glo xi a.C. a.C . fue fu e ro n u n p e r ío d o de inn in n o v a ción y de contactos con el extranjero: además de indicios del contacto con Chipre, los enterramientos nos han devuelto un collar de cuentas de porce lana y una jarrita siropalestina. Pero durante casi todo un siglo prácticamen te vuelven a d esap arecer todo s esos objetos exóticos exóticos y parece que inclus inclusoo se debilite el contacto con Atenas. Aunque da la impresión de que los lazos no se rompieron nunca del todo, no se habían entablado ningún tipo de relacio nes estables y duraderas con el resto del mundo, y menos aún se había afir mado la posibilidad de establecer unas relaciones de dependencia con ese mundo beneficiosas para ambas partes. A mediados de esta época de inmenso aislamiento, sin embargo, poco después del año 10 10000 a.C., a.C., la población de Lefkandi estab a lo basta nte o rga rga nizada para p ara con construir struir un curiosísimo curiosísimo edificio edificio (figura 10). 10). Con Co n sus 45 45 m de lar go por 10 m de ancho y su remate en forma de ábside, esta construcción se anticipa en dos siglos a cualquier otro edificio similar de cuya existencia ten gamos noticia en cualquier otro lugar del territorio griego. Su construcción no tiene nada en común con la arquitectura de los palacios micénicos y em ple p leaa u n a técn té cnic icaa c o m p leta le tam m e n te d isti is tinn ta, ta , co conn p a r e d e s d e a d o b e q u e se le le vantan sobre un zócalo de piedra (cimientos), y un peristilo o columnata ex terior de postes de madera. El empleo que se dio a este edificio nada tiene que ver ya con el mundo micénico. En medio del mismo había un enterra miento dividido en dos compartimentos: uno contenía una vasija de bronce decorada con una orla de figuras de cazadores y animales, en cuyo interior se guardaban los restos carbonizados de los huesos de un hombre envuelto en ropas, una lanza y un unaa espad a de hierro, y la sepu ltura de una m ujer, con ani an i llos de oro para el cabello, sendos discos de oro repujado sobre el pecho, y una serie de fíbulas de bronce, hueso y hierro sobredorado junto a su muslo izquierdo; el otro compartimento contenía los esqueletos de cuatro caballos, dos de los los cuales cuales conservaban sendos bocados de hierro. Las implicaciones sociales de este edificio han dado mucho que pensar, aunque todavía hay dudas respecto a si llegó a acabarse o no. En una época en la que en el resto de Grecia los enterram enter ram iento s se distinguen distinguen unos de o tros
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. i d n a k f e L e d l a i d i s b a o i c i f i d e o s o i d n a r g l e d o n a l P . 0 1 a r u g i
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sólo por la presencia o ausencia de lanzas y espadas, joyas de mujer, y el uso de distintas formas de la vasija de barro llamada ánfora para guardar las ce niza nizass de hom bres y mujeres, mujeres, esta tum tum ba destaca de un modo v erdad eram en te notable. notable. R esulta imposible imposible establecer la identidad identidad del hom bre y de la la mu je j e r s e p u lta lt a d o s e n ella; ell a; p e r o lo im p o r ta n te es el p o d e r ío socia so ciall q u e s e m e jan ja n te edifi edifici cioo dem de m uestra. H ub uboo alguien capaz de movilizar movilizar la la man o de ob ra y la la pe ricia necesarias para levantar un edificio de un tamaño que indudablemente debía de resultar inaudito en aquella sociedad y probablemente en todo el mundo griego, utilizando unos métodos de construcción que probablemente fueran conocidos a una escala menor, puramente doméstica, pero que aquí se ven engrandecidos prácticamente por encima de toda ponderación. Aquel individuo estaba además en posesión de unos objetos de metal con los que no estaban e staban familiari familiarizados zados los herrero s locale locales, s, y un n úm ero lo bastan te gra n de de caballos —cuya utilidad probablemente fuera sólo la mera ostenta ción— como par a po derse perm itir sacrif sacrifica icarr a cuatro de un golpe. golpe. Todo ello ello implica implica la existenci existenciaa de un unaa organización organización jerárquic a d en entro tro de la sociedad y adem ás un tipo de organización organizac ión colectiva colectiva tal que un a sola familia, familia, o cualquier cualq uier otro pequeño grupo humano, podía explotar al resto de la sociedad local y extraer de ella ella un excedente lo sufici suficientemente entemente grande como para p erm itir itir se semejante alarde de riqueza. Lo más curioso es que este hecho se produ ce en una época en la que cualquier otro testimonio de contacto con el resto del mundo es escasísimo, y en el que todavía no hay el menor rastro de que fuese comercializado fuera de la comunidad ningún producto de Lefkandi. Aun en el caso de que fuera concluido, el gran edificio no sobrevivió mucho tiempo y hasta ahora no sabemos que tuviera sucesión. Hasta que se produjo el descubrimiento del edificio en 1981, ninguno de los restos co rrespondientes al siglo X a.C. había dado a entender que ninguna persona tuviera en Lefkandi el tipo de preeminencia social que demuestra esta construcción. Los sucesivos trabajos realizados en Lefkandi, cuya investiga ción dista mucho de estar concluida, no han revelado todavía ningún otro testimonio comparable a esta magnífica estructura. Es evidente, por la com pa p a rac ra c ió n co conn o tra tr a s á rea re a s fu n e rari ra riaa s d e L efk ef k an andd i, q u e la zo zonn a d e s tin ti n a d a a necrópolis próxima al edificio estaba reservada a una elite que había llega do a disponer de una gran cantidad de objetos de importación procedentes del Oriente Próximo, pero no parece que esa elite se viera posteriormente sometida a ningún individuo. Ello quizá no resulte sorprendente: si no se po p o d ía m o n o p o liz li z a r u n d e ter te r m in a d o r e c u rso rs o grac gr acia iass a la p o s esió es iónn d e u n t e rritorio lo suficientemente grande, gracias a la existencia de una abundan cia de minerales de cierta envergadura, o gracias a la existencia de fuertes vínculos con un centro de producción en el exterior con el que pudieran mantenerse relaciones comerciales beneficiosas, no sabemos cómo una so ciedad iba a producir el excedente necesario para que el jefe de la comuni dad pudiera seguir haciendo un alarde de riqueza como el que demuestran el gran edificio mencionado y sus enterramientos. A la vista de los testimo nios de que disponemos, el poder social que se oculta tras el gran edificio
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y el edificio mismo que, según parece, se vino muy pronto parcialmente abajo en uno de sus sectores, no contaban con unos cimientos lo bastante firmes como para durar mucho tiempo. El siguiente indicio de que la sociedad de Lefkandi está en pleno proce so de organización presenta una forma muy distinta. Hacia finales del siglo x a.C., en la última fase del período protogeométrico, los cementerios de Lef kandi empiezan a proporcionarnos de nuevo importantes testimonios del contacto con el resto del mundo, el yacimiento de Xerópolis, en la cima de la colina, presenta una vez más evidencias de estar poblado, y en Amatunte (Chipre) aparecen un skÿphos y una copa protogeométricos que quizá pro vengan de Lefkandi. Se imp ortan d e Ate nas grandes can tidades de vasos vasos,, en contram os ánforas de crem ación de estil estiloo ático acomp añadas de arm as y sig sig nos inequívocos de contactos con la Grecia septentrional (con Tesalia y con el sur de Macedonia); además las joyas —entre ellas unas 10.000 cuentas de po p o r c e lan la n a — v u elv el v en a a p a re c e r en las tum tu m b a s ju n to c o n rec re c ipie ip ienn tes te s de b r o n ce y otros productos procedentes del Oriente Próximo (figura 11). La mayor pa p a r te d el o ro p a r e c e p r o v e n ir d e tall ta llee res re s de o r f e b r e r ía local lo cales es,, a u n q u e la m a teria prima probablemente sea de origen oriental, y desde luego existen in dicios de que en el asentamiento de Xerópolis se elaboraban por esta época el bronce y el hierro. La posibilidad de sostener unos artesanos cualificados apunta a la existencia de cierto grado de organización social, pero la distri bu b u c ión ió n d e los o b jeto je toss p reci re cioo s o s e n los e n ter te r r a m ie n to s sug su g iere ie re q u e n o h a b ía un solo individuo ni una sola familia que dominaran esa organización. No to dos los los miembros de la sociedad eran igualmen te rico ricos; s; es muy prob able que los los más acaudalados fue ran en terrad os por sep arado, y que las tumbas tum bas de los po p o b r e s n o h a y a n sid si d o d e scu sc u b iert ie rtas as,, p e r o los e n te r r a m ie n to s q u e co conn o c em o s dan a entender que la riqueza no estaba repartida entre unos pocos y tam bié b iénn q u e el p res re s tigio tig io se rela re lacc io n a b a , al m en enoo s h a s ta c iert ie rtoo p u n to, to , co conn la c a pa p a c ida id a d d e co com m b atir at ir.. Durante los primeros años del siglo ix a.C., da la impresión de que los contactos con Atenas vuelven a disminuir una vez más, pero que se mantie nen los contactos con Oriente. Atenas introdujo un nuevo estilo en la cerá mica, llamado geométrico antiguo, caracterizado por el rechazo de la orna mentación circular y por el movimiento de la decoración desde la parte superior del recipiente hacia el cuello y el vientre del mismo, pero los ha bla b lann tes te s d e L e fka fk a n d i sig si g u iero ie ronn u t iliza iliz a n d o u n esti es tilo lo d e r iva iv a d o d el p r o to g e o m é trico, denominado subprotogeométrico. Esta cerámica supo abrirse paso por el Egeo hasta lugares como Torone, en la Calcídica. Pero indudablemente se pr p r o d u jer je r o n tam ta m b ién ié n c o n tac ta c tos to s co conn O rie ri e n te q u e incl in cluu ían ía n p o r s u p u e s to a C h i pre: pr e: se h a n ide id e n tifi ti ficc a d o p ro d u c tos to s de cerá ce rám m ica ic a ch ip rio ri o ta d e im p o rta rt a c ión ió n , y se sospecha que a la influencia chipriota se debe el singular centauro de terra cota. Ese m ismo cen tauro nos reco rdaría adem ás la existencia existencia y la cir circulac culación ión de una serie de narraciones orales cuyo contenido exacto es hoy día irrecu pe p e r a b le (véa (v éase se infra, pp. 166-167). La prosperidad y los contactos vastos, pero selectivos, de la Lefkandi de
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11. Cuenco de bronce repujado repujado procedente proceden te del Oriente Orien te Próximo Próximo encontra enco ntra do en la necrópolis de Toumba, en Lefkandi (c. 900 a.C.).
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12. Plato euboico de Lefkandi decorado decorad o con semicírculos semicírculos pendientes.
comienzos del siglo ix a.C. plantean numerosas cuestiones, ninguna de las cuales es es fáci fácill de respo nder. ¿E ran los los produ ctos o rientales fruto de la visi visita ta de griegos de Lefkandi a Oriente? ¿O por el contrario provenían de la visita de levantinos a Eub E ubea? ea? (Al (A l fin fin y al cabo el establecimiento de los los fenic fenicio ioss en Citio, en Chipre, data sólo de mediados del siglo ix a.C.) ¿Qué es lo que daban los habitantes de Lefkandi a cambio de los productos de Oriente? ¿Fue la falta falta de contactos con A tenas el resultado de una rivalidad rivalidad consciente, o simplemente de una diferencia de intereses? De lo que podemos estar más seguros es de la estabilidad de las relaciones entre Lefkandi y el resto del mundo en esta época. Ya no estamos ante unos contactos aislados, sino más bien ante unas relaciones que, al margen del carácter que tuvieran, podían repetirse más o menos voluntariamente. Cuando la cerámica ateniense vuelve a aparecer en Lefkandi, a finales del siglo ix, los alfareros de la loca-
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lidad siguen desarrollando sus diversos tipos de formas y decoraciones, y no se limitan a imitar los vasos procedentes de Atenas. Y es en esta época en la quee la cerámica qu cerámica griega empieza a llegar llegar al O riente Próximo con cierto cierto grado de regularidad, atestiguado en primer lugar a través de los hallazgos aislados de Megiddo, en el extremo occidental de Jordania, y de Tell Abu Hawam, en la bahía de Haifa, y posteriormente, a partir de 825 a.C., y a través del cons tante flujo de hallazgos de Al Mina, en la desembocadura del Orontes, en el extremo nororiental del Mediterráneo. Tanto la cerámica ática del período geométrico medio, durante el cual la decoración va extendiéndose paulati namente a la totalidad del vaso, como los tazones para beber denominados skyphoi y los grandes platos llanos (figura 12), decorados ambos con semi círculos concéntricos pendientes, típicos de Lefkandi y hasta cierto punto del resto de Eubea y de las Cicladas, aparecen en yacimientos del Oriente Pró ximo, unas veces juntos y otras por separado. Irónicamente es justo en esta época cuando dejamos de poder rastrear la evolución seguida por Lefkandi, pues pu es,, a u n q u e su c erám er ám ica ic a c o n tin ti n ú a a p a rec re c ien ie n d o en el e x tra tr a n jero je ro,, las n e c r ó poli po liss ex exca cavv ad adaa s d ejan ej an d e u tili ti liza zars rsee y los res re s tos to s d el p o b lad la d o p r o p iam ia m e n te d i cho son muy esc escas asos os.. Firm em ente ase ntada ntad a como com unidad provista de una identidad clara, con una organización interna estable y próspera capaz de m antener ante ner los los contactos contactos con lugares lugares lejanos lejanos duran du ran te un larguísimo larguísimo período per íodo de tiempo y de sostener a una elite bastante próspera y numerosa, Lefkandi, sin embargo, ya no estaba firmemente radicada en un solo lugar o en una sola necrópolis. Ate A tenn a s
Dado el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos rastrear en ninguna comunidad el proceso de organización social tan de cerca como en Lefkandi. Pero el mayor número de enterramientos conocido en Atenas hace que en esta ciudad afloren con especial claridad ciertos tipos de com po p o rta rt a m ien ie n to, to , y lo q u e se p ierd ie rdee en p e rce rc e p c ión ió n de dell im p a cto ct o ind in d ivid iv iduu al se c o m pe p e n s a co conn un m e jor jo r s en tid ti d o d e la co cole lecc tiv ti v idad id ad q u e v a fo rm á n d o s e d e n tro tr o u n espacio que se define a sí mismo. Como ya hemos visto, la adopción del estilo protogeométrico en Atenas hacia 1050 a.C. coincidió con un cambio en las prácticas funerarias: la cre mación se generalizó, siendo los hombres enterrados en ánforas con asas en el cuello, y las mujeres en ánforas con asas en el vientre del vaso. Más aún, las necrópolis cambiaron: los cementerios submicénicos habían sido utiliza dos por grandes comunidades y constaban de parcelas parcelas para ocho o nueve en terramientos; las las necrópolis protogeo m étricas eran utili utilizada zadas, s, al al parecer, por sociedades menos numerosas y constaban de parcelas pequeñas con tres o cuatro enterramientos cada dos generaciones. Durante el período submicénico en Atenas los niños eran enterrados aparte de los adultos; este sistema siguió vigente durante el período protogeométrico, aunque en esta etapa los
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enterramientos infantiles no están tan bien representados. Algunas zonas que habían sido utilizadas como cementerios en la época submicénica, y en pa p a r tic ti c u lar la r la A cró cr ó p olis ol is,, d e jar ja r o n d e u tiliz til izar arse se.. D u r a n te los ú ltim lt imoo s d ecen ec enio ioss del sigl sigloo x a.C a.C.. aparecen apa recen algunas necrópolis necrópolis protog eom étricas fuera del área central Atenas/Pireo/Salamina, en el interior del Atica, en Nea Ionia, y tam bié b iénn e n la c o s ta o rie ri e n tal ta l d e la regi re gióó n . La introducción de estos cambios en las las costumbres fun erarias indica que la sociedad más o menos amorfa del período submicénico se volvió más re gular: gular: la sociedad se regu ló a sí misma y las las unidades unida des familiares fa miliares existentes en ella se hicieron más conscientes de su independencia y de su estatus. Como en Lefkandi, L efkandi, los los signos signos de riqueza perceptibles a comienzos del período protogeométrico (1050-1025 a.C.) desaparecen y los ajuares fúnebres y las prác ticas funerarias nos hablan más de igualdad que de jerarquía. Los rastros de carácter no funerario respaldan esta misma impresión: en particular en la fase tardía del protogeométrico, encontramos por vez primera depósitos en un santuario, concretamente en la Academia, a 2 km al noroeste de la Acró polis po lis,, y e n el H im eto et o . N o p o d e m o s s a b e r q u é g rup ru p o s d e p o b lac la c ión ió n fue fu e ro n los responsables responsables de esos esos depósit depósitos, os, pero p arecen ha blar de u na m ayor concien cia cia del lugar lugar,, de q ue sus sus ocup antes vivían vivían en un lugar que d ebía es tar bajo su control. H acia el año 900 a.C. a.C. la la cerámica ática vuelve vuelve a mo strar un m arcado arcad o cam cam bio b io d e e s tilo ti lo y pa p a r e c e qu que, e, re lac la c ion io n a d a s c o n él, s u rg ier ie r o n n u ev evaa s p ráct rá ctic icas as fu fu nerarias. nerarias. E n la cerámica los los cambios afectan tanto a las las formas com o a la de coración: coración: por p or lo que q ue a la form a se refiere, la elevada b ase cónica típica de los vasos abiertos del período protogeométrico desaparece prácticamente; en cuanto a la decoración, se pon e fin al predom inio de d e los los motivos circulares circulares y éstos son reemplazados exclusivamente por los rectilíneos, que son plasma dos en pequeños paneles situados entre las asas, y por rayas finas en la tripa y en el cuello del vaso. En los enterramientos se produce un notable aumen to de la riqueza de los ajuares fúnebres: por primera vez en más de un siglo aparecen objetos de oro, concretamente dos anillos, probablemente proce dentes de Chipre, en la tumba de una mujer. Al mismo tiempo, los enterra mientos infantiles desaparecen por completo del repertorio arqueológico: a pe p e s a r de dell e lev le v a d o n ú m e r o d e rec re c ién ié n n acid ac idoo s y d e niño ni ñoss m u e rto rt o s q u e p u d iera ie ra haber, no h a queda qu eda do rastro arqu eológico alguno de ellos llos.. Las necrópolis de adultos siguen representando pequeñas comunidades de unas diez personas, y en la actualidad hay claros indicios de la existencia de un afán de estable cer parcelas fúnebres separadas dentro de los cementerios, con la construc ción ción du ran te el sigl sigloo ix ix a.C. a.C. de un recinto fune rario ov alado alred edo r de un grupo de tumbas en el cementerio del Cerámico. También ahora por primera vezz tenem os testimonios de la util ve utiliz izaci ación ón de crateras —recipientes para mez clar vino y agua— para señalar los enterramientos de varones, con el fondo agujereado deliberadamente para que las libaciones realizadas en ellas caye ran en la urna crematoria depo sitada sitada deb debaj ajo. o. Estos testimonios funerarios sugieren un aumento de la conciencia del
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rango y del papel desempeñado por el individuo dentro la comunidad, e in dican que la familia constituía una entidad social en la que las generaciones pr p r e s e n tes te s p o d ían ía n b en enee fic fi c iars ia rsee d e la p o sici si cióó n a lca lc a n zad za d a p o r las p reté re téri rita tass , p e r mitiendo de paso que las futuras alcanzaran un rango semejante. El aumen to de la riqueza se hace más ostensible a mediados de siglo: aparecen joyas de oro muy elaboradas, que ponen de manifiesto el arte de fabricar y traba ja j a r s a rta rt a s d e p e q u e ñ a s c u e n tas ta s d e o ro, ro , llam ll am ad adoo g ran ra n u lac la c ión ió n , y d e h a c e r lab la b o res de calado de oro llamadas filigrana. Estas técnicas deben de ser de origen oriental, pero son empleadas de un modo del que no se conoce paralelismo alguno en el material encontrado en Oriente. También existe, sin embargo, material proveniente de Oriente, por ejemplo un recipiente fenicio de bron ce, discos de porcelana y sellos de marfil. Estos ricos hallazgos hablan de la existencia de una explotación cada vez más importante en el seno de la so ciedad, qu e justificaría la realización de gran des gastos g astos y la necesidad o cua c uan n do menos meno s el fom ento de la ostentación de esos gasto gastoss con el fin de m anten er la jerarquía y el estatus. Las innovaciones introducidas en la organización social o al menos en las prioridades de la ostentación social perceptibles en los enterramientos coinciden con los cambios en el estilo de la cerámica, y este hecho invita a efectua r un análisi análisiss más detallado de ésta. Particular interés tienen en este te rreno dos elementos: la decisión fundamental de que la decoración se des pli p liee g u e n o sólo só lo e n u n a c a ra de dell va vaso so,, d ecis ec isió iónn q u e p la n te a la cu cuee s tió ti ó n de la relación existente entre las dos partes de la decoración, y el rápido incre mento a lo largo del siglo ix a.C. de la complejidad de la ornamentación a m edida q ue la decoración geom étrica étrica se extiende a una m ayor superfici superficiee del vaso y se introduce la figura animal. Parece que este hecho está en correla ción con una mayor jerarquización de la sociedad necesitada en mayor me dida de unos medios de comunicación más sutiles y sofisticados. Otros desarrollos desarrollos
En otros puntos del mundo griego los testimonios materiales son bastan te más escasos que los de Lefkandi o Atenas, pero existen algunos indicios dispersos de que durante los siglos x y ix se produjeron en ellos procesos si milares. Ya hemos visto que en Kalapodi (véase supra, p. 47) el culto volvió a instaura rse h acia 950 950 a.C. a.C.,, y en Tegea, Tegea, en Arcad A rcadia, ia, los prim eros testim onios de la existencia de culto en el santuario de Alea datan también de mediados del siglo X. En Paleoesmirna, en Asia Menor, se construyeron unas murallas a mediados del siglo ix a.C., signo inequívoco de la organización de su co m unidad. unidad . D esde esd e finales finales del siglo siglo x tenem os claros indicios indicios de la existencia de contactos con Oriente en el Dodecaneso, en la zona suroriental del Egeo, y la produ cción en estas isl islas as de los los típic típicos os frascos frascos de un güen to pintado s de n e gro sobre rojo a imitación de los fenicios hablan de la presencia de este pue blo b lo en ella el lass de fo rm a tem te m p o ra l o p e r m a n e n te. te . N a tur tu r a l m e n te d esa es a rro rr o llo ll o s so-
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cíales similares pueden reflejarse a través de manifestaciones materiales muy diversas diversas y un un bu en ejemplo de este proceso d ura nte esta époc a lo tendríamos, tendríamos, según parece, en el yacimiento yacimiento de Tsikalario, Tsikalario, en Naxos, Naxos, don de las las man ifesta ciones fúneb res ado ptan la forma de grandes túmulos, de de unos 10 m de pe rí metro, en los los que un bo rdillo rdillo cuidad osam ente dispuesto m antiene en su sit sitio io la capa de piedras y arena que los cubre. Quizá estos túmulos hayan sufrido la influencia de las prácticas habituales en el norte de Grecia, pero la cerá mica asociada a ellos imita a todas luces la ática. Una región caracterizada por una historia particular durante esta época es Creta. El refugio de Karphi (figura 9), en el extremo septentrional de la llanura de Lasithi, parece que fue abandonado hacia el año 1000 a.C., y du rante los dos siglos sucesivos sólo tenemos un conocimiento detallado de la zona próx ima al palacio palacio minoico de Cnosos, Cnosos, don de han sido sido excavadas varias varias necrópolis distintas. Por lo que sabemos de las partes occidental y oriental de Creta, pare ce que las las comunicaciones entre estas comarcas y Cnosos no eran muy intensas ni en el siglo x ni en el ix, pero las necrópolis de Cnosos nos pe p e r m ite it e n a f irm ir m a r q u e al m en enoo s e s te c e n tro tr o e s tab ta b a e n c o n tac ta c to co conn C hipr hi pre. e. Los espetones o pinchos de hierro descubiertos en ellas son desde luego de origen chipriota, y puede que algunos objetos procedentes con mayor o me nor seguridad del Oriente Próximo —un trípode y un pie de bronce, un león de plomo, un colgante de marfil y unos cuantos collares de porcelana— lle garan hasta allí allí a través través de Chipre. Chipre. U na tum ba nos ha prop orcionado un re cipiente semiesférico de bronce, de tipo chipriota, pero con una inscripción fenicia en la que aparece el nombre de su propietario original, también feni cio, y no menos de veintiocho vasijas protogeométricas áticas, todas las cua les, excepto dos, son vasos de beber. Estos últimos objetos no son sino un in dicio de la estrecha relación existente entre Cnosos y Atenas, vínculo que pe p e r d u r ó inin in inte terr rruu m p id a m e n te a lo larg la rgoo d e los siglos sig los x al vm a.C. a.C . y q u e p e r mitió la llegada a Cnosos de cerámica ática del período geométrico reciente, difícil de encontrar fuera del Ática. También aparece ocasionalmente en las tumbas de Cnosos cerámica procedente de otros puntos del mundo griego, de Eubea, Corinto, la parte oriental de Grecia, y quizá incluso de Tesalia, pe p e r o to d o s esto es toss tip ti p o s d e a lfa lf a rer re r ía g rieg ri egaa tuv tu v iero ie ro n en e s ta é p o c a m uy p o ca in in fluencia sobre la cerámica local, que permaneció anclada en la tradición subminoica hasta que adoptó las ideas no ya provenientes de Atenas, sino de O riente rien te y del pasado minoi minoico. co. La presencia de nu merosos mero sos ob jetos exóticos exóticos y du ran te el sig siglo lo ix ix quizá tam tam bién de una famili familiaa de h errero s fenicio fenicioss em igra dos, así com o las lárnakes (ataúdes) decoradas descubiertas en las tumbas re cién excavadas correspondientes al minoico reciente, debieron de fomentar el desarrollo a mediados del siglo ix de un estilo muy peculiar de cerámica, llamado protogeométrico B. Este estilo combina formas y motivos locales con otros provenientes de Chipre, motivos derivados de la metalurgia orien tal (en particular el modelo de cable), e incluso figuras humanas cuyo para lelismo más próximo lo encontraríamos, al parecer, en el período minoico (fi gura 13).
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finales del siglo i x proc pr oced eden ente te del cem ce m en ente terio rio de Forte Fo rtettsa, en Cnosos, en el estilo denominado protogeométrico cretense B.
F ig u r a
13a y b.
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Pithos de
Parece que también pervivieron algunas reliquias de la organización so cial de tiempos pasados en Cnosos más que en cualquier otro lugar. Los en terram ientos siguieron realizándose realizándose en tumbas de cáma ra (de vez en cuando, cuando, o quizá incluso a menudo, reutilizando sepulturas de la Edad del Bronce), que acogían los restos de grupos familiares enteros durante varias genera ciones, incluso cuando la inhumación cedió la primacía a la cremación. Pare ce que unos cuantos cementerios desperdigados por la comarca de Cnosos fueron utili utilizados zados sim ultáneam ente y resulta curioso curioso constata co nstata r las las diferencias diferencias en las prácticas funerarias existentes en las distintas necrópolis. No está cla ro hasta qué punto esta circunstancia es fruto de la existencia de grupos so ciales distintos que intentaban mantenerse consciente o inconscientemente más o menos separados. Los indicios de cambio social durante esta época son escasos y cuando hacia 850 a.C. dejó de utilizarse el cementerio de Agios Ioannis cediendo el puesto a otras necrópolis situadas más lejos de Cnosos, las prácticas funerarias seguían siendo más o menos las mismas, de modo que, por lo que parece, deberíam os hablar ha blar más de un cambio de preferencias local que de una revolución social. Un rasgo típico de muchos enterramien tos del Cementerio del Norte es la presencia en las tumbas de gran cantidad de vasos de beber: una de ellas (KMF T.285.82) contenía una cratera del pro togeométrico medio con trece copas y seis jarras en su interior, lo cual nos i
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hablaría de la celebración de concurridas fiestas de despedida, a las que no sólo asistirían los miembros más allegados de la familia del difunto. Con la excepción de la tumba del herrero oriental, con sus materias primas y algu nos ejemplos de su oficio, situada en un thólos minoico reutilizado para la ocasión en Khaniale Teke a finales del siglo ix a.C., la cantidad de metales pre p reci cioo s o s p r e s e n te e n los e n ter te r ra m ien ie n to s n o es m uy gran gr ande de.. D a la im p res re s ión ió n de que la comarca de Cnosos conoció durante los siglos x y ix a.C. bastante estabilidad en lo tocante a los grupos sociales basados en la familia y a sus contactos con el exterior, así como una seguridad cu ltural en sí misma lo bas tante grande como para saber adoptar y combinar las ideas artísticas encon tradas en los productos de importación. De momento apenas hay indicios de influencias recíprocas. No tenemos noticia de la existencia de productos cre tenses ni en la Grecia continental ni en Chipre u Oriente. El hecho de que sólo la tumba del herrero fenicio sea la única que nos ha aportado una prue ba b a d e q u e ex exis isti tier eraa n c o n tac ta c tos to s co conn el M e d ite it e r r á n e o o ccid cc idee n tal ta l en la fo r m a d e una pequeña vasija de bronce procedente de Cerdeña, indicaría que habrían sido los viajeros fenicios, y no los cretenses los responsables cuando menos de algunos de los lazos de unión con el Mediterráneo. Hacia finales del siglo ix a.C., pues, tenemos indicios de que las socieda des de Grecia propiamente dicha estaban empezando a organizarse. Las ne crópolis muestran más orden y una mayor reglamentación en su disposición, en el tipo de personas que admiten, en las divisiones familiares, y en la os tentación de las diferenci diferencias as materiales. materiales. Los con tactos en tre los diferentes rin cones del país se intensifican y se hicieron más frecuentes, y se instauraron unas relaciones entre Grecia y Oriente caracterizadas por una mayor regula ridad, aunq ue no fue ran nec esariam ente más asidua asiduas. s. Todos Todos estos estos desarrollos se basan en algo más que la simple simple determ inación de alcanzar un nivel nivel supe rior al de la mera subsistencia autárquica. De momento, sin embargo, no sa bem b em o s m u y b ien ie n q u é e r a lo q u e im p lica li cabb a e sa d e ter te r m ina in a c ión ió n ; p a r a e n t e n d e r lo, es preciso conocer mínimamente el ambiente en el que se produjo esa circunstancia, remitiéndonos al medio físico de la Grecia continental y de las islas.
3. EL ESCE ES CENA NARIO RIO E l medio n a t u r a l
Geología
Es muy fácil contemplar el cuadro de J. W. Waterhouse Hila H ilass y las N i n (figura 14) 14) y reírse reírse de cómo el pin tor sitúa esta escena clásic clásicaa en un u n um fa s (figura bro b ross o e s tan ta n q u e r o d e a d o de lirio lir ioss p ro p io d el s u r d e In g late la terr ra, ra , p e r o m u ch choo más difícil resulta evocar en una sola imagen el medio natural de la Grecia clásica sin equivocarse. Y hay buenos motivos para ello: aunque Grecia es un país pa ís p e q u e ñ o , re s u lta lt a q u e es e n o r m e m e n te v aria ar iadd o y q u e c o m p re n d e u n a s e rie de condiciones amb ientales muy diversas que irían irían desd e las las zonas desé r ticas a las nieves perpetuas, presentando unas condiciones sumamente con trapuestas a muy poca distancia unas de otras. El enjuto esqueleto de Grecia está formado por una serie serie de mon tañas de pie p iedd r a caliz ca liza, a, ag ru p a d as e n s e rran rr an ías ía s q u e v an de dell n o ro e s te al su s u r e s te d e l paí p aíss y cuya altura va disminuyendo gradu alm ente has ta convertirse en meras colinas colinas que coronan las islas que a intervalos regulares rompen la superficie lisa del mar. Esas cadenas de m ontañas dividen el país y crean un a gran variedad de zonas ecológicas. Existen además otras fuerzas geológicas que han contribui do a confo rmar rm ar el paisaje paisaje y la naturaleza de la península helénica, en particu lar las las volcánic volcánicas, as, y todavía tod avía hoy día siguen prod uciénd ucié ndose ose transform transfo rmacion aciones es lo cales del paisaje en la que constituye la zona sísmica más activa de Europa. Esas fuerzas fuerzas geológic geológicas as han d eterm inado que la costa de Grecia teng a un trazado sumamente irregular, de modo que son pocos los rincones de la pe nínsula que se hallan alejados del mar. El acceso a éste, sin embargo, no siempre es fácil y los puertos cómodos son relativamente escasos o distan mucho unos de otros. La omnipresencia del mar contribuye en gran medida a atemperar las condiciones climáticas, y así la mayor parte de Grecia tiene un clima mediterráneo, caracterizado por inviernos húmedos (octubre-mar zo) y veranos cálidos y secos. Pero ni siquiera este esquema es válido para toda Grecia (el noroeste del país goza de una mayor pluviosidad en verano en sus partes más m ontaño sas), e incluso incluso en las regiones del país país a las que ca brí b ríaa ap apli lica carl rlo, o, el nive ni vell y la d istr is trib ibuu c ión ió n d e la p luv lu v iosi io sidd ad v aría ar íann ta n to q u e p e r miten a los cultivos tener unos ciclos muy distintos.
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. s a f n i N s a l y s a l i H , e s u o h r e t a W . W . J
. 4 1 a r u g i
F
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EL ESCENARIO Cu a d r o
1. Pluviosidad de la la península penín sula de M etana eta na (septiemb (septie mbre re 1972-agosto 1972-agosto 19 1974 74). ).
Pluviosidad en mm
S
1972-1973 1973-1974
2 169,3 31,7 29,2 131,2 66,8 74,4 24,9 10,2 1,5 1,5 25,6 1,5 568,5 2 24,6 65,2 27,9 79,2 23,9 98,7 13,7 13,5 0,8 0 2 352,8
O
N
D
E
F
M
A
M
J
J
A Anual
El clima
Los principales factores que gobiernan las variaciones climáticas son el relieve y el aspecto. El sur y el este de Grecia son mucho más secos que el no rte y el oeste. No sólo son m ás secos secos en términ os absolutos, sino que lo son son en la medida suficiente para que cultivos esenciales como el trigo sean mar ginales. El norte y en especial el noreste del país son significativamente más fríos que el resto en invierno, de modo que incluso a nivel del mar los culti vos sensibles a las heladas, como el olivo o la higuera, quedan prácticamente excluido excluidos. s. Esos cultivos cultivos son po r lo demás muy sensibles sensibles al relieve relieve en todas tod as las regiones: no sólo no pueden crecer a demasiada altura debido a las heladas, sino que tampoco pueden hacerlo en las cuencas demasiado bajas, debido al efecto fr o s t holl ma yor altura implica implica además adem ás ma yor pluviosidad, pluviosidad, ho llow ow.. Pero la mayor pe p e r m itie it ienn d o la ex exis iste tenn c ia d e cu culti ltivo voss q u e re q u ie re n m ás ag agua ua,, e n p a rtic rt icuu lar la r el arbolado. La medida en la que la sequía estival limita los cultivos depende de la capacidad del terreno para retener el agua; el terreno formado por ro cas volcánicas retiene mejor el agua que los terrenos calizos, y los suelos de caliza dura suelen almacenar muy poca agua. Grecia contiene una gran variedad de nichos ecológicos y las condiciones ambientales varían una y otra vez, en ocasiones radicalmente en muy poco espacio. Y esta afirmación es válida no sólo en general, sino también si aten demos a las variaciones anuales e incluso mensuales. Las condiciones climá ticas de un mismo lugar pueden variar significativamente de un año a otro, sobre todo por lo que se refiere a la cantidad y distribución de la pluviosidad allí donde el total de las precipitaciones anuales varía según un factor por lo menos del doble, y las mensuales varían según un factor mucho mayor. Ob servemos la pluviosidad en la península de Metana durante dos años agrí colas (septiembre-agosto) seguidos, 1972-1973 y 1973-1974 (cuadro 1). Pode mos apreciar no sólo que el año 1973-1974 fue mucho más seco que el anterior, sino también que las lluvias otoñales llegaron en 1973-1974 mucho más tarde y fueron marcadamente menos abundantes; la sequía estival de 1974 fue mucho más grave y prolongada que la de 1973, año en que una tor menta en el mes de julio supuso una importante contribución a los recursos locales, aunque sus repercusiones en la agricultura fueran mínimas. Las variaciones locales son tan grandes que no está ni mucho menos ga rantizado que un año húmedo en un sitio lo sea también treinta kilómetros
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más lejos lejos.. A lgunas variaciones locales son pro du cto del relieve físic físico: o: Tebas Tebas,, situada en medio del paisaje fundamentalmente llano propio de la Grecia central, recibe por término medio sólo el 63 por 100 de la pluviosidad anual de Lebadea, situada a unos treinta y cinco kilómetros al oeste de ella, en la comarca excesivamente lluviosa del monte Parnaso. Otras variaciones loca les resultan menos fáciles de explicar: en 1957, mientras que Atenas recibió sólo el 80 por 100 de las precipitaciones anuales que tiene por término me dio, en Eleusis, a sólo veinte kilómetros de la capital, se produjeron las pre cipitaciones que habitualmente suele tener; cinco años antes, en cambio, Eleusis recibió sólo el 83 por 100 de la media anual de lluvias, mientras que Atenas alcanzó una cota del 114 por 100 respecto de la media de precipita cione ciones. s. Si Si tenem tenem os en cuenta cu enta qu e esas esas variaciones variaciones implican implican que qu e un lugar pue de producir una cosecha normal de trigo, mientras que en el otro el trigo o inclus inclusoo la cebada plantada plan tada no po podrían drían dar cosecha por falta de agua, estas estas es tadísticas, por áridas que puedan parecer, adquieren una importancia real muy gran de para p ara la población local local.. Vegetación natural
El relieve y el clima no sólo afectan a los posibles cultivos, sino que, lo mismo que otros factores que en algunos casos aún no han sido entendidos del todo, afectan también a las plantas silvestres. Este hecho resulta suma m ente chocante y es además im portantísi portantísimo mo par a la colect colectivi ividad dad hum ana en el caso de los árboles. Las hayas no crecen al sur de Tesalia; el pino común europeo, Pinus silvestris, no penetra más allá de Macedonia. El pino co mún de la Grecia meridional es es el pino de A leppo, una variedad en ana con una pe p e c u lia li a r p re fer fe r e n c ia p o r los lo s a m b ien ie n tes te s co cost ster eroo s: es b u e n o p a r a la resi re sinn a , p e r o de poca poc a utilidad utilidad d esde el pun to de d e vista vista m aderero. Más útil es es el pino pino negro, negro, Pinus nigra, que se encuentra en terrenos montañosos a alturas considera bles: ble s: e s te e r a el p ino in o p r e f e rid ri d o p a r a la co conn s tru tr u c ció ci ó n d e n av avee s m e rca rc a n tes te s y de casas. Los viajeros que llegan a Atenas y la zona rural circundante pueden observ ar qu quee el pino de A leppo constituye constituye una p arte esencial esencial del campo grie go,, mientras go mientras que cuando p asa la serranía serranía del Parnaso /Citerón y se se ad entra en el no rte del país país,, el el pino de A leppo desaparece, au nqu e ni el terre no ni el el cli cli ma son particularmente distintos. Por el contrario, el abeto griego, A b i e s ce ph p h a lo n ic a , no es muy exigente con respecto al suelo en que crece y podem os enc on ontrarlo trarlo en las mo ntañas y en las mesetas del Ática, Beocia y la la totalidad de la Grecia septentrional a alturas situadas entre los 600 y los casi 2.000 me tros. El abeto es más ligero y más fuerte que el pino y por eso era preferido pa p a r a la fab fa b rica ri cacc ión ió n de trir tr irrr e m e s y e n p a r tic ti c u lar la r p a r a los rem re m o s d e e s te tip ti p o de nave; pero era el abeto blanco, A b i e s a lba lb a , que en Grecia se encuentra úni camente en Macedonia, el preferido de los constructores de naves. Podemos p resum ir que la geografí geografíaa físi física ca de G recia se se ha m antenido b á sicamente inalterable desde que el ser humano entró en escena, ¿pero hasta
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H e s íod ío d o , « L o s tra tr a b a jos jo s y lo s días dí as», », 60960 9-61 617. 7. F ina in a l d e la d e s cripción cripción que hace H esíod o d e las labores del año agríc agrícol ola. a. T e x t o 7.
Cuando Orion y Sirio lleguen a la mitad del cielo y la Aurora de rosados dedos pueda ver a Arturo, ¡oh Perses!, entonces corta y lleva a casa todos los racimos; déjalos al sol diez días y diez noches y cinco a la sombra; al sexto, vierte en jarras los dones del muy risueño Dioniso. Luego que se oculten las Pléyades, las Híades y el forzudo Orion, acuérdate de que empieza la época de la labranza. Y ¡ojalá que el año sea propicio dentro de la tierra!
qué punto podemos estar seguros de que el clima y la vegetación han segui do siendo los mismos? ¿Cómo podemos estar seguros de que Waterhouse se equivocaba al imaginar una Grecia de umbrosos bosques caducif caducifoli olios, os, estan ques rodeados de lirios, y pálidas doncellas pre-rafaelistas? No tenemos es tadísticas climáticas de la Antigüedad, pero sí poseemos varias descripciones de la vegetación y de la tem po porad radaa agrícola agrícola realizadas realizadas po r autores au tores de las ép o cas arcaica y clásica, y en particular las del poeta Hesíodo, que vivió en Beo cia hacia el año 700 a.C. a.C. (texto 7), y el discípulo discípulo de A ristóteles ristótele s Teofrasto, na tural de la isla de Lesbos y residente en Atenas a finales del siglo iv a.C. Dichas descripciones no siempre nos dan una información tan precisa como desearíamo s (los (los autore s antiguos no distinguen e ntre las las diversas diversas variedades variedades de pino y roble, no diferencian el enebro del cedro, etc.), pero nos dicen lo suficiente para que podamos estar razonablemente seguros de que el mode lo de estaciones estaciones du ran te la Eda d An tigua era el mismo que el actual, actual, y el tipo de plantas silvestres que podían encontrarse entonces en el país era también más o menos el mismo. Como veremos más adelante, los grandes cambios que se han producido prod ucido han afectado men os a la vegetación vegetación silvestr silvestree que a los los cultivos agrícolas. Si queremos remontarnos a épocas anteriores a la de nuestras fuentes li terarias, debemos remitirnos a las investigaciones arqueológicas de la modi ficación de los accidentes geográficos y de los depósitos de polen proceden tes de las zonas permanentemente húmedas, que han conservado materia orgánica con arreglo a la secuencia cronológica de su sedimentación en un ambiente carente de oxígeno. Gracias a esas fuentes, que pueden remontar se a varios milenios, resulta bastante claro que la última glaciación conoció una Grecia más seca y más fría, y que fue un período caracterizado por la erosión del suelo y por la consiguiente sedimentación (denominado a menu do «Relleno antiguo»), atestiguado no sólo en Grecia, sino también en otros pu p u n tos to s de dell M e d ite it e rrá rr á n e o . E l p aisa ai saje je g rieg ri egoo d e h ace ac e 30.000 30.0 00 añ añoo s e r a d e c idid id idaa mente distinto: el nivel del mar era unos 120 m más bajo que el actual, dan do lugar a grandes espacios llan llanos os en la costa, costa, y parece que las las prad eras p re
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dom inaban en aquellas condiciones de extrem a sequía, en vez vez de los bosques. bosques. El calentam iento del clima clima y la subida del nivel nivel del m ar fueron bas tante len tos y concluyeron hace unos 8.000 años. El aumento de la temperatura trajo consigo el predominio de los árboles y los bosques, tanto caducifolios como de coniferas. Por desgracia, si bien los granos de polen nos permiten captar una im agen a gran des rasgos de esos cambios fundam entales, con stituyen un un * instrumento extremadamente imperfecto a la hora de investigar tales fenó menos en d etalle: etalle: cada planta distribuye distribuye distintas distintas cantidades de polen d e m a nera diversa, y puede que otros factores distintos al de la cantidad de polen en la atmósfera de un determinado lugar hayan afectado a la depositación del polen en el lecho de un lago. Los diagramas de polen, no obstante, ponen de manifiesto hechos tan singulares como la total ausencia de abeto griego en la comarca que rodeaba al lago Copais, en la Beocia central. Así As í pues, los los grandes cambios ocurridos en el m edio natu ral de Grecia se pr p r o d u j e r o n m u ch choo a n tes te s de q u e el s er h u m a n o e s tuv tu v iera ie ra en co conn d icio ic ionn e s d e modificarl modificarlo; o; y cuando el ho hom m bre en tró en escena no estam os muy seguros de cuál fue la influencia que tuvieron sobre el mundo circundante su presencia en él y el desarrollo de la agricultura sedentaria. Ya a comienzos de la Edad del Bronce existen indicios de asentamientos humanos diseminados a lo lar go del paisaje, y este hecho da a entender que si el medio natural de hace 8.00 8.0000 años estaba dom inado po r los los bosques, bosques, el hom bre tuvo q ue realizar un esfuerzo considerable p ara acabar acab ar con ellos ellos du ran te el Neolít Neolític ico. o. La imagen general que obtenemos es la de unos grandes cambios en el pa p a s a d o rem re m o to, to , p e r o d e no d em a sia si a d o s cam ca m b ios io s d e im p o rta rt a n c ia — ni en el cli cli ma ni en el medio am biente— d uran te los últimos últimos 3.00 3.0000 años. años. La imagen d e tallada es mucho menos clara. Una vez admitido que el esquema climático general ha seguido siendo el mismo, y que la vegetación se ha visto alterada en gran medida en virtud de la evolución y la agregación y no de la destruc ción, seguimos en una situación bastante precaria cuando queremos respon der a cuestiones relativas a una zona rural en concreto. Rep R eper ercu cusi sion ones es d e la agric ag ricult ultur uraa
Cada régimen agrícola en particular tiene sus propias repercusiones so br b r e el pa pais isaj aje. e. L a a g ric ri c u ltu lt u ra signi sig nific ficaa la elim el im ina in a ció ci ó n d e á rbo rb o les le s m a d e r e ro s , la siembra de frutales y viñas, la continua labranza de los campos, que les per mite almacenar más agua, y la siembra de cereales y legumbres, que absor be b e n d e la tie ti e r r a y dev d evuu e lve lv e n a ell e llaa div d iver erso soss n u trie tr ienn tes. te s. E n los te rre rr e n o s e n p e n diente el cultivo constante exige que se tomen medidas para retener la capa superficial del suelo y que no n o desapare desa parezca zca por p or efecto efec to de la erosión, lo cual su po p o n e la co conn s tru tr u c ció ci ó n d e ter te r r a z a s y m u ros ro s d e c o n ten te n c ión ió n , q u e n o sólo só lo a lte lt e r a n el aspecto del paisaje paisaje,, sino que c rean un nuevo nicho ecol ecológi ógico. co. El pa storeo pu p u e d e c o m p e tir ti r c o n la ag r icu ic u ltu lt u r a p o r los p a s tos to s d e las tie ti e rra rr a s llana lla nas, s, p e r o en pri p rinn c ipio ip io lo q u e ex p lo ta s o n los lo s c am p o s sin lab la b rar, ra r, p u e s o v ejas ej as y c a b ras ra s pa pass-
EL ESCENARIO
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tan en las tierras que no son buenas para la agricultura o que no se quieren dedicar a esa tarea. Las ovejas y más aún las cabras son prácticamente om nívoras y comen una gran variedad de matorrales y árboles. Los árboles que más les gustan (el tilo, la encina, etc.) quedan aislados en zonas inaccesibles a las cabras. Los que pueden resistir la acción devoradora de estos animales, aunque reducidos a ras de suelo, siguen presentes en el paisaje, si bien no en forma de árbol, sino de arbusto. La reducción de tamaño de las especies ar bó b ó rea re a s y su s u co conn v e rsió rs iónn en a r b u s tos to s p e r m ite it e n q u e llegu lle guee la luz a zo z o n as q u e a n teriormente eran umbrías y, de paso, que crezcan otras plantas que no so po p o r ta n la som so m b ra. ra . E n p a rtic rt icuu lar, la r, se h a d e f e n d ido id o la tesis tes is d e q u e las p lan la n tas ta s características del tipo de vegetación denominada garriga, como el aguavien tos o el tomillo, que se crían en suelos poco húmedos, y por tanto inadecua dos para las plantas boscosas, ha surgido exclusivamente debido a la acción de los rumiantes m enores. enores. Si no hubiera existido la actividad agrícola, el paisaje griego habría sido más boscoso, habría tenido más árboles de hoja caduca y una división entre bo b o s q u e s y pra p radd e ras ra s , seg se g ú n la cu cual al esta es tass ú ltim lt imas as h a b r ían ía n o c u p a d o las zo zonn a s d e masiado secas o de suelo demasiado reducido para que pudieran desarro llarse los árboles. La situación no sería estática: determinados árboles (y en pa p a r tic ti c u lar la r los p ino in o s) n o p u e d e n c rec re c e r en la s o m b ra q u e p ro d u c e n sus p r o pio pi o s co conn g én éner eres es,, y sólo só lo p u e d e n re g e n e r a r s e c u a n d o los á rbo rb o les le s m a d u ro s h an llegado al final de su vida y caen en un número lo suficientemente grande como para permitir el paso de la luz hasta el nivel del suelo. Lo que habría faltado del paisaje silvestre actual habrían sido las zonas cubiertas de plantas aromáticas, la garriga, tan típica del campo griego y de toda la vida griega contemporánea. Más controvertido es el tema de si el propio paisaje ha sido alterado fí sicamente por el hombre. Muchos han alegado que durante los últimos 3.000 años aproximadamente de explotación humana, la actividad del hom br b r e n o sólo só lo h a h e c h o d e s a p a re c e r los lo s árb ár b o les, le s, sino si no tam ta m b ién ié n el suel su elo, o, q u e se ha desprendido al no contar con las raíces de los árboles que lo retenían ni con el tupido follaje de las ramas que lo protegían de la violencia de las tor mentas estivales. Desde luego es innegable que el suelo griego ha sufrido una fortísima erosión. Ya hemos hablado de la erosión del Pleistoceno, an terior a la entrada en escena del ser humano; la erosión y la sedimentación pr p r o d u c ida id a p o r la tra tr a n s g r e s ión ió n m a rin ri n a p u e d e n r a s tre tr e a r s e e n algu al gunn o s lug lu g are ar e s en época histórica; pero la relación existente entre erosión y actividad agrí cola o pastoril no es ni mucho menos directa. Es indudable que los cultivos en declive acaban produciendo el derrumbamiento del terreno, como pue de verse con toda claridad por la acumulación de tierra en lynchets en los linderos de los campos situados en pendiente, sobre todo si esos linderos adoptan forma de cerca. Igualmente es indudable que cuando un paisaje que estaba dispuesto en terrazas deja de ser cultivado y éstas no se man tienen, las terrazas enseguida se agrietan y el terreno se desliza por ellas antes de que la pendiente pueda volver a estabilizarse. ¿Pero es posible que
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
este tipo de factores hayan alterado tan radicalmente el paisaje griego des de la Edad Oscura? En general, son muchas las probabilidades de que la respuesta a esta pregunta sea «No». Por supuesto podemos encontrar algu nos ejemplos concretos de zonas en las que se habla de la existencia de bos ques en la Antigüedad y en las que ahora no queda ni un árbol, pero hay bu b u e n a s raz ra z o n e s p a r a n o c r e e r q u e tod to d a s las m o n tañ ta ñ a s q u e a h o r a e s tán tá n p e ladas o cubiertas sólo de macchia o de garriga, estuvieran bien provistas de mantillo y de bosques en la Antigüedad. Hoy día, cuando podemos estudiar la erosión que se está produciendo en la actualidad, a menudo resulta muy difícil descubrir qué es lo que hace que un determinado paisaje se erosione o por qué en un momento determinado cesa la erosión. Algunos de los ejemplos más dramáticos de erosión del suelo son desde luego fruto de unas condiciones climáticas excesivamente severas, que no sólo han remo vido el terreno, sino que se han llevado consigo al mismo tiempo árboles adultos y casas de dimensiones considerables. Muchas cosas han sucedido en el paisaje griego desde la Edad Oscura hasta nuestros días, pero si queremos evocar cómo era una determinada re gión de Grecia en aquellos tiempos, probablemente lo peor que podríamos hacer no sería desde luego empezar fijándonos en el aspecto de ese mismo pa p a isa is a je e n la a c tua tu a lid li d ad ad.. L o m á s p r o b a b le es q u e m u c h as ve vece cess d e s c u b r iér ié r a mos más cambios cambios m edioambientales trasladándono trasladándono s treinta kilómetros de un sitio a otro en plena Edad Oscura de los que podríamos apreciar trasladán donos de la Edad Oscura hasta el presente sin movernos del sitio. El mundo griego en sentido lato
Su familiar familiaridad idad con una g ran variedad de condiciones medioam bientales fue quizá uno de los los factores que p erm itieron a los gri griegos egos trasladarse con fa cilidad de un sitio a otro por todo el ámbito del Mediterráneo y establecerse fuera del mundo griego propiamente dicho del continente y las islas adya cente centes. s. Se pensaba pensa ba que q ue el helenismo helenismo era fruto de una ascendencia común, de unas costumbres, una lengua y una religión comunes: fue la demostración de que tenían la misma ascendencia que los argivos lo que permitió a los macedonios ser aceptados por los griegos y participar en los Juegos Olímpicos (Heródoto, 9.45.2 y 5.22; cf. GW, 74; compárese esta anécdota con las mani festaciones de los atenienses recogidas en Heródoto, 8.144.2). Durante bue na parte de la época estudiada en el presente volumen muchos de los que se denominaban a sí mismos griegos vivían fuera de lo que hoy en día es Gre cia. Cuando los griegos se establecieron en Sicilia, el sur de Italia, el Norte de Africa o el mar Negro, se encontraron con unos tipos y unas condiciones de clima considerablemente distintos de los que pueden darse en cualquier rirtcón de la península helénica. La vegetación de esos lugares presentaba muchas limitaciones, particularmente por lo que respecta al cultivo del olivo, pe p e r o tam ta m b ién ié n m u ch chas as p o s ibil ib ilid idad adee s n u ev evaa s — co com m o la d e la p lan la n ta llam ll am ad adaa
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EL ESCENARIO
Pluviosidad del litoral meridional y oriental de Sicilia y de la costa y la llanura de Cirene. C u a d r o 2.
Pluviosidad en mm
S
O
N
D
E
F
Agrigento media, 1931-1940 24
46
81
94
57
61
Siracusa media, 1931-1940
58
125
90
115
63
47
Ptolemaida 1 9 3 2 -1 9 3 3 4,5
M
A
M
J
J
A
A nual
40
21
23
6
1
4
458
41
29
21
5
1
11
60 6
0,4
0
0,1
161,7
3.9
90,7
23,7
11,4
11,3
4,2
0,4
11,1
1,7
0
0
0,5
0
446,2
Ptolemaida 1934-1935
1,0
55,1
14,3
168,7
141,8
31,3
3 1,8
Cirene 1 9 4 6 -1 9 4 7
0
42 ,2
62
178,2
179,5
27,4
6
1
0
0,5
0
0
496,8
Cirene 1 94 8 -1 9 4 9
0,4
3
143,1
146,6
196,6
76,5
86,3
2,2
2 6 ,8
3,6
0
7,4
692,5
silfio, restringida geográficamente a Libia—, a las que no estaban acostum bra br a d o s. Si q u isié is iéra ram m o s e f e c tu a r u n e x a m e n co m p leto le to d e las cara ca racc terí te ríst stic icas as geográficas de este mundo griego en sentido lato tendríamos que estudiar la geografía geografía de buena p arte de la cuenca mediterránea, pe ro si comparam os los los datos climáticos de Sicilia y el Norte de África con los que presentábamos anteriormente veremos cuáles eran algunas de las condiciones en las que tu vieron que acostumbrarse a vivir los griegos y cómo eran las que tenían en su lugar de origen. En Sicilia y en Libia, al igual que en la propia Grecia, la pluviosidad va riaba m ucho de un sitio sitio a otro (cu adro 2). En realidad los los griegos griegos no se se esta ble b lecc iero ie ro n e n las reg re g ion io n e s m ás h ú m e d a s d e Sicilia Sic ilia,, q u e s u e len le n c o r r e s p o n d e r a las zonas montañosas del interior. No obstante, en la costa oriental de la isla, que fue donde primero se establecieron, en lugares como la propia Siracusa, el clima es significativamente más húmedo que en el sureste de Grecia. In cluso en años particularmente secos, cuando la pluviosidad no alcanza en Si racusa los 400 mm, los cultivos de cereal no corren peligro de carecer de agua, y en los más lluviosos, en los que las precipitaciones llegan a superar los 1.000 mm, el índice de pluviosidad sólo puede compararse con el de las zonas m ontañosas de G recia. Cu ando los los grieg griegos os emigraro n a O ccidente, ccidente, sin sin embargo, las colonias costeras que fundaron tenían una pluviosidad bastante
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
menor, que desde luego no ponía en peligro serio la cosecha de cereales (en Agrigento los años secos pueden llegar a los 300 mm de agua de lluvia, mien tras que los húmedos llegan a los 600 mm). En Libia el contraste es mucho más estridente. La costa, donde se fun daro n las las primeras colonias y don de estab an situados la la mayoría de los los asen tamiento s griego griegos, s, aparte de Cirene, es es una zona de frecuen tes e impo rtantes sequías. Así lo ponen de manifiesto las cifras de Ptolemaida correspondien tes a la temporada 1932-1933, cuando la sequía alcanzó unas cotas tales que los cereales, incluida la cebada, no pudieron sobrevivir. La media de precipi taciones anuales de lluvia en Ptolemaida entre los años 1921 y 1940 fue de 350 mm, que resulta bastante semejante a la de Atenas. La comarca de Aciris, donde tradicionalm ente se estableció el primer asentam iento, era inclus inclusoo más seca; la moderna ciudad de Derna tiene una pluviosidad media de 283 mm al año, cantidad insuficiente para el cultivo de trigo. Por el contrario, la pr p r o p ia C iren ir ene, e, e n la lla ll a n u ra s itu it u a d a en el in teri te rioo r, e s tá m u ch choo m e jo r s u rtid rt idaa de agua, lo cual explicaría la afirmación de Heródoto (4.158) de que en ella «el cielo está agujereado». La media de precipitaciones en Cirene entre los años 1915 y 1939 fue de 595 mm, aunque estos datos ocultan no sólo la gran variación variación existente de u n año a otro, sino sino inclus inclusoo de un quinquenio quinq uenio a otro: otro: en 1915-1919 la media fue de 422 mm, pero en 1920-1924 se llegaron a los 804 mm. No obstante, incluso en Cirene la sequía estival puede llegar a ser en todo caso mucho más larga que en el continente griego, durando algunos años de abril a octubre; los altos índices de pluviosidad vienen determinados po p o r las p rec re c ipit ip itaa c ion io n e s esp es p e c ialm ia lm e n te cu cuan anti tioo s a s d e los m eses es es de invi in vier erno no.. Estas condiciones son significativamente distintas de las de Sicilia, donde re gularmente cabe esperar que las lluvias comiencen en septiembre; y son lo ba b a s ta n te d isti is tinn tas ta s co com m o p a r a ex exig igir ir cier ci erto toss a jus ju s tes te s en las p ráct rá ctic icaa s ag agríc rícol olas as habituales. Es probable que la vida en Libia exigiera la cooperación activa de los colonos griegos y los pueblos nómadas dedicados al pastoreo, que sólo po p o d ían ía n e x p lo tar ta r las zo zonn as m en enoo s lluvio llu viosa sas, s, d e un m o d o q u e n o h a b r ía sid si d o n e cesario ni en Grecia ni en Sicilia.
V i v ir d e l a t ie r r a
L o s m é t o d o s a g ríco rí cola lass tra tr a d icio ic io n a les le s y los lo s e m p le a d o s e n la A n t i g ü e d a d
Si somos prudentes y tenemos cautela a la hora de justipreciar hasta qué pu p u n t o se h a m o d ific if icad adoo el p ais ai s aje aj e n a tu r a l d e G rec re c ia, ia , d e b e ría rí a m o s tam ta m b ién ié n t e ner en cuenta hasta dónde han llegado los cambios en la agricultura. Resul ta relativamente fácil olvidarse de las novedades introducidas durante el si glo pasado, como, por ejemplo, la mecanización, que incluso en Grecia ha reducido en gran medida la fuerza de trabajo necesaria para las labores agrí colas, o los pesticidas y fertilizantes químicos, o la facilidad de transportar pro p ro d u c tos to s e n g ran ra n d e s can ca n tid ti d a d es, es , q u e h a n p e r m itid it id o el a u m e n to d e la p r o
EL ESCENARIO
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ducción de bienes relativamente perecederos destinados a los grandes mer cados. Pero resulta tentador creer que la agricultura tradicional de la Grecia pr p r e m o d e r n a , q u e tod to d a v ía p u e d e o b s e r v a rse rs e e n algu al gunn as islas isla s y en c iert ie rtas as z o nas apartadas, funciona exac tamen te de la misma m anera y tiene tiene las mismas limitaciones que la agricultura de la Grecia prehistórica e histórica. Aunque son muchas las cosas que no se han modificado, los cambios experimentados son importantes. Los más relevantes afectan a los métodos de cultivo, a la va riedad de éstos, a la seguridad de las cosechas, y a la nlovilidad de la produc ción a través de las zonas rurales. La agricultura griega tradicional, como puede observarse en las explota ciones más pequeñas e incluso en algunas comunidades de la Grecia moder na en las que la mecanización es mínima, es la extensiva. Las tierras de cual quier familia suelen estar diseminadas en parcelas pequeñas, de suerte que los campos más alejados pueden llegar a estar a varios kilómetros de distan cia de la residencia del agricultor. Los cultivos que requieren una inversión im po portante rtante de fuerza de trab ajo su elen limitarse limitarse a los los terren os m ás cerca cercanos. nos. El labrador suele utilizar sobre todo bestias de carga como fuerza motriz pa p a r a tra tr a s lad la d a r de u n lug lu g ar a o tro tr o tan ta n to a su p e r s o n a co com m o sus su s p rod ro d u c tos, to s, mientras que la cría de ovejas y cabras constituye por lo general una labor aparte de la explotación de los campos de la familia. Durante buena parte de la época estudiada en el presente volumen la densidad de población no e ra muy grande, el país país no es taba e xplotado al cie cienn po p o r cien ci en y las h a c ien ie n d as p ro b a b le m e n te e s tab ta b a n m ás co conn c en entr trad adaa s. E r a p o s i ble bl e u n a ex expp lota lo taci cióó n m ás inte in tenn s iva iv a de las á rea re a s cu cult ltiv ivad adas as en su tota to tali lidd a d , p e r mitiendo por ejemplo el cultivo rotativo de leguminosas, que requieren mu cha mano obra, y de cereales, que no requieren tanto trabajo, en lugar del simple barbecho, como medio de asegurar la fertilidad del suelo. Más aún, cuando una extensión considerable de terreno está en manos de un solo la br b r a d o r, p u e d e c r iar ia r a n im ales al es en ella el la,, y n o e n o tro tr o luga lu gar, r, u tili ti liza zann d o el e s tié ti é r col para abonar los cultivos. Existe incluso un modo de que el labrador ten ga una productividad más alta utilizando su fuerza para volver el suelo y sem brar la semill semillaa con plantador, sin ten er qu e criar un buey bu ey para arar y sem br b r a r a vo vole leo. o. E s te tip ti p o de a g ric ri c u ltu lt u ra inte in tenn siv si v a p res re s u p o n e cu cult ltiv ivar ar un n ú m e ro bastante grande de productos, y no especializarse en uno solo, cultivando cada uno de ellos en tantos puntos distintos como permita la propiedad, de mod o que qu e puedan pue dan explotarse p lenam ente las las diversa diversass condiciones ecológ ecológica icass disponibles. Cultivar un mismo producto en diversas condiciones y cultivar varios productos distintos son dos maneras de asegurarse la plena explota ción de un recurso tan escaso como es la fuerza de trabajo del hombre (véa se infra, pp. 87-90): los cultivos que se siembran en épocas y condiciones dis tintas maduran en momentos también distintos; por ejemplo, los cultivos arbóreos y las viñas han de ser trabajados cuando los cereales no necesitan trabajo, etc. Además, el cultivo de productos hortícolas perecederos para el consumo familiar, sobre todo con la ayuda del regadío, puede no necesitar prá p rácc tic ti c a m e n te n ing in g ú n tra tr a b a jo d u r a n te la m a y o r p a r te d el añ añoo , y sin em b a r g o
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
ser rentable. Estos regímenes intensivos aseguran un nivel máximo de autar quía y un mínimo nivel de riesgo. Los orígenes de este sistema sistema d e agricultura intensiva se se han perd ido en la pe p e n u m b ra d e la E d a d O scu sc u ra. ra . Se co conn s e rva rv a n tes te s tim ti m o n ios io s arq ar q u e o lóg ló g ico ic o s sufi su fi cientes cientes,, como p or ejem plo grane ros en m iniatura, an teriores al año 800 800 a.C a.C., ., lo cual indicaría indicaría que el régimen régimen agrícola agrícola vigente dura nte la Ed ad Oscura Oscu ra pro pr o ba b a b lem le m e n te n o se b a s a b a en e n el pa p a s to re o en u n g rad ra d o sig si g n ific if icat ativ ivam am en ente te m a y o r que el régimen vigente d ura nte los los sigl siglos os inm ediatam ente suces sucesiv ivos. os. Cuan do las comunidades son pequeñas, la explotación intensiva de carácter familiar pu p u e d e llev ll evar arse se a cab ca b o d e s d e u n a ald al d ea, ea , y n o d e s d e u n a g ran ra n ja ais ai s lad la d a, y la ca ca rencia de testimon testimonios ios arqueológicos d e ese tipo de granjas aisladas aisladas en casi casi toda Grecia durante la época arcaica (véase infra , p. 237) no permite hacer dema siadas siadas deducciones respecto al tipo tipo de ag ricultura que se practicaba, practicaba, aun qu quee sí nos dice dice que no n o se cultivaba cultivaba toda la tierra tierra qu e se podía cultiva cultivar. r. D ebem os im a ginar proba blem ente que en el mundo griego griego prevaleci prevalecieron eron básicamente du ran te la mayor ma yor parte par te de la época que estamos estud iando unas un as prácticas prácticas agrí colas colas simil similare ares, s, aunq ue en realidad no cabe dud a de que la distribución de las las pr p r o p ied ie d a d e s ag agrí ríco cola lass v a r iab ia b a c o n s id e r a b lem le m e n te de u n a c iud iu d a d a o tra tr a , y de que la escasez escasez de m ano de ob ra den tro de la familia familia en determ inadas inada s ciudades y en en determinado s mom entos debió de repercu tir de un mod o bastante signi signi ficat ficativo ivo sobre el tipo tipo de vida del labrador, cua ndo no sobre sob re los propios propio s proce pro ce sos agrícolas (véase infra, p. 26 267, 7, pa para ra los posibles cam bios introdu in troducidos cidos en el régimen agrícola agrícola de Aten as d urante ura nte la época arcaica). arcaica). Mo M o d ific if icaa ció ci ó n d e los culti cu ltivo voss
Muchos de los cultivos habituales en la Grecia actual no existían en el pa p a isa is a je g rieg ri egoo arca ar caic ico. o. A lgu lg u n o s p ro d u c tos to s b ásic ás icoo s co com m o los cítric cít ricos os,, el m aíz, aíz , los tomates, las patatas, las zanahorias, las habas, el algodón o el tabaco, es taban ausentes por completo del paisaje de la Grecia arcaica y clásica; las pa sas eran conocidas, pero no eran explotadas, y parece que las algarrobas se hallaban hallab an limitadas lim itadas a Jonia y a algunas de las islas islas del Egeo. El m elón (una va v a riedad bastante poco desarrollada y no excesivamente dulce), el melocotón, el albaricoque, la alfalfa y la colocasia parece que no llegaron a Grecia hasta el primer milenio a.C. y su cultivo todavía no se había generalizado durante la época arcaica. Incluso los cereales básicos eran distintos; en algunas regio nes de Grecia, incluida el Ática, el grano cultivado habitualmente era la ce ba b a d a , y n o el trig tr igoo (au (a u n q u e p a r a el c o n s u m o h u m a n o se p r e fe r ía el trig tr igoo d e importación), impo rtación), y all allíí do donde nde se culti cultivaba, vaba, como como ocurre actualm ente en el Ática, pro p ro b a b le m e n te el q u e se u tili ti lizz a b a e r a el trig tr igoo d u ro q u e se s iem ie m b ra e n inv in v ier ie r no (el que se utiliza para la fabricación de la sémola y la pasta); el trigo que se emplea para fabricar pan requiere más humedad y se cría en climas más fríos, por lo que la Grecia continental debía importarlo de la zona del mar Neg N egro ro..
EL ESCENARIO
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A unq unque ue muchos de los culti cultivos vos introducidos en Grecia d ura nte o después del primer milenio a.C. son relativamente «exóticos», han desempeñado dos funciones importantísimas: son fácilmente comercializados y permiten una dispersión del trabajo agrícola a lo largo del año. Cultivos como las pasas, el algodón, y el tabaco son productos comerciales duraderos, que pueden al mace narse con relativa relativa facili facilidad dad du rante período s de tiemp o b astante larg largos os.. Funcionan como lo han hecho tradicionalmente el aceite de oliva o el vino: pe p e r m ite it e n al a g ric ri c u lto lt o r intr in troo d u c irs ir s e e n u n a e c o n o m ía d e m e rca rc a d o m ás va vast sta, a, y además con poco riesg riesgo. o. El traba jo q ue requ re qu ieren estos cul culti tivos vos,, como o cu rre con el que necesitan las leguminosas, que, aparte de exigir mucha mano de obra, ob ra, son un prod ucto relativam ente poco comercial, comercial, suele suele presen tarse en épocas del año distintas de las que acapara la tríada mediterránea por exce lencia: grano, vid y olivo. Permiten por tanto al agricultor que explota culti vos extensivos utilizar la fuerza de trabajo con tanta eficacia como el que se dedica a los cultivos intensivos. La adecuación cada vez mayor de los cultivos tradicionales al me dio ambiente ha aumentado la seguridad de sus cosechas, del mismo modo que ha aumentado su productividad. Esta circunstancia es significativa por cuanto el labrador y en particular aquel que no se vuelca en los cultivos co merciables, necesita siempre planificar el año contando con lo peor. El au mento de la seguridad de la cosecha significa que debe dedicarse a los prin cipales productos un terreno más pequeño, y que el labrador puede so bre b revv ivir iv ir co conn u n a p a rce rc e la tam ta m b ién ié n m ás p e q u e ñ a , o u tili ti liza zarr u n ter te r r e n o m ás grande para entrar en el mercado de los productos comerciables. Esa di versificación permite un mejor uso de los diversos nichos ecológicos locales y una dispersión más eficaz de la fuerza de trabajo del labrador a lo largo del año. L a im p o r ta n c ia d e lo s tra tr a n sp o rte rt e s
Ha sido, sin embargo, la mejora de las posibilidades de los transportes la que ha tenido unas repercusiones mayores incluso sobre la agricultura «tra diciona dicional», l», pues un m ejor tran sporte sp orte de los productos modifica modifica la posición posición de la cría de animales en el marco de la economía agraria en general. Una de las ventajas tradicionales del ganado, mayor o menor, ha sido su movilidad. A consecuencia de ello, pueden aprovecharse al máximo las capacidades pro ductivas de las tierras marginales, al trasladar a los animales de un pasto a otro cada día o cada temporada, y por consiguiente alimentar a los animales en un sitio y venderlos en otro. La producción agrícola no tiene esa movili dad y la relación existente entre el volumen y el valor de los productos agrí colas colas no elaborado elabo radoss restringía eno rm em ente la distanci distanciaa que éstos tenían que salvar salvar por tierra, dado el carác ter rudim entario d e las las principales principales vías vías de co municación y la falta de un desarrollo de unos aparejos eficaces para las ca balle ba llerí rías as..
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Las malas condiciones de los transportes afectan a unos productos agrí colas más que a otros. La lentitud de las comunicaciones puede impedir a los pro p ro d u c to r e s d e g ran ra n o s aca ac a r p len le n o p rov ro v e c h o de las s itu it u acio ac ionn es d e esca es case sezz q u e pu p u d ier ie r a n d a rse rs e en d e ter te r m ina in a d o s luga lu gare res, s, p e r o p o r lo d e m á s la len le n titu ti tudd d e los transportes tiene pocas repercusiones sobre el movimiento de la producción de cereal, del mismo modo que tiene pocas repercusiones sobre las legumi nosas. Lo mismo cabe decir de los productos que pueden elaborarse y alma cenarse bien: tanto las aceitunas, que pueden conservarse o convertirse en aceite, aceite, como las las uvas uvas,, que pu ede n secarse y convertirse en pasas o ferm entar y convertirse convertirse en vino, vino, no necesitan necesitan un sistema sistema de tra nsp orte rápido. O tra cosa muy distinta eran las frutas frescas y las verduras: sólo en las proximidades de las ciudades populosas podían los labradores esperar que sus productos llegaran al mercado. Sólo la mejora de las condiciones de los transportes habría pe rmitido a los los produc tores cam biar de actitud actitud y en vez de aten de r so br b r e to d o a la a u ta r q u ía local lo cal,, q u e o b liga lig a a c u ltiv lt ivaa r las v a rie ri e d a d e s cu cuya ya c o s e cha es más segura y/o se almacena mejor, confiar en el mercado para apro vechar incluso las malas cosechas. La conjunción de estas diferencias entre la agricultura griega de tipo «tradicional» y la agricultura de la Grecia arcaica garantizaría que el agricul tor no estuviera tan bien integrado en un mundo de horizontes más amplios que los meramente locales. Los acontecimientos locales, ya fueran obra de los dioses o de los hombres, tenían un papel importantísimo en la vida del la br b r a d o r y n e c e s a ria ri a m e n te s u scit sc itab aban an en él un vivo vi vo inte in teré rés. s. E l r e s to de dell m u n do no podía atraer su atención del mismo modo. Debemos situar el desarro llo de la ciudad griega en el marco de un ambiente agrícola mucho menos variado y mucho más limitado incluso en sus interacciones que el de los pe queños agricultores «tradicionales» de la Grecia del siglo xix. Pero la depen dencia que tenían ambos de la fuerza de trabajo del hombre y de una tecno logía logía parecida sup one que la agricultura antigua, como la practicada en todos los rincones de Grecia hasta hace un siglo aproximadamente, se viera some tida en buena parte a las limitaciones humanas, y ahora nos toca examinarlas.
L a s l im it a c io n e s h u m a n a s
L a d e m o g r a fía fí a
Lo que podía conseguir una persona en la Grecia arcaica se hallaba de terminado por el medio natural en el que vivía, pero también por una serie de limitaciones puramente humanas. Los autores antiguos sólo ofrecen un cuadro impresionista de la mortalidad y la natalidad propias de la Grecia ar caica, e incluso el importante volumen de obras médicas, que incluyen algu nos «historiales clínicos» detallados, no llegan a revelarnos la naturaleza o el alcance de los riesgos que amenazaban a la salud del individuo. Los datos comparativos de las sociedades preindustriales y de los actuales países del
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tercer mundo pueden proporcionarnos una guía de cuáles eran las tasas de mortalidad más probables, si bien la natalidad, y por lo tanto los posibles cambios de población, son mucho más específicos de cada sociedad y resul tan más difíciles de reconstruir con seguridad. Es muy probable que sólo poco más de la mitad de los niños que nacie ran llegaran a superar los 18 años. La mortalidad de los recién nacidos debía de ser muy alta, y la infantil un poco menos. Incluso en un período en el que la población se mantuviera estática, más del 40 por 100 de la misma debía de ser menor de 18 años; y en períodos de incremento de la población la pro po p o rció rc iónn q u izá iz á a lca lc a n zara za ra a los d o s terc te rcio ioss o más. T en enie ienn d o e n c u e n ta lo qu quee nos dicen las fuentes antiguas sobre la avanzada edad a la que solían casarse los varones, una buena parte de los niños debía de haber perdido a uno de sus progenitores o a los dos antes de los 18 años: las cifras comparativas su gieren que un tercio debía de haber perdido a uno de los padres hacia los 11 años y más del 50 po r 10 1000 a los los 18 18. C ualqu ier organización organ ización social social deb ería p o der hacer frente a un elevado número de huérfanos. Por otra parte, aunque tenemos algunos casos bien atestiguados de individuos que pasaron de los noventa años y pese a que una de las preocupaciones más repetidas en los textos de la literatura griega es tener a alguien que le cuide a uno en la vejez, es muy probable que menos de un cuarto de la población superara los 40 años y que sólo un 5 por 100 contara más de 60. Los ancianos de la comuni dad eran seleccionados por la lotería de la supervivencia. Nuestras ideas de lo que son las grandes decisiones colectivas, como la de animar a determina dos miembros de la sociedad a que se vayan y se establezcan en otro sitio, o simplemente la decisión decisión de marchar a la guerra, deben ten er en cuen ta la p e sada carga que suponen los niños. Todos tenemos que morir, pero la edad a la que cada uno muere no es com pletam ente ind epen diente dien te del carácter de la sociedad sociedad en que q ue se vi vive ve.. Fac tores tales como la densidad de población pueden tener unos efectos enor mes sobre la mo rtalidad, rtalidad, pues las las enferm edad es epidémicas se propagan sólo sólo cuando las personas están constantemente en contacto unas con otras. La elección elección del del domicili domicilioo puede pu ede por lo tanto a um entar enta r o disminuir la la vulnerab i lidad frente a la enfermedad, y como la elección del domicilio y las prefe rencias en este terre no de los distintos distintos grupos social sociales es puede pu edenn variar v ariar mucho, po p o d e m o s e n c o n tra tr a r d ife if e r e n tes te s índi ín dice cess d e m o rta rt a lid li d a d e n tre tr e d isti is tinn tos to s m iem ie m bro b ross d e u n a m ism is m a soci so cied edad ad.. E s m uy p ro b a b le q u e en la G rec re c ia de dell siglo sigl o vm a.C. a.C. la población estuv iera lo lo bastan te dispersa como p ara verse libre de epi demias infecciosas. Por otra parte, la resistencia frente a las enfermedades se ve muy disminuida por la desnutrición, de suerte que las épocas de escasez de alimentos suelen ser también períodos de una mayor mortalidad para los pob po b res. re s. E s a res re s iste is tenn c ia d ism is m inuy in uyee tam ta m b ién ié n e n los ú ltim lt im o s m eses es es d el e m b a r a zo, de suerte que las mujeres grávidas son especialmente vulnerables. Diver sos mitos griegos, empezando por el libro I de la Ilía Il íadd a , hablan de dioses que envían a los hombres pestes o hambrunas, y a menudo unas versiones de un mismo mito hablan de ham brun a y otras de peste. peste. Esto se deba quizá en par-
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te al parecido de las palabras griegas que significan «peste» — loimós — y «hambre» — limos — , pe p e r o tam ta m b ién ié n es p r o b a b le q u e sea se a u n refl re flej ejoo d el h e ch choo l imos —, de que las épocas épocas de gran m ortanda d a causa causa de una en fermed ad coinci coincidía díann generalmente con épocas de escasez de alimentos. La muerte era un fenó meno frecuente, tanto en la infancia como en otras edades, pero sólo en los pe p e r íod ío d o s d e esca es case sezz d e alim al im e n tos to s se p ro d u c ía e n g ran ra n d e s olea ol eada das. s. La natalidad se halla mucho más condicionada por las normas sociales que la mortalidad. Los cambios en las costumbres relativas a la edad nubil pa p a r a los v aro ar o n es, es , y m ás c o n c r e tam ta m e n te p a r a las m ujer uj eres es,, p u e d e n m o d ific if icar ar radicalmen te las tasas de natalidad, y por lo tanto, tanto, junto con las las tasas de m or talidad, modificar también los índices de cambio de una población, en senti do ascendente o descendente. Las decisiones de amamantar y destetar, que po p o r lo g e n e ral ra l s on m ás b ien ie n d e c a rác rá c ter te r socia so ciall q u e ind in d ivid iv iduu al, al , tie ti e n e n asim as imis is mo un efecto directo sobre la natalidad. Este tipo de cambios en los modos de vida puede tener consecuencias sobre las decisiones relativas a la organi zación social tomadas por motivos que no están directamente relacionados con la población, o quizá son tomadas a fin de producir un efecto demográ fico fico voluntario a la luz luz de un supuesto supu esto exceso o un sup uesto defecto de la po bla b laci ción ón.. N o e s tá clar cl aroo cu cuál ál e r a e x a c tam ta m e n te el lím lí m ite it e s u p e r ior io r de la n a tali ta lidd a d hum ana en la A ntigüedad. Las tasas tasas más altas altas de n atalidad fiables fiables que se han recogido en el m und undoo m odern o correspo cor respo nde ndenn a la la comun idad religi religiosa osa de los los hutteritas, en los Estados Unidos, en la que las familias tienen por término medio diez miembros. Las tasas de natalidad resultan más significativas cuando se combinan con las de mortalidad, pues el índice de cambio de la población es el pro ducto de ambas. Según la estructura de edad más probable durante la Anti güedad, si suponemo supon emo s que la esperanza espe ranza de vida a la hora de nacer era era de unos 25 años, años, habrían sido sido necesarios unos cinco partos p or cada mu jer sólo sólo para mantener la población estable. Alcanzar un aumento de la población del 1 po p o r 100 a n u a l h a b r ía ex exig igid idoo u n a m e d ia de casi ca si s iete ie te p a r tos to s sin si n c o n tra tr a tie ti e m po p o s p o r c a d a m u jer. je r. U n a n a tali ta lidd a d co com m o la q u e e n c o n tra tr a m o s e n t r e los h u t teritas, que les da un índice de crecimiento de más del 4 por 100, supondría, según este régimen de mortalidad, un índice de crecimiento apenas superior al 2 por 100 anual. Por otra parte, si suponemos una esperanza de vida a la hora de nacer de 30 años, se necesitarían menos de 4,5 partos sin contra tiempos por cada mujer para mantener la población estable, y siete partos po p o r m u jer je r h a b r ía p ro d u c ido id o u n cre cr e cim ci m ien ie n to d e la p o b lac la c ión ió n a p e n a s infe in ferr ior io r al 1,5 por 100 anual. Si aumentamos la esperanza de vida a los 35 años se re duce el número de partos por mujer necesarios para mantener la población estable a m enos del 4 por 100, pe pero ro sólo sólo con una un a esperanza esp eranza de vida a la hora de nace r de unos 37 años los los siete siete partos po r m ujer producen una tasa de cre cimiento del 2 por 100 anual. La averiguación de las tasas de natalidad y mortalidad reales a partir de los restos arqueológicos está llena de dificultades, pero las limitaciones reve ladas por estos datos comparativos resultan sumamente importantes. Lo que
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po p o n e n de m an anif ifie iess to es qu que, e, incl in clus usoo segú se gúnn las h ipó ip ó tesi te siss m ás o p tim ti m ista is tass d e e s pe p e r a n z a de vida vi da,, u n a tas ta s a de cre cr e c im ien ie n to d e l 2 p o r 100 a n u a l (lo cu cual al sign si gnifi ifi ca que la población se doblaría cada 35 años) exigiría la existencia de unas familias consecuentemente muy numerosas, y habría dado lugar a una po bla b laci cióó n en la q u e los niño ni ñoss s u p e r a r ían ía n c o n s ide id e rab ra b lem le m e n te a los ad adul ulto tos. s. U n crecimiento crecimiento exagerado de la poblaci población ón prob ablem ente resultaría mucho m e nos problemático problemático que u na reproducción inadecuada, pues teniendo en cu en ta que los factores determinantes de la mortalidad probablemente no esta ba b a n suje su jeto toss a cam ca m bios bi os rep re p e n tin ti n o s , c u a lqu lq u ier ie r cam ca m b io soci so cial al q u e re d u je ra la natalidad habría tenido unas repercusiones muy marcadas sobre el creci miento de la población. Ag A g r icu ic u ltu lt u r a y m a n o d e obra ob ra
En las modernas economías occidentales las dimensiones de la familia tienen sólo unos efectos limitados sobre la prosperidad o la estrategia eco nómica de una familia. En economías como las de la Grecia arcaica y clásica las dimensiones de la familia tenían unas repercusiones inmediatas. Las di mensiones de la familia son importantes por cuanto afectan a lo que en una economía de subsistencia constituyen las dos variables fundamentales: el consumo y la producción. La existencia de muchas bocas que alimentar sig nifica que hay que producir mucho; y la existencia de muchos brazos para trabajar trab ajar signi signifi fica ca que se pueden pued en cultivar cultivar muchas tierras, tierras, o qu e los campos que se tienen pueden ser cultivados de un modo más intensivo. Como la tempo rada agrícola tiene una demanda de trabajo desigual, con un aumento de esa dem and andaa en las las épocas de cosecha, cosecha, la disponibilidad disponibilidad de la m ano de o bra p u e de determinar los productos que se cultivan; como las necesidades alimenta rias y la capacidad de trabajo de una familia varían considerablemente a lo largo de su cicl cicloo vital vital,, se hace preciso preciso reco nsidera r con stantem ente las las es tra tegias agrícolas. Los problemas que suscitan la excesiva demanda de mano de obra pro pia p ia d e la a g r icu ic u ltu lt u r a m e d ite it e r r á n e a tra tr a d icio ic ionn a l, y en e n p a r tic ti c u lar la r el cu culti ltivo vo d e los cereales, podemos verlos con especial claridad si examinamos cómo se lleva a cabo la recolección. Un reciente trabajo realizado en las islas de Cárpatos y Amorgos, donde todavía pueden observarse los métodos agrícolas tradi cionales, ha demostrado que la recolección de los cereales —siega a hoz, tri lla y aparvamiento— exige de un hombre unos treinta días de trabajo por hectárea, y la mitad de ese tiempo se dedica a la siega. Y se considera que una hectárea de cereal es lo necesario para que un individuo pueda sobrevi vir. vir. E l aparvam apa rvam iento y la trilla trilla pue de denn realizarse rea lizarse a lo lo largo de varias semanas, pe p e r o la sieg si egaa d e b e lle ll e v arse ar se a cab ca b o d u r a n te el m es a p r o x im a d a m e n te d u ra n te el cual el grano está maduro, pero todavía no cae de la espiga. Según los ín dices atestiguados en las comunidades mencionadas anteriormente, el traba jo d e u n s e g a d o r p u e d e p r o d u c ir g ran ra n o s u fici fi cien ente te p a r a d a r d e c o m er a d o s o
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a lo sumo sumo tres adultos. adultos. Incluso Incluso cuando cuand o se dispone de tierra abun abundan dante, te, la can tidad de terreno que una familia puede dedicar al cultivo de cereales se verá restringida restringida inexorablemente por la necesidad necesidad de mano de obra requerida d u rante la siega. Debemos resaltar tres consecuencias de la importante necesidad de fuer za de trabajo que c om porta la recolección recolección del cereal cereal.. La L a prim era es que el ci ci clo vital de la familia tiene unas repercusiones decisivas sobre las posibilida des de sup ervivencia ervivencia de la prop ia famili familia. a. U na familia familia que tenga m uchas bocas que alimentar, sea de jóvenes, sea de ancianos decrépitos, decrépitos, se verá seriame nte amenazada p or la escas escasez ez de mano de obra, aun adm itiendo itiendo que cuen te con una importante participación de fuerza de trabajo femenina (de la que habrá que p rescindir en caso caso de em barazo o que se verá significat significativamente ivamente reducida si hay lactantes). Por el contrario, una familia en la que existan hijos solteros ya mayores (y, según parece, los varones no se casaban hasta aproximada mente los treinta años) y no haya bocas improductivas que alimentar, se en contrará en una situación, siempre, eso sí, que disponga de tierras, que le per m ita ita ob tener un imp ortante excedente de la cosecha cosecha y produc ir el doble o más de lo que constituyen con stituyen sus necesidades de subsistencia subs istencia (véase figura figura 15). 5). La se gunda consecuencia es que todo lo que supusiera una reducción de este es quem a —por ejemplo, debido a la la obligaci obligación ón de inve rtir el prop io traba jo en be b e n e fic fi c io d e otro ot ros, s, o a las o b lig li g acio ac ionn es p olít ol ític icaa s o m ilit il itaa res re s — c o n s titu ti tuía ía u n pr p r o b lem le m a e x tra tr a o rd in a ria ri a m e n te grav gr ave. e. L a te t e rc e r a c o n secu se cuen encc ia se d eriv er ivaa de d e las otras dos: los trabajadores que sólo tienen que sostenerse a sí mismos salen claramente beneficiados; las ventajas que para todos, ricos y pobres, se deri van del acceso acceso al trabajo de quienes q uienes no tienen una familia a su cargo son evi dentes. Y los beneficios de la esclavitud más aún. Los escla esclavos vos dom inaban la m ano de o bra util u tilizada izada en la agricultura agricultura sólo en muy pocos estados, pero quizá fueran incrementando su importancia en muchos otros durante el período que nos proponemos estudiar aquí. Cuan do Esparta conquistó Mesenia (véase infra, p. 212) e instauró su propia elite po p o líti lí tica ca,, co m p u e s ta p o r u n a clase cla se de g u e r r e ro s oc ocio ioso soss q u e viv vi v ían ía n de dell t r a b a jo d e la p o b lac la c ión ió n s o m etid et idaa , la p rod ro d u c ció ci ó n ag agrí ríco cola la d e M ese es e n ia e n su to tali ta li dad y bu en enaa parte pa rte de la de Laconia, la la región situada en las inmediaciones inmediaciones de Esparta, quedó en manos de los ilotas, de condición servil. Según parece és tos vivían en grupos familiares, aunque, quizá debido a su extrema pobreza, la arqueología tiene todavía mucho que aclarar sobre los lugares en los que vivía o las dimensiones de los campos de los que era responsable cada fami lia. Ni entre los ilotas ni entre ninguna de las poblaciones de condición servil semejante a la suya de cuya existencia tenemos noticia en otros puntos de Grecia —en Tesalia, la Argólide, o Creta— había una organización o unos métodos de explotación de la agricultura especiales. Y lo mismo cabe decir de los estados que, como Atenas, utilizaban esclavos de compraventa; tam bié b iénn en esto es toss ú ltim lt imoo s p a r e c e q u e los escl es clav avos os se s u m a b a n a la m a n o d e o b r a familiar ya existente y que se convirtieron en trabajadores especializados en las tareas agrícolas, en vez de ser explotados en cuadrillas sin cualificar.
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Incluso cuando podían complementar su mano de obra con la de los es clavos, las dificultades a las que se veían sometidas las familias de campesi nos en la Grecia arcaica y clási clásica ca eran enormes. L a perpetua per petuación ción de la fami fami lia no era sólo una cuestión de carácter sentimental, sino que constituía una necesidad vital para asegurar el cuidado de la propia persona en la vejez. Pero la perpetuación de la familia significaba que durante más de una déca da un grupo familiar familiar había de en frentarse a graves graves dificult dificultades ades para cosechar los los cereales necesarios para sobrevivir sobrevivir,, a menos que con tara con el trabajo de unos padres ancianos, pero todavía en forma, de hermanos solteros, etc. La ayuda de un buey, por ejemplo, permitía arar extensiones de terreno más grandes, si es que se disponía de ellas. Pero los bueyes constituían una ven taja a medias: consumen grandes cantidades de grano y, aunque pueden co laborar labo rar en la tril trilla, la, la la recolección recolección del cereal de be hacerse a fuerza de brazos humanos y nada más. A menudo se ha hecho hincapié en la necesidad que habría tenido el labrador de inventarse inventarse estrategi estrategias as pa ra h acer frente a las las m a las cosechas, que el carácter variable e imprevisible de las precipitaciones hace que sean muy habituales, pero seguramente también eran difíciles de superar, si no más, los accidentes humanos. Cualquier incapacidad (se ha cal culado que cerca del 20 por 100 de los varones adultos eran inútiles para el servici servicioo militar militar,, y esa inutili inutilidad dad hab ría redu cido tam bién su capacidad de tra tr a ba b a jo a la h o r a d e la reco re cole lecc cció iónn ), o en ú ltim lt im o tér té r m in o el fall fa llee c im ien ie n to d e un marido o un hijo varón, habría supuesto un verdadero desastre. La crisis de la familia no fue ni mucho menos algo desconocido en la An tigüedad. L a muerte, mu erte, la escasez escasez de alimentos, alimentos, las las enfermed ades, o la dolorosa imposibilidad de recoger la cosecha. Los especialistas modernos han sub rayado el modo en que la frecuencia cas casii rutinaria de la muerte, especialmen te de niños, niños, repercu tió sobre las las actitudes actitudes popu p opulares lares ante ella ella.. Pero Pe ro estas otras amenazas a la normalidad de la vida vida cotidiana cotidiana debieron de reperc utir también sobre sob re las ideas ideas y las las reaccion es de la gente a nte los acontecim ientos polític políticos. os.
4. LA FORM FO RMAC ACIÓN IÓN D E LAS LAS COMUNIDADES: EL SIGLO VIII a.C Al final del capítulo 2 veíamos cómo las sociedades de la Grecia de la Edad Oscura empezaban a mostrar indicios de la existencia de una estructu ra interna y a establecer unos contactos más sistemáticos con las sociedades de O riente; veíamos veíamos tam bién cómo los feni fenici cios, os, tras establecer una nu eva co lonia en Citio y probablemente otra en Cartago, mostraban un interés que no habían mostrado un siglo antes por explorar los recursos tanto de Occidente como de Oriente. La historia de la Grecia del siglo vm a.C. es la de un mun do en proceso de cambio acelerado, debido en parte a la influencia de los contactos cada vez más asiduos con el mundo exterior. En las primeras tres secciones secciones del prese nte capítulo examinarem os sucesivamente los los testimonios testimonios de los poblados, las las necrópolis necrópo lis y los los santuarios, antes de pres p res tar atención aten ción a las las relaciones de los griegos con los no griegos y a su desarrollo artístico.
A u m e n t o d e l a p o b l a c i ó n
El m apa de los lugares lugares de G recia en los que está atestiguada la presencia humana muestra una distribución mucho más densa de los poblados en el si glo vm a.C. que en los siglos x o ix. Un breve examen de tres regiones dis tintas de Grecia nos permitirán apreciar la mayor cantidad y variedad de los testimonios arqueológicos. Creta
En el no noroe roeste ste de C reta (figura 16), en la comarca com arca de Khan iá, dura nte los siglos x y ix sólo tenemos testimonio de dos necrópolis (la de Pelekápina y la de Modhi) y de un poblado en el refugio de Vrysses. Del siglo vm, en cam bio, bi o, ten te n e m o s tes te s tim ti m o n io d e e n ter te r ra m ie n to s e n cinc ci ncoo lug lu g ares ar es,, d e p o b lad la d o s en tres, de un santuario y de la ocupación de unas tres grutas. En la Creta cen tral, en Cnosos, cuya sociedad y cuyos cementerios de los siglos x y ix eran relativamente prósperos, como decíamos más arriba (pp. 69-70), la perfora ción ción de pozos indica la la extensión del área o cupada, se ha desc ubierto un sansan-
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16. Esquem Esqu emaa de la ocupación de la comarca de Khaniá, en Creta, durante los siglos ix y vm a.C.
F ig u r a
tuario de Deméter, aparecen enterramientos dispersos, y las tumbas de cá mara estaban tan llenas que hubo que excavar nichos en los pasadizos que daban acceso a la cámara central para hacer sitio a los nuevos difuntos. El Peloponeso
En Arcadia, el único santuario que nos ha suministrado material anterior al año 800 a.C. es el de Atenea Alea en Tegea; durante el siglo vm a.C. exis ten también claros signos de actividad en los santuarios de Bassai, Cretea, Gortsouli, Gortis, Lousoi, Mavriki y Orcómenos (figura 17a), y además en Rakita, en la parte occidental de Acaya. En la llanura argiva (figura 17b), en la que sólo había siete siete lugares lugares que m ostraran signos de presencia hum ana d u rante el protogeométrico, en el período geométrico (900-700 a.C.) se utilizan ya dieciséis. No en todos estos lugares podemos establecer una fecha más o menos concreta de su reocupación, según los períodos determinados por los distintos estilos estilos de la la cerámica, pero de los que podemos, podem os, seis seis (todos ellos ha bit b itaa d o s e n el p ro tog to g e o m é tric tr icoo ) f u e r o n o c u p a d o s en el p e r ío d o g eo eom m étri ét rico co antiguo (900-825 a.C.), ocho en el geométrico medio (825-750), y en los die cisé ciséis is tenem tenem os pruebas prue bas de su util utilizaci ización ón d urante ura nte el tardogeo m étrico (75 7500-70 7000
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F ig u r a
17a. 17 a. Yacimientos ocup ocupados ados en A rcadia rca dia durante dura nte los siglos siglos x-vm a.C. a.C.
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F ig u r a
LA FORMACIÓN DE GRECIA
17bb. Yacimientos de la llanura 17 llan ura de Argos Arg os y sus alrededores, siglos χ-νιιι a.C.
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a.C.). Asimismo conocemos en la Argólide 94 tumbas del geométrico anti guo, 77 del geométrico medio y 141 del tardogeométrico. Mientras que sólo siete centros de la Argólide ofrecen testimonios de actividad cultual o reli giosa durante el protogeométrico, o en el geométrico antiguo y medio, son veinticuatro los que muestran indicios de actividad cultual en el tardogeo métrico. En el sur de la Argólide (figura 17c), donde sólo sabemos de un úni co lugar que estuviera habitado en el protogeométrico, en el tardogeométri co había veintiuno. Todo ello parece indicar que fueron las últimas décadas del siglo vm, y no el ix, las que conocieron un incremento sustancial de los testimo testimonios nios de la actividad actividad humana.
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E l Ática Ática
El número de centros conocidos en el Ática (figura 18) aumenta de los quince existentes en el siglo ix a.C. a los cincuenta de finales del siglo vm, y el número de enterramientos de adultos que conocemos pasa de una tasa constante con stante de p oco meno s de uno al año prácticam p rácticam ente en todo el sig siglo lo ix a.C a.C.. a la cota máxima de 2,5 al año a finales del siglo vm a.C. L a c u e s tió ti ó n d e l in c r e m e n to d e la p o b l a c ió n
El cambio atestiguado en estas tres regiones es tremendo, ¿pero qué fue lo que lo provocó? La explicaci explicación ón más obvia es que se produjo un no table in crem ento de la población. población. El may or núm ero de poblados indica que la po pobla bla ción ya no cabía en las viejas aldeas; el mayor número de santuarios da a en tender que los antiguos puntos de contacto con las divinidades ya no eran adecuados; y el mayor mayo r núm ero de tumbas su giere que mo ría más gente, gente, y por lo tanto que tam bién ha bía más gente viva viva.. La hipótesis del aum ento de la po bla b lacc ión ió n n o sólo só lo ex expl plic icaa la ex exis iste tenn c ia d e e ste st e n ú m e r o m a y o r de refl re flej ejoo s d e la pre p ress e n c ia h u m a n a , sino si no q u e p r o p o r c io n a ad adee m á s u n a fácil fá cil ex expp lica li caci cióó n in tern te rn a de otros cambios ulteriores: más población significa una mayor presión sobre los recursos, con todo lo que ello implica de cara a las innovaciones agrícolas, la prosp pro sperid eridad ad económ ica, las relaciones sociales, sociales, la rivalidad e ntre ntr e los grupos, grupos, las relaciones con los dioses y los extraños, así como la necesidad de los mis mos. mos. ¿Pero existen existen en realidad buena s razones indepen dientes dien tes para cree r que la población a um entó de un m odo notable du ran te el sigl sigloo vm vm a.C.? a.C.? Existen dos maneras independientes de plantear el problema de si la po blac bl ació iónn a u m e n tó d rás rá s tic ti c a m e n te o n o d u r a n te el siglo sig lo vm a.C. a.C . U n a es d e m o s trar que los datos históricos o arqueológicos proporcionan buenos testimo nios de los cambios introducidos en la vida humana que hubieran podido pe p e r m itir it ir el c rec re c im ien ie n to de la p o b laci la cióó n , ya f u e r a d e b ido id o a u n a u m e n to de la natalidad o a una disminución de la mortalidad. Si podemos demostrar que aumentó la natalidad o que disminuyó la mortalidad, podemos contentarnos con pensar que la población aumentara porque no podía ser de otro modo. El otro planteamiento es demostrar que los detalles de los datos arqueológi cos relativos al cambio de modelo de presencia humana que pretendemos explicar son precisamente los que podrían producir un cambio demográfico. Si podemos demostrar, por ejemplo, que el tamaño de los centros ya exis tentes en el siglo ix a.C. no disminuyó —y la determinación de ese tamaño es ba b a s tan ta n te p ro b lem le m á tic ti c a — , m ien ie n tra tr a s q u e o tro tr o s cen ce n tro tr o s, c u ltu lt u ra lm e n te indi in dife fe-renciados, fueron ocupados en un territorio indudablemente virgen, tendre mos buenos m otivos otivos para creer que am bos fenómenos sólo sólo pod rían explicar explicar se debido al increm ento de la población. población. A do ptar é sucesivamente uno y otro pla p lann tea te a m ien ie n to. to .
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18a. 18 a. Yacimientos Yacimientos del Ática ocupados ocupad os durant dur antee la la Edad Ed ad Oscura Oscu ra antes de de
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F i g u r a 18b.
Yacimientos del Ática ocupados durante el siglo vm a.C.
¿Existen testimonios históricos o arqueológicos del incremento de la na talidad o de la disminución disminución de la mo rtalidad? Algunos Algun os indicios indicios arqueológicos arqueológicos pa p a r e c e n p ro m e ted te d o res re s . E l m ay ayoo r n ú m e ro d e o b jeto je toss m a n u fa c tu rad ra d o s de dell si glo vm a.C. que la arqueología nos ha suministrado y la ampliación de los contactos que dichos objetos sugerirían (véase infra), parecen suponer una mayor prosperidad; cabría cabría esperar que una mayor p rosperidad trajera consi consi go una me jora de la alimentación, alimentación, factor que h abría red ucido la infecundidad
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y la mortalidad, sobre todo la de las recién paridas y la infantil. Sin embargo este argumento constituye un peligroso círculo vicioso, y para soslayar ese pel p elig igro ro es p rec re c iso is o r e c u r rir ri r a o tro tr o s d a tos to s q u e no sea se a n los p u r a m e n te a r q u e o lógicos. La L a cues cu estió tiónn de las clases clas es de edad ed ad
Robert Sallares ha puesto recientemente en tela de juicio la idea de que también los datos históricos ofrezcan signos de cambios sociales que habrían hecho aumentar necesariamente la natalidad. Tanto la Esparta clásica como algunas ciudades cretenses organizaban parcialmente a su población ciuda dana en «clases de edad»; es decir, que regulaban la vida, las obligaciones y las oportunidades de los ciudadanos según su edad (véase infra , p. 219). No N o e r a sólo só lo q u e en esta es tass s o cie ci e d a d es la ed eduu c ació ac iónn d e los n iño iñ o s se lle ll e v ara ar a a cabo a través de unas tareas reguladas por la edad, sino que incluso en la vida del adulto las expectativas y las posibilidades del individuo variaban según la edad: en Esparta, por ejemplo, no sé podía formar parte de la Gerusia —Consejo de Ancianos— hasta no haber cumplido los sesenta años. Los sistemas de clases de edad tendían a segregar regularmente a los ni ños de uno y otro sexo; esta circunstancia podía fomentar formalmente —co — com m o o c u rría rr ía e n E s p a r ta — o info in fo rm a lm e n te la cre cr e ació ac iónn d e vínc ví ncul ulos os h o mosexuales, y en cualquier caso limitaba forzosamente las oportunidades de con traer matrimonio. matrimonio. Cu anto más firmem firmem ente pren da el sist sistema ema entre la po bla b laci cióó n m ascu as culi linn a, m ás res re s trin tr ingg ido id o q u e d a a d e ter te r m ina in a d o s g rup ru p o s de e d a d el acceso sexual a las mujeres por parte de los hombres. Las restricciones im pu p u e s tas ta s al inte in terc rcaa m b io sexu se xual al tie ti e n e n a tod to d a s luce lu cess co conn s ecu ec u en encc ias ia s s o b re la n a talidad, que probablemente serán incluso más graves si el sistema de clases de edad controla asimismo la vida de las mujeres y retrasa la edad de la pri mera relación sexual: «Los sistemas de clases de edad tienen el mismo efec to que un plan de con trol de la natalidad». natalidad». L a E sparta sp arta de la época clásic clásicaa su frió un descenso del número de ciudadanos adultos de sexo masculino, y es pr p r o b a b le q u e el s iste is tem m a d e clase cla sess d e e d a d fu e ra e f e c tiv ti v a m e n te u n fac fa c tor to r d e terminante de esta tendencia demográfica. Pues bien, si el siglo vm a.C. hu bie b ie ra sid si d o tes te s tig ti g o e n G rec re c ia de u n a leja le jam m ien ie n to d e la O rgan rg aniza izació ciónn socia so ciall b a sada en clases de edad, quedando relegado este sistema sólo a un estado conservador como Esparta o a zonas «atrasadas» como Creta, la liberación de las restricciones formales impuestas al intercambio sexual habría desen cadenado una oleada de nacimientos y transformado de paso la estructura demográfica. ¿Pero acaso estaban las sociedades griegas de la Edad Oscura organiza das en clases de edad? La Atenas clásica, como muchas otras ciudades, limi taba la participación política de los ciudadanos a los mayores de 18 años: ha bía b ía q u e te n e r 18 añ añoo s p a r a p o d e r asis as isti tirr a la A s a m b lea le a , 30 p a r a e n t r a r e n el Consejo de los Quinientos o formar parte de un tribunal judicial, 40 para di rigir rigir un coro en las las festivi festividades dades,, 50 para par a p od er ser m iembro de ciertos tribu
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nales superiores de justicia, o 59 para ser juez árbitro; muchas de estas nor mas, sin embargo, son invenciones de los siglos v o iv a.C., y no hay por qué considerarlas reliquias de un anterior sistema de clases de edad. Por supues to existieron ritos de transición — rites de pas rí a d e las ciu ci u p assa sage ge — en la m a y o ría dades griegas, tanto para muchachos como para doncellas, y por ejemplo el po p o e ta có cóm m ico ic o A r istó is tófa fann e s ( Lis L isís ístr traa ta , 639-647) los expone escalonadamente en tono jocoso dando la impresión de que las jóvenes de A tenas debían su pe p e r a r u n a s e rie ri e d e rito ri toss a n tes te s d e lleg ll egar ar a la m a d u rez re z ; p e r o p a r a d e m o s tra tr a r q u e en otro tiempo existió un sistema de clases de edad es preciso algo más que una serie de ritos de maduración que debían superar unas cuantas mucha chas seleccionadas. Sallares postula particularmente la existencia de distin ciones de edad en la Atenas de la Edad Oscura basándose en los datos de los enterra m iento s de esta época, y desde luego luego es evidente qu e las prácticas prácticas fu nerarias de muchas sociedades de la Edad Oscura ponen de manifiesto un tratamiento marcadamente distinto de los niños (menores de 12 años) y los adultos, fenómeno que podemos comprobar asimismo en las prácticas de épocas posteriores. Pero ni los enterramientos ni otros depósitos arqueológi cos parecen revelar otras distinciones basadas en la edad. Este hecho resulta pa p a r tic ti c u lar la r m e n te im p o rta rt a n te, te , p u e s d esd es d e lueg lu egoo n a d a d e s c ab e lla ll a d o s e ría rí a p e n sar que la desaparición de las cla clases ses de edad pu diera d ar paso a algún tipo tipo de cambio en los materiales arqueológicos recuperados. La teoría de la repentina desaparición de las clases de edad de la ma yoría del mundo griego a comienzos del siglo vm a.C. no cuenta con el respaldo ni de las fuentes arqueológicas ni de las literarias. Por consiguien te no existe ningún testimonio claro, directo o indirecto, de que en esos años aumentara la natalidad ni de que disminuyera la mortalidad. Si es cierto que se produjo una explosión demográfica durante el siglo vm a.C. las razones de la misma siguen siendo un misterio. Pero en cualquier caso, ¿respaldan los testimonios arqueológicos la idea de un crecimiento masivo de la población? Enterramientos y demografía
La defensa de la teoría de la explosión demográfica se ha basado sobre todo en el incremento del número de enterramientos de Atenas, el Ática y Argos (figuras 19a y 19b). En estas zonas son muchísimo más numerosos los enterramientos excavados que pueden datarse en el siglo vm que los del ix, y no contamos con una cantidad significativa de tumbas sin datar que nos pe p e r m ita it a n inc in c r e m e n tar ta r el n ú m e r o d e las m ás an antig tiguu as. as . El in c rem re m e n to d el n ú mero de m uertos se correspond ería forzosamente con el el incremento incremento del nú mero de los que antes estuvieran vivos. La cuestión es si la relación existen te entre el número de muertes y el número de enterrados es constante. Dos rasgos de los los datos funerarios provenientes prov enientes del Ática indican que n o e ra así así: la distinta proporció n de tum bas de n iños y la relación relación entre la diferencia diferencia de enterramientos infantiles y la de enterramientos de adultos.
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19. Diferencias perceptibles en el número núm ero de los los enterram ent erram ientos en el el Ática: Ática: El gráfico a distingue entre la ciudad y el campo pero no entre niños y adultos, y con cluye en el 700 a.C.; el gráfico b distingue entre enterramientos de adultos y de niños, y continúa hasta el 500 a.C.
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La población del Ática en el siglo vm a.C. habría constituido un caso sin gular entre las poblaciones preindustriales si la proporción de los falleci mientos de niños no hubiera sido alta: lo que cabría esperar sería encontrar casi tantas muertes de niños como de adultos (véase supra, p. 85). En reali dad, la proporción de enterramientos infantiles durante la Edad Oscura y las pri p rim m e ras ra s d é c a d a s de dell siglo sig lo vm a.C. a.C . es b a s tan ta n te p e q u e ñ a , y u n a p a r te m uy sig sig nificativa del incremento total de enterramientos conocidos durante la se gunda mitad de ese mismo siglo en Atenas y en el Ática corresponde al in cremento de las tumbas infantiles: en realidad durante un breve período a finales de siglo los enterramientos de niños son tan numerosos como los de adultos. Lo más sorprendente es que el número de enterramientos de adultos empieza a aumentar significativamente antes que el número de tumbas in fanti fantile les. s. Si Si el el increm increm ento del núm ero de enterram ientos hub iera sido sido fruto de un aumento de la natalidad, lo lógico habría sido que se incrementara pri mero el número de los enterramientos infantiles en la misma proporción en la que fueran muriendo los miembros de las familias cuyas dimensiones ha bía b íann a u m e n tad ta d o ú ltim lt im a m e n te, te , y q u e d e s p u é s se in c r e m e n tar ta r a el n ú m e ro d e los enterramientos de adultos. Análogamente, si la causa del incremento del núm ero de tumbas se hubiera debido a una rep entina disminución disminución de la la m or talidad, lo lógico también habría sido que la mortalidad infantil disminuyera al mismo tiempo o incluso antes que la de los adultos. Lo cierto es que el nú mero de enterramientos de adultos empieza a incrementarse a finales del si glo ix a.C., alcanza su cota máxima a mediados del vm, y luego vuelve a des cender rápidamente; los enterramientos infantiles empiezan a aumentar a mediados del siglo vm, alcanzan su cota máxima en torno al 720 a.C., y lue go vuelve vuelve a caer en picado. picado. D ura nte el sig siglo lo vu vu y la la prim era m itad del vi vi a.C. a.C.,, el nivel de los enterramientos de niños y de adultos es prácticamente el mis mo que el de los siglos x y ix. No daría la impresión de que un cambio en el terren o de la natalidad o la la m ortalidad p ud udiera iera justifi justificar car esta situación, situación, y des de luego mucho menos un cambio único e irrepetible. Si realmente se pro dujo un cambio demográfico en el siglo v i i i a.C., desde luego no vemos di rectamente reflejadas sus consecuencias inmediatas en los restos funerarios. Al menos una parte del cambio que podemos constatar en el aumento del número de enterramientos debe responder a un cambio en la identidad de quien es enterrad o de un mo do que resulta perceptible desde el pun to de vis vis ta arqueológico. Por consiguiente, los enterramientos recuperados constitu yen un testimonio más del cambio social que se produjo en el siglo vm a.C., pe p e r o p o r sí solo so loss n o n o s d a n u n a ex expp licac lic ació iónn d e ese es e cam ca m bio. bi o. Menos fácil resulta determinar si el incremento del número de lugares que muestran señales de ocupación humana durante el siglo v i i i a.C. (figura 20) constituye o no un testimonio del crecimiento de la población. La natu raleza del testimo testimonio nio de d e los los centros ocupados, no todos los los cuales cuales respon den a poblados, no permite determinar fácilmente las dimensiones del grupo que los utilizaba o los ocupaba. El aumento constante perceptible en el número
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Añ A ñ o s a.C. a.C.
Incremento de los poblados conocidos en e l Ática, la Argólide y la re gión de Corinto. F i g u r a 20.
de yacimientos en otras regiones aparte del Ática sugiere la actuación de fac tores duraderos, y no de simples modas pasajeras. Incluso en el Ática, donde el número de yacimientos coincide sospechosamente con el número de ente rramientos del siglo vm a.C., al final el número de yacimientos no vuelve a los niveles del siglo ix, como ocurre con el número de enterramientos, sino que crece otra vez inmediatamente, cosa que no hace el de los enterramien tos. No puede pensarse que el número de yacimientos constituya un testimo nio infalible del aumento demográfico, y desde luego no puede darnos una pa p a u ta s eg u r a d e sus su s dim di m en ensi sioo ne nes, s, p e r o co conn s titu ti tuyy e d esd es d e lue lu e g o u n e lem le m e n to sugestivo. Y lo que sugiere es un incremento lento, pero continuo de la po bla b laci cióó n — c o n tin ti n u o en re a lid li d a d d e s d e el siglo sig lo x a.C.— a.C .— , y no n o u n a ex expp los lo s ión ió n r e pe p e n tin ti n a p ro d u c ida id a e n el siglo sig lo vm. La diferencia del número de enterramientos excavados no revela direc
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tamente un crecimiento de la población, pero ello no significa que carezca po p o r co com m p leto le to de sign si gnifi ifica caci ción ón h istó is tóri rica ca.. A n á log lo g a m e n te, te , m ien ie n tra tr a s q u e la d ife if e rencia del nú núm m ero de yacimientos arqueológicos pued e que sea un indicio indicio del del crecimiento demográfico, no se acaba desde luego ahí su importancia histó rica. Es hora ya de examinar más detalladamente el lugar que ocupaban los muertos y el lugar que ocupaban los vivos.
La t r a n s f o r m a c ió n
d e l
m u n d o
d e
l o s
m u e r t o s
Es indudable que los restos arqueológicos de los despojos humanos nos dicen no pocas cosas de la sociedad a la que pertenecían esos cadáveres. Pero ¿cómo deberíamos reconstruir cuáles eran exactamente las prioridades y la organización de los vivos a partir de la forma que tenían de enterrar a sus muertos? Parece que hay buenos motivos para pensar que las diferencias es tablecidas entre los muertos reflejarían las diferencias existentes entre los vi vos; vo s; pero no hay por p or qu é pen sar que sociedades distint distintas, as, o incluso incluso una m is ma sociedad en épocas distintas, expresen las mismas diferencias entre los vivos a través de las mismas diferencias entre los muertes. Especialmente pro p robb lem le m á tic ti c o s se p r e s e n ta n los cam ca m bios bi os intr in troo d u c ido id o s en los rito ri toss fun fu n e rari ra rioo s , po p o r c u a n to res re s u lta lt a difícil difí cil a firm fi rm a r si el o rig ri g e n d e los m ism is m os d e b e a trib tr ib u irs ir s e a criterios prácticos, a la introducción de nuevas creencias en la vida de ultra tumba, o a una revolución social. El siglo vm a.C. revela una serie de cambios importantes en lo tocante a las las prácticas prácticas funerarias en muchos rincones del mu ndo grie griego. go. De hecho hace ya tiempo que se ha señalado que el siglo vm trajo consigo un notable au mento de la diversidad de las prácticas funerarias en Grecia. Examinaremos pri p rim m e ro la s itu it u ació ac iónn d e A ten te n a s , d o n d e d isp is p o n em o s d e los d a to s m ás c o m p le le tos y don de los estudios estudios realizados han p rogresa do más, más, y a continuación continuación exa minaremos con más brevedad en qué medida las novedades introducidas en Atenas contrastan con las de otros lugares. L a s p rá c tic ti c a s fu f u n e r a r ia s en A t e n a s
D uran te casi casi toda toda la E dad Oscura en A tenas los adultos adultos eran incinerados incinerados y sus huesos eran recogidos de la pira y colocados en una vasija de arcilla cuya forma variaba dependiendo del sexo del difunto. La vasija era deposi tada, junto con los restos de la pira y otros objetos de cerámica o de metal, cada vez más ricos, en una fosa posteriormente recubierta, sobre la cual se colocaban una piedra y una vasija a modo de monumento. Poco después del año 800 a.C., paralelamente al incremento del número de enterramientos analizado en la sección anterior, se producen varios cambios en las prácticas funerarias: la inhumación sustituye a la cremación, convirtiéndose en el sis tem a normal de en terra r a los los difuntos difuntos de edad ad ulta, m ientras que los los ajua
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res funerarios disminuyen en número y en calidad: los objetos de oro se li mitan ahora a unos pocos enterramientos y las vasijas presentan una menor variedad de formas, sin que haya trazas de encargos especiales. Al mismo tiempo, al menos en un cementerio de Atenas, el del Dípilon, los vasos utili zados como indicadores de los enterram ientos se vuelven vuelven más elaborados, al gunos con decoraciones figurativas en las que aparecen escenas de duelo ante los despojos del difunto (véase infra, pp. 162-165 y figura 35). Durante el último tercio de siglo, los niños, sepultados hasta entonces en cementerios aparte, em piezan a ser enterrad os en los los de los los adultos adultos.. Los ajuares fúneb res van disminuyendo disminuyendo paulatinam ente hasta desaparecer po r completo de los los en terramientos, y empiezan a cavarse cavarse pequ eñas fosas fosas jun to a la sepu ltura en las que se depositan diversos tipos de ofrendas de cerámica. Los vasos dejan de utilizarse como monumento funerario. Más tarde, hacia el año 700 a.C., la in humación hum ación de los los adultos es sustit sustituida uida po r la cremación, cremación, consistente ah ora en la incineración incineración del cadáve r en la propia prop ia sepu ltura, no en u na pira aparte. Las ofrendas se depositan ahora en su totalidad en las correspondientes fosas ad yacentes. Por esta misma época desaparecen los enterramientos en lugares no destinados específicamente a los difuntos; casi sin excepción no aparecen más tumbas de adultos dentro del poblado, sino en cementerios situados en los alrededo res del mismo mismo.. Práct Práctic icas as funerarias fuera de Atenas Aten as
Para interpre tar todos estos estos cambios cambios ocurridos ocurridos en A tenas resulta resulta conve niente compararlos con la situación reinante en otros lugares. ¿Hasta qué pu p u n to los cam ca m bios bi os a tes te s tig ti g u a d o s en A te n a s se p r o d u je r o n e n o tro tr o s lug lu g are ar e s? ¿En qué medida constituyen un caso singular? Por empezar por el final, la nueva costumbre de realizar los enterramientos exclusivamente en cemente rios situados fuera del área urbana la encontramos también en otros lugares, aunque no exactamente en el mismo momento. En Argos, como en Atenas, este cambio se produce en torno al 700 a.C.; pero en Corinto parece que se pr p r o d u jo c inc in c u e n ta añ añoo s an ante tes. s. L a c o s tum tu m b re a ten te n ien ie n s e d e las tum tu m b a s d e c r e mación secund aria prop ia de la la E da dadd O scura no era com partida po r todos: todos: la la po p o b lac la c ión ió n d e B eo eoci cia, a, la de L efk ef k an d i y la d e la E r e tria tr ia d el siglo sig lo vm, vm , así as í co com mo la de Creta (donde la cremación va asociada a las tumbas de cámara), acos tumbraban a incinerar los cadáveres, pero en Argos la inhumación en cistas constituyó la práctica dominante hasta que desde mediados del siglo vm em pie p ieza zann a a p a r e c e r p a r a los m ás p o b res re s las inh in h u m a cio ci o n e s e n pít p íthh o i, que aca ba b a n p o r sus su s titu ti tuir ir a las cista cis tass h acia ac ia el a ñ o 700 a.C. a.C . E n A rgo rg o s los n iño iñ o s e r a n e n terrados en los mismos cementerios que los adultos en todas las épocas, aunque durante el siglo vn algunos niños eran sepultados dentro de la po blac bl ació iónn ; n o se u tili ti lizz a b an va vasi sija jass a m o d o de m o n u m e n to f u n e rari ra rioo , los aju aj u a res re s fúnebres no indicaban específicamente la pertenencia a uno u otro sexo, y po p o r s u p u e s to n o se fab fa b ric ri c a b a n va vasi sijas jas espe es peci cial ales es p a r a los en ter te r ram ra m ien ie n to s . E n
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Atenas las ofrendas de metal desaparecen bruscamente a partir de 750 a.C., pe p e r o en A rg o s la c o s tum tu m b re d e incl in cluu ir arm ar m a s y joy jo y as en las tum tu m b as alca al cann za su cota más alta en la segunda mitad del siglo vm, y la decadencia de las ofren das no empieza hasta c. 700 a.C., coincidiendo con un incremento de la pro po p o rció rc iónn d e e n te r r a m ien ie n to s infa in fant ntil iles es.. E n C o rin ri n to, to , d o n d e tam ta m p o c o se im p u so nunca la cremación, la decadencia de los ajuares funerarios data de media dos del siglo v i i i , y durante los doscientos años siguientes las diferencias en tre los los enterram enter ram iento s son míni mínimas. mas. Otras regiones de G recia no parecen pare cen re s po p o n d e r a e s te esq es q u e m a : e n C reta re ta y e n m u ch chas as islas isl as de dell E g eo eo,, incl in cluu ida id a E u b e a , al parecer, no hubo nunca la costumbre de realizar los enterramientos den tro de la población, población, y sus sus prácticas prácticas funerarias son sum amente am ente diversas y rara vezz muestran ve mue stran indicios indicios de que se produ pro dujera jera u n cambio radical en torno al año 700 a.C., aunque en Rodas parece que se adoptó más o menos por esa época una modalidad de cremación primaria. Esta comparación parece revelar que en las sociedades en las que había habido costum bre de disponer los los enterramiento s den tro del poblado se dio dio una tendencia general a aban don ar dicha dicha costumbre en un m om ento dado, y que al menos en algunas ciudades del continente no demasiado alejadas de Atenas se produjo un empobrecimiento general, aunque no simultáneo, de los ajuares fúnebres. Estos cambios requieren, por consiguiente, algún tipo de explicación que resulte válida para varias sociedades distintas, entre las cuales cuales no hay h ay motivo pa ra creer cr eer que q ue existi ex istieran eran vínculos vínculos demasiad o estrechos estrechos.. Los cambios introducidos en los los ritos ritos fúneb res y en el m odo de m arcar las di di ferencias de sexo, que cabría relacionar con tendencias sociales sumamente conservadoras y comunes a varias colectividades, parecen, por el contrario, ser típicos de Atenas y deberían ser explicados desde una perspectiva exclu sivamente local. Explicación de los cambios
La exclusión exclusión de los los ente rram ientos de adultos de las las zonas zonas hab itadas exi ge de una sociedad el reconocimiento de ciertas zonas como habitadas y la existencia existencia dentro de esa colectividad colectividad de cierto grado de voluntad volu ntad y capacidad capacidad de ejecución. ejecución. No está m uy claro qué es lo lo que signif significa icaba ba en la Ed ad Oscura la «propiedad» de la tierra, pe ro la insist insistencia encia en en terrar ter rar exclusivamente en cementerios reservados reservados pa ra ese propósito presupo ne el reconocimiento co lectivo de que la gente no puede hacer lo que le dé la gana en la tierra que está bajo su dominio; implica asimismo que la sociedad reservaba una parte de la tierra pa ra uso comunal, aun que las las condiciones condiciones de uso no están ni m u cho menos clara claras: s: ind indud udablem ablem ente en esos cem enterios existen existen grupos de en terramientos y probablemente parcelas familiares. Pero ¿qué es lo que pro vocó esa decisión de la colectividad? En el caso de Atenas resulta tentador relacionarla con el cambio experimentado en la actitud de la gente ante lo que es un cadáver, indicado por la disposición de las ofrendas al margen de
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la sepultura sep ultura y po r la la cremación del cadáver en la prop ia tumb a, donde don de no era pre p reci ciss o v olve ol verr a toca to carl rlo. o. P e r o ni en A rg o s ni e n C o rin ri n to se intr in troo d u c e la m o d a de la cremación y de las fosas adyacentes para las ofrendas. Si queremos en contrar un factor común debemos hacerlo en el terreno de la organización colectiva, colectiva, no en el de las las creenci creencias, as, y resu lta ten tad or pen p ensar sar que la exclusión exclusión de los enterramientos de las zonas centrales y más importantes respondería al afán de control de una determinada modalidad de ostentación por parte de la elite. La decadencia de los ajuares funerarios, que se produce en momentos distintos en cada lugar, parece también invitar a una explicación de carácter social. Tanto en Argos como en Atenas esa decadencia es rápida y se produ ce tras un períod o n otable otab le po r la excepcional excepcional riqueza de las ofrendas. ofrendas. Las úl timas timas décadas del sigl sigloo ix y las las primeras del vm conoc ieron en A tenas la cota más alta en primer lugar del número de armas depositadas en las tumbas y después de la cantidad de objetos de oro y plata; poco después del 750 a.C., durante el tardogeométrico la, el cementerio del Dípilon nos ofrece la inte resante serie de vasos monumentales de carácter recordatorio; en Argos el momento cumbre de la deposición de armas de oro y plata y de óbeloi (es pe p e to n e s ) y o b jeto je toss d e b r o n c e se p ro d u c e a fin fi n ale al e s de dell siglo sig lo vm, vm , c u a n d o a p a recen las importantes tumbas de guerreros (véase infra , p. 206). Lo que en contramos en otros lugares en el terreno de los hallazgos arqueológicos (véase infra, pp. 117-1 117-119 19)) indica que la decadencia decade ncia de los ajuares fún ebres ebre s no pu p u e d e a trib tr ib u irs ir s e al e m p o b rec re c im ien ie n to d e la soci so cied edad ad,, y se p la n te a la c u e s tió ti ó n de si se produjo una especie de rechazo colectivo a este tipo de ostentación, o si sencillamente fue que quienes anteriormente se la habían permitido de cidieron cidieron en ese m om ento u tili tilizar zar otros otros exped ientes ientes para hacer pa tente su ri ri queza. La posibilidad del rechazo colectivo a determinadas formas de ostenta ción se plantea de un modo particularmente perentorio si tenemos en cuen ta la evolución del arte figurativo (véase infra, pp. 158-165). Los vasos pinta dos colocados sobre las tumbas de los ricos en el cementerio del Dípilon m uestran escenas escenas figurati figurativas vas qu e evocan evo can la deposición deposición del cadáver y a veces veces también escenas de guerra o procesiones (figura 35). Las figuras representa das en estas escenas tienen un marcado carácter geométrico y más genérico que individualizado, pero las escenas de deposición del cadáver parecen ha cer referencia inequívocam ente al difunto y al mu ndo de la A tena s de la ép o ca. ca. A l m ostrar los grupos grupos de do lientes lientes junto a escenas escenas de actividades actividades colecti colecti vas, da la impresión de que los vasos deseen integrar al difunto en lo que era el conjunto de su sociedad, subrayando su pertenencia a la misma. El plan teamiento que muestran estas escenas geométricas, en las que no se destaca ninguna figura en particular, está por todos conceptos en deuda con la tradi ción cerámica ática, sin que deba nada a otro tipo de influencias externas. Pero Pe ro algunas algunas de esas esas mismas mismas tumbas re m atadas p or estos vasos vasos contenían en su interior objetos pertenecientes a una tradición artística muy distinta. Las ba b a n d a s d e o ro q u e c o n s titu ti tuyy e n u n o d e los sign si gnos os de r iqu iq u e z a d e esto es toss e n tete -
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. s o t n i t s i d s o l i t s e e d a c i t Á l e d s e t n e d e c o r p . C . a m v o l g i s l e d s o d a i d e m e d o r o e d s a d n a b s o D . 1 2 a r u g i
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rramientos eran fabricadas sin duda alguna en el Ática, pero muestran unos frisos de animales cuya inspiración procede directamente del arte del Orien te Próxim o (figura (figura 21a) 21a).. Dichos D ichos fris frisos os se caracterizan caracterizan por p or su serenidad, p ero están llenos de vida; los animales dan sensación de agilidad y de moverse fá cilmente, y todos ellos están en relación unos con otros. Estas bandas no aprovechan demasiado las posibilidades que ofrece ese planteamiento de la representación figurativa, pero contrastan fundamentalmente con los frisos de animales geométricos presentes en otras bandas de oro (figura 21b) y en la cerámica que las acompaña (figura 22). (Hasta el siglo vn no adoptarán los alfareros alfareros atenienses esta forma de re presen pre sen tar el mundo; mun do; véase infra, pp. 194206). Pero ¿cómo es posible que una misma persona pudiera combinar unos vasos vasos con decoración geom étrica con unas band as de o ro deco radas con esos esos frisos tan diferentes? ¿Cómo podemos explicar esa especie de esquizofrenia cultural? No N o b a s ta co conn ex expp lica li carr la d ife if e ren re n c ia e x iste is tenn te e n tre tr e cerá ce rám m ica ic a y o r feb fe b rer re r ía apelan do a las las distinta distintass tradiciones a las las que respo ndía el trabajo de los los ar te sanos respectivos. Algunas bandas de oro tienen un carácter netamente geo métrico, lo cual demuestra que los orfebres podían adaptar su producción a la demanda. Resulta tentador percibir el vago aroma de un mundo exótico en el gusto de algunos ricos por los objetos que decidían llevarse consigo al más allá, gusto que rivalizaba con la presión general tendente a adecuarse a las tradiciones autóctonas. Toda una guerra de estilos, en suma. Lo que se conside raba admisible admisible que qu e los ric ricos os atenienses utilizaran utilizaran en privado y la la for ma que tenían de presentarse en público podían ser dos cosas muy distintas. Puede que las escenas representadas en los vasos monumentales, con su in sistencia constante en el papel del difunto como un miembro más de la co munidad, resulten disonantes. ¿Se trata acaso de un intento (fracasado) de los los ricos ricos po r negar neg ar sus diferenci diferencias as al tiem tiem po que hacen ostentación de ellas? ellas? De ser así, la Atenas del siglo vm a.C. habría sido testigo del primer debate de la historia de Grecia del que tenemos constancia en torno al papel de sempeñado por la riqueza dentro de la sociedad. Y ese debate sería el pri mero de una larga serie. Durante las últimas décadas del siglo vm a.C. los objetos de metal cons tituyen uno de los pocos elementos que en Atenas marcan la diferencia en tre los enterramientos de los ricos y de los pobres. Parece que los cemente rios en general se convirtieron en lugares en los que las diferencias de estatus dejan de marcarse, a medida que cada vez son más numerosas las tumbas de adulto primero, y luego también las de niños, que invaden los cementerios hasta entonces reservados probablemente para los adultos de condición más elevada. Ser ente rrad o en un lugar bien visibl visiblee había dejad o a todas luces luces de implicar implicar la perten enc ia a un a elite elite,, y quienes desea ran re saltar lo elevado de su condición tendrían que hacerlo de un modo distinto. La disminución del núm ero de en terramien tos en A tenas quizá refleje refleje el el empobrecimiento de las las sepulturas concebidas como símbolo del propio estatus, que habría llevado a los los grupos grupos deseosos d eseosos de hacerlo no tar a su abandono. E l nuevo rito fúnebre,
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22. Ánfora del tardogeométrico tardogeomé trico procedente proce dente del del cementerio ateniense del Cerámico.
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la cremación primaria, resultaba caro —las tumbas tienen que ser más ela bo b o r a d a s p a r a p o d e r inc in c ine in e r a r el cad ca d á v e r e n su inte in teri rioo r, lo cu cual al r e q u iere ie re m ás combustible—, y la costumbre de abrir fosas adyacentes para las ofrendas pe p e r m itía it ía a lar la r g a r la c e rem re m o n ia d u r a n te alg al g ú n tie ti e m p o d esp es p u é s d e la c rem re m a ció ci ó n pro p ro p iam ia m e n te dich di cha. a. ¿ R e s p o n d ía tod to d o esto es to al in ten te n to p o r p a r te d e la elit el itee d e salvar los obstáculos impuestos por la competencia con quienes no pertene cían a esa elite du ran te el pe períod ríod o corres co rrespo pond nd iente a los año 750-700 750-700 a.C., a.C., uti lizando unos métodos que, debido al gasto de tiempo y de dinero que com po p o r tab ta b a n , re s u lta lt a b a n difíc di fícile iless d e e m u lar? la r? Si pensamos que la desaparición de los enterramientos ricos en Atenas, Corinto y Argos es consecuencia de los obstáculos impuestos a los ricos por el conjunto de la sociedad, no resulta tan difícil explicar por qué el momen to co ncreto de la introducción de esos cambios varía varía tan to en las diversa diversass so ciedades, y por qué en algunas de ellas no se produjeron nunca. Sin duda es este el tipo de desarrollo que podría iniciarse en una comunidad y extender se posteriormente a otras, aunque de un modo desigual. Es muy posible que algunos algunos de los factores concretos que fom entaron enta ron las limitaci limitaciones ones impuestas a los ricos variaran mucho de una comunidad a otra. Los rasgos típicos del caso ateniense deberían considerarse a la luz de su comparación con el de sarrollo más temprano de Atenas. En Atenas se había desarrollado una tra dición de vasos de cerámica encargados expresamente para las sepulturas, desconocida en Argos y en Corinto, que comportaba distinto simbolismo fúnebre y la utilización de unos indicadores del enterramiento distintos para hom bres y pa para ra mujeres; dicha tradición se había des arrollado como u na for ma de destacar al individuo individuo y era muy vulnerable a las las presiones que fo m en taban la uniformidad, lo mismo que las tumbas de guerreros típicas de Ar gos. Si el rito de enterramiento representado en los vasos áticos y los actos que lo acompañaban eran particularmente elaborados en Atenas, la insistencia en el nuevo rito fúnebre de la cremación primaria y de las fo sas de ofrendas, independientemente de qué fuera lo que lo motivara, po dría considerarse un intento de eliminar las ocasiones de hacer ostentación de las diferencias que no habían disminuido con la admisión de un mayor núm nú m ero de difuntos ad ultos y peq pequeñ ueños os en los ritos ritos visibl visibles es practicados practicados en el cementerio. El carácter más o menos plausible de estas especulaciones deberá eva luarse a la luz de otros desarrollos acontecidos en el siglo vm a.C.
L a TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO DE LOS DIOSES
E l culto culto durante durante la la E da d Oscura Oscura
Existen motivos, como señalábamos anteriormente (cf. p. 47), para pen sar que, aunque el panteón de las divinidades griegas sobrevivió desde la época micénica a lo largo de la Edad Oscura, la tremenda discontinuidad de
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los asentamientos humanos afectó también a la continuidad de la actividad cultual. cultual. No ob stante, es innegable que du durante rante la E da dadd Oscura Oscu ra existi existióó una ac tividad tividad cultual relacionada con los asentamien tos hum anos. Existen claros claros in dicios de actividad sacrificial en Asine, en la Argólide, y en la llamada «casa del jefe» de Nikhoria, en Mesenia, durante el período protogeométrico. Ha cia el siglo x, si no antes, existen signos de actividad cultual en los santuarios de Ártemis en Muniquia y Braurón, en el Ática, y en el de Kombothekra en Élide; en los santuarios de Apolo en Amidas, cerca de Esparta, y Kalapodi, en Fócide; Fócide; en los los de Ze us de Olimpia y del mon te H imeto, en el Ática; en los los santuarios de Hera en Samos y Prosymna (el «Heraion» de Argos); en el de Atenea Alea en Tegea, y en el de Posidón en Istmia. El interés de estos sig nos de actividad cultual durante la Edad del Bronce reside en parte en la va riedad de los lugares de culto: unos están situados en medio de una pobla ción, otros a las afueras de la misma, y otros aislados por completo del po p o b lad la d o o incl in cluu so rele re legg a d o s a la cim ci m a d e u n m o n te. te . Los Lo s cam ca m b ios io s rad ra d ical ic ales es que se produjeron tras la caída de los palacios micénicos evidentemente no redujeron la complejidad complejidad del panteón griego griego y no tenem os po r qué creer que em pob pobrecieran recieran la variedad de los los modos de relacionarse con los los dios dioses es.. Templos y ofrendas del siglo siglo v m
Pero en el siglo v i i i a.C. el mundo de los dioses cambió. Y lo hizo sobre todo por lo que se refiere refiere al desarrollo del templo, templo, el edif edifici icioo m onu onum m ental re servado a albergar a la divinidad y las ofrendas realizadas al dios o a la dio sa. No cabe casi duda alguna de que existieron edificios reservados a activi dades de tipo cultual durante la Edad Oscura, no sólo en Creta, donde se desarrolló u na tradición m uy peculiar po r lo que a los los templos se refiere, refiere, sino sino también en otros lugares; pero es en el siglo vm a.C. cuando empieza a con vertirse en un signo signo habitual de los los santuarios, santuarios, por po r lo demás cada vez más nu merosos, la existencia de un edificio, a menudo de proporciones monumen tales, destinado al culto. Además de la edificación de templos se produce un notable aumento del número de ofrendas, grandes y pequeñas, realizadas a la divinidad, y ese incremento representa un cambio no sólo cuantitativo, sino también cualitativo: algunos santuarios atraen ahora, por lo visto, a ofe rentes q ue pro ceden cede n de lejos lejos de la zona. La arqu eología no sirve sirve de gran ayu da a la ho ra de revelar po r qué los oferentes venían de lejo lejos, s, pero en este sen tido quizá pueda ayudarnos la tradición histórica: los primeros Juegos Olímpicos Olímpicos se data n tradicionalm ente a finales finales del prim er cuarto del sigl sigloo vm a.C., y en este caso al menos algunos de los oferentes de Olimpia quizá acu dieran al santu ario para co m petir en alguno de los los certám certámenes enes atléticos atléticos (v éa se infra, pp. 123-125).
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Templos
El examen de los distintos santuarios en particular nos dará una idea de cómo los edificios construidos durante el siglo vm llegaron a transformarlos. En Kalapodi, en Fócide, se habían realizado algunas obras de construcción en el santuario poco después de mediados del siglo ix a.C.: se construyó una nueva ara sacrificial y aparecen algunos exvotos monumentales, en particu lar los primeros grandes calderos de bronce sostenidos por un trípode. Du rante el siglo vm a.C. parece que se añadieron al santuario dos construccio nes templarías de adobe, aunque las edificaciones posteriores en ese mismo emplazamiento dificultan la identificación de su forma exacta. Más tarde, a finales del siglo vm, encontramos ricas ofrendas de oro y plata y los primeros exvotos en forma de armas de hierro. En el santuario de Alea, en Tegea, hubo dos templos consecutivos del siglo vm, que, al parecer, vinieron a suce der a una estructura o estructuras anteriores, y posteriormente se erigieron en el santuario otras construcciones que quizá estuvieran destinadas a expo ner la extrao rdinaria va riedad de las las ofrendas, entre las las cuales cuales ocupan un lu gar destacadísimo los exvotos en forma de figura humana. En el Heraion de Samos se construyó en torno al año 800 a.C. un hekatómpedon o templo de 100 pies (c. 33 m) de largo: el edificio se erigió al oeste de un altar ya exis tente, ten ía un pórtico p órtico en su lado o riental, y medía 20 pies (c (c. 6 m) de ancho, con una fila de columnas en el centro que sostenían la techumbre, y el pe destal de una estatua de la diosa en su extremo occidental, donde al parecer estaba situado el centro de la actividad cultual. Si desde el principio contó con una columnata externa o si sólo la recibió más tarde a lo largo del siglo vm a.C. no es seguro. A finales de ese mismo siglo el santuario contaba ya con un pequeño edificio dedicado a guardar su tesoro. La importancia de la imagen de culto dentro del templo queda ulterior mente subrayada por uno de los edificios religiosos más reveladores del siglo vm, el el del santuario san tuario de Ártem Á rtem is en Éfeso. Las prime ras fases de la la edificaci edificación ón del templo de este santuario, que, según sabemos hoy día, llevaba llevaba siendo u ti lizado lizado ininterrum pidam ente desde el períod o submicénico, submicénico, no han salido a la la luz hasta hace poco. En la actualidad es evidente que durante el siglo vm a.C. se construyó construyó un edifi edificio cio tem tem plario con una hilera de columnas ex terna y otra interna, y parece bastante probable, gracias al hallazgo de unas cuentas de ám bar en form a de lágrima, lágrima, que fue con struido con el fin fin de albergar u na es tatua de culto de Ártemis, cuyo curioso pectoral, conocido desde los últi mos siglos de la Antigüedad, se remontaría al menos al período geométri co. Por su forma y sus proporciones, el templo, provisto de ocho columnas a los los lados y de cuatro cua tro en ambas fachadas, fachadas, así como de una doble co lumnata lumn ata en el interior, se aproxima más a los templos arcaicos y clásicos canóni cos (véase infra, pp. 314-316) que el alargado y estrecho H e k a tó m p e d o n de Samos. No N o tod to d o s los s a n tu a r ios io s e s tab ta b leci le cidd o s d e s d e tie ti e m p o inm in m em o rial ri al c o n tab ta b a n
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en el siglo vm a.C. con edificios templarios, y así un buen número de santua rios arcaicos y clásicos nunca tuvieron templos, mientras que otros más mo dernos sí lo tenían. Entre éstos destacan el edificio absidal de finales del si glo vm en la apartada localidad de Rakita, en Acaya, y el templo de Apolo en Eretria. Según parece, esta ciudad fue fundada en torno al año 800 a.C. y bu b u e n a p a r te d e la c e rám rá m ica ic a m ás a n tig ti g u a e n c o n tra tr a d a e n ella el la,, incl in clui uido do el a n t i quísimo fragmento aislado, que probablemente date del siglo x, procede del santua rio de A polo, dond e an tes de med iados del sigl sigloo vm vm fue erigido erigido un pe p e queño qu eño edifi edificio cio de culto culto llamado la «C abaña de d e la Bahía», Bahía», de unos 9 m de lar go por 6 m de ancho, rematado en forma de ábside. Más tarde, a mediados del siglo vm, se levantó en sus inmediaciones un hekatómpedon , parecido en su escala y sus sus proporcio prop orciones nes (35 (35 m X 8 m aproxima dam ente) al templo de Sa mos, pero de forma absidal, en la tradición del edificio de Lefkandi, mucho más antiguo e incluso de mayores dimensiones. La «Cabaña de la Bahía» de Eretria era, al parecer, bastante parecida en su forma a las maquetas de te rracota de comienzos del siglo vm encontradas en el Heraion de Argos y en el santuario de Hera en Perakhora, donde eran ofrecidas a modo de ex voto (y que probablemente son modelos de casas, y no de templos). El san tuario de Perakhora es otro de los centros donde los testimonios más anti guos datan de la primera mitad del siglo v i i i y en el que pronto se constru yó un templo (de unos 8 m X 5 m), semejante en su forma a las maquetas aludidas. Im á g enes en es de culto cu lto
Los testimonios de las imágenes de culto que constituían el centro de atención en el interior de esas construcciones templarías no son muy nume rosos rosos,, pero tienen u na imp ortancia fundamental. En Samos Samos existe existe un pedes tal que probablemente sostuviera una estatua de la diosa, en Éfeso se con servan joyas que probablemente pertenecieran a la imagen de culto, y el templo de Apolo en Dreros, en Creta, bastante diferente de los otros dos desde el punto de vista vista arquitectónico, nos nos ha restituido una serie de es tatui llas de bronce cincelado que probablemente fueran no ya exvotos, sino imá genes de culto. Pese a la escasez de los testimonios, parece que no hay moti vo para poner en duda que la finalidad principal de la construcción de un templo era la de cobijar la estatua de un dios. Probablemente existiera una tradición ininterrumpida de imágenes de culto en Creta, donde el refugio de Karphi (véase supra, p. 46) incluía un edificio con estatuillas de diosas, pero en la Grecia continental continental parece que dura nte la Eda d Oscura el cult cultoo se cen traba trab a en el sacrif sacrifici icioo y que no se utilizaban utilizaban imágenes. imágenes. La im portanc ia de a ña dir una imagen al repertorio de las actividades cultuales no es baladí: la co municación con los dioses podía producirse ahora no sólo a través de las ple p legg aria ar ias, s, q u e p o d ían ía n ir a c o m p a ñ a d a s o no d e o fre fr e n d a s vo votiv tivas as,, y p o r m ed edio io del sacrifi sacrificio cio de la vida de un animal, sino tamb ién a través de un con tacto li teralmente cara a cara con la divinidad y mediante la contemplación de la
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«Ilíada», 6.286-310. Las troyanas hacen una ofrenda a la es tatua tatua de Atenea. A tenea.
T e x t o 8.
Ahí habló [Héctor], y ella [Hécuba] regresó al palacio y dio a sus sirvientas los encargos, y éstas congregaron a las ancianas por la ciudad. Por su parte, ella ella descendió al perfum ado tálamo, tálamo, donde estaban sus mantos, abigarradas labores de las mujeres sidonias, que el propio deiforme Alejandro había llevado de Sidón cuando surcó el ancho ponto en el viaje en el que condujo a Helena, de nobles padres. Hécuba tomó uno de ellos y lo llevó como dádiva para Atenea; era el más hermoso por sus bordados y el mayor; cual astro refulgía, y era el que estaba guardado el último. Echó a andar, y muchas ancianas marcharon en pos de ella. Al legar al templo de Atenea en lo alto de la ciudadela, les abrió las puertas la de bellas mejillas, Teano Ciseide, esposa de Anténor, domador de caballos, a quien los los troyanos troyanos habían n om brado sacerdoti sacerdotisa sa de A tenea. Todas extendieron los brazos a Atenea entre gemidos, y Teano, la de bellas mejillas, cogiendo el manto, lo depositó sobre las rodillas de Atenea, de hermosos cabellos, y elevó esta plegaria, rogando a la nacida del excelso Zeus: «¡Augusta Atenea, protectora de la ciudad, nacida de Zeus entre las diosas! Quiebra ya la pica de Diomedes y concédeme que caiga de bruces ante las puertas Esceas. E n tu hon or sacrifi sacrificar caremos emos ahora en el temp temp lo doce terneras aflojas y no sometidas a aguijada, a ver si te apiadas de la ciudad, de las esposas de los troyanos y de sus tiernos hijos».
imagen divina. Más aún, la imagen hacía que el diós estuviera constante mente presente en el interior del templo y por lo tanto en el seno de la co munidad, tanto si se la convocaba para participar en un sacrificio como si no. La introducción de la estatua del dios dios en el templo d aba al individuo individuo la la op or or tunidad de enfrentarse a la divinidad y proporcionaba a la comunidad un aliado supuestamente poderoso que ofrecía y requería protección. Dos episodios que forman parte de la leyenda troyana ilustran la impor tancia de la presencia de una imagen divina. Cuando en la Ilíad Ilí adaa Diomedes está realizando una matanza de troyanos particularmente cruenta, el adivino H éleno exhorta a su herman o H éctor a regresar a Troya Troya para que invite invite a su madre Hécuba a organizar una procesión de mujeres al templo de Atenea y ofrecer un nuevo peplo a la imagen de la diosa (6.73-102, 237-310; texto 8);
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3. Diferencia numérica de los los alfileres alfileres descubiertos en los santuarios del Peloponeso, c. 1050-c. 500 a.C.
Cu a d r o
Santuario
Perakhora Heraion de Argos Lousoi Olimpia Tegea Ártemis Ortia Menelaon
y
Finales del siglo VIII e inicios del vn (c. 725-650)
Arcaico (c. 700-500)
pro p ro to g e o m é tric tr ic o (c. 1050-850)
Geométrico antiguo y tardogeométrico (c. 850-700)
0 2 0 7 0 0 0
38 699 3 58 273 133 2
9 279 5 29 243 926 17
78 388 23 225 50 403 41
Submicénico
las suplicantes lo pondrán en las rodillas de la estatua y, con la promesa de grandes sacrificios, rogarán a la diosa que tenga compasión de los troyanos. Más tarde, durante el saqueo de Troya, será a los pies de la imagen de Ate nea donde Casandra buscará refugio, siendo arrastrada lejos de ella sin com pa p a s ión ió n p o r Á y a x O ileo il eo (Pro (P rocl clo, o, Epítom rctino de Mi Ep ítom e del saco saco de Troya Troya de A rctino leto). En estos dos episodios la imagen de culto constituye el centro de la pro p rote tecc c ió n d ivin iv inaa e n el s en enoo d e la c o m u n ida id a d , y el h e c h o d e e s ta r e n c o n tac ta c to con ella constituye para el pueblo la forma más directa de comunicarse con el poder divino. Exvotos
El incremento de los santuarios durante el siglo vm a.C. puede verse a través de unos testimonios mucho más modestos que las construcciones mo numentales o las imágenes de culto. A menudo se ofrendaban en los santua rios alfileres, tanto en los de diosas, como Ártemis, donde era habitual hacer ofrendas de vestidos, como en los de dioses. La forma de esos alfileres cam bia b iabb a co conn el tiem ti em p o seg se g ú n las m od odas as,, y p o r eso es o la p res re s e n cia ci a d e e ste st e senc se ncill illoo objeto permite comprobar la frecuencia cada vez mayor de las ofrendas rea lizadas en los santuarios. La tendencia que revela el libro de Imma KilianDirlmeier sobre los alfileres del Peloponeso (cuadro 3) se ve asimismo con firmada fuera de esta región y pue puede de aplicarse aplicarse a otros objetos adem ás de los los alfileres (cuadro 4). Estas áridas estadíst estadísticas icas no son más que un torpe torp e reflejo del hábito de la ofrenda de exvotos debido a la fortuna de la supervivencia y las excavacio nes, ne s, pero rev elan con tod a claridad que los diversos diversos san tuarios conocieron un incremento de las ofrendas durante el siglo vm, aunque la forma y la época en la que se produjeron los cambios varía de un sitio a otro. Los gráficos no
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4. Increm ento del núm ero de exvotos en los los santuarios del mundo mun do grie griego, go, siglos χι-vn a.C. Cu a d r o
Santuario: objeto/fecha L i n d o s : f í b u la s L i n d o s : a lf i l e r e s Feras: fíbulas Feras: alfileres Himeto: vasos K o m b o th e k r a : te r r a c o t a s Tegea: vasos
Siglos xi/x
Siglo ix e inicios del vm
Finales del siglo vm y siglo vn
0 0 0 1 69 0 0
52 0 2 4 116 18 21
1.540 42 1.783 37 965 21 75
revelan tan bien el verd adero ade ro alcance de la variedad existente en el hábito de dedicar exvotos en los diversos santuarios. El santuario de Feras, en Tesalia, donde fueron dedicados más de 3.500 objetos du durante rante el sigl sigloo vm y las las primeras décadas del vn, m uestra uno de los los extremos del espectro. Sólo 77 de los objetos provenientes de ese santuario (esto es, un 2 por 100 del total de los exvotos) puede certificarse que son de origen no n o tesalio, tesalio, y 38 de ellos pro ced en de la vecina Macedo Ma cedonia nia o de los Bal canes canes.. Feras era u na com unidad grande g rande y la la inmensa m ayoría de las las ofrendas realizadas realizadas en su santuario prov enía, al parecer, sólo de esa ciudad, hecho que reflejaría la falta de interés por él que existía en otros sitios o la carencia de estímulos estímulos p roven ientes del exterior. exterior. Muy distinto es el panorama que nos ofrece el santuario de Perakhora, hasta el cual llegaron no menos de 273 escarabeos fenicios, así como un nú mero significativo de objetos metálicos de Italia y del este de Grecia (aunque ninguno de la vecina vecina Atenas). P erakh ora es un santuario situado situado en un pu er to; su destacada situación en el golfo de Corinto debió de atraer a mucha gente relacionad a con la navegación y desde luego debió de resultar trasce n dental para cualquier comunidad corintia interesada por el control del mar (figura 23). Perakhora no tardó en superar en riqueza al otro gran santuario corintio corintio de Istmia, y destaca especialmente p or los exvotos de finos finos panes de oro. Los objetos fenicios y originarios de la parte oriental de Grecia descu bie b ierr tos to s e n e ste st e lug lu g a r ind in d ican ic an q u e n o s o n u n m e ro refl re flej ejoo d e los c o n tac ta c tos to s d e Corinto con el golfo y con algunos lugares de Occidente. Da más bien la im pre p ress ión ió n de q u e P e r a k h o r a a tra tr a ía a tod to d o s aq aquu e llo ll o s q u e p r e ten te n d ía n d e m o s tra tr a r lo refinado de su gusto y sus contactos con un mundo más exótico. Esos gustos exóticos exóticos se ponen incluso incluso más en ev idencia en el H eraio n de Samos, donde hay exvotos procedentes de Egipto, Chipre y el norte de Siria, Fenicia, Frigia y Asiría en cantidades significativamente mayores que el nú mero de objetos procedentes de la Grecia continental, de Creta o incluso de muchas ciudades de Jonia. Jonia. La variedad de los objetos objetos orientales en contrado s en el H eraio n reflejaría la la amp litud litud de los contactos contactos de Samos, indepen indepen dien-
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F ig u r a
23.. El santuar 23 san tuario io de Perak Pe rakho hora ra y su comarca. comarca.
temente de que esos contactos se iniciaran a partir de Oriente o de la pro pia p ia Samo Sa mos. s. P a r tie ti e n d o d e e s a m ism is m a ba base se,, d a la im p res re s ión ió n de q u e el H e raio ra ionn de Samos, pese a su precoz monumentalización, no atraía en esta época al resto de los griegos, ya fueran jonios o de cualquier otra estirpe. En el santuario de Zeus en Olimpia la historia mucho más larga de las ofrendas revela una gran amplitud de contactos, pero no encontramos en él excesivos signos de la influencia de lo exótico. Los exvotos más antiguos corresponden al siglo x a.C. y adoptan la for ma de d e estatuillas estatuillas votiva votivass de b ronce o de terrac ota, estrech e strech am ente afines afines a las las del vecino santuario de Ártemis Limnátide en Kombothekra, joyas bastante sencil sencillas las y trípod trípod es de bronce, perten ecientes quizá ya a las las prim prim eras décad as
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del siglo i x a.C. El número de exvotos de todo tipo aumentó durante el siglo i x y lo hicieron aún más en el vm (conocemos 18 figuritas de animales del si glo x a.C., 160 del i x , y 1.461 del v i i i ) , y también aumentan la elaboración y el nú núm m ero de los trípodes: trípodes: a m ediados del siglo siglo vm se introd introdujo ujo un nuevo nuev o es tilo tilo de trípod e repujado, y tanto este objeto com o las las joyas nos hablan de una un a may or variedad de los orígenes orígenes de las ofrendas. ofrendas. La pres encia de estatuill estatuillas as de bro b ronn c e d e c a lid li d a d b a s tan ta n t e m e d ioc io c re d e m u e s tra tr a q u e e r a n fab fa b ric ri c a d a s e n el pr p r o p io s a n tua tu a r io p o r a r tes te s a n o s itin it inee ran ra n tes te s p e r ten te n e c ien ie n tes te s a trad tr ad icio ic ionn e s m e talúrgicas diversas, aunque parece que los trípodes eran fabricados fuera y pro p ro b a b lem le m e n te llev ll evad adoo s h a s ta el s a n tu a r io p o r el d o n a n te. te . C asi as i la m ita it a d d e los los objetos que n o son de o rigen local local ofrecidos en O limpia procedían, al p a recer, de otras localidades del Peloponeso, donde probablemente fueran fa bri b rica cadd o s; b u e n a p a r te d e ello el loss (cas (c asii u n o d e c a d a seis se is)) p ro v e n ían ía n d el A tic ti c a, y casi uno de cada doce o de Italia o del Mediterráneo oriental. Este repaso somero a sólo cuatro santuarios indica que hay dos cuestio nes distintas a las que debemos responder. La primera de ellas sería por qué se produ pro dujo jo ese gran inc remento rem ento de la inversión inversión en el ám bito de lo divin divino. o. La segunda, po r qué existía existía una diferencia tan tan grande entre los los distint distintos os san tua tua rios en la manera de realizar esa inversión. Abordaremos primero la segun da de estas dos cuestiones. Dife D ifere renn cias ci as entre ent re los sant sa ntua uari rios os
La variedad de orígenes de los objetos ofrendados en los santuarios re vela hasta cierto punto la variedad de los contactos que tenía la sociedad lo cal del santuario, pero la selección de los objetos dedicados a los dioses no venía venía determ inada po r esos esos cont contact actos. os. Este hecho se pon e sob re todo de m a nifiesto en el contraste existente entre la significativa presencia de materia les les áticos áticos en O limpia y su absoluta ausencia en P erakh ora. Resu lta imposible imposible creer que los objetos áticos no fueran accesibles a la sociedad que hacía sus ofrendas en Perakhora, sobre todo cuando la cerámica y las terracotas ate nienses están atestiguadas en el santuario de Istmia desde finales del perío do protogeométrico. Los objetos dedicados en los santuarios no eran selec cionados al azar, sino con el fin de transmitir un determinado mensaje. Si nos preguntamos qué mensaje se suponía que debían transmitir las ofrendas realiza realizadas das en un determ inado santuario, santuario, la la respuesta que dem os d e be b e r á te n e r e n c u e n ta la n a tu r a le z a p a r tic ti c u lar la r d el s a n tu a r io en c u e s tió ti ó n así as í como toda la variedad de las ofrendas. El santuario de Hera en Perakhora constituye un caso particularmente interesante. Fue fundado en torno al 800 a.C. en un emplazamiento que, pese a lo escabroso de su naturaleza y la au sencia de agua dulce, alcanzaría una gran preeminencia cuando la navega ción ción por el gol golfo fo de Co rinto em pezara a cob rar impo rtancia, pues por po r vía vía ma rítima estab a cerquísima de la población de Corinto. Por tierra, sin sin embargo, debido a las malas comunicaciones existentes, el santuario de Perakhora se
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encuentra muy lejos de Corinto, y la tradición da a entender que la posesión corintia del mismo se convirtió en un tema delicado en cuanto la territoriali dad pasó a ser un elem ento signif signific icat ativ ivo. o. Las ofrendas d e P erak ho hora ra no indi can que la defensa del territorio o el establecimiento de una avanzadilla te rritorial constituyeran en realidad un problema desde el punto de vista cultual: los exvotos no tienen nada de marcial, pues los simulacros de kouloúria —roscas de pan— realizados en barro y la relación con el atavío fe m enino d estacan más bien el lado dom éstico éstico de la diosa. diosa. La rivalidad con el santuario de Posidón en Istmia, Istmia, fundado con anterioridad, resulta sumam en te reveladora; el santuar io de Posidón contiene una variedad v ariedad m uy distinta distinta de ofrendas, incluidas joyas, armas y armaduras. Da la impresión de que Istmia po p o n e d e reli re liee v e las a p o r tac ta c io n e s d el v a r ó n a la vid vi d a cívica, cív ica, m ien ie n tra tr a s q u e P e rakhora sitúa en primer plano más bien las de la mujer y se recrea en el em ple p leoo d e a d o rn o s ex exót ótico icos. s. Las preferencias cultuales de Perakhora pueden verse a una luz más tra dicional. Los santuarios cuyo culto y cuyas ofrendas se relacionan con la vida de la mujer se hallan habitualmente en las zonas marginales del territorio y po p o r lo g e n e ral ra l se lev le v a n tab ta b a n e n la co cost sta. a. L o s v iejo ie joss s a n tua tu a r ios io s d e Á r tem te m is en Muniquia y Braurón en el Ática, y el santuario portuario de Emborio, en Quíos, fundados fundad os en el sigl sigloo ix a.C a.C., ., encajan pe rfectam ente de dentro ntro de este m o delo. Sean cuales sean los cambios que venga a reflejar el incremento de las actividades del santuario durante el siglo vm a.C., no implican desde luego el abandono de las concepciones tradicionales en torno al significado del espa cio o del modo en que la sociedad humana podía definirse frente a la comu nidad divina a través de los límites geográficos naturales. El hecho de que la po p o b lac la c ión ió n d e C o rin ri n to s inti in tiee ra h acia ac ia el añ añoo 800 a.C. a.C . la n e c e s idad id ad d e f u n d a r u n santuario de este estilo, cuando no la había sentido anteriormente, podría re lacionarse lacionarse con el desarrollo de las las comu nicaciones nicaciones po r vía vía marítima, que ha brí b ríaa n h ech ec h o d e P e r a k h o r a u n p u n to im p o rta rt a n tís tí s im o , y q u izá iz á co conn o tro tr o s d e s a rrollos internos de la propia sociedad. El resultado de la fundación del santuario de Perakhora fue desde luego convertir esta localidad marginal y con ella ella la periferia periferia de la q ue form aba p arte en cen tro de las las actividades actividades de la comunidad, hecho por lo demás absolutamente insólito: la explotación de las circunstancias concomitantes significaba también la afirmación de un derecho, aunque es imposible saber con seguridad cuál de estos dos facto res desempeñó un papel más importante. importante. Los trípodes y las armas de Istmia también suponen la afirmación de un derecho. Según parece, los trípodes constituían un importante signo de ri queza durante la Edad Oscura. Sabemos de la costumbre de ofrendar trípo des du ran te esta época épo ca gracias a la G ruta ru ta de Polis, Polis, en ítaca , y asimismo se han enc on ontrado trado fragm entos de trípodes en el rico rico yacimiento de Nikho ria, en Mesenia, también de la Edad Oscura. Los calderos sostenidos por un trípode eran objetos muy prestigiosos, no sólo por lo que suponía su elaboración, sino también porque, como vemos en la Ilíad Ilí adaa (23.264) y la Odisea (13.13), po p o d ían ía n s e r u tili ti liza zadd o s co com m o reg re g alo al o o co com m o g a lard la rdóó n . A fina fi nale less d e la é p o c a arar -
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24. Pie de un trípode 24. trípod e cretense de finales finales del siglo siglo vm procede proc edente nte de Olim pia pi a en el qu quee se repr re pres esee nta nt a la d isput isp utaa de un tríp tr ípoo de en entr tree do doss figura fig urass toca to cada dass co conn un casco. F ig u r a
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caica caica es es indud able que los los trípodes se relacionab relacionab an especialmen te con la vic vic toria en un certamen y constituían el premio más prestigioso de toda compe tición. Menos claro está hasta qué punto habían llegado a tener los trípodes esas connotaciones competitivas en el siglo vm, aunque resulta bastante su gestiva en este sentido la escena representada en el pie de un trípode descu bie b ierr to e n O lim li m p ia, ia , en la q u e d o s fig fi g u ras ra s toc to c ad adaa s c o n u n casc ca scoo luc lu c h a n p o r la po p o ses se s ión ió n d e u n tríp tr íp o d e (fig (f iguu ra 24 24). ). E l e n o r m e in c r e m e n to de las o f ren re n d a s de trípodes en Olimpia durante el siglo vm a.C. parece coincidir con la instau ración de los Juegos Olímpicos, convertidos en acontecimiento de importan cia primordial, pero todavía es dudosa la existencia de un certamen de pri mera fila asociado con el santuario de Istmia antes de comienzos del siglo vi a.C., e incluso en Olimpia da la impresión de que hay más trípodes que ven cedores h ubiera p odido h aber. La d iversidad iversidad de los los lugares lugares en los los que fueron fabricados los trípodes de Olimpia indica que la gente los traía consigo al santuario cuando acudía a los Juegos, y en esas circunstancias cabría esperar que los ofrendaran tanto los vencedores como los que no ganaban ninguna pru p ru e b a . M ás q u e c o n s ide id e rarl ra rloo s co com m o u n a m u e s tra tr a d e a g r a d e c im ien ie n to p o r u n a victoria victoria atlética, atlética, deberíamo s quizá qu izá ver trípode s y victor victorias ias como dos fe nóm e nos paralelos, pues ambos habrían supuesto la ostentación de un determina do estatus. La analogía de los desarrollos atestiguados en Olimpia e Istmia plantea algunas algunas cuestiones en torn o al paralelismo paralelismo de la situación situación de uno y otro san tuario. Por lo pronto parece que en principio ambos habían estado hasta el siglo v i i i únicam únic am ente al servici servicioo de d e la pob lación local local.. Y en en.. ningún caso da la impresión de que esa población estuviera políticamente definida: no hay por qué suponer que el santuario de Istmia fuera exclusivamente «corintio». En el siglo vm a.C. ambos centros experimentan algunos cambios: en Olimpia esos cambios amplían enormemente la población al servicio de la cual se po p o n e el s a n tuar tu ario io;; e n Istm Is tm ia los cam ca m b ios io s r e s u lta lt a n m ás difíci dif íciles les d e in te rp r e ta r, pu p u e s imp im p lica li cann la co conn s tru tr u c c ión ió n d e u n a t e r r a z a qu que, e, al p a rec re c e r, h a b r ía s ervi er vidd o pa p a r a la c e leb le b rac ra c ión ió n d e b a n q u e tes te s ritu ri tual ales es,, y tam ta m b ién ié n la intr in troo d u c c ión ió n de n u e vos exvotos característicos; además de los trípodes y las armas mencionados anteriormente, aparece una gran variedad de nuevas formas de copa y una variedad aún mayor de estatuillas de terracota. Podría parecer que Olimpia está más apartada que Istmia, pero su emplazamiento en la confluencia de dos grandes ríos, el Alfeo y el Cladeo, la sitúa en el cruce de dos vías de co municación de grandísima importancia local. El santuario de Istmia está si tuado en el punto en el que el istmo se estrecha más, junto a la principal ar teria que permite la entrada y la salida del Peloponeso por vía terrestre. Las ofrendas realizadas en cualquiera de los dos santuarios habrían atraído la atención no sólo de la población local, sino de toda la masa de viajeros que constantemente pasaban por allí, y habrían supuesto una ostentación del alto rango de los don antes ante to da aquella gente. gente. En E n ambos casos casos,, pues, pues, el san tuario constituía un lugar muy atractivo para cuantos quisieran hacer alarde de su riqueza y su prestigio ante la multitud a través de sus ofrendas. Los dos
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«Ilíad «Ilíada», a», 23.62923.629-645 645.. Né Néstor stor refiere refiere sus proeza pro eza s en los juegos juego s fú n e b r e s en h o n o r de A m a r ince in ceoo . T e x t o 9.
Ojalá fue ra joven y mi fuerza persistiera inconmovible, inconmovible, como cuando los epeos enterraron al poderoso Amarinceo en B uprasio y sus sus hijos hijos propu sieron premios en h ono r del rey rey. Entonces ningún hombre pudo igualarse a mí ni de los epeos ni de los propios pilios ni de los magnánimos etolios. E n el pugilato pugilato vencí a Clitomedes, Clitomedes, hijo de Én ope; en la lucha a Anceo Pleuronio, que se enfrentó contra mí; a Ificlo, a pesar de su valía, lo adelanté en la carrera; y con la lanza sobrepasé a Fileo y a Polidoro. Sólo con los caballos me superaron los dos Actoríones, que gracias a su número pasaron delante, ávidos de victoria, po p o r q u e a ú n q u e d a b a n allí al lí los m e jore jo ress prem pr emio ios. s. Eran gemelos: el uno era un auriga muy seguro, sí, un auriga muy seguro, y el otro los azuzaba con la fusta. Así era entonces; mas ahora sean los jóvenes los que afronten esa clase de empresas. Es menester que yo a la luctuosa vejez obedezca; pero antaño yo destacaba entre los héroes.
dan testimonio de la existencia en el seno de las distintas sociedades griegas de una serie de hombres deseosos de darse a conocer al resto del mundo, cosa que no habría sido posible en el santuario de Perakhora. No N o d e b e m o s e x a g e rar ra r las an anaa log lo g ías ía s ex exis iste tenn tes te s e n tre tr e O lim li m p ia e Istm Is tmia ia.. Aunque hay muchos rasgos comunes en la naturaleza de las ofrendas reali zadas en un o y otro santuario, santu ario, la cantidad can tidad y la calidad de los los exvotos de O lim pia p ia son so n n o tab ta b lem le m e n te sup su p erio er iore res. s. T en enie ienn d o en c u e n ta q u e Istm Is tm ia d o m ina in a u n a ruta de comunicaciones más importante, la mayor riqueza de Olimpia re quiere una explicación. Y dicha explicación seguramente deberíamos encon trarla en las fiestas celebradas en su santuario. Istmia era un lugar en el que el individuo podía hacer ostentación del estatus que tenía, pero Olimpia era un lugar en el el que adem ás ese estatus estatus pod ía mejorarse, y encima de un mod o pa p a r tic ti c u lar la r m e n te visible. vis ible. Lo L o s Jueg Ju egos os O lím lí m p ico ic o s
No N o h ay p o r q u é d u d a r d e q u e los jueg ju egoo s c o n s titu ti tuyy e ran ra n u n rasg ra sgoo p r o p io de la vida vida de la Ed ad Oscura, pero los los Juegos Olímpicos constituían una o ca sión especial. Los juegos fúnebres están muy bien atestiguados en la Ilíada Ilía da,, don de además de los certámenes organizados organizados por A quiles quiles d uran te los los fuñefuñe-
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rales de Patroclo ( Ilía 23.297-8 -897) 97),, N éstor ést or convoca conv oca otros otro s en h on or de d e cier Il íadd a , 23.297 to Amarinceo (texto 9; Ilíad Ilí ada, a, 23.629-645). Hesíodo dice que participó en los jueg ju egoo s fún fú n e b res re s de A n f id a m a n te e n Calcis. Calci s. L os jueg ju egoo s fú n e b res re s s on p o r d e finic finición ión acontecimientos que se producen prod ucen de m anera casual casual y no suponen supo nen ex cesiv cesivaa notoriedad. notoriedad. E stán además com pletamente en m anos de la persona que los convoca: Aquiles es quien establece las reglas, quien decide los premios y quien arbitra las disputas en la competición celebrada en honor de Patro clo. lo. El conv ocante ocan te de los juegos juego s fúnebres fúne bres m ejora su estatus, lo lo mismo qu e los par p arti ticc ipa ip a n tes te s . L os jue ju e g o s d e las fies fi esta tass relig re ligio iosa sass son so n m uy d istin is tinto tos: s: se c e le le br b r a n co conn reg re g u lari la ridd a d y e n fech fe chas as co conn o cid ci d a s d e a n tem te m a n o , y p e r m ite it e n la p r e pa p a r a c ió n d e los lo s co com m p e tid ti d o res re s , q u e en O lim li m p ia lleg lle g ó incl in cluu so a s e r ob obli ligg ato at o ria: ri a: los participantes debían jurar que habían estado entrenándose diez meses (Pausanias, 5.24.9) y, al menos durante la Antigüedad tardía, tenían que acu dir al santuario y residir en él durante treinta días antes de la celebración del certamen. Las reglas eran decididas por un comité, y no por un solo indivi duo. Y en Olimpia, aunque no en todos los demás juegos, los premios eran sólo nominales. La victoria en Olimpia no podía achacarse a la ambición del pre p rem m io, io , al fav fa v o riti ri tiss m o d el o rg a n iza iz a d o r d e los ju j u eg egoo s, a la a r b itr it r a r ied ie d a d de los juec ju eces es,, ni a la c a s u alid al idad ad d e e n c o n tra tr a r s e en el m o m e n to ju s to en el sitio si tio o p o r tuno: las condiciones eran las mismas para todos, e incluso para poder com pe p e tir ti r e r a p rec re c iso is o in v e rtir rt ir u n a ca n tid ti d a d im p o r ta n te d e tie ti e m p o y d e e n e rgía rg ía en la preparación. Una tradición tardía afirmaba que los Juegos Olímpicos fueron instaura dos por Hércules, pero que cayeron en desuso y fueron reinstaurados en 776 a.C. La afirmación de que Hércules fue el iniciador de los Juegos, así como la versión de Pausanias, autor del siglo π d.C., según el cual las pruebas aña didas al certamen a partir de 776 a.C. se incluyeron en él cuando fueron «re cordadas», probablemente respondan a un intento de aumentar el prestigio de los juegos, y no a una memoria popular «real». Durante la Antigüedad tardía, los Juegos Olímpicos del año 776 a.C. se habían convertido en la fe cha que daba inicio a la historia de Grecia propiamente dicha (texto 10). Aunque la datación de los hechos históricos según las Olimpiadas no co menzó en realidad hasta el siglo iv a.C., la adopción de las victorias olímpi cas como hechos de importancia universal revela el elevado estatus que se guían confiriendo las proezas realizadas en Olimpia. Ese estatus se pone también de relieve en la tradición de que, al recibir a los vencedores que re gresaban a su ciudad, sus conciudadanos les invitaran a derribar parte de la mu ralla ralla en la idea de que u na ciudad que co ntase con semejantes varones no tenía necesidad de murallas (Plutarco, Quaestiones conviviales, 2.5.2), y en una larga serie de anécdotas acerca del poder de los vencedores para bien o incluso para mal: Pausanias (7.17.13-14) cuenta que Ebotas de Dime maldijo a los aqueos por no haberle honrado debidamente tras su victoria en Olim pia p ia,, h a s ta el p u n to d e q u e n ing in g ú n o tro tr o a q u e o vo volv lvió ió a v e n c e r en las O lim li m p ia ia das hasta que no fue ofrendada al santuario santuario una e statua de Eb otas (véase (véase in fr a , p. 362 y texto 48).
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10. Edición de san Jerónimo de la cronología de Eusebio (fi nales del siglo iv) a propósito del año 776 a.C.
Texto
Primera Olimpíada: Desde la toma de Troya hasta la Primera Olimpíada transcurrieron 405 años. La Primera Olimpíada tuvo lugar al segundo año de ocup ar Esquilo el cargo cargo de juez juez en tre los atenienses atenienses y Corebo de Élide obtuvo la victoria ... ífito, hijo de Praxonidas o de Hemón estableció la Primera Olimpíada. Desde esta fecha se cree que la historia de Grecia es fidedigna por lo que respecta a la cronología. Pues hasta entonces, como puede comprobarse, se han transmitido las opiniones más diversas.
Es pro bab bable le que en el sigl sigloo vm a.C. a.C. los los Juegos Olímpicos Olímp icos tuvieran una re re glamentación menos elaborada que en épocas posteriores, y que el prestigio de la victoria alcanzada en ellos fuera menor: cierta tradición afirmaba que el primer vencedor, Corebo, no sólo había sido un simple eleo, sino incluso un cocinero cocinero.. P ero pa para ra justificar justificar el el núm ero y la calidad calidad cada cad a vez mayor de las ofrenda s realizadas realizadas en el santua rio de Olim pia dura nte el sigl sigloo vm a.C a.C.. pare pa re ce que debemos apelar al desarrollo de los Juegos Olímpicos. Tanto las ofren das como los propios juegos exigen la existencia de hombres ricos deseosos de competir entre sí fuera de su comunidad, individuos ansiosos de pertene cer a un mundo griego en sentido lato y de destacar en él. La tradición de las crónicas cristianas, que recoge el año 776 a.C. como punto de partida de la historia de Grecia (véase supra, p. 10), establece indudablemente una línea divisoria demasiado marcada entre historia y prehistoria, pero el desarrollo de las Olimpiadas supo ne desde luego un acontecim iento signif significa icati tivo vo que de ningún modo pued e ser puesto en duda. Culto y auto definición definición
Pues bien, volviendo a las cuestiones planteadas anteriormente, daría la impresión de q ue existe existe tan ta diversidad entre los los santuarios por cua nto cada uno hacía cosas distintas y desempeñaba funciones distintas dentro de su pr p r o p ia c o m u n ida id a d o e n el c o n jun ju n to d el m u n d o grieg gr iego. o. P e ro el in c rem re m e n to de las inversiones en el ámbito de lo divino constituye un fenómeno difuso por cua nto todas esas diferencias diferencias tienen tienen algo algo en comú n, a saber, el el mayor interés po p o r la de defi finn ició ic iónn y la p ro p a g a n d a de los p ap e les le s de cad ca d a un uno. o. T a n to si se t r a taba d e una elite elite local local que ap rovechaba rovech aba las las ventajas ventajas publicitarias publicitarias de una ru ta muy concu rrida para hacer o stentación de sí misma, como sucedía en Istmia, Istmia, de un a elite elite peloponesia preocup ada po r alcanzar alcanzar y dem ostrar el propio es tatus ante los ojos de los demás, como en el santuario de Olimpia, o de una
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elite de mujeres corintias que utilizaban la situación geográfica del santuario de H era en Perakho ra, cuya cuya importancia importancia fue aum entando graci gracias as al al desarro llo llo de unas navegaciones nave gaciones cada vez más regulares, regulares, para h acer ace r no tar su posición posición dentro de la sociedad, el número y la variedad cada vez mayor de las ofren das de todos estos santuarios reflejan un incremento del interés por desarro llar y poner de manifiesto los diversos tipos de estatus y las diferencias exis tentes entre cada uno de ellos. Hace ya tiem tiem po q ue viene comentándose que en algunas algunas comu comu nidades se se observa una estrecha correlación entre la disminución de los ajuares fúne bres br es,, s o b re to d o p o r lo q u e se refi re fiee re a la c o s tum tu m b re d e d e p o s ita it a r a rm a s en las tumbas, y el incremento de las ofrendas en los santuarios. Anteriormen te, al analizar el testimonio de los enterramientos de Atenas (pp. 106-111), aducía que tal vez vez estuviéramo estuviéramo s ante la presión sufrida por la elit elitee para pa ra a da dap p tarse a los demás en el modo que tenían de conmemorar una experiencia com partida po r todos. todos. Esa presión quizá explique explique tamb ién el hecho de que el arte de la cerámica no aproveche las posibilidades de las escenas individua listas que explotaban los artesanos del metal, y de que desaparezca la cos tumbre de depositar en las tumbas ricos ajuares. Carecemos de materiales bie b ienn d a tad ta d o s p r o c e d e n tes te s d e s a n tu a r ios io s ate at e n ien ie n s e s q u e no noss p e r m ita it a n d isti is tinn guir exactamente en qué momento del siglo vm a.C. aumenta la cantidad de ofrendas (aunq ue el santuario santuario del Him eto dem uestra que el Ática no consti consti tuye una excepción a la regla), pero en Corinto el traslado de los enterra mientos fuera de las áreas habitadas, que constituye otra forma de controlar los alardes elitistas a la hora de la muerte, se produce en torno al 750 a.C., y po p o c o d e s p u é s p u e d e d e tec te c tar ta r s e tam ta m b ién ié n en Istm Is tm ia la intr in troo d u c c ión ió n d e n o v e dades en el terreno de las ofrendas. La hipótesis de que el afán de ostenta ción ción de las elites elites deje de cen trarse en los los cem enterios para hacerlo en los los san tuarios resulta atractiva, pero podríamos pensar que se trata de la teoría del pal p aloo y la z a n a h o ria ri a o, si se p refi re fier eree , d e la z a n a h o ria ri a y el pa palo lo:: los s a n tua tu a r ios io s pr p r o p o r c io n a b a n la o casi ca sióó n p a r a h a c e r a lar la r d e d e l p ro p io e s tatu ta tuss e n vida vi da,, y n o sólo para demostrar el estatus de la familia en el momento de la muerte de uno de sus miembros; daban ocasión también a depositar la riqueza de un modo que permitía hacerla visible durante bastante tiempo, y no sólo duran te el mo m ento del entierro. Y lo que es más imp ortan te todavía, un alarde de riqueza en el enterramiento suponía un alarde ante una sociedad local con creta, mientras que un alarde de riqueza en determinados santuarios, cuando no en todos, equivalía a un alarde ante la totalidad del mundo griego. Fijarse en las ofrendas significa fijarse en determinados individuos, pero la actividad cultual no era una actividad individual, sino colectiva. No era el individuo, sino todo un colectivo el que consumía la carne de los sacrificios; no era un individuo, sino todo un colectivo el que disfrutaba de las instala ciones necesarias para la celebración de banquetes rituales desarrolladas en fecha fecha tem prana en Istmia y Perakhora; y proba blem ente no fuera un indivi indivi duo, sino todo un colectivo el responsable de que la divinidad tuviera un tem plo pl o e n el q u e alb al b e rgar rg arss e. E l s a n tu a r io d e P e r a k h o r a n o se d e s a rro rr o lló ll ó p o r lo
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11. «Odisea», 6.2-10. Nausítoo traslada de país a los feacios y fu n d a u na n u ev evaa ciuda ciu dad. d. Texto
Y Atena entretanto dirigióse a la tierra y ciudad de las gentes feacias. H abitaban primero estos homb res la vasta vasta H iperea, inmediata al país de los fieros ciclopes, que, siendo superiores en fuerza, causábanles g randes estrago estragos. s. Emigrantes de allí, los condujo el divino Nausítoo a las tierras de Esqueria, alejadas del mundo afanoso; él murallas trazó a la ciudad, construyó las viviendas, a los dioses alzó santuarios, partió las labranzas.
que hiciera un hom bre o una un a mujer, sino sino porque porq ue toda la sociedad sociedad sintió sintió la ne ne cesidad de expresar ciertos aspectos de su identidad instituyendo una activi dad cultual en un nuevo emplazamiento significativo. Es porque se trata de un elemento más de la fundación de un nuevo asentamiento para los feacios en Esqueria por lo que se dice que Nausítoo construyó templos para los dio ses ( Odisea , 6.10; texto 11). La sociedad da lugar a la realización de inversio nes en los santuarios y queda reflejada en ellas, y este hecho confiere a los desarrollos religiosos una importancia política. Si el pueblo actúa conjunta m ente a la la hora del culto, culto, ¿qué implicaciones implicaciones tiene tiene este hecho sobre el modo en que está ordenado el resto de su vida? Si los miembros de la elite se ven coa rtados rtad os en sus alardes fune rarios, ¿quién ¿q uién es quien los co coarta? arta? Si utilizan utilizan los los santuarios como lugares de autopropaganda, ¿qué es lo que pretenden lograr con esa propaganda, a los ojos de quién, y con el apoyo de quién? Si los san tuarios del siglo vm a.C. reflejan la diferenciación de los papeles, esa dife renciación debe producirse en un contexto que obligatoriamente debe ser el de u na sociedad. Y si el santuario es un lugar en el que se ven reflejados reflejados esos pap p apel eles es,, d e b e ser se r e n la s o cied ci edaa d d o n d e sea se a n fun fu n c ion io n ales al es eso es o s p a p e les le s d ife if e renciados. La participación de la colectividad en las actividades cultuales de los san tuarios adquiere una nueva dimensión y también una nueva significación cuando esas actividades tienen lugar en la distancia. Para quienes forman pa p a r te d e un p o b lad la d o v e n e ra r c o n ju n tam ta m e n te a los d iose io sess d e n tro tr o de dell p o b lad la d o constituye un reflejo de los lazos colectivos que los unen, pero no tiene por qué significar mucho más. Invertir en un santuario situado lejos de su pobla ción ción exige exige de la gente el reconocim iento de qu e ese santua rio le perten ece en cierto sentido. Semejante acto de apropiación puede darse en una serie de circunstancias circunstancias muy diver diversas sas:: la gente pued e pens p ensar ar que el santua rio le per te nece porque pertenece a todos, y ya hemos comentado anteriormente que hay buenas razones para creer que el santuario de Istmia probablemente se
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pa p a r e c ier ie r a m u ch choo al q u e ya ex exis istía tía allí all í en e n la E d a d O scu sc u ra. ra . P e r o c u a n to m a y o r sea la la inversión inversión realizada en un santuario, menos p robable rob able es que se haya lle lle vado a cabo con un fundamento tan fortuito. La importancia de los desarro llos del siglo v i i i a.C. radica en parte en el hecho de que algunos de los san tuarios alejados de los centros de población se hicieron con templos que no pu p u d ier ie r o n s er co n s tru tr u ido id o s d e m a n e r a f o r tu ita it a p o r el p e r s o n a l q u e p a s a b a ca ca sualmente por allí a base de añadir un ladrillo de adobe tras otro. La erec ción del templo de Perakhora o la del Heraion de Samos seguramente indi can la apropiación, aunque no sea con carácter exclusivo, del santuario por pa p a r te de u n a s o c ied ie d a d lo b a s tan ta n te b ien ie n c o h e s ion io n a d a co com m o p a r a p o d e r f in a n ciar, coordinar y calcular el mantenimiento de unos proyectos colectivos, y m ediante esa apropiación se afirma afirma la identidad de esa sociedad vinculada al al territorio dentro del cual se encuentra el santuario. El Heraion de Samos constituye la afirmación de los residentes en la población correspondiente a la m od oderna erna P ythagorio fren te a tod a la planicie planicie litoral litoral que se extiende al oes te del santuario, justo a sus espaldas (figura 25); en Perakhora se trata de la reivindicación de un territorio que incluye la zona situada al norte de la mo derna Loutraki (véase supra, figura 23). No N o sie si e m p re es fáci fá cill juz ju z g a r c u á n d o la inv in v ersi er sióó n en u n d e te r m ina in a d o s a n tuario es tan grande que significa una especie de apropiación de dicho san tuario por parte de una comunidad, pero quizá cabría pensar que la cons trucción de un templo probablemente no se produciría sin esa apropiación. Si se introdujeron los templos con el fin de albergar las imágenes de culto, deberíamos preguntarnos si fueron esos desarrollos religiosos los que esti mularon la cristalización de una sociedad, y si la posibilidad de realizar in versiones colectivas mayores en el ámbito cultual permitió un desarrollo re ligioso que, según los testimonios provenientes de Creta, probablemente era ya concebible concebible desde hacía mucho tiempo. El hecho de que el aum ento de d e las las inversiones no siempre se manifieste en forma de construcciones templarías es lo que debilita la teoría de que la iniciativa tuviera fundamentalmente un carácter cará cter religi religioso. oso. Cultos funera funera rios
Existe otra forma de actividad religiosa que revela un enorme creci miento a lo largo del siglo vm a.C., a saber, el culto funerario. Las antiguas tumbas, por lo general los thóloi o tumbas de cámara micénicas, se convirtie ron en lugares en los los que se depo sitaban ofrendas rituales. rituales. Los sig signos nos más an tiguos tiguos y hasta cierto cierto pun to inciertos de culto culto en los enterram enter ram iento s proced en de un puñado de yacimientos dispersos de los siglos x y ix a.C., pero a partir del vm, y sobre to do de 750-7 750-700 00 a.C. a.C.,, tenem os notici no ticiaa de unos cuaren cu aren ta ejem plos. plo s. Las La s tum tu m b as en c u e s tió ti ó n s on va varia rias, s, y su s u d istr is trib ibuu c ión ió n a lo larg la rgoo d e la G r e cia cia propia m en ente te dicha es es desigual desigual (no existen ejemplos en C reta, el noroe ste del Peloponeso, o Tesalia). Algunas de las ofrendas eran perecederas y no
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25.. La ciudad de Samos y el Heraion. 25 Hera ion.
está claro si los ocupantes de las tumbas en cuestión eran considerados casos especiales o no; otras perduraron durante siglos y el depósito de objetos de dicados sugiere sugiere que q ue el difunto poseía algún algún rasgo particular y se pensaba que tenía poderes especiales. Evidentemente existían cultos de héroes en otros lugares además de las tumbas (como en el caso de Helena y Menelao en el emplazamiento mismo del palacio de la Edad del Bronce denominado Me nelaon, cerca de Esparta), y desde época clásica sabemos que algunos de los ocupantes de las viejas tumbas eran considerados «héroes», aunque se ha abierto un animado debate sobre si durante el período geométrico los hé roes se asociaban o no con las tumbas antiguas. Si los personajes allí venera dos eran considerados realmente héroes, este hecho vendría a respaldar la teoría de que el culto en las tumbas se vio estimulado por los poemas homé ricos icos,, pero la incertidum incertidum bre en torno al conocim iento de la tradición tradición épica en en la Grecia propiamente dicha durante el siglo vm y la ausencia de cultos fu nerarios o heroicos en Jonia, donde es indudable que la tradición épica esta ba b a m ás viva, viv a, ha hacc e q u e la h ipó ip ó tes te s is d e la infl in fluu en enci ciaa h o m é ric ri c a res re s u lte lt e b a s tan ta n te inverosímil. El culto en las tumbas es un tipo de culto que permite establecer contac tos con un pod er del pasad o y con un lugar especial especial.. El establec imien to de vín culos con el pasado constituye una posible estrategia de legitimación, que ve remos emplear posteriormente a los espartanos a una escala aún mayor (cf.
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340).. La com pleja situaci 340) situación ón étnica existente en la Argólide, dond e h abía una serie serie de com unidades unidade s indep end ientes en continua rivalidad rivalidad desde el sig siglo lo vm a.C., cuando Argos conquistó Asine, hasta el siglo v, cuando esta misma ciu dad conquistó conq uistó finalmente M icena icenas, s, perm ite postular q ue la reafirmac reafirmac ión de los los vínculo vínculoss con el el pasado pasad o resu ltara estratégicam ente im portan te en esta zona. Y lo mismo cabría decir decir de Mesenia, dond e la amenaza de la conquista esp arta na quizá se ade lantara a la conquista propiam ente dicha. dicha. Por lo lo que sabemos en general, da la la impresión de que este fenóm eno no fue tan im portan te en el el Ática, donde existen escasos signos de diferencias étnicas o de luchas entre grupos distintos distintos que qu isieran hacer propa gan ganda da de los diversos diversos mitos gen ea lógi lógico cos. s. Pu ede que en el Ática los vínculos vínculos con un determ inado lugar fueran más significativos: si el siglo vm a.C. es testigo de la incorporación cada vez más frecuen te de los santuarios situados fue ra de la población principal, principal, con virtiéndolos virtiéndolos en un elem ento m ás de la vida vida de la comunidad, es verosímil verosímil que los habitantes de una determinada localidad, o que determinados grupos de unaa localidad específ un específic ica, a, dese aran expresar expre sar los lazos lazos especiales especiales que tenían co conn un pasado pasad o visibl visiblee al al que podían pod ían con siderar exclusivamente exclusivamente propio. D ad a la na na turaleza de las las ofrendas, parece prob able que en el Ática algunos de los cultos cultos existentes en las las tumb as pas aran a form ar parte pa rte del d el cic ciclo lo regular de la acti activi vi dad cultual del conjunto de la población población local local (como ocurrió en Tó rico), mien tras que otros recibían la atención exclusiva de ciertos grupúsculos elitistas (como ocu rría en el thólos de M enidi). enidi). p.
E L MUNDO EXTE EXTERI RIOR OR
El número cada vez mayor de asentamientos, el incremento de la clien tela visib visible le en santuarios com o el de Olimpia, o la presencia de ofrendas exó ticas en muchos santuarios son fenómenos que indican la mayor movilidad de los griegos durante el siglo vm a.C., y aluden a la existencia de unos con tactos mucho más variados. Es más, los cambios perceptibles en los ajuares funerarios y el desarrollo de los santuarios sugieren que algunos individuos y determinados grupos de ciertas sociedades rivalizaban entre sí como no sa bem b em o s q u e lo h u b iera ie ra n h e c h o d u r a n te la E d a d O s cu cura ra,, y q u e la o r g a n izac iz ació iónn social y el estatus personal se habían puesto en tela de juicio. En las seccio nes sucesivas examinaremos hasta qué punto estaban relacionadas la vulne rabilidad intern a y la movilidad movilidad externa. Griegos y fenicios en Oriente Oriente y en Occidente Occidente
Antes de que acabara el siglo ix a.C. existen indicios de la presencia fe nicia en Creta y en el Egeo, así como de la llegada de productos griegos al Oriente Próximo. A la colonia fenicia de Citio, en Chipre, fundada hacia 820 a.C., se sumaron durante el siglo vm otros asentamientos en esta mis-
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26. Colonias fenicias fenicias y rutas de navegación por el Mediterráneo. Mediterrán eo.
ma isla. A finales del siglo vm griegos y fenicios, y con ellos sus productos, se movían por todo el Mediterráneo al este de Córcega y Cerdeña, y los fe nicios habían llegado incluso al Mediterráneo occidental. Precisamente es durante el siglo vm cuando la gran expansión fenicia por el Mediterráneo occidental comienza a hacerse visible en el terreno de la arqueología (figu ra 26) con los indicios de asentamientos a principio de siglo en Málaga, Almuñécar y Adra, en España, y a mediados o finales de esta misma centuria en Útica (Norte de África), en Motya (Sicilia), en Sulcis y Tharros (Cerde ña), y en la isla de Malta. Una cratera ática del período geométrico medio II descubierta en Huelva probablemente llegó hasta allí a través de los fe nicios, pero también es en el siglo vm a.C. cuando comienzan a establecer se a gran escala las primeras colonias griegas en la península itálica y en Si cilia, en primer lugar con la fundación de Pitecusa, en la isla de Ischia, fren te al golfo de Nápoles, poco antes de 750 a.C., y posteriormente con el esta ble b lecc im ien ie n to d e u n a seri se riee d e co colo loni nias as en la p a r te o r ien ie n ta l d e Sicilia Sic ilia y o tra tr a s cuantas más diseminadas a lo largo de la punta y el tacón de la península itá lica hasta la altura de Campania. Independientemente de quién introdujera por primera vez la cerámica griega griega en Levante, no cabe prácticam ente d uda de que los los griegos griegos se se convir tieron en visitantes asiduos de, cuando menos, algunos asentamientos coste ros del Mediterráneo oriental durante el siglo vm a.C. Una de las mejores pr p r u e b a s d e e ste st e h ech ec h o n o s la p r o p o r c io n a la d istr is trib ibuu ció ci ó n d e u n tip ti p o d e a r t e facto muy concreto procedente del Oriente Próximo, los denominados «se llos del Tañedor de Lira» (figura 27), originarios casi con toda seguridad del norte de Siri Siria, a, pero atestiguados atestiguados abun dan tem ente po r todo el Med iterráneo iterráneo entre los años 740-720 a.C. Se han encontrado estos sellos precisamente en el
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d
27. Sello del tipo escarabeo escara beo excepcionalmente excepcio nalmente gran grande de proced pro cedent entee de Francavilla Marittima (a y b) y otros ejemplares más típicos del tipo «Tañedor de Lira» procedent proc edentes es de Pitecusa (c y d). Figura
norte de Siria y en varios puntos de la costa levantina, pero luego su presen cia se halla restringida a las zonas en las que estuvieron presentes los griegos o en otras, como Etruria, con las que sabemos que éstos mantuvieron con tactos du rante ran te el tercer cuarto del sigl sigloo vm a.C. a.C. No existen en las las colonias colonias fe nicias ni en las zonas de contacto que éstas tenían en el Mediterráneo occi dental (figura 28), pero aparecen, en cambio, en las mismas zonas y en los mismos yacimientos que los skyphoi y platos euboicos de semicírculos pen dientes (figura 29). La explicación más sencilla sería que los sellos del Tañe dor de Lira habrían llamado la atención de los griegos que mantenían con-
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F i g u r a 28.
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Distribución de los sellos del «Tañedor de Lira».
tactos con el norte de Siria y que habrían sido los griegos los encargados de repartirlos por otros sitios. E l alfabeto alfabeto
El préstamo más importante que recibieron los griegos de sus vecinos de Oriente fue el alfabeto. Están atestiguados en Grecia objetos provistos de inscripciones fenicias sobre su superficie al menos desde comienzos del siglo ix a.C., pero la adaptación y la adopción del alfabeto fenicio parecen exigir la convivencia de griegos y fenicios en el ámbito del Mediterráneo oriental, ya fuera en L evante o en Chipre. Chipre. Por lo que podem os ap reciar a partir de los los restos conservados, la Grecia continental perdió completamente el conoci miento de la escritura tras la caída de los palacios micénicos, que habían uti lizado lizado un sistema de escritura limitado fundam entalm ente a la la confecci confección ón de inventarios. Posteriormente hacia finales del siglo vm a.C. empiezan a apare cer fragmentos de inscripcione inscripcioness en lo que podem os afirmar que es a todas todas lu ces un alfabeto griego grabadas en los vasos de cerámica. Es evidente que el alfabeto, o mejor dicho los alfabetos griegos, pues las primeras inscripciones muestran la existencia de notables diferencias locales en la forma de las le tras, tomaron sus signos del alfabeto semítico utilizado por los fenicios, y los nombres de las letras derivan de los que éstas tenían en fenicio. En la Creta del siglo vi había un funcionario encargado de las tareas de escribano que se llamaba po p o inik in ikáá s tas ta s ; los griegos denominaban a su alfabeto ph p h o in ike ik e ía grám gr ám--
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. s e t n e i d n e p s o l u c r í c i m e s n o c s o c i o b u e s o t a l p y i o h p ÿ k s
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mata —término que puede querer decir «letras pintadas de rojo» o bien «le tras fenicias»—, y Heródoto (5.58-61) deducía de este hecho el origen feni cio de la escritura, aunque otros explicaban el nombre apelando a su inven ción por parte de Fénix, el tutor de Aquiles, o por Fenice, hija de Acteón, o al empleo em pleo de hojas de ph escribir.. Estas últimas in p h o ín ix —«palmera»— p ara escribir terpretaciones tienen todo el aspecto de ser un intento consciente por parte de los griegos de distanciarse de todo lo que sonase a Oriente. Curiosamente —y este detalle es en realidad de lo más importante—, el alfabeto griego funciona de un modo distinto del fenicio: mientras que los fe nicios utilizaban las letras para representar las consonantes, y normalmente no las vocales, los alfabetos griegos indicaron siempre, desde los primeros mom entos, tanto consonantes conson antes como vocale vocales. s. Podemos afirmarlo así de todos los primitivos alfabetos griegos, pese a las notables diferencias existentes en el número y la forma de las letras empleadas, así como en el valor que éstas tenían (figura 30). No está del todo claro si esta innovación se debió senci llamente a que el griego no puede escribirse sin vocales —los cambios vo cálicos resultan determinantes a la hora de señalar el funcionamiento de la gramática griega, cosa que no ocurre en fenicio—, o a que hubo un solo «in ventor» del alfabeto griego, o cuando menos un momento determinado en el que se habría producido esa «invención». La representación de los sonidos vocálicos hace del alfabeto griego un instrumento bastante más flexible y fá cil de utilizar que el semítico, pues elimina muchas posibles ambigüedades, y pe p e r m ite it e la p ro n u n c iac ia c ión ió n s eg eguu ra de los son so n ido id o s c o n s o n á n tic ti c o s incl in clus usoo p o r pa p a r te d e un lec le c to r q u e tod to d a v ía no p u e d e e n te n d e r de dell to d o lo q u e e stá st á le le yendo. Sin embargo, en el alfabeto griego no existe todavía ni mucho menos una identidad entre signo y sonido: por ejemplo, las primeras inscripciones utilizan el mismo signo para la «e» breve y para la «e» larga, o para la «o» bre b revv e y la «o» larg la rga. a. Y e s ta lim li m itac it ació iónn res re s u lta lt a m uy im p o r tan ta n te p a r a la cu cuee s tión del motivo de la invención del alfabeto. La escritura permite la comunicación entre los individuos que se hallan separad os por p or el espacio espacio o por el tiempo. tiempo. Posee ventajas evidentes para el re gistro de inventarios inventarios y pa para ra señalar s eñalar los los derechos de un propietar pro pietar io ausente, y también facilita enormemente la comunicación con las potencias invisibles, ya sean los dioses olímpicos o los poderes invocados en las maldiciones gra ba b a d a s e n tablill tab lillas as.. L as p rim ri m e ras ra s insc in scri ripp cio ci o n es c o n serv se rvaa d a s n o co n tie ti e n e n r e gistros propiamente dichos: se trata de diversos nombres e inscripciones de pr p r o p ied ie d a d (la q u e se co conn s ide id e r a p r im e ra insc in scri ripc pció iónn co conn o c ida, id a, e n c o n tra tr a d a en una jarra descubierta en la necrópolis de Osteria dell’Osa, en el Lacio, que dataría de mediados de la primera mitad del siglo vm a.C., quizá señale el nombre de su propietario, si es que se trata de una inscripción griega), de afirmaciones de autoría de una obra o de una inscripción y, a partir del año 700 a.C. o poco después, de ofrendas y maldiciones. Sorprendente resulta el elevado nú m ero de inscripciones inscripciones que contienen alfabetos alfabetos o mensajes del tipo tipo «X lo escribió» en vasos ofrendados a los dioses; este hecho demostraría que la escritura se se consideraba po dero sa en sí misma. misma. U na elevada pro porción de
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estos primeros graffiti tienen un carácter métrico y eminentemente frívolo: una jarra ateniense del período tardogeométrico afirma en hexámetros que es un premio «[para aquel] que entre los bailarines baile más ardientemen pp. 14 1433-14 145, 5, a propó pro pósito sito d e la «copa de N éstor»). D e la isl islaa te» (y véase infra, pp. de Tera provienen una serie de inscripciones primitivas, algunas de las cuales están en verso, en las que determinados varones declaran su admiración por otros varones o recuerdan los actos sexuales realizados con ellos. La fre cuencia de las inscripciones en verso entre las que son más extensas ha lle vado a concluir que el alfabeto griego fue inventado y adoptó la forma que adoptó con el objeto de fijar por escrito los versos, y quizá más concreta mente la poesía épica. Pero el hecho de que los primeros alfabetos no sim bo b o lic li c e n la c a n tid ti d a d d e las la s vo voca cales les,, c u a n d o p re c isa is a m e n te es e s te el fa c tor to r q u e determina esencialmente la métrica griega, resta sin duda mucho peso a esta teoría tan romántica, por lo demás sumamente atractiva. Es evidente que la escritura empezó a utilizarse muy pronto con fines muy diversos en las dis tintas ciudades griegas y da la impresión de que, fuera lo que fuese lo que tu viera in mente el «inventor» del alfabeto griego, sus contemporáneos vieron que este nuevo sistema sistema de comu nicación nicación les les abría una gran variedad de o po r tunidades. Si no podemos afirmar pa p a ra q u é fue inventada la escritura, tampoco re sulta fáci fácill decir cuáles cuáles fueron las las repercusion es que qu e tuvo. tuvo. En otro tiempo es tuvo de moda ver en ella la madre de la racionalidad, y afirmar que las le tras proporcionaron a los hombres nuevas maneras de organizarse, que ha brí b ríaa n d a d o lug lu g ar al n a c im ien ie n to d el esta es tadd o , o nu nuev evoo s m o d o s d e p e n s a r, q u e habrían dado lugar al nacimiento de la filosofía. La escritura quizá influyera en el orden ord enam am iento ien to y clasif clasificaci icación ón de las actividades actividades hu m anas y de los objetos relacionados con ellas, contribuyendo de paso a hacerlos más patentes, pero está perfectam ente atestiguado que tam bién las las culturas «iletra «iletradas» das» son capa ces de o rde na r y clasif clasifica icar, r, sin sin pa ra ello ten er necesidad nec esidad de la escritura. La gran variedad de usos que tiene la escritura en las distintas sociedades sugiere de un m odo inequívoco que las las implicac implicaciones iones de este este arte a rte tienen definitivam definitivam ente mucho que ver con los hábitos y creencias ya existentes en la sociedad que lo adopta. adop ta. La escritura ocupó d ura nte siglos siglos un lugar marginal en la organización organización de las las ciudad es griegas y en la vida de los individuos, individuos, siendo la com unicación oral la que resultaba esencial tanto en la esfera pública como en la privada; bu b u e n a p a r te d e los lo s m a ter te r iale ia less e scri sc rito toss te t e n ían ía n u n a fu f u n c ión ió n sim si m bó bólic lica, a, y no n o e s ta ta ba b a n ah ahíí pa p a r a se s e r leído le ídos. s. E l em e m p leo le o d e la l a es e s c ritu ri tura ra s u p o n e d e s d e lu l u eg egoo un u n a co com ple p leta ta tra tr a n s f o rm a c ión ió n de d e nuestro conocimiento conoc imiento de los los grie griegos gos,, pero deberíamo s tene r mucha cautela y no deducir precipitadamen te que supuso también una transform ación co m pleta de los grie griegos gos.. Ser iletrado en un a sociedad o cciden tal mo derna dern a signi signifi fica ca estar políticamen políticamen te discapacitado, discapacitado, pero en la Grecia a r caica los contextos en los que la escritura resultaba funcionalmente práctica pa p a r a d e s e m p e ñ a r c u a lqu lq u ier ie r p a p e l p o líti lí tico co f u e r o n m u y esca es caso sos, s, a u n q u e e n d e termin ados círculo círculoss la presión social resu ltara determ inante.
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A l M ina in a
Parece lo más probable que los griegos adquirieran el alfabeto a raíz de su convivencia con los fenicios, pero la cuestión de si los griegos llegaron o no a establecer una colonia en el Med iterráneo oriental es muy controverti da. La discusión discusión se cen tra en la na natura turaleza leza y la la impo rtancia del yacim iento de Al Mina, en la desembocadura del Orontes, excavado durante los años trein 65). ¿ Era Er a este lugar un mero pu erto co ta del presente siglo (véase supra , p. 65) mercial, un punto conveniente para depositar los productos griegos que los fenicios traían del Egeo, o por el contrario se trataba de una colonia griega, de una base en la que los helenos adquirían los productos originarios del O riente Próximo? Lo cierto es que no era el único único siti sitioo de L evante evan te al al que lle lle gaba la cerámica griega: se sabe de la existencia de vasos griegos del siglo v i i i a.C. en numerosos puntos de la costa levantina, entre ellos Tiro (donde in cluso están atestiguados fragmentos de vasos griegos del siglo x a.C.), y tam bié b iénn e n n u m e ros ro s a s c iud iu d a d e s im p o rta rt a n tes te s d el inte in teri rioo r, sin q u e p rác rá c tic ti c a m e n te haya motivos para creer cree r que en ninguna de ellas ellas residieran residieran grie griegos gos.. La única po p o b lac la c ión ió n c o s tera te ra q u e rec re c ibió ib ió n o m b re g rieg ri egoo n o fue fu e A l M ina, in a, sino si no R as-e as -ellBassit, situada un poco más al sur, a la que se denominó Posideon. La canti dad de cerámica griega existente en Al Mina en el siglo vm a.C. supera, sin embargo, significativamente a la descubierta en cualquier otro yacimiento del Oriente Próximo, tanto en términos absolutos como en términos de frag mentos encontrados por cada metro cúbico excavado. Ello no implica que debamos pensar que Al Mina era una colonia griega: parece que la cantidad de cerámica de origen no griego (local o chipriota) descubierta en Al Mina es tan grande como la de cerámica de origen griego, y la semejanza de los conjuntos viene a reforzar la teoría de que Al Mina mantenía una relación pa p a r tic ti c u larm la rm e n te e s tre tr e c h a c o n la p o b lac la c ión ió n de Tell T aina ai nat,t, a u n o s 50 k m de distancia, fundada también en el siglo ix a.C., a la que probablemente sirvie ra de d e puerto. A ho ra bien, a la la luz luz sobre to do de d e la distri distribución bución de ciertos ob jeto je to s o rig ri g ina in a rio ri o s d e l n o r te d e Siria Si ria,, co com m o los lo s sello se lloss d e l T a ñ e d o r de L ira, ir a, f e nóm eno tan específicamente vinculado vinculado con el mund o griego griego,, da la impresión impresión de que Al Mina no era un puerto como los demás en el que los fenicios se deshacían de los productos griegos. Pero si efectivamente los griegos establecieron una «relación especial» con Al Mina, ¿por qué lo hicieron? ¿Qué era lo que intercambiaban? Tene mos algunos testimonios de que los productos griegos funcionaban en el Oriente Próximo como productos exóticos, más o menos como ocurría en G recia con los los producto s fenic fenicios ios o en gene ral originarios originarios del O riente Próxi Próx i mo: la cerámica griega se encuentra limitada en buena parte a las poblacio nes importantes, y las formas descubiertas corresponden sobre todo a vasos de beber, a objetos de los que se podía hacer ostentación en compañía, más que a artículos artículos de uso doméstico doméstico.. P ero tan impro bable es que los los grieg griegos os acu dieran hasta allí llevando sólo cerámica como que se fueran sin más carga-
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mento que los sellos del Tañedor de Lira. Quizá esos artículos constituyeran regalos atractivos que facilitaran otro tipo de intercambios, pero difícilmen te podríamos pensar que fueran el objeto fundamental de ese comercio. Y tampo co la innegable dem anda periódica de productos agrícol agrícolas as de todo tipo habría hab ría pod podido ido fom entar el m antenim anten imiento iento de ese víncul vínculoo especia especial. l. D esde lue go no deberíamos meno spreciar la la importancia de ciert ciertos os productos p erece deros como las telas (finas), pero, pese a la falta de testimonios arqueológi cos directo directos, s, el produc pro duc to que con may or probabilidad proba bilidad prim aba en e n el comercio comercio eran los metales. E l comercio de m etale etaless
La existencia de una amplia red comercial destinada a asegurar el apro visionamiento de metales podría remontarse a la Edad del Bronce. Parece que ya a mediados de esta época los asirios establecieron en Anatolia colo nias a través través de las cuales cuales com praban praba n plata a cambio de estaño. Podem os juz juz gar el nivel alcanzado por el comercio de metales a finales de la Edad del Bronce por el desarrollo de los lingotes de cobre de aproximadamente 30 kg de peso, llamados por su forma de «piel de buey» (oxhide), que se encuen tran desde Cerdeñ a hasta Babilonia, Babilonia, y por el hecho de que se han rec up era do cerca de 200 de esos lingotes, esto es, unas seis toneladas de cobre, en la nave naufragada en Ulu Burun, frente a la costa meridional de Turquía. Por el análisis de los isótopos de plomo sabemos que los lingotes de «piel de buey bu ey»» e r a n co com m erci er cial aliz izad adoo s e n tre tr e C h ipre ip re y C e r d e ñ a d u r a n te el p e r ío d o c h i pr p r i o t a rec re c ien ie n te I I I (1200(12 00-105 10500 a.C a. C .), y q u e alg al g u n o s b ron ro n c ista is tass c h ipri ip rioo tas ta s se e s tablecieron en Cerdeña. Esta última isla poseía muy poco cobre y muy poco estaño, pero era extraordinariamente rica en plomo y hierro, y probable m ente fuera el señuelo del hierro lo que m otivara la llegada llegada a Cerd eña de los los lingotes chipriotas. La aparición en el Oriente Próximo del hierro a partir del siglo xn (véa se supra, pp. 42-43) y el colapso político producido en esta misma zona, que trajo consigo la interrupción de las actividades comerciales interregionales du ran te el sigl sigloo xi a.C. a.C.,, modificaron sin duda alguna el modelo de aprov isio namiento y de demanda de metales, pero difícilmente habrían supuesto un decrem ento de su importancia, importancia, pues aun que el hierro es más abun dante que el estaño, no se encuentra en todas partes, y especialmente aparece como pr p r o d u c to s e c u n d a rio ri o en las m e n a s d e co cobb re e n la q u e p o d e m o s c o n s id e r a r la cuna de la Edad del Hierro, Chipre, isla extraordinariamente rica en cobre (véase supra, p. 42). Hierro y plomo eran los productos transportados en la nave naufragada en el siglo vi frente al cabo de Giglio, en Toscana, y siguió habiendo una gran demanda de hierro, cobre y estaño durante toda la Edad Oscura y toda la época arcaica; la plata era fácilmente convertible antes in cluso de la invención de la moneda, y probablemente deberíamos incluirla entre los metales más buscados. Los metales eran tan importantes a efectos
LA F O R M A C I Ó N D E L A S C O M U N I D A D E S
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prá p ráct ctic icoo s — y no n o sólo só lo p a r a el a r m a m e n to — , que qu e c u a lqu lq u ier ie r elit el itee o s u p u e s ta eli el i te habría necesitado asegurarse su aprovisionamiento y se habría mostrado dispuesta a cambiar por ellos ellos cualquier cualquier m ateria ateria prima o prod ucto m anufac turado que le pidieran. La L a colo co loni niaa griega gr iega de Pitec Pi tecus usaa
Probablemente no es una coincidencia que las colonias fenicias de Cer deña y España estuvieran en las proximidades de los ricos filones metalífe ros, o que uno de los primeros indicios de la presencia fenicia en España, la cratera ática del período geométrico medio descubierta en Huelva, aparecie ra en el puerto natural de las minas de Río Tinto, las más ricas con diferen cia del país. Los recursos metálicos debieron de ser asimismo los que lleva ron a los griegos a establecerse en Pitecusa y a comerciar en Etruria. La isla de Ischia, situada al norte del golfo de Nápoles, aunque lejos de ser completamente estéril, tiene de por sí poco que ofrecer a un grupo de colonos y, sin embargo, los testimonios de la necrópolis de Pitecusa parecen indicar que la población de la colonia alcanzó una cifra entre los 5.000 y los 10.000 habitantes al cabo de una generación de la llegada de los griegos a la isla. Sólo el hecho de llevar a toda esa cantidad de gente hasta Pitecusa habría supuesto la realización de un gran número de viajes, y el sosteni miento de esa población habría requerido un constante ir y venir de pro ductos del mundo griego hasta la isla y viceversa. Los testimonios de la existencia de actividades siderúrgicas en Pitecusa son de momento bastan te limitados, pero bastan para demostrar que los habitantes de la colonia se dedicaban a explotar los recursos minerales de la isla de Elba, a pocas mi llas de la costa toscana. Menos seguro es si Pitecusa era o no también una base desde la que se explotaban los ricos terrenos metalíferos de Etruria. La cerámica griega em pie p ieza za a a p a rec re c e r en e s ta reg re g ión ió n en la n e c róp ró p o lis li s d e Q u a ttr tt r o F o n tan ta n ili il i de Veyes probablemente hacia 775 a.C.; y en 750 hay constancia de que había un ceramista griego trabajando en esa ciudad. Hacia 750 a.C. aparecen los pri meros me ros ejemplos de cerámica griega griega en R om a o sus sus cercaní cercanías, as, y también tam bién en el Lacio había ceramistas indígenas que habían adoptado la nueva técnica del torn o con co n el fin específ específico ico de ha cer vasos a imitación de los griego griegos. s. Los con ju n to s d e c e rám rá m ica ic a g rieg ri egaa d esc es c u b iert ie rtoo s en E t r u r i a y el L acio ac io son so n d isti is tinn tos to s de los de Pitecusa y, según parece, los metales etruscos eran vendidos a un gru po p o d e g rieg ri egoo s d isti is tinn tos to s d e los lo s q u e se e s tab ta b lec le c iero ie ro n en P itec it ecuu sa. sa . La primacía de Pitecusa entre las colonias griegas de Occidente indica que fue la necesidad de metales, y en concreto de hierro, lo que llevó a los griegos hasta el Mediterráneo occidental, más o menos por la misma época en la que los fenicios se dirigían más al oeste en busca de los mismos pro ductos. La cerámica de Pitecusa supo abrirse paso hasta Cartago y las colo nias fenicias de España, y la de Eubea hasta Cartago, pero no hasta los con-
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fines occidentales del mundo fenicio. Curiosamente da la impresión de que las empresas griegas y fenicias apenas coincidieron y casi nunca llegaron a chocar: chocar: en C erdeñ a y en Es pa paña ña no hay indic indicios ios de la presencia griega en fe chas chas tem pranas, y tampoco hay indicio indicioss de la presencia fenicia fenicia en la Etru ria del siglo vm, aunque los productos orientales ocupan un lugar destacado en esta región a comienzos del siglo vu a.C. y desde la segunda mitad de esta misma centuria grandes cantidades de bucchero etrusco procedente de Cerveteri llegaron hasta C artago. artago. E n P itecusa son numerosísimos numerosísimos los los testimonios testimonios de contactos con Levante y existen indicios de la posible presencia de colo nos levantinos: un ánfora griega presenta tres inscripciones semíticas, una de las cuales está relacionada con su utilización secundaria en el enterramiento donde fue encontrada; y un vaso de fabricación local lleva en su superficie lo que probablemente sean unas letras pertenecientes a un alfabeto semítico septentrional. No es seguro seguro que qu e estos testimo testimonios nios aluda n a la presen cia de fe nicios o de oriundos del norte de Siria, y en general da la impresión de que, quién sabe a través de qué proceso, griegos y fenicios se dedicaron a la bús queda de recursos metalíferos en zonas fundamentalmente distintas. Hasta ahora hemos venido hablando de «griegos» establecidos en el Me diterráneo oriental y occidental, ¿pero quiénes eran exactamente esos grie gos? La cerámica más antigua descubierta en Levante se compone de obje tos de procedencia euboico/cicládica y ática en una proporción de 2:1. A continuac con tinuación ión desap de sap arece la cerám ica ática, ática, pero a finales del siglo siglo vm a.C. en contramos cantidades significativas de cerámica grecooriental y protocorintia junto con la de origen euboico/cicládico, que desaparece a partir de 700 a.C. aproximadamente. El lugar de procedencia de la cerámica no tiene por qué ser necesariamente el lugar de procedencia de aquellos que la transpor taban: los vasos áticos del período tardogeométrico rara vez se encuentran fuera del Ática, mientras que los del período geométrico medio tienen una distribución bastante amplia, y su falta en Oriente quizá sólo refleje lo limi tado de su distribución. El papel desempeñado por los eubeos en Al Mina nos lo indica entre otras cosas la presencia en Occidente de su cerámica y quizá tamb ién de sus ceramis ceramistas, tas, jun to con las las tradiciones tradiciones literarias literarias en torno a sus actividades; pero no tenemos por qué creer que los eubeos fueran los únicos implicados. La cerámica grecooriental se ha encontrado tanto en O riente rien te como en O ccidente, ccidente, y a finales finales de sigl sigloo tenem os tamb ién noticias noticias de la existencia de ceramistas corintios en Occidente, así como de numerosísi mos vasos de esa misma procedencia. Dado el estado de nuestros conoci mientos y teniendo en cuenta que Lefkandi es el yacimiento mejor conocido de la Edad Oscura (véase supra , pp. 59-65), hay bastantes motivos para pen sar que los los eubeos fueron aparen tem ente los pioneros tanto en O riente como en Occidente, pero es evidente que enseguida se unieron a ellos otros grie gos en estas aven turas ultramarinas. Las únicas únicas fuentes antiguas que hab lan de la ocupación griega de Pitecu sa la relacionan con los eubeos: Estrabón (5.4.9) dice que la isla fue habita da primero por eretrios y calcidios, que posteriormente la abandonaron de-
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31a. La «copa de Néstor», 31a. Nés tor», kotÿle rodia con inscripción procedente de una tumba de cremación de Pitecusa de c. 720 a.C.
F ig
u r a
bid b idoo a las d isen is enss ion io n es inte in tern rn a s y a los lo s ter te r r e m o to s ; T ito it o Livi Li vioo (8.22.5 (8.2 2.5-6) -6) a f ir ir ma que los colonos griegos de Cumas llegaron de Calcis de Eubea a través de Pitecusa y Enaria, isla situada cerca de la anterior. Tanto Estrabón como Tito Livio Livio escribieron escribieron sus obras en tiempos de A ugusto, pero es prob able q ue sus noticias procedan de autores del siglo iv a.C. Si bien no hay motivos para dud ar de que q ue tras estas versiones versiones se oculte oculte una tradición tradición ora l grieg griega, a, hay bu e nas razones para pensar que esa tradición no nos cuenta toda la verdad. Com o ya hem os visto visto,, los los testimo testimo nios d e las necrópolis necrópolis indican que la pobla pob la ción de Pitecusa a finales del siglo vm a.C. era bastante grande, y también que probablemente había en ella cuando menos algunos elementos levanti nos. La Calcis del siglo vm está muy mal conocida desde el punto de vista ar queológico, queológico, pero, a menos men os que qu e los testimo testimonios nios arqueológicos de E retria sean com pletamente erróneos, es muy poco proba ble que en las las ciudades ciudades de C al cis cis y Ere tria hu hubiera biera unos 5.00 5.0000-10 10..00 0000 habitantes hab itantes d ispuestos a bu scar for tu na lejos de su patria y que tuvieran capacidad de hacerlo. Quizá Qu izá podam os utilizar uno de los hallaz hallazgos gos más famosos de la Pitecusa de finales del siglo vm, la llamada «copa de Néstor», como símbolo del ca rácte rá cterr mixto de la sociedad d e la isla isla y de las consecuencias consecu encias de este es te hecho (fi gura 31). Una kotÿle rodia de estilo tardogeométrico, depositada en la rica tumba de cremación de un niño de diez años junto con varios arÿballoi glo bu b u lare la ress p ro to c o r inti in tioo s y o tro tr o s arÿballoi globulares fabricados, al parecer, en la ciudad rodia de Iálisos por artesanos fenicios, lleva una inscripción, en par te al menos en verso, grabada en caracteres eubeos por una mano bastante
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LA FORMACIÓN DE GRECIA . r e b e b a r a p a n e u b , r o t s é N e d a p o c a . l » l y é o S e « d : n r e ó i e c d p o i r p a c s n e s i s a a l n e e o r l o e s c s a e n d e n u o d b , d e r o t s a é t i N d o r e f d A a e p u o c q e a d l e o d e s l i d e f r e p t a y n e i e s t n a e p r f o c e d t a s e o j e u d b i D a b e . b b 1 n 3 i e u q a r u g i
e u F Q
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regular y experta. El graffito identifica el vaso como la copa de Néstor y ex pre p ress a el d e s e o de q u e q u ien ie n b e b a d e ella el la go goce ce d e los p lac la c e res re s d e A fro fr o d ita it a . Se trat a de un ejemp lar muy curios curioso, o, que muestra m uestra una paro dia de la fórmula fórmu la uti lizada en las maldiciones para desear lo que habitualmente se consideraría una bendición, y además hace referencia a la tradición épica. Casi con toda certeza la copa de Néstor hace referencia a la tradición en la que se basa la escena de Ilía Il íadd a , 11.632-637, en la que se describe una copa adornada con clavos de oro perteneciente al anciano Néstor, que él sólo podía levantar cuand o estab a llena. llena. No está ni mucho menos men os claro (véase infra, pp. 166-167) hasta qué punto estaba difundida en el siglo vm a.C. la tradición épica jóni ca a partir de la cual surgió la Ilíad resulta tentad or ver en esta copa una Ilí ada, a, y resulta imagen de esa sociedad singular que era la de Pitecusa: griegos orientales, pro p rovv isto is toss d e sus p ro p io s rec re c ipie ip ienn tes, te s, se h a b r ían ía n u n ido id o e n u n m ism is m o a s e n ta miento a griegos de Eubea y habrían familiarizado a sus nuevos conciudada nos de la colonia con las tradiciones épicas que les eran propias, hasta el pun to de que u no de esos eubeos habría podido levantar en un ban que te (véase (véase infra, p. 201) una copa rodia y escribir en ella un pequeño chiste en verso. La gente que con carácter transitorio o permanente se estableció en Pitecusa formaba una sociedad cosmopolita en la que se labraban fortunas y existían tradiciones culturales diversas. No es difícil comprender por qué muchos de los que oyeron hablar de aquel lugar se mostraron deseosos de participar de su riqueza y sus diversiones. Probablemente no sea una casualidad o una simple mejora de las habili dades técnicas técnicas de los los artistas artistas el hecho de que encon tremos una gran cantidad de representaciones de barcos en la cerámica del siglo vm, sobre todo en la ateniense, pero también en la fabricada en la propia Pitecusa. Las alusiones a las las naves en los los poemas poem as hom éricos éricos (véase especialmente Odisea, 9.322-323, don de se habla de u n barco m ercante) revelan la existe existenci nciaa de un vo cabula rio épico abundante y preciso para designar los navios aptos para surcar el mar, y esta circunstancia también debió de ser fruto de la familiaridad cada vez más frecue nte con la navegación navegación a una escala bastante bas tante considerable. considerable. Para Hesíodo (véase infra, p. 175-176) embarcarse para sacar provecho del co mercio marítimo constituye una opción asequible para todo el mundo. Al pa p a r e c e r, ex exis istí tíaa n ta n to los lo s g ran ra n d e s m erc er c a n tes, te s, p rov ro v isto is toss de v e inte in te o c inc in c u e n ta remeros, como los simpl simples es velero veleros, s, aunq ue estos últimos últimos ra ram en ente te son re pr p r e s e n tad ta d o s c o n c lar la r ida id a d p o r los a r tis ti s tas ta s h a s ta el siglo sig lo vi a.C. a .C. E s tos to s b arco ar coss p o cas cas veces veces eran de peq ueñ as d imensiones (en el sigl sigloo v parece parec e qu e lo mínimo mínimo eran los buques de 80 toneladas), y algunos llegaban a tener capacidad para varios centenares de toneladas. Una colonia como Pitecusa sólo pudo ser fundada si los colonos que se establecieron en ella tenían la esperanza de que iban a poder seguir con ma yor o m eno enorr regularidad regu laridad en contacto con las las fuentes de aprov isionamiento de los productos prod uctos con los que comerciaban. Pues aun aunque que el terreno terren o volcánico volcánico de la isla de Ischia es más fértil, sobre todo para el cultivo de la vid, que el de la mayor ma yor parte de G recia pro piam ente dicha, dicha, ni la cantidad de los los colonos colonos ni
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la posterior decadencia de la colonia pueden explicarse apelando al atracti vo del país. Aquellos que se trasladaron hasta Pitecusa y se establecieron en ella debieron de sentirse atraídos fundamentalmente por las posibilidades de mejora de su vida a través de la actividad comercial que ofrecía la isla. La fundación de Pitecusa, su crecimiento espectacular, y los singulares hallazgos realizados en ella habrían requerido la actividad constante de su puerto, que habría supuesto el transporte regular de un grandísimo volumen de produc tos por un gran número de marinos, a menudo más de cincuenta en un solo mercante. Pitecusa debe ser considerada a la vez fruto de la participación cada vez vez más im im po rtante de G recia en el comercio comercio de los metales y otros p ro ductos, y contribución decisiva a ese mismo fenómeno. As A s e n tam ta m ien ie n tos to s grieg gr iegos os fu f u e r a d e Gr Grecia ecia
Durante más de dos décadas Pitecusa fue la única colonia griega de Oc cidente, pero per o en e n el último terc io del siglo siglo vm a.C. a.C. los griegos griegos se establec ieron en nume nu merosos rosos pun tos de d e Sicil Sicilia ia y del del sur de Italia. Italia. Al A l parecer, ya en la A nti güedad se pensaba que estas colonias eran de un tipo distinto al de Pitecu sa, y los especialistas modernos las incluyen —cosa que no hacen con Pitecusa (o Al Mina)— bajo el epígrafe de la llamada «colonización griega». ¿Pero hasta qué pun to e ran distint distintos os estos asentamientos? asentamientos? P ara en tend er lo que eran los los asentamientos helénicos helénicos estableci establecidos dos fue ra del territorio de Grecia a finales del siglo vm, concepto que se designaba con el térm ino de apoikía o «casa fuera de casa», es preciso contemplarlos en el contexto de lo lo que hab ía sucedido sucedido duran te la Edad Oscura y de lo lo que h a bía b ía v e n ido id o o c u r r ien ie n d o en G rec re c ia p r o p iam ia m e n te d ich ic h a d u r a n te el siglo sig lo vm a.C. a.C . Al comienzo del presente capítulo analizábamos los testimonios relativos a los primeros asentamientos en la Grecia propiamente dicha durante el siglo vm, señalando q ue el crecimiento crecimiento de la población población proba blem ente no fuera el único factor que causara la emigración de la gente a nuevas tierras. Hemos visto la expansión de los asentamientos en Grecia a la luz de las transforma ciones sociales, a las que por lo demás también aluden los cambios observa dos en las prácticas funerarias y la la evolución expe rim entada entad a en los santuarios santuarios de los diose dioses. s. D a la impresión desd e luego de que esas transforma ciones y esa esa evolución evolución fueron en el sigl sigloo vm más radicales radicales qu e en épocas anteriores, pero también cabe pensar que muchas de ellas se desarrollaron a partir de ten dencias perceptibles ya siglos antes cuando menos en algunos rincones del mundo griego. Los asentamientos fuera de Grecia constituyen otro de esos cambios (figura 32). El siguiente gráfico (cuadro 5) ofrece una versión muy inexacta del cre cimiento del mundo griego, pero en cierto modo permite observar la larga historia de los asentamientos fuera del solar helénico. Prima a los asenta mientos sobre los cuales disponemos de tradiciones literarias (de hecho está ordenado en buena parte con arreglo a las fechas literarias), no presta aten-
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. ) 5 o r d a u c l e e s a é v ( a i c e r G e d a r e u f s a g e i r g s a i n o l o C . 2 3 a r u g i
F
148 Cu a d r o
LA FORMACIÓN DE GRECIA
5. Colonias Colon ias griegas fuera fue ra de Grecia.
Colonia
Metrópoli/s
Fecha(s) de fundación según la literatura
Sestos Pafos Elea Clazomenas Colofón Cime Pitane
Lesbos ? Atenas Jonios Jonios Eolios Eolios
pre p regu guer erra ra de Troya c. guerra de Troya c. guerra de Troya c. guerra de Troya c. guerra de Troya c. guerra de Troya
Torone Eritras
Calcis Atenas
Éfeso Mileto Samos Tera Esmirna Mende
Atenas Atenas Jonios Esparta Eolios Eretria
finales EB; después PG finales s. xii
775/4 (Eusebio)
Pandosia
775/4 (Eusebio)
Sinope
Mileto
Sí
s. xi/x s. XI? (HR, submic., PG)
Focea y Atenas A s tip a le a M é g a ra R ode R o das Solos (Chipre) Atenas Metaponto Acaya
Cirene
Poblados indígenas pre p re ex is ten te n te s
misma generación que Éfeso 1087 (Eusebio) 1087 (Eusebio) 1087 (Eusebio) c. 1000?
Focea
Aqueos/ Elide T e ra
Primeros materiales arqueológicos
S. IX
s. ix/vm
762/1 y 632/1 (Eusebio) p re -7 57 (E s c i m n o )
s. ix finales s. vu s. i x / v i i i último cuarto s. VIH
Sí
finales s. vil último tercio S. Vil
Trapezunte Cízico
Sinope Mileto
Pitecusa
Eretria /Calcis Calcis
Naxos Nax os Siracusa
Corinto (Tenea)
631/0 (Eusebio) 757/6 (Eusebio) 756/5 y 676/5 (Eusebio) a n te s d e C um as (Livio) poco poc o an ante tess de 733 (Tue.) 737 (Eusebio) 759 M arm. Par.; 736/5 (Eusebio); poco po co an ante tess de 732 (Tue.)
p r e- 75 0 tercer cuarto s. vm (TGI)
Sí
t e r c e r c u a r to s. vm (TGI)
Sí
L A FO R M A C IÓ N D E L A S C O M U N I D A D E S
149
Cu a d r o 5. Continuación. C o lo n ia
M e t r ó p o li /s
F e c h a ( s ) de fundación según la literatura
C o rc ira
misma fecha que Siracusa (Estrabón); 707/6 (Eusebio)
segunda mitad
C ata na
C o rin to (antes colonia de Eretria, Plutarco) Calcis
L e o n tin o s
Calcis
Cime (Cumas) Calcis
737/6 (E u seb io ) c. 728 (Tue.) p o co an te s de 728 (Tue.) 1050 ( E u se b io )
Z a n c le
s. v m
segunda mitad Sí s. VIII tercer cuarto Sí s. vio (TGI) m a te r i a le s Sí pre-75 pre -7500 en contextos preh pr ehelé elénic nicos os;; prim pr imer eraa cerá ce rá mica colonial después de 725 tercer cuarto No s. vm (TGI) c. 720
R e g io Mégara Hiblea
C um a s /Calcis Calcis (y (Zancle) Mégara
S í b a r is
A ca y a
Milas
Zancle
S. VIII
728 (Tue.); antes que Siracusa (Eforo apud Estrabón) c. 720 (Ps.-Escimno); 710/9 (Eusebio) 716 (Eusebio)
Primeros materiales arqueológicos
Poblados indígenas pre p re ex iste is te n te s
Sí
S. VIII
tercer cuarto s. vm (TGI)
No
c. 720
No
prim p rim er cu cuar arto to
No
s. VIII
Astaco
Crotona Tarento Satirión
Mégara y Atenas Paros/Mileto/Eritras Acaya E s p a rta Esparta
Heloro Caulonia Samotracia Gela
Siracusa Crotona S a m os Creta/Rodas
Proconeso
Mileto
Parion
711 (Eusebio) 7099 70 709 (Eusebio) 706 (E u se b io ) Misma fecha que Tarento (Estrabón) 600-500 692/1 (Eusebio); poco po co an ante tess de 688 (Tue.) antes de c. 690
c. 700 c. 700
No Sí Sí
700 700 700 700
No Sí Sí
S. VII
c. c. c. c.
150
LA FORMACIÓN DE GRECIA
Cu a d r o 5. Continuación. Colonia
M e t r ó p o li/ s
F e c h a(s) de f u n d a c ió n s e g ú n la l i t e r a t u r a
Fasélide . Calcedonia Siris Tasos
Rodas M é g a ra Colofón P a ro s
? 688 685 y 679 (E u seb io ) c. 680-652 1425 E usebio; mediados s. vu (Arquíloco)
Metauro Cízico
Z a n k le M i le t o
Locros Epicefirios Ábidos Acras Selim bria Parténope B i z a n c io Is t r o /H i s t r ia
Estagira Sane Náuc Ná ucrat ratis is Acanto Abdera Lámpsaco Selinunte Maronea Estrime Léucade Neáp Ne ápoli oliss (Tracia) Hímera
756/5 y 676/5 (Eusebio) L o c ro s 679 (E u se b io ); época de la guerra de Mesenia (Aristóteles) (Aristóteles) M i le t o 670 (E s tra b ó n ) Siracusa poco po co an ante tess de 662 (Tue.) M é g ar a a n t e s q u e B iz a n c i o C u mas mas/R o d a s s. XII (Estrabón) M ég ar a 659 (E u se b io ) M ileto 657 (E u se b io )
Calcidios A n d ro s Andros Clazomenas, y luego Teos Mileto MégaraHiblea Quíos Tasos Corinto Atenas Zancle/ Milas
656 (Eusebio) 655 c. 655 (Estrabón) 655 (Eusebio) 654 (Eusebio)
P r im e r o s m a t e ri a le s a r q u e o l ó g ic o s
P o b la d o s in d íg e n a s p r e e x i s t e n te s
c. 700
700; material no griego; 650; material cicládico 700-650
Sí
c. 700
Sí
segundo cuarto s. vn 675-650 650-625 q uiz á s e g u n d a mitad s. vm/ inicios s. vn ; con seguridad hacia 630 pri p rim m er cu cuar arto to S. VII ? S. VI
segunda mitad No S. VII
654 (Eusebio) 651 (Diodoro Siculo); 650 (Eusebio); 628 (Tue.) antes de 650 c. 650 mediados s. vu
m e d ia d o s s. VII
mediados S. VII
650/49 (Eusebio); 648 (Ptolomeo y Diodoro)
c. 625
C e rc a
151 151
LA FORMACIÓN DE LAS COMUNIDADES
Cu a d r o 5. Continuación. Colonia
Metrópoli/s
Fecha(s) de fundación según la literatura
Olbia/ Borístenes
Mileto
6477 64
Casmenas
S ir a c u s a
Cirene
Tera
p oco a n tes de c. 642 (Tue.) 762/1 y 632/1 (Eusebio) pre-757 pre- 757 (Escim (Es cimno) no);; 631/0 (Eusebio)
Sinope Tauquira (Tocra) Lípara Pru sias E p id a m n o E sim e Galepso Sigeon H i p on ion Eleunte A m o rg o s Apolonia (Sozópolis) Asos Eubea A n a c to rio n A m b r a c ia Hiria L ero s A m is o s Cardia Perinto Camarina Apolonia (Libia) Medma Posidonia (Paestum) Panticapea
Mileto Cirene Cnido M ileto C o r c ir a Tasos Tasos Atenas L ocrosEpicefirios Atenas S am os M i le t o Metimna Leontinos C o r in to / acarnanios C o ri n to Creta M i le t o Fo ce a/ Mileto Mileto y Clazomenas Samos S ir a c u s a
630 (Eusebio) 627 (Eusebio) 627 (Eusebio)
Primeros materiales arqueológicos
Poblados indígenas preexis preexistent tentes es
575-550; 675650 en la cerca na Berezan c. 600 finales S. VII
último tercio S. VII c. 630
575-550 650-625 6255 c. 62
620-10 c. 620 c. 610 c. 609 (Suda) c. 609 (Ps.-Escimno)
s. IX
finales
? s. VII
S. VII S. VI S. VII
S. VII
finales S. VII
S. VII ? S. VII
S. VI S. VII
finales s. vu
?Sí
finales s. vn
No
finales s. vu 602 (Eusebio) 601 (E u seb io ); poco po co an ante tess de c. 597 (Tue.)
Tera
c. 600
Locros Acaya
c. 600 c. 600
Mileto
c. 600
No
152
LA FORMACIÓN DE GRECIA
Cu a d r o 5. Continuación. Colon ia
M etrópoli/s
Fecha(s) de funda ción según la literatu ra
Potidea Side Masalia Ágata (Agde)
Corinto Cime Focea F o cea
625-585
Apolonia (Iliria) Odeso Acragante
Corinto y Corcira Mileto Gela
Emporion (Empúries) Tomos Evespérides Corcira Negra Ninfe Ni nfeoo Q u e rs o n e so Tracio Barce H e r a c le a P ó n t ic a
Masalia y Focea Mileto Cirene Cnido Mileto A te n a s
H e rm o n a s Mirmecion Tirítace Cepos Tiras Heraclea Minoa Teodosia Patreo Alalia (Córcega) Dioscurias Elea/Velia
Primero s m ateriales arqueológicos
Poblados indígenas preexistentes
c. 600
s. v i i / v i
598 (Eusebio) p o co d es p u é s q ue Masalia c. 600 585-539 poco po co an ante tess de c. 580 (Tue.) inicios s. vi
S. VI
c. 600
tercer cuarto S. VII c. 600 c. 560
inicios s. vi
Sí
inicios s. vi 610-575 600-575 580-570
561-556
C ir e n e M é g a ra y b e o cio s o Mileto Mileto y Mitilene Mileto Mileto M ileto M ileto S e l in u n t e
560-550 554 (Ps.-Escimno) (Estrabón)
m e d iad o s s. vi m e d iad o s s. vi a n te s d e 510
m ed iad o s s. vi No
Mileto Mileto Focea/ Masalia Mileto Focea y Masalia Teos Samos
550-500 550-500 c. 545
580-570 mediados s. vi siglo vi
575-550
c. 540
Fanagoria 5455 c. 54 Puteoli 531 (Eusebio) (Dicearquea) Cidonia Samos (y c. 520 (Hdt.) luego Egina) Grineon Mirina
575-550 575-550 575-550
540 prim p rim era er a mitad mi tad s. vi c. 540
c. 500
L A F O R M A C IÓ N D E L A S C O M U N I D A D E S
153
Cu a d r o 5. Continuación. P rim ero s m a t e ri a le s a r q u e o l ó g ic o s
Colonia
Metrópoli/s
Fecha(s) de fundación s e g ú n la l i t e r a t u r a
C a l a t is
H e r a c le a Póntica A te na s A te n a s Mégara/ Calcedonia/ Bizancio Cumas A te n a s A te n a s A te n a s T a re n to
finales s. vi
S. IV
c. 500 c. 500 493
c. 500
Lemnos Imbros Mesembria Neáp Ne ápoli oliss B re a Turios A n f íp o li s Heraclea de dell Siris Quersoneso Táurico Isa Faros Tauromenio Nicea Nice a Amastris
D e lo s y Heraclea Póntica Si rac u s a P a ro s Hibla, Zancle y calcidios Masal Ma salia ia Mileto
P o b la d o s in d íg e n a s pre p re ex iste is tenn tes te s
Sí
c. 500 c. 470
444/3 443 4377 43 433-2
finales s. v
421
525-500
390 385 3588 35 S. IV S. IV
ción ción a muchos lugares que conocemos, a m enu enudo do de d e m anera imperfecta, sólo sólo po p o r los lo s tes te s tim ti m o n ios io s arq ar q u eo eoló lógg ico ic o s, y esta es tabb lec le c e u n a d isti is tinn ción ci ón ten te n d e n c ios io s a e n tre asentamientos en Grecia (no incluidos en la lista) y asentamientos «en el extranjero». Buena parte de la información arqueológica aquí resumida está siendo siendo objeto de de bate y en cualquier cualquier mom ento pu eden producirse producirse nuevos descubrihiientos que modifiquen radicalmente el cuadro en determinados casos concretos. En el mundo griego de comienzos de la Edad del Hierro el individuo te nía una gran movilidad. movilidad. En la Ilía Ilí a da y la Odisea nos encontramos con nume rosos personajes errantes que se han visto obligados a abandonar su patria, casi siempre por haber matado a alguna persona. En Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días (630-640), Hesíodo nos habla de su propio padre y dice que regresó de Cime, en Asia Menor, a la Grecia continental y se estableció en la aldea beocia de Ascra, «huyendo de la funesta pobreza», afirmación que nos obliga a recor dar que no siempre resulta fácil diferenciar el salto del empujón, y también que la gente regresaba de las colonias establecidas fuera de Grecia del mis-
154
LA FORMACIÓN DE GRECIA
mo modo que emigraba a ellas. El comercio era la causa de muchas de esas migraciones y probablemente constituyera un aliciente para mucha gente que no tenía ninguna necesidad de abandonar su patria: Dionisio de Hali carnaso, autor que escribió en Roma en tiempos de Augusto, nos refiere la historia ( A 3.46-4 -47) 7) de cierto D am arato d e C orinto qu e «decidió «decidió de A n t . R o m ., 3.46 dicarse al comercio», ganó una fortuna vendiendo en Etruria productos grie gos y en Grecia productos etruscos, y acabó contrayendo matrimonio y esta ble b lecc ién ié n d o s e e n E t r u r i a y no e n C o rin ri n to, to , d o n d e C ípse íp selo lo se h a b ía erig er igid idoo en tirano (véase infra, p. 232). Al igual que muchos de estos individuos en cons tante movimiento, Damarato se mueve por asentamientos ya bien estableci dos. Pues la emigración de todo un grupo de gente, y sobre todo la emigra ción a zonas que no habían sido previamente colonizadas por griegos, reque req uería ría unas u nas condiciones condiciones especi especiale ales. s. En la Grecia de la Edad Oscura había una densidad de población muy baj b aja, a, ex exis istí tíaa n tie ti e rra rr a s d e lab la b o r d isp is p o n ible ib less p a r a tod to d o s aq aquu e llo ll o s q u e c o n tara ta rann con la fuerza de trabajo necesaria para su explotación, y las comunidades se veían cada vez más en la necesidad de mantener estables sus dimensiones a fin fin de conserva r su estatus en un m undo en el que la rivalidad rivalidad entre los los indi indi viduos y los grupos grupo s empez em pezab abaa a hacerse algo habitual. En esas circunstancia circunstancias, s, el hecho de que unas cuantas personas abandonaran su comunidad natal pa p a r a e s tab ta b lece le cers rsee en o tro tr o sitio si tio n o c o n s titu ti tuyy e u n a m u e s tra tr a d el p o d e r d el e s ta ta do, sino una m uestra de los los límites límites que tenía el po der de los gobernantes. gobernan tes. E s tablecer una nueva colonia exigir exigiría ía no sólo la existencia existencia de un as espe ranzas o unas una s crisis crisis individuales o aisladas, aisladas, sino sino tam bién unas-expectativas com unes de alcanzar una vida mejor en otro sitio, una amenaza común de la que fue ra preciso escapar, o un objetivo común que se desease alcanzar. Las leyen das que los griegos contaban en torno a las emigraciones colectivas solían centrarse en la existencia de algún peligro común: en la Odisea (6.2-10; véa se supra, texto 11), Nausítoo abandona con los feacios Hiperea y se estable ce en Esqueria por la amenaza que para todos ellos representaban los Cíclo pes; pe s; la tra tr a d ició ic iónn m ás m o d e r n a c reía re ía q u e las ciu ci u d ad adee s grie gr iega gass d e J o n ia h a b ían ía n sido fruto del cambio producido en las condiciones reinantes en la Grecia continental tras la llegada de los dorios (véase supra, pp. 50-51). Incluso como versión de las las migraciones migraciones de la Edad Oscura Oscu ra esta última última tradición d e ja ría rí a b a s ta n te q u e d ese es e ar: ar : los a s e n tam ta m ien ie n tos to s e sta st a b lec le c ido id o s e n la zo zonn a n o r te d el Egeo Ege o difícilmente difícilmente habrían pod ido ser fruto de la hostilidad hostilidad y las las amenazas de los dorios. Como reflejo de lo que fueron los asentamientos del siglo vm el modelo de la amenaza resulta todavía menos satisfactorio, pues no tiene en cuenta el lugar en el que decidieron establecerse los que se vieron obligados a abandonar sus comunidades originarias. Lo que caracteriza los movimientos migratorios de finales del siglo vm a.C. es que suponen no sólo la finalización de los asentamientos establecidos en el Egeo, sino tamb ién el asalto de un nu evo horizonte. Por ejemplo, el es tablecimiento de colonias en Tasos, Neápolis de Tracia y Perinto durante el sigl sigloo vu, vu, en Lemn L emnos os d urante ura nte el vi, vi, o en Anfípolis du rante el v, dem uestra que
L A F O R M A C IÓ N D E L A S C O M U N I D A D E S
155
el norte del Egeo seguía siendo una meta para la colonización. La zona sep tentrional del Egeo ofrecía un clima mucho más benigno (incluso en años especialmente secos las tierras plantadas de cereal disponen de agua sufi ciente) y recursos naturales ricos en madera y metales, ventajas que induda ble b lem m e n te d e b ían ía n d e s e r bie b ienn co conn o c ida id a s en esp es p e cial ci al p o r los l os eu eube beoo s, q u e h a b ían ía n establecido lazos con la zona ya en plena Edad Oscura (véase supra , pp. 6263). Aunque es evidente que la moda debió de desempeñar un papel en todo esto y no cabe esperar una racionalidad absoluta, la decisión de mirar hacia Occidente supone que cada vez eran más numerosas las expectativas que ofrecía esta zona. zona. Los colonos eran gentes qu e decidían da r el salto salto sin sin nece nece sidad de que los empujara nadie, y los que se quedaban debieron de tolerar su marcha no sólo porque intentar evitarlo habría sido inútil, sino porque de ese modo se reservaban la posibilidad de participar de las ganancias de la empresa. La colonia de Pitecusa y los los testimonios testimonios de la existencia existencia de intereses grie gos en Etruria indican que los atractivos de Occidente estaban relacionados con el aprovisionam iento de m etales y el crecimiento crecimiento de una d ensa red de in tercambios comerciale comerciales. s. C omo veíamos veíamos cuan do analizábamos la llegada llegada de la tecnología del hierro a Chipre y al Egeo, la difusión de la siderurgia hizo que resultaran obsoletas las viejas redes comerciales establecidas para suminis trar estaño y cobre con el fin de producir bronce, y obligó a las elites a aca pa p a r a r las m a ter te r ias ia s p rim ri m as n e c e sari sa riaa s p a r a la e lab la b o r a c ión ió n d el h ierr ie rro. o. C u a l quier nueva zona en la que floreciera la siderurgia debía ser explorada por miedo a que otros sacaran antes provecho de su explotación. El descubri m iento de los campos de h ierro del norte de Italia Italia tras la la llegada llegada de la la Edad del Hierro a Etruria supuso un reto que no podía ser pasado por alto, aun que todavía no fueran previsibles las consecuencias que pudiera tener el he cho de lanzarse a la caza de esta nuev a fuen te de m ineral inerales. es. Las relaciones con Etruria no supusieron sólo el acceso a una importan te fuente de metales, sino también el contacto con un pueblo diferente, or ganizado de manera distinta y que ofrecía un modelo para la emulación. La llegada llegada de la Edad del Hierro había tenido unas repercusiones inmediatas inmediatas so bre b re el sist si stee m a d e a s e n tam ta m ien ie n to d e los etru et rusc scoo s h a b itu it u a l e n el siglo sig lo ix, co conn la sustitución sustitución de los los poblado s disper d ispersos sos propios de la cultura protovillanoviana po p o r ag aglo lom m e rac ra c ion io n e s d e ald al d eas ea s q u e p a s a ro n a fo r m a r u n a seri se riee d e e n tid ti d a d e s pr p r o to u r b a n a s riva ri vale less (BR, 55, 92). Parece que durante el siglo vm esas enti dades protourbanas, dominadas cada vez con más frecuencia por unas aris tocracias tocracias riv rival ales es,, alcanzaron un po der considerable, como d em uestra el modo en que los productos griegos de importación aparecen concentrados en las ruinas de Veyes. Similares, aunque distintas, fueron las transformaciones que se produjeron en el vecino Lacio, donde el modelo primitivo de asentamien to se había caracterizado ya por la aglomeración, aglomeración, y don de se produ jo una un a ma m a yor tendencia hacia la centralización durante los siglos ix y vm; en referencia al anál análisi isiss de las prácti prácticas cas funerarias griegas que efectuáb am os a nterio rm en te, cabe señalar que la separación entre poblado y necrópolis se produjo en
156
LA FORMACIÓN DE GRECIA
el Lacio hacia el año 800 a.C., unos cien años antes que en el Ática. Es casi seguro que los desarrollos seguidos por la Etruria meridional y el Lacio tu vieron mucho que ver uno con otro: quizá fueran la proximidad y la impor tancia de Veyes las que fomentaran el desarrollo de Roma como centro del Lacio, y seguramente fue a través de Veyes como Roma entró a formar par te de la red de intercambios interregionales, que incluía el comercio con los griegos. No N o cab ca b e d u d a d e q u e los g rieg ri egos os c o n s titu ti tuyy e ron ro n el can ca n al a tra tr a v é s de dell cu cual al las elites etruscas consiguieron los medios que les permitieron despuntar. La escritura aparece en Etruria hacia finales del siglo vm y en el Lacio no mu cho después (BR, 103-104): el alfabeto lo tomaron prestado de los griegos, y según el historiador Tácito, An A n a les le s , 11.14, fue el corintio Demarato el encar gado de enseñárselo. Los enterra m ientos no biliarios biliarios de E truria, el Lacio y el po p o b lad la d o v illa il lann o v ian ia n o d e P o n teca te cagg n a n o , e n C a m p an ia, ia , son so n tan ta n p a rec re c ido id o s a los de la colonia griega de Cumas, situada frente a la isla de Ischia, y a la excep cional cional serie serie de tumb as enc on trada en la P ue uerta rta Occ idental de Ere tria, que da la impresión de que los enterramientos aristocráticos de Italia se inspiraron en los los de Eub ea (BR, 89-92). Pero las tumbas de Eretria (c. 700 a.C.) no son cronológicamente anteriores a las de Cumas o a las primeras de Pontecagna no y, y, aun aunqu quee el enter ram iento de Lefkandi, L efkandi, an terio r casi casi en dos sigl siglos os,, podría apuntar hacia una tradición euboica, el desarrollo independiente de los en terramientos de Italia resulta tan fácil de comprender como su presencia en Eretria. ¿Es posible que las estructuras centralizadas propias de la sociedad etrusca estimularan la evolución social de los griegos?El caso de Cumas
E strab ón (C243) (C243) dice dice que Cumas, en Cam pania, fue la fundación más an tigua de Italia y Sicilia y, como ya hemos visto, Tito Livio (8.22.5-6) afirma que fue fundada conjuntamente por los habitantes de Pitecusa y Enaria. Los testimonios arqueológicos indican que los griegos estaban presentes en ella hacia 730 a.C., cuando Pitecusa estaba todavía en pleno apogeo. En el caso de Cumas, a diferencia del de Pitecusa, disponemos de toda una serie de le yendas fundacionales como las que habitualmente rodean el establecimiento de las las colonias colonias de ultramar. E strabó n cu enta qu e «los «los que dirigían dirigían la expedi ción eran Hipocles de Cime y Megástenes de Calcis, y acordaron que la co lonia llevara el nombre de una de esas ciudades y fuera considerada funda ción de la otra; por eso se llama Cumas, pero pasa por ser colonia de los calcidios». Otras fuentes antiguas ofrecen explicaciones distintas para justifi car la relación del nombre de la ciudad con Cime y de sus habitantes con Cal cis, diciendo, por ejemplo, que primero los calcidios ocuparon la plaza y que luego llegaron los eolios de Cime; incluso una fuente asocia con la fundación a calcid calcidios ios y eretrios. eretrios. Lo qu e tienen en com ún todas estas leyendas es su su de seo de hacer de Cumas una fundación «oficial», creada en virtud de un acto
LA FORMACIÓN DE LAS COMUNIDADES
Texto 12.
157
Veleyo Patérculo, 1.4.1, sobre la fundación de Cumas.
Los atenienses ocuparon Calcis y Eretria, en Eubea, y establecie- . ron en ellas ellas colon colonia ias, s, y los los espartano s o cuparon cupa ron Magnesia, Magnesia, en A sia M e nor. Y poco después los calcidios que, como dijimos anteriormente, descendían de Atenas, fundaron Cumas, en Italia, conducidos por Hi pocl po cles es y M eg egáá sten st enes es.. El ru m b o d e la flo fl o ta fue fu e diri di rigi gido do,, seg se g ún d icen ic en unos, por el vuelo de u na palom palo m a que qu e iba d elante de ella y, según otros, po p o r el son so n ido id o q u e p r o d u c ía de n o c h e u n in s tru tr u m e n to d e b ron ro n c e, co com mo el que suele oírse en los ritos de Ceres. Bastante tiempo después una pa p a r te d e los ciu ci u d a d a n o s d e C um as fu n d a r o n N áp ápol oles es..
deliberado por parte de una ciudad o de varias ciudades, que enviaron un fundador. El afán de dotar a la colonia de un rancio abolengo se pone sobre todo tod o de m anifiesto anifiesto en la versión del historiado r rom ano del sigl sigloo i a.C a.C.. Vele yo Patérculo (texto 12). Su relato presenta la fundación de Cumas de un modo semejante a la de cualquier colonia romana, en las que habitualmente eran establecidos los veteranos del ejército a modo de recompensa a sus ser vicios y como bastión de la civilización romana, llegando incluso a insinuar que los colonos eran de noble cuna y que el emplazamiento de la ciudad fue elegido elegido p or fuerzas sob renaturales. Como sugieren las distintas versiones de la fundación de Cumas, ni el noble origen de los colonos ni la elección sobrenatural de su emplazamien to hablan mucho en favor de su historicidad. Se trata de afirmaciones que a los colonos les habría resultado conveniente propalar, del disfraz de unos orígenes mixtos y quizá un tanto violentos, cuando no del robo descarado de unas tierras a la población nativa. Afirmaciones a las que podían apelar las metrópolis para fomentar otras migraciones a tierras lejanas y para es tablecer algún tipo de reivindicación en caso de una eventual prosperidad de la colonia. Quizá Pitecusa no cuente con ninguna leyenda fundacional de este tipo por la sencilla razón de que su prosperidad no duró lo sufi ciente para inventarse una, y debemos guardarnos mucho de creer que la colonia de Cumas o de cualquier otra colonia fuera de Grecia fueran fun dadas en circunstancias significativamente distintas de aquellas que acom pa p a ñ a r o n a la fun fu n d a c ión ió n d e P ite it e cu cusa sa:: p ro b a b le m e n te se t r a t a r a e n u n caso ca so y otro de asentamientos oportunistas establecidos con el fin de obtener unas ganancias inmediatas por un grupo mixto de aventureros a los que la tierra de Campania les pareció más verde que la de su madre patria, cualquiera que ésta fuera. El hecho de subrayar que sólo en una medida muy limitada puede consi derarse «oficial» la fundación de estas primeras colonias griegas en tierras extrañas, y de afirmar el carácter mixto de los colonos tiene unas implicacío-
LA FORMACIÓN DE GRECIA
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nés históric históricas as muy imp ortantes. El es tablecimiento de u na colonia en tierras lejanas deja de ser un gran acontecimiento político para las ciudades que or ganizaban grandes expediciones: pues no hay motivos para c reer que las las ciu dades de Grecia contaran con una gran organización. Deberíamos más bien ver los asentam ientos en tierra s no griegas como como la m anifestación anifestación de un gra do excepcional de inquietud y am bición po r pa rte de d e ciertos ciertos indivi individuos duos.. Q ui zá algunos colonos se vieran impelidos por la pobreza, la impopularidad, el delito, o los escándalos; otros se decidirían a emigrar con el fin de adquirir tierras, de acceder a los recursos minerales de países extranjeros, o simple mente de labrarse una nueva vida lejos de una parentela fastidiosa. Fueran cuales fuesen los motivos individuales, lo cierto es que durante el último ter cio del siglo vm a.C. prácticamente un año sí y otro no se fundó una nueva ciudad griega en el sur de Italia o en Sicilia. Y es evidente que los que for maron esas comunidades no procedían en su totalidad de Eubea: corintios, megareos, aqueos y espartanos pretendían tener vínculos especiales con una o varias de esas ciudades, y aunque esas pretensiones fueran engordando a medida que iban repitiéndose de boca en boca, no es probable que carecie ran po r completo de fundam ento. R eunir a gentes de orígenes divers diversos os para echarse a la aven tura y establecerse establecerse lejo lejoss de la patria ha bría exigido exigido ind uda uda ble b lem m e n te c ier ie r ta o rga rg a n iza iz a ció ci ó n y u n a lto lt o g rad ra d o d e co o p e rac ra c ión ió n , p e r o esa es a c o o pe p e rac ra c ió n d e b e ría rí a m o s co n s ide id e rarl ra rlaa co com m o algo al go info in form rm al, al , m o tiv ti v a d a p o r el d ese es e o de asegurarse una vida mejor, y no fruto de la obediencia a un determinado líder líder escogi escogido do por un a ciudad de la madre patria. patria. U n m ovimiento ovimiento de pobla ción tan grande procedente de todos los rincones de la Grecia meridional re sulta incomprensible si no lo contemplamos en un contexto en el que la mo vilidad era algo fácil o incluso normal, y en el que había grandes cantidades de embarcaciones y de g ente trasladándose trasladándose continua y asiduam asiduam ente de un ex tremo a otro del Mediterráneo. Y al trasladarse de lugar, la gente no sólo te nía el afán de explotar unas tierras más verdes que aquellas que tenía a su disposición, o de obtener algo más que materias primas, productos agrícolas, cautivos o baratijas, con cuya compraventa se ganaban la vida: adquirieron también una riqueza como no habían conocido hasta entonces, nuevas tec nologías y una nueva visión del mundo. La
c o s m o v is ió n
d e l
s ig l o
vm a.C.
El arte figurativo, desconocido en todo el mundo griego durante el siglo X a.C., a.C., reap arece en la segunda m itad del ix ix y a partir de ese m om ento pose p osee e mos por lo menos algunos vislumbres del modo en que veían los griegos el m und undoo en el que viví vivían. an. Desd e m ediados del siglo siglo vm a.C. a.C. disponemo s no ya de unas cuantas figuras aisladas, sino de escenas enteras de diverso tipo que aparec en en la cerámica fabricada en num erosos lugares disti distintos ntos.. Ad em ás se pro p ro d u c ían ía n g ran ra n d e s c a n tid ti d a d e s d e esta es tatu tuil illa lass d e b ro n c e (vé (v é ase as e supra , p. 119) representando hombres, cuadrúpedos y pájaros (casi siempre figuras aisla
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das, pe das, pero ro a veces veces tam bién escenas más complicadas), complicadas), y apa recen asimismo asimismo es cenas figurativas en bajorrelieves grabados en bandas de oro, o en relieves tallados tallados en ciertas fíbul fíbulas as de b ronce y otros o bjetos de uso personal. G racias racias a estas figuras y relieves podemos formarnos una idea de cuál era la cosmovisión del siglo vm. El arte figurativo de todo el mundo griego durante el siglo vm a través de los diversos medios tiene muchos fasgos en común, pero manifiesta asi mismo sorprendentes diferencias. La mayoría de los estilos regionales de la cerámica incorporan la figura a los esquemas generales de ornamentación de carácte ca rácte r geométrico, geomé trico, ya sea en frisos frisos (véase supra, figura 22) que form forman an toda una band b andaa decorati deco rativa, va, dispuestos a menu do en algún lugar del vaso en el el que la forma de éste habría impedido la presencia de una banda continua de ca rácter geométrico, o en paneles colocados inmediatamente al lado de moti vos exclusivamente geométricos (figura 33). Los frisos suelen estar formados po p o r la rep re p e tic ti c ión ió n d e u n a sola so la fig fi g u ra o un g ru p o d e figur fig uras as,, m ien ie n tra tr a s q u e los pa p a n e les le s sue su e len le n e s tar ta r llen ll enoo s d e figu fi gura rass re p e tid ti d a s o d e u n a sola so la fig fi g u ra o g rup ru p o de figuras figuras que realizan realizan alguna actividad actividad no del todo simétrica simétrica.. E n la mayoría de los casos el espacio situado entre las figuras o alrededor de las mismas contiene una mu ltipli ltiplicidad cidad de motivos geom étricos étricos diver diversos sos.. Ima Im a gin gi n ería er ía figu fi gura rati tiva va fue fu e r a d e A ten te n a s
Da la impresión de que los vasos pertenecientes a tradiciones cerámicas distintas de la ateniense utilizan las escenas figurativas para expresar alguna referencia de carácter sumamente general. Los vasos argivos, que muestran una enorme variedad de formas y utilidades, suelen llevar paneles con esce nas parecidas de caballos, a menudo acompañados de hombres, peces, o pá jaro ja ross , y de d e figu fi gura rass esti es tiliz lizad adas as q u e p a r e c e n in teg te g r a r a ho h o m b res re s y cab ca b allo al loss en u n contexto en el qu e se destaca el papel del agu a y quizá se se aluda a los los yugos yugos y a los arneses de los caballos (figura 33). Las escenas de acción son bastante raras, raras, aunqu e con toda seguridad seguridad ap arecen m ujeres ujeres q ue quizá estén bailando bailando y hom bres qu e a todas luces luces están luchando. luchando. La cerámica geom étrica de Be o cia utiliza asimismo escenas de hombres y caballos y de bailarinas; la eu bo b o ica ic a m u e s tra tr a caba ca ballo llos, s, e incl in clus usoo u n a c u rio ri o s a esc es c en enaa e n la q u e u n o s cab ca b allo al loss enfrentado enfre ntado s flanque an un «árbol de la la vida» vida»,, pero nunca n unca figuras figuras humanas. La cerámica geom étrica étrica corintia corintia no presen p resen ta nunc a grandes vasos y por lo tanto en ella la la figura figura se limit limitaa prácticam ente a pe que queños ños pájaros, pájaros, pero antes de fi nales del siglo vm a.C. aparece el estilo protocorintio, surgido a partir de la cerámica geométrica, que experimenta con escenas figurativas en las que pa p a r tic ti c ipa ip a n g u erre er rero ross , an anim im a les le s dive di vers rsos os,, y pe pece cess estil es tiliz izad ados os,, p e r m itie it ienn d o in in cluso ocasionalmente en un pequeño vaso el predominio de la figura. En Creta, a finales del siglo ix la cerámica protogeométrica B había sido toda una precursora en el empleo de la figura humana (véase supra, figura 13), con personajes femeninos con las manos levantadas, identificados con toda
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33. Cratera 33. Cra tera argiva argiva de asas altas, altas, pertenec perte neciente iente al período perío do tardogeométrico tardogeom étrico II, de c. 725 a.C.
F ig
u r a
pro p ro b a b ilid il id a d co conn dios di osas as,, d e u d o r a s en p a r te al m en enoo s d e la an tig ti g u a ico ic o n o g rara fía fía minoica; minoica; la la cerámica tardog eom étrica cretense, en cambio, cambio, es tan po co innovadora en su imaginería como en muchos otros aspectos. El mund m undoo de estas escenas figurat figurativas ivas represen repre sentada tada s en la cerámica cerámica coincide cide en gran m edida con el m und o evocado evo cado po r los los bronces figurativos figurativos y por las decoraciones grabadas en los cierres de las fíbulas, cinturones de bronce, etc. etc. E ntre nt re las las estatuillas des tacan los caballos caballos y los los pájaros, así como com o los ciervos, ovejas, toros y aves (pero nunca aparecen peces). En los bronces repu jado ja dos, s, p o d e m o s v e r d iver iv ersa sass c o m b inac in acio ionn e s d e pe pece ces, s, cab ca b allo al loss y p ájar áj aroo s. Las La s estatuillas de hombres y mujeres se diferencian de las figuras humanas re pr p r e s e n tad ta d a s e n la cerá ce rám m ica ic a q u e h em o s a n a liz li z a d o a n ter te r io rm e n te p o r q u e n o r malmente son figuras aisladas que aparecen realizando alguna actividad, aunque no siempre está claro cuál es esa actividad. Algunas estatuillas poseen tal fluidez en la articulación de sus formas que resultan verdaderamente sensuales y evocan no sólo la acción, sino también tam bién la emoción em oción con una gran economía de medios (figura 34).
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34. Figura de bronce que represe repr esenta nta a un hombre hom bre sentado perteneciente pertene ciente al al perí pe ríod odoo tard ta rdog ogeo eom m étri ét rico co.. La na natu tura rale leza za del ob obje jeto to qu quee la figura fig ura se lleva a la boca (¿un frasco?, ¿un instrumento musical?, ¿una concha?) es incierta. F ig u r a
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El mundo de toda esta imaginería es un universo dominado por indivi duos y por su choque con el mundo natural. Las imágenes de las que se ro deaba la gente parecen extraídas de la realidad cotidiana, y da la impresión de que esa realidad no se halla apenas determinada por el ritual (excepto quizá en el caso de las bailarinas). Se da poco espacio a la fantasía: sólo un bro b ronn c e q u e r e p r e s e n ta a u n h o m b r e luc lu c h a n d o co conn u n c e n tau ta u r o y u n as c u a n tas tinajas de barro de las Cicladas con decoración en relieve en las que apa recen centauros, dan a entender que el ámbito de lo fabuloso había prendi do en la imaginación visual (recuérdese asimismo el primitivo centauro de Lefkandi, véase supra, p. p. 62). 62). No hay rastros de interés p or la jerarq uía o por las actividades colectivas, y da la impresión de que la imaginería no muestra especial sensibilidad por la forma concreta ni por el uso específico del obje to que le sirve de soporte. Las figuras estilizadas transmiten ni más ni menos que un mensaje en torno a una presencia o una ausencia, y no hacen nada po p o r ind in d ica ic a r la cali ca lidd ad d el o b jeto je to m o s tra tr a d o . S ólo ól o en alg al g u na nass d e las la s e s tatu ta tuil illa lass de bronce podemos empezar a vislumbrar un mundo en el que la emoción desempeña algún papel, o en el que la calidad de la vida es importante o es susceptible de cambiar. La L a trad tr adici ición ón fig fi g u rati ra tiva va en A ten te n a s
El mundo de la imaginería de la cerámica ateniense es muy distinto. Como decíamos anteriormente (p. 105), hay una serie de vasos geométricos áticos de gran tamaño, producto de un reducido número de talleres, en su mayoría de mediados de siglo, que muestran unas imágenes claramente rela cionadas con el empleo em pleo del vaso vaso.. Se trata de recipientes asociados a en terra ter ra mientos, que a menudo desempeñan la función de monumento funerario: las crateras indican que se trata de un enterramiento masculino, y las ánforas con asas en la tripa, que se trata de la tumba de una mujer. Muestran escenas relativas a la deposición del cadáver: éste aparece representado sobre unas andas, andas, cubierto po r un sudario sud ario estil estiliza izado, do, y rod ead o de d e plañideros que se lle van las mano s a la cabeza y se se mesan mesa n los cabellos cabellos (figura 35) 35).. O tros vasos áti cos, de formas diversas, parecen aludir asimismo a ritos funerarios; en parti cular aparec en en ellos ellos escenas escenas de ho m bres y mujeres sentados, a veces veces junto a lo que parece una tumba, llevando en las manos lo que convencionalmen te se denomina sonajeros. Las escenas de carácter inequívocamente funera rio son prácticamente desconocidas fuera del arte ático y parece que en nin gún otro tipo de vasos geométricos existe una relación tan directa entre iconografía y utilización del ámbito funerario. No N o e s tá cla cl a ro si las esc es c en enas as u lte lt e r io r m e n te r e p r e s e n ta d a s e n esto es toss va vaso soss fúnebres áticos guardaban o no alguna relación con el uso de los mismos. Las escenas asociadas asociadas m uestran unas veces procesiones de carros (como en la fi fi gura 35), y otras escenas de caza, incluidas aquellas en las que aparecen sol dados y barcos. ¿Debemos acaso considerarlas escenas de la vida del difun-
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Cratera ática del período tardogeométrico I utilizada como señal de enterramiento con escena de rito fúnebre.
F i g u r a 35.
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36. El llamado Escudo de la Caza procede proc edente nte de la cueva del Ida.
to? Algunas incluyen desde luego detalles aparentemente precisos (como, po p o r ejem ej em p lo, lo , las s a r tas ta s d e pe pece cess y p á jar ja r o s m u e rto rt o s q u e llev lle v an alg al g u no noss d e los pla p laññ ide id e ro s d e la fig fi g u ra 35), 35) , y m u y o c a s ion io n a lm e n te figu fig u ras ra s ex exce cepp cio ci o n ales al es (como, por ejemplo, la presencia de una mujer en una escena guerrera). Sin embargo, la ausencia de un cen tro de la composición composición y la comp aración con el modo mo do en que q ue funciona la iconografía iconografía en los los vasos vasos fabricados fuera del Atica indican indican que d eberíam os pensa pe nsarr que se trata de escenas genéricas, genéricas, y no de d e una escena específica de la vida real o del mito. Las figuras que más han atraído
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la atención de los estudiosos son las de los guerreros «gemelos», dos cuerpos que emergen eme rgen p or detrás de un escudo; han sido relacionados relacionados con los dos Molione liones, s, hij hijos os de A ctor, gemelos que a parecen parec en fugazmente en la literatura literatura épi ca ( Ilía Il íadd a , 11.709-710, 750-752; 23.637-642 [texto 9]; Hesíodo, Eeas, 17-18), pe p e r o el c o n tex te x to en el q u e a p a rec re c e n n o es c o h e r e n te y no h ay ra s tro tr o alg al g u n o de que pretendan aludir a ninguna historia en particular. Sea cual sea la lectura exacta que demos a estas escenas, está perfecta mente claro que el mundo evocado por la imaginería de la cerámica atenien se es distinto del que evoca el resto de la cerámica del siglo vm a.C. Apare cen profusamente en ella ritos, actos colectivos y artefactos culturales. Las escenas guerreras son tan abundantes como las de animales, aunque los fri sos sos de animales y los los enfrentam ientos entre hom bres y bestias bestias siguen siguen consti tuyendo un elemento importante. La iconografía ateniense tiene un carácter social social sin sin parang ón en ninguna otra. ¿ Pero acaso revela revela tam bién la imagine ría ateniense una vida de ficción? La respuesta que demos a esta pregunta dependerá en parte de que creamos o no que en algunas de esas escenas de figuras múltiples se evocan «mitos». Sin embargo, la presencia ocasional de alguna criatura fabulosa, como, como, por po r ejemplo, un centauro , invita invita desde luego a pensar pen sar qu e los los artistas ateniens es se inspiraba n no sólo en lo que veían, v eían, sino también en los mitos que se contaba. Si la la cerámica aten iense ien se m ue uestra stra un u n interés distinto, m ayo ayorr y a la la vez vez más colectivo que los vasos y bronces de otros lugares, hay otros productos artís ticos atenienses que aluden a un cambio más marcado de la visión del mun do.. Ya hemos aludido an teriorm ente a las do las bandas de o ro con sus fris frisos os de ani males «orientalizantes» (véase supra, figura 21), pero existen además otros aspectos en los que la orfebrería ateniense de finales del siglo vm resalta por sí misma: las diademas muestran esfinges y centauros, muchachas que llevan cántaros, y acróbatas. Entre las estatuillas áticas de bronce del tardogeométrico hay una de un hombre con cabeza de toro, de carácter indudable mente fantástico, que acaso sea el mítico Minotauro de Creta, muerto por el héroe ateniense Teseo. Quizá no tenga nada de extraño que la otra única región del mundo griego cuyos productos pueden hasta cierto punto paran gonarse con esta iconografía iconografía ateniense sea Creta. La cerámica cretense del si glo vm es conservadora, pero Creta producía también unos bronces clara mente vanguardistas. No solamente contamos con las estatuillas de culto mencionadas men cionadas an teriorm ente, sino con toda una serie de objetos de bronce, en especial escudos, con decoración en relieve, que se apartan de la tradición geométrica tanto por su estilo como por su contenido (figura 36). Caracteri zados por una fuerte influencia de las tradiciones metalúrgicas del Oriente Próximo y cargados de elementos de la iconografía propia de esa misma zona, estos relieves en bronce introducen toda una mezcolanza de criaturas fantásticas aladas típicas de Oriente. La difusión cada vez mayor de esa ima ginería, el afán de a do pta r la iconografía iconog rafía orienta l, y los signos signos inequívocos de que no sólo la vista, sino también el oído empezaban a conformar la imagi nación visual, anuncian el advenimiento de una nueva visión del mundo.
5. EL MUNDO DE HESÍODO HESÍO DO Y DE HOMERO La no vedad más evidente que co m porta la la aparición aparición de la escritura escritura para el estudio de la antigua antigua Grecia es la conservación conservación de textos textos más o m enos ex tensos tensos.. D a la impresión de que los los más antiguos de esos esos textos qu e se nos han conservado nos han sido transmitidos fundamentalmente en la forma que adop taron en torno al año 700 700 a.C o poco después después (véase (véase infra, pp. 190-193), y esa form formaa es la la de unos poem as bastante b astante largo largos: s: la Ilíad Ilí adaa y la Odisea, atri bu b u ido id o s a H o m e r o , y la Teogonia y L o s trab tr abaj ajos os y los días, día s, de Hesíodo. Nin guno de ellos es gran cosa como narración directa de la historia del mundo griego, griego, pero los los cuatro presu pon en u na serie de intereses y experiencias experiencias muy concretos po r parte pa rte del público al que iban dirig dirigido idos. s. Y como los cuatro p oe mas se preservaron más o menos en la forma que tenían a comienzos del si glo vu, tuvieron un efecto formativo sobre todo el mundo arcaico y clásico, pro p ro b a b le m e n te m ás p o d e r o s o y d ecisi ec isivo vo q u e el q u e h u b iera ie ra p o d id o ten te n e r cualquier otra tradición de poesía oral, susceptible en todo momento de constantes modificaciones. En este capítulo exploraremos qué es lo que se pu p u e d e y q u é es lo q u e no se p u e d e a p r e n d e r d el m u n d o g rieg ri egoo d el a ñ o 700 a pa p a r tir ti r d e esto es toss c u a tro tr o p o e m a s m o n u m en enta tale less .
L a
t r a d i c i ó n d e l a p o e sí sía o r a l
Para co mp oner poem as y transmitir transmitir los los poemas com puestos no es nece saria la escritura. Determinadas formas lingüísticas y ciertas convenciones métricas métricas presentes en las las obras de H om ero y Hesíodo revelan que estos estos po e mas constituyen sólo el producto final de una tradición poética que a todas luces se remonta ininterrumpidamente hasta un estadio lingüístico anterior al que representan las tablillas en lineal B que se nos han conservado, co rrespondientes al último siglo de la Grecia micénica. Este tipo de testimonios de carácter ca rácter lingüís lingüísti tico co y métrico indican indican qu e esa tradición tradición poética n o la com com pa p a r tía tí a la to tali ta lidd a d d el m u n d o grie gr iego go,, sino si no q u e e r a u n a tra tr a d ició ic iónn q u e c o n tab ta b a con antecedentes muy concretos en Tesalia y posteriormente en Lesbos y otros asentamientos eolios de Asia Menor, hasta que por fin habría sido adop tada p or los los jonios de Asia M enor y reexp ortada a la la Grecia continen
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tal quizá quizá a través través de E ubea. ubea . La tradición de la épica hom érica mue stra en su lengua menos influencia jónica que la de los poemas de Hesíodo, y este he cho tal vez sugiera que el tipo de poesía que conocemos gracias a este último autor quizá tuviera una historia ligeramente más breve. La L a d icci ic cióó n fo f o r m u la r y su sign si gnifi ifica caci ción ón histó hi stóric ricaa
La tradición p oética en hex hexám ám etros dactilicos dactilicos se conservó conserv ó a lo largo de mil mil años o más de existencia oral no ya a través de la memorización de unas com po p o sici si cioo n es d e fech fe chaa a n tiq ti q u ísim ís im a, sino si no p o r m ed edio io de su c o n s tan ta n te rec re c o m p o s i ción. Componer una obra dentro de esta tradición no consistía en combinar una serie serie de palabras p alabras aisla aisladas das,, sino sino en co ntar y volver a contar d eterm inados episodios a través de frases hechas y escenas típicas típicas.. Las frases h echas o « fór mulas» mulas» a menu do con stan de un nom bre y un epíteto, epíteto, e introducen introducen personajes personajes y situaciones de modo tal que quedan satisfechas las exigencias métricas de pa p a r te de u n h e x á m e tro tr o o incl in clus usoo d e tod to d o u n ve vers rsoo ; las esc es c en enas as típica típ icas, s, q u e p u e den du rar varios verso versos, s, se se refieren a situaciones situaciones generales com o banquetes, banq uetes, sacrificios o también, en la Ilíad bélicas tan habitu h abituales ales com o el Ilí ada, a, a actividades bélicas arm am ento o la m uerte de un héroe. Los discursos discursos de Ulises Ulises en la la Odisea sue len ser introducido introducidoss m ediante la frase típi típica: ca: «R espond iéndole dijo dijo el astuto Ulises», y una vez más en la Odisea la llegada de un nuevo día se describe en veinte ocasiones con la frase: «Cuando llegó la temprana aurora de rosados dedos». dedo s». Esta forma de com poner un po em a oral m ediante la uti utili lizaci zación ón de fór mulas cuen ta con analogías analogías en otras manifestaciones manifestaciones m ode odernas rnas de poe sía oral, oral, y el trabajo de campo realizado en tre los poetas orales de B osnia ha perm iti do demostrar que los poetas pueden volver a crear oralmente una composi ción, en ocasiones con años y años de diferencia, sin tener más que conservar el argum ento y variar ú nicamente nicam ente los detall detalles. es. Al historiador, y también al crítico literario, se les plantea una cuestión importantísima: ¿hasta qué punto esas técnicas de composición oral obliga ba b a n al p o e t a ni m ás n i m e n o s q u e a r e p r o d u c ir lo q u e e s e n c ialm ia lm e n te e r a u n «mismo» poema o poemas? Las fórmulas épicas hacen gala de un alto grado de «economía», esto es, suelen constar sólo de uno o dos epítetos que pueden combinarse con un determinado sustantivo en una determinada situación métrica, de suerte que si dicho sustantivo aparece en un determinado lugar del verso se ve obligado a combinarse con dicho epíteto. Esta circunstancia ha hecho hech o pensar pen sar a algunos algunos estudiosos que la originali originalidad dad del po eta oral se h a llaba severamente coartada. La repetición que esta economía produce ha lle vado asimismo a pen sar que muchos ep ítetos resultan de h echo vacíos vacíos de sig sig nificado. Pero recientes estudios han venido a subrayar que ni los poemas homéricos ni los de Hesíodo tienen en su totalidad, ni siquiera en una medi da excesi excesiva, va, un carácter formular. En ambos autore s el núm ero de versos que no se repiten supera con mucho al de aquellos que se repiten; y además es evidente que las fórmulas pueden utilizarse o modificarse con efectos singu
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lares, lo cual demuestra que el lugar ocupado en el verso no es el único factor determinante de la elección de las fórmulas. En los poemas homéri cos, formados en buena medida por una sucesión de discursos, no todos los pe p e r s o n a jes je s utili ut iliza zann un len le n g u aje aj e ép épic icoo u n ifo if o rm e, sino si no q u e cad ca d a u n o tie ti e n e su propio estilo peculiar. El poeta oral construía su obra con una serie de blo b loqq u e s fab fa b ric ri c a d o s d e a n tem te m a n o m u ch chaa s g e n e rac ra c ion io n e s a n tes te s d e q u e él n a c ie ie ra, y esos bloques le permitían crear poemas casi idénticos en ocasiones diversas, pero ello no significa que las distintas creaciones poéticas tuvieran que ser idénticas en todas las ocasiones, ni siquiera a lo largo de una misma generación. La lengu a griega fue fue cam biando con el tiempo, tiempo, y así ciertas ciertas fórmulas p er mitían que las formas lingüísticas propias de una determinada época fueran conservadas tal cual y transmitidas a generaciones sucesivas que siguieron explotándolas para la confección de sus poemas. En consecuencia, los poe mas de Homero y Hesíodo nos muestran parte al menos de los argumentos y de la lengua propios de otros estadios anteriores de la tradición. Existen, pues pu es,, m o tiv ti v o s p a r a c r e e r q u e d e s d e m e d iad ia d o s d el seg se g u n d o m ile il e n io a.C. a.C . se e je je cutaban recitaciones recitaciones poéticas en las que se hablaba d e la guerra y de la la m uer te, en las que se empleaban discursos directos y se hacían comparaciones, en tre ellas las que aluden al león, o en las que se mencionaba a Ayax, a su hermano Teucro, o a Ulises. En cuanto a Troya, lo único que podemos de m ostrar es que e ntró en escena m ás tarde, tarde, dura d ura nte la fase «eóli «eólica» ca» o quizá no mucho muc ho después desp ués de d e la fecha (c. 12 1200 00 a.C.) a.C.) en la que fue d estru ida la ciudad de finales de la Edad del Bronce a la que denominamos Troya Vila. Néstor, el Áyax locrio, probablemente Aquiles, Agamenón e incluso Tersites aparecie ron po r la misma época que Tro Troya ya.. Pero prob ar que d eterminados argum en tos genéricos, y determinados personajes u objetos concretos, estuvieron siempre presentes en la tradición poética desde una determinada época no equivale a demostrar que las historias que se contaban no hubieran ido cam bian bi andd o : u n a ve vezz m ás d e b e m o s s u b ray ra y a r q u e los lo s b loq lo q u e s co conn los q u e se co conn s truye una historia permiten, pero no dictan la narración de esa historia. El m undo material descri descrito to en los los poemas homéricos homéricos parece sumam ente análogo a su mundo lingüístico. Del mismo modo que existen en ellos fenó menos lingüísticos propios de la Edad del Bronce, que se mantuvieron por que desempeñaban una función útil y tal vez porque sus ecos arcaizantes eran considerados por el poeta y por su público un elemento que obligato riamente debía estar presente en un poema épico, también se describen ob jeto je to s q u e casi cas i co conn to d a c e rte rt e z a c o n s titu ti tuyy e n v e r d a d e r a s reli re liqq u ias ia s d e la E d a d del Bronce que ya no existían en el siglo v i i i a.C. Tal es el caso de la espada ribeteada de plata ( Ilía Il íadd a , 2.45, etc.), del gorro de colmillos de jabalí ( Ilía Il íadd a , 10.2 10 .26161-26 265) 5),, o del «escudo com o una u na torre» ( Ilía Il íadd a , 7.219; 11.485; 17.128, lle vado siempre por Ayax), todos los cuales parecen remontarse al mundo micénico, si no a una fecha incluso más antigua (texto 13). Quizá algunos de esos objetos llevaran inseparablemente aparejados determinados episodios y se conservaran porque una y otra vez volvía a echarse mano de dichos epi-
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13. «Ilíada», 14.402-406. Áyax es alcanzado por Héctor, pero no recibe daño (la presencia de los dos tahalíes que rodean su torso im plic pl icaa q u e el hér hé r oe n o lleva lle va coraz cor aza, a, sin si n o un escu es cudd o de cue cu e rpo rp o entero, enter o, ras ra s gos propios de la época micénica). Texto
El esclarecido Héctor disparó el primero contra Ayante la pica, pues se había vuelto derecho contra él, y no erró y atinó donde iban tensos alrededor del torso los dos tahalíes, el del escudo y el de la espada, tachonada con clavos de plata, que le protegieron la delicada piel. Héctor se irritó...
sodios; sodios; pero del mismo modo mo do que la presencia de ciertos elem elem entos lingüíst lingüísti i cos propios de la Edad del Bronce no significa que los poemas reproduzcan la lengua de la Edad del Bronce, y mucho menos que simplemente reflejen un interés por ella, tampoco la presencia de objetos de la Edad del Bronce significa que el mundo material de los poemas sea el de esa época.
El mundo de H esíodo
E ntre los diversos diversos poemas conservados o perdidos que se atribuían atribuían a H e síodo en la A ntigüed ad, dos revisten especial importancia: importancia: la Teogonia y Lo L o s trabajos y los días. Ambas obras son desde el punto de vista formal himnos, a las Musas en el caso de la Teogonia y a Zeus en el de Lo L o s traba tra bajo jos, s, y pro ba b a b lem le m e n te d e b a m o s im ag agin inar ar q u e el e s c en a rio ri o o rig ri g inal in al d e la rec re c ita it a c ión ió n d e L o s traba tra bajo joss y los los poemas fuera alguna fiesta religiosa, aunque Hesíodo ( Lo días, 653-659) dice que cantó en los juegos fúnebres celebrados en honor de A nfidam ante en Calc Calcis is,, y algunos estudiosos m odernos odern os creen qu e lo que can ca n tó en aquella ocasión fue la Teogonia. El mundo de la «Teogonia»
Después de unos cuantos versos de introducción, en los que se presenta a las Musas como responsables de que el autor hable en su poema de todos los dioses, y en los que éste cuenta su encuentro directo con ellas mientras apacen apa centaba taba su rebañ o en el mon te He licón, licón, y al término de un a breve sección sección en la que canta a las propias Musas, la Teogonia relata la creación del mun do, el nacimiento de los dioses y sus luchas por la sucesión, y la guerra entre dioses y titane titanes. s. P ara el historiado r el poe poem m a po see tres grand es focos focos de in terés: 1) supone un intento de entender el mundo como una creación orde nada, como un lugar al que puede encontrarse un sentido; 2) ofrece una se-
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rie de modelos de comportamiento moral e inmoral, justo e injusto; y 3) re pr p r e s e n t a u n a tra tr a d ició ic iónn d e la c o n c ep epci cióó n d e los lo s d iose io sess qu que, e, p e s e a n o s er in in compatible con el panorama que nos ofrece la épica homérica, es completa mente distinta de la de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea. La cosm ogonía de la Teogonia da prio ridad a la Tierra, al al Tá rtaro (lo (lo que se encuentra debajo de la tierra), y a Eros (el deseo), que son las tres prime ras criaturas qu e surgen del Caos. Caos. El ciel cieloo y las las aguas que ro de an la tierra son creados con po sterioridad. Los diose dioses, s, los los gigante gigantess y otros m onstruos ons truos son fru to de la unión de la tierra y el cielo, y la historia del mundo se concibe como la historia de las luchas entre estos seres por alcanzar la supremacía y el do minio de lo salvaj salvaje, e, con el el fin fin de prod ucir un m und o en el que m ortales y dio ses puedan vivir con arreglo a una relación estable, aunque desigual. Hesío do ofrece varios varios catálogos catálogos de nom bres de dioses dioses y otras criaturas n o hum anas cuya función función es oto rgar un u n lugar en el orde n d e las cosas a aquellos aquellos seres so br b r e los lo s c u ales al es se c u e n tan ta n d e ter te r m in a d o s m itos. ito s. La ma nera más obvia que tiene la Teogonia de establecer la relación exis exis tente e ntre m ortales ortales e inm inm ortales ortales es contar el mito de Prom eteo (cuyo (cuyo no m br b r e signi sig nific ficaa « P rev re v iso is o r») r» ) y el e l d e la cre cr e a c ión ió n d e la m u jer. je r. D e P r o m e te o se dice di ce que es uno de los cuatro hijos del titán Jápeto, hijo a su vez de la Tierra y el Cielo, y hermano mayor de Crono. Los hermanos de Prometeo son Atlas, de quien se dice que con su fuerza es capaz de sostener los cielos, Menecio, per sonaje violento que se jacta en exceso de su fuerza varonil y contra el cual se ve Zeus obligado a utilizar el rayo, y Epimeteo («El que piensa con poste rioridad»), que es un incauto. Prometeo, por el contrario, es muy astuto y Zeus lo cast castiga iga po r rep artir de m anera poco equitativa equitativa un bu ey en tre diose diosess y hom bres cuando el mundo de unos y otros estaba separado. El reparto que hace Prometeo, dando a los dioses los huesos del buey envueltos en grasa y a los los ho m bres la carne, constituye un a explicación de los usos usos sacrific sacrificial iales, es, se gún los cuales deben ser los los huesos y la grasa lo que se quem e en el altar para los dioses. Zeus se venga privando a los hombres del fuego, pero Prometeo se lo roba ocultándolo en una caña de hinojo y se lo entrega a los hombres. E n ese m om ento Zeu s no sólo decide decide castigar castigar a Prom eteo, sino sino que hace que el dios de las artes, Hefesto, cree a una mujer, Pandora, a la que dota a la vez de encantos y de defectos. Su presencia en la tierra hace que los hombres se vean obligados a trabajar para mantener a sus esposas e hijos o a no tener quien los mantenga en la vejez. Se trata de una visión pesimista y misógina del mundo, aunque es una cosmovisión que concibe la relación entre morta les e inmortales como algo racional y regular, no como algo fortuito o arbi trario. La carne y el fuego son considerados dones que ponen al hombre en la situación de d e la que gozarían g ozarían los dioses, dioses, y po r la cual cual debe de benn paga p agarr con su es fuerzo si quieren mantener la estructura familiar que los diferencia de los animales. La sensación de que el universo de los los dioses dioses es un m und o regido fun da mentalmente por la justicia se pone de manifiesto sobre todo en el mito de la guerra entre dioses y titanes. Se presenta a los titanes firmemente decidi-
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dos a luchar sin sin tregu tregu a con tra Zeus; su confinamiento en el Tártaro, m ansión de la Noche, el Sueño, la Muerte y Hades, donde se remansan las aguas de la Estige, cuyas terribles propiedades prohíben a los dioses olímpicos mentir, se pr p r e s e n ta co com m o p relu re ludd io de dell r e in a d o d e Z e u s sob so b re u n m u n d o en el q u e los dioses desempeñan los diversos papeles que les han sido asignados y en el que Z eus se un unee a Temis Temis (el Derech o) y eng end ra a la Paz, la la Justicia Justicia y el O r den. El poder de Zeus se considera garantía de que prevalezca el bien y no el mal, y es de las Musas, hijas de Zeus, de las que los gobernantes humanos obtienen ob tienen la sabiduría y la justicia justicia ( Teogonia, 80-93). La sensación de justicia justicia divina que rezum a tod a la Teogonia tiene mucho en común con la que transmiten la Ilíad Ilí adaa y la Odisea. En los tres poemas los dioses se burlan de la humanidad, son capaces de engañar a los mortales, y toman decisiones cuya moralidad podrían poner en tela de juicio los huma nos: un ejemplo sería la manera que tiene Posidón de acabar con la nave de los feacios que lleva a Ulises de regreso a ítaca (cf. Odisea, 13.159-187). Pero, pe p e s e a insc in scri ribi birs rsee e n la m ism is m a tra tr a d ició ic iónn q u e d io lug lu g ar a la Ilía Il íada da y la Odisea, la Teogonia de Hesíodo explota unos aspectos muy diferentes del mito. El interés de la obra por la cosmogonía, por las luchas de los dioses en po p o s d e la su p r e m a c ía cele ce lest ste, e, y p o r las la s d iver iv ersa sass g u e rras rr as e n t r e los inm in m o rtal rt ales es,, no tiene demasiados puntos en común con los objetos de interés de la épica homérica, y bastantes más con la poesía épica que conocemos del Oriente Próximo. Aunque no existió ninguna tradición ininterrumpida que las con servara, poseemos diversas epopeyas orientales más o menos completas, en tre ellas el inicio de un poema sin título en torno a la lucha por el trono ce lestial, lestial, una epo pey peyaa de la creación y de las guerras en tre los dioses (el Enuma Elis), y un poema acerca de la creación de los hombres, condenados a dedi carse a la agricultura, del diluvio que para eliminarlos deciden enviar los dio ses, disgustados por el ruido que hacen los mortales, y de la salvación de la humanidad gracias a un sabio que construye una nave (el Atr A trah ahaa sis) si s).. ¿Cuál es el vínculo vínculo directo qu e podríam os postu p ostular lar entre estos textos textos del O riente Próximo y la Teogonia de Hesíod o? Los rasgos que tienen en común todas estas obras son el interés po r la divis división ión de las las responsab ilidades ilidades entre los distintos dioses, por las luchas por la sucesión de las distintas generacio nes de dioses, y por la posición privilegiada de la que goza el género huma no gracias gracias al al engaño de q ue son objeto los dioses dioses por p arte de u n hom ho m bre sa bio. bio . E x iste is tenn asim as imis ism m o algu al gunn as an anaa log lo g ías ía s co conn cret cr etas as:: la luch lu chaa p o r la sup su p rem re m a c ía divina en el texto hitita que cuenta este mito comporta la castración del dios supremo, de cuyos genitales arrancados nacen otros dioses, uno de los cuales se gesta en el prop io vien tre del castrador; en la Teogonia Crono emascula a Urano, Afrodita nace de los genitales de éste (texto 14), y posteriormente Crono se traga a sus hijos a los que luego se ve obligado a vomitar. Junto a estas analogías, sin embargo, encontramos importantes diferencias. En Hesío do la lucha por la sucesión se produce en el seno de una misma familia: en el po p o e m a h itit it itaa son so n d o s las e s tirp ti rpes es c o n tra tr a p u e s tas ta s ; e n el p o e m a de dell Re R e ino in o d e los cielos (texto 15), Kumarbi se traga el miembro viril de Anu cuando se lo
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Hes H esío íodo do,, «Teog «T eogon onia» ia»,, 176-192: la castr ca strac ación ión d e Ur Uran anoo y el nacimiento de Afrodita. Texto 14.
Vino el poderoso Urano [el Cielo] conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de am or y se se extendió p or todas tod as partes. partes. E l hijo hijo,, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, em pu p u ñ ó co conn la d e r e c h a la p rod ro d igio ig ioss a h oz oz,, e n o r m e y d e afila af ilado doss d ien ie n tes, te s, y apres urad am ente segó los los genitales genitales de su pad re y luego luego los arrojó a la la ventura por detrás. No N o en v an anoo e s c a p aro ar o n aq aquu é llo ll o s de su m an ano. o. P ue uess cu cuaa n tas ta s g o tas ta s d e sangre salpicaron, todas las recogió Gea [la Tierra]. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de res pla p lann d e c ien ie n tes te s arm ar m as, as , q u e so s tie ti e n e n en su m a n o larg la rgas as lanza lan zas, s, y a las Nin N infa fass q u e llam ll am a n M elia el iass s o b re la tie ti e rra rr a ilim il imit itad ada. a. E n c u a n to a los g e nitales, desde el preciso instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego lle vados po r el piélago piélago du rante ran te m ucho tiempo. A su alreded or surgía del del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella.
arranc a de un mordisco: mordisco: en la Teogonia no existe relación directa alguna en tre la castración de Urano por Crono, que le corta los genitales con una hoz de oro, y la decisión de éste de tragarse a sus prop ios hijo hijos. s. Encon tram os m i tos de castración y de ingestión de los propios hijos en diversas culturas que nada tienen que ver con el mundo indoeuropeo, por ejemplo entre los hopi, tribu de indígenas americanos. Como alternativa para interrumpir el proceso natu ral de sucesión, sucesión, nada nad a tiene de ex traño la presencia de estos episodios en unos mitos que pretenden explicar la naturaleza del poder divino como una lucha por la sucesión. En vista del carácter tradicional de la poesía hesiodea, no resulta res ulta desde luego im probable prob able la existencia existencia de algún víncul vínculoo en tre la épi ca del Oriente Próximo y su poema, pero no existen demasiados motivos pa p a r a c r e e r q u e ese es e vínc ví ncul uloo se p r o d u je r a en el siglo sig lo v i iii i a.C. o que el propio po p o e ta fu e ra co conn scie sc ienn te d e él. El mundo de «Los trabajos y los días»
Los poetas de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea nunca se presentan a sí mismos en el po p o e m a . E n la Teogonia Hesíodo se presenta a sí mismo sólo en la introduc ción, cuando cuenta cómo recibió la inspiración de las Musas; en L o s trab tr abaa aunque, como him jo j o s y los días dí as el poeta está presente en todo mom ento, y aunque, no que qu e es, es, la la obra está dedicad a forma lmen te a Zeus, en realidad va dedicada
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«El reino de los cielos», col. 1.18-35 (según trad, adaptada de la de J. B. Pritchard, ed., ed., «Anc «A ncien ientt Near Nea r Eastern Texts Texts relating relating to to the Old Testament», Princeton, 1969). Texto 15.
F uero n nueve nuev e los los años que fue rey del cie cielo lo Anu. P ero al noveno Anu entabló batalla con Kumarbi y, como hiciera Alalo [el anterior rey del cielo, derrotado a su vez por Anu], Kumarbi entabló batalla con Anu. Y cuando ya no pudo seguir resistiendo la mirada de Ku marbi, Anu intentó con todas sus fuerzas zafarse de las manos de Kumarbi. Y el mismísimo Anu salió huyendo; como un pájaro surcó el cielo. Tras él iba Kumarbi, que lo agarró por los pies y lo dejó caer a tierra desde el cielo. Kumarbi le mordió las «rodillas» y se tragó hasta las entrañas su miembro viril. Y teniéndolo allí guardado, tras tragarse el miembro viril de Anu, se echó a reír de gozo. Anu se diri gió a él, a Kumarbi, y empezó a decirle: «Te regocijas por lo que tie nes en tus entrañas, después de haberte tragado mi miembro. ¡Pues no te regocijes regocijes tanto por lo que tienes en tus entrañas! E n tu interior he plantado una onerosa carga. En primer lugar te he dejado preña do del noble Dios de las Tormentas; en segundo lugar te he dejado pr p r e ñ a d o de dell río rí o A ran ra n zah za h a s , q u e n o h ay qu quie ienn lo co conn ten te n g a ; y en e n ter te r c e r lugar te he dejado preñado del noble Tasmiso. Tres dioses terribles he pla p lann tad ta d o en tu v ien ie n tre tr e en for fo r m a d e sem se m illa. illa . ¡A cab ca b arás ar ás g o lpe lp e a n d o las pe p e ñ a s d e tu m o n t a ñ a c o n tu p r o p ia cabe ca beza za!» !»..
a Perses, el hermano de Hesíodo, con el que éste había mantenido una dis pu p u ta a p r o p ó s ito it o d e u n a h ere er e n cia ci a . D u r a n te m u ch choo tie ti e m p o se h a p e n s a d o q u e el alto grado de referencia al personaje del autor que poseen los Lo L o s trab tr abaa jo s constituye una prueba de que el poema no está tan sometido a las res tricciones de la tradición, y de que la experiencia de Hesíodo desempeña en él un papel fundamental. En realidad no podemos asumir que las referencias a su propia persona, a su hermano Perses, o al hecho de que su padre proce diera d e Cime, sean sean directam ente autobiográfi autobiográficas, cas, pues tamb ién esos detalles detalles quizá formen parte de los componentes de un personaje poético tradicional; ni siquiera el propio nombre de Hesíodo que significa «El que emite la voz» queda libre de sospecha. Pero si bien debemos ser muy cautelosos en este sentido y no podem os saber hasta qué punto cabe hablar de verdadera expe riencia personal de Hesíodo en Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días, día s, el interés del poema po p o r el m u n d o d el tra tr a b a jo d el h o m b re y la suce su cesi sióó n d e las esta es taci cion ones es,, p e s e a ser del todo tradicional, nos ilustra sobre un aspecto de la vida humana que en muchos sentidos es es com pletam ente distinto de aque l sobre el que nos ilus ilus tra la Teogonia. D e hecho el carácter tradicional del poem a es una de las las co sas que sugiere que, pese a su localización en Beocia, en «una mísera aldea,
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F ig u r a
37.. Emplazam 37 Em plazamiento iento y paisaje de la aldea natal nata l de Hesíodo, Ascra. Ascra.
Ascra, mala en invierno, irresistible en verano y nunca buena» (vv. 638-640; figura 37), la obra no es menos relevante que la Teogonia para todo el m un do griego en su conjunto. Lo L o s traba tra bajo joss y los días día s se dividen en tres secciones. En la primera (vv. 1382), la alabanza inicial al poder de Zeus frente a los humildes mortales da pas p asoo a u n a refl re flex exió iónn s o b re la b u e n a y la m a la d isc is c o rdia rd ia e n tre tr e los lo s h o m b res, re s, y sobre la injusticia de Perses, así como a una serie de mitos que explican por qué los mortales se ven obligados a trabajar, y por qué si no trabajan resul tan funestos para sus congéneres y demuestran tener poca vista. En la se gunda (vv. 383-694), el calendario de las labores agrícolas, con una serie de comentarios sobre las buenas épocas para la navegación, expone cuál es la manera de trabajar bien. En la tercera (w. 695-828) se dan una serie de con sejos diversos, algunos de los cuales tienen que ver con el calendario. Aun L o s traba tra bajo joss y los lo s días día s de poema «didáctico», las que a menudo se califica a Lo doctrinas que expone no son de orden práctico, sino moral: pese a los conse jos jo s s o b re c u á n d o se d e b e a r a r y cu á n d o se d e b e sem se m b rar, ra r, o a la larg la rgaa d e s cripción de cómo se fabrica un arado, lo cierto es que Hesíodo no enseña en ningún momento a labrar la tierra. La idea de un mundo en el que finalmen L o s traba tra ba te reina la justicia que dominaba la Teogonia aparece también en Lo jo s, y desde luego no a un nivel cotidiano. El interés de L o s traba tra bajo joss y los días dí as por la moralidad de las acciones hu manas sólo resultaría eficaz si las acciones en cuestión se plantearan en unas
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16. Hes H esío íodo do,, « L o s traba tra bajo joss y los días», 213-227. 213-2 27. H e sío sí o d o recla rec la ma justicia dentro de la sociedad.
Texto
¡Oh Perses! Atiende tú a la justicia y no alimentes soberbia; pues mala es la soberbia para un hombre de baja condición y ni siquiera pu p u e d e el n o b le s o b rell re llee v a rla rl a co conn faci fa cilid lidad ad c u a n d o cae ca e e n la ru ina in a , sino si no que se ve abrumado por ella. Preferible el camino que, en otra direc ción, conduce hacia el recto proceder; la justicia termina prevalecien do sobre so bre la violencia, violencia, y el el necio ap ren de con el sufrimiento. sufrimiento. Pues P ues al ins tante corre el Juramento tras de los veredictos torcidos; cuando la D ike [Justi [Justici cia] a] es violada, se oye oye un m urm ullo allí do nd ndee la distribuyen los hombres devoradores de regalos e interpretan las normas con ve redictos torcidos. Aquélla va detrás quejándose de la ciudad y de las costumbres de sus gentes, envuelta en niebla, y causando mal a los hombres que la rechazan y no la distribuyen con equidad.
circunstancias sociales, económicas y políticas cercanas al público de Hesío do. Y esto es lo que hace que el poema resulte especialmente importante pa p a r a el h isto is tori riaa d o r. Desde el punto de vista político, el mundo de Lo L o s trab tr abaj ajos os es un mundo en el que qu e la resolución resolució n de los los liti litigios gios se halla en manos ma nos de los basileís, una es pe p e c ie d e p rínc rí ncip ipes es,, a u n q u e n o d e c a r á c ter te r h e r e d ita it a rio ri o , co com m o p u d ier ie r a s u g erir er ir la traducción «reyes» que habitualmente se da al término. Hesíodo presenta el lit litigi igioo por po r la heren cia que tenía con su herm ano Perses como si los basileís lo hubieran resuelto injustamen injustamen te a favor de éste éste tras dejarse sobornar. A d vierte que la maldad y los juicios injustos pueden causar la ruina de toda la sociedad, pero no ve más recurso frente a esas decisiones inicuas que la in terven ción divina divina:: «el ojo de Zeus Ze us to do lo ve» (vv (vv. 248248-273 273). ). Lo q ue a He sío sío do le preocupa no es lo que son los reyes, sino si las sentencias en caso de li tigio son dictadas rectamente o no (texto 16); su insatisfacción no va dirigida con tra los los que osten tan el poder, sino sino contra el modo mo do en qu e se ejerce ejerce ese p o der, y recom ienda m antenerse anten erse al marg en de los pleitos pleitos en los que se dirimen los litigios ajenos. Aun que H esíodo escribe escribe como como si si fuera un hom bre que ni desempeñ a ni pr p r e te n d e d e s e m p e ñ a r un p ap apee l p o líti lí ticc o activ ac tivo, o, su p o e m a s u p o n e q u e res re s ide id e en una comunidad política responsable de la resolución de sus disputas. Análogamente, Hesíodo da por sentado que los miembros de esa sociedad viven de la agricultura y tienen capacidad de subvenir a sus necesidades, y que si uno de ellos no lo hace supone una carga para el conjunto de la so ciedad. La compraventa de artículos en tierras lejanas constituye una op ción que el poeta analiza (vv. 618 ss.) y que reconoce como una posible fuente de ganancias, pero considera equivocado suponer que constituye una
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manera fácil de librarse de las deudas y el hambre. El rechazo de cualquier atajo que conduzca a la prosperidad constituye un elemento fundamental de la opinión que tiene Hesíodo del carácter esencialmente justo del mun do, justicia que se ve alterada por el reparto injusto de la herencia. Hesío do da por supuesto que la riqueza confiere poder y que lo importante es es tar en una situación que permita prestar ayuda y no estar necesitado de ella, para así explotar las posibilidades de influencia. Aunque los reyes tie nen poder para alterar de mala manera el ordenamiento justo de los recur sos, es la riqueza, y no el linaje o la posición oficial, lo que, en opinión de Hesíodo, concede un poder efectivo sobre los demás en las cuestiones rela cionadas con la vida cotidiana. Las ideas que tiene Hesíodo de la importancia política de la prosperidad económica no nos dan demasiadas pistas respecto a cuál era la clase social a la que pertenecía. Aunque se ha defendido la teoría de que Hesíodo com pa p a r te «la imag im agen en d e los b ien ie n es lim itad ita d os» os » qu que, e, seg se g ú n c iert ie rtoo s a n tro tr o p ó log lo g o s , es habitual en las sociedades campesinas, desde luego no está ni mucho menos claro que el poeta piense que la prosperidad se alcance a expensas del próji mo; más bien deja ver que la prosperida pros perida d da d a po de derr sobre aquellos que p or el motivo que sea carecen de ella. No tiene demasiado sentido clasificar a He síodo con arreglo a unas categorías modernas, muchos de cuyos rasgos definitorios —en el caso de la de «campesino», por ejemplo, los de cultivo inde pe p e n d ien ie n te o los d e d o m inio in io y ex expp lota lo tacc ión ió n a m an anoo s d e e x tra tr a ñ o s — e s tán tá n en él completamente ausentes. Más clarificador resulta observar la ausencia en Hesíodo de todo signo de estratificación social, y lo fácil que resulta en toda su obra la movilidad en el seno de la sociedad. Esa movilidad social tan fácil se pone so bre tod o de m anifiesto anifiesto no sólo en la posibilidad posibilidad de co nve nvertir rtir la po bre b rezz a e n p ro s p e rid ri d a d a tra tr a v és d el trab tr ab a jo, jo , sino si no e n la for fo r m a en q u e n o s p r e senta a su padre, que llegó pobre de Cime y, sin embargo, fue capaz de dejar una importante cantidad de fincas a sus hijos (Los trabajos y los días, 37-41, 633-638; texto 17). La falta de alusiones a todo tipo de estratificación social hizo que Lo sociedadess orga L o s trab tr abaj ajos os y los días día s pu dieran expo rtarse a otras sociedade nizadas de manera distinta, aunque la acogida del poema en ellas segura mente dependiera de que la vida tanto de los más ricos como de los pobres se hallara dominad a po r el trabajo agrícol agrícolaa personal, y de que la inmensa m a yoría de los que trabajaban la tierra gozaran de una independencia econó mica y social. El mundo cuya lógica y cuya moralidad exploran Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días día s es un m und undoo sin guerras. guerras. Y p or fuerza fu erza deb e serlo, serlo, pues las pérdidas y las las ga nancias repen tinas que com porta la violenci violenciaa de la guerra ec harían p or tierra la plausibilidad de una hipotética relación directa entre trabajo y prosperi dad. En E n realidad, si nos tomam os en serio serio lo de la información información au tobiográfi tobiog ráfi ca, ca, la época de H esíodo se hab ría caracterizado p or la existenci existenciaa de una u na gue rra im portante: el poeta se jacta de h abe r alcanzado una gran victoria poética en los juegos fúnebres celebrados en la ciudad eubea de Calcis en honor del rey Anfidamante ( Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días, 654-659), y un autor de época pos-
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17. Hes H esío íodo do,, « L o s trab tr abaj ajos os y los días», 630-640. 630-640 . Juic Ju icio ioss so s o b re la navegación, el comercio y la emigración.
Texto
Y espera tú mismo hasta que llegue llegue la época de la navegación. navegación. E n tonces saca al mar la rápida nave.y dentro pon la carga bien dispuesta, pa p a r a q u e de r e g res re s o a casa ca sa o b ten te n g a s ga gana nanc ncias ias.. Así mi padre y también tuyo, gran necio Perses, solía embarcarse en naves necesitado del preciado sustento. Y un día llegó aquí tras un largo via viaje je por el po ponto nto aba ndo nan do la eolia eolia Cime en una negra nave. nave. No N o h u ía d el b ie n e s ta r ni d e la r iqu iq u e z a o la dich di cha, a, sin si n o d e la fu n e s ta p o bre b rezz a q u e Z e u s d a a los h o m bres br es.. Se esta es tabb lec le c ió cerc ce rcaa de dell H elic el icóó n en una mísera aldea, Ascra, mala en invierno, invierno, irresis irresistibl tiblee en veran o y nun ca buena.
terio r relaciona relaciona a A nfidam ante y su su mu erte con la gu guerra erra lelantina (Plutarco, 153e-f).. Este E ste conflict co nflictoo se ganó en la tradición del siglo siglo v fama de ex ex Mo M o rali ra lia, a, 153e-f) cepcional por haber contado con el alineamiento de diversas comunidades po p o líti lí tica cass e n u n o y o tro tr o b a n d o (Tuc (T ucíd ídid ides es,, 1.15.3). 1.15.3 ). P o r co conn sig si g u ien ie n te, te , el h e ch choo de que el mund o ex terior terior no influyera influyera par a nad a en la Ascra de Lo L o s traba tra bajo joss sido un rasgo totalm ente artifi artificia cial, l, y debemos debem os tom arlo como y los días día s hab ría sido una advertencia de lo rigurosamente parcial que habría sido la imagen trans mitida por Hesíodo de la vida cotidiana de su época. No podemos pasar por alto alto los los efect efectos os pe rturbado res del propio program a poético de Hesíodo, Hesíodo, que pre p recc isa is a m e n te h a b r ía a c tua tu a d o m ás s o b re los p asa as a jes je s en los q u e el p o e m a p a rece tener un carácter más autobiográfico. E n Lo L o s trab tr abaj ajos os y los lo s días día s la guerra pertenece a un pasado que se vis lumbra sobre todo en el «mito de las razas» (vv. 106-201), según el cual dicho pa p a s a d o se d ivid iv idir iría ía e n u n a ser se r ie de g e n e rac ra c ion io n e s — la d e p lata la ta,, la d e b r o n c e y la de los héroes—, todas ellas con distintos defectos, que habrían sucedido a la raza raza perfe cta de los hom bres de oro, que n o se habría visto visto obligada a tra ba b a jar ja r (la (l a e d a d d e b r o n c e d e H e s ío d o c o r r e s p o n d e r ía a la é p o c a d e los h é roes de los poemas homéricos). Según esta sucesión de razas, la generación contem poránea de H esíodo sería sería la de hierro, hierro, una raza que no carecería carecería por completo de virtudes, pero caracterizada, no obstante, por la degeneración moral y la tendencia a seguir decayendo en un futuro dominado igualmente po p o r el s a q u e o y la d e s tru tr u c c ión ió n d e las la s ciud ci udad ades es.. N o e s tá clar cl aroo h a s ta q u é p u n to explota este modelo de la sucesión de las razas un tropo firmemente asenta do en la literatura del Oriente Próximo, del que conservamos ejemplos simi lares de época posterior, pero una de las funciones del «mito de las razas» en Hesíodo es la de permitir una explicación de los defectos morales que van más allá de los que aparecen en el contexto de su discordia con Perses. Este ensanchamiento de la visión de la naturaleza humana, como el ensancha
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miento de la vision del dilema humano que comporta el episodio de Prome teo y Pandora, relatado de nuevo en este poema, determina verdaderamen te hasta qué punto la cuestión de la justa relación existente entre hombres y dioses se oculta tras el tipo de vida que se lleve en el seno de una sociedad más restringida.
E l
m u n d o d e l a « I l ía d a » y l a « O d is e a »
Si Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días dí as se sitúan en un presente sin guerra, la Ilíad Ilí adaa se desarrolla desarrolla en un pasa do desgarrado po r la guerra. guerra. Pasar de Lo L o s trab tr abaj ajos os y los equivale a pasar de lo que a paren tem ente es una días a la Ilía Il íada da o la Odisea equivale descripción realista a lo que aparentemente es pura ficción y fantasía. Aun Ilí adaa como la Odisea están mucho me que da la impresión de que tanto la Ilíad nos cargadas de intervenciones divinas y objetos «mágicos» que muchos otros poemas épicos, en su mayoría perdidos, la intervención directa de los dioses en el campo de batalla en la Ilíad Ilí adaa o la de los cíclopes y otras criatu ras monstruosas en las peripecias que narra la Odisea pertenecen a un ámbi to muy distante de la realidad realidad terren a del labrad or que trabaja los campos y la de sus bueyes. Sin embargo, del mismo modo que Hesíodo, incluso en Lo L o s ofrece un relato relato configurado configurado por un a determ inada tra trabajos y los días, nos ofrece dición poética, las peripecias manifiestamente tradicionales de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea vuelven, por el contrario, a ser relatadas por un poeta que tiene in mente un programa necesariamente actualizado. A la hora de calcular la la impo rtancia y la la utilidad utilidad históricas históricas de la Ilía Il íada da y la Odisea es imprescindible tener en cuenta que numerosos elementos dis tintos de uno y otro poema quizá tengan una significación histórica también distinta. Siempre ha habido quienes han caído en la tentación de considerar las vividas descripciones de determinados objetos, ciudades, comarcas o pro pie p iedd a d e s p arti ar ticc u lare la ress , co com m o d escr es crip ipci cioo n es d e co cosa sass q u e e n alg al g ú n m o m e n to existieron realmente. Fue en efecto una convicción de este tipo lo que con dujo a Heinrich Schliemann a emprender sus excavaciones y lo que motivó el espectacular descubrimiento de numerosos restos de la Edad del Bronce en Troya, Micenas, y muchos otros lugares. No obstante, como esos mismos descubrimientos se encargarían de demostrar, los lugares y objetos descritos en los poemas habrían resultado en muchos casos totalmente desconocidos pa p a r a b u e n a p a r te d el p ú b lico li co d e los p o e m a s h om éric ér icoo s. Tale Ta less de desc scri ripp cio ci o n es deben su presencia en los poemas no ya al placer que supone el shock de de un reconocimiento, sino a la capacidad de recrear un mundo perdido que inci taba a abordar desde un punto de vista crítico la situación presente, del mis mo modo que el mundo inequívocamente mítico de la raza de oro incitaba a adoptar un punto de vista crítico en el contexto de Lo L o s traba tra bajo joss y los días. Puede que las exigencias del contexto permitan describir un objeto perfecta m ente desconocido del público cual si si estuviera estuviera «intact «intacto», o», como p or ejemplo el casco de colmillos de jabalí que Meriones presta a Ulises ( Ilía Il íadd a , 10.261-
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265), que quizá 265), qu izá haya sobrevivido sobrevivido debido de bido al carác ter excepcional excepcional de todo el p a saje, carente por completo de analogías de la época. En otras circunstancias un determ inado objeto puede transformarse con el el único único fin fin de desempeñ ar una función habitual, como sucede con el escudo que lleva Áyax (Ilíada, 7), que al principio parece ser un escudo de cuero al que primero se añade una capa exterio r de bronce y luego luego un tachón u ombligo central, tal como como exigí exigíaa la nueva idea que tenía el público de cómo funcionaba un escudo en el cam po p o d e b a tall ta llaa ( Ilía Il íadd a , 7.219-223, 245-248, 266-267). O bien —como a menudo ocurre con las comparaciones— una descripción puede perder todo su senti do cuando cu ando el objeto descrito resu lta insól insólit ito. o. ¿Hasta qué punto cabe afirmar también de la organización social lo que decimos de los objetos físicos? Es indudable que en el mundo homérico exis te una coherencia general: los supuestos relativos a las jerarquías sociales, al modo en que se relacionan los hombres de la misma categoría social, o a las cuestiones de carácter ético coinciden en uno y otro poema. ¿Pero implica esa coherencia general que la Ilía Il íada da y la Odisea describen una sociedad que corresponde a un único momento cronológico? ¿O podemos decir más bien que los detalles relativos a la organización social contienen «fósiles» de épo cas distintas que se han conservado en pasajes cuyo argumento había segui do vivo, mientras que habían cambiado los detalles del episodio a través de los cuales iba explorándose ese argumento? El análisis de tres aspectos de la vida hum ana —el m atrim atrim onio y la prop iedad, iedad , la organización organización política política y la or ganización militar— quizá nos revele cuáles son los problemas y los argu mentos en cuestión. El matrimonio en la «Ilíada» y la «Odisea»
El m atrimonio atrimonio ocupa u n lugar primordial primordial en la Odisea (texto 18). La vida en ítac a duran d uran te la larga larga ausencia de Ulises Ulises se se había centrad o en la corte que hacían a Penélope, la esposa del del héroe, una serie de preten dien tes venidos de todas partes, y el poema concluye no ya con su muerte a manos de Ulises, sino con el regreso de éste al tálamo nupcial. También en la Ilíad Ilí adaa ocupa el matrimonio un lugar preferente: la seducción de Helena por parte de Paris pro p ro v o c a la ex expp e d ició ic iónn d e los grie gr iego goss c o n tra tr a Troy Tr oyaa e n ay ayuu d a d e l d e s a f o r tu n a do Menelao, y de hecho el matrimonio constituye uno de los principales ne xos qu quee forma n la red de d e alianza alianzass existente tanto en el ban bando do a que queoo como en el troyano. A lo largo de ambos poemas se describen con algún detalle buen nú mero de alianzas matrimoniales, todas ellas entre miembros de la nobleza. En muchos casos, la novia se considera un premio, alcanzado por las cuali dades personales del novio, pero también gracias a los regalos materiales que éste entrega a la familia de aquélla. En otros casos, en cambio, no da la impresión de que la novia sea comprada, sino que es más bien ella la que aporta a su nueva familia importantes recursos: el rey de Licia ofrece a Be-
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«Odisea», «Odisea», 11.435 11.435-4 -453 53.. Ulis Ulises es y Aga A ga m en ón hablan d e sus es
posas pos as..
De ese modo él habló y, a mi vez, contestándole dije: «¡Oh desgracia! De antiguo a Zeus, el de amplia mirada, al linaje de Atreo con saña persigue ayudando mujeriles mujeriles designi designios: os: H elena p erdióno s ya a m uchos y ahora a ti de tan lejos urdió su traición Clitemnestra». Tal Tal hablé. hablé. Sin hacerse esp erar co ntestánd om e dijo: dijo: «Así, pues, no seas tú, por tu parte, remiso tampoco con tu esposa ni le hagas saber todo aquello que piensas; dile sólo una parte y esté lo demás bien oculto. Mas, ¡oh Ulises!, a ti no vendrá por tu esposa la muerte, que de m ente bien cuerda y hon rado sentir en su pecho es la hija de Icario, Penélope, insigne en prudencia: desposada despo sada en su flor juvenil la la dejamos nosotros al partir a la guerra y un niño tenía en su regazo tierno entonces aún, mas que ya entre los hombres se cuenta. ¡Bienhadado! Su padre ha de verlo una vez que allí llegue y él también, como es ley, echaráse en los brazos del padre, mientras ella, mi esposa, impidió que saciara mis ojos contemplando a mi hijo: primero acabó con mi vida.
lerofontes la mitad de su reino por casarse con su hija y establecerse en su paí p aíss ( Ilía Il íadd a , 6.191-195); un rey polígamo como Príamo cuenta con rescatar a los hijos de su esposa Laótoe con las riquezas que ésta aportó a su fami lia ( Ilía Il íadd a , 22.46-51). Dos circunstancias resultan sorprendentes por lo que se refiere a la exis tencia de una d ote que qu e unas veces va va en una dirección y otras en otra: por un lado no hay ni un solo ejemplo en el que se nos diga que los regalos de dote son recíprocos, y por otro da la impresión de que no existe un tipo coheren te de diferencia diferencia de estatus e ntre el novio novio y la la novia que d eterm ine los distin distin tos tipos de dote. Para algunos estudiosos modernos la existencia de esos dos tipos de do te constituye un reflejo de la norm a según la cual cual los los regalos regalos n up ciales eran recíprocos; pero en el propio poema hay algunos indicios de que la entrega de una dote al novio por parte del padre de la esposa se conside raba un fenómeno cuya singularidad merecía la pena que fuera explotada pa p a r a r e s a lta lt a r lo e x tra tr a ñ o d e la s itu it u ació ac iónn social: soc ial: c u a n d o A g a m e n ó n in te n ta p e r suadir a Aquiles de que vuelva a combatir ( Ilía Il íadd a , 9.144-157), le ofrece en matrimonio a su hija sin que deba entregarle a cambio dote alguna, prome tiéndole además darle importantes tesoros. Este hecho sugiere cuando me nos que la tradición épica había absorbido diferentes costumbres sociales, y
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«Odisea», 2.25-34. Discurso de Egiptio al inaugurar la asamblea convo cada po r Telé Teléma maco co.. T e x t o 19.
«Habitantes de ítaca, oíd lo que voy a deciros: no tuvimos de cierto reunión ni asamblea desde el punto en que Ulises divino partió con las cóncavas naves. ¿Quién es, pues, el que ahora nos llama y a cuál de vosotros, ya maduro o ya joven, apremia este caso? ¿Noticia le ha llegado tal vez de que vuelven las tropas? Bien puede pro p ro c lam la m a rla rl a ya aq aquu í, p u es h a sido si do el p rim ri m e ro e n sab sa b erlo er lo.. ¿O es distinto el asunto del pueblo que anuncia y propone? Generoso y de pro me parece el varón que tal hace: ¡quiera Zeus cumplirle aquel bien que en su pecho desea!»
que cuando en ella se alude a algún hábito pasado de moda es porque susci ta alguna cuestión cuestión crítica crítica en el contexto de la tram a general gen eral del poema. La L a org or g a n iza iz a ción ci ón p olíti ol ítica ca en la «Ilíad «Ilí ada» a» y la «Odi «O dise sea» a»
Tanto la Ilíad polí Ilí adaa como la Odisea son poemas de un m arcado carácter polí tico, en los que la toma y la puesta en vigor de las decisiones de los distintos reyes por parte del grupo dirigente y del conjunto del pueblo ocupan un lu gar muy importante, y en los que la suerte de toda una sociedad, la que pue dan corre c orre r en particular Troya o ítaca, constituye constituye u na cosa muy seria. seria. Es cu rioso que el prop io cam pam ento de los los aqueos en Troya Troya se se transfo transform rmaa en una sociedad estru cturad a políticamente lo mismo qu e cualquier cu alquier otra, y que la vi vi sita de Ulises al país de los feacios se convierte en un pretexto para interca lar el análisis de un determinado ordenamiento político en el paisaje idílico de los viajes de Ulises. El sentido de comunidad está muy desarrollado, como po p o d e m o s a p r e c iar ia r s o b re t o d o p o r la s e p a r a c ión ió n d e los a s u n tos to s « p riva ri vado dos» s» d e los «públicos», «públicos», y por po r la exclusión de los asu ntos «privados» de las las discusiones colectivas, en unos poemas que giran en torno al conflicto entre los intereses individuales y colectivos (texto 19). Se ve también en la importancia conce dida, por ejemplo en la trama general de la Ilía Il íadd a , al modo en que la actua ción de los líderes afecta al conjunto de la sociedad, y a la necesidad —des tacada sobre todo po r Mén tor en la la Odisea, 2.229-2 2.229-241— 41— que qu e a su vez tiene tien e la comunidad de responsabilizarse de hacer agradable la vida a sus líderes. Al mismo tiempo, ambos poemas destacan la importancia suprema que tienen los soberanos, tanto aquellos a los que se denomina wánakes como los basi me nos presti p restigiosos, giosos, en torn o a cuyas cuyas actuaciones individuales y a la la inex leís, menos tricable relación entre los aspectos público y privado de cuyas vidas gira la
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trama de ambos poemas. La personalización de lo político nos recuerda en gran medida la situación real de la Persia de Jerjes, según nos la relata He ródoto, la Macedonia de Filipo y Alejandro, o la Roma del Imperio, situa ciones todas ellas en las que el poder supremo de un individuo confería una significación especial a las relaciones familiares y personales. Y, sin embargo, lo más curioso de los soberanos de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea es su falta de poder absoluto, absoluto, o en realidad su relativa relativa falta de poder. La falta de poder de los caudillos de los poemas homéricos merece un análisis más detallado. Agamenón no sólo no puede imponer su voluntad a Aquiles, sino que tampoco puede imponérsela al conjunto del ejército. Uli ses ses alcanza su su triunfo final en ítaca m ediante una violenci violenciaa extrem a, y no en virtud de la superioridad política que reclama. Los individuos ejercen in fluencia política según su posición social, sus dotes retóricas, o su carisma pe p e r s o n a l, p e r o n o p o r o s te n ta r el c arg ar g o d e sob so b e ran ra n o . E s ta c u r iosa io sa v a g u e d a d de la posición política del caudillo se ve ulteriormente reflejada en la consi derable opacidad que rodea a sus orígenes, al modo en que un individuo se convierte en soberano: Ulises había «sucedido» a su padre, Laertes, todavía vivo, quien aparentemente carece después de todo papel o influencia en el ám bito político, político, pe pero ro Telémaco no alcanza la posición de U lises lises mien tras éste está ausente, y ni siquiera está seguro de alcanzarla en el caso de que su pa p a d r e m u e ra. ra . E s ta v a g u e d a d casi cas i s iste is tem m átic át icaa en t o rn o a los p o d e r e s d el s o be b e r a n o se m a n ifie if iess ta tam ta m b ién ié n e n el p a p e l, s u m a m e n te im p o r tan ta n te, te , y a la vez indefinido, que tiene la esposa del caudillo: Egisto toma por esposa a Clitemnestra, la mujer de Agamenón, y asume el poder de éste en Argos du rante su ausencia, y por otra parte parece que se da por supuesto que el pre tendiente que logre casarse con Penélope alcanzará la máxima influencia po p o líti lí tica ca en íta ít a c a ; sin e m b a rg o es tam ta m b ién ié n c o n c eb ebib ible le q u e P e n é lo p e s e a d e vuelta a su padre, Icario ( Odisea , 1.274-278), y desde luego no posee ningún po p o d e r co conn s titu ti tuci cioo n al. al . L a s itu it u a ció ci ó n se r e p ite it e p rác rá c tic ti c a m e n te e n el p aís aí s d e los feacios, donde se destaca en varias ocasiones el poder de Arete, la esposa de Alcínoo: su hija, Nausicaa, le dice a Ulises que es a ella a la que debe diri girse en primer lugar, y de ella se afirma que «pone paz y concordia apla cando a los propios maridos» ( Odisea , 7.53, 74); su papel dentro del palacio, sin sin embargo, parece limitarse a la la esfera esfera puram pu ram en ente te dom éstica, éstica, y de hecho da la impresión de que Alcínoo actúa en Esqueria con más autoridad que cual quier otro soberano del poema. Resulta Res ulta relativame nte fácil fácil en tende ten de r por qué los los caudil caudillos los son son tan im po por r tantes tan tes y a la vez vez tan insignificantes insignificantes en los poem as homéricos. h oméricos. Po r un lado, la fi gura del soberano sob erano p erm ite destacar de m anera ane ra dram ática el el conflict conflictoo entre los valores y responsabilidades personales y colectivos: las decisiones personales pu p u e d e n t e n e r c o n s e cu cuen enci ciaa s p o líti lí tica cass y vice vi cevv ersa er sa,, y cab ca b e s u p o n e r co conn u n alto al to grado de verosimilitud verosimilitud que q ue p ara todos, y sobre todo para par a el caudil caudillo, lo, los los resul tados de las las decisiones decisiones personales person ales sean particularm ente inm ediatos y con tun dentes. dentes. Por otro lado, lo im im po rtante qu e resulta darse cu enta de qu e las las deci siones políticas y personales se hallan inextricablemente unidas se le hace
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20. «Ilíada», 17.262-268. Los troyanos troy anos avanzan intentando re cuperar el cuerpo de Patroclo.
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Los troyanos cargaron en masa compacta con Héctor en cabeza. Como cuando en la desembocadura del río nutrido de agua del cielo el alto oleaje brama al chocar contra la corriente, y los bordes de los acantilados rugen ante la espuma vomitada fuera, con tales alaridos avanzaban los troyanos. Los aqueos se apostab an a los los lados lados del M enecíada con u n solo ánimo, ánimo, fortificados con los escudos, guarnecidos de bronce.
pa p a te n te co conn m ás faci fa cili lidd a d a u n a s o cie ci e d a d e n la q u e el p o d e r n o e s tá e n m an anoo s de un solo hombre cuando los poderes oficiales del soberano son eliminados de la escena. También vale vale la pen a im aginar un m onarca inclu incluso, so, o quizá sobre todo, en las las sociedades que no lo tienen. tienen. D eberíam os pens p ensar ar que la épica ho mérica mantiene la presencia presencia de esos esos soberanos m onárquicos no ya porque és tos fueran un elem ento que continu c ontinuaba aba vivo vivo en la sociedad «de los los tiempo tiemposs de Ho m ero», ni ni desde desde luego luego porque los los poem as pretend ieran conservar una m o narqu ía fosil fosiliz izada ada hereda da de la tradici tradición ón épica, épica, sino sino porq ue formab an p ar te de la exploración de los argumentos con los que el poeta deseaba entrete ne r a su su público público,, del mismo mo do que q ue otros o tros po etas anteriores, inmersos en la misma tradición, quisieron quisieron h acerlo mucho tiempo antes antes.. La L a guer gu erra ra en la «Ilíad «Ilí ada» a»
Lo mismo cabe decir de la guerra en Homero. La guerra en la Ilía Il íada da nos muestra a guerreros montados en carro y centra su atención en el enfrenta miento e ntre héroes aisl aislados ados de uno y otro bando. A m enudo se ha pensado que este hecho se contradecía con las densas filas de soldados de infantería pe p e s a d a q u e c o m b a tía tí a n e n las d isti is tinn tas ta s g u e r ras ra s d e s e n c a d e n a d a s e n tre tr e los e s tados griegos de las las que contamo s con testimonios históricos históricos (véase infra, pp. 207-209). Curiosamente ningún autor antiguo nos ofrece una visión comple ta de un a batalla y desde luego no es posible posible obte o btene nerr de la Ilíad imagen Ilí adaa un a imagen global coherente de cómo funciona una batalla. Los mirmidones que acom pa p a ñ a n a A q u iles il es se lan la n z a n e n a p r e tad ta d a s filas fil as al c o m b a te ( p o r e jem je m p lo en 16.211-217), pero desaparecen prácticamente en cuanto éste da comienzo. Los grandes héroes se enfrentan unos a otros en lo que parecen ser comba tes singulares, pero cuando cae alguno resulta que inmediatamente hay otro dispuesto a pelea r por sus despoj despojos: os: en este sentido d estacan el relato del ata que d e Patroclo co ntra los troyanos y el de la lucha lucha por el cuerpo d e este hé roe en la Ilíad Ilí ada, a, 16 y 17 (texto 20). Constantemente aparecen los carros como
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medio de transporte, corriendo de un lado a otro por el campo de batalla, como si en él no hubiera ningún escuadrón de guerreros lo bastante signifi cati cativo. vo. Ya Ya hemos analizado la la presencia de determ inado s eleme ntos de la ar madura que aparentemente pertenecen a épocas distintas (véase supra, pp. pp . 168-169) 168-1 69);; m ás sign si gnif ific icat ativ ivoo es en e s te c o n tex te x to el h e c h o d e q u e el a r m a mento no quede integrado en un marco táctico coherente a lo largo de todo el poema, lo cual confiere a éste un significado militar muy escaso. Esa falta de sentido militar hace que la imagen de la guerra que muestra la Ilíada Ilía da no sea la imagen de la guerra en ninguna época concreta, sino una imagen que pe p e r m ite it e s u b ray ra y a r alg al g u n o s rasg ra sgoo s d e lo q u e es el c o m b a te y d e q u ién ié n es son so n los que deben combatir: se destaca a la vez el papel del individuo y la necesidad pe p e r e n t o r ia d e q u e c a d a u n o p e lee le e en u n b loq lo q u e o rga rg a n izad iz adoo , y am b o s rasg ra sgos os resultan esenciales esenciales para la tram a global del poema. Ello no signi signifi fica ca,, sin sin em barg ba rgoo , q u e s e m e jan ja n te d e s crip cr ipci cióó n care ca rezz ca d e inte in teré réss o d e u tili ti lidd a d p a r a el h is is toriador. Del mismo modo que puede demostrarse que algunos elementos concretos del armamento constituyen auténticas reliquias del pasado, tam bié b iénn p o d e m o s c o n jetu je turr a r, a u n q u e s ea im p o sib si b le p r o b a rlo rl o fáci fá cilm lmee n te, te , q u e co conn las diversas tácticas resaltadas en el poema —como, por ejemplo, cuando se insiste en las apretadas filas de las escuadras de los mirmidones— se alude a tácticas bélicas existentes realmente en un momento histórico determinado (véase infra, p. 210, para este caso en particular). La conclusión a la que nos conduce necesariamente este análisis es que la Ilía Il íada da no nos ofrece una imagen del mundo griego en ninguna fecha con creta: creta: sucesi sucesivos vos poetas se inspiraron en la tradición tradición en la que estab an inm er sos para crear unos poemas que utilizan el pasado para pensar en el presen te y llamar la atención sobre él. La inclusión de objetos materiales y de instituciones que no podía reconocer el público no es fruto de la repetición mecánica de una serie de versos o secciones formuladas por otros poetas an teriores, teriores, sino resultado de la utili utilización zación críti crítica ca de un determ dete rm inado legado con el fin de arrojar luz sobre las preocupaciones del presente. Esos rasgos con fieren fieren al mun do retra tado en los los poemas una distanci distanciaa respecto del m om en to presente que impide al público identificarse con los personajes de la obra e identificar a esos personajes con otros existentes en su propia sociedad. El hecho de que Ulises se identifique y se conmueva con los personajes aludi dos en los poemas que canta Demódoco ( Odisea, 8) y no pueda refrenar el llanto al escucharlos, le produce vergüenza y obliga a Alcínoo a cambiar de entreten imie nto, su stituyen stituyendo do los cantos po r una un a com petición atléti atlética: ca: el dis dis-tanciamiento que tienen los feacios respecto de esos acontecimientos segu ram ente refleja refleja el el distanciamiento que su pue puestam stam ente tenía el público al al que iba destinada la poesía épica.
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L o s valo va lore ress h om éric ér icoo s
Existe, sin embargo, otra faceta de esta imagen: si el mundo material y las instituciones descritas en la Ilíad Ilí adaa y la Odisea constituyen un conglome rado ajeno a la realidad h istórica, istórica, los los valores valores que exp loran am bos poem as de be b e n d e r e s p o n d e r a los v alo al o res re s d e su p ú b lico li co y re s u lta lt a r rev re v e lad la d o res re s e n este es te sentido. Y del mismo modo que una localización física demasiado concreta de los los poemas poemas los habría cond enado a un futuro m eram ente regional regional (una de las ventajas de situar la epopeya en Troya probablemente fuera la de difun dir en Grecia el interés por los Dardanelos), también una localización moral excesiva habría tenido los mismos efectos. Los valores de uno y otro poema debían ser claramente perceptibles y a la vez fundamentales no sólo para un pú p ú b lico li co rest re stri rinn g ido id o . R e s u lta lt a d o d irec ir ecto to d e e s ta s itu it u a ció ci ó n es el h e c h o d e q u e los estudiosos modernos hayan sabido descubrir en los poemas homéricos unos sentimientos sumamente aristocráticos y a la vez marcadamente populares. Ambas obras se centran en una problemática muy precisa que viene dada po p o r la p o s ibil ib ilid idad ad d e q u e u n m ism is m o c o m p o r tam ta m ien ie n to sea se a vist vi stoo d e m a n e r a d is is tinta por los distintos grupos o según los valores utilizados en cada contexto: unos individuos difieren de otros a la hora de juzgar hasta qué punto deben afectar los factores políticos a los derechos individuales, o en qué medida debe influir el descontento personal en el comportamiento colectivo, mien tras que unos grupos difieren de otros respecto a cuál debe ser el comporta miento adecuado ante una situación sin precedentes. A men udo ha querido verse en la la épica épica homérica el el predominio de un es pír p írit ituu co com m pe peti titi tivv o, e n el q u e el ind in d ivid iv iduu o va sie si e m p re p o r d e lan la n te d el g rup ru p o , y el éxito en la competición está por encima de todo. Es innegable que en am bo b o s p o em a s se ha hacc e a lar la r d e d e esos es os v a lore lo ress c om p etit et itiv ivos os,, p e r o co conn el ún únic icoo objeto de ponerlos en tela de juicio. El conflicto en torno al cual se centra el interés de la Ilía do lorosam ente pa tente ten te en el último último canto de Il íadd a , como que da dolorosam la obra, cuand o Aquiles A quiles es movido a trata r con generosidad a Príamo, Príamo, no son la guerra entre griegos y troyanos, sino la diferencia entre los valores a los que da prioridad Aquiles y los que mueven a Agamenón. La disputa entre estos dos héroes p one de relieve relieve el prob lema lem a de la autoridad: ¿qué es lo lo que confiere a Agamenón una autoridad sobre Aquiles? ¿Cuáles son los límites de la autorida d de A gam enó enón? n? ¿Cuáles son los límites límites de la exigencia exigencia de leal tad por parte de Aquiles? ¿Qué es lo que confiere a un hombre autoridad pa p a r a h a b lar la r y aq u e llo ll o e n v irtu ir tudd d e lo cu cual al h a b la e f e c tiv ti v a m e n te co conn a u to r i dad? El enorm e hincapié hincapié q ue hacen la Ilía Il íada da y la Odisea sobre la palabra, que aparentemente distinguía a ambos poemas de otras epopeyas griegas (aun que también podemos verlo en algunos poemas del Oriente Próximo como la epopeya de Gilgamesh), permite además poner de relieve cómo los valo res pued en negociarse y cómo se establece una interacción interacción e ntre el consejo consejo y el que lo da. El discurso persuasivo es fundamental en ambos poemas, y a lo
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21. «Ilíada», «Ilíada», 2.185-205. 2.185-205. Ulises Ulises p o n e de manifies man ifiesto to los diversos medios de persuasión que se hacen necesarios en una sociedad jerar quizada en su intento por impedir que los aqueos abandonen Troya.
Te x t o
Él [Ulises], por su parte, yendo al encuentro del Atrida Agamenón recibió su ancestral cetro, siempre inconsumible, y con él fue por las naves de los aqueos, de broncíneas túnicas. A cada rey rey y sobresali sobresaliente ente varón que enc ontraba, con amables palabras lo retenía, deteniéndose a su lado: «¡Inf «¡Infel eliz iz!! N o procede pro cede infundirte infund irte miedo com o a un cobarde; cob arde; sé tú mismo quien se siente siente y deten ga a las las demás huestes. huestes. Pues aún no sabes con certeza la intención del Atrida. Ahora nos prueba, mas pronto castigará a los hijos de los aqueos. ¿No hemos escuchado todos en el consejo qué ha dicho? Cuida de que su ira no cause daño a los hijos de los aqueos. Grande es la animosidad de los reyes, criados por Zeus. Su honra procede de Zeus, y el providente Zeus lo ama». Mas al hombre del pueblo que veía y encontraba gritando, con el cetro le golpeaba y le increpaba de palabra: «¡Infeliz! Siéntate sin temblar y atiende a los demás, que son más valiosos. Tú eres inútil y careces de coraje: ni en el combate nunca se te tiene en cuenta ni en la asamblea. De ninguna ma nera seremos reyes aquí todos los los aqueos aqueos.. No N o es b u e n o el c a u d illa il laje je de m u ch chos os;; s ea u n o solo so lo el caud ca udill illoo , uno solo el rey, a quien ha entregado el taimado hijo de Crono el cetro y las leyes, para decidir con ellos en el consejo».
largo de uno y otro los personajes hacen gala de un amplio abanico de estra tegias y técnicas persuasivas, explotando unas veces directamente un argu m ento bien organizado, organizado, y otras otras cortando deliberadam ente tod a esperanza de organización organización de los los argum entos en aras de un determ inado efecto emocional. emocional. N a tu r a lm e n te c a b ría rí a e s p e r a r q u e u n a tra tr a d ició ic iónn p o é tic ti c a tan ta n larg la rgaa h u b iera ie ra pre p re s tad ta d o a sus su s s e g u ido id o res re s u n a p eric er icia ia e x tre tr e m a e n el a r te d e la n a rra rr a c ión ió n , y el modo en el que Ulises enardece las expectativas de su público de feacios cuando empieza a contar sus peripecias refleja el arte del que hace gala el po p o e ta a lo larg la rgoo d e to d a la o b ra. ra . P e ro las técn té cnic icas as retó re tóri ricc a s u tili ti liza zadd as e n un discurso público formal, predecesoras de las que desplegaría más tarde la oratoria ora toria deliberativa clási clásica, ca, implic implican an una u na fam iliaridad iliaridad con la o ratoria políti ca que presupone la existencia de un marco institucional acorde con el desa rrollo de esas habilidades. Por otra parte, tales habilidades no son algo ex terno al mundo heroico: la capacidad de dar buenos consejos y de darlos además de manera persuasiva es algo que cabe esperar siempre de la figura
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«Odisea», 9.106-115. Ulises describe la vida de los cíclopes, que es la inversión de la vida helénica, basada en la agricultura y la ac tividad política.
T e x t o 22.
D esde allí allí,, con dolo r en el alma, alma, seguimos seguimos bo gando hasta dar en la tierra que habitan los fieros ciclopes, unos seres sin ley. Confiando en los dioses eternos, nada siembran ni plantan, no labran los campos, mas todo viene allí a germinar sin labor ni simienza: los trigos, las cebadas, las vides que dan un licor generoso de sus gajos, nutridos tan sólo por lluvias de Zeus. Los ciclopes no tratan en juntas ni saben de normas de justicia; las cumbres habitan de excelsas montañas, de sus cuevas haciendo mansión; cada cual da la ley a su esposa y sus hijos sin más y no piensa en los otros.
del héroe: la superioridad en el consejo es es tan deseab le y adm irada en el hé roe como su destreza e n el uso de las las armas. armas. Tanto Aqu iles como U lises lises des tacan entre los héroes por su habilidad con las palabras (texto 21): Aquiles es un héroe excepcional por cuanto supera a todos en la lucha, pero lo es también por su extraordinaria capacidad de verbalizar sus experiencias y de extraer de ellas las conclusiones oportunas; Ulises es inteligente a la hora de actuar, pero bu buena ena p arte de su inteli inteligencia gencia radica radica en su habilidad habilidad p ara ha blar de mane m ane ra engañosa, capacidad que qued a resum ida en la la escena en que dice dice a Polifemo que se llama «Nadie» (hasta el punto de que el cíclope se pone a gritar: gritar: «Nadie me está m atando» ), nom bre que en una de sus formas {me tis) es idéntico a la palabra que significa «inteligencia» {métis). Un panorama más amplio de los valores con los que se supone que se identificarí identificaríaa el público público de d e estos poem as ap arece al com prob ar las las diferencias diferencias existentes entre el mundo de Aquiles y Ulises y el mundo con el que se en cuentra este último a lo largo de sus viajes (y por supuesto también el mun do de los muertos que no deja de visitar). Esas diferencias son en parte de carácter político: los cíclopes no tienen leyes ni asambleas deliberativas (tex to 22), y los muertos no tienen capacidad para influir sobre la suerte de los demás. Pero esas diferencias tienen que ver de una forma más general con los modos de vida y las prioridades de cada uno: ninguno de los persona jes je s n o h u m an o s co conn los lo s q u e se e n c u e n tra tr a Ulis Ul ises es,, y a s e a n m a lvad lv adoo s o b e n ig ig nos, nos, practica la agricultura ni ofrece sacrifi sacrificios cios a los dios dioses. es. No cocinan ni b e be b e n vino: vin o: la n a tu ra lez le z a es e x p lo tad ta d a a tra tr a v é s d e la caza ca za y la reco re cole lecc cció iónn , p e r o nunca es modificada. Sus relaciones con el prójimo son perversas: la idea que tiene Circe de la hospitalidad consiste en convertir en animales a los intru sos; y toda la familia de Eolo mantiene relaciones incestuosas. Por el contra
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rio, los hospitalarios feacios, deseosos de encontrar buenos novios para sus hijas hijas fuera de su comun idad, son agricultores y viven viven en un medio med io excepcio nalmente favorable, en el que los huertos dan fruto todo el año y los sacri ficios no sólo establecen una constante comunicación con los dioses, sino que estos mismos acaban por unirse a ellos en el banquete. De este modo, al explorar lo que son los excesos y los defectos, la Odisea pone de manifiesto cuáles son los fund am en entos tos de la vida civilizada civilizada y, y, al al insistir insistir en q ue sólo Itaca los cumple, el poema subraya el valor singular que supone el hecho de ser griego. El exa men me n de los los valores valores de la épica épica hom érica pone de manifiesto de este modo cuán cerca está su mundo del mundo de Hesíodo. Puede que la agri cultura y el sacrificio no aparezcan explícitamente ponderados y teorizados en la Ilíad Ilí adaa y la Odisea del mismo modo que aparecen en Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días o la Teogonia, pero son dos conceptos fundamentales a lo largo de am bos bo s po poem em as. as . L a p r o b lem le m á tic ti c a d e la a u to r id a d p o líti lí tica ca es e x p lor lo r a d a en la Ilia Ili a da y la Odisea en unos escenarios —el campamento de un ejército que lleva largos años sitiando una ciudad, o el palacio de un soberano que lleva largos años ausente— que apare ntem ente están muy alejados alejados de la la experiencia experiencia co tidiana, que tan tentador resulta ver directamente reflejada en la disputa de Hesíodo con su hermano Perses, pero en el fondo la problemática no es tan distinta en un caso y en otro. Los cuatro poemas pertenecen a un mundo en el que se está debatiendo y explorando la autoridad política, en el que el po der no es sólo algo que se hereda, o en el que el estatus social se corresponde estrecha m ente con el acceso acceso al poder, au nqu e no lo determ ina po r completo. completo. Los discursos discursos en público o la defensa de un argum ento en un foro cívi cívico co son son fenómenos normales en ese mundo, y las habilidades retóricas no sólo son admiradas, sino que están sumamente desarrolladas. Más aún, el lugar reser vado a las las mujeres es objeto de atención en los cuatro poemas: la Pan do ra de Hesíodo refleja a la mujer en cuanto «problema estructural», con la cual no se puede vivir, pero de la cual no se puede prescindir; la Ilíad Ilí adaa trata de las disputas surgidas en torno a las mujeres —rapto y seducción de Helena por pa p a r te d e Paris Pa ris,, rec re c h a z o inici in icial al d e A g a m e n ó n a la ide id e a d e d e v o lve lv e r a C rise ri seid idaa y po sterior reclamación reclamación de Briseida— y pone de m anifiesto anifiesto cómo el trato d e pa p a r a d o a la m u jer je r c o n d u c e al c h o q u e d e los lo s inte in tere ress e s p e rso rs o n a les le s y col c olec ectiv tivos os;; la Odisea pone en correlación las dramáticas peripecias de Ulises a lo largo de sus viajes y la paciente resistencia de Penélope a la solicitud de los pre tendientes, cuya finalidad es la conquista política de ítaca a través de la con quista sexual de Penélope, y una y otra vez demuestra el importante papel po p o líti lí tico co q u e d e s e m p e ñ a la m u jer je r d e s e a b le d e s d e el p u n to d e v ista is ta sexu se xual. al. Todos estos estos valores valores em anan no ya de los los bloques o com pon entes básicos básicos a partir de los cuales se construyeron estos poemas tradicionales, sino del modo en que se combinan dichos bloques. Es posible que se creara —y sin duda du da así fue— fue— un a infinitud de p oem as distintos sob re guerras g uerras y viaj viajes, es, en los los que se ponderaban los valores de unos modos de vida distintos. En realidad el m odo en e n qu e se subrayan los los valores valores com petitivos petitivos en la Ilíad Ilí adaa se nota más
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leyendo entre líneas que en la manera que tienen las formulas tradicionales de describir a los personajes o de aprobar sus acciones, circunstancia que su giere la novedad del hecho. El historiador, que debe hacer gala de la aten ción más extrema a la hora de decidir si un objeto o una institución mencio Ilí adaa o la Odisea pertenece al mundo en el que vivió el poeta nada en la Ilíad responsable respon sable de los poem as en la form a en que ha n llegado hasta nosotros, nosotros, no debe ten er el el meno r empacho en supon er que el el mundo del poeta comp artía artía los valores explorados en sus obras.
H e s í o d o , H o m e r o y l a h i s t o r ia
En realidad son pocos los temas analizados en el capítulo anterior que son aclarados seriamente por la Teogonia, Los trabajos y los días, la Ilíad Ilí adaa o la Odisea. Los cuatro poem as son bastante ilustra ilustrati tivos vos en lo tocante a la m o vilidad de grupos e individuos, pero los cambios relacionados con la pobla ción, con los usos funerarios, con las preferencias de los lugares de residen cia, el emplazamiento de los santuarios, o la práctica de las ofrendas, han dejado pocos rastros en la tradición poética. Y cuando los poemas describen el mundo material o determinadas instituciones o prácticas, no podemos lle gar a la la conclusión conclusión de que los los objetos o usanzas descrit descritos os pertene per tenecen cen al m un do en el que vivieron los poetas, o de que resultaran familiares de un modo concreto a su público. La contribución que hacen los poemas de Homero y Hesíodo a la labor del historiador consiste no ya en la información adicional que proporcionan en torno a los temas que la arqueología se encarga de aclarar, sino en los tes timonios que aportan respecto a las distintas maneras de ver el mundo, ám bit b itoo q u e e n el m e jor jo r d e los caso ca soss la a r q u e o log lo g ía sólo só lo p u e d e ilu il u m ina in a r v a g a mente. Allí donde la arqueología arqueología puede m ostrar mínimamente d ónde y cómo se realizaba realizaba el culto de los dio diose ses, s, Hesío do nos ofrece m ínimam ente el senti do de la lógica de ese culto y nos proporciona el tipo de explicación al que convendría apelar para interpretar los indicios materiales que conocemos po p o r la a rqu rq u e o log lo g ía. ía . A llí ll í d o n d e la a rq u e o lo g ía n o s d a tes te s tim ti m o n io d e q u e los griegos griegos se trasladab trasladab an de un lugar a otro y establecían establecían contactos con pueblos no griegos, la la Odisea puede m ostrarnos ostrarnos mínimam ente cómo utili utilizaron zaron los los he lenos las distintas costumbres y prioridades de los otros pueblos para deter minar lo que debía ser griego y lo que no; y la Teogonia en p articular articular puede aportar bastante a los testimonios que la historia del arte y el desarrollo del alfabeto nos dicen acerca de lo productivo que para las comunidades heléni cas fue el choque con usanzas y objetos no griegos. Los poemas de Hesíodo y Homero revelan un alto grado de autoconciencia en lo concerniente a los valores morales y políticos. El refinamiento de la retórica política, en particular en la Ilíada Ilía da,, el afán por fundamentar los valores morales en una visión global del mundo —incluidos los dioses— que se ve en los poemas de Hesíodo, y la selección de las fuentes, la naturaleza y
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las limitaciones de las reivindicaciones de autoridad que predomina en los cuatro poemas, ofrecen un testimonio incomparable de la madurez y la ca pa p a c ida id a d d e au auto toan anáá lisi li siss q u e p o d ía e n c o n tra tr a rs e en las soc so c ied ie d a d e s q u e co n s ti ti tuían el público al al que iban destinadas las obras. obras. C ualquier intento de en ten der los indicios materiales de la vida griega en la época en la que fueron recitados por vez primera estos poemas debe tener en cuenta tales testimo nios. El contexto d e la compo sición poética poética
También los propios poemas deben ser tratados como objetos cuya exis tencia y cuya naturaleza deben ser explicadas. El mundo de Hesíodo y Ho mero tuvo que ser un mundo en el que se dieran las condiciones necesarias pa p a r a la c rea re a c ión ió n d e e ste st e tip ti p o de p o e s ía ép épic ica. a. L os c a n tos to s a los q u e se alu al u d e en la Ilíad Ilí adaa y la Odisea debían de ser, como los poemas de Hesíodo, relativa m ente breves, breves, parte del pasatiemp o de una u na velada, que pod ía iniciar iniciarse se y con cluirse de manera más o menos arbitraria. No cuesta trabajo imaginar que ese tipo de poemas, no necesariamente en hexámetros, se crearan en un con texto más o m enos dom éstico, éstico, y que resu ltara fáci fácill adaptarlos a ocasiones ocasiones ta les como los juegos fúnebres en honor de Anfidamante, en los que el propio Hesíodo dice que participó. Pero la Ilíad Ilí adaa y la Odisea son distintas, pues sus dimensiones dimen siones (casi (casi 16.00 16.0000 versos la prim era, y unos uno s 12.00 2.0000 la segund a) las las ha h a cen totalm ente im propias de un contex to doméstico. doméstico. Más aún, ninguna de las dos obras parece destinada a un público local concreto, ni se centra en unos elementos particularmente familiares a una zona determinada, y aunque se ha sospechado que las alusiones se centran en un área geográfica más o me nos vaga, da la impresión de que el marco en el que hubiera de llevarse a cabo su recitación pública tenía que ser uno en el que no cupiera esperar un excesivo protagonismo de las lealtades e intereses locales. Tenemos buenos testimon testimonios ios de la posterio r ejecución ejecución de am bos poem po emas as en el curso de ciertas ciertas fiestas religiosas, y resulta tentador pensar que sólo una fiesta religiosa capaz de atraer a gentes de muchos lugares distintos habría dado la ocasión o ha brí b ríaa c o n tad ta d o co conn el c e n tro tr o d e in teré te réss p a n h e lén lé n ico ic o q u e r e q u e r iría ir íann la Ilíad Ilí adaa y la Odisea. Arqueológicamente se pueden rastrear esas fiestas a través de la cantidad y la variedad de orígenes de las ofrendas descubiertas en determi nados santuarios, en particular el de Olimpia, durante la segunda mitad del siglo vm a.C., pero carecemos por completo de testimonios que nos hablen de la existencia de ese tipo de actos anteriormente. Parecería razonable, por consiguiente, consiguiente, pensa r que la Ilía Il íada da y la Odisea no habrían podido ser creadas, cuando menos, antes de 750 a.C. aproximadamente. Pero con ello sólo ten dríamos, en el mejor de los casos, una fecha po p o s t q u e m de la composición de los los poemas. Más compleja es la cuestión cuestión de cuán do exactam e xactam ente p ud udieron ieron ser escuchadas estas estas obras más o menos en la forma form a en que h an llegado hasta no sotros.
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Te x t o
23.
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«Himno homérico a Apolo», 143-150.
Muchos templos, frondosas arboledas y todas las atalayas te son pro p ropp ios, io s, así as í co c o m o los lo s cim ci m ero er o s p r o m o n to r io s d e a ltu lt u ras ra s e m ine in e n tes te s , y los ríos que desembocan en el mar. Mas, Mas, tú, tú, Febo, regocij regocijas as tu co razón especialmente con Délos, do n de en honor tuyo se congregan los jonios de arrastradizas túnicas con sus hijos y sus castas esposas. Y ellos, ellos, con el pugilato, pug ilato, la danza dan za y el can to, te complacen, al acordarse de ti cuando organizan la competición.
Si por un lado la creación de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea habría necesitado unas circunstancias históricas concretas, por otro también su conservación habría requerido de unas circunstancias históricas igualmente específicas. Otros pro p ro d u c tos to s a n tig ti g u o s d e la tra tr a d ició ic iónn o ral ra l ép épic icaa p o s ter te r io re s a n u e s tro tr o s d o s p o e mas desaparecieron durante siglos sin dejar rastro, excepto los que pueden pe p e rcib rc ibir irss e en co com m p o sici si cioo n es d e é p o c a p o s teri te rioo r: ¿ p o r q u é e n ton to n c e s n o d e s a pa p a r e c ier ie r o n igu ig u a lm e n te los p o em as h o m é ric ri c o s ? L a co conn s e rva rv a c ión ió n d e la Ilíad Ilí adaa y la Odisea implica que algo tuvo que sucederle a la tradición oral. Los textos más antiguos que se nos han conservado de los poemas homéricos datan del siglo ni a.C. y los más antiguos de los que tenemos noticia pertenecerían a mediados del siglo vi. En aquella época los poemas eran recitados por unos pe p e rso rs o n a jes je s llam ll am ad adoo s rap ra p sod so d as, as , q u e c o m p e tía tí a n en la rec re c itac it ació iónn de d iver iv ersa sass secciones de los poemas. ¿Cuándo y cómo, pues, se transformó la tradición oral creativa que permitió la composición de dos obras monumentales como Il íada da y la Odisea en una tradición no creativa de repetición de poemas ya la Ilía existentes? Dos explicaciones distintas se plantean por sí solas para justificar ese fi nal de la tradición tradición oral y ese comienzo de la tradición tradición rapsódica. U na se basa en el contexto en el que, por lo que sabemos, se produjo la repetición rapsó dica, esto es, el de las grandes fiestas religiosas, contexto que —cabría postu lar— habría permitido la creación de la épica monumental. Cabría objetar que las fiestas religiosas, y en particular los certámenes de las fiestas (texto 23), habrían creado una demanda que exigiría la ejecución de actos conven cionales, y por consiguiente habrían dado pie a que en vez de encargarse un canto apr opiado opiad o a unas determ inadas circunsta circunstancias ncias,, como vemos que ocurre ocu rre en el país de los feacios, se exigiera la ejecución repetida de un único texto «de prueba». La otra explicación apela a la tecnología: lo que habría conver tido la tradición oral en la repetición de un texto fijo habría sido la existen cia de ese texto fijo, que sólo habría sido posible gracias a la escritura. En realidad siempre cabría aducir que habría sido la posibilidad de disponer de documentos escritos lo que habría fomentado la idea de tener un texto fijo. La posibilidad posibilidad de d e que existies existiesee un texto escrito de los los poem as hom éricos
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desde el principio tal vez se vea corroborada por la situación que nos mues tra H esíodo, en la que los elem elem entos «autobiográficos» «autobiográficos» presen tes en sus po e mas, y las posibles señales de inserciones posteriores a un texto preexistente realizadas por el poeta, respaldarían la tesis de que el autor compuso sus obras con ayud a de la escritura. escritura. F ue uera ra cual fuese fuese la situación situación de H esíodo, las las pro p ro p ias ia s d im e n sio si o n e s d e los p o e m as h o m éric ér icoo s h a c e n q u e su co conn s e rvac rv ació iónn po p o r esc es c rito ri to s u p u s iera ie ra u n a lab la b o r m u y d isti is tinn ta. ta . L a tra tr a d ició ic iónn an anti tigg u a d e ép époo c a po p o s ter te r io r n o ten te n ía m e m o ria ri a d e la e x iste is tenn c ia d e u n p rim ri m itiv iti v o tex te x to de defin finiti itivo vo:: en la medida en la que esa tradición señala un momento puntual, ese mo mento habría sido aquel en el que, según se cuenta, Hiparco, hijo del tirano ateniense Pisistrato, habría introducido los poemas homéricos en Atenas y los habría hecho ejecutar ordenadamente durante las Panateneas (cf. Platón, Hip H ipaa rco rc o , 228b). Los superficiales tintes áticos perceptibles en los poemas ho méricos indicarían que su transmisión vía Atenas habría sido efectivamente decisiva para el texto que ha llegado hasta nosotros, aunque existen asimis mo elementos ortográficos que quizá se explicarían mejor apelando a la hi pó p ó tes te s is d e q u e h a b r ía ex exis isti tidd o u n tex te x to a n te r io r e s crit cr itoo en el a lfa lf a b e to jón jó n ico ic o oriental. Durante el período helenístico había considerables diferencias de detalle entre un texto y otro, e inclu incluso so ya en en la A ntigüedad ntigü edad hub o erud itos que quisieron eliminar cantos enteros de los poemas so pretexto de que no per tenecían a «Homero». Pocas de esas diferencias de detalle son significativas, aparte de que las diferencias son sumamente habituales en todos los textos antiguos, lo cual demuestra que incluso en las obras que nacieron ya escritas las interpolaciones habrían sido corrientísimas. La posibilidad de que se efectuaran añadidos a los poemas homéricos en cualquier momento después de su monumental composición hace que la datación de esa composición resulte extremadamente problemática. Como ya hemos visto, los poemas homéricos describen objetos conservados en la tradición poética, aunque pertenecieran a épocas pretéritas diversas. Pare cería, pues, que los poemas deberían de datar de la misma época a la que pe p e r te n e c ie r a n los o b jeto je toss m ás tard ta rdío íoss e n ello el loss d escr es crit itoo s o d e u n a fech fe chaa li geramente posterior, pero precisamente los objetos contemporáneos se cuentan entre las cosas que con más probabilidad habrían sido añadidas a un texto existente ya en buena parte con anterioridad. A la luz de esta con sideración, es curioso que sean muy pocos los objetos descritos en los poe mas que podemos datar después de 650 a.C. aproximadamente, mientras que otros cuantos (como el escudo de la Gorgona que tiene Agamenón, cf. Ilíad Ilí adaa , 11.32-40) parecen datar de la primera mitad del siglo vu a.C., obser vación que coincide con la probabilidad de que la referencia a la riqueza de la Tebas de Egipto sea posterior a la destrucción de dicha ciudad en 663 a.C. ( Ilía Il íadd a , 9.381-384). La referencia a la Tebas de Egipto resulta particu larmente importante, por cuanto aparece en un contexto en el que su eli minación alteraría sustancialmente el carácter del poema. Esta coincidencia indicaría aparentemente que el texto de los poemas fu e fijado hacia 650, y no en una fecha excesivamente anterior, y por lo tanto sería razonable su
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po p o n e r q u e la Ilíada Ilía da y la Odisea , tal como las conocemos, no habrían sido compuestas mucho antes de esa época. Igualmente difícil resulta atribuir una fecha exacta a los poemas de He síodo, pero lo más probable es que pertenezcan a una época semejante o li geram ente anterior. anterior. H esíodo no describe describe objetos objetos que puedan ser datados ar queológicamente, pero su alusión a los juegos fúnebres de Anfidamante de Calcis tal vez pueda relacionarse con la guerra lelantina entre Calcis y Eretria (véase supra, p. 177). Las tácticas que, según se dice, fueron empleadas en dicho conflicto y las posibles consecuencias arqueológicas del mismo su gerirían una fecha próxima o ligeramente posterior al año 700 a.C. Toda da tatio n más precisa de los los poem as sería poco realista realista y en vista vista del carác ter de los testimonios históricos que nos proporcionan —relativos a valores e inte reses que verosímilmente sólo habrían cambiado a medio y no a corto pla zo—, lo más que se puede pedir es esta fecha aproximada de comienzos del sigl sigloo vn a.C a.C.. En todo caso caso,, las las obras de H esíodo y H om ero hab habrían rían sido com pu p u e s tas ta s b a s tan ta n te d e spu sp u é s d e fina fi nale less d e l siglo sig lo ix, q u e es la fech fe chaa q u e les a tri tr i bu b u ía H e r ó d o to (2.53). (2.5 3).
6. LA REFO RE FORM RMA A D E LAS LAS COMUNIDADES: EL SIGLO VII a.C. La épica homérica y los poemas de Hesíodo son producto de una larga tradición, pero tal y como han llegado hasta nosotros no habrían podido ser creados en el mundo griego del año 800 a.C. La ampliación de los horizontes que se produjo durante el siglo vm a.C. y el sentimiento cada vez más fuerte de constituir sociedades aisladas en constante competencia unas con otras que veíamos en el capítulo 4, 4, fueron imprescindibles imprescindibles para crear los los temas en los que centran su interés todas estas obras y las ocasiones para su ejecución. Pero cabría incluso defender la hipótesis de que los poemas no correspon dieran ni siquiera al mu ndo de siglo siglo v i i i , y pen sar que son los los ulteriores ulteriores cam bios bi os rad ra d ical ic ales es d e p ers er s p e c tiv ti v a p ro d u c ido id o s e n t o r n o al a ñ o 700 a.C. a.C . los q u e se ven reflejados con más claridad en los poemas. En el presente'capítulo in tentaremos analizar qué fue lo que cambió a finales del siglo vm y en qué sentido era distinto el mundo que surgió a continuación.
R e v o l u c i ó n a r t í s t i c a
La cosmovisión propia del artista del siglo vn es distinta de la de los ar tistas del vm que examinábamos en el capítulo 4, y distinta incluso de la de los artistas excepcionales de la Atenas o la Creta de dicha centuria. Tres son los puntos de interés que dominan el arte del siglo vn: la exploración del mundo a través de los mitos, que ahora se vuelven claramente identificables, el reconocimiento de los dioses, y las acciones colectivas. Dos ejemplares, ambos excepcionales por muchos conceptos en opinión de la mayoría, nos pe p e rm itir it iráá n ilu il u s tra tr a r la imag im agen en de dell siglo sig lo v i l El vaso Chigi
La jarra (ólpe) de buen tamaño (26 cm de altura) descubierta cerca de Veyes, en Etruria, que reproducimos en la figura 38, posee una forma adop tada de la cerámica grecooriental, aunque casi con toda seguridad fue fabri cada en Corinto. Denominada vaso Chigi por el nombre de su antiguo pro-
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38a. Vaso Chigi, ólpe protocorintia protoco rintia aproximadamen aproxima damente te de mediados del sigl sigloo vu, con escenas de caza, combates comb ates de hoplitas ho plitas y el Juicio de Paris. Paris.
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38b.. Vaso Chigi: 38b Chigi: de detall tallee del friso central. cent ral.
pie p ieta tari rioo , p e r ten te n e c e a u n p e r íod ío d o d e la h isto is tori riaa de la c e rám rá m ica ic a q u e los e s p e cialist cialistas as llaman proto p roto corintio cor intio tard ío, data da ta de d e mediado m ediado s del siglo siglo vu a.C., a.C., y fue decorada p or un a rtista rtista cuya cuya m ano ha podido ser detectada en o tros muchos muchos vasos y al que se denomina Pintor Chigi precisamente por esta obra, o Pintor de Macmillan, por el nombre del donante de un frasco de perfume mucho más pequeño (7 cm de altura) pintado por el mismo autor y conservado en la actualidad actualidad en el Museo Mu seo Británico. Británico. El exterior de la jarr a está d ecorado con bandas superpuestas, con una ornamentación de lotos y palmetas en la boc bo c a y en el cu cuel ello lo,, y c u a tro tr o esc es c en enaa s d e c a rác rá c ter te r fig fi g u rati ra tivv o en el v ien ie n tre tr e , tres tr es de ellas polícromas. La escena figurativa situada más arriba, que además es la más grande, muestra el enfrentamiento de unos soldados de infantería pesada en el cam po p o d e b a tall ta llaa . L os s o ldad ld adoo s a p a rec re c e n a r m a d o s co conn casc ca scos os d e b r o n c e r e m a ta dos por penachos, corazas de bronce y grebas, llevando además en el brazo izquierdo escudos que sujetan po r dos asas asas,, una en el centro, centro, por po r la que pasa el antebrazo, y otra en el extremo, en la que se introduce la mano. La parte exterior del escudo lleva distintos emblemas (cf. los escudos cretenses mencionados anteriormente, p. 165), uno de los cuales muestra probablemente una gorgona, g orgona, el primero de este estilo estilo que qu e nos ofrece la arqueología. Los soldados avanzan en filas apretadas, precedidos por un flautista ( auletés ), que marca el paso. La escena está separada del siguiente friso policromado por una banda de color oscuro en la que aparecen pintados unos perros persiguiendo a unas cabras salvajes. E l friso friso situado en el centro contiene u na escena del Juici Juicioo de Paris, Paris, con con sus correspondientes rótulos, en la que aparecen Paris (llamado aquí por su
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otro nombre, Alejandro), Hermes y las tres diosas, Hera, Atenea y Afrodita. Detrás de Paris aparece la cacería de un león, en la que la fiera ha herido a uno de los cazadores, y detrás de Afrodita hay una cabalgata, a la cabeza de la cual cual va un carro gu iado po r un m uchacho, seguido por p arejas de cabal caballo los, s, cada una de ellas conducida por un solo jinete. Entre la cacería y el carro aparece una esfinge de dos cuerpos.-En el extremo inferior hay otra escena de caza de menor tamaño en la que unos jóvenes se dedican a perseguir lie bre b ress y z o rro rr o s co conn u n o s p erro er ros. s. Son muchos los rasgos de este singular vaso que contrastan con el arte geométrico: geométrico: la policromía, policromía, el interés interés por p or la reprod reproducción ucción detallada de las for mas del cuerpo, el uso de la escritura y la inclusión de una escena mitológica pe p e r f e c tam ta m e n te rec re c o n o cib ci b le, le , e l s en enti tidd o d e c e n tro tr o de la co com m p osic os ició iónn , y la y u x taposición productiva de escenas disti distinta ntas. s. M ientras que los historiadores de de ba b a te n si las form fo rm a s d e los escu es cudd os q u e a p a r e c e n en el a r te g eo m é tric tr icoo d e b e n considerarse descriptivas de la realidad de la época o por el contrario debe atribuírseles un carácter simbólico, aquí no caben muchas dudas de que el pin p in to r d e s e a b a n o sólo só lo e v o c a r a u n o s « g u e rrer rr eroo s » , sino si no r e p r e s e n ta r a un unoo s soldados de un tipo concreto: estamos en efecto ante la primera plasmación inequívoca de lo que se denomina una «guerra de hoplitas» (véase infra, pp. pp . 209 209-21 -210). 0). L a d ecis ec isió iónn d el p in to r de m o s tra tr a r el m o m e n to e n el q u e se e n frenta n los los dos ejércitos ejércitos sugiere sugiere que le preocup aba menos meno s quién fuera el ven cedor cedo r que el hecho de que tenía lugar la batalla y que esa batalla era del tipo que acababa de imponerse. El uso de la escritura en el friso central, por el contrario, indica que el artista consideraba fundamental la identificación de esta escena en concreto: concreto: el espectador espec tador no d ebe ver en ella ella un enc uen tro cual ho mbres res y mujeres, mujeres, sino sino el veredicto de un h om bre concreto co ncreto a pro quiera de homb pó p ó s ito it o d e u n as m ujer uj eres es,, y ad adee m ás u n v ere er e d icto ic to im p o rta rt a n te. te . Sin em b arg ar g o , n o se toma ninguna medida para especificar la cacería del león, la cabalgata, o la cacería de liebres y zorros. Los ecos orientales de la cacería del león, en pa p a r tic ti c u lar, la r, s u g iere ie renn q u e u n a de las idea id eass clav cl avee d el fris fr isoo c e n tra tr a l h a b r ía sido si do pre p recc isa is a m e n te s e m e jan ja n te alar al ardd e; asim as imis ism m o la a ten te n c ión ió n p r e s ta d a a la fig fi g u ra de dell muchacho que sujeta los perros en el friso inferior parece igualmente apun tar hacia la idea de oportunidad y de proeza. No N o p a r e c e m uy p ro b a b le q u e la co com m b inac in ació iónn d e esc es c en enaa s s e a acci ac cidd en enta tal.l. El hecho de juzgar a unas diosas extrañas, como el de cazar a unos animales extraños, resulta bastante arriesgado, y no sólo, como la cabalgata, una ma nera de hacer osten tación de algo. lgo. Puede Pued e que qu e los perros salvaj salvajes es persigan ca bra b rass m on onte tesa sas, s, p e r o los h o m b res re s q u e se d e d ica ic a n a la caza ca za tie ti e n e n q u e s a b e r controlar los instintos salvajes y elegir el momento oportuno. También la guerra es un asunto serio, que no puede abordarse a la ligera. Si el convida do cuya copa es llenada con vino de esta jarra piensa que el enfrentamiento de unas tropas es tan enigmático como la esfinge situada más abajo, el anfi trión que le sirve y que contem co ntem pla la escena escen a del Juicio Juicio de Paris por p or debajo de bajo del asa debe recordar que toda elección tiene sus consecuencias. No existe una sola forma de «leer» estas imágenes, pero los temas del alarde, la decisión y
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la búsqueda, que recorren toda esta decoración figurativa, sugieren que ante el espectado r se abre n una u na serie de send eros críticos críticos diver diversos sos.. El «píthos» del «Nacimiento de una divinidad» de Xobourgo
La segunda imagen que propongo (figura 39) es también una vasija de cerámica, aunque pertenece a una clase de objeto totalmente distinta: se tra ta de una tinaja, uno de esos recipientes destinados al almacenamiento (pí (p í thoi), con decoración en relieve. Vasijas de este tipo con decoración no figu rativa rativa se encuen tran ya dura nte el período geom étrico étrico en num erosos puntos de Grecia, pero parece que en el siglo vn a.C. floreció sobre todo en las Ci cladas y en Beocia una tradición de decoración figurativa también sobre es tos recipientes. Este ejemplo en concreto procede del yacimiento que ha re sultado más prolífico en pít relieve, a saber, Xobourgo, p íthh o i con decoración en relieve, en la isla isla de Teños (véase infra , p. 239), y se cree que data del primer cuarto del siglo vn a.C. El cuello de la vasija lleva una escena con una figura alada en posición sedente situada en el centro, con la cara de frente, el cuerpo de perf pe rfil il,, y los lo s b raz ra z o s lev le v an anta tadd o s . D e la cab ca b e z a d e e s te p e rso rs o n a je sale sa le o t r a figu fi gu ra alada, con el cuerpo de frente y la cara de perfil, provista de casco y con armas en las dos manos. A la izquierda, de pie, aparece un personaje feme nino de dimensiones más reducidas, con alas, que lleva una hoz o un cuchillo en una mano; a la derecha hay otra figura alada, desnuda esta vez, que se arrodilla delante de un trípode, y encima de ella, de pie, aparece otro perso naje alado. Debajo, en el vientre de la tinaja, hay cuatro frisos: en el de más arriba unos caballos corren fogosamente hacia la derecha; en el siguiente, unos leones, esta vez vueltos hacia la izquierda, atacan a un hombre que co rre y a un ciervo; ciervo; más abajo, tres carros avanzan hacia la derecha, y por últi mo, en el fris frisoo inferior, inferior, aparecen ap arecen unas figuras figuras de cintura pa ra arriba, provis tas de cascos y escudos redondos, que avanzan de derecha a izquierda. En cualquier caso, la escena que más revuelo ha suscitado es la del cue p l l o . ¿ Q u ién ié n e s son so n esas es as fig fi g uras ur as ala al a d a s ? E n la ico ic o n o g rafí ra fíaa clási clá sica ca,, cu a n d o se pr p r e te n d e r e p r e s e n ta r el n a c im ien ie n to d e A te n e a d e la cab ca b e z a d e Z eu eus, s, a p a rec re c e una divinidad saliendo de la cabeza de otra. No cabe duda de que la historia del nacimiento de Atenea era perfectamente conocida en la Grecia del siglo vn, y el personaje armado que sale de la cabeza del otro encaja perfecta mente con los aspectos marciales de Atenea, subrayados en la versión de su nacimiento que ofrece la Teogonia. Sin embargo, el personaje lampiño y de rasgos rasgos más bien bien femeninos que ap arece sentado n o tiene nad a en común con el Zeus de la iconografía iconografía posterior; las las alas alas,, por o tra parte, no son un atribu to h abitual de Zeu s ni de A tenea, y las las figura figurass marginales marginales no p erm iten nin guna identificación concreta. Los especialistas han hablado de la influencia de Oriente, pero, aunque en numerosos artículos orientales pueden encon trarse figuras aladas análogas, la composición general parece tan singular den tro como fuera de G recia recia..
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Píthos de Xobourgo, en la isla de Teños, con escena de nacimiento prodigioso por la cabeza.
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.. La cara de frente y los los brazos brazos levantados de la figura figura seden te evocan la la figura frontal de la «Señora de los animales» (pótnia therón ), que aparece en otros pít p íth h o i con decoración en relieve de esta misma época, y resulta tentador pensar que en este ejemplar se juega con esa asociación, sobre todo en vista de los caballos que aparecen en el friso superior, muy similar al del p í thos de la «Señora de los animales». Lo que caracteriza a este ejemplar, sin em bargo, es que intro du ce en el cuad ro la técnica y la la violencia humanas. Los
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pe p e r s o n a jes je s q u e f lan la n q u e a n a « Z eu eus» s» m u e s tra tr a n s e n d a s im ág ágen enee s d e la u tili ti liza za ción positiva de la técnica por parte del hombre, y en concreto de la meta lurgia, representada en la hoz y el trípode. Los brazos de «Atenea» introdu cen su faceta más negativa. La figura de Atenea se ve reflejada en el friso inferior po r el grupo de guerreros guer reros armados, como ella ella,, de casco casco,, mientras m ientras que en los frisos intermedios vemos, en uno, cómo el hombre es capaz de poner la naturaleza a su servicio en las figuras de los aurigas, y, en el otro, cómo se enfren ta a la misma naturaleza, en la figura figura persegu ida po r el león. león. Vistas Vistas en conjunto, todas estas escenas exploran la jerarq uía de dioses dioses,, hom bres y ani males, con las posibilidades de progresión hacia arriba y hacia abajo que comportan la posición central propia del ser humano y los dones especiales concedidos por los dioses a los mortales. La ambigüedad del sexo del «Zeus» y la «Atenea» de la escena del cuello resulta decisiva a la hora de plasmar esta profundísima y variadísima exploración de las relaciones existentes en tre los dioses, los humanos y el mundo de la naturaleza. No N o to d o el a r te de dell siglo sig lo vn a.C. a.C . tie ti e n e la c alid al idad ad o la co com m p leji le jidd ad d e es es tos dos ejemplos, ni semejante revolución artística es de las que se producen de la noche a la mañana. Pero el concepto de arte entendido como un modo de explorar el mundo, más que como una forma sumaria de describirlo, y la idea de que la contemplación constituye una forma de pensamiento son unas nociones que a menu do imponen imp onen al espectador espec tador los produ ctos artísticos artísticos del si si glo glo vn en todo tod o el mund o grieg griego. o. De l mismo mod o que los los poem as homéricos se caracterizan por su conciencia de los problemas que comportan los valo res convencionales conven cionales y de los los posibles conflictos conflictos existentes en el seno de un sis sis tema de valores bien arraigado, o del mismo modo que Hesíodo se esfuerza po p o r es e s tab ta b lec le c e r u n a rela re laci cióó n c o h e r e n te e n tre tr e el m u n d o d e los d iose io sess y el d e los hombres, también las artes visuales del siglo vn a.C. se plantean los proble mas de las las relaciones relaciones hum anas y de los los laz lazos os que u nen el m und undoo de los hom bres br es,, el d e los an anim im a les le s y el d e los d iose io sess de u n m o d o to ta lm e n te d esc es c o n o ci ci do en el arte geométrico. Los medios con los que lo hacen —figuras humanas de cuerpo en entero tero y perfec tamente tam ente articul articuladas, adas, evocación evocación explícita explícita del medio natural a través del empleo de motivos ornamentales tomados del mundo de la naturaleza, o incluso incluso ciertos ciertos rasgos concretos de la iconografía— iconografía— pro ceden sin duda alguna de las enseñanzas del Oriente Próximo, pero los resultados prá p rácc tic ti c a m e n te n o tie ti e n e n p a ran ra n g ó n n i s iqu iq u iera ie ra allí. La L a util ut iliz izaa ció ci ó n de lo orien or ienta tall
A lo largo del libro hemos tenido ya numerosas ocasiones de ver cómo los griegos adoptaron tecnologías e imágenes procedentes de diversas zonas de Oriente. Las tradiciones poéticas que, según parece, ocuparon un lugar tan destacado en buena parte de la vida griega al menos en determinadas áreas del mundo helénico durante el siglo vm e incluso antes, debían no po cos elementos, aunque dataran de la remota Edad del Bronce, a los relatos
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tradicionales tradicionales que circulaban por algunas regiones regiones de Oriente: existen existen incluso incluso motivos para pensar que la Odisea y el Mah indio tienen un an tepa M ahab abhh arat ar ataa indio sado común. En el caso de la tradición poética la teoría de la explotación consciente de este legado oriental es cuando menos discutible (véase supra, pp. 171-172), p e r o n o cab ca b e d u d a d e q u e e n o tro tr o s te rre rr e n o s el ex exoo tis ti s m o d e d e terminados recursos, a todas luces de importación, fue utilizado deliberada m ente pa para ra estab e stablecer lecer un tipo especial de com unicación. Ya en el sigl sigloo ix ix a.C. a.C. la orfebrería griega aprovechó el acceso a las técnicas orientales —y proba ble b lem m e n te a los a rte rt e s a n o s o riu ri u n d o s d e O r ie n te— te — p a r a c o m b ina in a r d e ter te r m ina in a d a s formas no orientales con la granulación y la filigrana y producir formas que nada tenían de griegas (véase supra, p. 67). En el siglo vm parece que la mi noría no ría dirigen te utilizó utilizó el el alfabeto alfabe to y la represe rep resenta ntación ción de figuras animales, animales, téc téc nicas ambas que habían aprendido de Oriente, para distinguirse del resto de la población, población, sobre todo en el contexto esp ecialmente com petitivo petitivo de las reu re u niones sociales privadas (véase supra, pp. 138 138 y 145) 145).. Y no deb deberíam eríam os pasa p asarr po p o r a lto lt o los tes te s tim ti m o n ios io s o rie ri e n tale ta less q u e h a b lan la n d e q u e los d iose io sess g rieg ri egos os fu n cionaban también como elementos igualmente exóticos, convirtiéndose en entidades lo suficientemente susceptibles de someterse a los dictados de la moda como para hacerse con un papel social que les confería un valor mu cho más exagerado del que habían poseído hasta entonces en el solar del pu p u e b lo g rieg ri egoo (véa (v éase se supra, p. 139). Hasta el año 700 a.C. aproximadamente la utilización de lo oriental por pa p a r te d e los lo s grie gr iego goss y la util ut iliz izac ació iónn de lo g rieg ri egoo p o r p a r te d e los lo s o rien ri en tale ta less se limitó, según parece, al ámbito de lo privado. La utilización pública de moti vos griegos en Oriente tendría que esperar todavía varios siglos; pero desde 7000 a.C 70 a.C.. en ad elan te la utilización utilización de motivos mo tivos orientales po porr parte pa rte de d e los grie gos va abriéndose paso cada vez más en la esfera pública. No cabe duda de que los motivos orientales se convirtieron en la piedra de toque de la nueva visi visión ón del mundo que com portaba el aban dono de las las formas formas geom étrica étricass y de decoración geom étrica étrica en gene ral, no sólo sólo en la cerámica, cerámica, sino sino tamb ién en otro tipo de obras, concretamente las relacionadas con la elaboración de los metales. metales. Y ello no se debió a qu e los griegos no con ocieran esos motivos has ta después del año 700 a.C., sino a que a partir de esa fecha la mayoría del pu p u e b lo m o s tró tr ó su d e s e o d e a c ced ce d e r a lo q u e los o b jeto je toss o rie ri e n tale ta less p e rm itía it íann conseguir. Y en este punto debemos tener en cuenta los dos problemas que pla p lann t e a la c u esti es tióó n de si fu e p rim ri m e ro el h u ev o o la gallin gal lina: a: p o r u n lado la do,, sin s in los medios que proporcionaba el arte exótico, los artesanos griegos no habrían sido capaces de forjar una nueva visión del mundo; pero, por otro, sin la idea de que existía una nueva visión que era digna de verse, la imaginería orien tal habría seguido ocupando un lugar marginal, sin que nadie la utilizara: del mismo modo que el alfabeto no fue empleado hasta el siglo vm, aunque al gunos griegos debieron de tener contacto con él ya en pleno siglo x i i a.C. Una vez que los motivos orientales se pusieron de moda, hay indicios de que la producción local de artículos de carácter exótico redujo de hecho la de m and andaa de d e los artículos artículos exóticos originales: originales: la distribución distribución de jarras y cuencos
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F i g u r a 41. 41.
Plancha Plan cha de Ziwiyeh (Irá n), fechad a en el siglo siglo vm a.C. a.C.
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F ig u r a
42. Ólpe corintia del siglo vu encontrada en Rodas.
fenicio fenicioss de b ronce del sig siglo lo vn desap arece d e Grecia, cosa que n o o curre con los candelabro cand elabro s fenicios del siglo siglo vm (figura 40). 40). O tro ejemplo, ejemplo, quizá más mo desto, nos perm per m itirá ilustrar qué es lo lo que sucedió. No cabe duda de que el motivo de los dos animales que se enfrentan y se unen en una sola sola cara represe ntada de frente apareció apareció en el arte arte orien tal antes que en el griego (figura 41). Se trata, sin embargo, sólo de una de las muchas manifestaciones de lo monstruoso que los griegos del siglo vn tomaron de originales orientales o que desarrollaron a partir de éstos. Dichos monstruos, parecidos a veces a animales reales, a diferencia de otros, que no muestran la menor afinidad con ninguno, aparecen de pronto en toda clase de objetos. Se convirtieron incluso en un rasgo característico de la cerámica corintia de la segunda mitad del siglo vn, y en particular de los vasos corintios tios de m eno r tamaño. M uchos de los recipientes que llevan llevan fri frisos sos de anim ales son propios de un determinado estilo de vida, pues por lo general son frasquitos de perfum e o jarras p ara vino (figura (figura 42). 42). Los frasc frascos os de perfum e adoptaron una de las pocas formas propias de la cerámica fenicia que lograron imponerse en el mundo griego, y antes del perfume tuvo que venir el
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Escudo de bronce del siglo v i con blason en forma de monstruo procedente de Olimpia. F i g u r a 43.
contexto necesario para su uso, esto es, la costumbre de acostarse en lechos en las pequeñas fiestas celebradas entre varones para beber, que según parece constituían ya un rasgo típico de la vida griega a comienzos del siglo vm (véase supra , p. 145). Los monstruos que decoran esas jarras y frascos corintios saltaron los confines de un estilo de vida que pretendía presentarse como típicamente oriental. Las cabezas frontales habían entrado ya en los escudos de los sol p íthh o s de X obourgo, y dados del vaso Chigi y en el rostro de la divinidad del pít la extraordinaria monstruosidad de los dos cuerpos fue transformándose hasta que a las dos cabezas se sumaron las alas, los brazos y las patas de una fiera, junto con la cola de un pez en un producto del siglo vi, obra quizá de artesanos griegos de Italia o Sicilia, que parece amalgamar con un curioso eclecticismo eclecticismo tradicion es orientales, o rientales, escitas escitas y gri griegas egas,, entrem ezclan do diversas figuras pavorosas con objeto de amedrentar más y mejor al enemigo (figura 43). Del mismo modo que la rivalidad entre los miembros de la elite de una
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misma ciudad dio paso a la rivalidad entre ciudades distintas, y lo mismo que las inestables relaciones reinantes en el seno de la sociedad humana dieron pie p ie a u n a n u e v a a n s ied ie d a d e n el á m b ito it o d e la r e p res re s e n tac ta c ió n d e los dios di oses es,, lo exótico se convirtió en algo más que una simple manera de distinguirse del resto de los mortales por parte del individuo y de alardear de cosmopolitis mo; se convirtió en todo un medio a través del cual podía explorarse y ex plo p lota tars rsee t o d o u n m u n d o d e ex excc ita it a n tes te s a la ve vezz q u e a te r ra d o r a s p o sib si b ilid il idaa d e s nuevas. Y la exploración de esas posibilidades condujo a la percepción de nuevos problem as y nuevas posibili posibilidades, dades, y con el tiemp tiempoo fueron fue ron aprov echa dos nuevos elementos de la cultura oriental para hacer frente a la nueva si tuación (véase infra, pp. 247-249, para el próximo episodio de este relato por entregas). Un
m u n d o
en
g u e r r a
La L a s arm ar m as y la arm ar m adur ad uraa a fina fin a les le s d el sigl si gloo VIII III a. a. C.
El vaso Chigi no sólo nos introduce en un mundo contemplado desde un pu p u n to d e v ista is ta d isti is tinn to p o r sus su s h ab itan it an tes te s , sino si no a d e m á s e n u n u n iver iv erss o en el que se impuso una forma distinta de hacer la guerra. Nadie pone seriamente en tela de juicio que durante toda la Edad Oscura hubo peleas entre indivi duos y guerras entre comunidades. Los enterramientos de la Edad Oscura frecuentemente muestran armas, aunque no armaduras, en los ajuares fúne bres br es,, y p o d e m o s p e r c ibir ib ir d e u n m o d o esp es p e c ialm ia lm e n te gráf gr áfic icoo el p aso as o de la Edad del Bronce a la del Hierro en el rápido y casi absoluto cambio que su po p o n e el e m p leo le o d e e s p a d a s d e h ie rro rr o e n ve vezz d e b ron ro n c e. N o o b s tan ta n te, te , ig n o ra ra mos casi por completo cómo era la guerra en la Edad Oscura, fuera de lo po p o c o q u e p o d e m o s d e d u c ir d e las p ro p ias ia s arma ar mas. s. Los primeros síntomas de cam bio apa recen a med iados del sigl sigloo vm a.C a.C.. La representación de la guerra aparece por primera vez en la cerámica ate niense del período tardogeométrico, donde vemos procesiones de hombres armados en carros o carretas, filas de soldados de infantería desfilando con la lanza apoyada sobre el hombro, y algunas escenas bélicas bastante confu sas, en las que parecen participar arqueros y soldados de infantería (cf. figu ra 35). 35). En E n las las escenas escenas de lucha pro piam ente dicha parece que la espada, y no no la lanza, es el arma habitual. Aunque no da la impresión de que se intente mostrar ninguna escena de batalla en concreto, ni siquiera ningún tipo espe cífi cífico co de batalla, resulta resu lta bastan te claro que el com bate —en sus distintas distintas m o dalidades— con stituía stituía una un a actividad actividad familiar familiar y grata en la Aten as de final finales es del siglo siglo vm (véase (véas e supra, p. p. 165). 165). Más o meno s hacia esa misma ép oca en e n dos enterramientos de Argos aparecen sendas armaduras completas, en un caso una coraza c oraza de bron ce y un pesado pe sado casco de este mismo metal, provisto de un complicado com plicado penacho. penacho . Se trata de d e restos aislados; aislados; los los depósitos de d e arm as en las las tumbas desaparecen prácticamente a finales del siglo vm, excepto en las zo-
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nas menos desarrolladas políticamente de Grecia, aunque más o menos a pa p a r tir ti r de esa es a m ism is m a ép o c a los e n c o n tra tr a m o s co conn p rofu ro fusi sióó n en m u ch choo s s a n tu a rios «estatales» y panhelénicos, con ejemplos bastante curiosos tanto por su cantidad como por su calidad en Olimpia (figura 44), Delfos e Istmia. La representación de soldados de infantería en la cerámica ateniense, la pa p a n o p lia li a d e A rgo rg o s y las a rm a d u ras ra s d ed ica ic a d a s e n los s a n tua tu a rio ri o s a lud lu d e n a la impo rtancia rtancia cada vez vez mayor que tenía la guerra pa ra la reputación de u n in dividuo tanto dentro como fuera de su comunidad; la armadura pesada, sin embargo, sugiere que lo que se incrementa no es sólo la frecuencia y la im po p o r tan ta n c ia d e la g u e r ra, ra , sin si n o q u e lo q u e c a m b ia es la n a tu ra lez le z a d e ésta és ta.. L a a r madura pesada ofrece una protección significativamente mejor que la lige ra sólo en el combate cuerpo a cuerpo o cuando la movilidad individual su po p o n e sólo só lo u n a p e q u e ñ a v e n taja ta ja.. C u a n d o la luch lu chaa se p r o d u c e a d ista is tann cia ci a o en una formación poco densa, la capacidad de moverse con celeridad resulta más valiosa valiosa para par a el com batiente a la ho hora ra de salvar su vida vida o su integridad fí sica sica que el hecho de esta r bien protegido. La ausencia de hallazgos hallazgos de arm a duras de la Edad Oscura hace que resulte bastante difícil conjeturar cuál era el uso que se daba a las las armas que han sido descubiertas, descubiertas, pero las armadu ras pe p e s a d a s q u e em p iez ie z a n a a p a re c e r d e s d e fina fi nale less d el siglo sig lo vm ind in d ican ic an co conn tod to d a seguridad que cuando cua ndo menos algunos soldados comb atían agrup ados en filas. Esto no implica necesariamente, sin embargo, que los soldados lucharan hom bro con hom bro y resulta compatible compatible con un acercamiento relativame relativame n te flexible flexible a la la línea línea de batalla, en la que cada g uerrero uerre ro tenía cierto grad o de independe indep ende ncia a la hora de elegir la la posición que debía a do ptar pta r y la cantidad de terreno que debía cubrir. La desaparición de las armaduras de los enterramientos forma parte de los numerosos cambios introducidos en los hábitos funerarios, algunos de los cuales presentan correlatos de una región a otra, mientras que otros tienen un alcance alcance estrictam ente local local (véase supra, p. p. 105) 105), hasta el pun to de que q ue re re sulta peligroso intentar justificarlos aisladamente. Vale la pena señalar, sin embargo, que si bien cabe pensar que las armas depositadas en los enterra m ientos ientos eran verosímilmente verosímilmente prop iedad del difunt difunto, o, las las arm aduras dedicadas dedicadas en los santuarios seguramente deben identificarse con los despojos arranca dos al enemigo durante la época arcaica, y probablemente fuera también así desde el principio. Seguramente hay buenas razones de orden económico que justifiquen justifiquen este hecho: las las armas de hierro n o debían d ebían de ser baratas, pero per o tod a una u na arm ad adura ura de b ronce d ebía de ser costosísi costosísima ma y, y, a diferencia de la la de hierro, podía ser rep ara da o reconstruid a con relativa facil facilidad idad en caso de su frir algún daño. Depositar una armadura en una tumba habría supuesto pri var a la generación sucesiva de la utilización de un recurso muy valioso. Ha brí b ríaa s u p u e sto st o , p o r tan ta n to, to , u n d e s p ilfa il farr ro p a r tic ti c u la rm e n te n o tab ta b le d e riq ri q u e z a en una época en la que parece que existía una especie de control informal po p o r p a r te d e la co cole lecc tiv ti v idad id ad d el d e s p ilfa il farr rroo e x a g e rad ra d o d e b ien ie n e s e n el tra tr a n s curso de los ritos funerarios. Pero el valor de las armaduras de bronce no sólo es importante por lo
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Casco de estilo corintio de comienzos del siglo vu, fabricado en Corinto o en el Peloponeso, procedente de Olimpia.
F i g u r a 44.
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qu e nos dice en torno al control de los los hábitos funerarios de la elit elite, e, sino sino tam bié b iénn p o r lo q u e n o s rev re v e la res re s p e c to a sus su s p rio ri o rid ri d a d e s m ilita ili tare res. s. In v e r tir ti r en una arm adu ra pesada implicaba implicaba un compromiso con la la guerra protagonizada po p o r la infa in fann terí te ríaa . Q u izá iz á n o res re s u lte lt e s o r p r e n d e n te tal ta l co com m p rom ro m iso is o si no noss fija fi ja mos en la ausencia total de caballería caballería que co nstatamos en la Ilíad Ilí ada, a, pero con trasta con las prioridades propias de.la época clásica, en la que, con la ex cepción de Esparta, la riqueza era sinónimo del servicio en la caballería, y con las tradiciones literarias en torno a las prioridades de la aristocracia de la época arcaica. arcaica. No es que la arm adu ra pesada pe sada y el acces accesoo al caballo caballo no te n gan nad a que qu e ver: ver: tan to en la cerámica cerámica ática ática como en la corintia aparecen es cenas que sugieren que los soldados de infantería pesada utilizaban caballos como medio de transporte hasta el campo de batalla, del mismo modo que en la Ilía Ilí a da se emplean los carros a modo de «taxis» bélicos. Sin embargo, la decisión de combatir a pie implica que la eficacia militar de la caballería ha bía b ía e m p e z a d o a p o n e r s e e n tela te la d e juic ju icio io,, fen fe n ó m e n o q u e d e b e m o s s u b ray ra y a r pa p a r tic ti c u lar la r m e n te en el caso ca so d e A rgo rg o s, d o n d e el c a b allo al lo d e s e m p e ñ a u n p a p e l tan fundamental en la iconografía de la cerámica tardogeométrica. El escudo hoplítico y sus implicaciones
Por la época en la que se fabricó el vaso Chigi se estaba produciendo otro cambio importante en el terreno de la armadura, que tendría también ulteriores consecuencias sobre el modo de combatir en la guerra. Desde 675 a.C. aproximadamente los vasos nos ofrecen buenos testimonios del uso del escudo propio p ropio de los los hoplit hoplitas, as, de forma red ond a, y que no se aga rra sólo sólo con la mano izquierda, sino que se sujeta con una correa por la que se introduce todo el antebrazo. La ventaja de este sistema consistía en que dicha correa, llamada pó p ó r p a x , permitía sujetar el escudo con mucha más seguridad duran te más tiempo que el escudo que contaba sólo con una asa para agarrarlo. El inconveniente estaba en que dicho escudo resultaba mucho menos maneja ble b le y sólo só lo p ro teg te g ía la p a r te izq iz q u ier ie r d a d el cu cuee rpo rp o . E l uso us o d e u n esc es c u d o s e m e ja j a n t e sólo só lo ten te n ía s en tid ti d o si se s e c o m b ina in a b a co conn el d e u n a a r m a d u ra p e s a d a c o m ple p leta ta o co conn el co c o m b a te en filas fila s m u y cerr ce rraa d as, as , e n el q u e c a d a s o lda ld a d o (ex (e x cep ce p to el que estuviera situado en el extremo derecho) podía proteger su flanco de recho con el escudo de su vecino. Las pinturas de los vasos (véase supra, fi gura 38 38)) muestran m uestran la presencia de flautistas flautistas asociados a los los soldados en m ar cha desde el momento mismo en que atestiguan el empleo del escudo hoplítico, lo cual demuestra que el hecho de mantener el paso era importan tísimo cuando se utilizaba este tipo de escudo. Parece verosímil que la invención de un escudo como este se produjera cuando el combate en filas cerradas fuera ya lo normal, y que el hecho de contar con un escudo más pesado y sujeto con más seguridad, que obligaba a los combatientes a mantenerse estrechamente unidos para garantizar la m ayor protección p osible y que cubría cu bría los los huecos existentes existentes entre g uerrero uer rero y
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guerrero, se considerara deseable desde el punto de vista estratégico. En el combate de infantería resulta fundamental mantener la línea unida y lo prin cipal cipal desde el pu nto de vista ofensivo ofensivo es rom per la del del adversario. adversario. E l escudo hoplítico hoplítico hacía que re sultara más difíc difícil il rom pe perr la línea línea y aseguraba además la máxim a concentración del potencial ofensivo ofensivo para ro m per la línea línea del ene migo. Es más, no dejaba esperanza alguna de que la caballería pudiera en frentarse a la la infantería y de rrota rla en el campo de batalla. batalla. No sería del todo descabellado suponer que una carga de la caballería obligara a una línea de soldados de infantería pesada a dividirse, por cuanto éstos habrían pensado que los caball caballos os pasarían en entre tre m edias de la línea, línea, pero una línea de hoplitas hoplitas no podía pod ía permitirse la posibilidad de abrirse debido al peligro que hab ría en trañado exponerse a las lanzas de la caballería, y simplemente habría pre sentado una muralla compacta y seguramente inquebrantable de escudos hoplíti hoplíticos cos contra la que n ingún jinete jinete se habr ía atrevido a cargar más de una vez. ¿Hasta qué punto fue importante la introducción del escudo hoplítico? Como ya hemos visto, hay buenos motivos para pensar (y la Ilía Il íada da no dice nada en contra, véase véase supra, pp. 183-184) que el combate en apretadas filas de soldados de infantería constituye ya la manera principal de combatir a fi nales del siglo vm a.C. El combate en filas apretadas implica que el número de soldados es importante: cuando la movilidad es limitada, las posibilidades que tiene un individuo o un grupo pequeño de soldados de suplir su inferio ridad numérica con su bravura son bastante pequeñas. Parece improbable, po p o r tan ta n to , q u e el escu es cudd o h o p líti lí ticc o m o d ific if icaa ra d e m asia as iadd o las p r ior io r id a d e s d e la línea de batalla o que aumentara significativamente la necesidad de movili zar a una parte de la comunidad lo más numerosa posible. Pero es posible que la introducción introducción del escudo hoplíti hoplítico co supusiera que fue ran m ás num ero Il íada da (2.529, 830) como en sos los que pudieran prestar servicio. Tanto en la Ilía la po poesía esía lírica lírica arcaica (Alceo, fr. fr. 167 167 Page) Pag e) tene m os atestigua ates tigua do el uso de co seletes de lino, y en la época clásica sabemos que la coraza de bronce estaba convirtiéndose ya en una rareza y que los hoplitas acudían por regla general al campo camp o de batalla con una coraza relativame nte ligera ligera.. Es prob ab able le que ese abandono de la coraza pesada de bronce se viera facilitado por la introduc ción del escudo hoplítico: pues cuando cada soldado contaba con su propio escudo —necesariam ente ligero— sólo sólo para par a su protección, habría necesitado una segunda línea de defensa; pero la protección que ofrecía el pesado escu do hoplítico y la mayor rigidez que proporcionaba a la línea al ser utilizado en una falange de filas apretadas probablemente hicieran que la armadura completa no resultara ya tan imprescindible. Los estudiosos subrayan que el escudo hoplítico o bien tenían que llevarlo todos los soldados de la línea o bie b ienn n o lo llev ll evab abaa n ing in g u no no,, p u e s e r a inú in ú til ti l q u e u n o s c o m b a tie ti e n tes te s se p r o t e gieran sólo la mitad del cuerpo si los otros componentes de la línea no les pr p r o teg te g ían ía n la o tra tr a m ita it a d , p e r o ese es e a r g u m e n to se re fu e rza rz a to d a v ía m ás si los soldados tampoco utilizaban armadura completa. Quizá sea igualmente im po p o r t a n t e s e ñ a lar la r q u e si se s e u tili ti liza zabb a en u n a a lin li n e a c ión ió n d e filas fila s a p r e tad ta d a s , el es-
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cudo redond o era la única pieza de la armadura que necesitaba el hoplita: los hoplitas distaban mucho de mostrar una uniformidad por detrás de sus escu dos, do s, como dem uestra claram ente la con continua tinua experim entación llevada a cabo en los tipos de casco, los petos, etc. Y a diferencia de la armadura completa, el escudo del hoplita no tenía por qué estar hecho a medida, sino que podía pa p a s a r d e g e n e rac ra c ión ió n e n g en enee rac ra c ión ió n . ¿H asta qué pu punto nto era distinta d istinta la guer ra a finales finales del siglo siglo vil vil a.C a.C.. de la de comienzos del siglo vm? En apariencia, los cambios habrían sido desde lue go enormes: nada tiene desde luego de exagerado afirmar que no había ni una sola pieza de la arm ad adura ura qu e siguiera siendo siendo igual, igual, y que tanto la estra tegia (lo apretad as que q ue d ebían estar las las fila filass de soldados de in fantería) como la táctica (el predominio de la lanza) bélicas habían sido modificadas. En el terre no personal, quizá los los cambios cambios tuvieran un carác ter más suti sutil. l. Es pro ba ble b le q u e la p res re s e n c ia d el m a y o r n ú m e ro p o s ible ib le d e c o m b a tie ti e n tes te s co n s titu ti tuyy e ra una ventaja incluso antes de 750 a.C., pero seguramente se reducirían bas tante las posibilidades de destacar dentro de la línea que tenía el soldado bie b ienn arm ar m a d o . P u e d e q u e el co m b a te en form fo rm a ció ci ó n , a u n q u e f u e r a e n línea lín eass po p o co a p reta re tadd a s , p e r m itie it ie r a al ind in d ivid iv iduu o, co com m o o c u r re e n la Ilía Il íadd a , determ inar el resultado global de la batalla; la formación en líneas compactas de hopli tas era tan fuerte como su parte más débil. Probablemente la batalla se cen trar a aho ra por p or igual en la parte débil y en la fuerte, fuerte, y la la moral colectiva colectiva fue ra tan imp ortante como el núm ero del grupo grupo.. La transformación del mundo de la guerra podemos verla tanto en las tradiciones históricas y literarias como en los documentos de carácter ar queológico y artístico. Y la mejor forma de estudiarla es analizando el caso de la única ciudad de la que contamos con una información singularmente bu b u e n a grac gr acia iass a los esc es c rito ri toss d e a u to re s casi ca si c o n tem te m p o r á n e o s d e los he hech choo s: Esparta.
Esparta
Esparta ha ocupado un lugar muy reducido en mi análisis del siglo vm a.C. Pero las excavaciones realizadas en el santuario de Ártemis Ortia, en el Menelaon —el templo de Menelao y Helena—, y en otros lugares de la ciu dad, junto con los fragmentos de poesía lírica y elegiaca de Alemán y Tirteo, hacen que no haya otra ciudad de la que contemos con una documentación más rica en todo el siglo vn, por supuesto sin que tengamos que recurrir a las tradiciones de época posterior que con tanta profusión generó esta ciudad, considerada excepcional incluso por los demás griegos.
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Tirteo, fr. 10 (West). Tirteo apela a la valentía de las falan ges de hoplitas. T e x t o 24.
Así pues, oh jóvenes, luchad unidos y no deis la señal de la huida vergonzosa ni del miedo; miedo; haced grand e y fue rte en el pecho v uestro co razón y no tengáis am or po r vuestras vidas vidas cuando luchái lucháiss con el en e migo; ni huyáis abandonando caídos a los de más edad, cuyas rodillas ya no son ágiles, a los viejos.
Tirteo y Mesenia
La historia de la Esparta clásica se caracteriza por el hecho excepcional que supusieron la dominación de un territorio ajeno, Mesenia, y la transfor mación en siervos de sus habitantes, habitantes, que pasa ron a constituir el el grupo de los los ilot ilotas. as. La necesidad de los espartanos de m an antene tene r el control de la población población ilota, de la que pensaban —y no sin razón— que los odiaba, no sólo consti tuyó un factor importante a la hora de definir su política interna y externa, sino que se utilizó para justificar el ordenamiento social existente y para ex pli p lica carr h istó is tó ric ri c a m e n te su crea cr eaci cióó n. P o r f o r tu n a p a r a n o sotr so troo s, p a r a just ju stif ific icaa r este mito de su pasado, no del tod o extraño e xtraño a la historia, historia, se nos nos ha h a conserva do una selección de los poemas de Tirteo, autor del siglo vn a.C., cuyas com posi po sici cion ones es,, al p a rec re c e r, e r a n rec re c ita it a d a s u n a y o tra tr a ve vezz p o r las soci so ciee d a d e s d e c o mensales (sussitía ) a las que estaban obligados a pertenecer todos los espartiatas — spartiátai — v aro ar o ne nes. s. G rac ra c ias ia s a e sto st o s p o em a s d isp is p o n e m o s de spartiátai — una imagen razonablem ente fiable fiable de la histori historiaa de E sparta inmediatam ente antes de la época de T irteo irteo y en tiempos de éste éste.. Los poemas de Tirteo que se han conservado se hallan dominados por la guerra, y unos cuantos más largos tratan de lo que significa ser un buen sol dado (texto 24). Además el pasado del poeta se halla asimismo dominado po p o r la g u e r ra. ra . N os h a b la d e los lo s d ieci ie cinn u e v e añ añoo s q u e «los «lo s p a d r e s d e n u e s tro tr o s pa p a d r e s » se p a s a ro n luc lu c h a n d o p o r M esen es enia ia,, « b u e n a p a r a s e m b r a r y b u e n a también para plantar», antes de que lograran conquistarla al vigésimo año (fr. 5 West). Tirteo subraya el dominio al que los espartanos sometieron a los mesenios d errotados, «cu «cual al asnos asnos oprimidos po r onerosas one rosas cargas», cargas», obligados obligados a entregar la mitad de la cosecha a sus señores (fr. 6 West). En el siglo ii d.C., cuando Pausanias escribió su Guía de Grecia, existía una trem end a tradición mesenia acerca acerca de esta guerra y de otra segun da gue rra desencadenada cuando los mesenios intentaron sublevarse y que tardó muchos años en ser sofocada (Pausanias, 4.4-24). En la forma en la que nos la transmite Pausanias, la historia habría sido con toda seguridad amañada, si no completamente inventada, por los mesenios después de su liberación de E sparta sp arta e n el sigl sigloo iv iv a.C. a.C.,, y existen bastantes m otivos otivos para p ara p ensar ens ar que qu e la de
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nominada segunda guerra mesenia fue inventada en parte, si no enteramen te, a partir de los poemas parenéticos de Tirteo. En la forma en que se han conservado, dichos poemas no mencionan en absoluto a los mesemos, y es de todo punto convencional la costumbre de relacionarlos con otra guerra me senia, y no con los conflictos con otras ciudades del Peloponeso de los que evidentemente tuvo noticias Heródoto en el siglo v a.C. La versión de Pau sanias nos ofrece una visión fascinante de cómo un grupo sometido durante largo tiempo creó un unaa identidad colecti colectiva va diferencia diferencial, l, aunq ue su valor valor resul ta sumamente dudoso a la hora de escribir la historia de Esparta. La L a cons co nstit tituc ució iónn d e L icu ic u rgo rg o
Puede que Tirteo estableciera ya la relación entre éxito en la guerra y constitución constitución política política bien bien organizada o rganizada que ta nto destacaban los los espartanos del siglo v a.C., como demuestra el relato de Heródoto (1.65). Pues en un poe ma suyo titulado «Buen ordenamiento» ( Eunomía ), probablemente relacio na la adopción o adaptación de una norma en torno a los poderes relativos de los reyes, el consejo de ancianos ( gerousía ) y el pueblo, con el reinado de un mismo soberano, Teopompo, en tiempos del cual fue conquistada Mese nia. Esta ley se ha conservado no sólo en la paráfrasis que de ella hace Tir teo, sino también en una cita directa, tomada casi con toda seguridad de la Constitución de los lacedemonios de Aristóteles, que aparece en la Vida de 25).. Conocida Cono cida con el el nombre nomb re de «G « G ran Retra», R etra», Licu L icurg rgo, o, 6, de Plutarco (texto 25) esta constitución prevé, en un lenguaje por lo demás bastante oscuro, la reu nión regular en un lugar determinado determinado de una asamblea con poderes para to mar decisiones, poderes que, sin embargo, podían ser revocados por los an cianos y los reyes. La paráfrasis de Tirteo parece garantizar que la ley estaba ya en vigor antes de su época, lo cual la convertiría en el primer ordena m iento constitucional constitucional que conocem os de la Grecia arcaica, arcaica, aunq ue por p or su es tructura y puntos de interés parece estrechamente afín a las primeras consti tuciones de otras ciudades (véase (véase infra , pp. 221-225). En el siglo v a.C., por la época en la que Heródoto escribió su obra, la tradición espartana sostenía que el ordenamiento constitucional que a la sa zón estaba en vigor había sido establecido por un legislador llamado Licurgo y que había sido dado directamente por él o por el oráculo de Delfos, o que quizá provenía de Creta (Heródoto, 1.65). En los poemas de Tirteo que han llegado hasta nosotros no se alude para nada a Licurgo, y no parece desde luego probable que fuera mencionado en ninguna de sus composiciones. He ródoto cita un oráculo de Delfos que expresa cierta incertidumbre sobre si Licurgo era un hombre o un inmortal, dando a entender que quizá fuera un dios; dios; da la la impresión de q ue esta idea fue inv entada p or los espartanos en su afán por dar a su constitución la mayor nobleza y el mayor prestigio posibles, como un elemento más de su postura conservadora contraria a la introduc ción de novedades en la ley. Parece bastante probable que tuviera algo que
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25. Plutarco, «Licurgo», 6.1-8. Exposición de la Gran Retra se gún Plutarco. Texto
Tanto interés puso Licurgo en este cargo que, referente a él, trajo de Delfos un oráculo al que llaman retra. Es el siguiente: «Después de erigir erigir un tem plo a Z eus Silani Silanioo y a A ten ea Silani Silania, a, de “tribu ir” las las tri bus b us y “o b e a r ” las óbai, previa institución de una gerusía [consejo de ancianos] ancianos] de trein ta m iembros con los archagétai, reúnase la apélla de estación estación en estación estación en tre B abica y Cnación, Cnación, háganse las las propu estas y rechácense. El poder y el derecho a hablar (?) pertenecen al pueblo». significa dividir y or o r E n estas palabras, lo lo de tribuir tribus y obear óbai significa ganizar al al pueblo en seccio secciones nes,, de las las que a unas ha d enom inado tribus y a otras óbai. reyes, y reu nir la apélla signifi óbai. Archagétai A rchagétai se llaman los reyes, ca reunir la asamblea, porque el origen y la causa de la constitución la ligó al dios Pítico. A la Babica y al Cnación ahora le dan el nombre de Enunte; Aristóteles tiene al Cnación por un río y a la Babica por un pu p u e n te. te . E n m e d io d e esto es toss lug lu g a res re s c e leb le b r a b a n las asam as am b leas le as,, sin q u e existieran existieran so portales ni ningún ningún o tro tipo de edifi edifici cio, o, pues pen saba sab a que estas cosas en absoluto contribuían a la recta deliberación, sino que, más bien, la perjudican al volver frívolos e inconstantes por una vana pr p r e s u n c ión ió n los e spír sp írit ituu s d e los lo s c o n c u rre rr e n tes te s , c a d a ve vezz qu que, e, d u r a n te las asambleas, vuelven su mirada hacia las estatuas y pinturas que ador nan profusa p rofusa m ente los los proscenios proscenios de los teatro teatro s o los techos de los con sistorios. Reunido el pueblo, a nadie permitió expresar su opinión, pero, pa p a r a rati ra tifi ficc a r la p r e s e n ta d a p o r los lo s gerontes [ancianos] y los reyes, te nía au toridad el pueblo. Más adelante, sin embargo, como la masa con sus reco rtes y adiciones iba desviand o y violenta vio lentand ndoo las propue pro puestas, stas, los los reyes Polidoro y Teopompo agregaron junto a la retra estas palabras: «Si el pueblo elige torcidamente, disuélvanlo los ancianos y los archa gétai».
ver con ello esa postura si atendemos a las discrepancias existente entre He ródoto, cuya obra data de finales del siglo v, y Aristóteles ( Política , 1313a2533), que escribió la suya un siglo más tarde, en torno a si los cinco magistra dos anuales llamados éforos habían sido creados por Licurgo o eran una innovación innovación de Teopompo. Teopompo. Parece que en la Gran R etra no se menciona para nada a los éforos, y quizá fuera su no comparecencia en ella lo que alentara a los los que sostenían, cas casii seguram ente con razó n, que q ue la constitución de los es pa p a r ta n o s n o h a b ía p e r m a n e c id o a jen je n a a los cam ca m b ios io s d e s d e el m o m e n to m is is mo de su establecimiento. Más adelante estudiaremos cómo funcionaba la constitución ya plenam plen am ente desarro llada de E sparta sp arta (pp. (pp. 359 359 y 392 392)).
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Pero si el ordenamiento constitucional de las postrimerías del siglo vm a.C. fue elaborado con una finalidad política, lo mismo podemos decir casi con toda seguridad de las colonias espartanas fundadas por aquella misma época fu era de G recia. recia. E n un rela to fascinante (E strabón , 6.2. 6.2.22-3) 3),, que se re montaría cuando menos al historiador del siglo v Antíoco, se dice que el es tablecimiento d e la colonia espartana , de Taren to (en el extremo suroriental de la península italiana) a finales del siglo vm a.C. se produjo cuando los hi jos jo s e n g e n d rad ra d o s p o r las m u jere je ress d e los c o m b a tie ti e n tes te s en la g u e r r a d e M e s e nia en ausencia de sus maridos, los llamados par pa r thén th énia iaii («hijos de donce llas»), fueron privados de sus derechos civiles por los soldados que volvieron victoriosos de la guerra y, al convertirse en un foco potencial de disturbios, fueron persuadidos de que se establecieran fuera de la madre patria (véase infra, texto 31). Durante la época arcaica no poseemos testimonio alguno de que Tarento mantuviera unos vínculos especialmente fuertes con Esparta, ni en la esfera política ni en el ámbito material, si bien es cierto que durante el siglo vi hay allí más cerámica laconia que en ningún otro yacimiento del sur de Italia. No podemos poner en duda que en el nuevo asentamiento habita ran cierta cantidad de colonos espartanos, pero la historia de su estableci miento en él probab lem ente sea sea un invento para justifi justificar car la la teoría de que la última vez que las relaciones internas de Esparta se vieron marcadas por un conflict conflictoo grave d ataría d e la época de las las guerras de Mesenia, M esenia, y po r lo tanto de antes que «Licurg «Licurgo» o» realizara su obra. E l valor que tenía la anécd ota para Tarento queda patente cuando vemos que durante el siglo iv e incluso más tarde, en época helenística, los tarentinos solicitaron de Esparta que les en viara jefes militares y su petición fue atendida. Na N a tura tu rale leza za de la so s o cied ci edaa d espar esp artan tanaa
¿Podemos saber po r estas estas tradiciones tradiciones de época p osterior cómo era re al m ente la situaci situación ón de E sparta sp arta a com ienzos ienzos del de l sigl sigloo vn? Resulta R esulta decisi decisivo vo sa be b e r si el o rd e n a m ien ie n to socia so ciall de la E s p a r ta d e l siglo sig lo vn fue fu e p r o d u c to d e u n o s cambios realizados realizados con scientemen te o si sólo sólo era u na reliquia del sistema sistema h a bit b ituu a lm e n te en v igo ig o r d u r a n te la E d a d O s c u r a y elim el im ina in a d o e n tod to d a s las d em ás ciudades (véase supra, p. 99). Por un lado la Gran Retra parece atestiguar que en E sparta se produjo algún algún tipo tipo de reform a conscient conscientee en el ámbito po lítico; pero, por otro, no hay en ella nada que tenga una relación significa tiva tiva con la estricta estricta organización de la educación po r edade s o con las las asocia ciones de comensales, a las que obligatoriamente debían pertenecer y con tribuir con una determinada cantidad de alimento los espartanos de pleno derecho (espartiatas), rasgos ambos típicos de la vida espartana durante la época clásica. Los que pretenden ver en estas características de la vida es pa p a r ta n a u n a «rel «r eliq iquu ia» ia » d el o r d e n a m ien ie n to soci so cial al p rim ri m itiv it ivoo h a n a p e lad la d o co conn frecuencia a la existencia de una organización similar en otras sociedades guerreras, como la de los zulúe zulúes. s. Sem ejante paralelismo paralelismo po dría sacarse sacarse a co
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lación en más de un sentido, pues la relación existente entre la organización po p o r g rup ru p o s d e e d a d y la infl in fluu e n c ia m ilit il itaa r es p e r fec fe c tam ta m e n te c o m p a tib ti b le co conn la teoría de que la experiencia traumática del enfrentamiento con Mesenia durante veinte años constituyó el catalizador que dio lugar a la reorganiza ción de Esparta. No obstante, semejante paralelismo parece en cualquier caso fundamentalmente superficial: las sociedades divididas en grupos de edad que conoce la historia de la antropología se hallan estrechamente rela cionadas con las sociedades sin estado que carecen de líderes. Independien temente de qué es lo que se inventara en la Esparta de finales del siglo v i i i a.C., a.C., la singularidad d e sus dos reyes im plica plica que no carecía de líderes, líderes, y de des s de luego tampoco cabe suponer que carecieran de ellos ni la Esparta de épo ca arcaica arcaica ni la de la Ed ad Oscura, y además, po r im po portante rtante q ue fueran fue ran para pa ra la organización y el adiestram iento m ilitar ilitar los los grupos de edad , nunca d esem pe p e ñ a r o n m ás q u e u n p a p e l ind in d ire ir e c to y p e rifé ri féri ricc o e n la v ida id a p o líti lí ticc a d e E s pa p a rta rt a . La hipótesis de que el orden am iento social social de Esp arta, al igual igual que su or dena m iento político, político, fue efectivamente fru to de unas u nas decisiones decisiones tom adas a fi fi nales del siglo vm a.C. parece, sin embargo, contar con cierto respaldo de ca rácter arqueológico. arqueológico. Com o decíamos antes (véase supra, p. p. 116), 116), los santuar san tuarios ios espartanos de Artemis Ortia, en la ribera izquierda del Eurotas, y de Mene lao y Helena, situado en una pequeña loma a corta distancia del mismo río po p o r la o tra tr a o rilla ri lla,, se e n c u e n tra tr a n e n t r e los n u m e ros ro s o s s a n tu a r ios io s grie gr iego goss q u e muestran un incremento enorme de las ofrendas realizadas entre finales del siglo vm y comienzos del v i l E ntre los los primeros objetos objetos que vemos ofrend a dos en el templo de Ártemis Ortia en el siglo vil a.C. se encuentra un tipo prá p rácc tic ti c a m e n te ex exclu clusi sivo vo d e e ste st e san sa n tua tu a rio ri o : las m ásca ás cara rass d e t e r r a c o ta e n f o r ma de rostro hum ano (figura (figura 45) 45).. Estas máscaras, de las las cuale cualess encontramo enco ntramo s un n úm ero ya signific significati ativo vo en el sigl sigloo vu y que se multiplicarán mu ltiplicarán a lo largo del vi (en total podemos contar unos 603 restos de narices), constituyen una es pec p ecie ie de en enig igm m a. A u n q u e ex exis iste tenn cier ci erta tass s em eja ej a n zas za s g e n e rale ra less co conn las m á s caras que encontramos en el mundo fenicio y púnico (pero nunca en canti dades demasiado grandes, y en el caso de Cartago, siempre en tumbas, y no en santuarios), su origen es es bastan te incierto. incierto. Algunos d e los los ejemplares con servados servados habrían pod ido ser lleva llevados dos por una persona, p ero otros muchos ca recen de agujeros para los ojos ojos o son dem asiado peq ueñ ueños os pa ra cubrir un ros tro humano. En general presentan unos rasgos bastante variados, y, aunque hasta cierto pu nto pu puede ede n clasif clasifica icarse rse en varios varios grupos, grupos, los los arq ueólogos no se m uestran ni mucho menos de acu erdo en las las cla clasi sifi ficac cacion iones. es. En vista vista de tan tas incertidumbres, las conjeturas sobre el significado de las máscaras no pue den ten er más que un valor aproximado. aproximado. C abría esperar, sin sin embargo, que el singular contexto en el que han aparecido significara que, aunque formal mente tuvieran una influencia de las máscaras fenicias, su papel no viniera determinado por su modelo; que, aunque fueran meros objetos votivos, co rrespondieran a algún rito o circunstancia de la vida en el que el cambio de apariencia co nstituyera un elem ento fu ndam ental; y que ese ritual o circu circunsns-
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45. Máscara procedente proceden te del del santuario de Ártemis Ortia en Esparta.
tanda contara con un fuerte respaldo en el seno de la sociedad. La dramatización de los cambios producidos en la vida real tiene a todas luces mucho que ver ve r con con la organización organización por po r clase clasess de eda d, que p erm ite al niño ir pasan pas an do de una categoría ca tegoría a otra, hasta en trar finalm ente en la de los adultos, adultos, de un modo que guarda una relación más o menos arbitraria con el desarrollo físi co gradual de la persona. Resulta bastante sugestivo, por consiguiente, ver en las las máscaras un reflejo reflejo directo o indirecto del cerem onial que com portaba el pa p a s o d e u n a clase cla se d e e d a d a o tra tr a , y su a p a ric ri c ión ió n co com m o u n ind in d icio ic io d e la in in vención o al menos de la elaboración de dicho ceremonial. Otra confirmación de la hipótesis de que los ceremoniales relacionados con los distintos grupos de edad fueron adquiriendo una importancia cada vez m ayor a lo largo largo del sigl sigloo vu podríamo s en con trarla en la poesía de A le mán. Al igual que la de Tirteo, la poesía de Alemán alcanzó el rango de clá sica en Esparta y parece que siguió ejecutándose durante mucho tiempo; pa p a r a A ris ri s tófa tó fann e s (Aves, 251; Lisí L isíst stra rata ta,, 1.296-1.315), los himnos de Alemán
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26. Ale A lem m á n , fr. 1.36-56. Frag Fr agm m ento en to de u n «Part «P arteni enio» o» de A l e mán en el que la cantante solista celebra a sus compañeras de coro.
Texto
Hay un castigo de los dioses: feliz el que con placidez de espíritu ve trans cu currir rrir el día sin sin lágri lágrimas. mas. P ero yo canto la luz luz de Agido: la veo como al Sol, que Ágido nos es testigo de que luce; aunque a mí ni ala ba b a r la ni c e n s u rarl ra rlaa m e p e r m ite it e la g lori lo rioo sa je fe d e co coro ro e n f o r m a a lgu lg u na. Porque aparece ésta brillante cual si uno coloca en medio de las ovejas un caballo robusto, triunfador en los juegos, de pies sonantes, un caballo propio de alados sueños. ¿O no ves? El caballo de carreras es venático; y los cabellos de mi pri p rim m a H a g e s íco íc o ra flo fl o rec re c e n cu cual al o ro p u ro, ro , y d e su r o s tro tr o d e p la ta ¿ p a ra qué hablarte con detalle?
constituían la poesía coral de Esparta. Pero la poesía de Alemán no contenía ninguna alusión a la vida política o militar de su época, y resultaba difícil de exportar a otras sociedades que no poseyeran unos contextos corales equi valentes; por consiguiente sería poco citado por los autores de época poste rior. Nuestro conocimiento de su poesía, por tanto, se basa en buena medida en los fragmentos papiráceos descubiertos en Egipto. Los poemas conserva dos en esos fragmentos y en particular los llamados «partenios» —cantos de doncellas—, si bien resultan en muchos aspectos tan enigmáticos como las máscaras, arrojan una luz muy curiosa sobre lo que era la sociedad esparta na del siglo vn a.C. Lo extraño de los partenios no sólo es que son canciones interpretadas por un coro de muchachas, sino que éstas cantan temas rela cionados cionado s con ellas ellas mismas, se identifican identifican a sí mismas y hacen com entarios entario s so br b r e d e ter te r m ina in a d o s p e r s o n a jes je s cu cuyo yo n o m b re se esp es p ecif ec ific icaa (te (t e x to 26). 26) . Los Lo s p o e mas revelan que las muchachas del coro se hallan hallan unidas unas a otras en una relación a la vez de carácter competitivo y pasional, que implicaría que no se reunían única y exclusivamente para participar en danzas de carácter ocasio nal, sino que vivían unas vidas íntimamente ligadas. El hecho de que las mu chachas que p articipaban en estos bailes bailes corales tuvieran esa relación no sig sig nifica necesariamente que los hombres jóvenes estuvieran organizados en grupos semejantes, semejantes, pero a la vista vista de la organización social social habitual en la Es pa p a r ta de dell p e r íod ío d o clásic clá sico, o, la s itu it u a ció ci ó n a tes te s tig ti g u a d a en el caso ca so d e las m u ch chac achh as po p o d r ía s e r un b u e n tes te s tim ti m o n io d e q u e tam ta m b ién ié n los jóv jó v e n e s e s ta b a n y a o r g a nizados así en el siglo vn a.C. Tanto si preferimos pensar que en Esparta hubo un solo momento de cambio cam bio social y político político rad ical a finales del siglo vm vm a.C., a.C., como com o si decidimos hablar de una serie de innovaciones que fueron elaborando sucesivamente la estructura política y social del estado, existen, al parecer, buenos motivos pa p a r a p e n s a r q u e la v ida id a d e E s p a r ta se tra tr a n s f o r m ó e n tre tr e 725 y 625 a.C. a.C . ap apro ro--
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46. Exvotos 46. Exvo tos de plomo que repres repr esen entan tan hoplitas de comienzos comienz os del siglo siglo vi, pro p roce cede dent ntes es de dell M en enel elao aonn de E spar sp arta ta.. F ig
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ximadamente. A finales del siglo vu es probable que existiera ya algo bas tante p arecido a lo lo que era el aparato de organizaci organización ón militar militar plenamen te de sarrollado prop io de la época clás clásic ica, a, que co m portab a una un a gran diversidad de otíai— , que qu e utilizaban utilizaban la ar unidades unid ades militares —tribu s y obas, obas, lók ho i y enom otíai— m adu ra y la táctica táctica hoplítica hoplítica (desde 650 a.C. a.C. aproxim adam ente en el san tua rio de Á rtem is O rtia y desde c. c. 600 600 a.C a.C.. en el Men elaon a parecen parec en numerosos num erosos exvotos en forma de hoplitas en miniatura; figura 46), y que existieran tam bié b iénn cu a n d o m e n o s los ru d im e n tos to s d el sis si s tem te m a ed eduu c ativ at ivoo al q u e d e n o m ina in a n las fuentes de época posterior agogé, en la que, desde los siete años de edad, los niños eran sometidos a un estricto adiestramiento militar en grupos de edad a los que se dan distintos nombres, y que culminaba a los veinte cuan do se convertían en eirenes. Por esa misma época prob ablem ente estuviera ya en funcionamiento la organización política espartana plenamente desarrolla da, con sus dos reyes, los cinco magistrados elegidos anualmente —los lla mados mado s éforos— , que ejercían ejercían el po poder der ejecutivo ejecutivo y gozaban de una influencia influencia considerable entre otras cosas porque presidían la asamblea, y la gerousía o consejo de ancianos, formada por veintiocho miembros nombrados por elec ción, ción, que tenía po deres judicial judiciales es y acaso tamb ién deliberati d eliberativos vos (véase infra, pp. pp . 359-360) 359-3 60)..
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Guerra e identidad en Esparta
La guerra guer ra y el singular singular e incómo incómodo do som s om etimiento de la población de M e senia senia desem peñaron un papel primordial en este proceso de transformación transformación de Esparta. Pero la propia conquista de Mesenia requiere una explicación, sobre todo si tenemos en cuenta qu e la barrera entre Laconia Laconia y Mesenia que forma el macizo montañoso del Taigeto es más difícil de salvar que cualquie ra de las fronteras físicas existentes entre la mayoría de las ciudades griegas. Las ansias de tierra constituyen, al parecer, una explicación extremadamen te inverosímil de la conquista, sobre todo teniendo en cuenta las dimensio nes ya excepcionales de Laconia y la escasez de testimonios arqueológicos de ocupación ocupación de la zona du rante la Ed ad Oscura, y probablem ente deberíamos pe p e n s a r m ás b ien ie n q u e la g u e r r a co conn s titu ti tuyy ó u n m e d io d e au auto todd e f inic in ició iónn d e la comunidad. comu nidad. La hipótesis resulta particularm ente atractiva atractiva si atendem os al ca rácter de «extraños» atribuido a los mesenios en su condición de ilotas, que se ponía de manifiesto en el sombrero de piel de perro que tenían la obliga ción de llevar. Según esta interpretación de la guerra, las reformas políticas y sociales habrían constituido un elemento de la guerra y no una consecuen cia de ella. Y la evidente inclusión de las mujeres en los grupos de adiestra miento intensivo, que difícilmente habrían sido creados únicamente con el fin de producir madres capaces de parir hijos robustos, apunta en la misma dirección. Lo mismo ocurre con la probabilidad de que Mesenia no fuera la única región del Peloponeso en la que intervino Esparta a lo largo del siglo vm a.C. a.C. —existen indicios de actividad en Trifi Trifili lia, a, al nor te de d e M esenia— esen ia— y la la continuación de las actividades militares de Esparta a lo largo del siglo v i l La actividad actividad gu errera de la E sparta sp arta d el sigl sigloo v i i a.C. a.C. no está es tá muy clara en nuestras fuentes. Una tradición, transmitida sólo por Pausanias (2.24.7), afir mab a que E sparta hab ía sid sidoo de rrotada po r Argos en la batalla de Hisia Hisiass en 669-698 a.C. El lugar de la batalla, en el extremo más suroccidental del terri torio argivo, indica que los agresores habrían sido los espartanos. La existen cia cia real de un a gu erra con Argos se ve ve, al parecer, co nfirmada po porr las las alusio nes de la poesía de Tirteo. Que hubiera guerras con otras ciudades resulta menos claro, pero es seguro que Heródoto oyó hablar de un largo y desgra ciado conflicto con Tegea, su vecina más próxima por el norte, y existen tam bié b iénn trad tr adic icio ionn e s acer ac erca ca d e su d e r r o ta a man m anos os de los h a b ita it a n tes te s d e O rcóm rc óm en enos os,, ciudad situada todavía más al norte (Teopompo, FGH, 115 F 69). El evidente fracaso de Esparta en todos estos conflictos respalda la idea popularizada ya en época clásica de que su nueva constitución la hizo pasar de la debilidad a la fuerza; fuerza; una vez más deberíam os ver en las las guerras un fenóm eno paralelo a los los cambios constitucionales, y no la causa ni la consecuencia de ellos. También la documentación arqueológica pone de manifiesto la creación de una identidad especial. No es sólo que la ofrenda masiva de máscaras constituya un fenómeno típicamente espartano, o que las estatuillas de plo mo sólo se encuentren, además de en Esparta, en lugares influidos proba-
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ble b lem m e n te p o r ella el la y a d e m á s e n u n a c a n tid ti d a d m u ch choo m e n o r (sól (s óloo e n el s a n tuario de Ártemis Ortia han aparecido más de 100.000 ejemplares). Es evi dente que durante el siglo vn Esparta adoptó modas originarias de otros lugares, pero también que supo desarrollarlas de un modo particular. Pode mos apreciarlo en ciertas innovaciones relativamente humildes, como por ejemplo en el ámbito de la cerámica:, los pít p íthh o i esculpidos demuestran, en su forma y en sus motivos ornamentales, un conocimiento de las tradicio nes existentes en este tipo de cerámica desde el siglo vm a.C., pero a fina les del siglo vu y durante todo el vi desarrollan nuevas modalidades espe cíficas; la cerámica pintada toma prestados numerosos objetos, motivos y técnicas de otros estilos griegos, sobre todo del corintio y del grecooriental, pe p e r o los u tiliz til izaa e n n u ev evaa s c o m b inac in acio ionn e s y p a r a fab fa b ric ri c a r form fo rm a s a b s o lu ta ta mente únicas. Lo mismo cabe decir de los artículos de lujo, sobre todo de los marfiles. Esparta es, junto con Éfeso, la única ciudad del mundo griego que importaba de Oriente marfil en bruto y que desarrolló una escuela de talla en marfil. Son relativamente pocos los objetos importados de este ma terial que se han encontrado en Esparta, y parece que se prefería importar la materia prima y fabricar con ella productos típicamente laconios, algunos de los cuales eran luego reexportados. Esparta destacó por muchos conceptos entre las demás ciudades griegas del siglo vn a.C., pero si la definición de la sociedad adoptó en ella formas con las que no resulta fácil encontrar analogías en otros lugares ni en su to talidad, ni en sus detalles, eso no significa que el deseo de definir la propia sociedad, tanto en relación con otras comunidades como frente a los indivi duos que la conform conform aban, fuera algo algo único. único. Cabe s upo ner que los los cambios in in troducidos en el arm am ento y en las las tácticas tácticas y estrategias estrategias bélicas bélicas examinados anterio ante riorm rm en ente te (cf. pp. pp. 209 209-21 -210), 0), y que son p erceptibles ercep tibles en otra s sociedad es en fecha tan temprana como en Esparta, constituyeran un capítulo más de ese afán de autodefinición. Así pues, es posible que la constitución espartana fuera especialmente precoz, pero a finales del siglo vn existían ya numerosos casos análogos.
L e y , c o n s t i t u c i ó n y g o b ie r n o in c o n s t i t u c i o n a l
En Esparta la sociedad quedó definida y fortalecida en caso de guerra po p o r m e d io de la R e t r a y d e las p r o p ias ia s g u e r ras ra s q u e tuv tu v o q u e lib li b rar ra r la ciu ci u da dadd . Otras comunidades llevaron igualmente a cabo una definición de la propia sociedad mediante la adopción de leyes a través de la experimentación de nuevas formas de dominación política. Pero la elaboración de leyes y la di rección rección de la vida vida política política por p arte de individuos individuos destacados fuero n u tiliza tiliza das por los griegos de épocas posteriores para inventar moralejas y adornar las leyendas, aunque la conservación de determinadas leyes en lápidas o la existencia existencia en algunos casos casos de poesía de la época caracterizada p or su con te nido político nos permiten recuperar cierta imagen de lo que fue el siglo vn
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Ley relativa al cargo de kósmos, procedente del templo de Apolo en Dreros (Creta). La ley comienza en el extremo superior derecho; la pieza de abajo es taba unida originalmente al extremo izquierdo de la de arriba. F i g u r a 47.
a.C. a.C. inclus inclusoo en este cam po que q ue la arqueo logía apen as es capaz de ilum ilum inar di rectamente.
Lim L im it ita a c ion io n e s al p o d e r de los lo s m agis ag istr trad ados os
La primera inscripción de una ley que se ha conservado en Grecia pro ba b a b lem le m e n te sea se a la d e s c u b iert ie rtaa en el tem te m p lo d e A p o lo en D rero re ro s , en la p a r te oriental del interior de Creta (para este santuario, véase supra, p. 114), atri bu b u ida id a a la s e g u n d a m ita it a d d el siglo sig lo vn a.C. a.C . D ich ic h a ley (fig (f iguu ra 47; M L , 2; F oror nara, 11) afirma afirma que qu ien ostente el cargo (presum ibleme nte anu al) de kós m o s no puede volver a ocuparlo hasta pasados diez años, y que si dicta alguna sentencia, ésta carecerá de validez y el infractor de la ley será multa do y privado de los derechos civiles. Se proclama que la medida es una deci p o li liss y así la juran el kósmos y «los Doce de la po lis». lis ». La ley pone sión de la po de relieve el interés por definir los límites de la autoridad dentro de la ciudad y po r afirmar que la concesión concesión de poderes a un m agistrado agistrado no es lo lo mismo mismo que concedérselos a una persona. No es la actuación del kósmos mientras ejerce su cargo lo que se pone en cuestión, sino las limitaciones de dicho cargo. Podemos comparar el objeto de interés de esta ley cretense con la ins-
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cripción fragmentaria de otras leyes descubierta en Tirinte, en la Argólide, al pa p a r e c e r tam ta m b ién ié n d e fina fi nale less d el siglo sig lo vu a.C. a.C . ( S E G , 30.380). En ellas vemos gran número de magistrados distintos y su principal interés está en determi nar a cuál corresponde velar por que otro magistrado cumpla con su cometi do: así, en un artículo la tarea de los pla p lati tiw w o ino in o i —quizá los «encargados de verter las libaciones»— son controlados por los pla p lati tiw w o ina in a r k h o i —«jefes de los encargados de verter las libaciones»—, que a su vez son controlados por el hieromnemon —«encargado de recordar lo sagrado»—, al que vigila el pu p u e b lo en su co conn jun ju n to, to , vigi vi gila lado do a su ve vezz p o r u n epignomon («árbitro»). Este artículo es uno de tantos y, aunque a la vista de los fragmentos conservados es evidente que estas leyes no constituían ni mucho menos un código siste mático, no cabe pensar, por ejemplo, que este papel de «cortapisa» fuera el único atribuido al hieromnemon'. sin duda nos encontramos ante un intento generalizado de d otar de poderes po deres a los los magistrados y al mismo tiem po de restringírselos. Debemos hacer dos puntualizaciones a propósito de estas primeras le yes, que por otra parte cabría aplicar también a las leyes introducidas du rante el siglo vi a.C. que se han conservado en las inscripciones. La prime ra de esas puntualizaciones es que estas leyes muestran escaso o nulo interés por las relaciones existentes entre los diversos colectivos, ya sean grupos de estatus o clases sociales. Aunque la ley de Tirinte hace alusión al pu p u eb eblo lo,, lo tra tr a ta co com m o si fu e ra u n a fu e n te m ás de a u tori to ridd a d , d ign ig n o d e s e r r e gulado po r un tercer m agistrado igual igual que él regula a otros funcionari funcionarios. os. Ig noramos casi por completo cómo era la Tirinte de esta época y no sabemos lo que quería decir el término utilizado para designar al «pueblo» en esta ley, pero no se ve indicio alguno de la existencia de un conflicto de clases. Semejante tratamiento parece darse también al pueblo en una ley de Olim pia p ia p e r ten te n e c ie n te al siglo sig lo vi, seg se g ú n la cu cual al é s te p o d ía m o d ific if icar ar la ley sólo só lo si el Consejo de los Quinientos se mostraba de acuerdo en modificarla y no la cambiaba más de tres veces (Buck, 64), o cuando la Gran Retra habla de la posibilidad de revocar las decisiones del pueblo (véase supra, p. 213 y texto 25): en todos estos casos el pueblo es una fuente de autoridad, pero desde luego no la última. La segunda puntualización es que todas estas leyes no muestran el me nor interés por la regulación última del comportamiento de las personas: a m enud o no establecen qu é es lo lo que se pue puede de o no se se puede hacer; sólo sólo pres pres criben quién debe regular lo que se puede o no se puede hacer. De vez en cuand o se define define algún delito delito en particular, como el hecho de d e que una m ujer lleve un manto de colores vistosos, según una norma del siglo vi procedente de Arcadia o Acaya ( LS L S C G , 32; Buck, 16); o el de que se realice el acto se xual en un recinto sagrado, según un precepto establecido en Olimpia en el siglo siglo vi vi (Buck, 64); 64); pe pero ro ni siquiera en esos casos el principal o bjeto de la no n o r ma es el delito, sino quién es el encargado de que se tomen las medidas ade cuadas. E n conjun co njunto to estos dos aspectos d e las las leyes leyes indican indican que q ue la finalidad finalidad de es
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tas regulaciones regulaciones no e ra co ntrolar los pod eres d e la minoría dirigente frente al pu p u e b lo, lo , ni res re s trin tr ingg ir la a r b itr it r a r ied ie d a d d e q u ien ie n e s o s te n tab ta b a n la a u to rid ri d a d , sino sin o controlar con trolar la distri distribución bución de los los poderes pod eres entre los los miemb ros de la minoría. Se Se trata de una autorregulación de la minoría, motivada no por un sentido de la injusticia, sino por la preocupación acerca de cuáles son los individuos que ostentan el poder. Si comparamos la imagen que nos reflejan leyes como las que acabamos de citar con la que emana de la Ilíad Ilí adaa y la Odisea o L o s trab tr abaj ajos os y los días día s (sobre la cual véase supra , pp. 181 y 174-175), notaremos un gran contraste. Tanto en la Ilía Il íada da como en la Odisea los poderes del individuo están mal de finido finidos, s, y los títulos títulos no parec p arecen en ten er un u n excesivo signif significado icado técnico. técnico. En E n Lo L o s trabajos y los días sólo se atestigua un nombre de magistrado, que parece comportar unos poderes muy vagos, aunque bastante amplios. En cambio, la Tirinte Tirinte que nos m uestran estos fragmentos de leyes leyes tiene muchos nom bres de magistrados y los poderes que se les atribuyen se hallan estrictamente regu lados. Ni la preocupación que vemos en la Odisea po r cómo pasa el pod er de un hombre investido de autoridad a otro, ni la de Lo L o s trab tr abaj ajos os y los días día s por el funcionamiento del poder encuentran respuesta en estas normas. Estamos más bien ante las leyes que una minoría dicta para una minoría preocupada po p o r la m a n e r a en q u e u n o s m ag agis istr trad adoo s se r e lac la c ion io n a n co conn o tro tr o s y p o r q u e los po p o d e r e s s e a n c o m p a rtid rt idoo s p o r los m iem ie m b ros ro s d e e s a m in o ría rí a e n u n o s térm té rm ino in o s comprensibles para todos y susceptibles de ser regulados. Otro aspecto de la preocupación de la nobleza por el comportamiento de los los demás m iembros del grupo grupo podem os verlo en la norma más extensa que conocemos entre todas las leyes del siglo v i i que han llegado a nuestras ma nos, a saber la ley de Dracón sobre el homicidio (ML, 86; Fornara, 15B). Se trata de u na ley que no se ha conservado en ningun a inscripci inscripción ón de la época, sino en una versión reelaborada que volvió a ponerse en vigor en Atenas a finales del siglo v formando parte de la revisión y recopilación de la legisla ción ateniense llevada a cabo en dicha época. Debemos tener presente que, en el ambiente político de finales del siglo v, podía resultar provechoso atri bu b u ir u n a ley a D rac ra c ó n , p e ro, ro , si b ien ie n e s tá clar cl aroo q u e se llevó lle vó a cab ca b o cie ci e rto rt o tip ti p o de manipulación por lo que a su redacción se refiere, podemos tener bastan te seguridad de que qu e la ley ley acerca del homicidio involuntario que volvió volvió a po nerse en vigor a final finales es del siglo siglo v guardab a u na estrecha relación con la que se dictó a finales del siglo vn. Según el comienzo de la norma («Aunque uno mate a otro sin premeditación, sea desterrado»), da la impresión de que lo que se regula es el homicidio, pero lo que se destaca no es el hecho de la muerte (en ningún momento se precisa más lo de «sin premeditación», in terpretación de un término que habitualmente se traduce por «sin querer»), sino quién tiene derecho a conceder el perdón y quién tiene derecho a im pe p e d ir q u e d ich ic h o p e r d ó n sea se a co conn ced ce d ido id o . N o se t r a t a d e u n a ley le y ace ac e rca rc a d el h o micidio en cuanto tal, sino que más bien prevé hasta qué punto puede la fa milia milia de la víctima víctima exigir exigir venganza y de qué forma p ued en establecerse unas condiciones de seguridad para el regreso del homicida a la comunidad. Es
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un a ley una ley que preten de p on er fin fin a la situación situación en la la que cualquier mu erte ob li ga a quien la hub iera perp etrado a llevar llevar una vida vida de vagabundo desterrado, desterrado, como la que a menudo podemos vislumbrar en los personajes desplazados que aparecen en la Ilíad Ilí adaa y la Odisea. Aunque esta ley se aplique a todos los homicidas involuntarios involuntarios p or igua igual, l, resulta fáci fácill percatarse de que sobre tod o importa en casos en los que la persona implicada debía volver a ocupar una po p o sici si ción ón d e a u tori to ridd a d . La L a s trad tr adici icion ones es acerca acer ca de los p r im e ros ro s legisla leg islado dores res
Las tradiciones en torno a los primeros legisladores, incluido Dracón, suelen dar, sin embargo, una impresión distinta. Por lo general no sólo con tienen escenas que pasan libremente de un legislador a otro, en las que el pro p ro tag ta g o n ista is ta es v ícti íc tim m a d e sus su s p ro p ias ia s leyes, ley es, sino si no q u e h acen ac en h inca in capp ié sob so b re determinados actos considerados delictivos y sobre los castigos que se impo nían. Así Dracón era recordado en general por la severidad de las penas que imponía a los delitos, y en el rápido repaso que hace Aristóteles al final de Política, 2, a las figuras de los legisladores, se comenta que Pitaco de Mitilene aumentó el castigo impuesto a la violencia cometida en estado de em bri b riag aguu ez. ez . E l esce es cepp tici ti cism sm o e n t o r n o a la ex exis iste tenn c ia d e alg al g u n o s de esto es toss legi le gis s ladores, como en el caso de Licurgo de Esparta, se remonta a la propia Antigüedad, y rara vez tenemos la seguridad de poder deslindar lo que es pu p u r o inv in v e n to d e lo q u e es tra tr a d icio ic ionn a l, o de d isti is tinn g u ir los e lem le m e n tos to s a u t é n ti ti cos de los inventados dentro de una misma tradición. Debemos, sin embar go, hacer dos puntualizaciones. La primera es el número de historias en las que se hace del legislador legislador un personaje person aje ajeno a la comunidad com unidad a la la que habría ha bría do tado de leye leyes: s: por po ne r dos ejemplos com entados por Aristóteles, Aristóteles, Filol Filolao, ao, miembro, al parecer, de la aristocracia de los Baquíadas de Corinto, fue el encargad o de hacer las las leyes leyes de Teba Tebas; s; y A nd ndrod rod am an ante te de Regio hizo hizo las las le yes de los calcidios de Tracia. La segunda puntualización es que, pese a la atracción que puedan suscitar las moralejas y las anécdotas, parece que son dos los principales objetos de interés de las leyes citadas a modo de ejemplo: el procedimiento y la propiedad. En el caso de Carandas de Catania, por ejemplo, Aristóteles destaca como su principal aportación el procedimiento a la hora de perseguir a los reos de falso testimonio, y alude también a las multas que impuso a los ricos por negarse a participar en los tribunales de jus ju s ticia tic ia,, y a lqu lq u ilar il ar a p o b r e s q u e los s u s titu ti tuyy e ran ra n ; en el caso ca so d e F ilola ilo lao, o, A r is tóteles destaca su ley sobre la adopción y la identifica explícitamente con una medida destinada a preservar el número de fincas existentes. Y no es sólo que estos fueran los objetos de interés de Aristóteles: su discípulo, Teofrasto, citaba las leyes de Pitaco y de Carandas en torno a las ventas, y el historia dor Éforo, contemporáneo de Aristóteles, citaba la regulación de los contra tos realizada po r Zaleuco.
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Consecuencias de la existencia de la ley escrita
Los intereses específicos y el limitado alcance de las primeras leyes tie nen importancia con vistas a un debate más general, a saber, aquel que se refiere al papel de la escritura (véase supra, p. 138). En la Atenas de épo ca clásica ya era un tópico (cf. Eurípides, Suplicantes , 433-437, por ejemplo) afirmar que la ley escrita constituía una garantía de protección para la de mocracia, y la escritura fue relacionándose cada vez más a menudo con la supuesta inmutabilidad de la ley, rasgo visible en parte en la etimología de nuestro sustantivo «estatuto» y que formaba asimismo parte de la etimolo gía del término griego thesmós. Pero el hecho de fijar por escrito las pala bra b rass de u n a ley le y no g a ran ra n tiz ti z a en ab abss o luto lu to q u e d ich ic h as p a lab la b r a s sea se a n p u e s tas ta s en vigor de un modo coherente o «justo»: los mismos oradores que alaban lo democrático que era el hecho de fijar las leyes por escrito apelan a la in tención del legislador para redefinir elocuentemente esas leyes. La ley sólo pu p u e d e re g u lar la r aq u e llo ll o q u e u n a c o m u n ida id a d es cap ca p az d e p o n e r e n vig vi g o r y, al margen de cuáles fueran sus intereses personales o de su sabiduría, los le gisladores sólo pueden llevar a la práctica aquello que los miembros de la comunidad dotados de poder consideren conveniente para sus intereses apoyar (como señala Anacarsis a Solón en la historia ficticia que aparece en Plutarco, Solón, 5.2). En la medida en que las leyes conservadas y las tradiciones aparente mente más plausibles nos permiten hacernos una idea de las acciones lleva das a cabo por los primeros legisladores, dicha idea corresponde no ya a los intereses de una serie de individuos particularmente inspirados, sino a los in tereses de la nobleza. Las sociedades pudieron regularse a través de la ley consuetudinaria mientras fueron homogéneas, pero la rival rivalidad idad cada vez ma yor en tre los los individuos individuos y los los grupos, grupos, que p ara nosotros noso tros se hace pa tente ten te en el sigl sigloo vm a.C., a.C., había d estruido esa hom ogeneidad ; y a pa partir rtir de ese m om ento cualquier tipo de regulación efectiva que quisiera establecerse debería venir impuesta por una ley, por unas normas que los colectivos rivales acordaran establecer. L a significac significación ión que tuviera n el establecim iento, la fijaci fijación ón po r es crito y el mantenimiento —siempre, por supuesto, dentro de unos límites— de la ley se basaría en la voluntad que tuviera la nobleza de regular las rela ciones entre sus miembros y las de éstos con el resto de la comunidad. Acor dar unas leyes equivale a admitir cierto grado de homogeneidad, a subordi nar los intereses particulares de la familia familia o de cualquier o tra ag rupación a la la unidad de la sociedad. Cuando se hace la ley, el Agamenón de la Ilíad Ilí adaa a d mite su derrota. Pensar que las primeras leyes estaban profundamente relacionadas con los conflictos existentes en el seno de la nobleza no sólo viene a subrayar la ausencia de distinción entre leyes y constituciones —al ser las relaciones de po p o d e r p o líti lí tico co ú n ica ic a m e n te u n o d e los á m b ito it o s d e rela re lacc ión ió n in ter te r p e r s o n a l p o r los que se intere intere saba sab a el conjunto de la sociedad—, sino que adem ás demues-
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tra que esas leyes constituían la faceta formal de las intensas relaciones an tagónicas existentes en el seno de la elite, tal como ponen de manifiesto los fragmentos de poesía lírica y elegiaca del siglo vu que se nos han conserva do. Los ejemplos más destacados de ese antagonismo los encontramos en la po p o e s ía d e A lce lc e o d e M itil it ilen ene, e, cu cuya ya vid vi d a tra tr a n s c u rrió rr ió e n tre tr e los últi úl tim m o s d ecen ec enio ioss del siglo siglo vu y los los prim eros del vi vi a.C., a.C., y en los versos atribu idos a Teognis Teognis de Mégara, que constituyen todo un corpus en el que se incluyen también sepa radamente algunas composiciones transmitidas bajo el nombre de otros poe tas arcaicos, y que, al parecer, contiene aportaciones del siglo vu y otras de época posterior. Alc A lceo eo,, Teogn Te ognis is y las desa de save vene nenc ncias ias en el sen se n o d e la n o b lez le z a
Los restos conservados de la poesía de Alceo y Teognis son marcada mente opuestos. De la obra de Alceo tenemos sólo fragmentos, literalmente unos cuantos retazos de papiros egipci egipcios os y unos pocos versos versos citados citados por p or au a u tores de época posterior, a menudo procedentes de la reconstrucción de la vida del poeta a partir de su obra. El corpus teognídeo, en cambio, está for m ado po r más de mil mil versos versos conservados conservados en bloque en una tradición tradición m anus crita relativam relativam ente rica. rica. Por consiguiente, consiguiente, los los fragm fragm entos d e A lceo nos of re cen una visión intermitente, por más que apasionada, de las inquietudes del círculo para el que escribía, mientras que los versos de Teognis constituyen una buena muestra de lo que preocupaba en general a la minoría dirigente de Mégara. El mundo de Teognis es un mundo de violencia y desórdenes, en el que el deseo de riqueza se pone por encima de la lealtad a los parientes y amigos, y en el que incluso la la posesión de tierras pu ede convertirse en una amenaza. Es un mundo en el que la riqueza constituye un requisito indispensable para alcanzar una buena posición social: la pobreza hace que hasta el hombre sa bio b io c arez ar ezca ca d e vo vozz (669-7 (66 9-718, 18, cf. cf. 649 649-65 -652), 2), y los ricos ric os p u e d e n co conn s e g u ir e s p o sas de noble cuna independientemente de cuáles sean sus propios orígenes (183-192). La rivalidad en el seno de esta minoría es muy intensa, hasta el pu p u n to d e q u e se h ace ac e n e c e s a rio ri o r e c o m e n d a r m o d era er a c ión ió n a los lo s q u e se e n cuentran en el bando vencedor y advertirles que el resultado de querer im po p o n e r la p r o p ia s u p e r iori io ridd a d a co coss ta d el u ltra lt raje je y la d e s h o n r a d e los d em ás pu p u e d e s e r u n a g u e r ra civil a b iert ie rtaa , q u e sólo só lo co conn d u c iría ir ía a la tom to m a de dell p o d e r d e algún individuo que acabe por deshonrarlos a todos (39-52,1.081-1.082b). Es necesario apelar a la justicia, al recto proceder y a la virtud de escuchar a los sabios (17-28, 543-546, 563-566, 753-756, 805-810) como ideales y como for ma de alcanzar la supremacía (337-350), pero la sabiduría necesaria para so bre b revv ivir iv ir re q u ie r e astu as tuci ciaa , la inte in teli ligg e n cia ci a d el p u lp o «q «que ue se m u e s tra tr a s e m e jan ja n te a la roca a que está adherido» (215-216). El individuo se ve arrastrado a la vez por la lealtad y por la necesidad de arrimarse al sol que más calienta; son po p o co coss los q u e s o n d igno ig noss d e co conn fia fi a n za (73-74, (73- 74, 101-112; tex te x to 27 27), ), y h a s ta el
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Teognis, 101-112. La elección de los buenos amigos.
Nin N ingg u n o e n tre tr e los h o m b res re s te p e rsu rs u a d a , o h C irno ir no,, a h a c e rte rt e a m i go de un malvado: ¿qué provecho provec ho hay en que u n villano villano sea amigo amigo de uno? No te podría salvar de una situación difícil ni del infortunio; y si tuviera alguna cosa buena, no querría hacerte partícipe de ella. Nin N ingg u n a g rati ra titu tu d o b tie ti e n e el q u e h ace ac e b ien ie n a la g e n te vil: es igua ig uall que sembrar en las aguas de la mar espumosa. Porque ni segarás una gran cosecha si siembras en el mar, ni, si haces bien a los villanos, re cibirás a cambio beneficios; pues la gente baja tiene aspiraciones insa ciables y si yerras en una cosa, el agradecimiento por los favores ante riores se borra; mientras que los hombres de bien, al recibir un ben be n efic ef icio io,, s o n los lo s q u e m ás lo a p r ecia ec iann y e n el f u tu r o tie ti e n e n m e m o r ia y agradecimiento de aquellos favores.
hombre que evita cualquier contacto con sus enemigos acaba siendo traicio nado (575-576). En Teognis, lo mismo que en Alceo, la navegación y el mar constituyen un rico almacén de imágenes que pueden aplicarse tanto a las circunstancias personales del individuo agobiado como a la inestabilidad de una ciudad en la que el buen orden se ve amenazado por los intereses parti culares, y que es semejante a una nave en la que aquellos que llevan mer cancías a bordo han quitado el mando al piloto y se dedican a darse órdenes unos a otros (675-680). Aunque algunos versos van dirigidos a personajes concretos, las elegías de Teognis raramente hacen alusiones específicas, lo cual dificulta su datación y reduce su utilidad a la hora de construir un relato político coherente (sigue sin resolverse la discrepancia surgida ya en la Edad Antigua en torno a si si Teognis Teognis procedía de la Mégara de la Grecia co ntinental o de M égara H i ble b lea, a, en S icilia) icil ia).. E n e sto st o se d ifer if eree n c ian ia n c lar la r a m e n te d e los fra fr a g m en tos to s d e A l ceo, ceo, que alude con frecuencia a personajes co ncretos y cuya cuya participación participación en la vida pública de su ciudad fue desde luego absolutamente directa, aunque no podamos creer a pies juntillas todas las deducciones biográficas que han hecho los comentaristas antiguos y modernos. P ero p or especial especial que qu e fuera la situación de Alceo, los disturbios políticos a los que hace alusión nos recuer dan muchísimo a los que podemos encontrar en Teognis. Alceo se alegra de la muerte de un destacado personaje político (un tal Mírsilo, fr. 332), se la menta del modo en que el apoyo del pueblo ha elevado a una posición de pre p redd o m in io p o líti lí tico co a P itaco ita co,, ind in d ivid iv iduu o d e o rig ri g e n d u d o s o (fr. 34 348) 8),, e x h o r ta a po p o n e r fre fr e n o a sus su s a tro tr o p e llo ll o s (fr. 306 306), ), y se ja c ta d e h a b e rse rs e co n ju rad ra d o p a ra derrocarlo po r no h abe r cumplido cumplido sus juram entos y para salvar salvar a la comuni dad de la ruina, aunque en el intento deba perder la vida (129). Alceo pone de manifiesto el desmoronamiento de las normas tradicionales de comporta-
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Alc A lceo eo,, 69 (Page). C o m ien ie n z o d e u n p o e m a en el q u e A lce lc e o se jacta de cierta cierta hazaña haza ña realizada realizada p o r él contra contra Pita Pitaco co.. E l resto resto del p o e m a se ha perdido perdido.. T e x t o 28.
Zeus padre, los lidios doloridos (?) por nuestros infortunios nos dieron dos mil estateres por si podíamos volver a la ciudad sagrada, aunque por nuestra parte de ninguna ventura habían hasta entonces disfrutado ni aun tenido noticia de nosotros. Pero él, como una zorra de mente astuta, con fáciles palabras creía que nos iba a pasar inad vertido...
miento propias de la nobleza en el sorprendente olvido del decoro del que hace gala en sus versos. Se presenta a sí mismo en el destierro, echando de menos volver a la actividad política en el consejo y la asamblea (128), to mando dinero prestado de los lidios (69; texto 28) para poder regresar a la ciudad y oponerse a los engaños de Pitaco, astuto como la zorra, y se mues tra deseoso de poner fin a las desavenencias que pueda tener con otros con tal de declarar la guerra a Pitaco (117). No encontramos en Alceo las fre cuentes apelaciones a la justici justicia, a, a la rectitud y a la mo deración que veíamos veíamos en Teogn Teognis is,, ni da la la impresión de que estén en juego más que una serie de ri validades validades personales p or la obtención del po der políti político. co. Pued e que Alceo se lamente lam ente de la locura locura del pueblo al perm per m itir a Pitaco alzarse alzarse con el po de r y de los los problem as que q ue el gobierno d e éste le acarrea, pero no hay indicio indicio alguno de qu e su ambición fuera otra m ás que v er el po de derr en sus manos o en las las de los camaradas a los que dirige sus composiciones y en compañía de quienes ju r a q u e se v e ng ngar ará. á. La L a tiranía tira nía
Los testimonios contemporáneos de Teognis y Alceo resultan decisivos pa p a r a q u e p o d a m o s e n t e n d e r los d e s a rro rr o llo ll o s p o lític lí ticoo s p ro d u c ido id o s e n el siglo sig lo vn a.C. Teognis observa que el resultado de la discordia civil no es sino hom bre b ress q u e g o b iern ie rn a n a su a n tojo to jo ( moúnarkhoi , 52); para designar el puesto en el que el pueblo ha colocado a Pitaco, Alceo utiliza el término tyrannos (fr. 348) 34 8).. Am bos autores a utores relacionan a todas luces luces el gobierno de un solo hom bre con el atropello del conjunto de la sociedad (Alceo, fr. 306; Teognis, 1.1811.182). Como ya se comentaba en el siglo v a.C., tyrannis —el gobierno del la b r a q u e a p a rec re c e p o r ve vezz p r im e r a en los v erso er soss d e A rtyrannos — es u n a p a lab quíloco de Paros, poeta de mediados del siglo v i l Arquíloco la utiliza en un po p o e m a m uy cita ci tadd o e n el q u e d ice ic e q u e n o e c h a d e m e n o s n a d a : n i las riq ri q u ezas ez as de Giges, ni la facultad de obrar como los dioses, ni una gran tyrannis. Fuera
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cual fuese el origen de la palabra, que sigue siendo oscuro, no cabe duda de que empezó a emplearse por vez primera en el siglo vu a.C. y de que fue uti lizada para designar un fenómeno político nuevo. ¿Pero cuál era exactamente ese fenómeno político nuevo que merecía el nombre de tyrannis ? Los testimonios analizados hasta el momento en este capítulo indican que el proceso continuo de autodefinición de la comunidad condujo a finales del siglo vm y durante el vu a una serie de cambios en la cantidad y la calidad de las guerras, que debilitaron cuando menos los lazos existentes existentes en tre la perten encia a una minoría dirigente muy rica y la la victori victoriaa en el combate, así como a una regulación más formal y una limitación de los po p o d e r e s e jerc je rcid idoo s p o r el ind in d ivid iv iduu o. E l m o d o e n el q u e a p a rec re c e n for fo r m u lad la d a s po p o r lo m en enoo s alg al g un unas as leyes ley es indi in dica ca c lara la ram m e n te q u e la u rge rg e n cia ci a p o r alca al cann zar za r esas esas regulaciones venía de las las propias minorías dirigentes dirigentes,, y que deberíam os ver en él la otra cara de las discordias entre las diversas facciones de la no ble b leza za d e las q u e ten te n e m o s tes te s tim ti m o n io en A lce lc e o y Teogni Teo gnis. s. L a ley le y d e D r e r o s constituye un claro ejemplo: son los titulares de otras magistraturas los que desem peñ peñan an el papel principal a la ho hora ra de m arcar los límite límitess de los poderes del kósmos. La definición de los poderes y el abuso de éstos van unidos, las regulaciones no tienen más fuerza que la autoridad que las aplica, y consti tuyen de hecho una clara señal que permite medir el éxito obtenido en la consecución de ventajas y enemistades personales. Allí donde existe una fuerte desconfianza mutua, un antiguo legado de resentimientos, y no hay una fuente tradicional tradicional de autoridad que pued a reclamar la ayuda ayuda de un con servadurismo prudente o sentimental, queda expedito el paso al desprecio total de cualquier norma, y la única seguridad posible vendrá del estableci miento de un gobierno personal. A lo largo de los sigl siglos os vu y vi vi a.C. a.C.,, du ran te períod pe ríodos os más o m enos largos de tiempo, en muchas ciudades griegas el control político cayó en manos de un solo hombre. En Mitilene los comentaristas antiguos recurrieron a los poe mas de Alceo para reconstruir las figuras de una serie de gobernantes uni pe p e r s o n a les le s — M ela el a n c ro, ro , M írsi ír silo lo y P ita it a c o — , y tre tr e s go golp lpes es d e e s tad ta d o suce su cesi sivo voss que dieron el poder a tres individuos que no tenían ningún parentesco entre sí. También en Co rinto se dice dice que hubo tres tiranos tiranos seguid seguidos, os, aunqu e todos ellos pertenecientes a una misma familia: Cípselo, Periandro, y el sobrino de éste, éste, llamad llamadoo Psam ético en unas fue ntes y Cípselo Cípselo en otras. otras. Fu eron pocas las las ciudades, además de Esparta, que no gozaron o sufrieron algún período de dominio absoluto de un solo hombre. Sigue siendo sumamente difícil, sin em barg ba rgoo , e x p lic li c ar p o r m e n o r iza iz a d a m e n te lo q u e d e ter te r m inó in ó el triu tr iu n fo d e to d o s es es tos tiranos, o definir las características de su gobierno. Los testimonios de la época con los que contamos proceden, como en el caso de Alceo, de sus ad versarios, que no dudan con tal de denigrarlos en aludir a su linaje, su matri monio, su físico (Alceo llama barrigón a Pitaco), etc., pero no proporcionan datos que podamos considerar un análisis político serio. Las tradiciones de época posterior, obra de individuos para quienes la tiranía resultaba políti camente indeseable y en boca de quienes el término «tirano» fue adquirien
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do cada vez más unas connotaciones peyorativas y no descriptivas, tienden más a pon er en gua rdia ante las formas que tienen algunos algunos individuos individuos de pre sentarse como una alternativa de poder plausible, que a describir detallada mente lo que históricamente hicieron esos tiranos. La L a trad tr adic ició iónn del de l tiran tir anoo m a lva lv a d o
Lo que distorsiona nuestra imagen de la tiranía no es ya que tengamos que basarnos en autores que consideraban políticamente incorrecto el go bie b iern rn o d e u n solo so lo h o m b re, re , sin si n o el h e c h o d e q u e s u c u m b ir a la tir ti r a n ía s u p o nía una desh onra. P ara la oligarquí oligarquía, a, el el golpe golpe de estado de uno u no de sus miem bro b ro s c o n s titu ti tuía ía u n a c to in s o p o rta rt a b le d e inso in sole lenn cia, ci a, q u e a f re n tab ta b a a tod to d o s los demás; para el pueblo, el hecho de que se creyera que había soportado vo luntariamente un gobierno arbitrario o que había aceptado el quebranta miento de las reglas sociales equivalía a ser considerado culpable de no valorar sus propios derechos. Los tiranos no sólo debían ser pintados perso nalmente con tintes sombríos porque la tiranía fuera algo malo, sino que era pre p reci ciso so jus ju s tifi ti ficc a r la asce as cenn sió si ó n de un solo so lo h o m b re a la s u p rem re m a c ía p olíti ol ítica ca.. A sí pues pu es,, la s o m b ra de dell tir ti r a n o cae ca e n o sólo só lo s o b re su p ro p ia p e r s o n a y sus p rop ro p ias ia s accion acciones, es, sino tam bién s obre el mo do en que logró hacerse con el po de derr y so br b r e el rég ré g im e n q u e e v e n tu a lm e n te h u b ier ie r a d e rro rr o c a d o . Hay otros dos factores que han tenido importantes consecuencias en la formación de las las tradici tradiciones. ones. El prim ero de ellos ellos es que el peligro peligro de que un solo hombre o un pequeño grupo de individuos se hiciera con el poder polí tico no desapareció con las guerras médicas. Los estados griegos, tanto los de la Grecia continental como los de las colonias de Oriente y Occidente, vol vieron a conocer épocas en las que el gobierno .estuvo en manos de un solo hombre que se había adueñado del poder. Por consiguiente, la tiranía siguió siendo un objeto de atención importante para los autores que se dedicaron a estudiar los distintos tipos de gobierno. Así, Aristóteles, cuya Política data de la segunda mitad del siglo iv a.C., elaboró una tipología de gobiernos en la que se presen tan tipos ideales bueno s y malos malos,, constituyendo la tiranía tiranía la ver 1279a32-bl0). 0). Aristóteles, sin sin em ba bar r sión «mala» de la monarquía ( Política, 1279a32-bl go, intentó explicar a nivel teórico cómo y por qué las buenas constituciones degenera deg enerann en otras malas, malas, y selec seleccionó cionó las las tradiciones tradiciones relacionadas con el pa sado para sustentar sus argumentos teóricos (1305a6-28; 1310bl2-1311b6). De la misma manera que se utilizan popularmente las anécdotas acerca de los tiranos a modo de admonición política, la utilización que hace Aristóte les de las tradiciones en su Política se caracteriza por poner de relieve todo lo que se puede unlversalizar y por despreciar cualquier especificidad histó rica, rica, lo lo cual no signific significaa que el prop io A ristóteles estuv iera en condiciones cond iciones de rescatar de la tradición hechos históricos específicos. El segundo factor digno de reseñar es que la tyrannis se convirtió en un concep to que pod ía aplicarse aplicarse lo mismo a individuos individuos que se adue ñab an violenviolen-
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tamente del poder que a individuos que gozando de legítimos derechos para gobernar lo hacían de manera autocráiica, o incluso a ciudades que se com po p o r ta b a n d e m a n e r a a u toc to c ráti rá ticc a con c on o tra tr a s ciu c iuda dade des. s. E n el sigl s igloo iv a.C. a.C . ta t a n to Filipo lipo II de M acedonia como su hijo hijo Alejandro Magno eran presentados como tiranos p o r los orado ora do res aten ienses iens es (D emóstenes em óstenes , 1.5,17. 1.5,17.4; 4; H ipérides, 2.8) 2.8).. TuTucídides cídides dice que tan to los atenien ses com o sus adversarios calificaban en el si si glo v a A ten as de ciudad ciu dad tira ti rana na (1.122.3,124.3; (1.122.3,124.3; 2.6 2.63. 3.2; 2; 3.37. 3.37.2), 2), y lo lo mismo mism o ocu oc u rría con el «imperio» es pa partano rtano de comienzos com ienzos del sigl sigloo iv iv (Dem óstenes, óstene s, 20.7 20.70) 0).. Esta extensión del empleo del término «tiranía» permitió que siguiera resul tando conveniente contar anécdotas de los tiranos arcaicos y se primaran so bre b re to d o aq aquu e lla ll a s q u e tra tr a t a b a n d e la ile i legg itim it im idad id ad,, la inju in just stic icia ia y el c a rác rá c ter te r om om nímod o de su pod er, o de la arrogancia con la que lo ejercier ejercieron. on. Es, pues, en este contexto en el que debemos situar incluso la primera y más extensa de las leyendas que conocemos acerca de la tiranía. Se trata de la historia historia de la la tiranía tiranía de C orinto recogida recogida po r H eród oto en una época en la que los los corinti corintios os consideraban con sideraban ya a A tenas tena s una un a poten cia tiránica, tiránica, y que el au au tor nos cuenta en dos secciones distintas: la de la toma y el ejercicio del po der por parte de Cípselo y su hijo Periandro, y la de las relaciones entre Pe riandro y sus hijos. La historia de la toma del poder por Cípselo se pone en bo b o c a d e u n c o rin ri n tio ti o lla ll a m a d o Socle So cless ( H e r ó d o to , 5.92), 5.9 2), q u e la c u e n ta p a r a d i suadir a los espartanos y sus aliados de restablecer a Hipias como tirano de Atenas. La historia de Socles nos presenta a Corinto en manos de una sola familia, la de los Baquíadas, que son derrocados por el hijo de la hija coja de uno de sus miembros, con la que no estaba dispuesto a casarse ninguno de sus parientes. El motivo de que una persona lisiada sea el origen de la ruina de los que la desprecian, habitual en muchos otros mitos griegos, el más fa moso de los cuales sería ni más ni menos que el de Edipo, es desarrollado a través de una serie de oráculos en los que se vaticina la violenta caída de los Baquíadas, y de una escena en la que se frustra el intento de asesinar al pe queño Cípselo, primero porque la sonrisa de la criatura impide al sicario lle var a cabo su su plan y luego porq ue su m adre oculta hábilmen te al niño en un a colmen a de abejas. abejas. Tenemos, Tenemos, pues, pues, aquí la la caracterización caracterización del régim en an te rior como un gobierno oligárquico, injusto y despreciable, y la presentación del futuro tirano como un individuo singular señalado por los oráculos y la pro p ro tec te c c ión ió n divi di vina na.. A c o n tin ti n u a c ión ió n Socle So cless p asa as a a r e la t a r b re v e m e n te los lo s crí cr í menes y confiscaciones realizados por Cípselo para después contar más de talladamente el sangriento reinado de su hijo y sucesor, Periandro. Éste in terpreta el gesto de otro tirano, que cortó todas las espigas de un campo sembrado de trigo que destacaran por su altura, como un consejo en el sen tido de que debía eliminar a tod a person a que so bresaliera en la la ciudad; ciudad; ade más la incontinencia de su lujuria y su avaricia, y en general su comporta miento criminal le llevaron a recurrir a sus soldados para arrebatar a las m ujeres de C orinto orin to sus joyas y a realizar prácticas necrofílicas necrofílicas con su esposa. El historiador del siglo iv a.C. Éforo decía que Periandro despojó a las mu je re s c o rin ri n tias ti as co conn el fin d e co conn s e g u ir el o r o n e c e s a rio ri o p a r a fab fa b ric ri c a r la esta es ta--
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29. Dio D iogg enes en es Laerc La ercio, io, «Vidas, «Vidas , o p inio in ionn es y sent se nten enci cias as de los f i lósofos más ilustres», 1.96. Sobre Periandro. Texto
Aristipo dice en el libro primero de De D e las delici de licias as antig an tigua uass que, enam orada de P eriandro su mad re C ratea, ratea, solían solían en oculto oculto unirse las las civamente, y él se deleitaba con ella; pero habiéndose divulgado este comercio, fue tanto su disgusto que se hizo insoportable a todos. Éforo dice que ofreció a Zeus una estatua de oro si vencía con su cuadri ga en los los juegos olímpicos; que ha habien biendo do vencido y careciendo carec iendo del oro, como viese en cierta festividad de Corinto adornadas a las mujeres, les quitó qu itó las las joyas, y con ello cumplió cump lió su prom esa. Algunos Algu nos dicen qu e que q ue riend o q ue se ignorase su sepulcro, sepulcro, maqu inó lo siguient siguiente: e: m and andóó a dos jóv jó v en enes es,, m o s trá tr á n d o les le s un cam ca m ino, in o, q u e vin vi n iese ie senn d e n o c h e y le q u ita it a ran ra n la vida y ente rrase n donde do nde lo encontrasen; detrás de estos envió a cua tro que matasen a los dos y los enterrasen, y, finalmente, contra éstos envió a muchos. De esta forma murió a manos de los primeros.
tua pro m etida con ocasión de su victoria victoria en c arro en los Juegos O límpicos límpicos;; y Aristipo añadía el incesto con su madre Cratea al largo historial de su de senfreno sexual (Diógenes Laercio, 1.96; texto 29). Las deterio radas rada s relaciones relaciones de P eriand ro con su pro pia familia familia son el ob ob je j e t o c e n tra tr a l d e o tra tr a larg la rgaa a n é c d o ta h e r o d o te a (H e r ó d o to , 3.48-5 3.4 8-53). 3). E s te r e la to explica explica el entusiasmo entusiasmo de los corintios corintios en su campañ a con tra Samos a fina les del siglo vi a.C. (véase infra , p. 329) so pretexto de que los samios les habían hab ían im pedido que q ue Aliates, Aliates, rey de Lidia, Lidia, castrara a 300 300 jóvenes de Corcira C orcira po p o r q u e los co corc rcir iree o s h a b ían ía n a s e s ina in a d o al h ijo de P e ria ri a n d r o . L a m u e rte rt e de dell hijo de Periandro se produce como corolario de una desavenencia familiar surgida a raíz de que el joven se niega a dirigir la palabra a su padre porque éste había sido el culpable de la muerte de su madre, siendo desterrado a Corcira, de donde sólo se presta a regresar a Corinto para hacerse cargo de la tiranía si el propio Periandro se retira a Corcira. La imposibilidad de con ciliar la cronología de esta historia con otros testimonios cronológicos inde pe p e n d ien ie n tes te s , y el h e ch choo d e q u e un a u to r d e é p o c a p o s ter te r io r (P luta lu tarc rcoo , Mor M oraasalvación de los los jóvenes jóve nes corcireos corcireo s a Cnido lia, 860b) fue ra capaz de atrib uir la salvación en vez de a Samos, nos advierten que la leyenda tiene más que ver con el mito que con la historia. Se trata de un mito que no sólo caracteriza al tira no como un individuo incapaz de m an antene tene r buenas relaciones con su famili familia, a, sino que además presenta las difíciles relaciones existentes entre Corinto y Corcira, colonia «hija» de aquella ciudad, a través de las desavenencias entre el tirano y su hijo, de la decisión de la ciudad «hija» de matar al hijo para no ser go bernada bern ada por el padre, y de la decisión decisión de la ciudad-m adre de socav ar el el futuro de la colonia-hija castrando a sus jóvenes.
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L a t r a d i c i ó n d e l t i r a n o b u e n o
Autores de época posterior ofrecen otras versiones distintas de la ascen sión al trono de Cípselo y del carácter de Periandro. El golpe de estado de Cípselo puede presentarse como el acto no de un intruso, sino de un hombre integrado, un individuo que, después d e alcanzar una de las más altas magis traturas, utili utiliza za sus poderes judiciales judiciales para g anarse el apoyo gene ral del pu e blo bl o {FGH, 90 F57, Nicolás Damasceno, basándose en Éforo). A Periandro nos lo pueden presentar (así lo hace ya Aristóteles, Política, 1284a26) no ya recibiendo, recibiendo, sino sino dand o el prud en te y tácit tácitoo consejo de eliminar tod a am ena za que aceche al propio poder; su nombre figura habitualmente en las listas de los «Siete «Siete Sabios», y se le le atribuía atrib uía un po em a de más de 2.00 2.0000 versos (Diogenes Laercio, 1.97: debemos buena parte de nuestro conocimiento de las tradiciones tradiciones en torno to rno a los sabios sabios a una fuen te tan «superfici «superficial al y poco fiable» fiable» como las Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes Laercio, escrita pro ba b a b lem le m e n te en el siglo sig lo m d.C.). d.C .). Estas diferencias en las leyendas en tomo a la forma en que los tiranos consiguieron y ejercieron el po de derr son muy habituales. habituales. A pesar de las las quejas de Alceo, también Pitaco gozaba de una óptima reputación de sabio; se le atribu ía la composición de canciones, canciones, de más de seiscientos seiscientos dísti d ísticos cos elegiac elegiacos, os, y de una obra en prosa, Sobre las leyes (Diógenes Laercio, 1.78-79); Aristó teles ( Política, 1285a29-bl) cita a Alceo para demostrar que Pitaco fue un ti rano elegido elegido po r el pueblo, un aisymnétes, y muchos mu chos creían q ue dimitió dimitió de su cargo cuando logró arreglar la situación política. Ya en tiempos de Heródo to se atribu ía a Pitaco —lo cual sería sería impo sible sible crono lógicamen te— y a otro de los famosos Sabios, Bias de Priene, una anécdota sobre consejos pruden tes y astutos, en la que cierto sabio advertía a los jonios que hicieran cierta m aniob ra militar ridicula ridicula para q ue Creso, rey de Lidia, Lidia, se se diera cuen ta de que sus planes bélicos eran igualmente ridículos. También se atribuyen a Pitaco muchas otras anécdotas acerca de su astucia y su prudencia, algunas de las cuales demuestran no sólo su sabiduría, sino también la blandura de su ca rácter: en una ocasión liberó a un hombre que había matado a su hijo di ciendo: «Más vale perdonar ahora que arrepentirse después». Sin embargo, entre sus rasgos tradicionales se incluyen también la crueldad y el engaño: durante un conflicto con Atenas, Pitaco acordó enfrentarse con un campeón olímpico ateniense en combate singular, pero luego utilizó una red oculta pa p a r a c a p tu r a rlo rl o y d a r le m u e rte rt e . Las leyendas en to rno a la tiranía tiranía p erm itieron la consideración crítica crítica de algunas cuestiones políticas fundamentales, no sólo en el contexto del peligro constante con stante que existí existíaa de caer en la tiranía, que desde luego no hab ía sido sido con ju r a d o p o r co m p leto le to e n ép époo c a clási clá sica ca,, y de d e o tro tr o s p ro b lem le m a s m ás g e n e rale ra less en torno a las relaciones en el seno de una ciudad, sino también en el marco de las las relaciones entre ciudades distinta distintas. s. C en entrar trar la atención atención en un solo indivi indivi duo permite ver mejor la inextricable relación existente entre lo personal y
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lo polít político ico,, y pon e de m anifiesto anifiesto el problem pro blem a de la violenci violenciaa y del com po rta miento altanero de la clase gobernante, de lo que constituye la lealtad y de lo que es la traici traición. ón. Si no hub h ubiera iera habido tiranos, tiranos, he aquí por q ué habría h abría h a bid b idoo q u e inv in v en enta tarl rloo s ; y a u n q u e h u b iera ie ra tira ti rann o s, n o h a b ía p o r q u é d e jar ja r d e in in ventarlos. No N o d e b e m o s c a e r en la ten te n tac ta c ión ió n d e co cogg e r a q u í y allá al lá u n a sele se lecc cció iónn de anécdotas más o menos plausibles escogidas entre la masa de leyendas en torno a la tiranía y de mezclar unas con otras. De ese modo podrían justifi carse una enorme cantidad de explicaciones de la tiranía: podríamos poner de relieve que los tiranos eran unos intrusos, nuevos ricos ajenos a la aristo cracia tradicional que llegaron al poder debido a su resentimiento frente al carácter restrictivo de los regímenes existentes; o, por el contrario, podría mos hacer hincapié en que los tiranos eran hombres perfectamente integra dos, incluso individuos que convirtieron un poder hereditario constitucional en un poder no sujeto a la tradición ni a las convenciones, como habría ocu rrido con Fidón de Argos, quien según Aristóteles ( Política, 1310b26-28) ha brí b ríaa e m p e z a d o sien si endd o rey re y p a r a c o n v e rtir rt irss e d esp es p u é s e n tira ti rann o ; o p o d ría rí a m o s resaltar el apoyo popular con el que contaron algunos personajes que se ga naron buena fama en el terreno civil o militar; o finalmente podríamos des tacar al tirano en su papel de pacificador, de individuo que pone fin a las dis cordias políticas. La única base firme en la que podemos apoyarnos son los testimon ios de la época, los testimon testimon ios directos d irectos de d e A lceo y Teogn Teognis, is, y los los in directos de los primeros códigos de leyes. Y lo que éstos sugieren es que la tiranía surge de las tensiones existentes en las sociedades que intentan regu lar su propia identidad colectiva frente al deseo de aquellos cuya familia o cuyas cuy as posesi posesiones ones les les dan po der para actuar de modo que p uedan prosp erar a expensas de los demás. La tiranía fue un paso en el camino de la autorregu lación de la comunidad.
A s e n t a m i e n t o s y m o v i l i d a d d e l a p o b l a c i ó n
El siglo vm a.C. fue una época en la que las diversas sociedades fueron expan diéndose po r el paisaje paisaje local local,, estableciendo colonias y centros de acti vidad a lo largo de un territorio que poco a poco irían reclamando formal mente como propio. Fue también una época en la que los que surcaban el Mediterráneo en busca de productos apreciados, en particular de metales, utilizaron los conocimientos adquiridos para animar a otros a unirse a ellos y establecerse en costas en las que hasta entonces no había habido griegos vi viendo (véase supra, p. 146) 146).. El siglo vil a.C. a.C. fue testigo tes tigo de d e la contin co ntinuac uación ión de estas acti actividades vidades fuera de Grecia, pero ta nto fuera como incluso incluso de un m odo más acusado dentro de Grecia, parece que se produjo un cambio decisivo de los objetos de atención. A unqu e hay textos literarios literarios que afirman qu e los griegos griegos se establecieron establecieron en el mar Negro, en Sinope y Trapezunte, durante el siglo vm a.C., y aunque
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sabemos positivamente por los poemas homéricos que los griegos conocían ya el el mar N egro desde a proxima prox imadam dam ente el año 700 700 a.C a.C.. o poco después, tan to los testimonios literarios como los arqueológicos indican que las colonias fuera de Grecia se centraron durante el siglo vm a.C. fundamentalmente en Occidente, en el sur de Italia y en Sicilia. Durante el siglo vn siguieron esta ble b lecc ién ié n d o s e co colo lonn ias ia s en O c cid ci d en ente te,, p e r o e s ta c e n tur tu r ia vio tam ta m b ién ié n có cóm mo los griegos se se establecían en Egip E gipto to (y no sólo en Náucratis, Náu cratis, A N E , 641), en el No N o r te d e Á fric fr icaa (véa (v éase se e n el c a p ítu ít u lo 1 el e s tud tu d io d el caso ca so d e C ire ir e n e ) , y en el noreste, en la Propóntide y el mar Negro. También se instalaron colo nias relativamente más cerca del continente, concretamente en el norte del Egeo. Colonias en el norte del Egeo
Las colonias en el norte del Egeo son especialmente importantes para que entendamos la continuación de la colonización griega. En el caso de Ta sos contamos con algunos testimonios de la época gracias a la poesía de Arquíloco. quíloco. Suya es es la famosa fam osa afirmación de d e que q ue «la «la miseria de to do doss los griegos griegos se congregó p ara ir a Tasos» Tasos» (fr. (fr. 102); 102); ofrece una imagen muy mu y poco atractiva a tractiva de la isla, «como el espinazo de un asno, se levanta cubierta de un bosque in culto» (fr. (fr. 21), 21), que es poco deseable, deseab le, al con trario de las zonas colonizadas del sur de Italia (fr. 22; cf. 228). El testimonio de Arquíloco dice que fue preciso regatear y luchar con los tracios para obtener la colonia (fr. 93a; 105; texto 30), y, al parecer, el combate tuvo lugar en la parte del continente situada frente a la isla (fr. 5; 291). Son pocas las-tradiciones relativas a la fundación de una colonia que aluden a ese tipo de luchas y la única que habla de ellas es la que se refiere a la fundación de la vecina Abdera. En el caso de esta ciu dad, Heródoto (1.168) dice que el primitivo caudillo de los colonos, origina rios de Clazomenas, a mediados del siglo vn a.C. pereció luchando contra los tracio tracios, s, y Pínda ro se refiere a nuevo s com bates con ocasión de su refundac refundación ión po p o r los d e Teos Te os en el siglo sig lo vi ( Peán, 2.59-70). Teniendo en cuenta las luchas y la falta de alicientes inmediatos de las que da cuenta Arquíloco, parece ra zonable conjeturar que los recursos minerales por los que en el siglo v eran famosas Tasos y esta parte de Tracia habrían sido el motivo de los asenta mientos del siglo vn. (Volveremos a hablar de Tasos más adelante, véase in fra fr a , p. 275). Colonias en el sur de Italia
La colonización de Tasos indica que la promesa de determinados recur sos, y en particular de metales, impelía ahora a algunos griegos a buscar for tuna tun a en lugares en los los que era preciso luchar antes de establecerse. Otros, por su parte, empezaron a explorar zonas del sur y del noreste sobre cuya rique-
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30. Herác He ráclito lito,, « Aleg Al egor oría íass homé ho méric ricas as», », 5.2. He Herácl ráclito, ito, auto au torr pr pro bableme bab lemente nte del d el siglo i d.C. d.C.,, cita cita unos uno s versos de Arquíloco; Arqu íloco; fr. fr. 105 (West) (West)..
Te x t o
El tropo consistente en decir una cosa refiriéndose a otra distinta de la que se nombra se llama alegcma. Un ejemplo lo tenemos en Ar quíloco cuando, al hablar del conflicto con los tracios, compara la gue rra con las olas del mar y dice: «Mira, Glauco: el profundo mar es agi tado ya por el oleaje y sobre las alturas de los montes Giras se asienta una nube alargada, signo de tempestad; ante lo inesperado nos sor pre p re n d e el m ied ie d o ...» .. .»..
za quizá se contaran leyendas, pero en las que no había abundancia de me tale tales. s. Lo que implican estas estas dos novedad es es que en O ccidente ya no era er a po po sible encontrar lugares de provecho en los que los helenos pudieran estable cerse con facilidad. La idea del incremento de la rivalidad en Occidente pa p a r e c e v erse er se u lte lt e r io r m e n te refo re fo rza rz a d a p o r la d eca ec a d e n c ia d e P ite it e cu cuss a e n el si glo vu y por el número de colonias del sur del Italia en las que los griegos se instalaron, al parecer, en asentamientos nativos ya existentes en vez de fun dar colonias independientes. Tres yacimientos muy próximos en el golfo de Tarento, Inco ronata, rona ta, M etapon etap on to y Polico Policoro/ ro/Sir Siris, is, mues tran a la vez restos de cerámica griega y nativa de la primera mitad del siglo vu junto con algunas formas arquitectónicas «griegas» y algunas costumbres funerarias «nativas». D ura nte la segunda m itad del sigl siglo, o, cesó la ocupación de Incorona Inco ronata, ta, y la la de los otros asentamientos cambió sustancialmente de carácter, convirtiéndose en centros puramente griegos desde el punto de vista arqueológico, caracte rizados por construcciones de naturaleza evidentemente pública. La inter pre p reta tacc ió n d e lo s u ced ce d ido id o e n c u a lqu lq u iera ie ra d e esto es toss lug lu g ares ar es re s u lta lt a m u y difícil dif ícil y no es probable que las tradiciones literarias existentes sobre Siris y Meta po p o n to p e r m ita it a n a r r o ja r luz lu z s o b re la info in form rm ació ac iónn arq ar q u eo eoló lógg ica. ic a. R e s u lta lt a p la u sible, sin embargo, la teoría de que tras un período de coexistencia benefi ciosa para ambas partes, las comunidades griegas fueran volviéndose cada vez más exclusivistas y que esta circunstancia condujera a la ruptura con la po p o b lac la c ión ió n n ativ at ivaa , e n f re n tam ta m ie n to q u e h a b r ía ten te n ido id o res re s u lta lt a d o s o p u e s tos to s en cada caso. caso. Por lo que respecta a M etaponto, etapon to, los los testimonios relativos relativos a la di visión de la tierra en parcelas de forma regular a comienzos del siglo vi indi ca que lo que estaba en litigio probablemente fuera la explotación del terri torio, a medida que los colonos griegos fueron dependiendo cada vez menos de los vínculos vínculos que m anten ían con la ma dre patria y del comercio con las las ciu dades griegas, y cada vez más de los recursos locales. (Para Metaponto, véa se infra, p. 280.) El cambio del objeto de interés de las las colonias colonias de O ccidente, ccidente, que pasó de
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los intercambios comerciales al territorio, similar a lo sucedido más o menos po p o r e s ta m ism is m a ép époo c a e n L ibia ib ia,, d o n d e los co colo lonn o s e m p e z a r o n e s tab ta b lec le c ién ié n d o se en Aciris para trasladarse rápidameñte a Cirene, quizá explique la natura leza de la expansión de la colonización griega de Sicilia. Los primeros asen tamientos de la isla se concentraron en la costa oriental y a menudo se encontraban muy cerca unos de otros; las fundaciones del siglo vil (Gela, Se linunte, Camarina e Hímera, todas ellas con territorios bastante extensos) fueron adentránd ade ntránd ose por el oeste y ocupa ndo las las costas costas sur y no rte de la isl islaa. Observamos que las fundaciones del siglo vm siguen mirando a Grecia o están en contacto unas con otras, mientras que las nuevas colonias parecen m irar hacia sí mismas mismas.. No N o es casual que G ela y Selinunte, lo mismo q ue la co lonia también del siglo vn de Paestum, en el sur de Italia, afirmaran rápida mente una presencia monumental a través de unos santuarios grandiosos como, al parecer, sólo llegó a permitirse Siracusa entre todas las fundaciones de fecha anterior (véase infra , p. 308). Dichos santuarios convertían a las nuevas ciudades en focos de atracción para las zonas rurales circundantes que dominaban y al mismo tiempo hacían de ellas un centro de ostentación. Estamos ante ciudades cuyas oligarquías estaban acostumbradas a causar sensación en Grecia y cuyo centro de interés no eran la gloria o las ganancias obtenidas fuera de sus límites. Cam bio del sistema sistema de asentamientos en la Grecia Grecia pro piam ente dicha dicha
El cambio en el centro de interés de los poblados de la Grecia continen tal refleja, al parecer, unos problemas y unas urgencias muy distintos. Aun que los estudios arqueológicos de superficie hasta ahora sólo han mostrado de m anera imperfect imp erfectaa los sistemas sistemas de a sentam iento arcaicos, arcaicos, da la impresión de que pon en de manifi m anifiesto esto tres tres m odelos de desa rrollo distint distintos: os: zonas en las las que aum a um entan los los asen tamientos en las las zonas zonas rurales, rurales, áreas en las las que dismi nuyen, y zonas, como Beocia, en las que ni siquiera empieza a haberlos. En algunos rincones del mundo griego, y de momento los casos más cla ros son el sur de la Arg ólide y algunas de las Ciclada Cicladas, s, da la impresión de que qu e el sig siglo lo vn a.C. a.C. fue una época de expansión de los los asentam ientos, un a época en la que la ocupación aparece atestiguada por vez primera en un número cada vez mayor de lugares. Desde luego esto es así en el caso de la isla de Ceos y probab pro bab lem ente tam bién lo sea en el el de Melos, Melos, don de una un a pres un ta ex plo p losi sióó n d e los a s e n tam ta m ien ie n tos to s de dell siglo sig lo vm b a s a d a en d a tos to s arq ar q u e o lóg ló g ico ic o s q u i zá haya llevado llevado a a tribuir una fecha equivocada a los los materiales. materiales. En el sur de la Argólide no es ya que el número y las dimensiones de los poblados au menten a partir del año 700 a.C., sino que aparecen signos de una especie de je r a r q u ía d e los lo s a s e n tam ta m ien ie n tos to s , co conn ciu ci u d ad ades es,, alde al deas as,, ed edif ific icio ioss m ás aisl ai slad adoo s o conjuntos de edificios, y además santuarios independientes. En otros puntos del mundo griego parece indudable el abandono de al gunos poblados rurales durante el siglo vn a.C. Así ocurre, por ejemplo, en
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otras islas de las Cicladas. Series enteras de grandes poblados de la Edad Os cura o del siglo vm, como Zagora en Andros, Xobourgo en Teños (véase s u pra p ra,, p. 198), Agios Andreas en Sifnos, o Koukounaries en Paros, son en ma yor o menor medida abandonados a lo largo del siglo vn. Se trata en todos los casos de lugares de fácil defensa, pero de difícil acceso, siendo Koukou naries la única población que goza de un buen emplazamiento para las co municaciones por vía marítima. Dejan de ser centros residenciales significa-
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tivos cada uno en una fecha distinta a partir del año 700 a.C. y sólo en Koukounaries sigue habiendo un poblado floreciente hasta bien entrado el siglo vu, aunqu e la mayo ría siguen siguen siendo 'imp ortan tes centros de culto incluso incluso cuando ya han dejado de ser núcleos significativos de población. A falta de una prospección arqueológica intensiva de las zonas rurales resulta imposi ble bl e d ecir ec ir d ó n d e fue fu e rec re c o loc lo c a d a esa es a p o b lac la c ión ió n , p e r o la h isto is tori riaa d e los y aci ac i mientos sugiere sugiere que se produjo pro dujo u n cambio generalizado de las prioridades de los asentamientos unido a un desinterés creciente por la seguridad de las de fensas y una decadencia del predominio de los poblados únicos. La separa ción entre centros de actividad cultual y núcleos de población, junto con la per p ervv ive iv e n cia ci a d e la acti ac tivv idad id ad c u ltu lt u al en los a s e n tam ta m ien ie n tos to s a b a n d o n a d o s v o lve lv e mos a encontrarlas en el Ática. En la comarca que circunda Atenas los largos años de exploración ex tensiva indican que se produjo un cambio sustancial en el tipo de ocupación de las zonas rurales durante el siglo vil a.C. Si en el siglo vm las zonas rura les habían atraído a numerosos pobladores dando lugar a la creación de pe queños asentamientos, marcados por sus necrópolis, a lo largo del siglo vu esos asentamientos fueron reduciéndose o desapareciendo por completo, y son los centros de culto los que ofrecen los mejores testimonios de una con tinuidad de su presen cia en las las zonas rurales (figura (figura 48). 48). Natura lm ente (véa se supra, p. 102) este panorama corresponde a una época en la que los ente rramientos capaces de dejar rastros arqueológicos estaban al alcance de una pr p r o p o r c ión ió n d e la p o b laci la cióó n a ten te n ien ie n s e b a s tan ta n t e m e n o r q u e en el siglo sig lo v i i i a.C. Es como si el afán desarrollado a final finales es del sigl sigloo vm de hac er alarde del pro pio p io e s tatu ta tuss a la h o ra de la m u erte er te,, inclu in cluso so cu cuaa n d o se tra tr a ta b a de dell falle fa lleci cim m ien ie n to de un niño, hubiera quedado superado, y como si la rivalidad se produjera aho ra en otros terrenos, en los los santuarios o en en ámbitos ámb itos no perceptibles en ab soluto pa ra la arqueo logía, concretam ente en la polít política ica.. Si la tradición tradición según la cual los primeros arcontes —nombre que recibían los principales magis trados anuales de Atenas— empezaron a ser elegidos en el segundo cuarto del siglo siglo vu tuviera tuvie ra alguna algu na base —y la fecha parece coincidir desde luego con la explosión de las magistraturas atestiguada, por ejemplo, en las leyes de Tirinte—, cabría cabría sospechar que d uran te este período fuera en la arena de la po lítica lítica donde se hiciera hiciera alarde y se despilfarraran las las energías y la fortun a per p er sonales. (Sobre Atenas, véase infra, p. 255.)
R e v o l u c i ó n d i v i n a
Los fenóm enos religiosos religiosos han ap arecido ya al estudiar diversos asuntos a lo largo del presente capítulo. Hemos visto funcionarios encargados de eje cutar diversas obligaciones religiosas en las leyes del siglo vn, pronuncia mientos de los oráculos que respaldaban los diversos ordenamientos legales y constitucionales de la época, vaticinios que justificaban el establecimiento de una colonia en tierras lejanas, o los lugares y naturaleza de las manifesta-
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49. 49. Em plazam iento del santuario santua rio de Delf Delfos. os. En prim er plano, el golfo golfo de Corinto; en la parte central, en medio, se halla Delfos, y por detrás del Parnaso pue de verse la isla de Eubea. Figura
ciones ostentosas de carácter religioso como indicadores del cambio de pre ferencias para el establecimiento de los poblados. En este momento resulta conveniente reunir en una sola sección todos estos apartados.
E l orác or ácu u lo de D e lfo lf o s
El fenómeno religioso que mayores repercusiones tiene sobre las tradi ciones relativas a los hechos acontecidos durante esta época es sin duda al guna el oráculo de Delfos, situado en la ladera sur del monte Parnaso, en el centro de Grecia (figura 49). Las tradiciones que hacen referencia a la tira nía y a la colonización están plagadas de consultas al oráculo de Delfos (tex to 31). Dichas tradiciones afirman que el oráculo daba instrucciones sobre dón de debían situarse las colonias colonias e indicaci indicaciones ones acerca de su futura p ros pe ridad y de sus límites. Cuando la primera sugerencia no era bien entendida, la repetición de la consulta acababa aclarando la respuesta. Se creía asimis mo que el oráculo predecía la suerte de los individuos y que de manera más o menos ambigua fomentaba sus intentos de adueñarse del poder. Las tradi-
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31. An A n tío tí o c o («F (« F G H » , 555 F13), a u tor to r de fin f inaa les le s d el sigl si gloo V, ci tado p o r E strabón (6.3 (6.3.2 .2), ), cuenta la fun dación da ción de Taren Tarento to p o r ciertos ciertos in dividuos expulsados de Esparta.
Texto
Durante la guerra de Mesenia, los lacedemonios que no participa ron en la campaña fueron segregados y considerados esclavos con el nom bre de ilotas, ilotas, y todos los los niños nacidos nacidos du rante la cam paña fueron llamados partenias y privados de los derechos civiles. Los que no fue ron capaces de aguantarlo —y eran muy numerosos— organizaron una conspiración contra los que ostentaban el poder. Los que ocupaban el po p o d e r tuv tu v iero ie ro n c o n o c im ien ie n to d e la c o n jura ju ra y e n v iar ia r o n a alg al g u n o s h o m bre b ress e n c a rga rg a d o s d e infi in filt ltra rars rsee e n tre tr e los c o n s p ira ir a d o res re s y c o m u n icar ic arle less po p o s te rio ri o rm e n te la n a tu r a lez le z a d e la co conn jura ju ra.. E n t r e ello el loss e s ta b a F alan al anto to,, que aparentemente era su adalid y que no estaba en absoluto satisfe cho con los que habían sido nombrados para el consejo. Decidieron atacar durante la fiesta de las Jacintias, celebrada en el Amicleon, mientras tenían lugar los juegos, en el momento en el que Falanto se pu p u s iera ie ra su g o rro rr o d e cu e ro (lo (l o s ciu ci u d a d a n o s se p o d ían ía n rec re c o n o c e r p o r lle ll e var el pelo largo). Los espías espías del consejo consejo de F alanto inform aron en se creto de la decisión, y cuando dieron comienzo los juegos, el heraldo se adelantó y dijo: «Que Falanto no se ponga el gorro». Percatándose de qu e la conspiración conspiración había sido descub ierta, algunos algunos huy eron y otros bu b u s c a ro n asilo as ilo e n el s a n tuar tu ario io.. L as a u to r id a d e s les d ije ij e ron ro n q u e n o t e nían nada que temer y los entregaron a los guardias. Enviaron a Fa lanto al oráculo del dios para que consultara sobre la eventualidad de establecer una colonia en tierras extrañas, y el dios respondió: «Te concedo Satirión y la rica región de Tarento para que vivas en ella y causes disgustos a los los lápiges lápiges». ». D e ese m odo llegaro n hasta ha sta allí los partenias, tenias, encabezados p o r Falanto, Falanto, y los los bárba ros y cretenses que ocu ocupa pa ba b a n el lug lu g ar los a c o g iero ie ronn b ien ie n . D icen ic en q u e eso es o s c rete re tenn s e s e r a n los q u e se embarcaron con Minos rumbo a Sicilia y los que, tras la muerte de éste acontecida en Camaqui, cuando estaba con Cócalo, abandonaron la isla para regresar al hogar y fueron desviados de su ruta hasta Ta rento.
ciones acerca de los oráculos contienen una gran cantidad de materiales que son sin sin dud dudaa alguna pura invención, pero ¿qué es lo que deb em os hacer exac tamente con esas leyendas? A final finales es de la la Ed ad del Bronce había ya un pob lado imp ortante en D el fos y puede demostrarse que la ocupación del lugar siguió durante todo el sigl sigloo xi a. a. G excepto e n sus últimas últimas décadas. décadas. Es indud able que a m ediados del siglo ix estaba establecida en la zona una población importante, que fue
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aumentando sin parar a partir de esa fecha. La cerámica del siglo ix está do m inada inad a por po r los estilos estilos tésalo-euboicos, per o a partir pa rtir de 800 a.C. a.C. la m ayoría de la cerámica fina es importada de Corinto. El primer testimonio indiscutible de la existencia de un santuario corresponde a la aparición de estatuillas vo tivas y trípodes de bronce de comienzos del siglo vm a.C., pero la enverga dura de la actividad votiva parece limitarse relativamente durante toda esta centuria —no es tan grande, por ejemplo, como la de Perakhora— y todavía no se han encontrado restos de edificios templarios. Sólo durante el último cuarto del siglo vm se produce un aumento considerable de los testimonios del santuario, debido al sustancial incremento de los exvotos (cf. la situación p. 116). 116). En es ta épo ca no atestiguada en otros centros religiosos, véase supra, p. sólo aum enta el nú m ero de d e los los objetos votivos votivos de todas clas clases es,, sino sino que tam bién bi én los b ron ro n c e s y la cerá ce rám m ica ic a m u e s tra tr a n u n a riq ri q u ísim ís imaa v a r ied ie d a d d e o ríge rí gene nes, s, desde la Grecia central y el Atica hasta el Peloponeso y curiosamente tam bié b iénn C reta re ta.. L a o f r e n d a d e tríp tr ípoo d e s c o n tin ti n ú a a u m e n tan ta n d o inc in c e s a n tem te m e n te, te , a diferencia de lo lo que sucede en Olimpia, donde la numerosísima secuencia co rrespondiente al siglo vm se interrumpe enseguida a partir de c. 700 a.C En tre el material corintio se encuentran especialmente las «copas de Tapsos», form a que, al parecer, se fabricó fabricó en C orinto p rincipalmente con destino a las las colonias de Sicilia y el sur de Italia. Ni la variedad de los objetos ni la pre sencia de ofrendas prestigiosas demuestran que Delfos constituyera un cen tro de atención especial para una cantidad igualmente grande de fieles per tenecientes a las diversas elites, aunque la importancia de los productos de valor, algunos de los cuales, como, por ejemplo, los trípodes y escudos cre tenses, no se encuentran en ningún otro santuario de la Grecia continental, fortalece indudablemente esa hipótesis. ¿Qué es lo que atraía a los griegos hacia Delfos a finales del siglo vm a.C.? El atractivo «panhelénico» que ejercía también Olimpia desde el siglo vm puede entenderse como una consecuencia de la creación de los Juegos Olímpicos y la consiguiente impo rtancia del santuario com o cen tro en el que po p o d ía a d q u irir ir irss e m a y o r h o n r a c o m p itie it ienn d o en u n á m b ito it o m ás a m p lio li o q u e el mundo de la propia comunidad (véase supra, p. 125). Con el paso del tiem po, po , ya e n el siglo sig lo vi a.C., a.C ., tam ta m b ién ié n D e lfo lf o s d esa es a rro rr o lla ll a ría rí a u n a tra tr a d ició ic iónn d e c e r támenes que atraían a participantes de todo el mundo griego (véase infra, p. 28 288) 8),, p e r o no cab ca b e h a b lar la r de la ex exis iste tenn c ia d e jue ju e g o s e n el siglo sig lo vm. vm . A d e más para el tráfico marítimo que utilizara el golfo de Corinto, el santuario de Delfos quedaba a trasmano. En la Ilíad Ilí adaa Delfos es sólo la «escarpada Pito» (2.519-520; 9.404-405), un lugar caracterizado por sus fabulosas riquezas, pe p e ro , a u n q u e su e s p e c tac ta c u lar la r em p laz la z a m ien ie n to h u b iera ie ra p o d id o b a s ta r p a r a ju ju s tifica tificarr su desarrollo desarrollo como com o principal santuario de la región, región, no parece tan p ro ba b a b le q u e fu e ra sólo só lo eso es o lo q u e le c o n f irie ir iera ra un a tra tr a c tiv ti v o ex extr traa rre rr e g ion io n a l. Sin duda alguna debió de tener un papel destacado en todo esto el oráculo, que tan imp ortante sería para la tradición tradición po sterior y al al que se cita cita ya en la Odi sea (8.79-82). Las consultas del oráculo en cuanto tal no han dejado el menor rastro
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material en Delfos: la justificación del éxtasis profético que dan las fuentes de época posterior apelando a los vapores que emergían de una grieta del suelo (Diodoro, 16.26) o a la masticación de hojas de laurel carecen por com ple p leto to d e fu n d a m e n to. to . R e s u lta, lt a, p o r c o n sig si g uien ui ente te,, im po posi sibl blee a f irm ir m a r c u á n d o se instituyó por primera vez el oráculo de Delfos, cuándo se estableció el com ple p lejo jo p ro c e d im ien ie n to d e c o n sult su ltaa s e x iste is tenn te e n é p o c a clási clá sica ca,, o el c a r á c ter te r de las las prim prim eras consult consultas. as. Las prim eras pregu ntas p lanteada s al oráculo segu ra mente se referirían a problemas cotidianos, centrándose sobre todo en cues tiones de índole doméstica o puramente local. Sólo la hipotética relación existente entre la actividad oracular y el incremento de las ofrendas que ex pe p e r im e n ta el s a n tua tu a r io a fin fi n ales al es d e l siglo sig lo vm p ro p o r c io n a alg al g u n a p ista is ta p a r a determ inar cuándo em pezó a ser consultado consultado el oráculo para cuestiones cuestiones «po líticas» de más envergadura, cuestiones para las que no cabe imaginar que uno solo de los numerosos oráculos locales de cuya existencia tenemos noti cia por todo el territorio griego fuera a dar una respuesta imparcial. Las consultas consultas a Delfos du rante la época época clásica clásica de las las que tenem os tes ti monios fiables fiables recurren recu rren al oráculo para o bten er consejo sobre cuestiones cuestiones que no podían ser resueltas resueltas por la pura razón hum ana, ya fuera fuera porq ue tuvieran tuvieran que ver con el futuro o porque la naturaleza del asunto fuera tal que no per mitiera apelar a la experiencia humana directa. Un ejemplo serían las cues tiones relativas a las las prácticas cultuales o a la volun tad de d e los dioses (cf. (cf. Plu tarco, Mora Mo ralia lia,, 408C, o Jenofonte, Mem M emor oraa bilia bi lia,, 1.1.8-10). Las preguntas las pla p la n tea te a n sólo só lo aq aquu e llo ll o s q u e tie ti e n e n la a u to r id a d n e c e s a r ia p a r a llev ll ev a r a c ab aboo las acciones que el oráculo, aprueba; así, por ejemplo, los cabezas de familia consultar consu ltarían ían acerca de cuestiones familiare familiares, s, mientras que la oligarquía polí tica tica o los los funcionarios funcionarios no m brados brado s al efecto efecto lo harían acerca de cuestiones de estado. Las preguntas formuladas al oráculo a menudo adoptan formas que no dejan al dios más que una opción, o que sólo pueden responderse con un sí o un no; es evidente que no se consideraba oportuno pedir al dios que va ticinara el futuro sin sin más ni más: más: el hecho hech o de qu quee así lo haga Creso, rey de L i dia (Heródoto, 1.47), es prueba de que no sabía cómo se utilizaba el oráculo. En términos generales, parece que las consultas del oráculo se producían cuando una comunidad no era capaz de decidir entre varias opciones distin tas o no tenía formado al respecto un juicio lo suficientemente claro, como en el caso de muchas cuestiones de índole cultual, o cuando ya se había de cidido cidido una línea de actuación, actuación, pero se necesitaba un a auto ridad ajena a la co m unidad que ratificara ratificara la decis decisión. ión. Esta utilizaci utilización ón de los oráculos posee n u merosas analogías en la literatura antropológica. En las tradicionés que hablan de las primeras consultas del oráculo, se le atribuye a éste un papel bastante más activo que el que nos permite conce derle esta imagen de sus actividades en época clásica. Como hemos visto en el capítulo 1, la historia de la fundación de Cirene decía que el oráculo había dado una respuesta que n ada tenía que v er con con la pregu nta planteada, al ele gir a un individuo concreto como jefe de la expedición y determinar el em pla p lazz a m ien ie n to d e la co colo loni nia. a. M u ch chas as o tra tr a s ley le y en endd a s s o b re la co colo lonn iza iz a ció ci ó n ha ha--
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bla b lann de la elec el ecci ción ón d e los e m p laz la z a m ien ie n tos to s d e las n u ev evas as c iud iu d ad adee s p o r p a r te de Delfos, y varias de ellas afirman que el oráculo dio la orden de fundar la colonia colonia a un individuo que h abía acudido ha sta allí allí a pregu ntar algo algo que nad a tenía que ver con la respuesta recibida, lo cual implica que el dios impartía instrucciones a un individuo que en el momento de recibirlas carecía de la autoridad necesaria para ejecutarlas. Las citas de las profecías que poseemos a menudo están en verso y muchas veces hacen advertencias concretas de manera enigmática o ambigua. ¿D eberíam os supon su pon er acaso acaso que el m odo en que se util utilizaba izaba el el oráculo o que la forma que tenía éste de dar sus respuestas cambió entre la época ar caica y la clásica? Desde luego ya en la Antigüedad suscitaban interés las di ferencias entre las tradiciones que hablaban de las respuestas del oráculo y las las que éste daba p or aqu el entonces; Plutarco escribió escribió un breve opúsculo so M o rali ra liaa , 394E-409D). br b r e los Oráculos de Delfos que ya no se dan en verso ( Mo Pero tenemos buenos motivos para pensar que las peculiaridades de las res pu p u e s tas ta s m ás an anti tigg u as son so n f r u to d e la tra tr a d ició ic iónn y n o refl re flej ejoo d e u n cam ca m b io d e costumbres. costumbres. U no de esos motivos es la la prop ia natu raleza de la tradición tradición oral, oral, analizada ya en el capítulo 1: lo que se «recuerda» viene determinado no por lo que pasó, sino sino po r lo lo que resulta más conv eniente decir del pasado. Cu an an do se busca un oráculo para dar más autoridad a una decisión controvertida, cuanto más exagerada sea la profecía, mayor fuerza tendrá el apoyo del orácul oráculo. o. U na profecía que sólo sólo respon da sí o no a una preg unta resultará mu cho menos impresionante en un relato relato que o tra que en su respuesta respuesta aba rque y dé coherencia a todos los términos de la cuestión. Y la «otredad» de lo di vino vino qu eda rá m ejor reflejada en la utili utilizaci zación ón del verso que en el emp leo de la prosa pros a cotidiana. cotidiana. O tro de los los motivos para no creer que las las prácticas prácticas primi tivas fueran distintas de las de época posterior estaría en el desconcierto po líti lítico co que qu e produ pro ducirían cirían las las iniciat iniciativas ivas de Delfos: si un estad o consulta con sulta a Delfos pa p a r a c o n ta r co conn u n a a u to r id a d q u e jus ju s tif ti f iqu iq u e u n a seri se riee d e acci ac cioo n es y reci re cibb e una respuesta que le obliga a llevar a cabo primero otro acto trascendental, esta circunst circunstanci anciaa prop orcionaría un b uen pretexto para disculpar disculpar a las las auto ridades seculares de la responsabilidad de la segunda acción, pero probable mente no haría muy popular al oráculo. La gente no consulta los oráculos pa p a r a d e s c u b rir ri r el f u tu r o ni p a r a q u e le d e n idea id eas, s, sino si no p a r a h a c e r lo q u e le d é la gana. Y los oráculos arcaicos no lo permiten. Delfos ha sido considerado a menudo el gran «centro de información» del mun do griego, griego, dedicado a recoger de m ane ra más o men os sistemática sistemática in formación de cuantos acudían a consu ltar el el oráculo y a utiliz utilizar ar esa informa ción para aconsejar después a otros. Dicha teoría se halla estrechamente re lacionada con la convicci convicción ón de que q ue las las colonias colonias fundad as en esta épo ca fuera de G recia fueron em presas «estatales «estatales», », inicia iniciadas das y planea das de m anera ce n tralizada, tralizada, ejecutadas po r una serie serie de grup os seleccionados por la ciudad que las enviaba, y dirigidas por un jefe designado por el estado. Se trata también de una teoría que requiere una cantidad mucho mayor de consultas y un in terrogatorio mucho más amplio de los consultantes de lo que nos permiten
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jus ju s tifi ti ficc a r los tes te s tim ti m o n ios io s d ispo is poni nibl bles es,, incl in clus usoo los lo s de las trad tr adic icio ione nes. s. L a a l te r nativa que p lanteam os aqu a quíí al sugerir sugerir que, que, como ocurría en época clás clásic ica, a, los los que acudían acudían a consultar consultar el el oráculo oráculo con taban ya en buen a parte de antema no con la información necesaria para obtener la respuesta deseada, práctica mente no deja lugar al papel formal que pudiera desempeñar el oráculo en esa red de informaciones. informaciones. El establecimiento de un unaa colonia en el extranjero requería por supuesto algún tipo de información, pero dicha información pro p ro c e d e r ía d e la d e n s a r e d d e inte in terc rcaa m b ios io s c o m erci er cial ales es q u e ten te n e m o s b u e n o s motivos mo tivos par a creer cree r que existía existía ya a finales finales del siglo siglo vio a.C a.C.. y no del d el almacén de conocimientos acumulados en Delfos. El papel del santuario era funda m entalm ente polític político. o. La «ascensión de Delfos» debería considerarse fruto de los aconteci mientos políticos, y no de las decisiones en torno a la colonización. Existe la tradición de que el espartano Licurgo obtuvo de Delfos el mandato de reali zar las innovaciones legales y constitucionales que introdujo, pero no existe tradición alguna sobre Bato, que deberíamos considerar fundamental para el auge de Delfos. Las sociedades que buscaban alcanzar algún tipo de solución pe p e r m a n e n te a las d isp is p u tas ta s p o r el p o d e r e n tre tr e los m iem ie m b ros ro s d e las la s olig ol igar arqu quía ías, s, inventándose cargos y regulando sus poderes, necesitaban un medio de im po p o n e r esas es as n u e v a s rest re stri ricc c ion io n es f r e n te a la res re s iste is tenn c ia d e los q u e q u e re c e la la ba b a n q u e el r e s u lta lt a d o d e tod to d o aq aquu e llo ll o s u p u s iera ie ra u n m e n o s c a b o d e su in flu fl u e n cia. Las sociedades cuya autodefinición a través del enfrentamiento con otras comunidades com unidades vecinas vecinas corría el riesgo riesgo de re sultar costosa en vidas vidas y p ro pie p iedd a d e s n e c e s ita it a b a n sosl so slay ayar ar de c u a lqu lq u ier ie r f o r m a to d o fra fr a c a s o q u e p u d ier ie r a socavar la autoridad de los los que alentab an ese tipo de actividad. actividad. Las socieda des que sufrían ese tipo de crisis, al igual que aquellas que pretendían obli gar a determinados sectores levantiscos de la población a establecerse en cualquier lugar remoto, necesitaban la sanción de un oráculo. Y cuanto más distante y más distinguido distinguido fue ra ese oráculo, mayores posibilidades hab ía de que su autorida d fuera fue ra capaz de resistir resistir los los ataques. ataques. E n el caso del estableci estableci mien to de colonias en tierras tierras lejanas lejanas,, la importancia imp ortancia de D elfos aum entó en el momento en que los asentamientos se vieron en la necesidad de convertirse en «colonias» y reclamaron una «metrópoli». Una leyenda alusiva a la inter vención de Delfos constituía el medio ideal de disimular el hecho de que un determinado sector de la población hubiera sido expulsado o de convertir a un ave nturero en un rep resentan te del estado. estado. Y cuanto más minucioso minucioso se hi ciera parece par ece r al oráculo oráculo,, mayor m ayor sería la la autoridad au toridad que se le atribuyera. atribuyera. Des D esar arro roll lloo de los sant sa ntua uari rios os
El caso de Delfos ilustra perfectamente el modo en que el cambio pro ducido en la naturaleza y las prioridades de las comunidades griegas creó nuevos papeles para las viejas prácticas cultuales. En el repaso de las prácti cas cultuales del siglo vm a.C. que hemos efectuado en el capítulo 4 subrayá-
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ba b a m o s y a la v a r ied ie d a d c a d a ve vezz m a y o r de las fun fu n cio ci o n e s d e s e m p e ñ a d a s p o r los santuarios atestiguada por los diversos datos arqueológicos (véase supra , pp. I l l ss.). A l a n a liz li z a r los tip ti p o s d e a s e n tam ta m ien ie n to e x iste is tenn tes te s en el Á tic ti c a , Si Si cili ciliaa y el el sur de Italia (pp. 236236-238 238), ), sugeríamos sugeríam os ya algunas circunstancias circun stancias qu e nos permitían ver cómo esa diferenciación fue incrementándose a lo largo del siglo vn, y ahora nos fijaremos en otros indicios de la evolución del papel desempeñado por los cultos religiosos. El siglo vm a.C. había sido testigo de un enorme incremento de las acti vidades que dejaron algún tipo de rastro material en los santuarios: estaban circundados de murallas y constituidos por templos, el número de las ofren das aumentó considerablemente, y los lugares en los que eran venerados los dioses se convirtieron también en espacios en los que los hombres exhibían sus rivalidades personales y políticas (véase supra , pp. 125-126). Durante bu b u e n a p a r te d el siglo sig lo vn a.C. a.C . los tes te s tim ti m o n ios io s m a teri te riaa les le s d e los s a n tua tu a rio ri o s n o son tan notables, pero cabe suponer que el cambio perceptible en los restos materiales indica un nuevo cambio importante en el lugar que ocupaban los dioses en e n las sociedades socieda des grie griegas gas.. Del siglo vn se conservan muchas menos ofrendas que del siglo vm a.C. En particular disminuye sorprendentemente el número de las estatuillas de animales de bronce. E n Olimpia, dond e cerca de 895 895 de esas estatuill estatuillas as pu e den datarse en la segunda mitad del siglo vm a.C., son sólo 143 las que pue den atribuirse a la primera mitad de la siguiente centuria. En algunos san tuarios este descenso numérico coincide con el cambio perceptible en los materiales: en el de Ártemis Ortia, en Esparta, la terracota sustituye al bron ce como m aterial más hab itual de las estatuill estatuillas as en form a de cabal caballo. lo. Pero en otros santuarios el descenso de las figuritas de bronce coincide con el cambio pe p e rce rc e p tib ti b le en sus m o tivos tiv os:: en Tesa Te salia lia,, p o r ejem ej em p lo, lo , las esta es tatu tuil illa lass co conn form fo rm a hum ana sustituyen sustituyen a las las de animale animales. s. Figuras humanas en las ofrendas escultóricas
Las estatuillas estatuillas con figura figura de h om bre se co nocen en G recia desde el sig siglo lo vm a.C., pero la figura humana alcanza una preponderancia especial en las ofrendas a lo largo del v i l Las figuras humanas que sustituyen a las de ani males salvajes o víctimas sacrificiales como ofrenda más adecuada para los dioses adoptan una gran variedad de formas: músicos, portadores de anima les para el sacrificio, de vez en cuando artesanos, aurigas, guerreros y, sobre todo a finales finales de sigl siglo, o, figuras que ejer citan alguna alg una actividad no n o precisada. precisad a. El centro de interés parece pasar de la representación ante los dioses del mun do natural sobre el que se sustentaba más o menos la vida humana a la re pre p re s e n tac ta c ió n a n te los d iose io sess d e la acti ac tivv ida id a d h u m a n a o s im p lem le m e n te d e la existencia humana. La importancia de la figura humana en las ofrendas se ve subrayada ul teriormente por su utilización como ornamento en otro tipo de ofrendas. Los calderos de bronce, aunque a menudo están decorados con grifos inspirados
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LA
F i g u r a 50. 50.
f o r m a c ió n
d e
g r e c ia
Relieve de estilo dedálico procede proc ede nte del del temp lo de Gortina. Go rtina.
en el arte oriental, muchas veces presentan también formas humanas o par cialmente hu m anas (cf (cf. el vaso de bronce dedicado po r Coleo de Samos, Samos, véa se supra, p. 27); los cuencos rituales — per p erir irrh rhan anté téri ria a — llev ll evan an u n o s s o p o rte rt e s cuyas patas adoptan la forma de figura humana; el marco de una lira puede convertirse en una figura humana con los «brazos» tallados en forma de jo ven saltando. Las formas de animales no dejan de ser significativas, pero la
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F i g u r a 51.
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Plancha de marfil procede proc edente nte de Samos con una escena de Perseo y Me
dusa.
figura hu m ana resu lta primordial en el rep ertorio de las las ofrend as del sigl siglo o vu vu a.C. en una medida totalmente desconocida en el v i i i . Parece que la figura humana desempeñó un papel particularmente im p o r ta n te en C re ta, ta , d o n d e se d e s a rro rr o lló ll ó u n esti es tilo lo p e c u lia li a r y con co n él el uso us o generalizado por vez primera de la piedra en los monumentos figurativos. Desde mediados del siglo vil a.C. aproximadamente, conocemos figuras —in — incl clu u so a lgun lg un as b a s t a n t e g ra n d e s d e u n m e tro tr o o m ás d e a ltu lt u r a — c a r a c te r i zadas por sus rostros típicamente triangulares, melenas del tipo «peluca» que les llegan hasta los hombros con profundas divisiones horizontales, partidas a menudo en tres o cuatro gruesas trenzas a cada lado, y una frontalidad re lativamente rígida (figura 50). Este estilo denominado «dedálico», que en contramos en Creta en algunas estatuillas y relieves de barro, pero también de piedra, se difundió difundió muchísimo por todo el m und o griego griego.. P arece q ue sólo en Creta se utilizó la escultura «dedálica» para la decoración de edificios, como en el ejemplo aquí reproducido, que al parecer estaba situado en la p a r te in fe r ior io r de la p a r e d d e u n tem te m p lo d e G o rtin rt in a . L a e s c u ltu lt u ra «ded «d ed álic ál ica» a» cretense parece caracterizarse por una fuerte influencia oriental, como de muestran la desnudez de las figuras de nuestro ejemplo o las figuras seden-
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tes del templo de Primas, de claras resonancias egipcias. Estos rasgos no fue ron ro n expo ex portado rtado s fuera fue ra de la isla isla,, pe pero ro la utilización utilización de estatuillas, estatuillas, estatu as y re lieve lievess «dedálicos «dedálicos»» a mo do de ofren da es tá atestiguada en una vasta zon a del mundo griego y marca el comienzo de toda una revolución en el aspecto ex terno de los santuarios helénicos (figura 51). Hacia finales del siglo vn a.C. aparecen las primeras ofrendas de koûroi, estatuas de hom bres des nudo nudoss en posición vertical vertical,, mirand o al frente, con con los los bra b razo zo s ap apoo y a d o s e n los lo s co cost stad adoo s, u n p ie lig li g e ra m e n te av avaa n zad za d o, y de tam ta m a ñ o natural na tural o incluso incluso más grandes, que quizá fueran utilizadas utilizadas tam tam bién en e n los ce menterios. La forma habitual de estas figuras cuenta con analogías en algu nos pequeños bronces de época anterior, pero su tamañ o y sus sus proporciones proporciones demuestran más allá de toda duda que se inspiran directamente en la escul tura egipcia en piedra, con sus figuras con el pie adelantado esculpidas para conmemorar a ciertos individuos. Las esculturas griegas se diferencian de las egipcias por su desnudez y por el contexto en el que son utilizadas; si las es tatuas egipcia egipciass de varon es en posición vertical vertical parecen pare cen señalar el pod er de un individuo concreto, los koûroi griegos parecen hacer pensar en lo que signi fica fica ser ho hom m bre y en cóm o el ser hum ano se relaciona relaciona con los diose dioses. s. Aunq ue los primeros koûroi conservados son más o menos de tamaño natural, hacia el año 600 a.C. o poco después se construían ya estatuas de 5 m o incluso de 10 m (figura 52). E l koûros y su equivalente femenino, la kóre, siempre vestida y nunca de gran tamaño, cambiaron la experiencia que suponía visitar un santuario. Hacia finales del siglo vi a.C. parece que algunos santuarios mostraban ya grandes cantidades de este tipo de estatuas: se han reconocido más de cien koûroi entre los restos del santuario de Apolo Ptoeo en Acraifnion, en Beo cia. El resultado no tiene nada en común con la experiencia egipcia: fueron los medios, y no los fines lo que aportó Egipto. Algunos otros usos de los motivos egipcios no llegaron a arraigar: la tradición egipcia de la estatua se dente en piedra se halla reflejada directamente en las esculturas del templo de Prinias (Creta), de finales del siglo vn, pero no florecieron en ninguna otra parte. El desarrollo desarrollo del templo dórico
La aportación egipcia a la otra gran transformación que experimentó el aspecto externo de los santuarios durante el siglo vn a.C. se encuentra más abierta al debate. Los templos monumentales de piedra que aparecen en el mundo griego durante el segundo cuarto del siglo vn tienen ciertas semejan zas notables con las edificaciones egipcias: utilizan grandes piedras labradas y columnas de unos seis diámetros de altura coronadas por una pieza cua drada —ábaco—, sobre las que se asientan vigas también de piedra pulida, que a su su vez m ues tran el extrem o de su pa rte vertical. Pero en el sig siglo lo vn a.C a.C.. la idea idea de albergar la estatua de un dios dios en u n edifici edificioo no sólo no suponía nin guna novedad, nove dad, como com o ya hemos vist visto, o, sino sino que además adem ás la form a radicalmente
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F i g u r a 52.
600 a.C.
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E l llamado koûros de Nueva York, datado aproximadamente en e l año
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nueva del templo de pied ra quizá parezca dem asiado antigua par a hab er sido sido influida influida por el conocimiento de Egipto. Egipto. D a la impresión de que la Ilía Il íada da está al corriente de la caída de la Tebas de Egipto en 663 a.C. (véase supra, p. 192), y se c u e n ta q u e m e rce rc e n a r ios io s jon jo n ios io s y cari ca rioo s a y u d a ro n a P sam sa m é tic ti c o I a liberar a Egipto de los asirios en 660 a.C. aproximadamente (Heródoto, 2.163; A N E , 63 6366-63 638) 8),, pero para par a que q ue la experiencia de lo visto visto en Egipto fu e ra la inspiraci inspiración ón de los los temp templos los de pied ra erigidos erigidos en G recia hab ría sido sido pre ciso que los contactos se hubieran producido una generación antes de ésta. Na N a d a tie ti e n e n de eg egip ipci cioo n i las técn té cnic icas as d e u tili ti liza zaci cióó n d e la p ied ie d ra ni los d e t a lles del orden arquitectónico denominado «dórico»: el friso de triglifos y me-
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topas, junto con las tenias, régulas, mútulos y gotas asociados a ellos (figura 53). Del mismo modo tampoco provienen de Egipto ni la idea ni la manera de utilizar utilizar tejas tejas de barro, que determ inaro n de un modo mo do decisivo decisivo la la forma ca racterística del templo griego, pues sólo pueden utilizarse en un tejado de vertientes poco pronunciadas. Al parecer, los primeros templos de piedra son los del noreste del Pelo po p o n eso es o . E l m ás a n tig ti g u o d e tod to d o s es el d e A p o lo en C o rin ri n to, to , e rig ri g ido id o p r o b a ble b lem m e n te e n el s e g u n d o c u a r to d e siglo sig lo vn a.C., a.C ., cu cuya yass teja te jass m u e s tra tr a n u n alto al to grado grad o de d e complic com plicación: ación: se utilizan utilizan en él cinco cinco tipos distintos d e tejas, tejas, fabrica fabrica das con moldes para ser colocadas en lugares específicos. El peso total de las tejas debía de alcanzar las dieciséis toneladas o más. No está claro si el edifi cio poseía una columnata exterior o no, aunque el templo de Posidón en Ist mia, construido poco después, tenía, al parecer, un pórtico pó rtico de 7 columnas de madera en la fachada y otro de 18 columnas en cada uno de sus flancos, to das ellas sobre su correspondiente bloque de piedra. En todo caso, ambos edificios todavía eran distintos del templo períptero clásico, en el que la sala que alberga la estatua d e culto — la celia — se e n c u e n tra tr a ro d e a d a p o r u n a c o lum nata y un solo solo tejado re m atado atad o p or un fro ntón cubre la celia celia y el pórtico, pórtico, po p o r c u a n to ten te n ían ía n u n teja te jadd o a c u a tro tr o v e r tie ti e n tes te s p o r lo m en o s e n u n o d e sus extrem os o quizá qu izá en los dos, dos, y pro ba blem ble m en ente te carecían de d e triglifos triglifos y metopas. Los templos con frontón triangular más antiguos de los que tenemos cons tancia segura (aunq ue tod avía uno de sus extremo s fuera a cuatro aguas) son los de Corcira y Thermon, que datan del último cuarto del siglo vn a.C., cu yos tejados, aunque técnicamente distintos, están inspirados sin duda alguna en la experiencia corintia. El templo de Istmia tenía las paredes recubiertas de estuco y pintadas con un friso que mostraba figuras de animales y quizá también humanas, y el de Thermon, que disponía de un pórtico de 5 por 15 columnas, poseía metopas de terracota pintada, aleros modelados y pintados en form a de cabezas de mu jer y de león, y un gran disco disco de terraco ta que d e coraba el extremo de la parhilera. Parece que el templo monumental de piedra no tardó en causar efecto. El orden dórico plenamente desarrollado fue exportado muy pronto a Ther mon, en el «área de influencia» de Corinto; los ceramógrafos del período pr p r o t o c o r inti in tioo ta r d ío p in ta n ed edifi ifici cios os co conn c o lum lu m n as dó dóri rica cas; s; y los teja te jadd o s ins in s pir p iraa d o s e n el sist si stee m a e m p lea le a d o en C o rin ri n to e Istm Is tm ia son so n u tili ti liza zadd o s y a e n el tercer cuarto del siglo vn a.C. en Esparta (Ártemis Ortia), en el Heraion de Argos, y en Olimpia (quizá en un primitivo templo de Hera y en un tesoro). La idea del templo de piedra se difundió, al parecer, hasta Jonia antes de fi nales de siglo: el templo de Atenea en Esmirna contaba con columnas aca naladas y muros de piedra, au nqu e las técnic técnicas as y los los detalles detalles fue ran muy dis tintos. El desarrollo del templo monumental y el de las estatuas votivas monu mentales contribuyeron a transformar poco a poco el aspecto externo de los santuarios griegos. Durante mucho tiempo siguió haciéndose ofrenda a los dioses de vasos de bronce y metales preciosos sin decoración figurativa, pero
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ahora e ra la figura figura hum ana la que dom inaba los espacios espacios sagrados en los que se reunía la gente para comunicarse con los dioses a través del sacrificio. El po p o d e r d e los dios di oses es,, q u e h a b ía v e n ido id o e x p r e s á n d o s e a tra tr a v é s d e las ince in cert rtiidumbres del mundo de la agricultura y las amenazas de lo monstruoso, se manifestaba ahora fundamentalmente a través de unos medios más estre chamente relacionados con la expresión del poder humano. El individuo si guió dejando su huella en los santuarios, pero ni los kouroi colosales ni los templos de piedra estaban al alcance del individuo y así fueron convirtién dose cada vez más en campo de acción exclusivo de la comunidad.
7. EL MUND MU NDO O G RIEG RIE G O EN 600 a.C Los tres últimos capítulos pretendían dar una idea de cómo fue cam bia b iann d o el m u n d o g rieg ri egoo d u r a n te los siglos sig los vm y vil a.C. a.C . E n ello el loss no noss h em o s centrado en ámbitos de la vida en los que podíamos apreciar cómo lo suce dido en esta época hizo que el m und undoo del añ o 600 600 a. a.C. fuera m uy distinto distinto del que veíamos veíamos hacia el 800 800 a.C. a.C. En este nuevo capítulo intentarem os re capitu cap itu lar y evocar una imagen de lo que era vivir en una ciudad griega hacia el año 6000 a.C 60 a.C.. P ara ello ello hem os escogido unas cuantas cu antas «ventanas» «ventanas» que nos perm iten asomarnos a determinados lugares o a determinados sectores de la sociedad a fin fin de hacerno s una idea del signif signific icado ado tan variado qu e tenía pa ra una un a p er sona el hecho de identificarse como griego, recuperando de paso algo de la pa p a r tic ti c u lari la ridd a d q u e se p ierd ie rd e e n las a firm fi rm a c ion io n e s g e n e rali ra lizz a d o ras ra s p rop ro p ias ia s d e toda obra de historia diacrónica.
Atenas
El tratado sobre la constitución ateniense atribuido a Aristóteles alude sólo a la supuesta creación del cargo de arconte, elegido anualmente, en 683682 a.C., situada entre el episodio legendario de cierto Hipómenes, que pro vocó la caída de la monarquía por el cruel castigo infligido a su hija, descu bie b ierr ta e n fla fl a g r a n te a d u lte lt e rio ri o , y el in te n to d e g o lpe lp e de e s tad ta d o d e C ilón, iló n, qu quee pr p r o b a b lem le m e n te d e b a m o s d a ta r en 630 a.C. a.C . L a h isto is tori riaa d e A te n a s c o m e n z a b a de hecho, incluso en la Antigüedad, con la conjura de Cilón. El asunto de Cilón
P ara la historia historia del golpe de estado de Cilón tenemo s que basarno s en las las tradiciones tradiciones del sig siglo lo v a.C. a.C.,, interesadas menos men os en el golpe golpe pro piam en ente te dicho que en las consecuencias de los métodos empleados para aplastarlo. Heró doto (5.71, texto 32) dice que el ateniense Cilón, vencedor en los Juegos Olímpicos, reunió a un grupo de partidarios políticos, jóvenes como él, e in tentó apoderarse de la Acrópolis; al fracasar su intentona, buscó refugio en el santuario, siendo desalojado por las autoridades, concretamente unos os-
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Te x t o
32. Her H eróó doto do to,, 5.71. Vaga desc de scri ripc pció iónn de lo s u ce cedd ido id o con co n Cilón. Ciló n.
La razón de que ciertos atenienses recibieran el no m bre de d e «los «los sa crile crilegos gos»» fue la siguien siguiente te.. H ub o una vez en A tenas tena s un tal Cilón, Cilón, un in dividuo que se había alzado con la victoria en los juegos olímpicos. Este sujeto se encaprichó de la tiranía y se granjeó el apoyo de un pu ñado de gentes de su misma edad, tratando de apoderarse de la acró polis po lis;; p e ro, ro , co com m o n o co conn sig si g u ió su p rop ro p ó s ito it o , se s e n tó al lad la d o d e la im a gen acogiéndose a su protección. Los prí p ríta tann es de los n a u cra cr a ros, ro s, que a la sazón gobernaban Atenas, lograron que abandonaran dicho lugar pa p a r a re s p o n d e r d e su a c titu ti tudd co conn la p ro m e s a d e r e s p e ta r sus su s vida vi das; s; sin embargo, los asesinaron y se acusa de ello a los Alcmeónidas. Esto su cedió antes de la época de Pisistrato.
euros «prítanes de los naucraros», y junto con sus partidarios fue ejecutado po p o r la fam fa m ilia il ia d e los lo s A lcm lc m eó eónn ida id a s, q u e q u e d a r o n e n c o n s e c u e n c ia m ald al d itos it os po p o r el sacr sa crile ilegi gioo co com m etid et idoo . Tucí Tu cídi dide dess (1.12 (1 .126) 6) just ju stif ific icaa d e l m ism is m o m o d o esta es ta maldición, añadiendo algún que otro detalle, como, por ejemplo, la mala in terpre tación de una profecía de Delfos, Delfos, o el el hecho de que Cilón era yerno de Teágene Teágenes, s, tirano tirano de Mégara, M égara, y po r otra p arte pon ponee en tela de juicio juicio quién os tentaba el poder —según él eran los nueve arcontes— y si el cabecilla de la conspiración efectivamente llegó a ser ejecutado. Es evidente que en la historia de la Atenas primitiva se produjo un epi sodio que hizo que los Alcm eónidas fueran considerados m aldit alditos, os, pues pos teriormente se apelaría a esa maldición en más de una ocasión para expulsar de la ciudad a esta familia (véase infra , p. 346). Parece verosímil que el epi sodio se produjera en el contexto de las disensiones políticas. Fuera de eso, no podem po dem os estar seguros de los detall detalles; es; las las discrepanci discrepancias as entre H eródo eró do to y Tucídides demuestran que, incluso cuando la historia de Cilón era relatada con un mismo m ismo propósito, los los detalles detalles del episodio podían variar. Cuan do Plu tarco (Solón, 12) cuenta la anécdota, la relaciona con un ataque de Mégara que sufrió Atenas, y el detalle de que Cilón estaba emparentado con Teáge nes parece proceder con toda verosimilitud de las tradiciones en torno a la hostilidad existente en tre M égara y A tena s a final finales es del siglo siglo vn a.C. a.C. La vic toria olímpica de Cilón la recoge también por otro lado Eusebio situándola en el año 640 a.C., y por difícil que resulte saber hasta qué punto es fiable esa tradición, Tucídides hace de su relación con los Juegos Olímpicos un fac tor decisivo para explicar por qué se equivocó al interpretar el oráculo de Delfos Delfos en torno al mom ento más opo rtuno de inten tar hacerse hacerse con el el poder, lo cual indica que la victoria en los juegos constituía un elemento básico de la tradición tradición desde época muy tem prana. N aturalm ente se trata de un detalle detalle que co ncuerda perfectam ente con otros testimonios testimonios del kudos que conferían
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las victorias atléticas (véase supra, p. 124); pero precisamente por eso mismo po p o d ría rí a s er u n p u r o inve in venn to. to . Para nuestra apreciación de lo que era la Atenas de finales del siglo vil a.C. el testimonio decisivo que nos ofrece esta historia es el de la existencia de luchas políticas. El hecho de que Cilón intentara un golpe de estado y de que toda una familia quedara deshonrada de rebote debido a las drásticas medidas tom adas c ontra él po r uno de sus miembros, indica indica que la influenc influencia ia po p o líti lí ticc a e s tab ta b a m u y r e ñ id a y q u e los lazo la zoss fam fa m ilia il iare ress se c o n s id e r a b a n f u n d a mentales para asegurarse las simpatías políticas. La importancia de la familia y la utilización de las reacciones ante la violencia para apuntarse tantos polí ticos parecen confirmarse en las leyes sobre el homicidio que a finales del si glo v a.C. se atribuían al código de Dracón, de finales del siglo v i i (véase s u pra, pr a, p. 224), y puede que el intento de unos «áticos» (Alceo, fr. 184) de establecerse por esta misma época en Sigeon, a la entrada del Helesponto, debiéramos considerarlo fruto de la pugna en el ámbito de la política inter na de Atenas. Solón y su poesía poesía
Este mundo, en el que el derramamiento de sangre desempeñaba un pa pe p e l p rim ri m o r d ial ia l e n la v ida id a p o líti lí ticc a, es ilu il u m ina in a d o co conn u n a luz lu z te n e b r ist is t a p o r la po p o e s ía d e S olón ol ón.. E l p rim ri m e r S oló ol ó n q u e a p a rec re c e en n u e s tra tr a s fue fu e n tes te s ( H e r ó d o to, 1.29-32) es un sabio consejero que adoctrina a Creso, rey de Lidia, en la creencia de q ue la felici felicidad dad nad nadaa tiene que ver con las posesiones m aterial ateriales. es. Heródoto conoce también desde luego a Solón en su faceta de político ate niense: lo presenta como un hombre que había hecho unas leyes para sus conciudadanos a petición de estos últimos, y más tarde afirma que tomó de Amasis de Egipto la ley que obligaba a todos los ciudadanos a declarar anualmente a un magistrado el origen de sus medios de vida (2.177). Pero ni Heródoto ni Tucídides, que en ningún momento menciona a Solón, conside raro n necesario n ecesario estudiar más d etalladam ente su vida o sus sus activida actividades des políti cas. Solón siguió ocupando un lugar destacado entre los sabios (Platón, Ti meo, 20d, que lo sitúa en un escenario cronológico imposible de todo punto), pe p e r o su im p o rta rt a n c ia p o líti lí tica ca en A ten te n a s a u m e n tó c o n s ide id e r a b lem le m e n te co conn los debates deb ates constitucionales por la cri crisis sis de confianza en la dem ocracia desen ca denadas dura nte la guerra del Peloponeso, Peloponeso, llegando llegando a ocupar un puesto pri mordial en las exhortaciones en favor de los usos ancestrales, que constitu yen un elemento fundamental de la oratoria política del siglo iv. Las numerosas anécdotas que los escritores de época posterior contarán de So lón y de sus actividades se basan en la poesía del propio Solón, en las leyes debida o indebidamente a él atribuidas, o en tradiciones que no fueron fija das por escrito hasta el siglo iv a.C. La poesía de Solón se nos ha conservado sólo en las citas de autores de época posterior. Buena parte de lo que ha llegado hasta nosotros aparece en
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el contexto de la discusión de las actividades políticas del Solón histórico: la uid a a A ristóteles, escrita hacia 320 a.C. a.C.,, y Constitución Con stitución de los atenienses atenienses atrib uida la Vida de Solón de Plutarco, que data de comienzos del siglo n d.C., utilizan largas largas cita citass de su obra p ara c orro bo borar rar sus sus afirmaci afirmaciones. ones. O tros escritores ci ci tan a Solón por lo curioso curioso o lo lo opo rtuno rtun o de sus comentarios poéticos en otros contextos totalmente distintos, y así puede que el extenso poema elegiaco (fr. 13, cf. fr. 23) recogido en la antología de Estobeo, del siglo v d.C., en el que el poeta insiste en la conveniencia de buscar la riqueza por medios jus tos y con la ayuda de los dioses y en el que recuerda que el comportamiento escandaloso ac arrea la ruina d el crimina criminal, l, estuviera en la men te del primero, quienquiera que fuese, que contara la leyenda de Solón y Creso. Algunos versos son atribuidos a la vez a Solón y a Teognis, y la mezcla de observaciones de carácter general con comentarios que aparentemente pue den aplicarse a circunstancias específicas constituye un rasgo común de am bo b o s au auto tore res. s. L a p o e s ía d e S o lón ló n n o no noss p ro p o r c io n a d e s d e lueg lu egoo n ing in g ú n tip ti p o de com entario sistemático sistemático en to rno a la la situación situación de A tenas ni acerca acerca de sus pro p ro p ias ia s activ ac tivid idad ades es,, p e r o a lud lu d e a d e ter te r m in a d o s o b jeto je toss d e in ter te r é s e n los qu quee merece la pena que nos detengamos. Las censuras morales de Solón pon en de d e relieve relieve un a serie de valores valores que se consideran indiscutibles. Los valores positivos más importantes son la pa tria, la libertad y la justicia; el peligro viene de la discordia civil, y lo prime ro que se necesita necesita es es una bu ena autoridad. Los poem as mu estran un intenso intenso deseo de m an antene tene r la la gloria gloria de una A tenas p or la que los los dioses m uestran un pa p a r tic ti c u lar la r inte in teré réss y q u e p u e d e jac ja c tars ta rsee d e s e r la m ás a n tig ti g u a d e las ciu ci u d a d e s jon jo n ias ia s (fr. 4.1-4, 4.1-4 , 4a 4a). ). S o lón ló n afir af irm m a q u e p r e f e rir ri r ía n o s er a ten te n ien ie n s e a n tes te s q u e sufrir la vergüenza de perder Salamina (fr. 2, 3). Los peligros de la patria se po p o n e n d e m an anif ifie iess to e n la falt fa ltaa d e co com m p rom ro m iso is o co conn la lib li b e rtad rt ad:: la rap ra p a c ida id a d de los oligarcas, que roban incluso lo que es sagrado y pertenece a la comu nidad, ha obligado a muchos pobres a marchar a tierras extrañas en calidad de esclavos (fr. 4.11-14, 23-25; 36.8-15; texto 33). El problema no es en prin cipio que los ricos, como colectividad, luchen contra el bando de los pobres, sino que el ciudadano se enfrente al ciudadano: la propia libertad de la ciu dad se ve amenazada por «la herida» de la discordia civil, producida por el afán de cada individuo de perseguir sus propios intereses (fr. 4.5-20; 34.1-5; 36.20-22; cf. 39). Atenas padece una Dy D y sn o m ía (mala regulación) y necesita una Eunomía (buena regulación) para poner fin a los comportamientos es candalosos, las sentencias torcidas, y los actos de insolencia (fr. 4.30-39). So lón se sitúa a sí mismo en el punto medio erigiéndose en protector de uno y otro ban do frente fre nte a los los exces excesos os de cada un o (fr. (fr. 5.5 5.5-6 -6), ), pero es tratad o como un lobo entre los perros (fr. 36.27) o como un mojón en un conflicto de lin des (37.9-10). Frente a esta situación, la comunidad necesita de unas autori dades que tengan un comportamiento moderado (fr. 6; 36.21-22; 37.7) e in culquen un sentido de rectitud a los ciudadanos: lo importante no es que todos todo s tenga ten gann lo mismo, sino sino que qu e todo s teng te ngan an lo que se mere cen (fr. (fr. 5.1 5.1;; 34 34..89; 36.18-20); que los virtuosos no sean los ricos no es motivo suficiente para
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Solón, fr. 36 (West) (citado por [Aristóteles], «Constitución de los atenienses», 12.4). Solón se jacta de sus acciones.
T e x t o 33.
Mas yo, yo, pa para ra cuantas cu antas cosas reu ní al pueb pueblo, lo, ¿de cuál desistí antes de lograrla? Podría testimoniar de esto en el tribunal del tiempo la gran m adre de los dioses olímpicos, olímpicos, la excelente, la Tierra Tie rra negra, negr a, de la cual yo antañ o arranq ar ranq ué los mojones en muchas partes ahincados; ella, ella, que an tes era esclava esclava y aho ra es libr libre. e. A Atenas, n uestra ues tra patria fu ndad a po r los los dioses, devolví muchos hombres que habían sido vendidos, ya justa, ya injustamente, y a otros que se hab habían ían exilado exilado por su aprem iante p ob re za; za; de habe ha berr rod ado po r tantos siti sitios os,, ya no hablab an el dialecto dialecto átic ático. o. A otros, otros, que aqu í mismo sufrían hum illante illante esclavit esclavitud, ud, tem blando bland o ante el semblante de sus amos, los hice libres. Juntando la fuerza y la justicia tomé tom é con mi auto ridad estas estas medidas y llegué llegué hasta el fina finall como había pr p r o m e tid ti d o ; y, d e o tro tr o lado la do,, escr es crib ibíí leye le yess ta n to p a r a el h o m b re d el p u e blo bl o co c o m o p a r a el rico r ico,, re r e g lam la m e n tan ta n d o p a r a a m b o s u n a jus ju s tic ti c ia rec re c ta. ta . U n m alvado ambicioso que como yo hubiese tom ado en sus sus manos el agui agui jón jó n , no n o ha h a b ría rí a c o n ten te n ido id o al pu p u e b lo e n sus límite lím ites; s; pu p u e s si yo hu h u b iese ie se q u e rido lo que entonces deseaban los contrarios, o bien lo que planeaban contra éstos los del otro bando, esta ciudad habría quedado viuda de muchos ciudadanos. Por ell ello, o, procurán pro curán dom e ayudas en todas partes, me revolví como un lobo entre los los perros. perros.
tener ten er que q ue redistribuir la riqueza riqueza (fr. fr. 15). Pero Pe ro se corre el riesgo riesgo de que p on oner er el po de derr en m anos de la person a equivocad a traiga consi consigo go tamb ién la escla escla vitud (fr. 9), y esa esclavitud podría evitarse si se prestara más atención a las acciones que a las palabras de los individuos (fr. 11). Los hombres se equi vocan si creen que un solo día de poder absoluto es digno de las consecuen cias que pueda acarrear (fr. 33). El hecho de fijar la atención sobre estos temas y de tratarlos de este modo nos ilustra no ya sobre los actos de las personas, sino sobre sus actitu des. Casi en todos los poemas conservados se hace hincapié en la tensión existente entre el individuo y la comunidad. El afán del individuo por ver cumplidos los propios intereses desemboca no sólo en la discordia, para la que no existe remedio alguno, pues no cabe confiar en que nadie deje de abusar de la posición de poder que se le confíe, sino que acarrea la pérdida de territorio y de prestigio. La pérdida de la libertad personal por parte de algunos atenienses no se achaca, como ocurriría en los estados modernos, a la responsabilidad de una crisis económica más o menos etérea, sino que se la presenta como resultado directo de la codicia de otros. La codicia, sin em barg ba rgoo , se a trib tr ibuu y e ta n to a los ricos ric os co com m o a los p o b res: re s: e v id e n tem te m e n te sólo só lo el po p o e ta s ab abee lo q u e es just ju stoo .
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La imagen que ofrece Solón de Atenas y los atenienses, así como la de la reacción de éstos hacia su persona, perso na, es bastan te desolada. C uriosam ente, pese a su insistencia en que debería prestarse atención a lo hechos y no a las pa labras, parece que los atenienses lo eligieron arconte, tradicionalmente en 59459 4-59 5933 o 592592-59 5911 a.C., y en aquella aq uella m isma ocasión o quizá en otra otr a poste p osterior rior acordaron que pusiese en vigor numerosas leyes contradictorias. Sería ri dículo pretender que Solón se inventara la crisis que, al parecer, se le encar gó resolver —al fin y al cabo tras las leyes de Dracón, tradicionalmente fe chadas en 621 a.C., parece ocultarse cierta conciencia de que efectivamente había prob lema s— , pero es posible que sus palabras hicieran mella en el pu e blo b lo re d u c ien ie n d o su p ro p e n s ión ió n a a g u a n ta r q u e los co conf nflic licto toss sig si g u iera ie rann co conn si si derán dose dos e una u na circunstancia circunstancia normal, norm al, y que agudizaran en él la la percepción de los peligros que para la comunidad entrañaban las discordias de finales del sigl sigloo vu. vu. No debem os desprec iar el po de derr de la poesía, que es algo en lo que Plutarco hace hincapié en sus Vidas (Solón, 8), y que tam bién se pon e de ma m a nifiesto en la asociación de algunos de los otros Siete Sabios con la composi ción poética (véase supra, p. 234). No es muy probable que la poesía de So lón fuera compuesta para ser ejecutada en reuniones públicas ni que de hecho lo fuera; varios de sus poemas —y probablemente todos— fueron es critos critos sin sin dud a alguna pa ra ser cantados en los symposia de d e la aristocracia, en los que la rivalidad constituía un elemento esencial y en los que Solón podría haber competido directamente con versos famosos de otros poetas (fr. 20). Pero incluso esa rivalidad dependería del hecho de que las buenas composi ciones son dignas de ser recordadas y de que lo que se recuerda puede tam bié b iénn re s u lta lt a r m oles ol esto to.. E s p o s ible ib le q u e S o lón ló n c o n trib tr ib u y e ra en b u e n a m e d ida id a a que su nombramiento se hiciera necesario. La imagen de enfrentamiento entre individuos concuerda muy bien con el modo en que las medidas adoptadas para evitar que un individuo en con creto, Cilón, impusiera su dominio se utilizaron para socavar la posición de los que fueron responsables de su ejecución. Concuerda asimismo muy bien con la insistencia de algunos personajes que sólo tenían una relación de pa rentesco muy lejana con la víctima en que se les diera parte en la decisión de si debía absolverse o no al au tor de la m uerte accidental de un individuo, individuo, p re tensión atestiguada en las leyes de Dracón sobre el homicidio (ML, 86; Fornara, 15B). Y probablemente no fuera demasiado descabellado ver en las ri gurosas penas previstas por Dracón una medida desesperada para hacer frente a la creciente gravedad de las disputas. Pero para tener una imagen más concreta del tipo de acciones que ponían de manifiesto, al menos para Solón, las actitudes que reprueban sus versos, deberemos recurrir precisa mente a lo que sabemos de las leyes de Solón.
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34. [Aristóteles], «Constitución de los atenienses», 9. Concep ción aris aristo toté téli lica ca de cómo cóm o Solón S olón aum entó los poderes del pueblo pu eblo de A te nas. Texto
En cuanto a las las magistraturas, magistraturas, de esta m anera dispuso. dispuso. D el gobier no de Solón parece que estas tres cosas son las más democráticas: lo pri p rim m e r o y p rin ri n cip ci p al, al , el p ro h ib ir los p rés ré s tam ta m o s co conn la fian fi anza za de la p r o pia p ia p e rso rs o n a; de desp spué ués, s, q u e el q u e q u isie is iera ra p u d ies ie s e rec re c lam la m a r p o r lo q u e hubiera sido perjudicado; y, en tercer lugar, con lo que dicen que el pu p u e b lo co cons nsig igui uióó m a y o r fue fu e rza rz a , la ap apee lac la c ión ió n al trib tr ibuu n a l, p u es al ser se r el pueb pueblo lo dueño du eño del voto, voto, se hace hace dueño du eño del gobierno. gobierno. Adem ás, por es tar redactadas las leyes sin sencillez ni claridad, como la de las heren cias e hijas hijas herederas, hereder as, neces ariame nte surgieron muchas dudas, y todo, tanto lo común como lo privado, debía juzgarlo el tribunal. Algunos pie p ienn s a n q u e él, d e lib li b e r a d a m e n te, te , h izo iz o las ley le y es p o c o clar cl aras as,, p a r a q u e el pu p u e b lo fues fu esee s o b e r a n o e n el jui j uici cio. o. P e ro n o es ve vero rosí sím m il, sino si no la cau ca u sa está en no p od er definir la mejor en término s generales; generales; pues no es jus to considerar la intención de él por los actuales resultados, sino por el resto de la constitución.
Solón y sus leyes
La importancia política que durante el siglo iv a.C. alcanzó Solón el le le gislador, hizo que muchas leyes con las que nada tenía que ver, incluidas al gunas del propio siglo iv, le fueran atribuidas. Y esto ocurrió pese a que, se gún parece, las leyes de Solón se conservaron en la forma en que fueron escritas originalmente hasta la época helenística. La tarea de distinguir las le yes atribuidas con razón a Solón de las falsas es desde luego absurda, pues carecemos de la pied ra de to qu quee ap ropiada: ni siquiera siquiera las las pocas leyes leyes que se citan en los monumentos solonianos se ven libres de duda. El arcaísmo de la lengua de unas y lo profundamente arraigadas que están otras en los proce dimientos legales de la época clásica inducen a creer que son realmente de Solón, pero no es en modo alguno posible trazar una línea divisoria clara. No obstante, la certeza de que existió un texto escrito y de que ese texto podía ser citado co rrectam ente justifi justifica ca más m ás el atrevimiento que la disc discrec reción. ión. La aristotélica Constitución de los atenienses (9; texto 34) dice que las le yess más pop ulistas ye ulistas de Solón fueron la prohibición de los los préstamo s con la ga rantía ran tía de la propia prop ia person a, la posibilidad posibilidad de que qu e un tercero pusiera pleito en nom bre de la parte ofendida, ofendida, y el el permiso p ara ape lar ante un tribunal tribunal de jus tici ticia. a. Estas tres medidas tienen b astantes po sibilidades sibilidades de ser auténticam ente de Solón, y cabe res altar que dos de ellas ellas son de c arácter procesal y que la otra tiene q ue ver con la propieda pro piedad. d. Los delitos en los los que se perm per m itía la acción de
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terceros indican que el el objeto de la medida era que los los pod poderosos erosos no pu dieran impedir, físi físicamente camente o po r cualesqu iera otros medios, medios, a los los menos afortunad os la presentación de una querella. La apelación a los tribunales de justicia re pre p ress e n ta, ta , al pa p a r e c e r, u n a c o rta rt a p isa is a a las la s d ecis ec isio ionn es de los m ag agis istr trad ados os.. E n a m bo b o s caso ca soss es el c o m p o rta rt a m ien ie n to d e la m ino in o ría rí a el q u e se ve lim li m itado ita do.. Podemos ver el interés de Solón por la propiedad en otras leyes aparte de la que se refiere a la la esclavitud esclavitud por deudas. Al par ecer se ocupó de las he rencias, incluida la definición de la legitimidad de los hijos, así como del or den sucesorio, las condiciones de validez de los testamentos, las circunstan cias que debían concurrir para poder adoptar un hijo, la situación de las hered eras nú biles biles y su su destino, destino, el com portam iento en torn o a las las lindes lindes de las las pro p ro p ied ie d a d e s , y los d e r e c h o s s o b re el ag agua ua.. E n tod to d o s los lo s caso ca soss s on los lo s q u e p o seen una cantidad significativa de propiedades los que se ven afectados por la ley; ley; incluso en el caso caso de la prohibición proh ibición de la esclavitud esclavitud po r deud d eudas as se cam bia b ia no sólo só lo la s u e r te d el d e u d o r , sino si no tam ta m b ién ié n la d el a c ree re e d o r. T rad ra d icio ic ionn al al m ente se considerab a que algunas de las las leyes leyes de Solón relacionadas con este este campo se caracterizaban por lo curioso de su concreción: daba un elenco de las las circunsta circunstancias ncias en las las que la realización realización de u n testam ento po podía día no ser vá lida lida —si —si el el testado r estaba b orracho, drogado, encaden ado, senil senil o se hallaba hallaba ba b a jo la infl in fluu en encc ia d e u n a m u jer je r — esp es p e cifi ci fica cabb a q u e u n a tap ta p ia d e b ía e s tar ta r si tuada a un pie de distancia de la linde de la propiedad, un edificio a dos, una tumba a tanta distancia como profundidad tuviera, un olivo o una higuera a nueve pies pies,, pero cualquier o tro árbol a cinco cinco,, y po r fin fin una colmen a debía es tar a trescientos pies de distancia de otra ya existente; limitaba limitaba a un codo de longitud el tama ño de las esteras de junco utilizadas utilizadas en los funerales, funerales, y redu cía a tres el número de prendas de vestir enterradas con el difunto; afirmaba que el adúltero cogido en flagrante delito podía ser muerto impunemente po p o r el o f e n d ido id o sólo só lo si e n el a c to e s tab ta b a n im p lica li cadd as su e spo sp o sa, sa , su m a d re, re , su hija, su hermana o una concubina que hubiera sido tomada con vistas a la pro p ro c rea re a c ión ió n d e hijo hi joss d e co conn d ició ic iónn libr li bre; e; y ha h a c ía h inc in c a p ié en q u e c u a n d o el p a riente más próximo se casara con una heredera núbil, como estaba obligado a hacer, debía tener relaciones maritales con ella tres veces al mes. Este tipo de especificaciones serían ridiculizadas a veces en época posterior, y en oca siones se decía que habían suscitado más de una cuestión («¿Estaba borra cho o no?» «Bueno, depende de lo que consideres borracho...»), pero la me jo j o r m a n e r a d e e n ten te n d e rla rl a s es co com m o u n in t e n to d e p o n e r las co cosa sass lo m ás claras y fáciles fáciles posible, posible, como si tuv tuvieran ieran po r objeto ob jeto q ue la obedienc obe diencia ia a las las le yes, y no su puesta en vigor, resultara cómoda. La L a crisis de S o lón ló n
Que Solón tenía interés en sacar adelante una aristocracia estable y res po p o n s a b le se ve co conn c lar la r ida id a d e n el t r a t a m ie n to q u e d a a la c u e s tió ti ó n d e las «c «cla la ses» ses»,, basadas en criterios criterios de p ropied ad, en las que qued ó dividida dividida la la sociedad
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de los ciudadano ciudad anoss atenienses. Lejos de abo lirías, lirías, parece pare ce que q ue Solón las las amplió, añadiendo tal vez vez una clase clase más e indudab lemen te haciendo de la per tene n cia cia a una clase determ inad a criterio criterio decisivo decisivo para la posesión de diversos diversos de rechos y deberes. Solón admitía evidentemente que la propiedad de la tierra constituía una norma de discriminación fundamental, cosa que implica su oposición —expresada con toda claridad, aunque de forma vaga, en sus poe mas— al derecho de todo el mundo a poseer parcelas iguales de la tierra del Á tica (fr. (fr. 34.834.8-9) 9).. Si están en lo cierto los que so stienen que hizo leyes leyes pro hi bie b ienn d o los a s u n tos to s a m o ros ro s o s d e c a rác rá c ter te r h o m o s e x u al e n t re escl es clav avos os y a d o lescentes, se habría interesado también por afirmar las diferencias de rango marcad as no ya por la prop iedad, sino sino po r la condición condición libre o servi servil. l. El interés de S olón por la aristocracia aristocracia tenía q ue ver con las relaciones relaciones de sus miembros con el resto de la sociedad, no con las relaciones de sus miem bro b ro s e n tre tr e sí. E n la A n tig ti g ü e d a d se a soc so c iab ia b a a S o lón ló n co conn el lem le m a d el « S acu ac u d i miento de las cargas» ( Seisákhtheia ). Ya en el siglo iv a.C. (cf. Plutarco, S o 15)) se discutía cuáles cuáles eran ex exactam actam ente esas cargas y en qu é consistía ese ese lón, 15 sacudimiento, sacudimiento, y desde luego es evidente evidente que en e n la poesía del propio Solón no se encuentra referencia directa alguna al lema. Una de las cargas que el pro pio p io S o lón ló n se e n o rgu rg u lle ll e c ía d e h a b e r elim el im ina in a d o e ra la a m e n a z a d e escl es clav avitu itud; d; afirmaba afirmaba ha ber traído de regreso a A tenas a muchos que habían sido sido vendi dos en el extranjero, algunos de ellos hacía tanto tiempo que ni siquiera ha bla b labb a n ya el d iale ia lecc to átic át icoo (fr. 36.8-15 36.8 -15). ). A lgu lg u n o s c o m e n tari ta riss tas ta s a n tig ti g u o s ([Aristóteles], Constitución de los atenienses, 12.4) relacionaban el sacudi miento de las cargas con la eliminación de los mojones que señalaban las lin des de los campos, acto que, según dice en un poema, hizo libre a la Tierra negra que antes era esclava (fr. 36.3-7). Durante la época clásica esos mojo nes se utilizaban para indicar que las tierras cuyas lindes marcaban estaban hipotecadas, y por consiguiente el hecho de arrancar esos mojones habría equivalido prácticamente a la abolición de las deudas. Pero esos mojones, de los cuales se conservan importantes cantidades de finales del siglo v y del iv a.C. a.C.,, no están atestiguados arq ueológicam ente en u na fecha an terior a la alu alu dida, y aunqu aun quee no hay m otivos para creer que en el sig siglo lo vu a.C. a.C. no se utili utili zara la tierra como garantía de los préstamo préstamos, s, resulta ba stan te inverosímil inverosímil la la idea de que el hecho de arran car los los mojones de los campos campos en 600 a.C. a.C. apro xim adam ente signific significara ara la condo condo nación de las las deudas de una un a vez po r todas. todas. Las opiniones antiguas en torno a la figura figura de Solón y al al problem a de las las deudas estaban influidas por la falsa creencia de que en tiempos del poeta existía ya la moneda. En realidad las primeras monedas atenienses datan de mediados del siglo vi a.C., y aunque las monedas más antiguas acuñadas en Asia As ia Meno M eno r datarían de finales finales del sigl sigloo vn, vn, es es indudable que la acuñación acuñación de m oneda era desconocida desconocida en la Grecia continental en tiempos tiempos de Solón (véa se infra, p. 29 295) 5).. Este Es te hecho no sólo pon e en du duda da la atribución a Solón de le yes que com portab an m ultas ultas pecuniarias precis precisas, as, como la afirmación afirmación de que fijó el castigo de la violación en una multa de 100 dracmas, sino que además supone una concepción de la deuda en términos no monetarios. Y ello im-
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plic pl icaa p o n e r d e reli re liee v e el sign si gnif ific icad adoo d e la d e u d a co com m o u n a rela re lacc ión ió n d e o b li li gaciones y no como mero asunto de finanzas. La imagen se complica ulteriorm ente debido a la asociación asociación de Solón con con un colectivo de personas que ya había desaparecido en época clásica, los aparceros denominados hektémoroi, que probablemente arrendaban los campos con la condición de entregar al propietario la sexta parte de su pro ducción. Estos personajes se convirtieron en símbolo de la crisis cuya resolu ción se encargó a Solón, ¿pero esa crisis suya era de carácter económico o so cial? Ni la hipótesis de que la población de Atenas experimentó en esta época un crecimiento rápido, ni la de que el país estaba superpoblado y sus recursos agotados pueden contar con un respaldo arqueológico o textual. Como veíamos en el capítulo 3 (pp. 83-84), lo más probable es que la dispo nibilidad de mano de obra constituyera un problema más grave que la dis po p o n ibil ib ilid idaa d d e tier ti erra rass : o b t e n e r u n r e n d im ien ie n to s u p e r ior io r d e u n a ag agri ricc u ltu lt u r a intensiva, a diferencia de lo que sucede con la extensiva, requeriría poder contar con grandes cantidades de mano de obra. De ahí el atractivo que para los grandes terratenientes habría tenido el sistema de aparcería. Cuando So lón habla de los esclavos a los que ha liberado, está hablando de individuos que tem en los hábitos de sus amos, amos, y resulta bas tante atractivo atractivo pensar pens ar que lo que sacudió fue la carga del comportamiento de esos amos, y probablemen te debamos relacionar el regreso de los que habían sido esclavizados con la devolución de los derechos civiles a cuantos los habían perdido (excepto a aquellos que habían sido condenados judicialmente por delitos graves). En este sentido los los mojones qu e señalab an las lindes lindes no hab rían servido para re cordar una deuda, sino la obligación de pagar la sexta parte de la cosecha, y, al suprimirl suprimirlos, os, Solón hab ría liberado a los los arren da datarios tarios de los terratenientes, entregándoles las tierras que ocupaban y convirtiendo el Ática en el país de pe p e q u e ñ o s la b r a d o res re s q u e e r a e n la é p o c a clásic clá sica. a. A l c o n tra tr a rio ri o d e lo q u e se afirma en [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 12, no se habría pro ducido ninguna cancelación de las deudas, sino más bien una redistribución limitada de las tierras. En este sentido, como en tantos otros, el objeto fundamental de interés de Solón habría sido el comportamiento de la aristo cracia. No N o e s tá ni m u c h o m en enoo s c laro la ro q u e n ing in g u n a d e las leye le yess d e S o lón ló n a rro rr o je alguna luz sobre la economía ateniense. Heródoto comenta que imitó de Egipto la obligación de que cada persona declarara anualmente el origen de sus medios de vida, y el propio Solón dice que se esforzó en que los padres enseñaran a sus hijos un oficio, pero incluso aunque estas afirmaciones fue ran ciertas, su principal objeto de interés habría sido de índole social y no económica. Una de las leyes que hace una referencia precisa a la existencia de una inscripción de Solón es la que obligaba al arconte a maldecir a todo aquel que exportara cualquier otro producto que no fuera aceite de oliva. La combinación de dicha maldición con una multa de 100 dracmas si el arconte no cumplía con esta obligación pone en duda la autenticidad de la ley, pero la forma en que se cita esta norma muestra mayor interés por el comporta-
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35. [Dem óstenes] 43. 43.662. E l orador atribuye a Solón las normas norm as atenienses relativas a las honras fúnebres.
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Y veréis todavía con más claridad por la siguiente ley, oh jueces, que Solón, el legislador, se preocupaba por los parientes, y que no sólo po p o n e e n sus su s m a n o s los b ien ie n es q u e h a n sido si do d ejad ej adoo s, sino si no q u e ad adee m á s todas las normas complicadas las hace pensando en los familiares del difunto. Léeme la ley: «Expóngase el cadáver del difunto en la casa como él quiera. La procesión fúnebre hágase al día siguiente de la ex po p o sici si ción ón,, a n tes te s d e q u e salg sa lgaa el sol. C u a n d o salg sa lgaa el co cort rtee jo, jo , irá ir á n e n c a be b e z á n d o lo los v a r o n e s y las m u jere je ress m a r c h a r á n d etrá et rás. s. N ing in g u n a m u jer je r po p o d r á e n t r a r e n casa ca sa d el d ifu if u n to, to , ni a c o m p a ñ a rlo rl o c u a n d o sea se a co conn d u c i do al sepulcro, si es menor de sesenta años, excepto si pertenece a su familia hasta el grado de prima. Tampoco podrá entrar en casa del di funto, incluso cuando haya salido de ella el cortejo fúnebre, excepto si pe p e r te n e c e a su fam fa m ilia il ia h a s ta el g rad ra d o d e prim pr ima» a»..
miento del arconte (cf. las leyes del siglo vn a.C. citadas en pp. 222-223) que po p o r la e x p o rta rt a c ión ió n d el p rod ro d u c to. to . El mundo de Solón es un mundo de encarnizado conflicto entre los miembros de la elite, un mundo en el que las acusaciones verbales de cobar día en la la guerra o de parricidi parricidioo proba blem ente bastan para provocar un con flicto que hace aconsejable declararlas ilegales. Este conflicto se pone de relieve en cualquier ocasión, al discutir las lindes o la herencia, en las con troversias sobre las penas impuestas al delito de injurias, o en la ostentación y la rivalidad exhibidas en los funerales (texto 35). Al mismo tiempo es un mu ndo en el que los los que tien en po der sobre s obre otros o tros lo util utilizan izan con favori favoriti tismos smos y a menudo sin compasión, tanto si esos otros son sus aparceros como si son simples individuos que caen bajo la jurisdicción de un magistrado. Cabe su po p o n e r q u e S o lón ló n inc in c rem re m e n tó re a lm e n te la co conn c ien ie n cia ci a d e p elig el igro ro q u e p a r a el conjun to de la com unidad rep rese ntaba nta ba ese con confl flic icto to,, al hacer hace r hincapié en la dimensión moral de los comportamientos conflictivos y al poner de relieve sus repercusiones sobre las reivindicaciones y ambiciones territoriales de Atenas, probablemente y de manera especial sobre Salamina. El objetivo de sus leyes es poner obstáculos a los distintos bandos en conflicto establecien do límites límites claros claros en todas aquellas aquellas ocasiones que pu eda n dar pie a cualquier tipo de disputa y demostrando el alcance de los castigos previstos para los comportamientos hostiles. Al parecer, pretendían asimismo instaurar un marco regular para la vida cotidiana ateniense reglamentando los ritos reli giosos mediante el establecimiento de un calendario fijo de fiestas en el que se especificaba la naturaleza de los sacrificios y de paso el alcance y la natu raleza de la gloria que podía alcanzarse en tales ocasiones, hasta cierto pun-
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to controladas. Es posible incluso que se inventara algunas fiestas: se ha de fendido la hipótesis de que instauró la conmemoración a expensas de la ciu dad de todos los difuntos de la comunidad, en contraposición con las cele bra b racc ion io n e s p a rtic rt icuu lare la ress de los an aniv iver erss ario ar ioss d e las m u erte er tes, s, q u e p e r d ie ro n así en parte su justificación. No N o d e b e m o s d esd es d e lueg lu egoo e x a g e rar ra r la im p o rta rt a n c ia d e Solón So lón:: es m uy d u doso que la vida de la aristocracia, cuando menos, fuera muy distinta antes y después de sus medidas. Sólo la casualidad de que en la Atenas del siglo iv se pusiera de moda la utilización retórica de su figura es la responsable de que hayan llegado hasta nosotros sus poemas y las tradiciones relativas a sus leyes. Hay dos elementos perceptibles en los materiales arqueológicos que quizá indiquen un incremento de las rivalidades entre los miembros de la aristocracia a las que Solón no habría sabido poner coto. A finales del siglo vu se puso de moda la costumbre de dedicar y ofrecer a los dioses estatuas tan descomunales como el koúros de Nueva York (véase supra, figura 52) o el de Sunion. Por esa misma época aparecen monumentos funerarios de ta maño considerable rematados por una esfinge. Aunque los koüroi irían ad quiriendo posteriormente unas proporciones más modestas, durante más de un siglo constituirían uno de los tipos habituales de ofrenda, y del mismo m odo las las estelas estelas coronadas p or esfinges esfinges se se convertirían en el m onu m ento fu nerario típico hasta mediados del siglo vi. Ninguno de estos fenómenos muestra el menor indicio de haber conocido obstáculo alguno a comienzos del siglo vi, pese a la tradición que habla del afán de Solón por poner freno a las extravagancias funerarias. También a finales del siglo vu a.C., la cerá mica ateniense experimentó un marcado cambio de estilo, debido en parte a la influenci influenciaa de Corinto. El estilo estilo pro toático dio paso a la decoración con fi guras negras incisas en la superficie de los vasos, y esta novedad trajo consi go una revolución casi constante de las formas de las vasijas —aparecen los nuevos grandes recipientes y da comienzo la riquísima tradición de fabrica ción de copas— y de la iconografía, que se prolongaría durante el medio si glo sucesivo. Encontramos grandes vasos de carácter ostentoso antes y des pu p u é s d e la é p o c a d e S olón ol ón,, y n ing in g ú n e lem le m e n to d e su ico ic o n o g rafí ra fíaa m u e s tra tr a relación alguna con sus poemas o con sus leyes, pese al hecho indiscutible de que el material cerámico va viéndose dominado cada vez más por formas re lacionadas, lo mismo que la poesía de Solón, con el simposio. Aunque subrayemos el hecho de que la crisis de Solón no fue de índole económica, sino social y política, ello no significa que los factores económi cos fueran del todo irrelevantes. Como demuestra la evolución de la cerámi ca y la escultura áticas, Atenas estaba en contacto no sólo con el resto del mundo griego, sino con todo el ámbito mediterráneo de finales del siglo Las ánforas atenienses denominadas «SOS», debido a la decoración que pre sentan en el cuel cuello lo,, que casi casi con con to da seguridad segu ridad servían servían para par a tra nspo ns po rtar acei te de oliva y vino, llegaban hasta los extremos oriental y occidental del Me diterráneo desde aproximadamente el año 700 a.C. La distribución de la cerámica fina fina ateniense a teniense d ura nte la prim era dé cada del sig siglo lo vi indica indica a todas v il
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luces que Atenas formaba parte de una red comercial en la que los comer ciantes eran sumamente sensibles a las demandas del mercado y transporta ba b a n artí ar tícc u los lo s q u e s a b ían ía n q u e p o d ría rí a n v e n d e r en c u a lqu lq u iera ie ra d e los p u e r tos to s a los que se dirigían. Esas redes comerciales producían unas ganancias consi derables y quizá quizá influyeran influyeran de h echo en la política política exterior de A tenas (como po p o r e jem je m p lo en su e n f r e n tam ta m ien ie n to c o n .M itil it ilen enee p o r S igeo ig eonn ), p e r o lo m ás p r o ba b a b le es q u e sus su s efec ef ecto toss s o b re la s o cied ci edaa d a ten te n ien ie n s e f u e ran ra n el inc in c rem re m e n to de las rivalidades entre los miembros de la elite y no la creación de una nueva nobleza. Y en la medida en la que el increm increm ento de las las rivalidades rivalidades trajo con sigo un mayor afán por maximizar la producción agrícola, y en particular la de productos de fácil venta como el aceite de oliva, puede que también tra je r a co conn sigo si go un a u m e n to d e la p re s ión ió n d e la a rist ri stoo crac cr acia ia s o b re los p o b res re s co conn el fin de dedicar más tierras todavía a los cultivos de carácter intensivo. Los restos arqueológicos directos de la época de Solón apuntan más ha cia las consecuencias políticas de sus actividades que hacia las raíces sociales o económicas de las mismas. En el ágora de Atenas, centro mercantil y cívi co de la población, parece que a comienzos del siglo vi a.C. se construyeron una serie de edificios que no concuerdan con el esquema de las construccio nes particulares particulares situadas en el extrem o de la plaza en el el que más tard e se eri giría giría el el palacio palacio del Consejo. Consejo. P ero aun que fueran nuevos eleme ntos de carác ter colectivo destinado s al desarrollo d e la vida política, política, el el carác ter de ésta no pa p a r e c e q u e c a m b iara ia ra d e m asia as iadd o co conn Soló So lón: n: la Constitución de los atenienses, 13,, dice 13 dice que al cabo de diez años de la prom ulgación ulgac ión de las las leyes leyes hub o un año a ño sin arconte porque las disputas impidieron la celebración de las elecciones, y que al año siguiente siguiente un tal Damasias, Damasias, elegido elegido pa ra un año, retuvo el cargo du rante veintiséis meses. Los conflictos entre los oligarcas habían encontrado nuevas vías de manifestación. Si Solón marcó algún tipo de diferencias fue en estratos de la sociedad si tuados p or debajo de bajo de lo que resu lta arqueo arqueológicam lógicam ente visi visibl ble. e. El modelo de distribución distribución de la prop iedad de la tierra tierra en la A tenas de época épo ca clási clásica ca indic indicaa que las relaciones relaciones en tre la aristocracia aristocracia terrate niente nie nte y los los que carecían carecían de tie rras se modificaron al convertir a los arrendatarios en pequeños propietarios y eliminar las las obligaciones de aq uéllos para pa ra con los due dueño ñoss de las fin finca cas. s. Esta transformación tendría una importancia crucial para la historia posterior de Atenas, pues pues sería sería en esa poblaci población ón formada predo minan temente por peq ue ños propietarios, estrechamente vinculados a sus aldeas y sus campos, en la que se basaría bas aría la ulterior red istribución de los derechos civi civile less propiciada a fi fi nales del siglo vi a.C. por las reformas de Clístenes, que dieron paso a la crea ción de un sistema a todas luces democrático (véase infra , pp. 346 y 355-356). La s m u j er e s
El de Solón es un mundo de hombres. Cuando se ocupa del amor, es del amor por los muchachos (fr. 25), y cuando describe la vida humana dividién-
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dola en diez períodos distintos de siete años cada uno, lo que describe es la vida del hombre (fr. 27). Cuando en la legislación soloniana aparecen las mu jer je r e s lo h a c e n co com m o sim si m ple pl e m ed io d e q u e los v a r o n e s siga si gann ten te n ién ié n d o lo tod to d o atado y bien atad o —son útiles útiles para m ostrarlas en los funerales, funerales, o son un m e dio para mantener en pie una familia en ausencia de herederos varones—, o bie b ienn co com m o o b jeto je toss de la p ro p ied ie d a d d el v a rón ró n , cu cuyo yo d e ter te r io r o p o r u n a v iola io la ción requiere la aplicación de un castigo. Sólo en una ocasión aparece la mu je j e r co com m o u n p e r s o n a je activ ac tivoo p o r d e r e c h o p rop ro p io, io , a sab sa b er, er , c u a n d o S olón ol ón decreta la invalidez de un testamento redactado por un hombre bajo la in fluencia de una mujer. Semónides y Arquíloco: la visión desde el simposio
Esa imagen de la mu jer podem os verla expresada mucho más claramen te en la poesía de Semónides de Samos. Fue Semónides otro poeta que de sarrolló una importante actividad política; se le consideraba jefe de una expedición enviada a colonizar tres ciudades de la isla de Amorgos, proba ble b lem m e n te en el ú ltim lt im o c u a r to de dell siglo sig lo vn v n a.C. a.C . S ólo ól o h a n lleg ll egad adoo a n u e s tra tr a s m a nos dos poem as relativame nte extensos de Semónides, Semónides, citados citados en la antología antología de Estobeo. Aunque distintos por la métrica —y por consiguiente también po p o r su o cas ca s ión ió n — de la p o e s ía d e H e sío sí o d o , el to n o d e los p o e m a s d e S em ó nides coincide con el pesimismo del poeta beocio («infinitas son las formas de muerte, las desgracias imprevisibles y los sufrimientos de los mortales», fr. 1.20-22). Esa impresión de variación sobre un tema de Hesíodo resulta es pec p ecia ialm lm e n te p e r c e p tib ti b le en el fr. 7, q u e rec re c o g e la alu al u sió si ó n d e la Teogonia (591) a Pandora, «pues de ella desciende la funesta estirpe y las tribus de las mu jere je res» s»,, y e n el q u e d escr es crib ibee a esas es as «trib «t ribus us»» p o rm e n o r iza iz a d a m e n te, te , u tili ti liza zann d o unas imágenes tomadas del mundo de los animales y de la naturaleza, más acordes con la tradición de la fábula de animales que con la de la poesía épi ca, para expresar los diversos vicios de las distintas mujeres (texto 36). La Pandora de Hesíodo presentaba ante el público a la mujer concebida como pro p ro b lem le m a e s tru tr u c tur tu r a l e n un tip ti p o d e reu re u n ion io n e s m ás o m en enoo s pú púbb lica li cass a las q u e pro p ro b a b le m e n te asis as istí tían an a la ve vezz h o m b res re s y m u jere je ress (véa (v éase se supra, p. 170); Se mónides, que escribe para hombres solos que asisten a reuniones privadas pa p a r a b e b e r jun ju n tos to s , o symposia, se interesa por los defectos de determinados tipos de mujer, comparándola así con la cerda, sucia; con la zorra, malvada; con la perra, viciosa; con la tierra, voraz e insensible; con el mar, mudable; con la comadreja, rijosa y ladrona; con el caballo, soberbio y vanidoso (que sólo puede permitirse un tirano o un rey); o con la mona, fea y embustera. La única mu jer que no m erece rep roche roch e es la abeja, m adre fiel, fiel, que no se di di vierte cotilleando cotilleando y hablando de sexo en compañía com pañía de otras mujeres. mujeres. El inte rés de Semónides no se dirige sólo a la mujer concebida como boca voraz, ama de casa indigna de confianza, o compañera desagradable, sino a la mu je j e r co com m o f u e n te d e d e s h o n r a d el v a ró n f ren re n te a los d em ás v a r o n e s y f r e n te a
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Texto
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Semónides, 7.1-20. Inicio de su invectiva contra las mujeres.
La divinidad hizo diferente el modo de ser de la mujer. A una la hizo nacer de una puerca de largas cerdas; en su casa todo está lleno de basura, en desorden y rodando por el suelo; y ella, sucia y con la ropa sin lavar, engorda sentada entre montones de estiércol. A otra, hija de la zorra malvada, la divinidad la hizo conocedora de todo: ning una cosa ni buen a ni mala le es es desconocida, pues a unas las llama malas repetidas veces, y a otras, buenas; pero su conducta es variable según las ocasiones. A otra, hija de la la perra, perra , la hizo irritable irritable e igual igual que su madre; q uie uie re oírlo todo, saberlo todo. Mirando y dando vueltas por todas partes, grita siempre, aunque no vea a persona humana. Su marido no la pue de hacer callar ni con amenazas ni golpeándole, airado, los dientes con una piedra ni hablándole cariñosamente, aunque se encuentre sentada en casa de unos huéspedes; sino que prosigue sin cesar su inútil voce río.
sus vecinos: «Porque donde hay una mujer, ni siquiera querrían recibir con amistad a un huésped que llega...» (fr. 7.106-107). El poema de Semónides concluye, en la versión en la que ha llegado has ta nosotros, en un tono más o menos autorreflexi autorreflexivo: vo: todo s los hombres criti criti can a las esposas de los demás y alaban a la propia, sin reconocer que el des tino de todos es parecido, parecido, debido a la la cadena de d eseo forjada p or Zeus, que obliga a los hombres a pelear incluso por las mujeres (fr. 7.112-118). Otra bre b revv e im ag agen en d e lo q u e e r a ese es e m u n d o d e c o m p a d reo re o , d e h o m b res re s q u e se ja c tan de sus conquistas sexuales y ridiculizan ridiculizan las las de los los demás, nos lo ofrece A r quíloco. No tenemos por qué creer a pies juntillas —como hacían los anti guos (fr. (fr. 295) 295)— — que q ue A rquíloco escribió escribió siempre com posiciones posiciones de c ontenido autobiográfico para hacer un uso histórico de sus poemas, en los que canta su deseo carnal carn al por po r las las mujeres, insulta a sus antiguas antiguas am a m antes y relata relat a los ca sos sos en que qu e logró sed ucir a alguna (cf (cf. especialm ente fr. fr. 196a). 196a). Pues estos p o e mas corresponden a un mundo en el que la decisión de un padre de preser var la castidad de sus hijas y el crédito de su familia tiene que habérselas con la determinación del joven de hacer el mayor número posible de conquistas sin sin asumir asum ir ninguna responsab ilidad, ilidad, como un capítul cap ítuloo más m ás de las las rivalidades rivalidades existentes en el seno de la elite. Se trata de un mundo en el que la visión que el hombre tiene de la mujer se basa en la relación del momento, y en el que lo que se dice es tan importante como lo que se hace (se afirma que las ofen sas verbales de Arquíloco indujeron a las hijas de Licambes a suicidarse, A n tología Palatina, 7.351, cf. 69-71, 352). Que la visión de la mujer desde el simposio no se correspondía con la
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realidad realidad del mu ndo del año 600 600 a.C. a.C. afortunadam ente po demo s dem ostrarlo ostrarlo po p o r o tro tr o tip ti p o d e p o e s ía d e la m ism is m a ép époo c a q u e tam ta m b ién ié n se n o s h a c o n s e rv a do. La visión del hombre de Semónides, propia de los cotilleos con sus con géneres, géneres, según según la cual cual la la única mujer b uen uenaa era la que se man tenía alejada de otras mujeres y no se dedicaba a contar chismes sobre sus amantes con sus amigas, se complementa con las celebraciones del sentimiento de camarade ría femenina que encontramos, como ya hemos visto (véase supra, 218), en Alem án y tam tam bién en Safo o en el H im n o h o m é ric ri c o a Dem D emét éter er.. Estos poemas revelan un a apreciación po r par te de los homb res de los valores positivos positivos que po p o s e e n los lazo la zoss afec af ecti tivo voss e x iste is tenn tes te s e n tre tr e las m u jere je res, s, d esd es d e el m o m e n to en que Alemán es un poeta y el himno a Deméter, independientemente de quién fuera su autor, sería ejecutado indudablemente ante un público mixto con ocasión de alguna fiesta religiosa; pero es que además los poemas de Safo revelan también la existencia en la ciudad arcaica —y no sólo en Es pa p a r t a — d e u n esp es p acio ac io soci so cial al f u e r a d e l círc cí rcuu lo fam fa m ilia il iarr e n el q u e las m u jere je ress po p o d ían ía n d e s a r r o lla ll a r u n f u e rte rt e afe af e cto ct o m utuo ut uo.. El «Himno homérico a Deméter»
E l H im n o h o m é ric contiene un mito etiológico del culto mis ri c o a D em é ter te r contiene térico de Eleusis. Se narra en él el rapto de Perséfone por Hades, la búsque da emprendida por su afligida madre, Deméter, y el trato hospitalario que depa de paran ran a ésta en la casa real de Eleusi Eleusis. s. C uen ta asimismo asimismo cómo D em éter in tenta conceder la inmortalidad al hijo de esta familia, Demofoonte, y cómo, al ver que se lo prohíben, retiene la fertilidad de la tierra obligando así a Zeus a ordenar a Hades que le devuelva a Perséfone durante una parte del año. En una escena sumamente delicada y emotiva, la diosa manifiesta su alegría por el regreso de su hija y, tal como había prometido, revela a los eleusinos los ritos mistéricos, de suerte que quienes se inicien en ellos gocen de una vida de ultratumba más feliz que los demás mortales. Curiosamente, sin embargo, aunque el H im n o trata en su totalidad de Eleusis y no es una m era alabanza general de Dem éter, no da tan ta importancia importancia al escenario escenario de la historia como otras versiones del mito, sobre todo la órfica, en la que, por el contrario, De m éter éte r no instruye instruye al eleusino eleusino Triptólemo en el arte de la agri agri cultura para que éste se la enseñe al resto del mundo. Si bien la conclusión del H im n o a D e m éter es la instauración de los Mis ét er es terios de Eleusis, en lo que se centra principalmente es en los lazos afectivos que u nen a madre e hija hija y en los que po steriorm ente establecen las las diosas diosas so bre b re to d o c o n D e m o f o o n te (te (t e x to 37). E s el e n c u e n tro tr o d e los m u n d o s divi di vino no y humano lo que acaba dando lugar a la revelación de los Misterios, que no son un mero producto secundario de la celebración divina de la devolución de Perséfone. Es el cuidado q ue los dioses dioses tienen de los hum anos lo que hace a Deméter retirar la fertilidad de la tierra, y es el cuidado que los dioses tie nen de los humanos lo que lleva a Zeus a reaccionar como lo hace. Pero los
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«Himno Homérico a Deméter», 224-235. Deméter se con vierte en nodriza de Demofoonte.
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A ella a su vez le contestó Deméter la bien coronada: —Mi — Miss m a y o res re s salu sa ludd o s tam ta m b ién ié n p a r a ti, m u jer, je r, y q u e los dios di oses es te concedan sus bienes. De tu hijo me ocuparé de buen grado, como me encargas. Lo criaré y no le harán daño, por negligencia de su nodriza, espero, el maleficio ni la hierba venenosa. Pues conozco un antídoto mucho más pode roso que el cortador de h ierba y conozco conozco un excelen te amuleto contra el muy penoso maleficio. Dicho esto, esto, lo lo tom ó en su regazo fragante de incienso incienso y en sus sus m a nos inmortales. inmortales. Y se alegró en su fuero in terno su madre. Así criaba la diosa en el palacio al espléndido hijo del prudente Céleo, Céleo, a Dem ofoonte, al que enge ndrara M etanira, etanira, la la de herm osa cin tura. Él crecía igual a un dios, sin tomar alimento, sin mamar...
ámbitos de la vida en los que se manifiesta esa solicitud son ámbitos de ex pe p e r ien ie n c ia f u n d a m e n talm ta lm e n te fem fe m e n ina. in a. E l H im n o a D e m éte ét e r se inspira muchísimo en la poesía épica, pero lo hace para subrayar que la vida de las mujeres, incluso su vida cotidiana, com po p o r t a u n a im p o rta rt a n te ex expp e rien ri enci ciaa ép épic ica. a. L a p e reg re g rin ri n a c ión ió n d e D e m é te r en bu b u sca sc a d e su h ija ij a y el m ito it o d e su id e n tid ti d a d fin fi n g ida id a — dice di ce a los lo s e leu le u s ino in o s q u e es una cretense que ha sido raptada por unos piratas— recuerdan a Ulises, m ientras que su cólera y su retirada re cuerda cue rdann a Aquiles. Aquiles. Pero la experiencia de la pérdida de su hija hija que tiene tiene D em éter no es una pérdida extraordinaria, extraordinaria, como cuando Aquiles pierde a Briseida, sino que es la pérdida que sufre cualquier madre cuando se casa su hija. El H im n o no sólo celebra la fertili dad imprescindible de la mujer: pone de relieve el dolor y la nostalgia que toda generación de mujeres debe experimentar al dar paso a la fertilidad de la generación siguiente. En todo el poema hay un fondo de simpatía humana po p o r el d o lor lo r q u e p a r a la m u jer je r c o m p o rta rt a su « pa pape pel» l» e s tru tr u c tura tu ral,l, a c titu ti tu d q u e contrasta curiosamente con la perspectiva estrecha y poco comprensiva pro pia p ia d e H e s íod ío d o y S em ón ónid ides es.. Se tra tr a ta , sin em b arg ar g o , d e u n h im n o esc es c rito ri to n o pa p a r a s e r ca c a n tad ta d o e n u n a r e u n ió n p riv ri v a d a d e m u jere je res, s, sin si n o a n te el pú p ú b lico li co m ix ix to de los asistentes asistentes a un a fiesta fiesta religi religiosa, osa, y que luego pasa ría a form ar parte p arte de la tradición y sería repetido para explicar un acontecimiento fundamental del calendario religioso, la fiesta de los Misterios de Eleusis, en los que, ex cepcionalmente, tenían d erecho a participa r homb res y mujeres, atenienses atenienses y no atenienses, libres y esclavos. E ntre los los muchos pasajes pasajes conmovedores del poema, uno de los los más me morables es aquel en que Perséfone cuenta cómo fue raptada por Hades cuando estaba en el campo con un grupo de veintitantas doncellas mortales
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y divinas, cuyos nombres llenan seis hexámetros enteros, cogiendo flores en el «añorado prado» (416 (416-4 -433 33). ). El hecho de no m brar bra r a las las muchachas y la sen sualidad que rezuma todo el pasaje recuerdan la alabanza de los coros de doncellas que veíamos en el Partenio de Alemán. También en este autor, el sensual deleite que provocan las jóvenes se combina con el pá p á ího íh o s de la in minente pé rdida que se producirá cuando las muchachas aban donen el coro pa p a r a casa ca sars rse. e. A u n q u e el H im n o a D em éter no presupo ne el peculiar peculiar ambien ét er no te social en el que se basa la poesía de Alemán, ese pá p á tho th o s resalta todavía más si pensamos en un contexto social en el que la vida de la mujer estaba marcada por los intensos lazos existentes entre madre e hija y entre las don cellas de la misma edad. Safo y su ambiente
Tal Tal es, es, al parecer, parec er, el con contexto texto con co n el que d ebem ebe m os contar co ntar al enfre ntarno nta rno s a la poesía de Safo Safo.. Tanto en la An tigüed ad com o en épocas posteriores, el el es tudio de la poesía de Safo se ha visto visto dom inado po r el afán afán de con vertir su obra en una ventana abierta a su propia vida. Pero la importancia histórica de sus po p o em as n o res re s ide id e e n la m e d ida id a (im (i m p o sib si b le d e d e ter te r m ina in a r ) e n q u e las e x p e riencias descritas en ellos pueda ser autobiográfica, sino en la experiencia de la que los propios poem as exigirían exigirían que el público público estuviera perfec tamente tam ente al tanto y en el tipo de público público que pre supo nen. Los poem as de Alceo y Arquíloco loco requiere req uiere n la existencia existencia de un público exp erto e interesado en la lucha, el ba b a n q u e te y las co conn q u ista is tass sexu se xuale ales. s. L os de Safo Sa fo ex exig igen en la e x iste is tenn c ia d e u n p ú blic bl icoo in i n te re s a d o p o r las l as re r e lac la c ion io n es hu hum m a n as, as , la inc in c e rtid rt iduu m b re d e los c o rte rt e jos jo s y las las pasiones, pasiones, y capaz de apreciar la sensualidad sensualidad del mu ndo natural. ¿Pero hasta has ta qué pu punto nto está lejos lejos Safo de sus colegas colegas de sexo masculino? masculino? Cuando Arquíloco afirma que no le interesan lo más mínimo las riquezas de Giges, las hazañas heroicas, o el dominio despótico sobre los demás (cf. fr. 19), o cuando este mismo poeta o Alceo se jactan de que no les importa ha be b e r a r r o jad ja d o el e scu sc u d o (A rqu rq u ílo íl o c o , fr. 5; A lce lc e o , fr. 184 184), ), e s tán tá n d e s a fia fi a n d o unos valores asum idos por todos; no muy distinto es el reto que supone supo ne la ac titud de Safo cuando dice (fr. 16) que no comparte la opinión según la cual lo más hermoso del mundo es el despliegue del poderío militar, y que para ella ella lo más herm oso que qu e hay sobre la tierra es «aquello «aquello que u no ama». E n to dos estos casos el poeta da a entender que los valores del individuo pueden no ser los los mismos mismos que los los de la colecti colectividad. vidad. Al recu rrir a He lena p ara ejem ejem pli p lifi fica carr el p o d e r d el am o r, S afo af o e x p res re s a de m a n e r a p o siti si tivv a el a r g u m e n to q u e Semónides (fr. 7) acepta a regañadientes cuando admite que el deseo de los hombres hacia las mujeres les impide ver sus defectos y los lleva incluso a mostrarse dispuestos a ir a la guerra por ellas. Cabría pensar que estos poe tas de finales del siglo vu a.C. recogen y exploran en el ámbito personal los conflictos existentes entre el individuo y el grupo que la propia Ilía Il íada da explo ra en el terreno de la poesía épica.
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54. Án 54. Ánfora fora ática de figuras figuras negras de mediados del siglo siglo vi decorada deco rada por po r el el Pintor de Amasis, con una escena de culto dionisíaco.
Figura
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38. Safo, fr. 96 (Page). Versos de Safo conservados únicamente en un fragm ento papiráce papiráceo. o.
Texto
.. .Te pareces a una de las célebres diosas y disfrutaba sobre todo con tu canto. Pero ahora resplandece entre las mujeres de Lidia como cuando cuand o se pone el sol sol brill brillaa la luna de dedos rosados, destacan do sobre todas las estrellas: su luz se extiende sobre la mar salina e igual sobre los campos de flores numerosas; se ha vertido el rocío bello, han bro tado las rosas y el bello perifollo y el florido meliloto. Ella en tanto moviéndose de un lado a otro, acordándose de su amada Atis con de seo, seo, en su su espíritu inqu ieto... siente el peso ...
Pero si uno de los trucos más habituales de todos estos poetas es afirmar afirmar que pre fieren los valores personales perso nales en un am biente social social del que cab ría es pe p e r a r q u e d e s e a r a a f irm ir m a r los lo s v alo al o res re s co cole lect ctiv ivos os,, r e s u lta lt a difícil dif ícil im ag agin inar ar q u e esa sociedad se se mo strara igualmen te receptiva ante la petulancia —en último último término b astante cruel— cruel— de A rquíloco cuando se jacta de seducir y aban do nar sucesivamente a varias muchachas (fr. 196a), o ante la melancólica evo cación de Safo del dolor que produce perder a una amiga por la que sentía un cariño apasionado (fr. 94). Aunque la poesía de Alemán y el H im n o h o presuponen que los hombres podían ser también sensibles mérico a Deméter presuponen a la fuerza y la importancia de los lazos afectivos de las mujeres, da la im pre p ress ión ió n d e q u e ni la e x iste is tenn c ia m ism is m a d e u n a p o e tis ti s a ni el c o n ten te n id o d e su po p o e s ía q u e d a ría rí a n p len le n a m e n te jus ju s tif ti f icad ic adoo s si el e l p ú b lico li co al q u e iba ib a d e s tin ti n a d a la po p o e s ía líri lí rica ca e s tu v iera ie ra c o n s titu ti tuid idoo p rin ri n c ip a lm e n te p o r h o m b res. re s. El hecho de que Alemán fuera espartano, de que el H im n o h o m é ric ri c o a De D e m é ter te r fuera ateniense, y de que Safo fuera de Lesbos, indica que la posi bil b ilid idad ad d e q u e las m u jere je ress y sus su s p rob ro b lem le m a s a d q u irie ir ie r a n tal ta l p r e p o n d e ra n c ia no estaba limitada a una sola comunidad o a un pequeño grupo de comuni dades, sino que era más o menos habitual en todo el mundo griego de fi nales del siglo vu a.C. Podríamos interpretar la alusión de Semónides a las reuniones y las charlas de las mujeres sobre temas sexuales como una con firmación de que las reuniones celebradas para compartir las experiencias pe p e rso rs o n a les le s e r a n tan ta n p o sib si b les le s y tan ta n im p o rta rt a n tes te s p a r a las m u jere je ress de su co com m u nidad como para los hombres a los cuales iba dirigida su poesía. Las festivi dades religiosas habrían proporcionado un marco excelente para la celebra ción de ese tipo de reuniones en todos los rincones del mundo griego. La fiesta de las Tesmoforias, dedicada a Deméter y restringida habitualmente a las mujeres, es la única festividad que se celebraba en casi todos los rincones del mundo griego. Son también las mujeres las que habitualmente aparecen representad as como devotas devotas de Dioniso Dioniso desde el mom ento mismo en el que las escenas de culto báquico hacen su aparición en la cerámica, a comienzos
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del siglo siglo vi a.C. a.C. (figura 54). 54). La L a poesía d e los hombres, cre ad adaa para p ara ser can ta da en los simposios de los varones, tiene a menudo un tufillo a camaradería pa p a rtid rt idis ista ta;; en m u ch chas as d e las p o esía es íass d e S afo af o aflo af lora ra el cu cult ltoo d e los dios di oses es,, de Ártemis, de H era, de Zeu s y, y, sobre todo, de A frodita (texto 38). 38). La sociedad sociedad femenina ap enas apa rece en la narrativa narrativa de contenido políti político, co, pero en el de licado licado proceso de formación de unas com unidades qu e dejaban espacio espacio al in dividuo es muy probable que desempeñara un papel importante el análisis pe p e rso rs o n a l d e los v alo al o res re s q u e p u d iera ie ra n h a c e r ca c a d a m u jer je r y ca c a d a h o m b re e n p a r ticular.
N u e v a s c i u d a d e s
Los fragmentos de poesía conservados nos permiten hasta cierto punto evocar la mentalidad de los griegos de finales del siglo vu a.C., pero para ha cernos una idea de cuál era su marco físico tenemos que recurrir a los testi monios arqueológicos. Tres breves bocetos, correspondientes a sendos asen tamientos establecidos fuera del corazón del mundo griego, nos permitirán forma rnos una imagen a grandes rasgos de la uniformidad y a la vez vez de la va rieda d d e los tipos tipos de háb h ábitat itat qu e configuraron co nfiguraron la vida vida de los grie griegos gos.. Tasos
La poesía de Arquíloco (véase supra, p. 236) nos ofrece una vaga impre sión sión de la escabrosa n aturaleza de Tasos Tasos que se enc ontró el po eta al llegar llegar a esta isla procedente de su Paros natal, y de las luchas con sus primitivos ha bit b itaa n tes te s e n las q u e se v iero ie ronn en envv u e lto lt o s él y sus c o m p a ñ e ros ro s c u a n d o in t e n t a ron afianzar sus pretensiones sobre la isla y la costa vecina. Lo que, sin em barg ba rgoo , n o no noss d a es u n a ide id e a d e lo q u e e r a la co colo lonn ia d e T asos as os p ro p iam ia m e n te dicha y de sus ventajas. Durante el siglo v i i i a.C. el centro de la ocupación humana de Tasos se hallaba, al parecer, en un poblado situado en lo alto de una loma en la parte meridional de la isla, en el paraje llamado Kastri, pero dicho poblado fue abandonado a finales del siglo vm o comienzos del vn, más o menos por la misma época en la que aparecen los primeros testimonios de un asentamien to en la costa de la punta nororiental de la isla. Este paraje (figuras 55 y 56), que se convertiría con vertiría en el principal pob lado griego de Taso Tasos, s, posee pos ee una u na serie de ventajas naturales tremendas, particularmente para quienes conceden im po p o rta rt a n c ia a las co com m u n icac ic acio ionn e s p o r m ar. ar . Se e n c u e n tra tr a s itu it u a d o e n f ren re n te d e la costa del continente, que lo protege p or el norte, y su puerto puer to natural, na tural, aunq ue no muy profundo, está a su vez protegido por el este por un promontorio abrupto, pero en absoluto peligroso. Inmediatamente al sur del puerto se ha lla una pequeña extensión de llanura costera que enseguida sube hasta los 150 m formando una acrópolis bien defendida, mientras que por el oeste la
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Figura
55.. Vista de la acrópolis 55 acróp olis de Tasos desde des de el ágora.
pla p lann icie ic ie se e x tie ti e n d e p o r u n a zo zonn a b a s ta n t e am p lia li a d e b u e n o s te r r e n o s d e a lu vión. vión. Existían Existían adem ás imp ortantes recursos m ineros —inclus —inclusoo oro — en otros pu p u n tos to s d e la isla is la y e n el c o n tin ti n e n te fro fr o n tero te ro , y h a s ta e n la m ism is m a acró ac rópo polis lis.. Se ha discutido mucho si los griegos fueron los primeros en establecerse en este poblado, o si por el contrario sus primeros habitantes fueron naturales de la isla que posteriormente se vieron desplazados por los griegos. Los materiales más antiguos provienen de una casa de forma absidal y corres po p o n d e n a a b u n d a n tes te s res re s tos to s d e cerá ce rám m ica. ic a. L a e s tru tr u c tu r a d e la casa ca sa n o p r u e b a de manera fehaciente si sus habitantes eran griegos o tracios, pero entre los restos de cerámica no hay ningún elemento griego, y en particular ningún elemento cicládico; se trata más bien de cerámica local, tracomacedonia, y eolicolemnia (descubierta también en Kastri). Todo ello apuntaría claramente hacia un asentamiento nativo, si no fuera porque se ha encontrado asimismo una pequeña cantidad de la misma cerámica eolicolemnia en un depósito del santuario —indudablemente helénico— de Ártemis, junto con otros restos de cerámica y exvotos griegos, en particular dos leones orientales de marfil, marfil, que norm almente alm ente deb erían da tarse a comienzos comienzos del sig siglo lo vu a.C. a.C. Esta circunstancia circunstancia ha llevado a pen sar que estaríam estaríamos os ante un p rime r grupo de colonos griegos que utilizaban cerámica local. Sin embargo, la marcada transformación que se percibe en los materiales descubiertos hacia mediados del siglo vu a.C., momento a partir del cual sólo se utiliza cerámica griega, junto
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Figura 56.
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Plano de la ciudad de Tasos.
con los testimonios de los poemas de Arquíloco —cuya datación es también segura— , hace pen sar qu e lo más prob able es que los colonos colonos griegos griegos no lle garon hasta mediados de siglo, desplazando a un pequeño, pero floreciente asentamiento nativo. El primer poblado griego se concentró en la ladera de la colina de la acrópolis, por encima de la cota de los 5 m. Allí se establecieron enseguida un santuario san tuario de Ártemis, conocido por varias varias ofrendas de cerámica de bue na calidad (figura 57), y otro de Hércules, cuyo edificio templario más antiguo dataría, al parecer, de 620 a.C. aproximadamente, mientras que las casas fueron levantadas en el terre terreno no virgen virgen situado al oeste de la prim era zona ha bit b itaa d a. L os res re s tos to s d e l s a n tu a r io de Á rte rt e m is ind in d ican ic an q u e la acti ac tivv idad id ad m e ta lú r gica probablemente comenzara hacia 600 a.C. En la acrópolis se han descu bie b ie r to alg al g u n as e sta st a tuil tu illa lass d ed edáá lica li cass p r o c e d e n tes te s de dell s a n tua tu a r io d e A ten te n e a , y los los relieves relieves escult escultóri óricos, cos, en los los que aparec en un león y un a pa nte ra y que se ñalaban la entrada del santuario propiamente dicho, quizá daten también del siglo v i l En el extremo suroriental de la isla, en Aliki, fue levantado un im po p o r t a n t e s a n tu a r io (fig (f iguu ra 58 58), ), y la o c u p a c ión ió n g rieg ri egaa d e N e á p o lis li s (la m o d e r na Kavala) y Esime, en la costa frontera, probablemente daten también del siglo VII.
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57. Plato del siglo 57. siglo vil vil con decoración decoració n polícroma procedente proced ente del Artemision Artem ision de Tasos. El plato fue fabricado en las Cicladas y muestra al joven héroe Belerofonte a lomos del caballo alado Pegaso apuntando con su lanza a la Quimera.
Figura
H acia finales finales de sigl sigloo hay indicio indicioss de que q ue se introdujo en el pob lado cier to grado de planificación colectiva. Mientras que hasta entonces da la impresión de que la orientación de los edificios y las calles era bastante anár quica, quica, ahora aho ra se trazan calles calles perfectam per fectam ente paralelas en la zona del d el Heracleon, y casi casi paralelas en la del del Artem ision. P arece que las las casas casas de época an te rior fueron reconstruidas y ampliadas, y es posible distinguir varios tipos distintos de edificios, algunos contiguos: así, las casas urbanas tienen patios redondos, mientras que las de tipo más «rural» tienen corrales adyacentes. Se erigió un monumento a Glauco (ML, 3; texto 39), casi con toda certeza el mismo al que alude Arquíloco en relación con la colonización de Tasos (fr. 96,105 —véase supra, texto 30—, 117 y 131), que probablemente marca ba b a u n im p o r tan ta n te c ruce ru ce d e cam ca m ino in o s a la e n tra tr a d a d el esp es p a cio ci o p ú b lico li co d e l ág ágoora, situada en la llanura que queda al noroeste del Artemision. Probable mente poco después de 600 a.C. fueron construidos un segundo edificio de
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Figura
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58. Los dos templos temp los dóricos arcaicos arcaicos del santua san tuario rio de Aliki, en en Taso Tasos. s.
manipostería en forma poligonal en el Heracleon y un pequeño templo de A ten ea en la acróp acrópoli olis, s, y aprox ima dam ente hacia esa misma época se amplió amplió el santuario de Ártemis y fue dedicada a Apolo una gran estatua de mármol —d — d e u n o s 3,5 m d e a ltu lt u r a — r e p r e s e n ta n d o a u n kouros con un cordero so br b r e los lo s h om bro br o s. La imagen general q ue nos o frece la Tasos Tasos de c. 600 a.C. es la de una co munidad próspera que adjudica uno de los papeles más importantes de la vida pública a los santuarios de los dioses, tanto dentro de la colonia como fuera de ella, y que empieza a reglamentar sus actividades y a hacer más ex plíc p lícita itass las disp di spoo sici si cioo n es ten te n d e n te s a d e lim li m ita it a r la vid vi d a p o líti lí tica ca.. Sin em b arg ar g o , la regularidad se halla curiosame nte aus ente del asen tam iento primitivo y no hay indicio indicio alguno alguno de d e un rep arto equitativo d e las las finca fincass rurales o u rbanas. El establecimiento del santuario de Aliki sugiere que las zonas rurales, ricas en
M L , 3. L á p id a fun fu n era er a ria ri a d e fin fi n a les le s del de l sig s iglo lo v il p roce ro ced d ente en te del ágora de Tasos.
T e x t o 39.
Soy el monumento de Glauco, hijo de Leptines. Los hijos de Brentes me erigieron.
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metales y en mármol, así como por sus recursos agrícolas, tuvieron impor tancia desde el principio, pero no cabe duda de que Tasos miraba también mucho hacia el mar y a lo que había detrás del mar. Me M e tap ta p o n to
Si Tasos probablemente ofrece un testimonio de la historia más o menos clara de cómo los colonos griegos suplantaron a los nativos y erigieron una ciudad a todas luces luces griega griega desde el pu nto de vista cultural cultural,, la historia de M e taponto, tapon to, en Italia, Italia, parece desd e luego bastan te más complicada. complicada. La tradición antigua, antigua, tal como como nos ha sido transm itida por E strab ón (6.1 (6.1.4 .4), ), decía que M e taponto había sido fundada por los habitantes de Pilos, en Mesenia, al man do de Néstor, rey de esta ciudad según la Ilíad Ilí ada, a, y que fue destruida por los samnitas y fund ada de n uevo p or los aqueos qu e se habían establecido en SíSí baris ba ris.. A u n q u e e n la z o n a ex exis iste tenn res re s tos to s grie gr iego goss d e la E d a d d el B ron ro n c e, la his hi s toria de la presencia pe rm an anente ente de los los helenos en la comarca com ienza a fi fi nales del siglo vm a.C. Cada vez está está más clar claroo que para e ntend er lo sucedido sucedido en M etaponto es pre p reci ciss o e n te n d e r el m o d e lo d e a s e n tam ta m ien ie n to im p lan la n tad ta d o en to d a la zo zona na.. D e hecho los primeros testimonios de la presencia griega proceden no de Meta po p o n to, to , sin si n o de u n p o b lad la d o s itu it u a d o a u n o s o ch choo k iló il ó m e tro tr o s tie ti e r r a a d e n tro tr o , en la orill orillaa opu esta del río Bas ento (figura (figura 59) 59).. En E n el lugar lugar llam llamado ado Incoron ata, situado en las laderas y después también en la cima de una meseta fortifica da n aturalm ente, existen rastros de un asentam asen tam iento del sigl sigloo ix a.C a.C.. Se con serva un ejemplar de cerámica griega del período geométrico medio (prime ra mitad del siglo vm), pero sólo aparecen cantidades importantes de cerámica griega a partir de 700 a.C., y sólo en el poblado situado en la cima de la meseta. Entre los restos cerámicos contamos con gran cantidad de án foras áticas áticas y corintias corintias des tinadas al alm acenam iento de prod uctos, así como con cerámica fina protocorintia, vasos griegos de estilo «colonial», y otros geo métricos y subgeométricos de producción local. Hacia el año 700 a.C. se construyó una calzada que cruzaba el poblado situado en la ladera de la me seta, y parece que las cabañas circulares fueron abandonadas. En la cima de la colina hay algunos edificios de estructura más bien rectilínea de comien zos del siglo vu a.C.; siguen presentando los suelos hundidos típicos de la zona y la cerámica mixta de origen indígena y griego, y los veintisiete ente rram ientos del sigl sigloo vu de estilo «nativo» «nativo» enco ntrado s en la necrópolis veci veci na, en los los que los cadáveres m uestran una posición posición doblad d obladaa característi característica, ca, su gieren que el traslado del poblado no supuso un cambio de población, sino más bien una asimilación de ciertos rasgos de la cultura material griega por pa p a r te d e los indí in díge gena nas. s. D a la im p res re s ión ió n d e q u e en u n m o m e n to in d e ter te r m in a do del tercer cuarto del siglo vil a.C. se interrumpió por completo la ocupa ción de este lugar, lugar, excepto po r lo que resp ecta a la actividad actividad cultual cultual de un pe pe queño santuario que podría datar del siglo vi a.C.
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F i g u r a 59.
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La comarca de Metaponto.
Los prim eros indicio indicioss de la ocupación de M etaponto etapo nto d atan d e comienzos comienzos del siglo vu a.C. y se presentan en forma de construcciones similares a las de Incoronata, acompañadas de una mezcla también parecida de cerámica grie ga e indígena indígena.. Este Es te pob lado siguió siguió habitado du rante ran te todo el sigl sigloo vu, vu, pero h a cia 600 a.C. aparecen signos difusos de destrucción por fuego, seguidos in mediatamente por la erección de nuevos edificios. Entre ellos destacan una construcción iden tificable a todas luces con un s antuario antu ario («Sacellum («Sacellum C») y, y, lo que es más curioso, una gran estructura de madera que quizá tuviera la mis ma finalidad que el edificio de estructura teatral en piedra —el ekklesiastést ituu y ó ha haci ciaa 550 a.C. a.C . y q u e d a b a cab ca b ida id a a u n o s 8.000 8.00 0 a s ien ie n rion — q u e lo s u stit tos. tos. Desde De sde el pu punto nto de vista arqueológico arqueo lógico re sulta su lta imposible dec ir si si los signos signos de incendio perceptibles en diferentes puntos del poblado corresponden a una misma época o a varias varias distint distintas, as, pero existen existen indicios indicios de continuid ad e n tre el antiguo asen tam iento y la la nueva ciudad, tanto p or lo que se refiere a la división funcional del espacio como a los lazos culturales. Los exvotos de la zona del Sacellum C datan de finales del siglo vu a.C., y puede que el propio Sacellum tuviera un antecesor de madera. La cerámica de Incoronata nos pe p e r m ite it e d e te c tar ta r vínc ví ncul ulos os co conn Síbari Síb aris. s. T am b ién ié n en las z o n as ru r a les le s circ ci rcun un--
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dantes existen testimonios de actividades cultuales que comenzarían poco antes de 600 a.C. en el santuario de Ártemis y Zeus de San Biagio y quizá también en el de Saldone. Así pues, no podemos detectar un único episodio «colonizador» en la historia de la ocupación de esta zona. Parece que griegos e indígenas com pa p a r tía tí a n p rod ro d u c tos to s , idea id eass y, e n ú ltim lt im o térm té rm ino in o , tam ta m b ién ié n los p o b lad la d o s. C u a n d o a comienzos del siglo vi a.C. se levantaron estructuras manifiestamente grie gas, como el gran centro de reuniones de madera, podemos tener la seguri dad de que se produjo una reorganización consciente de la comunidad, pero no tenemos motivo alguno para creer que dicha reorganización excluyera a los indígenas. A las que sin duda afectó tanto como a la ciudad fue a las zo nas rurales: desde la primera mitad del siglo vi tenemos atestiguados un nú m ero considerable co nsiderable de nuevos santuarios rurales. rurales. Pero ni en el campo ni en en la ciudad podem os te ne nerr ninguna seguridad de si la población población indígena fue des pla p lazz a d a o no no:: ten te n e m o s n o tici ti ciaa d e la ex exis iste tenn c ia d e va vari rioo s y a c im ien ie n tos to s co conn c e rámica indígena en la comarca, y unos cuantos presentan cerámica indígena y griega a la vez, aunque por desgracia la indígena no puede datarse con la pre p reci cisi sióó n sufi su fici cien ente te p a r a p o d e r a f irm ir m a r si u n a y o tra tr a se u tili ti liza zaro ronn al m ism is m o tiempo o si la griega acabó sucediendo a la indígena. Un problema similar es el que se plantea en el poblado rural de Pantanello: vemos en él enterra mientos «indígenas», en los que los cadáveres aparecen con las rodillas do bla b lada das, s, q u e p o d r ían ía n ser se r a n ter te r io r e s o c o n tem te m p o r á n e o s d e los sarc sa rcóó fag fa g o s g rie ri e gos descubiertos en la misma necrópolis, y lo mismo pueden indicar la continuación del poblado nativo al lado del asentamiento griego, como la sustitución del poblado nativo por el griego, o el sometimiento de la pobla ción nativa a los los nuevos colonos griegos. griegos. Por lo que a los los poblad po blados os se refiere, refiere, la revolución experimentada por las zonas rurales se produce en la segunda m itad del siglo siglo vi a.C. a.C.,, cuando cuan do el nú m ero de d e villas villas conocidas en la parte pa rte de d e la comarca que ha sido objeto de un estudio arqueológico intensivo se incre menta de cinco a sesenta y seis. Quizá ese incremento sea fruto de la exten sión de la organización ciudadana a las zonas rurales: desde luego es eviden te que hacia 500 a.C. el territorio de Metaponto había sido objeto de una división división regular regu lar de las tierras en e n líneas paralelas. El testimo nio del d el polen y las las semillas indica que el aumento de las explotaciones agrícolas de carácter in tensivo vino asociado a la introducción y difusión del cultivo del olivo. Los testimonios de Metaponto indican claramente que los colonos grie gos fueron llegando poco a poco desde finales del siglo vm a.C., uniéndose a la población nativa y fomentando una cultura material que cada vez iría ha ciéndose más helénica en sus formas. Aunque no está claro si llegó o no una nueva oleada de colonos griegos hacia 600 a.C., lo cierto es que aquí, como de form a menos llamativa llamativa ocurrió en Tasos Tasos más o menos men os por po r esta misma épo ca, se produjo un dominio de la comunidad cívica y de sus bienes y servicios po p o r p a r te d e los grieg gr iegos os,, c irc ir c u n sta st a n cia ci a q u e ind in d ica ic a u n a afir af irm m ació ac iónn m uy c o n creta de la identidad del asentamiento. Esa afirmación urbana vino, al pare cer, acompañada de la incorporación cada vez con mayor intensidad de las
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zonas rurales a la vida de la comunidad a través de la fundación o la amplia ción de distintos santuarios más o menos distantes de la ciudad. Pero sólo unos años después, cuando la participación ciudadana en la vida política exi gió la monumentalización del espacio en el que se reunían los ciudadanos a través del ekklesiastérion de d e piedra, da la impresión de que la ciudad intervi no activamente en la capacidad productiva del territorio circundante, con una reorganización que parece reproducir la igualdad de los ciudadanos en el aspecto natural del paisaje, y que probablemente afectó a los sistemas de po p o s e s ión ió n y p r o p ied ie d a d d e la tie ti e r r a y a los tip ti p o s d e ed edif ific icac ació iónn d e las casas. casa s. Még M égar araa H iblea ib lea
La colonia griega de Mégara Hiblea fue fundada en el siglo vm a.C., al pa p a r e c e r e n u n lug lu g ar q u e h a s ta en ton to n c e s h a b ía p e r m a n e c id o d esh es h a b ita it a d o ; r e pr p r e s e n t a u n eje ej e m p lo d e c iud iu d a d co conn u n a larg la rgaa h isto is tori riaa d e d e s a rro rr o llo ll o co colo lonn ial ia l ininterrum pido hasta el año 600 a.C. a.C. La historia de la colonia de Még ara H i ble b leaa care ca recc e en re a lid li d a d d e inci in cidd e n tes te s n o tab ta b les le s . P a rec re c e q u e los co colo lonn o s c o la la bo b o r a r o n d esd es d e el p rin ri n c ipio ip io n o sólo só lo p a r a d e jar ja r u n esp es p a cio ci o e n el c e n tro tr o d el asentamiento destinado a las actividades colectivas, sino también para la construcción de casas particulares de dimensiones considerables y la creación de parcelas de tierra más o menos iguales en estructura reticular (figura 60). En marcado contraste con los usos habituales en las ciudades de la Grecia continental como Atenas, los habitantes de Mégara Hiblea se caracterizaron desde el principio por enterrar a sus muertos, ya fuera por cremación o por inhumación, en lugares situados a una distancia considerable de la zona ha bit b itaa d a . L os tes te s tim ti m o n ios io s d e la p rim ri m itiv it ivaa p lan la n ific if icaa ció ci ó n d e M é g a ra H ible ib leaa h an atraído mucho la atención de los estudiosos. De hecho tenemos testimonios de la existencia no de un solo núcleo reticular, sino probablemente de hasta cinco sectores distintos originarios del siglo vm en diferentes extremos del po p o b lad la d o , c irc ir c u n sta st a n cia ci a q u e d e m o s tra tr a r ía q u e los p rim ri m e ro s c o lon lo n o s se d istr is trib ib u yeron po r grupos grupos y que se produjo un grado bastan te grande de colaboraci colaboración ón dentro de cada uno de ellos, aunque no parece que fuera tan grande entre unos grupos grup os y otros. Las casas casas del siglo siglo vm destacan destac an curio sam ente po porr sus p e queñas dimensiones —suelen ser construcciones de una sola habitación de unos 4 o 5 m por cada lado, siendo reconstruidas o ampliadas y elaboradas de manera diversa a lo largo del siglo vu a.C., y, según parece, hacia media dos de es te sigl sigloo las las fincas fincas fueron fuero n provistas prov istas de cercas. cercas. Esta Es ta dem d emarcación arcación de la pr p r o p i e d a d p riv ri v a d a co coin inci cidd e m ás o m e n o s co conn el n o tab ta b le inc in c rem re m e n to de dell número de casas y la aparición de los primeros edificios de carácter induda bl b l e m e n te p ú b lico li co e n la z o n a de dell ág ágor ora: a: en los lo s ex extr tree m o s e s te y n o r t e se le le vantaron pórticos — stóai — , los p rim ri m e ro s q u e se c o n o c e n d e s tin ti n a d o s n o a s tóai — funciones religiosas, sino públicas; en el sur surgieron varios templos, y dos casas particulares situadas al sur del ágora pasaron a convertirse en un solo edifi edificio cio públi público. co. Una U na construcci con strucción ón situada s ituada en una calle calle enfrente del ágora ha
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F i g u r a 60.
Plano de Mégara Hiblea.
sido identificada con un herôon, en el que probablemente se rendía culto al fundador de la colonia; este edificio también parece datar del último tercio del siglo vu a.C., y de nuevo revelaría el reforzamiento de la identidad y de la autoconciencia colectiva que caracterizó a este período. Ese proceso de creación de la identidad colectiva de Mégara Hiblea po demos dem os aprec a preciarlo iarlo no sólo en el sistema sistema de edificaciones edificaciones,, característico po r las las técnicas de construcción empleadas en las casas particulares y por la forma y la función precisas que a do pta n los nuevos edificios edificios públicos, públicos, sino sino tam bién en el desarrollo de un estilo de cerámica particular. Al igual que en Tasos y en la comarca de Metaponto, el siglo vn a.C. se caracteriza también en Mégara Hiblea por la producción de un tipo de vasos que, pese a inspirarse en otras tradiciones cerámicas, es esencialmente independiente. Por lo que a Mégara se refiere, donde durante el siglo v i i i había venido fabricándose una serie de imitaciones locales de copas corintias, la cerámica del siglo vn se caracteriza po p o r los lo s g ran ra n d e s va vaso soss p inta in tadd o s , s o b re t o d o d e form fo rm a s cerr ce rraa d as, as , co conn d e c o ra ción polícroma y algunas escenas mitológicas (figura 61). Ni en su forma ni en su deco ración m uestran afinidad afinidad alguna con la tradición tradición corintia; corintia; algunas algunas formas se hallan más próximas a los productos cicládicos del siglo vn, y en cuanto cuan to a la decoración las analogías analogías más claras claras habría que en con trarlas en los los pri p rim m e ro s p ro d u c tos to s c rete re tenn ses se s . M u e s tra tr a n u n a c lara la ra cap ca p a c ida id a d d e o b serv se rvac ació iónn del mundo de la naturaleza (cf., por ejemplo, el magnífico jabalí enfurecido
E L M U N D O G R I E G O E N 600 A . C .
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61. Ejemplo Ejemp lo de la cerámica policrom ada fabricada fabricada en M égara Hiblea. Este vaso es curioso por el típico friso de animales y las criaturas fantásticas (centauros y hombres con cabeza de animal) que aparecen en los paneles centrales.
Figura
representado en una oinóchoe) y una representación de la figura humana más singular que la que encontramos en la pintura corintia (como podemos ver en un fragmento en el que aparece un grupo de hombres tirando de un cable, que probablemente formaba parte de una escena con el Caballo de Troya). Los numerosos contactos y seguramente también el origen mixto de los los primeros colonos de M égara Hiblea, que pon e de m anifiesto anifiesto la presencia de ce rámica co rintia, ática, euboica, argiva y rod ia ya en el siglo siglo vm a.C., a.C., fue ron explotados sin duda alguna para producir un arte seguro de sí mismo, ecléctico, sí, pero que no debía nada a nadie en particular. Esta circunstancia con trasta con el el predom inio de la cerámica corintia corintia que podem os ap reciar en la Mégara continental. E n estos tres tres lugares se produjo du ran te los últi últimos mos años del sigl siglo o vn una transformac ión físi física ca de los asentamientos urbanos, que poco a poco fue convirtiendo aquellas comunidades cuyo objetivo primordial había sido la su per p erv v ive iv e n cia ci a en c o m u n ida id a d e s p ro v ista is tass d e u n a id e n tid ti d a d cívica cív ica p ro p ia , d isis pu p u e s tas ta s a in v e rtir rt ir e n b ien ie n e s y serv se rvic icio ioss cole co lect ctiv ivos os,, h a c ien ie n d o visi vi sibl blee su ro s tro tr o cívico por medio de construcciones monumentales, y organizando su identidad política en términos visibles. Si las casas sencillas y dispersas de la Mégara Hiblea del siglo vm dejaban libre un espacio indiferenciado en el que po p o d ía n llev ll evar arse se a c ab o d isti is tin n tos to s tip os d e a c u e rd o s fam fa m iliar ili ares es,, la ela el a b o ra c ió n
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de las estructuras domésticas y el cercado de los espacios circundantes a me diados del siglo vn a.C. nos hablan de una diferenciación funcional y de la pro p rocc lam la m ació ac iónn d e u n a seri se riee d e a firm fi rm a cio ci o n es sim si m bó bólic licas as p ro p ias ia s d e u n a soci so cie e dad en la que el estatus individual había reemplazado a la mera superviven cia o a la mera ganancia material en el papel de principal fuerza motriz. Si, como era inevitable, los primeros colonos se veían a sí mismos en relación con el mundo que acababan de abandonar, parece que los habitantes de to das estas ciudades se consideraban a sí mismos durante el siglo vn especial m ente relacionados con la comu nidad en la que viví vivían an.. La planificación y diferenciación de los espacios públicos, el carácter cada vez más monumental de los santuarios de los dioses, y la claridad con la que los objetos m ateriales marcan el status status perso nal o familiar del individuo individuo que vemos en estas tres ciudades, ciudades, son son rasgos rasgos que podem os enco en contrar ntrar tam bién en muchos otros rincones del mund o griego griego a partir de la prim era generación después del año 600 a.C. Incluso en las colonias del mar Negro, en lugares como Berezan o Histria, podemos observar un desarrollo parecido. Más o menos men os hacia el año 60 600 a.C. a.C.,, independ indep end iente m ente de don de vivieran, vivieran, los los grie gos habían dejado de pertenecer a un mundo cuyas prioridades eran las de Hesíodo, centradas exclusivamente en la subsistencia y la moralidad de las relaciones individuales. Pertenecían más bien a un mundo cuyas prioridades eran las de Solón, Safo o el H im n o h o m é ric ri c o a D e m é ter te r , centradas en la ar ticulación de la comunidad a través de una autoridad civil y de las asamble as religiosas, un mundo en el que la familia ya no era el único, ni siquiera el prin pr inci cipp a l o b jeto je to d e ate at e n c ión ió n d el ind in d ivid iv iduo uo,, y e n el q u e las ten te n s ion io n es e n t r e los lazos familiares y los vínculos mantenidos con un grupo más amplio, o el pa pe p e l d e s e m p e ñ a d o d e n tro tr o d e ese es e g rup ru p o , ab a b s o r b ían ía n las en enee rgía rg íass e m o cio ci o n a les le s d e la pers ona y planteab plan teab an una serie de problem as civi civile les. s. Es el pod er creativo creativo de esas tensiones el que vemos manifestarse en la transformación física del santuario y de la ciudad que se produce hacia el año 600 a.C., y el que creó el mundo de la ciudad del siglo vi a.C.
8. INTER INT ERRE RELA LACIÓ CIÓN N DE LAS LAS CIUDADES: EL SIGLO VI (600-520 a.C.) En el capítulo 4 subrayábamos cómo los testimonios arqueológicos indi can que durante el siglo vm a.C. se intensificó entre la población de Grecia la sensación sensación de perten ece r a una com unidad especial, especial, y que este proceso vino acompañado de una conciencia cada vez mayor por parte de los individuos de que podían utilizar los éxitos alcanzados fuera de su comunidad para me jo j o r a r su esta es tatu tuss d e n tro tr o d e ella. ell a. E n el cap ca p ítu ít u lo 6 p o n íam ía m o s d e reli re liee v e el d e s a rrollo de las estructuras de relación social dentro de la comunidad, el carác ter cada vez más político de los fines a los que se supeditaban los vínculos existentes con individuos y sociedades ajenas a la propia, y la rivalidad cul tural entre las diversas comunidades. La tensión entre el particularismo de cada ciudad, la sensación por parte del individuo de pertenecer a una comu nidad y no a otra, y el panhelenismo, esto es, la conciencia de formar parte de un mundo griego en sentido lato, constituyen una serie de rasgos que ca racterizan a toda la historia de la Grecia arcaica; las ciudades griegas rivali zan unas con otras en unos ámbitos y al mismo tiempo colaboran en otros, ansiosas por afirmar las diferencias, aunque siempre en el marco de una dis tinción general entre lo que ellas son y lo que es el universo no griego. Du rante el siglo vi a.C. algunas modalidades del particularismo de las ciudades alcanzan cotas muy altas, mientras que, primero culturalmente y después como respuesta a las amenazas políticas cada vez más vivas provenientes del mundo no helénico a través de una colaboración política real, las ciudades griegas van aliándose poco a poco unas con otras para llevar a cabo acciones comunes a medida que los problemas políticos dejan de ser meramente loca les y empiezan a verse como inquietudes más generales generales.. En E n el presente pres ente capí tulo estudiaremos el alto nivel alcanzado por los particularismos de las dis tintas ciudades y los inicios de una nueva cooperación política.
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R i v a l i d a d e s e n e l o r b e p a n h e l é n i c o
El circuito de las fiestas religiosas
Desde mucho antes del siglo v i i i a.C., los griegos acudían a Olimpia des de m uchas otras ciudades a rivali rivalizar zar unos con otros y a hacer hac er ostentación de sus hazañas hazañ as y riquezas. riquezas. Dejab D ejab an tra s de sí valiosas ofrendas ofren das y se llevaban llevaban una gloria intangible que, en cualquier caso, podía ser utilizada para alcanzar el po p o d e r p o líti lí tico co en la p ro p ia p a tria tr ia (véa (v éase se supra, p. p. 12 1255). No cabe ca be dud d ud a de que el círculo de los que participaban en esta competición fue aumentando pau latinamente, lo mismo que, según la tradición, iba aumentando también el número de los certámenes. A comienzos del siglo vi a.C. el modelo de los Juegos Olímpicos fue copiado por los de Nemea (tradicionalmente instaura dos en c. 573 a.C.), Delfos (tradicionalmente establecidos en c. 582 a.C.), e Istmia (que tradicionalmente datarían de c. 582 a.C.), formándose así un cir cuito en el que las fiestas celebradas en cada uno de estos santuarios tenían lugar según una secuencia fija de cuatro años. Delfos, Istmia y Nemea afir maron de ese ese m odo su pretensión de convertirse convertirse en centro de atención para todas las ciudades griegas y en fuente de gloria para todos los competidores helenos, helenos, y, al al parecer, reforzaro n esa preten sión haciendo p ropa gan ganda da de d e los los vínculos vínculos que m antenían con las las hazañas de Hércules. Hércules. La tradición decía que éste había fundado los Juegos Olímpicos, y sus trabajos ofrecían un modelo de lo que luego sería la competición atlética, llegando incluso más adelante a decorar las metopas del templo de Zeus construido en el siglo v; aunque ya la Teogonia cantaba el combate de Hércules con el león de Nemea, las pri meras escenas de Hércules luchando con Apolo por el trípode de Delfos em pie p iezz a n a a p a r e c e r a co com m ien ie n zo zoss d el siglo si glo vi (véa (v éase se infra, p. 306). Esa multiplicación de los lugares y las ocasiones en las que el individuo po p o d ía g a n a r glo gl o ria ri a e n u n t e r r e n o q u e sus su s c ita it a b a la ate at e n c ión ió n d e tod to d o s los g rie ri e gos, debemos entenderla no sólo como un medio de promoción de Nemea, Istmia y Delfos, sino como respuesta a un aumento de la demanda. La riva lidad cada vez mayor por la obtención de poder e influencia dentro del esta do que, como veíamos a nteriorm ente, se ocu ltaba tras la formalización formalización de las las instituciones y el desarrollo desarro llo de las las tiranías d uran ur an te el sigl sigloo vn, indica que cada vez se consideraban más necesarias las ocasiones en las que el individuo po día ganar algún tipo de capital simbólico. Cilón, vencedor en los Juegos Olímpicos, fracasó en su intentona de golpe de estado en Atenas (véase s u p. 255 255), ), pero lá suya era una c arrera qu e otros o tros desea ban emular, aunqu e pra p ra,, p. fuera de manera menos llamativa. La demanda de ese capital simbólico podía ser satisfecha tanto fuera como dentro de la propia ciudad. En el capítulo anterior veíamos que Solón pr p r e s tó su a ten te n c ión ió n , e n tre tr e o tra tr a s cosas, cos as, al c a len le n d a rio ri o d e fies fi esta tass d e A ten te n a s. A los veinte años de la instauración de los tres nuevos certámenes panhelénicos, los atenienses renovaron la fiesta de las Panateneas convirtiéndolas en una
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62. Ánfora Ánfo ra panatenaica panaten aica perteneciente pertenec iente al al denominado denom inado grupo de Burgon, que pro p roba babl blem em en ente te da date te de c. 56 5600 a.C a.C.. y po porr lo lo tanto tan to de una de d e las primeras celebraciones ce lebraciones de las Panateneas. Figura
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
celebración cívica a gran escala (figura 62; Marcelino, Vida de Tucídides, 3; Fornara, Forna ra, 26) 26).. A ho ra se rendía ho m enaje a la la diosa de la la ciudad con una serie serie de certámenes que ya no tenían una mera resonancia local, sino que llama ba b a n la a ten te n c ión ió n d e tod to d o s los lo s grieg gr iegos os,, e n espe es peci cial al las c o m p etic et icio ionn es m usic us ical ales es y rapsódicas que produjeron el que quizá debamos considerar el primer tex to fijo de la Ilía Il íada da y la Odisea. Curiosamente, desde el punto de vista actual, los artistas que participaban en las competiciones musicales y rapsódicas nunca alcanzaro n la fam famaa de los atletas; atletas; la la promoción prom oción de la música y la la po e sía sía que supusieron las las Pan ateneas resultó más provechosa para A tenas en ge neral que para determinados atenienses en particular. No obstante, existe una curiosa correlación entre los años en que se produjeron agitaciones en A tenas y aquellos en los los que se celebraron las las Grand G rand es Panateneas, P anateneas, y la anéc dota do ta que los atenienses atenienses co ntaba n (H eród oto, 1.60; [Aristóteles], [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 14) acerca de Pisistrato, que se habría hecho con el poder tras tras en trar en la ciudad ciudad m ontado en un carro junto a una joven muy alta dis dis frazada de Atenea, muestra con toda claridad las oportunidades que el brillo de la fiesta fiesta podía ofrece r no sólo a q uien qu isiera isiera ganar ga nar gloria, gloria, sino sino tam bién a quien qu isiera isiera sacar provecho de ella (véase infra, p. 333). La L a p olít ol ític icaa d el m ito it o p o étic ét icoo
La tensión existente entre el particularismo de las diferentes póleis y el pa p a n h e len le n ism is m o se p o n e d e m an anif ifie iess to en la lite li te r a tu r a p ú b lic li c a d e la ép époo c a, y en pa p a r tic ti c u lar la r e n los Him H im n o s h o m éric ér icoo s, que, al parecer, alcanzaron la forma que actualmente tienen entre 650 y 500 a.C., y en las Eeas de Hesíodo. Al estu diar en el capítulo anterior el H i m n o h o m é ric comentábamos ri c o a D e m éter ét er comentábamos que los tintes locales —concretamente eleusinos— no estaban demasiado marcados, que no se ponían de relieve las pretensiones de Atenas y Eleusis de haber desempeñado un papel exclusivo en los orígenes de la agricultura, y que lo que se subrayaba eran una serie de temas generales, como el de la hospitalidad. Esta integración de las fiestas y celebraciones locales en con textos más amplios constituye un rasgo que se repite a menudo en los H i m nos homéricos. La estrategia resulta especialmente visible en el H im n o a Ap A p o l o , que combina en un todo complejo las celebraciones del Apolo delio con las del Apolo délfico. La obra pone de manifiesto de ese modo que la ple p lenn a a p r ecia ec iacc ión ió n d e A p o lo co com m o d ivin iv inid idaa d q u e rein re in a e n los á m b ito it o s de dell arco, arco, la lira y la la profecía, no pu ed edee alcan zarse ni sólo en D élos ni sólo en D el fos. El poema ofrece en tres ocasiones sendos catálogos geográficos bastante complejos —uno cuando la mad re de A polo, Le to, to, busca un lugar en el que dar a luz a su hijo; otro, cuando Apolo busca un sitio en el que instaurar su oráculo; y po porr último último otro, cuando el dios dios busca servidores servidores p ara su santuario de Delfos—, que permiten citar buena parte de la Grecia continental, así como las islas de los mares Jónico y Egeo. El poema incluye también de he cho numerosos detalles de orden local, entre ellos una deliciosa descripción
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de los concursos de baile y de otro tipo que formaban parte de la fiesta de Apolo en Délos (vv. 146-164), pero lo que se alaba de esta fiesta es que con grega a todos los jonios, y no sólo a los habitantes de Délos. Tanto en el caso de Délos como en el de Delfos, el H im n o insiste en que Apolo se instaló en unos lugares que hasta entonces carecían de tradiciones (las pretensiones de autoctonía de Delfos, de las que tenemos testimonios en otras obras, se ven tácitamente refutadas desde el momento en que el dios tiene que importar sacerdotes de Creta). Las Eeas o Catálogo de las mujeres de Hesíodo, que no se han conserva do enteras, probablemente alcanzaron su forma definitiva a mediados del si glo vi a.C. Constituían una continuación de la Teogonia en la que se analiza ba b a n los o ríg rí g e n e s n o d e los dios di oses es,, sin si n o d e los h éro ér o es, es , y p a rec re c e q u e sus su s cinc ci ncoo libros contenían una serie de genealogías que abarcaban toda la edad heroi ca. Es evidente que, al igual que la Teogonia, este este poema era fruto de una tra dición o, mejor dicho en este caso, de varias tradiciones. Probablemente esas tradiciones empezaron siendo genealogías locales, que se contaban con el fin de justificar justificar las las estru cturas ctur as y reivindicaciones políticas de diversas ciudades y comunidades, y que fueron reunidas en un todo global durante los siglos vn y vi a.C. La forma del poema, que otorga un lugar privilegiado a las uniones de dioses con mortales, sugiere que sus orígenes estarían en la zona noroccidental de Grecia, particularmente prolífica en genealogías de ese estilo, aunque los indicios de manipulación de dichas genealogías con fines políticos corresp ond en sobre to do a las las que tienen que ver con ciudades ciudades del sureste sureste de Grecia, y la sección correspondiente al Ática se muestra especialmente cho vinista, rasgo que vendría a corroborar los vagos argumentos de orden lin güísti güístico co que indicarían qu e el poem a habría ha bría alcanzado su forma definiti definitiva va en Atenas. Lo más significativo de esta obra no sería, sin embargo, el lugar en el que fue compuesto, sino el hecho mismo de que fuera compuesto. El hecho de que el poema entrara en circulación y se hiciera popular —lo cier to es que fue fue muy leído leído en la A ntigüedad — dem uestra que el deseo de ten er un panorama global de las tradiciones heroicas del mundo griego, capaz de reunirías todas de forma enciclopédica y de relacionarlas entre sí, se impuso —m — m u y a p e s a r suyo su yo— — s o b re los inte in tenn to s d e m an anip ipuu lac la c ión ió n p o líti lí tica ca d e u n p a sado heroico que pretendían justificar determinadas instituciones de las ciu dades y las ansias de control de unas comunidades por otras. Dec D ecad aden enci ciaa del de l regi re gion onaa lism lis m o en el terr te rren enoo arqu ar queo eoló lógi gico co
El triunfo gradual de lo panhelénico, de lo que podría considerarse rele vante p ara todo s los griegos griegos po r igual igual,, sobre lo puram ente local local,, también p o demos apreciarlo en el ámbito de las artes visuales. Durante el siglo vm el re gionalismo estaba perfectamente vivo en las diversas tradiciones de la artesanía del bronce (tanto en la elaboración de trípodes como de figuritas de animales) y de la cerámica pintada, en las que podemos distinguir nume-
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F ig u r a
etrusco.
LA FORMACIÓN DE GRECIA
63. Ánfora Ánfo ra denominada «tirréni «tirrénica», ca», fabricada en Atenas Aten as para el mercado
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
B U C C H E R O ET RU SC O
K á n t h a r o s carenado
a partir de c. 659-625 a.C.
Án Á n f o r a « n ic o st é n ic a » a partir de c. 575 a.C.
293
Cerám ica ática ática de figuras negras/rojas negras/rojas
de c. 580 a.C.
c. 530-510 a.C. (taller (taller de Nicóstene s)
Pequeño kyathos a partir de c. 650 a.C.
K y a t h o s alto de una sola asa a partir de c. 550 a.C.
F ig u r a
64.. Formas 64 Form as propias pro pias del bucchero etrusco adoptadas por la cerámica ática.
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rosos estilos regionales. Durante el siglo vu, aunque no es difícil encontrar desarrollos comunes, las tradiciones cerámicas siguen siendo distintas y se vuelven, al menos en ciertos aspectos, todavía más dispares; en la escultura, en cambio, cambio, el estil estiloo dedálico fue ad op optado tado de form a ba stante generalizada y, y, cuando hicieron su aparición los koüroi y las kórai, em pezaron siendo ofren das que en realidad eran fabricadas en numerosos puntos del mundo griego. Al igual igual que las las formas de la arqu itectura templaría tem plaría (véase supra, p. 250), las formas de las ofrendas escultóricas escultóricas que enc ontram os en los los santuarios del si si glo glo vi vi a.C a.C.. estaba n rígidamen te tipif tipific icadas adas,, y m uestran un unaa variedad tan p er er ceptible en los santuarios de las distintas divinidades dentro de una ciudad como en los santuarios de una misma divinidad en distintas ciudades. Sólo en los los temas d e la escultura arquitectónica de sus temp templos los (véase infra ) hubo de vez en cuando algunas ciudades que promocionaron determinados motivos y temas arguméntales específicos de la localidad. Pero más sorprendente in cluso cluso que este alto grado de un iformid ad en la escultura resulta la la manera m anera en que a todas luces fueron decayendo durante el siglo vi las tradiciones cerá micas regionales, a medida que la alfarería ática pasaba progresivamente a convertirse en la cerámica fina por excelencia, utilizada en casi todas partes. D ura nte el sigl sigloo vn había habido muchas much as isl islas as del Egeo, num erosas ciudades de la Grecia con tinental, y también varias colonias colonias que hab ían fabricado u na cerámica fina peculiar; durante el siglo vi incluso Corinto, cuya producción había conocido una difusión tan grande y había sido copiada en muchos lu gares durante el siglo anterior, dej^de fabricar cerámica pintada hacia 550 a.C., y a comienzos del siglo v la escasa cerámica fina producida fuera de Atenas imitaba ya a la ateniense. Los alfareros áticos adaptaron su produc ción, tanto en formas como en iconografía, por lo menos a algunos de sus compradores no áticos, sobre todo al mercado etrusco no griego (figuras 63 y 64), 64), pero has ta esos esos mercado s no áticos áticos estaban dispuestos a im im po rtar tam bié b iénn va vaso soss cuy c uyaa ico ic o n o g rafí ra fíaa se h a lla ll a b a ín tim ti m a m e n te r e lac la c ion io n a d a co conn la c iud iu d ad de Atenas. Una pequeña incursión en el terreno de dos formas de expresión cultu ral esencialmente nuevas y a la vez muy diferentes entre sí, la escultura ar quitectónica y la mon eda, nos pe rmitirá rm itirá apreciar con especial especial claridad claridad por p or un lado el alcance y por o tro los límites límites del panh elenism o cultural d urante ura nte el si glo vi a.C. Si bien es necesario apelar al triunfo del panhelenismo para expli car la difusión galopante de las formas arquitectónicas dóricas, las tensiones entre panhelenismo y particularismo resultan, al parecer, esenciales para en tende ten de r po r qué, pese a qu e las las primeras piezas de peso fijo fijo y provistas del co rrespondiente cuño fueron fabricadas, según parece, en Lidia, fue el mundo griego el que adoptó, mejoró y divulgó el concepto general de moneda.
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65. Primitivo Primitivo estate est aterr foceo de electrón con con figura de foca (phôkê ) grabada que jugaría con el nombre de la ciudad por la que fue acuñada.
F ig u r a
Orígenes y desarrollo de la moneda
Se ha discutido mucho la fecha en la que fueron acuñadas las primeras monedas, debido a la ausencia de buenos testimonios arqueológicos. La dis cusión cusión gira gira por com pleto en torn o a la interp retación del hallaz hallazgo go de grandes cantidades de mo nedas neda s de electrón (aleación (aleación natural na tural de oro y plata) en el Artemision de Éfeso, en un depósito que debe de datar de antes de 560 a.C., ju n to co conn o tro tr o s o b jeto je toss q u e p r o b a b lem le m e n te n o son so n p o s ter te r ior io r e s a los p rim ri m e ros ro s años del siglo vi. El depósito del Artemision contiene trozos de electrón de pes p esoo fijo, fijo , p e r o sin m arca ar cas, s, tro tr o z o s de e lec le c tró tr ó n co conn u n a sim si m p le m arc ar c a d e p u n zón en forma de cuadrado (los llamados cuadrados incisos) en el reverso, y trozos de electrón con un c uad uadrado rado inciso inciso en el reverso y estrías estrías en el anver so, así como monedas con un cuadrado inciso en el reverso y estrías y cuño en el anverso, o simplemente un cuadrado inciso en el reverso y cuño en el anverso. anverso. Re sulta ten tad or ver en estos objetos un a secuencia evolutiva evolutiva según según la cual cual la la introducción d e piezas de metal precioso d e peso fijo fijo habría ido se guida rápida m ente p or la correspon diente marca, cuya cuya finalidad finalidad sería sería indicar indicar pre p recc isa is a m e n te q u e se t r a ta b a d e pe peso soss fijos, s e ñ a lan la n d o d e p a s o su o rig ri g en y la autoridad que los emitía; fuera cual fuese el desarrollo, debió de producirse con mucha rapidez: rapidez: u no de los los trozos trozos de electrón sin sin cuño fue troq uelad o con el mismo punzón utilizado utilizado para m arcar una de las las mon edas con cuño. cuño. R esul ta sorprendente comprobar que en cuanto aparecen cuños en el anverso, da
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
. C . a 0 8 4 e d s e t n a a d e n o m n a b a ñ u c a e u q s e d a d u i C . 6 6 a r u g i
F
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la impresión de que dichos cuños corresponden a numerosas ciudades jonias distintas, y de que eran utilizados para marcar la ciudad de origen. Así pues, aunque la mayoría de las monedas encontradas en el depósito del Artemision sion llevan llevan cuños que prob ablem able m ente de bam os relacionar con Lidia (cabezas (cabezas y garras de león), también hay otros que presentan una cabeza de foca y que pa p a r e c e n a n tic ti c ipa ip a rse rs e al ju e g o d e p a lab la b ras ra s s o b re su p ro p io n o m b re q u e en é p o p h ó k e sig ca posterio r hacían las las monedas mo nedas de la ciudad ciudad de F ocea (en griego griego ph nifica «foca»; figura 65). La rápida difusi difusión ón del concepto concepto de m oneda que parece atestiguar atestiguar el ha llazgo llazgo del Artem ision, con c ontinuó tinuó a lo lo largo de to do el sig siglo lo vi. vi. A finales finales del pe ríodo que estamos estudiando la inmensa mayoría de las grandes ciudades griegas griegas —y también tam bién m uchas de las peq ueñ as— no sólo sólo de Jonia, sino sino tamb ién de la Grecia continental, y de las colonias de Sicilia y el sur de Italia, ya ha bía b íann e m p e z a d o a p ro d u c ir su p ro p ia m o n e d a , cad ca d a u n a co conn u n solo so lo tip ti p o o co conn un número limitado de cuños en el anverso (figura 66). Esas monedas pasa ron pronto a ser mayoritariamente de plata, pero se basaban en varios pesos pa p a t r ó n y rec re c ibía ib íann d iver iv ersa sass d e n o m ina in a c ion io n e s ( c u a d ro 6). ¿Por qué se inventó la moneda y por qué arraigó con tanta rapidez la moda en las ciudades griegas? Sea cual sea la respuesta que se dé a la pri mera de estas cuestiones, tendrá que justificar también por qué las prime ras monedas son de electrón y no de un metal puro. El electrón ofrecía la ventaja de tener un valor diez veces superior al de la plata, pero sólo valía dos terceras partes de lo que valía el oro; tenía el inconveniente de que su valor dependía de la proporción de oro y plata que contuviera la aleación: esa proporción varía en el electrón natural y por consiguiente varía en las pri p rim m e ras ra s m o n e d a s d e e lec le c tró tr ó n , y co com m o las la s d ifer if eren enci cias as d e c o lor lo r n o c o n s titu ti tu yen un criterio completamente fiable, las variaciones resultan difíciles de detectar si no se tiene un conocimiento arquimédico de su peso específico. Se hace difícil creer que el alto valor del electrón fuera considerado una ventaja: desde el principio se utilizan no sólo unidades de gran valor —estateres—, sino también fracciones de estater: las piezas sin acuñar del de pó p ó s ito it o d e É fes fe s o p e s a n u n o c tav ta v o y u n a v igés ig ésim imaa c u a rta rt a p a r te d e e s tate ta ter, r, y las monedas oscilan entre el medio estater y la nonagésima sexta parte de estater. Más aún, cuando hacia 550 a.C. empiezan a utilizarse en Jonia mo nedas de plata, inmediatamente se emplearían en pequeñas fracciones, pe queñas en tamaño y en valor. Las primeras monedas jonias funcionan en su totalidad según el sistema del estater: es decir, decir, las las mone das se definen como fracciones de un p eso p a trón grande (estater significa «balanza»). Pero la naturaleza exacta de ese pe p e so p a t r ó n v a ría rí a en enss e g u ida id a seg se g ú n las co com m u n ida id a d e s o g rup ru p o s d e c o m u n id a des: la mayoría de las monedas del Artemision de Éfeso se basan en lo que los los estudiosos estudiosos mod ernos denom inan patró n mil m ilesi esioo o lidio lidio (estater = c. 14,1 g aproximadamente), pero Samos acuñaba su moneda según el patrón euboico (estater = 17,5 g), y Focea utilizaba uno intermedio (estater = 16,5 g apro ximadamente). Si de lo que se trata es de una moneda que no es simbólica,
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
Cuadro 6. Ciudades que acuñaban moneda hacia 480 a.C. N o m b re de la ciudad
Abdera Ábidos Calimna Camiros Caria Cárpatos Cime Cízico Clazomenas Cnido Colofón Cos Dárdano É fe s o E r itra s Fáselis Focea Iálisos Idima Lámpsaco Lesbos Licia Lindos Magnesia Mileto
Fecha 550/500/480 = monedas de esta ciudad halladas en tesoros anteriores a estas fechas A = arcaicas por su estilo estilo
500 480 480 480 500 A 480 A 480 A 480 A A 480 500 480 550 A A A 500 550 480 500 480 A A A 500 500
480 550 500 Mitilene A Parión 480 Priene 480 Quersoneso Tracio 500 Quíos A 500 Samos A
M aterial de de las las primeras m onedas
plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa electrón plat pl ataa electrón plat pl ataa electrón plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa electrón plat pl ataa electrón p lata plat pl ataa e le c tró n pla p lata ta plat pl ataa pla ta e le c tró n pla ta p l a t a d e v a lu a d a pla ta pla ta pla ta e le c tró n plat pl ataa electrón plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa electrón plat pl ataa e le c t ró n
Peso patrón más antiguo
tracomacedonio euboico egineta milesio foceo milesio milesio, luego egineta pers pe rsaa pers pe rsaa milesio foceo quiota fo c eo p atró at ró n prop pr opio io fo c eo fo c eo m ilesio licio milesio, luego egineta m ilesio foceo ático milesio, luego quio qu iota ta e g i n e ta , lue g o
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES C ua dro 6.
N o m b r e de la ciudad
Selge Sinope Ténedos Teos Termera
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Continuación. Fecha 550/500/480 = monedas de esta ciudad halladas en tesoros anteriores a estas fechas A = arcaicas por su estilo
500 500 480 A 550 500 A
Material de las las primeras m onedas
Peso patrón más antiguo
plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa p l a ta e le c t ró n plat pl ataa plat pl ataa
milesio egineta tr a c o m a c e d o n io milesio milesio miles io
500 Andros A rg o s 480 480 Atenas B e o c i a , c iu d a d e s A de (Acraifnion, Haliartos, Micaleso, Orcómenos, Faras, Tanagra, Tebas) Calcis 480 C a r is t o s 480 Cartea 480 C o r c ir a 480 Corinto 500 Delfos 480 Délos 500 Egina 500 Eretria 480 Léucade 480 Mantinea 480 Melos 480 Naxos Nax os 500 Paros 500 Sición 480 Sifnos A Tegea 480 Teños 480 Tera 480
p lata p lata p lata p lata
e g in e ta egineta ático e g in e ta
p lata p l a ta p lata p l a ta p l a ta p l a ta p lata plat pl ataa p l a ta plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa
euboico e u b o ic o egineta c o r c ir i o c o r in t io e g in e t a ático egine eg ineta ta e u b o ic o corintio egineta milesio miles io egin eg inet etaa egine eg ineta ta egin eg inet etaa egineta egine eg ineta ta egineta egineta
Citio Golgos Idalion Lápetos Pafos
plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plata pl ata
pers pe rsaa pers pe rsaa pers pe rsaa pers pe rsaa pers pe rsaa
500 480 480 480 500
LA FORMACIÓN DE GRECIA
300 C u a d r o 6.
Nombre Nombre de de la ciudad
Continuación.
Fecha 550/500/480 = monedas de esta ciudad halladas en tesoros anteriores a estas fechas A = arcaicas por su estilo
Material de las primeras monedas
Peso patrón más antiguo
Salamina
500
plat pl ataa
persa pe rsa
Barce Cirene Evespérides
500 500 480
plat pl ataa p la t a plat pl ataa
ático átic o ático ático átic o
Orescios (tribu macedonia) Layas (tribu macedonia) Derrones (tribu (tribu macedonia) Lete (Macedonia) (Macedon ia) Dicea (Macedonia) Edonos (tribu macedonia) Icneos (tribu macedonia) Bisaltas (tribu macedonia) Egas (tribu macedonia)
480
plat pl ataa
traco tra com m aced ac edon onio io
480
plat pl ataa
traco tra com m aced ac edon onio io
480
p la ta
tracomacedonio
500 500 500
plat pl ataa plat pl ataa
trac tr acom om aced ac edon onio io tracomacedonio
480
p la ta
tracomacedonio
480
p la ta
tr a c o m a c e d o n i o
A
plat pl ataa
trac tr acom om aced ac edon onio io
480
p la a
tr a c o m a c e d o n i o
Acanto Enea Escione Esciros Estagira Mende Neáp Ne ápoli oliss Olinto Pepareto Potidea Samotracia Sermile Tasos Terma Torone
480 480 500 480 500 480 500 480 480 500 A 480 500 480 480
p la t a plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa plat pl ataa
á t ic o eubo eu boico ico euboico
Acragante
480
plat pl ataa
ático
euboico euboico tracomacedonio euboico ático euboico tracomacedonio ático tracomacedonio tracomacedonio euboico y local
301
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES C ua dro 6.
Nombre Nombre de la ciudad
Continuación.
Fecha 550/500/480 = monedas de esta ciudad halladas en tesoros anteriores a estas fechas A = arcaicas por su estilo
Material de las primeras monedas
Peso patrón más antiguo
Gela Himera M esa na Naxos Na xos (Sicilia) Samios de Zancle Zan cle S e l in u n te Siracusa Zancle
480 500 A A 4800 48 500 480 480
p la ta p la ta p la t a plat pl ataa plat pl ataa p la ta p la t a plat pl ataa
ático eu b o ic o euboico euboico ático ?ático átic o ático euboic eub oicoo
Caulonia Crotona Metaponto Posidonia Regio Serdeos Sibaris SiriTarento Velia
480 480 500 500 480 A 500 480 A 480
plat pl ataa p la ta plat pl ataa p la ta plata pl ata plat pl ataa p la ta plat pl ataa p la ta plat pl ataa
aq ueoo aque aqueo aque aq ueoo campano euboico aque aq ueoo aqueo aqueo aqueo campano
sino que vale lo que su valor facial, no resulta difícil trabajar con pesos pa trón distintos siempre y cuando se disponga de una buena balanza de preci sión; pero el afán de utilizar pesos patrón locales en las monedas indica cla ramente que el principal motivo de la adopción de la moneda por las ciudades griegas no fue facilitar los intercambios comerciales entre lugares alejados. El empleo primordialmente local de la moneda que nos sugiere el em ple p leoo d e p a tro tr o n e s d iver iv erso soss n os p r o p o r c io n a u n a p ista is ta n o sólo só lo p a r a e n te n d e r los orígenes de la moneda y por qué este fenómeno arraigó tan bien en el mundo griego y no en el imperio persa (fuera de Asia Menor las monedas eran consideradas simplemente como metal en bruto), sino también para comprender el atractivo del electrón. Debido a lo variable de su contenido en oro, la verdad es que el electrón no resulta ni mucho menos conveniente pa p a r a u n a m o n e d a d e « va valo lorr real re al». ». P a re c e q u e el e m p leo le o d el e lec le c tró tr ó n h a b ría rí a requerido una autoridad emisora provista de medios artificiales que le per mitieran declarar que las piezas del mismo peso, pero distinto contenido de oro iban a ser tratadas como si tuvieran el mismo valor. Su circulación, por tanto, quedaría limitada más o menos a la zona en la que esa autoridad fue-
302
LA FORMACIÓN DE GRECIA
ra reconocida. Mejor que pensar que el electrón es un material particular mente inadecuado para la fabricación de una moneda universal, deberíamos considerarlo un material ideal para los intercambios comerciales locales. A diferencia diferencia del oro o la plata, es de sup one onerr que el electrón valiera sobre todo en la zona sometida políticamente al control o la influencia de la autoridad emisora de la la moneda. La m oneda de electrón electrón pro porcionaría un m edio para efectuar los pagos corrientes a gran número de individuos, garantizando al mismo tiempo que esos individuos se reintegraran en la economía local. Se gún este análisis resulta atractivo pensar que uno de los principales contex tos del primitivo empleo de la moneda habría sido la necesidad de los lidios de pag ar a sus tropas mercenarias. mercenarias. Esta interpretación de la moneda primitiva explicaría la rápida difusión de la idea por Jonia: varias ciudades distintas habrían visto la conveniencia de utilizar unidades de cambio estándar, pero habrían tenido que fabricarlas ellas mismas para que circularan por su territorio. Explicaría asimismo la fal ta de interés p or utilizar utilizar un solo peso patrón , y por qué en Lesbos se fabricó fabricó con éxito una moneda de plata devaluada. Cuando a partir de 550 a.C. apro ximadamente empezaron a acuñarse monedas de plata, algunas ciudades emitieron grandes cantidades de moneda fraccionaria. Este hecho apoya la hipótesis de que seguía siendo importante el uso de la moneda dentro de la ciudad emisora (la moneda pequeña no es un medio que facilite las relacio nes comerciales internacionales), aunque indica también que la moneda ha bía b ía d e jad ja d o d e u tili ti liza zars rsee fu n d a m e n talm ta lm e n te p a r a e f e c tu a r pag p agoo s c o rrie rr ienn tes te s . L a pl p l a ta p o d ía c r u z a r las fro fr o n ter te r a s d e la c iud iu d ad co conn m ás faci fa cilid lidad ad q u e el e lec le c trón, al menos hasta que se generalizó la confianza en que una determinada ciudad fuera capaz de producir electrón con un contenido de oro constante (Cízico (Cízico logró imp on oner er en el sigl sigloo v esa confianza en sus esta teres tere s de electrón, electrón , que contenían aproximadamente un 45 por 100 de oro). El hecho de que la moneda de plata sustituyera en buena parte a la de electrón probablemente debamos entenderlo apelando por un lado a la ma yor abundancia de plata en todo el mundo griego y sobre todo en la Grecia continental, y por otro a la ventaja que suponía contar con una moneda que po p o d ía s e r tra tr a t a d a sim si m p lem le m e n te co com m o m e tal ta l e n b r u to en las z o n as h a s ta las que no se extendía la autoridad de la ciudad emisora. No sabemos con segu ridad si Lidia sustituyó sustituyó su m on oneda eda de electrón p or la de plata (y oro) antes o después de su incorpo incorpo ración al imperio pers a en c . 545 a.C., pero si fue antes, esa incorporación no habría tenido desde luego unas repercusiones directas sob re la acuñación de moned m oneda; a; sólo a finales finales del siglo siglo vi a.C., a.C., duran dur an te el ma n dato del d el rey persa D arío, las las m oned as lidia lidiass deja ron de utilizarse utilizarse en favor de los dáricos y sidos persas. La acuñación acuñación de m one oneda da de plata en la Grecia p ropiam rop iamente ente dicha dio co mienzo, al parecer, más o menos por la misma época en que se produjo el abandono del electrón en Lidia. Aunque muchas ciudades de la Grecia pro pia p iam m e n te d ich ic h a y de d e las co colo lonn ias ia s de O c c ide id e n te e m p e z a ro n a a c u ñ a r m o n e d a s de plata, no todas lo hicieron, y la distribución de las póleis emisoras indica
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
F ig u r a
303
67.. Primitivo estater 67 esta ter egineta con el emblema emb lema de la tortuga.
que la acuñación de moneda tenía finalidades distintas en los distintos luga res. Probablemente la moneda más antigua de la Grecia propiamente dicha sea la de Egina (figura 67), ciudad que no disponía de recursos argentíferos pro p ro p io s y q u e a m e d iad ia d o s d el siglo sig lo vi a.C. a.C . no ve veía ía su i n d e p e n d e n c ia p o líti lí tica ca seriamente amenazada; era, sin embargo, una ciudad singularmente inmersa en las actividades comerciales. El hecho de que Egina fuera la única ciudad de la Grecia propiamente dicha que participara en el establecimiento de la colonia de Náucratis, en Egipto (Heródoto, 2.178), y que fuera también la única en recibir cerámica quiota, constituye todo un símbolo de su posición, lo mismo que la enorme prosperidad que demuestran, por ejemplo, sus tem plo p loss (véa (v éase se infra). Pero el hecho de que muchas tribus y ciudades macedóni cas, as, no todas especialmen te involucradas en el comerci comercio, o, em pezaran peza ran tam bién a acuñar moneda antes de finales del siglo vi indica que la moneda ofrecía a las las ciudades que disponían de p lata un m edio muy útil de realzar el valor de sus recursos mineros. Estas diferencias en las motivaciones de la emisión de m on oneda eda se ven reflejadas reflejadas en el valor de las mo nedas acuñadas: acuñadas: Egina E gina em itía itía didracmas/estateres (12,2 g) y fracciones; las ciudades y tribus macedónicas (figura (figura 68 68) acu ñaban po r lo general valores más importantes, desde es tateres (9,2 g o más) a dodecadracmas (40,5 g aproximadamente). Parece que las relaciones comerciales desempeñaron algún papel tanto en la decisión de Egina de acuñar sus monedas como en el suministro de la pla p lata ta n eces ec esar aria ia,, p ro c e d e n te s e g u r a m e n te d e la isla isl a d e Sifnos Sif nos.. L a m o n e d a , a su vez, desempeñó un papel significativo en el comercio de Egina durante el sigl sigloo vi vi. Se han enc on ontrado trado algunos tesoros tesoros que co ntenían mo nedas eginetas eginetas pri p rim m itiv iti v a s en v ario ar ioss p u n tos to s d istin is tinto toss , co com m o e n C reta re ta,, cu cuya yass ciu ci u d a d e s n o a c u ñaban ñab an mo neda propia, o las las Ciclada Cicladas, s, donde la influencia influencia de Egina se ve tam bié b iénn en la a d o p c ión ió n de dell p e so p a t r ó n e g ine in e ta y de u n o s cu cuññ o s infl in fluu ido id o s p o r los de esta isla. Se han encontrado asimismo tesoros de monedas de Egina por todo el Mediterráneo oriental y occidental, en Asia Menor, Egipto, Tarento y Selinunte. Además del comercio, también la política parece que desempe ñó algún papel en el uso y la influencia de la moneda egineta: los delios (so-
304
LA FORMACIÓN DE GRECIA
68. Do 68. Dodeca decadracm dracm a (40 (40,4 ,455 g de peso) acuñado por la tribu tracom tracomacedón acedónica ica de los derrones hacia finales del siglo vi a.C. En ella se muestra a un personaje con ba b a rba rb a vest v estido ido con chiton y kausia que blande un látigo; látigo; va sentado en una u na silla silla de rue das con los flancos de rejilla que va tirada por una pareja de bueyes. En la parte su per p erio iorr ap apar arec ecee un casco co corin rintio tio co conn pen penach acho, o, y en e n la infe in ferio riorr un unaa flor. F ig u r a
metidos a la presión política de Atenas) y los melios (que se reputaban des cendientes de E sparta) sp arta) fueron los los únicos que se distinguieron de sus vecinos vecinos cicládicos al no adoptar el patrón egineta, lo cual indica que fuera de Jonia la moneda se consideró desde un principio un modo de remarcar la propia identidad y de manifestar las reivindicaciones de independencia o de amis tad. La m oned a no transform ó la economía de la Grecia arcaica arcaica ni alteró sus tancialm ente la m anera de concebir conc ebir los los valor valores. es. La norm alización alización de las me didas de peso es sin duda anterior a la moneda, y la frecuente ambigüedad que supone su pone el empleo en un texto antiguo de térm inos como estater, dracma, etc., sin saber si se trata de un peso o si se refiere a una moneda, demuestra la poca importancia que tenía establecer una diferencia entre ambos concep tos tos. Tampoco tuvo q ue espe e spe rar a la mon eda la valoración valoración de las las cosas cosas en té r minos m onetarios, ya fuera en el contexto d e la evaluación de los los castigos castigos imim-
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
305
pu p u e s tos to s co com m o en c u a les le s q u iera ie ra o tro tr o s. D u r a n t e m u ch choo tie ti e m p o la m o n e d a si si guió siendo sólo un medio de premiar los triunfos (por ejemplo, en los jue gos) o de hacer frente a las obligaciones (por ejemplo, la entrega de una dote), y desde luego no necesariamente el preferido de la gente. Tal era el caso tanto en las transacciones comerciales efectuadas dentro de la ciudad como en las que cruzaban los límites de la ciudad. Por un lado las ciudades pre p re fe ría rí a n q u e los lo s serv se rvic icio ioss p ú b lico li coss f u e r a n p ro p o r c io n a d o s d ire ir e c tam ta m e n te p o r los ricos ricos y no sufragados m ediante el cobro de im puestos: así es como como la A te nas de época clásica financiaba los espectáculos teatrales y otros elementos de las fiestas religiosas, el equipamiento de las trirremes, etc. Por otro lado las connotaciones locales de la moneda quizá indiquen que los alardes de pre p ress tig ti g io inte in tern rn a c io n a l se e n c a r n a b a n m e jor jo r en o tro tr o tip ti p o d e p rod ro d u c tos. to s. Las tensiones tensiones existentes entre p articularism articularismoo ciudada no y panhelenismo, panhelenismo, inhere ntes al carácter de la primitiva primitiva m on oneda eda griega, griega, se po ponen nen de manifi m anifiesto esto pa p a r tic ti c u lar la r m e n te e n do doss cu curi rios osaa s a n é c d o tas ta s rela re lacc ion io n a d a s c o n la m o n e d a j ó n i ca. La primera de ellas es el acuñamiento en Samos de monedas de cobre, originalmente recubiertas, al parecer, de panes de electrón. En tiempos de Heródoto se decía que aquellas monedas habían sido acuñadas para sobor nar fraudulentamente a los espartanos y persuadirles de que levantaran el si tio al que tenían sometida a la isla (véase infra, p. 329). Heródoto no presta crédito a la historia y probablemente nosotros tampoco debamos hacerlo. La alternativa más plausible a esta explicación resulta bastante significativa y consistiría en que fueron acuñadas para uso interno cuando se produjo una crisi crisiss de escasez escasez de metales preciosos, preciosos, presum iblem ente a causa del mencio nado bloqueo: implica la existencia de una importante demanda de metales pa p a r a h a c e r f r e n te a las tra tr a n s a c c ion io n e s co com m erci er cial ales es in tern te rn a s d e Samo Sa mos, s, y de d e una auto ridad po lítica lítica lo bas tante fu erte par a hacer hac er posible posible la emisión de esa m o neda de valor simbólico. El segundo episodio corresponde a la última mani festación de moneda de electrón fabricada en Jonia. En un momento inde terminado a finales del siglo vi a.C. se acuñaron en varias ciudades jonias (con toda seguridad en Clazomenas, y probablemente también en Quíos, Lámpsaco Lám psaco y Focea) un a serie de estateres b asados en el pa trón milesi milesio, o, todos todos ellos de fábrica similar y con incisiones parecidas en el reverso. Estas mo nedas muestran diez cuños distintos en el anverso, varios de los cuales re cuerdan bastante los utilizados habitualmente por las ciudades jonias. La ocasión y las causas del acuñamiento de estos estateres son bastante incier tas —su datación hace que resulte poco probable su relación con la llamada rebelión de Jonia (véase infra, pp. 377-381)—, pero da la impresión de que estamos ante una fabricación colectiva de moneda, que, sin embargo, respe taría las las distintas distintas identidades d e las las ciudades que p articiparon en ella. ella. ¿R es po p o n d ió e s ta em isió is iónn c o n ju n ta d e m o n e d a a u n g esto es to p o líti lí tico co f r e n te a la p r e sión de Persia, o tuvo que ver más bien con causas económicas, siendo una forma de propo rcionar una garantía de la uniformidad uniformidad del contenido en oro de unas monedas cuya distribución abarcaba una zona bastante amplia? Fue ra como fuese, la renuencia a efectuar una unión monetaria completa resul-
306
LA FORMACIÓN DE GRECIA
ta sorprendente. (Para ulteriores explicaciones a propósito de Atenas, véase infra, p. 335 335). ). De D e s a r r o llo ll o d e la e scu sc u ltu lt u r a a r q u ite it e c tón tó n ica ic a
U na tensión semejante entre uniformidad y particularidad particularidad podem os ap re ciarla ciarla en un m edio com pletam ente diferente, el de la escultura escultura arquitectónica. Este género aparece por primera vez en los dos frontones, aparentemente idénti idénticos, cos, del templo de Á rtem is en C orcira (Corfú). Esculpidos en el primer cuarto del sig siglo lo vi a.C. a.C.,, los los frontones estaba n dom d om inados p or u na figura de M e dusa corriendo, corriendo, que res petaba peta ba escrupu e scrupu losam ente la ley ley de la frontalidad, y dos dos leones/leopardos, tam tam bién con la cara de frente, tum tum bado badoss en una un a posición posición he ráldica ráldica con la cabeza miran do hacia dentro. La M edusa iba, al al parecer, acom pa p a ñ a d a e n el c e n tro tr o p o r las figu fi gura rass m u ch choo m ás p e q u e ñ a s d e sus hijos. hij os. P eg egas asoo y Crisaor, Crisaor, y en las las esquinas esquinas d e ambos am bos fro ntones ntone s aparec erían o tra vez figu figuras ras mucho más pequeñas, quizá de dioses y titanes (los hijos y uno de los titanes esculpidos esculpidos tamb ién según la ley ley de la frontalidad). E l afán qu e vemos en estos ejemplos ejemp los de m ostrar os trar cara a cara a los dioses, dioses, o la lucha con m on onstruos struos y/o ani males salvajes salvajes como form fo rmaa de plasm ar las las relaciones de los los dioses con con los hu manos, es compartido por otras muchas esculturas templarías posteriores, aun que siem pre del sigl sigloo vi vi. U na gorgona parecida, aun que de terra cota y de dimensiones dimensiones mucho m enores, enores, decoraba con toda seguridad el frontón del tem plo p lo d e A te n e a en S irac ir acuu sa a n tes te s d e 550 a.C.; a.C .; u n a g o rgo rg o n a (en (e n u n a esq es q u ina in a ) y un león decorab an tam bién el arquitrabe del templo jónico de A polo de DídiDídima (c. 540-5 540-520 20); ); y quizá quizá tam bién u na M edusa apareciera apa reciera en el centro del fron tón del templo de A tene a de esta misma época época que c oronab a la Acrópolis de Atenas. En este último caso tenemos constancia de que aparecían también unos leones con la la cara de frente d evoran do un toro. El moti mo tivo vo del ataqu e de leones, bastante basta nte hab itual ya en la cerámica p inta da del d el sigl sigloo vil vil a.C., a.C., ocuparía todavía un lugar destacado en el frontón oriental del templo de A polo en D el fos cuando fue recon struido aproxim apro ximadam adam ente en la última última décad a del sigl sigloo vi vi. El centro del frontón de Delfos lo lo ocupaba un a vista vista frontal del del carro carro de A po lo, composición ensayada también en una fecha ligeramente anterior en la pro p ro p ia D elfo el fos, s, en el f r o n tó n o c c ide id e n tal ta l d el tes te s o ro de los Sifnio Sif nios, s, y a m e d iad ia d o s de siglo en las metopas del templo C de Selinunte, en Sicilia. Las metopas de Selinunte Selinunte mostraban también a Medusa (en el mo men to de ser decapitada por Perseo, con la ayuda de A tenea, ten ea, figura 69) 69),, y a Hércu les llevándose a los los C er copes (al igual que Perseo y Atenea, también la figura de Hércules responde a la ley ley de la la frontalidad); esta misma escena dec oraba orab a igualmen te las m eto eto pas p as d el H e r a io n d e la F oc ocee d el Sele, Se le, e n Ita It a lia li a , q u e d a tar ta r ía m ás o m e n o s d e la misma época, así como otras hazañas de Hércules, entre ellas la lucha con Apolo por el trípode délfico. La lucha por el trípode no hará su aparición en forma form a escultórica escultórica en D elfos hasta casi casi un cuarto cu arto de siglo siglo más tarde, en el fron tón oriental orie ntal del tesoro tes oro de los Sifn Sifnio ios. s.
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
307
69. M etopa del templo 69. temp lo C de Selinunte en la que aparece Perseo decapitandecapita ndo a la Gorgona. F ig u r a
308
LA FORMACIÓN DE GRECIA
Espero que este breve repaso por la escultura templaría del siglo vi a.C. haya dejado p aten te has ta qué pu nto los artistas artistas de la la Grec ia continental, las las isla islass del m ar Jónico, Sicil Sicilia ia,, Italia, y en cierta m edida tam bién los de Jonia, tra ba b a ja b a n e n b u e n a p a r te a p a r tir ti r d e un m ism is m o m a rco rc o icon ic onoo g ráfi rá fico co,, y uti u tili lizz a b a n más o menos el mismo tipo de recursos artísti artísticos cos para pa ra im primir en la men te de los los devotos y visitantes de los santuario s la imag en del pod p od er de los dioses dioses.. Lo que caracteriza indistiñtam ente a fronton fronton es y metop as son las composiciones composiciones audaces, en general simétricas, el uso frecuente de la frontalidad, y unas ac ciones de fácil interpretación. En Delfos, en el tesoro de los Sicionios y en el de los Sifnios, se utilizó la escritura para poner de manifiesto cuáles eran las escenas escenas representad as, y no cabe dud a de que el episodio evocado en ellas ellas era importante. No eran esculturas destinadas a atraer a un público local que po día mantenerse bien informado a través de medios no visuales; eran escultu ras qu quee rivalizaban rivalizaban directam ente con las las de otros lugares y que tenían p or ob je j e to c a u s a r im p res re s ión ió n no n o sól s óloo en e n el ám á m b ito it o loc l ocal. al. N o o b s tan ta n te, te , pa p a r a co conn seg se g u irlo ir lo no se basan ni en los los poem as hom éricos ni en la Teogonia de H esíodo; sólo en el friso friso del tesoro de los Sifni Sifnios os pasan a forma r parte par te del d el repe rtorio del escul escul tor los combates d e la guerra d e Troya Troya:: la base com ún de la iden identidad tidad griega era muy amplia, y el número de tradiciones que aún permanecían libres de toda tod a asimilación asimilación estricta estricta con u na ciudad concreta conc reta seguía siendo muy grande. U na vez dicho dicho esto, esto, sin sin embargo, conviene seña lar que en A tena s en pa rticu lar los los elemen tos locales locales siguieron siguieron siendo im portantes; cabría reco rdar las las sec ciones atenienses del Catálogo de las mujeres', ni la figura tricéfala con cuerpo de serp iente esculpida en un fr ontón ontó n de la Acrópolis, Acrópolis, ni la figura de mu jer con con la cara de frente que aparece en el interior de un templo ocupando el centro de otro frontón fron tón de la misma procedenc ia, el el llamado llamado del «Olivo», «Olivo», enc uen uentran tran pa p a r a lelo le lo en él n i p u e d e n s er iden id enti tifi fica cadd a s co conn su ay ayud uda. a.
M o n u m e n t a l iz a c i ó n d e l a c i u d a d
El modelo del edificio templario
Los edificios que soportaban estas esculturas formaban parte de una es pe p e c tac ta c u lar la r m o n u m e n tali ta lizz a c ión ió n d e la ciu ci u d a d grieg gr iega. a. Los Lo s ed edifi ifici cios os tem te m p lari la rioo s ocupaban ya un lugar destacado entre las construcciones del siglo v i i i a.C.; durante el siglo vn la aparición de los muros de piedra y de los complicados tejados incrementó aún más el predominio de las construcciones religiosas dentro de ntro de la ciudad (véase supra , p. 253); en el siglo vi esas construcciones se pr p r o p a g a r o n p o r d o q u ier, ie r, se m u ltip lt ipli licc aro ar o n y a u m e n t a r o n su tam ta m a ñ o y su refi re fi nam iento arquitectónico, a m edida que las m etopas esculpidas esculpidas en piedra sus tituyeron a las de terracota pintada, las columnas de piedra reemplazaron a las de madera, y las ciudades fueron disponiendo los templos unos junto a otros en sus recintos sagrados. El aumento de las dimensiones y del número de las construcciones puede ilustrarse en forma de cuadro (cuadro 7).
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
309
Principales templos griegos hasta 480 a.C. (Los templos aparecen clasifi cados por la anchura del estilóbato, o parte superior de la plataforma de apoyo. Los grandes templos de menos de 2 0 m de anchura aparecen en cursiva; los de 20-30 m en letra redonda; los de más de 4 0 m en negrita. C ua dro 7.
Fecha aprox.
660 650 650 650 620 610 (o 510?) 5 9 0
580 5 8 0 5 7 0
565 5 6 0
560 560 555 5 5 0 5 5 0
550 5 5 0 5 5 0
540 5 4 0
540 535 530 530
530 530 5 3 0
530 52 5 52 5 5 2 0
520 5 2 0
520
Nombre Nombre del del templo templo
Corinto, Apolo Istmia, Posidón Pos idón Heraion Hera ion de Argos, Hera Eretria, Apolo T h e rm o n , A p o l o Corcira, Kardaki (Mon Repos) Olimpia, Heraion Corcira, Ártemis Calidón, Apolo Metaponto Meta ponto,, B (Hera) Siracusa, Apolo Selinunte, Deméter Malóf Ma lófor oros os Samos, Heraion (Rhoikos) Efeso, Ártemis Siracusa, Olimpieon Locr Lo cros os Epize Ep izefir firios ios Gela, A te n e o n Selinunte, templo C Selinunte, templo M Cirene, A p o lo Dídima, Dídima, Apolo Ap olo Asas, Aten At enea ea Corinto, Apolo S elinu n te , t e m p lo D Metaponto, AII Posidonia, Posidon ia, «Basíli «Basílica» ca» Samos, Heraion (Polícrates) Samos, edificio S Lesbos, Lesbos , A p o lo Ñapeo Ña peo Samos, edificio N Selinunte, templo FS Atenas, Atenea Polias Egin Egina, a, Ap olo ol o Delfos, Apolo Orcómenos, Kalpaki Selinunte, templo GT
Orden Orden
Número Número de de Dimensiones Altura columnas del esti estiló lóbbato de las (m) (m) columnas (m) (m)
7 X 18
1 4 , 4 X 3 9 ,3
6 X 14
15,1 X 46,6 46,6
5 X 1 6 (? ) 1 1 , 7 X 4 0 ,5
d ó r ic o dórico
5 X 15
1 2 ,1 X 3 8 ,2
6 X 11
1 1 , 9 X 2 5 ,6
3 ,0
dórico dórico
6 X 16
1 8 ,8 X 5 0 ,0
5 ,2
8 X 17
c. 23,5 X 49,2 10,4 X 15,6
dórico dórico —
9 X 1 7
1 9 , 9 X 4 1 ,6
6 X 17
2 1 , 6 X 5 5 ,3
8 ,0
—
9 ,5 X 2 0 ,5
-----
jónico jón ico
8 X 21
52,5 X 105,0
j ó n ic o dórico jónic jón icoo d ó ri co dórico dórico d ó ri co jónico jón ico dórico dórico d ó r ic o dórico dórico jónico jón ico
8 X 21
55,1 X 115,1
12,1
6 X 17
2 2 , 4 X 6 2 ,1
8 ,0
6 X 14
1 7 ,1 ,1 X 3 5 , 3
6 X 1 12 2
1 7 , 3 X 3 5 ,2 ,2
6 X 17
2 4 , 0 X 6 3 ,7
jónic jó nicoo eólico jónic jó nicoo dórico dórico dórico dórico dórico dórico
8,7 8, 7
1 0 ,9 ,9 X 2 6 , 8
6X7/ 8/9 X 21
42,0 X 87,0+
6 X 13
1 4 , 0 X 3 0 ,3
4 ,8
6 6 6 9
15 13 17 18
21,5 23,6 20,2 2 4 ,5
7 ,2 8 ,3 6 ,9 6 ,4
24
55,2
8
X X X X X
1 6 , 8 X 3 0 ,1 ,1
X X X X X
53,8 55,7 50,5 5 4 ,3
112,0
7 X 17
2 2 ,8 X 4 5 ,6
8 X 17
16,3 X 37,5
5 6 6 6 6
25,8 24,4 21,3 16,4 23,8
X X X X X
12 14 12 11 15
6 X 12
8 X 17
X X X X X
15,45
41,2 61,9 43,2 31,4 59,5
9,1 9, 1 7 ,4 8,1
14,5 X 27,0
50,1 X 110,1
14,7
LA FORMACIÓN DE GRECIA
310 C u a d r o 7.
Fecha aprox.
Continuación.
Nombre Nombre del del templo templo
Orden
Número Número de Dimensiones Altura columnas del estilóbato de las columnas (m) (m) (m) (m)
d ó r ic o
6 X 11
14,4 X 27,5
520
Kalaureia, Posidón Naxos, Naxos , A po polo lo (inacabado) Paros
jónico jón ico jónico jón ico
6 X 13 próst pró stilo ilo
520
Délos
jónico jón ico
515
Atenas, Olimpieon (inacabado) Cartea, Atenea Acragante, Zeus Olímpico Posidonia, Deméter Posidonia, Foce del Sele, Heraion Eretria, Apolo Hermio Her mione, ne, Posidón Pos idón Cartea, Apolo Metapon Meta ponto, to, Tavole Palatine Acragante, «Heracles» Delfos, Aten At enea ea Pronaia S u n io n , P o si d ó n Egina, Aphaia A te n a s , P a r t e n ó n Viejo (inacabado) Selinunte, te tem plo A Selinunte, tem plo O Meta M etapo pont ntoo D H í m e r a , V i c t o r ia S ira cu sa , A t e n e a Selinunte, Hera (ER)
dórico
hexástilo próst pró stilo ilo 8 X 21
24,3 X 55,2 grande (sólo se conservan fragmentos) grande
dó ric o dórico
520 520
510 510 510 510 510 500 500 500
500 500 500 490 4855 48 490 490 490 480 480 480
41,1 X 107,9
c. 16
6 X 11 7 X 14
12,0 X 23,2 52,7 X 110,1
4,5
dórico dórico
6 X 13 8 X 17
14,5 X 32,9 18,7 X 39,0 39,0
6,1
dórico dórico dórico dórico
6 X 14 6 X 12 6 in antis 6 X 12
19,2 15,0 16,0 16,1
dórico dórico
6 X 15 6 X 12
25,3 X 67,0 13,3 X 27,5
10,07 4,6
d ó r ic o dórico d ó ri c o
6 X 13 6 X 12 6 X 16
13,1 X 30,2 13,8 X 28,8 23,5 X 66,9
? 5,3 ?
d ó r ic o d ó ric o jónic jón icoo d ó ri c o d ó ri c o dórico
6 6 8 6 6 6
16,0 X 40,0 16,0 X 40,0 14,8 X 38,4 22,5 X 56,0 22,0 X 55,0 25,3 X 67,7
? 8,7 10,2
X 13 X 13 X 20 X 14 X 14 X 15
X X X X
46,4 31,5 32,0 33,5
5,1 5,1
El impacto que la actividad constructiva del siglo vi pudo tener sobre la ciudad queda particularmente bien ilustrado en el caso de Selinunte (figuras 70 y 71). La colonia de Selinunte data de mediados del siglo vn, y sus casas se esparcieron rápidamente por un área bastante grande. Poco después de 6000 a.C. 60 a.C. hay indicios indicios de que, al igual igual que en mucho m uchoss otros otro s sitios sitios po r esta m is ma época (véase (véase supra, pp. pp . 278 y 28 281), 1), se im p u so u n n u ev evoo p lan la n s o b re el pripr i-
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
F i g u r a 70.
311
Plano d e Selinunte.
mitivo mitivo asen tamiento, que supuso el establecimiento establecimiento d e una u na retícula rectilínea rectilínea de calles en la acrópolis y en la colina de Manuzza, y la construcción de dos terrazas con el fin de ampliar la zona de los santuarios. Quizá date de esta época el edificio denominado Mégaron. Parece que hacia 560 a.C. se produ jo j o alg al g ú n a c o n tec te c im ien ie n to d estr es truu c tiv ti v o , seg se g u ido id o d e la c o n s tru tr u c c ión ió n d e u n a t e rraza monumental que abarcaba todo el extremo oriental de la acrópolis, y de la erección del primer templo verdaderamente grande de la ciudad, el templo C, decorado con metopas escultóricas. Casi inmediatamente después se construyó el templo D. Da la impresión de que simultáneamente se esta ba b a n r e a liz li z a n d o las o b ras ra s d e o tra tr a s d o s e s tru tr u c tur tu r a s m ás p e q u e ñ as, as , el tem te m p lo d e Deméter Malóforos y el templo M, en el recinto sagrado occidental, al otro lado del río río M odione; y más tarde, poco después de la conclusión conclusión del templo D, se iniciaron las obras en el recinto sagrado oriental, al otro lado del río Cotone, donde se erigieron los templos FS y GT; este último, de proporcio nes colosales, deja pequeño no sólo al templo FS, sino también al C y al D. Las obras de construcción no p araro n aquí: aquí: otros dos edifici edificios os más pequeñ os levantados en la acrópolis, el templo O y el A, pertenecen al primer cuarto del siglo v a.C., lo mismo que el gran templo ER, una vez más provisto de m etopas etopa s escultóri escultóricas, cas, situado e n el recinto sag rado o riental. riental. Aun incluyendo otros edificios aparte de los templos, que no aparecen reflejados en el cuadro anteriormente indicado, no se conoce ninguna otra
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312
F ig u r a
71.. Vista de la acrópolis 71 acrópo lis de Selinunte.
ciudad que levantara tantas construcciones como Selinunte durante los cien años que van de 580 a.C. a 480 a.C. Pero las ciudades de Acragante, a unos 75 km al sureste de Selinunte y fundada a comienzos del siglo vi a.C., Posi donia (Paestum), en Campania, fundada más o menos por la misma época que Selinunte, y Metaponto (donde se erigió además el gran ekklesiastérion de piedra) rivalizan muy de cerca con Selinunte en lo tocante a la actividad constructiva, pues en todas ellas se levantaron varios grandes templos. De modo bien distinto rivalizan también con Selinunte Samos, Éfeso y Dídima: sólo en Samos (véase infra, p. 524) existen varios grandes edificios, algunos todavía mal conocidos, pero en las tres ciudades se llevaron a cabo unas obras arquitectónicas que por sus dimensiones podrían competir con las más grandes de Occidente. En la Grecia continental sólo una ciudad se acerca un po p o c o a este es te v e r d a d e r o a lar la r d e d e e n e rg ía co conn stru st rucc tiv ti v a : A ten te n a s. A q u í, ad adee m ás de las dos fases de construcción del templo de Atenea Polias de las que te nemos noticia, las esculturas arquitectónicas conservadas —el llamado fron tón de «Barba Azul», por ejemplo— ponen de manifiesto que otro templo igualmente grande debió de edificarse en la Acrópolis en el período que va de 570 a 550 a.C. Más tarde, hacia 515 a.C., empezaron las obras del Olim pie p ieoo n , d e d im e n sio si o n e s ta n co colo losa sale less co com m o las d e los lo s tem te m p los lo s m á s g ran ra n d e s d e las colonias de Occidente o de Jonia. En comparación con estos edificios la actividad constructiva de lugares como Delfos o de ciudades tan ricas como Egina parece cosa de niños.
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
313
72. Las canteras 72. cantera s de Rocche di di Cusa, situadas al oeste de Selinunte, Selinunte, de don don de proviene la piedra de los templos.
F ig u r a
Exp E xp lica li ca ció ci ó n del de l m o d e lo
¿Cómo d ebemos e nten der el hecho de que unas ciudades ciudades decidieran decidieran rea lizar lizar con tan ta frecuencia obras de co nstrucción, nstrucción, y adem ás a m enud o de gran tamaño, mientras que otras apenas edificaron nada o bien lo hicieron a una escala mucho más modesta? Evidentemente existe cierta correlación entre las dimensiones y la riqueza de la ciudad: Selinunte y Atenas, Acragante y Samos contaban todas ellas con un vasto hinterland. Muchas de las ciudades disponían disponían además en su territorio territorio de ab unda ntes canteras de piedra adecua da, cuando n o excelente, excelente, para la construcción (figura (figura 72), 72), aunq ue cabe cab e decir lo mismo de muchas otras ciudades que no realizaron unas obras tan nota bles. P e ro las ciu ci u d a d e s a las q u e n o s refe re feri rim m o s n o sólo só lo e r a n g ran ra n d e s y p r ó s per p eras as,, sino si no q u e a d e m á s e s tab ta b a n b ien ie n rela re laci cioo n ad adaa s. L o s n u m e ro s o s c o n tac ta c tos to s que tenía Samos y el prestigio de las familias ricas de Atenas fuera de su ciu dad los estudiaremos con algún detalle más adelante (y véase supra , p. 117); la trascendencia de Acragante en el contexto del mundo griego ampliado a través de la colonización queda patente a finales de la época arcaica cuando la vemos convertirse en una de las principales canteras de campeones atléti coss que ca nta Pínd aro en sus epi co epini nici cios. os. Pero tamb ién debem de bem os destacar de stacar la si si tuación m arginal de todas estas estas ciudades salvo salvo Atenas. Forzados a cohabitar con otras comunidades —sículos, italiotas, fenicios,
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0 lidios—, de las cuales estaban ansiosos de distinguirse, y viviendo como vi vían en los márgenes de los territorios identificados como helénicos, los ciu dadanos de todos estos lugares probablemente sintieran la necesidad no sólo de impresionar a sus vecinos no griegos, sino también de hacer alarde ante sus visitantes helénicos de su identidad de griegos. La identidad étnica suele aflorar cuando un determinado grupo se siente presionado, y estas comuni dades se veían en la necesidad de hacer ostentación de su identidad heléni ca, ca, cosa cosa que no les ocurría a las las comunidades com unidades de la metrópoli. E sa pres ión se manifestó en Jonia en forma de intervención política directa primero por pa p a r te d e L idia id ia y lueg lu egoo d e P ersi er siaa ; d u r a n te el siglo sig lo vi la p res re s ión ió n e n O c c iden id ente te no fue tan directa. Durante mucho tiempo se ha sospechado que esa misma pr p r e s ión ió n fue fu e la res re s p o n s a b le d e l esta es tall llid idoo d e ed edif ific icac acio ionn es «g «grie riega gas» s» q u e se p r o dujo en Segesta a finales del siglo v a.C.; en Selinunte la presión se pone de manifiesto en el terreno arqueológico cuando vemos la evidente influencia fenicia que muestra el pavimento de mosaico con la figura de la diosa fenicia Ta nil nil instalado en frente del temp lo A poco después de la destrucción de la ciudad en 409 a.C. Los relatos históricos demuestran que Selinunte llevaba largo tiempo sintiéndose a medio camino entre los mundos griego y fenicio. Cuando cartagineses y griegos se enfrentaron en Sicilia en 480 a.C., Selinun te no tom ó pa rtido p or los griegos griegos (véase infra, p. p. 404), 404), y cu cuan ando do Giscón, Giscó n, hijo del infortunado general cartaginés Amílcar, tuvo que exilarse, fue Selinunte la que lo acogió acogió (Diodo ro, 13.43 13.43..5). 5). El rum or de d e que Selinunte estuvo a pu n to de enviar a su caballería en ayuda de los cartagineses contra los griegos, que em pezó a circular tras la de derro rro ta púnica pún ica (D iodoro, 11 11.2 .211-22 22), ), demu estra pre p recc isa is a m e n te la im p o rta rt a n c ia cru cr u cial ci al q u e p a r a S e lin li n u n te ten te n ía el h e c h o d e r e afirmar vigorosamente una y otra vez su identidad helénica (afirmación que no dudaron en aceptar las demás ciudades griegas cuando necesitaron su ayuda; cf. Diodoro, 11.68.1). Estilos arquitectónicos arq uitectónicos regionales regionales
El hecho de que los griegos de Sicilia y del sur de Italia, por una parte, y los de Jonia, Jonia, por otra, utilizaran la construcción de temp temp los m onu onum m entales en pa p a r te p a r a iden id enti tifi fica cars rsee a sí m ism is m os co com m o m iem ie m b ro s in teg te g r a n tes te s d e la co com m u nidad helénica en sentido lato y para diferenciarse de las comunidades no griegas con las que se hallaban en permanente contacto, no significa que se limitaran a seguir unas iniciativas surgidas en la Grecia propiamente dicha. Los templos de Jonia, pese a caracterizarse por su mutua emulación, logra ron combinar una disposición básicamente similar (cámara central rodeada de un a colum nata sobre un zócalo zócalo m ás o menos grandioso) con una articula articula ción muy distinta de las proporciones y los detalles. El orden jónico (figura 73; véase también supra, figura 53) utilizado en ellos trataba los cimientos (que no se limitaban ya a las tres grandes gradas típicas del dórico), el pie de la columna (a la que se añadía una basa, a diferencia del orden dórico), las
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acanaladuras del fuste (separadas por un filete, no meras estrías vivas), el per p erfi fill d e la c o lum lu m n a (q u e sólo só lo se e n s a n c h a e n el o r d e n d ó ric ri c o ), el cap ca p ite it e l (provisto de volutas y no formado por un mero bloque cuadrangular dis pu p u e s to s o b re u n a « a lm o h a d illa il la»» ), el a r q u itr it r a b e (div (d ivid idid idoo e n el jó n ico ic o e n tre tr e s ban b an d a s ) , y el fris fr isoo ( q u e sólo só lo tie ti e n e trig tr iglif lifoo s y m e to p a s en el d ó rico ri co), ), d e u n m odo com pletam ente particular. particular. Los tem plos de Sicil Sicilia y del sur de Italia tie nen en común con los templos perípteros de la metrópoli el orden dórico,
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F ig u r a
LA FORMACIÓN DE GRECIA
74.. Revestimien 74 Rev estimientos tos de terrac ter racota ota del tesoro tesor o de Gela en Olimpia Olim pia (sig (siglo lo vi a.C.) a.C.)
pe p e r o d e s a r ro lla ll a r o n , n o o b s tan ta n te, te , u n a seri se riee d e rasg ra sgoo s espe es pecí cífi fico coss en la p lan la n ta y en los detalles, siendo construidos con arreglo a unas normas distintas y adaptando sus modelos arquitectónicas a una escala muy diferente. Cuando la ciudad siciliana de Gela decidió construir un tesoro en Olimpia hacia 540 a.C., utilizó sus propios arquitectos y se trajo de casa los curiosísimos revestimientos de terracota de las cornisas (figura 74); los griegos de la metrópoli que acudieran a Olimpia no podían abrigar duda alguna respecto a la tradición arquitectónica absolutamente peculiar que caracterizaba a las colonias de O ccidente. ccidente. La arq uitectura resulta de hecho sum amente revelado ra de la pujanza y los límites del regionalismo de la cultura griega del siglo vi a.C. Si bien el esquema básico de la arquitectura templaría es esencialmente el mismo de un extremo a otro del mundo helénico, no sólo determinadas técnicas (como la disposición del tejado), sino también ciertos tipos de plantas se caracterizan po p o r u n a d istr is trib ibuu ció ci ó n reg re g ion io n a l espe es pecí cífic fica. a. P o d em o s v erlo er lo así as í e n los tem te m p los lo s dóricos arcaicos de las Cicladas. Casi todos ellos son de pequeñas dimensiones y no son perípteros, d e ahí ah í que sean pocos los los que figuran en el cuadro 7, en el que las Cicla Cicladas das aparecen rep resentadas principalmente principalmente p or templos jónicos mal conservados, pero, eso sí, bastante grandes. El modelo dórico ha bit b ituu a l e n las C icla ic ladd as p o s e e do dos, s, cinc ci ncoo o seis sei s c o lum lu m n as in antis (esto es, entre los extremos decorados de los muros laterales), situadas delante de la celia,
I N T E R R E L A C IÓ N D E L A S C I U D A D E S
317
de una sola nave o dividida por una hilera central de columnas. En algunos casos la anchura del edificio es mayor que su longitud, como sucede en el templo de Aliki, en el extremo meridional de la isla de Tasos (véase supra, p. 239 239). ). E l tem te m p lo d ó ric ri c o de A lik li k i tie ti e n e e n re a lid li d a d u n a g ran ra n a fin fi n ida id a d p o r lo que a las las prop orciones de su plan ta se refiere con el templo jónico de Sangri Sangri,, en Naxos (de 520 a.C. aproximadamente), y la influencia sobre el dórico de las Cicladas de las proporciones más estilizadas de los edificios jónicos pue de verse con especial claridad en el Heraion de Délos de c. 500 a.C, cuyas columnas son excepcionalmente altas y delgadas. Esta tradición regionalista pr p r e s e n ta su p rim ri m e r a ex excc ep epci cióó n e v ide id e n te en el tem te m p lo d e A t e n e a en C a rte rt e a , en la isla de Ceos, edificio muy próximo en el espacio y en el tiempo —aun que en marcado contraste con él— al templo de Apolo, que pese a sus di mensiones excepcionalmente grandes, se inscribe esencialmente en la tradi ción cicládica. El templo de Atenea en Cartea, por el contrario, señala la entrada en las Cicladas de la tradición continental del templo dórico, y será esa tradición con tinental la que d om ine la arqu itectura clásic clásicaa de la región, región, a medida que el siglo v a.C. traiga la decadencia de las tradiciones culturales regionales. Política cultural
La importancia de la monumentalización de la ciudad y en particular la de sus santuarios durante el siglo vi a.C. como medio de hacer pública y no toria a sus vecinos, griegos y no griegos, e incluso a las ciudades más lejanas con las cuales deseaba establecer relaciones, su pertenencia a un mundo cul tural helénico específico, regional o local, podemos verla gráficamente en la actitud em uladora ulado ra de C reso, rey de Lidia. Lidia. (H eród oto, 1.14, atribuye atribuye unas ac titudes titudes de emulaci em ulación ón sem ejantes a otros m onarcas anatolios primiti primitivos, vos, como Midas o Giges, bastante más sospechosas desde el punto de vista histórico.) Creso se convirtió para los griegos, como queda patente en el libro I de He ródoto, en prototipo del hombre inmensam ente rico rico cuya cuya prosperidad acabó acarreándole la ruina cuando, confiando ingenuamente en su fuerza militar, decidió atacar a los persas. Antes de esa ruina, sin embargo, Creso efectuó num erosas ofrend as de gran valor en los diversos diversos santuarios grie griegos gos,, tanto de Jonia como como de la Grecia continental continental.. H eród oto enum era todas esas esas ofrendas en un pequeño excurso (1.50-52, 92; cf. Fornara, 28), en el que además seña la que en rea lidad C reso no enten día el m und undoo religioso religioso de los los grieg griegos, os, y en pa p a r tic ti c u lar la r sus su s o rácu rá culo los. s. E l in ten te n to d e C res re s o d e « p rob ro b a r» a los o rácu rá culo loss ( H e ródoto, 1.46-49) enviando hasta ellos mensajeros encargados de preguntar qué era lo que estaba haciendo m ientras ellos ellos los los consultaban, es algo algo que los los griegos habrían considerado inconcebible (véase supra, p. 244). Pero si Cre so no entendía el sentido de los oráculos griegos, entendía perfectamente la importancia de los santuarios helénicos como lugares en los que se desarro llaba llaba una d etermina da polític políticaa cultural cultural.. Au nque el trato nada respetuoso que
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Figura
LA FORMACIÓN DE GRECIA
75.. Buey sacrif 75 sacrifici icial al de plata sobredo sobre dorada rada proce pr oceden dente te de Delfos (si (siglo glo vi
a.C.).
concederían más tarde los persas a los santuarios griegos debió indudable mente de acrecentar, aunque fuera de manera postuma, el prestigio de Cre so, su éxito a la hora de presentarse como amigo de lo griego, capaz en últi mo término de comprender, apreciar y asumir los valores helénicos, queda pa p a t e n t e n o sólo só lo e n la ima im a g en ta n b e n é v o la d e su p e r s o n a q u e o frec fr ecee H e r ó doto, sino también en el empeño de determinados personajes y ciudades griegas por cultivar su amistad: hasta los espartanos afirmaban haber queri do enviarle un espléndido regalo (IJeródoto, 3.47). Y eso que se trataba del hombre que logró someter durante un siglo al poderío lidio a los griegos de Asia Menor ( A N E , 567-572) y cuya derrota puso de hecho a esos mismos griegos en manos de los persas. Si las ciudades y algunos monarcas extranjeros ambiciosos ejercieron su influencia política a través de las construcciones monumentales y las ofren das depo sitadas en los los santuarios, lo lo mismo cabe decir de algunos person ajes eminentes de las aristocracias de las distintas ciudades griegas. Las espléndi das ofrendas de marfil, oro y plata, a veces combinados (figura 75), que reci bió b ió el s a n tu a r io d e D e lfo lf o s d e d e ter te r m ina in a d o s p ers er s o n a jes je s d e la G rec re c ia o r ien ie n tal ta l y continental durante el siglo vi a.C., por desgracia ya no pueden contarnos las las circunstanci circunstancias as en q ue se prod ujo su dedicac dedicación. ión. P ero cuan do en la segun da mitad del siglo vi a.C. la familia ateniense de los Alcmeónidas, desterrada de su patria, financió financió la la reconstrucción del temp lo de A polo en Delfos, el he cho fue citado específicamente para justificar los rumores de que habían in fluido indebidamente sobre la respuesta dada por el oráculo a los espartanos en contra de la tiranía de los Pisistrátidas de Atenas. La anécdota da por su pu p u e s to q u e la co conn stru st rucc ció ci ó n d e tem te m p los lo s a c a r r e a b a u n a g r a titu ti tudd p o r p a r te d e la po p o b lac la c ión ió n loca lo call q u e p r e s u m ib lem le m e n te d e b ía d e e x p r e s a rse rs e e n form fo rm a d e ap apoo -
INTERRELACIÓN DE LAS CIUDADES
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«I G », i3 1469 1469.. Un A lcm eó n ida id a celebra celebra la victoria conseg con segui ui da en una carrera de carros en Atenas dedicando una estatua en el san tuario de Apolo Ptoeo en Acraifnion, Beoda.
T e x t o 40.
Soy Soy una hermo sa estatua para deleite deleite del hij hijoo de Leto, Febo A po lo. Alcmeónides, hijo de Alemeón, me dedicó tras la victoria obtenida con sus veloces corceles, que Cnopíadas condujo en las fiestas de Pa las en Atenas.
yo polít polític ico, o, aunqu aun quee no cabe dud a de qu e la ob ra se realizó realizó con el fin de m an an ten er vivos vivos la la fama y el no nom m bre de los los Alcm eón eónidas idas entre e ntre los los visitantes visitantes de los los grandes santuarios. Cuando el oráculo de Apolo Ptoeo, situado en el territo rio de la pequeña ciudad beocia de Acraifnion, adquirió una indebida, aun que breve, notoriedad a raíz del incendio que destruyó el viejo templo de Delfos, parece que los Alcmeónidas aprovecharon la ocasión y dedicaron en él una escultura monumental para conmemorar una victoria en carro alcan zada en Atenas (texto 40). Este tipo de victorias podían asimismo resultar tan oportunas desde el punto de vista político que por esa misma época el ateniense Cimón creyó conveniente anunciar que su victoria en el certamen de carros de los Juegos Olímpicos se la debía al tirano Pisistrato (Heródoto, 6.103 6.103;; véase vé ase infra, p. p. 335) 335).. La monu m onu m entalizac ión de este tipo de victorias victorias ga rantizaba que la gloria conseguida de ese modo no fuera un mero aconteci miento local y pasajero. A lo sumo en 480 a.C. por lo menos los argivos ha bía b íann c r e a d o u n as c u a d ras ra s p úb úbli lica cass q u e les le s p e r m itie it iera ra n o b t e n e r la v icto ic tori riaa en las carreras de carros de los Juegos Olímpicos ( P. Oxy., 222.31). Estos últimos ejemplos no sólo vuelven a situarnos ante la utilización cada vez más frecuente de los juegos panhelénicos, con la que abríamos el pr p r e s e n te cap ca p ítul ít ulo, o, sin si n o q u e a d e m á s n o s llev ll evan an a e n f ren re n tar ta r n o s co conn las luch lu chas as pol p olíti ítica cass q u e se d e s e n c a d e n a r o n en el sen se n o d e las ciu ci u d ad adee s grie gr iega gass y e n tre tr e muchas de ellas. Es el momento de ocuparnos del asunto.
D is c o r d i a s y f a c c i o n e s m á s a l l á d e l a h i s t o r ia d e l a c i u d a d
En el capítulo 6 examinábamos las discordias surgidas en el seno de las oligarquías de algunas ciudades y el resultado de esas disensiones: legislacio nes y tiraní tiranías. as. Los relatos que hablan de los prime primeros ros tirano s están m ás inte resados en utili utilizarl zarlos os como ejemplo de cóm o un individuo se hace con el el po der que en analizar sus actividades, aunque resulta curioso comprobar que raras son las veces en las que se consid eran significat significativas ivas pa para ra la toma del po der las ayudas recibidas desde fuera de la ciudad. Al menos según la tradi ción, los tiranos del siglo vil a.C. surgieron en buena parte por generación es
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
po p o n tá n e a , sin rec re c ibir ib ir d e o tra tr a s ciu ci u d ad adee s o d e o tro tr o s tira ti rann o s n a d a m ás q u e c o n sejos. Por regla general las ciudades del siglo vil acabaron explotando, pero habitualmente da la impresión de que los efectos de esa explosión determi naro n su futuro en algún ám bito nuevo y no afectaron a la vida política política de las las ciudades vecinas. Las tradicione s en torno tor no a las facciones, facciones, las las discordias y las las tiranías d el si si glo glo vi vi a.C. a.C.,, por po r el contrario, contrario, tan to si tratan de la instauración, como de la pe r pe p e tu a c ió n o la d isol is oluc ució iónn d e u n a tira ti rann ía e n u n a d e ter te r m in a d a c iud iu d ad ad,, s u e len le n ser ricas en alusiones a la ayuda financiera del exterior, al empleo de tropas extranjeras, a la importancia de la animadversión existente en la ciudad ha cia otra ciudad o en esta última hacia la prim era, o al al papel desem peñ ado p or otra ciudad a la hora de poner fin a la tiranía. Las comunidades que durante el sigl sigloo vu a.C a.C.. fueron buscando buscan do la forma de establecer un os medios m edios de a uto determinación, y en las que los miembros de la aristocracia lucharon en carnizadamente entre sí para alcanzar o restringir el acceso al poder de sus congéneres, descubrieron en el siglo vi que su historia se hallaba más estre chamente vinculada que nunca a la historia global de las demás ciudades grie griegas gas.. Un U n breve b reve exa men me n de algunos de los los ejemplos m ejor atestiguados nos pe p e r m itir it iráá o b s e r v a r v a ria ri a s d e las form fo rm a s en las q u e las d iver iv ersa sass c iud iu d ad adee s de dell siglo vi se vieron mutuamente implicadas en las historias de sus vecinas. El caso de Polícrates de Samos
A unque no podemos reconstruir con con un m ínimo ínimo de d etalle etalle la historia historia po lítica de la Samos del siglo vu, los retazos de tradiciones que han llegado a nuestras manos indican indican q ue tambj tambj,é ,énn esta ciudad, como las que analizábamo analizábamoss en el capítulo 6, conoció las discordias^en el seno de la elite y vio cómo una serie de individuos iban asumiendo poderes extraordinarios; una fuente muy tardía (Teodoro Metoquites, Misc M iscelá eláne nea, a, 668-669) dice que cierto Febias fue aisymnétes (dictador electo, cf. el caso de Pitaco), y que un tal Demóteles se convirtió convirtió en mónarkhos (monarca). Se cuenta que Demóteles fue asesinado y que le sucedió un grupo llamado los «Propietarios de la tierra» ( Geomóroí). Plutarco ( Quaestiones Graecae, 57) dice que éstos a su vez fueron derrocados tras la victoria en la guerra contra los megareos, que habían ata cado a los colonos colonos samios de Perinto: los prisioneros de M égara fuero n utili zados por los generales victoriosos para asesinar a los Geomóroi. Sin relación alguna con este hecho según las las tradiciones tradiciones conservadas, aunque, de ser his tórica, habría tenido lugar al año siguiente, se produjo una guerra contra Priene, a la que se atribuían muchas muertes entre los samios, y otra contra «los «los eolios» eolios» d uran ur an te la cual se dice dice que qu e el general, gene ral, un tal Silosonte, insistió insistió en que los samios celebraran, como de costumbre, en el Fleraion la fiesta que duraba toda la noche y que, aprovechando esta circunstancia, se hizo con el po p o d e r (Pol (P olie ienn o , Stratagemata, 6.45). Entre la vaguedad de la referencia a «los eolios», la existencia de un Si-
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41. Asió A sió,, fr. 13, citad cit adoo en A ten te n eo, eo , «Deip «D eipno noso soph phis ista tai» i»,, 525F. 525F. As A s ió desc de scri ribe be el lujo lu jo de las ve vest stim imen enta tass y los lo s a d o rno rn o s del de l q u e se hacía hac ía alarde alarde en las las fiestas del H eraion de Samos. Te x t o
Peinaban sus largas melenas y se dirigían hermosamente engala nados al santuario de Hera. Sus vestidos de lino, blancos como la nie ve, adornados con broches de oro en forma de cigarras, arrastraban po p o r el suel su eloo d e la v asta as ta tie ti e rra rr a . Su c a b e ller ll eraa , rec re c o g ida id a co conn h o rqu rq u illa il lass d e oro, ondea al viento y brazaletes finamente labrados rodean sus bra zos.
losonte en época époc a posterior, y la afirmación afirmación de P olieno olieno (1.2 (1.23) 3) de que también Polícrates se hizo con el poder durante la celebración de un importante sa crificio público en el Heraion, deberíamos guardarnos mucho de considerar histórico ninguno de estos acontecimientos. P ero el establecimie estab lecimiento nto de d e los los sasamios en diversas colonias a finales del siglo v i i a.C. está bien atestiguado por las actividades de Semónides (véase supra, p. 268 268), ), y tam tam bién pa rece b astan te auténtica la «pugna po r el Helesponto», de la que habría formad o pa rte la acción de Perinto (los samios se establecieron también en las cercanías de esta ciudad, en Bisante, Proconeso y Heraion Teíkhos). La participación en conflictos bélicos fuera de la isla ocupa un lugar destacado entre las causas de todas estas tensiones políticas: ¿reflejan en realidad estas noticias la si tuación reinante en Samos hacia 600 a.C., o simplemente responden a la re lación efectivamente establecida en época posterior entre política exterior y disturbios políticos internos? (véase infra). Si aceptamos la primera hipóte sis, deberíamos preguntarnos, en particular, hasta qué punto podemos consi derar empresas «estatales» el establecimiento de colonias fuera de Samos o las las guerras suscitadas suscitadas en defensa de esos colonos colonos o con tra otras ciudades fu e ra de la isla, y hasta qué punto representaban tales empresas un intento de satisfacción de intereses sectoriales, que sólo tangencialmente afectaban al patriotismo o la lealtad de los encargados de ejecutarlas. Los abundan tes contactos entre el mundo griego y el no griego que los hallazgos del He raion de Samos revelan a partir del siglo v i i i a.C. (véase pp. 117-118) quizá fueran una fuente de enriquecimiento y un elemento del estilo de vida pro pio pi o d e u n s ecto ec torr m uy lim li m itad it adoo de la p o b lac la c ión ió n d e la isla, isl a, y p u e d e q u e incl in clus usoo la fiesta nocturna celebrada en el Heraion no estuviera ni mucho menos abierta a todo el mundo. Si está justificado situar al poeta épico samio Asió en el siglo vi a.C., su descripción (Ateneo, 525F; texto 41) de los participan tes en la fiesta de Hera evocaría efectivamente el talante de semejante cele brac br ació iónn . Las tradiciones tradiciones recogidas po r H eródo eró do to (especialmente 3.393.39-60, 60,120120-142) 142),, tan ricas en detalles, en torno a la tiranía de Polícrates de Samos durante la
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segunda segund a mitad del sigl sigloo vi vi a.C. a.C.,, contrastan m arcad am ente con los retazos re lativos a épocas anteriores, pero han dado lugar a un debate erudito igual m ente rico rico.. Ese d eba te se ha inventado to da una u na tradición familiar familiar de tiranos tiranos anteriores a Polícrates (se habla de un «Polícrates el Viejo» o de la tiranía de Éaces, el pad re de Polícrat Polícrates, es, pese a qu e H eródo eró do to afirma q ue este último se hizo hizo con el po de derr a raíz de una sublevación), sublevación), par a suplir la la absoluta abso luta ausencia de información en torno a la situación política de Samos durante la primera mitad del siglo vi. Pasaremos aquí por alto todas esas conjeturas. Lo que nos interesa es la Samos que surge directamente de las anécdotas relatadas por H eródoto, eród oto, que qu e parece estar excepcionalm ente bien informado so bre esta isl isla, a, en la que, según cierta tradición tradición antigua, ha bría p asado pa parte rte de su vida vida (Suda, s. v. Heródoto). Polícrates dejó tras de sí una fama de haber gozado de una insólita pros pe p e r ida id a d , de e s tar ta r s iem ie m p re d isp is p u e s to a in terv te rv e n ir en los a s u n tos to s grie gr iego goss y no griegos al al margen marge n de la pro pia Samos, Samos, y de calcular siem pre sin pied ad lo que le convenía. Heródoto nos habla del golpe de estado en el que participó jun to con sus dos hermanos, y tras el cual no dudó en asesinar a uno de ellos y en deste d este rrar al otro; de su su amistad con Amasis, Amasis, rey de Egipto (sobre este p er er 644-645), ), pese a la la cual cual supo arreglárselas arreg lárselas más tar de p ara sonaje, véase A N E , 644-645 que Cambises, rey de Persia, le pidiera tropas para participar a su lado en la campaña contra Egipto (Polícrat (Polícrates es envió cuaren ta barcos con una tripulación formada por presuntos rebeldes de Samos); de su fomento de las actividades de los piratas, que no dudaban en apoderarse de ciudades y riquezas y que interceptaban durante la travesía los regalos de carácter diplomático que se enviaban las potencias de la Grecia continental y los soberanos no griegos; y po p o r ú ltim lt imoo de la m u e r te d e P o lícra líc rate tes, s, cru cr u cifi ci fica cadd o en S ard ar d e s cu a n d o se d iri ir i gía a «salvar» de Cambises al sátrapa de la región, Oretes. No cabe duda de que esta era la imagen que generalmente se tenía de Polícrates en el siglo v: Tucídides (1.13; 3.104) comenta la conquista de varias islas por él, especifi cando que, tras tomar Renía, la consagró a Apolo. ¿Qué debemos hacer, desde el punto de vista histórico, con estas tradi ciones? Es evidente que las leyendas tienen dos efectos muy claros: ponen de relieve relieve la riqueza y el po de r de la Samos del siglo siglo vi vi, y subraya sub rayann que q ue la «mala conducta» de Samos fue responsabilidad de Polícrates. De lo primero no cabe duda alguna. Los templos de Hera, mencionados anteriormente, eran sólo algunos de los monumentos magníficos construidos en la isla durante el siglo vi. El propio Heródoto afirma —y deberíamos tomar en serio sus pala bra b rass — q u e si se s e e n tre tr e tie ti e n e tan ta n to en h a b lar la r d e P o líc lí c rate ra tess e n 3.39-60 3.39 -60 es p o r q u e los samios habían sido responsables de «las tres mayores obras monumenta les de los griegos», el templo, el túnel de varios kilómetros de longitud idea do por p or cierto E upa upalino lino para conducir conduc ir el el agua ha sta la ciudad (figura 25) 25),, y el muelle del puerto. Tales obras exigían una explicación e invitaban a la crea ción ción de leyendas que las las justificaran, justificaran, por ejem plo la de qu e el foso que ro de aba las murallas de Samos había sido cavado por los cautivos lesbios captu rados cuando luchaban en defensa de Mileto. Tampoco tenemos motivos
I N T E R R E L A C IÓ N D E L A S C I U D A D E S
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76. Bronce pertenecien 76. pertene ciente te a los arreos arreo s del caballo de Hazael Haz ael hallado en el el Heraion de Samos.
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serios para poner en duda el poderío militar y en particular naval de Samos durante el siglo vi. Pero, en cambio, cuando se intenta establecer una se cuencia de las acciones atribuida s a Polícrates, Polícrates, o inte rpre rp retar tar sus ataqu es a «las «las ciudades menos prósperas de las Cicladas» como una consecuencia de su in capacidad de ex tend er sus agresiones agresiones más al este debido a la conquista de la armada fenicia por los persas, debemos andar con más cautela. Entre los hallazgos encontrados en el Heraion de Samos se encuentra la pla p lann c h a d e b ro n c e fab fa b ric ri c a d a co conn m o lde ld e p r o c e d e n te d e l n o r te d e Siria; Sir ia; se t r a ta de un elemento perteneciente al arnés de un caballo y lleva una inscrip ción en arameo con el siguiente texto: «[Esto es] Lo que Hadad [un dios] en tregó al señor Hazael de Umqi el año en que el señor cruzó el río» (figura 76). La plancha fue fabricada en el siglo ix a.C., pero se encontró en un con texto perteneciente a finales del siglo vi a.C. Más aún, se ha descubierto una pie p ieza za c o m p a ñ e ra d e é s ta e n el s a n tua tu a r io d e A p o lo en E r e tria tr ia.. L a insc in scri ripp ció ci ó n pa p a r e c e ind in d icar ic ar q u e am b as p ieza ie zass fo r m a b a n o rig ri g ina in a lm e n te p a r te d el b o tín tí n c a p turado por Hazael, y recientemente se ha sugerido la hipótesis de que más tarde hubieran sido objeto de un saqueo por parte de los griegos. Aunque otros prefieren imaginar a un emprendedor funcionario de algún santuario oriental que hubiera querido «congraciarse» con los griegos deshaciéndose de unas cuantas ofrendas viejas, estos curiosos objetos parecen a todas luces fruto de alguna transacción oportunista. La historia de Coleo (véase supra , p. 27) sugi su gier eree q u e esa es a a c titu ti tudd o p o rtu rt u n ista is ta e r a a trib tr ibuu id a e n esp es p ecia ec iall a los samios, y no resulta difícil entender que una interpretación poco generosa de esas transacciones —o la justificación que adujera el funcionario del templo cuando le preguntaran adonde habían ido a parar los viejos tesoros— las com parara con la pu ra y simple simple piratería. piratería. ¿Pero dio realmente Polícrates a la piratería una nueva consideración de actividad «oficia «oficial»? l»? Las ané cdo cdotas tas cla clan a en ten de r desde desd e luego que q ue los samios samios lograron salir impunes de ciertas intervenciones que normalmente les ha brí b ríaa n a c a r r e a d o algú al gúnn tip ti p o d e rep re p res re s alia al ias, s, y n o cab ca b e d u d a d e la rea re a lid li d a d de dell po p o d e r ío m ilit il itaa r d e Sam Sa m os, os , q u e s e ría rí a el q u e h a b r ía h ech ec h o p o s ible ib less s e m e jan ja n tes te s acciones. Pero las leyendas no contienen ningún elemento que no se justifi que convenientemente apelando a la actuación de una aristocracia conscien te de que con taba con un pod erío m ilitar ilitar capaz de protegerla, que ad emás se veía engrandecido en las leyendas contadas por sus víctimas. Semejante hi póte pó tesi sis, s, sin em b arg ar g o , ex exig igee q u e la a ris ri s toc to c rac ra c ia c o n s e rvar rv araa su p o d e r , sig si g u iera ie ra pro p ro teg te g id a , y h a s ta c ier ie r to p u n to m a n tuv tu v iera ie ra su ind in d e p e n d e n c ia, ia , a la s o m b ra d el tirano. tirano. ¿P ero pued p uedee justifi justificarse carse sem ejante hipótesis? hipótesis? Q ue d urante ura nte el sigl sigloo vi vi pod ía disponerse en Samos de grandes cantidades de mano de obra está perfectamente atestiguado por sus monumentos. El templo de Rhoikos, sin embargo, es anterior a la época de Polícrates y exis ten razones para creer que el po der y la la prosperidad no se limitaban limitaban a la pe r sona del tirano. El Heraion de Samos destaca entre los santuarios de Jonia po p o r sus koiiroi monumentales, sobre todo el que dedicó Isquis hacia 570 a.C., que originalmente medía cerca de 4,75 m: según parece, Samos siguió pro-
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F ig u r a
77.
Kóre
de Queramies procedente del Heraion de Samos.
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duciendo estatuas monumentales cuando en la Grecia continental se había generalizado la costumbre de fabricar koûroi más o menos de tam tam año na tu ral. El grupo escultórico compuesto de cuatro figuras de pie, una sedente, y otra recostada, llamado Grupo de Geneleos, aproximadamente del año 550 a.C., no tiene parangón en ninguna otra parte, como tampoco lo tiene la ofrenda por parte de un solo hombre, llamado Queramies, de dos koûroi y una kóre hacia 560 a.C. (figura 77). Es indudable que a los samios que acu dieron a Esparta solicitando ayuda para deshacerse de Polícrates les venía muy bien decir que éste les había enviado a la muerte so pretexto de pelear contra Amasis, pero parece encajar mejor con nuestros testimonios presumir un alto grado de colaboración entre Polícrates y la aristocracia, y no imagi narnos una elite elite en cons tante terro r por su vida. vida. Polícrat Polícrates es era alab ado en la po p o e s ía de íbic íb icoo y ya H e r ó d o to a firm fi rm a b a q u e h a b ía d a d o a loja lo jam m ien ie n to al p o e ta Anacreonte de Teos (quien, según una fuente posterior, habría sido su maestro); además es de suponer que no fueran sólo los oídos del tirano los que disfrutaran de las actuaciones de estos artistas. Ello desde luego no sig nifica negar que existiera cierta oposición por parte de la nobleza, del mismo modo que había otros que le apoyaban. Según parece, fueron algunos miem bro b ross de desa safe fecc tos to s d e la aris ar isto tocc rac ra c ia q u ien ie n es h acia ac ia 520 a.C. a.C . z a rp a r o n a la m a n e ra tradicional de Samos para fundar una colonia en Puteoli, en el sur de Ita lia, a la que denominaron Dicearquía (cf. Eusebio [Jerónimo], para el año 524 a.C.), y puede que el filósofo Pitágoras fuera uno de los primeros refu giados. Son las relaciones con Esparta las que con más claridad demuestran la complejidad de la situación. Según parece, Esparta mantenía desde hacía tiempo una relación bastante especial con Samos. Es indudable que a la isla llegaron cerámica y otros productos laconios en una fecha extremadamente temprana (poco después de 700 a.C.), y además en cantidades mucho mayo res que a ninguna otra parte. Como demuestra el famoso descubrimiento de una cabeza de león, que originalmente formaba parte de un gran vaso de bro b ronn c e, fab fa b ric ri c a d a e n E s p a r ta y co conn u n a insc in scri ripp ción ci ón en c a r a c tere te ress laco la coni nios os de c. 550 a.C. alrededor de la melena que reza: «Eumnasto, espartano, a Hera» (figura 78), es también evidente que algunos miembros de la aristo cracia se trasladaban de Esparta a Samos, y probablemente también de Sa mos a Esparta, aunq ue en este este sentido no contamos con testimonios testimonios tan bu e nos. Cuando los refugiados samios llegaron a Esparta (Heródoto, 3.46-47, 1.70) contando que Polícrates los había enviado a combatir a Egipto y que habían sido rechazados cuando intentaron regresar a la isla, los espartanos acordaron ayudarles. Semejante decisión resulta curiosa pese a que los es pa p a r tan ta n o s p u s iero ie ro n el p r e te x t o d e q u e h a b ían ía n lleg ll egad adoo a ese es e a c u e rd o p a r a v e n garse garse de Samos Samos por hab er interceptado una cratera de bronce que habían en viado a Creso y otro regalo que Amasis les había mandado a ellos; dicha cratera hab ría perma perma necido en el Heraion de Samos más de veinte veinte años, años, du rante los cuales las relaciones de Esparta con la isla habían seguido siendo pe p e r f e c tam ta m e n te n o rm ale al e s, tan ta n to e n el t e r r e n o m a teri te riaa l c o m o e n el p e rso rs o n al. al . E l
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Figura
78. León de bronce bronc e dedicado por el espartan esp artanoo Eumnasto. Eumna sto.
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Her H eród ódot oto, o, 3.142-143 3.14 2-143.1. .1. Versió Ver siónn de H e ró d o to de c ó m o las disensiones entre los miembros de la oligarquía impidieron que la tira nía acabara acabara pacíficam ente en Samos. T e x t o 42.
En Samos Samos quien deten taba la autoridad (pues había recibi recibido do el po der de Polícrates a título de regente) era Meandrio, hijo de Meandrio, que p retendió convertirse convertirse en el hom bre más justo justo del mun do sin con seguirlo. En efecto, cuando le fue comunicada la muerte de Polícrates, hizo lo siguiente: ante todo, erigió un altar en honor de Zeus Eleuterio (= Liberador) y, a su alrededor, fijó los límites de ese sagrado recinto que en la actualidad se encuentra en las afueras de la ciudad. Tras ha be b e r lo h ech ec h o, co conn vo vocó có acto ac to seg se g u ido id o u n a a s a m b lea le a d e tod to d o s los lo s c iu d a d a nos y les dijo lo siguiente: «Como vosotros bien sabéis, se me ha con fiado a mí el cetro y todo el po de r de Polícrates Polícrates.. En E n esta es ta tesitura, tesitu ra, se me ofrece, pues, la oportunidad de imperar sobre vosotros. En la medida de lo posible posible,, sin sin embargo, yo perso nalm ente no voy a hacer lo que en otra persona critico, ya que Polícrates no tenía mi aprobación cuando ejercía ejercía un po der absoluto so bre ho mbres mb res qu e e ran sus igua iguale les, s, ni ni la tie ne todo aquel que actúa de ese modo. En fin, Polícrates ha consuma do su destino, pero yo, por mi parte, pongo el poder en manos de to dos y proclamo para vosotros la igualdad de derechos. No obstante, considero de justicia justicia pod er contar, a título perso nal, con las siguiente siguientess pre p rerr rroo g a tiv ti v as: as : q u e d e los b ien ie n e s d e P o lícra líc rate tess m e s e a n a sig si g na nadd os seis sei s talentos; y, además de esto, reivindico, para mí personalmente y para mis sucesi sucesivos vos descendientes, descendien tes, el sacerdocio sacerdo cio de Z eus Eleuterio, ya que he fundado por mi cuenta un santuario en su honor y, además, os estoy otorgando la libertad». Estas fueron, en suma, las exigencias que Me andrio planteó a los samios; pero uno de ellos se levantó y exclamó: «Pero es que, en cualquier caso, tú, siendo como eres un maldito villa no, no eres digno de im perar p ara nosotros; no sotros; es es más, más, mejor será q ue des cuenta de los fondos que has administrado». El que así habló era un ciudadano prestigioso, cuyo nombre era Telesarco. Entonces Meandrio —comprendiendo que, si renunciaba al po p o d e r , alg al g ú n o tro tr o se erig er igir iría ía en tira ti rann o en su lug lu g ar— ar — , co c o m o es n a tura tu ral,l, desechó por completo la idea de renunciar a él. Es más, al regresar a la acrópol acrópolis, is, hizo llamar llamar u no a uno, so so pretex to de que en realidad re alidad iba a darles cuenta de los fondos, e hizo prenderlos y encarcelarlos.
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origen de semejante decisión quizá nos lo revele mejor esta otra historia, cuya veracidad no podemos garantizar: al parecer, los samios celebraron unos funerales públicos en honor de cierto espartano que había destacado en el ataque a la ciudad (Heródoto, 3.55); esos funerales —sobre todo si además tenemos en cuenta que el hijo del difunto se llamaba «Samio»— quizá impli quen qu en que qu e el espartan o en cuestión era hu ésped de Samos Samos.. D e ser así así,, este este he h e cho vendría a subrayar la complejidad de las relaciones de hospitalidad, que suponen la existencia de unos lazos potencialmente conflictivos a la vez con una ciudad y con unos individuos: la amistad permanente de Esparta con la aristocracia samia, y no sólo con Polícrates, constituiría un elemento funda mental de las relaciones especiales existentes entre ambas ciudades. Esta interpretación de la relación que mantenía Polícrates con la aristo cracia samia se ve respaldada por las tradiciones relacionadas con los acon tecimientos que se pro dujero n a la mue rte del tirano. tirano. H eró do to (3.14 3.142; 2; texto 42) dice que Meandrio, a quien Polícrates había dejado como regente cuan do m archara a Sardes, Sardes, propu so devolver dev olver el el poder pod er al conjunto de los los ciudada nos, reivindicando únicamente para sí seis talentos de los bienes de Polícra tes y el sacerdocio de Zeus Eleuterio. Pero cuando un miembro de la aristocracia lo insultó gravemente, Meandrio cambió de idea, encarceló a sus pre p ress u n tos to s rivale riv ales, s, y se erig er igió ió en tira ti rann o . E s ta tra tr a d ició ic iónn , co com m o tod to d a s las de dem m ás, ás , tiene demasiados elementos de fábula aleccionadora para ser fiable —la his toria sigue contando que Meandrio tenía dos hermanos, uno violento y el otro loco, etc.—, pero cabe deducir razonablemente la existencia de una aris tocracia orgullosa, cuyos miembros sospecharan unos de otros y estuvieran ansiosos por alcanzar el poder. Partiendo de esta base, da la impresión de que la Samos de Polícrates no habría sido muy distinta de la Mitilene de Pitaco, al establecerse en ella un monarca carismático que ejercía un dominio precario sobre una elite boyan te, pero llena de resentimiento. No existe, sin embargo, motivo alguno para po p o n e r e n d u d a q u e P o líc lí c rate ra tess m u rie ri e r a e f e ctiv ct ivam am e n te e n S arde ar des, s, y tam ta m p o c o po p o d e m o s p a s a r p o r a lto lt o la p o líti lí tica ca d e fu e rza rz a d e P ersi er sia. a. U n a ve vezz m ás t e n d r e mos que analizar las secuelas de la muerte del tirano. Cinco o seis años des pu p u é s d e la m u e rte rt e d e Políc Po lícra rate tes, s, fue fu e e n v iad ia d a a S amos am os u n a fue fu e rza rz a e x p e d icio ic io naria persa con objeto de instalar en el poder a Silosonte, hermano de Polícrates. La versión que de este hecho ofrece Heródoto (3.139-149) pone de relieve las las motivaciones p ersonales: seg ún dice, dice, D arío, rey de Persia, ac or dó emprender la expedición porque Silosonte le había regalado una vez un m anto magnífi magnífico; co; a continuación continuación dice que los los samios samios no lograron pon erse de acuerdo para oponer resistencia (otro indicio de la rivalidad existente entre los miembros de la aristocracia) y que en principio decidieron llegar a un pact pa ctoo , p e r o q u e el h e r m a n o d e M e a n d rio ri o les co conn v en enci cióó e n ton to n c e s d e q u e u ti ti lizaran la violencia, y que ante su actitud el general persa, Otanes, no les dio cuartel cuartel;; M eandrio —aña de— no logró so bornar a los los espartanos espartanos para que le ayudaran; y por fin fin cuen ta que O tanes repo bló luego la isl islaa a raíz raíz de un sue ño que tuvo y de una enfermedad de los órganos genitales. Parece, sin em-
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bar b argg o , q u e D a río rí o h a b ía e m p e z a d o ya a p o n e r sus su s m iras ir as en O c c ide id e n te ( H e r ó doto, 3.133-138; véase infra, pp. 375-376), y la política que llevó a cabo Per sia en Jonia a finales del siglo vi a.C. habría consistido siempre en otorgar el po p o d e r en las ciu ci u d ad adee s a aq aquu e llo ll o s p ers er s o n a jes je s q u e se m o s tra tr a ra n d isp is p u esto es toss a apoyar a Persia, modelo en el que encaja perfectamente el respaldo otorga do a Silosonte. En el episodio del agradecimiento de Darío a Silosonte y de la negativa de Otanes a matar a una gran cantidad de samios, tendríamos un reflejo de la insistencia de Persia en que su actuación había sido honorable, y no arbitraria, y en que su interés radicaba en fomentar el auge de las ciu dades griegas, y no en despoblarlas. En cuanto a eso de que Otanes asoló la isla hasta tal punto que se la entregó a Silosonte totalmente arrasada, vería mos un reflejo de la pretensión por parte de Samos de que Persia se había comportado efectivamente con violencia. (En realidad, cuatro años más tar de, Samos pudo aprestar una flota y ayudar a Darío en su expedición a Esci tia.) El hecho de que ambas versiones anduvieran de boca en boca a media dos del sig siglo lo v a.C a.C.. dem uestra hasta qué pun to seguía seguía siendo Persia un factor importante de la política samia, incluso cuando la isla formaba parte del im pe p e rio ri o a ten te n ien ie n s e y las fue fu e rza rz a s a rm a d a s p e rsa rs a s h a b ían ía n sido si do e x p u lsad ls adaa s o fici fi cial al mente del Egeo. El caso de Clístenes de Sición
El siguiente siguiente ejemplo es mucho menos exótico exótico,, pues tiene q ue ver con un a sociedad radicada en la Grecia continental, no ya con una comunidad situa da en los extremos del mundo griego, sino con una ciudad relativamente pe queña, caracterizada por su agricultura próspera y carente de recursos espe ciales. Aristóteles ( Política , 1315bll-21) afirma que la tiranía de Ortágoras y sus sus hijos hijos en en Sición Sición fue la la más dur ad adera era de d e todas las que hub o en Grecia. A ris tóteles lo atribuye al trato moderado que estos tiranos depararon a sus súb dito ditos, s, man teniéndo se siempre d entro de la legali legalidad, dad, a sus sus triunfos triunfos en la gue rra, y a que en general se ganaron al^pueblo con sus atenciones. Por el contrario, Nicolás Damasceno (FGH , 90 F61; y cf. en parte el texto 43), autor posterior en tres siglos a Aristóteles, narra un episodio acerca de Mi rón, el sucesor de Ortágoras, y dice que su conducta lujuriosa y adúltera lo llevo a volcar sus atenciones en la esposa de su hermano Isodemo, que aca bó b ó m a tán tá n d o lo; lo ; é ste st e fue fu e e n g a ñ a d o y s u ced ce d ido id o e n el tro tr o n o p o r u n ter te r c e r h e r mano, Clístenes, que se mostró sumamente violento y cruel. La coexistencia de dos versiones con tradictorias es hab itual en las leyendas sobre los tiranos tiranos (cf. pp. 231-235, y véase infra , p. 333, a propósito de Pisistrato), circunstancia que refleja por un lado el deseo de poner freno a las eventuales ambiciones tiránicas tiránicas de futuros caudillos caudillos por p arte de la pob lación y po r otro in tenta jus tificar el hecho de haber vivido bajo un régimen tiránico. Ni estas ni otras le yendas según las cuales Ortágoras instauró la tiranía a raíz de sus triunfos en la guerra (P Oxy., 11 1365; Fornara, 10), pertenecientes con toda probabili-
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«FGH», 90 F61. Fragmento del relato de Nicolás Damasce no en torno a la ascensión al poder de Clístenes de Sición.
T e x t o 43.
Mirón, rey/tirano de Sici Sición, ón, descen diente de Ortágoras, no te nía la menor continencia en muchos terrenos, pero sobre todo en su relación con las mujeres. Cometía estupro con ellas no sólo en secreto, sino in cluso abiertamente. Al final tuvo una aventura adúltera con la esposa de su hermano Isodemo. Al enterarse de ello, Isodemo al principio guardó gu ardó silenci silencio, o, pero, com o se sentía molesto, m olesto, se se lo lo contó a su otro h er mano cuando regresó de Libia. Isodemo era, según decían, un indivi duo ingenuo y sin maldad, pero Clístenes era retorcido y estaba lleno de recursos. En esta ocasión, percatándose de lo que había que hacer, dijo dijo que él no habría sopo rtado que lo trataran así ni un solo día y que habría matado al adúltero con sus propias manos. Con estas palabras logró picar a Isodemo, pero lo que p reten día era hacerse con la tiranía tiranía y suceder a Mirón, so pretexto de que, una vez muerto éste, Isodemo no po podría dría realizar sacrif sacrific icios ios a los los dioses por tene r las las mano s m ancha anch a das con con la sangre sangre de su hermano. A sí quedó dem ostrado porque, cuan do Isodemo mató a Mirón, que llevaba siete años de tirano, al encon trarlo en la cama con su esposa, y le contó el hecho a Clístenes entre lamentos, éste replicó que sentía un gran disgusto por lo que les había ocurrido a sus hermanos, por el muerto por cuanto había sido asesina do por su hermano, y por Isodemo porque, al tener las manos man chadas con la sangre sangre de su hermano, no habría podido realizar sacr sacrif ifi i cios a los dioses y habría tenido que dejar a otro hacerlo en su lugar. Isodem o se dejó, pues, pues, conven conven cer y con tó tod a la verdad y, para no ver se obligado a abandonar el poder por este hecho, al cabo de un año asoció a Clístenes al poder. La maniobra de Clístenes salió bien debi do a la ingenuidad ingenuidad de Isodem o y así así gob ernaro n ambos Sici Sición ón.. Pero P ero el pu p u e b lo se fija fi jabb a m ás en C líst lí sten enee s p o rq u e infu in funn d ía m ied ie d o y e r a m uy emprendedor.
dad a la misma misma ram a de adv ertencias sobre los peligros peligros que entra ñan los los cau dillos militares que disfrutan del apoyo popular, nos permiten escribir una historia fidedigna de los Ortagóridas. Las anécdotas de Heródoto acerca de Clístenes de Sición, en cambio, ofrecen algunos testimonios históricos de importancia. Una de ellas (6.126131) se ocupa de Clístenes cuando, tras obtener la victoria en la carrera de carros de Olimpia, convocó a pretendientes de todos los rincones de Grecia pa p a r a q u e c o m p itie it iera rann p o r la m a n o d e su hija, hi ja, A g a ris ri s te. te . S eg egún ún c u e n ta H e r ó doto, el episodio central del caso corresponde al momento en el que el ate niense Hipoclides se emborracha y pasa de ejecutar una danza respetable a
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ba b a ila il a r o tra tr a ind in d e c e n te; te ; C líste lís tenn e s le r e p r o c h a e n ton to n c e s q u e co conn esa es a a c titu ti tudd ha pe p e r d ido id o to d a p o sib si b ilid il idad ad d e c o n tra tr a e r m atri at rim m o n io, io , a lo q u e el a ten te n ien ie n s e c o n testa que no le importa nada. Es posible que Hipoclides no ejecutara ningún gesto obsceno en su danza y desde luego la lista de los pretendientes no es muy precisa desde el punto de vista histórico (al parecer, contiene algunos pe p e rso rs o n a jes je s q u e vivi vi vier eroo n en é p o c as d isti is tinn tas) ta s),, a u n q u e la b o d a q u e fin fi n alm al m en ente te se celebra con el ateniense Megacles sí es histórica. La importancia histórica del episodio, sin embargo, radica en que nos muestra que los tiranos se mo vían fácilmente entre los círculos aristocráticos y que los miembros de la no blez bl ezaa d e u n a d e ter te r m ina in a d a c iud iu d a d e s tab ta b a n e n c a n tad ta d o s d e cu cult ltiv ivar ar las r e lac la c io io nes con el tirano de otra. Desde el punto de vista del tirano, por otra parte, la historia nos revela que los tiranos del siglo vi a.C. ponían todo su empeño en hacer hac er buen papel en ám bitos más amplios amplios que el de su su propia ciudad (por ejemplo, en los Juegos Olímpicos) y en sacar provecho inmediato de la fama pe p e r s o n a l q u e ello el lo les rep re p o r tab ta b a . La imagen del tirano tirano como m ero m iembro del restringido restringido círcul círculoo de grie gos ricos y poderosos debemos contrastarla, sin embargo, con la del perso naje que deseaba promocionar a su ciudad en contraposición con otras ciu dades. La otra anécdota de Heródoto acerca de Clístenes (5.67-68) nos lo pr p r e s e n t a p r o h ib ien ie n d o a los r a p s o d a s c a n tar ta r los lo s p o e m a s h o m éric ér icoo s, c a m b ian ia n do las prácticas cultuales más importantes de Sición hasta desplazar el culto del héroe Adrasto y sustituirlo en parte por el del enemigo legendario de éste, Melanipo, y en parte por el de Dioniso, y modificando los nombres de las tribus dorias: llamó a la suya la de los Arquelaos («jefes del pueblo»), y a las las otras la de los H iatas («Cerdos» ), los los Quireatas Q uireatas («Lechones») y los los Oneatas («Asnos»), Heródoto considera que todas estas medidas iban dirigidas contra Argos: los poemas homéricos celebraban las hazañas de los argivos, Adrasto era un héroe argivo, y los nombres de las tribus dorias los compar tía Mégara con Argos (entre otros lugares). Esta interpretación se ve respal dada por un reciente descubrimiento que ha revelado que por esta misma época los argivos erigieron en el ágora de su ciudad un santuario de Adras to y de los otros otro s seis seis héro es qu e lo acom aco m pa pañaro ñaro n en su ofensiva con tra Teba Tebas, s, los famosos «Siete contra Tebas». Esa disputa en torno a la ascendencia sicionia de Adrasto quizá haya dejado también alguna huella en los mitos so bre b re su g en enea ealo logg ía q u e h a n lleg ll egaa d o a n u e s tra tr a s m an anos os:: se dice di ce q u e A d r a s to h e redó Sición de su abuelo materno, Pólibo, que carecía de hijos de varones, y pu p u e d e q u e e sa in terr te rruu p c ión ió n d e la lín lí n e a s u c eso es o ria ri a s ea co n s ecu ec u en enci ciaa d e las d is is pu p u tas ta s d el siglo sig lo vi. E s p o s ible ib le q u e lo q u e p re te n d ie r a C lís lí s ten te n e s fu e ra a firm fi rm a r que Sición era más antigua incluso que esos grandes gran des héroe h éroess dorios, y los no nom m bre b ress q u e dio di o a las trib tr ibus us,, co conn sus su s res re s o n a n c ias ia s an anim imal ales esca cas, s, q u izá iz á p r e te n d ier ie r a n establecer una analogía entre ellas y otros viejos grupos étnicos como los de los Méropes, Dríopes y Léleges, cuyos nombres podrían interpretarse tam bié b iénn e n clave cla ve an anim im al («C (« C o m e d o res re s d e ab abej ejas as»» , « P ája áj a ros ro s -C a rpin rp inte tero ross » , y «C «Ci i güeñas», güeñas», respectivamen te). E n tal cas caso, o, las las medidas ad optad as p or C líste lístenes nes en este terreno también irían dirigidas hacia dentro y hacia fuera de su co
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munidad; hacia dentro, porque los mitos en torno al propio linaje son funda mentales para la identidad identidad étni étnica ca;; y hacia hacia fuera porq ue sólo sólo parang oná ndo las con las reivindicaciones de linaje de otras ciudades, podían tener algún significado las de Sición. Heródoto dice que los sicionios mantuvieron los nombres de las tribus durante sesenta años después de la muerte de Clíste nes, lo cual da a entender que los nombres no se consideraban descarada mente injuriosos y que sólo el cambio de las circunstancias políticas indujo a po p o n e r los lo s en tela te la d e juicio jui cio.. Lo L o s Pisistr Pis istráti átida dass de A ten te n a s
El legado que dejó Solón a los atenienses fue la continuación de las riva lidades políticas entre los miembros de la nobleza, y nuevas rupturas perió dicas del orden constitucional ([Aristóteles], Constitución de los atenienses, 13; véase supra , p. 267 267). ). Indep end ientem ente de lo que hiciera Solón Solón po r es tablecer un campesinado libre, es evidente que las rivalidades por la conse cución del poder político entre los ricos no habían desaparecido, y no es de extrañar que dichas rivalidades desembocaran en la tiranía de Pisistrato. Las tradiciones tradiciones antiguas sob re Pisistrato Pisistrato nos lo presen pre sentan tan com o si si hu bie ra alcanzado el poder político a través del engaño y como si lo hubiera ejer cido de manera popular. A grandes rasgos la primera de esas tradiciones es la que nos ofrece Heródoto (1.59-64), y la otra la de Pseudo Aristóteles, Constitución de los atenienses (13-17). Del mismo modo que en las leyendas en torno to rno a los los O rtagóridas de Sición Sición se mezclaban el enga ño y el abuso de las mujeres, también la tradición herodotea mezcla estos dos elementos al con tar cómo se hizo con el poder Pisistrato. Heródoto dice que el tirano utilizó en su provecho los sentimientos religiosos del pueblo al regresar a la ciudad acompañado de una bellísima mujer vestida con una armadura, como si fue ra Atenea (véase supra, p. 290), y que hizo lo mismo con la alianza matri monial establecida con Megacles Megacles — a quien acab amos de ver en relación relación con Clístenes— al al casarse con su hija y ten er com ercio carnal con ella «contra n a tura». La relación de estos mitos de carácter admonitorio con la historia es ba b a s tan ta n te inci in ciee rta rt a , p e r o d e s d e lueg lu egoo ilu il u s tra tr a n p e r fec fe c tam ta m e n te la co conn c ien ie n cia ci a q u e tenían quienes los contaban de que la tiranía no era sino una variante de la oligarquía: a Pisistrato se le define como tirano pese a que se presenta ac tuando en colaboración con Megacles, que tenía poder bastante para obli garle a abandonar la ciudad. Las diferencias entre las tradiciones aristotélica y herodotea saltan a la vista en la forma en que una y otra describen el trasfondo político de los in tentos de Pisistrato por hacerse con el poder político. Heródoto cuenta que la política ateniense antes de Pisistrato se hallaba dominada por el conflicto entre dos grupos, los habitantes de la costa y los del llano. El adalid de los pri p rim m e ro s e ra — segú se gúnn dice di ce— — M eg egac acles les,, hijo hi jo d e A lcm lc m eó eónn , y el d e los s e g u n dos, Licurgo, hijo de Aristolaides. A continuación cuenta que Pisistrato «sus
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citó citó»» un tercer grupo, reunió una caterva de seguidores y se proclam ó adalid de los «Hiperacrios», los «habitantes de las colinas». Pseudo-Aristóteles toma esta versión y la transforma. En la Constitución de los atenienses apa recen simplemente tres grupos, divididos según sendas líneas políticas: el de Megacles deseaba una «constitución moderada», el de Licurgo promovía la oligarquía, y el tercer grupo, al que llama el de los «Diacrios», contaba con un cabecilla populista y se había ganado el apoyo de los descontentos. Esta versión no es más que una interpretación racionalizada de la historia de He ródoto, pero en el proceso de racionalización se ha modificado por comple to la naturaleza del conflicto: las cuadrillas de seguidores puramente personale na less —el término «Hiperacrios» es sólo sólo el nom bre d ado a los los partidarios de Pisistrato— se convierten en Pseudo-Aristóteles en grupos con un programa po p o líti lí tico co de defi fini nido do,, y el n o m b re d e los H ipe ip e rac ra c rio ri o s , q u e es u n a b u r la d el d e los otros otro s dos grupos, grupos, se se conv convierte ierte en Diacrios, Diacrios, que alude a una com arca del Atica existente en la la realidad. realidad. C onsciente o inconscientemente, Ps eudo eudo-Aristóteles -Aristóteles difumina el papel de las rivalidades existentes en el seno de la aristocracia, acaso m anifestadas en los diversos diversos símbolos símbolos grabados en las prim eras m one one das atenienses, e introduce las discrepancias en torno al régimen político pro pu p u e s to p o r cad ca d a g rup ru p o e incl in clus usoo c iert ie rtoo tufi tu fill lloo a co conf nflic licto to d e clases. clas es. Pero el resto de la versión de Pseudo-Aristóteles, basada en fuentes que nada tienen que ver con Heródo to, amplía el el escenario escenario en el que se desa rro lla la actuación de Pisistrato. El autor de la Constitución de los atenienses no sólo introduce una serie de anécdotas que ilustran lo bueno que había sido Pisistrato Pisistrato con la gente hum ilde ilde — levanta los los impuestos al labrad or necesita do, amplía los préstamos a los pobres, y les ayuda a prosperar en paz—, sino que subraya asimismo su participación en los asuntos griegos en general. He ródoto dice que, al fracasar su ^lianza con Megacles, Pisistrato se dirigió a Eretria y allí obtuvo el apoyo de Tebas, Argos y Naxos. Pseudo-Aristóteles (cf. Heródoto, 5.94.1) extiende su radio de acción hasta Macedonia, hacien do una especial alusión a las minas del Pangeo, y llega a decir que el tercer hijo de Pisistrato se llamó Tétalo («Tesalio»), y que su tercera esposa fue la hija de Grogilo de Argos, casada anteriormente con cierto Arquino de Am bra b raci cia, a, p e r ten te n e c ie n te a la fam fa m ilia il ia d e los C ipsé ip séli lidd as d e C o rin ri n to. to . U n a ve vezz más, más , se trata de detalles que no pueden ser probados, pero el interés que suscita ba b a en los d e m ás grie gr iego goss el tip ti p o d e g o b iern ie rn o q u e p u d iera ie ra ex exis isti tirr e n A ten te n a s no noss lo dem uestra ues tra más allá allá de de tod a du da la invasión invasión de los los espartano s que supuso la expulsión de Hipias, el hijo de Pisistrato, tras el conflicto interno que pro vocara la muerte de su otro hijo, Hiparco, pero que no había logrado poner fin al poder de Hipias. Pseudo-Aristóteles sugiere que los lazos que unían a los Pisistrátidas con Argos fueron una de las razones de la ofensiva esparta na, y desde luego Hipias supo granjearse el apoyo de la caballería tesalia (véase infra, p. 344). Las tradiciones vigentes en la Atenas de los siglos v y iv a.C. decidieron conta co ntarr la la historia de los los Pisistrátidas Pisistrátidas en dos vertientes: p ara llam ar la la atención sobre cómo las acciones fraudulentas podían llevar a los líderes políticos a
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arrogarse el poder indebidamente, o bien para sostener la idea de que ni los Pisistrátidas habían sido tan malos ni los atenienses habían sido tan pusiláni mes que no fueron capaces de librarse de ellos. Pero las anécdotas contadas con otro tipo de finalidad, junto con otros datos conservados por azar, nos ofrecen una imagen bastante diferente. Ya hemos visto (véase p. 319) que Cimón, hijo de Esteságoras, se sintió obligado a atribuir a Pisistrato su victoria en Olimpia, lo cual no le impidió morir asesinado secretamente por los hijos de Pisistrato, por considerarlo un rival en potencia. El crimen posiblemente date de c. c. 520 520.. C asualm ente se ha cons ervado u n fragm ento d e inscripción inscripción con la lista lista de los arcontes de A tenas ten as (ML, 6; 6; Fornara Fo rnara,, 23) 23) y gracias a ella po podem dem os com probar que en la misma misma época el cargo cargo de arconte epónimo — el magis magis trado más ilustre ilustre de Atenas, que d aba su nom bre al año a efectos de cóm cómputo puto cronológico— lo ocuparon sucesivamente Hipias (526-525 a.C.), Clístenes, hijo de Megacles, Megacles, Milcía Milcíades, des, hijo hijo del mismo Cimón, Cimón , un tal Calíades, Calíades, por po r lo de más desconocido, desconocido, y luego luego pro bab lem ente Pisistr Pisistrato, ato, hijo hijo de Hipias. Hipias. Es ta lista lista dem uestra a las claras claras que la afirmación afirmación divulgada por los Alcmeónidas y re pe p e tid ti d a p o r H e r ó d o to (6.123 (6. 123)) de q u e h a b ían ía n p e r m a n e c id o e n el d e s tie ti e rro rr o y ausentes ausen tes de Aten as to do el tiempo q ue P isistrato isistrato y sus sus hijos hijos ostentaro n el po der, era falsa; demuestra asimismo que durante la tiranía los símbolos del po p o d e r p o lític lí ticoo — y ta t a m b ién ié n h a s ta cie ci e rto rt o p u n to su re a lid li d a d — f u e ron ro n c o m p a r ti ti dos sucesivamente po r distintos distintos m iembros d e la nobleza. nobleza. Lejos de ser soberanos absolutos, vemos que los Pisistrátidas lograron conservar su supremacía gracias a una delicada combinación de amenazas y promesas. Su gobierno no era un monopolio del poder y del patrocinio, y tampoco eran los únicos personajes con carisma ni los únicos capaces de granjearse lealtades personales. La reconstrucción del templo de Atenea Po lias hacia 520 a.C., los altares dedicados a los Doce Dioses y a Apolo Pitio po p o r el jov jo v e n P isis is istr traa to p a r a c e leb le b rar ra r su a r c o n tad ta d o (Tuc (T ucídi ídide des, s, 6.54.6; M L, 11 11;; Fornara, 37), la construcción también hacia 520 a.C. del grandioso templo de Zeus Olímpico, y la sustitución de las monedas con símbolos familiares por las que no llevaban más que la lechuza de Atenea, deberíamos interpretarlos como medios a través de los cuales los Pisistrátidas intentaron asegurarse que fuera de sus acciones de lo único que se hablara en Atenas. La tradición de Heródoto cuenta que cuando hacia 515 a.C. Esteságoras, el hermano de Milcíades, murió en el Quersoneso Tracio, dejando una vacante en un desti no que desde todos los puntos de vista constituía una tiranía familiar, los Pi sistrátidas enviaron a aquella plaza a Milcíades, como si a ellos se debiera el nombramiento para aquel puesto (véase infra, figura 84). Seguramente tam bié b iénn en e s ta m e d id a d e b e ría rí a m o s v e r u n a h áb ábil il ju g a d a d e los lo s P isis is istr tráá tida ti das. s. Y po p o r a q u e lla ll a é p o c a ten te n ían ía n b u e n o s m o tiv ti v o s p a r a a c tu a r c o n p rud ru d e n c ia, ia , p u es empezaban a verse seriamente amenazados por las actividades de los Alc meónidas, que desde luego no estaban en el destierro y que hacia 513 a.C. realizaron un intento fallido de desbancar a Hipias por medios militares des de la fortaleza de Lipsidrion, al norte del Ática. (Para los acontecimientos ul teriores, véase infra, p. 343.)
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E n t r a m a d o d e c iu d a d e s
La intervención de las distintas ciudades en la historia de sus vecinas que nos permiten ver las tradiciones relacionadas con las tiranías del siglo vi y la pro p ro p ia h isto is tori riaa de ésta és tass tuvo tu vo,, seg se g ún p a rece re ce,, u n c a rác rá c ter te r en g e n e ral ra l o p o r t u nista, nista, y a m enu enudo do estuvo ba sada en las relaciones relaciones personales. Los individuos individuos que eventualmente detentaban el poder convertían las antiguas relaciones pe p e r s o n a les le s d e h o s p ita it a lid li d a d c o n d e ter te r m ina in a d o s m iem ie m b ros ro s d e la n o b lez le z a de otras ciudades en mecanismos destinados a consolidar ese poder. Pero el si glo vi a.C. fue testigo además del nacimiento de unos tipos de relación más formales, no ya basados en los conciertos entre individuos, sino entre ciuda des, a medida que éstas fueron creando asociaciones que tenían por objeto pr p r o te g e r sus su s inte in tere rese sess f r e n te a en enee m igo ig o s c o m u n es y fre fr e n te a a m en enaa zas za s de más envergadura. Este tipo de lazos resultarían decisivos en los conflictos del siglo V a.C., y su omnipresencia en esa época constituye un factor importan te a la hora de diferenciar el mundo de la Grecia clásica del de la época ar caica. Por este motivo se impone ahora examinar brevemente cómo empezó a funcionar ese entramado de ciudades. El m odelo del «éthno «éthnos» s»
En cierto modo, ese entramado no constituía desde luego ningún fenó meno nue nuevo. vo. En muchas zonas de G recia recia —en p articular articular en el norte del PePeloponeso, así como en el centro y el noroeste de la Grecia peninsular—, la conciencia de pertenecer a un mismo pueblo ( éthnos ) que habitaba toda una región fue más fuerte d ura nte to da la época arcaica arcaica que la conciencia conciencia de pe r tenecer a una comunidad determinada diferente de sus vecinas. Estas orga nizaciones políticas que abarcan a todo un pueblo que reside en comunida des separadas a las que se denomina éthne (en singular éthnos) no deberían verse como algo negativo, es decir, como zonas en las que la ciudad no llegó a desarrollarse, sino como un modo alternativo de organización social, cons cientemente elegido en regiones en las que sólo era necesario ejecutar co lectivamente un número limitado de funciones. Una de esas funciones colectivas era el culto religioso. La multiplicación de los santuarios y su mo num entalización entalización a lo largo largo de los sig siglo loss vm y vu a.C. a.C. resultan ta n abrum abr um ado ras en las zonas organizadas en éthne como en aquellas organizadas en ciu dades: compárese la presencia de Feras (Tesalia) entre los centros en los que se percibe un destacado aumento de las ofrendas durante el siglo vm (véase supra, pp. 116-117), o la construcción del templo de Thermon, en Etolia (véase supra, p. 253). En cambio, los éthne no estaban organizados para la guerra: al tener una conciencia bastante vaga de lo que era el territorio co mún y acostumbrados a la movilidad de los asentamientos, da la impresión de que no se concedió excesiva prioridad a las actividades militares comunes.
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Dos son los fenómenos que vemos desarrollarse a lo largo del siglo vi a.C. En primer lugar, en la regxón-éthnos de Beocia empiezan a aparecer co m unidades separatistas, separatistas, sin sin por ello ello p erd er conciencia conciencia de la importancia que tenía la identidad común. A consecuencia de ello, ello, los los beocios ad quirieron en época bastante temprana una moneda que fue compartida por varias comu nidades, que se distinguían unas de otras añadiendo una letra (por regla ge neral la inicial del nombre de la comunidad) al cuño común. Siguieron te niendo su santuario común con sede en Onquesto, pero desarrollaron una fuerte conciencia de territorio, que no dudaron en defender con las armas. Las tensiones entre el afán de independencia de las distintas comunidades y la identidad com ún que qu e entra ña ñaba ba el hecho de ser todas beocias marcarían la historia de Beocia a partir del último cuarto del siglo vi, y se ponen de mani fiesto en los conflictos surgidos entre las ciudades de la región. Los primeros signos de esta situación se produjeron hacia 519 a.C., cuando, según Heró do to (6.1 (6.108) 08),, los los de Platea, P latea, en el sur de Beocia, quienes, al pa parecer, recer, no hab habían ían pa p a rtic rt icip ipaa d o n u n ca e n la m o n e d a co com m ú n b eo eoci ciaa , a n te la p res re s ión ió n d e sus ve veci ci nos, los tebanos, intentaron aliarse con Esparta, pero les dieron el consejo de que les convenía aliarse más bien con Atenas, y no dudaron en seguirlo. Formación de alianzas
El segundo fenómeno que se desarrolló durante el siglo vi fue el entra mado de comunidades que eran —y lo eran desde hacía mucho tiempo— conscientes de su peculiaridad. Dentro de ese entramado las actividades re ligi ligiosa osass constituían un elem ento relativam ente poco im portan te, y la función función común prioritaria era la guerra. U na de las manifestaciones de esta situación situación es la existencia de numerosas inscripciones, la mayoría procedentes del san tuario tua rio de O limpia, en las las que se deja constancia cons tancia de los pactos alcanzados. alcanzados. Así, a mediados del siglo vi a.C., tenemos noticia del acuerdo de amistad y fideli dad eternas alcanzado por Síbaris y sus aliados con un grupo de gentes que se denominan a sí mismos serdeos; de una alianza de cincuenta años entre otros otro s dos pu eblos eblo s itálicos itálicos,, los los anetos an etos y los los mesapios, y de o tra alianza de cien años entre Élide y la ciudad peloponesia de Heraia. En este acuerdo entre Elide y Heraia se afirma que a quien dañe la inscripción se le impondrá una mu lta de un talento de p lata, lo mismo mismo que a cualquiera cualquiera que rom piese el tra tado, y el el hecho de fijar po porr escrito los pactos, así así como com o el de dep ositar os itar en un santuario tan lejano los acuerdos alcanzados por unas pequeñas comunida des del sur de Italia, constituyen todo un indicio de la seriedad con la que se tomaban esos acuerdos interestatales.
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El caso de la Liga del Peloponeso
El miembro más curioso de esos entramados, sin embargo, es Esparta. Desentrañar la historia de la liga de las ciudades que se comprometieron a emprender acciones ofensivas y defensivas al lado de Esparta resulta suma mente problemático. problemático. De lo que no cabe duda es de que aproxim adam ente en la última década del siglo vi la mayoría de las ciudades del centro y del nor este del Pelopon eso, con la signif signific icati ativa va excepción de Argos, form aban pa rte de lo que los estudiosos modernos denominan la Liga del Peloponeso. De lo que habla Heródoto cuando cuenta el progresivo aumento de la influencia espartana en el Peloponeso (1.65-68) es de una Esparta que, tras intentar re pe p e tid ti d a m e n te sub su b y u g a r a la c iud iu d a d d e Tege Te gea, a, su v ecin ec inaa d el n o rte rt e , de dell m ism is m o m odo que q ue hab ía sometido a sus sus vecinos vecinos del oeste, los los mesenios mesenios,, empezó em pezó a dar la lata sacando a relucir relucir la la existenci existenciaa de un antepa sado común, el héroe Orestes, y a partir de ese momento casi siempre acabó dominando la situación. Es probable que la historia que cuenta Heródoto esté más influida por los acontecimientos más próximos a su época que por los hechos que pre tende describir. Esparta y Tegea tuvieron un encontronazo en la década in mediatamente posterior a las guerras médicas, y los tegeatas no dudaron en pe p e d ir ay u d a a A rgos rg os,, e n e m iga ig a tra tr a d icio ic ionn a l d e E s p a r ta (véa (v éase se infra , p. 401). El episodio debió de resultar sum amente am ente m olesto para Esparta, Esp arta, y la obstinación obstinación de los espartanos en decirse a sí mismos y a cuantos les quisieran oír que los tegeatas hacía hacía mucho tiempo que n o tenían la m enor espe ranza de vencerlos vencerlos pro p ro b a b le m e n te r e s u lta lt a r a f u n d a m e n tal ta l p a r a p r e s e rv a r la im a g e n d e aq aque uello llos. s. La prolongación del conflicto hace que resulte bastante difícil datar el único testimonio independiente capaz de corroborar la historia de Heródoto del que disponemos, a saber, la alusión que hacía Aristóteles a la inscripción de un tratado entre Esparta y Tegea recogido por Plutarco (Quaestiones Grae cae, 5). Dicho tratado incluía una cláusula según la cual los tegeatas «debían expulsar a los mesenios de su territorio y no hacer ...[¿a ellos?, ¿a nadie?] honrados». Plutarco comenta que Aristóteles interpretaba lo de «no hacer honrados» en el sentido de «no matar», tomándolo como un compromiso de no matar a nadie (por ejemplo, a los simpatizantes de Esparta que hubiera en Tegea). Pero teniendo en cuenta el empleo inequívoco que tiene en otros contextos la expresión «hacer desh onrado» onrad o» en e n el sentido de « privar de la la ciu ciu dadanía», es posible que a lo que se esté comprometiendo Tegea sea a ex pu p u lsa ls a r a los ilo il o tas ta s fugi fu giti tivo voss y a n o m an anuu m itir it irlo los. s. S eg egún ún la in ter te r p r e ta c i ó n de Aristóteles, Tegea se compromete a renunciar a todos sus derechos a infligir la pena capital; la otra alternativa sería simplemente suponer que Tegea re conocía que Esparta tenía un interés especial por los mesenios. Sea como fuere, es es evidente que cu ando se firmó firmó este trata do los los tegeatas cedieron u na pa p a r te — la q u e fu e ra— ra — d e su lib li b e rta rt a d p o líti lí ticc a a cam ca m b io d e c iert ie rtoo tip ti p o d e a p o yo de Esparta. El tratado podría datar de cualquier época entre las últimas décadas del sigl sigloo vu y las las primeras del v a.C., a.C., pe ro aun cuando cuan do da tara de esta
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última fecha, la transacción de la que nos da testimonio —tener los mismos amigos y enemigos que Esparta y seguir a los espartanos a donde éstos les llevaran— figuraba también en los tratados que firmaron todas las ciudades que se aliar aliaron on con Esparta. Tegea Tegea era indudab lemente aliada aliada de E sparta an tes de las guerras m édicas édicas y la la estratégica posición posición de la que gozaba com o ve ve cina inmediata de Esparta por el norte hace que probablemente se convir tiera en uno de sus sus prim eros aliados aliados.. Así pues, pues, aun aunque que la historia de H eródo eró doto to que le atribuye atribuye un papel determ inante en la formación formación del entram ado de alia dos de Esparta se viera motivada por los acontecimientos ocurridos en el si glo v a.C., la decisión de Tegea de establecer una alianza con sus vecinos del sur probab lem ente siga siga siendo un buen ejemplo de la opción que se les les plan teó a muchas ciudades del Peloponeso en algún momento del siglo vi. ¿Por qué firmó Tegea el tratado en esos términos? Aunque cabe imagi nar que la continua presión de Esparta engendrara en los tegeatas un deseo de conseguir la paz a un precio razonable, es posible que debamos interpre tar las medidas adoptadas por Tegea en un contexto más amplio. El someti miento de Mesenia y su población a manos de Esparta obligaba a los espar tanos a adoptar una postura agresiva frente a otros estados. Pero Esparta no era la única potencia agresiva del Peloponeso. Poseemos testimonios ar queológicos de que ya en el primer cuarto del siglo vi a.C., Esparta había pr p r e s tad ta d o ap apoo y o m ilit il itaa r a la p o b laci la cióó n d e H alie al ieis is,, e n el s u r d e la A rgó rg ó lid li d e; en la acrópolis acrópolis de esta ciudad se han enco ntrad o gran n úm ero de copas laconias laconias corrientes de esta época, y como este tipo de vasos no se exportaban a nin gún otro sitio, se ha lanzado la hipótesis de que estos ejemplares probable mente pertenecieran a una guarnición espartana. El hecho de que más tarde fuera destruida violentamente la acrópolis de Halieis indica que la ayuda de los espartanos no habría sido invocada en vano, aunque éstos luego fueran incapaces de proporcionarles la protección necesaria. El agresor de Halieis no pudo ser más que Argos. Es probable que la presión a la que se vio so metida Halieis no fuera un caso aislado, y puede que la tradición en torno a la expulsión de los habitantes de Nauplion a manos de los argivos, y a su po p o s ter te r io r a s e n tam ta m ien ie n to p o r los e s p a rta rt a n o s e n M e ton to n a (M e sen se n ia), ia ), a lud lu d a a la violencia reinante en la zona más o menos por esa misma época. En el si glo d.C., Pausanias todavía pudo recoger gran cantidad de anécdotas acer ca de los los conflictos conflictos que la histo ria mítica atribu ía a la familia de Tém eno, o ri ginaria de Argos, y a los pueblos y reyes de otras ciudades próximas, Epi dauro, Trecén, Fliunte, Sición, Hermione, e incluso Egina (Pausanias, 2.6,13, 18-19, 26-29, 34, 38); todas estas historias seguramente reflejan las ambicio nes de Argos y sus sus pretensione s de ejercer un dom inio sobre tod as estas ciu ciu dades durante las épocas arcaica y clásica, y muy bien podrían ser producto asimismo de la actividad de Argos durante el siglo vi. Al tener que enfren tarse a una Es parta par ta agresiva agresiva y a una A rgos igualm ente agresiva, agresiva, Tegea Tegea se ha ha br b r ía vist vi stoo o b lig li g ad adaa a eleg el egir ir e n tre tr e u n a y o tra. tr a. La decisión decisión de Tegea de aliars aliarsee con E sparta sp arta —y en consecuencia de opo nerse a Argos— tuvo unas repercusiones muy profundas sobre la historia i i
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po p o s teri te rioo r. L a trad tr adic ició iónn c o n tab ta b a q u e e n el siglo si glo vil a.C a. C .Arg .A rgoo s log lo g ró d e r r o t a r a Esparta en Hisias (no lejos de Tegea), y que en el siglo vi a.C. quedaron em pa p a tad ta d a s en la lla ll a m a d a b a tall ta llaa d e los C a m p eo n e s (véa (v éase se infra, p. 342). Aunque algunas ciudades vecinas, como Micenas y Tirinte (infra, p. 398-399), logra ron mantener su independencia respecto a Argos hasta bien entrado el si glo v a.C., no debemos despreciar el poderío de esta última durante toda la época arcaica. La determinación de Tegea de ponerse del lado de Esparta fortaleció fortaleció la posición posición de ésta y quizá resu ltara decisiva decisiva para convencer conven cer a otras comunidades de Arcadia y a otras víctimas potenciales de Argos de la con veniencia de arrojarse en los brazos de Esparta. No N o p o d e m o s s a b e r cu cuál ál fu e el p a p e l q u e d e s e m p e ñ ó a la h o ra d e p e r s u a dir a Tegea el mito en torno a la existencia de un antepasado común. Por lo que dice Heródoto está claro que los espartanos no tuvieron después el me nor reparo en apelar de nuevo a este tipo de parentescos, pero aunque su anécdota implica que la utilización de los «huesos de Orestes» fue un truco nuevo p or parte pa rte de los espartanos, los los testimo testimonios nios arqueológicos ar rojan c ier tas dudas sob re la noveda d de dicha polít política. ica. Los dos cultos cultos heroicos más im po p o rta rt a n te s d e E s p a r ta d e s d e 700 a.C. a.C . a p r o x im a d a m e n te, te , e r a n los d e M e n e lao la o y Helena (a quienes se rendían honores no meramente heroicos, sino divi nos) en Terapna, separada del principal grupo de aldeas espartanas por el Eurotas, y el de Agamenón en Amidas. De hecho algunos especialistas cre en que la ubicación de Agamenón en Micenas que aparece en los poemas homéricos, homéricos, así como más tard e en la traged tragedia ia y en en otras tradiciones tradiciones pos terio res, responde en realidad al desplazamiento tardío de un personaje origina rio en principio de Laconia. Que la imagen espartana de Agamenón no era la misma que la de la épica lo indica la relación existente entre su culto y el de cierta cierta «Alejandra», otro no m bre de la princesa troyana C asandra. No ob s tante, fuera cual fuese el mito que se contase para justificar la presencia de Alejandra e independientemente de que en Esparta se la considerase o no troyana, troyana, parece que los los espartanos nunca se apartaron po r completo mitoló gicamente del corpus de leyendas panhe lénicas popu larizado po porr la épi épica; ca; la la idea de que Orestes poseía unos vínculos especiales con Esparta difícilmen te habría podido resultar nueva en el siglo vi a.C. ni a los espartanos ni a los tegeatas, por más que fuera nuevo el aprovechamiento del hecho de com pa p a r tir ti r al h é r o e co conn Tege Te gea. a. La idea de que los los espartano s hici h icieron eron un uso cada vez más frecuente de las tradiciones en torno a su pasado en sus relaciones con el resto de los es tados del Peloponeso se ve ulteriormente respaldada por la historia de Tisámeno que recoge Pausanias. Al analizar la historia mítica de Acaya, Pausa nias (7.1. (7.1.7-8 7-8)) recoge la tradición según la cual cual los dorios ex pu lsa ron ro n a los los aqueos de Esparta y de Argos; la leyenda contaba que los aqueos habían di cho a los jonios que preferían establecerse a su lado en vez de luchar con ellos; que los jonios habrían sentido temor del kudos que poseía Tisámeno, rey de los aqueos e hijo de Orestes, debido a su linaje y a sus cualidades per sonale sonales, s, y que, por tanto, se habrían enfrentad enfre ntad o a los los aqueos, quitand o la vida vida
IN T E R R E L A C IÓ N D E LAS C IU D A D E S
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a Tisámeno, pero perdiendo la batalla. Pausanias comenta que el cuerpo de Tisámeno fue sepultado en Hélice, en Acaya, pero que posteriormente, por orden del oráculo de Delfos, sus huesos fueron exhumados y llevados a Es pa p a rta rt a . P a u san sa n ias ia s n o d a n ing in g u n a fech fe chaa p a r a el tra tr a s lad la d o d e los res re s tos to s d e T isá is á meno, pero la semejanza del episodio con el incidente de Orestes hace que resulte atractiva su asociación con la formación del entramado de alianzas a lo largo del Pelo po pones nesoo a finales del sigl sigloo vi vi. La exh umación um ación de los huesos de los héroes habría proporcionado a los estados peloponesios un claro símbo lo de la conciencia que tenía Esparta de sí misma como potencia poseedora de una un a historia larguís larguísima ima e ininterrump ida, y de su su determina ción de n o exa gerar las diferencias étnicas. Cabría interpretar semejante actitud precisa mente como la antítesis de la atención prestada por Clístenes de Sición a aquellos elementos de la historia mítica de su ciudad que le permitían reafir mar sus diferencias con Argos. ¿Pero ¿Pe ro fue sólo el el hecho de mostrarse m ostrarse amistosa con las las ciudades ciudades del Pelo po p o n e s o en u n a ép époo c a e n la q u e el te m o r a A rgo rg o s se h a b ía g e n e rali ra lizz a d o lo q u e pe p e r m itió it ió a E s p a r ta c r e a r u n e n t r a m a d o ta n v asto as to d e alia al iann z as d u r a n te la s e gunda gun da m itad del sigl sigloo vi vi a.C.? a.C.? Una U na tradición an tigua sostiene que existi existióó ade ade más otro factor, a saber, el hecho de que Esparta se empeñara en ayudar a las ciudades a deshace rse de sus tira tiranos. nos. Ya hemos visto visto qu e E sparta sp arta se mos tró dispuesta a actuar contra Polícrates de Samos (véase supra, p. 329); y no cabe duda de que intervino en la expulsión de Hipias de Atenas (véase infra, p. 34 344). 4). ¿ P e r o fo r m a b a esto es to p a r te d e u n a p o líti lí tica ca de larg la rgoo a lcan lc ance ce?? A firm fi rm a n que así era un fragmento p apiráceo apiráceo ( P. Ryland, 18; FGH, 105 Fl) y el opús culo de Plutarco titulado Sobre la malicia de Heródoto (capítulo 21). No co nocemos el contexto al que pertenece el fragmento de papiro, y por lo tanto no podem po dem os apre a preciar ciar cuál es es su valor histórico. histórico. Plutarco lanza su aserto al cri ticar a Heródoto por afirmar que el ataque contra Polícrates vino motivado po p o r el d ese es e o d e los e s p a rta rt a n o s d e c asti as tigg a r c iert ie rtas as o fen fe n sas sa s reci re cibb idas id as en o tro tr o tiempo de los samios; Plutarco dice que, por el contrario, la hostilidad de los espartanos hacia los tiranos era una cuestión de principio. A continuación ofrece una lista de los tiranos a los que Esparta ayudó a derrocar, y entre ellos cita a los Cipsélidas de Corinto y Ambracia, a Lígdamis de Naxos, los Pisistrátidas de Atenas, Esquines de Sición, Símmaco de Tasos, Aulis de Fócide, Aristógeno de Mileto, y Aristómeno y Angelo de Tesalia. Algunas de estas tiranías sólo están atestiguadas en este pasaje, y cuando existen otras fuentes qu e m encionan a los los personajes citados po r Plutarco, hay indic indicios ios de la existencia de variantes de esa tradición que ponen en duda las afirmacio nes de Plutarco: así Aristóteles ( Política , 1304a31-32) dice que el derroca miento del tirano de Ambracia vino motivado por una sublevación interna; Nic N icol olás ás D a m a s c e n o (FGH, 90 F60), que se basa en el historiador del siglo iv Eforo, explica de manera similar el final de la tiranía de Corinto. Dichas va riantes no tienen p or qué ser necesariam ente verídic verídicas, as, pero, si si además ten e mos en cuenta la extensión geográfica del área de intervención espartana y la indudable voluntad de Es parta de restau rar la tiranía tiranía en A tenas (véas é in
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fra fr a , p. 347), lo cierto es que debilitan bastante la fiabilidad de la lista de Plu tarco. No puede negarse que Esparta desempeñó efectivamente en ocasiones un papel importante en el derrocamiento de la tiranía, pero los motivos de semejante actitud probablemente fueran específicos en cada caso, y no una aversión indiscriminada a la tiranía en cuanto tal. La intervención de Latíquidas en Tesalia debe situarse en el contexto de las acciones punitivas em pre p renn d ida id a s c o n tra tr a los q u e a d o p ta r o n u n a a c titu ti tudd « m ed ediz izaa n te» te » d u r a n te las guerras médicas, y también en otros casos deberíamos achacar la interven ción espartana a lo que habían hecho y a las posiciones que habían defendi do los tiranos, y no a su condición cond ición d e tales. tales. La inclusión de las acciones de Latíquidas en la lista de Plutarco supone que dicha lista formaría parte de una tradición surgida, surgida, como p ronto, en el sig siglo lo v; el afán afán de E spa rta p or ser con siderada enemiga por principio de la «ciudad tirana» de Atenas probable mente no sea ajeno a la propagación de la leyenda. La creación por parte de Esparta de un entramado de aliados a lo largo y ancho del Peloponeso deberíamos considerarla, por lo tanto, fruto del oportunismo, y no del idealismo. La opresión verdaderamente singular a la que E sparta sp arta ten ía sometidos a los los mesenios creó la la necesidad de aislar a Me senia, y para ello lo más conveniente era asegurarse de que los demás esta dos vecinos vecinos de esta región tuv ieran m otivos otivos pa ra proteg p roteg er los intereses intereses de los los espartanos y no los de los ilotas. Cabe suponer que la agresividad de Argos favoreció a Esparta, y la tradición (Heródoto, 1.82) que habla de la existen cia de una batalla de los Campeones entre Argos y Esparta a mediados del siglo vi a.C. debe interpretarse como un símbolo de la supremacía espartana. Según la leyenda, trescientos argivos argivos se habrían enfren tado a trescientos trescientos es pa p a rtia rt iata tass , y e n el c o m b a te h a b r ían ía n p e r e c ido id o to d o s los co n ten te n d ien ie n tes te s , e x c ep epto to dos argivos argivos y un espartiata. es partiata. Se dice que el espa rtiata reclamó la victoria victoria cuan do vio que los dos argivos abandonaban el campo para anunciar a los suyos su victoria, y que Argos no reconoció semejante argumento. A continuación se desencadenó una batalla general en la que los espartanos se alzaron con la victoria y los argivos juraron entonces raparse el cabello hasta recuperar su territorio, territorio, mientras que los espartanos d ejaron p ara siem pre de cortarse el pelo pe lo.. A l t e n e r q u e e n f r e n ta r s e al p o d e r ío m ilit il itaa r casi ca si idé id é n tic ti c o d e A rg o s y E s pa p a r ta, ta , las c iud iu d a d e s d e l P e lop lo p o n e s o se v iero ie ronn o b lig li g ad adas as a t a n t e a r h a c ia cu cuáá l de de los dos polos les convenía dejarse arrastrar. Gracias a los mitos de carácter conciliatorio, conciliatorio, E sparta sp arta salió salió victoriosa en la lucha de los símbol símbolos. os. (P ara la his his toria ulterior del conflicto entre Argos y Esparta, véase p. 394.)
9. LA TRANSFORMA TRANSFO RMACIÓN CIÓN DE LA GRECIA ARCAICA, 520-479 a.C. Grecia formaba parte del mundo m editerráneo e incl incluso uso duran te la la Edad Oscura nunca permaneció al margen de lo que sucedía en otros rincones de ese mundo. Du ran te el períod o que hem os venido estudiando a lo largo de la pre p re s e n te o b ra, ra , los fen fe n ó m e n o s q u e se d e s a r r o lla ll a r o n e n G re c ia se v iero ie ronn influidos continuamente por los contactos con ese mundo más amplio del Mediterráneo. Pero dichos contactos se habían llevado a cabo en unas con diciones que los griegos habían sido capaces de controlar, exceptuando oca sionalmente algunos actos de piratería. Sólo en el siglo vi a.C., cuando el rey de Persia Ciro el Grande conquistó Lidia, empezaron a cambiar las condi ciones ciones y el po poderío derío político político se convirtió convirtió en un factor trascend ental de los los con con tactos griegos. Las consecuencias del interés suscitado entre los persas por el mundo helénico fueron la transformación del panorama político, militar y cultural. Sin Sin Persia, el m und o griego de la época clásica clásica no habría hab ría sido el que conocemos. Pero Pe ro la Grecia clási clásica ca no fue sólo sólo una p lanta de inve rnad ero criada al ca lor de los persas. Las rivalidades entre los miembros de la nobleza con el fin de alcanzar el poder político, que han venido constituyendo en gran parte el pri p rinn c ipa ip a l o b jeto je to d e e s tud tu d io d e los a n ter te r io r e s capí ca pítu tulo los, s, c o n d u jer je r o n a la i n tro tr o ducción de innovaciones institucionales y constitucionales que trajeron con sigo la transformación de los sistemas de gobierno de muchas ciudades grie gas, ga s, y que se convirtiero n no sólo en el principal ob jeto de d e deba de ba te y discusión discusión po p o líti lí tica ca e n tre tr e los lo s p rop ro p ios io s grieg gr iegos os,, sin si n o tam ta m b ién ié n en un e lem le m e n to im p o r tan ta n te del legado de Grecia. Si la hostilidad de los vecinos y el enfrentamiento par tidista de los miembros de la elite organizados en torno a un determinado pe p e r s o n a je h a b ían ía n v e n ido id o c o n s titu ti tuyy e n d o el c e n tro tr o d e la v ida id a p o líti lí ticc a d u ra n te los sigl siglos os vu y vi a.C., a.C., el deb ate en torno tor no al tipo de constitución y las las diversas actitudes ante las potencias extranjeras ocuparían ese mismo lugar destaca do du ran te la época clási clásica, ca, inaugu rand o un período p eríodo histórico histórico mucho mu cho más fá cil de reconocer por la sociedad moderna de Occidente.
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LA DEMOCRACIA
El fin de la tiranía en Atenas
El fin de la tiranía en Atenas fue resultado directo de la intervención de Esparta. A partir de 511 a.C., Esparta lanzó, según Heródoto (5.63-76), no una, sino cuatro campañas contra Atenas en otros tantos años. Hipias logró abortar el primer ataque de las fuerzas espartanas llegadas por vía marítima con la ayuda de mercenarios tesalios (la leyenda añade que la caballería tesalia sacó el mayor provecho a su efectividad talando los árboles de la plani cie situada inmediatamente detrás de Fálero). La segunda expedición fue di rigida por el rey de Esparta Cleómenes, que derrotó a los tesalios, asedió a «los tiranos», y logró capturar a los hijos de los Pisistrátidas. A cambio de la libertad de los rehenes, los sitiados se avinieron a abandonar la ciudad y re tirarse a Sigeon. ¿Por qué actuó así Esparta? Los atenienses de época clásica contaban dos leyendas distintas distintas acerca del derro cam iento d e la tiranía. tiranía. En una de ella ellass el protagon ismo no recaía en los espartanos, sino sino en dos m iembros de la aris tocracia local, Harmodio y Aristogiton, quienes en 514 a.C. fueron los res po p o n sab sa b les le s d el a s e s ina in a to d e H ipa ip a rco rc o , a u n q u e co conn ello el lo n o log lo g raro ra ro n a c a b a r co conn el poder de Hipias. Harmodio y Aristogiton eran elogiados en una canción (texto 44; Ateneo, 695ab; Fornara, 39A) y fueron honrados con una estatua en su condición de tiranicidas, tiranicidas, y sus descendien desce ndientes tes ten ían el privilegio privilegio de asis tir a los los banqu etes a expensas de la ciudad ciudad que se celebraba n en el edif edifico ico lla lla mado Pritaneo ( IG 31)). Tan Tan im po portante rtante res ultaría este acto par a la histo I G , i3 131 ria mítica de Atenas que los atenienses erigieron un segundo grupo escult escultóri órico co pa ra con m emo rarlo rarlo cuando el prim prim ero fue roba do por los persas persas en 480 a.C. Fueran cuales fiasen los motivos que se ocultaran tras el acto de Harmodio y Aristogiton (Tucídides, 6.54-56 y otros autores de época poste rior dicen dicen que la causa inm inm ediata fueron el amo r no correspo ndido de u no de los Pisistrátidas por Harmodio y la afrenta infligida a su hermana), e inde pe p e n d ie n te m e n te d e q u e p r e te n d ie r a n ase as e s ina in a r o n o tam ta m b ién ié n a H ipia ip ias, s, n o cab ca b e duda de que no lograron acabar con la tiranía, y menos aún modificar la constitución de Atenas. La otra leyenda ateniense admitía, sí, la intervención de Esparta, pero decía que dicha intervención se produjo porque el oráculo de Delfos ordenó a los espartanos que liberaran Atenas, y que esa orden se debió a la influen cia o el soborno de los Alcmeónidas. Más tarde, cuando al menos en algunos sectores empezaron a suscitarse dudas sobre la conveniencia de haber derro cado a Hipias, los propios espartanos mostrarían gran afán p&r divulgar el ru m or de que q ue lo habían hecho con o bjeto de satisfacer satisfacer al oráculo y de que éste éste hab ía sido sido sobornado. El hecho de q ue el rum or acerca de la influenci influenciaa deci siva de los Alcmeónidas resultara conveniente para determinados círculos tanto de Atenas como de Esparta no confirma, sin embargo, la veracidad de
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Ate A te n e o , « D e ipn ip n o s o p h ista is ta i» , 695ab 695 ab.. C a n c ió n s im p o s ía c a a te niense en la que se celebra a los asesinos de Hiparco por haber puesto fi f i n a la tira ti rann ía y h a b e r p r o p ic ia d o el a d v e n i m ie n to d e la d e m o c rac ra c ia. ia . T e x t o 4 4. 4.
En un ramo de mirto ocultaré mi espada como hicieron Harmodio y Aristogitón, cuando los dos mataron al tirano e hicieron igualitaria y libre a Atenas.
la historia, historia, de suerte qu e tenem os tod o el derecho a pon er en du da que la in tervención espartana fuera producto únicamente de la orden de Delfos. Sería preferible situar la actuación de Esparta en el contexto más ge neral del entramado de relaciones espartanas (véase supra, p. 33 338). 8). H a c ia 519 a.C. parece que Esparta había insinuado ya a la pequeña ciudad beocia de P latea que, para par a protegerse pro tegerse de Teb Tebas as,, le le convenía más la relación relación con A te nas que su alianza con Esparta. Pero si en aquella época algunos círculos es pa p a r tan ta n o s m o s tra tr a b a n u n a a c titu ti tudd v acil ac ilaa n te res re s p e c to a la co conn v e n ien ie n c ia d e a m pli p liaa r su r e d d e alia al iann z as m ás allá al lá d el P e lop lo p o n eso es o , n o res re s u lta lt a difícil dif ícil im ag agin inar ar que diez años años más tarde las las cosa cosass pre sen taran un cariz bien distinto. distinto. La gra n deza y la opulencia de Atenas, junto con la esperanza de un apoyo entusias ta de la población atenien se a tod a intervención qu e le perm itiera librarse librarse de la tiranía, probablemente se consideraran en Esparta un estímulo suficiente pa p a r a in te n t a r incl in cluu ir a A te n a s e n su r e d d e alian ali anza zas. s. Q u izá iz á tuv tu v iera ie rann tam ta m b ién ié n algo algo que ver los preceden prece den tes de las buenas consecuencias que h abía tenid o el derrocamiento de otros tiranos (véase supra, p. 341 341). ). E l h e c h o d e q u e la in in tervención tervención de E sparta en A tenas no lograra evidentemen te integrar a esta esta úl tima en la red de alianzas espartanas no es un testimonio lo suficientemente bu b u e n o co com m o p a r a d e m o s tra tr a r q u e E s p a r ta n o c o n tar ta r a co conn e sa inc in c o rpo rp o rac ra c ión ió n . Constituye, en cambio, un testimonio bastante bueno de que la situación po líti lítica ca de A tenas era en gran m edida inusual. inusual. L a r e v o lu c ió n p o líti lí ticc a
La singularidad de la situación política ateniense tras la expulsión de Hi pia p iass rad ra d ica ic a en el p a p e l d e s e m p e ñ a d o p o r el p u eb eblo lo.. L o q u e cab ca b ía e s p e r a r era er a que el vací vacíoo político político creado a partir par tir de esa circunstancia condu jera a nuevas pel p elee a s e n tre tr e los m iem ie m b ros ro s d e la a rist ri stoo crac cr acia ia,, co com m o las qu que, e, segú se gúnn H e r ó d o to , se suscitaron en tre Iságoras, el hijo de Tisandro, y Clístenes, Clístenes, el hijo hijo de Megacles cles;; y resulta resulta intere sante com parar esta situación situación con lo sucedido en Samos a la muerte de Polícrates. Lo que ningún otro acontecimiento ocurrido ante riormente en otros lugares ni en la propia Atenas habría permitido suponer
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es lo que sucedió después. Heródoto dice que, en respuesta a su derrota por Iságoras —que cabría interpretar lógicamente como la elección de este últi mo para el arcontado—, Clístenes dirigió todas sus energías a atraerse el fa vor del pueblo, prop uso una serie de reform as constitucional constitucionales, es, y creó de ese ese modo un grupo de seguidores entusiastas. Lo bastante entusiastas para, in cluso después del destierro forzoso de Clístenes, en su condición de Alcmeónida sacrilego (véase supra , p. 256), y de otras 700 familias, hacer frente a otra invasión de Cleómenes destinada a fortalecer el poder de Iságoras y de rrotarla. La sublevación popular era un peligro con el que cabía contar desde la época del episodio de Tersites y de la asamblea de los aqueos narrados en suceso que la tradición tradición diga que se hub iera pro du Ilía da,, 2, pero no es un suceso la Ilíada cido ya en otras ocasiones en la historia de Atenas o en la de cualquier otra ciudad griega. Sublevación, sin embargo, es la única calificación adecuada que puede darse a la situación reinante en Atenas en 508-507 a.C. Fuera como fuese, se había creado un movimiento político popular sin parangón, po p o r lo q u e sabe sa bem m os, os , en c u a lqu lq u ier ie r o tra tr a c iud iu d a d grie gr iega ga,, m o tiv ti v a d o p o r u n o b je je tivo político y no por la lealtad a una determinada persona. ¿Pero cómo lle gó a crearse esa situación? Tres Tres son los los principales argum entos ento s posibles del objetivo político que gal vanizó vanizó al pueblo ateniense: ateniense: la hostili hostilidad dad co ntra Esp arta, el rearm e y la cons titución. Poco hay que decir respecto al primero de ellos. Que la sublevación se manifestó en contra de la intervención espartana es evidente. También es evidente la insat insatisf isfacci acción ón de Esp E sp arta po r sus sus consecuenci consecuencias: as: Cleóm enes ( H e ródoto, 5.74-75) se puso una vez más a la cabeza de sus aliados e invadió el Ática en un nuevo intento de restablecer a Iságoras en el poder, pero su in tentona quedó en nada debido a la renuencia de los aliados y del otro rey de Esparta, Es parta, D am arato, a participar en ella ella.. Más tarde (H eród oto, 5.90 5.90-9 -93) 3) Cleó menes fracasó otra vez en s*i intento de persuadir a sus aliados de organizar una cam paña contra A tenas para devolver devolver el el poder a Hipia Hipias. s. Hasta qué pu n to Atenas consideraba peligrosa a Esparta podemos verlo en la leyenda se gún la cual, al mismo tiempo que enviaban una comisión a pedir a Clístenes que regresara, los atenienses enviaron otra embajada a Sardes solicitando la alianza de Persia (Heródoto, 5.73). Según los embajadores, el sometimiento a Persia no era un precio demasiado alto con tal de obtener su apoyo, aun que el criterio criterio del pueblo de A tenas tena s fuera m uy distint distinto. o. La polari po larización zación pos terior del mundo griego en torno a Atenas y Esparta, y la tentación constan te de uno y otro estad o de solicitar solicitar el apoyo de Persia con el el fin fin de aven tajar a su riva rival, l, debieron indudablem ente de dar pábulo a la la tendencia a remo ntar a tiempos pretéritos la hostilidad entre ambas ciudades y el propio factor pe p e rsa. rs a. P e ro el h e c h o p o siti si tivv o d e las inv in v asio as ionn es e s p a rta rt a n a s ysde ysd e la res re s iste is tenn c ia ateniense nos permiten, al parecer, admitir con cierta seguridad que Atenas y Esparta llegaron a darse cuenta en los años inmediatamente posteriores a la expulsión de Hipias, de que las relaciones entre las diversas ciudades del mundo griego habían entrado en una fase completamente nueva.
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La hostilidad hostilidad hacia E spa rta hace que resulte basta nte plausi p lausible ble la idea de que el pueblo ateniense fuera galvanizado por el entusiasmo hacia un «nue vo modelo de ejército». Pero existen también otros factores. La tradición ateniense afirmaba que Pisistrato logró hacerse con el poder en Palene en 545 a.C. (véase supra , p. 334) con la ayuda de un ejército de mercenarios, y se atribuía a la caballería tesalia de Hipias un papel decisivo primero en el fracaso fracaso y luego en el éxito éxito de d e las las dos prim eras expediciones espartanas. U na tradición bastante antigua ([Aristóteles], Constitución de los atenienses, 15.4, cf. 18.4; Polieno, Strategemata, 1.21.2) decía que Pisistrato desarmó al pueblo atenie nse en 545 545 a.C., a.C., y otra que fue H ipias quien q uien lo hizo después desp ués de 514 a.C. a.C. (Tucídides, 6.56.2, 58). Las diversas tradiciones en torno a este desarme pa recen sospechosas y hay buenas razones para pensar que los atenienses qui sieran negar que estaban en buena posición para levantarse contra los tira nos, aunque esto no significa necesariamente que ambas leyendas no sean verídicas. Es indudable que en 507-506 a.C. los atenienses desplegaron un ejército contra co ntra los los beocios y los los calcid calcidios ios,, de quien es se cuenta cue nta que q ue acud a cudieron ieron en apoyo de la tercera invasión de Cleómenes, hasta el punto de que logra ron cap turar a 700 700 beocios y obten er por po r ellos ellos un rescate de más de veinte ta lentos; los atenienses además establecieron la extraordinaria cantidad de 4.000 colonos en las tierras que habían pertenecido a la nobleza de Calcis. El establecimiento de más colonos en Salamina (ML, 14; Fornara, 44B) proba ble b lem m e n te d a te tam ta m b ién ié n d e 507 507-506 -506 a.C., a.C ., y s e ría rí a u n n u e v o sign si gnoo d el « n a c ion io n a lismo» y de la pujanza militar de Atenas. Los atenienses tenían que volver a crear sus fuerzas armadas y lo hicie ron bastante bien, pero ello no significa que Clístenes contara con el apoyo del pueblo porque ofreciera una receta para la creación de un nuevo ejérci to eficaz eficaz.. A l describir desc ribir las las reformas reform as de d e Clístenes, Clístenes, H eró do to (5.6 (5.66, 6, 69 69; texto 45 45)) hace hincapié en la creación de diez tribus, en sustitución de las cuatro tribus joni jo nias as.. N o cab ca b e d u d a d e q u e esas es as d iez ie z trib tr ibuu s s e ría rí a n la b a se d el e jérc jé rcit itoo a t e niense de época clásica: los atenienses combatían en unidades tribales, de suerte que si un sector de sus líneas era atacado con especial virulencia, el mayor número de bajas solía corresponder a una sola tribu (como ocurriría A r isti is tidd e s , 19.4-5); se colocaba la lista de to en la batalla de Platea; Plutarco, Ar das las bajas producidas durante la guerra en monumentos públicos que re cordaban los nombres de los caídos por tribus, sin indicar el nombre del pa dre ni el demo. Más aún, es posible que la subdivisión de las tribus en trittyes o «tercios» (véase infra ) tuviera una faceta militar. Las lápidas encontradas en el Agora de Atenas, en la Pnyx —donde se reunía la asamblea—, y en el Pireo, con la inscripción inscripción «H asta aqu aquíí la la tribu X y la la trittys Y; desde aqu aquíí la tri bu b u Z y la trittys F», demuestran que en determinadas circunstancias los ate nienses se reunían en el siglo v a.C. por tribus y trittyes ( IG I G , i3 1117-1131). Esas circunstancias quizá fueran de orden político, pero como las lápidas aparecen apare cen tan to en el pue rto del Pireo com o en el centro político político de la ciudad, quizá sea más ap ropiada rop iada una explicaci explicación ón de tipo milita militar. r. Buena parte de las instituciones creadas por Clístenes no pueden expli-
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45. Her H eród ódot oto, o, 5.69. H e ród ró d o to desc de scri ribe be las refo re form rm a s de Clístenes de Atenas en la tradición de los cambios tribales introducidos por Clístenes de Sición.
Te x t o
Estas fueron, en suma, las medidas que Clístenes de Sición había tomado. Por su parte, Clístenes de Atenas, que era nieto del sujeto de Sición por parte de madre y que se llamaba así en su honor, también debía de sentir, a mi juicio, cierto desprecio personal hacia los jonios, y, para evitar que los atenienses tuviesen las mismas tribus que los jo nios, siguió el ejemplo de su homónimo Clístenes. De hecho, lo cierto es que, cuando, por aquellas fechas, consiguió ganarse para su causa al pu p u e b lo a ten te n ien ie n s e (qu (q u e h a s ta en ento tonn c e s se h a b ía vist vi stoo m a rgin rg inaa d o s iste is te máticamente), modificó los nombres de las tribus y aumentó su núme ro, antes exiguo. En este sentido, estableció diez fila fi larr cos co s (= «jefes de tribu») en lugar lug ar de cua c uatro tro y, y, asimismo, asimismo, distribuyó los demos, repartidos en diez grupos, grupos, entre las tribus. tribus. Y, Y, como se había gan ado al pueb pueblo, lo, po seía seía un a no table s uperiorida d sobre sus sus adversarios polít polític icos. os.
carse como respuesta a la presión de Esparta ni tampoco pueden atribuirse a su proyecto de re m od odelar elar el ejérc ejércit ito. o. Las tribus no sólo eran la base del ejér cito, sino también del nuevo Consejo de 500 miembros, en el que a cada tri bu b u le c o r res re s p o n d ían ía n c incu in cu e n ta esca es caño ños. s. E s o s c inc in c u e n ta m iem ie m b ros ro s no e r a n e s cogidos al azar dentro de la tribu, sino entre los demos o aldeas del Ática que conformaban cada tribu, según una cuota fija relacionada con la población del demo (figura 79). No sabemos cómo funcionaba el primitivo Consejo de 400 miembros, institución bastante oscura creada acaso por Solón, pero no cabe duda de que Clístenes'mventó el principio de que cada demo, es decir cada una de las comunidades del Ática, estuviera representado en el Conse jo. jo . E s te p rin ri n cip ci p io im p u so c iert ie rtaa u n ifo if o rm id a d a las c o m u n ida id a d e s d e l Á tica ti ca,, pe p e r o p a r e c e q u e C líst lí sten enes es se in tere te re s ó tod to d a v ía m á s p o r la n a tu ra l e z a d e dich di chas as comunidades, comunidades, exig exigien iendo do el nombram iento anual de jefes jefes de dem o —dem ar cos— co s— y otorgánd oles un p apel en la de term inación inación de sus sus miem bros y po porr lo lo tanto en la composición del grupo de ciudadanos, así como en la gestión de sus actividades cultuales, de sus finanzas y, hasta cierto punto, de su ordena m iento jurídico jurídico (IG, i3 2). La creación de los los demos supuso tod a una u na revolución revolución política política.. Clíste Clístenes nes no se inventó las numerosas comunidades del Ática que en sus medidas se denominaban «demos». Las aldeas ya existentes y, al parecej, determinadas com unidades de la prop ia ciudad de Aten as se convirtieron convirtieron en «demos», sen cillamente quizá por el simple hecho de exigir a todos los varones atenienses mayores de dieciocho años que se registraran en la que, a su juicio, fuera su comunidad natal. Desde esta perspectiva, los demos no eran las parroquias
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Catócidas: nombre Demo Demo de la trittÿs de la costa con derecho a de demo cuat cuatro ro esca escaño ñoss en en el Cons Consej ejoo Demo de la trittÿs de la ciudad con derecho Hipotóntide: nom a cuatro escaños en el Consejo bre de tribu Demo de la trittÿs del interior con derecho a cuatro escaños en el Consejo
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Curvas Curv as de n ivel a 200, 600 y 1.000 m Emplazamiento probable de algunos de los 139*de-. mos que pueden ser localiz ados en el mapa con alΓ guna verosimilitud, con indicación de la tribu y la (j trittÿs a la que posiblemente pertenecían. ________ ____________ _______ _______ _______ ___
F ig u r a
79.. Los demos 79 demo s ateniens ateni enses es de la épo época ca clásica. clásica.
ni los los distrit distritos os del Á tica, a los los que un individuo pertene cía p or el m ero hecho de residir dentro de sus límites. Probablemente los demos no tenían unos lí mites físicos propiamente dichos, sino que eran comunidades cuyos miem bro b ross e r a n los lo s v a ron ro n es q u e se ide id e n tifi ti fica cabb a n a sí mis m ism m os co com m o m iem ie m b ros ro s d e esa es a comun idad porque la consideraban —sin —sin duda en general por razones de his toria familiar— su comunidad natal. La creación de los demos por Clístenes exigió, según parece, la agrupación de algunas comunidades pequeñas bajo un solo nombre, y la asignación de nombre a unas comunidades designadas hasta entonces mediante la referencia a las familias más destacadas o a los santuarios de la localidad. El hecho de que la familia de los Bútadas pasara a denominarse de los Eteobútadas o «Verdaderos Bútadas» implica que sus
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80.. El teat 80 te atro ro de Tórico Tór ico (finales del siglo siglo vi).
miem bros se sentían a disgusto disgusto porq ue su apellido apellido fuera aplicado a todos los los que vivían en la comunidad en el seno de la cual ocupaban un lugar promi nente, y es posible que los especialistas no se equivoquen al sospechar que el hecho de denom inar al al demo situado junto al impo rtante santuario de Bra u ron no «Braurón», sino Filadas, aunque muchos miembros de la familia de los los Filai Filaidas das se inscribía inscribíann en otros demos, fuera u na m edida política política delibe ra da de Clístenes. Sería, sin embargo, una trivialidad reducir el significado po p o líti lí tico co d e las refo re fo rm a s de C lís lí s ten te n e s sólo só lo a esas es as m ed edid idas as;; la v e r d a d e r a im im po p o rta rt a n c ia d e s d e el p u n to d e v ista is ta p o líti lí tico co d e sus su s m ed edid idaa s res re s ide id e e n el e s ta ble b lecc im ien ie n to d e u n a e s tru tr u c tu r a de a u to d e term te rm ina in a c ió n en cad ca d a u n a de esas es as c o munidades y en el hecho de dar al conjunto de la comunidad un sentido de responsabilidad de todo lo qu quee sucediera en ella (figur (figuraa 80) 80). Esa E sa respo nsabi nsab i lidad de las las comunidades com unidades no se ve en ninguna p arte m ejor que en la creación creación po p o r p a r te d e los d em o s de u n c a len le n d a rio ri o p r o p io d e a c o n tec te c im ien ie n tos to s reli re ligg io io sos, en el que se determinaban y regulaban la fecha y la naturaleza de los sa crif crific icio ioss realizados realizados d entro de la comu nidad o en otros o tros santuarios, pero siem pr p r e p o r la co com m u n ida id a d , s o b re to d o e n la c iud iu d a d d e A tén té n a s . E l m ejo ej o r conservado de esos calendarios data de finales del siglo v o comienzos del iv a.C. a.C.,, pero el del del demo urbano urb ano de los los Escamb ónidas constituye uno de los los do cumentos más antiguos que poseemos relacionado con una de estas unidades y data, según parece, parece, de poco después de las las guerras m édicas édicas (IG, i3 244; tex-
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«IG», i3 244. 244. C. 2-10, 2-10, 16-22 16-22.. Frag F ragme mento nto del d el calendario calend ario de d e sa crificios del demo de los Escambónidas, perteneciente a la ciudad de Aten At enas as.. T e x t o 4 6 .
...el demarco y los oficiales sagrados sacrificarán a Leo una vícti m a intachable, intachable, y a cada miem bro del dem o se le entrega rá una u na porción de 3 (?) óbolos, mientras que a los metecos [extranjeros residentes] les tocará toca rá una pa rte e n el ágora de los los Escam bónidas ... E n la fiesta fiesta de las las Sinecias, sacrifiqúese una víctima perfecta en la Acrópolis: la carne se venderá cruda. En la fiesta de las Epicéfiras, sacrifiqúese una víctima pe p e r fec fe c ta en el s a n tu a r io d e A p o lo P itio: iti o: la c a rne rn e se v e n d e r á cru cr u d a.
to 46). Algunos sacrificios mencionados en los calendarios de los demos qui zá fueran de nueva creación, pero también cabe sospechar que las activida des cultuales en las que participaran anteriormente miembros de la comuni dad junto con otros grupos fueran transferidas al demo. El atractivo de la promesa de que cada comunidad contara en adelante con una representación en el Consejo, y de que dispusiera de una estructura formal y unos derechos de rechos reconocidos, se pone en especial de m anifiesto anifiesto cuan do lo situamos en el contexto de luchas partidistas y quizá de manipulación de los límit límites es del cuerpo d e ciudadanos. ciudadanos. Aun que anteriorm ante riorm ente (véase supra, p. 334 334)) h ay ayam am o s d e fen fe n d id o la h ipó ip ó tesi te siss d e q u e la alu al u sió si ó n a «los «lo s de la co cost sta» a» y «los «los de la llanura» llanura» deb eríamo s considerarla con siderarla un m odo de llamar a los los pa rtida rios de la facción que seguía a Megacles y Licurgo respectivamente, y no a sendos grupos guiados por intereses sectoriales de carácter local, la simple utilización de ese tipo de denominaciones comarcales debió de fomentar los temores tem ores y recelos recelos de los habitantes de las las diversas diversas zonas del Atica. Atica. Ese tem or de que los atenienses de una zona del Ática se confabularan contra los ate nienses de otra zo na del país país debió de agravarse ulteriorm ente si, como como dice [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 13.5, cf. 21.2, 4, se produjo una expulsión generalizada de ciudadanos del censo a raíz del derrocamiento de Hipias. Cuanto más arbitrarias e inicuas fueran consideradas esas expulsio nes tanto por sus víctimas como por los que escaparan a ellas, mayor habría sido el atractivo de la promesa de otorgar a cada demo voz y voto en lo re lativo lativo a su composición y po r consiguiente consiguiente a la hora de determ inar qu ién era y quién no era ciudadano. La otra promesa de Clístenes, según la cual me diante la división de las tribus en tres trittyes cada tribu estaría estaría formada por un tercio de demos urbanos, por otro de demos del interior, y por otro de demos de la costa, habría contribuido a disipar cualquier temor de que el nuevo sistema hubiera permitido el regreso del regionalismo por la puerta trasera mediante la creación de tribus formadas en su totalidad o fundamen talmente p or gentes gentes de una determ inada comarca. comarca.
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¿Qué motivos tenía Clístenes?
Desde esta perspectiva, resulta fácil entender el apoyo popular de Clís tenes, pero sigue constituyendo un misterio por qué Clístenes apoyaba al pu p u eb eblo lo.. E l tem te m o r a E s p a r ta , la u rg e n te n e c esid es idaa d d e u n n u e v o ejér ej érci cito to,, y la concesión a las comunidades locales de un puesto formal dentro de las es tructuras de gobierno, seguramente resultarían mejoras interesantes para el pu p u e b lo en g en enee ral, ra l, ¿ p e ro c u áles ál es e r a n los m o tiv ti v o s d e C lís lí s ten te n es? es ? ¿ E s p e r a b a obtener algún tipo de ventajas personales, o simplemente era un idealista guiado por el altruismo? Si nos fijamos en las fuentes antiguas, la Constitu ción de los atenienses (20-21) atribuida a Aristóteles ve a Clístenes como un idealista: para el Pseudo-Aristóteles, la clave de su actuación habría sido el deseo de mezclar al pueblo, eliminando las antiguas distinciones (y el texto 1319M9 9M9-2 -27, 7, sugiere una concepción concepción parecida). H eró er ó de Aristóteles, Política, 131 doto, por otra parte, afirma (5.69) que Clístenes sustituyó las cuatro tribus jo mas de antaño por las diez nuevas debido al desprecio que sentía por los jonios y porque no quería que los atenienses tuvieran las mismas tribus que aquéllos. Heródoto sitúa la actuación de Clístenes en este terreno al mismo nivel que la del padre de su madre, Clístenes de Sición. Ya hemos dicho an teriormente (cf. p. 332) que el cambio de nombre de las tribus de Sición fue un capítulo más de la promoción de esta ciudad en contraposición a otras ciu ciu dades. En Atenas, los nuevos nombres de las tribus introducidas por Clíste nes, ya fuera que los eligiese él mismo o que lo hiciera Delfos entre la larga lista que él presentó al oráculo, como sugiere [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 21.6, debemos verlos indudablemente a esa misma luz. Los nombres de las tribus jonias no tenían connotaciones locales, mientras que los los nuevos estaban derivados de los los héroes tribales tribales epónimos, personajes so bre b ress a lie li e n tes te s tod to d o s ello el loss dp la h isto is tori riaa m ític ít icaa d e la ciud ci udad ad:: E rec re c teo te o , E g eo eo,, P a n dion, Acamante y Cécrope fueron algunos de los reyes legendarios de Ate nas; Leo, hijo de Orfeo, sacrificó a sus hijas para salvar a Atenas con ocasión de una peste; H ipoto onte era hijo hijo de Posidón; Posidón; y Áyax o A yante es el el gran gran h é roe de la Ilía Il íada da natural de Salamina. El imponer estos nuevos nombres a las tribus significaba que todas las actividades, ya fueran de tipo militar, festivo, o político, llevadas a cabo por los atenienses en sus tribus, recordaran forzo samente el pasado de la ciudad. Se ponían así los cimientos para la promo ción de la autoctonía de Atenas, esto es, para la idea propalada por los ate nienses de que habían vivido en el Ática desde sus orígenes, en la que tanto hincapié se haría a finales finales del sigl sigloo v a.C a.C.. Y seg uram ente H eró do to tenga ra zón cuando cua ndo piensa q ue ese fom ento del orgullo cívi cívico co po r fuerza habría ten i do que debilitar la conciencia de pertenecer a la estirpe jónia. Si la presión de E sparta hizo hizo prob ablem ente que se acentuara en A tenas la disti distinci nción ón en tre dorios y jonios, parece que la reforma de las tribus emprendida por Clís tenes colocó a la oposición ateniense en unos canales más estrechos. Los modernos especialistas han solido ignorar las explicaciones específi-
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cas que ofrece Heródoto de la actuación de Clístenes, mientras que, por el contrario, no han tenido inconveniente en admitir su afirmación mucho más general de que Clístenes actuó movido por razones personales y de que no era ningún idealista de la democracia. Atendiendo al panorama general de luchas partidistas y a la forma en que Heródoto presenta el interés de Clís tenes por el pueblo como un medio de imponerse a Iságoras, han analizado los detalles de las reformas fijándose én lo que pudieran tener de menosca bo p a r a los in tere te ress e s d e los ad v e rsa rs a rio ri o s d e C líste lís tene nes, s, y de d e p rom ro m o c ión ió n p a r a los de su familia, la de los Alcmeónidas. En particular la atención se ha centra do en el modo en que supo combinar a los demos dentro de las trittyes y las tribus. Ni Heródoto ni la Constitución de los atenienses nos dicen qué demo pe p e r ten te n e c ía a cad ca d a trib tr ibuu . D e s d e el siglo sig lo iv a.C. a .C. co conn o c em o s la filia fil iaci cióó n trib tr ibaa l de cada demo debido a la costumbre de elogiar regularmente por los servicios pr p r e s tad ta d o s a los c inc in c u e n ta m iem ie m b ros ro s d e u n a d e t e r m in a d a trib tr ib u q u e e r a n e le le gidos anualmente para el Consejo de los Quinientos y que actuaban como comité permanente (prytaneis ) durante una décima parte del año, y de ins cribir sus nombres, con la especificación de su correspondiente demo, en un monumento conmemorativo. (Gracias a estas listas sabemos también que cada dem o tenía asignado asignado un núm nú m ero fij fijoo de rep represen resen tante s al año en el Con sejo.) Si combinamos las noticias proporcionadas por estas listas con lo que sabemos por otro tipo de fuentes literarias y arqueológicas respecto al em pla p lazz a m ien ie n to d e los d isti is tinn tos to s de dem m os, os , p o d e m o s o b s e r v a r có cóm m o el e m p laz la z a miento de un demo en una determinada tribu contrasta con el de otros demos de la misma tribu (véase supra, figura 79). La Constitución de los ate nienses (21.4) dice que cada tribu estaba formada por una trittys de la costa, otra del interior y otra de la ciudad, ciudad, y po r lo tanto es de supo ner que e n cada tribu hubiera tres grupos de demos distintos. En algunas tribus, por ejemplo en la Erecteide, parece que efectivamente era así. Pero en otras, hay uno o varios demos qu e parec en aislados aislados del resto de demos de la tribu. tribu. Tre Tress ejem plos pl os cu curi rioo sos so s serí se ríaa n P rob ro b a lin li n to, to , en la P an andd ión ió n ide id e , H a lim li m u n te e n la L e ó n tid ti d e, y Palene en la Antióquide. ¿El aislamiento de estos demos es mera casuali dad, o son una prueba de la manipulación de su propio sistema por parte de Clístenes? La interpretación de estas «anomalías» es difícil. Aunque, como veremos más adelante (cf. p. 380), el concepto de mapa era posible en aquella época, las operaciones de Clístenes no debieron de basarse en un mapa preciso del Atica. Debió de contar más bien con un mapa mental basado en su propio conocimiento del país, un mapa más apropiado para situar las comunidades consecutivamente a lo largo de un camino que para juzgar la relación exis tente ten te en tre dos rutas distint distintas. as. No obstante, las las anomalías mencionadas men cionadas a nte nt e riormente parecen mayores de lo que pudiéramos achacar a una confusión geográfica en la m ente de Clí C líste stenes. nes. Más aún, estos tres de mos mo s aislados de los los otros demos de su tribu tribu son son com unidades unidades que tenían tenían un imp ortante papel re ligioso. Palene era el centro de la «Liga de Atenea Palénide», en la que par ticipaban ticipaban los los demos circundantes; Probalinto, jun jun to con M aratón, É no e y TriTri-
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corinto, formaban la «Tetrápolis», que contaba con un calendario religioso único; y Halimunte era el centro más importante del culto de Deméter, apar te de Eleusis y de la propia Atenas. El nombre «Tetrápolis» pasó a utilizarse pa p a r a d e s ign ig n a r a la trittys de la tribu Ayántide a la que pertenecían Maratón, Tricorinto y Énoe, pero no Probalinto. ¿Intentó Clístenes realizar una diso ciación deliberada de las entidades políticas y religiosas? La voluntad de Clístenes de quebrantar el poder de las antiguas entida des religio religiosas sas no está ni mucho menos clara, al menos po r lo que sabem os del resto de sus sus reformas. reformas. Parece que no hizo nada po r acaba r con las las viej viejas as aso ciaciones y prácticas religiosas. Cuando en la última década del siglo v a.C. los atenienses fijaron por escrito sus leyes en una serie de lápidas, incluyeron un calendario religioso religioso en el que desem d esem peñ aban cierto papel las antiguas antiguas tri bu b u s jon jo n ias ia s y las c o r res re s p o n d ien ie n tes te s trittyes de esas tribus: en uno de los frag mentos conservados se habla de la tribu de los Geleontes y de una de sus trittyes, la de los Leucotenios, «Los de la banda blanca». Del mismo modo, aun qu quee C lístene lísteness hizo de la la inscri inscripción pción de un individuo como m iemb ro de un demo el momento crucial de su reconocimiento como ciudadano, siguieron existiendo, existiendo, aunqu e su funciona m iento no fue ra muy destacado, los viej viejos os gru po p o s d e p a r e n tes te s c o llam ll am a d o s frat fr atrí rías as.. U n a larg la rgaa insc in scri ripp ció ci ó n (IG, ii2 1237) de comienzos del siglo iv a.C. nos presenta una fratría extraordinariamente ce losa de la legitimidad de sus miembros, y en los discursos judiciales del siglo IV los los interesado s suelen a ludir a su perten encia enc ia a un a d eterm inad a fratría pa p a r a c o r r o b o r a r sus su s p r e s u n ta ciu ci u d a d a n ía ate at e n ien ie n s e . U n a ve vezz más, má s, a u n q u e al al gunos de los héroes epónimos de las nuevas tribus eran personajes para los que no se creó ningún culto especial, otros eran figuras que contaban ya con un culto previo, y en este caso los cultos ya existentes adquirieron el papel suplementario de culto tribal, si bien siguieron a cargo del personal religioso que ya tenían. tenían. Según parece, la práctica seguida hab itualm ente p or C lísten lístenes es fue de carácte car ácterr aditivo, aditivo, μι μιoo sustitutivo, sustitutivo, mo strándo strán dose se d ispuesto ispue sto ta nto a crear nuevas funciones para los grupos ya existentes, como a quitarles las que ya tenían. O tro m otivo para par a actu ar con cautela y no hacer hace r deducciones precipitadas precipitadas respecto a las intenciones de Clístenes a partir de lo que sabemos acerca de la filiación tribal de los demos durante el siglo iv a.C., es que existen serias po p o s ibil ib ilid idad adee s d e q u e la situ si tuaa c ión ió n r e in a n te en e s a ép époo c a n o f u e ra fru fr u to d ire ir e c to de las medidas de Clíste Clístenes, nes, sino sino que es proba ble qu e el marco c reado p or éste fuera modificado con posterioridad. Existen dos razones para pensar que así fue, fue, una de d e carác ter demográfico y otra arqueológica. D e los 13 139 d e mos de cuya existencia tenemos constancia en el siglo iv a.C., no menos de un cuarto elegía únicamente a un miemb ro del Consej Consejo. o. Com o desde su crea ción ción en tiempos d e Clístenes Clístenes,, la la pertenen cia a un de mo era hereditaria her editaria po r lí lí nea paterna y no venía determinada por el lugar de residencia, las dimensio nes de un determinado demo del siglo iv habrían dependido de la historia demográfica de la comunidad registrada en él a finales del siglo vi a.C. Un demo que únicamente podía justificar un escaño en el Consejo de los Qui-
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nientos probablemente habría tenido en 507 a.C. una población de varones adultos adu ltos de e ntre ntr e 50 y 100 100 personas perso nas (0,2 (0,2-0 -0,4 ,4 po porr 100 de un unaa población població n total de aproximadamente 25.000 ciudadanos). Las probabilidades de que las treinta y cinco comunidades de esas dimensiones existentes en esa época tuvieran una historia demográfica similar a lo largo de todo el siglo v a.C. son extre m adam ente remotas, sobre todo ten iendo en cuen ta los los posibles efectos efectos de la pe p e s te y el m o d o e n q u e d e ter te r m ina in a d a s trib tr ibuu s s u frie fr iero ronn un n ú m e ro esp es p e c ial ia l mente alto de pérdidas en determinadas batallas. La demografía habría exi gido a todas luces luces en un m om ento d eterm inado del sig siglo lo v a.C. a.C. o bien bien una u na re visión de las cuotas de buleutas o consejeros previstos para cada demo, o bie b ienn el tra tr a s lad la d o d e los c iud iu d a d a n o s d e u n d e m o a o tro tr o , b a s á n d o s e q uizá ui zá e n cri cr i terios como el lugar de residencia. Los testimonios arqueológicos sugieren la introducción de cambios in cluso más drásticos durante el siglo v. Las prospecciones arqueológicas in tensivas llevadas a cabo en una determinada zona del sur del Ática han de mostrado la existencia de una densidad de restos arqueológicos por hectárea mucho m ayor en esa comarca comarca de la que ha revelado una labor semejante en cualquier otro punto de Grecia. Se han localizado edificios, parcelas funera rias, rias, y la distribución distribución en terraza s para par a su explotación agrícola extensiva de un pa p a isa is a je p o r lo d e m á s b a s tan ta n te p o co p ro m e ted te d o r. L os tes te s tim ti m o n ios io s cerá ce rám m ico ic o s no son muy abundantes, pero ni éstos ni los restos de construcciones indican en m odo alguno que la zona fuera ocu pad a antes del sigl sigloo v a.C. a.C. Aho A ho ra bien, no cabe du da alguna de que q ue d ura nte los los sigl siglos os v y iv iv este lugar correspon dió al emp lazamiento lazamiento del demo de Atene, qu e tenía derecho a tres tres escaños escaños anua les en el Consejo. Parece inconcebible que a finales del siglo vi a.C. hubiera vivido en esta zona una comunidad de unos 500 miembros o algo más y que no hubiera h ubiera d ejado ni un solo solo rastro arqueológico. La alternativa alternativa sería pensar que se produjera alguna reforma durante el siglo v o en cualquier caso antes de 432432-43 4311 a.C., a.C., cuando tenem os notici no ticiaa del prime r miem bro del dem o ates tiguado en una inscripción fechada, que no sólo modificara el número de consejeros que previsiblemente debía producir anualmente un demo, sino que incluso introdujera nuevos demos cuyos miembros tenían que ser des cendientes de ciudadanos inscritos en otros demos. Lo cierto es que no po demos afirm ar si si esas reform reform as fueron lo bastante bas tante grandes para hacer creíble creíble la opinión de Heródoto, quien al aparecer pensaba que en 507 a.C. existían sólo cien demos. No N o tie ti e n e p o r q u é s o r p r e n d e rn o s la ide id e a d e q u e en el siglo sigl o v se p r o d u jer je r a una reforma del sistema de Clístenes que no haya quedado reflejada en las fuentes literarias. Los testimonios epigráficos han demostrado que durante los siglos siglos v y IV a.C. a.C. se pro du jeron jer on diversos diverso s cambios cam bios en los pro ced imiento im iento s de las instituciones de la democracia ateniense que ni siquiera aparecen regis trados en la Constitución Con stitución de d e los atenienses, atenienses, y po r otra p arte el tipo de cambios que aquí postulamos no habría supuesto ninguna cuestión de principio espe cialmente importante. Pero aun en el caso de que esos cambios hubieran te nido unas consecuencias muy limitadas para el hombre de la época, habrían
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tenido unas repercusiones muy profundas sobre nuestra interpretación de la figura de Clístenes. Pues la conjunción de restricciones numéricas y geográ ficas que comporta el sistema de Clístenes supone que la aparición de nue vos demos y nuevas cuotas provocara una reacción en cadena muy significa tiva. Como cada tribu tenía derecho a cincuenta escaños en el Consejo, la introducción de un nuevo demo o el incremento de la cuota de otro habrían supuesto sup uesto una reducción equivalente de la cuota de o tros dem os de la tribu, tribu, o el traslado de un demo a otra tribu en la que fuera preciso hacer una reduc ción de la cuota de consejeros. Así pues, incluso en el terreno de la filiación tribal, las anomalías del siglo iv a.C. podrían haber sido producto de los ajus tes realizados en el siglo v y no fruto de las decisiones de Clístenes. Si nos fi jam ja m o s en las trittyes , el hecho de que en el siglo iv a.C. el grupo de demos del interior interior de una d eterminada tribu tribu no apo rtara el mismo núm ero de conseje ros que las trittyes de la costa o de la ciudad, se debería aparentemente a la creación de nuevos demos o a la ampliación de los ya existentes. El argu mento me nto que ha venido utilizándose utilizándose pa ra justificar justificar que C lístenes lístenes de cidió favorecer a su familia, la de los Alcmeónidas, no se basa en hechos de detalle que hubieran podido verse afectados por los cambios introducidos con posterioridad a su su época. época. Dicho argum ento dirí d iríaa que Clí C lístenes stenes reun reunió ió en una misma tribu demos de la costa y de la ciudad que constituían bastiones tradicionales de los Alcmeónidas. Este argumento se basa en la identificación del grupo de «los de la costa» con los partidarios de Megacles mencionados en la historia de la ascensión al poder de Pisistrato, y daría por supuesto un fuerte apoyo de los Alcmeónidas en la zona que era designada técnicamente como «la costa», esto es, el litoral suroccidental del Atica, en las inmediacio nes del demo de Anaflistos (la moderna Anavyssos). En la medida en que po p o d e m o s r e c o n s tru tr u ir la h isto is tori riaa d e e s ta fam fa m ilia il ia d u r a n te el siglo si glo v a.C. a.C . y t e niendo en cu anta el papel relativamen relativamen te me nor que los Alcmeón idas desem pe p e ñ a r o n a p a r tir ti r d e 480 ».C. a p ro x im a d a m e n te, te , c o n s tata ta tam m o s q u e sus m iem ie m bro b ross p e r ten te n e c ía n a tre tr e s d em o s d e la c iud iu d a d — A lop lo p e c e , A g rile ri le y X ípe íp e te— te — , pe p e r ten te n e c ien ie n tes te s a tre tr e s trib tr ibuu s dist di stin inta tas. s. E llo ll o n o signi sig nific ficaa q u e n o sig si g u iera ie rann p o s e yendo tierras en la comarca de Anavyssos, en la que la mayoría de los demos pe p e r ten te n e c ía n a la trib tr ib u A n tió ti ó q u ide id e , la m ism is m a a la q u e p e r ten te n e c ía el d e m o d e Alopece, y es probable que la posesión de tierras supusiera la existencia de un importante patrocinio local a través del empleo estacional, el arrenda miento de fincas, etc. ¿Pero cabe suponer que el hecho de contar con una fuerte influencia en una sola tribu resultara ventajoso para una familia ca racterizada p or sus grandes ambiciones políti políticas? cas? S abemos muy poco acerca del papel otorgado inicialmente a las tribus, pero parece probable que efec tivamente fueran ellas quienes decidieran la concesión de determinados car gos militares en fecha muy temprana y que tuvieran asimismo un destacado pap p apee l a la h o r a d e d ecid ec idir ir q u ién ié n fin fi n an ancc iab ia b a las fies fi esta tass d u r a n te las cu cual alee s t e nían lugar los principales principales acon tecimientos tribales (véase infra, p. 362). Es in dudable que una situación de predominio e influencia en una tribu habría supuesto para el afortunad o m uchas opo rtunidades de m ejorar la la propia po
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sición social. Lo cual no tiene mucho que ver con el dominio del escenario polí po lític ticoo . L as n o tici ti cias as q u e p o s e e m o s d e la fam fa m ilia il ia e n é p o c a p o s ter te r io r n o ind in d i can desde luego que los Alcmeónidas gozaran de una posición singularmen te destacada en este terreno. Nin N ingg u n o d e los arg ar g u m e n tos to s util ut iliz izaa d o s p a r a jus ju s tifi ti ficc ar la idea id ea d e u n C líst lí stee nes que, so so pretexto de d ar pod er al pueblo, pueblo, intentara en realidad realidad acabar con el poder de los demás miembros de la nobleza ateniense a fuerza de asegu rar ra r institucionalm institucionalm ente la influ influencia encia de su famili familia, a, no parece s op ortar un an aná á lisis exhaustivo. ¿Significa eso que, en último término, Clístenes era un idea lista guiado por el altruismo? Ni mucho menos. Del mismo modo que habrían sido varios los intereses que habrían inducido al pueblo a respaldar a Clístenes, también puede que sus reformas tuvieran por objeto hacer fren te a una serie de problemas distintos que en aquel momento resultaban apremiantes para él. Cabría esperar que Clístenes, con veinte años de expe riencia política a sus espaldas, tuviera una idea bastante perspicaz de las con secuencias inmediatas que habría tenido el planteamiento de estas reformas. El respaldo q ue recibió recibió del pueblo pu eblo y los los éxitos éxitos militares militares cosechados sob re beocios y calcidios hacen suponer que habría previsto concienzudamente esas consecuencias inmediatas. Pero no es necesario que tuviera in mente unas ideas concretas a largo plazo. Fuera como fuese, las consecuencias a largo pla p lazo zo d e sus m e d ida id a s f u e ro n m uy p rofu ro funn d as. as . La L a vida vid a po p o lític lít icaa en la A ten te n a s de Clíste Clí stene ness
¿Qué tipo de estado fue el que creó Clístenes? Según Heródoto (5.78; texto 47), lo que hizo que Atenas dejara de ser una ciudad débil gobernada po p o r tira ti rann o s y se c o n v irti ir tiee r a en u n e s tad ta d o cap ca p az d e d o m in a r a sus ve veci cino noss fue fu e la isegoría, la «igualdad de voz». Las canciones que se entonaban en honor de Harmodio y Aristogiton en su papel de tiranicidas los alababan diciendo que habían traído a A tenas la isonomía, la «igualdad ante la ley». Se ha dis cutido bastante cuándo los atenienses empiezan a calificar su régimen cons titucional de demokratía, o «poder del pueblo»: aunque el primer uso atesti guado del término data de después de las guerras médicas, es posible que se utilizara ya antes. ¿Pero qué tenían las reformas de Clístenes que permitían hablar de Atenas apelando a conceptos como los de igualdad de voz, igual dad ante la ley o poder del pueblo? Si no podemos entender del todo los efectos de las innovaciones institucionales introducidas por Clístenes —las nuevas tribus, el Consejo de los Quinientos, los demos—, es porque nos lo impide nuestra ignorancia respecto al modo en que había h abía venido eligiéndose eligiéndose el antiguo Consejo de cuatrocientos miembros y a los poderes que tenía. Desde luego las cuotas asignadas para la representación en el nuevo Conse jo y la insi in sist stee n c ia — si es q u e se t r a t a d e u n a m e d ida id a im p u e s ta d esd es d e el p r in cipio— en que ningún ateniense pudiera ser miembro del Consejo durante más d e dos años, años, y no de forma sucesiva, sucesiva, vienen a confirm ar el hecho de que
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47. Her H eród ódoo to, to , 5.77.4-78 5.77. 4-78.. H e ró d o to u tiliz til izaa la derr de rrot otaa infli in fligi gida da po p o r los aten at enien iense sess a beo be o cio ci o s y calci ca lcide deos os c o m o indi in dici cioo de q u e la d e m o cracia fue lo que desencadenó el nuevo poderío militar ateniense. Te x t o
Asimismo, consagraron la décima parte del dinero de los rescates encarga ndo la ejecución ejecución de un a cuadriga de bronce; dicha ob ra se alza alza a man o izquierda n ada m ás en trar en los propileos de la acrópoli acrópolis, s, y en ella se halla grabada la siguiente inscripción: «A los pueblos beocio y calcideo los hijos de Atenas domeñaron en las lides de la guerra, y en lúgubre prisión, entre férreos grillet grilletes, es, su arrogancia extinguieron. A Palas estas yeguas ofrendaron, diezmo de su rescate». Los atenienses, en suma, se habían convertido en una potencia. Y resulta evidente —no por un caso aislado, sino como norma general— que la igualdad de derechos políticos (= isegoría) es un preciado bien, si tenemos en cuenta que los atenienses, mientras estuvieron regidos po p o r u n a tira ti rann ía, ía , n o a v e n taja ta jabb a n a n ing in g u n o de sus su s ve veci cinn o s en el ter te r r e n o militar; y, en cambio, al desembarazarse de sus tiranos, alcanzaron una clara superioridad. Este hecho demuestra, pues, que, cuando eran víc timas de la opresión, se mostraban deliberadamente remisos por con siderar que sus esfuerzos redundaban en beneficio de un amo; mien tras que, una vez libres, cada cual, mirando por sus intereses, ponía de su parte el máximo empeño en la consecución de los objetivos.
eran muchos los ciudadanos que tenían un contacto estrecho con la gestión del estado. estado. Es posible que el Consejo asu miera al principi principioo unos poderes pod eres ba s tante amplios, pero, en cualquier caso, éstos se vieron reducidos enseguida: el juramento introducido en 501 a.C. ponía de manifiesto que el Consejo constituía un órgano deliberativo, no ejecutivo, con unas competencias judi cial ciales es estrictamen te limita limitadas; das; y una ord enan za de limitaciones limitaciones posterior, co nocida sólo de manera fragmentaria por su reincorporación al código legal ateniense en la última última décad a del sig siglo lo v, probab lem ente aluda a una ulterior restricción de las facultades judiciales del Consejo. Las sucesivas restriccio nes de los poderes del Consejo ponen de manifiesto que ya hacia 501 a.C. la A sam blea era la que man daba, daba , que estaba e staba dec idida a afirma' afirma'rr la la soberanía del pu p u eb eblo lo,, y q u e incl in clus usoo u n a ins in s titu ti tuci cióó n tan ta n r e p res re s e n tati ta tivv a co com m o el C o n s ejo ej o no era sino un mero órgano consultivo del pueblo. ¿Qué fue lo que otorgó a la Asamblea su preeminencia en Atenas? Es indudable que ya existía una asamblea antes de 507 a.C., y en general las
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asambleas habían constituido un rasgo de la vida helénica desde los tiempos de la épica homérica. La Gran Retra de Esparta muestra un interés por la convocatoria con vocatoria regular de una un a asam blea y por sus poderes hacia el año 700 700 a.C a.C.. (véase supra, p. 213). Las leyendas que se contarían más tarde en torno a la ascensión al poder de los tiranos implican asimismo la posibilidad de que la voz del pueblo determinara el curso de los acontecimientos políticos. Una ley de Quíos, Qu íos, fechada fech ada en la prim era m itad del sigl sigloo vi vi a.C. a.C.,, dem uestra ues tra qu e el pu e blo bl o d e e s ta isla ten te n ía p o d e r s u fici fi cien ente te p a r a c r e a r u n «c «coo nse ns e jo p o p u lar» la r» eleg el egi i do y convocad co nvocadoo mensual mens ual m en te (ML, 8; Forn ara, 19 19), ), y en la Olimpia Olim pia del d el si glo vi encontramos incluso referencias al trabajo conjunto de un consejo de quinientos miembros y de una asamblea general (Buck, 64), pero en ambas ciudades, lo mismo que en Esparta, hay unos límites impuestos a su interfe rencia. rencia. Dos factores fundam entales que garantizaban que la Asam blea cons tituía en Atenas el órgano político más importante eran la falta de poder de los magistrados y la rápida creación de u n espíritu de participación. participación. La falta de poder de los magistrados atenienses salta especialmente a la vista si la comparamos con Esparta. No sólo es que en Atenas no existiese nada comparable a los dos reyes de Esparta, que ocupaban el cargo en vir tud de su nacimiento nacimiento (el hered ero al trono no pasa ba po r la agogé para para que su alta cuna cuna no chocara con u na ap aren te deficienci deficienciaa en sus acciones) acciones) y ade ade más hasta su muerte. Atenas tampoco tenía nada parecido a los magistrados anuales de Esparta, los éforos, cuyo poder era tan grande que Heródoto (5.39-40) cuenta la anécdota de que llegaron a decir al rey que se divorciara de su esposa y se casara con otra mu jer para asegurarse el nacimiento de hi jos jo s v a ro n e s (vé (v é ase as e infra, p. 393); su poder hizo que uno de ellos lograra con vencer a Esparta de declarar la guerra a Atenas en 432 a.C. (Tucídides, 1.8587); y el propio Aristóteles culpa de la decadencia de Esparta en el siglo iv a.C. a la pobre cualidad de sus éforos ( Política, 1270b6-35). Los reyes de Es pa p a r ta, ta , e n c a rga rg a d o s d e c o m a n d a r tod to d a s las e x p e d icio ic ionn e s m ilit il itar ares es e n el e x tra tr a n jero je ro,, y los é foro fo ross te n ían ía n u n o s p o d e r e s q u e n o p o s e ía n ing in g ú n m a g istr is traa d o d e Atenas; tareas como el recibimiento de embajadas, que en Esparta recaían sobre los éforos, se hallaban en Atenas en manos del Consejo de los Qui nientos. Pero los reyes y los éforos tenían además una influencia que tras cendía sus pod eres legíti legítimos. mos. E n el caso de los reyes, reyes, esta circunstancia circun stancia se po nía de manifiesto manifiesto en el trato especial especial que recibían —doble ración de comida, funerales especialmente complejos, etc.— y en la acumulación de experien cia que les otorgaba el carácter vitalicio de su cargo. En el caso de los éforos esa influencia era fruto en parte al menos de su carácter electivo, pues su elección tendía a reflejar la opinión predominante en el momento de llevar se a cabo. Así podemos constatarlo en épocas en las que la opinión popular mudaba bruscamente después de las elecciones al eforado, y los éforos, en cambio, seguían aplicando una política que suscitaba dudas en el pueblo (el caso más claro sería el proceso del rey Pausanias en 403; Pausanias, 3.5.1-2). La tendencia a atribuir especial importancia a determinados individuos en razón de su cargo cargo alcanzaba incluso incluso a los los miembros de la G erusia, el Con se
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jo d e los lo s 28 an ancc ian ia n o s m a y o res re s d e s e s e n ta añ años os.. D io d o r o (11.5 (1 1.50) 0) c u e n ta u n a anécdota, no necesariamente verídica, sobre cierto miembro de la Gerusia, Hetemáridas, que d esempeñó un papel decisi decisivo vo al evitar evitar que E sparta ataca ra a Atenas hacia 470 a.C.; y Jenofonte ( Helé H elénic nicas as ; 3.3.8) dice que, durante la crisis provocada por cierto Cinadón, quien indujo a todos los habitantes de Esparta que no eran espartiatas a aliarse contra éstos, los éforos consultaron cuidadosamente a todos los miembros de la Gerusia por separado. Sólo había en Atenas una magistratura que pudiera ocuparse durante largo tiempo o que permita concebir la idea de que sus miembros eran ele gidos en bloque. Se trata del cargo de estratego o general, no instaurado hasta en 50 501 a.C. a.C. y que no alcanzó alcanzó un papel em inentem inen temente ente militar hasta des pu p u é s d e 490 a.C. a.C . A d ifer if eree n c ia d e o tro tr o s m ag agis istr trad adoo s, los g e n e rale ra less se c a ra c te te rizaban entre otras cosas porque no eran elegidos por sorteo: en cuestiones de índole militar la incompetencia de un individuo no podía compensarse con el número de miembros de su equipo. Y a diferencia de otras magistra turas, turas, el cargo cargo de general po día se r ocupado ocupa do una y otra vez, vez, sin sin límite límite de o ca siones. No obstante, parece que fuera del campo de batalla el general no te nía ningún poder ni privilegios especiales; la entrada ex officio de los generales en el Consejo de los Quinientos fue una innovación introducida a pro p ro p u e s ta d e los a d v e rsar rs ario ioss d e la d e m o c rac ra c ia ([A ([ A ris ri s tóte tó tele less ], Constitución Constitución de los atenienses, 30.2). Aunque es posible que ocasionalmente el conjunto de los generales patrocinara la puesta en vigor de algún decreto (por ejemplo, IG , i3 92, del año 416-415, en el que se concedían ciertos honores a un tesalio), parece que no prosperó la costumbre de hacer campañas electorales. Es indudable que algunos personajes ostentaron el generalato durante bastan tes años seguidos (así lo demuestran los casos de Pericles y Nicias en el siglo v), pero cuando disponemos de listas completas o casi completas de los ge nerales de varios años seguidos podemos observar un alto grado de rotación en el cargo. Hasta qué puifto estaban separados la gestión política y el cargo de general nos lo demuestra la comparación con la situación reinante en Si racusa a finales del siglo v, donde la confusión entre una actividad y otra se po p o n e d e m an anif ifie iess to e n la c a r r e r a d e H e rm ó cra cr a tes te s . En Atenas es al espíritu de participación al que hay que apelar para ex pli p lica carr el h ech ec h o de q u e h a s ta los g e n e r a les le s se h a lla ll a ran ra n en b u e n a m e d ida id a su su bo b o rd in a d o s a la po polít lític ica. a. L os a ten te n ien ie n s e s a c o g iero ie ronn co conn en tus tu s ias ia s m o las p o s ibi ib i lidades lidades del autogobierno. Podemos apreciar que las las estructuras del gobierno central eran remedadas en las que caracterizaban a los demos, las fratrías, y demás agrupaciones religiosas o de otro tipo. Y no sólo las estructuras. La pro p ro p ia retó re tórr ica ic a u tili ti liza zadd a en las asa as a m b leas le as d e las c o m u n ida id a d e s loca lo cale less re fle fl e ja ja ba b a la de la A s a m b lea le a y se v eía eí a refl re flee jad ja d a en ella el la.. L os d a tos to s d e los q u e d isp is p o nemos no nos permiten fechar fácilmente este proceso, pero tenemos testi monios de la inscripción en lápidas de las decisiones comunales adoptadas po p o r los d e m o s d esd es d e la m ism is m a ép époo c a en q u e p o see se e m o s insc in scri ripp cio ci o n es d e las decisiones de la Asamblea: las leyes de la Asamblea acerca de las prácticas religiosas desarrolladas en Eleusis, votadas hacia el año 460, son análogas a
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las del demo de los Escambónidas publicadas más o menos por esa misma época (IG, i3 6, 24 244) 4);; las las cuentas de las obras d el Parte nó nón, n, apro a proxim xim ad adam am en te de 440 a.C., remedan a las de las obras del templo de Némesis en el demo de Ramnunte, pertenecientes a la misma década (ML, 53, 54; Fornara, 90B, 114). Las costumbres rápidamente desarrolladas en el funcionamiento del gobierno central se convirtieron sencillamente en el m odus operandi operandi conce bid b idoo p o r los a ten te n ien ie n s e s en c u a lqu lq u ier ie r o tro tr o co conn text te xto. o. El espíritu de participación de Atenas se basaría en el alejamiento de la aristocracia tradicional de los cargos públicos y en el fomento de un alto grado de confianza en las propias capacidades por parte de los ciudadanos corrientes y molientes, si no individualmente, sí desde luego como miem bro b ross d e un grup gr upo. o. E l n u e v o ejé ej é rcit rc itoo a ten te n ien ie n s e y sus su s éx éxit itoo s inm in m ed iato ia toss d e bie b iero ro n d e d e s e m p e ñ a r u n p a p e l im p o r tan ta n te en el for fo r tale ta lecc im ien ie n to d e esa es a confianza, en parte corroborada por las continuas luchas con Egina por la po p o s esió es iónn de la isla isl a (véa (v éase se infra, p. 381). Las nuevas instituciones locales de Clístenes, en las que no había ninguna familia ateniense que pudiera recla mar un estatus especial apelando a tradiciones ancestrales, debilitaron el pa p a p e l d e la aris ar isto tocr craa cia ci a . D e te r m i n a r si la inst in stit ituu ció ci ó n d e l o stra st racc ism is m o , e n v ir ir tud de la cual podía pedirse a los atenienses que escribieran en un cascote el nombre del ciudadano que querían ver desterrado de Atenas por un pe ríodo de diez años, desempeñó o no un papel importante en todo esto de pe p e n d e d e q u e fec fe c h em o s su ins in s tau ta u rac ra c ión ió n al m ism is m o tie ti e m p o q u e la d e las r e formas de 507 a.C. Una tradición antigua ([Aristóteles], Constitución de los atenienses, 22.3-4) afirmaba que el ostracismo no entró en vigor hasta 488487 a.C., y se han planteado dudas respecto a la posibilidad de que no se empleara un arma tan importante hasta una fecha tan tardía. Por el con trario, su instauración podría considerarse fruto de la confianza de los ciu dadanos, estimulada por su victoria sobre los persas en Maratón (véase in fra fr a , p. 390), en poder prescindir de los personajes de cuya capacidad de actuar según los canales recién establecidos no se fiaran. Esta última hipó tesis se ve respaldada hasta cierto punto por el hecho de que al año si guiente de atestiguarse el primer caso de ostracismo (487-486), los atenien ses pasaron a escoger a los arcontes por sorteo utilizando una lista previa de candidatos, en vez de elegirlos directamente. La L a s fie f iest staa s religio rel igiosa sass y el orig or igen en d e las G ran ra n d es D ioni io nisi sias as
No N o co conn v ien ie n e p a s a r p o r a lto lt o la im p o rta rt a n c ia p o líti lí tica ca d e las la s fies fi esta tass reli re ligg io io sas, de cuyo número llegarían a estar orgullosos los atenienses (Tucídides, 2.38.1; [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 3.8). Algunas de esas fiestas tuvieron sus orígenes en el siglo vil a.C., pero otras alcanzaron la forma que las caracterizaría en época clásica a lo largo del siglo vi a.C. (véase supra, p. 288). No obstante, es indudable que los años inmediata mente posteriores a las reformas de Clístenes conocieron la institución de
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Pausanias, 6.9.6-8. Pausanias relata la historia de cómo su fu f u e r z a ind in d o m a b le con co n virt vi rtió ió a C leom le om edes ed es p r im e r o en ases as esin inoo im p e n ite it e n te y luego en héroe. T e x t o 48.
E n la olimpiada olimpiada an terior a ésta [ 4 9 2 a.C. a.C.]] dicen que Cleom edes de Astipalea mató a Ico de Epidauro en el combate de boxeo, y siendo convicto de haber cometido falta según los helanódicas y, siendo pri vado de la victoria, se volvió loco de pena y regresó a Astipalea. Allí se presentó en una escuela donde había unos sesenta niños y derribó una columna que sostenía el techo. Como el techo se derrumbara so br b r e los niño ni ños, s, fue fu e a p e d r e a d o p o r los de la c iud iu d ad y se s e re r e fug fu g ió e n un s a n tuario de Atenea. Se metió en un arca que había en el santuario, tiró hacia abajo de la tapa, y los astipaleos se esforzaban inútilmente in tentando abrir el arca. Finalmente, rompieron los tableros del arca, y como no encontraron ni vivo ni muerto a Cleomedes, despacharon unos hombres a Delfos para preguntar qué le había sucedido a Cleo medes. Dicen que la Pitia les respondió: «El último de los héroes es Cleomedes de Astipalea, honradle con sacrificios, porque ya no es un mortal». Así pues, desde entonces los astipaleos tributan honores a Cleomedes como a un héroe.
varias fiestas, y en particular la de algunas acompañadas de acontecimien tos competitivos, como por ejemplo las Heracleas, las Prometeas, las Hefesteas y las fiestas de PaB (estas últimas creadas definitivamente a raíz de la victoria de Maratón: Heródoto, 6.105). Las antiguas fiestas, entre ellas las Oscoforias, las Targelias y las Panateneas, fueron reorganizadas, al menos en la medida en que las nuevas tribus, de una en una o por parejas, pasa ron a convertirse en entidades concursantes por lo menos en determinados certámenes. La competitividad tribal constituía un modo de fomentar la so lidaridad en tre los los miem bros de esas esas nuevas en tidades artifi artificial ciales es y tamb ién una forma de asegurar que la victoria permitiera alcanzar gloria, pero no po p o d e r . L a im p o rta rt a n c ia d e e sto st o s a spec sp ecto toss q u e d a p a t e n t e e n las ley le y en endd a s acerca de los atletas cuyos poderes insólitos y a menudo tremendos exigirí an que se les rindiera culto como héroes. El más antiguo de esos persona jes, je s, F ilipo ili po d e C ro tó n (H e ró d o to , 5.47) 5.4 7),, d e c. 520 a.C., a.C ., p a r e c e dist di stin ingg u irse ir se apenas de la figura del campeón habitualmente conocidá (véase supra, p. 124), p e r o o tra tr a s ley le y en endd as, as , co com m o la q u e se c o n ta b a d e C leo le o m e d e s d e A s tipalea (Pausanias, 6.9.6-8; texto 48), se centran en el perjuicio que podían causar ese tipo de héroes si sus poderes no eran debidamente reconocidos, y cabe sospechar que, al igual que las tradiciones en torno a la obtención
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Ánfora ática de figuras negras del Pintor del Columpio (c. (c. 530 a.C.), en la que vemos representado, según parece, un coro dramático que actúa montado so bre br e zancos. F i g u r a 81.
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del poder por parte de los tiranos, funcionaran a modo de moraleja, previ niendo y advirtiendo a las ciudades griegas del peligro del kúdos atlético. Ad em ás del calendario de fiest fiestas as que habían de ten er consecuencias consecuencias tras cendentales cend entales más allá del orb e de la Aten as clásic clásica, a, pue puede de que el festiva festivall dra mático de las Dionisias fuera introducido también al mismo tiempo que la democracia. No cabe duda de que ya antes el drama, fuera del tipo que fue se, había venido constituyendo un elemento de ciertas festividades: recorde mos las máscaras del santuario de Ártemis Ortia en Esparta (véase supra, p. 216 y fig fi g u ra 45), 45) , y la inic in icia iaci cióó n d e las d o n cell ce llas as e n el m u n d o d e la fem fe m ini in i dad celebrada en Braurón, en el Ática, que comportaba también la utiliza ción ción de una especie de antifaz. antifaz. Coros de h om bres disfrazados actuand o al son son de las flautas aparecen plasmados en algunos vasos áticos desde poco des pu p u és d e 550 a.C. a.C . (fig (f iguu ra 81 81), ), p e r o p a r e c e q u e las o b ras ra s r e p res re s e n ta d a s p o r u n o o más actores acompañados de un coro que dialogue con ellos no se desa rrollaron en A tenas h asta finales finales del sigl sigloo vi vi a.C a.C.. Los coros repres entado enta do s en la cerámica corresponden más bien a lo que luego sería la comedia que a la tragedia, pero sabemos que los los concursos concursos de com edias no se instituci institucionaliza onaliza ron en A tenas tena s hasta ha sta el sig siglo lo v a.C. a.C.,, mientras qu e es basta nte pro bab le que la representación de tragedias precediera en un nú m ero considerable considerable de años a la institución de los certámenes de poetas trágicos, cada uno de los cuales de bía b ía p r e s e n ta r tre tr e s o b r a s a co conn cu curs rso. o. La inscripci inscripción ón más reciente con la lista lista de victori victorias as ob tenidas en A tenas pr p r o b a b lem le m e n te n o se r e m o n te m ás allá al lá d el 502-501 502-5 01 a.C., a.C ., y c a b e s u p o n e r q u e el catálogo de poetas trágicos que alcanzaron la victoria no fuera más allá. Los correspondientes artículos de la enciclopedia bizantina denominada Suda hablan de una producción de Tespis en 535-533 a.C., de otra de Cirilo en 523-520 a.C., y de otra de Frínico en 511-508 a.C., pero la colocación de semejantes hitos a unos intervalos tan regulares induce a dudar de su auten ticidad, ticidad, sospecha que se ve corrob orad a p or la noticia inclui incluida da en el artí artículo culo sobre Tespis, según la cual este autor habría tenido quince predecesores. Du rante el siglo v siguieron efectuándose modificaciones en la fiesta y parece ba b a s tan ta n te p r o b a b le q u e los c e rtá rt á m e n e s d e p o e tas ta s trág tr ágic icoo s no se c o n v irti ir tiee r an en la característica principal de las Dionisias Urbanas hasta los dos o tres úl timos años del siglo vi. Este hito de la historia de la literatura europea seguramente supuso tam bié b iénn u n h ito it o p a r a la co conn c e p c ión ió n q u e los ate at e n ien ie n s e s te n ían ía n d e sí mism m ismos os.. A u n que la tragedia más antigua que se ha conservad o data da ta de después de las gue rras médicas, en los primeros años de los certámenes dramáticos los temas tratados en las Dionisias respondían a los intereses habituales por entonces en la ciudad, algo algo que los los poemas poem as homéricos ho méricos recitados p or los los rapsod as en las Panateneas no habrían podido conseguir nunca. La tragedia implicaba y fo mentaba el interés del pueblo por asuntos políticos en sentido lato, estimu lando el análisis crítico de las actuaciones del individuo y de la colectividad. Hasta qué punto eran analizadas directamente en el escenario las decisiones de los propios atenienses nos lo demuestra el hecho de que el poeta Frínico
L A T R A N S F O R M A C I Ó N D E L A G R E C I A A R C A IC A
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fue multado en 494-493 por «haber evocado una calamidad de carácter na cional» en la obra La L a tom to m a d e M ilet il etoo , que hablaba de la reciente conquista de esta ciudad po r los persas (H eród oto, 6.21 6.21)). La guerra, los certámenes de las fiestas y las responsabilidades locales —a — a u n q u e sólo só lo f u e ra la elec el ecci ción ón a n u a l d el jefe je fe d e la c o m u n ida id a d ( d e m a rco rc o )— garantizarían garan tizarían q ue las nuevas instituciones instituciones de Clístenes Clístenes no sólo sólo existieran existieran so br b r e el p a p e l, sin si n o q u e c o n s titu ti tuyy e ran ra n u n a p a r te rele re levv a n te d e la vida vi da d e los ciu ci u dadanos. La nueva constitución afectaba a todas las actividades colectivas. De esa forma lograría reemplazar las luchas puramente ficticias entre los miembros de la aristocracia por una participación general en las decisiones que habían de determinar el futuro de la ciudad. La división en facciones que, según los hombres que gestaron la Constitución norteamericana, sólo po p o d ía s u p e r a rse rs e a tra tr a v é s d e u n g o b iern ie rnoo r e p r e s e n tati ta tivv o e n el q u e los r e p r e sentantes fueran hombres virtuosos, la superó la constitución de Clístenes a fuerza de conjugar la elección más o menos arbitraria de los representantes locales locales en el Consejo con un afán afán por p or participar en la toma tom a de decisiones decisiones po líticas lo suficientemente generalizado entre el pueblo como para garantizar que la Asamblea no se viera dominada por ningún grupo en particular. A fuerza de explotar la desconfianza suscitada por las diversas intervenciones de Esparta, de fomentar unos sentimientos muy parecidos al nacionalismo mediante una serie de campañas militares contra los enemigos del norte y mediante el establecimiento de nuevos nombres para las tribus cargados de fuertes resonancias locales, y de crear un marco constitucional susceptible de ser utilizado en todos los niveles de la sociedad, Clístenes supo inspirar a los atenienses esa «forma de pensar especial» que, según Rousseau, era funda m ental para el éxito éxito de todo gobierno, una form a de pens ar que pon ía los los in in tereses colectivos por encima de los intereses singulares y particulares. Dem D em ocra oc raci ciaa y cultu cu ltura ra m ater at eria iall
La arqueo logía nos proporc iona algunos testimon testimonios ios de las las repercusiones que la democracia ateniense tuvo sobre la forma de pensar y actuar del pue blo. blo . P o r lo q u e a la p r o p ia c iud iu d a d se refi re fier eree , es e v id e n te q u e la po polis lis d e m o crática, pese a no asumir los proyectos de los tiranos (así, por ejemplo, el templo de Zeus Olímpico —véase supra, p. 335— no fue concluido nunca), em prendió la construcc construcción ión de g randes monum entos religi religiosos osos como como elem en to imprescindible para la creación de una imagen propia del poderío ate niense. Es posible que la reconstrucción del templo de Atenea Polias, com ple p leta tadd o co conn e s c u ltu lt u ras ra s d e m árm ár m o l, d a te d e la ú ltim lt im a d é c a d a d el siglo sig lo vi a.C. a.C . y no de 520 a.C. aproximadamente (los únicos argumentos a los que puede apelarse son de carácter estilístico). Es indudable que, poco antes o poco después de la batalla de Maratón, los atenienses empezaron a construir un templo todavía más grande en la Acrópolis, el antecesor del Partenón, en el mismo sitio que luego ocuparía éste, pero también edificaron un tesoro en
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F ig u r a
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82. M etopa de Teseo y An Antíope tíope proced pro cedente ente del tesoro de los Atenienses Aten ienses en
Delfos.
Delfos adornado con toda una serie de esculturas de mármol: treinta meto pas, pas , do doss fro fr o n ton to n e s , y m e d ia d o c e n a de fig fi g u ras ra s co colo locc ad adas as e n los e x tre tr e m o s del tejado y de los frontones a modo de acróteras (figura 82). A continuación, después de M aratón, añadieron una stóa también en Delfos, en la que se exhibían los los despojos del enemigo. enemigo. El tesoro de los Atenienses de D elfos rivarivalizaba directamente con el primitivo tesoro de los Sifnios, con su curioso friso jónico esculpido, esculpido, y también, tam bién, en su calidad de ob ra realizada realiz ada por p or la polis polis de los atenienses, con el propio templo de Apolo situado en la terraza superior, restaurado por los Alcmeónidas.
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Más sorprendentes aún son las novedades desarrolladas en la esfera pri vada. La más inm ediata es el brusco cam bio que se prod uce en las práct prácticas icas funerarias. El número de enterramientos de adultos descubiertos por los ar queólogos para los siglos vu y vi a.C. es por término medio de uno por año. A finales del siglo vi el número de enterramientos conocidos asciende verti ginosamente hasta los nueve al año, con una cantidad de enterramientos in fantiles casi igual que la de adultos. Aunque en la Constitución de los ate (21.4) 4) del Pseud o-A ristóteles se habla de «nuevos ciudadanos», ciudadanos», no es nienses (21. muy probable que el susodicho cambio refleje un cambio de población, sino más bien que había una proporción mayor de gente que tenía acceso a un tipo de enterramiento arqueológicamente perceptible. Este hecho implica que los acontecimientos de la última década del siglo vi a.C. infundieron a una proporción significativa de ciudadanos atenienses el convencimiento de que su condición personal había mejorado. Menos inmediatos y menos fáciles de cuantificar son los cambios intro ducidos en la erección de monumentos funerarios. Durante el siglo vi a.C. las tumbas más ricas se distinguían de tres formas distintas: mediante pilares es culpidos o estelas, en las que aparece por regla general un joven o un solda do de d e perfil perfil;; m ediante koíiroi (véase supra, p. 250); y mediante planchas pin tadas. Da la impresión de que la tradición de las planchas se extinguió hacia 500 a.C.; los koíiroi parece que siguieron utilizándose ocasionalmente hasta 480 a.C. aproximadamente; y las estelas con figuras de atletas o soldados ca yeron en desuso también hacia 500 a.C. Aunque la desaparición de los mo num entos conmemorativos no está netam ente definida definida en el el terreno arqu eo lógico, es posible que debamos relacionarla con su reglamentación jurídica. Cicerón afirma que «poco después de Solón» se aprobó una ley que restrin gía los enterramientos a aquellos que pudieran ser construidos por tres hom bre b ress e n diez di ez días dí as d e tra tr a b a jo , y q u e q u izá iz á p ro h ib ía los m o n u m e n to s e s c u ltó lt ó ri ri cos (De legibus, 2.64-65). Desde luego resulta muy tentador relacionar la desaparición de los monumentos fúnebres con el cambio de posición experi m entado entad o p or la aristocracia aristocracia ateniense y con con las las nuevas formas en las las que sus sus miembros se vieron obligados a negociar su posición. Más difíciles de evaluar todavía son los factores que se ocultan tras el cambio experimentado por la iconografía. Las ofrendas escultóricas de la Acrópolis parecen continuar sin sufrir prácticamente cambio alguno: de he cho la serie de kórai de la Acró polis de finales del siglo siglo vi vi y comienzos comienzo s del d el v a.C. a.C. es es absolutam ente incomparable. P ero en el terren o de d e la cerámica, cerámica, apa r te del cambio técnico que supone el paso de las figuras negras a las figuras rojas introducido gradualmente entre las dos últimas décadas del siglo vi y el pr p r im e r d e c en enio io d el v a.C., a.C ., se p ro d u c e tam ta m b ién ié n u n cam ca m b io en las p refe re fere renn c ias ia s iconográficas. El predominio de las escenas mitológicas se ve perturbado, y las escenas de este estilo pintadas en los vasos de figuras rojas suelen ser dis tintas de las que preferían los artistas de la figura negra de mediados del si glo vi. El cambio introducido en la técnica del dibujo constituye desde luego un factor que determina el cambio de la iconografía: la figura roja ofrecía la
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Escena simposíaca pintada en una copa ateniense de gran tamaño («copa Bomford») de finales del siglo vi. Se trata de uno de los enigmáticos vasos en los que los participantes en el simposio aparecen vestidos con ropas típicas de mujer. El gesto de uno de los personajes que amenaza con la sandalia al joven servidor, y la forma del pie de la copa, que imita los genitales masculinos, indican que la escena está llena de connotaciones sexuales.
F i g u r a 83.
oportunidad de tratar las figuras de un modo distinto, socavando de ese modo mo do los antiguos antiguos esquem as iconográficos iconográficos;; si si lo lo que se neces itaba eran nu evos esquemas, lo mismo habrían po dido valer par a temas nuevos que para par a temas antiguos. Pero parece que los cambios técnicos no bastan para explicar el interés cada vez mayor que van suscitando las escenas no mitológicas, de ba b a n q u e te, te , de gim gi m na nasi sio, o, o d e d ive iv e rsió rs iónn (fig (f iguu ra 83). 83) . Se tra tr a t a d e esce es cenn as en las que se muestran las actividades de la aristocracia, escenas que resulta fácil imaginar que reflejen reflejen la vida de la corte de Hiparco e Hipias. Hipias. Pero dichas dichas escenas siguen pintándose sin interrupción durante los primeros años de la democracia. Constituyen un recordatorio muy útil de que, aunque es posible que las reformas de Clístenes incitaran inmediatamente a los sectores más
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baj b ajoo s d e la p o b lac la c ión ió n a a s p ira ir a r a c o n m e m o r a r su p r o p ia co conn dici di ción ón,, y a u n q u e pr p r o b a b lem le m e n te la leg le g isla is laci ción ón o b lig li g a ra a r e d u c ir la o s ten te n tac ta c ión ió n d e los ricos, rico s, en pr p r iva iv a d o el esti es tilo lo d e v ida id a d e la a ris ri s toc to c rac ra c ia n o d e b ió d e v ers er s e ex ces ce s ivam iv am en ente te afectado p or la nueva situación o inclu incluso so simp lemente ten dió a ser emulado. emulado. Tanto en el terreno de las ofrendas escultóricas como en el de la iconografía de la cerámica pintada la revolución más significativa se produciría a partir de 480 a.C. y no después de 507 a.C., pero esa historia habrá que explicarla en otro sitio. La creación de un gobierno popular en Atenas tuvo unas repercusiones importantísimas no sólo para la historia de esta ciudad, sino para la de toda Grecia. La difusión de las instituciones democráticas sería sólo un capítulo relativamente secundario de esas repercusiones; mucha más importancia ten dría la forma en que la constitución se convirtió posteriormente en un pro ble b lem m a p o líti lí ticc o p a r a las rela re lacc ion io n es e n tre tr e las d isti is tinn tas ta s ciud ci udad ades es.. A n te r io r m e n te hem os defend ido la hipótesis hipótesis de que la tiranía constituyó menos un a forma especial de gobierno que un desarrollo especial de las constituciones oligár quicas; señalábamos asimismo las buenas relaciones que los tiranos mante nían con los miembros de la aristocracia de otras ciudades, y expresábamos nuestras dudas respecto a la la animadversión animadversión que po r princi principio pio habría m ostra do la Esparta del siglo vi a.C. a la tiranía en cuanto tal. Por el contrario, du rante el siglo v a.C., aunque más después de las guerras médicas que antes de este acontecimiento, oligarquía y democracia se convirtieron en sendos polos en torno a los cuales se alinearían las ciudades (cf. Tucídides, 1.19, 3.82). La
f il o s o f ía
A finales del siglo v a.C., cuando Heródoto escribía sus His H isto tori riaa s, estaba ya perfectamente desarrollado el debate teórico en torno a los méritos y des ventajas de las las distinta distintass formas de gobierno. Dicho d eb ebate ate se ve directam en te reflejado en la controversia sob re si pa ra Persia P ersia sería sería más ventajoso ser go be b e r n a d a p o r u n a m o n a rq u ía, ía , u n a o lig li g a rq u ía o u n a d em o c raci ra ciaa , c o n tro tr o v e rsia rs ia que, según Heródoto (3.80-82), tuvo lugar antes de que Darío ascendiera al tron o de P ersia en 522 522 a.C a.C..; pero también tam bién se ve reflejado en el mod o que tie ne Heródoto de presentar a los tiranos antiguos, achacándoles precisamente los hábitos que se condenan en dicha controversia. Es muy posible que He ródoto aprovechara los términos en que se desarrolló el debate constitucio nal de la filosofía política de la época: a menudo se ha sospechado la in fluencia de Protágoras, filósofo profesional cuyas teorías son bien conocidas gracias a los diálogos de Platón, escritos ya en el siglo iv. Pero los relatos de H eród oto en torno a la la tiranía tiranía del período arcai arcaico co reflejan reflejan sin sin duda concep ciones populares y no cabe duda de que el debate teórico en torno al orde namiento político se remontaría a una época bastante anterior a las reformas de Clístenes. Las propias reformas de Clístenes debemos contemplarlas en el marco
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del debate filosófico. El hecho de que decidiera que hubiera diez tribus, en vez de doce, doce, es es proba ble que q ue no re spo ndiera a una elección elección arbitraria. La dis tribución por decenas y cincuentenas no carecía desde luego de paralelismos en otros lugares, pero indudablemente se convirtió en la marca de la organi zación secular y democrática (como en la Élide y la Síbaris del siglo v), y se ría el rasgo diferencial de la Atenas de Clístenes frente a la organización de Jonia, con sus doce ciudades (Heródoto, 1.145-146), y a la política de los Pi sistrátidas, que promocionaron el altar de los doce dioses. La fascinación por los números y la regularidad podemos encontrarla en diversos pensadores griegos: ya desde los tiempos de Hesíodo algunos días del mes se considera ba b a n b u e n o s y o tro tr o s m alos al os;; la aso as o cia ci a ció ci ó n sim si m bó bólic licaa d e d e ter te r m ina in a d a s cifr ci fras as se oculta, al parecer, tras las complejas relaciones numerológicas existentes en la medicina griega; se creía que los seguidores del filósofo Pitágoras asocia ba b a n la jus ju s tic ti c ia co conn el n ú m e r o c u a tro tr o y el m a trim tr im o n io co conn el cinc ci ncoo (su (s u m a de dell número masculino, el tres, y el femenino, el dos); y Aristóteles ( Meta M etafís físic icaa , 1093al3 ss.) aprovecha para criticar a quienes encuentran un significado al número siete debido a que en el alfabeto griego existen siete vocales, a que hay siete notas en la escala, siete Pléyades, y a que a los siete años de edad los niños pierden los dientes de leche. No tenemos por qué establecer ningu na relación directa entre Clístenes y la filosofía de Pitágoras para presumir que todavía pesaba sobre él la fuerza potencial del simbolismo de los núme ros. La coincidencia del debate político y los cambios constitucionales con el pe p e n s a m ien ie n to filos fil osóf ófic icoo se e x tie ti e n d e m u ch choo m ás allá al lá de e s te a s u n to d e los n ú meros. En cuanto los primeros pensadores griegos empezaron a intentar com prender el origen origen del mun do en su forma actual sin sin tener que recu rrir a intervenciones divinas arbitrarias como las que presupone la Teogonia de Hesíodo, las analogías con el ámbito de la política, al igual que las analogías con el el mundo de la la naturaleza, naturaleza, desempe ñaron un papel imp ortante en el de sarrollo de sus ideas. Así, Anaximandro de Mileto, a mediados del siglo vi a.C., a.C., para explicar ex plicar que todo tod o proc p rocede ede de «lo infinito» infinito» y regresa regres a a «lo infinit infinito», o», sostenía —según el comentario a la Física de Aristóteles de Simplicio, autor del siglo vi d.C.— que «la fuente del devenir de todo lo existente es aquella en la que también se produce la destrucción, “por necesidad; pues mutua mente pagan la pena de su injusticia con arreglo al criterio del Tiempo”». Anaximandro respondía así a la insinuación de Tales de Mileto, según el cual el agua era el origen de todas las cosas. Aristóteles insinúa que Anaximan dro ofrecía esta teoría alternativa de lo «infinito» debido a la dificultad que entrañaba justificar que lo contrario del agua, el fuego, pudiera provenir de aquélla. Análogamente, la propuesta alternativa de Anaximenes, según el cual todas las cosas no sólo proceden del aire, sino que son aire, parece ha be b e r sid si d o m o tiv ti v a d a p o r la n e c e s idad id ad d e ex expp lica li carr có cóm m o es q u e la s u s tan ta n cia ci a o r i ginal se convierte en otras cosas; para Anaximenes, la ventaja de considerar al aire el origen de todas las cosas radicaría en su convencimiento de que el fuego no era sino sino aire rarefacto, y la la tierra y las las piedras ni m ás ni menos que
L A T R A N S F O R M A C I Ó N D E L A G R E C I A A R C A IC A
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Hip H ipól ólito ito,, « R efu ef u taci ta cióó n de toda to dass las herejías» here jías»,, 1.14.5. H ipó ip ó li to explica las teorías físicas de Jenófanes.
T e x t o 49 .
Jenófanes dice que el sol está hecho de pequeños trocitos de fue go que se acumulan cada día, que la tierra no tiene límites y que no está rodeada por el Océano ni por el aire, y que existen infinitos soles y lunas, todos hechos de tierra.
aire densificado. Pero fueran cuales fuesen los motivos de Anaximandro y Anaximenes, Anax imenes, lo im po portante rtante es fijarnos fijarnos en el proceso de la argume ntación. La solución solución de las las disputas disputas po r medio de la argume ntación en un tribunal de jus ticia ticia o en una asamb lea pública pública es un concepto habitual ya en la Ilía Il íadd a , y no po p o d e m o s d e s p r e c iar ia r el r e fin fi n a m ien ie n to re tór tó r ico ic o d e la ép épic icaa h o m é ric ri c a (vé (v é ase as e s u 186-187 87); ); pe pero ro la aplica aplicación ción de tales arg um entaciones entac iones al m und undoo de la pra p ra,, pp. 186-1 naturaleza supuso un paso decisivo, que tradicionalmente se identifica con el com ienzo de la filosofía filosofía grieg griega. a. Resulta difícil creer que la argumentación constituyera en sí misma una novedad en la Grecia arcaica. Pero a lo que había conducido la argumenta ción entre los los miem bros de la aristocracia aristocracia había sido al inten to de establecer reglas reglas de aplicaci aplicación ón general gene ral y dotadas de coherencia co herencia y consistencia consistencia universa les. Aunque existía un convencimiento generalizado, reflejado en las leyen das relativas relativas a la tom a del po der por p or p arte de los diversos diversos tiranos, tiranos, de que in cluso las mejores leyes eran inútiles a menos que contaran con un agente adecuado capaz de ponerlas en vigor, es evidente que la calidad de las reglas generales im po portaba rtaba y mucho, cosa cosa que no n o ocurría allí allí don de la m onarq uía o el despoti despotismo smo estaban bien asentad asentados. os. U na buen a m edida de la importancia que podían llegar llegar a ten er este comprom iso con el el establecimiento establecimiento de no rmas generales y el interés por las mismas es que, pese al gran avance alcanzado po p o r las la s m a tem te m á tic ti c a s en B ab abil iloo n ia y Eg E g ipto ip to,, fue fu e ron ro n los g rieg ri egos os los p rim ri m e ro s en desarrollar el concepto de pr p r u eba eb a matemática. ¿Las relaciones entre el debate político y el filosófico fueron sólo en una dirección? Las noticias conservadas en torno al pensamiento de dos impor tantes tan tes figuras de las postrim erías del siglo siglo vi vi a.C. a.C.,, Jenófan es de Co Colofón lofón y H eráclito de Efeso, indican que no fue así. Jenófanes continuó los intentos lle vados a cabo por los filósofos milesios, Tales, Anaximandro y Anaximenes, de reducir a un orden la variedad del mundo de la naturaleza; según la ver sión de Jenófanes, todas las cosas procedían de la tierra y el agua (texto 49). Pero la importancia de este autor reside en la forma que tiene de aplicar el mismo tipo de argumentación al mundo sobrenatural. Jenófanes se hizo fa moso por su crítica de la inmoralidad de los dioses de la épica homérica y de los poem as de H esíod o (fr. (fr. 11), 11), y po r la la insinuación insinuación de que q ue los hombres hom bres c rea rea ba b a n a los lo s dios di oses es a su im ag agen en y se s e m eja ej a n za, za , y si los an anim im ales al es — a ñ a d ía— ía — tuvi tu viee-
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ran dioses, se los imaginarían en figura de animal (fr. 15). Pero lejos de ser ateo, Jenófanes sostenía que existía un dios, que era único, en nada pareci do a los hombres, y que movía las cosas a través del pensamiento (fr. 23-26). La lógica que, aplicada al mundo físico, ponía de relieve la relación existen te en la diversidad de la materia, aplicada al mundo de la metafísica desta caba la relatividad que suponía el punto de vista del observador: «Si dios no hubiera creado la dorada miel, dirían que los higos son mucho más dul ces» (fr. 38). La incredulidad ante lo absoluto y la importancia atribuida al contexto constituyen sendos rasgos aún más destacados de las teorías y las palabras atribuidas a Heráclito. Llamaba este autor la atención sobre el hecho de que el agua del mar sea pu ra y saludable para los los peces peces,, e infecta infecta y de letérea para el hombre (fr. 61), y de que sólo la existencia de la enfermedad haga desea ble bl e la salu sa ludd (fr. 111), p o n ien ie n d o así as í d e m an anif ifie iest stoo la rela re lati tivv idad id ad d e la o b s e rv a ción humana de una forma tan aguda cuanto paradójica. Del mismo modo que Jenófanes sub raya la arbitrarieda d de la imagen de los dioses que tienen los los hombres, hom bres, subraya H eráclito la arb itrarieda d de las las prácticas prácticas cultuale cultuales, s, en las cuales en unas circunstancias se considera que la sangre mancha y en otras que purifica (fr. 5). Como es natural, Heráclito se mostraba escéptico respecto a la posibilidad de alcanzar un conocimiento fiable a través de los sentidos, señalando que «la naturaleza gusta de mantenerse oculta» (fr. 123), y utilizaba el lenguaje propio de los tribunales de justicia cuando afirmaba que los ojos y los oídos son malos testigos a menos que se entienda bien su lengua (fr. (fr. 107 107). Pero, pese a apelar a un a sabiduría superior, parece que H e ráclito consideraba la existencia de los contrarios un elemento esencial del ordenam ord enam iento del mundo, mund o, y no un mero pro duc to residual residual de la debilidad hu mana: «todas las cosas son fruto de la discordia y la necesidad» (fr. 80), y no existiría la escala musical, si no existieran los dos términos contrarios, alto y ba b a jo (A ris ri s tóte tó tele less , Ética a Eudemo, 1235a25 ss.). Según Diógenes Laercio (9.5), el libro de Heráclito Sobre la naturaleza estaba dividido en tres discursos, sobre el universo, sobre la política, y sobre la teología. Aunque no es probable que esa fuera la división original, queda pa p a t e n t e q u e los grie gr iego goss d e é p o c a p o s ter te r io r c r e ían ía n q u e el p e n s a m ien ie n to d e H e ráclito tenía una relevancia política directa. Al subrayar que los valores ad mitidos por el individuo y por la colectividad no eran absolutos, sino relati vos, y que dependían de un determinado contexto, Heráclito retaba a sus contemporáneos y a las generaciones venideras a basar su comportamiento en valores que pudieran defenderse con una buena argumentación: «los que hablan con sensa tez deb deben en basarse b asarse en lo que es común a todos, lo lo mismo mismo que una ciudad se basa en la ley, y con más fuerza aún» (fr. 114). El reto lanzado po p o r H e rá c lito li to d e c o n s id e r a r las co conn v e n cio ci o n es f r u to d e u n d e ter te r m ina in a d o p u n to de vista suponía una actitud subversiva frente a la obediencia ciega a los gobernantes o a las normas establecidas, pero proporcionaba una base razo nable para el fomen to de un de bate público público en el que que todo pud iera ser pues to en tela de juic juicio. io. En manos de Jenófanes y de H eráclito la especulación especulación fi fi
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losófica no sólo se basaba en la experiencia de la solución de las disputas y en la consideración pública de los problemas éticos, sino que proporcionaba una justifi justificaci cación ón racional a quien diera p referencia al deb ate público y des a fiara las opiniones convencionales.
P e r s ia
Del mismo modo que defendíamos antes que el hecho de vivir frente a una civilización distinta había contribuido a ese extraordinario alarde de la identidad griega que son los grandes templos de Sicilia y Jonia, parece bas tante improbable que la presencia de dos universos extraños como Lidia y Persia no tuviera nada que ver con el desarrollo de la filosofía griega arcai ca. El nacimiento de la filosofía se produjo en Mileto, ciudad intensamente relacionad a no sólo con sus vecin vecinos os de Lidia y el Orie nte Próximo, sino sino tam bié b iénn co conn el m a r N eg egro ro,, d o n d e a firm fi rm a b a q u e m u ch choo s de los a s e n tam ta m ien ie n tos to s griegos existentes eran colonias suyas. Las relaciones internacionales de la pa p a tria tr ia d e H e rác rá c lito li to,, É feso fe so,, se r e m o n ta b a n inclu in cluso so al siglo sig lo vm a.C., a.C ., c o m o ha hann demostrado los hallazgos del templo de Ártemis (véase supra, p. 113). Pero así como estos fenómenos desarrollados en Jonia tuvieron sus efectos más llamativos llamativos y du durade raderos ros en la G recia continental, también en el ámbito políti co fueron los los griegos griegos del continen te los que ofrecieron resistencia a las las con quistas de Persia y los que más cambiaron a raíz de su contacto con los per sas, a diferencia de los jonios, que estaban bajo el dominio directo de éstos. La derro d erro ta de Creso, rey de Lidia, Lidia, po r Ciro (II) el G ran de hacia 540 (véa (véa se supra, p. 302), fue un capítulo más de los extraordinarios veinticinco años de conquistas realizadas por este s obe oberano rano y su sucesor sucesor,, du ran te los cuales lo lo graron someter a los cuatro grandes reinos del Oriente Próximo, el de los medos, el de los lidios, el de los babilonios (liberando de paso a los judíos cautivos, de ahí la imagen de Ciro que aparece en Isaías, 44-46), y el de los egipcios (ANE, 656-664). Así pues, la derrota de Creso no sólo puso por pri mera vez a los griegos en contacto directo con los persas aqueménidas, sino también con una potencia que no tardaría en extenderse hasta Afganistán. La m uerte del sucesor de Ciro, Cambises, Cambises, prod ujo u na crisi crisiss constitucio constitucio nal en 522 a.C. que llevó a Darío a convertirse en rey de Persia {ANE, 649, 664-667, 676-680, 686-688). La descripción que hacía el propio Darío de la instauración de su poder se ha conservado en la llamada inscripción de Behistun, en la que cuenta su triunfo sobre todo tipo de «pretendientes» al trono. La crisis de sucesión y sus consecuencias reflejan no sólo la inseguri dad del pod erío persa en las tierras recién conquistadas, conquistadas, sino sino tamb ién los los re sentimientos que las conquistas habían creado y un pequeño conflicto reli gios gioso. o. La firmeza firmeza dem ostrad a p or D arío al hacer frente a la rebelión rebelión y en sus relaciones con los sátrapas o gobernadores provinciales (ANE, 698-692), en pu p u g n a c o n s tan ta n te co conn sus su s ve veci cinn o s — el s á tra tr a p a d e L idia id ia fue fu e s u s titu ti tuid idoo — , le pe p e r m itió it ió h ace ac e rse rs e en enss e g u ida id a co conn el co conn tro tr o l y d irig ir igir ir su a ten te n c ión ió n h a c ia n u e v a s
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conquistas. Las ciudades de Jonia, cuya situación durante los años inmedia tamente posteriores a la derrota de Creso no está del todo clara, colaboraron con Darío en su ataque a Escitia (véase infra, p. 376), fechado tradicional mente en 513 a.C., y desde luego parece que algunas no dudaron en some terse a Persia an te el despliegue despliegue de fuerzas q ue hiciera Otanes, un o de los los ofi ciales de Darío, en 517 a.C. aproximadamente. La conquista de Lidia por los persas abrió un nuevo universo de posibi lidades a los griegos. Desde el principio, los persas gobernaron su imperio po p o r m e d io d e los s á tra tr a p a s y, pe p e s e a la co conn stru st rucc ció ci ó n d e u n a im p res re s io n a n te red re d de comunicaciones (cf. Heródoto, 5.52-53), las propias dimensiones del im pe p e rio ri o h icie ic ierr o n q u e esos es os s á tra tr a p a s y los fun fu n c ion io n a rio ri o s d e l tes te s o ro q u e c o lab la b o r a ba b a n co conn ello el loss y h a s ta c iert ie rtoo p u n to los c o n tro tr o lab la b a n g o zara za rann d e u n a in d e p e n dencia enorme. Para los griegos, la combinación que suponían aquellos soberan os locales locales poderosísi poderosísimos, mos, per o siem pre celosos de su reputación , y un gran rey caracterizado por su enorme poder y al mismo tiempo por el cons tante temor a la deslealtad de sus sátrapas ofrecía unas posibilidades enor mes. mes. Ya hem os visto (p. (p. 322) 322) cómo Polícrates P olícrates supo c om binar las ven ventajas tajas que qu e ofrecía dem ostrar su lealtad a Persia con las las posibilidades posibilidades que le repor rep ortab tab a el apoyo prestado a un sátrapa rebelde, y el relato que hace Heródoto de lo ocurrido en Jonia a partir de la derrota de Creso por los persas está plagado de anécdotas de intrigas. Todas estas anécdotas que Heródoto cuenta acerca de las relaciones de Jonia con los persas están contaminadas por el conocimiento de los sucesos po p o ste st e rio ri o res re s . E l triu tr iu n fo c o s e c h a d o p o r los g rieg ri egos os d e l c o n tin ti n e n te al f r e n a r las invasiones persas de 490 y 480 a.C., y la identificación de Persia con la quin taesencia de lo «otro» ( A N E , 447-449), con la negación de todo lo que era griego y en particular con el enemigo de la libertad, arrojan una ominosa som bra sobre la actitud actitud de compromiso com promiso y colaboracionismo q ue m antuvieron las ciudades jonias frente a los persas. Las leyendas que cuentan cómo se comportaron las ciudades jonias y sus gobernantes frente a Persia durante el medio siglo inmediatamente anterior a las guerras médicas fueron elabora das en una atmósfera política en la que sólo resultaba admisible una resis tencia total y solidaria a lo «bárbaro». Pero si bien son pocos los incidentes que p odem os no atribuir a tribuir a la inventiva inventiva de otras épo cas y no hay episodio que se halle halle libre libre de distorsiones distorsiones de la posteridad, pos teridad, esas leyendas ilustran bas tan te bien el tipo de opciones que la presencia y las presiones de Persia ofre cían a los griegos de Asia Menor. Los susodichos relatos nos permiten apreciar cuáles eran las opciones y las las opo rtunida des que se les les pre sen taban a com unidades e indiv individ iduos. uos. Las Las co munidades tenían la opción de mostrarse favorables al dominio persa o de po p o n e r p o r en enci cim m a d e to d o su ind in d e p en d e n c ia. ia . H e r ó d o to (1.15 (1. 154-1 4-161) 61) dice di ce q u e el lidio Pactias, a quien Ciro había puesto al cargo de las finanzas en Sardes, aprovechó su situaci situación ón p ara con tratar mercenarios y encabezar una subleva subleva ción. Las ciudades griegas tuvieron que decidir primero si apoyaban o no a Pactias y después, cuando éste fue derrotado por un ejército al mando del
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medo Mazares y buscó refugio en las ciudades griegas, éstas se vieron obli gadas a discutir la moralidad y la conveniencia política de entregarlo a sus enemigos. enemigos. El relato de H eró do to dram atiza el incidente a través través de sucesiva sucesivass consultas al oráculo de Dídima por parte del pueblo de Cime, pero, inde pe p e n d ie n te m e n te d e su v erid er idic icid idaa d , es e v iden id en te cu cuál ál e r a el d ilem il em a q u e se les pla p lann tea te a b a a los grieg gr iegos os.. Inc In c luso lu so p a r a a q u e llo ll o s q u e se m o s tra tr a b a n m e n o s p r o clives a plegarse a las exigencias persas, la posesión de Pactias constituía un compromiso demasiado peligroso para especular con él, y después de pasar de mano en mano, acabó siendo entregado a Mazares por los quiotas, que re cibieron en recom pensa algunos territorios en la pa rte del continen te situada frente a sus costas. El problema de cuál era la actitud que debía adoptarse frente a los per sas llegó a dividir a la población de las ciudades. Heródoto (1.163-167) dice que Focea explotó primero sus vínculos con el Mediterráneo occidental —y en particular con el reino hispano de Tartesos, rico en metales— para cons truir unas murallas bastante fuertes y después, al tener que arrostrar el ase dio de los persas, parte de la población decidió emigrar definitivamente. Este grupo de emigrantes se estableció en Occidente, primero en Córcega y lue go, al cabo de cinco años aproximadamente, pasó a Italia, acabando su pere grinaje en Velia. Pero el otro grupo, quizá después de una breve retirada, pe p e r m a n e c ió e n F o c ea y fue fu e u n o de sus c iud iu d a d a n o s q u ien ie n , co conn b a s tan ta n te m ala al a fortuna, se convirtió en general de la flota griega durante la rebelión de Jo nia contra los persas. Una serie de acontecimientos prácticamente idénticos se cuentan en el caso de Teos: una vez más, se dice que la presión de los ata ques persas obligó a un sector de sus habitantes a aband aba nd on onar ar la isl islaa y fundar A bd era, en Traci Tracia, a, aunque aunq ue Teos Teos sigui siguióó existiendo, existiendo, al al ser funda da de nuevo nuev o o repoblada por los de Abdera, y aún pudo aportar unas fuerzas navales de diecisiete barcos en el transcurso de la rebelión de Jonia (Heródoto, 1.168, 6 .8 ).
Las opciones y las las oportun idades idade s q ue se les les presen taban taba n a los individuos individuos eran muy grandes y a la vez mínimas. Los testimonios conservados en las ta blil b lilla lass d e P e rsé rs é p o lis li s p o n e n d e m a n ifie if iess to q u e los g rieg ri egos os d e J o n ia o c u p a ro n po p o sic si c ion io n es d e res re s p o n s a b ilid il idaa d , y no noss p e r m ite it e n tam ta m b ién ié n v e r a o tro tr o s grie gr iego goss en pu p u e s tos to s m ás h u m ild il d e s (F o rn a ra, ra , 45-46) 45- 46).. H ay m u jere je ress g rieg ri egas as q u e se o c u p a n de las labores de regadío de los campos, griegos dedicados al transporte de materiales de construcción, y artesanos trabajando en distintos ramos de la artesanía. No podemos explicar cómo llegaron a Persépolis todas estas per sonas sonas,, pero cabe imag inar que un os llegaron llevados por su am bición bición y otros po p o r q u e se v iera ie rann ob oblig ligad adoo s. E s e p a r e c e s e r el caso ca so d e l m á s fam fa m o so d e los h e lenos lenos que traba jaron en la corte persa du rante esta época, el el médico médico Dem ocedes de Crotón, cuya historia relata Heródoto detalladamente (3.125, 129137). Se supone que solicitaron sus servicios Egina, Atenas y Polícrates de Samos; se dice más tarde que acompañó a Polícrates en la misión durante la cual pereció este último, y que después fue llevado ante Darío y obligado a servirle, llegando a hacerse rico e influyente; finalmente habría utilizado su
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influencia influencia pa para ra convencer con vencer a D arío de la utili utilidad dad de la invasion invasion de Grecia p ara que se le encargara una misión que le permitiera regresar a la patria. Cabe suponer que esta leyenda sea en gran parte lo que Democedes quería que pe p e n s a r a la g en ente te,, p e r o ello el lo n o im p ide id e q u e n o s p e r m ita it a a p r e c iar ia r las p o s ibil ib ili i dades de promoción personal que Persia ofrecía a los griegos. Y cuanto más llegaran a circular esas historias, más animados se habrían sentido otros a se guir los pasos de Democedes. Pero las oportunidades que se les presentaban a los individuos no de pe p e n d ían ía n s iem ie m p re d e t e n e r q u e a b a n d o n a r su p a t r ia y c a u s a r b u e n a im p res re s ión ió n a cualquier sátrapa o en la propia corte de Persépolis. El apoyo a los persas era también una carta que siempre podían jugar los miembros de la aristo cracia que aspiraran a convertirse en tiranos. Ya hemos visto que fue esto lo que ocurrió en Samos con Silosonte (cf. p. 329). En tiempos de la expedición de Darío contra los escitas es indudable que algunos miembros de la aristo cracia de muchas ciudades griegas siguieron la misma vía, estableciéndose como tirano s y haciendo gala de unos vínculos vínculos más o m enos estrechos con los los po p o d e r e s pe pers rsas as.. P a rec re c e q u e D a río rí o vio vi o la u tili ti lidd a d q u e p a r a él t e n ía el h e c h o de que las ciudades griegas fueran gobernadas por personajes cuya posición de pe p e n d ía d e él, él , y q u e se m o s tró tr ó d isp is p u esto es to a to lera le ra rlo rl o s (re (r e c u é r d e s e el a p a r e n te rechazo de Gadatas, el sátrapa de Jonia, por haber infligido algunas ofensas de menor importancia a los griegos; ML, 12; Fornara, 35; A N E , 699). Las consecuencias para la libertad de Grecia de la búsqueda de ventajas pe p e rso rs o n a les le s p o r p a r te d e alg al g u n o s jon jo n ios io s q u e d a n p a te n te s e n la h isto is tori riaa , p r o ba b a b lem le m e n te ap apóó c rifa ri fa e n su to tali ta lidd a d , d e la dis di s cu cusi sión ón s u s c ita it a d a e n tre tr e los lo s go go be b e r n a n te s h elén el énic icoo s s o b re si d e b ían ía n s a b o te a r o n o la c a m p a ñ a d e D a r ío c o n tra los escitas. Heródoto (4.87-142) dice que, en 510 a.C., Darío se fijó en Escitia, reunió una flota jonia, mandó a un ingeniero samio llamado Mandocles construir un puente de barcos sobre el Bosforo, invadió Tracia con un gran ejército, ejército, y se dirigió dirigió hacia el no rte som s om etiend o de paso a los ge ge tas y cru zando el Danubio. Persuadido por un consejero griego, dejó a los jonios vi gilando el puente construido sobre el Danubio hasta su regreso. Mientras Darío veía frustradas sus pretensiones por la actitud de los escitas, celosos de su libertad, que decidieron que la mejor forma de derrotarle era evitar el confli conflicto cto,, m antenerse anten erse siempre en m ovimiento, y de vez en cuan do utilizar utilizar la la caballería cab allería pa ra atacar ata car las posiciones y los los suministros de los persas, los jonios celebraron una conferencia. En el transcurso de dicha conferencia, el ate niense Milcí Milcíade ades, s, al al man do del Q uersoneso uerso neso Tracio, Tracio, recom endó deshacerse de Darío rompiendo el puente, desertando y dejando que los persas se enfren taran solos a los escitas. Pero Histieo de Mileto sostuvo que, como todos los ofic oficial iales es jonios de l Da nu bio debían su puesto a los persas, persas, y como sin sin la pre sión de éstos los pueblos a los que dominaban habrían decidido que prefe rían la dem ocracia y los los habrían hab rían derroca do, lo que en realidad les les interesaba era mantenerse fieles a Darío. Esta conferencia dramatiza una problemática indudab indu dab lemente lem ente real: los los gobern ado res jonios d ebían su puesto a la situación situación que ocupaban en el extremo occidental del imperio persa. Sus ventajas per-
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sonales venían precisamente de una situación que suponía el sometimiento efectivo de aquellos a los que gobernaban. Esas ventajas personales se pre sentaban en forma de prosperidad y libertad, sobre todo cuando la lealtad pe p e rso rs o n a l o c a s ion io n a b a la co conn cesi ce sióó n d e n u ev evoo s terr te rrit itoo rio ri o s ; esa es a lib li b e rta rt a d , sin e m bar b argg o , se h a lla ll a b a d e h e c h o tan ta n lim li m ita it a d a co com m o la d e los p u e b los lo s a los q u e g o be b e r n a b a n . No N o sólo só lo fu e ro n los jon jo n ios io s m ás am bici bi cios osoo s los q u e i n te n ta r o n c o n g rac ra c iar ia r se con el gran rey de Persia. Persia. En cu anto los persas se presen pre sen taron taro n en A sia Me nor, cualquiera de los griegos griegos políticam políticamente ente activos activos del contine nte pu do ta m bié b iénn c o n tem te m p lar la r la p o s ibil ib ilid idad ad d e p a c ta r co conn ellos. ellos . H e r ó d o to (3.133 (3.1 33-1 -137 37)) no sólo sólo nos cuenta la historia de Dem ocedes oced es de C rotón, que indujo a Da río a fi fi ja r s e en la G rec re c ia c o n tin ti n e n tal ta l co conn el fin d e o b te n e r su p r o p ia lib li b e rta rt a d , sino si no que refiere además cómo algunos griegos expulsados de sus ciudades —en tre ello elloss Hipias Hipias de Atenas, y D am arato, rey rey de Es parta— no dudaro n en di rigirse a Oriente. Otros, seguros en el terreno de la política interior, pero amenazados desde el exterior, adoptaron la misma actitud, por ejemplo, los Alévadas, que dominaban con carácter hereditario Tesalia. En cuanto los políticos de las distintas ciudades de la Grecia continental contemplaron la posibilidad de aprovechar el apoyo de Persia en su propio ben b enef efic icio io,, la a c titu ti tu d a n te e s ta p o ten te n c ia se c o n v irti ir tióó e n u n o d e los p ro b lem le m a s pol p olíti ítico coss p rim ri m o rdia rd iale less d e esas es as ciuda ciu dade des. s. E l m e jo r eje ej e m p lo lo ten te n e m o s e n la actitud de Atenas ante las invasiones de Cleómenes. Heródoto (5.73) dice que, al al mismo tiemp tiemp o que q ue se prep araba ara bann p ara resistir a la la segunda de esas in vasiones, los atenienses enviaron una embajada a Sardes pidiendo ayuda al sátrapa Artafernes. Éste se mostró dispuesto a prestársela a cambio de «tie rra y agua» (esto es, garantías de sumisión). Los embajadores se mostraron de acuerdo por su cuenta y riesgo, pero —según dice Heródoto— su actitud les acarreó grandes problemas en Atenas. Lo curioso de esta anécdota radi ca en el modo en qu e se expresa n las las posibilidades posibilidades de inocencia: inocencia: los los em baja dores consideran que han logrado lo que Atenas necesita con más urgencia, esto es, el apoyo frente a Esparta; los atenienses, que mientras tanto habían logrado quitarse de encima a Cleómenes, consideran que los embajadores han despilfarrado la más valiosa valiosa de sus posesion posesiones, es, la la auton au ton om ía. ía. A comien com ien zos de la última década del siglo vi a.C. la Grecia continental seguía mos trando hacia Persia una ingenuidad que los griegos de Jonia habían perdido más de un cuarto de siglo antes. Pero no la conservarían cuando diera co mienzo el nuevo siglo. La L a rebe re belió liónn de Joni Jo niaa
Por mucho que sus intereses les obnubilaran el juicio, los observadores po p o líti lí tico coss de Jon Jo n ia tuv tu v iero ie ro n q u e p e r c a tar ta r s e de q u e si D a r ío e s tab ta b a in tere te re s a d o po p o r E scit sc itia ia,, difí di fíci cilm lm en ente te h ab ría rí a n d e jad ja d o d e in ter te r e s a r le Trac Tr acia ia,, M a c e d o n ia y el resto de la Grecia continental continental,, sobre todo teniendo en cue nta los los importan-
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tes recursos mineros de los que las monedas de las ciudades y tribus tracomacedonias empezaban a hacer alarde con tanta liberalidad (véase supra, p. 303 303). ). C u a n d o D a r ío se r e tir ti r ó d e E scit sc itia ia,, d e jó en E u r o p a a su g e n e ral ra l M egabiz gab izo. o. Éste conquistó Perinto, avanzó hacia el oeste, ganándo se p ara Persia Persia la amistad amistad de toda Tracia, Tracia, y recibió garantías de sumisión sumisión de A m intas de M a cedonia, que casó incluso a una de sus hijas con un persa (Heródoto, 5.1,18). El relato que hace Heródoto de la campaña de Darío en Escitia nos la pre senta como un preludio de la invasión invasión de G recia po r los los persa persas, s, en la que és tos fueron derrotados por un pueblo amante de su libertad y por las excesi vas dimensiones de sus contingentes. Sin embargo, los triunfos cosechados pri p rim m e r o p o r M eg egaa b izo iz o y lueg lu egoo p o r O ta n e s ( H e ró d o to , 5.255.2 5-26 26), ), y la c a p a ci ci dad demostrada por los persas de trasplantar de Tracia a Frigia a toda la co munidad de los peonios, demuestran que para los habitantes de Tracia y Ma cedonia los persas representaban un peligro formidable. Darío no llevó a cabo ninguna otra ofensiva militar en Occidente duran te la última década del siglo vi a.C., pero ello no supuso ningún alivio signi ficati ficativo vo de la presión pres ión que q ue sop ortaba orta bann las las ciudades griegas. griegas. Sí Sí qu quee puso pu so fin, fin, en cambio, cambio, a la distra distracción cción que com po portaban rtaban las las exigenci exigencias as de la guerra, perm i tiendo que se recrudeciera el resentimiento contra los tiranos de algunas ciudades, considerados agentes de la dominación persa. Y así en 499 a.C. es talló talló en las las ciudades griegas griegas de Jonia una rebelión hasta cierto pu nto coord i nada. H eród oto constituye constituye la única única fuente fuente de la que disponemos disponemos p ara cono cer las causas y el desarrollo de esta rebelión, pero su relato se basa en tradiciones orales que no sólo se formaron después de que los persas se apo deraran de Jonia, sino que además fueron manipuladas a medida que pasó el tiempo con el fin fin de explicar po r qué la resistencia resistencia jonia no fue capaz de fre nar a los persas, mientras que la de la Grecia continental fue todo un éxito. Más aún, el propio Heródoto utiliza la rebelión de Jonia, intercalada como está entre la campaña de Escitia y las invasiones de la Grecia continental, pa p a r a s u b ray ra y a r p o r c o n tra tr a s te los rasg ra sgos os d isti is tinn tiv ti v o s d el triu tr iunn fo d e la G reci re ciaa pr p r o p iam ia m e n te d ich ic h a. R e s p e c to al p a p e l d e s e m p e ñ a d o p o r d e ter te r m in a d o s p e r sonajes y algunas ciudades en particular, así como a sus motivaciones, es po sible sible que H eró do to recoja fielmente fielmente los rum ores qu e corrían a mediados y fi nales del sigl sigloo v a.C a.C., ., pero debemo debe mo s ten er mucha m ucha cautela cau tela antes de adm itir itir que dichos rumores recogieran fielmente lo que en realidad había sucedido. Los orígenes de la rebelión de Jonia fueron políticos. Los tiranos de las ciudades ciudades jonias tenían que dejar bien claro claro que contaban con el apoyo persa si querían mantener sus posiciones, y por otra parte tenían que hacerse notar ante Darío para poder exigirle mayores recompensas. Ello significa que ha bía bí a o cas ca s ion io n e s en las q u e aq aquu e llo ll o s h o m b res re s se v eían eí an o b lig li g ad adoo s a rea re a liz li z a r ju j uga das arriesgadas, conscientes de que si sus intentos de mostrarse imprescindi ble b less p a r a P e rsia rs ia fall fa llaa b a n , se h a b r ían ía n vist vi stoo e n la n e c e s idad id ad d e a b a n d o n a r el jueg ju egoo . P a rec re c e q u e a q u e llo ll o fue fu e lo q u e s u ced ce d ió co conn A ris ri s tág tá g o ras ra s d e M ileto ile to.. El antecesor de éste, el tirano Histieo, había sido llamado a la corte persa en re compensa por los servicios prestados (nos es imposible decir si se trataba
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realmente de un premio o si es que de hecho había adquirido tanto poder y tanta influencia que había llegado a resultar peligroso). Histieo tuvo, según Heródoto, un papel estelar en las causas que condujeron a la rebelión, y así cuenta este autor que envió a un esclavo con un mensaje tatuado en el cue ro cabelludo en el que incitaba a la revuelta, y no cabe duda de que regresó a Jonia después de la sublevaci sublevación. ón. Pero la rebelión resulta también p erfec ta m ente com presible presible ni más ni menos que com o una jugada arriesgad a de Aristágoras, sin que tengamos necesidad de apelar a una provocación externa. Aristágoras jugó jugó a mejorar su posición posición perm itiendo a los los persas ex tende r su influencia por el oeste hasta el Egeo mediante la conquista de la isla de Naxo Na xos. s. L a o casi ca sióó n p a r a ello el lo se la b r in d a r o n los d e s ter te r rad ra d o s d e N ax axos os,, q u e acudieron acud ieron a Aristágora s solicitando solicitando ayuda, y éste pensó sin sin duda dud a que qu e la ines ines tabilidad política política de la isl isla, a, donde dond e no hacía ni veinte años que hab ía sido de rrocado el tirano Lígdamis, facilitaría la intervención militar. Pero la campa ña salió mal: Heródoto dice que la extraña disciplina impuesta a los griegos po p o r el g en enee ral ra l p e r s a p rov ro v o c ó las d isen is ensi sioo n e s e n tre tr e d ich ic h o ofici of icial al y A ris ri s tág tá g o r a s (Heródoto, 5.33). Lejos de facilitar a los persas una ampliación significativa de su imperio, Aristágoras se encontró con que les había inducido a realizar un gasto inútil. Al fallar en su intento de mejorar su situación, a Aristágoras no le quedaba más rem rem edio que aban don ar el juego juego.. Y para ello aprovechó la fragilidad de su propia posición. Al no poder fortalecerla mediante el apoyo de los persas, se subió al carro del gobierno del pueblo, el mismo que había conducido a algunos miembros de la aristo cracia de Naxos al destierro. Abandonando el poder que detentaba en Mile to, to, lo lo entregó a una especie de gobierno po popu pular lar e incitó incitó a otras ciudades ciudades jo nias a deshacerse también de sus tiranos (Heródoto, 5.37-38). La iniciativa obtuvo un éxito notable, pero cabía esperar que los persas reaccionaran ante la expulsión de sus amigos y que la cosa no quedara ahí. El gran problema que tenían los jonios era saber qué d ebían hacer para evitar que los persas utilizaran utilizaran su pode río m ilitar ilitar para restablece r a sus ami gos en el poder o para instaurar un régimen aún peor. ¿Debían lanzar una ofensiva ofensiva en tod a regla? Si era así, así, ¿cómo y contra quién? Las historias historias de H e ródoto en las que cuenta cómo Hecateo de Mileto advirtió a los jonios que la rebelión sólo triunfaría si lograban establecer su supremacía naval, cómo Aristágoras acudió a Esparta solicitando ayuda para llevar a cabo una cam pa p a ñ a c o n tra tr a Susa Su sa,, y có cóm m o los jon jo n ios io s inc in c e n d iaro ia ro n el tem te m p lo d e Sard Sa rdes es,, s o n un reflejo de los distintos planteamientos que cabía dar al problema. Todos los indicios apuntan a que no se formuló ninguna política coherente ni existía ninguna que suscitara un apoyo total; unos se contentaban con la expulsión de los tiranos, otros deseaban lanzar un ataque contra el símbolo más visible en la región del poderío persa, el cuartel general del sátrapa en Sardes, y otros p or fin manifestaban ideas aún m ás quijote quijotesca scas. s. Por o tra parte, la lenti lenti tud de la reacción reacción de los persas sugiere tamb ién cierta indecisión indecisión por su pa r te respecto a la gravedad de los sucesos de Jonia. La cronología y el curso exacto de los acontecimientos de los cinco años
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que d uró la rebelión de Jonia son imposibles imposibles de recon struir a partir de los re latos de Heródoto. Algunos de sus rasgos, sin embargo, están bastante claros. Los recelos respecto a Persia habían calado en la Grecia continental lo sufi ciente para garantizar cierto grado de apoyo naval por parte de Atenas y Eretria, aunque no de Esparta, donde se decía que Aristágoras había fabri cado un mapa del mundo en bronce que lo único que consiguió fue agravar el temor de los espartanos cuando se percataron de su escala (Heródoto, 5.495.49-50) 50).. El desco d esco ntento nten to p or la presencia presen cia de los persas iba m ás allá allá de las ciu dades griegas de Jonia: Caria y Chipre se sumaron a los rebeldes. Da la im pre p ress ión ió n q u e los lo s g o b iern ie rnoo s p o p u lare la re s n o o c u p a ro n u n lug lu g ar p rim ri m o rd ial ia l e n la agenda política de estas regiones, y no debemos pasar por alto la importan cia de las exigencias financieras impuestas por Persia. Los jonios cosecharon algunos triunfos militares bastante sorprendentes, sobre todo por mar, mien tras que los persas se vieron obligados a congregar grandes ejércitos y a lu char en varios frentes frentes a la ve vez. z. Al ha blar de la batalla decisiva decisiva de Lade, fren te a las las costas costas de Mileto, Mileto, H eró do to (6.8 (6.8)) com enta que nueve ciudades jonias jonias contribuyeron con 353 navios, pero que tuvieron que enfrentarse con cerca de 600 600 barcos persas persas.. Los jonios jonios fue ron derrotado s, pero los los reproches susci susci tados tras el desastre indican que hasta el propio Heródoto se sentía incapaz de de term inar quién había combatido bien y quién mal, mal, pese a que la derro ta no debe ensombrecer la singularidad de la hazaña: fue, con diferencia, el enfren tam iento naval más grande en el el que se había visto visto envuelto el el mundo m undo griego. La rebe lión tuvo algunas consecuencias consecuencias terribles, terribles, pero las las transform acio nes que trajo consigo, incluso en Jonia, no fueron del todo negativas. En Mi leto, los que no perdieron la vida durante el asedio, fueron deportados a Me sopotamia y establecidos junto a la desembocadura del Tigris, las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos, y el templo de Dídima fue incen diado (Heródoto, 6.19-21). Desde el punto de vista arqueológico, las huellas de la destrucción son bien claras; fue lo suficientemente grande para, al cabo de diez años aproximadamente, dar lugar en Mileto a una nueva ciudad bien pla p lann ific if icaa d a , y a q u e alg al g u n o s b a r rio ri o s d e la c iud iu d a d an tig ti g u a n o f u e ran ra n o cu cupp ad adoo s nunca más. más. O tros actos de violencia violencia gratuita po r parte pa rte de los persas victorio sos dieron pie a la invención de leyendas sobre niños castrados y niñas en viadas al harén de Darío (Heródoto, 6.32). Pero los persas introdujeron tam bié b iénn alg al g u n o s cam ca m b ios io s po posi sitiv tivos os:: A rta rt a fe rn e s c reó re ó un n u e v o sist si stee m a fiscal fisc al ba b a s a d o e n crit cr itee rio ri o s de a g rim ri m e n s u ra, ra , y M a rdo rd o n io, io , y e r n o d e D a río rí o , q u e h ab abía ía sido enviado a Occidente al frente de una nueva campaña contra Tracia y Macedonia, instauró una forma de gobierno que Heródoto califica alegre mente de democrático (Heródoto, 6.42-43). No sabemos cómo funcionaba exactamente el sistema fiscal de Artafernes, pero es probable que económi ca y políticamente las las verdad eras víctimas víctimas de la revue lta fueran las aristocra cias cias local locales, es, que en adelan te no p odrían gana r pod er person al a costa de cul tivar su alianza con los persas, y que seguramente tendrían que pagar un pre p recc io m ás ju s to p o r las riq ri q u ezas ez as q u e sus su s rec re c u rso rs o s les g a ran ra n tiz ti z a b a n .
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La rebelión de Jonia no permitió a nadie librarse del yugo del imperio pe p e rsa rs a , a u n q u e tam ta m p o c o e s tá m u y clar cl aroo q u e f u e r a n m u ch choo s los q u e c r e y e ran ra n que ese era su objetivo. Puso fin, eso sí, a la existencia de tiranos que gober naban con el apoyo de Persia (aunque con el tiempo volverían a aparecer). Jonia no gozaría demasiado de su independencia, pero en determinadas ciu dades la libertad libertad inm ediata de los los afortunad os que qu e vivieron vivieron para co ntarlo se guramente aumentó de forma considerable. Los propios griegos escribirían la historia como si hubiera sido sólo la rebelión lo que llevó a los persas a fi ja rs e e n la G rec re c ia c o n tin ti n e n tal ta l y co com m o si la inv in v asió as iónn p e r s a fu e ra ú n ica ic a m e n te fruto de la participación de Eretria y Atenas en el incendio de Sardes. Pero si bien es cierto que la sublevación pudo influir en el momento elegido por los persas para intentar invadir Grecia, ya hemos visto bastantes pruebas de que Persia había puesto los ojos en Occidente y había dirigido hacia allí sus ambiciones expansionistas bastan tes año s antes. antes. Rep R eper ercu cusi sioo nes ne s de Persia Pers ia sob so b re la polí po líti tica ca griega gr iega con co n tinen tin enta tall
El imp erio persa hab ía tenido ya cierta repercusión repercusión sobre las ciudades de la Grecia continental bastante antes de la invasión. La proximidad del pode río persa per sa contribuyó a cam biar las las normas qu e regían las las ciudades de la G re cia antigua. Podem os apreciarlo ap reciarlo con esp ecial claridad si si nos fijamos fijamos en las re laciones existentes entre Atenas y Egina. Poco es lo que podemos sacar en claro acerca de las relaciones entre ambas ciudades a partir de las noticias de Heródoto acerca de su vieja enemistad (5.82-88), que quizá sólo sean una mera reproducción de los alineamientos políticos existentes hacia 500 a.C., que, al parecer, pretende explicar. Da la impresión de que en el siglo vn a.C. hubo una época en la que existieron unos vínculos muy estrechos entre am bas b as c iud iu d ad adee s en el á m b ito it o d e la c u ltu lt u ra m ater at eria ial: l: e n am b o s lug lu g ares ar es se h a n e n contrado restos de cerámica de estilo protoático medio, sin que pueda afir marse dónde fueron fabricados. Pero en el siglo vi a.C. el mundo de Atenas y Egina eran muy distintos: esta última tenía importantes intereses en Egip to y las Cicladas (véase supra, p. 303) y se hallaba volcada al mar en una me dida mucho mayor que A tenas. tenas. Un a p rueba de la importancia capital capital que te nía Egina como intermediaria en el comercio marítimo es que Jerjes hallándose en Ábidos, en el Helesponto, en 480 a.C., vio —según dice Heró doto, 7.147— unas naves cargadas de grano que se dirigían a Egina y al Peloponeso. A tenas tena s y Egina eran rivales rivales en lo lo que a su su prosperidad prosp eridad se refie refiere, re, pero se diferenciaban notablemente por sus dimensiones y, a partir de 508-507 a.C., también por su organización política. La prosperidad de Egina queda simbo lizada perfectamente en la erección del templo de Atenea en Afaya por esa misma época. Por sus dimensiones el templo no tenía nada de particular, pe p e r o e s tab ta b a r ica ic a m e n te d e c o rad ra d o co conn esc es c u ltu lt u ras ra s en a m b o s fro fr o n ton to n e s. Los Lo s r e s tos excavados ponen de manifiesto que el proyecto escultórico original fue
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revisado de arriba abajo cuando el frontón oriental ya había sido concluido y rematado con acróteras. Da la impresión de que en el proyecto original aparecían representados un mito local —el rapto de la ninfa Egina por Zeus— y una batalla entre griegos y amazonas. El nuevo proyecto mostraba la toma de Troya por H ércules y Telamón en el frontón oriental, y destacab a el papel desempeñado por Áyax Telamonio durante la segunda toma de la ciudad por los griegos en el occidental. El frontón oriental fue el último en concluirse, quizá poco antes de 480 a.C., y por su composición y por el trata miento otorgado a las figuras en movimiento y a los paños parece querer su pe p e r a r c o n s c ien ie n tem te m e n te al o tro tr o fro fr o n tón tó n . N o p a r e c e q u e f u e r a n raz ra z o n e s a r q u i tectónicas o estructurales las que indujeran a efectuar un cambio tan radical y costoso, y debemos pensar más bien en motivaciones de carácter político. Dichas motivaciones quizá fueran de dos tipos. Poco es lo que sabemos de la po p o líti lí tica ca d e E g ina, in a, p e r o P índ ín d a ro escr es crib ibió ió n u e v e ep epin inic icio ioss p a r a o ch choo c a m p e o nes eginetas distintos, lo cual nos habla de la existencia de unos aristócratas deseosos de superarse unos a o tros en la ostentación y el gasto, gasto, tanto p artici pa p a n d o en las co com m p etic et icio ionn e s d e p r im e r a fila fi la co com m o c e leb le b ran ra n d o la v icto ic tori riaa de sus campeones. campeones. E l cons tante com promiso de los eginetas con los los valores valores que representaba el hecho de participar en las competiciones deportivas, y que Píndaro pone de relieve, contrasta con las opciones que había tomado Ate nas por esa misma época y sugiere una estructura muy distinta de la política vigente en una y otra ciudad. Pero la rivalida rivalidadd polí po líti tica ca con A tenas quizá fue ra tan im po portante rtante com o la rivalidad rivalidad existente en tre los diversos diversos miem bros de la aristocracia egineta cuando se decidió el cambio de planes en la decora ción escultórica escultórica del temp lo de A faya. El camb io de tem as implicaba sustituir sustituir un m ito ito en el que Eg ina era simboliz simbolizada ada por una m ujer deseada po r los los dio dio ses por otros episodios qüe situaban a Egina en el centro de las guerras le gendarias en las que los griegos habían participado unidos, y en ese proceso la figura figura de Áyax era reclama da —como p or o tra pa rte hac e Píndaro, cf cf. Ñe Ñ e 5— para Egina, y no p ara A tenas (donde recienteme nte un a de las las meos, 4 y 5— tribus creadas por Clístenes había recibido el nombre del héroe). La inver sión realizada en el templo de Afaya y la iconografía elegida en su decora ción nos permiten entender mejor por qué Atenas había puesto sus ojos en su vecina. Heródoto (5.79-81, 89-90) cuenta que hacia 507 a.C. los tebanos, en res pu p u e s ta a u n a d e r r o ta q u e les infl in flig igie iero ronn los aten at enie ienn ses, se s, c o n s u lta lt a ro n un o r á c u lo y recibieron el consejo de pedir ayuda «a los que tuvieran más cerca». Fi nalmente decidieron que a quienes tenían más cerca era a los eginetas, pues según la mitologí mitología, a, Tebas Tebas y Egina e ran hijas hijas del río río Asopo; pero cuand o E gi na respondió ofreciéndoles la ayuda de sus héroes, los Eácidas, Tebas insistió diciendo que la ayuda que necesitaba era más material. Los eginetas enton ces ces em pezaron a hacer incursiones incursiones en las costas del Ática. Los atenienses r e cibieron también un consejo del oráculo: debían esperar treinta años, cons truir un santuario de Éaco y entonces atacar a los eginetas. Los atenienses, sin embargo, decidieron erigir el santuario y atacar inmediatamente, pero se
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lo impidió el último intento de invasión por parte de Cleómenes. Hasta aquí estamos ante la leyenda de un conflicto cuyo desarrollo puede entenderse pe p e r f e c tam ta m e n te a p e lan la n d o a las riv ri v alid al idaa d es e x iste is tenn tes te s e n tre tr e ciu ci u d ad adee s ve vecin cinas as,, en las que suelen tener un papel fundamental los mitos relacionados con la ascendencia común y la reivindicación por unos y por otros de una determi nada na da figura heroica. La intervención del orácu lo es habitual en los los conflict conflictos os entre vecinos, en los que el consenso de la colectividad ocupa un lugar des tacado, aunque puede verse postergado por los lazos de tipo personal, y en los que el momento en el que se produce una acción hostil queda oscurecido po p o r los lo s aco ac o n teci te cim m ien ie n tos. to s. Todo To doss los e lem le m e n tos to s d e e s ta ley le y e n d a d e la ú ltim lt im a d é cada del siglo vi a.C. podrían referirse a hechos acontecidos un siglo antes. El siguiente choque entre Atenas y Egina se produjo en un ambiente bie b ienn d isti is tinn to. to . C u a n d o los eg egin inet etas as,, j u n to co conn los h a b ita it a n tes te s d e o tra tr a s islas, mostraron su deseo de ofrecer prendas de sumisión a los persas después de que éstos sofocaron la rebelión de Jonia, Atenas reaccionó airadamente, se pu p u s o en c o n tac ta c to co conn E s p a r ta, ta , y o rga rg a n izó iz ó u n a ex expp ed edic ició iónn c o n tra tr a E g ina in a d iri ir i gida por Cleómenes (Heródoto, 6.49). Los acontecimientos sucesivos, si he mos de dar crédito al relato de Heródoto, sugieren que en la acción de Cleó menes influyeron cuestiones relacionadas con la política interna de Esparta: el colega de Cleómenes, el rey Damarato, actuó en connivencia con los egi netas y alegó que la expedición de Cleómenes era inconstitucional; éste res po p o n d ió h a c ien ie n d o s u s titu ti tuir ir a D a m a r a to en el tro tr o n o , so p re tex te x to d e q u e e r a un ba b a s ta r d o y n o hijo hi jo leg le g ítim ít imoo d el rey re y A ris ri s tón tó n . P e ro tam ta m b ién ié n e s tab ta b a n en jue ju e g o cuestiones de política política interna. interna. Por una p arte, la acción acción de C leómenes d ebería considerarse el castigo infligido a un miembro de la Liga del Peloponeso y un intento de hacer cumplir el principio de la Liga según el cual sus miembros debían ten er «los mismos mismos amigos y los mismos mismos enemigos». Por o tra pa rte, la acción suponía adoptar una postura muy clara con respecto a Persia. Atenas ya había d ado la cara al apoy ar la sublevación sublevación de los jonios; jonios; Espa E sparta, rta, en cam bio, bi o, no no.. Si és é s ta q u e r ía a d o p ta r u n a p o s tu r a c lara la ra f r e n te a P e rsia rs ia ten te n ía q u e h a cer algo que llamara la atención. La solicitud de Atenas de actuar contra Egina debería interpretarse como una form a deliberada deliberada de precipitar una d e cisió cisiónn política política fundam ental p ara Esp arta, y cabría sup on oner er que la destitución destitución de D am arato tuviera más que ver con cuestiones cuestiones de política política exterior que con los rumores en torno a las circunstancias que rodearon su nacimiento, o con las las sospecha sospechass de sob orno del oráculo oráculo por p arte de Cleómenes q ue recoge H e ródoto, leyendas que podrían considerarse más fruto que causa del debate polít po lítico ico.. Los detalles y la cronología de los acontecimientos inmediatamente pos teriores han sido muy discutidos. Heródoto dice que el sucesor de Cleóme nes y Damarato, Latíquidas, tomó como rehenes a unos eginetas ricos y los depositó depo sitó en A tenas, y añade añad e que, a la m uerte de Cleómenes, C leómenes, los los eginetas pe r suadieron a los espartanos de que ordenaran a Latíquidas que se los devol viera, pero en vano (Heródoto, 6.73, 85-86). El hecho de que los espartanos intentaran obligar a Egina a pactar tomando rehenes resulta más creíble si
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nos fijamos en la continuación del relato, donde se habla de unos planes de golpe de estado po r parte de los los populares en Egina, que fracasaron al no p o derr los de los atenienses env iar ayuda m ilitar ilitar a tiempo. tiempo. Los ac ontecimientos de Jo nia y la actit actitud ud ado ptada po r A tenas apun tarían hacia una identif identifica icación ción de los gobiernos populares con la oposición a Persia. Menos convincentes son los los rum ores de q ue E spa rta se arrepintió de sus acto actos: s: indici indicioo de tod o lo con trario serían las las veinte naves aportadas, al parecer, p or C orinto pa ra reforzar el ataque de los atenienses contra Egina, y la presencia en el bando egineta de 1.000 voluntarios de Argos, la única ciudad significativa del Peloponeso que no pertenecía a la Liga promovida por Esparta y víctima reciente de las agresiones de esta última. En los encuentros por tierra y por mar que se su cedieron, uno y otro bando lograron cosechar algunos éxitos, pero parece que los atenienses tuvieron que volcar toda su atención sobre la expedición de los persas antes incluso de celebrar el acto conmemorativo en honor de los caídos en la guerra (cf. Pausanias, 1.29.7). Tradicionalmente Tradicionalmente ese ese em pate virtual virtual entre A tenas y Egina hubiera d ebi do ser visto visto con p lacer po r sus vecinos vecinos y rival rivales. es. Siemp re y cuando ninguno de los bandos aplastara descaradamente al otro, poco era lo que en ese tipo de conflict conflictos os podían pod ían pe rder rd er y mucho lo que pod ían gan ar los los terceros en dis cordia. El factor persa vino a alterarlo todo. El peligro de que la fuerza na val de Egina, a la que ap enas podía po día igualar la la de Ate nas con la ayuda de Co rinto, rinto, colabo rara a instau rar el dom inio de Persia sobre la Grecia continental pre p recc ip itó it ó a la acci ac ción ón a los d e m á s esta es tadd o s grieg gr iegos os.. El alin al in e a m ien ie n to d e los g rie ri e gos contra Egina fue un preludio del alineamiento de los griegos contra Per sia. Con una sola excepción: la de los propios eginetas. Los combates libra dos entre 492 y 490 a.C. resultaron, al parecer, lo bastante indecisos como pa p a r a p e r m itir it ir en 483 483-48 -4822 a.C. a.C . a T em ísto ís tocl cles es v o lver lv er a ju j u g a r la c a rta rt a d e la a m e naza egineta e gineta —la misma q ue en 493-4 493-492 92 a.C. a.C.,, siendo arconte, jugó para par a lograr la fortificación del Pireo (Tucídides, 1.93)—, con el fin de invertir las ganan cias producidas por las minas de plata de Atenas en el reforzamiento de la armada ateniense mediante la construcción de más de cien nuevos barcos (Heródoto, 7.144; [Aristóteles], Constitución Con stitución de los ateniense atenienses, s, 22.7). Pero las actividades bélicas de 492-4 492-490 90 a.C a.C.. resu ltaron , al parecer, parece r, decisivas decisivas en un s en en tido: tido: contribuye ron a m odificar odificar la la actitud actitud de Eg ina respecto a Persia. Persia. La m e jo r a d e la flo fl o ta a ten te n ien ie n s e , u n ida id a a la ay u d a rec re c ibid ib idaa d e los eg egin inet etaa s, d e s e m pe p e ñ a r ía un p a p e l f u n d a m e n tal ta l en la d e r r o t a d e la a r m a d a p ersa er sa.. El conflicto con Persia: primer asalto
La exped ición ición de d e M ardon io a Tracia Tracia y Macedo nia en 492 a.C. a.C. (véase s u p. 380) 380) acabó acab ó con el nau naufragio fragio de su flota frente a Atos; se decía — según pra p ra,, p. cuenta H eród oto (6.4 (6.44) 4)— — que cerca cerca de 300 barcos qued aron destruidos destruidos y que pe p e r e c ie r o n m ás d e 20.000 20.0 00 h o m b res. re s. A u n q u e es ev ide id e n te q u e e n el b a n d o p e r sa había unos contingentes más numerosos de los que hubieran podido ser
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controlados y alimentados debidamente, las cifras de las tropas y las bajas de los persas que ofrecen ofrece n las las fuentes griegas en todos todo s los conflict conflictos os sucesivos sucesivos no tienen la menor fiabilidad. Ningún griego habría sido capaz de ofrecer una imagen exacta del ejército persa y de sus acciones —y desde luego a ningu no le habría interesado hacerlo. La leyenda de las guerras médicas fue repi tiéndose de boca en boca debido a las enseñanzas que entrañaba, enseñan zas sobre la fuerza que tiene la unión, ía capacidad que tienen unos pocos de enfrentarse y derrotar a otros más numerosos, el rigor que engendra la po bre b rezz á, o la s u p e r iori io ridd a d d e la inte in teli ligg en enci ciaa grie gr iegg a. O fre fr e c ía asim as imis ism m o m a teri te riaa l pa p a r a acu ac u sar sa r d e tra tr a ició ic iónn a d e ter te r m ina in a d o s en enee m igo ig o s p o líti lí tico coss d e n tro tr o de u n a m is is ma ciudad o entre ciudades distintas. El conflicto con Persia se convirtió en mito tan pronto como fue historia. Los persas aparecerían en escena en los teatros atenienses al cabo de una década en la tragedia de Esquilo que lleva pre p recc isa is a m e n te p o r títu tí tulo lo Lo L o s pers pe rsas as,, estrenada en 472 a.C., la más antigua de las conservadas, e incluso antes de esa fecha, quizá en 479-478, las guerras médicas constituyeron ya el argumento de una extensa elegía de Simoni des ( P. Oxy., 3965), en la que se comparaban explícitamente con la guerra de Troya. Las guerras médicas se convirtieron en el elemento organizador en torno al cual se configuraría el pasado de Grecia, fomentando una nueva po larización de la visión que los griegos tenían de sí mismos y de los demás. «¿Q ué hizo hizo esa ciudad ciudad d urante ura nte las las guerras médicas?»: médicas?»: tal tal era la prim era cues tión tión histór h istórica ica que le interesa interesa ba plan tearse y contestar a cualquier comun idad griega. ¿Pero qué puede decir hoy día un historiador acerca de las guerras mé dicas? Lo cierto es que prácticamente no cabe esperar que seamos capaces de responder a ninguna de las cuestiones a las que los griegos daban res pu p u e s ta. ta . F u e m u ch choo lo q u e la A n tig ti g ü e d a d inv in v irti ir tióó en re s p o n d e r a la p r e g u n ta de cómo pudieron los griegos vencer a los persas para que ahora podamos desentrañar lo que de verdad pueda haber en una tradición parcial. Lo úni co que podemos hacer es explotar las contradicciones existentes entre tradi ciones opuestas y de ese modo arrojar alguna luz sobre la naturaleza de la po p o líti lí ticc a d e las ciu ci u d a d e s e s tad ta d o d u r a n te d ich ic h a ép époo c a, y d e p a s o s o b re el leg le g a do que qu e dejó el conflicto conflicto en el período per íodo clási clásico. co. E sta afirmación vale tan tan to para p ara la invasión de 490 como para la de 480-479, pero el número menor de parti cipantes en la primera guerra médica (490) nos permite apreciarlo con ma yor claridad (figura 84). En 490 a.C. se reunió en Cilicia una expedición naval persa al mando de Datis y Artafernes, que partió rumbo a Naxos pasando por Samos e Icaria. Se dice que los naxios no ofrecieron resistencia alguna, y que los persas in cendiaron y saquearon la ciudad ciudad antes de zarpar con rum bo al oeste oeste y pon er sitio a Caristo, en el extremo meridional de Eubea. A continuación sitiaron Eretria, pero al cabo de seis días la resistencia de los ciudadanos se vino aba jo. Poco Po coss d ías ía s d esp es p u é s los p ers er s as p u s iero ie ronn r u m b o al Á tica ti ca.. G u iad ia d o s, seg se g ún se cuenta, po r Flip Flipia ias, s, el antiguo antiguo tirano de Atenas, de sem barcaron, como hicie hicie ra Pisistrato en 545 a.C., en la llanura dfe Maratón. En una larga batalla los
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Ciudades que se enfrentaron a Persia durante las guerras médicas y cam pos po s de ba bata talla lla más im po port rtan ante tess d ura ur a nte nt e la co cont ntien ienda da.. F i g u r a 84.
per p erss as fu e r o n d e r r o t a d o s p o r los aten at enie ienn s es, es , j u n to co conn u n p e q u e ñ o d e s tac ta c a mento venido en su ayuda desde Platea. El intento de los persas de utilizar su flota para atacar la propia Atenas antes de que regresara a la ciudad el ejército ateniense fracasó debido a la anticipación de los griegos. Esta versión contiene ya una serie de afirmaciones tendenciosas; los de talles que dan color al relato de Heródoto revelan bastantes más cosas acer-
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ca de la política llevada a cabo posteriormente que sobre lo sucedido en ese año. La interpretación positiva del hecho de que los persas acamparan en Renía, en vez de saquear Délos, indica que había quienes estaban deseosos de justificar su no participación en la resistencia ante los persas con el pre texto de que el objetivo de éstos eran sólo Eretria y Atenas, las dos princi pa p a les le s ciu ci u d a d e s d e la G re c ia c o n tin ti n e n tal ta l inv in v o luc lu c rad ra d as e n la r e b e lió li ó n d e Joni Jo nia. a. El hecho de que se cite el nombre del traidor que entregó Eretria a los per sas que la sitiaban, o la leyenda según la cual los Alcmeónidas hicieron a los pe p e rsa rs a s u n a señ se ñ al tra tr a icio ic io n e r a co conn u n escu es cudd o en M a r a tó n , d e m u e s tra tr a q u e la magnitud mag nitud del peligro peligro no impidió a algunos algunos m anipular localmente los los aco nte cimientos para sacar provecho político. El relieve que se da en el relato en torno a la toma de decisiones militares por parte de los atenienses al papel desempeñado por los diez generales de las tribus, los estrategos, y en parti cular por uno de ellos, Milcíades, aunque el control del ejército estuviera for malmente a cargo del polemarco Calimaco, elogiado únicamente en una ofrenda dedicada en la Acrópolis de Atenas (ML, 18; Fornara, 49), revela sin duda algunos de los argumentos utilizados para traspasar plenamente el mando militar del polemarco a los estrategos (a partir de este momento no volveremos a oír hablar ni una sola vez de que el polemarco desempeñara pa p a p e l alg al g u n o en el c a m p o d e b ata at a lla ll a ). E l to n o r e s p e tu o s o co conn el q u e se c u e n ta cómo los espartanos quisieron ayudar, pero no lo hicieron porque no pu dieron salir a tiempo de Esparta debido a que tuvieron que aguardar al ple nilunio, concuerda con el de la leyenda según la cual el mensajero ateniense enviado con la noticia a Esparta, el corredor Filípides o Fidípides, se encon tró en A rcadia, cuando iba de camino, camino, al dios Pan, quien le prom etió su apo yo a cambio de que se le rindiera culto (Heródoto, 6.105-106); y la unión de esos dos relatos, en los que vemos cómo el envío del mensajero despachado a Esparta acaba dando sus frutos a largo plazo, hace que la falta de asisten cia inmediata por parte de los lacedemonios se convierta en el preludio de una ayuda mayor. El papel que llegó a atribuirse al héroe local, Equetlao, de quien se decía que participó en la batalla blandiendo la reja de un arado (Pausanias, 1.32.4, y cf. Heródoto, 6.117.3), quizá fuera una reacción a la in troducción del culto y de la fiesta de un dios arcadio como Pan. La L a p o líti lí tica ca segu se guid idaa desp de spué uéss de M arat ar atón ón Ate A tenn a s y Espa Es part rtaa
Desde el punto de vista militar la batalla de Maratón fue decisiva para el conjunto de Grecia, pero esta circunstancia no debe ensombrecer la enorme impo rtancia políti política ca que tuvo pa ra A tenas y para E sparta. La vida vida políti política ca de Atenas había sido muy animada entre 500 y 490 a.C., pero aún lo sería más durante la década sucesiva. Aunque parece que desde 506 a.C. los atenienses llevaron siempre una política marcadamente antipersa, ello no significa que
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85. Plato de figuras rojas de finales del siglo 85. siglo vi atribui atri buido do al pintor pin tor Paseas en el que aparece un arquero a caballo vestido con un atuendo propio del norte. En el fondo aparece la inscripción «Milcíades es hermoso».
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no existiera un animado debate político. La cuestión de a quién se podían o se debían confiar determinados poderes en una democracia y cuáles eran esos po podere deress era un o de los los problem as pa ra los los que las reformas de Clí C líste stenes nes no habían ofrecido una solución fácil. En 496-495 a.C. el elegido para el car go de arconte epónimo fue cierto Hiparco, hijo de Carmo, y casi con toda se guridad n ieto de Hipias. Hipias. Aunq ue los los poderes del arconte de bían ya de ser po porr aquel entonces relativamente poco importantes, la elección de Hiparco indi ca que la actitud actitud que q ue debía deb ía ado ptarse con los los Pisistráti Pisistrátidas das y su régimen se ha llaba abierta a las negociaciones. Si, como muchos han sospechado, este es el Hiparco calificado elogiosamente de «hermoso» ( kalós ) en varias inscripcio nes realizadas en algunos de los primeros vasos de figuras rojas, es posible que su elección se debiera al apoyo recibido de los círculos aristocráticos en
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los que se movía. En 494-493 a.C. Milcíades regresó a Atenas. Había tenido una carrera bastante movida como gobernador del Quersoneso Tracio (véa se supra, pp. 335 y 376), un capítulo de la cual habría sido la conquista de Lem nos p ara los los atenienses, atenienses, y que habría hab ría acabad o por po r hacer de él uno de los hombres más solicitados por los persas. Procesado en Atenas bajo la acusa ción de intentar imponer la tiranía, fue absuelto, elegido general, y se con virtió en uno de los héroes de las leyendas en torno a la batalla de Maratón. Aunque resulta difícil saber con seguridad cuáles eran los problemas políti cos planteados, estos hechos parecen apuntar hacia una profunda divergen cia cia de opiniones — el núm ero de d e sus sus partidarios y el de sus detractores habría sido casi el mismo— en torno a la credibilidad de un individuo con el histo rial de Milcíades como ciudadano democrático (figura 85). Que Atenas se vio amenazada de nuevo por una vuelta a la política de facciones nos lo confirman los acontecimientos posteriores a la década de 480 80.. Desp ués de M aratón, M ilcí ilcíade ades, s, al mand o de u na flota de seten ta naves y un ejército de infa ntería, partió p artió rum bo a Paros, puso sitio sitio a la ciudad, ciudad, y exi gió cien talentos por levantar el asedio. El propio Milcíades recibió una heri da en una pierna y el sitio fue levantado al cabo de veintiséis días sin haber conseguido nada. A su regreso a Atenas, el general, ya enfermo de muerte, fue acusado por Jantipo y condenado a una multa de cincuenta talentos, que tuvo que pagar su hijo, Cimón (Heródoto, 6.132-136). Se trata de un nuevo episodio tan cargado de connotaciones políticas que impide que podamos da r crédito a las las historias historias contadas posteriorm ente. Por ejemplo, cabe sospe char que los rumores de que Milcíades no había dicho a los atenienses cuál era el objeto d e qu e solicitara solicitara tropas p ara ir a Paros, Paros, y los los que, que, por el co contra ntra rio, rio, decían que su intención era castigar castigar a esta isla isla por apoy ar a los persas en M aratón, aunqu e su verdadero deseo era castiga castigarr a un enemigo personal que lo había difamado ante cierto oficial persa, fueron propalados en parte con el fin de disculpar a Atenas por lo ocurrido. Pero en cualquier caso el episo dio revela bien a las claras hasta qué punto era capaz un líder político de con vencer al pueblo ateniense —quizá excesivamente ufano— de que adoptara medidas realmente extremas, y cuán dispuestos estaban sus adversarios a aprovecha rse de los los reveses reveses militares militares de cua lquier colega colega con tal de de apu a pu nta r se algún tanto político. E n este ambiente, el prim er caso caso atestiguado de ostracismo —y quizá in cluso su invención (véase supra, p. 361)—, ocurrido en 488-487, podría en tenderse tender se de un a de estas dos formas: o bien como un arm a especialmen te sus ceptible de ser utilizada por una facción contra otra, o como un medio de evitar que la política partidista acabara en motín y revolución. A favor de esta última teoría hablaría el modo en que se produjo la nueva elección de los arcontes por sorteo de entre un amplio número de candidatos electos, in troducido al año siguiente, 487-486 a.C., novedad que sólo habría venido a calmar la virulencia de la política de facciones. En cualquier caso, Hiparco, hijo de Carmo, fue su primera víctima, y a partir de entonces parece que el ostracismo se convocó anualmente hasta 483-482 a.C. Al año siguiente del
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ostracismo de Hiparco, la víctima fue el Alcmeónida Megacles, y probable m ente debamo s relacionar relacionar su destierro destierro con los los rum ores propa lados en torno a la la conducta condu cta desleal de los Alcm eónidas e n M arató n (H eród oto, 6.121 6.121-1 -124 24). ). Una prueba de lo poco que, según algunos miembros de la aristocracia, ha bía b ía c a m b iad ia d o la p o líti lí tica ca a ten te n ien ie n s e d esd es d e la é p o c a d e la tira ti rann ía d e P isis is istr trat atoo , sería sería el hecho de que inm ediatamente después de ab and ona r la la ciudad ciudad,, M e gacles obtuviera una victoria en carro en los Juegos Píticos de 486 a.C. En cargó a Píndaro la composición de una breve oda en la que el poeta celebra ba b a su p ro e z a y r e p r o c h a b a a los a ten te n ien ie n s e s su ing in g rati ra titu tu d h a c ia los serv se rvici icios os pre p ress tad ta d o s p o r los A lcm lc m eó eóni nida das. s. O tras indicaciones indicaciones igualm ente o scuras sobre los los problem as políticos políticos de la época nos las proporciona la identidad de las siguientes víctimas: Jantipo, el acusador de Milcíades, casado con una Alcmeónida y quizá, a juzgar por un dístico dístico elegiac elegiacoo recu perad o en un óstrakon casualmente conservado, relacio nadoo con esta nad es ta familia; familia; y A ristides «e «ell Justo», Justo», a qu ien los óstraka llaman «ami go de Datis, el medo», y «aquel que rechazó a los suplicantes». Otros óstra ka dirigidos contra otros personajes, de quienes no se sabe con certeza que fueran condenados, los los identifican identifican igualmen te con la familia familia de los Alcm eó nidas, llamándolos «uno de los traidores» o, en un caso, presentando la efigie de un soldado persa en una de sus caras (figura 86). Evidentemente uno de los problemas problemas qu e estaban en can delera era la acti actitud tud m antenida respecto a Persia, pero las cuestiones políticas se habían mezclado inextricablemente con las luchas entr e las las diversas familias familias aristocráticas. aristocráticas. E l ostracism o nos n os dice quiénes fueron los los perdedores, pe ro es posible posible que la mayor ma yor am enaza par a la democracia viniera precisamente de los que se alzaban con la victoria. Las acusaciones de traición y de simpatía hacia los persas que se lanzan sistemáticamente contra los personajes condenados a ostracismo en la déca da de 480 a.C., indican que, tras la revocación de la condena de Milcíades, fueron los defensores de una política exterior basada fundamentalmente en la eliminación definitiva de los persas del mundo griego quienes emitieron los votos decisivos. Las fuentes antiguas sólo nos ofrecen un candidato al pu p u e s to d e p rin ri n cip ci p a l p r o m o to r d e e s ta po polít lític ica: a: Tem Te m ísto ís tocle cles. s. E l p ro tag ta g o n ism is m o de Temístoc Temístocle less parece n confirm arlo el el hecho de que se conserven m ás óstra qu e con el de cualquier otro personaje, y el m ontón de cas ka con su nom bre que cotes (191 escritos por 14 manos distintas) hallados en un pozo del Ágora, y que, al parecer, corresponderían a un ostracismo realizado en torno al 4800 a.C. 48 a.C. Temístocles Temístocles utilizó utilizó su influencia para iniciar una expansión expan sión de la flo ta ateniense (véase supra, p. 384) y así, cuando de nuevo hubo que hacer frente a los persas en el campo de batalla, se hallaba en condiciones de defi nir la actuación de Atenas y de ejercer un poder no muy distinto del que tu viera viera Milcí Milcíade adess después de M aratón. aratón. Cómo hub iera empleado ese po der de no hab er estado la la guerra por m edio no podemos saberlo, saberlo, pero tampoco de be b e ría rí a m o s s e r d e m a s iad ia d o o p tim ti m ista is tass res re s p e c to a la fu e rza rz a q u e ten te n ía e n A ten te n a s la democracia. Deberíamos recordar, sin embargo, aunque no sea más que pa p a r a d e ja r c o n stan st ancc ia d e h a s ta q u é p u n to e r a n c o n s c ien ie n tes te s los p rop ro p ios io s ateat e-
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86. Óstrakon en contra de Calías, hijo de Cratio, que aparece en uno de sus lados vestido de arquero persa.
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nienses de que las acusaciones de simpatía hacia los persas no eran más que pu p u r a de desc scal alif ific icac ació iónn p o líti lí tica ca,, q u e c u a n d o la a m e n a z a d e inv in v asió as iónn p o r p a r te d e estos últimos se hizo realidad, se permitió regresar a todos los condenados po p o r o stra st racc ism is m o ([A ([ A ris ri s tóte tó tele less ], Constitución de los atenienses, 22.8). Reyes, Rey es, éfo éf o ros ro s y p olíti ol ítica ca en Espa Es part rtaa
Si en Atenas se incrementó la tensión política ante la amenaza de inva sión de los persas, probablemente quepa decir lo mismo de Esparta, en rela ción con la cual ya va siendo siendo h ora de que q ue recojam os los hilos hilos que hem os ido viendo aparecer a lo largo de la exposición anterior. La Gran Retra (véase p. 213) 213) nos perm ite vislumb vislu mbrar rar la existencia de tres fue rzas políticas políticas en supra, p. Esparta: los dos reyes, el Consejo de Ancianos (Gerusia), y el pueblo. Inde pe p e n d ie n te m e n te d e cu cuál ál fu e ra su o rig ri g en en,, e n la é p o c a e n q u e v em o s en acci ac ción ón la políti política ca esp artan a con un poco de detalle, esto es, es, en la segun da m itad del siglo siglo vi a.C., a.C., hab había ía una u na fuerza fue rza más m ás con la que se debía con contar, tar, a saber, los cin co éforos éforos,, elegidos elegidos anualm ente. Las fuentes antiguas atribu ían a un éforo del siglo vi llamado Quilón una influencia personal considerable sobre toda la po p o líti lí ticc a e x ter te r io r d e E s p a r ta, ta , y los lo s p o d e r e s for fo r m a les le s d e los éfo éf o ros, ro s, tale ta less co com mo la recepción de embajadas, la llamada a las armas, etc., aparecen una y otra vez en el relato que nos ofrece Heródoto del reinado de Cleómenes. No N o cab ca b e d u d a , sin si n e m b arg ar g o , d e q u e los p ers er s o n a jes je s fu n d a m e n tale ta less d e E s pa p a r ta e r a n los reye re yes. s. A s í lo rec re c o n o c e el p r o p io H e r ó d o to al d e d ica ic a r u n e s p a cio considerable a la descripción de los poderes y privilegios de los reyes es pa p a rta rt a n o s (H e ród ró d o to, to , 6.56-60). 6.56-6 0). E n E s p a r ta los rey re y es o c u p a b an un lug lu g ar ap apar arte te:: los los herederos al trono no tenían que pasar po r el competit competitivo ivo adiestramien to que qu e recibían los los demás n iños espartanos, la agogé (Plutarco, (Plutarco, Age A gesi sila lao, o, 1.2); los reyes recibían raciones dobles en las comidas en común ( sussitía ); lleva ba b a n u n a g u a rdia rd ia esp es p e cial ci al c u a n d o m a rch rc h a b a n a la cab ca b e z a d el e jérc jé rcit itoo ; g o zab za b an de las prebendas reservadas habitualmente a los sacerdotes en los sacrificios; tenían reserva dos asientos asientos de ho hono no r en los juegos; juegos; no m braban braba n a los los ofic oficia iale less que consultaban al oráculo de Delfos; tutelaban a las herederas huérfanas y a los hijos adoptivos, y se les hacían unos funerales de lo más rimbombante en los que tenían la obligación de estar representadas todas las familias es pa p a rta rt a n a s . E s te tra tr a t o e s p e cial ci al r e s e r v a d o a los lo s rey re y es se ve refl re flee jad ja d o y a la ve vezz pre p re s e rv a d o e n la p o sici si ción ón p o líti lí ticc a d e ésto és tos. s. E n u n a soc so c ied ie d a d en la q u e tod to d o s los espartiatas debían de ser más o menos ricos, pero en la que estaban obli gados a ganarse una buena reputación a través de su actuación en la agogé y del valor dem ostrad o en la guerra, los los reyes reyes gozaban de un estatus po r el que no tenían que luchar, sino que les venía dado. Pero aunque los reyes eran honrados con derechos especiales y con un boato bastante complicado, y eran asimilados a los funcionarios religiosos cuya eficacia no podía ser pues ta en tela de juic juicio, io, la la política política espa rtana da m uestras de un continuo co ntinuo desafío a los reyes para que justifiquen su posición mediante una actuación eficaz. Uno de los rasgos más chocantes de la exposición que hace Heródoto de
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la Esparta de esta época es el destacado papel que ocupan las irregularida des matrimoniales. Según dice este autor, Cleómenes había sido fruto de un caso de bigamia cometido por su padre, el rey Anaxándridas, a instancias de los éforos de cierto año, inquietos por el hecho de que no tuviera herederos. La primera esposa de Anaxándridas había tenido tres hijos varones, Dorieo, Leónidas y Cleómbroto, y el conflicto suscitado por la ascensión al trono de Cleómenes acabó con la marcha de Dorieo al frente de una expedición colo nizadora que terminó en fracaso. Cuando subió al trono Cleómenes, el otro rey, rey, de la familia familia de los los Euripóntidas, era Aristón. E l relato de H eród oto, sos pe p e c h o s a m e n te a n á log lo g o al d e las h isto is tori rias as q u e c u e n ta s o b re la c o r te p ers er s a, dice (5.61 (5.61-6 -63, 3, 6666-70 70)) que qu e A ristón se casó dos veces veces sin sin tene te ne r descende desc endencia ncia en ningún caso, por lo que tomó una tercera esposa sirviéndose de la siguiente estratagema: arrancó a un amigo suyo, llamado Ageto, la promesa de que le daría cualquier cosa que le pidiera, tras lo cual le reclamó a su esposa. Esta mujer dio a luz a Damarato al cabo de un tiempo lo suficientemente corto tras la boda como para suscitar rumores de que Damarato no era hijo de Aristón, y provocar en último término su destitución (véase supra, p. 383). Pero esto no sucedió hasta que el propio Damarato raptó a la hija del éforo más famoso de la Esparta del siglo vi a.C., Quilón, que se la había prometi do a otro miembro de la familia de los Euripóntidas, Latíquidas (Heródoto, 5.65). Cuando Damarato fue destituido, fue precisamente Latíquidas quien ocupó el cargo de rey. Este por su parte tenía un hijo, Zeuxidamo, fallecido antes que él, él, quien h abía ten ido a su vez un hijo hijo,, Arquidam Arq uidam o, que se casó casó con la hija que su abuelo, Latíquidas, tuviera en segundas nupcias. De un modo pa p a reci re cidd o , C leó le ó m en enes es,, q u e n o ten te n ía hijo hi joss va varo rone nes, s, casó ca só a su h ija co conn su h e r man astro, Leónidas, que lo sucedió sucedió en el trono. Cabría pensar que, durante dos generaciones más o menos, el número de uniones desafortunadas en una y otra familia fue extraordinariamente alto. Pero lo que esos desarreglos desarreglos indican indican no es seguram ente tanto que quienes as pir p iraa n a algo al go g ran ra n d e en el te r r e n o p o líti lí ticc o d e s e a n tam ta m b ién ié n alg al g o esp es p ecia ec iall e n el terreno de sus relaciones sexuales, cuanto que, en un sistema en el que el car go político más influyente es hereditario, y en el que dicho cargo exige de quien lo ocupa que demuestre poseer unas habilidades prácticas (especial m ente al mand o de un ejército) ejército) extraordinarias, el grado de interés colect colectivo ivo residual po r la genealogía y la la eficac eficacia ia de un rey será tal que se fom entarán ese tipo de relaciones irregul irregulares, ares, al al tiempo tiempo que se apro vechará vecha rá cualquier irregu laridad posible en cuanto surja la menor duda respecto a su competencia. Cu anto más activo activo fuera haciéndose haciéndose el papel de Esp arta en un mun do exterior en el que tradicionalm ente h abía sido sido requ erida la autorida d de d e los los reye reyes, s, más más atención se prestaría a la pureza de sangre y al comportamiento de los mo narcas narcas.. Los episodios escandalosos que rodean rod ean a estas estas generaciones de reyes espartanos espa rtanos son fruto inme diato de una situación situación políticamente dif difícil ícil.. Un asunto de capital importancia para Esparta fue la naturaleza y el al cance de la Liga del Peloponeso (véase supra, p. p. 338 338). ). Dicha cuestión cue stión no q u e dó resu elta por los nuevos proced imientos q ue le obligó obligó a adop tar el fracaso fracaso
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de la invasion del Ática, ni se vio ensombrecida por el problema de la ac titud ante Persia que suscitó el comportamiento de Egina. En la década de 4900 a.C 49 a.C.. el principal principal asunto de estad o en E sp arta era, al parecer, si había que realizar o no un esfuerzo definitivo para doblegar a Argos, el último estado importante del Peloponeso que permanecía fuera de la Liga. Y decimos «al pa p a r e c e r» p o r do doss razo ra zonn es: es : en p r im e r lug lu g ar p o rq u e , a u n q u e n o cab ca b e d u d a de que se produ jo alguna acci acción ón de Esp arta contra Argos en un m om ento inde terminado de los treinta años de permanencia en el trono de Cleómenes, Pausanias (3.4.1) dice que se produjo a comienzos de su reinado, mientras que Heródoto (5.76-83; 7.148.2) presupone una fecha cercana al 494 a.C.; y en segundo lugar, porque lo sucedido en la campaña contra Argos adquirió una importancia tan grande en la campaña promovida para acabar con Cleó menes que no es posible dar crédito a ninguna de las historias que se cuen tan sobre ella. Un hecho, sin embrago, está perfectamente claro: Esparta no logró conquistar Argos. A los espartanos que se oponían a Cleómenes les convenía atribu ir sus sus éxitos éxitos a su actuación frau dulenta, dulen ta, y afirmar no sólo sólo que qu e fracasó en su misión debido a que se dejó corromper, sino que actuó de ma nera sacrilega, al incendiar un bosque sagrado en el que se habían refugiado unos soldados argivos, al recurrir a la fuerza para sacrificar en el Heraion de Argos, etc. A los argivos, por su parte, deseosos de justificar su no participa ción en el esfuerzo bélico conjunto de los griegos contra Persia, les convenía pr p r o p a la r el e l ru r u m o r d e q u e los lo s e s p a rta rt a n o s les h a b ían ía n p ro d u c ido id o g raví ra vísi sim m as p é r didas (Heródoto, 7.148; cf. el episodio de Pausanias —2.20.7-8— en el que cuenta que los espartanos sólo pudieron ser rechazados gracias a la inter vención de las mujeres de Argos al mando de la poetisa Telesila), y más tar de, en su afán de justificar su revolución política, les vino bien hacer correr el rumor de que las bajas habían sido tan numerosas que el poder cayó en manos de unos «esclavos», a los que fue preciso expulsar cuando los hijos de los muertos alcanzaron la mayoría de edad (Heródoto, 5.83). El interés de Esparta por Argos no era sólo una cuestión de principio, ni un mero deseo de deshacerse de una potencia rival en torno a la cual pudie ra cristalizar la oposición hacia los lacedemonios (como hasta cierto punto sucedió a finales del siglo v y comienzos del iv a.C.). Existen indicios de que Esparta estaba seriamente preocupada por el sometimiento de sus aliados y de la población ilota. Tras la campaña de Argos, la hostilidad hacia Cleóme nes en Esparta se hizo tan fuerte que, al margen de que fuera desterrado for malmente o no, la tradición cuenta que se ausentó de Esparta, se dirigió a Arcadia, e intentó unificar a los arcadlos bajo su autoridad. Puede que la ausencia de Esparta y la conspiración de Arcadia sean una mera ficción in ventada por los adversarios de Cleómenes para justificar su detención y tal vez incluso su ejecución: la leyenda dice que se volvió loco y que se suicidó automutilándose (Heródoto, 5.74-76). Aun cuando estemos ante una mera ficci ficción, ón, se trataría de un a ficci ficción ón con pretens iones de credibilidad. credibilidad. A l térm i no de las guerras médicas, Pausanias, regente en nombre del hijo de Leóni das, y cuyo comportamiento había resultado sospechoso también por otros
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motivos, fue acusado de conspirar con los ilotas y de prometerles la libertad y la ciudadanía, nuevo indicio de la sensibilidad de Esparta hacia los asuntos de orden interno (cf. Tucídides, 1.132.4, donde el autor expresa su confianza en la veridicidad veridicidad de la la anécdo ta). Q ue hub iera o no pru ebas decisiv decisivas as que co rroboraran esas sospechas es otra cosa bien distinta. En La L a s leyes ley es de Platón (698e) (698e),, un person aje dice que fue «una g uerra m esenia o alguna otra distrac ción» lo que impidió a los espartanos asistir a Maratón, y algunos autores m odernos han pensado q ue Platón basaba sus sus palabras en una buena au tori dad (véase asimismo GW, GW , 24). ¿Tiene algo que ver alguna de estas leyendas espartanas de intriga con Persia? Aunque Heródoto sólo relaciona explícitamente el episodio de Egi na con la actitud mantenida hacia los persas, la teoría de que la presión de Persia llegaba a todas partes resulta bastante convincente. En 481 a.C. los griegos se plantearon el problema de si la defensa contra la invasión persa debía centrarse en el istmo de Corinto o más al norte. Se trataba de un asun to que los observadores políticos debieron de prever, y el poderío de Atenas hizo que fuera casi inevitable votar a favor de situar la línea de defensa más al norte. Los espartanos tenían que contar con una situación en la que pu dieran enviar fuera del Peloponeso un ejército numeroso sin sentir la ame naza de disturbios dentro de su país o entre sus aliados. La amenaza persa hizo que la existencia de un gobierno fuerte se convirtiera para Esparta en un asunto de estado, que el sometimiento del Peloponeso constituyera una necesidad inmediata y no una esperanza a largo plazo, y que la sublevación de los ilotas se cerniera sobre ella como un espectro siniestro. Al igual que en Atenas, también en Esparta Persia constituiría un foco en torno al cual, directa o indirectamente, se centrarían las disensiones partidistas. El conflicto con Persia: segundo asalto
A nadie se le habría ocurrido esperar que Maratón fuera el fin de la his toria, pero el siguiente capítulo de la misma se retrasó una década debido a la muerte de Darío y a una sublevación en Egipto. Heródoto dedica toda su atención a los los preparativo s de la invasión invasión persa pe rsa y a pa partir rtir de M aratón casi casi no habla de los los asuntos de G recia prop iam en ente te dicha hasta el final final de la década de 480 a.C. Se trata de un recurso literario extremadamente eficaz, pues de ese modo hace que los preparativos griegos queden situados a la sombra del po p o d e r o s o ejé ej é rcit rc itoo q u e h a v e n ido id o d e s c rib ri b ien ie n d o , p e r o t a m b ién ié n es s u m a m e n te equívoco por cuanto comprime exageradamente la sucesión cronológica de las reacciones griegas. Las secciones anteriores en torno a Atenas, ciudad pa p a r a la q u e d isp is p o n e m o s d e info in form rm ació ac iónn n o h e r o d o tea te a , y a E s p a r ta, ta , en la cu cual al las anécdotas sobre los acontecimientos anteriores a 490 a.C. quizá se refie ran, en cierto sentido, a los sucesos posteriores a esa fecha, no eran más que un intento de rellenar ese hueco.
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Lo L o s suce su ceso soss bélic bé licos os
La historia militar de la invasión de 480-479 a.C. no podemos contarla con más detalle que la de la batalla de Maratón. El número de persas que dan las las fuentes antiguas varía considerablem ente, per o ninguna de esas cif cifra rass es fiabl fiable. e. El desconocim iento del núm ero de trop as participantes hace d e por sí imposible toda reconstrucción de una batall b atalla, a, pero en cualquier caso las las le yendas en torno a lo ocurrido en estas batallas en particular están tan carga das de contenid o político político que no podem os pre star crédito alguno a lo lo que di cen sobre lo ocurrido. Un ejemplo gráfico de lo que venimos diciendo lo tenemos en el caso de la batalla de Salamina. Heródoto (8.94) refiere el ru mor que corría entre los atenienses de que el contingente corintio presente en Salamina salió huyendo en cuanto dio comienzo la batalla, y de que sólo volvió a unirse al resto de la flota cuando la refriega hubo terminado. Dice tamb ién que los los corintios corintios lo lo negaban negab an y que otros griegos confirmaban su ver sión. Plutarco (Sobre la malicia de Heródoto, 39) comenta que los corintios erigieron un monumento a su valor en la batalla de Salamina, esto es, en te rritorio ateniense. Se ha descubierto un monumento en el que aparecen los dos primeros versos de la inscripción citada por Plutarco (ML, 24; Fornara, 21)) y tan to si el mo nu 21 num m ento fue erigido efectiva m ente en 480 a.C. a.C. como com o si si un un monumento ya existente fue «reinterpretado» como un elemento de la le yenda corintia, es evidente que hasta el comportamiento de un contingente significativo de la flota griega era ya objeto de discusión al poco tiempo de que sucedieran los hechos. La historia bélica bélica que n osotros po dem os contar, co ntar, por consiguiente, consiguiente, es es muy escueta (véase supra, figura 84) 84).. Los persas ob tuvieron tuvie ron una victoria en el des filadero de las Termopilas, al sur de la actual Lamiá; los atenienses evacua ron su territorio, y los persas saquearon la Acrópolis de Atenas y ocuparon toda G recia hasta la altura altura del d el istmo istmo de C orinto. orinto. La flota persa se enfren tó a la griega primero en el cabo Artemision, entre el extremo septentrional de Eubea y el golfo de Págasas; tras sufrir algunas pérdidas en un primer en cuentro y otras aún más graves a raíz de la tempestad que se levantó a con tinuación, infligió graves daños al enemigo, aunque también sufrió muchos en el combate definitivo (Heródoto, 8.6-16). La flota griega se retiró al tener noticias del desastre de las Termopilas, y se congregó en las aguas del Egeo, entre el Atica y Salamina. Atraídos hasta allí, los persas fueron derrotados po p o r co com m p leto le to.. E l inv in v iern ie rnoo p u s o fin a la tem te m p o r a d a d e g u e r ra y a la p rese re senn c ia de Jerjes en suelo griego; la temporada siguiente contempló la victoria defi nitiva de los griegos en la batalla de Platea, al suroeste de Beocia, en la cual el ejército helénico se mostró superior en la lucha a campo abierto. Política de desunión de los griegos
La historia política, en cambio, es mucho más rica. Hay un elemento bá sico que divide a los griegos en el mito de las guerras médicas que nos ha
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transmitido Heródoto: el hecho de que consideraran que la amenaza persa eliminaba todas las cuestiones relativas a sus relaciones con los demás esta dos grie griegos gos,, o por el contrario el de q ue situaran en prim er térm ino sus rela ciones con otros estados helénicos. Heródoto (7.132) da una lista de las ciu dades griegas que entregaron prendas de sumisión a los persas, y por otra pa p a r te rec re c o g e el j u r a m e n to q u e h icie ic iero ronn los d em ás g rieg ri egoo s d e d e d ica ic a r a D e l fos la décima parte de los bienes de los colaboracionistas si lograban derro tar a los los persa persas. s. Se trata de un testimo nio fascinante por cu anto el santuario de Delfos se hallaba regido por una anfictionía o grupo de comunidades ve cinas, y el relato de Heródoto da a entender que ya en la época de ese jura m ento dichas dichas comunidade s estaban dividida divididass entre las las que se unieron a la re sistencia y las acusadas de colaboracionismo o «medizantes». Quizá fuera pre p recc isa is a m e n te ese es e h e ch cho, o, es d ecir, ec ir, la p o s ibil ib ilid idad ad d e h a c e r a lar la r d e d el p o d e r ío de su victoria en medio de los colaboracionistas, el que determinara la elec ción de Delfos, aunque la victoria fuera conmemorada también en el otro gran santuario panhelénico de Olimpia. Pero también es probable que la yuxtaposición en ese punto del relato del juramento de los comprometidos y de la lista de las ciudades «medizantes» constituya de hecho un producto ine quívoco de la política de posguerra. Según la historia de Heródoto, en la primera reunión de los griegos opuestos a los persas celebrada en 481 a.C. se decidió como asunto de ur gencia poner fin a los conflictos interestatales y solicitar además ayuda a Ar gos y a Gelón de Siracusa. La extensión que dedica Heródoto (7.148-167) a esclarecer la negativa de Argos y Gelón a colaborar con los demás griegos demuestra que los observadores preferían sus propias explicaciones a cual quiera de las justificaciones oficiales. Según dice este autor, Argos y Gelón afirmaron que sólo participarían en la guerra si se les entregaba el mando (cuando menos conjunto), y tanto esta como las demás explicaciones aduci das ponen de relieve que para estas ciudades las relaciones con los demás es tados griegos eran más importantes que la resistencia a Persia. Cabría seña lar que para e nterarse de la notici noticiaa (po r lo lo demás cierta) cierta) de que Gelón tuvo que hacer frente por aquel entonces a la amenaza de los cartagineses (véase infra, p. 404), Heródoto habría tenido que viajar a Sicilia (7.165.1). El motivo del mando de las tropas no fue utilizado sólo con el fin de de ja j a r en m al lug lu g ar a A rgo rg o s y a G e lón ló n , sino si no q u e incl in cluu so los p a r tid ti d a rio ri o s d e e n t r e gárselo a los espartanos lo aprovecharían en su propio beneficio. Heródoto utiliza este motivo sobre todo en relación con Atenas: se atribuye al emisa rio ateniense el discurso en el que se niega el mando a Gelón (7.161); el pro pio pi o H e r ó d o t o afir af irm m a q u e A ten te n a s tran tr ansi sigg ió y a b a n d o n ó sus su s p rete re tenn s ion io n e s d e ostentar el mando de la flota con tal de preservar la unidad (8.3); y sitúa en Platea el altercado surgido entre atenienses y tegeatas en su pretensión de ocupar el segundo puesto en importancia, esto es, el ala izquierda (9.26-28). Es te motivo se se inscri inscribe be dentro den tro de un tem a mucho más vasto vasto que reco rre toda la obra de Heródoto, a saber, el de la magnanimidad de Atenas, Los-atenienses desafían al oráculo de Delfos (véase infra, p. 413) con su decisión'dé
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resistir a toda costa (7.140-144); evacúan su propio territorio después del de sastre de las Termopilas (8.40-41) —de hecho en el siglo iv a.C. ya exhibían el decreto que ordenaba la evacuación (Demóstenes, 19.303; cf. ML, 23, y Fornara, 55)—; y por último se niegan a entablar negociaciones con los per sas después de Salamina (Heródoto, 8.136, 140-144). Pero el relato de la intervención de Atenas muestra también otra faceta, pu p u e s su p a p e l d ista is ta m u ch choo d e s e r pa pasi sivo vo.. D ich ic h a face fa ceta ta se h alla al la c o m p e n d iad ia d a en la actuación de un solo solo hom bre, Temíst Temístocl ocles es.. E ste p ersonaje dom ina la re sistenci sistenciaa ateniense, controla eficazmente eficazmente todo lo relacionad relacionad o con la flota flota (so br b r e to d o m e d ian ia n te el e n g a ñ o ), y, des d espp u é s d e la b a tall ta llaa d e S alam al am ina, in a, H e r ó d o to (8.123-124) lo declara ganador de la elección realizada entre los generales pa p a r a d e s ign ig n a r al g rieg ri egoo q u e m ás se h a y a d e s tac ta c a d o p o r su va valo lor.. r...,., a u n q u e n o comportara ninguna recompensa. La mezcla de inteligencia e inmoralidad, de sensatez y codicia de la que hace gala Temístocles a lo largo del relato re fleja cómo las pretensiones políticas de Atenas exigían que se le atribuyera un pape l decis decisiv ivo, o, pero tam bién refleja refleja el hecho de que qu e en el de ba te político político surgido después de la guerra, que finalmente conduciría al ostracismo del pro p ro p io Tem Te m ísto ís tocl cles es (cf. (cf. GW, 25, 33-34), resultaba intolerable atribuir un pa pe p e l dec d ecis isiv ivoo a un u n ú n ico ic o p e r s o n a je d el d ram ra m a. E n H e r ó d o to ex exis iste tenn alg al g u n os in in dicios de que había otras leyendas que otorgaban a Aristides de Atenas un pa p a p e l b a s tan ta n te im p o rta rt a n te: te : se h a b la d e él co com m o d el ind in d ivid iv iduu o q u e ha hace ce s a b e r a los griegos que no tienen más remedio que pelear en Salamina (8.79-82), se po p o n e d e reli re liee v e el p ap apee l q u e d e s e m p e ñ ó p a r a a c a b a r co conn los p e rsa rs a s q u e h a bía b íann d e s e m b a rca rc a d o e n el islo is lote te d e P s ita it a lea le a (8.95 (8 .95), ), y es el g e n e ral ra l q u e diri di rigg e a los atenienses en Platea. Otros autores otorgan a Aristides una importancia incluso mayor: se produce un segundo enfrentamiento entre él y Temístocles, y se atribuye al episodio de Psitalea una importancia capital para la batalla de Salamina (Esquilo, Persas, 447-471 447-471); ); se le le hace respo res ponsa nsable ble del rechaz o de las las prop uestas ues tas de paz de los los persas a raíz raíz de Salam ina (Plutarco, Aris Ar istid tides es,, 10); forma parte de la posterior embajada a Esparta; se opone a confiar a los te geatas el ala izquierd a en la batalla bata lla de Platea, Pla tea, y es el el pe perso rsonaje naje al que cita por su nombre Alejandro de Macedonia cuando decide abandonar a los persas pa p a r a alia al iars rsee co conn los grieg gri egos os.. L os p a p e les le s a trib tr ibuu ido id o s a Tem Te m ísto ís tocl cles es y A rist ri stid idee s pro p ro c e d e n d e c ier ie r ta sino si nops psis is d e la h isto is tori riaa p o líti lí tica ca a ten te n ien ie n s e q u e p o d ría rí a m o s datar en 470 a.C. aproximadamente. La utilización con fines políticos de la resistencia frente a los persas y de la acusación de colaboracionismo es lo que configura todo el relato de He ródoto. La referencia bastante sucinta al envío de un gran ejército al valle de Tempe, en Tesalia, y a la retirada de las tropas antes de la llegada de los per sas es posible que teng a un ca rácter com pletam ente ficti fictici cioo y que respo nda a la importancia concedida a la actitud «medizante» de los tesalios (Tesalia y Tebas Tebas fuero n las las dos potencias que más directam ente afectadas se vieron por las represalias de posguerra). El propio Heródoto (7.6, 172) se esfuerza de nodad am ente en reducir esa esa importancia subrayando subrayando que los los tesal tesalios ios no ha bía b íann ten te n id o o t r a a lte lt e r n a tiv ti v a , y q u e los p rin ri n cip ci p a les le s res re s p o n s a b les le s d e su acti ac titu tudd
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ML M L , 27. L ista is ta de los part pa rtic icip ipan ante tess en la guer gu erra ra cont co ntra ra los pers pe rsaa s de 480-4 48 0-479 79 a.C., inscrita insc rita en la « C o lum lu m n a de la ser s erpi pien ente» te» de D e l fos. fo s. D ich ic h a colu co lum m n a se la llevó lle vó C onst on staa n tino tin o p ara ar a q u e a d orna or nara ra el h ip ó dromo de su nueva ciudad y todavía puede admirarse en Estambul. T e x t o 50.
Estos son los que participaron en la guerra: lacedemonios, ate nienses, corintios, tegeatas, sicionios, eginetas, magareos, epidaurios, orcomenios, fliasios, trecenios, hermioneos, tirintios, píateos, tespieos, micenios, ceeos, melios, teñios, naxios, eretrieos, calcidios, estíreos, eleos, potideatas, leucadios, anactorios, citnios, sifnios, ampraciotas y lepreatas.
fueron los miembros de la noble familia de los Alévadas (véase asimismo GW, GW , 81). Heródoto no sólo ofrece una lista de los griegos que acompañaron a los espartanos en las Termopilas (7.202), sino también de los que se que daron hasta la muerte defendiendo el paso: tespieos, espartanos y tebanos. Pero para algunas ciudades verse incluidas en la lista no era suficiente: Pau sanias (10.20.2) comenta que el pueblo de Micenas insistía en que su contin gente de o chenta chen ta hoplitas hoplitas tamb ién perm aneció en su puesto h asta el final final.. En Heródoto la presencia de los tebanos se utiliza como prueba más contraria que favorable a su ciudad: sólo en este autor se dice que, como Leónidas no les dejaba retirarse, se pasaron al enemigo y se rindieron (7.233). Más tarde se especifica que dieron sabios consejos tácticos al general persa Mardonio en Platea (9.31) y que combatieron con gran entusiasmo en el campo de ba talla (9.40, 67). La ofrenda que, según dice Heródoto (9.81), realizaron los griegos victo riosos en Delfos, y en la que se recogían los nombres de todas las ciudades que contribuyeron a la victoria, se nos ha conservado (texto 50; ML, 27; Fornara, 59). Esa lista se limita a reforzar la política de la guerra. Varias de las ciudades que, según Heródoto, participaron en el conflicto no aparecen cita das en la columna: por ejemplo, Crotón, en el sur de Italia; Pale, en la isla de Cefalenia, en el mar Jónico; o los locrios opuntios. De las dos ciudades que, según Heródoto, llegaron demasiado tarde a la batalla de Platea, Mantinea y Elide, esta última aparece citada en la inscripción, pero Mantinea no (aun que H eród oto afirma afirma que en las las Termopila Termopilass estaban presen tes tropas de esta ciudad). Ambos estados culparon —y llegarían a afirmar que castigaron— a los generales por el retraso. Siempre según Heródoto, Sérifos, Sifnos y Melos aportaron naves para luchar contra los griegos en Salamina: pues bien, Me los aparece citada en la columna desde el principio, y Sifnos fue añadida más tarde, pero Sérifos Sérifos no es mencionada. La adición po sterior de Teños, Teños, debido a la defección de una trirre m e tenia te nia que q ue se pasó a los los grie griegos, gos, es citada ya po porr Heródoto (8.82).
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Heródoto cita por su nombre, en las Termopilas y en otros momentos importantes de la guerra, a algunos personajes que se destacaron por su va lentía, pero también por su cobardía y su traición. La actuación de un indi viduo podía acarrear fama o descrédito a una ciudad, y además podía re sultar rentable a la hora de aumentar la propia influencia en la ciudad de origen. Así, por ejemplo, se nos dice que el único griego que desertó de los pe p e rsa rs a s en A rte rt e m isio is ionn fue fu e A n tid ti d o r o d e L em n o s ( H e ró d o to , 8.11). 8.1 1). E n el caso ca so de los griegos que revelaron a los persas la ruta alternativa que les permi tió rodear el desfiladero de las Termopilas, Heródoto no sólo da el nombre del individuo al que considera responsable del hecho, sino también los de otros a los que se acusaba de lo mismo. Heródoto (7.213-215) dice que el culpable fue Epialtes de Mélide, que se refugió en Anticira, donde fue ase sinado por Aténadas de Traquis, aunque por otro motivo (o lo que es lo mismo, no cabe ensalzar el patriotismo de Traquis por este hecho), pero añade que otros acusan a Onetas de Caristo y a Coridalo de Anticira. ¿Es una mera casualidad que Anticira aparezca en ambas historias, o que Ca risto encabece la lista de las islas que ayudaron a los persas (8.66), y que fuera víctima de una campaña de los griegos después de Salamina (Heró doto, 8.112, 121)? La utilización de los sucesos bélicos en la política de posguerra no se li m itaría itaría a afirmar la propia participación en el band o griego griego.. Las ciudades he lénicas se animaban unas a otras a despreciar a las comunidades que no ha bía b íann ten te n id o u n a ac titu ti tu d d e m a s iad ia d o g alla al lard rda. a. H e r ó d o t o s eñ eñal alaa , p o r e jem je m p lo (9.78), la bárbara propuesta realizada después de la batalla de Platea por el egineta Lampón, quien, recordando que Jerjes había mandado decapitar a Leónidas y había hecho clavar clavar su su cabeza en un palo después de ser d erro ta do en las las Termopilas Termopilas,, aconsejó al general esp artano Pausan ias que hiciera lo pr p r o p io co conn los p e rsa rs a s caíd ca ídoo s en el c a m p o d e b ata at a lla ll a . Y a c o n tin ti n u a c ión ió n dice di ce que fueron los eginetas quienes se aprovecharon del comportamiento des honesto de los ilotas espartanos a quienes se había ordenado reunir el gran bo b o tín tí n q u e h a b ía c aíd aí d o e n m a n o s d e los lo s grie gr iegg o s e n la b a tall ta llaa d e P late la teaa , afir af ir mando de forma absolutamente injusta que ahí residía el origen de las im po p o r ta n te s fo r tun tu n a s d e los d e E g ina. in a. En el esfuerzo bélico contra Persia participaron suficientes ciudades he lénicas para asegurar el éxito, pero la unidad de los griegos es en buena me dida un simple mito. Aparte de Atenas y de la Liga del Peloponeso, el nú mero de ciudades de la Grecia continental que participaron en la lucha en el ba b a n d o g rieg ri egoo fue fu e b a s tan ta n te p e q u e ñ o , y la c o m b ina in a c ión ió n d e sus su s fuer fu erza zass p rá c ti ti camente insignificante. Lo que revela el relato de la guerra que hace Heró doto es lo lo pequ eñas y provisionales que fuero n las las concesiones concesiones realizadas realizadas po r lo que respecta a las rivalidades de las ciudades griegas. Incluso los estados que lucharon en el mismo band o no tard aron en acusarse acusarse unos a otros otros de ha be b e r in te n ta d o d e s e rta rt a r, o e n lan la n z a r d u d a s re s p e c to a los m o tivo tiv o s q u e im p u l saron a los demás a tomar parte en el conflicto: cuando Heródoto afirma (8.30) que sólo fue el odio a Tesalia lo que llevó a Fócide a abrazar la causa
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de los griegos —es decir, a no «medizar»—, y que si los tesalios se hubieran alineado con los griegos, los focenses habrían «medizado», seguramente está reflejando un tipo de argumento muy difundido. Lejos de reforzar la unidad de los griegos, la guerra sólo proporcionó a las distintas ciudades nuevos ar gumentos para descalificar a sus vecinas. Consecuencias de la victoria griega
Ni N i la d e term te rm ina in a c ió n d e luch lu char ar u n ido id o s c o n tra tr a los p e rsa rs a s ni la d ecis ec isió iónn d e abrazar el bando de estos últimos tuvieron unas repercusiones duraderas en las relaciones existentes entre las ciudades griegas. Las medidas adoptadas con tra los estados que habían «medizado» fueron limitadas limitadas,, como tam bién lo fueron las ventajas obtenidas por los que se mantuvieron leales. Pese a la lealtad a la causa demostrada por Micenas, parece que fue muy poco lo que hicieron sus aliados en la guerra para evitar que Argos se apoderara de ella hacia 470 (Diodoro, 11.65). Los méritos adquiridos por una ciudad en la gue rra influirían en su futuro tanto como los argumentos que dichos méritos le pe p e r m itie it iera ra n esg es g rim ir. ir . C inc in c u e n ta añ añoo s d esp es p u és, és , d u r a n te la g u e r r a d el P elo el o p o neso, Esparta no dudaría en aliarse con los tebanos —partidarios de los per sas durante las guerras médicas, quienes justificaban su actitud diciendo que sólo habían sido unos pocos ciudadan ciudadanos os los que h abían tom ado la decisión decisión de apoyar a Persia—, y en destruir Platea, so pretexto de que sus habitantes no habían hecho nada por ayudar a Esparta durante el anterior conflicto (Tucídides, 3.52-68). ¿De qué se salvaron, por tanto, los griegos al poner freno a la invasión pe p e r s a ? P u es s en encc illa il lam m e n te d e q u e u n o s terc te rcee ros ro s im p u s iera ie rann u n fina fi nall a las r i validades entre las ciudades. La libertad que consiguieron fue la de seguir in terfirien do en la liberta libertadd de sus veci vecinos. nos. Las ciudad ciudades es griegas griegas de Jonia ha bían mantenido cierto grado de autonomía en sus asuntos internos e incluso en el terreno de sus fuerzas armadas y de su flota, pero cabía esperar que se fija ran unos límites muy estrictos a la capacidad que pudiera tener una determi nadaa ciudad de ataca r a otra. nad otra. Se salvaron salvaron tam bién de que se impusiera imp usiera el el p re dominio de un determinado grupo político durante demasiado tiempo. Incluso después de que concluyera la rebelión de Jonia, que, al parecer, fa voreció el establecimiento de regímenes populares, es indudable que los griegos creyeron que los persas entregarían el poder a los que no habían du dado en congraciarse con ellos. Los tebanos, que se pusieron del lado de los griegos en las Termopilas, estaban al mando de un individuo que era próxeno de Esparta en su ciudad, y es probable que el pretexto esgrimido poste riorm ente po porr los los tebanos, tebanos, en el sentido de que la política política prope rsa de su co munidad se debió a la intervención de un grupo reducido de ciudadanos, tuviera algo de verdad. Com paradas con las las posibles posibles obligaciones obligaciones impuestas en el terreno político, las cargas económicas que amenazaban a los griegos eran ridiculas. Es indudable que Persia debió de imponer un tributo, aunque en Jonia su cuantía debió de ser lo bastante insignificante como para que al-
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gunas ciudades pudieran pagar tributos a Persia y a Atenas a la vez durante la segunda mitad del siglo v a.C. (cf. Tucídides, 8.5). La d errota erro ta de los los persas no produ jo la vuelta al al statu quo. Aunque desde el punto pun to de vista estratégico y táctico táctico los triunfos triunfos militares cosechado s po r los los griego griegoss fueron en u na m edida bastante poco co nsoladora fruto de la fortuna fortuna y no de su buen juicio, la resistencia a la invasión persa tuvo unas repercu siones militares durade ras. Y ello se deb debió ió a que fortale ció la seguridad segu ridad de las las fuerzas terrestres y de la flota helénicas. ¿Es mera casualidad que encontre mos a los tegeatas luchando al lado de los argivos contra los espartanos a los po p o co coss añ o s d e la co conc nclu lusi sióó n d e las g u e r ras ra s m éd édic icaa s? (H e r ó d o to , 9.35). 9.3 5). S eg egúú n se decía, habían sido ellos los que habían precipitado la intervención de las tropas tropa s griegas griegas en la batalla de Platea (Heród (H eród oto, 9.61), 9.61), los los terceros en sufrir sufrir un mayor número de bajas (¡en total dieciséis hombres!; cf. Heródoto, 9.70.5), y unos de los que más se habían destacado en la persecución de los pe p e rsas rs as e n su h u ida id a (9.70.3; (9.70 .3; v éas éa s e asim as imis ism m o GW, 24-25). Desde luego no tiene nad a de casual el hecho de que qu e a partir p artir de las guerras médicas los los atenienses alcanzaran en el terreno naval una supremacía de la que no habían podido ja c tars ta rs e h a s ta en ento tonn ces. ce s. La resistencia frente a los persas no fue desde luego tan gloriosa como los griegos harían ver más tarde, pero supuso a todas luces una experiencia aleccionadora. La extremada ductilidad de un determinado acontecimiento, demostrada por las diversas versiones, a veces contradictorias, del mismo que ofrecen los relatos d e la guerra, fue a todas luces uno de los moti mo tivos vos que qu e im pu p u lsa ls a ro n a H e r ó d o t o a e m p r e n d e r sus su s inv in v esti es tigg acio ac ionn es, es , « p a r a e v ita it a r qu que, e, co conn el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido», como dice en el proe mio de su obra. Pero hubo una ciudad que extrajo una lección más siniestra de esa misma ob servación, según la cual cual la la historia y los los argum entos que ésta pro p ro p o r c io n a e s tán tá n e n m a n o s d e los v en ence cedd o res. re s. L a a c titu ti tudd d e A ten te n a s , d e c idi id i da a continuar la guerra a toda costa, indica a todas luces que los atenienses habían aprendido de las guerras médicas una lección muy importante, a sa ber: be r: q u e u n a cau ca u sa c ap apaa z d e e jer je r c e r u n a p res re s ión ió n m o ral ra l s o b re las ciu ci u d ad ades es griegas podía ser utilizada para someter a esas mismas ciudades en nombre de la libertad. Griegos Griegos y fenicios en Occidente Occidente
Si las las guerras médicas m odificaron odificaron fu nd ndam am entalm ente la historia historia política política de la Grecia propiamente dicha (véase infra , p. 411), la guerra que se desa rrolló por esa misma época contra Cartago en Sicilia se sitúa en los comien zos mismos de la historia historia política política de esa pa rte del mun do griego. griego. Según una tradición que se rem on ta al sigl sigloo v a.C. a.C.,, hacia 580 580 a.C. a.C. tuvo lugar un a batalla eñtre griegos, elimeos y cartagineses debido a los intentos por parte de los pri p rim m e ros ro s d e e s tab ta b lec le c e rse rs e en Lilib Li libeo eo,, e n el e x tre tr e m o o c cid ci d e n tal ta l d e la isla isl a ( D io doro, 5.9; FGH, 555 F 1), 1), pero n uestro conocimiento en torno torn o a los los acontecíacontecí-
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mientos políticos de Sicilia antes de 500 a.C. es extremadamente fragmenta rio, y sólo mejora un poco cuando Heródoto nos cuenta lo que, a su juicio, deberíamos saber para entender la petición de ayuda a Gelón por parte de los griegos y la negativa de éste a colaborar con ellos en la guerra contra los pe p e r s a s (7.153-1 (7.15 3-167, 67, y v éase éa se GW, 48-51). Heródoto explica cómo llegó Gelón a hacerse con el poder: a través de los grandes éxitos cosechados como gene ral durante las campañas mediante las cuales su hermano Hipócrates, tirano de Gela, se hizo con el dominio de casi toda la parte oriental de Sicilia; a la muerte de Hipócrates, Gelón aprovechó una sublevación popular contra los hijos de su hermano para hacerse con el poder en Gela; y posteriormente se alió con la nobleza siracusana contra el pueblo, estableciendo así su dominio también sobre Siracusa. Los tiranos tiranos de Sicil Sicilia ia aparecen retratad os en la tradición tradición de un m odo bas b as tante estereotipado (cf. GW, 51-53), pero esta anécdota sobre Gelón revela dos rasgos especiales de la historia de Sicilia. Uno es el predominio del en conado conflict conflictoo en tre ricos ricos y pobres, que a m enud o se m anifestaba en luchas luchas armadas. El o tro es la capacidad capacidad de los los ejércitos ejércitos de las ciudades m ás pod ero sas de desplegarse por comarcas enteras de la isla, arrasándolo todo a su paso pa so.. L a p o b lac la c ión ió n se v eía eí a d esa es a rra rr a iga ig a d a , las ciu ci u d a d e s q u e d a b a n a b o c a d a s a la emigración, emigración, y determ inados inado s tiranos se enco ntrab an con inmensas riquezas en sus sus manos. manos. Incluso en la década que va desde la tom a del pod er po r parte de Gelón (tradicionalmente en 491 a.C. en Gela y en 485 a.C. en Siracusa) a la ba b a tall ta llaa d e H ím e ra, ra , q u e s u p u e s tam ta m e n te tuv tu v o lug lu g ar el m ism is m o d ía q u e la d e S a lamina, las ciudades de Camarina, Eubea de Sicilia y Mégara Hiblea (véase supra, p. 283) fueron borradas del mapa; los habitantes de Camarina fueron trasladados en masa a Siracusa, y en las otras dos ciudades la nobleza fue de po p o r t a d a a S irac ir acuu sa y el res re s to d e la p o b laci la cióó n fu e ro n v e n d ido id o s co com m o escl es clav avos os (Heródoto, 7.156). Estos grandes gestos de osadía tienen que ver con los acontecimientos de la Grecia propiamente dicha lo mismo que las grandes molduras arquitectónicas y los abigarrados colores de los templos sicilianos tienen que ver v er con los los delicados delicados detalles detalles propios d e los temp templos los de la m etró etró po p o li (vé (v é ase as e supra, pp. 315-316 y figura 74). Constituyen un recordatorio de que la ciudad-estado no era ni mucho menos un fenómeno aislado, y de que las condiciones distintas reinantes en Sicilia —territorios en general grandes, fértiles, y con un grado de humedad suficiente, existencia de una población nativa no griega, griega, y acceso acceso al universo universo púnico del M editerrá neo occidental— occidental— crearon unas condiciones de vida muy diferentes en la esfera política, eco nómica y social. La toma del poder en Gela por parte de Gelón vino seguida a los pocos años por la de Terón en Acragante. Rápidamente los dos tiranos establecie ron lazos de parentesco: G elón se casó con la hija hija de Terón, Terón, D am areta, y Te rón con la sobrina de Gelón. Terón acariciaba ambiciones sobre la parte oc cidental de Sicilia, del mismo modo que Gelón las acariciaba sobre la parte oriental, orienta l, y aun aunqu quee el cumplimien cum plimiento to de sus deseos haría h aría de Terón un rival rival muy peli pe ligg roso ro so,, sus am b icio ic ionn es s u p o n d r ían ía n n e c e s a ria ri a m e n te e n t r a r e n co conf nflic licto to co conn
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los los cartagi cartagineses, neses, m ientras que G elón p robablem rob ablem ente cho cara ya con ellos ellos du rante los primeros años de su reinado. Independientemente del papel que dese m peñ ara en el establecimiento de las ali alianzas anzas entre G elón y Terón la ne ne cesidad cesidad de fo rm ar un fr ente u nido co ntra los cartagi cartagineses, neses, lo lo cierto es que esa alianza dejó sus huellas más duraderas al tener que hacer frente a la ofensi va púnica. La guerra contra los cartagineses fue provocada por el ataque de Terón a Hímera. El tirano de esta ciudad llamó en su ayuda a su yerno, Anaxilao de Regio, que se hab había ía enfren tado ya a los los tiranos tiranos de G ela po r el dominio de Zancle, y los dos juntos pidieron ayuda a los cartagineses. Estos invadieron la isla al mando de Amílcar con un gran ejército, aunque la cifra que da He ródoto de 300.000 hombres (7.165) es tan desproporcionada como la que atribuye a los persas. Amílcar reclamó la colaboración de Selinunte, que se había visto visto obligada a aliarse aliarse con él él por tem or a A cragante, m ientras que Te rón pidió ayuda a Gelón. Éste pilló desprevenidos a los cartagineses y cose chó una en orm e victoria victoria —se dice dice que quem ó el noven ta p or ciento de la flo flo ta púnica mientras estaba varada; cf. Diodoro, 11.21-22—, y obligó al adversario a p edir la paz. paz. Las fuentes fuentes antiguas no están de acuerdo acue rdo a la la hora hor a de afirm ar si si se debió o no a una mera coincidencia el hecho de que la guerra contra los cartagine ses ses en O ccidente ccidente se prod ujera precisamente precisamente en el mismo mismo m om ento que la in in vasión persa de la Grecia continental. En opinión de Aristóteles se trataba del paradigm a de la coincidencia coincidencia ( Poética, 1459a25), pero Éforo, historiador del siglo IV a.C., afirmaba que se debió a un acuerdo entre persas y cartagi neses (cf. Diodoro, 11.1.4). Heródoto, que no establece ningún vínculo cau sal entre ambos acontecimientos, aduce testimonios de que los persas tenían ciertos intereses en el Mediterráneo occidental (3.136), y en último término pa p a r e c e b a s ta n te p o c o p ro b a b le q u e los cart ca rtaa g ines in esee s n o estu es tuvv iera ie rann al c o r rie ri e n te de lo que estaba ocurriendo en el extremo oriental del Mediterráneo cuan do decidieron apoyar a Hímera. Se dice que Corinto y Corcira habían inter venido poco antes en la guerra entre Hipócrates y Siracusa convenciendo a uno y otro bando de que llegaran a un armisticio (Heródoto, 7.154), y tan lógico es suponer que los griegos de Occidente intentaran atraerse el favor de sus congéneres de la metrópoli como pensar que éstos pidieran ayuda a Sicilia. La consecución consecución de la victoria victoria de H ímera íme ra al mismo tiempo q ue los persas persas eran expulsados de la Grecia continental permitió a Gelón y a los sicilianos pr p r e s e n ta r su acci ac ción ón co com m o un triu tr iu n fo en d efe ef e n s a d e la lib li b e rta rt a d e x p o n ien ie n d o los despojos obtenidos en el santuario de Delfos (Simónides, fr. 106; ML, 28; Fornara, 54). En 470 a.C., en el epinicio dedicado a la victoria en la carrera de carros obtenida en los los Juegos Píti Píticos cos por Hierón, h erman o m enor de G e lón, Píndaro compara las victorias obtenidas por los sicilianos en Hímera y en una batalla naval contra los etruscos acontecida en 475 a.C. con las de Sa lamina y Platea (texto 51; Píndaro, Pítica, 1.75-80). Por otra parte, la versión de Heródoto viene a restar importancia a ese paralelismo, probablemente
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Pindaro, «Píticas», 1.71-80. El poeta sitúa la victoria de los D in o m é n id a s e n H ím e r a a l n iv e l d e las la s h a z a ñ a s d e los lo s a ten te n ien ie n s e s e n S a lamina y de los espartanos en Platea. Tex t o
¡Otorga, te suplico, Crónida, que en pacífico hogar se contenga el fenicio y de los tirsenos el grito de guerra, ya que han visto el orgullo gimiendo en sus naves delante de Cumas! Cuáles dolores sufrieron domeñados por el Señor de Siracusa, que de las naves de rumbos veloces al mar les les arrojó su juventud , a Hélade librando de esclavitud gravosa. Ganar quiero en recom pensa, jun jun to a Salamina, Salamina, el favor de los Atenienses, y en Esparta recuerdo las luchas al pie del Citerón, en las que fueron batidos los Medos, los de curvos arcos, y cabe la ribera de buen agua del Hímera acabar deseo mi himno a los hijos de Dinómenes, que por su valor lo merecieron, vencidos ya los enemigos.
con razón. Las circunstancias reinantes en Sicilia y en la Grecia propiamen te dicha eran completamente distintas: en esta última, pese a las historias que se cuentan de A rgos (H eród oto, 7.15 7.152) 2),, es es dudoso que ninguna ning una ciudad se sin sin tiera lo bastante amenazada por otra como para pensar que el dominio de Persia Pe rsia aliviara su angustia; en Sicil Sicilia ia,, en cambio, cam bio, la ciudad de H ím era se veía enfren tada a un ardu o dilema: o se incorp incorporab orabaa el «imperio» «imperio» de Terón, Terón, a ries ries go de ser totalmente destruida por él, u obtenía ayuda fuera del mundo griego. Mientras que en la Grecia propiamente dicha los persas y cualquier otro pueblo bárbaro eran unos visitantes relativamente raros, los griegos de Sicilia convivían con la población sícula nativa y con los fenicios, que tenían algunas ciudades diseminadas por la parte occidental de la isla. El imperio cartaginés era com pletam ente distinto distinto del persa, y a la hora de juzgarlo sería más lógico atender a las buenas oportunidades de prosperidad económica que ofrecía en el marco de una vigorosa red de ciudades, que apelar a una cuestión de opresión políti política. ca. El v erdadero erda dero paralelismo paralelismo d e las las actividades actividades de Gelón y Terón contra los cartagineses estaba todavía por venir, y correspon dería a las las activida actividades des de A tenas tena s contra c ontra los persas persas.. Respondía a los intereses de Gelón y de los demás tiranos de Sicilia, del mismo modo que le interesaba a Atenas, presentar sus victorias en términos de liberación. Análogamente, respondía también a sus intereses buscar el triunfo en los Juegos Olímpicos y Píticos y presentarse así como auténticos equivalentes de la aristocracia de la Grecia propiamente dicha. Esta estrate-
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E l Auriga de Delfos: fragmento de un grupo escultórico de bronce que
representaba un carro conducido por un auriga, erigido para conmemorar la victoria d e P o l i za z a l o d e G e l a e n l o s J u e g o s P í ti t i co c o s d e D e l fo fo s p o c o d e s p u é s d e l a s g u e r r a s m é dicas.
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gia nos ha dejado monumentos tanto en el terreno poético como en el escul tórico. En el ámbito de la poesía, los tiranos de Sicilia y su cultura dejaron una huella decisiva en las odas de Píndaro dedicadas a celebrar sus victorias en los juegos panhelénicos. No es sólo que Hierón, sucesor de su hermano Gelón, sea el el destinatario de dos Píticas de Píndaro, P índaro, la 1 y la 2, 2, aunq ue de d e he h e cho sólo una un a de ellas ellas celeb ra su victoria en los juegos juego s de Delfos, sino sino que ad e más debemos tener en cuenta que, si éntre los epinicios compuestos por Pín daro entre 495 y 480 aproximadamente sólo dos celebran las victorias de otros tantos sicilianos, frente a seis dedicadas a griegos de la Grecia conti nental, prob ab ablem lem ente las las odas compu estas a par tir más o m enos de 470 a.C. .C. cantan las victorias de doce individuos de Sicilia o de la Magna Grecia y úni camente siete van dedicadas a griegos de la metrópoli. El mundo de la aris tocracia competitiva, competitiva, en el que seguían inmersos los propios atenienses hacia 480 a.C., a.C., cuan do P índaro índ aro escribía sus sus odas destinadas destina das a cantar canta r las las victorias victorias de Megacles y Timodemo de Acamas, al término de las guerras médicas era un universo del que los atenienses estaban ausentes y que se hallaba dominado po p o r el n u ev evoo m u n d o grie gr iego go;; y así as í e n tre tr e 470 y 460 a.C. a.C . P índ ín d a r o e scri sc ribb iría ir ía tres tr es epinicios para la elite de Cirene (entre ellos las odas analizadas en el capítu lo 1, véase p. 21). La forma extremadamente vistosa en la que la aristocracia siciliana se pr p r e s e n ta b a a sí m ism is m a a n te el m u n d o d e la G re c ia p r o p ia m e n te d ich ic h a se ve reproducida con la misma majestuosidad en la estatua de bronce con la que su donante, otro hermano de Gelón, Polizalo, tirano de Gela, quiso celebrar su victoria en Delfos en 478 o 474 a.C., el famoso Auriga de Delfos (figura 87)). A unq 87 unque ue se ha discutido discutido si el autor de esta ob ra fue un escultor de la la G re re cia continental o un artista siciliano, se trata de una pieza perfectamente in tegrada en la historia del arte griego. La elección del momento representado —p — p o s te r io r al d e s a rro rr o llo ll o d e la c a r re r a , n o s im u ltá lt á n e o a ella el la— — , la seri se riee d a d d el po p o r t e d e l au auri rigg a y el t r a ta m ien ie n to firm fi rme, e, p e r o senc se ncill illoo al m ism is m o tie ti e m p o de los pli p lieg eguu es d e su tún tú n ica, ic a, s o n e lem le m e n tos to s q u e s itú it ú a n la o b r a al n ivel iv el d e las escu es cul l turas produ cidas en los veintici veinticinco nco primero s años d espués de las guerras mé dicas —como, por ejemplo, las del frontón oriental del templo de Zeus en Olimpia—, y no al de los koúroi del arcaísmo tardío o incluso al de las figu ras del templo de Atenea Afaya en Egina, ejecutadas entre 490 y 480 a.C. Pero Pe ro la peculiar imagen de la Sici Sicili liaa helénica, helénica, la imagen de un u n m und undoo en el que la política de las ciudades-estado funcionaba según unas normas dis tintas de las de la m adre p atria y en el que el contacto con las las tradiciones no griegas era frecuente y profundo, puede verse reflejada también en una figu ra que, si bien en muchos aspectos es análoga a la anterior, representa una tradición que nada tiene que ver con ella. En Motya, isla situada en una al bu b u fe ra de la c o s ta o ccid cc idee n tal ta l d e Sicilia Sic ilia en la cu cual al se h a b ían ía n e s tab ta b lec le c ido id o los fenicio fenicioss y que fue conqu istada po r Terón a raíz raíz de la la batalla de H ímera ím era (P au sanias, 5.25.5), se ha encontrado la estatua de mármol de un joven, pertene ciente más o menos a la misma época que el Auriga de Delfos (figura 88). Esta obra ha suscitado una controversia bastante grande en el ámbito de la
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E f e b o d e M o t y a . E s t a t u a e n i g m á t ic ic a , p r o b a b l e m e n t e d e u n a u r ig ig a o d e un servidor de algún culto religioso.
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historia historia del arte. arte. Algunos A lgunos estudiosos han interp retad o la figura figura de este joven vestido como otro auriga, aunque totalmente distinto del de Delfos. La dife rencia más sorprendente reside en el ropaje; en vez de una sola túnica que cae pesadamente formando pliegues profundos y simétricos sin ceñirse al cuerpo, esta esta otra estatua pres enta varias túnicas túnicas superpue stas de tela fina fina cu yos pliegues no caen, sino que se adhieren a la silueta del joven, producien do un efecto sum am ente táctil táctil y sensual. sensual. ¿C ómo óm o explicar la la comb inación inación de esta túnica y una cabeza que casi podríamos decir que procede del frontón occidental del templo de Zeus en Olimpia? Algunos han intentado explicar la apelando al motivo representado, que no sería un auriga, sino un sacerdo te o rey cartaginés; otros prefieren fijarse en sus orígenes y consideran la es tatua en su conjunto fruto de un ambiente en el que las influencias griegas y fenicias se mezclarían de un modo totalmente libre y fructífero. Teniendo en cuenta que la escultura en mármol es muy rara en la Sicilia del siglo v y que el contexto en el que fue fue encon en con trada esta ob ra prácticam ente no sirv sirvee de ayu da, la la estatua se ve condenad cond enad a a seguir siendo siendo un misteri misterio. o. E ste cu erpo grie go vestido con unos rop ajes totalm ente ajenos a la tradición tradición helénica viene a resumir claramente lo que era la Sicilia griega. Las dos obras, el Auriga de Delfos y el Efebo de Motya, muestran las dos caras de los los grieg griegos os de O ccidente. ccidente. U na de esas caras caras afirmaba que forma fo rmaban ban pa p a r te d el m ism is m o m u n d o q u e las ciu ci u d a d e s d e la G rec re c ia c o n tin ti n e n tal ta l y q u e c o m pa p a r tía tí a n sus su s va valo lore res. s. L a o tra tr a p e r ten te n e c e a un m u n d o en el q u e los grie gr iegg o s co n s tituían únicamente un grupo entre otros muchos, que rivalizaban y colabora ba b a n a lte lt e r n a tiv ti v a m e n te u n o s co conn o tro tr o s sin te n e r d e m a s iad ia d o en c u e n ta los orígenes étnicos. étnicos. La historia de las ciudades ciudad es de Sicili Siciliaa po pone ne de m anifiesto una y otra vez las tensiones existentes entre estas dos facetas, mientras que los griegos de la Grecia continental, tanto en sus acciones como en sus escritos acerca de Sicilia, dan por supuesto que es la faceta del Auriga de Delfos la que quisieron q uisieron ver, ver, aun que sólo sólo fuera p ara d escubrir que en Sicil Sicilia ia lo conoci do se vuelve inesperadamente desconocido, y que las normas vigentes en la isla eran distintas de las suyas. La importancia de los acontecimientos de 4800 a.C 48 a.C.. en este dram a en pleno desarrollo radica en el hecho de qu e sólo en tendiendo las diferencias existentes entre lo que sucedía en Grecia y lo que sucedía en Sici Sicili liaa podem os ente e ntend nd er las historias historias con trapuestas de una u na y otra región. Al rechazar a los persas, los griegos de la metrópoli estaban recha zando las culturas de Oriente: la Grecia clásica se vio culturalmente aislada como no lo estuvo nunca la Grecia arcaica. Pero la derrota de los cartagine ses en Hímera no supuso para los griegos de Occidente un divorcio análogo de sus vecinos: los cartagineses mantuvieron su presencia en Sicilia y, a dife rencia de los persas, no tardarían en mostrar de nuevo su poderío militar en la zona. Mientras tanto, los contactos con ese mundo tendrían grandes ven tajas comercial comerciales. es. La d errota err ota de los cartagineses fue sólo uno de los múltiples múltiples enfrentamientos militares que se produjeron entre griegos y no griegos: en 475 a.C. Hierón infligiría una derrota naval a los etruscos frente a las costas de Cumas (ML, 29; Fornara, 64; Diodoro, 11.51, y cf. texto 51), y entre 450
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y 440 los griegos de Sicilia se vieron obligados a sofocar la sublevación de la po p o b lac la c ión ió n sícu sí cula la na nati tivv a. E l m u n d o d e la Sicili Si ciliaa g rieg ri egaa e n ép o c a clás cl ásic icaa n o fue fu e en muchos aspectos aspectos más que una repetición repetición en grande del mu ndo de la épo ca arcaica. Cosa que no podemos decir del mundo de la Grecia continental.
EPÍLOGO La contienda contra los persas no concluyó en 479 a.C. Durante una dé cada y media más los griegos siguieron en pie de guerra para liberar del do minio medo a las ciudades griegas de Tracia y Jonia. Incluso tras la victoria de la batalla naval de Eurimedonte, en el golfo de Antalya, en la que la flo ta persa fue definitivamente derrotada, la lucha contra Persia prosiguió con una expedición a Egipto y con la intervención en Chipre. Pero la continua ción de la guerra ya no pretendería ser una actividad surgida de un frente griego unido. Sería una empresa ateniense apoyada por las ciudades griegas del Egeo y sus alrededores, al principio voluntariamente y en su propio be neficio y más tarde porque no les quedaría más remedio. Todos los estudios modernos de las guerras médicas concluyen en 479 a.C. porque esa es la fecha en la que las hace acabar Heródoto. En opinión de muchos, los los motivos motivos de H eródo eró do to p ara p on er fin fin a las las guerras médicas en esa fecha nada tienen que ver con Persia o con la guerra, sino con la política. Los atenienses se apropiaron indebidamente de la causa de la libertad de Grecia y cualquier exposición de los acontecimientos posteriores al año 479 a.C. implicaría tomar partido en un asunto que en la época en la que Heró doto escribió su obra seguía teniendo unos fuertes tintes políticos (cf. Tucídides, 3.10.3; 6.76.3). Es posible que, al contar la historia de los acontecimien tos de Grecia an teriores a 479 479 a.C. a.C. He ród oto abrigara esperanz as razonables, razonables, aunque aun que vanas, vanas, de m anten er los hechos del pasado libres de la contaminación de la política; respecto a los acontecimientos posteriores a 479 a.C. no podía hacerse tantas ilusiones. Sólo un observador criado en Atenas, como Tucídides, habría estado tan acostumbrado a la versión ateniense como para pasar po p o r a lto lt o las c o n n o tac ta c ion io n e s p o líti lí tica cass ten te n d e n c ios io s a s q u e tení te nía. a. Lo cierto, no obstante, obs tante, es que la historia cambió en 479 a.C a.C.. Y cambió camb ió no sólo porque no volvería a haber otro Heródoto y porque la escritura de la historia se vería dom inada po r el ejemplo ejem plo de d e Tucídides Tucídides y su exposición de los los hechos históricos contemporáneos, sino también porque a partir de 479 a.C. la tradición perd ió su inocencia inocencia y se se convirtió convirtió en objeto d e experimen tación externa. El imperio ateniense y su democracia serían los responsables pri mordiales de estas dos innovaciones: el imperio traería consigo la generali zación zación por p or vez primera en u na ciudad griega de la costumbre de archivar los los documentos públicos con carácter permanente y de su inscripción en piedra,
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y la la dem ocrac ia haría qu e los de ba tes políticos políticos y forenses se desa rrollaran de forma que dieran paso al discurso escrito. Las observaciones personales de Tucídides y la existencia de testimonios contemporáneos de lo que la gente pu p u d i e r a d e c ir o d e c id i r , y d e los lo s a r g u m e n t o s e m p le a d o s , h a c e n q u e a p a r t i r de 479 a.C. la historiografía se convierta en algo muy distinto.
Son muchas las vías que nos permiten explorar este cambio introducido en la historia de Grecia, pero quizá la más reveladora sea la historia del oráculo de Delfos. La historia de la Grecia arcaica, tanto la que escribió He rodoto como la que nos han transmitido otros autores posteriores, está pla gada de oráculos, como si ninguna empresa pública estuviera completa sin ellos. Las relaciones históricas de la Grecia clásica aluden a los oráculos con ba b a s tan ta n te p o c a frec fr ecuu e n c ia. ia . Y n o es sólo só lo cu cuee s tió ti ó n de dell « raci ra cioo n alis al ism m o » d e Tucí Tu cí dides dides,, pues las las profecías profecías no abu abund ndan an m ucho más en las obras d e Jeno fonte o en los discursos de Demóstenes. En el siglo n d.C. Plutarco centra dos de sus diálogos en los siguientes temas: «¿Po r qué los vaticinios vaticinios no se dan ya en ver so?» y «El abandono de los oráculos». Entender por qué decayeron los oráculos significa entender un elemento muy importante de la historia de la Grecia arcaica. La vida política de la Grecia arcaica, con su nobleza dividida en faccio nes y sus tiranos por un lado, y por otro con sus masas de gente sencilla pri vadas de derechos, pero fundamentales desde el punto de vista militar y po tencialmente levantiscas, creó las condiciones necesarias para que el oráculo constituyera algo deseable. Deseable para obtener el respaldo de la autori dad divina divina;; y más deseable aún p ara pod p od er con tar que las las acciones acciones pretéritas de un individuo o una colectividad habían sido vaticinadas, fomentadas, o in cluso inventadas por el dios. Esos individuos y colectividades que contaban mitos para justificar sus posturas políticas o para justificar sus ataques a las po p o s tura tu rass p o líti lí tica cass d e sus su s ad advv e rsa rs a rio ri o s u tili ti lizz a b an de la m ism is m a m a n e r a lo q u e el oráculo pudiera haber dicho en el pasado. La vida política del mundo clásico, o al menos la vida política del mundo clásico sobre la que mejor informados estamos, sería muy distinta. Nuestro conocimiento de la Grecia clásica se ve dominado por Atenas, y lo cierto es que la democracia ateniense dejaba poco espacio a las consultas oraculares sobre otros asuntos distintos de los puramente religiosos. Se trataba menos de una cuestión de gusto que de necesidad política: la democracia se basaba en la seguridad seguridad de que q ue la mejor m anera de alcanzar la la respues ta correcta era discutirla en una asamblea del pueblo y cumplir la decisión adoptada por la mayoría asistente. La posterior consulta de un oráculo habría supuesto que dicha decisión decisión era hasta cierto p un unto to provisional provisional y dejaba abierta la posibil posibili i dad de que el oráculo modificara la decisión democrática. Pero si las deci siones siones democrática democráticass podían ser declaradas declaradas erróneas po r una autoridad supe rior, ¿cómo podía mantenerse la confianza en la toma de decisiones de carácter democrático? Es indudable que algunos atenienses buscaron la guía y el respaldo de los oráculos a sus opiniones, tanto en cuestiones privadas como en asuntos de estado estado —recurriendo a menu do a fuentes fuentes oraculares oraculares más
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fáciles y menos caras de consultar que el santuario de Apolo délfico—, pero el estado ateniense limitó sus consultas a los asuntos de carácter religioso, y siempre lo hizo antes, no después de tomar una decisión pública (cf., p. ej., ML, 73, y Fornara, 140). Sin embargo, el oráculo de Delfos pasó a ocupar un lugar marginal en la historia de Grecia a partir de 479 a.C no ya debido a la democracia atenien se, sino porque los acontecimientos empezaron a convertirse en historia an tes de convertirse conve rtirse en tradición. tradición. Es E s eviden te que Tucídides Tucídides se ba basab sab a en lo que otros le contaban, y que su historia es sensible a las distorsiones personales de sus informadores, informadores, per o los los acontecimientos de la gue guerra rra del P eloponeso se convirtieron para este auto r en datos antes de que las ciudades tuvieran tiem po p o d e m a n ipu ip u larl la rloo s y a d a p tarl ta rloo s a sus p ro p ios io s inte in tere rese ses. s. P o r el co conn tra tr a rio ri o , el oráculo de Delfos, precisamente por encontrarse al margen del poder direc to de cua lquier ciudad en particular, particular, constituía un instrum ento ideal a través través del cual la tradición oral podía reflexionar sobre el pasado de una determi nadaa ciudad. Citar una profecía de D elfos confería un carácter de necesarienad dad ineludible a los acontecimientos descritos, elevándolos por encima de la mera disqui disquisi sici ción ón en to rno al posible posible papel desem peñado po r determinados individuos individuos en los los sucesos sucesos del pasado. pasado. Los espartan os es taban educados en un régimen de obediencia, pero la forma m ás eficaz eficaz de suprimir entre ello elloss cual quier posible idea revolucionaria habría sido afirmar que las leyes con arre glo a las cuales funcionaba la Esparta clásica contaban con el imprimatur de d e Delfos, y no pretender que eran simplemente fruto de las brillantes ideas de un tal Licurgo. La m ejor mue stra de la utiliz utilizaci ación ón del oráculo nos la la proporciona propo rciona una de las tradiciones más curiosas en torno a las consultas realizadas en Delfos, a saber, la que cuenta la pregunta que formularon los atenienses antes de que se desencadenaran las guerras médicas (Heródoto, 7.139-145.1). Según la le yenda, cuando los emisarios atenienses enviados a Delfos a consultar el oráculo entraron en el templo, la Pitia les dictó inmediatamente un largo va ticinio —de doce hexámetros de longitud—, según el cual su suerte estaba echada y debían huir de los persa persas. s. Sem ejante respu esta llenó de ho rror a los los consultantes atenienses, pero siguiendo los consejos de un ciudadano delfio cogieron unos ram os de olivo olivo y en entraro traro n o tra vez en el templo, templo, en calidad de suplicant suplicantes, es, para plan tear u na nueva n ueva pre gun ta al orácul oráculo. o. La profetisa les les dic tó entonces otra d ocena de hexám etros en los los que les les decía decía que no aguarda ran a los persas, sino que confiaran en el «muro de madera», llamando de pas p asoo «d «div ivin ina» a» a S alam al am ina. in a. C u a n d o los em isa is a rio ri o s in fo rm a r o n d el o rác rá c u lo al pu p u eb eblo lo,, se susc su scit itóó u n d e b a te en t o rn o al sign si gnifi ifica cado do d el « m u ro de m ad ader era» a»;; según algunos era una alusión a la antigua empalizada que protegía la Acró polis po lis,, p e r o T emís em ísto tocl cles es co conn v e n ció ci ó a la m a y o ría rí a de q u e el dio di o s se re fer fe r ía a las naves. Una minoría de atenienses siguieron aferrados a la otra interpreta ción, y ni siquiera dudaron de ella cuando corrió el rumor de que la serpien te sagrada de Atenea había abandonado la Acrópolis; de hecho, cuando los per p erss as e n tra tr a r o n en la ciu ci u d ad ad,, los e n c o n tra tr a ro n en el tem te m p lo d e A te n e a P olia ol iass
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(Heródoto, 8.41, 51). Los oráculos constituían un instrumento sumamente per p ersu suas asiv ivo, o, p e r o n o s iem ie m p re log lo g rab ra b a n co n v e n cer ce r a tod to d o el m un undo do.. H eró do to introduce la historia historia de la consulta del oráculo p or parte pa rte de los atenienses justo cuando acaba de emitir uno de los raros veredictos de auto ridad que se permite y afirmar que, de no ser por Atenas, los griegos no ha brí b ríaa n p o d id o res re s isti is tirr la inv in v asió as iónn d e los p ersa er sas. s. Y, a m o d o d e tran tr anss ició ic iónn , dice di ce que ni siquiera los terribles oráculos que les llegaron procedentes de Delfos pe p e r s u a d iero ie ro n a los a ten te n ien ie n s e s de a b a n d o n a r G reci re cia. a. E s ta intr in troo d u c c ión ió n p o n e de manifiesto el valor que tenía esa historia para los atenienses: por un lado venía a resaltar la tenacidad con la que se opusieron a Persia, y al mismo tiempo eliminaba la posibilidad de que otros griegos disculparan su compor tamiento apelando a las profecías de Delfos. Más aún, al hacer responder al oráculo antes de que se le formule la pregunta (cf. la historia sobre la funda ción de Cirene, p. 27), no sólo se intensifica el dramatismo de la narración, que p erm ite subray ar la insólit insólitaa im portancia de los acontecimientos, acontecimientos, sino sino que además se impide especificar qué fue lo que los atenienses iban a preguntar. Uno de los rasgos más curiosos de esta consulta es el hecho de que sur giera un tradición tan evolucionada acerca de un incidente todavía presente en la memoria viva del público de Heródoto. A este respecto debemos hacer dos imp ortantes puntualizaciones. puntualizaciones. La prim era sería que los los únicos atenienses atenienses que habrían sabido lo sucedido realmente en Delfos habrían sido los emba jad ja d o res re s : to d o lo q u e h a b r ía lleg ll egad adoo a o ídos íd os d e u n a c iud iu d ad ad,, h a b r ían ía n sido si do los lo s in in formes de los emisarios emisarios enviados a Delfos. Delfos. La se gund gundaa sería sería que lo que cau só imp impacto acto en Ate nas fue el deb ate público suscitado suscitado respecto a lo que debía hacerse en a quella situaci situación, ón, debate de bate que concluyó con el el convencimiento por pa p a r te d e la m a y o ría rí a d e q u e la m e jo r o p ció ci ó n e r a e v a c u a r la c iud iu d a d y co conn fia fi a r en su fuerza naval. Si en aquel debate público tuvo realmente algo que ver un oráculo que hablaba de un muro de madera y/o de Salamina, no resulta difícil descubrir por qué la anécdota fue complicándose hasta hacer del oráculo el elemento fundamental e incluir una primera respuesta de Apolo menos favorable para los atenienses. Una vez ocurridos los hechos, a nadie le interesaría poner en tela de juicio la decisión adoptada por Atenas, y nadie tend ría pod er para negar a Temístocl Temístocles es un papel des tacado en la adopción de dicha decisión. Las fuerzas que dieron lugar al decreto de Temístocles (véa se supra , p. 398) y las que dieron lugar a los veinticuatro hexámetros de las pro p rofe fecí cías as n o e r a n b á s ica ic a m e n te dist di stin inta tas. s. P o r s u p u e s to lo q u e m en enoo s le h a b r ía interesado a Delfos, entonces y en cualquier otra ocasión, habría sido negar su responsabilidad en un consejo considerado posteriormente bueno, sobre todo teniendo en cuenta que el oráculo había dado otras respuestas que fo mentaban las actitudes derrotistas frente a los persas. En el siglo xx la falsificación de la historia y la sustitución de los hechos históricos por la ficción suelen ser consideradas un aspecto particularmente despreciable de los regímenes totalitarios. En la novela 1984 de George Or well, el personaje de Winston Smith aparece modificando artículos de viejos números del Times con el fin de eliminar las discrepancias entre pasado y
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pre p ress e n te; te ; su tar ta r e a co conn sist si stee e n h a c e r c u a d r a r la cifr ci fras as d e p rod ro d u c c ión ió n p rev re v ista is tass con la producción real, suprimir toda memoria de las acciones aceptables rea lizadas por las personas caídas en desgracia, etc.: «Un número del Times que, debido a los cambios de alineación política o a las profecías erróneas dicta das por el Gran Herm ano, probablem ente fuera vuelto a escri escribir bir una docena de veces, seguía guardado en los archivos mostrando la fecha original, y no existía ninguna otra copia que lo contradijera» (p. 36). Todos los interesa dos en recordar una versión distinta del pasado desaparecen, se «evaporan», y a los supervivientes que son lo bastante viejos para recordar otra cosa lo único que les interesa son las anécdotas personales, como puede comprobar Smith al entablar conversación con un viejo «proletario» en una taberna. Smith comenta que «era muy posible que literalmente todas y cada una de las palabras de los libros de historia, incluso cuestiones aceptadas sin la me nor discusión, fueran pura fantasía ... Todo se desvanecía en la niebla. El pa sado era borrado, el borrón era olvidado, y la mentira se convertía en ver dad» (p. 63). Buena parte de lo que «conocemos» del pasado, incluso en la actualidad, no se basa en pruebas documentales. No es ya sólo que, incluso sin necesidad de llevar a cabo una manipulación física del estilo de las que realiza Winston Smith, la historia preté pr etérita rita perm ita todo todo tipo de reinterpretac reinterpretac iones, como d e muestran los debates en torno al Holocausto. La mayoría de nuestras opi niones acerca del pasado siguen siguen siendo m era tradición oral: oral: a m edida que va mos creciendo nos acostumbramos a oír decir determinadas cosas acerca de determinados acontecimientos, y a repetir unas listas de héroes y villanos como las que pone en solfa 1066 and All That. La invención del mito de la resistencia francesa durante la segunda guerra mundial no tuvo nada que ver con la falsificación de la historia, y el hecho de desenmascarar el verdadero alcance del colaboracionismo no ha supuesto el menor menoscabo para la credibilidad credibilidad del mito mito entre los hab habitantes itantes de la E uro pa occidental, tanto den tro como fuera de Francia. El mundo de la Grecia arcaica era un mundo edificado enteramente a pa p a r tir ti r d e la trad tr adic ició iónn . L a ú n ica ic a d o c u m e n tac ta c ión ió n c o n tem te m p o r á n e a de los h e ch chos os de los siglos vu y vi a.C. con la que contaban los griegos de épocas posterio res era de naturaleza poética, e incluso cuando esa documentación procedía de personajes que tuvieron una importancia histórica considerable, resulta extremadamente poco explícita desde el punto de vista histórico (véase s u pra, pr a, pp. 257-258 y 261, a propósito de Solón). Del mismo modo que el régi men de la Oceania de Orwell considera que para seguir adelante es impor tante la credibilidad de las cuidadosas predicciones realizadas en el pasado, también las tradiciones de la Grecia arcaica incorporaban vaticinios de Del fos que revelaban cuidadosamente, aunque de un modo muy poco explícito, los los acontecimientos ac ontecimientos p or venir, venir, justificando justificando de ese m odo el statu quo. Orwell imagina un libro de texto de historia que describe el pasado capi talista del mundo mezclando cuidadosamente la información (capitalistas que viven en magníficas magníficas y bellas mansion es y dispo nen de tre inta int a criados a su
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servicio), la exageración (si alguien desobedecía a un capitalista, era arroja do a la cárcel), y la fantasía (los capitalistas tenían derecho a acostarse con cualquiera de las mujeres que trabajaran en sus fábricas). Las tradiciones a las que se enfrenta el historiador de la Grecia arcaica responden a una mez cla de elementos muy similar, y nuestras posibilidades de distinguir los he chos de la ficción son muy escasas. A partir de 479 a.C. nuestra situación es muy distinta, y la proporción de los casos en los que podemos emitir un jui cio cio bastante veraz en torno a lo lo sucedido sucedido realm ente aum enta de forma signi signi ficat ficativ iva. a. La relativa ausencia del oráculo de Delfos en las las historias historias de d e la G re cia clásica constituye un indicio de esa diferencia. La Grecia clásica tuvo dos pasados, el de verdad y el que se formó a par tir de los pasados que las sucesivas generaciones de griegos fueron constru yéndose. En la presente obra hemos intentado contar esas historias, señalar aquello que, en nuestra opinión, hay buenas razones para creer que real mente sucedió a lo largo de los siglos inmediatamente anteriores a las gue rras médi m édicas, cas, y m ostra r lo que los prop ios griegos creían que sabían acerca a cerca de su pasado. Nuestra comprensión de los grandes logros de la Grecia clásica se ve seriamente disminuida si descuidamos cualquiera de esas dos historias, pu p u e s lo m ism is m o q u e n o s o tro tr o s , los lo s grie gr iego goss d e los siglos sig los v y iv a.C. a.C . h a b ían ía n sido sid o moldeados por los sucesos anteriores y por lo que ellos creían que habían sido los sucesos anteriores. Nuestra comprensión de los trágicos aconteci m ientos producido s tras el estall estallido ido de la antigua Yugoslavi Yugoslaviaa se ve seriame n te disminuida si no tenemos debidamente en cuenta el papel desempeñado po p o r el p a s a d o s u s cep ce p tib ti b le d e s e r c a m b iad ia d o y p o r a q u e l q u e n o p u e d e m o d ifi if i carse. En un determinado momento (pp. 67-68), a Winston Smith le asalta la duda de si tal vez será falsa su convicción de que el pasado no puede modifi carse, pero se reafirma en su opinión al darse cuenta de que no es la única pe p e r s o n a e n s o s ten te n e r s e m e jan ja n te idea id ea.. E l h isto is to r iad ia d o r e s tá sie si e m p re a p u n to de caer en la tentación de ignorar que el pasado puede modificarse. Este libro ha sido escrito con la convicción de que seguir siendo consciente de que el pa p a s a d o p u e d e y a la ve vezz n o p u e d e m o d ific if icar arss e co conn s titu ti tuyy e un d e b e r a c a d é m i co y una necesidad política.
NOTA NO TAS S B IBL IB L IOG IO G R Á F ICA IC A S Existen varios estudios interesantes sobre la historia de Grecia desde c. 800 a.C. hasta las guerras médicas. El más accesible es O. Murray, Early Greece, Londres, 19932. A. M. Snodgrass, Arch Ar chai aicc Greece Greece.. A n age o f experiment, experim ent, Londres, 1980, es par ticularmente importante sobre todo para el siglo vm. L. H. Jeffery, Arch Ar chaic aic Gr Greec eece. e. The Th e city states c. 700-500 700-500 B C , Londres, 1976, constituye una valiosa recopilación del ingente volumen de tradiciones trad iciones literarias. literarias. Una Un a preciosa introducción introdu cción a los testimonios materiales podemos en contrarla en J. J. Boardman, Boardm an, «The Greek Gre ek world», world», en Cambridge Anc A ncie ient nt History: Histo ry: Plates to Volum Vo lumee Three, Cambridge, 1984, y en Anc A ncie ienn t Cam Ca m bridge History: Plates to Volume Four, Cambridge, 1988. Sólo hago alusión a estas obras en la bibliografía correspondiente a los diversos capítulos cuando constituyen un pun punto to de referencia fundamental para p ara algún tema en particular, pero el lector lector po drá disfrutar mejor de nuestro libro —así lo espero— comparándolo una y otra vez con estas otras obras. 1. Las La s tradicione tradi cioness de la historia histo ria (pp. 13-33) Sobre el imperialismo cultural, véase especialmente E. Saïd, Orientalism, Lon dres, 19952, y M. Herzfeld, Anth An thro ropo polo logg y throu thr ough gh the Looki Lo okingng-Gl Glass ass.. Critical ethn et hnoo graphy at the margins margins o f Europe, Cambridge, 1987. Para una introducción general a las fuentes de la historia antigua véase M. H. Crawford, ed., Sources for Ancient History, Cambridge, 1983. La historia de la histo riografía griega ha sido muy bien resumida por Simon Hornblower en la Introducción a S. Hornblower, ed., Greek Historiography, Historiography, Oxford, 1994, pp. 7-54. Para la construc ción social social de la historia h istoria oral véase E. Tonkin, Narrati Nar rating ng our ou r Pasts, Cambridge, 1992. El modo en que individuos y sociedades llegan a olvidar su pasado y la importancia de este fenómeno están bien explicados en J. Carsten, «The politics of forgetting: mi gration, kinship kinship and memory on the periphery of the southea st Asian state», Journa Jou rnall o f the the Royal Anthropological Institu Institute, te, n. s. 1 (1995), pp. 317-335. La mejor introduc ción a la tradición ora l en el mundo mund o griego es J. J. K. Davies, Davies, «The reliability reliability of oral tra dition», en J. K. Davies y L. Foxhall, eds., The Trojan War. Its historicity and context, Bristol, 1984, pp. 87-110. Para un examen detallado del caso ateniense véase R. Tho mas, Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1989. A lo largo de todo el libro doy por supuesto que Heródoto refiere lo que a él le habían contado, aunque creo que lo hace tras realizar una selección previa y de acuerdo con sus propios intereses. Los críticos que prefieren creer que otros griegos del siglo v no habrían contado historias falsas y que Heródoto se inventó sistemática
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mente a sus informadores y lo que éstos le contaron, ignoran por completo, a mi jui cio, los motivos por los cuales la gente cuenta una y otra vez los mitos, y por lo tanto no discutiré más sus opiniones. Para Heródoto la mejor introducción breve es J. Gould, Her H erod odot otus us , Londres, 1989; también es bastante valioso D. Lateiner, The His tori torica call Method o f Herodotus, Herodotus, Toronto, 1992. Sobre la formación de las tradiciones en torno a la «colonización» véanse C. Dougherty, The Poetics Poetics o f Colonizat Colo nization. ion. From city to text in archaic archaic Greece, Greece, Oxford, 1993, especialmente el capítulo VI dedicado a Cirene, e I. Malkin, Myth M yth and an d Territory in the Spartan Mediterranean, Cambridge, 1995, capítulos V-VI sobre Cirene. Sobre Tartesos, véase J. G. Chamorro, «Survey of archaeological research on Tartessos», 91 (1987), (1987), pp. pp. 19 1977-23 232. 2. Sobre la colonia de Cirene Cire ne véanse vé anse J. J. Boardm Boa rdman, an, The Gre AJ A J A , 91 eks Overseas, Londres, 1980, pp. 153-159; J. Boardman, «Evidence for the dating of Greek settlements in Cyrenaica», AB A B S A , 61 (1966), pp. 149-156; S. Stucchi, «I vasi greci arcaici e la Cirenaica: importazioni ed influenze», Rend Re ndic icon onti ti della Acca Ac cade demi miaa nazionale naziona le dei Lincei, Lincei, 39 (1984), pp. 161-171; D. White et a i. The Extramural Sanctuar Sanctuaryy of Demeter and Persephone at Cyrene, Libya, 1985, vol. 2, especialmente pp. 9-107. Queda claro por lo que digo en el texto que, en mi opinión, muchos estudios arqueo lógico lógicoss se fundan funda n demasiado demasiad o en los textos literarios. literarios. Por la agudeza de sus comentarios generales en torno a la relación existente en tre la arqueología y la historia contada por los textos literarios, véase A. M. Snod grass, A n Arch Ar chae aeol olog ogyy o f Greece. Greece. The pres pr esen entt state and an d fu f u ture tu re scope sco pe o f a discipline, Berkeley, 1987, pp. 36-66 (hay trad, cast.: Arqu Ar queo eolog logía ía de Grecia, Crítica, Barcelona, 1990). 2. El problema de los orígenes (pp. 34-70) Existen dos excelentes resúmenes, aunque en estos momentos ligeramente des fasados, de la arqueología de la Edad Oscura: A. M. Snodgrass, The Dark Age of Greece, Edimburgo, 1971, y V. R. d’A. Desborough, The Greek Dark Ages, Londres, 19772. Snodgrass vuelve 19 vuelve a tocar toca r este tem a en un estimulante estimu lante artículo general, gen eral, «The earl iron age of Greece», en A. M. Snodgrass, A n Arch Ar chae aeol olog ogyy o f Greece. Greece. The Th e presen pre sent t state and future scope of a discipline, Berkeley, 1987, pp. 170-210 (hay trad, cast.: Arqu Ar queo eolo logí gíaa de Grecia, Crítica, Barcelona, 1990). Sobre el heládico reciente IIIC véase también J. Hooker, Mycen My cenaea aeann Greece, Londres, Lond res, 1977, 1977, capítulo V II, «The end of o f the Mycena My cenaean ean Age 12 1200 00-1 -105 0511 BC», pp. pp. 140182. Los hallazgos de la necrópolis de Perati han sido publicados por S. Iakovidis, Pe rati. To Nekrotapheion, Atenas, 1969 (en griego). Para Elatía y Fpcide véase C. A. Morgan, «What is ethnos religion?», en L. Mitchell y P. J. Rhodes, eds., The Develop ment of the Polis in Archaic Greece, Londres, 1997. Sobre la necrópolis de Iálisos véase C. Mee, Rho R hode dess in the B ronz ro nzee A ge, ge , Warminster, 1982, p. 96. Para Chipre véase Desborough, Dar D arkk Ages Ag es,, p. 49; para la cerámica filistea, véase Snodgrass, Dar D arkk Age, Ag e, pp. 107 107-109 -109.. Sobr So bree Embo Em borio rio,, vé véas asee M. F. S. H oo oodd , «Myc «M ycen enae aean anss in Chios», Chio s», en J. Boardman y C. E. Vaphopoulou-Richardson, eds., Chios. A conference at the Homereion in Chios 1984, Oxford, 1986, pp. 169-180. Para Lefkandi, véase infra. Sobre Mende, véase Arch Ar chaeo aeolog logica icall Repo R eports rts,, 39 (1982-1983), p. 54; sobre Torone, Arc A rcha haeo eo logical Reports, 32 (1985-1986), p. 60. Sobre Chipre y la siderurgia, véanse A. M. Snodgrass, «Iron and early metallurgy in the Mediterranean», en T. A. Wertime y J. D. Muhly, The Coming o f th the Age o f Iron, Iron, New Haven y Londres, 1980, pp. 335-374,
NOTA NO TAS S BIBL BI BL IOGR IO GRÁF ÁFIC ICAS AS
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especialmente pp. 340-355, y S. Sherratt, «Commerce, iron and ideology: metallurgi cal innovation in 12th-llth century Cyprus», en Proceedi Proceedings ngs o f the International International Sym posi po siuu m «Cypr «C yprus us in the 11th century cent ury BC», Nicosia, 1994, pp. 59-107. Para el cemente rio de Skale en Palépafos, véase V. Karageorghis, Palaepaphos-Skales: an Iron Age cemetery in Cyprus, Konstanz, 1983. Para la influencia griega sobre la cerámica chi prio pr iota ta de dell siglo xi, vé véase ase S. She S herr rrat att,t, «Imm «I mmigr igrati ation on and archaeo arch aeolog logy: y: some som e indi in dire rect ct r e A ctaa Cy Cypri priaa , Segunda parte, Jonsered, 1992, pp. 316-347. flections», en P. P. Aström, Aströ m, ed., Act La teoría de la influencia chipriota sobre los orígenes de la cerámica protogeométrica ática es expuesta por Desborough, Dar D arkk Ages Ag es,, pp. 54-55. El estudio fundamental de la cerámica protogeométrica es el de V. R. d’A. Desborough, Protogeometric Pot tery, Oxford, 1952. Para Creta durante este período, véanse Desborough. Dar D arkk Age A ges, s, pp. 112-129, 112-129, y J. J. N. C olds ol dstre tream am,, «Knossos: «Knoss os: an urba ur bann nuc nucleu leuss in the th e D ark ar k Ag Age?» e?»,, en D. Musti et a l, eds., La transizi tran sizion onee dal Miceneo Mic eneo a ll’ ll ’alto arcaísmo. D al pa p a lazz la zzoo alla città , Roma, 1991, pp. 287-299, así como A. Peatfield, «After the “Big Bang” -What? or Minoan Symbols and Shrines beyond Palatial Collapse», en S. Alcock y R. Osborne, eds., Placing the Gods. Sanctuaries and sacred space in ancient Greece , Oxford, 1994, pp. 19 19-3 -36. 6. Para la idea de «hundimiento del sistema», véase A. C. Renfrew, «Systems col lapse as social transformation», en A. C. Renfrew y K. L. Cooke, eds., Transforma tions. Mathematical approaches to culture change, Nueva York, 1979, pp. 275-294. Sobre la cuestión relativa a la continuidad de los cultos, véanse Snodgrass, Dar D ark k Age, Ag e, pp. 394-401 y F. de Polignac, Cults Cults,, Terri Territor tory, y, and an d the Origins o f the Greek Gr eek Citystate, Chicago, 1995, pp. 27-31. Desde que Snodgrass escribió su obra, se han llevado a cabo importantes excavaciones en Kalapodi, en la Grecia central, y en Kato Symi, en Creta: véanse R. Felsch et al., «Apollon und Artemis oder Artemis und Apollon? Bericht von den Grabungen im neu entdeckten Heiligtum bei Kalapodi 1973-77», (1980), pp. 38-123; R. Felsch et al., «Kalapodi. Bericht über Arch A rchäo äolog logisc ische herr Anze An zeig iger er (1980), die Grabungen im Heiligtum der Artemis Elaphebolos und des Apollon von Hyam polis 197 1978-82 8-82», », Archä Ar chäolo ologis gische cherr Anze An zeig iger er (1987), pp. 1-99; y A. Lebessi y P. Muhly, «The sanctuary of Hermes and Aphrodite at Syme in Crete», Natio Na tiona nall Geograp Geo graphie hie Research, 3 (1987), pp. 102-112. Para el material procedente de la gruta de Polis, en ítaca, ítaca , véase W. W. D. D. E. Coulson, Cou lson, «The protogeome protogeo metric tric from Polis Polis reconsidered», A B S A , 86 (1991), pp. 43-64. Para Delfos, véase BC B C H , 117 (1993), pp. 626-631. Para Pa ra los los cambios en los enterram ientos, véase Snodgrass Snodgrass,, Dar D arkk Age A ge,, pp. 140-212, y, para el Atica en particular, A. J. M. Whitley, Style and Society in Dark Age Greece, Cambridge, 1991, e I. Morris, Burial Bur ial and a nd Anc A ncie ient nt Society. The rise o f the Gr Gree eekk city sta te, Cambridge, 1987. Para una visión general de Homero y Hesiodo en la Edad Oscura, véase Snod grass, Dar D arkk A ge, ge , pp. 2-5. Para la interpretación del mito hesiodeo de las cinco razas, véase J.-P. Vernant, «The Hesiodic myth of the races. An essay in structural analysis», en J.-P. Vernant, Myt M ythh and a nd Thou Th ough ghtt amon am ongg the Gr Gree eeks ks , 1965, trad, ingl., Londres, 1983, pp. 3-32. 3-32. Vo Volve lverem remos os a tra tr a tar ta r de H om ero er o y Hes H esio iodo do en el capí ca pítu tulo lo 5. Sobre la migración jonia, véase Snodgrass, Dar D arkk Age, Ag e, pp. 373-378. Los materia les les procedentes proced entes de las fuentes antiguas han sido recogidos y resumidos en G. L. L. Hux H ux ley, The Early lonians, Londres, 1966, pp. 23-35. Los relatos antiguos más importan tes pueden verse en Estrabón, Geografía, 14.1.3-6 (obra escrita en el siglo i a.C., aunque citando a autores más antiguos), y Heródoto, sobre todo 1.146-147. Para la invasión de los dorios, véanse Snodgrass, Dar D arkk A g e , pp. 296-323, y Hoo ker, Mycen My cenaea aeann Greece, pp. 163-180 y Apéndice I, pp. 213-222, que recoge las fuentes
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literarias que hablan de la invasion. Sobre Esparta en particular véase últimamente I. Malkin, Myt M ythh and an d Territory in the Spartan Spa rtan Medit Me diterr errane anean an , Cambridge, 1994, capítulo I. Téngase Téng ase también tambié n en cuenta cue nta P. P. A. Cartledge, Sparta and Lakonia , Londres, 1979, ca pítul pít uloo V II, «The first fir st D oria or ians ns c. 10 105050-77 775» 5»,, pp. pp. 75-10 75-101, 1, pero Cartledg Car tledgee quizá conceda conce da excesivo valor a la falta de continuidad de la cerámica (véanse W. D. E. Coulson, «The Dark Age pottery of Sparta», A B S A , 80 [1985], pp. 29-83; «The Dark Age pottery of Sparta II. Vrondama», A B S A , 83 [1988], pp. 21-24; y W. D. E. Coulson, The Dark Age Pottery of Messenia, Götteborg, 1986, pp. 71-78). Compárese el enfoque adoptado aquí con G. Grote, Histor His toryy o f Greece, Londres, 18513, vol. 2, pp. 7-8. Para la historia del Oriente Próximo durante la Edad Oscura véase Cambridge Anc A ncie ient nt Histor His tory, y, Cambridge, 19822, vol. 3.1, capítulos VI-IX. Sobre los fenicios el es tudio más accesible y actualizado es el libro de María Eugenia Aubet Tiro y las colo nias fenicias de Occidente, Occidente, edición ampliada y puesta al día. Crítica, Barcelona, 1995; téngase en cuenta cuen ta también tam bién S. Frankenstein, Franken stein, «The Phoenicians in the Far West: West: a func tion o f neo-Assyrian neo-A ssyrian imperialism», imperialism», en M. T. T. Larsen, ed., Power and Propaganda, C o penh pe nhag ague ue,, 197 1979, 9, pp. 263-294. 263-294. Sobre Lefkandi véanse M. R. Popham, L. H. Sackett y P. G. Themelis, eds., Lef Le fkandi I. The Iron Age. The Settlement and the cemeteries, Londres, 1979 (láminas) y 1980 (texto); R. W. V. Catling e I. S. Lemos, eds., Lef L efka kand ndii II, Part 1. 1. The Pottery, Lon dres, 1990; M. R. Popham, P. G. Calligas, y L. H. Sackett, eds., Lef L efka kand ndii II, Part 2. The excavation, architecture and finds, Londres, 1993; y Archa Arc haeol eolog ogica icall Reports, 19811982, pp. 15-18; 1982-1983, pp. 12-15; 1983-1984, p. 17; y 1984-1985, pp. 15-16. Véanse asimismo Desborough, Dar D arkk A g e s, pp. 187-199, y J. N. Coldstream, Geometric Gree ce, Londres, 1977, pp. 40-43, 63-66, 90. Para los contactos con Oriente véase M. R. Popham, «Precolonization: early Greek contact with the East», en G. R. Tsetskhladze y F. De Angelis, eds., The Ar Oxford, ford, 19 1994 94,, pp. pp. 11 11-3 -34. 4. Para los primeros prime ros hallazgos chaeology chaeology o f Greek Colonisatio Colonisation, n, Ox de cerámica griega en Oriente véase Coldstream, Geometric Greece, pp. 66-68, 92-95. Para Atenas durante este período véanse Desborough, Dar D arkk Age A ges, s, pp. 133-160, y Coldstream, Geometric Greece, pp. 26-35, 55-63, 73-81. Para la cerámica protogeométrica reciente en Tiro véase P. Bikai, The Pottery o f Tyre, Tyre, láminas xxii y xxx. Para la organización de los cementerios véanse I. Morris, Burial, Buria l, pp. 57-96, y D. C. Kurtz y J. Boardman, Greek Burial Customs, Londres, 1971, pp. 34-67. Para la muralla de Paleo-Esmirna véase R. V. Nicholls, «Old Smyrna: the Iron Age fortifications and associated remains on the city perimeter», A B S A , 53-54 (19581959), pp. 35-137. Para la necrópolis de Tsikalario en Naxos, véase Coldstream, Geometric Greece, p. 92. Para Creta durante esta época véanse Desborough, Dark Da rk Ages Ag es,, pp. 225-239, y Coldstream, Geometric Greece, pp. 48-50, 68-70, 99-102. Para la publicación comple ta de las necrópolis de este período véanse J. K. Brock, Fortetsa. Early Greek Tombs near Knossos, Cambridge, 1956; J. Boardman, «Protogeometric graves near Agios Ioannnis near Knossos», A B S A , 55 (1960), pp. 128-148; R. W. Hutchinson y J. Board man, «The «The Khaniale Tekke tombs», A B S A , 49 (1954), pp. 215-230; J. Boardman, «The Khaniale Tekke tombs II», A B S A , 62 (1967), pp. 57-75; L. Vagnetti, «A Sardinian askos from Crete», AB A B S A , 84 (1989), pp. 355-360; M. S. F. Hood y J. Boardman, «Early Iron Age tombs at Knossos», AB A B S A , 56 (1961), pp. 68-80; J. N. Coldstream, «Five tombs at Knossos», A B S A , 58 (1963), pp. 30-43; J. N. Coldstream, «Some new tomb vases from early hellenic Knossos», Stele N. Kontoleontos , Atenas, 1979, pp. 408 ss.;
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J. N. Coldstream, P. Callaghan, J. H. Musgrave, «Knossos: an early Greek tomb on lo wer Gypsadhes hill», A B S A , 76 (1981), pp. 141-166; Archa Ar chaeo eolog logica icall Repor Re ports, ts, 25 ( 19761977), pp. 11-18; 25 (1978-1979), pp. 43-55; 29 (1982-1983), pp. 51-53, y cf. 34 ( 19871988), p. 67; J. N. Coldstream, «Knossos: an urban nucleus in the Dark Ages?», en D. Musti et al., eds., La L a transizi tran sizion onee dal Micene Mic eneoo a ll’ ll ’alto arcaísmo. D al pala pa lazz zzoo alia città, Roma, 1991, pp. 287-299. 3. El escenario (pp. 71-90) Sobre el cuadro de Waterhouse, véanse R. Jenkyns, The Victorians and Ancient Greece, Oxford, 1980, p. 190, y A. M. Snodgrass, An A n Arch Ar chae aeol olog ogyy o f Greece. Greece. The pr e sent state state and future futur e scope o f a discipl discipline, ine, Berkeley, 1987, pp. 70-71. Puede encontrarse una introducción general a la geografía histórica de Grecia en A. Zimmern, The Greek Commonwealth. Politics and economics in fifth-century Athe At hens ns,, Oxford, 1911, pp. 13-51, y M. Cary, The Geographi Geographicc Background B ackground o f Greek and Oxfo rd, 19 1949 49,, pp. pp. 1-10 1-102. 2. La geografía descriptiva descrip tiva más completa com pleta de d e G re re Rom R oman an History His tory,, Oxford, cia sigue siendo A. Philippson, Die griechischen griechi schen Land La ndsch schaft aften en,, Frankfurt, 1952-1956, 4 vols. Para una introducción a la geología de Grecia véase D. Ager, The Geology of Europe, 1980, pp. 500-514, y para una introducción al clima, véase D. Furlan, «The cli mate of southeast Europe», en C. Wallén, ed., Climates of Central and Southern Europe. Europe. World World survey o f climatology, climatology, Londres, 1977, vol. 6. La información sobre sob re M etana proced p rocedee de M. C. C. Forbes, Forbes, «Farming «Farming and foraging in preh pr ehis isto toric ric Gree Gr eece ce», », en M. D imen im en y E. Fried Fri edl,l, eds., Region Reg ional al Variation in Moder Mo dernn o f the the Greece Greece and Cyprus: Cyprus: towards a perspective on the ethnography ethn ography o f Greece, Greece, Annals of New Ne w Yo York rk A cade ca dem m y o f Sciences, 268, Nue N ueva va Yo York, rk, 197 1976. 6. Tén T énga gase se en cu cuen enta ta tam ta m bién bi én H. Forbes, «“We have a little of everything” everythi ng”:: the ecological basis basis of some agricultural agricultur al practi pra ctice cess in M etha et hana na,, Trizinia», Trizinia », en el mismo mis mo vo volum lumen en,, pp. 236-250. 236-250. Sobre el clima y la provision de alimentos, véanse P. Garnsey, Famine and Food Supply Sup ply in the the Graeco-Rom Graec o-Roman an World. World. Responses Respon ses to risk and crisis crisis,, Cambridge, 1988, es peci pe cial alm m en ente te pp. 8-14, y R. O sbor sb orne ne,, Classical Classical Landsca Lan dscape pe with Figu Figure res. s. The Anci An cien ent t Greek city and its countryside, Londres, 1987, pp. 27-52, donde pueden encontrarse unas cifras más exactas de la pluviosidad de Atenas y Eleusis. El estudio mejor y más completo de la vegetación vegetación de todas tod as las las regiones de Grecia es O. O. Rackham Rack ham,, «Observations «Obse rvations on the th e historical ecology ecology of Boeotia», A B S A , 78 (1983), pp. 291-351. 291-351. V éase éa se asimism asim ismoo O. R ackh ac kham am,, «Lan «L andd use an andd the th e na nativ tivee ve vege geta tatio tions ns of Greece», en M. Bell y S. Limbrey, eds., Archae Arc haeolo ologic gical al Asp A spec ects ts o f Wood Wo odlan landd Ecol E cology ogy,, British Archaeolo Arch aeological gical Reports, Rep orts, Intern Int ernatio ationa nall Series, Series, 146, 146, Oxford, 19 1981 81,, pp. pp. 17 1777-19 198; 8; y O. Rackh Ra ckham am,, «Ancie «A ncient nt landscapes», landsca pes», en O. M urray ur ray y S. R. F. F. Price, eds., The Greek Gre ek City fro fr o m H om er to Alex A lexan ande der, r, Oxford, 1989. El manual clásico sobre los árboles y la ma dera de ra es R. Meiggs, Meiggs, Tree Oxf ord,, 1982. 1982. Treess and Timber in the Ancie An cient nt Mediterranean World, Oxford La vision más bien estática del desarrollo del paisaje que presentamos aquí es esencialmente la que defiende Rackham. Para una concepción más dinámica, con un análisis más amplio sobre la prehistoria, véase Tj. H. van Andel y C. N. Runnels, Be B e yo n d the Acropolis Acro polis.. A rural Gr Greek eek past, pas t, Stanford, 1987, pp. 13-98; y M. H. Jameson, C. N. Runnels y Tj. H. van Andel, A Gr Greek eek Countryside Coun tryside:: the southe sou thern rn A rgol rg olid id fro fr o m preh pr ehist istor oryy to the prese pre sent nt day, Stanford y Cambridge, 1994, capítulo III. Para una relación extraordinariamente vivida de los daños que puede provocar
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la violencia de una tormenta incluso en una paisaje bien cuidado, escrita por un tes tigo ocular, véase D. G. Hogarth, Acci Ac cide dent ntss o f an A n tiq ti q u a ry’ ry ’s Life Li fe,, Londres, 1910, pp. 79-85, 79-85, qu quee refie re fiere re la ex extr trao aord rdin inar aria ia torm to rm e nta nt a qu quee se pro pr o du dujo jo en mayo ma yo de 19 1901 01 en Zakro, en el extremo oriental de Creta. Los datos climáticos de Sicilia han sido tomados de F. Pollastri, Sicilia: notizie e commenti ecologici di agricoltura siciliana, Palermo, 1948-1949, vol. 2, cuadro. 7. Los datos climáticos de Libia han sido tomados de Amilcare Fantali, Le L e Pioggie Piog gie della L i 19552. Sobre las las consecuencias consecuencias para los humanos hum anos del medio am biente de bia Roma, 19 Cirenaica véase D. L. Johnson, Jabal al-Ak al -Akhda hdar, r, Cyrenaica: an historical histori cal geogra geo graph phyy o f settlement and livelihood, Chicago, 1973. Yo mismo he estudiado las limitaciones de la agricultura en términos generales en R. Osborne, Classical Classical Landsca Lan dscape pe with Figu Figure res. s. The Anci An cien entt Greek city and its its countryside, Londres, 1987. Para el cambio de cultivos y las limitaciones impuestas a la actividad del hombre en la Antigüedad, véase R. Sallares, The The Ecology Ecology o f the the An An cient Greek World, Londres, 1991, con la reseña de P. Halstead en Nature, Natu re, 350 (11 de abril de 1991), p. 538. Un reciente análisis exhaustivo de las prácticas agrícolas grie gas y sus consecuencias sociales es el que ha publicado V. D. Hanson, The Other Greek Gr eeks. s. The fam ily farm and the agrari agrarian an roots o f western western civilization, civilization, Nueva York, 1995. Hanson cree en la existencia de una Edad Oscura más dedicada al pastoreo de lo que, en mi opinión, permiten deducir los testimonios de que disponemos, y consi dera el establecimiento de la'explotación agrícola familiar un hecho revolucionario del siglo vin estimulado por el crecimiento de la población (teoría que discuto en el capítulo 4). Pero el hincapié que hace en la importancia de los cultivos arbóreos y en la mentalidad que desarrolló la explotación familiar intensiva es muy conveniente. Véase asimismo P. Halstead y J. O’Shea, Bad B ad Year Econ Ec onom omics ics,, Cambridge, 1989; P. Halstead, «Traditional and ancient rural economy in Mediterranean Europe: plus ça change?», JH S, 107 (1987), pp. 77-87; y para los momentos más apurados de la tem po p o rada ra da agrícola agríc ola,, P. Hal H alst stea eadd y G. Jones, Jone s, «A «Agr grar arian ian ecology ecol ogy in the th e G reek re ek islands: time tim e stress, scale and risk», JH S, 109 (1989), pp. 41-55. La importancia de la variabilidad de la demanda y de la oferta de mano de obra a lo largo del ciclo vital de una familia es bien estudiado por T. W. Gallant, Ris R iskk and an d Surv Su rviv ival al in A n cien ci entt Greece, Standford y Cambridge, 1991. Para el lugar ocupado por el pastoreo véase S. Hodkinson, «Ani mal husbandry and the Greek polis», en C. R. Whittaker, ed.. Pastoral Economies in Classical Antiquity, Cambridge, 1988, pp. 35-74. Un enfoque del estudio de la agri cultura griega antigua bastante opuesto a éste puede encontrarse en S. Isager y J. E. Skydsgaard, Anc A ncie ient nt G reek re ek Agricultur Agric ulture. e. A n introd int roduct uction ion,, Londres, 1992, que ponen de manifiesto sus discrepancias en pp. 108-114. Buena parte de los testimonios antiguos han sido recogidos y analizados en A. Burford, Lan L andd and an d L abor ab or in A n cien ci entt Greece, Baltimore, 1993. 4. La form fo rmac ació iónn de las comu co munid nidade ades: s: el siglo vin vi n a.C. a.C. (pp. 91-165) Sobre la parte noroccidental norocc idental de Creta, Creta , véase véase M. Andread And readhak hakii Vlasaki, «The «The KhaKhania area c. 1200-700 BC», en D. Musti et a l, eds., La transi tra nsizio zione ne dal da l Mice M icene neoo all’ al l’alto alto arcaísmo. Dal palazzo alla città, Roma, 1991, pp. 403-423; sobre Cnosos, véase J. Coldstream, «Knossos: an urban nucleus in the Dark Age?», en D. Musti et al., eds., La L a transi tra nsizio zione ne dal Micen Mi ceneo eo all’ al l’alto alto arcaísmo. D al p a lazz la zzoo alla città, Roma, 1991, pp. 287-299; 287-299; los testim tes timon onio ioss arqu ar queo eológ lógico icoss prov pr oven enie ient ntes es de la A rgól rg ólid idee ha hann sido co con n
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venientemente reunidos por A. Foley, The Argolid 800-600 BC. An archaeological survey, Göteborg, 1988, pero por lo que a la parte meridional de l¡i región se refiere, la obra de esta autora ha sido superada por M. H. Jameson, C. N. Runnels y Tj. van Andel, A Gr Gree eekk Countrysid Cou ntryside. e. The Southe Sou thern rn Arg A rgoo lid fro fr o m preh p rehist istory ory to the th e prese pr esent nt day, Stanford y Cambridge, 1994; las cifras de los enterramientos y los santuarios las he to mado de J. M. Hall, Ethnic Identity in the Argolid 900-600 BC (tesis doctoral de la Universidad de Cambridge, 1993). Para las corrientes demográficas, véanse en favor de la tesis del crecimiento, A. M. Snodgrass, Arch Ar chae aeol olog ogyy and an d the Rise o f the Greek Gre ek State, Cambridge, 1977, y A r chaic chaic Gree Greece ce.. The Ag e o f Experiment, Londres, 1980, pp. 21-24; R. Sallares, The Eco Lo ndres, 19 1991 91,, pp. 42-2 42-293, 93, especialme especia lmente nte 84-88,122logy o f the the Ancient Greek Worl World, d, Londres, 129,160-192; en contra de esta postura, I. Morris, Burial Bur ial and an d Anc A ncie ienn t Society. The rise o f the the Greek city-s city-stat tate, e, Cambridge, 1987. Sobre el sistema de clases de edad véase B. Bernardi, Age A ge Class Systems. Social Soc ial institut ins titutions ions and an d politie poli tiess based bas ed on age, Cam bridge bri dge,, 198 1985; 5; la cita la he tom to m ad adoo de la pá págin ginaa 17 170. 0. Para la interpretación de los enterramientos, véase en general R. Huntington y P. Metcalf, Celebra Celebrati tions ons o f Death Death:: the anthropology o f mortuary ritu ritual al,, Cambridge, 1979; E.-J. Pader, Symbolism, Social Relations and the Interpretation of Mortuary Rema Re main ins, s, Oxford, 1982; J. O’Shea, Mortu Mo rtuary ary Variability: Variability: A n archaeologica archae ologicall investi inve sti gation, Nueva York, 1984. Sobre Grecia y Roma véase I. Morris, Death De ath Ritua Ri tuall and an d Social Structure in Classical Antiquity, Cambridge, 1992. Disponemos de un estudio sistemático de las prácticas funerarias griegas en A. M. Snodgrass, The Dark Age of Greece, Edimburgo, 1971, capítulo IV, para los siglos xi-vm a.C., y en D. C. Kurtz y J. Boardman, Greek Burial Customs, Londres, 1972, para todos los períodos. El caso de la Atenas del siglo vm es analizado con detalle por I. Morris, Buria Bu riall and an d A ncie nc ient nt Society. Society. The rise o f the Greek Gre ek city-state, city-state, Cambridge, 1987, y por A. J. M. Whitley, Style and Society in D ark ar k Age Ag e Gr Greeece. ece. The changing face o f a pre-liter pre-literate ate society society 1100-700, Cambridge, 1991. Morris estudia asimismo el cementerio del Dípilon en «Poetics of power. Hie interpretation of ritual action in archaic Greece», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece. Cult, performances, politi po litics, cs, Cambridge, 1993, pp. 15-45, especialmente pp. 29-32. Para Argos véanse P. Courbin, Tombes géométriques d ’Argos Arg os I, Paris, 1974; Morris, Buri Bu rial al and an d Greek Gre ek So ciety, pp. 183-188; Whitley, Style and Society, pp. 189-191. Para las parcelas familia res, véase S. C. Humphreys, The Family. Women and Death, Londres, 1983; edición revisada, Ann Arbor, 1993, capítulo V. Para el arte geométrico, véase infra. Para un estudio fundamental de los testimonios arqueológicos de la actividad cul tual hasta el año 700 a.C. véase J. N. Coldstream, Geometric Greece, Londres, 1977, capítulo XIII. Desde 1977 se han producido dos hechos revolucionarios. El primero ha sido la importancia importancia resaltada po r Snodgras Snodgrasss del enorme incremento del núme ro de exvotos dedicados en los santuarios durante el siglo vm: A. M. Snodgrass, Arch Ar chaic aic Gree Gr eece ce.. The age age o f experiment, Londres, 1980. El segundo, la importancia concedida po p o r Polign Pol ignac ac a las impli im plicac cacion iones es del empl em plaz azam amie ient ntoo de los santu sa ntuari arios os:: F. de Polignac, Poligna c, Cults Cults,, Terri Territo tory ry,, and the Origins o f the Greek G reek City-state, City-state, Paris, 1984 (edición inglesa re visada, Chicago, Chicago, 1995 1995). ). Dos nuevas recopilaciones ponen po nen de manifiesto el impacto de Polignac: N. Marinatos y R. Hägg, eds., Greek Sanctuaries. New approaches, Londres, 1993, y S. Alcock y R. Osborne, eds., Placing the Gods. Sanctuaries and sacred space 19994; pa para ra el sig siglo lo vm (y épocas anterio res), véanse en par p ar in ancient ancien t Greece, Greece, Oxford, 19 ticular las aportaciones de C. Sourvinou-Inwood y C. Morgan a la primera de esas
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obras, y las de F. de Polignac y C. Morgan a la segunda. Mi estudio sobre Perakhora e Istmia debe mucho a los artículos de Morgan. Para un estudio reciente del Artemision de Éfeso, véase A. Bammer, «A Perípteros of the geometric period in the Artemision mision of Ephesus», E phesus», Ana A nato tolia liann Studies, Stud ies, 40 (1990), pp. 137-160. Para los santuarios de Arcadia, véanse C. A. Morgan, «What is ethnos religion?», en L. Mitchell y P. J. Rho des, eds., The Developmen De velopmentt o f the the Polis Polis in Archaic Gr Gree eece ce,, Londres, 1997, y M. E. Voyatzis, The Early Sanctuary Sanctuary o f Athena Athe na Alea at Teg Tegea and Other Archaic Sanctuar Sanctuaries ies in G öteborg,, 1990. Respe R especto cto a los alfileres alfileres del Pelopon P eloponeso eso véase I. Kilian-Dirl Kilian-Dirl- Ark A rkaa dia di a , Göteborg meier, Nade Na deln ln der de r friihhel friih hellad ladisc ischen hen bis archaischen archaisc hen Zeit Ze it von vo n der Pelopo Pel oponn nnes, es, Munich, 1984. Para los alfileres y las fíbulas de Lindos, véase C. Blinkenberg, Lindos Lin dos.. Fouilles de l’Acropole 1902-1914. I. Les petits objets, Berlín, 1931. Para los alfileres y fíbulas de Feras, véase K. Kilian, Fibeln in Thessalien, Munich, 1975 (en Snodgrass, Archa Arc haic ic Greece, p. 53, y Morris, Buri Bu rial al and an d A ncie nc ient nt Society Soc iety,, p. 191, «Philia» es un error por «Pherai»). «Pherai»). Sobre Sob re los vasos vasos del Hime H imeto to véase M. K. Langdon, A Sanctu San ctuary ary o f Zeus Ze us on Mt. Hy Hyme metto ttos, s, Princeton, 1976. Para las terracotas de Kombothekra véase U. Sinn, «Das Heiligtum der Artemis Limnatis bei Kombothekra», AM A M , 96 (1981), pp. 25-71. Sobre Olimpia y Delfos, véase C. A. Morgan, Athl At hlete etess and an d Oracles. Oracles. The trans tra nsfor forma ma tion of Olympia and Delphi in the eighth century BC, Cambridge, 1990. Sobre las ofrendas de importación en los santuarios griegos, véase I. Kilian-Dirlmeier, «Frem de Weihungen in griechischen Heiligtümern vom 8. bis zum Beginn des 7. Jahrhun derts v. Christ», Jahrbu Jah rbuch ch des Römi Rö misc sch-G h-Ger erma mani nisch schen en Zent Ze ntra ralm lmus useu eums ms M ainz ai nz,, 32 (1985), pp. 215-254. Sobre los vencedores de las pruebas atléticas, véase L. Kurke, «The economy of kudos», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece, Cam bridge, brid ge, 199 1993, 3, pp. 13 131-16 1-163. 3. Para el culto a los héroes, héroes, J. J. Coldstream, Coldstream , «Hero « Hero cults cults in the age o f Homer», JHS, JH S, 96 (1976), pp. 8-17, defiende la tesis de la influencia de la épica; A. M. Snodgrass, A r chaic Greece, Londres, 1980, capítulo I, especialmente pp. 37-40 y 74-75, afirma que estos cultos son indicio de las reivindicaciones de tierras de los campesinos; A. J. M. Whitley, «Early states and hero cults: a reappraisal», JH S, 108 (1988), pp. 173-182, de fiende la importancia política del culto a los héroes, especialmente en Argos; I. M. Morris, «Tomb cult and the Greek renaissance: the past in the present in the eighth century BC», An A n tiqu ti quit ity, y, 62 (1988), pp. 750-761, destaca la utilización del pasado en las luchas entre la elite aristocrática y la polis en plena fase de desarrollo; y C. Antonaccio, «The archaeology of ancestors», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poe tics in Arcahic Greece, Cambridge, 1993, pp. 46-70, y C. Antonaccio, A n Arch Ar chae aeolo ology gy o f Ancestors: tomb to mb cult and hero cult in early early Greece, Greece, Lanham, MD, 1995, distingue claram ente en entre tre el culto a las tumbas tum bas y el culto a los héroes. Valios Valiosaa es la revisión revisión de todo este campo que ha llevado a cabo F. de Polignac, Cults, Territory, and the Origins o f the Greek G reek City-st City-state ate,, Chicago, 1995, pp. 128-149. En mi exposición se notará la in fluencia de D. Boehringer, Her H eroe oenk nkul ulte te in A ttik tt ikaa von vo n der geometr geo metrisch ischen en bis zur zu r klas kla s sischen Zeit, tesis de la Universidad de Friburgo, 1994. Sobre el mundo circundante: puede verse un estudio general del tema en J. Board man, The Greeks Overseas, Londres, 19803. Para los fenicios en el Mediterráneo oc cidental, véase M. M. E. Aubet, A ubet, Tiro y las colonias fenicias de Occidente, edición amplia da y puesta al día, Crítica, Barcelona, 1995. Para las relaciones entre griegos y fenicios en general, véase S. P. Morris, Daida Da idalos los and an d the t he Origins Orig ins o f Greek Gre ek A rt, rt , Princeton, 1992, capítulo V. Sobre los sellos del Tañedor de lira, véase J. Boardman, «The Lyre Player group of seals: an encore», A A (1990), pp. 1-17. Sobre Al Mina, véase J. Boardman,
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«Al Mina and history», OJA, 9 (1990), pp. 169-190, con referencias a estudios ante riores, haciendo además constante hincapié en el claro papel desempeñado por el norte de Siria, y no sólo por los fenicios, en los intercambios comerciales de Grecia con el Oriente Próximo. Véase asimismo J. Y. Perreault, «Les emporia grecs du Le vant: mythe ou réalité?», en A. Bresson P. Rouillard, eds., L ’E m p o rio ri o n, Paris, 1993, pp. 59-83, y J. Luke, Lu ke, The Nature o f Greek Contacts Contacts with the the Levan Lev antt in in the Geometric Period, tesis doctoral, Cambridge, 1994. Sobre la invención del alfabeto y los primeros alfabetos griegos, véase L. H. Jef fery, The Local Scripts of Archaic Greece, revisado con un suplemento por A. W. Johnston, Oxford, 1990. Las primeras inscripciones han sido convenientemen te reunidas por B. B. Powell, Hom H om er and an d the Origin Orig in o f Gr Gree eekk Alph Al phab abet, et, Cam bridg br idge, e, 19 1991 91.. P ara ar a el poin po inik ikas astas tas cretense véase L. H. Jeffery y A. Morpurgo Davies, «Π Ο ΙΝ ΙΚ Α ΣΤ Α Σ and Π Ο ΙΝ ΙΚ Α ΖΕ ΙΝ : a ne new w archa archaic ic insc inscri ript ptio ionn from from Crete Crete», », Kadmos, 9 (1970), pp. 118-154. Para el conocimiento de la escritura y sus consecuencias, véanse R. Thomas, Literacy Lite racy and an d Orality Oralit y in A ncie nc ient nt Greece, Cambridge, 1992, y M. Detienne, ed., Les Le s savoirs sav oirs de l ’écriture. écriture. En Grèce ancienne, ancie nne, Lille, 1988. Estas dos obras defienden ardientemente la tesis contraria a la idea tradicional de que la es critura supuso una gran diferencia expuesta por J. Goody e I. Watt en «The conse quences of literacy», en J. Goody, ed., Literac Lite racyy in Traditional Traditi onal Societies, Cambridge, 1968, pp. 27-68. Para el análisis de las repercusiones de la adopción del alfabeto griego en Etruria y en el Lacio, véase BR B R , pp. 103-105. Sobre el comercio de los metales y los lingotes «de piel de buey», véase N. H. Gale, «Copper oxhide ingots: their origin and their place in Bronze Age metals trade in the Mediterranean», en N. H. Gale, ed., Bro B ronz nzee A g e Trade in the Mediterrane Medite rranean, an, Jonsered, 1991, pp. 197-239; en contra de esta opinion, por lo que se refiere a los orí genes de los lingotes de piel de buey en Cerdeña, ténganse en cuenta las importantes aportaciones realizadas por D. Ridgway, The First Western Greeks, Cambridge, 1992, pp. 26-29, y tam t ambi bién én p. 14 148. 8. Para Pa ra un unaa idea id ea ge genn eral er al de dell de desa sarr rrol ollo lo de los interc int ercam ambio bioss comerciales en el Mediterráneo durante esta época, véase A. Sherratt y S. Sherratt, «The growth of the Mediterranean economy in the early first millennium BC», World Arch Ar chae aeol olog ogy, y, 24 (1992-1993), pp. 361-378. Sobre Pitecusa véase D. Ridgway, The First Western Greeks, Cambridge, 1992, que estudia la población de la colonia en pp. 101-103, y la presencia levantina en pp. 111-118. Los testimonios de la interacción que se produjo entre Pitecusa y los mun dos fenicio y cartaginés han sido recientemente revisados por R. F. Docter y H. G. Niem N iemey eyer, er, «Pithek «Pit hekou oussa ssai: i: the th e C arth ar thag agin inian ian co conn nnec ectio tion. n. O n the th e arch ar chae aeolo ologic gical al evi dence of Euboeo-Phoenician partnership in the 8th and 7th centuries BC», Apo A poik ikia ia:: scritti in onore di Giorgio Buchner, AION, n. s. 1 (1994), pp. 101-115. Para la «copa de Nés N ésto tor» r»,, véase véa se últi úl tim m amen am ente te O. Murray, Murr ay, «N «Nes esto tor’ r’ss cup cu p an andd the th e origin ori ginss o f sympos sy mposion» ion»,, Ap A p oiki oi kia: a: scritti in onor on oree di Giorgio Gio rgio Buchner, A I O N , n. s. 1 (1994), pp. 47-54. Para las embarcaciones, véase L. Casson, Ships and Seamanship in the Ancient World, Prince ton, 1971; y para las embarcaciones en la poesía épica, véase G. S. Kirk, The Iliad: A Comm Co mmen entar tary, y, Cambridge, 1985, vol. 1, a propósito de Iliada 1.434 y pp. 486-488. Sobre la movilidad de la población, véase N. Purcell, «Mobility and the polis» pol is»,, en O. Murray y S. R. F. Price, eds., The Greek City from Homer to Alexander, Oxford, 1990, pp. 29-58. Sobre Damarato, véase BR B R , pp. 124-125. Sobre las innovaciones in troducidas en Etruria y el Lacio véanse BR B R , capítulo IV; S. Stoddart, «Divergent tra ject je ctor orie iess in cent ce ntra rall Italy Ita ly 1200-500 BC», BC» , en T. Ch Cham ampi pion on,, ed., Centre and Periphery. Comparative studies in archaeology, Londres, 1989, pp. 88-101; y A. Bietti Sestieri,
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The Iron Age A ge Commun Com munity ity o f Os Oster teria ia dell’O dell’Osa. sa. A Study o f sociopoliti sociopolitical cal development developmen t in central Tyrrenian Italy, Cambridge, 1992. Para las analogías entre los enterramien tos nobiliarios de Italia y los de la Puerta Occidental de Eretria, véase B. D’Agostino, «Grecs et “indigènes” sur la côte tyrrhénienne au vne siècle: la transmission des idéologies entre les élites sociales», Annales, Anna les, Économ Éco nomies, ies, Sociétés, Sociétés, Civilisati Civil isations ons (1977), pp. 3-20. Par P araa la in i n terp te rpre reta taci ción ón de los e nter nt erra ram m ient ie ntoo s de d e E retr re tria ia,, véase véa se F. de Polignac, Poligna c, Cult Cults, s, Territ Territory ory,, and the Origins o f the Greek G reek City-state, City-state, Chicago, 1995, pp. 130-137. Sobre los primeros asentamientos fuera de Grecia véase en general A. J. Gra ham, «Pre-colonial contacts: questions and problems», en J.-P. Descoeudres, ed., Greek Colonists and Native Populations, Oxford, 1990, pp. 45-60. En el mundo de ha bla bl a ingle i nglesa, sa, los estud est udios ios sobr so bree la «co «coloniz lonizaci ación ón griega» grie ga» se ha hann visto do dom m inad in ados os p o r la obra de John Graham: véanse especialmente A. J. Graham, «The colonial expansion of Greece», Cambridge Ancient History, Cambridge, 19822, vol. 3, Tercera parte, pp. 83-162, y A. J. Graham, Colony and Mother City in Ancient Greece, Chicago, 19832. Para un análisis ya clásico y otro más reciente de las causas de la «colonización», vé anse A. Gwynn, «The character of Greek colonisation», JHS, JH S, 38 (1918), pp. 88-123, y G. C. Cawkwell, «Early colonisation», Classical Classical Quarterly, Quarte rly, 42 (1992), pp. 289-303, res pecti pe ctiva vame mente nte.. Sobre So bre la trad tr adic ició iónn lite li tera rari riaa en torn to rnoo a las coloni col onias as vé véas asee C. Do Dough ughert erty, y, «It’s murder to found a colony?», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece, Cambridge, 1993, pp. 178-198. Para el papel de Delfos en la fun dación de las colonias, véanse C. A. Morgan, Athl At hlet etes es and an d Or Oracle acles. s. The transfo tran sform rmati ation on o f Olympia and Delphi in the eigh eighth th century century BC, BC , Cambridge, 1990, capítulo V, e I. Malkin, Religio Re ligionn and an d Colonis Col onisatio ationn in Anc A ncie ient nt Greece, Leyden, 1987, junto con mi ex posició pos iciónn de dell capít ca pítulo ulo 1 y del d el Epílog Ep ílogo. o. Sobre el arte geométrico en general disponemos de una buena introducción en S. Langdon, ed., From Pasture to Pol Polis is.. A r t in the age o f Home Ho mer, r, Missouri, 1993. La guía más completa de la cerámica geométrica es J. N. Coldstream, Greek Geometric Pot tery, Londres, 1968. Buena parte del material resulta fácilmente accesible en J. N. Coldstream, Geometric Greece, Londres 1977. Sobre la cuestión de qué es lo que re pre p rese senn tan ta n las esce e scena nass figura fig urativ tivas as vé véan anse se J. N. N. Co Cold ldstr strea eam m , «The «Th e ge geom ometr etric ic style: b irth ir th of the picture», en T. Rasmussen y N. Spivey, eds., Lo L o o k ing in g at Gr Gree eekk Vases, Vases, Cam bridg bri dge, e, 19 1991 91,, pp. 37-56; A. M. Snod S nodgras grass, s, «Towards «Tow ards an inte in terp rpre reta tati tioo n of the th e ge geom ometr etric ic figure scenes», AM A M , 95 (1980), pp. 51-58; J. Boardman, «Symbol and story in geome tric art», en W. G. Moon, ed.. An A n cien ci entt Greek Gre ek A r t and a nd Icon Ic onog ogra raph phyy (1983), pp. 15-36; y A. M. Snodgrass, A n Arch Ar chae aeol olog ogyy o f Greece, Berkeley, 1987, capítulo V, «Ilie first fi gure scenes in Greek art», pp. 132-169. Las escenas de deposición de un cadáver han sido recogidas por G. Ahlberg, Prothesis and Ekphora in Greek Geometric Art, G ö teborg, 1971. Sobre las bandas de oro griegas véase D. Ohly, Griechische Griechische Goldbleche des 8. Jahrhunderts v. Christ, Berlin, 1953.
5. El mundo de Hesiodo y de Homero (pp. 166-193) Para el desarrollo de la poesía épica griega, véanse M. L. West, «'Ilie rise of the Greek epic», JH S, 108 (1988), pp. 151-172, con su réplica a las críticas en JHS, 1122 JH S, 11 (1992), pp. 173-175, y R. Janko, The Iliad: a commentary. Vol. 4: books 13-16, Cam bridg bri dge, e, 199 1992, 2, pp. 8-19. La lengu len guaa de d e H esio es iodo do es an anal aliz izad adaa por p or G. P. P. Edwa Ed wards rds,, The Lan O xford, 1971 1971.. Los orígenes orales o rales de la po e guage o f Hesiod Hesio d in its its Traditional Traditional Context, Oxford, sía homérica fueron demostrados con detalle por Milman Parry, The making
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o f Homerie Homerie Vers Verse, e, Oxford, 1971. Los límites que comporta la composición formular es tán bien estudiados en la introducción a dicha obra escrita por Adam Parry. Una ex posici pos ición ón suci su cint ntaa de dell pro pr o blem bl em a p ue uede de en enco cont ntra rars rsee en la intro int rodu ducc cció iónn de R. B. R u therford a su comentario Hom H om er Odyss Od yssey ey B o o ks x i x and an d x x , Cambridge, 1992, pp. 47-57. Véase asimismo J. Griffin, Hom H omer er Iliad Ili ad IX I X , Oxford, 1995, Introducción. Sobre el diferente lenguaje utilizado por los distintos personajes, véanse J. Griffin, «Words and speakers in Homer», JH S , 106 (1986), pp. 36-57, y R. Martin, The Language o f Heroe Heroes, s, Cornell, 1989, con los que vale la pena comparar J. Burrows, Computation into Criti cism cism.. A study o f Jane Jane A usten us ten ’s novels and an experiment in method, Oxford, 1987. Sobre el interés histórico de los poemas de Homero y Hesíodo en general véase el artículo, Utilísimo pese a su brevedad, de K. Raaflaub, «Homer to Solon. The rise of the polis», en M. H. Hansen, ed., The Ancient Greek City-state, Copenhague, 1993, pp. 41-105. 41-105. Para la Teogonia es fundamental la edición de M. L. West, Hesi He siod od Theo Th eogo gony ny edi ted with with prolegomena and a nd commentary, com mentary, Oxford, 1966. Los textos paralelos originarios del Oriente Próximo pueden encontrarse en S. Dailey, Myths My ths fr o m Mesop Me sopota otami mia, a, O x ford, ford , 19 1989 89,, y en J. J. B. B. Pritc Pr itcha hard, rd, ed., An A n cien ci entt Near Ne ar Eastern East ern Texts Relating Relat ing to the Old Ol d Tes tament, Princeton, 1969. En cuando a Lo L o s trabajos traba jos y los días es imprescindible M. L. West, Hesio He siod d Works and Days Edited with Prolegomena and Commentary, Oxford, 1978. La face ta tradicional de la poesía de Hesíodo es subrayada por G. Nagy, «Hesiod», en T. J. Luce, ed., An A n cien ci entt Writers, Nueva York, 1982, pp. 43-72, frente a las especulaciones autobiográficas como las de R. M. Cook, «Hesiod’s father», JH S , 109 (1989), pp. 170-171. La teoría de que el mundo de Hesíodo era el de los campesinos es defen dida contundentemente por P. C. Millett, «Hesiod and his world», PCPS, 210 (1984), pp. 84-115; véanse últimamente los comentarios críticos de V. D. Hanson, The Other Greeks, Nueva York, 1995, pp. 95-108. El «mito de las razas» ha sido muy estudiado: véase en particular J.-P. Vernant, Myt M ythh and an d Thou Th ough ghtt amon am ongg the Greeks, Gree ks, Londres, 1983, capítulos I-II. Por lo que al mundo de la Ilíada y la Odisea se refiere, la obra de M. I. Finley, The World o f Odysseus, Odysseus, Londres, 1954, supuso todo un hito (hay trad, cast.: El mundo de FCE , Madrid, 19 1980 80). ). Para un enfoque enfo que más tradicional, cuya atención atención se centra Odiseo, FCE, fundam entalmente entalmen te en los objetos materiale materiales, s, todavía no ha quedado quedad o desfasado desfasado H. L. Lorimer, Ho Londre s, 1950 1950.. Las reacciones frente fren te a la obra de H o m er and an d the Mon M onum umen ents ts,, Londres, Finley Finley han seguido seguido fundamen fund amentalmente talmente dos tendencias: tendencias: la primera po ne en tela de jui cio cio su su identifi identificación cación del mundo mun do retrata re tratado do en e n los poemas poem as con el de la Edad Oscura, ne gando unas una s veces veces que se trate de un mundo que pueda pu eda atribuirse a alguna fecha en con creto y afirmando otras que corresponde al de una época distinta; la segunda pone en duda su teoría de que los poemas encarnan un sistema de valores «heroicos» único e indiscutibl indiscutible. e. Para P ara la primera de esas líneas líneas de ataque ata que véanse A. M. Snodgras Snodgrass, s, «An his torical H omeric om eric society?», society?», JH J H S, 94 (1974), pp. 114-125; A. G. Geddes, «Who’s who in Homeric Ho meric societ society», y», Classical Quarterly, 34 (1984), pp. 17-36; I. M. Morris, «The use and abuse of Homer», Classi Classical cal Antiquity Antiq uity,, 5 (1986), pp. 81-138; y E. S. Sherratt, «“Reading the texts”: archaeology and the Homeric question», Ant A ntiq iquu ity, ity , 64 (1990), pp. 807-824. E n cuan c uanto to a la segunda, cf. cf. O. Taplin, Taplin, Hom H omer eric ic Soun So undin dings gs,, Oxford, 1992, que contiene asimismo un análisis muy útil del contexto de d e la primitiva ejecución de los poemas. Para Pa ra una reseña res eña general g eneral particularm particu larmente ente útil, útil, véase véase J. J.-P. Crielaard, «Homer, «H omer, history and ar chaeology: some remarks on the date of the Homeric world», en J.-P. Crielaard, ed., Hom Ho m eric er ic Questio Que stions, ns, Amsterdam, 1995, pp. 201-289. El mejor estudio de la guerra en
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H om ero es el de H. van Wees, Wees, «The Ho Home meric ric way of war», war», Greece Greece and Rome, Rom e, 41 (1994), pp. 1-18,131 1-18 ,131-155 -155,, au aunn qu quee no me ha co conv nven encid cidoo de qu quee el tip t ipoo de gu guer erra ra ho hom m éric ér icaa re r e sulte plausible desde el punto pun to de vista militar. Véanse Véans e asimismo H. van Wees Wees,, «Leaders of men», Classical 285-303, y H. van Wees, «Kings in comb co mbat», at», Classical Quarterly, Qu arterly, 36 (1986), pp. 285-303, Classical Classical Quarterly, Q uarterly, 38 (1988), pp. 1-24. La naturaleza de los valores homéricos ha sido objeto de un estudio aparte, cen trado trad o en la cuestión de si las virtudes competitivas com petitivas son las las únicas que se reconocen reconoce n en los poemas: véanse A. W. Adkins, Merit Me rit and an d Respon Res ponsab sabilit ility, y, Oxford, 1960, y A. A. Long, «Morals and values in Homer», JH S, 90 (1970), pp. 121-139 (con la réplica de Adkins, JH S, 91 [1971), pp. 1-15]. Mi análisis del discurso y el consejo sigue a M. Schofield, «Euboulia in the Iliad», Iliad» , Classical Quarterly, Qua rterly, 36 (1986), pp. 6-31. El estudio clásico ya de la importancia que tiene la ausencia de la agricultura y el sacrificio en tre las sociedades no humanas en la Odisea es el artículo de P. Vidal-Naquet, «Land and sacrifice in the Odyssey, a study of religious and mythical meanings», en R. L. Gordon, Gordo n, ed., Myth, Myth , Religio Re ligionn and an d Society Soc iety,, Cambridge, 1981, y en P. Vidal-Naquet, The Blac Bl ackk Hunte Hu nter, r, Baltimore, 1986. Para el ambiente en el que se compusieron la Iliada Ilia da y la Odisea, véase O. Taplin, Hom H omer erie ie Sound Sou nding ings, s, capítulo I, y J. Griffin, Hom H om er Iliad Ili ad 9, Oxford, 1995, pp. 4-8. So bre br e la trans tra nsm m isió is iónn de los po poem emas as ho homé méric ricos os vé véan anse se R. Sealey, Women and Law in B altimore, Classical Greece, Chapel Hill, 1990, pp. 127-135; G. Nagy, Pinda Pin dar’ r’s Homer, Hom er, Baltimore, 1990, pp. 21-24; W. Burkert, «The making of Homer in the sixth century BC: rhapso des versus Stesichorus», en Papers Papers on the Am asis as is Painter Painter and his World, Malibu, 1987, pp. 43-62; 43-62; y R. Janko, Jan ko, The Iliad: a commentary. commentar y. Vol. ol. 4: book bo okss 13-16, 13-16, Cambridge, 1992, pp. 20-38. 20-38. Para Pa ra la des d estru trucc cción ión de Tebas Teb as como com o d ato at o fund fu ndam amen enta tall p ara ar a la da data taci ción ón de la Iliada, Iliada , véanse W. Burkert, «Das hunderttorige Theben und die Datierung der Ilias», Wiener Studien, 10 (1976), pp. 5-21, y M. L. West, «The Date of the Iliad», Museu Mu seum m Helve He lvetic ticum um,, 52 (1995), pp. 203-219. 6. La L a reform refo rmaa de las comuni com unida dades des:: el siglo vil vi l a.C. (pp. 194-254) Para Pa ra el vaso Chigi véase P. P. Arias, B. B. Shefton Shef ton y M. Hirmer, Hirm er, A Histor Hi storyy o f Vase Vase Pain ting, Londres, 1962, láminas IV, 16 y 17 y pp. 275-276. Para los píth p íthoo i con decoración en relieve véanse M. E. Caskey, «Notes on relief pithoi of the Tenian-Boiotian Group», AJ A J A (1976), pp. 91-41, y N. Kontoleon, «Die frühgriechische Reliefkunst», Arch Ar chai aiol olog ogik ikii Ephe Ep heme meris ris (1969), pp. 215-236. Sobre el orientalizante, véase S. P. Mor ris, Daida Da idalos los and an d the Origins o f Gree G reekk Art A rt,, Princeton, 1992, y W. Burkert, The Orien talising Revolution. Near eastern influence on Greek culture in the early archaic age, Heidelberg, 1984 (trad. ing. Harvard, 1992), junto con R. Osborne, «A la grecque», Journa Jou rnall o f Mediterran Medit erranean ean Arch Ar chae aeol olog ogy, y, 6/2 (1993), pp. 231-237. Debo mi conocimien to de las analogías existentes entre la Odisea y el Mahabh Ma habharata arata a mis conversaciones con el Dr. N. Alien. Sobre las tendencias orientalizantes de la cerámica corintia véa se T. T. Rasmussen, «Corinth and the orientalising phenom phe nomenon enon», », en T. Rasmussen y N. N. Spivey, eds., Lo L o o king ki ng at Gr Gree eekk Vases, Vases, Cambridge, 1991. Para el cambio producido en las tendencias comerciales véanse A. y S. Sherratt, «The growth of the Mediterra nean economy in the early first first millennium BC», World World Archaeology, A rchaeology, 24 (1992-1993), pp. 361-378, y H. M atthä att häus us,, «B «Bro ronz nzen enee K a nd ndel elab aber er mit mi t Blat Bl attü tübe berf rfal all.l. Zeug Ze ugnis nisse se phö phö-nikischer Expansion im Mittelmeergebiet», en P. Aström, ed.. Acta Ac ta Cy Cypri priaa , Segunda par p arte te,, Jons Jo nser ered ed,, 1992 1992,, pp. 214-254. 214-254.
NOTA NO TAS S B IBLI IB LIOG OG RÁFI RÁ FICA CAS S
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Para la guerra sigue siendo fundamental A. M. Snodgrass, Early Greek Armour 19664, aunque la tem tempra prana na fecha que atribuye atribu ye al escudo hohoand Weapons, Weapons, Edimburgo, 19 plítico plít ico no es segura seg ura.. Tamb Ta mbién ién es im po port rtan ante te el artíc art ícul uloo de cará ca ráct cter er revis re vision ionist istaa de H. van Wees, «The Homeric Way of War», Greece and Rome, 41 (1991), pp. 1-18, 131155 55,, y en parte pa rte lo seguimos seguimos en nue stra exposición, aunque, en mi opinión, concede d e masiada poca po ca importancia im portancia al escudo hoplít hoplítico. ico. El estudio clásico clásico sobre los testimonios testimonios visuales de la figura del hoplita es J. Salmon, «Political hoplites?», JH S , 97 (1987), pp. 84-101. Mis argumentos a este respecto son en gran medida análogos a los de V. D. Hanson, The Other Greeks, Nueva York, 1995, pp. 221-244. Esparta: sobre el contexto en el que se ejecutaban las composiciones de Tirteo, véase E. Bowie, « Miles ludens. ludens . The problem of martial exhortation in early Greek poetr po etry» y»,, en e n O. Murray, Murr ay, ed., Sympotica, Oxford, Ox ford, 199 1990. Sobre los problemas que plantea plan tea el estudio de la Espa E sparta rta arcaica, véase C. C. G. Starr, «On the credibility credibility of early Spartan history», Historia, Histo ria, 14 (1965), pp. 257-272. Para el material procedente del santuario de Ártem Árt emis is Ortia, Or tia, véase R. M. M. Dawkins, ed., Art A rtem emis is Orthia, Orthia , Londres, 1929; sobre las más caras, véanse véans e J. J. B. B. Carter, Ca rter, «Masks and poetry po etry in early Sparta», S parta», en R. Hägg, N. N. Marinatos, y G. G. Nordqu No rdquist, ist, eds., Early Greek Cult Practice, Estoco Es tocolmo lmo,, 19 1988 88,, pp. 89-98, 89-98, y M. M. H. Ja meson, «Perseus, «Perseus, the hero he ro of Mycenae», Mycenae», en R. Hägg H ägg y G. G. Nordquist, Nord quist, eds., eds., Celebrations Estoc olmo, o, 19 1990 90,, pp. 213-223 213-223,, que an ana a o f Death Death and Divinity Divinity in the Bronze Age Argolid, Estocolm liza e ilustra las máscaras, bastante diferentes, de Tirinte. Sobre las instituciones de la Esparta arcaica, véase S. Hodkinson, «The development of Spartan society in the Ar chaic period», period» , en L. Mitchell Mitch ell y P. J. Rhodes,ed Rhod es,eds., s., The Developm Deve lopment ent o f the the Polis Polis in in Archaic Lond res, 1997 1997.. Para Pa ra Esp E spar arta ta y los hoplitas, véase P. P. A. Cartledge, Cartle dge, «Hoplites «H oplites and Greece, Londres, heroes: S pa parta’ rta’ss contribution contrib ution to the technique techn ique of ancient warfare», JH S, 97 (1977), pp. 11-2 11 -27. 7. Para Par a los marfiles espartano espa rtanos, s, véase J. J. B. B. Carter Ca rter,, Greek Ivory Ivo ry Carving in the the Orien York, 198 1985. Para otras introducciones introd ucciones más gen era talizing and Archaic Arch aic Periods, Nueva York, les al estudio de Esparta, véanse W. G. Forrest, A Histo Hi story ry o f Sparta 950-192 950-192 BC B C , Lon dres, 1968; L. 11. Jeffery, Arch L ondres res,, 1976, pp. 11-120; 11-120; M. I. Ar chaic aic Greece. Greece. The city states, states, Lond Finley, «Sparta», «Sparta» , en M. I. Finley, The Us trad , cast.: Uso Use and Abuse o f Histo Hi story ry (1975; (197 5; hay trad, y abuso Crí tica, 198 19842 42), ), reedi ree dita tado do en M. I. Finley, Finley, Economy abu so de la historia. Crítica, Econ omy and Socie Society ty o f Anc A ncie ient nt Greece, ed. R. P. Sailer y B. D. Shaw, Londres, 1981; P. A. Cartledge, Sparta and Lond res, 197 9799; y en general gene ral para pa ra las ilustraciones de los m a Lako La koni nia. a. A regional regiona l history, histo ry, Londres, teriales arqueológicos, L. Fitzhardinge, The Spartans, Londres Lon dres,, 1981. 1981. La ley: la mejor introducción al tema es K.-J. Hölkeskamp, «Written law in ar chaic Greece», PCPS, 38 (1992), pp. 87-117. Véanse asimismo R. Thomas, «Written in Stone? Liberty, equality, orality and the codification of law», BIC B ICS, S, 40 (1995); M. Gagarin, Early Greek Law, Yale, 1986; y R. Sealey, The Justice of the Greeks, Michi gan, 199 1994. Resulta revelado reve ladora ra la comparación con la Ley de las las Doce Doc e Tablas Tablas romana: cf. BR B R , capítulo XI. Para Teognis, véase T. Figueira y G. Nagy, Theognis Theognis o f Megara, Megara, Baltimore, 1985; sobre A lceo la obra obr a clásica clásica es D. D. L. Page, Sappho and Alcaeus, Alcaeus, Oxford, 1955; ilustra tivo para el lenguaje político de Alceo es L. Kurke, «Crisis and decorum in sixth-cen tury Lesbos: reading Alkaios otherwise», Quaderni Urbinati di Cultura Classica, 47 (1994), pp. 67-92. El estudio de la tiranía se ha visto dominado durante mucho tiempo por A. An drewes, The Greek Tyrants, Londres, 1956. Sobre las tradiciones acerca de la tiranía, véanse J.-P. Vernant, «From Oidipous to Periander: lameness, tyranny, incest in le gend and history», Aret Ar ethu husa sa,, 15 (1982), pp. 19-38; J. F. McGlew, Tyranny and Political Culture in Ancient Greece , Cornell, 1993, capítulo II; y sobre la historia de Periandro,
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C. Sourvinou-Inwood, «“Myth” and history: on Herodotos 3.48 y 50-53», Opuscula (1988) 88),, reeditad reed itadoo en el libro libro de la misma au tora «Reading» Greek Cul Athe At henie niens nsia, ia, 17 (19 ture, Oxford, 1991, pp. 244-284. Sobre las tradiciones acerca de los tiranos en su face ta de sabios, véase R. P. Martin, «The seven sages as performers of wisdom», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece, Cambridge, 1993, pp. 108-128. Sobre el uso en época clásica de la metáfora de la «ciudad tirana», véase C. J. Tuplin, «Imperial tyranny: some reflections on a classical Greek political meta phor ph or», », en P. A . C artle ar tledg dgee y F. D. Harvey Har vey,, eds., Crux. Essays presented to G. E. M. de Ste. Croix on his 75th birthday, Exeter y Londres, 1985, pp. 348-375. Para los parale lismos entre los tiranos griegos y los reyes de Roma del siglo vi véase BR B R , pp. 145-146. Para los griegos y el mar Negro, véanse G. Tsetskhladze, «Greek penetration of the Black Sea», en G. Tsetskhladze y F. De Angelis, eds., The Archaeolo Archaeology gy o f Greek Greek Colonisation, Oxford, 1994, pp. 111-135, que discute la teoría de si los primeros asen tamientos tamiento s griegos de esta zona perten pe rtenece ecenn o no al siglo siglo vu vu a.C.; a.C.; y D. D. Braund, Bra und, Georgia in Antiquity. A history o f Colchis and Transca Transcauca ucasian sian Iberia 550 BC-A BC -AD D 562, 562, Oxford, 1994, capítulo III. Para Tasos, véase A. J. Graham, «The foundation of Thasos», AB A B S A , 73 (1978), pp. 61-98, y véase véa se infra los comentarios al capítulo 7; para Abdera, A. J. Graham, «Abdera and Teos», JH S, 112 (1992), pp. 44-73. Para la colonización en el sur de Ita lia véase infra capítulo 7. Asen As entam tam ientos ien tos en e n Grecia: pa para ra Ceos, véase J. J. F. F. Cherry, J. L. L. Davis, y E. Mantzourani, eds., Land La ndsc scap apee Arch Ar chae aeol olog ogyy as Long Lo ng-te -term rm Histor His tory, y, Los Angeles, 1991, capítulos XI y XXII, junto con T. Whitelaw, «Colonisation and competition in the Polis of Koresso ressos: s: the developmen d evelopmentt of settlement in north-west Keos from the archaic archaic to the late late Roman periods», en L. Mendoni, ed., Papers from the Kea-Kythnos Conference (en pre p rens nsa) a);; pa p a ra Melos, C. Renf Re nfre rew w y M. Wagstaff, eds., An A n Island Isla nd Polity. The archaeo arc haeology logy Cam bridge, ge, 198 1982, 2, junt ju ntoo con co n R. W. W. V. V. Catling, Classical o f exploitatio exploitationn in Melos, Cambrid Classical Review, Review , 34 (1984), pp. 98-103; para el sur de la Argólide, véase M. H. Jameson, C. N. Runnels, y Tj. van Andel, A Greek Gre ek Countr Co untrysid yside, e, Stanford, 1994, figura 4.21 y pp. 372-381; para el Atica, R. Osborne, Osb orne, «A crisis crisis in archaeological history? The seventh century in Attica», A ttica», (1989), ), pp. pp. 297-32 297-322, 2, y R. Osbo O sborne, rne, «Archaeology, the Salaminioi, and an d the th e po p o A B S A , 84 (1989 litics of sacred space in archaic Attica», en S. Alcock y R. Osborne, eds., Placing the Gods. Gods. Sanctuaries and sacred space in ancient Greece, Greece, Oxford, 1994, pp. 143-160. Para Delfos es fundamental C. A. Morgan, Athle At hletes tes and an d Oracles, Cambridge, 1990 19 90,, capítulos capítul os IV y V. Sobre las ruinas de Delfos, véase (ante (an te todo to do)) M. Maass, Das 1177 antike Delphi (1993), pero para los poblados más antiguos véase también BC H , 11 (1993) (1993),, pp. pp. 626626-63 631. 1. Para Pa ra el oráculo véanse además ad emás R. P arker, «G reek states and G re ek oracles», en P. A. Cartledge y F. D. Harvey, eds., Crux. Essays presented to G. E. M. de Ste. Ste. Croix Cro ix on his 75th birthd b irthday, ay, Exeter y Londres, 1985, pp. 298-326, y S. Price, «Delphi and divination», en P. E. Easterling y J. V. Muir, eds., Greek Religion and So ciety, Cambridge, 1985, pp. 128-154. La línea que seguimos aquí debe mucho a J. Fontenrose, The Delphic Oracle, Berkeley y Los Ángeles, 1978, obra injustamente difa mada que contiene una Utilísima colección de datos. Para una línea más crédula, véase, por ejemplo, I. Malkin, Religion Reli gion and an d Colon Co lonisati isation on in A n cien ci entt Greece, Leyden, 1987, capítulo I. Sobre la escultura dedálica el estudio clásico es el de R. Jenkins, Dedálico, Dedá lico, Lon dres, 1936. Véanse asimismo S. P. Morris, Daida Da idalos los and an d the Origins Origin s o f Greek Gre ek Art, Ar t, Prin ceton, 1992, capítulo IX, y J. Hurwit, The Art and Culture of Early Greece, Cornell, 1985, pp. 179-202.
NOTA NO TAS S BIBL BI BL IOGR IO GR Á FICA FI CA S
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Para los koûroi y las kórai las las colecciones colecciones fundamentales fundame ntales de material ma terial siguen sien sien do G. M. A. Richter, Kouroi, Londres, 19703, y G. M. A. Richter, Ko raí, Londres, 1968. Para la influencia egipcia, véase E. Guralnick, «Proportions of kouroi», A J A , 82 (1978), pp. 461-472. Sobre el santuario de Ptoion, véase J. Ducat, Les Le s kour ko uroi oi du Ptoion: Le sanctuaire d'Apollon Ptoieus à l’époque archaïque, Paris, 1971. Para el cál culo del número de koûroi existentes y un estudio de sus implicaciones en el desa rrollo alcanzado por la navegación entre los griegos, véase A. M. Snodgrass, «Heavy freight in archaic Greece», en P. Garnsey, K. Hopkins, y C. R. Whittaker, eds.. Trade in the Ancient Economy, Londres, 1983, pp. 16-26. Para el desarrollo de los templos griegos, véase J. J. Coulton, Greek Architects at Work, Londres, 1977, capítulo II. Para el desarrollo de los tejados de los templos, cf. N. Winte Wi nter, r, Greek Gree k Architectural Terra Terraco cott ttas as fro fr o m the Prehistoric Prehistoric through to the Archaic Archa ic Period, Oxford, 1993. 7. El mundo griego en 600 a.C. (pp. 255-286) Para los los primeros capítulos de la Constitución Constituc ión de d e los atenienses, véase P. J. Rhodes, A C omme om menta ntary ry on the Aristo Ari stotel telia iann «Athe «A thenai naion on Politeia», Politeia», Oxford, 1981, pp. 65-79. Para Cilón, véanse Rhodes, op. cit., pp. 79-84, y S. Hornblower, A Comm Co mmen entar taryy on o n Thuc Th ucyd ydii des, Oxford, 1991, vol. I, pp. 202-210. Un excelente panorama general de Atenas du rante esta época podem os encontrarlo enco ntrarlo en R. A. S. Seaford, Seaford, Recipr O x Rec iproci ocity ty and a nd Ritu R itual, al, Ox ford, 1994, pp. 92-102,106-109. Sobre Solón en el siglo iv a.C. véanse R. Thomas, «Law and lawgiver in the Athe A thenia niann democracy», en R. Osborn O sbornee y S. S. Hornblower, Hornblow er, eds.. eds.. Ritual, Finance, Politics. Athenian Democratic Accounts Presented to David Lewis, Oxford, 1994, pp. 119-134, y E. Ruschenbusch, «Patrios Politeia. Theseus, Drakon, Solon und Kleisthenes in Publizistik und Geschichtsschreibung des 5. und 4. Jahrhunderts v. Chr.», Historia (1958), 8), pp. pp. 398-4 398-424 24.. Sobre los monum mon ument entos os en los que estab e staban an las ins Hist oria,, 7 (195 cripciones que contenían las leyes de Solón, véase P. J. Rhodes, A Comm Co mmen entar taryy on o n the Arist Ar istot oteli elian an «Athe «A thena naion ion Politeia», Oxford, 1981, pp. 131-135. Rhodes ofrece asimismo la mejor mejo r introducc introd ucción ión con diferencia difere ncia a las las leyes de Solón y a la «crisi «crisis» s» a la que habr h abrían ían hecho hech o frente. Los testimonios testimo nios y las las citas citas de las leyes leyes de Solón han ha n sido recogidos por p or E. Ruschenbusch, Σ NOMOI. Die Die Fra Fragmente des solo soloni nisc sche henn Gese Gesettzes zeswe werk rkes es mit einer Text- und Überlieferungsgeschichte, Historia Einzelschritten, 9, Wiesbaden, 1966. Para Par a los los problem as suscitados po porr la naturaleza naturalez a de las leye leyess de Solón, véase véase R. O sbor sbo r ne, «Law in action in classical classical Athens» Ath ens»,, JHS, 105 (1985), pp. pp. 40-58 40-58.. Sobre So bre la posible posib le da JH S, 105 tación tac ión en époc é pocaa de Solón de los Genesia G enesia,, véase E Jacoby, Jacoby, ‘Γ ‘Γ ενε νεσσ ια: a forgotte forg ottenn festival of the dead», Classical Classical Quarterly, Q uarterly, 38 (1944), pp. 65-75. Sobre las ánforas «SOS», véase A. W. Johnston y R. E. Jones, «The SOS Amphora», AB A B S A , 73 (1978), pp. 103-142. Para el uso de la cerámica como testimonio de los sistemas mercantiles, véase R. Os born bo rne, e, «Pots an andd trad tr ad e in archa arc haic ic Gree Gr eece ce», », Ant A ntiq iquu ity it y 70 (marzo, 1996), pp. 31-44. Sobre la mujer arcaica, véase E. Fantham et al., Women in the Classical World, Oxford, 1994, capítulo I. Sobre Semónides (y Hesiodo), véase N. Loraux, «On the race of women and some of its tribes», en su libro Childr Children en o f Athena Athen a (1981, trad, amer. 1991). Para el Him H imnn o homéri hom érico co a De Demé méter ter véanse H. P. Foley, The Homeric Pr inceton, ton, 19 1994 94;; N. N. J. J. Richard Ric hardson, son, The Homeric Hymn to Demeter, Hym H ym n to De Demete meter, r, Prince Oxford, 1974; y R. C. T. Parker, «The Hym and the Homeric Hymns», H ym n to De Deme meter ter and Greece and Rome, 38 (1991), pp. 1-17. Sobre Safo, véase M. Williamson, Sapp Sa ppho ho’’s Im mortal D a u g h t e r s , Harvard, 1996.
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Sobre Tasos, véanse Y. Grandjean, Recherc Rec herches hes sur l ’habita hab itatt Thasien Thasie n à l ’époqu épo quee grecque, Études Thasiennes XII, París, 1988, especialmente pp. 463-489, y A. J. Gra ham, «The foundation of Thasos», A B S A , 73 (1978), pp. 61-98. Sobre Metaponto, véanse J. C. Carter, «Metapontum - land, wealth, and popula tion», en J.J.-P P. Desco D escoeudre eudres, s, ed., Greek Colonists and Native Populations , Oxford, 1990, pp. 405-441; «Taking «Takin g po posse ssessi ssion on o f the th e land: land : early ea rly G ree re e k co colon lonisa isatio tionn in sout so uthe hern rn Italy», en R. T. T. y A. R. Scott, eds., Eius Virtutis Virtutis Studiosi: Classical and an d Postclassical Postclassical Stu dies dies in in Mem ory o f Frank Frank Edward Brown, Washington, 1993, pp. 342-367; y «Sanctua ries in the chora of Metaponto», en S. E. Alcock y R. G. Osborne, eds., Placing the Gods: Sanctuaries Sanctuaries and Sacred Space in Ancie An cient nt Greece, Greece, Oxford, 1994, pp. 161-198. Para Mégara Hiblea, véanse G. Vallet, E Villard, y P. Auberson, Mégara Hyblaea. 1. Le quartier quart ier de l ’agora archaïque, archa ïque, Roma, 1976; G. Vallet y E Villard, Mé M é gara Hyblaea. 2. La céramique archaïque, Roma, 1964; G. Vallet, F. Villard y P. Au berso be rson, n, Mégara Hyblaea. 3. G uide uid e des d es fouil fo uilles les,, Roma, 1983; F. De Angelis, «The foun dation of Selinous», en G. Tsetskhladze y F. De Angelis, eds., The Archaeology of Greek Colonisation, Oxford, 1994, pp. 87-110, en pp. 100-101. La cerámica artística de Mégara Hiblea queda bien situada en relación con la que se fabricaba en otros rinco nes de Grecia G recia en P. Devambez Devamb ez y F. F. Villard, Villard, «Un vase orientalisant orientalisa nt polychrome polychrom e au Mu sée du Louvre», Fondation Fondation Piot. Piot. M onuments onum ents et Mémoires, 62 (1979), pp. 13-41. 8. Interrela Inter relación ción de las ciudades: ciudade s: el siglo v i (600-520 a.C.) (pp. 287-342) Sobre el circuito de fiestas, véase C. A. Morgan, Athl At hlete etess and an d Oracles, Cambridge, 1990; sobre las Panateneas, véase J. Neils, ed., Goddess and Polis, Hanover, NH, 1992; sobre los disturbios políticos en los años en que se celebraban las Panateneas, véase T. J. Figueira, «The ten Arch Ar chon onte tess of 579/8 at Athens», Hesperia, Hesp eria, 53 (1984), pp. 447473, especialmente pp. 466-469; para Pisistrato y la problemática general, véase W. R. Connor, «Tribes, festivals and processions; civil ceremonial and political manipulation in archaic Greece», JH S, 107 (1987), pp. 40-50. Para la noción de capital simbólico, véase P. Bourdieu, Outline Outline o f a Theory o f Pra Pract ctic ice, e, Cambridge, 1977, capítulo IV y es peci pe cial alm m en ente te pp. 171 171-183. -183. Par P araa el ulte ul teri rioo r empl em pleo eo de esta es ta idea id ea en un co cont ntex exto to similar, véase R. Osborne, «Looking on - Greek style. Does the sculpted woman girl speak to women too?», en I. Morris, ed., Classical Greece. Ancient histories and modern ideo logies, Cambridge, 1994, pp. 81-96, especialmente pp. 88-95. Sobre los Him H imno noss homé ho méric ricos os véase J. S. Clay, The Politics Politics o f Olympus. Form and meaning in the major Homeric Hymns, Princeton, 1989; para las Leas Lea s o Catálogo Catálo go de las mujeres muje res de Hesiodo, véase M. L. West, The Hesiodic Catalogu Cataloguee o f Women, Oxford, 1985. Sobre los estilos cerámicos regionales, véase F. Blondé y J. Y. Perreault, eds., Les ateli ateliers ers de potiers dans le monde mon de grec aux époques géométrique, archaïque et class classiq ique, ue, BC B C H , Suplemento 23 (1992). Para la moneda véanse C. J. Howgego, An A n cien ci entt Histor His toryy fro fr o m Coins, Coin s, Londres, 1995; C. M. Kraay, Arch Ar chai aicc and a nd Classical Gree G reekk Coins, Coi ns, Londres, 1976; y S. von Reden, «Coinage, law and ritual: money and the Greek Polis», JH (en prensa). Para la «hi J H S (en pótes pó tesis is de los m ercen er cenari arios os», », vé véas asee R. M. C oo ook, k, «Spec «S pecula ulatio tions ns on the th e origin orig in of co coin ina a ge», Historia, Histor ia, 7 (1958), pp. 257-262. Para la escultura arquitectónica véanse J. Boardman, Greek Sculpture: the archaic peri pe riod od,, Londres, 1978, capítulo VII; A. Stewart, Greek Sculpture. An exploration,
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Yale, 1990, pp. 113-116,128-130. Algunos prefieren datar el friso del tesoro de los Sifnios después de las guerras médicas: véase E. D. Francis y M. J. Vickers, «Signa «Signa pris cae artis: Eretria and Siphnos», JH S, 103 (1983), pp. 49-67, con las respuestas de J. Boardman «Signa tabulae priscae artis», JHS, 104 (1984), pp. 161-163, y R. M. Cook, «The Francis-Vickers Chronology», JHS, JH S, 109 (1989), pp. 164-170. El manual m anual más corriente co rriente de arqu ar quitectura itectura griega sigu siguee siendo W. W. B. B. Dinsmoor, Dinsmoo r, The Archit Arc hitect ecture ure o f A ncie nc ient nt Greece, Londres, 19503. La mejor introducción al tema es J. J. Coulton, Greek Architects at Work, Londres, 1977. Los datos disponibles aparecen convenientemente reunidos en R. Schmitt, Hand Ha ndbu buch ch zu den Templen Temp len der de r Griechen, Griech en, Peter Lang, 1992. Para la evolución de la arquitectura dórica durante el período ar caico, véase F. E. Winter, «Traditions and innovation in Doric design’ I and II», AJA A JA , 80 (1976), pp. 139-145; 82 (1978), pp. 151-161. Para los templos de Selinunte, véase F. de Polignac, Cults Cults,, Territ Territory ory,, and an d the Origins o f Greek City-state, City-state, Chicago, 1995, pp. 111-113. Sobre el singular empleo de la arquitectura dórica en las Cicladas, véase M. Schuller, Schuller, «Die «Die dorische Arch A rchitektu itekturr der Kykladen in spätarchaischer spätarch aischer Zeit», JDAI 1000 JD AI,, 10 (1985), pp. 319-398. Sobre el monumento de los Alcmeónidas en el santuario de Ptoon, véase A. Schächter, «The politics of dedication: two Athenian dedications at the Sanctuary of Apollo Apo llo Ptoieus in Boeotia», en R. Osborne Os borne y S. Hornblower, Hornblow er, eds., eds., Ritual, Finance, Finance, Po litics, Oxford, 1994, pp. 291-306. La historia de Samos es perfectamente accesible gracias a G. Shipley, A Histor His toryy o f Samos 800-1 800-188 88 BC, Oxford, 1987, que es una de las obras más prudentes y sensa tas producidas por los nuevos especialistas. Para el túnel de Eupalino, véase T. E. Rihll y J.J. V. V. Tucker, Tucker, «Gree «G reekk engineering: engin eering: the case of Eupalin Eup alinos os’’ tunnel», tunne l», en A. Powell, Powell, ed., The Greek World, Londres, 1995, pp. 403-431. Para los bronces de Hazael, véan se W. Burkert, The Orientalizing Revolution, Harvard, 1992, pp. 12 n. 15, 16 con n. 14, y figura 2; y S. P. Morris, Daidalos, Daid alos, Princeton, 1992, pp. 133-134, 147 y figura 25. Sobre Samos y Esparta, véase P. A. Cartledge, «Sparta and Samos: a special rela tionship?», Classical Quarterly, 32 (1982), pp. 243-265. Sobre la identidad étnica y la manipulación de las leyendas relativas a los ante pasado pas ados, s, vé véase ase J. M. Hall H all,, Ethnic identity in Greek antiquity, Cambridge, 1997. El mo numento argivo a los Siete contra Tebas fue publicado por A. Pariente, «Le monu ment argien des “Sept contre Thèbes”» en M. Piérart, ed., Polydipsion Argos, París, 1992, pp. 195-229. Sobre las relaciones de hospitalidad, véase G. Herman, Ritua Rit ualise lisedd Friendsh F riendship ip and an d the Greek City, Cambridge, 1987. Para el éthnos véase C. A. Morgan, «Ethnicity and early Greek states: historical and material perspectives», PCPS, 37 (1991), pp. 131-163. Para la política exterior de Esparta durante el siglo vi, véanse las teorías contra pues pu esta tass de W. G. For F orre rest st,, A Histo Hi story ry o f Sparta, Spart a, Londres, 1968, pp. 85-95, y G. L. Cawkwell, «Sparta and her allies in the sixth century BC», Classical Quarterly. 43 (1993), pp. 364-376. Con C ontie tiene ne m uc ucha ha info in form rmaci ación ón inte in tere resa sann te p ara ar a la Liga del Pelo Pe lopo pone neso so G. E. M. de Ste. Croix, The Origins o f the Peloponnesian War, War, Londres, 1972. La inter pret pr etac ació iónn qu quee ha hace ce A ristó ris tóte tele less de los térm té rmin inos os del tra tr a tad ta d o co conn Tegea Teg ea ha sido sid o d efen ef en dida recientemente por T. F. R. G. Braun, «Khrestous poiein», Classical Quarterly, η. s. 44 (1994), pp. 40-45, frente a la reinterpretación de F. Jacoby, «Khrestous poiein», Classical Classical Quarterly, 38 (1944), pp. 15-16. Sobre la presencia de espartanos ftn Halieis, véase M. H. Jameson, C. N. Runnels y Tj. van Andel, A Greek Gre ek Countryside Count ryside.. The Southern Argolid A rgolid fro m prehistory prehistory to the present, present, Stanford, 1994, pp. 70-71.
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Para la política de «los huesos de los héroes», véanse D. Boedeker, «Hero cults and politics in Herodotus: the bones of Orestes», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece. Cult, performances, politics, Cambridge, 1993, pp. 164-177; y R. Buxton, Imagin Ima ginar aryy Greece, Cambridge, 1994, capítulo X, que sitúa con venientemente el caso dentro de un contexto más amplio. Sobre el culto de Menelao y Agamenón en Esparta véase Pausanias, 3.19. Para los hallazgos arqueológicos en el Menelaon, véase H. W. Catling, «Excavations at the Menelaion Sparta 1973-6», A r chaeological chaeological Reports, Repo rts, 23 (1976-1977), pp. 24-42. Para los hallazgos arqueológicos en la capilla de Agamenón y Casandra en Amidas, véase Praktika tis Archaiologikis Etaireias (1956), pp. 211-212; (1960), pp. 228-231; (1961), pp. 177-178. 9. La L a transfor tran sforma mació ciónn de la Grecia arcaica (pp. 343-410) Para las circunstancias que rodearon las reformas de Clístenes, véanse J. Ober, «The «The A thenian then ian revolution of 508 508/7 /7:: violence, violence, authority autho rity and the origins origins of democracy», democracy», en C. Dougherty y L. Kurke, eds., Cultural Poetics in Archaic Greece, Cambridge, 1993, pp. 215-232, y P. B. Manville, The Origins Origins o f Citizen Citizenship ship in Ancien An cientt Athens, Ath ens, Prin ceton, 1990, pp. 172-209. Sobre cómo logró implantar Clístenes sus reformas en tér minos institucionales, institucionales, véase A. Andrewes, Andrewe s, «Kleisthenes’ « Kleisthenes’ reform bill», bill», Classical Quar terly, 27 (1977), pp. 241-248. Para la cuestión del posible trasfondo militar de las reformas véanse H. van Effenterre, «Clisthène et les mesures de mobilisation», Revu Re vuee des Études Grecques, 89 (1976), pp. 1-17, y P. Siewert, Die Trittyen Attik Att ikas as und un d die Hee H ee resreform des Kleisthenes, Kleisthenes, Munich, 1982, junto con D. M. Lewis, Gnomon, 55 (1983), pp. 431-436. 431-436. Las refo re form rmas as co cont ntem em p orán or ánea eass de Servio Serv io Tulio en R om a nos ofre of rece cenn un para pa rale lelis lism m o fascin fas cinant ante: e: BR B R , capítulo VII, especialmente pp. 194-195. Para la victoria sobre beocios y calcidios y el monumento erigido en la Acrópolis, véase Heródoto 5.77, Pausanias, 1.28.2, y ML, 15, y Fornara, 42. Sobre el Consejo de los Quinientos, véase P. J. Rhodes, The Athenian Boule, Oxford, 1972 (ed. revisada 1985). Para el sis tema de demos en general, véanse J. S. Traill, The Political Organisation of Attica, Princeton, 1975, y, con cuidado, J. S. Traill, Dem De m os and an d Trittys, Trittys, Toronto, 1986. Sobre los demos, véanse R. Osborne, Demos. Dem os. The discov dis covery ery o f classical Atti A ttica ca,, Cambridge, 1985, y D. Whitehead, The Demes o f Attica, Attica, Princeton, 1986. Para la vida religiosa de los demos, véase R. C. T. Parker, «Festivals of the Attic demes», Boreas, Borea s, 15 (1987), pp. 137 137-147 -147.. Sobr So bree los hér h éroe oess trib t ribal ales es y sus implica imp licacio ciones nes religiosas, religio sas, vé véan anse se E. Ke Kearn arns, s, «Change and continuity in religious structures after Cleisthenes», en P. A. Cartledge y F. D. Harvey, eds., Crux. Essays presented to G. E. M. de Ste. Croix on his 75th birth day, Exeter y Londres, 1985, pp. 189-207, y E. Kearns, The Heroes o f Attica, Londres, 1989. La teoría de la manipulación de las tribus, trittÿes y demos llevada a cabo por Clístenes fue expuesta por vez primera de forma detallada por D. M. Lewis, «Cleis thenes and Attica», Historia, Histo ria, 12 (1963), pp. 22-40; para un planteamiento reciente de esta teoría, véase G. R. Stanton, «The tribal reform of Kleisthenes the Alkmeonid», Chiron, 14 (1984), pp. 1-41. Sobre la fratría, véase S. D. Lambert, The Phrat Phratri ries es o f A t tica, Michigan, 1993. Respecto a las posibles pruebas arqueológicas de la creación de demos después de la época de Clístenes, véase H. Lohmann, Atene. Aten e. Forschungen Forschu ngen zu Siedlungs- und Wirtschaftsstruktur des klassischen Attika, Colonia, 1993, junto con R. Osborne, Gnomon (en prensa). Para el juramento de los buleutas, véanse P. J. Rhodes, The Athenian Boule, O x ford, 1972 (ed. revisada 1985), pp. 194-199, y P. J. Rhodes, A Comm Co mmen enta tary ry on the ArisAr is-
NOTA NO TAS S BIBL BI BL IOGR IO GRÁF ÁFIC ICAS AS
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totelian «Athenaion Politeia», Oxford, 1981, pp. 263-264. El estudio más reciente del estatuto esta tuto de limitaciones es es E X. Ryan, «The original original date of the δημοβ δημοβ πληούω πληο ύω ν pro pr o visions of IG i3 10 105» 5»,, JH J H S , 114 (1994), pp. 120-134, quien sugiere que es de época de Solón. Sobre los poderes de los reyes y los magistrados de Esparta, véanse D. M. Lewis, Sparta and Persia , Leyden, 1977, capítulo II, y R Carlier, «La vie politique à Sparte sous le règne de Cléomène 1er: essai d’interpretation», Ktema, 2 (1977), pp. 65-84. La participación es una de las claves de la ideología democrática ateniense ex pues pu esta ta en los discurs disc ursos os fúneb fún ebres res:: vé véan anse se Tucídid Tuc ídides es 2.35-46, en 37 (el ( el discur dis curso so es p u es es to en boca bo ca de Pericles Pe ricles en 431), 431), y N. N. Loraux, Lora ux, The Invention Invention o f Athens, París, 1981 (trad, ingl. Harvard, 1986). Sobre la simetría existente entre los gobiernos central y local véase R. Osborne, «The Demos and its divisions», en O. Murray and S. R. E Price, The Greek City from Homer to Alexander, Oxford, 1989, pp. 265-293. Respecto a la solución de las reivindicaciones contrapuestas de la masa y la nobleza en la Atenas clásica, véase J. Ober, Mass and an d Élite Élit e in Classical Athe A thens: ns: Rhetoric, ideolo ide ology gy and an d the pow po w er o f the people peo ple,, Princeton, 1989. Sobre la rivalidad en las fiestas de Atenas, véa se R. Osborne, O sborne, «Competitive « Competitive festivals festivals and the po poli lis: s: a context contex t for dram atic festivals festivals at Athens», en A. H. Sommerstein, S. Halliwell, J. Henderson y B. Zimmermann, eds., Tragedy, Comedy and the Polis, Bari, 1993, pp. 21-38. Para el culto de Pan véase Ph. Borgeaud, The Cult o f Pan Pan in Ancien An cientt Gr Gree eece ce,, Roma, 1979, trad. ing. Chicago, 1988, capítulo VII. Sobre los atletas-héroes, véase L. Kurke, «The economy of kudos», en C. Dougherty y L. Kurke, eds.. Cultural Poetics Poetics in Arch Ar chaic aic Greece Greece.. Cult, Cult, performances, politic pol itics, s, Cambridge, 1993, pp. 131-163. Sobre la posibilidad de que los certámenes trá gicos de las Dionisias fueran una innovación de la democracia, véanse W. R. Connor, «City Dionysia and Athenian democracy», en J. R. Fears, ed., Aspe As pect ctss o f Athe At heni nian an D e mocracy, Copenhague, 1990, pp. 7-32, y M. L. West, «The early chronology of Attic tragedy», Classical Quarterly, 39 (1989), pp. 251-254. Sobre el arte y la arqueología de Atenas entre 520 y 480 a.C. véanse M. Robert son, The Art of Vase-painting in Classical Athens, Cambridge, 1992; A. Stewart, Greek Sculpture. An exploration, Yale, 1990, capítulos X-XI; y G. M. A. Richter, The Arch Ar chaic aic Graveston Grav estones es o f Attica, Attic a, Londres, 1961. Yo mismo he estudiado algunas de las implicaciones que pudiera tener el hecho de que dejaran de utilizarse kórai como ofrendas, cf. R. Osborne, «Looking on - Greek style. Does the sculpted woman girl speak to women too?», en I. Morris, ed., Classical Greece. Ancient histories and mo dern ideologies, Cambridge, 1994, pp. 81-96. Véase además R. Osborne, Arch Ar chai aicc and an d Classi Classical cal Greek Art, A rt, Oxford, 1998. Para los aspectos filosóficos de Clístenes, véase P. Lévêque y P. Vidal-Naquet, Clisthène Clisthène Γ Athénien: Athénie n: essai sur la représentat représentation ion de l'espace l'espace et du temps dans la pensée polit po litiq ique ue grecque, de la fin fi n du V I e siècle à la mort de Platon, ed. 1962 (trad. ingl. 1991). Respecto al número en el pensamiento griego, véase G. E. R. Lloyd, The Revolution o f Wisdom. Studies in the claims claims and practice practice o f ancient Greek science, science, Berkeley, 1987, capítulo V (y pp. 74-75 en torno a la prueba matemática). La teoría clásica según la cual el trasfondo político fue decisivo para la aparición de la filosofía griega fue de fendida por G. E. R. Lloyd, Magic, Reason Rea son and an d Experie Exp erience nce,, Cambridge, 1979, capítu lo IV. Véase asimismo G. E. R. Lloyd, Demy De mysti stify fyin ingg Mentalities, Ment alities, Cambridge, 1990. Los textos antiguos de filosofía griega arcaica pueden encontrarse sobre todo en J. Bar nes, ed., Early Greek Philosophy, Harmondsworth, 1989. Sobre Persia y las relaciones existentes entre griegos y persas véanse The Cam Cam bridge, 19 198882 82,, capítulos capítu los I-III I- III y VIII-X I; y A. R. Burn, Perbridge bridge Ancient Anc ient History, History, Cambridge,
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sia and the Greeks, 1962 (ed. revisada Londres, 1988). Sobre la naturaleza del impe rio persa véanse D. M. Lewis, Sparta and Persia, Leyden Ley den,, 1977, 1977, capítulo cap ítulo I; J. M. M. Cook, The Persian Empire, Londres, 1983. Sobre la barbarización de Persia durante el siglo O xford, 1989. Sobre So bre Teos Teos y Abder Ab dera, a, véanse véa nse A. V, cf. E. Hall, Inven Inv entin tingg the Barb B arbaria arian, n, Oxford, J. Graham, «“Adopted Teans”», JHS J HS,, 111 (1991), pp. 176-178, y «Abdera and Teos», JHS, JH S, 112 (1992), pp. 44-73. Sobre Atenas y Egina, véase A. Podlecki, «Athens and Aigina», Historia, Histo ria, 25 (1976), pp. 396-413. Para una relación de las guerras médicas desde el punto de vista militar, aparte de los títulos citados anteriormente, véanse J. F. Lazenby, The Defence Defenc e o f Greece Greece 490 490- Warm inster, 1993, 1993, y C. C. Hignett Hig nett,, Xer 479 BC, BC , Warminster, X erxe xes’ s’ Inva In vasio sionn o f Greece, Oxford, 1963. To davía vale vale la pena leer la reconstrucción ya clásica clásica de la batalla de M aratón ara tón escrita en 1920 por N. Whatley, en vez de limitarse a citarla: «On the possibility of reconstruc ting ting Marathon M arathon and other othe r ancient battles», battles», JHS J HS,, 84 (1964), pp. 119-139. Sobre la polí tica de resistencia entre los griegos, véase P. A. Brunt, «The Hellenic League against Persia», Historia, Histo ria, 2 (1953-1954), pp. 135-163, reeditado en P. A. Brunt, Studies in Greek History and Thought, Oxford, 1992. Para la creación de la tradición relativa a las guerras médicas véanse R. Thomas, Oral Tradition and Written Record in Classi cal Athens, Athe ns, Cambridge, 1989, pp. 221-227; y N. Loraux, The Invention Invention o f Athens, Har vard, 1986. Sobre la política ateniense del ventenio 500-480 hay muchas ideas estimulantes, aunque aunq ue tamb ta mbién ién otras que no se basan en testimonios testimo nios antiguos, antiguos, en B. B. M. M. Lavelle, Lavelle, The Sorrow and a nd the Pit Pity. y. A prolegom pro legom enon to a history o f Athen Ath enss under un der the Pei Peisi sist stra rati tids ds,, c. 560-510 BC, Historia Einzelschriften, 80, Stuttgart, 1993. Véase asimismo A. J. Holladay, «Medism at Athens 508-480 BC», Greece and Rome, 25 (1978), pp. 174-191. Sobre el ostracismo véanse ML, 21; Fornara, 41; P. J. Rhodes, A com co m m enta en tary ry on the Arist Ar istote otelia liann «Athe «A thena naio ionn Politeia», Politeia», Oxford, 1981, pp. 267-283; S. Brenne y F. Willemsen, «Verzeichnis der Kerameikos Ostraka», A M , 106 (1991), pp. 147-156, y S. Bren ne, «“Porträts” auf Ostraka», AM A M , 107 (1992), pp. 161-185. Respecto a los acontecimientos de Sicilia, véanse T. J. Dunbabin, The Western Gree Gr eeks ks.. The history history o f Sicily Sicily and south Italy from fro m the foundatio foun dationn o f the Greek colonies colonies to 480 BC, Oxford, 1948, capítulos XIII y XIV; D. Asheri, «Carthaginians and Greeks», Cambridge Ancient History, Cambridge, 19882, vol. 4, pp. 739-780. Para el Auriga de Delfos, véase J. J. Pollitt, A r t and an d Exper Ex perien ience ce in Classical Greece, Cam bridg bri dge, e, 197 1972, 2, pp. 45-48; 45-48; par p araa la esta es tatu tuaa de Motia Mo tia,, véase véa se J. Boa B oard rdm m an an,, The Diffusion of Classical Art, Londres, 1994, pp. 60-61. Epílogo (pp. 411-416)
Sobre la naturaleza naturale za cambiante cam biante de la historia griega, griega, véase M. Detienne Detie nne,, The Crea tion tion o f Mythology, Mythology, París, 1981 (trad, ingl., Chicago, 1986), capítulo III. Yo mismo he realizado algunas otras observaciones sobre este tema en «The polis and its culture», en C. C. W. Taylor, ed., Rout Ro utled ledge ge Histo Hi story ry o f Phil P hilos osop ophy hy,, Londres, 1997, vol. I, capí tulo I. Sobre Tucidides y la religion véase S. Hornblower, «The religious dimension to the Peloponnesian War, or what Thucydides does not tell us», Harva Ha rvard rd Studie Stu diess in Classical Philology, 94 (1992), pp. 169-197. Sobre los oráculos específicamente véase N. Mari M arina nato tos, s, «Thucy «Th ucydide didess an andd Oracle Ora cles», s», JHS J HS,, 101 (1981), pp. 138-140. Respecto al oráculo de Delfos, véase supra p. 430.
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La novela 1984, de George Orwell, fue publicada por primera vez en 1949. Aquí la citamos por la edición publicada por Penguin Books, 1954 y reimpresiones poste riores. Nota No ta bibliográfic bibl iográficaa del de l traductor tradu ctor
Los textos clásicos que aparecen en la obra los citamos, cuando es posible, en las traducciones especializadas al castellano más al uso. véase Lírica Lír ica griega arcaic arcaica. a. Poemas Poem as corales y m onód on ódic icos os (700-300 a.C.), intro ducción, traducción y notas de F. Rodríguez Adrados, Gredos, Madrid, 1986. in Líric a griega arcaic arcaica. a. Poemas Poem as corales y monó mo nódi dico coss (700-300 a.C.), a. C.), in a l c m á n , véase Lírica troducción, traducción y notas de F. Rodríguez Adrados, Gredos, Madrid, 1986. [ A r i s t ó t e l e s ] , Constitución de los atenienes, introducción, traducción y notas de M. García Valdés, Gredos, Madrid, 1984. Histo ria, traducción y notas de C. Schrader, Gredos, Madrid, 1977-1989, h e r ó d o t o , Historia, vols. I-V. h e s í o d o , Obras y fragmentos, introducción, traducción y notas de A. Pérez Jiménez y A. Martínez Diez, Gredos, Madrid, 1978. Him H imnn os homéri hom érico cos, s, introducción, traducción y notas de A. Bernabé Pajares, Gredos, Madrid, 1988. H o m e r o , Ilíada, traducción, prólogo y notas de E. Crespo Güemes, Gredos, Madrid, 1991. H o m e r o , Odisea, traducción de J. M. Pabón, Gredos, Madrid, 1982. Lí ricos os griegos. griegos. Elegiacos Elegia cos y yamb ya mbóg ógra rafo foss arcaicos, texto y traduc MIMNERMO, véase Líric ción de F. Rodríguez Adrados, Alma Mater, Barcelona, 1956-1959, vols. I-II. Des cripción ción de Grecia, introducción, traducción y notas de M. C. Herrero P a u s a n i a s , Descrip Ingelmo, Gredos, Madrid, 1994, libros III-VI. p í n d a r o , Odas y fragmentos, introducción, traducción y notas de A. Ortega, Gredos, Madrid, 1984. paralela s, introducción, traducción y notas de A. Pérez Jiménez, G re p l u t a r c o , Vidas paralelas, dos, Madrid, 1985, vol. I. Líric a griega arcaica. arcaica. Poemas Poe mas corales y m onód on ódic icos os (700-300 a.C.), a.C .), intro s a f o , véase Lírica ducción, traducción y notas de F. Rodríguez Adrados, Gredos, Madrid, 1986. Sagrada Biblia, traducción de E. Nácar Fuster y A. Colunga, O. P., Biblioteca de Au tores Cristianos, Madrid, 1976. Lí ricos os griegos. griegos. Elegiaco Eleg iacoss y yam ya m bógr bó graf afos os arcaicos, texto y traduc s e m ó n i d e s , véase Líric ción de F. Rodríguez Adrados, Alma Mater, Barcelona, 1956-1959, vols. I-II. Lír icoss griegos. Elegiacos Eleg iacos y yamb ya mbóg ógra rafo foss arcaicos, texto y traducción de s o l ó n , véase Lírico F. Rodríguez Adrados, Alma Mater, Barcelona, 1956-1959, vols. I-II. Lí ricos os griegos. griegos. Elegiacos Eleg iacos y yamb ya mbóg ógra rafo foss arcaicos, texto y traducción t e o g n i s , véase Líric de F. Rodríguez Adrados, Alma Mater, Barcelona, 1956-1959, vols. I-II. Lír icoss griegos. griegos. Elegiacos Elegia cos y yam ya m bógr bó graf afos os arcaicos, texto y traducción de t i r t e o , véase Lírico F. Rodrígue Rod ríguezz Adrados Adr ados,, Alma Alm a Mater, Ma ter, Barcelon Bar celona, a, 19 195656-19 1959 59,, vo vols ls.. I-II. Histori a de la Guerra Guerr a del d el Pelop P elopone oneso, so, traducción y notas de J. J. Torres Est u c í d i d e s , Historia barr ba rran anch ch,, G redo re dos, s, M ad adrid rid,, 199 1990, 0, vol. I. ALCEO,
ÍNDICE ALFABÉTICO Abdera, 236, 375 abeto, distribución y uso del, 74, 75 Ábidos, 381 Academia, de Atenas, 66 Acaya, 92, 223, 340 Aciris, 25-26, 30, 238; clima de, 80; cerámica griega encontrada en, 30 Acragante, templos de, 310-313 Acraifnion, en Beocia, 250, 319 Acrópolis, de Atenas, 312, 351, 358, 365; in tento de Cilón de apoderarse de la, 255256; ofrenda dedicada a Maratón en la, 387; serie de kórai de la, 367; templos de la, 335, 365, 413; utilizada como cemente rio, 66; y las guerras médicas, 395, 413 acuñación de monedas, 294-305; atenienses, 335, 337; 337; beocias, 337; invenc ión de la, 140, 140, 295, 297; y la identidad, 302-303; y Solón, 263 Adad-Nirari II, rey asirio, 55 Ad ad-N irari III, rey asiri asirio, o, 56 56 Adrasto, héroe argivo, 332 Afrodita, 145, 197, 275; nacimiento de, 171 Agamenón, 168, 180, 185-186, 192; culto en A m ida s de, 340 340;; pode r de, 226 226;; y las muje res, 188 Aga riste, matrim onio de, 33 331 ágora: de Atenas, 267, 347, 390; de Mégara Hiblea, 283, 284\ de Tasos, 277-279 agricultura, 80-84, 90; ausencia de, en los cí clopes, 187; calendario de las labores agrí colas, colas, 174 174;; dem and a de m ano de ob ra para, 81-83, 87-90; en Ática, 267, 355; en Sicilia, 403; intensiva en el Metaponto, 282; lucha po p o r las l as tier ti erra ras, s, 212, 220; o ríg rí g en e s de la, 290; sistema de aparcería en, 264; trabajo para L o s traba tra bajo joss y los días dí as,, 176; y Deméla, en Lo ter, 270; y el medio ambiente, 76-77; y la guerra, 89; y los feacios, 188
Agrigento, clima en el, 79 aisymnétes , dictador electo, 234, 320 Al Mina, en la desembocadura del Orontes, 65,139-140,146; eubeos en, 142 Alceo de Mitilene, 210, 227-230, 234-235, 257, 272 Alcínoo, 182, 184 Alemán, poesía de, 211, 217-218, 270, 272 Alcm eónidas, familia familia de los: los: am enaza a los los Pi sistratidas, 335; conducta en Maratón de, 387, 390; destierro de, 318, 335; maldición de, 256; 256; y Clístenes, 3 53,356; 53,3 56; y Delfos, De lfos, 318318319, 344, 366 Alejandro Magno, 182, 232 Alévadas, familia de Tesalia, 377, 399 alfabeto griego, 46, 133-138, 143, 189, 201, véase tamb ién escritura; lineal B; sila 370; véase bari ba rios os , u so de los alfileres, como ofrendas, 116-117 alianzas, alianzas, form ación de, 337-34 337-3422 Aliates, rey de Lidia, 233 Aliki, santuario de, en Tasos, 277, 279, 279, 317 Amasis, rey de Egipto, 257, 322, 326 Amatunte, en Chipre, 62 amazonas, 382 Am brac ia, 334, 34 341 Amidas, 112, 242, 340 Amílcar, 404 Amintas de Macedonia, y Persia, 378 Amorgos, isla de, 87 Anacarsis, 226 Anacreonte de Teos, poeta, 326 Anatolia, comercio de metales en, 140 Anaxándridas, rey de Esparta, 393 An axim and ro de M ileto, ileto, 370370-37 3711 Ana xim enes, 370370-37 3711 véase tam bién Esparta ancianos, 85, 89; véase Androdamante de Regio, 225
* Los núm eros en cursiva hacen referencia a las las ilustraciones. ilustraciones. (N. del e.)
ÍNDICE ALFABÉTICO
anetos, pueblo itálico de los, 337 anfictionía, en el san tuario d e Delfos, Delfos, 397 397 Anfidamante, juegos fúnebres en honor al rey, 169, 176-177, 190 Anfípolis, 154 ánforas atenienses SOS, 266 Anténor, 23-24 An ticira, 400 400 An tíoco, sob re los partenias, 215, 215, 242 242 Apaturias, fiesta de los, 52 Apolo, 191 ,279,290,291 ,366; lucha po r el el trí po p o d e d e D elfo el fos, s, 288 288,, 306; véase también Delfos, oráculo de Apolo, y la fundación de Cirene, 22-23 Apolo Pitio, de Atenas, 335, 351; santuario en Cirene , 27 Apolo Ptoeo, santuario de, 250, 319 aqueos, 280 Aquiles, 123, 135,168, 180, 182, 185-187, 271 arameo, lengua, 58, 324 arameo s, 55 55 Arcadia, 223, 387, 394; dialecto de, 37, 52; y Esparta, 340, 394; yacimientos ocupados en, 93 ; véase también Tegea Arcesilao, victoria en los Juegos Pídeos, 21 arcontes: de Atenas, 240, 260, 264, 335, 384, 388; elegidos por sorteo, 361, 389 Arc tino de Mileto, 116 116 Argólide: complejidad étnica en la, 130; yaci mientos de la, 94, 95, 95, 238 Argos, 209; cerámica geométrica de, 159; cua dras públicas de, 319; en la Edad Oscura, 42; enterramientos de, en el siglo vm, 100, 107; población de condición servil de, 89; tumbas de guerreros de, 106, 111, 206; y Egina, 384; y Esparta, 220, 394, 401; y la Liga del Peloponeso, 338; y los macedonios, 78; 78; y Naup Na up lion , 339; 339; y Persia, Pers ia, 394-395, 397, 404; y Pisistrato, 334; y Sición, 331; y Tegea, 338-340 Aristágoras de Mileto, 378-379 Aristides el Justo, 390; en las guerras persas, 398 Aristipo, sobre Periand ro, 233 233 Aristófanes: sobre Alem án, 217-2 217-218 18;; sobre las jó v e n e s d e A te n a s, 100 Ari stog iton, 344, 344, 357 357 Aristón, rey de Esparta, 383 Aristóteles, 14, 18; sobre Anaximandro, 370; sobre el paradigm a d e la coincidencia, coincidencia, 404; 404; sobre Es pa rta y Tegea, Tegea, 338 338;; sobre F idón de Argos, 235; sobre Heráclito, 372; sobre la tiranía, 231, 330, 341; sobre los legislado res, 225; sobre los números, 370; sobre Pe
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riandro, 234; sobre Pitaco, 234\ Constitu ción de los atenienses, 255, 258, 261, 263, 264, 267, 333, 334, 347, 352-353, 355, 360, 361, 384, 392; Constitución de los esparta nos, 214; Política, 214, 225, 231, 234, 235, 330, 338, 341, 352, 359; Política 2, 225 Aristóteles, Aristóteles, nombre da do a Bato po r Píndaro, Píndaro, véase tam bién Bato 24; véase Aristóteles, sacerdote de Cirene, 24 armas y armaduras: coseletes de lino, 210; de bro b ro n ce , 168, 206 206-20 -207, 7, 208, 209; de hoplitas, 196, 210-211; demanda de, 141; en la cerá mica, 197; en la llíada, 169, 179, 184; ente rramientos con, 48, 59, 61, 106-107, 206, 207; escudo de la Gorgona, 192; escudos con blasones, 205, 205; escudos de Creta, 165; espadas, 42, 43, 61; exvotos en forma de, 113, 119-120, 123; pesadas, 206-211; uniform idad de, 211 211 arqueología: y la colonia griega de Libia, 3032; y la historia arcaica, 9-10, 18-19; y la mo tivación hum ana, 112; 12; y la organización social, 54; y la tradición oral, 20, 52; y las ciudades del Peloponeso, 339; y las refor mas de Clístenes, 354-355, 365-369; y los asentamientos físicos, 275; y los poemas de Homero, 168, 177, 178, 189, 193; y los tex tos literarios, 30, 31; y Solón, 263-264, 267 arqueros, 206 206 Arquidamo, rey de Esparta, 393 Arquíloco de Paros, poeta, 229, 236, 272, 274; y las mujeres, 269; y Tasos, 275, 278 Arquímedes, 297 arquitectura: de los templos, 311-317; estilos regio nales de, 314-317; 314-317; véase también jóni ca, arquitectura; templos Artafernes, sátrapa, 377, 380, 385 arte figurativo: atenien se, 66, 67, 67, 107-111,126, 107-111,126, 162-165 162 -165;; chip riota , 43; 43; crete nse , 69; 69; en el si glo ix, 67; 67; en el siglo vm , 105,126,158-165; en el siglo vil, 194-206, 247-250, 278, 284286; en el siglo vi, 291, 292, 294; en las ofrendas, 112; micénico, 47 Ártemis: alfileres dedicados a, 116; en Éfeso, 113; en Tasos, 276-279; santuario de, 112, 118,120, 275, 282, 306, 373 Ártemis Ortia, santuario de, 211,216,219,364; arq uitectu ra del tem plo de, 253 253;; ofrenda s a, 116,247 Artemision, batalla en el cabo, 396, 400 Asamblea: de Atenas, 99, 347, 358-360, 365; de Esparta, 213-214, 220, 358; edificio de véase tamb ién dem ocracia la, 311; véase ocracia Ascra, aldea beocia, 153, 173-174, 177
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
asentamiento, modelo de: de Etruria y Lacio, 155-156; del heládico reciente IIIC, 34, 58; del período submicénico, 37-40; en el siglo vin, 91-99, 102-104; en el siglo vil, 235-240; en la comarca del Metaponto, 281, 282; en la Edad Oscura, 45,58; y la agricultura, 8182; y la mortalidad, 85; véase también Ática ashlar, manipostería, en Chipre, 36-37, 46 Ashur-Dan II, rey asirio, 55 A shurn asirp II, rey asirio, asirio, 55 Asine, 112,130 Asió, poeta épico samio, 321 Asiría, 55-57, 253; exvotos procedentes de, 117; y el comercio de metales, 140 A tenas : ag ora de, 267; 267; arte en el siglo siglo vm , 194; 194; cerámica con figuras negras, 266, 293, 294; cerámica d e figuras rojas, rojas, 367 ,388\ cerámi cerámi ca geométrica antigua, 62, 65-67, 107, 108, 109, 110, 145, 159-162, 163, 164-165, 206; cerámica protoática, 266, 381; cerámica pro p ro to g e o m é tric tr ic a , 43, 44, 45, 52, 58, 65, 68; cerámica submicénica, 39-40, 41\ clases de edad, 99-100; como ciudad tirana, 232; construcción de templos en, 306, 308, 310, 312, 313; en la Edad Oscura, 65-67; ente rram iento s de, 48, 48, 65-6 65-66, 6, 97,100, 105,126, 240,367 ; esclavos de, 89; fiestas de, 99 ,352, 356,361-365; hegemonía del Egeo, 54, 330, 402; historia política de, 224, 240, 255-267, 343-357, 387-392; media anual de lluvias de, 74, 80; y Calcis, 347; y Chipre, 66, 411; y Democedes de Crotón, 375; y Egina, 361, 381-384, 395; y el Catálogo de las mujeres, 291, 308; y Jonia, 50, 54, 248, 352, 379-380; y Le fka nd i, 59, 62-65; 62-65; y los delios, 303-304; 303-304; y los oráculos, 412-414; y Oriente. 67. 142; y Persia, 346, 377, 411; y Platea, 337, 345; véase también Maratón, batalla de Aten e, em plazamiento del demo de, 35 355 Atenea, diosa, 15,115-116,197, 306, 333, 362; nacimiento de, 198, 200; santuario de Tasos, 277-279 A ten ea Afaya, temp lo de, 381, 381, 382 382,, 407 407 Ática: cultos funerarios en, 130; grano cultiva do en, 82; invasiones de Esparta en, 344347, 351, 377, 382, 393; ofrendas en Olim pia p ia p ro c e d e n te s de, de , 119; y a cim ci m ien ie n tos to s del, de l, 96, 9 7 , 103-104,239, 240, 247, 266, 348-349, 355 ático, dialecto, 259, 263 atletas, preparación de los, 124 Atos, 384 auletés, véase flautistas
autoctonía, mito ateniense de la, 352 autonomía, y las ciudades griegas, 377, 401 Áyax, hijo de Telamón, 168, 179, 352, 382 Áyax Oileo, 116 Babilonia, 55, 57, 140, 371; y los persas, 373 Balawat, puertas de bronce de, 56 ba b a n q u e te s ritu ri tual ales es,, 12 2 ,12 ,1 2 6 Baquíadas, familia de los, 232 bá b á rb a ro s, p e rsa rs a s vist vi stos os co m o, 374 Barca, fundada por Cirene, 29 basileís, 175, 181; véase véase tamb ién reyes Bassai, santuario de, 92 ba b a star st ardd o s, 232 232,, 383 Batíadas, familia real de los, y el gobierno de Cirene, 23, 26, 29, 31, 407 Bato, fundador de Cirene, 22-26, 28, 31, 246 Behistun, inscripción de, 373 Belerofontes, 179-180 Beocia, 5 0-51 ,173,1 98, 337, 345,347, 357-358 357-358,, 396; cerámica geométrica de, 159; medio natural de, 74-76; sistema de asentamien tos en, 238; tumbas de cremación en, 105 Bereza n, 286 Bias de Priene, 234 Bosnia, poetas orales de, 167 bosq bo sq ue , e n G re cia ci a , 74-78 74-7 8 bo b o sq u e sa g rad ra d o , 24 Braurón, santuario de, en el Ática, 112, 120, 350, 364 bu e y es p a r a ar ar , 81, 90 Bútadas, familia de los, 349 caballería, 334, 344, 347; ausencia total en la ¡liada, 209; de Selinunte, 314; y la guerra de los hoplitas, 210 Ca ballo de T roya, 24, 24, 285 285 caballos, 198, 199, 209-210; en el arte geomé trico, 159-162, 163; enterramientos, 59, 61; estatuillas en form a de, 247; 247; véase también caballería Calcídica, Calcídica, 62; 62; ocupación e n el heládico recien te IIIC de la, 37 calcidios de Tracia, 225 Calcis, ciudad eubea, 124, 142-143, 169, 176, 193,347; 193,347; colon izada p or los ateniense s, 347 347; y la fundación de Cumas, 156 Calimaco, polemarco de Maratón, 387 Ca m arina , 238, 403 403 Cambises, rey de Persia, 322, 373 Campania, 131, 156-157 Campeones, batalla de los, 340, 342
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Cicladas, 65; asentamientos de las, 238; ataque campesinos, y Hesíodo, 176 de Polícrates a las, las, 324; 324; cerá mica de las, las, 65, 65, Cam pos de Urnas, cultura de los, los, contac to con 276, 278, 284; templos dóricos en las, 316la Edad Oscura, 42 317; y Egina, 303, 381 Caria, y la la rebe lión de Jonia, 380 380 cíclopes, 127, 154, 178, 187 carios, 51 Cilicia, 55, 385 Caristo, 385, 400 Cilón, vencedor de los Juegos Olímpicos, 255Carneas, fiesta de las, 23 257, 288 Carneo, ep íteto de A polo en Cirene, 23 23 Cime, en Asia Menor, 153, 173, 176, 375; y Carondas de Catania, 225 Cumas, 156 Cárpatos, isla de, 87 Cimón, hijo de Esteságoras, 319, 335 carros, 197, 198, 207, 233, 247, 288, 306, 319, 331,, 331 409;; en el ar te geo m étrico, 162; 409 162; en la Cimón, hijo de Milcíades, 389 Cípselo, 230-233, 334, 341 Ilía Il íada da , 183-184 Ciren e, 236, 236, 238; 238; cerámic a g riega de, 30; clima clima Cartago: cerámica griega y etrusca, 141-142; de, 79-80; fundación de, 21-32, 244-245; ju fundación fenicia de, 56-57, 91; naturaleza ramento de los fundadores, 27-29; prospe del imperio, 405; y Persia, 404; y Sicilia, ridad de, 21, 26; y el oráculo de Delfos, 22, 314, 397, 403-410 24-29, 414; y las ondas de Píndaro, 21-24, Cartea, templos de A polo y Aten ea en, 31 317 29, 405; y Samos, 24, 27 Casandra, princesa troyana, 340 Ciro el Grande, rey de Persia, 343, 373-374 castraciones, 233, 380; en el mito de la suce Citerón, 74 sión divina, 171 Citio, colonia fenicia de, en Chipre, 91, 130 caza, 1 9 5 , 197; en la Odisea, 187 ciudadanos, de Atenas, 351, 354 cebada, 74, 82 ciudades: entram ado de, 336 336-3 -342 42;; particularis cedro, 75 mos de las distintas distintas ciudades, 287,288,29 1, centauro, centauro, 62 ,162,165 297-302, 306, 352, 365, 382, 397-400; y Es Ceos, isla de, 317 pa p a rta rt a , 345 cerámica: del heládico reciente IIIC, 34, 37, Cízico Cízico,, acuñación d e m one da en, 302 302 38; geométrica, 62, 159-165; para perfume, Clazomenas, 236, 305 67, 143, 204; protogeométrica, 43, 44, 45, Cleomedes de A stipalea, 362 362 52, 58, 65; submicénica, 39, 41; véase tam Cleómenes, rey de Esparta, 392, 393-394; y bién Atenas; Cicladas; Corinto; Creta; Es Atenas, 344-345, 346-347, 377, 383; y Egi pí thoi oi;; R o pa p a rta rt a ; E u b e a ; M é g a ra H ib lea; le a; píth das da s na, 383 clima: de Grecia, 71, 73-74; de la zona norte Cerámico, cementerio ateniense del, 41, 44, del Egeo, 155; de Sicilia, 80; del Norte de 4 5 , 110 Cerdeña, 70,131,142; y el comercio de meta África, 79-80 les, 140 Clístenes, hijo de Megacles, 267, 335, 345-357, 361, 365, 368, 382, 388; motivos de, 352cereales, 81; demandas de mano de obra, 87, 357; y la filosofía, 369-370 89; en la zona norte del Egeo, 154; necesi dad de lluvias, 74 Clístenes de Sición, 330-333, 348, 352; y Ar Cerveteri, bucchero etrusco procedente de, gos, 341 142 Clitemnestra, mujer de Agamenón, 180,182 Chigi, vaso, 194, 195, 196-197, 205, 206, 209 Cnido, 233 Chipre: cerámica de la Edad Oscura, 43; co Cnosos, 68-70; en el siglo vm, 91; enterra bre b re en , 42; co m e rcio rc io d e m eta et a les le s en , 140; m iento s en , 68-70,91 ; fenicios de, 68; vasos vasos contacto con el heládico reciente IIIC, 36 pa p a r a b e b e r en , 69; y A ten te n as , 68 38; contactos con la Edad Oscura, 42-43; cobre, 140, 155; Chipre como isla rica en, 42; exvotos procedentes de, 117; fenicios en, disponibilidad en la Edad Oscura, 48 56, 91, 130; manipostería ashlar en, 36-37, Codro, 51 46; y Atenas, 66, 411; y Creta, 68; y la Re Coleo, m erc ad er sam io, 24, 24, 27, 27, 248, 248, 324 324 be b e lió li ó n d e Jo n ia, ia , 380; y la tec te c n o lo g ía del de l Colofón, ciudad jonia, 50, 371 hierro, 42-43, 155; y Lefkandi, 43, 59, 62 colonias en el exterior, 21-32, 189, 275-286, Cicerón, sobre la legisla legislació ciónn funeraria d e A te 373;; causas de, 24, 28, 373 28, 30,141-14 3,146-15 5, nas, 367 157-158; diversidad cultural de las, 143-
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
146; en el siglo vu, 235-240, 239; lista de las, 148-153; naturaleza de las, 157-158, 245-246; violencia en las, 236; y la pobla ción nativa, 51, 157; y los oráculos, 241243, 244-247 colonización: griega, 146, 147, 148-153, 233, 246; de Cirene, 21-32; romana, 157 Columna de la serpiente de Delfos, 399 comedia, 14; orígenes de la, 362, 363, 364 comercio, 25, 27, 58, 61, 70, 91, 139-142, 145, 146-15 6,157,201,235,267; de cerámica, 68, 68, 134, 141-143, 194, 243, 266-267, 280-281, 291 ,294,367; d e grano, 381 381;; de los pro du c tos ag rícolas, 82-83; 82-83; de m etales, 140-141; 140-141; en Lo L o s trab tr abajo ajoss y los lo s días, día s, 175; y la acuñación de moneda, 302; y las ofrendas, 117; y So lón, 264 comp eticiones atléticas atléticas,, 112 ,119, 122-125,288; victoria en las, las, 364,367, 390; 390; véase también Juegos Olímpicos competiciones musicales, 290 concubinas, 24 Consejo de los Quinientos: de Atenas, 99, 348-351, 353-359, 365; de Olimpia, 223, 359 constitución, debate sobre la, 343, 346, 369, 373; véase también leyes; magistrados copa de Néstor, Néstor, 138 ,143 , 143,144, 145 Copais, lago, en la Beocia central, 76 Córcega , 131, 131, asentam iento griego en, 375 375 Corcira, templo de, 253, 306; y Corinto, 233, 404; y Sicilia, 404 Corebo, primer vencedo r de los Juegos Olím picos, pic os, 125 Corinto: ase ntam ientos en tierras lejanas, lejanas, 158; 158; cerámica de, 68,142-143,159-160,194-198, 204, 204-206, 221, 243, 253, 266, 280, 285, 294; enterramientos en el siglo vm, 106107, 126; poblados de la región de, 103', santuarios de, 117-124, 125-126, 253-254; tiranía en, 154, 231-233; y Corcira, 233, 404; y Egina, 384; y la batalla de Salamina, 396; y Samos, 233 Corobio, pescador de múrice cretense, 24-27 cosechas, de sarro llo de las, las, 81-8 81-822 cremación: en el heládico reciente IIIC, 34; 34; en la Edad Oscura, 47-48; fuera de Atenas, 105; 105; prim aria de Atenas , 109,111; primaria de Rodas, 106; sustitución por la inhuma ción en Atenas, 104 Creso, rey de Lidia, 234, 317-318; derrota de, ' 373-374; y los oráculos, 244; y Solón, 258 Creta, 51; arte de, 165, 194, 249-250; asenta mientos en, 91-92, 92; ausencia de cultos
funerarios en, 128; centros micénicos de, 34; cerámica de, 31, 68-69, 69, 160; clases de edad en, 99; contacto con Chipre, 68; en la Edad Oscura, 45, 46-47, 68-70; enterra mientos en, 106; figuras de bronce de, 165, 196, 243; imágenes de culto en, 114; mone das eginetas en, 303; población de condi ción servil en, 89; y Cirene, 31; y Delfos, 243,291; y la constitución espartana, 213; y la Edad del Hierro, 43; y los fenicios, 56, 68-70,130; y Sicilia, 242 Crónica de Lindos, inscripción de la, 31 Crono, 49.170-172 Crotón, en el sur de Italia, 399 cuentos, transmisión de los, 17-18 culto: consulta s a Delfos so bre, 244-245 244-245;; con ti nuida d d esde el p eriod o m icénico, icénico, 47; 47; en el siglo vil, 223, 240; en el siglo vm, 111-123; en la Ed ad Oscura, 37,111-112,113-114; 37,111-112,113-114; en los demos, 348, 350-351; en los éthne, 336; en los nuevos asentamientos, 21-23; y Clístenes, 354; y Solón, 265-266; véase también imágenes de culto cultos funerarios, 128-130 Cumas, 143, 156-158, 409
Damarato, rey de Esparta, 346, 383, 393; y Persia, 377 Damarato de Corinto, 154, 156 Damasias, 267 Danubio, río, 376 Darío I, rey de Prusia, 302, 329-330, 369, 373, 377-380, 395; y Democedes, 376, y Jonia, 376 Datis, 385, 390 David, 55 dedálica, escultura, 249-250, 294 Delfos, 290, 291; armas y armaduras dedica das a, 20 7, 208; construcción del tem plo de, 306, 310; despojos de guerra en, 366, 397, 399, 404; escultura templaría del siglo vi, 308; 308; historia del asen tam iento de, 2 4 1 , 241243; ocupación en la Edad Oscura de, 47; ofrendas durante el siglo vi en, 317, 318; tesoro de los Atenienses en, 365, 366; véa se también Alcmeónidas Delfos, oráculo de, 241-246, 382; consulta de pro p ro b le m a s p e rso rs o n ale al e s, 24-25; 24- 25; e n la h isto is to ria ri a de la Grecia arcaica y de la clásica, 412, 413, 416; espontáneo, 24, 26, 28; soborno del, 344, 344, 383 383;; sobre los restos de Tisáme no, 341;; y C ilón, 256 341 256;; y Clístene Clís tenes, s, 352; y el final de la tiranía de Atenas, 344; y el muro de
ÍNDICE ALFABÉTICO
m adera, 413-41 413-414; 4; y la la funda ción de Cirene, 22, 24-29, 414 414;; y los esp arta no s, 213-214, 213-214, 318, 392; y los persas, 397, 414 delitos, control en Atenas de los, 224-225 Délos, 290-291; fiestas en, 191; Heraion de, 317; moneda usada en, 303-304; y los per sas, 387 Deméter, santuario de, 91-92, 270-272, 311,' 354 Democedes de Crotón, médico, 375-376 democracia: demokratía (poder del pueblo), 357; 357; difusión de la, 369; 369; en A tenas, 14,344369; en Jonia, 381; teoría de la, 14,412; véa se también Asamblea Demofoonte, 270, 271 demografía: de la Grecia arcaica, 84-87, 100, 101 10 1 ,102; y el demo de Clístenes, 354 dem os atenien ses, 348-356, 348-356, 365 365 Demóstenes, 232 derrones, tribu tracomacedónica de los, 304 desnudez en el arte, 249-250, 252; femenina, 14, 249-250 dialectos, 37, 50, 52-53, 259, 263 dicción for m ular, 167167-16 169; 9; véase también poe sía oral Dicearquía, 326 Dídima: oráculo de, 375; templo de, 306, 312 Diodoro Siculo, 18; sobre Delfos, 244; sobre Hetemánidas, 360; sobre la Sicilia arcaica, 402-403; 402-403; sobre sob re M icenas, 401; sob re Sicilia Sicilia y Carta go, 404 Dióge nes Laercio: sob re H eráclito, 372 372;; Vidas de los filósofo s m ás ilustr ilustres es, 234 Dionisias, festival dramático de las, 364 Dionisio de Halicarnaso, sobre Damarato de Corinto, 154 Dioniso, 75,274,332; culto a finales finales de la Edad del B ronce, 47 dioses: dioses: crítica crítica de Jenófanes p or la inmoralidad de los, 371-372; escritura para comunicarse con los, 135; justicia de los, 170-171, 198, 200; y los hospitalarios feacios, 188; véase también imágenes de culto; templos; templos; teolo gía Dípilon, cementerio de A tenas, 105,107 105,107 Dodecaneso, fenicios en el, 67 dórica, arquitectura, 250-254; diferencias con la jónica , 315; 315; difusión de la, 294 294;; va riacio nes en la, 315-316 dórico, dialecto, 51-53 Dorieo, 393 dorios, invasión de los, 50-51, 52-54, 154 Dracón, 224, 225; leyes sobre el homicidio, 257, 260
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drama: en Atenas, 364; en Esparta, 217 Dreros: ley de, 230; templo de Apolo en, 222 Éaco, santuario de, 382 Ebotas de Dime, 124 Edad del Bronce, en Micenas, 178 Edad Oscura, 34-70; contactos griegos duran te la, 343; lengua y escritura en la, 15; no conocida por las fuentes fuentes literarias literarias m ás an tiguas, 49; ofrendas en la, 116-118; organi zación social en la, 15, 32, 45-46, 48, 54, 58, 61, 61, 65, 65, 91; 91; sistema de asen tam ien tos en la, 15-16, 34-40, 91-95, 96, 220, 238; véase tam culto; enterramientos bién culto; edad, clases de, 99-100; en Esparta, 215-218 edificaciones monumentales micénicas, 34, 36, 59,111-112 Edipo, 232 Éfeso, 113, 312, 373; estatua de culto en, 114; pri p rim m e ra s m o n ed a s de, 295, 297; ta lla ll a en marfil de, 221 Éforo de Cime, 18; sobre Cípselo, 234; sobre el acue rdo entre persas y cartagineses, cartagineses, 404 404;; sobre la regulación de los contratos, 225; sob re la tiranía, 341; 341; sob re Perian dro, 232 éforos, de E sp arta , 214, 219, 219, 359, 359, 393 393 Egina, isla de: acuña ción de mo nedas en, 303; 303; llegad a de los d orio s a, 50; 50; tem plos de, 303, 303, 310; y Atenas, 361, 381-384, 395; y Demo cedes, 375-376; y los persas, 384, 400 Egipto Egipto,, 55,57,218,236,322,326,371,395,411; arq uitec tura de, 252-2 252-253; 53; com ercio con, 24; 24; esculturas de, 250; 250; exvotos proced ente s de, 117; mercenarios griegos en, 252; objetos pro p ro c e d e n te s de, de , e n el h e lád lá d ico ic o re c ie n te IIIC, 35; tesoros de monedas en, 303; y Egina, 381; y las leyes de Solón, 264; y los pers pe rsas as,, 373 Egisto, esposo de Clitemnestra, 182 ejército ateniense, 346-348, 351, 361 Elatía, cementerio de: en el heládico reciente IIIC, 37; en la Edad Oscura, 42 Elba, isla de, 141 electrón, uso para las monedas, 295, 295, 297, 302 eleusinos, 271, 290 Eleusis, 354, 360; consultas oraculares sobre, 412; Misterios de, 270-271; precipitaciones anuales en, 74 Elide, 52, 112,125, 337, 370, 399 Emborio, en la isla de Quíos, 36, 37; santuario po p o rt u a ri o de, de , 120 em briaguez, estado de, 225 225
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
enebro , 75 75 enterramientos: ajuares fúnebres en, 105-111, 126; de Atenas, 48, 65, 97, 100, 104-105, 126, 240, 367; de caballos, 59, 61; de niños, 65, 66, 100-102, 105; del siglo xn, 54; en el heládico reciente IIIC, 34; en el siglo vm, 100, 101, 102-104, 146, 207; en la Edad Os cura, 47-48; estilos de, 66, 105-106, 111, 162; lugares de, 105-106, 156; monumentos funerarios, 105, 266, 367; públicos, 329; re gulación de Solón de, 262, 265-266; signifi cado del mayor número de, 97, 100-104; y la estructura social, 104; véase también a r mas y armaduras eolio, dialecto griego, 52-53 eolios, lucha en Samos de los, 320 Epidauro, y Argos, 339 epidemias infecciosas, 85 Equ etlao, 387 387 Eretria, 54, 142; ocupación por los atenienses, 157; santuario de Apolo en, 114, 324; tum ba s d e crem cr em a c ió n en , 105; y C um as, as , 156; y la Re bel ión de Jonia, 380; y los persas, 387; 387; y Pisistra to, 334 eros ión del suelo, 75-76, 77-78 77-78 Escambónidas, demo ateniense de los, 350351, 361 Escitia, 205; y los persas, 330, 375-378 esclavos, 263-265; de Eleusis, 271; en la agri cultura, 89; en Sicilia, 403; véase también ilotas escritura: de la poesfa, 190-193; de las leyes, 213-214, 221-223, 226-227; de textos exten sos, 166; en el imperio ateniense, 411-412; en Etruria y el Lacio, 156; en la Grecia micénica, 15; fenicia, 57, 133, 135; inscripcio nes sobre las alianzas, 337; pérdida de, en la Edad Oscura, 15; sobre cerámica, 196197; uso en los decretos, 27; y la tradición oral, 166; véase también alfabeto; inscrip ciones; lineal B escultura arquitectónica, 294, 306-308, 365367,381-382,409; ded álica, 249-250,294; 249-250,294; fu ne raria d e Atenas , 367; 367; véase tambié n kórav, koüroi esfinge, 197, 266 Esime, 277 Esmirna, en Eolia, 51, 67; templo de Atenea en, 253 España: fenicios fenicios en, en, 13 1, 1 3 1 , 141; metales de, 141; riqueza de, 27; véase también Tartesos Esparta, 112, 211-221, 225, 359; agogé, 219, 359, 392; alianzas de, 338-342, 345; cerámi ca de, 30, 216, 220-221; clases de edad de,
99, 216-218; colonias de, 215; constitución de, 213-214, 359, 392-393; declive de la po bla b lacc ión ió n , 99; gerousía (Consejo de Ancia nos), 99, 213, 219, 360, 392; importaciones de, 221; muchachas de, 218, 220; organiza ción militar en, 219; y Apolo Carneo, 23; y Argos, 220, 394; y Aristágoras, 379-380; y Atenas, 232, 334, 344-346, 352, 365, 377, 382, 387-392, 393; y Cirene, 23-24, 30; y Creso, 317-318,326; y D elfos, 213-214,318, 392; y la Rebelión de Jonia, 380; y la tira nía, 231,341-342, 345,369; y Maratón, 387; y Melos, 304; y Mesenia, 53, 89, 130, 212215, 220, 242 242;; y los hueso hu eso s de Ore stes, stes , 340; 340; y los Parthéniai, 215; y Persia, 384; y Sa mos, 306, 326, 329, 341; y Tegea, 338-340; véase también ilotas; reyes de Esparta; Peloponeso . Liga del esperanza de vida, 86-87 Esquilo: Lo L o s p ersa er sa s , 385, 398 estaño, 140, 155; disponibilidad de, 48 estatuillas: de bronce, 158, 160, 161, 165, 243, 247; de dioses minoicos, 47; de plomo de Esparta, 219, 219-221; en el siglo vm, 117119, 122; micénicas, 47 Estobeo, antología de, 258, 268 Estrabón: sobre Cumas, 156; sobre Metapon to, 280; sobre Pitecusa, 142-143; sobre Ta rento, 215, 242 estudios arqueológicos de superficie, 238, 355 Eteobútadas, familia de los, 350 éthne, 336-337 etnicidad, 52-54, 313-314, 332, 340-341, 352353, 382, 407, 409, 415 Etruria, 194; cerámica ateniense para el mer cado de, 292, 294; cerámica exportada a Cartago, 141; comercio de los griegos en, 141, 154; escritura en, 156; jarra ( ólpe ) de, 194, 195', importaciones orientales a, 142; metales de, 141, 155; sellos del Tañedor de Lira en, 132, 133; socied ad de, 155; 155; victoria nava l siciliana co ntra , 404-405, 404-405, 409 409 Eubea, 51; asentamientos en el exterior, 158; cerámica de, 68,141,159; g uerra en el siglo siglo vm, 176; patrón de moneda, 297, 299-301; po p o e sía sí a ép ica ic a en , 166; y la z o n a n o rt e del de l Egeo, 155; y Oriente, 64-65; véase también Eretria; Lefkandi; platos euboicos 32 7 Eumnasto, espartano, 326, 327 eunomía (buen ordenamiento), 213, 258 Eupalino, túnel de, 129, 322 Eurimedonte, batalla naval de, 411 Eurípides: sobre la ley escrita, 226; Suplican tes, 226
ÍNDICE ALFABÉTICO
Eusebio: Cronología de, 125, 256; sobre Dicearquía, 326 exvotos, véase ofrendas
Fálero, 344 familia, 89-90; dimensión de la, 86-87, 88 feacios, 154, 171; organización política de los, 181, 182; templos de los, 127; y la poesía, 185-186,191 fenicios, 56-57, 91; asentamientos exteriores, 56; de Al Mina, 139-140; de Cnosos, 68-70; en el Dodecaneso, 67; en el Mediterráneo occidental, 131; en Sicilia, 314; escarabeos en los santuarios, 117; escritura de los, 58, 133-135, 138; flota de los, 324; frascos pin tados de n egro sobre rojo de ungü ento, 67 67; uso d e máscaras, 216-217; 216-217; y el perfum e, 67, 204; y los metales, 64-65, 67,140-141, 202 Feras, sa ntu ario de, en Tesalia, 117, 117, 336 336 Ferécides de Atenas, 51 fíbulas (imperdibles), 159, 160 Fidón de Argos, 235 fiestas: circuito c rea do en el siglo siglo vi, 288; 288; com po sici si ción ón p o é tic ti c a de, de , 169, 176, 190-192; 190-1 92; fi nanciación de, 305; papel cívico de las, 285; uso político de las, 256, 288, 320, 333; y las mujeres, 233; y Solón, 265, 288; véase tam bién Atenas; drama; Juegos Olímpicos Filaidas, 350 Filípides (o Fidípides), 387 Filipo Filipo de Cro tón, 362 Filipo II de Macedonia, 182, 232 filistea, cerámica, 36 Filolao de Corinto, 225 filosofía: desarrollo de la, 369-373; moral, 14; sobre la imp ortancia del contexto, 17 flautistas (auletés), 196, 209, 364 Fliunte, y Argos, 339 flota naval: ateniense, 384, 401, 402; en la re bel b elió ió n de Jo n ia, ia , 380; p e rs a, 384 Foce del Sele, Heraion de la, 306 Focea, 297; y Persia, 375 Fócide, 52,112,113, 341; y los persas, 400 Francavilla Marittima, 132 fratrías, 52; de Atenas, 354, 360 Frigia, 378; exvotos procedentes de, 117 Frínico, poeta trágico, 364 frontones, en el arte, 198, 306-308 fuego, y Prometeo, 170 funerales: de los reyes de Esparta, 359; regu lación de los, 207, 265-266, 367; ritos de los, 105-107, 265; véase también enterramien tos to s
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Gadatas, el sátrapa de Jonia, 376 garriga, zonas de, 77, 78 Gela, fundación de, 238, 316; tiranía en, 403405, 407 G elón de S iracusa, 397, 403-407 403-407 generales, de Atenas, 360, 387 geología de Grecia, 71 getas, 376 Gibraltar, estrecho de, 27 Giges, riquezas de, 229, 272, 317 Giglio, cabo de, en Toscana, 140 Gilgamesh, epopeya de, 185 Glauco, Gla uco, y Tasos, 237, 278-279 278-279 gobierno popu lar, entusiasm o p or el, 379 379-3 -380 80;; véase también A samblea; democracia gorgo na, 306, 306, 307, 308; como escudo, 192,196 Gortina, templo de, 249 Gra n R etra, con stitución de Esp arta, 213 213-2 -215, 15, 223, 359, 392 véase tam bién agricultura granjas aisladas, 81; véase grifos, apliques en forma de cabeza de, 27, 247-248 Grino, rey d e Tera, 24 24 guerra: análisis de la, 16-17; ausencia en Lo L o s trabajos y los días, 176-177; en el arte del siglo vil, 249; en la cerámica geométrica, 159, 162, 164-165, 206; en la Edad Oscura, 62. 206-209; en la litada , 183-184; en los po p o e m a s épico ép icos, s, 169 169-170 -170;; im p o rta rt a n cia ci a de los núm eros en la, 210; 210; y éthne, 336; véase tam bién armas y armaduras; caballería; hoplitas gue rras m édicas, 14 ,16 ,17 , 232, 232, 342, 342, 370, 370, 383 383-389. 395-402; consecuencias de las, 32, 343, 401-402, 411; y el oráculo de Delfos, 414 guerreros, tumbas de: en Argos, 106,111,206; en Eretria, 156-157
Hades, 270 Halicarnaso, 17 Halimunte, tribu, en la Leóntide, 353 hambre, 85-86, 90, 98-99 Harm odio, canciones en ho no r de, 344 344,, 357 357 hayas, 74 Hazael, señor de Unqui, 324 hebreas, escrituras, 55 Hecateo de Mileto, 379 Héctor, 115, 169,183 Hefesteas, fiestas de Atenas, 362 hektémoroi, aparceros, 264 heladas, 73 Helena, 23, 115, 179, 180, 188, 211, 216, 272, 340; culto de, 129
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
H e l e s p o n t o , 381
Hélice, en Acaya, 341
Helicón, monte, 169 Hera, diosa, 112,114, 119, 126, 197, 275 H e r a c l i d a s , 50, 52
Heráclito de Éfeso, 371-372 He raia, 337 337 Heraion de Argos, santuario de, 112; arqui tectura del, 253; 53; culto culto en la Eda d d el B ron ce al, 47; maquetas de terracota encontra das en el, 114; ofrendas de alfileres en el, 116; y Cleómenes, 394 Heraion de Délos, 317 Hércules, 53, 124, 288, 382; fiestas de Atenas, 362; lucha por el trípode de Delfos, 288, 306; santuario de Tasos de, 277; y los Cer copes, 306 here dera s núbiles, núbiles, 262 262 Hermes, 197 Hermócrates de Siracusa, 360 Heródoto de Halicarnaso, 16-18, 51, 321-322; credibilidad de su historia, 17; descripción de objetos, 27; historiador más antiguo, 16; interpretado por otros escritores, 18; orá culo de Delfos en, 413; organización de su historia, 17; recogida de información por, 17, 18; sobre Abdera, 236; sobre Atenas y Eg ina, 381-383 381-383;; sobre A ten as y Persia, 377; 377; sobre Barca, 29; sobre Cilón, 255; sobre Cirene, 21, 24-29, 30; sobre Cleómenes, 344-345, 394; sobre Clístenes de Atenas, 345-348, 352-353, 355; sobre Clístenes de Sición, 331-332; sobre Creso, 244, 317; so br b r e D e m o c e d e s d e C ro tó n , 377; s o b re el alfabeto, 135; sobre el desastre persa en Atos, 384; 384; sobre el fin fin de la tiranía en A te nas, 344; sobre el matrimonio de Agariste, 331; sobre Escitia, 378; sobre Esparta, 213, 214; sobre Filipo de Crotón, 362; sobre Focea, 375; sobre Gelón y Cartago, 403-404; sobre H om ero y Hesíodo, 193; 93; sobre Jonia, 52, 370; sobre la batalla de Artemision, 396; sobre la batalla de Campeones, 342; sobre la igualdad de voz, 357; sobre la Liga del Peloponeso, 338; sobre la rebelión de Jonia, 378-380, 374; sobre la red de comu nicaciones persas, 374; sobre la segunda in vasión p ersa, 395-4 395-401; 01; sobre la tiranía , 369; 369; L a sobre la tiranía de Corinto, 232; sobre La toma de Mileto de Frínico, 365; sobre las fiestas fiestas de Pan, 362; 362; sobre las minas de p la ta de Atenas, 384; 384; sobre las sociedades m e drantes, 397; sobre las tribus dorias, 53; sobre los corintios en Sa lamina, 396 396;; sobre
los éforos de Esparta, 214, 359; sobre los fenicios, 58; sobre los reyes de Esparta, 392; sobre los tegeatas, 402; sobre Mace donia y Persia, 378; sobre Maratón, 387, 390; sobre Milcíades, 335; sobre Náucratis, 303; sobre Pactias, 374; sobre Pisistrato, 18, 290, 319, 333-334; sobre Polícrates, 322; so bre b re Sam Sa m os, os , 27, 305, 322, 326, 328, 329; sobre Solón, 257, 264; y el debate constitu cional, 369; y el oráculo del muro de ma dera, 413-414; y la política, 411 héroes, culto de, 129, 362, 364; véase también cultos funerarios Hesíodo, 49, 54, 153, 165, 166-167, 169, 170, 172-173, 194, 286; fecha atribuida a, 193; mundo de, 169-178; pesimismo de, 268, 271; sobre el clima, 75; sobre las edades pre p re té ri ta s de l h o m b re , 49; s o b re los lo s ba rcos rc os,, 145; sobre los dioses, 200, 371; véase tam bién Catálogo de las mujeres; Teogonia; L o s trab tr abaj ajos os y los lo s días día s Hetemáridas, 360 Hierón, 404 hierro , 155; 155; come rcio del, 140-1 140-141; 41; en C nosos, 68; en el heládico reciente IIIC de Perati, 34; en la Edad del Bronce, 42-43; en la Edad Oscura, 35, 42; exvotos en forma de armas de, 113; para las armas, 42-43, 206, 207; raza de, en Hesíodo, 177; valor del, 42-43 higos, 73, 372 Hímera, 238, 404, 405; batalla de, 403-404, 407, 409 Him eto, santuario del, 66, 66, 112,117,126 H im n o s h om ér ico ic o s, 290; a Apolo, 290; a Deméter, 270-272, 286, 290 Hiparco, hijo de Carmo, 388, 389-390 Hiparco, hijo de Pisistrato, 192, 334, 368 Hipias, hijo de Pisistrato, 334-335, 368; derro camiento de, 344, 351; y los espartanos, 341, 344, 346, 347; y Pe rsia, rsi a, 377, 385 Hipoclides, danza indecente del pretendiente, 331-332 H ipócrates, tirano de Gela, 403-4 403-404 04 Hipó lito, sobre Jenófanes, 371 371 H iram de Tiro, 56 Hisias, batalla de, 220, 340 H istieo de Mileto, oficial jonio, 376 376,, 378-37 378-3799 Histria, colonia del ma r Negro, 286 hititas, véase neohitita, reino Homero, 54, 166-168, 364; dioses en la épica de, 371; política de, 185; valores de, 185189, 200; valores competitivos de, 185; véa se también Ilíada: Odisea
ÍNDICE ALFABÉTICO
hom icidio, icidio , 224, 233, 262, 331 331 homosexualidad, 138, 263, 267, 272, 344, 368\ y las clases de edad, 99 hopi, tribu de indígenas americanos, 172 172 hoplitas, combates de, 195, 196-197, 209-211; véase véase tam bién armas y armaduras hospitalidad, relaciones de, 329, 336 Huelva, véase T artesos huérfanos, 85 hutteritas, tasa de natalidad de los, 86 Iálisos, en Roda, 52; cerámica fenicia en, 143; enterram ientos del heládico reciente IIIC, 36, 37 Ibico, poesía de, 326 Icario, padre de Penélope, 182 identidad griega, 21, 78,189 ¡liada, 16,49,51,166,178-193,226,272; asam ble b le a de los lo s aq u eo s e n la, 346; cu lto lt o e n la, 115; Delfos en la, 243; escenas típicas en, 167; fecha de la, 192-193; guerra en, 209211;; jueg 211 jueg os f ún eb res en la, 123-1 123-124 24;; justicia justicia divina en la, 171 171;; Moliones, hijos de A ctor, en la, 165; personajes errantes en la, 153, 225; plagas en la, 85; primer texto de la, 290; situación política en, 224; sobre la caí da de Tebas de Egipto, 252; 252; solución solución d e las disputas en la, 371; y Áyax, 352; y la copa de Néstor, 145; véase también Homero; Odisea ilotas, 89, 220, 242, 394, 400; véase también Mesenia imágenes de culto, 113,114-116,127-128, 250; en Dreros, 114; en Éfeso, 114; en Samos, 113,114 Incoronata, yacimiento de, 237, 280 ,2 8 1 inscripciones: autenticidad dudosa de las, 27, 414, 415; de de cre tos, tos , 19, 21; de leyes, 221224; que contienen alfabetos, 135; véase también escritura Ión de Quíos, 51 Iságoras, hijo de Tisandro, 345, 353 Israel, 55, 56 Istmia, 112, 125; banquetes rituales en, 126; com parado con Perakho ra, 117,11 117,119; 9; depó sitos de armas en las tumbas, 206-207; jue gos de, 288; 288; temp lo de Posidón en , 253; 253; trí po p o d e s de, de , 120 ítaca, 179, 181; gruta de Polis en, 47, 120 Italia, 50, 242, 243, 375; acuñación de mo nedas en, 297; asentamientos en, 131, 155-158, 236-237; contactos con la Edad Oscura en Creta, 45; metal en la Edad
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Oscura desde, 42; ofrendas a Olimpia des de, 119 Itano, ciudad de Creta, 24
Jacintias, fiesta de las, 242 Jaffa, 56 Jantipo: ostracism o de, 390; 390; y Milcíades, Milcíades, 389 Jenófanes de Colofón, 371-372 Jenofonte: sobre la Gerusía, 360; y los orácu los, 244, 412 Jerjes, 182, 381, 396, 400 Jerónimo, san, 125 Jonia: acuñación de m one da en, 302, 302, 305 305;; dia lecto de, 52; migración de los atenienses a, 50, 51-53; migración de los dorios a, 154; organización de, 370; poesía épica en, 166; temp los de, 311-312,31 311-312,314; 4; y la la fiesta fiesta de D e los, 291; y los aqueos, 340; y Persia, 305, 314, 330, 373-381, 401, 411 jó n ica ic a , a rq u ite it e c tu r a , 306, 308, 314 314-31 -317, 7, 365366 jo y er ía, ía , 6 7 , 1 0 8 , 109, 201,232, 233; en enterra mientos, 59, 61; fenicias, 58; ofrendas de, 112,118-119 judí ju díos os,, 373 ju e g o s d e las la s fies fi esta tass relig re ligio iosa sas, s, 1 2 2 ,1 2 3 ,1 2 4 jueg ju eg o s fú n eb res: re s: e n h o n o r d e A m a rin ri n c e o , 123, 124; en honor de Anfidamante de Calcis, Il íada da,, 123 124,169 ,176,190,193; en la Ilía Juegos Olímpicos, 122-125, 233, 243, 255-256, 288, 319, 335, 364, 405; primeros, 112; res tringidos a los griegos, 78; véase también competiciones atléticas; fiestas Jueg os Píticos, 21, 288, 290, 404-407 404-407 just ju stic icia ia:: divi di vina na , 170 170-171 -171,, 198, 200; h u m an a , 174-175; véase también teología
Kalapodi, 112; culto de, 47, 67; en el heládi co reciente IIIC, 38; en los siglos ix y VIH,
113 113 68; Karphi, asentamiento de, en Creta, 46, 46, 68; culto en, 114 Kas tri, en Tasos, Tasos, 275-276 Kato Syme Viannou, santuario de, 47 Khaniá, comarca de, en Creta, 91 Kha niale Teke, 70 Kilian-Dirlmeier, Imma, 116 Kombothekra, 112; exvotos de, 117, 118 Kommos, fenicios en, 56 kórai, 250, 294, 367; de Samos, 326 kósmos, de D reros, 222, 222, 230
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
Koukounaries, en Paros, 239, 240 kouloúria, roscas de pan, 120 koûroi, 250, 25 1 , 254,266,294,367,407; 254,266,294,367,407; de Sa Sa mos, 324, 326; de Tasos, 279 Lacio, 135, 141; asentamiento y sociedad del, 155 Lade, batalla de, 380 Laertes, padre de Ulises, 182 Lámpsaco, 305 Latíquidas, rey de Esparta, 342, 383, 393 Lebadea, pluviosidad anual de, 74 Lefkandi, en Eubea, 59-65, 142; centauro pri mitivo de, 162; construcciones monumen tales del año 1000 a.C., 46, 59, 60, 61, 114; en el heládico reciente IIIC, 37; 37; metalurgia de, 43; prácticas funerarias de, 105; y Ate nas, nas, 59,64-65; 59,64-65; y Chipre, 43 ,59,6 2; y O rien te, 59-65 legisladores, 225 leguminosas, 81, 83 Lelantina, guerra, 177,193 Lemnos, 154; conquista ateniense de, 389 leones, 306; en cerámica, 197, 198, 199; en las monedas de Lidia, 297; y Hércules, 288 Leónidas, rey de Esparta, 393-395, 399, 400 Lesbos, isla isla de, 75,322; acuñación de m oneda s en, 302; 302; poe sía é pica en , 166 Leto, madre de Apolo, 290 Levante: cerámica griega en, 131, 132, 139, 141,142; y el alfabeto griego, 133 leyendas, 26, 232-233 leyes, 221-227, 319, 373; códigos de. 222, 224; códigos de Dracón, 257, 260; de Esparta, 213-214, 221-223; de Solón, 260-266; refor mas atenienses en el siglo v, 354, 358-359; y democracia, 226 Libia, 238, 331; asentamientos griegos en, 2132; clima de, 80; véase también Cirene Licurgo, constitución de, 213-215; y Delfos, 246, 413 Licurgo, hijo de Aristo laides, 333 333-33 -334, 4, 351 351 líderes políticos, 181-182, 187, 215, 221; véase también tiranía Lidia, 233, 317, 343, historia de, según Hero doto, 17; y Jonia, 314; y la acuñación de m on eda , 294, 297, 297, 302; 302; y Persia, 373; véase también C reso; Giges Lígdamis de Naxos, 379 Lilibeo, en Sicilia, 402 Lindos: ofrendas de, 31, 117; y Cirene, 31; véase también Crónica de Lindos lineal B, silabario, 15, 46, 47,166
lingotes de cobre piel de buey, 140 lingüística griega, cam bios e n la, 166-1 166-167 67 Lipsidrion, al norte del Á tica, 335 335 Livio, Tito: sobre Cumas, 156; sobre Pitecusa, 143 Lócride, 52, 399 Lousoi, ofrendas en el santuario de, 116
Macedonia, 62; 62; acuñación acuñación de m oned a en, 304; árbo les de, 74; exvotos de, 117; 117; y los Juegos Olímpicos, 78; y Persia, 377-378, 380, 384; y Pisistrato, 334 Macmillan, Pintor de, 196 madera, en la zona norte del Egeo, 155 magia, en la épica, 178 magistrados: de Atenas, 240, 360; de Esparta, 359; limitaciones al poder de los, 222-225, 230, 240, 262, 265; véase también basileís; éforos Mah M ahab abha ha rata ra ta indio, 201 Mandocles, ingeniero samio, 376 M antinea, 399 399 mapas, 353, 380 mar, nivel del, 75-76 Maratón, 353; batalla de, 14, 361, 365, 366, 387, 389, 395 Marcelino: Vida de Tucídides, 290 M ardonio, gen eral persa, yerno d e Da río, 380 380,, 384, 399 marfil, 221, 318; en Atenas, 67; en Cnosos, 67; en Éfeso, 221; 221; en E spa rta, 221 221 máscaras: del santu ario de Á rtem is O rtia, 216, 216, 217, 364; entre los fenicios, 218 m atemáticas, 371 371 matrim onio, 227,268-272; 227,268-272; edad del, 85; 85; en E s pa p a r ta . 359, 393; e n la ¡liada y la Odisea, 179-181; en las familias de tiranos, 230, 268, 330-333, 403; en los feacios, 188 Meandrio, 239 medicina, 370, 375; véase también epidemias infecciosas medio ambiente natural de Grecia, 32, 71-76 Mediterráneo, como contexto de la historia de Grecia, 14-15, 55-58, 78-80, 343; véase también m undo griego griego medizante, actitud, 342, 397, 401; de Atenas, 390; en la política entre los estados, 384, 393-394 Megabizo, general de Darío, 378 Megacles I, 332, 333-334, 345, 351, 356; hija de, 333 Megacles II, 390, 407 Mégara: ataque a los colonos samios de Pe-
ÍNDICE ALFABÉTICO
rinto, 320; en los versos de Teognis, 227229; hostilidad hacia Atenas, 256 Mégara Hiblea, en Sicilia, 228, 283-286; cerá mica de, 284,285; destrucción de, 403 Meggido, en Jordania, 65 Melos, 238, 399; moneda usada por, 304 Mende (la (la m oderna Kelendras), 37 37 Me necles de Barca, 21, 29 Menelao, 129,179,211,216,340; culto de, 129; y A nténo r, 23 23 Menelaon, templo de, 129, 211, 219; ofrendas de, 116 Menidi, thólos de, 130 mercenarios, 252; acuñación de moneda para pa p a g a r a los, 302; de T esal es alia ia y A te n as , 344, 347 mesapios, pueblo itálico de los, 337 Mesenia, 50,112,120, 280, 342, 395; conquista espartana de, 53, 89, 130, 212, 213, 220, 242; y la Liga del Peloponeso, 338 metales: comercio de, 140-141; en el norte del Egeo, 155, 237, 276-278; en enterramien p íthh o s de Xotos, 59, 61,106-107,109; y el pít bo b o u rg o , 199 Metana, pluviosidad en la península de, 73 Metaponto, 237, 280-282; edificios templarios de, 309, 310, 312 Metona, 339 Metoquites, Teodoro, sobre Samos, 320 Micenas, 340; en la guerra persa, 399, 401; y Argos, 130, 401 micénica, civilización, 15, 37, 55, 133; véase también lineal B Milcíades, hijo de Cim ón, 335; en A tenas , 389 389;; y Darío, 376; y Maratón, 387 Mileto, 52, 297, 305, 322, 341, 365, 378-380; fi lósofos de, 370-371, 373 Mill, John Stuart, 14 Mimnerm o, poeta, 50 misoginia, 268-269, 271-272; de Hesíodo, 171 Mitilene, 227-230, 267, 329 Moliones, hijos de Actor, 165 monedas, véase acuñación acuñación de m onedas m ortalidad: e n el siglo siglo vm, 97,100-194; infan til, 85-86,90,100, 1 0 1 , 102,240; tas a de, 8587 Motya, isla de, en la costa de Sicilia, 131, 407, 408 40 8 movilidad social, 174,176 mujeres: abusadas por los tiranos, 233-234, 330; clases de edad y actividad sexual, 99; coros de muchachas de Esparta, 218-219; creación de las, 170; en el arte geométrico, 159-162; en Homero y Hesíodo, 188, 268;
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en la poesía arcaica, 268-275; enviadas al harén de Darío, 380; influencia sobre los testamentos, 262; papel en la litada y la Odisea, 182; sacrificio de muchachas para salvar la ciudad, 352; trabajo de las, 87, 89; y la natalidad, 85-86; y la regulación de los vestidos, 223; y las ofrendas del santuario, 120,125; véase véase tamb ién gorgona; matrimo nio; misoginia mundo griego, 15-16, 21, 32, 79, 117, 130-133, 154 Muniquia, santuario de, en el Atica, 112, 120 Musas, hijas de Zeus, 169-171 música, véase competiciones musicales
Náp N áp oles ol es,, 13 1,15 1, 15 7 natalida d: c on trol de, 99; 99; en el siglo siglo vm , 97,99; tasas de, 85-87; véase también demografía; familia naucraros, préstamos de los, de Atenas, 256 Náu N áu crat cr atis is,, e n E g ipto ip to,, 236 236,, 303 N a u p lio li o n , y A rgos rg os , 339 Nau N au sic si c aa , h ija ij a d e A re te , 182 navegación, 145; buenas épocas para la, 174; véase también comercio Nax N axos os,, 68, 341, 379, 385; te m p lo jó n ico ic o de Sang ri en, 317; y Pisistrato, 334 N e a Io n ia, ia , 66 N e á p o lis li s (la (l a m o d e r n a K a v ala) al a),, 154, 277 Ne N e gro gr o , m ar, ar , 235 235-23 -236, 6, 286, 28 6, 373 373;; trig tr igoo p a ra fa bri b ricc a r p a n d el, el , 82 Nel N eleo eo , 51 Ne N e m ea , ju eg o s de, de , 288 neoasirio, imperio, 55-58 neo hitita, reino, 56 56 Né N é sto st o r, re y de M e se nia, ni a, 1 24 ,168 ,1 68 , 280 Nicia Ni cias, s, 360 Nic N icol olás ás D am as ce n o , 18; s o b re C ipsé ip sé lid as d e Corinto, 341; sobre Clístenes de Sición, 331 Nik N ik h o ria ri a , y a cim ci m ien ie n to de, de , en M es en ia, ia , 11 2,12 2, 1200 niños: como mano de obra, 89; enterramien tos de, 65, 66, 100-102, 101, 105; mortali dad de, 8585-86 86,, 90 ,10 0 , 1 0 1 , 102, 240
Oaxo, ciudad de Creta, 24 Odisea, 16, 16, 49, 49, 154,16 6,179-1 93; D elfos en la, 243;; dicción form ula r de la, 167; 243 167; justicia di vina en la, 171; movilidad en la, 153-154, 225; situación política en la, 224; sobre Es quena, 127; sobre las tribus dóricas, 53; so-
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
206; en escudos cretenses, 164, 165; en la bre b re los lo s b a rc o s m erca er ca n tes, te s, 145; tex te x to d e la, cerámica cretense, 68; en las bandas de 290;; trípo de s en la, 120; 290 120; véase también H o oro, 107, 108, 109-111; en las figuras de Il íadaa mero; Ilíad bro b ro n ce , 27 ofrend as, 19; 19; de alfileres, alfileres, 116-117 116-117;; de finos pa Oriente Próximo, 15, 55-58, 130-141; contacto nes de oro, 117; de máscaras en Esparta, griego griego con, 35,45,57-58,200-201,373; 35,45,57-58,200-201,373; po e 217; de plomo con figura de hoplitas 216, sía épica de, 171-172 en miniatura, 219, 21 9 , 220; de vestidos, oro, 70, 145, 146, 159, 233, 318; acuñación de, 115, 116, 223; del Heraion de Samos, 323, 297, 301-302; anillos de, 59; en el heládico 324-326; en el siglo vm, 113, 116-123, 216, recien te IIIC, 35; 35; en los enterram iento s del 247, 336; en el siglo vil, 247-250, 253; en la sigl sigloo vm, 107, 1 0 8 , 109; 109; exvo ex vo tos de, 117; 117; jo Edad Oscura, 116-118; memoria literaria yas de, 67, 107, 108; raza de oro de Hesio de, 31; véase también armas y armaduras; do, 177, 178 kórai; koûroi Orontes, desembocadura del río, 139 Olimpia, 11 2,190,397; alianzas registradas en, Ortágoras de Sición, 330-333 337; armas y armaduras procedentes de, Orwell, George: 1984, 414-415 207, 208; comparado con Delfos, 243; Con Osteria dell’Osa, necrópolis de, en el Lacio, sejo de los Quinientos de, 359; culto de la 135 Edad del Bronce de, 47; leyes de, 223; ostracismo: de Atenas, 361, 389-390; de Te ofren das de, 116116-123 123,, 247; 247; templo de H era místocles, 398 en, 253; templo de Zeus en, 288, 407, 409; Otanes, general persa, 329-330, 378 tesoro de Gela en, 316 ,3 1 6 Olim pieon, d e A tenas, 312, 335 olivos, cultivo de, 84,282; condiciones para el, Pactias, 374-375 73, 78; y Solón, So lón, 264 Paestum (Posidonia), en el sur de Italia, 238; Onquesto, 337 construcción de templos en, 312 oráculos: consultas individuales del, 24-25, Palene, en la An tióquide , 353; 353; bata lla de, 347 347 244-245,412; 244-245,412; pro bad os po r Creso, 317-3 317-318 18;; Palépafos, cem enterio de Skales en, 37, 43 véase también Delfos, oráculo de Pan, dios, 362, 387 oral, tradición, tradición, 17 -18,20,26-29,31,53-54,231Panateneas, 192,289, 290, 364 235, 338, 380, 384-387, 401-402, 415; base Pandora, 188, 268; creación de, 170,178 pa p a ra la h isto is to ria ri a d e la G re c ia arca ar ca ica, ic a, 1617, 415; de la tiranía de Atenas, 344, 357; pan p an h elén el én ico ic o s, sa n tu ario ar io s, d e sa rro rr o llo ll o d e los, 243; véase también Delfos; fiestas; Olimpia pé p é rd id a d e la ino in o ce n cia ci a de la, la , 411 411-41 -413; 3; so bre b re C iren ir en e , 21-32; 21-3 2; so b re la re b e lió li ó n de pa p a n h elen el en ism is m o , 288, 290 290,, 291 291,, 306, 308, 319, Jonia, 378-381; sobre las guerras médicas, 340; del asentamiento de Tasos, 236; y los 385-387, 395, 396, 397-402; sobre las vic po p o e m a s d e H e sío sí o d o y H o m e ro , 189-190 189-1 90 torias en los Juegos Olímpicos, 364; sobre Paniasis, Paniasis, tío tío de H eród oto , 51 51 los primeros legisladores, 225; sobre los ti Pantanello, poblado rural de, 282 ranos, 231-235, 319-320, 330-332, 333-335, 19 5 ,196 Paris, Paris, 179 ,188,19 7; Juicio de, 195 347, 370-371, 403; sobre Milcíades, 389; so Parnaso, monte, 74, 241 br b r e P ersi er siaa , 374 374,, 375 375;; s o b re P isis is istr traa to , 333 333-Paros, 239, 275; y Milcíades, 389 334; sobre Samos, 322, 329-330; y arqueo Partenón, 365 logía, 20, 51-52; y el establecimiento de Parthéniai (hijos de doncellas), 215, 242 colonias en tierras lejanas, 157-158; y las pa p a rtic rt icip ip a c ió n p o líti lí tica ca en A te n a s, 359-361 familias nobles, 334-336; y los oráculos, pa p a sto st o re o , 76-77, 76- 77, 81, 83; e n L ibia ib ia,, 25 244-245, 413-414; y los reyes de Esparta, Patroclo, 124,183 393-394 Pausanias, 18,31; sobre Cleomedes de AstipaOrcómenos: conflicto de Esparta con, 220; lea, 362, 394; sobre el rey Pausanias, 359; san tuario de, 92 92 sobre la batalla de Hisias, 220; sobre los Orestes, huesos de, 340-341 Juego s Olímpicos, 124; 124; sob re M arató n, 387; 387; Orfeo, 352; poemas órficos, 270 sobre Mesenia, 212-213; sobre Micenas, organización política: en la Edad Oscura, 54; 399;; sobr e T isámeno , 340; 399 340; y Egina , 339 339 Il íada da y la Odisea , 179-183 en la Ilía Pausanias, gen eral es partano , 394, 394, 400 400 orientalización: en el arte del siglo vil, 196Pausanias, rey de Esparta, 359
ÍNDICE ALFABÉTICO
Peloponeso, guerra del, 49-50, 359, 413 Peloponeso, Liga del, 338-342, 346, 393-394, 400; y Cleómenes, 346, 383 Penélope, esposa de Ulises, 179,182, 188 peo p eo nios ni os,, c o m u n id a d de los, 378 Perakhora: comparado con Istmia, 117, 119; maquetas de terracota en, 114; ofrendas de, 116-117, 119, 120; santuario de Hera en, 126, 243; templo de, 128 Perati, cementerio de, 34, 37, 52 pe p e rfu rf u m e, fras fr asco coss de, de , 204 Periandro, 230, 232-233, 234 Pericles, 360 Perinto, colonos samios de, 320-321, 378 peri pe rirr rrha hant ntér éria ia (cuencos rituales), 248 Perséfone, rapto de, 270 Persépolis, 375, 376 Persia: debate constitucional en, 369, 373; en el Mediterráneo occidental, 404; en la po lítica interna ateniense, 346, 389-390; ex pa p a n sió si ó n de l im p erio er io,, 373 373-374 -374;; grie gr iego goss en, en , 375-376; sistema fiscal en, 380; y Argos, 395, 397, 397, 404; y Carta go , 404; y Egin a, 384; y Egipto, 322; y Jonia, 305, 314, 330, 364, 373-381,402,411; 373-381,402,411; y la acuñación acuñación de m one da, 301; y la flota fenicia, 322; y Lidia, 302, 343, 373; y los santuarios griegos, 318, 344, 414; y Samos, 329-330, 375; y Tesalia, 377, 398-400 pe p e so s de las la s m o ne da s, 295 295-303 -303 Pilos, en Mesenia, 50, 53, 280 Píndaro, 19; oda para Megacles, 390; sobre A bd era , 236 236;; sobre C irene, 21-24,29; 21-24,29; sobre Egina, 50, 382; sobre Hierón, 404, 407; uso del mito en sus textos, 23; y la victoria de Ac ragan te, 313 313 pino pi nos, s, d is trib tr ibuu ió n y a p ro v e c h a m ie n to de los, 74, 75, 76, 77 pir p iraa te ría rí a , 271; p o r P olíc ol ícra rate tes, s, 324, 326 Pireo, 347, 384 Pisistrátidas Pisistrátidas,, 341 ,370,388; y E spa rta, 318; 318; véa se también Hipias Pisistrato, hijo de Hipias, 335 Pisistrato, tirano ateniense, 18, 192, 256, 319, 333-335, 356, 385, 390; y el ejército ate niense, 347 Pitaco de Mitilene, 225-230, 234, 320, 329 Pitágoras, 326, 370 Pitecusa, 141-146; ausencia de leyenda funda cional, 157; decadencia de, 237; fundación de, 131; población de, 141, 143; sellos del 13 2 ; y Cum Tañedo r de Lira de, 132 Cu m as, 156 156;; y el aprovisionamiento de metales, 155; véase también copa de Néstor
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pít p ít h o i , con decoración en relieve, 198-199, 221 pla p lann ific if icac ació iónn u rb a n a: d e M é g a ra H ib le a , 283286; de Metaponto, 281-282; de Mileto, 380; de Tasos, 278-279 pla p la ta , 140, 337; e s p a d a r ib e te a d a de, de , 168; m i nas de Atenas, 384; ofrendas de, 318; para las mo nedas, 297-305 297-305 Platea, 337; batalla de, 347, 396, 398-399, 404405; y Atenas, 345; y Esparta, 401; y Mara tón, 14, 386 Platea, isla de, en la costa de Libia, 25-27 Platón: so bre la revu elta d e los ilotas, ilotas, 395 395;; so br b r e los p o e m a s ho m éric ér icos os,, 192; s o b re ProPr otágoras, 369; sobre Solón, 257 pla p la to s e ub o ico ic o s co n sem se m icír ic írcu culo loss pe n d ien ie n tes, te s, 64, 65,132 ,1 , 1 3 4 pleg pl eg a ria ri a s a los dios di oses es,, 114 plom pl om o, 140; ex v o tos to s de, de , 219, 220-221 Plutarco, 18; sobre Anacarsis, 226; sobre Cilón, 256; sobre el oráculo de Delfos, 245, 412; 412; sobre E spa rta y los tiranos, 341 341;; sobre Esparta y Tegea, 338; sobre la batalla de Platea, 347; sobre la guerra Lelantina, 177; sob re las victorias en los juegos, juegos, 124; 124; sob re Licurgo, 213, 214; sobre los corintios de Salamina, 396; sobre los jóvenes corcireos, 233;; sobre los oráculos, 245; 233 245; so bre los reyes de Esparta, 392; sobre Samos, 320; sobre Solón, 258, 260, 263 pluv pl uv iosi io sida da d: e n G re c ia , 71 7 1 ,74 ,7 4 ; e n L ibia ib ia,, 2 4 ,79 ,7 9 ; en Sicilia, 79 Pnyx, de Atenas, 347 po blac bl ació ión: n: c rec re c im ien ie n to d e la, 86-87, 86-8 7, 97-104; 97-104 ; del Ática, 100-103, 239, 355; de Calcis y Eretria, 143; de Esparta, 99; de Pitecusa, 141, 143; densidad de, 81; en la Edad Os cura, 154; véase también demo grafía grafía po e sía: sí a: c o m p u e sta st a p o r sabi sa bios os,, 234; c o n tex te x to de la composición, composición, 19-20,23,169,176 ,184186, 190-193, '212, 217, 218, 259-260, 268272, 326; véase también drama po p o e sía sí a épic ép ica, a, 16, 145, 166-169; 166-1 69; en la E d a d del de l Bronce, 169; sociedad heroica de los, 49, ét er,, 271-272; y los 178; y el H im n o a D em éter cultos funerarios, 129; véase también H o Ilía da;; Odise Od iseaa mero; Ilíada po p o e sía sí a o ral, ra l, 15 -1 6 ,19 ,1 9 0 ,19 ,1 9 4 ; c o n ex ion io n es c o n la po p o es ía o rien ri en tal, ta l, 201; fo rm a d e co m po sici si cióó n de la, 167-168; tradición de la, 166-169, 186,188; véase también poesía épica po p o in iká ik á sta st a s, escribano, 133 po p o len le n , d e p ó sito si to s de, de , 75 Policoro, 237
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LA FORMACIÓN DE GRECIA
Polícrates de Samos, 13, 320-329, 345, 374; y Dem ocedes, 375 Polieno: sobre Pisistrato, 347; sobre Samos, 320 Polizalo, tirano de Gela, 407 Pontecagnano, en Campania, 156 Posidón, san tuario de, en Istmia, 112,120,171, 352 Posidonia, véase Paestum pra p ra d er a s, 75-76 75-7 6 pre p re m io s d e los lo s ju eg os, os , 124 pré p ré stam st am o s, p ro h ib ic ió n d e los, e n la ley le y d e S o lón, 261-262 Príamo, rey, 180,185 Priene, 320 Prinias, Prinias, templo de, en C reta, 250 Probalinto, en la Pandiónide, 353 pro p ro d u c to s c o m erci er ciab ab les, le s, y las e stra st ra te g ia s de las cosechas, 83 Prom eteo, 170 ,178; fiestas fiestas de, en Aten as, 362 362 Propóntide, 236 Protágoras, 369 Psamético I, 252 Ptolemaida, 30; clima de, 80 pu eb lo , p o d e r po líti lí tico co del, de l, 181 181-18 -182, 2, 214 214,, 223, véase tamb ién Asam blea; democracia 229; véase democracia pu p u e b lo s d e l m ar, ar , 55 pu p u e rto rt o s : d e G re c ia, ia , 71; d e Sam Sa m os, os , 322; d e Tasos, sos, 275-276,277 ; sa ntu ario s en los, los, 117 Pulpos, estilo de los, 47 Quersoneso Tracio, 376, 389 Quilón, éforo de Esp arta, 393 393 Quionis, vencedor en los Juegos Olímpicos, 31 Quíos, 120; consejo popular de, 359; ocupa ción en el heládico reciente IIIC, 36; y la acuñación de m oned a, 305; 305; y Persia, 375 375 Rakita, en Acaya, 92; templo de, 114 Rammunte, demo de, 361 rapsódica, tradición, 191-192, 332; de los Panateneas Ras-el-Bassit (Posideon), 139 rebelión de Jonia, 54, 305, 375, 378-381, 383, 401 Regio, 404 regionalismo, 34, 39-40; en arquitectura, 314317; en el arte arcaico, 291, 294; en el Ática, 333-334, 351; en la tradición épica, 166 Re nía , 322, 322, 387 387
retórica: importancia en la ¡liada, 185, 190; en Ho m ero, 371 reyes, 175-176, 182; convertidos en tiranos, 230-231, 235; de Cirene, 22, 26, 29; de Es pa p a rta rt a , 2 3 ,5 3 ,21 ,2 1 3 -2 1 5 ,2 2 0 ,3 5 9 ,3 9 2 -3 9 3 ; de véase tam Tera, 24; 24; en la Ed ad Oscura, 54; véase bién basileís rites de passage (ritos de transición), 100; de E spa rta, 216 216-2 -217 17 roble, 75 Rodas, 31, 36; cerámica de, 143, 144, 145; ce rámica primaria en, 106 Roma, 141,154, 156, 182 rotación de cultivos, 81 Rou sseau, Jean-Jacques, 365 365
sacrificios, 126, 247, 264, 321, 350, 372, 392; en la Edad Oscura, 47,112,114; en la Odisea, 188 188; en los enterram ientos, 48; y Prom eteo, 170 Safo, 270-275, 286 Salamina, 66, 352; asentamiento ateniense en, 347; batalla de, 396, 398, 404; lucha po p o r, 258 258,, 265; y el o rá cu lo d e D elfo el fos, s, 413 413-414 Sallares, Robert, 99 Salm anasar III, 55 Salomón, rey de Jerusalén, 55, 56 samnitas, 280 Samos, 345, 385; cerámica de, 27; en el siglo vi, 320-330; Heraion de, 47, 112, 113, 117118, 249, 310-312, 320-323, 323, 324, 325, 326; y Cirene, 27; y Corinto, 233; y la acu ñación de moneda, 297, 305; y los persas, 329-330,37 329 -330,37 5, 376; y Tera, 27; véase también Polícrates de Samos San Biagio, santuarios de, 282 santuarios: diferencias entre los, 119-123; en el siglo vm, 125-128; en el siglo vil, 246247, 250, 253-254; 253-254; en Ita lia y Sicilia, Sicilia, 238 238;; localización de los, 112, 119-128, 238-240, 276-283, 336; objetos de metal en los, 118119; y las comunicaciones, 117, 119, 122, 125-126; véase también ofrendas; templos Sardes, 322, 329, 374, 377, 379, 381 sátrapas, 373-376, 379 Schliemann, Heinrich, 178 Segesta, 314 Selinunte, 238; construcción de templos en, 306, 307; desarrollo de, 310, 312; monedas eginetas de, 303; y Cartago, 404; y los feni cios, 314 Semónides, 268-270, 271, 272, 321
ÍNDICE ALFABÉTICO
sequías, 73-74, 80, 90; siete años de, en Tera, 24 serdeos, 337 sexuales, relaciones, 269, 333; con la madre, 233;; en los santuario s, 223; 233 223; y la m uerte, 232232233 Síbaris, 280, 337, 370 Sicilia, 50,131, 146, 158, 236, 242, 243; acuña ción de moneda en, 297; clima de, 78-80; po p o b lac la c io n e s n o grie gr iega ga s de, de , 403, 407 407,, 410; templos en, 306-316; y Cartago, 397, 402410; y Creta, 45 Sición: y Argos, 339; y Clístenes, 330-333; y el teso ro e n D elfos, elfos, 308 308 Siete Sabios, lista de los, 234, 260 Sifnos, 239, 366, 399; plata de, 303; tesoro de los Sifnios, en Delfos, 306, 366 Sigeon, 257, 267, 344 silabarios, uso de los, 15,46; ch ipriota, 37; véa se también lineal B silfio silfio,, plan ta de L ibia, 78-79 78-79 Silosonte, general, 320, 329-330 Simónides: sobre la victoria de Sicilia sobre Cartago, 404; sobre las guerras médicas, 385 Simplici Simplicio, o, sobre An axim andro, 370 370 simposio, 268-270, 272, 274, 369 Sinope, 235 235 Siracusa, 397; clima de, 79; en el siglo v, 360; templo de Atenea en, 306; tiranía en, 403404 Siria, norte de: exvotos procedentes de, 117, 131-133 Siris, 237 Skales, necrópolis de, en Palépafos, 37, 43 skÿphoi, véase platos euboicos Smith, Winston, personaje de la novela 1984, 414-415 soborno de los oráculos, 344, 383 Solón, 257-267, 286, 367; importancia en Gre cia, 257, 266; legado de, 333; poesía de, 257-260, 415; y el calendario de fiestas de Ate nas, 288; y el con sejo de 400 miembros, 348; y el Sacudimiento de las cargas ( Seisákhtheia), 263; y las mujeres, 268 sucesión, mito de la, 171-172 Suda, enciclopedia bizantina: sobre Heródo to, 322; sobre la tragedia, 364 Sunion, koûros, 266 Susa, 379 Tácito, sobre la escritura en Roma, 156 Tales de Mileto, 371 371
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Tañedor de Lira, sellos del, 131-132,132, 133, 140 Tapsos, copas de, 243 Tarento, 215, 242; monedas de Egina en, 303 Tarteso s (H uelv a): y Coleo , 27; 27; y Focea, 375; 375; y la cerámica de periodo geométrico medio, 131; y los recursos metálicos, 141 Tasos, 154, 236, 275-280, 341 Teágenes de Mégara, 256 teatro: de Atenas, 364; en Ática; véase tam bién drama Tebas, 74, 345, 382; y Esparta, 401; y Persia, 399-401; y Pisistrato, 334; y Platea, 337; y Sición Tebas de Egipto, 192; caída de la, 252 Tegea, 92; en las guerras médicas, 397-398; santuario de Alea en, 67, 113, 116; y Es pa p a r ta , 220, 338 338-340 -340 Telamón, 382 Telémaco, 182 Telesila, Telesila, po etisa, 394 Tell Abu Hawam, en la bahía de Haifa, 65 Tell Tainat, 139 Témeno, familia de, 339 Temístocles, 384, 390, 414; ostracismo de, 398; y el oráculo del muro de madera, 413-414; y las guerras médicas, 398 Tem pe, valle de, en Tesalia, 398 398 templos, 294, 306-317, 381; dóricos, 250-254; en Sicilia, 403; esculturas en los, 114-116; imágenes de culto en los, 114-116; y ofren das del siglo vm, 112-114, 247 Teños, isla de, 198 Teofrasto, 75; sobre las leyes, 225 Teognis de Mégara, 227-229, 235; y Solón, 258 Teogonia, poema en hexámetros dactilicos, 16, 49,166,169-175,188, 308, 370; y el Ca tálogo de las mujeres, 291; sobre el naci miento de Atenea, 198; sobre Hércules, 288;; sobre las mujeres, 268; 288 268; y la la poe sía ép i ca del O rien te Próximo, 171; 171; véase también Hesíodo teología, 169-172,198; véase también dioses Teopom po, 214 214 Tera: asamblea de, 28; Esparta como ciudadm adre de, 2323-24 24;; inscripciones inscripciones hom osex ua les en, 135, 138; y Cirene, 21-32; y Samos, 27 Termopilas, batalla de las, 396, 398, 399-400 Terón de Acragante, 403-407 terrazas, agrietam iento y erosió n de las, las, 77 Tersites, 168, 346 Tesalia, 45, 50, 62, 74, 341; ausencia de cultos funerarios en, 128; cerámica procedente
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de, 68; continuación de los thóloi en, 34; ofrendas en el siglo vu, 247; poesía épica en, 166; y Atenas, 344, 347; y los persas, 377, 398-400; y Pisistrato, 334 Teseo, héroe ateniense, 51,165, 366 Tesmoforias, fiesta de las, 274 tesoros: de los Sifnios, en Delfos, 306, 308, 366; de Olimpia, 253; del Heraion de Sa mos, 114 tespieos, 399 Tespis, 364 testamentos, 268; de Solón, 262 textiles, papel en el comercio, 140 Therm on, tem plo de, en Etolia, 253, 253, 336 336 thólos, thóloi, 34; culto de los, 128-129 tiranía, 229-235, 288, 369; de Atenas, 344-345; de una ciudad sobre la otra, 231-232, 342; en el siglo vil, 320; en el siglo vi, 320-335; en Sicilia, 403-407, 409; hábitos de la, 369; tradición de la, 231-235; y elite, 324, 326, 329, 330-335; y Esparta, 231-232, 334, 341342, 346, 369; y las mujeres, 232, 268, 330334, 403; y los oráculos, 241, 412; y Persia, 375-381 tiranicidas, de Atenas, 344, 357 Tirinte, en la Argólide, 223, 240, 340; en la Ed ad Oscura, 42 42 Tiro, 56, 57,139 Tirteo, poeta espartano, 53, 211, 217, 220; so bre b re la lle ll e g a d a de los H erac er acli lida da s, 50; y M esenia, 212-213 Tisámeno, hijo de Orestes, 340-341 Titanes, 169-170 Tocra: cerám ica griega de, 30; 30; funda ción d e, 30 Tórico, 130; teatro de 350 35 0 Torone, 38, 62 traba jo: en agricu ltura, 81-82,83-84, 87, 8989-90 90;; en H esíod o, 174-1 174-177; 77; y los préstam os, 263 trabajos y los días, Los, 16, 49, 75, 153, 166, 169,172-179 ,188, 224 224 Tracia, 236, 376; y Persia, 377, 378, 384, 411 tracios, sobre Tasos, 275-276 trage dia, 14-15,385; origen de la, 361-365 361-365;; véa se también drama transporte, y agricultura, 80-81, 83-84 Trapezunte, 235 Trecén, y Argos, 339 tribus: atenienses, 347-349, 351-357, 362; dóri cas, 50, 51, 53, 332; jónicas, 51-52, 352 tributos, 305, 334, 401-402 Trifilia, al norte de Mesenia, 220 trigo, 74; preferencia por el, 82 trípodes, 198; como ofrendas, 118-120, 121, 122-123, 243; véase también Apolo
Triptólemo, eleusino, 270 trirremes: financiación del equipamiento de las, 305; madera para la fabricación de, 74 trittÿes, de Atenas, 347-348, 351, 353, 356 Troya, 178, 181, 185, 382; aparición en la tra dición épica, 168 Troya, guerra de, 50, 116, 168, 178-187, 308; y el asentamiento de Cirene, 23 Tucídides: «Arqueología» de, 49-50; en el orá culo de Delfos, 412; sobre Atenas, 232, 361; sobre Cilón, 256; sobre Harmodio y Aristogiton, 344; sobre Hipias, 347; sobre la batalla de Platea, 400; 400; sobre la fortifica fortifica ción del Pireo, 384; sobre los éforos espar tanos, 359; sobre los Pisistrátidas, 335; so bre b re Polí Po lícr crat ates es,, 322; y el re g e n te Pa usan us an ias, ia s, 394;; y la gue rra Le lantina , 177; 394 177; y la historia contemporánea, 17, 411-413; y la separa ción entre oligarquía y democracia, 369 tumbas de cámara, culto de las, 128-129; en Cnosos, 69; en el heládico reciente IIIC, 34 tumbas de cámara micénicas, 128-129 Ug arit, 56 56 Ulises, 168,179-189, 271; dicción formular de, 167; y Libia, 30 Veleyo Patérculo, sobre la fundación de Cu mas, 157 Velia, 375 vestidos, ofrendas de, 115, 116, 223 Veyes Veyes (Veio), 141,155 -156,194 victorias en los juegos, 120,122-125 vida de ultratumba, creencias en la, 104, 106107 viñas, cultivo de, 81, 84 violación, 263, 268 vivienda: de Mégara Hiblea, 283; de Tasos, 278-279
Xobourgo, en la isla de Teños, 239; pít p íthh o i de, 198-201, 205 Zagora, en Andros, 239 Zaleuco, 225 Zeus, 14, 112, 170-171, 172-175, 182, 187, 198, 200, 270, 282, 382; Eleuterio de Samos, 328, 329 Zeuxidamo, 393 zulúes, 215
ÍNDICE DE TEXTOS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 24. 25. 26. 27.. 27 28.. 28 29.. 29
30. 31. 32.. 32 33.. 33 34. 35.
Pindaro, Pilleas, 5.77-93 ................................................ ............................................................................. ............................. 23 H eród er ódot oto, o, 4.155-156 .................................................................................... .................................................................................... 25 ML, 5 . 2 3 - 5 1 ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ..... 28 Tucídides, 1.12 1.12 ........................................................................................... ....................................................... .................................... 50 Mimn Mimneermo, mo, fr. 9 ( W e s t ) ............................................................ ............................................................................ ................ 51 1 Reyes, 9 , 1 0 - 1 4 .......... ................ ............ ........... ........... ........... ........... ............ ............ ........... ........... ............ ........... ........... ........... ....... 57 Hesíodo, Los 609-617 ................................................. 75 Lo s trabajos y los días, 609-617 .......................................................................................... ........................................ 115 Iliada, 6.286-310 .................................................. 23.629-6455 .................................................................................... .................................................. .................................. 123 Iliada, Iliada , 23.629-64 Edición de san Jerónimo Jerónim o de la cronología de de Eusebio (finales (finales del si si glo iv) a propósito del año 776 a.C.................................................................125 6.2-10 ........................................................................................... .................................................. ......................................... 127 127 Odisea, 6.2-10 Veleyo Patérculo, Patérc ulo, 1 . 4 . 1 ...... ......... ...... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ..... 157 14.402-406 406 .................................................................................... ....................................................... ............................. 169 169 Iliada, 14.402Hesíodo, Teogonia, 176-192 176-192 ....................................................... ...................................................................... ............... 172 172 col. 1 . 1 8 - 3 5 ...... .......... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........ 173 El reino de los cielos, col. Hesíodo, Los 213-227 ................................................. 175 L os trabajos y los días, 213-227 Hesíodo, Los 630-640 ................................................. 177 177 L os trabajos y los días, 630-640 11.435-453 53 ’ ....................................................... .................................................................................... .............................18 1800 Odisea, 11.435-4 Odisea, 2.25-34 2.25-34 ........................................................................................... .................................................. ......................................... 181 17.262-268 268 .................................................................................... .................................................. .................................. 183 Ilíada, Ilíada , 17.2622.185-205 05 ....................................................... ........................................................................................... .................................... 186 186 Ilíada, 2.185-2 9.106-115 .................................................................................... .................................................. .................................. 187 187 Odisea, 9.106-115 143-150 ......................................................... 191 191 Him H imno no homér hom érico ico a Ap A p o lo, lo , 143-150 Tirteo, Tirt eo, fr. 10 (West), (Wes t), 15-20 15-20 ................................... .................................. 212 Plutarco, Licurg ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ..... 21 2144 Lic urgo, o, 6 . 1 - 8 ...... Alem Al emán án,, fr. 1.36-56 1.36-56 .................................................................................... .................................................. .................................. 218 Teognis, 1 0 1 - 1 1 2 ........... ................ ........... ........... ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... .......... 22 2288 Alceo, 69 ( P a g e ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... 229 Diógenes Dióg enes Laercio, Vidas, opiniones ysentencias y sentencias de los filósofos más ilus 233 tres, 1.96 ....................................................... ....... 237 Heráclito, Alego Ale goría ríass homéric hom éricas, as, 5 . 2 ................................................ Estrab Est rabón, ón, 6.3. 6.3.22, citando citan do a Antíoco An tíoco (FGH, 55 555 F 1 3 ) ........................... 242 Heród He ródoto oto,, 5 . 7 1 ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... 25 2566 Solón, fr. fr. 36 ( W e s t ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... 25 2599 [Aristóteles], Constitución de los atenienses, 9 2611 ................................... 26 [Dem [De m óste ós tene nes], s], 43.62 .................................................. .................................................................................... .................................. 265 .
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36. 37. 38. 38. 39. 39. 40. 41. 42. 42. 43. 44. 45. 45. 46. 47. 47. 48. 48. 49. 50. 51.
LA FORMACIÓN DE GRECIA
Semóni Sem ónides des,, 7.1-20 .................................................................................... ...................................................... .............................. 269 ........................................................ ........ 271 Him H imno no homé ho méric ricoo a Dem D eméte éter, r, 224-235 ................................................ Safo, fr. 96 (Page (Pa ge)) ....................................................................................274 ............................................................ ........................274 ML, 3 ......................................................................................................... .................................................. .......................................................27 2799 1469 .................................................................................................. ....................................................... ........................................... 319 319 IG, IG , i3 1469 Asio, fr. fr. 1 3 ...... .......... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ....... ....... ...... ... 321 H eród er ódot oto, o, 3.142 3.142-14 -143.1 3.1 ............................................................................. ............................................................ ................. 328 328 ................ ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ..........3 ....3331 FGH, 9 0 F 6 1 ........... Ateneo, Deipno ......... ...... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ....3 .3445 Dei pnosop sophis histai, tai, 6 9 5 a b ...... H eród er ódot oto, o, 5.69 5.69 ........................................................................................... .................................................. ......................................... 348 348 24 4.C.2.2-10 10,16-2 ,16-222 ............................................................................. ............................................................................. 3351 51 IG, IG , i 3244.C H eród er ódot oto, o, 5.77.4-78 5.77.4-78 ....................................................... .................................................................................... ............................. 358 358 Pausan Pau sanias ias,, 6.9.6-8 6.9.6-8 .................................................................................... ....................................................... ............................. 362 362 Hipólito, Refuta 3711 Re futació ciónn de todas las herejías herejías,, 1 . 1 4 . 5 .................................. 37 ML, 27 ......................................................................................................... .................................................. ....................................................... 399 Píndaro, Píticas, 1.71-80 1.71-80 ................................................. ............................................................................. ............................ 4055 40
ÍNDICE DE CUADROS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Pluviosid Pluv iosidad ad de la pe penín nínsu sula la de M etan et anaa ........... ................. ........... ........... ............ ........... ....... 73 Pluviosidad Pluv iosidad del litoral litora l meridio mer idional nal y orienta orie ntall de Sicilia Siciliayyde la costa y la llanura de C i r e n e .... .................................................................................................................................................... 79 Diferencia Diferen cia numérica de los alfileres alfileres descubiertos en los santuarios del Peloponeso, c. 1050 - c. 500 a.C ........................................................ 1166 11 Increme Incre mento nto del núm ero de exvotos en los santuarios del mundo griego, grie go, siglos xi-vn xi- vn a.C.............................................................................. a. C.............................................................................. 1177 11 Colonias Colon ias griegas fuera fue ra de G r e c i a ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...14 1488-1153 Ciudades que acuñaban acuñ aban moneda mon eda hacia 48 4800 a.C ................................... 298-301 Principa Prin cipales les templo tem ploss griegos ha hasta sta 480 a.C. ........... ................ ........... ........... ........... ...... 309-31 309 -3100
ÍNDICE DE FIGURAS 1. 2. 3.
4. 5.
6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15.
Lugares mencionados men cionados en las distintas versiones de la la fundación de Ci Ci rene re ne ................................................... ............................................................................................................ ............................................................. .... 22 Yacimientos Yacimientos ocupados durant dur antee el heládico reciente recien te IIIA2-IIIB IIIA2 -IIIB (según O. T. P. K. Dickinson, The Aegean Bronze Age , Cambridge, 1994, figura 4 . 2 4 ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... ..........335 Yacimientos ocu ocupado padoss du duran rante te el heládico heládi co reciente reci ente IIIC (según K. T. Syriopoulos, Eisagoge eis ten arkhaian Hellenike historian. Hoi metabatikoi khronoi apo tes mykenaikes eis ten arkhaiken periodon, 1200-700 p. Kh., Atenas, 19 1983 83-1 -198 984, 4, 2 vol vols. s.,, mapa 2 ) .... ..........................................................................................................36 ..36 Pyxis del heládico reciente IIIC de estilo lefkandio procedente de Lefk an di; a ltu ra 0,18 m (p o r c ortesía de M ervyn P o ph am ) . . . . Yacimientos Yacim ientos oc ocup upado adoss du dura rant ntee el pe perío ríodo do 1125-1 1125-1050 050 a.C. (según (seg ún K. T. SySyriopoulos, Eisagoge eis ten arkhaian Hellenike historian. Hoi metabatikoi khronoi apo tes mykenaikes eis ten arkhaiken periodon, 1200-700 p. Kh., Atenas, 19 19883-19 3-1984 84,, 2 vo vols ls.,., mapa map a 3 ) .... ..........................................................................................................39 ..39 Yacimientos ocu ocupado padoss du duran rante te el el pe períod ríodoo 1050 1050-1 -100 0000 a.C. a.C. (según A. M. Snodgrass, Arqu Ar queo eolo logí gíaa de Grecia, B a rcelo n a, 1990, figura 52) . . . Ánfora Án fora ática de estilo submicénico procede proc edente nte del cementerio cem enterio del Cerá Ce rá mico, inv. 421; altura 0,34 m (por cortesía del Deutsches Archäologisches Institut Athen, neg. n.° 2616)........................................................................41 Ánfora Ánfo ra ática ática de estilo estilo protogeométrico procedente del del cementerio ate niense del Cerámico, inv. 2024 (por cortesía del Deutsches Archäologi sches Insti In stitu tutt A then th en,, neg. n.° 424 4247)........ 7).............. ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... ........... ........... ........ ....................................................................... ....................... 46 Karphi (fotog (fotograf rafía ía de dell a u t o r ) ................................................ Plano del «Heroon» «Heroo n» de Lefkandi Lefka ndi (por (po r cortesía de Mervyn Popham) Popham ) . Cuenco de bronce repujado repujad o proceden proc edente te del Oriente Orie nte Próximo encontrado encontra do en la necrópolis de Toumba, en Lefkandi (T. 55.28) (por cortesía de Mervyn P o p h a m ) ...... .......... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ..... 63 Plato Plat o euboico de Lefkandi Lefka ndi decora dec orado do con semicírculos semicírculos pendientes, pendie ntes, ce menterio men terio de Toumba (T. (T. 55.4 55.4)) (por cortesía cort esía de Mervyn Popham) Popha m) . . Píthos procedente del cementerio de Fortetsa, en el estilo denominado protog pro togeo eomé métri trico co creten cre tense se B, de finales del siglo siglo ix (F (Forte ortetsa tsa 1440 1440)) (por (po r cortesía de J. N N.. C o l d s t r e a m ) ............................................................................. 69 Ni nfass (© Manchester City Art Galle J. W. Waterhouse, Hilas y las Ninfa ries) ................................................................................................................72 Represe Rep resentac ntación ión gráfica gráfica de la diferencia diferenc ia entre ent re capacidad productiva produ ctiva y dimensiones de la familia a lo largo del ciclo vital de un solo núcleo fa-
38
40
44 60
64
LA FORMACIÓN DE GRECIA
458
miliar (según T. W. Gallant, Risk Ri sk and an d Surv Su rviv ival al in A ncie nc ient nt Greece Gree ce , Cam bridge bri dge,, 199 1991, 1, figu fi gura ra 4 . 1 0 ) ....................................................... ................................................................................ ......................... 88 16. Esquem Esq uem a de la ocupación de la comarca de Khaniá, en Creta, Creta , du duran rante te los los siglos ix y vin a.C..............................................................................................92 17a. 17 a. Yacimiento Yac imientoss oc ocup upado adoss en Arca Ar cadi diaa du dura rant ntee los siglos χ-νιι χ-νιιι a.C. . . 93 17b. 17 b. Yacimiento Yac imientoss de la llanura llan ura de Argos Arg os y sus alrede alr ededo dores res,, siglos siglos χ-νιι χ-νιιι a.C. 94 17c. 17 c. Yacimiento Yacim ientoss del sur de la Argólide Argó lide,, siglos siglos χ-νι χ-ν ιιι a.C., con indicac in dicación ión de la zona en la que se ha llevado a cabo un análisis espacial intensivo (se gún M. H. Jameson, C. N. Runnels y Tj. van Andel, A Greek Gre ek Coun Co untry trysi si de. The southern southern Argolid Arg olid fro m prehistory prehistory to the present day , Stanford y Cambridge, Cam bridge, 19 1994 94,, figuras figuras 4.1 4.1 y 4 . 2 0 ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... 95 18a. 18 a. Yacimientos del Atica ocupados durante dura nte la la Ed ad Oscura antes de 80 8000 a.C. .................................................... ............................................................................................................. ............................................................97 ...97 18b. Yacimientos del Atica Atic a ocu ocupado padoss du dura rante nte el el siglo siglo v i i i a.C. . . . 98 19. Diferencias perceptibles percep tibles en el número núm ero de enterram ente rram ientos iento s en el Atica desde la Edad Oscura al año 700 a.C: a) versión de Snodgrass, 1980; b) versión de Morris, 1987 (según I. Morris, Buria Bu riall and an d A ncie nc ienn t Society, Socie ty, Camb Ca mbridg ridge, e, 19 1987 87,, figuras 23 y 2 2 ) ........... ................. ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... ........... ......... ....1101 20. Increme Incre mento nto de los los poblados conocidos en el el Atica, la la Argólide y la re gión de Corinto C orinto (según I. I. Morris, Buria Bu riall and an d Anc A ncie ienn t Society Soc iety,, Cambridge, 1987, 198 7, figura fig ura 54). 103 21.. Do 21 Doss band bandas as de oro de mediados med iados del siglo siglo vm a.C. a.C. proceden proc edentes tes del Ática: Ática: a) Atenas 15309, del cementerio del Cerámico (gr. 72); longitud, 0,36 m (por cortesía del Deutsches Archäologisches Institut Athen, neg. n.° 59); 0,3355 m (por (po r cortesía del National Natio nal Museet Mu seet de Copenhag Cope nhage) e) . 108 b) longitud, 0,33 22.. Án 22 Ánfora fora del del tardogeométrico procedente del cementerio ateniense del Cerámico (gr. 72), inv. 345; altura, 0,52 m (por cortesía del Deutsches Archäolo Archäologis gische chess Instit Institut ut Athen, neg neg.. n. n.° 3 3 6 0 ) ........................................ 110 1188 23. El sant santua uari rioo de Pera Perakh khor oraa y su c o m a r c a ............................................... 11 24.. Pie de un trípod 24 tríp odee cretense crete nse de finales del siglo siglo vm; altura 0,467 m (por cortesía corte sía del De Deutsc utsches hes Archäolog Arch äologisches isches Institut Ins titut Athe At hen, n, neg. n.° 203 2032) 2) . 121 25.. La ciudad 25 ciudad de Samos Samos y el H e r a i o n ............................................................... 12 1299 26.. Colonias fenicias 26 fenicias y rutas de navegación navegación po porr el M editerráne edite rráneoo (según M. E. Aubet, Tiro y las colonias fenicias de Occidente, edición ampliada y pues pu esta ta al día, día , figura fig urass 22 y 2 8 ) .................................................... ........................................................................ .................... 131 27. a y b) gran escarabeo e scarabeo de Francavil Francavilla; la; Antiquarium de Síbaris Síbaris (por corte corte sía de John Boardman); c y d) típicos sellos del «Tañedor de Lira» pro cedentes de Pitecusa (según Pithekoussai 1, R o m a , 1993) . . . . 132 28.. Distribución 28 Distribu ción de los los sellos sellos del «Tañedor de Lira» (según el Arch Ar chäo äolo logi gi 1990, p. 11 11,, figura 2 0 ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ............ ........... .....13 1333 scher Anzeiger, 1990, 29.. Distribu 29 Distr ibución ción de los skyphoi y platos euboicos con semicírculos pendien tes (según M. Popham, «Precolonization: early Greek contact with the east», figura 2.12, en G. Tsetskhlad Tsets khladze ze y F. F. De D e Angelis, eds., eds., The Archaeo Archa eo Oxfo rd, 1 9 9 4 ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... 134 logy o f Greek Colonisation, Colonisation, Oxford, 30.. Primitivos 30 Prim itivos alfab alf abeto etoss griegos (según (segú n L. H. Jeffery, The Local Scrip Scripts ts o f A r Oxford, ford, 1 9 6 1 ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...13 1366 chaic Greece, Ox 31á y b. La «copa de Néstor», Néstor », kotÿle rodia con inscripci inscripción ón procedente proced ente de Pitecu P itecu sa, cr. 16 168: 8: a) fotografía (por cortesía del Deutsches Deutsc hes Archäologisches Institut Rom, Rom , neg. n.°54.10 n. °54.1050) 50);; b) dibujo (de Pithekoussai Rom m a, 199 1993) 3) 143 y 144 Pitheko ussai 1, 1, Ro .
ÍNDICE DE FIGURAS
459
................................................................ ................ 147 147 32. Coloni Colonias as grie griega gass fuera de G r e c i a ................................................ 33. 33. Cratera Cra tera argiva argiva de asas asas altas, altas, pertenec perte neciente iente al período tardogeométrico tardogeom étrico II, II, de c. 725 a.C. (fotografía por cortesía de la Ecole Française d’Athènes, neg. neg. n.° 2 7 4 1 5 ) ........... ................ ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... .......... 160 34. 34. Figura de bronce que represen repre senta ta a un hombre homb re sentado perteneciente perten eciente al perío pe ríodo do tardog tar dogeo eomé métri trico co (por (p or cortes cor tesía ía de la Walters W alters A rt Galle Ga llery ry de Bal timore tim ore,, 54.789) 54.789) ....................................................... ................................................................................................16 .........................................1611 35. 35. Crate Cr atera ra ática del período per íodo tardogeom tardog eométri étrico co I; I; altura altur a 1, 1, 31 m (por (po r cortesía del M etropo etr opolita litann Museum Mus eum of Ar Art, t, Rogers Rog ers Fund, 1914, 14.13 14.130.1 0.15) 5) . . 163 36. 36. El llamado Escudo de la Caza, proced proc eden ente te de la la cueva del Ida (según E. Kunze, Kretische Bronzreliefs, Stuttgart, 1931, Beilage 1, por cortesía del Deutsche De utschess Archäologisches Archäologisc hes Institut Ins titut A t h e n ) ...... .......... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... .......16 1644 37. E m plazamiento y paisaje de A scra (fotografía del a u tor) . . . . 174 38a y b. Vaso Chigi, ólpe protocorintia: a)el vaso entero; b) detalle del friso central (por cortesía de Hirmer Verlag, Munich, neg. n.° 591.2036 y 5 9 1 . 2 0 4 0 ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ............ ........ 195 y 196 39. Píthos de Xouburgo, en la isla de Teños, con escena de nacimiento pro digioso por la cabeza (por cortesía del Deutsches Archäologisches Insti tut tu t A then th en neg. n.° 83/464 83/464 ....................................................... ................................................................................ ......................... 199 199 40. 40. Comparaci Comp aración ón de la distribución distribució n de los candela can delabros bros fenicios fenicios del del sigl sigloo vm y de los vasos y candelabros de metal del siglo vn con capiteles en forma de hoja de papiro (según H. Matthäus, en P. Astrom, ed., Acta Ac ta Cypria, segunda segu nda parte pa rte,, figuras 10,11 10,1 1 y 1 4 ) .......... ................ ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ......... ....20 2022 41. 41. Plancha de Ziwiyeh (Irán), (Irán ), fechada fechad a en el el siglo siglo vm a.C.; a.C.; altura 0,223 0,223 m (por cortesía del Metropolitan Museum of Art, Fletcher Fund, 1951, 5 1 . 1 3 1 . 1 ) ........... ................ ........... ........... ........... ........... ........... ............ ............ ........... ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... .........20 ....2033 42. Ólpe corintia del siglo vu encontrada en Rodas (British Museum 1860.21.18 1.18;; © British Britis h M u s e u m ) ........... ................. ........... ........... ........... ........... ............ ............ ............ ........... ........... ........... ........... ........ 204 204 43. Escudo de bronce del siglo siglo vi procedente proceden te de Olimpia (por cortesía cortesía del Deutsc De utsches hes Ar Archäo chäologis logisches ches Insti In stitut tut A then, the n, neg. n.° 75/1508) 75/1508) . . . 205 205 44. 44. Casco de estilo corintio de comienzos del siglo siglo vu, fabricado fabric ado en Corinto o en el Peloponeso, procedente de Olimpia (Olympia Inv. B5615; por cortesía cortes ía del Deutsche Deut schess Archäologisches Archä ologisches Institut Ins titut A then the n neg. neg. n.° n.° 6017 6017)) . 208 208 45. 45. Máscara procedente proce dente del santuario de de Ártemis Ártem is Ortia en Espar Es parta ta (por cor tesía de la British School School de A t e n a s ) .... ...... ..... ..... .... .... .... ..... ..... .... .... ..... ..... .... .... .... ..... ...... ..... .... ..... ...... ..... .... 217 46. 46. Exvotos de plomo que represen repre sentan tan hoplitas de comienzos comienzos del siglo siglo vi, proce pro cede dente ntess del Menel Me nelao aonn (por (p or corte co rtesía sía de la British Bri tish School de A te te nas) ................................................................................................................219 47. 47. La ley ley de Dreros (por (p or cortesía del del Center for the Study of Ancient Do D o cuments, Oxford, A nn Jeffery Je ffery P a p e r s ) ...... .......... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........22 2222 48. 48. Yacimientos del siglo siglo vil en el Á t i c a ...... ......... ...... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....2 .239 39 49. 49. El emplazamiento de de Delfos (fotografía por cortesía de la la Ecole Françai se d ’Athène Ath ènes, s, neg. n.° 7 4 6 1 2 ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ..... 241 50. 50. Relieve Relieve de de estilo estilo dedálico procedente proce dente del templo de Gortina Go rtina (por (po r corte cort e sía de John B o a r d m a n ) ....... .......... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ...... 248 248 51. 51. Plancha de marfil marfil procedente proceden te de Samos Samos con una escena de de Perseo y Me dusa (por cortesía del Deutsches D eutsches Archäologisches Institut Athen, Athe n, neg. neg. n.° n.° 6 0 2 9 ) .......... ................ ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ............ ........... ........... ........... ......... 249 249 52. 52. El llamado llam ado koûros de Nueva York, datado aproximadamente en el año
460
53. 54. 55. 56.. 56 57. 58. 58. 59. 60.. 60 61. 62. 63. 64. 65. 66. 66. 67. 67. 68. 68. 69. 70. 71. 72. 72. 73. 73. 74. 74. 75. 75. 76. 77. 78.
LA FORMACIÓN DE GRECIA
600 a.C.; altura 1,927 m (por cortesía del Metropolitan Museum of Art, Fletc Fl etche herr Fund Fu nd,, 19 1932 32,, 3 2 .1 1 .1 ) ........... ................. ........... ........... ............ ........... ........... ........... ........... ............ ........... .......... ..... 251 Esquem a del orden dórico dórico plenamente plenam ente desarrollado (por cortesía cortesía de J. J. C o u l t o n ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... 25 2522 Ánfora Án fora ática de figura figurass negras de mediados med iados del siglo siglo vi decorad dec oradaa por el el Pintor de Amasis con una escena de culto dionisíaco (por cortesía del A n tik e n m u s e u m B asel u n d Samm lung Ludwig, K ä 420) . . . . 273 Vista de la acrópolis de Tasos Tasos desde el ágora (fotografía del a u to r) . . 2766 27 Plano Plan o de la ciudad ciuda d de T a s o s ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ......27 ...2777 Plato del siglo siglo vil con decoración deco ración polícroma polícroma proceden proce dente te del Artemision Artem ision de Tasos (Thasos Mus. 2085; fotografía por cortesía de la Ecole Françai se d'A d' A thèn th ènes es,, neg. n.° 3 3 4 6 3 ) ........... ................ ........... ........... ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... .......... ....... 2788 27 Santuario San tuario de Aliki, en Tasos Tasos (fotografía del a u t o r ) .... ..........................................................2 ..279 79 La comarca comarc a de M e t a p o n t o .... ..........................................................................................................................................2 ..2881 Plano Plan o de Mégar Mé garaa H i b l e a ........... ................ ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... .......... ........... ........... ........... .........284 ...284 Ejemplo de la cerámica cerámica policromada fabricada en Mégara Hiblea (Lou vre CA 38 3837 37;; fotografía: Chuzeville, Chuzeville, po porr cortesía corte sía del Museo Muse o del Louvre) Lou vre) 285 Ánfora Ánfo ra panatenaica panatena ica perteneciente pertenec iente al al denominado denom inado grupo de Burgon Burgon (Londres, (Londres, British British Museum M useum B13 B130; © British British M useu us eum m ) ................................289 Ánfora Án fora denominada «tirrénica» «tirrénica»,, fabricada en Atenas Ate nas para par a el mercado etrusco (Museum of Fine Arts de Boston, H. L. Pierce Fund, 98.916, 98. 46)........................................................................... )........................................................................................................ ............................. 292 A B V 98.46 Formas propias prop ias del bucchero etrusco adoptadas por la cerámica ática (se gún N. Spivey y S. Stoddart, Etruscan Italy , Londre Lon dres, s, 1990 1990,, figura fig ura 46) . 293 293 Primitivo estat es tater er fócense de electró ele ctrónn (British Museum Muse um 189 18933-7-6 -7-6-1 -1;; © Bri tish M u s e u m ) ............ ................. ........... ........... ........... ............ ............ ........... ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ......2295 Ciudades Ciudad es que acuñaban acuña ban moneda mone da antes de 480 a.C........ a.C........... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ...... ... 296 296 Primitivo estate est aterr egineta egin eta (11, (11,87 87 g; por po r cortesía cortes ía del Ashmo As hmolea leann Museum de O x f o r d ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ............ ............ ......... ...3303 Dodeca Dod ecadra dracm cmaa (40, (40,45 45 g) de los los derrones, derron es, finales del siglo siglo vi (por cortesía del British Britis h Museum, Muse um, BMC 1 1859 1859-10 -10-11 -11-1; -1; © British Britis h Muse Mu seum um). ). 304 304 Metopa Me topa del del templo C de Selinunte en la la que aparece Perseo decapitan decap itan do a la Gorgona (por cortesía de Hirmer Verlag de Munich, neg. n.° 5 7 2 . 0 4 3 5 ) ........... ................. ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ............ ............ ......... ... 307 Plano de S e l i n u n t e ........... ................. ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ...........3 .....3111 Vista de la acrópolis de Selinunte (fotografía del a u tor) . . . . 312 Las canteras can teras de Rocche Rocch e di Cusa (Selinunte) (Selin unte) (fotografía (fotogr afía del autor) au tor) . . 313 313 Esquema Esquem a del orden jónico plenamente plenam ente desarrollado desarrolla do (por cortesía de J. J. C o u l t o n ) ....... .......... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... ....... ....... 3 1 5 Revestimientos de terracot terra cotaa del tesoro de de Gela en Olimpia (por cortesía del Deuts De utsche chess Ar Archäo chäologis logisches ches Insti In stitut tut A then th en,, neg. n.° 1457 1457)) . . . 316 316 Buey sacrif sacrifici icial al de plata sobredorada sobredo rada procedente proced ente de Delfos (fotografía por po r cortes cor tesía ía de la École Éco le Françai Fran çaise se d ’Athèn At hènes, es, neg. n.° 43352) 43352) . . . 318 318 Bronce pertenec perte neciente iente a los los arreos arreo s del caballo de Hazael Haza el hallado en el Heraion de Samos (por cortesía del Deutsches Archäologisches Institut A then, the n, neg. n.° 8 8 / 1 0 2 9 ) ........... ................ ........... ............ ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........... ........ ... 323 323 Kóre de Queramies (por cortesía del Deutsches Archäologisches Institut A then, the n, neg. n.° 8 5 /46 /4 6 6 A )............... )..................... ........... ........... ........... ........... ............ ........... ........... ............ ............ ........... ........ ...32 3255 León de bronce dedicado por Eumnasto Eum nasto proceden proce dente te del Heraion Hera ion de Sa-
ÍNDICE DE FIGURAS
79.. 79 80. 81. 81. 82. 83. 83. 84. 84. 85. 85. 86. 87. 87. 88.
461 461
mos (por cortesía del Deutsches Archäologisches Institut Athen, neg. n.° 7 2 / 2 6 9 3 ) ...... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... 3277 32 Los demos demo s ateniens aten ienses es de época époc a clásica, clásica, conocidos conocido s po porr las inscripciones del siglo IV, que pueden ser localizados con un alto grado de probabili dad, indicando además la trittys a la que hipotéticam hipoté ticamente ente pertenecía perte necíann . 3499 34 Teatro de Tórico (fotografía (fotografía de dell a u to r ) ........................................... ....................................................... ............ 350 350 Ánfor Án foraa ática de figuras figuras negras del Pintor Pin tor del Columpio (c. (c. 530 530 a.C.) a.C.) (Christchurch, Nueva Zelanda, Zela nda, Universidad U niversidad de Canterbury, C anterbury, Logie Logie collec collec tion 41/5 41/57; 7; por cortesía cortes ía de Alan Ala n Shapiro Shapir o y la Universida Univ ersidadd de Canter Ca nterbury bury)) 363 Metopa Me topa con con Teseo Teseo y Antíope Antí ope procedente procede nte del tesoro de los Atenienses Atenien ses en en Delfos (por (po r cortesía corte sía del Hirme Hir merr Verlag de Munich, neg. neg. n.° 561.0 561.0609 609)) . 366 366 Copa de figuras negras de finales del sigl sigloo vi llamada «copa Bomford» (Ashmolean Museum 1974.344; por cortesía del Ashmolean Museum de O x f o r d ) ...... .......... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ....... ....36 3688 Ciudades Ciudad es que se enfre en frenta ntaro ronn a Persia Pers ia duran dur ante te las guerras guer ras médicas . . 386 386 Plato de figuras rojas de finales del siglo siglo vi atribuido atribui do a Paseas (Ashmo (As hmo lean Museum 310; 310; por po r cortesía cortes ía del Ashmo As hmolean lean Museum Muse um de Oxford) Oxford ) . 388 388 co ntra de Calías, Calías, hijo hijo de Cratias (por cortesía del Deutsches Óstrakon en contra Archä Ar chäolo ologis gische chess Inst In stit itut ut A then th en,, neg. n.° Ker. 1617 161711 y 16172) 16172) . . 391 El Auriga de Delfos (por (po r cortesía corte sía del Hirmer Hirm er Verlag de Munich, neg. neg. n.° n.° 561.0603)........................................................................................................ 406 Efebo de Motya Motya (por cortesía de la Soprintendenza Soprinte ndenza per i Beni Culturali ed Ambienta Am bientali, li, Sezione per i Beni Archeologici, Trapani, Sicili Sicilia) a) . . 408 408
Varios colegas me han ayudado generosamente a obtener las fotografías reseñadas. Especialmente agradecido me siento a John Boardman, Lucilla Burn, Bill Cavanagh, Nicolas Coldstr Col dstream eam,, Jim Ji m Coulto Co ulton, n, Charles Cha rles Crowth Cro wther, er, Hans Ha ns R uppr up prec echt ht Goette Go ette,, Henry He nry Kim, Helmut Kyrieleis, Andrew Meadows, Nick Pollard, Mervyn Popham, David Ridgway, Brian Sparkes, Nigel Spivey, Andrew Stewart, Michael Vickers, y Bob Wil kins.
ÍNDICE ......................................................................................................... ...................................................... 9 P r ó l o g o ................................................... ................................................................................................. ..................................................... 12 A b r e v i a t u r a s ............................................ 1. La L a s trad tr adici icion ones es de la h i s t o r i a ................................................................13 ¿Q ué tiene qu e ver Polícrates Polícrates conmigo? Necesidad de una historia de la G recia re cia a r c a i c a .... .............................................................................................................................................13 .13 La his histo tori riaa y las tradi tradici cione oness de de la la p r e h i s t o r i a ................................ 16 E l caso ca so d e C i r e n e ..... ........ .................. .......... .......... .......... ...... .............. ...... .................. .......... .......... .......... .......... ................. 21 Nu N u e s tro tr o m u n d o e n c o n s t r u c c i ó n ............... ...................... .............. .............. .............. ............... ..............32 ......32 2.
3.
El probl pr oblema ema de de lo los o r íg e n e s ................................................................34 ¿Borrón y cuenta nueva? El inicio de la E d a d O s c u r a . . . Migraciones, invasiones y decadencia:¿cómo decadencia: ¿cómo se explica el v ac ío?. ío ?. El m un undo do del M ed edite iterrá rráne ne o o r i e n t a l .... .......... .......... .......... .................. .......... .......... .................. .......55 .55 Proc Pr oces esoo de o r g a n i z a c i ó n ..... ........ .......... ...................... ...... .......... .......... .................. .......... .......... .......... .......... ...... .........58 ..58
34 49
................................................................................................ ......................................... 71 El escenario ....................................................... El medio natural.........................................................................................71 V ivir iv ir d e la t i e r r a .............. ..................... .............. ............... .............. ............ .............. ............. ............. ............... .............. ............. ......80 80 Las limitaciones humanas.........................................................................84
4. La 91 L a fo r m a c ió n de las com co m u n ida id a des: de s: el siglo sig loVIII VIII a.C. a. C. . . . . Aumento de la población.........................................................................91 La t rans ransfo forma rmaci ción ón de dell mundo de lo s m u e r t o s ..............................104 La tran tr ansf sfor orm m ació ac iónn del mund mu ndoo de los d iose io se s..... s....... .... .... .... .... .... .... .... .... ........ ...... .... .... ....... ... 111 E l mund mu ndoo e x t e r i o r ...... ......... ...... ...... ...... .......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... .......... ...... ...... .....130 ..130 La cosmovisión del siglo vm a.C.............................................................158 5.
E l m un u n do d o de d e H es es ío d o y de d e H o m e r o ................................................166 La trad tr adic ició iónn de la poes po esía ía o r a l ........ ............ ........ ........ ........ ....... ...... ...... ....... ........ ....... ....... ........ ........ ........ ........ .....166 .166 El m undo un do de H e s í o d o .... ...... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ...16 .1699 Ilí adaa y la O d i s e a .........................................................178 El mundo de la Ilíad Hesíodo, He síodo, H om ero er o y la h i s t o r i a ... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... ......... ...... ....... ......... .....1 ..189
ÍNDICE
463
6. La L a refo re form rm a de las com co m u nida ni dadd es: es : el sigl si gloo v u a . C ................................. 194 R ev evoo luci lu cióó n a r t í s t i c a ....... .......... ....... ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ....... ........ ....... ...... ....... ........ .....194 .194 Un mundo en guerra.................................................................................206 E s p a r t a ............. ..................... ............... .............. .............. .............. .............. .............. ............... ............... .............. .............. .............. ............. ......211 211 Ley, constitución y gobierno inconstitucional ................................ 221 Asent Asentami amien entt os y movi mo villi d a d de la p o b l a c i ó n ................................ 235 ................................................................................ ........................................................... ..................... 240 Revolución Revo lución divina .
7.
El mundo gri griego en 600 600 a . C . .................................................................255 A t e n a s .............. ...................... ............... ............... .............. .............. .............. .............. ............... ............. ............. ............... ............... ............ .....255 255 Las La s m u j e r e s ............. ..................... .............. ............. .............. ............... ............... ............. .............. ............... ............. .............. .............. ......267 267 Nue N ueva vass c iu d a d e s ....... ........... ....... ....... ........ ........ ....... ...... ...... ....... ........ ........ ........ ........ ........ ....... ....... ........ ....... ...... ...... ....... ........ ......275 ..275
In terr rrela elaci ción ón de las ciuda ciu dade des: s: el siglo sig lo vi (600-5 (60 0-520 20 a.C.) a.C .) . . 8. Inte . 287 287 Rivalidades Rivalida des en el orbe or be p a n h e l é n i c o ... ....... ......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ....... .........2 ...288 88 M onum on um entaliz en talizac ación ión de la c i u d a d .... ...... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ...30 .3088 Discordias Disc ordias y facciones más allá de la historia histo ria de la ciudad ciud ad . . 319 319 E n tra tr a m a d o de c i u d a d e s ...... ......... .......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... .......... ...... ...... ........336 .336 L a tra tr a nsfo ns form rmaa ció ci ó n d e la Greci Gr eciaa arcaica arca ica (520-4 (52 0-479 79 a.C.) a.C .) . . 9. La . 343 343 L a d e m o c r a c i a ....... ........... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ...... ....... ....... ...... ...... ....... ........ ........ ........ ........ ........ ....... ....... ........ ....... ...... ..... 344 La f i l o s o f í a ............. ..................... .............. ............. .............. ............... ............... ............. ............. ............... .............. ............. .............. .......369 369 P e r s i a ....... .......... ....... ........ ........ ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ....... ...... ....... ....... ...... ...... ...... ....... ........ ........ ...... 373 Epílogo .......................................................... ................................................................................................................. ....................................................... 411 N otas Not as b ib l io g r á f i c a s ....... ........... ........ ....... ...... ...... ....... ........ ........ ........ ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ....... ....... ........ ...... 417 índice alfabético.................................................................................................438 índ ín d ice ic e de t e x t o s .............. .................... .............. ............... ............. .............. ............... ............... ................ ............... ............. .............. ............ ....455 455 índi ín dice ce de c u a d r o s ...... ............. ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... .......... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ..... 456 índice de figuras.................................................................................................457